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Un Abrasador Reencuentro

Summary:

Acercándose la noche en una tierra extranjera, la que probablemente traería consigo una luna de plata acompañada por estrellas indiferentes, se da un conmovedor reencuentro entre dos personas cuyo destino parece una constante bifurcación.

Subaru, asediado por toda la crueldad que el mundo le puede dar; se reencuentra con Emilia, quien soportaba el martirio de no tenerlo a su lado.

Notes:

Mi primer fic “corto”, spoilers hasta el arco 7 capítulo 54 y las SS de la facción hasta el volumen 28. Así que, como se debe advertir, he omitido y puesto a conveniencia varios asuntos. Incluso el cómo se lidió con la “Gran Calamidad” o el asedio a Guaral (Que en este caso no ocurrió)

También tomé información canónica de algunas SSs, como la de “Emilia's Starry Sky Classroom”

Se planea que este paupérrimo proyecto conste de tres capítulos.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: CAPÍTULO 1: "CHICO INSEGURO, CHICA TÍMIDA"

Chapter Text

Deambular con un rumbo definido en momentos angustiosos no era una costumbre connatural en ella, mucho menos devanarse los sesos mientras lo hacía.

«Tienes determinación, pero te falta valor, careces de la capacidad para aplicar tu fuerza, si fueras del Imperio hace mucho que habrías muerto. Con la conclusión de una vida inútil, y un final intrascendente para todos los demás, el carpetazo de alguien frágil».

Aquellas palabras hacían eco en su mente, y eso que solo eran el inicio de la diatriba que le dedico aquel que se supone era el emperador del Sacro Imperio de Vollachia. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía realmente nada que refutar, era la verdad inexorable; incluso ella que se reconocía a veces como tozuda debía admitirlo, aunque no lo hiciera a nadie en particular, más que para sí misma.

En su mayor parte no se sentía en las condiciones adecuadas para presentar una queja, solo de aceptarlo a regañadientes.

«La debilidad, la duda, la compasión; son cosas superfluas, los débiles deben estar condenados a morir, mientras que los fuertes a prevalecer. Y tú, no demuestras más que ser una niña con aspiraciones más allá de sus cualidades».

Sin duda, una niña tonta que pretendía ser más, que se aferraba a sus sueños para convertirlos en esperanza, la esperanza de un futuro mejor, para ella, para los elfos del bosque de elior que esperan ser descongelados, para recuperar a Puck, para sus amigos, para todos… Pero sobre todo, para el chico al que se dirigía a ver, el niño que ansiaba volver a contemplar, escuchar su voz, consolarlo, amarlo.

«Alguien como tú, incapaz de lidiar con sus propios problemas, de tomar una decisión en algo tan simple, nunca podrá gobernar nada, ni lo merece. Es una completa estupidez tan siquiera pensar en esa posibilidad».

La chica, una aparentemente joven semielfa, maldecida con rasgos idénticos a los que se describe tiene la Bruja de la Envidia, aquella gran calamidad que abyectamente consumió medio mundo hace 400 años; antes de ser sellada por un sabio, el primer santo de la espada y el dragón divino, aunque… Tras varios sucesos, la jovial y ahora tensa Emilia no sabía realmente que creer.

«Tu ingenuidad y benevolencia te costarán caro, a ti y a las personas que te rodean, aunque quizás ya lo estés pagando en parte y… él también».

Pero sus conflictos internos recientes no venían al caso, aunque, incluso difiriendo en varios puntos con el Emperador que lucha por recuperar su trono, o mejor dicho, viendo imposible cambiar quien era, trataría de mejorar; no permitiría que su debilidad perjudique a sus seres queridos, trabajaría en crear una mejor Emilia, una que no solo sea digna de la fe que le depositan sus amigos o del amor que le profesa el niño que quería encontrar, una que sea merecedora de dirigir el reino, una capaz de erradicar el odio entre razas, y, para eso, debe dejar de ser una niña.

Con cariño, se encontró inconscientemente palpando el bolso donde llevaba un objeto de gran valor emocional para su caballero, aunque, la estimación de la misma cosa era singularmente alta para ella, encontrándolo reforzante.

«Deja de limitarte, demuestra tu fuerza y renuévate. No todo en el mundo es alegría y alguien con tus… Características, residiendo en el reino, debería ya saberlo muy bien».

Ella no deseaba aplastar a los débiles, con su fuerza ella los ayudaría, y todos se harían más vigorosos. Y así, Emilia seguía divagando en sus pensamientos, aún a un paso constante y firme. Sin embargo…

Tarde o temprano tenía que llegar, dio una segunda inspección para garantizar que era la habitación, tras cerciorarse inhaló y exhaló pesadamente; no podía creer a que nivel llegaba el fervor de su corazón para que palpitara tanto, y por suerte no se percató de su evidente sonrojo extrínseco, solo sentía como su cuerpo ardía por la emoción y preocupación de volver a verlo. Inicialmente procuró tocar la puerta, pero no, eso incapacitaría el factor sorpresa.

Hasta ahora le sorprendía la influencia que su Subaru tiene en ella, y eso que no estaba a un nivel como el de Beatrice. La cual ya había suscitado un momento de reencuentro con su contratista; después de todo, no tenía cabida en una reunión donde básicamente fueron todos dirigiendo regaños contra Emilia por estar ahí, para luego proceder a agradecerle sutilmente.

«Así que decide ¿serás taruga y consecuentemente débil toda tu vida o te harás más fuerte…? No hay lugar para los inseguros en el Imperio, y ni a largo plazo en este mundo».

“Abriré la puerta, lo abrazare, le cuestionare por su estado, lo regañare cuando me diga que no pasó por nada y luego le diré que lo amo”. Fueron sus palabras, que aunque casi inaudibles, estaban cargadas de resolución. Ese tonto sabrá cuanto lo amo. Fue su pensamiento definitivo. Ahora solo tenía que consolidarlo.

Sin previo aviso y solo guiada por su deseo, abrió la puerta lista para seguir según su plan conciso e infalible. Pero…

Realmente no esperaba ver a Subaru desnudo, aparentemente habiendo concluido con un baño y listo para cambiarse.

——
————

Su mente se quedó en blanco, quizás en otro tiempo simplemente se disculparía por ser descortés, pero tras aquella charla con Frederica, su visión de las personas, sobre todo de Subaru, había cambiado rotundamente; como resultado simplemente estaba perpleja, no podía apartar la vista.

Para su suerte, Subaru estaba de espaldas, pero eso le permitió vislumbrar algunas cicatrices… Muchas de hecho, demasiadas y cada una le dolió a Emilia; sintiendo como su corazón se contraía, fue eso lo que provocó que saliera de su trance, lista para hacer notar su presencia, Emilia no podía recular en este momento, incluso si llegase a ser incomodo debía tocar ese tema, era una oportunidad indispensable. Más aún, el destino suele aplastar sus planes con suma facilidad e implacabilidad. Y en este caso fue el hecho de que Subaru se diera la vuelta.

No obstante, el niño tenía los ojos cerrados ya que se encontraba secando su cabello, Emilia tenía que aprovechar esta oportunidad, salir e idealizar una nueva estratagema... Aunque, se quedó ensimismada cuando su campo de visión se centró en la parte media del chico, no era por nada en particular, incluso ya la había visto hace considerable buen tiempo, ella misma lo aseó en aquella oportunidad; pero ahora las implicaciones tenían un nuevo significado para Emilia y eso solo logró avergonzarla aún más. Además de que, por alguna peculiaridad muy en el fondo de su cerebro, los músculos ahora más desarrollados de Subaru provocaron que estuviera abstraída en su figura.

“hummm”. Fue el gemido que Emilia no pudo evitar soltar, quería huir o al menos encogerse, pero seguía plantada ahí, sin mover ninguna extremidad.

Resultó ser que aquel semi imperceptible soniquete alertó a Subaru, quien abrió sus ojos repentinamente.

Aquellos ojos que ciertamente daban un poco de miedo, pero cuando sonreía se suavizaban brindando una mezcolanza entre tierno y precioso, al menos para el gusto de Emilia, y cuando estaba serio, sus ojos se afilaban aún más demostrando su convicción, Emilia sabía que esa mirada significaba que lograría todo aquello que se propusiera.
Pero en este preciso momento sus ojos estaban abiertos por completo, anonadados, si, ese era el termino correcto; Emilia descubrió rápidamente que también amaba esa versión de la mirada de Subaru.

“…”

“…”

Entonces, en un movimiento inusualmente veloz, Subaru llevó la toalla a su entrepierna mientras su sonrojo se denotaba completamente, Emilia sabía que probablemente ella estaba igual o peor con el suyo.

“…¡¡EMILIA-TAN!!”. Fue un grito estridente que expresaba una sorpresa y vergüenza inefables.

Al fin se suscitó una reacción, aunque fuera tan solo en uno de los presentes.
Quizás esto no estaría sucediendo si tan solo hubiera llamado a su puerta. Fue el débil pensamiento que logró formular la mente de la carmesí Emilia.

 

※ ※ ※ ※ ※

 

Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Doloroso, rojo, aterrador, por qué, muerte. Dolor, rojo, miedo, por qué, muerte. Era un ciclo sin fin.
Se estaba volviendo loco.

“Por lo que he oído, tú y la gente de este pueblo son bastante duros... ¿Son más duros que la gente de mi pueblo?”

“¡Tú bastardo!”

Volvió a escuchar las mismas voces. No quería escuchar nada. No quería sentir dolor. Tenía miedo, tenía miedo, tenía miedo. Abrió mucho la boca y gritó, con la garganta desgarrada a todo pulmón. No queriendo ver nada, cerró los ojos y se agachó con la cabeza entre las manos. Y luego, en el siguiente momento…

△ ▼ △ ▼ △ ▼ △

Abrió sus ojos, casi realizando un salto en su cama, su despertar fue complemente burdo pero al mismo tiempo bendecido. Su habitación ahora se encontraba tiznada de negro, su cuerpo cubierto de sudor, mientras respiraba agitadamente, desesperadamente, con su corazón a punto de salírsele del pecho. Solo fue una pesadilla, reflexionó, tratando de darse un pequeño consuelo, era algo a lo que a debería haberse adaptado hace mucho, empero, él sabía muy bien que no fue solo eso, él mismo lo vivió, lo sufrió, habían pasado días y muchas más desgracias, esta vez le tocó revivir esa. Sin darse cuenta comenzó a rascar su antebrazo izquierdo con su mano derecha impetuosamente, vehementemente, ardientemente.

Pero antes de conseguir algo lenitivo con el próximo brotar de su propia sangre, recordó quien vendría a verlo y cesó, dejó marcas pero nada verdaderamente grave, nada que mereciera ser ocultado, después de todo ella debía saber que pasó por situaciones precarias, incluso si nadie se lo dijo, inclusive si él tratara de ocultárselo. Por ende, Natsuki Subaru no lograría desquitarse en esta oportunidad. Entonces…

«El contratista de Betty ha sufrido mucho en su ausencia, de hecho. Pero era de esperarse, supongo. Betty no ha estado exenta de complicaciones, tuvo que estar en letargo mientras aseguraba su reserva de mana, de hecho».

El volver a verlas, la sola expectativa de reencontrarse con sus amigos en un lapso que se podía considerar corto era una quimera para Subaru, tampoco es que renunciara a la idea de que ellos llegaran en un intento de rescate, más aún la idea le parecía una completa imposibilidad, algo inadmisible; Emilia es una Candidata Real por el Trono de Lugnica, no podían solo entrar a esta nación, por más anhelos que tuvieran.

Sin embargo, aquí estaban, por ahora no todos pero si las dos chicas más importantes para él, y una de ellas según palabras de la otra, estaba siendo reprendida por el emperador.

«Ciertamente la decisión de la niña de venir fue arriesgada e imprudente, Betty lo reconoce. Pero Betty nunca objetaría esa decisión, de hecho. Aunque sea solo un arranque sentimental, no existe nada que esté por sobre el bienestar de mi contratista, y Emilia comparte esa idea por lo visto, supongo. Ella decidió venir incluso con todo lo negativo que podía emanar de eso; Subaru, nunca dudes de lo que somos capaces por ti; Todos. Prometiste que me harías feliz, y para eso necesito sentirme útil hacia mi contratista, de hecho. No se trata solo de mí, necesito lograr que seas feliz también».

Insólitamente percibió como las lágrimas calientes fluían por su rostro, el pensar que su tiempo en el Imperio lo había buido fue una falacia. Pero esta vez no eran por dolor o melancolía, lloraba de felicidad, logró contenerlas ante Beatrice pero ya era tiempo de que la presa autoimpuesta se rompa, tal vez ni siquiera se pudiera considerar como llanto; para para Subaru seguía siendo dilapidar lágrimas, por el hecho de sentirse amado, de saber que se preocupaban por él ¿Cómo podía tan siquiera dudarlo?

Pero así como iniciaron, las lágrimas se finiquitaron de la nada…

«Aún tenemos mucho por hacer, pero estamos aquí para ayudarte a superar todo esto, supongo. No estarás solo nunca más Subaru, de hecho. Primeramente hay que encontrarnos con la gemela de color azul, está cerca y a salvo según el Emperador; por desgracia tendremos que proseguir aquí, la niña, Madeline, nos permitió ingresar, mas no salir hasta que la crisis del Imperio quede zanjada, de hecho».

Quedaba mucho por delante, mucho, mucho, mucho dolor. Pese a que el enterarse de que Rem estaba segura fue un alivio para él, más aún luego de las ultimas noticias que recibieron acerca de cómo la ciudad fortaleza de Guaral fue asaltada por Madeline Eschart y un ejército de dragones alados, que por lo visto, Priscilla se las había arreglado para responder y repeler tal ataque. Aun con eso, simplemente no podía verlo como algo balsámico, ya estaba arraigado en Subaru el creer que toda felicidad sería ridículamente efímera. Nada le demostró alguna vez lo contrario.

El advenimiento no anticipado de Beatrice, además de traerle esperanza fue vital para solucionar el riesgo exponencial de no poder drenar su prana, recordando la alarmante explicación que le dio su espíritu contratado.

«Estabas constantemente acumulando más prana del que posteriormente podrías manejar, supongo. Seria en ese punto cuando tu cuerpo quedaría en condiciones anormales y perderías la movilidad… Y finalmente, lo que está del otro lado de tu puerta rota quedaría expuesto, de hecho. Me refiero a tu OD. En otras palabras, tu alma, supongo. Esto era vital, es una mejoría insoslayable, de hecho».

El solo hecho de imaginarse que tal cosa le pudo llegar a suceder lo hizo estremecerse, las repercusiones del inicio de su sobreacumulación de prana ya habían alcanzado a mostrarse, sintiéndose más fatigado que nunca, incluso luego de haber revertido la complicada 『 Infantilización 』 suscitada por Olbart.

A eso se refería, cuando se liberaba de un problema, una nueva complicación se le presentaba. No tenía descanso. Siempre que creía que el sufrimiento tenía una cúspide, sucedían cosas que lo objetaban. Solo no quería que los demás también sufran debido a su incapacidad.

“No los merezco...”. Murmuró.

Así lo creía fervientemente, alguien como él, tan débil, tan tonto, tan incapaz, tan miserable, un tipo mezquino…

«Eres, un tipo increíble, 「Natsuki Subaru」».

Recordando aquel momento, cuando de cierta forma él mismo, no, su otro yo, lo había contemplado como un tipo increíble. Incluso ahora, parece que se mostraba renuente a aceptar esas palabras, las que『 él mismo 』se había dedicado, pero, no eran las únicas a las que trataba de analizar como algo abstruso, negarlas incluso sin saber bien el por qué…

«No eres una persona especial — ― Porque no eres un héroe».

Eludiéndolo, aferrándose, excusándose, Natsuki Subaru no podía detenerse, en este momento ya no se trataba solo del amor que tenía por todos, de sus afanes en proteger a los que ama, era algo más esencial, sobrevivir. Pero en lugar de sufrirlo todo solo, deteriorarse en soledad y luego alzarse victorioso tras pasar un infierno en silencio para sus allegados. Subaru los llevaba con él, dependiendo y poniendo sus vidas en riesgo incontables veces.

Le había prometido hace más de un año a Satella que se comenzaría a querer un poco más a sí mismo, que trataría de ser amable con su ser, que se amaría. Pero, aún luego de tanto no era capaz, todo lo que sufría, todo lo que atravesaba a veces estoicamente, a veces humillantemente, le impendían cimentar las bases para concretizar aquella promesa.
Si tan solo fuera más fuerte, más inteligente, más capaz, si fuera el 『 Héroe 』 que la anterior Rem veía en él, tal vez si encuadrara con estándares más grandes, entonces sus amigos no tendrían que adolecer…

«Puedes confiar en nosotros, de hecho. El Subaru de Betty suele priorizar a los demás y protegerlos, pero Betty también desea que su Subaru confíe en sus amigos, podemos ayudarte, supongo. Porque nada le rompería tanto el corazón a Betty como verte tratando de cargar con el dolor de todos, de hecho. Además no se circunscribe a mí, los demás, sobre todo Emilia, no quieren eso».

En aquel momento no supo que replicarle a Beatrice, tampoco ahora. E incluso ante la confusión que tuvo en ese momento, notó como su corazón se calentó luego de mucho tiempo.

Fue entonces cuando finiquitó sus meditaciones para volver a percatarse de su precario estado, no tan solo sus ojos le ardían un poco, insinuando su enrojecimiento. También estaba cubierto de sudor, por ende, el olor que desprendía no era para nada agradable; además de aún encontrarse levemente somnoliento, no era su culpa, habían pasado días desde que pudo tomar una siesta decente.

“Emilia no puede encontrarme así ——”

Incluso habiéndolo hecho con un volumen casi imperceptible, el pronunciar aquel nombre y sobre todo pensar en su reencuentro con la persona dueña de tal nombre hizo que su corazón latiera nuevamente con fuerza, en divergencia con su despertar súbito, esta vez, el acelerado latido le era placentero; recordar su suave voz de campana podía aplacar sus preocupaciones aunque de forma pasajera, la expectativa de presenciar sus preciosos ojos color amatista con pupilas azuladas lo emocionaba desmesuradamente, la chica que tanto le gusta, vino por él. Aunque…

Eso también lo hacía desandar a sus pensamientos anteriores, no deseaba arriesgarla, no soportaba la idea de verla sufrir, mucho menos de contemplar su muerte. Y, sabía muy bien como ella se preocupaba por él, no quería que notase sus cicatrices fruto de heridas tratadas con métodos convencionales; de ser así ella se sobre exigiría para protegerlo, además de que esas marcas mostraban su debilidad, y él estaba reacio que Emilia viera ese lado suyo.

Por otro lado estaba el caso de la ex arzobispa de gula, Louis Arneb, incluso ahora tras haber regresado dentro de lo que cabe a la normalidad, Subaru tenía sentimientos conflictivos con la aparente niña, había despertado parte de sus poderes, pero su mente seguía igual de perdida.

No podía simplemente deshacerse de ella, eso destrozaría por completo su ya de por sí perecedera relación con la nueva Rem. Pero ahora, aunque no lo admitiera y se rehusará a aceptarlo, se sentía en culposa gratitud con Louis, para sus adentros, sabía que sin ella a su lado las cosas habrían sido más difíciles, o incluso irrealizables. Era debido a eso por lo que para tenerla vigilada solo confió en Yorna Mishigure, la extravagante General Divina de séptimo rango en el Imperio.

Quien cabe resaltar, dijo estar en eterna gratitud con Subaru debido a logró traer de regreso a Tanza sana y salva. Otra tarea que se dinamizó como enredosa cuanto menos.
“¿Cómo se los explicaré?”. Se cuestionó a sí mismo en voz baja.

Cabía la posibilidad de que ya tuvieran indicios de la existencia de Louis, pero él no había dicho nada, y, esperaba que los miembros de Vollachia tampoco.

Tratando de apartar ese tema de su mente, decidió que era hora de hacer algo, así que se dispuso a darse un baño, desnudándose por completo y dirigiéndose a la tina personal de la habitación. El aposento en el que se encontraba no era uno paupérrimo, pero tampoco era lujoso, se lo había concedido Vincent para que descanse, y hasta ahora Subaru estaba desconcertado de como la señora del castillo red lapis accedió sin protestar o hacer algún gesto sarcástico.

Lánguidamente se bañó, al disfrutar el agua tibia al fin su mente pudo laxarse en paz, tanto así, que ni siquiera cayó en cuenta de que esta era la primera vez en mucho tiempo que disfrutaba de un baño digno.

△ ▼ △ ▼ △

Tras concluir con ese momento de esparcimiento, Natsuki Subaru salió de la tina y regresó a su habitación para secarse apropiadamente y vestir ropas limpias, después de todo, no era como si Emilia fuera a ingresar a su habitación sin tocar la puerta y advertir su llegada.

Sin desasosiego por eso, Subaru comenzó a secarse de espaldas a la puerta, haciéndolo con su cuerpo completo, pasando la toalla por casi todas partes, excepto su cabello, al realizar esta labor cerraba sus ojos, no le agrava particularmente escudriñar el estado de su ser.

Dejó su cabello y en general toda su cabeza para secar al final, sabiendo que ya terminaría aquella faena personal, decidió voltearse y así estar en disposición de la cama donde esperaban sus ropajes. Pero…

“hummm”

Subaru escuchó algo, aunque un poco apagado, más aún; lo que llamó su atención fue el tono, un tono que tanto ansiaba escuchar, que pese a los días que pasó sin atenderlo, no había desaparecido de su reminiscencia; no obstante, en este momento eso solo lo aterró.

No puede ser, no por favor. Rogaba, no sabía a quién o a que, pero lo hacía. Aun así…

Temerosamente abrió sus ojos, y su cerote se hizo realidad.

Preciosa, hermosa, sublime, perfecta; Emilia era quien estaba frente a él, en lugar de su piel normalmente semejante al alabastro, ahora su rostro tenía un color tan rojo como el de un tomate. Sus atractivos e inocentes ojos estaban abiertos por completo, no de desagradado, para nada, era completo estupor. La fuente de luz de la habitación solo hizo más hermosas sus piscinas de amatista, estaba vestida con la ropa que había usado para su viaje a la Atalaya de las Pléyades, aunque realmente no importaba, llevase lo que llevase, era la idea de lo que tal vez fuera un ángel real en este impío mundo. Ella lo siguió observando fijamente a los ojos, él por otro lado, realmente no sabía cómo proceder.

“…”

“…”

Si el momento fuera el adecuado, podría permanecer embebido contemplándola. Pero en este momento, mientras sentía que su piel ardía ya sea por vergüenza o algún revoltillo de sentimientos confusos, instintivamente guio la toalla desde su cabeza para cubrir su zona media. Y pronunció lo que se le había atascado durante todos esos segundos de silencio.

“…¡¡EMILIA-TAN!!”. Gritó a todo pulmón, indiferente a si algunos otros llegaran a escucharlo.

 

※ ※ ※ ※ ※

 

Cuando se enteró que Subaru estaba reposando casi un día entero; Emilia se alertó, temiendo lo peor, pese a que por desgracia era recurrente que su caballero quedara inconsciente; esta vez no tenía quien tome su mano, quien le brinde esa seguridad y ese calor. Casi por impulso trató de verlo inmediatamente, pero como inconveniente tuvo al mismismo emperador y tres de sus Generales Divinos. Que incluso sin dirigirle palabra, irradiaban un aura intimidante; aunque no lo era para ella, ella no se dejaría amedrentar por nada, nunca más.

Para bien o para mal, antes de que el asunto se enfervorizase; Beatrice la calmó diciendo que Subaru no estaba en riesgo, al menos no tanto. Una vez regresó por completo a sus cabales, pudo racionalizar que lo más adecuado sería proceder con calma, conocía bien el protocolo, aunque en este momento seguramente la situación del Imperio era más caótica de lo que normalmente debía ser.

Así pues, mientras que era llevada en completa hostilidad e incomodidad mal camuflada a la sala de reuniones del castillo Red Lapis; le daban vía libre a Beatrice para acudir con Subaru. No sabía bien cuanto tardarían en llegar los demás; pero en ese momento solo estaba ella para hacerle frente a Vincent Vollachia.

Tal y como esperó, le dieron el sermón de su vida, pero increíblemente concertó algunos aspectos con el Emperador fuera de sus funciones. No obstante, se le hizo evidente que le estaban escondiendo muchas cosas, tampoco era que le interesasen, después de todo su prioridad era Subaru, no el estado de la vecina nación; todas las traiciones o disputas que se ciernen dentro de la misma no ameritaban su conocimiento; y, sabía muy bien que si trataba de escrutar más, se encontraría con un muro de silencio u otra reprendida por inmiscuirse en asuntos que no le conciernen.

Su cabeza estuvo en llamas todo ese tiempo, al estado de Subaru debía sumarle un sinfín de asuntos, pero estaba dispuesta a afrontar las repercusiones de haber ingresado al Imperio en búsqueda de su caballero. Creía que al reencontrarse con él, su mente se aclararía, que la mayoría de sus preocupaciones se disiparían y al menos por un instante se dejaría llevar por la dicha.

Pero cuando el tan ansiado hecho ocurrió, no tan solo su mente se encontró en llamas, también su rostro.

△ ▼ △ ▼ △ ▼ △

“Ya puedes pasar, Emilia-tan”. Dijo una voz masculina que trataba de fingir serenidad, aunque el nerviosismo pudiera percibirse sencillamente para alguien que lo conociera.

“… Si”. Respondió una voz de campana que no trataba de ocultar su intranquilidad.

Emilia, ahora con su firmeza considerablemente diezmada y opacada por su recién descubierta afiliación a sentir vergüenza por el pudor; ingresó a la habitación con la cabeza al frente, incluso si interiormente era una maraña de empacho; debía mantener presente para que había venido aquí, y el motivo era Subaru.

Anticipándolo, Emilia apretujó con mayor intensidad el bolso, aunque, lo que realmente buscaba era adquirir fuerzas con el contenido de este mismo. Después de todo, para ella, este era un símbolo de valentía, perseverancia y amor.

Aunque ahora dudase incluso por como comenzar a platicar con él. ¿Qué hare? ¿Qué le diré? ¿Afirmar cuanto lo extrañé? ¿Preguntarle cómo estaba? ¿Debería abrazarlo y conversarle? ¿Debería besarlo para demostrar todo lo anterior?, NO, ¿Como llegue a pensar eso…?; Eran las cavilaciones instantáneas que atormentaban en segundos la psique de la semielfa de cabello plateado.

Solo se le ocurrió hacer lo que consideraba más correcto cuando se metía la pata, sin tener el valor para verlo a los ojos…

“… Lo siento Subaru, enserio, lo siento muuucho, solo quería sorprenderte pero se me fue de las manos, no esperaba que estuvieras desnudo ni nada de eso, pero creo que en parte es tu culpa ¿no? Tú me enseñaste sobre el factor sorpresa; pero sigue siendo mayormente mi responsabilidad, realmente perdóname por ser una completa cabeza de alcornoque y actuar tan negligentemente”

“…”

Si Emilia estuviera apacible, tal vez se habría sorprendido de todo lo que dijo en tan poco tiempo, sin embargo, en este momento solo continuó luego de un segundo.
“Solo quería volver a verte; no de esa forma, si no de la habitual, con tú ropa puesta adecuadamente, se podría decir que me deje llevar por la emoción, prometo que la próxima vez que este por ingresar a tu habitación avisaré de antemano, sin duda reflexionaré muuucho sobre este evento…”

“…”

Mientras la niña trataba de recuperar el aire, el niño frente a ella que aún no se animaba a ver directamente de nuevo tras el incidente, soltó una pequeña risita.

“Ya nadie dice『cabeza de alcornoque』hoy en día, Emilia”

“¡…!”

Subaru no entendió bien que ocurrió, esperaba el típico: Mpf, otra vez te burlas así de mí; de Emilia como respuesta. Pero no obtuvo nada, un silencio casi sepulcral, tanto así que temió haber cometido algún error; como resultado se encontró hurgando en su memoria que desliz había cometido. Sin embargo, sus dudas fueron despejadas cuando, sin haber visto su movimiento, sintió como Emilia se abalanzaba sobre él.

"¿¡Bah!?"

Al colisionar, Subaru salió disparado hacia atrás, pero de alguna manera sostuvo el cuerpo de Emilia. No había necesidad de preocuparse, ella era ligera como las plumas del ala de un ángel. No existía problema.

Este hecho le trajo recuerdos a Subaru de un momento extraordinariamente semejante durante sus desventuras en la Atalaya de las Pléyades. Entonces, su impulso de estupidez al acto de desbordado afecto que le demostró Emilia fue…

“¿¡E-Emilia-tan!? ¡Esto es tan repentino que estoy realmente sorprendido, y también eres súper ligera y hueles tan bien! ¿¡Cambiaste tu champú!?”

Pero esta vez Emilia no respondió, simplemente lo abrazó con intensidad, el calor que le brindaba su contacto era algo que él quería aceptar recibir imperecederamente; y no mentía sobre lo que mencionó, el olor de Emilia era una fragancia simplemente reconfortante; incluso podría creer que su hubiera impregnado con una leve dosis de perfume aroma a jazmín, si no fuera porque naturalmente la esencia de la chica era excelsa.

Mientras Subaru se perdía en los delirios resultantes de recibir tanto afecto inesperado de Emilia. Ella sentía como en este momento su corazón se encontraba latiendo con mucha calidez, desbordada calidez.

Y aun sintiendo como sus intensos sentimientos rebosantes estaban a punto de superarla, decidió no llorar, sin embargo…

“Subaruuu~…”. Se le escapó; el tono de su voz era lloroso, sentía un nudo en su garganta y sin duda sus ojos debían estar repletos de lágrimas contenidas; pero, no lloró, no quería derramar una sola lagrima, prometió al niño frente a ella y a sí misma que se volvería lo más fuerte posible cada día.

“Emilia…Tan”. Respondió Subaru, realmente no sabía que mencionar, y tampoco quería decir algún disparate al notar el estado actual de Emilia. Así que mantuvo el abrazo, no había nada que interfiriera de forma disruptiva en este momento perfecto.

Permanecer así, era quizás uno de los anhelos de Subaru; sin duda lo prefería por sobre regresar al infierno que atravesaba constantemente, invariablemente.

△ ▼ △ ▼ △

Sin embargo, absolutamente todo, ya sea lo más atroz o lo más hermoso, tiene un desenlace…

“Pese a todo, aún te burlas de mí así”. Dijo Emilia, dando una respuesta en ilación del comentario anterior de Subaru; mientras se separaba lentamente del apasionado abrazo, tan pausadamente como si se rehusara a deshacer el acto. Sinceramente ella no quería cortarlo; no obstante, realmente ansiaba ver los ojos de Subaru nuevamente.

Al fin logrando cumplir ese desiderátum superficial, Emilia se sintió confundida; los ojos de Subaru parecían afables, sin duda estaba feliz. Pero ocultaba algo en ellos, algo en mayor magnitud a otras ocasiones; y esta vez ella no pensaba dejarlo pasar, no con un simple: estoy bien.

Mientras seguía supervisando su rostro como si de una pieza de arte invaluable que estaba deteriorándose se tratara; Subaru se percató de su mirada inquisitiva, como resultado, dio un pasó hacía tras debido a la confusión y vergüenza; pues sus rostros solo habían estado así de cerca durante aquella ocasión hace ya más de un año en la tumba.

Emilia por otro lado esta vez no se sonrojó, tenía muchas cosas que hablar con Subaru, pero preliminar a eso, deseaba aclarar bien lo que sentía por el niño frente a ella…

«Emilia, sin importar lo que sea que digan sobre ti, sin importar lo que sea que pienses sobre ti misma; te amo. Realmente te quiero. Te amo con locura, quiero estar contigo por siempre, quiero tomar tu mano, para siempre».

Evocando en su reminiscencia aquel momento, el momento en el que Subaru le expresó sus sentimientos luego de haber estado al borde de la muerte por ella; trayendo más calor a su corazón. Tanto en aquel instante como ahora, sentía como incluso si no fuera nadie más, incluso si en todo el basto mundo solo fuera Subaru, la forma en la que la trataba era sin duda especial, era tan diferente, verdaderamente precioso.

“Subaru…”. Su tono fue casi frío, no fue su intención, pero debía mantener la calma, no era el momento de avivarse.

“…”. El pelinegro no respondió nada mientras su rostro estaba recuperándose de su sonrojo, sin embargo, su cara ahora cambiaba a una de incertidumbre. Pero, no hizo algún gesto o emitió algún sonido que indicara intenciones de interrumpir a Emilia.

«¡No estoy mintiendo! ¡Te amo! ¡Qué tal si me dices lo que piensas de mí! ¡Siempre andas con esa actitud con la que haces esas estúpidas insinuaciones! ¡¿Tienes alguna maldita idea de la sacudida que siento en mi corazón cada vez que haces esas expresiones tan tiernas que me hacen pensar que tengo esperanza?! ¡Deja de jugar conmigo!».

Incluso si fuera controvertible el hecho de que Emilia atesorara tanto la ocasión acalorada que pasaron en la tumba, no le importaba, sus sentimientos no podían ser diezmados por simples barreras pudientes retrogradas. Recordando aquellas otras palabras dichas por Subaru, en su corazón realmente sintió aflicción; siempre soy egoísta ¿no?; aunque tal vez no lo racionalizó lo suficiente.

“Dijiste que podía tomarme mi tiempo para enamorarme de ti, lenta, suave y firmemente; que tú estarías a mi lado para debilitarme y hacerme caer de rodillas… ¿Cuándo lo lograste? ¿Hace cuanto lo conseguiste? ¿Desde cuándo soy incapaz de imaginarme una vida sin ti? ¿Desde cuándo lograste que piense en nosotros de esa forma…? ¿Desde qué momento siento que mi corazón burbujea cada vez que pienso en tu sonrisa…? ¿Desde cuándo un Emilia-tan puede hacerme tan fausta?”

“…”. La faz inicial de incertidumbre de Subaru fue reemplazada por una cara de completa incredulidad, como si tuviera una epifanía.

Quien diría; tan solo el día de hoy Emilia descubrió dos rostros más de los que enamorarse, aunque ambos le pertenecían al niño de ojos aterradoramente cautivantes.

“Estando aquí y ahora, luego de padecer el no verte e imaginar todo lo que podrías estar atravesando, imaginarte llorando, imaginarte desesperanzado, soportar no tenerte a mi lado; incluso sabiendo lo increíble que eres, incluso creyendo en ti…”

“…”

Ella confiaba en él, quizás más que en si misma; pero también reconocía lo frágil que podía llegar a ser, lo intrépido y riesgoso que podría ser su comportamiento; y, aunque él se negara a mostrárselo, tenía la idea de que cargaba con mucho más peso del que imaginaba.

Desde que Subaru había desaparecido de la Atalaya de las Pléyades, el corazón de Emilia había estado siendo atormentado por una intranquilidad confusa cada día, siempre más cerca querer fracturarse.

Durante todo ese tiempo; Emilia añoraba ver la cara de Subaru, oír su voz al menos un segundo más.

“No podía simplemente esperar que te las arreglases solo. Todos, Subaru, incluso ante las adversidades logramos llegar…”

No quería profundizar sobre lo ocurrido en Picoutatte, con lo complicado que fue lidiar con los sorprendentemente escasos dragones, tratando lo máximo posible de eludir cualquier posible conflicto, después de todo, cualquier mínimo lapsus podía haber resultado en una declaración de guerra entre naciones, siendo su facción y ella misma los principales responsables de ello.

“Sin duda ¿Qué sentido tiene todo esto sin ti?; Subaru ¿Como podría ser feliz sin ti? ¿Cómo podría seguir con mi conciencia si no hacía nada por ti cuando más requerías de mi apoyo y el de los demás?; pero, si debo ser aún más sincera, realmente, totalmente ansiaba ser la primera en verte otra vez…”

“…”

Aunque tal deseo no se haya logrado cumplir de forma absoluta, nada giraba en torno a eso, verdaderamente solo quería asistirlo nuevamente. Esta vez con su determinación firme carente de aprensiones, dejaría claro sus sentimientos, aquellos que aun existiendo desde hace tanto… Simplemente lo negó y desconoció.

«… Quiero que me digas tu nombre».

Aquella fue tal vez la primera vez que su corazón sintió aquel calor, débil y desconocido en ese instante, pero existente. Uno que ella ignoró, habiendo hace mucho renunciado a encontrar la felicidad como los demás. ¿Por qué una medio demonio de cabello plateado lo merecería?

Pero, el chico frente a Emilia le enseñó que incluso alguien como ella podía ser amada, que merecía obtener la felicidad en sentirse sinceramente querida; y tan desbordante era su dicha, que en toda la existencia, la persona que la amaba era él.

“Impedir que te lastimes más, deseo protegerte cada segundo así como tú velas por mí. Me siento muuuy feliz de poder estar nuevamente contigo, ahora nunca te volveré a perder y si una separación pasa otra vez por estar más allá de nuestras capacidades, te volveré a recuperar”

“E-e-emi…”

Aún al final de su anterior dicción con firmeza en su voz, y habiendo logrado mantener por completo su compostura hasta el momento, a Emilia la amenizó el tartamudeo de Subaru. «Es tan tierno». Pensó.

“Es debido a eso que…”, Emilia no se dejaría dominar por su entusiasmo. “… Ya tengo una respuesta, desde el fondo de mi corazón”

No sabía que pasaba exactamente por la cabeza de su receptor, pero había dejado incluso de tartamudear, aunque su estado anonado solo se intensificó con sus nuevas palabras.

“Incluso si tal vez no es como lo pensé, incluso si tal vez no sea el momento más oportuno. Ya no puedo dilatar más mi respuesta y esconder lo que siento, se cuánto te lástima que me haya tardado tanto solo en saberlo para contestar a lo que sientes, y enserio lo siento por eso, tratare de reivindicarme…”

“…”

“… Subaru, mi preciado y único caballero; Subaru, quien siempre ha estado a mi lado; Subaru, aquel que siempre me hace estar feliz; Subaru, el primero en hacerme sentir especial de una forma que me gusta, que me hace olvidar por momentos todo lo demás, que siempre procura mi bienestar. Subaru, yo te amo”

Una vez habiéndolo soltado, haber permitido que sus sentimientos comprendidos hace unos días salgan a la luz y sean del conocimiento de aquel que ameritaba conocerlos; Emilia se sintió mucho mejor consigo misma y estaba expectante por lo que seguiría a partir de hoy, evidentemente los problemas no se solventarían solo por la reciprocidad de su amor. Pero creía que al fin podrían ser un equipo completamente, él podía confiar en ella como ella confiaba en él; también estaba el incidir en el tema de sus cicatrices y dejarle claro a Subaru que no tenía nada que esconderle; que ella quería ser la primera persona a la que recurriera cuando estuviera siendo nublado por la angustia o el dolor, cuando sus juicios fueran puestos a prueba y surcara por la duda.

No obstante, en este momento, ya sea solo por dejarse llevar debido a su inexperiencia en el campo de las relaciones interpersonales, mucho más escueta en el sentido romántico de las mismas; y, ante la nula reacción del propio Subaru quien parecía aun procesando esto sin emitir más que leves siseos de su linda boca; pues Emilia se inquietó.

“S-Subaru ¿No estuvo bien lo que dije? Realmente me preparé para esto, solo que lo que pasó antes hizo que olvidará lo que te diría inicialmente, e… improvise”

Emilia temía que su falta de desenvolvimiento en las relaciones le haya pasado factura. Sin embargo…

“N-no…”. Respondió Subaru, aún pensativo, como eligiendo meticulosamente la forma en la que debía proseguir.

“¿Entonces… Por qué no me respondes? Tal vez tenía razón, no era el momento adecuado…”

“No. No, para nada Emilia-tan, estoy tan feliz que no existe punto comparable con la dicha que rebosa dentro de mí en este momento, es tal que podría morir en este preciso segundo como el hombre más feliz que haya pisado el mundo…”

“No bromees así Subaru”. Le interrumpió ella con un tono autoritario más cercano al de una madre amonestando verbalmente a su hijo, mientras hacía un puchero. Si algo le desagradaba a veces de Subaru, era que se mofara de la muerte y en especial de la suya propia, pensar en la muerte de Subaru era… Algo que provocaba la sensación de su corazón siendo estrujado.

“Perdón…; enserio Emilia-tan no sabes lo feliz que estoy, sabes cuanto te amo y ahora… ¡Tu acabas de decir que me amas sin dudarlo…! Es solo qué…”

“Es solo — ¿Qué cosa…?”

Hubo un breve silencio, Subaru estaba luchando por liberar la carga que llevaba en su corazón y lo logró…

“No sé si creérmelo…”

“…”

Emilia nunca había estado tan confundida como ahora, ni siquiera ante la explicación inicial de Frederica acerca de cómo se hacían los bebes. Sin embargo, trató de ponerse en el lugar de Subaru, tal vez su mente era un batiburrillo de pensamientos complejos y contradictorios; ella misma se había sentido así una vez, pese al inalterable e incondicional amor que Subaru le había demostrado, ella lo trató de refutar, toda su negación hacía el cariño de Subaru era avalado solo porque él había roto una de sus promesas. Fui una tonta; se reprendió por su comportamiento en aquel tiempo, aunque se dio cuenta que de hecho lo seguía siendo.

Pero fue gracias a ese recuerdo que a Emilia le surgió una idea muy bochornosa y osada.

“Subaruuu…”. Llamó, con un tono un poco infantil, completamente discordante a la situación. Esto mientras se sentaba en la cama y señalaba la zona vacía a su lado derecho, incitando a que Subaru también tome asiento.

Obteniendo el efecto deseado, Subaru, con su cariz medio arrepentida y resignada se sentó, aunque no logró solapar del todo su sorpresa en su semblante por este giro; tal vez no esperaba que ella respondiera de esta forma ante su comentario disyuntivo.

“…”

“Subaru, lo que dije fue enserio, te amo, tal vez lo hago desde hace muuucho, pero no era capaz de discernirlo debido a mi ingenuidad, no creo que mi corazón se calentaría tanto al pensar y estar contigo si no fuera así ¿Verdad?”. Dijo, con el tonó más apacible posible.

“Realmente lo siento Emilia, es solo que…”. Trató de formular Subaru, buscando excusarse o tratando de no arruinar el momento anterior; Emilia realmente no lo sabía, solo tenía una idea indudable y para eso debía cortar la iniciante alocución de Subaru.

“Es infinitamente más satisfactorio escuchar un solo gracias que ser sometido a un aluvión de perdón tras perdón, Subaru”

“¿… Pero eso en este caso Emilia?”. La confusión en la voz de Subaru parecía denotar matices de desesperación. Emilia no podía soportar eso, haría su siguiente jugada.

Entonces, Emilia tomó la cara de Subaru con ambas manos logrando que sus ojos se encuentren perfectamente. Notó como al fin su fortaleza decaía y su sonrojo comenzaba, así como la dilatación de las pupilas negras en los bonitos ojos de Subaru, síntoma de su renovado asombro.

“Si no me creíste — Bien, entonces haré que me creas ahora”

Emilia lo dijo con total certeza en su voz, aunque su faz carmesí fuera prueba de lo nerviosa que estaba.

Acercó su rostro aún más al de él, sintiendo las respiraciones mutuas y deleitándose con el calor que producían ambos — Cada vez más cerca, tan cerca que ni siquiera sus respiraciones podían intervenir en el espacio que había entre ellos. Pero en divergencia a la reacción de Emilia en un momento parecido, Subaru persistió con sus ojos abiertos; Emilia podía percibir como el niño trataba de sondear algún atisbo de duda en su mirada, todo mientras ella se acercaba cada vez más. Sin duda, era un tonto, el tonto que amaba con todo su ser.

Los ojos del niño cambiaron de escudriñadores a permisivos al aceptar la severidad de las intenciones de Emilia. Eso fue un consuelo para ella, al menos no tendría que preguntar por su autorización, en este instante no se sentía capaz de darle más dilación al momento, solo quería consumar lo que aparataría cualquier dubitación que pudiera residir en la mente o el corazón de su Subaru.

“Emilia… tan —”

Fue lo ultimó que logró decir Subaru antes de que los labios de Emilia entren en contacto y ser superpongan con los de él. Para Subaru esta era la tercera vez que la besaba, aunque no sabría decir con fijeza que numeró era este beso para él, no con lo acontecido en aquel bucle infernal de diez segundos.

Este beso para Emilia significaba demasiadas cosas, cada una más difícil de definir que la otra, pero si su brumosa mente pudiera sintetizarlas todas y dar con una sola palabra, sería『 Oportunidad. 』. Ya que esta vez no fue una simple conexión sutil con roce entre sus dientes debido a la inexperiencia, seguía siendo novel, apenas era su segundo beso y ella misma había sido quien lo empezó, pero Emilia podía jactarse de compensar su impericia con mucha iniciativa y capacidad para aprender.

Sus respiraciones se entremezclaban, mientras ambos disfrutaban recíprocamente los labios del otro; la pasión que Subaru mostró durante este momento en contraste con su estado hace unos instantes no le sorprendió tanto como su propia pasión, Emilia realmente se cuestionaba porque no había hecho esto con Subaru más veces antes. Tantas ocasiones ideales desperdiciadas, no volvería a recaer en el mismo error.

Fue en su intercambio cuando advirtió que Subaru dirigía su lengua hacía su boca. Si en algún lugar recóndito de su mente existía la preocupación por ese avancé, pues no lo demostró cuando aún sin pausar el beso abrió su boca para dar la bienvenida al niño, la invasión en un inicio la confundió; pero, determinó que debía ser algo común durante estas『 Situaciones 』Entonces lo que debía hacer era corresponder y devolver la acción.

Sin dudar Emilia siguió el ejemplo de él, ahora ambos se exploraban mutuamente; todo mientras Emilia seguía atrayendo la cara de Subaru como si de soltarlo, este fuera a escapar. Pero fue entonces cuando ya no lograron soportar la parvedad de aire. Así, simultáneamente se separaron buscando recuperar el valioso oxígeno.

Respirando agitada y pesadamente, ambos con mejillas ruborizadas. Ojos húmedos. Caras ardiendo. Mientras se perdían en los ojos del otro, que ahora reflejaban laudablemente la persona frente a cada uno; la respiración de Emilia volvió a ser ínfima antes de que recobre sus sentidos; aunque Subaru siguiera inmerso en sentimientos desconocidos para ella, pero que sin duda todos eran felices y embelesadores, dirigidos a la propia Emilia.

“Te amo, Subaru”. Dijo Emilia con un tono suave por tercera vez, asegurándole al niño frente a ella que no tenía por qué escamarse; esto mientras el ocaso de ese día comenzaba en el cielo.

Esperaba que, por una vez, la persona a la que le declaró su amor se sintiera digno de todo lo que tiene. Porque él merecía esta congratulación y mucho más.

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Chapter 2: CAPÍTULO 2: “AQUELLOS QUE ANHELAN LO INALCANZABLE”

Summary:

Este es un poco más extenso, bueno, espero que os guste.
Anticipen tanto dolor emocional como alegría rauda, los perfiles psicológicos de ambos personajes deben ser escudriñados para que puedan avanzar.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

『Amor』, es una palabra bonita… No, es una palabra hermosa; tan preciosa que podría incitar el cometer vesanias por la misma, un sentimiento que muchos codician, uno que otros suprimen y tratan de ignorar.

El amor es el sentimiento del ser humano que necesita ser proyectado no solo hacia uno mismo sino hacia otra persona. En pocas palabras, es la fuerza que nos impulsa para hacer el bien.

Sin duda la versión más ansiada de este sentimiento es el romántico, enamorarse, que maravilloso suena.

El amor consiste en que la persona que ama no va a amar la belleza simple; se va a concentrar en buscar lo bello de quien ama. De lo contrario, seria amor platónico, un amor idealista que solo se fija en lo superficial y defrauda ante la mínima adversidad.

Amor es el sentimiento de la propiedad o de aquello que nosotros queremos convertir en propiedad nuestra.

El amor es desear, es no querer soltarlo nunca, es permitirse ser egoísta. Guiado por sentimientos desbordantes hace que duela, pero resulte placentero y gratificante.

Mientras algunos se afanan en tratar de desentrañar un significado o darle una definición especifica a lo que significa amar, otros simplemente lo ponen en práctica sin deliberarlo, ellos parecieran tener tanto amor en todos los sentidos… Que podrían amar y tener la plena certidumbre de que era amor, sin hesitación o dubitación.

Emilia consideraba que Subaru era una de esas personas, capaz de fulgurar y profesar sus sentimientos rezumantes sin reconcentrarse. En su caso, por otro lado… Resultaba exponencialmente más embrolloso.

『Amor』una palabra que era tan magnifica e inalcanzable para esa chica, primero el llegar a recibirlo, eventualmente el conseguir dilucidarlo y manifestarlo. Creía que sería algo existencial descubrirlo, entenderlo, discernirlo. Que equivocada estaba.

¿Por qué preocuparse en entender el amor, cuando puedes solo experimentarlo y dejarte llevar?

—Pues él ha sido azotado todo el día y castigado cada mañana. Solo el amor puede levantarlo.

 

※ ※ ※ ※ ※

 

Confusión, incredulidad, expectativa, ansiedad, insuficiencia, indignes; eran la mayoría de los sentimientos que hace apenas unos segundos ofuscaban despóticamente la mente de Natsuki Subaru. Sentimientos nacidos no solo de una mentalidad inveteradamente insegura; sino también de las muchas experiencias que habían refirmado tales postulaciones, nada en su vida podía ser realmente tan bueno.

Entre aquellas aspiraciones inasequibles, se encontraba recibir el amor de Emilia.

No obstante, dichos pensamientos en Subaru, que eran encabezados por el escepticismo, parecieron volatilizarse una vez Emilia tomó sus labios con una avidez que él creía impropia de la ordinariamente tierna e indiferente semielfa. Subaru se había resignado con absoluto descreimiento, hasta el último instante previo al contacto, creía que Emilia recularía; pero, una vez comenzó su enlace, simplemente se perdió, toda su aprensión en creerse inmerecido de tal acto quedó en su desmemoria.

Como resultado, en este momento simplemente estaba disfrutando de los labios de Emilia, sintiéndose tan inmerso en el acto que ignoró cualquier cohibición previamente persistente en su mente, atrás quedaron todas sus inseguridades, más no su sorpresa debido a lo intrépida que resultó Emilia. La joven semielfa parecía estar tratando de hacer que su acción se prolongue lo máximo posible, sosteniendo su rostro con ambas manos. Incluso identificando que la fuerza de la chica se enervaba quizás debido a su absortes en el beso, también podía decir que su toque era afectivo, que no le permitiría librarse…

Tampoco era que él desease hacer tal cosa.

Sin pensamientos coherentes, la lengua de Subaru tomó la iniciativa por sobre su razón para acometer apasionadamente contra la boca de Emilia, grande fue la fascinación y conmoción en Subaru cuando Emilia le dio la bienvenida sin chispar, no tan solo eso, sino que comenzó a emular tal acto.

Indiferente al mundo que lo rodeaba, Subaru sería incapaz de estimar cuanto tiempo tardaron en compartir la acción, apenas si le añadía disfrute adicional el hecho de que, pese a su pasión, Emilia denotaba cierta inhabilidad en este campo, o mejor dicho, su destreza parecía opacada por la de él; quien para empezar seguía siendo tímido e inmaculado, sus escasas experiencias empíricas en este tipo de『jornadas』proveían justamente de la propia Emilia y de Yorna, además de que, entre todas esas vivencias solo logró disfrutar una de estas anteriormente.

Sus manos comenzaron a moverse por cuenta propia, pero, como si hubiesen creado un límite imaginario del cual no debían propasarse, solo se dirigieron a la quijada de Emilia con un toque fino; esto mientras sus lenguas se movían casi rítmicamente en una especie de danza por determinar cuál saldría victoriosa. Por cómo iban, la carencia de oxígeno llevaría a que dicha contienda concluya en un empate.

Y así resultó, una vez alcanzaron sus límites, sincronizadamente se separaron. A Subaru no le habría importado extralimitarse con tal de perpetuar con el beso; empero, estando aun levemente descreído sobre este avance, consideraba más pertinente llegar solo hasta ese punto por ahora. Aunque, se distrajo al ver el hilo de saliva existente entre él y Emilia; la chica por otro lado no parecía interesada en nada más que él, como si lo demás fuese hipotético, vano e inexistente.

Mientras su mente aún persistía embobada en lucubraciones confusas, acrecentado por el atractivo fascinante de Emilia. Pudo captar como la niña se preparaba para decir algo, entonces, centró su atención en ella, tratando de apartar todo lo demás…

“Te amo, Subaru”, reafirmó Emilia con un tono de voz dulce, tan dulce y suave que amenazaba con derretir el corazón destrozado de Subaru. O mejor dicho, como si pretendiera rearmarlo.

Para aquellos que desconocían los sentimientos y la psique de Subaru; es decir, para todos, incluso aquellos más cercanos a él; tal vez creerían que su beatitud y realización no conocerían precedentes al recibir la confesión de la chica que amaba con tanta intensidad. Esa niña por la que había logrado hechos irrealizables, buscando confesar sus sentimientos siguiendo una travesía de forma implacable e incansable; que sí bien eventualmente todo respecto a su『amor』dejó de estar imperiosamente circunscrito sola a ella, seguía siendo justamente Emilia el centro y la base de todo eso, la primera que le produjo un『calor』inenarrable una vez llegó a ese mundo, cuando él se había abdicado a una muerte miserable en aquel callejón de la capital real.

Sin embargo, lo que desconocían era que, en el fondo, Natsuki Subaru no creía que Emilia llegaría a corresponderle, no esperaba que la chica lo llegue a amar como él a ella; por eso, se comprometió a que solo debía lucir ante la niña como la『mejor』versión de sí mismo, a que permanecería a su lado tajantemente protegiéndola, incluso si esta no llegaba a amarlo.

No obstante, incluso para alguien tan recalcitrante como él, resultaba ostensible el magno afectó que le demostró Emilia en esta brevedad de tiempo, incluso si aún lo sentía todo como babel e irreal, se quería conceder por este momento el capricho de que logró lo inalcanzable; como emanante de esto, una sonrisa endulzante se le escapó, mientras su rostro inextricable se moldeaba a uno de contento.

Justo cuando trató de formular alguna florida contestación a la triple afirmación del amor de Emilia hacia él en esta oportunidad, su mirada se trasladó hacía el bolso que llevaba la semielfa de cabello plateado, de modo que, la que debía ser una respuesta bien estructurada se transfiguró en una escueta con el fin de, consiguientemente, realizar una apelación.

“… Realmente, con total firmeza, no sabes lo feliz que estoy, Emilia-tan. Me siento libre de toda angustia, y, para ser aún más sincero, quisiera que sigamos compartiendo nuestro calor sempiternamente ignorando el mundo que arde a nuestro alrededor, nada me consolaría más que demostrarte el amor que estaba almacenando para ti de todas las formas posibles ¿O te aterra un poco?”

“Reeealmente no estoy segura de entender lo que dices, Subaru”, ella respondió justo lo que él adelantaba, sin embargo, Emilia continuó con un comentario imprevisible para Subaru. “Pero, podrías enseñarme a que te refieres…”

Una vez dicha la parte final de su breve dialogo, retornó el furioso sonrojo de Emilia casi raudamente. De forma similar, el rostro de Subaru regresó a su ahora asidua absortes; entonces, los dos apartaron su campo de visión tratando de soslayar el verse directamente, nuevamente sucumbiendo ante la vergüenza. Seguían siendo unos niños después de todo.

Como mecanismo de defensa, Subaru aprovechó esta oprobiosa situación para trasladar el tema siguiente hacia el objeto de su reciente incertidumbre.

“E-e-Emilia ¿… Me podrías decir que llevas ahí?”, expresó, aunque tartamudeando al inicio de su solicitud; mientras apuntaba la cartera aún sin dirigirle la mirada del todo a Emilia.

“¿— E-Esto? Bueno…”, la preciosa semielfa tragó saliva antes de continuar, mientras se giraba por completo hacía él. “Es algo que creí te haría aún más suntuoso si lo traía, y no solo si venía yo sin traer más nada”

“Ya nadie dice『suntuoso』en estos tiempos, Emilia-tan”, respondió Subaru como un autómata. Ganándose un puchero y un Mpf, departe de Emilia. “Además, el que hayas venido ya acrecienta mi felicidad sin precedentes ¿Existe algo mejor qué la chica que amo venga a verme anteponiéndome por sobre todo lo demás…?”

La reacción de Emilia fue adquirir un color escarlata desde la parte visible de su cuello hasta su frente, pero manteniéndose firme en su mirada dirigida a él, con su mirada aguzada.

“Entonces ¿…No puedes adivinar de qué se trata?”, dijo Emilia en un tono juguetón, como tratando de omitir el momento bochornoso anterior, con su faz típicamente sonrosada.

“Alguien una vez me dijo『La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento』así que solo espero que E.M.T me asombre”, replicó Subaru, haciendo cita a cierta frase que alguna vez escuchó en su mundo, pero, en realidad no tenía idea de lo que podía llevar Emilia en aquel bolso.

“Cierra los ojos Subaru”, le exhortó Emilia directamente.

“Pero ¿… Por qué debo hacerlo Emilia? ——”, Trató de cuestionar Subaru, ya que no anticipó tal solicitud.

“Para que te asombre aún más, obviamente. Además, te recuerdo que en nuestra primera cita me llevaste a ciegas, sería algarivo que tú no hagas lo mismo cuando te lo pido”, Emilia rememoró aquel momento y Subaru se encontró sin nada que protestar. “Así que, por favor…”

Subaru acató su demanda, cerrando sus ojos a expectativas de lo que seguiría. «Otro beso tal vez…».

No obstante, el tañido que escuchó Subaru luego de un breve tiempo, fue uno particularmente familiar, pese a la extensa etapa que había transcurrido sin oírlo. Cuando comenzó a encuadrar todo, la situación, que ya era una fantasía para Subaru, se transformó en algo onírico, de confirmar sus sospechas, realmente no sabría que decir.

“—— Ya puedes abrir los ojos Subaru”, encomendó una embriagadora voz de campana.

Subaru obedeció el pedido de Emilia, y por innumerable ocasión en esta noche, se quedó absorto ante lo que tenía en frente. En el sentido más positivo posible.
Emilia, con su faz completamente cárdena, llevaba puesta cierta indumentaria especifica—

Una chaqueta de chándal blanca con cremallera y cuello alto, mangas de color gris oscuro con una línea naranja que corre por los costados y puños de color naranja y hombros de color gris oscuro. En el pecho izquierdo de la chaqueta hay un símbolo de marca negro que recuerda a la letra "N". Era el chándal de Subaru.
Aunque, como era de esperarse, estaba palmariamente abultado en la zona del pecho.

Además, se debe resaltar que no sería tan cierto decir eso, se trataba de una versión reparada con mejores materiales; el original hace mucho que no era más que pedazos de tela deshilachada hecha jirones de mala calidad.

Esto podía resultar supremamente superficial, pero, no podía engañarse a sí mismo, ver a Emilia llevando puesto su chándal mientras su sonrojo está presente casi furiosamente en su rostro, de alguna forma lo llenó de orgullo, después de todo ¿A qué chico no le encantaría que la chica que ama lleve puesta su ropa?, recordó que en su mundo era una práctica común que las mujeres portaran la sudadera de su acompañante entre amigos cercanos o parejas.

Subaru nunca tuvo la oportunidad de experimentar algo como eso y, hasta cierto punto, se había olvidado de ello.

Parcialmente perdido en sus pensamientos, Subaru no se dio cuenta del tiempo que estaba dedicando solo a visualizar a Emilia, con sus ojos sanpaku abiertos a lo máximo de sus capacidades y su boca en forma de “O”. En consecuencia, la niña titubeó y, con un tono tímido e inseguro, lo interrogó…

“¿Pasa algo malo Subaru…?”

Subaru al fin volvió a la realidad para poder replicarle a Emilia antes de que ella continuara…

“No, claro que no Emilia-tan, es solo que creí que no podías ser más hermosa”. Contestó Subaru, siendo lo más honesto y convincente que pudo. “Por lo visto estaba contraindicado”

“¿——? Subaru… tonto”, Emilia le dedico aquella critica pareciendo indignada como una niña, notándose distinguiblemente más avergonzada.

“¿Eeeeh? No sé qué es más sorprendente, que te pongas así cuando te hago un cumplido aunque fuiste tú quien me besó, o que hayas pensado tanto solo para llamarme『tonto』”
Emilia formó un puchero tan adorable que le hizo a Subaru volver a preguntarse cómo alguien así podía, en momentos determinados, resultar tan atrevida.

“¿Enserio te gusta cómo me veo?”

“Así es, me deslumbras como nunca Emilia-tan, estoy siendo completamente sincero ¿Ya te he dicho cuanto te amo?”

“— Si”

“Pues ahora te amo incluso más, ¿Quizás quieres que mi corazón alcance el límite del amor que puede albergar y termine explotando?”

“No… Aunque sé que es una de las bromas de Subaru, no quiero que eso pase, no quiero que Subaru se lastime”, Emilia aseguró, nuevamente desviando el juego de Subaru.

“… Entiendo, pero regresando al meollo del asunto, te ves muy hermosa, Emilia. Nunca pensé que mi chándal se acoplaría a ti de forma tan perfecta”

“¿Verdad?, ya que estamos siendo lo más honestos posible, traer la inusual vestimenta de Subaru me hizo sentir que de alguna forma él también estaba ahí. Y al portarla ahora, siento que me da un calor único, como el que siento en mi corazón al estar contigo, reeealmente siento que me embriaga”

“¡…!”

Subaru no tenía nada que mencionar o contestar. Los eventos recientes habían sido de alta intensidad emocional para él, sería natural si se dejara llevar por sus instintos y necesidades, aunque eso pudiera tomarse como el raciocinio de un salvaje. Sea cual fuese el caso, lo último que podía decir con certeza era que se acercó a Emilia, quien acababa de decir algunas palabras que opacaron cualquier retención en Subaru.

La mente humana es compleja y hasta variable, en un momento podía estar en todos sus cabales y en otro diezmado solo a acciones reflejo sin la menor deliberación, Subaru había experimentado esta alteración varias veces en el pasado, en los muchos bucles fallidos que tuvo que afrontar; sin duda, si es que algo se podía llamar como『infierno』serían los incontables mundos que Subaru vio perecer, que tuvo que padecer y sufrir. Bucles donde vislumbró la muerte de muchas de las personas que quiere.

Sin embargo, en este caso la variación se dio como resultado de un hecho contrario a sus experiencias pasadas, tal vez Emilia hizo un comentario sensible que encendió sus anhelos y llevó su conciencia hasta el fondo de su cerebro. O quizás sea eso sumado al hecho de verse tan seductora con su chándal puesto; para ser honesto, Subaru no lo sabía con convicción, tampoco era que eso le importase ahora mismo.

Ya que, cuando recobró la razón, cayó en cuenta de que esta vez él era quien tomaba los labios de Emilia, no sería tan exagerado decir se abalanzó de bruces contra ella.
Emilia había dejado escapar un, “Eeeep”. Antes de que sus labios sean cubiertos por los de Subaru, con lo cual, ya no pudo emitir más que suaves gemidos y tañidos húmedos.
Él se encontraba sobre ella, quien estaba acostaba de espaldas en su lecho. Subaru desconocía si le habían dejado escoltas cerca de su actual aposento, sabía muy bien las circunspecciones que le tenía Vincent tras el incidente con la amorfa sombra masiva, completamente justificado, claro. No por eso le agradaba.

Por lo visto, incluso habiendo vuelto en sí, no estaba listo para ultimar sus acciones con Emilia, no solo él, también la semielfa que lo mantenía apretujado contra ella, con una mano enterrada en su cabello negro como el azabache y la otra palpando su espalda, atrayéndolo hacia ella. Subaru, por otro lado, atrevidamente toqueteó un poco el cuerpo de Emilia, pasando su mano izquierda por la fina cintura de la niña, luego notando con su tacto las pronunciadas curvas de sus caderas, tentadoramente cada vez más cerca de su voluminoso trasero. Todo sin suspender el beso.

Pero, antes de llegar a ese momento, ambos se detuvieron para recobrar aire. Estaban vivos después de todo, lo necesitaban pese a la urgencia de sus otras labores.

Aún a escasos centímetros de volver a entrar en contacto; Subaru ubicó sus manos a los extremos de la cama circundantes a la figura de Emilia, más o menos a nivel de sus hombros. Emilia parecía una inestimable pieza de arte, aunque, en desavenencia con otras ocasiones, ahora destilaba cierta lascivia. «Como una pintura de Pablo Picasso, pensó Subaru».

En retrospectiva, Subaru ya había hecho que Emilia se sonroje muchas veces en el pasado, incluso antes de esta coyuntura. Pero ahora, pareciera como si él hubiera allanado la totalidad de la mente de Emilia, ciertamente lo estaba viendo, pero su mirada estaba perdida, catalizado más por su trabajosa respiración, parece que quería decirle algo, pero no encontraba las palabras por estar inmersa en sus emociones hacia él.

Aprovechando la vacilación de la semielfa y habiendo recuperado el indispensable aire, Subaru recapturó los labios de Emilia, no podía contenerse ante el pergeño cautivante de la niña. Aun así, esta vez el beso fue menos abrasador y ávido que en un inicio, síntoma aparente de que al fin el juicio cabal comenzaba a diseminarse por ambos, o eso parecía. Cuando los labios se separaron, Subaru mostró que aún no había completado lo que deseaba hacer.

Se dirigió al cuello de Emilia, y lo besó suavemente.
“Mmmm”, fue más un susurro que un gemido lo que se le escapó a Emilia ante la aún lánguida sensación, sin embargo, resultó siendo un gran acicate para la lubricidad de Subaru.

Y así, diligentemente atestó a Emilia con besos por todo su delgado cuello, mientras el olor a jazmín de la niña impregnaba sus fosas nasales, los leves murmullos necesitados de la semielfa lo llevaban a ser cada vez más intenso y pasional, sin excederse por supuesto.

“Subaru~”, rezongó Emilia, justo un segundo después de que Subaru le diera una lamida prolongada en la zona atrayente de sus intenciones.

Emilia misma, quien permanecía debajo de él siendo asediada por sus caricias, comenzó a moverse debajo de Subaru; sus trasiegos no parecían planeados, como si la niña simplemente se dejara llevar por su instinto y sucumbiera a sus necesidades primitivas pero apremiantes. Claro, si bien las acciones que Subaru realizaba con su boca estaban actualmente concentradas en el cuello de la semielfa, sus manos no cesaron de apretujarla explorando su esbelta y sensual figura; ya que, en este mismo instante, con su mano derecha jugueteaba con su oreja puntiaguda, mientras que, con la izquierda al fin llegó a apretar suavemente la blanda pero firme nalga izquierda de Emilia, que estaba ceñida por su pantalón.

Con todo eso en simultaneo; Subaru tenía a Emilia prácticamente jadeando tenuemente, de vez en cuando escapándosele el nombre de su caballero con un tono amoroso y rijoso; por si todo lo anterior no fuese suficiente, los movimientos de la niña al fin adquirieron un sentido de lo que buscaba, moviendo sus caderas de arriba a abajo y de izquierda a derecha, como en círculos mal logrados. Entonces, Emilia elevaba sus caderas y sutilmente se aproximaba a la zona media de Subaru, cada que él se volvía más intenso.

Emilia destilaba una belleza simplemente mágica, casi sagrada, sería casi imposible que alguien en esta situación no se vea hiperbólicamente excitado debido a eso, si quisiera soportarlo debería tener una voluntad más dura que el acero para lo pecaminoso, cosa de la que Subaru carecía. Si bien había tratado de que Emilia no lo note, su erección comenzó a volverse insoportable.

Estaban llegando demasiado lejos con esto, aún era muy prematuro dar ese paso, además de que, Emilia podría llegar a sentirse obligada o incomoda; fueron ideas que sacudían a Subaru cuya cabeza hervía y se atiborraba solo de Emilia. Pero quería hacer algo antes de poner un alto a esta sesión.

Dejar un marca en el cuello de Emilia podría ser riesgoso, no para su salud o integridad física realmente, si no que, siendo ella una candidata real, Subaru podía darse una idea de la polémica que podría suscitarse en caso apareciera en algún evento o situación y presentara una equimosis en su pescuezo, ella ya recibía suficientes críticas con ser semielfa. No necesitaba saber cómo la tacharían de formas despectivas sobre sus actividades, incluso si él era el responsable.
También quería evitar el que Ram tenga un motivo solido para llamarlo『pervertido』más veces de lo usual.

Subaru pudo considerar todo eso pese a su estado caliginoso; mientras que Emilia parecía haber abandonado todas sus reservaciones, así como su raciocinio, denotado en que, tanto los meneos de sus caderas como el volumen de su voz se habían acrecentado. Estando ya casi al borde de renunciar a los ápices de fortaleza que le quedaban, Subaru decidió llevar a efecto su acción final y ultimar esta situación.

Bajó su cara hasta el lugar donde debía estar la clavícula derecha de Emilia, dejando de apachurrar sus nalgas y de jugar con su oreja; luego, con su mano izquierda movió esa zona cubierta por su chándal, parte su camisa blanca, apartando también una fracción del vestido morado para tener un acceso directo a su islilla. Una vez lo logró, sin reflexionar un solo segundo, puso sus labios justo en medio de la línea que marcaba el hueso sobre la piel de alabastro de Emilia y chupó.

Era una zona exacta en la que nadie a simple vista podría enterarse de esa marca, a no ser que la escrutara lo suficiente.

“Ahhhhh”, gimió libremente Emilia, mientras arqueaba un poco su espalda, realmente parecía bastante sensible ante este tipo de cariños.

Con Emilia aparentemente habiendo renunciado a cualquier tipo de restricciones, Subaru se trató de apartarse bruscamente de ella, sin embargo… Estando tan centrado en lo que hacía, nunca notó como Emilia había cruzado sus piernas tras él para bloquear cualquier posible escape. Subaru se puso yerto ante las ideas que fluyeron por su mente, con esto, la situación bajo sus pantalones llegó a un punto doloroso.
«Que pase lo que tenga que pasar». Sentenció Subaru en su mente, resignado en buena gana. Sin duda, no providenció lo que ocurría.

Emilia abrió sus ojos, parecía un artístico desbarajuste, sus luceros de amatista como si vieran a la nada, su rostro de un jarioso escarlata sin precedentes, con una respiración más agitada incluso que luego de alguna riesgosa situación. No obstante, se repuso de forma trepidante, con sus iris nuevamente llenas de alegría y afecto, sus pupilas azuladas estaban dilatadas, aunque su respiración perduró como fatigada. Si ella se lo decía, Subaru no tendría el temple de contenerse.

“E-eso… Me gustó mucho”, admitió Emilia, pareciendo renovada, como si hubiera descubierto algo sagrado, algo de lo que se privó toda su vida.

“Me alegra, Emilia-tan. Sin embargo, a no ser que me dejes ir, esto podría ponerse un poco complicado…”, contestó Subaru, al mismo tiempo que dio una palmada con cada mano a cada muslo cubierto de Emilia, para que quede explícito a que se refería.

Emilia, logrando una proeza imposible, volvió todo su rostro color sangre, mientras negaba con la cabeza y reiterada muchos, “lo siento”. Rápidamente descruzó sus piernas para que Subaru quedara libre de la peligrosa posición. Con un último cruce de miradas, Subaru se separó y quedó sentado sobre sus propias pantorrillas, mientras que Emilia adquiría una posición más reservada. Por un momento, Subaru creyó que Emilia tomaría la postura del loto; sin embargo, ella emuló la posición de él. Aunque, para ser honesto, la pose de visarana estaba mejor lograda por Emilia.

“Ya que hemos avanzado tanto en nuestra relación en tan exiguo tiempo, quiero preguntarte algo, Subaru”, dijo Emilia, el tono de su voz era el habitual, solo opacados por sus intentos de reinstaurar una respiración ordinaria. Pero su mirada era seria, «¿Cuándo adquirió esa faceta en primer lugar?».

«Algo va mal». Concluyó el instinto de Subaru. Pero la sonrisa perpetua en su rostro no permitiría que sus dudas se filtraran.

“Claro, si mi E.M.T quiere saber algo sobre mí, se lo diré en un santiamén, solo espero que no sea algo tan bochornoso”, replicó Subaru, accediendo a la pregunta que le fuera a hacer Emilia, mientras se rascaba la cabeza y liberaba una sonrisa nerviosa.

«A lo mejor es solo una tontería, viniendo de Emilia, incluso podría resultar ser que me vuelva a preguntar si se ve bien con mi chándal». Trató de convencerse Subaru, pero sus cavilaciones no discurrían con aquello. Demasiadas posibilidades.

Esperar lo peor es natural en aquel que ha afrontado las situaciones más desesperanzadoras. Aun así, ¿Sobre qué podría interrogarlo Emilia? No existe nada severo que ella pueda saber, las cosas de las que ella tenía conocimiento sobre él eran, realmente, bastante limitadas…

“Quisiera que me hables sobre tus cicatrices”, le exigió aquella voz de campana plateada.

 

※ ※ ※ ※ ※

 

"¡Tus mentiras no servirán de mucho si tienes el olor de la bruja tan marcado en ti!"

Había espetado una doncella de cabello azul cielo, sus ojos; azules como el océano, desprendían un rencor desmedido hacia él, quien no entendía nada en aquel momento.
Acusadoras, chirriantes, dolorosas, sofocantes, ahogaderas; aquellas palabras habían sido dichas con absoluto odio a Subaru hace ya un buen tiempo. Aunque claro, el transcurso de este era muy diferente para él. La arbitrariedad del destino resultaba aplastante.

Fue el primer momento en el que Subaru se sintió realmente traicionado desde que llegó a ese mundo, no podía confiar en nadie. «¿Y si lo mataran mientras duerme? ¿Y si lo envenenan con la comida? ¿Realmente lo odiaban? ¿Cómo sabría que ha vuelto a morir? ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué siempre lo dejan atrás? ¿Qué tanto debía esforzarse?». Sus dudas embuchaban su mente, como resultado, terminó cediendo a quedarse en aquella cama. Pero debía hacer algo más… Debía cerciorarse de que no moriría.

«¿Cómo lo lograría?». La mejor forma que se le ocurrió en ese entonces fue, simplemente lo que le pareció más sencillo; cortarse el antebrazo, las líneas sangrientas alardeaban espantosamente sobre su piel, si hubiera podido contemplar su propio rostro, se habría quedado patidifuso ante la cara de enajenado que ponía mientras hacía eso.

Fue un trabajo descuidado y rudimentario, incluso Beatrice, quien no tenía una relación cercana con él en aquel momento, se dio cuenta por el olor a sangre. Pero, fue una de sus experiencias en la mansión Mathers, el primer momento en el que se autolesionó.

Lejos de ser el último.

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Recuerdos, a veces él simplemente quisiera poder olivarlos, abandonarlos en algún lugar distante e inaccesible.

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Un dolor de otra dimensión perforaba el cerebro de Subaru mientras colapsaba en el suelo con agonía. La rama que atravesaba su clavícula se añadió al impacto—dolor. Dolor, dolor, dolor.

Su mente quedó en blanco.

Duele, era la emoción que le impregnaba por completo, duele, su cuerpo entero careciendo enteramente de medios para soportar dicha, duele, realidad. Por qué tenía, duele, que sufrir de esta manera, duele ¿de dónde vino el ataque? duele, ¿qué fue lo que ocurrió? duele ¿dónde se encontraba? duele ¿por qué le pasaba esto a él? duele ¿qué rayos había pasado? Por qué duele duele duele dueledueleduele—

Su muñeca izquierda expulsaba sangre mientras la arrastraba por el suelo, inconscientemente mordiendo la tierra, masticando la suciedad en un acto sin motivo aparente. El amargo y asfixiante suelo traía su mente de vuelta, investigando con su visión para comprender lo que había pasado, descubriendo a sus pies la blanca bola de pelos— su nevado pelaje bañado en sangre, con su boca trabajando diligentemente. Debajo de su negra nariz estaban sus abultadas y temblorosas mejillas. Subaru logró ver, saliendo de su boca, el dedo de su propia mano.

Lo entendió. Entendió. Ya sabe lo que estaba pasando. Comido. Comido. Estaba siendo comido.
“¡Ghohu… asfsgfaaAAaa!”

Gritando como loco por el dolor y el entendimiento, Subaru se abalanzó contra el conejo. Su brazo derecho roto estaba inmóvil y su mano izquierda se encontraba ahora en el estómago del conejo. No había nada que él pudiera hacer, pero si por lo menos podía confirmar su verdadera naturaleza—

Su pantorrilla quemaba. Un raspado afilado atravesó su carne y huesos, haciendo que sus ojos quedaran bien abiertos, y que espuma empezara a brotar en la parte posterior de su garganta. Dejar su cabeza descansar y desmayarse habría sido lo mejor. Pero la feroz agonía parecía no querer liberarlo.

Derramando espuma sangrienta por los labios, Subaru empezó a convulsionar como pez en la tierra. Que sus oídos aún estuvieran funcionando era tanto un milagro como una cruel broma de Dios.

Pequeños sonidos de pasitos alcanzaban los tímpanos de Subaru.

Movimientos de saltos. Pequeños y ligeros cuerpecitos. El vasto número de chillidos no le daban ninguna urgencia de, suponiendo que pudiera verlos, tratar de contarlos a todos.
En este instante, él estaba honestamente feliz de que lo único que le funcionaran fueran sus orejas.

Saboreando la sensación de varios dientes mordiendo su cuerpo a la vez, Subaru ahora experimentaba el dolor de ser comido por más de cien criaturas simultáneamente.
Gritó. Poniéndose de espaldas con el rostro hacia al cielo y su garganta temblando. Una pequeña criatura borrosa aprovechó inmediatamente de invadir la boca abierta de Subaru. Arrancando su lengua, con dientes afilados perforando la parte posterior de su garganta, cavando a través del esófago hasta llegar a su estómago.

Internamente se encontró con otro invasor que se había abierto paso desde su recto, empezando a competir por sus órganos arrancados, convirtiendo a Natsuki Subaru en carne picada.

El agudo sentimiento de estar vivo, con criaturas vivientes dentro de él transformándolo en pedazos. El miedo ya se había ido. El dolor ya no se sentía más. No tenía ninguna pista de por qué su conciencia aún estaba aquí. Comido. Comido a pedazos. Los ojos comidos. Desaparecieron sus orejas. Sus órganos devorados completamente, actualmente con su cara siendo despellejada. Agujeros en su cráneo, su cerebro desvelado por los colmillos—

—Aquella no fue una experiencia enternecedora, tampoco pasatista.

Su carne fue devorada, su piel removida, sus huesos roídos, sus nervios ingeridos, su sangre fue bebida, su alma resultó devastada por el ápice de sus anhelos.

«¿Podría alguien decir que había experimentado la invasión en su cuerpo a través de su boca y que todas sus entrañas habían sido destrozadas desde adentro? ¿O cómo un montón de criaturas competían entre ellas para arrancarle la piel, exponer sus músculos ensangrentados, y arrancar su áspera lengua de sus rosadas mejillas?».

Su cerebro había rechazado el dolor de sus sentidos, desconectándose hasta el punto en que podía reconocer objetivamente el 'ESTAR SIENDO COMIDO' como si le estuviera sucediendo a otra persona, una pesadilla estando despierto.

¿Quién podría aceptar el ser comido? ¿Quién podría criticar a Subaru por su anormalidad debido a eso, comprendiendo la verdad de convertirse en alimento y luego regresar?
¿Bajo qué karma, bajo que trama o guion, tuvo él que haber encontrado ese destino?

«—¿Por qué?». Fue lo que pensó Subaru en ese momento, mientras se ahogaba en la pesadilla de la horrible experiencia.

Nadie podía condenar a Subaru por lo que hacía, nadie…

 

“Parece que te rascaste el brazo otra vez. Un mal hábito, supongo.”

“... Perdón.”

“Esto no es bueno, de hecho. Si Emilia lo llega a notar alguna vez, harías que se preocupe mucho, supongo. Incluso Betty no puede pasar por alto esto cuando es tan malo, de hecho.”

Trazando las cicatrices de Subaru con los dedos, Beatrice bajó dolorosamente la mirada. Después de esos comentarios, Subaru no pudo moverse por hacia donde deslindaban sus palabras, lo seleccionaba, sería nuevamente su confidente.

“…”

Para ese punto ya habían pasado varias noches juntos como espíritu y contratista, Beatrice estaba familiarizada con los rasguños sangrientos que cubrían el brazo de Subaru.
“Debido a que Betty no puede soportar mirarlo, y nadie más debe saberlo, Betty lo curará, de hecho.”

Mientras lo decía, Beatrice envolvió la muñeca de Subaru con una luz pálida. La sensación acogedora que se produjo, por lo cálida que era, fuese quizás la punzada de sus heridas curándose. La magia curativa es lo que se mostró ante sus ojos.

“… Muchas gracias, Beatrice”, había dicho Subaru, no se sentía en condiciones de pedir perdón, no si se repetiría.

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Acontecimientos que prevalecerán por siempre en la reminiscencia de Natsuki Subaru.

Emilia no podía saber sobre aquello, simplemente preguntaba por las cicatrices de Subaru, aquellas que vio recientemente en su cuerpo desnudo, no quedaban rastros tangibles de aquellas que él se solía infligir.

El caballero de Emilia tenía una idiosincrasia tan inquebrantable como el diamante. Pese a todo lo que avanzaron hoy, al parecer de Subaru, ella aún no estaba lista para saberlo, ni él para decírselo.

Solo tenía que contentarla con una respuesta directa a su pregunta. Nada más.

 

※ ※ ※ ※ ※

 

Luego de haberse realizado la pregunta, el silencio se explayó durante un tiempo indeterminado, tanto el receptor como la emisora no dijeron nada, los segundos transcurrieron, quizás incluso se convirtieron en minutos. Empero, ninguno apartó su visión del otro. Parece que, si bien había demandado una respuesta, Emilia le estaba dando su debido espacio.

Emilia comenzó a tratar de acomodar descuidadamente su ropa, ya que realmente no miraba su propia acción; probablemente ella quería que su interrogante solo hubiera terminado como algo desiderativo, pero el resultado se asemejó más a una orden.

Subaru, quien había perdido su sonrisa adquiriendo un rostro serio, se sintió extraviado y agitado, incluso rígido. El plazo seguía expandiéndose, pero ya había encontrado una forma de dirimir la situación. No era exactamente con palabras.

Se acercó a Emilia, quien no se inmutó inicialmente y, sin decir nada, tomó su mano derecha con la suya propia; si bien la semielfa seguía con un rostro impasible, cualquiera con buena vista podría notar como sus iris violáceas temblaban. Aguantó su respiración cuando Subaru guiaba su mano derecha a su cuerpo.

“Oh”, fue la interjección que se le escapó a Emilia al sentir su mano directamente en la zona del abdomen de Subaru.

Subaru siguió orientando la mano de Emilia bajo su polo, buscando todos aquellos lugares donde estuviera alguna marca, “¿Puedes sentirlo, Emilia? ¿Sientes las cicatrices?”, él interrogó a la niña, quien nuevamente se había puesto nerviosa.

“S-si”, tartamudeó Emilia como respuesta, poco a poco se relajaba, probablemente su desconcierto surgió fruto de la imprevista acción de Subaru; pero, deduciendo y comprendiendo su objetivo, Emilia retornó a su compostura de prosopopeya.

Subaru no quería hacer parecer que sus intenciones eran de reticencia, aunque entendía perfectamente que Emilia pudiera considerar opciones maliciosas, después de todo, hace poco estaban en afanes nada decentes o hasta obscenos.

Cada vergonzosa señal que se encontraba en el torso de Subaru fue palpado por Emilia. Subaru, quien llevaba la mano de la semielfa por cada lugar predeterminado, tenía los ojos cerrados y una respiración calmosa, pese a ello, su corazón estaba al galope y sentía su cuerpo un poco frío, en contraste con el febril estado de este.

Entonces, una vez se finiquitó la exploración, sacó la mano de Emilia de debajo de su polo hacia el exterior, abriendo sus ojos marrones oscuros, le dirigió una mirada triste a la semielfa para socavar su naturaleza benévola, y anunció, “Esas son solo algunas de mis cicatrices, Emilia, las que me hice por proteger a las personas que amo, son una prueba perenne de mis errores”

“Son una prueba perenne, es cierto”, cortó Emilia, “Pero de tus luchas y victorias, no tienes por qué avergonzarte de ellas. Si yo fuera más capaz, seguro que no tendrías tantas”. Aseguró Emilia, mientras adquiría un rostro triste.

Lo último era un lamento sincero, incluso alguien que no la conociera bien podría haberlo entendido. Claro que resultaba conmovedor e incitaban deseos de simplemente abrazarla y consolarla, pero Subaru no podía dejarlo pasar, si bien él podía vilipendiarse a sí mismo, no permitiría que ninguna de las personas que ama se somete a eso.

Para Subaru, si se debía adjudicar la culpa a alguien por el daño que recibiese, tenía que ser a él. Nadie cargaría con las responsabilidades de Natsuki Subaru; además, se supone que, como su caballero, Subaru juró proteger y cumplir los sueños de Emilia, no al revés. Al menos eso resultaba más galante y mantenía su orgullo de hombre en pie.

“No”, negó Subaru, “Tú no tienes la culpa de nada, Emilia-tan, nadie la tiene más que yo y aquellos ignominiosos que me hicieron las heridas…”

“¿Otra vez, Subaru?”

Fue una disrupción imprevista, la cual hizo que Subaru abriera sus ojos de sopetón. Si bien había presagiado una respuesta de Emilia, no sospechaba que esta lo interrumpiría tan abruptamente. Solo alcanzó a formular un “¿Otra vez… qué…?”, antes de que Emilia mostrara un rostro decepcionado y continuara…

“Culpándote a ti mismo. Enserio, es taaan exasperante. Cada uno se hace responsable de sus problemas y de sus propias falencias, nadie debe cargar con todo… Incluso si la culpa y el sentimiento de insuficiencia los carcome. Creí que tú velabas por eso… Después de todo, en la tumba me diste una zarandeada que me hizo darme cuenta de ello”
“Ya nadie dice zarandeada hoy en…”

“¡Ya, no hables más! Se que tratas de precaver de esto, pero no lo harás. Si yo no soy capaz de salvaguardarte en lo más mínimo ¿… Con qué cara podría merecer tu amor? Después de todo, tú eres quien siempre me ha salvado”. Antes de que Subaru lograra manifestar si opinión, Emilia propuso, “Debería comenzar a poner más de mi empeño….”

La niña cambió su posición, girando unos noventa grados respecto a su ubicación inicial, quedando en tal lugar que ya no podía tener a Subaru en su campo de visión a no ser que girara levemente su cabeza.

“¿…Emilia? ¿Qué se supone que haces…?”

“Tratando de hacer algo por ti. Ya ha pasado un buen tiempo ¿No es así?”, tarareó Emilia, mientras le indicaba que se acerque, y así lo hizo Subaru, casi de forma inconsciente.
“Enserio me gusta este lado asertivo de Emilia-tan, pero si no me das pistas de lo que…”

“Uhm, te has quedado callado… Dime ¿Te sientes cómodo?”

“Si… Pero…”
«¿Por qué?». Trató de interpelar, pero su garganta se sentía demasiado seca y las palabras se le atascaron.

Respecto al hecho que instigaba su estado, era simple, su cabeza se encontraba acunada por los muslos de Emilia, su cuerpo; antaño rígido, ahora se sentía ingrávido mientras que, instintivamente, buscada estar más cómodo. La sensación no le era algo ajeno, sin embargo, había pasado mucho tras la última ocasión en la que tuvo su almohada de regazo brindada por Emilia.

Realmente no había transcurrido ni un mes entero, pero, debido a los percances y la naturaleza de su propio poder, para él había pasado demasiado tiempo.

“Aún da un poco de cosquillas”, murmuró gentilmente Emilia.

“Acabo de descansar hace poco… Todavía no me merezco esto…”, trató de disuadir Subaru, no sabía si a Emilia o a sí mismo.

“Chsss… Sabes que te mereces esto y más, ahora solo cierra los ojos y trata de relajarte”, susurró Emilia.

Subaru la estaba viendo frontalmente desde abajo, aunque el montículo de sus senos lo bloqueara parte de su rostro y el doblar su cuello de esa forma le resultase bastante incomodo. Emilia simplemente hizo que Subaru obtuviera una postura más adecuada, valiéndose de su dedo para dirigir su visión hacia la pared de enfrente.

“Si insistes, al fin y al cabo siempre es aliciente tener estos momentos. Si, solo me relajaré”

Se guardó un sucinto silencio, momento en el cual solo las respiraciones parcialmente irregulares de ambos podían escucharse, tal parece que Emilia notó el estado tenso de Subaru debido a su contacto, ya que comenzó a tratar de platicar.

“Sabes Subaru, una de las historias de tu tierra que más me gusta es la leyenda sobre la vía láctea ¿Cómo se llamaba…?, lo tengo, aquella en la que los amantes Hikoboshi y Orihime fueron separados como una forma de castigo, pero a Hikoboshi el astro rey le permitía cruzar la Vía Láctea una vez al año e ir a buscar a su amada”

“¿Aún te acuerdas de eso? Solo te lo dije unas pocas veces cuando llegué a la mansión”, preguntó e indagó Subaru, manteniendo sus ojos cerrados, podía percibirse un ápice de incredulidad en su voz.

“Sí, aunque, ahora que la analizo, parece más una historia cruel que hermosa…”

“¿Recuerdas como se llama el día en el que los amantes cruzan la vía láctea para encontrarse?”

Emilia guardó silencio un segundo, espulgando en su memoria para no dar una respuesta fallida.

“Si, se llama 『Tanabata』, no tan solo recuerdo eso, también me hablabas de Vega, Altair, Betelgeuse…”, aquel nombre caló profundamente en algún lugar del corazón de Emilia, ya que tragó saliva; pero continuó. “Todos son nombres de estrellas del lugar de donde provienes, incluso tu nombre…”

“…”

“『Subaru』, fue tomado de otra forma de llamar a un grupo de estrellas; Las Pléyades en el idioma de tu tierra natal, como el nombre de la Atalaya… Subaru, es un nombre tan hermoso como las estrellas de las que deriva”

“Oh…”, formuló Subaru, con un tono contenido.

Emilia, por otro lado, no perdió el tiempo y se inclinó para acercarse a su oreja y susurrarle:

“——Ha sido duro, ¿verdad?”
<>. Subaru no supo de dónde provino aquel crujido; su fuente no era física al parecer, pero, sintió como una lagrima manaba del rabillo de su ojo izquierdo, el cual, al igual que el derecho, se mantenía cerrado.

Subaru estaba bastante lejos de sus condiciones óptimas, los pormenores de los que había sido víctima lo habían acuciado hasta el punto llegar a interpelar su propia cordura o demencia. Había perdido mucho en el olvido y renacimiento, entre ellos su propia capacidad de lidiar con los percances… Ya no era capaz ni de sentirse libre de mostrarle su 『Lado débil』a la chica con la que otrora se sentía dispuesto…

“Si… Si, a veces es demasiado”, enserio trató, se esforzó tanto para que sus emociones no salieran a flote, pero el tono de su voz, descendente y seco, solo lo evidenció más.
“No tienes por qué hacerte el fuerte conmigo, yo ya te mostré lo débil que soy, quisiera que Subaru también estuviera predispuesto a develarse conmigo…”

“N-no digas estulticias, Emilia-tan solo d-debe ver el mejor lado de su caballero, s-sería mejor que olvides esto…”, tartamudeaba, no estaba seguro de que trataba de alegar.

“Aún no eh hecho lo suficiente, debo esforzarme más, aún no he cambiado y apenas mejorado quien era”

“¿Quién eras…?”

Subaru se sacudió en su regazo, sus parpados cerrados con toda la fuerza que podía emplear, tratando baladímente de impedir que más lagrimas se le salgan, intentando esconder su vulnerabilidad. “E-era… No era nadie, no hacía nada pudiendo hacerlo todo, en aquel mundo que me recibió con el nombre de estrellas”

Cualquiera que lo conociera lo suficiente, tendría el tacto para saber que Subaru solo trataba de salirse por la tangente.
“¿Los extrañas mucho?”

No era necesario especificar a quienes se refería Emilia, Subaru lo sabía bien. En su mente se formaron dos siluetas, una masculina y la otra femenina; la primera figura bastante fornida y la otra de complexión grácil a la vez que femenina. Podía reconstruir sus rostros en base a sus simples siluetas; la persona a quien siempre había estado viendo desde atrás con sus ojos negros; también, sin duda le sería imposible olvidar los ojos de la mujer, los cuales él había heredado…

—Aquel hombre que siempre parecía tener la razón…
«De todas formas está bien… ¿no es así? Hoy en día, la gente puede vivir unos 80 años en promedio. De esos 80 años, desperdiciar uno o dos años holgazaneando o en sabático no es la gran cosa. Volver a tomar el ritmo es fácil mientras eres joven. Lo bueno es que mi salario sigue intacto».

“…”

—Aquella mujer que le había dejado una tarea…
«Pero si, después de llorar por tanto, tanto tiempo, al final estás sonriendo, entonces todo está bien. Lo más importante no es el principio o la mitad, sino el final».

Ni siquiera le habían dicho aquellas cosas en realidad; fue parte de la primera prueba del cementerio de Echidna. Aun así; los atesoraba en su corazón, pues sabía que, de haber tenido la oportunidad, sus padres si le habrían aconsejado de esa forma.

Por un momento se olvidó lo que Emilia le había requerido, inmerso en sus recuerdos mientras que en su rostro se presentaba una sonrisa honesta y flébil; a su vez, las lágrimas que fluían por su rostro se volvían aún más cálidas.

“Si… Incluso los mencioné cuando me juramentaste como tu caballero. Espero que puedan ser felices inclusive si no estoy, no quiero que mi perdida los afecte para siempre”, era verdad, no había ni una brizna de trápala en su deseo.

“… Sé que es difícil, y sé que hay cosas que aún no estas listo para decirme, pero ¿Existe alguna posibilidad de poder hacer qué los veas de nuevo?”, la voz de Emilia nunca le había parecido tan acogedora como en este momento.

“No lo creo, he igual ya he renunciado a conseguir volver a mi tierra natal, tampoco estaría dispuesto a perder todo lo que he obtenido aquí. Si me arrepiento de algo, es de no poderme haber despedido adecuadamente, decirles que su hijo estará bien, que su hijo se enamoró y que se forjará su propio camino, que su hijo también es querido”

“…”

Quebrandose la voz de Subaru, tenía ligeros temblores mientras hacía movimientos espontáneos sobre el regazo de Emilia, lloró; Subaru nuevamente estaba llorando sobre el regazo de la mujer que ama, pero no le importaba en este momento. Al parecer, tampoco le importaba a Emilia, quien hacía el ademán de peinarle el cabello a Subaru, aunque en efecto solo lo estaba acariciando.

“I-incluso si eso no es del todo cierto, eso es lo que quisiera haberles dicho. No importa cuantas veces me llegue a caer, su hijo siempre luchará por ser feliz junto a las personas que quiere; que lo intento, lo intento y lo intento, que sé que lo conseguiré, porque lo que importa es el final ¿No…?”

“…”

“Q-que no recuerden al perdedor que se encerró en su habitación, el perdedor que no iba a la escuela por creerse insuficiente o haberse humillado y que, cuando era niño, trataba de calzar en la idea errónea de lo que significaba ser sus hijo. No, no, ese Subaru… Ese mocoso ya no existe; el Subaru de ahora nunca desistirá, siempre sobrellevará todo y saldrá adelante”

Pareciera ser que, no conforme con el manar continuo de sus lágrimas, sus mocos también comenzaron a salir, aunque solo nimias cantidades.

“… Que todo estará bien, que los extraño y lamento no poder ir a verlos. Pero que trato de ser feliz, incluso si no es el mundo que me vio nacer, incluso si debo sufrir tanto, haré que todo funcione, ya que, ya que no estaré solo”

El soliloquio de Subaru fue breve, aunque sería más adecuado decir que simplemente farfullaba entre sollozos. La honestidad en sus palabras era absoluta; tanto sus lamentos y deseos, aunque ciertamente no había hablado de todo lo que lo atormentaba; pero, por ahora, eso estaba bien.

“… Yo también quisiera poder decirle a mi madre Fortuna; la cual está en el cielo, que soy feliz en el mundo que ella amaba”

La voz de campana desinstaló todos los pensamientos descorazonadores que Subaru estaba almacenando en su mente. Todo lo infame palidecía en este momento, había logrado alcanzar una catarsis necesaria. Si bien sus lágrimas no habían cesado, para nada, pero al menos ya no eran solo lágrimas de pesadumbre y lamentos.

—Cansancio, eso es… El corazón, la mente y el cuerpo de Subaru necesitaban descansar.

“Ambos lo lograremos, los demás también. Eres increíble, Subaru, la persona más fantástica que conozco y, desde ahora y para siempre, la persona a la que amo”

“E-e…”

“Fu fu fu. Ya te lo había dicho antes, Subaru… Por ahora, solo descansa, nadie más que tú lo merece, nadie más que tú lo necesita”

“Si, creo que tienes razón…”

Entonces, Emilia se puso a tararear alguna melodía de cuna que Subaru desconocía, como era de esperarse, la voz de la semielfa estaba lejos de ser melodiosa pese a que solo canturreaba. Sin embargo, en este preciso momento y, acompañado por las suaves caricias que la niña le brindada a su cabello negro cual ébano; mientras Subaru cedía ante la necesidad de soñar, le pareció la sinfonía más canora del mundo.

 

△ ▼ △ ▼ △ ▼ △

 

—Un dormir apacible y renovador, increíblemente, no soñó nada. Aunque quizás se debiese a que su descanso fue exiguo, ni siquiera alcanzó una circunstancia onírica.

“Uaaah…”, bostezó Subaru al llegar al estado de vigilia, abriendo sus ojos y sintiendo su rostro un poco pegajoso, natural debido a su estado anterior. Debajo del mismo, un calor inefablemente acogedor.

“Al fin te despiertas, Subaru. Aunque creo que dormiste muy poco”, le dijo Emilia, con los ojos entrecerrados.

Nuevamente lo había hecho, ulteriormente había terminado llorando íntimamente en el regazo de Emilia, soltando algunas de los cosas que aquejaban su alma. No obstante, la sonrisa que esbozó la niña al verlo despierto opacó la naciente vergüenza eh hicieron que se recompusiera, levantándose pausadamente de su regazo y adaptándose a la luz glauca de la estancia, mientras formaba una sonrisa como respuesta a la de ella.

Tenía un deseo constitutivo de besar esos labios color cereza y olvidarse de todo lo demás por un momento, otra vez. Sin embargo, sentía que necesitaba su aprobación para eso, además de que sabía que esto aún no había llegado a su fin.

“Debe ser raro llamar『Increíble』a la persona que se quedó dormido llorando sobre tus mulos y que solo se quejaba como una niño en lugar de simplemente pulular”

“Eso no opugna que seas la persona más increíble del mundo, quiero saberlo todo de Subaru, poco a poco y, con insistencia, sé que lo lograré. Reaaalmente aún no sabes lo testaruda que puedo llegar a ser”

Subaru dejó escapar una risa apagada ante la valoración de Emilia, moviéndose para que sus piernas quedaran fuera de la cama, tocando el piso y adquiriendo una pose meditabunda, casi taciturno.

“Así que es eso…”

«¿Se repetiría la historia?».

Subaru, quien continuamente caía en un espiral de autodesprecio, quien se sentía impotente hasta la médula, quien era incapaz de amarse a sí mismo. Los demás, ellos realmente eran increíbles, alguien como Natsuki Subaru, tan pequeño, tan insuficiente, realmente exiguo, puramente temerario. Incluso había fallado en recuperar al 『héroe』que una vez Rem vio en él; y ahora, en este preciso lugar e instante, doliéndose por las palabras dichas con absoluta autenticidad sobre él, palabras que volvían a referenciar a alguien『increíble』, Subaru sintió que no lo merecía, no estaba a la altura…

“—— No sé lo que vez en mí, realmente no lo entiendo, Emilia. Pero trataré de ser la persona que proclamas, me esforzaré en llegar a ser un sabio, un héroe, te demostraré que tan increíble puedo llegar a…”

“Parece que no lo entiendes, Subaru”, interrumpió Emilia. “No necesitas tratar de ser nada más, solo se tú mismo, se genuino, demuestra quién eres realmente, a mí, a tus amigos, para todos los demás que te apoyan, tú ya eres increíble…”

La comprensión de Subaru bajó de escasa a nula, solo existía una verdad para él, la cual estaba albergada en su corazón, Natsuki Subaru era un ser aborrecible, en el fondo, no había cambiado en nada, entonces, tenía que refutar el terrible desacierto de Emilia, una constancia de lo que era irrevocablemente.

Cualquiera resaltaría la velocidad con la que el rostro de Subaru se transformó en uno casi maniático.

“¡¿Crees que hay algún valor en mí?! ¡¿Crees que existe algo que se pueda denominar tan siquiera como『bueno』en mí yo actual?! ¡Solo estoy podrido e inservible cuando más se me necesita! ¡¡Sé esto mejor que nadie, solo yo lo entiendo!! ¡No soy capaz ni de recuperar la confianza de quien creyó en mí!”

«― Porque no eres un héroe».
Aún le dolían esas palabras, pero eran inapelables.
«―― Lo estarás. Natsuki Subaru se convertirá en un héroe». Le había asegurado Al, pero ¿Cómo podía tener la seguridad de eso?

En medio de su discurso despectivo sobre sí mismo, Subaru fue poniéndose de pie, hasta abandonar por completo la cama, pero asegurándose que los ojos de Emilia lo seguían.
No esperaba que su negación resultase ser más una『explosión』de su mentalidad nebulosa, pero, si eso aportaba a que Emilia entendiera mejor, entonces estaba bien.

Natsuki Subaru tiraba todo al traste, era inverosímil que alguien pudiese volver a creer en él. Tenía que hacerle entender eso a Emilia, no quería desilusionar a nadie más, no soportaría volver a escuchar alegaciones de decepción sobre él.

No caería en una filfa nuevamente, palabras bonitas sobre Subaru; solo resultarían difuminadas por el tiempo y negadas por quien se las dijo. Nuca más volvería a ocurrir, la pungencia no podía ser admitida otra vez.

«Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Nunca más. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras. Mentiras nunca más».

“Subaru…”

«No debe dejarla continuar—».

“¿A quién estás mirando en realidad? ¿¡De qué estás hablando!? ¡Tal Subaru, capaz de ser『increíble』no se ve por ningún lado! ¡Todo es pura mentira! Las cosas que crees de mí, las cosas que dije alguna vez enalteciéndome, ¡todo, todo! ¡Fue solo una mierda al azar lo que soltaba de mi boca! ¡No hay ningún valor en creer en ello!”

Su voz se resquebrajaba, su ímpetu se denotaba, escupiendo esas palabras junto a su saliva. Pero, esas palabras eran perfectamente pronunciadas, Emilia debía captarlo y asimilarlo. Él amaba todo en su forma de ser, pero por esta vez preferiría que ella dejase de ser una tonta.

“¡No lo entiendes! Te estoy diciendo la verdad, yo sé que tú eres…”

“¿¡Qué dices?! ¡¿Qué vas a saber tú?! ¡¿Cómo te atreves a pretender decir que sabes quién soy yo?! ¡La clase de tipo que soy realmente! ¡Siempre dependo de los demás para todo, como una vil sanguijuela que requiere de otros para tratar de saciarse —! Justo cuando creí que lo había superado, caigo en lo mismo y los arrastro a todos conmigo. En el fondo sigo igual de vacío, tal vez incluso mi vida es insuficiente ¡Pero me sigo aferrando infantilmente a simples estupideces falaces! ¿Sabes por qué?”

“…”

Ante el silencio de Emilia, Subaru retomó mayor brío y se respondió a sí mismo.

Ella no lo entendía, jamás lo haría, nunca sabría lo que significa él para sí mismo, la única que pudo hacerlo carecía de recuerdos y lo había olvidado.

“¡Porque una existencia tan hueca como la mía necesita de esas estupideces para tener sentido! ¡Mi vida solo tiene rumbo gracias a ello —! Pero hasta yo reconozco que no puedo ser nada como aquello, está fuera de la idoneidad de un ser apagado como yo…”

“Tú eres eso y mucho más…”

«¿Por qué no lo entiende? ¿Por qué no se rinde?».

Ante la insistencia de Emilia, Subaru se acercó a ella tomó su rostro, la cara de Emilia estaba deformada en una mueca de dolor, sabía que era por él, ese dolor era por su culpa. Teniendo el rostro impoluto y sumamente agraciado de Emilia tomado de la quijada para que lo presenciara en su absolutes, dio su última prescripción; aunque pudiera confundirse más con una imploración y la queja de un niño, de un chiquillo triste.

“¡No lo soy! ¡NO MIENTAS MÁS...! ¡No bromees de esa forma! No tú — No por favor”, exclamó sin vacilación, no volvería a caer en aquella patraña, él no era especial, era solo alguien vacío que anhelaba lo inalcanzable. “Si muestro lo débil que soy, lo patético que puedo llegar a ser, lo indefenso que realmente soy… Nadie me querrá, ¡todos, todos me despreciaran! Incluso yo mismo lo abomino ¡Nadie debería tener el infortunio de presenciarlo!”

“…”, nada, la niña no refutó nada. No en ese preciso instante.

«Si ella realmente lo amara, debería entenderlo».

“Esa es la verdad sobre mí, esa es la verdad sobre Natsuki Subaru”. Susurró Subaru, quien se había acercado al oído de Emilia para murmurar su condena, con una voz dulce y melancólica pero resuelta al mismo tiempo.

Se separó un instante para ojear el rostro de la semielfa, quien se había encogido al final de la soflama pesimista de Subaru, quizás debido a que sintió escalofríos; no lo sabía. Vio como Emilia se mordió el labio una vez él dio aquella contestación, con sus tenuemente sonrosadas mejillas tensadas y el ceño fruncido. Nuevamente se sintió superado por la belleza de la niña, incluso en este momento y con su rostro marcado con pesadumbre, su hermosura estaba fuera de este mundo; sus ojos, semejantes a las piedras preciosas conocidas como amatistas, ahora húmedos, reflejaban a Subaru, quien reiteraba sin atisbo de duda, como se sentía respecto a si mismo.

No obstante, parecía ser que Emilia en realidad no se quedó desconcertada y remuda debido a no tener una réplica para Subaru; si no, a causa de la mera respuesta que este le dio; pues, una vez lo procesó adecuadamente, las siguientes palabras le salieron con naturalidad…

“Pero…”

“…”

“Pero, cada vez que Subaru me muestra ese lado suyo, yo me enamoro más de él”

“…Hk—”

“Porque en el mundo seguramente existen personas que te superan, al menos para ti, pero no para mí. Incluso si es cierto, ellos no llegarían más allá de sus capacidades por sus objetivos; si van a existir personas que te excedan en todos los campos que creas, me da igual, ya que, después de todo…”

“…”

«¿Qué está tratando de hacer?».

“Después de todo, para mí no hay nadie mejor que Subaru, y no porque trate de ser algo más allá de lo que en realidad es, aunque igualmente yo lo acompañaré si desea mejorar cada día más. Si no, porque sobre todo, incluso por sobre la idea que te creas de ti mismo tratando de ocultarme lo que consideras『patético』, yo te amo. Y ver como eres en realidad solo me hace sentir que crees en mí, tanto como yo en ti”

“Detente…”, Subaru trató de frenarla, incluso si las palabras de Emilia comenzaban a corroer su fútil resistencia al mensaje de la niña.

“¿Y qué si no te consideras un héroe? ¿Y qué si no te consideras un sabio…? Para mí, tú eres mucho más que eso, tú eres Subaru, la persona más increíble de este mundo”

Fue con aquella simple alocución casi susurrada departe de Emilia, cuando Natsuki Subaru sintió como el mundo que estaba cimentado sobre lo que debía ser, sobre cómo debía tratar de ser; se desplomó, junto con la barrera quimérica que había construido alrededor de Emilia.
Por poco asimiló todo, o gran parte de ese todo, incluso si trataba de mostrarse reluctante a aceptarlo, el hecho inexcusable seguía presente; Natsuki Subaru podía ser amado por quienes amaba, inclusive si no era un『héroe』que se volvía irreflexivo y frenético en dar su vida por los demás, incluso si mostraba su lado más『débil』y en su consideración『patético』, aún con todo eso, quizás; él era alguien increíble, quizás; tenía todo el derecho a ser querido. Sin embargo…

“… No puedo amarme, incluso si tú me amas, no puedo perdonarme por lo que soy en el fondo, intrínsecamente soy…”

“Intrínsecamente eres increíble; vaya Subaru, y dices que soy yo la que emplea palabras desusadas…”, quizás Emilia quería alivianar un poco la atmosfera con su comentario impertinente en esta situación; el cual hacía referencia a un juego usual entre ambos, solo que inverso; empero, continuó. “Por un momento, deberías pensar en salvarte a ti mismo, no solo a mí, no solo a los demás…”

“No soy capaz de hacer tal cosa ——”

“— Hagámoslo juntos y, tal vez, si tu corazón se va abriendo, podamos pedir más ayuda a todos los demás, a nuestros amigos. Tal vez podamos construir un porvenir donde todos seamos realmente felices. Tal vez logremos que Subaru acepte lo totalmente fantástico que es. Tal vez lograremos íntegramente nuestros sueños sonriendo a lo que nos deparará cada día. Tal vez conseguiremos que Subaru se ame a sí mismo, incluso si es difícil ¡Nos tendremos el uno al otro!”

Emilia prácticamente gritó al decir la oración final, mientras tomaba aire, pareciera ser que su pasión la había sobrepujado. Subaru por otro lado, con su muro de abstención casi arrasado de base a cima y luego de todas las palabras que acababa de ofrendarle Emilia, solo tenía una cosa que admitir, pero aún no podía.

“…”, Subaru resultó, esta vez, inusualmente incapaz de generar una objeción. Solo siguió mirando perdidamente a Emilia.

Sintió como sus rodillas flaqueaban, temblaban y, cuando menos se lo esperó, resultó de rodillas, aún sin apartar su campo de visión de la niña frente a él.

Emilia aprovechó la vacilación de su caballero para que sus palabras calaran más efectivamente en él, con un tono de voz considerablemente calmado pero efectivo. Ahora siendo ella quien toma la barbilla de Subaru con su mano derecha, mientras esbozaba una sonrisa triste y conmovedora, con lágrimas formadas en las comisuras de sus ojos.

Los ojos de Emilia realmente parecían de un vidrio quebradizo, Subaru lo notó, le sobrecogió que tal cantidad de lágrimas fuera capaz de ser contenida.

“Porque no me importa lo que despotriques sobre ti, me es intrascendente que te creas insuficiente para los demás, quiero permanecer a tu lado y apoyarte para que logres aceptarte, amarte, para que seamos felices— Por cada cosa que digas detestar de ti mismo, yo diré mil cosas que amo de ti. Esa es la clase de trato que quiero darte, Subaru”

“…”

Emilia llevó a cabo una referencia a una parte de la declaración que Subaru le hizo hace ya más de un año; él no podía discernir del todo debido a que; quizás fuera para moderar su estado y dejar en claro sus sentimientos, o si solo era para dar el golpe final a su endeble resistencia, no podía vaticinarlo sin caer en su mera interpretación.

“Quiero estar a tu lado en esta travesía, no como una mera acompañante”. Aclaró Emilia, “Quiero tomar tu mano cuando te sientas solo, quiero darte calor cuando sientas frio, quiero escuchar cada una de tus risas, quiero inhibir cada uno de tus lamentos; perdurar en nuestros mayores logros, sobre todo en nuestros peores fracasos, aunque nos encargaremos de reducir al máximo lo segundo, por supuesto, ya soy muuuy buena en dar lo mejor de mí, como Subaru en dar lo mejor de sí. Y, a nuestro lado, estarán todos los demás, de eso estoy segura”

“¿Tan segura estas?”. Replicó Subaru, como si su garganta estuviese seca. Tampoco sabía si todo ese tiempo no había parpadeado, ya que sus ojos ardían.

“Tan segura de eso, como de que te amo”. Emilia esbozó una sonrisa consoladora, mientras aseguraba su predicción.

Podía discurrir como algo ambiguo ¿Emilia le estaba asegurando algo de lo que de verdad no dudaba, o solo le decía una patraña dulce para que él se sintiese mejor? La única verdad inexorable era que Emilia si estaba ahí. Por ahora solo en eso podía creer.

El corazón derrotado de Subaru sintió calor, su mente erosionada fue compensada con endorfinas y oxitocina. Deteriorado, roto y marchito… Renovado, reparado y ufano, no, aún no estaba así.

Sin embargo, los efectos estaban presentes; la confianza que perdió Subaru recientemente trataba de volver, pretendía, procuraba, intentaba, aspiraba, deseaba volver.

Sea lo que fuese realmente, si Natsuki Subaru merece a su propio parecer ser amado o no, da igual, porque es amado aquí y ahora por Emilia, aún si le acaba de mostrar su lado más『patético』, ella acababa de jurar que se ayudarían el uno al otro, que ella y los demás lo iban a coadyubar para que logre amarse a sí mismo y, aún si todos los demás estaban ausentes en este momento, Subaru quería tener la esperanza de que era verdad. Procuró ser optimista en esta ocasión.

Los labios de Emilia temblaban, su cuerpo en sí mismo trepidaba, Subaru sabía que ella se estaba haciendo la fuerte por él, quien había caído en un vorágine de odio hacia sí mismo y la situación una vez más.

Luego de haber llorado en su regazo en la mansión, se juró a si mismo que nunca más le mostraría a Emilia su lado débil, esa idea se consolidó luego del humillante error que cometió en el Castillo Real; pero aquí estaba. De cierta forma le recordó a uno de los muchos bucles fallidos en la Atalaya de las Pléyades, aunque más que su 『recuerdo』, fue la experiencia de 『Natsuki Subaru』, en ese momento también fue Emilia quien ayudó al perdido, desconfiado e incrédulo Subaru con amnesia.

Encantado por el resplandor plateado que le daba calor, y empujado desde atrás por el cálido azul celeste que lo impulsaba a seguir avanzando, Natsuki Subaru, cuya historia supuestamente había llegado a su fin en varias ocasiones, podía volver a empezar desde cero. Resulta que, ahora, el resplandor plateado también ejercía la función de impulsarlo a seguir avanzando y, de tratar de amarse a sí mismo.

“…”

Apenas advirtió que Emilia estaba arrodillada, tocando su frente con la de él, tan cerca que podrían derretirse y ser uno solo, el calor que fulguraba Emilia enfervorizaba tanto el cuerpo como el corazón de Subaru.

“Así que es eso ¿Eh? —Realmente me amas…”

“Y por eso quiero que te ames…”

Emilia dijo unas palabras tenuemente inextricables para Subaru; quien no podía entenderlas bien, pero le recordaron a algo que, en algún momento, le había dicho otra chica con características semejantes a la de su ángel. Sabía que estaba bien, algo en su interior se lo aseguraba.

Entonces, superponiéndose a la silueta plateada frente a él, cuando cerró sus ojos, tras sus parpados se encontraba un etéreo y radiante color azul pálido. Como un viento relajante que soplaba en el corazón de Subaru, a este poco a poco se fueron añadiendo amarillo, melocotón, gris, rosa, incluso un exasperante o galante violeta claro; eran tantos, y los amada a todos, quería protegerlos a todos.

“Rem…”

“…”

Tras la mención de ese nombre, le pareció sentir como el cuerpo de Emilia se estremeció un poco más de lo usual que hasta hace un momento; al abrir nuevamente sus ojos, pudo ver que en el rostro de la semielfa se forzaba una sonrisa de desgana, sin embargo, no se puede desmeritar como la niña trataba de fingir que era una sonrisa apaciguadora.

No era su intención hacer que Emilia se sienta incomoda, para nada. Él sabía muy bien a que se debía, previamente, en reiteras ocasiones, le había dicho a Emilia que también amaba a Rem igual que a ella. Por alguna especie de corazonada y respaldado por escuetas pruebas cuando interactuó con Shaula, Subaru providenció que, quizás; Emilia podría resultar ligeramente posesiva.

No obstante, también tenía el barrunto de que a ella no le importaría mientras él estuviera feliz; después de todo, antes de partir hacía la Atalaya de las Pléyades, Emilia había anunciado que en caso Subaru fuera tras Rem, ella se esforzaría para que él solo siga su camino.

“…Beatrice, Otto, Petra, Garfiel, Frederica… Shaula”, le dolió bastante el pecho al recordar lo que le pasó a la chica escorpión, pero haría lo que estuviera a su alcance para devolverla a su estado humano. “Ellos y muchos más, quiero protegerlos a todos, quiero que sean felices junto a nosotros”

“Entiendo, yo no tan solo anhelo eso, también quiero descongelar a los elfos del bosque de Elior, recuperar a puck…”, Emilia hizo una pausa y soltó un bufido. “Realmente soy una mujer codiciosa ¿No?, debo repensar todos los improperios que me dijo Echidna”

“No…”, trató de refutar Subaru, pero no lo logró.

“Pero no me importa; lo único importante es lo que yo crea de mí misma y, mientras viva, no renunciare a mis sueños, no renunciare a ti, no renunciare a nuestro final feliz. En algún momento podré devolverles a todos las fuerzas que me dieron para no desistir, entonces seré yo quien los salve a todos”. Sentenció Emilia, tanteando la situación.

«Salvarlos a todos». Sonaba heroico al simplemente decirse, y probablemente lo era. Pero, Subaru más que nadie sabía el infierno que debía atravesarse para cumplir ese propósito en un mundo tan impío como este, particularmente con las variadas y pintorescas personas que quería proteger.

Aun así, no quería replicarle negativamente a Emilia; hasta se sentía adulado, realmente, si bien aún no se adaptaba del todo a esta nueva versión de Emilia quién manifestaba su amor por él, sin duda alguna lo cautivaba, podía enamorarse aún más de ella.

“Ya me has salvado”, aseveró Subaru mientras trataba de ponerse de pie, pero aún carecía de fuerzas, o de voluntad.

“¿Yo…? Buff”, resopló Emilia. “Tú me has salvado tantas veces que perdí la cuenta, con tus acciones, con tus palabras. Es momento de seguir con esto estando juntos…”

“—Juntos…”

“Que este marque nuestro nuevo inicio, que este sea el punto cero. Tranquilo, prometo que no le diré a nadie de tus quejidos, tú decidirás cuando quieras abrirte con los demás”, ella profundizó el abrazó. “Este será un reinicio para ambos”

Subaru volvió a perder la fijeza de su visión para dedicársela a la figura de Emilia; ella seguía ataviada con su chándal, la fragancia natural de la semielfa le impregnaba las fosas nasales, sentía perfectamente sus femeninas curvas, pues sus cuerpos estaban presionados entre sí; sabía que, de seguir en esta situación y, medrando por los susurros que Emilia soltaba directamente en su oído derecho, esto podía dimanar en una situación comprometedora.

Entonces, para eludir ese asunto por el momento, Subaru decidió hacer señales para que Emilia cesara el abrazo. Ella accedió a regañadientes.

Una vez se separaron, Subaru volvió a posicionarse en la cama, haciéndole un gesto a Emilia para que haga lo mismo, pero a una distancia moderada de él. En consecuencia, ya podía expresarse

“No sabía que mi Emilia-tan pudiera resultar tan persuasiva”, confesó un poco avergonzado. Apartando su mirada de ella.

“Lo aprendí de un chico con unos ojos temiblemente encantadores”, aseguró Emilia, mientras se acerca nuevamente a él. Como si no hubiera inferido la indicación tácita que le hizo Subaru para que mantuviera su distancia.

Pero Subaru estaba tan excesivamente enfrascado en formar su expresión de gratitud para la semielfa de cabello plateado como para notar la cada vez más próxima Emilia, quien se detuvo tan cerca de él como para sentir su calor, pero no lo suficiente para interrumpir su cavilación. Entonces, él comenzó a parlotear mientras se volteaba hacía ella…

“Gracias, Emilia. ― Me hiciste...”

Por poco se volvió a besar con Emilia.

«―Muy cerca». Pensó Subaru, pero no retrocedió, algo se lo impidió, tal vez fuera el hecho de que Emilia lo estaba tomando por la cintura para imposibilitar su posible huida; la mayor parte de su mente no podía estar más agradecida con Emilia por hacerlo.

Sin embargo, Emilia procedió de una forma meticulosamente inaudita, besando en primera instancia su frente con suavidad, pero, al mismo tiempo, con querencia presente.

Siguió con un beso más leve en la nariz de Subaru, procediendo a verlo fijamente a los ojos, Subaru no sabía si era porque trataba de inquirir sus sentimientos o porque meramente sus ojos la enajenaban, en este punto, ya era capaz de aceptar su cariño.

Luego del breve segmento dedicado a solo apreciarlo, Emilia se fijó en los labios de Subaru y los besó con los suyos propios; el beso fue gentil, no trataba de denotar deseo, si no, brindarle seguridad, mitigar cualquier remusgo de inseguridad en él, sobre todo lo que le había dedicado desde lo profundo de su ser, expeliendo sus dudas y calmando su apaleado corazón.

Emilia grácilmente separó sus labios de los de él, aunque mordió ligeramente el belfo de Subaru. Esto mientras sus ojos vidriosos por las lágrimas que no pudo dejar salir parecían tratar de conmoverlo, una sonrisa burlona se formó en su impoluto rostro, alistándose para cuestionar lo que seguía.

“¿Qué ibas a decirme Subaru? Estabas muuuy ansioso”

“Ya me olvidé de eso, pero estoy seguro de como quiero continuar…”, Subaru esperaba que su replicación fuera un sopetón para Emilia, ya que, ella era quien más lo había dejado sin habla en este tiempo, debía retomar la delantera. Después de todo, su respuesta se manifestaría en actos y no solo palabras.

“Un caballero no se atrevería a dejar en el desasosiego a su dama...”, respondió Emilia con un tono tímido, en expectativas de lo que haría Subaru.

Él la tomó de la quijada con su mano izquierda para que sus ojos se encuentren de forma perfecta, sus campos de visión centrados solo en la persona frente a cada uno; la otra mano pasó por su propio chándal, el cual vestía Emilia…

“Permíteme repetir, una vez más, como me encanta que te lo hayas puesto, Emilia-tan”, el tono con el que dijo aquello hizo que la piel de Emilia se erizará, y él lo disfrutó por completo; pasando la misma mano ahora a palpar su frondoso cabello plateado. “Todo en ti es perfecto, Emilia”, aseguró, sin embargo…

“Todos esos halagos que me da Subaru, para alguien como yo… que seas tú quien me los dedica me hace mucho más feliz…”

“Pero esa actitud tan jodidamente adorable, tan recalcitrantemente testaruda, yo creo que debería existir un escarmiento adecuado para tal contrasentido”, interpoló Subaru, mientras sonreía con aire de suficiencia, deleitándose con la mirada de perplejidad que puso Emilia. “Para empezar, el lado tierno…”

Subaru hizo una pausa, como para amplificar la incógnita de que haría a continuación. Emilia, por otro lado, aparentemente apaciguada por los nervios y la indeterminación, demostró que la fachada de chica inquebrantable y dominante no era indeleble. No ante Subaru.

“…”

Cuando consideró que la ilación se había dilatado lo suficiente, y, ante la incertidumbre de Emilia, Subaru continuó.

“Me besaste de una forma tan planificada Emilia-tan… Pero estoy seguro de que no sabes que significa besar en cada lugar ¿O me equivoco?”

“—— Reeealmente no sabía que significada cada beso, solo creí que sería más agradable para Subaru. Aun así, incluso si hice algo mal, te pido perdón y aprenderé lo correcto; pero, no me siento compungida sobre lo que hice”

«¿Quién dice compungida hoy en día? ¿Una abuela?». Tuvo ganas de replicar Subaru por un momento. Sin embargo…

«EMT. EMT. EMT. EMT. EMT. EMT. EMT. EMT». Fue la abreviatura inventa por él mismo que hizo eco en la mente de Subaru. Ella es un ángel, un ángel que podía ponerse altamente lascivo si se lo proponía, una ángel a la que quería mancillar.

“No hiciste nada mal, para nada”, negó Subaru, incluso si fuese casi insignificante, no quería que Emilia se sintiese mal. “Pero creo que debes saber bien lo que realizas y no solo guiarte por impulso, casi todo tiene un significado; permíteme, como buen caballero, enseñarle esto a su señora”

Emilia, quien estaba con una mirada inquisitiva, rápidamente comenzó a intranquilizarse cuando Subaru depositó un beso en su frente.
“Esto significa que te protegeré mientras viva”

La semielfa no respondió, la forma de su boca era irregular, como atrapada entre la absortes, el deleite y la formulación de alguna respuesta. Aprovechando su vacilación, Subaru siguió con sus amorosas agresiones hacia Emilia, besuqueando su perfecta nariz.
“Esto representa que nunca te daré a nadie más”

A este punto, si fuera posible; Emilia se habría derretido; o eso parecía indicar por sus ojos y el color de su rostro. Subaru simplemente bajó hasta su boca y le plantó un beso corto pero con una voracidad desaforada en los labios.
“Esto simboliza cuanto te amo… cuanto te deseo”

“Hk—"

“Lo siento, Emilia. No creo poder contenerme ahora, pero si no quieres seguir, solo dímelo”

Emilia pareció meditarlo un momento, estando prácticamente ajumada por las recientes experiencias y la compresión de su amor. Entonces, simplemente le dedicó una mirada a Subaru… Una mirada que Subaru no olvidaría nunca.

“Asumir que sé a qué te refieres… Hasta ahora, siempre creí que Subaru era cohibido por mi bien, pero tal parece que esa mesura es condicional a su libido, eso es un poco egoísta. Sin embargo, yo también quiero ser egoísta con Subaru, anhelo sentir más a Subaru”

Y, con eso, Subaru se desprendió de sus restricciones. Hace poco había llorado, apenas se había recuperado de un mar de dolor. Aun así, en este momento solo quería una cosa, quería a Emilia en todos los sentidos y sin reprimirse, eso se notó cuando la volvió a besar, con una ferocidad que notificaba el inicio de una canicular sesión.

No obstante, no era que Emilia se limitase a recibir el amor de Subaru en sumisión, si bien en este momento palidecía en parangón con Subaru; parecía que al dejarse llevar por sus instintos y entusiastas sentimientos, poco a poco compensaba su escasa experiencia y aún limitado conocimiento.

Fueron un besos profundos, un besos amorosos en el que las lenguas de ambos participantes se extendían para tocar los labios o bien la lengua de la otra persona. Eran besos muy románticos, eróticos y sensuales. Incluso demasiado para dos neófitos en el asunto. Se separaron tantas veces como volvieron a unirse, apenas dándose segundos para tratar de regular sus inhalaciones y exhalaciones.

Ambos empujaban mutualmente sus cabezas, con sus manos hundidas en las cabelleras del otro, frenéticos; como si sintieran el brote de la desesperación en perder a su pareja si se separasen durante más tiempo del debido. Todo esto era solo un precursor de sus intenciones más lúbricas.

Gemidos ahogados, ruidos húmedos, movimientos erráticos. Subaru nuevamente estaba sobre ella, imponiéndose y demostrando su dominio en esta situación. Así pues, frenó un momento sus besos y, ante la mirada un poco decepcionada pero expectante de Emilia; le dio una lamida a la oreja derecha de la semielfa, quien, sin ninguna muestra de modestia, comenzó a gemir dulcemente.

Pasaba su apéndice húmedo por cada comisura de la oreja de Emilia, la cual, tenía una hélice de terminación más puntiaguda de lo normal, pero eso solo lo embelesada a nuevos estándares. Animándose a morderlas un poco, se ganó un gemido gutural de semielfa, quien, aún debajo de él, movía sus caderas buscando algo ansiado sin deliberación alguna. Cuando Subaru se sentía imperioso por estar dominando este inicio, rápidamente una acción de Emilia le hizo recordar que la semielfa podía actuar de forma imprevisible…

“¡Ah…!”

“Oh, oh… con que ya está así de duro”, señaló Emilia, con cierto tono de suficiencia en su voz.

La sensación repentina de su miembro siendo apretado; pese a tener aún la ropa encima, era algo bastante estimulante, no solo por la sensibilidad que tenía en este momento, si no, quien era la que se lo estaba agarrando. Además, la niña comenzó a mover sus delgados dedos sobre la extensión del bulto, llevando a Subaru a un punto en el que sus respiraciones irregulares se volvieron más y más pesadas, había cesado sus ataques a la oreja de Emilia y su erección comenzó a dolerle un poco.

“E-es… Más grande lo que pensé”, presagió Emilia, mientras seguía incumbiendo su órgano agrandado, se escuchó un tañido húmedo, como si hubiera pasado su lengua alrededor de sus labios al ver algo suculento. “Subaru… Tengo que decirte algo”

Muchas especulaciones atestaron a Subaru pese a su creciente libido, «¿Qué podía querer decirle Emilia en este momento y de forma tan súbita? ¿No querría seguir adelante?, ella señaló『su tamaño』, para empezar, incluso Subaru sabía que no era nada extraordinario, la sorpresa de Emilia podía deberse a su menesteroso conocimiento sobre cómo debía ser, claro que eso no exentaba el sentirse halagado por su comentario. O tal vez, simplemente se sintió incomoda y no estaba segura de seguir». Lo último que quería Subaru era importunarla y hacerla sentirse forzada en la consumación su amor. Así que él comenzó a prepararse para cualquier declinación, por sobre todo, solo deseaba que su relación fluyera de la mejor forma, incluso si eso resultaba en terminar con la inconclusión de su acto.

Con voz ronca, él preguntó, “¿Si, Emilia-tan?”, mientras se enfocaba en los ojos color amatista de la niña. De no estar resignado a su teoría precipitada, se hubiera dado cuenta de que la semielfa seguía pasando sus dedos por el fardo de su miembro.

Emilia, sintiéndose intimidada por ese tono de voz, obtuvo un sonrojo furioso que lividecía con el propio de su excitación, le dijo, “Y-yo, reaaalmente solo tengo nociones básicas sobre qué hacer, no se mucho más allá de lo fundamental. No me atreví a preguntarle a Frederica sobre más detalles.”

Mientras Emilia volteaba su mirada hacia cualquier lugar donde no estuviera Subaru; encogiéndose por la vergüenza, él comenzó a entender mejor el asunto, eso no hizo que estuviera menos desconcertado, por lo cual, le surgió una duda espontánea que dijo sin pensar.

“¿Y cómo es qué parecías tan animosa con esto?”

“S-solo me dejaba llevar”, tartamudeó Emilia en respuesta, aún sin volver a dirigirle la mirada.

Entonces, Subaru se levantó, dándole espacio a Emilia para que ella también se enderezara de forma vertical. Emilia entendió y, una vez nuevamente sentados el uno frente al otro sobre la cama, Subaru volvió a interrogarla con otra duda.

“¿Qué tanto sabes sobre el sexo, Emilia?”, no incluyó el sufijo『tan』para aludirle a Emilia la seriedad de su cuestión.

Era una pregunta inadecuada de hacer a alguien con la que, hace unos segundos, estaba compartiendo besos furiosos y provocativas caricias. Sin embargo, Subaru quería tener un panorama completo sobre la situación actual, era posible incluso que Emilia, todo este tiempo, solo se haya estado『dejando llevar』, si esto continuaba o no, dependería de la propia conciencia de Emilia respecto al asunto emprendido.

Emilia pensó un segundo, antes de dar una contestación, “Se que de esa forma se hacen los bebés…”, luego, bajó la mirada con vergüenza a continuar, solo levantando un poco su rostro para ver la faz su caballero.

Subaru simplemente le dedicó una mirada indagatoria y le hizo un ademán para que prosiga. Incluso si era bochornoso para Emilia, era necesario para dirigir bien sus acciones. Aunque él mismo sentía que su cabeza no funcionaba en total cabalidad, quizás debido a que la mayoría de su sangre aún no estaba dirigida a su cerebro en estos momentos.

“A-además, es algo que hacen dos personas que se aman mucho y quieren pasar su vida juntos como esposa y esposo, o al menos como pareja romántica, primero puede ser extraño o hasta doloroso, pero luego se siente muuuy bien”, Emilia tragó saliva. “Ambos deben estar desnudos, y es entonces cuando, luego de muchos besos, el niño mete su…”

“Ya veo”, interrumpió Subaru al ver como Emilia se achicaba cada vez más. “Si, quiere decir que entiendes bien de que se trata, también las repercusiones que puede llegar a tener hacerlo. Entonces, Emilia ¿Estas segura de que quieres hacerlo?”

Subaru esperó un momento de vacilación de la semielfa, sin embargo, la respuesta que le dio fue inmediata.

“Si”

“¿…E-eh? No tenemos protección en este instante, y no sería apropiado ir a pedírselo a cualquiera de por aquí… Existe un alto riesgo de que puedas resultar embarazada incluso recurriendo a precauciones”

“Lo dudo, Subaru. Todas aquellas razas que son longevas tienen una fertilidad exigua, deberíamos intentarlo muchas veces para… Tener un bebé. Además, incluso si resulto embarazada; solo tendríamos que colmar de amor a nuestro hijo o hija ¿No?, priorizarlo, protegerlo y educarlo como alguien virtuoso”

Subaru necesitaría abofetearse a sí mismo cuando todo esto acabe, no podía creer que lo que dijo Emilia, avalado por la mirada avergonzada pero decidida que tenía la chica; claro que una de sus ideas fantasiosas era tener una gran familia con Emilia, pero, tan temprana disposición de parte de ella hizo que toda su sangre hirviera por inestimable ocasión esta noche.

—Esta chica no solo era capaz de brindarle un calor inconmensurable a su corazón, también podía provocarlo en todo su cuerpo.

Emilia comenzó a moverse delicadamente hacia él, siguiendo un registro semejante al de algún felino que va por la caricia de su dueño. Al alcanzarlo, se subió a horcajadas sobre los muslos de Subaru y le susurró al odio…

“Quiero ser tuya y… quiero que tú seas mío, Subaru. Pero guíame, se amable, por favor”

Incluso si en algún lugar de su mente se repetía que mantuviera coerción sobre sus deseos, eso no lo frenó cuando besó a Emilia con una avidez renovada, reiniciando su sesión de besos. Desenfrenado, incontenible. Natsuki Subaru había pasado innumerables traumas, quizás la voracidad con la que asaltaba la boca de Emilia fueran una expresión de lo atiborrada de peripecias que estaba su alma. Después de todo, lo que realmente mata al ser humano es la desesperación.

Con sus lenguas en una pugna por la posesión de la boca del otro y enfrascados en demostrar su amor. Ni él sabía desde cuándo, pero ya se encontraba masajeando las nalgas de Emilia y obteniendo gemidos vivaces de la semielfa, los cuales eran enmudecidos cada vez que volvía superponer sus labios con los de ella. “Esto no es ser amable, Subaru es un tonto”, alcanzó a decir Emilia entre gemidos, aprovechando que Subaru se centró en su cuello. Subaru se lo tomó tan bien que la sacó de su regazo para hacer que se eche de espaldas sobre la cama.

Teniendo a Emilia sonrojada, con su rostro incontinente, aparentemente fuera de sí misma, aún ataviada con su chándal ajado; Subaru se perdió, completamente embelesado por la magnificencia de la chica, pero no inseguro de que ella lo amaba. Si; ella lo ama, él también la ama «¿Qué hay de malo en hacer lo que hacen dos personas que se quieren tanto?».

“¿Subaru…?”

“¿Eh? No ocurre nada malo Emilia-tan… Es solo mi corazón”, respondió Subaru, mientras llevaba su mano derecha al lugar donde debía de encontrarse su órgano vital.

El comentario de Subaru hizo que Emilia se alarmara vertiginosamente, apoyándose en sus antebrazos para levantar un poco su torso.

“¡…! ¿¡Tu corazón, qué le ocurre…!?”, Emilia exclamó exaltada.

“Palpita”

“Pero Subaru… Eso es normal, sobre todo ahora que debe estar galopando, el mío ha de encontrarse peor. Vaya, nunca creí tener que explicar eso a alguien”, informó Emilia, pareciendo aliviada.

“Y, mientras palpite, te pertenecerá, Emilia”

“Oh…”

La interacción fue innecesaria y absurdamente empalagosa, pero era una línea que Subaru se había reservado para un momento como este, magna fue la sensación de realización que obtuvo al ver como Emilia se quedó positivamente desconcertada, Subaru aprovechó esto para volver a darle su debida atención mientras ella aún procesaba su comentario zalamero.

Pronto se encontró de nuevo sobre Emilia, mordiendo la punta de su oreja élfica mientras ella aún maquinaba alguna replica a su piropo, si bien la melodía de su voz comenzaba a perderse por la sensación que le brindaba Subaru, logró a anunciar su respuesta.

“Claro, si Subaru es mi caballero, quiere decir que me pertenece… Ahhh”. Emilia perdió la ilación de lo que decía cuando Subaru apretó su pecho derecho mientras seguía asaltando su oreja, haciendo que ella suelte un gemido reprimido, “E-entonces ahora yo también le pertenezco a Subaru… Ah”

Si Subaru estuviera en un estado íntegro, le habría dedicado alguna suntuosa analogía a su dama. Sin embargo; así como Emilia estaba siendo despojada de su modestia mientras dejaba salir alaridos como jactancia del placer que experimentaba, Subaru también no tenía más que brumos en su mente, debería estar conmocionado por el avance que estaban teniendo, pero, luego de todas las palabras que le dijo Emilia, sus deseos de hacerla suya fueron expoliados de cualquier incertidumbre que yaciese en su corazón.

Haciendo que sus labios y lengua deambularan sin rumbo fijo por el cuello de porcelana de su amada; unánimemente las generosas mamas de Emilia, aún cubiertas por sus atuendos, eran suavemente estrujadas por ambas manos de Subaru, sintiendo lo suave y a la vez firmes que eran, incluso si seguían ocultas. De ser por él, podría seguir haciendo esto todo el tiempo del mundo, no obstante, justo cuando su lado primitivo le exigía dar el siguiente paso, una voz de campana con tintes de liviandad le recomendó…

“Necesito más…”, haciendo una pausa entre sus gemidos, Emilia pareció avalarse en los movimientos de sus caderas para insinuarle a Subaru que lugar necesitaba más atención.

«¿Cuándo mi EMT se volvió tan impúdica?». Estuvo a punto de comentar Subaru, sin embargo, para cuando lo pensó, ya tenía una mano inspeccionando el problema.

Apenas tener contacto en la zona anticipada, y pese a la ropa que la cubría; la cual incluía tanto sus bragas como su ceñido pantalón, pudo sentir que su ángel ya estaba húmeda.

“Emilia-tan… Estas un poco mojada”, indicó Subaru, con aire de suficiencia.

“E-ehhh…”, Emilia no era capaz ni de dirigirle la mirada, su vocabulario se había reducido a interjecciones y chillidos.

Subaru sabía muy bien lo fuerte que era Emilia, tanto física como mentalmente, en los últimos tiempos él mismo la ayudó a crecer y, de cierta forma, ambos adquirieron más robustez en sus convicciones, esta misma noche la niña había hecho gala de su fortaleza mental y lo había ayudado a salir del pozo en el que se había sumergido por su autocrítica. Hasta el momento; la última vez en la que Subaru recordaba haberla visto llorar fue en la tumba donde compartieron su primer beso, verla nuevamente tan encogida y tímida, elevó sus instintos protectores y, adquiriendo un tono solemne, se lo dijo por enésima vez.

“Te amo”

Había subido su cuerpo para que sus rostros estuvieran frente, pudiendo divisar como forzaba sus ojos a estar cerrados, su faz tensa y, en gran medida, con un rubor por toda su extensión. Él simplemente depositó un beso en su frente tras su más reciente declaración, ahora podía deleitarse con una sonrisa en el rostro impoluto.

“Y-yo también te amo…”

Subaru la abrazó, de tal forma que su boca quedó aledaña a una de sus orejas puntiagudas, no le importaba si su erección; aún en sus pantalones, reposaba sobre el vientre cubierto de la chica. Una posición ideal para poder susurrarle, “Te amo, y nunca te dejaré, sé que tienes miedo de que me lastime, sé que tienes miedo de que muera… Pero permaneceré a tu lado, ya lo prometí, trataré de amarme”

“P-pero…”

“Amo todo de ti, incluso tu torpeza y su lo empedernida que puedes ser a veces, así como tu dijiste que me amas pese a ser yo mismo, ya te lo aseguré tantas veces… Todo estará bien mientras estemos juntos e, incluso si no lo estamos, nos enzarzaremos en reunirnos nuevamente ¿Por qué…?”

“Porque nos amamos”, concluyó Emilia, mientras que por las comisuras de sus ojos comenzaban a manar las lágrimas que estaba reteniendo desde que Subaru y Rem fueron tragados por aquella sombra negra azabache.

El cuerpo de Emilia se relajó y abrazó a Subaru. Por lo visto, no midió bien la fuerza que empleó, Subaru por un momento sintió como le faltaba el aire, pero no quiso arruinar el momento.

Emilia lloró suavemente; cariñó los mechones de pelo negro algo retinto y lloró, le repitió a Subaru cuanto lo amaba mientras él le daba calor con su contacto y, tras un no tan efímero tiempo, terminó de llorar.

“Estoy lista, hagámoslo, mi precioso caballero”, validó Emilia, tras secarse con sus manos los vestigios de humedad que le quedaron en su rostro, “Veo que tu… cosa, está bastante vivaz”

Subaru trató de responder algo y refutar la acusación de Emilia, sin embargo, la falta de ideas y el hecho de que su miembro todo este tiempo se haya mantenido duro a pesar del emotivo momento, no resultó tan favorable para su cometido. Así que simplemente compartieron un par de besos dulces y lentos, transmitiendo aún más el amor y deseo que se tenían.

“Es lo que tu provocas, Emilia-tan”.

Emilia, al escuchar eso, esbozó una sonrisa presumida que Subaru jamás olvidaría.

Subaru decidió centrarse en aquello que más propensa volvía a Emilia hace unos minutos, dejándola vestida incluso con el chándal que aún portaba. Esto parecía intrigar a la semielfa, pero ser inusual era una cualidad consubstancial de Subaru. Nuevamente el caballero se encontraba en la zona de transgresión de su Señora, si bien el ocaso ya había teñido de negro la totalidad del ambiente externo y la habitación apenas si estaba alumbrada, la silueta de las exuberantes curvas de las caderas de Emilia resultaba fácilmente distinguibles y, moldeando su figura dotadamente femenina, Subaru jaló el pantalón de Emilia para poder desvestirla desde la cintura para abajo.

No fue una tarea tan sencilla como esperó, pero, al terminar, fue recompensado por un panorama deslumbrante, las piernas largas y anchas de Emilia, blancas y pulcras cual alabastro, muslos formidables que él sabía que eran blandos, como una doncella de las nieves que hace regocijar al mundo. A su vez, la forma de la parte más privada de su amante podía notarse, ya que la humedad en sus bragas cándidas así lo permitía. Realmente ambicionaba fundirse y ser uno con ella lo más pronto posible, sin embargo, primero quería brindarle una experiencia placentera eh ir paso a paso para facilitar su eventual unión.

“¿C-cuánto tiempo vas a verme así?, Todavía tengo ropa interior en esa parte…”

Emilia detuvo su planteamiento cuando Subaru la vio fijamente; en aquellos ojos sanpaku de color negro se encontraba aquella mirada que él ponía cada vez que se proponía obtener algo que sí o sí terminaría consiguiendo. Subaru no podía estar del todo seguro, pero era factible que la piel de Emilia se haya erizado un momento y, en caso no sea así, sin duda lo hizo cuando masajeo sobre la zona húmeda de sus bragas con los dedos de su mano derecha.

Si ya antes los gemidos que emitía Emilia estaban escasos de modestia, ahora simplemente carecían de eso, “Ahhh… Subaru”, chilló agudamente Emilia, mientras que él comenzó a hacer movimientos circulares por las superficie de su serenidad.

No transcurrió mucho tiempo hasta que esos movimientos se volvieron más intensos y prolongados, Emilia en este momento solo exclamaba cacofonías deseosas, citando de vez en cuando el nombre de su amante. Subaru, que era capaz de escuchar tañidos empapados provenientes del área que priorizaba, bajó su cabeza mientras plantaba besos en cada muslo interno de Emilia, cada vez más cerca de su lugar prohibido, listo para dar el siguiente paso y paladear vorazmente el sabor de Emilia. Sin embargo…

“¡Algo viene... Subaru~!”, sin escatimar en el volumen de su voz, Emilia bloqueó sus piernas por puro reflejo, haciendo que la cara de Subaru terminara directamente en su sector mojado.

Estando toda su cabeza tan apretujada por los muslos de la semielfa, Subaru no tuvo otra opción que encurdarse del olor y el gusto del lugar sagrado de Emilia, algo que él estaba más que dispuesto a hacer. Serpenteando un poco con su lengua para apartar la ropa interior que le impedía un acceso directo, logró tener una concatenación entre su apéndice y los labios menores de su Señora, lamía y trataba de sorber «slurp», resultando como el último estimulo requerido para que Emilia lograra alcanzar su incipiente clímax.

Subaru no era alguien que hubiese tenido la complacencia de consumir mucho contenido pornográfico; no obstante, conocía bien que era tener un orgasmo, así como estaba al tanto de que las damas también podían lograrlos, entonces, incluso con su sapiencia tan limitada, podía darse una idea de que esperar. Subió su atención un poco y, si bien el órgano más inervado de los genitales femeninos, cuya única función aparente era proporcionar placer sexual a su amante estaba cubierta por sus labios menores, era evidenciable tanto la tumescencia como la elevación del clítoris Emilia, solo había una cosa que él podía hacer: «slurp» «slurp». Con eso, la semielfa alcanzó el punto álgido del no retorno.

Con Emilia soltando un profundo gemido gutural mientras arqueaba su espalda al alcanzar el nirvana, Subaru ya sabía que ocurriría «slurp» «slurp» «slurp» y es por eso que no se detuvo, abrumando a Emilia, de la cual ya no podía seguir contemplando su rostro debido a su curvatura. Cuando recibió el líquido levemente espeso pero incoloro e inodoro, Subaru trató de beberlo, aunque la cantidad copiosa en la que el fluido surgía se lo impidió en su totalidad, todo ese tiempo, Emilia no fue más que un embrollo de espasmos y clamores indescifrables. Y eso que apenas estaban empezando.

Justo cuando Subaru comenzó a preocuparse de que no fuera capaz de respirar, sintió como las piernas de Emilia que lo habían envuelto se debilitaban, acompañando las débiles convulsiones que la semielfa mantenía en el resto de su cuerpo. Subaru se levantó justo después de darle un beso cariñoso al centro de la vulva lampiña de Emilia, también se secó los vestigios del fluido que quedaron por su barbilla y su surco nasolabial, lo que quería era abrazar a su amante hasta que sus temblores cesaran, consolarla con declaraciones de amor pues parecía obvio que la experiencia fue descomedidamente placentera para ella. Sin embargo…

«——Detenerse ahora no es algo digno de quien porta la sangre del dragón».

Subaru estuvo a punto de preguntarse de donde provino aquella siniestra voz que ya había escuchado en otras ocasiones, aunque eso resultó imposible cuando sintió la apremiante necesidad de ir al platillo principal, una ambrosía que quería degustar ahora mismo y, de esa forma, despojó a Emilia de su ropa interior.

Al ver el rostro de Emilia, con los ojos amatista brumosos, manifestando contracciones aminoradas, por un momento casi volvió en sí, pero la chica tomó sus labios con una concupiscencia embrionaria, con eso regresó al fondo del rudimentario estado al que lo habían llevado sus deseos predispuestos por aquella voz. Tampoco supo en qué momento, pero Emilia le había quitado el polo mientras le decía cosas ininteligibles sobre cómo le había encantado o algo así, realmente su conciencia fue enviada a la retaguardia de sus acciones, el mundo le resultaba embarullado.

«—— Tómalo todo, todo en ella te pertenece».

Incluso si se rehusara a escuchar aquella déspota voz, eso no tenía que ver con cómo su miembro estaba orgullosamente erguido sin las restricciones de su ropa siendo masajeado por los gentiles y delgados dedos de Emilia «¿En qué momento le había quitado el pantalón en primer lugar?». Ella seguía hablando algo que serían ¿halagos?, aunque se veía un poco nerviosa al respecto. Nuevamente, lenguas mezcladas, sonidos húmedos y, de forma un poco precipitada, ya se encontraba dentro de ella, increíblemente y pese al estado ambiguo de su razón, pudo agraviarse de lo apretada que estaba Emilia, como constriñéndolo para que sea incapaz de retirarse, rogándole que la llene.

Fue en ese momento que vio como una lagrima se derramaba por el rabillo del ojo izquierdo de Emilia.

Por un momento, eso resarció su solemnidad.

“Todo está bien, Emilia ¿Te duele?”

“Un poco, Subaru, fuiste muy burdo. Prometiste que serías gentil”, paradójicamente Emilia hizo un puchero pareciendo indignada, pero persistiendo los matices del dolor en su rostro, “Me pregunto cuando dejaras de mentirme, ¿Realmente me amas?”

El pelinegro por un momento dudó en cómo responder, no podía ser excéntrico en esta coyuntura y mucho menos incomodar a Emilia, pero resulto en una replicación natural “Claro que te amo”.

“Entonces demuéstralo, mi amado caballero”, Dijo Emilia mientras tomaba su rostro para que sus labios se vuelvan a encontrar, para que sus lenguas se vuelvan a entrelazar, para seguir su disfrute recíproco, “Solo no olvides ser gentil”

“C-claro, déjamelo a mí”, ya sea solo su imaginación o algo pragmático, Subaru pudo sentir que la vagina de Emilia le permitía más libertad de movimiento, y así lo hizo, poco a poco. Comenzó a procesar como el momento en el momento preciso en el que se volvieron uno pasó casi desapercibido por él, incluso llegó a ser abrupta en el mejor de los casos, quería enmendar eso, incluso si no estaba en todo su sentido, quería subsanarlo.

Sus penetraciones fueron paulatinas y pausadas, si alguno de los dos dirigiera su mirada para el lugar de su unión, podrían notar tintes carmesí propios del desfloramiento en una mujer, aunque en realidad fuera solo una prueba de que el himen de Emilia acababa de sufrir daños, quizás inclusive pudo ser desgarrado por la imprudente inserción inicial.

Mientras comenzaban a perderse nuevamente, ofuscados por como la sensación de placer mitigaba el dolor inicial de su conexión, Subaru fue acelerando aún si el coño de Emilia le apretaba el pene como tratando de drenarlo en ese mismo instante, y Emilia, por otro lado; se encontraba desataviándose la parte superior del cuerpo de manera errabunda, primero desvalijándose del chándal del Subaru y prosiguiendo con todo lo demás, su léxico solo conocía una palabra en este momento, y esa palabra era『Subaru』.

Con sus pechos a la intemperie, era una señal clara para que Subaru les brindara su correspondiente atención y, por si eso ni fuese suficiente insinuación, directamente guío su cabeza hacía sus tetas. Subaru; sin perder más tiempo, envolvió su boca en torno al pezón rosado, erecto y duro del seno izquierdo de Emilia mientras lamia alrededor de su aureola, solo se detuvo para cambiar su acción hacía la otra mama de Emilia. Todo esto mientras aceleraba el ritmo y la intensidad de sus embestidas.

El sonido que inundada la habitación era una mezcolanza entre gemidos, nombres mal pronunciados y golpes húmedos de piel con piel provenientes de las ingles de los apasionados amantes, su intensa interacción como la representación vívida del arte erótico, carcomiendo sus cavilaciones hasta volverse fútiles seres hechos para complacerse el uno al otro en una especie de prensa de apareamiento.

“Te amo”, ambos lo repetían, nadie podría decir cuantas veces. Alocuciones cortadas por alaridos candentes y la necesidad de explorar sus bocas, cuando solo la cabeza de su pene estaba dentro de la vagina de Emilia, instantemente volvía a empujar para regresar completo al paraíso anhelado entre las piernas de la semielfa.

«——Esto es lo que siempre quisiste ¿No? Un futuro rey debe tomar lo que le pertenece».

Subaru al fin había logrado identificar aquella ignominiosa voz como la que procede de la 『Sangre del Dragón』que Capella había vertido en su organismo tras su confrontación en el ayuntamiento de Priestella, sin embargo, a este punto ya no le importada, su trascendencia era mínima, su sangre hervía y necesitaba más, la velocidad a la que penetraba a Emilia dudosamente sería humana, increíblemente, Emilia en ningún momento se rehusó a ser tratada con esta brusquedad una vez se perdió en el placer rezumante del coito.

Dimitir su vehemencia no sería producente en tales circunstancias.

Paradójicamente, por si la presión de los pliegues de Emilia no fuera suficiente para tratar de mantenerlo en su lugar, ella ya lo había bloqueado con sus piernas manteniendo la posición del misionero, lo que obligaba a Subaru a tratar de llegar más profundo cada vez que la arremetía. Sintió como una presión se aglomeraba dentro de él, una que necesitara próxima liberación. Emilia no era una abjuración a este estado.

“¡Subaru! ¡Te amo!”, exclamó Emilia, inmediatamente Subaru la besó para compartir la pasión de su toque durante sus inminentes clímax.

“¡Te amo, Emilia!”, aquel gemido ronco estuvo carente de sutileza, pero era lo máximo que Subaru pudo lograr estado en su estado actual.

La sensación lo atestaba; todo este camino escabroso, todo lo que sufrió, todo lo que lloró, todas y cada una de las ahora incontables muertes que padeció, todo eso estaba a punto de entrar en erupción.

Emilia alcanzó su segundo orgasmo esta noche, arrasando con cualquier purria de contención en ambos, la magnificencia con la que su vagina agarrotó el pene de Subaru y la sensación rítmica de la contracción de su útero fue suficiente para que tantos infortunios se concentraran en liberarse, y, de esa forma, Subaru dio un profundo empujón al compás de como Emilia lo bloqueaba para que fuera más profundo, logrando su culminación directamente en la entrada del útero de su amada, llenando su matriz de cuantiosas cantidades de esperma; una, dos, tres, quizás hasta siete oleadas de su semilla embutiendo el útero de la semielfa. Por un momento podría parecer que el bandujo de su ángel tuvo una invasión turgente.

Sus clímax mutuos se solazaron por más de un minuto; ambos disfrutando del resplandor crepuscular fruto de sus exaltaciones, incluso con la abstención a separarse, el pene de Subaru se encogía dentro de Emilia, permitiendo que el exceso de su semen se desbordara por la entrada de su vagina, ante lo cual la Candidata a Reina soltó un gemido alicaído, aparentemente afligida por la impresión de que el semen de su Caballero la abandonaba.

Mientras trataban de optimizar sus respiraciones…

“Eso fue magnífico, Frederica me dijo que sería placentero, ¿Pero esto…? WAO”, contempló una voz de campana con un tono indecente. Era increíble como ignoraba los considerables borbotones de esperma que seguían saliendo de ella.

“Jajajaja. Es cierto, te amo tanto”, respondió Subaru, pero fue cuando recordó algo bastante relevante y se llevó la mano a la frente, a la vez que se retiraba de ella, “Termine dentro de ti, Emilia, es riesgoso…”

“Ya te dije, es bastante arábigo que alguien como yo se embarace después de unos pocos intentos, además ¿No aclare también que, si ocurre, estaría dispuesta a aceptar la responsabilidad?, de todas formas, desde el momento en el que entendí mis sentimientos por Subaru ya decidí que quería tener una familia a futuro con él”, la sonrisa de que esbozó Emilia aplacó cualquier misterio en torno a su aseveración.

«——Un rey necesita herederos, y no se sacia con poco».

Nuevamente un vocablo infame proveniente de su propia sangre escalfarte le provocó cierto desconcierto, llevando la contienda a segundo plano gracias a la incipiente necesidad de no detenerse aquí; Emilia no pasó por alto esta sublevación a la naturaleza humana, mientras su rostro reiteraba su tono escarlata, sus ojos se habían centrado en la renovaba energía que el falo de Subaru adquirió.

Se supone que existía el período refractario, que se conoce principalmente como la fase de recuperación que ocurre después de que un varón ha experimentado una eyaculación y la pérdida de la erección. Periodo que podía prolongarse por varios minutos, no obstante, eso no le ocurrió en esta ocasión a Subaru, lo más probable es que la『Sangre del Dragón』tuviera algo que ver.

Sin embargo, Subaru necesitaba aprobación, ni en este estado cegado por su lujuria se permitiría forzar a Emilia a hacer algo que estaba contra su disposición.

“E-emilia…”, comenzó Subaru, mientras tragaba saliva por anticipación, “creo que no tuve suficiente, ¿Podrías seguir haciéndolo?”, casi parecía una oración desiderativa desesperada más que una propuesta.

Emilia tomó las manos de Subaru antes de que él se cubriera la faz con ellas, “Así que a esto te referías con que no te contendrías, Subaru, cabeza de chorlito…”

“Ya nadie dice『cabeza de chorlito』…”

“¿Alguna vez dejarás de burlarte de mí?, incluso cuando acabamos de hacer el amor de esa forma intensa… Buff. Espera ¿Qué ocurre? ¿Dije algo improcedente? ¿Por qué esa cara?”

Subaru, de forma indeliberada, había adquirido una cara de zopenco adolescente transitoria entre una sonrisa de ternura y de burla, apenas se dio cuenta debido a las imputaciones de Emilia, trató de volver a una compostura adecuada para el momento, “Es que… escuchar a Emilia-tan diciendo esas cosas, lo hace mucho más enternecedor y hasta desposee el lado lascivo, realmente es cosa de E.M.T”

“Tu ángel, lo sé…”, Emilia se acercó a Subaru y comenzó a pasar sus dedos por la longitud de su polla vertical, “¿Qué se sintió hacerle todas esas cosas indecentes a tu ángel? ¿Te gustó privarme de la santidad y pureza que tanto decías que te atraía? ¿Quieres mancillar obscenamente a tu angelical dama otra vez?”

“…”, Subaru no necesitó más para volver a devorar los labios color cereza de Emilia, “Fue perfecto…”, respondió tras una pusa.

Para ese punto Emilia ya había envuelto el miembro de Subaru con toda su mano y movía su muñera de arriba a abajo, ganándose suaves gemidos provenientes de su caballero.

“¿Quieres hacerle más de esas cosas a tu preciosa ángel?”, el timbre de la voz de Emilia hacía notar su vacilación, no parecía tener tanta destreza en el juego de roles que apenas acababa de descubrir, pero sus intenciones y desenvolvimiento para ser primeriza eran dignos de reconocimiento, su cualidad resiliente era otra de las cosas que él amaba de ella.

“Si”, replicó Subaru sin titubear, volviendo a besar a Emilia, sin intención de parar, “Quiero darte todo lo que tengo, hasta quedarme inconsciente si es posible”

“Oh… Eso es un poco extremo. Pero creo que yo también necesito más…”

Subaru estaba amasando los dadivosos glúteos de Emilia mientras sus instintos se espabilaban, poco a poco volvía a sentir como su mente reinstauraba su conciencia en estado de suspensión.

“Si…”, le pareció decir nuevamente.

“Tu trasero está bastante formado, Subaru, me gusta muuucho”, le pareció escuchar, no era un panegírico, pero mucho menos un vilipendio. También se manifestó nuevamente una inicua voz, pero no era capaz ni de desentrañarla…

Si alguien lo interrogara respecto a lo que hizo, solo podría recurrir a proyecciones de sus recuerdos difusos. Estaba Emilia, estaba él. En un momento Emilia tenía las piernas juntas y recogidas, estaba tendida y de costado, a la vez que relajaba su cabeza hacia atrás mientras él la penetraba sin filantropía; la segregación de los genitales de ambos llegaba a manchar aún más las sábanas sobre las que fornicaban, la fricción que la semielfa sufría en su clítoris la atosigó de éxtasis hasta que se corrió, trayendo consigo el propio orgasmo de Subaru con una mayor dosis del ansiado líquido dador de vida directamente en la cámara para hacer bebés de Emilia. Aunque ninguno lo supiera, habían hecho la『posición del molde』.

En otro instante y, sin haber descansando, Emilia estaba sobre sus cuatro extremidades mientras sus firmes pechos se balanceaban al compas de las embestidas de Subaru que venían desde atrás; la intensidad en la que follaban hacía gala gracias a sus gemidos y los golpes de la ingle de Subaru con las nalgas gelatinosas pero fijas de Emilia, que en ese momento estaban rosas; producto evidente de las arremetidas del caballero y de sus casuales nalgadas. Estaban haciendo el amor al『estilo perrito』y, para llegar al clímax, Emilia hizo alarde de su flexibilidad para besar a Subaru volviéndose hacía atrás arqueando su espalda y doblando su cuello, lo cual permitió que Subaru apretara su pecho izquierdo logrando, nuevamente, que Subaru termine eyaculando directamente en la matriz de Emilia cuando la glande de su pene fue frontalmente a besar la entrada de su útero que le daba la bienvenida para tratar de procrear. Parecían animales salvajes en celo.

La presumible concupiscencia insaciable de ambos no parecía tener fin; ni modestia. El aura inocente que solía exudar Emilia se había evaporado hace mucho, mientras montaba a Subaru varias veces por segundo, su ambición por satisfacer sus furiosos anhelos era lo único que parecía poderse notar en la semielfa, solo rezagado por su mirada libidinosa pero amorosa mientras soltaba gemidos guturales y aumentaba el ritmo de sus rebotes sobre la polla de Subaru, estaban experimentando la posición de『la amazona』que Emilia por mero instintivo había logrado. Incluso si su pelvis se fracturaba por los implacables sentones de Emilia, lo más probable es que Subaru no se hubiera dado cuenta en ese momento. Por innumerable vez terminó llenándola con todo su amor, mientras ella salpicaba sus propios jugos en el pene de su Caballero. Eso tampoco fue suficiente para ambos, se necesitaban más mutuamente.

Era como si ambos necesitaran compensar todo el tiempo y todo lo que atravesaron sin conseguir esta gratificación, 『fusión』, 『sumisión』, 『deleite』, 『salvaje』; lo hicieron de todas las formas posibles para dos novatos con mucha iniciativa, estimar las veces que Subaru vertió su viril semilla en el interior de su ángel de pelo plateado era tanto superfluo como insoluble.

Simplemente se dieron amor el uno al otro, hasta que sus cuerpos encontraron un límite temporal, con la creciente necesidad de descansar. Su cópula ciertamente no tuvo nada de amable, pero rebozaba cariño y deseo.

———Amor, que maravilloso sentimiento.

 

△ ▼ △ ▼ △ ▼ △

 

——Su consciencia accedió en un oscuro y tenebroso limbo.

No había pasado mucho tiempo desde la última vez que Natsuki Subaru había estado en este lugar.

Como en muchas ocasiones pasadas, era un mundo oscuro, donde el cielo y la tierra no tenían fin, y sólo quedaba oscuridad. Se sentía como si lo hubieran llevado allí por la fuerza, como cuando『retornaba por muerte』.

Se mantenía una sensación transitoria y efímera, como si fuera sólo una burbuja flotando en un sueño.

Dentro de esta pálida oscuridad, en los estrechos recovecos de sus vagos recuerdos, la consciencia conocida en el exterior como Natsuki Subaru flotaba en el espacio, y nadaba lentamente en medio de la negrura azabache.

Pero no solo era eso…

——Sentía que algo, algo horrible se arremolinaba a su alrededor.

Un vórtice, de hecho, era un vórtice.
El vórtice daba vueltas y vueltas, girando rápido, tragándolo todo.
Este horrible vórtice negro, tan feroz como una tormenta, tan descarnado como un relámpago, tan abrasador como el magma, iba a terminar tragándose todo a su paso mientras giraba.

Quizás era la horrible maldición que había estado durmiendo durante tanto tiempo en lo más profundo de su cuerpo.

Una maldición de la『muerte』, que nunca se había quitado, siempre entrelazada, atada, unida para siempre.

Una maldición propia de la codicia, que no vendería su vida a nadie, como si dijera: 『Ya está ocupada』

Estas maldiciones rencorosas, que por todos los medios deberían haber consumido su vida, se entrometían entre sí, se detestaban, se negaban a entregarlo al otro, se oponían y luchaban entre sí. ――Y como resultado, llegaron a una respuesta contradictoria.

Las maldiciones lo tendrían para que no dejaran perecer este recipiente.

El vórtice daba vueltas y vueltas, girando rápido, tragándolo todo.

Golpea el núcleo de este recipiente, que había sido maldecido por Bestia y Dragón, dando vueltas y vueltas...

——Era catastrófico, y aquellas voces también lo perseguían.

—“Simplemente repulsivo, asqueroso, repugnante, vomitivo. No tan solo eres pereza, también eres una amalgama de deseos inconcebibles, pecaminosos y autocomplacientes, DESu. ¡Me pregunto si alguien podría no detestar a alguien tan grotesco como tú, DESu! ¡Ooh, mi cerebro se estremece al pensar en esa posibilidad!”
Era la voz de un loco.

—“Vaya baladronada que se jacta de su propia inmundicia y trata de consolarse con los demás, ¿acaso no tenemos aquí la imperfección definitiva? ¿ante mí estará el mayor sacrilegio de desdén que angustia al mundo? ¿No debería haber sido obvio desde el principio si hubieras conocido tu lugar? Inepto… ¿Acaso sabes quién soy yo? La existencia más satisfecha del mundo. ¡¿Hasta qué punto ridiculizarás a los demás para satisfacerte, ganado humano?! ¡Eres una baladronada! ¡Un incapaz! ¡No es suficiente! ¡Es decir, si pensaras como un ser humano lógico…! ¡Es decir, que eres un subhumano, inferior como el ganado! Tu sola presencia es una violación de mis derechos. Un acto de maldad. ¡No llegues al extremo de pisotear lo que hace felices a los demás! Basura, basura, basura, eso eres ¡BASURA!”
Era la voz de un ególatra codicioso.

Nada tenía sentido para Natsuki Subaru, nada, salvo lo único que le interesaba en este lugar. Así que decidió ignorar todo lo que trataba de mortificarlo.

“…”

Fue en ese momento…

Justo frente a la consciencia de Natsuki Subaru, la silueta que buscaba empezaba a dejarse ver.

La silueta vestida de negro azabache era más vívida y oscura que la oscuridad misma.

En ocasiones, su presencia detenía el corazón de Natsuki Subaru con sus brazos y dedos, que colgaban grácilmente. Aunque esbeltas, aquellas extremidades poseían extrema ternura, ataviadas en el oscuro vestido.

En este momento, sólo disfrutaría la sensación de su presencia. Aún estaba incompleto.

Era irritante. Pero, por el momento, estaba bien. Sintió su presencia más fuerte y cerca que antes. A pesar de todo, por muy claramente que pudiera verla, Natsuki Subaru aún no estaba listo para reunirse con ella.

—“Te amo”, profesó por inconmensurable ocasión aquella voz.

Él no quería más que responderle con la retribución de ese amor… Incluso si todos los dolores atiborrados en su corazón comenzaban a pasarle factura en esta conciencia.
Fue entonces cuando, de la nada, todo volvió a ser oscuro y solo se encontraba Satella frente a él, podía disfrutar seguir contemplándola. Su futura reunión ya no parecería tan insoportable y lejana. Algo llevó a aquella conciencia liminal a pensar, «¿Qué provocó aquella repentina serenidad?».

 

△ ▼ △ ▼ △ ▼ △

 

——Mientras tanto, en el mundo exterior.

Emilia se había levantado a miccionar y revisar un poco el estado de su cuerpo levemente magullado por sus intensas actividades que se expansionaron por varias horas, esto mientras dejaba a Subaru reposando dado que él disfrutaba del tiempo onírico o; mejor dicho, él lo necesitaba mucho más que ella, después de todo, ya habían hablado de lo dificultoso que podía resultarle dormir y mantener el sueño.

Luego de terminar, abrió parcialmente una ventana del aposento para que la luz plateada de la luna que se dirigía hacia horizonte oeste ingresara a la habitación, junto a un aire agradable propio del intermedio entre el inicio del final del ocaso y la eventual bienvenida del albor. Si alguien la viera, creería que la luna y las estrellas hacían reverencia a la figura rudimentariamente ataviada de la semielfa, el aura que desprendía en ese momento era simple y llanamente mágica. En ese mismo instante, Emilia dirigió la mirada al cuerpo desnudo y cubierto por sábanas de Subaru; el cual mantenía una sonrisa tonta en su rostro, inconscientemente ella comenzó a tocar su propio vientre plano mientras se sonrojaba.

«No sería mala idea ir pensando en un nombre para nuestro retoño». Lucubró Emilia. No estaba del todo segura si de verdad Subaru había lograda fertilizarla, pero esperaba que así fuera.

No obstante, mientras ella fantaseaba un poco con una posible venidera familia propia junto a su caballero, notó que la antaño sonrisa de Subaru se distorsionaba en una expresión de angustia, eso hizo que el corazón de Emilia se desdeñada. «Pesadillas». Concluyó.

Se movió lo más rápido que pudo mientras mantenía cierta suspicacia para no despertar a Subaru, después de todo, el estilo furtivo era algo que había perfeccionado durante mucho tiempo desde que era solo una niña mimada en la aldea de los elfos.

Una vez estuvo a su lado en la cama, delicadamente lo cubrió con un abrazo lánguido, sintiendo los músculos marcados de su ahora amante y deleitándose ligeramente debido a eso.

“Estas muuuy seguro, Subaru. No pasa nada, yo estoy aquí, siempre”, comenzó a murmurar al tiempo que depositó un suave beso en la frente del niño de cabello negro, aumentando un poco la intensidad de su abrazo, “En algún momento me dirás todo lo que te intranquiliza, Subaru. Solo espero que no sea tan tarde…”, susurró la niña de cabello plateado.

La sonrisa aniñada de Subaru se reinstauró tras eso, casi parecía un pazguato agotado por el cansancio, y eso volvió a traer alegría al corazón de Emilia. Pasarían abrazados el resto de lo que quedaba noche, impertérritos a los desmanes que habían hecho en la cama, podrían bañarse cuando el sol acaparara el cielo azul.

Desde ese momento, solo una dulce melodía provendría de aquella estancia, los apenas perceptibles ronquidos de dos aparentes jóvenes amantes que estaban cada vez más cerca de lograr lo inalcanzable.

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Notes:

Parece que nuestros queridos protagonista han logrado manifestar y consumar su amor, aunque ha costado bastante llanto y desazón para conseguirlo. Sin embargo, lo importante es que, al final, sean felices.

Este es el penúltimo capítulo, si es que les agradó o tienen alguna queja, soy todo oídos para alcanzar un prontuario.
No está demás volver a convocar a cualquiera que quisiese traducir este trabajo al inglés, aunque la única retribución que pueda brindarle sea mi humilde congratulación.

Chapter 3: EPÍLOGO: ZAFRA DE PECADOS

Summary:

Todo es más gentil a ojos de un niño.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Mucho tiempo después…

Los aposentos del rey y la reina eran un enigma incluso para los demás residentes del castillo real, los motivos eran simples: la cámara estaba insonorizada por magia inquebrantable de la propia reina y, como era de esperarse, solo ellos dos compartían la habitación, salvo en escasas ocasiones cuando dieron acceso a sus hijas. En esencia no había cosa más destacable que lo abigarrado del lugar. Entonces, reculando a lo inicial ¿Cuál era la necesidad de aislar los ruidos del interior y encargarse de su ordenamiento en lugar de encomendárselo a los mayordomos?

En el centro de la amplia e inconexa estancia se encontraba una extensa cama de sábanas escarlatas desparramadas, el asunto que suscitó este estado seguía llevándose a cabo pese al albor cuya tenue luz se filtraba por las ventanas.

Ensordecedores barritares eran proferidos por una mujer de cándida apariencia, lo cual contrastaba con sus desvergonzados y lascivos gemidos. Esos alaridos no eran lo único que reverberaba en la habitación, ciertos gruñidos de placer la acompañaban, de vez en cuando estos eran apagados por un tañido similar al que se hace al ingerir algo con esmero.

En medio de la deshonrosa acción, tras alcanzar su innumerable clímax mutuo de la jornada, la dama se tomó un instante para preguntarle a su compañero de manera enervada:

“Amor, ya está amaneciendo y casi no hemos dormido ¿Crees que deberíamos parar?”

“No lo sé”, repuso un hombre de cabello negro. “¿Quieres que nos detengamos, Emilia-tan? La audiencia real se da aún a medio día, no hay algún asunto extraordinario que nos requiera, y las niñas han heredado tu tendencia a las siestas largas”

“Es cierto, pero ¿Qué hay de Tonnura? Si, sé que Frederica resguarda su habitación y sus necesidades junto a demás sirvientas de la misma calaña, pero el amor matutino de sus padres no debe retrasarse”, zanjó la reina mientras una vaharada cálida liberada en su zona privada la hacía estremecerse y desear más, si fuera honesta consigo misma, nunca tenía suficiente de su amor. “¡Oh, vamos! No hagas que mi determinación ceda ante tus argucias lujuriosas”

El rey solo le dedicó una sonrisa maliciosa a sabiendas de que su esposa no podría verlo por la posición en la que se encontraban. Sentía que le tenía a su merced.

“Ya te dije ¿Quieres que nos detengamos? Amo a mis hijos, los amo demasiado, pero también te amo demasiado a ti, y no puedo dejarte desatendida”, replicó el rey mientras besaba la zona prohibida de su reina, ganándose un dulce gemido de su parte; a la vez, bajó las manos endurecidas desde sus voluptuosos glúteos a sus corvas, en señal de que se retiraría si ella se lo solicitaba.

“Siempre has sido tan injusto, Subaru”, sentenció la Emilia. “Sabes que no puedo dejar de desearte”, declaró justo cuando depositaba un beso en la cabeza de la polla de su rey.

Exactamente cuándo Natsuki Subaru estaba listo para una enésima ronda mañanera, Emilia aplastó sus esperanzas de manera despiadada.

“Pero a pesar de que estoy taaan enamorada de mi maravilloso esposo, mis hijas van primero”, dijo mientras se levantaba y rompía la posición de sesenta y nueve, “por compasión, en esta ocasión yo arreglaré nuestra alcoba”, permitió Emilia con una sonrisa pulcra, a pesar de los profusos fluidos corporales que perlaban y hacían brillar sus pechos, su rostro, y su zona inferior.

Subaru trató de aducir para persuadir a su señora esposa de prolongar su sesión de amor, pero todo cayó en odios sordos.

Si no fuera por la insonorización de la habitación, el rugido de frustración del rey habría hecho eco por todos los pasillos del castillo, hasta las almenas, y quizás más allá.

 

△▼△▼△▼△

 

Natsuki Chochorina siempre fue una niña tan risueña como inquieta, una chiquilla diligente para las travesuras y perezosa para las responsabilidades, usualmente se regodeaba de las derrotas Garfiel contra Reinhard, pululaba junto a Penélope Barielle y platicaba con Beatrice, si bien esta actitud podría ser problemática, había algo de lo que ella rebosaba: amabilidad.

Desde que tiene uso de razón y facultad para pensar, ella veía a sus padres como lo más magnifico del mundo; en más de una ocasión se había escabullido en la ornamentada sala del trono para chismorrear las audiencias que brindaban sus padres a los diversos conflictos e imputaciones que el pueblo llano de Lugnica planteaba. Había de todo, incluso temas que ella, por su exiguo conocimiento sobre el mundo, no entendía del todo; como aquella oportunidad en la que una mujer acusaba a su esposo de amar a otra mujer y haber hecho cosas malas con ella, «no tiene sentido, dos personas se casan solo cuando realmente se aman, eso me lo aseguró mamá.»

Durante estas recepciones, a Chochorina siempre la cautivaba tanto las posturas regias como los rostros de sus padres: sus miradas pétreas o afables, la faz impertérrita que ponía su madre, el rostro severo que adquiría su padre acentuado por sus ojos aterradores, todo de acuerdo con la situación que tuvieran que afrontar, y valorando como su decisión repercutiría en las vidas de muchos individuos de su reino. Ambos asesorados por sabios y senescales en sus flancos a la vez que unos treinta soldados con sus espontones en ristre los protegían desde las esquinas del descomunal salón, y dieciocho ballesteros los vigilaban gracias a los balcones internos de la cámara.

A todo eso, ver lo congestionado que podía ponerse el rostro de su padre, apretado por el jubón con ribetes de armiño que se veía forzado a emplear para estos eventos, realmente se provocaba un poco de gracia, con frecuencia ahogaba risitas para no ser descubierta. De su madre no podía expresar lo mismo, ella acostumbraba a llevar un tokar para cada ocasión, ya se dé añil, blanco, morado, fucsia o una aleación de varios colores, los ribetes de oro hacían que fuera la viva imagen de la belleza que Chochorina quería ostentar de mayor.

La niña en sí tenía unos rasgos limpios, lozanos y bonitos, más allá de la belleza propia de la niñez y su aura de inocencia. A sus ocho años exudaba una ternura capaz de enternecer y hacer transigir incluso a aquellos que inicialmente planeaban reprenderla: tenía la innata capacidad de dilatar tanto las pupilas como las iris de sus ojos negros pero redondos cuando pedía algo que realmente deseaba conseguir, aunque no fuese más que un capricho. «Si tan solo fuera capaz de hacer caer mis orejitas puntiagudas, nadie se resistiría a mi terneza. ―Solía especular la niña.»

Al igual que su más sensata hermana mayor, ella tenía una gran debilidad por mantenerse en cama, no obstante, si se trataba de una travesura, ella sin incertidumbre ni titubeos podría madrugar; lo cual nos lleva al desarrollo actual:

“¡Injusto! ¡arbitrario! ¡desalmado! ¡abusivo! ¡papá malo!”, espetaba la niña con voz chillona, mientras una fuerza invisible la hacía subir hasta la cúpula del castillo y la mantenía flotando.

“Pero escuchen a la princesa, que dramática, usando palabras que probablemente no entiende, sin duda una digna hija de la reina en funciones”, bufó el rey mientras usaba「providencia invisible」para hacer levitar por los aires a su amada hija. “Recuerdo perfectamente que ayer estabas carcajeándote porque te hice volar de esta misma forma ¿A qué se debe este cambio burdo de opinión? ¿Será que guarda relación con que, siendo tan dormilona, te haya descubierto a punto de hacer una travesura a estas horas?”

Chochorina dio un respingo y, dejando de debatirse en el aire, alzó sus pequeños brazos de marfil en señal de rendición.

“Papá… te prometo que no era nada malo”, juró Chochorina. “Es que los espíritus me dijeron que habían dejado sus coronas sobre el trono y quería probar como me quedaba, solo eso”

“Vale, vale. Pero debes pedir autorización para eso, sabes muy bien que mamá y yo te lo concederemos”, resopló el rey mientras bajaba a la niña en ondulaciones, como si fuera una bandera hondeando al viento, “además, por más llamativa que sea la corona, pesa sobre la cabeza casi tanto como el gobierno del reino, los vítores no se ganan si no haces más que deambular, hija mía.”

“Alcyone es quien será la reina, no yo”, apuntó la niña, en su tono solo se percibía indiferencia, no era un tema que le interesase en lo mínimo.

“Independientemente de eso, debes comportarte como la princesa que eres, no más reyertas por el jardín y, en la medida de lo posible, evita tus fechorías a lo largo del castillo. Oye, no me dedicas esa mirada, te lo digo por tu bien, creo que te solicitaré un maestro de modales”. Su padre había ganado cierta inmunidad a los efectos conmovedores de su artimaña, aun así prefería apartar la vista cuando ella ponía su mirada de niña desamparada.

“Siempre me lo dices, papá. Casi tantas veces como las que dices que me amas”, Chochorina ya había puesto los pies sobre el enlozado piso, con las suelas de sus botas manchándolo. “Te doy mi juramento solemne de comportarme como la princesa que soy: de hoy en adelante trataré… de hacer menos diabluras y me centraré en estudiar o reforzarme mis「artes espirituales」”, consagró con la mano derecha levantada y la palma abierta, a su vez que su mano izquierda con los dedos cruzados estaba tras su espalda.

Su padre le dedicó una mirada inquisitiva antes de esbozar una sonrisa de credulidad.

“Muy bien, ya que como castigo no te permitiré probarte ninguna de las coronas, tienes todo el día para reflexionar sobre tus acciones”, dictaminó.

El atuendo actual de su alteza era, básicamente, la ropa que solía llevar bajo las extenuantes capas de tela fina que lo ataviaban en las audiencias, ceremonias u otros asuntos importantes. Chochorina se preguntaba si él se enojaría en caso ella le lanzara un chorro masivo de agua, pero despejó esos incipientes pensamientos dañinos de su mente.

“Entiendo, de todas formas ya he ganado algo al hacer que me levantas por los aires con tu poder misterioso…”

“Se llama Providencia…”

“Si, es que elegiste un nombre singular, papá”

“Pero mira quien habla de emplear palabras rimbombantes”, dijo su padre a la vez que la tomaba de sus cachetes regordetes y, tras contemplarla en añoranza, la abrazó con sus grandes brazos y sus manos encallecidas, “te quiero mucho, mi amada hija, y nunca me agotaré de decirlo día a día”, declaró.

“Yo también los amo mucho, a ti, a mi mamá, a mi hermana, a mi hermanito, a todos”, musitó a la vez que trataba de devolverle el abrazo a su padre, más sus cortas extremidades no se lo permitían en su totalidad. “Me gusta muuucho que vuelo gracias a ti, sé que nunca me dejarás caer”

“A tu mamá le también le encanta que use esa autoridad a solas de vez en cuando”, informó Subaru, diciendo el final con una voz queda. El debacle en su rostro solo hizo que Chochorina se confundiera mucho más.

«¿Mami es tan infantil? Ni a siquiera Alcyone le gusta jugar así ya que dice que son “niñerías” ―se atolondró.»

“¿A mamá también le gusta jugar de esa forma?”, cuestionó con el ceño fruncido.

Su padre parecía nervioso, incluso avergonzado; se había afeitado la barba, por lo cual se veía bastante más joven para los treinta y cinco años de los que alardeaba. Parecía como si hubiera cometido un gran desliz irremisible, pero se recompuso en un segundo y soltó:

“Si, a veces, nunca es malo aferrarse un poco el espíritu infantil que se lleva dentro ¿no crees?, por eso en ocasiones tu mamá y yo jugamos, sí, solo eso”, validó el rey mientras se levantaba y le dedicaba un gesto de aprobación.

Antes de que Chochorina pueda seguir poniendo en tela de juicio la respuesta de su padre, una voz de campana plateada prorrumpió en un grito:

“¡AMOOOR!”

Ambos; padre e hija, dirigieron su atención hacia la masiva puerta de marcos tachonados con oro y piedras preciosas multicolor del lado izquierdo, por ella se asomó una silueta femenina adornada con un vestido violeta plisado; el atisbo de su sonrisa era visible pese a la distancia.

“¡Subaru!, ¡Chochorina!”, llamó mientras se acercaba con zancadas enérgicas, ver a su madre feliz no era inusual, pero contrastarla con su comportamiento durante asuntos reales resultaba desconcertante, empero, los sinuosos ir y venir de los reyes nunca habían obstaculizado brindarle cariño a sus por ahora tres hijos.

«Papá y mamá son increíbles ―sí, para Chochorina no existía hecho más evidente.»

Habiendo llegado hasta ellos, su madre se acuclilló frente a ella para comenzar a cubrirla con besos por todo su rostro, luego, al levantarse, procedió a besar a su padre en los labios.

A diferencia de otros niños de su edad, Chochorina no veía las muestras de amor entre sus padres como algo nauseabundo o bochornoso, todo lo contrario, ella se consideraba la principal alcahueta del castillo, y una fanática del amor entre la reina y el rey.

“Bueno ¿Qué hace mi terroncito de azúcar despierta tan temprano?”, interpeló la reina con premura.

Chochorina estaba a punto de exacerbar a su madre con el asunto de los「momentos de esparcimiento」que presuntamente tenía con el rey, pero su padre la atajó con una carraspeo de complicidad.

“Encontré a nuestro retoño pendoneando porque, para su angustia, no podía dormir”, informó su padre con un rostro entristecido mientras acariciaba su melena plateada, “me dijo que tuvo pesadillas y que quería presenciar su hermanito para que el pavor se le atenuara. Mi amor, creo que deberíamos llevarla para que cumpla su deseo, después de todo vamos a ver a Tonnura ¿No?”

El embuste le salió a su padre de manera tan natural que Chochorina pensó que se había pasado mintiéndole a su madre desde hace cuatrocientos años, «no se miente, no se rompe las promesas, no se jura en vano ―era el lema que si madre le había inculcado», la niña sintió cuita, pero decidió seguirle el juego a su padre para evitar regaños, siempre le ocultaban demasiadas cosas, y no siempre será una niña. Entonces, ante su expectante madre, ella corroboró:

“Sí, mami, papi; no he podido conciliar el sueño. Estuve toda la noche revolcándome en mi cama, tuve un mal sueño con… eh… un gran dragón malvado que incineraba todo…, Valgren, sí, fue realmente horrible, creo que deberíamos presentar una demanda real contra Liliana por hacer tan vívida su canción o algo así, ya saben, restringir sus visitas y que se límite a entonar solo canciones con historias bonitas, como la que compuso sobre ustedes dos. Nada con bestias feroces que devoran personas.”

Las palabras se le atascaron, sintiéndose atragantada y con la lengua aterida, pero, en su inconmensurable inocencia y apoyándose con una postura alicaída, creyó haber convencido a su madre.

“Ya veo, es reeealmente desgarrador, no te preocupes hija mía. Está decidido, los tres vamos a ver a tu hermanito ¿podrías adelantártenos? Quiero concertar algo con tu padre”, dijo la reina al depositar un beso sobre la frente de su hija.

La princesa, sin atisbo de malicia, movió la cabeza en señal de afirmación para emprender su marcha hacia la alcoba de su hermanito. Al llegar al umbral de la puerta, justo bajo el dintel de oro, volteó la mirada y vio como su madre se separaba de la oreja de su padre, al hacerlo, le pareció notar que las rodillas del rey temblaban y su semblante se volvía desesperado, como la de un acusado que acaba de recibir la pena capital, le haya dicho lo que le haya dicho la reina, pareció dejarlo burlescamente destrozado y, para empeorar las cosas, confirmó la sospecha de Chochorina.

Su madre no había caído en la mentira, ella lo había discernido desde que su padre inició con su trápala. Honestamente, pareciera que la reina conociera a su esposo desde hace muchos siglos, nada se le puede filtrar a no ser que lo permita, «no se miente, no se rompe las promesas, no se jura en vano ―recordó la niña, no debía ir contra esa enseñanza.»

La caminata por los adornados y laberinticos pasillos fue más breve de lo esperado, su padre la llevaba sobre sus hombros anchos mientras Chochorina se imaginaba estar justando para conseguir como recompensa algún dulce empalagoso cubierto tanto de chocolate como de vainilla. Ambos cónyuges estaban tomados de las manos y hablaban sobre las mundanidades de la rutina, el cabello plateado de su alteza hondeaba notablemente pese a las leves briznas del rezagado aire primaveral que ingresaba por las ventanas semiabiertas, era palpable que, pese al incidente de hace poco, los monarcas se amaban con una intensidad sin igual, inmensos como el cielo plagado de estrellas.

La portería de la habitación del príncipe era bastante más reducida que la de la sala del trono, no obstante, su tamaño seguía siendo enorme en parangón con las puertas de alcobas comunes para los sirvientes, no fue necesario llamar, la puerta estaba abierta.

En los aposentos de Tonnura reinaban la calma y el silencio. Frederica se había decidido instalar en ellos; a su vez los reyes habían estipulado que las habitaciones aledañas fueran ocupadas por las demás mucamas y criadas.

“Altezas”, susurró Frederica como saludo mientras hacía una elegante reverencia, todo en ella parecía fino y regio, “princesa”, añadió al notar la presencia de Chochorina. “Asumo que han venido a ver al príncipe, pero eh de advertiros que aún duerme plácidamente”, informó con una sonrisa que hizo relucir sus filoso dientes.

Naturalmente, Tonnura apenas tenía un par de semanas de haber nacido, sus actividades se circunscriban a dormir, comer, respirar, llorar y otras necesidades biológicas. Con pleno conocimiento sobre eso, su madre se acercó de puntillas hacia la cuna de roble decorada con zafiros y ópalos incrustados, dedicándole una mirada de cariño a lo que esta contenía.

“Hasta ahora todos mis hijos han heredado mi dificultad para levantarse de la cama, pero los rasgos de mi esposo se están imponiendo y aplazando los míos, cabello negro adusto, aunque aún ralo, sus ojitos; ahora cerrados, también tienen el color del pedernal, como los del rey y mi segunda hija”, masculló su madre con nostalgia, sin dirigirse a nadie en particular, “sus orejitas y la forma del contorno de ojos son lo único mío que persiste en él”

“Eso quiere decir que será muy atractivo y podrá ganarse fácilmente el corazón de las más hermosas doncellas”, bromeó el rey, ganándose un ademán de que guarde silencio por parte de todos, incluso de Chochorina, “perdón por el volumen, pero la verdad es irrevocable”

Urdiendo un corto momento, Chochorina también se dirigió a la cuna mientras sus padres, con voz baja, compartían bromas y halagos sobre su hijo.

Natsuki Tonnura estaba adquiriendo un color bronceado, casi moreno, otra muestra del linaje de su padre. Chochorina recordaba haberlo visto luego de su nacimiento, parecía una bolita rosada y esponjosa que lloraba y gemía como si vivir le resultara un calvario, ahora estaba tan calmado que le provoca zozobra imaginarse que alguien lo despertara precipitadamente, las mucamas solían decirle que él no sería de su misma ralea, quizás alguien más flemático y centrado con poca tendencia a las escaramuzas, sin embargo, tras escudriñar más minuciosamente el rostro apacible de su hermano, ella supo quién sería su futuro compañero de travesuras.

“No puedo esperar a que puedas hablar, hermanito”, murmuró.

Nadie pudo escucharla, pero le pareció ver una floreciente sonrisa plasmada en el rostro infante del príncipe.

 

△▼△▼△▼△

 

En los pretiles meridionales del muro interno del castillo real soplaba un viento casi veraniego; síntoma del próximo cambio de estación, los adoquines del pretil eran de color gris: desgastado, triste, deprimente, completamente contrario a la actitud de la niña un-cuarto-elfa que corría feliz sobre este, sin apartar su objetivo de la mente mientras aceleraba su velocidad.

«Mi hermana dijo que vendría a entrenar, no voy a faltar en esta oportunidad ―aunque de aquella convocatoria ya habían transcurrido casi tres horas y media―, es que Rem prepara manjares que luego incurren en el sueño.»

El adarve se hacía cada vez más estrecho con cada zancada de la princesa, dentro de no mucho solo permitiría el paso de una persona robusta, «pero podrían hacinarse cuatro personas como yo.» Mientras progresaba y saludaba a uno de otro guardia con cotas de malla y yelmos de hierro, Chochorina divisó más adelante a una niña tan pequeña como ella; pero rubia y con un peinado estrambótico que emulaba torbellinos a cada lado, se encontraba con los codos reposando sobre la almena intermedia a dos prominentes merlones de piedra laja, dirigía su atenta mirada al jardín interior del castillo sin apartarla aún con los evidentes ruidos que provocaban cada pisada de Chochorina. La absortes del Gran Espíritu no era algo extraordinario teniendo en cuenta el espectáculo que se gestaba en el pensil.

El banquete vespertino había consistido en carne asada y pescado fresco, todo regado con los excelentes tintos de las bodegas del castillo, por supuesto, no pudo faltar el suculento aditamento que su padre había difundido: la mayonesa era el condimento favorito de la realeza, por lo que nunca faltaba en la mesa. A todo eso se le debía añadir el roscón elaborado con una masa dulce con forma de toroide adornado con rodajas de fruta confitada hecho por Rem. «Hermana, quisiera que vengas a verme, tengo algo para mostrarte ―había sugerido su hermana tras el almuerzo.» Pero la saciedad azuzó la desidia de Chochorina.

Mientras se zarandeaba a sí misma, Chochorina no notó que estaba a punto de colisionar contra Beatrice. Sin la capacidad para frenarse a tiempo, solo pudo disculparse de antemano.

“¡Lo siento Beakooo!”

“Murak”

“¿Eh?”

La interjección interrogativa de la princesa quedó en el aire, como ella misma. Beatrice había empleado en ella una magia capaz de reducir el efecto de la gravedad, justo cuando la niña estaba a punto de expresar su deseo de ser bajada…

“Auch”, el golpe lo recibieron sus articulaciones, la solidez de los adoquines no fueron compasivos cuando sintió choques eléctricos expandirse desde sus codos y rodillas al resto de su cuerpo, lo cual le provocó jadeos tanto por el cansancio como el dolor hasta que se recompuso.

“Llegas tarde, de hecho”, informó la niña rubia.

“Es que estaba muy…”

“¿Qué te repiten tus padres hasta el hastío?”, sin esperar respuesta, Beatrice continuó: “Que no mientas, por ahora no son más que filfas inocentes de una niña pequeña, supongo, pero si no se regula ahora, en un futuro podía volverse un gran defecto, de hecho”

“… Me volví a quedar dormida”, repuso arrepentida.

“¿Ves? No era nada complicado”, sonrió Beatrice, Chochorina a veces sentía que se encontraban en una competencia tácita por demostrar quien poseía más ternura, “tu hermana también solía mentir con frecuencia, lo haca hasta hoy en día, de hecho. No te sientas mal. Hablando de tu hermana, si bien no tiene tanta afinidad espiritual como tú, parece que acredita más habilidades”

Oteando nuevamente hacia el jardín, pudo distinguir a los dos contendientes en una práctica de esgrima, estaban cubiertos por cota de malla y, sobre esta, una armadura de cuero endurecido que los protegía un poco más de los posibles moretones, estos contrincantes se atacaban con espadas embotadas de punta roma, aunque ninguno lograba acertar un golpe contundente en su rival. No tardaron mucho en dar por concluido el intercambio y el entrenamiento en sí.

Una vez se retiraron el yelmo, Chochorina pudo diferenciar quien era quien: el joven de cabello púrpura claro y ojos índigos que resaltaban su rostro simétrico y elegante, la otra era la joven de cabello negro como el azabache y ojos de amatista aguzados y huraños «los primogénitos de mi familia heredan esa forma de ojos ―había confesado su padre en alguna ocasión, a Chochorina, como a su madre, le parecían un tipo de ojos fascinantes y penetrantes de convicción.» Ambos jóvenes cruzaron miradas y sonrisas mientras cuchicheaban sobre algo que no llegaba a los oídos de Chochorina.

“Sin duda serian buena pareja”, dijo sin meditar, no esperaba que ese comentario saliera de su mente.

“… Ni se lo digas a tu padre, se volvería loco si le comentaran que Alcyone se siente atraída por Jurian, de hecho, la sola idea de que su hija se enamore de alguien lo aterra, supongo”, advirtió Beatrice.

“Vamos, por más… ¿tsundere? Si, creo que así era. Por más que trate de esa manera al caballero Julius, ambas sabemos que le cae muy bien, y su hijo no es la excepción, Jurian me parece bueno para mi hermana, seguro mi papá opina lo mismo y dudo que mi mamá se muestre en contra”

Beatrice la miraba, atónita.

“¿Cómo es que una mocosa de tu edad alega saber tanto sobre las relaciones, me pregunto? Aún no eres capaz ni de levantarte a tiempo y estas emparejando a los demás, realmente indignante, de hecho”, profirió Betty levemente escandalizada.

“Pues mis padres son llamados como「los reyes más amorosos de la historia de Lugnica」está en mi sangre saber sobre el amor”, aseguró Chochorina con orgullo.

“Y-y ¿Cómo sabes que tus padres son denominados de tal forma?”

“Yo me encuentro en cada recoveco, en cada escondrijo…”, estuvo a punto de decir que también salía del castillo, pero se abstuvo, sus otras「habilidades」estaban mejor en secreto, “no existe lugar en el castillo por el que no haya pasado, así que en algunas de mis idas y venidas escuché que ciertos miembros de la corte, mozos, cortesanas y hasta mayordomos los llamaban de esa forma entre regodeos”

En realidad Chochorina no entendía muy bien el motivo tras estos chismorreos, ni que los instigaba, ella era una niña de estilo frugal que no hurgaba demasiado en lo que no comprendía «el que busca donde no debe, se entera de lo que no quiere ―le había sermoneado su padre.» No obstante, a sus ojos, el apodo de sus padres no era algo malo ¿Cómo el amor podría ser algo negativo?

Beatrice, en discrepancia con ella, tenía un rostro en alarma y un sonrojo amainado.

“¿Y sabes por qué los llaman de esa manera?”

“¿Por qué se besan a menudo?” ofreció Chochorina con su dedo sobre su mejilla en postura meditabunda.

Beatrice dejó salir un suspiro de aparente alivio mientras farfullaba con voz tan baja que a la princesa le resultaban ininteligibles los comentarios que lanzaba. Adquirió un puchero por la incertidumbre recién incitada sobre el tema de sus padres cuando, desde el jardín interior, el repiqueteo del metal y las despedidas joviales la hicieron volverse con presteza. Su hermana estaba ya sin la armadura de cuero y se lavaba el rostro sonrosado con el agua de una jofaina, de Jurian Juukulius ya no quedaba rastro salvo por la flor de pétalos lavanda que su hermana se había puesto sobre el cabello indomeñable y húmedo. Alcyone las atisbó tras secarse la cara con una toalla y las llamó, ante lo cual Chochorina asintió y le dedicó una mirada taimada a Beatrice, hecho que no pasó desapercibido por la loli-espíritu.

“¿Por qué miras tan sospechosamente a Betty, me pregunto” cuestionó con sus ojos de iris mariposa entornados.

“Solo confía en mí”, sugirió Chochorina mientras daba un salto para pararse sobre una almena, amenazando son dejarse caer hacia el vergel.

“¿¡Qué haces!? ¡de aquí al suelo son más de diecinueve varas, de hecho!”, observó Beatrice, “espera, puedo usar murak y estaremos ahí en un santiamén, no tienes porqué precipitarte, supongo”, acotó.

«Cree que soy una tonta irresponsable, pues le demostraré que, aunque tenga razón en parte, no me excedo de temeraria», sin más prorroga, Natsuki Chochorina se dejó caer. Beatrice, sintiendo su gaznate seco, corrió para conjurar su hechizo, cosa que no logró concretizar al ser sorprendida por el sorteo de la princesa.

“¡Furavuela!”, fue el conjuro que anunció Chochorina, dicho nombre lo había inventado en colusión con los espíritus que constantemente la acompañan. Por su puesto, eso no interfería en que era magia de viento, una afinidad mágica que ella misma no sabía que tenía hace tres días. “¿Qué te parece, Betty?”, interpeló mientras bajaba al patio con una velocidad prudente.

Arriba, Beatrice la miraba perpleja mientras tartamudeaba.

“Ese artificio ni siquiera existe, ¡de hecho!”, ensartó, “Además ¿Desde cuando tienes afinidad mágica con el viento, me pregunto? Solo tenías dominio sobre el agua y el fuego, supongo”

Chochorina sintió el suelo suave debido al pasto, las suelas de sus botas volvieron a ensuciarse con tierra, haciendo un gesto a la espíritu para que baje con “Murak”, ella comenzó a explicarse.

“No te enojes, Beako. Ni siquiera es magia voladora, eso requiere de una combinación ideal entre magia de viento, tierra y yang. Además, creo que yo seré tu futura contratista ¿O es resultará mi hermana?, en mi defensa, yo tampoco sabía lo de mi capacidad sobre la magia de viento, simplemente apareció”

“Deben ser tus descomunales reservas de mana, supongo”, Beatrice lucubró un momento, “por otro lado, el año pasado le dijiste a Odglass que la contratarías cuando seas mayor, no puedes bromearle a un gran espíritu y salir indemne, de hecho, nuestro contrato dependerá de si ella está de acuerdo en compartirte, cosa que dudo en extremos, supongo”

La princesita lo recordaba, según aseguran sus padres, desde que ella nació fue bendecida con la gracia de los espíritus, esto se puso en evidencia cuando, tras atenuarse las tensiones entre el Reino Dragón de Lugnica son su vecino hiperbóreo; el Santo Reino de Gusteko, pudieron conocer al Gran Espíritu del agua en la cima del monte Pardochia. La llamada Madre de Gusteko inicialmente fue tan gélida como el reino del cual elige al rey, sin embargo, solo hicieron falta una cuantas interacciones para que resultase cautivada por la segunda princesa del reino de Lugnica, cosa que sus padres, su hermana y el resto de la comitiva no pasaron por alto. Mientras la nieve caía constante, sempiterna e inclemente sobre la montaña sagrada que helaba hasta el tuétano, Odglass dijo que se mantendría la paz y, frente a todos, aseguró que ella podría convertirse en su futura contratista. «Ese “podría” escondía un “deberá”»

“Eres una bendición para nuestro mundo”, había asegurado el imponente ser con los carámbanos de salmuera brillantes por la iluminación inconsistente de las hogueras titilantes.

«Quizás debido a eso mi padre se ha vuelto más estricto con mi actitud ―reflexionó la niña.»

“Eso fue un poco unilateral… Pero si, lo recuerdo bien”, repuso al fin Chochorina un poco alicaída. No era que la idea de ser reina le desagradara, simplemente no la atenía.

“Ya te hemos dicho que no te arriesgues”, le recordó una voz agotada pero prístina.

Sin previo aviso, la invadió una sensación pungente proveniente de su oreja izquierda, lo cual casi la hizo lagrimear, la sensación le era familiar a Chochorina, la misma que solía asediarla cuando estaba perdida viendo el dosel de terciopelo rojo y blanco de su habitación con somnolencia.

“Lo siento”, dijo en sumisión, haciendo acopio de sus capacidades actorales, “solo estaba jugando con nuestra hermanita”

Aquella añadidura se ganó una risa honesta de su hermana y protestas de parte de Beatrice.

“¿Qué te hace creer que yo soy vuestra hermana, me pregunto? De hecho Betty es mucho mayor que ustedes dos y soy contratista y confidente del rey, además de amiga cercana y consejera de la reina, ustedes son algo así como sobrinas para mí, supongo”

“No es por llevarte la contraria, Beako, pero la relación que llevas con mis padres estriba en la de una hija”, apuntó la primogénita de sus altezas. “En primer lugar, ambos han dicho que te ven justamente como la primera hija que tuvieron”, añadió con una sonrisa ladina.

“¿C-cómo es eso posible? Si Betty…”, quedándose muda, Beatrice se devanó los sesos librándose del encono, cayendo en cuenta de que era cierto, cada interacción con sus majestades era la que ellos tendrían con un vástago adorable, “esto es inadmisible e irremisible, de hecho, por eso cuentan cuentos a Chochorina y a mí…”

Beatrice comenzó a quejarse, ganándose consigo sonrisas de las princesas quienes la abrazaron y, para fomentar aún más su desazón, la llamaban: “hermanita, hermanita, princesa Beako”. De no ser porque la sostenían, muy probablemente el gran espíritu, sonrojada, hubiera caído de bruces.

El parco viento que soplaba en el jardín interior del castillo no era comparable con el vendaval que azotaba los muros y su adarve. En ese lugar, sentadas sobre el césped estaban ambas hermanas, Alcyone trenzaba minuciosamente el cabello plateado de Chochorina con escrutinio a su propia obra, avanzando con calma en sus trenzas y añadiéndole flores de diversos colores para decorarla. Diametralmente discordante a lo que otros podían creer por sus interacciones casuales, ambas se consideraban bastante compatibles cuando pasaban momentos de relajación.

Natsuki Alcyone estaba a poco de cumplir los dieciséis años, la primogénita de la realeza había pasado situaciones bastante diferentes a las de su hermana menor, y posiblemente mucho más de las que atravesará su hermano, en tiempos donde el encono y rencor contra los semielfos aún no se había disipado pese a los nuevos reyes, quizás ella no lo recordaba claramente, empero, eso había forjado su forma de ser. Si una reina debía ser multifacética, Alcyone cumplía en creces ese requisito; regia en las ceremonias, elocuente en los discursos, persuasiva con los nobles y benevolente con los aldeanos, dulce con su familia y amigos, impávida ante las dificultades y, por si eso no fuera suficiente, se estaba formando como una guerrera cuyas habilidades eran consideradas halagüeñas por los caballeros de más renombre. De su belleza no podía decirse mucho más que ufanarla, era una fusión perfecta entre su padre y madre, si tuviera que destacar un rasgo, al menos para Chochorina, lo mejor eran sus ojos amatista aguzados como si sopesara todo su entorno de manera perenne.

Como resultado, era natural que ella le dedicara sermones:

“Papá y mamá son increíbles, no hay duda de eso. Sin embargo, cada uno forjará su destino, para bien o para mal, somos princesas, y puede que ambas lleguemos a ser reinas algún día ¿Sabes cuál es la virtud que debe primar en un buen rey?”, preguntó su hermana ahora ataviada con una sobrevesta guinda.

“¿La amabilidad?”

“Responder con una pregunta no es adecuado, pero entiendo”, Alcyone tomó una pausa para maquinar, “sin duda la amabilidad es una de las virtudes con las que debe contar un buen rey, empero, no es la principal. Y no, no te adelantes, tampoco es la fuerza o la justicia, mucho menos el mero hecho de pactar con Volcánica u Odglass en el caso de Gusteko, estos son parte de algo más esencial… La sabiduría, hermana mía, un buen rey o una buena reina deben rebosar de la sabiduría: el mundo no es perfecto o etiópico, hay que saber cuando actuar de manera amable y cuando ser un poco más dura, padre y madre se convirtieron en lo que son hoy en día porque superaron una odisea de dolor para poder sonreír junto a las personas que quieren, es hermoso, pero cuando uno tiene a una nación a la que dirigir, no puede dejarse llevar por sus intereses o actuar de manera prerrogativa, no importa que tanto aprecies a alguien específico, el pueblo siempre debe estar primero. Existirán personas que te amen en igual medida de las que te odiaran, quien sabe, pero mientras hagas lo correcto para tu pueblo, escuchando a tus consejeros y valorando tanto las posibilidades como las consecuencias, todo estará bien. Muchos no saben lo que desean, a esos se los debe encaminar en lo correcto. Quiérelos a todos, disfruta de tu niñez, pero no olvides cuál es tu destino, no olvides quién eres y, si alguna vez fallas, asegúrate de tener la convicción para volver a levantarte”

“Lo tendré siempre presente, hermana”, prometió la niña, aún muy joven para asimilar todo lo dicho.

El silenció reinó un instante entre ambas, hasta que Alcyone finiquitó la trenzada y le tocó el hombro.

“¿Quieres que te muestre una habilidad propia?”, propuso su hermana con un murmuro.

“Si, a ver si eres mejor que yo en la magia”, replicó Chochorina.

“¿Cómo sabes que estoy hablando de una capacidad mágica?”

“Sencillamente porque has estado entrenando con la espada, todo fue físico, asumo.”

“¿Segura que no tienes alguna protección divina de la perspicacia o algo así?”, curioseó Alcyone.

“No lo creo, a veces los espíritus me hablan… Mas allá de eso solo soy una pequeña inocente eh indefensa inquieta”, señaló.

Esbozando una sonrisa de camaradería, Alcyone la hizo levantarse y le señaló el lugar al que debía dirigirse. Inicialmente encumbrándose a trompicones, Chochorina pasó por el lado de la palangana llena de agua ahora turbia y sucia que su hermana empleó para asearse. A unas nueve varas con un codo, su hermana le dijo que se detuviera.

“Lánzame esa piedra”, solicitó Alcyone.

“… ¿Eh?”

“Solo hazlo”, reiteró mientras adquiría una posición defensiva.

El sol remanente del equinoccio de primavera se mantenía en el cielo, más inclinado hacia el oeste porque ya era la hora del elemento de fuego, la piedra de un quintal más una arroba estaba asida con fuerza por Chochorina mientras esta trazaba la dirección para lanzarla; la contextura no demostraba la verdadera fuerza que poseía la niña. Ella había aprendido a confiar en su hermana, pocas personas eran tan jóvenes y sensatas, pero en este momento vacilante por la solicitud irreverente, tuvo que advertirle.

“¿Si sabes que soy muuuy fuerte?”

“Cuento con eso, hermana, además… Yo soy más fuerte”

Cerrando sus ojos, Chochorina utilizó una proporción adecuada de su fuerza; con el tronco inclinado hacia delante, paralelo al suelo. La pierna de apoyo flexionada, mientras que llevaba la pierna libre hacia la parte posterior del límite imaginario. Su cuerpo se movió desde la parte delantera del pie hacia el talón derecho. Su tronco abandonó la posición inclinada, soltando la gran piedra desde su mano derecha con tal fiereza que, de no haber impedimentos, podría hacer causado un agujero en el muro de granito a veinticuatro varas de ahí. “¡Te lo advertí!”, gritó al final.

No obstante, un: “verschwinde“ la hizo enderezarse, contemplando como su hermana ofrecía su antebrazo medial anterior descubierto para frenar la piedra que ejercía como proyectil de trabuquete, sin embargo, una sombra negra como el ébano engulló el brazo de Alcyone y, al ser alcanzada por la piedra, el objeto adquirió un color tan negro como la brea justo antes de disolverse en polvo minúsculo, incluso más fino que las cenizas de una fogata falleciente, hasta el punto de desaparecer por completo.

“¿Cómo? ¿Qué?” su perplejidad era palpable por el tono de su voz.

“Es magia Yin, de hecho”, esclareció Beatrice al otro extremo del jardín, apartando su vista del libro que leía bajo la sombra de un fresno enorme, “tu hermana ha logrado ser capaz de malearla a su gusto, lo que hizo es una aleación entre Al Shamak y su brazo, logrando imbuirlo en su poder. El objeto no se destruyó, fue llevado a un plano dimensional desconocido, de hecho. Respecto a la forma en la que este pareció desintegrarse, ni tu hermana ni yo lo sabemos realmente, quizás incluso la definición que brindé no sea del todo acertada, supongo”

La explicación que brindó Beatrice mareó un poco a Chochorina, pero creyó entender parcialmente la información, dejándola con un alarido inarticulado.

“WAO, ¿Quieres decir que superas a Beako en el dominio de la magia yin?”

“Creo que esa es una conclusión precipitada”, Alcyone dirigió su mirada hacia donde permanecía Beatrice, “¿No es cierto, hermanita? Seguirás siendo mi maestra en la magia, quizás me mantendré como tu pupila por siempre”

Beatrice dejó escapar un resoplido de rendición, viendo con cariño a ambas hermanas risueñas de orejas puntiagudas y recordando el pacto que había hecho con los monarcas en funciones.

“El día en el que yo fallezca, el día en el que Emilia me siga, tú protegerás a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, tú los guiaras, serás la voz de la razón para ellos y, sobre todo, serás feliz junto a ellos.” Le había confiado el rey un día después del nacimiento de Tonnura, la reina lo había reafirmado. “¿Sabías que「Beatrice」puede significar「portadora de felicidad」en mi mundo? Beako debe hacer honra a su nombre por toda la eternidad ¿no es así?”

Si, ella lo iba a cumplir.

 

FIN

Notes:

Utilicé el sinónimo de "cosecha" para el verbo intransitivo de "zafra" en el título. Validado por la RAE, otro significado, aunque más despectivo, seria: "Escombros"

No es necesario brindar tantas aclaraciones respecto a este final, inicialmente mi idea con este era un One-Shot obsceno, creo que me excedí si tomamos eso como premisa. Entonces ¿Por qué no un "final feliz"?

En lo que compete a otros apartados de la historia, si son perspicaces podrán darse cuenta de que, de manera no tan sutil, he solventado los asuntos planteados. Uno de los motivos por los que decidí que la mayoría de este epílogo se narraría a través de los ojos de Chochorina era, en efecto, para dejar leves ambigüedades.

Respecto al medidas o pesos que usé en este capítulo: Ejm: "Vara"; "Legua"; "Quintal" o "Arroba", solo me inspiré en un sistema de pesos y medidas del castellano del siglo XVIII.

Ahora, en un momento plasmé: "Hora de fuego", esto es algo exclusivo de Re:Zero. En esta obra la duración del día se divide en doce horas luminosas y otras doce horas oscuras, con un tal de veinticuatro horas en todo el día. Una forma de guiarse es con un cristal vidente similar al reloj: Desde las 6 horas luminosas hasta el mediodía se muestra el elemento de viento (color verde), y para las restantes 6 horas luminosas es de fuego (color rojo). En las primeras 6 horas oscuras es el agua (color azul), y en las 6 últimas horas oscuras se muestra la tierra (color amarillo).

Notes:

Este fue el primer capítulo, un breve compendio de sentimientos en pugna y verdades a medias. Quizás algunos se pregunten ¿Y el sexo?, naturalmente si eso ocurriera en este momento sería muy precipitado, pero cuenten con ello en un porvenir cercano.

Nuevamente, quisiera hacer una solicitud para cualquiera con el tiempo y la amabilidad de traducir este trabajo al inglés, la única remuneración que puedo ofrecerle es mi gratitud.