Chapter 1: Prólogo
Summary:
El comienzo de todo, la verdad del serafín cautivo y su pasado.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Hace muchos siglos, antes de la existencia del tiempo, ocurrió una guerra que todo el mundo conoce, pero nadie presenció: la Guerra de los Caídos; conocida también como La Rebelión, el tan famoso golpe de Estado provocado por el ángel más querido de El Eterno, Lucifer .
Lucifer, el serafín de la música y el arte, se había rebelado en contra de su creador; y no solo eso, también había influenciado sus ideas a los hermanos más cercanos que tenía para rebelarse también en contra de su Padre. Así, los ocho hermanos persuadieron a los ángeles de más débil voluntad para formar un ejército y confrontar a su Padre para que de una vez por todos cada uno de los seres divinos (tronos, querubines, serafines, arcángeles y ángeles) tuvieran el libre albedrío. . que se les había negado desde siempre.
Sin embargo, hubo muchísimos ángeles que se negaron a unirse a ellos. Los rebeldes los catalogaron como 'negacionistas' por querer continuar con los ojos vendados en lugar de aceptar la realidad que los rebeldes creían. Por esa razón el Cielo se dividió en dos bandos: los rebeldes y los seguidores.
La guerra no tardó en estallar. Hubo miles de heridos y muertos durante los enfrentamientos. Fueron tantos que ambos bandos habían perdido gran parte de sus ejércitos, y para el punto en el que estaban: parecía que la guerra iba a durar eternamente.
Pero Dios no iba a permitir eso. Así que, puso manos a la obra y creó más y más ángeles seguidores para que ayudaran a combatir contra el bando enemigo y lograran ganar la guerra. Su plan resultó. Los ángeles fieles a El Eterno habían ganado la guerra contra los rebeldes.
La guerra había terminado, pero ahora había llegado el momento de castigar a los responsables del derramamiento de sangre; en especial a uno de ellos, al causante de todo. Lucifer. Él fue el primero en ser condenado por el castigo impuesto por El Eterno.
¿Su castigo? La expulsión del Cielo y de su privilegio como ser celestial. Se escuchaba como algo simple e indoloro, pero era mucho más. Para esos momentos solo existía el Cielo, no había otro lugar a donde ir, todos los que fueron exiliados terminarían en la nada, El abismo, y no solo eso, también sufrirían de un dolor agonizante en cada momento por su otro castigo impuesto: no ser dignos de consideración seres celestiales, ¿y qué era lo que más representaba a las criaturas divinas? Su halo y las alas.
Cada halo de los rebeldes fue convertido en polvo y cada ala fue cortada sin mostrar una muestra de piedad. Una vez que terminaron con el primero este fue arrojado al abismo. Luego, de uno en uno, cada rebelde cayó con él.
La caída de cada ángel provocó grandes cambios a lo que antes se consideraba al abismo: provocó explosiones y luz que actualmente son consideradas como fuego. Los ángeles exiliados fueron los primeros seres en experimentar el dolor y la creación de aquel elemento.
Fue glorioso.
No importaban las heridas y el hecho de que la mayoría habían muerto al momento de ser arrojados, no. Habían creado algo, algo nunca antes visto y era suyo. No de su Padre. Suyo. Y eso valía todo lo que habían arriesgado, al menos para Lucifer.
Desafortunadamente, no todos coincidieron con su pensamiento; Había algunos (por no decir demasiados) qué se arrepintieron de sus decisiones. Pero aquello no cambiaría nada, su arrepentimiento nunca quitaría las cenizas adheridas de forma permanente a su pelaje, sus alas nunca regresarían y nunca de los nunca volverían a ser bienvenidos en el Paraíso.
Solo quedaban acostumbrarse a su nuevo hogar, y eso hicieron.
Con el pasar de los años, El abismo fue cambiando radicalmente; había dejado de ser un lugar oscuro y frío para pasar a ser un lugar repleto de fuego y calor; incluso habían renovado el nombre de su territorio: Infierno. Y cada uno de esos cambios fueron ocasionados por el antiguo líder de la rebelión, la estrella cuyo brillo quisieron apagarse pero que fue imposible de hacerlo, la luz que iluminó el nuevo mundo de cenizas, el rey de su propio reino, Lucifer.
Aunque, también fue con ayuda de sus hermanos, por supuesto. Lucifer se había vuelto el gobernante total del Infierno, mientras que sus hermanos se encargaron de mantener el orden a través de distritos de igual tamaño, pero con distintas ocupaciones para no dejar por completa la responsabilidad en el hermano más imprudente. Se podría decir que habían creado un sistema de organización y orden.
Fue de esta manera que el nuevo reino logró prosperar por abundantes años.
Era una lástima que su prosperidad haya sido arruinada por los errores de su mismísimo rey.
Resulta que siglos después de la Guerra de los Caídos (quienes ahora se llamaban a si mismos demonios), El Eterno había creado una nueva especie que se encargaría de cuidar y nombrar cada criatura y flora de un pequeño pedazo de tierra que había hecho solo para ellos, Dios le llamo el Jardín del Edén. ¿El problema? El jardín fue construido encima de la capital del Infierno.
Lucifer, molesto por lo que hizo su Padre, invadió el jardín e hizo lo que mejor sabía hacer: persuadir. De esta forma, las nuevas creaciones de su Padre lograron demostrar que eran imperfectas y que no eran dignas de aquel terreno.
Lucifer esperaba que Dios los mandara al mismo lugar que a él, pero El Eterno repitió las mismas acciones que hizo con los rebeldes: corrió a la nueva especie del Jardín del Edén, pero a cambio les dio una tierra por explorar. Esta tierra tenía climas nunca antes vistos y especies qué podrían favorecer a su más reciente creación o podrían traerles desgracias, todo dependería de las decisiones que ellos tomarán de ahora en adelante.
Y no solo eso, Dios también decidió fastidiar un poco más a su favorito. Cambió la ubicación del Edén al cielo y colocó la nueva tierra sobre todo el Infierno. Por consecuencia, los líderes de los distritos del Inframundo se molestaron con Lucifer debido a su imprudencia. Mas, de nuevo, al monarca no le importó, la nueva especie tenía libre albedrío al igual que los demonios en lugar de estar cegados como los ángeles. No importaba si, en esos momentos, la recién nombrada humanidad lo tachó como un villano.
De esta forma nació el mundo que se conoce hoy en día junto con las ideologías del bien y el mal, cuyos representantes eran Dios y Lucifer (quien los humanos habían bautizado como El Diablo).
No obstante, Dios le dio una advertencia al demonio:
《Esta es la segunda vez que realiza algo en oposición mía, si llega a suceder una tercera… me veré en la desdicha de tomar medidas radicales. 》
Al monarca no le importó. Ya había perdido sus alas y divinidad, no podía quitarle nada más que le importara. ¿Su reino? Imposible de arrebatar. ¿Su familia? No importaba lo que sucediera, al final todos se reunirían de nuevo de alguna forma u otra (Lucifer incluso llegó a bromear sobre que era una maldición), además, ellos sabían cuidarse solos. ¿Su identidad? Oh, por favor, como si eso fuera posible.
No le importo en lo más mínimo la advertencia de su Padre. Y ese fue su error.
Milenios después de que los humanos fueron creados y que los demonios y ángeles se adaptaron a ellos, Lucifer realizó lo imposible: crear vida . La nueva vida que creó era extraña, y tenía todo el sentido del mundo ya que se trataba de objetos con conciencia e inteligencia, mas, al igual que con el fuego, Lucifer estaba orgulloso de lo que había hecho, tanto que olvidó la amenaza de El Eterno.
Oh, Dios se había molestado tanto…
El Eterno había tenido suficiente, le había advertido a su más preciada creación que sus acciones tendrían consecuencias, pero a él no le importó, así que cumplió con lo que dijo y se encargó del monarca del Infierno. Bueno, no exactamente Él, su sola presencia causaría un caos y Dios no quería eso, entonces, mandó a uno de sus ángeles de mayor confianza al Infierno para que hiciera lo que quería: llevarse a Lucifer.
El ángel logró colarse al Infierno y una vez ahí esperaba el momento perfecto para atacar. Cuando el monarca se sentó en su trono con ánimos de relajarse fue que ese momento llegó. Se libró una ruidosa batalla en la sala del trono que nadie escuchó debido a un Milagro (magia de ángeles) de sonido, mas los destrozos y sangre se quedarían como recordatorio de la pelea.
Lucifer era fuerte y poderoso, se encontraba en su territorio y tenía todo lo necesario para ganar el encuentro, pero no contada con lo que tenía el ángel: la bendición y el poder prestado de Dios. Esa pequeña pero gran diferencia fue la causante de su derrota.
Fue al día siguiente que uno de los sirvientes descubrió la sangre y los destrozos, y eso fue todo. No había ni un solo rastro angelical, ni siquiera una sola pluma, tampoco había rastros de Lucifer, solo estaba el tridente que usaba como arma. El rey había desaparecido.
Los gobernantes de los distritos al enterarse que uno de sus hermanos, el líder de todo el Infierno había desaparecido pusieron en marcha una búsqueda por todo el Infierno y Tierra. Se negaron a que Lucifer hubiese muerte, era imposible que eso sucediera, no podrían cargar con aquel sentimiento.
Desafortunadamente, no lograron encontrarle. Pues, en la cima de las montañas, donde las nubes tocan la tierra, se encontraba una torre con un pequeño ángel confundido y adolorido. No lograba recordar nada, y el dolor agonizante de su espalda recién vendada no lo ayudaba a sentirse mejor.
—Tranquilo, ya estas a salvo —confortó el ángel a su lado.
—¿Quién… eres…?
—Oh, Lucí… ¿no me recuerdas? Soy Marcel, tu hermano.
—Mi… ¿hermano?
El ángel asintió. Lucifer estaba confundido. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Por qué le dolía la espalda?
—Tuviste una pelea con un demonio, ganaste, pero estabas muy herido, por eso te traje aquí —mencionó Marcel. Su respuesta lo dejo perplejo, acaso ¿había pensado en voz alta? Nunca pudo obtener una respuesta a su última pregunta debido a una interrupción de quien decía ser su hermano.
—Lucifer, ¿acaso no recuerdas nada…? —el contrario afirmó con su cabeza—. Oh, vaya…
Lucifer observó con atención y confusión la reacción de Marcel, quien parecía conmocionado y preocupado. Este lo miró de reojo preguntándose si debía decirle su situación actual. Cuando Marcel colocó sus manos sobre los hombros de Lucifer con delicadeza fue que tomó su decisión.
—Luci… el demonio con el que luchaste cortó tus alas —Lucifer abrió sus ojos sorprendido e intentó voltear a ver su espalda, pero Marcel no se lo permitió—. No. No mires, por favor…
El arcángel respiró hondo antes de volver a hablar:
—La sangre de ese demonio se mezcló con la de tus heridas, por eso (solo por precaución) no podrás ir al Cielo hasta que estemos seguros de que tu sangre pura haya eliminado a la demoníaca. Ay, Luci… ¡en verdad, lo siento…!
Al terminar de hablar, Marcel abrazó con rapidez a Lucifer teniendo cuidado con tocar su espalda. A pesar de la confusión y el sentimiento de vacío en su pecho, Lucifer correspondió el abrazo. No recordaba nada de lo que Marcel le decía, pero su preocupación parecía genuina, lo pudo notar debido a la humedad que empezó a sentir en su hombro y por el ajuste del abrazo tembloroso.
Marcel, su hermano, decía la verdad. Y Lucifer iba a creerle solo porque era el único que parecía saber quién era él.
Fue de esta manera que Marcel se convirtió en el guardián de la torre donde habitaba Lucifer, también se había encargado de 'hacerle recorda' la vida que llevaba antes de la batalla. Le contó sobre su papel en el Cielo, que era el serafín de la música y el arte, que era de las creaciones más preciadas de Dios, que una vez que sus seis pares de alas crecieran por completo nuevamente: volvería al Cielo y cumpliría con su trabajo al igual que como lo hacía antes. Porque claro, El Eterno no iba a deshacerse de su favorito, al contrario, quería tenerlo de vuelta. ¿Le molestaba los actos de rebeldía que hizo contra Él? Si, pero nada que un pequeño borrado de memoria no arreglará.
A pesar de todo, Dios fue cuidadoso. No sabía con exactitud si el borrado de memoria bastaría para eliminar al diablo de su serafín. No podía poner en peligro al Cielo si Lucifer recuperaba sus recuerdos. Así que, ¿qué mejor manera que dejarlo en la Tierra, pero en un lugar donde nadie pudiera encontrarlo?
Los años pasaron y las heridas de Lucifer fueron sanando al igual que los recuerdos de su vida anterior se iban borrando de forma permanente. Parecía que el plan de Dios para recuperar a su Serafín iba a funcionar. Pero, El Eterno no sabía cuánto amor y preocupación podía haber entre los gobernantes del Infierno; porque, una vez cada catorce años, cuando las hojas se vuelven cálidas, aparece una luna roja que invade el cielo nocturno con su brillo carmesí. Lo que para muchos era espeluznante y aterrador, Lucifer lo encontró como algo hermoso y espectacular la noche en la que la descubrió.
Lo que desconocía el serafín cautivo era que aquel espectáculo era un ritual que sus hermanos hacían para que la monarca del Infierno regresara a su reino.
Notes:
Wow- no me esperaba que el prólogo fuese así de largo.
La primera versión solo tenía 500 y algo palabras, ¡queeeee!
En fin, espero les haya gustado el comienzo de esta humilde historia ^^
¡Buen@s días/tardes/noches a tod@s!
Chapter 2: Capítulo I
Summary:
Un día como otro en la vida del serafín cautivo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Una extraña criatura con aspecto de dos aros cruzados llenos de ojos y alas se encontraba recorriendo con lentitud y cuidado su alrededor, prestando mucha atención todo lo que le rodeaba. Las ventanas de la torre estaban cerradas y no había ninguna luz encendida, todo estaba oscuro y en silencio.
La criatura buscaba con paciencia algo (o a alguien) al mismo tiempo que evitaba golpearse con algún mueble debido a la oscuridad. Sin saberlo, se fue acercando al balcón de la torre, pero, antes de que pudiera chocar contra este, la criatura sintió una brisa en lo que podría considerarse su espalda. Se detiene y voltea con rapidez. Empieza a dirigirse hacia la nueva dirección antes de que resonara un golpe a su izquierda. Vuelve a voltear su visión ciega al lugar en donde se escuchó el ruido y se mueve hacia allá.
Agudiza su visión al lograr distinguir una figura más oscura que el resto de la torre. ¡Bingo! Lo ha encontrado. Confiado, se acerca más rápido hacia la figura con el cuidado de no hacer tanto ruido con sus alas. Estaba tan concentrado en acercarse a la figura que no notó a la sombra que se acercaba a él...
Fue cuando estuvo en frente de la figura que su confianza se vino abajo. Se trataba de un maniquí, no de su serafín. Las alas de la criatura decayeron un poco debido a la decepción, pero, pronto, esa emoción fue remplazada con la incomodidad y ¿pánico? No encontraba otra palabra para describir lo que sentía en ese momento, el núcleo que simulaba ser un corazón palpitaba con fuerza y los ojos extras que tenía alrededor de sus aros miraban hacia todas las direcciones que no podía ver su ojo central. Sus palpitaciones se detuvieron al igual que sus aleteos cuando los ojos que tenía en su parte de atrás captaron a la sombra que se cernía sobre él. Rápido, vuelve a aletear para no caer al suelo.
Se voltea con fuerza. Lo que vio le heló la sangre: un monstruo con ojos rojos se acercaba a él a paso lento. Quería algo. Sus ojos brillaban con intensidad, una sonrisa enorme apareció en su rostro al ver el miedo de la criatura. Al estar en frente de él la criatura finalmente supo lo que la bestia buscaba: su alma.
No puede separar su mirada con la de él, estaba acabado. El monstruo iba a matarlo y solo dejaría su cadáver como muestra de que estuvo ahí. Seguramente su serafín lo encontrará y llorará por su muerte. ¡Oh, su serafín! Ojalá y siga estando escondido... lo último que desea es que ese monstruo lo lastime.
La bestia acerca su rostro al ojo central de la criatura y con un gruñido dice:
—¡Bu...!
La oscuridad invade sus ojos y la criatura cae contra el suelo.
[^&^]
—Ups... —murmura para sí mismo al ver a la criatura desmayada.
Rápidamente enciende las luces de la torre y abre las ventanas para que circule el aire. La luz invade y reemplaza la oscuridad, dejando revelado al monstruo causante de todo: un ser similar a un cordero con pelaje amarillo pastel, sin embargo, lo que más resaltaba eran los dos pares de alas blancas que tenía en su espalda al igual que el halo de luz que tenía sobre su cabeza.
Éste se arrodilla junto a la criatura y, con cuidado de no tocar ninguno de sus ojos, lo pica con su dedo.
—¿Trono? ¿Hola? ¿Estás bien?
Después de unos minutos de seguirlo picando (y de pensar en cómo le explicaría a su hermano que Trono se había desmayado), la criatura se movió y abrió lentamente su ojo central. Su visión era borrosa, pero lo primero que ve es un par de ojos azules que lo miraban con preocupación y gracia. Parpadea unas cuantas veces antes de alzarse con sus alas y mirar hacia todos lados con ansiedad. Nada. No había señales de nada. Trono se permite relajarse y voltea a ver a su serafín, quien lo observa con diversión y una sonrisa reprimida.
¡En serio se había asustado! No debería de sentirse 'bien' por haber logrado su cometido... Pero le había preocupado que debido a su apariencia no lograra causar el sentimiento de terror. Era un artista, tenía que saber cómo provocar ciertas emociones y sentimientos. Por esa razón fue que le pidió a su acompañante que 'jugaran a las escondidas' con las luces apagadas y las ventanas cerradas para crear más ambiente, luego de eso se escondió y esperó para asustarlo. No cuenta como engañar porque los ángeles no mienten y porque, técnicamente, si estuvieron jugando a las escondidas, solo agregó el susto y que su amigo se hubiese desmayado.
Sí, un buen y amigable juego de escondidas.
Trono frunce su ojo central al distinguir la mirada de su serafín, gira su pequeño cuerpo de izquierda a derecha como si estuviera regañando al contrario. Éste no logra contenerse más y estalla en carcajadas.
—L-lo siento... e-es que... —intenta explicarse, pero al ver la mirada molesta de su acompañante continúa riendo por otro rato.
—U-uff... Eso fue divertido —comenta ya recuperando su voz. Ahoga una risilla al ver, de nuevo, la mirada de Trono—. Bien, ya, no te enojes. Solo fue un pequeño susto. —Al continuar con la misma mirada el serafín suspira—, muy bien, tú ganas. —Hace contacto visual con el ojo central de la criatura, coloca una mano sobre su pecho y dice: —Perdón por haberte asustado.
Trono niega de nuevo con resignación antes de acercarse al serafín y aletear sus plumas en su rostro.
《No vuelvas a hacer eso —dio a entender sin necesidad de palabras. 》
El serafín asiente repetidas veces mientras murmura un "si, si, si". Un poquito más satisfecho, Trono aleja sus plumas y Lucifer sacude su cabeza para deshacerse de la sensación.
Un fuerte viento invade la torre debido a las ventanas abiertas, ambas criaturas cierran sus ojos para que no entre alguna basura en alguno de sus ojos. Trono se acerca al sillón para que caiga en una superficie suave por si el aire llega a llevárselo, en cambio, Lucifer disfruta de la sensación del viento fresco sobre su pelaje y plumas; ama el toque del viento sobre su piel, le hace sentir libre, hace que olvide, aunque sea por unos segundos, que está en la torre (por eso siempre están las ventanas abiertas).
El aire se calma y con ello la brisa termina, Trono agita sus alas con libertad ahora, su relajación se ve interrumpida al notar como la expresión de Lucifer, quien ahora se ve decaído debido a que el placer desapareció. Éste se acerca al balcón y se recarga en la barda, mirando el paisaje aburrido pero hermoso que ha visto desde que tiene memoria, literalmente. Trono se coloca a su lado para hacerle compañía, no comprende sus sentimientos, aún así se pone a su lado para que no se sienta solo, extiende una de sus alas derechas hacia el serafín (simulando cubrir su espalda) para demostrar que está junto a él. Lucifer siente de inmediato se presencia, tampoco dice algo, las palabras habían quedado en el pasado hacía décadas atrás, así que solo imita el mismo gesto de Trono: extiende un ala derecha y lo cubre.
Ambos se quedan así por unos momentos antes de que el serafín rompiera el abrazo y estirara sus brazos.
—Bien, a hacer mi día —exclama mientras se arremanga la túnica y se adentra en la torre.
[~*~]
Eran las siete de la mañana cuando comenzó con el quehacer de la torre. No era algo que le gustara, pero le servía para no aburrirse durante una parte del día. Normalmente se despertaba a las ocho y a las diez empezaba a limpiar la torre, pero esta vez todo fue más temprano debido a la broma que le quiso hacer a Trono, pudo haberlo hecho en la noche, pero seguramente Trono hubiese sospechado de sus intenciones de ser así.
Desempolvó el polvo inexistente de los muebles, barrió la poca tierra que había en el suelo y trapeó.
Lucifer suelta una queja al mirar el reloj y darse cuenta de que tan solo habían pasado veinte minutos. Se queda unos instantes viendo el reloj hasta que finalmente se aleja, toma una manzana y fue a agarrar un libro al azar del estante, su hermano le había traído libros nuevos justo para situaciones como la que presentaba actualmente. Ve la portada simplista desinteresado hasta que lee el título: "Fabricación de armas". Ahora la lectura se había vuelto interesante.
Las primeras páginas no le llamaban demasiado la atención, eran sobre las espadas y los distintos tipos que había, lo mismo era con las lanzas. Lucifer dejaba de prestar atención a la lectura con cada página que avanzaba, hasta el punto en el que solo hojeaba el libro y miraba las imágenes que tenía. Media hora después de empezar su "lectura" (y de terminar su manzana), finalmente su atención regresa al libro.
"Tridente".
En teoría, el arma no era la gran cosa, ésta tenía un gran parecido a las lanzas, solo que contaba con tres puntas (y las de los lados eran más pequeñas que la del centro), también tenía un diseño un poquito diferente, pero eso era todo. Lucifer no sabía porque aquella arma le llamaba tanto la atención, no tenía sentido.
Mas no pudo seguir cuestionándose, no cuando de manera repentina su cabeza le comenzaba a doler. Eso era extraño, hacía mucho tiempo que no tenía dolores de cabeza, y mucho menos uno como ese: punzadas agudas pero rítmicas que permanecían solo en el centro de su cabeza, dentro de su cabeza. Por suerte no era lo suficientemente doloroso, aunque sí era molesto.
El serafín marca la hoja del tridente, toma el libro y empieza su dirección hacia la cocina pensando que el dolor se debe a que no ha comido lo suficiente. Su excusa no tenía sentido, pero fue la única razón que se le ocurrió.
Se prepara un té de manzanilla al llegar a la cocina y con el paso de los minutos la molestia fue desapareciendo, toma otra manzana también por si las dudas. ¿Qué? El dolor ya se había ido y no tenía ánimos para prepararse algo. Se sienta en el sillón más cercano con intenciones de continuar con su lectura, pero se termina levantando debido a una idea que cruzó por su mente.
Lucifer era bueno en manualidades, había tomado el don debido a los años de práctica, así que… si a su subconsciente le interesaba tanto esa arma entonces tendría una propia para saber que tenía de interesante. Muerde su manzana y empieza a masticar mientras camina en círculos para organizar su idea: ¿cómo hacer el tridente? Todavía tenía un poco de nube para esculturas, una nube capaz de mantener una forma fija, ese material podría funcionar… No, se desharía al instante de chocar contra algo, no serviría como un arma real.
Continúa dando vueltas al mismo tiempo que come su manzana. ¿Trono? Él solo lo observa esperando el momento de inspiración de su serafín; el cual no tarda en llegar al recordar que tenían una mesa rota, detrás de un armario, que su hermano no tiró justo para que se utilizara en situaciones como esa. Oh, como amaba a su hermano.
Va a sacar la mesa, después toma una navaja de su cajón de herramientas, prepara su zona de trabajo y se pone a tallar.
[~*~]
Cuando Trono mira el reloj éste se da cuenta de que ya habían pasado casi dos horas desde que su serafín comenzó con su “manualidad”. La criatura solo veía desde atrás como Lucifer continuaba tallando los últimos detalles del arma: las tres puntas.
Una vez que termina, al igual que siempre, muestra su creación a su compañero. Trono observa con curiosidad e inquietud el arma que porta su serafín; era diferente a las armas que él conocía, es más, jamás había visto un tridente desde su creación, era raro lo que sentía, no le gustaba. A pesar de eso, Trono no iba a negar que su admiración hacia Lucifer era enorme; su arma (desde lo que sabía Trono) estaba bien hecha y parecía que podía causar daños con sus puntas recién afiladas. Un arma bien hecha para alguien que nunca antes ha fabricado una.
Eso último asustaba a Trono, no de la manera que debería, pero lo asustaba. ¿¡Qué sucedería si su serafín quisiera usarla y se lastimara con eso!? No eran el tipo de preocupaciones que debería tener, pero era lo único que pasaba por su mentalidad inocente e ignorante.
—Cálmate, la hice por curiosidad —menciona Lucifer con aburrimiento confundiendo la preocupación de su compañero—. No es como si la fuera a usar… —susurra para sí mismo.
Lucifer mira el reloj y frunce su ceño al ver que solo eran las diez de la mañana. ¿Acaso el tiempo no podía ir más rápido? No iba a poder entretenerse todo el día a ese paso…
Con su tridente en mano y con Trono detrás de él, se acerca al balcón de su torre y se recarga en la madera. Contempla, por segunda vez en el día, el paisaje que rodea su torre: el césped que se veía de color verde vivo, el agua que caía de la cascada y formaba un río que después de unos metros se perdía entre unas rocas para salir de ese lugar.
Un sentimiento familiar se estanca en el pecho de Lucifer al mirar el agua que se pierde entre las rocas, eso junto con el regaño mental que se ha dado por cada vez que esto sucede:
《No tengas celos de un río, idiota. 》
Lucifer frunce su ceño mientras se reprocha mentalmente buscando ignorar su pensamiento sobre cómo el agua podía viajar hasta donde la llevara el arroyo, ya sea en un lago o si tenía suerte: el mar, donde podría perderse entre las aguas saladas y seguir un camino independiente. Él no era un río, era un manto acuífero estancado en la oscuridad y privado del exterior.
Necesita esperar, solo por un poco más de tiempo. Puede hacerlo. Es un serafín que seguramente lleva vivo miles de años, un par de siglos no eran nada para él. Puede hacerlo. Falta poco tiempo. Ya tiene dos pares de alas de tres. Puede hacerlo. Solo un poco más y será parte del mundo. Se irá y nunca más volvería a pisar esa torre. Encontrará lo que sea que le falta y será libre. Puede esperar.
Vuelve a la realidad cuando Trono acaricia su rostro con sus plumas, su mirada parecía preocupada, ¿por qué? Trono señala con su mirada los brazos de Lucifer al notar su confusión.
—Ah —expresa dejando de enterrar sus uñas en sus brazos. ¿En qué momento empezó a hacer eso? No sintió nada...
Soba un poco sus brazos antes de sujetar bien su tridente y alejarse del balcón. La suave brisa se siente en su espalda y alas, pero esta vez en lugar de disfrutarlo solo se aleja más rápido; no sabía porque las cosas que disfrutaba de repente le disgustaban cuando tenía momentos así. Bueno, tiene una excepción.
Lucifer camina hacia una esquina de le torre, donde se encuentran algunas pinturas, pinceles y lienzos ya utilizados o limpios, deja su tridente y toma un lienzo limpio junto con un pincel, empapa la punta con pintura y su mano e imaginación se encargan del resto.
Notes:
Olvide agregar notas antes-
Bueno, parece que habrá una actualización cada mes, el periodo de tiempo a veces puede ser largo, a veces corto… ¡no sé! Todo dependerá de la inspiración :>
Chapter 3: Capítulo II
Summary:
El robo de la 'corona' del antiguo monarca del Infierno, un pequeño vistazo a la maldición del rey, peleas familiares entre seres celestiales y una promesa que podría condenar al serafín cautivo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Era interesante y curiosa la seguridad del Infierno, era prácticamente nula, cualquiera podría entrar por las grandes puertas de la entrada principal y escabullirse dentro del reino subterráneo. Claro, siempre y cuando aquella persona sea lo suficientemente demente para hacerlo. En esta situación eran tres dementes, tres hombres con cabeza de dado para ser exactos.
Uno de ellos, el menor de los tres voltea hacia atrás para asegurarse de que no los sigan; sus acompañantes continúan moviéndose con confianza sin imputarse de la acción, aunque si lo hubiesen notado lo más seguro era que no les importaría. Su hermano menor estaba exagerando, nadie iba a descubrir su plan y si lo hacían sería por el notario nerviosismo de él.
Se acercaban a su objetivo, tenían que actuar lo más natural posible, lo último que querían era que alguno de los ‘guardias’ se diera cuenta de alguna sospechosa actitud. Debían disimular, sabían que a cualquier demonio no le importaría la presencia de los mortales que entran al Infierno como si fuera su casa, a fin de cuentas, esos casos ocurrían cuando éstos le debían sus almas a algún príncipe del Infierno o a otro cargo superior y había una gran confianza entre ellos, eran casos extraños, pero no imposibles.
Continúan caminando hasta llegar a un túnel oscuro, al contrario del resto del submundo ahí no había ni un rastro de fuego o iluminación, era solo una oscuridad abundante que no parecía tener un final.
—Tu primero —ordena uno de los mayores empujando al menor de ellos.
—¿¡Disculpa!? —responde indignado intentando no alzar su voz. Señala el túnel frunciendo su ceño —Yo no voy a entrar ahí.
—¡’Kingsley’, por favor, solo entra en el maldito túnel! —se queja el otro dado.
El menor los mira con rabia, sus ojos empiezan a brillar con una luz esmeralda, observa fijamente a los dos con la intención de intimidarlos, aunque sea un poco y recordarles su ‘don’. Mas el par solo entrecierran sus ojos al mismo tiempo que sonríen, de verdad que su hermano era un estúpido, eso le dañaba más a él que a ellos. La sonrisa de ambos crece cuando la mirada de Kingsley titubea, ¡pobre! Seguramente está viendo algo no muy agradable… Su ‘intimidación’ continúa por pocos segundos antes de que éste parpadee y sus ojos vuelvan a ser color negro.
—Repugnante… —es todo lo que dice antes de arrebatarle un bolso marrón a uno de ellos y adentrarse en el túnel.
¿Por qué pensó que era buena idea hacer eso? Puede que no los haya visto en algunos años, pero era claro que sus deseos más oscuros seguían siendo los mismos, además, aún no dominaba muy bien la nueva utilidad de su ‘don’, podía contar con una sola mano las veces en las que ha logrado observar las debilidades de los demás, incluso le sobrarían dedos.
Se apresura apretando el largo asa de la bolsa, la oscuridad estaba en todos lados, prefería mil veces observar y saber todo con sus ojos de serpiente que estar a oscuras y escuchar todo lo que no puede leer.
《Comprar una isla y encerrar humanos, hacer que se asesinen entre ellos y matar al último cuando este crea que será libre. 》
《Tener un jardín lleno de mujeres hermosas y conservar su belleza por el resto de la eternidad. 》
《Tener un baño de sangre. 》
《Tener obras de arte vivientes. 》
《Torturar a papá durante meses y hacer que al final se coma las partes extraídas de su cuerpo. 》
Tiene que alejarse. Necesita alejarse. Solo así se irán las voces.
Demasiadas voces se oían en su cabeza, cada una de ellas decía uno de los deseos que sus hermanos tenían. A este punto costaba demasiado entender quién deseaba qué cosa.
Más y más pensamientos gritaban las voces. ¿Cómo podían llegar a pensar en cosas así? Lo peor era que ya debería de estar acostumbrado a todo lo que sabe.
Corre, tiene que alejarse de todo.
Alejarse de la oscuridad.
Alejarse de ellos.
《Decirle al jefe que proteger la ‘corona’ es inútil. 》
Kingsley abre sus ojos sorprendido cuando una nueva voz invade su cabeza, el fuego infernal al final del túnel es lo primero que ve. Está cerca.
La luz que irradia el fuego poco a poco acaba con las voces que invadían su cabeza. Lo feo había pasado, por el momento podía tranquilizarse.
Se detiene en la salida del túnel aún sin abandonarlo. Centra su mirada en la única fuente de luz por unos instantes, necesitaba un descanso antes de volver a saber lo prohibido, luego voltea a ver su alrededor, había un par de demonios con una misma apariencia: corpulentos de piel verdosa, con enormes dientes que sobresalían de sus bocas y unos pequeños cuernos. Kingsley distingue a uno de ellos al leer “decirle al jefe que proteger la ‘corona’ es inútil” sobre su cabeza, al parecer él había sido el responsable de ayudarlo inconscientemente; un pequeño peso se asienta en su pecho, pobre demonio, su deseo no era malo, seguramente estaba cansado de su trabajo, capaz y…
No.
¿Creía que solo por eso Kingsley se retractaría del plan? Por supuesto que no, tenía una misión e iba a cumplirla sin importarle las consecuencias. El peso en su pecho desaparece y frunce su ceño pensando que hacer, su plan incompleto y con fallas desvanece cuando dos figuras familiares se posan a su lado. Oh, bueno, al fin y al cabo, no hacía falta pensar.
Sus hermanos mayores desenvainan sus cuchillos y se abalanzan sobre los guardias. Kingsley se escabulle, sin mirar la pelea, hacia la puerta, la abre y es recibido por una habitación que solo tiene una vitrina de cristal vacía en el centro. Se acerca con cuidado en caso de que haya una trampa, no hay ninguna (sorprendentemente), se detiene enfrente de la vitrina y la observa mientras sus ojos ahora verdes brillaban con intensidad. El cristal se desvanece y se exhibe una pieza de oro puro con joyas alrededor que parecía ser un brazalete, pero conociendo a los demonios seguramente debía de tener otro uso. De hecho, el guardia la había titulado como ‘corona’, no tenía forma de una, pero eran demonios, no pensaría mucho en eso.
Toma la ‘corona’ y la guarda en su bolso. Regresa a la puerta y la abre un poco, se asoma para saber si sus hermanos continuaban peleando o si habían ganado o perdido, el charco de una sustancia negra le da una idea sobre cómo finalizó la pelea. Sale y lo primero que hace es asentir mientras alza el bolso (sin quitar la vista del charco), los mayores sonríen al acercarse antes de arrebatársela ignorando la queja del menor.
—Si… —murmura uno de ellos sosteniendo la pieza de oro con delicadeza—, pagarán mucho por ella —la vuelve a meter al bolso.
Los gemelos caminan en dirección al túnel restando importancia a los dos cadáveres, Kingsley observa por unos segundos más los charcos de sangre antes de suspirar; no podía ser posible que sus hermanos no puedan ser sutiles, acababan de robarle algo perteneciente al rey del Infierno, si los llegaran a atrapar estarían muertos en cuestión de segundos. No, de hecho, sí podía creer que Liam e Iván dejaran su firma, Kingsley los conocía mejor que nadie.
Que desastre.
Para cuando Kingsley alza la mirada los dados gemelos ya se habían ido. Esos imbéciles… El menor gruñe con irritación antes de cerrar sus ojos y respirar; tal vez que se adelantaran no era del todo malo. Se queda quieto mirando la oscuridad del túnel, frunce su ceño mientras maldice a su padre por el trato que hizo y se sumerge en la oscuridad de los pensamientos y deseos.
[^&^]
—Listo, terminé —exclama Lucifer separando el pincel del lienzo, luego agita sus alas para secar la pintura. Mira la pintura con atención antes de voltear el caballete, ocultando su arte.
Ve el reloj, falta poco tiempo para las doce de la tarde: la hora de llegada de Marcel. Se sienta en el sillón junto a Trono, quien se había envuelto en sus alas, formando un capullo, para descansar; Lucifer no sabía para que descansaba si no había hecho nada más que volar alrededor suyo, pero no juzgaría. Continúa observando las manecillas del reloj, esperando, en algún momento incluso empieza a contar los segundos de acuerdo con el tic tac. Al llegar al número 1200 es cuando suenan las campanillas, pocos segundos después finalmente escucha el rechinado de la madera del balcón. Marcel había llegado.
—¡Lucifer, he vuelto!
—Al fin… —murmura para sí mismo acercándose al contrario.
—¡Dios! Volar desde el Cielo hasta aquí es agotador.
—Llevas haciéndolo durante cientos de años, ¿seguro que no te estás volviendo viejo?
—Muy gracioso, Luci… —ríe con sarcasmo, se acerca también y extiende sus brazos al tenerlo de frente—, ¿Y? ¿No hay abrazo de bienvenida para tu hermano?
Lucifer rueda los ojos con burla antes de abrazarlo.
—¿Cómo has estado? ¿Leíste algo de lo que te dejé? ¿Te aburriste?
—Demasiado, todo se ha vuelto aburrido aquí.
—No seas dramático.
Ambos entran a la torre. Marcel busca con la mirada a Trono y sonríe al notar el capullo, luego su visión cambia hacia el caballete volteado.
—¿Pintaste algo? ¿Qué es? —empieza a dirigirse hacia el lienzo antes de que Lucifer se interpone en el camino.
—Deja que te lo muestre yo mismo, es importante para mí —toma el lienzo y sin mostrarlo se acerca a Marcel— ¿sabes qué sucede por estas fechas?
Los hombros de Marcel se tensan y su cuerpo se vuelve pesado de un momento al otro, aprieta sus manos, su sonrisa ‘despreocupada’ se mantiene en todo momento.
—Bueno, es otoño. ¿Por qué? ¿Hay alguna festividad mortal en esta época del año?
—¿Qué? —exclama frunciendo su ceño. Da la vuelta al lienzo y acorta distancia—, ¡no! ¡Va a aparecer la luna roja!
Marcel observa con total atención la pintura: está estaba compuesta por un cielo estrellado con tonalidad roja, eso debido a la enorme luna de color carmesí que se encontraba en una esquina, en la parte de abajo se podían ver árboles de distintos tamaños y sobre uno de ellos se podía identificar a una versión miniatura del mismo Lucifer observando la luna. Estaba linda, pero eso no aliviaba la presión de sus palmas.
—Y… ¿qué tiene de especial? ¿No se puede ver desde tu balcón?
—No —gruñe su respuesta—, esta luna es especial: aparece cada catorce años justo en esta temporada, la temporada donde luche contra el demonio que envenenó mi sangre… Y, de alguna forma, siento que esa luna es para mi… —confiesa mirando su pintura.
Marcel observa con seriedad a Lucifer, su sonrisa desvanece por un segundo para luego regresar junto con su actitud calmada.
—Pero, Padre no ha hecho nada que tenga que ver con esa luna, Luci. Y, créeme, dudo mucho que los demonios hagan eso en tu honor —toma los hombros de Lucifer—. Los demonios necesitarían de mucha energía para lograr un cambio como el que dices, obviamente no desperdiciarían su poder en alguien como tu, un ángel.
—Lo sé… —contesta cansado—. Sé que suena tonto, pero siento, sé, que me dará respuestas.
—¿Respuestas de qué?
—¡No lo sé! ¡¿De algo que olvidé?! —suelta un quejido—, es confuso…
El silencio invade la torre, Marcel deja de tomar los hombros de su hermano cuando éste se mueve para alejarse. Lucifer evita cruzar sus miradas, el vacío de su pecho crece al admitir no saber lo que busca, el sentimiento aumenta hasta llegar a su garganta y estancarse allí; impidiéndole hablar. Un ardor no tarda en aparecer en sus ojos. No. No iba a llorar por una cosa como esta. Iba a permanecer fuerte. Va a convencer a Marcel para que lo deje salir y encuentre las respuestas que busca, a pesar de desconocer lo que quiere.
Marcel suspira al ver su estado, sujeta su cabeza con su mano, pensando en qué hacer ahora, vuelve a mirar a Lucifer con la esperanza de que una idea llegue a su mente, mas ésta se queda en blanco. No hay nada, tendrá que improvisar, no puede quedarse callado.
—Entonces, ¿crees que esa luna te ayudará a recordar algo que olvidaste? —Lucifer asiente—. Está bien, no comprendo lo que sucede, pero está bien. —Bendito Dios, no tiene idea de lo que esta diciendo, no tiene ningún plan, solo necesita que Lucifer se olvide de esa luna.
Lucifer voltea a verlo sorprendido, ¿así de fácil era? De ser así hubiese dicho algo hacía mucho tiempo. Tanto tiempo perdido soñando despierto…
—Bien, entonces, vas a ver esa luna desde tu balcón en unos días, ¿verdad?
Parecía demasiado bueno para ser verdad, desafortunadamente.
—¡No! —exclama molesto— ¡quiero verla afuera! ¡Descubrir porqué aparece cada catorce años! ¡Ir a un lugar donde pueda verla de la mejor manera!
Bingo, una idea comienza a formarse. Marcel solo espera que funcione…
—Luci, sabes que no puedes salir de la torre —se acerca, preocupado, a su hermano—, es peligroso.
—¡No importa! —grita para luego suspirar—. Soy un ángel, un serafín, una de las criaturas más poderosas que hay en la existencia. Puedo con cualquier peligro.
—¡No estás listo! ¡Tu poder aún no se ha restaurado! —responde desesperado— No tenemos idea de lo que podrían hacerte, si antes no pudiste: ¡ahora tampoco...!
Marcel sujeta la ropa de su pecho con fuerza, mira el suelo preocupado apretando sus puños. El ceño de Lucifer se va ablandando al notar el estado de su hermano, si lo observaba con atención podía notar como las manos de Marcel temblaban y como sus parpadeos comenzaban a ser rápidos.
—Tu no conoces el estado en el que te encontré... —solloza en voz baja—, estabas muy herido... Había sangre por... ¡t-todos lados! —lágrimas del color rojo como la sangre de los mortales comienzan a asentarse en sus ojos azules.
El pecho de Lucifer se estruja al mirar a su hermano, Marcel suele figurar ser un ángel calmado, despreocupado y hasta cierto punto juguetón; Lucifer nunca antes lo había visto así... tan ¿herido? Los propios latidos de su núcleo se aceleran al ver sus lágrimas, quiere que se detengan, quiere que su hermano menor deje de llorar.
—Marcel... —acorta la distancia con pasos inseguros.
Marcel se aleja.
—S-solo no quiero verte así de nuevo... —se abraza a sí mismo evitando mirar a Lucifer—. No quiero que ningún demonio te lastime...
El serafín frunce de nuevo su ceño, voltea a ver el balcón; el único lugar por donde puede salir. Quita su mirada de allí para ver a su hermano. No sabe qué decir para confortarlo.
—Marce... —toma su hombro para que lo mire—, nadie va a lastimarme, lo prometo.
—¡¿Cómo puedes saber eso?! —grita, sus lágrimas vuelven a deslizarse por sus mejillas—. ¡¿Qué pasa si te atacan y no tengo la oportunidad de encontrarte?! ¡¿Y si te asesinan?!
La respiración del menor se acelera, sus hombros suben y bajan con cada inhalación y exhalación, su núcleo palpita con fuerza, sus manos tiemblan sin que lo note, lo mismo pasa con su cuerpo. Lucifer observa inquieto a Marcel, preocupado por lo que le está sucediendo. Toma los hombros de Marcel y busca su mirada.
—¡Marce! ¡Tranquilo! Eso no va a pasar, nunca va a pasar... —murmura intentando tranquilizarlo. Nota el temblor de sus manos y toma las de Marcel—. Ningún demonio va a matarme, lo prometo...
El arcángel mira sus manos, ahora sujetadas por Lucifer, las mira por un largo rato hasta que sus temblores comienzan a desaparecer al igual que su respiración se calma. Ya tranquilizado, conecta la mirada con su hermano.
—¿Prometes no salir de la torre? S-solo así estarás seguro... —suplica mirando fijamente a Lucifer.
El serafín guarda silencio, muerde el interior de su mejilla pensando en su respuesta. Lo que más quiere en este mundo es salir de la torre y explorar el mundo que se había perdido entre sus memorias, pero también quería que su hermanito estuviera tranquilo y sin preocupaciones, él ya había pasado por mucho al encontrarlo cerca de la muerte mientras estaba rodeado de cadáveres de demonios, lo último que quería era provocarle otro susto.
—Lo prometo.
Una pequeña sonrisa aparece en el rostro de Marcel al escuchar su respuesta. Limpia sus lágrimas antes de lanzarse a abrazarlo.
—¡Gracias...! En serio.
Mantienen el abrazo por un poco más de tiempo, luego se separan.
—Luci, quiero que me prometas otra cosa...
—¿Qué cosa?
Marcel toma aire y mira fijamente al serafín.
—Prométeme no volver a hablar de esto, de esa luna, por favor.
Lucifer se queda en silencio sorprendido hasta que después de unos segundos responde:
—Lo prometo...
La sonrisa de Marcel es más grande ahora. Eso calma un poco a Lucifer. Ambos se quedan en un silencio diferente para cada uno: para Lucifer era uno un poco incómodo debido a lo que tuvo que prometer, pero por otro lado se sentía bien saber que ahora Marcel estaba tranquilo; para Marcel era un silencio satisfactorio, había logrado su objetivo: mantener a Lucifer en la torre.
El silencio de ve interrumpido por el sonido de unas alas acercándose a ambos. Voltean y son recibidos por el 'rostro' de Trono, quien se acerca a Marcel emocionado y revolotea alrededor suyo. Marcel lo saluda riendo, Lucifer observa la escena con una sonrisa pequeña (ese es el Marcel que Lucifer conoce), su sonrisa desvanece un poco al mirar, de nuevo, el balcón, fuerza su vista a regresar a su familia. Voltea a ver el reloj, todavía les quedaba tiempo antes de la una de la tarde, la hora de salida de Marcel. Mira a su familia y extiende los brazos con burla.
—¿Quieren jugar escondidas en la oscuridad?
Notes:
No mentiré, no tenia ideas para "los deseos más oscuros y profundos" de los personajes... Una disculpa si estos suenan ridículos o extraños.
Por otro lado... ¡Dice entra en escena! AAAAAAA
Chapter 4: Capítulo III
Summary:
Escape del Infierno, persecuciones en solitario, una extraña torre en el bosque y dolores de cabeza que por nada del mundo están relacionados a una pieza de oro.
Chapter Text
Cuando por fin salió de la oscuridad Kingsley supo que escapar del Infierno sería mucho más difícil que entrar. Para comenzar, los muy tontos de sus hermanos estaban ansiosos por salir de allí y vender la ‘corona’ a la persona que más les ofreciera dinero, a ellos solo les importaba la meta, no el trayecto para llegar a ella. Eso era lo que diferenciaba a Kingsley de ellos. Por esa razón es que corre para alcanzarlos una vez que sale del túnel.
—Tenemos que ser silenciosos si queremos salir de aquí —avisa en voz baja colocándose entre ellos.
Los mayores solo le dan respuestas vagas fastidiados, el menor parecía un paranoico a sus ojos.
El grupo se escabulle siguiendo el camino que antes habían recorrido, solo que esta vez el trayecto estaba siendo mucho más tardado debido a que Kingsley los hacía detenerse cada poco tiempo con la excusa de que había guardias cerca. Liam se obliga a respirar para resistir las ganas de darle un puñetazo, se les estaba acabando el tiempo y el muy imbécil de su hermanito estaba jugando.
—A un lado, yo dirigiré —empuja al menor y le arrebata su posición, asoma su cabeza, al ver que está despejado hace una seña para que avancen. Kingsley lo maldice el silencio.
El trayecto hacia la salida se vuelve mucho más rápido, tomando solo leves descansos cuando, esta vez, sí aparecían guardias en lugar de murmullos que nadie más que Kingsley podía escuchar. Continúan dirigiéndose hacia la salida, cuando están lo suficientemente cerca los mayores dejan de esconderse y empiezan a caminar hacia las grandes puertas del Infierno sin preocupaciones, Kingsley vuelve a quejarse, pero los imita; iban a lograrlo, ya estaban a una buena distancia de las puertas.
—¡Alguien ha robado la ‘corona’ del rey!
Por supuesto que no iba a ser tan fácil como parecía. El trío se tensa inmediatamente, ninguno voltea hacia atrás, solo continúan caminando. Kingsley mira fijamente el detrás del rostro de Liam (una cara con un punto azul oscuro), leyendo con atención sus deseos solo para no concentrarse en los bajos susurros que le decían cada uno de los secretos de los demonios que se agrupaban a sus espaldas, seguramente preocupados y sin saber qué hacer. Nunca antes alguien se había atrevido a realizar un robo como ese. Un sentimiento de orgullo se asienta en el pecho de Kingsley, tal parece que los demonios son solo criaturas que se creían superiores, mas, se congela al escuchar una nueva voz parecida a una súplica, un grito, una voz furiosa y preocupada, una decidida a cumplir con lo que dice cueste lo que cueste.
《Traer a mi hermano de vuelta. 》
Los demás susurros se callaron al instante, eso o solo fueron opacadas por el grito. Kingsley resiste el impulso de voltear su cabeza para conocer al dueño de ese deseo, era la primera vez que se encontraba ante un pensamiento con buenas intenciones. Era intrigante.
—¡ORDEN! —demanda una voz muy parecida a la del deseo—. ¡¿Qué está pasando aquí?!
Los demonios ineptos le explican temblorosos lo que sucedía, tal parece que el dueño de la voz era alguien con mucho poder. Cuando finalmente se organizan y logran hacer que uno de ellos le explicara de mejor manera lo que estaba pasando es donde el caos se desata.
—¡Cierren las puertas! ¡Interroguen a cada demonio o mortal que esté aquí! ¡Persigan a todo aquel que haya salido del Infierno!
—¡Si, majestad!
Carajo.
El cuerpo dé Kingsley vuelve a moverse, esta vez más rápido, mira a sus hermanos: ellos ya estaban corriendo hacia las puertas, también habían escuchado la orden del monarca.
《¡No! ¡¿Qué están haciendo?! —piensa al mismo tiempo que corre para alcanzarlos. 》
La ‘corona’, ellos tenían la ‘corona’. El correr solo los haría sospechosos, pero allí estaban los muy estúpidos, corriendo hacia la salida antes de que la cerraran, Kingsley odia tener que rebajarse a su nivel, pero para cuando toma consciencia de su cuerpo éste ya estaba huyendo.
—¡Ey! ¡Deténganse! —oye Kingsley al pasar junto a un diablillo, no se detiene a pesar de los gritos que desconoce si son para ellos o para los demás demonios.
Las grandes puertas cada vez estaban más y más cerca de ellos. Kingsley siente como su corazón da un vuelco al mirar como las puertas se mueven para cerrarse. Corre con más fuerza, tiene que cruzar, necesita cruzar. Una gran cantidad de pensamientos susurran a su espalda, lo mismo sucede con las amenazas y gritos; son demasiadas voces, tanto mentales como físicas. Centra su mirada en la salida, tiene que llegar, necesita llegar a tiempo.
Las voces a su espalda continúan, no se detienen, no importa si su volumen es bajo, siguen siendo molestas. La voz del monarca deja de escucharse en algún momento, demostrando que Kingsley ya se había alejado lo suficiente de él, pero los susurros de los demonios que lo persiguen no desaparecen, lo persiguen para atraparlo una vez que las puertas se cierren; para acorralarlo y llevarlo frente a su nuevo rey; para castigarlo y hacerle conocer el tormento eterno en vida.
Sus hermanos ya están afuera (era lógico, siempre habían sido muy rápidos), continuaban corriendo, no iban a esperarlo. Ellos ya obtuvieron lo que querían de Kingsley, ya no les servía: iban a abandonarlo. Kingsley odia el repentino pesar en su pecho, no debería de sentirse así, debió de haberlo imaginado, obviamente iban a utilizarlo a su beneficio (tal y como siempre lo hacían), ¿por qué esa vez iba a ser diferente?
Iba a ser recordado por su nombre falso a partir de ahora. No. Ni por ese nombre será recordado. Estará olvidado, nunca habrá existido, solo será una de las muchas almas desafortunadas que son torturadas en el Infierno. Eso es todo lo que será.
Son los gritos asustados lo que sacan a Kingsley de sus pensamientos. Se detiene por un segundo antes de volver a correr, las puertas dejaron de cerrarse: era ahora o nunca. Sus piernas dolían debido al esfuerzo, su corazón latía rápido debido a la adrenalina, pero eso no era importante, lo primordial era escapar.
No se permite relajarse a pesar de haber huido del Infierno. Continúa corriendo con la intención de alcanzar a sus hermanos, no para reunirse con ellos porque quiera, sino para arrebatarles el bolso y nunca más volver a verlos, esos desgraciados no iban a obtener ni un centavo por la ‘corona’. No le toma demasiado tiempo encontrarlos, lo cual es una sorpresa, pero una mayor sorpresa es encontrarlos retorciéndose como gusanos sobre la tierra. Kingsley se detiene, admirando con extrañeza como sus hermanos sujetaban sus cabezas y cerraban sus ojos con fuerza, se acerca a ellos con cuidado, analizando. ¿Qué les pasó?
Uno de ellos, Iván, abre sus ojos y los cierra con velocidad, mas en ese poco tiempo Kingsley toma conciencia de lo que sucede. Los ojos de sus hermanos estaban verdes, tal y como Kingsley los tenía cuando su maldición se activaba. Una pequeña risa se escapa de sus labios. Qué situación tan cómica. De alguna manera sus poderes se habían activado sin que él lo supiera y ahora estaban afectando a terceros. Era una delicia.
Kingsley se acerca a Liam, observa con gozo como su mirada va hacia distintas direcciones, tal parecía que podían ver los deseos de los demás en lugar de solo oírlos. La sonrisa de Kingsley crece, finalmente son conscientes de la tortura de su ‘don’. Se detiene al tenerlo de frente (o abajo, más bien), agacha un poco su cabeza y disfruta de tortura por un poco más de tiempo, luego de eso su visión va hacia el bolso; con cuidado se lo quita de encima para que no se libere del hechizo (no sabe si quiera si eso ayuda, era la primera vez que lograba hacer que los demás vieran los pensamientos y la segunda en la que podían oírlos).
Una vez que logra arrebatarle el bolso se aleja con rapidez, al estar a una buena cantidad de metros alejado de ellos es que voltea hacia atrás; seguían hechizados. Perfecto. Esta vez corre sin volver a mirar atrás.
[~*~]
Kingsley estaba maldito. Lo sabía desde el momento en el que observó las palabras flotantes sobre la cabeza de su madre; bueno, puede que no lo haya sabido inmediatamente, pero sabía que no era normal. Al igual que ese preciso momento no era normal que un ejército demoníaco lo persiguiera por el bosque a pesar de haberse alejado lo suficiente del infierno.
Desconoce si ya habían atrapado a sus hermanos (lo cual era seguro), mas no piensa en eso por mucho tiempo, si los habían capturado lástima por ellos, se lo ganaron por intentar abandonarlo.
Kingsley deja de correr al llegar a un gran árbol, toma aire para recuperarse, le esperaba un largo camino muy difícil. Se había logrado librar por unos instantes de los demonios (lanzar una roca para que haga ruido en otro lugar fue una idea con poca fe que logró funcionar). Mientras se tomaba sus segundos de descanso su mirada pasó al tronco del árbol, el cual contaba con algunos afiches de “Se busca” de diversas persona-objeto y unos pocos humanos. Los ve con desinterés hasta que nota dos rostros familiares, para ser exactos, dos dados de igual rostro, sus hermanos.
Mierda.
Sus hermanos estaban allí y literalmente éste era su primer robo hacia los demonios, al parecer la información se difundía demasiado rápido, ¿cómo era posible algo así? Kingsley busca inmediatamente su propio rostro, si lograba encontrarlo estaría más condenado de lo que ya está. Su corazón va bajando su ritmo al no encontrarse, o eso hacía antes de dar un vuelco al mirar una terrible ofensa.
Sí, se encontraba entre los afiches, ¡pero lo forma en la que lo habían retratado era una grosería! ¿Qué clase de objeto, humano o demonio había pintado eso? Si Kingsley llega a saber quién fue el responsable se encargará de acabar con su vida.
¿Cuál es la terrible razón por la que el artista se verá atormentado y torturado hasta su muerte? Pinto mal el bigote de Kingsley. ¿Quién en su sano juicio confundiría su bigote inspirado en el estilo inglés con un horrible bigote morsa? Simplemente asqueroso.
Kingsley toma su afiche, de verdad que le daban náuseas de solo mirarlo, ¿por qué Iván y Liam habían salido perfectos y él no? Sujeta el afiche con ambas manos dispuesto a romperlo, pero al escuchar como unos gruñidos se acercaban hacia donde estaba por reflejo echa el afiche al interior de su bolso antes de volver a correr.
Los gruñidos pronto se convierten en rugidos, y esos rugidos se fueron acompañando de voces que apenas se podían escuchar y que era incomprensible saber lo que decían, estaban a una buena distancia de Kingsley, pero sabían su paradero, por eso las voces continuaban.
Maldice en voz baja, ¿cómo lo encontraron tan rápido?
Su molestia se ve interrumpida al sentir un ligero ardor en su brazo derecho, se detiene de golpe para mirar: su camisa blanca había sido rasgada de manera recta y tenía un pequeño rasguño en su piel. Voltea conmocionado hacia el frente, hay una lanza clavada en el césped.
La observa con atención, la asta parecía hecho de un hueso largo y no podía observar de qué material era la punta, pero sin duda era filoso. La lluvia de muchísimas más lanzas junto con flechas hacia su dirección es lo que detiene su contemplación. Toma con rapidez la que está enfrente suyo y vuelve a huir.
Corre a una zona con muchos árboles y arbustos, tenía que dificultarles su búsqueda. Se asegura de escabullirse debajo de ramas largas y estorbosas, al igual que caminos con troncos caídos. Al llegar al frente de un árbol torcido y grande una idea cruza por su mente.
[^&^]
Chimaera era conocida como la guardiana del gran demonio Asmodeus, una bestia mitad león y dragón, la encargada de proteger a su maestro y a su creador; eso último también involucraba sus pertenencias, así que iba a atrapar a ese ladrón y lo iba a hacer sufrir por atreverse a tocar con sus sucias manos la ‘corona’ de su rey.
Ella era ágil, podía esquivar sin ningún problema los árboles y plantas que se aparecían en el camino. Era una lástima que los diablillos que le hacían compañía a ella y a su maestro eran unos incompetentes incapaces de manejar correctamente a sus caballos. Ella gruñe al notar como poco a poco el número de soldados va disminuyendo.
—Tranquila, este es nuestro —su maestro acaricia su melena. Chimaera percibe que está igual de furioso que ella, los otros dos ladrones se les habían escapado en la punta de sus garras. Fue tan humillante que su hocico libera humo con tan solo recordarlo.
Chimaera disminuye su velocidad y acerca su nariz al suelo, sigue el rastro hacia un gran árbol torcido, gruñe con un volumen bajo.
《Está ahí. 》
Asmodeus se baja de su lomo, desenvaina su espada y se acerca al árbol. Chimaera se mantiene detrás suyo, en estado de alerta, nunca se sabe si el enemigo lo atacará por detrás. Su maestro, a una buena distancia, da una vuelta al árbol, luego mira hacia las hojas: no parece haber nadie.
Voltea a ver a su compañera, ella sigue gruñéndole al árbol. Asmodeus aprieta el mango de su espada, toma una respiración y en un parpadeo, al encontrarse en el extremo contrario, el árbol cae a sus espaldas.
Chimaera busca acercarse a su maestro para que ambos atrapen al ladrón, o al menos iba a hacerlo hasta que una lanza cae a su lado y un peso demasiado diferente al de su maestro se instala en su lomo.
¿Qué carajos acababa de pasar?
Corcovea su cuerpo dando saltos y gruñidos, incluso corre con tal de quitarse a esa cosa de encima. Escucha gritos detrás suyo ordenándole que se detenga y regrese, pero no lo hace, solo deja de correr al notar que se acerca a un barranco; había dejado atrás a su maestro, sin embargo, no podía dejar de patalear. Continúa haciendo movimientos bruscos, quiere que la suelte, debe hacerlo o se encargará de darle una muerte lenta y dolorosa.
El ladrón grita intentando domarla, incluso se quita el bolso que trae para tratar usarlo de correa. Un olor familiar llega a su nariz y la hace detenerse: era el apenas existente aroma de su creador. Sus ojos brillan con ira, iba a quitarle ese bolso. Mueve su cabeza hacia atrás para morderlo. Él apenas y logra evitarla. Debido a la sorpresa el bolso sale volando y cae en la rama de un árbol delgado que está a punto de caer al precipicio.
Ambos dejan de luchar entre ellos, miran el bolso y vuelven a pelear. El ladrón se baja de su lomo (por fin) para luego correr hacia el árbol. Chimaera lo empuja con su cuerpo, no iba a permitir que se saliera con la suya. Él la empuja de vuelta. A pesar de sus inútiles esfuerzos ella logra llegar al árbol primero, camina por el tronco, en eso el dado jala su cola: ella le escupe fuego.
Al dejar de verlo se alegra, ya había ganado. Vuelve a caminar hacia su objetivo hasta que nota un par de guantes blancos moviéndose con rapidez también hacia la rama, la escoria seguía colgada del árbol. Ruge y escupe fuego a donde las manos del ladrón estaban, ambos en breve tiempo ya estaban donde querían.
El ladrón agarra el bolso y le restriega su logró. Su acción hierve su sangre, abre su hocico para dispararle otra bola de fuego, iba a matarlo, no iba a dejar ni siquiera sus cenizas.
Crujido.
Su aliento de fuego desaparece siendo reemplazado con humo, voltea un poco su cabeza hacia atrás.
Otro crujido, luego de ese le siguieron más y más, cada uno proveniente de las zonas quemadas. Al llegar a la última quemadura la rama se rompe y los dos se caen al vacío.
Chimaera extiende sus alas inútiles al mismo tiempo que entierra sus garras en la rama.
Mientras caían una roca sobresaliente del barranco parte el tronco en dos partes, dándoles caminos distintos a ella y al ladrón.
[^&^]
Kingsley grita, entierra sus uñas en la rama al igual que abraza el ‘cuerpo’ de esta; era lo único sólido que podía sostener después de todo. Se aferra a su bolso también, no se había puesto al borde de la muerte por nada.
La caída se siente eterna, no podía ver el suelo debido a que estaba de espaldas así que solo podía ver como el lugar de donde cayó se alejaba más y más. Visiones de su vida parten frente a sus ojos, cada recuerdo familiar… no, cada abandono, más bien, era proyectado en cualquier lugar que mirara. Kingsley lo odia, era demasiado parecido a su maldición.
Sus ojos empiezan a picar, ¿era así como terminaría? ¿Sus últimos momentos serían recuerdos de cómo quienes debían amarlo y cuidarlo lo dejaban a su suerte? ¿Serían también recordar secretos que no eran suyos y que solo tuvo la desdicha de saberlos por algo que no eligió? ¿Sería el rostro desinteresado de su padre que le escupía sin remordimiento que había vendido su alma como lo último que vería?
Tiene la suerte de inhalar aire y contenerlo para reprimir un leve sollozo, de no haberlo hecho seguramente se hubiese ahogado al momento de impactarse contra un lago.
Kingsley deja de abrazar la rama para luego nadar a la superficie, al llegar toma aire de nuevo (el impacto había logrado quitarle aire). Se acerca a una orilla y sale inmediatamente, no se molesta en darle atención al dolor en su espalda, estaba vivo, ¿qué importaban las consecuencias?
Esculca su bolso al recuperar el aliento, suelta un quejido apenas roza algo afilado; saca su mano, uno de sus dedos tenía una cortada. Ve su herida confundido, ¿la ‘corona’ estaba afilada? Mete su otra mano y la revisa ahora con cuidado, mirando su contenido. Resopla al encontrar un par de cuchillos extremadamente decorados, ¡obviamente Liam e Iván traerían armas allí! Toma una respiración profunda, no iba a molestarse porque ellos ni siquiera se habían tomado la molestia de decirle traían armas ocultas. No. No iba a molestarse.
Su humor mejora al mirar la ‘corona’, la saca para asegurarse de que se encuentre en buen estado, al comprobarlo la vuelve a meter.
Observa su alrededor con atención, no conocía ese lado del bosque, pero estaba seguro de que lograría encontrar algún camino de vuelta a la civilización. Se levanta y exprime lo que puede de su ropa, lo mismo hace con su bolso. Ve el lago, éste estaba conectado a un río, así que debería de encontrarse con personas si lo seguía.
Camina contra la corriente del río hasta llegar a un montón de rocas enormes, el río se filtraba por las aberturas de las rocas. Kingsley suelta una maldición, quién sabe cuánto tiempo llevaba caminando para que su destino final sea la nada.
Se acerca a una pared cubierta por vegetación para recargarse y recuperar sus fuerzas, aunque sea por un poco de tiempo. El dado suelta un grito al casi caer donde se supone que estaba la pared.
—Pero, ¿qué…? —murmura sujetando las enredaderas, luego mira lo que ocultaban: un pasaje, podía ver desde donde estaba que del otro lado había un lo que parecía ser un claro. Capaz y había personas allí.
Observa con atención el túnel, no era tan extenso como el que había cruzado en el Infierno, pero si lo suficientemente como para estar sumido en la oscuridad. Toma un profundo respiro.
《No parece haber personas cerca del túnel, no oirás nada. 》
Con ese pensamiento en mente se adentra en la oscuridad por tercera vez en el día. Corre con la poca energía que le quedaba, solo así le toma menos de dos minutos poder salir de ahí. Al estar fuera agudiza su oído por reflejo y mira su alrededor: no hay nadie. Aprieta la correa del bolso con frustración, ¿por qué su suerte era tan mala el día de hoy?
Se da la vuelta dispuesto a regresar, en eso un susurro incomprensible roza su oído, vuelve a mirar su alrededor: todo continuaba igual de vacío. Observa con mayor atención el espacio abierto, se insulta a sí mismo al percatarse que había una torre en el centro del claro. Sin dudarlo camina hacia la torre, quien o quienes estuvieran allí podrían ayudarlo a llegar a la ciudad.
Cuando llega a la base los susurros se vuelven un poco más altos, no obstante, se seguía sin comprender lo que decían. Kingsley rodea la base, no hay ninguna puerta que le permita subir. Mira hacia el pico de la torre, había alguien allí, ¿cómo le había hecho para subir si no había escaleras? ¿Había trepado acaso?
Su última duda le da una idea; revisa su bolso con precaución y saca los dos cuchillos demasiado saturados de decoración para su gusto, toma uno en cada mano y comienza a trepar. Se trataba de una tarea difícil, debía de poner demasiada fuerza en cada brazo para soportar su peso y no caerse. Al estar a la mitad de su recorrido vuelve a insultarse, ¿por qué no solo llamó por la ayuda de ese alguien? Ya no importaba, iba a terminar su camino, capaz y el o la extraña le mostraba una manera más fácil para bajar.
Entierra ambos cuchillos en el balcón de la torre, después presiona más fuerza y finalmente entra al interior. Mueve sus hombros para aliviar el dolor al mismo tiempo que recupera el aliento, no se molesta en mirar su alrededor esta vez (el único susurro continuaba, éste seguía sin entenderse, pero no le provocaba el sentimiento de preocupación a Kingsley).
Abraza su bolso contra su pecho.
—Sigamos con esto —dijo para antes de la oscuridad tomara su consciencia.
[^&^]
¿Qué era lo que pasaba? No lo sabía, simplemente veía a lo que parecía ser un dado con cuerpo de humano.
Estaba ‘tranquilo’ pensando en cómo había fallado en decirle a Marcel su petición sobre dejar la torre mientras afilaba las puntas de su tridente. Su hermano hacía tiempo se había ido luego de tres rondas de escondidas en la oscuridad (esta vez sin sustos). De repente escuchó unas respiraciones demasiado ruidosas para pertenecer a Marcel, además, Trono se había puesto alerta inmediatamente; así que, como la criatura de luz que era hizo lo que creía correcto: tomar su tridente y noquear al intruso.
Lucifer observa al dado en posición de defensa, era un serafín dedicado a las artes y la belleza, lo que estaba haciendo no se encontraba en su área mas por alguna razón sus acciones las podía realizar sin ninguna dificultad. Voltea a ver a Trono buscando respuestas:
《¿Cómo es que un dado tiene cuerpo. 》
《No me preguntes, llevo toda mi vida contigo —da a entender con sus alas. 》
Suspira insatisfecho, fue su culpa por preguntar a alguien tan aislado del mundo como él. Regresa su mirada al intruso, obviamente no era un humano, pero tampoco parecía un demonio, literalmente era un dado sin cuello, pero con cuerpo de humano. La evolución se había puesto muy rara, ¿será una creación nueva de su Padre? No. Marcel se lo habría dicho y de seguro tendría libros sobre eso.
Mientras lo evaluaba poco a poco se iba acercando al cuerpo del dado, observa con curiosidad las facciones de su rostro: tenía unas pestañas bonitas y un bigote elegante, al continuar observándolo también pudo notar que tenía un ligero rubor en las mejillas, seguramente por el esfuerzo de trepar la torre, también parecía cansado, Lucifer lo atribuye, de nuevo, por subir su torre.
Su lista de observaciones pudo haber continuado de no ser por el repentino despertar del intruso, éste abrió sus ojos y Lucifer, por reflejo, lo volvió a noquear.
El serafín sacude su cabeza, ¡no había tiempo para distracciones! ¡Tenía un intruso en su torre! ¡Y para el colmo era de una especie que desconocía!
Decidido a no perder más el tiempo lo sujeta por sus hombros, nota su bolso y se lo quita, luego mira su alrededor buscando donde dejarlo, una sonrisa burlona aparece en su rostro al mirar el armario. Empieza a arrastrarlo, no pesaba demasiado, sin embargo, para hacerse más fácil el trabajo utiliza sus alas para llevarlo.
¿Puede dejarlo suavemente dentro del armario? Si.
¿Iba a hacerlo? No. ¿Para qué va a donde no lo invitan?
Sin más, lo arroja dentro del armario utilizando sus alas como impulso. Cierra rápidamente las puertas, machucando sin querer tres de sus dedos como resultado. Lucifer se fuerza a no reírse mientras los mete al armario uno por uno. Al terminar va por una silla y bloquea las puertas. Sosteniendo su tridente se para frente al mueble.
—Está bien… tengo a un dado en mi armario… Lo más normal del mundo —Trono aletea en su rostro ante su broma, no era tiempo para juegos. A pesar de la reacción de su compañero, Lucifer ríe—, ¡Tengo a un dado en mi armario!
Continúa riendo, ¡que cómico era todo!
Su risa pudo haberse prolongado de no ser por un imprevisto pensamiento:
《Capture a un intruso sin salir herido, puedo cuidarme solo. 》
Su burla cambia a orgullo, su hermano le había dicho que temía que lo volvieran a lastimar, pero había logrado encargarse de un intruso en su torre, ¡y solo con un palo de madera! Eso demostraba su valía. Estaba listo para salir de su 'refugio'.
Durante su celebración, el pequeño Trono se dirigía hacia el balcón, lo primero que nota son los dos cuchillos, se pone alerta de inmediato y corre hacia Lucifer. Éste lo mira confundido, Trono lo guía y su rostro se tensa al comprender. El intruso había estado armado, eso inquietaba al serafín al mismo tiempo que su orgullo crecía, había dejado inconsciente a alguien que traía armas.
Quita los cuchillos de su balcón y da vuelta a su cabeza para mirar a su compañero, Trono se había ido a inspeccionar la bolsa, sin embargo, debido a su falta de brazos no podía realizar una acción tan simple como abrirla, así que espera a que Lucifer se le acerque. Al llegar deja los cuchillos a un lado y esculca la bolsa, al sentir algo frío saca su mano; Trono la revisa preocupado, lo mira sugiriéndole que mejor tire la bolsa sin saber su contenido, pero la curiosidad ya había ganado a Lucifer, vuelve a meter su mano y al sentir lo frío saca su mano con todo y objeto.
—¿Eh? ¿Qué es esto? —pregunta al aire mirando una pieza de oro.
No hay respuesta.
—Parece un brazalete —se responde a sí mismo intentando colocárselo—. No, no creo que sea eso.
Lo sigue examinando por unos segundos más, la superficie del oro reflejaba al espejo que se encontraba detrás suyo, sin tener el control de su cuerpo Lucifer voltea hacia atrás. Se observa a sí mismo con la pieza en mano. Un dolor de cabeza lo invade. Por reflejo lleva una de sus manos a su cabeza.
El dolor no era por hambre, eso lo sabía, había comido no hacía mucho tiempo.
Trono lo miraba preocupado, ¿qué tenía esa cosa? Se aproxima a su serafín dispuesto a quitarle esa cosa de las manos, Trono sabré sus ojos con sorpresa cuando al intentarlo Lucifer lo acerca su pecho y lo cubre con sus manos.
—Oh, em... No te preocupes, solo es una pequeña jaqueca —susurra distrayéndolo. Sus manos seguían aferradas a la pieza de oro.
En eso, una voz conocida se escucha del exterior.
Chapter 5: Capítulo IV
Summary:
Una distracción exitosa, un nuevo plan en marcha y una revelación accidental.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Lucifer inmediatamente mete la pieza en el bolso y guarda los cuchillos, lanza la bolsa debajo de un mueble; sin mirar si la ocultó bien se para frente al balcón sonriendo. Piensa si rezar es una buena o mala idea mientras Marcel se sienta en el balcón.
—¡Hola, Luci! Ya volví.
—Si... ya lo noté —contesta aún sonriendo, esta crece al momento en que Marcel alza una ceja debido a su extraña actitud.
—Oh... ¿es por la discusión de hace unas horas? —hace una mueca incómoda. Ambos se miran en un silencio sin saber qué decir.
Trono se mantiene en medio de ellos, sus ojos van de un lado al otro mirando a los hermanos. No parece que alguno de los dos rompa la extraña tensión que se formó de un segundo a otro. Cierra su ojo principal y concentra su visión en sus ojos traseros, mira el mueble donde Lucifer arrojó el bolso, sus anillos se tensan al notar la correa del bolso fácilmente. Abre su ojo principal y vuela hacia Marcel con rapidez, revolotea alrededor suyo con una emoción nerviosa. Tiene que distraerlo...
Sus aleteos logran llamar la atención de ambos (y con ello disipa la incomodidad). Trono aletea sobre una pequeña canasta cubierta por una manta.
—¡Oh! Cierto —camina hacia Lucifer y deja canasta en sus brazos—. Es para ti.
Lucifer mira la canasta intrigado, lo que sea que tuviera adentro era pesado, muy pesado. Exclama al quitar la manta.
—¿Esto es...?
—Sí, oro y joyas del Cielo —su mirada se calma al mirar la emoción de Lucifer—. Es una muestra de perdón por la situación de hace rato.
El serafín le da una sonrisa pequeña y culpable. Marcel no había sido el causante de su pelea: había sido él. Pero aún así le había traído un regalo para que lo perdone a pesar de que solo intentaba protegerlo... Un sentimiento pesado se asienta en su pecho.
—Marce, no tienes que disculparte —deja la canasta sobre la mesa—. Yo fui quien empezó todo.
—Aún así, me siento mal por haber causado un drama.
—Fue mi culpa, no debí hacerte recordar eso —recarga su mano en su hombro.
Marcel siente una leve presión y sonríe, así es como Lucifer consuela. Eso significaba que todo seguía controlado, nada iba a salir mal, su misión no había fracasado.
—Por cierto, te tengo otra sorpresa —Lucifer resopla entretenido ante el 'silencio dramático' de Marcel—. ¡Padre me dio libre el resto de la semana!
—¡¿QUÉ?! —grita, no podía creerlo. Eso nunca había sucedido.
Los seres celestiales no tenían permitidos los descansos. Cualquier segundo desperdiciado podía causar desorden en cualquier lugar del mundo: desde una oración pequeña hasta rezos inmensos. La responsabilidad era igualitaria entre todas las jerarquías, los ángeles de un solo par de alas tenían la misión de servir a los arcángeles y los arcángeles de mantener en orden el mundo humano. Los serafines, tronos y querubines eran los menos relacionados a las responsabilidades de los mortales, su deber era servirle a Dios, lo cual era un honor en el Cielo.
¿Cómo fue que Marcel, un arcángel, había logrado obtener tres días libres cuando con solo visitarlo arriesgaban el equilibrio del mundo?
—¿¡Cómo!?
—Le comenté a Padre que te sentías solo.
《¿¡Y ya!? ¿Así de fácil era? —pensaba Lucifer aún incrédulo. 》
No. No podía de ser así de sencillo. La última vez que había mencionado algo como eso le entregaron a Trono para hacerle compañía, tal vez se debió a los problemas terrenales que había en ese entonces, pero aún así había algo que no concordaba.
De manera inconsciente, dirige su mirada al armario, el dado seguía inconsciente: eso era bueno, lo último que quería en ese momento era que Marcel descubriera su anterior plan de convencerlo para dejarlo salir. No podía hacerle eso, si le mencionara de nuevo su deseo de salir Marce se sentiría mal y pensara que a Lucifer no le gusta su compañía. No. Decirle sobre el dado estaba prohibido.
Pero... no iba a desperdiciar la oportunidad que le llegó en bandeja de plata. "Ojos que no ven, corazón que no siente", ¿cierto?
—Woah, si siempre fue así de sencillo hubiese dicho algo hace años —sonríe ante la risa ahogada de Marcel.
—Bien, aquí me tienes —alza sus brazos mostrándose a sí mismo—. ¿Qué puede hacer este arcángel por ti?
Su sonrisa se vuelve atrevida, va hacia el librero, toma un libro y regresa mostrando el título.
—Manzanas.
—¿Manzanas? —toma el libro y lo hojea.
—Si, quiero probar todos los tipos de manzanas del mundo.
—¿Está bien? —cierra el libro—. Y, ¿quieres que yo vaya por manzanas? —Lucifer asiente—. Muy bien, para nada es una petición extraña.
—Sé que es raro, pero ¡vamos! Llevo aquí 500 años, solo, acompañado de libros que hablan del exterior; y quien sabe cuando lograré irme. Déjame pedirte algo posible como manzanas.
Al escuchar la palabra “solo” Marcel y Trono se miraron con complicidad para luego dirigirle la misma expresión a Lucifer.
—Saben a lo que me refiero —bufa el serafín—. ¡Pero ese no es el punto!
Lucifer comienza a darles una plática sobre cómo tenía una gran curiosidad por el sabor que tendrían los diferentes tipos de manzanas que existen y que el conocer las variaciones de cada una lo ayudarían a complementar su conocimiento sobre el reino mortal.
—¿Y eso será con manzanas? —indaga Marcel escéptico.
—Las manzanas son un fruto incomprendido… —responde con una pose dramática.
Marcel suelta una risa ligera asintiendo—. Está bien, entiendo. Te traeré manzanas.
《¡Si! —Lucifer celebra en su cabeza. Había logrado su cometido, puede que, de una manera tonta y extraña (tuvo que improvisar un plan en segundos), pero ahora Marcel no estaría en la torre y él podría realizar su plan. No podía contar como mentir (eso era pecado), en realidad sí sentía curiosidad por los diferentes sabores de las manzanas. 》
Una molestia tenue se asienta en su cabeza, pero esta vez la ignora por completo, su emoción es mayor y no dejará que disminuya por algo insignificante.
Marcel va hacia su propia habitación de la torre (la cual nunca usa pero que por alguna razón tiene) para prepararse para su viaje. Mientras tanto Lucifer toma otra canasta y la llena con las diversas frutas que tenían en la torre; mira la canasta llena de oro y joyas por un momento, luego suspira y va por un pequeño saco, a regañadientes lo empieza a llenar: obviamente Marcel compraría las manzanas y para eso necesitaría dinero.
—Mortales y su necesidad de trueque —murmura al final casi mordiéndose la lengua. Curioso.
¿Y Trono? Él solo observa a su serafín. Había algo extraño en él, estaba planeando algo. Solo rezaba para que ese algo no estuviera relacionado con ese dado en su armario…
Cuando Marcel regresa ya traía puesto una vestimenta típica de los humanos junto con una capucha, todavía conservaba su forma de criatura celestial, así que Lucifer supone que se transformará al salir de la torre. Marcel mira curioso la canasta llena de frutas con un pequeño saco que Lucifer le entrega.
—No llevas tanto tiempo en este reino como yo, pero créeme, podemos sentir las necesidades humanas. Son un fastidio —Marcel hace un gesto de comprensión y acepta la canasta.
—Regresaré antes de que termine la semana —camina de espaldas hacia el balcón, extiende sus alas, se voltea y alza vuelo.
—Más te vale hacerlo.
—No dudes de mi —ríe. Mira a Trono, quien estaba al lado de Lucifer—, cuídalo mientras no esté, Trono —la criatura hace una confirmación a pesar del gesto de indignación de su serafín—. ¡Adiós! —exclama antes de volar hacia la tierra y entrar a la cueva.
Lucifer también le grita una despedida y observa como la figura de su hermano se desvanece en la oscuridad. Se queda unos minutos observando el túnel con atención. Al tener la confianza de que Marcel ya se había ido se va del balcón.
Ya se había deshecho de Marcel (que mal sonaba eso, pero no podía describirlo de otra manera), así que ahora había llegado la parte ¿difícil?, ¿divertida? Ni idea, solo sabía que había llegado la hora de interrogar al hombre con cabeza de dado.
Agarra su tridente de madera (el cual curiosamente Marcel nunca notó), quita lentamente la silla que impedía que las puertas se abrieran y se pone en guardia por precaución. No sucede nada. Toma un respiro profundo y usando una de las esquinas del tridente abre las puertas.
El cuerpo del dado da un golpe seco contra el suelo.
—Mierda… sí lo maté —murmura con los ojos abiertos. Lucha contra su instinto de reírse, ¡solo fue un golpe con un palo! ¡Por favor, era cómico!
Al contrario de él, Trono se asusta y vuela hacia el cuerpo. ¡Sabía que su compañero planeaba algo! Y desafortunadamente si trataba sobre el dado. Trono al estar lo suficientemente cerca pudo percibir las respiraciones inquietas del intruso. Si Trono tuviese boca habría suspirado aliviado. Por medio de sus alas le avisa a su serafín que el intruso seguía con vida, no sabe si debería de alarmarse por la ligera decepción que cruzó por el rostro de su compañero.
Lucifer llega con ellos, pica con la asta del tridente el cuerpo del dado, éste no parecía poder reaccionar por al menos un rato. Perfecto. Deja a Trono vigilando al intruso para ir por una silla y una cuerda. Al regresar lo ata contra la silla, luego apaga toda fuente de iluminación, cierra las ventanas y deja una única vela encendida en el piso frente al dado.
Trono mira escéptico a Lucifer, pero éste solo alza los hombros y dice:
—Necesitamos ambiente —Trono resignado le responde negando con su cuerpo.
La criatura de aros y ojos se posa frente al dado y agita sus alas velozmente para despertarlo, sin embargo, su brisa no logra su cometido. Oye una risa sarcástica pero reprimida a sus ‘espaldas’. Agita con más velocidad y vuela a su alrededor, pero vuelve a fallar en despertarlo. Poco a poco las risas se vuelven un poco más fuertes. Si tuviera rostro éste expresaría su obvia molestia. Sin pensarlo pone fuerza y poder celestial en una de sus alas y golpea una de sus caras.
Trono huye y las risas se callan al escuchar un jadeo.
[^&^]
La oscuridad había invadido a Kingsley de un momento a otro junto con un fuerte dolor en su cara trasera, quien fuera que estuviera en la torre se debió de sentir amenazado y lo atacó. Que gran suerte tenía.
Una extraña paz lo inundó en sus primeros momentos de inconsciencia, no había ruido ni imágenes desgarradoras, solo había un gran vacío negro. Ni siquiera era consciente de lo que sucedía con su cuerpo. Lo cual Kingsley no sabía si era bueno o malo.
Luego las voces regresaron, pero estas se escuchaban de una manera inusual, era como si Kingsley estuviera debajo del agua y alguien a través de susurros le dijera lo que su atacante más deseaba. Kingsley no logró entender ni una sola palabra. Había solo una voz que si lograba comprender.
《Permanecer siempre al lado de Luci. 》
No tenía idea de quién era Luci, solo le deseaba mucha suerte para que quien fuera el propietario del deseo tuviera buenas intenciones.
Kingsley buscó concentrarse solamente en los murmullos para descubrir lo que decían, capaz y podía sacar provecho de ello, a fin de cuentas, así fue como había sobrevivido durante mucho tiempo. Sin embargo, una nueva voz llegó.
《Cumplir mi cometido. 》
《Ser reconocido ante Padre. 》
《Dejar de ir a la torre. 》
Aquellos tres deseos junto con el otro y los murmullos fue todo lo que Kingsley podía escuchar, luego de un tiempo la última voz desapareció y dejó a la primera voz y los murmullos. Volvió a intentar descifrar lo que los murmullos decían, pero en eso un golpe doloroso en una de sus caras lo trae de regreso a la luz.
Clama de dolor mientras abre sus ojos de golpe, nota una extraña figura borrosa por la esquina de su ojo, pero al voltear su cabeza ésta había desaparecido. Parpadea un par de veces orientándose, lo primero de lo que se da cuenta es que se encuentra en un lugar oscuro y que solo hay una vela en frente suyo, lo segundo son sus brazos y manos atados contra una silla. Un escalofrío recorre su espalda, lucha contra sus ataduras, pero las cuerdas están muy ajustadas: Kingsley podía sentir como sus muñecas empezaban a doler debido a la fricción, pero eso no lo detiene, debía de liberarse sí o sí.
—Tus intentos son inútiles —se escucha una voz firme desde la oscuridad.
—¿Qué? —murmura deteniéndose por un instante, ve su alrededor y busca a la persona que habló. Su búsqueda fracasa. Frunce su ceño—. ¿Qué es lo que quiere de mí?
—Soy yo quien debería preguntar eso.
El sonido de unos pocos pasos resuena por la torre. Kingsley agudiza su oído y descubre que la persona misteriosa se encuentra en frente suyo, cierra sus ojos para concentrarse en las voces de su maldición, pero solo escucha los mismos susurros incomprensibles. Estando confundido abre sus ojos y ahoga un jadeo.
Delante suyo se encontraba un arma con tres puntas afiladas. Pero eso no era lo único que lo asustó, también fueron el par de ojos amarillos brillantes con iris negros que lo miraban como si se tratara de una presa. Por un segundo las voces se callaron.
—¿Quién eres? Y, ¿qué es lo que quieres? —su atacante se va acercando a Kingsley, junto con él lo hace su arma.
Con cada paso que daba su apariencia se iba aclarando, sus ojos negros se fueron convirtiendo en un azul oscuro y el espeluznante brillo amarillo desapareció. Al final quedó revelado un joven de más de veinte años con la apariencia de un cordero, éste llevaba una túnica como vestimenta, pero encima de ella su atacante estaba cubierto de piedras preciosas y oro, asimismo parecía llevar una capa blanca (seguramente para cubrir otras joyas).
Kingsley abre sus ojos sorprendido, mas toma una mirada neutra de inmediato. No debía de expresar ninguna emoción en ese momento.
A causa de su silencio el cordero chasquea su lengua y arrima su arma hacia el cuello inexistente de Kingsley.
—Vas a decirme quién eres en este momento sí es que no quieres que esto perfore tu… —vacila al notar su falta de cuello—, ¡tu cabeza o lo que sea que tenga a su alcance!
Kingsley mira por un segundo su arma para luego mirar el rostro de su atacante; era consciente de que existían muchas variantes de su especie, siendo las mas comunes los objeto-humano que los animal-humano, pero no lograba recordar a nadie de las Islas Inkwell con una apariencia como esa, lo cual era raro, había muchas especies repetidas por todas las Islas.
Había algo extraño.
En algún momento la visión de Kingsley se centra en los ojos del cordero. La inquietud de su pecho se mezcla con curiosidad, ¿sus ojos en verdad brillaron o fue su imaginación?
Ambos se miran a los ojos fijamente, en silencio. No. No estaban en silencio, había un ruido extraño en la oscuridad que sonaba como… ¿aleteos? Kingsley rompe el contacto visual para mirar la oscuridad. Solo en ese momento se da cuenta de que las voces habían desaparecido.
Resiste el impulso de mostrar su sorpresa. Nada era normal en ese preciso momento.
Su atacante parece ofenderse en el instante en que Kingsley volteó su mirada.
—No mires a la nada. Mírame a mí —se aproxima mucho más hacia Kingsley, ahora solo está a poco más de un metro de distancia con él. Reprime una sonrisa ganadora al lograr su cometido.
El silencio otra vez los envuelve. Kingsley sabe que estarán estancados en esa dinámica por muchísimo tiempo si es que no le da lo que quiere a su atacante, pero nunca ha dado nada si no recibe algo a cambio.
—Es de mala educación pedir un nombre sin antes dar el suyo.
Su atacante no tarda en mostrar su sorpresa seguido por una mueca que expresaba “¿es en serio?”. Se queda callado por un momento, al saber que Kingsley no diría nada más chasquea su lengua con fastidio y aleja un poco su arma.
—Está divinidad se llama Lucifer.
—Lucifer… —Kingsley saborea el nombre en sus labios, e ignora la manera en la que su atacante se halagó a sí mismo. Ya tenía como mínimo un dato de su atacante. Recita el nombre en su cabeza, conocía ese nombre, estaba seguro de que ya lo había escuchado antes, pero no recordaba en donde.
—Ahora, dime tu nombre, dado —regresa su arma a donde estaba antes de presentarse.
Kingsley frunce su ceño, lo mira y suspira. Era su turno de cumplir.
—Kingsley, ese es mi nombre. Diría que es un gusto, pero me temo que no lo es.
Lucifer suelta la risilla inconscientemente, al darse cuenta sacude su cabeza. Deja de estar en posición de ataque, sujetando su arma al lado suyo (en ese momento Kingsley se da cuenta de que se trata de un tridente de madera). Empieza a caminar alrededor de Kingsley.
—¿Cómo fue que llegaste hasta aquí? ¿Qué es lo que quieres?
—Tuve un incidente mientras caminaba por el bosque —contesta inmediatamente, sin vacilar—. Solo buscaba un lugar para descansar y ayuda para volver a la civilización.
Su atacante hace un sonido pensativo —¿tú incidente fue tan grave que llevabas dos cuchillos contigo? —deja de caminar en frente suyo.
Kingsley guarda silencio. Malditos sean Iván y Liam, sus estupideces lo metieron en problemas, de nuevo. Kingsley nota un pequeño destello de burla en los ojos de Lucifer, eso lo molesta.
—Esas armas no me pertenecen, fue solo una coincidencia tenerlas a la mano al llegar aquí.
—Oh, ¿en serio? ¿Lo mismo sucede con esa baratija de oro?
Le es inevitable ocultar su impresión. Mierda. Necesita improvisar una nueva mentira ahora y de paso idear un plan para recuperar su bolso.
—¿Acaso insinúa que revisó mis pertenencias luego de haberme golpeado? A mi parecer, quién debería de estar acusando o interrogando a alguien debería de ser yo.
Tal pareciera que los silencios entre ambos se volverían algo común, ya que otra vez ninguno de los dos hizo ningún sonido. O al menos fue así por unos momentos hasta que una risa invade la torre.
—No eres lo que esperaba, Kingsley —dice con una sonrisa gatuna—. Alguien más habría preguntado por la bolsa.
—Ya se ha percatado de lo que el bolso traía, y el mencionarlo me hace suponer que su contenido está a salvo pero oculto.
—¿Qué comes que adivinas? —suelta una risilla mirando solamente su tridente.
Lucifer se pone a examinar su tridente mostrando una actitud desinteresada al mismo tiempo que Kingsley lo observaba con una mirada seria y cuidadosa. Su extraña paz se ve perturbada ante un fuerte estruendo desde la oscuridad, luego se escucha el sonido de algo roto y de un momento a otro la torre se llena de luz.
Kingsley cierra sus ojos por reflejo, logra escuchar un grito de regaño para quien encendió las luces. Muerde su labio para no reírse de la ocurrente situación. Abre sus ojos lentamente. Su alma cae a sus pies.
Frente a él se encontraba un ángel.
Notes:
Me sorprende como creí que éste sería el capítulo más corto-.
Chapter 6: Capítulo V
Summary:
Un curioso acuerdo, un escape, un cambio que podría ser significativo y un serafín obstinado que Kingsley no sabe utilizar.
Notes:
✅⚠️Capítulo NO revisado⚠️✅
En un par de días se actualizará y se tendrá una versión corregida.
⚠️Capítulo YA revisado⚠️
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Lo único en lo que Kingsley podía pensar era en cuál había sido el momento de su muerte, visualizando mentalmente desde el comienzo del día hasta ahora. Al recordar su caída por el barranco no se golpea a sí mismo por su idiotez solo porque tenía los brazos amarrados. Pero eso no impide que no se insulte mentalmente.
Mira como el ángel se voltea para reclamarle a alguien, Kingsley no desvía su mirada, está muy concentrado admirando a la divinidad que tiene en frente (ahora comprende porque se había llamado a sí mismo de esa manera). Éste tenía un pelaje seguramente sedoso; sus ojos azules cual cielo resplandecían; el halo sobre su cabeza solo empezó a destellar en el momento en la que la luz llegó; estaba vestido con una túnica blanca de seda, pero los accesorios de oro y joyas en sus muñecas, cuello, tobillos y cintura contrastaban el blanco puro; por último, mira sus alas, dos pares de alares igual de blancas como la nieve con plumas tersas.
Solo había una palabra digna de describirlo: perfección.
Incluso se olvidó del extraño silencio que había en su cabeza. Toda su atención se encontraba en el ángel.
—¡Trono! ¡¿Qué hiciste?! —camina hacia fue el estruendo. Kingsley lo sigue con la mirada.
Tal parecía que ese día sería uno lleno de sorpresas y silencios, porque al mirar a quien regañaba Lucifer, Kingsley descubre que se trataba de otro ángel, pero con una apariencia demasiado diferente (Kingsley gritaría si se encontraba con eso durante la noche). Trono, como lo había llamado Lucifer, agita sus alas con nerviosismo al mismo tiempo que las movía de un lado al otro y daba giros alrededor de sí mismo.
—¡¿Por qué te alejaste tanto?! —se queja y lo señala— ¡Tú le dirás a Marcel que rompiste el espejo!
La risa regresa a Kingsley al notar el abatimiento en el otro ángel, nunca se imaginaría que una criatura llena de ojos, aros y alas pudiera mostrar emociones con tanta facilidad.
Lucifer escucha su risa y corre a su antigua formación de amenaza en frente de Kingsley. Al llegar sostiene su tridente tal y como lo había hecho antes e intenta recuperar su actitud burlona, pero el ligero tono rosado en sus mejillas arruina por completo su esfuerzo.
《Bonito —piensa Kingsley. 》
—¡Silencio! Eres un prisionero. ¡Te prohíbo burlarte de mi!
A Kingsley no le queda otra opción que callarse debido a la amenaza de tres picos sobre su cuello inexistente.
El ángel da un fuerte suspiro. Continúa amenazando con su tridente cuando vuelve a hablar:
—Escucha, dado, no me interesa esa baratija ni cómo fue que la conseguiste. Es obvio que la robaste, lo cual te hace indigno del reino de los cielos —hace una pausa y sonríe ante la falta de respuesta de Kingsley—. Pero… —aleja su tridente, una vez más—, si me ayudas con algo: podría considerar decirle a mi Padre que te de una segunda oportunidad.
Silencio.
A Kingsley nunca le importó si iba a ir al Paraíso o al Infierno. Ya sabía de su destino desde a una muy temprana edad, así que la propuesta de Lucifer no provocaba nada en él. Por otra parte, en lugar de sentir esa necedad de salvación, sentía curiosidad, mucha curiosidad: no todos los días te encontrabas frente a un ángel y mucho menos un ángel que buscaba manipularlo a través de la tentación.
Un pensamiento de ya haber conocido esta historia pasa por su mente, pero lo ignora. Lo que sea que fuera no era importante en ese momento, lo importante era el presente.
—¿Qué clase de ayuda?
—Nada que sea difícil —camina hacia algo cubierto por una manta, le quita la manta, pero mantiene lo que cubría oculto, vuelve a caminar hacia Kingsley. Al estar en frente suyo lo muestra—. Quiero ver la luna roja.
Kingsley observa la pintura con interés. Las pinceladas habían sido hechas con delicadeza y si miraba con atención podía notar pequeños detalles en las hojas de los árboles al igual que en el césped, en el pelaje de Lucifer y en los cráteres de la luna. Tenía la fortuna de ser alguien observador, de no ser así no hubiese podido admirar tales sutilezas. Incluso por un segundo olvidó la razón por la que observaba el lienzo.
—¿Y bien? Respóndeme.
—Es una muy buena pintura.
—Dime algo que no sepa. Aceptas mi oferta, ¿sí o no?
La realidad regresa a Kingsley. Deja de mirar la pintura para pasar su visión a su atacante.
—¿Quieres ver la Luna de sangre?
—Luna de sangre… —repite en voz baja con una sonrisa—, un nombre perfecto, ¿cómo no se me ocurrió? —voltea su lienzo y lo mira con adoración.
—Siento interrumpir tu momento de inspiración, pero ¿no puedes verla desde tu balcón? —Lucifer frunce su ceño, deja de mirar su lienzo.
—No es lo mismo. Es diferente verla desde aquí qué poder admirarla desde su aparición.
Kingsley entrecierra sus ojos y asiente lentamente aun sin estar conforme.
—Así que, si quieres ser perdonado, vas a guiarme a un lugar donde pueda ver la Luna de sangre en su máximo esplendor y luego me regresarás aquí. Incluso consideraré regresarte tu bolso si es que haces un buen trabajo.
En otras palabras, Lucifer quería un guía turístico que lo llevara a un lugar de cinco estrellas y solo si daba un buen servicio recuperaría lo que originalmente era suyo, lo último ni siquiera estaba seguro. Por obvias razones no aceptaría un trato como ese, no le interesaba la ‘salvación’, ya conocía su destino. Además, no llevaría a un ángel al Infierno solo por un capricho.
Un momento.
Llevar un ángel al Infierno.
Ángel… Infierno…
Puede que la idea no suene tan mala ahora. Llevará a Lucifer al Infierno, puede que minimicen su condena al llevarles un ángel en bandeja de plata, y en caso de que no lo hagan: Kingsley huirá mientras van tras Lucifer, regresará a la torre, encontrará su bolso, robará algunas de las pertenencias celestiales de allí y luego las venderá a un gran precio junto con la ‘corona’. Era un muy buen plan.
O al menos eso esperaba, ojala y la caída por el barranco no lo haya afectado demasiado.
—Esta bien. Te llevaré a donde sale la luna.
—¡Pero si llegas a negarte…! —interrumpe—. Espera, ¿si vas a llevarme? —Kingsley asiente. Lucifer alza una ceja—, ¿de verdad? —vuelve a asentir—. Ah. Ni siquiera tuve que advertirte de lo que haría si no lo hacías.
Kingsley capta un leve rastro de decepción en su tono. Su curiosidad aumenta. Sin embargo, no logra averiguar si había escuchado mal debido a que el ángel cubierto de ojos y aros aparece alterado mientras da piruetas y ¿saltos? hacia Lucifer. Éste suspira cansado.
—Era broma. No seas dramático.
A pesar de su respuesta, Trono continúa aleteando sus alas a un ritmo específico que Kingsley no lograba descifrar. Lucifer al comienzo miraba aburrido sus extrañas piruetas, luego poco a poco su rostro se puso serio. Voltea de reojo a ver a Kingsley antes apartarse junto con Trono a otro lado de la sala principal; Kingsley frunce su ceño por su falta de respeto en el momento en que Lucifer empieza a susurrar.
—Todo va a salir bien.
Trono responde con más aleteos y giros.
—¿No lo escuchaste? Estará fuera por un tiempo. Es la oportunidad perfecta.
Los giros de Trono se van volviendo más rápidos.
—No. No puedo esperar más.
Dicho lo último Lucifer camina hacia Kingsley.
—Entonces, ¿sí me llevarás a donde sale la luna?
—Si.
—¿Así de fácil?
—Si.
—Ah —Kingsley apenas nota que los hombros de Lucifer estaban tensos en el momento en que los relaja—. Hoy todo me está saliendo fácil.
Lucifer se vuelve a alejar de Kingsley, esta vez se dirige hacia una mesa donde toma un cuchillo. Los hombros de Kingsley se tensan por reflejo. Lucifer mira el cuchillo con atención al mismo tiempo que se acerca y se posiciona detrás de él; Kingsley se relaja al sentir que las cuerdas que lo atan son jaladas para luego dejar de sentirlas. Ya era libre. Inmediatamente revisa y mueve sus muñecas para calmar el ligero ardor por las sogas.
—Listo, estás suelto. Ahora guíame.
Kingsley le da una mirada de reojo, suspira y se levanta de la silla.
[^&^]
—Muy bien, llévame abajo y entonces te guiaré —dice Kingsley mientras camina hacia el balcón.
—No voy a cargarte.
El dado se detiene y voltea su cabeza para mirar a Lucifer.
—¿Cómo quieres que baje entonces? —frunce su ceño, Lucifer hace lo mismo.
—De la misma manera en la que subiste, dah.
Silencio. Trono, avergonzado, niega con su cuerpo, se acerca a Lucifer y señala discretamente el mueble donde Lucifer había arrojado el bolso que traía los cuchillos y la pieza de oro. Lucifer hace un gesto de comprensión.
—Está bien —camina hacia Kingsley junto con Trono, al estar en frente suyo empuja a su compañero—. Trono te llevara.
《¿¡QUÉ!? —exclama el ser divino en su mente. 》
Trono nota como Kingsley alza una ceja, preguntándose como funcionaria la idea que tenía en mente su serafín. Inmediatamente se niega, usando movimientos bruscos, a bajar al intruso. No tenia ni idea de como hacerlo y por nada del mundo quería salir de la torre: el exterior le asustaba, al contrario de su compañero, Trono era feliz viviendo en la torre y solo saldría el día en el que su serafín lo hiciera.
—Parece que no quiere —dice Kingsley.
Lucifer gime fastidiado, toma a Trono de uno de sus anillos y lo ‘arrastra’ a otro extremo de la torre. Allí le pregunta en voz baja el por qué no quería llevar al dado fuera de la torre, a lo que Trono le responde con un “no quiero salir”. El serafín suspira.
—Está es una oportunidad única, no podemos desperdiciarla.
《No voy a salir. 》
—¡Ugh! ¿Qué no lo ves? Tenemos la oportunidad de salir de aquí y cumplir nuestro mayor deseo.
Ese no era el mayor deseo de Trono.
Trono no tenía deseos, solo propósitos; y el suyo era estar siempre al lado de Lucifer, de preferencia a salvo en la torre. Lleva toda su existencia (unos 450 años) escuchando las historias de Marcel con respecto al exterior: ha escuchado de el ataque hacia Lucifer que le borró la memoria; ha escuchado sobre los demonios, los pecados, las injusticias y muchas cosas más; y ahora un tipo con cabeza de dado que claramente no era un humano y que seguramente era una mala persona había llegado a la torre, a su hogar. ¡Por supuesto que no iba a llevarlo! Si, quería que se fuera. Pero el plan de su serafín era seguirlo a quien sabe donde con tal de ver la luna. Amaba a Lucifer, pero no iba a aceptar su plan.
Trono continúa negándose a lo que Lucifer le pide, rechazando cada palabra que él serafín usa para intentar convencerlo. Ambos están tan concentrados en su discusión que no notan como Kingsley camina de regreso a su silla.
—¡Vamos a salir! No seguiremos esperando —señala a Trono con su tridente—. Vas a llevar al dado abajo quieras o no.
Los miles de ojos de Trono se entrecierran, mostrando su descontento. Ambos seres celestiales se miran sin pestañear. Trono observa con atención las reacciones de su serafín, desde su mirada fulminante hasta su tosco agarre contra su arma de madera. Desconoce el tiempo que llevan haciendo esta pelea silenciosa, esperando a que uno de ellos retire su mirada para que el ganador decida qué hacer. Y ninguno de ellos quería perder.
En eso, Trono jura que ve rojo. Pero no por él, sino por Lucifer.
Parpadea perplejo y retira su mirada por reflejo.
Lucifer sonríe ante su victoria.
—¡Ja! Gane —presume con superioridad—. Ahora, lleva al dado afuera.
Trono, aún perplejo, voltea hacia donde estaba Kingsley, se recupera se su shock principal por un segundo al no verlo. Luego escucha como alguien hace una tos fingida detrás suyo, así que voltea; se encuentra con Kingsley sentado en la silla mirándolos con aburrimiento.
—¿Terminaron? Bien —se contesta solo y vuelve a caminar hacia el balcón—. ¿Cómo bajaremos?
—Trono te llevará.
Trono otra vez grita internamente, no ha podido reaccionar adecuadamente a todo lo que le ha sucedido, han pasado muchas cosas en muy poco tiempo. Mientras tiene su crisis interna nota como Kingsley suspira cansado, pareciendo que se replantea de su decisión. Por un instante Trono se alegra, pero su alegría se encoge al recordar que aún si decide no guiar a su serafín tendría que salir de la torre de alguna manera.
Bendito sea ese día tan horrible…
Ahora tenía que cumplir con el “castigo” que le dio Lucifer al momento de perder su extraña competencia de miradas. ¡Pero fue injusto! Había sido sorprendido por uno de los trucos de su serafín para ganar (un truco que lo asustó, por cierto). Resignado empieza a pensar en maneras para bajar a Kingsley: podría aumentar su tamaño, cargar al dado y bajarlo. No, no puede cargar algo si su ‘cuerpo’ solo es dos aros de oro cubiertos de ojos cruzados entre sí. Agarrarlo tampoco funcionaría, solo tiene alas y le es inútil tomar algo con ellas.
En eso una idea llega a él. Mira fijamente a Kingsley, ignorando su desconcierto e incomodidad; centra toda su atención en él al igual que su energía. Pronto un aura dorada rodea su cuerpo. Trono sonríe internamente al lograr su cometido.
—¿Qué es esta…? —Kingsley se interrumpe cuando sus pies dejan de tocar el suelo—. ¡Ah!
—Bien, a eso me refería.
—¿¡Qué está haciendo!?
—Te saca de la torre.
—¿¡QUÉ!? —grita cuando lo sacan por el balcón y lo ‘dejan caer’.
[^&^]
La risa invade a Lucifer ante la cara que puso Kingsley antes de que Trono lo bajara a una velocidad un tanto rápida. Se asoma por al balcón y ríe otro poco cuando Trono (ahora sí) lo deja caer sobre el césped cuando se encuentra a una distancia segura.
Luego de unos segundos deja de reírse.
Muy bien. La hora había llegado. Toma su tridente, se sube al balcón y extiende sus alas mientras ve la tierra en donde Kingsley cayó. Detrás suyo siente unas plumas rozando sus alas, era Trono preguntándole si en verdad estaba seguro de salir y seguir a un completo desconocido a un lugar también desconocido.
Si. Si lo estaba.
—Lo haré —murmura empezando a levitar para luego lanzarse al exterior y dejar que la gravedad lo jalara.
Al caer podía darse el lujo de sentir el aire golpeando su pelaje y plumas con agresividad. Nada comparado con las ligeras brisas que a veces llegaban a la torre, no puede evitar ampliar su sonrisa y cerrar sus ojos.
¿Así era como en verdad se sentía la libertad? ¿Era agresiva y llena de adrenalina? Porque si era así le encantaba.
Ríe y disfruta de la sensación placentera que recorre todo su cuerpo, decidiendo ignorar el horrible dolor de cabeza que va incrementando por cada centímetro que se acerca a la tierra. Algo estaba cambiando en él, no sabía que era, pero tampoco le interesaba saberlo.
En eso abre sus ojos y nota que ya estaba cerca del suelo, por lo que abre sus alas y frena su caída antes de chocar. Mira extasiado el césped, cuidadosamente coloca su pie descalzo sobre éste, hace un sonido de euforia al sentir una pequeña cosquilla, después coloca el otro y no existe palabra para describir la emoción que sentía.
El césped y la tierra se sentían tal cual que en sus fantasías, tanto que por un momento creyó que otra vez estaba soñando y que en algún momento despertaría. Así que se acerca al arroyo, empapa sus alas y las sacude para salpicarse con el agua.
No estaba soñando. Todo era real.
Por una vez en todo lo que lograba recordar se sentía libre.
Ignora a un dado que lo miraba como si estuviera loco y a un trono preocupado. Toda su atención queda en la cueva que tiene en frente. Sin dudarlo va hacia ella, primero trotando, luego corriendo y de un segundo al otro ya está usando sus alas para ir más rápido.
Y así, en un parpadeo, ya había cruzado el túnel y llegado al exterior. Empieza a volar por todas direcciones, deleitándose con el olor de los árboles, el fluir del agua del río y el viento sobre su cuerpo. Termina volando hasta donde la altura de los árboles acaba y observa el paisaje verde.
Después de siglos esperando… finalmente había salido de esa torre.
—Lo hice… ¡lo hice! ¡Estoy afuera!
Lucifer celebra entre risas e incredulidad. Lleva 500 años en la torre, separado del mundo exterior solo por unas paredes que ni siquiera tenían protección o algo que le impidiera salir. Se siente tonto por haber esperado demasiado tiempo, de haber reunido el valor antes habría salido del primer momento en que sus heridas se curaron. Al final Kingsley terminó siendo una curiosa excusa que resultó útil.
Kingsley.
Al recordar al dado Lucifer voltea hacia abajo, resopla al solo mirar las hojas de los árboles. Carajo. No es que no confíe en Kingsley (si lo hace), es solo que también era posible que ese ladrón escapara. Dudaba que hiciera eso, a fin de cuentas, todavía necesitaba que le dieron su bolso, pero tampoco podía fiarse. No parecía ser una buena ‘persona’ después de todo.
Entonces desciende, mientras baja nota que Kingsley, a unos cuantos metros de la entrada del túnel, lo mira con una mano en la cintura, esperándolo.
《Ah. Curioso. 》
Busca con la mirada a Trono, lo encuentra buscándolo entre las ramas de los árboles en la dirección contraria a él. Al comienzo su preocupación le da risa, luego de un momento esta se va; llama a Trono para que deje de buscarlo. Pobre divinidad. Lucifer sabía que su compañero no quería irse, pero tampoco iba a dejarlo (y Trono no iba a quedarse, fue hecho para hacerle compañía a Lucifer, lo que significaba seguirlo a donde sea que vaya). Era una lástima que sus deseos y sueños sean diferentes.
Al tocar la tierra, Trono y Kingsley ya estaban en frente suyo. Alza una ceja al notar una sorpresa en el ‘rostro’ de ambos.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?
—Em… —murmura Kingsley, lleva una mano debajo de su ‘barbilla’, pareciendo pensativo—, ¿cómo lo digo sin que suene mal…?
¿Qué?
Voltea a ver a Trono buscando respuesta, pero solo encuentra a su compañero congelado, quien no ha quitado su visión de Lucifer y cuyos ojos siguen abiertos, estupefacto.
—Habla ya.
Kingsley toma una larga respiración y suspira.
—Tienes cuernos.
¿¡QUÉ!?
—¡No lo digo de mala manera! En verdad tienes unos cuernos en la cabeza.
Lucifer se queda pasmado por unos segundos, procesando la información hasta que ahoga una risa nerviosa.
—¿Qué? Eso es imposible.
—No, no, no. No miento, hablo en serio.
El tono seguro de su voz le provoca un escalofrío. Comienza a tocar su cabeza desde el nivel de sus ojos hasta arriba, al principio todo parecía normal (un pelaje suave), mas pronto siente dos picos en la parte superior de su cabeza, cerca de su frente.
—¿Qué cielos…? —susurra para sí mismo tocando con insistencia su cabeza.
[^&^]
Kingsley nota, obviamente, su asombro y pequeño pánico. Así que, como la gran persona que era decide distraer a Lucifer. Y pensar en un plan alternativo aprovechando la situación del serafín. Claro que sí.
—Está bien, está bien, tranquilo —Kingsley se acerca lentamente a Lucifer con las manos alzadas, un gesto ¿tranquilizado? O al menos esa parece ser su intención.
—Puedo ver que, en este momento, te encuentras en una pequeña crisis.
Lucifer sigue tocando su cabeza, todavía incrédulo y buscando una explicación a su muy raro e inesperado cambio.
—No tengo todas las piezas, pero creo saber una razón por la que ahora tienes esto —señala sus cuernos.
El gesto hace que la atención del serafín se concentre en Kingsley, al igual que sus palabras. Aún mantiene sus manos en su cabeza, pero ahora escucha con cuidado todo lo que Kingsley diga.
—Llevamos poco tiempo conociéndonos, pero sé que tienes una familia sobreprotectora —señala a Trono—, el viaje que quieres hacer esta prohibido o algo parecido, buscas aventura…
《No puedo escuchar ni ver tu mayor deseo, por alguna extraña razón —continúa en su mente. 》
—Pero, ahora que estás afuera tienes esta metamorfosis que no parece traer nada bueno. Por eso, te libero del trato.
—Espera, ¿qué?
—Tranquilo, no me lo agradezcas —comenta tomándolo por la cintura y emprender camino hacia el túnel—. Vamos, volvamos a la torre. Me devuelves mi bolso porque no pudimos hacer tu viaje, pero valió la pena el intento; te salvas del mal presagio que esos cuernos indican; empiezas a trabajar con tu amigo para tener una relación comunicada y ¡listo! Problema resuelto.
—¡No! —Lucifer se suelta de su agarre con agresividad—. No voy a volver ahí, no sin antes ver la Luna de sangre.
Kingsley da un respiro profundo. Puede hacerlo. Sería más fácil si pudiera leer sus pensamientos, pero debido a que es un ángel (quiere creer) no puede hacerlo. Tendrá que trabajar con lo que tiene.
—Lucifer, mírate —apunta con su mano al río—, antes de la torre no tenías esos cuernos y ahora sí. Es obvio que es una señal para que no te alejes.
El serafín se mantiene callado. Kingsley sonríe internamente. Si, lo logró. Lucifer parece a punto de acceder a regresar, sin embargo, de repente, su rostro se ilumina y la terquedad regresa a su mirada, ahuyentando a la duda.
—Es obvio que te falta estudiar.
—¿¡QUÉ!?
Lucifer ríe por su grito. Las mejillas de Kingsley empiezan a arder. No se esperaba esa respuesta, lo tomó por sorpresa. ¿Qué clase de respuesta era esa?
Jura que va a matar a ese ángel.
Lucifer se recupera de su risa—. Escucha con atención, dado.
》Existe una gran variedad de ángeles en el Cielo, mi Padre creó distintas especies para diferentes labores. Una de esas especies son los querubines, ellos están compuestos por diversos tipos de animales, entre ellos criaturas con cuernos. Mi hermano lleva siglos diciéndome que cuando esté listo y recuperado, Padre me convertirá en uno de sus ángeles más cercanos. Y… Adivina. ¡Los querubines son las divinidades más cercanas a él!
El 'futuro querubín' se ríe otra vez. Sí, Kingsley va a matarlo.
—Tal vez esto sí sea una señal —apunta sus cuernos—, pero no por lo que crees. No hay duda de que vamos por el camino correcto.
—Vamos a continuar. Ya lo dije, no voy a regresar a la torre sin antes haber visto la Luna de sangre en su máximo esplendor —Lucifer cambia su tono de voz y lo fulmina con su mirada. Kingsley jura que ve rojo en sus ojos.
Al parecer deshacerse de ese ángel será más difícil de lo que pensó.
Notes:
AAAAA- Se que se supone que debería actualizar una vez al mes pero en serio que septiembre se me pasó volando y de paso se me cortó la inspiración-.
Una disculpa, procuraré subir los capítulos una vez al mes pero que SI estén revisados y corregidos.
[CAPÍTULO REVISADO 07/10/2024]
Chapter 7: Capítulo VI
Summary:
Caos en el intento de casino, un arcángel preocupado empieza su búsqueda, un momento aburrido donde todos los presentes se pusieron sentimentales y un invitado no esperado y deseado.
Notes:
No confíen en mi-. Yo soy de las que digo que son peras y luego que son manzanas, perdón ;;
Verán, mi intención era publicar 2 capítulos como disculpa por no darles el capítulo de octubre, pero luego noviembre se paso volando y tampoco pude terminar el de ese mes. Así que mejor les doy este capitulo ya terminado y editado y espero poder darles el capítulo de noviembre antes de que termine el año -.-".
La buena noticia es que ya esta empezado y lleva poco más de 2000 palabras, así que supongo y espero que no tarde mucho en actualizar :>.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El ruido de desvanecía cada vez que se miraban. Era como si el mundo desapareciera y solo quedaran ellos dos, uno frente al otro, mirándose con terquedad y orgullo.
Kingsley no sabe si agradecerle o temerle a Lucifer por haber callado las voces en su cabeza. Tal vez podía hacerlo porque iba a convertirse en un ángel cercano a Dios, debido a que sí había podido escuchar el único pensamiento-deseo de Trono. Ese ángel era tan raro, no concordaba con la imagen que tenía de ellos. Era tan intrigante.
El sonido de unas hojas y ramas crujiéndose bastan para romper su burbuja de paz tensa.
Lucifer es el primero en retirar la mirada, abriendo sus ojos con cautela mirando los arbustos de donde provenía el sonido. Al contrario de él, Kingsley continúa observándolo, el sonido no era fuerte así que debía de tratarse de un animal pequeño. Sin embargo, Lucifer miraba el arbusto como si una amenaza surgiera de éste: empezando a apuntarle lentamente con su tridente, entrecerrando un poco sus ojos, enderezando sus alas e incluso moviendo sus orejas hacia atrás.
—¿Quién anda ahí?
Un conejito sale de los arbustos.
—Cuidado, podría lastimarte —Kingsley se burla viendo al animal.
Lucifer nota el sarcasmo, frunce su ceño y alza su rostro con confianza, —Ya lo sabía.
—Está bien, entonces, ¿por qué sigues apuntándole con tu tridente?
El serafín voltea su mirada hacia su arma, luego la oculta detrás de su espalda. Kingsley reprime una risilla, pero no su sonrisa.
—¿Saliste de tu hogar a pesar de tu miedo al exterior?
—¡No me da miedo el exterior! —Kingsley alza una ceja burlona—, solo son nervios, nunca he salido. Es absolutamente normal.
Una nueva idea surge en Kingsley. Es más tardado, pero si todo salía bien recuperaría su bolso ese mismo día. Ojalá y esta vez resulte.
—Correcto —hace una pequeña pausa para luego exclamar—. Tengo una idea.
—¿Una idea?
—Si. Lo que necesitas para dejar de estar nervioso y amenazar a unos pobres conejitos: es relajarte en un lugar tranquilo. Así que, ¿qué tal si vamos a un lugar cercano a hacerlo?
—Buen intento, dado, pero no caeré en tu trampa. La Luna de sangre es en dos días, no iré a ningún otro lado que no sea un buen lugar para verla.
—¿Aún si es un lugar a tan solo unas horas de aquí y que nos acercará a nuestro destino?
Lucifer se queda callado pensando en su respuesta, todavía dudando. Kingsley de inmediato dice sin pensar en otra variante para lograr convencerlo.
—¿Ya mencioné que podremos beber algo?
Se golpea mentalmente al escuchar lo que dijo. ¿Alcohol? ¿En serio? ¿Le acaba de proponer a un ángel beber? Maldita sea, la estupidez de sus hermanos era contagiosa.
Kingsley estaba tan concentrado regañándose a sí mismo que pasó por alto un nuevo brillo en los ojos de Lucifer.
—¿Te refieres a alcohol? —sus ojos brillan más cuando Kingsley asiente—. Está bien, guíame a ese lugar y después a la luna roja.
¿Y Trono? Él se replanteaba su experiencia pensando en cómo su serafín confiaba demasiado en Kingsley (a pesar de decir que no), y lo peor era que no podía hacer nada. Su compañero era obstinado, ya había intentado convencerlo de quedarse en la torre y falló, no iba a poder convencer a Lucifer de no seguir a Kingsley. Oh, Trono tenía un muy mal presentimiento.
Por otro lado, Kingsley mira a Lucifer con incredulidad. Vaya, en verdad funcionó. O en verdad era una muy buena excusa o Lucifer era muy fácil de persuadir. Kingsley no sabe cuál de las dos opciones le parece mejor.
—Entonces, sígueme. El río marcará el camino…
[~*~]
Mientras tanto, un demonio con cabeza de león olfateaba cada arbusto y árbol que veía, esperando encontrar el olor del dado que robó la ‘corona’ de su rey. Desconocía el tiempo que llevaba buscando su rastro, solo sabía que en algún momento se había empezado a acercar a la civilización. Se dio cuenta cuanto al olfatear un árbol se encontró con algunos afiches de personas buscadas por su majestad tachados o arrancados, demostrando que ya habían sido capturados.
En algún momento, después de oler y enojarse por no encontrar al ladrón veía los troncos de los árboles, mirando los afiches con orgullo por sus presas capturadas y fastidio y molestia al encontrar algunos que llevaban colgados desde hacía tiempo y que todavía eran buscados.
Chimaera camina con la nariz pegada al suelo, al encontrarse con el árbol número 315 despega su nariz y huele la corteza del árbol.
Nada, otra vez.
Exhala humo por su nariz, frustrada. ¿Donde había caído ese despreciable ladrón? Jura que al encontrarlo lo hará trizas.
Siguiendo con su nueva rutina, rodea el árbol esperando ver un cartel. Al encontrar tres de ellos se detiene para observarlos. Logra identificar a los dos afiches tachados como el par de dados gemelos que habían capturado apenas saliendo del Infierno. Ríe por lo fácil que había sido, estaban tan desconcertados y temblorosos cuando los encontraron, Chimaera nunca olvidará sus rostros, fueron muy memorables.
Luego de mejorar su estado de ánimo ve el otro afiche.
Inclina su cabeza al notar la familiaridad, pero extrañeza de ese. Había algo mal. Estaba segura de que conocía al sujeto de ahí, pero también había algo que le impedía identificarlo. Usando su cola cubre algunas partes del rostro de la persona-objeto para lograr reconocerlo.
Al cubrir el horrible bigote que tenía lanza una llamarada de fuego contra el afiche.
Era ese condenado dado.
Cuando se reencuentre con su maestro le dirá sobre el embuste en los carteles y que debían de arrojar al lago de lava a quien se haya equivocado al dibujarlo o describirlo. ¡Seguramente por eso no habían encontrado a los otros buscados!
Gruñe otra vez irritada. ¡Una vez que capture al dado ‘hablará’ con Michael ella misma! No iba a quedarse callado con su descubrimiento.
Iba a seguir quejándose de la incompetencia de los diablillos hasta que el sonido de unos arbustos moviéndose la detiene. Agudiza su oído y siguiendo sus instintos se agacha como un depredador acechando a su presa, se acerca lentamente al lugar de donde venía el sonido.
Al estar a unos cinco metros aproximadamente de su presa se detiene, se esconde entre otras hierbas y espera. Al ver a alguien con capucha salta con intenciones de atacar.
Chilla de dolor al ser arrojada contra un árbol.
Eso nunca había pasado antes. Decide mantenerse postrada sobre las raíces que sobre salen del árbol, pero levanta su cabeza con cuidado y para mirar a su agresor. Tenía la apariencia de un humano, pero el aura que emanaba no lo era. Ese sujeto era peligroso.
El encapuchado chasquea su lengua— Solo eres un estúpido demonio.
Chimaera percibe el odio en su mirada. Luego ese odio se transforma en desconcierto y al final en inquietud.
—Demonios… Lucifer… ¡Lucifer! —grita corriendo hacia donde venía. Se deshace de la capucha y de la nada su apariencia cambia, ya no parecía un humano. Usando sus tres pares de alas emprende vuelo y Chimaera lo pierde de vista.
¿Qué carajo?
[^&^]
Marcel volaba lo más rápido que podía. Sin importarle si los mortales podían verlo. Los demonios no eran propensos a llegar a esa zona, la población era mínima y no hacía tratos con ellos, eran pacíficos. Por lo que, si había demonios allí era porque buscaban algo, o a alguien…
No. Marcel no iba a permitirlo. No cuando lleva trabajando tan duro.
Respira tratando de tranquilizarse. Las posibilidades de que encuentren a Lucifer no eran del todo altas, la torre estaba muy bien escondida y tan solo llevaba unas horas de viaje. Si, podía llegar a tiempo y seguir cumpliendo su misión.
No podía fallar en su misión. No tenía permitido fracasar. De todos sus hermanos, fue a él quien su Padre eligió para ir al Infierno y capturar a Lucifer; fue a él quien escogió para mantenerlo en la torre hasta que olvidara por completo su pasado. Llevaba siglos cumpliendo con su labor, impidiendo que su odioso hermano mayor salga y recupere sus recuerdos, al igual que cumplía con sus demás obligaciones como arcángel.
Era un trabajo difícil. Estaba cansado y harto, pero seguirá realizando su labor. No permitirá que un pequeño error haga que todo su progreso sea en vano.
Después de un tiempo, finalmente llega a la torre.
—¡Lucifer! ¡Volví! —exclama inmediatamente aterrizando sobre el balcón—. ¡Olvide algo! —suelta una risa forzada.
Ríe por pocos segundos, esperando a que Lucifer aparezca con un comentario burlón. Nunca lo hace. La falta de respuesta y el horrible silencio que rodea la torre altera aún más a su mente. No tarda en revisar las habitaciones mientras gritaba el nombre de su hermano. Nada. No había nadie.
—Lucifer, ¡juro que si esto es una broma voy a molestarme otra vez! —avisa empezando a revisar lugares poco espaciosos. Hubo una vez que Lucifer se transformó en algo pequeño para esconderse debido a su aburrimiento, no había palabras para describir el pánico que sintió Marcel en ese momento, fue esa una de las razones por las que crearon a Trono.
Trono.
Trono tampoco estaba. Eso era muy malo…
Marcel grita el nombre de ambos, pero, otra vez, nadie contesta. Revisa todos los cajones de cada habitación de la torre, incluso mueve los muebles con la fe de encontrar a Lucifer o a su compañero. A punto de mover el quinto mueble es que nota algo extraño en el piso.
Se agacha con cuidado y toma la cinta de cuero, la jala aplicando un poco de fuerza al sentir algo pesado. Al sacarlo descubre que se trataba de un bolso de cuero, un bolso que nunca antes había visto. Sin pensarlo dos veces lo esculca.
Un dolor agudo pero punzante hace que retire su mano.
Mira sus dedos, estupefacto. Estaba sangrando. Sus dedos estaban cortados. Tenía heridas y no se estaban curando. Un sabor amargo se asienta en su boca.
Con su otra mano abre el bolso. Su núcleo palpita más fuerte al distinguir dos cuchillos extremadamente decorados. Armas celestiales. Había dos armas blancas provenientes del Cielo en la torre, armas que él no había traído y que nunca había usado. ¿Cómo fue que llegaron a la torre?
Saca los cuchillos y vuelve a revisar la bolsa con precaución. Quién sabe qué más podría llevar dentro, ya contaba con armas con la capacidad de herir seres celestiales y demoníacos. Mira sus dedos heridos, nota como las cortadas siguen abiertas, concentra su energía en sus heridas para que se curen, luego de unos segundos estas se van cerrando poco a poco gracias a su poder de curación. El proceso es mucho más lento de lo que debería de ser con un arma común.
Siente algo frío en su mano sana, esta vez asoma su cabeza para evitar otro accidente, ve algo brillante que parecía inofensivo, así que lo agarra y lo saca.
El objeto brillante es arrojado hacia el otro lado de la torre en el momento en que Marcel lo reconoce: la ‘corona’ del innombrable.
¿Cómo es que eso llegó a la torre? ¿Por qué está en la torre? ¿Lucifer lo vio? ¿Quién haya traído eso es responsable de la desaparición de Lucifer?
Muchas preguntas invadían la cabeza del arcángel.
Su núcleo latía con fuerza y rapidez por quién sabe cuánta vez en el día.
Su respiración se vuelve rápida.
Estaba acabado.
Si Lucifer tocó esa pieza todo había terminado.
Si Lucifer estaba fuera de la torre todo su esfuerzo había sido en vano.
Había fallado.
No.
Todavía no lo hacía.
Aún tenía tiempo. Lleva 500 años cumpliendo con su misión. Lucifer tenía dos pares de alas. Estaba muy cerca de completar su labor. El borrado de memoria no podía deshacerse tan fácil.
Lleva una mano a su pecho mientras respira con lentitud. Aún no estaba acabado. Aún si Lucifer había salido iba a encontrarlo y regresarlo a la torre.
No iba a fallarle a su Padre.
Regresa su atención al bolso, necesitaba encontrar una pista del responsable de sus problemas. No tarda en encontrar una hoja de papel arrugada, la desdobla y es recibido con un rostro extraño. La 'persona' (si es que se le puede llamar así) se trataba de alguien bajo del nombre de "Kingsley". No era demasiado, pero sí rastrear a ese dado le ayudaba a descifrar quién había sido el responsable de la desaparición de Lucifer entonces lo buscaría.
Tenía tres días para encontrar a Lucifer. Que le corten sus alas si no lograba encontrarlo a tiempo.
[^&^]
Llevaban horas caminando. O al menos así le parecía a Lucifer. Seguían siguiendo el río vía abajo desde hacía mucho tiempo, y el bendito río parecía nunca tener fin. Lucifer empezaba a aburrirse luego de ver verde en cada espacio que veía.
—¿Falta mucho?
—No, ya casi llegamos.
—Llevas diciendo eso horas.
—No es verdad.
—Claro que sí.
—No.
—Sí.
—No.
Lucifer está a punto de continuar con su discusión hasta que Trono se interpone entre ellos y señala un árbol con unos papeles. Lucifer, como el 'curioso' que es, va hacia el árbol a observar; mira los rostros de otras personas-objeto con interés, leyendo solamente sus nombres, distingue tres figuras cuadradas, pero antes de poder verlas mejor Kingsley se coloca en frente, bloqueándole la vista.
—¡Oye, hazte a un lado!
—No necesitamos distracciones. Ya casi llegamos.
—¿A tu lugar inexistente? Sí... no te creo —empuja al dado y se acerca aún más al árbol.
No tarda en resoplar una risa y una carcajada.
—¿Es por esto qué no querías que viera esto? —se burla arrancando un afiche bajo el nombre "Kingsley", el afiche tenía la imagen del rostro del dado con un bigote para nada parecido al verdadero.
Las mejillas de Kingsley enrojecen un poco al mismo tiempo que frunce su ceño. ¿Quién era el encargado de esos letreros? Estaba arruinando su imagen perfecta.
Kingsley sacude un poco su cabeza, volviendo en sí. Continúa mirando el afiche, más, esta vez es con desafío: necesitaba arrebatarle eso a Lucifer antes de que leyera el "se busca por órdenes del virrey Michael".
—Sí, es vergonzoso —responde a su burla quitándole el afiche y guardándolo en un bolsillo de su chaleco.
Lucifer ríe otro poco más, —que le den un premio al artista de esa obra de arte.
Kingsley gruñe levemente mirando hacia otro lado, pero permite que sus hombros se relajen. El serafín no había insistido en seguir viendo los carteles. Eso era bueno.
Mientras tanto, Trono mira el resto de los afiches con atención, leyendo cada uno de los nombres y los demás textos de abajo. Su inquietud aumenta, si todas las personas-objeto de allí eran buscadas por el mismo tipo, el virrey Michael, entonces seguramente Kingsley también lo era. No sabe quién es ese virrey, pero eso solo demuestra que Kingsley no era alguien con buenas intenciones.
Se da la vuelta para advertirle a su serafín, sin embargo, es recibido por la vegetación del bosque, sin rastro de sus dos acompañantes.
Los ojos de Trono se abren y aletea con mayor velocidad mientras mira hacia todos lados buscando a sus acompañantes. Solo se calma al escuchar a su serafín llamándolo, sigue su voz y rodea el árbol como consecuencia, al estar del otro lado finalmente logra ver a Lucifer y a Kingsley, estaban solo unos pocos metros lejos del árbol. ¿Cómo se habían movido tan rápido?
Flota hacia ellos, quedándose cerca de Lucifer.
—Mantente cerca, no te vayas a perder.
No necesitaba que su serafín se lo dijera dos veces.
Caminaron por otro rato hasta que, después de mucho tiempo de espera, Kingsley los detiene y les señala una cabaña.
—Ahí está, nuestra primera parada —dice señalando la cabaña, la cual parecía a punto de derrumbarse.
—¿Es aquí?
—Si.
—Que estafa —Lucifer se dispone a dar la vuelta.
—No, no, no, prometo que es mucho mejor por dentro —responde sujetando sus hombros y hacer que caminaran hacia el establecimiento.
Lucifer mira a Trono con sospecha, pero él solo le responde con una seña nerviosa.
—¡Mesero! ¡Denos su mejor mesa! —grita Kingsley azotando la puerta.
Ambas criaturas celestiales sienten como si les tiraran encima un balde de agua helada. Dentro de la cabaña había demasiadas persona-objeto de apariencia aterradora y descuidada, muchos de los rostros de los presentes incluso les parecen familiares al serafín y al trono debido a los carteles que vieron no hacía mucho tiempo.
Lucifer sujeta con fuerza su tridente, apuntando hacia adelante en el momento en que Kingsley lo empieza a empujar hacia adentro; olvidando utilizarlo en contra del culpable. Trono se queda cerca suyo, encogiéndose para evitar las miradas curiosas y penetrantes.
—¿Qué opinas? Primera clase, ¿verdad? —comenta el traidor señalando todo el lugar.
Lucifer está a punto de responderle que lo saque de allí, pero la sensación de algo sujetando una de sus alas basta para cambiar sus palabras.
—Atrévete a tocarlas una vez más y te enterraré esto en el cuello —murmura enterrando ligeramente el pico del medio de su tridente contra el sujeto.
El sujeto traga saliva con dureza al mismo tiempo que asiente, atemorizado ante los cuatro ojos rojos brillantes que lo miran con ira y desprecio. Lucifer cuidadosamente aleja sin tridente, aún mirándolo con desdén; poco a poco siente como su otro par de ojos se cierran y desaparecen. Decide ignorar la cálida sensación que aparece en su núcleo bajo la mirada temerosa y precavida que le dan el resto de los presentes.
—Pareces alterado —Kingsley interrumpe el silencio —, ¿quieres salir a tomar aire?
La visión de Lucifer cambia de ese sujeto a Kingsley, sus ojos, ahora rojos, fulminaban al dado traidor. Decir que estaba enojado no bastaba para expresar lo que sentía. Quería matarlo.
Kingsley siente un escalofrío recorriendo su espalda, mas ya era tarde para arrepentirse, no se iba a detener. De todas formas, no esperaba ir al tan soñado paraíso, iba a engañar, robar y pecar cuantas veces quisiera.
—Tal vez este casino de cinco estrellas es demasiado para ti. Mejor volvamos a tu torre y lo intentamos otro día.
Si la mirada de Lucifer fueran armas, Kingsley ya estaría muerto. O al menos pronto lo estará, porque lo siguiente que hace Lucifer es empuñar su tridente y arremeter contra él.
Kingsley logra esquivar su ataque, solo debido a su mala suerte de estar acostumbrado a las agresiones. Sus ojos se abren una vez que reacciona a lo que está sucediendo. ¿Esto era lo que ocurría cuando hacías enojar a un ángel? De ser así, no eran muy diferentes a los demonios.
—¡No hay necesidad de ser agresivos! —grita corriendo por todo el establecimiento.
—¡VOY A DESTRUIRTE!
Durante su persecución se tiraron mesas y se destruyendo cosas, dejando aún más deplorable a la cabaña. Pero ¿a quién le importaba la utilería se segunda de un basurero como ese?
Los apostadores y trabajadores no dudaron en esconderse.
Kingsley corre hacia la puerta. Maldice al verla cerrada, pero no se detiene. Al llegar se dispone a tomar la manija, pero el ardor en su cara lateral izquierda lo detiene. Solo le basta con mirar hacia en frente para notar como los picos del tridente están enterrados contra la pared y el marco de la puerta; al igual que le bastaba sentir la presencia pesada y asfixiante cerca suyo para saber que Lucifer se encontraba detrás de él.
—Te atreviste a engañarme —sujeta a Kingsley y lo voltea empujándolo contra la puerta—, ¡A MI!
Kingsley reprime un gemido mordiendo su labio. Maldita sea, ¿desde cuando las uñas de Lucifer se volvieron largas y afiladas? Le ardía el hombro de una manera punzante, como una quemadura.
No podía no ver los ojos de Lucifer, que habían abandonado el azul para ser un rojo que, tal cual, como fuego, parecía brillar en la poca iluminación del lugar. Incluso, podría jurar que sus cuernos habían crecido.
Había sido una mala idea todo ese ‘plan’ improvisado, ¿¡todos los ángeles eran así o por qué se tenía que encontrar con ese!?
Los picos del tridente están cerca de su rostro, con un simple movimiento Lucifer podría acabar con él. Podría empujarlo y volver a correr, pero sus brazos y piernas estaban congelados, rechazando sus órdenes de moverse. Ese era su fin. De saber que su muerte sería en ese momento nunca habría trepado esa torre.
Cierra sus ojos y espera el golpe final. Al parecer huir del Infierno había sido inútil.
—Tienes suerte de que te necesite —Lucifer chasquea su lengua y quita su tridente.
¿Eh?
Kingsley abre sus ojos, es recibido por el azul del mar. Lucifer continúa sujetando su hombro, la fuerza aún estaba presente, había disminuido un poco, sin embargo, aún seguía.
—Guíame a la luna roja y tu castigo no será tan terrible —vuelve a enterrar sus uñas para luego quitar su mano y mirarlo fijamente con el ceño fruncido.
Una vez pasada la tormenta, la calma llega. Mas, la inquietud se mantiene en todos los presentes; los apostadores y trabajadores salen lentamente de sus escondites en silencio, aun con la precaución de no hacer enojar a la divinidad. O al menos la gran mayoría de ellos.
—¿Qué es la luna roja? —todos voltean a ver a un hombre-botella claramente borracho.
—Mi sueño. No te incumbe —responde Lucifer vagamente, está más concentrado en la terrible jaqueca que está teniendo.
El silencio regresa. Lucifer se dispone a tomar la manija de la puerta para irse de ese horrible lugar, pero una nueva voz interrumpe su acción.
—¡Yo también tengo un sueño! —todos, incluido Trono, fulminan con la mirada a la extraña bola ocho flotante. ¡¿Qué no podía callarse?! ¡A nadie le importaba! —. ¡Voy a enseñarle al mundo mis visiones!
Un gemido de fastidio resuena por la cabaña, al parecer no era la primera vez que ese objeto decía algo sobre eso.
De todas maneras, no era como si le importara. Lucifer regresa su atención a la puerta hasta que otra voz lo vuelve a distraer.
—Mi sueño es ser mago.
—¡Shh! Cállate.
—¡Mangosteen dijo su sueño! ¡¿Por qué yo no?!
Una discusión para nada silenciosa surge entre un conejo y un micrófono. El intercambio de palabras (y una que otra amenaza) se mantiene entre ambos, pareciendo que seguirían así por un rato. Lucifer está a punto de darse la vuelta para irse (otra vez), ¡cuando otra voz habla!
—Yo ya cumplí mi sueño de ser acróbata —presume una jovencita domino, luego cambia su tono de voz a uno grosero—. Ahora solo falta ser deshacerse de este…
—¡Oye! —reclama un joven domino arriba de ella.
《Siameses. Eso es nuevo —piensa Lucifer distraídamente. 》
Lucifer toma una respiración profunda. Mira a todos, quienes se habían quedado en silencio luego de oírlo suspirar. Espera unos pocos segundos antes de volver a hablar.
《Ojalá y no me arrepienta. 》
—¿Algún otro que quiera decir su sueño?
Desea viajar en el tiempo para golpearse así mismo e impedir que hubiese preguntado eso en el momento en que, literalmente, todos los presentes alzaron su mano. Lucifer siente su ojo temblar. ¡Por todos los cielos, solo quería que dejaran de distraerlo cada vez que intentaba irse! Y ahora tendría que escuchar a cada uno de ellos.
O no… Podría escabullirse por la salida mientras todos están concentrados hablando de sus sueños ridículos. Si. Iba a hacer eso.
No.
No podía. Era un ángel, la creación favorita de su Padre (según Marcel). No creía que hacer eso sería algo bueno.
¡Pero sería muy aburrido escuchar a todas esas personas…!
El dilema de Lucifer es interrumpido cuando muchas voces empiezan a hablar al mismo tiempo. Reprime un gemido y voltea a ver a sus acompañantes: Trono miraba cuidadosamente a las personas-objeto que compartían con entusiasmo sus sueños, volteando de vez en cuando a ver a Lucifer. Kingsley parecía tener el mismo humor de Lucifer, después de recibir su susto de muerte lo único que quería era irse y replantearse todas sus decisiones, no oír las mentiras o idealizaciones de un montón de delincuentes. Le bastaba con leerlos arriba de sus cabezas, por eso no había cerrado sus ojos desde que entró al establecimiento.
Kingsley ve a Lucifer con un poco de temor y fastidio. El serafín miraba al frente con una cara de cansancio y resignación forzada. Oh, ahora el desgraciado tenía tiempo de sobra. Qué maravilla.
Una molestia se asienta en el pecho de Kingsley, sin embargo, la reprime. No iba a cometer otro error.
Era una lástima que nadie se diera cuenta de cómo una persona-objeto que iba a pasando por fuera del establecimiento se asomara por la ventana y reconociera que la gran mayoría de los presentes eran buscados por el virrey Michael. También era una lástima que ese sujeto huyera en busca de algún demonio cercano.
Una verdadera lástima.
[^&^]
Marcel decidió volver a disfrazarse de humano antes de salir por el túnel para buscar a Lucifer, a pesar de lo mucho que quería volar, no quería toparse con otro demonio (o mortal) y que lo atacaran al momento de verlo. Ya había recuperado la coherencia, gracias.
Por un instante consideró pedirle ayuda a uno de sus hermanos, pero descarta inmediatamente esa idea. Se suponía que este trabajo era secreto, nadie más que su Padre y las divinidades más cercanas a él sabían sobre la ‘redención’ de Lucifer, e iba a permanecer así. Tampoco le pediría ayuda a los otros tronos o querubines conocedores del proyecto, ellos (al contrario de Trono) no contaban con demasiada consciencia y le notificarían todo a su Padre en un parpadeo. No podía permitir eso.
En otras palabras, estaba solo en esto.
Pero estaba bien, este fue su error, así que se hará cargo de las consecuencias y lo corregirá. Aún si Lucifer llegara a recordar todo no impedirá el esfuerzo de Marcel.
Todavía no sabe qué hará si eso llega a pasar. Resiste el impulso de rezar para que eso no suceda.
Marcel suspira y continúa caminando. Observa con atención su alrededor, esperando ver una figura alada o unos aros flotando, sin embargo, solo ve verde.
Saca el letrero de “se busca” y lo lee por cuarta vez desde que salió de la torre. Por obvias razones la información sigue siendo la misma al igual que el rostro del dado. Marcel vuelve a fruncir el ceño al ver ese rostro, quienquiera que fuera, parecía estar involucrado en su búsqueda. Marcel no desconfiaría de sus presentimientos.
Dobla el letrero y retoma su búsqueda. Sigue sin haber nada.
Tal vez no fue buena idea seguir la corriente del río.
Se dispone a cambiar de dirección hasta que, finalmente, ve algo que no es verde. Se dirige hacia el árbol y expresa su fastidio al solo encontrar más afiches de “se busca”, aun así, se queda y los mira.
Pasa su mirada de rostro en rostro, pero no logra encontrar al dado. Tal vez de allí arrancaron el afiche que tenía. Mira el resto esperando encontrar algo que lo ayude, se da un cumplido por su terquedad al hallar el afiche de dos dados gemelos. Desdobla el afiche que traía y lo compara con el de los gemelos, los tres tenían similitudes, lo cual le daba como pista a Marcel de que eran una especie de familia criminal.
Resopla asqueado, pero ¿qué más podía esperar de las creaciones de El Diablo?
Arranca ese afiche y los guarda junto con el que traía. Le da la vuelta al árbol buscando una pista. Nada, otra vez. Suspira. Voltea a ver al río, luego hacia detrás del árbol, tal vez si avanzaba un poco más volvería a encontrar algo, quién sabe, capaz y llegaba a una parte habitada por humanos que podrían ayudarlo.
[^&^]
Había una palabra exacta para describir lo que sentían Kingsley, Lucifer y Trono: aburrimiento.
Tantas personas-objeto habían compartido sus sueños o deseos que Lucifer solo podía recordar unos pocos. Solo recordaba al adivinador del futuro, al mago maniático, la acróbata y el cantante siameses, un bancario, una bailarina, algo de unos caballos, ¿unos platillos sonando le pareció oír?, recuerda haber visto un cigarro parlante, y por último unos cantineros.
El mundo estaba en muy buenas manos. No. ¿A quién engañaba? La humanidad estaba perdida. Solo funcionaría ese mundo si se trataba de el intento de casino en el que estaban.
Lucifer comparte una mirada con Trono, tal parece que ambos pensaban igual. Luego mira a Kingsley, él solo parecía irritado. Kingsley le devuelve la mirada, preguntándole “¿ya nos vamos?”.
Que curiosa inversión de roles.
La última persona de la cabaña deja de hablar, terminando de contar su sueño con un anhelo (ni idea de cuál era su sueño, Lucifer no lo escuchó y no le importa). El grupo de tres suelta un suspiro, finalmente eran libres de irse.
Lucifer da una vaga despedida para no perder sus buenos modales. Toma la manija de la puerta.
—Un segundo, falta ese de ahí —señala alguien a Kingsley.
《Tiene que ser una jodida broma —piensa sintiendo como unos pares de ojos de su rostro y alas desean abrirse, al igual que siente palpitar su cabeza. 》
—No tengo tiempo para ridiculeces.
Y en un parpadeo el estado de ánimo de todos, menos Lucifer y Trono, cambia. Sus rostros relajados se vuelven molestos y ofendidos. Incluso algunos se acercan hacia donde estaban con una actitud para nada amigable.
Lucifer ve a Kingsley, le da a entender con una mirada que se encuentra solo en esto, y sin más se da la vuelta (ignorando la indignación del dado y tal vez su grito al ser jalado por uno de los presentes).
Vamos, no se iba a ir. Necesitaba a su guía. Desafortunadamente. Obviamente iba a esperarlo afuera, tal vez incluso volvería a entrar después de que le dieran una lección o lo que sea que le hagan.
Sin embargo, su plan no resulta debido a que Trono se posa en frente suyo, evitando su contacto con la puerta. Lucifer le hace una seña para que se quite, pero Trono se queda firme con su actitud cansada.
《Resuelve y calma esto para que podamos irnos tranquilos y en una sola pieza. 》
Lucifer hace una mueca. ¿Por qué razón iba a ‘resolver’ la situación?, ¿qué había por resolver? No era su culpa que Kingsley fuera un idiota que no sabía lo que quería en la vida. Empuja a Trono de la puerta, pero regresa y lo fulmina con todos sus ojos. Repiten sus acciones unas cuantas veces hasta que Lucifer suspira exasperado y acepta.
—Bien, ganaste esta vez.
Trono hace un gesto de felicidad. Lucifer resopla, pero se da la vuelta, es recibido con la imagen de Kingsley siendo sujetado por sus brazos mientras un mono muy espeluznante le ‘grita’ y hace sonar sus platillos.
Lucifer reprime una risa.
—¿Qué está pasando aquí?
—Mr. Chimes lo está insultando —responde un cigarro sin prestarle atención.
—Ah. ¿Va a tardar mucho? Necesito llevármelo ahora si es que quiero ver la luna roja.
Al mencionar lo último el cigarro reacciona con quien estaba hablando. Voltea su mirada para verlo y se aleja al confirmar que se trataba de Lucifer. Algunos otros de los presentes también notan a Lucifer, dan pasos hacia atrás para dejarle el camino limpio a Lucifer hacia Kingsley.
Una sensación agradable se instala en el pecho del serafín.
Con una sonrisa y mirada confiada camina hacia su objetivo, extiende sus alas para hacer que el mono reconozca su presencia tocándolo ligeramente con sus plumas. Mr. Chimes desvía su vista de Kingsley hacia Lucifer, al verlo se aparta de su camino asustado. Las personas-objeto que sujetaban a Kingsley también huyen.
—Pensé que me dejarías solo en esto —reprocha con desagrado, pero internamente agradece la intervención de Lucifer (empezaba a darle dolor de cabeza por los gritos y ruidos).
—Ese era el plan.
—Por supuesto que lo era.
—Volví por ti, agradece eso —toma la mano de Kingsley para luego jalarlo hacia la salida. Kingsley refunfuña mentalmente, pero se deja llevar.
—Pero, no nos dijo su sueño… —murmura la bola ocho.
—¡CÁLLATE…!
Lucifer vuelve a sonreír, le comenzaba a gustar que la gente se pusiera temerosa por él. Mejora su antiguo humor fastidiado. Tal vez incluso le de una respuesta más amplia, a fin de cuentas, su sueño era el mejor de todos, merecía presumirlo. Si. Eso hará.
Detiene su caminar.
—Entender porqué la Luna de sangre me hace sentir satisfecho; porqué parece tener las respuestas de algo que olvidé; porqué cada vez que la veo me siento completo. Tengo un presentimiento de que saber su origen resolverá todo.
Deja un silencio al mencionar lo último, no se podía escuchar ni el sonido del viento.
《Tal vez exagere —se regaña Lucifer en su mente. ¿Por qué tuvo que salir su lado artístico? 》
Reanuda su camino hacia la salida. Decidiendo ignorar las miradas de todos (incluidas las de sus acompañantes) al igual que las pulsaciones en su cabeza (¿por qué le dolía tanto ese día?). Al estar frente a Trono y darles la espalda a todos finalmente vuelve el sonido.
—Es un lindo sueño.
Lucifer gira su cabeza bruscamente. Los ojos negros de Kingsley lo reciben. Se miran por solo unos pocos segundos, sin embargo, para ellos dura mucho más. Los ojos de Kingsley tan oscuros como la noche reflejaban mucho más que el rostro de Lucifer había comprensión. ¿Por qué?
Los labios del serafín se abren para hacerle una pregunta.
El movimiento de la puerta detrás suyo evita su acción y a cambio es empujado contra el pecho de Kingsley. Ambos quedan atrapados entre la puerta y la pared, aguantando el dolor por la presión de la puerta.
—¡¿DÓNDE ESTÁN EL DADO Y EL ÁNGEL?!
Notes:
¿Alguien, por favor, podría decirme si estoy haciendo Out Of Character? ;;

Pinkmugman2033_1723 on Chapter 7 Mon 26 May 2025 07:10PM UTC
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