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A Harry no le pagan lo suficiente

Summary:

"Estoy seguro de que hay un tema anti ético aquí", dijo Draco, un tono de confusión en su voz.

Harry parpadeó una, dos veces. "¿Qué haces aquí?".

"Aquí vivo".

"No parece tu lugar".

Draco elevó sus cejas antes de señalar con ayuda de su brazo cubierto por la tela formal a los terrenos de afuera.

"Que no te engañe la falta de cabezas de niños decapitados, es que estoy en limpieza de verano. Pero, de resto, estoy muy seguro de que aquí vivo".

Harry puso sus ojos en blanco.

"¿Eres o no el tipo de la denuncia?".

"¿Eres o no el pobre Auror encargado de decir que no encontró nada y ahogarse en pápelo?".

Es muy gracioso el amor y la exasperación. No importa cuantos años pasen desde la ultima vez que los sentiste por alguien, siempre se las arreglan para volver con más fuerza en las circunstancias correctas.

Solo para aclarar, Harry se trata de la exasperación, no de lo primero. Ni que estuviera loco.

Pero, bueno, ¿Cómo llegó aquí?

Ah, espera, ya recuerda: Ron Weasley.

O

Donde Harry debe registrar una vivienda por una denuncia de posesión ilegal de artilugios tenebrosos y descubre que la casa es de Draco.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Uno se hace Auror esperando salir en el Profeta, no piensa terminar llorando sobre papeleo

Chapter Text

De Harry Potter se pueden criticar muchas cosas. Que si tiene el carisma de una papaya, que si tiene el peor radar de enemigos a la redonda el mundo; que si es tan inteligente que cuando hay cartas lloviendo, salta para atrapar una en vez de recoger una del piso.

Pero no es un mal amigo. Oh, no. Harry Potter siempre ha tenido sus prioridades definidas y la gente que considera su familia está en el pedestal. Sufre por ellos, es tan generoso como puede, les ofrecerá siempre su mano en tanto tenga una.

Por eso en el fondo de su cabeza, como una ventana emergente, ha existido un pensamiento recurrente: sobre si debería hacer algo por su mejor amigo. Ron Weasly ama pocas cosas en el mundo como a Hermionie Granger, lo cual suele importar más que lo contrarias que son sus personalidades.

Pero sin importar qué tanto la ame y ella a él, los problemas entre ellos siempre han estado a la orden del día, lo que no es una sorpresa, parejas tan contrarias siempre salen mal en opinión de Harry.

Pero no debería significar el fin para ellos.

Es una pena que la discusión de esta vez se haya alargado tanto (¿sobre que era? ¿De nuevo los elfos domésticos? ¿O quizás se trataba de sus expectativas de vida? Entre esos dos los problemas triviales y los trascendentales hacen igual de daño).

Así que ese día, Harry Potter estaba listo para ofrecerse a ayudar.

Es así que cuando vio esa mañana a la mata de cabello rojo de Ron enlistarse a su cubículo, Harry estaba preparado para proponerle pedirle ayuda a Ginny (porque, ¿ya lo dijo? Harry Potter tiene la inteligencia emocional más paupérrima que los psicomagos hayan conocido. Pero siempre es bueno encontrando a la mejor persona para el trabajo).

No obstante, Ron no llegó a quejarse con su típica ropa arrugada.

Ron llegó con la corbata donde debería estar, la túnica perfectamente planchada y un gesto de tal importancia que Harry no dijo nada más que:

"¿Lo solucionaron?".

"Lo haremos. Escucha, Harry, esta es mi oportunidad".

Lo que prosiguió fue una extendida explicación de cómo Hermionie había recibido la oportunidad de dar una conferencia sobre los derechos de las criaturas mágicas a comparación de los brujos fuera de Inglaterra. Naturalmente Ron se ofreció a acompañarla, y ella naturalmente aceptó hablar del viaje, motivo por el cual se vieron ayer y Ron obtuvo ropa planchada.

"Voy a ir sin importar lo que cueste".

"Pide vacaciones", dijo Harry.

"Que bien que lo propones, mi sabio amigo. Ahora, ¿qué tal si me ayudas a lanzar un confundus a cada persona en estas solicitudes o me ayudas a cambiar ni nombre a Elve Nazo y fingir mi muerte?", dijo Ron, y señaló con su brazo algo en su escritorio.

Harry elevó su cabeza sobre la pared que los separaba para verlo. Ugh. Lo único que le pone peor el estómago que una gagrea sabor a vomito: Papeleo acumulado.

"Tienes que dedicar un día a la semana para esto, te lo hemos dicho. Bueno, Neville te lo ha dicho, yo me he tropezado con las latas de Red Bull y te he maldecido".

"¡No me alcanza el tiempo!".

"Hay algo de argumento en tu procrastinación".

Aunque no podía culparlo. A nadie le gusta el papeleo, en especial el que le caía a Ron por ser el único que sigue sin dejar ganar al jefe en ajedrez mágico (Harry de plano no puede ganar. Harry de hecho ha sido declarado no grato por sus fichas después de tratar de volver a un peón una reina).

Como fuera.

"¿Que tiene que ver esto con tus vacaciones?".

Ron le dijo:

"Dicen que no me las darán si no termino todo esto antes de irme (ni con un pacto satanico, amigo), o si reasigno todos mis deberes antes del plazo límite. Por lo que pasamos a mi plan: Elve Nazo, piénsalo, un plan con de seis a veinte pasos que asegura que puedo acabar en el Departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas, pero jamás soltero".

"No has visto en años la neurona que compartes con tus hermanos, ¿verdad?", respondió Harry, y apoyó sus brazos en el borde de la pared del cubículo. De nuevo, por su familia de elección haría todo. "No será necesario crear a Elve Nazo, ¿Que no tienes dos amigos aquí?", Harry señaló todo ese pápelelo, "está tortura ya está reasignada y tú de vacaciones en lo que a mí concierne".

Ron literalmente floreció como la planta cantarina de la chica de Recursos Humanos.

Interceptar a Neville fue igual de fácil. El pobre tiene más corazón que valor, y eso es mucho decir.

Así que Harry se fue a su cubículo con la mejor satisfacción del mundo. ¿Era o no un gran amigo?

Bueno, es genial responder a eso antes de pensar en las consecuencias.

...

Una semana después, Harry se estrega el rostro, ya imaginando todo el papeleo adicional que es suficiente para hacer que hasta un duende doméstico pida vacaciones.

Y él es Harry Potter, tiene una profecía a su nombre y eso viene con el orgullo asociado además de una lámina en las ranas de chocolate y también una pequeña figurita de acción que viene en ese cereal que te canta el horóscopo del día cuando lo abres.

Alguien con una maldita figurita de acción y una cicatriz en la frente en forma de escalera deforme no tiene que hacer trabajos estupidos, debería estar persiguiendo mortifagos, creando redes de inteligencia magistrales y, en su tiempo libre, quizás considerando ir con un optometra.

Pero, y aquí está el pero, podría ser Merlin cargando a caballito al rey Arturo y ni siquiera de esa forma conseguiría zafarse de la tarea que esta mañana le gritó que estaba a punto de vencerse.

Resulta y acontece, que de las labores que Harry heredó de Ron, una ha resultado ser una orden de registro para una denuncia por posesión de un artilugio tenebroso. Artilugios obviamente ilegales, cuya posesión implica una condena, la cual depende exclusivamente del tipo de uso y el tiempo durante el cual se los haya utilizado, además de si hay más o si es uno solo.

Sobra decir que si de casualidad encuentras uno y se te pasa otro, al detener a su dueño ese artilugio que no hallaste en su momento fácilmente terminará en el mercado menos legal del mundo mágico. Traducción: Denuncias por negligencia, quejas, la oficina de secretaria exigiendo sacrificios virgenes para poder responder a todo a tiempo.

Por lo que el Departamento de Seguridad Magica debe protegerse de las posibles demandas con tanto papeleo que los árboles se levantan de sus raíces y corren al verlos.

Y eso ni siquiera es la mitad de los registros que se deben llenar si encuentras algo o si, peor, no hallas nada y debes asegurar que le registraste hasta la trágica infancia al denunciado.

Merlin en un puto palo.

No puede evitar pensar que si Ginny estuviera aquí estaría riéndose de la justicia divina. Harry Potter, al que siempre le dan los trabajos más riesgosos y heroicos, de alguna forma terminó con la cosa más aburrida de hacer entre manos.

— Lo lamentó mucho por ti, hombre —dice Neville ante su problema, organizando en su escritorio algunas fotografías—. ¿Reconoces la dirección? ¿El nombre del dueño?

— No realmente.

Neville Positivismo Longbottom contesta:

— Eso es una cosa buena. La suerte ya la tienes ganada, solo te falta una buena perspectiva.

Lo es, acepta Harry. Podría ser peor. Podría ser la dependencia de uno de los sagrados veintiocho.

A su lado, Neville apunta con su varita a la pluma danzando en el aire:

— Avenseguim.

Obedientemente la pluma regresa al tintero de donde Neville la toma para empezar a escribir notas tras las fotografías que enseñan pasajes poco claros en su escritorio. Quizás es un caso de seguimiento o una búsqueda de una locación escondida igual la 25 Claremont Square.

La envidia es un feo sentimiento.

— ¿Para que quiero una figurita en un cereal si me gana la burocracia? —farfulla Harry de mala gana al volver a su cubículo.

Toma aire, mira al techo repleto de aviones de papel volando con presteza, y se dice a sí mismo que entre más pronto salga de esto mejor.

Así que Harry abre su tercer cajón repleto con cosas que nunca mira pero que, oye, jamás sabes si algo va a servir, de las cuales aparta un justificante falso de viruela de dragón, una bolita anti estrés que le regaló Duddley en la última navidad por correo, un pergamino maldito con la capacidad de endemoniar un poco a la gente (o eso dice la etiqueta. Ya lo probó y se dio cuenta de que en verdad solo hace pelirrojos a todos los que lo abren). Y, ¡finalmente! Da con el manual empolvado de su propia oficina lleno de pequeñas notitas en la sección del final dedicada a hechizos de combate que le han salvado la vida más de una vez.

Eso sí, el manual no tiene notas en las primeras dos secciones: Creación y Adecuación de Apéndices Mágicos, y Detección de Herramientas y Evidencias Tenebrosas.

Se recuesta en su silla, golpea su varita dos veces en su taza para verla rellenarse de café, y empieza a leer la última sección.

Bueno, esto va a ser fácil. No hay nadie que pueda esconder algo de todo esto.

...

A diferencia de otros trabajos de campo donde los agentes deben avisar con un avión de papel de su partida, en su oficina se requiere de pasar ocho tipos de permisos, seis seguros de vida con cuotas de pago obsenas y una carta para tu primogénito no nacido a la odiosa señorita Ramier antes de salir. El proceso hace que le dé la tarde cuando por fin está listo para partir y que maldiga entre dientes. Debe aprovechar el tiempo que le quede.

De modo que mientras camina en dirección al inmenso portón custodiado por imponentes estatuas de yeso, refuerza los hechizos protectores en sí mismo por si acaso y se limpia los zapatos del barro. Al llegar, exclama en voz alta el motivo de presencia, lo que genera que las pequeñas estatuas de lagartijas y serpientes en los muros se sacudan como pequeños motores por la presencia de Harry y corran dentro de la propiedad con sus patas cortitas para avisarle a su amo. Objetos animados tímidos suelen significar que la vivienda no goza de muchas visitas.

Toma nota mentalmente. Si no hay apenas visitantes es casi seguro que la denuncia fue directamente al señor de la casa.

Aunque "casa" no es la planta adecuada. La propiedad se visualiza imponente con sus paredes de piedra antiguas formando una especie de fortaleza remodelada pues posee ventanas y la parte central tiene sectores que se ven mejor que otros, debiendo haber sido arreglada recientemente. Sin embargo, son las altas torres rotas en las esquinas frontales las que se ven totalmente afectadas por los años, estropeadas en sus puntas.

Aunque prefiere hogares más bien cálidos, este es un lugar interesante, no podría pensar distinto cuando tanto amó Hogwarts.

Casi no siente la distancia del recorrido cuando llega a la puerta, un poco menos molesto que al inicio del día.

Toca un par de veces. Baja la cabeza, siempre lo reciben elfos domésticos aquí.

Excepto que, cuando la puerta se abre su visión se encuentra con un par bonitos zapatos negros de charol y unas largas, largas piernas rodeadas por tela rígida y elegante.

— Harry Potter, de la oficina de aurores, estoy aquí para registrar la propiedad...

Harry llega al punto más arriba de su visión tras una obligada inspección al cuerpo del hombre que por cómo viste es el dueño. Y, oh.

— Estoy seguro de qué hay un tema anti ético aquí —dice Draco, un tono de confusión en su voz que es lo único que revela su sorpresa.

Entero, digno, alto como una recatada grulla, yace en el porche de esta inmensa fortaleza la persona que no esperaba volver a ver hasta la próxima guerra mágica o hasta su propio funeral.

Harry muy inteligentemente abre y cierra la boca. Tiene mucho que preguntar.

Apenas se muerde la lengua antes de recordar que está aquí como Auror y que debería tratar eso antes de empezar de nuevo el baile exasperante que solía tener con Malfoy durante sus años en Hogwarts. Tratando de ser profesional, Harry pregunta solo lo relevante:

— ¿Qué haces aquí?

— Aquí vivo.

— No parece tu lugar.

Draco eleva sus cejas antes de señalar con ayuda de su brazo cubierto por la tela formal a los terrenos de afuera.

— Que no te engañe la falta de cabezas de niños decapitados, es que estoy en limpieza de verano. Pero, de resto, estoy muy seguro de que aquí vivo.

Harry pone sus ojos en blanco. La gente normalmente dice "esto es un error, ¡soy un temeroso ciudadano de la ley, viva la democracia y los puffskein!". Definitivamente no usaron el sarcasmo ni pusieron esta expresión exasperante de saberlo todo al ser acusados de violar la ley.

Pero bueno, Draco. Es solo su culpa por esperar algo distinto.

Harry toma aire y explica su presencia:

— Estoy aquí por una denuncia sobre posesión ilegal de un artículo tenebroso, pero no eres tan estupido como para tener algo así con tu historial, Draco, solo dime de quien se trata el reporte.

El azote de su existencia lo mira directo a los ojos mientras se burla de él:

— Temo que no puedes opinar de lo listo o estupido que soy, ese placer no se le da a los viejos rivales olvidados.

— Yo te conozco. Esta no es tu casa o el reporte no es tuyo. Punto.

— No soy una serpiente ni un hechizo para que tus reafirmaciones cambien algo.

Harry, por primera vez en años, reza. Lo hace por paciencia para no matar a alguien y terminar en más papeleo por el maldito Draco Malfoy.

¿Como en esta su vida de nuevo?

— ¿Eres o no el tipo de la denuncia? —pregunta Harry con impaciencia.

— ¿Eres o no el pobre Auror encargado de decir que no encontró nada y ahogarse en pápelo?

Comienza a arrepentirse de no haber llevado la bolita antiestrés.

Es muy gracioso el amor y la exasperación. No importa cuantos años pasen desde la ultima vez que los sentiste por alguien, siempre se las arreglan para volver con mas fuerza en las circunstancias correctas.

Solo para aclarar, Harry se trata de la exasperación, no de lo primero. Ni que estuviera loco.

Ah, y, Ron. Tendrá tanto de que quejarse al volverlo a ver, y es que, con razón el maldito pergamino endemoniador hace a la gente pelirroja. Son los enviados del infierno.

Draco Malfoy se hace a un lado para invitarlo a pasar.

Harry se queda un momento en su lugar.

— ¿Asustado, Potter? —pregunta Draco, y la mofa es tan evidente que Harry cree que se sonroja de la ira.

— Vete a la mierda, Draco.

La puerta se cierra tras de Harry.

 

 

 

Chapter 2: Harry cree que entiende todos los errores de Draco, ¿pero preferir una biblioteca que una sala de juegos? Eso no lo deja dormir por la noche

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

De Draco Malfoy se pueden criticar muchas cosas. Que si se va a morir por el cianuro de tantas manzanas que come, que si el día que le pinchen el orgullo todos nos vamos a morir de la onda expansiva, que si camina como si usara tacones.

Pero no se puede decir que no tenga estilo. Harry admira de una esquina a otra las decoraciones en colores tierra que combinan creando un espacio donde la vista se relaja. Los muebles se ven tan cómodos como exclusivos y el anfitrión le susurra a una víbora de piedra que le diga a las gárgolas que no recibirá a nadie más hasta nuevo aviso.

Ciertamente es un buen lugar. Harry por suerte no tuvo que comprar un solo mueble para la casa que le heredó Sirius, si hubiera sido su deber habría terminado llenando el espacio de juegos y escobas.

De hecho.

— ¿Donde tienes la sala de juegos?

Draco eleva una de sus cejas. Harry no sabe cómo puede hacer eso, lo ha intentado frente al espejo y se ha visto como si tuviera un derrame cerebral.

— ¿Estamos jugando billar, Potter? Creí que estabas por un asunto oficial.

— Sí, es decir,  —dice Harry—, solo me pregunto por cómo podrías hacer ver elegante una sala de juegos.

— Yo puedo hacer lo que quiera.

— Pues vamos a verla. Empezaré por ahí. ¡Al mal paso darle prisa!

Su hombro es interceptado por la mano de Draco antes de que dé un solo paso. Se queda quieto. Su agarre es extremadamente suave.

— ¿Que debo saber?

Harry parpadea oyendo a Draco.

— ¡Oh! ¡Cierto! Como te conozco lo olvidé. Tienes derecho a guardar silencio y a entregarte por tu propia cuenta, pero si hallo algo por mi parte no haré ninguna pregunta antes de detenerte y todo lo incriminatorio que halle lo traeré conmigo para ser puesto en custodia. Por lo que puedo mover todo lo que quiera, pero no puedo arruinar nada ni llevarme algo que no sea lo que estoy buscando.

— ¿Que artilugio fue denunciado?

— ¿Importa? No tienes nada aquí.

Draco asiente con su cabeza distraídamente.

— ¿Quien lo hizo?

— Información confidencial. Si te digo se me hincha la lengua —Harry hace una mueca ante el recuerdo—. Una mala situación. La última vez terminé enviando a una horda de serpientes a invadir Polonia tratando de pedir un café.

Y la verdad es que no revisó esa parte en profundidad. Harry solo puede imaginar el grito al cielo que pegaría Malfoy si supiera que le está pisando los terrenos de quien sabe qué ancestro por algún tarado que se metió cuatro quilos de polvo de unicornio.

Pero bueno. El muerto al pozo y el vivo al gozo. Harry se frota las manos e insiste:

— Si no tienes más preguntas, a la sala de juegos.

Oye un suspiro.

— No tengo tal cosa. Da la casualidad de que no he querido crear una habitación para la pura frivolidad, es la mente el lugar que se debe alimentar y cumplo con ese deber tanto como se me permite —entona Draco con ese tono petulante que hace a Harry imaginarse arrancándole el pelo tinturado—. Por lo que puedes visitar la biblioteca. Tal vez aprendas un par de cosas.

— Bien, sí, claro, lo que te haga sentir mejor con tu soledad. Vamos —responde Harry decepcionado y saca su varita de su cinturón mientras empiezan a caminar—. Aparecium. Homenum revelio. Revelio. Specialis Revelio. Revelio...

— Otro Revelio y juro que Morgana nos jala los pies en la noche.

Jura que se sonroja de la ira.

— Calla. Sé cómo hacer esto, soy Auror. Tú deberías conocer la posición desde la que hablas —responde Harry, usando toda la autoridad que posee.

Normalmente nadie le responde cuando usa ese tono, salvo Ginny.

Draco no solo le responde, sino que rueda los ojos tan atrás que deben estar viendo el interior de su craneo.

— Yo me gradué a diferencia de cierto Potter.

— Soy Auror.

— Porque se les murieron todos después de la guerra y les urgía carne de cañón, así que ni siquiera te graduaste y te revolcaste en el nepotismo. Tu opinión no cuenta así seas el primer ministro.

Harry apunta a Draco con la varita, este se gira con un gesto de falso terror.

— ¡No me hagas nada! ¿Que haremos si muero y me quedo a atormentarte toda la vida? Tú enloquecerás. Yo caeré en vergüenza al terminar viviendo con el maldito Harry Potter.

Por un segundo, Harry podría asegurar que está de nuevo en sus quince años considerando tirarle una serpiente a este sujeto. Entonces, baja la varita, sintiendo como sus humos caen en picada.

Harry abre sus brazos y golpea con ellos su propio cuerpo. Draco coloca sus manos en su cadera, listo para lo que sea que le diga.

— En serio, ¿por qué alguien te denunciaría? —pregunta Harry confundido.

— Trabajas en el ministerio, dímelo tú.

— No, me refiero, eres... tú. Exasperante, difícil, ofensivamente rubio, pero eres bueno, o al menos no eres malo. En serio, Draco, ¿que hago aquí?

Muy lentamente los hombros de Draco se relajan bajo su chaleco color púrpura oscuro.

Por un momento parece que va a decirle alguna respuesta ingeniosa que no es una respuesta real a lo que le pregunta (Draco amaba eso: ponerlo a dar vueltas sin sentido).

— Eso fue considerado de tu parte —lacónicamente dice Draco sin emociones perceptibles.

Harry frunce sus cejas.

— ¿Qué?

Draco extiende su brazo silenciosamente pidiendo su capa para ponerla en el perchero como si Harry fuera una visita y no un inspector. Pero supone que para alguien criado para llevar en alto un nombre, se le trata a uno u el otro con la misma cortesía.

Como sea, Harry dice algo de lo que apenas se percata:

— ¿No tienes sirvientes que hagan esto? —pregunta Harry, empezando a sospechar que el tipo en frente podría estar pensando en maldecir la capa para avergonzarlo.

De todas formas se la da, porque está en su casa y Molly se pondría muy triste de verlo ser grosero.

— Vienen sólo los martes y los viernes. No los necesito mas —explica Draco.

— Es un lugar grande para estar solo la mayoría del tiempo.

Draco se lleva la capa hasta el perchero. Cuando se da vuelta y no lo ve, Harry saca su varita y susurra un contra maleficio por si acaso al perchero.

— Aprecio el silencio y el espacio para pensar a solas —confiesa Draco, sonando sereno. Es un cambio a agradable a comparación de su habitual mofa.

— Recuerdo que siempre estabas con Crabbe y Goyle.

— No eran compañía, no realmente.

Draco no se encoge de hombros como las personas normales, él es demasiado elegante y superior a los mortales con todos sus gestos refinados que hacen a Harry sentirse un bruto. En vez de eso, Draco se pasa una mano por el cabello rubio platinado bien peinado y se detiene un momento a observar el inmenso recibidor lleno de muebles exponiendo decoración cara y francamente fascinante. El lugar completamente solo.

— Comencemos, Potter, entre más pronto acabemos más pronto volverás a perseguir a mis tíos para ganarte la vida.

— Ugh. Siento eso.

Draco suelta una única carcajada por la vergüenza de Harry.— Espera, estaba burlándome de ti. ¿Pero es en serio? ¿todavía persigues a mis familiares?

Harry se pone irracionalmente nervioso, y se lo piensa.

— Sí, pero ninguno es rubio. Supongo que no cuentan. Eso les quita, ya sabes, estilo malévolo.

— ¿Y se le permite a los rubios con estilo malévolo buenos, o al menos no malos, estar ahí durante la inspección? —una sonrisa burlesca se asoma en Draco— Es que no me gustaría que me movieras de lugar los certificados de villano antagónico secundario carismático que gané siendo mortifago.

Harry resopla con ganas y afirma:

— La gente normal solo me pide permiso para estar ahí y explicarse cuando encuentre las revistas subidas de tono.

— Temo que lo único en lo que encuentro satisfacción excesiva es creando aneurisma en las cabezas de aurores. Vieja tradición familiar que conservo aunque ahora sea "no malo". No le tomes importancia.

— ¿Por qué presiento que serías igual de molesto aún con otro apellido?

— Supongo que soy así se impresionante. ¿Tú también lo serías si no fueras "Potter"?

Auch. Bien jugada, Malfoy, bien jugada...

Sacude su cabeza al empezar a moverse y hace un movimiento amplio con su brazo a su costado antes de volver a recitar encantamientos una última vez.

Esta vez Draco no se burla de los encantamientos.

...

Comienzan por la biblioteca que hace a Harry quitarse los lentes para no tener que ver ese dolor de cabeza por un momento, y Draco se regocija mientras va a buscarse un asiento junto a la única mesa en una esquina adornada con un cuaderno para anotaciones y una bonita lámpara.

Despreocupadamente el hombre se sienta cruzando las piernas (el tobillo izquierdo queda sobre la rodilla derecha) y abre el libro que estaba en el escritorio.

— Usa todos los Revelio que quieras, —Draco pasa la página con tranquilidad— los artefactos tenebrosos igual se pueden esconder en libros huecos.

— Bien sabes que el hechizo no sirve para cosas escondidas del modo tradicional.

— Hombre, el hechizo adecuado justo se ve en séptimo año. Que pena por ti.

Harry observa a Draco un largo tiempo.

Alza su varita y usa un hechizo que le enseñó Ginny. Un momento después, Draco se endereza en la silla como un resorte. Primero hay confusión. Luego trata de levantarse infructíferamente y el color llega a ese rostro pálido.

— ¡Puedo reclamar por esto!

— Son veinte días de espera hábiles, bienvenido a la burocracia, Malfoy, puedes ponernos otra denuncia por tardar pero esa tiene cincuenta días de espera hábiles.

— Oh, Morgana.

— De hecho, espera, no te preocupes, el hechizo seguro se pasa más rápido en alguien con un diploma que en alguien sin uno. ¡Otra cosa en la que me ganaste!

Draco entrecierra sus ojos, eleva su mentón dignamente y vuelve a su libro.

— Sigues igual de bruto —se queja Draco.

Tú sigues igual de dramático, también tienes la misma confianza excesiva, y sin duda sigues siendo un peligro para la seguridad psicológica y física de todo ser vivo cercano (quizás exclusivamente conmigo. Quizás seas hasta decente con cualquiera que no sea yo).

Recuerda que era por lo último que pensaba en Draco algo así como la mitad de su tiempo en Hogwarts, imaginando lo que Draco podría estar complotando mientras Harry dormía. Lo mantenía obsesionado. Quien diría que de eso pasaron a nada.

Mucho mejor, obviamente. Solo le recuerda en menor medida a Duddley, con quien el viejo resentimiento y desprecio se han vuelto tan solo tensión cuando se han vuelto a ver por casualidad.

Aunque con Draco no hay tensión. Solo molestia explosiva.

Se acomoda el marco de los lentes sobre su nariz. Todavía hay tiempo para que pasen a la tensión.

No está seguro de si eso sería mejor o peor.

— Así que, —empieza Harry, porque antes de que pasen a la tensión estaría bien saber que al menos el rubio ya ha dejado atrás su etapa complotadora y macabra— ¿por qué te mudaste?

— ¿Tienes que poner eso en el registro?

— Sí —miente.

Draco lo mira no impresionado. Es, bueno, sigue siendo guapo. Harry no es incapaz de agregarlo a las cualidades que Draco conserva.

— El dueño anterior tenía más pedigrí que dinero y un serio problema con las carreras de centauros. Me vendió esto a una cantidad ridícula al contado y yo siempre he sido malo dejando pasar oportunidades.

Harry está seguro de que esa no era la respuesta que quería, pero toma el primer libro de la estantería y se asegura de que no tenga ningún talento oculto ni un artefacto escondido dentro. Con una mueca, toma nota de que solo es un libro sobre alquimia que no entiende en absoluto.

Por un momento se sumen en el silencio mientras Harry piensa cuál sería una pregunta que le ayudara a develar la que realmente quería saber, sobre cómo es que Draco terminó viviendo lejos de sus padres a la corta edad de veinte años.

No obstante, se descubre sobresaltado cuando Draco es el siguiente en hablar:

— Te ves bien, Potter —Harry entrecierra sus ojos, esperando el pero. En lugar de eso, Draco se apresura a cerrar el libro y a abrir un cajón del escrito.— ¿Debo asumir que si no has cambiado, todavía estás metiéndote en los problemas que nadie quiere? Porque en verdad sigo preguntándome cómo llegaste tan bajo como para terminar haciendo un registro de morada.

— Soy un buen amigo. Ahora, mi mejor amigo no es la mejor persona a la que hacerle favores.

— Weasley —eso parece explicar todo para Draco—. ¿Cómo está él?

— Probablemente en una zanja tras llevar a Hermione a su límite, pero jamás soltero. ¿Has sabido algo de nuestros otros compañeros?

— ¿Con los que jugábamos a quien entraba primero en un estado frenético y quemaba la sala común de la casa contraria?

Harry sonríe un poco por el recuerdo.

— Esos.

— Creo que siguen siendo más ricos que sensatos.

— ¿Lo sigues siendo tú?

— Quien sabe —contesta Draco, sus manos en movimientos controlados ahora enseñan un pequeño juego de té sobre el escritorio—, pero no soy malo, ¿verdad?

— No, no creo que lo seas —Harry alza el libro—. Solo el hombre más aburrido que yo haya conocido.

— Hablando de cosas aburridas, —dice Draco— ¿qué hay de tu vida amorosa?

En algún punto de su vida un hombre debe saber cuando un insulto ha llegado tan lejos.

— ¡Oh, Malfoy, juro que voy a...!

— ¿Té de manzanilla o de tila?

— Manzanilla. Sigue así y juro que voy a quemar este lugar contigo adentro y el culo pegado a una silla.

— ¿Cuanto de azúcar?

— Prefiero miel.

— Bien.

— ¡Y estoy muy ofendido aquí!

— Tú estado natural a mi alrededor. Oh, cierto, ¿deberíamos preocuparnos por tu corazón? Veo que sigues operando a unos niveles emocionales preocupantes —Draco golpea con su varita la tetera y luego susurra un hechizo que Harry no conoce. La tetera comienza a burbujear con violencia—. Espero que sea solo conmigo o ni los mejores medimagos te harán llegar a los cuarenta.

Frunce el ceño y lo apunta con el libro.— Puedes estar seguro de que mi semana había sido fantástica hasta hoy.

— Imagina cómo se pondrá cuando mis familiares mortifagos salgan de los libreros a quitarte la miopía a golpes.

— Exasperante —susurra Harry.

Pero todavía presta atención cuando Draco le ofrece una taza de té humeante. Harry apunta con su varita y lanza un par de hechizos preventivos.

A Draco no parece molestarle.

— Gracias —susurra y le da un sorbo apreciativo—. Esta bueno.

— Lo sé. ¿A qué hora te vas?

— Mi horario termina a las seis.

— Eso son casi dos horas.

— Tengo que concentrarme o no me servirá de nada el tiempo.

— Pues adelante, Potter, aspiro a que sea el tiempo que tarde este hechizo en irse, porque, si no...

— Si no, ¿qué, Malfoy?

— Supongo que podría ponerte estos días particularmente difíciles.

— ¿Más de lo que ya? —no impresionado pregunta Harry.

— He cambiado lo suficientemente como para poder sorprenderte.

No, no lo has hecho, piensa Harry. Aún en esta biblioteca, en esta casa abandonada, haces que me sienta igual que la última vez que te vi.

Porque no importa el tiempo que pase, Draco Malfoy siempre será la peor migraña que Harry Potter haya tenido, ese hecho está claro como el agua.

Sin saber los pensamientos que cruzan por Harry, Draco recupera su libro y vuelve a pasar las paginas recatadamente.

No hablan más mientras Harry sigue bebiendo de la taza y analizando los libros.

El silencio tiene vida propia, pero tampoco hay tensión. Tal vez hay que esperar al día siguiente para eso.

...

— Tenias razón, el certificado de la propiedad a registrar cambió hace ocho meses, ahora está a nombre de Draco Malfoy —concede Neville, ayudando a Harry a comprobar que tantas cosas cambiaron cuando pidió a la secretaría actualizar la información de la orden—. ¿Desde hace cuanto crees que esto estuvo en el escritorio de Ron?

— Desde que se incluyó en Revelio en el manual, probablemente —Harry golpea suavemente los hombros de Neville sentado en su propia silla—. Tú también deberías confirmar que las solicitudes que te dejó tengan las advertencias actualizadas, porque las posibilidades de que agarres algo que se consideraba supuestamente inofensivo hace cinco años y aparezcas en una reunión de mortifagos es poca, pero nunca nula.

Neville se ríe.

— Así que, —empieza Neville— ¿que harás? Si esto pertenece a alguien de los Sagrados Veintiocho fácilmente podrías conseguir que un compañero fuera contigo a hacer la inspección.

Harry duda, por un corto segundo. Es todo lo que necesita para responder:

— No. Puedo solo. Conozco a Draco y no puede tomarme por sorpresa.

Además, piensa, otra persona sin duda iría con el supuesto de qué hay algo horrible que Draco oculta solo por su apellido. No quiere ni imaginar el desastre que se haría en esa bonita casa.

Él puede. Lo hace.

Toma su maletín del suelo y se despide de Neville.

Notes:

Palabras: 1823

Como es un regalo apenas haga los capítulos los subo, sin miedo al éxito.

Chapter 3: En teoría, ellos pueden actuar como personas que no se alimentan de perturbar al otro. En teoría...

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

A Harry no le asustan las personas que esconden artículos tenebrosos y los utilizan para asesinar sigilosamente a todos sus familiares para quedarse con su herencia, atraparlos es fácil. Harry tampoco le teme a los sadicos que disfrutan hiriendo a otros, a esos se les manda a Askaban y problema resuelto.

¿Pero la gente madrugadora?

Eso sí le da repelus.

Bosteza caminando por el gran paso de grava que lleva a la puerta del hogar de Draco (las gárgolas esta vez lo dejaron pasar sin preguntar a nadie), y a su alrededor es ovacionado por las pequeñas estatuas de piedra de serpientes y lagartos que deben haber aceptado que es la única visita que verán en mucho tiempo y deben aprovecharla.

— Bueno días, Potter, —saluda Draco tras abrirle la puerta.

— Días.

Entrega su capa, le da un largo trago a su vaso con café, lo rellena con dos golpes de la varita y mira mal al demonio rubio platinado que se mueve con presteza en su traje a tres piezas para limpiar con un hechizo el barro que Harry trajo al recibidor.

— ¿Hoy no hay Revelio? —se burla Draco.

— Después. No hago hechizos tan temprano.

— ¿Por?

— Las personas normales no somos plenamente productivas en las mañanas como si nos hubieran metido un corrientazo por el culo, Malfoy, deberías aprender. Ya sabes. Para simular ser una persona.

— Uno diría que el mortifago aquí sería la criatura nocturna.

— Callate que me estresas.

— Gracias por el cumplido —tararea Draco, sus brazos tras de su espalda y el interés al preguntar—: ¿otra vez a la biblioteca? El libro de ayer se ha puesto bueno.

— No tan temprano. Mejor vamos a... ¿Donde esconderías artículos tenebrosos?

— La biblioteca es un buen lugar.

— Lo siento, aclaro: dónde esconderías artículos tenebrosos que no fuera en un lugar que me hiciera doler la cabeza.

Draco de hecho se lo piensa con su mentón al techo y los hombros rectos.

— En mi salón de colección, naturalmente.

— ¿Donde queda eso?

— Lo he escondido con todos los trucos que conozco mientras estas aquí, lógicamente. Es más, la puerta está justo tras esa estantería.

Harry mira la estantería que Draco señala.

¿Tan idiota lo cree como para humillarse tratando de mover esa estantería si nada detrás?

— ¿Tu madre te decía que eras muy gracioso?

Draco sonríe. Podría ser porque la conversación es de su interés, o solo porque disfruta ver a Harry balancearse como un zombie recién desenterrado.

— Dime, Potter, ¿aún tienes algo de Voldemort dentro o porque te veo tan amargando? —ladea su cabeza— O solo podrías haberte visto al espejo esta mañana. Sí, eso también me pondría de mal humor en tu cuerpo.

Harry bufa y revuelve el café. Le falta cafeína. Tal vez también un hechizo de muerte instantánea.

Normalmente no hace estas cosas tan temprano. Suele pasarse las mañanas tempranas archivando pues es la labor más sencilla que debe llevar a cabo, entonces, cuando es una criatura digna de tener derechos magicos, se pone a avanzar en los casos de seguimiento e investigación que le llegan y si debe ir a algún lugar lo hace entre el medio día y la tarde. A la noche, solo se dedica a unir los puntos con la información recolectada durante el día al respecto de los casos, eso sí, bien acompañado de una buena taza de cerveza de mantequilla con el agradable sonido de Kreacher batallando con la podadora en la planta baja.

Pero ser el invitado no invitado de Draco es algo que preferiría no alargar demasiado. Es así que ha aplazado sus demás obligaciones no urgentes hasta terminar con esto. Piensa utilizar las noches para lo que sí es importante y, sobre si duerme o no... bueno, la vida de toda la oficina ha sido mucho mejor desde que Harry un día llegó diciendo "¿Sabían que mi tío Vernon tomaba una bebida que lo activaba como Departamento de Catástrofes Mágicas en Navidad?".

Ellos llenaron el refrigerador de Red Bull cuando se dieron cuenta de que no tenía el efecto secundario de los hechizos antisueño que te generan alucinaciones de teléfonos sonando.

Lo que no evita que las mañanas sean el peor infierno del mundo aun con café y Red Bull. De hecho, en especial lo son con esas dos bebidas en sus días.

Así que, sí, tiene todo el derecho a mirar mal a un madrugador Draco y a beber sonoramente de su café, haciendo al otro poner una mueca por la descortesía.

— ¿A qué hora te levantas? —indaga Harry.

— Cuatro de la mañana, más o menos. Pero los fines de semana duermo hasta tarde, cinco de la mañana —Draco eleva una ceja—. ¿Por qué? ¿Soy más sospechoso si tengo buenos hábitos de vida?

— No. Solo me caes peor.

Harry vira su cabeza al frente y comienza a caminar.

— Vamos a tu oficina —decide Harry.

Porque es un buen lugar para esconder algo entre actividades supuestamente alquimicas.

Y porque tiene curiosidad de si Draco ya se había puesto a trabajar en sus cosas antes de que Harry hubiera llegado.

Por lo que recorren los luminosos pasillos alfombrados cuyas paredes circundantes gozan de fotografías con nombres abajo, llenas de gente de apariencia aristocrática mirando mal a Harry, pero manteniéndose en silencio cuando Draco les lanza un vistazo de advertencia.

— Después de ti —dice Draco, y Harry duda un momento. Esa es la primera frase que los instruyen en el entrenamiento Auror a temer.

Pero, de nuevo, es solo Malfoy.

Es verídico que Harry estuvo más cerca de matarlo que a la inversa.

Enfila un paso tímido al frente, un segundo, y el tercero se hace despreocupado de la fascinación. Como esperaba, Draco ha hecho ver todo el lugar como si la perfección fuera posible. La luz de la ventana se refleja en los montones de artilugios que Harry no entiende su funcionamiento y a la vez reconoce como elementos utilizados por magos interesados de la alquimia. Herramientas igual de desconocidas se exhiben orgullosas en las vitrinas sin polvo, demostrando que Draco las usa seguidamente. Y Harry se queda mudo admirando, todavía bebiendo de su café.

Recorre con sus dedos las superficies de madera, vidrio y metal comprobando que la sensación es poco notable. Muchos aurores se pondrían nerviosos por todo lo qué hay ahí, pero Harry ya ha tenido un artilugio tenebroso en sus manos, sabe la sensación desaconsejable que da a cierta distancia si estás viendo al objeto cara a cara.

No siente nada de eso por los instrumentos decolorados por el uso en la mesa de trabajo en medio de la habitación.

— ¿Todo esto con solo la electiva que daban en séptimo año? —pregunta Harry.

Draco camina al otro lado de la gran mesa de trabajo. Dista mucho del sencillo escritorio casi pegado a la pared más lejana.

— Tuve que investigar por mi cuenta. Mucho, me refiero. Si quieres hacer algo notable con esto debes de entender cada nimiedad del proceso. Es una exageración. Un abuso de tiempo —limpia con sus dedos los restos de una sustancia enrojecida de la mesa—. El alquimista que le llame a esto arte tiene un concepto preocupante porque esto es ruptura y reconstrucción. Algo tan burdo no es arte.

Harry se pregunta qué sería arte para Draco, y en su lugar dice:

— En especial no es arte si lo haces en las mañanas...

Draco pone sus ojos en blanco (¿se le irán a quedar así de tanto que los rueda?).

— No puedo creer que el mundo mágico haya sido salvado por un inútil.

— Por una persona normal, querrás decir.

Solo para molestarlo sorbe aun más fuerte del café.

Tiene frutos: Draco parece a punto de sacar su varita para pincharle un ojo a Harry a la distancia en la que están.

Se endereza, retándolo a intentarlo. Quiere un motivo para responder como si todavía estuvieran en Hogwarts y siguiera obsesionado con sus interacciones menos pacíficas con Malfoy.

Pero, antes de que lo haga, algo llama la atención de Harry: un pequeño objeto como construido por muchos engranajes pequeños no conexos en forma de rana que, con solo verlo, le da una extraña sensación de querer hacer... algo.

Suficiente para presionar todos sus botones incorrectos.

— ¡Draco! —exclama, sobresaltando al otro.

Harry siente como podría empezar a romper cosas con su magia en todo el espacio de la sola cólera mientras avanza a pasos agigantados al artilugio.

Lo toma entre su mano. Sí, la mala sensación sigue ahí.

— ¿Que es esto? —Harry alza en su mano esta rana extraña con total ofensa. ¡Draco no puede tener en serio un artilugio tenebroso! ¡Draco no haría eso!

No obstante, la respuesta a su pregunta es completo silencio. Entonces Draco se da media vuelta, abre una de las cómodas en la anticuada oficina y saca de una de ellas una cajita de la cual abre la tapa. Saca un recuadro de papel de muchos más ahí dentro.

— Aportes de Dzou Yen a la alquimia moderna —lee Draco lo que dice en el papel, y le quita el artilugio a Harry. Al colocarlo en la mesa, este abre la boca y comienza a contar en reversa con voz robótica.

Harry comienza a desinflarse. ¿Es lo que él cree?

— Lee —ordena Draco. Gira la tarjeta, enseñando la respuesta.

Harry boquea antes de obedecer.

Al leerla Harry, el artilugio salta para comenzar a dar vueltas en el escritorio de Draco cantando más datos curiosos al respecto.

— Como ya dije, el estudio es clave —explica Draco mientras regresa el papel a su lugar—. Para no hartarme pronto mande a que le dieran un aura de interés. Pero anda, llévatela, no vaya a ser que le de pesadillas a un estudiante en TIMOS.

— Yo... lo siento, Draco —susurra Harry, sintiéndose terriblemente pequeñito.

— ¿Te la hubieras llevado confiscada si yo fuera otra persona y no pudieras confiar en mi palabra? Que, de hecho, ya es algo ofensivo para mis ancestros que confíes en mi palabra.

— Yo... ¿quizás? Pero no te habrías ido a Azkaban. Me habría dado cuenta antes. Creo.

Por un momento solo hay silencio.

Entonces una comisura tira de los labios delgados de Draco, y luego la otra. Un segundo después está apoyándose en su escritorio mientras se ríe con la cabeza echada a atrás, su cuello claro visible.

— ¡En esto se van nuestros impuestos, señores!

— ¡Tenía perfectos motivos para dudar!

— ¡No lo entiendes, Potter! ¡La gente va a Askaban por no pagar tu sueldo! —Draco se ríe aún más— ¡La gente cree que en el ministerio hay cosas aterradoras y bien podría estar lleno de ranitas de aprendizaje!

Harry se pone rojo de la rabia. ¿Podrían suspenderlo por echarle café caliente a alguien?

Tal vez hay que descubrirlo.

Draco inmediatamente cesa la risa y alza sus brazos a modo de rendición cuando Harry lo señala con su café.

— No, por favor, esta ropa cuesta, baja eso, Potter, a cambio te voy a dar una libreta, que seguro hace combinación con todas las herramientas de estudio que incautas.

Harry entrecierra sus ojos.

Deja de amenazar a Draco con el café para llevárselo a su propia boca y sorber sonoramente.

Aunque se siente mucho más activo que cuando llego y ya no lo necesita, recorre la oficina de Draco sorbiendo café hasta que su sistema empieza a suplicarle por sus venas arteriales.

A Harry no le importa. Se va a morir de presión alta con tal de seguir viendo los movimientos incómodos de Draco a cada sorbo.

"Potter, por amor a Morgana, ¿querrías...?" Intento Draco en un momento.

Harry se detuvo.

Pero cuando volvió del almuerzo lo hizo con un panecillo que se comió con la boca abierta como un animal.

Casi puede decir que ese segundo día de trabajo es divertido solo por molestar los modales de Draco.

Al tercer día consecutivo, Harry está listo para seguir molestándolo a la más mínima oportunidad, pues está dispuesto a ser el que molesta primero y no al reves en esta ocasión, pero, para su sorpresa, Draco lo deja pasar y lo sigue sin decir mucho.

Decide revisar los retratos del pasillo por si algunos de ellos tiene algo que decir. Le explica a Draco que en casas antiguas mucha gente esconde elementos ilegales tras los recuadros pues estos pueden alertar al propietario antes de ser descubiertos y así la gente sabe cuándo huir.

Este asiente con su cabeza y deja que Harry se dedique a eso todo el día, su espalda apoyada en la pared contraria mientras termina el libro del primer día.

— ¿Está tan bueno como para que hoy no me molestes? —pregunta Harry.

— Es una biografía, claro que está buena.

— No creí que leyeras ese tipo de literatura.

Draco frunce su nariz ante algo en el libro que señala con su mano libre, como si esto fuera tan confuso que no fuera ni capaz de recordar que se supone que sea odioso, porque simplemente responde:

— Solo leo estas cosas si creo que me pueden aportar algo, pero, este hombre, a parte de ser un gran científico mágico era tan, tan, tan tonto en todos ámbitos que no impliquen el trabajo y las amistades que sigo leyendo, tratando de encontrar cómo es que terminó siendo de Slytherin. Se supone que somos ingeniosos.

— Crabbe y Goyle llegaron lejos en Slytherin solo siguiéndote.

Draco alza su mirada del libro con presteza.

Lo cierra sin ninguna contemplación y voltea a ver a Harry. Hay algo así como reticiencia, y aceptación.

— ¿Tengo razón? —pregunta Harry, solo por el gusto que le da aumentar esa incomodidad en Draco.

— Somos adultos, puedo admitir cuando la tienes. Por lo que gracias, hasta ahí mi duda. Ser capaz de elegir un líder listo es suficiente para considerarte ingenioso.

Harry se ríe.— Si eso te hace sentir mejor con tu casa llena de perdedores.

Draco frunce su delgada nariz.

— ¿Perdona?

— Perdonado, pero no lo vuelvas a hacer.

Es tan facil molestarlo el día de hoy que Harry no tiene suficiente de su discusión ni siquiera cuando dan las seis y debe irse.

Aunque no discuten todos los días. Cuando Draco le dice que debería almorzar aquí para no perder tiempo yendo y viniendo a un restaurante, ambos parecen tener un acuerdo tácito para ser personas decentes durante ese momento del día.

— Esto está casi tan bueno como lo que hace Molly.

Draco parte con cuchillo y tenedor cada pedacito para llevárselo a la boca y repetir el proceso una y otra vez. Por el contrario, Harry parte todo el bistec y empieza a comer como desesperado.

— He oído que la falta de salubridad le da cierto sabor a los alimentos —responde Draco.

Harry lo apunta con el tenedor.

— Molly le partió la cara a tu tía, ten por seguro que te lo haría a ti de oírte.

— Eso fue una pena. Mi madre la extraña —lacónicamente dice Draco.

Deja de comer en el acto. Pone una mueca incomoda, alzando su vaso para que la jarra que levita con la bebida se apresure a rellenarselo. Lentamente, Harry dice:

— Ah. Sí. Creo que nunca pensé en eso, que la gente horrible también tiene familia... ugh, me gustaría decir que siento eso, pero es que ella era espantosa.

Draco suspira una sonrisa concordante.

— Solo he dicho que mi madre la extraña.

— ¿Y tú?

— Eso es irrelevante, la conversación no está en ese cauce.

Harry agradece a la jarra en el aire y responde simplemente:

— En el caso irrelevante de que sí la extrañes, lo siento por ti, Draco. No por ella.

— Ella mató a tú tío, Potter, no es necesario hacer este intercambio de lamentos.

— También siento eso.

Alza y deja caer sus hombros, porque es todo lo que puede decir.

Draco lo mira a los ojos mientras mastica un bocado como si mereciera el mismo esfuerzo que ablandar un Graphorn. Toma su propio vaso y da un corto trago.

Sabe lo que hace este suspenso en el apetito de Harry y lo aprovecha, porque Draco tiene un doctorado en ser una molestia aún siendo educado y amable a todas luces.

Supone que sí que es ingenioso. Eso no se lo ha podido restar jamás.

— En paz descansen —suavemente entona Draco sin compromiso.

— En paz descansen —concuerda Harry, aunque toda la vida, hasta este momento, había deseado todo lo contrario para Bellatrix—, o tal vez no del todo en paz...

Draco suspira antes de indicarle con un movimiento de su dedo a una serpiente de piedra que se acerque para susurrarle algo inentendible a oídos de Harry.

La serpiente corre obediente, consiguiéndole a Harry entrecerrar los ojos.

En respuesta, Draco eleva una mano en cuanto una tarta de calabaza entra flotando siguiendo el camino que hace la serpiente de vuelta.

— Come una porción, Potter, nosotros no estamos muertos para quedarnos hablando de eso.

Así de simple, Draco termina un tema sensible.

— Eres bueno —concede Harry que tiene el tacto de un dragón en chatarrería china.

— Claro que lo soy. Ahora come. De mí se puede decir mucho, pero no que soy un mal anfitrión.

Se sigue comprobando eso cuando al día siguiente también almuerzan juntos, y al siguiente, y al siguiente.

...

Una noche, Harry llega a su casa bostezando y estirando los huesos del cansancio. Se sienta en el comedor vacío donde deposita la porción de tarta de manzana que Draco le dijo que se llevará para que le diera a Molly y le enseñara de buena comida.

Por supuesto, Harry abre el empaque y se prepara para comerla él mismo. Tiene el presentimiento de que Draco contempló ese desarrollo de los hechos antes de dársela y que lo aceptó.

Está a punto de llevársela a la boca cuando un par de golpecitos constantes se acercan a la mesa.

Harry aparta un poco su silla para ver mejor a Kreacher.

— ¿Quieres? —ofrece Harry al elfo doméstico.

Este tiene su típico rostro de hartazgo al dar una negativa ronca.

Se pone de puntitas, deja una carta en la mesa, y se va quejándose de que va a tener que limpiar esas migajas después.

Frunciendo el ceño, Harry lee el remitente.

Nada más hacerlo, su expresión se relaja.

Ginny.

Ya era hora. Había estado esperando esto desde hace tanto que ya empezaba a preguntarse si debería preocuparse.

Por lo visto, no. No debe hacerlo.

Notes:

Palabras: 3037

Chapter 4: Pequeña gente china, destrozos en propiedad ajena, una pequeña apuesta. Por supuesto que es el mejor de los días

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

No siempre es sencillo saber cuando un día será uno bueno.

Harry rara vez sabía cuando iba a terminar el día con una serpiente del tamaño de Europa persiguiéndolo y un calvo albino lanzando Avada Kedavra. Mucho más raramente sabía cuando terminaría el día ganando la copa de las casas, o al menos eso es lo que él dice, porque después de segundo año comenzó a tener el presentimiento de que si les hacían falta puntos al final, igual se los darían hasta por romper todas las reglas de la escuela en tanto lo hicieran con el suficiente estilo.

Pero, el punto, es que hoy supo que era un buen día.

En consecuencia, Harry flota a lo largo de la mañana bebiendo el café más caro del establecimiento (que igual es lo suficientemente barato para que Draco frunza el ceño) evadiendo como un hipogrifo en un paseo mañanero las punzadas de Draco.

O bueno, tan bien como puede, porque está feliz, no muerto.

Un ejemplo es la conversación que ocurre mientras abren y cierran los libros de la biblioteca.

En algún momento de la actividad dan con un libro de la historia mágica tras las 7 maravillas del mundo antiguo. Harry se detiene a ver por encima el contenido, y apenas Draco se da cuenta comienza a explicarle haciendo hincapié en lo necesario que es que un mago le hable de esto a sus hijos.

— Nadie necesita saber esto —decide Harry.

Aunque es interesante. Eso último se lo guarda para disfrutar de Draco frunciendo su ceño impecable (da la sensación de que jamás le saldrán arrugas y que se mantendrá bonito y etéreo hasta el fin del mundo y más allá).

— Es útil entender esto para comprender lo que ocurre cuando usamos nuestra magia para la apreciación muggle. La sola comprensión de los jardines Colgantes de Babilonia y la imposibilidad de su existencia mediante la ingeniería de la época nos explica... Potter, escúchame, estoy tratando de enseñarte un poco de cultura mágica aquí. La mínima consideración que puedes tener es oírme.

— Puedo hacer otras cosas mientras lo intentas.

Draco suspira al tomar un libro y alzarlo en dirección a Harry, el cual lo observa cuidadosamente antes de asentir con la cabeza, diciendo que no va a inspeccionarlo en profundidad.

Entonces Draco lo abre y se queda ahí metido.

Harry lo mira por el rabillo del ojo.

— ¿Y? —pregunta Harry sobre la conversación que estaban teniendo.

Draco se encoge de hombros y sigue pasando los libros.

Con el libro contra sus labios, Harry esconde el gran esfuerzo que está haciendo por no reírse en su cara de hurón.

— En realidad ya dijiste todo lo que sabes pero igual te querías quejar, ¿cierto?

— Sé lo suficiente y sé dónde buscar si necesito la información —lacónicamente dice Draco—. Ahora bien, igual fuiste grosero.

— Hermione jamás diría tal cosa. De "sé lo suficiente".

— Granger no sabe ni alisarse el cabello, no estoy siendo comparado con esa... —Draco se calla, cómo consientemente reacomodando algo en su mente— bruja. Esa bruja.

Harry le golpea el hombro.

— Bien hecho. ¿Ves que no costaba?

— Claro que lo hace, se le llama "crecer como mago" y lo sabrías si tuvieras algún tipo de evolución además de haberte encaprichado en Hogwarts con la versión femenina de tu mejor amigo. Lo cual, ugh.

Otro día Harry se habría defendido sobre lo diferente y original que es Ginny como persona, de su propio progreso a ser quien es hoy. Pero, decide, Draco no lo entendería. Por lo que muy amablemente Harry le dice:

— Tienes una boca y un culo, deja de hablar por el último.

Draco lo ignora e insiste con sus argumentos.

Lo deja hacerlo sin tomárselo en serio, porque de todas formas llena el silencio con oraciones que Harry no oirá en ningún otro lado.

Pasa algo similar en el almuerzo para el cual Harry insiste en enseñarle a Draco las maravillas de la comida de los que no van a pagar millones por un chicharrón en salsa verde.

Tras una importante discusión (que Harry gana, por cierto), se dispone a elegir la comida más barata y tercer mundista que conoce.

Así que aquí están. Con montones de cajas de comida china y un aterrado Draco tras descubrir el nombre de lo que tiene en las manos.

— ¿Esto está hecho... —Draco huele con una expresión precavida los fideos— de pequeña gente china?

— No. Pero creo que tiene pato.

— ¿Algunas personas no tienen patos de mascotas?

— Lo sé.

Harry ha visto hámster asustados muy similares a Draco en este momento.

— Quizás hacen la comida con el dueño y la mascota —él susurra.

— Que no hay chinos ahí, y no todo son mascotas. Creo que también usan cosas como murciélagos, pero no aquí.

Esta vez, Draco lo mira con sus profundos ojos grises como pidiendo que diga que es falso. Ante el silencio, Draco susurra un "por las uñas de Morgana" y cierra los ojos antes de dar el primer mordizco.

— Pequeña gente china, gatos y patos. ¿Que sigue? ¿Lechuzas? ¿Perros?

Harry suspira y deja pasar la insistencia de Draco con los pequeños chinos.

— No lechuzas que yo sepa. Perros es... debatible.

— Tuve una lechuza, Potter, y habría tenido un perro si no fueran tan baratos. Cállate.

Harry deja de comer.

— ¿Un perro? —pregunta— Te creí persona de gatos, no de perros.

— ¿"Persona de gatos y persona de perros"? —inquiere Draco— ¿Querrás decir "persona de lechuzas y persona de cuervos"?

— No, de gatos, y de perros. En mi escuela primaria teníamos el concepto.

— Muggle.

— Sí. Por lo que, ¿perros?

Harry está seguro de que se interesa en lo menos importante, pero no puede evitarlo. Es como ignorar la decoración en una habitación completamente nueva solo porque hay una salida: un desperdicio.

Draco juega con su comida.— Si fuera a querer una mascota no-magica elegiría la que me venera y sigue, no la que araña y me ignora.

— Creí que preferirías a los elegantes gatos.

Por algún motivo Draco le da una muy corta mirada que no alcanza a leer antes de agregar:

— También hay perros un poco encantadores... y no me gusta cualquier perro, por cierto.

¿Algo que ver con Crabbe y Goyle?, se pregunta Harry, que inmediatamente recuerda a las pequeñas estatuas abajo de la mesa y tiene el fugaz pensamiento de que su comportamiento es bastante similar al de un perro.

Se relame los labios, encantado con el descubrimiento.

— Pero yo no le gusto a la mayoría de los perros —admite Draco trayéndolo de regreso a la comida.

— Creo que eres muy refinado para ellos.

— Por eso deberían admírame aún más.

Harry sonríe y lo apunta con sus palillos chinos.

— Nunca lo había pensado, pero la gente con personalidad de gato, no suelen ser personas de gatos.

— Repite eso tres veces sin tropezar.

Entonces Draco suelta la caja de comida China y suspira con una mueca que Harry denomina "la marca Snob".

Su reflejo es inclinarse sobre la mesa, teniendo la terrible necesidad de presionar un dedo en medio de sus cejas para deshacer el gesto.

Como eso es una locura, hace puños sus manos para no cometer tal aberración y solo dice:

— A mí me gustan ambos, me gusta la idea de cuidar de algo. Claro, no los prefiero sobre las lechuzas o los hipogrifos y eso, pero, sí.

— Yo odio los hipogrifos.

A continuación se sumergen en un monólogo de la autoría de Draco sobre porque algo que tiene patas de águila y de caballo es en realidad una aberración de la naturaleza tan aversiva como el aterrador ornitorrinco. Pocas veces Draco habla tanto de un tema inofensivo, por lo que Harry es más paciente de lo habitual y lo escucha atentamente, hasta que Draco le pregunta si tiene alguna duda al respecto de esa monstruosidad.

— De hecho sí, termina tu parte.

Draco frunce sus cejas antes de dar dos golpes en la mesa para que los platos se levanten y vayan al fregadero. Antes de que lo hagan, Harry se estira y los devuelve a la mesa.

— Draco...

— ¡Por favor! Ni un huérfano muggle comería esto, los fideos saben a patas de tarántula calva y te juro que he visto una mejor fiesta de sabores en los piojos de Weasley que aquí. Paso.

— No seas así, yo pagué.

— Está bien. Pago impuestos que te entregan tu salario y puedo vivir con la pérdida.

Harry es una persona feliz hoy, por lo que toma al problema y lo vuelve algo distinto.

Busca otra de las cajas en la mesa a las cuales investiga rápidamente, cuando da con la que busca, la coloca frente a Draco.

— Intenta con pollo a la naranja.

— Ninguna buena comida es naranja.

— Por Merlin.

— Se acabó, voy a buscar algo en la cocina.

— Draco, solo pruébalo. Sé un adulto.

"Sé un adulto", la mejor frase para encausar a a una persona remilgada y caprichosa. De modo que súbitamente el mago en frente regresa a su silla y toma la caja.

Aunque no dice nada, se termina la caja entera, su gesto todavía fruncido. Como hoy Harry es feliz, no le estrega en la cara su victoria.

Sabe que se le nota sin que se lo digan, pero, en el fondo, piensa en lo que le diría su anfitrión, en cómo se burlaría de lo fácil que es hacerle un buen día.

La curiosidad se le atasca en la garganta, por lo que Harry bate sus pestañas sobre sus ojos verdes una y otra vez viendo por el rabillo al hombre que simplemente continúa su día sin hacer mención de nada.

Quizás deba decírselo, piensa al balancear un libro entre sus manos.

— Dicen que la suerte deseada por un mago es más efectiva que la deseada por un muggle —tatarea Harry sin compromiso.

— Una superstición.

— Creí que la magia era una superstición hasta que llegó mi carta de Hogwarts y un Hagrid.

— Así que quieres mi suerte —se limita a contestar Draco, cierra el libro entre sus manos y se apoya contra la estantería—. No es barata aún si no sirve para nada. Tiene, ya sabes, un significado simbólico.

Harry consigue sonreír exasperado. ¿No puede Draco hacer nada ni un poco sencillo?

Se gira y se apoya también sobre la estantería. Por un momento, puede admirar esos ojos grises intrigados y tiene la sensación de que le gustaría el reto de cambiar esa prepotencia.

Excepto que eso no dura mucho.

La estantería cruje en el punto donde Harry colocó su codo. Al momento siguiente la madera cede súbitamente y hay una avalancha de libros que caen sobre los de la estantería de abajo, la cual se rompe, y así sucesivamente con las qué hay en el camino al suelo.

Harry se aleja viendo los libros seguir cayendo por todas las direcciones y cubrir sus zapatos.

Escucha un suspiro.

Se encoge en su lugar, extiende su varita y realiza un rápido Reparo que devuelve todo a su lugar, aunque no necesariamente en el orden original.

— Perdón.

— ¿Me está pidiendo disculpas la miopía o el salvaje que es un peligro para la sociedad?

Harry frunce sus cejas.

— A veces juro que me chupas la felicidad.

Draco rueda sus ojos y con un gesto de su cabeza le indica que lo siga al escritorio donde estuvo sentado el primer día de inspección hace... Merlin, no está seguro.

Con un gesto le ordena que se siente en la silla, enciente la lámpara en dirección a Harry y le pide que gire el brazo. Efectivamente, pueden verse muy pequeños cortes por encima del codo que normalmente Harry ni siquiera trataría con más que un rezo y un poco de alcohol.

No obstante, puede entender la decisión de Draco por presionarlo a verlo. Dentro de unas horas las astillas comenzarán a picar y a doler. Serán bastante incómodas por un largo tiempo.

— Presta atención, Potter —demanda Draco, y Harry obedece.

Escucha interesado la explicación de Draco sobre el hechizo a usar y el movimiento a realizar en la varita para sacar las astillas una a una.

Con toda la seguridad que consigue reunir, Harry estira el cuello lo más posible para ver la parte lacerada y comenzar.

Él debería concentrarse, pero...

— No conocía este hechizo.

— Naturalmente. Lo suelen aprender los niños cuando sus madres los curan.

No sin amargura, Harry responde:

— Creo que eso lo dice todo.

— Sí, —afirma Draco— dice que no dañas ninguna estantería en la casa de los Weasley pero sí en la mía. Cada vez, Potter, mejoras tus estrategias para truncar mis planes malévolos.

Harry sonríe en la labor.

— Mi próximo objetivo es tu cocina.

— Matarme de hambre. Muy listo.

Otra astilla fuera.— No. Obligarte a pedir comida china por un tiempo y darte algo de humildad.

— Creo que en realidad la pequeña gente china no es de mi especial agrado.

Una más.— Que no tiene chinos de verdad.

— ¿Como estás seguro? ¿Sabes a qué sabe un chino?

— Si sigues siendo odioso aprenderé a que sabe un inglés.

— Ya quisieras, Potter.

— Vete a la mierda, Malfoy.

Harry siente más de lo que escucha a la cadera de Draco apoyarse en el escritorio, sus manos cruzadas en su típica postura reservada.

— No sé si debería enorgullecerme como anfitrión o enfadarme como el hombre que tendrá que reorganizar esos libros —comenta Draco tras un corto silencio—, porque veo de nuevo tu cara toda sonriente y estupida.

Apenas está sonriendo, pero, sí, siempre es estupido.

Harry alza y deja caer sus hombros.

— Hoy sigue siendo un gran día.

— ¿Aunque vayas a tener que ayudarme a reorganizar todo eso?

La idea no le disgusta en absoluto.

— Puedo lidiar con eso —admite Harry.

— Bien.

— Pero deberá ser mañana. Esta noche tengo un compromiso con alguien increíble.

Sutilmente, los hombros de Draco se tensan rígidos como una barra de metal.

— ¿Lo haces? —cuestiona su voz contenida.

— Sí. Con Ginny. Ha pasado un largo tiempo y la verdad estoy algo ansioso, tengo mucho que contarle. Ella incluso querrá saber de ti, le alegrará oír que eres una mejor persona.

Draco parpadea en dirección a Harry, el contraste de pestañas rubias y ojos grises es fascinante.

Harry se ríe y deja de sacarse las astillas.

— ¿Como es que por fin he conseguido que te calles? —pregunta.

— No te creas tanto, Potter. Solo... creo que tuve la remota idea de que ya no estabas con ella.

— ¿Que te daría esa idea? —exclama Harry, aún divertido.

No obstante, Draco no hace nada más que fruncir sus delgadas cejas y recitar bajito el hechizo. Mueve la varita, y saca la ultima astilla que le causaba molestia a Harry.

— Está hecho.

Esa no es una respuesta. Aún así Harry agradece.

Draco hace un gesto con su cabeza en dirección a la puerta.

— Ahora vete. Deberías comprarte un regalo antes de la cita. Es básico.

— ¿Que hay de los libros?

— Prefiero hacerlo más lento solo que velozmente con un idiota que no deja de hablar de su novia.

— Yo prácticamente no habló de Ginny.

— No quiero el riesgo.

— Oh, vamos...

— Es todo.

Frunce sus cejas al ser dejado hablando solo y corre a llegar a su lado en su camino a la puerta.

Tiene la pregunta en la punta de la lengua cuando llegan al destino final. Draco la abre para el.

— No necesitas suerte, Potter, —dice— desde que escuche la primera vez que estaban juntos supe que ese era el final adecuado para ti. Eso vale más que la suerte.

Harry abre y cierra la boca. Olvida que quería decir.

— Bueno, gracias, Draco.

Él asiente con su cabeza, colocándole a Harry en las manos su capa, empujando con sus zapatos de charol a las pequeñas estatuas que tratan de salir con Harry al tapete fuera de la casa.

— Hasta mañana.

— Solo si Merlin me odia —determina Draco, y cierra la puerta con suavidad.

Eso fue... anticlimatico.

...

Siempre le ha gustado el sonido de la campana en las cafeterías.

Carga su capa en el brazo, la camisa azul cielo abotonada a excepción del primer botón y una sonrisa amable al chico en el mostrador al que le pide un cheesecake y un café humeante para terminar el día lo más arriba posible.

Una vez le aseguran que se lo llevarán a la mesa, Harry se permite girar y buscar.

Lo mejor de los Weasley, si le preguntan, es que no puedes perder a ninguno en una multitud con ese tono de cabello.

Ella lo saluda con un movimiento efusivo de su mano, viéndose tan hermosa como la recuerda a pesar del largo mes que ha pasado sin verla.

— Lamentó la tardanza —se disculpa Harry.

Ginny sacude su cabeza con una soltura que le hace pensar que su nombre debería ser ese: Ginny, calido, dulce, femenino. No Ginevra.

— Apenas llegue recién. Tuve que correr a cambiarme después del entrenamiento y... y no digas que no te molesta verme hecha un desastre porque eso me hace preocuparme de tus gustos.

Harry le sonríe grande. Como extrañaba esto, la sencillez con la que hablan, lo simple que fluye todo.

Está a punto de decirle que la extrañó. Y no se detiene de hacerlo porque no sea cierto, lo es, ella es una persona incondicional en su vida y siempre lo será. Una amiga. Una compañera. Familia.

Claro que la extrañó.

— ¿Como te va todo? —pregunta Harry al final.

Ginny se apoya en la mesa con sus codos y comienza a relatarle lo difícil que ha sido adaptarse a la nueva integrante del equipo de las Holyhead Harpies y como hoy cree que se la ha ganado dándole el consejo que le hacía falta para romper su récord. Harry le pregunta de las demás integrantes y Ginny continúa con pequeños aportes de Harry.

Se come su pedido lentamente y con paciencia, oyéndola sin poner mucho de sí. Eso también le gusta. Pensar no es un requisito estando con ella.

Todo se siente calmo, automático.

Incluso la felicidad que había conservado todo el día se ha diluido con la tranquilidad. Es lo qué pasa con todo, se asegura Harry, todos los sentimientos se aclaran con el tiempo. Es inevitable. Es lo más fácil.

O al menos así suele ser. Cuando Ginny le pregunta por él, lo primero que Harry quiere decir es:

— Creo que he estado al borde de ahorcar a un acusado.

Ginny apoya su mentón sobre su mano y le sonríe.

— No te verías muy bien en Azkaban.

— Me vería bien en todos lados.

— No para mí. Tengo estándares.

— Auch.

Ella le roba la cuchara y de la un mordizco a la rebanada de cheesecake. Mientras mastica, lo apunta con el objeto de metal.

— Solo dame el nombre y yo misma me encargaré.

— Oh, no. Ese honor es solo mío desde el primer día de clases.

— ¿Lo conozco?

— Es de hecho inolvidable.

Ginny entrecierra sus ojos para luego proceder a tratar de adivinar la identidad de este sujeto con base en las personas que conocieron en Hogwarts.

Mientras la escucha, Harry solo se confirma que esto tiene que ser lo correcto.

Así son los finales felices.

Con alguien con quien sabes sin lugar a dudas cómo será el día siguiente, y el próximo, y el que viene después de ese. Donde no hay sorpresas ni retos.

Al menos, sabe, así debió ser para sus padres.

Así que, sí. Seis meses. Darse un tiempo. Hacerlo monje por medio año.

Luego compara el anillo y hará lo que todos esperan de ellos.

— ¿Nos volveremos a ver antes de que pase otro un mes? —pregunta Harry en la salida.

Abren el paraguas. Clima de Londres, tan sencillo como eso.

— No deberiamos.

Porque él punto de esto es ver cómo son sus vidas sin el otro.

Sin embargo, Ginny se detiene ante un semáforo y le dice:

— Pero una buena bruja no te dejaría abandonado tanto tiempo. Así que sí. ¿Que te parece la semana que viene? Veamos quien lidia mejor con su dolor de cabeza.

La chica nueva del equipo de Ginny y Draco, dolores de cabeza ambos. Harry sonríe al darle la mano en esta pequeña apuesta.

Como ser sutil no es lo suyo, apenas vuelve a pisar la casa de Draco Malfoy se lo dice:

— Aposté que puedo domarte para una semana. ¿Qué opinas?

— Que acabas de dificultarte la tarea —responde Draco.

— Da igual. Disfrutaré el proceso —dice Harry, y se frota las manos por el frío que hace afuera mientras entra al interior, siendo recibido por las estatuas de piedra—. Empezaré demostrándote lo eficiente que soy terminando los libros que me faltan. Vamos.

No escucha pasos siguiéndolo.

— Potter.

— ¿Qué?

Cuando no hay respuesta debe de girar sobre su eje. Él tiene sus brazos cruzados, su cabello rubio le cae ladeado a la derecha considerando algo cuidadosamente.

Finalmente, Draco se decide a preguntar:

— ¿Como te fue con Weasley?

Oh. ¡Oh! Es... agradable ver que a Draco le importa. Harry se endereza, todo su cuerpo positivamente inclinado en dirección a la otra persona por el pequeño golpe de gratitud.

— ¡Perfecto! Tal y como esperaba.

— En ese caso me alegro. Ginevra es el único Weasley en cuyo mundo puedo vivir si esparce sus genes demoníacos por ahí. Elegiste bien.

Harry le sonríe, sus ojos achicándose por la honestidad.

— Gracias, Draco. Eres un buen... —duda. ¿Un buen qué? Con una mueca de disculpa, Harry solo culmina con:— ¿un buen Draco?

El aludido echa la cabeza atrás con su largo y elegante cuello, se cubre los labios delgados, y suelta una profunda carcajada que resuena en toda la casa.

Harry lamenta que esa mano le cubra la vista.

Notes:

Palabras: 3600

Chapter 5: En otro universo, quizás, nada de esto habría ocurrido. Pero en este lo hizo, y para Harry eso significar algo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

— ¿Pudiste domar al tuyo? —le pregunta Ginny cuando se vuelven a ver.

— Creo que es un trabajo en progreso.

— ¿La alargamos hasta el mes que viene? Mi novata sigue siendo arisca como el cemento.

— Por favor.

Ginny se deja caer en la silla de la cafetería empotrada en una esquina, que es la que a ella le gusta porque no da el sol.

Harry prefiere las del medio.

— No puedo creer que el legendario Draco Malfoy te vaya a dar todo un mes —bromea Ginny.

Harry sube y deja caer sus hombros.

— No es tan malo, y es especialmente blando durante el almuerzo.

— ¿Draco es blando?

— Lo entenderías si estuvieras ahí. Pero basta de mí, ¿como ha ido todo?

Alegremente Ginny habla de lo bien que le ha ido a la tienda de Sortilegios Weasley, del nuevo trabajo de Luna, de que piensa cortarse el cabello.

Harry solo la escucha parcialmente.

¿El almuerzo de mañana iba a ser pescado?

...

No cree que signifique nada que la mitad de sus pensamientos fluyan a las horas del almuerzo, a las quejas acaloradas del que lo sirve, a las estatuas que se acomodan en sus zapatos y cuya presión hace que cuando se levante sienta un frío.

Simplemente le gusta comer y le gusta el ambiente.

Y las historias. Y las competencias imprevistas. Y que el resto del mundo parece estar en pausa, con todo y el trabajo en la oficina.

Durante este tiempo aprende de todo. Que Draco tiene un traje formal para cada día de la semana, que tiene una caja de tinte en el baño por si le sale una cana un día, que está pensando en dejarse crecer el cabello a la altura de la mitad de la espalda.

Y su favorito:

Draco no compró las estatuas de piedra que lo siguen a todos lados.

— Jamás habría animado a una cosa deforme que no puede doblar el cuerpo. Son patéticas —escupe Draco con molestia, pero contrario a su voz, amablemente tiene a una de las estatuas (la que es una serpiente) en las piernas y le está arreglando una grieta que se le hizo entre caricias y regaños suaves.

"Si no te preocupas por ti mismo estás descuidando lo más importante", le dice, "ten dignidad y él resto te la dará". La serpiente saca su pequeña lengua viperina y se empuja contra la mano de Draco en busca de caricias.

La escena se enriquece de la luz entrando por las ventanas y del suave sonido de la lluvia escampando. Para cuando Harry se da cuenta, lleva minutos enteros solo observando a Draco arreglar a la estatua.

Apoya su mentón sobre sus manos en la mesa ya vacía y pregunta cómo es que terminó con ellas si es que no las compró.

— Me las dio Astoria. Detestaba la idea de que yo estuviera solo en este lugar terriblemente grande.

— ¿Es una especie de código? ¿Qué es una Astoria?

— Mi ultima pareja sentimental. Me los dio cuando me dejó.

— Ay, Draco, ¿le presentaste a Lucius de cuñado y eso la echó volando con terrible lástima de tus brazos y regalos de "no eres tú, soy yo"?

— Vete al demonio, Potter.

— No, no creo que tu padre quiera recibirme.

— Debí matarte cuando pude.

— Debiste. ¿Así qué? —pregunta Harry y baja su voz— Ya en serio, ¿Qué pasó ahí? Si te dio un regalo no pudo ser una mala ruptura.

Lentamente, su mirada rehuye a la suya. Los golpeteos felices de la cola de la serpiente contra el suelo son todo lo que se escucha.

— No quiero que vayas por ahí regando esto como ibas por Hogwarts diciendo que yo era un mortifago —advierte Draco—. Te toleré porque, bueno, porque yo sí era un mortifago, pero no estás causándole problemas a ella.

Harry alza su mano a modo de promesa entre ellos, a la cual Draco le da un apretón suave tras un momento de pensarlo.

— Ella estaba terriblemente enferma, no el tipo de enfermedad que los medimagos curan con facilidad. Del tipo que te recomiendan ir a la playa y gastar tu último deseo: una maldición en su linaje —dice Draco mientras desliza sus dedos por su vaso de agua—. Naturalmente tiene buenas épocas y malas. Le prometí que iba a estar con ella en ambas, pero yo no sabía que tan malas eran las recaídas. Realmente parecía al borde de la muerte, su familia encontraba muy sencillo decirme que el tiempo lo diría todo.

Harry pasa saliva.

— Lo siento mucho...

— No está muerta —Draco frunce sus labios—. No entiendo porque cuando hablo de ella todos hacen esa asunción. Simplemente comencé a buscar opciones y me enteré de que al otro lado del océano hay un tratamiento experimental, así que le di la información y se fueron. En la última carta que enviaron dijeron que estaba funcionando, que le daría más tiempo.

— ¿Siguen juntos? —pregunta Harry.

Draco golpea con la punta de su dedo el borde del vaso, sumiéndose en alguna emoción negativa.

— No. Estará allá por lo menos varios años y dijo que no puede hacernos esperar a ninguno de los dos sin siquiera saber si va a regresar.

— ¿Planeas esperarla?

— Para ser honesto, Potter, no lo sé, por un tiempo pensé que sería la mujer de mi vida, me hizo tomar muchas buenas decisiones —una sonrisa medió exasperada parece en Draco—. Yo de hecho me mudé por ella. Cuando se hizo obvio que mi padre no iba a dejar de hacer las cosas incomodas al invitarla, discutí con él y con mi madre fuertemente. No me echaron, jamás lo harían, pero decidí que si iban a ponerse así con la persona en la que interesé solo porque no comparte sus valores, era hora de reclamar mi herencia y tener mi propio espacio. Lo cual me hizo trabajar y pagar mis propias cuentas. Eso también me terminó gustando.

— La mansión Malfoy es inmensa, tenías espacio.

— No hay mucho desde que mi padre se la pasa rondando de un lado a otro. No trabaja y evita salir porque no quiere ser atacado por los mortifagos a los que traicionó, siempre está ahí. Y yo no quisiera meter a mi pareja a mi casa a escondidas para evitar que la traten como si fuera un insecto. Nadie merece eso.

Draco toma aire, bebiendo de su vaso de agua distraídamente. Harry se apresura a levantarse a la cocina en ese instante para buscar lo que queda de la tarta de chocolate de ayer, aunque a Draco no le gusta ofrecerle nada que haya comido del día anterior.

Corta dos rebanadas que coloca en la mesa.

— El chocolate ayuda a todo.

— No estoy triste, Potter, no lo hablaría si me superara.

— ¿Así que la vas a esperar?

Draco eleva una de sus cejas de modo acusatorio.

— Te interesas de más, ¿no te lo han dicho?

Harry tampoco está muy seguro de porque quiere saberlo. Se encoge de hombros.

— No es una respuesta.

Draco cede y le responde:

— Aspiro a seguir con mi vida y si, en varios años, ella regresa y me invita a volver a su vida, felizmente le pediré que empecemos de nuevo.

Harry hace un sonido pensativo y comenta:

— Aún así, creo que ella debió insistir en mantenerse juntos así fuera desde lejos.

— Eso es un problema en el que entiendo que no haya querido meterse.

Pero la gente como Draco no es algo que uno suelta. Es muy impredecible, ¿qué si hace algo sorprendente y no estás ahí para verlo?

— No lo entiendo —tercamente dice Harry—. Por ejemplo, sé que mi madre habría aceptado ese problema con mi padre. Uno siempre se esfuerza.

Draco asiente con su cabeza y sonríe suave, como uno hace cuando no queda mucho que decir.

— Tal vez en otra vida —concluye Draco—, en otro universo.

Pero no puede conformarse con eso.

— No quiero que esta vida sea así para ti. Ganamos la guerra, solo siguen cosas buenas en nuestras vidas. En la de todos. Cosas, ya sabes, mejores que esto —se encuentra diciendo Harry en un repentino golpe de honestidad.

Draco no se ofende ni se incomoda. Su respuesta es simple:

— Me gusta así.

— Mereces más.

— Mereces lo que tienes, Potter. Así de simple. No lo pienses de más.

Pero lo hace. No deja de considerarlo y de imaginar los universos que sí quisiera ver en Draco: esta casa con compañía; los fines de semana en compañía de una familia; amigos en los que confiar.

Harry odia el sentimiento de qué hay algo erróneo aquí, algo que alguien debería solucionar.

Una pena que solo sea bueno solucionando desastres magistrales.

Dejando la cuchara en su plato, Harry observa la ventana ante esta indiscutible derrota.

— ¿Por qué esa cara, Potter? ¿Acaso el Elegido descubrió la biblia y le entró inseguridad?

— ¿Hay algo que pueda hacer por ti? —responde— ¿para hacer un poco mejor este universo?

Draco eleva una ceja ante el cambio de tema.

— Algo que quieras —repite Harry.

— Las cosas que quiero... no son relevantes.

— Eso no es lo que pregunte.

Harry se inclina hacia Draco, listo para insistir. Puede hacerlo. Terquedad es su tercer nombre.

— No lo hagas —simplemente dice Draco, como si le leyera la mente—. ¿Algo que quiera? No hay nada, salvo...

— ¿Salvo?

— Salvo que ya escampó y me gusta dar paseos después de comer.

Harry sonríe grande, porque eso puede hacerlo.

Así es como ellos toman un paseo hablando de cómo fue para Draco independizarse con largos aportes de Harry sobre lo que a él tanto le gustó de su propio escape de la casa de sus tíos. Entonces las respuestas de Draco suben su ánimo, lo bajan, lo hacen estallar en ocasiones, y todo eso lo mantiene despierto y atento como si acabara de beberse el cafe.

Funciona, porque esto no es un deber.

...

— ¿Como te va?

— Dame otras dos semanas —responde Harry a Ginny sin pensarlo—, sé que lo estoy logrando.

Y que es una experiencia fantástica.

Porque no es un deber.

Deja de sentirse como tal aun cuando a lo largo de los días y de las semanas registra la casa y debe lidiar con su jefe preguntándole si no está tardando ya demasiado. "No te preocupes, chico, con todo el tiempo que le dedicaste no habrá nadie que dude de que la Oficina de Aurores hizo todo lo posible y lo siguiente".

Sin mediar más preguntas, una mañana le dejan en el escritorio lo papeles para terminar el registro de una vez por todas, y no hay forma de decirle al jefe "es que en realidad tenía fe de hallar algo vergonzoso esta semana con lo que burlarme del acusado".

De esta manera, por primera vez en mucho tiempo, Harry se sienta en su escritorio desde la primera hora de la mañana entre los teléfonos sonando y los aviones de papel cortando el aire. Saca su bolígrafo con el que se estira para tachar el día en su calendario como no lo ha hecho desde que empezó el registro.

Todo el mes se ve en blanco y el anterior a este también tiene una gran extensión igual de vacía. Demasiado tiempo, como dijo su jefe.

Es francamente extraño pensar que ha terminado.

Coloca la pluma sobre el papel y comienza a dictar.

— El metraje oficial coincide con el registrado...

Se apoya en el espaldar de su silla, cierra sus ojos.

Siente ganas de ir por un café.

...

A Harry lo pone nervioso escuchar la campana en la puerta de la cafetería. Aguarda sentado con el menú emplasticado entre sus manos siendo golpeado contra la mesa mientras espera.

La camarera le pregunta si ya va a pedir, y él se mira el reloj de bolsillo antes de pedirle algunos minutos más.

Ignora la lástima en ella, viéndolo como si se le fuera a terminar la hora del almuerzo en estas. Harry espera que no tenga razón, él se endereza...

La campaña vuelve a sonar ganándose su atención.

Lo bueno del rubio platinado, piensa Harry, es que se mezcla con el tono de la luz del sol y llama sin quererlo las miradas de gran parte de la cafetería.

Él ni siquiera mira por la cafetería, nada más entrar comienza a recorrer con seguridad el pasillo y los espacios entre los asientos.

Ajusta su abrigo al sentarse en la silla frente a Harry.

Este día utiliza un abrigo de vestir sobre su traje de tres piezas desentonando con el aire casual.

— Lamento la tardanza, fue un reto aparecerme en un lugar que no tuviera al menos a una multitud escondiéndose de la lluvia.

— Hay sol.

— Eso también. Use un encantamiento modificador de clima, luego unos cuantos Confundus. Si alguien reporta algo, fue un Weasley, esa respuesta me sacó de muchos embrollos en su momento.

Harry sonríe mientras Draco pone su peor mirada a la camarera y le pregunta "¿necesitas algo?".

— Te lo debería preguntar yo —dice ella.

— Espacio. Gracias —Draco niega con su cabeza indignado—. ¿Siempre tratan de oír las conversaciones ajenas?

— Ella toma tu pedido.

— No con esa ropa.

— Solo mira que quieres del menú. Yo pago.

— ¿Es obligatorio?

— Es lo más importante. Toma.

Draco acepta el menú con su mueca Snob. Le da vuelta, una y otra vez, como si esperara que aparecieran imágenes en el aire de la comida.

— ¿Como puedo ayudarte, Potter? —pregunta, y comienza a usar el menú como un abanico a falta de muchas más ideas— Espero que esté aquí por una pregunta y no para un arresto.

— Sí, una pregunta —dice Harry, y le quita el menú. Le da un rápido vistazo—. ¿Te gusta el pollo a la plancha?

— No recuerdo un artilugio tenebroso que parezca pollo a la plancha.

Harry hace un movimiento con su mano a la camarera y le pide dos platos de pollo con la ensalada de la casa y limonada. Solo entonces responde a la pregunta de Draco:

— Estas aquí porque el tiempo no me da para salir de la oficina e ir a tu casa. Solo eso.

— ¿Disculpa? ¿Estás... invitándome a almorzar porque eres incapaz de lidiar con el silencio de tu propia mente?

— Y porque todavía escucho los coqueteos de Bellatrix a Voldemort cuando me quedo solo mucho tiempo. Lo recuerdo como si fuera ayer... ¿como eran mis favoritos? "Su falta de nariz me recuerda a un elegante delfín", le decía, "toda la luz que necesito me la da el reflejo de su hermosa calva".

— Gracias por las pesadillas, las voy a unir a Snape con mascarilla y a Dumbledore dándole puntos a Gryffindor por ganar un maldito juego de ajedrez.

Harry abre sus palmas.

— ¡Así que aquí estás!

Draco se apoya en su respaldo y cruza sus piernas.

— Aquí estoy —con calma acepta.

Eso fue más fácil de lo que Harry esperaba. ¿Puede ser que Draco también estuviera esperando esta reunión?

Entonces, Draco gira su cuello alrededor.

— ¿Se nos une Weasley?

— Ron regresa este miércoles.

— Me refiero a Weasley representación femenina.

— ¡Ah! No. Rara vez almorzamos juntos, y ahora esa posibilidad es casi inexistente —por algún motivo, Harry no se calla ahí. Tiene esta sensación de que todo lo que le diga a Draco debe ser la información completa:—. Nos estamos dando un tiempo antes de decidir si damos el siguiente paso.

— ¿El siguiente paso es ir al psicomago por meterte con alguien idéntica a tu madre?

— Más bien el compromiso.

— Sigo pensando que mi propuesta va antes de eso —Draco junta sus manos sobre sus piernas—. ¿Que se siente? Estar tan cerca de definir el resto de tu vida.

— No se siente diferente en absoluto.

— ¿Ni un poco emocionado?

— No. Todo es como deben ser las cosas.

— Debes estar muy seguro.

— Lo hago. Ya tengo planeado el futuro.

Draco eleva ambas cejas.

— ¿Puedes planear con certeza el contenido de una vida con ella?

— Sí.

— Pues bien por ti, Potter, aunque no es mi estilo esa simpleza —a continuación Draco eleva su mano para indicarle que se explaye—. ¿Que has planeado?

— Los nombres de mis hijos para empezar: Severus, Albus, Lily, Luna, Sirius, James...

— Esos son muchos hijos.

Harry le explica que va a poner esos nombres en solo tres niños.

Al inicio, Draco cree que es una broma, pero a medida que Harry se mantiene serio explicándole que cualquiera estaría feliz de llamarse Albus Severus, Draco comienza a reírse bajito.

— Y el otro será James Sirius.

Draco mira al techo y su risa comienza a hacerse más fuerte.

— Estoy pensando en agregar Remus, Dobby, Hedwing y Alastor si quedan muy simples.

Draco golpea la mesa mientras se sigue riendo.

— ¿De qué te ríes?

Draco se ríe todavía más.

Es sin duda el día más soleado de toda su semana.

...

— ¿Los nombres que ideo te parecen ridiculos?

Ginny se sienta, se quita la bufanda, y simplemente procede a sonreírle.

— Son tiernos.

— Draco dijo que era visitar el cementerio, no darle más clientes potenciales.

— Ay, Harry, no le hagas caso.

— Dijo que él le va a poner Scorpius a su hijo.

Ginny parpadea.

— Bien por él.

Harry no lo suelta:

— Si no te gustarán mis nombres, me lo dirías, ¿cierto?

— Probablemente.

— ¿Probablemente?

Ginny se ríe nerviosamente.

— ¿Todo bien? Suenas... exaltado.

No, él no es así.

O al menos no con ella.

Se queda helado al notar que ha estado usando el tono de estos últimos días: alerta y vibrante, como si llevara el corazón en el bolsillo.

Se sonroja en el acto, encogiéndose en su silla y pidiendo disculpas.

— Como fuera, —Ginny se endereza— terminó. Gane. Estoy yendo de compras con la novata el fin de semana, ¿no es genial?

Es genial.

Y le da un poco de envidia.

Notes:

Palabras: 2938

Cada vez que Harry y Ginny hablan aquí, suena "Amiga Date Cuenta" de fondo

Chapter 6: Harry tiene tres neuronas. Una para comer, otra para responder, la última para hacer todo eso a medias y sin entender qué pasa con Draco

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

— ¡Háganse a un lado que llegó la alegría y el sabor!

Serene se detiene ante la puerta de la oficina y dice:

— La fecha de entrega de las órdenes en tu oficina está a punto de vencerse.

— Ten cuidado que en el plato que dejaste ya hay vida creciendo —comenta Lissandro.

Rachid también hace su bienvenida:

— ¿Recuerdas el puesto en el que siempre comías Crepas? Encontramos un nido de pixies ahí y el lavado intestinal corre por tu cuenta.

Ron Weasley se retira de la cabeza el pequeño sombrerito hawaiano que llevaba.

— Oh.

— ¡Te ves bien, Ron! —saluda Neville.

— Gracias —susurra, y se deja caer en la silla giratoria de su pequeño cubículo—. Al menos ustedes se alegran por mí.

— Sí —saluda Harry—. ¿Crees que se necesita ir a lugares externos con alguien para decir que es tu amigo?

— Y me reemplazaste. Genial.

Harry balancea su pluma en su propio escritorio.

— No le llamaría un reemplazo. Se siente totalmente distinto a ti. Ya sabes. Mucho más impresionante.

— Gano a Hermione y pierdo a mi mejor amigo. Lo tenemos todo, y no tenemos nada —lentamente, se escucha un movimiento en el cubículo de al lado y un momento después la cabeza de Ron sobresale por la pared entre ellos—. ¿Estás acaso enojado por el trabajo que te dejé?

— No realmente.

Nota que su respuesta corta hace a Ron tensarse, como si eso significará sí de esta de malhumor. Harry se estrega la cara. No lo está. Solo está... atrapado en un pensamiento. Eso.

— Hombre, ¿sabes qué? Compararé entradas para el próximo partido, trae a tu nuevo amigo. Nos vamos a divertir —ofrece Ron.

— En realidad es más bien un ermitaño.

Y, al decirlo, Harry se recompone.

— Tienes razón, Ron —dice Harry.

— Lo sé. ¿En que la tengo?

— Que no le guste salir al mío no significa que no haya al menos el inicio de una amistad, solo debo ir lento, como un cervatillo, y sacarlo poco a poco. Que listo eres —comprende Harry—. Me alegro de que hayas vuelto.

Ron sonríe.

— Amigo, gracias.

...

Aunque haya sentido envidia en su momento, no le toma demasiado entender que no hay necesidad. Tiene su propia prueba de que ha hecho avances: los almuerzos.

Se han vuelto parte indiscutible de la rutina de Harry, los cuales pueden transcurrir en la cafetería frente al ministerio cuando tiene mucho trabajo o en la mansión de Draco si cuenta con el suficiente tiempo. Esos días, donde el tiempo está en su poder, suelen dar paseos en el inmenso patio a menos que haya lluvia, casos en los que Draco vuelve antes a su oficina y comienza a trabajar en lo suyo mientras Harry habla del día, del trabajo, de Neville, o de que pronto será un festivo y que planea colarse en el entrenamiento de su viejo equipo de Quidditch. Draco lo escucha sin poner mucho de sí pues sus deberes con la alquimia no son algo que uno pueda hacer distrayéndose demasiado.

De todas formas, Harry no duda de que lo oye porque alza sus cejas, sacude la cabeza, rueda sus ojos y se muerde el labio para no sonreír según lo que dice. Esas expresiones son el pan de cada día. No interesa que las historias no sean particularmente interesantes, Draco no se aburre de reaccionar, y Harry siempre lo mira deseando ver ahora cómo le va a decir toda una respuesta en una sola mirada particular.

No siempre hay buenos días, eso es un hecho, pero el número de días que disfruta su descanso llega a tal cifra que ya no puede contarlos.

Y lo mejor es que no es el único buen momento.

A veces también hay buenas tardes entrando a la noche. Ocurren cuando Harry debe volver al final de su jornada por haber olvidado algo en la tarde en la casa de Draco. Entonces no se hace mucho. Pero puede ver a Draco en su ropa de casa y bebe de la imagen como si estuviera famélico en completo silencio. ¿Vergonzoso? Totalmente. ¿Culpable? No, cree que todos se deleitarían con el contraste del día a la noche.

¿Es sano? Para nada. Sus funciones cognitivas parecen caer en picada.

Desplazando su mirada a su maletín, hoy Harry rebusca sus pensamientos racionales y carraspea.

— Adiós —se despide Draco. Está recostado en el sillón haciendo símbolos en una piedra con forma de diamante usando la punta de su varita.

Harry se guarda los pulgares en los bolsillos del pantalón, admirando su ropa suelta y holgada por la hora que es. Tiene el cabello rubio húmedo tras darse una ducha, y los dedos le hormiguean a Harry por secarlo con la toalla sobre sus hombros.

En nombre de los cielos, que pensamiento más raro. Harry se obliga a alzar su cabeza y a recordar esta idea que tuvo gracias a Ron. Pasa saliva y la propone:

— Va a haber un partido de los Ballycastle Bats y los Wanderers Wigtown y puedo conseguir entradas con facilidad.

— Dale mis saludos a Weasley, con el que sea que vayas.

— Oh, no. Le dije a Ron que invitara a Hermione, y sabes cómo están las cosas con Ginny. Te pregunto si puedes ir. Si quieres. Si no, está bien seguir con los planes de hasta el momento.

Draco hace un movimiento lento de su muñeca contra la piedra.

— ¿Cuando es? —pregunta Draco.

Harry se anota un punto imaginario.

— El primero del mes que viene.

Su varita se detiene, sus cejas casi se juntan en un ceño fruncido.

— No puedo, le he prometido a mi madre que iré a la reunión de mi familia.

— Oh —entiende Harry, desinflándose.

— Es un baile, en verdad —aclara Draco, que se sienta derecho en el sillón—, a cada familia de los Sagrados 28 le toca organizar uno cada cuatro años, siempre es un primero, y ahora es nuestro turno.

Harry parpadea.

Deja su maletín en la mesa de centro y suavemente desliza a las estatuas en el sillón para sentarse donde ellas estaban, cerca de Draco en el inmenso mueble.

— Estas socializando entonces —señala Harry—. Fuera. Con gente que no conoces ni de Hogwarts.

— ¿Sí? —rebate Draco.

Una idea llega a Harry.

— ¡Eso es perfecto! ¡Sal de aquí! ¡Conoce gente! Te juro que me preocupa saber que estás tan solo todo el tiempo. Me alegro tanto, Draco.

— No soy un ermitaño, animal de monte.

— Lo sé, eres una gran persona, un poco difícil, algo cruel, pero bueno, y no deberías pudrirte aquí.

— Suenas como mi madre —se queja Draco.

Decide ignorarlo. Se acerca un poco más, lo que hace que Draco deba de recoger sus largas piernas en el sillón por la invasión a su espacio personal.

— ¿No te gusta la idea?

— No me disgusta ni me gusta. Será aburrido. Deja de invadir mis pies, Potter.

— Lo siento —dice Harry, y toma los tobillos de Draco para acomodarlos en su regazo y que esté no deba recogerlos.

— Merlin me odia —muy serio concluye Draco por algún motivo.

— Si la fiesta es aburrida se puede solucionar. ¿Que se debe de hacer para ser invitado?

— Te invita el que lo organiza o alguien con una invitación para más de uno, y casi todas lo son. Es muy flexible por cómo han cambiado las cosas desde... —Draco achica sus ojos y enfoca a Harry— no, Potter.

— No he dicho nada.

— Vas a decir que te invite para que me des apoyo moral mientras conozco gente y así salga de mi apabullante soledad que, temes, me haga un viejo amargado que muera de un infarto y se llene la casa de doxies antes de que me encuentren.

— Es más bien porque eres terriblemente orgulloso y estoy seguro de que no te le vas a acercar a nadie. Si voy, muchos se te van a acercar para preguntarte que hace aquí Harry Potter. Serás un imán. Y no te vas a aburrir.

— Cuando les diga que Harry Potter está aquí porque no quería ir solo a un partido de Quidditch me van a considerar un traidor a la sangre.

— Ya lo eres.

— No voy por la vida gritándolo, igual que no grito que me asustan los hipogrifos o que tengo un problema con las manzanas.

Harry toma uno de los tobillos de Draco y da un apretón amistoso para indicarle que eso sigue sin diminuir el tema de que no es malo.

En respuesta, Draco se masajea las sienes con exasperación y se apoya en el espaldar con esta vibra de estar a punto de cruzar la fina línea entre autodesprecio y homicidio, que le genera nostalgia a Harry.

— Piénsalo, quienes se queden a charlar después de saber que te llevas bien con el horrible Harry Potter serán el tipo de gente de la que quieres hacerte amigo —dice Harry.

— No necesito amigos. Ensucian y hacen estos ruidos constantes.

— ¿Hablar?

— Así le dicen.

— Mereces amigos —simplemente presiona Harry.

— ¿Es lo que te repetías durante toda tu infancia?

— Sí. Fui muy feliz cuando lo confirmé.

— No soy tus amigos, Potter, no me alimento de lastima y pena ajena. Así no ganarás nada.

Harry infla su pecho con dignidad.

— Bueno, da igual —concluye—, porque tienes que ir y puedes hacerlo con un acompañante cuestionable, o tan solo que la gente también hablará. ¿Y qué prefieres que opinen? ¿Confusión o lástima?

— Nadie siente lástima de un Malfoy.

— Tal vez no antes, ¿pero ahora...?

Draco frunce sus cejas.

— Me generas aversión. Solo lárgate.

— ¡Como digas!

Harry acomoda a conciencia las piernas de Draco en el sillón, se despide de las estatuas y toma su maletín.

— ¡Buenas noches!

— Solo serán buenas cuando dejes de tratar de ocasionarle paros cardiacos a mi familia.

— Oh, Draco, no soy pasivo-agresivo. Aspiro a enviarlos a Azkaban a todos si me vuelven a molestar.

Baja la cabeza a tiempo para evadir un Flipendo, y antes de irse le regala un par de pulgares arriba a Malfoy.

Como Harry tiene un gran instinto de supervivencia, al día siguiente no vuelve a hablar del tema, y ya apenas se le ve la molestia a Draco. Conversan de cómo es que Draco se niega a comprar manzanas y tenerlas en casa pues sabe que se acabaría un kilo en una tarde.

"También podrías morir", acotó Harry.

"Hay algo poético en morir por mi gran amor".

Hablan de todo y de nada, pero no de la fiesta, pues palabras no deberían ser gastadas en lo que las acciones pueden decir. Ya que, eventualmente, antes del primero del próximo mes, Kreacher le informa que le ha llegado una invitación.

Harry se coloca nuevamente el abrigo y acepta esa carta. Ni siquiera la abre. La guarda en su bolsillo trasero y vuelve a salir con un simple "no me esperes despierto".

Si algo agradece Harry del mundo mágico, son las apariciones. El camino que le tomaría literalmente dias es tan solo de un movimiento, una mente en blanco y tan pronto como un rayo produce luz, está caminando por el camino de grava sin voltear a ver a las gárgolas que ya ni siquiera le preguntan a qué viene.

Toca la puerta tres veces exactas.

— ¡Soy yo! ¡Encontré algo mal en el registro! ¡Tu condena se reduce si te entregas en este momento!

Hay golpes, sacudidas, patitas de estatuas medio mal hechas.

Draco tiene el cabello despeinado tras la puerta.

— ¿¡Como!?

Harry le da un golpe amistoso en el hombro antes de entrar.

— No seas tan crédulo, Malfoy, entregué la última tanda de papeleo hace siglos.

Draco se lleva las manos a las sienes y se jala la piel como un lagarto a punto de un homicidio.

— Juro que me duele el corazón de la cólera.

— Hola bestias, —saluda Harry a las estatuas, colocándose de cuclillas y sacudiendo sus manos frente a ellas, pues son rasposas al tocarlas— ¿lo estaban cuidando bien? ¿Evitando que encuentre las manzanas que escondí en la cocina?

— Tú, ¿qué?

— ¿Qué? —Harry sonríe— Nada. Nada.

Draco entrecierra sus ojos, y comienza a caminar.

Harry trota tras de él hacia la cocina.

— Ya me llegó —dice Harry.

— ¿El memorándum de la muerte de tu última neurona? Le haría un funeral, pero creo que llevaba años en estado vegetal.

— Hablo de la invitación.

— Sí, le pedí permiso a mi madre. Dijo "tu padre tiene parásitos, un vistazo a Potter podría matarlos en un santiamén". Es gracioso, porque acabas de tener ese maldito efecto en mí, cabeza de Moonclaf.

— Aww. Esas cosas son lindas.

— Hasta que les caen las cabezas.

Harry se queda helado.

— ¿Qué cosa?

— Sí, como las tortugas. ¿No sabias?

— No. Era una persona feliz.

El cabello de Draco corta el aire al voltear a verlo con las manos en la cintura y los ojos bien abiertos en una pregunta.

— ¿Qué haces aquí, fuera de perturbar tu propio sueño? —pregunta Draco.

— Es que no sé cómo vestirme.

— Ya sé. El estilo se te metió en el culo y se murió ahí dentro. ¿Eso que tiene que ver?

— Para la fiesta, Draco. No sé cómo ir.

Hay una pausa.

— Un momento —Draco alza su mano en señal de alto—, ¿quieres que te diga qué vestir?

— O que me des ideas.

Una sonrisa muy similar a ese gato en el País de las Maravillas se posa en Draco.

Demasiado tarde Harry da un paso atrás por precaución, y antes de que pueda repensar lo que está haciendo aquí, Draco se apresura a tomarlo de la muñeca y a comenzar a caminar por el pasillo.

— Confía en mí, Potter —dice—, puedo sacar a flote el poco estilo que los piojos de Sirius te debieron haber contagiado.

— ¿Debería asustarme?

Draco ajusta su agarre en su muñeca, jalándolo hacia adelante y casi haciéndolo tropezar.

Con un ceño fruncido, Harry está listo para decirle que mejor lo deje quieto.

Excepto que al alzar la vista se encuentra con la primera sonrisa de verdadera emoción que ha visto en Draco, tenue y calma, tampoco la llamaría linda. Es más bien un tesoro modesto que lleva oculto tantos años que estás en la obligación de darle toda tu atención cuando lo encuentras.

Porque no es prepotente, no es relajada ni de poco compromiso, es una encantada con la situación, idéntica a la que Harry presiente que tiene él mismo cuando le da la hora del descanso y sabe donde almorzará.

— ¡No tienes idea todos los años que sentí vergüenza de que mi nemesis se vistiera como daltónico! ¡Pero eso acabo! ¡En la fiesta nadie me preguntará si de verdad me peleaba con este vagando en vez de llevarlo a Narcoticos Anónimos!

Está siendo ofendido. Muy lejos en su cabeza lo percibe.

¿Como se supone que haga para enfadarse o para hablar? Nada le sale de la boca.

Frunce aún más su ceño.

Se deja guiar.

...

Satin, lino, lana, gabardina, tejido mixto... ¿a cuánta gente habrá enterrado la familia Malfoy en su patio trasero para que el hijo que pidió su herencia y se largó pueda pagar todo esto? Quizás como dicen los rumores sus malditas paredes estén construidas de aurores, pero eso sí, seguro les sacan la ropa y la reemplazan con trajes como estos, porque qué vergüenza que les desmantelen la casa y encuentren huesitos mal vestidos.

Morgana. Harry es uno de esos aurores hoy, ya que ellos han resultado ser de la misma talla. Aunque Draco es más alto, Harry tiene hombros más anchos y algunos músculos de los que está orgulloso.

Ríe bajito. Igual no se cree que esté en esta situación.

Parpadeando para tratar de asimilar esto, Harry se abrocha los botones de la camisa y se mira al espejo. Pantalones y blazer negros junto con un chaleco gris claro.

Por un momento cree que su reflejo comenzará a reírse y que se largará, dejando en su lugar a su yo habitual de camisas cómodas de vestir en tonos simples y pantalones flexibles que le pican cuando pasa demasiado tiempo sentado. Pero nada de eso pasa. Su reflejo es el real.

— Este no soy yo —es lo primero que dice Harry cuando sale del inmenso cambiador.

Draco baja la libreta en sus manos. Y, sí. El enfermo mental guarda fotos de su ropa en esa libreta para asegurarse de no comprar algo muy similar a lo que ya tiene.

Harry señala la libreta.

— A veces me preocupas, Draco.

— Estaría haciendo algo mal si no generara eso en un Auror.

— Estoy seguro de que es más personal que eso.

— Podría ser —concede Draco, analizando el costado de Harry, indicándole que se mueva un poco—. ¿Cómodo?

— Para mi sorpresa.

— Este podría ser el ganador.

— Has dicho eso durante los últimos cinco, y con todos quiero golpearme la cabeza contra la pared.

Draco le resta importancia con un ademán de su mano, cruza la habitación, abre una cómoda que Harry no había notado hasta ahora.

— Podrías sentir eso porque este conjunto en particular es el más aburrido hasta ahora, pero es que falta esto —comienza a decir Draco.

— Dime que hablas de tequila.

— Y ahí está el vagabundo que se aferra a tus huesos como pobre a champú todo en uno. No. Es algo mejor.

Con esa habitual mueca superior, Draco se gira con un pequeño pedazo de tela entre las manos. Es una simple corbata de un color rojo vivo, idéntico a las banderas en el comedor común tras ganar la copa de las casas en todos sus años en Hogwarts.

Harry pasa saliva cuando Draco se la enseña.

— También podrías sentirte tan raro porque se te caen las nalgas antes de distinguir la elegancia. Por suerte, este color podría darte un poco más de familiaridad —comenta Draco.

Los dedos de Harry encuentran natural recibirla. La tela es deliciosa.

— Creí que los de Slytherin tenían una alergia congénita al rojo —tararea Harry.

— También a los finales felices. Pero está bien, porque no la voy a usar. La llevarás tú. Pruébala.

— Tendría que quitarme todo, no hay forma de meterla bajo este chaleco.

— Claro que la hay, solo colócatela... —dice Draco, y Harry obedece— bien, ahora empújala hacia abajo... cierra el chaleco de vuelta.

— No cierra.

— Claro que lo hace.

— No. Se le llama tener carne.

Rodando sus ojos, Draco le aparta las manos de un manotazo a Harry y comienza a trabajar en la corbata.

Con el chaleco abierto, Draco encuadra la corbata sobre la camisa en tonos neutros y apoya con su mano derecha la tela, como empujándola hacia adentro. Con la mano restante empieza a cerrar los botones del chaleco que se resisten.

— Pecho abajo.

Harry deja de respirar.

— Estas como un gorila.

— ¡Oye!

Draco le da un golpe en el pecho.

— Que aguantes la respiración, Potter.

— Sé muchos hechizos con los cuales eso puede terminar en mi muerte.

— Pues no te suicides en mi piso, y, ¡ya! —Draco cierra el último botón.

Harry vuelve a respirar felizmente en la tela cerrada. Sip. Sigue siendo cómodo, con razón Draco se la pasa así. Ja. Quien diría que el dinero sí trae ropa igual de agradable que la pobreza.

Enderezándose, Draco acomoda las manos en puños en sus caderas cubiertas de la ropa de dormir.

Harry se ríe bajito mientras lo admira.

— ¿Así me veo a tus ojos?

— ¿Como? —devuelve Draco.

— Gracioso, como suavecito.

— Estoy seguro de que no te veo así —enarcando una ceja responde Draco, y desliza sus dedos sobre el abdomen de Harry, corroborando la elasticidad de la tela.

Harry se aclara la garganta, sintiéndose... raro.

— El Potter qué piensa en lo que hace —en lo que viste— también es el verdadero Harry Potter, por si sigues pensando que este hombre bien arreglado no eres tú —comenta Draco, sus dedos separándose lentamente de la ropa de Harry—. Y confía en que funcionas como concepto. He aprendido a vestirme desde que aprendí a caminar.

Para su sorpresa, lo hace: Harry confía sin esfuerzo.

— Gracias, Malfoy.

— De nada, Potter.

Harry solo hace un sonido curioso con su garganta.

Él se queda estático donde está parado, como si Ginny le hubiera pegado los zapatos al suelo. Es una analogía adecuada, ya que así se siente.

Draco cruza sus brazos, tiene toda la postura de estar esperando a que Harry diga lo que sea que falta o vuelva a cambiarse.

Él no cree que pueda. Es como si... como si todavía faltara algo. ¿Una obligación? No, no es una obligación. Es mucho más frívolo, es algo que quiere tener, aunque no sabe que.

Draco ladea la cabeza y se cruza de brazos con esa sonrisa ganadora e inolvidable.

— ¿Algún problema conmigo, Potter? Siempre estoy dispuesto a batirme en duelo y a dejarte muy herido antes de perder.

Esto es... a Harry no le pasa tanto aire como debería. Se afloja la corbata, sus ojos vagando por el lugar.

— Yo venía por consejos, en verdad —comenta sin compromiso.

— Esto está mejor que consejos, ni siquiera tienes que rentar un traje.

— Solo debo vivir con el conocimiento de que probablemente quemaras esto después de mí.

— O te maldeciré con los cabellos que se te queden aquí.

— Otra posibilidad perfectamente válida.

Draco niega con su cabeza suavemente.

— Solo cámbiate, Potter, prometo no usar tu ADN para hacer algo deshonroso. Soy un caballero... aunque podría tratar de matarte, eso está entre las posibilidades.

— Me gustaría verte tratando.

— Me has visto tratando desde hace años.

— Es el mejor espectáculo —Harry dice sintiéndolo con cada pizca de su ser, sus manos hormigueantes en la corbata, toda su atención en el hombre en frente como debe ser.

En respuesta Draco da un solo paso al frente acortando la ya pobre distancia.

Por un instante hay un destello de algo en la mirada de Draco. Es un sentimiento que Harry no reconoce y que de todas formas lo está superando con creces a su pobre cerebro.

Draco enfila otro pie frente al otro... Harry está tan nervioso por algún motivo y sin entender nada de lo que ocurre, da un paso atrás por acto reflejo.

Como si eso rompiera esta extraña tensión, Draco se detiene súbitamente.

Él parpadea. Toma aire. Se gira

— Solo ve a cambiarte.

Lo dice en un tono que no acepta réplicas.

Apretando sus labios, sintiendo que todavía falta algo, se obliga a dejar de ser un desastre y a obedecer.

Harry se la pasa refunfuñando dentro del cambiador. Esto le está jodiendo la cabeza.

Suspira mientras se pone de nuevo su camisa. Lo que sea.

Abre el cambiador una vez más listo para preguntarle a Draco si todo está bien.

— ¿Preparado, Potter? Ya solo falta explicarte cuál es la cuchara para el postre y cuál es la que puedes usar para sacar de paseo al muerto de hambre que llevas dentro.

— ¿Está todo bien? —de todas formas pregunta Harry.

Draco eleva una de sus cejas. Eso reduce una pizca de la tensión subsecuente.

— ¿No debería estarlo?

— No, bueno... olvídalo.

— Hecho. Como te decía, toma asiento, papel y lápiz. Bien: la más pequeña es para el té, no para el postre...

Como es lo más fácil Harry obedece y comienza a escuchar atentamente, dejando que a momentos su mirada baje a la camisa holgada que se sostiene del borde de los hombros de Draco, dejando a la vista sus clavículas y el inicio de sus bíceps que hacen juego con el resto de su torso magro.

— ¿Me estás escuchando?

Harry le mira a los ojos grises.

— Sí, que te pregunte antes de coger cualquier cubierto y que asuma que todo lo que sé es un error generado por la falta de una familia.

— Sí, y sí, pero no siempre estaré ahí. Desde el comienzo, presta atención.

Harry lo intenta con todas sus fuerzas.

La mitad del tiempo más que escucharlo está preguntándose porque la sensación de querer tomar algo no se va del todo.

Notes:

Palabras: 3949

Chapter 7: Cuando tienes dos hijos uno es el orgullo y otro la decepción. Como Lucius solo tuvo uno, el pobre Draco parece haber desarrollado dos personalidades. No es culpa de nadie... ¿verdad?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lucius Malfoy se considera un hombre de principios, fue criado en el seno de un hogar rico en valores sobre la consciencia de clase y nunca faltaron los sueños al respecto de un mundo mejor, uno donde el mundo entero note la fuerza y belleza en la pureza de la magia, aún para quienes no la tengan. Desde pequeño supo que ayudaría a construir ese mundo y así lo hizo al crecer, hasta que el destino le escupió en la cara.

Si bien ha tenido que tomar decisiones que no le han gustado para nada (traicionar a los suyos le generó una herida que jamás sanará), tras los años ha aprendido a darse consuelo en que simplemente estaba siguiendo sus valores y tomando las decisiones difíciles que nadie quiere. Y es que, si él hubiera ido a Azkaban, ¿quien se habría quedado a enseñarle a su hijo de esos mismos valores? Ellos habrán fallado por completo.

Y es que Voldemort no fue el mejor líder posible, pero podría no ser el último y sus hijos (el futuro de la sangre pura) deberían estar preparados.

Por eso se quedó. Por eso vendió a tantos de los suyos, eso sí, cuidando de guardarse los nombres de quienes eran padres o simplemente demasiado jóvenes. Todo por quedarse a sembrar sus ideales en el hijo del que él y su esposa se enorgullecen.

Al menos en su mayoría.

Draco es un hombre hábil con facilidad para la elocuencia y un buen ojo para las oportunidades que sin duda lo hará el mago más exitoso de la familia en generaciones. Para su disgusto es quizás un poco demasiado inmaduro cuando toma confianza, otro poco suave (sabe Merlin que eso fue culpa de Narcissa y no suya), y ni siquiera quiere hablar de lo decepcionantes que han resultado ser sus gustos en parejas y lo desinteresado que está en un matrimonio concertado.

Pero es suyo. Su hijo. Su futuro.

Lucius va a amarlo por el resto de su vida aún si nunca lo dice en voz alta.

Incluso si Draco se lo pone difícil.

Lucius ha terminado de darle un largo paseo a sus pavos reales mascota (uno no creería la energía que tienen para quemar esas cosas hasta que las tiene), cuando se encuentra con su esposa blandiendo su varita frente al aire lleno de círculos representando las mesas y nombres alrededor de estos creados con magia.

Se acerca a ella por atrás cuidando de no hacer ruido para no asustarla y enfoca su vista en la nueva mesa que ha sido agregado sin que nadie le haya dicho nada.

— ¿Quienes son tan importantes como para merecer una nueva mesa a estas alturas, querida?

Narcissa vuelve a verlo con los labios en una línea recta y esa expresión indescifrable que le dedicaba cuando se conocieron cada vez que trataba de hablar con ella.

— Invitado de Draco.

Lucius se ríe bajito.

— Muy graciosa.

— Está vez en serio. Llegó el día, Lucius, las profecías eran ciertas. Te pediría que revises la sala de pánico, pero yo misma ya la abastecí.

Lucius se pone serio al ver que ella ni siquiera sonríe.

— ¿De verdad? Creí que él no tenía... creí que es una persona independiente.

— Pues es de verdad.

— No lo entiendo. Ya invitamos a toda la gente que él medio tolera y Astoria sigue fuera del país, ¿cierto?

Narcissa asiente con su cabeza en respuesta.

— Es alguien más.

Oh, dulces elfos domésticos con una licuadora, eso significa que no se trata de nadie de sangre pura. Lucius comienza a ver puntos negros en su visión.

— Morgana.

— Tú no quieres saber.

Dado que la última vez que ella dijo algo así Draco les presentó a su novia del momento que creía que los muggle servían para más que hacer comedia sobre las suegras, Lucius se estremece con verdadero terror.

— Oh, Narcissa. ¿Qué tan malo?

— Nivel Weasley. Quizás peor.

— No vamos a recibir a un maldito Weasley, ¡se van a robar los centros de mesa!

— Valen una miseria, Lucius.

— Por eso no los dejaremos venir.

— Me refería a los centros de mesa.

— ¡Ah! Bueno, Narcissa, valen una miseria para nosotros, pero los Weasley se roban dos de esos y les da el suficiente capital para reproducirse otras cinco veces. No. No los estamos dejando venir.

— Callate, Lucius —ordena ella, y él obedece de mala gana. Muy seria agrega:—. Es nuestro único hijo, con probablemente su único amigo. ¿De verdad crees que le diría que no?

— Lo haré por ti.

— ¡No! Apenas nos visita y lo hará con alguien para variar, solo... solo piensa en el lado positivo: en realidad no son específicamente los Weasley.

— Ay, Narcissa, ¿Qué puede ser tan malo como para estar en el nivel de alerta "Weasley" sin ser un Weasley?

Narcissa sacude su cabeza y su cabello rubio platinado se mueve con ella.

— En serio, Lucius, no quieres saber.

Ella borra la imagen del aire con un ademán de la varita y lacónicamente le pregunta cómo le fue con los pavos reales para cambiar de tema. Lucius entrecierra sus ojos con profunda sospecha y le sigue la conversación esperando a encontrar otro espacio para indagar. Pero ella no se lo da. Lo hace bailar alrededor de los platos en el menú y de los músicos que contrataron.

Lo maneja con la elegancia y la pericia que dan tantos años de matrimonio, y eventualmente lo distrae lo suficiente para que olvide siquiera que estaba tan preocupado. En su lugar, ordenan todo para la ocasión, le dan las instrucciones a los músicos, piden a los elfos domésticos en las cocinas que revisen el cambio a los menús y, para cuando Lucius se da cuenta, está totalmente atareado dando órdenes de aquí a allá mientras Narcissa recibe a los invitados y los elfos les dan bebidas y reciben sus abrigos.

La próxima vez que piensa en la conversación es la mañana termina siendo en la recepción que fue marcada a las seis, pero son las cinco y media y ya está repleto, es este tipo de puntualidad la que tanto ama de la gente de sangre pura: valoran el tiempo.

Lucius se apoya en su largo bastón como es costumbre, decidiendo que le gusta la mesa de bebidas y la de postres tiene solo lo suficiente para ser llamativa sin parecer un exceso de azúcar.

Va a ser una noche perfecta.

Que se tambalea cuando tras abrir las puertas del gran salón para la reunión Narcissa le susurra que su hijo ha llegado.

Como la elegancia no permite correr, Lucius se desliza saludando suavemente a los invitados, conteniéndose de apresurar el paso cuando ve el cabello platinado Malfoy en esa altura prominente de su Draco.

Su hijo lo observa cortamente y sigue hablando con sus madre en la entrada, sus manos tras su espalda recta y esa aura de superioridad que él mismo le enseñó.

— Padre —saluda Draco—. Es bueno verte saludable.

Lucius aprieta sus manos alrededor de su bastón para no abrazarlo. Él no es tan débil.

— Es agradable saber que pese a tu independencia conservas la decencia con la que te criamos —devuelve Lucius.

Y es que, ¡qué imagen! Ese es un buen conjunto en colores fríos que no se ve nada barato. Debe estar prosperando. ¿Como no lo haría, si es el niño que crió?

Hasta que todo se rompe.

— Esto es impresionante, ¡ni siquiera se les ven las raíces a ninguno! ¿Es un hechizo?

Lucius se queda sin aire como si le hubieran golpeado el abdomen.

— Por Morgana, Potter, compra modales por favor.

— ¡Ah! Sí, lo siento. Eh. Buenas noches, señores Malfoy. Tienen una bonita, eh... ¿casa? ¿Mansión? ¿Centro del terror? Oh, y me encantó el zombie en la entrada.

— Era mi abuela, Potter.

— Entonces alguien debe ser un nigromante reciclando por aquí, ¿eh? Bien hecho. El planeta lo agradece.

¿Por qué infiernos sangrientos Draco se ve divertidamente exasperado en vez de matarlo en el acto? No, no puede ser. Lucius parpadea esperando que haya visto mal y haya cualquier otra cosa.

No funciona.

— ¿En serio eres Potter? —pregunta Lucius, y luego voltea a ver a su hijo cuando se le da una sonrisa afirmativa— ¡Draco!

— Lucius...

— ¡Narcissa!

— Es agradable ver qué conocemos los nombres de todos —responde Draco, que extiende su brazo al frente—. Missy te llevará a tu mesa, Potter, no hables con nadie que diga tu nombre con acento. Es sello mortifago.

Harry le da un apretón amistoso en el hombro a su hijo y junto a una pequeña elfina doméstica comienza a caminar felizmente con ese bamboleo que le recuerda a esa emoción que Lucius no ha sentido desde que salió del vientre materno: felicidad.

Lucius comienza lentamente a alzar sus manos alrededor del cuello de su hijo y cuando está a punto de agarrarlo del cuello de la camisa, Draco deja de ver a su padre ante un grito desde unos pocos metros de distancia.

— ¡Oye, Draco, aquí todos dicen mi nombre con acento!

El hijo que él crió habría rodado sus ojos y deseado que alguien lo envenene de una vez. En vez de eso, está criatura frunce sus cejas con cierto rastro de preocupación y realiza una corta despedida.

Antes de que se vaya, Lucius lo toma del brazo. Admite que suena un poco aterrado al decir en un susurro a gritos:

— ¿Como ha ocurrido esto?

Draco se relame sus labios, como si ya hubiera pensado esta respuesta.

— Si me has prestado algo de atención, padre, ya deberías haber notado que tus principios dejaron de ser los míos desde hace años y que eso ya no cambiará.

— ¡Pero terminaste con ella!

— Estuve con Astoria porque pensábamos igual y, —la voz de Draco es fría y sedosa al continuar— si es de tu interés, ella me terminó a mí. Ahora, si me disculpas, siempre es una alegría verlos.

Parpadea ante el espacio vacío donde estuvo su hijo. Él ha sido abandonado.

Lucius sigue el camino invisible que ha seguido Draco a tiempo para verlo llegar al hombre horripilante que tuvo que haberlo extorsionado de alguna forma.

Pero como si nada, ellos retoman el paso, sus hombros juntos y algunos susurros de los cuales Lucius solo entiende "¿alguno te ha ofrecido algo?", "un Avada Kedravra. ¡Me recuerdan a tu padre!". Draco se estrega la cara con esa frustración típica que conserva desde que era un bebé y habla de echar a alguien a la calle en el acto.

Lucius jura que algo ahora sí muere dentro suyo.

— Te dije que no querías saber.

— Esto es culpa de Astoria —simplemente decide Lucius—, antes de ella él no...

— Si Astoria siguiera aquí, —susurra Narcissa con fuerza— nuestro hijo no estaría tan desesperado por compañía que se acercaría a Harry Potter.

— Elige tu veneno, ¿eh?

Narcissa saluda con un movimiento de su cabeza a los invitados que siguen llegando sin acercarse a hablar con ninguno y murmura a su esposo:

— Podríamos ser más amables cuando Draco la trajera de nuevo y evitarnos que esto vuelva a pasar. Solo eso digo.

— Que él esté desesperado no dice lo mismo de nosotros, Narcissa.

— Oh, Lucius —Narcissa lo abandona junto a un suspiro cansado.

...

Esto es... una experiencia. Así ha decidido describirlo Harry.

Se encuentran posicionados junto a las puertas del gran salón para que Draco salude a los invitados que se interesan por él (que gracias al cielo no son tantos como los que se acercan a sus padres).

Sería acertado decir que Harry está a su lado con su cara sencilla arruinándole su imagen de atractiva perfección etérea a Draco solo porque el recién mencionado no quiso dejarlo solo en la mesa mientras la multitud todavía es tan densa e impredecible como para envenenarle la comida, lo que es ¿amable de su parte? Draco demuestra la consideración de modos extraños, al igual que los Malfoy por lo visto.

Y es que Harry no sabe mucho de familias como la de Draco (ni de familias, punto).

Es decir, sabe de los Weasley que dicen todo como quien suelta una sana bomba atómica, y sabe de Sirius, con el cual todo era tranquilo como mirar a un bonito horizonte y conversar de todo y de nada. Eso es sencillo. Nada más que eso.

Los Malfoy, por otra parte, se mueven en un sentido totalmente desconocido para Harry.

No es solo como los padres de Draco reaccionaron al verlo, es también como sus demás familiares lejanos se acercan a saludarlo y dan comentarios aparentemente inofensivos mientras miran a Harry, pero que hacen a Draco resoplar molesto y susurrarle que no les haga caso, aunque Harry no tiene idea de que están diciendo.

"Es una alegría ver que los malos recuerdos pueden ser eliminados con algunas horas probando el calor de una familia decente".

"Heredaste tanto de tu padre que ciertamente, en otras circunstancias, no nos habría molestado ignorar la esencia de tu otro progenitor".

Sí, sí, la suya por si acaso. A Harry no le puede importar menos, así que se lo dice a Draco:

— No me importa lo que sea que estén diciendo. Soy demasiado para ellos de todas formas, es decir, ¡yo gané!

— Están siendo tan groseros...

— Literalmente no entiendo lo que están diciendo.

— Uno de ellos insinuó que estás tan desesperado por una comida y un ambiente decente que saltaste de los Weasley a nosotros. Otro dijo que lo único que te hace diferente de nosotros es tu asquerosa madre. Ese fue el mensaje.

Harry alza sus cejas.

— Creo que ya todos sabíamos que son idiotas, ¿cuál es el problema?

— Deberías estar furioso, Potter.

— Tal vez. Tú ciertamente no deberías. Es mi problema, y ellos en verdad saltan atrás cuando finjo que voy a sacar mi varita.

— Por Morgana —maldice Draco y se cruza de brazos, tan molesto que Harry se comprueba que nunca ha estado realmente enojado con él, quizás solo harto. Draco siempre está un poco harto con él.

— Mira, creo que es solo el ambiente, ¿sabes? Entre tú y yo, todos aquí con un vejestorio, pero en el salón conjunto están los jóvenes. Ellos deben ser más agradables, ciertamente más bonitos.

— Y mejores posibles amigos —adivina Draco los pensamientos de Harry.

— ¡Exacto!

— Bien, Potter, escucha —empieza Draco, y acomoda los puños en las caderas para Harry—: me encanta mi soledad, me permite gastar mi dinero en tonterías sin que nadie me diga que no necesito un cortador de bananas ni un pepino con la cara de Voldemort.

— ¿Por qué? —susurra Harry.

— Porque soy independiente y rico, ¿o creías que solo los pobres desperdiciaban su dinero? ¡No! ¡Quiero hacerlo sin que nadie me pregunte cosas como por qué colecciono objetos tenebrosos si me da miedo hasta tocarlos!

— ¿Ja, ja?

— Y, lo mejor, me gusta poner hablarle a mis estatuas como si tuviera algún tipo de retraso en paz y contarles mis problemas como si me entendieran.

Él lo ha visto hacerlo cuando cree que Harry está en el baño.

Es encantador.

— ¡Por lo que no necesito a la gente! ¿Entendido?

— Pero te gustan.

— Eso es lo bueno de no conocerlos, no sé eso—concluye Draco, y vuelve a enderezarse para  saludar a alguien.

Harry espera a que esa persona siga caminando para tomar a Draco del antebrazo y acercarlo, su aliento rozando su oreja y la respiración de Draco deteniéndose un solo momento.

— ¡Vinimos a que socialices!

— Creí que habíamos venido a reírnos de la gente.

— Por favor, Draco. Tu madre puede encargarse sola. ¿Por qué no vamos a que conozcan unos cuantos mortifagos de los buenos?

— ¿Cuales son esos? ¿Los que se ocupan de la sobrepoblación sin quererlo o los que revolucionan la industria de la moda con sus conjuntos?

— Lo que son como tú —asegura Harry sonriente.

Draco le mira su sonrisa por un largo latido.

— Debo ser terriblemente masoquista por seguir aquí —dice Draco, y antes de que Harry pueda reírse, Draco alza su mirada—. ¿Qué me vas a dar cuando compruebes que aquí no hay nadie más entretenido que tú y que por ende no valen el esfuerzo?

— Aww, ¿soy entretenido?

— Te lo diré así: algunos leen libros no concluidos a sabiendas de que probablemente el autor nunca los termine, solo por el morbo al dolor y el autodesprecio. Me siento algo así contigo constantemente.

— Emocionado.

— ¿Seguro de que tus padres no se dejaron matar para no lidiar con esta mierda?

— Sí que sabes cómo hacer sentir especial a un hombre. ¿Se lo mostramos al resto? —Harry extiende sus manos en son de guía— ¿O te da miedo que no les gustes?

Draco tuerce sus labios antes de dar un tenso asentimiento resignado y ajustarse el chaleco púrpura al cuerpo.

— Te mostrare que esto es una estupidez y no volverás a molestar, ¿claro?

— Como el agua.

— Y no camines a mi lado, Potter. Tengo una imagen que mantener.

Así que claro que Harry camina a su lado.

— Está va a ser una gran noche —decide Harry, y elige disfrutar la carcajada tenue de Draco en lugar de confesarle que no lo dice en broma. Tardíamente, como una última confidencia, agrega:— En serio les vas a gustar.

— No contigo aquí.

— Aún conmigo aquí. Porque eres lo mejor de todo el lugar. Lo prometo.

Antes le ha dicho algo así a Ron para darle ánimos al tratar de rescatar las cosas con Hermione. El mensaje es claro: soy tu amigo, te conozco mejor que nadie y prometo que puedes hacerlo.

Solo que no está del todo seguro de porque el mensaje se siente sutilmente diferente ahora, con una pista tan bien oculta que ni siquiera el propio Harry la atrapa.

Draco, sin embargo, pasa saliva y se relame los labios como si él lo hubiera entendido.

— Has entendido completamente mal mis prioridades en esta fiesta —dice Draco.

— Estoy pensando en las mías. Dime, ¿que prefieres? ¿Un pequeño nuevo seguidor? ¿Un amigo real?

— Definitivamente no quiero un seguidor tan oportunista como la gente de este lugar. Lección malditamente aprendida.

— Entonces lo otro. Y, solo si el mundo nos sonríe hoy, ¿qué hay de una conquista? Tu dime lo que sea relevante, así sabré a quien no empujarte.

— Potter, no —afirma Draco.

Como su tono de voz es suplicante pero no terminante, entiende que no está del todo en contra, únicamente no se siente cómodo hablando en profundidad del tema. Esta bien. A estas alturas tiene un doctorado en las emociones Malfoy.

Harry alza sus manos a modo de rendición y dice:

— Bien, bien, no quieres dar demasiados detalles, lo entiendo, mejor que surja. Solo debo saber algo: ¿Hombre o mujer?

— ¿Por qué siquiera preguntas?

— Solo soy una persona de mente abierta. Y una vez me lanzaste una grulla de papel con un beso, tengo que preguntar. Por lo que...

Draco lo mira en silencio mientras cruzan al salón. El ambiente de esta zona es casi distinto y, aquí, Harry puede sentir como las miradas en su dirección cambian de tonalidad, como la electricidad de las dudas en el aire lo alimentan.

— Ambos —suavemente admite Draco.

Harry sonríe grande.

— Reto aceptado.

Por algún extraño motivo, los hombros de Draco se relajan un poco por su sencilla respuesta.

Notes:

Palabras: 3189

Esta fiesta es un evento terriblemente largo, lo que lamento pues detesto cuando tantos capítulos se van en un solo momento (qué bueno, no son tantos, pero que sea más de uno ya irrumpe con el ritmo que llevaba el fic hasta el momento). Trátate de hacerlo corto.

Chapter 8: Cuentan las leyendas que cuando el diablo quiso los derechos de autor de los siete pecados capitales, se dio cuenta de que ya estaban registrados a nombre del palo en el culo de Draco

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Durante la siguiente hora Harry aprende mucho sobre los perturbados procesos mentales de alguien de Slytherin para relacionarse. Ellos tienen lo que se llaman requisitos súper exigentes para ver si se relacionan o no contigo, que son:

1. Que te puedan preguntar "¿cuánto te queda?" Y respondas, sea porque estás embarazado, preso o con cinco amenazas de muerte encima.
2. Ellos deben tener la muy sutil sospecha de que si se meten contigo los niños les podrían salir chuecos por el incesto involuntario.
3. Debes caminar medio chueco porque el ego no te cabe en los pantalones (o porque eres el niño del punto anterior).

Como Harry cumple todo salvo estar embarazado, ha tomado la sabia estrategia de acercarse a hablar primero y sacar tantos temas de conversación como si en la vida hubiera interactuando con un ser vivo distinto a su propia mano.

No hay silencios incómodos (ni cómodos) y mucho menos hay preguntas que lo saquen del juego antes de poder preguntar "¿qué piensas de mi amigo?".

Aquí es cuando boquean como peces fuera del agua.

Muchos, la mayoría, no se dejan engañar por sus esfuerzos para encubrir sus faltas y con educación declinan. Esa es una conclusión recurrente, sabía que no sería popular.

Pero no es la regla. Todavía hay personas que tuercen la cabeza hacia Draco Malfoy y responden ya que, como todos saben, hablar de una persona que no te alcanza a escuchar es el pasatiempo favorito de esta gente. A partir de ahí, la conversación siempre fluye.

Entonces los lleva con él.

Tiene suerte de que Draco tenga facilidad para las palabras pues no necesita mucha ayuda desde que le presenta a la gente.

Y Harry lo intenta. Se aleja un poco para comer de la mesa de postres sin dejar de oír el intercambio, y luego sufre intentando ser silencioso cada vez que Draco despacha a la gente con la seguridad de alguien que tiene mil amigos y no necesita uno solo más.

— A veces espero cosas de ti —comienza a decir Harry—. Que te de una sobredosis de arsénico, que cataloguen como un crimen a la moda el gel que te echas, que un día me confieses que Voldemort y tu tía tuvieron un hijo. Ya sabes. Cosas posibles...

— ¿Soy un maldito boggart para ti?

— ...Pero jamás esperé que este fuera un mal lugar para ayudarte a socializar...

— ¿Donde conservamos el cepillo de dientes de Voldemort? Debió ser una gran sorpresa.

— ...Y confío bastante en mis predicciones...

— Tu gran instinto también esperó cosas buenas del profesor Quirrell y resultó tener el piojo más narizón del puto mundo —dice Draco, y le colma la paciencia.

— Cállete y óyeme o juro que te quito lo pálido a varillazos.

Draco lo mira en un silencio contemplativo.

— No hay bolas.

Harry lo apunta con su dedo.

— ¡Exacto ese es el problema! Por eso no le gustas a la gente, ¡normal! ¿por qué mierda me gustas a mí?

— ¡Oh, no te atrevas! —el plato resuena contra la mesa al ser golpeado por Draco dramáticamente y exclamar:— Dejemos algo en claro a tu sucia boca mestiza, ¡yo podría ser amado por todo el mundo! ¡¿Quien no reconocería la grandeza cuando la ve?! —Harry rezonga cuando Draco se señala a sí mismo de pies a cabeza— Pero no todos la merecen. ¿La que me preguntó mi signo y luego hizo mala cara cuando dije que géminis? ¿El que me trató de explicarme por qué la reina de Inglaterra sí es humana? ¿El que me trató de convencer de creer en ese mago comunista y alcohólico que volvía el agua en vino? ¡Me rehuso!

— ¿Jesús? ¿Hablas de Cristo?

— El que se dejó traicionar por su novio, ese.

— ¡Mi tía creía en Jesus, Draco! Tenía un collar de bolitas al que le rezaba y todo —Harry se aprieta el tabique y asegura:—. Es muy ofensiva tu postura.

— Tú no crees, Potter.

— Bueno, no, pero mate a un albino malévolo, eso me da puntos, por si los necesito cuando muera.

— Creo que el infierno no funciona como la copa de las casas.

Harry golpea sus costados al dejar caer sus brazos laxos a modo de hartazgo.

— ¡Pues genial! Entonces nos vamos a ir juntos y vamos a tener que soportarnos por la eternidad mientras bebes abortados no pinchan el culo.

Draco sonríe a su copa por la estupida idea, ni siquiera mira a Harry. Pero vaya que sigue siendo una sonrisa contagiosa.

— Ruega para que te deje entrar a mi círculo personal.

Harry lo estaba regañando. Lo estaba haciendo. No va a seguirle la conversación pequeña. Pero...

— ¿Cual de todos? —devuelve Harry— Creo que te vas a tener que repartir porque tienes todos los malditos pecados capitales.

— No sabes si los tengo todos. En particular no te consta uno.

Aún así Harry tiene el presentimiento de que todos sin excepción de cumplen en Draco. Orgullo se escapa de él en cada respiración, irá en cada respuesta, sin codicia no tendría ni una pizca de la imagen que enseña, por pereza siempre ha hallado las maneras más fáciles de hacer todo, ni hablar de todo lo que decidió en su vida en honor a la envidia, y de gula se tratan todos los platos que critica con esa mueca Snob.

En cuanto al único pecado que le falta por mencionar... cree que igual se cumple. La gente como Draco hace que las amigas indiscretas de Ginny comenten sobre cómo de buena creen que sería la aventura con él, lo revueltas que quedarían las sábanas. Descaradas, indiscretas. Pero no podría decirles que no entiende el pensamiento.

Pero bueno. Infierno. Sí, espera que Draco le reserve un lugar en el ala VIP. Ahora debe seguir regañandolo.

Aunque eso no aparenta tener mucha eficacia con Draco, quizás haya una mejor forma de devolverle algo de la molestia que Harry ha sentido toda esta noche...

— Quizás no tengamos que tolerarnos allá abajo por siempre, entre nos —susurra Harry, y Draco da un paso más cerca para oírlo mejor—. ¿No te vendría bien algo de la salvación de ese mago...?

— Zane.

— Ese. Podría acercarte a Jesús.

— ¡No voy a respetar a un mago que camina sobre el agua para llegar a un barco, cuando podía detener la tormenta! —ofendidisimo responde Draco.

Harry batalla para no reírse de su convicción. Draco puede ensañarse con las cosas más pequeñas...

Se inclina y responde en tono muy serio:

— Estoy seguro de que lo hizo por entrada a la escena. Eso lo define todo. Piénsalo, en primer año una cosa habría sido ver a Voldemort dando vueltas por ahí como un feto abortado, pero fue mucho más impactante todo el suspenso de que estuviera en la calva de mi profesor.

— Deberíamos decirle eso a Zane, a ver si todavía cree que Cristo vive aquí.

— Le ganamos. Quizás Jesús haya aportado algo. Tiene un gran plan y todo eso.

Draco finge enseñarle una libreta en su mano y con otra simula un lápiz tachando:

— ¿Enloquecer a los padres de Longbottom? No veo porque no. ¿Matar a la familia Potter? Sí, será una gran historia de origen. ¿Dejarlo hacer siete horrocruxes? Claro, me van a llegar muchos putos ángeles al cielo —Draco lo mira con los ojos entornados— ¿Notas la estupidez que acabas de decir, Potter?

— Shh, no lo digas muy alto, piensa en la salvación.

Draco frunce sus cejas. Harry lo mira muy serio.

— Te estas burlando de mí.

— ¡No!... o solo un poco. Eres bastante gracioso.

— Graciosa tu vida de mierda.

Harry exclama una risa falsa y responde:

— Se nota que eres todo un adulto de verdad.

— Tu madre dijo lo mismo anoche.

— No puedes decir eso de una muerta, Malfoy.

— Oh —dice Draco—. Creo que eso explica que no se moviera mucho.

Harry frunce sus cejas, ya nada divertido.

— Eres un hijo de perra.

— Sabes mucho de ese tipo de madres, ¿verdad?

Harry suspira y se cruza de brazos, odiando la mueca victoriosa de Draco ante su silencio. Tiene tantas ganas de matarlo a golpes que no puede ni describir lo feliz que lo hace imaginarse estrellándole la cara contra la torre de postres una y otra vez. Y luego, se imagina llevándolo él mismo al hospital, burlarse cuando despierte y seguirse burlando por todo el tiempo que alguien deba cuidarlo por las secuelas de la golpiza. Reventarle la nariz apenas las heridas viejas hayan sanado, y así por siempre.

Sí, le encanta la idea.

Quizás debería hacerlo. Solo un poco. Para quitarse las ganas.

Alza la mano y la posiciona tras la mata de cabello platinado, puede imaginarse la sangre a borbotones dándole un rayo de gusto.

Solo que se queda estático a centímetros de agarrar esa cabeza y golpearla, analizando su cabello rubio que brilla bajo las luces blancas y le roza la piel pálida en la nuca, que debe ser tan graciosa de tocar.

Harry hace una mueca, apenas recordando lo que quería hacer antes.

Draco frunce su nariz y al voltear a verlo.

— ¿Qué?

— Por un momento quise hacerte daño —honestamente responde Harry.

— Halagador —Draco lo pregunta cómo si estuvieran hablando del clima, como si nada. Hace sentir ansioso a Harry—. ¿Y qué pasó?

Y ahora solo quiere enredar los dedos en su cabello platinado. Pero no va a decir eso. Suena... gay.

— Hay mucha gente —termina diciendo Harry, que es lo único que se le ocurre decir.

Draco eleva una ceja de forma confusa.

— ¿Un Gryffindor acobardándose? ¿Lo puedo agregar a mi gran demanda por fraude a la copa de las casas o es muy tarde?

Pero Harry no lo está escuchando. Hay mucha gente. Eso es verdad. Si fuera distinto, podría golpearlo a solas, o satisfacer su interés secundario.

Y ser golpeado en respuesta.

Draco está diciendo algo de cómo Slytherin sería la mejor casa si no fuera porque las goteras eran un real motivo de caos en la sala común, cuando Harry enreda sus dedos en el borde del blazer de Draco, sintiendo en sus nudillos la suave tela y el esfuerzo de atraerlo para poder susurrar a su oído:

— Ya que el objetivo principal de hacerte socializar ha sido un fracaso, creo que podemos decir que ambos somos hombres que saben cuando salir del campo de batalla.

Por algún motivo, la espalda de Draco se estira como un vara recta de metal, su cuerpo se queda helado y se lleva una mano a la piel de la nuca contra el que Harry soltó sus palabras.

Tiene la sensación de que Draco va a alejarse.

Pero eso sería perder una extraña batalla silenciosa y eso jamás lo haría un Malfoy. Por lo que no se mueve, aprieta su plato y responde en un susurro contenido:

— ¿Qué propones, Potter?

— Nadie te va a extrañar.

— ¿Crees que me voy a ir contigo voluntariamente para que me saques lo pálido a varillazos?

Se ríe entre dientes y cierra su puño en la tela grisácea del blazer, impidiéndole alejarse.

— Solo sé que eso me encantaría.

Draco suelta una maldición descarada.

— Potter, creo que sólo tú puedes hacer sonar una amenaza como una invitación —dice Draco, y deja su pequeño plato en la bandeja de un elfo doméstico—. Con tal talento, ¿como podría no darte el maldito gusto?

El pecho de Harry se hincha repleto de lo que se sienten como pequeñas burbujas ahogándolo y estropeando su cerebro, que en retrospectiva debería ser aterrador. Pero él se descubre sonriendo sin quererlo.

— ¿A donde quieres ir? —pregunta.

Draco pone sus ojos en blanco.

— Quita esa cara de idiota. No es tan fácil.

Entonces Draco gira su cabeza buscando algo en el salón, y se detiene viendo fijamente un punto que Harry sigue.

Se encuentra con Lucius posicionado en las puertas que separan los dos salones con su bastón entre sus manos. Tiene su vista en una bruja de tercera edad con el cabello entre canoso y castaño, pero todo su cuerpo está inclinado en dirección al salón de ellos.

Harry siente sus hombros bajar un poco al entenderlo.

— Prometí estar aquí a mi familia —explica Draco—. No lo entenderías. Cosas de gente con padres.

— No necesito padres para saber que todos se pueden ir si el anfitrión cancela, y me sé un par de maldiciones que lo dejarán incapacitado el resto de la noche.

— Atrevido de tu parte suponer que una parvada de Slytherin no van a reconocer una maldición.

— No estoy asustado. ¿Somos ratones o maricas?... —Harry frunce sus cejas— no, espera, no era así.

Draco le concede una sonrisa ladina.

— Hay formas más sutiles de permitirle a un anfitrión retirarse —Draco indica con su cabeza el camino a la única mesa vacía de toda la sala— Espérame en tu mesa y no comas ni bebas nada.

Harry solo lo mira por un momento.

— No esperarás que pierda mi noche en una fiesta aburrida mientras tú te vas a quien sabe donde.

— Oh, pobre Potter, ¿tanto te has encariñado conmigo? Siento decirte que, en verdad, tendría que estar muy desesperado para estar interesado.

— No se trata de eso —sisea Harry.

— Pues déjame ir.

Por un momento no entiende a qué se refiere. Sigue la mirada de Draco, encontrándose con que su mano sigue alrededor de su traje, impidiéndole irse.

Harry necesita tres largos latidos antes de lograr obligarse a soltarlo (a dejarlo abandonarlo).

No le gusta.

— Gracias —dice Draco.

Y eso es todo.

Harry se queda indefenso viendo su espalda rodeada por su blazer gris dirigirse con tensión a la mesa más cerca, haciendo un trabajo espectacular para no voltear a las miradas curiosas.

Draco se estira, apoya su peso en una pierna, y coloca sus manos en los respaldos de dos sillas propietariamente.

— Malfoy —dice un muchacho en la mesa después de un momento de contemplación, inclinándose sobre el mantel en dirección a Draco—. No esperaba verte cerca después de... —se detiene, sus ojos en la mesa y evitando a fuerzas no ver a Harry, pero el mensaje está claro.

— ¿Después de qué? —Draco dobla sus codos para poder hablar en ese tono suave y tentativo de siempre— ¿Después de aprovechar al máximo mi ultima reunión de ex compañeros?

Las cejas de los demás presentes se alzan. Las del hombre que habla no lo hacen, él solo ladea su cabeza.

— ¿Lo hiciste?

— Solo alguien corto de mente no vería el sentido en mis acciones —hace un movimiento con su cabeza a la puerta. A su padre. Luego, se lleva una mano al pecho, y algo debe hacer porque el hombre emite un simple monosílabo de entendimiento—. Desafortunadamente, no hay mucho que pueda hablar en esta posición.

La silla del hombre rechina al ser empujada hacia atrás, y Draco cruza una pierna sobre la otra al tomar el asiento. Agradece cuando el hombre arrastra otra silla para sentarse a su lado.

Harry pierde todo el aire de sus pulmones cuando Draco exclama una mofa sobre la vestimenta del hombre a su lado con esos ojos grises rebosantes de seguridad.

No debe escuchar lo que dice para saber que es un espectáculo, las exclamaciones de la gente por la burla se lo confirman.

— Manipulador de mierda —susurra Harry al aire, no sin cierta fascinación.

Porque le sale natural, como una serpiente que muda de piel cuando la anterior es inservible mantiene su nueva faceta con orgulloso.

Harry se desabrocha el primer botón de su chaleco y se relaja en su silla, luego Draco bebe un sorbo del vino que atrae con su varita, y otro, y otro, y nunca deja de hablar.

Los siguientes tic tac de su reloj de muñeca se vuelven un nubarrón de Draco modulando conversaciones que Harry jura que están llenas de matices y de mentiras sutiles por el bien de complacer al otro. Se desliza como la seda, y sus invitados beben de eso, rondándolo como depredadores ansiosos por algo de vida, aguardando con ansias visibles el turno de su mesa de recibir su visita; y si no fuera por lo tensos de sus hombros, Harry podría creerse igual que el resto la escena.

Pero, como toda buena obra de teatro, se conceden pequeñas pausas porque, en ocasiones, Draco le da rápidas miradas comprobando su situación. Con él mentón en alto Harry siempre le devuelve el interés, y Draco suele apartar la mirada rápido, pero no lo suficiente para que pase desapercibido el corrientazo de energía que recorre su postura.

Harry se siente sutilmente avergonzado del placer primitivo que eso le causa.

Merlin, Harry entierra sus manos en su palma para no levantarse a reclamar su presencia solo para él como había sido al comienzo de la noche. Quiere ir, y no es tan paciente para ignorar sus deseos.

Unos minutos más, se promete. Entonces va a ir por él y se lo va a llevar así Lucius sufra un infarto de la ira.

De hecho, mejor no espera en absoluto.

— Puedes llamar a alguien si quieres, lo dejaremos pasar —dice una voz aterradoramente cerca interrumpiendo sus pensamientos, y Harry se sobresalta y quita sus pies de la silla.

Fuerza una pregunta respetuosa cuando encuentra a Narcissa de pie ahí. ¿Cuanto tiempo lleva...? En nombre de todos los sapos, no tiene idea.

Si Narcissa quisiera matarlo ya lo habría hecho. Se dejó tomar desprevenido.

Literalmente mantener la guardia en alto es el requisito más básico para llegar a viejo como Auror.

Profundamente avergonzado, aparta la mirada de Draco de forma definitiva.

— No creo que nadie de mi círculo quiera venir, sin ofender —responde Harry tardíamente.

Narcissa jala una de sus comisuras, que es lo más cercano a una expresión positiva que Harry va a ver jamás en ella.

— ¿Puedo?

— El asiento está vacío. Todos ellos.

Narcissa es rígida y distante hasta para apartar la silla.

— Sé que debes estar incómodo, Potter... ¿puedo llamarte Harry?

— Incluso sin el James.

— Pero quisiera pedirte disculpas en nombre de mi hijo. Él no debió dejarte solo desde hace... tanto.

— No ha pasado mucho tiempo.

— Aun así seriamente te propongo que llames a quien quieras, lo dejaremos pasar, y así alargarás tu estancia.

— ¿De verdad? —Harry no puede evitar sonar sorprendido— ¿Usted quiere que me quede?

Narcissa sube y baja su mentón.

— Debemos ser buenos anfitriones.

— ¿También podemos ser honestos?

— Por supuesto.

Harry se se abrocha el botón que tiene abierto y comenta con una sonrisa amable en tono íntimo:

— Pues mire, toda su familia me ha mentido en algún punto de mi vida, y usted es la que peor lo hace. ¿En serio me quiere aquí? ¿O a qué vino?

Narcissa aprieta sus labios en una línea recta y, tras mirar alrededor, pregunta:

— ¿Por qué estás aquí, Harry? ¿Buscas algo? ¿Crees que hicimos algo? Porque nos estamos portando bien.

— Esperemos que ese sea el motivo de la próxima vez. Pero hoy vine por otra razón. Vera, ¿ha notado que la lechuza de su hijo lleva servilletas sucias de un lado de la casa a otro para no enloquecer por la falta de trabajo? Vine a cambiar eso.

— Temo que no entiendo.

— Solo mire, he conseguido mi cometido —Harry abre sus brazos para indicarle a Narcissa que solo vea a su alrededor—: He tratado de hacerlo socializar toda la noche y, familia, hoy se celebra.

Narcissa no se alegra ni alza su puño como Harry hace a modo de victoria. En vez de eso, responde:

— Eso ha sido amable.

— Sáquese el muerto de encima, señora, alégrese conmigo.

— Eso da arrugas.

— También la cara de estar oliendo mierda.

— ¿Qué?

— ¿Qué?

— Hmn —Narcissa frunce su nariz.

Harry tiene un éxito parcial en no reírse de ella.

— Solo mire a su hijo. Ese es mi punto.

Narcissa sacude su cabeza sin calor tras lo que voltea a observar a su único hijo. El témpano de hielo en ella se derrite solo un poco.

Es probable que no haya nada más en ella, que todo sea tan frío como seco en su interior como un dementor que vive apagando todo lo que vibra cerca, y es impresionante que un bebé haya sido creado por alguien así, aún más impresionante que haya sido uno amado.

Pero Draco vive, y de alguna forma es la persona más apasionada que Harry haya conocido.

Tal vez, esa vitalidad despierte algo en su madre.

— ¿Usted por qué no quería que me fuera? —indaga Harry repentinamente— ¿Acaso quiere seguir torturando a su esposo?

El amor de Narcissa por su hijo sangra al obligarse a regresar a Harry.

— Yo no le llamaría torturar, solo... —Narcissa hace un corto silencio para pensar, como si esto la pusiera una mala posición— solo quiero a mi hijo de vuelta en el hogar que le corresponde.

— A él le gusta su casa. A mi también, de hecho.

— No es lo mismo, —la voz de Narcissa se rasga— solo mira en estas paredes, estos suelos, donde han vivido los ancestros de Lucius desde antes de que la magia obtuviera un nombre propio. Donde es el lugar de nuestro hijo, no en ese fuerte ido a menos en el que vive —ella presiona sus uñas contra la mesa, su voz se alza—. Quiero que vuelva, Harry, hasta tú sabes que este es su lugar. Con su familia. Con su pasado.

— Él se fue por un motivo —dice. Porque no es adecuado decirle que se vaya a la mierda y deje de hablar de lo que supuestamente es mejor.

Le recuerda horrorosamente a Umbridge.

— Podemos solucionarlo —responde—. ¿O acaso crees que no le gustaría?

¿Gustarle?

Harry frunce sus cejas y dictamina que no. Que se fue porque no respetaban sus principios y porque...

Y bueno, por nada más.

Pero eso no significa nada, porque piensa en lo pacifico que ha visto a Draco en su casa, en cómo todo el lugar se siente como él y eso le encanta. Así que no. Esta mejor donde está.

Salvo que, contrario a sus deseos, también piensa en lo bien que el propio Harry se sintió cuando se mudó a la casa de Sirius, su familia, y en cómo adoraría vivir con él si lo tuviera vivo, porque lo amó. De igual forma, Draco ama a su familia. Casi mata a alguien por ellos, los ha defendido desde que tiene uso de razón. Esta seguro de que viviría felizmente con ellos, si pudieran solucionar sus diferencias.

Sabe que tiene esa fea mueca por cómo le duelen los músculos faciales.

Golpea los dedos contra la mesa rítmicamente.

— Mire, incluso si usted pudiera tener razón, y no digo que la tenga, creo que es obvio porque se fue.

— Lo sé.

Harry la analiza de mala gana. Ella no parece alguien que fuera a hacer algo contra los deseos de su hijo.

— ¿Qué propone para solucionarlo? —pregunta Harry finalmente.

Narcissa cierra sus ojos con gratitud por un momento.

— Nada más que aprovechar la situación.

— A mi no me hable en círculos. Dígame a qué se refiere.

— Lucius y Draco pueden solucionar esto naturalmente.

Harry se ríe. No es un sonido bonito.

— Su esposo tiene más mierda que sangre dentro y su hijo le sube la presión al diablo, señora. Déjeme dudar.

Los labios de Narcissa tiemblan.

— Nunca crié a un niño fácil, Harry, los Black no hacemos eso. En su lugar, hacemos niños orgullosos que obtienen lo que quieren, y él te trajo a ti. No sé si lo hizo para hacer que Lucius y yo aprendamos a agradecer la existencia de Astoria (cosa que te prometo que hago ahora, mándale el mensaje), o si de verdad empezó a desesperarse por su soledad. Pero hoy eres el trofeo que vino a estregarlos en la cara, y eso debe preocuparle a Lucius.

— Yo... ¿quería que me quedara para que su marido la pasara mal?

— Quiero que te quedes porque a mi marido le está generando un aneurisma ver que Draco ha caído tan bajo para traerte —dice, y hace sus manos puños mientras se explica—. Lo que quiero, Harry, es que mi esposo haga algo para evitar que esto vuelva a pasar. Que le demuestre que le importa. Si es posible, también me gustaría que esta aterradora situación lo haga más flexible con otras cosas.

— Con Astoria.

— Ella es una opción denigrante, puestos a la honestidad —se lamenta Narcissa—. Pero que Draco se relacione contigo demuestra que ella es el mal menor.

— Me han metido Avada Kedravras más amables. Para que sepa.

— Si te interesa en algo ayudar a mi hijo —susurra Narcissa, ignorando la molestia de Harry—, deja que envíe un mensaje con tu presencia vulgar. Si con esta vez no basta para colmar la paciencia de mi marido te agradeceré que vuelvas una segunda, hasta una tercera. Y después sé que cederá para arreglar las cosas Draco, te prometo, entonces podrás considerarme una aliada —al decirlo, Narcissa hace un movimiento sutil con su mano a los alrededores, y Harry sabe que quiere decir—. Piensalo.

Harry pasa saliva, y cruza sus brazos.

— No puedo ser sobornado y no participare en un complot contra mi amigo.

Pareciera que le escupió en la cara por cómo ella tensa toda su expresión.

— Entonces tendré que confiar en tu buena voluntad —de mala gana afirma. A continuación, apoya los dedos en la mesa para levantarse con suavidad. Asiente con su cabeza en dirección a algo tras de Harry—. Querido.

— Madre —contesta Draco.

De repente, Harry siente su hombro ser apretado por los delgados dedos de Draco.

Tiene el presentimiento de que da la misma impresión que cuando se apoyó en esas sillas al comienzo de su ronda de socialización: como si fuera el dueño de ese algo.

Harry eleva sus cejas. Supone lo es en cierto sentido. Es decir, es su invitado. Pero igual es desconcertante en alguna medida. Raro.

— Temo que aquí no haces falta, apenas quedan invitados. En la otra sala, por otro lado, tu presencia será más que recibida —entona Draco.

Harry voltea a ver alrededor confundido al salón para darse cuenta de que es cierto. No queda apenas nadie en las mesas, e incluso las personas que siguen aquí aparentan estar preparándose para partir.

¿Como...?

— Espero tu ayuda también con ellos —responde Narcissa.

— Temo que las interacciones son mejores entre iguales, y en la sala continua todos me doblan la edad —Draco finalmente baja a ver a Harry con absoluta seriedad. Es una faceta hipnotizante—. En verdad, no creo que me necesiten más.

Narcissa se queda helada, sus puños cerrados ante la falta de argumentos.

Y Harry...

Harry se compadece.

— Subamos a cambiarnos antes de irnos —propone Harry.

Draco abre grandes sus ojos.

— Eso mataría a mi padre de un infarto.

— Yo se lo explicaré —rápidamente aclara Narcissa—. Solo vigílalo. No queremos que se pierda.

Eso enviará un mensaje, le faltó agregar a Narcissa.

Es inevitable que prosiga un doloroso choque de miradas retadoras que se siente como toneladas sobre ellos, las alarmas internas de Draco son el único ruido de fondo. Y Harry sabe, presiente, que Draco va a negarse por el bien de su padre y que Narcissa tendrá que esperar más que ver a Lucius llegar a límite.

Lo único que se le ocurre es levantarse haciendo sonar su silla. Se retira la mano de Draco del hombro, y le sonríe como si nada.

— Vamos —dice Harry.

Draco por fin deja de ver a su madre.

Él no es tonto. Sabe que algo pasa aquí.

— Quiero una explicación —fríamente dice Draco.

Harry comienza a hablar como quien no quiere la cosa:

— Quiero subir a relajarme y tu madre es tan amable para permitirlo, eso ocurre. Vamos, Draco. Solo dirígeme.

— Potter.

Harry siente como su nuca se eriza.

Se obliga a alzar y bajar sus hombros como si nada.

— Malfoy. ¿Qué te pasa? ¿Es que te asusta que encuentre las revistas subidas de tono? —Harry adora ver a esos ojos oscuros ampliarse cómicamente. Merlin. Tiene que alzar el tono y agregar:— Dime, sé qué tienes de chicas, ¿también tienes de...?

Un golpe en la espinilla lo hace doblarse un poco y reírse mientras Draco se despide de su madre a tropezones.

Harry se despediría, pero la ve en un borrón cuando es jalado con brusquedad por Draco hasta llegar a su lado, indicándole que camine.

— Esa mierda no fue graciosa —le susurra Draco—. Fuiste demasiado lejos.

— Ya deberías estar acostumbrado.

Su tono es helado, lento. De advertencia cruel:

— Habló en serio, Potter.

Y de repente cree que entiende su cólera.

La sonrisa de Harry se deshace, la alegría es transformada en preocupación, vergüenza y lamento. Se apresura a decir con sentida honestidad:

— Oh, Draco lo siento mucho, ¡yo no sabía!, ella es tu madre, creo que pensé que ya lo sabía, que le habías dicho que también te gustan...

— ¡No me refiero a eso! ¿Yo? ¿Una revista? ¡Es insultante! —Draco grita a susurros— Puedo jodidamente tener a quien quiera. ¡No necesito un puto consuelo en papel!

Al principio parpadea pensando que ha oído mal, pero la mueca ofendida de Draco es totalmente sincera.

Harry echa la cabeza a atrás viendo el techo de madera y suelta un ruido sufriente:

— ¡Creí que era serio!

— ¡Mi dignidad es algo serio!

— Pura mierda, tú estás loco. ¡Necesitas que alguien te diga lo ridículo que fue eso! —brama Harry—. Si las personas de hoy te conocieran en serio me apoyarían y...

— Pero no tienen que conocerme y les encanto así. Lo viste —sus ojos grises se entrecierran, su torso se ajusta en su dirección al llegar al inicio de unas amplias escaleras—. ¿Lo viste?

¿Como era posible no hacerlo? Harry se muerde la lengua antes de decirle lo primero que se le viene a la cabeza (que quiere verlo hacerlo otra vez), y le dice lo segundo como dejando caer un comentario más:

— Admito que puedes ser un poco encantador.

— ¿Solo un poco?

— No presiones.

Draco se coloca las manos en las caderas y señala con su cabeza las escaleras.

— Ahora sube para que te pueda dar tal sacada de madre que hasta lo huérfano se te quite.

Harry pasa saliva, muy lejos de sus palabras, porque Draco tiene una cadera ridículamente delgada que podría encajar perfecto entre sus manos...

¿De que hablaban...?

— ¿Seguirás en contacto con alguno de ellos? —Harry intenta volver al último tema de conversación que recuerda.

— ¿Qué? —Draco frunce la nariz— No. ¿Por qué lo haría?

— Les gustaste.

— Tienen buen gusto, eso se los doy.

— Como sea, ¿qué pasó con ellos?

— En su mayoría en una discoteca. En una supuesta fiesta. No creo que noten que nunca llegue hasta mañana —Draco alza su mano con la palma arriba con hartazgo, demandando algo a Harry—. ¿Te mueves o te muevo, Potter?

Supone que puede indagar en las mentiras que contó Draco a esa pobre gente y regañarlo después. Ahora alza su mano y la coloca sobre la ajena.

Draco alza una sola ceja.

Separa sus palmas juntas y rodea la muñeca de Harry con sus dedos.

— No te voy a dar la maldita mano, Potter, eso es de maricas —y lo jala para guiarlo.

Draco lo lleva con una amabilidad que contrasta a su tono crítico, y Harry se siente terriblemente exasperado de lo ridícula que es esta persona.

En serio, quiere hacerle daño.

Golpearlo, quizás. No necesariamente con su puño... lo que no tiene sentido, debe haber algo mal en su cerebro.

Pero al diablo. Lo resolverá después. Ahora mismo no vale la pena tratar de pensar.

Notes:

Palabras: 5202

Título honesto del capítulo: Que alguien por favor le diga a Harry que de la pregunta de "¿somos ratones o maricas?" no tenemos claro si Draco es lo que se llama gay. Pero Harry, por otro lado...

Diría que este va a ser el capítulo más denso y largo, pero digo eso de todos

Chapter 9: El asunto es que los temas entre ellos son limitados, el aburrimiento y el desinterés es inevitable, pero Harry sigue sin notarlo y Draco no se lo va a informar

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Sigue a Draco por las escaleras más oscuras del mundo mágico hasta el segundo piso, que da la sensación de tener una habitación dentro de otra, y luego otra, y así eternamente. Nunca se acaban, nunca dejan de ser terriblemente grandes e intimidantes.

Fue honesto cuando dudo de cómo llamar a este lugar. La palabra mansión es adecuada en la teoría, pero Harry ha estado en otras mansiones. Esta se siente totalmente distinta. Viva.

— Creo que los cuadros en las paredes se tuercen, Draco.

— Solo están sonriendo, saben que no suelo traer a nadie. Ignóralos si te hablan en lenguas muertas.

— Oh, Merlin.

— Mírame a mí. Solo a mí.

Harry endereza su cabeza a la espalda delgada frente a él sin rechistar y obedece.

Para no voltear a mirar se obliga a quedarse con los detalles de la espalda de Draco y en la forma en la que el traje se suelta al inicio de torso y se ajusta en la cadera estilizada. Harry pasa saliva, recordando en Hogwarts, cuando estaba con todo el asunto de acusarlo de ser mortifago, como llegó a pensar que Draco estaba desnutrido o algo así por esa época. Estaba seguro de que si se quitaba la camiseta en los vestidores sus costillas iban a sobresalir de forma casi dolorosa y que las ojeras bajo sus ojos podrían llegar al hueso.

Duda que pueda engordar, siempre será terriblemente delgado, quizás sea necesario para él aura importante e inalcanzable que da.

No es como Harry. Él engorda fácil y si no fuera porque entrena seguido y su trabajo lo mantiene en movimiento sería una graciosa bolita.

Pero al menos tiene músculo.

Draco jamás va a ganar músculo.

Cruzan una puerta con un grueso arco negro. La habitación al otro lado tiene paredes de color violeta opaco y una cama en la que fácilmente cabrían todos los Weasley. Es todo. No hay decoraciones. Da la impresión de que su dueño desvalijó todo al extremo para no dejar ni el viejo cepillo de dientes.

— Tu viejo dormitorio —adivina Harry.

— Me gusta pensar que es una habitación de invitados reservada.

— Pero huele a ti.

— Uso los mismos suavizantes y detergentes en mi casa, debes pensarlo por eso —Draco dice, y cierra la puerta a sus espaldas.

Se ve tan ligero en el inmenso espacio. Tan frágil.

Sin poder evitarlo, Harry cierra la distancia entre ellos para colocar sus manos en los huesudos hombros de Draco. Débiles, como pensó.

— Ni siquiera aquí tienes músculo —explica sus pensamientos.

Draco rueda sus ojos. Esta tan acostumbrado a las rarezas de Harry que probablemente podría llegar un día diciéndole qué hay una nueva amenaza para el mundo y Draco simplemente le preguntaría dónde está la nueva cicatriz.

— Tu mente es un lugar tan extraño —Draco se burla.

Harry jura que se sonroja un poco, porque no es así normalmente.

Desliza sus manos fuera.

— Lo siento.

Draco se cruza de brazos y apoya el peso de su cuerpo en la cadera derecha.

— Estoy más interesado en saber que te dijo mi madre que en recomendarte un psiquiatra.

— Oh. No hay nada relevante. Solo me dijo que quería que volvieras.

— ¿Qué? ¿Para qué?

— Algo sobre que es el hogar ancestral de una larga estirpe, síndrome del nido vacío, mamitis, bla, bla, bla.

Un quejido sufriente sale de Draco cubriéndose la frente con sus dedos delgados.

— Ella es tan... —sacude su cabeza—. Solo termina con esto y búrlate pronto.

— No tiene gracia hacerlo si me dejas.

— ¡Gracias a las pequeñas misericordias!

— Pero los huérfanos aprendemos a nunca rechazar comida...

— Morgana —Draco se cubre los ojos con hartazgo.

Harry se ríe y se acerca para quitarle la mano de su cara usando toda la delicadeza que contiene su corazón.

Está fría, y Harry no puede evitar soltar su respiración ante la prueba de que este tema pone nervioso a Draco.

— ¿Cuando mierda te di permiso para tocarme con tus sucias manos de mestizo?

Con voz lenta y concisa, Harry afirma:

— No tienes que estar a la defensiva. Lo de Narcissa fue lindo a su retorcida manera.

— Nunca se lo pedí, Potter.

— Por eso es un buen gesto. Eso hacen las madres: hacer lo que nadie más sin necesidad de preguntar. Es dulce.

Draco frunce su nariz, no del todo convencido.

— ¿Lo dices en serio? ¿No va a haber burlas? Porque yo las haría. Se te caerían las nalgas que no tienes de la vergüenza de todo lo que te diría.

Lo sabe.

Aún así, Harry se encoge de hombros y agrega:

— No puedo burlarme. Narcissa hizo algo que mataría porque mi madre pudiera hacer por mí y me alegra que tú puedas tenerlo.

Draco lo mira directo a los ojos por un largo latido.

Entonces comienza a hacer soniditos con la garganta que suenan como tarareos extremadamente agudos.

— ¿Draco?

Los sonidos se intensifican.

— ¿Qué haces? —pregunta Harry.

Draco lacónicamente responde:

— Hago el sonido de la lamentable tarjeta de consolación que acabaste de abrir.

Harry lo mira a los ojos.

— Eres una perra.

— Pero no tuya.

Draco vuelve a hacer el sonido de su tarjeta navideña todavía más alto que antes.

Por Merlin. En otra persona esto lo pondría a quejarse y a maldecir. Aquí lo pone a rabiar.

Y a reírse.

Harry echa la cabeza adelante y se ríe de su descaro, percibiendo como su corona choca contra el abrigo de Draco.

— ¡Estaba tratando de ser amable aquí!

— ¿Como cuando rechazas comida y te dicen que los niños de África se comerían el mantel si pudieran? ¿Hmn? ¿Ya lo ves? Es una mierda decirle a alguien que ojalá pudiera tener lo que tú.

— Podrías solo haber dicho eso. Pero está bien. Sigo tratando de ser amable aquí.

Draco resopla y como si no soportara ver más la cara de Harry le pone la mano en el rostro para apartarlo.

Como si fuera tan fácil deshacerse de él.

Piensa en lamerle la mano, luego en mordérsela. Después en una alternativa que no va a poner al otro a tirarse al suelo y a gritar que se la corten.

Así que toma la mano de Draco entre la suya y la presiona en sus labios.

— Escuchame y creerlo: la amas —asegura Harry, con su voz contenida por la dulzura de sentir la piel fría contra sus labios—, ella también a ti, y creo que ha tenido suficiente de tratar de imponerse sobre ti. Narcissa está de tu lado, Draco. Incluso cree que Lucius también lo estará.

Draco se toma tres de los latidos de Harry antes de hablar, e incluso entonces se siente algo fragmentado en su voz:

— Pues te mintió.

— No me dio la impresión.

— ¿Crees pueden simplemente cambiar sus principios porque les quita el sueño que su hijo viva solo y pueda meter miles de mujerzuelas a su casa? Despierta a tus tres neuronas y piensa, Potter. La gente no cambia así de fácil.

— Tú cambiaste.

Draco suaviza un poco su entrecejo ante la vehemencia en la voz de Harry.

— Soy joven. Ellos son muy viejos para hacerlo.

— Nunca es tarde.

— ¡Ella ni siquiera te agrada! —exclama Draco al quedarse sin argumentos.

Harry se encoge de hombros.

— Puedo tolerarla perfectamente si te mudas y debo visitarte aquí. Así que, si quieres volver, voy a ser el fan número uno de Narcissa en este argumento.

Ve cómo tuerce sus labios delgados de forma exasperada, pero el gris en sus ojos se ha derretido solo un poco, como metal fundiéndose paulatinamente y penetrando en él. No viendo a través de él, cabe destacar, sino viendo dentro suyo.

— Yo no quiero, Harry —admite Draco en voz contenida, y, Morgana, no hay forma de describir lo que hace en la psiquis de Harry escuchar su nombre en esa voz tentativa—. Como he dicho antes, nadie debería resentir visitarme por las burlas apenas veladas de mis padres y la cortesía helada, ¿y qué tipo de imagen daría si dejara que eso ocurriera ante mis narices? Tuve que darles una lección yéndome.

— Una lección.

Draco frunce su nariz y rompe el contacto de sus manos.

— Nunca dije ser una buena persona, y si lo creíste, deliraste.

Harry tuerce sus labios.

Ojalá pudiera decir que sigue aquí porque ilusamente creyó eso. Él no tiene la excusa.

— Dices que no volverás porque este es su castigo —recoge Harry.

— Principalmente.

— ¿Cuales son los motivos secundarios?

— Los mismos de todo adulto independiente, que me gusta la falta de discusiones por la hora a la que llego, que de todas formas es inevitable, que ellos no han visto ni la punta del iceberg, que me gusta arreglar mi propia decoración.

— Espera, ¿que fue eso último?

— Me gusta elegir mi decoración, ya sabes, soy más bien vintage. Ellos son góticos y así.

— No, lo de antes.

Draco parpadea.

— No dije nada confuso antes.

— La punta del iceberg, Draco. El chisme se cuenta completo o no se cuenta.

— Ah —resopla—. No debería explicar nada si tuvieras menos miopía —y antes de que Harry pueda preguntar, Draco se endereza en toda su estatura y agrega:—. Astoria fue mi novia más aceptable, lo más cercano a mis gustos que pudo haber satisfecho a mis padres.

Harry parpadea descifrando el trasfondo de eso, digiriendo. Bueno, es natural saber que Astoria no fue la única persona qué pasó por Draco en todo este tiempo.

El detalle es que oírlo sube por los cielos su curiosidad. ¿Qué otras personas? ¿Como han sido? ¿Lo han merecido?

— ¿Tus padres han sido peores con los demás?

— Astoria fue la primera que presente. Pero, sí, habrían sido peores con los demás. Serán peores que si un día hay alguien más —confiesa herido, y se quita en movimientos bruscos su abrigo—. Esto es una basura. Puedes quitarte el tuyo.

Draco cuelga su blazer en el perchero y sin mediar palabra se dirige a la cama. Harry también se quita su abrigo, observando como hábilmente su anfitrión baja sus manos de su nuca a su chaleco, deshaciendo los botones.

Uno a uno, suenan mucho más fuerte de lo que es habitual.

El sonido de la tela cayendo contra el suelo hace saltar a Harry en su lugar y alzar su mirada a los ojos grises.

— Puedo decirle tus preocupaciones a tu madre, si quieres. Me va llamar mentiroso y difamador. Pero lo que sea por mi relación conflictiva favorita.

Draco resopla una carcajada.

— ¿En serio estás tratando de ayudarme? ¿Te estás oyendo?

— La mitad del tiempo no planeó lo que te digo, para ser honesto.

— Retráctate antes de que me aproveche.

No le molesta. No en verdad.

— En realidad no me molesta hablar con tu madre, a la pobre se la veía preocupada de todas formas —insiste—. Yo podría estar considerando ser del equipo de ambos.

— Déjalo —hace un movimiento con su muñeca—. Voy a aprovecharme de ti, Potter, pero no será con este tema del que he tenido suficiente.

Como un muñeco de trapo embrujado Draco camina al colchón inmenso en el cual se deja caer con los brazos extendidos. De forma inevitable, Harry es jalado a él por una cuerda invisible.

Como le hormiguean las manos, se desabrocha los puños de la camisa y comienza a remangársela para mayor comodidad.

— Si dejó las cosas así y aceptó no hacer absolutamente nada para ayudarte, ¿esta conversación se va a cerrar para siempre?

— A menos que quieras acompañarme al siguiente evento —se mofa Malfoy.

— Seguro.

Su expresión de superioridad se tambalea.

— Creo que me entendiste mal. Dije que podría traerte de nuevo.

— Me gusta hablar contigo.

Y verte.

Y seguirte.

Y ser la única persona en una sala llena de gente con la que aceptas escapar.

Harry se relame los labios. Decir eso es tan raro.

Pero quiere hacerlo.

Así que no lo piensa mucho y lo hace.

La expresión de Draco se vuelve totalmente ilegible tras oírlo. El silencio pesa como toneladas.

Harry siente cada dedo de sus pies parado junto al colchón.

— Así que volvería —concluye—. Pero vas a tener que exigir mejores músicos porque lo mío es el Jazz.

— ¿Por qué mierda estás tan obsesionado conmigo? —pregunta Draco con firmeza ignorando sus últimas palabras— No se vale decir que estás loco. Todos ya lo sabemos. Juro que te metían antipsicóticos en la comida.

Gran cuestionamiento.

— No sé.

— Inténtalo —demanda Draco, y con ese tono de usa, Harry decide obedecer y pensarlo un poco.

— Eres... —se rasca la nuca y apoya la rodilla en el colchón para encontrar un punto de anclaje mientras piensa— eres mi primer problema personal, creo.

— Uno pensaría que eso serían las caries.

Harry lo mira no impresionado.

— Habló de que hasta antes de conocerte la gente que me odiaba simplemente me ignoraba o evadía. Pero tú me buscabas específicamente para hacerme la vida imposible. Es como si en tu agenda tuvieras al menos una hora diaria reservada y el ímpetu necesario.

— No eres tan importante para la gente con nariz, yo solo me sentaba casualmente atrás de tu silla cada tanto.

— Grulla de papel. Beso.

— Hice un curso de origami ese año y estoy deconstruido. Déjame mostrarte, dame tu papel de víctima, te voy a hacer una faldita para que te combine.

— Draco, no importa como te burles, fuiste lo que se llama un tremendo dolor en el culo, llegue al punto en el que me compré crema para las hemorroides y resultó que no me ayudaba en nada porque tú eras lo que se me había metido y muerto dentro.

— Que raro. No recuerdo haber sido explícitamente tan gay.

— Grulla de papel...

Draco echa el aire de sus pulmones y se gira sobre su costado de modo que Harry queda viendo a su espalda.

¿Es su imaginación o sus orejas están de un muy sutil tono carmín?

— Bien. Ya entendí. Gracias. Te doy papel higiénico a la salida.

— Quiero decir —retoma Harry, no sin contenerse de dar un suave toque en una de esas orejas y ser echado de un manotazo— que se volvió costumbre mantenerte vigilado. Y creo que nunca la superé —se relame los labios y confiesa:—, a veces me asusta que nunca lo haga por completo.

— Solo necesitas dejar de verme por un tiempo para superarme —sin calor responde Draco—. Es todo.

— Me bastó con volverte a ver para regresar a toda mi maldita adolescencia, Malfoy.

— Entonces necesitas más exposición.

Harry se sienta en el colchón. No es echado.

Esta vez, no se siente lo correcto confesarle a Draco que la exposición no ha estado disminuyendo nada. Quizás ha hecho los bordes más suaves. Pero no ha matado nada.

— Mira, no quiero oír más de esto —Draco concluye.

— Pero no me has dicho por qué tú estás obsesionado.

— No lo estoy, soy demasiado para eso. Listo. Caput —cierra sus dedos en un gesto de finalización—. ¿Te costaría mucho dejarme descansar de tu horrible voz un momento?

Harry se desinfla un poco por la resignación interna de no obtener una respuesta similar de Draco.

Solo que él no puede desobedecer. De mala gana se recuesta con su cabeza sobre su brazo. Tiene frío.

— No me ahogues con una almohada —pide.

— No prometo nada si le pegas los piojos Weasley a las sábanas.

Draco se revuelve graciosamente en el colchón cuando Harry se acerca a su espalda y frunce su nariz sin decir nada.

Eso es todo.

Harry se mira las manos, las piernas, el techo con pequeños recuadros en tonos marrones y terracota.

Se queda quieto.

Quieto y callado.

El silencio se asienta en sus hombros, rodea sus pulmones, se adueña de su garganta que de repente ya no quiere decir nada. Es el efecto que tiene el silencio cómodo: adormece tu existencia.

Cierra sus ojos, dejándose llevar por el tenue ruido de Draco tomando aire y soltándolo.

— Está es una gran cama —dice Harry—. Dormir aquí sería un gusto.

Draco le responde con fluidez como si no llevaran un largo rato en un profundo silencio:

— Abre los ojos, Potter, esta no es tu cama.

— Los tengo abiertos.

— No lo haces.

— Sí lo hago.

Las sábanas se deslizan en un movimiento a su lado.

— Te estoy mirando, animal de monte.

— Me sonrojó —inexpresivamente dice Harry.

— No sé cómo te soporto.

— He ahí el detalle, no lo haces —escupe, y las sábanas se hunden con la cama. A continuación, una almohada le da en la cara.

Harry la toma entre sus manos y alza sus párpados hacia su derecha.

Draco está sobre su espalda, tiene el ceño fruncido y una almohada tras su cabeza, sus ojos cerrados aún mientras saca la varita de su pantalón y entona un hechizo doméstico que Harry no conoce el cual ocasiona que se apaguen todas las luces, dejándolos solo con la luz natural que entra a través de las ventanas y las cortinas delgadas.

Es muy tarde, por lo que esta decisión tiene sentido, y la cama de todas formas es tan grande como para tener a ocho personas en una posición cómoda.

Salvo que.

— ¿A qué hora nos vamos de aquí?

— ¿Por qué preguntas? ¿Pasa algo emocionante mañana? ¿Liberas a tu elfo doméstico? ¿O es que finalmente Arthur Weasley va a esterilizarse y a terminar el ciclo de la pobreza?

— Un día en serio te voy a patear por tratarlos así.

Siente más de lo que ve a Draco alargar las comisuras de sus labios.

— Es una compulsión, no puedo evitarlo.

— Compulsión lo chueco que te voy a dejar a golpes.

— No, lo digo en serio. Así me criaron. De alguna forma los Malfoy tenemos que compensar que los Weasley sean una especie de Doppelganger nuestro. Todos pobres, mugrientos. Felices. Sanamente enamorados... —él chupa aire como si acabara de notar algo— Oye, esto parece hecho a propósito por alguna mente superior que me odia. Morgana. ¿Qué tipo de monstruo haría algo así? ¿Un pensador extremista con tendencias fascistas acaso?

Harry evade la broma y contesta:

— Aún así me molesta que te burles de ellos. Y tampoco me gusta oírte admitir que eres infeliz.

Para su consuelo, Draco parece apreciar la honestidad de Harry.

— Eres tan blando —concluye Draco, y sus dedos se estiran en la sabana entre ellos rodeando algo invisible. A Harry le hormiguea la muñeca por algún motivo—. Por eso no te voy a dar el gusto de retractarme. Jodete. Ráscate las hemorroides mil veces.

Harry suspira y echa la cabeza atrás.

— Tenias que arruinarlo. Es que estoy seguro de que te da viruela de dragón si solo dejas un buen momento ser.

Draco le señala la puerta sin real convicción.

— Eres libre de irte, Potter.

Y ahí está de nuevo: "Potter", dicho con los labios apretándose en la "p" y una "h" ardiente al final. Casi no lo había extrañado.

— Harry —corrige—. Puedes llamarme por mi nombre mientras discutimos. O siempre.

— Paso. Sería muy raro.

— El resto del mundo me llama Harry, ¿qué es lo raro?

— Mi lado del mundo no lo hace. Confórmate con ser Potter y con que lo pronuncie como si me quemara la boca.

— ¿Eso es todo? ¿Esa es tu gran explicación?

— Sí. Ahora cállate, Potter. A este paso voy a soñar contigo y a ninguno de los dos le va a gustar el contenido de eso.

¿En serio esa es su explicación?

Así que Harry naturalmente toma una decisión en nombre de esa aseveración.

Agarra la muñeca de Draco que está entre ellos, la aprieta, y sólidamente la alza arriba en el aire generando una mueca confusa en el rostro ajeno entre las penumbras de la noche.

— Prepárate, Draco Malfoy, porque acabo de decidir que apenas despertemos vamos a expandir tu lado del mundo.

— ¿Qué demo...?

— ¡Que te alegres!

Harry eleva su propia mano libre al aire en un puño a modo de celebración confiando en que su silueta se ve.

Lentamente, sin entender nada, bajo la poca luz que llega, Draco cierra su mano atrapada en el aire en un puño imitando a la de Harry.

Así es como se celebra, Narcissa Malfoy, tú puedes irte a la tumba sin saber cómo se hace.

Pero a tu hijo me queda mucho tiempo para enseñarle.

Notes:

Palabras: 3370

Corrigiendo esto recordé porque estaba en hiatus. Porque uno como autor hace un desastre una y otra vez, pero que divertido es cuando lo escribes sin pensar en ese hecho.

Creo que un pensamiento similar es el que cruza en Draco cada vez que se queda tolerando la ceguera crónica de Harry <3

Chapter 10: Hay un límite para lo que uno puede obviar

Notes:

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Harry no es una persona mañanera para nada.

Suele despertar con una fuerte bruma en la cabeza que adormece todo lo qué hay dentro suyo. Lo deja en nada.

Ni siquiera le llama la atención la idea de batirse en duelos catárticos con criminales. Mucho menos puede conseguir que le interese limpiar el mugre qse siente tras estar tanto tiempo en las sabanas.

Cuando dice que no es persona en las mañanas lo dice muy sinceramente, y solo Ginny lo entiende lo suficiente para reírse como se debe por la afirmación.

Ella lo ha visto en vivo y en directo cuando las sábanas se caen en la noche y a falta de ropa se enredan para conservar el calor. Entonces Harry se levanta con los mechones pelirrojos en la cara y los escupe sonoramente sin ser capaz de pensar en nada, y Ginny se despierta entre dormida para sacárselos y volverse a acomodar. A veces siguen durmiendo. Otra veces ella se levanta por una manta solo para que al volver Harry se la quite egoístamente, porque los caballeros solo lo son despiertos.

Ginny pelea por ella con él, subiéndose encima suyo si es necesario y girando con él en la lucha.

A veces ella lo besa, divertida.

Y él se da la vuelta y vuelve a dormir.

Ya lo ha dicho. Es un bastardo en las mañanas.

Por supuesto que lo sigue siendo, quizás aún más porque este colchón bajo suyo es demasiado cómodo y sería un pecado abandonarlo.

Así que no es una sorpresa que cuando en algún lugar a su alrededor los sonidos de pisadas contra la madera del suelo son demasiado repetitivos para ignorarlos, Harry se gira en dirección contraria a ellos y estrega su cara en la almohada, dedicándole un poema silencioso a su dependencia al colchón.

Algo le presiona la rodilla sin clemencia.

— Hay tostadas y mermelada en el nochero. Evita atragantarte. Siempre he querido matarte yo mismo y sería una pena que me ganara un poco de harina y cicuta.

Cicuta. Eso no está bien.

Pero no lo va a ni a recordar después.

Fórmula un sonido que espera se escuche como una amenaza y no como un graznido de apareamiento de Errol.

— Si sueñas conmigo no uses los dientes —elegantemente responde Satanás con el cabello decolorado.

Harry quiere enseñarle el dedo medio, pero es demasiado esfuerzo. Rodea la almohada con sus manos y vuelve a hundirse en la nostálgica oscuridad...

Excepto que el rechinido de una puerta penetra en su sistema como tinta en agua.

Abre uno de sus ojos, y se encuentra con Draco bien arreglado mirando el reloj de su muñeca una última vez antes de irse por la puerta.

— ¿A donde vas? —su voz rasgada por el desuso pregunta.

Draco lo mira sobre su hombro.

— Escapo de la escena del crimen antes de que mi padre despierte y me caiga el discurso de los huesitos de mis antepasados revolcándose por mi comportamiento.

— ¿Sin mí?

— Dado que me dirijo a mi propia casa, sí, sin ti —extiende su palma en un ademán— Pero ya que puedes hablar levántate y vete a tu casa. Tú elfo doméstico ya debe estar haciendo su curriculum para pedir trabajo aquí.

Harry parpadea entre el estupor. Como no tiene sus lentes, todo lo que ve es una silueta de expresiones indescifrables y vestuario ilegible.

— Pero —se las arregla para decir Harry—, dije que hoy te llevaría conmigo.

— No recuerdo haber aceptado eso.

— Por favor no me hagas levantarme a encontrar tu insultante cara y partirle la nariz.

Siente que Draco sonríe.

— ¿Puedes conseguirlo? Comprobemos tu visión, ¿cuantos dedos tengo levantados?

— Uno. El del medio. Idiota.

Draco suspira una risa.

— Fue mi culpa, fue muy fácil —lo escucha aplaudir—. Bueno, dado que me ganaste ahí podemos dejarlo para otro día, más o menos el 31 de febrero. Por lo que un placer verte. Sueña con intentos de asesinato y todo eso. ¡Adiós!

— Draco —llama Harry, y contra todo el adormecimiento que lo punza de adentro hacia afuera, batalla para levantarse.

— Oh, Morgana, ¡lo estás intentando! Vamos Potter, aquí estoy, sigue mi voz, ¡buen chico! —Draco comienza a silbar.

Y su voz es tan risueña que Harry realmente quiere dormirse con ese último recuerdo para replicarla, pero como se va a arrepentir después si lo deja ir.

Así que coloca un pie en el suelo, luego otro. Le duelen las piernas al ponerlas rectas.

Draco silba aún más.

Harry no le dice que está miope, no ciego, y puede ver su silueta con los bordes amarillos y pálidos. Por supuesto, camina hacia ella.

— ¡Caliente! ¡Muy caliente! ¡Estas...!

Y Harry se va hacia abajo por un obstáculo ofensivo. Apenas se detiene a mitad de camino de caer, nivelándose con sus propias manos a los costados y el vértigo despertándolo un poquito más.

Siente más de lo que escucha a los zapatos de charol movilizarse.

— Oh, mierda, muerto por tropezar con su propio zapato, Voldemort se esmeró tan en vano —lanza Draco ya sin diversión y algo suena abajo suyo.

Harry tarda en entender que son sus zapatos siendo recogidos por Draco que se ha acercado en tiempo cuando casi cae con su propio calzado.

Entonces, alza su mirada. Sus ojos grises atentos, sus labios firmes, su nariz extrañamente delgada.

Y es que, en su defensa, Harry sigue muy dormido para tener una mejor idea que la siguiente: lanza todo su peso corporal al frente y rasga el aire hasta que da con los dedos de Draco que sostienen sus zapatos.

— ¿Qué demonios...? ¡Ay! —Draco exclama una queja cuando las uñas de Harry se entierran en su piel y lo hacen soltar los zapatos.

Esos dedos delgados no duran mucho por su cuenta dado que Harry enreda sus propios dedos con ellos en un agarre determinado.

— ¿Estoy caliente o frío ahora? —se burla Harry.

Las cejas de Draco se hunden en confusión.

— ¿Qué es lo que quiere tu trastornada cabeza, Potter y por qué se te ha hecho costumbre ponerme tus sucias manos encima? ¿Algo que decir desde el armario?

No pica.

— Dije que te traería conmigo hoy y planeo cumplirlo.

— Correcto. Negociémoslo. ¿Qué tal si te doto con el placer de seguir viéndome esporádicamente, a cambio de que soy yo quien elige qué lugares visitamos y cuáles no?

— Rechazado.

— No puedes decir rechazado en una negociación.

— Rechazado.

— Así no vamos a ir a ningún lado.

— Rechazado.

Draco parece más cerca de ahorcarlo que nunca.

— Morgana y sus uñas. ¿La terquedad viene con la cicatriz del elegido o está en el paquete de idiotez crónica?

— Ven. Conmigo.

— ¡Ni siquiera te estás moviendo!

— Porque cuando empiece a moverme será contigo.

— Merlin en un puto palo —Draco le enseña su perfil cuando voltea su cabeza en un acto de exasperación—. Negociemos. ¿A donde quieres que vaya contigo?

— Hoy es sábado.

— Pocas palabras, gran explicación. Tienes un don para crear frases que impacten.

Harry se relame los labios, a duras penas entendiendo porque eso no es suficiente para que Draco lo entienda.

Así que se lo explica:

— Es desayuno familiar en la Madriguera.

El pecho de Draco deja de subir y bajar súbitamente.

Su rostro, rígidamente, voltea a ver a Harry como si fuera la primera vez.

— ¿Qué?

— Ven conmigo —solo sabe decir Harry.

Draco suelta una respiración incrédula y se lleva la mano libre al cuello de la camisa en un gesto universal de falta de palabras.

Harry daría todo por saber que está pensando.

.
.
.

Draco

.
.
.

Daría todo por saber que está pensando Harry.

Para ser justos, está bastante seguro de que solo debe estar usando a eso de un resquicio de la capacidad cerebral. Potter funciona pésimo en las mañanas, como las máquinas de los pobretones que necesitan tiempo para calentarse y que tienen una referencia tan antigua que en los centros de reparación te recomiendan solo comprar otra. Te dicen que no te molestes y tienen toda la razón del mundo.

Porque está máquina en particular siempre le exige más de lo que está dispuesto a dar y se va a estropear un día de lo mala que es para entender los límites.

Le hace pensar que debería comprarse otro. Ya lo ha hecho antes. El viejo equipo de Quidditch por ejemplo fue comprado por él con esas escobas caras, y antes Crabbe y Goyle fueron comprados con estatus. No hay nada que el dinero o el poder no te den.

Él debería buscarse otro amigo y seguir con su vida si es que se siente solo.

Pero es solo un hombre de sangre roja, y le enseñaron a tomar sin preguntar lo que quiere.

Y él lo quiere todo.

Draco desliza sus dedos lisos sobre su sien, tan exasperado que el corazón le duele del hartazgo; y los ojos verdes de Harry se derriten un poco, como si su visible molestia fuera una especie de chiste interno.

Y Draco es consiente de lo seguido que pone muecas horribles y exageradas en su presencia, pero es que no puede evitarlo. Una y otra vez se dice a sí mismo que la solución a sus problemas es deshacerse de Potter, y una y otra vez se odia un poco a sí mismo por decidir qué esa no es realmente una opción.

Ya se lo ganó. No ha sido nada fácil. ¿Por qué debería solo abandonarlo y perder el trabajo realizado desde hace tantos años?

No le parece una buena inversión.

— En unas horas, cuando unas dos neuronas, te vas a sentir muy abochornado por esto —con dignidad entona Draco.

— No me molesta tocarte ni despierto.

— Hablo de que me hayas pedido que vaya a ver a los Weasly. Es que te puedo decir cómo va a terminar eso: chistes de tías, chistes de gemelos, invitación a acariciar hipogrifos, ratas de regalo, sangre, muerte, destrucción, pulgas.

— Nada eso pasará porque vendrás conmigo. Ellos son como mi familia y van a respetar a mis amigos.

— Sí, ajá, igual que respetan a sus propios hijos dejándolos andar todo un año con una varita unida por cinta.

— Es que no había dinero...

— Ya, sí. Eso me quedo claro viendo la forma en la que editaron una foto suya para parecer en Egipto. Igual no es excusa.

— ¡Ellos fueron!

Draco eleva una ceja.

— ¿Has visto la foto, Potter? Las personas de atrás son dibujitos.

Harry abre y cierra la boca graciosamente. Entonces afirma, más seguro que pobres en tienda de abarrotes:

— Prometo que te tratarán bien. Tienes mi palabra y nos iremos en cuanto te sientas incómodo.

— Es muy temprano para que seas gay, Potter.

Harry frunce sus cejas, sin entender. Draco ni siquiera se sorprende de su total ignorancia.

El único motivo por el lo tolera es porque Potter no tiene una mala intención (solo está pendejo) y a Draco no le afecta en absolutamente ningún sentido. Esta muy por encima. Le resbala.

O al menos eso se dice hasta que recuerda la humillación y la vergüenza que sintió esa vez con la estantería rota y la emoción en la cara de Potter mientras le decía que tenía una cita esa noche con su novia.

Solo fue tomado por sorpresa esa vez, ¿correcto? A cualquiera le pasaría.

Como sea, sigue estando muy por encima y Potter nunca ha dado estas señales mezcladas a propósito. Cuenta con eso.

Porque si no lo estuviera haciendo por error...

Muerte es poco para lo que merecería el bastardo descarado.

— Tienes la puta mano sudada. Suéltame.

— Seguro —dice Harry, pero no se mueve un ápice—. Hasta que vengas conmigo.

— Correcto, quizás haya algo atractivo en tus tendencias de secuestrador convicto para las mujeres con problemas con sus padres, pero yo soy hombre y mis padres me desearon, así que te voy a dar tres segundos para soltarme antes de que deba tomar medidas.

— No podrías darle un golpe a nadie, Malfoy, no con esa manicura.

— Uno —dictamina Draco.

— Dos —retadoramente responde Harry.

Draco entrecierra sus ojos. Lo odia tanto.

Su cara debe decir mucho porque Harry achica sus ojos para lidiar con la miopía, y sonríe viéndolo.

Mierda. Es todavía peor medio dormido que despierto.

— Escucha, ¿Has pensado, en tu chamuscada cabeza albina, que yo podría tener el sutil deseo de introducirte en mi vida? En mi lado del mundo.

Draco chupa aire al entender porque están en esta situación.

— ¿Mi mano está siendo secuestrada solo porque no te llamo por tu feo nombre? ¡Bien! ¡Consigue un nombre mejor que Harry James y puedo pensarlo!

— Dijo Draco Lucius.

— Mi segundo nombre es de alguien que sigue vivo. Ya es mucho más de lo que tú puedes decir.

La respuesta es predecible.

Su mano es apretada al máximo, su mentón se alza atrapado en la palma resentida de Harry. La varita de Potter sigue abandonada en la cama, pero no duda que igual podría hacerle daño, es tan fuerte que le podría fracturar la sola quijada de un intento. Si quisiera.

Pero él no lo hace.

Draco sonríe.

— Creo no deberías llevarme con tu familia.

Ni a ningún otro lado de tu vida, se contiene de agregar. Eso podría estropearlo todo.

Harry entierra sus dedos bajo la mandíbula de Draco, generándole un vértigo de miedo en el abdomen que solo hace todo más interesante.

Sus padres estarían tan decepcionados de saber que este era el principal motivo por el cual molestaba a Potter en Hogwarts y no los principios sangre pura.

Draco pasa saliva, disfrutando cada gota de la ira contenida en Harry como una represa agrietada.

Y cuando está inclinándose porque parece que va a pasar algo...

— Dame una buena respuesta y te daré lo que quieres —susurra Harry—, todos los golpes y peleas que necesites para sentirte vivo.

¡Eso no!

— Yo no... —Draco pasa saliva. No está en ese tipo de cosas, pero ahora no hay forma de solo anularlo. Mierda—. Volvamos al tema inicial ¿Por qué te importa tanto llevarme?

— No estás perdiéndome.

Sí, sí lo está haciendo.

— Después. Sacia mi curiosidad —escupe Draco.

— Tú sabes porque me importa tanto.

— Déjame sacó la bolita de cristal y te digo, ¡no, claro que no lo sé!

La voz de Harry se hace un murmullo íntimo:

— Ellos fueron mi mejor elección y quiero compartirla contigo, por eso me importa.

A Draco le tiembla toda la extremidad al poner su mano libre en la cara sincera frente a la suya y apartarla. Cubrirla. Podría sacar su varita y lanzarle un Diffindo que termine con todo esto. Seguramente incluso Potter se rendiría con él si se atreviera a tanto, o podría hacerlo poético y darle a sentir lo que es el ardor y el terror de recibir un Sectumsempra.

Porque todo eso sería menos patético que evadir el tema y volver al anterior o, peor, confesarle que mintió.

Dijo, la noche anterior para no tener que enfrentarse a las preguntas de Harry, que el motivo de que tenga tal aversión a los Weasley es un tema de crianza, hasta clasismo.

Ojalá fuera cierto. Todo lo que sus padres dijeron de ellos en su crecimiento fue que eran traidores a la sangre y que no debería mezclarse con ellos. Por supuesto que le disgusta el aroma a suavizante barato que siempre tienen encima y que los pelirrojos le hacen sentir que algo está mal, como a cualquier persona. Y... y nada más que eso.

Ronald Weasley lo mataría si supiera esto, que años de ser tratado mal y de recibir burlas en realidad no fueron por un motivo trascendental y trágico como una mala crianza, sino por el vergonzoso resentimiento infantil de ver cómo Ronald todo inútil, con apenas una personalidad agradable, era capaz de conseguir todo eso que secretamente se preguntaba como era tener (amigos reales, logros reales, conversaciones reales). Saben los cielos que era suficiente para irritarlo con solo verlo.

En retrospectiva, Draco jamás se habría sentido así si no hubiera tenido motivos para verlo. Pero estaba al lado de Harry Potter, ¿y puede alguien sólo imaginar lo aburrida y olvidable que habría sido Hogwarts para Draco sin su dosis sana de burlas y amenazas que la verdad no planeaba cumplir? El mejor día de su vida casi fue cuando acabó en el hospital con la mitad del cuerpo cortado y su padre le dijo "estoy muy orgulloso de ti", porque pensó que Draco había lanzado el primer golpe.

Lo dejó creerlo. Desde ese momento supo que nunca habría otra oportunidad para decir que había hecho daño a Harry Potter. Simplemente no había forma de ver a su padre a sus ojos y confesarle que siempre supo que probablemente terminaría muerto por la varita de Potter y que no podría hacer nada en contra ni aunque quisiera. Porque nadie podía ganarle a Harry Potter, ni siquiera Draco Malfoy. Y que eso tranquilizaba a una parte muy enterrada dentro suya a la que intentaba no prestar atención.

Sí, eso destrozaría a Lucius...

En el fondo, esa verdad siempre destrozaba a Draco de una forma temible y visceral. Mucho más real que los cortes.

Así que gracias a Morgana que creció y dejó eso atrás.

Pero fue porque quería dejarlo atrás. No es como con Ron o con su familia a la que por extensión desprecia, ese resentimiento le gustaba y le sigue gustando, como un bote salvavidas.

Es tan sencillo como que el resentimiento puede ser una identidad tan fuerte como tu nombre: lo portas como una capa que te protege del desconocimiento, aunque hace mucho que dejaste de darte a la tarea de fundamentar los motivos por los que crees con tanta fuerza en eso.

Y ahora, Potter le pide que suelte eso, así nomás, porque cree que sería bueno darle la oportunidad de expandir su lado del mundo.

No es como que merezca tal cosa. Draco lo sabe.

¿Por qué Harry no lo hace?

En serio. No lo entiende.

Draco solo lo observa mientras Harry se quita del rostro la mano con parsimoniosa. Está vez, cuando lo mira, Draco sabe que ya ha despertado por completo.

— ¿Te comió la lengua el gato, Malfoy?

— Hipotéticamente, solo porque me encanta el teatro, ¿qué pasaría si efectivamente nos vemos y nos arrancamos las cabezas lo unos a los otros?

— Nos vamos de ahí —Harry se encoge de hombros—. Desayunamos en otro lado y no los vuelves a ver hasta mi boda. Entonces va a ser inevitable.

Draco parpadea.

Su boda. Claro. La cual no tiene fecha y no se programara hasta que haya terminado el tiempo que se dio con Ginevra. La que, aún con todo lo dicho, es más real que el oxígeno en la tierra.

Sus hombros se relajan, su respiración se encausa.

¿Va a ir a esa boda? No lo sabe.

Pero Harry ha dicho algo cierto. Después de eso va a ser inevitable. Es decir, va a vivir con una Weasley y todo.

Claro que va a poder lidiar con eso. Es un maldito adulto y no hay en absoluto impedimentos. Además, ya ha decidido que sería un desperdicio deshacerse de Potter a estas alturas.

Sí, un desperdicio.

Aún si hay una Weasley en la ecuación de aquí en adelante en cualquier momento.

Y él es un adulto, en serio. Lo siente en cada pizca de su ser porque susurra un "tienes razón" y le da el gusto a Potter, pese a que debe pasar saliva para hundir su resignación, su incertidumbre y su patética decepción.

Le da el gusto, en serio. Porque empuja a un baúl su aversión junto con su orgullo y se obliga a decir, escuchándose como si estuviera hundiéndose:

— No con el resto —decide Draco—, pero es cierto que con Ginevra sería sensato hacer un esfuerzo, en especial antes de la boda. Y eso será todo, Harry James Potter, ¿me oyes? Voy a estropear todo el resto del jodido desayuno y me va a gustar. Te atienes a las consecuencias, he dicho.

Harry sonríe hermosamente como si pudiera hacer brotar las flores en sus capullos y a los árboles recuperar sus hojas.

Y es decepcionante. Tan decepcionante.

— Ahora suéltame —demanda Draco con fuerza.

Pero da una última caricia a los nudillos ajenos antes de permitir que Harry lo obedezca.

Notes:

Palabras: 3377

Porque era necesario mostrar los pensamientos de Draco al menos una sola vez.

Chapter 11: Solo un Slytherin siendo cobarde y dramático, y un Gryffindor siendo tercamente la pesadilla de la existencia del centro de su atención.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Una vez Teddy le dijo que en ocasiones, cuando su abuela salía por un momento a la tienda cercana en la mañana y él despertaba con la casa sola, completamente suya, se imaginaba que en cualquier momento su madre y su padre saldrán uno de la cocina y el otro de la sala, que le regañaran por no haberse cepillado los dientes todavía y luego se darán vuelta a volver a sus labores.

Él no va a cepillarse en ese momento. En su lugar, corre a la cocina, grita lo que quiere comer, salta a la sala y rebota en el sillón, el lado que cree que su padre le dejaría libre. Les habla. Les cuenta de todo y no deja espacio para que respondan.

Y por unos minutos en la mañana, antes de que su abuela vuelva, finge que está siendo criado por sus padres a los cuales sólo conoce por las fotografías en los recuadros y las historias que le cuentan. Finge que hace años, en esa batalla en la que ni siquiera luchó, tuvo suerte.

Harry se quedó mudo cuando este pequeño niño dijo tal cosa jugando a apilar bloques de madera en forma de pirámide en la alfombra de la casa de su abuela, como si no fuera nada.

La gente no habla de esto, uno no está preparado. Pero puedes extrañar tanto a alguien que cada pequeña fantasía sea un regalo. Puedes extrañar la dinámica y el amor que sabes que mereciste pero que no tuviste.

Y Harry también lo ha sentido, ha oído a Kreacher quejándose y ha pensando por un segundo que está hablando con Sirius.

Y, hace un momento, ha invitado a Draco Malfoy a ver a su familia y ha necesitado un segundo para recuperar su sonrisa al pensar que eso significa ver a los Weasley y no a James ni a Lily.

Ese siempre es un momento extraño. La realización.

Pero entonces Draco se gira y le pregunta si el aroma a miel quemada y petricor es normal.

Entonces el hechizo se rompe. Esta de nuevo aquí, en el presente, junto a este hombre emitiendo un chillido aterrado al haber aplastado a un mosquito y encontrarlo lleno de sangre.

Harry todavía se siente un poco adormecido mientras escucha:

— ¡Me quitó tres litros!

— El mosquito banco de sangre, el futuro de la medicina mágica —se escucha respondiendo a lo lejos Harry.

— ¿Y si tengo anemia mágica? ¡Se transmite en minutos!

— ¿Vampirismo? ¡Por Melin, Draco, escóndete...! Oh, no, cierto. El sol no puede quemar a las hojas de papel. Estás a salvo.

— ¡Esto es serio! ¡Podría morir... podría...! —los ojos de Draco se achican dramáticamente— ¿y si me dejó sus larvas dentro? ¿¡Y si son larvas pelirrojas!?

— ¿Baby Shower?

Draco probablemente ha matado más cosas con la mirada que le está dando a Harry que con su varita.

Los labios de Harry se curvan un poco.

— Si te molesta tanto, sabes que hacer.

— ¿Irme? Lo sé, no sé qué hago aquí —escupe Draco.

Desagradecido, con gran talento para ignorar el elefante en la habitación, cruel, egolatra.

Lily y James lo habrían odiado, con justa razón.

Sirius ya lo odiaba.

Ellos lo habría instado a recapacitar sobre la gente con la que se junta, es posible que hubieran dado argumentos válidos.

Pero todo eso es una fantasía como la de Teddy, de esas que puedes tener cuando estes solo y recién despertado. No es algo que importe mucho cuando estas despierto y divirtiéndote.

Rodea el hombro de la camisa de vestir púrpura de Draco y le sonríe, a él y no a lo mucho que me divierte por norma general.

— Aunque he de admitir que no tengo idea de cómo logre que aceptaras venir aquí, quiero que sepas que yo estoy muy, muy, orgulloso de mí mismo.

Sus cabellos rubios se echan hacia al frente con una solo risa silenciosa en respuesta que no reduce por completo la fuerte tensión en sus hombros.

— Sí, claro, creo que podría haber sido infectado por algo raro y hablas sobre ti. Gran sensibilidad.

— Estás bien. Si no lo estuvieras yo sería el primero en hacer algo al respecto, así que cállate y déjame regodearme.

— Es mi norma personal no quedarme en el halago sino en el insulto, así que jodete de vuelta.

— ¿Puedo hacerlo dentro de la maldita casa? ¿Contigo?

— Dame otro momento. No sabemos si vaya a transformarme ahí dentro en vampiro, imagínate que los muerdo y salgo con la peor diarrea explosiva de la historia de la magia.

Merlin, Harry quiere golpearlo por ser un grosero y un dramático, casi tanto como quiere abrazarlo por estar ahí con él y no haberse rendido aún contra todo lo que dice su postura de nerviosismo.

— Merlin, Draco, hagamos esto —Harry habla con completa honestidad, torciendo el rumbo de la conversación—, le vas a agradar tanto a Ginny. Le gustan las personas como tú.

— Como yo —repite suavemente—. Para serte honesto, recuerdo mucha gente como yo con la maldición de los mocomurciélagos.

— Sí, bueno, porque le daban motivos. Ahora eres una persona mucho más manejable, y me agradas. Eso es más que suficiente.

— ¿Se te ha ocurrido que no he cambiado tanto como para que otras personas no salten a tratar de matarme? ¿Que solo he cambiado lo suficiente para que  no me mates?

Eso no es cierto, no puede serlo. Si lo fuera significaría que Harry está siendo parcial y él se niega a reducir su buena estima de Draco a eso.

— ¿A ti se te ha ocurrido pensar que quizás nunca hubo demasiado que debieras cambiar desde un inicio? —devuelve Harry.

— ¿Esa va a ser tu apuesta? Correcto, ¿cuanto quieres perder apostando a que esa gente me odia sin preguntar porque no son tú?

— Ganaría. Porque no todos te odiarían —porque es una pérdida de tiempo fingir que nadie va a odiarlo—. Ginny, por ejemplo.

— Ohhhhh, no, sé que Ginevra me odiaba —Draco sonríe como si estuviera recordando algo que no sabe si es gracioso o raro—. Una vez me fue a ver en la enfermería en la noche solo para mirarme sufriendo y sonreír. Ella era un poco sadica. Por un momento casi creí que era capaz de tirarle un maldito basilisco a la gente. Mierda. Ginevra me asustaba.

— A mi Ron y es mi mejor amigo. Lo lograrás.

Draco lo mira con curiosidad.

— ¿En serio?

— Yo no podía dejar de cometer estupideces con Ginny cerca y parecía que algo en el cerebro se me había freído, era imposible que ocultara lo que sentía por su hermana, claro que me asustaba —Harry se encoge de hombros—. De hecho todavía me asusta fallarle. Quien sabe que secreto escabroso puede contar de mí.

— Correcto, ahora me interesa un poco más —bromeando dice Draco.

Se imagina dejando que eso pase, oyendo a Ron contar dramáticamente las actuaciones más vergonzosas de Harry y sus terribles obsesiones, y se sonroja un poco en el cuello. Porque, contra todo lo que le gustaría creer, probablemente Draco no oiría nada que no supiera.

— Pensándolo mejor yo tampoco era el ejemplo de la perfección en ese entonces —susurra Harry.

— ¿Qué? ¿Auto conciencia? ¿En Harry Potter? Por favor repítelo a mi varita y preséntate antes. No me harás sentir mejor, pero me harás aún más rico —para este punto Draco esta sonriendo, pasándola en grande, y Harry bebe todo lo que puede de esa vista aun entre su propia vergüenza.

¿Como podría alguien verlo y no sentirse igual de conectado que él?

— Puedo esperar contigo todo lo que necesites —comprende Harry en ese mismo momento—, en tanto al final me des lo que quiero o termine queriendo otra cosa, lo que no es raro aquí. Ja.

Draco ladra su cabeza y teme que vaya a burlarse de lo que Harry quiere, un tema así de vulnerable no es algo por lo que pueda recibir un golpe y un segundo tenso pasa en el que el corazón de Harry aguarda expectante una respuesta.

— No —en voz calma dice Draco.

— ¿No? —Harry pregunta.

— No se te permite tratar de manipularme cuando estoy haciéndote un favor y tolerando mosquitos groseros contigo.

— Creo que se me permite hacerlo precisamente porque estoy siendo la parte pensante de la relación ahora.

— ¿En serió? Pensé que ese siempre era mi trabajo desde que casi me matas por error —Draco afirma mientras cierra el espacio entre él y el inicio de la vaya de la propiedad—. Como la parte pensante creo que lo mejor para ambos es tener un tiempo más aquí afuera admirando esa estatua... mierda, no, espera, ¿es eso un gnomo escondido tras una piedra viéndonos?

— Adoran las discusiones y no hay muchas por aquí, ignóralos. ¿En que ibas?

Draco encoge un solo hombro.

— En realidad no me van esas cosas. ¿Acaso a ti y a tu sadica prometida...?

En realidad se van a comprometer cuando termine el tiempo que se están dando. Se guarda ese hecho para sí mismo, porque es un tema de pareja y no le incumbe.

Además, podría burlarse de él sí le dijera que él mismo decidió lo de darse un tiempo. Tiene un motivo, claro, es para asegurarse de querer estar con el otro con certeza.

Hermione dijo que si no hubiera hecho eso con Ron el año pasado lo habría abandonado en un arranque de ira en cualquier momento después del estrés del compromiso. "Me hizo bien la certeza", ella dijo, y Harry decidió que quería que Ginny pensara eso sobre él.

— Vete a la mierda, Malfoy —se decide a decir.

A continuación Draco se apoya en la valla con los brazos cruzados en un gesto de victoria.

— Ya estoy en ella —Draco bate sus platinadas pestañas con falsa inocencia—. Ups, quizás no he cambiado lo suficiente para meterme ahí.

Harry rueda sus ojos, cruza la tierra suave entre ellos, coloca su palma sobre el borde de la valla que sobresale por donde está el buzón que siempre está vacío.

Draco eleva el mentón con orgullo.

— Vamos a entrar, nos vamos a divertir, comeremos bien —dice Harry tranquilamente—, hablaras con Ginny en la mesa como una persona normal. A la cual le agradarás.

— ¿A cambio de que lo haría tan fácilmente?

Harry suspira ante esa respuesta.

— ¿Por qué debes hacerlo todo difícil siempre?

— Llámalo un don.

— Suena a una maldición.

— Deben tener una si siguen aquí.

Alguien se ríe, y Draco voltea la cabeza en esa dirección antes de que Harry lo haga. Frunce sus cejas.

— Demonio pelirrojo —susurra—, número... ¿qué número es este? —los músculos de la mandíbula de Draco se tensan mientras pasa saliva por su garganta de tersa piel pálida— Potter, —llama.

Claro. Le está preguntado a él. Harry arranca su atención de Draco al otro lado de la entrada. Cuando Charlie le sonríe se lo corresponde.

Lleva una camisa a rayas verdes y azules bajo el mono de trabajo beige y las botas enlodadas. Nada que ver con ellos envueltos en camisas de vestir y pantalones de lino. Pero, de alguna forma, no se imagina a Charlie Weasley con ropa mucho más elegante de la que ya está usando.

Es solo un espíritu libre.

— ¿A que te refieres? —Harry pregunta.

Charlie alza su mano libre y señala de uno a otro.

— Nadie se queda tanto tiempo fuera con esa ropa, a menos que tengan un motivo. ¿Lo tienen?

— Él está asustado de entrar —responde Harry—. Es tímido, pobrecito, soy la única persona que lo tolera en este punto.

— ¡Ya quisieras!

Draco da un sobresalto y se endereza, saliendo por un costado de la pequeña jaula en la que Harry lo tenía arrinconado entre su brazo y la cerca.

Bueno. Eso fue anticlimatico.

Es difícil seguirle sonriendo a Charlie, pero no fue su culpa interrumpir. De todas formas, Harry ya lo tenía en la palma de su mano, puede hacerlo de nuevo. Tantas veces como sean necesarias hasta que logre hacerlo entrar.

— ¿Eres el hijo ilegítimo que se encarga de los trabajos de mierda o algo así? —Draco hace un gesto con el mentón en dirección al balde de metal en la mano derecha de Charlie.

— ¡Oh, es cierto, no me conoces! —exclama Charlie al dejar el balde en el suelo.

Esta repleto de horklump por lo que se ve, con tentáculos gruesos que todavía serpentean un poco y le causan una fea mueca fruncida en todo el rostro a Draco.

Si a Charlie le molesta su expresividad no lo demuestra. Aunque Harry sabe que es más bien probable que simplemente no lo haya notado.

Charlie solo no es una persona con el don de gentes.

Aún así, Molly no crió a un solo hijo falto de modales. Charlie se saca uno de sus guantes repletos de púas y extiende su mano en dirección a ellos.

— Sé educado —debe decir Harry para que Draco se enderece y le dé la mano.

Charlie se ríe de su mueca en vez de enfadarse. Gracias a las pequeñas misericordias.

— Te me haces conocido.

— Quizás nos hayamos visto antes. Por ahí en Hogwarts. O en la segunda guerra —Draco desliza sus ojos al balde—. O Ronald pudo haberme mencionado.

— Fuimos en el mismo año a Hogwarts —tatarea Harry antes de que Charlie pregunte por qué tipo de cosas pudo haber dicho Ron—. Él fue a Slytherin y todo eso, pero siempre nos tuvimos presentes entre nosotros.

— Eso es fantástico —Charlie sonríe—. Siempre es un placer conocer a los amigos de Harry, ¿también eres Auror?

— No. Me decido a ser asquerosamente rico, y en mis tiempos libres soy alquimista.

— Esa no es una profesión de mucha gente. ¡Lo respeto! ¡Mi trabajo tampoco se trata de eso! —Charlie señala la casa con su cabeza— ¿Quieres huir de la multitud ayudándome a guardar esto? ¿Hmn? Me vendría bien un buen par de manos extras para espantar a los gnomos.

Lentamente, la cabeza de Draco es ladeada y su atención se centra en el balde lleno de vida orgánica. Está asqueado. No, está atemorizado. Probablemente su manicura esté enviando mensajes en código morse a través de su mente.

Pero, aún así, él no se niega.

— ¿Qué? ¿Tan asustado estás de entrar, Malfoy?

— Una más y te agrego a mis maldiciones de bloqueo —susurra Draco.

Harry lo ignora.

— Pues es muy educado que lo invites, pero no es lo suyo, Charlie, puedes solo ver su ropa. Vamos, Draco.

Harry da varias largas zancadas hacia adentro y voltea a ver. Draco no lo sigue. Un latido pasa.

— Él no se está moviendo —señala Charlie. Alza su balde y le da un par de golpecitos— La oferta sigue en pie.

— No, gracias. Ven, Draco —con firmeza dice.

Para su sorpresa, es parcialmente obedecido. Quedan solo un par de pasos entre ellos cuando Draco voltea a Charlie y asegura:

— En tanto no me pidas que toque esas cosas, espantar gnomos y limpiar el desastre es algo que puedo hacer, yo aprendí a lidiar con manchas de cosas vivas después de que me partí la cara un par de veces —Draco alza una ceja, como si él recuerdo no le satisficiera—. ¿Qué opinas? Podría ayudar toda la mañana, más o menos hasta que Ginevra salga casualmente en esta dirección.

— Con que no me distraigas.

— Descubrirás que solo hablo mucho cuando alguien en la habitación habla por el ano y no por la boca.

Harry se inclina al oído de Draco para susurrar:

— Ginny ha sido mucho más valiente que tú en este momento. Solo. Entra. A. La. Casa.

— Ginevra ha aceptado llamar a su hijo Albus Severus, ella no es valiente, ¡está loca!

— Se nota que quieres decírselo a la cara en frente de sus hermanos.

— Eh. No.

— Vamos adentro para que puedas hacerlo.

— "Adentro" puede ser en este rústico montón de palos.

— Cobertizo —corrige Charlie.

— ¿Como me llamaste? —repone Draco.

Harry lo toma de los hombros de una forma que no admite réplicas:

— No te voy a dejar huir con Charlie, Malfoy.

Draco rueda sus ojos antes de alzar sus manos a modo de rendición.

— ¡Bien! Estoy tomándome mi tiempo de todas formas. Me gusta como da el sol. Mmm. ¿Sabias que en San Mungo te dan helado si te da cáncer de piel?

— Draco...

— Potter. Dijiste que querías que viniera a la Madriguera y estoy en el jardín de dicha locación preparándome para entrar. Siento que he cumplido con mi parte y que eres un ambicioso.

— Por favor, en este punto solo quieres molestarme. En serio, Charlie, puedes irte.

Charlie se ríe.

— Estas siendo muy duro con él, Harry.

— ¡Gracias!

— Pero, si te sirve —esta vez le dice Charlie a Draco—, somos buenos con la familia. Lo seremos contigo.

— ¿Eres daltónico? ¿Donde parezco tu familia? —Draco pone sus ojos en blanco.

Charlie sube y deja caer los hombros.

— Tú no lo haces, aún, pero eres amigo de Harry. Significa que tienes un lugar en nuestra mesa y en el fuego de nuestra chimenea. Entre más pronto lo reclames menos nervioso estarás.

— Gracias —esta vez dictamina Harry—. Apóyame más, por favor. Claramente necesitamos de tu presencia.

— ¿En serio? ¿Me quieres con ustedes? Porque cuando me viste llegar parecías querer echarme —se burla Charlie.

— No es cierto —dice Harry—. No lo es. Yo soy el educado entre los dos.

Draco asiente con su cabeza secundándolo.

Charlie desliza su mirada del uno al otro, como si pensara que le están mintiendo. Al no darles motivos para insistir, parece rendirse.

— Pues correcto. Creo que leerlos es demasiado complicado para mi en ese caso —Charlie se coloca el guante que se había quitado y sacude su balde frente a ellos—. Vuelvo a mi tarea. Alguien debe hacer esto y a mi me quedan muchos de días de vacaciones que gastar.

Es impresionante como Draco se congela junto a Harry.

— ¡Diviértete! —se despide el más bajo.

— ¡Lo haré si me guardan de la tarta de mamá!

— Con razón los dragones lo quieren. Es tan intuitivo —comenta Harry, viendo a Charlie retirarse. Entonces vuelve a ver a Draco—. ¿Qué tal te pareció?

— Tráelo de vuelta —susurra Draco mientras ve a Charlie marchar con su caminado desgarbado y canción desentonada en los labios—. Ni siquiera tiene idea de quién soy, huele a qué se come el desodorante en vez de untárselo y está claro que nadie debe quererlo en Rumania si está aquí en vacaciones. Pero ahí va, mi Weasley favorito...

— Te puede gustar más alguien de adentro.

— Y a ti te puede ir bien promocionando crema anti-cicatrices. Mentiroso de mierda.

— ¿Sabes? —responde Harry— él podría aceptar sentarte contigo en mi boda si antes al menos le das una oportunidad a su familia.

— No he decidido si iré. Y es posible que me maten antes de que llegue a Ginevra porque me odian.

— No cuando te conozcan, entonces solo les parecerás gracioso.

— Potter. No.

— Potter, sí. Ya tenemos a Charlie, sé que Ginny te dará una oportunidad, Ron es mi mejor amigo por lo que cuento con eso, Molly es fantástica, Arthur es diplomático y me tienes a mí. Ya es más del número de a los que sabemos que no les vas a agradar. ¿Bien?

— No. Nada está bien. En absoluto —Draco toma aire en una bocanada como si fuera la primera vez—. Pero Weasley Visa Extranjera fue convincente... con la parte del nerviosismo, no con la que sacó de una galleta china.

— Espero que no quieras una Visa en serio —se burla Harry para aminorar la tensión obvia en la postura de Draco, pero por dentro se jura darle el mejor regalo del mundo a Charlie en la próxima navidad.

Así, puede escuchar a Draco pasar saliva sonoramente.

Así que Draco comienza a avanzar cuando Harry enreda su brazo a través de su codo y lo atrae en su camino a largas zancadas.

Debería relajarse, piensa, porque habla en serio cuando dice que ha cambiado lo suficiente. Irracionalmente quiere explicárselo diciéndole no imagina que alguien con sangre roja en el cuerpo pudiera no encontrarlo la cosa más memorable de la habitación, pero no puede decir eso cuando Ginny va a estar en esa habitación. Por lo que siendo un poco más racional intenta recordarle que Charlie es toda la prueba que necesita para tener confianza.

No es que sea necesario, lo bueno es la confianza es que si no la tienes puedes fingirla, y Draco es tan bueno en oclumancia por un motivo.

Él camina con certeza, endereza sus hombros cuando comienzan a escucharse vestigios de una conversación acalorada, se desabrocha con falsa despreocupación el primer botón de su camisa, y suelta a Harry cuando llegan a la puerta.

— Antes de entrar quiero que sepas —empieza Harry— que si hubieras seguido de terco yo te hubiera llevado a desayunar en cualquier otro lado. Pero ya que se nota que quieres venir.

Draco abre inmensamente sus ojos y sus fosas nasales se dilatan. De la ira.

Harry abre la puerta sin pensárselo.

Y, sí. Ahí está el aroma que describió Draco, a tarta de melaza y a lluvias fuertes que dejan caer sin interferir con hechizos porque Fleur adora el sonido del agua sobre la placa de plástico en el porche de la entrada desde que está embarazada, y todos saben que ese bebé va a ser la criatura más mimada que el mundo haya visto.

Por eso se escucha a Molly malabarear con las ollas en la cocina ayudándose de la silenciosa pero amable Audrey, cocinando lo que sea que tenga de antojo su nuera, mientras que en la sala que contemplan a través de la puerta la vida de la casa se enraíza al suelo y a las paredes por donde se vea, con Fleur sonriendo a Ron y a sus ademanes mientras explica a grandes rasgos quién sabe qué.

— Yo fui un gran hermano mayor —se defiende George a las acusaciones que escucha mientras come gagreas—. Te bañé cuando nuestros padres estaban ocupados.

— Con la manguera —apoya Bill.

— Te ayudé con tus tareas.

— Mandándolo a mi habitación —Percy coloca el plato en la mesa frente a George con un riso sarcástico.

— ¡Y siempre te di las mejores ideas! —finaliza George con sus brazos en alto— Fuiste un niño muy amado, Ronald, no seas desagradecido.

— Tú dejaste que Fred me vendiera a un vendedor ambulante por un Gorro Rojo —enfatiza Ron lentamente—, y luego le diste mi habitación al Gorro Rojo.

— Te volví a comprar cuando te devaluaste, no seas chillon.

— ¡Estuve aterrado, solo y con un paquete de chicles que no sabía cómo vender!

— ¡Fuimos por ti!

— ¡Porque mamá los mando a lavar los platos en mi lugar!

— Ay, ya, date latigazos ya que estás pobre mártir.

— ¡A esa actitud me refiero!

Esa actitud en cuestión se refleja en que George frunce su nariz al plato y con su dedo ensalivado le limpia el borde. Entonces, cambia ese plato con el de la persona de al lado.

Percy solo lo observa aterrado.

— Bah, ni Ginny lloró tanto cuando le hice creer que era un varon al que mamá disfrazó porque quería una niña.

Ron salta de su silla con su dedo apuntando a su hermano.

— ¡Ginny! ¡Necesito los argumentos de la otra victima!

— ¿Para?

— ¡Para que te sientas mal! ¡Y para que me compenses con un descuento vitalicio para la tienda!

— ¿Llevo veinte minutos atascado aquí por eso? Hermano, así no se hacen negocios. Si quiera debes pedirlo bien.

Ron parece estar visiblemente sufriendo al escupir:

— Por favor.

— Gracias. Y declino.

Ron se desinfla.

— Está vez llegaste lejos, Ron —consuela Fleur, pidiendo una de las gagreas a George—, pero no puedes negociar con el diablo.

— Auch. ¿Lo puedo usar de eslogan?

— Quiero regalías a cambio.

Hay una pizca de respeto en la mirada de George hacia ella. Que es, bueno, más de lo que Harry alguna vez ha visto en uno de los gemelos Weasley.

— Eres buena, Incubadora humana, eres buena...

— Te vale cero galeones ayudarme, George —reintenta Ron.

— No me alcanza.

George alarga su sonrisa cuando Fleur frunce todo su rostro ante el sabor que le tocó.

— ¿Que desayunan aquí? ¿Piojos y bananas? —murmura Draco a Harry.

Y, para su mala suerte, el oído de Bill lo atrae en dirección a ellos con el cuerpo bien tenso y la mano en la varita.

Draco se sobresalta, volviéndose notoriamente ruidoso por la amenaza en el cuerpo del hombre lobo, y como un efecto dominó la cabeza a comienzan a girar hacia ellos, rompiendo todo el ambiente súbitamente.

Es visible como todos abren la boca como peces ahogándose con el aire, y como, tras algún tipo de pensamiento comunal, la cierran. Entendiendo que la primera pregunta ni siquiera es de ellos.

— ¿Malfoy? —exclama Ron en nombre de toda su familia.

— Weasley —tatarea Draco. Automáticamente, montones de cabezas vuelven a verlo de Ron a él—. Ronald, quiero decir. Bonito... almacen.

— Está es su casa —susurra Harry.

— Almacén es un estilo de decoración de interiores muy usado últimamente, ¿no? —se apresura a agregar Draco.

Harry se tiene que morder los labios para no reírse. No aún. No cuando Ron lo está mirando como si le hubiera salido una tercera cabeza.

— ¿Qué hace él aquí? —Ron pregunta.

— Siempre dijeron que podía invitar a quien quisiera —entona Harry, y cierra la puerta a sus espaldas para dar a entender que nadie está yéndose—, y él es mi amigo.

Ron boquea como un pez fuera del agua mientras gira su cabeza como buscando a Hermione, pero si Ginny no está aquí, lo más probable es que estén justas.

Bien. Ese es un problema para después.

— ¿Tú amigo? —Ron hace una mueca como si no pudiera creer lo que sale de su boca— ¿Por qué demonios no sabía yo de eso?

— Lo hacías. Te lo dije.

— No, no lo hiciste.

— Sí, en la oficina.

Entonces, Ron visiblemente deja de respirar.

— ¡No!

— Sí.

— ¡¿Hablabas de él?! ¡Tú debiste decirlo!

— ¿Le hablaste de mí? —pregunta Draco a Harry.

Alza su mano como diciéndole que no se preocupe.

— No entiendo nada. ¿Alguien lo hace? —comenta Bill a la nada— ¿o soy yo el tonto?

— Habló tres idiomas, cariño, y ni siquiera yo entiendo —entona Fleur.

Ron se estrega la frente como si no pudiera creerlo.

— Mira, Malfoy, es bueno verte y saber que no te moriste por algún tipo de enfermedad por el tatuaje en tu brazo, esto no es personal, yo solo tengo dudas.

— Yo no necesito que finjas que te agrado, Ronald. No lo hagas.

— Tú me desagradas —admite—, pero ese no es el asunto. Harry, ¿puedo hablar contigo? ¿En privado?

— Pero si me encanta esta novela —se ríe George.

— Claro que podemos. Mientras, toma asiento —dice Harry a Draco.

Esos ojos grises lo miran como retándolo a repetir eso, nada feliz con la situación.

Sin embargo, una silla rechina al ser arrastrada.

Percy Weasley parece muy lejos de este planeta, pero educadamente le señala a Draco un asiento vacío.

— Por favor —Percy dice, y frunce su nariz, como preguntándose si está haciendo esto—. Eres un invitado después de todo.

— Lo eres, amigo, siéntate —asegura Bill, y luego volver a ver a Harry— ¿pero como lo trajiste para empezar? ¿Esto está bien? ¿Él está aquí por su propia voluntad?

— Sí, ¿dan permisos de salida en Azkaban? —pregunta George, no sin despreocupación, y Draco malditamente parece sonrojarse de las orejas.

— Nunca he ido a Azkaban —se defiende.

— Ajá, estás pensando en el padre —agrega Ron con sus brazos molestamente cruzados esperando a Harry para salir de la habitación.

— Lucius hizo un trato para no ser encarcelado —aclara Harry—. Draco nunca fue mortifago de verdad. Es como que le dieron el menú infantil en vez del de adultos, ¿me entienden?

— ¿Los mortifagos tenían cajitas felices? ¿Algo como Voldy y Tu Primer Homicidio en Masa? —con un dejo de sarcasmo pregunta Fleur.

Bill pone su mano sobre la de ella y solo sacude su cabeza indicándoles que no le tomen importancia.

— Barrera idiomática —murmura Bill.

Harry no está del todo seguro.

— ¡Ah! ¡Ya lo entiendo! —George chasquea sus dedos emocionando— Se me habían cruzado los cables. Tú no mataste a nadie ni nos diste caza.

— Precisamente —asiente Draco.

— Tú solo casi mataste a Dumbledore y metiste a tu difunta tía a Hogwarts para que ella sí que matara a todos.

— Es una manera de decirlo.

Harry se promete decirle lo mucho que respeta la entereza de Draco para soltar tal afirmación como quien habla del clima.

— Así que no hay Azkaban —comenta George, sonriendo divertido con sus brazos sobre la mesa—, ¿solo una especie de castigo? ¿Por eso lo trajiste, Harry? No te preocupes, le daremos una lección.

Harry extiende su brazo para pasarlo sobre los hombros rígidos de Draco.

— Viene con invitación.

Draco frunce su nariz, toma el final de la manga camisa de Harry entre dos de sus dedos y se quita de encima su brazo.

— Puedo irme si no soy bienvenido. Por favor digan que no lo soy.

— Nadie ha dicho eso —asegura Ron, gracias a las pequeñas misericordias—. Harry, ¿podemos?

— Claro. Volveré en un momento, lo prometo.

— Puedes no volver si se te pega en gana, Potter, ellos no me asustan.

— Lo sé, a mi me asusta dejarlos a ellos contigo, fiera.

— Púdrete —escupe.

Esa es la actitud, piensa Harry, y le da un suave apretón en el antebrazo deseando que eso transmita al menos una pizca de lo mucho que está de su lado aquí, sea lo que pase.

Con un movimiento de su mentón él le indica que se vaya.

Notes:

Palabras: 4904

Harry hablando de cuando estaba enamorado de Ginny y sin querer describiendo su propio comportamiento por Draco desde que eran pequeños es básicamente lo único que sostiene este Fanfic. Y sí, se que el "actuar como tuviera el cerebro freído" iba en otra dirección cuando era niño, pero oye, el odio y el amor son solo dos extremos del mismo espectro, y la gente se mueve todo el tiempo dentro de los espectros emocionales.

Chapter 12: Otro momento en el que Harry Potter tuvo que haberle prestado atención a tiempo a la cosa rara que adivinaba el futuro y no lo hizo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Harry dijo la verdad.

Una vez le tuvo real terror a Ron.

Es cierto que se han conocido toda la vida y entrenado juntos desde que Harry puede recordar a la mismísima magia. Se sabe los ataques y maniás de Ron desde el campo de batalla a las refriegas internas. Puede desviar todo con relativa facilidad sin duda alguna.

Pero Ron también es su mejor amigo, y ahí está el kit del asunto. Lo que te asusta de la ira de tus amigos no es salir físicamente lastimado, es, más bien, que son capaces de hacerte arrepentir de algo por toda tu vida y Harry desprecia esa idea. Ha ganado a la mayor amenaza del mundo de la magia. Ha reconstruido el mundo. Ha sido el héroe y su autoestima no es pequeña.

Y aún con todo eso, Ron todavía tiene el poder de hacerlo dudar de sus propias acciones.

Harry cierra la puerta a sus espaldas, que es más bien una cortina con motivo de patitos e insonorizada con magia, y le sonríe tentativamente a su mejor amigo apoyado en el inicio de las escaleras. Desde ahí puede escuchar a Hermione usando su tipico de voz para corregir a alguien, seguro con Ginny chismeando de algún tema escandaloso que Harry no podría seguir ni aunque quisiera. Tal vez ella podría ayudarlo.

O tal vez se pondría del lado de su esposo sin esperar a una explicación, tal y como Ginny hace siempre con Harry. Bueno, correcto, es totalmente su asunto y realmente nunca ha sido bueno con las palabras. Simplemente fantástico.

— ¿Es esta una broma, Harry? —finalmente, la voz de Ron rompe el silencio y lo transforma en algo feo que eriza los vellos tras la nuca de Harry como antes de un Avada Kedavra— Porque cuando vienes con un error garrafal a las espaldas para entregarmelo mi primer y mejor pensamiento en eso.

Harry verídicamente parpadea.

— ¿Error? —susurra Harry, no del tono amable en su tono— ¿Te importaría explicarte antes de que esto se vuelva un problema innecesario? Porque, así como veo las cosas, lo que parece es que no has madurado y sigues pensando como a los 16.

— Ganamos una guerra alrededor de esa edad.

— No la ganamos con tus obsesiones infantiles.

— Explícate. Ya mismo.

Ron junta las palmas de sus manos una junto a la otra y presiona la punta de sus dedos contra sus labios, como si estuviera a punto de contarle a Harry algo del mundo mágico que es cultura general para él pero que por X o Y motivo Harry ha podido darse el lujo hasta ahora de no saberlo.

— ¿Sabes que había pensado cuando me hablaste de tu nuevo amigo, Harry? —comienza Ron, con tal seguridad que empieza a hacer al otro enderezarse en toda su estatura ante la amenaza— Creí "es un total desconocido", porque jamás te esforzaste en decirme su nombre. Pensé "no está muy orgulloso al respecto porque no me lo ha presentado". Y, "es mi culpa por irme de vacaciones tanto tiempo", porque parecía que solo habías pasado tiempo con ese amigo en mi ausencia —Ron extiende sus palmas hacía arriba—. Pero resultó que era Draco. Era Draco Malfoy todo este tiempo y no me lo mencionaste ni una sola vez, en su lugar, más bien, lo trajiste a mí casa sin preguntar a ninguna persona aquí presente por su opinión. Yo, lo siento, creí que como tu amigo tenía derecho a decirte cuando estás cometiendo un error.

— Hacerme amigo de Draco no es un error —espeta Harry.

— Bueno, claro que no, ya hemos crecido y madurado, y Hermione le puede dar un puñetazo de nuevo si es necesario —Ron alza y deja caer sus hombros—. Lo que está mal aquí es lo raro que estás actuando al respecto. Has estado distante por semanas enteras y no te hemos visto aquí en tanto tiempo que no puedo recordar cuándo fue la última vez que te encontraste una lagartija en tu café. Harry, estás obsesionado, de nuevo, como cuando estábamos en Hogwarts. Y se trata de Draco, de nuevo. Por lo que, tengo que preguntar, ¿Voldemort está de nuevo...?

— ¡No, Ron! Por Merlin, ¿cómo puedes pensar eso? ¡No lo traje para que insinues que es un mortifago!

— ¡Pues es que entonces no tengo idea de porqué lo traerías a mí casa, con mi familia, después de haberlo ocultado por tanto tiempo! En serio, ¿necesitas que lo detengamos? ¿Es este un pedido de ayuda a tu extraña manera?

— ¡No! ¡Es bueno! ¡Es fantástico! —para probarlo Harry toma ofendidamente la cortina de patitos y la corre para que quede a la vista el comedor.

Frente a la mesa, Draco gira los tres cubiertos que le han dejado junto a un plato sin mirarlos. Parece consternado, quizás impactado, como si hubiera algo fundamentalmente mal aquí en la caja de cereales que observa.

— ¿Seguros de que puedo hacerlo? —Draco pregunta a una nerviosa Molly que le pasa un plato hondo para que pueda comer de él— Tal gesto de generosidad no ha sido necesario nunca con un invitado, sin importar lo interesante y elegante que sea este.

— Que va, corazón, claro que puedes tener el juguete. Nosotros ya tenemos toda la colección.

— Sí, nos acabamos una caja de cereal en un solo día —confiesa George—. Fleur como una vaca.

La vaca Fleur, como elocuentemente la ha empezado a llamar su cuñado, dice algunas interesantes palabras sobre lo que va a hacer con el cuello de George y el muñequito que Draco busca en la caja de cereal con completa concentración.

Toda la cara de Draco se ha convertido graciosamente en el deseo de finalizar bien una tarea, y Harry sabe que si estuviera a su lado querría pellizcarle el filo de la mandíbula para traerlo de nuevo a la tierra. Le tiene que pedir a Ron que se acerque más, con la esperanza de que vea lo mismo que Harry.

— ¡Aja! —canta Draco al sacar su mano del cereal, ignorando como Fleur comienza a proferir insultos en su lengua natal. Felizmente, sus ojos grises analizan el pequeño muñequito de Harry que bate la varita y emite pequeños "Expelliarmus" a quien se lo acerca al oído.

— ¡Géminis! —canta la caja de cereal— ¡Fíjate bien en lo que te rodea porque hoy...!

Draco cierra la caja y la devuelve a la mesa, todo lo que hay en sus ojos es el pequeño muñeco.

— Tanto niños pueden ahogarse con esto —susurra Draco—, esa ni siquiera es la forma de lanzar el hechizo, probablemente si alguien la réplica terminará quemándose las cejas; y su cara es tan fea, todo ciego y gordo —sus ojos se suavizan solo un poco—. Voy a disfrutar tanto tirarle piedras cuando me aburra en mi oficina.

Harry señala hacía Draco con un gesto de su mano de cara a Ron.

— ¿Lo ves? Es bueno.

— Va a tirarle cosas a tu figura de acción, Harry.

— Va a conservar mi figura de acción, Ron, de verdad te fijas en las cosas más tontas.

Jura que en un universo alterno Ron se arrancó mechones de pelo enteros ante su respuesta.

— ¿Acaso estás pensando coherentemente algo de que lo haces? —finalmente estalla Ron. Harry no está sorprendido. En verdad se mantuvo calmado por mucho tiempo para saber cómo es su temperamento— ¡Es Malfoy! ¡En mi casa! ¡Y tú ni siquiera notas lo raro que es eso!

— Dijeron que podía traer a quien quisiera.

Ron se estrega compulsivamente las manos por las mejillas.

— ¡No se trata de eso, Harry!

— Entonces, Ron, ¿por qué no me dices de qué se trata?

— ¡De que hubo muchos otros momentos donde pudiste contarme que son amigos y en circunstancias menos...! —su voz se apaga, le faltan las palabras para explicarse. Ron chista y solo dice:— Bah, no puedes negarme que actúas raro como la mierda.

— No lo hago, ¿y quien dijo que lo traje aquí por ti? ¡Nada de esto se trata de ti!

— ¿¡Entonces pudiste haber dejado pasar más tiempo sin decirmelo!?

— ¡Claro! ¡Porque obviamente nunca pienso en ti cuando estoy con él!

Ron, por solo un segundo, se pone rojo de la ira.

— Oh, fantástico, Harry. Entonces, ¿dices que me has reemplazado por completo por Malfoy? ¿Solo después de que me fuera por unas pocas semanas? Porque es lo único que explica la extraña obsesión, que no me hayas dicho nada y que no estés aquí para introducirlo.

"Remplazado". La palabra usada por Ron finalmente hace que la molestia de Harry se reduzca ante el entendimiento.

Y, sí, así que se trata de eso.

¿Qué si lo ha reemplazado con Draco? Ni siquiera es gracioso.

Harry suspira y se pasa una mano por la nuca. Ron es su mejor amigo por mil razones que no podría terminar de enlistar en una sola vida y no lo cambiaría por ninguna otra persona sin importar que hayan mil seres en el mundo que sean menos exasperantes que Ron cuando siente su ego herido, porque nadie, absolutamente nadie, debería lidiar con el ser molesto y egocéntrico en el que Ron se convierte en ese estado.

Excepto que, es trabajo de un amigo aguantar todo eso sin quejas.

Y Harry haría lo que fuera por su amigo. Por todos sus amigos.

Por la familia que tuvo la suerte de elegir y a la que jamás reemplazaría.

— No te estoy reemplazando, Ron, jamás podría hacer eso. Draco no es mi mejor amigo. A veces...

A veces la verdad ni siquiera siento que sea mi amigo.

Porque a ciencia cierta Draco es... ¿Draco es qué?

Harry aprieta sus labios, viendo a través de la cortina como Draco se inmiscuye en una conversación un tanto acalorada con George. Es obvio que están discutiendo por alguna cosa por como George escupe sus argumentos apresuradamente, mientras que Draco los analiza con una ceja arriba y una postura de total superioridad como único argumento.

Una parte de él quiere quitarle esa expresión de su rostro a golpes, otra desea permanecer en silencio adorando como esa criatura nacida del caos le escupe en la cara al mundo entero sin dejar de aparentar una sola pizca de superioridad. Quizás sí está obsesionado, pero no es como antes, cuando no podía pensar en nada más que en su teoría sobre su maldad. Ahora ve muchos más matices en Malfoy. Todo se siente distinto. Incluso sus pensamientos se sienten más vivos a su alrededor.

Pero aún con eso Harry sabe que nunca se acercaría al ojo del huracán que es Draco a hablarle desinteresadamente de lo mismo que con Ron; pues siempre hay otras cosas que hablar con Draco, cosas menos simples. Tampoco le pediría consejos, pues sabe que funcionan de manera totalmente distinta y nunca llegarían a un consenso sobre el mejor modo de abordar nada en el mundo.

Mierda, sin duda tampoco le confiaría su vida a Draco si pudiera confiarsela antes a Ron.

No, Draco no es su mejor amigo.

Difícilmente tampoco es un amigo, como por ejemplo lo es Neville, ya que estar con Draco no es tranquilizador en sí mismo, sino más bien es energizante, es una corriente que late en el fondo de Harry y mantiene todo engrasado y trabajando con esa sensación de que ante una serpiente no puedes relajarte mucho tiempo y confiar en no ser mordido.

Pero tampoco es su enemigo, porque sabe, en el fondo de su corazón, que es más posible que Harry lo mate a qué Draco le apunte con la varita, más bien lo que disfruta Draco es torturarlo psicológicamente, cambiarle todo de lugar internamente, presionar los botones incorrectos. Y, todo eso, es tan inofensivo al final del día que no vale la pena ni siquiera enfadarse al respecto.

Draco es solo... Draco.

Correcto, esa etiqueta no es suficiente. La pensará después.

Harry sacudió su cabeza.

— No sé que es Draco para mí, pero tú eres mi mejor amigo y siempre va a ser así.

— No me dijiste antes, Harry.

— Apenas hemos pasado tiempo últimamente, no tuve el espacio. ¡Pero a Ginny sí le dije!

— ¿A Ginny?

— Sí.

— Ella no nos dijo absolutamente nada.

— ¿Qué iba a tener que decir? Soy un adulto, puedo hacer amigos nuevos cuando quiera, o reciclar a mis viejos nemesis como si estuviera haciendo una manualidad. Qué importa.

Ron hace una mueca no del todo convencida.

— Si no lo trajiste para que supiéramos. ¿Entonces por qué? Tengo la muy leve sospecha de que su idea de una gran mañana no es venir aquí —Ron frunce su nariz viendo a Draco—. Por favor, miralo, está limpiando la cuchara con hechizos anti-peste.

Sí, Draco está haciendo eso.

Harry no puede evitar sonreír con cierto aprecio. Simplemente se infla su ego al ver a Draco esforzándose por encajar a su particular manera en la familia de Harry, solo porque es él. No lo dirá nunca, pero queda claro que Harry es al menos un poco especial para él.

— Lo traje aquí porque es lo justo, porque ustedes son un pedacito de mi vida y se lo debo después de que él me haya llevado a ese otro pedacito horrible de su vida anoche en su casa.

— ¿Ya se lo explicaste? ¿Que esto es un premio y no un castigo?

— Vagamente lo hice. Dormido. En verdad no tengo idea de como lo logre.

Una risa reverbera por el centro de las escaleras en La Madriguera, haciendo a Harry y a Ron saltar y llevarse las manos a las varitas solo por si caso.

— ¿Seguro de que no lo mandaste al diablo en ese caso? —una voz femenina dice arriba de ellos con cierto tono risueño.

Harry alza su cabeza junto a Ron para encontrarse con Hermione, Ginny y otra chica que no tiene idea de quién es. La desconocida lo saluda con un gesto de su mano confundida, como si no hubiera esperado verlo. Era un reacción común, por lo que Harry le devuelve el gesto a ella y le pregunta en silencio a Ginny.

— ¿Desde hace cuanto están ahí?

— Desde que mi esposo te hizo una escena de celos —se burla Hermione—. Cuidado, Ron, podrías darle ideas a la pobre Ginny.

— En verdad no me importa —complementa Ginny—. Puedo compartir a Harry si es con mi hermano, así que sal ya del closet por favor, Ron, nos falta representación gay aquí.

— Y yo podría quedarme con Draco. Siempre quise ser rica —se mofa Hermione.

Los colores han subido tanto a la cara de Ron que en este momento Harry ha visto chiles picantes menos rojos.

— ¡Que estupidez! —chilla Ron graciosamente, y antes de que Harry le dé una palmadita consoladora él se retira a grandes zancadas con las manos hechas puños como el niño grande que sigue siendo.

Hermione suspira con cansancio, pero le pide permiso a Harry en las escaleras y corre hacía abajo para para seguir a Ron, su voz ya empezando a regañarlo por sus reacciones cuando se encuentran en la sala y llevándose toda la atención del comedor.

Harry deja caer la cortina, no deseando ver más.

Y, por un momento sin la pareja de esposos más ruidosa, se quedan en silencio, solo mirando la cortina por la que se fueron y respirando pesadamente en ese silencio cómodo que han construido por años.

Excepto que no es lo mismo para la desconocida. Sus pasos bajan a saltitos por la escalera, su vestido azul oscuro rebota con ella.

— Mandy.

La chica le extiende la mano.

— Mandy Brocklehurst, es un placer. Estoy a cargo de Ginny.

Y... oh. Harry está seguro de que hace un trabajo mediocre en crear una conversación corta con ella por lo concentrado que está en dirigirle una mirada acusatoria a Ginny. "Este es mi logro", dice Ginny en su forma de alzar el mentón con orgullo como cuando el hipogrifo de la clase bajaba su cabeza para ti por primera vez. Es un "yo la dome y le enseñe modales", y Harry realmente se encuentra recordando lo que Draco dijo sobre que Ginny era aterradora.

Y ella lo es, un poco, solo un poco, porque siempre es apasionada y eso es encantador como las pecas en su nariz y hombros. Fue lo primero que le gustó de ella, obviando por supuesto su hermosa apariencia.

Harry tiene que desplazar a la chica más pronto que tarde y enviarla a la mesa. Ella frunce sus cejas, murmurando algo como que es grosero mientras abre la cortina de patitos, pero a Harry no le importa. Toma a Ginny de las manos cuando están solos y la abraza, como ha querido hacer desde que la vio.

Porque en serio, en serio, ella es la elección correcta para su vejez.

— Siento como reaccionó mi hermano —Ginny susurra, y Harry le resta importancia con un monosílabo.

— No importaba lo que dijera en realidad.

— Salvo que en el fondo lo hace.

— No con cosas importantes —dice Harry en un tono extremadamente bajo, y le queda sin cuidado si fue oído o no—. Debería ir a buscarlos. Al menos fingir que lo intento.

— Eso sería muy amable de tu parte —Ginny ladea su cabeza, como pensando—. Has crecido con los años.

Es gracioso que ella lo diga, piensa Harry, porque Draco ha dicho en reiteradas ocasiones que piensa todo lo contrario, y Harry nunca ha podido estar en desacuerdo.

Algunas cosas solo nunca cambian, supone, pero, aún así, Ginny siempre se las arregla para ver sólo lo bueno.

Harry no se contiene de besarle la frente, rebosante de gratitud.

Y cuando silbidos y risas empiezan a llegar a través de la cortina abierta, Harry ya ha comenzado a reír con ellos antes de dar vuelta. Nunca se aburrirá de esta familia, de lo correcto que se siente todo entre ellos.

Por Merlin, si pudiera tomaría su apellido y viviría en este destrozado y acogedor lugar por el resto de su vida.

Claramente no puede hacerlo, porque Molly y Arthur ya comienzan a soñar con una soledad que no han vivido desde los tiempos de Matusalén, así que se contentará con visitarlos una y otra vez. Hasta que no le queden días.

Está tan orgulloso de su decisión. Toma a Ginny por encima de los hombros y la conduce a su silla, perfectamente acomodada junto a la suya. A nadie aquí le importa que se están dando un tiempo, la decisión ya está tomada para todos.

Arthur felizmente coloca leche y cereales frente a ellos, preguntando a Fleur como se ha sentido con la poción que le recomendaron.

— Oye, Harry, ¿cómo lo haces? —George de burla— ¿Como la besas si sabes que se pegaba mocos en la frente de pequeña?".

— Solo tienes envidia de que yo haya conocido a alguien sin necesidad de usar la correspondencia para magos solteros —se burla Harry en voz baja. Draco, sentado junto al único de los gemelos en la sala, eleva sus cejas como si ya empezara a recordar porque puso tanto problema para venir.

— Ese alguien es idéntico a tu madre, no sé si puedas enorgullecerse tanto.

— Mi madre es la única persona en mi árbol familiar que no está relacionado con el tuyo, George, te convendría agradecer su existencia.

— Espero que Freud esté viendo esto —susurra Draco—, espero que esté tomando notas.

Harry rueda sus ojos y dice a Draco:

— ¿Pero no era Astoria tu prima tercera?

— Espera, ¿quién es Astoria? —pregunta George.

— Nadie —sisea Draco.

Harry estira su cuerpo sobre la mesa para alcanzar la mantequilla y una de las tostadas. Como no alcanza de las últimas por su posición en la mesa, Draco agarra el plato y se lo ofrece, eso sí, alejandoselo por un momento y vocalizando con sus labios silenciosos "no, Potter". Y, en serio, pobre idiota, piensa Harry mientras agarra una tostada.

Porque ahora sí que tiene que decirlo.

— Es su ex —responde Harry, viéndolo directo a los ojos—, cuentan las leyendas que nos la escondió cuando íbamos a Hogwarts porque no éramos dignos de pisar su mismo suelo, y que fue tan intenso que ella tuvo que escapar a otro país.

— Al menos no lloraba cuando la besaba —murmura Draco.

— Cho tenía sus propios problemas.

— Suena a una excusa muy barata, Potter, mejor come una menta.

Merlin, Harry tiene que morderse el labio para no decirle algo estupido como que realmente le alegra que haya venido, pero sabe que se le nota la alegría en la cara de todas formas y Draco puede, solo puede, suavizar un poco su expresión antes de suspirar y volver a beber de su taza de chocolate caliente con esa postura de "no vales mi tiempo".

Sería mucho más creíble si Draco no estuviera apresurandose a cuidadosamente mover de posición a su figurita de Harry para que no le caiga del chocolate de Bill a su otro lado de su silla.

Entonces Harry apoya sus codos en la mesa, se inclina hacía adelante.

Golpea la mesa con uno de sus dedos un par de veces para llamar su atención.

— Voy por Ron y Hermione, ¿vienes? Te puedes alimentar de la pelea y todo.

— ¿Por qué siquiera vas por ellos?

— Por tu culpa.

Draco alza la mirada de sus cereales.

— ¿Perdón?

— Ron me hizo una escena de celos. Hermione insinuó que tenía sentimientos por mi, lo cual es una tontería, es más factible que los tengas tú.

Draco echa la cabeza atrás con su largo cuello pálido y se ríe. El sonido reverbera en toda la mesa y domina por completo todas las conversaciones que estaban ocurriendo simultáneamente. Los Weasley balbucean, parpadean, dudan, ni siquiera intentan disimular lo sorprendidos que lo ha dejado oír esto.

Como si Draco no pudiera reír, o, peor, como si Draco no pudiera reír frente a ellos.

Y Harry bebe de la imagen, porque es fascinante, y admira como Draco golpea la mesa antes de cubrirse los labios con el puño y seguir riendo mucho más suave.

Podría rechazar la propuesta de Harry, pues toda la dignidad que se carga encima podría empujarlo a quedar por encima suyo ante estas personas, pero Draco no lo hará. Lo sabe como las serpientes están seguras de que podrán nadar antes de intentarlo, o como las aves confían en que aprenderán a volar antes que morir de hambre.

Porque Draco se echa el cabello atrás, como en un gesto de rendición, y sus ojos grises presuntuosos lo miran con el rastro de su risa.

— Me cortaría un maldito brazo antes, Potter.

Harry suspira con tranquilidad.

Se levanta manteniendo la tostada en su mano y camina al lado de Draco para verlo estirar sus piernas.

— ¿Eso era un "sí"? —dubitativa pregunta Fleur.

— Por supuesto que lo era —responde Harry, y le indica a Draco que lo siga a través del pasillo que separa al comedor y a la puerta, y se la abre para indicarle que salga. Escucha algún tipo de burla al respecto de George, pero que no se toma en serio.

En cambio, le da tiempo en silencio a Draco para que respire de nuevo el aire libre, carente del aroma de la comida empalagosa pero deliciosa de la señora Weasley, el dejo de carne cruda de Bill, o el sutil rastro de pólvora que dejan algunas de la bromas que George carga consigo para usar de muestra con clientes potenciales. Hoy Draco ha sido un invitado ejemplar con todos ellos, encantador y agradable que se ha tragado sus opiniones en más de una ocasión por cómo ha conseguido terminar de desayunar sin despellejar a George, pero se hace evidente en sus hombros tensos que no ha sido fácil.

Harry coloca una mano en el hombro del otro. Lo siente ponerse rígido solo un momento antes de relajarse de nuevo.

— ¿Qué opinas?

— Ronald y Granger debieron ir al bosque a pelear. Empecemos por ahí.

Draco comienza a moverse. Harry lo sigue de cerca.

— Hablo de qué opinas de los Weasley.

— Tienen una seria plaga de gnomos.

— ¿Y? —insiste Harry.

El extremo derecho de los labios de Draco se tuerce.

— Y ellos fueron muy amables. Es decir, yo les asustó, queda claro, en el mejor de los casos solo les disgustó. Pero, aún con todo eso, me dejaron hasta quedarme con la figurita.

— Porque son mi familia, Draco. Van a acogerte por extensión.

Los labios de Draco se curvan.

— No puedo evitar pensar que tienes una forma particularmente crédula de ver la vida.

— ¿Por qué? ¿Por creer que la gente que me quiere va a ser buena con quienes me agradan?

— No. Por pensar que les agrado solo porque consiguieron tolerarme.

Harry siente como se desinfla un poco.

— Draco...

— No, Potter, estoy bastante conforme con esto. Me deja claro que cuando llegue tu boda no va a ser incómodo para mí sentarme en una esquina y ocasionalmente saludarlos. Pero no me gustaría permitir que como mi... —Draco duda visiblemente— no sé, mi némesis de preferencia, creyeras que esto significa más de lo que es.

Vaya basura, piensa Harry. ¿Por qué todo tiene que ser siempre así con él? O muy divertido o muy exasperante. Siempre es demasiado. Como si nunca se le agotara la energía.

Por suerte, a Harry tampoco parece agotarsele, así que se lo explica:

— Eres... raro, Draco, la verdad sea dicha. Ellos no saben cómo lidiar contigo. Probablemente los pone nerviosos tenerte cerca igual que yo me sentía cuando íbamos juntos a clases, por favor, creo que tardé como cinco años antes de realmente poder decir que podía predecirte.

— Tu intuición es una mierda.

— Pero supe que eras un mortifago, ¿eh? ¿Cómo crees que pasó eso? y luego yo realmente supe en la sala de los Menesteres que no ibas a matarnos.

— ¿Debería darte 50 puntos para Gryffindor?

Lo dice con tal expresión de hartazgo que Harry no está sonriendo. No está haciéndolo.

Bueno, solo un poco.

¡Ah, Merlin! ¡Está tratando de llegar a un punto aquí!

Avanza para tomar a Draco de los hombros y obligarlo a mirarlo. Esto va a ser difícil como sacarse un astilla con unas pinzas oxidadas, así que solo va a por ello como fue a que Voldemort lo matará una vez:

— Creo, honestamente, que asumes que le desagradas a todo el mundo porque la última vez que trataste de socializar fue a mitad de una horrible guerra mágica y a parte te tocó vivir en la casa de las mayores serpientes doble cara del mundo. Creo que eres un amargado. Creo que nunca voy a convencerte de lo contrario, pero allá, atrás, esas personas no tienen motivos para mentirte pero que de todas formas conversaron contigo de igual a igual y te dieron una maldita figurita, eso debería decirte algo sobre que quizás, solo quizás, Draco Malfoy no es menos apreciado por todo el mundo y que quizás, solo quizás, hiciste una mala conclusión de la gente hace tiempo y eso debería cambiar. Eso lo podemos intentar cambiar. ¿Correcto?

— Nunca te pedí...

— La pregunta fue "¿Correcto?", responde solo eso, Draco Lucius, y tal vez no te mate y te entierre en este horrible bosque lleno de gnomos.

Él ladea su cabeza, aprieta los labios en una fina tan linea que ya no se ven. Parece que sufre de una forma en la que Harry no puede ayudarlo y lo hace sentir más que un poco decepcionado.

Entonces, los dedos de Draco van a parar sobre los de Harry y comienza a retirarlos uno a uno de su hombro.

— Correcto —susurra en un tono que no se parece nada al que usa normalmente, mucho más honesto—. Eres un buen amigo, Potter, tratando de hacer cosas que no te pedí y por las cuales no te voy a agradecer, pero puedes dejar de hacerlo. Estoy bastante cómodo siendo un amargado patológico, como elocuentemente has señalado.

— Quizás solo necesitamos encontrar otra forma de cambiar eso —decide Harry con seguridad—. Tal vez no lo haya conseguido hoy con los Weasley, pero podríamos encontrar alguna manera de que seas un poco más feliz.

— Bueno, Potter, esa es una pregunta trampa. Nadie sabe que lo hace feliz con exactitud.

— Pues yo lo sé.

— Desde luego —sardónicamente dice Draco.

— No, en serio. Cerrar un caso en el que me he tardado meses, practicar Quidditch de nuevo, volver a una casa cómoda y descansar un rato con una buena compañía —su voz gana un matiz más agudo por los buenos recuerdos—, ganarle una discusión a un tipo particularmente orgulloso —Draco escupe una risa sin gracia—, aprender a quitarme las astillas con magia, desayunos como el de hoy, poner nerviosos a montones de Slytherin con mi sola presencia...

— Hacerme sufrir, básicamente.

— Palabras más, palabras menos —concede Harry—. Esas pequeñas cosas me hacen feliz. Y creo que pensé que lo que me hace feliz también podría hacerlo por ti. Por eso te traje.

Los labios de Draco se crispan.

— ¿Puedes por favor conseguir un filtro cerebro-boca, Potter? Si vas a seguir siendo así de cursi consigue un reemplazo y dejame en mi agradable amargura, gracias.

Un reemplazo, dice Draco. Pero no hay nada que pudiera ser tal cosa. Así como el mundo no hace dos esmeraldas del mismo color y del mismo tamaño, de igual forma Harry sabe, lo siente en los huesos, que jamás va a encontrar nada que le genere ni la mitad de la rabia, la emoción o la fascinación que le da la persona en frente.

Es más fácil reencarnar y buscar un reemplazo que hacerlo en esta vida cuando ya conoce al original.

Incluso si no sabe si va a tenerlo cerca por mucho tiempo. Incluso si con Draco todo es una esperanza o un temor y jamás una seguridad.

— No te librarás de mí tan fácilmente —dice Harry sobre el nudo en su garganta—. Solo para que lo sepas, y para que no intentes cambiar sin sentido ese hecho.

Draco se burla de él.

— Puedo hacerte la que me hizo Astoria, ¿sabes? Posibilidades hay muchas para los pasivos agresivos.

— Aún así. No habría escapatoria.

Draco eleva una ceja.

— ¿No te lo tomas muy en serio?

— Es lo qué haces cuando te esforzaste tanto por algo y cuando te lo ganaste después de tolerar tantas estupideces snob.

Draco rueda sus ojos y parece que se va a ir, por lo que Harry lo tomó del hombro para impedírselo. No, no puede huir así de fácil, no ahora. Porque lo que Harry dijo es cierto. Se lo ganó. Es suyo y va a disfrutarlo y a cuidarlo como se hace con los amigos.

La sola idea lo avergüenza de lo mucho que presiona todos los botones dentro suyo. Sí, puede hacer eso.

— Puedo ser feliz por los dos y tú puedes quedarte cerca para contagiarte —promete Harry—, en tanto te quedes de buena gana.

Draco suspira como si no supiera qué hacer con él y se guarda las manos en los bolsillos. Intenta no mostrarlo. Pero Harry no lo ha visto así de feliz muchas veces y no lo va ignorar.

— Puedo ser el cerebro por ambos —devuelve Draco—. Hasta que haga un plan de escape, claro.

— Eso es imposible.

— Hasta que lo logre, dije, ¿eres sordo? —lo regaña Draco, y se inclina hacía Harry con superioridad para poner un punto final a esta estúpida discusión, aunque su voz es un tono más aguda por la diversión y su emoción alcanza el brillo en sus ojos grises normalmente opacos.

Es un hombre increíble, le encanta estar cerca, le encanta verlo, le encanta tenerlo, y es suyo.

Con suerte, también será sólo suyo por un largo tiempo.

Harry es una persona demasiado táctil como para poder quedarse con el simple pensamiento para sus adentros, es como si algo dentro suyo estuviera infestado de agua hirviendo y tuviera que apagarlo haciendo algo.

Es todo muy intuitivo, solo sabe que debe hacer.

Asegura su mano en su hombro de Draco para que no escape y se pone frente a él, acercandose al rostro ajeno con todo el aire en sus pulmones contenido y la garganta totalmente obstruida por el agua hirviente.

Entonces, por un instante hay un golpe de consciencia en Harry cuando mira a los labios de Draco y no deja de verlos. Entiende lo que está haciendo y que merece enloquecer al respecto.

Pero tampoco puede convencerse de ninguna manera de no seguir adelante.

Ahora toma el mentón de Draco para reducir la diferencia de alturas y llegar a lo único en lo que puede pensar.

— Y, no —con una risa profunda dice Draco colocando su palma sobre el corazón de Harry y apartándolo—. Yo no abrazo, Potter, respetame.

Y Harry se queda mortalmente helado.

Abrazo.

¿Eso iba a hacer?

Siente cómo sus dedos se presumen fríos al Draco liberarse de su agarre en su mentón, y a Harry le hormiguean esos dedos y sus propios labios al ver a Draco relamerse los suyos con alguna palabra en ellos.

Ve como Draco dice algo más con sus labios elocuentes, pero no lo escucha.

El corazón le martillea en los oídos a Harry y solo puede tontamente boquear como un pez fuera del agua.

Abrazo, dijo Draco.

Pero no era eso lo que iba a hacer.

— ¿Qué? —Harry pregunta en un hilito de voz, todavía tan lejos.

Draco resopla, como si fuera un niño.

— He dicho que no has de quedar bien con una tostada. Volvamos para que comas algo más.

— Ah. Sí.

— Ronald y Granger seguramente ya se fueron, ya que no vimos ni rastros.

— Seguro.

— Y en serio deberían hacer algo con esta plaga.

— Por supuesto.

Draco voltea a verlo con curiosidad.

— ¿Potter? ¿Te pasa algo?

Por un largo momento Harry le devuelve la mirada en silencio.

Ojos profundos y grises, nariz puntiaguda y elegante, mejillas altas que perfilan sus rasgos, labios resecos que son su característica más expresiva y la que más le gusta a Harry.

Pero es que sus labios ni siquiera son bonitos, son delgados y siempre parecen estarse burlando. No hay motivo para querer hacer nada con ellos, salvo que le encanta mirarlos cuando se mueven y que realmente podría ser una buena solución para la mitad de sus problemas cerrarlos a fuerzas. Con su propia boca.

Harry siente como empalidece miserablemente y se cubre su propia boca con su puño.

Él iba a besar a Draco hace un momento.

Él todavía lo haría.

— Disculpa, creo que necesito sentarme —murmura Harry.

No espera respuesta para entrar rápidamente a la casa llena de aromas familiares y tomar su asiento junto a Ginny canturreando algo animosamente a su padre sobre su último entrenamiento. Cuando entra, ella lo saluda con un gesto de su mano, incluso le acerca el cereal.

Harry se siente enfermo incluso antes de que Draco entre a la casa y retome su asiento.

— Creí que el bosque te tragaría, Malfoy —Bill intenta iniciar una conversación con Draco.

— Pff, ¿con Potter? Es un imán para la muerte, las cosas peligrosas casi que no te notan si él está cerca.

— Él podría tener razón —juguetea Ginny.

Harry no es capaz de asentir.

Ni de mirarla.

Ciertamente tampoco puede ver a Draco.

Abre, lentamente, el cereal mirando hacía su plato.

— ¡Leo! —canta el cereal— ¡Ten cuidado con lo que haces y piensalo bien, porque podrías cometer un gran error!

Error. No cree en la adivinación, pero esto es tan acertado que siente que va a vomitar.

Excepto que, de repente, Harry se da cuenta de que parte de sí también está un poco decepcionada de que no haya podido llevar a cabo dicho error hasta el final.

Mierda.

Harry apoya los codos sobre la mesa y se cubre el rostro totalmente transformado por el terror.

Él iba a besar a Draco.

Él no puede dejar de recordar el momento.

Y él no puede encontrar repulsiva la idea por más que la sopesa.

Notes:

Palabras: 5849

Al fin se dio cuenta.

Ya con Harry finalmente usando el 100% de su capacidad cerebral entramos a la recta final. Si este es el capítulo 12, entonces creo que esto tendrá unos 20 capítulos, quizás menos, no creo que más (espero que no más, porque "Yo te hago un one-shoot por tu cumpleaños", dije, "de tu pareja favorita, sí, no me demoro nada", dije, y aquí sigo).

Chapter 13: El efectivo programa de cinco pasos de Harry Potter para sobrevivir a la realización de sus propios sentimientos por Draco Malfoy y no enloquecer en el proceso

Notes:

Palabras: 13301

O 40 paginas.

O muchas horas de trabajo y algo que pudieron ser francamente cuatro capítulos ya muy largos en sí mismos, pero pregunte a la dueña de esto, mi hermana, si lo dividía o no y ella dijo que no, así que ahí dejo esta verborrea.

Chapter Text

Paso 1: "¿Quién no ha visto a un compañero ebrio besando a otro? Es solo cosa de un momento. De machos incluso, diría yo"

O

La negación

 

Aquí hay asuntos a considerar.

Que si Harry no estaba ni cerca de estar ebrio, que si se cortaría el brazo antes de besar a Ron o a cualquiera que no fuera Draco, que si hasta hoy siempre pensó que esa frase era para los que estaban clavados en el fondo del clóset y bla, bla, bla. Cosas que dirían solo los envidiosos de mente estrecha e inseguros de su heterosexualidad.

Porque está seguro de que fue cosa de solo una vez, como si una parte de sí se hubiera emborrachado con la comodidad de ese desayuno y solo de esa partecita fuera la culpa. Es algo que no pasará de nuevo. Está seguro y no tiene que cambiar nada de su vida solo por una neurona borracha.

En especial, no tiene que renunciar a Draco solo por un desliz mental. Felizmente, Harry sacude su mano en dirección a su mesa habitual ya ocupada por una persona. Está bien. Todo está bien. Es un día como cualquier otro.

El menú del día es como siempre grasoso, por lo que el aroma a aceite se escapa desde dentro de la cocina y casi todas las mesas cercanas a la barra están desocupadas, los clientes se han relegado al fondo, donde el aroma no llega con tanta fuerza y pueden ignorar la bomba que amenaza con taponar sus arterias.

Como todos ellos, Draco ha tomado una mesa en la esquina, y su nariz está adorablemente fruncida mientras golpetea en la mesa con sus dedos.

— Siento la tardanza.

— Debimos ir a mi casa —simplemente escupe Draco, ignorando la disculpa de Harry—. Esta comida no debe cumplirlos estándares mínimos de salubridad y... —las cejas de Draco se fruncen repentinamente—. ¿Qué haces?

Harry observa la silla que ha tomado entre sus manos y que ahora se acomoda del otro lado. Ya que es una mesa para dos las sillas se encuentran paralelamente, como si quisieran que las dos personas se enfrentarán. Es, por supuesto, la acomodación habitual y siempre le ha funcionado a Harry.

Pero, como ya dijo, no tiene que renunciar a absolutamente nada de lo que quiera ser.

Deja la silla al lado izquierdo de Draco y toma asiento. Así sus hombros se tocan y la expresión de confusión de Draco se hace más profunda.

Harry ajusta sus manos bajo la mesa para contenerse de tocar su ceño fruncido.

— Mate a Voldemort, tengo una maldita figurita de acción en el cereal, si quiero sentarme a tu lado para robarte el postre lo voy a hacer —dice con la garganta cerrada. El contacto entre sus hombros es frío e impersonal, pero de alguna manera le pica en la piel como si las capas de tela no fueran suficientes.

Draco bufa con cansancio y apoya su mentón en su palma sobre la mesa.

— Finalmente enloqueciste.

— He tenido un día ajetreado.

Hay un pequeño momento de silencio en el que Draco parece esperar que continúe. Entonces de repente Harry se da cuenta de que es probablemente lo normal. Francamente es como si no tuviera un filtro cerebro-boca cuando están juntos y él tuviera un severo caso de diarrea verbal que no puede parar.

Solo otra prueba de lo buenos amigos que son, ¿no?

Harry se aclara la garganta y agrega:

— He estado pensando mucho en un tema últimamente.

— Cuidado te haces daño.

Harry no puede hacer más que mirar a Draco con cada gramo de decepción en su cuerpo, y en respuesta obtiene una sonrisa de viciosa satisfacción junto con un movimiento de mano que le indica que continúe.

Está vez, Draco apoya su mentón en su puño y se le queda viendo, como si Harry estuviera a punto de decir la cosa más interesante del mundo.

Y Harry...

Harry siente como algo se afloja en su estómago de alivio.

Él quiere abrazarlo y no soltarlo jamás, quiere llevárselo y esconderlo del mundo, pero no quiere besarlo.

No es que dudará de que lo de esa vez fue un simple desliz sin sentido, pero comprobarlo, tener la certeza, le da algo de la vida que ha perdido desde ese momento.

— Creí que podía haberle fallado a alguien. Es un alivio comprobar que no. Eso es todo.

— ¿"Alguien"?

— Alguien.

Draco tararea un sonido contemplativo, claramente curioso de que Harry no esté dando mayores detalles cuando normalmente las charlas de estos almuerzos están llenas de información no solicitada.

— ¿Tiene que ver con lo raro que te pusiste después del desayuno esa vez?

Una corriente de electricidad lo hace enderezarse.

— Para nada.

— Porque soy todo oídos para cualquier tema que te haga miserable.

— No, hablo en serio. Es otro tema.

— Potter...

— Mejor ordenemos —decide Harry al tomar el menú de la mesa.

Draco entrecierra sus ojos, pero obedece sin dar réplicas.

Por suerte, después de ordenar Harry es capaz de deslizarse lentamente a otro tema. Habla de lo difícil que está siendo un caso últimamente y como el sospechoso principal no le da una buena sensación, y Draco, que sabe mucho de ser un criminal pero poco de ser el lado de la justicia, lo escucha en silencio incluso después de terminar su plato y dedicarse a girar una y otra vez la cucharita en su café con atención.

Y es eso. Solo eso, como debe de ser, sin la serpiente de la culpa serpenteando en su estómago y el ahogo del terror en su garganta. Ha comprobado que no es nada, pero es un Auror y sabe lo importante que es la precaución.

Puede sentarse donde quiera, puede incordiar a Draco todo lo que quiera, pero no puede tomarle de la muñeca para detenerlo cuando las discusiones escapar, en vez de eso puede llamarlo por su nombre y seguirlo con las manos en los bolsillos; también deja de permitir que Draco le enderece la corbata cuando la trae deshecha después de dar una cabezada en su escritorio; y por último deja de mirarlo cuando se siente incapaz de seguir observandolo sin tocarlo.

Es un amigo como lo es con cualquier otro. Ya no hace nada con Draco que no pudiera hacer con Ron si que esté le preguntará si tiene una enfermedad terminal o por qué se puso así de meloso.

Solo que, aparentemente, no fue es el único que nota estos cambios.

Como ese día el que llega a la cafetería tan cansado por haber pasado la noche analizando un caso que lo primero que hace tras acomodar su silla en el lugar que se volvió el habitual es tirarse a la mesa y emitir un sonido sufriente.

Un objeto, probablemente un tenedor, lo golpea en el costado en repetidas ocasiones, y cuando comienza a ser incómodo Harry lanza la mano contra el objeto.

Se topa con la mano cálida de Draco.

— Quieto —ordena, y termina el contacto.

Entonces Draco suspira con cansancio y deja de presionar.

— Harry.

Oh, el nombre en sus labios todavía lo pone fundamentalmente nervioso.

Harry oculta su cara entre sus brazos, deseando esconderse tan profundo que no tenga que pensar en lo que su corazón latiendo obsesivamente signifique, porque todo está bien. No hay motivos para dudar ahora.

Él no quiere dudar ahora.

— Estoy cansado —se limita a decir en voz baja.

Y eso es todo.

Los segundos pasan y nada ocurre. Harry comienza a cerrar los ojos, suponiendo que significa que Draco le dejará tomar una pequeña siesta... excepto que la mesa tiene una pata floja, y cuando algo más se apoya en la superficie se siente el cambio de peso hasta donde está Harry.

Al inicio no lo entiende, así que abre sus ojos para ver qué ha cambiado.

El gris de los ojos de Draco es oculto por sus párpados un instante antes de volver a abrirse, sus brazos también sostienen su cabeza como una almohada y sus labios están torcidos en ese gesto de interés supuestamente secreta que no sabe disimular.

— En mi casa pude haberte dejado tomar una siesta.

Harry tararea una afirmación poco comprometida. Él lo sabe. Recuerda ahora más que nunca todos esos agradables minutos libres que pasaba durmiendo en el sillón con las pequeñas estatuas de Draco acomodadas sobre sus zapatos y el propio Draco leyendo algún libro en la otra punta del sillón, su respiración calma que a momentos se cortaba por algún tema interesante en las páginas. La mitad de las veces Harry no dormía, sino que encontraba una posición cómoda y se quedaba ahí, con los ojos cerrados, alimentándose del silencio despreocupado y de la seguridad de que, ahí, puede bajar la guardia.

La sala de Draco es por supuesto suya, pero, en esas ocasiones, se sentía como si le estuvieran alquilando una mitad entera solo a cambio de su presencia. Porque, aunque Draco no dirá nunca en voz alta lo que ambos saben, Harry sabe que es especial para él a comparación del resto de personas en el mundo.

Harry tuerce sus labios con resentimiento.

Por eso ha decidido apartarse un poco de la casa de Draco. Tiene confianza en sí mismo pero no por eso va a poner la mano al fuego... todavía.

Hasta entonces...

— Creo que no me viene bien tu casa estos días —dice Harry, y le sonríe a Draco. No le cuesta mucho— Tengo que volver a la oficina lo más pronto posible —se excusa—. ¿Recuerdas el caso del que te hablé?

— Sí.

— Pues solo se ha hecho más complejo. ¿Está bien? ¿Me invitarás de nuevo cuando haya terminado?

Claro que todavía hallaré una excusa para no ir.

De todas formas, Draco asiente con su cabeza.

— Desde luego. Los pobres tienen que trabajar. Lo entiendo.

Correcto. Harry no puede ser señalado por nadie por darle un golpe entre las cejas a Draco con el nudillo de su índice. ¡Incluso lo haría con Ron...! Bueno, quizás a Ron lo habría golpeado. Casi lo mismo.

Los ojos de Draco se cierran por la amenaza con fuerza, como si estuviera teniendo un mal sueño, y Harry jura que no va a olvidarse jamás de la escena.

Eso es normal con un amigo, ¿no? Se promete que así es.

Pero es cierto, todo el mundo visita la casa de sus amigos. No tiene nada de malo que se de una pequeña visita, ¿no?

A eso de una semana después Harry se descubre listo para volver a ir a la casa de Draco y para salir de este horrible infierno de no permitirme nunca estar a solas con él, de haberse impedido volver a escuchar su risa sincera y reverberante en el espacio que solo sale cuando estan solos, o volver a verlo relajarse en un sillón y quitarse el botón del cuello para respirar mejor por un rato como si con Harry no necesitará su dignidad.

Todo eso lo extraña como sus huesos a la piel.

Le ha enviado una carta a Draco diciendole que hoy almuerzan en la casa de él y no ha hecho más que darle golpes a su reloj una y otra vez para actualizar la hora cuando la pequeña cosa se duerme.

Su reloj de hecho parece muy cerca de cometer un crimen de odio cuando le un golpe más y comprueba que ya es hora. Se levanta de su silla, toma su abrigo en el espaldar y se lo comienza a poner sobre los hombros.

— Tengo un cupón para el restaurante nuevo a dos cuadras —escucha que dice la voz de Neville sobre la división de sus cubículos—. Ron va a venir.

— Ni siquiera pierdas tú tiempo. Está tomado —farfulla Ron, sobre su propia pared que divide sus cubículos con una expresión nada impresionada.

— Ah, Ginny también puede venir.

— No estoy con ella hoy. Nos estamos dando un tiempo —responde Harry y se asegura de que toda su ropa está pulcra en su lugar.

— Igual pueden almorzar juntos, ¿no?

Harry frunce sus cejas. En teoría pueden hacerlo, pero en lugares públicos, y si no son públicos entonces no pueden estar a solas. Además no pueden hablar de su relación ni preguntarle al otro que ha estado haciendo en este tiempo. Incluso después de casarse ellos no van a poder preguntar por qué hizo el otro en ese tiempo.

Es un asunto personal, un tiempo para ser de nuevo seres individuales sin mayores ataduras. Después de todo, tienen tiempo para estar atados por el resto de sus vidas.

— Ella ha estado almorzando con la novata de su equipo —decide Harry.

— Y él ha estado almorzando con Malfoy —dice Ron sin gran alegría a Neville—. Está obsesionado. Se lo he dicho y no me cree, ¿puedes por favor decirselo tú?

— Estás exagerando —devuelve Harry.

— ¡No lo hago! ¡Dime una sola vez que hayas venido con nosotros!

— Ustedes se pueden hacer compañía entre ustedes.

— Y Malfoy no.

— No, Draco tiene otros estándares.

— Que solo te admiten a ti.

— Por lo general y por un buen motivo.

— Pff —resuella Ron.

Neville sigue mirando a Harry, como si estuviera esperando el remate del chiste. Cuando no llega y se comprueba que todo lo ha dicho en serio, él abre grandes sus ojos y abre la boca varias veces sin que le salga nada de la sorpresa.

— Él es bueno —asegura Harry a Neville.

— Pues... puedes traerlo con nosotros. ¿Verdad, Ron?

— Si no hay más remedio —resopla Ron.

Harry sacude su cabeza.

— Tendría que convencerlo antes y no tengo tiempo. Así que, no sé, tráiganme postre si está bueno —dicho esto, Harry toma su varita entre sus manos. Por última vez mira a sus amigos, uno todavía impresionado, esperando a que le digan que es una broma, y el otro amargado (o celoso. Harry sigue sin pensar en eso)—. Voy a Aparecerme, ¿algo más que decir?

Ron se queja y baja de la división entre sus cubículos para continuar con sus asuntos. Bien.

Harry espera a Neville.

Solo que antes de que pueda obtener respuesta un avión de papel cae en picada hacía su escritorio irrumpiendo con el momento.

Harry maldice, ¿es un trabajo de último minuto? está pensando seriamente en tirarlo al escritorio del distraído James al frente para escaparse.

Pero, como el distraído James también es la peor representación de toda la oficina, Harry cuida de abrir el papel de modo que pueda regresarlo a su forma original con facilidad si así lo desea.

Lee en el papel un saludo formal, un deseo de un buen almuerzo... bla, bla... formalidades, bla, bla, bla...

Usted tiene un visitante esperándolo abajo. ¿Desea que siga? Se hace llamar...

Harry vuelve a leer el papel. No ha entendido mal.

Escribe una respuesta rápida y deja que el avión vuelva a alzar el vuelo.

— ¿Qué era? —pregunta Neville.

Harry mantiene su varita en su mano, con la otra agarra su maletín.

— Algo horrible debió pasar —empieza a alejarse sin mirar atrás, su mente procesa todo tipo de motivos y posibilidades. Lucius pudo haberse metido en problemas de nuevo, Narcissa pudo haber recibido cartas de amenaza anónimas. ¡Por Merlin! ¡Ese rumor de que Draco es primo de la hija de Voldemort podría ser real (y también el peor giro argumental de su historia)!

¿Debería correr? Él debería correr, pero está cohibido con cada paso azaroso que da y percibe cómo las miradas se le arremolinan encima, como si ya todos supieran.

"Es un invitado, no un testigo", se siente tentado a gritarles para que vuelvan a sus lugares, ahora con cierta molestia. A veces no puede creer que haya salvado al mundo de la magia para que la gente haya decidido quedarse todavía en el pasado.

Imbeciles.

Cuando se para frente al elevador no está seguro si se ve más preocupado que enfadado o a la inversa, pero la gente ha sido sensata y nadie se ha puesto demasiado cerca suyo, como si ya sintieran el aroma de la tormenta por magia accidental que está a punto de producir.

Golpea su pie ansiosamente contra el suelo, prepara su varita para Aparecerse a donde sea que Draco le diga que necesita ayuda.

Es una montaña bien construida para ser infranqueable, y jura que se hace más fuerte cuando el elevador llega con un din y las puertas se abren.

El elevador está casualmente lleno de los Aurores de mayor grado y todos observan cuidadosamente al hombre parado en el centro curioseando de un lado a otro con sus ojos grises y el cuello girando graciosamente como una lechuza.

— ¿Draco?

El aludido da un pequeño sobresalto de sorpresa. ¿Es que creía que Harry no iría a buscarlo apenas saber de su llegada?

— Sí, —con lentitud dice Draco, probando las palabras— es decir, sí, claro, soy yo. Permiso, sí, permiso... —Draco se detiene en su intento de salir y mira a una mujer que no se ha quitado de su camino— oiga, dije "permiso" ¿Está usted sorda? ¿Cómo es Auror? Ah, no, olvídelo, ya entiendo. Tiene esa cara de serpiente porque escucha igual: por vibraciones en todos esos kilos de piel muerta.

Oh, Merlin. Harry comienza a encogerse de vergüenza en su lugar.

Antes de que la mujer con cara de haberse desayunado a un mortifago novato en la mañana decida que quiere otro para el almuerzo, Harry avanza y toma a Draco del brazo para sacarlo del elevador de un jalón.

— Perdone. Es tonto —pide Harry.

— Al menos no sordo —farfulla Draco.

Harry murmura otra disculpa por si las moscas mientras lo jala fuera del pasillo frente al ascensor que casualmente se ha llenado en segundos. Por lo general la mayoría de esta gente almuerza aquí, pero para variar parece que hoy todos decidieron salir y esperar el mismo elevador.

Fantástico.

Draco carraspea a su espalda.

— Bueno, Potter, te preguntarás...

— Busquemos un lugar más privado.

— ¡Eh! ¡Quieto! Yo no soy fácil, al menos un café antes o me sentiré utilizado.

Harry jura que se sonroja de las orejas. Ya puede oír los rumores la semana que viene.

— ¿Te das cuenta siquiera de que la gente nos escucha?

— ¡Que escuchen! Ya deberíamos estar acostumbrados a que todos compren ranas de chocolate para vernos pelear.

— Me enervas —escupe Harry.

— ¡Eso es! Dime más, como en los viejos tiempos.

Cuando voltea a ver sobre su hombro, Draco se aprieta los labios para no reír. Merlín, Harry quiere sonreír con él, pero ellos no están en absoluto solos.

Neville ya está esperando frente a su cubículo cuando llegan. Parpadea. Parece que las noticias ya le habían llegado de alguna forma.

Harry siente el frio de nuevo cuando Draco se suelta de su agarre para acercarse a su viejo compañero.

— Hola de nuevo, Harry, y hola... vaya, ¿creciste algunos centímetros? —Neville intenta iniciar la conversación. Se le nota que le cuesta.

Hace años Draco lo habría humillado a más no poder, hoy se ve casi encantado de haberse reencontrado, como si hubieran sido amigos desde siempre, que es la única forma que tiene Draco de decir "¿empezamos de nuevo?" sin usar las palabras, y Neville, que tan bueno siempre ha sido, solo parece tranquilo de entender ese subtexto.

— Claro que lo hice. Hasta mis genes sabían que al menos más alto tenía que ser que le elegido —bromea Draco—. ¿Y a ti te crecieron las orejas?

— Para oírte mejor, ya verás. Ojalá digas cosas mejores hoy en día.

— Oh, no lo hago —se burla Draco mientras toma la mano que Neville le ofrece—, pero tranquilo, todo mi veneno va hacía el idiota aquí al lado.

— Y hacía a mí —dice una voz desde la otra pared.

— Y hacía Weasley, claro que siempre serás mi favorito para molestar. Eres especial —acepta Draco. Suelta la mano de Neville, y ahora que ya saludó se permite verse curioso viendo los alrededores, buscando algo... y, su cabeza se queda muy quieta cuando da con un pequeño marco en el que Lily y James Potter observan a la cámara.

Con mucho cuidado de no mover una sola cosa, Draco avanza hacía el escritorio de Harry y se inclina para ver mejor los papeles mal apilados, las carpetas repletas a más no poder y los pequeños vestigios de personalidad que se ven en el recuadro, en las láminas de las ranas de chocolate y en la pequeña Snitch que se conserva en un rectángulo de resina.

Sus ojos grises absorben todo el lugar para la posteridad, y aunque Harry tiene prisa, no se atreve a separar a Draco de su objeto de interés, en especial cuando ese objeto es parte de sí mismo.

Harry cruza sus brazos en reserva y espera apoyado en su pared del cubículo.

— ¿Por qué parece el escritorio de cualquier persona?

— ¿Porqué soy una persona? —devuelve Harry.

Draco se endereza, y está vez sus dedos recorren el único recuadro con contemplación. Es un reto, entiende Harry, quiere saber hasta donde lo dejará meterse en su espacio.

Va a quedar decepcionado cuando descubra que Harry le dejaría mover, cambiar o robar lo que quiera. Que todo lo que es suyo es también de Draco desde que decidieron ser amigos. Incluso su vida la arriesgaría por él como ha hecho mil y una veces con Ron, con Hermionie, o por el mundo que los sostiene. Así, lo que quisiera y estuviera en sus manos sin duda lo entregaría con gusto así tuviera que arrancarlo de su cuerpo con sus propias manos.

Sin embargo, Draco no parece agradecer nada de esto porque forma una mueca ante el escritorio.

— Qué decepción.

— Pues vamos a lo importante —responde Harry—, ¿qué haces aquí? No es un lugar para los civiles, luego voy a tener que presentar un reporte sobre porqué estás aquí y espero que sea por algo que mi jefe no vaya a tomar de broma.

— Dí que traigo información sobre un caso, nadie va a dudar.

— No eres un mortifago —asegura Harry con fuerza.

Draco suspira, no sin cierto aprecio en su tono.

— Solo pon eso.

— O puedo poner el motivo por el que estás aquí.

— ¿Seguro que quieres hacer eso?

Harry se queda helado, recordando las posibilidades.

— Pondré una verdad a medias si es necesario —decide.

— O mejor miente en grande y di que vengo aquí para venderte a mi prima Voldy II. El doble de fascita, el doble de calva, próximamente en su librería favorita.

— ¿Ese rumor es cierto? —pregunta Neville.

Cierto. Neville.

— ¿No tenías que ir a almorzar? —le pregunta Harry.

— Sí, Neville, es que Harry pierde un cabello por cada instante que no tiene a Malfoy solo para su propia vista. Bienvenidos todos de nuevo a sexto año, por ahí está mirando por horas su nombre en el mapa del merodeador, por ahí está sospechando de sus citas. Disfruten su estadía.

Harry siente sus orejas acalorarse.

— ¡Era porque iba a matar a Dumbledore! ¡Y no es como lo dices! —exclama Harry—. Tú no lo escuches, Draco, solo sigue molesto.

— ¿Hmn? ¿Había alguien hablando? No he oído nada.

— Vete a la mierda —farfulla Ron.

— ¿A tu casa? Hombre, gracias por la invitación.

Se escucha un golpe al otro lado de la pared, en el escritorio de Ron.

— ¡Muy bien, he tenido suficiente de ustedes dos! Ven si quieres, Neville, no me importa. He dicho lo que todos pensamos y no he sido escuchado, así que no me quedaré a ser ofendido —un nuevo golpe sordo entre el maletín de Ron y su escritorio—. Adiós, Harry —sale de su cubículo, su ropa arrugada ocasionando un resoplido de desaprobación en Draco—. Y que sepas, Malfoy, que si sigues aquí cuando vuelva me aseguraré de usar tu oferta de usarte como testigo. Tengo mucho de lo que podrías saber algo y la ley me respalda.

— Si vas a amenazarme asegúrate de traer a Granger, no queremos que te vuelvas a hacerte daño en el acto.

Ron chista por lo bajo y murmura algo sobre un error que Harry finge no escuchar mientras lo ve alejándose y siendo seguido por Neville.

Harry se frota el rostro.

— ¿Tenías que ser tan grosero?

— Él me mira como si fuera una serpiente a sus pies, ¿y yo soy el grosero?

— Solo digo que me gustaría que se llevaran bien.

Draco suelta una risa egocéntrica al dejarse caer en el asiento de Harry. Las piernas le quedan un poco largas, pero el torso calza perfecto con la silla.

Suspirando, Harry se acerca para apoyarse en su escritorio mirando en dirección a Draco.

— ¿Por favor?

Draco sacude su mano para restarle importancia y con la otra rodea la snitch.

— Temo que me tiene sin cuidado lo que piensa Ronald.

— Pero no te tiene sin cuidado qué pienso yo, ¿verdad?

— Eso depende del tema —Draco eleva su mentón retadoramente. Es adorable.

Harry quiere darle un toquecito juguetón en el mentón. Los dedos le quedan hormiguean cuando aparta la mano y decide cerrarla alrededor del escritorio. Se aclara la garganta.

— Piensalo, solo eso pido —pide Harr—. ¿Puedes? ¿Un favor para mí?.

El tiempo avanza a paso de tortuga.

Cree que no obtendrá una respuesta hasta que Draco asiente silenciosamente con su cabeza.

— ¿Tienes otro motivo por el que regañarme o ya haré a lo que vine?

— Puedes. Pero es la última vez que vienes sin avisar, Draco, por amor de todos los cielos, me asustaste. Creí que te había ocurrido algo cuando me avisaron que viniste.

— Sí, claro, ¿cómo puede asustarse el Auror por ser visitado por un sospechoso? ¿No es más bien al revés?

— No eres un sospechoso.

— La gente me mira como si pensará diferente.

— La gente aquí puede ser un poco estúpida.

— ¿Lo son? ¿Les darías una lección por mí?

Harry duda, viendo la expresión relajada de Draco.

— Ahora estás molestandome, ¿Verdad?

— Agradece que te molesto con esto y con, ¿como dijo Weasley? ¿Seguir mi nombre en un mapa? ¿Dudar de mis citas? Por favor, Potter, eres hilarante.

— Eres un karma, Draco —suspira Harry con sentimiento—. Solo vamos a ver el desastre que me trajiste para que pueda salir de aquí contigo a tiempo.

— Bah, no hables así de un regalo.

Harry entrecierra sus ojos.

— ¿Un regalo? ¿Escuche bien?

En respuesta Draco detiene su movimiento en la silla y adentra la mano en uno de los bolsillos interiores de su abrigo para obtener una pequeña cosa que cabe en su mano. Eso en sí mismo no descarta muchas cosas que pueda ser este regalo, dado que Draco es un hombre y mano es amplia y larga, nada que ver con las manos pequeñas y delicadas de las mujeres. Así mismo, Draco se mueve como tal, y balancea lo que haya dentro de su mano con descuido y confianza, dejando que Harry siga el movimiento con curiosidad entre algunos segundos de fría tensión.

Él se sienta con más propiedad en la silla y arrastra sus pies para arrastrarse hacía adelante hasta estar frente a Harry.

Draco mantiene su mano cerrada como un niño que está a punto de enseñar su juguete favorito que nunca se atreve a sacar de casa por miedo a que se destruya, y, con más lentitud de la necesaria, coloca su palma cerrada sobre el escritorio.

A continuación retira la mano.

Lo que queda es un pequeño muñequito de plástico de un hombre algo viejo con corto cabello blanco. Parece una figura coleccionable y se nota por sus detalles que se ha usado magia para evitar que se dañe demasiado rápido.

— ¿Qué es eso? —pregunta Harry y toma la figurita.

— Nicolas Flamel —admite Draco—. Es la única figura de acción que tenía a la mano.

— También tenías la mía.

— Bueno, sí, pero esa es mía —como para comprobarlo, Draco mete su mano en otro de sus bolsillos y saca la figurita del pequeño Harry Potter en cuestión—. Habría sido muy extraño darte tu propia figura de acción. No necesito aumentar tu ego.

— ¿Eres tú el que no necesita eso?

— Como decía, estuve pensando en que has sido ciertamente raro desde el desayuno en La Madriguera...

Harry siente como su felicidad se amarga.

— No tiene que ver contigo —porque no vale la pena negar lo obvio.

Draco niega con su cabeza.

— Lo sé. Claro que lo sé, ese es el punto. El otro día mencionaste que sentiste que le fallaste a alguien y si fue justo tras el desayuno no se me ocurre quién más podría ser que Ginevra. Y después dijiste que estabas cansado, lo que me hace pensar que podrías estar durmiendo mal —alza la palma de su mano para detener a Harry de explicarse—. No me importa. Haz lo que quieras con tu novia y con tu vida, no es mi asunto. A lo que yo vengo es a señalar que pese a todo lo que acabo de decir no te he escuchado hablar de que hayas ido a verla o algo por el estilo, y por lo ocupado que has estado me imagino que es como pienso y no han hablado en un tiempo.

— Estamos dándonos un tiempo —como grabadora dice Harry. Es la explicación de comodín. Todo lo justifica.

— Lo que no significa que deban estar tan incomunicados —Draco dice, y, por algún motivo, su voz cae algunas notas. De repente se nota incómodo al continuar:—. Te juro que me habría tirado por un barranco si con Astoria hubiera pasado tanto tiempo como Ginevra y tú sin hablarse. Claro, nosotros discutimos de vez en cuando, pero siempre tuvimos una manera de mostrarnos que estábamos bien para cuando el otro quisiera volver a disculparse. Creo que necesitas eso ahora.

Draco alza su pequeña figura de Harry lanzando Expelliarmus y agrega:

— Odio verte menos capaz de discutir conmigo, así que voy a solucionar tu problema —coloca dos dedos sobre la cabecita del pequeño Harry y se la acerca a los labios para susurrar algo. Un segundo después, Harry da un salto en su propio lugar cuando la figura de Nicolas Flamel se sacude de un lado a otro como si tuviera parásitos dentro—. Tocale la cabeza —ordena Draco.

Harry no lo hace. De hecho tiene miedo de mirar.

— Esa cosa se siente como si estuviera maldita, Draco, y yo sé de eso.

— Que no. Lo hice yo mismo. Leí como tres libros y tengo mucha confianza en mí. Así que tocale la cabecita o yo te pego en la tuya hasta que el sombrero te mande a Hufflepuff por lo pendejo que vas a quedar.

Poético.

Temeroso, Harry se obliga a sí mismo a bajar su mano con duda como si la cosa fuera a morderle los dedos. Solo por si acaso, reza las oraciones que hacía la tía Petunia cuando de niño.

Entonces le toca la cabeza.

Inmediatamente Nicolas Flamel se queda quieto y de su cabeza sale un pequeño brillo hacía arriba. Desde esa posición no se ve bien, así que Harry debe tomar la figura y verla frente a su rostro para entender lo que dice sobre su cabeza.

"Hasta aquí se ve tu cara de payaso".

Harry suelta todo el aire de sus pulmones.

— Muy malditamente gracioso.

Draco está sonriendo.

— Tocale la cabeza y susurra algo tú. Anda.

— ¿Esto es seguro?

— Quizás. Espero. ¡Vamos, Potter! —Draco lanza su pie al frente. Le golpea en la espinilla pero apenas duele. Seguramente un pepino de mar lo derrotaría en una batalla fisica— ¡No seas marica!

Harry lo mira nada impresionado.

— ¡Vamos! —insiste Draco. Prácticamente salta en la silla. Harry hace memoria, pero nunca lo vio tan emocionado. Ni siquiera cuando eran niños.

Suspira para sus adentros, toca la cabeza de está cosa del averno y susurra.

Al instante el pequeño Harry comienza a gritar "Expelliarmus" con mucho más vehemencia hasta que Draco le presiona la cabeza.

"Me desesperas", dice el brillo sobre su cabeza.

La sonrisa de Draco es radiante.

— El mensaje se puede ocultar si le tocas la cabeza una vez o puede mostrarlo todo el tiempo hasta que haya un mensaje nuevo. No tienes que hablar con ella si no tienes tiempo, pero puedes dejarle un mensaje que diga algo como "pienso en ti", o alguna basura cursi que le guste a las mujeres, y al menos sabrás que ella sabe, cada vez que ve al muñequito, que donde sea que estés la extrañas —Draco sacude su mano como restándole importancia—. Conociéndote, esa tontería es suficiente para que puedas dormir bien de nuevo. Así que de nada.

Y... eso es todo. No hay burlas. No hay risas. No hay mentiras.

Por un muy largo instante son solo Draco jugando con su pequeño Harry Potter y Harry leyendo el mensaje en la cabeza de su Nicolas Flamel.

Es una tontería.

Hermione pudo hacer algo así en media hora, no le cuesta nada a alguien tan lista como ella.

Pero Draco acaba de decir que leyó tres libros para esto. Peor aún, acaba de admitir que todas esas veces que dejó que Harry dejara el tema a la mitad en la cafetería sobre su agotamiento en realidad se fue a su propia casa pensando al respecto.

Esto es una boberia de primer grado.

Él actúa como si no importara, aunque se negó a cederle su figura de acción de Harry Potter y ahora espera en silencio por un agradecimiento con sus ojos grises brillantes que hacen a sus rasgos tomar vida propia, pero ni eso es suficiente para no notar las ojeras bajo los ojos, o que la piel en las mejillas ha perdido el rojizo saludable de la sangre corriendo debajo, o que su forma de sentarse un poco encorvado demuestra un cansancio de esfuerzo.

Un Draco Malfoy que le presta atención a las personas y se esfuerza por ellas sin pedir nada a cambio es una faceta que ni siquiera creía que existía. Hasta hoy.

Harry toma al pequeño Nicolas Flamel entre sus manos y lo cubre para que ni el aire lo toque y le reste segundos de vida. Está de repente preocupado por esa pequeña figura de plástico a la que pueda pasarle algo, como si dejar que le ocurriera cualquier cosa sería escupir a este pequeño gesto que demuestra que Draco lo considera alguien especial y que desea su compañía en las mejores condiciones posibles, que lo quiere así sea un poco.

La garganta se le siente como papel mojado a Harry. Está agradecido por este pequeño gesto, aún más, está encantado, pero, ¿Ahora cómo le va a decir a Draco que nada de lo que ha pensado últimamente se trata en gran profundidad de Ginny?

Apenas piensa en ella para sentirse culpable y recordarse porqué ya no va a su casa.

Apenas recuerda ese día en La Madriguera para recordarse que es capaz de controlarse a sí mismo y de no meter la pata.

Harry abre su boca y trata de hablar sin mucho éxito la primera vez.

— Gracias —dice con dificultad al segundo intento.

En respuesta Draco encorva su espalda, sube y baja su cabeza en un asentimiento, dice algo sobre que ahora no tiene excusa para verse como si no quisiera discutir.

— Dame cualquier otro juguete para vincularlo al Nicolas Flamel, y yo le quitaré el hechizo a mi Harry Expelliarmus —asegura Draco—. Pese a que me encanta ver el mundo arder no voy a suscribirme a ver sus vergonzosos mensajes acaramelados.

Harry se relame los labios resecos. Debería responder. Lo que sea.

— La verdad no sabría qué decirle a Ginny. Quizás no se lo dé.

— Esa mujer te ama desde antes de que la alquimia supiera volver plomo en oro, Potter, dile cualquier cosa y ella se alegrará.

Merlin.

— No sé si sea tan fácil —insiste Harry, y nota que la voz se le sale desesperada.

Entonces la alegría de Draco mengua.

Los rodachines de la silla suenan cuando Draco se acerca un poco más y coloca sus codos en el escritorio.

— ¿Discutieron? —inquiere Draco en voz muy baja, como si fuera un secreto.

— No, no. Jamás discutimos.

— ¿Es entonces por ese estupido tiempo que se están dando? Mandalo a la mierda, dile que quieres casarte para mañana. Ve con todo. Manda al diablo este muñequito inutil —dice Draco, y lleva su mano al frente para recibir el muñequito.

Harry aparta sus manos y se lleva el muñequito contra su pecho en un gesto defensivo. No. No. No lo va a soltar nunca.

— Si no lo necesitas dámelo, es un juguete de mi infancia —insiste Draco.

— Me lo diste a mí. No puedes pedirmelo de vuelta —se defiende Harry rápidamente—. Es el primer regalo honesto que me das.

Draco rueda los ojos.

— Y no lo necesitas, pero el muñeco es de cuando era niño, así que voy a pedirlo de vuelta. Luego puedo darte otro regalo.

Bien, quiere decirle Harry egoístamente, dame otro, dame miles más, pero no me quites este porque es especial.

¿Cuándo más va a tener la oportunidad de tener una prueba física de que Draco lo quiere? Jamás, aunque la quisiera tener todos los días de su vida.

Y, Merlin, Harry siente como el centro de su pecho duele tanto que amenaza con partirse en dos. Siempre le ha parecido un cliché cuando en los libros que lee Ginny describen el dolor emocional como físico, pero es que así se siente, como si sus emociones se hubieran mezclado con sus glóbulos rojos y ahora no supiera cuál de los dos es el que trata de salir a toda costa sin importar lo que se lleve por delante.

No.

Harry no quiere besar a Draco en este momento, ojalá fuera tan fácil.

Harry quiere aferrar a él y nunca dejarlo ir sin importar que tanto golpee Draco. Quiere quedarselo como un niño se enamora de un juguete y no puede imaginarse con otro porque eso sería una traición. Quiere cerrar los ojos y volver a vivir los momentos en los que Draco habla con su voz deliciosa al oído y se burla de él, rondando sobre todo y nada, como si se tratara de una conversación llena de capas que solo Harry tiene el derecho a saber. Y entonces, cuando haya hecho todo eso, sí que quisiera besarlo.

Antes no. Antes le gustaría ganarselo y demostrarle todo lo que vale.

Lo que es, honestamente, mucho peor que querer un beso.

Respirar comienza a costarle, solo escucha a Draco preguntándole si está bien o por qué está tan callado, y él estúpidamente se siente feliz de importarle lo suficiente para que le pregunte si quiere que busque a Ron, que no debe haber ido tan lejos.

Esto es una mierda, la ignorancia era bendita.

Esta realización no la tolera, y no sabe si el problema es suyo o de Draco, pero no puede ser completamente de ninguno de los dos. Comparten la culpa por esta desgracia.

— No —responde Harry finalmente, y siente a Draco relajarse, alejándose de nuevo... no, Harry se obliga a sí mismo a sostener la figurita con una sola mano y a tomar la muñeca de Draco con la otra. Se aclara la garganta:—. Lo siento. Creo que la verdad no sé qué decirte —toma aire una vez más con todas sus fuerzas—. Creo que no sé cómo llegué a esté punto.

Lo oye dejar salir el aire de sus pulmones. No trata de soltarse.

— Está bien. Debiste verme después de las discusiones con Astoria.

Se le escapa un suspiro, que suena más como rechistido.

Draco se queda muy quieto a su lado.

— ¿Acabas de chistar?

— ¿Por qué siempre que la pasó mal por cualquier motivo tiene que ver con Astoria?

— Porque me recuerdas a mí —simplemente dice, y Harry odia notar como los bordes de su tono se suavizan—, y yo sufro por Astoria, porque es una mujer grandiosa y francamente la mejor cosa que el mundo haya hecho, siempre positiva, siempre comprensiva, siempre altruista. Mierda. Deberían envidiarme. Solo haberla conocido es un honor.

Harry se muerde para decirle que no la envidia a ella. En cambio se encoge de hombros. Draco desgraciadamente lo entiende como que puede continuar hablando.

— Honestamente, Potter, no entiendo por qué podrías pasarla peor que yo si tu novia está francamente un poco loca en el fondo.

— Creo que me gusta la gente así —escupe.

Draco asiente con su cabeza.

— Es un progreso, si te gusta la basura tienes que aceptarlo antes de conseguir más. Así que, escúchame, esto te puede servir, así es como la sobrevivi...

Rueda sus ojos, pero Draco no ve eso.

Harry odia que hable de ella en este momento en el que siente como si el corazón se le hubiera metido en el bolsillo y no pudiera disimular una sola cosa ni por su vida. Jura que si habla su voz va a delatar la amargura que siente en este momento, y no solo por lo que Draco le ha hecho. De repente odia un poco a todos. A Astoria por no habérselo llevado con ella para que nunca volvieran a verse, a Ginny por haberle incitado a acercarse a Draco, a Ron por no haber culminado ese trabajo antes de tomar sus vacaciones y haber evitado el desarrollo de estos hechos. Excepto que en realidad no lo hace.

— Tengo mucho trabajo —se escucha a sí mismo interrumpiendo a Draco de lejos—. No creo poder ir a almorzar, ni aquí ni afuera. Lo siento. Es que es imposible para mí y... —Harry toma un respiro profundo cuando su voz comienza a perder su control— y lo siento. Lo siento. En serio lo hago.

— Oye, Potter, calma. De todas formas siempre me decepcionas —se contiene de no alejarse de la mano amistosa que Draco pone en su hombro— ¿Te traigo algo? No me cuesta nada, de todas formas voy a buscar algo aquí cerca antes de irme.

— En realidad no tengo hambre.

— Un elegido anoréxico —murmura Draco—, solo la suerte de mi mundo.

Sí, confirma Harry.

Solo su suerte.

Solo su estúpida y terrible suerte que siempre encuentra una manera de complicarle la vida cuando ya la creía resuelta.

O, mejor dicho, solo Draco Malfoy siendo el veneno de su vida aún con los años.

.

.

Paso 2: Quizás debería haber terminado el trabajo hace años.

o

Ira

 

Todo está mal.

El aire le entra por la garganta pero sus pulmones palpitan a un ritmo distinto y rechazan casi todo lo que entra a ellos, dejándolo vivir de apenas lo que se siente un suspiro mal dado. Vio esto en su entrenamiento Auror, hay un hechizo para deshacer el ahogo. El propio Neville se lo ofreció cuando terminando las horas de la tarde lo notó pálido y estático en su silla, mirando aparentemente a la nada.

Entonces Harry negó con su cabeza.

Esta no es su puta culpa así que no debería tener que hacer nada al respecto.

Quién debería ir y disculparse, suplicarle su perdón, es la pesadilla de su existencia.

"No merece que alguien más se ocupe de su desastre", dijo entonces a Neville, y él ladeó su cabeza buscando a Ron al otro lado del cubículo. Ambos lo miraron como si hubiera perdido la cabeza.

Podrían tener razón.

Su maletín golpea la silla en la entrada y Harry cierra la puerta con un clic. Se quita la corbata roja, se afloja el cuello de la camisa como si así pudiera respirar mejor y finalmente tira su abrigo grueso al suelo, el cual no cae en silencio. Un sonido tintineante y repetitivo llena el aparador cuando algo sale de la tela en el piso rodando por la fuerza.

Harry se queda helado, viendo a la cosa, al estupido muñeco de Nicolas Flamel con un mensaje todavía encima de su cabeza.

Sus dientes duelen de la presión que hace en su mandíbula, pero no puede evitarlo.

Esto no es culpa de Harry, al menos no por completo.

Entró a este desastre llamado lidiar con Draco Malfoy porque creyó que podrían funcionar más o menos como antes, enloqueciendo el uno al otro, siendo un motivo para que ambos se mantuvieran alerta. Una especie de cortejo a la muerte que no tenía que ser más que esto. Así que presionó a Draco, lo molestó, se burló como lo había hecho en su juventud, y si tuvo un error fue ser un poco más amable de lo que era necesario, ¿pero eso realmente es su error cuando Draco subió la apuesta y fue cinco veces más amable de lo que era la última vez que lo vio ese día abandonando la batalla de Hogwarts?

No, si las cosas cambiaron solo debería regresarlas al inicio sin culpa alguna, porque esto es culpa de Draco. No debe ser muy difícil.

De todas formas Draco siempre insiste en que no lo necesita, ¿no? Pues Harry tampoco necesita ni quiere nada de él.

La figura cruje cuando deja caer su pie sobre ella.

Retuerce la suela de su zapato, tratando de estropearlo por completo, pero los hechizos de mantenimiento son fuertes. Bueno, como sea, no es que valga la pena el esfuerzo. Lanza a la cosa lejos de una patada que da contra algo hueco. No le importa.

Sube las escaleras a grandes zancadas hasta su habitación. Nada está exento de su rabia. Manda a callar a todos los recuadros que tratan de darle consejos y cierra la primera puerta en la que cree ver los dedos de los pies de Kreacher curioseando en una esquina.

Al llegar a la habitación principal de la casa abre los cajones sin paciencia, revolviendo ropa, tirándola al suelo sin cuidado hasta que da con una pequeña rana construida por pequeños engranajes. Entrecierra sus ojos. Cuando volvió a su casa y la encontró en su bolsillo después de haber creído que era un objeto tenebroso pensó que Draco se estaba burlando de él. Debió haberle devuelto la crueldad de alguna forma en vez de conservarla.

Lanza a la rana a la chimenea apagada.

— Aportes de Paracelso a la alquimia moderna... —comienza a decir la rana.

Harry no lo duda.

— ¡Bombarda!

Los engranajes salen volando a los costados de la chimenea llenando el pequeño espacio de una cacofonía de titanio y ladrillo. Eso es peligroso, pero no le importa. Saca de sus rieles todos los cajones que encuentra entre la respiración agitada y la fea presión en su pecho que lo hace querer gritarle a alguien.

Encuentra el vestuario que Draco le prestó para la fiesta y que nunca la devolvió, la estúpida corbata roja que se siente como seda. Saca de uno de los bolsillos de sus pantalones el número del restaurante de comida china del que ordenó en su casa. Halla en su nochero los boletos al partido al que nunca fueron. No perdona nada, todo se va a la chimenea y estalla una y otra vez hasta que se dice que ha quedado satisfecho.

Pero es solo momentáneo. Siempre que termina de arruinar todo lo que tiene enfrente, el vacío vuelve y sus pulmones se niegan de nuevo a colaborar. Es su culpa. Toda su culpa. Draco debería estarla pasando mal, no él.

Kreacher golpea su puerta, y Harry le grita que se vaya en lo que camina en su dirección.

El pasillo está solo cuando abre, así que se permite bajar corriendo los escalones hasta la sala de estar. No tarda mucho en encontrar el juguete del demonio que todavía tiene esa frase tonta encima.

Lo desprecia.

— ¡Bombarda! ¡Bombarda! ¡Bombarda! —grita a través de la voz gastada por la resignación— ¡Bombarda!

Pero no le sale nada.

La magia en su interior se revuelve y se rebela obstinadamente. Lo único que logra es que el hechizo le salga una sola vez y vaya en la dirección equivocada, estropeando una mesa demasiado cerca a él y generando un escozor en el dorso del brazo en el que decide no pensar porque sigue gritando el hechizo.

A Harry le duele la garganta pero grita una y otra vez, hasta que le arde tanto la tráquea como el brazo chamuscado. Pero ya no sabe cómo sentirse mejor. Un sollozo ahogado pasa por su garganta. No es de tristeza, es de rabia, de injusticia. Ni siquiera llega a llorar, pero le duelen la nariz y los ojos como si lo hubiera hecho.

Porque no es justo. Esto no puede ser.

Abre la boca una vez más y no le sale nada.

Se siente horrible contra la tela del sillón así que se sienta en el suelo donde el frío refresca y se le permite reconocer que el dolor en su pecho se percibe capaz de acabarlo de adentro hacía afuera como una rata atrapada entre un balde y la llama.

Quiere vomitar.

Quiere romper más cosas.

Quiere que alguien le explique porque le duele más agarrar los pedazos destrozados del pequeño muñeco que el dorso de la mano que le quema con vehemencia.

¿Por qué tuvo que dificultar la vida perfecta que ha tratado de construir todos estos años?

¿Por qué tuvo que darle ese poder a Draco?

¿Por qué finalmente comienza a sentir sus ojos humedecerse cuando se da cuenta de que no consigue introducir la pierna de plástico en el muñequito?

No sabe porqué se queda hasta la madrugada tratando de arreglar el muñequito. No sabe porqué el pecho le duele cuando por un momento cree que no va a lograrlo.

No sabe porqué no se siente ni un poco mejor a la mañana siguiente ni a la que viene después de esa.

Ni siquiera tiene idea de cuando el enojo se vuelve desesperación.

Pero hay algo bueno en eso, y es que la motivación para solucionar las cosas nunca ha sido más fuerte que en ese momento, porque no puede imaginar su vida si no soluciona esto.

.

.

Paso 3: "Eh, cuidado, hay que hacer cuentas. Llevo con Ginny desde quinto año. En una relación duradera todos saben que uno mira a otro lado de vez en cuando y eso no cambia nada porque no es nada personal, solo se trata de frustración (mierda, este es un paso largo. Bueno, está bien, es el último)"

O

Negociación

 

Aquí también hay un par de asuntos.

Por ejemplo, que haya recibido coqueteos por doquier dado su estatus de héroe de la segunda guerra mágica de cientos de mujeres, cada una más hermosa o más lista o más graciosa o más sincera que la anterior. Entonces, cuando eso ha ocurrido, por lo general Ginny ha estado ahí para entrelazar posesivamente sus manos y preguntarle a la otra dama cuando sale de cuentas, solo para sembrar el caos.

Siempre le ha parecido bastante gracioso, por lo que el asunto suele terminar con Harry besándole la sien para despreocuparse.

Claro, algunas veces le ha ocurrido estando solo.

"Disculpa, tengo cinco tipos de sífilis y ya no escucho bien, ¿lo repites?" suele ser suficiente para que cualquiera tome su bebida y finja que tiene un asunto en otra parte.

Quizás ese es el problema, que ha despachado a toda esa gente en el minuto 0, pero a Draco lo ha dejado entrar por su corazón como si fuera su casa y estuviera decidido a remodelar todo por completo, hasta que se le fue la mano con la pintura y terminó cambiando cosas que Harry había decidido no cambiar desde hace años.

Se encoge en sí mismo en su propia cama. Ha dormido tan mal el día anterior y este no parece mejor.

Ha rebuscado en su cabeza una y otra vez por una explicación para el desastre del paso y lo único a lo que ha llegado es a que todo se debe a una extraña mezcla de frustración por los largos años comprometido y al error de haber dejado entrar muy profundo a una amenaza.

Podría haberle pasado con cualquiera.

Para comprobarlo cierra con fuerza sus ojos en la oscuridad y pone todo de sí mismo para imaginar caminos alternativos. Mandy, la novata del equipo de Ginny. Si la hubiera conocido en un bar oscuro después de un día agotador con algunos otros de sus compañeros muy ebrios para fijarse en lo que hacía, se imagina en esta misma posición: frustrado y solitario. Se imagina divirtiéndose con su personalidad difícil y dejándose invitar a su departamento.

Y... y no hay nada.

Es como recordar una película vieja que te pareció terrible y de la que solo recuerdas la mala sensación.

Quizás muy poco personal.

Cambia el enfoque y piensa en cómo habría sido si hubiera conocido, por ejemplo, a Astoria ese día cuando tocó la puerta de Draco y si se hubiera dejado encantar por la pareja para hacerse amigo de ambos.

Recuerda la única fotografía que Draco le ha mostrado de la mujer. Sus rasgos son redondeados y dulces, sus ojos son verdes, su cabello es castaño brillante con reflejos dorados bajo la luz del son y sus labios forman una sonrisa familiar. Se acuerda de todo lo que Draco ha dicho de ella y trata de decirse a sí mismo que esa admiración es la suya propia.

Se imagina que ese día en La Madriguera salió con ella y no con Draco a buscar a sus amigos. Se imagina que le toma de la mano y comete un error garrafal, pero al menos más fácil de explicar que el que casi cometió con Draco.

Esta vez descubre que hay algo palpitando dentro suyo: el disfrute.

Porque así le quitaría la cara nostálgica de la cara a Draco cuando la recordara.

Harry se cubre la cara con una de sus almohadas a punto de gritar de frustración.

¿¡Qué más quieres de él, mundo!? ¿¡Que haga una prueba en toda la regla de la palabra!? ¿¡Que se levante y salga a pescar algo como nunca ha hecho!? ¡Sigue dándose un tiempo con Ginny así que no es incorrecto y ganas no le faltan!

Bien. Se levanta de su cama con toda la motivación del mundo. Se cambia a lo último que recuerda que Ginny le dijo que lo hacía ver guapo, se peina a conciencia para variar, se arma con su mejor colonia.

Se dice a sí mismo que puede hacerlo a cada paso que enfila al club al final de la calle.

No siente náuseas. No quiere regresar. Está seguro de lo que hace. Lo está. ¡Lo está!

Abre la puerta y promete que va a dejar de pensar.

El club es como cualquier otro club y la barra es como cualquier otra. Harry pide una bebida sin pensar mucho en ello, pero reprime una mueca de dolor ante el ruido de los parlantes taladrando la cabeza con temas muggles. Nunca es buena idea salir a coquetear con no-magos, pero, a la vez, es la mejor manera de decirse a sí mismo que nada de lo que haga aquí va a tener repercusiones reales cuando gritando sobre la música una chica con demasiados vasos vacíos frente a ella en la silla a su lado le pregunta si quiere bailar.

Agradece que no espere una respuesta de él. Asiente con su cabeza y deja que ella guíe el camino. Mira sus caderas contoneándose con quizás demasiado brío, piensa en cómo, aún en este lugar repleto con el aroma a no-magia (o mejor dicho, a la falta del aroma al que está acostumbrado), ella resalta un poco menos que el resto. Tan normal. Tan aburrida. Pero es la mejor opción.

La detiene a mitad del camino y le indica que pueden quedarse aquí entre los montones de personas bailando, tampoco es necesario ir a un lugar más privado. Ella se encoge de hombros y le indica donde poner las manos.

Harry tiene que hacer un gran esfuerzo por no quitarlas como si quemara.

Se obliga a seguir adelante tratando de balancearse a su ritmo, aunque tiene el presentimiento de que se ve como un simio. Puede hacer esto. Puede llevarlo hasta el final, solo debe dejar a alguien entrar un poco más profundo como hizo Draco, eso es todo, y está chica es perfecta para eso.

Así cuando se casen nunca va a tener que decirle incómodamente a Ginny que conoce a una chica al otro lado de la habitación con la que se enrolló aquí, y tampoco tendrá que lidiar con el gesto de superioridad de Draco cuando deba confesarselo en una de sus fiestas snob.

Harry pierde un paso en la pista. Le gusta engañarse a sí mismo y pensar que está es la primera vez desde que entró aquí que piensa en él, pero la negación ya la superó."¿Ella?" él diría, "¿Un simio con vestido es suficiente reemplazo para mí?" le tomaría del hombro para obligarlo a oír susurro confidente, y Harry felizmente se dejaría manipular por él, "me das pena", y soplaría a su oído para generarle un golpe de nervios.

Me das pena, repite en su cabeza, y ya comienza a tener menos problemas con dejar que ella le toque.

"No es culpa de nadie más que tuya", tendría que responderle Harry.

"¿Mía? ¿Estás seguro?", se mofaría este Draco en su oreja por encima del ruido, sus manos en sus hombros para llamar su atención y su tono siempre desinteresado en su elocuente boca, lo molestaría incluso mientras Harry tocará a esta desconocida y luego le respondería: "Pues, si es mi culpa, solo imagina cómo estarías si realmente hubiera hecho algo para alentarte. Eres solo patético, Potter".

Cuando cierra los ojos se permite dejar que ella le de un corto beso. Se siente tan bien como cualquier otro, así que atrapa el mentón de ella y profundiza, que para eso ella lo ha sacado a la pista.

La siente derretirse en sus manos ante el gusto que da la ignorancia de no saber a quién estás dejando avanzar, y él la sostiene y la guía para que no pierda el paso en el beso con sabor a margarita que ahora comparten en sus bocas. Harry toma todo lo que puede. Se siente bien aquí llevando el ritmo y subiendo la velocidad. Duda que ella quiera dulzura aquí. Pero, cuando intenta morder, ella apenas consigue arreglárselas con su torpeza.

Es tan inexperta. Debe ser su primera vez haciendo esto con un desconocido.

Entonces Harry la separa de sí mismo, totalmente incómodo y, peor aún, molesto.

Draco no le devolvería el beso como si no lo conociera. Draco no se dejaría manejar. Draco soltaría un resoplido lleno de orgullo y le enseñaría cómo hacerlo.

Harry cierra sus ojos nuevamente y presiona su frente contra la de ella.

Siente tanto asco de solo tocarla.

Pero no puede soportar la idea de quedarse con la piel fría por la soledad mientras piensa en él.

.

.

Paso 4: La primera derrota de Harry Potter en mucho tiempo

O

Depresión

 

¿Cómo pudo un huérfano, sin un solo aliado que lo hubiera criado, abandonado por la suerte, convertirse en el mayor héroe del siglo antes de siquiera haberse graduado?

La respuesta corta es que muchos confiaban en su causa incluso antes de que él mismo la conociera.

Pero la respuesta larga, la que no dice nunca por sí mismo porque es demasiado personal y franca para gritarla a los cuatro vientos, es que ni una sola vez se paró a pensar en lo que estaba haciendo. Si lo hubiera hecho podría haberse acobardado porque era solo un niño encantado con la nueva vida que le habían mostrado y que no deseaba morir. Así que no pensó sino que actuó, siguió órdenes, peleó. La ignorancia era valentía y él todavía no sabía en ese entonces que tantos peligros iba a encontrar por simplemente hacer lo que sonaba correcto.

Solo que la ignorancia eventualmente se acaba cuando la usas como escudo una y otra vez.

Lo supo cuando volvió a esa arena en festejos con el cadáver de Cedric consigo, que finalmente iba a tener que pensar en lo que estaba ocurriendo.

Y estaba aterrado.

No recuerda haberlo dicho nunca, porque nadie le pregunta eso al elegido, así que era su pequeño secreto: que no quería morir. Que no quería que nadie que conocía tuviera ese destino o que las manos le temblaban siempre antes de lanzar un Protego, o que no quería arriesgar a sus leales amigos, pero que tampoco quería morir él mismo y ellos eran sus mejores armas contra el mundo entero.

Ahora, aunque todo se encuentra en una escala mucho más pequeña y menos importante a nivel mundial, Harry Potter junta sus manos y las presiona contra su frente mientras piensa en cómo pelear con el problema actual. Tiene sus ojos cerrados y se ha quitado los lentes. Solo está pensando. Enfrentado lo que está ocurriendo y sobreviviendo a la batalla interna como un campeón.

No, que haya estado a punto de besar a Draco, que se haya dado cuenta de que no basta con distraerse, que simple y llanamente haya aceptado que esto ha llegado a un nivel que se le sale de las manos, no cambiará el rumbo del mundo, pero sin duda lo hace sentir igual de descolocado y asustado que cuando desvió el primer Avada Kedavra.

Y ese es el kit del asunto: que está aterrado de nuevo.

Porque este no es él.

El hombre que voltea la mirada en la calle cuando ya tiene una hermosa novia con la que espera casarse no es él.

El hombre que después de voltear en la calle no puede regresar la vista al frente, el hombre que besa a una mujer deseando que fuera otra persona no es él, el hombre que recuerda la voz cantarina y burlesca de su amigo y siente que una cuerda invisible lo incita a salir a buscarlo no es él, y, finalmente, el hombre que se rinde en poder superarlo con facilidad, no es él.

Está fuera de su zona de confort y no sabe qué hacer.

¿Qué más le diría Ginny? Que lo conoce mejor que nadie y que no es gay, así que no hay motivos para sufrir por esto. Ella le dirá que no sea tonto, que con tal de que quiera llegar hasta el final con ella está bien. Que se dieron un tiempo para tomar esa decisión.

Harry toma aire como si no le alcanzara el oxígeno que hay en el cuarto y apoya el mentón en sus manos juntas.

Ella se reiría porque siquiera se lo tome tan en serio, le diría que a diferencia de él, ella sí que beso a uno que otro de sus amigos y luego se dio cuenta de había confundido los sentimientos de admiración con atracción. Ella le diría que es natural, y él se sentiría, solo quizás, peor de lo que ya se siente, porque sabe que nada de eso es lo mismo.

— ¿Alguna vez supiste que no merecías a Astoria? —susurra Harry a un nivel que esperaría que Draco no escuchara.

Pero él lo hace. Coloca sobre su plato de nuevo los cubiertos con los cuales estuvo sacando camarones dinamita de la caja y lo mira con sus profundos y francamente fascinantes ojos grises como metal fundido.

Draco no tiene idea de que él es el motivo por el cual hace esta pregunta. No ayuda que Harry haya ido a comer con él como si nada estos últimos días, fingiendo que solo está muy triste para hablar al respecto cuando Draco pregunta (no es una actuación muy difícil de lograr).

En parte sabe que debería dejar de verlo, pero ha sido menos digno que un drogadicto corriendo por su dosis siempre que le llega una carta con la letra de Draco.

Harry recoge sus lentes de la mesa y se los coloca para ver la expresión ilegible de Draco.

— Tampoco sé como tú toleras verme —Harry se encoge de hombros.

Draco forma una mueca finalmente.

— Correcto, este no eres tú. ¿Dónde está ese ego del elegido que te impide sentir autodesprecio?

— Ya no soy elegido.

Draco alza sus palmas exasperadamente y las golpea contra la mesa.

— Me lo cambiaron, eso es todo.

— Quizás lo hicieron. No me he sentido como yo mismo en mucho tiempo —admite, y ve a Draco cruzarse de brazos solo esperando a que siga con esto—. Creo que por fin sé lo que es sentirse derrotado.

— ¿A razón de qué?

— Nada importante. Eso es lo peor.

— Mi depresión y yo, yo y mi depresión —se burla Draco en tono plano—, y mi pena y mi pena y mi pena. Es todo lo que escucho. Componte, Harry, eres mucho mejor que esto.

Harry de hecho suspira de dolor.

— Odio que me llames por mi nombre.

Excepto que no lo hace. No realmente.

Draco suspira con aún más dolor que Harry, lo que le hace preguntarse qué imagen tan patética da. De todas formas, no puede dar una tan mala porque Draco se endereza sobre la mesa para tomar varias de las cajas entre ellos y comenzar a vaciar parte de su contenido en el plato perfectamente limpio de Harry.

Hace una mueca. En verdad no quiere comer nada de eso. Tiene más ganas de la comida casera que hacen los utensilios de cocina de Draco hechizados con sus propias órdenes, pero cuando llegó Draco ya había pedido.

"Dicen que van a donde sea que vivas", informó Draco en su tipo especial de emoción, "¡y no tienen ni escobas! ¿cómo lo hacen?".

"En motocicletas o bicicletas".

"¿Qué cosa, 'cleta'?".

En realidad sigue sorprendido de que haya podido usar el teléfono que Harry le instaló, jurandole que un día podría serle útil.

No lo había usado hasta hoy, ni siquiera para llamar a Harry.

— Escuchame, Potter —empieza Draco mientras se detiene antes de ponerle camarones dinamita. Sus labios se fruncen, su rostro se enfría. Lentamente, echa dos camarones más a su propio plato y el resto se lo deja a Harry—. Está muy mal engañar a Ginevra, si eso es lo que hiciste.

— Jamás —devuelve Harry al instante—. Yo no engaño.

— ¿Entonces de qué sufres sobre que no eres digno de ella?

— No lo entenderías. Cosas de gente a la que su pareja no los abandona apenas puede —cuando un pisotón le llega por debajo de la mesa, Harry sonríe y come uno de los camarones dinamita—. Perdona. Esto es lo único que medio me alegra estos días.

— Pura mierda.

— No hables así de ti mismo por favor.

— ¡Potter!

— ¡Malfoy! —replica plenamente— ¿Qué decías?

Draco aprieta tanto su mandíbula que Harry jura que rechina.

Entonces, lo apunta con su tenedor.

— Voy a decir algo sin importancia y luego volveremos a lo importante: a mí callando esa boca llena de mierda.

— El programa habitual y mi favorito.

— Ponme atención, Potter —retoma Draco muy seriamente, y Harry siente como su propia tristeza mengua. Asiente con su cabeza—. Nunca, y te lo repito, nunca merecí a Astoria. Ella es hermosa, lista, altruista, y está llena de vida y positividad como si todo lo que le quitara su maldición se lo devolviera en alegría. Porque todavía la amo, aunque no como pareja, eso nunca cambiará.

— Aunque te dejó —medio se burla Harry.

Draco sacude su cabeza.

— Tal vez el tonto fui yo por no irme con ella. Como si tuviera algo por lo que quedarme aquí. Pero lo que quiero decir es que nunca la engañe, probablemente no hice lo que sea que a ti te carcome la conciencia, pero no la merecía aún así, porque ella era la maldita Astoria Greengrass con toda una vida de superación, y cuando yo hablaba de mi propia vida sólo podía hablar de lo divertido que era molestarte en Hogwarts.

— Sal de closet, Malfoy.

Draco finge no oirlo. En cambio, se endereza y afirma:

— Así que me esforce cada día por estar a su altura. Me opuse a mis padres como no hice una sola vez en mi vida antes, me atreví a arriesgarme a morir de hambre al pedir una herencia adelantada que no me iba a dar para vivir sin trabajar por más de algunos pocos años, y, luego, fui un adulto y la deje ir sin pedirle promesas. No sé si llegue a merecerla alguna vez, nunca lo sabré, pero sé que ella me hizo mejor persona y que haberla conocido me seguirá haciendo mejor.

— No tan mejor persona como para no hacerme la vida imposible.

— Tengo que estar muerto para no hacerte pasarla mal.

— Pues todavía tengo más efecto que ella, ¿no?

— Potter —regaña Draco, y Harry alza sus manos como si estuviera rindiéndose. Draco suspira una vez más—. Nunca la merecí, ese es el puto, pero nunca deje de tratar de hacerlo, igual que tú deberías hacer con Ginevra porque, seamos muy francos, ella puede volver tus mocos en murcielagos y alcanzar una Snitch solo sintiendo la dirección del viento, mientras tú... ¿qué puedes hacer tú?

— ¿Salvar al mundo mágico?

— Ay, ajá, hasta mi madre ayudó para eso. ¡Tú no puedes hacer nada impresionante por tu cuenta! ¡Aprende a conocer tu lugar! —Draco se ha enderezado en su silla, de modo que ahora puede alcanzar a presionar la punta roma de su tenedor contra el centro del pecho de Harry— No sé que hayas hecho, pero esfuérzate porque valga la pena perdonarte y si no basta con el esfuerzo de un día hazlo por toda la vida. Sé que yo haría eso si estuviera enamorado. Es lo mínimo que intentas.

Harry forma una mueca.

— Solo estuviste enamorado una vez, no puedes saber cómo funciona en los suficientes casos.

Claro que Harry solo lo ha estado dos veces con certeza: Ginny y Cho. Supone que tres si cuenta esto, pero no cree que cuente como tal. Apenas la mitad de las veces quiere besarlo y ser suave, la otra mitad solo quiere golpearlo y obligarlo a quedarse para discutir o para... para lo que sea que quiera hacer Draco, Harry estará dispuesto siempre.

No cree que sea lo mismo.

Sin embargo, toda la tranquilidad con la que se dejó sumir en sus pensamientos es desgarrada desde la raíz como si nada cuando Draco comenta:

— Nunca dije que hubiera sido una sola vez.

Un instante pasa.

Las estatuas se restriegan en el suelo para rascar sus espaldas, el calor de las cajas no deja de salir entre ellos, como si quisiera poner una cortina en medio.

Harry parpadea, todavía digiriendo.

Tiene que decir algo, supone.

Algo impresionante.

— ¿Ah? —inteligentemente dice.

Eso rompe el hechizo helado que se había cernido. Draco toma algo más de fideos y simplemente hace un gesto con su mano para distraer el tema.

— Oh, no, no me hagas ese gesto con la mano. ¡Draco! ¿Por qué yo no sabía de eso? —demanda Harry.

Draco frunce sus cejas.

— ¿Por qué no éramos amigos en ese entonces?

— ¿Fue en Hogwarts? —entiende Harry— ¿Hablas de que fue en Hogwarts? ¿En serio?

— ¿Qué importa?

— ¡Mucho!

— Te detienes en las cosas más tontas... —murmura Draco. Se come un camarón dinamita— muestra ese interés con Ginevra.

Espera. Ginny, es verdad.

Toda la emoción de Harry es rápidamente drenada y regresa a ponerse recto contra su espaldar.

Abre la boca. No le sale nada.

Se relame los labios en un segundo intento y, finalmente, en voz muy calma para ser suya, confiesa:

— ¿Y si he cometido un error imperdonable?

Draco ni siquiera alza su vista de la caja de fideos.

— ¿No estaban dandose un tiempo? Todo vale cuando te das un tiempo.

— Podría ser algo que no se solucione cuando volvamos —dice Harry, y, Merlin, es liberador.

Lo ha dicho y nada se ha desbaratado físicamente frente a sí, su vida no se ha caído a pedazos. La boca finalmente deja de saberle a sequedad. La paz de haber sacado eso que le envenenaba el corazón, así sea parcialmente, lo ayuda a que sea un poco menos difícil respirar como lo ha estado siendo desde que casi rompió sin vuelta atrás el muñequito de Nicolas Flamel.

— Seguro se puede solucionar —responde Draco pacíficamente.

Un nudo se apelmaza en la garganta de Harry, y no le impide respirar, pero sí lo hace sentir indefenso. Porque se le ocurre una forma infalible: la distancia.

Pero aquí hay otro asunto.

Que, efectivamente, no hay nada que la distancia no mate.

¿Qué hará si la distancia asesina todo sentimiento que tiene por Draco, incluidos los buenos? ¿Realmente podría permitir que eso ocurriera y darse cuenta una mañana de que no ha visto a Draco en años, no sabe que ha sido de él ni quiere saber, y simple y sencillamente entender que un día lo abandonó sin previo aviso por sentimientos totalmente innecesarios?

Porque Draco sigue siendo su amigo y Harry mataría por sus amigos incluso si quiere besarlos y reclamarlos para él mismo como un bochornoso hombre de las cavernas.

— No estoy dispuesto a tanto para solucionarlo.

— ¿Ni por Ginevra? —pregunta Draco.

— Quizás no.

— Pero la amas.

Parte del corazón de Harry se suaviza.

— Ella es la indicada, claro que la adoro.

— Amas la vida que tendrás cuando se casen.

— Es por lo que peleé para ganar la guerra.

— Entonces, ¿cuál sería el problema?

Ah, la gran pregunta.

¿Debería dar la gran respuesta?

Observa la forma en la que Draco junta sus manos para apoyar su mentón mientras espera una contestación, la manera en la que la ventana le echa el cabello hacía la izquierda porque hace mucho calor para cerrarla, la forma en la que sus labios se tuercen en un rizo de curiosidad. Luego, imagina cómo sería perder todo eso, y el nudo en su garganta encuentra un hogar sobre su estómago, justo donde nace el miedo, y se extiende como si este fuera a ser su hogar de ahora en adelante, por siempre y para siempre. Por un momento le parece perfectamente posible sentirse así cada día de su vida después de tomar la decisión correcta: superarlo.

Tomar valor ahora es de las cosas más difíciles que ha hecho en su vida.

— ¿Y si uno de los efectos colaterales de solucionar mi problema fuera no verte por mucho tiempo?

Draco ladea su cabeza.

— ¿Qué tipo de problema? ¿Acaso ella te puso un ultimátum sobre mí?

— Es una pregunta hipotética.

— No creo...

— Draco —pide/suplica Harry—. Por favor.

Esas cejas rubias casi se tocan en su ceño cerrado.

Lentamente, asiente con su cabeza.

— Podríamos intercambiar cartas.

— No, no podríamos.

— Tenemos los muñequitos de Nicolas y tuyo. No he retirado el hechizo.

— Seguramente tendría que guardarlo.

Draco realmente frunce sus labios.

— ¿Vas a matar a toda mi familia o qué?

— No sería nada personal —Harry desplaza sus ojos por la mesa atiborrada—. Esto es una mierda.

— Agh, ¿por qué eres tan extremista? —reclama Draco. Cuando Harry vuelve a mirarlo, se encuentra de que ahora se ve completa y absolutamente enojado— Está bien, no nos veamos en cinco años. En diez si quieres. No importa. Toca mi puerta cuando todo se haya solucionado y la abriré. Va a ser incómodo como la mierda, pero seguro nos toma como media hora encontrar por qué pelear de nuevo —Draco toma un camarón dinamita de su plato. Lo deja en el de Harry—. De todas formas creo que algunas cosas no cambian —sus ojos grises se alzan—. ¿No lo crees tú?

— Me gustaría creer que no.

Draco asiente con su cabeza.

— Pues tienes tu respuesta. Solo, no sé, avisame para saber cuando no volver a molestarte. Tengo una reputación que mantener y ser ignorado por el elegido podría darme un golpe de muerte.

— ¿En serio estás bien con esto?

— ¡Pues claro!

Harry ajusta sus labios en una línea recta. Eso está bien.

Mucho más que bien.

¿Así que por qué el nudo no se ha ido de su centro?

— ¿Crees que valdría la pena? Dimelo honestamente —pide Harry—. Haré lo que digas.

Visiblemente, Draco tropieza con sus propias palabras.

— ¿Qué importa lo que yo diga? ¿No es más importante Ginevra?

Debería, pero no lo hace.

Él solo no puede responder.

Eventualmente, Draco termina de masticar su último bocado y, como si nada, concluye esta conversación de tajo:

— Creo que valdría la pena.

Harry jura que así debe sentirse que te caiga un bloque de plomo en cima.

— ¿Así de fácil? —en un hilito de voz pregunta Harry.

— Sí.

¿De verdad?

— ¿En serio? ¿Estás totalmente seguro?

Di que no. Di que no. Di que no.

— Sí —concluye Draco, y cada milímetro de él es seguridad—. Creo que pensaste que podría responder distinto porque no recuerdas una sola ocasión en la que te haya recomendado la mejor respuesta para tu propia vida, pero ya no soy esa persona. He crecido. He agradecido haber llegado tan lejos. Me he hecho tu amigo —por un instante Harry creyó ver una sonrisa ahí, pero se fue antes de poder estar seguro—. No vuelvas a verme en tu vida si significa que vas a seguir siendo molestamente feliz y, cuando todo esté mejor, cuentame como te fue, así sea en algunos meses o en muchos años, yo te voy a volver a detestar sin importar el tiempo que pase.

A continuación Draco le cede otro camarón dinamita, pero Harry no podría tragar nada ni aunque su vida dependiera de eso.

— Perdona. Es mi culpa.

— Entonces hazte cargo.

— Nunca habría elegido esta opción por mí mismo.

— Por eso la elegí por ti —replica Draco—. De todas formas, ¿cuál era la alternativa? ¿sufrir por el resto de tu vida al desobedecer al ultimátum de tu esposa?

— No es... —Harry cierra sus labios— supongo que sí.

— Es insostenible.

— Lo sé.

— Está es la decisión correcta.

Harry cierra sus ojos y se obliga a no dejar que su voz caiga en señal de dolor.

— Lo sé.

— Pues termina tú comida y luego haz algo al respecto. Sé un hombre, Potter.

Draco lo dice como si nada. Parece que no le pesa en absoluto. Solo hace que sea más significativo que notar sus manos tiemblan en los cubiertos y que mira hacía el plato más tiempo del que es necesario, solo por no mirarlo y hacerle esto más difícil.

Esto es un desastre. Haría de todo para poder volver en el tiempo y remediarlo. Está harto de perder. De ser derrotado. Pensó que ya no lo viviría después de ganar la guerra.

— Tienes que recordar que te quiero más de lo que una vez imaginé —pide Harry tan sinceramente como puede sin decir lo que verdaderamente siente. Él no necesita saber cual es el real problema de esto.

Draco se ríe. Es un sonido estrangulado.

— Sal del closet, Potter.

Sí, piensa, eso voy a hacer.

Solo que no contigo.

.

.

Paso 5: La verdad y el tiempo todo lo curan.

¿Verdad?

o

La aceptación

 

Chapter 14: El titulo que le pondría Harry Potter a este capítulo es muy lastimero, así que se le preguntó a Draco cómo le pondría, el cual decidió llamarle: Batalla de rap. Temática: "Divorcio" Y luego hizo un beatbox.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tomar decisiones como el elegido en realidad era muy fácil.

Siempre era como si el mundo lo pusiera al filo de dos abismos por el simple ocio de verlo sufrir un poco. De un lado iba a caer, y bueno, del otro lado también iba a golpearse fuerte contra el suelo, pero estaba claro a todas luces que esa caída era la correcta.

Simplemente no era difícil.

Y como la caída era tan profunda que no se podía escalar de nuevo a la pared para tomar otra decisión, entonces solo le quedaba continuar en el camino que eligió. La verdad es que eso siempre le pareció fantástico. Después de todo, Harry es una persona que, entre muchas de sus cualidades, es indudablemente terco como una mula.

Así que estuvo bien una y otra vez.

Por ejemplo, cuando decidió que era la idea más brillante del mundo ir a buscar la piedra filosofal para evitar los planes de Snape (spoiler: todo en ese enunciado estuvo un poco muy equivocado), claro que tuvo una muy pequeña duda en el momento que el profesor Quirrell resultó ser dos calvos por el precio de uno solo, pero oye, el camino estaba algo así como totalmente cerrado y volver sobre sus pasos no era posible. ¿Quería pelear? Pues vaya que lo hizo hasta el final.

Y al año siguiente, cuando un supuesto heredero asesino apareció petrificando a la gente, fue muy natural para él decidir pelear (de nuevo) porque igual ya le habían inflado el ego entonces y está vez tenía a Dumbledore de su lado para ayudarlo en el momento crucial... oh, no, disculpa, eso que te acaba de contar es una completa mentira porque aparentemente nunca hay tiempo de llamar a un maestro ¡Nunca! ¡Y cuando lo hay solo Snape está disponible! Así que obviamente también tuvo que pelear hasta el final en esa ocasión.

Esas dos anécdotas básicamente resumen todas sus decisiones: paso 1) Cree que el panorama lo amerita así que toma una decisión. 2) Aparentemente esta decisión lo ha llevado a una muerte segura. Vaya. Siempre es una sorpresa. 3) Ay, no, que penita, se murió alguien entre hoy y los últimos cuarenta años... 4) ¡El muerto al pozo y el vivo al gozo! ¡Harry ha sobrevivido ¡Ajua! ¡Traigan las cervezas de mantequilla! ¡Quitenle la copa de las casas a Slytherin! ¡¡Despeluquense!! 4) Se repite.

Pero, en fin, este es el asunto: Sí, Harry Potter es muy bueno en las decisiones definitivas, pero es solo porque únicamente aprendió a tomar esas, y sí, es bueno llevándolas a cabo, pero es porque en realidad nunca hay forma de regresar sobre sus pasos.

Imaginó que después de vivir así por tanto tiempo los dramas de la vida cotidiana le gustarían. El típico "¿Pido disculpas a mi padre y todo se soluciona entre nosotros, o mantengo mi punto porque creo en lo correcto?", "¿Dejo de hablar con ese amigo con el que ya no me entiendo y arruinó las parrilladas de los sábados o finjo que todo está bien?", o "¿Le digo a mi novia de la carta romántica que me dio mi compañera de trabajo o solo la quemó y sigo como va todo?".

Ha estado tomando algo así como ese tipo de decisiones desde que por fin empezó a trabajar y su vida tomó rumbo. Ha descubierto que es aburrido, quizás porque no suelen importarle mucho. Sus amigos son Ron, Hermione, Neville, y Luna cuando viene al país, solo a ellos les debe lealtad. Su futura esposa es Ginny, no le cuenta todo, pero es porque sabe que da completamente igual cuando son el futuro del otro. Su familia son los Weasley, no necesita ni siquiera hablar porque ya lo consideran uno más.

Y al resto de personas que no son ellos solo las despacha si se le pega en gana.

Funciona perfecto.

Él tiene que asegurarse de que funcione perfecto, porque si ya hizo lo que tenía que hacer con las decisiones difíciles, ¿cómo le van a ganar las simples y tontas que tiene todo el mundo que no es el elegido?

Todavía peor: ¿cómo le va a ganar una decisión que Draco le hizo el favor de tomar por él?

Simplemente no puede perder por primera vez en su vida contra una decisión ya tomada. No con esta.

Así que tiene que asegurarse de que, al igual que en toda su infancia y adolescencia, es imposible volver en sus pasos y cambiar su elección.

Y, sí, quizás lo extrañe por un rato hasta que lo supere, pero lo hará sin importar lo que duela. Esto no va a matarlo. No puede hacerlo.

Porque esta es la opción correcta y lo que sigue, por ende, es simplemente hacer que no haya ningún punto de retorno válido.

El suelo de grava cruje bajo su peso cuando Aparece frente al piso de Ginny. Cuando ella le dijo que quería algo de espacio para sí misma y que deseaba mudarse Harry no la entendió, cuando vivir con los Weasley parecía tan fascinante, así que apenas la alentó, esperando que eso hiciera algún cambio en su decisión. El resultado fue el que siempre ocurre cuando dice más bien poco, que Ginny igual hizo lo que quiso y luego lo invitó felizmente a que viera el lugar.

A Harry prácticamente le dolió admitir que el lugar era tan hermoso como ella le aseguró. Era pequeño pues era uno entre cuatro dúplex juntos que compartían jardín y también un sótano. Todo se escucharía si no fuera por los encantamientos en las paredes, pero tenía una gran vista y una habitación vacía en la que Ginny había colocado todos su premios y enmarcado todos los uniformes que su equipo había ido cambiado con el tiempo además de, por supuesto, sus escobas favoritas: desde la que usa para entrenar con él cuando tienen vacaciones, hasta la más rápida que guarda en casa en lugar de en los vestuarios con las demás.

Solo un par de semanas después de su mudanza el lugar olía a su propia loción, los trastes se lavaban solos en el orden favorito de Ginny y el lugar se sentía como un pequeño hogar de tercer orden. Para el mes siguiente, Harry se sentía cómodo y acogido en él.

Pero hoy apenas puede controlar las náuseas y la incomodidad en el cuello. Se siente mal, erróneo, culpable. Tiene que recordarse porqué hace esto a cada paso y que ya ha excedido el plazo máximo que se dió para hacer esto desde que salió de la casa de Draco en la tarde.

Ha usado el tiempo en medio de eso a la ya entrada noche para conseguir valor, pero de alguna manera solo ha logrado sentirse físicamente peor. Quizás esté enfermo, porque nada explica la forma en la que le arde la garganta con furia, como si esto equivaliera a enfrentar a Bellatrix Lestrange.

Apenas abre la puerta con su llave lo primero que hace es buscar un vaso y algo de agua para empujar lo que sea que tiene atascado. No sirve de nada.

Sabe que Ginny se ha levantado más por sus pasos que por su propia voz usando un Lumos.

— ¿Harry? —la voz dulce de ella lo recibe con una exhalación de gratitud— ¡Harry! ¡No puedes entrar como si fueras un ladrón!

— Quizás te demuestro porqué no hay que tirar a matar al primer ruido que escuchas —en tono bajo responde Harry, más costumbre que corazón.

Ginny se ríe de su tonta respuesta antes de encender las luces del piso. Toma entonces el mentón de Harry y lo jala hacía abajo para darle un beso en la mejilla rasposa.

Él se tensa, pero ella no se da cuenta.

— ¿Sabes que no deberías estar aquí? ¿No si somos solo tú y yo? Más te vale que estés aquí porque me extrañaste tanto que vale la pena romper tus propias reglas.

Ginny camina sin titubeos hacía la cocina preguntándole si quiere un té o algo. Eso sí, no hay café, porque mañana tiene entreno muy temprano y si toma algo tardará en dormirse. Al aclarar eso, Ginny comienza a sacar los vasos y a mover la varita para que la tetera haga su trabajo.

Harry se apoya en la encimera, viendo su cabello desordenado tan rebelde como siempre. Este se balancea plácidamente sobre la camisa un par de tallas más grandes cubriendole desde los hombros a medio muslo, donde una pantaloneta sencilla cubre lo que resta de la piel. Estaba a punto de dormir, seguro sin manta porque es una especie de psicópata que no necesita cubrirse para dormir. Fuera de ese detalle, no podría verla y sentirla menos indefensa.

Odia imaginar que va a arruinarle la noche despreocupada con algo como esto. No es justo. Ninguna mujer recibe a su novio esperando esto.

El nudo en su garganta arde, y Harry se encorva en la encimera tratando de encontrar el valor que parece haberlo abandonado.

Tiene que hacer esto. Tiene que hacer esto.

No sabe cuanto tarda en darse cuenta de que ya nadie está diciendo nada.

Ginny lo observa frunciendo su nariz con las manos alrededor de una taza de porcelana que deja con un tintineo en el fregadero detrás de ella. Cierra el espacio entre ellos con sus pies descalzos y sus manos toman su rostro para dirigirlo al suyo propio. Está vez su tacto no se rompe.

— ¿Harry? ¿Está todo bien? ¿Alguien hizo algo?

No. Pero debería tranquilizarla. No es nada.

Excepto que, ¿no vino aquí a ser dolorosamente honesto? ¿no está listo para desangrarse?

Harry toma aire, y se obliga a dejar salir aunque sea la respuesta a su pregunta.

— El problema no es nadie más.

— ¿El problema soy yo?

— Jamás.

— Entonces no veo porque no podrías hablar conmigo.

— Eso es complicado —sucintamente dice Harry.

Ginny se relame los labios, sus ojos castaños buscan obsesivamente en el techo y en el espacio tras de Harry por una forma de hacer esto, tan dulce ella que ha vivido por años lo difícil que es iniciar conversaciones difíciles con Harry o, peor, sacarle una derrota.

— ¿De dónde vienes?

— De mi casa —admite Harry, agradecido por algo que puede responder sin culpa—, antes de eso estuve en lo de Draco.

— ¿De nuevo dijo algo de los nombres para nuestros hijos?

— No.

Ginny desliza sus manos de su rostro a sus hombros. Harry se sacude su tacto, queriendo huir de él, pero ella se mantiene firme como un ancla.

— Harry —Ginny súplica. Mierda. Ella nunca súplica—. Por favor. Empiezas a preocuparme.

Se pone rígido en los hombros que ella le toca posesivamente.

— ¿Harry?

— Estoy pensando.

— No, no pienses, dimelo.

Ver sus ojos castaños duele. Harry aparta la vista, tratando de huir de está habitación a un lugar mejor.

— Hay algo de lo que no estoy orgulloso —de forma lenta y pesadumbre dice Harry—. Al respecto de alguien, y he estado pasando tiempo con esa persona. No sabía... ahora sé que no estuvo bien y me arrepiento.

La respiración de ella se engancha en la garganta.

Y por algún motivo Harry es ahora el que llena el silencio de ella. Continúa en tono calmo:

— Conozco los términos de esto: hacemos lo que queramos hasta que termine el tiempo y luego no tenemos que hablar en absoluto con el otro de lo que hicimos. Queda borrado. No hay nada que perdonar porque no hay ningún tipo de compromiso por estos seis meses, y por lo tanto nada que conocer —Harry siente que las manos de ella le queman. Tiene que arrancarlas de encima sin consideración—. Pero yo necesito hablar de esto contigo, Ginny, porque no necesito más tiempo. Sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo y no podré hacerlo sintiéndome culpable ni tampoco podré hacerlo si no confío en mí.

El silencio cae más fuerte que ningún hechizo. Lo único que se escucha son las ramas peladas golpeando el vidrio.

— Está bien —Ginny dice, con su voz más fría de lo que nunca ha sido. Harry no está sorprendido, la conoce. Esta es una mujer fuerte. No es alguien que llora en algo así, es más bien alguien que cobra gota a gota derramada de su sangre—. ¿Desde hace cuanto te acuestas con ella?

El agarre de Harry en la encimera se vuelve más apretado.

— No puedo creer que insinues tal cosa. Yo nunca te haría eso.

— ¿No te acostaste con ella?

— Por supuesto que no. No hubo ni siquiera un beso.

Piensa en el bar, per se, en el que sí beso a alguien, pero Harry sabe que eso no importa ni una centésima de lo que importa él.

— Pero quieres hablar de esto porque crees que vas a acostarte con ella si no te confiesas.

Harry suspira.

— Jamás podría incluso si ese fuera mi objetivo. Mi punto no es ese.

— Es decir que si pudieras lo habrías hecho.

No, él... Harry se pasa la palma por la cara una última vez antes de apoyarse con ambas manos en la encimera. Trata de abrir la boca para decir algo, un "no". Y para empezar, ¿qué tiene que ver esa pregunta, cuando Draco lo mataría a solo media insinuación de algo así? El mundo tendría que estarse acabando para que ese escenario fuera posible e incluso si lo fuera... pues entonces Harry es solo un hombre. La idea es muy rara. Lo asustaría. Francamente le aterraría ser un desastre, pero eso es precisamente porque no querría ser un desastre con él.

De todas formas debería decir "no". Es lo único que ella espera.

Pero descubre que incluso ahora no puede mentirle a Ginny a la cara. Todavía peor que eso, el estómago se le cae a los pies cuando en una milésima de segundo tiene que aceptar que, de hecho, un "no" sería una mentira garrafal ahora que lo pensó.

— Ni siquiera puedes negarlo —Ginny entiende, y una risa sin gracia se le escapa—. ¡Solo que no hiciste nada! ¡Probablemente lo único que hiciste fue tomarla de la mano y te asustaste! ¡Harry, eres un imbécil! ¡Me asustas por nada!

Al inicio Harry se queda estático. Su expresión pasa de incómodo a confundido, y luego a simplemente desarmado.

Ginny continua:

— ¿Crees que este tiempo no hice nada con nadie? ¡El tiempo que nos dimos era para eso! Acepté un café, baile, me divertí y luego volví a este departamento, sola, porque pasarla bien por unos minutos no me hace un peligro para nuestra relación —abre sus brazos como si señalara algo obvio—, ¡porque siempre te voy a elegir como tú haces conmigo! ¡porque malditamente sé que este tiempo no me hace menos feliz de saber que seré tu esposa y que sentirme especial cuando alguien me invita a salir solo me hace persona y no una infiel! —Ginny se detiene. Su risa reverbera una vez más, cruda, deshilachada, agotada—. Es... es que eres demasiado dulce, Harry. Sé que me amas y me sorprende que hayas llegado hasta este momento sin sentir... algo cuando una chica linda y agradable te coquetea un poco. Eso no te hace infiel, ni un peligro, ni un culpable. Solo te hace un hombre normal. Está bien.

La mano de Harry en la encimera es rodeada por la calidad de ella. Se adapta perfecto, como si hubieran sido hechos para estar juntos con una vehemencia que se vuelve destino.

— Te perdono que hayas visto a una chica y hayas recordado lo que es que te guste alguien en la secundaria como cuando te llegaba un papelito preguntándote si querías ser el novio de alguien. Es inofensivo y está claro que no pesa más que lo que tenemos.

Frunce sus cejas.

— No estás entendiendo.

— Entiendo mejor que tú, dulzura —Ginny alza su mano para tocarle el rostro de nuevo.

Harry aparta su cara de su camino.

Ella queda petrificada con el gesto en el aire.

— No nos acostamos, bien. No hubo besos, correcto. No se trata de eso —Harry retira su mano de la de ella de un manotazo—. Sé lo que es una atracción inocente porque, como tú, salí con otras antes de ti. Como tú voy por la calle y volteo a ver a una mujer hermosa. Como tú recibo coqueteos y me siento halagado aún cuando las mando a volar. Pero eso no se le parece en nada a esto, porque no hay nadie en el mundo con quién pudiera haber salido que se pareciera a él ni nadie que le llegará a los talones, y lamentar eso con cada gramo de mi ser no es algo inocente. Hablo, Ginny, de que voy por la calle y no miro a nadie desde que volví a verlo porque me la paso pensando que vamos a almorzar mañana o como le voy a cerrar la boca la próxima vez ¡y me pasa incluso cuando tú estás en frente mio! Por Merlin, yo fui a buscar a una desconocida con quien estaba listo para irme a la cama, porque para eso nos damos el tiempo, y no pude, ¡porque ella no era él!

Harry se inclina hacía Ginny para decir lo siguiente como una confesión:

— Hablo de que me he pasado las últimas semanas sufriendo y lamentándome por no superarlo y el único motivo por el que estoy aquí es porque me preocupa ¿Sabes por qué? —pregunta Harry casi a gritos, y Ginny se encoge de hombros esperando a que responda. Baja su voz con la cual agrega:— Porque si no te hubiera conocido antes, creería que él es la persona al final de mi camino.

Toma aire, y murmura:

— Dime, ¿ya entiendes por qué esto es un verdadero problema?

La respuesta a eso es la única que puede haber: nada.

Ginny rodea la encimera hacía la sala, desde la cual puede verlo frente a frente. Mantiene sus brazos cruzados a la altura de los codos, con el rostro enrojecido de algo que no sabe si es decepción o solo tristeza absoluta, pero que puede ser la última por el reflejo vidrioso en sus ojos.

Y entonces Harry entiende que esto acaba de volverse un problema para ella.

Uno de sus dedos golpea su piel ansiosamente, como si estuviera batallando para mantenerse callada.

— Dijiste "él", y ahora francamente te ves como si te hubieras sacado de la alcantarilla así que te daré una última oportunidad. Harry, ¿estás seguro de que dijiste lo que crees? Porque sonó a que estás enamorado de otra persona —da un paso al frente. La encimera es lo único que los separa—. Y yo sé que no te enamorarías de nadie más. Tú también lo sabes.

— No. Creí que lo sabía. Ahora sé que me equivoque y lo siento, pero necesito que lo hablemos.

Crash, algo se rompe en el fregadero al mismo tiempo que los párpados de Ginny caen para aceptar su respuesta. Ahora Harry sabe lo que viene antes de que ella lo diga.

— Pues esto es serio, ¿eh?

— Eso he tratado de decirte desde el comienzo.

— Entiendo. ¿Por qué no dices su nombre, para que terminemos de oír todo esto en voz alta?

Harry suspira.

— Lo siento. Nunca pensé que esto ocurriera con nadie, mucho menos con él.

— Dilo —ordena Ginny—. Mírame a los ojos y dilo. Dale el maldito gusto.

— Draco no lo sabe, no lo digas como si él mismo fuera el problema —lacónicamente responde Harry—. Tampoco quiero hacerte sufrir, solo necesitaba que lo entendieras por completo.

— Yo te incite a que te acercaras a él como una tonta...

El corazón de Harry se ablanda.

— No te confundas, me apoyaste haciendo un amigo, no podrías saber que esto iba a salir así porque ni siquiera yo lo supe hasta muy tarde.

Ginny suelta un monosílabo ilegible. Hace un ademán como si se fuera a tocar el dije que le dio Harry hace tantos años.

Pero termina con la palma cayendo en el aire, solitaria.

— ¿Y cómo funciona esto? ¿Eres gay ahora? —una nueva risa sale de ella, amargada, rota— Bisexual si tengo suerte, supongo.

— Es solo él. Estoy seguro —medio se encoge de hombros. Esto tampoco le divierte—. También estoy seguro de que esto no volverá a pasar, nadie más nunca será un problema entre tú y yo cuando nos casemos —porque nadie más sería como él— porque he decidió superarlo. No lo volveré a ver. Si me busca huiré. Si lo busco me sacaré mis propios ojos. Podemos hacer un juramento si no me crees.

— Porque a eso vienes. A que te perdone.

— Sí —dice Harry, y sonríe por primera vez en la noche, aunque no le llega a los ojos porque su pecho duele demasiado. El maldito traidor—. No tiene que ser ahora, entiendo si necesitas tiempo. Yo solo... solo te necesito, Ginny, por favor, no puedo vivir con esto yo solo. No podría.

— Quieres que sufra contigo.

Harry se endereza de golpe.

— ¡No! ¡No! ¡Solo necesito apoyo! —es su turno de rodear la mesa con rapidez— Siempre hemos dicho que podemos confiar en el otro en las buenas y en las malas porque somos un equipo, y sé que esto es malo, pero lo superaremos y nada nunca será peor —se posiciona frente a Ginny, donde abre sus brazos en el aire, sin atreverse a tocarla todavía—. Bueno, sí, lo admito, no estoy seguro de que tanto me tardare, ¿lo que importa? no en mi opinión. Todo lo que me interesa saber es que podemos con esto porque nos amamos y eres mi futuro.

— Nos amamos —las palabras tiemblan en Ginny.

— Sin la menor duda en el mundo.

Ginny sobre su nariz.

— Soy tu futuro —repite.

— Eres todo por lo que luché por ganar.

— Me deseas, si lo que hemos hecho aquí lo prueba, mientras que a él no lo has tocado. Significa que estoy muy por encima de él, ¿verdad?

— En todo lo que importa —responde Harry con toda la honestidad del mundo. Ella es su destino, Draco es solo un gusto del presente. Lo va a olvidar. Tiene que hacerlo.

— Nunca tendremos ningún problema como este en el futuro.

— Te lo puedo jurar.

Ella baja su mentón por un momento.

Lo alza tras tomar aire, y tiene una sonrisa tan hermosa como las de siempre, si no fuera por lo temblorosa que se ve y las lágrimas que sus ojos batallan para contener.

— Siempre dije a mis amigas que no perdonaría jamás una infidelidad. Es un tema de confianza, de autoestima y orgullo... principalmente orgullo. Me dije a mí misma que no lo haría ni siquiera contigo —encoge uno solo de sus hombros—, por suerte ahora, con todo lo que me cuentas, no me parece una infidelidad. Preferiste quedarte conmigo y serme leal a la alternativa. Es más bien lo contrario, aunque definitivamente entiendo el problema y vaya que me duele como tal.

Ginny alza su palma para pedirle que se calle cuando Harry abre sus labios para decirle que lamenta mucho hacerla pasar por esto. Toma nota para decírselo después. Lo menos que le debe es suplicarle perdón hasta el cansancio.

— No soy una mujer pequeña, Harry, tengo mi orgullo y me duele, pues me escandaliza saber que realmente creo que puedo perdonarte. Cierro los ojos y nos imagino envejeciendo y un día riéndonos de que de todo el mundo te hayas sentido atraído por Draco Malfoy. Nos veo sentándonos en la mesa con nuestros hijos y tirándote a los leones para que seas tú quien les hable de qué pasa si les gusta un niño de su mismo género. Claro que veo cómo superamos esto y lo añadimos a nuestra vida como cualquier otra cosa, porque, Harry, ¡En mi mente ya estoy casada contigo!

Sus brazos chocan sonoramente contra sus muslos al dejarlos caer de golpe y concluye:

— Sé que en tu mente también estás casado contigo.

— Desde hace años.

— Sé que me vas a elegir una y otra vez cuando nos casemos realmente.

— Hasta el último de mis días.

Harry siente que su corazón da un salto de vuelta a la hermosa satisfacción en la que se ha acoplado los últimos años. La seguridad del futuro por el que trabajó de nuevo escurre por los huesos y lo empuja a cerrar la distancia entre ellos para tomar entre sus manos los hombros delgados de Ginny deseando abrazarla como si fuera lo único en su mundo, porque ha elegido este camino y sabe que es el correcto.

— Excepto, —Ginny se ríe antes de continuar. Es un sonido espantoso— que aunque tú no me ames, yo sí me amo a mí misma y eso me va a durar mucho más que el corazón roto.

La respiración de Harry se congela.

¿Entendió lo que entendió?

— ¿Qué? —en un hilito de voz pregunta.

La palma de la mano de Ginny está tan fría como la suya al ahuecar su mejilla en ella. Hay algo totalmente diferente a como lo tocaba al comienzo de la noche. Ahora bien podría ser el tacto antes de un golpe.

— Me quieres, Harry, eso no lo dudo. Soy parte de tu familia, soy tanto de tu pasado que siempre estaré en tu presente. Eso no lo va a borrar ninguna marea. Lo que, mi dulce Harry, no significa que esto sea lo que quiero para mi vida. ¿Estar con un hombre que no me ama como me merezco? No. No. Valgo más. Todo el mundo lo hace.

— Yo no entiendo —la voz se sale desesperada a Harry—. Yo sí te amo. Mataría por ti. Viviría por ti.

— Como harías por cualquier amigo —Ginny se limpia una lágrima corriendo por su mejilla—. No es lo mismo que yo siento por ti, ni tampoco es suficiente para casarte, ni siquiera porque sea lo correcto.

Esto no puede ser verdad. No. No.

Harry no consigue mantenerse erguido. Su cabeza baja hasta que Ginny lo sostiene para que no caiga.

— Ginny. Por favor. Por favor —Harry se escucha empezar a ahogarse—. Eres mi final feliz.

— Solo porque decidiste creer eso.

— Estuviste de acuerdo en creer eso.

— Quizás lo decidamos muy pronto, entonces. Demasiado jóvenes. Demasiados agotados para tener ganas de buscar lo que realmente nos hiciera feliz.

Harry comienza a sentir náuseas. Le están estrujando el corazón y están en un horrible punto intermedio entre lanzarlo al suelo o romperlo en pedazos y triturarlos hasta el final. Odia esto.

Está tan asustado.

Lo único que se le ocurre decir es:

— Yo te amo. Me gusta como te amo.

Ginny jadea entre molesta y cansada.

— Claro que lo haces. Tú me quieres como a tu familia, lo que es hermoso, es fácil, es comodidad y seguridad. Al menos eso tengo —la voz de Ginny se quiebra y sus labios se cierran para recomponerse. Harry le da tiempo. Le da todo lo que necesita antes de que ella logre continuar—. Solo que no me quieres como a tu pareja. Eso no es tan sencillo, es desordenado, es anhelo, es explosivo y saca tanto lo peor como lo mejor. Creí que solo eras alguien tranquilo que lo expresaba a su manera porque has sido así casi que desde que nos besamos por primera vez en Hogwarts, asumí que el tiempo solo había apagado un poco tu forma de querer, pero, por lo que me dices... tú no pareces tener problema en ser así con él, ni tampoco parece que estés menos obsesionado con él ahora que hace años.

La saliva le pasa con dificultad, el suelo comienza a verse borroso.

— Yo...

— Tú eres un bastardo. Eso es todo.

Merlín. Él no llora por cosas tan pequeñas. ¿Por qué quiere hacerlo ahora?

— ¿Ahora me odias?

La respuesta es instantánea:

— Sí.

— Entonces esperaré a que dejes de hacerlo, porque yo no puedo perderte.

— Si lo que sientes por él no está en tus manos, esto tampoco —dice Ginny cruelmente. Tan cruelmente que hasta ella sabe que eso no está llevándolos a ningún lado:—. Mira, admito que estoy muy enojada en este momento y mi orgullo podría ser mi fin o el tuyo ahora mismo. Pero la verdad es que soy una mujer increíble y tú no me mereces si te atreviste a enamorarte de otra persona teniendome —Ginny se encoge de hombros—. Solo necesito tiempo para creerme lo que acabo de decir y, cuando lo haga, no lo sé, quizás podamos sentarnos en la misma mesa y no sea tan incómodo —ella forma una mueca al decir eso—. Mierda, más nos vale que sea así porque no podremos evitarnos por siempre cuando Ron y Hermione hagan reuniones con todos sus amigos. Que desastre es ese.

Eso no es lo peor, piensa Harry, lo realmente malo es que a tu familia también acabo de perderla.

Le gustaría decir que le sorprende que empiece a costarle respirar después de pensar en ese hecho, solo que eso sería mentir. Todo lo que quería para su futuro estaba profundamente entretejido y con una cosa que se rompe todas las demás también se caen a pedazos.

— Enderezate, Harry —ordena Ginny. Su tono congela todo lo que toca—. Te ves patético.

Él solo puede pensar que el temple de Ginny es digno de alarde. Casi parece que ha ensayado esto hace mucho tiempo o que había deseado un motivo para deshacerse de él en secreto. Excepto que eso solo se ve así porque es una mujer orgullosa y la verdadera trascendencia de su dolor se ve en las lágrimas silenciosas que caen por sus mejillas a borbotones hacía el suelo.

No se parecen en nada a las de Harry, que caen en menor cantidad, pero vienen acompañadas de sollozos bajos y una desolación que se disfraza de ira.

Al final, ellos no saben cuánto tiempo se quedan parados llorando como esperando a que alguno diga algo que cambie todo esto.

Pero eso no ocurre.

Notes:

Palabras: 4898.

Detesto escribir capítulos con un tono tan bajo pero resulta que eso he hecho entre el anterior y este, pero por suerte los siguientes ya vuelven al tono original, o al menos lo intentan.

Por suerte, Draco siempre está ahí para ser un desgraciado sin importar el estado anímico de Harry.

Chapter 15: El oso de agua es el animal más indestructible de la tierra, solo muere de tres formas: 1) Vejez, 2) Ahogado por el aburrimiento que genera ver a Harry siendo una horrible mezcla entre depresivo y egocéntrico, y 3) Calentamiento global

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

No se suponía que fuera así.

Ha pasado lo que se sienten como horas observando sin inmutarse a la puerta cerrada, sentado en el suelo como está al final del pasillo que da a la misma desde que cruzó la puerta de su solitaria casa. Ha estado esperando, al inicio con gracia, sentado en un sillón que había arrastrado, y ahora imitando perfectamente a un conejo muerto frente al sillón para al menos recibir el frío del suelo mientras aguarda a que lo inevitable pase, a que alguien entre aquí con la varita en ristre y los montones de encantamientos que se merece en la punta de la lengua. Ese alguien, piensa, probablemente será pelirrojo, porque el cielo no ha producido a un solo Weasley que no sea demasiado impulsivo y rencoroso para su propio bien, y Ginny, tan cercana no es a su familia, no dudará en buscar consuelo en ellos.

No cree que ella diga todo el motivo de este desastre per se, es demasiado humillante. No, ella les dejara vivir con la duda, y luego ellos adivinaran que cualquier cosa que ella haya decidido guardarse tiene que ser mucho peor que las opciones típicas (si las hay) por las cuales terminarías con alguien una relación de varios años.

El corazón de Harry se estruja con el pensamiento. Todos ellos van a estar tan decepcionados, tan enfadados.

Harry toma aire temblorosamente y lo expulsa con desespero. Mierda, no. El recordatorio de la reacción de los Weasley es lo que lo ha tenido soltando cantidades no insignificantes de lágrimas cada tanto tiempo al punto que Kreacher se ha compadecido y le ha dejado vasos de agua siempre que sus lágrimas vuelven a salir.

Él ni siquiera es un llorón, es un hombre de acciones, pero, en este punto, simplemente no se le ocurre que puede hacer. Correr y disculparse con los Weasley no solucionaría nada. Dar la cara solo haría que le pidieran que se fuera. Lo único que le queda es esperar a que accedan a verlo de nuevo porque está seguro de que ninguno de ellos le va a dar ni la hora. La desesperación le cala y no puede hacer nada para enfrentarlo.

No sabe que le pasa. Ha experimentado cosas peores.

O, al menos, le gusta pensar que lo ha hecho. Si admitiera que esto es lo peor de todo entonces no tiene idea de con que fuerza se levantaría después, en está ocasión solo.

Eso acarrea otra ronda de acuosas respiraciones y es, horriblemente, ese el momento en el que la puerta tiembla como cuando hay alguien del otro lado. Como para comprobarlo, el retrato de Walburga Black junto a la puerta comienza a aclararse la garganta y Kreacher corre a apaciguarla antes de que estalle en gritos.

Un vistazo a la ventana le dice que ya ha amanecido, ¿ha pasado la noche aquí tirado? es patético, Ginny lo golpearía.

— Es... —comienza a decir Kreacher, y Harry lo calla.

— Déjalo pasar.

Ron ya le había prometido una lección si llegaba a herir a su hermanita.

Solo que la persona que entra es mucho más baja que Ron y también tiene el cabello mil veces más esponjado. Hermione, su amiga, le parpadea con sus ojos castaños desde la puerta que cierra cuidadosamente a su espalda para no llamar la atención de Walburga.

Harry no sabe lo que espera de ella, pero sin duda no es que sus labios caigan y sus cejas hagan esa cosa en la que se aplacan un poco por la compasión que tiene normalmente con seres mágicos desfavorecidos.

Ella pasa tan silenciosamente como puede para no llamar la atención de Walburga y cuidadosamente se acerca a Harry como uno lo haría con un perro que tiene algo en la boca que hay que sacárselo sin asustarlo.

Lo hace sentir terrible.

— ¿Ya te enteraste? —es lo primero que dice Harry.

Hermione aprieta sus labios. Asiente con su cabeza y se pone en cuclillas para estar más o menos a su altura.

— ¿Estás bien? —ella pregunta, y una de sus manos sale de los bolsillos de su abrigo para quitarle el cabello de la cara.

Harry quiere reír como un loco.

— No es a mí a quien deberías preguntarle eso.

— Eres mi amigo, claro que me interesa saberlo.

— ¿Incluso si me lo tengo merecido?

Hermione tuerce sus bonitos labios en un gesto de incomodidad. Debe pensar que está exagerando. Él no lo hace.

— No veo porqué pensarías que mereces esto, cuando ella no ha dicho nada similar.

Duele pasar saliva con su garganta deshidratada, pero él todavía encuentra la voluntad para hacerlo y preguntar:

— ¿Cómo está ella? ¿Cómo están todos?

— Ella está bien —lo consuela Hermione—. Lo que es más importante, está acompañada de su familia y algunos de sus amigos, todos ellos preocupados por ella, algunos preocupados por ti... —frunce levemente sus cejas— de hecho, pensé que Neville ya estaría aquí.

— No le he dicho.

— ¿Quieres que le envíe una carta?

Harry sacude su cabeza.

— Quiero estar solo de todas formas.

— Me invitaste a pasar —rebate Hermione, de la misma forma que corrige hechos aleatorios. Harry al menos tiene el consuelo de que su trato con él no ha cambiado a pesar de su cercanía con Ginny.

Ha escuchado que cuando las parejas rompen cada lado se queda con algunas cosas y algunos amigos. Supone que entonces Hermione es suya si está aquí, lo cual es genial, no la cambiaría ni por los Weasley. Ella fue su primera amiga, la primera chica que intentó explicarle la complejidad del sexo opuesto. Tuvo suerte, incluso si empieza a pensar que no es lo mejor para su estado enfrentarse a la afilada lengua de Hermione en esté momento.

— Creí que eras Ron y que venías a darme una golpiza —admite Harry.

— Este no es momento de bromas.

— No lo es.

Hermione suspira, no feliz de ninguna forma.

— ¿Qué sucedió?

Harry pasa saliva mientras piensa en qué responder a su buena voluntad. ¿Cómo se resume este desastre? "Desarrolle sentimientos por otra persona y ella no quiso enfrentarlo juntos" realmente iba a hacer que Hermione hiciera preguntas que no quería responder, y "no sé porque ella se rindió" es una verdad tan dolorosa que prefiere no pensar en ella. De modo que nada de lo que diga va a englobar todo para que se quede en una sola frase, y seguramente todo lo que pudiera decir desencadenaría una horrible conversación.

Él no quiere hablar de esto. No con la única persona que todavía le queda. ¿Qué si decide que es una basura demasiado grande para quedarse con él? No cree que Hermione lo hiciera, pero aún así.

En cambio, dice lo único más que se le ocurre:

— Ya no la amo. Al menos no de la forma que se espera de un novio.

Hay un silencio en el que Hermionie parece evaluar su miseria de pies a cabeza.

— Oh —dice ella. No suena del todo convencida de ese hecho. Harry puede entender sus dudas.

Alza los brazos y lo deja caer en señal de derrota.

— Pero eso importa poco cuando era la indicada.

— La indicada —repite su amiga cuidadosamente.

Harry asiente con su cabeza. Le parece que es evidente, pero todavía se traga los horribles mocos que le ha generado el llanto y se arma de valor para hablar:

— Íbamos a casarnos, Hermione —dice—, nos mudaríamos aquí y tendríamos unos tres niños. Iríamos juntos a apoyarla en sus juegos y comeremos tarta de melaza con los Weasley tras las victorias. Enviaríamos a nuestros hijos a la escuela juntos, y nos iríamos a dormir sabiendo que no podríamos ser más felices —la voz le falla, no por el llanto, sino por la deshidratación—. Sabríamos que nos amábamos al final del día, o que al menos estábamos en el lugar correcto.

No puede evitar notar que en este punto lo dice como si estuviera leyendo los ingredientes de una caja de cartón. Bueno, supone que hay un límite para lo que puede creer de una fantasía.

— Pero dijiste que ya no la amabas.

— ¿Importa? Podría haber vuelto a hacerlo o, no lo sé, pude haber actuado como antes por el resto de nuestras vidas y habría resultado bien.

— Sin embargo, eres un pésimo actor.

— No la he amado en mucho tiempo y recién me dí cuenta hace poco. Creo que puedo apegarme a lo que había estado haciendo por años y nadie habría notado la diferencia —una sonrisa autocrítica se planta en su cara—. Solo se enteró porque creí que era lo correcto decírselo.

— Veo.

— Sí.

El silencio subsiguiente es pesado, cargado, parece que va a estallar con el movimiento que Hermione hace para sentarse a su lado en el suelo con su espalda apoyada en la silla. Ella rodea sus rodillas con sus manos y su cabello le pica a Harry en el costado. Es un poco incómodo. También es todo lo que necesita para conseguir la energía para extender la mano y tomar el último vaso de agua que le dejó Kreacher. Sabe a arena. Se lo toma de todas formas.

— ¿Cómo te enteraste?

— ¿Perdón?

Hermione se relame los labios. Oh, Harry empieza a sentir una mala sensación. ¿No es Hermione demasiado inteligente para su propio bien?

— Pregunté cómo te enteraste de que ya no la amabas, si dijiste que tú tampoco te diste cuenta por tanto tiempo. ¿Qué cambió?

— No tenemos que hablar de eso —debate Harry.

— No lo haremos si no lo quieres, pero entonces sacaré mis propias conclusiones.

Que manera de decir que ha estado uniendo las pistas en su mente desde está conversación. Harry no cree que haya acertado del todo, sabiendo lo extraño que fue para él mismo darse cuenta, pero también sabe que no le ha de faltar mucho para llegar a la conclusión correcta.

No sabe que tanto le asusta eso. Por un lado a una parte suya no le podría avergonzar, no cuando todavía encuentra tantos motivos para querer pasar tiempo con Draco (un deseo que no va a complacer, sabe mejor que eso); por otro lado, a otra parte suya no le gusta la idea de hacer esto una noticia. Ginny Weasley, su compromiso terminó porque su prometido se enamoró de un hombre. Entre menos personas en el mundo lo sepan mejor, así que si Hermione tiene que saberlo, entonces que lo descubra por sí sola.

Atrapa un hilo suelto de su pantalón y lo jala. No se rompe, así que jala más fuerte para que empiece a descoserse. Da igual. Comparará otro. Al menos todavía es rico.

— ¿Crees que no habríamos podido lograrlo? —responde en lugar de cualquier pensamiento que esté entreteniendo.

— Bueno, yo creo... —Hermione empieza, y parece quedarse sin palabras. Es un hito. Debe significar que esta mierda debe verse peor de lo que piensa— hmn. ¿Recuerdas esa vez en el baile de navidad cuando nos sentíamos terrible porque pensábamos que no podríamos estar con la persona que amábamos? —Harry asiente con su cabeza, y ella sonríe ante el recuerdo—. Hicimos un drama por una niñería, yo pude haberle sacado un ojo a alguien en ese momento.

Una pequeña sonrisa se le escapa a Harry. Suelta una leve afirmación.

Hermione acomoda su mentón sobre sus rodillas. Es una mujer, pero se ve tan pequeña así. Una parte de Harry quiere envolverla entre sus brazos.

— Tú no pudiste contenerte de besarla en cuanto tuviste la oportunidad, aunque Ron estaba ahí mismo. Estabas loco por ella.

— Recuerdo.

Por eso no puede arrepentirse del tiempo que pasaron juntos. No, todavía recuerda como las extremidades se le quedaban flácidas cuando ella pasaba cerca, como su corazón hacía volteretas cuando hablaban y comprobaba la increíble mujer en la que se había convertido. Él no puede querer olvidarla sin desechar años y años en los cuales hizo lo que era correcto.

— Somos un poco emocionales, los dos —ella le da un suave codazo, a lo que Harry asiente de nuevo con su cabeza, incapaz de negar lo que lo trajo a esta situación. Si hubiera podido ignorar sus sentimientos no estarían aquí—. ¿Cómo se te ocurre que personas como nosotros podríamos estar en una relación sin amor?

— Yo habría hecho de todo por ella.

— Tú harías de todo por mí, así que dudo que eso sea suficiente para ella.

— No estás entendiendo a lo que me refiero.

— Tú no estás entendiendo a lo que yo me refiero.

Harry resopla.

— No estoy para acertijos ahora.

— Harry, no estoy con Ron porque crea que haría de todo por mí. Estoy con él porque siento de todo con él. Hay una diferencia, y sé que como Ginny yo preferiría no tener nada a estar con alguien que apenas siente un par de cosas por mí.

Frunce el ceño. Odia la forma en la que lo dice, como si todo tuviera que ser complicado para funcionar. No lo hace. Ha anhelado paz y estabilidad desde que descubrió su magia, ¿qué tiene de malo querer algo de eso?

— Tal vez quiero algo distinto a ti.

— Entonces tal vez no quieres una pareja.

— Nunca he dicho tal cosa, yo todavía puedo pensar en... —se muerde la lengua antes de terminar, pero es demasiado tarde. Cuando voltea a ver a su amiga, ella alza sus cejas, no viendose nada sorprendida. Harry cierra la boca obedientemente. Ella es tan lista. Tuvo que haber esperado esto todo este tiempo. Lentamente, los hombros de Harry caen un poco— ella te lo dijo.

— Dijo tanto como tú. Lo demás es fácil de inferir si tienes ojos.

Algo en su pecho se retuerce. ¿Qué tan obvio ha sido todo este tiempo? ¿Lo sabe alguien más? El miedo debe versele en la cara porque ella alza sus manos de forma aplacadora.

— ¿La conozco? —pregunta Hermione en un tono suave, el mismo que usas para no despertar a un bebe en la habitación.

— No como yo —replica Harry, porque es cierto.

Ella asiente con su cabeza, y si tiene otra sospecha no lo dice.

— Sé lo que estás pensando —Harry siente sus labios tensos, incómodo como está hasta el hueso en este momento—, crees que terminamos porque la engañé de alguna manera. Yo no lo hice. Yo estaba dispuesto a renunciar a cualquier posibilidad por ella y por nuestro futuro.

— No tienes que renunciar a eso.

Gira su cabeza tan rápido que escucha su cuello crujir. Hermione hace una mueca de horror.

— ¿Ella está abierta a la posibilidad de volver? ¿Te lo dijo?

— Oh. No. No —ella se apresura a sacudir sus manos para recalcar sus palabras, lo hace casi desesperadamente, y Harry entiende que es porque todavía cree que él tiene esperanzas. Sí, bueno, las tendría si no fuera porque sabe que ya nunca podría hacerla feliz como lo hizo alguna vez. Pregunta más bien por la pura sorpresa de que exista la posibilidad—. Me refiero a que todavía puedes tener el futuro que pensabas.

Harry le da una mirada.

Hermione se endereza, como si la refutación la hubiera hecho florecer como una flor en primavera.

— Con esa otra personas todavía podrías tener a los hijos, los partidos de quidditch...

— No tendría a los Weasley. No la tendría a ella. Incluso si no la amo como antes, todavía la quiero en mi vida.

Hay un pequeño silencio en el que la expresión de Hermione pasa por la duda a la confusión y finalmente a la resignación.

Ella no lo debate inmediatamente lo cual, auch. Si le quedaba alguna esperanza ya no lo hace.

— Te amo, Harry, pero espero que te des cuenta de lo retorcido que es querer estar con alguien solo porque te facilita la vida.

— Sabes que no es solo por eso. Ella era todo en lo que pensaba al despertar, al descartar un caso por el peligro que suponía, al tomar literalmente cualquier decisión. Estaba comprometido por algo más que conveniencia.

— Las relaciones no se desarrollan contigo cumpliendo pasos como si fuera una checklist.

Harry abre la boca para debatir.

Hermione lo mira fijamente.

Él la cierra.

Refumfuñando alza una de sus rodillas y esconde el rostro contra la misma entre sus brazos.

— ¿Viniste solo a regañarme?

— Vine a apoyarte.

— No se supone que apoyes a la parte por la que todo se terminó.

— Pero sí se supone que apoye a mi amigo si cree que ha perdido todo, incluso si no pienso que eso sea verdad.

— Yo lo hice.

Hermione suelta un monosílabo sonando exasperada.

— Harry, acabas de decirme que estás enamorado de alguien por fin tras años de haber estado en una relación sin amor. ¿No es eso otra buena oportunidad de formar un futuro? Está vez uno que te llene por completo y no solo porque cumpla con los estándares que te has propuesto desde hace años.

— Me distancié de esa persona para centrarme en mi relación con Ginny.

— ¡Pues enviale una carta! ¡No es tan difícil! ¡Tienes una perfecta oportunidad!

Harry frunce sus labios. Piensa en Draco, e inmediatamente recuerda la forma tranquila en la cual le dio el último empujón para irse de su lado. No puede imaginar como algo de eso significara un futuro próspero para la idea de tener... cualquier cosa que se le permitiera. Él simplemente no puede pensar en nada así en este momento y, seamos honestos, no habría mayor falta de respeto a Ginny que enviarle una carta al día siguiente de su ruptura. No importa que ella lo sepa o no, es... es desalmado.

Él no puede hacerlo.

Quizás después, cuando se sienta listo para... bueno, para todo lo que no se merece en este momento.

— No podría tenerlo todo de todas formas —dice en cambio.

— Claro que podrías...

— No los tendría a ustedes. No al menos al combo de Ron y Hermione.

La expresión de su amiga se suaviza profundamente. Harry aprieta su mano cuando ella atrapa la suya.

— Ron solo necesita tiempo.

— No puedes saberlo.

— Tú no puedes saberlo mejor que su esposa.

— Ha de estar enojadisimo.

— Oh, lo está, pero va a estar bien. Lo prometo. Así siempre es en la familia.

— Yo ya no...

— No crees seriamente que un Weasley se rinde por algo tan simple como una ruptura, ¿o sí?

Harry hace ruiditos dubitativos mientras lo piensa. No cree que sea tan simple como ella lo dice, pero, por otra parte, él en realidad no es la persona que está casada con un Weasley y ya nunca lo será.

Silenciosamente, deja que Hermione crea que tiene la razón.

Ellos se hunden en un silencio cómodo después de eso y Harry ya no vuelve a llorar. No vale la pena cuando tiene la palma de Hermione atrapando la suya propia.

No puede evitar sentir que falta algo, una cosa como una burla ácida y un torpe intento de consolación. Cierra sus ojos, apoyando su cabeza contra la parte trasera del sillón. Se dice que es muy temprano para empezar a extrañar.

Eso no cambia nada de lo que siente.

Notes:

Palabras: 3153

¿Recuerdas como dije que el anterior era el fin de este horrible tono bajo? Bueno, mentí, pero ahora sí que volvemos al tono de siempre

Chapter 16: Todo el mundo piensa que Draco es felizmente un cobarde oportunista demasiado egocéntrico para salir de su culo. Pero hay un error en esa afirmación, porque Draco está lucrando con su depresión

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Ha encantado a un par de armaduras para que ronden la propiedad de la mañana a la madrugada. Se ha dicho a sí mismo que es para que no vuelva a aparecer ningún Auror y todas sus defensas consistan en sobornos y carisma, pero la verdad es que solo le gusta verlos hacer sus rondas desde la ventana de su despacho como si fuera un viejo rey, sentado como está frente a un profundo vaso de vino que alguna vez fue agua.

Fue el primer truco que aprendieron en la clase optativa de Alquimia, y aunque no tomó sus cosas para nunca volver como la mayoría de los que se inscribieron, Draco fue el peor entonces. Probablemente tenía tan poco o todavía menos talento que los que dimitieron de la clase tras encontrar los procesos extremadamente laboriosos.

Tardó todo el año escolar en lograr volver una sola gota de agua en el líquido bermellón, e incluso con sus esfuerzos el único motivo por el cual pasó la materia fue porque el maestro lo hizo sentarse el último día de clases. "Has pasado por mucho, ¿no es así?". No tuvo claro si se refería a que había pasado todo el año escolar envenenado, tirando por ahí objetos malditos y buscando como volver a un armario la mayor arma de combate; o si el maestro solo lo veía claramente agotado por todo lo recién mencionado. Como fuera, Draco dio la afirmativa más escueta del mundo, y en respuesta el hombre le había dado una palmadita en el hombro. "Si necesitas la nota, solo dimelo ahora y me encargaré en tanto me prometas no ejercer".

Nunca se sintió más avergonzado que en ese momento.

Fue tan lastimero como cuando tuvo que pagar para entrar al equipo de Quidditch por puro capricho. Solo que entonces al menos podía decirse que no era tan malo como para ser un caso perdido ya que, sí, fracasó, pero fue porque, bueno, su rival era Harry Potter, sabe Merlin que esa puta cicatriz le daba poderes y una protección universal por la cual todos sus errores rebotaban (por eso su tío y la mitad de los adultos que lo trataron bien se murieron en vez de la estúpida cabeza de Potter, como si sus muertes lo indultaran de sus cagadas) (claro que eso fue bastante triste, no puede evitar pensar un momento después) (Que Draco no haya tenido adultos agradables a su alrededor no significa que se alegre de que los que tuvo Potter se murieran como Micropuff de colores) (al menos ya no se alegra). Pero cuando falló en alquimia, Potter no estaba ahí para echarle la culpa de sus desgracias.

Sus amigos le juraron que la clase ya era demasiado complicada por naturaleza, simplemente material de Ravenclaws a los que nadie más tolera, y su madre le aseguró que tenía otros dones mucho más fructíferos, pero Draco todavía terminaba los días pensando en ese pequeño muñequito de Nicolas Flamel que cantaba "¡Puedes hacer lo que te propongas!" sobre su cabecita, ese que la mayor parte del tiempo guardaba en esa caja bajo su cama en la que guardaba todo lo que le avergonzaba de casa, pero que tampoco podía dejar.

Él no podía hacer lo que se propusiera, nadie podía, si el mundo funcionara así el capitalismo habría colapsado como modelo económico hace siglos.

No es como que lo necesitara, se dijo a sí mismo. Tenía suficiente para ser enterrado entre reliquias y joyas. Perseguir lo que te interesa es un simple sueño infantil.

Pero todavía volvió a inscribirse a la materia cuando la abrieron el próximo año.

Casi ganó la materia esa vez. Fue lo único bueno de ese año.

Luego, cuando la guerra terminó y fue libre, siguió regresando para recursar esa materia, camuflándose entre los estudiantes que recién regresaban tras la guerra. Ya no le darían una calificación positiva ni aunque se la ganará, porque era claramente un mortifago certificado y a nadie le agradaba. No le importó. Lo hizo de nuevo. Aprendió como nunca. Prácticamente solo estudiaba para Alquimia.

Solo Morgana sabe en qué momento se volvió decente en la labor.

Pero, el caso, es que hoy en día los encantamientos básicos le salen hasta sin la varita.

— ¿Es muy temprano para que ofrezca un poco, madre?

Narcissa aparta su atención de las pequeñas piedras en la repisa y las tira a una caja vacía destinada a la basura, como si no supiera, o no le importara, que Draco pudiera vender esas piezas por cantidades astronómicas. Aunque cierra sus ojos de forma sufriente, Narcissa envía la caja directo a la basura sin preguntarle.

— ¿Estás vendiendo eso, Draco?

— ¿Vino? No, Morgana me libre de lucrar como magos pacifistas.

— Esas piedras eran de calidad media —insiste Narcissa—. No me sorprende viendo tus implementos aquí, como si en casa no tuvieras los que tus ancestros con tantas buenas intenciones han encantado para ti.

— Cuando trabajaba en tu casa, una de cada cuatro transformaciones se convertía en un demonio, madre.

Narcissa sacude su mano rápidamente.

— ¿Y? Haces piedras y materiales para pociones, hijo, puedes ganarle a un rubí que habla en lenguas y te amenaza con un tenedor.

— Minimizas.

— Exageras —rebate Narcissa, no del todo contundente. Ella no es realmente dura, ese es Lucius. Narcissa es solo crítica—, ni que estuvieras trabajando con cuerpos. ¿Por qué no vuelves al laboratorio de casa?

— Pienso trabajar con cuerpos —admite Draco con el mentón en alto. No puede evitarlo. Sospecha que la última vez que no se quedó con la última palabra fue cuando estaba siendo parido.

Es difícil decir que Narcissa se pone pálida porque de por sí parece una estatua de mármol que cobró vida. En ella y en Draco la palidez es más una expresión que un estado. Pero, sin duda, ella está al borde de que se le salgan los ojos del espanto.

Draco solo se hace un poquito pequeñito en su silla.

— ¡Draco, no! ¡Es sacrilegio!

— ¿Desde cuándo nos importan las reglas?

— Ciertamente no suelen importarnos —admite ella—. ¿Pero no te asquea trabajar en el cuerpo de un sapo? Lo degradante sí que nos importa.

— Pensaba en usar personas y animales.

— ¡Morgana y las hadas! ¿Vas a usar a tu abuela?

— Claro que no. Ella se va a morir mucho antes de que yo empiece —dice, y se encoge de hombros ante la expresión de su madre—. Lo haré después. Cuando sea más experimentado. Solo he pensado que ha llegado el momento de empezar a practicar para eso.

Narcissa suspira como un motor anticuado.

— Potter va a matarte por eso.

Draco rueda sus ojos.

— Cuento con que Potter esté muy ocupado lamentado el suicidio de sus hijos llamados Hedwig Alastor y Albus Severus como para preocuparse por lo que hago en... ¿veinte años? Como ves, me proyecto a largo plazo. Soy todo un empresario.

— Aún así, me lo dices ahora.

— Eres mi madre.

Y, piensa Draco, si ella lo denuncia en este preciso momento puede que sí le importe a Potter. Ya no son amigos, bien. Quizás podrían regresar a ser enemigos.

Claro, es solo un quizás.

No es que piense en eso.

No es que lo necesite.

No es que le importe. Solo lleva a eso de un mes libre de su molesta presencia y todo le va perfecto.

Así que.

Draco extiende sus brazos a sus costados.

— ¡Cuerpos! ¿No estás orgullosa de mi ingenio? ¿Mi audacia?

— ¿No se supone que la crisis de la mediana edad llega a los 40 y no a los 20? —su madre frunce sus labios en una tensa línea recta— Tienes suerte de que prefiera esto a ir a pedirle a Potter que medie.

La sonrisa de Draco mengua un poco.

Narcissa, que no es una idiota, le demuestra a Draco de donde aprendió a entrecerrar los ojos como si estuviera viendo al peor de los insectos.

— ¿Cuándo llega él, por cierto? Los Malfoy-Black somos muchas cosas...

— La mayoria palabras malsonantes...

— Pero no malos anfitriones.

— Ah —Draco se cruza de brazos y alza una de sus cejas, como si esto lo tuviera sin cuidado—. Pues no lo hace. No viene nunca más. Está ocupándose de su novia, pintándose el pelo de anaranjado, robando centros de mesa, planeando como atormentar a una camada de pobre criaturas, siendo una gran propaganda pro-aborto. Siendo idiota, supongo.

Siendo feliz, espera.

El cabello rubio de Narcissa es echado por su hombro. Tiene mechones en su rostro que debería hacer que le corten, pero no lo ha hecho en años. Apenas ha salido de casa desde que toda la familia que le quedó fueron Lucius y Draco.

Draco casi que no esperaba que ella le enviara una carta preguntando si podría ir a visitarlo. En realidad, tampoco tiene idea de porqué le dio una afirmativa (Quizás está empezando a perder el control de sí mismo) (¿Preludio a su descenso a la villanía?) (Esa es una secuela mediocre para todo lo que vivió en Hogwarts...) (Por otro lado, tiene la vaga idea de que toda secuela relacionada con su vida va a ser mediocre).

— Ya es su prometida.

— ¿Lo es? —Draco respondió al comentario de su madre— Ojalá no sea porque está embarazada.

Esa es la respuesta correcta. Lo es.

— Deberías enviarles un regalo de felicitación —dice Narcissa con cierta intención en la voz, pese a que Draco no se ha equivocado y ambos lo saben—. Vino, puede ser.

— ¿No es muy barato?

— ¿No es ella muy barata?

Draco se ríe, no puede evitarlo, y se siente mal en cuanto escucha lo vibrante de su risa, esa que no había oído hacía un largo tiempo.

Aunque se burla de Ginny, la cual honestamente le sigue pareciendo un gran chiste, por extensión se burla de su novio (prometido, se corrige). Es con eso que se le va la alegría y llega la vergüenza. En este momento Potter debe estar cociéndose en éxtasis y preparando los nombres de sus ocho mil hijos, mientras que Draco, un amargado de pies a cabeza, se burla de él con su madre deprimida. Sí, seguro que tiene mucho de qué reírse.

La ironía apaga cualquier rastro de la alegría de Draco.

En cuanto se va su madre envía cinco barriles del mejor vino que puede comprar y una botella de cada bebida que su propia familia consume en fechas especiales con una nota genérica de felicidades con su firma. No se siente suficiente.

...

Devuelven los barriles con el vino media semana después.

Draco observa, no sin un poco de morbo, que no han sido abiertos y por ende tampoco envenenados en algún tipo de complot para que larvas Weasley hagan un nido en su cuerpo. Simplemente aparecieron de vuelta en la entrada de su casa con una nota agradeciendo la intención, pero informando que se confundió de eventos y que no hay boda aún.

Como si sus mascotas estatuas hubieran comprendido antes que él que los barriles están para quedarse como el primer desprecio de un regalo Malfoy en el mundo, escalan la madera con la determinación de soldados en una misión hacía el punto más alto donde pueden echarse a dormir bajo el sol de la mañana.

Draco no es un burdo que se rasca la cabeza cuando está confundido, así que en su lugar rasca la cabeza de la estatua más cercana mientras analiza el papel que venía con la devolución.

Estamos felices de saber que contamos con sus buenas gracias, pero no hay fecha que celebrar.

Le diría que venga a conversar, pero he decidido tomarme un tiempo para mí misma. Por favor converse con Harry si tiene alguna duda.

Con amor, Ginevra.

La gira esperando algún tipo de burla sobre incesto (los Weasley a veces son tan predecibles) para no encontrar nada. Por la impresión de la nota queda claro que fue prefabricada, y como presumiblemente no tienen tanto dinero como para ir a imprimir una a una deben haberlo hecho en una gran cantidad. Este no debe ser el único regalo que devuelven.

Así que, esto fue impreso y devuelto en masa por algún motivo diferente.

Pero, ¿por qué? El vino simplemente no se vence o se devuelve. Eso es todo lo que necesita alguien que va a gastar la mitad de todo el dinero que hará en su vida para su fecha especial, y Ginevra no es tonta de ninguna manera.

Draco tuerce su boca.

No le gusta, pero es lo que hay y no está tan listo para entender qué ocurre.

Quizás solo todavía no se van a casar.

Enviará otra cosa cuando los chismes se extiendan a la fecha decidida.

...

Oh.

Oh.

Oh.

Así es como un cerebro perfectamente funcional se hace una pasta inutilizable cuando Draco recibe una carta de Pansy contándole de como no le sorprende que Harry le haya terminado a Ginny a puertas del altar, que ella nunca pasaría una vergüenza así.

¿No creías que tú y yo nos casaríamos?, se siente tentado a responder Draco por la pura mezquindad. Él no lo hace. Termina la carta, toma una nota mental para burlarse de Pansy por lo raro que es su esposo, como siempre hace, y fingir ofenderse por la burla de ella sobre como es el tipo raro de las estatuas.

Como sea, ese no es el punto.

El punto es que algún demonio en la tierra corrió el rumor de que iban a casarse cuando terminaron y que kilos y kilos de regalos de felicitación estuvieron llegando.

Oh, mierda, claro que se le sale una risa.

¡Eso es magistral! ¿Por qué no estuvo ahí para ver el desastre?

Su sonrisa cae un poco. Oh, sí, claro, porque Potter lo echó de su vida.

Pequeño detalle.

Ínfimo, podría decirse.

Y si en la respuesta a Pansy es un poco más venenoso de lo normal eso no es asunto de nadie.

...

Draco Malfoy no es el tipo de persona a la que abofeteas y en lugar de meterte cinco bombardas te da la otra mejilla. No. Él a mucha honra admitirá que es orgulloso como la mierda y que prefiere la muerte a la humillación. Es por eso que Astoria terminó con él, era demasiado terco como para dejar sus intereses a petición de ella, y después fue demasiado terco para aceptar dejar su vida aquí para ir con ella; pero a la vez también era demasiado intenso como para simplemente decidir tomarse un descanso o tener una relación a distancia. Él lo quería todo o no lo quería nada.

Así que Draco sabe que es una persona difícil de amar en el mejor de los casos, y que es completamente odioso en el peor de ellos. Sí, bueno, le gusta pensar que solo es parte de su atractivo como único hijo rico caprichoso con el porte matador de "muriendo de tuberculosis, pero con estilo".

La gente lo tolerará a él o les hará la vida imposible. Él lo tendrá todo no tendrá nada. Es así de simple.

Hoy Ronald Weasley es quien debe lidiar con eso.

Tampoco puedo decir que lamente mucho meterlo en este lio.

— Harry no está, ¿Qué quieres? —es la encantadora primera frase que le dirige Weasley desde el cuchitril conocido anteriormente como su escritorio.

Draco admira un poco el lugar. La última vez que vino estuvo un poco concentrado en otras cosas como para tomar un buen vistazo, pero está vez su compañía es fea y sucia por lo que es un pequeño regalo tener un instante de distracción.

Sí, los rostros amargos de los Aurores se mantienen pegados en sus horripilantes caras, los aviones de papel siguen volando sobre sus cabezas en bucles imposibles y el escritorio de Ron Weasley parece el pequeño escenario de baile de una academia de pixies.

Muy discretamente Draco adentra uno de sus dedos entre las pilas de papel desordenadas y tiene que apartarla justo antes de que un manotazo le caiga.

— Encantador como siempre —resopla.

Ronald ni siquiera se esfuerza en poner buena cara. Lo que es triste. Hace que se pregunte si todo el alto al fuego tácito que formaron la última vez que Draco fue a su casa significa tan poco.

¿Significa eso que ya puede maldecirlo o debe esperar? No es como si Harry estuviera aquí para detener a ninguno.

Una pena que esté aquí por otro motivo.

— En fin, —dice Draco, y saca de su bolsillo un pequeño reloj de muñeca. Lo coloca sin ningún tipo de suavidad en lo poco que hay despejado de ese escritorio— te pedí una reunión para esto. Fue un regalo. ¿Me debo preocupar?

— ¿Por qué no le preguntas a Harry?

Hmn. Así que no le dijo nada a su familia. Interesante.

— Se preocupa demasiado —Draco sacude su mano en el aire para restarle importancia.

Ronald suspira como una pobre jovencita siendo acosada mientras toma el reloj entre sus dedos. Lo grita, lo acerca a su rostro, y Draco se pregunta si podría ser tan bastardo como para decirle que no tiene nada y dárselo de vuelta. Por un lado sería genial no perder el reloj de su colección, por el otro, eso sería muy, como ha oído que dicen los muggles en su tiempo con Potter, hijo de perra, y molestar a Ronald no le conviene en este momento.

Siente más de lo que escucha como el objeto golpea el escritorio de nuevo. A continuación. Ronald mete las manos entre sus montones de pilas de papel en busca de alguna cosa. Draco no le recuerda que hay hechizos para encontrarlo más fácil.

Así que espera, posicionado recto observando a su alrededor.

El cubículo de Potter está impoluto, nota.

— ¿A qué hora llega?

Ronald ni siquiera alza la cabeza para mirar hacía donde observa Draco.

— Está de vacaciones. El idiota cobarde.

— ¿Lleva mucho tiempo fuera?

— ¿No te lo ha dicho? —finalmente alza su rostro en pura incredulidad— Creí que eran, ya sabes, como una versión mucho más retorcida y cercana de la rara amistad entre Hermione y Luna.

— He tenido poco tiempo para verlo —miente.

Ronald frunce su nariz. Podría ser adorable si no fuera pelirrojo y por ende un ente del mismísimo diablo en la tierra.

— Pues deberías verlo, ya que yo no voy a hacerlo.

— ¿Por lo de tu hermana?

— ¿Ya hay rumores de eso?

— Sigue siendo el niño que sobrevivió, y ella sigue siendo una de las Arpías de Holyhead. No ha aparecido en los diarios solo por suerte. Usa la cabeza, Weasley.

Una carpeta más gruesa que el largo de la propia varita de Draco es acomodada dificultosamente en el escritorio. El polvo vuela, y solo la negativa a ser cualquier cosa menos que etéreo le permite a Draco contenerse de toser. No es lo mismo para Ronald. Él escupe mientras tose como si fuera todo un cavernícola.

— Que molestia —murmura Ronald. Sus dedos comienzan a pasar entre las hojas que Draco descubre que son formularios.

En teoría sabe que la conversación ya terminó. Ronald siguió con el favor que le pidió y Draco ya no tiene mucha duda plausible para presionar.

Pero él nunca ha sido de hacer las cosas a medias.

Avanzando un paso, Draco coloca su palma sobre algún formulario de conflictos con centauros y le impide seguir pasando las páginas.

— ¿Por qué devolvieron mi regalo? Era bueno.

Ronald se pasa una mano por el rostro de forma exasperante.

— ¿Si te das cuenta de que la gente no quiere tener recuerdos de un compromiso fallido tras una ruptura?

— ¿Rompieron? ¿De verdad?

— Es definitivo por como escuche a mi hermana hablar de él.

— Mentira.

Ronald lo mira como si le hubiera salido una segunda cabeza. Lo cual, justo.

Él mismo puede escuchar la incredulidad en su propia voz. Imaginó que las cosas iban mal, por supuesto que cuando te devuelven un regalo de bodas tienes que sospechar la posibilidad de que la feliz pareja sea menos feliz y menos pareja de lo que pensabas, pero en realidad no contemplo la posibilidad con seriedad. Era antinatural, errado. Se suponía que Harry solo fuera feliz. Se suponía que Ginevra fuera el centro de su vida.

Draco no es una persona empática, simplemente se le escapa de las manos cualquier elemento intrínseco que se necesite para poder escuchar a alguien sufrir y decidir perder su tiempo haciendo algo al respecto, pero aún así no puede llamarle de otra manera que no sea lastima al peso que se instala en sus huesos con la noticia.

— ¿Es definitivo? —se encuentra preguntando Draco.

Weasley se encoge de hombros. Es toda la respuesta que Draco necesita para empezar a sentirse mareado.

No se suponía que nada fuera así.

— ¿No te lo dijo Harry? —pregunta Ronald ante el silencio que siguió a la pregunta de Draco. Entonces inmediatamente después parece recordar algo y tuerce su boca en una sonrisa amarga— Bueno, si es el caso al menos estamos igual. No me dijo nada tampoco. Tuve que enterarme por mamá.

— No ha hablado contigo.

— Ni contigo. No puedes echarme nada en cara —Ronald frunce sus cejas—. Espera, ¿viniste aquí por esto? ¿como una especie de acosador?

Draco no se sonroja. No lo ha hecho nunca ni lo hará ahora. Pero de todas formas es tan pálido que siente como se le calienta la piel.

— Te haría bien conseguir un gramo de inteligencia, Weasley, ya te he mostrado para que vine —dice, y rápidamente usa su mano izquierda para recuperar el reloj de la mano de Ron—. Lo cual me arrepiento ahora que recuerdo como eres, probablemente echarás a perder todo si te lo dejo.

— No puedes recuperarlo. Es un artefacto oscuro, Malfoy, que es literalmente el único motivo por el cual no te eché en cuanto te vi, así que dame.

Sus labios se adelgazan en una línea recta. Mierda, le gustaba ese reloj.

Luego se lo cobrará a Potter, dado que en teoría ya no hay motivos para no verlo.

Ronald extiende su mano con la palma hacía arriba, y Draco jura que siente dolor físico cuando entrega el reloj de nuevo. Como, real dolor físico. Hace una mueca. Quizás debió entregar algo más inofensivo en su lugar, pero esto es lo que menos le gusta de su colección de todas formas, y no es como si sobraran los artefactos oscuros que se acerquen a lo inofensivo.

Lo que uno sacrifica por el chisme, piensa.

De mala gana, Draco tiene que observar como Ronald rellena el formulario con esa cara de estar oliendo mierda que siempre tiene en su presencia.

— ¿Cómo dijiste que llegó a ti?

— Un regalo anónimo.

— Malfoy, no te creo una mierda —entonces, Ronald escribe en el motivo de consulta eso: que fue un regalo. Cuando se gira, el rostro de sospecha de Draco debe decirle algo porque se encoge de hombros—. Si me pongo sospechosos Harry se mete en problemas. Dile eso, ¿sabes? que es el último favor que le hago después de que ni siquiera se haya dignado a explicarme que hizo a mi hermana para obligarla a terminarle.

— Ginevra nunca le terminaría —dice Draco automáticamente, porque es una realidad tan fuerte como que el agua moja, el fuego quema y la Snitch vuela. Ginevra, que pasó años siguiendo a Potter, Ginevra, que dejó su autonomía recién adquirida en cuanto Potter le puso los ojos encima por fin. Ginevra, quien lo esperó cada uno de los meses que pasó sin siquiera saber si seguía vivo en su cruzada por los horrocrux.

Tampoco es que pueda creer que Harry le hubiera terminado a ella, la única persona a la que eligió de los montones y montones de opciones que tenía, pero ciertamente había pensado que, si un día terminaban, sería por algún tipo de acuerdo mutuo por algún motivo al mismo nivel que el fin del mundo, el renacimiento de Voldemort o la aparición de su hija perdida (sí, esa última opción fue muy rebuscada, pero ese era el nivel de incredulidad que se manejaba).

— Solo ve a verlo —dice Ronald, que había seguido hablando de algo que Draco no captó en todo el tiempo que estuvo dando vueltas en su cabeza—. A mi nunca me ha gustado que parezcas el novio del novio de mi hermana, pero puedo ver cuando tu cara de culo puede ser útil.

— No soy... —Draco suspira, decidiendo que no vale la pena defenderse de algo que haría reventarse a su padre como una palomita de maíz. Él es su propia persona y ese no es el punto más importante— Ve tú a verlo. Eres su mejor amigo.

— Hermione dijo que yo podría ser una influencia negativa en este momento. Algo sobre que voy a golpearlo y él me va a dejar porque está hecho una sopa de pena y tragedia en este momento. Así que guardaré mi espacio hasta que mi esposa me permita golpearlo en su fea cara.

— Yo podría aprovecharme de eso y matarlo, ¿sabes?

— Pero entonces su muñequito de Nicolas Flamel estaría muy triste.

Draco frunce sus cejas tan fuerte que casi se tocan.

— ¿Cómo sabes de eso?

— Pff. Es lo único que Hermione dice que mantiene limpio.

Duda un segundo.

— Veo.

— Ves. Ahora dime, con la mano en el corazón, ¿qué mierda hace este reloj y de qué formas va a matar a toda mi familia mientras tú finges demencia?

Tararea de memoria la respuesta de la utilidad de la cosa, asegurando que no puede hacer más que escuchar susurros de almas perdidas cuando da en cierta horas, y luego le da la razón a Ronald cuando dice que esperaba algo mucho peor de él. Sí. El Draco del pasado también lo habría hecho, pero ahora no puede importarle. Su cabeza está girando los engranajes a todo motor mientras decide qué hacer.

Y, la cosa, es que Draco Malfoy es muchas cosas. Es orgulloso, es descarado, es molesto como un grano en el culo siempre que tiene la oportunidad, y ya que es bastante oportunista eso también supone un problema significativo. Draco Malfoy simplemente nunca alzaría su rostro sobre su hombro y volvería atrás de una decisión tomada como lo fue su distanciamiento. Al menos no si Harry no es el primero que vuelve arrastrándose. Simplemente merece más. Ha hecho su vida a partir de una confianza y un ego que no piensa abandonar por un simple hombre, ni siquiera si es el elegido.

Y él está dolido, oh, lo está, ¿cómo se atreve a no volver por él cuando el problema ya se fue? ¿Tan reemplazable es? Si lo tuviera en frente le daría un golpe peor que el de todos los Weasley reunidos.

Pero, a la vez, está esa pequeña vocecita que suena horriblemente similar a Astoria recordándole las últimas palabras que recuerdo haber oído de Harry. Él dijo tienes que recordar que te quiero más de lo que una vez imaginé, y ahora que la oportunidad se presenta Draco es muy egocentrico como para no querer asegurarse de su veracidad como un niño curioso que disecciona a su primer animal para descubrir como se mueve.

Fuera de la oficina, Draco toma un fuerte suspiro y deja un único mensaje en su muñequito: Estoy rifando una patada y tienes todos los boletos así que hazte presentable. Estoy en camino.

Es todo, se dice a sí mismo mientras pide la dirección a Ronald. Se jura que es solo la curiosidad de ver que tan mal pueden verse los elegidos después de haber sido rechazados. Verá a Potter entero, con cinco mujeres muggles en la casa haciendole compañía en una jacuzzi y se irá. Es absolutamente lo único que espera. Nada más.

...

Grimmauld Place es tan arcaica como los rumores decían. Su fachada parece estar a punto de caerse a pedazos y sus escalones parecen tan viejos que Draco no se sorprendería si de pisarla fuera a hundirse su zapato en un agujero recién formado. Es decir, parece la casa de cualquier familia de sangre pura promedio y como tal ni siquiera tiene una puerta en propiedad, en su lugar, Draco escucha desde su posición como el timbre se activa solo e inmediatamente después la voz de una mujer resuena opacada del otro lado de la puerta diciendo algo sobre milagros y Blacks en forma.

Pasa poco tiempo hasta que la imitación de puerta es abierta y Draco tiene que bajar los ojos para encontrarse con un elfo doméstico muy viejo y muy acabado, que le recuerda un poco a las pasas maceradas. Kreacher, cree recordar que lo mencionó Harry. Está encogido y parece tener ciertas dudas de ver a Draco posicionado en la puerta. ¿Eso significa que Harry no le avisó? ¿Quizás ya no tiene su muñequito de Nicolas Flamel?

— Señor Malfoy —saluda el elfo, su voz es ronca, grave, como si estuviera hablando a través de un tubo de plomería—. ¿Puedo dejar un recado para el amo Harry de su parte?

Hmn. Draco piensa en qué tan benevolente se siente.

No mucho, decide.

Presiona su brazo sobre la puerta y la obliga a abrirse para pasar. Ignora olímpicamente las preguntas y reclamos de Kreacher siguiéndolo a través del inmenso pasillo iluminado con lámparas de gas que está... bueno, existe y se puede caminar en él, que es lo importante, pero también parece estar un poco sepultado en cajas y bolsas.

Draco mira con curiosidad a Kreacher que parece dolorido al responderle:

— Cosas de la ama Ginevra.

— Así que el rompimiento en totalmente en serio.

Kreacher se encoge de hombros como haría alguien atorado en una pregunta que no le concierne ni quiere que le concierna. Tarareando, Draco continua su camino en dirección a lo que piensa es la sala de estar. En su camino queda clara la presencia de Harry en todo el lugar, desde habitaciones que una vez tuvieron que estar dedicadas a antiguas reliquias o logros familiares y que ahora cuentan con aparatos muggles o son simplemente salas para exponer sus propios pasatiempos como en el Quidditch y su colección de magos de las ranas de chocolate entre otros.

Realmente no es sorprendente girar en una esquina para encontrar que una caja brillaba en la sala de estar frente a un largo sillón con una criatura babosa y deplorable que suplica ser liberada, llamada Harry James Potter.

Draco oculta su boca con su mano enguantada y el movimiento tiene que haber llamado la atención de la cosa porque alza su fea cabeza por sobre el espaldar del sillón. Él, bueno, es como el pasillo, está ahí, qué es lo relevante, pero el contenido es totalmente una catástrofe, desde cabello lleno de nudos horribles y grasientos, manchas de elementos desconocidos en la boca y ojeras tan grandes que hay ojeras dentro de ellas.

Es un rostro que a una madre le costaría amar.

También es uno que provee un rayo de gusto a Draco ver por fin. Bien, de acuerdo, puede que maneje la soledad un poco peor a comparación de antes de que este sujeto entrara a su vida como un gran perro que no sabe que no debe subirse a los sillones. Demándelo.

— Viniste —es todo lo que dice Potter, que, bien, leyó el mensaje; pero, mal, no lo respondió.

— Ahora me arrepiento un poco.

Porque, por más feliz que esté de verlo, todavía siente cómo su alegría se disminuye por el asco que reverbera desde el centro de su pecho. Sabe que está haciendo una mueca en este momento. No puede luchar con ella. Todo en lo que puede pensar es en liberar el aroma a tarta de melaza agria que llena la habitación.

Él no duda en quitarse su abrigo y entregárselo al elfo doméstico. Entonces se acerca y abre las cortinas más cercanas.

La forma de vida deplorable en el sillón sisea como si fuera un vampiro. Rodando sus ojos, Draco procede a abrir la ventana y a seguir el mismo procedimiento con la que está a su lado.

— No soy buena compañía en este momento —dice Harry.

— Claramente Ginevra... —Draco se muerde la lengua antes de terminar claramente Ginevra pensó exactamente lo mismo. No. Se obliga a sí mismo a moderarse y a aclararse la garganta— Quiero decir, no me importa, anda, levántate.

— No voy a salir.

— Ugh, lo sé, solo hazlo. No me iré de aquí hasta que al menos te vea hacer eso.

— Draco... —comienza Harry en un tono disminuido, y Draco teme que vaya a echarlo por un segundo— ¿trajiste comida?

Oh.

— Puedo preparar algo —ofrece Kreacher de mala gana.

Y mira, no es que Draco dude de las habilidades de la cosa, él mismo tuvo un elfo domestico en casa de sus padres que era perfectamente capaz de hacerlo todo, pero, bueno, solo tienes que mirarlo un poco para saber que lo que sea que hagan esas manos no puede ser completamente salubre para el cuerpo humano. Se encuentra sacudiendo su mano para despachar al elfo y se dirige por su propia cuenta a la cocina.

De acuerdo, encuentra básicamente la misma cantidad de ingredientes que tendría un vagabundo, pero es al menos suficiente para empezar. Por un momento, sin embargo, duda. No ha cocinado nada en su vida.

— ¿Eres demandante? —pregunta Draco a la bestia que se ha levantado para caminar a su lado a la cocina. Es todavía peor verlo levantado tambaleándose y con la ropa de hace varios días combinando con la barba que requiere una afeitada urgente.

Hmn. Al menos se mueve. No puede estar tan mal.

Harry se encoge de hombros.

Genial. Aquí nadie tiene estándares al parecer. Pueden trabajar con eso.

Y, como Draco no es una persona muy dada a los silencios, decide llenarlo mientras corta un pan a la mitad. Lo huele un poco. Espera que no esté mohoso.

— Hago un vino fantástico, por si no sabías, he estado haciendo un montón últimamente, incluso he regalado un poco y me lo han regresado.

— Lo siento mucho por eso —Harry no suena como que lo siente en absoluto.

Su rostro es tan honesto que queda claro que lo dice en serio. Hmn. Así que no lo sabe. Ha sido Ginevra entonces quién ha devuelto los regalos.

Una muy, muy pequeña parte de Draco que todavía puede sentir pena por otras formas de vida humana se avergüenza de haberle enviado el regalo, pero, de nuevo, no es una gran persona, y la satisfacción de hacer sufrir a un Weasley simplemente es más fuerte y también es el motivo de una pequeña sonrisa que se le sale con la información. Simplemente no puede evitarlo. Está en sus genes junto a lo que sea que el incesto haya dejado en su ADN.

Sin saber que mucho más decir para matar el tiempo, Draco dice lo único que relevante que ha estado haciendo últimamente:

— Así que he estado vendiendo bastante bien. Ya sabes. Piedras, artefactos, vino. Los muggles compran eso en cantidad incluso si los magos no son muy dados a pagar fortunas por eso.

— No es sorprendente. Venderías bien hasta excremento.

— No seas vulgar, Potter, no te vendería a ti.

Harry resopla de la forma en la que te alcanza una risa que no te esperabas, y por un momento vuelve a verse como el Harry de siempre, animado, un poco hiperactivo para ser honestos, y un total dolor en el trasero. Draco vuelve sus ojos a la lechuga y al tomate en cambio. No hace bien para nadie que vea mucho de eso.

Deja que el silencio se instale mientras llena el pan de los implementos necesarios. A su lado, Potter se ha posicionado para ver sus manos trabajando como si fueran lo más interesante del mundo. Quizás lo sea para el suyo. Perder una novia a la que amabas es algo que rompe un poco con todo.

Se aclara la garganta, y Potter alza los ojos del sandwich en proceso para verlo directamente.

— Vi a Weasley. Es decir, a Ronald. Me habló un poco de lo que ocurrió. ¿Vamos a hablar de eso o a bailar alrededor del elefante en la habitación?

— Me gusta bailar.

— A mí no. Mentí, no tienes elección. ¿Qué te sucede?

Potter, porque claramente no tiene inteligencia para mucho más, vuelve a encogerse de hombros y amenaza con intentar ayudar a Draco, quien le golpea la mano de un manotazo. No necesita su suciedad en la comida.

— Quería enviarte un mensaje —en su lugar responde Potter que, wow, que forma de hacer que Draco olvide por un momento que estaba haciendo y casi rompa por la mitad el jamón de pavo—. O ir a verte, realmente quería, pero tenía miedo. Lo siento.

— ¿Miedo? —pregunta, y cierra el pan por arriba. Es el sándwich más triste que ha visto nunca, apenas con lechuga, jamón y queso; sin tomate porque no hay aquí— ¿De qué? ¿De mis preguntas?

— Por favor no las hagas.

Se muerde el interior de la boca, pensando mientras entrega la cosa a Potter, el cual no lo piensa en absoluto antes de morder haciendo crujir el pan como si su vida dependiera de ello. Es algo que Draco valora en él. Come como si pudiera ser su última oportunidad de hacerlo. Nunca se siente mal de mostrar su hambre cuando está comiendo con él.

Se limpia las manos con un trapo de la cocina y lo deja caer en las manos de Kreacher para que lo limpie.

— ¿Se supone que te vea destrozado y no pregunte por qué tu prometida te dejó, Potter? No sé mucho de rompimientos, pero sé que se supone que hables de eso. Ya sabes, para no enloquecerte.

Draco sabe que eso pudo haberle ayudado a él, igual que sabe que, si Potter hubiera estado entonces, no lo habría dejado pasar esto solo sin una buena e incómoda conversación de por medio.

Sin embargo, Harry solo mastica, mirando con tristeza al sandwich. Le da un segundo mordisco. Vuelve a encogerse de hombros.

Draco suspira y vuelve a ocuparse. Va al pasillo de antes y saca su varita. Tararea bajo el encantamiento levitatorio y dirige todas las cajas y bolsas a una habitación aleatoria, en particular una en la que hay un pequeño juego en un tablero que simula a ese juego en el que los muggles se persiguen por una pelota. Es como un pequeño estadio y hay pequeños muñequitos que se mueven de tanto en tanto por algún encantamiento y se gritan sobre faltas y árbitros. Duda que Potter entre aquí en este estado, así que es a donde envía las cajas.

— Fuera de la vista, fuera de la mente, —asegura Draco.

— Estás como siempre —susurra Harry, en un tono que sugiere que eso no es algo bueno. En respuesta hace un ruidito que no es de confirmación ni de negación, y luego, como Potter no sabe cuando callarse, dice:—. ¿Por qué estás aquí?

— Para verte, claramente, aún si pareces ropa vomitada que cobró vida.

— Sabes a qué me refiero.

Una de las cajas chirría un poco al moverla. Cuando mira a Potter él solo mastica más del sandwich. Draco es pésimo cocinando, pero por el apego que Potter le ha desarrollado a lo que le hizo bien es bastante probable que tenga un talento oculto para hacerlos.

Aunque, para ser honestos, ha sido así desde que tiene memoria. Ninguna habilidad se siente real hasta que no vence a Potter o no recibe su clara envidia. Así ha funcionado siempre, así sigue siendo. Probablemente Draco ya es incapaz de catalogar sus propios talentos sin medirse con Potter de un modo u otro.

Así que eso le dice.

— Perdería casi todo el valor de lo que tengo si murieras.

— Es una forma extraña de decirme que te agrado.

— Es que no lo haces. O no lo has hecho siempre, al menos —Draco forma una mueca y admite:—. No soy un monstruo. Te valoro como a una mascota, por eso no te dejaré morir ahora que he visto como vives.

— ¿Todavía pensarías así si te dijera que estuve muy enojado contigo los primeros días?

— Estoy enojado contigo todo el tiempo también —dice, y da una palmadita con su mano en el hombro de Harry. Está tan tenso que es incomodo—. Tenemos está bonita relación autodestructiva que nos encanta. No te preocupes por eso.

Harry frunce sus labios por un momento.

— Pensé en nunca volver a buscarte.

— ¿Todavía quieres eso? —dice Draco, fingiendo que esa afirmación no le heló el alma.

Él no se molesta en responder a eso y en cambio pregunta:

— ¿Te quieres quedar incluso si no quiero responder ninguna pregunta?

— No —replica Draco—, no si no me respondes nada. Necesito algo para trabajar.

— Entonces tendrías que irte.

— Bien —acepta—, pero después.

— Draco...

— Empecemos con las preguntas. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Los hombros de Harry se endurecen inmediatamente. Deja el plato limpio sobre una caja y se limpia el rostro con la manga de la camisa que lleva. Asqueroso. Draco simplemente no puede soportarlo. Le hace un gesto para que lo siga y comienza a subir las escaleras, pero se queda quieto al darse cuenta de que no reconoce nada.

Hay un suspiro a su espalda, y luego un par de manos se colocan en sus hombros y lo direccionan manualmente a una habitación.

Se deja orientar, no ve porque no hacerlo en una casa tan vieja donde perderse podría significar nunca ser encontrado. Es como su propia casa de la infancia, esa a la que fueron juntos a esa fiesta igual que hoy, sólo que entonces Harry se permitía ser mucho más honesto con él.

No por primera vez Draco se pregunta qué puede estar ocultando, sabiendo que Harry no es de lo que se guardan una respuesta por vergüenza, pero siempre ha sido de los que cuidan secretos junto a su corazón, constantemente demasiado grandes como para que sea fácil respirar con ellos presionando.

Esta ruptura y sus detalles deben ser uno de esos secretos.

— Aquí —le dice Harry sobre el hombro cuando llegan a su habitación.

Es sencilla, es lo primero que piensa. Todo está en su lugar y las pertenencias que hay son ínfimas a excepción de un retrato suyo con Ginevra sobre la cómoda. Sin pensarlo mucho, Draco aprovecha que Harry ha decidido entrar al baño anexado a la habitación para colocar el cuadro boca abajo contra la madera.

A una parte muy pequeña de él, una cruel e insensible al punto que no le gusta, se siente satisfecho de estar ocultandola, de estarse quedándose a Harry para él por un rato. Siempre ha sido así. Es el síndrome del hijo único que lo tuvo todo: es pésimo para compartir.

— ¿Mejor? —Harry pregunta cuando vuelve. Se ha limpiado la cara y se nota en su tez. Draco le toma el mentón con su mano para hacerlo girar el rostro. Igual de miserable, pero mejor.

Asiente con su cabeza y procede a buscar en la cómoda algo de ropa nueva.

Descubre que aquí también hay una de esas cajas que brillan y suenan en una esquina por como Harry presiona un botón en un objeto de plástico y la cosa se enciende. Son muggles hablando, entiende Draco, sobre algo de un accidente automovilístico que pudo haberse evitado. No lo tiene claro, ¿por qué alguien usaría un auto para empezar?

— Fue más o menos cuando te dije que necesitaba espacio.

Draco se detiene a analizar lo que Harry acaba de decir y entiende la respuesta a su pregunta de hace cuanto habían terminado. Duda.

— Eso es mucho tiempo —dice Draco, y Harry le da un sonido de acuerdo—. No pudiste haberte negado a enviarme un mensaje solo porque no querías mis preguntas, Potter, ¿qué sucedió? —Entonces, una horrible idea se le pasa por la cabeza— ¿terminaron por el mismo motivo por el cual pediste espacio?

Harry observa religiosamente la caja brillante aún mientras responde en un susurro tenue:

— Habrías hecho esto si te lo hubiera dicho antes.

— ¿Qué? ¿Alimentarte? ¿Vestirte? Y usa esta camisa, por cierto, te ves horrible en lo que tienes ahora.

Las comisuras de la boca de Harry se alzan suavemente.

— Exactamente.

— Me temo que Ginevra se llevó todo lo que quedaba de tu inteligencia si esperas que entienda algo con esto.

— Me refiero, —dice Harry con un poco más de convicción— a que no era justo contigo ser una carga después de haberte echado de mi vida.

Hay un largo instante en el que nadie dice nada.

Y entonces Draco verídicamente tiene que colocarse las palmas en las sienes para no sucumbir al dolor de cabeza que siente empezar. Toma aire profundamente, deja que Potter le tome del dobladillo de la camisa para hacerlo sentarse a su lado en la calma, y deja salir el aire.

Harry observa con curiosidad la camisa que Draco trajo consigo.

— Esta no me gusta.

— A mí sí, así que te la pones —se obliga a abrir los ojos para ver a este idiota—. ¿Me dices que no me buscaste por un estúpido sentido de culpa?

— Más bien por la justicia.

— Oh, Morgana, eres uno de esos deprimidos que quieren seguir sufriendo. No puedo creerlo.

— ¿Qué? —la frente de Harry se arruga— No, hablo en serio, era por tu bien. Mírame, soy un desastre, no puedo tirarte eso, en especial cuando merezco lo que ocurrió.

— Me haces miserable, Potter.

— Sí, eso era básicamente lo que quería evitar.

Draco no lo soporta, se deja caer a la cama y cierra sus ojos con fuerza como si al hacerlo Harry pudiera desaparecer repentinamente.

Por supuesto, ningún dios es tan bueno con él y Potter se mantiene a su lado dando pequeños toques a su costado para obligarlo a levantarse. Draco... Draco no quiere hacerlo, pero todavía se siente un poco odiosamente feliz de saber que el motivo de su desaparición fue una idiotez como esa. Muy Harry Potter en realidad, siempre haciendo aseveraciones sobre la gente que de alguna forma llevaban a la conclusión adecuada por los motivos totalmente incorrectos.

Draco Malfoy no necesita a nadie. Es orgulloso, es un líder nato, es apasionado con lo que le importa lo suficiente. Él no necesita a Harry Potter.

Pero que bien se sienta saber que Harry Potter sí podría estarlo necesitándolo todo este tiempo.

Alza la muñeca que colocó sobre sus ojos y se encuentra con esos verdes contemplando como si fuera la cosa más bonita en la habitación que, justo, Draco lo es. No le asusta admitirlo.

— Vamos a hablar de eso.

— Realmente no lo vamos a hacer, Draco, pero gracias por haber venido, ahora ya puedes irte, porque no responderé nada más.

— Agh. Bien.

— ¿Bien?

— Bien —concuerda—. Bailamos alrededor del elefante en la habitación.

Es injusto que Potter pueda verse tan mal y todavía tener una sonrisa absurdamente cegadora. Cuando él le extiende su mano, Draco la acepta para volver a sentarse a su lado. Ahora ha cambiado el canal y la televisión muestra una especie de bosque. Él no lo entiende. Deja de fingir que le interesa y en cambio se queda observando a su acompañante.

— Vas a volver a trabajar —dice/ordena Draco.

— Yo no...

— Vas a volver a hacerlo o prometo que te daré tus propias estatuas encantadas.

La sonrisa de Potter decae. Solo un poco. Draco se asusta un momento, pensando que hizo algo mal.

— ¿Cómo están?

— ¿Mis estatuas? —obtiene una confirmación con movimiento de cabeza— Son malditas estatuas, Potter, ¿qué se supone que te diga?

— Bueno, no lo sé, su salud, por ejemplo.

— ¿Quieres que te diga que están cagando piedritas aguadas o algo así?

Harry suelta un largo respiro.

— Todavía eres insoportable.

— Gracias. Todavía eres feo.

Por poco Draco no esquiva el brazo que fue lanzado a su dirección para atraparle la cabeza en una llave. Una vez libre, salta en la cama un par de veces para separarse un poco de Potter y quitarle la ventaja. Por cómo el hombre entrecierra los ojos, duda que vaya a ser el último intento.

— De acuerdo —termina admitiendo Draco—. De hecho sí hay algo que contar de ellas, pero cambiate antes. Me asqueas.

— Sabes que nada de esto sirve de nada, ¿verdad? Volveré a como estaba en cuanto te vayas y lo haré con gusto.

— No es inteligente de tu parte decirme eso.

Se encoge de hombros.

— Hermione se rindió cuando lo hice.

— Yo tengo un truco que ella no tiene —susurra conspiranoicamente Draco—. Tengo una bombarda en la punta de la lengua y tú dos cajas brillantes que no me gustan. Haz las cuentas.

Harry frunce sus cejas ante la duda.

— Puedo conseguir más.

— Sí, tras una ducha y una caminata. Eso me suena a ganar-ganar.

Con un ruido disconforme Harry se levanta y entra al baño con la ropa que Draco sacó para él. Genial. Apenas puede disimular la sonrisa victoriosa que se pega a su cara.

— ¡Todavía te escucho!

Draco se aclara la garganta. Claro. Hablaban de las estatuas.

— Así que creo que puedo transferir su conciencia a contenedores —empieza Draco—. Es un proceso largo y tedioso, pero podría darles cuerpos reales, recién muertos de preferencia, para que caguen aguado si quieren. Supongo que les daría más movilidad también, pero en principio solo las hará felices. He visto como miran con envidia a los perros moviendo sus colas.

— Quieres hacer zombies —replica Harry.

Draco frunce el ceño.

— ¿Inferi? No, no hablo de reanimarlos y controlarlos, más bien quedan libres y buscan sustento por sí solos como un ser vivo.

— Sí, zombies. Los que comen cerebros.

— ... ¿Cerebros?

Pasa un segundo de silencio.

— ... ¿Quieres ver una película?

Así que algunos minutos después aquí tienes a Draco observando con asombro como Harry regresa poco después con una pequeña caja rectangular que mete en una ranura en una máquina abajo de la televisión. La cosa es absorbida casi inmediatamente, y Harry lo detiene cuando Draco tiene el instinto de tratar de salvar a la caja de su fatal destino.

Por algún motivo, Potter se ríe de él mientras lo insta a mirar a la caja brillante presentando unas letras sobre lo que parece ser un cementerio.

— Estos son zombies de verdad.

Draco duda, sin entender del todo lo que está ocurriendo. Decide que prefiere la ignorancia.

— Sí, creo que ya extendí mi visita.

— No —las manos de Harry se lanzan a tomarlo de los hombros y clavarlo a su lado. Un poco demasiado cerca para la propiedad, pero, por otro lado, este es Potter. Nunca ha habido propiedad que perder para empezar.

Con un suspiro, decide quedarse callado y observar como en la pantalla una mano sale triunfal de la tierra para luego comenzar a ser removida desde abajo por un humano disfrazado saliendo de su interior.

— ¿En serio esto ven los muggles?

— Quedate viendo, vamos.

— Es una estupidez.

— Complaceme.

Draco lo hace, se dice que es solo porque es un pobre hombre sufriendo que lo hace y no porque sea un poco gracioso ver los horribles disfraces de inferi que los humanos llevan en la pantalla. Se imagina que son humanos pequeñitos viviendo dentro a costa de un aumento en el recibo de la luz, los pobres atrapados como elfos domésticos para satisfacer su necesidad de entretenimiento.

— Está atrás tuyo —dice Draco a la personita en la caja.

El protagonista ni siquiera trata de girar antes de que el monstruo vuelva a esconderse entre las sombras para desaparecer de la vista del resto del grupo de personitas que llega a la escena.

Draco junta sus cejas, molesto.

— Por no escucharme.

Harry da un apretón a los hombros de Draco, pero no levanta las manos.

Él no... él ya no se ve del todo infeliz. Supone que esta caja debe ser milagrosa. Así, casi parece que puede dejarlo solo y que va a estar bien. No le sienta del todo, le gusta saber que es necesario de alguna manera, pero es una buena noticia que no va a empañar con su ego.

Él va a estar bien, sabe Draco entonces, incluso si Harry aún no se ha dado cuenta.

Se suponía que iba a ser feliz y todavía puede serlo.

Simplemente debe dejar de aferrarse a su miseria por un momento.

Es en un susurro que a Draco se le escapa:

— Lo manejas mejor que yo con Astoria.

Inmediatamente Potter se queda antinaturalmente estático. Draco también lo hace ante su propia sorpresa. Hasta hacía varios meses nunca habría sido capaz de decirle algo así a otro ser vivo. Admitir una derrota como esa es solo algo que no se supone que un Malfoy haga, pero Potter le guardará el secreto y no podrá juzgarlo en su estado actual, así que no hay riesgo. Si esto le sirve de algo y se siente todavía más agradecido con Draco después, que así sea.

— Dijiste que me veo como ropa vomitada que cobró vida.

— Lo sé.

— Amigo, esa mujer te destruyó.

— Hmn —Draco dice, y se mantiene viendo la película otro rato antes de agregar:— ¿Quieres un consejo?

— No realmente.

— Bueno, te he visto, sé que lo necesitas para cuando vuelva a irme y regreses a tu charco de pena.

— En realidad, odio todavía más hablar de Astoria. Paso.

Draco siente que sus cejas suben a la línea de su cabello. Correcto, eso es grosero de su parte.

— Pues que bueno que es sobre mí.

— Draco...

— No, Potter, si no vamos a hablar del problema entonces al menos déjame hacer esto, porque no quiero que la próxima vez que te vea sea como yo llegué a verme. Escuchame. Sé que todo se siente mal, incluso las cosas buenas.

— Tú te sientes mal, ¿crees que eso te hace algo bueno para mí?

Draco no presta atención.

— Lo que quiero decirte es que no va a mejorar —asegura, y finalmente la expresión relajada que tomó Harry desde que llegó se esfuma, es de vuelta la cosa lamentable en el sillón, solo que está vez Draco siente la suficiente lástima por él como para usar su dedos para tratar de domar su cabello. Tiene éxito a medias—. Va a ser así por un largo tiempo, e incluso cuando creas que lo superaste te vas a dar cuenta de que no lo has hecho. Una parte de ti siempre será esta... cosa en la que te convertiste. Ella no va a devolver lo que se llevó, probablemente hayas dejado algo similar en ella. No lo sé, quizás lo sabría si alguien me diera más datos. Pero, el punto, es que vas a ser miserable.

— Ayuda menos de lo que crees.

Draco rueda sus ojos.

— El punto es que sé que sientes que no hay nada más ahora y que no será mejor por un largo tiempo. Sé que el tiempo pasará y todavía sentirás que perdiste lo mejor que el mundo se atrevió a darte. Pero, un día, no sabrás cuando ni podrás predecirlo, alguien te invitara una bebida y dirás que sí porque la persona te gusta y no porque te recuerda a ella. Un día volverás a intercambiar cartas con ella y no querrás guardar cada papel con la fragancia de su perfume. Y todavía te vas a sentir mal, terrible, levantarte va a ser un suplicio...

— Creo que estás deprimido, hombre —murmura Harry distraídamente.

— Pero tienes el suficiente orgullo como para levantarse de todas formas por puro despecho. Solo porque mereces mucho más que la alternativa y sé que el maldito elegido es la primera persona que puede usar eso a su favor, y, si no es suficiente, vendré yo mismo a darte una patada cada día, porque al menos yo merezco más que un amigo en tu estado —de repente, como si acabara de entender lo que ha dicho, Draco alza sus cejas en señal de completa impresión—. Así que vuelve a bañarte incluso si me voy y Granger no vuelve, Potter, es el primer paso para ser infeliz y aprender a funcionar de todas formas, así que sé un niño grande y vive, que tampoco quieres que ella cargue con haberte destruido, porque, para el final del día, sé que todavía la amas.

Entonces el silencio cae en la habitación a excepción de la caja brillante donde alguien acaba de encontrar un objeto antiguo en una tienda vieja. Cree. No lo sabe. No ha estado prestando atención. Lo único que sabe es que este silencio no es cómodo como la mayoría que han tenido. Es incómodo y tenso, de esos que puedes cortar con solo pasar la varita por el aire.

Empieza a preguntarse si su relación se ha deteriorado tanto cuando Harry vuelve a hablar.

— Draco.

Es más bien un murmullo en el viento, apenas lo alcanza a oír sobre el volumen de la caja brillante.

— ¿Hmn?

— Extraño mucho más a los Weasley —Harry dice, en un susurro que parece un pequeño secreto que se escapó directamente de sus entrañas. Draco asiente con su cabeza y permite al hombre a su lado apoyar su frente sobre su propia mano colocada en el hombro de Draco. Es el contacto más cercano que nunca han tenido—. ¿Y si no siento lo que acabas de decir? Al menos no por ella. ¿Crees que soy un monstruo por eso? ¿Por extrañar más a la familia que a mi ex?

Pasa saliva sonoramente. Harry no se mueve de su hombro.

No hay forma humana de decirle que si eso no es mentira, entonces todo el mundo se ha basado en una mentira hasta el momento.

— Creo que realmente no me importa si lo eres —consigue decir Draco en cambio.

— No pensarías lo mismo si supieras porque terminé con ella.

— Pues dimelo y descubrámoslo.

— Yo... —Harry resopla contra su ropa. Se ve destrozado de nuevo— Gracias por venir, Draco.

— No, no me vas a dejar con la duda, yo...

Entonces el primer zombie sale de una tumba y Draco jadea. Harry procede a reír suavemente y a susurrarle que esta es solo uno de tantos que vendrán. Se refiere a los Zombies, pero Draco entiende "Gente pequeña atrapada en una caja".

— ¿Hacen la obra que les pidas?

— Por supuesto —se escucha la sonrisa en su voz— Te dejaré elegir la siguiente.

Draco toma la oferta. Para bien o para mal, olvida lo que fuera que iba a decir antes.

Y no sabe nada de los detalles, Harry se ha encargado de que así sea, pero cree, en lo profundo de su ser, que la sonrisa que Potter le da cuando se asusta o las quejas que da superficialmente cuando lo envía a bañarse significan que ha hecho bien en venir hoy. Es más bien una esperanza. Él solo, simplemente, es muy cobarde para renunciar a Harry Potter todavía y va a usar las herramientas a su favor para evitarlo.

Si una de ellas es hacer un sandwich simple, mover unas cajas y asustarse un poco con zombies come cerebros, bueno, entonces el precio es bastante pequeño de todas formas, y, de todas maneras, Draco es rico para despilfarrar todo lo que haya que pagar.

Notes:

Palabras: 9843

Notes:

Palabras: 2504

El título de esto también podría ser: Mi hermana cumplió años y no tenía dinero para regalarle nada así que le ofrecí hacerle un fanfic de su pareja favorita. ¡Viva la pobreza, el amor y el arte!