Chapter 1: El Eco de la Sombra
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El aroma a pergamino viejo y poción desinfectante era lo único constante en el aire del Ministerio de Magia. Monótono. Agobiante. Igual que cada día desde esa noche. La noche en que el mundo de Renjun se fracturó, o al menos eso se suponía. Estaba sentado en la silla dura de siempre, en la misma oficina luminosa, intentando descifrar los fragmentos de lo que había sido el caos.
Habían sido días, no semanas, pero se sentían como una eternidad de preguntas repetitivas. Sus rodillas rozaban el pantalón impecable, la enésima muda de ropa "normal" que le habían dado. Todo para que pareciera la víctima perfecta. Las voces suaves y condescendientes le habían repetido hasta el cansancio que estuvo bajo el hechizo Imperius, que no era su culpa, que era solo un daño colateral de la barbarie de La Raíz. Pero esa era una verdad tan endeble como el papel de los pergaminos de donde escribían todo lo que Renjun sabía.
Un fogonazo. El brillo verdoso de un hechizo. Gritos. Un aullido, o quizás un grito de guerra, mezclado con el inconfundible hedor a magia oscura quemada y tierra mojada. Recordaba el rostro de Sungmin, sus ojos inyectados en sangre, una mueca extraña en sus labios mientras murmuraba algo que Renjun no logró asir antes de que todo se convirtiera en un torbellino de luces cegadoras. ¿Qué había sido eso? Se apretó las sienes. El dolor latía, un eco de la confusión que no lo abandonaba. Le habían dicho que el Imperio lo protegía de la memoria completa, pero la falta de coherencia era una tortura.
Estaba seguro de una cosa: sus padres, Huang Jianyu y Lee Jeongjin los líderes de La Raíz, nunca habrían permitido su captura si no fuera parte de un plan. Ellos eran demasiado poderosos, demasiado calculadores. Pero si ese era el caso, ¿por qué el dolor de cabeza al intentar recordar? ¿Por qué la sensación de que algo fundamental le faltaba?
Su mente divagaba hacia el momento de la redada. Los Aurores habían irrumpido con una eficiencia brutal, pero extraña. Los gritos de las maldiciones, el estruendo de los duelos. Recordaba vagamente a otros líderes de La Raíz, figuras sombrías, desapareciendo en el caos, esquivando el ataque. Pero sus padres no. Sus padres, que eran la esencia misma de La Raíz, se quedaron. ¿Por qué ellos no habían escapado? La pregunta se clavaba en él como una espina. Era lo más sospechoso de todo. De hecho, todos los líderes de La Raíz habían conseguido evadir la captura. Solo los magos más insignificantes habían sido atrapados.
Una tos suave lo sacó de su bucle de pensamientos. Había un par de ojos clavados en él, los mismos de siempre. Los ojos de Kun, el Ministro Mágico.
"Renjun," la voz de Kun, sorprendentemente cálida, lo sacó de golpe de su letargo. El Ministro le sonreía, pero sus ojos estaban llenos de esa seriedad peculiar, el peso de la responsabilidad que Renjun ya reconocía. "Hemos terminado con las preguntas por hoy. Apreciamos mucho tu cooperación. Sé que ha sido un proceso difícil."
Renjun asintió, la misma respuesta monótona de siempre. Estaba cansado de las preguntas, cansado de que se metieran en su mente. No es que encontraran mucho. Las capas de su Oclumancia, innatas y perfeccionadas por sus padres, eran impenetrables incluso para los magos del Ministerio. Solo sentían el eco del trauma, la confusión del Imperio.
"Esa noche, Renjun," continuó Kun, su tono suave, intentando ser reconfortante. "Vimos cosas... horribles. Tuve que tomar decisiones difíciles. Tus padres, los líderes de La Raíz... fueron llevados a Azkaban." Kun suspiró, estaba exhausto, se notaba, demasiado. "La llamada que nos alertó fue anónima, y aún no sabemos quién la hizo, pero tu testimonio, tu 'recuerdo' bajo el Imperio, nos ha ayudado a entender la magnitud de La Raíz."
¿Una llamada anónima? Renjun frunció el ceño. Otra pieza que no encajaba en su farsa. La Raíz no dejaba cabos sueltos. Si alguien alertó al Ministerio, fue por una razón. ¿Quién? ¿Y por qué sus padres, los más poderosos, no corrieron con la misma suerte que los demás líderes, que ahora estaban libres? El dolor de cabeza se intensificó, un martilleo insistente detrás de sus ojos.
Doyoung, el Auror sénior, se mantenía en el umbral, su mirada intensa fija en Renjun. Doyoung había estado en la redada, había visto más que Kun. Renjun sabía que lo consideraba algo peligrosamente poderoso, incluso si la narrativa oficial era la de una víctima. Pero Kun, en su optimismo pragmático, creía en la rehabilitación, en la imagen de un ministerio que salvaba almas, Renjun hasta había esperado que lo llevarán a Azkaban, creía que eso era lo que se hacía con criminales.
"No te llevaremos a Azkaban, Renjun," dijo Kun, casi como si leyera su mente, repitiendo la frase que había marcado el inicio de su extraña detención. "Comprendes por qué, ¿verdad? El Imperio. No eras tú."
Renjun asintió, la mentira saliendo fácil.
"No era yo." La frase sonó hueca incluso para él, pero Kun suspiró aliviado.
"Exacto. Y creemos que tienes el potencial para un futuro muy diferente. Hemos arreglado un lugar para ti. Irás a Hogwarts."
Hogwarts. La palabra resonó, extraña y ajena. Una prisión dorada. ¿Eso era?, Renjun volvió a asentir, no es como que pidieran su opinión, así que se mantuvo en silencio cuando Kun siguió hablando, pero no estaba prestando atención, pensaba en Hogwarts, ¿que se supone que haría allí? Solo perdería el tiempo con niñatos que creían que lo sabían todo.
En algún momento Kun se despidió y el auror silencioso lo guió fuera de la oficina, por los pasillos atestados del Ministerio, hacia una habitación con un traslador en forma de maletín. El viaje fue corto, se aparecieron en menos de un segundo y Renjun observo a su alrededor, había en un carruaje tirado por Thestrals invisibles para la mayoría, un par de tiendas y una plaza. La confusión de Renjun, su velo mental, seguía intacta, un zumbido constante.
Estaba en Hogsmeade, con una maleta a sus pies y la brisa fría de la tarde acariciándole el rostro, DoYoung unos pasos adelante comenzó a avanzar, dejando a Renjun con sus cosas, fue ahí cuando la figura sombría de su cuervo se materializó de la nada. Se posó en su hombro, sus ojos pequeños y sabios fijos en Renjun, como si esperara una señal. Había sido su único amigo, su única constante, lo tenía desde hace años, y estuvo preocupado de que haya salido herido en la batalla, se alegra de haber estado equivocado y con suavidad alzó su diestra a su cabeza.
Y entonces, cuando lo tocó, el velo se rasgó.
Una oleada de certeza gélida, una explosión de información codificada, se derramó en la mente de Renjun. No era una voz, sino la clara intención de sus padres, enviada a través de la conexión con su cuervo. El hechizo Imperio, la "captura", la llamada anónima, el escape de los líderes, la inexplicable decisión de sus padres de quedarse... todo era un juego. Una pieza de ajedrez gigante. Cada pieza encajó con una precisión macabra, revelando la profundidad de la manipulación. Hogwarts no era un refugio; era el objetivo.
El Corazón de Salazar Slytherin.
Una sonrisa lenta y despiadada se extendió por el rostro de Renjun, desprovista de cualquier ingenuidad o confusión. Sus ojos brillaron con una astucia y una ambición que habrían helado la sangre del mismísimo Ministro. La culpa por Injun, el miedo al fracaso, todo eso se comprimió en una fría determinación.
Ya no estaba confundido. Solo tenía un objetivo. Y acababa de llegar a su campo de juego. Ahora algunas cosas tenían sentido, y le pareció brillante que sus padres lo mantuvieran en blanco en el ministerio, si bien su mente estaba lo suficientemente protegida nunca se sabía, ahora todo cobraba sentido y Renjun por fin comprendía algunas cosas, menos el arresto de sus padres.
La sonrisa se había desvanecido tan rápido como había aparecido en el rostro de Renjun. Sus músculos faciales, ya entrenados en la inmovilidad por años de disciplina de La Raíz, obedecieron a la perfección. La misión lo había inundado, barriendo la confusión y dejando solo una fría claridad. Hogwarts. El Corazón de Salazar Slytherin.
Una voz lo sacó de su recién encontrada determinación. "Renjun, aquí."
Era Taeyong, el director de Hogwarts. Por supuesto que lo conocía. Su presencia era magnética, incluso a la distancia, un aura de sabiduría y poder que Renjun reconoció de inmediato. A su lado, Doyoung, el Auror, permanecía con su habitual seriedad, pero hoy con un ligero matiz de algo que Renjun no supo descifrar.
"Director Taeyong," dijo Doyoung, su voz más suave de lo que Renjun había oído antes. "Aquí está. Como lo acordamos."
Taeyong asintió, sus ojos penetrantes fijos en Renjun, como si intentara leerlo más allá de las paredes de Oclumancia que el chico había levantado. "Gracias, Doyoung. Siempre tan eficiente."
Hubo un momento de silencio, cargado de algo que sorprendió a Renjun. Taeyong le dio un ligero toque en el brazo a Doyoung, un gesto casual que no esperaba entre un director y un auror en una situación tan formal. Las miradas que se intercambiaron, aunque breves, contenían una historia no contada, una familiaridad que iba más allá de lo profesional. Renjun lo notó todo: el toque, la suavidad en las voces, la facilidad de la interacción. No dijo nada, por supuesto. Su misión ahora era la discreción, pero podría observarlos en el futuro si le convenía.
"Renjun," dijo Taeyong con una media sonrisa, su voz grave pero no dura. "Bienvenido a Hogsmeade. Sé que este es un cambio significativo, pero esperamos que Hogwarts sea un lugar seguro para ti y para todos los demás." La última parte, dicha con un matiz apenas perceptible, no se le escapó a Renjun.
"Su equipaje ha sido enviado al castillo," informó Doyoung, asintiendo hacia un baúl de aspecto antiguo que ya no estaba en el anclaje. "Y... me aseguraré de que tu lechuza, o en este caso, tu cuervo, se dirija directamente a la lechucería de Hogwarts. No habrá problemas."
Renjun sintió un escalofrío. ¿Sabía Doyoung que el cuervo no era solo una mascota? ¿Hasta qué punto el Ministerio estaba al tanto de los métodos de La Raíz? La pregunta cruzó su mente fugazmente. No. Su cuervo era una criatura mágica antigua, indetectable para los magos comunes. Debían pensar que era un animal más inusual.
"Gracias," respondió Renjun, su voz lo suficientemente baja como para parecer sumisa.
"Ven con nosotros," indicó Taeyong, guiándolo hacia una de las viejas carrozas negras tiradas por Thestrals, visibles para Renjun. Taeyong se subió primero, seguido por Doyoung y Renjun. El carruaje se movió con un leve balanceo.
"Por tu seguridad, Renjun, y la seguridad de los demás estudiantes," comenzó Taeyong, su voz resonando en el reducido espacio, "hemos hecho arreglos especiales. Sin importar a qué casa te asigne el Sombrero Seleccionador, tendrás una habitación privada. Queremos que te sientas lo más cómodo posible mientras te adaptas."
Era un intento claro de aliviar la tensión, un gesto de supuesta amabilidad. Renjun mantuvo su rostro inexpresivo, pero registró la implicación: lo aislaban. Era una señal de miedo, no de hospitalidad.
"Qué considerado, Director," interrumpió Doyoung con una pizca de sarcasmo apenas velado en su tono. Sus ojos se encontraron con los de Renjun con una chispa de ironía. "La privacidad es fundamental para todos. Ayuda a evitar cualquier malentendido."
El comentario de Doyoung era una estocada sutil, un recordatorio de que no todos compraban la narrativa de la víctima inocente. Renjun no respondió, pero una diminuta chispa de interés se encendió en su interior. El Auror era más perspicaz de lo que el Ministro Kun le había hecho creer.
Taeyong carraspeó dándole una mirada de reproche antes de volver a él, retomando la palabra. "Ahora, Renjun, sobre Hogwarts. Es una institución con siglos de historia. Te encontrarás con cuatro casas, Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada una con sus propias... características. El Gran Comedor es donde..."
"El Gran Comedor está en el centro del castillo," interrumpió Renjun, su voz plana, sin una pizca de disculpa. "Tiene un techo encantado que refleja el cielo exterior y cuatro largas mesas para las casas. El Sombrero Seleccionador... es un sombrero parlante que asigna a los estudiantes a su casa." Renjun recitó los hechos, su tono carente de sorpresa o interés. Su propio padre y otros líderes de la Raiz habían estudiado allí, y se encargaron de que Renjun supiera todo.
Un silencio denso cayó en el carruaje. Doyoung, de inmediato, tensó su postura y llevó una mano instintivamente hacia donde guardaba su varita, un movimiento casi imperceptible, pero no para Renjun. El chico no se sorprendió por la perspicacia del Auror; de hecho, casi lo esperaba. Lo que sí lo tomó por sorpresa fue la absoluta inacción de Taeyong. El Director no hizo ningún movimiento, ni siquiera un atisbo de sorpresa o advertencia en sus ojos. Solo una calma imperturbable.
Renjun sintió una punzada extraña. ¿Insultado? ¿Subestimado? ¿O era una prueba? ¿Una forma de ver si caía en alguna trampa? Había sido criado para ser el más poderoso, y el hecho de que su conocimiento no provocara ni una pizca de reacción en el director lo dejaba en un limbo incómodo. Sus padres lo habían instruido en cada detalle de Hogwarts, cada pasadizo, cada leyenda, cada rumor sobre los objetos mágicos. Para él, la escuela era un mapa conocido, no un misterio.
Taeyong asintió lentamente, una pequeña sonrisa formándose en sus labios.
"Veo que tus padres se tomaron la molestia de educarte bien, Renjun. O quizás eres un lector muy diligente." Su voz era suave, casi un susurro. "Sí, eso es. El Sombrero te asignará. Y espero que encuentres tu lugar aquí, a pesar de todo." La pausa fue deliberada. "Las salas comunes son espacios donde los estudiantes se relajan, estudian y forman amistades. Es vital forjar lazos, Renjun. Confianza. Lealtad."
Renjun captó el mensaje oculto, la punzada de manipulación en las palabras de Taeyong. Lo estaban empujando hacia la "normalidad", hacia la confianza. Un intento de desprogramarlo, quizás. Él sabía de lealtad, pero la suya era para La Raíz y para el recuerdo de Injun.
"Los pasadizos secretos," continuó Renjun, su voz interrumpiendo nuevamente a Taeyong, casi desafiante en su conocimiento. "Hay siete principales que conducen fuera del castillo, y muchos más dentro. La Sala de los Menesteres, los sótanos, las cámaras bajo el lago... y la Cámara de los Secretos, por supuesto."
Esta vez, Doyoung no solo se llevó la mano a la varita, sino que su mano se tensó visiblemente alrededor de ella. Un escalofrío de advertencia. Sus ojos, en el reflejo, eran ahora dos puntos de hielo, una amenaza silenciosa. La Cámara de los Secretos. Un nombre que traía consigo siglos de oscuridad y leyendas mortales.
Taeyong, sin embargo, permaneció inalterable. Sus ojos, aunque aún calmados, se habían vuelto más agudos, observando a Renjun con una intensidad que casi traspasaba sus defensas.
"Impresionante conocimiento, Renjun. Veo que has explorado cada rincón de la historia. La Cámara de los Secretos, sí, una parte integral de la leyenda de Hogwarts. Esperamos que el misterio permanezca así, solo una leyenda." El mensaje era claro: sabremos si buscas algo. Sabemos lo que eres. Pero no te dejaremos todo fácil.
El carruaje se detuvo con un suave crujido de ruedas ante las imponentes puertas de Hogwarts. La oscuridad de la noche había caído, y las luces del castillo, majestuosas y acogedoras para la mayoría, se alzaban imponentes ante ellos.
Taeyong asintió levemente a Renjun, una mirada indescifrable en sus ojos, antes de desaparecer con un suave pop de desparición. Doyoung fue el único que se quedó, su rostro grave mientras abría la puerta del carruaje.
"Bien," dijo Doyoung, su voz seca mientras Renjun salía. "Parece que conoces el terreno mejor que la mayoría." Caminaron por los grandes escalones de piedra, bajo la atenta mirada de las estatuas gárgolas, el silencio solo roto por el crujido de sus pasos. Doyoung no era un guía; era una sombra imponente.
Entraron al castillo. Los pasillos eran vastos, los retratos los seguían con la mirada, susurrando. El ambiente era completamente diferente al del Ministerio, impregnado de una magia antigua y palpable. Renjun lo absorbió todo, mapeando mentalmente cada rincón, cada posible vía.
El sonido de cientos de voces los alcanzó, creciente, a medida que se acercaban a un par de enormes puertas de roble. El olor a comida caliente flotaba en el aire.
"El Gran Comedor," anunció Doyoung, sin una pizca de calidez. "Tu destino final, por ahora." Empujó las puertas.
Renjun sintió la ola de emociones, pero su rostro permaneció impasible. Estaba acostumbrado a ser el centro de una atención indeseada.
Doyoung le dio una palmada en la espalda, no de ánimo, sino casi un empujón. Su voz era un susurro acerado, solo para los oídos de Renjun.
"Penúltimo año. Gran entrada, ¿no crees? Mucha suerte, Renjun. La vas a necesitar."
Y con eso, el Auror se dio la vuelta, dejándolo solo ante la multitud de estudiantes y profesores. El juego había comenzado de verdad.
El clamor era ensordecedor. Cientos de cabezas se giraron, el bullicio de la cena de bienvenida se detuvo abruptamente. Todas las miradas se clavaron en Renjun. Él era el último en llegar, un año superior que aparecía de la nada, con una historia turbia que ya resonaba por los pasillos. Los susurros se propagaron como un incendio, más rápido que cualquier chispa de magia: el hijo de los líderes de La Raíz.
El aire se volvió espeso con la tensión. El miedo era casi tangible, un olor acre mezclado con el de la madera vieja. Renjun lo notó, saboreándolo. Miedo. Odio. Desprecio. Era lo que había esperado. Cada paso que daba por el pasillo central, entre las largas mesas de las casas, era acompañado por el cese de conversaciones, el sonido de los cubiertos cayendo. Sentía sus ojos sobre él, miles de ellos, esperando que se desmoronara, que tropezara. Esperando que terminara en Azkaban, como sus padres, donde todos creían que pertenecía.
Pero Renjun no se inmutó. Su rostro permaneció una máscara perfecta, impasible. Dejó que su mirada, oscura y profunda, se posara deliberadamente en algunos de los estudiantes a su paso. Vio cómo se encogían, cómo desviaban la mirada con pánico, algunos incluso tragando saliva ruidosamente. Un par de alumnos de Hufflepuff, sentados cerca de la mesa de Gryffindor, se movieron incómodos, casi deslizándose bajo la mesa. Renjun se regodeó en eso, en el poder silencioso que ejercía, una fuerza a la que estaba tan acostumbrado que incluso los líderes de su propia secta le temían.
Sus ojos, finalmente, se posaron al frente. Allí, en la plataforma de los profesores, en medio de todos ellos, estaba Taeyong, el director. Los otros profesores eran rostros desconocidos para Renjun, siluetas borrosas que lo miraban con una mezcla de cautela y desdén, a lo que Renjun permaneció indiferente. Solo Taeyong destacaba, una figura de autoridad que ya lo había puesto a prueba en el carruaje.
El Director Taeyong dio un paso adelante, su voz clara y resonante en el ahora silencioso Gran Comedor. "Bienvenidos, estudiantes, a un nuevo año en Hogwarts. Es un honor ver a tantos rostros conocidos y dar la bienvenida a nuestros nuevos talentos de primer año. Juntos, continuaremos forjando el futuro de la magia." Su mirada se detuvo brevemente en Renjun. "Este año, tenemos el placer de recibir a un estudiante adicional, que se une a nosotros en su penúltimo año. Pedimos que le brinden la bienvenida y el apoyo que todo estudiante de Hogwarts merece." El subtexto era obvio para Renjun: acoge a este niño traumado, no importa su pasado.
Cuando el breve discurso de bienvenida terminó, Taeyong extendió una mano hacia la parte delantera del estrado, donde un viejo taburete de tres patas y un sombrero raído esperaban.
"Renjun," dijo el director, su voz un poco más fuerte de lo habitual, "por favor, toma asiento para tu Selección."
Renjun se acercó al taburete con pasos firmes, ignorando el mar de rostros fijos en él. Era su momento. Un profesor se adelantó; un hombre de complexión fuerte y cabello oscuro que parecía irradiar paciencia. Renjun lo miró de reojo con el mismo desdén indiferente que le dedicaba a los demás. El profesor recogió el Sombrero Seleccionador del taburete y se lo tendió. La madera gastada y el fieltro raído se sintieron extrañamente cálidos en sus manos.
Se sentó en el taburete. El Sombrero, grueso y pesado, se deslizó sobre su cabeza, cubriendo sus ojos y sumiéndolo en una oscuridad inmediata. El Gran Comedor desapareció, el bullicio se convirtió en un zumbido distante.
Una voz antigua y susurrante, directamente en su mente, se hizo escuchar. "Hmm, interesante... muy interesante. Una mente poderosa, ciertamente. Una ambición que arde, sí, pero velada por un dolor profundo. Veo un deseo de excelencia, un ansia de poder sin igual..."
La voz se detuvo, como si el Sombrero estuviera hurgando más profundo, más allá de la Oclumancia, buscando los rincones más recónditos de su alma. "...Ah, pero ¿qué es esto? Una lealtad fracturada, un corazón que anhela algo más. Un deseo de normalidad, de ser querido... escondido bajo capas y capas de resentimiento y miedo. Miedo al fracaso... miedo de que un sacrificio haya sido en vano."
Renjun se mantuvo inmóvil, sus pensamientos un torbellino. ¿Podía el Sombrero ver tan profundo? ¿Podía ver a Injun?
"Veo también una gran astucia, un ingenio formidable. Un cerebro para la estrategia, la manipulación... y una aptitud para el engaño." La voz parecía saborear la palabra. "Podrías prosperar en Ravenclaw, sí, con esa sed de conocimiento para tus propios fines. O incluso Gryffindor, con una valentía oscura que no teme romper las reglas y desafiar. Una valentía para tus propios objetivos, para tu propia familia."
Por un instante, una punzada de pánico recorrió a Renjun. ¿Gryffindor? ¿Ravenclaw? No. Su lugar estaba donde debía estar. Donde sus padres esperaban que estuviera. Donde el Corazón de Slytherin lo esperaba.
"Pero hay algo más... una herencia que te ata, una línea de sangre que clama. Un corazón frío, forjado en la oscuridad, que busca resarcirse. Un destino ya trazado por aquellos que te antecedieron. Un verdadero hijo de la ambición, la astucia y la sed de poder."
La voz se hizo más fuerte, resonando en su mente. Renjun sintió una extraña familiaridad con el tono, casi como un eco de las enseñanzas de sus padres. Sus músculos se relajaron.
"Sí... no hay duda. No hay otra opción."
El Sombrero Seleccionador gritó, con una voz que pareció llenar todo el Gran Comedor:
"¡SLYTHERIN!"
El silencio se volvió aún más pesado. Ni un solo aplauso resonó en la mesa de Slytherin. Ni un solo murmuro de bienvenida. El aire se enfrió. Las cabezas se giraron, pero no con alegría, sino con una mezcla de horror y resignación. Era la casa de los magos oscuros, la cuna de Voldemort, el linaje de sus padres. Y ahora, él. Un escalofrío recorrió el Gran Comedor.
Mientras Renjun se quitaba el Sombrero, sus prendas, antes las que le habían dado en el Ministerio, comenzaron a cambiar, el blanco crudo fundiéndose con el verde esmeralda y el plata de Slytherin, el emblema de la serpiente brotando sobre su pecho.
Se puso de pie, su rostro impasible, ocultando el latido casi imperceptible de alivio y una fría satisfacción. Miró hacia la mesa de Slytherin. Era obvio lo que había ocurrido. Todo un segmento de la mesa, un lado entero, estaba misteriosamente desocupado. Los estudiantes de Slytherin se habían corrido, dejando un espacio vacío y humillante alrededor del lugar donde Renjun debía sentarse. Le temían. Lo consideraban un paria, incluso en su propia casa.
Renjun se dirigió hacia la mesa, cada paso deliberado, y se sentó en el espacio desocupado, solo. La comida aún no había aparecido en su plato, el ambiente demasiado tenso para que la magia del banquete se activara por completo.
El Director Taeyong, ignorando el silencio incómodo, dio otro pequeño discurso, su voz resonando con una autoridad que intentaba calmar el ambiente.
"Con la última asignación completada, ¡es hora de que comiencen las festividades! Que el banquete dé inicio."
Y por arte de magia, literalmente, los platos se llenaron con montañas de comida. Pero Renjun no la vio. Sus ojos, en cambio, se dirigieron hacia el frente del Gran Comedor, escaneando las mesas de las otras casas.
Allí, uno en cada mesa, los encontró.
En la mesa de Ravenclaw, un chico con el cabello ligeramente alborotado y una expresión de intensa seriedad lo miraba fijamente. Y en la mesa de Hufflepuff, otro chico, con el cabello azul y ojos brillantes, lo observaba con una fijeza aún más perturbadora.
Renjun alzó una ceja, un gesto mínimo, casi imperceptible, pero lo hizo. No se inmutó. Les devolvió la mirada, una a una, fijamente, sin parpadear. El chico de Ravenclaw no desvió la vista. Tampoco el de Hufflepuff. Eran las únicas dos personas en todo el Gran Comedor, además del Director Taeyong y un par de profesores, y el Auror Doyoung, que lo habían mirado directamente a los ojos, sin miedo, sin desviar la mirada. Solo con una intensidad que lo intrigaba. Fue solo cuando los estudiantes alrededor de ambos chicos les hablaron, con urgencia y preocupación evidente, que finalmente apartaron sus miradas de Renjun.
Apenas probó la comida. Un trozo de patata, un bocado de pavo. El sabor se sentía extraño en su boca, insípido. La atmósfera era demasiado pesada para el apetito. El banquete terminó como había empezado, con un silencio incómodo alrededor de la mesa de Slytherin.
Cuando los estudiantes comenzaron a levantarse para dirigirse a sus salas comunes, un profesor se acercó a la mesa de Slytherin. No era el Jefe de Casa de Slytherin, ni siquiera un prefecto, sino un hombre de semblante amable pero firme y cabello claro. Su presencia tan cerca de él, como si fuera su sombra, confirmaba el nivel de precaución que Hogwarts tomaba con él. Renjun sintió una pizca de burla interna, regodeándose en el miedo que inspiraba.
"Renjun, soy el Profesor Jhonny , el de Defensa Contra las Artes Oscuras." dijo con su voz tranquila. "El Director me ha pedido que te acompañe a tu habitación."
Sin decir palabra, Renjun se levantó y siguió al profesor por los pasillos serpenteantes, subiendo escaleras móviles y pasando por galerías llenas de retratos susurrantes.
Finalmente, llegaron a un ala conjunta a los calabozos del castillo, una sección más antigua, y se detuvieron frente a una puerta de madera sin adornos.
"Esta será tu habitación, Renjun," explicó Jhonny, abriendo la puerta con un gesto de varita. "Totalmente privada. Está ligada a la red de salas comunes de Slytherin, pero es tuya únicamente. Espero que descanses bien."
El profesor se despidió con un último asentimiento y se marchó, dejándolo solo.
La habitación era espaciosa, aunque espartana. Una cama individual con dosel, cortinas de terciopelo verde oscuro. Un escritorio de madera maciza, una silla tapizada en un verde más claro, y una chimenea con un fuego acogedor que ya ardía. Las paredes de piedra eran altas, y una única ventana arqueada ofrecía una vista del Lago Negro bajo la luna llena. Había un armario empotrado y un pequeño baño adjunto. Todo lo necesario. Un lujo solitario.
Por primera vez desde esa noche, Renjun estuvo verdaderamente solo. Sin aurores, sin ministros, sin el ruido constante de las celdas o las preguntas en la oficina. Era un silencio diferente, uno que le permitía pensar con claridad.
Con las instrucciones de encontrar el Corazón de Salazar Slytherin grabadas a fuego en su mente, Renjun sabía que era parte de un plan maestro. La "captura" de sus padres, el montaje del Imperius, su traslado a Hogwarts... todo cuadraba ahora con una precisión aterradora. Pero aún así, había partes de esa noche que no podía recordar, huecos inquietantes que no se llenaban, incluso con la revelación del cuervo. Pequeños destellos, sensaciones. Quien avisó a los aurores, los otros líderes huyendo, pero sus padres... sus padres se habían quedado.
Renjun se sentó en el borde de su cama, el silencio de la habitación envolviéndolo. La misión era clara, pero el rompecabezas de su pasado seguía incompleto. Y en el fondo de su mente, dos pares de ojos, uno serio, el otro brillante, flotaban en su memoria. Los únicos que lo habían visto sin miedo.
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La primera luz del amanecer se filtró por la ventana arqueada de la habitación de Renjun, pintando de gris los tonos esmeralda y plata. Había dormido poco, la mente un torbellino de nuevos planes y viejas incógnitas. La soledad era una bienvenida extraña después de los días de interrogatorios y la constante vigilancia del Ministerio. Hoy comenzaba el verdadero juego.
Se levantó, se vistió con su nuevo uniforme de Slytherin, sintiendo la tela pesada y los colores sombríos como una segunda piel. Sobre el escritorio de madera maciza, encontró un pergamino enrollado: su horario de clases. Lo desenrolló. Pociones, Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras... Conocía los nombres de las asignaturas, claro, pero no había ninguna indicación, ninguna flecha o mapa. Nadie le había dicho dónde se ubicaban.
Al salir de su habitación privada, el silencio del ala poco usada del castillo lo recibió. Ni siquiera un prefecto lo esperaba para guiarlo. Un desprecio sutil, una afirmación del miedo que inspiraba. Renjun se regodeó en ello. Le gustaba que le temieran. Pero, por un instante fugaz, una idea extraña cruzó su mente. Quizás a veces, este miedo... no es tan útil. Se reprochó al pensar eso. La Raíz no permitía dudas.
Los pasillos de Hogwarts eran un laberinto. Retratos susurrantes y armaduras crujientes lo observaban con miradas inquietas mientras él se orientaba. Los ojos de los retratos, en particular, lo seguían con una cautela que bordeaba el terror, algunos incluso desviando la vista o frunciendo el ceño con desaprobación a medida que pasaba. La bruja del retrato, a quien tuvo que preguntar por la ubicación de su primera clase –Encantamientos–, le respondió con un gruñido y un rostro de puro recelo, como si temiera que su mera presencia pudiera agrietar el lienzo.
Localizó el aula sin problemas. La puerta estaba entreabierta, y las voces se filtraban por la rendija. Con un movimiento tranquilo, Renjun la empujó para abrirla y entró.
El zumbido de la conversación se detuvo de golpe. Las cabezas, antes inclinadas sobre libros o giradas hacia los compañeros, se alzaron al unísono. Un silencio pesado, cargado de asombro y luego de miedo, llenó la sala. Los ojos se clavaron en él, algunos se abrieron con sorpresa, otros se entrecerraron con desconfianza. La tensión era tan palpable que se podía cortar con un cuchillo.
Lo primero que Renjun vio, incluso antes de que su mirada barriera la clase por completo, fueron ellos. En los primeros asientos, en la fila más cercana al pizarrón. Eran los dos chicos del Gran Comedor. El de Hufflepuff y el de Ravenclaw. El de cabello ligeramente alborotado y el de ojos brillantes. Lo miraban fijamente, sin la sombra de miedo que atenazaba a los demás. La misma intensidad de la noche anterior.
Ignorando el mar de miradas a su alrededor, y la persistente fijeza de esos dos, Renjun se dirigió al fondo de la clase, el último asiento desocupado. Quería observar. Quería que lo dejaran en paz.
Mientras se sentaba, su silla raspando el suelo con un chirrido agudo que pareció romper el hechizo del silencio, su mirada recorrió las filas de escritorios. Vio las expresiones de puro terror en algunos, las mandíbulas tensas, las manos temblorosas que intentaban disimular la ansiedad. Algunos parecían a punto de huir. La misma reacción que había visto en los retratos.
Y sin embargo, esos dos chicos. La intriga que había sentido en el Gran Comedor regresó, más fuerte esta vez. ¿Quiénes eran? ¿Y por qué, a diferencia de todos los demás, incluso de los cuadros encantados, no le temían? Era extraño. Desagradablemente extraño.
Justo entonces, la puerta del aula se abrió de nuevo y el Profesor Yuta entró, su sonrisa carismática iluminando ligeramente la sala.
"Buenos días a todos," dijo, su voz enérgica. "Bienvenidos a Encantamientos. Espero que estén listos para hacer volar algunas cosas hoy." Su mirada, fugazmente, se posó en Renjun, y aunque su sonrisa se mantuvo, había una pequeña distancia en sus ojos, un leve matiz de precaución que no mostraba con el resto. Un sutil recordatorio de su situación.
Sorprendentemente, Yuta lo trató como a cualquier otro estudiante. No hubo comentarios sobre su tardía llegada, ni una presentación especial. Simplemente, comenzó la clase, proyectando un diagrama complejo en el pizarrón.
"Ahora, ¿quién puede explicarme la intrincada teoría detrás del Encantamiento Animador, y por qué su ejecución incorrecta puede llevar a resultados tan... caóticos?" Yuta paseó por las filas, sus ojos buscando una respuesta.
Inmediatamente, una mano se levantó en los primeros asientos. Era el chico de Ravenclaw.
"Profesor, el Encantamiento Animador no solo requiere la fórmula Rictusempra y el movimiento de varita correcto, sino una comprensión profunda de la modulación emocional," respondió con confianza, su voz clara y agradable. "La intención del mago debe ser pura y enfocada en la alegría, de lo contrario, la magia puede distorsionarse, provocando risas histéricas incontrolables o, en casos extremos, incluso una melancolía profunda. Es un equilibrio delicado entre la emoción y la técnica."
"¡Excelente, Jaemin! Veo que has estado leyendo más allá del plan de estudios," exclamó Yuta con una sonrisa radiante. "¡Veinte puntos para Ravenclaw!"
Un murmullo de felicitación se extendió por las mesas donde habían Ravenclaw, mientras la clase se reanudaba con la instrucción práctica. Yuta demostró el encantamiento, su varita trazando un arco elegante. Los estudiantes lo intentaron, algunos con resultados hilarantes, otros con efectos más sutiles. Renjun observaba, sus movimientos de varita tan precisos como siempre, logrando un efecto perfecto en su pluma, que flotaba y danzaba con una ligereza extraña, casi ominosa, en el aire. Nadie a su alrededor, sin embargo, se atrevió a felicitarlo.
Yuta continuó, desafiando a la clase con preguntas más complejas, adentrándose en los posibles contrahechizos y las implicaciones éticas de manipular las emociones.
"Y si un encantamiento se pervierte, si la intención no es la correcta, ¿cómo podría un mago protegerse? ¿Qué tipo de escudo o contrahechizo sería el más efectivo contra una emoción forzada?"
Otra mano se levantó, esta vez era aquel de Hufflepuff. Era el chico de cabello azul, su expresión ahora más seria que antes.
"Un contrahechizo ofensivo podría neutralizar la fuente, Profesor," dijo con voz firme y clara, "pero la mente del afectado seguiría bajo la influencia residual de la emoción. Para una protección real, se necesitaría un Encantamiento de Resistencia Mental, como el Cerebrum Sanitas, o incluso Oclumancia, para bloquear la intrusión."
"Una respuesta muy completa, Jeno," elogió Yuta, asintiendo. "La Oclumancia, en particular, sería el método más robusto. Veinte puntos para Hufflepuff."
La clase continuó, y el Profesor Yuta pasó a explicar la teoría del siguiente encantamiento avanzado.
"Hoy, intentaremos un encantamiento de conjuración. El 'Lumos Aetherium', un encantamiento de sexto año diseñado para invocar una fuente de luz mágica etérea, ideal para la exploración en entornos con magia residual oscura. Es un hechizo delicado, que requiere una concentración inquebrantable y una visualización clara." Dibujó complejos diagramas de movimientos de varita en el aire con destellos de luz.
Renjun observaba con una expresión de leve fastidio. ¿Lumos Aetherium? Era un hechizo que había dominado a los ocho años, mientras sus padres le enseñaban a navegar por las criptas más oscuras de La Raíz. Le parecía estúpido. Una pérdida de tiempo.
"Quien logre conjurar una esfera de luz estable y sostenida por más de diez segundos, podrá retirarse temprano," anunció Yuta, aparentemente ajeno al aburrimiento de Renjun.
Una oportunidad. Renjun no dudó. Levantó su varita con una precisión casi automática, el movimiento fluido, inherente. Su concentración fue absoluta, su mente ya visualizando la luz etérea.
"¡Lumos Aetherium!"
Una esfera de luz plateada y brillante, etérea y perfecta, brotó de la punta de su varita, flotando en el aire del aula con una estabilidad impecable. No parpadeó, no se disipó. Era perfecta. Diez segundos pasaron. Veinte. Treinta. La luz se mantuvo, constante, sin esfuerzo.
Todos en la clase, incluso el Profesor Yuta, lo miraron con una mezcla de asombro y una renovada cautela. El silencio era total. La esfera brillaba con una intensidad sobrenatural. El ambiente era eléctrico. Los estudiantes se giraron, susurrando, y los pocos Slytherin presentes en la clase parecían divididos entre el asombro y la preocupación ante la demostración de poder de alguien a quien se suponía que debían temer.
"Impresionante, Renjun," dijo Yuta finalmente, su voz un poco más baja. "Absolutamente... impecable. Una ejecución que rivaliza con la de un Maestro de Encantamientos." Los ojos del profesor se encontraron con los de Renjun, y esta vez, no había distancia, solo una profunda sorpresa. "Treinta puntos para Slytherin."
Treinta puntos. Era un regalo extraordinario, una cantidad que podía cambiar el rumbo de la Copa de las Casas.
Renjun asintió levemente, sin expresar emoción. Guardó su varita.
"Con su permiso, profesor," dijo, su voz plana, ya en pie.
Yuta asintió lentamente.
"Sí, Renjun. Puedes irte."
Renjun se dio la vuelta, ignorando las miradas que lo seguían. Pasó por delante de las filas de pupitres, por delante de las expresiones de asombro y miedo, hasta llegar a la puerta.
Al pasar junto a Jeno y Jaemin, los dos chicos lo miraron. Sus expresiones no eran de miedo, sino de una curiosidad intensa, casi fascinación. Renjun sintió un escalofrío. Todavía no entendía a esos dos.
Salió del aula, dejando atrás el silencio y las miradas. Aún tenía media hora antes de su siguiente clase. Una oportunidad.
Renjun se dirigió directamente a la biblioteca. El inmenso salón, lleno de estanterías que se elevaban hasta el techo, era un santuario de conocimiento. Sus ojos, rápidos y entrenados, comenzaron a escanear los letreros, memorizando la ubicación de cada sección: historia de la magia, herbología, defensa...
Necesitaba un mapa mental del lugar.
Su mirada se posó en un pasillo en particular, resguardado por una cuerda aterciopelada y un atril con un cartel apenas visible. La Sección Prohibida.
Una sonrisa imperceptible se dibujó en sus labios. Sabía que la visitaría pronto, bajo el velo de la noche. Era exactamente el tipo de lugar donde se ocultaría información crucial.
Pasó el resto de la media hora navegando por los pasillos, no leyendo, sino absorbiendo el diseño, la ubicación de las mesas, las salidas, los rincones más oscuros. La bibliotecaria, una bruja de moño estricto y gafas de media luna, lo observaba desde su escritorio, sus ojos sospechosos, pero no se atrevió a acercarse.
Cuando el reloj de la biblioteca marcó la hora, Renjun salió. Su siguiente clase era Pociones, y según su horario, se encontraba en las mazmorras.
Los pasillos, ahora más concurridos con el cambio de clase, seguían siendo un desafío. Renjun se encontró con grupos de estudiantes, quienes se apartaban bruscamente al verlo, algunos incluso chocando entre sí en su prisa por evitarlo. El aire a su alrededor era un espacio vacío.
"¿Disculpe?" preguntó Renjun a un retrato de un mago con un gran bigote que dormitaba en un marco. "¿La clase de Pociones para sexto año?"
El retrato se sobresaltó, abriendo los ojos de golpe. Su mirada, al reconocer a Renjun, se llenó de un miedo casi cómico.
"¡Abajo, muchacho, abajo! Las escaleras de caracol, luego a la izquierda, por el pasillo de las antorchas... ¡No te atrases!" El mago balbuceó, su voz temblaba, y luego se ocultó parcialmente detrás de su propio marco, como si esperara un hechizo.
Renjun no se sorprendió por la reacción. Si bien había más estudiantes en los pasillos, él sabía que ninguno le daría una respuesta directa, y mucho menos lo acompañaría. Su aislamiento era un hecho, una constante.
Siguió las indicaciones del retrato, descendiendo por las oscuras escaleras de piedra, sintiendo el aire más frío y húmedo a medida que se adentraba en las profundidades del castillo. El olor a azufre y a hierbas quemadas ya era perceptible.
La puerta del aula de Pociones, una pesada losa de madera en el nivel más bajo de las mazmorras, estaba ligeramente entreabierta. Renjun entró sin llamar.
De nuevo, el efecto fue instantáneo. El silencio cayó como un manto pesado sobre la clase, un grupo de estudiantes ya sentados alrededor de calderos burbujeantes. Los ojos, algunos curiosos, la mayoría llenos de temor, se posaron sobre él. Los que estaban sentados solos o en parejas, rápidamente movieron sus pupitres para crear un espacio vacío a su alrededor, una burbuja de exclusión en la que nadie quería entrar.
Al frente de la clase, el Profesor Jaehyun, un hombre alto con un semblante serio y ojos penetrantes, estaba de pie junto a su caldero personal, el vapor de una poción arremolinándose a su alrededor. Cuando sus ojos se encontraron con los de Renjun, su expresión se endureció. No había la "pequeña distancia" de Yuta; aquí, el recelo y la desconfianza eran abiertos, casi una advertencia. Jaehyun era el tipo de persona que no ocultaba lo que sentía.
"Ah, señor Renjun," dijo Jaehyun, su voz profunda y controlada, pero con un matiz de frialdad. "Justo a tiempo. Por favor, tome asiento en el pupitre vacío que se le ha asignado."
Renjun se dirigió al fondo del aula, a un pupitre aislado. Era evidente que no tenía que buscar a nadie con quien compartirlo. Se sentó, sus libros y su kit de pociones ya dispuestos sobre la mesa.
"Hoy, estudiantes," comenzó Jaehyun, paseándose entre las mesas, su túnica ondeando. "Nos adentraremos en el intrincado arte de las pociones de reversión. Comprender los componentes y el proceso de una poción es solo la mitad de la batalla. La otra mitad es comprender por qué cada ingrediente es vital y cómo interactúa a nivel molecular mágico para lograr el efecto deseado. No es solo mezclar, es entender la sinergia."
Jaehyun hizo una pausa, sus ojos recorriendo la clase, deteniéndose en Renjun por un segundo más.
"Hoy, nuestro objetivo es replicar una Poción Restauradora de Memoria Simple. Esta poción es fascinante porque no crea recuerdos, sino que desentierra y fortalece aquellos que están oscurecidos o suprimidos. Para lograrlo, necesitamos un equilibrio perfecto de ingredientes. Cada uno tiene un rol específico, una 'personalidad' mágica, si se quiere."
Señaló un frasco de hierbas.
"Primero, el extracto de Romero; no solo por sus propiedades estimulantes de la memoria en la herbolaria común, sino porque su esencia mágica tiene una afinidad natural con las redes neuronales del cerebro, ayudando a desenredar nudos etéricos. Luego, tenemos las bayas de muérdago, frescas y molidas. Su componente activo es un estabilizador. Si no se añaden en el momento preciso, con la temperatura exacta, la poción podría volverse volátil, amplificando la confusión en lugar de disiparla."
Jaehyun demostró la precisión del corte y la molienda con movimientos exactos.
"La temperatura del caldero es vital. Demasiado caliente, quemamos las propiedades sutiles. Demasiado fría, no se activan. Es una danza entre el calor y la paciencia." Su voz era monótona, pero su enfoque era impecable. "Cada paso es una ecuación mágica. Un error en la proporción o el orden, y no obtendrán una poción, sino un desastre. La disciplina es la clave."
Renjun, aunque familiarizado con la teoría avanzada de pociones, escuchaba con atención. No por el conocimiento en sí, sino por la congruencia del profesor. Jaehyun no solo recitaba instrucciones, sino que explicaba el porqué, algo que incluso en la educación de La Raíz a veces se perdía en la brutalidad del "hazlo porque sí". Le pareció… eficiente. Pero también le trajo un eco de algo. ¿Recuerdos suprimidos? La Poción Restauradora de Memoria. Una extraña coincidencia, dado lo que había estado pensando sobre "esa noche".
La clase continuó, y la explicación metódica de Jaehyun sobre la Poción Restauradora de Memoria Simple resonaba en la mente de Renjun. Sentado en su pupitre aislado, una frustración inusual lo asaltó. Estúpido. ¿Cómo no se le había ocurrido?
Él, el heredero de La Raíz, con su conocimiento profundo de las artes oscuras y la magia más compleja, había pasado por alto una solución tan obvia para sus propios vacíos. Sus padres le habían enseñado a suprimir la información, a compartimentarla, pero ¿por qué no había pensado en revertir el daño que la redada pudo haber causado en sus propios recuerdos? Una nueva misión, clara y apremiante, se formó en su mente: debía dominar esa poción.
Cuando el Profesor Jaehyun dio la orden de comenzar, indicando la página precisa en el libro de texto para la receta, Renjun actuó con una eficiencia fría y calculada. Sus movimientos eran fluidos, cada ingrediente añadido con una precisión instintiva. El extracto de romero, las bayas de muérdago molidas, el agitado rítmico. Su caldero burbujeaba con una consistencia perfecta, el vapor elevándose en espirales uniformes, el color de la poción pasando de un pálido verdoso a un brillante azul zafiro.
En el menor tiempo posible, mientras la mayoría de sus compañeros apenas comenzaban a picar sus ingredientes, Renjun tenía su poción lista. Era perfecta. Un líquido cristalino que brillaba con una luz interna. El olor era delicado y herbáceo, sin el más mínimo indicio de la acidez o amargura de una preparación fallida.
La sorpresa entre los estudiantes fue palpable. Muchos a su alrededor luchaban con sus propias creaciones. Algunos calderos exhibían una masa negra y burbujeante, de aspecto nauseabundo y olor a azufre quemado. De repente, un fuerte ¡POP! resonó en el aula, seguido de un gemido de frustración. Una poción había explotado, cubriendo a un grupo de estudiantes de Gryffindor con una sustancia pegajosa de color verde brillante. Risitas nerviosas, rápidamente reprimidas, flotaron en el aire.
Renjun no desvió su mirada de su propia poción perfecta, pero de reojo, percibió el movimiento. A lo lejos, vio a Jaemin inclinarse sobre el caldero de Jeno, señalando algo en su libro con una calma experta, mientras el chico de Hufflepuff asentía, su expresión ahora era de concentración y no de frustración. Jaemin lo estaba ayudando.
La imagen de los dos, juntos, eficientes, llamaba su atención de una manera que nada más en Hogwarts lo había hecho.
Renjun se obligó a concentrarse
en su tarea. Sacó un pequeño vial de vidrio de su kit de pociones, y con un movimiento tan rápido y sutil que apenas fue perceptible, decantó una pequeña cantidad de su poción Restauradora de Memoria. La guardó en uno de los bolsillos interiores de su túnica antes de que el Profesor Jaehyun pudiera siquiera darse cuenta.
Luego, alzó la vista y llamó la atención del profesor.
"Profesor Jaehyun," dijo Renjun, su voz sin emoción, pero lo suficientemente alta para ser escuchada. "¿Mi poción está lista? Quisiera saber si cumple con los estándares."
Jaehyun, que estaba a punto de corregir a un estudiante de Hufflepuff con una poción de color lodoso, detuvo sus pasos. Se giró lentamente hacia Renjun, sus ojos oscuros y perspicaces. Caminó hasta su mesa, la expectativa tensa estaba llenando el aire. Se inclinó sobre el caldero de Renjun, su nariz casi tocando el vapor. Tomó una pequeña cuchara y probó una diminuta gota.
Su expresión no cambió, pero sus ojos se abrieron solo un poco en una sorpresa que intentó disimular con su habitual indiferencia. La poción era perfecta. Tan perfecta que incluso él, con su vasto conocimiento, no podía encontrar una falla.
"Impecable, señor Renjun," dijo Jaehyun, su voz plana, pero con un matiz de asombro que no pudo ocultar del todo. "Una poción de memoria digna de un maestro. Excelente ejecución."
Se enderezó, sus ojos aún fijos en Renjun con una sospecha que no disminuía a pesar de la impecable poción.
"Quince puntos para Slytherin."
El anuncio resonó en la clase. Los susurros aumentaron, esta vez con una mezcla de consternación y resentimiento.
Renjun había ganado treinta puntos en Encantamientos y ahora quince más en Pociones. Cuarenta y cinco puntos en menos de una hora para la casa de la que se esperaba lo peor.
Renjun sintió una punzada de algo parecido a desdén. Le daban puntos por algo tan banal como un hechizo bien hecho o una poción en buen estado. Le resultaba absurdo. Esa estúpida competencia entre casas, las insignificantes recompensas. Después de todo, ni siquiera estaba durmiendo en las mismas habitaciones que los otros Slytherin, aislado de su propia casa por el miedo que generaba. Los puntos eran una formalidad. El verdadero juego, su misión, era lo único que importaba.
Renjun bufó apenas perceptiblemente, una ráfaga de aire que solo él sintió. Miró a Jaehyun con un desdén apenas velado, una réplica exacta del recelo que el profesor le dedicaba. Esperó alguna otra instrucción, quizás el permiso para irse, como Yuta. Pero Jaehyun no hizo tal cosa. Con un gesto rápido de su varita, la poción perfecta de Renjun desapareció del caldero, materializándose en un pequeño frasco sobre el escritorio del profesor.
Jaehyun se enderezó, su voz profunda resonando en el aula.
"Si alguien en la clase necesita ayuda con su poción, o con cualquier concepto, el señor Renjun tiene mi autorización expresa para asistirlos." Su mirada recorrió la clase, deteniéndose en cada estudiante, pero nadie se atrevió a siquiera mover un músculo. La oferta de ayuda de Renjun era vista como una amenaza, no como una solución.
Renjun se sintió una extraña mezcla de emociones. Resignado, volvió a sentarse en su pupitre aislado. La impaciencia lo carcomía. La clase se arrastraba. Nadie le pidió ayuda. Ni un solo estudiante se atrevió a acercarse a su caldero, a su rincón de miedo y perfección. No se sentía resentido por ello; de hecho, lo esperaba. Pero sí se sentía raro. Una sensación nueva, incómoda. No era la indiferencia absoluta a la que estaba acostumbrado. Era… ¿desilusión? Imposible. Simplemente, era extraño.
Finalmente, el timbre sonó, liberando a los estudiantes de la tensa atmósfera de la mazmorra. Renjun recogió sus cosas con la misma eficiencia con la que había preparado su poción y salió del aula, dejando atrás el murmullo de alivio de sus compañeros.
El camino al Gran Comedor para el almuerzo estaba lleno de estudiantes. Renjun, como siempre, era un imán para el vacío. Los pasillos se despejaban a su paso, las conversaciones se apagaban, los grupos se separaban para dejarle un amplio espacio. Entró al Gran Comedor, ya lleno del bullicio de cientos de voces y el tintineo de los cubiertos.
Se dirigió a la mesa de Slytherin y se sentó en el mismo lugar que el día anterior: en el extremo, solo, una figura solitaria en medio de la multitud. Como era de esperar, nadie se acercó. Los pocos Slytherin que lo miraban lo hacían con una mezcla de curiosidad y la misma cautela que el resto de la escuela.
Comió en silencio, su plato de comida mágica, que se materializaba frente a él, permaneciendo casi intacto.
Mientras masticaba lentamente, su mirada se desvió hacia la mesa de enfrente. Y fue entonces cuando los vio.
Jaemin, el Ravenclaw de cabello alborotado, y Jeno, el Hufflepuff de ojos brillantes, estaban sentados juntos, no en sus propias mesas, sino en la de Hufflepuff, en medio de un grupo de estudiantes de diferentes casas. Había un chico de Hufflepuff de cabello castaño y sonrisa fácil, un chico de Gryffindor que hacía ademanes intentando explicarse, y otro de Slytherin de aspecto risueño junto a otro Hufflepuff que parecía encorvarse. Los vio bromear, sus risas resonando con una ligereza que Renjun no había escuchado en años. Jeno sonreía ampliamente, sus ojos casi desapareciendo en medias lunas de felicidad, mientras Jaemin le daba un codazo amistoso, su propia sonrisa contagiosa. Había una calidez palpable en su interacción, una camaradería que le era completamente ajena.
Y por primera vez, Renjun sintió algo que lo golpeó con la fuerza de un hechizo. No era ira, ni frustración. Era un pensamiento que le resonó con una claridad dolorosa: Quiero eso. Una punzada aguda de envidia, una emoción que creía haber erradicado hace mucho tiempo. La imagen de ellos, tan despreocupados, tan conectados, contrastaba brutalmente con su propia soledad autoimpuesta.
No cruzó miradas con ninguno de ellos. No quería. Pero sintió el peso de su aislamiento más que en cualquier otro momento desde que había llegado a Hogwarts. La soledad, que antes había sido una armadura, ahora se sentía como una prisión.
Sin terminar su almuerzo, Renjun se levantó. El repentino silencio que se hizo en el Gran Comedor fue ensordecedor. Cientos de ojos lo siguieron mientras se alejaba de la mesa, su túnica ondeando. No le importaba.
Sabía que aún le faltaba tiempo para su siguiente clase. La biblioteca era el lugar lógico para ir, para seguir investigando el mapa mental que había comenzado a trazar. Pero no quería más libros, no en ese momento.
En cambio, su mente se desvió hacia un lugar diferente, un refugio más personal. Decidió subir. Subir a donde estaban las lechuzas. Necesitaba ver a su cuervo.
Notes:
Espero les esté gustando este fanfic, me inspiré en un fanfic en portugués de aquí, markhyuk. De hecho me obsesione con ese fic jsjsjssjs Pero tenia como 4 o 5 capítulos nomás 🥺
Chapter Text
El viento azotaba suavemente la Torre de las Lechuzas, llevando consigo el ulular de las aves nocturnas y el arrullo de las diurnas. El aire, denso con el olor a plumas, pergamino y excremento de ave, era extrañamente reconfortante para Renjun. Subió los últimos escalones de caracol, sus pasos resonando apenas en el silencio del lugar. En la cúspide, cientos de ojos redondos, dorados y brillantes lo observaban desde las vigas y los nichos.
Su mirada se dirigió directamente hacia él. Anidado en una percha alta, el cuervo de plumaje oscuro y ojos inteligentes lo esperaba. No era una lechuza, sino un cuervo imponente, su mascota personal, un regalo de sus padres que siempre había sido una extensión silenciosa de su voluntad. Pero para Renjun, en la quietud de ese lugar, era más que eso.
"Hola," susurró Renjun, extendiendo la mano con un trozo de carne seca que había guardado. El cuervo inclinó su cabeza, lo observó un instante y luego saltó a su brazo, tomando la ofrenda con delicadeza. Mientras el cuervo comía, Renjun acarició sus plumas sedosas y frías. Se sintió extrañamente relajado, una sensación que rara vez experimentaba. Una sonrisa pequeña, genuina, se dibujó en sus labios, liberada de la constante máscara de indiferencia. Era como un amigo, el único.
"Vaya, es una vista poco común," una voz etérea y melancólica interrumpió la paz.
Renjun se sobresaltó, su cuerpo tensándose al instante, la sonrisa borrándose. Se giró bruscamente. Flotando cerca de un arco ojival, a través del cual se veía el vasto cielo azul, había un fantasma. Era una figura espectral de una mujer con un vestido de corte antiguo y un semblante permanentemente triste, apenas translúcido.
"¿Me... me hablaste?" preguntó Renjun, sorprendido de que el fantasma no se hubiera desvanecido, no lo hubiera ignorado con miedo como todos los demás.
La Dama Gris, como la conocía por los susurros y murmullos del castillo, se acercó, su forma etérea brillando bajo la luz que entraba por las aberturas.
"Sí, te hablé. Rara vez alguien sube aquí solo por el placer de la compañía de las aves. Y, en particular, rara vez alguien como tú."
Renjun la miró con atención, una ceja levantada. "¿Alguien como yo?"
La Dama Gris suspiró, un sonido que apenas movió el aire. "Sí. El hijo de los... líderes de La Raíz. Una reputación que te precede, chico. La gente te teme. Con razón." Su mirada fantasmal se fijó en él, pero no había temor hacia él en sus ojos, sino una profunda tristeza, casi lástima. "Pero no eres ellos. A ellos sí les temía. A tus padres."
La declaración golpeó a Renjun como un puño invisible.
"Ojalá todos los estudiantes también pensaran así," escapó de sus labios antes de que pudiera detenerse, una confesión inconsciente de la punzada de envidia que había sentido en el Gran Comedor.
El fantasma parpadeó, su expresión de tristeza se transformó en una sorpresa genuina.
"Vaya. ¿En serio? Creí que prosperarías en el miedo que inspiras. Al igual que ellos."
Renjun se recompuso al instante, el velo de indiferencia cayendo de nuevo sobre su rostro.
"No es que me importe," dijo, su voz más plana. "Simplemente es... ineficiente. Las reacciones de las personas aquí son predecibles. Y la indiferencia, a veces, es más útil que el pánico." Era una mentira a medias, una fachada para su momento de vulnerabilidad.
La Dama Gris lo observó con esos ojos antiguos y penetrantes.
"Dices eso, pero en este lugar, siento más que simple indiferencia. Siento... soledad. Y un anhelo. ¿De qué anhela un chico tan... temido?"
Renjun mantuvo su mirada.
"¿Qué anhela un fantasma que decide quedarse en un castillo, reviviendo viejos errores, en lugar de pasar al más allá?" Su pregunta fue un golpe bajo, una prueba.
El fantasma no se inmutó. Una pequeña, triste sonrisa apareció en sus labios translúcidos.
"Touche. Quedarse en un solo lugar puede llevar a una introspección dolorosa, ¿no es así? Quizás ambos anhelamos algo que perdimos. Yo, la aceptación. Tú... ¿la comprensión? Es una conversación extrañamente sincera para la Torre de las Lechuzas."
La Dama Gris desvió su mirada hacia el cuervo, que seguía posado en el brazo de Renjun.
"Es un animal magnífico. ¿Cómo se llama?"
La pregunta, tan simple, golpeó a Renjun con una inesperada tristeza. Su sonrisa, que había vuelto por un instante, se desvaneció. Un velo de melancolía se posó en sus ojos.
"Él... no tiene un nombre. Yo no puedo llamarlo por uno. Mis padres lo prohibieron." Su voz se apagó, bajando casi a un susurro. "Mi hermano... él sí le puso uno. Pero..." Renjun apretó los labios, la palabra atorada en su garganta. No tenía la valentía para pronunciarlo en voz alta, no en ese momento, no con el peso de los recuerdos que aún no podía descifrar.
El fantasma, La Dama Gris, lo miró con una compasión que no había mostrado antes.
"Comprendo. Hay nombres que duelen pronunciar, y recuerdos que es mejor dejar guardados, por ahora." Se acercó un poco más, su figura casi difuminándose con la luz. "Yo misma tuve un nombre que nadie pronunció con afecto durante mucho tiempo. Helena. Helena Ravenclaw. La hija de la fundadora, y la ladrona de su diadema. Mi madre me despreció en vida, y en mi muerte, mi secreto me persiguió por siglos."
Una punzada de sorpresa recorrió a Renjun. Helena Ravenclaw. La Dama Gris. Era una de las figuras más enigmáticas del castillo.
"Guardé mi vergüenza, mi error, mi orgullo herido," continuó Helena, su voz suave y fantasmal. "Y me persiguió incluso en la muerte. No hay peso más pesado que el de las cosas que no podemos decir, los nombres que no podemos pronunciar." Su mirada se fijó en Renjun, llena de una sabiduría forjada en siglos de arrepentimiento. "A veces, el silencio protege. Pero a veces, el silencio solo profundiza la herida. No eres como tus padres, Renjun. Tú cargas el peso de su legado, pero tu alma... tu alma es diferente. Lo veo. Y el deseo de saber, el anhelo de lo que no puedes recordar, es una fuerza poderosa. No temas a tus propias verdades."
Renjun la miró, un nudo en el estómago. La pregunta que le había estado dando vueltas en la cabeza desde que apareció el fantasma finalmente salió.
"¿Por qué me hablas? Todos los demás... incluso los cuadros... me evitan."
Helena Ravenclaw inclinó ligeramente su cabeza, sus ojos fantasmales llenos de una tristeza ancestral.
"Porque me recuerdas a mí, quizas. No a quien soy ahora, sino a quien fui. A la joven Helena que creía que la soledad era una fortaleza, que el conocimiento era un arma, y que los secretos te hacían invencible." Una sonrisa melancólica apareció en sus labios translúcidos. "Fui orgullosa, arrogante. Creía que podía hacerlo todo sola. Y al final, mi secreto, mi orgullo, me llevó a un final solitario."
Renjun la escuchó, sorprendido por la franqueza. La Dama Gris continuó, su voz un susurro en el aire helado de la torre.
"Veo en ti la misma sed de conocimiento, la misma convicción de que solo tú puedes protegerte. Pero también veo la carga. El peso de lo no dicho, de lo no experimentado. Los muros que has construido a tu alrededor no te protegen, solo te aíslan."
"¿Y qué se supone que haga?" La pregunta de Renjun era casi inusualmente vulnerable, un eco de la envidia que lo había golpeado en el Gran Comedor. "Nadie se acercará a mí."
"No todos te temen," respondió Helena, su mirada suave. "Los vi. Esos dos de abajo. El Hufflepuff y mi Ravenclaw. Ellos no te miran con miedo, sino con curiosidad. Y tal vez... con una chispa de entendimiento. No busques aceptación donde sabes que solo hay prejuicio. Busca a aquellos que pueden ver más allá del nombre, más allá de la reputación, estoy segura que no son los únicos."
El cuervo volvió a frotarse contra su mano, como si lo instara a regresar a la realidad. Renjun miró el reloj en la torre. Su siguiente clase. Había pasado más tiempo del que creía posible en conversación con un fantasma. La sensación de rareza que había sentido en la clase de Pociones no era desilusión, lo entendía ahora. Era el anhelo de algo que creía no necesitar, el anhelo de una conexión que nunca se atrevió a buscar.
Renjun asintió lentamente, su mirada fija en la etérea Dama Gris.
"Gracias, Helena," dijo, pronunciando su nombre con una facilidad sorprendente. Una promesa. "La visitaré de nuevo."
Una triste pero reconfortada sonrisa apareció en el rostro del fantasma. "Te esperaré, Renjun."
Renjun se despidió de su cuervo con una última caricia, y el ave alzó el vuelo, regresando a su percha. Con una nueva y extraña mezcla de pensamientos, Renjun giró sobre sus talones y descendió la escalera de caracol de la Torre de las Lechuzas.
Las cosas comienzan a tomar forma cuando Renjun camina por los pasillos de piedra antigua, con la mirada baja y los hombros tensos, como si pudiera hacerse invisible ante los ojos que lo siguen...
¿Cómo sobrevivir en un lugar donde todos parecen odiarte sobre tu pasado más que tú mismo? Los susurros lo persiguen desde la Selección, desde que el Sombrero dudó demasiado tiempo sobre su cabeza antes de enviarlo a Slytherin. Ni siquiera sabía que pertenecía allí, no sabía nada excepto que debía mantener la distancia, observar desde las sombras, y cumplir una misión que apenas comprende.
Las risas crueles interrumpen sus pensamientos. Al doblar la esquina, ve a tres estudiantes de séptimo año rodeando a un chico más pequeño, mientras otros dos —Haechan y Mark, si recuerda bien sus nombres de la clase de Pociones— intentan interponerse.
"¿En serio crees que puedes defenderte, pequeño Ravenclaw?" El más alto de los matones agita su varita, haciendo que la mochila de un chico en el suelo se abra y sus pergaminos vuelen por todas partes. "Tú y tus amiguitos deberían aprender su lugar."
Haechan, con su corbata de Gryffindor torcida y el cabello naranjo despeinado, da un paso adelante. "Y tú deberías aprender que ser más grande no te hace más inteligente."
Los de séptimo ríen, sus varitas ahora apuntando a los defensores.
"Parece que tenemos más voluntarios para nuestra pequeña demostración."
"Es un niño, ¿no te da vergüenza?" Dice Mark con repugnancia, levantando al chico, "Ven Ryo, tranquilo"
Renjun se detiene, la mano instintivamente buscando su varita. Algo dentro de él —¿un recuerdo, un instinto?— sabe exactamente qué maldición podría detenerlos en seco... pero ese pensamiento lo aterra, ¿por qué está pensando en ayudar?.
Las cosas cambian cuando dos figuras aparecen desde otro corredor. Jeno, con su túnica de Hufflepuff impecablemente colocada, y Jaemin, el Ravenclaw fruncia el ceño a cada paso.
"Cinco contra uno, y ahora cuatro contra Cinco," dice Jaemin, su voz tranquila pero firme. "¿No es un poco cobarde incluso para ustedes?"
"Métete en tus asuntos, Na," gruñe uno de los matones, pero Renjun nota cómo retrocede ligeramente.
Jeno se acerca a Ryo, que ahora tiene unas extrañas manchas violetas apareciendo en su rostro.
"¿Urticaria Violácea? Bastante infantil." Con un movimiento fluido de su varita murmura, "Cutis Reparum," y las manchas comienzan a desvanecerse. "No te preocupes llamamos a Sakuya, vete con él"
Un chico de cabello negro con el uniforme de Ravenclaw —Sakuya intuye Renjun— aparece y ayuda a Ryo con sus libros, lanzando una mirada furiosa a los agresores.
"¿No creen que son grandes para molestar a los menores?" dice Jaemin, ajustando su túnica. "Si vuelvo a verlos molestando a estudiantes menores, se enfrentarán a nosotros la próxima vez."
Los de séptimo se alejan, no sin antes murmurar amenazas que suenan huecas ante la firmeza de los defensores.
Renjun permanece inmóvil en su rincón, observando cómo Jeno y Jaemin ayudan a recoger los pergaminos esparcidos, cómo Mark hace reír a Ryo con algún comentario, cómo Haechan discute animadamente con Sakuya sobre el contrahechizo.
¿Por qué arriesgarse por alguien más? ¿Qué obtienen de ponerse en peligro por un desconocido?... La pregunta gira en su mente mientras se aleja en silencio, llevándose consigo la imagen de algo que nunca había visto en La Raíz: el poder de defender en lugar de atacar, de sanar en lugar de herir.
¿Entonces, después de todo, existe otra forma de usar el poder? ¿O solo es otro engaño más en el laberinto de mentiras que ha sido su vida?
La siguiente clase del día resultó ser Defensa Contra las Artes Oscuras. El aula, amplia y con maniquíes de práctica dispersos, ya estaba casi llena cuando Renjun entró, se había perdido nuevamente y tuvo que pedir indicaciones. Como en las dos clases anteriores, su llegada fue recibida con el mismo silencio tenso y la rápida creación de un espacio vacío a su alrededor. Los estudiantes se apartaban, susurraban o lo evitaban, demostrando el mismo temor generalizado que ya se había vuelto una constante.
Y, como en las clases anteriores, las miradas curiosas de Jaemin y Jeno lo buscaron, deteniéndose en él por un momento antes de volverse hacia el frente. Renjun no les correspondió la mirada, pero era consciente de ellos.
Renjun se dirigió al pupitre más apartado, el que parecía estar predestinado para él. Sin embargo, al acercarse, sus ojos se detuvieron. Sobre el centro de su escritorio, perfectamente envuelto en papel encerado, había un sándwich.
Se detuvo en seco, una ceja arqueada en sorpresa. Un sándwich. ¿En su escritorio? La primera respuesta de Renjun fue la sospecha. ¿Un veneno? ¿Un hechizo? Su mano se movió instintivamente hacia su varita. Miró a su alrededor con la agudeza entrenada de La Raíz, buscando la fuente, el truco.
Su mirada barrió la clase y se encontró con los ojos de Jaemin. El chico de Ravenclaw no miraba a Renjun con miedo ni con la curiosidad intrusiva del resto. En cambio, su mirada se alternaba entre los ojos de Renjun y el sándwich en el escritorio, con una expresión... ¿preocupada? ¿Incierta? Era una mirada que Renjun no supo descifrar por completo, pero que carecía de cualquier indicio de malicia o trampa. No había burla, ni una amenaza oculta. Era... solo un sándwich.
Una sensación extraña, casi alienígena, recorrió a Renjun. ¿Qué se hacía en esta situación? ¿Cómo se agradecía algo tan simple? No sentía la intención de un hechizo, ni la resonancia de magia oscura en el objeto. Era simplemente comida. Y de repente, el hambre que había ignorado durante el almuerzo regresó con fuerza.
Sin saber cómo responder, sin encontrar un rastro de intención malvada, Renjun se decidió. Desenvolvió el sándwich con movimientos deliberados. Era de pavo y queso, fresco y aparentemente normal. Levantó el sándwich y le dio una mordida.
Solo entonces, Jaemin desvió su mirada, volviéndose hacia Jeno y susurrándole algo que hizo que el chico de Hufflepuff asintiera levemente, una pequeña sonrisa formándose en los labios de Jeno quien le dio una fugas mirada.
Renjun terminó de comer el sándwich, observando a la clase con su habitual máscara de indiferencia. Una ofrenda simple, de unos chicos que no le temían. La rareza de Hogwarts seguía superando sus expectativas.
El profesor, el mismo que lo había acompañado a su habitación la noche anterior, comenzó la clase teórica. Su voz grave resonó en el aula. "Hoy, discutiremos los Maleficios Imperdonables." La atmósfera se volvió más pesada, incluso más tensa de lo habitual. "Son los tres maleficios más oscuros y poderosos conocidos en el mundo mágico. Su uso es castigado con una pena máxima en Azkaban." El profesor hizo una pausa, sus ojos recorriendo a los estudiantes, deteniéndose unos instantes en Renjun. "Estoy seguro de que nadie en esta clase ha contemplado siquiera la idea de usar un maleficio de esta magnitud."
Un silencio se extendió por la sala, pesado y absoluto. Todos los ojos estaban fijos en el profesor, o en sus propios pupitres, evitando mirarse. Hasta que una voz clara y decidida rompió el mutismo.
"Claro," dijo una estudiante de Gryffindor, una chica de cabello rojizo y ojos desafiantes, sentada a unos pocos pupitres de Jeno. Su voz era firme, audible para todos. "Todos, menos uno."
La acusación no necesitaba un nombre. La mirada de la chica se fijó directamente en Renjun.
Renjun se tensó. Su mandíbula se apretó. Era la primera vez que un estudiante se atrevía a una confrontación tan directa, una acusación tan pública. La audacia de la chica lo sorprendió. Durante un segundo, la máscara de indiferencia de Renjun estuvo a punto de resquebrajarse.
El profesor no respondió a la interrupción de la estudiante. Su rostro permaneció impasible, pero el silencio que siguió, la forma en que sus ojos se deslizaron de la chica a Renjun y luego de nuevo al pizarrón, habló más alto que cualquier reprimenda. Fue un silencio que confirmaba la acusación, un asentimiento implícito a lo que todos ya pensaban.
El profesor continuó la clase, su voz monótona, desglosando la teoría de los Maleficios Imperdonables, las palabras sobre la tortura y el control flotando en el aire. Renjun, a pesar de la tensión, se forzó a escuchar. La acusación de la Gryffindor no lo había herido, pero sí lo había molestado.
"Ahora," prosiguió el profesor, señalando los maniquíes de práctica. "Los maleficios no siempre son tan definitivos como los Imperdonables. Existen innumerables maldiciones y hechizos oscuros que, aunque no condenan a Azkaban, pueden dejar a sus víctimas en estados mucho peores. En los últimos años, el Hospital St. Mungo de Enfermedades y Lesiones Mágicas ha visto un aumento alarmante de pacientes con afecciones mentales incurables. Magos y brujas cuyas mentes se rompieron a tal punto que nunca volvieron a ser los mismos. Algunos, presos de ilusiones permanentes; otros, de una locura incurable que los hace incapaces de reconocer a sus seres queridos."
Renjun comprendió el mensaje subyacente del profesor. Desde hacía un par de décadas, la mayoría de los pacientes de St. Mungo con esas horribles aflicciones mentales eran, sin duda, obra de La Raíz. Él mismo era consciente de ello. No solo había presenciado la creación de esos nuevos y retorcidos maleficios por parte de sus padres, sino que, en sus entrenamientos, los había lanzado. Había utilizado todos los Maleficios Imperdonables y muchos de los innumerables encantamientos oscuros que sus padres habían ideado. Conocía la sensación, el poder destructivo que podía aniquilar una mente.
Un escalofrío recorrió la clase, pero fue la misma chica de Gryffindor, quien habló de nuevo, su voz cargada de un odio profundo y apenas contenido.
"A mis padres," comenzó, su voz temblaba ligeramente, pero su mirada estaba clavada en Renjun, "unas personas de la secta les lanzaron un hechizo. Un hechizo... irreconocible. Nunca volvieron a ser los mismos. Es como si una parte de su alma... se hubiera ido." Su voz subió de volumen con cada palabra, su dolor transformándose en rabia. El odio en sus ojos no era solo hacia "la secta", sino hacia Renjun, el hijo de las personas que lideraban esa secta, el heredero directo de su sufrimiento.
El profesor interrumpió la clase, su rostro sombrío.
"Señorita Park," dijo con voz grave, intentando calmar la situación. "Entiendo su dolor, pero..."
Pero la mención del apellido fue suficiente. Park.
La impasible fachada de Renjun se resquebrajó. Un recuerdo, fugaz pero nítido, irrumpió en su mente. No era el flash borroso de "esa noche", sino algo anterior, algo que sus padres le habían enseñado con una particular... crueldad. La imagen del hombre y la mujer, Park Narah y Park Hyungky. Sus ojos, antes de la locura. Y el hechizo. El maleficio que no tenía nombre en los libros de texto del Ministerio, pero que sus padres habían perfeccionado con una malevolencia calculada.
Renjun sabía. Sabía exactamente quién había lanzado ese hechizo. Y, por extensión, de qué era capaz.
La mirada de Park Minji, llena de un odio visceral, se encontró con la suya. En ese momento, ya no había miedo en sus ojos, solo la fría furia del resentimiento. Renjun sintió un pinchazo. No de culpa, pero sí de una fría e incómoda realización. Esta era la primera vez que se enfrentaba directamente a las consecuencias tangibles de las acciones de sus padres, a la cara del sufrimiento que habían infligido. Y esa cara estaba frente a él, en los ojos de una estudiante de Hogwarts.
Renjun sabía, racionalmente, que no debía cargar con los pecados de sus padres y, por ende, de La Raíz. Él no había elegido nacer en esa familia. Él no había elegido esas acciones. Sin embargo, en el instante en que Park Minji pronunció el nombre de su familia, en que el recuerdo de ese hechizo y sus padres se ancló en su mente, se sintió expuesto. Completamente a la vista, no solo ante la clase, sino ante la propia verdad que había intentado compartimentar.
Un sentimiento que no podía describir se agitó en su interior. No era vergüenza, no exactamente. Era más bien una sensación de ser atrapado, de que su complicada y dolorosa realidad interna había sido proyectada en el exterior para que todos la vieran. Una extraña vulnerabilidad que lo dejó con el aliento contenido. Su habitual impasibilidad se tambaleó, amenazando con derrumbarse. Su mandíbula estaba tensa, su mirada fijada en Minji, pero sus ojos, por un instante, revelaron la tormenta interna que rara vez permitía aflorar.
La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras continuó, pero para Renjun las palabras del profesor se convirtieron en un murmullo distante. Su mente estaba demasiado ocupada, una vorágine de pensamientos y la punzante revelación que lo había golpeado. El sándwich, el fantasma, y ahora la mirada cargada de odio de Minji, cuyo apellido desbloqueó un recuerdo tan frío y preciso. Sus padres. El hechizo. La locura. Todo encajaba en un patrón que él conocía demasiado bien.
A pesar de que su mente le decía que no tenía por qué cargar con los pecados de sus progenitores y de La Raíz, se sentía extrañamente expuesto, como si una capa protectora se hubiera desgarrado. No era culpa, ni remordimiento, sino una sensación de ser desnudado ante una verdad incómoda. Había una emoción que no podía nombrar, una especie de vulnerabilidad helada que lo dejó exhausto.
Cuando la campana anunció el fin de la clase, el resto de los estudiantes se levantó con un estruendo de sillas y conversaciones. Renjun permaneció sentado, tenso. La energía de la sala lo arrastraba, pero él no podía moverse, atrapado en su propio remolino interno. Solo cuando sintió la mirada persistente del profesor sobre él, se levantó.
Salió del aula, sus pasos lentos, como si el aire se hubiera vuelto denso. Sin un destino claro, se dejó llevar por la marea de estudiantes que se movía por los pasillos, un fantasma más entre los vivos. El familiar murmullo del castillo llenaba sus oídos, hasta que un cambio en el tono de las voces lo sacó de su trance. Un murmullo más agudo, lleno de tensión, llamó su atención.
Y allí, en medio de un pasillo concurrido, estaba Park Minji, rodeada por otros dos estudiantes de Gryffindor. Sus ojos, antes llenos de dolor, ahora ardían con un odio crudo y sin diluir. Los tres le apuntaban con sus varitas.
"¡Tú!" espetó Minji, su voz resonando en el pasillo, atrayendo la atención de todos. "Eres igual que ellos. El hijo de los monstruos que nos arruinaron la vida. Deberías estar en Azkaban, pudriéndote allí por lo que hicieron." Su varita temblaba levemente en su mano, no por miedo, sino por la furia.
Renjun no se sentía amenazado. Su entrenamiento era superior, su calma casi impenetrable. Pero sabía que Minji estaba expresando en voz alta lo que la mayoría en el castillo pensaba de él. La misma opinión que el silencio del profesor había confirmado. A pesar de eso, no se dejó superar. Su máscara de sorna volvió a su lugar.
"¿Pudriéndome?" respondió Renjun con un tono de burla gélido, su voz tranquila y medida, contrastando con la furia de Minji. "¿Y tú, qué haces aquí, en lugar de visitar a tus padres en San Mungo, eh? ¿No te permiten ver los resultados de la valentía de tus 'héroes'?"
La furia de Minji se intensificó. "¡No te atrevas! ¡Tú y tu asquerosa familia son los culpables de todo! De sus crímenes, de su locura, de todo el daño que ha hecho La Raíz. ¡Eres parte de eso!"
"Oh, ¿yo soy parte de eso?" Renjun se burló, un matiz de cansancio en su voz, pero sin perder la calma. "Qué conveniente. Como si yo hubiera elegido a mis padres. Como si yo hubiera elegido nacer en esa... familia." Su mirada se endureció.
"Te criaron para ser igual o incluso peor que ellos," Minji continuó, las lágrimas asomando en sus ojos, pero su voz seguía siendo un látigo.
Fue la gota que colmó el vaso. Renjun, harto de la acusación, de la carga de un destino que no había elegido, de la constante proyección de los pecados ajenos sobre él, se desquitó.
"¿Y qué pasa si sí?" espetó, su voz bajando a un susurro gélido que, por su intensidad, se escuchó perfectamente en el silencio expectante del pasillo. "Sabes, Park, la diferencia entre tú y yo es que yo sí comprendo el poder. Tú te lamentas de lo que te hicieron. Yo, por otro lado, sé lo que soy capaz de hacer." Una sonrisa fría y desprovista de calor se extendió por sus labios. "Y créeme, tu dolor es... ¿Cómo decirlo? Extremadamente ruidoso para ser tan insignificante."
El comentario, tan cruel, tan desprovisto de empatía, desconcertó a varios estudiantes que observaban la escena con horror. Renjun no se inmutó, su calma era inquebrantable, una burbuja de hielo en el centro de la furia de Minji.
Minji, con los ojos llenos de lágrimas de rabia, gritó un encantamiento. Su varita se elevó. Pero Renjun fue más rápido. Con un movimiento sutil de su propia varita, apenas perceptible, lanzó un encantamiento silencioso y sin gestos. Las varitas de Minji y de los dos Gryffindor que la acompañaban salieron volando de sus manos, chocando contra el techo del pasillo antes de caer con un repiqueteo.
Renjun bajó su varita lentamente, apuntando a los tres estudiantes desarmados, su rostro impasible. El mensaje era claro: no estaba amenazado, pero ellos sí.
Su mirada barrió a los demás estudiantes que observaban la escena, un mar de rostros asustados y condenatorios. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con los de Jeno y Jaemin. Estaban en medio de la multitud, sí, observando. Pero a diferencia del resto, no parecían tener miedo. Estaban... desconcertados.
Eso desconcertó a Renjun. La ausencia de terror en sus expresiones, reemplazada por una perplejidad genuina, lo descolocó. Era una reacción que no esperaba, que no encajaba en su cálculo. Se sentía repentinamente expuesto de una manera diferente, como si su fría demostración de poder no hubiera logrado el efecto deseado en ellos. Su calma se rompió por un segundo de confusión.
La escena en el pasillo, con las varitas caídas y Minji Park jadeando de furia impotente, se sentía de repente insignificante. El cruce de miradas con Jaemin y Jeno fue más impactante que cualquier maldición.
Sin una palabra más, sin detenerse a recoger las varitas caídas o a disfrutar de la consternación general, Renjun se dio la vuelta y comenzó a caminar. Sus pasos eran rápidos, alejándose de la multitud, del profesor que sin duda vendría a investigar, y de esas miradas que no encajaban en su entendimiento. Se alejó de todos, su figura solitaria disolviéndose en el bullicio de los pasillos de Hogwarts.
Notes:
Realmente esta historia un poco lenta, quiero profundizar en el interior de Renjun y en porque toma las decisiones que toma, me gusta como esta quedando y espero que a ustedes también le guste :)
Chapter Text
La tensión en los pasillos, el eco de las varitas caídas y la desconcertante mirada de Jaemin y Jeno resonaban en la mente de Renjun mientras se alejaba. Necesitaba un respiro, un lugar donde el silencio no estuviera cargado de juicio o expectativas. Su camino lo llevó casi por inercia al Gran Comedor.
Entró en el vasto salón, que a esa hora ya estaba menos concurrido, el bullicio de la cena desvaneciéndose. Ignorando las pocas miradas furtivas, se dirigió a la mesa de Slytherin, tomó algo de fruta y un poco de pan, comiéndolo rápidamente, casi sin saborearlo. La comida era solo un trámite. Su mente seguía enredada en los eventos del día.
Con el estómago apenas saciado, Renjun se levantó, sin despedirse de nadie (no había a quien hacerlo) y se dirigió directamente a las mazmorras, hacia la privacidad helada de su habitación.
Una vez dentro, la puerta se cerró con un suave clic, y el silencio lo envolvió. Se dejó caer en el sillón de cuero frente a la chimenea apagada, sus músculos tensos, su mente girando sin control. El día había sido un torbellino de emociones y revelaciones que lo habían dejado extrañamente exhausto. La Dama Gris, el sándwich, Minji... Todo se mezclaba en una nebulosa de frustración y un sentimiento que aún no lograba identificar.
Era agotador. La constante vigilancia, la necesidad de mantener su fachada impenetrable, el peso del legado de La Raíz. Cada interacción era una prueba, cada mirada, un juicio. ¿Cuánto tiempo podría mantener esto?
La idea de pasar dos años así, rodeado de temor y resentimiento, era abrumadora. Sus pensamientos, sin quererlo, comenzaron a descender por un camino peligroso. La tristeza, un sentimiento que rara vez se permitía, amenazó con envolverlo.
Se vio a sí mismo como una anomalía, un paria, el hijo de los monstruos destinado a ser un monstruo él mismo. La voz de Helena Ravenclaw, sus palabras sobre la soledad y el anhelo, resonaban con una dolorosa verdad. La soledad siempre había sido su compañera, pero hoy, por alguna razón, se sentía más profunda, más fría.
Cuando el abismo de la melancolía comenzó a acecharlo, Renjun se obligó a detenerse. No. No aquí. No ahora. Había un límite para la introspección. Había una forma de escapar, una distracción que siempre funcionaba.
Se levantó de golpe, la decisión firme en sus ojos. Se había prometido a sí mismo no dejarse arrastrar por las debilidades. La mejor forma de combatir la tristeza y la exposición era el conocimiento.
Su destino era claro: la Sección Prohibida de la Biblioteca. Un lugar donde los secretos más oscuros de la magia aguardaban, donde podía encontrar respuestas, o al menos, sumergirse en algo más calculable que sus propias emociones. El conocimiento era poder, y el poder, su única verdad inquebrantable.
Bajo el manto de la noche de Hogwarts, Renjun se movió con la sigilosa eficacia que había perfeccionado bajo la tutela de La Raíz. Los hechizos de sigilo que sus padres le habían enseñado, diseñados para infiltraciones y escape, le sirvieron ahora para eludir a los pocos prefectos y profesores que aún patrullaban los corredores. No era que temiera ser atrapado, no realmente; era la incomodidad de la interacción, la necesidad de explicar, lo que evitaba. Incluso los fantasmas y los retratos, a pesar de que sabía que el miedo generalizado a su familia los mantendría silenciosos, fueron evadidos con la misma maestría. No quería arriesgarse a una mirada curiosa, a un susurro fugaz que pudiese perturbar su concentración.
El aire en la Sección Prohibida era frío y denso, con el olor a pergamino viejo y polvo.
Estantes y estantes de libros encadenados se alzaban hasta el techo, sus lomos ominosos y silenciosos, guardando secretos que pocos se atrevían a desenterrar. Renjun se movió entre ellos, su varita apenas iluminando lo suficiente para leer los títulos.
No buscaba maleficios. No buscaba poder de la forma convencional. Lo que buscaba era algo más sutil, algo que rozaba los límites de la magia. Recordó la conversación con Helena, el sándwich, y el odio de Minji, y ese sentimiento indescifrable que lo había invadido. Sentimiento. Emoción. Lo que le resultaba ajeno.
Renjun buscó entre los volúmenes prohibidos, concentrándose en temas que pudieran abordar lo que le intrigaba. Buscó referencias al "corazón de Slytherin" no sabía que buscar, pero ciertamente no importaba, solo hacia lo que le habían ordenado, lo que era su misión. Esperaba encontrar algún tomo oscuro, algún ritual arcaico o un análisis de la manipulación emocional a través de la magia. Quizás un maleficio que no rompiera la mente, sino que la abriera, o que revelara una parte oculta de uno mismo.
Arrastró los dedos por los lomos de los libros, ignorando los títulos sobre maldiciones de sangre y nigromancia, deteniéndose en aquellos con palabras clave, Salazar, magia oscura, absorción de poderes. Sacó varios volúmenes con cuidado, los colocó sobre una mesa polvorienta en un rincón oscuro, y comenzó a hojearlos con avidez.
Pasaron las horas. La luna se alzó en el cielo, proyectando sombras alargadas a través de las ventanas ojivales. Renjun leyó y releyó, absorbiendo cada palabra, cada diagrama. Pero a pesar de su minuciosa búsqueda, de su capacidad para comprender los conceptos más complejos y abstractos de la magia oscura, no encontró lo que buscaba. Ni un solo libro abordaba lo que necesitaba. Era como si esa parte de la magia, estuviera más allá de la comprensión escrita, o simplemente no fuera considerada digna de estudio en los círculos oscuros.
Renjun cerró el último libro con un suspiro de frustración, el leve sonido reverberando en el silencio sepulcral. Había eludido guardias, fantasmas y la propia reclusión de la sección para esto, solo para encontrar un vacío. La Sección Prohibida, el bastión del conocimiento oculto, no tenía respuestas para lo que sentía. El sentimiento indescifrable seguía sin nombre.
Decepcionado, Renjun se levantó, volviendo a guardar los libros en sus lugares correspondientes. Sus ojos, sin embargo, se detuvieron en un pequeño volumen empotrado en la parte trasera de un estante. Estaba casi oculto, como si no quisiera ser encontrado. Su lomo no era de cuero negro como los demás, sino de un gris pálido, casi imperceptible en la penumbra. No tenía título visible, solo una extraña runa tallada que Renjun no reconoció de inmediato. La curiosidad, su motor más potente, se encendió.
Con un hechizo silencioso, la cadena que lo ataba cedió. El libro era más ligero de lo que parecía, y su tacto, extrañamente cálido. Al abrirlo, no encontró páginas de pergamino, sino un material casi translúcido, como finas láminas de obsidiana. Las palabras, escritas con tinta luminosa, brillaban tenuemente. No era un tomo de magia oscura al uso, sino algo diferente. Al pasar las primeras "páginas", Renjun sintió una punzada de reconocimiento. Reconocimiento no por el texto, sino por la extraña resonancia mágica que emanaba del objeto.
Este era el libro que hablaba sobre el Corazón de Salazar Slytherin.
Sin embargo, a medida que Renjun leyó las brillantes palabras en el material translúcido, la inicial emoción se disipó. La información que encontró era... la misma que ya poseía. Leyendas, vagas descripciones de su poder para suprimir las emociones y potenciar la ambición, rumores de su ubicación perdida en las profundidades de las mazmorras o quizás fuera del castillo. Nada concreto, nada nuevo que lo acercara a la pieza que sus padres habían buscado incansablemente y de la cual él ya tenía un conocimiento teórico. Las descripciones eran más una guía sobre los supuestos efectos psicológicos del "Corazón", un tratado místico sobre la naturaleza de la voluntad de Slytherin, que un mapa o un manual de invocación.
El desengaño lo invadió. Había arriesgado el castigo, las miradas curiosas, para esto. La hora en el gran reloj del castillo sonó: más de las cuatro de la mañana. El tiempo se había escurrido, y la búsqueda había sido en vano. El agotamiento, que había intentado ignorar, ahora lo golpeó con fuerza. Necesitaba dormir, aunque fuera un poco.
Con un suspiro de frustración, Renjun cerró el enigmático libro, la runa en su lomo volviendo a absorber la luz. Lo devolvió con la misma discreción, asegurándose de que la cadena volviera a su lugar. El frío de la Sección Prohibida ya no le ofrecía el consuelo de la búsqueda.
Renjun se deslizó fuera de la biblioteca con los mismos hechizos de sigilo, su mente aún rumiando sobre el día, sobre la inutilidad de su búsqueda, y sobre ese sentimiento indescifrable. La cama en las mazmorras lo esperaba, un breve respiro antes de que el sol saliera y otro día de Hogwarts comenzará.
Los días de Renjun en Hogwarts se transformaron en un ciclo monótono y agotador. La confrontación en el pasillo y la infructuosa visita a la Sección Prohibida habían marcado el inicio de una rutina que lo consumía. Cada jornada era una sucesión de evitaciones y búsquedas silenciosas.
Asistía a clases, sí, pero su mente rara vez estaba completamente presente. Las lecciones sobre encantamientos y pociones se convertían en un telón de fondo para sus propios pensamientos. Se sentaba en su pupitre aislado, notando las miradas furtivas de sus compañeros, el constante murmullo de susurros que se disipaba a su paso. El temor que inspiraba era un escudo, sí, pero también una prisión.
Sus noches se extendían hasta la madrugada, dedicada a la Sección Prohibida de la Biblioteca. Se movía como una sombra, sus hechizos de sigilo perfeccionados al punto de la invisibilidad sonora. Esquivaba a los conserjes, a los pocos profesores trasnochados, incluso a los fantasmas y retratos que antes le generaban una mínima inquietud. Su búsqueda, aunque infructuosa, se había convertido en una obsesión. Desesperadamente, hojeaba tomos antiguos, esperando encontrar el conocimiento que sus padres habían poseído sobre el Corazón de Salazar Slytherin, o quizá, algo más. Algo que diera nombre a ese sentimiento desconocido que Minji había despertado.
La única compañía que toleraba era la del fantasma de Helena Ravenclaw. Sus visitas a la Torre de las Lechuzas se hicieron más frecuentes. En la quietud del lugar, rodeado por el suave ulular de las aves, encontraba una extraña paz. Helena no lo juzgaba, no lo temía. Sus etéreas palabras, llenas de melancolía y sabiduría milenaria, ofrecían una perspectiva diferente. Hablaban de soledad, de arrepentimiento, de las cargas invisibles que uno lleva. Y, por supuesto, de su fiel cuervo, el único ser vivo al que Renjun le permitía acercarse, el único que no retrocedía ante su presencia. Con él, la máscara de Renjun se relajaba, si bien solo por unos instantes.
Cada día que pasaba, Renjun se sentía más cansado. No solo físicamente por las pocas horas de sueño, sino mentalmente. La constante tensión de estar alerta, la soledad autoimpuesta y la frustración de su búsqueda en la biblioteca drenaban su energía. Su rostro, si uno se fijaba de cerca, mostraba sutiles ojeras. Su piel, siempre pálida, parecía aún más translúcida. El aislamiento, antes una elección, se sentía cada vez más como una carga.
El patrón se repitió: clase, comedor rápido, mazmorras, y la inmersión en los polvorientos estantes de la Sección Prohibida. No había lugar para amistades, ni para la despreocupación de la vida escolar normal. Solo la búsqueda, el agotamiento, y la extraña compañía de un fantasma y un cuervo.
Renjun caminaba por uno de los largos pasillos de Hogwarts, sus pasos resonando suaves contra las piedras antiguas, envuelto en el eco de sus propios pensamientos. El peso de las miradas, la carga de las sospechas y el silencio autoimpuesto parecían seguirlo como una sombra invisible, pegada a su piel.
De repente, un choque brusco quebró el silencio. Algo o alguien cayó al suelo con un pequeño ruido seco.
"¡Lo siento, lo siento, fue sin querer!" dijo una voz apresurada, seguida del sonido rápido de alguien intentando levantarse.
Renjun bajó apenas la mirada y vio a un chico que intentaba recomponerse.
En su mente, recordó con claridad a Chenle, el amigo de Jaemin y Jeno que había visto muchas veces durante el almuerzo. Pero no dijo nada ni mostró señal alguna para revelarlo.
A unos pasos, notó a Jisung acercarse con el rostro ansioso y preocupado, y entonces se dio cuenta de que estaban solos en el pasillo. El silencio era absoluto.
Renjun, casi sin pensar, extendió la mano hacia Chenle.
La sorpresa de Chenle fue evidente, pero aceptó la ayuda con rapidez, dejando que Renjun lo levantara.
"Gracias, alma torturada," bromeó Chenle con una sonrisa ladeada, intentando aliviar la tensión con su habitual sarcasmo.
En ese momento, un suave golpe en el brazo lo hizo girar la cabeza.
Jisung le susurró con seriedad, pero con un toque de ansiedad:
"¡No seas tan indiscreto!"
Chenle rodó los ojos, soltó una risa corta y se encogió de hombros frotándose el brazo, mientras Renjun bufó con suavidad, reconociendo la broma mentalmente.
"Podría matarte." Lo dijo casi como si fuera un hecho aburrido, apenas moviendo un músculo.
Chenle, en vez de acobardarse, sonrió con descaro.
"Sí, claro... no me asustas, chico oscuro."
"¡Chenle!" exclamó Jisung, su tono urgentemente reprendedor.
Renjun rodó los ojos, suspiró con resignación y empezó a alejarse, indiferente.
"Ten más cuidado la próxima vez."
Chenle parpadeó, sorprendido por la falta de reacción, y murmuró en voz baja mirando a Jisung.
"¿Qué...? Les voy a contar a todos que se preocupa por mí."
Ya en las escaleras hacia la Torre de las Lechuzas, Renjun se detuvo, se giró y le lanzó una mirada fastidiada.
"Nadie te va a creer."
Sin esperar respuesta, continuó subiendo, dejando tras de sí una tensión entre lo absurdo y lo intrigante, el tipo de escena que hace que los rumores se multipliquen en los pasillos de Hogwarts.
Los días se fundían en una monótona sucesión para Renjun. La búsqueda en la Sección Prohibida se había convertido en un ritual nocturno, un escape de la sofocante realidad de Hogwarts. El cansancio se acumulaba, marcando su rostro con sutiles sombras, pero su disciplina era inquebrantable. Mantenía sus distancias, evitando a sus compañeros, y solo encontraba algo parecido a la paz en la Torre de las Lechuzas, en la compañía silenciosa de su cuervo y las etéreas palabras de Helena Ravenclaw.
Hoy, la monotonía se interrumpió ligeramente.
Después de una clase de Aritmancia, la cabeza de Renjun zumbaba con números y patrones teóricos. El profesor había asignado una tarea compleja, pero para Renjun, la eficiencia era clave. Se había quedado en la biblioteca, sus dedos volando sobre el pergamino, la pluma arañando con precisión. En poco tiempo, la intrincada tarea estaba resuelta, sus respuestas impecables y concisas. La satisfacción de la finalización rápida le permitió un respiro, un pequeño lapso de tiempo no dedicado a su agotadora búsqueda.
Se levantó para devolver el pesado tomo de Aritmancia que había utilizado, sus pasos silenciosos mientras se dirigía hacia los estantes correspondientes. Justo cuando estaba a punto de deslizar el libro en su lugar, el murmullo de voces cercanas lo detuvo.
Eran las voces de Jaemin y Jeno.
"No puedo creer que no esté," escuchó a Jaemin decir, con un tono de frustración clara. "Este era el libro indicado para el trabajo. El profesor fue muy específico sobre las formulaciones avanzadas..."
"Tranquilo, Jae," la voz de Jeno era relajada, con un matiz divertido. "Es imposible que la escuela no tenga más ejemplares, ¿verdad? Además siempre podemos hacerlo otro día."
Jaemin resopló cruzándose de brazos.
"No, no podemos. Si no lo hago ahora se me juntara con otras tareas. Además, si lo terminamos ahora, tenemos la tarde libre." Había una familiaridad en su tono, una comodidad que a Renjun le resultaba ajena. Ambos se quedaron juntos, en un silencio fácil, la frustración de Jaemin evidente, aunque no descontrolada.
Renjun se mantuvo un poco alejado, escondido entre los estantes. La varita de su sentido mágico no detectaba peligro, solo la exasperación de un compañero que no encontraba un libro. Podría simplemente ignorarlos, desaparecer como siempre. Pero al observar a Jaemin, vio cómo su expresión comenzaba a tensarse, la calma habitual dando paso a una genuina preocupación por la tarea. Jeno, por su parte, trataba de animarlo, pero la frustración de Jaemin era palpable.
Un impulso, extraño e inesperado, lo recorrió. No era empatía, no directamente. Era... una punzada de algo parecido a la oportunidad, o quizás, una curiosidad naciente por la reacción de esos dos. La Dama Gris había hablado de ellos, de cómo no le temían. Y Jaemin le había dejado un sándwich.
Con un ligero recelo, Renjun salió de su escondite. Caminó unos pocos pasos hacia ellos, el pesado libro de Aritmancia en sus manos. Jaemin y Jeno levantaron la vista, sus ojos se abrieron ligeramente en sorpresa al verlo.
Sin decir una palabra, Renjun extendió el libro hacia Jaemin, su rostro impasible. Jaemin parpadeó, la frustración en su rostro transformada en asombro.
"El... ¿el libro de Aritmancia?" preguntó, como si no creyera lo que veía.
Un incómodo silencio se cernió sobre ellos. Renjun asintió con un movimiento casi imperceptible de cabeza, su mirada brevemente encontrando la de Jaemin, luego la de Jeno, antes de desviarse. No estaba acostumbrado a este tipo de intercambios.
"Gracias," musitó Renjun, la palabra sonando un poco áspera, como si no la hubiera usado en mucho tiempo para un propósito similar. "Por el... el sándwich de la otra vez."
Jaemin pareció genuinamente sorprendido. Una sonrisa pequeña y sincera se formó en sus labios.
"Oh, ¿eso? No fue nada. Vimos que no habías comido nada en el almuerzo y... bueno, parecía que tenías hambre."
Jeno, con su habitual espontaneidad, se unió a la conversación.
"¡Sí! Me alegro que te gustara. Yo lo elegí, le dije a Jaemin que lo dejara en tu asiento." Había un orgullo sencillo en su voz, sin una pizca de juicio o miedo.
Renjun sintió un leve malestar.
No estaba preparado para la naturalidad con la que le hablaban, para la genuina amabilidad que no le exigía nada a cambio. Era un gesto tan simple, tan desprovisto de segundas intenciones, que lo descolocaba. Asintió de nuevo, una respuesta que se sentía insatisfactoria dada la situación.
"Sí," dijo, su voz monótona, casi inaudible.
Jaemin, aún con una ligera timidez por el inusual agradecimiento, tomó el libro de las manos de Renjun.
"Muchas gracias por esto, Renjun. Nos salvaste el trabajo." Su mirada era cálida y directa, libre de la sospecha o el temor que Renjun estaba tan acostumbrado a ver.
Renjun solo asintió una última vez, incapaz de formular una respuesta. El encuentro había sido breve, pero lo había dejado con una sensación extraña, esa misma emoción indescifrable que lo había perseguido todo el día.
El pesado tomo de Aritmancia finalmente estaba con alguien que lo necesitaba. Renjun se dio la vuelta, dejando a Jaemin y Jeno con el libro y la tarea que ahora podrían completar. No dijo una palabra más.
Simplemente asintió una última vez, esa misma sensación indescifrable burbujeando en su interior, y continuó su camino. Sus pasos eran silenciosos y rápidos, una necesidad casi inconsciente de alejarse de la extraña comodidad que había experimentado.
Salió de la biblioteca, su mente un torbellino. Había sido un intercambio tan mundano, tan ordinario para cualquier otro estudiante, pero para él... para Renjun, fue prácticamente la primera conversación normal que había tenido con estudiantes de su misma edad en Hogwarts. No hubo miedo, no hubo juicio explícito, solo una genuina amabilidad por parte de ellos.
A pesar de la brusquedad con la que había hablado, la frialdad de su réplica sobre el sándwich, no se habían inmutado. Lo habían tratado como a un igual, como a cualquier otro compañero de clase. Era algo completamente ajeno a su experiencia, y lo dejaba con una sensación que, aunque confusa, no era desagradable.
Una punzada de algo parecido a la satisfacción, mezclada con la habitual cautela.
El agotamiento que lo había perseguido todo el día parecía haber disminuido momentáneamente, reemplazado por una energía inusual. El silencio de las mazmorras no era lo que necesitaba en ese momento. Sus pies lo llevaron, casi por instinto, a la Torre de las Lechuzas.
El aire fresco de la noche en la torre, el suave ulular y el aroma familiar a plumas y pergamino, lo recibieron. Su mirada se dirigió inmediatamente a la percha habitual de su cuervo. El ave, oscura y majestuosa, lo esperaba.
"Hola," susurró Renjun, la palabra sonando más suave de lo habitual. Extendió su mano, y el cuervo, sin dudar, saltó a su brazo. Acarició sus suaves plumas, sintiendo la familiar calidez del cuerpo del ave. Era un consuelo, un ancla en el caos de sus pensamientos.
Estaba extasiado, aunque la palabra le resultará extraña aplicársela a sí mismo.
¿Extasiado por una conversación de apenas unas frases?
Pero lo estaba. Era como si una pequeña ventana se hubiera abierto en el muro impenetrable que había construido a su alrededor. Esos dos estudiantes, con su sándwich y su gratitud por un libro, habían logrado lo que años de miedo y soledad no habían podido: le habían dado un atisbo de algo diferente.
La Dama Gris, Helena, apareció a su lado, su forma etérea brillando bajo la luz de la luna que se filtraba por las aberturas de la torre. Su mirada fantasmal se posó en Renjun, y una leve, comprensiva sonrisa apareció en sus labios translúcidos. No dijo nada, pero su presencia era un eco de sus palabras anteriores, una confirmación tácita. Te lo dije. No todos te temen.
Renjun miró a su cuervo, y por un instante, una fracción de segundo, la máscara de impasibilidad se resquebrajó aún más. Un atisbo de la verdadera complejidad de sus emociones, de la curiosidad y la cautela, del anhelo que no se atrevía a nombrar.
El sol de la mañana se filtraba por las altas ventanas del Gran Comedor, pintando los escudos de las casas con tonos dorados. Renjun, a pesar de las pocas horas de sueño, se sentía extrañamente más ligero. El inusual intercambio en la biblioteca la noche anterior, la conversación con Jaemin y Jeno, había dejado una huella.
No era un sentimiento que pudiera identificar plenamente, pero el agotamiento habitual se sentía menos denso. Comió su habitual desayuno en silencio, sus ojos vagando sin rumbo fijo, menos concentrados en evitar miradas que en procesar la novedad de la situación.
Después del desayuno, el camino lo llevó, junto al resto de sus compañeros de año, a la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. El aire fresco y húmedo de la mañana lo recibió mientras se dirigían hacia los linderos del Bosque Prohibido. La clase se llevaría a cabo en un claro herboso, lo suficientemente lejos para la seguridad, pero lo bastante cerca para sentir la presencia imponente de los árboles centenarios.
El profesor, un hombre de estatura baja pero con un rostro juvenil, los esperaba junto a varias jaulas cubiertas.
"¡Buenos días, jóvenes magos y brujas!" Su voz era un rugido jovial que ahuyentaba a unos cuantos pájaros desprevenidos. "Hoy tendremos el placer de trabajar con unas criaturas realmente especiales: ¡los Bowtruckles!"
Con un movimiento de su varita, las telas cayeron, revelando pequeños seres de ramitas verdes, no más grandes que la mano de un niño, ocultos entre los arbustos de cada caja. Sus grandes ojos castaños los observaban con una curiosidad nerviosa.
"Los Bowtruckles," continuó el profesor Ten, "son guardianes de árboles, criaturas increíblemente tímidas y sensibles. Para que confíen en nosotros, debemos mostrarles que no representamos una amenaza. Su tarea es sencilla: cada uno elegirá un Bowtruckle e intentará calmarlo lo suficiente como para que les ofrezca una de sus preciadas ramitas de oro."
El profesor hizo una pausa, sus ojos brillando.
"Es una muestra de confianza, un regalo. Y les advierto, son criaturas muy selectivas. Requiere paciencia, gentileza y, sobre todo, sinceridad en la intención." Un murmullo de emoción y nerviosismo recorrió a los estudiantes.
Muchos se adelantaron, intentando acercarse a las pequeñas criaturas con una mezcla de torpeza y ansia. Los Bowtruckles, en respuesta, se escondían aún más en sus ramas, sus pequeños brazos de ramita temblando.
Renjun se acercó a una caja apartada. Observó a su Bowtruckle. Estaba acurrucado, sus ojos fijos en él con una desconfianza palpable. La mayoría de los estudiantes intentaban hablarles suavemente o extenderles una mano con movimientos lentos.
Pero Renjun sabía que esa no era la forma. Había crecido en un entorno donde la manipulación de la voluntad era clave, y aunque estos pequeños seres eran diferentes, el principio subyacente de la "sinceridad en la intención" resonó con una comprensión instintiva.
Recordó algo que sus padres le habían dicho, una lección de control, de cómo doblegar la voluntad sin recurrir a la fuerza bruta. No era sobre el miedo o la dominación, sino sobre la predicción y la anticipación de las necesidades más profundas. En este caso, la necesidad de seguridad del Bowtruckle.
Renjun no intentó hablar. Simplemente se sentó en el suelo, más abajo que la caja , y permaneció quieto. Luego, con una lentitud apenas perceptible, comenzó a mover su mano. No hacia la caja , sino a su lado, rastrillando suavemente la tierra como si buscara algo. Después de unos minutos, encontró una pequeña hoja seca, similar en color a las ramitas del Bowtruckle. La sostuvo en su mano abierta, sin moverse, sin mirar directamente a la criatura.
El Bowtruckle, inicialmente inmóvil, comenzó a desenrollarse lentamente. Sus grandes ojos parpadearon, observando la mano inmóvil de Renjun. La hoja no era una amenaza. Era una ofrenda, un gesto de comprensión de su entorno. Poco a poco, con una cautela infinita, la criatura se arrastró por el arbusto, se asomó por los barrotes y, con sus diminutos dedos de ramita, tomó la hoja de la mano de Renjun. Luego, con un movimiento sorprendente, depositó una pequeña ramita brillante y dorada en su palma.
Renjun cerró la mano sobre el regalo, sintiendo el leve cosquilleo de la magia. Levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los de Jeno.
Jeno, a pocos pasos de distancia, había estado observando la interacción. Su mandíbula estaba ligeramente caída, su expresión era una mezcla de asombro y curiosidad. Había sido testigo de la facilidad y la extraña sutileza con la que Renjun había logrado lo que a los demás les resultaba imposible.
La sorpresa en su rostro era inconfundible.
En ese instante, una ola de vergüenza inusual e intensa se apoderó de Renjun. Se encogió ligeramente, una reacción que lo sorprendió. La vergüenza no era un sentimiento que experimentara a menudo, o al menos, no uno que se permitiera reconocer. Había exhibido una habilidad que iba más allá de lo que se enseñaba en Hogwarts, una técnica aprendida en las sombras de La Raíz, y Jeno lo había visto. Se sintió expuesto de nuevo, no con el odio de Minji, sino con una curiosidad que lo hacía sentir extrañamente vulnerable.
La vergüenza lo hizo desviar la mirada de Jeno, pero sus ojos captaron algo más. El Bowtruckle, aún en su mano, había enrollado una de sus diminutas manitas de palo alrededor de su dedo, como si quisiera quedarse. Una sensación de ternura, fugaz y alienígena, recorrió a Renjun. Una sonrisa casi imperceptible, apenas una contracción de los músculos faciales, se dibujó en sus labios.
"¡Excelente, señor Renjun!" La voz del profesor estalló, rompiendo el momento. "¡Diez puntos para Slytherin! ¡Qué rapidez! ¡Y qué conexión con la criatura!"
Renjun se recompuso de inmediato, la minúscula sonrisa borrada, su rostro volviendo a la impasibilidad habitual. La voz del profesor, el elogio, la atención pública por un logro tan trivial, lo incomodó. De pie en el suelo, sosteniendo un pequeño Bowtruckle que lo hacía ver, a ojos ajenos, tan "indefenso" o "gentil", era una situación extraña para él.
Se levantó con una brusquedad que sorprendió tanto al profesor como al pequeño Bowtruckle, que se desprendió de su dedo con un pequeño "chirrido". Renjun depositó al Bowtruckle de nuevo en su caja, con una eficiencia casi mecánica.
"Puede retirarse, señor Renjun," dijo el profesor, con una sonrisa de aprobación.
Renjun asintió y se apresuró a marcharse, sintiendo la necesidad de sacudirse el polvo de la ropa, más por la incomodidad de la situación que por suciedad real. Mientras se alejaba del claro, escuchó la voz de Jeno, llena de alegría.
"¡Profesor! ¡Yo también lo logré!"
Renjun giró la cabeza, y vio a Jeno, con una ramita dorada en su mano, y un Bowtruckle posado en su hombro. El Hufflepuff lo miró un instante, y luego le dio la espalda, dirigiéndose también hacia el castillo. El orgullo en su postura era evidente.
La incomodidad de la atención, la vergüenza por haber sido "descubierto" en un momento tan inesperado, y la nueva oleada de lo indescifrable lo empujaron a seguir a Jeno.
Necesitaba alejarse de la clase, de las miradas, de la extraña sensación que lo invadía. El castillo, aunque vasto, ofrecía la promesa de anonimato.
Cuando llegó al Puente Colgante, una de las estructuras más icónicas de Hogwarts, el viento soplaba suavemente, haciendo oscilar las cadenas con un murmullo metálico. La vista del valle y el Bosque Prohibido era impresionante.
Fue entonces cuando lo vio.
A un lado del puente, ligeramente apartado y aparentemente absorto, estaba Jeno. No se percató de la presencia de Renjun. Jeno estaba de pie, con una expresión de suave concentración en su rostro, extendiendo su mano hacia el aire aparentemente vacío. En su palma, Renjun notó un trozo de lo que parecía ser carne cruda.
Y luego, lo vio. No todos podían verlos, pero Renjun sí. Una criatura esquelética, de aspecto equino, con alas membranosas y ojos vacíos, se inclinó para tomar la ofrenda de la mano de Jeno. Un Thestral.
La sorpresa lo golpeó con fuerza. La capacidad de ver Thestrals significaba una cosa: Jeno había presenciado la muerte. Era una revelación inesperada, un dato íntimo sobre el aparentemente despreocupado Hufflepuff.
"Puedes verlos," se le escapó a Renjun, la voz más alta de lo que pretendía, rompiendo el silencio que Jeno mantenía con la criatura.
Jeno se sobresaltó, girando la cabeza bruscamente. Sus ojos se abrieron en un primer momento con un susto genuino, su mano se retiró instintivamente del Thestral. Pero al ver que era Renjun, la tensión en sus hombros se relajó. Una sonrisa suave y tranquilizadora reemplazó la sorpresa.
"Oh, eres solo tú," dijo Jeno, el alivio evidente en su voz. "Me asustaste. Sí," añadió, asintiendo a la pregunta indirecta de Renjun, su mirada volviendo al Thestral que ahora retrocedía un poco en las sombras. "Puedo verlos."
El silencio se instaló, diferente al de la biblioteca, menos tenso. Renjun se acercó un poco más, su curiosidad superando su habitual reserva.
Jeno acarició suavemente el lomo del Thestral, que ahora comía tranquilamente.
"No hay nada que temer, en realidad. Son solo... incomprendidos. Entienden la tristeza, supongo. O la soledad. Creo que por eso se acercan." La mirada de Jeno era cálida y profunda, reflejando una comprensión que Renjun rara vez encontraba. "A veces, la ausencia de luz revela las cosas más puras, ¿no crees?"
Renjun se mantuvo en silencio, procesando las palabras de Jeno.
"La ausencia de luz..." repitió en un susurro. La frase le resonó de una manera extraña, casi poética. No le hizo ninguna pregunta sobre su pasado.
"Por cierto," comenzó Jeno, rompiendo el silencio cómodo que se había formado, su sonrisa volviendo a ser más ligera, "gracias por lo de antes, con el Bowtruckle."
Renjun no respondió al agradecimiento. Observó al Thestral comer.
"Ah, y también por el libro de Aritmancia anoche," añadió Jeno, su tono fácil y despreocupado. "Realmente nos salvaste."
Renjun se encogió de hombros, un gesto casi imperceptible.
"Ya no lo usaba. Había terminado." Las palabras sonaron planas, carentes de emoción, una forma automática de desestimar el gesto.
Jeno lo miró por un momento, sus ojos amables pero perceptivos.
"Siempre haces eso, ¿sabes?"
La pregunta, tan directa y sin rodeos, sorprendió a Renjun. Su rostro, habitualmente una máscara de impasibilidad, mostró un atisbo de confusión.
"¿Qué cosa?" preguntó, su voz ligeramente más aguda de lo normal.
Jeno sonrió, una sonrisa genuina y desarmante.
"Eso de evitar el reconocimiento. Como si no te gustara que te dieran las gracias, o que te alabaran por algo que hiciste. Siempre lo minimizas, ¿verdad? Como si no fuera importante." Jeno se inclinó un poco, su voz más baja y conspiradora, pero aún amable. "Lo he notado. Cuando el profesor de Aritmancia te elogia por tus respuestas perfectas, o cuando sacas la máxima puntuación en Pociones... siempre desvías la atención, o actúas como si no fuera nada. Es como si no quisieras que nadie supiera que eres bueno, o que haces cosas buenas."
Renjun lo miró, completamente sorprendido por la perspicacia de Jeno. Había pensado que su fachada era impenetrable, que nadie veía más allá de la reputación o el miedo. Pero Jeno, con su simple honestidad, había visto algo que él mismo rara vez reconocía. La facilidad con la que Jeno lo analizaba, sin malicia, solo con una curiosidad transparente, lo dejó descolocado. Era como si el chico pudiera leer las líneas invisibles entre sus acciones.
Jeno continuó, ajeno al impacto de sus palabras.
"No sé, es solo que... me parece extraño. No todo el mundo es así. A la mayoría de la gente... bueno, le gusta que le reconozcan el esfuerzo. Es como si no quisieras que nadie te deba nada. Como si no quisieras ningún tipo de conexión o algo." Sus ojos, mientras Jeno seguía acariciando al Thestral, se posaron de nuevo en Renjun, llenos de una curiosidad genuina y desprovista de juicio.
"Es imposible ser invisible," dijo Renjun, su voz apenas un murmullo, pero con una convicción sombría. "No sé puede. No siendo quien soy." La última frase, se quedó en el aire, cargada con el peso de su linaje, de La Raíz, de todo lo que representaba.
Jeno lo miró con una expresión suave, su sonrisa aún presente.
"No te lo creas. Ser invisible es casi imposible para cualquiera, Renjun. Pero para alguien como tú, es aún más difícil. Eres... eres una de las personas más inteligentes que conozco, y se nota. Aunque no quieras que se note. Siempre destacas, de una forma u otra." Hizo una pausa, y su mirada se volvió sorprendentemente seria, pero a la vez reconfortante. "Y por lo de 'quien eres'... la gente puede tener miedo por tu apellido, por lo que digan. Pero eso no eres tú. No todo el mundo aquí te mira con miedo, Renjun. Ni con rencor. Yo no."
La afirmación de Jeno, tan directa y sin un atisbo de falsedad, golpeó a Renjun con la fuerza de una revelación. El hecho de que Jeno, de todas las personas, no le tuviera rencor por su origen, por lo que su familia representaba, era abrumador. Una oleada de algo parecido a la gratitud, mezclada con la confusión, lo invadió.
Era un sentimiento tan potente, tan ajeno a su control, que lo dejó sin aliento. La barrera que había mantenido entre él y el mundo se sentía, por primera vez, sorprendentemente frágil.
"¡Yo tampoco!" La voz de Jaemin irrumpió en el aire, haciendo que tanto Renjun como Jeno se sobresaltaran.
Renjun se espantó, su mente volvió a la alerta máxima. No lo había sentido llegar. La vergüenza de haber bajado la guardia nuevamente, de haberse permitido estar tan absorto en la conversación, lo golpeó con fuerza. Se reprochó internamente su falta de disciplina.
Jeno se rio, un sonido cálido que disipó un poco la tensión del momento.
"¡Por fin, Jae! Creí que te habías perdido en el Bosque Prohibido buscando un Bowtruckle extraviado."
Jaemin se acercó a ambos, su rostro una mezcla de frustración y diversión.
"¡Casi! ¡Esas criaturas son imposibles! ¿Cómo demonios los dos lo hicieron tan rápido? Me pasé media hora intentando convencer al mío de que me diera una ramita. ¡Me deben una lección!" Despotricó, moviendo las manos con exasperación. "No me sorprendió que Jeno lo lograra."
Jeno sonrió, divertido.
"A mí me enseñó Renjun," dijo, y luego le guiñó un ojo a Renjun.
Renjun se sintió repentinamente aturdido. Lo habían incluido. Lo habían señalado. No como el temido hijo de La Raíz, sino como alguien que había "enseñado" algo, que había "salvado" un trabajo. Una oleada de sensaciones complejas lo invadió. La vergüenza por su exposición, el asombro por la naturalidad con la que Jeno lo había involucrado, y esa persistente y extraña calidez que lo había acompañado desde la conversación del sándwich.
"No... no fue una lección," dijo Renjun, su voz aún monótona, pero con una leve inflexión de sorpresa en ella, como si estuviera tratando de dar sentido a sus propias palabras. "Solo... Confió."
Jaemin lo miró, sus ojos entrecerrados con una descarada picardía.
"Pues deberías haberme enseñado a mí también, ¿no? ¡Qué injusto! Me debes un truco de Bowtruckle." Se rió, luego sus ojos se movieron entre Jeno y el espacio vacío donde el Thestral comía. "¿Y qué hacen ustedes dos tan solos aquí? ¿Tramando planes secretos de Slytherin y Hufflepuff?"
Jeno sonrió a Jaemin.
"No estamos solos, Jae. Hay Thestrals."
Jaemin parpadeó, mirando el aire con una perplejidad cómica.
"Uhm, no veo ninguno, Jen. ¿Estás seguro de que no estás viendo cosas después de tu batalla con el Bowtruckle?"
Sacó una manzana de su mochila y, con un gesto grandilocuente, la ofreció al aire, moviéndola sin un punto fijo.
"¡Aquí, criaturas invisibles! ¡Una ofrenda de paz para las bestias que solo Jeno puede ver!"
Su expresión se volvió triste cuando pasaron un par de segundos y la manzana no desapareció como siempre, y como el dramático que era Jaemin comenzó a lloriquear.
"Ni siquiera los Thestrals me quieren. Hasta las criaturas invisibles me odian."
Renjun lo encontró innegablemente divertido.
Observar a Jaemin gesticular a ciegas, intentando alimentar a una criatura que no podía ver, mientras Jeno simplemente alzaba una ceja, esperando el desenlace, era una escena casi absurda. La vergüenza de Renjun disminuyó ante la pura mundanalidad de la situación.
Un leve apretón en su pecho. Renjun sentía piedad. Una emoción que apenas reconocía, menos aún la mostraba. Pero Jaemin, con su tristeza dramática por un Thestral invisible, activó algo.
Sin pensarlo dos veces, en un impulso que lo desarmó incluso a sí mismo, Renjun extendió la mano. Con una delicadeza extrema, casi como si temiera romperlo, tomó la muñeca de Jaemin. Su tacto era ligero, apenas un roce. Jaemin se sobresaltó ligeramente, su monólogo se interrumpió, y sus ojos se abrieron en sorpresa al sentir la mano de Renjun en la suya.
Sin decir una palabra, Renjun condujo suavemente la muñeca de Jaemin un poco hacia la izquierda, hacia donde el Thestral seguía comiendo. La criatura, olfateando la manzana, se acercó de nuevo. Y con un mordisco silencioso, el Thestral tomó la manzana directamente de la mano de Jaemin.
Jaemin boqueó, sus ojos fijos en el punto donde había sentido el mordisco, su expresión era una mezcla de asombro y absoluta incredulidad.
"¡Lo hizo! ¡Gracias Renjun! ¡El Thestral comió la manzana!" Su voz era un susurro de maravilla.
En ese instante, Renjun se dio cuenta. Su mano aún sostenía la muñeca de Jaemin. Su contacto se había extendido más allá de lo necesario. Se sintió el calor en la piel, el pulso débil de Jaemin bajo sus dedos. Jaemin y Jeno lo miraban. La sorpresa en sus rostros era evidente, pero no había rastro de miedo. Jaemin, de hecho, tenía un ligero rubor en las mejillas, sus ojos brillando con una fascinación.
El rubor de Jaemin fue contagioso. Renjun, para su propia consternación, sintió un calor subir por su cuello y extenderse a sus orejas. Se sonrojó.
Una risa suave y clara llenó el aire. Jeno. pero se vieron interrumpidos por los gritos de otras personas a lo lejos.
"¡Jeno! ¡Jaemin!" Las voces de sus compañeros resonaron, acercándose al puente. Eran Haechan y Mark, sus amigos, también de su mismo año. La risa de Jeno se cortó.
Renjun se soltó de Jaemin tan rápido como si se hubiera quemado. Sin despedirse, sin un sonido audible, se dio la vuelta y se alejó con la rapidez de una sombra, perdiéndose entre los arbustos cercanos antes de que Haechan y Mark pudieran verlo. No quería más atención, no en ese momento.
Necesitaba recomponerse, entender lo que acababa de pasar.
A un par de metros de distancia, oculto pero aún al alcance del oído, Renjun escuchó la voz de Haechan.
"¿Qué hacen ustedes dos aquí? ¡Los estábamos buscando! ¿Y cómo es que pudieron terminar tan rápido con los Bowtruckles?"
La respuesta de Jeno llegó, tranquila y solemne, casi como un eco en el aire.
"Alimentando Thestrals."
Renjun se apoyó contra el tronco de un árbol, aún oculto, con el pulso acelerado. No entendía qué había sentido. Pero sabía que, por primera vez en mucho tiempo, no quería arrancárselo del pecho.
Notes:
Esta obra también esta en Wattpad, allí actualizo primero y la historia esta mas avanzada :)
Chapter 5: La Promesa de los Recuerdos
Chapter Text
El Gran Comedor, con sus techos encantados que replicaban el cielo exterior, vibraba con el bullicio del almuerzo. Renjun, sentado solo en la mesa de Slytherin, comía su comida con su habitual reserva. Sus ojos, sin embargo, se desviaban con una frecuencia alarmante hacia la mesa de Hufflepuff, donde un grupo animado compartía risas y conversaciones.
Allí estaban, Jaemin y Jeno, flanqueados por sus amigos. Renjun, a pesar de su aislamiento, conocía sus nombres. Estaba Mark, el amable Hufflepuff. Haechan, el travieso Gryffindor. Chenle, el gritón Slytherin que a menudo se sentaba con el Hufflepuff Jisung, el tranquilo, siempre un poco asustadizo Hufflepuff.
Renjun sabía lo cercanos que eran. Observó cómo se inclinaban unos hacia otros, compartiendo bromas y secretos, sus hombros tocándose, sus risas entrelazándose. Siempre se sentaban juntos cuando podían, formando un círculo inquebrantable de amistad.
Una parte de Renjun, una que rara vez se atrevía a reconocer, se dio cuenta con una punzada de añoranza: eso era lo que quería. Esa conexión, esa facilidad, esa pertenencia.
La sorpresa lo invadió al admitirlo. Sentir algo así, tan vulnerable y humano, era abrumador. Continuó comiendo, sus ojos fijos en su plato, intentando controlar el desorden de emociones.
Cuando volvió a levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Jisung. El pequeño Hufflepuff lo miraba con cautela, casi asombro. Los ojos de Renjun se abrieron ligeramente por sorpresa, y el chico se asustó. No se lo tomó personal; Jisung parecía asustarse de casi todo. Aun así, en ese breve intercambio, Renjun asumió lo peor: Jeno y Jaemin les habían contado. Les habían contado lo del Thestral, su propia torpeza, el sonrojo. La vergüenza se retorció en su estómago.
Renjun sabía que era inevitable. Eran buenos amigos. Tan buenos como él con su cuervo, y con Helena, aunque no lo admitiera en voz alta. Los amigos compartían secretos, experiencias, incluso las más extrañas. Así que siguió comiendo, intentando mantener su habitual máscara de indiferencia, aunque se sintiera
Fue entonces cuando la gran puerta del Gran Comedor se abrió de par en par, y Doyoung entró. Todos en el Gran Comedor se volvieron. El Auror, habitualmente imponente y distante, no solía hacer apariciones tan dramáticas en Hogwarts. Renjun sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Sabía que Doyoung estaba allí por él. No podía ser por otra cosa.
Pero la sorpresa de Renjun se profundizó al ver lo que ocurrió a continuación. Doyoung no se dirigió directamente a la mesa de Slytherin. En cambio, se acercó con una familiaridad sorprendente a la mesa donde estaban Jeno, Jaemin y su grupo. Una sonrisa genuina, inusualmente cálida para el Auror, se extendió por su rostro mientras saludaba a Jeno con familiaridad.
Luego, se volvió hacia los demás, incluso molestando a Jisung y Mark sobre algo, con un tono que Renjun nunca le había escuchado usar.
Renjun no tuvo tiempo de procesar esta inesperada interacción, esta faceta desconocida de Doyoung, antes de que el Auror se volviera hacia él. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores en su profesión, se fijaron en Renjun con una intensidad que le erizó los vellos de la nuca.
Las posibilidades se dispararon en la mente de Renjun. ¿Habían escapado sus padres de Azkaban? ¿Habían aparecido los líderes de La Raíz en Hogwarts? ¿O, lo más probable, Doyoung estaba allí para escoltarlo a Azkaban, para que finalmente pagara por los pecados de su familia?
No le sorprendió cuando DoYoung se acercó a su mesa y su voz, tranquila y autoritaria, llegó a sus oídos.
"Renjun, tienes que venir conmigo."
Renjun no se movió de inmediato. Su rostro permaneció impasible, pero por dentro, una tormenta de ansiedad y resignación se gestaba.
"¿Azkaban?", Dijo, la palabra resonando en su mente. Era el destino que siempre había temido, la sombra inevitable de su linaje.
Doyoung lo observó un instante, notando la rigidez en la postura del muchacho. La sonrisa amable que había mostrado a Jeno y los demás se desvaneció, reemplazada por la seriedad que su posición de Auror exigía.
"No aquí," dijo Doyoung, su voz baja y firme, apenas audible por encima del murmullo del Gran Comedor. "El director Taeyong nos espera en su oficina."
Renjun asintió lentamente, una punzada de alivio mezclada con una nueva ola de aprehensión.
La oficina del director era un lugar de autoridad, sí, pero no la fría celda de Azkaban. Se levantó de su asiento con una gracia casi imperceptible, su mochila ya colgada al hombro.
Sin mirar atrás, siguió a Doyoung, quien se movía con una eficiencia silenciosa a través del comedor abarrotado. Las miradas curiosas los siguieron, pero nadie se atrevió a interponerse en el camino de un Auror.
Salieron del Gran Comedor, el bullicio de los estudiantes desvaneciéndose detrás de ellos. Los pasillos de Hogwarts, habitualmente llenos de vida, parecían extrañamente silenciosos mientras caminaban. El rostro de Doyoung, aunque serio, no mostraba animosidad, lo que solo aumentaba la confusión de Renjun.
Finalmente, llegaron a la gárgola de piedra que custodiaba la entrada a la oficina del director. Doyoung pronunció la contraseña con un tono bajo que Renjun no alcanzó a escuchar, y la gárgola se movió a un lado, revelando una escalera de caracol.
Subieron en silencio, el corazón de Renjun latiendo con una mezcla de nerviosismo y una extraña anticipación.
La puerta de la oficina del director se abrió con un suave crujido. El profesor Taeyong, con su habitual semblante calmado y sabio, estaba sentado detrás de su imponente escritorio, con los dedos entrelazados. Su mirada se posó en Renjun con una gravedad que no pasó desapercibida.
Doyoung cerró la puerta detrás de ellos, el sonido amortiguado resonando en la espaciosa oficina. El aire era denso, cargado con el olor a pergamino viejo y la sutil esencia de magia antigua.
"Gracias por venir, Renjun," dijo Taeyong, su voz suave pero firme. "Y a ti también, Doyoung."
Doyoung asintió, luego se volvió hacia Renjun. Su expresión era ahora completamente profesional, desprovista de cualquier familiaridad anterior.
"Renjun," comenzó Doyoung, su voz clara y directa, "hemos estado investigando los eventos de esa noche... la noche en que tus padres fueron arrestados."
La mención directa de esa noche, ahora en la intimidad de la oficina, hizo que Renjun tensara los músculos. Los recuerdos, siempre presentes pero reprimidos, amenazaron con desbordarse.
"Los cuerpos de algunas de las víctimas," continuó Doyoung, con una expresión grave, "los que no eran miembros de La Raíz... no tenían núcleo mágico."
Renjun parpadeó. ¿Núcleo mágico? ¿Qué significaba eso? Un escalofrío helado le recorrió la columna vertebral. Eso no era solo un asesinato; eso era... absorción. Desaparecer el núcleo mágico era una forma de magia oscura de un nivel que rara vez se veía, y mucho menos se practicaba.
"Ha pasado poco más de un mes," prosiguió Doyoung, sus ojos fijos en los de Renjun, buscando una reacción. "Y no hemos encontrado explicación. Pero tú, Renjun. Tú estuviste allí. Estuviste en el epicentro de ese ritual. Creemos que eres el único que puede darnos las respuestas que necesitamos."
Renjun sintió un mareo. ¿El ritual, acaso sabían de ese tipo de rituales? ¿Asesinatos por absorción de núcleo mágico? Eso era mucho más complejo de lo que jamás había imaginado. Y él... él era la clave. La pieza indispensable. La carga de esa revelación era pesada, más pesada que la de cualquier culpa anticipada.
Doyoung dio un paso hacia el escritorio de Taeyong, apoyando las manos en la pulida madera, su postura tensa.
"Hemos intentado todo, Renjun. Todos los miembros de La Raíz que capturamos esa noche, incluyendo a tus padres, están en Azkaban. Hemos usado Veritaserum, Legilimancia, hasta los métodos más oscuros permitidos por la ley... y por algunos que no lo están." Su voz se endureció. "Pero es como si sus mentes estuvieran selladas, fortificadas contra cualquier intrusión. No podemos sacarles nada. Es frustrante, irritante... y peligroso."
El Auror se irguió, su mirada clavada en Renjun.
"Anoche, uno de nuestros Aurores más eficaces, un maestro en Legilimancia, intentó entrar en la mente de tu padre. No solo no pudo romper sus defensas, sino que casi lo mata. La reacción de la mente de tu padre fue tan violenta, tan brutal, que el Auror sufrió un colapso. Está en la sala de San Mungo, apenas consciente y con graves secuelas mágicas."
Renjun absorbió la información, cada palabra tenía un golpe sordo en su pecho. El Thestral, el sonrojo con Jaemin, la incipiente calidez que había sentido... todo eso se desvanecía ante la cruda realidad de lo que Doyoung decía. Sus padres no eran simples criminales. Estaban involucrados en algo mucho más oscuro y peligroso de lo que él, en su ignorancia, había imaginado.
"Pero... yo ya les dije," dijo Renjun, su voz áspera, con un hilo de confusión. Sus manos se crisparon a sus costados. "Cuando me mantuvieron recluso en el Ministerio, lo dije. No entiendo qué pasó esa noche. Yo solo... solo recuerdo partes. Fragmentos."
Levantó la mirada, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de desesperación y la misma confusión que sentía.
"No sé qué es un ritual para absorber núcleos mágicos. No lo sé."
Doyoung se adelantó, sus ojos fijos en Renjun con una intensidad que rayaba en la exasperación.
"Necesitas recordar, Renjun. ¡Es algo que necesitas hacer! Vidas están en juego. ¡La seguridad del mundo mágico podría depender de ello!" La urgencia en su voz era palpable, casi un grito.
Renjun sintió un nudo en la garganta. Su impotencia era una carga pesada.
"¡Estaba bajo el Maleficio Imperius!", espetó, su voz subiendo un poco, revelando la frustración que rara vez permitía aflorar. "¡No lo recuerdo! Esa es la naturaleza del maleficio, ¿no? No tienes control, y los recuerdos... son borrosos, o no existen." Sus puños se apretaron. "No puedo darles lo que no tengo."
La paciencia de Doyoung se agotó. Un destello de furia, o quizás de desesperación, cruzó sus ojos. Se inclinó, su rostro peligrosamente cerca del de Renjun.
"¿Estás fingiendo, Renjun? ¿Es que no quieres recordar? ¿O es que en verdad, después de todo lo que ha pasado, sigues protegiendo a La Raíz? ¿De verdad no recuerdas nada?" Su voz era un susurro gélido, cargado de sospecha.
"Auror Doyoung" advirtió la vos de Taeyong.
"Solo estás aquí," Doyoung continuó, sin inmutarse por el reproche del director, su voz ahora más baja pero cortante, "porque el mismo ministro mágico, Kun, te dio esta segunda oportunidad. Porque ellos vieron lo que hiciste, Renjun. Sabemos los actos que cometiste siendo parte de la secta de tus padres. Y si piensas que te creemos tan inocente como un Bowtruckle, te equivocas."
Renjun sintió la sangre helarse. Esa referencia, tan casual, a su interacción con el Bowtruckle y su propia fachada de inocencia, fue una estocada. Doyoung no solo lo conocía; lo estaba leyendo, intentando desestabilizarlo, probablemente también lo estuvieran vigilando. Su rostro se torció en una mueca de desdén.
"¿Una segunda oportunidad?", Renjun respondió, la voz empapada de sarcasmo amargo. Sus ojos brillaron con una luz fría y desafiante. "Qué generosidad la suya, Auror. Debo estar muy agradecido por el privilegio de ser torturado por mis propios recuerdos, o por la falta de ellos, para su conveniencia. Es un placer servir a la justicia que me arrebató todo lo que conocía."
"¡Huang Renjun!", la voz de Taeyong resonó en la oficina, un trueno que cortó la tensión entre el Auror y el estudiante. El director se había levantado por completo de su asiento, sus ojos brillando con una advertencia severa. "Suficiente. Doyoung, entiendo la urgencia, pero esta no es la forma. Renjun es un estudiante aquí, bajo mi protección. Y su trauma es evidente."
Renjun respiró hondo, la ira fue reemplazada por una determinación fría. Las palabras hirientes de DoYoung, la acusación de fingir, solo avivaron una llama en su interior. Él no era La Raíz. No era un mentiroso. Y si recordaba, sería por sí mismo.
"Lo haré," dijo Renjun, su voz baja y firme, mirando directamente a DoYoung, ignorando el brillo escéptico en sus ojos. "Intentaré buscar. Intentaré encontrar el ritual. Reconstruiré lo que pasó esa noche. Y cuando lo tenga... se lo haré saber."
El director Taeyong lo miró con una mezcla de sorpresa y gratitud.
"Renjun, te lo agradezco," dijo, su voz suavizándose. "Puedes irte. El auror Doyoung ni siquiera debió haberte preguntado esto aquí, y mucho menos de esa manera. Y por favor," añadió, su tono más gentil, "no te esfuerces demasiado. No te presiones."
Doyoung, sin embargo, permaneció escéptico. Mientras Renjun se dirigía a la puerta, el Auror soltó una última frase, casi un susurro, pero lo suficientemente claro para ser escuchado.
"No esperes que el Ministerio celebre tus hallazgos, Renjun. La verdad rara vez te libra de lo que eres, solo te lo recuerda."
La espalda de Renjun se tensó, pero no se volvió. Abrió la puerta y salió de la oficina del director, dejando atrás el tenso silencio y la sombría realidad.
Las palabras de Doyoung lo persiguieron por el pasillo, un veneno lento que se mezclaba con la determinación. Debía recordar. No por ellos, sino por él mismo.
La acusación, la duda, el recordatorio de su pasado... todo se mezclaba con la urgencia de la situación. Doyoung y el Ministerio no solo querían respuestas; estaban desesperados, y esa desesperación los hacía peligrosos.
Renjun sabía que había una verdad fundamental en el escepticismo de Doyoung. Si él no encontraba esas respuestas, el Ministerio, con sus métodos cada vez más intrusivos y arriesgados, volvería a intentarlo. Y esta vez, no sería solo por la información sobre el ritual de La Raíz. Si lograban penetrar su mente, si rompían las barreras, descubrirían el secreto del Corazón de Salazar Slytherin.
Ese era el verdadero motor de su determinación. El Corazón, el plan que había empezado a gestar con Helena, su única esperanza de algo diferente, de romper las cadenas de su legado. Si el Ministerio descubría su conexión con el artefacto más codiciado de Slytherin, sus escasas libertades desaparecerían para siempre. Sería encerrado, analizado, despojado de cualquier autonomía.
La búsqueda de la verdad sobre esa noche ya no era solo una cuestión de justicia o de satisfacer a los Aurores. Era una cuestión de supervivencia personal. Necesitaba entender qué sucedió, qué ritual se había llevado a cabo y, crucialmente, en qué momento exacto fue sometido al Maleficio Imperius sin que él mismo lo supiera.
Identificar ese punto ciego era vital para proteger su mente de futuras intrusiones y, con ella, el secreto del Corazón.
Renjun se dirigió directamente a la biblioteca. No le interesaba el almuerzo ni las distracciones. La vasta colección de tomos antiguos, a menudo ignorados por la mayoría de los estudiantes, se convirtió en su objetivo. Necesitaba investigar, sumergirse en la historia de la magia oscura, en los rituales antiguos, en cualquier mención de la absorción de núcleos mágicos. Sabía que sus padres operaban con un conocimiento que la mayoría no poseía, un conocimiento que solo podía encontrarse en los rincones más oscuros y olvidados de la literatura mágica.
A medida que las horas pasaban, las palabras de Doyoung se repetían en su mente: "...Sabemos los actos que cometiste siendo parte de la secta de tus padres..." ¿Qué actos? Él no recordaba nada que fuera de lo común, nada que no fuera un eco de la voluntad de sus padres, todo dependía de lo que ese auror considerara incorrecto. Pero las víctimas sin núcleo mágico... eso era real.
Eso no era una ilusión. Había un horror innegable en esa realidad.
El primer instinto de Renjun fue buscar soluciones mágicas directas. Hacía apenas unos días, había intentado utilizar una poción para traer de vuelta memorias perdidas, pero no había funcionado. La amnesia inducida por el Maleficio Imperius era más profunda, más obstinada que un simple olvido.
Descartada la poción, sus pensamientos se dirigieron a los tomos de la magizoología.
¿Existía alguna criatura mágica con propiedades psíquicas que pudiera ayudarlo a desentrañar los rincones ocultos de su propia mente? Revisó volúmenes sobre criaturas con habilidades empáticas o de Legilimancia natural, buscando desesperadamente cualquier mención de una que pudiera interactuar con recuerdos suprimidos. Su mente repasó bestias desde los escurridizos Mooncalves hasta los enigmáticos Nifflers, pero nada parecía aplicable a su situación.
Horas de búsqueda minuciosa solo lo llevaron a callejones sin salida. La información que necesitaba era escasa y peligrosa, cuidadosamente oculta para evitar caer en manos equivocadas. No encontró ninguna poción nueva ni ninguna criatura mágica que pudiera ofrecerle una solución directa. La frustración crecía en su pecho, fría y persistente, como el viento helado de la oficina del director. La complejidad de la situación, el terror del ritual y la naturaleza escurridiza de sus propios recuerdos, se alzaban como una pared inquebrantable y sumamente frustrante.
Renjun se dio cuenta de que la solución no sería simple ni obvia. No era un problema que pudiera resolverse con una poción o la ayuda de una criatura, sino con una inmersión más profunda, más personal.
La mañana siguiente llegó con una pesadez inusual para Renjun. La desesperación por recordar se mezclaba con la creciente ansiedad sobre las acciones del Ministerio. Las palabras de Doyoung, la velada amenaza de una intrusión más profunda en su mente, lo impulsaban. No había encontrado respuestas en los libros, ni en la teoría de las criaturas mágicas. La solución debía estar en otro lado.
Mientras se dirigía a su clase de Adivinación, el bullicio habitual de los pasillos de Hogwarts le resultaba lejano. Su mente estaba absorta en fragmentos de memoria: luces extrañas, susurros incomprensibles, la sensación de no ser dueño de sí mismo.
Al entrar al aula de Adivinación, el silencio fue instantáneo y palpable. Todas las cabezas se giraron hacia él. Sus compañeros, que llenaban la estancia con sus túnicas de diferentes casas, lo miraron con una mezcla de sorpresa y, para su particular disfrute, decepción. Habían oído los rumores, sin duda.
El Auror Doyoung llevándose al hijo de La Raíz.
Probablemente esperaban no volver a verlo. La vista de sus caras largas y sus cejas fruncidas le provocó una punzada de satisfacción oscura. Se regodeó en su desilusión, una pequeña victoria en la guerra silenciosa que libraba contra el mundo. No estaba en Azkaban. Estaba aquí.
La profesora Kang, una mujer excéntrica con un chal de mil colores y una mirada distante, hizo su entrada con un tintineo de abalorios.
"Buenos días, queridos videntes en ciernes," comenzó, su voz etérea y algo desinteresada. "Hoy nos adentraremos en los misterios de la clarividencia, la capacidad de ver más allá del velo de lo obvio. La adivinación no es para los de corazón débil, ni para los de mente cerrada. Requiere una conexión con el éter, una receptividad a las vibraciones del universo que la mayoría de los mortales ni siquiera percibe. Recuerden que la magia está ligada a sus experiencias, a sus emociones más profundas. Lo que ven en el cristal es un reflejo de su propia verdad interior."
Mientras la profesora divagaba sobre conceptos que la mayoría de los estudiantes encontraban incomprensibles y aburridos, Renjun se sentó en su lugar.
Delante de cada estudiante, sobre la mesa baja y redonda, había una bola de cristal del tamaño de un melón pequeño. Su superficie, pulida y translúcida, reflejaba la luz de las velas tenues de la sala, creando un ambiente místico y ligeramente opresivo.
Los demás estudiantes comenzaron a concentrarse en sus esferas. Las bolas de cristal de sus compañeros empezaron a teñirse de suaves tonalidades. Una bruma dorada, un resplandor rosa pálido, incluso destellos celestes y verdes surgían en el interior de sus cristales. Eran los colores de la esperanza, de los sueños juveniles, de las experiencias aún no manchadas por la verdadera oscuridad.
Renjun no pudo evitar que su mirada se desviara hacia los puestos de Jeno y Jaemin, a unos metros de distancia. Las esferas frente a ellos brillaban con una luminosidad notable.
La de Jeno era un mar tranquilo de azul pálido y plateado, como el reflejo del cielo en un lago claro. La de Jaemin, por su parte, irradiaba un aura de rosa cálido y dorado, vibrante y acogedora. Eran colores brillantes, bonitos, que hablaban de una vida llena de luz y conexiones.
Inconscientemente, Renjun se comparó. Su propia esfera, ahora un abismo de negro y azul oscuro, se sentía como un pozo sin fondo, un reflejo sombrío de su alma atormentada. La verdad de la profesora Kang resonaba con una crudeza dolorosa.
La clase llegó a su fin sin que Renjun obtuviera una sola visión útil. La frustración y una melancolía persistente lo invadieron. Se sentía un poco deprimido, la brecha entre su mundo y el de los demás, tan vívidamente representada en las esferas de cristal, pesaba sobre él.
Salió del aula, sumido en sus pensamientos, mientras se dirigía a su siguiente clase. Dobló una esquina en un pasillo poco transitado, y se detuvo en seco. A unos metros de él, Jisung, el tímido Hufflepuff, estaba siendo molestado por un par de estudiantes de cursos superiores. Los bravucones se burlaban, empujaban ligeramente a Jisung y le arrebataban sus libros, riendo cruelmente.
El primer instinto de Renjun fue pasar desapercibido, seguir su camino como si nada. Era su norma. Evitar conflictos, evitar llamar la atención. Pero la imagen de la bola de cristal de Jisung, probablemente sería tan pura y clara como las de Jeno y Jaemin, y el miedo en el rostro del muchacho, provocaron una punzada de algo que no podía nombrar. No era una emoción fuerte, pero era suficiente para actuar.
Sin detenerse, sin mirar directamente a la escena, Renjun extendió una mano imperceptiblemente hacia adelante, ocultándola en el pliegue de su túnica. Con una facilidad practicada, y sin pronunciar una sola palabra ni sacar su varita, realizó un hechizo. No era un hechizo dañino, sino uno diseñado para la máxima molestia y vergüenza. Un chorro de agua fría empapó de repente la entrepierna de uno de los agresores, mientras el otro sentía cómo sus cordones se ataban solos con una fuerza inexplicable, haciéndolo tropezar.
Los bravucones se detuvieron en seco, confundidos y humillados. El que estaba mojado soltó un chillido de asombro y asco, mientras el otro caía al suelo con un golpe sordo, maldiciendo sus pies. Jisung, momentáneamente aturdido, aprovechó la distracción para recoger sus libros y huir.
Renjun no esperó. Sin una sola mirada atrás, sin cambiar su paso, continuó su camino por el pasillo. Nadie lo había visto. Nadie lo notó. La satisfacción por la pequeña interferencia, por haber ayudado sin ser detectado, fue fugaz, rápidamente suplantada por la incesante preocupación por sus recuerdos perdidos.
Mientras se dirigía a su clase de Herbología, el bullicio habitual de los pasillos de Hogwarts le resultaba lejano. Su mente estaba absorta en fragmentos de memoria: luces extrañas, susurros incomprensibles, la sensación de no ser dueño de sí mismo.
El invernadero número tres, cálido y húmedo, con el aire denso por el aroma a tierra húmeda y plantas exóticas, era un contraste con la atmósfera tensa de la oficina del director.
El profesor, un mago de aspecto bonachón con las manos manchadas de tierra, explicaba la delicada anatomía de una planta joven que a Renjun no le interesaba.
"Bien, clase," dijo el profesor, con una sonrisa que apenas ocultaba el desafío en sus ojos. "¿Cuál es el método de propagación más eficaz para la Tentácula Venenosa, considerando su naturaleza agresiva y su ciclo de vida particular, y qué precauciones deben tomarse para asegurar la supervivencia de los esquejes sin comprometer la seguridad del cultivador?"
Un murmullo de confusión recorrió el aula. Algunos estudiantes se encogieron en sus asientos, otros se miraron con expresiones de perplejidad.
La Tentácula Venenosa era una planta peligrosa, y su propagación era un tema avanzado que rara vez se tocaba en los últimos años.
Incluso Jeno y Jaemin, a unos cuantos pupitres de distancia, intercambiaron una mirada de desconcierto.
Renjun, sin embargo, no dudó. La información, adquirida a través de años de curiosidad forzada en la biblioteca de sus padres, surgió en su mente con una claridad sombría. Con un suspiro casi imperceptible de resignación, levantó la mano.
El profesor, sorprendido, lo señaló.
"Sí, señor Renjun."
"La propagación más eficaz se logra mediante la escisión de los bulbos radiculares maduros," recitó Renjun con una voz monótona, casi sin emoción, como si leyera un libro. "Deben ser extraídos con sumo cuidado, preferiblemente con guantes de piel de dragón y un encantamiento de repulsión de veneno, para evitar el contacto con la savia tóxica. Los bulbos deben ser plantados inmediatamente en tierra enriquecida con sangre de unicornio diluida, lo que neutraliza parcialmente la agresión de la planta joven, y mantenidos bajo un encantamiento de crecimiento lento para evitar que alcancen la madurez demasiado rápido y se vuelvan incontrolables. La clave es la paciencia y el control de la temperatura ambiente, manteniéndola constante a veinticinco grados Celsius."
Un silencio atónito siguió a sus palabras. El profesor lo miró con la boca ligeramente abierta, y luego una amplia sonrisa se extendió por su rostro.
"¡Extraordinario, señor Renjun! ¡Exactamente! ¡Veinte puntos para Slytherin!"
Unos pocos estudiantes bufaron débilmente, pero la mayoría, incluyendo a Jeno y Jaemin, lo miraron con una mezcla de asombro y una pizca de incomodidad. Renjun, sin inmutarse, bajó la mano y volvió a su trabajo, aislando un pequeño brote de Hellebore con la precisión de un cirujano. Hizo lo suyo en silencio, ajeno a las miradas curiosas.
Mientras trabajaba entre las densas hojas de una planta trepadora, su mirada se posó en un pequeño movimiento entre los tallos. Allí, asomando su cabeza de ramitas y hojas, estaba un Bowtruckle. Su diminuto cuerpo se balanceaba con la brisa que circulaba por el invernadero.
Renjun se sorprendió. ¿El mismo Bowtruckle aquí, en Herbología? Sintió una punzada de familiaridad. No era solo el reconocimiento de la criatura, sino una conexión, una resonancia que le era extrañamente propia.
Lentamente, con una cautela que no era habitual en él, estiró su mano mientras continuaba siguiendo las instrucciones del profesor con la otra. El Bowtruckle, en lugar de esconderse, se movió con una curiosidad inusual. Saltó sobre su palma, sus pequeños ojos negros fijos en los de Renjun.
Era él, efectivamente. El mismo Bowtruckle del otro día. La pequeña criatura, confiando plenamente, se acomodó en su mano abierta. Renjun, sin poder evitarlo, le dio una suave caricia con el pulgar. Una sensación inusual de adoración silenciosa lo invadió, un momento de paz en la tormenta que era su mente.
Justo entonces, el profesor se acercó para revisar su progreso. Renjun, satisfecho de haber terminado su tarea rápidamente, observó cómo el Bowtruckle, con una rapidez sorprendente, se subía completamente a su mano, trepando por su muñeca y escondiéndose bajo la manga de su túnica. El profesor, ajeno a la pequeña criatura, asintió con aprobación al ver su trabajo perfecto.
Renjun sintió una ligera calidez extenderse por su brazo donde el Bowtruckle se había ocultado. Era una presencia reconfortante, un pequeño secreto compartido.
Renjun se abrió camino por los terrenos de Hogwarts, su mente aún lidiando con la cruda conversación con DoYoung y el misterio de los núcleos mágicos. La pequeña calidez en su manga, donde el Bowtruckle se había acurrucado, era un contraste con el frío de sus pensamientos. Al llegar al lugar apartado donde solía encontrar a su cuervo, un destello oscuro lo recibió. El majestuoso pájaro, más grande y sabio de lo normal, se posó en su hombro con un suave graznido.
Helena, con su aura etérea y su mirada siempre perceptiva, emergió de las sombras cercanas. Sus ojos se posaron en la mano de Renjun, de donde asomaba una diminuta cabeza de ramitas. Una expresión de genuina sorpresa, rara en ella, cruzó su rostro pálido.
"Renjun," dijo Helena, su voz suave, casi un susurro. "¿Un Bowtruckle? Eso es... inesperado. Son criaturas increíblemente tímidas y protectoras. Es extraordinariamente difícil conseguir que uno confíe en ti, y mucho menos que se quede."
Renjun sintió una pizca de orgullo, una emoción infrecuente en él. Sabía que Helena tenía razón.
"Lo sé," respondió, su tono inusualmente suave. "No sé por qué, pero... es el mismo de la otra vez, el del bosque prohibido. Simplemente vino a mí." Explicó brevemente el incidente con Jeno y Jaemin, omitiendo los detalles más personales. "Parece... que confía."
Mientras hablaban, el pequeño Bowtruckle, con su curiosidad innata, se aventuró fuera de la manga de Renjun. Saltó con agilidad al hombro de Renjun, observando al cuervo con sus ojos negros y brillantes.
El cuervo, por su parte, inclinó su cabeza, emitiendo un suave "caw" que sonaba casi como un saludo. Lentamente, con una delicadeza sorprendente para una criatura tan pequeña, el Bowtruckle trepó por la pata del cuervo, explorando sus suaves plumas. El cuervo no se inmutó, permitiendo al recién llegado inspeccionarlo con un aire de antigua familiaridad.
Ver a su cuervo y al Bowtruckle interactuar, familiarizándose con una naturalidad asombrosa, le dio a Renjun una pequeña punzada de felicidad.
Una felicidad pura, sin las complejidades de su pasado o las amenazas de su futuro. Era un momento de conexión, de camaradería silenciosa.
Helena, siempre atenta a las corrientes subterráneas de su espíritu, sonrió levemente.
"Necesita un nombre, Renjun," dijo. "Todo ser debe poder ser llamado. Un nombre es esencial, una forma de reconocer su existencia, su individualidad. Especialmente para una criatura tan especial que ha elegido confiar en ti. Un nombre dado con afecto fortalece el vínculo."
Renjun observó al Bowtruckle, que ahora se había acurrucado en la espalda del cuervo, como si fuera su propio pequeño guardián. Un nombre. Pensó en la delicadeza del Bowtruckle, en sus movimientos rápidos y su tamaño diminuto.
"Lo llamaré Flicker," dijo Renjun con una rara suavidad en su voz, el nombre sonando como un susurro tierno. El Bowtruckle pareció reaccionar, agitando sus pequeñas ramas con un deleite apenas perceptible.
Pero la alegría fue efímera. Al pronunciar el nombre de su nuevo amigo, la mirada de Renjun cayó sobre su cuervo. Una sombra de melancolía cruzó su rostro. El cuervo, su fiel compañero, el que había estado a su lado en los momentos más oscuros, tenía un nombre. Un nombre que Renjun no había podido pronunciar desde la muerte de su hermano. El peso de ese recuerdo, de esa pérdida, era un abismo que aún no podía cruzar, un nombre silenciado por el dolor.
Helena notó la repentina tristeza en sus ojos. Comprendió el contraste, la facilidad con la que Renjun había nombrado a Flicker y la imposibilidad de invocar el nombre del cuervo, que siempre había sido una extensión de su hermano.
La pequeña burbuja de paz que Flicker y el cuervo habían proporcionado comenzó a disiparse a medida que Renjun se preparaba para su siguiente clase. La melancolía por el nombre que no podía pronunciar se aferró a él, un recordatorio constante de lo que había perdido. Sin embargo, la urgencia de su misión no le permitía detenerse. Debía encontrar respuestas.
Se dirigió al aula de Cuidado de Criaturas Mágicas, donde el profesor Ten, un mago enérgico con una pasión contagiosa por las bestias, ya estaba esperando. El aula era un caos organizado de jaulas, terrarios y el susurro de criaturas invisibles.
La clase transcurrió con la habitual mezcla de teoría y anécdotas extravagantes del profesor Ten. Renjun, a pesar de su distracción interna, prestaba la suficiente atención para captar los puntos clave.
Agradeció en silencio que Haechan y Jaemin, con su entusiasmo habitual, respondieran la mayoría de las preguntas del profesor, desviando la atención general de él, Jeno estaba un pupitre más atrás y uno más adelante estaba Mark. Hacían bromas, se reían, y sus voces llenaban el espacio, creando una atmósfera de normalidad de la que Renjun se sentía extrañamente distante, a pesar de su cercanía física. Él, por su parte, se mantuvo en silencio, observando las criaturas con una intensidad que pocos notarían, y manteniendo a Flicker oculto en su túnica.
Al finalizar la clase, mientras los demás estudiantes recogían sus cosas y se dispersaban ruidosamente, Renjun se quedó en su asiento. La pregunta que le carcomía la mente no le daba tregua. Había buscado en la biblioteca y no había encontrado nada. Pero el profesor Ten... él era un experto. Si alguien podía saberlo, era él.
Con una vacilación apenas perceptible, Renjun se mordió el labio. ¿Debería preguntar?
La información que buscaba era sensible, relacionada con magia oscura y una amnesia inducida por una maldición imperdonable. El riesgo de levantar sospechas era alto.
Pero el riesgo de no preguntar, de no encontrar la verdad antes de que el Ministerio intentara forzarla de su mente, era aún mayor.
El profesor Ten estaba terminando de organizar unos pergaminos en su escritorio, ajeno a la presencia de Renjun. Renjun se armó de valor.
Notó que jaemin y Haechan aún estaban en el aula, guardando sus cosas con una lentitud inusual, quizás esperando algo, o simplemente disfrutando de la calma post-clase. Le dio igual. Estaba demasiado agotado para preocuparse por las apariencias o las suposiciones de sus compañeros. La desesperación lo impulsó.
Se acercó al escritorio del profesor, con la cabeza gacha, intentando que su voz sonara casual.
"Profesor Ten," comenzó, el nombre apenas un susurro.
El profesor levantó la vista, su rostro amable.
"¿Sí, Renjun? ¿Alguna pregunta sobre el cuidado de los Diricawl?"
Renjun tragó saliva. La pregunta era directa, arriesgada.
"No, profesor. Es... es sobre criaturas mágicas capaces de... traer memorias olvidadas."
El profesor Ten parpadeó, su sonrisa se desvaneció un poco, reemplazada por una expresión de sorpresa y una pizca de cautela. La naturaleza de la pregunta era inusual para un estudiante de su edad. Renjun, sin levantar la vista por completo, notó por el rabillo del ojo cómo jaemin y Haechan se detenían, sus movimientos al guardar los libros aún más lentos, sus cabezas inclinadas en un intento apenas disimulado de escuchar.
"Memorias olvidadas, dices," repitió el profesor, pensativo, sus ojos recorriendo las estanterías llenas de tarros con especímenes y diagramas de criaturas. "Es un campo muy delicado, Renjun. La memoria es un tejido complejo de la mente. Hay bestias con propiedades empáticas o incluso con cierta capacidad de influir en los estados mentales, pero... ¿traer recuerdos suprimidos? Eso es más complicado."
Renjun sintió un nudo en el estómago.
"¿Ha oído hablar de algo que pueda ayudar, profesor? Algo más allá de las pociones, o... de la Legilimancia." Mencionó lo último con una punzada de amargura.
El profesor Ten se acarició la barba.
"Hmm, la Legilimancia es, por supuesto, la herramienta más directa para la memoria. Y las pociones de la memoria tienen sus límites, como seguramente habrás descubierto." Su mirada se volvió un poco más aguda, y
Renjun sintió un escalofrío. ¿Sabía de su intento con la poción?
"Hay criaturas," continuó el profesor, bajando un poco la voz, "que se vinculan con las emociones, con las verdades ocultas del corazón. Los Occamy, por ejemplo, aunque temperamentales, tienen una profunda conexión con los sentimientos puros. O los Fénix, con su canto que sana y reconforta, a veces pueden traer claridad a mentes atormentadas. Pero no son herramientas para 'extraer' recuerdos directamente."
El profesor hizo una pausa, sus ojos escrutadores.
"Renjun, ¿podría decirme por qué busca este tipo de conocimiento? Es una pregunta muy específica para alguien tan joven."
Renjun dudó. No podía revelar la verdad completa sobre el Imperius o el ritual de La Raíz. Pero tampoco podía mentir descaradamente.
"Es... es para una investigación personal, profesor. Sobre un evento del pasado. Algo que mi mente... no quiere recordar."
El profesor Ten lo observó por un momento, una expresión de comprensión velada en su rostro.
"Comprendo. Los traumas pueden bloquear la memoria. Hay una criatura, Renjun, que quizás... no puede 'traer' los recuerdos de forma mágica, pero sí puede despertarlos. Su mera presencia y vínculo pueden, a veces, desbloquear lo que la mente ha guardado para protegerse."
Renjun levantó la vista, una chispa de esperanza encendiéndose en sus ojos.
"¿Cuál, profesor?"
"Los Demiguises," dijo el profesor Ten, su voz volviéndose suave y pensativa. "Son criaturas raras y esquivas, con la capacidad de volverse invisibles y de ver el futuro. Pero su verdadera cualidad, para su propósito, reside en su profunda empatía. Se vinculan con la verdad. Y a veces, al sentir la verdad oculta en una persona, pueden reflejarla, no como una visión, sino como una sensación. Una resonancia. No es una solución directa, pero puede ser un catalizador. Sin embargo," el profesor frunció el ceño, "conseguir uno es casi imposible. Y cuidarlo es una tarea monumental."
Renjun asintió lentamente. Él conocía a los Demiguises. Había leído sobre ellos en los viejos tomos de su familia.
"Sí, profesor," dijo, la voz cargada de la desesperación que sentía. "Pero... los Demiguises son del este de Asia, ¿no? China, principalmente. Encontrarlos por aquí sería... imposible."
El profesor Ten parpadeó, una mezcla de sorpresa y aprecio en su rostro.
"¡Ah, Renjun! Veo que tu conocimiento de criaturas exóticas es superior a la media. Me impresionas." Hizo una pausa, su expresión volviéndose más seria. "Tienes razón, los Demiguises son nativos del lejano Oriente. Y por eso, encontrarlos es una empresa casi sin esperanza para el mago promedio. No se 'encuentran' por azar, Renjun."
El profesor se inclinó un poco sobre su escritorio, su voz apenas audible.
"No obstante, la desesperación que veo en ti es... palpable. No puedo decirte dónde encontrar un Demiguise salvaje, porque es casi imposible. Pero te daré un consejo mejor. Estas criaturas, por su valor y rareza, son a veces criadas en santuarios privados y altamente protegidos, o intercambiadas a través de redes muy discretas y poderosas de magos que se dedican al coleccionismo de criaturas exóticas. Familias antiguas, a menudo con lazos en el lejano Oriente, o contrabandistas que operan en las sombras de los mercados mágicos más exclusivos."
El profesor Ten se detuvo, su mirada profunda.
"Si un Demiguise tiene una oportunidad de estar en un lugar que no sea su hábitat natural, sería en posesión de alguien con recursos extraordinarios y una obsesión por la magia de las criaturas. Busca los susurros, Renjun. Los rumores que no llegan a los oídos del Ministerio. Los coleccionistas que operan por encima de la ley, o en los límites de ella. Ese es tu punto de partida, no un mapa geográfico."
Renjun sintió un escalofrío. El profesor le estaba dando una pista hacia el mundo oscuro y secreto que sus propios padres habían habitado. No era una solución sencilla, pero era un camino. Uno peligroso, pero un camino al fin y al cabo.
La pista del profesor Ten sobre los Demiguises, aunque valiosa, se sentía como una burla cruel. Renjun conocía las redes clandestinas, las familias antiguas y los contrabandistas. Ese era el mundo de sus padres, un mundo al que él, irónicamente, ahora tenía acceso por su linaje, pero del que estaba físicamente aislado. La información era un mapa sin camino, un tesoro inalcanzable.
La frustración comenzó a carcomerlo. Sabía que necesitaba un Demiguise, o al menos algo que pudiera acercarlo a sus recuerdos. Pero estaba atrapado. No podía salir del castillo de Hogwarts, ni siquiera de sus terrenos, sin levantar sospechas que el Ministerio no dudaría en explotar. La idea de intentar escapar, de arriesgar su ya precaria libertad, era impensable, especialmente con el plan del Corazón de Slytherin en juego.
Los días siguientes se convirtieron en una tortura silenciosa. Renjun se sumergió de nuevo en la biblioteca, esta vez con una desesperación más aguda. Buscó cualquier mención de criaturas mágicas, hechizos o métodos alternativos que pudieran ayudarle a acceder a recuerdos suprimidos por el Maleficio Imperius. Revisó volúmenes sobre Legilimancia avanzada, sobre los límites de los hechizos de memoria, sobre los efectos a largo plazo de las Maldiciones Imperdonables.
Cada libro que cerraba sin una respuesta viable aumentaba su desesperación. Intentó concentrarse en la bola de cristal de Adivinación durante sus ratos libres, pero solo veía la misma bruma oscura y melancólica, un reflejo de su propia mente.
Buscó en los jardines de Herbología, en el Bosque Prohibido (hasta donde se le permitía ir de día), cualquier criatura que pudiera tener propiedades psíquicas o empáticas que no hubiera considerado antes. Flicker seguía siendo su compañero silencioso, a menudo acurrucado en su túnica, incluso observó a las pequeñas Hadas de Agua en el lago, buscando una señal, una conexión.
Pero no encontró nada. Ni una sola criatura, ni un solo hechizo, ni una sola poción que pudiera desentrañar el nudo de recuerdos que el Imperius había atado tan firmemente. La sensación de impotencia era abrumadora. Estaba en una carrera contra el tiempo, contra el Ministerio, y contra su propia mente. Y se sentía estancado, atrapado en una jaula invisible dentro de los muros de Hogwarts. La frustración se convirtió en una constante, un eco amargo en cada uno de sus pensamientos.
Chapter 6: Un Encuentro Inesperado
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Los días se arrastraban, cada hora una batalla contra la frustración. Renjun seguía asistiendo a sus clases, una rutina vacía mientras su mente bullía con la búsqueda incesante de un Demiguise y la presión del Ministerio. La impotencia lo roía; estaba atrapado en el castillo, incapaz de buscar afuera. La biblioteca no le ofrecía más respuestas, y ninguna otra criatura parecía poseer las propiedades que necesitaba.
Ese día, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se llevaba a cabo, para sorpresa de muchos, en los linderos del Bosque Prohibido. El profesor, Johnny, un hombre corpulento y de voz grave, instruía a los estudiantes sobre cómo detectar rastros de magia oscura en entornos naturales.
El aire fresco y denso del bosque era un contraste bienvenido a las aulas, pero también traía consigo una tensión subyacente. El Bosque Prohibido era, después de todo, un lugar de misterios y peligros.
Mientras la clase avanzaba, los estudiantes se dispersaron en pequeños grupos, examinando huellas de bestias y rastros de conjuros antiguos. Jeno, siempre un poco más aventurero y distraído, se alejó sin darse cuenta de los límites seguros. Se adentró un poco más en la maleza, siguiendo el rastro de algo que llamó su atención.
Renjun notó a Jeno apartarse del grupo sin pensarlo. Era como si Jeno no tuviera miedo, o quizás no lo suficiente. Se adentró más entre los árboles, siguiendo un rastro que parecía invisible para los demás. Renjun lo observó por un momento, su mente debatía si intervenir o no, pero la sensación de algo extraño en el aire lo impulsó a moverse, lo siguió en silencio, no demasiado lejos, pero tampoco demasiado cerca.
De repente, una figura corpulenta y sombría emergió de entre los árboles, bloqueando el camino de Jeno.
Era un hombre con una cicatriz cruzando su mejilla, sus ojos fríos y calculadores. La túnica oscura que vestía parecía absorber la poca luz que se filtraba entre las copas de los árboles. La atmósfera a su alrededor se volvió pesada, cargada con una familiaridad inquietante que Renjun sintió incluso a la distancia. Una sensación fría, como la esencia misma de La Raíz, se extendió por el aire.
"Jeno, muchacho," dijo el hombre, su voz áspera, con un tono que no dejaba lugar a la negociación. "Mi amo, Sungmin, estará complacido. Los lobos siempre regresan a la manada, ¿Lo sabes? Marcado desde que te encontro, y ahora, por fin, bajo mi alcance. nuestro padre estará encantado de ver a su hijo de vuelta."
El rostro de Jeno se descompuso. La mención de Sungmin, el licántropo y uno de los líderes más temidos de La Raíz, lo golpeó como un puñetazo. Sus ojos, normalmente llenos de brillo y amabilidad, se abrieron con un miedo crudo y palpable. Retrocedió un paso, su respiración agitada, la piel pálida. El terror en Jeno era evidente, innegable.
Renjun lo sintió como una daga atravesando su pecho. Un miedo profundo, una oleada de pánico que emanaba de Jeno, se coló en su mente. Era una emoción familiar, y eso lo impulsó a actuar.
La familiaridad del seguidor de Sungmin, la conexión con La Raíz, y el abyecto terror en el rostro de Jeno, activaron algo en Renjun, la amenaza directa a otro, una amenaza nacida de la misma oscuridad que lo había marcado, lo empujó a la acción.
Sin dudarlo, Renjun se movió con una velocidad sorprendente, interponiéndose entre Jeno y el seguidor de Sungmin. Su cuerpo, aunque más pequeño, se erguía como una barrera inesperada. Sus ojos, antes llenos de cansancio y frustración, ahora brillaban con una intensidad fría y protectora.
Sin pronunciar una palabra, Renjun lanzó un hechizo protector no verbal hacia Jeno.
Una tenue barrera mágica, casi invisible, brilló brevemente alrededor del Hufflepuff, apenas un parpadeo, pero lo suficiente para que Jeno sintiera una oleada de calor reconfortante.
"No te muevas," siseó Renjun, su voz baja y apretada, sus ojos fijos en el seguidor de Sungmin. "Él no te hará daño." La certeza en su tono era absoluta, una promesa que venía de lo más profundo de su ser.
El hombre, Taeju, una sonrisa torcida aún en su rostro, se detuvo, sorprendido al ver a Renjun. Sus ojos se abrieron ligeramente.
"¿Señor Huang? ¿Qué haces aquí? ¿Protegiendo al hijo de mi amo?" Su voz, antes socarrona, se fue volviendo más baja, teñida de una cautela repentina. Había visto el poder de Renjun de primera mano, el poder que incluso Sungmin respetaba, o temía. "El amo se enojará, si lo ve con él."
Renjun se irguió un poco más, su rostro una máscara de fría soberbia. La mención de Sungmin y la descarada familiaridad con Jeno encendieron una furia helada en su pecho. Él no era el "niño de los Huang" para este hombre, no era el títere de nadie. Renjun mantuvo la mirada fija en Taeju, pero no respondió inmediatamente. Su mente estaba fría, calculadora. No iba a permitir que nadie, ni siquiera alguien como Taeju, pusiera en peligro a Jeno. En su mente, ya había decidido que nada iba a interponerse en su camino.
“¿Qué haces aquí, Taeju?” preguntó, su voz aún más cortante que antes. No era una pregunta por curiosidad, sino una demanda de respuestas. No había emoción en su tono, solo el peso de la autoridad que había sido moldeada desde su infancia.
Taeju se encogió ligeramente, el miedo ahora claramente visible en sus ojos.
"Debo... debo entregar a mi hermano al amo, solo así se enorgullecerá de mí," balbuceó, intentando eludir la pregunta, sus ojos nerviosos desviándose hacia Jeno o al suelo, sin atreverse a mirar a Renjun a los ojos.
"¿Qué haces aquí, Taeju?" la voz de Renjun era un susurro gélido, pero su poder sin varita se hizo palpable en el aire, oprimiendo al seguidor de Sungmin. La amenaza era clara. El dolor sería la respuesta si no contestaba.
"Debo entregar a mi hermano..." repitió Taeju con voz temblorosa, vio a Jeno tensarse e instintivamente se alejó un paso.
"Él no es tu hermano y no es nada de Sungmin," siseó Renjun, su paciencia agotándose. La negación de Taeju lo molestaba.
Taeju se encogió aún más, agachándose casi hasta el suelo, sin atreverse a mirar a Renjun a los ojos.
"Perdón... Señor Huang... perdón," murmuró repetidamente, su voz apenas audible, la sumisión palpable.
Renjun lo observó un momento más, pero no hubo compasión en su mirada. Sin embargo, cuando miró a Jeno, notó el terror claro en sus ojos. Por un momento, algo dentro de él dudó, pero no lo suficiente como para detenerse.
“Jeno,” dijo Renjun sin apartar la vista de Taeju, su tono más suave, pero con la misma autoridad. “Respira. Quédate donde estás. No te muevas. Quédate dentro del escudo y cálmate. No va a pasar nada, ni a ti ni a mí. Yo te protegeré, pero necesito que no te acerques ni te alejes de aquí.”
Jeno, aunque visiblemente aterrorizado, intentó dar un paso adelante.
“Renjun, ¡es un lobo! ¡Podría hacerte daño!” Su voz temblaba, pero Renjun no lo miró. La calma en sus palabras era lo único que podía ofrecerle.
“Nada te va a pasar,” replicó Renjun, su voz tajante, cortando el aire con una autoridad inesperada. “Nadie va a tocarte. Quédate quieto.”
Aunque sus palabras eran firmes, había un matiz protector en su tono, algo que Jeno rara vez escuchaba de él.
Renjun mantuvo su mirada fija en Taeju, cuyo cuerpo ya comenzaba a temblar ante el peso de la magia que Renjun ejercía. Pero incluso con la amenaza tangible de la barrera mágica, Renjun no podía dejar de sentir la furia que se acumulaba en su pecho. La presión, la necesidad de proteger a Jeno, de eliminar cualquier rastro de amenaza, lo consumía por dentro.
Jeno dio un paso atrás, sus ojos clavados en el suelo, incapaz de ocultar el terror. Finalmente, sus palabras salieron quebradas, como si le costara siquiera articular lo que sentía.
“¿Pero y tú?” preguntó, en un susurro tembloroso, mirando a Renjun por un instante con una mezcla de desesperación y preocupación.
Renjun lo miró brevemente, el silencio entre ellos se hizo pesado. Fue solo un segundo, pero en ese breve contacto de miradas, Renjun entendió lo que Jeno temía: no solo estaba preocupado por sí mismo, sino también por él. La oscuridad que Renjun llevaba dentro le decía que era imposible que alguien se preocupara por él, bueno quizás Ragnar, pero a él lo conocía de pequeño, y en cambio, que Jeno, a quien conocía de hace tan poco tiempo, se preocupara le resultaba extraño.
Renjun no se apartó de su posición, manteniendo su postura rígida, pero por un momento su rostro se suavizó levemente, una fracción de segundo en la que la máscara de frialdad se rompió.
“Nada me va a pasar,” repitió, pero ahora había algo más en su voz, algo más humano, aunque fuera solo un susurro entre la tormenta. “Ni a ti, ni a mí. Confía en mí."
El tono de Renjun no cambiaba, pero había una firmeza y calma que transmitían la certeza de que, aunque el peligro estaba cerca, Jeno estaba a salvo mientras permaneciera quieto.
Renjun giró la mirada hacia Taeju nuevamente, dejando claro que su foco de atención era la amenaza que se encontraba frente a ellos. Pero en su interior, una parte de él, la parte que aún guardaba vestigios de la persona que pudo haber sido, se sentía por un segundo… frágil.
Jeno, aun tembloroso, respiró hondo, sin apartar los ojos de Renjun.
“Te protegeré,” añadió Renjun con una serenidad fría, como si aquello fuera lo más simple del mundo. “Solo quédate quieto y respira. No te muevas, no te alejes del escudo. Todo estará bien, lo prometo.”
Jeno lo miró con más intensidad, aún inseguro, pero algo en las palabras de Renjun lo tranquilizó. El miedo seguía en sus ojos, pero algo más también brillaba: una pequeña chispa de confianza. La misma confianza que Renjun, con todas sus cicatrices y su oscuro pasado, intentaba transmitirle.
Para Renjun, el miedo del lobo era satisfactorio, pero no suficiente. Siguió ahí, intentando manipularlo con esa falsa conexión fraternal. Sin un atisbo de remordimiento,
Con un último vistazo a Jeno, Renjun levantó la mano y lanzó de nuevo el hechizo, pero está vez lo hizo más crudo.
"Crucio." Murmuró la maldición en voz baja. "Crucio."
El grito desgarrador de Taeju resonó en el bosque, y Renjun lo mantuvo por unos largos segundos. El terror en los ojos de Jeno lo golpeó, pero Renjun no cedió.
El alarido de Taeju desgarró el silencio del bosque. Su cuerpo se convulsionó en una agonía indescriptible, retorciéndose sobre las hojas y la tierra.
Suplicó, rogó por piedad, su voz quebrándose por el dolor. Renjun mantuvo el hechizo, su rostro impasible, hasta que las súplicas del lobo se volvieron incoherentes gemidos.
Entonces, con un movimiento rápido, detuvo la tortura. El maleficio cesó cuando el hombre ya no podía más.
"¿Por qué estás realmente aquí, Taeju?" preguntó Renjun, su voz fría y autoritaria resonando en el aire húmedo del bosque.
Entre jadeos y sollozos, Taeju finalmente reveló la verdad.
"Necesito... necesito una presa... para el amo."
Las piezas encajaron en la mente de Renjun. Recordó vagamente los eventos de la noche de la redada, el caos, los gritos. Recordó una figura corpulenta huyendo en la oscuridad... Taeju había huido.
Había abandonado a su amo. Y ahora, temiendo las represalias de Sungmin al regresar a la manada sin éxito, necesitaba ofrecerle un sacrificio, una muestra de su "lealtad".
"Huyó como un cobarde esa noche," dijo Renjun, su voz llena de desprecio. "Y ahora quiere una presa para que Sungmin no lo mate al volver."
Taeju asintió frenéticamente, sus ojos llenos de pánico.
"Misericordia... Señor Huang... por favor..."
Sin una palabra, Renjun levantó su mano de nuevo. El brillo oscuro en sus ojos no dejaba lugar a la piedad. Otro grito desgarrador resonó en el bosque. Jeno observaba la escena, paralizado por el terror y la confusión, el rostro pálido como el mármol. La línea entre víctima y verdugo se había difuminado ante sus ojos, y Renjun, el chico solitario y distante, se había revelado como alguien capaz de una oscuridad insondable.
El segundo grito de Taeju, gutural y desgarrador, no pasó desapercibido. Renjun sintió una punzada de conciencia periférica: los murmullos de los estudiantes, las pisadas apresuradas y la voz grave del profesor Johnny alzándose en la distancia. Se acercaban. Demasiado cerca.
Sin romper su concentración en el retorcido Taeju, Renjun extendió su mano libre. Con una rapidez y precisión asombrosas, lanzó otro hechizo no verbal. No era un ataque, sino una barrera sutil, un encantamiento de desviación que deformaba el sonido y creaba una ilusión de distancia.
El grito de Taeju, para los que se acercaban, se transformaría en un chillido de algún animal del bosque, o en el aullido del viento. Las pisadas se harían más lentas, los murmullos más distantes, como si una fuerza invisible los impulsará a no acercarse del todo. Era una forma efectiva de ganar tiempo, de mantener su oscuridad oculta.
Volvió su atención a Taeju, que se retorcía en el suelo, las lágrimas corriéndole por la cara manchada de tierra. El dolor era inmenso, pero Renjun no sentía piedad. Necesitaba respuestas.
"¿Qué estaban haciendo mis padres esa noche, Taeju?" La voz de Renjun era fría, desprovista de emoción, un gélido susurro que perforaba la agonía del lobo. "¿El ritual? ¿Qué buscaban? ¿Qué hicieron con los núcleos mágicos?"
Taeju balbuceó, su cuerpo convulsionándose.
"No... no lo sé, Amo... no lo sé. Yo... yo solo seguía órdenes. No entendía... Era algo grande, oscuro... Hablaban de... de poder... de despertar algo. No lo sé, lo juro por la Luna. ¡Misericordia! ¡Por favor, piedad!"
Las respuestas de Taeju eran inútiles. La ignorancia del lobo, su patética súplica, solo avivaron la frustración de Renjun. Él, Taeju, era solo un peón, un cobarde que huía y ahora intentaba salvarse a sí mismo a expensas de otros. La ira de Renjun se mezcló con un desdén absoluto.
"Inútil," siseó Renjun, la palabra escupida con desprecio. Retiró el Crucio por un instante, solo para dejar que Taeju se ahogara en su propio aliento, el alivio fugaz antes de la siguiente oleada de dolor. Su rostro permaneció impasible, con un aire de soberbia heredada. "No sabes nada útil. Eres tan insignificante como pensaba."
La barrera invisible de Renjun se resquebrajó. Sintió cómo la magia del profesor Johnny empujaba contra ella, no solo por la fuerza, sino por la intención. Levantó la vista y vio las siluetas borrosas del profesor y de varios estudiantes más allá de la distorsión, acercándose rápidamente. Su primera barrera había sido derribada. No había tiempo para sutilezas.
Con un destello en sus ojos, Renjun lanzó otra barrera no verbal, esta vez más potente, más física. No difuminaría el entorno ni silenciaría los gritos.
Simplemente no los dejaría pasar.
El profesor Johnny y los estudiantes chocaron contra una fuerza invisible, incapaces de cruzar el umbral mágico, ahora testigos directos de la escena. El horror se grabó en sus rostros al ver a Taeju retorciéndose en el suelo y a Renjun, impasible, sobre él.
"¿Qué hacían, Taeju?" Renjun preguntó de nuevo, su voz fría y resonante, mientras aplicaba de nuevo la Maldición Cruciatus. El lobo gritó, suplicando. "Dime algo que valga la pena. ¿No recuerdas nada? Algo que mis padres o Sungmin te ordenaran hacer y que no entendieras. Dámelo. Y te daré piedad."
Taeju, entre espasmos y alaridos, logró balbucear, sus ojos inyectados en sangre fijos en Renjun.
"Sangre... Sangre de unicornio... y... y cuerpos, sin magia... Los... los cuerpos, Amo. Sin núcleo... debíamos... recolectar... más..."
Las palabras de Taeju golpearon a Renjun con la fuerza de un rayo. Sangre de unicornio y cuerpos sin núcleo mágico. La imagen de los cuerpos desecados, las víctimas vacías... las piezas se unieron en un patrón aterrador y claro.
Sus padres estaban realizando un ritual de absorción de núcleos mágicos, y la sangre de unicornio era un componente vital. Eso explicaba la debilidad de las víctimas, la forma en que los habían drenado. La oscuridad de esa noche, la razón del desastre... comenzó a tener una forma tangible en su mente.
Un frío escalofrío recorrió a Renjun, pero una extraña claridad también se asentó en él. Finalmente, algo.
"Suficiente," dijo Renjun, su voz resonando con una autoridad inquebrantable, y retiró el Crucio. Taeju cayó al suelo, respirando con dificultad, temblando incontrolablemente, suplicando en un murmullo incoherente.
"Te perdono," Renjun sentenció, la frialdad de sus palabras era casi tan aterradora como la maldición misma. "Pero escucha bien, Taeju. Regresa con tu amo. Dile a Sungmin que tiene prohibido acercarse a Jeno. Y dile esto de mi parte: Jeno y sus amigos. Ahora están bajo mi protección. Que se atreva a tocarlos, y conocerá un tipo de dolor que ni siquiera sus transformaciones podrán curar."
Taeju asintió con furia y temor, sus ojos frenéticos. Sabía que Sungmin no lo perdonaría por regresar sin una "presa" después de su huida. Moriría.
Pero Renjun, percibiendo su pánico, ya tenía la solución.
Con un movimiento rápido y preciso, Renjun extendió su mano hacia el lobo. Con un toque fugaz en el brazo de Taeju, un pulso de magia oscura emanó de Renjun, no doloroso, sino como un sello. Una marca apenas visible, una intrincada y diminuta espiral de un árbol con raíces, apareció en la piel de Taeju. Era la marca de La Raíz, el símbolo de lealtad a los líderes, el sello que probaba su sumisión. La propia marca de Renjun.
"Con esto," dijo Renjun, su voz grave, "sabrán que eres fiel a La Raíz. Que has cumplido tu misión. Regresa a tu manada."
Taeju se levantó con dificultad, todavía tembloroso, pero una expresión de asombro y alivio mezclados con miedo se apoderó de su rostro. Miró la marca, luego a Renjun, con una formalidad repentina.
"Gracias... Señor Huang," dijo, inclinando la cabeza con una reverencia que nunca habría mostrado antes. Sus ojos se dirigieron a Jeno, que seguía anonadado. "Perdón, protegido del Amo."
"Mi cuervo te encontrará, Taeju," susurró Renjun al viento, dirigiéndose a la figura que se volvió al escucharlo. "Aparecerá cerca de ti. Con la marca, no te atacará. Cuando lo veas, le darás tus avances. Desde ahora, serás mis ojos en lo que sea que haga Sungmin y los demás líderes. No me defraudes."
Con una última mirada temerosa a Renjun, Taeju se dio la vuelta y se desvaneció entre los árboles del Bosque Prohibido.
Renjun se giró hacia Jeno, sus ojos fríos se suavizaron apenas al verlo tan pálido y asustado.
El hechizo de la barrera se disipó, permitiendo que el profesor Johnny y los demás se acercaran, sus rostros eran una mezcla de horror y confusión. Pero antes de que pudieran hablar, Renjun les dio la espalda, alejándose de Jeno solo lo suficiente para no interponerse en su camino, ni en el de los amigos del chico.
Jeno, blanco como el mármol, retrocedió un paso, sus ojos fijos en Renjun con una mezcla de algo que no logro descifrar y una fascinación perturbadora. El chico amable y de ojos en media luna que conocía había sido reemplazado por un Jeno tembloroso y con pánico, Renjun sabía que había revelado una faceta de poder y crueldad que le helaría la sangre a cualquiera. Había visto a Renjun torturar, y la facilidad con la que lo hizo, sin varita, sin un atisbo de duda, era incomprensible.
Las palabras de Renjun resonaban en su mente y se reprendió por ello, lo había hecho sin pensar, como si proteger a esos chicos fuera algo natural: "Jeno y sus amigos. Ahora están bajo mi protección." ¿Protección? ¿De un ser capaz de tal oscuridad? La contradicción era abrumadora, Renjun casi bufo al pensarlo, porque la verdad era que él era el ser más peligroso, no un licántropo sociopata.
El profesor Johnny, por su parte, rompió el silencio con un grito de ira y horror que sorprendió a Renjun, hasta le pareció exagerado en su contexto.
"¡Renjun! ¡¿Qué... qué acabas de hacer?!" Su varita ya estaba desenvainada, apuntando directamente al chico, sus manos temblorosas.
Los estudiantes detrás de él, pálidos y con los ojos muy abiertos, se habían amontonado, algunos conteniendo arcadas, otros simplemente petrificados. La escena había sido inconfundible. Lanzó una Maldición Imperdonable. Y torturó a un hombre lobo. A un integrante de la Raíz.
Jeno no retrocedió de Renjun con miedo. Sus ojos, aunque aún grandes por el shock, no mostraban terror hacia el Slytherin. En cambio, cuando Renjun choco miradas con él con una mezcla de asombro y una extraña gratitud se hizo evidente. Para Jeno, Renjun no era el verdugo, sino el salvador que lo había liberado de Taeju, de la inminente amenaza de Sungmin. Renjun captó la sutileza, la ausencia de miedo en la mirada de Jeno. No era a él a quien temía, sino a los lobos, a La Raíz.
En ese instante, Renjun unió los puntos. Jeno estaba marcado por el licántropo, un hijo adoptado por la fuerza, destinado a la manada de Sungmin. Eso explicaba su terror visceral a Taeju. Y si Jeno estaba tan profundamente conectado con la oscuridad de La Raíz, si había sido sometido a algo tan traumático, era la razón por la que también veía a los Thestrals.
La idea de que Jeno cargara con esa misma visión oscura, ese mismo conocimiento de la muerte, estableció una conexión inesperada entre ellos, extrañamente se sintió no tan solo, pero se dijo a si mismo que era diferente, Jeno estaba rodeado de amor, él en cambio de oscuridad, no debería sentir que tenían algo en común, eso solo era ingenuidad.
El grito de furia y horror del profesor Johnny resonó en el aire otra vez.
"¡Renjun! ¡Explícate ahora mismo!" Su varita aún apuntaba a Renjun, quien se preguntaba si no se cansaba de eso.
Los estudiantes detrás de él estaban mirando a Renjun con el terror de los primeros días, algunos atónitos parecían querer huir de la escena, otros al borde de las lágrimas.
Renjun, sin inmutarse por las palabras del profesor, sintió de pronto el rápido movimiento de otras figuras. Jaemin apareció corriendo de entre los estudiantes, su rostro contorsionado por la preocupación y el pánico, lo encontró entrañable.
Sin un momento de duda, y en cuanto sus ojos se encontraron se lanzó hacia Jeno en un segundo, envolviéndolo en un abrazo desesperado. Jeno se aferró a él, la tensión de su cuerpo cediendo ligeramente ante la familiar calidez, sus manos presionando con fuerza la cintura del Ravenclaw y su rostro estaba oculto en su cuello. Poco después y con el mismo miedo, Mark y Haechan se unieron, completando el círculo, se pararon alrededor de Jeno y se abrazaron a él, la imagen era tan dulce que Renjun tuvo que apartar la vista, sintiéndose un intruso.
Sus voces se mezclaron en un coro de alivio y afecto.
"¡Jeno, estábamos tan asustados!" "¡No te separes así, bobo!" "¡Te queremos tanto!"
Renjun observó la escena, el grupo de amigos reunidos en un abrazo de consuelo. Una punzada extraña, una melancolía profunda, lo atravesó. Era una imagen de amistad y amor incondicional, algo que él nunca había tenido, algo que no creía poder tener.
Se sintió extrañamente apartado, un espectador en una vida ajena, viendo algo que estaba más allá de su alcance, pero al mismo tiempo se sentía incapaz de dejar de verlos por más de un par de segundos, a pesar de sus pensamientos su mirada volvía cada vez a ellos. El peso de su propia soledad se asentó en su alma.
Con un pesar que solo él podía sentir, Renjun apartó la vista de la escena conmovedora por milésima vez. Volvió su mirada hacia el profesor Johnny, su expresión recuperando su frialdad habitual.
"Profesor," dijo Renjun, su voz clara y autoritaria, a pesar de la tormenta interna. "Deberíamos llamar al Ministro de Magia, Kun, y al Auror DoYoung de inmediato. Hay asuntos urgentes que discutir con ellos." Una breve pausa. "Y no se preocupe, profesor. Iré directamente a la oficina del director. Enseguida."
La calma y la autoridad en la voz de Renjun, a pesar de haber sido sorprendido in fraganti con una Maldición Imperdonable, eran desconcertantes. Dejaba claro que no tenía intención de resistirse, pero tampoco de disculparse. El profesor Johnny lo miró, aún tembloroso, incapaz de procesar del todo lo que acababa de presenciar y la extraña orden de Renjun.
La cruda revelación de su poder había silenciado el bosque, dejando solo el eco del grito de Taeju en la memoria de los presentes. Renjun sintió las miradas, el miedo mezclado con asombro y, en el caso de Jeno, una compleja gratitud. Sin una palabra más, se giró.
La figura de los amigos de Jeno, abrazados, con los ojos fijos en su espalda, se sentía como un peso. La imagen de la burbuja de afecto que él nunca podría tener se clavó en su alma.
Con la mirada del grupo de Jeno y Jaemin ardiéndole en la nuca, Renjun comenzó a caminar de regreso hacia el castillo. Cada paso era deliberado, un desafío silencioso al terror que había sembrado. No había remordimiento en su porte, solo una resolución fría. La verdad de los rituales de sus padres y la existencia de la sangre de unicornio ahora comenzaba a tomar forma, y por primera vez, Renjun sintió que tenía una mínima posibilidad de entender y, quizás, de controlar su propio destino.
La oficina del director lo esperaba, y con ella, un nuevo capítulo de su confrontación con el Ministerio, que Renjun estaba seguro no le beneficiaría a él.
Chapter 7: Verdad a Medias
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El aire en la oficina del director era denso, pesado con la expectación y la grave atmósfera que seguía a la perturbadora escena en el Bosque Prohibido. El director, con su rostro serio, presidía la mesa. A su lado, el Ministro de Magia Kun, con una expresión de tensa preocupación, y la Auror DoYoung, sus ojos fríos y penetrantes, listos para interrogar. Varios profesores también estaban presentes, entre ellos el profesor Johnny, cuyo rostro aún mostraba el shock y la consternación por lo que había presenciado, el profesor Ten, su expresión una mezcla de preocupación y una inusual gravedad, y el profesor Jaehyun, más pálido de lo habitual.
Renjun entró con la misma calma inquietante con la que había abandonado el Bosque. Su rostro era una máscara de neutralidad, pero sus ojos brillaban con una nueva y terrible comprensión. Se sentó en la silla que le indicaron, sintiendo las miradas inquisitivas y acusatorias sobre él.
"Renjun," comenzó el Kun, su voz baja. "El profesor Johnny nos ha informado de lo sucedido en el Bosque Prohibido. El uso de la Maldición Cruciatus... es un crimen grave, mi muchacho. Explícate."
Renjun no dudó. No había evasión en su tono, solo una fría y calculada revelación.
"Estaba interrogando a un seguidor de La Raíz, Taeju," comenzó, la mención del nombre hizo que las expresiones de Kun y DoYoung se tensaran aún más. "Intentó llevarse a Jeno. Así que hice un trato con él. Le di protección. Y él... él me da información a cambio."
Miró a los ojos de cada uno, la verdad saliendo de sus labios con una frialdad desapasionada que heló la sangre de la habitación.
"Ahora lo sé. El ritual. El ritual que mis padres estaban realizando esa noche, la noche de la redada... era el mismo ritual que hicieron cuando Injun, mi hermano, aún estaba vivo."
Un murmullo de shock recorrió la habitación, un sonido ahogado de incredulidad que se hizo eco en el silencio. Los profesores intercambiaron miradas de desconcierto. Nadie, ni una sola persona fuera de La Raíz, había conocido la existencia de Injun. La verdad, pronunciada con esa voz tan fría, era más impactante que cualquier maldición.
Doyoung fue el primero en romper el silencio. Su voz era un susurro roto, casi un gemido.
"¿De qué hablas, Renjun? Nunca mencionaste tener un hermano."
Kun lo miró, su mente luchaba por procesar lo que acababa de escuchar.
"No conocíamos su existencia." Su tono era una mezcla de asombro y de una naciente ira. Había algo más que solo la sorpresa en sus ojos; había un sentimiento de traición.
El silencio de Renjun fue la única respuesta. Un silencio que lo decía todo, y que a la vez no decía nada. Un silencio que era un abismo de verdades ocultas. Los profesores pensaron que lo sabían todo sobre Renjun, pero esta revelación los hizo dudar. A lo largo de su tiempo con ellos, él nunca había mencionado a un hermano, nunca había hablado de un familiar a parte de sus padres, nunca había hablado de nada que no fuera lo que necesitaba para sobrevivir.
"Es... es imposible," susurró Doyoung, su rostro pálido. "No hay registros. El Ministerio lo hubiera sabido. Lo habríamos sabido."
Kun se levantó, su voz era tensa, y un nerviosismo helado se extendió por la habitación.
"Renjun, esto no es un juego. Nos mentiste cuando te interrogamos hace meses. Si hubieras dicho algo, si hubiéramos sabido..." Su voz se apagó, pero la implicación era clara: la mentira de Renjun había puesto a todos en peligro. Y la pregunta que flotaba en el aire era, ¿por qué? ¿Qué otra cosa había ocultado?
El silencio de Renjun fue la única respuesta, pero Kun no lo aceptaría. Sus ojos, llenos de una mezcla de frustración y furia, perforaron a Renjun. La implicación de un hermano, de un ritual, era demasiado para ignorar.
"¿Qué pasó con él?" la voz de Ten se quebró al pronunciar esas palabras. "¿Qué pasó con tu hermano, Renjun?"
Renjun se hundió más en la silla, como si el peso de esas palabras lo estuviera aplastando. El recuerdo de Injun era un dolor antiguo, enterrado bajo capas de indiferencia y autocontrol. Ahora, la herida se abría de nuevo, y Renjun sintió un dolor tan agudo que le hizo jadear. No podía responder, no podía verbalizar la verdad. La historia de Injun era demasiado dolorosa, demasiado personal.
"¿Que pasó Renjun?" Preguntó está vez el ministro impaciente.
Taeyong se dio cuenta del dolor de Renjun, y una expresión de piedad se dibujó en su rostro.
"Kun, espera," dijo moviendo su mano. "Renjun..." Pero su voz se desvaneció, sin saber qué decir.
"¿Qué esperas que haga?" dijo, la mirada de Kun hacia Renjun no era de odio, sino de una frustración desesperada. "Hay un hermano muerto en algún lugar y no sabemos nada. No podemos ayudar si él no nos deja."
"Solo deben saber que está muerto," dijo Renjun, su voz era un susurro roto. "No hay nada más que deban saber de él."
La habitación se quedó en silencio. Kun y Taeyong se miraron, sus rostros llenos de dolor, de frustración. El silencio de Renjun era una barrera que no podían traspasar. No podían ayudarlo si él no quería ser ayudado.
Kun rompió el silencio primero. Su voz, antes llena de rabia, ahora era un susurro frío y lleno de horror. Se puso de pie, su mente trabajando a una velocidad vertiginosa, conectando las piezas del rompecabezas. El ritual. Injun. Su muerte.
"El ritual que estaban haciendo tus padres... el que detuvimos..." Hizo una pausa, la implicación era tan terrible que casi no podía decirlo. "¿Fue eso lo que mató a tu hermano?"
Los ojos de Renjun se cerraron. Su rostro se puso pálido. Y en la oscuridad de su mente, el recuerdo del ritual de la noche que perdió a Injun lo abrumó. No podía hablar. No podía verbalizar la verdad. La culpa lo abrumaba.
Taeyong se dio cuenta de lo que Kun estaba a punto de preguntar, y una expresión de horror se dibujó en su rostro.
"Kun, no," susurró. "Él... no.. no lo hagas."
Pero Kun no lo escuchó. Sus ojos no se apartaron de Renjun.
"Renjun, por favor. ¿Fue el ritual? ¿Fue lo que mató a tu hermano?"
Renjun abrió los ojos. Miró a Kun, a Taeyong, fue un solo movimiento, un asentimiento de su cabeza, que confirmó los peores temores de Kun. Renjun no había hablado, pero la verdad resonó en la habitación, más fuerte que cualquier grito. El ritual de sus padres, el que ellos habían estado intentando realizar, no era un simple ritual oscuro. Era un asesinato. Y sus padres, su propia sangre, lo habían matado.
El asentimiento de Renjun fue el golpe de gracia. La verdad era tan atroz que dejó a Kun y Taeyong sin palabras. Se quedaron de pie, paralizados, mirando a Renjun con una mezcla de horror y piedad. No eran solo los padres de Renjun. Eran asesinos. Y su propio hijo, su propia sangre, había sido su víctima.
"Esto... esto es una locura," susurró Taeyong, su rostro estaba pálido, y su voz era temblorosa. "No hay palabras para esto. Matar a tu propio hijo... Es... simplemente horrible."
Doyoung asintió, su voz era un susurro roto.
"No lo entiendo. Ya sabíamos que eran monstruos, pero esto... esto nos demuestra que son incluso peores de lo que pensábamos. No tienen remordimiento. ¿Cómo puede alguien hacer eso? Es inhumano."
Renjun no pudo decir nada. Quería responder, quería explicarlo, pero su garganta se cerró. El peso de las palabras que debía decir era demasiado. No pudo hablar, y no pudo llorar. Había pasado años lidiando con esta verdad en soledad.
El silencio era una barrera inquebrantable, pero la voz de Renjun, ronca y baja, finalmente la rompió. Las lágrimas no corrían por sus mejillas, pero su dolor era palpable en la forma en que su garganta se cerraba con cada palabra.
"Cuando interrogué a Taeju," comenzó, su voz era apenas un susurro. "Me dijo que la sangre de unicornio era un ingrediente en el ritual de la redada. Y ahí lo supe."
Taeyong, Doyoung y Kun se miraron, la comprensión llenando sus ojos. El ritual. La sangre de unicornio. La muerte de Injun. Todo encajaba.
"¿Esa fue la confirmación?" preguntó el profesor Jhonny, su voz era un susurro. "La sangre de unicornio fue la confirmación de que tus padres no estaban haciendo otro ritual. Sino el mismo."
Renjun asintió, sus ojos llenos de un dolor conocido. La verdad, aunque no verbalizada, era clara. El ritual que estaban a punto de realizar era el mismo que había matado a su hermano. Y la sangre de unicornio era la prueba. La única prueba que necesitaba para saber que estaba en lo correcto.
"La sangre de unicornio y los cuerpos de magos y muggles," continuó Renjun, su voz sin una pizca de emoción, como si recitara una fórmula macabra. "No era al azar. La sangre de unicornio es un catalizador inmensamente poderoso para la magia oscura, capaz de canalizar y amplificar energías. Los cuerpos de magos, por sus núcleos mágicos, y los de muggles, por su energía vital bruta... Querían absorber el poder mágico de los núcleos de todas esas personas, magos y, sí, muggles, para obtener energía vital. Querían obtener algo parecido a lo que lograron con el ritual con Injun."
Se detuvo, permitiendo que la gravedad de sus palabras se asimilara. Renjun sintió una punzada de dolor al tener que hablar de su hermano, pero sabía que era necesario. Le resultaba difícil, la garganta seguía apretada y físicamente le costaba, era extraño, pero lo hizo.
"Solo que ese ritual, el que realizaron con Injun," su voz se hizo más tenue por un instante, "se hizo bajo condiciones únicas. Una luna roja, que no ocurre en 150 años, yo era muy pequeño." Renjun hizo una pausa, sus ojos brillando con una luz oscura. "Ese fue un evento cósmico que amplificó exponencialmente el poder absorbido. Ese ritual logró hace años quitarle no solo el poder mágico a Injun, sino también matarlo. Y yo... recibí todo ese poder."
La revelación cayó como una bomba. Renjun, un niño que se suponía que había sufrido un trauma, era en realidad el receptor de un poder inimaginable, el resultado de un ritual macabro que había cobrado la vida de su propio hermano.
No había nada que decir. Las piezas del rompecabezas que habían estado tratando de armar durante meses, finalmente encajaron.
Kun miró a Renjun, y en sus ojos ya no había frustración, sino un horror helado. La verdad era más terrible de lo que jamás hubiera imaginado. Renjun no solo era una víctima; era un arma, un experimento que se salió de control.
En la sala, el ambiente era tenso, la revelación era demasiado para asimilar. El Renjun que habían conocido, el chico frío y distante, se había convertido en un misterio aún mayor, un enigma forjado en la oscuridad y la tragedia. La lucha contra la Raíz no era solo una guerra mágica. Era una guerra personal, con un precio que ya había sido pagado con la vida de un niño.
El Ministro Kun, con la voz ahogada, preguntó inseguro.
"¿Qué tan... qué tan poderoso eres, Renjun?"
Renjun lo miró directamente.
"Puedo hacer hechizos no verbales y sin varita," afirmó, la verdad de sus palabras resonando en la habitación. "Uso la varita por costumbre. Por cortesía. Pero no la necesito."
Un silencio aún más profundo cayó sobre la sala. Lo que Renjun había dicho no era solo una declaración de habilidad, sino una afirmación de una realidad mágica que solo existía en leyendas. Los profesores Johnny y Jaehyun, que habían escuchado todo en silencio, se miraron con los ojos muy abiertos.
"¿Qué?" susurró Johnny, incrédulo. "Eso es... eso es imposible. Es una habilidad que se logra con años de práctica, si es que se logra. Y solo los magos más poderosos pueden hacerlo. Tú eres solo un niño."
Jaehyun lo miró, su mente trabajando a una velocidad vertiginosa. No lo veía como un simple niño con una habilidad rara. Veía un arma. Un arma que era el objetivo de la Raíz.
"No es solo una habilidad, Johnny," dijo Jaehyun, su voz era un susurro. "Es una habilidad que viene de un ritual. El poder de un niño que ha sido absorbido y transferido. Esto no es solo magia, es magia oscura. Y es lo que buscan sus padres."
"El ritual funcionó, así que lo lograron." Susurró el chico con voz increíblemente tranquila.
Las palabras de Renjun hicieron que el ambiente en la oficina se tensara aún más. Los profesores y los Aurores se encogieron ligeramente, sus rostros pálidos. Un mago que podía manejar tal poder sin varita era una fuerza a tener en cuenta, una anomalía peligrosa.
Todos se sorprendieron ante las declaraciones de Renjun. Las preguntas comenzaron a surgir, atropellándose unas a otras en la densa atmósfera.
"¿Cuándo fue ese primer ritual, el de Injun?" preguntó el Auror Doyoung, su voz tensa.
"¿Por qué sus padres querrían repetir algo tan... monstruoso?" inquirió el profesor Ten, con el ceño fruncido.
Renjun respondió, su voz fría y clara, una que no contenía una pizca de emoción. Era el tono de un narrador de historias de terror.
"El primer ritual, el de Injun, fue hace muchos años, cuando era un niño muy pequeño. Teníamos 10 años." Miró directamente al Ministro Kun, con los ojos vacíos, como si viera un fantasma. "Mis padres... Querían poder. Estaban extasiados con el poder que absorbí, y asumo que creían que al realizar el ritual de nuevo, mi madre podría absorberlo, ella sería la receptora del poder, pero supongo que algo salió mal. La conexión no se pudo completar del todo." Hizo una pausa, la implicación helada. "Y probablemente, al intentar absorber el poder esa noche, fue cuando ustedes, los Aurores, llegaron. La confusión, la interrupción del ritual... aunque eso no explica por qué fui encontrado bajo el Maleficio Imperius. Es la única parte que no entiendo, se que algo me falta, pero todo lo demás calza."
La sala guardó silencio, asimilando la impactante explicación. La verdad era más retorcida y personal de lo que cualquiera hubiera imaginado.
El silencio en la oficina del director era elocuente, cargado con el peso de las verdades reveladas por Renjun. La imagen de un niño, concebido y criado para ser un mero conducto de poder, era una píldora amarga de tragar para todos los presentes.
El director Taeyong, conmovido por la fría confesión, rompió el tenso mutismo. Su voz era suave, casi un lamento.
"¿Es que... es que tus padres no tienen empatía acaso, Renjun? ¿Por qué hacer un ritual así con sus propios hijos? Yo pensé que, aunque fueran monstruos, amarían a sus propios hijos."
Una sombra de sarcasmo cruzó el rostro de Renjun, fugaz como una chispa en la oscuridad.
"No fui concebido por amor, director," respondió, su voz desprovista de emoción. "Mi único propósito era ser el canalizador para el poder que obtendría la raíz cuando fuera el momento. Un simple recipiente." La frialdad con la que pronunció esas palabras contrastaba brutalmente con la compasión en los ojos de los profesores, quienes lo miraban con distintos grados de tristeza y dolor. Algunos incluso parecían sentir lástima, una emoción que Renjun no creía merecer.
El Ministro Kun, recuperándose del impacto, frunció el ceño.
"¿Por qué dejaste escapar al lobo, Renjun, es debido a que te dio la información? Un seguidor de La Raíz es demasiado valioso para dejarlo ir."
Renjun inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos fijos en el Ministro.
"Porque ahora Taeju trabaja para mí, Ministro. Es mi informante. Me enteraré de lo que pasa en la manada de Sungmin."
Kun lo miró con escepticismo, negando con molestia.
"¿Y para qué necesitas saber eso? El Ministerio tiene sus propios métodos."
Renjun ignoró la pregunta del Ministro, su mirada se dirigió directamente al Auror Doyoung, sus ojos penetrantes con duda.
"Auror." Dijo, sin rodeos. "¿Sungmin marcó a Jeno? ¿Y qué le pasó?"
Doyoung se tensó visiblemente, sorprendido por la pregunta directa y por el conocimiento de Renjun. Su rostro, normalmente impasible, mostró una fisura de dolor.
"Jeno... Jeno es mi sobrino," reveló, la voz apretada. Esa información, a su vez, sorprendió a Renjun, quien asimiló el dato rápidamente. "El maldito licántropo," continuó Doyoung, un odio palpable en su voz, "atacó a mi hermana, la madre de Jeno, intentando llevárselo. Ella lo protegió, lo mantuvo a salvo. Murió... pero Jeno vivió. Solo que quedó con la marca de Sungmin en su núcleo mágico." El Auror respiró hondo, conteniendo la rabia. "Y como tú mismo sabes, Renjun, Sungmin siempre vuelve por sus víctimas. Siempre regresa a reclamar lo que cree suyo."
Renjun asintió lentamente, la pieza final de su propio rompecabezas encajando con la historia de Jeno. El panorama general ahora era dolorosamente claro: Jeno estaba ligado a Sungmin por una marca, y Renjun estaba ligado a La Raíz por sangre y por poder.
"Dejé libre a Taeju para saber los pasos de Sungmin," Renjun respondió, sus ojos fríos pero firmes. "Para anticiparme. Para proteger a Jeno." Su voz era una promesa, un juramento inquebrantable nacido de la oscuridad compartida y la sorprendente empatía que sentía por el Hufflepuff.
El peso de las verdades reveladas por Renjun se posó pesadamente en la oficina del director. La imagen de un niño, concebido para ser un conducto de poder, y el relato de un ritual macabro, dejaron a todos los presentes en un estado de shock. La confesión del vasto poder de Renjun, y su audaz reclamo sobre Jeno, pintaban un cuadro complejo.
El profesor Johnny, con el rostro aún pálido por la escena en el Bosque Prohibido, asintió, corroborando las palabras de Renjun.
"En todo momento," Reafirmó Johnny, su voz grave, "Renjun protegió a Jeno. Incluso cuando Jeno mismo no se había dado cuenta del peligro inminente, ni yo, Renjun ya estaba actuando."
Doyoung, sus ojos, antes fríos, ahora suavizados por una gratitud inusual, miró a Renjun con los labios apretados y el cuerpo tenso.
"Gracias, Renjun," dijo, su voz teñida de una sinceridad que pocos hubieran esperado de él.
Renjun no la reconoció. No asintió. No lo hacía por él, ni por gratitud. Su mirada permaneció fija en el Ministro Kun, un pozo de seriedad inquebrantable. Kun se sorprendió al ver a Renjun tan inmutable, tan impasible, después de todas las confesiones y verdades aterradoras que había desvelado.
"¿Me llevarán a Azkaban ahora?" preguntó el chico, su voz sin inflexión, la pregunta tan directa como un golpe. "¿Por el Maleficio Cruciatus?"
Kun lo miró fijamente, su expresión de preocupación profunda. Después de un momento de silencio, negó con la cabeza.
"No, Renjun," dijo el Ministro, su voz grave. "No te llevaremos a Azkaban." Hizo una pausa, su mirada se encontró con la de Renjun. "Protegiste a un compañero. Fue en legítima defensa. Y la información que has traído... es de vital importancia para el Ministerio."
La declaración de Kun sorprendió a Renjun. Una leve chispa de algo parecido a... ¿alivio? o quizás simplemente asombro, cruzó sus ojos. Había esperado la condena, la prisión. Pero no dijo nada más, simplemente asimiló el veredicto inesperado.
La sala de la oficina del director permaneció en un silencio cargado tras las últimas palabras del Ministro Kun. La decisión de no enviar a Renjun a Azkaban, a pesar del uso de una Maldición Imperdonable, sorprendió a todos, incluyendo al propio Renjun. Era un reconocimiento tácito de la compleja y peligrosa realidad que representaba, y al mismo tiempo le daba a Renjun una mirada general de como pensaba el ministro.
Para sorpresa de Renjun, los demás en la habitación asintieron, una mezcla de alivio y resignación en sus rostros. No hubo más preguntas, ni acusaciones.
"Ve a descansar, Renjun," dijo el director, su voz más suave ahora. "Hemos escuchado suficiente por hoy."
La sorpresa cruzó fugazmente el rostro de Renjun. Había esperado un interrogatorio más largo, castigo, encierro. Pero esta era una oportunidad inesperada. Se puso de pie, su porte aún tenso, pero su mente ya procesando la siguiente prioridad.
"¿Dónde está Jeno?" preguntó Renjun, su voz seca pero con una pizca de la preocupación que sentía.
El profesor Ten respondió, su voz suave. "En la enfermería. Estaba... demasiado tenso, y con un poco de estrés. Lo están revisando."
Renjun asintió, la información grabándose en su mente. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se retiró de la oficina, dejando atrás las miradas perplejas del Ministro, la Auror y los profesores. El pasillo, aunque más silencioso, aún parecía reverberar con el eco de las verdades que había desvelado. Su mente ya estaba en la enfermería, y en lo que vendría después.
Renjun se alejó de la oficina del director, las voces de la reunión desvaneciéndose detrás de él. La inesperada clemencia del Ministro y la extraña tregua le daban un respiro, pero su mente ya estaba fijada en Jeno.
No se dirigió directamente a la enfermería, sino que esperó, oculto por un hechizo Desilusionador, observando desde la distancia como Haechan, Mark, Jisung y Chenle entraban al lugar con rostro preocupados, y como horas después salían mas tranquilos, observo todo hasta que los pasillos se vaciaron y el toque de queda se impuso. Solo entonces, disipando el hechizo brevemente para entrar, se deslizó en la enfermería, viendo a Jaemin junto a la cama de Jeno, la mano del Hufflepuff entrelazada con la suya, la cabeza de Jeno apoyada en la almohada y la de Jaemin en su pecho sin apartar su mirada de él.
Renjun no disipó el hechizo Desilusionador por completo. Permaneció como una sombra, observando la escena. No quería intervenir hasta que fuera el momento adecuado. No pasó mucho tiempo antes de que la enfermera se acercara a la cama de Jeno, con las manos en las caderas y una expresión de cansancio.
"Joven Jaemin," dijo la enfermera, su voz severa pero con un tono subyacente de resignación. "Sabes bien que el toque de queda ha pasado y que los visitantes deben irse. El paciente necesita descansar. Mañana podrás volver a verlo."
Jaemin levantó la vista, sus ojos firmes y llenos de determinación.
"No voy a irme, señora," respondió con voz tranquila pero inquebrantable. "Jeno necesita compañía. Se quedó aterrado hoy. No lo dejaré solo."
La enfermera suspiró ruidosamente, rodando los ojos con una mezcla de exasperación y comprensión. Sabía que discutir con Jaemin era una batalla perdida, especialmente cuando se trataba de Jeno. Con un movimiento de cabeza, se dio la vuelta y se marchó, dejándolos solos.
Fue entonces, con la enfermera fuera de la vista y la calma establecida en la enfermería, que Renjun dio un paso adelante, aún envuelto en el velo del hechizo Desilusionador. Su figura se hizo apenas perceptible, una ondulación en el aire, a medida que se acercaba a la cama de Jeno. Observaba a los dos chicos, su presencia una sombra invisible en el borde de su percepción.
La negativa de Jaemin a abandonar a Jeno no lo sorprendió; la lealtad del Ravenclaw era legendaria. En el aire de la enfermería flotaba un silencio sagrado, roto solo por el suave susurro de las sábanas. La mano de Jaemin aún estaba firmemente entrelazada con la de Jeno, un ancla en la oscuridad de la enfermería.
La tensión que había atenazado a Jeno durante horas comenzó a aflojarse, liberada por la presencia de su amigo. Se removió ligeramente, sus ojos se abrieron y miraron a Jaemin.
"Jaemin..." la voz de Jeno era un susurro ronco, apenas audible.
El Ravenclaw apretó su mano con suavidad, su mirada llena de una ternura infinita.
"Estoy aquí, Nono. No te preocupes. No me iré."
Una lágrima solitaria se deslizó por la sien de Jeno.
"Lo vi, Jaemin," musitó, su voz cargada de un trauma fresco. "Vi a Taeju. Él... él tenía esos ojos. Vacíos. Fríos, los mismos que Sungmin." Un escalofrío le recorrió la espalda. "Si Renjun no hubiera estado ahí, él... él me habría llevado."
Jaemin sintió el miedo de Jeno en la opresión de su agarre. Se inclinó y le acarició el cabello con ternura.
"Lo sé, Jeno. Lo vimos todos. Fue... fue terrible. Pero estás a salvo ahora. Él no te hará daño." Su tono era tranquilizador, pero sus propios ojos reflejaban el shock de lo que había visto. "Escúchame, ¿sí? Los chicos ya se fueron. Estás a salvo. Puedes llorar, si quieres. No tienes que ser fuerte ahora."
Las palabras de Jaemin fueron el permiso que Jeno no sabía que necesitaba. Un sollozo desgarrador escapó de su garganta, y las lágrimas que había reprimido toda la noche finalmente se liberaron. Se escondió en los brazos de Jaemin, que lo abrazó con fuerza. Y en el silencio de la enfermería, Jeno lloró por la pesadilla que había vivido, mientras Jaemin lo abrazaba con todo su ser.
Jeno se quedó en silencio por un largo rato, su respiración agitada se fue calmando poco a poco. Cuando finalmente se apartó un poco, sus ojos estaban enrojecidos pero la tormenta había pasado. Jaemin lo miró, y con una sonrisa suave, le secó las lágrimas con el pulgar.
"Mejor, ¿no?" susurró Jaemin. "Un buen llanto siempre ayuda."
Jeno asintió, su voz aún era un hilo tembloroso.
"Sí. Lo necesitaba." Se quedó en silencio, perdido en sus pensamientos. Luego, su mirada se desvió hacia la figura de Renjun en la distancia, por un momento creyó que podía verlo, pero Renjun estaba seguro que no, solo era su imaginación. "Estoy tan agradecido con Renjun," Jeno continuó, la voz cargada de emoción. "Me salvó, Jaemin. Me salvó de Taeju. Él dijo que estoy bajo su protección." Una mezcla de asombro y alivio inundó sus facciones. "Pero me confunde... ¿por qué dijo eso si ni siquiera nos habla?"
Jaemin miró a Jeno, que seguía llorando un poco, inamovible, como una estatua.
"No lo sé, Nono," dijo, su voz era un susurro. "Pero algo me dice que el Renjun que vemos es solo una parte de él. Que hay algo más. Una razón por la que actúa así."
"¿Crees que podríamos saberlo?" preguntó Jeno, su voz llena de una nueva esperanza. "Si podemos hablar con él..."
Jaemin le acarició el hombro, su mirada se mantuvo fija en el chico de cabello azul.
"Quizás," dijo, su voz era suave pero firme. "Pero no será fácil. Honestamente, tampoco lo entiendo del todo. Pero... podemos preguntar."
Jeno lo miró, sus ojos ampliados por la sorpresa.
"¿Realmente podemos preguntarle a Renjun?"
Jaemin frunció el ceño ligeramente, su expresión pensativa.
"Sé que es difícil acercarse a él. Pero creo que Renjun es amable, Jeno. Lo vi el otro día con las lechuzas, cuando las estaba cuidando. Tenía una forma tan delicada de tratarlas."
"Sí," Jeno asintió, recordando. "Y Jisung nos dijo que Renjun lo defendió cuando unos de Slytherin se metieron con él. Fue antes de que alcanzará a encontrarse con Chenle."
"Exacto," susurró Jaemin. "No lo sé, Nono. Pero un chico que cuida a las lechuzas y defiende a un niño que no conoce... no es solo un chico distante. Creo que hay algo más ahí. Algo que no nos ha mostrado."
Las palabras de Jaemin y la sincera gratitud de Jeno, dichas con tal convicción, conmocionaron a Renjun en su estado de invisibilidad. Él, el chico que había sido moldeado por la oscuridad y la falta de afecto, sentía una punzada de emoción desconocida. La idea de que alguien pudiera verlo como un salvador, y no como el monstruo que las circunstancias lo habían forzado a ser, era una revelación. Se sintió conmovido, una sensación extraña y casi abrumadora.
Jeno asintió, las lágrimas mojando la túnica de Jaemin. Se aferró a su amigo, encontrando consuelo en la cercanía de alguien que lo aceptaba incondicionalmente. La enfermería se sumió de nuevo en el silencio, roto solo por la respiración agitada de Jeno y el suave roce de la mano de Jaemin en su espalda.
Renjun lo escuchó todo. Sus palabras de ingenuidad, de confianza, de su percepción de él como "amable". La profunda conexión entre ellos era palpable, un lazo que Renjun, en su soledad, solo había anhelado. Pero al mismo tiempo, la oscuridad dentro de él le susurró. Esta era una burbuja de luz que no le pertenecía. Su presencia solo podría contaminarla. Él era un problema, un recordatorio de un peligro que Jeno y Jaemin aún no comprendían del todo.
La pequeña chispa de emoción que había sentido Renjun se extinguió tan rápido como apareció. Su visión del mundo, marcada por el trauma y la manipulación, lo llevó a una conclusión dolorosa. Estaba interrumpiendo, estorbando. Su presencia, incluso invisible, era una intrusión en ese momento de consuelo puro entre amigos.
Con la misma quietud con la que había entrado, Renjun se dio la vuelta. La enfermería, con Jeno y Jaemin en su burbuja de afecto, se convirtió en un cuadro dolorosamente inalcanzable. Permaneciendo bajo el hechizo Desilusionador, Renjun se retiró del lugar. No dejaría ninguna señal de su presencia. Su percepción, tan profundamente marcada por la oscuridad en su interior, le hizo creer que era lo mejor. Se desvaneció en la noche, dejando a Jeno y Jaemin solos con su consuelo. Aunque en lo más profundo de su corazón quería quedarse con ellos.
Quería acompañarlos y quizás también, tomar la mano de Jeno y abrazarlo junto a Jaemin.
Chapter 8: El Eco del Miedo
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Renjun volvió a sus rutinas diarias en Hogwarts, un fantasma silencioso en los pasillos, pero la normalidad era solo una ilusión. La escena en el Bosque Prohibido, el grito desgarrador de Taeju y la imperturbable figura de Renjun, habían calado hondo. Los rumores se extendieron como la pólvora por el castillo, susurrados en los Grandes Comedores, en las aulas, en los dormitorios.
Ahora, los estudiantes se apartaban de él con una velocidad casi instintiva. Las conversaciones cesaban abruptamente a su paso. Las miradas, antes curiosas o indiferentes, se habían transformado en un miedo palpable. Los murmullos lo seguían, palabras como "Cruciatus", "tortura", "La Raíz", "Huang", se tejían en una oscura narrativa alrededor de su nombre. Incluso los Slytherins, antes cautelosos, ahora mantenían una distancia respetuosa, casi temerosa.
Renjun, que siempre había sido un solitario, se encontró más aislado que nunca, una figura a la que todos evitaban. Su reputación se había solidificado: era poderoso, incomprensible, y peligrosamente diferente.
El Gran Comedor bullía con el habitual estruendo del desayuno, pero para Renjun, el ambiente era diferente.
Mientras se dirigía a la mesa de Slytherin, sus oídos, agudizados por su magia y su constante estado de alerta, captaron fragmentos de conversación. Escuchó a Chenle y Mark animadamente discutir qué iban a comprar en Hogsmeade, sus voces llenas de la despreocupación típica de los estudiantes.
Al sentarse, la familiar sensación de una mirada lo invadió. Era Jisung. Renjun levantó la mirada, preparado para ver el habitual miedo o la evitación. Sin embargo, para su sorpresa, Jisung no apartó la mirada. En su lugar, le ofreció una pequeña sonrisa, casi tímida. Renjun alzó una ceja imperceptiblemente, la curiosidad picándolo. ¿Por qué ese cambio? Pero no profundizó en ello, volviendo a su plato con la misma indiferencia de siempre.
Estaba a punto de terminar de comer cuando otra sorpresa lo sacudió. Una voz, clara y directa, lo interrumpió.
"¿Vas a Hogsmeade también?"
Renjun se sobresaltó. Levantó la vista, buscando la fuente de la voz. Al principio, pensó que se dirigían a alguien más, pero claro no había nadie a su alrededor, nunca había nadie.
Era Chenle, de pie junto a su mesa, con una expresión inusualmente seria en su rostro. Renjun se recompuso rápidamente, la sorpresa oculta tras su habitual máscara de frialdad.
"No lo sé," respondió Renjun, su voz un poco más baja de lo normal. "No sé si me dejarán salir del castillo." La sombra de su reciente 'conversación' con el Ministro Kun y la Auror Doyoung aún pesaba sobre él.
"Deberías ir," dijo Chenle, sus ojos brillantes con convicción. "A todos nos haría bien un tiempo libre. Después de todo, debes sentirte estresado."
Renjun se sorprendió. ¿Estrés? La palabra, tan mundana, sonaba extraña al describir la vorágine de su existencia. No sabía cómo reaccionar a esa inesperada empatía, pero asintió.
"No espero realmente que me dejen salir de los alrededores del castillo," admitió Renjun, su voz reflejando su escepticismo. "Y, además, estoy seguro de que nadie me dejará entrar en las tiendas."
Chenle no mostró ni una pizca de lástima. En cambio, una chispa de desafío apareció en sus ojos.
"Si esos idiotas no te dejan pasar," dijo con una firmeza sorprendente, "nosotros te compraremos los dulces que quieras. No te preocupes por eso."
La oferta, tan simple y directa, desarmó a Renjun. La genuina preocupación de Chenle, desprovista de miedo o juicio, era algo que rara vez había experimentado.
"Nunca me esperé una oferta así de un estudiante de aquí", admitió Renjun, su voz mostrando un atisbo de asombro. Al girar su cabeza para ver al grupo de Chenle, pudo ver a Mark, Jisung y Haechan sentados un poco más allá, y ninguno de ellos lo miraba con miedo. Sus expresiones eran de curiosidad, quizás un poco de cautela, pero no el terror que había visto en el resto del comedor.
Renjun asumió que era por Jeno. Él debió haberles dicho que Renjun le había dejado claro a Taeju que tanto él como sus amigos estaban bajo su protección. Ese pensamiento, el de ser un protector, contrastaba extrañamente con la oscuridad que sabía que albergaba. Y la ausencia de miedo en los ojos de esos estudiantes, a pesar de lo que habían presenciado, era un fenómeno completamente nuevo para él.
Renjun miró a Chenle, un torbellino de emociones complejas dentro de él. La oferta era tentadora, la idea de un momento de normalidad, de conexión, algo que había estado fuera de su alcance durante tanto tiempo. La falta de miedo en el rostro de Chenle, la genuina preocupación, le hizo dudar de su habitual frialdad.
Sin embargo, su instinto de aislamiento, forjado por años de trauma y la creencia de que era un peligro para cualquiera que se le acercara, aún era fuerte.
"Agradezco tu oferta, Chenle," dijo Renjun, su voz más suave de lo que esperaba. No era una aceptación rotunda, pero tampoco un rechazo. Era un reconocimiento de la amabilidad, un pequeño paso en un territorio desconocido.
Su mirada se desvió un instante hacia el grupo en su mesa, antes de volver a su plato. La idea de depender de alguien, incluso para algo tan trivial como dulces, era ajena a su naturaleza solitaria, pero la calidez inesperada de la oferta de Chenle resonó en él.
Justo en ese momento, la entrada del Gran Comedor se abrió. Jeno y Jaemin aparecieron, caminando juntos.
A Renjun no le sorprendió ver a Jaemin a su lado; sabía que el Ravenclaw habría pasado la noche en la enfermería acompañando al chico de cabello azul. Los observó caminar, un par de figuras unidas por una lealtad inquebrantable, hasta la mesa donde estaban Haechan y los demás.
Cuando se sentaron, Jeno y Jaemin levantaron la vista. Sus ojos se fijaron en la mesa de Slytherin y en la figura de Chenle conversando con Renjun. Ambos parecieron sorprendidos, intercambiando una conversación silenciosa a través de miradas y pequeñas inclinaciones de cabeza con Chenle. Quien finalmente, se giró nuevamente hacia Renjun, una expresión resuelta en su rostro.
"No te quedes ahí solo, Renjun," dijo Chenle, su cabello rubio caía a la altura de sus ojos, su voz tranquila pero firme. "Sabes que puedes sentarte con nosotros si quieres. Y lo de Hogsmeade, en serio, no es broma." La invitación directa, la oferta de inclusión, golpeó a Renjun de una manera que pocas cosas lo habían hecho.
Renjun miró a su alrededor. Podía sentir las miradas curiosas y cautelosas de los otros estudiantes, todos pendientes de la inusual interacción entre él y el grupo.
Si aceptaba la invitación, solo confirmaría los rumores, y la sombra de su 'maleficio' podría manchar la reputación de sus nuevos, y sorprendentemente amables, conocidos.
Negó con la cabeza, una decisión impulsada por un instinto protector.
"Gracias, Chenle," dijo Renjun, su voz casi inaudible sobre el bullicio del comedor. Se levantó de su asiento. Pero antes de marcharse, impulsado por una sinceridad rara y profunda, alargó una mano y revolvió el cabello de Chenle con un gesto inesperadamente suave, un atisbo de conexión que solo ellos dos percibieron. Luego, sin mirar atrás, se dirigió hacia la salida del Gran Comedor.
"¡Hey, Renjun!" gritó Chenle, su voz elevándose por encima del murmullo general, una mezcla de frustración y una pequeña sonrisa. "¡Los dulces de Hogsmeade! ¡Va en serio!"
Renjun no se detuvo. Sin volverse, levantó una mano brevemente en un gesto de reconocimiento silencioso, sin llegar a mirar a Chenle. Y continuó su camino, la figura solitaria desvaneciéndose entre la multitud, dejando tras de sí a un grupo de estudiantes atónitos y a un misterio creciente en los pasillos de Hogwarts.
Renjun continuó su camino por los pasillos, el bullicio del Gran Comedor desvaneciéndose detrás de él. La sensación extraña de la interacción con Chenle y su grupo aún flotaba en el aire, una punzada de algo que no podía nombrar. Llegó a su siguiente clase, la de Defensa Contra las Artes Oscuras. La puerta estaba abierta y el aula vacía, salvo por la figura imponente del profesor Johnny.
Renjun era el primero en llegar, lo cual no era inusual. El profesor Johnny estaba organizando pergaminos en su escritorio, su expresión aún un poco tensa por los eventos del día anterior. Fue él quien había presenciado el enfrentamiento en el Bosque Prohibido y quien había llevado a Jeno a la enfermería. Sus ojos se encontraron con los de Renjun cuando este entró.
"Buenos días, Renjun," dijo el profesor Johnny, su voz grave pero sin la severidad de la oficina del director. Hizo una breve pausa, evaluando al Slytherin. "Alguna novedad después de lo de ayer... ¿Sabes cómo está Jeno?" Su pregunta era genuina, una mezcla de preocupación profesional y personal.
Renjun se detuvo junto a un pupitre, su rostro impasible.
"Sí," respondió con una franqueza que sorprendió al profesor. "Está en la enfermería. Jaemin se quedó con él toda la noche." Había una sutil, casi imperceptible, suavidad en su voz al mencionar a Jaemin.
El profesor Johnny asintió, una expresión de alivio cruzando su rostro.
"Me alegro de que tenga a alguien con él. Es un buen muchacho."
Un silencio momentáneo se instaló en el aula, roto solo por el susurro del viento contra los ventanales. Renjun rompió el silencio, su voz baja y pensativa.
"Profesor... hay algo más que quería preguntarle." Dudó por un instante, algo inusual en él. "Usted... ¿sabe algo sobre recuperar memorias?"
Johnny lo miró con cautela. Sus ojos se entrecerraron ligeramente. La pregunta era delicada, especialmente después de las revelaciones del día anterior.
"¿A qué te refieres, Renjun?"
"Sé lo que mis padres hicieron esa noche," Renjun continuó, ignorando la reticencia del profesor. "El ritual. La copia del que hicieron con Injun. Pero siento... siento que algo se me escapa. Como si hubiera más. Más oscuridad que aún no recuerdo."
El profesor Johnny dudó. La magia de la memoria era compleja y peligrosa, especialmente cuando se trataba de traumas profundos.
Había una razón por la que el Ministerio evitaba tales procedimientos si no eran estrictamente necesarios. Pero la persistencia en la mirada de Renjun, la urgente necesidad de saber, era palpable. Y después de lo que había presenciado, Johnny comprendió que Renjun ya estaba inmerso en una oscuridad que pocos podrían imaginar. Negarle la ayuda podría ser más peligroso.
Finalmente, Johnny asintió lentamente.
"Es un campo muy delicado, Renjun, y extremadamente peligroso si se hace sin la debida precaución," advirtió, su voz seria. "Pero sí, hay formas. Hechizos específicos, pociones avanzadas... pero no es algo que debas intentar solo, y no sin una supervisión experta. Hay riesgos de daño permanente a la mente si se hace incorrectamente."
Se apoyó en su escritorio, su mirada fija en Renjun.
"Si realmente crees que hay algo más que necesitas recordar para comprender lo que te sucedió, y lo que tus padres son capaces de hacer, entonces podemos ver qué opciones tenemos. Pero te advierto, la verdad puede ser más difícil de lo que imaginas."
Renjun solo asintió, su rostro inescrutable. La advertencia del profesor no lo disuadió. Quería saberlo todo, por doloroso que fuera, no parpadeó ante la advertencia del profesor Johnny sobre los peligros de recuperar memorias. Su rostro permanecía impasible, pero la determinación en sus ojos era inquebrantable.
"Lo sé," respondió Renjun, su voz baja y firme. "Y no me importa el riesgo. Sé que algo grande se me está escapando. Una parte crucial de lo que mis padres hicieron... y de lo que soy." Recordó las lecciones recientes. "El profesor Ten mencionó una vez a los Demiguises," mencionó, mirando a Johnny directamente. "Dijo que podían mostrar el futuro o el pasado, si uno sabía cómo mirarlos."
Johnny asintió, su expresión grave.
"Es una forma, sí. Los Demiguises tienen esa habilidad, pero son criaturas extremadamente raras y notoriamente difíciles de encontrar. Su invisibilidad natural los hace casi imposibles de rastrear, y menos aún de capturar. Y en tu posición, Renjun, dentro del castillo..."
Renjun comprendió la implicación sin que Johnny tuviera que terminar la frase.
"Lo sé," interrumpió, una amargura sutil en su voz. Sabía que Hogwarts, por más refugio que fuera, era también su propia prisión. Cada paso que daba era observado, cada movimiento controlado. Encontrar un Demiguise en esas condiciones, y sin salir de los terrenos, era una tarea imposible.
"Entonces, ¿cuáles son las otras formas?" preguntó Renjun, su mirada fija en el profesor. No había tiempo para métodos imprácticos. Necesitaba soluciones, por peligrosas que fueran.
Johnny se recostó en su silla, sus ojos fijos en Renjun. La seriedad en la mirada del muchacho era inquietante. No le cabía duda de que Renjun iría tras esas memorias con o sin su ayuda. Era mejor guiarlo.
"Existen otras vías, Renjun," comenzó Johnny, su voz bajando a un tono confidencial. "No son fáciles, ni seguras. Una de ellas es un hechizo de Legeremancia avanzada, pero no como la conoces."
Renjun inclinó la cabeza, indicando que escuchaba.
"Este es un hechizo antiguo, Renjun. Tan antiguo que muchos lo consideran olvidado, incluso prohibido. Requiere una inmensa concentración y, más importante aún, un poder mágico crudo y sin igual para penetrar las barreras más profundas de la mente, especialmente aquellas formadas por trauma y magia oscura. Es demasiado peligroso para conjurarlo por magos comunes. Un error, y podrías destruir la mente de la persona, o la tuya propia." Johnny hizo una pausa, sus ojos escudriñando los de Renjun. "La única razón por la que siquiera lo menciono... es porque tú posees ese poder."
El profesor Johnny sabía el riesgo que estaba tomando, pero la urgencia en Renjun era clara. La verdad de su pasado era una herida abierta, y si existía una forma de cerrarla, por peligrosa que fuera, Renjun la buscaría.
Renjun no dudó. La mención de un hechizo tan poderoso, uno que él, con su inmensa magia, podría conjurar, resonó profundamente.
"Enséñame," dijo, su voz apenas un susurro, pero cargada de una determinación inquebrantable.
Justo en ese momento, el estruendo de los pasos en el pasillo se hizo más fuerte. La puerta del aula se abrió de par en par y los estudiantes comenzaron a entrar, llenando rápidamente el espacio con su bullicio habitual. Renjun sintió una punzada de impotencia. Su oportunidad, el momento íntimo con Johnny, se escapaba.
El profesor Johnny, con una rapidez impresionante, captó la situación. Sin decir una palabra, sacó un pequeño trozo de pergamino de su escritorio y, con un movimiento casi imperceptible de su varita, susurró un hechizo. Dobló la nota cuidadosamente y, cuando Renjun pasó junto a él para sentarse en su pupitre, se la deslizó en la mano. Renjun sintió el sutil calor del pergamino y supo que estaba bajo un hechizo para que solo él pudiera abrirla.
El intercambio no pasó desapercibido para algunos de los estudiantes más observadores, que intercambiaron miradas curiosas. Sin embargo, Johnny los desestimó rápidamente.
"¡Atención, todos!" exclamó el profesor Johnny, su voz resonando por el aula. "Antes de comenzar la clase de hoy, quiero abordar lo sucedido ayer. Como muchos sabrán, hubo un incidente grave en el Bosque Prohibido que involucró a un hombre lobo." Sus ojos recorrieron la sala, deteniéndose brevemente en Jeno, quien aún se veía un poco pálido. "Quiero disculparme por la perturbación que esto causó y agradecer la rápida intervención de Renjun que, sin duda, evitó un daño mayor."
La mención de Renjun causó un murmullo entre los estudiantes, algunos aún temerosos, otros sorprendidos por el agradecimiento público.
"Desde ahora," continuó Johnny con seriedad, "les reitero la prohibición absoluta de adentrarse en el Bosque Prohibido o de acercarse a sus límites. La seguridad de todos es primordial." Con eso, el profesor se aclaró la garganta y, con una mirada significativa a Renjun, comenzó la clase con un tema relacionado con la defensa contra criaturas oscuras, una elección deliberada que no pasó desapercibida para el Slytherin.
Renjun, mientras tanto, se sentó en su pupitre, el pergamino oculto en su mano. La frustración por la interrupción se mezclaba con una nueva emoción: una curiosidad apremiante por el contenido de la nota. Cuando la clase se distrajo, Renjun desenrolló el pergamino con cuidado. En él, no había palabras, sino un dibujo esquemático del plano de la biblioteca, con una cruz marcada sobre la Sección Prohibida. Junto a la cruz, una pequeña "X" indicaba un estante específico, implicando la ubicación de un libro crucial.
La búsqueda de sus recuerdos había comenzado.
La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras transcurrió con una intensidad inusual. El profesor Johnny, aún con la grave atmósfera del día anterior pesando en el aire, se dedicó a un tema directamente relacionado con el incidente del Bosque Prohibido.
"Dadas las circunstancias recientes," comenzó Johnny, su voz resonando en el aula, "es crucial que todos comprendamos cómo defendernos de ataques como el que presenciamos. Los hombres lobo, en su forma transformada, son criaturas de inmensa fuerza y velocidad. Requieren una combinación de reflejos rápidos, conocimiento de sus debilidades y, en ocasiones, una gran dosis de coraje."
Johnny se movía por el aula, sus ojos escudriñando los rostros de sus alumnos. Hacía preguntas a cada uno, planteando escenarios hipotéticos basados en lo ocurrido.
"Señorita Park," dijo, mirando a una estudiante concentrada. "En una situación como la de ayer, si se encontrara con una criatura de esa magnitud, ¿cuál sería su primera línea de defensa?"
Minji, con una expresión seria, respondió con claridad.
"Un encantamiento de desarme rápido, profesor, para intentar quitarle cualquier objeto que pudiera usar. Inmediatamente después, un Impedimenta para ralentizarlo, y un Protego para protegerme mientras busco una salida o pido ayuda."
Luego, la mirada de Johnny se posó en otro estudiante.
"¿Señor Kim? ¿Qué medidas tomaría para protegerse y, quizás, a sus compañeros?"
Chaemin, con un aire más cauteloso, respondió.
"Primero, buscaría cubrirme detrás de algo sólido, profesor. Luego, intentaría lanzar un Petrificus Totalus desde la distancia, aunque sé que es difícil contra una criatura tan ágil. Si fallara, me centraría en distraerlo con un Distractio mientras mis compañeros y yo buscamos una ruta de escape segura, quizás usando Accio para mover objetos que lo bloqueen."
La tensión aumentó cuando Johnny se dirigió a Jeno.
"Señor Lee, usted estuvo en el centro de los acontecimientos. Si pudiera volver atrás, ¿qué cree que habría hecho diferente, o qué le habría sido útil?"
Jeno, aún con los ojos un poco cansados, pero con determinación, habló de la parálisis del miedo y la importancia de la presencia de ánimo.
"Creo que lo más importante habría sido no paralizarme, profesor," dijo Jeno con voz firme. "Si hubiera podido reaccionar, habría intentado un Stupefy o al menos un Reducto a algo cercano para crear una distracción y una oportunidad de huida. Y la cercanía de mis amigos... saber que no estaba solo habría ayudado a mantener la calma."
Johnny escuchó atentamente cada respuesta, corrigiendo, ampliando y fomentando el pensamiento crítico. La lección no era solo sobre hechizos, sino sobre supervivencia y la fría realidad de enfrentar peligros mortales.
"Todas estas son respuestas válidas en un duelo honorable, o contra criaturas impulsadas por el instinto," dijo Johnny, su voz grave, recorriendo la sala con la mirada. "Pero el hombre que vieron ayer, Taeju, era parte de La Raíz. Y en combates contra personas que son parte de La Raíz, no esperen que su contrincante deje que usen un simple Accio para mover un objeto o un Distractio para ganar tiempo. No hay reglas no escritas con ellos. No esperen que duden si están en el suelo."
Un murmullo de sorpresa recorrió la clase. Había ciertas reglas no escritas en el mundo mágico, códigos de conducta en los duelos, como no atacar a un oponente caído. La implicación de Johnny era que los seguidores de La Raíz operaban sin escrúpulos.
"Para que comprendan la brutalidad a la que podrían enfrentarse, y para comprobar lo que realmente se necesita," continuó Johnny, sus ojos deteniéndose en Renjun, "Renjun, tú estuviste allí. Dime, sin usar un Maleficio Imperdonable, ¿qué harías en una situación de vida o muerte contra un adversario como Taeju?"
Todos sabían lo que Renjun había hecho el día anterior, y el escalofrío que su acción había provocado. La pregunta de Johnny flotaba en el aire, cargada de una expectación tensa.
Renjun se enderezó, su expresión ilegible.
"Primero," comenzó, su voz monótona pero clara, "un impedimento que impacte en sus puntos de equilibrio o sus articulaciones, seguido de un silencio total para que no pueda pedir ayuda. Si se mueve, un encantamiento de atadura sobre sus extremidades. El objetivo es inmovilizar y silenciar rápidamente. Si intenta contraatacar con magia, un encantamiento reflector que devuelva su propio ataque, o redirija su energía mágica contra él mismo, agotándolo o aturdiéndolo."
Se detuvo, sus ojos fríos y calculadores.
"No se trata de daño letal, sino de neutralización absoluta. Cada movimiento, cada hechizo, diseñado para suprimir la amenaza de forma inmediata y efectiva, sin darle oportunidad de recuperación."
Los estudiantes estaban asombrados. La frialdad táctica y la precisión de la respuesta de Renjun, la idea de hechizos aplicados con tal eficacia y su enfoque en la supresión total del adversario, era algo que rara vez se enseñaba o se consideraba en Hogwarts. Era una estrategia nacida de la necesidad, de un entendimiento sombrío del combate real.
La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras continuó, pero la demostración de Renjun había dejado una marca. El aire vibraba con una mezcla de respeto y temor. Mientras el profesor Johnny asentja a lo explicado por Renjun de los peligros de La Raíz, las miradas de Jeno y Jaemin, antes de asombro y gratitud, se habían tornado en pura curiosidad.
"Renjun," dijo Jaemin, su voz suave pero inquisitiva, "¿tu estrategia de 'neutralización absoluta'... crees que funcionaría con cualquier mago oscuro, o solo con un hombre lobo transformado como Taeju?"
Renjun levantó la vista, sus ojos oscuros encontrándose con los de Jaemin que se encontraba al lado de Mark. Su rostro, como siempre, no delataba emoción alguna.
"La fuerza bruta de un hombre lobo requiere un enfoque directo. Pero los principios son los mismos para cualquier adversario: identificar la debilidad inmediata, anular su capacidad de contraatacar y asegurar la inmovilización. Un mago oscuro, si su varita es su principal arma, podría ser desarmado o sus movimientos anulados antes de que pueda conjurar. Si su fuerza reside en la magia elemental, se redirigiría o absorbería esa energía."
La calma con la que lo explicaba, la lógica fría y despiadada de sus tácticas, sorprendió a todos los estudiantes que escuchaban a escondidas. No era la magia explosiva que esperaban, sino una disciplina calculada y eficiente.
Jeno, que había estado observando de cerca sentado con Haechan, se unió a Jaemin.
"Pero si el mago es más poderoso o tiene un escudo potente, ¿cómo lo neutralizarías tan rápido?" preguntó, su voz denotando una mezcla de asombro y una sincera búsqueda de conocimiento.
Renjun lo miró, y por un instante, una chispa inusual de... ¿reconocimiento? cruzó sus ojos.
"Los escudos tienen límites, Jeno. Y el poder no es invencible si no puede ser dirigido. Se trata de sobrecargar, desorientar o atacar un punto ciego. Un golpe sónico que incapacite el oído, un destello de luz que ciegue temporalmente, o incluso un encantamiento que afecte su percepción de la realidad, haciendo que sus propios hechizos fallen o se vuelvan contra él. El objetivo es crear una ventana de vulnerabilidad, por pequeña que sea, y explotarla al instante."
Su respuesta, dicha con la misma calma desapasionada, dejó a Jeno y Jaemin asimilando la información. La brutal eficiencia de Renjun no era un destello de ira, sino una forma de pensar calculada que pocos en su edad poseían. Los otros estudiantes, que habían estado escuchando la conversación, intercambiaron miradas, la imagen de Renjun como un ser peligroso y enigmático se profundizaba aún más.
Todos en la clase, incluso el profesor Johnny, estaban sorprendidos. La profundidad del conocimiento táctico de Renjun, y su capacidad para desglosar la defensa mágica con tal precisión, era inusual para un estudiante. Un leve deje de complacencia apareció en el rostro de Johnny.
Con un movimiento rápido de su varita, Johnny conjuró un hechizo de Muffliato. Un zumbido apenas perceptible llenó la sala, asegurando que su conversación fuera privada. Los demás estudiantes, aunque curiosos, de repente no pudieron escuchar nada de lo que se decía entre el profesor y Renjun.
"Renjun," dijo Johnny, su voz ahora baja y conspiradora, con un brillo en sus ojos que Renjun reconoció como desafío. "¿Quieres darles una demostración a tus compañeros? Una pequeña pelea contra mí, aquí y ahora."
La propuesta era audaz, y peligrosa. Demostrar su poder en un entorno controlado, pero frente a sus compañeros, era algo que Renjun no había considerado. Pero la oportunidad de poner a prueba sus límites, de mostrar la verdadera naturaleza de su habilidad, era demasiado tentadora.
"Sí," respondió Renjun, su voz tranquila y sin rastro de vacilación. "Podemos hacerlo, profesor."
Johnny asintió, una chispa de emoción en sus ojos. Con un movimiento de su varita, disipó el hechizo Muffliato. El sonido de las voces de los estudiantes regresó, y las miradas se centraron de nuevo en ellos.
"¡Atención, clase!" exclamó Johnny, su voz resonante. "Parece que tendremos una demostración práctica. Renjun y yo vamos a tener un pequeño duelo. No es un enfrentamiento común, sino una lección práctica de lo que podría suceder en un verdadero combate."
Los estudiantes estallaron en murmullos de asombro y excitación. Un duelo entre un profesor y un estudiante, especialmente uno como Renjun, era inaudito.
"Quiero que presten mucha atención," continuó Johnny, con una seriedad que silenciaba rápidamente a la clase. "Este duelo no es para el entretenimiento, sino para que entiendan la brutalidad de un enfrentamiento real contra individuos como los de La Raíz. Para que, en caso de que, y espero que nunca suceda, se enfrenten a un ataque así, sepan cómo es un duelo en realidad con personas que no siguen las reglas. No hay honor, solo la victoria a cualquier costo."
Johnny hizo una pausa, y su mirada se suavizó mientras se dirigía a Renjun, haciendo un punto importante.
"Pero quiero dejar algo muy claro a todos ustedes: Renjun no es así. Él es su compañero, un estudiante como ustedes. Lo que presenciaron ayer y lo que verán ahora es una demostración de poder y habilidad, no de malicia. Y él es, sin duda, un mago con un poder y una comprensión de la defensa que pocos poseen."
Con esas palabras, Johnny y Renjun se posicionaron en el centro del aula, las varitas listas, ante los ojos expectantes de toda la clase. El aire se cargó de una tensión palpable.
Los estudiantes estaban asombrados. Era algo inaudito, casi mítico: un profesor, a punto de batirse en duelo con uno de sus propios alumnos. Un murmullo de incredulidad recorrió la sala mientras Johnny, con un rápido y eficiente movimiento de varita, lanzó un hechizo que movió los pesados pupitres hacia los costados de la sala, creando un espacio amplio y despejado en el centro.
Los alumnos se pegaron a las paredes, formando un semicírculo expectante. Sobre sus cabezas, un débil escudo translúcido y azulado, apenas perceptible, se extendió por el techo y las paredes cercanas, un Protego Maxima silencioso que Johnny había conjurado para la seguridad de sus alumnos.
Jeno y Jaemin, observaban a Renjun con una mezcla de fascinación y una sutil preocupación en sus miradas. Mark y Haechan parecían curiosos. Renjun, al notar sus ojos sobre él, asintió despacio mirando a Jeno y Jaemin, un reconocimiento apenas perceptible. Ambos le devolvieron un gesto discreto de ánimo, una inclinación de cabeza y un pequeño puño levantado, con sus otras manos entrelazadas entre ellos, su apoyo silencioso. Renjun se preparó, su postura tensa pero controlada.
Johnny se posicionó frente a él, su varita levantada.
"No te contengas, Renjun," dijo el profesor, su voz resonando con autoridad. "Quiero ver tu verdadero potencial."
Renjun asintió, sus ojos fijos en Johnny. El duelo comenzó.
Johnny atacó primero, con un rápido
"¡Expelliarmus!" Un chorro de luz carmesí salió de su varita.
Renjun, sorprendentemente ágil, giró sobre sus talones, el hechizo silbando inofensivamente a su lado. Se movió con una fluidez casi felina, sus pasos ligeros apenas rozando el suelo, mientras lanzaba un "¡Impedimenta!"
El rayo verde pálido voló hacia Johnny, quien lo desvió con un simple giro de muñeca, creando un pequeño escudo de energía que disipó el ataque.
"¡Mejor, Renjun!" exclamó Johnny, desviando un Stupefy con un escudo de energía pura que apareció y desapareció en un instante. "¡Pero sé que puedes más! ¡Deja de contenerte!"
Renjun no respondió con palabras, pero su siguiente ataque fue una ráfaga de encantamientos.
Un "¡Confundo!" fue seguido casi de inmediato por un "¡Petrificus Totalus!", los hechizos volando en rápida sucesión.
Johnny, con la agilidad de un duellista experimentado, esquivó el Confundo con un ágil salto lateral y conjuró un Protego reforzado para bloquear el Petrificus Totalus, el escudo momentáneamente flaring brighter al absorber el impacto.
"¡Eso está mejor!" dijo Johnny, una sonrisa en sus labios, el desafío en sus ojos. "¡Vamos, Renjun! ¡Con todo!" El ambiente en la sala era eléctrico, los estudiantes conteniendo la respiración, presenciando no solo un duelo, sino una invitación a Renjun para liberar un poder que apenas comenzaban a comprender.
Renjun tomó las palabras de Johnny como una señal. Sus movimientos se volvieron más rápidos, su magia más concentrada. Desapareció de la vista por un instante con un hechizo de desilusión casi imperceptible, solo para reaparecer detrás de Johnny, lanzando un "¡Locomotor Wibbly!" que hizo que las piernas del profesor temblaran. Johnny apenas logró conjurar un "¡Finite Incantatem!" para estabilizarse, pero ya estaba a la defensiva.
Renjun no le dio tregua. Una ráfaga de "¡Diffindo!" de precisión milimétrica cortó el aire, apuntando a la túnica de Johnny, obligándolo a esquivar y retroceder. Un "¡Silencio!" siguió, haciendo que Johnny tuviera que reaccionar con magia no verbal, una señal de que Renjun estaba realmente presionando. La presión se intensificó, hechizo tras hechizo, una avalancha constante que dejó a Johnny sin oportunidad de contraatacar, solo de defenderse y moverse. Renjun era implacable, sus ojos fijos, cada movimiento calculado.
En un momento, Johnny resbaló, y una de las ráfagas de Renjun lo golpeó, haciéndolo caer de rodillas. Un jadeo colectivo recorrió la sala. Pero Renjun no se detuvo. Un "¡Incarcerous!" salió disparado, seguido de un "¡Levicorpus!" Los hechizos de contención volaron hacia el profesor caído, sin rastro de piedad o la etiqueta de duelo esperada.
Johnny, en una fracción de segundo, se vio obligado a un recurso extremo. Con un estallido de energía, un potente "¡Depulso!" retumbó, creando una onda de choque que lo impulsó hacia arriba y lejos de Renjun. El hechizo fue tan potente que Renjun se vio obligado a retroceder un paso, el cabello revuelto por la ráfaga mágica.
Una sonrisa, pequeña y salvaje, apareció en el rostro de Renjun.
"Esto sí es divertido," murmuró, su voz apenas audible, pero el brillo en sus ojos era inequívoco.
El duelo continuó, pero ahora la balanza se había inclinado. Renjun era el agresor, Johnny el defensor. El profesor se movía con dificultad, bloqueando y desviando los ataques precisos de Renjun, quien utilizaba el terreno a su favor, flanqueando y atacando desde ángulos inesperados. Johnny estaba casi acorralado contra la pared de la sala cuando, con un último esfuerzo, levantó una mano en señal de rendición.
Inmediatamente, Renjun bajó su varita. La tensión en la sala se disipó como una neblina, dejando a los estudiantes respirando con dificultad.
Renjun, sin perder un segundo, escaneó rápidamente a sus compañeros con la mirada, asegurándose de que nadie hubiera salido herido por las ondas de choque o los hechizos desviados que habían chocado contra el escudo protector de Johnny. Todos estaban a salvo, atónitos, pero ilesos.
Johnny se recompuso, alisándose la túnica con una sonrisa de asombro y admiración. La clase estaba en un silencio sepulcral, todos los ojos fijos en Renjun.
"¡Increíble, Renjun!" exclamó Johnny, su voz fuerte y clara, rompiendo el silencio. "Verdaderamente increíble. Te doy mis más sinceras gracias por esta demostración. Has superado mis expectativas y has demostrado un dominio de la magia de combate que pocos magos, incluso con años de experiencia, podrían igualar." Johnny lo miró directamente, sus ojos brillando con una honestidad innegable. "Debo admitirlo, Renjun. Eres más poderoso que yo. Tu comprensión de la ofensiva y la neutralización es excepcional."
Luego, Johnny se dirigió a la clase, su tono cambiando a uno de enseñanza práctica.
"Clase, lo que acaban de presenciar es un ejemplo magistral de estrategia ofensiva implacable. Renjun me asedió sin darme un momento para contraatacar. Utilizó el 'Locomotor Wibbly' para desestabilizarme, un 'Diffindo' para cortarme el paso y el 'Silencio' para anular mi capacidad de comunicación. Cuando caí, no mostró piedad. No esperó, no dudó." Su voz se volvió grave al mirar a todos cl seriedad.
"Y esa, precisamente, es la lección más importante aquí. Un integrante de La Raíz no se apiadará solo porque resbalaron, o porque son niños. No mostrarán la cortesía de un duelo estándar. Su objetivo será anularlos, eliminarlos. La Raíz juega sin reglas, sin honor. Renjun lo demostró perfectamente. Él no se contuvo, no me dio cuartel, y esa es la única forma de sobrevivir a un enfrentamiento así. Cada uno de esos hechizos, cada movimiento, estaba diseñado para crear una debilidad y explotarla al instante, para mantener la presión hasta que el oponente está completamente neutralizado. Es una forma brutal, pero efectiva, de combate."
Johnny hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran.
"Tengan esto presente. Mientras que en Hogwarts valoramos el honor y la ética en la magia, deben ser conscientes de que hay fuerzas en el mundo que no lo hacen. Y cuando las enfrenten, necesitarán la misma determinación y eficacia que Renjun ha demostrado hoy."
La clase permaneció en silencio, absorbiendo la cruda verdad de las palabras de Johnny y la impactante demostración de Renjun. La reputación de Renjun, ya envuelta en misterio, se elevó a un nuevo nivel de temor y respeto.
"Ahora," dijo Johnny, rompiendo el tenso silencio. "Dado lo crucial que es la práctica para entender esto, los asignaré en parejas. No pueden hacer esto solos."
Renjun sintió una punzada de incomodidad. ¿Con quién lo emparejarían? La idea de que lo pusieran con alguien que lo odiara, como Minji, le generaba una ola de aprensión. Un pequeño e inusual deseo se formó en su mente: ojalá le tocara con Jaemin o Jeno. Pero apenas apareció el pensamiento, Renjun se reprendió a sí mismo. ¿Cómo podía él, un ser tan problemático y oscuro, desear algo así? No lo merecía.
Johnny comenzó a nombrar los pares. Minji con el señor Kim, y así sucesivamente. La ansiedad de Renjun crecía con cada nombre. Finalmente, el profesor llegó a los últimos estudiantes.
"Y por último," anunció Johnny, su mirada recorriendo a los que quedaban, "Renjun... serás compañero de Donghyuk."
Una ola de decepción sutil, pero innegable, recorrió a Renjun. No era Jaemin, ni Jeno. A pesar de su auto-reproche, la pequeña chispa de esperanza se había encendido y apagado.
Ignorando la decepción, Renjun miró hacia la multitud de estudiantes en busca de Haechan. Lo encontró, con una expresión de sorpresa en su rostro. Renjun simplemente se mantuvo quieto, su habitual distancia evidente, esperando a que él se acercara.
Haechan, con su cabello naranja brillante y una presencia vibrante y energética, se acercó a Renjun. Sus ojos, que a menudo mostraban una picardía constante, brillaban con una luz especial, pero ahora también había una capa de seriedad, y sí, algo de resentimiento. Su sonrisa amplia, por una vez, no estaba presente.
Justo cuando Haechan estaba a punto de hablar, Jaemin apareció a su lado, con Jeno justo detrás de él y Mark a su lado. Jaemin le dio a Haechan un leve codazo, una advertencia silenciosa.
"No lo trates mal, Haechan," dijo Jaemin, sus ojos fijos en él, una mezcla de seriedad y una pizca de amenaza juguetona. "Te estaré vigilando."
Haechan rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa ladeada apareció en su rostro.
"Ay, hermanito, qué dramático. ¿Crees que no sé cómo lidiar con tu... con un Slytherin? Relájate."
Renjun se sorprendió. ¿Hermano? Su mirada se movió entre Jaemin y Haechan. La intensidad de Haechan, su lealtad... todo encajaba ahora. Él no lo sabía.
Haechan se volvió hacia Renjun, después de que los chicos se fueron a sus lugares, la sonrisa juguetona desapareciendo.
"Sí, para tu información, Huang, soy el hermano de Jaemin," dijo, su voz baja pero clara, para que solo Renjun lo escuchara. "Y por mucho que me asombre lo que acabas de hacer, y por mucho que me agrade que salvaras a Jeno... aún te odie."
La franqueza de Haechan era inusual, casi refrescante para Renjun, quien estaba acostumbrado a la hipocresía o el miedo. Lo miró fijamente.
"No busco caerle bien a nadie," respondió Renjun, su voz plana, una verdad que había vivido durante años.
"Y tú tampoco deberías intentar caernos bien a nosotros." Haechan resopló.
"No intento caerle bien a nadie" repitió Renjun de pronto a la defensiva más lento, creyendo que quizás el chico de cabello naranja no lo había escuchado.
Haechan bufo, su picardía regresando con fuerza.
"Oh, por supuesto, el gran y temible Renjun. Claro que no. Como si no te hubiéramos visto casi desmayarte de la decepción cuando no te tocó con mi hermano. No te hagas el difícil, Huang. Sé que tienes un flechazo con su cara bonita, ¿eh? ¡No te culpo, es guapísimo!" Haechan guiñó un ojo, una sonrisa descarada extendiéndose por su rostro. "Y por eso intentas hacer qué nos caigas bien, porque quieres acercarte"
La broma, tan descarada y directa, golpeó a Renjun con la fuerza de un Stupefy. Sus ojos se abrieron apenas un poco más de lo normal, una reacción casi imperceptible, pero significativa para quien lo conociera. La audacia de Haechan para percibir sus pensamientos, incluso los que él mismo intentaba reprimir, era desconcertante. Y la mención de "flechazo" y "cara bonita" de Jaemin lo dejó momentáneamente sin palabras.
Haechan, lo había desarmado por completo. Se quedó en silencio, sus ojos fijos en el chico frente a él, quien se rió a carcajadas ante la falta de reacción de Renjun.
"¿Qué pasa, Huang? ¿Te comió la lengua el gato?" se burló Haechan, todavía riendo, su cabello naranja vibrando con su alegría.
Renjun apretó los labios, un leve tic de incomodidad en su ceja izquierda. No había forma de negar algo que ni siquiera él mismo entendía del todo. ¿Flechazo? ¿Eso era lo que sentía por Jaemin? ¿Ese vértigo extraño cuando lo veía fruncir el ceño, esa atención involuntaria cada vez que su voz aparecía en una conversación?
No. No era eso.
¿O sí?
"No seas ridículo," murmuró finalmente, pero su voz carecía de toda convicción.
Haechan ladeó la cabeza como un cuervo curioso.
"Ohhhh, así que no lo niegas. Mira que eso es casi una confesión, Huang."
Renjun giró los ojos, fastidiado.
"Solo estás buscando molestarme."
"Obviamente," dijo Haechan, sonriendo. "Y funciona de maravilla."
Luego lo miró un poco más serio, aunque sin perder el tono lúdico.
"Pero en serio... no lo arruines con él. Si vas a romperle el corazón, voy a ser el primero en maldecirte, ¿entiendes?"
Renjun lo miró, esta vez sin evasivas. El peso de esas palabras "romperle el corazón" se sintió real. Demasiado real. Porque por mucho que fingiera que no le importaba Jaemin, una parte suya, una muy callada y traicionera, deseaba que sí.
"No planeo... acercarme a él," dijo al fin, más para proteger a Jaemin que a sí mismo. "No sería justo."
Haechan lo observó un largo momento. Luego, para sorpresa de Renjun, asintió con gravedad.
"Bien," dijo con un encogimiento de hombros. "Aunque dudo que él esté de acuerdo contigo."
"¿Jaemin?" preguntó Renjun, el nombre escapándosele con demasiada facilidad.
"Sí," respondió Haechan, mientras se giraba para ir hacia el espacio de práctica. "Jaemin. El chico que te mira como si intentara resolver un acertijo imposible... y que odia no poder. Aunque si somos sinceros pondría a Jeno también ahí. Así que no le rompas el corazón a ninguno de ellos."
Y luego, sin mirar atrás, agregó:
"Vamos, compañero. Tenemos hechizos que ensayar. Y tú, al parecer, una reputación de 'rompecorazones silencioso' que mantener."
Renjun frunció el ceño, una expresión casi imperceptible en su rostro habitualmente impasible. Finalmente, encontró su voz, una nota de confusión real en su tono monótono.
"Pero... dijiste que me odiabas."
Haechan se secó una lágrima de risa del rabillo del ojo.
"Sí, lo hice. Y lo hacía. Aún no me gustas del todo, para ser honesto," respondió, encogiéndose de hombros. "Pero después de verte con Jeno, y ahora esto... ya no tanto, supongo. Aunque sigo creyendo que estás obsesionado con mi hermano. Solo te advierto, si le rompes el corazón, la furia de los Hufflepuff, los Gryffindor, los Ravenclaw y un Slytherin te caerá encima. ¡Incluso el profesor Johnny te dará detención de por vida!" Haechan guiñó un ojo de nuevo, su risa era contagiosa incluso en medio de sus amenazas.
El profesor Johnny se movió por la sala, asignando a cada pareja.
"Bien, todos, prepárense. Practicarán los hechizos de aturdimiento y desarme que hemos discutido. Recuerden, no se trata de herir, sino de neutralizar y desarmar. Cada pareja tendrá un escudo de entrenamiento, y quiero ver reflejos rápidos y con precisión. Solo los hechizos no letales que hemos practicado. Y no se asusten, mis escudos protectores seguirán activos en toda la sala."
Para Renjun, las indicaciones eran sencillas, un juego casi. Los hechizos eran básicos comparados con lo que él había lanzado minutos antes contra Johnny. Asintió, su rostro inmutable, y se posicionó con Haechan, quien ya tenía una sonrisa de travesura en su rostro, listo para el desafío.
El duelo de práctica entre Renjun y Haechan comenzó. Para Renjun, era casi monótono. Sus movimientos eran fluidos, sus escudos aparecían y desaparecían con una facilidad pasmosa, desviando cada Stupefy y Expelliarmus que Haechan le lanzaba. Renjun contraatacaba con una precisión calculada, siempre apuntando a la varita de Haechan o a sus pies para desestabilizarlo.
Haechan, aunque hábil y lleno de energía, se movía con un estilo más desordenado. Lanzaba sus hechizos con entusiasmo, pero su postura era a menudo demasiado abierta, y sus pies no estaban tan firmes como deberían. En un intento de esquivar un Expelliarmus de Renjun, Haechan tropezó con sus propios pies, tambaleándose y casi cayendo al suelo. Logró recuperar el equilibrio por poco, pero su varita se inclinó y su posición era completamente vulnerable.
Renjun se detuvo. Lo observó por un momento, la ineficiencia de la postura de Haechan evidente para sus ojos entrenados.
"Haechan, tu pie izquierdo está demasia-" Renjun se interrumpió abruptamente. Se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer: dar una corrección, sonar como si estuviera dando una lección. La arrogancia, pensó, era la última cosa que necesitaba en ese momento.
Haechan, sin embargo, no lo vio como arrogancia. Lo miró, varita en mano, su expresión inusualmente seria y expectante.
"¿Demasiado qué, Huang?" preguntó, esperando pacientemente. "Continúa. ¿Qué debo hacer?"
La paciencia de Haechan, su genuina curiosidad, sorprendió a Renjun. Se había preparado para una burla, o para que Haechan simplemente lo ignorara y continuara con su estilo impulsivo. Esta disposición a escuchar era nueva.
"Lanza un hechizo de ataque," dijo Renjun, su voz volviendo a su tono habitual, aunque con una sutil variación. "Y mira mi postura ahora mismo." Renjun imitó deliberadamente la postura desequilibrada de Haechan, sus pies mal colocados, su varita ligeramente inclinada. "Voy a hacer la misma que tienes. Ahora, lánzame un Stupefy. Observa lo fácil que es desarmarte o hacerte caer en esa posición."
El resto de la clase, que había estado observando de reojo el singular duelo entre el Slytherin y el Gryffindor, se volvió completamente atenta. La lección estaba a punto de volverse mucho más personal de lo que esperaban.
Renjun, imitando la postura de Haechan, ignoró la curiosidad que se extendía por el aula. Sus ojos, sin embargo, seguían fijos en Haechan, esperando su movimiento.
Haechan pareció sorprendido por la audacia de Renjun al ponerse en una posición tan vulnerable. Se recuperó rápidamente y preguntó.
"¿Y qué se supone que haga después de lanzarte el hechizo? ¿Solo mirar cómo te caes?"
Renjun negó con la cabeza.
"Lanza otro. No te preocupes por mí. Me defenderé."
Aunque un poco inseguro, una chispa de emoción brilló en los ojos de Haechan. Asintió, un nuevo nivel de concentración en su rostro, y se preparó.
"¡Stupefy!" gritó Haechan, y un chorro de luz roja salió disparado de su varita.
Fue instantáneo. En la postura desequilibrada que Renjun había adoptado, el hechizo de Haechan lo golpeó con una fuerza notable. Renjun se tambaleó, sus pies, intencionadamente mal colocados, fallaron en darle apoyo. Se abrió. Una posibilidad para desarmarlo apareció como un relámpago, clara y evidente.
Haechan, con un reflejo que no sabía que poseía, no dudó.
"¡Expelliarmus!" La varita de Renjun salió volando por el aire y fue capturada por la mano extendida de Haechan, quien la tomó con una mezcla de asombro y triunfo.
Todos los estudiantes, y el propio Haechan, estaban completamente sorprendidos. Renjun, el mago que solo el día anterior había sometido él solo a un hombre lobo y que acababa de derrotar a un profesor con una eficiencia brutal, había sido desarmado por Haechan.
Haechan, con la varita de Renjun en la mano, parecía tan sorprendido como el resto. Por un instante, el Gryffindor se quedó inmóvil, observando el objeto que acababa de arrebatarle a uno de los magos más temidos del castillo.
Renjun no dijo nada. Se levantó del suelo sin mirar a nadie, sacudiéndose la túnica con un gesto automático.
Haechan rompió el silencio.
"...¡¿Lo viste?!" dijo, dirigiéndose al grupo de estudiantes que los rodeaba. "¡Le quité la varita a Renjun! ¡A Renjun! ¿Esto me da algún tipo de inmunidad mágica? ¿Respeto automático en los pasillos? ¿Puedo sentarme en la mesa de los Slytherin sin que me envenenen la sopa?"
Hubo una oleada de risas en la sala. Incluso algunos Slytherin " los más neutrales, o los menos radicales" no pudieron evitar sonreír ante el descaro de Haechan. El hielo social se agrietaba, si bien no se rompía del todo.
Renjun se mantuvo en silencio, pero por primera vez en lo que parecía mucho tiempo, no era una armadura de indiferencia: era contención. No estaba molesto. No estaba herido. Solo... procesando.
Haechan, bajando la voz para que solo Renjun lo oyera, añadió con una media sonrisa:
"Gracias, Huang. De verdad. Eso fue... más útil de lo que pensás."
Renjun lo miró de reojo. No asintió, no sonrió. Pero algo en su mirada, un leve parpadeo, un alivio contenido, reveló que había escuchado.
Johnny asintió, satisfecho.
"Bien. Cambien de roles. Ahora Haechan toma la postura vulnerable, y Renjun, tú lo atacas."
"¿Qué? ¡Ni hablar!" exclamó Haechan, dando un paso atrás. "¿Viste cómo lanza los hechizos? No quiero terminar levitando contra el techo con la túnica al revés."
La clase volvió a reír, pero esta vez, con complicidad. Incluso algunos de los que antes rehuían a Renjun ahora lo miraban con otra luz: la del respeto ganado, no impuesto.
Renjun, por primera vez, dejó escapar una exhalación corta, que para él casi equivalía a una risa.
"No lanzaré con toda mi fuerza, si eso te preocupa."
"¡Eso es exactamente lo que me preocupa! Que puedes elegir la fuerza."
Y aunque protestó, Haechan volvió a su lugar de práctica, preparado para aprender. Y por primera vez, dispuesto a confiar.
Renjun recuperó su varita de las manos de Haechan, su expresión tan impasible como siempre. Haechan lo miraba con una curiosidad renovada, la sorpresa aún en sus ojos.
"Haechan," dijo Renjun, su voz sin emoción, pero su mirada indicaba una intención de enseñar. "Cuando avanzas o retrocedes entre hechizos, la posición de tus pies es crucial. No puedes lanzar con eficacia si tu base es inestable."
Haechan asintió, escuchando con una atención poco común en él.
"Tu centro de gravedad," continuó Renjun, su mirada fija en los pies de Haechan, "debe ser más bajo. Te da más equilibrio, especialmente cuando te lanzan hechizos que buscan desestabilizarte, como el que yo te acabo de lanzar."
Renjun se preparó de nuevo, esta vez con una postura correcta, equilibrada.
"Ahora, presta atención." Su varita se levantó y, con un movimiento preciso, lanzó un hechizo que no era un Stupefy, sino un encantamiento más sutil que buscaba el desequilibrio, un "¡Titubare!" El rayo, de un color grisáceo casi imperceptible, voló hacia Haechan. Era un hechizo que no causaba daño, pero que ponía a prueba la estabilidad.
Haechan, aplicando lo que acababa de ver, intentó ajustar sus pies y bajar su centro de gravedad. Sintió el impacto del hechizo, una fuerza extraña empujándolo, pero su nueva postura, aunque todavía imperfecta, le permitió resistir el tambaleo de forma mucho más eficaz.
Haechan se quedó sorprendido. Abrió los ojos, la boca ligeramente abierta. El hechizo de Renjun lo había golpeado, sí, sintió un empujón fuerte, pero no cayó, ni siquiera se tambaleó con la misma violencia de antes. Logró mantener sus pies firmes en el suelo, su centro de gravedad más bajo, una estabilidad que no creyó posible. Era algo tan básico, tan fundamental, pero que le había eludido hasta ahora.
"¡Woah!" exclamó Haechan, sus ojos brillando con asombro. "¡Lo sentí, pero no me moví! ¡Funcionó! ¡Esto es una locura!" Miró a Renjun con una nueva luz en sus ojos, una mezcla de fascinación y respeto genuino. "Gracias, Huang. ¡Muchas gracias!"
Renjun no respondió con palabras. Solo asintió una vez, un gesto breve y casi imperceptible. Era su forma de reconocer el progreso de Haechan, una aceptación tácita de que la lección había sido recibida. El Gryffindor, sin embargo, no necesitaba más. La simple confirmación fue suficiente.
"Bien," dijo Renjun, su voz monótona, pero con una claridad que ahora Haechan escuchaba con total atención.
"Ahora, tu movimiento de varita después de desarmarme. Fue eficaz, pero pudo ser más rápido. La prioridad después de un desarme es recuperar la varita del oponente o inmovilizarlo antes de que pueda conjurar magia no verbal."
Renjun extendió su mano, y Haechan, sin dudarlo, volvió a su posición. Los otros estudiantes observaban en silencio, algunos copiando las posturas y movimientos que Renjun explicaba con tanta parquedad. Jeno y Jaemin intercambiaron miradas, un nuevo asombro en sus ojos. Mark parecía satisfecho con una sonrisa ladeada.
"De nuevo," instruyó Renjun. "Lánzame el mismo hechizo, pero concéntrate en tu reflejo inmediato después del impacto. Busca un punto de apoyo más rápido para lanzar tu siguiente hechizo o para esquivar."
Haechan asintió, su sonrisa descarada ahora mezclada con una seriedad que rara vez mostraba. Se posicionó, con los pies un poco más separados, el centro de gravedad más bajo, tal como Renjun había indicado.
"¡Stupefy!"
Renjun desvió el hechizo con un simple movimiento de muñeca, pero esta vez, en lugar de un contraataque agresivo, lanzó un "¡Expulso!" ligero que lo empujó hacia atrás unos pasos, probando la nueva estabilidad de Haechan.
Haechan se tambaleó, pero no cayó. En lugar de eso, en cuanto sintió el hechizo, movió su varita para lanzar un "¡Protego!" por instinto, mucho más rápido que antes.
"Mejor" dijo Renjun, y esta vez, había un sutil matiz de aprobación en su voz. Era casi inaudito para él, pero Haechan lo notó. "Ahora, el movimiento de la varita después de una defensa. No debe quedar expuesta. Protégela como si fuera una extensión de tu brazo. Y tu mirada debe escanear el entorno, no solo mi varita. Busca la debilidad, el movimiento de la túnica, el parpadeo en los ojos."
Haechan gruñó con frustración.
"¡Ugh, es como si tu cerebro estuviera conectado directamente al combate! ¿No puedes simplemente enseñarlo como una persona normal? ¡Con diagramas o algo!"
Renjun lo ignoró, y Haechan, aunque se quejó, lo siguió. El Gryffindor, que antes lo odiaba, ahora se dejaba guiar por Renjun con una docilidad sorprendente. La práctica continuó, con Renjun lanzando una variedad controlada de hechizos de desequilibrio y distracción, un Confundo débil que hizo a Haechan dudar un segundo, mientras Haechan intentaba aplicar las nuevas enseñanzas sobre postura, movimiento y defensa rápida.
El chico fallaba, se frustraba, pero cada vez se recuperaba más rápido, sus defensas volviéndose más fluidas.
Renjun, por su parte, demostraba una paciencia inusual, repitiendo la instrucción o haciendo pequeñas demostraciones. Era una extraña danza de mentor y alumno, un Gryffindor ruidoso y un Slytherin silencioso, unidos por el brutal arte de la defensa.
Al final de la clase, el profesor Johnny se acercó, su rostro una mezcla de diversión y una profunda impresión.
"Increíble trabajo, ustedes dos," dijo, con una sonrisa. "Haechan, tu progreso es notable. Y Renjun... parece que tienes un don para la enseñanza que pocos magos poseen. No solo el poder, sino la capacidad de transmitir la esencia del combate." Johnny miró a la clase, que observaba con nuevos ojos a Renjun. "Recuerden esta lección. La defensa no es solo conjurar un escudo, es control, es anticipación, es convertir cada debilidad en una oportunidad."
Renjun asintió al profesor, pero su mirada se desvió por un instante hacia Haechan. El Gryffindor estaba sudoroso y un poco despeinado, pero una sonrisa de satisfacción se extendía por su rostro. Incluso el odio había cedido a algo... diferente. Renjun sintió una punzada extraña, no de incomodidad, sino de una curiosidad sutil sobre lo que significaba esta nueva dinámica. El silencio que lo rodeaba había sido roto por la honestidad de Haechan, y ahora, por una inesperada conexión.
Cuando la clase terminó, Haechan se pasó la mano por el cabello sudado y miró de reojo hacia la puerta. Con una sonrisa apenas contenida, levantó la voz como si nada, pero con una intención clara.
" ¡Ey, Jeno! ¡Jaemin! " llamó, agitando una mano en el aire. "Vengan un segundo."
Ambos se acercaron de inmediato, sin titubeos ni reservas. No había cautela en sus rostros, solo la misma curiosidad genuina de siempre. Jeno tenía los brazos cruzados pero una expresión abierta; Jaemin, como siempre, parecía estar analizando la escena con atención contenida, su andar relajado pero enfocado. Ninguno de los dos parecía asustado. Ninguno de los dos bajaba la mirada.
Renjun, al verlos aproximarse, dio un leve paso hacia atrás. Un reflejo automático. Instintivo. Su hombro se tensó como si su cuerpo le pidiera huir, como si el encuentro fuera una trampa.
Pero Haechan lo notó.
" ¿Te vas a ir ahora? " preguntó, sin agresión, solo con la claridad de quien ya no se deja engañar por el silencio de otro. "Yo pensé que ellos querían hablar contigo. Después de todo, tú mismo dijiste que estábamos bajo tu protección, ¿no?"
Las palabras lo golpearon como un eco demasiado nítido. "Están bajo mi protección". Las había dicho. Lo sabía. Y ahora, enfrentarlas de vuelta lo desarmaba más que cualquier hechizo.
Renjun apretó los labios, sin responder. Su mirada se deslizó brevemente de Jeno a Jaemin y luego al suelo. Sentía que todavía no estaba listo. No para esto. Había logrado un paso con Haechan, sí, pero los otros dos eran... otra historia. Más profunda. Más peligrosa. Había salvado a Jeno, había luchado para protegerlo, pero no sabía cómo caminar entre ellos sin sentirse invasor.
Y sabía que no debía. No era parte de su círculo. No era parte de ellos.
Renjun giró lentamente sobre sus talones, como si no hubiera oído nada, y comenzó a alejarse. Pero antes de que llegara a la puerta, la voz de Haechan volvió a sonar, esta vez con una calma calculada.
"La propuesta de Chenle sigue en pie, ¿sabes?" dijo, sin levantar la voz. "Solo que ahora... eres tú quien decide."
Renjun se detuvo un segundo. No se volteó. No dijo nada. Pero Haechan vio el ligero temblor en sus dedos, la forma en que su espalda se tensó.
Luego, sin mirar atrás, Renjun se perdió entre los estudiantes que salían, su túnica negra arrastrándose con un susurro final.
Jeno y Jaemin se detuvieron a pocos pasos de donde había estado. El vacío que dejaba parecía más grande de lo que cualquiera admitiría.
"Siempre huye," murmuró Jaemin, entre frustrado y curioso.
"Pero no corrió" añadió Jeno, pensativo. "Esta vez... solo se fue caminando."
Haechan no dijo nada más. Pero por primera vez, no lo estaba juzgando. Solo lo observaba. Como si también esperara, con una parte necia de sí mismo, que Renjun un día decidiera quedarse.
Chapter 9: Lo que fue
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Renjun llegó a la Torre de las Lechuzas, el viento nocturno ya comenzaba a colarse por los arcos, llevando consigo el ulular de las aves y el susurro de la distancia. No buscó el consuelo de una lechuza para acariciar ni la distracción de un mensaje. Su propósito era claro: esperar. Se sentaría allí, en una esquina oscura y poco concurrida, hasta que la noche fuera lo suficientemente profunda como para aventurarse en la Sección Prohibida.
La pequeña nota de Johnny, con la ubicación precisa, ardía en su memoria. Su misión era simple, o al menos así se lo repetía. Recuperar sus memorias y obtener información sobre el Corazón de Salazar Slytherin. Todo lo demás era colateral, distracciones, ruido. Las interacciones con Haechan, la mirada de Jaemin, la preocupación de Jeno... Eran solo complicaciones que no podía permitirse.
Se recostó contra la fría piedra, los ojos cerrados a medias, sumido en sus pensamientos. Sus padres. Si estaban en Azkaban, era por una razón.
Renjun lo sabía.
Eran demasiado poderosos, demasiado astutos. Si hubieran querido, habrían escapado desde el primer día. Pero no lo hicieron. Su presencia en la prisión solo podía significar que estaban ejecutando algún plan, buscando algo, o protegiendo un secreto. Y él, Renjun, debía cumplir con su parte antes de que el plan de sus padres llegara a su inevitable conclusión.
No podía permitirse desviarse. La calidez de un sándwich, el atisbo de una conexión con sus compañeros, la curiosidad sobre una amistad... Todo eso era un lujo que no podía costear. Era una distracción.
A medida que el sol se ponía y las sombras se alargaban, el aire de la torre se volvió más frío, y las estrellas comenzaron a salpicar el cielo. Renjun se mantuvo inmóvil, un depredador esperando el momento perfecto para moverse.
La noche de Hogwarts era su dominio. Cuando el último rayo de luz se desvaneció y el castillo se sumió en un silencio profundo, solo roto por los graznidos de las lechuzas y el viento, Renjun supo que era el momento. Su varita apareció en su mano con un movimiento fluido. Se levantó, sus pasos silenciosos mientras se dirigía hacia la salida, hacia el corazón oscuro de la biblioteca.
Renjun se deslizó por los pasillos silenciosos del castillo, su varita guardada discretamente. Las sombras se estiraban y danzaban con el tenue brillo de la luna que se colaba por las ventanas. Cada paso era premeditado, sin un solo crujido de su túnica negra. La familiaridad de la oscuridad, de moverse sin ser visto, era un consuelo.
Llegó a la Sección Prohibida de la biblioteca. La puerta, custodiada por un débil encanto de rechazo que solo los iniciados podían sentir, cedió ante su toque. El aire dentro era frío y denso, cargado con el polvo de siglos de conocimiento olvidado y los susurros de magia oscura. El olor a pergamino viejo y moho le llenó los sentidos.
Con la nota de Johnny firmemente memorizada, Renjun se movió entre las estanterías imponentes. Sus ojos se adaptaron rápidamente a la penumbra, buscando los tomos más vetustos y polvorientos. No pasó mucho tiempo antes de que encontrara lo que Johnny había señalado: una estantería escondida detrás de una ilusión de pared, cubierta por una tela de araña tan antigua que parecía parte de la propia estructura.
Detrás de la ilusión, en un nicho oscuro, había un libro sin título, encuadernado en una piel oscura y sin nombre. Su sola presencia emanaba una fría energía que hizo que los pelos de la nuca de Renjun se erizaran. Lo tomó, el contacto quemando levemente su piel como una helada.
Lo abrió con cuidado. Las páginas estaban escritas en una caligrafía serpentina y arcaica, imposible de descifrar para la mayoría. Pero para Renjun, las palabras danzaban en su mente, casi susurradas en su propia lengua. Era un lenguaje que resonaba en sus huesos.
Encontró lo que buscaba en el centro del tomo: un hechizo para la recuperación total de la memoria. Sin embargo, sus condiciones y consecuencias eran aterradoras.
El "Vínculo de Mnemosyne," como se llamaba el ritual, era extremadamente prohibido. No solo por su inmenso poder, sino por su naturaleza intrínsecamente peligrosa. Requería ser ejecutado durante una luna menguante o llena, lo que le daba un plazo de tiempo limitado. Pero lo verdaderamente alarmante eran los requisitos y los riesgos.
Para activar el Vínculo de Mnemosyne, se necesitaba un sacrificio: no sangre, sino un recuerdo querido, arrancado de la mente del lanzador y ofrecido como compensación por los recuerdos perdidos que se buscaban recuperar. Este recuerdo, una vez sacrificado, se borraría por completo, para siempre. La idea era pagar la deuda de un vacío con otro vacío, aunque elegido.
Las consecuencias de un fallo eran devastadoras. Si el hechizo se lanzaba incorrectamente, o si la voluntad del lanzador flaqueaba, el Vínculo de Mnemosyne no solo destruiría el recuerdo sacrificado, sino que podría fragmentar la mente del lanzador, dejando un daño irreparable, una amnesia total, o peor, una locura permanente. Era un hechizo que exigía un control absoluto.
Renjun se sentía poderoso.
Podía lanzar hechizos no verbales y sin varita, una habilidad que pocos dominaban. Pero su verdadera fuerza, su capacidad para controlar la magia en sus formas más crudas, nunca la había puesto a prueba contra alguien que no fueran sus propios padres, en los entrenamientos brutales de La Raíz. Esta era una prueba de su propio control, no de su habilidad en combate.
El libro se sentía pesado en sus manos, no por su peso físico, sino por el dilema que presentaba. Un recuerdo a cambio de todos los demás.
¿Cuál elegiría? ¿Y si fallaba?
La misión, el Corazón de Slytherin, sus padres en Azkaban... todo dependía de esto. No podía permitirse un error.
El debate interno se desató. ¿Era lo suficientemente fuerte para arriesgarse? ¿Valía la pena el precio, el sacrificio de una parte de sí mismo, por una verdad que podría ser aún más oscura de lo que imaginaba?
El peso del libro en sus manos no era nada comparado con el nudo que se formaba en el estómago de Renjun mientras continuaba leyendo. La condición del Vínculo de Mnemosyne, la exigencia de un recuerdo preciado a cambio de los perdidos, se sentía como una tortura silenciosa. Y el solo hecho de considerar borrar a Injun... la idea lo enfermó. Una oleada de náuseas lo invadió, un frío que no tenía que ver con la biblioteca, sino con el abismo que se abría en su interior.
Una emoción que creía haber erradicado hace mucho tiempo se desprendió de él, un torbellino helado de pánico.
No era el miedo a un hechizo enemigo o a un oponente poderoso; era un miedo de sí mismo, de la monstruosidad que su entrenamiento y su misión le exigían ser.
Había sido criado para esto, para la lógica brutal del sacrificio, pero su alma, la poca que le quedaba, se sentiría fragmentada, su humanidad despojada para siempre. El solo pensamiento de borrar la risa de Injun, el tacto de su mano, la imagen de su sonrisa... era insoportable.
En medio de esa tormenta interna, cuando la oscuridad amenazaba con consumirlo, las sonrisas de Jaemin y Jeno se abrieron paso en su mente.
La calidez inesperada de Jaemin, la espontaneidad y sencillez de Jeno, la forma en que lo miraban sin juicio, incluso la descarada e irreverente broma de Haechan sobre su "flechazo"... Esos momentos, tan recientes y tan ajenos a su existencia habitual, le otorgaron una extraña y tenue paz. Un ancla que, por un breve instante, lo alejó del precipicio.
No. No podía. No se atrevería a sacrificar la única luz que tenía.
Cerró los ojos, apretando la mandíbula. El Corazón de Slytherin, sus padres, todo era crucial, pero no a ese precio. No si significaba erradicar la última pizca de lo que lo hacía... humano.
Dejó el libro sobre la polvorienta mesa con un golpe sordo que pareció resonar en la quietud de la Sección Prohibida. La búsqueda de sus recuerdos tendría que esperar, o encontrar otro camino, menos devastador.
La bruma de la biblioteca se volvió un velo denso alrededor de Renjun, y el libro, el "Vínculo de Mnemosyne", parecía vibrar con una energía expectante. La condición era clara: para recuperar los recuerdos perdidos, debía sacrificar uno de los más preciados. Un recuerdo a cambio de todos los demás. La idea era simple en su brutalidad, un intercambio equitativo para las fuerzas arcanas.
Para la mayoría, esa elección ya sería insoportable. Pero para Renjun, que vivía en un vacío emocional autoimpuesto, la lista de recuerdos "preciados" era dolorosamente corta. No eran las victorias en duelos, ni los logros mágicos, ni las raras palabras de aprobación de sus padres. No, sus únicos recuerdos verdaderamente valiosos, los únicos que le proporcionaban un atisbo de algo parecido a la felicidad o la paz, estaban ligados indisolublemente a Injun.
La imagen de la sonrisa de Injun, el sonido de su risa infantil resonando en los silencios de la mansión, la sensación de su pequeña mano en la suya en un momento de terror, o el simple consuelo de su presencia en la soledad. Eran fragmentos de luz en una vida de sombras, la única ancla a una humanidad que Renjun sentía que se le escapaba. Borrar uno de esos momentos sería como arrancarse una parte del alma.
Si decidía hacer el hechizo, significaría sacrificar una de esas memorias invaluables de su hermano. La idea lo heló hasta los huesos, más que el frío de las mazmorras o el aura del libro prohibido. La memoria de Injun no era solo un recuerdo; era la justificación de su existencia, el eco de una inocencia perdida, la única conexión real que creía haber tenido. Era su última ancla.
Podría elegir un recuerdo menos significativo, por supuesto. Un logro, una lección aprendida. Pero el hechizo era astuto; exigía un recuerdo verdaderamente preciado, no una mera conveniencia. Mentirle al ritual podría tener consecuencias peores que un simple fallo. Podría no solo no devolverle la memoria, sino dañar irreparablemente lo que quedaba de su mente.
El temor a la locura era una losa pesada. Sabía que sus poderes eran inmensos, que podía lanzar magia sin varita y sin palabras. Pero la magia de la mente, la magia que alteraba la esencia misma de su ser... eso era un territorio inexplorado. ¿Podría su control, forjado en la brutalidad, ser suficiente para navegar las aguas turbulentas del Vínculo de Mnemosyne?
Renjun cerró el libro, el sonido seco resonando en el silencio de la Sección Prohibida. La luna llena brillaba a través de las altas ventanas, inundando las estanterías con una luz fantasmal. Era la noche perfecta para el ritual. La oportunidad estaba allí, al alcance de su mano. Pero el precio… el precio era su hermano, su propia historia.
Se levantó, la mochila ya preparada con provisiones para la noche, pero el plan de avanzar parecía vacilar. Miró el libro en sus manos, luego a la luz de la luna.
Se dio la vuelta, y en lugar de dirigirse a las mazmorras o buscar la soledad de su habitación, Renjun comenzó a caminar con un propósito diferente. Sus pasos lo llevaron lejos de la biblioteca, ascendiendo por la gran escalera, buscando las alturas. Hacía la Torre de Astronomía, donde las estrellas, indiferentes a las miserias humanas, quizás le ayudarían a despejar su mente, a encontrar una respuesta que no implicara destruir lo que más protegía.
La Torre de Astronomía, con su imponente altura y su aire despejado, parecía el lugar perfecto para buscar un respiro de la opresión de los muros y los pensamientos que lo asfixiaban. Renjun subió los últimos escalones, el viento de la noche acariciando su rostro, esperando encontrar solo el silencio de las estrellas.
Pero al llegar a la cima, no estaba solo. Una figura se erguía junto al barandal, mirando hacia el horizonte oscuro, con la espalda tensa. Era Minji. Su cabello oscuro, a diferencia del de Renjun, parecía absorber la poca luz, haciéndola casi una silueta recortada contra el cielo salpicado de estrellas.
Minji se sobresaltó al sentir la presencia de alguien. Se giró rápidamente, sus ojos encontrando los de Renjun, y la sorpresa en su rostro se transformó instantáneamente en una furia fría.
"¿Tú? ¿Qué haces aquí a estas horas?" espetó Minji, su voz cargada de veneno. "Algo debes estar tramando. ¿Vienes a burlarte? ¿A celebrar lo que tu patético grupo de La Raíz le hizo a mis padres, o a miles de magos? ¡Desfiguraron sus mentes, los dejaron como cáscaras vacías! ¡Y tú, su hijo, te paseas por aquí como si nada! ¡Deberías estar en Azkaban! ¡No eres diferente!"
Las palabras, hirientes y llenas de dolor, golpearon a Renjun. Se clavaron en la fatiga que lo consumía, en el pánico que aún lo rozaba por la decisión en la biblioteca. No tenía fuerzas para la habitual armadura de indiferencia, ni para el desafío. Por una vez, la confrontación no era una oportunidad para reafirmar su poder, sino una carga más que no podía cargar.
"Lo sé" dijo Renjun, su voz sorprendentemente plana, sin la menor intención de ironía o burla. La honestidad lo desarmó incluso a él. "Sé lo que hicieron. Fueron… Fuimos crueles."
Minji parpadeó. Su ceño se frunció en confusión, la agresión en sus ojos atenuándose por un segundo, reemplazada por una perplejidad genuina. Estaba desorientada. No era la respuesta que esperaba.
"¿Lo sabes? ¿Lo sabes?" vociferó Minji, la frustración y la rabia hirviendo en su voz. "¡No puedes saberlo! ¡No puedes entender lo que es ver a tus propios padres convertidos en... en muñecos rotos! Y ahora, de repente, intentas actuar como si te importara. ¡No te bastó con ganarte a ese Gryffindor, con tus jueguitos de protección en las clases! ¡Ahora vas a intentar ganarte a todo el mundo con tu falsa modestia, ¿no?!"
Renjun se mantuvo en silencio, aceptando cada palabra, cada acusación. La indignación de Minji era palpable, y él sabía que tenía razón. Su familia, él mismo, eran responsables de ese dolor. Permitió que la rabia de ella se desahogara sobre él, como una tormenta necesaria. No había justificación, no había defensa.
Minji siguió reprochándole, su voz temblaba de furia contenida.
"¿Qué eres? ¿Qué buscas? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué nos atormentas con tu presencia si eres igual que ellos?"
El torrente de palabras finalmente cesó, dejando un silencio pesado, solo roto por el viento. Minji lo miró fijamente, esperando una réplica, una mentira, una explicación. Pero Renjun no dijo nada. El silencio entre ellos se estiró, incómodo, cargado de emociones no dichas.
Finalmente, Renjun rompió el silencio, su voz apenas un susurro que el viento casi se lleva, pero cargado de una urgencia pragmática.
“Recuerdo el día que capturaron a esos Aurores. Recuerdo el hechizo que les lanzaron” dijo Renjun, su mirada fija en el cielo estrellado, como si leyera las palabras allí. “Fue el Maleficio Mnemovoro.”
Minji se quedó inmóvil. El Maleficio Mnemovoro. La información, tan precisa y dolorosa, era como una bofetada. Ese era el hechizo. El que los médicos mágicos no habían podido identificar del todo, el que había borrado las mentes de sus padres.
“Si los médicos mágicos saben qué maleficio fue... podrían intentar revertirlo” continuó Renjun, la voz sin inflexión, casi robótica. “Es un hechizo de borrado mental, no de daño físico. Es... difícil. Pero no imposible si se conoce la secuencia exacta.”
Minji lo miró con una mezcla de shock, incredulidad y una incipiente esperanza que luchaba por abrirse paso entre su odio. Renjun, el hijo de los que causaron su dolor, acababa de darle la clave para una posible curación. La ironía era tan cruel como la propia magia oscura.
Renjun no esperó una respuesta. La información estaba dada. Había ofrecido una posible solución a un dolor que su propia familia había infligido. Se dio la vuelta, dejando a Minji atrás en su conmoción, y comenzó a descender las escaleras, dejando el frío de la noche y el eco de sus propias palabras tras de sí. El peso de su misión, y el costo de sus decisiones, volvían a caer sobre él.
El descenso por las escaleras en espiral de la Torre de Astronomía se sintió más largo y agotador que el ascenso. Cada escalón era un esfuerzo, como si el peso de su propia existencia se hubiera multiplicado. La conversación con Minji, la inesperada admisión de la verdad de su dolor, había vaciado a Renjun de cualquier energía residual.
Había sido una confrontación distinta, una en la que no había habido varitas ni hechizos, pero que lo había dejado más exhausto que el duelo con el Profesor Johnny.
Su mente era un torbellino: el libro del Vínculo de Mnemosyne y el intolerable sacrificio que pedía, las palabras de Haechan, las sonrisas de Jaemin y Jeno que aún le daban una extraña paz, y ahora, la revelación del Maleficio Mnemovoro. Todo se mezclaba en una cacofonía que clamaba por silencio.
No había nada más que hacer esa noche. La misión de ir a la Sección Prohibida se había cumplido a medias, o al menos, había llegado a un punto muerto. No podía obligarse a borrar a Injun. No esta noche. No nunca.
Llegó a las mazmorras, el frío húmedo de las paredes una sensación familiar, casi reconfortante. El pasillo hacia la sala común de Slytherin estaba desierto. Pronunció la contraseña en voz baja y la entrada se abrió con un silbido.
Su habitación estaba oscura, sumida en una quietud perfecta. Encendió la tenue lámpara de su mesita de noche, revelando el pequeño terrario de cristal. Dentro, Flicker, el Bowtruckle, asomó su cabecita de ramita desde el lecho de hojas, sus grandes ojos negros mirándolo con una inteligencia singular.
Renjun se sentó en el borde de su cama, el peso del mundo en sus hombros. Con un suspiro casi inaudible, extendió un dedo tembloroso hacia el pequeño Bowtruckle. Flicker, siempre cauteloso con los demás, trepó por su brazo y se acurrucó en su palma. Renjun lo acarició suavemente, el tacto delicado de la criatura un bálsamo para sus nervituras tensas. Era un gesto simple, una conexión mínima, pero en ese momento, fue todo lo que Renjun pudo manejar.
El agotamiento finalmente lo venció. Dejó caer la cabeza sobre la almohada, su mano aún acunando al Bowtruckle. Los ojos de Renjun se cerraron.
Esperó no tener pesadillas.
Esperó que, por una vez, su mente le diera un respiro de la oscuridad que lo habitaba y de los fantasmas de su pasado y futuro.
Chapter 10: Dulzura Compartida
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La nieve crujía bajo sus botas mientras avanzaba por el camino hacia Hogsmeade. Contra todo pronóstico, lo habían dejado salir. Ningún profesor lo detuvo, ninguna regla fue invocada. A Renjun le pareció un error administrativo, o quizás un acto deliberado de alguien que, como Johnny, entendía que a veces el aislamiento era más peligroso que la libertad.
No se atrevió a entrar a ninguna tienda. Cada vez que se acercaba a un umbral, las miradas se volvían, las puertas se cerraban con más prisa de la necesaria, los murmullos se intensificaban. El miedo a su sombra era más fuerte que la curiosidad por su presencia.
Pero por primera vez, no dolía.
No del todo. Estar fuera, respirar el aire helado, sentir la libertad, era suficiente. No necesitaba entrar a Honeydukes. Tenía algo más valioso que dulces: un instante de paz.
Su cuervo, volaba en círculos sobre los tejados, feliz como solo un animal libre puede estar. El sol invernal hacía brillar sus plumas negras, y cada vez que descendía, graznaba suavemente, como saludándolo. Y en su bolsillo interior, Flicker, se movía de vez en cuando, asomando la cabeza para mirar la nieve con una curiosidad infantil.
Renjun no pensaba en el Corazón de Slytherin. No pensaba en el Vínculo de Mnemosyne ni en el Maleficio de los padres de Minji. Solo dejaba que el viento congelado le entumeciera las mejillas y le despejara la mente. Era una reverencia silenciosa al mundo, una forma de recordar que estaba vivo, incluso si no sabía por cuánto tiempo más se permitiría esa sensación.
Y entonces los vio.
Jeno, Jaemin con sus amigos, Haechan estaba riendo con Chenle, mientras Jisung se encorvaba siendo blanco de sus bromas, y Mark los veía a unos pasos negando con resignación, caminaban juntos unos metros más abajo, Renjun se encontraba en una ligera colina apoyado en un árbol.
No lo habían visto, y Renjun no podía evitarlo: sus pasos comenzaron a imitar la distancia del grupo, manteniéndose a la misma velocidad, ni demasiado cerca ni lo suficientemente lejos como para no escucharlos reír.
“Solo los estoy protegiendo,” se dijo. “Si alguno de la manada aparece, necesito estar cerca. Jeno sigue marcado. Son vulnerables.”
Era una excusa. Una torpe, y frágil excusa que intentaba disfrazar la verdad que palpitaba bajo su pecho como un corazón oculto: no quería estar solo.
El grupo se detuvo cerca de un claro donde la nieve se acumulaba suave, como una manta que cubría las imperfecciones del mundo. Jaemin junto a Jeno se dejó caer sobre una roca lisa, Haechan los imitó de inmediato, y Chenle arrojó su mochila al suelo antes de tirarse sobre ella como si fuera una almohada. Mark se sentó con más calma, cruzando las piernas, mientras Jisung permanecía de pie, frotándose las manos con frío, hasta que Jaemin lo haló para que se sentara entre él y Haechan.
Renjun, oculto entre los árboles a unos metros, eligió una roca medio cubierta de musgo y nieve. Podía verlos parcialmente y los escuchaba. Flicker trepó hasta su hombro y se quedó quieto, y su cuervo, aún volando cerca, aterrizó finalmente en una rama sobre su cabeza, observando con igual atención.
Renjun abrió su mochila con movimientos suaves. Su mano encontró un pequeño paquete de galletas envueltas en papel encerado: las había tomado distraídamente esa mañana, sin saber si comería. Las desdobló con sumo cuidado, como si fueran objetos rituales. El crujido del papel pareció más fuerte de lo que debía, y se tensó, preocupado de que lo hayan escuchado, pero nadie lo oyó.
Frente a él, las voces del grupo se mezclaban como música amortiguada por la nieve.
“Te juro que ese sapo de menta estaba hechizado” decía Haechan, con la boca medio llena. “Me mordió la lengua.”
“Te mordiste tú solo.” Replicó Chenle con una sonrisa. “Como siempre.”
“No le rompas la ilusión, Chenle.” Intervino Mark frotando sus manos. “Ya bastante tiene con haber perdido su duelo.”
“No lo perdí” Resopló Haechan. “¡Fue una estrategia para que Renjun se confiara!”
“Una estrategia brillante” Añadió Jaemin, arqueando una ceja sin levantar la mirada de sus dedos, con los que partía un caramelo. “Me recordó mucho a cuando te caíste por las escaleras del Ala Oeste. ¿También fue estrategia?”
Las risas brotaron, cálidas y sinceras. Jeno no reía, pero sonreía. Su silencio era cómodo, como si entendiera que en esos momentos las palabras eran secundarias.
“En serio” dijo finalmente. “Fue raro verlo... así. Enseñando. Pensé que iba a ignorarte o a lanzarte por los aires.”
“Yo también” admitió Haechan, encogiéndose de hombros. “Pero supongo que alguien tiene que notar lo mal que estoy parado.”
“Todos lo notamos” Murmuró Jisung, y por una vez, el grupo soltó una carcajada sin burlas. Era afecto puro.
Renjun sintió que algo en su pecho se ablandaba. Mordió una galleta con cuidado, como si ese gesto lo acercara, aunque fuera solo en espíritu, a lo que sucedía frente a él.
“Y pensar que hace nada estábamos en la enfermería” Susurró Mark, con un tono más suave. “Me alegra que estés bien, Jeno.”
“Sí…” dijo Jaemin al ver al nombrado solo asentir, casi en un suspiro. “Esta vez no fue tan grave.”
Un breve silencio siguió, como si todos recordaran sin necesidad de palabras.
“No tan grave como cuando juega quidditch y…” empezó Haechan, pero se detuvo. Sus ojos buscaron a Jaemin, quien no asintió ni negó. Solo se quedó mirando la nieve.
“Fue un buen día.” dijo entonces Jaemin, sin alterar su tono. Como si su frase anterior nunca hubiera existido.
Jeno lanzó una mirada leve a Haechan, como una advertencia silenciosa, pero ya era tarde: el peso estaba dicho, aunque disfrazado de ligereza.
“Y no hubo cartas del hospital esta semana” añadió Mark, en un intento por aligerar. “Lo tomo como una victoria.”
“Lo es.” dijo Jaemin, masticando un dulce con lentitud. “Una semana sin sobresaltos. Raro, pero bienvenido.”
Renjun tragó despacio. Algo en esas frases le hizo cosquillas en la nuca. Una sospecha. Un vacío de información. No sabían que él escuchaba, claro, y las menciones eran veladas, naturales entre quienes ya convivían con el tema. Pero para él, eran piezas sueltas. Palabras como "hospital", "sobresaltos", "esta vez".
Miró hacia el grupo con más atención. ¿Qué era lo que no sabía?
Su cuervo emitió un graznido suave, inquieto por la tensión que se empezaba a formar en Renjun, quien bajó los ojos a su galleta mordida, ya olvidada entre los dedos. La calidez del momento no se había perdido, pero ahora estaba teñida de algo más profundo. Algo que no entendía del todo, pero que lo involucraba más de lo que pensaba.
Y por primera vez, deseó saber.
No por la misión. No por estrategia.
Sino porque los miraba "reír, bromear, compartir secretos sin explicaciones" y en su pecho, un anhelo viejo y nuevo al mismo tiempo latía con fuerza. Un deseo simple y peligroso: pertenecer.
La nieve seguía cayendo, fina pero persistente, tiñendo de blanco los hombros y cabellos del grupo. Nadie parecía querer moverse. Era uno de esos raros momentos en que la magia no tenía nada que ver con varitas, y todo con presencia.
“Ey” dijo Haechan, repentinamente con una expresión traviesa. “¿Saben qué me acabo de acordar? La cara que puso el profesor Johnny cuando Renjun lo desarmó. Nunca vi a alguien tan confundido y tan impresionado al mismo tiempo.”
Jaemin soltó una carcajada está vez, menos tenso.
“¡Pensé que iba a expulsarlo! O adoptarlo. No decidía.”
“La verdad” intervino Mark, limpiando la nieve de su gorro, “fue impresionante. Y no lo digo solo por el duelo. Lo que hizo antes, con Taeju... no sé si estuvo bien o mal. Pero lo hizo porque pensaba que era necesario. Y nadie más podía haberlo hecho.”
“Yo estaba convencido de que se había vuelto loco” dijo Jaemin con una sonrisa apenas torcida. “Y luego pensé… no. No estaba loco. Estaba controlando todo. Y eso da más miedo todavía.”
“No tanto como su cara cuando Haechan lo desarmó” acotó Mark risueño, y todos rompieron en risas de nuevo.
Renjun, desde su escondite, apenas parpadeó. Una corriente cálida se deslizó, inesperadamente, por su pecho. No era solo que no lo estaban odiando... lo estaban recordando con algo parecido a admiración. Incluso ternura.
Era irónico. Se sentía más cerca de ellos desde su escondite entre ramas que en cualquier clase o pasillo compartido.
“¿Saben qué es lo más loco?” dijo Jeno por fin, hablando por primera vez desde hacía un rato. Su voz era tranquila, como si hablara para sí. “Que cuando Renjun... me salvó, no pensé que me estaba ayudando. Pensé que me estaba evaluando. Como si ver cuánto podía aguantar dijera algo de mí. Pero después… cuando me miró… no era eso.”
“¿Entonces qué era?” preguntó Haechan intrigado.
Jeno se encogió de hombros, con los ojos fijos en la nieve, recordando.
“Parecía... triste. Como si hubiera tenido que hacerlo. Como si no hubiera querido. No por mí, sino por él mismo.”
Mark asintió lentamente, su mirada fija en la nieve.
“Tal vez no está tan perdido como todos creen.”
“O tal vez está más perdido de lo que creemos” dijo Jaemin, en voz baja.
“Sea lo que sea” murmuró Chenle, recogiendo un puñado de nieve para formar una bola que nunca arrojó, “a mí me gusta más cuando se queda callado pero se queda cerca.”
“Lo está, ¿no?” dijo Haechan de pronto, como si lo supiera. “Cerca, quiero decir. Siempre lo está.”
Las risas seguían llenando el claro nevado, ligeras como el vapor que salía de sus bocas al hablar. Renjun seguía inmóvil en su escondite, la galleta a medio comer aún en la mano. Flicker, desde su abrigo, asomaba apenas la cabeza, atento.
“Ok, ok” dijo Haechan mientras se limpiaba una lágrima de risa. “Pero nadie superará el grito que pegó Jisung cuando el espejo de Honeydukes le habló.”
“¡Pensé que era un retrato embrujado!” se defendió Jisung, sonrojado. “¡Y no tenían por qué hacerle decir ‘hola guapo’!”
Todos estallaron nuevamente. Mark incluso se llevó una mano al estómago, vencido por la risa.
“Fue tu culpa por pararte tanto tiempo a mirarte” bromeó Chenle. “El espejo solo cumplió tu deseo.”
“¡Ya basta!” Jisung hundió la cabeza en su bufanda, indignado. “¡Esto es acoso!”
“¿Acoso? No.” Replicó Chenle, con una sonrisa pícara. “Acoso es lo tuyo, Haechan, que claramente estás desarrollando un síndrome de flechazo por tu duelista misterioso.”
Haechan lo miró sin perder el ritmo.
“¿Yo? ¡Tú fuiste el que dijo que se sentía 'protegidísimo' cuando te contamos lo que hizo Renjun en clase!”
“¡Mentira!” Chenle levantó las manos con fingida indignación. “Yo solo dije que me gustaba su estilo trágico. Eso no es lo mismo que tener un flechazo.”
“Chenle, dijiste y cito: ‘Con esa túnica y esa actitud de ya haber enterrado a todos los que quiso, no sé si quiero abrazarlo o pedirle que me maldiga suave’ ” dijo Jaemin, imitando su voz con dramatismo.
“¡ES UNA EXPRESIÓN ARTÍSTICA!” protestó Chenle entre carcajadas.
“Ajá” intervino Mark, fingiendo gravedad. “Y nosotros somos los únicos tontos sin un mago oscuro enamorado de nosotros.”
“Hablá por ti” replicó Jaemin, dándose importancia. “Claramente, jeno y yo tenemos a uno siguiéndonos a todas partes.”
“¿Ah sí? ¿Y por qué no te lo llevás de cita a Las Tres Escobas?” preguntó Mark con inocencia burlona. “Podrían tomar una cerveza de mantequilla y hablar de sus cicatrices emocionales.”
“¡Sí!” añadió Haechan. “Imaginate: mesa para tres, mirada intensa, ¿y tú a qué edad torturaste a tu primer traidor?”
El grupo estalló en carcajadas. Incluso Jisung, que solía quedarse callado en estos momentos, soltó una risa tímida.
Renjun... no podía evitarlo. Una risa seca, ahogada, escapó de él antes de que pudiera contenerla.
Solo una.
Solo una pequeña exhalación sincera.
Flicker se agitó en su pecho como si hubiera sentido la rareza de ese sonido.
Renjun se llevó la mano a los labios, sorprendido. Su pecho se sentía más liviano, como si la nieve en su abrigo se hubiera derretido desde dentro.
No era parte de la broma. Pero por un instante, quiso serlo.
Y eso lo asustó.
Porque, por primera vez en mucho tiempo, no deseaba estar lejos.
Deseaba caminar esos pocos metros, dejar de esconderse, decir algo, lo que fuera, cualquier cosa, para no seguir siendo un fantasma.
Pero no lo hizo.
No todavía.
“No sabía que te gustaban los traumados, Haechan” bromeó Mark alzando una ceja.
“¿A mí?” Haechan se apuntó con un dedo incrédulo y con teatralidad. “Por favor, el que tiene un flechazo tremendo es Renjun. Y no por mí.”
Todos se giraron a mirarlo con sorpresa divertida.
“¿Qué dices?” preguntó Jeno, ladeando la cabeza.
“Vamos, ¿ustedes no lo notaron?” dijo Haechan, con una sonrisa astuta. “El día que se enfrentó al hombre lobo, ¿quién era el primero que Renjun apartaba del peligro? ¿Quién es el que recibe esas miradas de ‘te mato pero primero te cuido’? Y después está el otro…" Miró a Jaemin “que cada vez que Renjun lo ve se le afloja la mandíbula.”
“¡Haechan!” protestó Jaemin, enrojeciendo visiblemente mientras le tiraba nieve.
“¡No estoy diciendo nada que no sea obvio!” rió Haechan, esquivando el proyectil. “Está claro: Renjun tiene un flechazo doble. ¡Ustedes son su debilidad!”
Jeno, que casi nunca se sonrojaba, se llevó la bufanda más cerca del rostro.
“Eso es... exagerado.”
“¿Seguro?” intervino Chenle con una sonrisa maliciosa. “¿Entonces por qué te pones tan tenso cada vez que se menciona su nombre, Jeno? ¿Eh? ¿Eh?”
“Yo no me pongo tenso” murmuró Jeno a la defensiva. “Es que... bueno, él salvó a todos. Ya.”
“Sí, claro. ‘Solo salvó a todos’ ” repitió Mark con tono burlón. “Y después se aseguró de mirar a Jaemin como si lo hubiera invocado con un canto ancestral.”
“¡BASTA!” exclamaron Jaemin y Jeno al mismo tiempo, causando una carcajada general.
Detrás de los árboles, Renjun no podía moverse. Sentía las mejillas encendidas sin saber por qué. Una mezcla de incomodidad, sorpresa... y algo que no quería nombrar. Flicker, curioso por el estremecimiento de su dueño, trepó más arriba por su abrigo.
Renjun no tenía palabras para eso. Solo sabía que había algo en él, algo enterrado y espeso como la esperanza, y se estaba removiendo.
Por eso no se fue.
Por eso, aún desde su escondite, se quedó.
“No, pero pensándolo bien” intervino Chenle con esa sonrisa entre traviesa y fascinada, “tiene algo romántico, ¿no?”
“¿Qué cosa?” preguntó Jisung, ya masticando un caramelo con la boca llena.
“Que el mago oscuro más temido del castillo” Chenle hizo un gesto dramático con las manos “esté secretamente flechado por sus dos mejores amigos, Hufflepuff y Ravenclaw. ¡Es como una tragedia griega! Pero con capas y túnicas. Me encanta.”
“¡Totalmente!” asintió Haechan, sin perder el ritmo. “Imaginate, una escena en los pasillos: ‘¡Jeno, no! ¡Detrás de ti!’ Y Renjun lanzando un Protego no verbal mientras su cabello se agita dramáticamente.”
“Y luego se gira a Jaemin y dice: ‘Siempre te he observado desde las sombras, mi estrella del saber prohibido.’ ” Añadió Chenle con voz melosa.
“¡Cállense!” protestó Jaemin, intentando contener la risa, sus mejillas ya completamente rojas. “¡No digan eso!”
“¿Y si es verdad?” saltó Jeno, visiblemente incómodo, pero sonriendo. “¿Y si nos está escuchando desde algún arbusto ahora mismo?”
“¿Te incomoda o te emociona?” disparó Haechan sin piedad.
“¡HAECHAN!” gritaron Jaemin y Jeno al unísono, provocando una nueva oleada de carcajadas.
Detrás del árbol, Renjun se llevó una mano al rostro. No sabía si quería lanzar un Silencio a todos o cavar un túnel hacia el centro de la tierra. Flicker se movía como si también hubiera percibido la subida de temperatura emocional.
Pero por alguna razón, no se iba, el Renjun de la Raíz estaría anonadado, pero el Renjun que era ahora parecía cómodo, y no sabía si debía asustarse de ello.
Tal vez por ese absurdo, caótico y cálido sinsentido que solo ellos lograban crear.
Tal vez porque, por un instante, esa distancia… no se sentía tan lejana.
“Vamos, quiero un chocolate caliente ya” dijo Haechan, estirándose dramáticamente mientras se levantaba. “Mis dedos están a punto de romperse del frío.”
“Si me congelan los labios, no pienso seguir defendiéndolos” gruñó Mark, sobándose las manos mientras se ponía de pie.
“Como si alguna vez nos defendieras” replicó Chenle con una sonrisa pícara.
Las risas estallaron de nuevo. Uno a uno, los chicos comenzaron a alejarse por el sendero hacia las Tres Escobas, aún comentando sobre bromas pasadas y chistes nuevos. Jeno empujó a Jaemin suavemente por la espalda, Haechan saltó sobre un banco helado solo para dramatizar su sed de chocolate y tomo a Mark por el brazo, y Jisung patinó accidentalmente sobre una placa de hielo, causando una nueva ronda de carcajadas.
Renjun, aún escondido tras los árboles, observó en silencio. Su cuerpo ya había comenzado a levantarse, sus rodillas rígidas por el frío. Estaba por girarse, por volver al sendero solitario que lo llevaría de nuevo a Hogwarts, cuando escuchó una voz quedarse atrás.
“...Y voy a dejar ésto por aquí” murmuró Chenle, su tono ya no burlón, sino tranquilo, casi como si supiera que alguien lo escuchaba. “Por si algún mago oscuro decide tener hambre, como prometí.”
Dejó una pequeña bolsa sobre un tronco cerca de la roca donde antes se habían sentado. Una bolsa sencilla, pero llena de diferentes tipos de dulces: grageas, gomitas, pedacitos de chocolate, algunos caramelos muggles que Jisung solía compartir. No dijo nada más. Se giró y trotó tranquilamente hasta alcanzar al grupo, que ya doblaba la esquina.
El silencio volvió.
Solo entonces Renjun salió de su escondite, con pasos lentos, cautelosos. Se acercó al tronco. Miró la bolsa como si dudara de su existencia. Una pequeña parte de él temía que fuera una trampa, una broma cruel... pero no lo era.
Se sentó otra vez, esta vez sin ocultarse, en medio del claro.
Sacó un dulce al azar. Un pequeño bombón relleno. Lo partió con cuidado, y ofreció la mitad a su cuervo, que descendió con un suave batir de alas, graznando bajo, como si entendiera el momento. Flicker asomó desde su abrigo y aceptó una migaja con entusiasmo.
Renjun mordió su parte, sin pensar demasiado. El sabor se extendió por su lengua con una calidez que no esperaba. Azúcar, manteca, un leve toque de canela. Dulce, sí. Pero también extrañamente real.
Se permitió cerrar los ojos un instante.
Por primera vez en mucho tiempo, comía algo sin sospechas, sin calcular si estaba envenenado, sin preguntarse si lo merecía. Solo comía. Y por un momento breve, casi imperceptible, se sintió joven.
No un arma.
No un legado.
Solo un chico, en la nieve, con un cuervo y un Bowtruckle, comiendo dulces que alguien dejó para él.
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El calor del Gran Comedor se sintió extraño después del frío de Hogsmeade. Las velas flotaban sobre las largas mesas, las bandejas brillaban llenas de comida humeante y los platos se llenaban y vaciaban con el ritmo constante de risas y conversaciones. La mayoría de los estudiantes estaban ya sentados, devorando el banquete de regreso.
Renjun cruzó el umbral con la bolsa de dulces aún en la mano.
Sus botas mojadas dejaron huellas sobre la piedra pulida, y por un instante, el bullicio pareció descender un par de tonos. No por miedo, no por escándalo. Solo por presencia.
Renjun estaba ahí después de todo.
Él no buscó con la mirada. No quiso hacerlo. Caminó en línea recta, con el mentón ligeramente alzado, como si nada importara más que encontrar un lugar donde sentarse. Pero antes de llegar a la mesa de Slytherin, los vio.
Jeno. Jaemin. Haechan. Chenle. Jisung. Mark.
Sentados juntos, compartiendo panecillos y papas, riendo por algo que acababan de decir. Haechan agitaba su servilleta como si fuera una bandera, y Jeno lo empujaba con el hombro. Jaemin escondía la risa detrás de una copa de jugo, sus ojos brillando.
Renjun desvió la vista, su paso no se detuvo.
Llegó a la mesa de Slytherin, aún con algunos huecos vacíos. Se sentó en una esquina, como siempre. Lejos, pero no tanto. La distancia suficiente para parecer ajeno, la cercanía justa para ser visible.
Colocó la bolsa sobre la mesa.
Delicadamente. A la vista.
Y entonces levantó la mirada.
Uno a uno, los rostros se volvieron hacia él. No de forma sincronizada ni dramática, sino natural, como si ya esperaran ese momento.
Mark fue el primero en sonreír. Una sonrisa tranquila, limpia, casi orgullosa. Como si ver a Renjun allí, con esa bolsa en la mano, fuera una pequeña victoria para todos.
Jisung, tímido, medio escondido detrás de una jarra de agua, también sonrió. Pequeño, pero sincero. Era la sonrisa de quien alguna vez sintió miedo... y ahora comenzaba a soltarlo.
Chenle lo miró con una ceja alzada y una expresión de triunfo burlón. Como si hubiera sabido todo el tiempo que Renjun iba a comer los dulces, como si lo hubiera predicho con una certeza sobrenatural.
Haechan lo observó ladeando la cabeza, con esa sonrisa suya tan característica, mitad burla, mitad ternura. Le bastó levantar una ceja para que su expresión dijera: ¿Y? ¿Son de tu agrado los dulces, Romeo?, Renjun podía imaginárselo con precisión, desde la burla en su rostro hasta el descaro en su voz.
Jaemin, sin poder evitarlo, bajó la mirada, pero no antes de que Renjun viera el leve rubor en sus mejillas. Mordió el borde de su tenedor con disimulo, como si intentara esconder la sonrisa que amenazaba con escaparse.
Jeno, a su lado, también sonrió. Más controlado, más discreto… pero con un sonrojo apenas visible en la punta de sus orejas, tan claro como el de Jaemin.
Y eso fue suficiente.
Renjun sintió el calor subirle por el cuello, el rubor floreciendo en sus propias mejillas. No podía controlarlo. Se vio obligado a agachar la cabeza, fingiendo buscar algo entre los cubiertos.
“¡Oh, no! ¡Está contagiado!” exclamó Haechan en tono dramático, golpeando la mesa con la palma abierta, los demás estudiantes ignorándolo, acostumbrados a su personalidad. “¡Ahora los tres están colorados! ¡Chenle, esto es magia negra!”
“Yo solo vendí el drama” replicó Chenle lo suficientemente fuerte, encogiéndose de hombros con exagerada inocencia. “Pero mira qué bien quedó el guión. ¡Tenemos un romance trágico!”
“Trágico para ti, que te gusta el dramatismo” se burló Mark, provocando un bufido de todos.
Renjun no dijo nada. Pero una sonrisa se asomó en su rostro, pequeña, casi invisible.
Y no la ocultó.
La dejó quedarse.
El banquete había terminado, pero el dulce sabor aún persistía en su paladar. Renjun se desvió de la ruta común y atravesó el patio nevado, rumbo a la Torre de las Lechuzas. En el cielo, la nieve empezaba a caer en copos delgados y silenciosos. La noche estaba tranquila, sin estudiantes ni profesores a la vista, y eso le bastaba.
Al llegar, su cuervo lo estaba esperando. Posado en la repisa más alta, como una sombra viva recortada contra la luna.
“¿Comiste bien?” murmuró Renjun mientras abría la bolsa que llevaba guardada. Sacó una tira de carne deshidratada, envuelta con hechizos de conservación. El cuervo graznó suavemente y descendió, con un aleteo solemne, aterrizando en su brazo enguantado.
“No me mires así. Ni yo sé lo que hago” añadió, casi con una sonrisa. “Pero no lo necesito para saber que me entiendes.”
Le acarició la cabeza, con un respeto casi reverencial. El cuervo picoteó suavemente su muñeca, luego volvió a comer.
Después de un rato, cuando el viento comenzó a arreciar, Renjun decidió volver. El castillo están tranquilo. Los corredores, fríos y casi vacíos con estudiantes yendo a sus salas comunes, eso era su dominio silencioso. Sus botas resonaban suavemente contra la piedra. Pero al girar hacia una de las galerías del segundo piso, el eco de una risa burlona lo detuvo.
Se acercó con cautela, hasta ver la escena.
Jisung estaba en el suelo, su túnica manchada, su varita tirada lejos. Tres estudiantes de sexto año, dos de Slytherin y uno de Ravenclaw, lo rodeaban, riendo.
“¿Otra vez sin tu niñera, Hufflepuff?” escupió uno, empujando con el pie el hombro de Jisung, haciéndolo caer de lado.
Renjun no lo pensó. Ya no.
Esta vez no lanzó un hechizo desde las sombras.
Caminó hacia ellos. Cada paso resonaba con precisión, con intención.
Los bravucones lo vieron. El aire se volvió más denso.
“Qué dulce escena” dijo Renjun, su voz tan baja que se coló entre las paredes como un susurro afilado. “Tres contra uno. ¿Están entrenando para ser de la raíz? O simplemente están compensando la falta de cerebro con números.”
El líder del grupo, un chico fornido, intentó sostener su mirada, pero la varita en su mano tembló.
“No es asunto tuyo, Huang.”
“Todo lo que ocurre en los pasillos oscuros del castillo es asunto mío” respondió Renjun, sus ojos brillando levemente bajo la luz de las antorchas. “Si los vuelvo a ver molestando a alguien, haré que su reflejo les grite cada noche que son cobardes. Y si no les basta, puedo ser más creativo. He tenido... muy buenos maestros.”
Un silencio espeso cayó. Uno de ellos tragó saliva. Otro murmuró algo y tiró del brazo del líder. En segundos, los tres se alejaron, casi tropezando entre sí, lanzando miradas furtivas hacia él que aún los seguía con la mirada.
Renjun cerró los ojos por un instante. No por satisfacción. Sino por lo que acababa de hacer.
Cuando giró para marcharse, recordó que no estaba solo. Y allí estaba Jisung. Sentado aún en el suelo, los codos apoyados en el suelo, mirándolo.
Pero no había terror en sus ojos.
Solo algo que a Renjun le costó identificar: curiosidad… y gratitud.
“Gracias” dijo Jisung, con voz baja pero clara. No parecía temblar. Solo estaba ligeramente sorprendido, como quien descubre que un dragón sabe hablar.
Renjun parpadeó. Dio un paso hacia él.
“No es la primera vez que me ayudas” añadió Jisung, como si acabara de atar los hilos de una sospecha. Renjun no respondió. Solo sacó su varita con suavidad.
“Tergeo” murmuró, limpiando la tierra de la túnica del chico. Luego. “Reparo” y las costuras se cerraron con elegancia. Incluso el botón roto volvió a su sitio.
Jisung se levantó lentamente. Recogió su varita, y miró a Renjun como si quisiera decir algo más... pero no lo hizo. Solo asintió.
“Vienes de la Torre de las lechuzas ¿cierto?” Preguntó con curiosidad y no espero respuesta para seguir. “Tu cuervo es genial” comentó finalmente, casi como una confesión.
Renjun arqueó una ceja. Por primera vez en el castillo, rió suavemente por lo bajo en frente de otra persona.
“No tiene nombre” respondió. “Pero si quieres alimentarlo algún día, no creo que se niegue.”
Jisung sonrió. No completamente, pero lo suficiente.
Y cuando Renjun se alejó, esta vez no se sintió solo en el pasillo.
La clase de Encantamientos se desarrollaba en uno de los salones más luminosos del castillo, con ventanales altos por donde entraba la luz invernal y el murmullo del viento. Las mesas ya estaban alineadas en parejas, y el profesor Yuta, impecable como siempre, paseaba entre ellas con su varita en la mano y su energía contagiosa.
“Hoy practicaremos encantamientos de multiplicación efímera” anunció con entusiasmo. “Ideales para entrenamiento de reflejos y control de precisión. Pero recuerden: si no controlan bien su varita... podrían terminar con más ranas saltando por el salón que dedos en las manos. Y no se aceptan dedos extra para puntos de la casa.”
Las risas se esparcieron.
“Emparejados al azar” continuó, y con un giro elegante de su varita, las tarjetas con nombres comenzaron a revolotear por el aire, posándose frente a cada estudiante.
Renjun alzó la suya con una mano.
Na Jaemin.
Le tomó medio segundo procesarlo. El estómago se le contrajo, como si el aire del salón se hubiera vuelto más denso de pronto.
Unos puestos más allá, Jaemin ya lo estaba mirando, con esa expresión suya, medio analítica, medio cordial. No parecía sorprendido. No parecía nada. Solo... expectante.
Renjun caminó hacia la mesa sin decir palabra. Jaemin lo esperó en silencio, como si fuera el inicio de una partida de ajedrez.
“Hola, Renjun” saludó, con voz tranquila.
“Jaemin” Respondió, y fue todo lo que dijo.
Se sentaron uno frente al otro. Por fuera, Renjun parecía tan controlado como siempre. Pero por dentro, su magia estaba tensa, vibrando como una cuerda afinada al límite.
“¿Listo para verme fallar miserablemente y multiplicar algo hasta que explote? Te aviso de antemano.” bromeó Jaemin con una pequeña sonrisa, examinando su propia varita.
Renjun lo miró de reojo. La sonrisa, el tono, la naturalidad con la que le hablaba, lo desarmaban.
“No suelo fallar.” Contestó sin emoción.
“Vaya, qué suerte” replicó Jaemin, acomodándose en su asiento. “Porque te aseguro que yo sí. Ya verás qué tan desastroso puedo ser con cosas que rebotan.”
Renjun tuvo que girar la cara para que su expresión no se traicionara. ¿Se estaba riendo por dentro? ¿Jaemin acababa de hacerle una broma tonta y encantadora como si fueran compañeros de siempre?
“Muy bien” interrumpió la voz de Yuta. “En parejas. Tomen un objeto base, ejecuten el Gemino Limítrofe con control. Observen los desdoblamientos, y luego reviértanlo. ¿Preparados?”
Renjun y Jaemin se miraron. En medio de ellos, un pequeño frasco de tinta.
“¿Empiezo yo?” preguntó Jaemin, inclinando apenas la cabeza.
Renjun asintió.
“Como quieras.”
Jaemin ejecutó el hechizo. Una duplicación limpia, pero el frasco se multiplicó tres veces en vez de dos. Renjun alzó una ceja, y Jaemin rió entre dientes.
“Te lo dije.” Y con un Finite, deshizo el exceso con precisión sorpresiva.
Ahora era el turno de Renjun.
Tomó aire.
Con un leve movimiento de muñeca, el frasco se duplicó en dos copias idénticas, perfectas, flotando levemente en el aire antes de posarse con suavidad en el escritorio.
Jaemin lo observó detenidamente.
“Wow” dijo, sin burla, sin ironía. “Eso fue impecable. Sin esfuerzo, además.”
Renjun no respondió. Siguió mirando los frascos, intentando que sus dedos no delataran la tensión que lo recorría. Estar tan cerca de Jaemin, ver el rubor aún leve en sus mejillas desde el almuerzo, sentir que Jaemin no tenía miedo de él, lo desconcertaba más que cualquier hechizo oscuro.
“Sabes” dijo Jaemin de pronto, bajando la voz para que solo él lo oyera, “no necesitas fingir tanto. A veces solo estás... ahí. Y eso basta.”
Renjun lo miró, confundido.
“¿Fingir qué?”
“Que no te importa estar con nosotros. Que no observás. Que no sientes.” Dijo con seguridad en su voz.
Renjun parpadeó, incapaz de sostenerle la mirada por un segundo.
“Estás equivocado” susurró.
Pero ni él creyó sus propias palabras.
Hubo un silencio tenso. Jaemin no lo presionó. Solo desvió la mirada brevemente hacia el frasco de tinta, lo giró entre los dedos como si el objeto tuviera todas las respuestas del mundo, y luego, sin mirarlo directamente, dijo:
“¿Te gustaron los dulces?”
La pregunta lo tomó por sorpresa. Renjun no supo cómo responder al instante. No porque no supiera la respuesta, sino porque jamás había imaginado que Jaemin… supiera.
“No sabía que lo sabías” dijo al final después de un momento, en voz baja.
“Claro que lo sabía” respondió Jaemin, sin dejar de mirar el frasco. “Chenle no dejaba de hablar de eso. Y tú dejaste la bolsa sobre la mesa del comedor como si estuvieras tendiendo una trampa.”
Renjun apretó la mandíbula, avergonzado. Pero Jaemin sonrió apenas.
“Yo elegí algunos de esos” añadió, con una suavidad repentina. “Quería ver cuál tomarías primero.”
Renjun lo miró, esta vez sin fingir. Jaemin seguía sin verlo directamente, pero sus palabras colgaban entre ellos, pesadas, significativas.
“El cuadrado de chocolate oscuro con relleno de menta” murmuró Renjun, casi como una confesión.
Jaemin asintió muy despacio procesando un momento para luego asentir con orgullo.
“Lo supuse. Tiene una capa dura afuera, pero adentro es cálido. Intenso, pero... refrescante. Como tú, supongo.”
Renjun lo fulminó con la mirada, pero no de forma hostil. Había algo en su rostro que no lograba ocultar, algo entre incredulidad, rubor y una muy peligrosa punzada de esperanza.
“Eso es ridículo.” murmuró.
“Lo sé” dijo Jaemin con una media sonrisa. “Pero igual con Jeno lo pusimos primero en la bolsa, por si acaso.”
Renjun bajó la vista. De todos los encantamientos que había aprendido en su vida, ninguno lo preparó para eso.
Un dulce elegido con intención. Una sonrisa sin miedo. Una cercanía que dolía más que cualquier maldición. Y aun así, en medio de esa clase brillante y ruidosa, con el murmullo de otros pares practicando hechizos y fallando a su alrededor… por un instante, Renjun no se sintió fuera de lugar.
Por un instante, pareció que tenía permiso de quedarse.
Antes de que Renjun pudiera decir algo más, la voz clara y enérgica del profesor Yuta llenó el aula:
“Muy bien, atención todos. Nueva instrucción: vamos a practicar encantamientos de levitación con el duplicado temporal. Un objeto simple, nada orgánico. Si su duplicado canta ópera o explota, ya saben que lo hicieron mal.”
Algunos estudiantes se rieron. Jaemin soltó un leve bufido y sacó una pluma de repuesto.
“Listo para arruinar una pluma, ¿tú?”
“Preferiría arruinar la tuya.” Murmuró Renjun aun con tono neutral, pero avergonzado al haber dicho una broma.
“Claro." Dijo Jaemin con un bufido. "Sospechaba que eras del tipo destructivo.”
Siguieron con la práctica. Jaemin hablaba de todo un poco mientras conjuraban: del extraño pastel que habían servido en el desayuno, de lo ridícula que era la túnica de cierto prefecto de Ravenclaw, de un ensayo de Pociones que probablemente improvisaría esa misma noche.
Renjun respondía como siempre: seco, mordaz, pero sin el filo venenoso de antes. Había una suavidad inadvertida en sus palabras, como si poco a poco el escudo se resquebrajara bajo la naturalidad de Jaemin.
Cuando finalmente la clase terminó y los estudiantes comenzaron a guardar sus cosas, una voz familiar los alcanzó antes de llegar a la puerta.
“Ey, ey, ey” canturreó Haechan, apareciendo de la nada, con una sonrisa peligrosa. “¿No creen que están demasiado pegaditos para ser un simple ejercicio de Encantamientos?”
Jaemin rodó los ojos suspirando ruidosamente.
“¿Estás otra vez con tus teorías tontas? Porque eso se está volviendo viejo, Lee Donghyuck.”
“No. Hoy traigo una variante” respondió él con una expresión dramática. “El cachorro está celoso.”
Renjun se tensó sin querer, pero antes de que pudiera reaccionar, Jaemin se giró hacia Jeno, que justo salía detrás de Haechan como si se estuviera escondiendo, y le lanzó una mirada traviesa.
“¿Celoso, eh? ¿Qué pasa, Jeno? ¿Querés que te hable bonito también?” pregunto con suavidad, pero burla.
Jeno bufó, claramente incómodo, pero con las orejas visiblemente rojas.
“¡No es eso!” protestó sus orejas tiñendose de rojo. “Solo digo que es un poco injusto que Renjun no me hable desde que salí de la enfermería... ni una palabra. Ni siquiera un ‘¿Sigues vivo?’, pero los veo aquí trabajando y siendo súper cercanos.”
La frase cayó con más sinceridad de la que pretendía. Renjun, aún con la mochila al hombro, bajó la mirada por un instante. No lo había hecho a propósito. O tal vez sí. Evitar a Jeno había sido más fácil que enfrentar lo que significaba mirarlo. Salvarlo.
“No soy bueno en eso” dijo en voz baja, más para sí que para los demás. “En hablar con los que me importan.”
La frase fue tan breve que casi pasó desapercibida entre el bullicio del aula. Pero Jaemin la oyó y sonrió un poco. Y Haechan, que abrió un poco la boca, sorprendido. Y Jeno también que lo miro con sorpresa. Mark que recién se acercaba se paró en silencio al lado de Haechan preguntando con la mirada, pero este no apartaba la vista de Renjun.
Hubo un pequeño silencio, y cuando Renjun creyó que había dicho algo incorrecto, o había sido demasiado directo, volvieron a hablar.
“Bueno, entonces tendremos que enseñarte” dijo Haechan al fin, con una sonrisa ladeada, pero con un tono bajo. “Yo empiezo mañana. Primer tema: cómo decir “hola” sin parecer que vas a lanzar un Cruciatus.”
“¿Eso lo puedes enseñar tu?” Jaemin arqueó una ceja saliendo de su estupor.
“Obvio. Soy encantador.” se jactó encogiéndose de hombros.
Renjun negó con la cabeza. Pero esta vez, sin sarcasmo. Solo una media sonrisa… apenas perceptible.
Chapter 11: Romper el Silencio
Chapter Text
El Gran Comedor estaba más ruidoso de lo normal, una mezcla de ansiedad y risas. Los exámenes finales de semestre se avecinaban y los estudiantes discutían horarios, repasaban apuntes o fingían que no estaban al borde del colapso. Las mesas estaban llenas, pero no tanto como en los banquetes oficiales. Era un almuerzo de martes con aroma a final de ciclo.
Renjun entró, como siempre, sin inmutarse. Caminó en línea recta hacia la esquina de la mesa de Slytherin, la más cercana a la de Gryffindor donde estaban ahora. No se sentó con ellos. Todavía no. Pero ya no estaba tan lejos.
Frente a él, el grupo habitual charlaba animadamente. Jaemin y Haechan compartían un cuenco de papas, discutiendo sobre qué llevar en su visita a sus padres durante las vacaciones, aunque parecían tristes, por alguna razón. Jeno hablaba con Mark sobre su tío y un viejo farol encantado que pensaba reparar. Chenle estaba distraído con Jisung, pero prestaba atención a todos al mismo tiempo.
"¿Entonces vas a ir con ellos?" preguntó Mark, mirando a Jaemin y a Haechan, llamando su atención.
"Sí. Winwin dijo que podríamos visitarlos dos o tres días después de Navidad," respondió Jaemin, sin levantar la vista del pan que untaba. "Nada muy largo. No quiero alterarlos."
"Ya es mucho que se pueda planear algo así," comentó Haechan, y su voz bajó un poco. "Ya sabes."
"Sí," dijo Jaemin. No necesitaban decir más.
"Yo voy con mi tío," anunció Jeno, más animado. "Dijo que este año decoró toda la casa con luces flotantes y nieve encantada. Va a parecer que vivimos en una bola de cristal."
"Doyoung-hyung siempre tiene las mejores decoraciones" asintió Chenle con una sonrisa. "¿estás seguro que no te odian sus gatos? la otra vez pareciera que se olvidaron de ti, y Doyoung-hyung no te quería dejar entrar."
"Exacto," rió Jeno. "Espero que no me hayan olvidado."
"¿Y tú, Chenle?" preguntó Haechan, sirviéndose jugo.
Chenle se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa.
"Lo de siempre. Iré al Ministerio, quedarme con Kun unas semanas, hacer de hermano adorable y fingir que no tengo deberes pendientes."
Renjun levantó la vista. Por un segundo pensó que había oído mal.
"¿Kun?" repitió, sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
Chenle lo miró desde la otra mesa con una sonrisa, como de alguien que ha estado esperando que alguien pregunte.
"Sí. Kun. Ministro de Magia. Hermano mayor. Insoportable en las mañanas."
Renjun parpadeó. Procesó la información en silencio.
"Oh" murmuró.
"¿Recién te enterás?" Pregunto Haechan con burla amistosa. "Pensé que todos lo sabían."
"No es como si Chenle lo mantenga en secreto," añadió Jaemin, mirando a Renjun con algo de diversión. "Le encanta usarlo para ganar apuestas."
"¡Falso! ¡Sólo lo uso cuando estoy perdiendo!" se defendió Chenle.
Renjun bajó la mirada a su plato, pero en sus labios se insinuó algo parecido a una sonrisa.
Entonces, la figura del profesor Ten apareció al costado de la mesa de Slytherin. Su túnica se movía con elegancia, y sus pasos eran silenciosos incluso entre tanto bullicio.
"Renjun," dijo con serenidad. "El director Taeyong quiere verte en su oficina."
El grupo en la mesa de Gryffindor se quedó en silencio de inmediato. Mark fue el primero en hablar.
"¿Pasa algo?" preguntó con cautela, su mirada oscilando entre Renjun y Ten.
"Todo está bien," respondió Ten, con una paciencia casi afectuosa. "No es un castigo. Sólo... un asunto importante."
Renjun se levantó sin decir nada. Su mirada pasó fugazmente por los rostros del grupo. Jeno fruncía el ceño con inquietud. Haechan masticaba su labio inferior. Jaemin lo observaba, como si intentara descifrar algo más allá de las palabras. Chenle parecía querer seguirlo, y Jisung abrió los ojos como si estuviera ansioso.
No dijo nada. No podía. Aunque quería decirles algo, solo para calmar la ansiedad de los chicos.
Siguió a Ten por los pasillos del castillo resignado. Al llegar a la entrada de la oficina del director, se encontró con algo inesperado.
Minji.
Salía del despacho con los ojos enrojecidos y la varita temblando en su mano. Al verlo, se detuvo por un segundo. Parecía debatirse entre decir algo o huir.
"Gracias," murmuró, apenas audible, antes de seguir su camino por el pasillo.
Renjun no tuvo tiempo de pensar demasiado. La puerta de la oficina se abrió.
Dentro, el director Taeyong lo esperaba de pie, junto a un hombre de cabello miel, rostro sereno y ojos que contenían más cansancio que años. Era delgado, con una túnica verde oscuro y una insignia de San Mungo en el pecho. Una energía cálida y firme lo rodeaba.
"Renjun," dijo Taeyong. "Gracias por venir. Quiero presentarte a alguien."
El hombre asintió ligeramente, amable.
"Soy Winwin," dijo sonriendo ligeramente. "Sanador jefe en San Mungo. Especialista en magia mental avanzada."
Renjun inclinó la cabeza en reconocimiento.
"Minji nos habló," continuó Taeyong. "Nos dijo que hablaste con ella sobre el maleficio que afecta a sus padres. Que crees que hay una forma de revertirlo."
Renjun no respondió de inmediato. Solo asintió.
Winwin dio un paso al frente, con una voz baja y clara.
"Lo que mencionaste... es algo que hemos estado investigando durante años. Pero necesitamos una perspectiva nueva. Una comprensión del mal desde dentro. Y sinceramente, creemos que tú podrías ayudarnos."
Renjun lo miró, sorprendido, no sabía si era una broma o algo.
"No estamos pidiéndote que lo hagas solo," aclaró Taeyong. "Pero queremos que trabajes con Winwin y con otro sanador, Yangyang. Si estás dispuesto, podrías ayudarnos a descubrir una manera de romper el Maleficio Mnemovoro."
"El proceso tomará semanas," añadió Winwin. "Serás observado, claro. No por desconfianza, sino por seguridad. Tu habilidad con magia oscura es precisamente lo que necesitamos... pero también lo que debemos entender."
Taeyong asintió.
"Yo creo que puedes lograrlo. No como un deber. No como una prueba. Como una oportunidad. No solo para ellos... sino para ti."
El despacho se quedó en silencio. La nieve golpeaba suavemente los cristales de la ventana redonda, y por un instante, Renjun sintió que su mundo se había desplazado unos centímetros hacia un camino inesperado.
Uno donde la redención... no era una ilusión, y aunque si la raíz se enteraba de esos pensamientos, Renjun sabía que sus padres serían capaz de borrarle la memoria, quería en su ironía, ayudar.
"Está bien," dijo al fin, con voz baja, pero firme. "Quiero intentarlo."
Taeyong intercambió una mirada con Winwin, y ambos asintieron.
La primera grieta en la maldición se había formado.
Y esta vez, no con oscuridad.
Sino con decisión.
Renjun ya había dejado de contar los días desde que había llegado a San Mungo. Después de presentar sus exámenes de forma independiente "un proceso supervisado por tres profesores, dos funcionarios del Ministerio y una sala especialmente sellada", fue enviado directamente al hospital mágico para comenzar el estudio del contrahechizo que podría revertir el Maleficio Mnemovoro.
Apenas puso un pie en el hospital, las miradas lo atraviesan. No de odio... sino de incertidumbre. Sanadores que lo observan desde puertas entreabiertas, enfermeros que bajan la voz cuando lo ven pasar.
Los pasillos, pulcros y luminosos, no se parecen a nada que haya conocido. Y sin embargo, la tensión lo sigue como una sombra. Algunos sanadores lo miran con recelo. Una aprendiz deja caer una bandeja al verlo. Winwin, en cambio, lo recibe con una calma genuina.
Le habían asignado una sala de estudio alejada del ala principal, bajo vigilancia encantada. No por desconfianza abierta, sino "por protocolo". Le daban acceso limitado a grimorios de maldiciones mentales, y todos los documentos están bajo protección mágica.
Yangyang lo observaba con una mezcla de prudencia y análisis clínico. Inteligente, meticuloso, sin adornos.
Una semana había pasado. Y luego otra.
Pero en ese tiempo, Renjun ya había memorizado el horario de los pasillos, la hora exacta en que el café perdía su temperatura en el ala de investigación, el sonido específico del paso de Winwin "calmo, decidido" y el de Yangyang "rápido, impaciente" .
Desde el primer día, Renjun había trabajado sin pausa. Había aprendido más sobre neurohechicería y enredos mentales que en todos sus años de estudio. Pero cada vez que visitaba la habitación, ambos estaban separados por una cortina, sentía cómo la desesperación se filtraba bajo la piel. Ambos estaban en un estado casi vegetativo, y aunque los medimagos intentaban mantener sus cuerpos en buen estado, sus mentes eran otra historia.
Winwin era meticuloso y amable, siempre revisando dos veces los cálculos, los efectos colaterales, los riesgos. Yangyang, en cambio, era más directo, con un toque de sarcasmo que Renjun apenas toleraba, aunque entendía su propósito: mantenerlo centrado.
"Llevas dos semanas y trabajaste como si fueran cinco," comentó Yangyang una mañana mientras revisaban la secuencia del contrahechizo proyectado. "No es necesario apurarse a romper una maldición que lleva años activa."
"Una semana es tiempo de sobra cuando sabes lo que estás buscando," replicó Renjun sin apartar la vista del pergamino frente a él.
Su rutina era quirúrgica: despertaba al amanecer, entrenaba su control mágico con ejercicios diseñados por sí mismo, estudiaba bajo supervisión directa y, por las noches, visitaba en silencio la habitación de los padres de Minji.
Nunca hablaban, claro. No podían.
Pero él lo hacía.
En voz baja, apenas audible. Les contaba lo que aprendía. Lo que no entendía. Les hablaba de Hogwarts, del frío en los ventanales, de los dulces que le habían regalado. De Flicker. De su cuervo.
Una noche, ya pasada la medianoche, Renjun sigue en el archivo. El ala estaba vacía. Caía nieve tras los ventanales. Él está solo con un grimorio de magia oscura y un tomo de sanación mental.
Su varita descansa a un lado, y Flicker dormita entre los pliegues de su túnica.
Hay marcas de tinta en sus dedos. Páginas desparramadas. La runa central del Maleficio Mnemovoro brilla levemente en un viejo pergamino. Renjun la mira largo rato... y recuerda. Recuerda los rituales de La Raíz. La voz de su madre. Las lecciones susurradas a la medianoche. El dolor, el poder... y el vacío.
Y cada noche, cuando se iba, sentía que no había sido suficiente.
Hasta que dejó de poder esperar.
"Estoy listo," anunció esa mañana, con la voz firme y los ojos clavados en el pergamino flotante con la última versión del contrahechizo.
Yangyang levantó la cabeza de su propia investigación.
"No." Dijo firmemente. "Falta revisar el cruce de flujos mágicos residuales. Si lo haces ahora, podrías dejarlos en coma permanente."
"Lo revisé anoche. Cinco veces." Renjun sostuvo su mirada. "Funciona."
Yangyang apretó los labios. Parecía esperanzado y eso le bastó.
"Voy a buscar a Winwin." Se levantó con rapidez pero se detuvo junto a la puerta. "Si haces algo sin autorización"
"No lo haré," mintió Renjun sin dudar.
Yangyang salió de la sala a toda prisa.
La puerta apenas se cerró cuando Renjun ya caminaba hacia el ala de pacientes bajo maleficio crónico. Nadie lo detuvo. Algunos lo miraron, sí. Algunos incluso se apartaron. Pero él avanzó.
Primero fue el padre.
La habitación olía a lavanda y desinfectante. El hombre respiraba, pero su pecho apenas subía y bajaba. La mirada, perdida, flotaba sin anclar.
Renjun alzó la varita.
Colocó la punta justo al centro de su frente, murmurando el primer encantamiento.
Las runas comenzaron a emerger, flotando, girando, como hilos de una red invisible que se expandía desde la mente del hombre hacia el aire. Los cálculos estaban correctos. La teoría, sólida. Pero la magia... la magia era otra cosa.
La magia dudó.
Se resistió.
Y Renjun no retrocedió.
"Frangere Memoriae."
El aire se quebró como cristal.
La luz envolvió el cuerpo del hombre, y por un segundo, todo quedó en silencio. Entonces, un jadeo. Breve. Violento. Como si hubiese estado aguantando la respiración durante años.
Renjun no se detuvo.
Pasó a la madre al otro lado de la habitación.
La madre de Minji parecía aún más débil. Más lejana. Tenía las manos cruzadas sobre el regazo, como si esperara algo. Renjun tragó saliva. Su varita tembló apenas.
Pero repitió el proceso.
Las runas. Las capas. La ruptura.
Esta vez, el hechizo original respondió con una defensa verde oscura, una niebla que casi lo quemó cuando trató de penetrarla.
Renjun no pestañeó.
"Tengo derecho a intentarlo," murmuró. "Porque si no lo hago, nadie más va a hacerlo."
Y lanzó el hechizo completo.
La resistencia cedió.
El cuerpo de la mujer tembló, apenas. Un leve espasmo. Un suspiro.
Entonces, su voz, ronca, quebrada, casi inexistente:
"Minji..."
El nombre flotó en el aire como una promesa.
Renjun no se movió. No se permitió emocionarse. No del todo.
Pero su magia... su magia vibraba como nunca.
Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe. Winwin entró primero, seguido de Yangyang con expresión furiosa.
Encontraron a Renjun en el suelo, exhausto, y a los padres de Minji... despiertos. Conscientes.
Los sanadores acuden. La conmoción se propaga. Murmullos. "¿Fue él?" ¿Lo hizo solo?" ¿Un mago oscuro... sanó dos mentes?" Nadie lo dice en voz alta, pero todos lo sienten: es histórico.
Yangyang, aunque aún incrédulo, se le acerca y asiente.
Los medimagos no hablaron cuando Winwin se acercó con rapidez, alzó la varita, comenzó a examinar ambos cuerpos con hechizos de diagnóstico. Yangyang hizo lo mismo, aunque su ceño seguía fruncido.
Y entonces: Confirmación.
Ambos pacientes habían recuperado la conciencia mínima. Sus mentes, aunque aún débiles, estaban completas. Íntegras. El hechizo... había funcionado.
Yangyang se giró hacia Renjun con incredulidad.
"¿Lo hiciste tú solo?"
Renjun solo asintió, apoyado contra la pared, ahora descansando la espalda ahí y mirándolo desde el suelo pálido pero firme.
"¿Sabes lo que significa esto?" murmuró Winwin, con un asombro reverente. "Renjun... acabas de hacer lo que un equipo de medimagos ha intentado por años sin éxito."
"Solo hice lo que nadie más se atrevió a hacer," respondió él, sin arrogancia, sin falsa modestia.
Silencio.
Hasta que Yangyang soltó, sin filtro:
"Eres un mago oscuro."
Renjun lo miró sin alterarse.
"Sí."
"Y aun así... ¿rompiste uno de los maleficios más complejos conocidos en el hospital?"
Renjun alzó una ceja.
"¿No era eso lo que querían?"
Yangyang no supo qué decir.
Winwin se acercó.
"No todos los días alguien nos recuerda que el poder... depende de quién lo empuñe."
La noticia no tardó en extenderse. Minji fue llamada de inmediato, su llanto pudo escucharse desde pasillos lejanos al ver a sus padres mover los dedos, pronunciar su nombre, reconocer su rostro.
Y aunque muchos medimagos miraban a Renjun con recelo, con miedo, incluso, nadie negó lo que había logrado.
En menos de un mes.
Sin supervisión.
Solo.
Cuando Renjun finalmente volvió a su pequeña habitación del ala de invitados, encontró sobre su cama una nota.
La letra era del director Taeyong.
"Te esperamos en Hogwarts. las clases comienzan en tres días. Lo que hiciste... será recordado."
Renjun dejó caer la nota sobre el escritorio.
Y por primera vez, en mucho tiempo, se permitió cerrar los ojos y descansar.
Porque ahora lo sabía.
A veces, romper un hechizo... era más fácil que romper el miedo.
La hora de partir estaba cerca.
La nota del director Taeyong aún reposaba sobre el escritorio de la habitación que Renjun había ocupado durante la semana en San Mungo, junto al uniforme limpio que llevaría de regreso a Hogwarts.
Pero antes de irse, había algo más que tenía que hacer.
No por deber. No por magia.
Por él.
Recorrió los pasillos silenciosos del hospital con paso firme, la capa cayendo con elegancia a su alrededor, el rostro inexpresivo. Era madrugada, y casi no había sanadores rondando. Sabía que Minji no se había separado de sus padres desde que despertaron, así que no pensaba molestar. Solo... mirar. A la distancia. Confirmar que todo seguía bien.
Y cuando llegó al umbral de la habitación, lo comprobó.
Minji dormía en una silla, su rostro recostado en la camilla de su madre. Su padre, aún pálido, sostenía con dificultad su mano. El alma parecía haber regresado a ese cuarto. El silencio tenía forma de alivio.
Renjun no entró.
Solo observó desde el pasillo, la cabeza apenas inclinada. No sabía cuánto tiempo se quedó allí. Pero algo en esa escena "la calidez, la ternura sin esfuerzo, el vínculo evidente" le dolía más que cualquier maldición.
Porque él nunca había tenido eso.
Las memorias eran como ecos arrastrados por viento envenenado: el rostro frío de su padre, las manos de su madre marcando runas en su piel para enseñarle a resistir dolor. Las palabras de afecto jamás dichas, los logros celebrados con expectativas más duras. Había sido su arma, su recipiente, su experimento. Pero nunca... su niño.
Un nudo se formó en su garganta. Su magia vibró, queriendo protegerlo incluso de sí mismo. Pero no había protección posible contra eso.
Iba a irse.
Hasta que escuchó una voz. Clara. Familiar. Dolorosa.
"Te dije que no te quedaras tanto tiempo, Jaemin."
Renjun se detuvo.
Conocía esa voz. La reconocería aunque estuviera en un bosque en llamas.
Haechan.
"Y yo te dije que no me mandaras mensajes pasivo-agresivos con Jeno," replicó Jaemin, desde el interior de una sala cercana. "Estoy bien. ¿No es lo que te importa?"
El tono era defensivo, pero cansado. Roto.
Renjun no quiso escuchar.
Pero tampoco pudo moverse.
"Estás haciendo lo de siempre," murmuró Haechan, más suave. "Pretender que esto no duele. Que se va a arreglar solo."
"Porque va a arreglarse," insistió Jaemin, con una vehemencia desesperada. "Voy a aprender lo suficiente. Encontrar lo que otros no han visto. Curarlos."
Un silencio pesado. Luego, el golpe seco de una palma contra una mesa.
"No puedes seguir viviendo con esa ilusión," soltó Haechan. "¡No después de todo lo que vimos!"
"¿Qué prefieres? ¿Rendirte? ¿Verlos así para siempre?"
Renjun se acercó apenas, hasta quedar al borde del marco de la puerta. No podía verlos bien, pero los escuchaba.
"Ellos eran héroes," murmuró Jaemin. "Aurores. Daban miedo hasta a los criminales más peligrosos. Y ahora... míralos. Hablan con las paredes. Mi madre cree que soy un espejo. Mi padre repite el mismo hechizo como si intentara volver al pasado. Sabes lo que es ver eso todos los días, son nuestros padres, ¿Realmente quieres rendirte?."
Haechan no respondió.
Renjun sintió que el corazón se le comprimía.
"Los atraparon en el Valle de los Trece. Dijeron que era un grupo de La Raíz. Que usaron un maleficio experimental. Uno que ni siquiera está en los registros del Ministerio." Jaemin hizo una pausa. "Seguro fue uno de ellos, fue..."
"Jaemin," interrumpió Haechan, en voz baja pero firme.
Y Jaemin se cayó. El nombre no fue dicho. Nadie lo decía. Ni siquiera en voz baja. En la comunidad mágica, mencionar a los líderes de La Raíz era tentar a la mala suerte. Como si sus nombres fueran maldiciones por sí mismos.
"Lo que hayan sido... no me importa," continuó Jaemin con los dientes apretados. "Están en Azkaban, en el infierno, pero alguien los va a hacer pagar. Yo... voy a encontrar el contrahechizo. Y cuando lo haga, voy a asegurarme de que La Raíz sepa que no destruyeron a mi familia."
El silencio que siguió fue más profundo que cualquier otro.
Y para Renjun, fue un eco terrible.
Porque él no era solo un estudiante.
Era el hijo de los fundadores de La Raíz. Era el producto de su oscuridad.
Y aunque nadie lo nombrara... sabía que en sus ojos, sus cicatrices, sus lamentos, él también estaba allí.
Sin querer, se apoyó contra la pared. Por un segundo, se permitió cerrar los ojos.
Los padres de Minji, restaurados por sus manos.
Y ahora... los padres de Jaemin. De Haechan. También víctimas de aquello que él fue creado para servir.
Y aún así, Jaemin sonreía con él. Haechan bromeaba con él. Lo miraban con esos ojos que a veces no lo juzgaban.
Renjun no sabía qué hacer con eso.
No sabía si merecía tenerlo.
No sabía si alguna vez se lo permitirían.
Pero lo que sí sabía... era que ya no era el mismo de antes.
Ni como mago. Ni como hijo.
Y que volver a Hogwarts, ahora, sería más que enfrentar a sus compañeros.
Sería enfrentarse a sí mismo y a todo por lo que lo habían criado.
Chapter 12: Nombres que no se dicen
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El viaje de regreso fue silencioso. Ningún escolta. Sólo el cuervo volando detrás del carruaje encantado, la nieve apagando el sonido de las ruedas. En el bolsillo interior de su túnica, Renjun llevaba una copia del ritual de contrahechizo que había creado. No por orgullo. Por necesidad. Para recordarse que era posible hacer algo que no destruyera, pero Flicker estaba ahí también, lo que lo ponía en contradicción.
Y aun así, el nudo en su estómago crecía mientras el castillo aparecía entre la niebla.
En su mente aún resonaban las palabras de Jaemin y Haechan. El dolor contenido, la rabia. La palabra La Raíz susurrada como si quemara. El silencio donde debería ir el nombre de sus padres.
Él. Siempre él, al margen. Escuchando. Sabiendo.
"Soy el hijo de sus enemigos," pensó mientras cruzaba el umbral de Hogwarts, "y sigo actuando como si pudiera pertenecer."
Y nuevamente desde que pisó ese castillo el año anterior... se sintió como un invasor. Un espía en las vidas de aquellos a quienes su familia había dañado tan irrevocablemente. ¿Cuántos otros daños había causado La Raíz sin que él, en su ignorancia, pudiera hacer algo al respecto? La culpa, una emoción extraña y punzante, comenzó a roerlo.
Durante los días siguientes, Renjun no volvió a sentarse cerca del grupo. Ni siquiera en la esquina de la mesa de Slytherin. Comía temprano o tarde. Los evitaba en las clases donde podía y pasaba más tiempo en la Torre de las Lechuzas o en pasillos poco transitados.
Los profesores no lo presionaban. Winwin había enviado una carta confirmando su desempeño y cooperación. Pero no mencionó emociones. No mencionó que Renjun, por las noches, había dejado de dormir. Que miraba al cuervo como si buscara en él la respuesta a su propia existencia.
"Estoy jugando a ser alguien que no soy."
La frase cruzó su mente mientras escribía un ensayo para Transformaciones. Todo le parecía distante. Sin sentido. Un juego de roles. Un disfraz.
Renjun se alejó de su mesa en la biblioteca, buscando un libro en un estante más alejado. Al pasar por una de las esquinas, escuchó voces susurrando. Las reconoció como estudiantes de Hufflepuff y Ravenclaw, hablando en voz baja.
"¿Viste lo que le hizo a Taeju?" dijo una voz. "Nadie más que un hijo de la Raíz usaría un Crucio."
"Exacto," susurró otra. "Desapareció antes de los exámenes y ahora regresa como si nada. De seguro lo habían mandado a Azkaban y está de vuelta. No me fío, no es de fiar."
Las palabras le cayeron a Renjun como piedras. Se sentía como si lo hubieran golpeado en el estómago. Se detuvo, el dolor era demasiado grande como para seguir caminando.
Entonces, la voz de Jeno lo interrumpió, firme y tranquila. "No hables así. Él no es una serpiente. Lo que le hizo a Taeju fue para protegerme. Está intentando hacer lo correcto, incluso si es difícil."
"Intentando," protestó una de las voces con burla.
Chenle se unió a la conversación, su voz era un disparo repentino en la calma. "¿Quién eres tú para juzgarlo? Lo que hizo fue para defender a un amigo. Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada."
Los murmullos se apagaron. Los estudiantes de Hufflepuff y Ravenclaw se dispersaron, dejando un silencio incómodo.
Renjun se quedó quieto, escondido detrás de los estantes. Sintió un calor familiar extenderse por su pecho. Las palabras de Jeno y Chenle lo habían defendido de la acusación y de la burla. No sabían que estaba escuchando, pero lo defendieron de todos modos, sin vacilar. Esa lealtad silenciosa valía más que cualquier trofeo.
La frase resonó en su mente con una claridad ensordecedora, como un mantra silencioso: Me alejé del plan de mis padres. Del Corazón de Salazar. De todo lo que me enviaron a hacer. Por ellos.
Por ellos que estaban de pie, defendiéndolo. Por ellos que lo habían aceptado sin juzgarlo. Se había liberado de la jaula que sus padres habían construido, una jaula de ambiciones y magia oscura, y había encontrado un nuevo propósito. Una nueva razón para vivir.
Pero entonces recordaba las manos temblorosas de Minji al abrazar a sus padres curados, un acto de puro amor que su propia familia nunca entendería. El susurro de "gracias" que le había dicho al aire, una gratitud que aún le retumbaba en lo más profundo del alma. La manera en que Jeno y Chenle lo habían defendido en ese momento, sin saber que él, el hijo de la Raíz, era el origen de todo el mal del que hablaban.
"¿Qué estoy haciendo...?"
El papel se arrugó bajo su puño. La pluma quedó a un lado. Y el aire en la sala vacía se volvió más frío.
El peso de esa revelación, de la magnitud del daño infligido por su propia sangre, era un abismo que engullía a Renjun. Se había atrevido a extender una mano, a permitir una fisura en su muro, y ahora se sentía traicionado por su propia ingenuidad. Todo el avance se desmoronó. La breve conexión, la extraña paz que le habían traído esas sonrisas, ahora le parecían una burla cruel.
El cuervo, su confidente silencioso, dejó de ser visitado. La Torre de las Lechuzas, que antes le ofrecía un falso consuelo, ahora se sentía como una prisión vacía. Renjun se cerró en sí mismo con una ferocidad que superaba cualquier aislamiento previo. Sus pasos se volvieron más rápidos, su mirada, más esquiva. Si antes era distante, ahora era invisible.
En las clases, su presencia era apenas un fantasma. Se sentaba al fondo, sus ojos fijos en la pizarra, pero su mente a miles de kilómetros. Cuando el profesor Johnny preguntaba algo, su respuesta era monosilábica, sin levantar la vista. Ya no participaba, ni siquiera para demostrar su superioridad. Su magia, que una vez parecía vibrar bajo su piel, ahora se sentía pesada y entumecida.
Las miradas del grupo, se volvieron una carga insoportable. Sentía sus ojos sobre él, una mezcla de preocupación, curiosidad por parte de Mark y, en el caso de Haechan, quizás una pizca de frustración, incertidumbre por parte de Jisung y desespero por parte de Chenle, Intentaban interceptarlo en los pasillos, murmuraban su nombre, pero Renjun era una pared. Los ignoraba por completo, sus pasos firmes y su rostro una máscara impenetrable.
Jaemin y Jeno, en particular, eran los más insistentes. Sus miradas se cruzaban con la suya, llenas de una incomprensión que Renjun no podía, o no quería, abordar. Ni siquiera podía mirarlos. Cada vez que sus ojos se encontraban, la imagen de los padres de Jaemin y Haechan, atrapados en San Mungo por un maleficio incurable, y el dolor de Jeno después de ser marcado por Sungmin y la muerte de su mamá, se proyectaba en su mente, y el nudo en su estómago se apretaba hasta volverse dolor.
Él era el invasor. El enemigo. Cada momento de cercanía era una mentira, un engaño. Y en su soledad autoimpuesta, Renjun se hundía más y más en la convicción de que estaba destinado a caminar ese camino solo, sin permitirse distracciones, sin permitirse sentir. Su misión era lo único que quedaba.
La crisis de Renjun no lo llevó a la parálisis, sino a una brutal clarificación. Cada mirada furtiva de Jaemin, cada intento silencioso de Jeno por acercarse, cada risa amortiguada del grupo que veía a lo lejos, solo servía para solidificar su convicción: debía terminar su misión, y debía hacerlo rápido. Tenía que irse de ese castillo, volver a La Raíz, a la fría y lógica estructura que conocía, donde las emociones no eran una debilidad, sino una distracción mortal. Hogwarts, con sus amistades incipientes y sus verdades dolorosas, se había vuelto un peligro para su alma.
Una mañana, durante el desayuno, el Gran Comedor vibraba con el murmullo de los estudiantes y el tintineo de los cubiertos. Renjun, como de costumbre, estaba sentado solo, apenas tocando su comida. De repente, una sombra se cernió sobre la mesa de Slytherin. Era su cuervo mensajero, el mismo que lo había acompañado en su viaje al castillo, descendiendo con una gracia oscura. Aterrizó justo frente a él, una pequeña pata extendida, llevando un rollo de pergamino atado.
Renjun sintió un escalofrío. Era una nota. Y solo una persona le enviaba mensajes por ese medio.
Desató el pergamino, sus dedos ligeramente temblorosos a pesar de su fachada inquebrantable. La caligrafía era familiar, tensa y precisa: la de Taeju. Su corazón, que había aprendido a latir con frialdad controlada, dio un salto.
Las noticias. Las noticias de La Raíz. Las noticias de la manada de Sungmin. La información que el hombre lobo le había prometido mantenerlo al tanto, después de aquella tortura que ahora parecía tan lejana.
Renjun desplegó el pergamino con una precisión casi dolorosa, sus ojos absorbiendo las palabras de Taeju. La nota era breve, directa, sin florituras, y su mensaje golpeó a Renjun con la fuerza de un Bombarda.
Amo Huang,
Sungmin está al tanto. Tu "protegido" ha llamado su atención. Lo que hiciste, al reclamarlo, ha sido interpretado como un desafío directo. Él lo ve como tuyo, y eso no le gusta.
Va a venir por él. Ha comenzado a mover sus piezas. Querrá recuperarlo. Será pronto.
Te lo advierto. Prepárate.
T.
El pergamino se arrugó en el puño de Renjun. Su visión periférica se oscureció. Sungmin. El nombre por sí solo era una promesa de caos y crueldad. Y su atención estaba ahora fija en Jeno. La idea de que su intento de protegerlo en la Cacería, un acto impulsivo que ya lamentaba por lo que había revelado de sí mismo, pudiera ser la causa de una nueva amenaza para Jeno... la ironía era un sabor amargo en su boca.
Su intento de aislarse, de distanciarse de ellos, acababa de ser volado por los aires. Su misión de recuperar sus memorias y el Corazón de Salazar Slytherin, todo lo que debía ser su prioridad, se vio repentinamente eclipsado por una amenaza inminente y personal. No podía simplemente irse si Jeno estaba en peligro por su culpa. No ahora. No después de haberlo "reclamado".
La nota de Taeju era una bofetada fría y despiadada. No podía huir de las consecuencias de sus propias acciones, no cuando ponían en peligro a otros. El aislamiento no lo protegería de esto.
De hecho, podría hacer a Jeno aún más vulnerable.
Renjun sintió una punzada de rabia, no dirigida a Jeno, ni siquiera a Sungmin, sino a sí mismo. Por haberse dejado arrastrar. Por haberse preocupado lo suficiente como para actuar. Por haber fallado en mantener la distancia necesaria. Su plan de terminar rápido e irse acababa de complicarse fatalmente.
La nota de Taeju se arrugó en el puño de Renjun, su contenido ardiendo en su mente. Sungmin. Jeno en peligro. Un desafío personal. La ira, una emoción fría y controlada que rara vez se permitía sentir en tal magnitud, estalló. Su magia, que siempre mantenía bajo un control férreo, se descontroló por un instante. Una ola de energía oscura e invisible emanó de él, haciendo que los cubiertos en la mesa de Slytherin vibraran y que el aire mismo crepitara con tensión. Algunos estudiantes cercanos se encogieron, sintiendo la oleada de poder.
En un segundo, antes de que nadie más pudiera reaccionar, el director Taeyong apareció junto a la mesa, su expresión grave. Un momento después, Renjun ya no estaba en el Gran Comedor, sino de pie en la pulcra oficina de Taeyong, el director frente a él, con los brazos cruzados y una mirada indescifrable.
Renjun miró a su alrededor, sorprendido por la velocidad.
"¿Creí que no se podían aparecer en el castillo?", preguntó, su voz ronca por la furia contenida.
Taeyong asintió lentamente.
"No se puede. Salvo que seas el director, Huang. Son los privilegios del cargo." Su voz era tranquila, pero había una autoridad innegable en ella, Renjun haría uso de ese conocimiento más tarde. Sus ojos se fijaron en la nota arrugada en la mano él. "Ahora, dime. ¿Por qué estás tan enojado? ¿Tiene que ver con esa nota?"
En lugar de responder, Renjun apretó la mandíbula, su mirada gélida. La urgencia de la situación superaba cualquier necesidad de ocultar.
"Necesito que llame al Auror Doyoung," espetó Renjun, la voz tensa.
Taeyong no discutió. Un simple gesto de su varita, un patrón de humo plateado que se elevó y se desvaneció. Menos de un minuto después, un cuadro de la oficina se abrió de golpe y Doyoung entró, su varita ya en la mano, seguido de cerca por otro auror, supuso Renjun, con el rostro serio y listo para la acción. La aparición instantánea de los Aurores era una señal de la seriedad de la situación, o quizás, de la reputación que Renjun ya había forjado.
Doyoung miró a Renjun, luego a Taeyong, su ceño fruncido. "Director, estaba justo con Hendery" Miro a su acompañante que hizo un movimiento de cabeza, saludando. "¿Qué sucede? ¿Renjun?"
Renjun no perdió el tiempo. Con la furia aún ardiendo en sus ojos, pero su voz recuperando la frialdad calculada, les dijo.
"La Raíz ha hecho su movimiento. Sungmin viene por Jeno."
El silencio en la oficina se hizo denso. Doyoung y Hendery intercambiaron una mirada de alarma. La Raíz. Sungmin. Jeno. Cada palabra era un golpe, un anuncio de peligro inminente.
"Esperaba que esto pasara," continuó Renjun, su voz áspera, el control precario. "Pero creí que Sungmin me tenía suficiente miedo como para elegir no atreverse a molestarme." Su mandíbula se tensó aún más. "Lo subestimé." Su mirada se posó un instante en Doyoung, luego volvió a endurecerse. "Esto... esto es mi culpa."
La culpabilidad, una emoción que lo había estado carcomiendo, se filtró en sus palabras. Él lo había provocado. Él había "reclamado" a Jeno, sin comprender las repercusiones que eso tendría en el oscuro mundo de La Raíz. Su intento de protección había, irónicamente, puesto a Jeno en un peligro aún mayor.
Doyoung, siempre pragmático, dio un paso adelante, pero con el rostro lleno de pánico.
"¿Qué planea hacer?"
Renjun levito la nota arrugada de Taeju. Taeyong la tomó, sus ojos recorriendo las líneas mientras Doyoung y Hendery se inclinaban para leer también. El rostro de Taeyong se ensombreció.
"Una clara amenaza," murmuró el director, el pergamino aún en su mano. "Y un desafío directo. Sungmin no es de los que retroceden."
"No," concordó Renjun, su voz sombría. "Él quiere a Jeno. Siempre vuelve por sus presas y Jeno lo es" Había visto de primera mano cómo Sungmin reclutaba y "moldeaba" a aquellos que le parecían prometedores o útiles, desde pequeño veía a decenas siendo convertidos por Sungmin. Recordaba a Hyeongjun, ese pequeño lobo siendo criado para obedecer, solo mirarlo a los ojos en la mansión de la raíz le producía nauseas, porque Renjun no lo pudo salvar, estaba ahí, a si lado, pero no pudo ayudarlo y nunca se lo había perdonado, El pensamiento de Jeno, con su luz y su bondad, siendo sometido a esa oscuridad, encendió una nueva ola de furia fría en Renjun, pero sabía que no haría eso, no cometería el mismo error dos veces, si no pudo sacar a Hyeongjun de ahí, se aseguraría que a Jeno no le pasara nada.
Hendery, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló, su voz más joven pero firme.
"¿Por qué Jeno? ¿Hay algo especial en él que La Raíz quiera?"
Renjun dudó. No podía revelar todo sobre sus propios padres o el Corazón de Salazar Slytherin aún. No ahora. Pero sí podía darles lo suficiente para que actuaran.
"La Raíz es así" dijo Renjun, sus ojos fijos en los Aurores. "Sungmin marco a Jeno hace años. y siempre vuelve por sus hijos, así los llama. Y mi interferencia, mi... protección, fue vista como un acto de guerra. Para él Jeno es suyo." Sus palabras no sonaban como una disculpa, sino como una declaración fría de los hechos, con un matiz de auto condena.
"Necesitamos protegerlo," afirmó Doyoung, mirando a Taeyong. "Reforzaremos las guardias del castillo, y..."
"No es suficiente," interrumpió Renjun, su voz resonando con una autoridad que sorprendió a los Aurores. "Sungmin no operará dentro de las reglas de Hogwarts. Encontrará una forma de atacar. Así es cómo opera La Raíz."
Renjun avanzó un paso, su mirada cortante pasando de Doyoung a Taeyong, como si evaluara su capacidad para comprender la brutalidad que estaba por describir.
"La Raíz no ataca de frente, a menos que sea un espectáculo. Operan desde las sombras, con sutileza venenosa. Sus ataques son silenciosos, precisos, diseñados para no dejar rastro o culpar a terceros. Utilizan la manipulación mental," Renjun continuó, su voz apenas un susurro, pero cada palabra cargada de peso. "Hechizos de compulsión, de persuasión. Pueden hacer que una persona haga algo contra su voluntad y que luego no lo recuerde, o que crea que fue su propia idea. O pueden sembrar discordia, dividir. Harán que los estudiantes sospechen unos de otros, que los profesores duden."
Taeyong asintió, su rostro sombrío.
"He oído rumores de tales métodos. Pero es difícil de probar. ¿Cómo se manifiestan?"
"Falsas visiones, susurros en la mente, ilusiones que te hacen ver enemigos donde no los hay," Renjun explicó, recordando vívidamente sus propios entrenamientos para resistir tales técnicas. "Usan pociones indetectables que alteran el humor o la percepción. Envían criaturas, a menudo con magia oscura vinculada, que parecen accidentes, etc. Son maestros del subterfugio."
Hendery, con el rostro pálido, preguntó.
"¿Y qué hay de la seguridad física? Los escudos del castillo son formidables."
"Los escudos pueden ser penetrados, no con fuerza bruta, sino encontrando las fisuras," Renjun replicó. "Sungmin tiene acceso a magos que pueden detectar las debilidades en la urdimbre de un encantamiento. O pueden usar pasajes ocultos, portales. No subestimen su capacidad para entrar y salir sin ser vistos." Su mente volvió a los intrincados mapas de Hogwarts que La Raíz poseía, mapas que ni el Ministerio sospechaba.
"Su objetivo principal será Jeno," Renjun enfatizó, la tensión regresando a su voz. "Querrán llevárselo vivo, o al menos, someterlo. No buscarán matarlo, no al principio. Querrán convertirlo, como hacen con todos sus 'hijos'. La mejor defensa será la prevención. Necesitamos anticiparnos a sus movimientos."
Doyoung apretó los labios.
"Necesitaremos vigilancia constante. Aurores encubiertos entre los estudiantes, si es posible."
"No servirá," Renjun lo interrumpió, negando con la cabeza. "Sungmin detectará a cualquier Auror encubierto. Sus sentidos están entrenados para ello. Los magos de La Raíz son indetectables para la mayoría."
"Entonces, ¿Qué sugieres, Renjun?" preguntó Taeyong, su voz tensa pero expectante. La autoridad inusual de Renjun en estos asuntos era innegable.
Renjun miró a los tres, su rostro un pozo de determinación fría.
"Lo primero, no pueden saber que ustedes saben. Especialmente Jeno. Debemos actuar con cautela. Y yo... yo seré su cebo."
"¡No!" dijo Taeyong con un semblante enojado, su voz resonando con una autoridad inquebrantable que Renjun rara vez había escuchado. "Eres un niño, por supuesto que no te dejaremos hacer eso."
Renjun apretó los labios, una chispa de irritación cruzando su fría expresión.
"Sin ofender, director," respondió, su voz peligrosamente baja, "pero he hecho cosas peores y creo que lo sabe. Puedo con él. Lo mataré y nunca tendrán que preocuparse por él." La declaración, pronunciada con una frialdad absoluta sobre la eliminación de una vida, dejó momentáneamente en shock a los presentes. La atmósfera en la oficina se volvió gélida.
Doyoung, que había estado observando a Renjun con una mezcla de cautela y una curiosidad casi morbosa, finalmente reaccionó.
"Yo también me rehúso," dijo, sorprendiendo a Renjun. Su voz, aunque firme, no era de enojo, sino de una convicción inquebrantable. "Y se lo vamos a decir a Jeno. Él merece saberlo."
Renjun miró a Doyoung, su mirada gélida. Había esperado una objeción de Taeyong, tal vez un argumento sobre el riesgo, pero la rotunda negativa del Auror y su insistencia en informar a Jeno eran un revés inesperado. El control de la situación, que Renjun pensaba haber recuperado al asumir la carga de la culpa, se le estaba escapando de las manos.
Renjun miró a Doyoung, su mandíbula tensa.
"Es contraproducente," siseó, ignorando la autoridad del Auror. "Yo puedo encargarme. Sin que él tenga que ser perturbado. Sin que Jeno deba preocuparse." La idea de cargar a Jeno con el conocimiento de esta inminente amenaza, de arrastrarlo a su mundo oscuro, era insoportable.
"Renjun, no tienes que hacer todo esto solo," dijo Taeyong, su voz suavizándose levemente, intentando una vía más empática. "Puedes apoyarte en nosotros. Para eso estamos."
Doyoung asintió, dando un paso adelante.
"Confía un poco más en las personas a tu alrededor. No estás solo en esto." Había una sinceridad en sus palabras que habría conmovido a cualquiera, pero Renjun era un caso aparte.
Renjun negó con la cabeza, su expresión más dura que nunca. La idea de confiar, de depender, de compartir esta carga, era ajena a su naturaleza, y ahora, con la culpa carcomiéndolo, se sentía como una debilidad.
"Si tengo que hacerlo a espaldas de ustedes, lo voy a hacer." Su voz era un susurro gélido, una promesa implacable.
Taeyong suspiró, su paciencia llegando a su límite. Sus ojos se entrecerraron, fijos en Renjun.
"¿Así como lo que estás haciendo en la Sección Prohibida desde que llegaste al castillo?"
La pregunta golpeó a Renjun como un hechizo inesperado. Sus ojos se abrieron ligeramente, revelando un relámpago de furia pura. Habían sabido. Todo este tiempo, habían sabido de sus incursiones. La fachada de control de Renjun se resquebrajó.
"¿Y qué si he estado en la Sección Prohibida?" La voz de Renjun era un gruñido, cargada de resentimiento. "A diferencia de ustedes, yo no estoy aquí para jugar a los protectores inocentes mientras el mundo se cae a pedazos.
"¿El mundo? ¿o tu mundo Renjun?" Pregunto Doyoung con tono filoso.
"No tienes idea de nada. No estoy escondiéndome." Su mirada era un desafío. "Ustedes solo reaccionan. Yo estoy intentando anticipar. ¿Saben lo que es vivir con fantasmas de recuerdos que no te pertenecen, con un propósito que te arrastra a la oscuridad? No, no lo saben. Así que no me digan lo que debo o no debo hacer."
Sin esperar una réplica, ni una reprimenda, Renjun se dio la vuelta y salió disparado de la oficina de Taeyong, la puerta golpeando la pared con un estruendo que resonó por todo el pasillo. Su túnica se agitó violentamente mientras se alejaba, dejando a los tres magos en un silencio aturdido.
La nieve había comenzado a caer con más fuerza, cubriendo los tejados de Hogwarts en un silencio blanco. El viento era helado, cortante, pero no lo suficiente como para desanimar a Renjun, que subía las escaleras hacia la Torre de las Lechuzas con pasos lentos, pero decididos.
Necesitaba ver a su cuervo.
No porque esperara consuelo, sino porque era lo único en ese momento que le pertenecía sin condiciones. Flicker iba con él, como siempre, oculto entre sus ropas, asomando curiosamente con cada ráfaga de aire.
La torre estaba vacía, excepto por los chillidos lejanos de las lechuzas y el revoloteo de alas. El cielo gris detrás de los arcos góticos hacía que todo pareciera suspendido en una niebla que no se disipaba.
Renjun cruzó el umbral, y su cuervo, sin nombre aún, descendió desde una de las vigas más altas para posarse cerca de él, emitiendo un graznido bajo. Renjun le lanzó algunos trozos de carne seca, y luego simplemente se quedó ahí, observándolo.
"Lo has vuelto a llenar de energía oscura, lo sabes, ¿verdad?" La voz etérea lo sobresaltó, pero no lo sorprendió.
Helena Ravenclaw, flotaba a unos metros de él, su rostro pálido más serio que de costumbre.
"Esta vez... incluso los espectros en los retratos lo sintieron," dijo, acercándose, su forma incorpórea temblando con el viento helado. "El comedor entero tembló. Los cuadros de la cuarta planta aún no se calman."
Renjun no lo negó.
Solo bajó la mirada.
"No me contengas ahora, por favor," murmuró cansado de todo. "No tengo fuerzas para fingir."
Helena lo observó, y su expresión se suavizó.
"No estoy aquí para juzgarte."
La nieve cruzaba la torre sin tocar el suelo. Renjun se apoyó en una de las columnas. Su rostro estaba tenso, pero sus ojos brillaban con algo contenido... una mezcla de agotamiento y rabia.
"Estoy cansado," dijo al fin, después de lo que parecieron horas. "De pretender. De querer pertenecer a un lugar que me recuerda a cada segundo lo que soy."
"¿Y qué eres?" preguntó Helena con voz serena.
Renjun no respondió. Su cuervo graznó, como si la pregunta también le incomodara.
"Soy el hijo de monstruos," susurró después. "De los creadores de La Raíz. Fui enviado aquí con una misión. Robar. Manipular. Encontrar... algo, pero terminé... ayudando. Salvando." Hizo una pausa. "Y ahora no sé quién soy. Sólo sé que, cuanto más intento alejarme, más cerca término estando."
"¿Por qué crees que eso sucede?"
Renjun levantó la vista. Helena flotaba más cerca, y por primera vez en mucho tiempo, sus ojos no le parecieron fríos, sino profundamente humanos.
"Porque soy débil," dijo, casi sin aire. "Porque empecé a mirar atrás. Porque me atreví a pensar que podía cambiar algo."
Helena se acercó otro poco, y su voz fue un susurro.
"Renjun... ¿Qué es lo que has estado buscando todo este tiempo?"
Renjun sintió cómo algo se rompía dentro de él. Sus dedos temblaron alrededor de la piedra donde se apoyaba. Iba a responder. Tenía la respuesta a flor de piel.
Pero entonces una voz lo interrumpió.
"¿Renjun...?"
Ambos se giraron.
Jisung estaba parado en el umbral, con una pequeña bolsa de grano y pan en los brazos, claramente sorprendido de encontrarlo allí. Su mirada pasó de Renjun a Helena con asombro, ella en un segundo desapareció dejando a ambos solos, Jisung ahora solo observó a Renjun, pero no con miedo. Luego, al cuervo, que graznó al verlo.
"¿Qué haces aquí?" preguntó Renjun, la voz aún quebrada por dentro.
"Yo... uh... he estado alimentando a tu cuervo," respondió el chico, bajando la mirada, avergonzado. "Desde que volviste de vacaciones. Pensé que... nadie más lo haría."
Renjun no supo qué decir.
El chico más tímido del castillo, el que más miedo le había tenido... había estado alimentando a su cuervo. Día tras día. En silencio. Sin pedir nada.
"No quería que pasara hambre," murmuró Jisung. "Parecía que te esperaba."
Renjun bajó la mirada. Su garganta ardía. No por rabia. Esta vez, por algo más doloroso.
Gratitud.
"Gracias," dijo, sin levantar la voz. "De verdad."
Jisung esbozó una sonrisa pequeña, tímida, y dejó la bolsa a un costado. El cuervo graznó otra vez y se acercó al chico, como reconociendo su gesto.
Renjun, por un segundo, sintió que la respuesta que iba a dar aún estaba ahí. Que la encontraría. Tal vez no hoy. Tal vez no frente a Helena. o Jisung. Pero pronto.
Mientras Jisung se acercaba unos pasos para ver a las aves, Renjun se quedó junto a la columna, mirando a su cuervo, a Flicker en su hombro, a la bolsa de comida dejada sin esperar agradecimiento.
Y por primera vez en días... no sintió frío.
Jisung se sentó sobre una viga baja, con las piernas colgando hacia el vacío, observando cómo las lechuzas dormitaban en sus nidos, ajenas al peso que flotaba en el aire.
"Estuvimos preocupados, ¿sabes?" dijo de pronto, su voz suave, casi temerosa de romper el momento. "Cuando te fuiste... nadie sabía nada. Ni por qué. Ni adónde. Solo desapareciste. Y no llegaste a dar los exámenes con los demás."
Renjun lo miró, sin decir nada, pero su cuerpo se tensó apenas.
"Jaemin y Jeno preguntaron por ti todos los días," continuó Jisung, con los ojos aún clavados en el cuervo que picoteaba la comida a su lado. "Jaemin no lo decía directamente, pero lo buscaba en cada rincón. Y Jeno... bueno, él lo ocultaba peor. Estaba como un búho."
Renjun desvió la mirada. Sintió que su respiración se hacía más pesada.
"Y luego volviste," dijo Jisung, en un murmullo que no buscaba reproche, sino comprensión. "Y nadie supo qué hacer. Fue como si una parte de todos soltara el aire. Estaban aliviados. Y después..." bajó la voz aún más. "Después empezaste a ignorarnos. A todos."
El silencio se instaló como una sombra.
"Jaemin pensó que te habías enojado por algo," añadió. "Haechan dijo que probablemente te estabas protegiendo. Mark intentó decir que era tu forma de... no sé, procesar todo. Y Jeno... sólo se calló."
Renjun cerró los ojos un segundo. Cada palabra de Jisung era un golpe sutil, pero certero.
"Y tú," murmuró, "¿qué pensaste?"
El chico vaciló. Luego giró para mirarlo directamente.
"Yo pensé que habías vuelto a ser el Renjun de antes. El que miraba desde lejos. Pero... no sé. Algo me decía que esta vez estabas más lejos incluso estando cerca."
El cuervo graznó de nuevo, como si respondiera.
Renjun apretó las manos sobre la piedra.
"No fue por ustedes," dijo al fin, su voz baja y raspada. "No los estaba castigando."
Jisung esperó. No lo presionó.
"Sólo... ya no sabía si merecía estar ahí. Con ustedes."
El chico de Hufflepuff frunció el ceño, confundido.
"¿Por qué no?" Pregunto, sonando genuinamente extrañado.
Renjun no respondió. No aún. Su mirada volvió al cielo gris, a la nieve que empezaba a colarse por los ventanales. Las palabras de Jaemin y Haechan aún le resonaban en el pecho. El recuerdo del grito contenido. De la culpa silenciosa.
"Porque hay cosas que no se pueden deshacer," dijo al fin. "Y hay heridas que... no me tocan, pero son mías igual."
Jisung lo observó, sin entenderlo del todo, pero sin apartarse.
"Todos tenemos algo roto, Renjun," dijo en voz baja. "Pero nadie se cura solo."
Renjun lo miró.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez... solo tal vez... podía empezar a creerlo.
"Es demasiado." Dijo al fin.
Jisung no respondió de inmediato. Sus ojos, grandes y sinceros, se movieron lentamente hacia Renjun como si intentara mirar más allá de su expresión imperturbable.
"¿Qué sucedió?" preguntó unos segundos después, su voz apenas un susurro. "¿Tiene que ver con La Raíz... y con tus padres?"
Renjun no lo miró al principio. El cuervo a su lado picoteaba en silencio, como si supiera que el momento era demasiado frágil para cualquier otro sonido. Y entonces, con un suspiro que parecía arrastrar años de peso, Renjun asintió.
"Es por lo que hicieron ellos," dijo, su voz áspera. "Por todo lo que dejaron atrás."
Jisung frunció el ceño, dolido, pero no por sí mismo. Por él.
"No tienes que cargar con los pecados de nadie más que los tuyos, Renjun," dijo con firmeza inesperada. "Lo que hicieron ellos... no te define."
Renjun soltó una risa seca, amarga.
"Es imposible, Jisung. No después de todo." Su voz se volvió más baja, irónica. "No después de que La Raíz marcara a Jeno. De que Sungmin lo convirtiera en su objetivo. No después de que los padres de Jaemin y Haechan terminaran en San Mungo con un maleficio inventado por mi propia familia..."
Jisung lo miró, atónito.
"¿Sabes lo de los padres de Jaemin y Haechan?" preguntó, con incredulidad sincera. "¿Cómo... cómo lo supiste? Jaemin casi nunca lo habla. Ni siquiera cuando está con nosotros."
Renjun finalmente lo miró. Sus ojos, usualmente fríos, estaban apagados.
"Estuve en San Mungo estas semanas," explicó, sin adornos. "Trabajando con Winwin. Investigando un maleficio oscuro. Y... los vi. A Jaemin. A Haechan. En la sala donde están sus padres."
El silencio cayó entre ambos como una nevada repentina. Densa. Dolorosa.
El Hufflepuff tardó en responder.
"Entonces... viste cómo es. Lo que viven." Su voz tembló apenas. "Y aún así... volviste, pero nos ignoraste."
Renjun desvió la mirada.
"No sé si hice bien en volver."
"Yo creo que sí," dijo Jisung, con suavidad, pero con esa firmeza callada que a veces escondía bajo su timidez. "Porque eso también es valentía."
El cuervo picoteó la madera a su lado, como si diera su aprobación.
Renjun no sonrió.
Pero su mirada, por primera vez en días, no era una rendija cerrada.
Era una puerta entreabierta.
Jisung dejó escapar un largo suspiro, cruzando los brazos con una mezcla de torpeza y decisión que solo él lograba combinar.
"¿Sabes...?" empezó, con cautela. "Si Jaemin o Haechan hubieran querido... ninguno siquiera te habría mirado. Ni te habrían hablado. Pudo ser fácil odiarte, Renjun. Por todo lo que tu apellido representa. Por todo lo que La Raíz hizo."
Renjun apretó los labios. Lo sabía. Lo había sentido en cada rincón del castillo.
"Pero no lo hicieron," continuó Jisung, más firme. "Porque ellos no son así." Hizo una pausa, ladeando la cabeza con una mueca. "Bueno, Haechan tal vez sí lo pensó. Seguro planeó al menos tres formas dramáticas de insultarte... pero no lo hizo. Porque al final decidieron verte como lo que realmente eres."
Renjun levantó la mirada, expectante.
"Alguien que no pidió el legado que carga. Que no pidió ser parte del lado oscuro de una historia rota," dijo Jisung, con una claridad que sorprendió incluso a él. "No un chico con una familia anormal. Sino alguien que eligió no ser como ellos."
Eso hizo que Renjun bajara la mirada, con los hombros tensos.
"Te dieron una oportunidad, Renjun," dijo Jisung, con suavidad. "Y no porque sean santos. Sino porque tu les mostraste que valía la pena dártela."
El cuervo, en silencio, se movió un poco más cerca de Renjun, como si también lo supiera.
Y por un momento, entre la nieve que golpeaba los ventanales y el leve crujido de la madera de la Torre, Renjun permitió que esas palabras se alojaran en su interior. No como consuelo, como verdad.
Jisung se quedó en silencio por unos segundos, observando el suelo de piedra bajo sus pies. Luego, como si hubiera estado debatiéndolo desde que llegó, levantó la mirada.
"¿Y qué pasó hoy día en el Gran Comedor?" preguntó, sin rodeos. "Todos nos preocupamos. El aire se puso raro... como si algo fuera a romperse. Parecías realmente enojado."
Renjun no respondió al instante.
Sintió cómo las palabras de Jisung se colaban bajo la coraza que había estado reforzando desde que volvió. Cada gesto, cada mirada evitada, cada conversación truncada... todo parecía menos justificable de pronto. Se había convencido de que el aislamiento era una medida protectora, una forma de evitar más daño. Pero ahí estaba Jisung, un chico que apenas hablaba con fuerza cuando estaba nervioso, enfrentándolo con más claridad que ningún adulto.
Y sintió vergüenza.
No por lo que había hecho. Sino por lo que no había hecho. Por haberse encerrado en sí mismo, convencido de que era la única forma de redimirse.
Por haberlos dejado solos, cuando ellos nunca lo habían dejado solo a él.
"El mensaje que recibí... era sobre Jeno," murmuró finalmente, la voz baja, el chico a su lado se tenso. "Una advertencia. tiene que ver con Sungmin. Y me di cuenta de que lo puse en peligro por... por haber actuado sin pensar."
Jisung no dijo nada, pero su rostro mostraba comprensión, y preocupación al mismo tiempo.
Renjun bajó la mirada, con un nudo formándose en la garganta.
"Me dije que era para protegerlos. Que alejándome hacía lo correcto. Pero... en realidad fui un cobarde." Trató de controlar la respiración, que de pronto se sentía pesada. "Fui egoísta. Pensé que podía cargar con todo solo. Y lo único que logré fue preocuparlos más."
La revelación fue amarga.
"Y todo este tiempo... ustedes seguían ahí."
Jisung asintió, sin juzgarlo. Sólo con la quietud de alguien que ha aprendido a entender el silencio de los demás.
Renjun se frotó el rostro con las manos, agotado.
"Me equivoqué," dijo. "De nuevo."
"Sí," respondió Jisung, con una pequeña sonrisa. "Pero no estás solo para siempre, ¿sabes? Solo por un rato, si sigues así."
Eso provocó una risa seca y breve en Renjun. No de burla, sino de algo parecido a alivio.
Por primera vez en años, el nudo en su pecho empezó a ceder.
El cuervo graznó suavemente, como si aprobara el cambio de atmósfera.
Renjun lo observó por unos segundos y luego volvió a mirar a Jisung. El Hufflepuff tenía las manos cruzadas detrás de la espalda, como si no supiera bien qué hacer con ellas ahora.
Renjun bajó la mirada. El viento helado entraba por una rendija en la torre, pero no era eso lo que le hacía temblar los dedos.
"¿Crees que... ellos también me escuchen?" preguntó en voz baja. "¿Jeno. Jaemin. Haechan, y los demás?."
Jisung lo observó en silencio por un momento. Luego se cruzó de brazos, no con juicio, sino como quien necesita sostenerse para hablar con honestidad.
"Jaemin se enoja mucho menos de lo que la gente cree," empezó, con voz tranquila. "Es más terco que un hipogrifo, sí, pero si alguien le importa, no lo suelta tan fácil. Y tú le importas. Aunque a veces no sepa si quiere abofetearte o darte un abrazo."
Renjun soltó una exhalación que podría haber sido una risa.
"Haechan... bueno," continuó Jisung, "Haechan sí te abofetearía. Pero luego preguntaría si comiste. Se hace el duro, pero desde que volviste no ha parado de inventar excusas para preguntarle a Mark si los estás mirando. Se preocupa más de lo que dice."
Renjun ladeó la cabeza, incrédulo.
"Y Jeno..." Jisung hizo una pausa. "Jeno es como un bosque en calma. No muestra todo lo que siente, pero cuando lo hace, lo sientes como un hechizo. Estuvo mal cuando te fuiste. Como si se le hubiera apagado algo. Y desde que volviste, no para de mirar hacia donde estás. Está esperando. Sólo eso. Que vuelvas."
Renjun sintió que algo se le comprimía en el pecho.
"Chenle dice que estás tramando algo," siguió Jisung, con una sonrisa apenas visible. "Y probablemente tenga razón. Pero aún así, lo he visto detener a otros que hablaban mal de ti. Dice que si tú fueras realmente peligroso, ya habrías volado el castillo. Así que hasta que lo hagas, él confía."
Renjun no pudo evitar que se le curvara un poco la comisura de los labios.
"Y Mark..." La voz de Jisung se suavizó. "Mark sólo quiere que estés bien. No dice mucho, pero... cuando tú no estabas, era uno de los que más preguntaban por ti. Creo que él, más que todos, entiende lo que significa llevar un peso que no elegiste."
Renjun cerró los ojos por un momento. La culpa seguía allí, como una espina, pero ahora estaba envuelta en algo más cálido. Algo que no era redención... pero quizás sí era comprensión.
"Te estás castigando," afirmo el chico en voz baja, "por cosas que hiciste. Y por cosas que no. Pero lo que ellos ven... es a alguien que intenta."
El silencio entre ellos se llenó del murmullo lejano del viento y el aleteo pausado del cuervo.
"Y eso vale más de lo que crees."
Renjun tragó saliva, con esfuerzo. Su garganta dolía. Su pecho también.
"Gracias," murmuró.
Jisung asintió y, con la misma calma con la que había llegado, se encaminó hacia la salida.
Renjun lo siguió con la mirada, y por primera vez en semanas, no se sintió solo.
Jisung ya estaba a unos pasos de la salida cuando la voz de Renjun lo detuvo.
"Espera."
El chico se giró lentamente.
Renjun mantenía la mirada fija en el suelo, como si las palabras le costaran, como si no supiera si merecía siquiera hacer la pregunta.
"¿Y tú...?" murmuró. "¿Qué piensas tú de mí?"
Jisung lo observó en silencio. El reflejo tenue de la luna entraba por las ventanas altas de la torre, haciendo que su rostro pareciera aún más serio, más adulto de lo que normalmente era.
"Yo pienso..." comenzó con lentitud, eligiendo bien sus palabras, "que cuando llegaste, me diste miedo. No porque hicieras algo, sino porque todos los demás tenían miedo. Y pensé que debían tener razones para eso."
Renjun no respondió, pero su mandíbula se tensó.
"Pero luego empecé a verte," continuó Jisung. "En los pasillos. En la biblioteca. En la Torre de las Lechuzas, cuando pensabas que nadie te veía."
Le sostuvo la mirada, sin miedo, con una calma serena.
"Vi a alguien que está solo la mayor parte del tiempo. Pero no porque quiera hacer daño, sino porque no sabe cómo dejar de estarlo."
La garganta de Renjun se apretó.
"Y pensé... que si alguien se esfuerza tanto en mantenerse lejos, es porque teme hacer daño. Y alguien que teme eso, no puede ser del todo malo."
Renjun lo miró, atónito por la claridad con la que Jisung lo veía.
"Así que... eso es lo que pienso," concluyó el menor, con una pequeña sonrisa. "No eres lo que todos creen. Y tal vez ni tú sepas bien lo que eres todavía... pero eso no te convierte en lo que tus padres fueron."
El silencio entre ambos se cargó de algo distinto. No tensión. No magia. Solo... humanidad.
Jisung se frotó las manos, incómodo de pronto con tanta emoción en el aire.
"Bueno... eso. Nos vemos, supongo." Y parecía querer huir, pero se detuvo un momento y Renjun lo vio debatir, hasta que se dio vuelta y hablo bajo. "Por favor no nos ignores mucho mas tiempo."
Y con eso, se giró para bajar las escaleras, dejándolo solo con el cuervo, el eco de sus palabras, y una calma inesperada dentro del pecho.
La clase de Encantamientos continuaba entre murmullos, destellos errantes de varitas y notas garabateadas con prisa. El profesor Yuta observaba desde el frente con su típica mezcla de entusiasmo y exigencia, pero en una de las filas laterales, Renjun apenas prestaba atención.
Estaba observando a Mark. Estaba en el asiento del frente, como siempre, esta vez completamente solo.
No porque lo necesitara para practicar el encantamiento del día 'aunque ciertamente era uno de los pocos alumnos que lo ejecutaban con precisión', sino porque no podía dejar de pensar en lo que Jisung le había dicho.
"Mark sólo quiere que estés bien... Creo que él, más que todos, entiende lo que significa llevar un peso que no elegiste."
Y ahora lo veía, unos asientos más allá, garabateando con concentración una secuencia rúnica en su cuaderno de apuntes, los mechones de su flequillo cayéndole sobre los ojos. No parecía más serio de lo normal. Pero si más... solitario.
Así que Renjun, impulsado por una mezcla de inquietud y necesidad de confirmar algo que no entendía del todo, se levantó y con cuidado de no llamar mucho la atención se escabullo con rapidez y totalmente sigiloso y se sentó junto a él sin pedir permiso, solo con una mirada breve que Mark, sorprendentemente, no cuestionó.
Tenia suerte que todos estuvieran realmente concentrados en el encantamiento, eso le daría tiempo antes de sentir incomodidad.
Durante varios minutos, ninguno habló.
Y fue Mark fue el primero en romper el silencio, sin despegar la mirada del pergamino.
"¿Te explotan las plumas con este encantamiento también o soy el único con mala suerte?"
Renjun parpadeó. No esperaba un chiste.
"Solo una vez," murmuró. "Después de eso aprendí a no usar plumas con tinta reactiva, aunque mi... conocido no tuvo tanta suerte." Aun recordaba a Hyeongjun lloriqueando por esa pequeña explosión.
Mark sonrió apenas, y luego dejó la pluma a un lado, girándose apenas hacia él.
"¿Estás bien?" preguntó. Directo. Sin rodeos. "Desde que te fuiste, digo."
Renjun lo miró con cierta cautela.
"¿Por qué lo preguntas?"
"Porque desapareciste," dijo Mark, encogiéndose de hombros como si la respuesta fuera obvia. "El profesor Ten te llevó a mitad del almuerzo. No volviste a los exámenes. Nadie nos quiso decir que pasó. Y luego apareces como si nada. Pero no hablas con nadie." Hizo una pausa. "Bueno, ahora sí. Conmigo. Supongo que eso es un cambio."
Renjun bajó la mirada, esbozando una curva mínima en los labios.
"No sabía que te importaba."
"Me importan muchas cosas que no digo," replicó Mark con una ceja alzada. "Además... Jeno estaba preocupado. Jaemin más. Haechan no lo admitirá nunca, pero casi lanza un tintero cuando preguntaron si te habías ido para siempre."
Renjun soltó una exhalación breve, pero no fue burla. Más bien una incredulidad al borde de lo cálido.
"Me fui porque necesitaba hacer algo," dijo con honestidad, aunque sin dar detalles. "Y volví porque... no podía quedarme allá."
Mark asintió lentamente, sin forzar más.
"No tienes que contarme nada," dijo, como si leyera sus pensamientos. "Solo me alegra que volvieras. Aunque estés más callado que de costumbre. Lo noto."
Renjun alzó una ceja.
"¿Me has estado observando?" Inquirió curioso.
Mark sonrió, ladeando la cabeza.
"Uno observa a la gente que parece que quiere desaparecer."
Eso hizo que Renjun bajara la mirada otra vez. Pero esta vez... sin culpa.
"¿Y qué viste?"
Mark lo pensó un segundo.
"Vi a alguien que tiene demasiadas cosas encima. Que no las dice. Que las arrastra," respondió sin mirarlo. "Y que a pesar de todo eso... sigue viniendo a clases. Sigue levantándose. Eso ya es más de lo que muchos logran."
Hubo un silencio largo entre ambos. Cómodo, pero cargado.
"Gracias," dijo Renjun al fin. No sabía exactamente por qué. Pero lo dijo.
Mark asintió con una leve sonrisa, volviendo a su pergamino.
"Cuando quieras sentarte acá otra vez... no tienes que preguntar."
Renjun asintió. Y por primera vez, la clase de Encantamientos no le pareció tan larga. Ni tan solitaria.
"Tienes un error ahí," dijo Renjun de pronto, señalando el pergamino de Mark.
El mayor parpadeó sorprendido.
"¿Dónde?"
"En la runa de anclaje. La escribiste como si fuera para un encantamiento de estabilidad mágica, pero esta es una versión conductora. Vas a desbalancear toda la secuencia."
Mark frunció el ceño, inclinándose para mirar su trazo.
"¿Cómo notaste eso tan rápido?"
Renjun se encogió de hombros.
"Es lo que hacíamos en casa. Estudiar runas hasta que doliera la cabeza. Supongo que algo se quedó."
"Bueno, me alegra que no todo lo que te enseñaron haya sido sobre cómo arruinar vidas," comentó Mark con una sonrisa ladeada.
Renjun lo miró, un poco sorprendido, pero terminó soltando una pequeña risa.
"Sí. Yo también."
Mark borró la runa con el extremo de la varita y empezó a rehacerla, más concentrado. El silencio se instaló de nuevo, cómodo, hasta que él lo rompió otra vez:
"¿Y qué hiciste en vacaciones? Además de desaparecer misteriosamente del mapa."
Renjun dudó. No iba a mentir, pero tampoco pensaba contarle todo.
"Estuve... fuera. En San Mungo, en realidad. Ayudando con algo de investigación mágica. Fue agotador."
Mark lo miró de reojo, levantando una ceja.
"¿Investigación mágica? Eso suena a algo que Jaemin haría por gusto y que Haechan evitaría con una excusa dramática."
"Jaemin y Haechan estaban ahí," murmuró Renjun antes de pensar, y al instante se arrepintió. Pero Mark no preguntó más. Solo asintió, captando que era un límite.
"Bueno. Yo pasé una semana encerrado con mi primo pequeño que tiene una varita de juguete y cree que puede volar si salta suficiente desde los muebles. Mi mamá me puso de niñero y terminé con tres chichones y un libro de cuentos incendiado."
Renjun soltó una carcajada breve, genuina.
"¿Sobreviviste?"
"Por poco," suspiró Mark, fingiendo dramatismo. "Y tu que pensabas que estudiar maleficios oscuros es estresante."
Renjun negó con la cabeza, todavía sonriendo.
Por un momento, la conversación no trató de La Raíz, ni del pasado, ni de heridas abiertas. Solo de runas mal escritas, sobrinos incendiarios y la rara sensación de que, quizás, hablar con Mark no era solo una distracción.
Era una posibilidad.
Una grieta más en su coraza.
Mark bajó la vista hacia su pergamino, retomando su pluma con naturalidad. Renjun hizo lo mismo, aunque su mano tembló ligeramente al sostener la suya.
No pasó mucho tiempo antes de que lo sintiera.
Tres pares de ojos clavados en su nuca.
No necesitaba voltearse para saberlo. Lo sabía. Jaemin, Haechan y Jeno los estaban mirando desde su lugar habitual al otro extremo del aula. Quizás no con odio. No todavía. Pero sí con una mezcla de sorpresa y suspicacia que Renjun reconocía demasiado bien, bueno no quería mirar y comprobar sus sospechas, así que, tragó saliva y se encorvó levemente sobre el escritorio, fingiendo corregir una línea de su ensayo. Pero la tinta no fluía bien y el temblor en sus dedos lo traicionaba.
Mark, con su extraña habilidad para notar cosas sin que nadie lo note, habló sin levantar la voz:
"Puedes hablar conmigo, ¿sabes?" dijo con simpleza. "Y también puedes hablar con ellos. Lo van a entender."
Renjun no respondió. La ansiedad se le había instalado en la boca del estómago, como una criatura silenciosa.
Mark lo observó de reojo, como tanteando si debía seguir. Finalmente, con la misma tranquilidad con la que uno comenta el clima, agregó:
"Si quieres, puedo decirles. A la hora del almuerzo."
Renjun giró el rostro apenas, sorprendido.
"¿Por qué?"
Mark se encogió de hombros.
"Solo si quieres."
Renjun negó suavemente con la cabeza, casi al instante.
"No creo que sea buena idea," murmuró. "Estoy seguro que Jeno va a enojarse. Y con razón."
"¿Es por la carta que recibiste ayer?" Renjun asintió y Mark no insistió. Solo asintió con un leve gesto de cabeza.
"Está bien," dijo sin más. "Solo... no te aísles más de lo necesario. No lo mereces."
Esa frase golpeó más fuerte de lo que Renjun esperaba. Porque él sí creía merecerlo. O al menos, una parte de él lo seguía creyendo.
Se quedó en silencio, pero algo dentro de él 'algo pequeño, casi imperceptible' se aferró a esas palabras de Mark. No como un bálsamo. Sino como una posibilidad.
Una que aún no se atrevía a aceptar, pero que ya no podía ignorar.
El sonido de la campana mágica marcó el final de la clase y Renjun recogió sus cosas con rapidez medida, sin alzar demasiado la mirada. Sabía que si se quedaba un segundo más, Jeno, Jaemin o Haechan podrían acercarse. Y aún no estaba listo.
Mark le dirigió una mirada breve, sin juicio, antes de volver a concentrarse en su bolso. No lo detuvo. No lo forzó. Solo lo dejó ir.
Renjun fue el primero en salir del aula.
Caminó sin prisa, pero con dirección. El Gran Comedor empezaba a llenarse de estudiantes, el murmullo creciente de voces y platos encantados flotando en el aire. Eligió un asiento aislado en la mesa de Slytherin, no tan lejos como al principio del año, pero tampoco cerca de nadie. A esa hora, aún no se llenaba del todo.
Al principio no comió. Solo jugaba con el pan entre sus dedos, el apetito ahogado por los pensamientos. Sabía que en cualquier momento ellos entrarían.
Y lo hicieron.
El grupo.
Jaemin y Haechan hablando de algo que parecía una discusión sobre Transformaciones. Jeno en silencio, cargando una pila de libros bajo el brazo. Mark unos pasos detrás, tranquilo. Se sentaron juntos en su lugar habitual, donde ya estaba Chenle. No lo miraron.
O al menos, eso quiso creer Renjun.
Trató de concentrarse en su sopa. En respirar. En fingir que no sentía ese cosquilleo en la espalda, esa alerta permanente cada vez que ellos se reían o se movían.
Entonces, vio entrar al profesor Ten por una de las puertas laterales. Caminaba con su gracia habitual, conversando con un colega.
Renjun aprovechó el momento y discretamente sacó de su túnica un pequeño pergamino doblado. Lo extendió con rapidez medida, justo cuando Ten pasó cerca de su mesa.
"¿Podrías dárselo al director Taeyong, por favor?" murmuró con voz baja.
Ten lo miró, pero no con sorpresa. Solo asintió, tomando la nota con la delicadeza con la que uno recoge algo importante.
"Por supuesto."
Y siguió caminando.
Renjun se permitió soltar aire. Por un momento, creyó que lograría pasar desapercibido, que el almuerzo seguiría su curso sin sobresaltos.
Hasta que una voz conocida rompió su burbuja.
"¿Así que hablas con Jisung y Mark-hyung pero no conmigo?" Chenle.
Renjun alzó la vista, perplejo, justo a tiempo para ver cómo el chico de cabello claro se dejaba caer a su lado con una elegancia calculada y una sonrisa perfectamente descarada.
El murmullo del comedor bajó apenas por unos segundos.
No solo Renjun se quedó en shock. En la mesa de Gryffindor, Jaemin se detuvo con una cuchara a medio camino, Haechan alzó ambas cejas y Jeno directamente giró la cabeza hacia ellos. Mark rio abiertamente, mientras Jisung que parecía haber llegado hace poco asintió mientras se sentaba a su lado.
Chenle, como si no sintiera ninguna de esas miradas, tomó un trozo de pan de la cesta frente a Renjun y empezó a untarle mantequilla como si fuera su costumbre.
"¿Qué?" dijo con naturalidad, mirando de reojo las reacciones. "No puedo sentarme con un compañero de casa? yo también soy un Slytherin"
Renjun parpadeó, incrédulo.
"¿Qué estás haciendo?" murmuró, en voz baja con preocupación.
"Comer. Contigo. ¿Acaso crees que solo los Hufflepuff tienen derechos de intervención emocional?"
Renjun no supo qué decir, y por primera vez desde que volvió al castillo, no supo si quería reír... o esconderse bajo la mesa.
Porque Chenle acababa de derribar la última muralla con una sonrisa, media barra de pan, y una entrada tan ruidosa como irreverente.
Y el castillo entero lo había visto.
Chenle no parecía inmutarse. Masticaba con tranquilidad, como si la tensión que rodeaba la mesa no fuera suya. Como si no acabara de romper un equilibrio frágil que Renjun llevaba semanas evitando.
"¿Quieres jugo de calabaza o prefieres seguir fingiendo que no necesitas azúcar en la sangre para sobrevivir?" preguntó con descaro, alzando la jarra.
Renjun desvió la mirada con una mezcla de desconcierto y resignación.
"Chenle..."
"¿Qué? ¿No puedo preocuparme por mi compañero de casa melancólico favorito?"
Renjun frunció los labios para ocultar una sonrisa que amenazaba con escaparse. Había algo imposible de esquivar en la naturalidad con la que Chenle se comportaba. Como si Renjun nunca hubiera desaparecido, como si su ausencia, su distancia y su silencio no hubieran sido más grandes que todo el castillo.
Del otro lado del Gran Comedor, las miradas seguían posadas sobre ellos.
Jaemin murmuró algo, claramente sin apartar los ojos de la escena. Haechan parecía debatirse entre levantarse o quedarse observando, y Jeno... Jeno simplemente lo miraba. No con juicio, ni con rabia, pero sí con una intensidad difícil de sostener.
Renjun lo sintió.
Y esa punzada en el pecho volvió.
"¿Nos miraran todo el tiempo?" preguntó, sin alzar la vista.
Chenle se encogió de hombros.
"Obvio. Pareces una criatura mágica en peligro de extinción. Todos están esperando que explotes o te vayas volando." Renjun le dirigió una mirada dura, pero Chenle solo río. "Relájate," dijo, bajando un poco la voz. "Ellos van a entender. Quizás no enseguida. Pero van a hacerlo."
Renjun tragó saliva.
"Y si no lo hacen?"
Chenle se detuvo un momento. Bajó su pan, lo pensó.
"Entonces... que no lo hagan," dijo con convicción tranquila. "No puedes vivir esperando que todos entiendan lo que es vivir siendo tú."
Eso golpeó más fuerte de lo que Renjun esperaba.
Estaba por responder cuando Chenle se inclinó hacia él con una expresión de súbita inspiración.
"Por cierto," susurró, "tengo una idea para que quieras sentarte con nosotros. Necesita un poco de dramatismo, un poco de estrategia y tal vez una criatura mágica..."
"No."
Chenle alzó las cejas.
"No he dicho qué es."
"Ya te vi la cara. Es un no."
Chenle soltó una risita.
"Te va a explotar el hígado de tanto guardarte cosas, ¿lo sabes?"
"Peor me iría si empiezo a seguir tus ideas."
"Eso es debatible."
Renjun bajó la mirada a su plato, el nudo en su pecho un poco más suelto. No del todo. Pero un poco.
Y en ese momento, aunque sabía que el comedor seguía observándolo, ya no sentía el aire tan denso, ni la comida tan lejana.
Porque Chenle estaba ahí. Y más allá, Mark y Jisung también. Tenía personas que no lo juzgaban.
Tal vez no todo estaba perdido.
Tal vez, solo tal vez, aún podía encontrar la forma de regresar. A ellos.
Y a sí mismo.
Renjun apenas había dado el primer bocado real de su almuerzo cuando escuchó el inconfundible sonido de unos pasos apresurados acercándose.
Chenle levantó la vista justo cuando una figura se dejó caer con fuerza " casi teatral" en el asiento frente a ellos.
Haechan.
Con los brazos cruzados sobre la mesa, lo miró fijamente. No con rabia, pero sí con una mezcla de frustración, expectativa... y un toque de genuina preocupación.
"¿Así que ahora somos invisibles?" soltó sin preámbulo, sorprendiendo a todos. "¿Te vas semanas sin decir nada, vuelves y decides jugar a 'el chico misterioso al que nadie puede hablarle'?"
Renjun se tensó.
"Haechan..."
"¿Qué? ¿Me vas a decir que no es verdad?" le interrumpió, alzando ligeramente la voz. Algunos estudiantes alzaron la mirada, pero Chenle les lanzó una mirada asesina y la mayoría volvió a su comida. "Porque estuve contando. Literalmente. ¡Nueve días! Nueve. Desde que volviste, y no dijiste ni una palabra. Ni un 'hola'. Ni un maldito 'Perdón por desaparecer'."
Renjun tragó saliva.
"Tenía mis razones."
"¡Claro que las tenías!" exclamó Haechan, ahora señalándolo con una cuchara. "Y si hubieras dicho una sola, probablemente habríamos entendido. Pero no, decidiste simplemente desaparecer otra vez estando presente. Y eso, eso es peor."
Chenle murmuró algo como "está bien, déjalo sacar todo", sin dejar de masticar.
Renjun bajó la mirada. La rabia de Haechan no era hiriente. Era decepcionada. Y eso dolía más.
"Lo siento," murmuró. "Pensé que era lo mejor. Para ustedes. Para mí."
"¿Y tú qué sabes de lo que es mejor para nosotros?" espetó Haechan, pero su tono bajó. "¿Alguna vez pensaste en lo que fue para Jeno cuando no volviste a los exámenes? ¿O para Jaemin, que se inventó que estabas enfermo para no asumir que tal vez simplemente nos habías dejado?"
Eso hizo que Renjun levantara lentamente la mirada.
"¿Y tú?" preguntó, con cautela, creía que le había hecho la misma pregunta a la mitad del grupo, pero realmente quería saber que pensaban ellos de él. "¿Qué pensaste tú?"
Haechan no respondió de inmediato. Solo lo miró, como si estuviera decidiendo cuánto más decir.
"Yo... pensé que eras un idiota," admitió finalmente. "Un idiota que no sabe que tiene gente que se preocupa por él. Aunque sea insoportable. Aunque tenga un pasado que da miedo. Aunque se empeñe en cargar con todo solo."
Renjun se quedó quieto. Haechan suspiró y agarró un pedazo de pan, como si eso compensara el desborde emocional.
"Y también pensé que si no me sentaba hoy, ibas a seguir comiendo como si fueras una maldita sombra. Y me rehúso. Porque si vas a estar en Hogwarts, vas a estar. No medio estar. No medio existir."
Chenle asintió solemnemente.
"Brindo por eso."
Renjun apenas logró asentir. Algo en su pecho se removía con fuerza. No era alivio. Ni culpa. Era algo más profundo. Una pequeña llama de pertenencia, temblorosa pero viva.
"Gracias," dijo, sin más.
Haechan fingió que no lo había escuchado, porque si respondía, probablemente se ablandaría. En vez de eso, empezó a servirse sopa.
"Y si te vuelves a desaparecer así, te juro que te lanzo un hechizo de localización tan potente que hasta los centauros sabrán dónde estás."
Renjun sonrió por primera vez en días.
Chenle levantó su copa de jugo.
"A la intervención no planificada más efectiva del mes."
"Y más ruidosa," murmuró Renjun a regañadientes.
Chenle se encogió de hombros, orgulloso.
"No sé hacerlas de otro modo."
Fue entonces cuando Renjun notó que el bullicio en el Gran Comedor se había apagado apenas un poco a su alrededor. Levantó la mirada y, como lo había temido, encontró a Jeno, Jaemin, Jisung y Mark observándolos desde su mesa. Los tres en silencio, los platos casi intactos. No parecía enojo lo que cargaban en los ojos. Era algo más cargado de expectativa. Como si todos contuvieran el aliento, esperando el siguiente movimiento.
La incomodidad se apoderó del cuerpo de Renjun de forma casi instantánea. Su espalda se tensó, la sonrisa se desdibujó.
Haechan acababa de darle un mordisco al pan cuando volvió a dejarlo en el plato con un golpe seco.
"Ahora habla," dijo, señalando a Renjun ahora con un tenedor. "¿Dónde demonios estuviste todo ese tiempo?"
Renjun parpadeó.
"¿Ahora?"
"Sí, ahora. O en cinco segundos. Elige."
Chenle ya no sonreía. Se había enderezado un poco, alerta. No por tensión, sino porque entendía que esto era importante. Que Haechan no pedía explicaciones a menos que realmente le importara.
Renjun bajó la mirada. Respiró hondo.
"Estuve en San Mungo," dijo al fin, en voz baja pero clara.
Haechan frunció el ceño.
"¿Hospitalizado?" Pregunto preocupado.
"No. Trabajando." Levantó la vista a ambos. "Con Winwin. Investigando un contrahechizo para un maleficio oscuro."
Eso hizo que tanto Chenle como Haechan se quedaran en silencio unos segundos.
"¿Qué tipo de maleficio?" preguntó Haechan con recelo.
Renjun dudó. Pero ya no tenía sentido callar. No después de todo.
"Un maleficio inventado por La Raíz. El mismo que... afectó a los padres de Minji. No se si a tus padres, ya que solo me entere que estaban ahí el último día, lo siento"
Haechan se congeló. La cuchara tembló en su mano antes de volver a caer en el plato.
"¿Qué...?" murmuró. "¿Tú sabías...?"
Renjun asintió lentamente.
"No al principio. Pero... Cuando me estaba yendo, los vi. A ustedes. En la sala con sus padres."
El silencio que siguió fue espeso como brea. Haechan apretó los puños, la mandíbula marcada por la tensión.
"¿Y por qué no dijiste nada?" escupió. "¿Por qué volviste al castillo como si no hubiera pasado nada? ¿Cómo si no los hubieras visto así?"
"Porque me dolió," confesó Renjun. "Porque ellos... ellos eran víctimas de lo que mi familia creó. Y yo no sabía si merecía volver. Si merecía estar cerca."
"¡Ah, claro!" Haechan se levantó un poco de su asiento, nuevamente furioso. "Ahí está el Renjun mártir otra vez. El que decide por todos. El que cree que alejarse es una forma de proteger. ¿Y qué se supone que debíamos hacer nosotros? ¿Seguir fingiendo que no nos importaba que no estuvieras?"
Renjun no respondió. Chenle se levanto y puso una mano en el brazo de Haechan, suave pero firme.
"Hyung..."
Pero Haechan respiró hondo, conteniéndose. Bajó la mirada. Y volvió a sentarse.
"¿De verdad creíste que después de todo... te íbamos a odiar por algo que tú no hiciste?" murmuró, esta vez con un tono más bajo. "¿Creíste que vernos ahí, rotos, era razón suficiente para alejarte?"
Renjun asintió sin poder evitarlo. Sus manos estaban frías sobre la mesa.
"Pues te equivocaste," dijo Haechan, más tranquilo pero con los ojos brillando. "Porque si tú te sentiste responsable, es porque te importa. Y eso ya te pone años luz lejos de ellos."
Chenle lo observó, en silencio. No añadió nada.
Renjun tragó saliva.
"Yo no quería hacer más daño."
"Entonces no lo hagas," dijo Haechan, simple. "Quédate. Eso es suficiente."
Y por primera vez, no sonaba como una orden. Sonaba como una petición.
Renjun no respondió con palabras. Solo asintió, apenas. Pero el temblor en sus manos se había ido.
Haechan desvió la mirada, masticando con lentitud como si masticar fuera su forma de contener lo que quedaba por decir. Chenle, en cambio, se reclinó levemente hacia atrás, observando a ambos como si estuviera evaluando los daños emocionales de un duelo silencioso.
"¿Entonces... funcionó?" preguntó finalmente Chenle, su tono curioso, pero más suave de lo usual. "El contrahechizo."
Renjun dudó un momento, pero asintió.
"Sí. Funcionó. Al menos... con los padres de Minji."
Haechan alzó la vista, sorprendido, y por un segundo sus cejas se crisparon. Pero no dijo nada. Renjun se apresuró en continuar.
"No les conté antes porque no estaba seguro. Y porque... me sentía como un impostor. Como si usar magia para arreglar lo que los míos rompieron fuera una contradicción."
Chenle soltó una carcajada incrédula.
"Hermano, si eso fuera una regla, tendríamos que encerrar a medio Ministerio."
Haechan no río, pero su mandíbula se relajó.
"¿Te dolió verlos así?" preguntó entonces, sin rodeos, con los ojos fijos en Renjun.
"Sí," dijo este, sin pensarlo. "Más de lo que esperaba. Ver lo que La Raíz dejó atrás. Lo que les quitó." Bajó la mirada. "A ustedes. A Jeno. A Jaemin."
Haechan tomó aire con fuerza, conteniendo algo. Luego bebió un sorbo de jugo como si eso le ayudara a tragar la emoción.
"No somos los únicos que han perdido cosas, Renjun," murmuró, bajando un poco el tono. "Y tú tampoco saliste ileso. Pero si ya estás aquí... entonces quédate. No a medias."
Renjun lo miró, con los ojos brillantes. "No sé cómo."
"Empieza por hablarnos," dijo Chenle, encogiéndose de hombros. "Ya lo hiciste. Y luego... no te vayas. Aunque no tengas respuestas, aunque te cueste, no nos ignores."
Haechan asintió, sin mirarlo directamente.
"Podemos con eso. Lo que no podemos es con tu silencio."
Él asintió y el momento que siguió no fue incómodo. Fue denso. Honesto. Renjun bajó la mirada a su plato, y por primera vez desde que se había sentado, dio un bocado que le supo a algo más que rutina.
Chenle volvió a hablar, esta vez con una media sonrisa.
"Jaemin y Jeno están mirando como si estuvieras anunciando que vas a unirte a Durmstrang."
Haechan rodó los ojos.
"Que miren. No les va a hacer mal ver que el chico oscuro también come pan con mantequilla."
Renjun río, por primera vez en mucho tiempo, quizás desde que Hyeongjun le había hecho un chiste semanas antes del ritual que no reía así. Río bajito, pero real.
Y aunque no lo dijeran en voz alta, los tres sabían que ese almuerzo significaba algo. No un perdón total. No un cierre. Pero sí un inicio.
Una grieta en la muralla.
Renjun mordió otro trozo de pan, masticando en silencio. Luego, bajó la vista al plato y murmuró, sin mirarlos.
"Podría intentar con sus padres."
Haechan parpadeó. El cubierto que tenía en la mano se quedó a medio camino. Chenle lo miró de reojo, pero no interrumpió.
"¿Qué dijiste?" preguntó Haechan, bajando el tono, como si temiera que una palabra más alta pudiera romper algo.
Renjun alzó la mirada y sostuvo la de él.
"Que podría intentarlo. Con tus padres."
La reacción fue inmediata. Los ojos de Haechan se abrieron con incredulidad, y su cuerpo se tensó, como si no supiera si levantarse, abrazarlo o simplemente quedarse quieto.
"Minji no ha vuelto al castillo..." dijo con voz baja, más para sí mismo que para los demás. "¿Es por eso? ¿De verdad funcionó?"
Renjun asintió.
"Sí. El contrahechizo funcionó. Winwin aprobó el procedimiento, yo lo desarrollé. Pasé todas esas semanas en San Mungo investigando, desarmando la maldición capa por capa... y los padres de Minji despertaron." Hizo una pausa. "Funcionó."
El silencio que siguió no fue de desconfianza, sino de algo más profundo: esperanza. Cautelosa, contenida. Pero esperanza.
Haechan bajó la mirada, como si le costara sostenerla de la emoción.
"Pero... los maleficios que les lanzaron..." Haechan murmuró, como si aún intentara protegerse del golpe. "Los medimagos dijeron que no habían visto algo así. Que probablemente fue creado por La Raíz."
Renjun asintió.
"Lo fue. Lo sé porque... los reconozco. Crecí entre ellos. Aprendí a leer esas tramas mágicas mucho antes de aprender a volar una escoba. Y sí, son horribles. Son crueles. Pero no son imposibles." Hizo una pausa. "Yo los vi. Estuve ahí. Puedo... puedo intentarlo." Chenle inspiró hondo, bajando la vista por primera vez.
Haechan lo miró, como si necesitara asegurarse de que no estaba soñando.
"¿Entonces... podrías ayudar?" preguntó, esta vez con voz temblorosa, sin sarcasmo ni desafío. Solo un ruego oculto tras la costumbre de resistir.
Renjun sostuvo su mirada. Y asintió.
"Sí," dijo. "Podría."
Haechan no dijo nada más. Solo se quedó ahí, con las manos cerradas en puños sobre la mesa. Y por un segundo, solo uno, sus ojos se humedecieron. Pero no lloró. Solo asintió.
Y esa fue su forma de decir gracias.
Chenle rompió el silencio con una frase seca, pero necesaria:
"No estás obligado a hacer algo para que te aceptemos, ya lo hicimos hace tiempo."
Renjun tragó saliva, y por primera vez desde su regreso, se sintió parte de algo más grande que su culpa.
Se sintió útil.
Y, tal vez... digno.
Renjun bajó un poco la mirada, procesando lo que acababan de decirle, dejando que el silencio no lo aplastara esta vez, sino que lo sostuviera.
"Pero sí quiero hacerlo," murmuró, tras un momento. "No para demostrarles nada." Levantó la vista, primero hacia Haechan, luego hacia Chenle. "Sino porque puedo. Y porque me importa."
Haechan soltó una risa corta, entre incrédula y cansada.
"Siempre fuiste un dramático," dijo, pero su voz no tenía filo. "Pero... te creo."
Chenle volvió a levantar la mirada y, sin decir palabra, le empujó hacia Renjun la cesta de pan, como si fuera un gesto de reconciliación oficial.
"Come algo," dijo. "O vas a desmayarte antes de intentar salvar a nadie."
Renjun tomó un trozo de pan con una sonrisa leve, silenciosa, que no le tocaba del todo la boca, pero sí los ojos.
Haechan lo observó un momento más, y luego desvió la mirada hacia el grupo al fondo del comedor, donde Jaemin reía por algo que Mark acababa de decir.
"¿Vas a contárselo?" preguntó, en voz baja.
Renjun no respondió de inmediato.
"Sí," dijo finalmente. "No sé cuándo. Pero no puedo quedármelo. Es... de él también."
"Jaemin va a enojarse," advirtió Haechan, como si lo dijera por costumbre, no por desaliento. "Pero eso no significa que no escuche."
Renjun asintió. Lo sabía, desde esa vez en San Mungo que se dio cuenta que Jaemin prefería ignorar la situación.
Chenle suspiró. "Bueno. No sé ustedes, pero yo tengo Encantamientos en quince minutos y preferiría no ser transformado en un espejo por llegar tarde."
Haechan rodó los ojos.
"Eso es Transformaciones."
"Ah. Entonces peor."
Chenle se levantó con su bandeja a medio acabar y le dio un golpecito en el hombro a Renjun.
"Me alegra que estés de vuelta, por si no se había notado."
Renjun lo miró con genuina sorpresa.
"Se notó," dijo. Y sonrió.
Haechan no se levantó de inmediato. Se quedó ahí, unos segundos más, en un gesto inusual de compañía sin palabras. Y justo cuando Renjun pensó que no diría nada más, Haechan murmuró.
"Si haces esto... si de verdad lo intentas... voy a estar ahí. Solo para que lo sepas."
Renjun lo miró, serio.
"No estoy seguro de que funcione."
"Yo tampoco," respondió Haechan. "Pero estoy cansado de perder gente por no intentarlo."
Y con eso, se levantó, recogiendo una fruta.
Renjun lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre el bullicio.
Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió menos como un arma, y más como alguien que podía construir algo con lo que sabía.
Tal vez incluso sanar.
Notes:
Y he aquí el capítulo más largo que he escrito, me dije que debía dividirlo en partes, pero sinceramente me gusta así, me gustó como quedó, así que perdón porque fueron más de 11mil palabras. :'
Chapter 13: Revelaciones
Chapter Text
El aula de Transformaciones estaba en completo silencio, roto solo por el rasgar de plumas sobre pergamino y los murmullos bajos de los hechizos practicados. Renjun estaba en su sitio habitual, al final de la fila, concentrado en no mirar a nadie. Se había prometido mantenerse al margen. Solo hasta que fuera el momento.
Y entonces, llegó.
La puerta se abrió y un elfo doméstico asomó su cabeza con respeto, sus orejas temblorosas.
"Perdonen la interrupción... el director Taeyong solicita al alumno Lee Jeno en su oficina. De inmediato."
El aula se congeló. Jeno levantó la vista lentamente, confundido, hasta que el profesor Ten asintió, permitiéndole marcharse. Jeno recogió sus cosas, aún sin entender del todo, y salió con paso contenido.
Esperó a que el profesor Ten terminará la clase pocos minutos después. Renjun sintió que su corazón daba un vuelco.
Lo sabía. Era ahora.
Se obligó a respirar hondo y se puso de pie. Caminó hacia el escritorio donde Jaemin, Haechan y Mark trabajaban juntos. No lo hacían siempre... pero hoy lo estaban.
Jaemin alzó la vista en cuanto lo vio, sus ojos oscuros cargados de sorpresa.
"¿Renjun?"
Renjun no titubeó.
"Deberías ir con él," dijo, directo. "Tú. Y los demás también."
Jaemin frunció el ceño, desconcertado.
"¿Qué estás diciendo?"
"Que Jeno va a necesitarlos," replicó Renjun con voz tensa, pero firme. "Están por decirle algo... importante."
Mark, que estaba a un lado, se enderezó, alerta.
"¿Tú lo sabías?"
Renjun no respondió a Mark. En cambio, giró hacia Haechan, que lo observaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
"¿Qué significa eso?" exigió él. "¿Qué le van a decir?"
Renjun bajó un segundo la mirada, tragando saliva.
"No puedo decirlo. No yo." Su voz era apenas un murmullo. "Pero él no debería estar solo."
Y con eso, se volvió hacia la puerta, dejando a los otros en un silencio tenso.
"¡Renjun!" llamó Haechan otra vez. "¡¿Qué está pasando?!"
Renjun se detuvo apenas en el umbral, sin girarse.
"Vayan a buscar a Jisung y a Chenle," dijo. "Y vayan con él. A la oficina del director."
Y entonces salió.
Ninguna palabra más. Solo una señal. Solo una elección.
La sala quedó en suspenso por unos segundos.
Y luego Jaemin se levantó de golpe.
"Vamos," dijo. Su voz no era fuerte, pero sí decidida.
Mark, sin más preguntas, lo siguió. Haechan lo hizo con fastidio y ansiedad, mascullando un "no puede ser" por lo bajo, mientras iba en busca de los demás.
Porque si Renjun lo pedía así... algo importante estaba por pasar.
Y Jeno, lo sabían todos, merecía no estar solo.
Renjun no regresó a clase. En lugar de eso, caminó lentamente por los pasillos aún iluminados por la luz de la tarde. Cada paso hacía la oficina del director se sentía como una cuenta regresiva. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por el peso de lo inevitable.
Frente a la gárgola que custodiaba la entrada, murmuró la contraseña que le habían proporcionado antes. "Infernalis Tranquillum."
La estatua se movió con un leve crujido, revelando la escalera en espiral. Pero no subió de inmediato. Esperó.
Y no tardaron en aparecer.
Primero Jaemin, con el ceño fruncido y una expresión de tensión contenida. Luego Haechan, claramente molesto y con Jisung casi arrastrado detrás. Chenle llegó un momento después, resoplando, sorprendido por la petición pero alerta al ambiente. Mark fue el último, con pasos decididos pero ojos escudriñando a Renjun en busca de respuestas.
"¿Esto es por Jeno?" preguntó Jaemin, sin rodeos.
Renjun asintió.
"Gracias por venir."
Y sin más palabras, comenzó a subir.
El grupo lo siguió en silencio, una procesión de incertidumbre y lealtad. Al llegar al descanso superior, la puerta de la oficina estaba entreabierta. Una luz cálida se filtraba desde dentro, pero no lograba suavizar la tensión en el aire.
Renjun se adelantó y empujó la puerta con suavidad.
Adentro, la escena era solemne.
El director Taeyong estaba de pie junto a su escritorio, las manos cruzadas a la espalda. A su lado estaban el profesor Johnny, rostro serio, y Winwin, más sereno pero observador. Cerca del ventanal estaban Kun y Doyoung, el primero visiblemente incómodo, el segundo con los brazos cruzados. Hendery estaba apoyado contra una estantería, alerta como un resorte contenido.
En medio del círculo, sentado, estaba Jeno.
Alzó la vista en cuanto escuchó la puerta abrirse. Su expresión era una mezcla de confusión, tensión... y una chispa de alivio al ver a sus amigos entrar.
Renjun dio un paso al frente, sintiendo las miradas de todos sobre él.
"Los traje," dijo simplemente, su voz baja, pero firme.
Taeyong asintió.
"Gracias, Renjun." Pero su voz se mantuvo tensa.
El grupo entró con lentitud. Jaemin se acercó a Jeno de inmediato, sentándose a su lado. Haechan se colocó del otro lado, cruzado de brazos pero claramente preocupado. Chenle y Jisung se quedaron cerca, mientras Mark se mantenía de pie a un paso, sin despegar la vista de los adultos.
El silencio duró unos segundos más.
Hasta que Taeyong suspiró profundamente y habló.
"Gracias por venir," dijo. Su voz era firme, pero menos dura. Miró brevemente a Renjun. "Él pidió que estuvieran aquí."
Jaemin, Haechan, Chenle, Jisung y Mark se dieron miradas sorprendidas en la estancia, con rostros alerta, pero sin hablar.
Taeyong tomó aire.
"Jeno ya sabe lo que sucedió con la marca de Sungmin. No estamos aquí para repetirlo." Luego miró a Doyoung, dándole la palabra.
Doyoung se adelantó, cruzando los brazos.
"Hace unos días, Renjun recibió una advertencia de Taeju, ya saben, uno de los miembros de La Raíz que aún está bajo vigilancia. La nota alertaba sobre un posible movimiento de Sungmin. Decía que pronto volvería a por ti, Jeno."
El silencio cayó de golpe sobre la habitación. Jeno no se movió.
"Renjun nos informó," siguió Doyoung. "Y... propuso servir de cebo para atraer a Sungmin si intentaba acercarse. Planeaba usar su vínculo con la organización como trampa. Algo que, por supuesto, no aprobamos sin reservas."
"Y eso nos lleva al día de hoy," intervino Taeyong. "Sabemos que Sungmin es paciente. Calculador. Y cruel. Pero también sabemos que no actúa sin señales claras. Creemos que aún está esperando. Por eso, necesitamos estar un paso adelante."
Jeno finalmente habló, su voz baja.
"¿Y si no está esperando? ¿Y si ya está en movimiento?"
Hubo una pausa. Hendery, desde el rincón, apretó la mandíbula.
"Entonces lo interceptaremos," dijo, sin dudar.
Todos se giraron cuando Renjun, hasta entonces en silencio, levantó la voz.
"Quiero decir algo."
Taeyong asintió. Doyoung cruzó los brazos, expectante.
Renjun dio un paso hacia adelante, sin mirar a Jeno todavía.
"Me opuse a que se te dijera lo de la nota," dijo, con franqueza con el rostro imposible. "No porque no confíe en ti. Sino porque temí que eso... fuera algo que te rompiera."
Jeno lo miró fijo, pero no interrumpió.
"Sabía que ya llevabas el peso de esa marca, de lo que significa que Sungmin haya puesto los ojos en ti. Pero si sabías que seguía buscándote... pensé que sería demasiado." Sus palabras eran firmes, aunque su voz temblaba por dentro. "No quería que creyeras que eras su presa."
Jeno tragó saliva.
"Pero lo soy, ¿no?" Dijo de forma irónica.
Renjun lo sostuvo con la mirada está vez.
"Tal vez," asintió. "Pero no estás solo."
Un silencio incómodo los rodeó, hasta que Haechan dio un paso al frente.
"¿Y cuál era el plan entonces?" preguntó, mirando a Taeyong. "¿Usar a Renjun como carnada mientras Jeno camina por ahí como si nada?"
"No íbamos a permitir que Renjun se expusiera sin respaldo," aclaró Kun, sin alzar la voz. "Pero entendemos por qué quiso hacerlo. Quería detener esto antes de que empezara. Antes de que Sungmin intentara algo. Pero ahora... estamos todos aquí. Y eso cambia las cosas."
Taeyong asintió, mirando al grupo.
"Ya no se trata de un plan secreto. Se trata de estar unidos. Decidir juntos cómo actuar."
Renjun finalmente giró todo su cuerpo hacia Jeno y no desvío la mirada.
"Sé que te fallé al no decirlo antes," murmuró viendo su rostro pasar por quizás unas cinco emociones complejas. "Y si te enojas conmigo, está bien. Pero no voy a retroceder. Si Sungmin va a intentar algo, me va a encontrar listo."
Jeno lo miró largo rato. Su expresión era indescifrable. Y luego habló, bajo.
"Yo también estaré listo."
Doyoung cruzó los brazos.
"Lo que no sabíamos es que Renjun tenía más información de la que pensábamos."
Las miradas se dirigieron hacia él. Renjun no bajó la cabeza. Pero tampoco se defendió. Solo respiró hondo.
"No lo oculté porque no confiara," comenzó mirando al Auror. "Lo oculté porque creí que era lo correcto. Que si me movía antes de que él lo hiciera, podía acabar con esto sin exponer a nadie más."
Johnny alzó una ceja.
"¿'Acabar con esto'? ¿Exactamente qué significa eso para ti?"
Renjun sostuvo la mirada.
"Significa matarlo."
La palabra cayó como plomo. Jisung se tensó. Chenle se quedó inmóvil. Haechan frunció el ceño, pero no dijo nada aún. Winwin cerró los ojos un segundo.
Renjun continuó, su voz sin temblor, sin dramatismo. Solo verdad.
"Crecí con Sungmin. Compartí mesa con él durante años. Sé cómo piensa. Sé lo que hace. Sé cómo elige a sus víctimas, cómo las persigue, cómo las rompe antes de matar. Y sé que la luna llena está en tres días."
Taeyong lo miró fijo alertado, pero Kun dió unos pasos al frente con inquietud.
"¿Crees que atacará entonces?" Preguntó el ministro.
Los ojos de Winwin se abrieron apenas. Taeyong sorprendido se acercó a Renjun.
"¿Estás diciendo que ya está en marcha?"
"Sí." Renjun asintió.
El silencio que siguió fue como un encantamiento petrificador.
Doyoung frunció el ceño.
"¿Y por qué diablos no nos dijiste eso antes?" Preguntó con voz dura. "Sigues ocultando información."
La pregunta cayó como una bofetada.
"¡Porque iba a acabarlo yo mismo!" estalló Renjun, su voz quebrada por la rabia contenida. "No iba a exponerlos. No a Jeno. Ni a nadie. Era mi carga, ¡yo la iba a terminar!"
"¡¿Tú solo?!" Doyoung dio un paso al frente, fulminándolo con la mirada. "¿Pensaste que íbamos a dejarte lanzarte contra un licántropo asesino como si fueras un arma?"
"¡Pensé que ya lo era!" replicó Renjun. "¡Pensé que si lo enfrentaba solo, al menos nadie más saldría herido!"
"Eso es lo que crees que es protegernos?" intervino Johnny, su voz más calmada pero afilada. "¿Ocultar información vital a todo el cuerpo docente? ¿A los Aurores? ¿A Taeyong?"
Renjun apretó los puños, respirando intentando calmarse.
"Lo que hice, lo hice porque sabía que ustedes me iban a frenar. Iban a querer planear, esperar, poner barreras. Y Sungmin no espera. Él se alimenta del miedo. De la burocracia."
"¡Y tú no eres un soldado!" bramó Taeyong de repente, la voz resonando en las paredes de piedra. "Eres un estudiante. Eres un niño."
"Soy un arma," respondió Renjun con frialdad. "Fui moldeado para esto. ¿O acaso creían que sobreviví a La Raíz con juegos de escoba?"
Eso dejó a todos helados. Renjun continuó, su voz sin temblor, sin dramatismo. Solo verdad.
"Los licántropos obtienen su mayor poder con la luna llena. Pero Sungmin no la usa solo por eso. La ve como un ritual. Una forma de afirmar su control. Atacar en esa noche no es una ventaja táctica. Es un acto simbólico. Lo ha hecho antes."
La sala se mantuvo en silencio unos segundos. Luego fue Kun quien habló, con voz baja.
"¿Y cuál era tu plan? ¿Salir solo en medio del bosque y enfrentarlo tú?"
"Sí," dijo Renjun, sin dudar.
Doyoung chasqueó la lengua, incrédulo.
"¿Y si morías?"
Renjun lo miró por primera vez sin ocultar nada.
"Entonces al menos Jeno viviría."
"¿Y no pensaste que merecía saberlo?" La voz de Jeno fue un filo. "¿Que no tenía derecho a prepararme? A no enterarme porque un profesor me llamó a su oficina con cara de funeral."
Renjun giró hacia él, más herido que molesto.
"Lo hice por ti."
"¡No! ¡Lo hiciste sin mí!" Jeno alzó la voz, dando un paso adelante. Todos sorprendidos que el tranquilo Jeno alzará la voz "¿Te parece protegerme no decirme que alguien como él podría venir por mí en cualquier momento? ¿Crees que preferiría no saberlo? ¿Que soy débil? ¿Que no puedo cargar con esto?"
"No," murmuró Renjun. "No pienso eso de ti. Pero sí sé lo que Sungmin puede hacer. Y verte morir por algo que yo provoqué era... es lo único que no puedo permitir."
"¡No lo provocaste tú!" Jeno respondió con furia. "¡Lo provocó él! ¡La Raíz! ¿Hasta cuándo vas a seguir creyendo que todo lo que hicieron es tu culpa?"
Renjun no contestó de inmediato. Pero su voz, cuando volvió a hablar, fue más baja.
"Hasta que deje de sentir que soy parte de ellos."
El silencio volvió, denso y eléctrico.
Haechan, que había estado callado hasta entonces, soltó un resoplido exasperado.
"Eres brillante, pero completamente estúpido," murmuró negando. "¿De verdad ibas a irte como si esto fuera una misión suicida y esperabas que nadie te lo impidiera?"
"Pensé que si no les decía nada... no lo harían," admitió Renjun, casi con vergüenza.
Taeyong se acercó otro paso.
"Pues te equivocaste. Porque ahora lo sabemos. Y esta vez, no vas a enfrentarlo solo."
Renjun cerró los ojos un instante. Sus hombros temblaron.
No por miedo.
Por alivio. Por resignación. Por el dolor de saberse expuesto... y aún así sentirse acompañado.
Jeno lo miró con intensidad. Sus palabras fueron más suaves.
"Si tú vas... yo voy."
Renjun lo observo sorprendido.
"Yo seré quien lo enfrente, y no me encontrará sólo. Porque tú tampoco lo estás."
El silencio que siguió a la declaración de Jeno fue denso, pero breve.
Jaemin dio un paso al frente. Su voz era baja, pero afilada como un bisturí.
"¿De verdad quieres enfrentarlo?" preguntó, sin rodeos. "Jeno... con solo escuchar su nombre te pones a temblar."
Jeno desvió la mirada, pero no respondió.
Jaemin insistió, su tono más duro.
"Cuando Taeju intentó atacarte, te quedaste paralizado. Yo lo vi. Todos lo vimos."
"Jaemin..." murmuró Haechan, como una advertencia. Pero Jaemin no se detuvo.
"Esto no es una clase. No es un duelo controlado. Es Sungmin. El mismo que te marcó. El mismo que mató a gente sin pestañear. Y tú..." tragó saliva, como si doliera decirlo. "Tú no estás listo. No así."
"¿Entonces qué?" estalló Jeno, su voz quebrada por la frustración. "¿Me escondo? ¿Me quedo atrás mientras alguien más muere por mí?" Sus ojos buscaron los de Renjun. "¿Tú, por ejemplo?"
Renjun sostuvo su mirada, sin retroceder. Había dolor en sus ojos, sí, pero también una calma que solo se alcanza después de tocar fondo.
"No vas a morir," dijo, con voz firme. "Porque yo lo voy a matar."
Eso hizo que todos se callaran. Incluso Jaemin.
"Lo haré yo," repitió Renjun. "No porque tú no puedas... sino porque yo ya he vivido con ese monstruo. Lo conozco. Sé cómo piensa, cómo ataca. Y si puedo evitar que tú vuelvas a sentir ese miedo... entonces lo haré."
Jeno abrió la boca, pero no dijo nada. No sabía cómo responder a eso. A la certeza brutal de Renjun. A su decisión.
Y entonces fue Doyoung quien habló. La voz del Auror fue profunda, tensa. Su mirada fija en su sobrino.
"Yo tampoco quiero que Jeno se enfrente a ese monstruo."
Todos se giraron hacia él. Jeno parpadeó.
"No solo porque eres mi sobrino, Jeno," dijo Doyoung, su tono más suave, más humano. "Sino porque sé lo que hace esa clase de oscuridad. Cómo marca para siempre." Sus ojos viajaron brevemente a Renjun. "No quiero que nadie más lleve una cicatriz de por vida. Ni en la piel, ni en el alma."
El aire se volvió más espeso, cargado de emociones contenidas.
Jeno bajó la mirada. Sus puños estaban apretados a los costados.
"Solo quiero... que termine," dijo, en un susurro. "No puedo con esta espera. Este miedo es constante." Jeno guardó silencio unos segundos, sin apartar la mirada de Renjun. "¿Y cómo estás tan seguro de que lo vas a matar?" preguntó, con una mezcla de desafío y miedo en la voz.
Renjun dio un paso hacia él. Sin acercarse demasiado. Solo lo suficiente para que sus palabras llegaran claras.
Renjun no titubeó.
"Porque soy el más poderoso," dijo, sin arrogancia. Con una calma aterradora. "Porque fui criado para esto. Porque no hay ninguna criatura que La Raíz no me haya obligado a estudiar, enfrentar o soportar. Confía en mí."
Jeno apretó los dientes. Quería discutir, decirle que esa no era una razón válida, que ningún adolescente debería hablar con esa certeza sobre matar a alguien... pero no podía. Porque parte de él quería creerlo.
"Sé que estuvo mal no decirte nada," continuó Renjun, más bajo. "Y sé que los he estado ignorando desde que regresamos de vacaciones. Pero no es porque no me importe." Sus ojos buscaron los de Jeno, con honestidad feroz. "Es porque me importa demasiado. Y no puedo permitir que te pase nada. Así que confía en que no voy a dejar que te hagan daño."
Jeno bajó la cabeza un instante. La tensión en sus hombros no cedía.
"No quiero admitirlo, pero tengo miedo," dijo al fin. Su voz era un susurro tembloroso. "Mucho."
Renjun asintió, sin juicio.
"Está bien tenerlo."
Jeno alzó la mirada, más firme esta vez. "
Entonces si vamos a hacer esto... necesitamos un plan. Uno bueno. Y no uno donde tú terminas siendo la maldita carnada."
Haechan resopló con aprobación.
"Por fin algo sensato."
Renjun dejó salir un leve suspiro. Agradecido. Y entonces, como si una compuerta se abriera dentro de él, comenzó a hablar.
"La manada no actúa como un grupo de bestias sin control. Son tácticos. Si quieren atraer la atención de alguien, lo estudian primero. Lo rodean. Lo empujan hacia donde quieren que esté. No cazan corriendo detrás de la presa. Hacen que la presa venga a ellos."
Los demás escuchaban en completo silencio.
"La teoría más probable," siguió Renjun, "es que secuestren a alguien. A algún estudiante. Para que Jeno se sienta culpable. Enviarán un mensaje. No a los profesores, no al Ministerio. A Jeno. Algo directo, algo personal. Para que crea que si no va... alguien morirá."
Jisung tragó saliva con fuerza. Chenle bajó la mirada, sus nudillos blancos sobre el respaldo de la silla.
"Cuando eso pase," continuó Renjun, "esperarán a que él se escape. Que esté solo. Sin ayuda. Sin testigos. Y entonces atacarán."
Jaemin se inclinó ligeramente hacia adelante.
"¿Cómo sabes todo eso?"
"Porque lo he visto," respondió Renjun, sin adornos. "Así opera Sungmin. No con brutalidad... al menos no al principio. Con método. Con miedo."
El aire se sentía cada vez más cargado.
"Entonces si el objetivo es tener a Jeno solo," murmuró Chenle, "se guiarán por su olor, ¿no? El de su marca. Para encontrarlo."
"Sí," confirmó Renjun. "La marca lo vuelve rastreable para ellos."
"¿Y cómo evitamos eso?" preguntó Mark, frunciendo el ceño. "¿No es como... inevitable?"
Renjun alzó la mirada. Por primera vez en la conversación, una chispa brillante cruzó su rostro.
"Hay una poción," dijo. "Una que puede volverte invisible al olfato de un licántropo."
Winwin, que hasta ese momento había permanecido en silencio, frunció el ceño, desconcertado.
"No existe tal cosa," dijo incrédulo. "Ni siquiera los Aurores lo han conseguido. Lo hemos intentado..."
"Porque no lo conocen," interrumpió Renjun. "Mis padres lo inventaron. No se fiaban de Sungmin. No confiaban ni en su lealtad ni en su control durante la transformación. Lo usaban como protección interna. Solo ellos... y yo, conocemos la poción."
Winwin lo miró con incredulidad.
"¿Y la sabes hacer?"
Renjun asintió con seguridad.
"Lo he hecho antes. Solo dura unas horas y requiere preparación, pero funcionará."
"¿Y estás dispuesto a hacerlo?" preguntó Jaemin, con desconfianza apenas disfrazada.
"Sí," dijo Renjun. "Pero no voy a decirles cómo se hace. No por arrogancia. Es peligroso. Inestable si no se hace bien. Yo me encargaré."
Doyoung intercambió una mirada con Taeyong, tensa, pero ya resignada. Taeyong asintió lentamente.
"Entonces empezaremos a planear en base a eso," dijo. "Si tenemos un encantamiento que pueda ocultarnos de Sungmin... tal vez tengamos una oportunidad real."
Doyoung se acercó lentamente a Jeno, con una expresión seria pero suavizada por algo que rara vez mostraba: ternura. Le puso una mano en el hombro, firme.
"No tienes que preocuparte, ¿entendido?" dijo con voz baja, sólo para él. "No va a pasarte nada. Mantente con tus amigos. No te alejes. Si Renjun está aquí..." Sus ojos se desviaron hacia el chico de Slytherin. "Estoy seguro de que nadie va a salir herido."
Renjun asintió con una mueca incómoda. No estaba acostumbrado a que confiaran en él tan abiertamente... y mucho menos que lo dijeran frente a los demás.
"Entonces," intervino Johnny, tomando la palabra, "si hay riesgo de secuestro para atraer a Jeno... tenemos que predecir a dónde lo llevarían. ¿Un lugar oculto? ¿Uno donde no puedan ser detectados?"
Kun pensó en voz alta.
"Algún sitio fuera del alcance de los hechizos rastreadores del castillo."
"Podría ser algún claro del bosque," sugirió Hendery.
"No," dijo Renjun con total seguridad, interrumpiendo sin pedir permiso. "Será la Casa de los Gritos."
Todos lo miraron.
"Es obvio," añadió encogiéndose de hombros. "Está vinculada históricamente a los licántropos. Está cerca. Es simbólicamente perfecta para él. Sungmin no resiste la teatralidad."
Taeyong asintió, serio.
"Entonces nos centraremos en ese punto."
"Yo haré la poción para ocultar el olor," dijo Renjun. "No es un encantamiento, es alquimia. Demorará unas horas y me dejará agotado... pero funcionará. Será perfecta."
Winwin entrecerró los ojos.
"¿Necesitas algún ingrediente específico? Podemos prepararte una estación."
"No se preocupen," respondió Renjun. "Puedo encontrar todo. Solo necesito ir al Bosque Prohibido para conseguir el último ingrediente. Lo demás lo haré yo."
Taeyong lo miró, evaluando. Luego, con un leve gesto de cabeza, cedió.
"Nadie te tocará en ese bosque. Ni siquiera las criaturas más salvajes," dijo con seguridad. "Tienes permiso."
Luego giró hacia el resto de los estudiantes. "Pueden irse por ahora. Manténganse juntos. No se separen bajo ninguna circunstancia."
Los chicos asintieron lentamente. El grupo comenzó a moverse en conjunto, saliendo de la oficina como una sola unidad, más alerta, más unida.
Renjun los siguió, caminando unos pasos detrás. Pero antes de cruzar el umbral para los pasillos, escuchó la voz de Jisung, algo tímida pero firme.
"Renjun... ¿qué ingredientes necesitas?"
Renjun se giró, arqueando una ceja.
"¿Para qué?"
"Podemos ayudarte," dijo Chenle, cruzándose de brazos. "Recorrer los salones, buscar en el invernadero, revisar la reserva del aula de Pociones. Lo que sea."
Renjun los miró a todos. Jeno. Jaemin. Haechan. Jisung. Chenle. Mark. Eran tantos... Y sí, mantenerlos ocupados podría calmar un poco su ansiedad.
Suspiró.
"Está bien."
De su túnica sacó una hoja pequeña de pergamino, garabateó con tinta rápida cinco ingredientes 'nada demasiado raro, pero tampoco comunes' y se los pasó a Haechan.
"Esto es lo que necesito. Los reconocerán fácilmente si los ven. Pero recuerden, no tomen nada sin permiso de los profesores. Especialmente de la reserva."
"¿Y tú?" preguntó Jaemin, afilado. "¿Qué es lo que vas a buscar tú al bosque?"
Renjun no respondió de inmediato. Solo se quedó quieto. Luego, sin decir palabra, alzó su brazo izquierdo, y de su manga emergió una pequeña figura verde que se acomodó en su muñeca con naturalidad: Flicker.
Un Bowtruckle.
Los chicos se quedaron helados.
"¿Desde cuándo tienes...?" murmuró Jisung, maravillado.
"Desde hace tiempo," dijo Renjun, suavemente. "Él no puede venir conmigo hoy. Podría resultar herido."
Con una delicadeza inusual, Renjun extendió la mano hacia Jaemin, y colocó a Flicker sobre la palma de este sin decir nada más. El pequeño Bowtruckle trepó hasta el hombro del Ravenclaw sin protestar.
Jaemin lo miró como si Renjun le hubiera entregado algo más que una criatura mágica. Como si le hubiera confiado algo profundamente íntimo.
"Cuídalo," fue todo lo que dijo Renjun.
Jaemin asintió, sorprendido.
"¿Qué vas a hacer allá dentro?" preguntó Mark con tono serio.
Renjun volvió a mirar hacia el bosque, visible a través de los ventanales lejanos.
"Conseguir algo que solo se obtiene de criaturas que no se dejan atrapar con facilidad."
Jaemin frunció el ceño.
"¿Vas a matarla?"
Renjun no respondió. Solo bajó la mirada. Dio medio paso atrás, como si la conversación ya estuviera cerrada. Y luego giró, alejándose con su capa ondeando tras él.
"Los veré en unas horas, en el invernadero tres," dijo sin volverse.
Y desapareció escaleras abajo.
Chapter 14: El plan
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El Bosque Prohibido respiraba una calma inquietante. Los árboles, altos como torres, formaban un dosel espeso que apenas dejaba pasar la luz. Renjun caminaba entre raíces retorcidas y hojarasca húmeda, con los sentidos agudizados, varita en mano. La capa de protección que había conjurado lo mantenía invisible a la mayoría de las criaturas... pero no a su propia conciencia.
Sabía lo que debía hacer.
El ingrediente que buscaba no era fácil de obtener. Ni por dificultad, ni por lo que representaba.
La sangre de unicornio.
No era letal extraerla, no si se hacía correctamente. Pero el acto dejaba cicatrices mágicas. El unicornio sobreviviría, pero su pureza quedaría marcada. Y Renjun... también.
Encontró al unicornio cerca de un claro. Plateado y etéreo, con los ojos brillantes como estrellas húmedas. Renjun se arrodilló con cuidado, susurrando un encantamiento de sopor, uno que su madre le enseñó antes de que supiera lo que significaba la compasión.
El unicornio bajó la cabeza. No huía. No luchaba. Como si entendiera que había una causa mayor.
Renjun lloró en silencio mientras recogía la mínima cantidad de sangre necesaria en un pequeño frasco de cristal encantado. No más de tres gotas. Cuando terminó, retiró el encantamiento con suavidad, dejando caer una hoja de menta lunar sobre el cuello del unicornio: un gesto antiguo de respeto y perdón. El animal parpadeó, y se internó otra vez en la espesura, sin odio.
Renjun quedó arrodillado varios segundos más, observando la botella temblar entre sus dedos. La mezcla contenía ingredientes que habían sido difíciles, peligrosos, y que ahora necesitaban un lugar adecuado, aislado y seguro, donde la concentración fuera absoluta. Sabía que cualquier distracción o fallo podía arruinarlo todo, o incluso resultar en un accidente que pondría en riesgo más que su propia seguridad.
Se levantó, y mientras sus ojos recorrían los alrededores del bosque cercano al castillo, buscó mentalmente un sitio que cumpliera con todos los requisitos: suelo firme, sombra suficiente, ventilación natural, lejos de estudiantes y profesores que pudieran aparecer en cualquier momento, y con un espacio que le permitiera moverse libremente. Observó un claro rodeado de árboles centenarios, raíces entrelazadas que podían ocultar sutilmente su presencia, y una pequeña pendiente que evitaba que cualquiera se acercara inadvertidamente.
"Este servirá", murmuró para sí mismo, asintiendo mientras ajustaba la botella dentro de su túnica.
Se quedó un momento contemplando el bosque. Renjun recordaba haber visto a Taeyong, el director, hacerse presente en lugares imposibles, apareciendo y desapareciendo con facilidad dentro de los terrenos. Comprendió que no era solo la fuerza de la magia lo que lo permitía, sino el dominio absoluto de la concentración, el control del flujo de energía mágica y la lectura del entorno.
Respiró hondo y cerró los ojos. Se concentró en la estructura mágica del castillo, en los hechizos que protegían cada torre y cada invernadero, y en su propio flujo de poder, sintonizando con la energía que recorría el aire y el suelo bajo sus pies. No era simple teletransportación; era una copia refinada y perfeccionada del patrón que había visto en Taeyong, ajustado a su propia capacidad. La magia vibraba en sus venas, cálida, firme y peligrosa. Sabía que cualquier error podía hacer que terminara atravesando una pared, o peor, que quedara atrapado entre espacios imposibles.
Tres horas. Había pasado demasiado tiempo.
Se levantó de golpe y comenzó a correr, cruzando el bosque con la agilidad que solo la desesperación podía otorgar. Se deslizaba entre raíces y arbustos sin tropezar, sintiendo cada sombra y cada movimiento de la fauna como un indicador de que estaba solo. Finalmente, llegó al borde del castillo jadeando.
Un destello de magia recorrió su cuerpo, y por un instante sintió cómo los hechizos protectores del castillo vibraban en resistencia. Pero Renjun, concentrado, replicó el patrón mental que había estudiado, ajustando la energía con precisión quirúrgica. En un parpadeo, la percepción cambió: los árboles y el aire del bosque desaparecieron, y ante él se alzó el invernadero número cinco
La explosión de su llegada hizo que varios de los chicos que estaban allí gritaran.
Chenle dejó caer una maceta. Haechan retrocedió con la varita en alto. Jisung chilló. Y Jeno, con los ojos abiertos de par en par, sacó su varita con un grito.
"¡Atrás! ¡Es un seguidor!"
"¡Soy yo!" gritó Renjun, alzando las manos. "¡Soy yo! ¡Renjun!"
Jeno bajó la varita con fuerza, respirando agitado.
"No vuelvas a hacer eso," murmuró. "Pensé que... pensé..."
"Lo sé. Lo siento." Renjun se acercó con rapidez, aún jadeando. "¿Tienen los ingredientes?"
Chenle, aún con el ceño fruncido, le extendió una caja de madera pequeña.
"Aquí. Todo lo que pediste."
Renjun revisó el contenido y asintió.
"Perfecto. Taeyong me dejó una sala de trabajo... pero no puedo hacer esto dentro del castillo."
"¿Por qué no?" preguntó Jaemin.
"El encantamiento de mezcla es volátil. Demasiado para estar rodeados de piedra y magia antigua." Renjun se giró hacia la puerta. "Necesito hacerlo al aire libre. Solo. Es peligroso."
"¿Y qué parte de 'ya no estás solo' no entendiste?" dijo Jaemin, cruzado de brazos.
"Renjun, esto es tu plan. Pero también es nuestra pelea," añadió Jeno. "No vamos a dejarte."
Renjun dudó. Pero cuando vio que hasta Jisung asentía, tragó saliva.
"...Está bien. Pero no se acerquen demasiado. Solo... tóquenme."
Los siete estiraron sus manos, y cuando todos lo sujetaron, Renjun giró sobre sus talones con un hechizo de desaparición grupal. En un segundo, el invernadero quedó vacío.
Aparecieron en el claro escondido del Bosque Prohibido, cerca de una cascada que rugía con voz lejana. El lugar vibraba en magia, invisible a los ojos no autorizados. Un refugio secreto.
Renjun extendió los ingredientes en una tela negra, comenzando a trazar runas alrededor del perímetro para hacer una barrera. Los chicos lo rodearon en semicírculo, observando.
"¿Siempre preparas pociones con tanto dramatismo?" bromeó Chenle, bajando la tensión.
"Solo cuando quiero que no mueran," respondió Renjun sin mirar, concentrado.
Haechan se sentó en una roca y lo observó trabajar.
"¿Tardará mucho?"
"Unas horas," respondió Renjun. "Tienen que quedar perfectas. Tiene que alcanzar para cada uno, tanto los aurores como los profesores. Ingerirla los hará invisibles al olfato licántropo durante cuatro horas. No más."
Jaemin lo miraba en silencio, pero no por desconfianza. Era respeto. Curiosidad.
Jisung, en cambio, se sentó cerca y preguntó, con voz baja.
"¿Cómo aprendiste todo esto?"
Renjun no respondió de inmediato. Siguió moliendo la raíz brillante con el mortero de piedra, escuchando el chirrido de la piedra mientras sus pensamientos se sumergían en recuerdos que preferiría mantener ocultos.
"Porque crecí con quienes la inventaron," dijo finalmente, deteniéndose al recordar con melancolía. "Mis padres me enseñaron desde pequeño a hacer pociones avanzadas." Su mirada se perdió un instante en la mezcla que había preparado. Luego, con un suspiro que casi pasó desapercibido, añadió: "Y hay un lobo en la manada, con el que solía competir. Querían que, si en algún momento algo pasaba, supiera cómo hacerme invisible a la manada."
Hubo un silencio que pesó como piedra en el aire. Los ojos de Jisung se abrieron un poco más, mezcla de asombro y desconcierto. No conocía a ese lobo, ni entendía del todo lo que significaba la "manada", pero la seriedad de Renjun y la naturalidad con la que hablaba de algo tan extraordinario le hicieron estremecerse.
Mark frunció el ceño, inclinándose un poco hacia adelante, con los brazos cruzados sobre la mesa. Sus labios se apretaron mientras procesaba la información: no era la primera vez que Renjun hablaba de sus padres como maestros de secretos oscuros, pero el detalle del lobo le dio una sensación extraña, un respeto que se mezclaba con inquietud.
Haechan, sentado más atrás, ladeó la cabeza y soltó un suspiro bajo, casi para sí mismo.
"Nunca deja de sorprender," murmuró, más como un comentario personal que como una pregunta, y volvió a concentrarse en sus propios ingredientes, aunque sus ojos lo traicionaban y seguían a Renjun.
Jaemin, por su parte, permaneció en silencio, con la varita apretada firme en la mano, pero no podía evitar mirar cómo Renjun trabajaba con precisión mecánica y serenidad fría. Su mente intentaba digerir todo: la habilidad, la historia de los padres, y el lobo que parecía formar parte de algo más grande que ellos mismos.
Jeno, que hasta ahora había estado observando sin intervenir, frunció ligeramente el ceño. No entendía del todo, pero el comentario de Renjun sobre la manada y la invisibilidad lo hizo recordar vagamente una sensación de alerta, de peligro contenido, como si lo que Renjun contaba fuera solo una pequeña parte de algo mucho más profundo y peligroso.
Renjun, ajeno a todas estas reacciones, volvió a su trabajo, sus manos hábiles mezclando y aplastando con precisión la raíz brillante, mientras un dejo de melancolía atravesaba su expresión. Solo susurró.
"Todo esto... es necesario. No hay otra manera."
Los demás guardaron silencio. El crepitar del fuego mágico era lo único que se escuchaba.
Era el inicio de una larga noche. Pero estaban juntos.
Y esta vez, Renjun no estaba solo.
El fuego mágico crepitaba con una tonalidad verdosa bajo el caldero negro, y el vapor que salía comenzaba a teñirse de un azul opaco. Renjun movía su varita con precisión quirúrgica, dejando caer ingredientes medidos al milímetro: la raíz de griselda en polvo, las lágrimas de murciélago, la esencia de luna dormida. Cada adición alteraba el tono del líquido, que ahora brillaba con una vibración inestable, como si respirara.
Jaemin se acercó apenas, observando el vaivén rítmico de su mano al mezclar.
"¿Y si te equivocas?" preguntó en voz baja.
"No puedo," respondió Renjun, sin apartar la mirada. "Si uno solo de los ingredientes entra antes del momento correcto, la poción perderá su efecto o... hará justo lo contrario."
"¿Olernos más fuerte?" preguntó Haechan desde una roca, con nerviosismo mal disimulado.
"Básicamente, sí," dijo Renjun con calma.
Chenle se estremeció.
"Entonces no respires tan cerca del caldero, Jisung. Tu ansiedad va a contaminarlo."
"¡Oye!"
"Silencio," dijo Renjun, levantando una mano. "Ahora viene lo más delicado."
Tomó el frasquito con las tres gotas de sangre de unicornio y lo sostuvo frente al fuego. La luz se reflejó en el cristal como si ardiera.
Jeno frunció el ceño.
"¿Eso es...?"
Renjun asintió.
"Sí. Es el núcleo. Lo que los esconderá del instinto más salvaje."
El grupo se tensó en silencio. Todos sabían lo que implicaba. La sangre de unicornio no se obtenía con facilidad. Ni sin consecuencias.
Renjun vertió las gotas una por una, y con cada una, el líquido del caldero temblaba como si sufriera. Al final, cambió a un tono gris perlado, inmóvil como una superficie helada.
"Ahora... solo falta enfriarla."
Con un giro de varita, una ráfaga de viento helado sopló desde la palma de Renjun, solidificando los bordes del caldero, calmando el hervor. El contenido bajó de temperatura lentamente, hasta quedar tan brillante como el mercurio.
Renjun dejó escapar un suspiro, por primera vez en más de una hora.
"Está lista."
Se puso de pie, algo tembloroso. El esfuerzo mágico le había drenado energía. Jaemin lo notó y se acercó sin decir nada, sujetándolo por un brazo para que no se tambaleara.
"¿Cuántas dosis alcanza?" preguntó Chenle, bajando la voz.
"Las necesarias," dijo Renjun. "Deberían ser mas de 10"
"¿Y tú también la tomarás?" preguntó Jisung.
Renjun lo pensó un momento.
"No. No me necesitan escondido."
Jeno frunció el ceño.
"¿Qué significa eso?"
"Que si Sungmin aparece, me va a encontrar. Esa era la idea desde el principio."
"Ya basta con el plan suicida," gruñó Haechan. "Ya estamos metidos en esto. Nos ocultamos todos, o ninguno."
Renjun no dijo nada por un momento.
"Si me oculto, puede que se confié. Y ataque en cuanto llegue, y esto habrá sido en vano."
"Si no te ocultas, puede que mueras," replicó Jaemin. "Y eso también lo arruina todo."
Renjun tragó saliva, mirando las botellas que flotaban ya dentro de una caja encantada.
Jeno se acercó, serio.
"No te estoy pidiendo que huyas, Renjun. Solo que no te enfrentes a esto como si tu vida valiera menos que la nuestra."
Los ojos de Renjun se suavizaron. Por un segundo, todo el peso cayó sobre él. Y fue Jeno quien lo sostuvo, con la mirada, con la presencia.
"Está bien," dijo Renjun al fin. "La tomaré. Pero si Sungmin aparece, y ellos no están listos..."
"Estarán listos," dijo Jeno. "Porque tú los estás preparando para eso."
Los demás asintieron. Chenle empujó la caja hacia Renjun con cuidado.
"¿Y ahora qué?"
Renjun respiró hondo.
"Ahora... descansamos un poco. En unas horas, cuando el efecto sea más estable, estarán listas para que algún auror vaya a la Casa de los Gritos."
Jaemin alzó una ceja. "¿Directo a la trampa?"
Renjun esbozó una sonrisa cansada.
"Si sabemos que es una trampa... entonces ya no lo es, ¿no?"
Renjun, con la mirada fija en la poción, no tiene intención de tomar las dosis en ese momento. Su plan es más estratégico: entregarlas a los aurores y al director Taeyong para que ellos las mantengan a salvo hasta el momento adecuado. Mientras el grupo se prepara para enfrentar a Sungmin, Renjun está tranquilo, sabiendo que los aurores vigilarán la Casa de los Gritos. Asiente, su rostro impasible, con la certeza de que todo saldrá bien si Sungmin cree que tiene el control. Será más sencillo eliminarlo cuando menos lo espere.
De vuelta al despacho de Taeyong, el plan es discutido y confirmado. Los aurores se encargarán de la vigilancia y Renjun tendrá que esperar hasta el día siguiente. En ese intervalo, se mantiene distante del grupo, siempre consciente de que acercarse demasiado podría poner en peligro la operación. No puede arriesgarse a que Sungmin lo observe; su proximidad al grupo podría levantar sospechas y alterar el delicado equilibrio que han logrado mantener.
La noche transcurre en una quietud que resulta inquietante. La tensión en el aire parece palpable, pero nada ocurre. El grupo sigue su rutina, aunque Renjun no puede evitar sentirse más solo que nunca, el peso de sus decisiones y su rol en todo esto le hace estar constantemente en alerta.
El día siguiente transcurrió sin incidentes hasta la cena. El bullicio habitual del Gran Comedor se cortó de golpe con un grito que hizo eco entre las mesas. La figura de un estudiante era arrastrada desde los terrenos del lago, su cuerpo rígido como una marioneta, los ojos vacíos, mirando a todos sin realmente verlos. Renjun lo reconoció al instante: Ryo estaba bajo el Imperius.
Taeyong, pálido y con el rostro tenso, convocó a Renjun, Jeno, Jaemin, Jisung, Mark, Chenle y Haechan al despacho. Su voz grave resonó con la severidad de la situación:
"Lo encontramos en el lago... no sabemos qué ocurrió exactamente. El estudiante está bajo un maleficio Imperdonable. Repite las mismas palabras una y otra vez."
Renjun sintió que la presión se clavaba en su pecho. Cuando escuchó la amenaza dicha por el director:
"Jeno debe ir a la Casa de los Gritos la noche siguiente... o Sungmin matará al estudiante,"
El aire pareció volverse más denso, casi tangible. El silencio que siguió estaba cargado de miedo y tensión.
Cuando entraron al despacho, encontraron a Ryo sentado, temblando, murmurando sin cesar las mismas frases, una y otra vez. Sus ojos no reflejaban consciencia, solo obediencia. La escena era aterradora, y el terror de los chicos era palpable. Chenle tenía el rostro helado. Jisung se frotaba las manos, ansioso. Haechan mascullaba entre dientes maldiciones sin atreverse a mirar demasiado. Jaemin observaba a Jeno con una mezcla de incredulidad y rabia contenida. Mark, desde el primer instante, había cerrado los puños, su mandíbula tensa.
"¿Ryo?" murmuró Haechan, incrédulo. "¿Por qué él?"
"Ni siquiera nos conocemos tanto," dijo Jeno, con los labios apretados, la tensión vibrando en su voz.
"Precisamente por eso," murmuró Renjun, y todos lo miraron, sorprendidos por la frialdad en su tono.
"Es la maniobra favorita de Sungmin. Elegir a alguien sin lazos profundos, pero lo suficientemente cercano para que cargues con la culpa. El peso es quirúrgico," explicó, mientras sus ojos recorrían la habitación con intensidad. "Es... meticuloso."
Renjun avanzó hacia Ryo. La silla todavía estaba torcida, evidencia del forcejeo previo. Sus dedos rozaron la varita, pero esta vez no la levantó. Cerró los ojos y respiró hondo.
"¿Qué haces?" murmuró Jaemin, su voz un susurro temeroso.
Renjun no respondió. Sus pensamientos se adentraron en la mente de Ryo, explorando los hilos invisibles del Imperius. Sus padres le habían enseñado Legeremancia prohibida, y Renjun la manejaba con precisión quirúrgica. Con cada segundo, las repeticiones automáticas, la voz vacía de Ryo, las órdenes de Sungmin, fueron deshilachándose ante la concentración implacable de Renjun.
Lo que vio era suficiente para helar la sangre de cualquiera: garras que surcaban la oscuridad del bosque, mandíbulas invisibles y sombras moviéndose entre los árboles, el frío cortante del lago, y la voz grave de Sungmin, burlona, que parecía susurrarle directamente al alma.
Un jadeo escapó de Renjun. Dió un paso atrás, casi perdiendo el equilibrio. Jeno instintivamente quiso acercarse, pero Renjun levantó una mano, firme y autoritaria.
Entonces, con un gesto imperceptible, Renjun manipuló los hilos del Imperius, uniendo su Legeremancia con un rastro de magia oscura residual que había absorbido de su entrenamiento. Lentamente, la expresión de Ryo cambió; sus ojos comenzaron a recuperar su claridad, sus manos se relajaron, y la repetición interminable de palabras cesó. La transformación fue silenciosa, pero todos la percibieron.
Los estudiantes y profesores se quedaron boquiabiertos. Nadie había visto nunca a alguien romper un Imperius con sus propias manos, y menos de manera tan impecable y controlada. Renjun respiró hondo, su mirada aún tensa y vigilante, consciente de que la amenaza no había desaparecido, solo se había vuelto más compleja.
Taeyong entrecerró los ojos.
"¿Qué viste?"
"La forma en la que lo tomó. Cómo se movieron. Cómo Ryo quedó bajo el hechizo sin siquiera darse cuenta. Sungmin no quiere una emboscada. Él quiere una escena. Un espectáculo."
"¿Y eso qué significa?" preguntó Mark, preocupado.
Renjun levantó la vista hacia Jeno. Su mirada era firme, pero había una sombra de pena en ella.
"Que el plan ahora es que Jeno se enfrente a Sungmin."
Un murmullo de protesta estalló en la habitación.
"¡¿Qué?!" exclamó Jaemin.
"¡Estás loco!" dijo Chenle.
Doyoung, pálido, dio un paso adelante.
"¡Absolutamente no!"
Pero Renjun no se movió.
"Escúchenme," dijo con paciencia. "Si intentamos ocultarlo, si intentamos protegerlo de más... Sungmin encontrará otra manera. Ya cruzó una línea. Usó a un niño. Está enloquecido. No se detendrá."
"¡Entonces enfrentémoslo nosotros!" rugió Haechan. "Todos juntos. ¡Sin poner a Jeno en medio!"
"Sungmin no quiere a todos," respondió Renjun, sin elevar la voz. "Lo quiere a él. Solo a él. Lo necesita asustado, acorralado. Si no se presenta, Shion morirá. Si nos presentamos todos, lo sabrá. Y matará a Shion igual."
El silencio cayó de nuevo. Esta vez, más pesado. Más denso. Jeno tragó saliva, sus puños cerrados, su cuerpo tenso como una cuerda lista para romperse.
"¿Y... quieres que yo vaya?" preguntó, con voz baja.
Renjun lo miró con una suavidad inusitada.
"Necesito que seas valiente. Solo por un rato."
Jeno respiró hondo. Su cuerpo tembló, pero su mirada no.
"Lo seré," dijo sin dudar. "Solo... dime qué hacer."
Doyoung dio un paso al frente, los ojos nublados por una mezcla de ira y miedo.
"¡Jeno, no! ¡Tú no tienes que hacer esto!"
"Sí, lo tiene que hacer," intervino Renjun. "Pero no estará solo."
Doyoung lo miró como si quisiera maldecirlo.
"No voy a dejar que mi sobrino se exponga a ese monstruo."
Renjun sostuvo su mirada, sin retroceder.
"Y yo no voy a dejar que ese monstruo lo toque."
Doyoung respiró agitado, los labios tensos. Taeyong levantó una mano.
"¿Cómo va a ser esto, exactamente?"
Renjun respiró hondo, como si cada palabra fuera una daga.
"Jeno irá a la Casa de los Gritos. Solo. Pero no estará realmente solo. Nosotros tendremos la poción que nos hará invisible al olfato de los lobos. Y lo que Sungmin no sabrá es que nosotros ya estaremos ahí. Esperándolo. A cada rincón."
Winwin, que había estado en silencio, habló por fin.
"¿Y si no cae en la trampa?"
Renjun bajó la mirada.
"Lo hará. Todo esto es su manera de decir 'te estoy cazando'. Y si algo define a Sungmin es que no sabe parar cuando cree que tiene el control."
Taeyong asintió lentamente, los labios apretados.
"Entonces lo atraparemos."
"Entonces lo mataremos," corrigió Renjun, en voz baja.
El plan se había puesto en marcha. Los Aurores habían llegado al despacho del director Taeyong casi al mismo tiempo que Renjun, Jeno, Jaemin, Haechan, Chenle, Mark y Jisung. Con movimientos precisos y silenciosos, comenzaron a asegurar la poción y a establecer señales: un buho sería el aviso de que Shion estaba protegido y a salvo. Ryo, todavía medio ido bajo los restos del Imperius, fue cuidadosamente llevado a la enfermería por la profesora Kang, con sus pasos vacilantes y la mirada perdida.
Los chicos salieron del despacho, con el corazón latiendo a un ritmo que parecía más rápido de lo que la magia podía calmar. Jisung caminaba en silencio, con el rostro tenso, mientras Haechan mascullaba entre dientes que ésto debía ser una broma. Chenle tenía el ceño fruncido y los ojos iban a todos lados, y Mark caminaba unos pasos por delante, mordiendo una de sus uñas.
Renjun se había detenido junto a un ventanal, con la intención de recoger algo que había dejado caer: un pequeño pergamino que necesitaba para la protección de la Casa de los Gritos. Pero al mirar hacia adelante, vio a Jaemin y Jeno detenerse junto a una columna, casi sin notarlo, y se quedó quieto, observando.
Sin querer, escucho la charla.
"Jeno... no te alejes de Renjun," murmuró Jaemin, la voz quebrada por la preocupación, los dedos apretando a Flicker contra su cuello. El Bowtruckle se removió inquieto, como si sintiera la urgencia de su dueño.
"Jaemin... lo sé," respondió Jeno, con un hilo de calma en la voz que apenas ocultaba la tensión de lo que venía. "No me quedaré paralizado. Seré capaz... por todos nosotros. Confío en que Renjun estará allí para mí."
Jaemin suspiró, intentando controlar el miedo que lo inundaba.
"No entiendo cómo puedes estar tan tranquilo... esto es peligroso, Jeno. Lo que enfrentaste antes... lo que le pasó a tu madre... podría ser peor esta vez."
"Lo sé," dijo Jeno, apretando los labios. "Pero si no voy, él... él podría hacerle daño a alguien más. Y no puedo dejar que eso pase."
"Prométeme algo," murmuró Jaemin, acercándose un poco más. "Prométeme que no te pondrás en peligro innecesario. Que no harás nada que pueda lastimarte."
Jeno lo miró, y en sus ojos Renjun pudo ver esa mezcla de resolución y ternura.
"Lo prometo," dijo. "Haré todo lo necesario... y nada más. No quiero que te preocupes por mí."
"Y no te alejes de Renjun," insistió Jaemin, apretando a Flicker más cerca de su pecho. "Tú... tú necesitas estar protegido, y él... él se preocupa por ti, Jeno."
Jeno sonrió débilmente, y su mano rozó la de Jaemin en un gesto de gratitud silenciosa.
"Lo sé, Jaemin. Lo sé. Pero tú también tienes que confiar. Yo... yo no voy a quedarme viendo solamente. Protegeré a Renjun, como él me protegerá a mí. Y volveremos. Los dos."
Renjun sintió un golpe en el pecho al escuchar esto y sorprendido y nervioso el pergamino se le escapó y cayó con un golpe sordo al suelo. El sonido resonó en el silencio del pasillo, como un eco de su propio corazón acelerado.
Y en ese momento los chicos se voltearon de inmediato, sobresaltados. Jaemin se llevó una mano a la boca, claramente avergonzado de haberlo descubierto, mientras Jeno fruncía el ceño, como si no supiera cómo reaccionar ante la presencia de Renjun.
Jaemin lo reconoció al instante y dio un paso atrás, sorprendido, con los ojos abiertos de par en par.
"¿Renjun...? ¿Qué... cómo...?" murmuró, la voz quebrada por la mezcla de sorpresa y preocupación.
Renjun se quedó inmóvil unos segundos, observando a los dos chicos. Su respiración era calmada, pero su mente alerta, lista para cualquier movimiento, pero con un hilo de voz tembloroso, Jaemin murmuró y lo saco de su aturdimiento.
"Renjun... acércate... por favor."
Renjun dudó un instante, pero luego dio un paso adelante, acercándose con cautela hasta quedar a un paso de distancia. Su respiración era calmada, pero su mente estaba alerta, anticipando cualquier movimiento de Jeno. Al estar ya cerca, Jaemin bajó la voz aún más, casi un susurro.
"Por favor... cuida de Jeno."
El corazón de Renjun dio un vuelco. Sus ojos se encontraron con los de Jeno, que lo miraba con decisión y un dejé de confianza silenciosa.
El corazón de Renjun dio un vuelco. No era la primera vez que le pedían proteger a alguien, pero la sinceridad y el miedo contenidos en las palabras de Jaemin le calaron hondo.
"No dejaré que le pase nada," murmuró, serio y firme. Luego añadió, suavizando un poco el tono. "Y tampoco permitiré que te pase nada a ti. Ninguno de los dos sufrirá mientras esté aquí."
Jaemin abrió los ojos, sorprendido y ruborizado.
"¿A mí también?" susurró, con un dejo de incredulidad.
Renjun asintió con solemnidad.
"Sí. No solo me preocupo por Jeno. No permitiré que les pase nada a ninguno de los dos."
Jaemin respiró con dificultad, apretando a Flicker contra su pecho.
"Jeno... no puedo... no quiero que... que te pase nada... otra vez."
Jeno puso una mano sobre la de Jaemin, sosteniéndola con suavidad.
"Shh... mira, estoy aquí. Y mientras Renjun esté conmigo... nada podrá tocarme. Confío en él."
Jaemin levantó la mirada, con los ojos húmedos y llenos de miedo.
"Sí... lo sé... pero... Sungmin... él está aquí por ti."
Jeno exhaló lentamente, tratando de relajar la tensión que lo recorría.
"Lo sé... pero no tengo miedo. Renjun me respalda, y yo también. Protegeré a Renjun como él me protege a mí."
Renjun, que había permanecido a un lado observando, se inclinó un poco y, de manera natural, rozó a Flicker, posado sobre el hombro de Jaemin. No era un gesto afectuoso ni forzado, sino instintivo, como un puente silencioso de calma entre los tres. Jaemin lo notó, y el contacto, aunque leve, le hizo sentir una seguridad inesperada.
"Entonces... prométeme algo," murmuró Jaemin, la voz quebrada, "que no harás nada... que no puedas manejar. Que no te pondrás en peligro... ni tú, Jeno... ni tú, Renjun."
Renjun lo miró fijamente, con una calma que contrastaba con la ansiedad que lo rodeaba.
"Lo prometo," dijo, firme. "Lo traeré de vuelta y matare a Sungmin para que Jeno no vuelva a sentirse a si."
Jeno sonrió suavemente, apretando un poco la mano de Jaemin.
"Escuchaste, Jaemin... mientras estemos juntos, y mientras Renjun esté aquí... podremos enfrentarlo todo. Yo no voy a quedarme paralizado."
Jaemin soltó un pequeño suspiro, dejando que su miedo se disolviera un poco.
"Está bien... pero... necesito que ambos vuelvan. Prométemelo."
Renjun asintió con solemnidad.
"Volveremos. Y mientras tanto... necesito que estés aquí, seguro."
Jeno bajó ligeramente la cabeza y murmuró, con un tono lleno de gratitud en la voz.
"Renjun... saber que estás aquí... hace que todo parezca menos aterrador." Murmuro cerrando los ojos y tomando la fría mano de Renjun quien abrió los ojos sorprendido.
Jaemin apretó a Flicker contra su pecho un instante más, luego levantó la mirada hacia Renjun, con los ojos brillantes y la voz temblorosa.
"Renjun... " Susurro su nombre tan bajo que apenas lo escuchó. "Tienes que... tienes que volver. No me importa qué pase con Sungmin. Solo... solo quiero que tú y Jeno vuelvan a salvo. Nada más me importa."
Renjun lo miró con seriedad, sintiendo el peso de la preocupación de Jaemin.
"Lo entiendo. Volveremos, te lo aseguro."
Jeno, esbozando una media sonrisa, soltó con un tono burlón.
"Ah, ¿así que a ti no te importa si muere o no Sungmin, Jaemin?"
Jaemin reaccionó de inmediato, levantando la mano para darle un ligero golpe en el hombro.
"¡No es gracioso!"
Renjun, observando la escena, no pudo evitar soltar una risa baja, suavizando la tensión que flotaba entre los tres.
Jeno entrecerró los ojos, divertido, y miró a Renjun con un dejo de complicidad silenciosa.
"Pero sí me importa, Renjun. Confío en ti. Y eso me basta."
Jaemin se mordió el labio, todavía ruborizado y algo desconcertado por la risa de Renjun, pero suspiró, dejando que un pequeño alivio pasara por él.
"Solo... por favor... vuelvan los dos. Eso es lo único que quiero."
Jeno se inclinó ligeramente hacia Jaemin, rozando suavemente su frente con un beso breve y reconfortante. Jaemin parpadeó, sorprendido, y por un momento se quedó inmóvil, como si la realidad se hubiera detenido.
"Si... si alguno de los dos no vuelve..." murmuró Jaemin, con la voz temblorosa y un hilo de miedo que no podía ocultar, "...no sé qué haré. Nada ni nadie podría protegerme de eso."
Jeno rodó los ojos, con una mezcla de exasperación y cariño. "¡Jaemin, por favor! Suéltalo ya. Vamos a volver, y eso debería bastarte. No voy a dejar que nada nos pase."
Renjun, sintió un golpe extraño en el pecho. Su mente se quedó en blanco por un instante, incapaz de etiquetar lo que sentía. Verlos así, tan cercanos, con la vulnerabilidad de Jaemin y la confianza de Jeno en él, lo llenaba de una extraña mezcla de protección, desconcierto y algo más que no podía nombrar. No era celos, ni miedo, ni enojo. Era... un remolino de emociones que lo dejaba estático, observando, atrapado entre ellos dos, y a la vez sintiendo la necesidad de mantenerlos a salvo a ambos.
Jeno enderezó la espalda y miró a Renjun con una media sonrisa cómplice.
"¿Ves? Todo está bajo control mientras estemos los tres."
Renjun asintió, aunque su corazón seguía acelerado y sus pensamientos daban vueltas. Nunca había sentido algo así: como si el mundo se redujera a ellos tres, y él fuera la pieza que los conectaba sin saber exactamente cómo manejarlo.
Jaemin respiró hondo, intentando recomponerse, tembloroso y abrumado, apoyó finalmente su rostro en el hombro de Renjun, buscando un punto de seguridad. El contacto hizo que Renjun se tensara un instante, incómodo por la cercanía inesperada, pero no lo apartó; dejó que se apoyara, sintiendo el peso de la preocupación de Jaemin sobre sus hombros.
Jeno, al ver esto, pasó una mano por el cabello de Jaemin, suavemente, mientras el otro seguía murmurando con un hilo de voz tembloroso.
"Si alguno de ustedes no cumple... les lanzaré un hechizo rastreador. Renjun, si no traes a Jeno de vuelta... me voy a enojar. Y Jeno, si no cumples... te juro que te golpearé."
Jeno suspiró, divertido y resignado, y se inclinó un poco más, acercándose a ellos. Con una mano acarició la espalda de Jaemin, recorriendo con delicadeza desde los hombros hasta la nuca, mientras con la otra mano rodeaba la cintura de Renjun y subía de a poco hasta rozarle el cabello.
"Volveremos," murmuró Jeno, con una media sonrisa que contenía firmeza y ternura a la vez. "Pero necesitamos que tú también seas valiente, Jaemin. Los tres debemos ser fuertes."
Renjun, sintiendo el calor de la mano de Jeno bajando de nuevo hasta su cintura y el contacto cercano de Jaemin, se quedó momentáneamente sin palabras, con un extraño nudo en el pecho que no sabía cómo nombrar. Antes de que pudiera procesarlo, Jeno se inclinó un poco más y depositó un beso suave en la sien de Renjun, un gesto breve pero lleno de promesa.
Jaemin, entrecerrando los ojos, murmuró contra el cuello de Renjun.
"Está bien... les creo... solo prométanme que los dos... los dos estarán bien."
Renjun lo sostuvo más cerca, su mano suavemente acariciaba la nuca de Jaemin, su cabello sedoso de hundía en sus dedos, mientras Jeno mantenía su contacto firme y reconfortante. Allí, entre los tres, había una especie de pacto silencioso: nadie quedaría atrás, nadie estaría solo, y la valentía no era solo de ellos dos... sino también de Jaemin.
Jeno apareció finalmente en Hogsmeade, respirando con fuerza, el corazón palpitándole como si fuera a estallar. Comenzó a correr por las calles desiertas, las botas golpeando el empedrado con un ritmo apresurado, los puños apretados alrededor de su varita. Cada giro de cabeza, cada mirada sobre su hombro, estaba calculada para parecer desesperación genuina.
A unos pasos detrás, casi invisible gracias al hechizo desilusionador y a la poción, Renjun lo seguía con movimientos silenciosos y controlados. La capa que arrastraba apenas rozaba el suelo, y su presencia era un ancla invisible: Jeno podía aparentar terror, pero en el fondo sabía que no estaba solo.
La Casa de los Gritos se acercaba, oscura y amenazante a la distancia. Jeno aumentó la velocidad, simulando que estaba huyendo de algo terrible, hasta que llegó cerca de la reja del jardín frontal. Allí se detuvo bruscamente, jadeante, mirando hacia atrás como si hubiera estado esquivando ataques invisibles. Sus ojos reflejaban miedo... pero era un miedo medido, calculado, un acto para engañar al enemigo.
Renjun se detuvo a su lado, sin hacer ruido, apenas un paso atrás, preparado para intervenir si la farsa se quebraba. Jeno tragó saliva y murmuró entre dientes, más para sí mismo que para nadie:
"Bien... estoy aquí..."
Y entonces, con un último vistazo hacia el interior de la casa, adoptó la postura de alguien que había escapado milagrosamente, el cuerpo temblando y los ojos llenos de terror, mientras Renjun permanecía firme, la calma personificada justo detrás de él, listo para cualquier movimiento.
Pero no estaba solo.
Aunque sus ojos no pudieran verlo, Renjun a su lado. Invisible. Silencioso. Con el hechizo que ocultaba su olor activado y la varita lista en su mano, tensando cada músculo con una precisión letal.No intercambiaban palabras. No podían. Pero su sincronía era impecable.
A la distancia, ocultos entre el follaje denso y los árboles encantados, Doyoung, Hendery, Johnny y cinco Aurores más vigilaban los alrededores, atentos a cualquier movimiento. Sabían que cuando Sungmin apareciera, no debían actuar de inmediato. Primero, debían encontrar a Shion. Y luego... darle espacio a Renjun.
Jeno se detuvo frente a la verja oxidada.
La casa crujió. No por el viento.
Renjun también se detuvo, imperceptible a los sentidos de cualquier criatura común... Y aunque nunca creyó que lo ocuparía, también a la de un monstruo como Sungmin.
"Me hueles, ¿cierto?" murmuró Jeno para sí, apenas un susurro para el vacío. "Pues aquí estoy."
La temperatura pareció bajar repentinamente. Un silencio sobrenatural se extendió. Y entonces, un sonido seco, como huesos partiéndose, se oyó desde el interior de la casa.
Una figura emergió.
Alta, de movimientos no del todo humanos, cubierto por una capa desgarrada y la mirada hundida de quien ha vivido demasiado alimentándose del miedo. Sus ojos brillaban con un fulgor amarillo, casi febril. Su sonrisa era una mueca torcida y cruel.
"Ah... Jeno," dijo Sungmin con voz rasposa. "Has crecido."
Jeno tragó saliva. Mantuvo el contacto visual.
"Déjalo ir." Dijo pero su voz tembló.
Sungmin avanzó un paso. Luego otro. Sin prisa. Sin ocultarse.
"¿Vienes solo?" preguntó, ladeando la cabeza como un animal curioso. "Valiente. O estúpido. ¿O ambas?"
"Él no tiene nada que ver con esto."
"Claro que sí," respondió Sungmin. "Todos tienen que ver. Especialmente los que importan." Sonrió con los colmillos asomando. "¿Sabes cuántas veces me acordaba de ti en estos años? Sobre mi hijo... Qué lástima. Te rompimos tan joven, podrías unirte a la manada, pero la verdad no me convendría." Dijo con un rostro deformado en una sonrisa siniestra.
Renjun escuchaba todo. Cada palabra un latido. Cada paso una amenaza.
Estaba esperando la señal.
Sungmin ya estaba cerca de Jeno. Demasiado. Y entonces, desde la distancia, un destello de luz verde y plateada iluminó el bosque por un instante.
La señal.
Los Aurores se habían infiltrado en la casa. Shion estaba siendo rescatado.
Jeno dio un paso atrás.
Sungmin lo notó.
Giró apenas.
Y Renjun rompió el hechizo.
Apareció como una tormenta, con la varita apuntando directo al pecho del licántropo, el rostro sombrío y decidido. Sungmin se detuvo en seco al ver a Renjun materializarse de la nada. Sus ojos licántropos, brillantes y feroces, se abrieron con sorpresa.
"¿Cómo...?" aspiró hondo, confundido. "¿Cómo es que no te huelo?"
Renjun sonrió sin humor, apenas ladeando la cabeza. Su varita firme. Su mirada más helada que la noche.
"Yo hago las preguntas," dijo, su voz afilada como un bisturí. Dio un paso adelante e interponiéndose entre él y Jeno. "Como por ejemplo... ¿Dónde estabas el día que mis padres fueron capturados?"
Sungmin parpadeó, no por miedo, sino por lo inesperado. Luego sonrió, lenta y peligrosamente.
"¿Ahora quieres respuestas, lobito?" se burló. "¿Después de todo este tiempo? Qué tarde aprendiste a dudar."
Renjun no reaccionó. Dio otro paso, la varita aún apuntando al centro del pecho del licántropo.
"¿Fuiste tú quien los delató?" murmuró, la voz cargada de hielo y rabia contenida. "¿O solo huiste como siempre?"
Antes de que Sungmin pudiera responder, un crujido de ramas interrumpió la tensión. De entre la niebla surgieron dos figuras más. Licántropos jóvenes, más salvajes, los ojos brillando con ansia, Renjun los detestaba, pero Hyeongjun solía encargarse de ellos así que los jovenes nunca lo molestaban, pero ahora mismo estaban siendo un problema.
"¡Entréganos a nuestro hermano!" gruñó uno, enseñando los colmillos, con la voz rota por la transformación parcial. "¡O pagarán!"
Renjun no parpadeó. Ni dudó.
Giró apenas la varita y lanzó el Cruciatus con un movimiento limpio, certero, sin gritar el conjuro. El licántropo cayó con un alarido desgarrador, retorciéndose en el suelo mientras su compañero se paralizaba, horrorizado.
Sungmin rugió.
"¡Renjun!"
Pero Renjun mantuvo el hechizo unos segundos más antes de soltarlo, con un chasquido de la muñeca. El licántropo jadeó, temblando en el suelo.
Sungmin se adelantó un paso, con rabia, pero no atacó aún.
"¡No te metas con los míos!" escupió. "Tus padres no van a perdonarte cuando salgan de Azkaban."
Los ojos de Renjun brillaron con furia gélida.
"¿Y tú crees que me importa su perdón?" dijo, casi en un susurro. "¿Después de todo lo que hicieron? ¿Después de lo que me hicieron a mí?
La tensión era una cuerda a punto de romperse. Jeno, desde atrás, apretó la varita, mirando a los Aurores que esperaban su señal para sacarlo de ahí veían a la distancia tensos. Nadie se atrevía a intervenir. Era entre ellos. Entre Renjun y Sungmin.
Jeno, apenas detrás de él, apretó la varita, fingiendo que nada de eso le afectaba, fingiendo que no quería matar al monstruo que mató a su madre, pero su mirada seguía a Renjun. En voz baja, murmuró.
"Recuerda lo que dijimos con Jaemin... mantente firme."
El lobo sonrió, y su sonrisa era un abismo.
"Sabes que no puedes matarme," dijo, con voz baja. "Te hicieron para ser fuerte... pero sigues siendo de ellos. Y matar a uno de los sería traición."
Renjun alzó la varita. Su mano no tembló.
"Entonces veamos cuántos puedo matar antes de que mamá y papá me declaren traidor."
Y lanzó el primer hechizo mortal.
El primer hechizo impactó en Sungmin de lleno, haciéndolo retroceder con un gruñido gutural.
Fue entonces cuando los Aurores irrumpieron.
Doyoung fue el primero en moverse, seguido por Johnny y Hendery. Los tres surgieron de las sombras como cuchillas, lanzando hechizos precisos contra los licántropos que ya emergían desde los árboles. La manada había llegado.
La batalla ya había comenzado. Chispas de hechizos iluminaban la niebla que rodeaba la Casa de los Gritos, y los gruñidos de los licántropos llenaban el aire. Renjun estaba frente a Sungmin, cada músculo tenso, la varita firme, los ojos fijos en el licántropo que había destruido su infancia. Jeno permanecía a pocos pasos detrás, tratando de aparentar que no tenía miedo, con la respiración entrecortada, mientras su varita temblaba en su mano.
De repente, un joven licántropo se lanzó hacia Jeno con un rugido salvaje. Por un instante, todo pareció ir demasiado rápido. Jeno dejó escapar un grito que no le pertenecía del todo, más un instinto de supervivencia que un temor real.
Renjun reaccionó al instante. La adrenalina lo recorrió como un relámpago, cada movimiento medido pero veloz. Un Bombarda lanzó, estallando justo entre el lobo y Jeno, arrojándolo hacia atrás. Sin dudarlo, Renjun se interpuso, la varita en alto, respirando con fuerza, el corazón latiendo como un tambor.
Jeno apenas se enderezó, apoyándose en el hombro de Renjun, y murmuró con un hilo de voz.
"¡Cuidado...! Están... demasiado cerca..."
Renjun lo miró por encima del hombro, la voz cortante y cargada de adrenalina.
"¡Quédate detrás de mí! No dejaré que te toquen. Lo sabes... lo prometimos."
El lobo volvió a embestir, y Renjun lanzó un hechizo que lo detuvo en seco, el impacto enviándolo tambaleando hacia atrás. Jeno inhaló con fuerza, y por un instante sus ojos se encontraron, intensos, entendiendo sin palabras que no estaba solo, pero que la tensión podía romperlos a ambos en cualquier momento.
"Renjun... ¿de verdad... vas a...?" jadeó Jeno, su fingido temor mezclado con una chispa de ansiedad genuina.
Renjun, el rostro aún tenso, la varita apuntando a un tercer licántropo que se aproximaba, respondió con voz firme, pero apenas un susurro:
"Recuerda la promesa a Jaemin.... Yo no voy a fallarte."
Jeno asintió, tragando saliva, mientras el corazón le golpeaba con fuerza. Renjun giró apenas la cabeza para lanzar otro hechizo mortal a Sungmin, la furia y la adrenalina controlando cada movimiento. Todo era peligro, velocidad y cálculo, pero en medio de la tormenta, el contacto con Jeno le dio un impulso más: una certeza salvaje de que debía protegerlo, a cualquier costo, antes de que cualquiera más interviniera.
Un rugido feroz resonó detrás de ellos; otro lobo se lanzó, pero Renjun, con cada reflejo agudo y la respiración entrecortada, bloqueó y lanzó un hechizo que mantuvo a todos los atacantes a raya, mientras Jeno seguía detrás, todavía temblando, todavía respirando con dificultad, confiando ciegamente en la mano firme y la determinación implacable de Renjun.
Jeno, recuperándose momentáneamente, lanzó un hechizo rápido hacia otro licántropo que se aproximaba, obligándolo a retroceder. Su movimiento fue preciso, aunque cargado de miedo. Renjun no pudo evitar soltar una breve sonrisa, casi imperceptible, mientras lo observaba: orgulloso de que Jeno no se hubiera paralizado.
"¡Jeno, cúbrete y no te detengas!" gritó Renjun mientras lanzaba un contrahechizo que detuvo a un lobo que intentaba rodearlo.
Jeno respiró hondo, apuntó de nuevo y disparó un hechizo que impactó con fuerza, arrojando a un licántropo contra un árbol cercano. La mezcla de miedo y valentía en sus movimientos hizo que Renjun lo mirara por encima del hombro, una chispa de complicidad brillando en sus ojos helados.
"Eso es... mucho mejor," murmuró, la voz apenas audible entre los gritos y rugidos.
Jeno asintió, con la respiración agitada, mientras otro licántropo joven se abalanzaba hacia él. Con rapidez, lanzó un hechizo que lo detuvo en seco, y Renjun, sin apartar la vista de Sungmin, permitió que su propia sonrisa se ampliara un instante: estaba orgulloso de que Jeno no se hubiera quedado atrás.
Cada ataque que Jeno realizaba reforzaba la sincronía silenciosa entre ellos. No necesitaban palabras; la batalla misma hablaba por ellos: Renjun abría camino, protegía, y Jeno, aunque asustado, respondía, luchando y manteniéndose firme. La adrenalina les corría por las venas, cada hechizo un lazo tácito que confirmaba que no estaban solos en ese infierno de furia y magia.
"¡Renjun, cúbrete!" gritó Doyoung, mientras conjuraba una barrera para proteger al grupo.
Pero Renjun no se cubrió.
"¡Renjun...! ¡No te quedes solo!" gritó, con un hilo de desesperación mezclado con desafío. "¡Vuelve tú también, maldita sea!"
Renjun tensó la mandíbula, la varita aún firme, y le respondió con voz áspera, cargada de adrenalina y rabia contenida.
"No voy a moverme hasta que tú vuelvas entero."
Jeno parpadeó, con un destello de alivio y confianza en los ojos, y gritó justo antes de que Taeyong lo tomara.
"Entonces prométeme que regresarás... y no me hagas arrepentirme de confiar en ti."
En un parpadeo, Taeyong apareció a su lado, tomó su brazo y desaparecieron en un destello dorado, dejando a Renjun solo, con el pecho latiendo con fuerza y los ojos fijos en el lugar donde Jeno había estado.
"¡No!" rugió el licántropo, pero ya era tarde.
Y entonces Renjun se giró hacia él con la mirada más letal que alguien en ese bosque jamás había visto.
"Es entre tú y yo," dijo, bajando el brazo.
Sungmin no esperó más. Se lanzó hacia él, medio transformado, sus colmillos brillando, garras alzadas.
Renjun no pestañeó.
Con un movimiento rápido de muñeca, lanzó un Bombarda Maxima directo al suelo frente a Sungmin, obligándolo a saltar hacia un lado. En el aire, Renjun conjuró una cadena mágica que se extendió como un látigo de energía oscura, atrapando a uno de los licántropos que intentaba alcanzarlo por detrás.
El lobo chilló y se desintegró al impacto.
Otro intentó abalanzarse desde el costado, pero Renjun ya había girado su varita.
"Sectumsempra."
El hechizo cortó el aire con un sonido agudo, dividiendo al atacante en un grito de sangre. No hubo tiempo para el horror.
Los Aurores seguían luchando, pero Renjun ya no necesitaba ayuda.
Era un huracán.
Cada movimiento era preciso, cada conjuro letal. Renjun se deslizaba por el claro como si el bosque obedeciera sus órdenes. Levantó raíces del suelo para atrapar a una criatura que huía, luego conjuró un fuego negro que consumió a otra sin dejar rastro.
Hendery se detuvo un instante para mirar.
"Merlín... está aniquilándolos."
"¡Concéntrate!" gruñó Johnny, bloqueando un zarpazo.
Renjun no paraba.
Los licántropos lo rodeaban, pero no era una presa.
Era el cazador.
Sungmin intentó acortar distancia con una embestida, pero Renjun conjuró una esfera de magia pura que lo lanzó varios metros hacia atrás.
El suelo tembló. Árboles se agitaron. Y la magia de Renjun crepitó en el aire, densa, tangible, implacable. Uno a uno, los miembros de la manada caían. Algunos paralizados. Otros muertos. Hasta que solo quedó Sungmin, jadeando, sucio, con sangre en el rostro propia o ajena, era imposible saberlo, y los ojos cargados de odio... y miedo.
Renjun bajó la varita por primera vez.
Y caminó hacia él.
Cada paso era un golpe contra la tierra. Una declaración.
"No eras tú el monstruo. Yo lo era todo este tiempo. Solo necesitaba recordar cómo."
Sungmin gruñó.
"¿Vas a matarme, lobito?"
Renjun levantó la varita con lentitud, apuntando directo al corazón del licántropo.
Sungmin jadeaba, la respiración entrecortada, la transformación incompleta deformándole el rostro. Había sangre en sus dientes, en su cuello, en sus garras. Pero sus ojos no eran los de un depredador.
Eran los de alguien que, por primera vez, se sabía vencido.
"Creíste que eras libre," murmuró, intentando levantarse, ya resignado a que había perdido. "Pero siempre has sido uno de los nuestros. Tus padres te moldearon. Eres como yo."
Renjun no respondió.
No necesitaba hacerlo.
Con la varita en una mano, y un conjuro silencioso en los labios, levantó la otra.
La magia crepitó como relámpago. Pura, oscura, devastadora.
Sungmin apenas alcanzó a dar un paso antes de que Renjun se deslizara hacia él con una precisión quirúrgica, la varita desapareciendo en su manga para dejar libre su otra mano, que ya blandía una daga encantada. La hoja resplandecía con runas antiguas, vibrando con un hechizo irreversible.
Un solo movimiento.
Un solo corte.
La cabeza de Sungmin cayó al suelo con un golpe sordo, rodando entre la hierba húmeda y la sangre que ya empapaba la tierra.
El cuerpo, aún transformado a medias, se desplomó pesadamente.
Renjun no tembló. No se apartó. No desvió la mirada.
En cambio, dio un paso, dos... se agachó, y con una calma sobrenatural, tomó la cabeza de Sungmin entre las manos. Sus ojos aún estaban abiertos. Vacíos. Sin alma. Renjun lo observó unos segundos más, como si buscara en ese rostro la última traza del miedo que había llevado a tantos otros a la muerte.
Y no encontró nada.
Renjun se quedó un instante inmóvil, observando a Sungmin desplomarse. El silencio que siguió era casi insoportable; los aullidos de los licántropos se apagaban en la distancia, reemplazados por el crujido de ramas bajo los pies de los Aurores y el eco de su propia respiración agitada. La adrenalina todavía corría por sus venas, mezclada con la fría satisfacción de haber terminado lo que debía hacerse.
Aun con la varita aún firme y la respiración entrecortada, Renjun dio un paso hacia el cuerpo. Sus manos, manchadas de sangre hasta los codos, sostenían la cabeza del licántropo con un pulso inquebrantable. Por un instante, se permitió sentir el peso de todo lo que había pasado, de todo lo que había sacrificado, de las promesas silenciosas hechas antes de la batalla.
El murmullo de hojas y el crujir de ramas le recordaron que no estaba solo; la presencia de los Aurores era un telón de fondo silencioso. Y entonces, apareció la luz dorada de una Aparición. Taeyong surgió detrás de él, la túnica manchada de tierra y hojas, los ojos cargados de urgencia. Sin detenerse a mirar más allá del cuerpo de Sungmin, tocó el hombro de Renjun y los transportó a su oficina.
Y en sus manos, ensangrentadas hasta los codos, colgaba la cabeza de Sungmin.
Nadie respiró.
Renjun la arrojó sobre el escritorio sin decir palabra. El golpe seco resonó como un disparo. El rostro del licántropo quedó de perfil, con los ojos abiertos y una mueca congelada de rabia y derrota.
"Ya no va a volver," dijo Renjun, como si acabara de soltar un libro, no la cabeza de un asesino.
Hubo un segundo de shock absoluto antes que el caos comenzará.
"¡¿Pero qué?!" exclamó Hendery, dando un paso atrás como si la cabeza pudiera morderlo.
Winwin también se retiró un poco, su instinto de sanador disparado.
"Por Merlín... ¿es... es real?"
"Demasiado real," murmuró Jaemin, boquiabierto.
"¿Estabas cargando eso todo este tiempo? ¡¿Desde la Casa de los Gritos?!" preguntó Mark, casi horrorizado.
Taeyong no reaccionó de inmediato. Se limitó a mirar la cabeza, luego a Renjun, y de vuelta a la cabeza. Abrió la boca para hablar, pero no salió sonido alguno durante varios segundos.
Finalmente, murmuró.
"No vi que... tenías eso contigo. Aparecí contigo sin saber que... ¡llevabas la maldita cabeza!"
"¿Qué querías que hiciera?" replicó Renjun con frialdad. "¿Dejarla ahí como si pudiera volver?"
"¿Trajiste una cabeza decapitada a mi oficina?" dijo Taeyong, incrédulo, conteniendo el impulso de gritar, fallando. "¡Encima con estudiantes presentes!"
Haechan levantó la mano, con una expresión irónica.
"Bueno, al menos no la trajo a la sala común. Hubiera sido difícil explicarla como 'decoración temática de Defensa Contra las Artes Oscuras'."
Jisung, blanco como un fantasma, se giró y murmuró:
"Voy a vomitar."
Chenle le dio una palmada en la espalda.
"No mires los dientes. Eso es lo peor." Dijo acariciando su espalda.
Doyoung seguía entre Renjun y Jeno, pero esta vez lo miraba... distinto.
Con una mezcla de horror, respeto... y alivio.
No lo dijo enseguida, pero el gesto de su rostro se suavizó. Sus ojos, antes tensos por semanas de preocupación, bajaron a la cabeza cortada, luego a su sobrino. Y por primera vez desde que Jeno recibió la marca, Doyoung respiró con libertad.
Se giró hacia Renjun.
"Gracias," dijo simplemente. Renjun alzó la vista, sorprendido por lo sincero del tono. "Lo hiciste por él. Lo hiciste por todos," añadió Doyoung. "Y sé que no fue fácil."
Jeno se levantó de su asiento con movimientos lentos, todavía sacudido por la pelea, pero con los hombros rectos y la varita floja en la mano. No tenía palabras, solo un temblor leve recorriendo sus dedos, como si cada músculo recordara la tensión de la batalla. Aun así, en sus ojos había algo distinto: una calma firme, un brillo que no estaba allí antes.
"No tengo miedo," murmuró, más para sí que para los demás. "Por primera vez... no tengo miedo. Renjun... cumpliste tu promesa."
Renjun, frente a él, sintió que un calor extraño le recorría el pecho. No era orgullo ni alivio; era algo más profundo, una mezcla de reconocimiento silencioso y la certeza de que lo que había hecho valió la pena. Su mirada se encontró con la de Jeno por un segundo, y en ese instante todo el caos de la batalla desapareció: la adrenalina, la sangre, el ruido... todo. Solo quedaba él, Jeno, y la promesa que ambos compartían.
Doyoung, percibiendo el cambio, pasó un brazo firme por los hombros de Jeno.
"Y no lo tendrás más. No mientras estemos aquí."
Renjun asintió levemente, sin apartar los ojos de Jeno, como si ese pequeño gesto sellara un pacto silencioso entre ellos. La batalla había terminado, pero lo que realmente había ganado era la confianza de alguien que importaba más que cualquier hechizo, cualquier poder o cualquier miedo.
Taeyong, sin embargo, aún no estaba listo para soltar el tema.
"No voy a negar que nos salvaste," dijo, mirando a Renjun. "Pero esto..." señaló la cabeza en su escritorio, aún goteando, "no puede ser el precedente. No puedes simplemente" "
"Taeyong," lo interrumpió Doyoung con tono firme. "No es el precedente. Es el final."
Todos se quedaron en silencio.
Fue Hendery quien rompió la tensión con un nuevo pergamino, acercándose a paso acelerado.
"Informe actualizado. Capturamos a nueve miembros de la manada. seis están heridos, tres ya van camino a Azkaban. Dos murieron en batalla debido a errores de los aurores, aunque..." Miró de reojo a Renjun. "No sabemos cuántos exactamente mataste tú. Muchos... quedaron irreconocibles."
Haechan se llevó una mano al rostro.
"Merlín... eso explica el olor."
Winwin, aún impactado, chasqueó la lengua.
"Los informes no van a saber cómo clasificar esto. ¿Misión exitosa? ¿O masacre mágica?"
Renjun habló entonces, por primera vez con algo de cansancio en la voz.
"No se preocupen por los que escaparon. No volverán."
Kun de brazos cruzados viendo el informe alzó una ceja hablando por primera vez .
"¿Y estás tan seguro porque...?" Inquirió confundido.
"Porque los lobos honran la manada como ley. Escapar es traición. Nadie que huye vuelve a ser aceptado. Sungmin era un alfa sin reemplazo. Los que huyeron vivirán como parias. Solitarios."
Taeyong lo miró largamente. El peso de todo aquello cayendo sobre sus hombros.
Finalmente, con una exhalación pesada, se sentó.
"Limpien esto," dijo, señalando la cabeza con una mueca de resignación. "Y luego... todos a descansar. Tendremos mucho que explicar mañana."
Renjun asintió lentamente.
Y mientras Winwin conjuraba un paño encantado para limpiar la sangre y Hendery cubría la cabeza con un manto sellador, Renjun se giró hacia Jeno mirándolo para asegurarse de que no estaba herido.
Cuando Taeyong se sentó finalmente de su silla, sus ojos se posaron en Jeno. Luego en Doyoung.
"Pueden quedarse aquí esta noche," dijo, su voz más suave de lo habitual. "Hay una habitación detrás de esa pintura." Apunto un cuadro de un guerrero en el despacho. "Cama, baño y un encantamiento de privacidad."
Doyoung asintió de inmediato. Su brazo no se separó de los hombros de Jeno en ningún momento.
"Gracias, Taeyong. Nos vendrá bien."
Jeno no habló, pero su mano tomó con firmeza el dobladillo de la túnica de su tío. Y por primera vez en años, no necesitó fingir fuerza.
Los dos desaparecieron por la puerta lateral, dejando tras ellos una paz silenciosa y profunda.
Los primeros en moverse después fueron Jisung y Chenle. El menor tenía el rostro pálido y los ojos vidriosos.
"Creo que... aún puedo oler la sangre," murmuró.
Chenle le pasó un brazo por los hombros y lo guió hacia la puerta.
"Vamos, genio trágico. Te haré un té tan fuerte que te va a resetear el año escolar."
"Díganle a la enfermera que use raíz de valeriana y corteza de sauce," dijo Jaemin desde atrás, sin tono médico, solo preocupado. "Y no lo dejen solo."
Chenle levantó el pulgar sin volverse.
"Lo llevaremos flotando si hace falta."
Luego fue el turno de Mark y Haechan.
Mark no dijo nada, pero posó una mano firme sobre el hombro de Renjun, una forma muda de reconocimiento.
Haechan, por su parte, lo observó un segundo, evaluándolo como si buscara alguna grieta.
"¿Sabes que esto no significa que puedas decapitar a cualquiera que te moleste, verdad?" dijo, con una media sonrisa.
Renjun alzó apenas una ceja.
"Depende de cuán molesto sea."
Haechan resopló sin saber si reír o no.
"Siempre tan legalmente ambiguo."
Y luego se fue, siguiendo a Mark con pasos tranquilos y hombros relajados por primera vez en mucho tiempo.
Solo quedaron Renjun y Jaemin.
El silencio que se extendió entre ellos no era incómodo. Era denso, contenido... cargado de historia, de decisiones que pesaban más que cualquier hechizo, de promesas que se habían cumplido con sangre y esfuerzo.
Renjun se volvió hacia él.
"¿No te vas?"
Jaemin negó. Estaba de pie cerca de la ventana, la luz de la luna iluminando su rostro de perfil, dibujando sombras delicadas sobre sus ojos cansados.
"No todavía, voy a pasar a verlo un momento."
Renjun caminó con lentitud, deteniéndose a su lado.
"Estás bien," observó.
Jaemin asintió, pero no lo miró de inmediato. Luego, con un gesto casi inconsciente, apartó el cabello de su rostro y apoyó suavemente su frente contra la de Renjun. Su respiración se mezcló con la del otro, y en ese contacto breve pero íntimo había un agradecimiento silencioso.
"Es raro. Pensé que cuando él muriera... sentiría otra cosa. Euforia, tal vez. O rabia. Pero lo único que siento es que... finalmente puedo soltar algo."
Renjun bajó la mirada, incapaz de separar sus emociones del peso de todo lo que habían vivido.
"El día que mataron a la madre de Jeno," comenzó Jaemin, sin necesidad de que le preguntaran, "él iba a ir a mi casa. Íbamos a estudiar. Pero discutimos. Le dije que no viniera."
La culpa se marcaba en cada palabra. No por intensidad, sino por hábito.
"Y si no lo hubieras hecho," dijo Renjun, bajando la voz, "habrían matado a los dos."
Jaemin cerró los ojos, apoyando un poco más su frente contra la de Renjun, como si necesitara ese contacto para sostenerse.
Renjun siguió, sin dureza, con un hilo de voz que casi parecía un susurro:
"No fue tu culpa. Fue su culpa. Siempre fue su culpa."
El silencio volvió, más sereno esta vez, mientras sus respiraciones se sincronizaban en la penumbra de la habitación.
"Gracias," murmuró Jaemin, esta vez sosteniendo la mirada de Renjun con intensidad. "No solo por salvarlo. Por... estar aquí. Por no rendirte. Por... cumplir tu promesa."
Renjun sostuvo su mirada y, sin apartarse, asintió ligeramente. "No me voy a rendir. No después de esto."
Jaemin sonrió débilmente, un rastro de alivio y gratitud brillando en sus ojos. "Gracias... de verdad."
Luego desvió la vista hacia la mesa donde había estado, hasta hace unos minutos, la cabeza de Sungmin.
"¿Vas a poder dormir después de eso?"
Renjun dudó un segundo.
"No sé. Pero por primera vez, quiero intentarlo."
Ambos permanecieron en silencio, uno junto al otro, respirando en la misma calma frágil que no tenían desde hacía mucho. Jaemin se mantuvo unos instantes más con la frente apoyada contra la de Renjun, disfrutando de esa cercanía inesperada, de la sensación de que, por primera vez después de tanto caos, podían estar juntos y no sentir miedo.
Renjun, sintiendo el peso y la fragilidad de aquel momento, apenas sonrió, con orgullo y ternura al mismo tiempo. Y aunque el mundo seguía girando fuera de esos pasillos, allí dentro todo parecía un instante eterno de paz compartida.
Y cuando finalmente se separaron, Renjun yendo a su habitación y Jaemin quedándose, ya no eran solo testigos de una guerra.
Eran los que sobrevivieron.
Chapter 15: Momentos
Chapter Text
Renjun se sentó derecho en la silla frente al escritorio de Taeyong, aunque su cuerpo entero pedía descanso. Frente a él, un grupo reducido de magos, todos de rostro severo y túnicas oscuras, lo observaba con interés medido. Kun, el Ministro de Magia, estaba entre ellos.
Taeyong se mantenía al margen, de pie junto a la chimenea. Winwin estaba en una esquina, silencioso pero atento. Johnny, con los brazos cruzados, no ocultaba su impaciencia.
"Entonces," comenzó uno de los magos del ministerio, "¿usted confirma que fue el responsable directo de la muerte del licántropo Sungmin?"
Renjun lo miró sin pestañear.
"Sí."
"¿Y que actuó por decisión propia?"
"También."
Hubo un murmullo entre los presentes. Kun alzó una mano para calmarlo.
"Hemos leído el informe del profesor Hendery y el del director Taeyong. Y... a pesar de que fue una maniobra no autorizada... eliminó al licántropo más letal y peligroso de La Raíz."
"Lo hice por Jeno," dijo Renjun antes de que pudieran adornarlo más. "No por ustedes. No por el Ministerio."
Johnny soltó una risa seca, sacudiendo la cabeza.
"Al menos es honesto."
Y fue entonces que Doyoung, desde una esquina, preguntó con el tono más inesperado y serio.
"¿Estás enamorado de mi sobrino?"
Renjun se quedó inmóvil.
Kun lo miró con incredulidad, Winwin bajó la mirada para no reírse y Taeyong chasqueó la lengua.
"Doyoung..."
"¿Qué? Es una pregunta válida. Casi mata a medio bosque por él." Dijo apuntandolo sin discreción.
Renjun se levantó lentamente, las orejas rojas.
"¿Puedo irme?" Preguntó ignorando a todos en la habitación.
"Sí," dijo Taeyong, visiblemente cansado. "Estás libre. Gracias por... todo."
Renjun salió sin mirar atrás. Pero no lo suficientemente rápido como para no escuchar la carcajada abierta de Johnny.
El Gran Comedor estaba especialmente silencioso para la hora del desayuno. Aunque las conversaciones eran muchas, todas eran susurros, como si un secreto pesado flotara entre los estudiantes.
Cuando las puertas se abrieron y Renjun entró, un escalofrío recorrió el lugar.
Venía solo. Ligeramente despeinado, con las mangas algo arrugadas, ojeras marcadas, y la túnica desabrochada a la altura del cuello. Caminaba como si el peso de la noche anterior aún lo persiguiera... pero con la frente en alto.
Y entonces, lo notó.
Todas las miradas estaban sobre él.
Otra vez.
Esta vez no por ser un niño criado por La Raíz. Ni por ser una amenaza silenciosa. No. Esta vez lo miraban como si ya no fuera un rumor oscuro.
Sino un hecho temido.
El que regresó con la cabeza de un licántropo en la mano, después de todo los rumores corren, más si es en Hogwarts.
Renjun suspiró, sin molestarse en fingir una sonrisa. No les debía explicaciones. No les debía nada. Así que avanzó, con intención de sentarse donde siempre: solo, al final de la mesa de Slytherin. Cada mirada que se desviaba hacia él era un recordatorio silencioso de la distancia que siempre había mantenido: respeto, miedo, curiosidad... o quizá un poco de todo mezclado. No había sorpresa ni amenaza que él no conociera; solo la sensación amarga de que, por fin, su reputación lo alcanzaba, y no estaba seguro de si eso le importaba.
"¡Oye, chico lobo!" dijo Haechan desde la mesa de Gryffindor, llamando la atención de todos. "Ven a sentarte con la gente que no necesita pedirte autógrafos por decapitar a nadie."
La mitad del comedor se atragantó. La otra mitad se volteó con horror. Alcanzó a ver a Mark soltar una risa muda, Jaemin negó con la cabeza como si estuviera acostumbrado, y Jeno... simplemente sonrió.
No con orgullo.
Con alivio.
Renjun vaciló. Pero avanzó hacía ellos por primera vez.
"¿Puedes no gritar cosas así en un comedor lleno?" murmuró al llegar, intentando parecer enojado.
"¿Y perderme tu cara roja? Jamás."
Con pasos algo lentos, como si aún dudara si era una trampa emocional, se acerco hacia ellos otro paso. Se sentó junto a Haechan, que le empujó un plato de huevos sin mirarlo.
"Siéntete especial," murmuró sin mirarlo. "Ese plato se lo iba a robar a Jaemin."
"Gracias... supongo," respondió Renjun, casi sonriendo.
Jaemin bufó, llamando su atención.
"Yo también te habría invitado. Pero con menos escándalo."
"¡Mentira! Si hasta hoy en la mañana me dijiste que si volvía a sentarse solo ibas a obligarlo con un encantamiento de atracción."
"Eso no suena a mí."
"Suena exactamente a ti."
Chenle llegó y se hizo espacio junto a Jisung, que le pasó un vaso de jugo sin decir nada. Renjun se sintió con una mezcla de incomodidad y... calidez.
"¿Dormiste algo?" preguntó Jaemin sin rodeos.
"Un poco."
"¿Y qué tal tu cita con los del ministerio de magia?" bromeó Haechan. "¿Te ofrecieron trabajo como asesino del Ministro?"
Renjun alzó una ceja, pausando deliberadamente, dejando que el silencio se estirara como un hechizo incómodo sobre la mesa. Los chicos lo miraban, expectantes, conteniendo la respiración, anticipando cualquier respuesta.
"Me preguntaron si estaba enamorado de Jeno." dijo finalmente, con un tono casi serio, como si estuviera dando la noticia más natural del mundo.
Hubo un silencio tan denso que Jisung tardó un segundo en reaccionar... y entonces escupió su jugo por toda la mesa.
"¡¿Qué?!" gritó, mientras todos giraban la cabeza hacia él.
"Doyoung," aclaró Renjun con la misma calma gélida, como si eso explicara absolutamente todo.
Jeno escondió la cara entre las manos, intentando desaparecer bajo la mesa.
"Merlín bendito..." murmuró, en un susurro que nadie pudo ignorar.
Mark soltó una carcajada sonora, golpeándose el muslo.
"Bueno... eso definitivamente suena a Doyoung-hyung."
Haechan, aún sorprendido, se encogió de hombros y añadió con una sonrisa divertida.
"Vaya... Renjun siempre tiene formas inesperadas de hacer que la gente se quede sin palabras."
Renjun sonrió apenas, ladeando la cabeza.
"Tranquilos... todavía no me ofrecieron el contrato formal. Pero tendré que considerarlo si siguen preguntando cosas raras."
El grupo estalló en risas, aunque Jeno seguía con la cara enterrada en las manos, mientras Renjun se apoyaba con elegancia, disfrutando de cómo los había dejado totalmente fuera de balance. Cuando las risas bajaron un poco, Chenle se inclinó sobre la mesa, con el ceño ligeramente fruncido.
"Y... ¿Cómo están?" preguntó, mirando a Jeno. "Tú y Hyung, digo. Después de todo."
El grupo calló, dando espacio a la pregunta.
Jeno tardó unos segundos en responder. Bajó la vista hacia su plato, luego la alzó con una media sonrisa.
"Desde hace años no dormía tan tranquilo," dijo mirando a cada uno. Su voz era baja, honesta. "Es como si... algo se hubiera roto y, a la vez, algo por fin se hubiera liberado. No siento ese peso todo el tiempo. Ni esa sombra."
Jaemin lo miró con una mezcla de alivio y tristeza.
"Te lo merecías hace mucho."
Jeno asintió de acuerdo.
"Y Doyoung también." Murmuró recordando el después del caos. "Anoche... fue la primera vez que lo vi quedarse dormido sin la varita bajo la almohada."
"Wow," murmuró Jisung.
"Eso es... fuerte," dijo Chenle.
"Eso es libertad," agregó Mark con suavidad.
Renjun no dijo nada. Solo los observaba. Como si aún no terminara de creerse que estaban ahí. Que estaban así. Vivos. Tranquilos. Riéndose.
Y luego, como si notaran su silencio, las miradas giraron hacia él.
"¿Y tú?" preguntó Jaemin con seriedad. "¿Cómo estás tú, Renjun?"
Renjun parpadeó, sorprendido.
"¿Yo?" Preguntó sin entender.
"Sí, tú," dijo Haechan con los brazos cruzados. "¿O pensabas que te íbamos a dejar matar a un licántropo, enfrentarte al ministerio, y aparecer en la oficina del director con una cabeza... y no preguntarte cómo te sientes?"
Renjun abrió la boca.
La cerró.
La volvió a abrir.
"Yo... estoy..."
"Emocionalmente atrofiado, confirmamos," dijo Haechan antes de que pudiera terminar.
"¡Como una piedra mágica!" añadió Chenle con una risa.
"¿Se puede traumatizar uno sin saberlo?" preguntó Jisung.
"Es Renjun, claro que sí," dijo Mark mientras le pasaba un trozo de pan.
Renjun los miró con una mezcla de desconcierto y resignación. Pero no se defendió. Solo se inclinó hacia su vaso y murmuró jugando con el vaso.
"Estoy bien. O... lo más cerca que he estado de estar bien."
Y fue suficiente.
Para ellos. Para él.
"Entonces," decía Haechan, con un trozo de calabaza en el tenedor, apuntando a Renjun, "¿decidiste aparecer con una cabeza o fue como 'ay, se me olvidó en el bolsillo'?"
"¡Eso fue la definición exacta de entrada dramática!" agregó Chenle entre risas. "Te juro que vi a Hendery casi vomitar."
Renjun rodó los ojos, pero la comisura de sus labios se levantó apenas.
"No planeaba llevarla... pero ya la tenía en la mano," murmuró encogiéndose de hombros.
"¡Ese es nuestro Renjun!" exclamó Haechan. "Dejarlo todo a la improvisación homicida."
"¿Improvisación? Planeó cómo volverse invisible al olfato de un hombre lobo," soltó Mark, divertido.
"Pero no cómo dejar la cabeza," acotó Jisung con una risita nerviosa.
"Entonces... ¿estás emocionalmente atrofiado o solo tímido con las emociones?" preguntó Haechan con tono inquisitivo, como si estuviera diagnosticando una criatura mágica.
"¿Esa es una pregunta o una provocación?" murmuró Renjun, fingiendo desinterés mientras partía una manzana en pedazos pequeños.
"¿Pueden ser ambas?" saltó Chenle, y todos estallaron en carcajadas.
Renjun rodó los ojos, pero era imposible ocultar la sonrisa que se asomaba en sus labios. Por primera vez, no sentía que estuviera aguantando el aire. Se permitía respirar.
Entonces, Jaemin se enderezó, recordando algo de pronto.
"¡Ah! Casi lo olvido..."
Se metió la mano en la túnica con cuidado, y con un gesto tan delicado como si estuviera devolviendo un corazón latiendo, sacó al pequeño Bowtruckle. La criatura bostezó perezosa y parpadeó con lentitud antes de aferrarse al dedo de Jaemin como una ramita nerviosa.
"Lo cuidé bien," dijo Jaemin, extendiéndoselo a Renjun con una sonrisa honesta. "Aunque me miraba feo cuando le hablaba."
"Así es él," murmuró Renjun con afecto, extendiendo su brazo para que el Bowtruckle trepara por él y se acomodara con naturalidad en su hombro.
"¿Tiene nombre?" preguntó Mark con curiosidad.
Renjun asintió.
"Flicker."
"¿'Destello'?" repitió Chenle, ladeando la cabeza. "¿Por qué?"
"Porque cuando lo encontré escondido entre raíces brillando como si fuera fuego fatuo. Pensé que iba a desaparecer... pero se quedó. Como un destello que no se apaga."
El silencio que siguió fue corto, pero lleno de algo cálido.
"Eso fue..." comenzó Jisung.
"...sorprendentemente poético," terminó Haechan, fingiendo limpiarse una lágrima invisible.
"Y ahora nos arruinaste el momento," dijo Jaemin, aunque sonreía.
Flicker, como si entendiera el bullicio, se estiró y saludó con una diminuta rama de su cuerpo, provocando exclamaciones de asombro general.
"¡Mira eso!"
"¡Se mueve como si fuera un mini profesor de Herbología!"
"¡Ese bicho confía en ti, Renjun! Eso es más difícil que hacer llorar a Ten," dijo Chenle, fascinado.
Renjun bajó la mirada con una mezcla de orgullo y timidez.
"No es un bicho. Es Flicker," dijo con suavidad.
"¡Y tú no eres tan terrible como todos creíamos!" soltó Haechan, señalándolo con una sonrisa amplia.
"Estoy seguro de que eso fue un halago..." murmuró Renjun.
"Lo fue," confirmó Jeno con una sonrisa más sincera de lo habitual.
Y por un instante, en medio de carcajadas, criaturas pequeñas y palabras no dichas, Renjun se sintió, por fin, parte de algo.
"Bueno," dijo Mark, estirándose mientras miraba el reloj de arena en la mesa. "Hora de irnos, o la profesora de Adivinación dirá que predijo nuestra llegada tarde."
"Y aún así nos restará puntos," añadió Jaemin, ya poniéndose de pie.
Chenle se levantó junto a Jisung, sacudiendo las migas de su túnica.
"Nosotros vamos al otro lado," dijo Chenle suspirando dramáticamente. "Clase de Historia de la Magia. Jisung está emocionadísimo."
"Estoy aterrado," murmuró Jisung estremeciéndose. "Literalmente soñé con Binns dictando eternamente mientras yo envejecía en mi asiento..."
"Eso es lo que va a pasar si no apuras el paso," le respondió Chenle dándole un empujón suave.
"Nos vemos luego," dijo Mark mientras les hacían una seña con la mano. "No se duerman."
"¡Demasiado tarde!" exclamó Chenle, y Jisung se rio bajito.
Los cinco restantes, Renjun, Mark, Jeno, Haechan y Jaemin, se encaminaron por el pasillo de piedra hacia la torre norte, donde se encontraba el aula de Adivinación.
Renjun notó las miradas apenas salieron del Gran Comedor.
Estudiantes de todos los cursos susurraban, volteaban, lo seguían con la mirada como si esperaran que estallara en llamas en cualquier momento.
Los más jóvenes se apartaban. Algunos mayores lo observaban con respeto. Otros, con temor.
Renjun intentó no bajar la mirada, tensando los hombros, acostumbrado a cargar con esas reacciones.
Pero antes de que pudiera decir o hacer algo, Haechan dio media vuelta en medio del pasillo y alzó la voz.
"¿Y ustedes qué miran? ¡No hay espectáculo aquí!"
Los estudiantes se detuvieron abruptamente. Algunos se rieron nerviosos. Otros simplemente se giraron para mirar hacia otro lado, como si no estuvieran mirando a Renjun hace un segundo.
Renjun parpadeó, sorprendido.
"¿Era necesario?" preguntó, sin saber si agradecer o desaparecer.
"Obvio que sí," dijo Haechan como si fuera evidente. "No vamos a dejar que la gente te mire como si fueras un trol sin baño."
"Además, estás con nosotros," añadió Jaemin sin girarse unos pasos más adelante. "Y eso significa que estás fuera de su jurisdicción."
"¿Su jurisdicción?" repitió Renjun, alzando una ceja.
"Sí," respondió Jeno, a un lado de Jaemin, hablando con una pequeña sonrisa. "La del rumor y el prejuicio. Aquí arriba solo aceptamos sarcasmo y comentarios innecesarios."
"Perfecto." murmuró Renjun, Entonces encajo, pensó, pero no lo dijo, y por primera vez, su voz no tenía defensas.
Entraron al aula de Adivinación justo cuando las cortinas rojas se mecían por la brisa mágica del incienso. La profesora, con su cabello naranja y bufandas flotantes, los observó con curiosidad al verlos entrar juntos. Pero no dijo nada.
Renjun dudó por un segundo debatiendo donde sentarse.
Entonces Haechan sin una pisca de vergüenza y como si fuera cosa de todos los días, palmeó el asiento vacío a su lado.
"¿Qué haces parado? Te va a leer el aura si no te sientas, y créeme, no querés eso." Dijo mirándolo con una ceja alzada.
Renjun avanzó con paso lento. Y por primera vez desde que llegó, no se sentó solo en clase, no por qué lo hayan emparejado con alguien al azar, o porque quedó al lado de alguien en una clase práctica, Renjun por primera vez se sentó con alguien no porque el profesor se lo haya pedido sino porque ahora Renjun no estaba solo.
No era invisible.
Ni temido.
Era simplemente... uno más.
El aula de Adivinación estaba envuelta en la luz parpadeante de velas flotantes, con el aire cargado de incienso y el leve murmullo del péndulo gigante que oscilaba sobre el techo. En sexto año, la asignatura había dejado de ser un desfile de supersticiones para convertirse en algo más complejo... y más oscuro.
"Hoy trabajaremos con visiones inducidas," anunció la profesora Kang, con su voz quebrada pero solemne. "Sueños conscientes, o como los antiguos videntes los llamaban: Somnium Lucis."
Los estudiantes se miraron entre sí. En el centro del aula, un pequeño espejo ovalado descansaba sobre una base de obsidiana.
"La adivinación avanzada no busca el futuro inmediato," continuó la profesora. "Sino patrones. Ecos. Fragmentos. Reflejos simbólicos del alma. Este espejo ha sido encantado para mostrar imágenes inducidas por vuestra energía mágica. No esperen respuestas claras. Busquen lo que se esconde en lo sutil."
Los alumnos fueron llamados uno a uno para mirar dentro del espejo. A veces no veían nada. A veces, imágenes borrosas que desaparecían apenas pestañeaban.
Cuando fue el turno de Jeno, el espejo mostró una casa de tejado inclinado bajo un cielo gris... y una silueta femenina entre las sombras. Jeno no dijo nada, pero apretó los puños con fuerza.
Jaemin, en cambio, vio un campo de flores y una figura de espaldas con el cabello al viento. Cerró los ojos al instante y solo dijo: "Pasado."
Cuando le tocó a Renjun, dudó. Se inclinó sobre el espejo con recelo. Durante unos segundos, no ocurrió nada.
Y entonces, lo vio: una jaula rota, colgando de un árbol sin hojas. Y detrás de ella, una figura envuelta en plumas negras... que lo observaba con ojos idénticos a los suyos.
Renjun se apartó de golpe.
"¿Qué viste?" preguntó la profesora Kang.
Renjun tragó saliva.
"Algo que ya sabía." Dijo solo para contentarla.
"Eso es bueno," murmuró ella dando un aplauso. "El conocimiento no siempre viene en forma de revelación. A veces, solo confirma lo que nuestra alma teme aceptar."
Cuando regresó a su asiento y se encorvo acariciando a Flicker que estaba en su manga, Haechan le dio un codazo llamando su atención.
"¿Qué pasó? ¿Tu reflejo te dijo algo malo?"
Renjun negó sin darle importancia, odiaba esa clase y siguió jugando con el Bowtruckle, Jaemin al otro lado de Haechan no dijo nada, solo le dio un leve asentimiento a Renjun. Uno que decía: yo también vi algo que no puedo explicar.
La clase terminó en murmullos, con los estudiantes más silenciosos de lo normal. Y Renjun, por primera vez, no se sintió ajeno a esa sensación compartida.
Al salir del aula de Adivinación, el grupo caminaba en silencio. Era ya costumbre salir de esas clases con una sensación extraña en el pecho, como si la realidad se hubiera estirado un poco demasiado. Nadie hablaba aún, todos con la mirada baja, envueltos en pensamientos que no querían compartir todavía.
"¿Por qué siempre siento que me arrancan el alma y la meten en una taza de porcelana rota cada vez que salimos de ahí?" murmuró Haechan con una media sonrisa.
"Eso fue bastante específico," respondió Mark, aunque no sonaba como una broma.
Jaemin se encogió de hombros.
"Eso pasa cuando te muestran una imagen tuya hundiéndote en arena y una voz te dice 'elige bien'."
Jeno soltó un suspiro profundo.
"¿Se puede no elegir y dormir dieciséis horas en vez?"
Todos rieron suavemente, pero había algo denso en el aire. Algo que no los soltaba.
Renjun, que caminaba en silencio junto a ellos, se detuvo de pronto.
"¿Flicker?" murmuró, buscando en su túnica con creciente ansiedad. La pequeña criatura nunca se alejaba sin razón. "No está."
Jaemin giró de inmediato alarmado.
"¿Lo perdiste?" Pregunto confundido.
"Se habrá quedado en la clase," dijo Renjun, ya volviéndose. "Vayan ustedes a Defensa. Yo los alcanzo."
"¿Estás seguro?" preguntó Jeno dando un paso a su dirección.
Renjun asintió alejándose.
"Solo será un momento."
El grupo asintió y siguió su camino con paso pausado, aunque todos lanzaron una última mirada preocupada antes de desaparecer por el pasillo.
Renjun volvió sobre sus pasos, subiendo la escalera que llevaba al aula de Adivinación. El ambiente seguía cargado de incienso, pero había algo distinto. Más pesado. Como si el aire no se moviera.
Entró en la sala vacía.
"Flicker," llamó en voz baja.
El Bowtruckle no respondió.
Fue entonces cuando notó una figura al fondo del aula.
La profesora Kang, sentada frente al espejo de adivinación, con los ojos en blanco y la respiración entrecortada.
Renjun se tensó. Sabía lo que era eso. Un trance profético.
Avanzó con cautela. Y fue entonces que la voz surgió, baja, rasposa... como si no saliera de la garganta de la profesora, sino de algo más profundo.
"El hijo de la Sangre y la Ruina... será la llave... o la jaula.
La raíz negra se retuerce bajo el suelo del castillo... esperando.
El corazón dividido cargará con los gritos de los que cayeron.
Y sólo uno... puede detener el eco de su hermano.
La sangre llama... la sangre espera..."
La voz se quebró. La profesora Kang parpadeó como si despertara de una pesadilla. Al verlo, se sobresaltó.
"Renjun... ¿qué haces aquí?"
Él no respondió al instante. Solo bajó la mirada. Flicker estaba ahí, en el borde de una estantería, mirándolo con sus pequeños ojos verdes. El Bowtruckle trepó hasta su brazo y se acomodó en su manga como si nada.
Renjun tragó saliva.
"Olvidé algo," dijo en voz baja, sin mirarla.
La profesora lo observó por un largo momento, como si no recordara del todo lo que había dicho.
"Ve a clase, por favor," susurró. "Y ten cuidado con... con los susurros antiguos."
Renjun asintió sin palabras. Y salió de la sala con el corazón latiendo desbocado.
No sabía con certeza a qué se refería la profecía.
Pero lo intuía.
Su hermano. Sus padres. La Raíz.
Y él... atrapado entre la llave y la jaula.
Renjun caminaba en silencio por los pasillos de piedra, su mente aún atrapada en el eco de las palabras de la profesora Kang. "La sangre del reflejo no se apaga en la niebla... ni siquiera con la muerte." Lo había repetido mentalmente al menos diez veces, buscando un sentido oculto, una pista, una maldita advertencia.
Flicker se aferraba a su hombro ahora, tranquilo, como si hubiese notado la tensión de su amigo. Renjun apenas lo notaba. Estaba perdido en un torbellino de pensamientos sobre su hermano, sobre sus padres, sobre lo que significaba la niebla.
Y entonces, los gritos lo sacaron de su trance.
Gritos furiosos, airados, no de duelo ni de dolor: De ira.
Renjun parpadeó y se apresuró, girando una esquina amplia en uno de los corredores del tercer piso... y se congeló.
Estudiantes arremolinados, pegados unos a otros como si presenciaran una función. En el centro, lo vio.
Jeno y Mark, tensos, con las varitas desenfundadas. Frente a ello s, dos estudiantes de séptimo año, altos, arrogantes, con rostros marcados por la rabia, miraban a los chicos con desprecio. Detrás de ellos, Jaemin y Haechan, inmóviles. No en posición de duelo, sino... congelados. Como si el mundo acabara de darles una bofetada en pleno rostro.
Renjun se abrió paso como pudo. Algunos lo empujaron sin querer. Otros se apartaron al reconocerlo.
Y entonces escuchó la frase que lo rompió por dentro.
"No puedo creer que ustedes " los hijos de las víctimas" caminen como si nada con el hijo de La Raíz."
Silencio abrupto y Renjun se detuvo un momento conmocionado.
"Tus padres están en San Mungo por lo que hizo su familia," escupió uno de los séptimos, señalando hacia donde aún no sabían que Renjun se acercaba. "Y aquí estás, Jaemin, Donghyuck. Haciéndote amigo de él. Qué hipocresía."
"¿Y quién nos dice que él no participó también?" gruñó el otro encogiéndose de hombros. "¿Qué prueba tienen de que no estaba con ellos cuando los torturaron?"
Mark dio un paso adelante, varita al frente aunque su mano temblaba levemente.
"¡Basta!"
Pero el chico lo ignoró y se dirigió ahora a él.
"Por favor Mark, ni siquiera me sorprende de ti, después de todo mezclarte con magos oscuros es algo de familia¿o no?" Dijo con una sonrisa ladeada llena de superioridad.
Mark retrocedió un paso como si le hubieran lanzado una maldición.
El amigo del tipo río con fuerza y volvió a mirar a los chicos que se encontraban casi en shock.
"¿O creen que alguien criado por asesinos es inocente por arte de magia? ¿De verdad tan ingenuos son?"
"¡No saben nada!" rugió Jeno.
"¡Ni se atrevan a hablar de él!" añadió Mark, su voz cortante, ignorando lo que dijeron sobre él.
"¡No es como ellos!" exclamó Jeno.
Pero la voz de los defensores se ahogaba entre los delatores. El murmullo del resto del grupo de estudiantes que rodeaba el enfrentamiento comenzaba a contaminarse con el veneno. Frases como "pero tiene sangre de ellos", "él no lo niega", "¿y si fingió todo este tiempo?" empezaron a flotar en el aire.
Haechan intentó alzar la voz.
"¡Eso no es...!" Pero su voz se rompió antes de poder terminar la frase.
Jaemin también lo intentó pero no pudo decir mucho
"¡Renjun no es así!" Gritó antes de que la risa de los de en frente comenzará.
Ya era tarde. La multitud era una marea rugiente de estudiantes del lado de los de séptimo.
Renjun se detuvo a pocos pasos del centro. El aire le pesaba en el pecho. No por los insultos.
Por las miradas.
Por el silencio de Jaemin. Por la tensión de Haechan.
Por ver a Jeno, otra vez, sosteniendo el peso de su defensa.
Y a Mark defendiendo al hijo de la raíz, pero ignorando lo que dijeron sobre el mismo
Y por un instante, pensó en huir. Como antes. Como siempre.
Pero esta vez, se quedó.
Esta vez, tragó todo ese veneno.
Y lo transformó en fuego.
"¿Y tú, Jeno?" escupió uno de los de séptimo. "¿También vas a seguir fingiendo?"
Jeno apretó la mandíbula.
"¿Tu mamá se sacrificó por ti solo para que ahora juegues a ser amigo del hijo de los asesinos?"
El golpe fue seco. Invisible. Pero tan brutal como un puñetazo.
Jeno palideció. Su varita tembló en su mano. Las palabras lo atravesaron como una daga enterrada donde más dolía.
Donde más sangraba.
Mark avanzó con furia, listo para atacar.
Pero no fue él quien lo hizo.
Fue Renjun.
El pasillo estaba envuelto en un silencio tenso. Los estudiantes de séptimo, que un momento antes escupían acusaciones, estaban ahora mirando fijamente a Renjun, que avanzaba sin prisa. Pero el aire a su alrededor vibraba con algo antiguo, algo contenido que amenazaba con romperse.
"No vuelvan a agachar la cabeza por mi culpa," les dijo a Haechan y Jaemin, cuando estuvo a su lado, sin desviar la mirada. "Sus padres fueron valientes. Se enfrentaron a algo que ni los magos más poderosos podían frenar. Y no solo sobrevivieron: Los criaron a ustedes."
Los miró con firmeza está vez, sin pedir permiso, sin disculparse.
"Dos magos extraordinarios. No dejen que nadie les diga lo contrario."
Ambos lo miraban, boquiabiertos. Jaemin, con los ojos vidriosos intento decir algo, pero parecía a punto de quebrarse. Haechan, completamente en silencio, por una vez sin una sola broma lista apretó los labios en una fina línea y asintió.
Renjun giró lentamente hacia Jeno.
"Y tú..."
La voz le tembló por un segundo. Solo un segundo.
"La muerte de tu madre no fue en vano. Fue la prueba más clara de amor que puede dar alguien: elegir irse con tal de que su hijo viva. No hay nada más puro que eso."
Jeno bajó la mirada. Sus hombros temblaban. Pero esta vez... no por miedo, Renjun en un movimiento audaz tomo la mano de Jeno que aún estaba apuntando con su varita a los agresores y la bajo con lentitud.
Y entonces Renjun se giró hacia los de séptimo.
Y sonrió.
Pero no era una sonrisa amable. Era una que hablaba de tormentas. De haber visto demasiado. De haber sobrevivido a lo que ellos no podrían imaginar.
"¿Saben qué es lo más patético de todo esto?" murmuró, avanzando un paso para quedar al frente de los chicos. "Que se atreven a hablar de cosas que no tienen el valor de enfrentar. Que se creen jueces desde la comodidad de su ignorancia."
El grupo de estudiantes de séptimo retrocedió un poco, pero uno alzó la varita con un gesto desafiante.
"¿Vas a lanzarnos un Cruciatus?" Pregunto con sarcasmo. "¿Vas a demostrar que eres igual que ellos?"
Y con eso, Renjun alzó la varita sin miedo.
Los de séptimo reaccionaron tarde. Demasiado tarde.
Un hechizo sin nombre, oscuro y espeso como la noche, los envolvió en segundos. De sus bocas comenzó a brotar agua. No era real, pero el ahogo sí lo era. Cayeron al suelo, retorciéndose, jadeando entre convulsiones. Uno de ellos intentó pedir perdón, pero su voz se ahogaba en borbotones.
"¿Querían saber si soy como ellos?" Renjun murmuró, mientras se acercaba, el silencio de los demás estudiantes era gélido. "Tal vez lo sea. Pero a diferencia de ustedes... yo no tengo nada que perder."
Con un segundo gesto, los cuerpos fueron arrastrados con fuerza por el suelo, rasgando sus túnicas, raspando sus rodillas sobre la piedra hasta que empezaron a sangrar. Las miradas horrorizadas de los que observaban desde lejos no detuvieron a Renjun. Porque en ese momento, no había nada que detener.
"¡Renjun!" gritó alguien, quizás Mark, pero la voz se ahogó entre la súplica de los caídos.
"Pídanles disculpas," ordenó Renjun, su voz ronca. "A Jaemin. A Haechan. A Jeno. A Mark."
Dos de los estudiantes, empapados en su propio pánico, apenas podían sostenerse. Pero lo hicieron. De rodillas. Con la voz temblorosa, humillados hasta el alma.
"L-Lo siento... Jeno, Jaemin, Haechan, Mark... no quise decir..."
"¡Más fuerte!" rugió Renjun, y una de las luces del pasillo explotó sobre ellos.
"¡Lo siento!"
"¡Perdón!"
Los estudiantes de séptimo estaban arrodillados, jadeando, con las rodillas ensangrentadas y la dignidad destrozada. Renjun los observaba con una calma peligrosa, el rostro en sombras bajo la luz parpadeante del pasillo. La tensión era tan densa que parecía un encantamiento.
Uno de ellos, él que más había hablado, Renjun lo reconocía, venía de una familia antigua de sangre pura, con siglos de tradición y un respeto en el mundo mágico por su linaje limpió, ahora, con el labio partido y la voz apenas sostenida por la rabia, escupió sangre al suelo apoyado en una rodilla y alzó la mirada hacia Jaemin.
"¿Te crees invencible? ¿Eh? Te haces el santo, pero todos saben que te acostaste con el mago oscuro. Puta de sangre limpia."
El insulto rasgó el aire como una maldición prohibida.
El mundo pareció detenerse.
Jeno salió del shock con una furia brutal en el pecho, como si algo ancestral se hubiera roto. Su varita se alzó como por reflejo, apuntando directo al rostro del agresor.
"¡Cállate!" rugió con una furia que Renjun nunca había visto en él.
Pero antes de que el hechizo pudiera salir de su boca, Renjun se adelantó, colocando una mano en el pecho de Jeno, bajándole la varita con suavidad otra vez.
"No hace falta." Él no quería que Jeno ensuciará sus manos por un estudiante insignificante.
Y con un movimiento sutil, casi elegante, Renjun giró la suya.
El chico que había insultado a Jaemin gritó.
No de miedo. De dolor. De algo más profundo, como si le arrancaran la magia desde los nervios. Se retorció en el suelo, chillando, suplicando, temblando de forma incontrolable.
"¡Deténlo!" gritó uno de sus compañeros mirando con horror como sus ojos se volteaban y las venas de su cuello se hacían visibles. "¡Eso no es un hechizo común!"
Renjun no se inmutó. Se inclinó un poco, susurrándole al oído con voz venenosa, deteniendo la maldición un segundo.
"Jaemin vale mil veces más que tu existencia entera. Y tu castigo no es por lo que dijiste... sino por lo que creíste que podías decir sin consecuencias."
De pronto, se escucharon pasos apresurados al fondo del pasillo.
Un profesor.
La figura se recortó en la esquina.
El corazón de todos se detuvo, Jeno llamó por su nombre con temor a que recibiera una expulsión.
Pero Renjun no dudó.
Giró la varita hacia el profesor, que ya abría la boca para hablar, y murmuró algo sin voz.
Un hechizo sin luz.
Imperius no verbal.
Los ojos del profesor se desenfocaron. La tensión de sus hombros desapareció como por arte de magia.
"No está pasando nada," dijo Renjun en un tono suave y en apariencia inocente. "Debes ir a esperar en la sala del tercer piso. Aún falta para tu clase."
El profesor asintió, como si no tuviera voluntad.
Y se fue.
Jeno lo observó desaparecer con los ojos muy abiertos.
"Renjun" murmuró entre la incredulidad y la fascinación.
Renjun volvió a mirar al chico en el suelo. Se inclinó una vez más, con la voz baja, pero cargada de filo.
"Pide perdón. Por Jaemin."
El agresor lloraba. Lloraba de verdad, sus sollozos apenas lograban hacerlo respirar y su voz sonaba rota.
"P-perdón... lo siento... Jaemin..." Decía entre exhalaciones incontrolables y espasmos musculares.
Renjun lo soltó.
El chico se desplomó al suelo como un muñeco sin hilos.
Renjun se incorporó lentamente, alisando su túnica con indiferencia. Su varita volvió a su bolsillo sin prisa.
Se giró hacia los chicos, que seguían congelados y ni siquiera se preguntó si estaba mal hacer eso, solo se preocupó si ellos se encontraban bien.
"¿Alguien más quiere decir algo?" Giro la mirada y paso por cada estudiante en el lugar que se encogió cuando Renjun los miro de forma fría y desafiante.
Nadie se atrevió.
Ni un murmullo.
Solo respiraciones temblorosas y miradas que se desviaban al suelo.
Renjun volvió a mirar a Jaemin y Haechan que parecían a punto de llorar, luego a Jeno y a Mark, que lo veían con fascinación, aunque Renjun pensaba que Mark parecía querer reprenderlo.
"Vamos," dijo simplemente, y comenzó a caminar a la siguiente clase.
Esta vez, nadie se interpuso en su camino.
El pasillo aún estaba impregnado de tensión, aunque ya no quedaban gritos. Solo el eco de lo que acababa de ocurrir.
Renjun caminaba al frente, la respiración aún controlada pero los dedos entumecidos por la intensidad de la magia que había canalizado. Sabía que se había excedido. Que cruzó líneas. Pero no podía arrepentirse, no cuando habían atacado a los chicos.
"Tendrías que haberlo torturado más" dijo Haechan, sin rodeos, rompiendo el silencio mientras avanzaban por el corredor vacío. "Por decirle eso a mi hermano. Por atreverse."
"Haechan..." intervino Mark, con la voz serena pero firme.
El Gryffindor lo miró con furia contenida.
"¿Qué? ¿Me vas a decir que no se lo merecía?" Preguntó enojado abrazándose a si mismo.
"No estoy diciendo eso" respondió Mark, tranquilo, mientras caminaba a su lado. "Solo que si bajamos a su nivel, no vamos a cambiar nada. Lo que hizo Renjun fue efectivo... pero esto no se trata solo de venganza."
Renjun no dijo nada. No se detuvo. Solo siguió adelante con los ojos fijos al frente. No se sentía ni culpable ni satisfecho. Solo... vacío.
Detrás de él, Jeno había seguido caminando en silencio, sin soltar la mano de Jaemin ni un segundo. Los miró a ambos con atención, notando cómo la expresión de Jaemin todavía estaba empañada por el golpe emocional.
Jeno se inclinó hacia él, su voz apenas un susurro cálido.
"No eres nada de lo que dijeron. Nada. No dejes que eso te toque." Dijo apretando su mano con suavidad.
Jaemin lo miró de reojo un segundo, su rostro todavía tenso, pero sus ojos suavizados por ese hilo de ternura que Jeno siempre supo tejer entre el caos.
"Y tú no eres un error, Jeno. No tienes que cargar con lo que pasó. Nadie debería haber esperado tanto de un niño."
Sus voces se apagaron en el pasillo, dejando una estela de comprensión entre ambos.
Un silencio que no era incómodo.
Era necesario.
Renjun los alcanzó a mirar de reojo. Vio a Jeno más cerca de la paz que lo había rodeado en años. Vio a Jaemin más sereno, menos contenido.
Y supo que había valido la pena.
Supo que aunque los profesores no vieran bien lo que hizo...
Ellos lo entendían.
Y eso bastaba.
No interrumpió. No dijo nada.
Simplemente caminó delante de ellos, dejando espacio.
Y por primera vez, no se sintió el arma.
Se sintió el escudo.
Chapter 16: Entrenamiento y acercamiento
Chapter Text
La sala de Defensa Contra las Artes Oscuras estaba ligeramente oscurecida, con cortinas pesadas cubriendo las ventanas y el aire cargado de magia en ebullición. El profesor Johnny caminaba al frente, su varita girando con soltura entre los dedos mientras los alumnos se acomodaban en parejas.
“Hoy vamos a hacer algo más avanzado” dijo con una sonrisa ladeada. “El Encantamiento Patronus. No el básico, no. Vamos a ver si alguno puede conjurar una forma corpórea.”
Un murmullo cruzó el salón como un zumbido eléctrico. Algunos emocionados. Otros nerviosos.
“Emparejados como siempre” añadió, sin mirar su lista. “Mark con Jeno. Jaemin con… Lee Sang. Shua y Chaeryeon, Donghyuck y Renjun...”
Renjun apenas alzó la mirada cuando escuchó su nombre junto a Haechan. Se acomodó a su lado sin decir nada. Haechan tampoco dijo mucho, pero le lanzó una mirada que no era dura. Era… protectora.
“A la cuenta de tres” indicó Johnny.” Recuerden: “Expecto Patronum”. Solo con recuerdos lo suficientemente felices. No fingidos. No simulados. Reales. Y si no lo logran, no se frustren. Esto no es una clase de primer año.”
Los alumnos levantaron sus varitas casi al unísono.
Renjun inhaló.
Pensó en algo feliz.
Pero ¿qué?
No le venían imágenes de infancia, ni de juegos, ni siquiera una sonrisa sin intención. Lo único que llegaba era oscuridad, instrucciones frías, rituales, y palabras cargadas de deber.
Cerró los ojos. Pensó en…
¿Flicker?
¿Chenle y Haechan burlándose de él?
¿La noche en que mató a Sungmin?
Nada tenía la pureza que el hechizo requería.
A su lado, Haechan alzó la varita.
“Expecto Patronum.”
De la punta brotó una luz azul tenue… que poco a poco se solidificó en una figura ágil y vibrante.
Una especie de ciervo, pero más pequeño. La criatura danzó sobre el aire, juguetona, antes de disiparse.
“¡Eso!” dijo Johnny, animado. “¡Eso es un Patronus corpóreo! ¡Excelente, Donghyuck!”
Mark fue el siguiente.
Alzó su varita con serena concentración y dijo con claridad.
“Expecto Patronum.”
Una luz azulada surgió y se elevó al instante en una ráfaga elegante. Desde la punta emergió un águila de alas inmensas, majestuosa, que planeó sobre el salón con gracia silenciosa. Johnny silbó con admiración.
“Esa criatura es símbolo de visión y dominio. Impresionante, Mark. Muy impresionante.”
Mark bajó la varita, un poco sonrojado, pero con una brillante sonrisa.
“Siempre me han gustado las alturas” comentó, medio en broma.
Jeno fue el siguiente. Su primer intento titubeó, pero en el segundo, su varita liberó un león plateado. Poderoso, sólido, de ojos nobles. Caminó por el suelo como si le perteneciera. El aula quedó en silencio unos segundos.
“Wow…” murmuró alguien. “Es enorme.”
“Sí” susurró Jaemin con una sonrisa descarada. "Exactamente con Jeno.”
Renjun observó todo en silencio. Su varita aún en su mano. Fingía indiferencia, pero sus nudillos estaban blancos.
Johnny se le acercó más tarde, con voz suave.
“¿Intentarás, Renjun?”
Renjun tragó saliva y asintió. Cerró los ojos. Pensó. Buscó, pero claro.
No encontró.
Un destello débil brotó de su varita. Luego se desvaneció.
Lo intentó de nuevo. Nada.
Y una vez más. Apenas un chasquido eléctrico.
“No tengo recuerdos felices” murmuró de nuevo.
Haechan, que aún estaba a su lado, lo oyó.
“¿Seguro? ¿Ni siquiera la cabeza?”
Renjun lo miró de reojo como si estuviera loco.
“Eso no cuenta.”
“Cuenta para mí.”
Renjun soltó una risa sin voz y bajó la varita.
Johnny no dijo nada más, solo le dio una palmada en el hombro y pasó al siguiente grupo.
Renjun no lo logró en los siguientes minutos, pero cuando el Ciervo de Haechan salto a su alrededor una vez más, como si lo animará… por un segundo, creyó que sí.
Jaemin tardó un poco más, pero lo logró también. Un conejo, esbelto y ágil, que se escabulló entre sus compañeros antes de desvanecerse.
“Por supuesto,” pensó Renjun. “Todos lo lograron.”
Todos menos él.
“Expecto Patronum” intentó de nuevo. Nada. Ni un destello.
“Expecto Patronum. Expecto… Patronum.”
Solo chispas.
Nada más.
A su lado, Haechan se giró ligeramente hacia él preocupado.
“Estás pensando demasiado” murmuró despacio.
“No tengo recuerdos felices” repitió Renjun con voz baja otra vez, casi sin moverse, había dicho esa frase tanto que solo salía sin pensar.
“Claro que sí” dijo Haechan sin dudar, dando un paso más cerca. “Solo que aún no sabes que lo son. No es fácil, lo sé,” le dijo en voz baja, poniendo una mano en su hombro con ternura. "Especialmente si has vivido entre sombras. Pero eso no significa que no tengas luz. Solo que aún no sabes dónde está.”
Renjun bajó la varita.
No dijo nada.
Solo se frustró en silencio.
Cuando salieron de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, la conversación entre ellos se mantuvo en un tono suave, contenido por la evidente incomodidad que envolvía a Renjun. Haechan, como siempre, fue el primero en hablar.
“Bueno, al menos ahora sabemos que Mark es un águila y yo soy adorable” bromeó, caminando de espaldas para mirar a los demás.
“Y Jeno es un león” agregó Mark. “Súper predecible.”
“¿Y tú, Jaemin?” preguntó Haechan con curiosidad.
“Un adorable conejo” respondió Jaemin, un poco evasivo con su vista en el chico cabizbajo a su lado. “¿Y Renjun?”
El silencio que cayó fue tan evidente como doloroso. Renjun bajó la mirada. No respondió.
Jaemin, viéndolo tan tenso, pareció tener una idea. Sus ojos brillaron con determinación mientras se detenía frente a una pared de piedra vacía en un pasillo alto y apartado.
“Esperen.” dijo, y los demás frenaron con él.
Jaemin miro a su alrededor y se dio cuenta que no era el lugar y comenzó a caminar con el grupo siguiéndolo, cuando llego a un pasillo desierto se giró hacia la pared y murmuró.
“Necesitamos un lugar para practicar Patronus... un lugar seguro, donde podamos ayudarlo.”
Renjun frunció el ceño, confuso.
Entonces la piedra se movió. Un arco apareció de la nada, tallado con runas antiguas y una puerta de madera maciza emergió con un leve crujido.
Renjun dio un paso atrás.
“¿Esto es…?”
“La Sala de los Menesteres” explicó Jaemin, con una sonrisa tranquila. “Aparece solo cuando alguien la necesita. Hogwarts escucha, aunque no lo parezca.”
Renjun lo miró sin palabras. No entendía cómo era posible… pero lo era. Sabía de la sala, pero en sus lecciones en la Raíz la sala nunca se había presentado frente a alguien de la secta.
“¿Vienes?” preguntó Haechan, ya cruzando el umbral.
Renjun dudó… pero asintió y entró.
La sala era amplia, con suelo acolchado como de duelo, ventanales falsos que dejaban pasar una luz suave y cálida, y estanterías con libros, tazas de chocolate caliente flotando y almohadones mágicos que se acomodaban solos.
“Okay, clases intensivas de Patronus. Nivel: emocionalmente traumados, pero funcionales.” declaró Haechan con un gran aplauso.
Renjun lo reconoció al instante y se quedó en silencio un momento, antes de aceptar dar un paso dentro con los demás.
La sala era amplia, con estanterías llenas de libros sobre magia protectora y bancos distribuidos en círculo. Una energía tranquila flotaba en el aire.
Después de un rato, Mark dijo que iría a buscar a los chicos y salió por unos minutos y la puerta volvió a abrirse. Mark apareció guiando a Jisung y Chenle, que llegaron con los ojos brillantes de curiosidad.
"Waah hace tiempo que no la usábamos." Dijo Chenle, girando sobre sí mismo.
"¿Solían usar la Sala de los Menesteres?", Pregunto Renjun, sin más. Chenle asintió con una sonrisa. No explicó. No necesitaba hacerlo.
Dividieron equipos. Jisung y Chenle se colocaron en el centro, algo nerviosos. Mark ayudó a Chenle con el enfoque mental, mientras Jaemin se ocupaba de guiar a Jisung en la visualización.
"No se trata de fuerza", decía Jaemin con voz paciente. "Es voluntad. Es agarrarte a ese recuerdo, incluso si se resbala."
Después de varios intentos frustrantes, Jisung alzó su varita con fuerza.
"Expecto Patronum."
Un destello tenue apareció… y se formó, torpe pero real, un pequeño hámster brillante corriendo en círculos antes de desaparecer.
"¡Lo logré! ¡Lo logré!" exclamó Jisung, casi gritando.
"¿Es un hámster?" rió Haechan. "¡Es tan tú!"
Chenle lo siguió, inspirado, y luego de unos intentos, una nutria ágil emergió, nadando en el aire como si fuera un río invisible.
"Mi Patronus es más cool", anunció con orgullo.
"Mi hámster te ganaría en carisma", replicó Jisung.
Renjun los miraba desde un rincón. No hablaba. No reía. No se movía.
"Tu turno", dijo Jeno suavemente, acercándose.
Renjun alzó la varita. Respiró. Pensó en cada momento feliz que pudiera rescatar.
Nada.
"Expecto Patronum", dijo por quinta vez.
Solo un zumbido de luz. Y luego oscuridad.
"Otra vez", dijo Mark, colocándose detrás de él. "Con calma."
Renjun volvió a intentarlo. Y volvió a fallar.
La frustración lo carcomía. Sentía la presión de los chicos, sus expectativas, su propia incapacidad para aferrarse a algo puro. Su magia no era débil. Pero parecía… sucia. Rota.
"¿Qué pasa contigo?" se preguntó en voz baja. "¿Ni un maldito recuerdo?"
La varita tembló entre sus dedos.
Haechan se acercó, algo más serio.
"Estás drenándote, Renjun. Esto no es fuerza bruta, ya lo dijimos. No tienes que castigarte."
"No estoy…" empezó, pero su voz se quebró.
Jaemin se aproximó y puso una mano sobre su hombro.
"Estás intentando que salga algo que nunca tuviste que forzar. Quizás… solo necesitas tiempo."
Renjun asintió, mudo. Bajó la varita. Sus manos sudaban.
La Sala de los Menesteres quedó en silencio. Solo se oían las respiraciones agitadas, el zumbido de magia aún suspendida en el aire… y la frustración palpitando como un corazón herido.
"Tal vez en otro momento", murmuró Jaemin. "Podemos seguir mañana o en un rato."
Y por primera vez, Renjun no se alejó.
Se quedó ahí. Sin Patronus, sin palabras… pero no solo.
La Sala de los Menesteres se fue vaciando poco a poco. Jisung y Chenle se despidieron entre risas, celebrando sus patronus, con Mark y Haechan siguiéndolos con paso relajado, intercambiando bromas en voz baja. El aire se fue quedando quieto. Más liviano… pero también más íntimo.
Solo quedaron tres.
Jeno miró a Renjun, que permanecía de pie, con los hombros tensos y la mirada perdida en la punta de su varita.
"Si quieres", dijo con suavidad, "puedo ayudarte."
Renjun no respondió de inmediato. Pero no lo detuvo.
Jaemin se acercó un poco más y le susurró.
"Me voy a quedar hasta que lo logres. Hasta que encontremos ese recuerdo." Dijo con seguridad.
Renjun giró el rostro apenas, sorprendido por la determinación cálida en los ojos de Jaemin. Y por cómo Jeno lo acompañaba también… sin forzar, sin presionar. Solo estaban ahí.
Jeno, con voz tranquila, buscó abrir el tema con cuidado.
"Jisung dijo que tienes un cuervo. ¿Es verdad?"
Renjun asintió sin alzar la mirada.
"Desde que era niño", respondió, apenas audible.
Jaemin intercambió una mirada breve con Jeno. Supieron que había más detrás… pero no preguntaron. No era necesario. No aún.
"¿Te acompaña siempre?" inquirió Jaemin, con tono suave.
Renjun dudó un instante. Luego asintió otra vez, lento.
"Sí. Siempre está cerca. Aunque a veces se esconde."
No dijo el nombre. Ni una vez. Y los otros lo notaron.
"Quizás puedas usar un recuerdo con él para el Patronus", sugirió Jaemin, con cuidado. No por presionar, sino por tender una salida. Una puerta.
Renjun no respondió. Cerró los ojos y se obligó a pensar… a buscar.
Se aferró al momento en que lo vio por primera vez con Injun llevándolo en sus brazos con una sonrisa. A las plumas oscuras posadas sobre la baranda de piedra. A los ojos como dos lunas negras observándolo desde los brazos de su hermano. A esa sensación de no estar completamente solo en el mundo.
Ese único instante de consuelo… antes de que todo se rompiera.
Levantó la varita. Una sola palabra.
"Expecto Patronum."
Pero no surgió nada.
Ni una chispa. Ni un reflejo plateado. Solo un silencio espeso.
Renjun bajó la varita con los labios apretados. Las manos temblaban.
"No puedo", susurró dejando que sus rodillas cedieran y se dejó caer. "Es inútil."
Jeno y Jaemin se acercaron sin decir nada. No necesitaban palabras.
Solo estar ahí.
Jaemin fue el primero en hablar, apoyando una mano cálida en su hombro.
"Tú no eres inútil. Sólo estás… aprendiendo a sanar."
Jeno se acuclilló frente a él, serio, pero gentil.
"Y sanar lleva tiempo. Especialmente cuando vienes de un lugar donde te enseñaron a no sentir nada."
Renjun no dijo nada. Solo los miró… y bajó la cabeza con una mezcla de frustración y agotamiento.
Jaemin se dejó caer a su lado y se sentó en el suelo con naturalidad.
"Gracias", dijo. "Por lo de antes. Por lo que hiciste por mí… con esos idiotas."
"Sí", añadió Jeno sentado al otro lado. "Me quedé paralizado. Pero tú… no dudaste. Gracias por eso."
Renjun respiró hondo, un poco más tembloroso de lo que habría querido.
"No lo hice por valentía", confesó. "Lo hice porque… nadie más lo haría."
"Y eso es exactamente lo que te hace valiente", dijo Jaemin.
Silencio otra vez. Pero distinto. Más blando.
Jeno sonrió apenas.
"Recuerdo cuando estabamos con los Thestrals. Fue la primera vez que me di cuenta de que… que eras más que todo ese miedo que te rodeaba."
"Y la primera vez que conversamos contigo, estábamos tan nerviosos… tú parecías siempre tan melancólico", añadió Jaemin, haciendo reír a los tres por primera vez en mucho rato.
Era poco. Pero era algo.
Una chispa. Un punto de partida.
Y Renjun, por primera vez, no se sintió tan atrapado en la oscuridad.
La luz tenue del salón aún oscilaba como una respiración viva, envolviendo a los tres chicos en un silencio cómodo. Renjun se deslizó hacia atrás y ahora estaba sentado con la espalda apoyada contra una de las paredes transfiguradas en madera, la varita descansando sobre su regazo. Jaemin y Jeno estaban cerca, compartiendo el mismo espacio con una naturalidad que, meses atrás, habría parecido imposible.
"¿Te acuerdas del sándwich?" preguntó Jaemin de pronto, rompiendo el silencio con una sonrisa.
Renjun alzó una ceja.
"¿Ese que dejaron en mí pupitre antes de Encantamientos?"
Jeno rió suavemente.
"El que pensaste que estaba envenenado."
Renjun los miró, fingiendo molestia.
"No pensé que estaba envenenado. Solo... me pareció sospechoso. Nadie me daba comida gratis."
"Estabas listo para lanzar un Revelio antes de comértelo," se burló Jaemin. "Casi me muero de la risa cuando te vi olerlo."
"Tenía que asegurarme," replicó Renjun, cruzando los brazos. Pero el gesto no tenía verdadera dureza. "No sabía qué esperar de ustedes."
Jeno lo observó con una ternura disimulada.
"¿Y qué esperas ahora?"
Renjun bajó la mirada por un momento, luego alzó los ojos hacia él.
"No lo sé. Pero al menos... no desconfío."
"Eso es un avance," dijo Jaemin, y con una sonrisa, añadió. "Aunque aún me debes una explicación sobre cómo encontraste ese maldito libro de Aritmancia. Estaba convencido de que se lo habían tragado las estanterías."
Renjun entrecerró los ojos, como si tratara de decidir si quería admitirlo.
"Lo había escondido."
Jeno soltó una carcajada.
"¡Sabía que eras tú!"
"Lo necesitaba para repasar. No pensé que alguien más lo buscaría esa noche." Se encogió de hombros intentando parecer indiferente.
"Bueno, gracias por devolverlo," dijo Jaemin, y su sonrisa se volvió más suave. "Nos salvaste el trabajo."
Renjun asintió, y por un momento pareció incómodo con tanto reconocimiento. Pero no lo rechazó.
"En serio cuando estábamos con los Thestral, estaba tan nervioso" agregó Jeno, su tono más bajo, más íntimo después de unos segundos. "Cuando me viste con él."
Renjun lo miró de lado, y por primera vez, no evitó el recuerdo.
"Fue la primera vez que entendí que... tú también habías perdido algo."
"Alguien," corrigió Jeno suavemente.
Hubo un instante de silencio respetuoso. Jaemin bajó la mirada, y Renjun asintió sin palabras.
"Pensé que no dirías nada," dijo Jeno, pasando su mano por sus cabellos azules, "pero en lugar de eso, te quedaste."
"Me pareció justo. Tú... tú no me juzgaste cuando viste lo que yo era. Supuse que merecías lo mismo."
"¿Y qué soy?" preguntó Jeno, medio en broma, medio curioso.
Renjun lo miró fijamente.
"Alguien que también intenta sobrevivir."
Jaemin tragó saliva con dificultad, como si esas palabras le hubieran tocado un punto sensible. Se acercó un poco más, acomodándose junto a Renjun y apoyando el brazo sobre su rodilla doblada.
"Supongo que todos estamos tratando de sobrevivir a nuestra manera," dijo bajo. "Tú con tu silencio, nosotros con nuestras bromas. Todos estamos rotos de alguna forma."
"Pero juntos," añadió Jeno, "parece que duele menos."
Renjun bajó la mirada, y por un instante sus labios temblaron, como si fuera a decir algo que llevaba mucho tiempo guardando. Pero no lo hizo. En lugar de eso, se permitió recargar la cabeza contra la madera detrás de él, cerrando los ojos.
"Gracias por el sándwich," murmuró un poco avergonzado. "Y por recibir el libro. Y por no decir nada con el Thestral."
"Gracias por dejarme cuidar a Flicker," respondió Jaemin, con una sonrisa leve. "Y por defendernos. Por hacer lo que ninguno de nosotros pudo."
"Gracias por quedarte," dijo Jeno brevemente.
Renjun no respondió, pero su silencio esta vez no fue una barrera.
Fue una aceptación.
Y en ese rincón apartado de la Sala de los Menesteres, entre varitas apagadas, recuerdos compartidos y cicatrices invisibles, los tres se permitieron estar, simplemente… juntos.
Por primera vez, sin máscaras.
Chapter 17: Recuerdos dolorosos
Chapter Text
La noche estaba cerniéndose sobre Hogwarts comenzaba con una neblina espesa flotando sobre los jardines. Renjun permanecía despierto desde antes del toque de queda, sentado en el alféizar de la ventana de su habitación, con Flicker posado en su antebrazo como una sombra viva.
"Llévalo a Taeju. Solo a él," susurró, mientras ataba el pequeño pergamino al tobillo del cuervo con un nudo firme. "Nadie más."
Su cuervo inclinó la cabeza, como si comprendiera el peso del encargo. Sin más, alzó vuelo hacia el cielo gris. El cuervo de Renjun descendió en picada desde lo alto de la torre más antigua del castillo, cruzando las nubes grises con precisión calculada. En su pata, un mensaje enrollado, sellado con un pequeño símbolo en tinta negra: una runa invertida que sólo los miembros de La Raíz sabrían interpretar.
Renjun lo observó desaparecer por la ventana abierta de la Torre de Astronomía, sin pronunciar palabra. Su túnica ondeaba con la brisa de la altura, pero su cuerpo permanecía inmóvil, el pecho cargado de pensamientos. El mensaje era simple, directo. Un nombre en clave, un símbolo de reconocimiento... y una petición: conseguir un Demiguise. Uno real. No una piel ni una pluma. Un ejemplar vivo.
El mensaje enviado a Taeju era claro:
"Necesito un Demiguise. Entero, vivo o preservado. El acceso es imposible desde dentro del castillo. Te corresponde encontrar el modo. No involucres a terceros. Y no me falles."
El profesor Ten le había mencionado su invisibilidad natural y cómo algunos alquimistas creían que su presencia podía revelar senderos ocultos si se usaban los métodos adecuados. Era la única pista concreta que tenía para desenredar lo que pasó esa noche , mientras podría avanzar con la búsqueda del Corazón de Salazar Slytherin.
Desde entonces, todo se había visto interrumpido: San Mungo, la batalla con Sungmin, la sala de los Patronus...
Pero ahora, por primera vez en semanas, la calma se sentía real. Frágil, sí. Incierta, también. Pero real.
Y con ella venía la pregunta que no podía evadir: ¿Debía continuar con la misión de sus padres?
Y aunque no lo admitiera del todo... ya no sabía si deseaba encontrarlo.
La tarde en la Sala de los Menesteres con los chicos, los recuerdos compartidos, las risas tímidas, las confesiones... todo había dejado una marca inesperada. El tipo de marca que te hacía dudar de un destino que antes parecía inevitable.
Suspiró, pasándose una mano por el cabello.
"¿Qué harías tú, Injun?" murmuró al vacío.
La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se celebraba en uno de los salones más antiguos, con muros reforzados para resistir hechizos complejos. El profesor Johnny estaba de excelente humor, y los estudiantes lo sabían: ese humor implicaba peligro.
"Duelo por parejas. Sin maleficios mayores, sin partir narices... y por favor, esta vez, sin quemar a nadie," dijo con una sonrisa mientras pasaba al centro del aula.
El aula estaba más iluminada que de costumbre. Johnny caminaba entre los alumnos ajustando posiciones de guardia y recordándoles que el duelo era un ejercicio de control, no de agresión. Los alumnos formaban filas, emparejados para practicar desarmes y hechizos de contención.
Renjun se colocó junto a Haechan, como de costumbre. Al otro lado del salón, Jaemin y Jeno estaban también juntos. Mark junto a otro chico que Renjun no conocía estaba esperando su turno de supervisión. No había tensión, no esa vez. No todavía.
Entonces ocurrió.
Un destello. Un chispazo de varita mal dirigida. Un grito ahogado.
"¡Rayos, mi brazo!" exclamó un alumno al fondo.
Johnny se giró al instante y se apresuró hacia él, examinándolo con rapidez.
"Te lo torciste. Vamos a la enfermería. No toquen nada. No continúen con los ejercicios sin mí. Ni siquiera la práctica defensiva, ¿entendido?"
El aula asintió en masa. Johnny los dejó con un último vistazo severo, pero no todos siguieron las instrucciones.
En un intento torpe por recuperar una varita caída cerca del baúl, uno de los estudiantes tropezó.
El candado mágico se soltó con un "clic" apenas audible.
Y entonces el aire se quebró.
Tres boggarts salieron disparados con un chirrido desgarrador, como si el miedo se deslizara por las grietas de la realidad. Uno, dos, tres cuerpos de humo se retorcieron en el aire y comenzaron a solidificarse.
Los alumnos gritaron. Algunos retrocedieron. Otros levantaron varitas con manos temblorosas.
Renjun no pensó. Actuó.
"Protego Maxima."
El escudo se alzó a su alrededor, formando una cúpula de protección mágica que cubrió a la mayoría de sus compañeros.
Casi todos.
Casi.
A su derecha, vio a Jaemin y Jeno, más lejos, descolocados tras un cambio de parejas para la rotación. El escudo no los alcanzaba.
Sin pensar, Renjun giró, y extendió una segunda barrera solo para ellos. Con un movimiento seco de su muñeca, extendió una segunda barrera mágica. El aire vibró con un chasquido de poder puro, y el escudo emergió como una cúpula translúcida que cubrió únicamente a Jeno y Jaemin, dejando al resto al amparo del escudo mayor. Lo hizo de forma automática, precisa... y se quedó fuera.
Quedó solo.
Frente a los boggarts.
Complemente solo.
El primero emergió de la niebla mágica como si ascendiera desde el fondo de una pesadilla. No hubo duda. Su silueta, su forma, el modo en que yacía en el suelo... Renjun lo supo al instante.
Injun.
Tendido sobre la madera, con la túnica empapada de un rojo oscuro ya casi seco. El rostro pálido. Los ojos entornados, sin enfoque. El pecho quieto, salvo por un movimiento apenas perceptible, casi burlón, que simulaba la respiración. Un eco muerto de vida.
El tiempo pareció colapsar. La sala de estudio, las estanterías de libros, el crepitar lejano del fuego... todo desapareció. El aire se volvió denso como alquitrán. El sonido del aula desapareció, como si lo envolviera una campana de cristal. Solo quedó ese cuerpo. Ese cuerpo tendido, roto, inerte. Su peor miedo.
Renjun dio un paso.
Otro.
Sus rodillas tocaron el suelo con un golpe hueco, un sonido sordo que lo sacó de su trance. Sus manos, temblorosas, se alzaron por inercia, y rozaron el rostro del boggart. La piel... fría. Maleable como cera, pero tan dolorosamente parecida. Una réplica perfecta del hermano al que había llorado en secreto durante siete años.
La sensación le recorrió la columna como un rayo helado, una verdad que había intentado enterrar bajo capas de magia y risa.
Era él. No lo era. Pero era.
"Injun..." susurró, con una voz que no parecía la suya, un hilo de sonido apenas audible, una súplica para que ese dolor fuera una mentira.
Sus dedos se deslizaron por la mejilla falsa, intentando recordar el calor que ya no existía. Lo sintió muerto, ausente, una presencia que se desvanecía en la oscuridad... pero ese tacto bastó para romper algo dentro de él. Su corazón palpitaba como si quisiera escapar de su pecho. El miedo lo ahogaba, el terror de revivir ese día. El miedo de perderlo de nuevo.
El boggart levantó la cabeza. Abrió sus ojos, que eran dos pozos vacíos, sin vida, sin alma. Una burla de la vida, oscuros, idénticos a los de su hermano.
"Me dejaste morir, Renjun."
El impacto de esas palabras fue físico. Un golpe sordo que le vació el pecho. Renjun se dobló sobre sí mismo, el aire se le escapó de los pulmones. El mundo se le puso borroso, su mente giró, cayendo en un abismo de terror y culpa.
"No..." jadeó sintiéndose entumecido. "No quería... Yo traté..."
Pero en el fondo, una voz fría y cruel le susurró la verdad. No lo hizo en realidad. No lo logró. Falló.
La culpa se le encajó bajo la piel como fragmentos de cristal. Cerró los ojos con fuerza, pero la imagen no desapareció. El suelo bajo sus rodillas estaba helado. Sus manos, todavía sobre el rostro de Injun, parecían ya no pertenecerle.
"Lo siento. Lo siento tanto... hermano."
El boggart no tenía alma, pero su crueldad era precisa.
"¿Para esto me dejaste morir?" continuó la figura, su voz un eco hueco de la de Injun. "¿Para convertirte en esto? ¿En un arma usada por otros? ¿En un monstruo solitario?"
"Yo..." intentó decir, pero el aire en sus pulmones no se movía. No había respuesta. Solo el eco de la voz fría y cruel en su cabeza que le decía que todo lo que decía el boggart era verdad.
"No fuiste lo suficientemente fuerte. No fuiste suficiente. Nunca lo fuiste." la voz de Injun se hizo cada vez más fuerte, el tono de sus palabras cortaba a Renjun como si fueran cuchillos. "Morí porque no fuiste suficientemente fuerte para protegerme."
Y eso lo quebró. El dolor en su pecho era tanto que le costaba respirar, se sentía pequeño, indefenso e increíblemente culpable, porque tenía razón, el boggart tenía razón.
Detrás del boggart, las otras dos figuras comenzaron a tomar forma. Su presencia se sintió antes que su imagen: un frío punzante, una presión en el pecho, como si el aire se hubiera vuelto escaso.
Sus padres.
Altos, como estatuas, envueltos en túnicas formales, casi ceremoniales. El rostro de su madre, severo, con labios finos y sin rastro de emoción, su cabello rubio caía en una cascada en su espalda. Su padre, con la mirada afilada como una daga, los brazos cruzados como si juzgara un crimen imperdonable.
El boggart de Injun levantó la cabeza y le gritó a Renjun, su voz llena de una rabia helada.
"¡Morí por tu culpa! ¡Me dejaste morir!"
Renjun se encogió. El ataque venía de todos lados ahora.
"Eres una decepción," dijo su madre con voz plana, un golpe tan certero como un hechizo.
"Todo lo que tocas muere," murmuró su padre con una sonrisa ladeada. "Primero tu hermano. ¿Después quien será? ¿Hyeongjun?"
"No fuiste lo suficientemente poderoso."
"No fuiste leal."
"No fuiste nuestro hijo."
Las palabras lo aplastaban desde dentro. Eran cuchillas hechas de voz. Resonaban en el cráneo como martillos de eco eterno.
Afuera del escudo, Jaemin golpeaba el borde mágico. Sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de un horror que Renjun no podía sentir, pero que sabía que estaba allí. Sus nudillos se volvieron blancos, luego rojos, mientras golpeaba una y otra vez la barrera invisible. Detrás de él, Jeno lo imitaba, su rostro retorcido en un grito silencioso que Renjun no oía.
Para Renjun, todo era un zumbido. Un eco sordo. Como si estuviera atrapado bajo agua. Las figuras de los estudiantes y amigos se movían como si estuvieran en una película muda. Sus manos se agitaban, sus bocas se abrían y cerraban, pero no había sonido. Solo había las voces que ya conocía. Las de siempre. Las que no necesitaban volumen para desangrarlo por dentro.
Renjun bajó la mirada. Siguió en el suelo un momento más, como si no pudiera moverse. Como si la culpa lo encadenara.
Pero entonces, desde esa oscuridad espesa, surgió otra cosa.
Rabia.
No furia. No gritos.
Frialdad. Determinación.
El tipo de rabia que no destruye. La que delimita. La que construye una frontera.
Renjun se puso de pie. Lento. Como si su cuerpo pesara toneladas. Pero lo hizo. El frío en su pecho seguía ahí. Las lágrimas amenazaban. Pero no cayeron.
Giró hacia las figuras.
El rostro impasible. La voz apenas un susurro.
"No dan tanto miedo." su voz pareció calar profundamente en el frío de la habitación.
Los boggarts titilaron, desconcertados.
"No ustedes," repitió, más firme, levantándose. "Porque ellos... ellos sí daban miedo de verdad."
Dio un paso.
Los boggarts de sus padres lo observaron, como si dudaran en seguir con su teatro.
"Vuelvan al baúl," ordenó, como si no estuviera enfrentando magia, sino sombras comunes. "Ahora."
Los boggarts no se movieron.
Renjun dio un paso más.
Las criaturas temblaron. La fría mirada de Renjun los obligaba a retroceder. Como si el odio ya no tuviera dominio sobre él. Como si el dolor, al fin, hubiera encontrado armadura.
El boggart de su madre frunció el ceño. El del padre alzó una mano. Pero Renjun no tembló.
Se giró hacia Injun. Lo miró una última vez. El cuerpo seguía ahí. Silencioso. Frágil. Tan parecido a su hermano real... que le dolía respirar.
"Lo siento," dijo cerrando los ojos. "Y no sé si eso basta. Pero lo siento."
Pero el boggart de Injun ahora se levantó y se puso al lado de sus padres, y mirándolo desde ahí volvió a repetir esas palabras.
"Me dejaste morir Renjun" era la misma voz de su hermano. "¿Acaso no me amas?"
Renjun incapaz de ver eso por un segundo se giró hacia los chicos, Jeno y Jaemin tenían unos rostros preocupados, casi en pánico, Renjun no lo entendía, pero eso le dio valor, volvió a encararlos, alzó la barbilla, y vio a los tres boggart.
Ellos, claro, lo intentaron una última vez.
"Todo lo que haces es muerte, Renjun," siseó su madre.
"Eres una sombra," dijo su padre. "Un error."
"Me dejaste morir" Susurro Injun.
Renjun no respondió.
Las palabras no fueron un grito, sino un susurro cortante. Una orden. Y lo hicieron, bajo la atenta mirada gélida de Renjun. La figura de sus padres se desvaneció, encogiéndose, sus voces se silenciaron. El boggart de Injun retrocedió, su rostro inexpresivo. Como un espectro, se deslizó hacia el baúl.
La caja se cerró con un chasquido de madera que sonó más fuerte de lo que debería. Como una sentencia. Como una lápida. El chirrido de la madera cerrándose marcó el final.
El silencio que siguió fue absoluto. El escudo seguía en pie. La sala entera contenía el aliento.
Johnny que había vuelto. Estaba junto a la puerta, quieto, con los ojos muy abiertos.
Se acercó unos pasos.
"Renjun..."
No hubo respuesta.
"Puedes bajar el escudo. Ya está."
Renjun alzó una mano.
Con un gesto casi automático, deshizo la barrera. La magia se disipó con un suspiro apenas audible.
No dijo nada.
Ni miró a nadie.
Solo caminó hacia la salida.
Como si ya no estuviera allí.
Como si hubiera dejado algo importante... encerrado con los boggarts.
Y nadie, ni siquiera Jaemin o Jeno, se atrevió a detenerlo.
Porque entendían que, en ese momento, no había nada que pudieran decir que él no hubiera escuchado ya... de sus propios fantasmas.
La torre de las lechuzas estaba silenciosa a esa hora. Un viento húmedo soplaba desde los tejados, cargado de la bruma del lago cercano. Las jaulas vacías crujían con cada ráfaga, como si los fantasmas de mensajes no enviados susurraran en el aire.
Renjun se detuvo en la entrada.
La piedra bajo sus zapatos parecía más fría que nunca. Sus botas mojadas por la lluvia dejaban una huella casi invisible sobre el musgo que crecía entre las grietas del suelo.
No estaba ahí por instinto.
Había caminado.
Había huido.
No sabía de qué, exactamente.
Quizás de las palabras del boggart. O de las que no había tenido el valor de decir. O de la expresión de Jeno, queriendo alcanzarlo. O de Jaemin, que lo miraba como si supiera.
Pero ahora, frente a la torre, sintió un vacío más denso que la oscuridad.
No estaba.
Su cuervo no estaba.
Solo entonces comprendió la magnitud del error. Lo había enviado a entregar el mensaje a Taeju, sin pensar en las consecuencias. Lo había hecho por impulso. Por necesidad. Por su misión.
Y ahora que lo necesitaba más que nunca, estaba solo.
Se apoyó contra la pared de piedra, el cuerpo rígido, la frente sudada pese al frío.
Sus dedos se aferraron a la capa empapada. Quería controlar la respiración. Quería que dejara de doler. Pero el pecho ardía. El corazón golpeaba con la violencia de un recuerdo reprimido. Las voces de sus padres aún le murmuraban al oído.
Injun.
Injun en el suelo.
Su cuerpo aún temblaba. Los labios le sabían a cobre. Y entonces una voz lo sacó del abismo.
"¿Renjun?" Helena Ravenclaw flotaba a unos metros de él, translúcida, con la luz de la luna filtrándose a través de su silueta. "¿Estás bien?"
Renjun levantó la mirada, y por primera vez en mucho tiempo... no fingió. No dijo que sí. No lo ocultó.
Su cuerpo se deslizó hacia el suelo, con la espalda ahora apoyada en la piedra. Se dejó caer, con las rodillas flexionadas y los brazos cruzados sobre ellas. Bajó la cabeza.
Y lo dijo. Por fin.
"No. No estoy bien."
Helena no se movió, pero su expresión cambió. Había compasión en su rostro. Una calma antigua.
"¿Qué necesitas?"
Renjun alzó la mirada. Su voz salió áspera. Seca.
"Lo que necesito... me está destruyendo." Murmuró con sarcasmo.
Helena inclinó ligeramente la cabeza.
"¿Qué es?" Pregunto, y parecía que realmente estaba preocupada.
Renjun tragó saliva, como si decirlo fuera un acto de traición.
"El Corazón de Salazar Slytherin."
El viento se detuvo.
Por un segundo, ni siquiera el sonido del aleteo lejano interrumpió el silencio.
Helena descendió levemente, su vestido etéreo ondeando en el aire inmóvil.
"¿Sabes lo que pides?" Pregunto con voz baja.
"Sí." Renjun cerró los ojos. "Y no. Solo sé que lo necesito. Necesito mis recuerdos de vuelta. Necesito saber quién soy, o por qué estoy aquí. Necesito... irme antes de que este lugar me ablande. Antes de que me olvide de lo que vine a hacer."
Helena lo observó largo rato.
"¿Y qué viniste a hacer?"
Renjun no respondió. No podía.
Helena descendió hasta quedar justo frente a él, flotando a su altura.
"¿Y si este lugar no te está ablandando, Renjun... sino curando?"
Él río sin voz. Apenas un movimiento de labios quebrados.
"¿Cura? ¿Curar qué? ¿Una raíz podrida?"
Helena ladeó la cabeza. Sus ojos eran como niebla líquida.
"No eres una raíz. Eres una semilla. Aún puedes elegir qué crecer."
"No puedo elegir nada. Nací con una misión. Con una estructura. Con una culpa. Lo único que me queda es cumplirla. Y si no lo hago... todo este dolor habrá sido en vano." Su voz se quebró en el último momento.
Un silencio pesado se impuso entre ellos.
Helena, por fin, habló.
"El Corazón... no es algo que se busca con furia, Renjun. Es una prueba. No de poder. De convicción."
"¿Entonces sabes dónde está?" Pregunto confundido y preocupado, no lo entendía, eso era lo que quería saber, pero entonces, ¿por qué Renjun sentía que estaba traicionando a alguien al preguntar?
Helena no respondió de inmediato. Su voz se volvió más baja, más temblorosa.
"Una vez, alguien lo buscó. No por ambición, sino por redención. Murió antes de llegar. Pero dejó pistas. En un lugar donde Salazar nunca permitiría ser olvidado." Helena parecía en contradicción, pero cuando Renjun miro sus ojos, estaban llenos de determinación. "En un lugar donde solo los que se sienten traicionados pueden entrar sin ser destruidos."
Renjun frunció el ceño.
"¿Dónde?" Pregunto una vez más.
Helena lo miró con una tristeza imposible de medir.
"La Cámara... no es lo único que Salazar dejó bajo Hogwarts."
La piedra se estremeció bajo sus pies, como si el castillo hubiese escuchado.
Renjun se tensó. Algo en esas palabras le revolvió el estómago.
"¿Qué lugar es ese?"
Helena dio media vuelta, y su voz fue apenas un murmullo entre las sombras.
"Busca bajo el aula de Pociones. Donde la piedra no ha sido tocada en siglos. Donde el veneno no se evapora, sino que se guarda. Ahí... tal vez encuentres la primera puerta."
Y desapareció.
Renjun permaneció ahí, solo, con el viento volviendo a silbar entre las piedras. El corazón latiendo lento, pesado. El pecho ardiendo. Y una nueva pregunta germinando entre las ruinas de todo lo que creía saber.
¿Y si no quería encontrarlo?
¿Y si no era el poder lo que necesitaba... sino la verdad?
La noche no respondió. Solo el eco de las alas que no estaban.
Y la ausencia de su cuervo... que dolía como si le hubieran arrancado una parte del alma.
El Gran Comedor zumbaba con el ruido habitual de la cena. Las velas flotaban como siempre, los platos se llenaban con generosidad, y las conversaciones entre casas tejían una sinfonía de risas y discusiones suaves. Pero cuando Renjun cruzó las puertas, fue como si una ráfaga de viento helado cortara el ambiente sin avisar.
Caminó recto, sin mirar a nadie. Sus pasos eran mecánicos, las manos sueltas a los costados, los ojos vacíos. El silencio que lo envolvía no era el de alguien que quería estar solo, sino el de alguien que ya no estaba del todo presente.
Un alumno de cuarto año, de Ravenclaw, pasó corriendo junto a él, con la capa desordenada. Tropezó con Renjun y casi lo tira al suelo.
"Lo siento," dijo el chico, apurado y con horror al descubrir con quién había chocado.
Renjun bajó la cabeza al chico más bajo.
"No, está bien. Fue mí culpa," murmuró en un susurro.
La frase, dicha sin tono, sin irritación, sin el mínimo rastro de la hostilidad habitual... congeló a más de uno que la oyó.
Renjun nunca decía cosas así.
Nunca aceptaba culpas que no eran suyas. Nunca dejaba pasar una colisión sin mirar con ojos afilados.
Pero ahora, simplemente... siguió caminando.
Al llegar a la mesa, los chicos lo vieron de inmediato. Fue Jisung el primero en hablar, con los ojos abiertos y la voz quebrada de preocupación.
"¿Renjun...? ¿Estás bien?"
Renjun lo miró como si no entendiera la pregunta. Tardó unos segundos en responder, como si las palabras fueran piedras arrastradas desde el fondo de un lago.
"Estoy bien," dijo, su voz era monótona. Vacía. Sin alma.
Todos dejaron de masticar.
Haechan fue el primero en reaccionar. Con movimientos lentos, casi reverenciales, sirvió un poco de estofado en el plato de Renjun cuando se sentó a su lado y empujó el plato hacia él.
"Come algo," susurró, con una suavidad que no usaba con nadie más.
Renjun bajó la mirada al plato, pero no se movió.
Chenle, sentado justo al otro lado, deslizó su mano por la nuca de Renjun, acariciando con cuidado su cabello, como si temiera que se deshiciera con el contacto.
"Lo que viste... fue muy fuerte," murmuró despacio. "No tienes que hablar de eso. Solo... quédate."
Renjun asintió apenas, pero sus ojos no veían el estofado. Ni los rostros. Ni las velas.
Sólo veía el suelo de piedra frío.
Y el cuerpo de Injun.
Una y otra vez.
Cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba. Sangrando. Respirando mal. Diciendo su nombre.
Injun.
Su hermano.
"Lo dejaste morir."
Su pecho se comprimía con cada latido. Como si hubiera un anillo de hierro apretándole los pulmones, impidiéndole respirar hondo. Las voces de los demás llegaban amortiguadas, como si estuvieran bajo el agua, como si el mundo real fuera una sala lejana desde donde escuchaba ecos deformes.
"Renjun..." dijo Mark con una expresión seria, pero dolorida al otro lado de Haechan. "Lamento mucho lo de tu hermano. Nadie... nadie debería tener que ver algo así, aunque sea un boggart."
Renjun giró la cabeza apenas. Sus ojos se enfocaron un segundo en Mark, luego se perdieron de nuevo.
"Lo sé," respondió. Su voz era un susurro seco.
Jaemin al frente de él no dijo nada al principio. Solo extendió la mano y la dejó junto a la de Renjun, sin tocarlo, pero ofreciéndole una presencia real. Conectada.
"Gracias por protegernos," dijo finalmente. "No deberías haberlo hecho tú solo. Pero gracias."
Jeno lo miraba como si buscara una grieta por donde alcanzarlo.
"Ese boggart... no tenía derecho a usarlo contra ti," dijo, con voz grave. "No sé cómo lo resististe, pero... lo hiciste. Lo enfrentaste."
Renjun parpadeó. Lentamente. Bajo sus manos de la mesa viendo la mueca de Jaemin. Sus dedos se aferraron al borde del banco, como si necesitara anclarse.
"Porque ustedes estaban detrás de mí," murmuró incapaz de mirarlos. "Y no podía dejar que los tocara." Su voz se quebró en la última palabra. Un segundo. Apenas.
Pero suficiente.
Haechan deslizó su brazo tras su espalda con lentitud y lo dejó reposar ahí, sin apretar, sin hablar.
Renjun cerró los ojos un instante. Solo un instante.
Y otra vez vio a Injun.
Y otra vez escuchó la voz que decía:
"Me dejaste morir".
Tragó saliva.
Sus manos temblaban sobre sus piernas, pero no se fue.
Por primera vez, se quedó en la mesa. Sin hambre. Sin fuerza.
Pero acompañado.
Los demás siguieron hablando entre ellos, con tono bajo, dejando que el silencio de Renjun existiera, que respirara a su ritmo.
Y aunque no lo miraba directamente, Renjun sentía el calor a su alrededor. Las manos cerca en su espalda. Las voces suaves. La vida latiendo cerca de su piel adormecida.
Y supo que no estaba solo.
A pesar del vacío.
A pesar del recuerdo que no lo soltaba.
No estaba solo.
Y tal vez, solo tal vez, no lo estaría más. Con un poco de suerte.
El murmullo en el Gran Comedor seguía su curso, pero alrededor de Renjun, el mundo se sentía amortiguado. Como si cada ruido se filtrara a través de un velo espeso. Entonces, una sombra familiar se detuvo junto a él.
El profesor Johnny.
Traía una taza humeante entre las manos, de cerámica simple y encantada para no derramarse, con un delicado vapor de menta y algo de jengibre.
"Renjun," dijo con voz baja, amable pero firme, "te traje esto."
Renjun lo miró como si no lo reconociera al principio. Luego bajó los ojos a la taza.
"Es solo té," añadió Johnny, sin presionarlo. "No cura nada. Pero ayuda... a volver al cuerpo."
Renjun alzó la mano con lentitud, la tomó... y la sostuvo entre los dedos sin probarla al principio. Sus manos temblaban apenas, lo suficiente para que la superficie del líquido ondulara suavemente.
"No tienes que hablar ahora," continuó el profesor, en voz aún más baja. "Solo quiero que sepas que si necesitas... cualquier cosa, estamos aquí. Yo estoy aquí. Lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso. Sé lo que un boggart puede hacer. Pero esto... esto fue más."
Renjun asintió, apenas. Sin levantar la mirada.
"No quiero hablar," dijo con voz ronca.
"Está bien," respondió Johnny sin molestarse. "Gracias por proteger a tus compañeros. Eso... no fue poca cosa."
Y sin esperar más, se retiró. Lo dejó respirar.
Renjun acercó la taza a sus labios. Bebió un sorbo. Le supo amargo y caliente, y sintió cómo le bajaba por la garganta con un cosquilleo áspero. Lo obligó a sentir su cuerpo por un instante. A quedarse.
Jeno, que había permanecido en silencio al frente, desvió la mirada brevemente, como buscando una forma de alcanzarlo sin hundirse más en la tristeza.
"Hey..." dijo, rascándose la nuca con torpeza. "¿Recuerdas cuando Haechan casi incendia el aula de Transformaciones intentando convertir un inkwell en una tortuga?"
Renjun no respondió de inmediato. Pero su ceja derecha se arqueó apenas.
"Salió corriendo por la ventana," añadió Jeno. "El tintero. No Haechan. Aunque él casi lo sigue."
Renjun soltó un respiro. No era una risa. Pero tampoco era un suspiro vacío.
"Lo recuerdo," murmuró, había sido hace unos días.
Chenle, con la cabeza apoyada en el hombro de Renjun como si fuera lo más natural del mundo, deslizó su mano lentamente por su espalda, de arriba hacia abajo, como si lo mantuviera anclado al banco.
Haechan, desde el otro lado, hacía lo mismo, con los dedos jugando entre los pliegues de la túnica de Renjun, muy suave, muy presente.
Jaemin, frente a él, no dijo nada. Solo volvió a girar la mano y la dejó sobre la mesa, palma arriba. Un gesto silencioso. Nada exigente. Nada urgente.
Renjun lo miró. No entendía al principio. Luego sí.
Dejó la taza, y lentamente, colocó su mano sobre la de Jaemin.
Los dedos de Jaemin se cerraron con cuidado. Sin apretar. Poco después, Jeno alargó su propia mano, cubriendo las de ambos.
Sonrió. Una sonrisa leve. Honesta.
Y por primera vez en todo el día, Renjun sintió algo tibio dentro del pecho. No era alivio.
No era felicidad.
Pero era calor.
Y por ahora, eso bastaba.
La cena llegaba a su fin y los estudiantes comenzaban a dispersarse por el Gran Comedor. Los platos se iban vaciando y la conversación se deshacía en murmullos bajos.
Renjun permanecía en su sitio, aún con la taza de té en las manos, ahora apenas tibia. No había comido mucho, pero el calor del grupo a su alrededor lo mantenía unido, de algún modo.
Jisung fue el primero en levantarse, su túnica arrugada y su cabello desordenado.
"Te veré mañana" dijo con voz suave, y luego, con un gesto un poco torpe, se inclinó hacia Renjun y lo abrazó.
Fue breve, pero real. Honesto.
Renjun, sorprendido, se quedó quieto un instante... y luego, lentamente, alzó los brazos y le devolvió el abrazo. Sus dedos temblaron un poco al tocar la espalda del chico, no recordaba cuando había sido su último abrazo así, cree que quizás Hyeongjun semanas antes del ataque de los aurores, pero ese momento le parecía tan lejano ahora.
"Gracias" susurró, sin saber si lo había dicho para Jisung o para sí mismo.
Chenle apareció justo después, con su sonrisa de costumbre algo más tenue pero firme.
"No te acostumbres mucho a estar así de callado, ¿sí? Te prefiero cuando me lanzas sarcasmo."
Y sin esperar respuesta, también lo abrazó. Más fuerte, más rápido.
"Voy a patearte el trasero si te vuelves un mártir" añadió en su oído.
Renjun no pudo evitar sonreír, apenas.
"Tienes que alcanzarme primero."
Chenle rió, satisfecho.
Mark se despidió con una palmada en el hombro, pero al ver que los demás lo abrazaban, vaciló... y luego también lo hizo. Con firmeza.
Sus brazos envolvieron a Renjun con calidez madura, y su voz le rozó el oído.
"Estoy orgulloso de ti."
Renjun se tensó. Pero no lo rechazó.
Haechan fue el último. Se quedó mirándolo con los ojos algo brillantes, y luego, con una sonrisa más suave de lo normal, lo estrechó entre sus brazos sin previo aviso.
"Me preocupas más cuando no contestas mis bromas" murmuró.
"Estás diciendo que mis burlas te hacen falta" susurró Renjun contra su hombro, casi sin fuerza.
"Sí" replicó Haechan, apretándolo un poco más antes de soltarlo.
Cuando todos se despidieron y comenzaron a alejarse hacia sus respectivas salas comunes, Renjun se quedó un instante de pie, sin saber hacia dónde moverse. Hasta que Jaemin se acercó a su lado, seguido por Jeno.
"Vamos contigo" dijo Jaemin con sencillez. No era una pregunta.
Renjun asintió sin hablar.
El pasillo que llevaba a las habitaciones privadas de los prefectos y estudiantes especiales en Slytherin estaba casi desierto. La piedra húmeda del suelo devolvía un eco suave de sus pasos, y el aire olía a musgo y magia vieja.
Renjun se detuvo frente a su puerta. La madera oscura parecía más pesada que nunca.
Jaemin y Jeno, que lo habían acompañado desde el Gran Comedor sin decir mucho, se quedaron a su lado. No lo apuraron. No se movieron.
Renjun alzó la mano hacia el picaporte... pero no lo tomó.
Se quedó ahí, inmóvil, mirando la puerta como si no supiera cómo abrirla. O como si detrás de ella hubiera algo más que un cuarto en penumbra: Recuerdos, silencio, soledad. Y una cama que se sentía demasiado grande cuando los recuerdos los atacaban.
Entonces Jaemin habló, sin presión, con la voz apenas un susurro.
"¿Quieres que nos quedemos contigo?"
Renjun parpadeó. Giró la cabeza lentamente hacia él. Jaemin estaba de pie, los ojos bajos, las manos entrelazadas tras la espalda.
Jeno, junto a él, añadió con suavidad.
"Podemos quedarnos solo un rato. Si no quieres estar solo esta noche..."
Renjun los miró a ambos. Por un momento su expresión fue ilegible. Luego asintió, casi imperceptiblemente. Y abrió la puerta.
El interior de la habitación era sobrio. Una cama ancha, una estantería con libros alineados de forma obsesiva, una lámpara flotante suspendida sobre un escritorio ordenado al extremo. La única nota personal era un cojín oscuro junto a la ventana, donde usualmente dormía Flicker, estaba vacío.
Renjun se sentó al borde de la cama, sin quitarse la túnica. Miró al frente, a la pared de piedra. Sus manos aún temblaban levemente.
Jaemin se sentó a su lado con movimientos tranquilos, dejando espacio, pero manteniéndose cerca. Jeno se acomodó en el suelo, cruzando las piernas y apoyando los brazos en el colchón, justo frente a Renjun.
El silencio era blando. No pesaba.
Jaemin miró sus propias manos por un segundo, luego giró la palma hacia arriba, descansándola sobre la colcha, cerca de Renjun.
Un gesto sin palabras. Una invitación.
Renjun dudó. Luego bajó su mano lentamente, como si pesara toneladas, y la colocó sobre la de Jaemin.
No la apretó. No la sostuvo fuerte.
Pero no la soltó.
Jeno, al verlo, levantó una mano y la colocó sobre las suyas dos. Sonrió apenas. No dijo nada.
Renjun tragó saliva, sintiendo el calor en su piel.
"No lo merezco," pensó. "Pero lo necesito tanto."
"Gracias" susurró, por primera vez en mucho rato.
"No hay de qué" dijo Jaemin con ternura, entrelazando los dedos con los suyos.
Jeno ladeó la cabeza.
"¿Quieres que hablemos de algo tonto? ¿Quidditch? ¿Qué tan horrible estaba la tarta de calabaza hoy?"
Renjun dejó escapar una risa diminuta, rota pero honesta.
"Era una ofensa a la repostería mágica" respondió.
"Sabía a pergamino viejo" dijo Jaemin.
"Creo que tenía pelos" añadió Jeno, fingiendo una mueca de horror.
Y por un momento, Renjun se sintió humano otra vez.
No una herramienta. No un escudo. No una herida con forma humana.
Solo un chico de dieciséis años, con los ojos enrojecidos y las manos frías... pero sostenido.
"¿Se quedarán un rato?" preguntó en voz baja, como si temiera la respuesta.
"El tiempo que quieras" respondieron ambos, al unísono.
Jaemin se recostó con cuidado a su lado, sin soltar su mano. Jeno se arrastró hasta apoyarse también en la cama, su cabeza descansando en el borde del colchón.
No hablaron más. No hicieron promesas.
Solo estuvieron ahí.
Y cuando Renjun finalmente cerró los ojos, no vio a Injun. Solo sintió el calor de dos presencias que, por una noche, no lo dejaron caer.
La luz matinal se filtraba tenue por la ventana encantada, proyectando un suave resplandor sobre la piedra. Un silencio cálido llenaba la habitación, interrumpido solo por el leve crujir de las cobijas al moverse y una pequeña respiración rítmica cerca del oído de Renjun.
Abrió los ojos lentamente.
Tardó varios segundos en entender dónde estaba.
Su propia cama. Su habitación. La manta hasta el pecho. Su varita sobre la mesita de noche. Y dos cuerpos a cada lado del suyo, uno a su izquierda, el otro a su derecha. Tan cerca que sentía el calor que emanaban, el roce apenas perceptible de una pierna sobre la suya y el peso de un brazo que descansaba sobre su cintura.
Jeno.
Jaemin.
Ambos dormidos. Ambos... abrazándolo.
Renjun contuvo la respiración.
No recordaba en qué momento se había dormido, ni cómo habían terminado así. Solo sabía que se sentía rodeado.
Protegido.
Y expuesto.
El pánico de la noche anterior seguía ahí, agazapado bajo su piel como un susurro frío. Ver a Injun otra vez. Escuchar su voz. Sentir su piel falsa entre sus manos, ver sus ojos. Todo eso aún palpitaba en su pecho como una herida abierta. Pero... dolía menos.
Un poco menos.
Sus mejillas se tornaron rosadas cuando bajó la vista y vio algo más.
Flicker.
El pequeño Bowtruckle estaba encaramado tranquilamente en la cabeza despeinada de Jeno, observándolo con sus ojos diminutos y brillantes como si fuera el guardián de un secreto antiguo. Sus patas largas enredadas en el cabello azul, su cuerpo delgado balanceándose ligeramente con cada respiración del chico.
Renjun abrió los ojos con horror contenido. Si Flicker se movía demasiado, despertaría a Jeno.
Con extrema delicadeza, estiró una mano, murmurando apenas.
"Vamos, pequeño... ven conmigo..."
Flicker obedeció con un salto ágil, trepando por sus dedos hasta instalarse en su pecho. Renjun soltó un suspiro contenido.
Pero entonces vio el cabello revuelto de Jeno. Esa maraña rebelde que se alzaba en direcciones distintas por culpa del sueño y el Bowtruckle.
Con una mezcla de ternura y timidez, Renjun levantó una mano para intentar alisarlo.
Pasó los dedos por los mechones rebeldes, concentrado, como si intentara domar una criatura mágica salvaje.
Y fue entonces cuando los ojos de Jeno se abrieron.
"¿Estás... peinándome?" murmuró, con voz ronca de sueño y una sonrisa perezosa que le encendió las mejillas a Renjun al instante.
Renjun retiró la mano de golpe, como si se hubiera quemado.
"¡No! O sea... sí. Pero... tenías a Flicker en la cabeza. Iba a despertarte..."
"Ajá" respondió Jeno, girando ligeramente hacia él sin borrar esa sonrisa ladeada. "Entonces estabas acariciando mí cabello por responsabilidad mágica. Lo entiendo."
"¡No estaba acariciando nada!" Renjun se encogió, con las mejillas encendidas. El tono bajo de su voz no ocultaba el temblor que lo recorría.
Jeno soltó una risa suave. De esas que vibraban en el pecho y eran casi contagiosas.
"Aw, estás tan rojo que podrías fundir una piedra lunar."
La risa de Jeno fue suficiente para que Jaemin, aún con los ojos cerrados, se desperezara con elegancia y murmurara.
"Buenos días... ¿cómo están mis dos chicos favoritos?"
Renjun emitió un ruido ininteligible, mitad protesta, mitad vergüenza. Y Jaemin, abriendo un ojo, sonrió como un gato satisfecho.
"Oh, sí. Definitivamente lo son. Y ustedes dos, compartiendo cama, mirándose como en esos libros que le prestas a Mark... qué adorable."
"Jaemin" gruñó Renjun en voz baja, cubriéndose el rostro con una mano.
"¿Sí?" respondió, inocente.
"Cállate."
Pero la risa de Jeno se volvió más fuerte, y Jaemin lo acompañó con una carcajada contenida. El ambiente se llenó de algo liviano, cálido, que se deslizaba por los bordes de la herida en el pecho de Renjun como una venda invisible.
No todo estaba bien.
Pero, por un instante, él sí lo estaba.
Y mientras sus dedos seguían enredados con los de Jaemin, y Flicker se acurrucaba contra su pecho, y Jeno lo miraba como si su risa hubiera sido el mejor regalo de la mañana, Renjun pensó que quizás podía permitirse este momento.
Aunque fuera solo por hoy.
Cuando la luz llenó por completo la habitación, fue Jaemin quien se desperezó primero. Con un bostezo contenido y el cabello hecho un desastre, se incorporó lentamente, frotándose los ojos.
"Tengo que volver a Ravenclaw antes de que el prefecto me ponga a patrullar los pasillos por andar desaparecido" murmuró, estirando los brazos.
Jeno abrió un ojo, todavía abrazado a Renjun, y murmuró con voz ronca.
" ¿Qué hora es?"
"Hora de bañarnos y dejar de parecer alumnos fugitivos" respondió Jaemin, bajando de la cama con torpeza.
Renjun apenas había movido un músculo. Estaba despierto, con Flicker aún acurrucado en su pecho, la cabeza entre los hombros de Jeno, y las mejillas teñidas de ese rubor rosado que ya parecía parte de su expresión matinal.
"Nos veremos antes del desayuno" dijo Jeno, estirándose un poco sin moverse de la cama. "Si es que tú quieres... que nos veamos."
Renjun no respondió de inmediato. Solo asintió con lentitud, como si temiera romper algo frágil al hablar.
Jaemin sonrió al verlo tan callado.
"Entonces nos vemos pronto, príncipe de las sombras" dijo con una reverencia burlona y ya con un pie en la puerta.
"No olvides avisar si algo pasa chico oscuro. " añadió Jeno con una sonrisa cómplice.
Ambos salieron casi riendo por el pasillo, dejando a Renjun sentado, mirando la puerta cerrarse tras ellos, las orejas tan rojas como si acabara de lanzar una maldición incendiaria accidental.
El Gran Comedor estaba ya lleno de murmullos, platos flotando, tazas de café y calderos de jugo de calabaza cuando Renjun entró con paso pausado.
Los chicos ya estaban allí: Mark con el cabello aún húmedo, Haechan con la túnica torcida, Chenle contándole algo en voz baja a Jisung, y este último mirando hacia la entrada apenas Renjun cruzó el umbral.
Lo vieron.
Y por un momento, el bullicio interno de la mesa se detuvo.
Como si todos estuvieran esperando si sería el Renjun de la noche anterior. O el de siempre.
Pero Renjun, sin necesidad de palabras, les ofreció una pequeña sonrisa. Sincera. Sutil.
Y se sentó.
Chenle fue el primero en hablar.
" ¿Dormiste bien, alma torturada?"
"Mejor de lo esperado, espectro parlante" respondió Renjun, sin pensarlo.
Haechan soltó una carcajada.
"¡Está de vuelta!"
Jisung le acercó un bol con fruta ya picada, en silencio, sin decir nada más. Solo lo dejó frente a él con suavidad, como un gesto automático. Renjun le lanzó una mirada agradecida y tomó un bocado sin protestar.
Mark, que justo en ese momento observaba la interacción, puso una mano sobre el pecho y soltó un ruido casi dramático.
"¡Por Merlín, eso fue adorable!"
"¿Qué? ¿Yo comiendo fruta?" preguntó Renjun con la ceja en alto.
"No, todo. Tú aceptándola, Jisung en modo madre gallina, y ese suspiro trágico tuyo. Es demasiado para mí corazón."
Renjun alzó la varita como si fuera una daga y murmuró, con fingido dramatismo.
"Muy pronto dejaré de fingir y reclamaré lo que es mío. El ala oeste del castillo. Y sus almas."
Chenle se echó a reír y Haechan lo siguió con un gesto de rendición.
"¡Lo sabía! Siempre supe que eras un mago oscuro. Lo leí en tus ojos de sombra contenida."
"¿Yo?" Renjun fingió modestia. "Jamás. Solo tengo conocimientos profundos en maldiciones antiguas, un cuervo con nombre prohibido y una afinidad por los lugares sin sol."
"Perfectamente normal" asintió Jisung, comiendo tranquilo.
En ese momento, las puertas del Gran Comedor se abrieron de nuevo.
Jaemin y Jeno entraron, ambos con el cabello ordenado y túnicas limpias. Jaemin tenía el cuello de la camisa impecablemente cerrado, mientras Jeno se veía recién salido de un baño helado, aún con gotas de agua atrapadas en la línea del cuello.
Y entonces Renjun los miró.
Y su rostro... cambió.
Un leve sonrojo subió por sus mejillas. Apenas perceptible. Pero para los que lo conocían bien, y ahora lo hacían, fue tan evidente como si hubiera conjurado fuego rosa.
"¡¿Renjun?!" exclamó Haechan, con una sonrisa burlona. "¿Qué es esa cara?"
"Haechan" intervino Jisung con el ceño fruncido. "Déjalo en paz."
"¡Pero se sonrojó! ¡Renjun se sonrojó! ¡Al verlos entrar!"
"¡Silencio, por favor!" dijo Renjun, hundiéndose un poco en su túnica.
Jeno llegó a su lado con una sonrisa triunfante.
"¿Nos extrañaste?" preguntó, sentándose justo a su derecha.
"Cállate" murmuró Renjun, ocultando su rostro con la taza de jugo.
Jaemin, sentado hizo espacio al otro lado, estiró un brazo por detrás de Renjun y chocó su puño suavemente con el de Jeno.
"Te dije que iba a pasar." murmuró Haechan rodando los ojos.
"Lo sabíamos" dijo Mark desde el otro lado. "Estaba escrito en los astros. Y en los informes de la profesora Kang."
Y Renjun, en medio de todos, cubierto de cariño, bromas y miradas suaves, suspiró con resignación... y sonrió.
No completamente.
Pero sí lo suficiente.
Después del desayuno, el grupo caminó entre risas por los pasillos iluminados rumbo a la siguiente clase: Runas Antiguas con el profesor Xiaojun.
La sala estaba adornada con tapices de símbolos rúnicos girando lentamente en el aire y la pizarra encantada ya mostraba el tema del día en un dialecto ancestral que parecía haber sido escrito con luz líquida.
Xiaojun, de pie junto a su escritorio, los recibió con una sonrisa amistosa y una pila de pergaminos gruesos.
"Buenos días. Hoy vamos a trabajar con un fragmento complejo extraído de una tablilla encontrada en las ruinas del bosque de Barrow. Necesito que lo traduzcan y lo analicen. El texto tiene múltiples capas semánticas y está en una variante de las runas Eldamar. No se frustren si tardan. Está diseñado para hacerlos pensar."
Un suspiro colectivo recorrió la clase.
"Renjun, aquí tienes" dijo Xiaojun, entregándole el pergamino con una media sonrisa. "A ver qué tan bien se te da esta vez."
Renjun tomó el pergamino, lo desenrolló con cuidado, y en cuanto sus ojos repasaron la primera línea, supo que podía hacerlo de memoria.
La sintaxis. Los símbolos. La estructura circular del texto. Todo eso... lo había aprendido desde niño.
En La Raíz.
No dijo nada. Solo tomó su pluma y comenzó a escribir.
Mientras el resto aún intentaba identificar el primer símbolo, Renjun ya había traducido tres párrafos y marcado las conexiones fonéticas y mágicas ocultas en el texto. Hizo un pequeño análisis sobre el uso de duplicación rúnica para evocar maleficios de memoria y sellos de sangre.
Veinte minutos después, lo entregó.
Xiaojun parpadeó sorprendido cuando lo recibió.
"¿Ya?"
"Sí, profesor."
"Bueno... puedes quedarte o irte. Tienes el resto del periodo libre. Buen trabajo, como siempre."
Renjun asintió, agradeciendo en silencio. Pero al girarse, notó las miradas de sus compañeros.
Especialmente la de Haechan, que lo observaba como si Renjun fuera su única tabla de salvación en medio de un océano de símbolos incomprensibles. Jaemin levantó una ceja, inquisitivo. Jeno le sonrió con resignación y murmuró algo como "traición académica" y Mark directamente lo señaló con su pluma.
"Ni se te ocurra dejarnos aquí solos, ¡vas a ver!"
Renjun no dijo nada.
Solo levantó la mano con un movimiento lento, elegante, casi irónico.
Un saludo.
Y se fue.
Detrás de él, alcanzó a oír la voz de Haechan.
"¡Noooooo, traidor! ¡Sabía que no podíamos confiar en los bonitos de Slytherin!"
Y la respuesta inmediata de Mark.
"Concéntrate, Haechan, si te distraes más vas a terminar escribiendo en runas lo que comiste en el desayuno."
Renjun sonrió, apenas. Pero su paso se volvió más firme.
Porque ahora, tenía un destino claro.
Chapter 18: Altercado oscuro
Chapter Text
Renjun caminaba por los pasillos inferiores como si su cuerpo se moviera solo, todavía envuelto en el eco de la clase de Runas, en las risas de los chicos, en el roce accidental de las manos de Jaemin y Jeno sobre la suya esa mañana. Pero su mente, como un péndulo, oscilaba entre ese presente cálido... y las palabras que Helena le había susurrado la noche anterior.
"Busca bajo el aula de Pociones. Donde la piedra no ha sido tocada en siglos. Donde el veneno no se evapora, sino que se guarda. Ahí... tal vez encuentres la primera puerta."
Su paso se volvió más firme, más deliberado, mientras tomaba un desvío que lo alejaba de la biblioteca, de las salas comunes, del ruido de los estudiantes. Descendió por una escalera de piedra que pocos usaban, oculta tras un tapiz de hongos alucinógenos ilustrados, uno que solo se abría al pronunciar un antiguo conjuro de ocultación en parsel.
Bajo el aula de Pociones, el aire se volvía denso. Más frío. Como si el castillo respirara de forma distinta allí.
No había antorchas. Solo una humedad pesada y un silencio profundo que envolvía las paredes con olor a piedra dormida y algo más... algo rancio, venenoso.
Renjun encendió su varita con un leve Lumos. La tenue luz reveló un pasillo estrecho, cuyas paredes parecían manchadas por siglos de filtraciones y alquimia olvidada. Bajó lentamente. Cada paso resonaba con una vibración seca, como si caminara sobre huesos viejos.
No sabía qué buscaba exactamente. Solo sabía que tenía que empezar.
Que había algo ahí.
"Donde Salazar nunca permitiría ser olvidado..."
La frase no dejaba de golpearle las costillas desde dentro. Salazar Slytherin... nunca fue un hombre que confiara en la memoria colectiva. Si había dejado un legado, lo habría enterrado donde solo unos pocos pudieran hallarlo. Donde solo los "traicionados" pudieran entrar sin ser destruidos.
¿Y quién era más traicionado que él?
El hijo que ya no tenía padres.
El hermano que ya no tenía hermano.
El chico que ya no sabía a quién pertenecía.
Renjun se detuvo frente a una compuerta de piedra cubierta por una capa espesa de musgo encantado. No había cerradura visible. Ni manija. Ni símbolo alguno.
Pero la pared vibraba levemente.
Como si algo del otro lado lo estuviera esperando.
Se acercó. Puso una mano sobre la piedra, y el frío lo atravesó hasta los huesos.
Y habló.
"No busco poder " susurró. "Solo quiero entender. Solo quiero... recordar."
Nada.
El silencio se mantuvo.
Pero la piedra... palpitó. No se abrió, pero respondió. Como si estuviera escuchando. Como si lo estuviera midiendo.
Renjun cerró los ojos, apoyando la frente contra la piedra áspera.
Y entonces, sin entender por qué, pensó en Jaemin. En Jeno. En la risa involuntaria que se le escapó esa mañana. En el tacto cálido de la mano de Jaemin sobre la suya. En el cuervo que aún no regresaba. En Injun... y el rostro que ya no podía ver sin sentir que moría un poco más por dentro.
Susurró, apenas.
"No me queda tanto tiempo."
La piedra volvió a latir. Como un corazón enterrado.
Renjun retrocedió un paso.
Y supo que esa era la primera prueba: ser capaz de acercarse sin romperse.
Se giró lentamente, la varita aún encendida, y comenzó a andar de vuelta por el pasillo. No lo había abierto hoy, no aún. Pero lo haría. Porque Salazar no permitiría ser olvidado.
Y Renjun no estaba listo para olvidar quién había sido... ni lo que su hermano había sido para él.
Renjun llegó tarde.
La clase de Cuidado de Criaturas Mágicas ya había comenzado cuando cruzó el límite del claro donde esperaban los estudiantes, con el Bosque Prohibido extendiéndose detrás como un monstruo dormido. Caminó con pasos medidos, intentando no parecer apurado, pero no era difícil notar el leve desorden de su túnica ni la ligera humedad en sus zapatos. Había corrido. Aunque no lo admitiría.
"Renjun " murmuró Jeno apenas él se sentó a su lado en el banco de madera. Su tono era bajo, preocupado. "¿Estás bien? Pensé que no vendrías."
Renjun asintió sin mirarlo. Sus ojos estaban fijos al frente, donde el profesor Ten gesticulaba con entusiasmo cerca de una jaula invisible cubierta con un velo de encantamientos.
"Fui a la Torre de las Lechuzas " respondió, como si no fuera importante. "Solo eso."
Jeno le lanzó una mirada de lado, queriendo creerlo, pero reconociendo esa evasiva cortina de humo que Renjun sabía levantar con maestría. No insistió.
Ten, con su usual energía contagiosa, hizo una pausa dramática y preguntó:
"¿Alguien puede decirme qué criatura posee la capacidad de volverse intangible y tiene una visión que trasciende el tiempo?"
Hubo silencio. Algunos voltearon páginas de sus manuales, otros intercambiaron miradas nerviosas.
Renjun abrió la boca, listo para responder, pero se detuvo cuando escuchó, con voz clara.
"Demiguise" dijo Jeno con seguridad.
Todos se giraron, sorprendidos. Incluso Ten levantó las cejas con visible aprobación.
"Correcto, Jeno. ¿Y puedes decirnos en qué condiciones puede un mago ver a un Demiguise?"
"Solo si el Demiguise lo permite" agregó, sonriendo. Luego murmuró más bajo, mirando a Renjun. "Siempre me han gustado estas criaturas. Son tan... impredecibles."
Renjun lo observó de reojo, genuinamente sorprendido. Su boca se entreabrió apenas.
"¿En serio?"
Jeno asintió, conteniendo una risa.
"Sí. Aunque Jaemin siempre se burla porque tengo alergia a la mitad de las criaturas mágicas del libro. Pero los Demiguise no tienen pelo suelto, así que están en mi lista de favoritos."
Renjun bajó la vista con una sonrisa pequeña y fugaz. No dijo nada. Pero algo en su pecho se aflojó.
La clase continuó sin incidentes. La criatura bajo el velo resultó ser un escarbato particularmente nervioso, y la mayoría del tiempo lo pasaron tratando de evitar que robara objetos brillantes.
El Gran Comedor vibraba con risas y charlas animadas. Era uno de esos almuerzos en que el grupo parecía funcionar como una constelación propia: Mark y Haechan bromeaban sobre un desastre en Encantamientos, Chenle imitaba al profesor Jaehyun con una precisión casi mágica, y Jaemin intentaba convencer a Jeno de que la mermelada de calabaza era un crimen culinario.
Renjun, sentado entre Jaemin y Chenle, comía en silencio pero con atención. Aunque no hablaba tanto, sus labios formaban una ligera curva al oírlos. Jeno, frente a él, no lo perdía de vista. Su mirada viajaba entre los gestos leves de Renjun y su tono contenido. Desde la clase de Criaturas Mágicas, cuando Renjun había dicho que solo había ido a la Torre de las Lechuzas, algo no cuadraba.
Entonces, Jisung, recién llegado, se sentó justo frente a Renjun, su rostro redondo con una mezcla de curiosidad y ternura.
"Fui a ver a tu cuervo recién en la torre" dijo, directo. "Pero no estaba. Y nunca se aleja, ¿verdad?"
La cuchara de Renjun se detuvo un segundo. Su mirada se cruzó con la de Jeno, que ahora lo observaba con una mezcla de comprensión y sospecha. Supo en ese instante que Jeno lo había notado. Que lo había escuchado mentir.
Pero Jeno no dijo nada.
Renjun se giró hacia Jisung con una sonrisa suave, casi mecánica.
"Se aleja a veces... cuando necesita estar solo" respondió, evasivo. "Como todos."
La respuesta fue suficiente para Jisung, que asintió como si tuviera sentido. Pero no para Jeno, cuya mandíbula tensó apenas. Aun así, no dijo nada más.
La conversación continuó, más ligera. Mark hablaba de cómo un hechizo mal hecho lo había hecho flotar cabeza abajo durante tres minutos completos. Haechan hacía efectos sonoros mientras Jaemin agitaba su varita con dramatismo para recrear el incidente. La risa era contagiosa.
Y entonces, una sombra surcó el aire.
El cuervo de Renjun descendió con precisión hasta la mesa, aterrizando justo frente a él, con las alas plegadas y el porte majestuoso. Todos callaron de inmediato.
Jisung fue el primero en reaccionar.
"¡Está aquí!" dijo con alegría, y extendió la mano.
El cuervo se dejó acariciar por él, con una quietud inusual. Sus ojos negros, brillantes como obsidiana, no se apartaban de Renjun.
Renjun desató el pequeño pergamino sujeto a su pata.
La nota era de Taeju. Escrita con tinta negra y apretada.
"Lo tengo. No fue fácil, pero lo conseguí con un contrabandista. Te esperaré en la caverna seca del margen este del lago, cerca de las raíces hundidas. No tardes."
Renjun leyó con rapidez. El corazón le latía con fuerza. Sintió la mirada del grupo, pero también, y especialmente, la de algunos profesores que lo vigilaban desde el extremo del comedor.
No dijo nada.
Solo alzó su varita con disimulo bajo la mesa y murmuró un hechizo no verbal. El papel se encendió en una llama azul pálida y se desintegró sin dejar cenizas.
"¿¡Qué haces!?" exclamó Jeno, sorprendido. "¿Por qué lo quemas?"
Renjun, sin mirarlo, soltó simplemente.
"Era privado."
Jeno chasqueó la lengua y lo miró con severidad.
"Si claro," murmuró sin estar realmente convencido.
Renjun no respondió.
Pero bajo la mesa, su mano temblaba levemente.
El cuervo, aún sobre la mesa, inclinó la cabeza y lo observó en silencio, como si supiera que, esta vez, Renjun no tenía intención de contarle a nadie lo que estaba por hacer.
Ni siquiera a él.
La campana resonó con fuerza, anunciando el cambio de clase. Pero Renjun no se movió.
Mientras los demás comenzaban a recoger sus cosas para dirigirse al aula siguiente, él se quedó quieto, la mirada fija en un punto que solo él veía. Su mano se deslizó hacia la túnica, rozando con calma la tela donde normalmente estaría Flicker.
Sin una palabra, se levantó y caminó hacia la salida del Gran Comedor.
"¿Renjun?" preguntó Haechan al notar que no se dirigía a ninguna clase. "¿A dónde vas?"
Renjun no respondió. Bajó los escalones de la entrada sur de Hogwarts con paso decidido.
"¿Qué está haciendo?" susurró Chenle, acelerando para seguirlo. "¿Qué está pasando?"
"Esto no es normal," dijo Mark, intercambiando una mirada tensa con Jaemin, que ya se había adelantado con Haechan y Jeno.
"¿Es por lo del boggart?" preguntó Haechan, alcanzándolo por el flanco izquierdo. "Porque si lo es, está bien no estar bien, pero..."
"No" interrumpió Renjun, su tono más firme que de costumbre, aunque su mirada seguía sin enfocarlos del todo. "No es eso. En serio... necesito irme, pero les prometo que no es nada malo."
El grupo se detuvo. Incluso Jisung, que lo había estado siguiendo sin comprender, le tomó la muñeca con suavidad, buscando detenerlo.
"¿Irte a dónde?" preguntó en voz baja. "¿Por qué tan de repente?"
Renjun se detuvo al sentir el contacto, pero no se volvió.
"Jisung, suéltame" dijo, con una calma antinatural. " Por favor."
Jisung obedeció, aunque su rostro mostró una herida sorda, como si hubiera fallado en algo importante.
Entonces, fue Jeno quien dio un paso al frente, su voz contenida pero cargada de tensión.
"No estuviste en la Torre de las Lechuzas."
Renjun alzó la mirada. Todos lo miraban ahora.
"Tu cuervo no estaba," continuó Jeno. "Jisung fue a verlo. Y tú dijiste que ahí habías estado. Nos mentiste."
Renjun tragó saliva. No tenía tiempo. No ahora.
Y entonces lo vio.
A lo lejos, cruzando el pasillo de piedra que conectaba con la galería este, el director Taeyong caminaba con paso apurado, su ceño fruncido como una herida dibujada con magia.
Se acercaba.
Renjun sintió cómo todo el aire de su pecho lo abandonaba.
"No es nada malo, ¿si?" Dijo intentando darles seguridad. "Lo prometo, solo necesito ir a un lugar."
El grupo aún esperaba una respuesta. Sus miradas eran un huracán: preocupación, decepción, temor, confusión.
"Es por la nota que te mandaron" Susurró Jeno con seguridad e inquietud.
Renjun los observó por un instante. Por primera vez en semanas, si bien sintió que no estaba solo, ahora se preguntaba si era contraproducente. Que lo mirarían incluso si no lo entendían. Que Jeno, Jaemin, Haechan, Chenle, Mark, Jisung... lo buscarán, que buscarán entender.
Y aún así, no podía detenerse.
"Lo siento." murmuró, y trató de sonreír, aunque la curva en sus labios se quebró como cristal viejo. "Solo... confíen en mí esta vez, ¿sí?"
Taeyong giró el rostro hacia él.
Demasiado tarde.
Renjun apretó la varita bajo la manga, cerró los ojos un segundo... y desapareció con un "crack" seco que resonó como un latigazo en el aire.
Cuando Renjun se desapareció, sintió el tirón familiar en el pecho... pero también un peso extra. Algo lo jalaba desde otro punto, como una segunda presencia acoplada a la suya. Al abrir los ojos, lo supo.
Jeno estaba a su lado.
La confusión de Renjun se dibujó en su rostro, apenas segundos después de reaparecer en un claro apartado, donde el musgo cubría las piedras y una niebla fina ondulaba entre las raíces.
"¿Qué... haces aquí?" preguntó, con una mezcla de alarma y desconcierto.
Jeno respiró hondo, su rostro tenso.
"Te toqué justo antes de que desaparecieras. Pensé que no me llevaría contigo... pero funcionó."
Renjun dio un paso atrás, mirando alrededor, inquieto. El lugar era silencioso, demasiado. El tipo de silencio que precede a algo que se arrastra bajo tierra.
"Jeno... no debiste venir. No sabés lo que-"
"¡No!" interrumpió Jeno, firme pero contenido. "Ya no estás solo. ¿Entiendes? No puedes seguir haciendo todo así. Confía un poco en nosotros. En mí."
Renjun entrecerró los ojos, su varita ya lista por instinto. Sus hombros tensos. Jeno no lo sabía todo. No podía saberlo.
Pero antes de que pudiera responder, una figura emergió de entre la niebla. Como si siempre hubiese estado allí.
Taeju.
"Amo Huang," saludó, haciendo una reverencia formal y profunda, como si Renjun aún estuviera vestido con los ropajes ceremoniales de La Raíz. "Amo Jeno, hermano."
Jeno retrocedió un paso. La palabra 'hermano' le cayó como una maldición en la piel.
Renjun no vaciló. Su tono fue gélido.
"Él no es tu hermano, Taeju. Ni siquiera te dirijas a él."
Taeju bajó la cabeza, obediente.
"Sí, amo. Lo siento."
La tensión se apoderó del aire. Jeno no dijo nada, solo miraba de un lado a otro, atrapado entre el impulso de huir y el deseo de quedarse junto a Renjun. Y Renjun lo sintió. Cada centímetro de su miedo. Por eso, sin quitar la mirada de Taeju, extendió su mano hacia él.
"Dame la mano," le dijo en voz baja.
Jeno dudó... pero la tomó. La apretó. Y eso bastó.
Taeju los observó con una mezcla de sorpresa y aceptación. Luego, volvió a hablar:
"El Demiguise está seguro. Tal como ordenaste. Lo dejé cerca de la entrada de los túneles que bordean el Bosque Prohibido, en la cueva marcada por tres espinos cruzados. El encantamiento lo mantendrá oculto."
Renjun asintió, satisfecho.
"¿Es verdad que mataste al amo Sungmin?"
La pregunta fue directa, sin emociones.
"Sí" respondió Renjun, sin apartar la vista.
Taeju respiró hondo, con un destello de tensión en el rostro.
"Los otros líderes... están molestos. Yujin, soobin, los del círculo del norte. Hablan de traición. De que perdiste el rumbo. Pero no se atreven a moverse. Aún."
"¿Saben algo de mis padres?"
"No. Pero dicen... dicen que sus órdenes siguen intactas. Aunque nadie sabe cuáles son."
Renjun apretó los labios. La sombra del pasado lo envolvía como un sudario.
"Escúchame, Taeju. No hagas nada. Finge normalidad. Pero si Soobin, Yujin, Jay o cualquiera de ellos hace un solo movimiento, me lo dices. Si preguntan por mí, por Hogwarts, por el ritual. Si cambian sus hábitos. Lo que sea."
Taeju asintió.
"Como ordenes, amo."
"¿Sabes algo de Hyeongjun?" Pregunto sin pensar con tensión en sus hombros.
"El amo Ragnar está…" Taeju dejó la frase colgando, cabizbajo. "Sin movimientos directos de él. El círculo de lobos quedó desordenado tras la desaparición de Sungmin; todos creen que desapareció."
"Que siga así," dijo Renjun, inmutable, le convenía que los líderes pensaran que Sugnmin estaba muerto.
"Björn está tanteando terreno, pero solo enviaron olfateadores para mantener el orden, husmeando, tiene poco control sobre los que quedan. No tienen mandato para cruzar Hogwarts ni Hogsmeade. Hablan de recuperar influencia, no personas."
"Bien." Renjun asumía que algo así pasaría, Bjorn no era lo suficientemente poderoso para mantener activos a los que quedarán de la manada. "Mantén la normalidad, que Bjorn no sospeche de ti"
Taeju vaciló un segundo.
"Y si el amo Ragnar se acerca al perímetro… ¿quieres que lo intercepte o que avise?"
El gruñido de Renjun salió bajo, instintivo, antes de que pudiera contenerlo. El aire se tensó. Sostuvo la mirada, helado.
"No lo nombres. Hyeongjun no se toca. Es de los míos."
Un músculo se le movió a Taeju en la mandíbula, apenas.
"Es la segunda vez que te oigo decir eso, amo."
"Y las que hagan falta. Si lo ves, no te acercas." Dijo mirándolo fijamente.
Taeju asintió.
"Entendido. El Demiguise quedó donde pediste: cueva de los tres espinos cruzados, junto a los túneles del Bosque Prohibido. Encantamiento de ocultamiento activo."
"Perfecto. Vete. Y escribe solo si es necesario."
"Como ordenes." Taeju inclinó la cabeza. Y con un leve crujido de magia oscura, se desvaneció entre los árboles.
Solo entonces Renjun soltó la mano de Jeno. El peso regresó, como si sus pulmones se llenaran de piedras.
Jeno seguía en silencio.
Renjun no lo miró al principio. Pero cuando lo hizo, su voz fue baja. Dolida.
"El día que los Aurores irrumpieron en la mansión... encontraron a mis padres en medio de un ritual."
Jeno frunció el ceño, atento.
"¿Qué tipo de ritual?" Pregunto con lentitud.
"Según Doyoung, había cadáveres. Magos sin núcleo mágico. Muggles sin núcleo vital. Vacíos" Renjun tragó saliva. "Esa vez, en clase, cuando Taeju casi te lleva con él, logré forzarlo a hablar. Me dijo cosas del ritual... y era el mismo que hicieron con Injun."
Jeno palideció, y asintió, por supuesto que recordaba.
"¿El mismo?"
" Sí. Pero hay algo que no cuadra" la voz de Renjun se quebró apenas, como si admitirse roto fuese el mayor acto de honestidad. "Yo estuve allí. Vi todo. Lo viví. Pero no recuerdo haber sentido el Imperius. Tengo lagunas, pero no sé cómo pasó, es como si no hubiera resistencia. Es como si... como si nunca me lo hubieran lanzado. Como si fuera parte de mí."
El silencio se instaló entre ambos.
Renjun se giró, mirando el cielo grisáceo.
El aire entre los árboles seguía cargado, casi inmóvil. El lugar donde Taeju había desaparecido se sentía aún más frío ahora que estaban solos.
Renjun no habló al instante. Miraba hacia el punto donde la niebla había tragado al sirviente de La Raíz, su ceño fruncido, el cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse.
"Sé que algo se me escapa," dijo por fin, con voz baja pero firme. "Es imposible imaginar que mis padres decidieran quedarse sabiendo lo que se avecinaba. Los líderes escaparon. Todos lo hicieron. Pero ellos... no. No encaja. No puede ser solo obediencia. Hay algo más."
Jeno lo observó en silencio, sin interrumpir.
"El profesor Ten me habló de esto," añadió Renjun. "Me dio la idea. Me dijo que para entender algunas decisiones oscuras... uno debe recordar lo que quiso olvidar. O lo que le hicieron olvidar."
Jeno bajó la mirada, tocando con su pie una hoja seca.
"Todo esto," murmuró entendiendo. "Las piezas se sienten más claras ahora. Pero podrías habérnoslo dicho. A mí. A Jaemin. A todos."
Renjun lo miró, con un leve destello de pesar en los ojos.
"No puedo ser siempre honesto, Jeno. No sé cómo. Está en mí... ocultar cosas. Disfrazar lo que siento. Es lo que aprendí."
Jeno suspiró, resignado. Asintió una vez, sin rabia.
"Lo sé. Y no me gusta. Pero... lo acepto."
Renjun bajó la mirada. Una sombra de alivio cruzó su rostro, apenas perceptible, apretó la mano de Jeno sintiendo su calor.
"De entre todos," continuó cabizbajo. "Tú eras quien menos debía ver a Taeju. Lo sé."
Pero Jeno negó con la cabeza.
"Desde que llegaste con la cabeza de Sungmin... por fin puedo respirar sin miedo." Dijo con seguridad en su voz, una seguridad que Renjun no habia presenciado de parte de Jeno. "Durante años... viví esperando que me encontrara. Que me hiciera lo que le hizo a mi madre. Pero desde que estás tú... sé que si estás a mi lado, nada me va a pasar.
Renjun lo miró, sorprendido por la sinceridad sin reservas. Pero Jeno no había terminado.
"Te pusiste frente a tres Boggarts para que Jaemin y yo no tuviéramos que ver lo que más tememos. Reviviste eso... solo, para protegernos. ¿De verdad pensás que después de eso voy a dejarte ir solo?"
Renjun no respondió al principio. Se le cerró la garganta por un segundo. La intensidad con la que Jeno hablaba lo dejaba desarmado, como si cada palabra le quitara una capa más de armadura.
"Voy a llevarte de vuelta," dijo finalmente, con voz más suave. "Es lo lógico."
Pero Jeno negó con una pequeña sonrisa.
"No. Voy contigo." Dijo buscando su mirada.
Renjun lo vio en silencio, la tensión en sus hombros cediendo apenas un poco.
"Entonces..." dijo con un suspiro leve, resignado y un tanto admirado. "Haz un Patronus. Mándalo al castillo. Así sabrán que estás a salvo. Que ambos lo estamos."
Jeno asintió con seriedad. Dio un paso atrás soltando la mano de Renjun, sacó su varita y la alzó.
"Expecto Patronum."
La luz brotó con una fuerza cálida. El león plateado emergió con majestuosidad, trotando entre los árboles antes de alzar la mirada hacia Renjun... y desaparecer en dirección al castillo.
Renjun lo observó irse, en silencio.
"Gracias," murmuró, sin mirarlo directamente.
Jeno solo sonrió, y se acercó lo suficiente para que sus hombros se rozaran.
"Vamos a encontrar lo que estás buscando" dijo con voz suave. "Y cuando lo hagamos, lo vamos a enfrentar juntos."
Y por primera vez en mucho tiempo, Renjun no sintió que eso fuera una amenaza... sino una promesa.
El claro donde Taeju había dejado al Demiguise estaba cubierto de bruma suave, casi artificial. Las raíces negras trepaban entre piedras húmedas, y los helechos se mecían como si alguien invisible respirara muy cerca. Renjun y Jeno avanzaron con cuidado, sintiendo la densidad del aire cargado de magia antigua.
La criatura no se veía por ningún lado.
Renjun entrecerró los ojos y caminó unos pasos más, con su varita encendida como una tenue linterna. Se detuvo frente a una roca cubierta de musgo.
"Está aquí" murmuró en voz baja. "Puedo sentirlo."
Durante casi una hora, Renjun intentó atraerlo con palabras suaves, hechizos de visibilidad, incluso algunos conjuros que su madre le había enseñado. Nada funcionó. La criatura no se revelaba.
Jeno se había mantenido al margen, observando, apoyado contra el tronco de un árbol inclinado, sin interrumpir... pero con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Al final, no pudo evitar hablar.
"Déjame intentarlo."
Renjun giró, desconcertado.
"¿Tú?" Pregunto con una ceja alzada.
"¿Qué?" sonrió Jeno con suavidad. "Tal vez le caigo mejor que tú."
"No me extrañaría" masculló Renjun, mirando al suelo. Luego levantó la vista con una expresión mitad resignada, mitad divertida. "Pero si te roba la varita o te muerde, no pienso ayudarte."
Jeno se rio bajito.
"Anotado."
Renjun no se alejó. Se quedó justo a su lado, tan cerca que sus hombros casi se tocaban mientras Jeno se arrodillaba frente a la nada.
"Está bien..." susurró Jeno con voz cálida. " No vamos a hacerte daño. Solo necesitamos tu ayuda. Él necesita tu ayuda."
Por un instante, nada ocurrió, Renjun creyó que quizás estaba siendo demasiado optimista, pasaron minutos enteros así, con Jeno en silencio mirando a la nada.
Y luego... una forma tenue apareció. Transparente al principio, como una sombra de luz. Poco a poco, el Demiguise fue tomando forma: grandes ojos redondos, pelaje plateado, brazos largos y postura encorvada. Observó a Jeno con curiosidad... y sin miedo.
Renjun contuvo el aliento. La criatura le había rehuido durante una hora entera. Pero ahí estaba, mostrando su forma ante Jeno sin resistencia.
"No puede ser" susurró incrédulo. "¿Cómo...?"
Jeno giró el rostro y le lanzó una mirada triunfante. La misma sonrisa ladeada, llena de falsa arrogancia, que Haechan usaba cuando ganaba un duelo.
"Tal vez es que soy más adorable que tú."
Renjun bufó, pero no pudo evitar sonreír. Lo miró un segundo más de la cuenta. Había algo brillante en los ojos de Jeno, algo que Renjun no podía mirar sin sentirse... seguro.
"Eres insoportable" murmuró, aunque no sonaba molesto.
"Y tú estás impresionado," replicó Jeno, dándole un codazo suave.
Renjun no lo negó. Solo se acercó al Demiguise, que ahora parecía completamente relajado.
"Gracias" le dijo en un susurro. "Solo necesito un instante." Se acercó al Demiguise y se inclino a su altura, la ansiedad recorriendo su cuerpo. "Solo... muéstrame."
La criatura lo miró, y entonces, al posar una de sus manos peludas sobre la frente de Renjun, todo cambió.
El mundo se oscureció.
Y un recuerdo emergió.
Luz tenue de velas. Un círculo de piedra. Y en el centro, Injun. Pequeño. Vulnerable. Su cuerpo temblaba, y su mirada buscaba a Renjun con terror. Renjun estaba ahí, también más joven, de pie junto a sus padres. Vestía túnicas ceremoniales. Su varita estaba alzada.
"¿Qué está pasando?" había preguntado su voz de niño.
Su madre le sonrió.
"Estamos creando algo eterno, cariño."
El Injun del centro gritó.
Y Renjun, el Renjun niño, no hizo nada, no pudo hacerlo, su cuerpo no se movía, por más que quería hacerlo su cuerpo no reaccionaba, y solo podía ver con horror como la vida de su hermano era arrancada, todo antes de caer en una oscuridad profunda y una nueva laguna lo alcanzó.
El recuerdo se quebró como cristal.
Renjun cayó de rodillas, jadeando. Jeno se arrodilló a su lado de inmediato.
"¿Qué viste?" preguntó, alarmado pasando una mano por su espalda.
Pero Renjun solo apretó los ojos. Una lágrima silenciosa descendió por su mejilla, sin ruido, sin drama.
"Yo estaba ahí" susurró aunque ya sabía eso. "En el ritual."
Jeno se tensó.
"¿Qué...?"
" Yo no hice nada. Lo permití. Lo vi gritar y... y no hice nada." Repetía una y otra vez, el cuerpo entumecido y todo su ser temblando.
Jeno no dijo nada. Solo le sostuvo el brazo y la espalda con fuerza, impidiendo que se desmoronara.
"Eras un niño" dijo en voz baja. "Un niño criado para obedecer. No eras libre. No eras tú."
Renjun no respondió. El Demiguise seguía a su lado, en silencio, como si comprendiera el peso del recuerdo que había liberado.
Y Jeno, sin soltarlo, dijo con decisión.
"Ahora sí lo eres. Y ahora puedes hacer lo correcto."
Renjun lo miró con los ojos llenos de algo más que culpa. Era dolor. Era memoria. Era la primera grieta hacia una verdad más grande.
Y esta vez, no estaba solo.
Estaba sentado en el suelo frío, los brazos alrededor de sus rodillas, temblando. El Demiguise había desaparecido después de mostrarle el recuerdo, como si supiera que su tarea estaba cumplida... o que lo que había mostrado era suficiente para romperlo. La bruma alrededor del claro parecía más densa, más helada.
Jeno se había sentado a su lado, sin hablar, solo con una mano firme en su espalda. Pero cuando Renjun comenzó a murmurar, su voz era apenas un hilo.
"No lo entiendo..." dijo con la voz quebrada. "No era ese el recuerdo que necesitaba. Yo quería ver la noche en que los atraparon. Saber por qué no escaparon. Por qué se quedaron cuando hasta los líderes huyeron. Eso... eso era lo importante. No esto."
Jeno lo miró con atención.
"Pero el Demiguise te mostró eso" susurró, con cuidado. " Tal vez... no es lo que querías, pero sí lo que necesitas para llegar a lo demás."
Renjun negó con la cabeza. La frente la tenía apoyada en sus rodillas, el cuerpo encogido como si quisiera desaparecer.
"¿Cómo puede ser útil? ¿Qué se supone que haga con eso?" murmuró sollozando. " Solo me mostró... lo que ya sabía. Que fallé. Que fui parte de eso. Que lo miré y no hice nada. ¡Otra vez!"
La voz se quebró, trémula, llena de una frustración que quemaba desde adentro. Jeno no se movió, no lo interrumpió. Solo esperó.
"Y ahora no recuerdo más. Lo intento, Jeno, lo intento tanto... pero todo es vago. Fragmentos sueltos, como humo entre los dedos. Ni siquiera sé si quiero seguir con esto o si solo me estoy aferrando a algo que me va a destruir. ¿Y si nunca recuerdo? ¿Y si sí lo hice por voluntad? ¿Y si fue real?"
"Renjun" dijo Jeno, con firmeza pero sin dureza. "Basta."
Renjun levantó la cabeza apenas, con los ojos húmedos y una expresión perdida.
"Tienes que recordar algo" continuó Jeno. " Esa noche... eras un niño. Y no cualquier niño. Fuiste criado para eso. Criado para obedecer, para no cuestionar. Estabas bajo un maleficio Imperdonable, Renjun. No importa si lo recuerdas o no. Lo estabas. Eso ya lo sabemos."
Renjun apretó los labios. Quiso responder, pero no pudo. Porque parte de él se negaba a creer que su mente pudiera ser tan vulnerable. Que su cuerpo hiciera cosas horribles y su alma no gritara por dentro. Que su voz no se alzara. Que la voz de su hermano gritando no hubiera sido suficiente para despertarlo del maléficio.
Jeno lo observó, su expresión más suave que nunca.
"No es tu culpa no recordar. No es tu culpa haber sobrevivido."
Renjun bajó la mirada otra vez. Las lágrimas no caían como antes; ahora eran más lentas, más densas, como si arrastraran años de memoria atrapada en su interior.
"Pero necesito saber... por qué se quedaron. Por qué dejaron que los atraparan. No eran tontos. No eran descuidados. Ellos planearon esto. ¿Qué me estoy perdiendo?"
"No lo sé" dijo Jeno, bajito, acariciando su espalda de forma tranquilizadora. "Pero no vas a tener que buscarlo solo."
Hubo un silencio largo entre ellos. Luego, sin decir más, Jeno se movió, lo rodeó con ambos brazos y lo atrajo hacia él. Renjun no resistió. Se dejó caer contra su pecho, los ojos aún húmedos, la mente cansada y el corazón desbordado.
Y por primera vez desde que vio a Injun en el suelo de la sala, dejó de temblar.
Cuando Renjun y Jeno reaparecieron frente a los portones traseros de Hogwarts, el cielo estaba cubierto de nubes espesas. La atmósfera era tensa desde el primer paso. El aire parecía más pesado, como si el castillo mismo los hubiera estado esperando.
Y lo estaba.
No pasaron ni cinco minutos antes de que un profesor los viera y, sin preguntar nada, los escoltara directo a la oficina del director.
La puerta de madera tallada se abrió antes de que siquiera tocaran.
"Adelante" dijo la voz de Taeyong, fría y contenida.
Dentro, ya estaban esperándolos.
Mark, Haechan, Chenle, Jisung y Jaemin se encontraban reunidos en un costado, con expresiones que iban desde la preocupación hasta la furia contenida. Doyoung, firme como una estatua, observaba desde la esquina, mientras Johnny cruzaba los brazos con seriedad. Hendery sostenía una carpeta cerrada con los dedos apretados.
Renjun bajó la mirada. Jeno, en cambio, apretó con más fuerza su mano.
"¿Dónde estaban?" exigió Taeyong sin rodeos. " ¿A dónde se fueron sin permiso y sin aviso? ¿Por qué demonios tuviste que desaparecerte frente a medio grupo de alumnos y con uno de ellos colgado de ti?"
"Fue necesario," dijo Jeno con voz firme. Su tono no permitía debate, pero tampoco ofrecía explicaciones. "Yo decidí seguirlo. Está bien. Estamos bien."
"Eso no es suficiente Jeno y lo sabes" replicó Doyoung.
Pero fue entonces cuando Jaemin dio un paso adelante.
"Mírenlo" dijo, señalando a Renjun con un gesto suave.
Todos lo hicieron. Y lo notaron.
Sus ojos estaban rojos. No solo por el viento. No por el frío. Sino por algo mucho más profundo y desgarrador. Su semblante era pálido, hundido. Su voz no había salido desde que entraron. No era el Renjun cortante o el silencioso. Era otra cosa. Una sombra contenida en carne viva.
Jisung, con el ceño fruncido, se acercó un poco más.
"No fue un paseo. Sea lo que sea que pasó... Renjun no está bien."
Renjun no alzó la mirada. No podía. Pero apretó con más fuerza la mano de Jeno, que seguía entrelazada con la suya como un ancla silenciosa.
Chenle abrió la boca para decir algo, pero la cerró al ver a Jaemin. Este negó con la cabeza suavemente.
Taeyong suspiró con pesadez.
"Renjun" dijo, cansado más que enojado. "En algún momento vas a tener que contarlo. Todo. No vas a poder escaparte para siempre."
Renjun tragó saliva. Asintió sin levantar la vista.
"Lo sé." Su voz salió ronca y baja.
Taeyong se frotó el entrecejo.
"Pueden irse. Pero se acabaron las desapariciones sin permiso."
Los murmullos se calmaron. Algunos todavía tenían preguntas, pero nadie más las hizo. Porque el estado de Renjun decía más que cualquier excusa. Porque todos comprendieron, aunque no entendieran.
Uno a uno comenzaron a salir. Mark le dio una palmada en el hombro a Jeno y otra a Renjun. Haechan susurró un 'idiotas' con tono casi cariñoso. Jisung se giró más de una vez para ver si Renjun se movía. Chenle no dijo nada, pero su mirada fue un claro 'te voy a estar vigilando'.
Solo Jaemin se quedó.
Cuando salieron al pasillo de piedra, las velas encendidas reflejaban sombras suaves en las paredes. Ninguno de los tres dijo nada por varios minutos.
Renjun soltó lentamente la mano de Jeno, como si aún no supiera estar del todo solo. Pero Jaemin lo miró de reojo y dijo, con voz neutra.
"Voy contigo. Solo para asegurarme de que no te evapores otra vez."
Renjun apenas sonrió, un gesto diminuto.
"No voy a desaparecer " susurró. "No más hoy."
Y caminaron juntos por los pasillos vacíos. Silenciosos. Desgastados. Vivos.
Cuando llegaron a la puerta privada de la habitación de Renjun, Jeno y Jaemin se detuvieron con él.
"¿Seguro que quieres estar solo?" preguntó Jaemin.
Renjun los miró. A ambos.
Negó con la cabeza.
"No. Pero estoy bien... por ahora."
Jeno levantó la mano, acariciando la espalda de Renjun por un segundo. Jaemin solo lo miró, y su gesto fue claro: aquí estamos.
Renjun entró.
La puerta se cerró con suavidad detrás de él.
Pero por primera vez, no se sintió como una celda.
Se sintió como el principio de algo que aún no tenía nombre.
La habitación estaba en silencio.
Renjun estaba sentado en el borde de su cama, la capa aún puesta, los dedos entrelazados sobre sus rodillas. Afuera, el cielo se teñía de un gris violeta que anunciaba la llegada de la tarde, pero la habitación seguía inmóvil, como si no hubiese transcurrido el tiempo desde que regresó.
El recuerdo que el Demiguise le mostró seguía repitiéndose con la nitidez cruel de una herida abierta.
Injun, en el suelo. El grito que nunca pudo evitar. La sangre, los ojos entrecerrados, la sensación del mundo deteniéndose. Y esa voz.
"Me dejaste morir, Renjun."
Pero ese no era el recuerdo que buscaba.
El ritual. Sus padres. La noche en que los Aurores irrumpieron y todo terminó. Eso era lo que necesitaba recordar. Lo que le urgía entender.
¿Por qué el Demiguise le había mostrado eso?
La criatura revelaba momentos que el alma escondía...
¿Entonces era su alma la que se aferraba a Injun?
Renjun cerró los ojos con fuerza.
Sabía que el ritual había sido el mismo. Sabía que en ambos casos hubo cuerpos sin núcleo. Sabía que el círculo mágico que sus padres habían dibujado era el mismo que lo había rodeado aquella noche cuando perdió a su hermano.
Pero lo que no sabía" y lo que lo empezaba a consumir" era el por qué.
¿Para quién estaba dirigido ese canal de poder?
¿Para alguno de los líderes?
¿Para sí mismo?
¿O para algo más?
Había un vacío enorme entre lo que recordaba y lo que realmente sucedió. Y lo estaba empezando a molestar más de lo que le gustaba admitir.
Un zumbido suave lo sacó de sus pensamientos. Era su cuervo, que había regresado sin anunciarse, posado ahora en la repisa junto a la ventana. No dijo nada. No lo miró. Solo estaba ahí.
Y, de alguna manera, eso también era consuelo.
El Gran Comedor ya estaba a media capacidad cuando Renjun entró. Dudó un momento en la puerta, pero apenas dio un paso dentro, Jeno se levantó desde la mesa de Hufflepuff, caminó directo a él y sin decir palabra, colocó su mano sobre su espalda y lo guió hasta donde estaban los demás.
Jaemin le sonrió suavemente desde el otro lado del banco y le hizo un gesto para que se sentara entre ambos. Renjun obedeció sin decir palabra, aunque notó cómo, casi sin pensarlo, Jeno mantenía su brazo detrás de él, como si aún estuvieran en el bosque. Como si aún tuviera que protegerlo.
Chenle y Mark hablaban en voz baja sobre alguna tarea, pero fue Jisung quien rompió el hielo con una pregunta que no era tan pregunta.
"No vas a decir nada, ¿verdad?"
Renjun levantó la mirada. Todos lo observaban.
No con juicio.
No con exigencia.
Con preocupación.
Con genuina necesidad de entender.
Y por primera vez... no se sintió interrogado. Se sintió visto.
"No quería que se preocuparan" empezó, su voz más baja de lo usual. " Pero sé que no está bien seguir ocultando todo. Solo que... hay cosas que ni yo entiendo del todo."
Jisung asintió, serio. Haechan lo miraba en silencio, y Mark parecía contenerse para no decir algo demasiado fuerte. Jaemin tenía una expresión de escucha atenta, y Chenle parecía más tenso de lo normal.
"Lo que pasó." Continuó Renjun. "Es que... la noche en que atraparon a mis padres, yo estuve ahí."
El silencio se volvió más pesado.
"Pero no recuerdo nada. Porque estuve todo el tiempo bajo el Imperius."
Chenle dejó caer el tenedor.
"¿Qué?" Pregunto confundido.
"Lo que oyeron" repitió Renjun, con el tono más firme esta vez. "El Maleficio Imperius. Me lo lanzaron antes del ritual. Y no pude resistirme. Yo... no recuerdo cuándo lo hicieron. Y eso es lo que me asusta. Que haya sido antes de que empezara. Antes incluso de poder pensar en decir que no."
Los rostros de sus amigos se transformaron. Jaemin estaba helado. Mark tenía los ojos muy abiertos. Haechan apretó la mandíbula, furioso. Jisung bajó la mirada, conteniendo una mezcla de rabia y pena.
"Por eso buscaba un recuerdo con el Demiguise" añadió Renjun un tanto incómodo por el recuerdo. "Pero no funcionó. Me mostró algo más... otra cosa que perdí."
Jeno, hasta ahora en silencio, habló.
"Yo estuve ahí... y puedo decirles que nunca vi a alguien tan roto intentando entender algo que ya debería saber. Solo quería recordar."
Todos miraron a Jeno.
"¿Y qué viste tú?" preguntó Jaemin con cuidado.
"Lo suficiente" respondió Jeno. "Para saber que no está mintiendo. Y que no está huyendo."
La tensión en el aire parecía disiparse un poco.
"Gracias por contarlo" murmuró Jisung.
"Y por confiar" añadió Haechan, más suave.
Mark no dijo nada, pero levantó el pulgar como una señal muda de aprobación. Chenle solo asintió, aún afectado.
Jaemin puso una mano sobre la mesa, cerca de la de Renjun, sin tocarlo.
"No estás solo" dijo buscando sus ojos.
Y Renjun lo creyó.
Chapter 19: Complementos
Chapter Text
El Gran Comedor estaba menos bullicioso que de costumbre, el repiqueteo de los cubiertos y el murmullo de conversaciones apenas llenaban el aire. Renjun se había sentado entre Jeno y Jaemin, con Haechan y Mark enfrente, y Jisung y Chenle un poco más allá. Aunque todos intentaban mantener un ambiente normal, había una tensión subterránea: los ojos rojos y la expresión distante de Renjun aún pesaban en sus memorias.
“¿Entonces… quieres recordar?” preguntó Chenle de golpe, rompiendo el silencio.
Renjun lo miró con calma.
“Sí. Necesito saber qué pasó esa noche. No puedo seguir avanzando sin entenderlo.”
“Pero dijiste que estabas bajo un Imperius,” intervino Mark, con el ceño fruncido. “¿No es peligroso intentar romper esos recuerdos? Podría…”
“Ya lo sé, sé lo que podría hacer, no es diferente de un hechizo para recordar” lo interrumpió Renjun, con voz baja pero firme. “Intenté el Vínculo de Mnemosyne en la Sección Prohibida. Pero exige sacrificar algo que no estoy dispuesto a perder.”
“¿Un recuerdo?” preguntó Jisung, nervioso.
Renjun asintió lentamente.
“Un recuerdo que valore más que cualquier otro. Estuve a punto de ofrecer uno de Injun, pero… no pude. No voy a borrar lo poco que me queda de él.”
Jaemin, que había estado en silencio, habló con una serenidad cautelosa.
“Hay otras formas. El profesor Jaehyun siempre habla de pociones de enfoque de memoria… ¿las probaste?”
Renjun negó suavemente.
“Las comunes no sirven para recuerdos bloqueados por magia imperdonable. Solo amplifican lo que ya está en tu mente. Yo necesito abrir algo que fue sellado desde afuera.”
“¿Y la Legeremancia?” sugirió Chenle, inclinándose sobre la mesa. “Sé que no confías en nadie para entrar en tu cabeza, pero si alguien lo hiciera…”
Renjun dudó. Bajó la mirada, sus dedos tamborileando contra el borde del plato.
“He usado Oclumancia durante demasiado tiempo. Mi mente es… una fortaleza. Incluso Winwin dijo que forzarla podría romperme más que ayudarme.”
“¿Y si no se trata de forzarla?” propuso Haechan, en un tono inusualmente serio. “¿Y si buscamos un recuerdo ancla? Algo tan fuerte que pueda arrastrar lo demás. Algo que te conecte a lo que fuiste antes de que… todo esto pasara.”
Renjun alzó la vista, encontrándose con su mirada. Por primera vez en la conversación, no rechazó la idea.
“Eso… podría funcionar. Si encuentro algo lo bastante sólido, quizá pueda abrir las grietas.”
Mark chasqueó los dedos, animado.
“¡Como cuando intentas hacer un Patronus! Necesitas algo puro, algo que no pueda corromperse.”
Renjun esbozó una sonrisa seca.
“Eso no me fue tan bien…”
“Pero esta vez no estarás solo,” replicó Jaemin, con una seguridad que le hizo bajar la guardia. “Podemos buscar esos recuerdos juntos. Incluso si no podemos verlos, podemos estar contigo. Recordarte que estás aquí, ahora.”
Renjun sintió algo extraño en el pecho, como una presión que no era dolorosa sino cálida. Los miró uno por uno: Chenle, con esa mirada entre desafiante y protectora; Jisung, con su timidez genuina; Haechan, serio por una vez; Mark, con una sonrisa alentadora; y a sus lados, Jeno y Jaemin, tan cerca que casi podía sentir su energía.
“¿Y si todo lo que encontramos es… feo?” murmuró Renjun, como si hablara más consigo mismo que con ellos.
“Entonces estaremos ahí,” respondió Jeno sin dudar. Su voz fue firme, casi reconfortante.
“Siempre,” añadió Jaemin.
Renjun desvió la mirada, tragando saliva. No estaba acostumbrado a que alguien, mucho menos un grupo entero, quisiera cargar con su peso. Y sin embargo, aquí estaban. No preguntaban por curiosidad, ni por morbo. Querían ayudarlo.
“Tal vez… algunas de sus ideas sirvan,” admitió al fin, dejando que una pequeña chispa de confianza asomara en su voz. “Podríamos empezar por algo… menos invasivo. Una poción de enfoque, pero modificada. O un ancla.”
“¡Podríamos buscar en la biblioteca algo sobre anclas de memoria!” exclamó Jisung, entusiasmado.
“Y si no sirve, buscamos otra cosa,” dijo Haechan, como si fuera obvio. “Pero esta vez no vas a intentar nada solo, ¿entendido?”
Renjun parpadeó. Sentía algo extraño en el pecho, como si sus costillas estuvieran demasiado apretadas.
“Gracias,” murmuró. “No esperaba que quisieran… ayudarme así.”
“Pues acostúmbrate,” dijo Haechan, empujándole un trozo de pan hacia el plato. “Porque hasta que recuperes esos recuerdos, no te vamos a dejar en paz.”
La Sala de los Menesteres se había transformado en un rincón cálido lleno de cojines, lámparas flotantes y una mesa larga cubierta de libros, pliegos, tazas vacías y pergaminos garabateados. A medida que las horas pasaban, el entusiasmo inicial del grupo había dado paso al cansancio. Algunos bostezaban entre páginas polvorientas; otros, como Haechan, simplemente apoyaban la cabeza en el regazo de Mark mientras murmuraban que leer runas viejas no debería estar permitido después de la cena.
Chenle fue el primero en levantarse.
“Ya no siento los ojos,” murmuró mientras se estiraba.
Jisung le siguió enseguida, recogiendo su bufanda del suelo.
“Avísanos si descubres algo, ¿sí?”
“Gracias por ayudarme,” dijo Renjun con suavidad. “De verdad.”
Chenle se limitó a hacer un gesto con la mano, y Jisung, antes de salir, le dio una pequeña palmada en el hombro.
Mark se levantó después, ayudando a Haechan a incorporarse.
“Avísanos si vuelves a necesitar una intervención académica... o una intervención en general.”
Haechan no dijo nada, pero le apretó la mano a Renjun antes de marcharse.
Uno a uno, los chicos se fueron retirando hasta que solo quedaron tres figuras bajo la luz cálida de las lámparas.
Renjun no se había movido. Estaba sentado en el suelo, la espalda contra uno de los cojines, las piernas recogidas. Su varita descansaba en su regazo, olvidada.
Jeno permanecía a su izquierda, con un libro aún abierto aunque hacía rato no pasaba página. Jaemin, a su derecha, había dejado de fingir que leía.
La sala estaba en silencio. No un silencio incómodo, sino uno frágil. Como si algo importante estuviera a punto de decirse o deshacerse.
“Lo siento,” dijo Renjun finalmente, su voz apenas audible. “Por hacerlos pasar por todo esto.”
“Renjun…” murmuró Jaemin, y su tono fue tan cálido como su mirada. “Deja de disculparte por existir.”
Jeno cerró el libro.
“Y deja de agradecer por cada cosa que hacemos. Es lo mínimo.”
Renjun giró el rostro lentamente hacia ellos. Su expresión era tenue, apagada por el cansancio… pero sus ojos aún buscaban algo.
“Pensé que estaría más cerca,” confesó exteriorizando su miedo. “Que después del Demiguise, tendría al menos un camino claro. Pero no es así. Solo… confusión.”
Jaemin se acercó más, hasta que sus rodillas rozaron las de Renjun.
“A veces, para que las piezas encajen, primero tienen que quebrarse todas.”
Jeno suspiró y dejó el libro a un lado. Luego, sin pedir permiso, estiró un brazo y envolvió los hombros de Renjun con él.
“Entonces las volveremos a juntar. Aunque sea con cinta mágica.”
Renjun no pudo evitar reír suavemente. Fue más un suspiro disfrazado que una risa real, pero aún así, fue suficiente para Jaemin, que sonrió.
“Además,” añadió Jeno, bajando la voz, “tienes a Jaemin. Él es el mejor para calmar tormentas.”
“Y a Jeno,” replicó Jaemin, girando la cabeza hacia el nombrado. “El mejor para encender fuego cuando hace frío.”
Renjun los miró a ambos, y algo se le apretó en el pecho. No era culpa. No era miedo. Era esa extraña sensación de tener un lugar al cual aferrarse, incluso si aún no sabía cómo pertenecer del todo.
No dijo nada más.
Solo se inclinó hacia adelante y apoyó su frente contra la de Jaemin.
Y luego, cuando sintió la mano de Jeno sobre la suya, no se apartó.
Estuvieron así varios minutos.
Respirando.
Juntos.
El mundo aún era un rompecabezas… pero por primera vez en mucho tiempo, Renjun no se sentía una pieza que sobraba.
Renjun hojeaba su libro sin realmente leer. El asiento a su derecha, el habitual de Jeno, estaba vacío.
Se volvió apenas y encontró a Jaemin bajando las escaleras del aula. Lo observó con disimulo hasta que se sentó a su lado, dejando la túnica caer con elegancia en la silla.
“¿Hoy no hay Jeno?” preguntó Renjun con curiosidad, manteniendo la mirada en su pergamino para que no se notara lo mucho que lo afectaba el vacío junto a él.
Jaemin se recostó contra el respaldo con media sonrisa.
“¿Lo extrañas?” bromeó. “Sabía que era tu favorito.”
Renjun, en lugar de negar o burlarse, respondió en voz baja, sin pensarlo.
“Quizás.”
Jaemin parpadeó. Su sonrisa se quebró por un segundo. Lo miró de reojo, desconcertado, antes de recuperar la compostura con un carraspeo exagerado.
“Está en la enfermería,” explicó, bajando el tono. “Nada grave. Solo están revisando algo.”
Renjun se tensó.
“¿Algo? ¿Qué cosa?”
Jaemin dudó, pero ante la expresión genuina de preocupación en los ojos de Renjun, cedió.
“Es por… lo de la marca que le dejó Sungmin. Esa cosa que tenía desde el ataque. La estaban vigilando desde hace tiempo.”
Renjun frunció el ceño.
“Pero si era una herida, podrían haberla curado con magia desde el principio…”
“Sí, si fuera una herida común,” murmuró Jaemin negando. “Pero no lo era. La dejó en su núcleo mágico. Y eso no se cura con pociones ni encantamientos. Solo… con tiempo. O con suerte.”
Renjun bajó la mirada. Por un instante, todo volvió: la imagen de Jeno sangrando, sus palabras sobre los Thestrals, la forma en que jamás mencionó cuánto dolor le provocaba realmente.
El remordimiento le hizo apretar los puños bajo la mesa.
Jaemin lo observó de reojo, pero no dijo nada más.
El murmullo habitual de los estudiantes se interrumpió apenas cuando Jeno apareció por las puertas, sonriendo de oreja a oreja.
Chenle fue el primero en notarlo.
“¡Miren quién volvió del mundo de los vivos!”
Jeno se dejó caer con energía junto a ellos. Su rostro estaba más iluminado que nunca.
“No solo volví,” dijo, girando hacia el grupo. “Sino que tengo noticias.”
Todos lo miraron con atención.
“La marca,” dijo, bajando la voz, aunque la emoción se le escapaba por los ojos. “Ya no está. Desapareció.”
Hubo unos segundos de silencio antes de que estallaran en reacciones.
“¿¡Qué!?” exclamó Haechan. “¡¿De verdad?!”
“¿Estás seguro?” preguntó Mark, ya con una sonrisa amplia en el rostro.
“Sí,” dijo Jeno, riendo. “La medimagia detectó que mi núcleo empezó a sanar. No queda rastro del hechizo de Sungmin . Es como si… algo lo hubiese roto del todo.”
Renjun lo miró, sintiendo que el aire regresaba lentamente a sus pulmones.
“Entonces…” empezó Chenle.
“Sí,” respondió Jeno antes de que terminara. “¡Puedo volver al equipo de Quidditch!”
Hubo un nuevo estallido de emoción.
“¡Por fin no atraerás dementores en medio del partido!” Se rió Haechan, dándole una palmada en la espalda.
“¿Te imaginas lo que podemos hacer sin eso?” dijo Mark. “¡Vamos a arrasar!”
Renjun no dijo nada, pero cuando Jeno lo miró directamente, le sonrió.
Pequeño. Íntimo.
Como una promesa no dicha, como un alivio que no necesitaba palabras.
Jeno le sostuvo la mirada y asintió apenas. Ambos sabían lo que esa marca había significado.
Y ambos sabían lo que implicaba su ausencia.
El grupo se volvió un bullicio de risas, planes para los partidos, apuestas exageradas de Haechan y una lista absurda de celebraciones ideada por Chenle y Jisung.
Y en medio de todo eso, por primera vez en semanas, Renjun sintió que no tenía nada que ocultar. Ni siquiera esa sonrisa discreta que se negaba a desaparecer.
El grupo ya se había dispersado, pero Jeno y Jaemin caminaban junto a Renjun en dirección a su habitación. El aire estaba tibio, los muros en silencio, y cada paso resonaba con una familiaridad que a Renjun aún le costaba aceptar.
Jeno rompió el silencio con una sonrisa animada.
“Ah, y por cierto,” dijo, girando hacia Renjun. “¿Vendrías a verme jugar en el próximo partido? Es contra Ravenclaw. Creo que esta vez no atraeré criaturas sombrías ni me desmayaré en mitad del cielo, así que será más entretenido.”
Renjun parpadeó, sorprendido por la invitación directa, y preocupado por lo que dijo Jeno sobre desmayarse y atraer criaturas, pero la sonrisa le brotó sin resistencia.
“Claro que sí,” respondió entusiasmado. “Me encantaría.”
Jaemin, que hasta entonces caminaba en silencio con las manos en los bolsillos, entrecerró los ojos en dirección a Jeno con diversión en su mirada.
Ya en la puerta de su habitación, sacó la varita y deshizo los encantamientos de seguridad. Antes de entrar, Jaemin se volvió hacia él, aparentemente distraído.
“¿Puedo jugar un poco con Flicker?” preguntó, refiriéndose al pequeño Bowtruckle que solía esconderse en los pliegues de la túnica de Renjun.
Renjun lo miró, un tanto desconcertado.
“¿Tú… quieres pasar?”
Jaemin encogió los hombros con fingida indiferencia.
“Si no molesto. Digo, si Flicker está despierto.”
“Sí, claro.” Renjun asintió, aún sorprendido. “Pasa. A él le agradas.”
Renjun giró hacia Jeno, esperando su respuesta, pero este ya estaba sacando un pequeño espejo de comunicación del bolsillo interior de su túnica.
“Voy a llamar a mi papá,” explicó con una sonrisa suave. “Y a Doyoung. Tengo que contarles esto. Van a enloquecer.”
Renjun asintió, con una mueca apenas visible de ternura.
“Entonces nos vemos después.”
“Nos vemos,” dijo Jeno, y antes de marcharse, le dio un suave apretón en el brazo a Renjun. “No te olvides del partido.”
“Como si pudiera,” murmuró Renjun, viéndolo alejarse.
Una vez que la figura de Jeno desapareció tras la curva del pasillo, Jaemin entró con Renjun y cerró la puerta tras ellos. Se quitó la túnica con la calma de quien ya estaba familiarizado con ese espacio.
Renjun, sin saber muy bien cómo moverse, dejó que el Bowtruckle bajara a su brazo. Jaemin estiró una mano sin decir nada, y Flicker se subió a sus dedos sin dudar.
Durante unos segundos, el único sonido fue el leve crujido de las patas diminutas sobre la piel.
Jaemin sonrió.
“Este pequeño me adora,” dijo. “Y tiene buen gusto.”
Renjun se acomodó más cerca.
“Sí… suele gustarle la tranquilidad.”
“¿Entonces por qué no se trepó a Jeno primero?” preguntó Jaemin, alzando una ceja con fingida provocación.
Jaemin se dejó caer en la silla como si fuera suya de toda la vida, y Flicker trepó con elegancia por su brazo hasta instalarse en su hombro.
“Este pequeñín sabe lo que hace,” dijo, sonriendo con aire triunfal. “Otra prueba de que soy irresistible." ¿Ves? A mí sí me quiere,” dijo con una sonrisa ladeada, mientras acariciaba la pequeña cabecita del Bowtruckle y le hablaba en voz lo suficientemente alta para que Renjun escuchará. “Tal vez soy su segundo favorito.”
Renjun, recostado en la cama con las piernas cubiertas por una manta ligera, lo miró con una ceja en alto.
“¿Segundo?”
“Bueno,” Jaemin le lanzó una mirada rápida, ladeando la cabeza. “Hay un primer lugar que se está disputando últimamente, ¿no crees?”
Renjun entrecerró los ojos, pero la comisura de su boca ya empezaba a curvarse.
“Si esto es otra indirecta disfrazada de broma…”
“¿Disfrazada?” Jaemin fingió ofensa. “Renjun, por favor. Yo no necesito disfraces. Solo un poco de drama estratégico.”
Renjun lo miró desde la cama, medio recostado.
“O tal vez le gustas porque eres callado cuando no estás molestando.” apuntó a Flicker.
“Eso es completamente ofensivo,” respondió Jaemin, fingiendo indignación mientras acariciaba la cabecita del Bowtruckle. “Además, yo no molesto. Solo le doy sabor a la vida.”
Renjun rodó los ojos, pero sus labios ya estaban curvándose en una pequeña sonrisa.
Renjun sonrió, ladeando la cabeza.
“¿Celoso?” preguntó al fin, entendiendo un poco el comportamiento del Ravenclaw.
“Un poco,” admitió Jaemin con naturalidad, sin dejar de acariciar a Flicker con el dedo índice. “Pero no de la forma que crees.”
Renjun lo miró, ahora más atento.
"Pero si Jeno termina llevándote al partido, sentándote en primera fila, y luego te compra una bufanda de Hufflepuff… bueno, ahí sí podría empezar a planear mi venganza.”
Renjun desvió la mirada, ya visiblemente sonrojado.
“Él me invitó, estabas ahí,” murmuró acomodándose en la cama para estar más cerca.
“Loco, si lo piensas,” Jaemin sonrió con picardía. “Entonces solo me queda una opción.”
“¿Cuál?”
“Ganar tu afecto con sobornos y encanto natural. Empezaré por dejarte jugar con Flicker… pero no abuses, ¿eh?”
Renjun lo miró entre divertido y confundido, mientras el Bowtruckle caminaba lentamente hacia él desde el hombro de Jaemin.
“¿Y si prefiero seguir en la neutralidad?” preguntó, acariciando a Flicker con delicadeza.
Jaemin se encogió de hombros, cruzando las piernas con aire despreocupado.
“Entonces seguiré subiendo puntos hasta que cambies de idea. Soy paciente. Y encantador, además piensa que no me importa compartir con Jeno. Una combinación peligrosa.”
Renjun bajó la mirada, sus dedos distraídos en la espalda de Flicker, y no dijo nada. Pero la sonrisa suave que se dibujó en sus labios era respuesta suficiente.
Jaemin no dijo más.
Porque a veces, las batallas se ganan en silencio. Con miradas. Y con Bowtruckles que eligen bien a quién caminarle encima.
Las gradas estaban llenas de estudiantes vibrando de emoción, bufandas ondeando al viento, encantamientos amplificando los gritos y banderas parpadeando con brillo mágico. El cielo estaba despejado, con una brisa que arrastraba hojas doradas por el campo de Quidditch.
Renjun se sentó entre Jaemin y Chenle, con Flicker oculto dentro del cuello de su túnica. Jisung sostenía un cartel mal pintado que decía “¡Jeno, sé fuerte!” con un pequeño dibujo de un león desproporcionado.
"¿Estás seguro de que ese león no es un hipogrifo mutado?" bromeó Renjun, alzando una ceja.
“¡Arte abstracto!” replicó Jisung con orgullo.
Renjun esbozó una sonrisa, pero pronto su atención fue capturada por un intercambio a su izquierda. Jaemin se inclinaba hacia Jeno, que estaba abajo en el campo con su escoba en la mano, todavía sin despegar. Se saludaban a la distancia. Jeno levantó una mano, y Jaemin se la devolvió con una sonrisa más suave de lo habitual.
“Sabes que voy a apoyar a Hufflepuff solo porque estás ahí, ¿cierto?” le gritó Jaemin, con la voz lo suficientemente alta para que lo oyera. Su tono era burlón, pero sus ojos decían otra cosa.
Jeno se giró un poco, ajustándose los guantes, y respondió sin titubear:
“Entonces voy a ganar también por ti.”
Jaemin se quedó en silencio un instante. Luego apartó la mirada con un leve sonrojo y disimuló la sonrisa escondiendo la boca tras la bufanda.
Renjun los miró. Sintió algo en su estómago, algo que no era celos, pero tampoco distancia. Como si observarlos fuera irrumpir en una sala donde no había sido invitado. Apretó la bufanda contra su cuello y bajó la mirada.
No debería haberlo visto. No debería estar aquí como si fuera uno más.
Fingió que nada pasaba. Rió con Chenle cuando Jisung gritó demasiado fuerte y se cayó de la banca. Levantó la mirada al cielo justo cuando Jeno despegaba y su silueta cortaba el viento como si le perteneciera.
Aun así...
Renjun alzó la mano en un gesto sutil cuando Jeno pasó cerca. El chico lo vio. Sonrió.
Durante un momento, Renjun se permitió creer que podía estar allí por eso. Por él. Por los gritos, por los amigos, por los ojos brillantes que lo buscaban entre la multitud.
Pero no duró.
El corazón de Renjun seguía en otra parte. En otra capa del castillo, donde puertas olvidadas y magia antigua esperaban. En la sombra de una torre donde una dama etérea le había hablado de verdades enterradas.
Se levantó sin hacer ruido, murmurando una excusa a Chenle.
Nadie lo detuvo. Ni siquiera Jaemin, demasiado enfocado en seguir el vuelo de Jeno. Ni Jisung, que agitaba el cartel con tanta emoción que casi golpea a un estudiante de Ravenclaw.
Renjun descendió las gradas como una sombra, sin volverse.
Cruzó los pasillos como si fueran parte de él. Subió los escalones hacia la torre secundaria del ala este, donde una de las paredes estaba marcada por una pequeña hendidura: la que le había mostrado Helena.
Se detuvo frente a la roca. Estaba quieta. Antigua. El aire se sentía distinto allí. Más frío. Más denso.
Cerró los ojos. Apoyó la palma sobre la superficie rugosa.
“Estoy listo,” susurró. “Muéstrate.”
Nada se movió.
Renjun respiró hondo. Aún sentía el eco de las voces en el estadio. Las risas. El rugido del viento entre escobas.
Pero aquí todo era silencio.
Soy un mago oscuro. Aún tengo una misión.
Abrió los ojos.
“Por favor… abre.”
La piedra no respondió.
Pero algo sí cambió: su varita tembló en su bolsillo. Apenas un estremecimiento. Una vibración sutil, como si algo al otro lado hubiera escuchado su llamado.
Renjun entrecerró los ojos.
Se giró. La torre detrás de él lucía tranquila. Pero algo había despertado.
Y mientras el rugido del público en el estadio le llegaba como un susurro lejano, Renjun se preparaba para lo que venía.
Renjun recordó sus intentos anteriores: toques de varita, hechizos de apertura, incluso intentos de manipular la piedra con su propia magia. Nada había funcionado. Pero esta vez, el eco del pánico y el miedo de sí mismo de anoche, junto con la renovada determinación y la necesidad de respuestas, le daban una claridad brutal.
No se trataba de la piedra visible, sino de lo que estaba oculto en sus cimientos. La piedra no había sido tocada en siglos. ¿Qué tipo de magia se guardaría tan celosamente? El veneno. No un veneno líquido, sino uno más etéreo, uno que persistía, que se guardaba, como el mal.
Desenvainó su varita. La sostuvo con la punta hacia la hendidura, pero no lanzó un hechizo. En cambio, cerró los ojos y se concentró. Dejó que su propia magia, esa fuerza oscura y primaria que apenas lograba contener, fluyera hacia la piedra, no como un asalto, sino como una exploración. Sintió la energía antigua, casi dormida, que emanaba de la roca. Era una magia que reconocía, una magia ancestral que resonaba con la suya propia.
"Donde el veneno no se evapora, sino que se guarda..."
La frase de Helena volvió a su mente. No era un lugar para un ritual de luz, sino de oscuridad, de lo que persiste. Y él, Renjun, era de esa oscuridad.
Abrió los ojos. Su mirada ahora era penetrante. La varita en su mano no temblaba por el miedo, sino por el poder que canalizaba. Con un movimiento lento y deliberado, Renjun no conjuró, sino que empujó su propia esencia mágica hacia la hendidura, no un hechizo, sino una pulsación de afinidad. Fue un acto de reconocimiento, de comunión con la magia que había sido guardada allí.
La piedra rugió.
No fue un sonido audible, sino una vibración que estremeció el aire a su alrededor. Grietas finas, como venas oscuras, comenzaron a extenderse desde la hendidura, no sobre la superficie, sino hacia adentro, como si la roca se estuviera desintegrando internamente. El suelo bajo sus pies tembló.
Un olor rancio, a metal viejo y algo indescriptiblemente antiguo y podrido, llenó el aire. No era el hedor de un pantano, sino algo más profundo, como el eco de una maldad milenaria.
La pared no se abrió como una puerta. En cambio, la sección de roca marcada por la hendidura comenzó a hundirse lentamente hacia abajo, arrastrando consigo la tierra y las piedras sueltas, revelando un pasaje oscuro y estrecho. No era una puerta en sí, sino una abertura oculta que descendía en la negrura. Los bordes irregulares revelaban mampostería sin trabajar, como si el túnel hubiera sido excavado hace siglos y luego olvidado.
Renjun sintió la atracción del vacío, el llamado de lo desconocido. La primera puerta. No era lo que había esperado, no un arco majestuoso, sino una boca abierta al abismo. El ruido lejano del partido de Quidditch se había desvanecido por completo, reemplazado por el eco de su propia respiración.
La voz de Helena volvió a resonar en su mente, clara como el cristal: "Ahí… tal vez encuentres la primera puerta."
Renjun dio un paso hacia el borde, la oscuridad del pasaje pareciendo extenderse para engullirlo. La varita brilló en su mano, la punta emitiendo una luz tenue que solo servía para enfatizar la negrura de lo que se extendía más allá.
La misión.
La verdad.
El Corazón de Salazar Slytherin. Estaba un paso más cerca.
Renjun descendió por el pasaje, la tenue luz de su varita apenas disipando la densa oscuridad. El aire se hizo más pesado, cargado con el olor a humedad y a algo metálico. Los muros eran de piedra sin pulir, y el pasaje serpenteaba hacia las profundidades, revelando su edad.
Después de unos minutos de descenso, el túnel se abrió en una pequeña cámara circular. En el centro, no había tesoros, ni inscripciones evidentes. Solo un pedestal de piedra, sobre el cual descansaba una única escama de serpiente, iridiscente y pulsante con una magia residual. Y debajo de la escama, grabado en el pedestal, un acertijo. La caligrafía era antigua, pero Renjun la reconoció como una forma arcaica de serpientes.
Renjun se acercó, su varita iluminando las líneas. El acertijo, intrincado y lleno de dobles sentidos, era un homenaje a la astucia de Slytherin:
No tengo piernas, pero viajo lejos.
No tengo boca, pero miento sin cesar.
Mi corazón es un veneno que no mata, sino que envenena lo que toca.
Me muevo en las sombras, soy la verdad oculta.
¿Qué soy?
Renjun frunció el ceño. Repasó las líneas varias veces, intentando desentrañar el significado. Viajar lejos, mentir, veneno que no mata... Su mente rápida analizó posibles soluciones: un rumor, un secreto, una traición. Todas encajaban de alguna manera con la filosofía de Slytherin, pero ninguna se sentía del todo correcta para una "primera puerta".
El tiempo pasaba. El rugido del Quidditch se había silenciado por completo, y una molesta sensación de urgencia comenzó a crecer en su interior. Llevaba demasiado tiempo allí. Si alguien lo seguía, si La Raíz ya estaba buscando a Jeno, cada segundo era crucial.
No podía resolverlo ahora. Necesitaba pensar, analizar, quizás incluso buscar información en algún lugar remoto de la biblioteca, en alguna parte de la Sección Prohibida, por supuesto. Con una decisión rápida, memorizó el acertijo palabra por palabra, su mente absorbiendo cada detalle. Este no era el final, era solo el comienzo.
Se giró y ascendió el pasaje con prisa, el olor a humedad y antigüedad desvaneciéndose a medida que se acercaba a la superficie. La entrada en la pared se cerró detrás de él con un susurro inaudible una vez que estuvo fuera, la piedra volviendo a su apariencia inmutable.
Regresó al campo de Quidditch justo a tiempo. El rugido del público era ensordecedor. Las gradas estallaban en un frenesí de vítores y aplausos. En el centro del campo, Jeno, elevado en su escoba, sonreía radiante, la Snitch Dorada reluciendo en su mano. Había ganado el partido para Hufflepuff.
La euforia era contagiosa. Los estudiantes bajaban de las gradas, corriendo hacia el campo para felicitar a sus equipos. Renjun, inmerso en la marea de gente, no pudo volver a su grupo. Se encontró apoyado en uno de los pilares de piedra que sostenían las gradas, observando desde la distancia.
Mark, Jaemin, Jisung, Haechan, Chenle, se abalanzaron sobre Jeno en la arena, sus voces emocionadas ahogadas por el ruido general. Jeno reía, siendo palmoteado en la espalda, el héroe del momento.
De pronto, la mirada de Jeno barrió la multitud. Parecía buscar a alguien. Sus ojos se detuvieron en la silueta de Renjun, apoyado en el pilar, apartado de la euforia. Una sonrisa genuina se extendió por el rostro de Jeno, y levantó una mano en un saludo discreto.
Renjun, con un gesto tranquilo de su propia mano, hizo que una botella de agua fresca levitara desde una de las bancas y se deslizara suavemente hacia Jeno.
Jeno la atrapó al vuelo, sus ojos fijos en Renjun. Le hizo una pequeña reverencia, aún con la sonrisa en su rostro, y levantó la botella en señal de agradecimiento. Renjun asintió apenas, manteniéndose inmóvil en su pilar, una figura solitaria en medio de la celebración. El calor de la interacción, por breve que fuera, fue un contraste con el frío de la cámara secreta.
El pasaje oscuro, la vibración de la piedra, el acertijo... todo se grabó en la mente de Renjun. Mientras el estruendo del partido de Quidditch se desvanecía a su alrededor, él ya estaba absorto en el rompecabezas.
Regresó a su habitación, al silencio que tan desesperadamente buscaba, y el acertijo de Slytherin se convirtió en su única obsesión.
"No tengo piernas, pero viajo lejos. No tengo boca, pero miento sin cesar. Mi corazón es un veneno que no mata, sino que envenena lo que toca. Me muevo en las sombras, soy la verdad oculta. ¿Qué soy?"
Renjun escribió las líneas una y otra vez en pergaminos. Consultó libros de simbolismo antiguo y leyendas de Hogwarts, buscando pistas. La Serpiente. El veneno. La mentira. Cada palabra resonaba con la astucia de Salazar Slytherin, pero la respuesta, la clave para la "primera puerta", se le escapaba. Pasó horas, días, sumergido en el enigma, pero la solución permanecía elusiva. La frustración crecía, una sensación de fracaso que lo carcomía.
No podía pedir ayuda. Ningún Slytherin en Hogwarts, ni siquiera los profesores lo ayudarían, algún profesor quizás si, pero Renjun tendría que explicar muchas cosas y no estaba dispuesto, el acertijo tan intrínsecamente ligado a los secretos más profundos de su propia Casa, significaba que solo alguien de Slytherin podría ayudar.
Pero entonces, una idea peligrosa comenzó a gestarse en su mente. Si no podía encontrar la respuesta en Hogwarts, la encontraría en La Raíz. Había alguien que, por su historia con el castillo y su afiliación con su familia, podría tener la clave.
Con una determinación fría, Renjun sacó un trozo de pergamino y escribió una breve nota a Taeju. Era una instrucción directa, casi una orden.
Taeju.
Necesito contactar a Jay. Que se encuentre conmigo. En el Bosque Prohibido. La noche del viernes. Él conoce el lugar.
R.
Ató la nota a la pata de su cuervo mensajero. El ave graznó una vez, un sonido grave en el silencio de la habitación, y luego batió sus alas, desapareciendo por la ventana, llevando consigo la peligrosa solicitud de Renjun.
Una noche, un día antes del viernes, en la cena, el Gran Comedor estaba lleno. Las risas de Jisung y Chenle resonaban mientras Jaemin y Haechan bromeaban sobre el último incidente en un entrenamiento de Quidditch. Renjun estaba sentado entre Jeno y Jaemin, su plato apenas tocado, mientras el acertijo de Slytherin giraba en su cabeza.
De repente, una sombra oscura se cernió sobre la mesa. Su cuervo descendió con un batir de alas, aterrizando justo frente a Renjun. Llevaba un pequeño rollo de pergamino atado a su pata. La aparición del ave, tan inusual en medio de la cena, captó la atención de todos.
Renjun sintió un escalofrío. Era la respuesta de Jay. Sus dedos, a pesar de su fachada inquebrantable, temblaron ligeramente al desatar la nota.
Entendido. Viernes. El lugar de siempre. El Consejo querrá una explicación de la reciente… "ausencia" de Sungmin. Prepárate.
T.
La última frase era la parte que Renjun había temido. No solo tendría que justificar la muerte de Sungmin, sino que lo haría ante el Consejo de La Raíz.
Una punzada de ansiedad, algo raro en él, lo atravesó.
"¿Hay algo mal, Renjun?" preguntó Jaemin, su voz suave, pero con una curiosidad y ansiedad inconfundible.
Chenle, siempre más directo, se inclinó.
"¿Noticias que debamos saber?"
Renjun simplemente quemó la nota en menos de un segundo sin una palabra. Evitó sus miradas. El silencio de Renjun, en lugar de apaciguar su curiosidad, sólo la intensifico.
"¿Está todo bien?", preguntó Jeno, su voz baja y cargada de una preocupación genuina. Renjun sintió el peso de sus ojos, la culpa que lo había carcomido recientemente.
Renjun se limitó a negar con la cabeza, sin mirar a ninguno de ellos. No podía. No en ese momento. Tenía que prepararse.
“Lo estás haciendo de nuevo” comentó Jisung de forma casual, mientras acariciaba a su cuervo. Renjun supo enseguida de que estaba hablando.
“Lo siento” respondió Renjun, y la forma en que su voz sonó tan rota habría avergonzado a sus padres, y a toda la raíz.
Él no se disculpaba, él no le daba explicaciones a nadie, pero ahí en medio del gran comedor con el rostro lleno de decepción del grupo, quienes hace poco se habían quemado las pestañas ayudándolo, hizo que Renjun se sintiera extremadamente culpable.
“Debes saber que no tienes que explicarnos todo, nosotros somos los intrusos, lo sabemos” La voz de Haechan hizo que Renjun alzará la vista de nuevo. Había una seriedad inusual en su rostro, libre de cualquier sarcasmo. “Pero tú puedes confiar un poco más. Si no quieres decirnos, está bien, nadie se enojará, pero… nos preocupamos por ti, Renjun. Somos tus amigos.”
La última frase, pronunciada por Haechan con una sencillez desarmante, golpeó a Renjun más fuerte que cualquier hechizo. Amigos. La palabra resonó en su mente, extraña y cálida, casi aterradora. Observó los rostros a su alrededor: la suave preocupación de Jaemin, la leal seriedad de Jeno, la curiosidad paciente de Mark, la inocente inquietud de Chenle y Jisung. Estaban ahí. Realmente estaban ahí. Y no pedían nada a cambio, solo confianza.
Renjun sintió un nudo en la garganta. No podía hablar. No podía traicionarlos con la verdad de quién era y lo que implicaba su existencia. Pero tampoco podía seguir mintiendo por completo, no después de esas palabras.
Se levantó abruptamente de la mesa, la silla raspando contra el suelo.
“Tengo… tengo que irme.” Susurró, su voz apenas audible. No esperó una respuesta. Simplemente se dirigió hacia las puertas del Gran Comedor, el sonido de las conversaciones de los otros estudiantes pareciendo desvanecerse a medida que se alejaba. La culpa y la necesidad de protegerlos luchaban contra el deseo de desahogarse.
El resto del jueves y la mañana del viernes, Renjun intentó actuar con normalidad. Se sentó con ellos en las comidas, asistió a clases, incluso respondió a alguna pregunta cuando era directamente interpelado. Hizo un esfuerzo por parecer el Renjun que ellos conocían: distante, sí, pero presente.
Sin embargo, la farsa era agotadora. Los comentarios de Haechan, que solían molestarlo con una chispa de picardía, ahora parecían apagados, casi forzados, como si el chico temiera cruzar una línea invisible. La manera en que el grupo lo miraba, con una paciencia casi exasperante, con ojos que parecían esperar que se abriera, que compartiera la carga, era una tortura. Renjun no estaba acostumbrado a que alguien esperara lo mejor de él, a que creyeran en una bondad que él mismo dudaba poseer.
Esa persistencia silenciosa solo aumentaba su sentimiento de culpa y la presión de su secreto.
Cada mirada, cada silencio expectante, reforzaba la voz en su cabeza.
A medida que el viernes avanzaba, la ansiedad de Renjun se intensificó. La hora del encuentro con Jay se acercaba. Su mente era un torbellino de contradicciones, luchando por reafirmar su identidad.
"Soy el hijo de La Raíz," se repetía mientras caminaba por los pasillos, dirigiéndose hacia la entrada del Bosque Prohibido. El crepúsculo teñía el cielo de púrpura y naranja, un contraste cruel con la oscuridad que sentía crecer en su interior. "No vine a Hogwarts a hacer amigos."
Recordaba las caras de preocupación de Jaemin y Jeno, las risas de Chenle y Jisung, la lealtad silenciosa de Mark. Eran imágenes que intentaba borrar.
"Estoy en una misión. Una misión que es mía, solo mía," murmuró para sí mismo, apretando la mandíbula. El frío de la noche comenzaba a calar en sus huesos, pero era el frío de la determinación, de la necesidad de volver a su propósito original. No podía permitirse distracciones.
Con cada paso hacia los árboles, la familiaridad de la oscuridad lo envolvía. El aire se volvió más denso, el sonido de los animales nocturnos comenzó a reemplazar los ecos lejanos del castillo. Se adentró en el Bosque Prohibido, su silueta difuminándose entre las sombras imponentes de los árboles.
Allí, bajo el dosel oscuro de las copas, lo esperaba Jay. Y con él, la confrontación inevitable sobre la 'ausencia' de Sungmin , y la reconfirmación de su lugar en La Raíz. Renjun sabía que, al cruzar el umbral del bosque, estaba dejando atrás cualquier pretensión de normalidad. Estaba volviendo al único mundo al que realmente pertenecía.
El aire del Bosque Prohibido era frío y denso, cargado con el olor a tierra húmeda y la vida salvaje oculta. Renjun se movía con la familiaridad de una sombra, sus sentidos agudizados por la inminente confrontación. Llegó al claro acordado, un pequeño espacio donde la luz de la luna apenas se filtraba a través de las copas entrelazadas.
Jay ya estaba allí. No se movía, simplemente estaba de pie, una figura alta y delgada, con las manos metidas en los bolsillos de su túnica oscura. Su rostro, enmarcado por cabello largo y oscuro, tenía una expresión pretenciosa y sabelotodo, como si con solo una mirada pudiera desentrañar cada secreto que Renjun guardaba. A Renjun le desagradaba intensamente esa cualidad en Jay, pero no podía negar que, por la historia de Jay con Hogwarts y su profundo conocimiento de La Raíz, era el más indicado para resolver el acertijo.
El silencio entre ellos se extendió por unos segundos, roto solo por el susurro del viento entre los árboles. Finalmente, Jay rompió el mutismo, su voz baja pero clara.
"Las raíces más profundas..." comenzó Jay, una frase familiar de La Raíz, cargada de su filosofía de poder oculto y omnipresente.
"...siempre alcanzan la oscuridad aún más profunda," Renjun completó la frase sin vacilar, la respuesta casi un reflejo automático. No había emoción en su voz, solo la fría formalidad de quien recita un credo.
Jay sonrió, una sonrisa torcida y llena de sorna que no alcanzaba sus ojos.
"Bien. Parece que Hogwarts no te ha ablandado tanto como pensé. Aunque tu reciente... desaparición de los asuntos de La Raíz, y tu repentina afición por las compañías coloridas, me hicieron dudar."
La indirecta sobre el grupo de amigos de Renjun fue clara. Jay no perdía el tiempo con preámbulos. Su mirada se volvió más incisiva.
"Dime, Renjun," continuó Jay, la voz perdiendo el tono de burla para adquirir una frialdad cortante. "¿Por qué tanta demora en tu misión? ¿Por qué aún no has encontrado lo que viniste a buscar? Se te dio una tarea, un propósito. Y pareces estar más interesado en... distracciones."
Renjun se mantuvo inmutable, su rostro una máscara de fría indiferencia.
"La misión no ha demorado," respondió, su voz nivelada y carente de cualquier emoción. "La complejidad de los sellos antiguos y las protecciones del castillo exigen un enfoque metódico. Y el objetivo principal aún no ha revelado su ubicación completa. Estoy operando con la mayor eficiencia posible dadas las circunstancias."
Jay levantó una ceja, una señal de escepticismo.
"¿Y lo que le paso a Sungmin?" Su tono se oscureció. "Es lo más preocupante: ¿qué demonios estaba pasando por tu cabeza al declarar que un grupo de niños de Hogwarts estaba 'bajo tu protección'? ¿Acaso has olvidado para quién trabajas, Renjun? ¿Has olvidado de dónde vienes?"
Renjun no titubeó. Cada pregunta fue recibida con una respuesta que era tan cortante como asertiva.
"Sungmin fue un obstáculo que ponía en riesgo la discreción de la operación. Su impulsividad se volvió una amenaza para mi infiltración. Fue... neutralizado. Un daño colateral necesario." No hubo arrepentimiento, sólo una lógica brutal.
Jay entrecerró los ojos, la sonrisa burlona había desaparecido por completo de su rostro.
"Neutralizado, ¿eh? La 'desaparición' de Sungmin no ha sentado bien a nadie en el Consejo, Renjun. Y menos a tus padres. Será mejor que tengas una excelente explicación para justificar la ausencia de un líder de manada tan valioso."
Renjun se mantuvo inmutable, su mirada tan fría como el hielo.
"No fue una desaparición," afirmó, su voz un murmullo helado que resonó en el silencio del bosque. "Lo maté." La admisión directa no mostró el menor atisbo de emoción, solo el reconocimiento de un hecho consumado. "Su ambición y su falta de disciplina amenazaban con exponer la operación. Era un riesgo inaceptable para la misión principal."
Luego, Renjun abordó la última y más delicada pregunta de Jay, justificando sus acciones con una lógica despiadada que no dejaba lugar a sentimentalismos.
"En cuanto a los 'niños de Hogwarts'," comenzó, y en su tono no había ni rastro de afecto, solo un frío cálculo. "Jeno, a quien Sungmin había marcado, no es solo un estudiante cualquiera. Es el sobrino del Jefe de Aurores, Doyoung. Y uno de sus amigos más cercanos, Chenle, es el hermano del Ministro de Magia."
Una pausa dramática, mientras Renjun observaba el leve cambio en la expresión de Jay.
"Al ganarme la 'confianza' de Jeno, tengo una línea directa e indirecta a las figuras más influyentes del Ministerio. Esto no es sentimentalismo. Es control. Es una ventaja estratégica innegable. Si Doyoung y el Ministro confían en Jeno, y Jeno confía en mí, incluso mínimamente, eso me da acceso a información y movimientos del Ministerio que de otra forma serían imposibles de obtener. Mis acciones han asegurado una posición de influencia clave dentro del corazón del enemigo."
La justificación de Renjun fue una exhibición de pragmatismo brutal, presentando a sus 'amigos' como meros peones en un juego de ajedrez, valiosos sólo por su utilidad. No era el comportamiento de alguien que se hubiera 'ablandado', sino de un maestro estratega, quizás más frío de lo que Jay había esperado.
Jay primero soltó una risa seca, un sonido áspero que se extendió por el claro. Luego, para sorpresa de Renjun, dio un paso adelante y tomó su hombro con una complicidad que le revolvió el estómago. La risa se transformó en una sonrisa de satisfacción que no llegaba a sus ojos, pero que era innegablemente de aprobación.
"Tus padres estarán eufóricos con la noticia, Renjun," dijo Jay, su voz baja y llena de orgullo. "Hacerte amigo del sobrino del Jefe de Aurores y del hermano del Ministro de Magia... eso, mi querido Renjun, es algo que solo a ti se te podía ocurrir." Apretó el hombro de Renjun, un gesto posesivo. "Imagínate las posibilidades. Con esa confianza, puedes mover fichas donde nadie más puede. Puedes torcer voluntades, sembrar dudas en las más altas esferas, todo sin que sospechen de la fuente. Eres implacable, Renjun. Nuestro orgullo. El orgullo de La Raíz."
La conversación, que había comenzado con una tensión palpable, se volvió menos hostil, teñida ahora con una fría satisfacción por parte de Jay. La aceptación de sus acciones, la validación de su crueldad calculada, era lo que Renjun esperaba, lo que siempre había buscado de su familia.
"Ahora," dijo Jay, retirando la mano del hombro de Renjun, su tono volviendo a ser práctico. "¿Por qué me has llamado aquí? No creo que haya sido solo para mi felicitación."
Renjun se sintió ligeramente aliviado de que la incómoda demostración de aprobación hubiera terminado. Describió el pasaje oculto bajo el aula de Pociones y el acertijo que había encontrado allí. Recitó las líneas con precisión, sus ojos fijos en la expresión de Jay.
"No tengo piernas, pero viajo lejos. No tengo boca, pero miento sin cesar. Mi corazón es un veneno que no mata, sino que envenena lo que toca. Me muevo en las sombras, soy la verdad oculta. ¿Qué soy?"
Jay escuchó, sus cejas levantándose apenas. Recorrió el acertijo en su mente, y una sonrisa lenta, esta vez genuinamente intrigada, comenzó a formarse en sus labios.
"Salazar era un genio retorcido," murmuró. "Una cámara. Esto es mucho más que una simple trampa para intrusos, ¿no? Estás en el camino correcto para encontrar el Corazón de Slytherin."
Jay se acercó a una roca cercana y se sentó, indicando a Renjun que hiciera lo mismo.
"La solución no es obvia, por supuesto. Es una trampa para aquellos que solo buscan el poder directamente. Requiere astucia, y un entendimiento de la verdadera naturaleza de nuestra Casa.”
Jay se reclinó contra la roca, sus ojos, acostumbrados a la penumbra, se fijaron en algún punto más allá de Renjun, como si intentara mirar el acertijo desde una perspectiva totalmente diferente. El silencio se prolongó, solo roto por el suave crepitar de las hojas bajo sus pies y el lejano aullido de alguna criatura del bosque. Renjun esperó, impaciente pero en silencio.
"Es brillante, en su perversidad," murmuró Jay finalmente, una sonrisa sarcástica asomando en sus labios. "No busca una respuesta lógica, Renjun. Busca una comprensión. La verdad de nuestra Casa, la esencia de Salazar."
Jay se volvió hacia Renjun, sus ojos brillando con una perspicacia inquietante.
"Piensa en el veneno. No el que mata, sino el que corroe, el que cambia, el que se filtra sin ser visto. La manipulación. La traición. La información maliciosa. Eso es lo que 'miente sin cesar' y 'envenena lo que toca' sin matar directamente. Y se 'mueve en las sombras'. ¿Qué viaja lejos sin piernas y es una 'verdad oculta'?"
Renjun frunció el ceño, su mente procesando las palabras de Jay, la revelación asomándose.
Jay soltó una risa llena de sorna, viendo la comprensión en los ojos de Renjun.
"La respuesta, mi joven Huang, es simple en su complejidad. Es un secreto. El secreto en sí mismo. La información oculta, el conocimiento prohibido. Eso es lo que Salazar valoraba más. El poder de lo no dicho, de lo que se guarda."
"El secreto," susurró Renjun, la palabra sintiéndose extrañamente correcta. "La primera puerta se abre al secreto."
"Exacto," asintió Jay, sus ojos satisfechos. "El Corazón de Slytherin no es para los que buscan la fuerza bruta, sino para los que dominan la sombra, los que saben que la verdadera influencia yace en lo que se sabe y lo que se mantiene oculto. La capacidad de guardar y usar secretos es la clave." Se levantó, el aire a su alrededor vibrando con una energía contenida. "Ahora lo sabes. La primera puerta está abierta."
Renjun asimiló la respuesta, la lógica de la 'verdad oculta' haciendo clic en su mente. Tenía sentido. Este era el tipo de ingenio retorcido de Slytherin.
"Gracias," dijo, su voz inusualmente desprovista de su habitual frialdad.
Jay asintió, una sonrisa de suficiencia en sus labios.
"Esperaremos tus siguientes movimientos, Renjun. El plan va excelente. Nadie sospecha, ni dentro ni fuera de Hogwarts. Tu cobertura es impecable."
Renjun vio su oportunidad.
"Entonces," espetó, su voz volviendo a su tono cortante. "¿Qué es lo que mis padres buscan desde Azkaban? ¿Cuál es el verdadero propósito de todo esto?"
La sonrisa de Jay se desvaneció. Su mirada se volvió sombría.
"No puedo decirlo," dijo, su voz baja y firme. "Ni siquiera a ti, Renjun. No aún."
Renjun bufó, la frustración evidente en su expresión.
"Qué conveniente."
Jay se rio entre dientes, una risa seca y provocadora.
"No te pierdas en tus propios juegos, Renjun. Mantén el ojo en el premio. O podrías encontrarte... extraviado." Su tono contenía una advertencia apenas velada.
La sangre de Renjun hirvió. La amenaza era clara.
"Dime," exigió, su voz un susurro peligroso. "¿Quién me lanzó el Imperius ese día? ¿Quién me controló?"
Jay simplemente se echó a reír, una risa cruel y despectiva que resonó en el silencio del bosque.
"No te lo diré." El rostro de Renjun se contrajo de rabia. La frustración de saber que había un traidor, alguien dentro de La Raíz que se atrevió a controlarlo, era insoportable.
Jay continuó, su voz burlona.
"No te equivoques, Renjun. Incluso eso... también era parte del plan."
Antes de que Renjun pudiera reaccionar, el cuerpo de Jay se desdibujó, y con un suave pop, el líder de La Raíz desapareció en la oscuridad del Bosque Prohibido, dejando a Renjun solo con la verdad del acertijo y la escalofriante revelación de que había sido un peón en un juego aún más grande de lo que imaginaba. Incluso su propia autonomía había sido una ilusión.
Renjun se quedó de pie en el claro, el eco de la risa de Jay aún resonando en sus oídos. Sus puños se apretaron. En el fondo, había sospechado que la extraña laguna, ese instante de pérdida de control durante la Cacería, era parte de un plan más grande. Que lo mantuvieran en la oscuridad, sin explicaciones, era una táctica familiar de La Raíz, una forma de asegurar la obediencia ciega.
Pero eso no disminuía su furia. Lo hervía la rabia de ser manipulado, de ser un títere en su propio destino. Se sentía exactamente como ese día, hace años, durante el ritual de Injun.
La memoria, fragmentada y dolorosa, lo asaltó. Recordaba ese día empezando con una normalidad engañosa. Habían sido solo Injun y él, jugando, riendo, después de unas abrumadoras lecciones de hechizos avanzados que los habían dejado exhaustos.
Renjun, el hermano mayor, el que ya era un prodigio, había curado unas pequeñas heridas que Injun se hizo al practicar un hechizo mal ejecutado. Luego, simplemente se pusieron a jugar, un raro respiro de la severidad de sus vidas.
Pero en algún momento, el mundo se había desdibujado.
Un instante Renjun estaba riendo con Injun bajo el sol, el siguiente, volvió en sí con un sobresalto brutal. No estaba jugando. Estaban en un lugar que conocía muy bien, un recinto subterráneo de La Raíz, y Injun estaba en medio de un círculo de runas brillantes y humeantes, que pulsaban con magia oscura. Injun parecía demasiado indefenso, demasiado pálido, y demasiado lejos de él para que pudiera protegerlo. La visión de su hermano, tan vulnerable, tan cerca de una línea que no debía cruzar, lo había aterrorizado.
Renjun intentó correr, intentó gritar, intentó lanzar un hechizo, pero no se podía mover. Alguna fuerza invisible lo mantenía clavado en su lugar. Esos segundos de lucidez, de pánico impotente, fueron los últimos antes de volver a sumirse en una laguna de la que no tenía control. La oscuridad lo había envuelto de nuevo, un velo protector que le robaba la visión del horror.
Cuando volvió en sí la siguiente vez, el ritual había terminado. Su hermano ya estaba muerto. Sus pequeños ojos, apagados. Y sus padres, con los que se encontró después, parecían cautelosos con él, sí, pero también extrañamente satisfechos. ¿Había hecho algo? ¿Había participado, sin saberlo?
El recuerdo de esa impotencia, de esa pérdida de control, avivó su resentimiento hacia Jay y hacia toda La Raíz. Le habían robado su memoria, y ahora, su autonomía.
La promesa de Jay sobre la 'ausencia' de Sungmin, el que no recordara nada siendo parte del plan, la burla sobre el Imperius, la insistencia de que sus padres no le revelarían el verdadero propósito de su encarcelamiento... todo apuntaba a una manipulación constante. Su misión de encontrar el Corazón de Slytherin no era solo una tarea; era la única vía para obtener respuestas, para descubrir la verdad que La Raíz le negaba.
Después de que Jay desapareciera, Renjun permaneció en el claro, la revelación del Imperius y la manipulación de La Raíz lo quemaban por dentro. La furia crecía, fría y controlada, alimentada por el eco de ese día con Injun. No era solo la misión del Corazón de Slytherin lo que lo impulsaba ahora, sino una necesidad ardiente de desentrañar los secretos de su propia vida, de entender por qué lo habían usado así, por qué habían sacrificado a su hermano.
Sin darse cuenta, sus pasos lo sacaron del Bosque Prohibido.
La oscuridad de los árboles dio paso a la tenue luz de los terrenos del castillo, y la brisa fría de la noche le rozó el rostro. A pocos pasos de la entrada, se detuvo en seco.
Ahí estaban. El Auror Doyoung, con una expresión severa, el ministro Kun de pie junto a él con su habitual calma, y el director Taeyong, cuya mirada era una mezcla de preocupación y exasperación. Detrás de ellos, con rostros pálidos y ansiosos, estaban los chicos: Mark, Jeno, Haechan, Jaemin, Chenle y Jisung.
Renjun se tensó al instante.
Habían esperado por él. Lo habían seguido.
Sabía que no podía explicar qué hacía en el Bosque Prohibido, ni por qué. Su mente se puso en modo defensa, la calma implacable de un integrante de La Raíz cubriendo su agitación interna.
Se acercó a ellos, con la cabeza alta.
"Buenas noches," dijo, su voz carente de emoción.
"Renjun, ¿qué hacías en el Bosque Prohibido?" preguntó Doyoung directamente, sin rodeos.
Renjun lo miró a los ojos, su semblante inmutable.
"No sé de qué habla. Acabo de salir del castillo. Daba un paseo." Su voz era plana, una mentira obvia para cualquiera que conociera los peligros de ese lugar.
Los chicos intercambiaron miradas llenas de incertidumbre. La preocupación en sus rostros era palpable. Jeno se movió inquieto, sus ojos suplicantes.
"No mientas, Renjun," intervino Taeyong, su voz grave. "Te vimos. Los chicos te vieron entrar. ¿Estás en contacto con La Raíz?"
Renjun negó con la cabeza, una expresión de ligera sorpresa, casi teatral, en su rostro.
"No sé nada de La Raíz. Y no he estado en el bosque. Deben haberme confundido con otra persona."
La paciencia de Doyoung se agotó. Sus ojos se oscurecieron.
"Basta, Renjun. Sino respondes, te interrogaremos en Azkaban. Creemos que sabes más de lo que dices sobre la reciente actividad..."
Una sonrisa sarcástica cruzó el rostro de Renjun, una expresión que rara vez mostraba.
"Ah, ¿Azkaban? Interesante. Supongo que así podría estar más cerca de mis padres, ¿no? Les haría todo mucho más fácil."
La implicación era clara: Azkaban no era una amenaza para él, sino quizás una conveniencia. Dejó caer las palabras como un témpano de hielo, observando cómo la tensión aumentaba en los rostros de los adultos.
Kun, que había permanecido en silencio hasta entonces, habló con su habitual calma, aunque había una nota de preocupación en su voz.
"Si ese es el caso, Renjun, entonces nos acompañaras al Ministerio. Ahora mismo."
Renjun asintió, una aceptación sorprendentemente relajada.
"Está bien. Solo..." Miró a su brazo, donde Flicker asomaba su pequeña cabeza. "Necesito dejar a mi Bowtruckle con alguien. No puedo llevarlo allí."
Kun asintió.
"Por supuesto."
Renjun se giró hacia el grupo de amigos, que lo observaban con una mezcla de miedo y angustia. Dio un paso hacia ellos, aunque mantuvo una distancia, su rostro aún una máscara. No les dijo nada.
Haechan dio un paso adelante, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.
"Renjun, lo lamentamos. Solo estábamos preocupados por ti. No queríamos... te seguimos y te vimos entrar al bosque prohibido."
"Sí, lo sentimos mucho," agregó Chenle, su voz temblorosa, los ojos grandes y llenos de culpa. "No debimos seguirte, pero... nos asustamos."
Jaemin asintió, su rostro pálido.
"Solo queríamos asegurarnos de que estuvieras bien. No tienes que explicarnos nada, pero... por favor, no te enfades con nosotros." Él extendió una mano, listo para tomar a Flicker, su expresión llena de anhelo.
Renjun no pronunció una palabra, su silencio pesado. Deslizó a Flicker de su brazo, y para la desilusión perceptible de Jaemin, que ya había extendido la mano, Renjun se lo entregó directamente a Haechan. El Bowtruckle se aferró a la túnica de Haechan con un chirrido triste, su pequeña cabeza girando para mirar a Renjun.
"Por favor, no te enojes con nosotros," repitió Mark, su voz teñida de súplica.
Jeno dio un paso incierto, su rostro contraído por la culpa.
"Fue mi culpa, Renjun. Fue mi idea seguirte. Enójate conmigo, pero no con los chicos."
Renjun seguía sin hablarles, sus ojos fijos en la distancia. Solo cuando Flicker le dio un pequeño y suave mordisco de despedida, Renjun permitió que una emoción fugaz cruzara su rostro: una tristeza efímera.
Sus ojos, fríos pero con una chispa fugaz de algo parecido a la despedida, se posaron en Jisung.
"Cuida de mi cuervo," dijo, su voz apenas un susurro que se dirigía a Jisung quien al escuchar asintió enseguida.
Luego, sin una sola mirada más, se dio la vuelta y se encaminó con Kun y Doyoung hacia el castillo, dejándolos atrás en la noche.
Chapter 20: Cicatrices del pasado
Notes:
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Chapter Text
Renjun fue llevado al Ministerio de Magia por Doyoung y Kun. El edificio, imponente y lleno de bullicio mágico, se sentía sofocante para Renjun. Lo condujeron a una sala de interrogatorios, fría y con escasa decoración, donde lo esperaban otros Aurores y el Ministro de Magia, Kun.
El interrogatorio comenzó. Intentaron la Oclumancia, la Legilimancia, hechizos de detección. Renjun no se inmutó. Su mente, entrenada desde la infancia en la Legeremancia oscura y la defensa mental por los magos más poderosos de La Raíz, era una fortaleza impenetrable. Cada intento rebotaba inofensivo, sin una grieta que permitiera la entrada. Su rostro permaneció impasible, sus ojos fríos, sin delatar ni un solo pensamiento.
La frustración creció entre los Aurores. El Ministro Kun observaba con una expresión cada vez más tensa.
Finalmente, después de días de intentos fallidos, se hizo una pausa.
"Hoy es tu cumpleaños número diecisiete, Renjun," dijo Doyoung, su voz más suave de lo que había sido. "Al alcanzar la mayoría de edad, el Ministerio te considera lo suficientemente peligroso como para usar métodos más... directos."
Un Auror se acercó con una pequeña botella de cristal, conteniendo un líquido claro y brillante. Veritaserum.
Renjun lo miró fijamente. No se resistió. No hubo la más mínima vacilación en su expresión. Tomó la botella y bebió el Veritaserum de un solo trago, sin una mueca de desagrado.
Los Aurores y el Ministro se prepararon, anticipando una cascada de verdades incontrolables.
"¿Cuál es tu verdadera conexión con La Raíz?" preguntó Doyoung, su voz autoritaria.
Renjun respondió. Su boca se movió, las palabras salieron con la fluidez que el Veritaserum garantizaba. Pero las palabras eran mentiras. Su dominio sobre su propia mente era tan excepcional que, incluso bajo los efectos de la poción de la verdad, podía seleccionar y manipular las "verdades" que revelaba, tejiendo una red de engaños que sonaba plausible pero no revelaba nada vital.
La sala de entrevistas olía a tinta fresca y metal. Una pluma dictadora flotaba sobre un pergamino, lista. Dos aurores se quedaron a los lados, el Ministro de pie junto a la ventana. Doyoung tomó asiento frente a Renjun.
La pluma vibró sobre el pergamino. El Ministro cruzó los brazos.
"Ninguna," respondió Renjun, sereno. "Nunca los conocí. No sé quiénes son."
La pluma raspó el pergamino. El auror a la izquierda frunció el ceño. El Ministro ladeó la cabeza con curiosidad al ver cómo Renjun con esa simple respuesta les hacía saber que la poción no había funcionado.
Doyoung no parpadeó.
"¿Cómo te llamas?"
"Huang Renjun."
"¿Dónde estás ahora?"
"En el Ministerio de Magia."
"¿Te duele el costado izquierdo?"
"No."
El auror a la derecha miró el vendaje que asomaba bajo la túnica. Susurró.
"El suero está activo, señor. Pupilas dilatadas, pulso bajo."
Doyoung sostuvo la mirada de Renjun.
"La verificación de calidad está bien." El auror tocó la botellita vacía con la varita. "Verum Vivat." El líquido remanente brilló plateado. "Puro."
El Ministro dio un paso.
"Entonces por qué…"
"Porque no está fallando el suero," dijo Doyoung, sin romper el contacto visual. "Está ganando la mente." Bajó la voz. "Estás usando oclumancia profunda sobre premisas y significado, ¿cierto?"
"Sí," contestó Renjun, igual de tranquilo.
"Explícales." Doyoung hizo un gesto para que la pluma siguiera escribiendo.
"El Veritaserum obliga a decir lo que uno considera verdad en el momento de hablar," dijo Renjun. "Si reencuadras la pregunta en otra categoría antes de contestar, y te convences, el suero obedece. ‘La Raíz’, por ejemplo, como término sin referente. Puedo creer, por un instante, que ‘no existe’ como entidad legal, y así ‘nunca la conocí’ es verdad dentro de esa caja."
El Ministro apretó los labios.
"Eso es manipulación del procedimiento."
"Es también por lo que no debe usarse como única prueba," replicó Doyoung, calmado. Volvió a Renjun. "¿Nos permites una lectura superficial para confirmar que no estás jugando con el sentido de todo?"
"Puedes mirar," dijo Renjun, claro. "No voy a ocultarte nada relevante de seguridad. Pero no voy a delatar a inocentes ni a fuentes."
Doyoung tocó apenas la sien de Renjun con la varita. Cerró los ojos un segundo, luego los abrió.
"Oclumancia de compartimentos. No está bloqueando hechos, está desactivando trampas semánticas." Retiró la varita. "Basta de suero. Pluma, pausa de registro."
La pluma se quedó inmóvil en el aire.
El Ministro no protestó.
"Cambiemos de método"
"Sí," lo cortó Doyoung, tranquilo. "Cambio de método: juramento limitado." Volvió a Renjun. "Te propongo esto: un voto de palabra para responder sin engaños, sin equivalencias ni juegos, solo en materia de seguridad y crímenes. Se rompe si te forzamos a traicionar a víctimas o a inocentes. ¿Aceptas?"
"Sí," dijo Renjun, sin dudar.
Doyoung trazó un círculo de luz sobre la mesa.
"Pon la mano." Renjun lo hizo. La luz se cerró y se apagó como una respiración.
"Reanudamos el registro," indicó Doyoung. La pluma volvió a zumbar.
"Pregunta uno," dijo, con tono formal. "¿Fuiste miembro de La Raíz por voluntad propia?"
"No."
"¿Actuaste bajo Imperius u otras coacciones de tus padres o superiores de La Raíz?"
"Sí."
"¿Has matado a alguien?"
"Sí. A más de uno." Un murmullo corrió por la sala. Renjun no bajó la vista. "Fue en defensa de otros y porque me obligaron."
"¿Pones en riesgo Hogwarts o a sus estudiantes hoy?"
"No."
"¿Sabes de células activas que quieran atacar Hogwarts en este momento?"
"No. Solo rezagados sin mando. Lobos y los de primera línea están en Azkaban."
"Da nombres de responsables aún en fuga que el Ministerio deba buscar."
"No puedo, si mis padres se enteran que dí nombres, ustedes van a terminar muertos, pero puedo describir rostros y hábitos. Puedo trazar rutas y casas seguras que usaban antes del golpe." Hizo una pausa. "También tengo un contacto interno. No pondré su nombre en voz alta en esta sala, pero Doyoung lo conocerá en privado."
El Ministro asintió y le dio una mirada al auror, Doyoung entendiendo miro a Renjun de nuevo.
"Se acepta entrega bajo protocolo de testigo protegido." Asintió a Renjun.
"Sigue."
"Objetivo actual," preguntó Doyoung.
"Proteger Hogwarts, reparar lo que dañé, curar a quienes pueda."
"Intención con tus padres."
"Que no vuelvan a hacer daño. Están bajo custodia y sin acceso a su ancla. No deseo su muerte."
Doyoung bajó un tono.
"¿Sabes fabricar o neutralizar Veritaserum?"
"Neutralizarlo en mí, sí. Fabricarlo, no."
"¿Te queda algún artefacto oscuro que no hayas entregado?"
"No."
"¿Aceptas colaborar con el Ministerio en la desarticulación de los restos de La Raíz bajo supervisión y límites claros?"
"Sí."
El Ministro exhaló. La pluma dejó de escribir sola y enrolló el pergamino con un chasquido suave.
Doyoung inclinó la cabeza.
"Consta en acta: el suero no es fiable con este mago. Se procede por juramento limitado y supervisión directa. Renjun, gracias por no jugar al gato y al ratón."
Renjun lo miró sin dureza.
"Quería que quedara claro desde el principio. No voy a dejar que el Ministerio se confíe en una poción conmigo. Prefiero decir la verdad con reglas claras."
El auror de la izquierda guardó la botellita.
"Nunca vi a alguien beberlo así."
"Acostúmbrate a lo raro," dijo Doyoung, recogiendo el pergamino. Luego, a Renjun: "Firmas, descansas y luego vamos a una sala privada. Me entregas ese contacto. Y después seguimos con el interrogatorio."
Renjun esbozó una media sonrisa.
"Esta bien."
"Bien," dijo Doyoung con voz tensa.
El Ministro Kun apretó los labios. Observó a Renjun, inmutable y resbaladizo, y una prueba más se solidificó en su mente: Renjun era incontrolable. Era una amenaza, un enigma que no podían descifrar con sus métodos convencionales.
Doyoung, con un suspiro de resignación, asintió.
"Tenía razón," murmuró, dirigiéndose a Kun. "La primera vez que mantuvimos a Renjun en el Ministerio, probablemente limitó todos sus poderes con tal de parecer más frágil de lo que era. Nos subestimó, y nosotros lo subestimamos a él." Se volvió hacia Renjun, su tono ahora más personal, un intento de conexión. "Renjun, si no nos dirás la verdad bajo Veritaserum, al menos dime por qué. Dime la verdad por tu cuenta. Intento ayudarte."
Renjun solo lo miró, sus ojos vacíos de emoción. No cedió. El silencio se estiró, pesado e incómodo. Finalmente, Doyoung se dio por vencido.
Pasaron muchos días después de eso, y cuando por fin lo dejaron irse, fue debido al director Taeyong, Renjun no lo entendía, pero de todos modos le convenía así que no dijo nada.
Doyoung fue quien lo acompañó para aparecerlo de vuelta cerca de Hogwarts. Se encontraron en un callejón oscuro y desierto, a las afueras de Hogsmeade. La magia de la aparición los envolvió, y cuando sus pies tocaron el suelo, Doyoung se volvió hacia Renjun, su rostro cansado pero su voz firme.
"Renjun," dijo Doyoung, una frustración mezclada con una profunda tristeza en su tono. "Estás haciendo esto mucho más difícil de lo que debería ser. Te intenté ayudar. Si no te dejas ayudar, la próxima vez te enviaremos a Azkaban por conspiración. Y esta vez, no habrá una salida fácil."
Renjun lo miró, una chispa de desinterés en sus ojos.
"Supongo que sería una forma de pasar mis vacaciones de verano," respondió con un sarcasmo gélido, una clara burla a la amenaza.
Para sorpresa de Renjun, Doyoung no se enojó. En cambio, su expresión se suavizó, cargada de una melancolía que Renjun no esperaba, lo guió a los carruajes con thestral mientras no le dirigía la mirada.
"No te enojes con los chicos, Renjun," dijo Doyoung. "Ellos intentaron verte. Chenle usó su carta de 'hermano menor del Ministro de Magia' con tal de colarse en el Ministerio, y después reprochó y peleó con Kun por negarse a verte. El mismo Jeno ha estado todos los días enviando una lechuza preguntando por ti, por tu estado."
La mención de los chicos y sus esfuerzos golpeó a Renjun, un golpe suave pero preciso.
"Ellos están preocupados," continuó Doyoung, su voz más suave aún, casi una súplica. "Debes recordar que, a diferencia de ti, Renjun, que pasaste toda tu vida protegiéndote y siendo egoísta por necesidad, esos chicos tuvieron vidas normales. O lo más cercano a lo normal que la magia permite. Ellos no entienden tu mundo."
Doyoung suspiró, su mirada se endureció ligeramente, el carruaje comenzó a andar y el viento golpeaba sus rostros.
"Y solo para que lo sepas, Renjun... las tragedias no son exclusivas de tu lado de la valla." Hizo una pausa. "Los padres de Jisung también murieron debido a La Raíz. Pero no los mató un licántropo como a la madre de Jeno, o los hechizaron para volverlos dementes como a los padres de Jaemin y Haechan. Los padres de Jisung fueron cruelmente asesinados por tus padres."
La revelación fue un golpe. Renjun se quedó inmóvil. Su mente, tan fuerte y protegida, sintió una fisura. Sus padres mataron a los padres de Jisung.
"Y Mark," continuó Doyoung, su voz ahora llena de una amarga historia. "También tuvo su propia experiencia. Cuando su único hermano decidió unirse a La Raíz, Mark fue detestado en Hogwarts en sus primeros años. Fue una paria, aislado y repudiado. El problema fue tan grave que tuvieron que sacarlo de la escuela un año completo. Cuando volvió en cuarto año, tuvo la suerte de que Haechan, Jeno y Jaemin no lo trataran mal, sino que se hicieran sus amigos."
Doyoung lo miró fijamente, el peso de sus palabras colgando en el aire, habían llegado.
"Todos tienen sus propias cicatrices, Renjun. Y a pesar de ellas, eligieron preocuparse por ti. Piénsalo."
Con eso, Doyoung se dio la vuelta y desapareció, dejando a Renjun solo en la entrada de Hogwarts, bajo el cielo estrellado. El viento silbaba a su alrededor, pero el verdadero frío estaba dentro de él, congelado por las verdades recién reveladas y el peso inesperado de la amistad.
El aire de finales de marzo era fresco, pero Renjun sentía que había estado fuera de Hogwarts por meses, a pesar de que solo habían pasado tres semanas. Le pareció irónico, considerando que antes de ese año nunca había puesto un pie en el castillo. Se reprochó a sí mismo por haberse vuelto débil, por haber permitido que la preocupación ajena se filtrara en su fría determinación.
Mientras avanzaba por el sendero hacia el castillo, se dio cuenta de un cambio sutil. Los estudiantes que pasaban ya no se quedaban callados ni desviaban la mirada. En su lugar, lo observaban con una curiosidad abierta, algunos incluso con un atisbo de preocupación.
"Esto está mal," se dijo Renjun, fastidiado. "Deberían temerme, como al principio."
Esa era la respuesta adecuada para el hijo de La Raíz, no la piedad.
Llegó al Gran Comedor, que estaba casi vacío. Solo unos pocos grupos de estudiantes dispersos ocupaban las largas mesas. Y entonces, los vio. Sentados juntos, en su mesa habitual, estaban Mark, Jeno, Haechan, Jaemin, Chenle y Jisung.
Todos se sorprendieron al verlo de vuelta. Jaemin hizo un movimiento para levantarse, una chispa de alivio en sus ojos, pero Haechan lo detuvo, murmurándole algo al oído. Renjun vio cómo la expresión de Jeno se contraía, un atisbo de dolor al escuchar lo que Haechan decía.
Las palabras de Doyoung aún resonaban en la mente de Renjun: la preocupación de Chenle y Jeno, el pasado de Jisung y Mark.
Renjun se acercó con lentitud, su rostro inescrutable. Vio a Jisung, quien parecía ansioso, pero Renjun rápidamente bufó para sí mismo. "Siempre ha sido un niño ansioso," pensó, intentando desestimar la preocupación del menor. Vio a Mark mirándolo con una mezcla de expectativa y cautela, como si esperara una respuesta o una señal. Y luego, sus ojos se posaron en Chenle. No era el miedo reverencial que Renjun anhelaba, el miedo a su linaje y su poder. Era un miedo diferente: el miedo de que Renjun estuviera enojado con él.
El peso de las verdades de Doyoung se asentó en su estómago. Esos chicos, con sus propias cicatrices invisibles, lo habían buscado. Habían arriesgado por él. Y él, el hijo de La Raíz, los había utilizado como peones.
Renjun sabía que no podía decirles la verdad. Tenía un propósito que cumplir, y todos en La Raíz esperaban mucho de él. No podía fallar. Se sentía mal al usarlos, sí, pero sabía que tampoco podía ignorarlos. Ellos eran lo más normal que Renjun se había sentido desde que Injun murió, y desde que Hyeongjun volvió a hablarle. Esa pequeña burbuja de normalidad, aunque frágil, era algo a lo que se había aferrado.
Así que Renjun se acercó a ellos. Se detuvo frente a Haechan, estirando su mano en una petición silenciosa. Al principio, Haechan lo miró como un ciervo deslumbrado por las luces, sus ojos muy abiertos. Internamente, Renjun encontró eso divertido, que tuvieran tanto miedo de que él estuviera enojado. No estaba enojado con ellos.
Estaba enojado consigo mismo y con La Raíz.
Cuando Haechan capto lo que quería, con rapidez y nerviosismo, le entregó a Flicker, el Bowtruckle se mostró encantado y feliz al regresar a su dueño, trepando por el brazo de Renjun. Al sentir el familiar peso del pequeño guardián, Renjun pudo respirar tranquilo y, sin darse cuenta, dejó de tensar los hombros, liberando una rigidez que no sabía que tenía.
Se dirigió a Jisung, quien seguía ansioso.
"¿Mi cuervo?" preguntó, su voz aún distante pero con un matiz diferente, casi una pregunta genuina.
"Está descansando, en la lechucería," respondió Jisung rápidamente, aliviado de que Renjun le hablara. "Es adorable como siempre."
Renjun bufó, un sonido que apenas era un indicio de una sonrisa.
"Nadie en La Raíz llamaría a Kayden adorable," dijo, y por primera vez, Renjun había dicho el nombre de su cuervo.
Todos se quedaron en silencio, sorprendidos. No solo por el hecho de que Renjun hubiera revelado el nombre de su familiar, sino por la ligereza inusual en su tono. Era una pequeña fisura en su armadura, un indicio de que, tal vez, una parte de él había estado más presente con ellos de lo que admitía. La tensión en la mesa se disolvió un poco, reemplazada por una cautelosa esperanza.
Los chicos intentaron aprovechar esa pequeña apertura. Sabían que Renjun podía cerrarse de nuevo en cualquier momento, y el miedo a eso los impulsó. Sin embargo, la conversación se sentía extraña, forzada. La incomodidad era palpable, y ellos, por el nerviosismo, hablaban más de lo habitual, llenando el silencio con una verborrea ansiosa.
"Entonces... eh... ¿todo bien en el Ministerio?" preguntó Mark, sus ojos moviéndose rápidamente entre Renjun y el resto del grupo. "Nos preocupó mucho que no volvieras."
Renjun lo miró, y aunque su expresión seguía siendo difícil de leer, un atisbo de diversión apenas perceptible cruzó sus ojos. Se regodeaba un poco con la incomodidad de ellos, el control tácito de la situación. A propósito, su voz era monótona, casi aburrida.
"Fue... instructivo. Supongo que tienen sus métodos." Dijo, sin dar más detalles.
"¿Y te... te hicieron algo?" preguntó Chenle, su voz aguda por la preocupación. "Escuché a Kun hablar sobre hechizos... ¿estás bien?"
"Estoy bien," respondió Renjun, su mirada glacial deteniéndose en Chenle. "No lograron nada que no quisiera revelar. Mi mente es... inexpugnable." Las últimas palabras salieron con una frialdad gélida, no como una promesa, sino como una advertencia.
Jaemin, viendo la tensión, intentó aligerar el ambiente.
"Bueno, al menos estás de vuelta. La lechucería estaba un poco triste sin tu cuervo. Jisung iba a verlo todos los días."
Renjun se giró hacia Jisung, una ceja levantada.
"Así que no lo olvidaste."
Jisung se encogió. "¡Claro que no! ¿Cómo podría? Es... el único con quien podía hablar de cosas... raras." Las palabras de Jisung eran sinceras, pero también un poco torpes, y el resto del grupo se tensó.
Haechan, siempre queriendo involucrarse, añadió.
"Sí, Jeno casi derriba la oficina de Doyoung con sus lechuzas. No paraba de preguntar por ti."
Jeno asintió vigorosamente, su rostro enrojecido.
"¡Estaba preocupado! Queríamos saber si estabas bien, si necesitabas algo. Pensamos que quizás... quizás estabas en problemas por lo del bosque prohibido..." Las palabras de Jeno se extinguieron al final, dándose cuenta de lo que acababa de decir.
Un silencio pesado cayó sobre la mesa. La mención de Sungmin , y la implicación de que ellos sabían más de lo que Renjun quería, los puso a todos nerviosos. Renjun miró a Jeno con una expresión que era imposible de descifrar, y por un momento, el ambiente se volvió helado.
“Al parecer, matar a un licántropo no te da impunidad para pasearte por el Bosque Prohibido sin que te arrastren al Ministerio." Su mirada recorrió a cada uno de ellos, disfrutando de la tensión que crecía en sus rostros.
La mención abierta de la muerte de Sungmin y la burla sobre su propia "impunidad" hizo que el ambiente se volviera aún más espeso. Los chicos se encogieron, algunos apartaron la mirada.
Fue entonces cuando Haechan explotó.
"¡Lo siento, Renjun, pero no es justo!" exclamó, con la voz apenas controlada, una mezcla de frustración y miedo.
"Ningún alumno va al Bosque Prohibido, ¡y nos asustamos! No queríamos que te llevaran al Ministerio. ¡No queríamos que te torturaran!"
Renjun soltó una risita seca, sin humor.
"Oh, 'tortura'," repitió, el sarcasmo goteando de cada palabra. "Qué dramático. Es un interrogatorio ministerial, no una sesión de Dementores. ¿Crees que soy tan frágil?" Sus ojos brillaron con una luz fría, desafiándolos.
Haechan lo miró, su boca abriéndose y cerrándose, sin saber si reír o llorar ante la cruel indiferencia de Renjun.
La frustración y la confusión se agolpaban en sus ojos. Los otros chicos se quedaron en silencio, atrapados entre el alivio de tener a Renjun de vuelta y el escalofrío de su implacable frialdad.
"¡Fue mi culpa!" irrumpió Jeno, su voz cargada de culpa, sus ojos fijos en Renjun. "Yo fui el que te siguió. Yo les dije a los demás que lo hicieran. Enójate conmigo, Renjun, no con ellos. Por favor."
Renjun lo miró, sus ojos inescrutables. La súplica de Jeno era genuina, y Renjun sintió un leve tirón en su interior. Pero el deseo de mantener su fachada, de reforzar la distancia, era más fuerte.
“¡Estábamos preocupados!" Mark intervino, su voz resonando con una frustración creciente. "¡No sabíamos qué te había pasado! ¡Cualquier alumno que entre al Bosque Prohibido sin permiso..."
"Y yo no soy 'cualquier alumno', ¿o sí?" Renjun lo interrumpió, su mirada tan afilada como un cuchillo. La tensión regresó con fuerza.
Fue el colmo para Haechan, quien finalmente estalló.
"¡No, no lo eres, Renjun! ¡Y por eso nos preocupamos! No actúas como... ¡como una persona normal! No podemos leerte. ¡No sabemos si estás bien o si vas a desaparecer de nuevo o si vas a terminar en Azkaban de verdad!" Su voz se quebró al final, la frustración y el miedo desbordándose.
Renjun simplemente lo miró, su expresión inescrutable. La ira de Haechan, su vulnerabilidad, no parecían afectarle en lo más mínimo, o al menos, no lo mostraba. El silencio después del estallido de Haechan fue ensordecedor, cargado con la frustración de los chicos y la impenetrable frialdad de Renjun.
Chenle se unió, su voz alta y aguda, temblorosa por la preocupación.
"¡Sí! ¡Y a mí me dio mucho miedo que te llevaran! ¡Me peleé con Kun y casi me meto en problemas por preguntar por ti! ¡No es divertido, Renjun!" Sus ojos se llenaron de lágrimas que amenazaban con desbordarse.
Jaemin, el más tranquilo de todos, finalmente habló, su voz suave pero firme, sus ojos fijos en Renjun.
"Nadie aquí está intentando hacerte quedar mal. Solo nos preocupamos por ti. Y nos duele no saber si estás bien. Nos preocupamos cuando no estás, y nos preocupamos aún más cuando vuelves así, como si nada nos importara." La honestidad en su voz era un contraste con la acidez de Renjun.
Renjun simplemente los miró, su expresión inescrutable. La explosión de Haechan, las lágrimas de Chenle, la quietud de Jaemin; todas eran reacciones que lo golpeaban con el peso de la sinceridad. La verdad de Doyoung sobre sus pasados, sobre la mano de La Raíz en sus propias tragedias, pesaba más que su deseo de mantener la distancia. Por un breve momento, la fachada de frialdad se tambaleó.
Finalmente, Renjun cedió, una rendición casi imperceptible. Terminó de molestarlos, la tensión en sus hombros relajándose por completo.
Lentamente, se deslizó en el asiento junto a Haechan, el ligero crujido de la madera resonando en el silencio.
"Es verdad," dijo Renjun, su voz baja y uniforme, casi inaudible. "Es mí culpa. No soy un alumno normal." La admisión, aunque dicha con su habitual falta de emoción, era impactante.
Mark frunció el ceño de inmediato.
"No te trates así, Renjun," lo reprendió, una nota de reproche en su voz. "No es tu culpa por ser diferente."
Renjun negó con la cabeza, una pequeña sonrisa, sin rastro de burla, asomando en sus labios.
"No es diferente. Es anormal." Miró a cada uno de ellos, sus ojos deteniéndose un instante en Chenle. "Entiendo por qué se asustaron. El Bosque Prohibido... está prohibido por una razón." Hizo una pausa, y su mirada se suavizó un ápice, una vulnerabilidad tan rara que era casi dolorosa de presenciar. "Pero no se preocupen. Si la próxima vez vuelvo a entrar al Bosque Prohibido, sepan que no me pasará nada." Su tono, aunque aún calmado, llevaba un matiz de seguridad. "Y no estoy enojado con ustedes. Fue prácticamente mi culpa, por estar donde no debía y ser quien soy."
La combinación de la admisión de Renjun y su extraña forma de disculparse fue demasiado para Haechan. Con un sollozo ahogado, se echó a llorar de forma dramática, las lágrimas brotando sin control por sus mejillas.
Avergonzado por la súbita efusión emocional en el casi vacío Gran Comedor, Renjun lanzó un Muffliato sin pensarlo, el hechizo silencioso envolviendo su pequeña mesa en un aura insonora.
Haechan, entre sollozos, se lanzó hacia Renjun y lo abrazó con fuerza, un abrazo torpe y desesperado.
"¿Qué fue eso, Renjun?" reprochó Haechan, su voz amortiguada contra el hombro de Renjun, pero aún lo suficientemente audible bajo el hechizo. "¿Acaso te doy vergüenza? ¿Por qué lanzaste un Muffliato?" Había un dejo de humor, a pesar de sus lágrimas, y Renjun sintió una punzada de algo parecido a la calidez. La barrera, por un instante, había caído.
Renjun no correspondió el abrazo. Sus brazos permanecieron pegados a sus costados, rígidos. Pero no lo apartó. En cambio, una risa, suave y gutural, escapó de sus labios. No era la risa sarcástica de antes, ni la burla helada, sino una risa genuina, aunque contenida. El sonido era tan inesperado que Haechan se detuvo en su llanto y lo miró con los ojos rojos.
"¿Vergüenza?" Renjun repitió, su voz todavía con un matiz de diversión. "Solo... tengo una reputación que mantener."
La risa de Renjun, incluso pequeña, fue contagiosa. Uno a uno, los demás chicos comenzaron a reír también, la tensión que los había oprimido durante semanas finalmente liberándose en risas nerviosas y, finalmente, genuinas.
Haechan se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se separó, aunque se quedó muy cerca de Renjun, con una sonrisa temblorosa.
"Eres un idiota, ¿sabes?"
"Soy consciente," respondió Renjun, su tono seco, pero sin malicia.
La calma se asentó entre ellos, una tregua tácita. Las preguntas ansiosas se transformaron en charlas más suaves, el alivio palpable en el aire. Jeno se sentó más cerca, sus ojos fijos en Renjun. Jaemin le ofreció un pastel de calabaza, que Renjun aceptó con un leve asentimiento. Chenle y Jisung, todavía un poco cohibidos, comenzaron a hablar de sus clases y de los nuevos chismes del colegio, intentando llenar el vacío dejado por su ausencia.
"Renjun, de verdad... sentimos mucho lo del Ministerio. Fue nuestra culpa que te llevaran." Dijo Jeno, con un nudo en la garganta.
"Sí, si no te hubiéramos seguido, no habrías tenido que pasar por eso." Susurró Mark con arrepentimiento en la voz.
"¡Y no nos dejaban verte!" Agregó Chenle, su voz alta y con un rastro de indignación. "¡Intenté decirle a Kun que eras mi amigo, que solo estaba preocupado! Me dijo que estabas a salvo, pero no me dejó pasar. ¡Le amenacé con decirle a mamá, que no era justo!"
"Todos queríamos visitarte. Enviamos lechuzas todos los días, pero decían que no podías recibir visitas." Jaemin se unió, su expresión pálida.
"Sí, y luego Doyoung nos regañó por entrar al ministerio infiltrados. Pero de verdad, no sabíamos qué hacer." Haechan asintió, secándose las últimas lágrimas.
"¿Se infiltraron en el Ministerio?" Preguntó Renjun con incredulidad, una ceja levantada.
La idea de ellos, torpes y bien intencionados, intentando colarse en el Ministerio de Magia, era tan absurda que casi lo divirtió.
"Hendery descubrió nuestro disfraz, pero aprovechamos que Chenle es el hermano de Kun y les dijimos a los de la entrada que veníamos a ver al Ministro Mágico, o sea a Kun," explicó Jisung, con una mezcla de orgullo y vergüenza.
Renjun los escuchaba, su rostro era una máscara difícil de descifrar, pero sus hombros se relajaron un poco más. La franqueza de sus disculpas, la revelación de sus esfuerzos, lo conmovía de una manera extraña. Se dio cuenta de que esta gente, estos chicos, se preocupaban por él de una forma que nadie más lo había hecho, no desde Injun y Hyeongjun.
"Supongo que en el ministerio se llevaron una sorpresa." Renjun comentó, su voz con un matiz de curiosidad, desprovista de burla.
Una pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios, esta vez una que Jeno y Jaemin reconocieron como un indicio de su peculiar sentido del humor.
Por primera vez en mucho tiempo, Renjun sintió algo que se parecía a la paz. Estaba allí, en el Gran Comedor, con los chicos. Y aunque el peso de su misión y los secretos de La Raíz seguían sobre sus hombros, por unos momentos, solo existía la extraña comodidad de su compañía.
La noche se deslizó en el Gran Comedor, y con ella, la hora de regresar a las salas comunes. Renjun se despidió del grupo, y cuando se puso de pie, vio a Jeno y Jaemin esperándolo con una sonrisa. Era su ritual; lo habían acompañado a su habitación desde que había llegado a Hogwarts.
"Hoy no, gracias," dijo Renjun, su voz tranquila, los rostros de los chicos se volvieron pálidos y sus hombros se tensaron. "Voy a la lechucería a ver a Kayden."
Jeno y Jaemin se miraron, una chispa de alivio en sus ojos.
"Por un momento," dijo Jaemin, una risita nerviosa escapando de sus labios, "creímos que todavía estabas enojado con nosotros."
Renjun negó con la cabeza, una pequeña y casi imperceptible sonrisa.
"No. No lo estoy." Aseguro y dudando un poco de acercó a ellos y sin pensar arregló el cabello de Jaemin y la túnica de Jeno. Se despidió con un movimiento de cabeza, dejándolos anonadados y se dirigió a la salida del Gran Comedor.
El aire fresco de la noche lo envolvió mientras caminaba hacia la lechucería. La familiar presencia de Flicker en su hombro era un consuelo. Al llegar, el ulular suave de las lechuzas lo recibió. Encontró a su cuervo en su percha habitual, un cuervo grande y de plumaje negro azabache, con ojos inteligentes.
Renjun se acercó, extendiendo una mano para acariciar las suaves plumas de su cuervo, inclinó la cabeza, permitiendo el contacto. La sensación de la pluma bajo sus dedos era extrañamente reconfortante.
Mientras acariciaba el pelaje negro, cuando una sombra apareció en la entrada. Era Jisung, con la luz de la luna delineando su figura.
"En serio, Jisung," dijo Renjun, sin girarse, su voz suave. "No estoy enojado. No necesitabas cerciorarte."
Jisung no respondió de inmediato. Se acercó con pasos lentos, el silencio llenando el espacio entre ellos. Sin decir palabra, Jisung también extendió una mano y comenzó a acariciar a Kayden, sus movimientos cuidadosos. Solo entonces, con la mano libre, le entregó una carta doblada a Renjun.
Fue entonces cuando Renjun se dio cuenta. Jisung había estado cuidando a Kayden. Por supuesto que sabría si le llegaba una carta. Y por supuesto, Jisung la habría visto, Renjun estaba tan seguro de que nadie se atrevería a acercarse a Kayden que se confío y no pudo un hechizo de protección en las cartas. La pequeña burbuja de paz que había sentido con sus amigos se rompió. Una incómoda sensación se instaló en su pecho mientras miraba a Jisung, ahora visiblemente ansioso bajo la luz tenue de la lechucería.
La atmósfera en la lechucería se volvió pesada, un contraste cruel con la ligera calma de antes. Renjun ya no acariciaba a Kayden. Sus dedos se habían detenido, congelados a mitad de un movimiento. La carta en su mano se sentía como una brasa, quemándole la piel. No sabía si quería saber lo que decía. Si Jisung la había leído, y si Taeju había enviado algo comprometedor, ¿cómo podría explicarlo?
El miedo, una sensación fría y desconocida, se apoderó de él. No el miedo a la fuerza, sino el miedo a la pérdida, a la desilusión en los ojos de Jisung.
Y el solo pensamiento de tener que borrarle la memoria a Jisung, a él, el más joven, el más inocente, le revolvió el estómago. Se sentía injusto, terriblemente injusto.
Mientras Renjun lidiaba con el torbellino de sus pensamientos, Jisung habló, su voz baja y tensa, rompiendo el silencio.
"Mis padres murieron por culpa La Raíz," comenzó Jisung, sin rodeos, sus ojos fijos en Kayden, sin mirar a Renjun. "Me lo contaron hace unos años, cuando empecé a preguntar por qué no tenía familia como los demás." Su mano acariciaba las plumas del cuervo con una lentitud casi dolorosa. "Y... me dijeron que no fue un accidente. Que fueron... asesinados. Por tus padres, Renjun."
Las palabras cayeron como bloques de hielo, solidificando la incómoda sensación en el pecho de Renjun en un pánico frío. La revelación de Doyoung se manifestaba ahora, cruda y personal.
Renjun sintió que el aire se espesaba a su alrededor, una presión invisible que lo asfixiaba. Quería negar, quería huir, quería lanzar otro Muffliato para silenciar la verdad que lo estaba desarmando. Pero no podía.
Jisung continuó, su voz apenas un susurro, cargada de una vulnerabilidad que perforaba la armadura de Renjun.
"Al principio, te vi con miedo porque era natural, todos lo hacían. Pero después lo entendí. Nunca, Renjun, nunca te tuve resentimiento a ti. Lo juro. Nunca te culpé. Tú no eras ellos."
El peso de las palabras de Jisung era inmenso. Renjun sintió una punzada en el pecho, una mezcla de culpa y una emoción extraña que no podía nombrar. La sinceridad de Jisung era brutal.
"Así que no entiendo," dijo Jisung, mirando la carta y luego a Renjun. "No entiendo y no sé si deba pedir explicaciones, pero quiero entenderte. Todos queremos hacerlo."
"Jisung yo..." Renjun empezó, pero las palabras se le atascaron en la garganta.
"¿Por qué no la lees?" preguntó Jisung, deslizándose por la pared y cayendo al suelo, sus ojos ansiosos fijos en Renjun.
Renjun, con un nudo en el estómago, desdobló la carta. Sus ojos recorrieron las palabras escritas con una caligrafía impecable, el sello de La Raíz grabado en cera oscura.
Amo Renjun,
Jay nos ha informado de tus progresos. Bien hecho.
Bjorn y Ragnar estaban furiosos cuando Jay volvió alabando tu trabajo. Se volvieron agresivos sin Sungmin liderando a los que quedan de la manada. No hemos podido ubicarlos desde entonces.
Ten cuidado.
Taeju.
Renjun bajó la carta lentamente, sus ojos fijos en el suelo de piedra de la lechucería.
La mención de Bjorn y Ragnar, y su reacción a las noticias de Jay, le produjo un escalofrío. Su desaparición significaba un nuevo problema, una variable inesperada en su misión, no le preocupaba Ragnar, sino Bjorn. Y el tono de Taeju, aunque solo informativo, era una fría confirmación de las consecuencias de sus acciones.
Levantó la vista hacia Jisung, quien lo observaba con una ansiedad palpable. La carta revelaba demasiado, confirmaba todo lo que Doyoung había dicho y lo que Jisung ya intuía.
"Estás en una misión aquí," dijo Jisung, su voz ahora firme, desprovista de su habitual vacilación, pero con una quietud que a Renjun le dolió. "Todo este tiempo has tenido una misión."
Renjun reconoció que no era un reproche. El tono de Jisung era de pura constatación, de una verdad dolorosa. Pero la incomodidad estaba allí, un muro invisible entre ellos, y a Renjun le dolía.
"¿Tú no confías en nosotros, cierto?" Jisung suspiró, el sonido leve en el silencio de la lechucería. "¿Recuperar tus recuerdos de la noche que atraparon a tus padres también es parte del plan?"
"¿Qué? No, no Jisung, eso es diferente," Renjun se apresuró a decir, su voz inusualmente quebrada. El pánico se apoderó de él. "Necesito recordar, yo... yo necesito saber qué pasó."
Jisung lo miró con una mirada ausente, como si sus pensamientos estuvieran lejos, reviviendo la escena en el Gran Comedor.
"Hiciste llorar a Chenle hoy." Su voz era suave, casi acusatoria, pero sin ira. "Sé que fue nuestra culpa que el Ministerio te interrogará por tres semanas, pero ambos sabemos que tienen sus razones." Sus ojos se fijaron en Renjun, llenos de una mezcla de tristeza y una firmeza inesperada.
Renjun intentó explicarse, las palabras atropellándose en su boca.
"Jisung, no es tan simple. Las cosas son... hay razones..." Pero al ver el rostro de decepción del menor, cada vez más marcada con cada sílaba que pronunciaba, Renjun se detuvo.
Las palabras se le ahogaron en la garganta, la futilidad de su intento aplastándolo.
Bajó la mirada a la carta arrugada en su mano, luego volvió a mirar a Jisung, sus ojos grises llenos de una rendición amarga.
"Es verdad," admitió, la voz apenas un susurro. "Mis padres tenían un propósito para mí en Hogwarts. Una misión."
Jisung lo miró expectante, sus ojos grandes y llenos de preguntas sin formular. La ansiedad lo carcomía, pero se mantuvo en silencio, esperando.
Renjun negó con la cabeza, el dolor evidente en sus ojos.
"Pero, por más que quiera, no puedo decirlo. Esto... esto solo te pondrá en peligro, Jisung. Y no puedo permitirlo." El peso de sus palabras colgaba en el aire, una verdad cruda y dolorosa que los separaba, a pesar del inmenso deseo de Renjun de ser honesto.
"¿Realmente te preocupas por nosotros, o es parte de tu plan?" Preguntó Jisung, su voz tensa, su mirada taladrando a Renjun.
La pregunta era un dardo envenenado.
Los ojos de Renjun se endurecieron, una chispa fría encendiéndose en ellos.
"Me preocupo," dijo, la palabra pronunciada con una intensidad sombría que borró cualquier duda. "Me preocupo por todos ustedes." Su voz bajó a un gruñido peligroso. "Y mataré a cualquiera que les haga daño. Ya maté a Sungmin, y no dudaré en matar a los demás líderes si es necesario para proteger lo que..." se detuvo, la palabra "mío" a punto de escapar.
"¿Matarás también a tus padres?" Jisung interrumpió, sus ojos muy abiertos, pero sin apartar la mirada de Renjun. La pregunta era un golpe directo, una línea trazada en la arena.
Renjun estaba a punto de responder, con la consternación asomando en su rostro, cuando Jisung lo detuvo.
"¡No! No tienes que decirme," espetó Jisung, su voz temblorosa mientras se incorporaba un poco, apoyándose contra la pared. "No necesitas decirlo. No necesito saberlo. No debí preguntar algo así." Jisung se puso visiblemente nervioso, sus ojos bailando por la lechucería, la ansiedad lo hacía hablar de más. "Es solo que... no sé qué pensar. Todo es tan... y Chenle... y nosotros... me preocupo por ti y pensé que si lo sabía todo... tal vez podría ayudarte."
Renjun lo interrumpió, su voz firme y sin rastro de burla o arrepentimiento.
"Sí."
Jisung parpadeó, el torrente de sus palabras cortado.
"¿Qué?"
"Sí, mataría a mis padres," respondió Renjun, sus ojos fijos en los de Jisung. La verdad, dura y brutal, fue pronunciada con una certeza escalofriante.
"¿Cómo puedes decir eso?" preguntó Jisung, su voz un susurro de incredulidad, retrocediendo un paso.
Renjun se acercó a Kayden, acariciando suavemente las plumas del cuervo.
"Tenía un hermano. Injun. Era... mi todo. Me lo quitaron. Y no me importa quiénes sean. Mis padres, La Raíz, o quien sea que se interponga. Si alguien amenaza lo que me importa, si alguien se atreve a tocar lo poco que me queda, lo quemaré hasta los cimientos." Su voz era fría, una promesa mortal. "Y ellos... ellos son los responsables de que Injun ya no esté."
Renjun desvió la mirada de Jisung, sus ojos grises llenos de un dolor antiguo.
"Ya me quitaron algo importante. Lo único que me importaba entonces. Y ahora, es la primera vez en mi vida que me siento... como cuando Injun estaba a mi lado. Con ustedes. Me siento... libre."
Miró a Jisung, sus ojos penetrantes.
"No dejaré que nada les pase. No a ustedes. Nunca más. En el momento en que ustedes no me quieran más, me voy," Renjun continuó, su voz grave, la promesa resonando en el silencio de la lechucería. "Los protegeré de lejos, si tengo que protegerlos de mí también lo haré. No me importa. Dime que me vaya y me voy. Ustedes siempre van a tener opciones, y yo me voy a encargar de que se cumpla lo que quieran."
Jisung lo miró, el rostro pálido por la conmoción y la intensidad de las palabras de Renjun. Había una mezcla de miedo y una extraña comprensión en sus ojos.
"Entonces, si yo quisiera y te dijera ahora mismo que no vuelvas a acercarte al grupo... ¿lo harías?" Jisung preguntó, apenas un susurro, la pregunta cargada de una vulnerabilidad inmensa.
Renjun cerró los ojos por un instante, un suspiro escapando de sus labios. El miedo se apretó en su pecho con una fuerza brutal, la idea de perder la conexión que apenas había empezado a forjar con ellos, pero su promesa, su determinación de protegerlos, era más fuerte que su propio deseo.
Abrió los ojos y miró a Jisung, su mirada firme a pesar del dolor que sentía.
"Sí," dijo, la palabra corta y definitiva, un eco de la verdad inquebrantable. "Lo haría."
Jisung asintió, sin responder, sus ojos fijos en Renjun. Por un momento, Renjun pensó que Jisung le pediría que se fuera, que cortara lazos con el grupo.
El miedo se apretó en su pecho. Pero Jisung, en vez de eso, le hizo otra pregunta, su voz casi inaudible.
"Si yo te lo pido... ¿dejarás La Raíz?"
La pregunta golpeó a Renjun con la fuerza de un Stupefy. Se quedó conmocionado, el aliento atrapado en su garganta. Dejar La Raíz... era impensable. Era su vida, su venganza, su propósito.
Jisung, con más valor, se acercó a él.
"Si te lo pidiera ahora mismo, ¿lo harías? ¿Dejarías de ser un mago oscuro si te lo pidiera?"
Su voz se volvió más insistente, su mirada llena de súplica.
Un silencio pesado se instaló entre ellos. Renjun no respondió. Su mente corría a mil por hora, sopesando el peso de esa pregunta, el abismo que se abría ante él.
Cuando Jisung bajó la mirada, decepcionado, e hizo el amago de girarse para irse, Renjun reaccionó. Lo tomó del brazo con una determinación férrea, sus dedos apretando la tela.
Jisung lo miró, y Renjun le sostuvo la mirada, sus ojos llenos de una resolución oscura.
"Sí," dijo, la palabra un suspiro apenas audible, pero cargada de una promesa inquebrantable. "Lo haría. Pero antes, tengo que encontrar lo que vine a buscar a Hogwarts." Su mirada se endureció. "Y matar a mis padres cuando salgan de Azkaban." La intensidad en su voz era escalofriante. "Cuando lo haga, cuando sea libre de ellos y de La Raíz... entonces lo haré."
Jisung quedó en shock.
"Por favor, no juegues con eso," dijo, su voz apenas un hilo, sus ojos muy abiertos. "Eres demasiado joven para pensar en matar, y menos en matar a tus padres." Se apresuró a añadir, la culpa tiñendo sus palabras, "Nadie debería haberte hecho esa pregunta."
Renjun negó con la cabeza, su expresión inmutable.
"No estoy bromeando, Jisung."
"No," Jisung insistió, su voz llena de una ansiedad creciente. "No, no, no. Entiendo. Entiendo que tienes cosas que hacer aquí en Hogwarts. No debería entrometerme." Su mirada se movió rápidamente, su cuerpo tensándose. "No le diré a los demás. No te preocupes. Y no hagas caso a lo que dije, no lo pensé bien."
Pero Renjun lo detuvo de nuevo, su mano firme en el brazo de Jisung. Sus ojos grises lo taladraron.
"No estaba bromeando, Jisung. Recuerda, maté a Sungmin." La voz de Renjun era fría, cortante como el hielo. "Y esa no fue la primera vez que maté."
Los ojos de Jisung se abrieron aún más, su rostro se volvió lívido.
"Tuve que hacer lo necesario en La Raíz," Renjun continuó, su mirada distante, como si viera fantasmas. "Pero a diferencia de ti, Jisung, yo ya tengo mi alma fracturada." La verdad, pronunciada con tal calma, fue más devastadora que cualquier grito.
Jisung se entristeció, la pena reflejada en sus ojos.
"No deberías pensar en eso," dijo, su voz apenas un susurro. "Nadie de tu edad debería pensar en ese tipo de cosas."
Renjun negó con la cabeza, una risa amarga escapando de sus labios.
"Nadie de mí edad que no sea hijo de los peores magos oscuros que ha visto el mundo mágico en décadas," respondió, la ironía tiñendo sus palabras. Sus ojos, llenos de una oscuridad ancestral, se clavaron en los de Jisung. "Tú no lo entiendes, Jisung. No puedes. Vives en un mundo donde el bien y el mal son claros, donde los héroes salvan el día y los villanos son encerrados."
Renjun soltó su agarre en el brazo de Jisung, sus ojos, llenos de una oscuridad ancestral, se clavaron en los de Jisung.
"Mí vida nunca fue así. Desde que tengo memoria, solo he conocido sombras, secretos y la sangre derramada por otros en nombre de un supuesto 'orden'. No hay reglas claras. No hay héroes ni villanos, solo supervivientes y los que caen." Su mirada se endureció. "Lo que te prometo... es lo único que puedo darte. Y es lo más real que he sentido en mucho tiempo."
Renjun dio un paso adelante, la decisión grabada en su rostro.
"Esto es todo lo que puedo darte. Pero si no me crees, podemos hacer un Juramento Inquebrantable ahora mismo."
Jisung, que conocía la gravedad de un Juramento Inquebrantable, lo tomó de ambas manos, sus ojos suplicantes.
"No. Te creo. No necesito eso." Negó con la cabeza, la ansiedad regresando. "No vine a reprocharte nada de esto. Solo quería saber si debía seguir confiando en ti. Estaba asustado de que todo este tiempo hayas estado fingiendo."
Renjun lo miró, una pregunta en sus ojos, una pizca de reproche velado.
"¿Por qué entonces viniste a enfrentarme solo? Sin nadie. Desprotegido."
Jisung bufó, una risa corta y sin humor. Su ansiedad se hizo más evidente, jugueteando con los dedos de Renjun.
"Oh, por favor," bromeó, aunque su voz aún tenía un ligero temblor. "Sabemos que nunca nos harías daño. Eres demasiado blando." Su mirada se suavizó, una honestidad abrumadora en sus ojos. "Mi miedo era estúpido. Te he visto, Renjun. Sé con certeza qué te preocupas por nosotros. Solo quería escucharlo de ti."
Renjun lo miró a los ojos, la seriedad regresando a su rostro.
"Eso," dijo con voz grave, "no es una petición. Es una orden."
Jisung asintió, una leve sonrisa apareciendo. Se volvió hacia Kayden, acariciando al cuervo una última vez.
"Adiós, Kayden." Luego miró a Renjun, una mezcla de alivio y tristeza en su expresión. "Nos vemos, Renjun, y por favor no hagas llorar a Chenle."
Sin decir más, se dio la vuelta y salió de la lechucería, dejando a Renjun solo con sus pensamientos y el silencio que ahora parecía más pesado que nunca.
Notes:
No sé enojen con los chicos, ellos solo estaban preocupados 😭
Chapter 21: La tormenta interior
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El silencio de la lechucería se cerró sobre Renjun como un manto pesado, denso con los ecos de las palabras de Jisung y las suyas propias. La luna, un platillo pálido y distante, se asomaba por una de las altas ventanas arqueadas, proyectando sombras alargadas que danzaban con el tenue resplandor de las velas. Kayden, su cuervo, estaba posado en la percha, su plumaje oscuro absorbiendo la poca luz, un testigo mudo de la confesión.
Renjun se dejó caer en un banco de madera, el frío de la piedra filtrándose a través de su túnica. Cerró los ojos, intentando ahogar la cacofonía que bullía en su mente, pero era inútil. La conversación con Jisung se reproducía una y otra vez, cada frase un dardo, cada promesa un peso.
Mataré a cualquiera que les haga daño. Sí, mataría a mis padres. Yo ya tengo mi alma fracturada.
Las palabras se retorcían en su cabeza. Eran verdades, sí, verdades brutales que había escondido bajo capas de frialdad y desapego. Pero pronunciarlas, sentirlas reverberar en el aire, las hacía más reales, más... definitivas. ¿Qué había hecho? Había expuesto una parte de sí mismo que juró mantener oculta, una herida abierta que creía ya cicatrizada. ¿Y para qué? Para que un niño ansioso supiera si podía seguir confiando en él.
Una risa amarga brotó de sus labios, pero se ahogó en el nudo de su garganta. Confiar. La palabra le sabía extraña. Desde que sus padres fueron llevados, la confianza había sido un lujo que no podía permitirse. Cada persona que había conocido en La Raíz estaba teñida de ambición, de miedo, de obediencia ciega, Hyeongjun era su única excepción. Todos los demás eran piezas en un tablero de ajedrez, y él, la herramienta más afilada.
Pero con Jisung, con Chenle, con todo el grupo... era diferente. Sentía algo que no había experimentado desde la infancia, desde antes de que Injun se fuera. Una ligereza. Una extraña y aterradora sensación de pertenencia. Y eso lo asustaba más que cualquier amenaza mágica. Porque la pertenencia implicaba vulnerabilidad, y la vulnerabilidad, peligro.
Se frotó las sienes, intentando aliviar la presión. Había llegado a Hogwarts con un único propósito: encontrar el camino al Corazón de Slytherin, el secreto que sus padres le habían encomendado antes de su caída. Era un camino solitario, peligroso, y lo había aceptado sin dudar.
Pero ahora... ahora no estaba solo. Tenía una promesa, una que se había grabado a fuego en el momento en que Jisung lo tomó miro, sus ojos llenos de súplica y fe. Una promesa que lo obligaba a considerar un futuro más allá de la venganza y la oscuridad. Un futuro donde quizá no estuviera solo, donde la fractura en su alma podría, quizás, comenzar a sanar. La idea era tan extraña como atrayente, una tentación peligrosa que se abría en el abismo de su existencia.
No hagas llorar a Chenle.
La voz de Jisung resonó con una claridad dolorosa. Renjun se había comprometido. Y no era una promesa vacía. El rostro de Chenle, sus ojos hinchados y rojos por las lágrimas, apareció en su mente. La imagen le revolvió el estómago. No, no haría llorar a Chenle. Ni a Jisung. Ni a ninguno de ellos. Si eso significaba destrozar su propio camino, lo haría.
Era un cambio. Un cambio fundamental en la estructura misma de su ser. Un quiebre en la misión que lo había definido. ¿Estaba listo para eso? La pregunta flotaba en el aire, sin respuesta. O quizás Renjun solo quería ignorarla.
La mente de Renjun se desvió hacia la razón de su interrogatorio por el Ministerio. Jay. Esa noche, no tuvieron tiempo de verificar si la respuesta de Jay era verídica. Los aurores del Ministerio los habían interceptado antes de que Renjun pudiera probar la "contraseña". Y por eso mismo, por el encuentro con Jay y la sospecha de lo que estaban buscando, Renjun había sido sometido a semanas de interrogatorio. Jisung tenía razón: el Ministerio tenía sus motivos.
Pero ahora, en la lechucería, la certeza golpeó a Renjun. La respuesta de Jay, "un secreto", resonaba con una verdad innegable en su mente. No necesitaba a Jay para nada más. Él mismo ya tenía la clave. El "secreto" era la contraseña.
Una chispa de determinación encendió la oscuridad en los ojos de Renjun. Había pasado meses buscando una pista, cualquier cosa que lo acercará al Corazón de Slytherin. Y ahora, por fin, la tenía. Podía ir en cualquier momento, susurrar la palabra, y el camino se abriría.
Pero la duda lo invadió. Habían pasado tres semanas intensas desde aquella noche en el Bosque Prohibido con Jay, desde que obtuvo la respuesta. En ese tiempo, tantas cosas habían cambiado. Sus recuerdos regresando, el interrogatorio, la promesa a Jisung. La fractura en su alma, la que ahora había admitido en voz alta.
¿Debería ir ahora? La pregunta se quedó suspendida en el aire, sin una respuesta clara.
La clave. "Un secreto." Tan simple, tan elusiva durante tanto tiempo. Podía ir ahora mismo. Podía bajar al pasadizo, susurrar la palabra y seguir adelante. Pero la idea de zambullirse de nuevo en esa oscuridad, solo, después de la conversación con Jisung, se sentía... equivocada. O tal vez, simplemente agotadora.
Renjun se levantó del banco, sus movimientos lentos, como si el aire mismo se resistiera. Caminó hasta el borde de la lechucería, mirando el cielo nocturno sobre Hogwarts. Las estrellas parpadeaban indiferentes a su dilema. La misión lo esperaba. Pero la promesa también.
¿Qué era más importante ahora? ¿Seguir como lo habían moldeado toda su vida, o la posibilidad de algo... real? No sabía la respuesta. Solo sabía que el camino que tenía por delante se había bifurcado de una manera que nunca imaginó. Ya no era solo una cuestión de encontrar el Corazón de Slytherin; era una cuestión de quién se convertiría en el proceso.
La tarde se extendía suavemente sobre el Lago Negro, tiñéndolo de malva y oro. Un pequeño embarcadero de madera crujía apenas bajo el peso de los amigos, sus voces amortiguadas por la vastedad del atardecer. Los álamos plateados que bordeaban la orilla susurraban viejos secretos con la brisa, y la superficie espejada del agua reflejaba el cielo como un lienzo impresionista.
Renjun estaba allí, sentado en el extremo del embarcadero, el peso de sus recientes confesiones a Jisung aún anclado en su pecho. Observaba a sus amigos, ¿desde cuando pensaba en ellos como amigos? no lo recordaba, pero tampoco le molestaba.
El cuadro de una normalidad tan anhelada como frágil. Chenle leía en voz baja un libro de encantamientos, susurrando las palabras como conjuros propios. Mark y Haechan, ajenos a cualquier tensión, se divertían lanzando piedras planas al agua, compitiendo por ver quién lograba más rebotes. Jaemin, con Flicker posado tranquilamente en su hombro, dibujaba algo con un palito en la tierra húmeda. Un poco más allá, Jeno, con la frente ligeramente arrugada por la concentración, practicaba silenciosamente el movimiento de varita para el Expecto Patronum en la rama de un árbol cercano, su aliento formando pequeñas nubes en el aire fresco.
Jisung, sentado cerca de Renjun, mantenía una discreta guardia, sus ojos inquietos, vigilando los alrededores con una sutil ansiedad que Renjun podía sentir como una vibración en el aire. Sabía que Jisung intentaba ser normal, intentaba que ellos fueran normales, pero la conversación de la noche anterior pesaba entre ellos como una densa niebla.
De repente, una sombra rompió la quietud. Un grupo de gansos brujas cruzó el cielo con un aleteo desordenado y nervioso, más bajo de lo usual, sus graznidos estridentes y agitados, como si una fuerza invisible los empujara.
Jeno se sobresaltó, bajando la varita. Un escalofrío le recorrió la espalda.
"¿Oíste eso?" susurró, su voz tensa dirigiéndose a Renjun quien frunció el ceño.
Renjun alzó la cabeza, la calma de la tarde desvaneciéndose. Un hormigueo familiar, frío y agudo, comenzó a extenderse por su piel. Era la misma sensación que precedía al peligro, a la presencia de algo oscuro y amenazante. El aire, de pronto, se había vuelto denso, cargado de una expectativa siniestra.
Antes de que pudiera pronunciar una palabra, el crepitar de las ramas secas provino de los árboles. La sombra de un cuerpo voluminoso se movió entre los álamos. Demasiado rápido para ser visto con claridad, un hombre lobo cubierto de pelaje áspero y ojos amarillentos se lanzó desde la maleza, directo hacia Jeno.
La reacción de Renjun fue instintiva, casi un destello. Sin pensar, impulsado por la promesa que aún resonaba en su mente, se lanzó hacia adelante con una velocidad asombrosa. Empujó a Jeno con una fuerza repentina, haciéndolo caer a un lado, y al mismo tiempo, interpuso su propio cuerpo entre el chico y la criatura. El hombre lobo chocó contra él con un gruñido bestial, su peso lo derribó, enviando a Renjun y a la criatura rodando por el suelo un par de metros.
"¡Protego Maxima!" gritó Renjun en cuanto se levantó, la voz áspera y urgente, su varita ya en su mano y apuntando hacia el grupo. Con una concentración feroz, una barrera de energía mágica, translúcida y resplandeciente, se erigió sobre sus amigos, envolviéndolos en un domo protector. Los gritos amortiguados de asombro y terror resonaron desde el interior de la barrera, mientras Renjun se ponía de pie, enfrentándose solo a la bestia.
El hombre lobo se irguió, sacudiendo la cabeza y bufando, sus ojos amarillos fijos en Renjun. Una voz gutural, distorsionada por el gruñido animal, emergió de su garganta.
"¿Pones toda la comida junta para después, Renren?" Era Ragnar, el más joven y favorito de Sungmin para competir contra Renjun en los duelos organizados por La Raíz, había llegado, Renjun lo estaba esperando. Su mirada era salvaje, y arrastraba un pie con un vendaje oscuro.
De entre los álamos emergió otra figura, más grande y con una complexión fuerte. Bjorn, la mano derecha de la manada, con mechones plateados en su barba desaliñada y ojos teñidos de un resentimiento profundo. Caminó con paso pesado, cada zancada exudando amenaza.
"Sabemos que Sungmin está muerto," la voz de Bjorn se alzó, cargada de una furia contenida. Sus ojos estaban fijos en Renjun, llenos de un resentimiento crudo, él instintivamente apuntó su varita al lobo. "Sabemos que tú lo mataste, Huang. A nuestro líder... Pero no te preocupes, ya tenemos un nuevo Alfa. Yo." Bjorn dejó escapar un gruñido de confirmación, sus ojos amarillos brillando con una mezcla de ambición y rabia. "Y nadie me va a detener esta vez. Ni siquiera los otros líderes. Siempre te han visto como una molestia, les haré un favor a todos y me desharé de ti."
Una sonrisa ladeada, fría y peligrosa, cruzó el rostro de Renjun. Su varita se mantuvo firme.
"A mi padre no le va a gustar escuchar lo que acabas de decir de mí, Bjorn," se burló Renjun, su voz baja pero cortante.
El efecto fue inmediato. La mención de su padre, el recuerdo de una autoridad mayor, golpeó a Bjorn. Su gruñido se hizo más profundo, y sus ojos se inyectaron aún más en sangre. La piel tensa de su rostro lobuno se contrajo con una furia impotente.
"Tu padre está demasiado ocupado en Azkaban," siseó Bjorn con sorna, su voz goteando veneno. "No está en posición de gustarle o disgustarle nada, Huang. ¿O acaso crees que aún te protege su sombra? Ya no hay sombras para ti, solo lobos hambrientos." Una risa gutural y cruel escapó de su pecho, un sonido que erizó los vellos de la nuca de Renjun.
Mientras Bjorn se deleitaba en su provocación, Ragnar, con la mirada aún salvaje, aprovechó la distracción para dirigirse al domo protector. Sus ojos se clavaron en los rostros asustados de los chicos dentro.
"Así que estos son tus nuevos amigos, ¿eh, Renren?" Su voz, aunque distorsionada, sonaba sorprendentemente familiar, como si recordara viejos tiempos de burla. "Parecen delicados. Muy diferentes a la chusma con la que solías estar. ¿Crees que son dignos de la atención de alguien como tú?" Dio un paso hacia la barrera, levantando una garra como si quisiera tocarla. "Será un placer conocerlos de cerca cuando te hayas ido."
"¡No te acerques!" La voz de Renjun estalló, seca y cargada de una furia fría que superó incluso la de los hombres lobo. En un borrón de movimiento, interceptó a Ragnar antes de que pudiera acercarse más al Protego Maxima.
No quería pero, con un movimiento brusco de su varita, Renjun lanzó un hechizo potente y silencioso. Un rayo de energía púrpura brillante golpeó a Ragnar en el pecho, lanzándolo por los aires. El hombre lobo aulló, cayendo de forma antinatural contra un álamo plateado a varios metros de distancia, donde se quedó tendido, gimiendo, él realmente esperaba que se quedará ahí, por su propio bien.
Renjun desvió la mirada del lobo caído, pero sus ojos no dejaban a Bjorn por más de un instante. Se giró hacia el domo, su expresión tensa y sus ojos oscuros, pero su voz se mantuvo firme, una promesa inquebrantable a través de la barrera mágica.
"Tranquilos. Nada les va a pasar." Observó a Jeno, que estaba paralizado, con los ojos fijos en la figura de Bjorn acercándose. "Jeno, cálmate. Estás a salvo." Luego, su mirada se posó en Jaemin. "Jaemin," dijo Renjun, su voz más baja, pero igualmente urgente. "Mantente cerca de Jeno, ¿sí?"
Sin esperar respuesta, Renjun movió su varita en un intrincado patrón silencioso, y un hechizo Muffliato no verbal se extendió, envolviendo el área en una burbuja de silencio, ahogando los sonidos del enfrentamiento para aquellos dentro del Protego Maxima.
Finalmente, sus ojos se encontraron con los de Jisung. Una conexión tácita.
"Jisung," susurró Renjun, la urgencia palpable, "un Patronus. Silencioso. Rápido. Mándalo al Director. Que no te vean."
Bjorn gruñó, un sonido grave y amenazador que vibró en el aire.
"Deja de susurrar, Huang," dijo, sus ojos fulminantes. La ira ardía en su mirada, la derrota de Ragnar solo avivando las llamas. "Crees que un simple encantamiento te salvará. Eres un niño. Siempre lo serás. ¿Crees que tu padre te rescatará de esto? No hay nadie aquí para salvarte, y no hay nada que puedas hacer que nos detenga. Eres débil."
La expresión de Renjun permaneció impasible ante las palabras de Bjorn. Sus ojos no mostraron ni una pizca de la emoción que seguramente buscaba el hombre lobo.
"Me sobra fuerza para acabar contigo," respondió Renjun con una indiferencia helada, su voz plana y carente de toda emoción.
Desde el suelo, Ragnar se incorporó con dificultad, sus ojos amarillos aún más salvajes, fijos en Renjun, este maldijo internamente al verlo levantarse, necesitaba que se quedara lejos, lejos de Bjorn, quien seguramente lo había manipulado.
"Oh, ¿así que son importantes para ti, Renren?" Su voz, ahora más un siseo, destilaba veneno. "Qué interesante. Una pena que no sepan la clase de monstruo con el que están jugando. ¿Saben lo que eres? ¿Saben la sangre que tienes en sus manos? ¿Saben lo que haces en el nombre de tus padres?" Su mirada se deslizó hacia los chicos en el escudo. "Son demasiado ingenuos. Ni siquiera se darían cuenta cuando los devores desde dentro, ¿verdad, Renren? Como siempre haces. Destruyendo todo lo que tocas. Como tu hermano. ¿Recuerdas lo que le hiciste a Injun? Eras su sombra. Y míralo ahora. Solo hay oscuridad. ¿No es lo mismo que harás con ellos?"
La mención de Injun golpeó a Renjun con la fuerza de un maldición. Su cuerpo se tensó, una rigidez repentina lo invadió, y por un microsegundo, sus ojos perdieron su enfoque, la máscara de indiferencia se resquebrajó, no esperaba ese ataque, menos de él. Ragnar, al verlo, sonrió con una crueldad que no era propia de la persona que Renjun conocía.
"Lo sabía," siseó Ragnar, arrastrando las palabras. "Aún te duele, ¿verdad? Siempre serás el niño perdido, el que lo arruina todo. Tus pequeños amigos... solo son el siguiente juguete que romperás. Como a él."
En ese instante, una voz, la de Haechan, rompió el velo del Muffliato, aunque ahogada y distorsionada por el pánico.
"¡Renjun, muévete! ¡Por favor, muévete!"
El grito de Haechan, un lamento desesperado y aterrado, fue el único ancla que Renjun necesitaba. Rompió el trance de su parálisis, el golpe emocional por la mención de Injun disipándose ante la cruda realidad del peligro que amenazaba a sus amigos. Sus ojos se enfocaron de nuevo en Ragnar, que se lanzaba hacia él con un aullido de furia renovada, garras afiladas extendidas.
Renjun se movió. No un paso, no un salto, sino un desplazamiento casi imperceptible, un par de milímetros hacia un lado. Las garras de Ragnar, destinadas a desgarrar su pecho, silbaron en el aire, rozando apenas la tela de su túnica antes de estrellarse contra el vacío.
"¡Vas a verlos gritar, Renren!" siseó Ragnar, ahora girando y lanzándose de nuevo, una sonrisa torcida en su rostro lobuno. "Cada uno de ellos. Primero el pequeño Chenle, tan delicado. Luego el que te sigue como un cachorrito, Jisung. Después Jeno, el que aún cree en la luz. Y el tranquilo Mark, y Haechan, tan ruidoso, y luego Jaemin... uno por uno. Sus gritos te perseguirán. Vas a sentir cómo se retuercen en mis fauces. ¿Crees que ese escudo de cristal los va a salvar de la verdad?"
Bjorn, con un gruñido grave, comenzó a moverse, no hacía Renjun, sino en un amplio arco, acercándose al domo del Protego Maxima.
"Estás solo, Huang," rugió, su voz llena de la promesa de la violencia. "Estás solo, como siempre. Y cuando hayamos terminado contigo, esos 'amigos' tuyos entenderán lo que significa la verdadera desesperación. Sus patéticas vidas acabarán en un instante."
Renjun lo vio. Vio el movimiento de Bjorn, la intención clara en sus ojos. No podía permitir que se acercaran. Con un gesto rápido de su varita, antes de que Bjorn pudiera avanzar más, lanzó un hechizo potente. Una onda de fuerza invisible chocó contra el Alfa, empujándolo hacia atrás con violencia, lejos del escudo. Bjorn se tambaleó, recuperando el equilibrio con dificultad, sus ojos inyectados en sangre.
Ragnar, al ver la reacción de Renjun, soltó una risa gutural y distorsionada, se lanzó de nuevo a golpear a Renjun quien solo lo esquivaba.
"¡Ha! ¡Qué patético, Renren! Intentando protegerlos con trucos de niño. ¿De verdad crees que eso te ayudará? ¿Crees que puedes esconderlos de la verdad? Siempre huyendo, siempre escondiéndote. Siempre siendo el cobarde que eres."
La risa de Ragnar se cortó abruptamente cuando Renjun, con un giro de muñeca, lanzó otro hechizo. Un chorro de luz azul impactó a Ragnar, enviándolo de nuevo contra el álamo, esta vez con menos fuerza, a propósito, Renjun en serio no quería hacerle daño. El hombre lobo gimió, su cuerpo temblaba, y le costaba más levantarse.
Bjorn, con la varita ahora empuñada en su mano, sus ojos brillando con una furia descontrolada, lanzó un hechizo de ataque. Un rayo de energía oscura salió de su varita, silbando hacia Renjun.
"¡Te arrepentirás de esto, Huang!" rugió, su voz distorsionada por la rabia.
Renjun interceptó el hechizo con un simple movimiento de su propia varita, desviándolo hacia un lado, donde impactó contra el suelo, levantando una pequeña nube de polvo y tierra quemada. Sus ojos, fríos y determinados, se fijaron en Bjorn.
Miró rápidamente hacia el domo. Jeno seguía inmóvil, sus ojos fijos en el vacío, pero Jaemin, a su lado, lo abrazaba, intentando calmarlo. Jisung, con la varita en alto, asintió con un movimiento casi imperceptible de cabeza, indicando que había comprendido la orden.
"No te atrevas a tocar a mis amigos," la voz de Renjun era un susurro mortal, cargado de una amenaza que heló el aire. "Ni se te ocurra acercarte a ellos."
Ragnar, arrastrándose con dificultad, logró ponerse de pie, su rostro desfigurado por la rabia y el dolor.
"¡Amigos! ¿Tú tienes amigos, Renren? Eres un parásito. Siempre lo fuiste. Te pegas a la gente, les chupas la vida, y luego los dejas tirados. Como a mí. Como a Injun. ¡Y ahora a ellos! ¿Crees que no sé lo que hiciste? ¿Crees que no sé la verdad? ¡Siempre has sido un traidor!" Su voz se elevó en un aullido de resentimiento. "¡Y pensar que yo te creí...!"
"¡¿De qué estás hablando?!" Grito Renjun desviando otro ataque, incapaz de seguir escuchando confundido lo que Ragnar decía. "¿De qué traición hablas?" Renjun partió en dos un Expulso y lo mandó a morir contra un muro. "No entiendo." Susurro lo ultimo cansado.
"De tu traición." La voz de Ragnar subió un tono, ronca. "Björn me mostró lo que tú me escondiste. No fue el ritual. Fuiste tú. Esa noche. Tú lo hiciste. Injun dejó de brillar por ti."
"Eso es mentira." El estómago de Renjun se apretó. Miró de reojo el domo, los chicos parecían confundidos y asustados. "Esa noche... ni siquiera la recuerdo. Estaba bajo Imperius. Si viste algo, fue un truco o me usaron. Yo jamás le haría daño."
Ragnar enseñó los dientes, no en sonrisa.
"Siempre tienes una palabra para lavarte. Imperius, destino, 'era por su bien'... Me dijiste que confiara en ti, y me dejaste solo. Prometiste protegerlo. Lo juraste." Dio un paso adelante; el barro tembló bajo su bota. "Y lo mataste."
"¡No lo hice!" La negación le salió como metal. Otro hechizo de Björn vino rasante; Renjun lo quebró contra el aire, pero algo le llego, una ráfaga de algún hechizo, ignoro el dolor y siguió esquivando. "No voy a pelear contigo por una mentira que te metieron en la cabeza. Aléjate del domo, Ragnar."
"Dime que no fui yo quien cargó su cuerpo cuando dejó de respirar." Ragnar avanzó otro paso, la varita baja, la furia arriba. "Dime que no vi tu sombra encima de él."
"Yo... no recuerdo." El pecho de Renjun dolió como si le hubieran golpeado por dentro. "Recuerdo el miedo. Recuerdo que todo se volvió rojo. Y después, nada. Pero sé quién soy: nunca lo habría elegido. A él menos."
"Entonces mírame y di su nombre sin romperte." Ragnar apretó los dedos en la madera. "Dilo y jura que no lo tocaste."
El domo zumbó con un impacto, Björn aprovechó la grieta visual. Renjun no le quitó los ojos a Ragnar.
"No voy a jurarte nada aquí, con él tirando maldiciones por la espalda. Retírate y hablamos. O quédate y te detengo."
Björn chasqueó la lengua.
"Suficiente drama. ¡Muere ya!"
El Confringo salió directo. Renjun lo cortó a un lado con una frialdad que no tenía nada de adolescente. Luego, sin bajar el brazo, volvió a Ragnar.
"Si alguna vez creíste en mí, cree esto: no toqué a Injun para hacerle daño. Y si Björn es quien te vendió eso, te está usando."
Ragnar vaciló medio latido, lo justo para que la rabia buscará otra máscara. 'Traidor', escupió, pero el insulto ya sonaba a herida y no a veredicto.
"Última advertencia", dijo Renjun, la voz tan baja que dolía. "Da un paso más hacia los chicos y no responderé por lo que haga para pararte. Contigo no quiero pelear. Con él, sí."
Björn alzó la varita otra vez, impaciente.
"Entonces pelea con los dos."
Renjun se plantó, el domo respiró con él.
"Que así sea."
Bjorn, aprovechando la distracción de Ragnar, se lanzó hacia adelante, su varita apuntando a Renjun.
"¡Suficiente charla, Ragnar! ¡Acabemos con él!"
El ambiente se volvió aún más tenso, y por un instante el silencio pesado fue roto solo por la respiración agitada de los presentes. En ese momento, la alarma se apoderó del grupo y la realidad del peligro inminente golpeó con fuerza a los amigos atrapados dentro del domo protector.
Fue entonces cuando, con la voz quebrada por la tensión y el miedo, pero levantándose con un coraje inesperado, Haechan rompió el silencio.
"¡Basta!" exclamó Haechan, con la voz temblorosa pero una mirada que fulminaba a los hombres lobo. "Renjun no está solo. Es nuestro amigo, y si le tocan un solo pelo... ¡se van a arrepentir!"
Mark dio un paso adelante, la varita aún vibrando de la magia reciente, sus ojos brillando entre la preocupación y la ira.
"Sí, sí, escucharon bien. Renjun está con nosotros. No somos un grupo débil al que puedas intimidar. ¡Así que piénsatelo dos veces antes de hacer una estupidez!"
Desde dentro del domo protector, Chenle lanzó su voz con una mezcla de nerviosismo y desafío, una sonrisa tensa y desafiante decoraba su rostro.
"Y por si no queda claro, aquí nadie va a dejar que te acerques al chico oscuro sin que se las veas con nosotros. Más te vale que manejes bien la farsa, o esto se va a volver mucho peor para ti."
El temblor en las voces del grupo no pasó desapercibido, cargaba el aire con una mezcla de miedo real y una resolución casi desesperada.
"¡Paren! ¡Eso no es real!" El grito de Ragnar retumbó, esta vez con una furia desquiciada, sus ojos completamente inyectados en sangre. No podía soportar lo que oía. "¡Dejen de fingir! Ahora vamos a matar a Renjun, así que no tienen que fingir que les agrada. ¡La farsa se acabó!"
Desde dentro del domo protector, una voz temblorosa pero llena de convicción se alzó.
"No estamos fingiendo," dijo Chenle con firmeza, los ojos brillando a pesar del miedo. "Nunca lo hicimos. Renjun es nuestro amigo, y ninguna amenaza nos hará cambiar eso."
Haechan agregó, su voz quebrada pero resuelta.
"No es una farsa ni un capricho. Estamos aquí porque queremos. Porque creemos en él."
Mark, con la varita apretada, asintió y dijo con un tono grave.
"Somos una familia ahora, y mientras estemos juntos, no dejarán que nada ni nadie lo lastime."
La sorpresa fue palpable en el rostro de Renjun. Por un breve momento, su atención se desvió completamente de la lucha. Sus ojos, llenos de una mezcla de asombro y quizás una pizca de esperanza, se fijaron en sus amigos dentro del domo. Los vio, asustados, pero firmes en su defensa.
Ese instante de desconexión fue todo lo que Bjorn necesitaba.
"¡Crucio!"
El hechizo impactó a Renjun de lleno. Un dolor lacerante, ardiente, se extendió por cada fibra de su ser, inmovilizándolo al instante. Cayó de rodillas, la varita a punto de resbalar de sus dedos, su cuerpo se arqueó involuntariamente en un espasmo de agonía pura, escucho el grito de los chicos, la voz de Jeno y Jaemin cruzó sus sentidos antes de caer. Bjorn se regodeó, una sonrisa cruel se extendió por su rostro lobuno.
"¡Acaba con él, Ragnar!" gruñó, la maldición aún fluyendo de su varita.
Ragnar, impulsado por la orden de Bjorn y la rabia ciega, se abalanzó sobre Renjun. Un golpe brutal con sus garras lo lanzó unos metros hacia atrás, estrellándolo contra el suelo. Aún bajo la influencia del Cruciatus, Renjun se retorcía, el dolor un martillo constante en su cerebro. Ragnar se plantó frente a su rostro, su aliento caliente en la cara de Renjun, quien intentó levantar su varita hacia el lobo.
"¡Ingenuo, Huang!" la voz de Bjorn resonó, llena de burla. "Usando tus últimas fuerzas para proteger a esos mocosos. ¡Qué patético espectáculo!"
A través del velo de dolor, Renjun vio a Bjorn comenzar a avanzar de nuevo hacia el domo, su varita levantada, un hechizo potente formándose en su punta, destinado a romper la barrera. Sus ojos se abrieron en pánico, pero antes de que pudiera concentrarse en lanzar un contrahechizo, Ragnar se interpuso en su línea de visión.
Por un segundo fugaz, la ferocidad animal en los ojos amarillos de Ragnar se desvaneció, reemplazada por una punzada de algo que pareció tristeza.
"Nunca supiste cuándo parar, Renren," siseó Ragnar, su voz más baja de lo esperado, casi un susurro melancólico en medio de la tortura. "Siempre creyendo en cosas estúpidas... ¿Amistad? Es un desperdicio."
"No... No lo es," musitó Renjun, su voz apenas un hilo, cada palabra un esfuerzo bajo el tormento del Cruciatus. Levantó la mirada, sus ojos nublados por el dolor, pero con una inesperada determinación. "Porque tú también eres mi amigo, Hyeongjun."
La mención de su verdadero nombre, Hyeongjun, resonó en el aire, una punzada de humanidad en medio de la brutalidad. El hombre lobo, Ragnar, se paralizó. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, la mandíbula se le desencajó y retrocedió un par de pasos en puro shock, la furia de su transformación desvaneciéndose momentáneamente en un pánico más profundo. El nombre, el eco de un pasado que había intentado enterrar bajo el pelaje y los gruñidos, lo había descolocado por completo.
"¡Ragnar! ¡¿Qué haces?!" rugió Bjorn, que ya estaba lanzando el hechizo para romper el domo, una explosión de energía oscura se estrellaba contra la burbuja protectora. "¡Acaba con él! ¡Mátalo!"
Renjun aprovechó esa fracción de segundo de desconcierto de Ragnar. Con un esfuerzo sobrehumano, se puso de rodillas, la varita temblándole en la mano, y lanzó un hechizo con lo que le quedaba de fuerza. Un rayo azulado salió disparado hacia Bjorn, que apenas tuvo tiempo de reaccionar.
El hechizo de Bjorn y el de Renjun chocaron en el aire con una intensidad cegadora, creando una onda expansiva de magia pura que hizo vibrar el suelo y la burbuja protectora. Renjun se mantuvo en una rodilla a duras penas, la maldición aún quemándole las venas, su cuerpo al límite.
Bjorn, aunque tambaleándose, comenzó a acercarse, una sonrisa siniestra extendiéndose por su rostro.
"Esto se acabó, Huang," siseó, levantando su varita para dar el golpe final.
Con un grito de agonía silenciosa, Renjun cayó sobre su otra rodilla, pero su varita no bajó. Mantuvo la conexión con el hechizo, la luz esmeralda pulsando con su última reserva de energía, una barrera desesperada entre Bjorn y sus amigos.
Justo en ese instante, el cielo se rasgó con un destello de luz plateada. Y entonces, una ráfaga de viento y un coro de voces firmes anunciaron la llegada de refuerzos. El Director Taeyong apareció como un torbellino, su rostro generalmente sereno ahora fruncido en una expresión de furia controlada. Detrás de él, los profesores Johnny, con su imponente presencia, Yuta, ágil y con la varita ya lista, Jaehyun, con una determinación inquebrantable, y Xiaojun, su rostro grave y concentrado, materializándose en el claro.
"¡Incarcerous Maxima!" rugió Johnny, y poderosas cuerdas mágicas salieron de su varita, enredándose alrededor de Bjorn antes de que pudiera reaccionar por completo. El hombre lobo, aún sorprendido por la resistencia de Renjun, fue derribado con dificultad. Los otros profesores se unieron, lanzando hechizos de contención y debilitamiento sobre él. Bjorn aulló, su cuerpo luchaba con la furia de una bestia atrapada, pero la fuerza combinada de los docentes era abrumadora. En cuestión de segundos, lograron neutralizarlo, aunque con evidente dificultad.
Al ver que los profesores se disponían a hacer lo mismo con Ragnar, Renjun, a pesar del dolor que lo recorría después de que el crucio se haya frenado, se interpuso, poniéndose de pie con un temblor que recorría todo su cuerpo.
"¡No! ¡Esperen!" La voz de Renjun era un ruego, y estaba cargada de una extraña urgencia que hizo que los profesores dudaran, aunque sus rostros se contrajeron en exasperación. La emergencia era clara, y la lógica dictaba neutralizar a ambos atacantes.
"Renjun, apártate," dijo Taeyong con voz grave, una advertencia en su tono.
Pero Renjun no se movió. Con calma, a pesar de la agonía que lo consumía, se dirigió a Ragnar, que seguía estático, su forma lobuna temblaba por el shock.
"Hyeongjun," repitió Renjun, su voz suave, casi un susurro conciliador. "Sé que estás ahí, sé que puedes oírme. No es un desperdicio. Nunca lo fue."
Las palabras de Renjun parecieron romper algo dentro de Ragnar. El lobo lo miró, y la tristeza en sus ojos se transformó en una furia defensiva y herida. Un gruñido bajo escapó de su garganta, y se abalanzó sobre Renjun de nuevo, pero esta vez, no había garras extendidas para desgarrar. Solo golpes contundentes, impactando con fuerza en el pecho y el rostro de Renjun.
"¡Es injusto! ¡Eres injusto!" gruñó Ragnar, su voz más humana de lo que Renjun esperaba, llena de una rabia dolida. "¡No es real! ¡Deja de decir eso!" Comenzó a golpearlo repetidamente, la desesperación en cada puñetazo. "¡Es tu culpa! ¡Tú debías protegerlo! ¡Tú!"
Renjun, agotado y aún debilitado por el Cruciatus, apenas podía defenderse. Bloqueó algunos golpes, pero la mayoría impactaron, haciendo que su visión se llenara de puntos negros. El resentimiento de Ragnar, la furia contenida por años de dolor, se desahogaba en cada golpe. Renjun cayó al suelo, y Ragnar se abalanzó sobre él, aferrándose a su cuello, sus manos, ahora más parecidas a las de un hombre que a las zarpas de un lobo, pero aún fuertes y cubiertas de pelo, agarrándolo por el cuello. La bestia, o el hombre que luchaba por ser, lo miraba con una expresión de agonía profunda.
"¿De qué sirve tener un amigo si tu único amigo... murió?" La voz de Ragnar, ahora más un lamento desgarrador, se quebró. "Eso te vuelve débil, Renren. ¡Te debilita! Yo... ¡yo lo perdí por tu culpa!"
A pesar del dolor, del agarre sofocante, Renjun levantó una mano temblorosa y le tocó el rostro cubierto de pelo. Sus ojos, llenos de lágrimas contenidas, se encontraron con los de Ragnar.
"Yo también lo extraño, Hyeongjun," susurró Renjun, la voz quebrada por la emoción y el agotamiento. "Lo extraño cada día."
Las palabras, suaves y llenas de una verdad que Renjun había cargado solo por tanto tiempo, golpearon a Ragnar como un hechizo silente. La furia en sus ojos se desvaneció por completo, reemplazada por un torbellino de dolor y arrepentimiento. El agarre en el cuello de Renjun se aflojó, sus manos temblaban. Las lágrimas, grandes y saladas, brotaron de sus ojos lobunos, mezclándose con el pelaje de su rostro. Un aullido, no de lobo sino de un dolor profundamente humano, escapó de su garganta.
Hyeongjun se desplomó sobre el pecho de Renjun, sollozando, el cuerpo aún en su forma de lobo temblaba violentamente. Renjun, a duras penas, lo mantuvo allí, su propio cuerpo magullado y agotado, pero sus brazos se cerraron protectoramente alrededor del lobo. Poco a poco, con un esfuerzo inmenso, Renjun logró sentarse, con Hyeongjun aún acunado en su regazo.
Levantó la vista, su mirada cansada recorrió a los presentes. Todos los observaban: los profesores con una mezcla de asombro y preocupación, los chicos dentro del domo con ojos muy abiertos. El silencio se había instalado, pesado, roto solo por los sollozos de Hyeongjun y la respiración entrecortada de Renjun.
Con un suspiro que fue más un gemido, Renjun, con su varita aún en su mano temblorosa, deshizo el hechizo protector. El domo del Protego Maxima se disolvió en un resplandor dorado.
Inmediatamente, los profesores se acercaron, sus rostros tensos.
"¡Chicos, ¿están heridos?!" La voz de Yuta era urgente, mientras Xiaojun y Jaehyun revisaban a los más cercanos.
Pero todas las miradas, incluso las de los profesores, se desviaron una y otra vez hacia la escena frente a ellos: Renjun, el alumno enigmático y solitario, sosteniendo protectoramente a un hombre lobo que sollozaba sin control en su pecho.
Los amigos de Renjun emergieron del área protegida, acercándose con una cautela extrema. Chenle y Jisung intercambiaron miradas, temblando, la preocupación por Renjun evidente. Mark y Haechan avanzaron despacio, sus ojos fijos en la figura de Hyeongjun. Jaemin, con flicker posado en su hombro, se mantenía cerca, su expresión sombría y desconfiada. Jeno, visiblemente traumatizado, permanecía unos pasos detrás de todos, pálido y tembloroso, incapaz de acercarse.
"Los aurores vendrán enseguida," la voz del Director Taeyong resonó con autoridad, aunque su mirada también estaba clavada en Renjun y Hyeongjun. "Y se los llevarán a Azkaban."
Renjun se tensó al escuchar la palabra "Azkaban". Un escalofrío le recorrió la espalda, pero no dijo nada. En cambio, su mano, de forma casi instintiva, comenzó a acariciar el pelaje de la espalda de Hyeongjun.
Y, como si el suave tacto y el sonido de su nombre hubieran deshecho el último nudo de su transformación, el cuerpo de Hyeongjun tembló una última vez. El pelaje comenzó a retraerse, sus extremidades se acortaron, y su rostro lobuno se contrajo hasta revelar los rasgos humanos. En el regazo de Renjun, donde un lobo sollozaba, ahora yacía un chico de cabello castaño revuelto, cubierto de lágrimas y con el cuerpo aún estremeciendose por el llanto.
El sol ya se hundía bajo el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja cobrizo que se mezclaba con las sombras alargadas de los árboles. El aire, antes tenso por la batalla, ahora se sentía cargado de una emoción diferente, una mezcla de alivio, dolor y una cruda humanidad.
Renjun, con Hyeongjun todavía acunado en su regazo, sus propias fuerzas flaqueando, miró hacia el grupo de sus amigos. Su voz salió con dificultad, ronca y casi inaudible.
"¿Jeno... estás bien?"
Jaemin le dedicó una pequeña y temblorosa sonrisa, asintiendo. Dirigió su mirada a Jeno, quien, aunque visiblemente tenso y pálido, también asintió levemente con la cabeza, sus ojos aún fijos en el ahora humano Hyeongjun.
Renjun giró su cabeza, mirando a los demás.
"Haechan, Chenle, Mark," dijo, su voz aún débil, pero llena de una sinceridad abrumadora. "Fueron muy valientes. Gracias por quedarse a mi lado, por defenderte." Sus ojos, cansados y un poco vidriosos, se posaron en el menor. "Y Jisung, sin tu Patronus... No habríamos podido llamar a los profesores. Tuviste mucho miedo, ¿verdad?"
Jisung, sus ojos aún grandes por el susto, asintió con lentitud.
"Sí, Renjun. Mucho."
Jaemin, suavemente, tocó el hombro de Jisung.
"Pero fuiste muy valiente, Jisung. Muy valiente."
En ese momento, la calma se rompió con la llegada de más aurores, entre ellos Doyoung, un hombre de cabello oscuro y mirada penetrante que parecía encarnar un torbellino contenida de emociones. Al ver a Jeno, su sobrino, su cuerpo se tensó y en un instante corrió hacia él, la mezcla de alivio y ansiedad reflejada en cada línea de su rostro.
"¡Jeno! ¿No estás herido, verdad?" La voz de Doyoung se quebró apenas, cargada de una preocupación que trascendía el profesionalismo. No era solo un auror hablando, era un tío que temía haber perdido a su familiar en cualquier momento.
Jeno asintió, aunque pudo sentir la pesada mirada de Doyoung evaluando cada movimiento suyo, buscando cualquier signo de daño.
"Estoy bien, Doyoung hyung. Renjun... Renjun nos protegió a todos."
El hombre apretó los dientes, un destello de gratitud y curiosidad contenida asomando al verlo en el suelo.
"Renjun... Gracias," dijo con voz más suave, casi como un susurro que llevaba el peso de un reconocimiento profundo pero también el impulso urgente de proteger a ambos. Sin más, giró hacia el Director Taeyong, susurrándole con urgencia el curso de los acontecimientos y las medidas necesarias, aunque sin apartar totalmente la vista de Jeno, inconscientemente colocándose un poco en su protección.
Renjun soltó un suspiro tembloroso, un sonido de profundo agotamiento. Sus extremidades dolían con una intensidad punzante, su cabeza palpitaba con un dolor sordo, y una somnolencia abrumadora amenazaba con arrastrarlo. Los chicos, al verlo tambalearse, se preocuparon.
"Renjun, ¿estás herido?" preguntó Chenle, su voz pequeña.
Johnny y Xiaojun se acercaron aún más, sus varitas bajadas pero sus expresiones serias.
"Debemos llevarte a la enfermería, Renjun," dijo Johnny, su voz firme.
Pero Renjun se aferró más fuerte a Hyeongjun, negándose a soltarlo. Su mente, a pesar del cansancio, estaba lúcida en un punto. Sabía lo que eso significaba. Si soltaba a Hyeongjun, se lo llevarían.
"No," musitó Renjun, su voz áspera. "No lo soltaré. Él... él no merece Azkaban."
Hyeongjun, que había dejado de sollozar, levantó la cabeza del pecho de Renjun. Sus ojos, ahora de un castaño normal, pero aún hinchados y rojos por el llanto, lo miraron con una mezcla de sorpresa y resignación.
"Estoy bien, Renjun," dijo Hyeongjun, su voz aún quebrada pero con un matiz de aceptación. "Sí lo merezco. Soy un monstruo."
"¡No es cierto!" Renjun lo reprochó al instante, su voz alzándose con una fuerza inesperada a pesar de su agotamiento, todos ahí sorprendidos por su arrebato. Lo miró con severidad, la indignación brillando en sus ojos. "¡No te atrevas a decir eso! ¡Tú no eres un monstruo!"
La sorpresa inundó el rostro de Hyeongjun. Nunca, en todos esos años de resentimiento y confrontación, Renjun lo había defendido de esa manera, y no creía merecerlo frente a los profesores y aurores. Sus ojos se abrieron, una nueva ola de lágrimas se acumulaba, esta vez no de dolor o furia, sino de una emoción compleja y abrumadora que apenas podía comprender.
"Pero, Renren..." La voz de Hyeongjun se ahogó, su rostro se contrajo de tristeza. "Hablé de Injunnie en la pelea y eso es muy bajo. No digo que soy un monstruo por ser un lobo, Renren. Soy un monstruo por haber usado eso contra ti. No me importa si me llevan a Azkaban, Injunnie estaría decepcionado de mí."
Renjun negó con la cabeza, el movimiento lento y pesado. Tomó el rostro de Hyeongjun entre sus manos temblorosas, limpiando las lagrimas.
"No es así, Hyeongjun. Injun estaría orgulloso de ti." Su voz, aunque un susurro, era firme y llena de convicción. "En todos estos años, tú has estado ahí. Has protegido a los más jóvenes de tu manada para que Sungmin no les hiciera daño. Cuando mi padre... cuando mis padres me dejaban herido después de mis duelos, ¿Quién me curaba?"
Todos los presentes, aurores, profesores y los chicos, escuchaban en un silencio absoluto. La confesión de Renjun, su dolor latente, y la inesperada faceta heroica de Hyeongjun, los habían cautivado.
Los ojos de Johnny se suavizaron ligeramente. Xiaojun tenía una expresión de profunda reflexión. Jaehyun y Yuta miraban a los dos jóvenes con una mezcla de sorpresa y compasión.
Los amigos de Renjun reaccionaron de diferentes maneras. Chenle se llevó una mano a la boca, sus ojos llenos de lágrimas. Mark y Haechan se miraron, la comprensión iluminando sus rostros. Ellos habían sentido la tensión entre Renjun y su familia, pero nunca habían conocido los detalles. Jaemin se acercó un paso más, sus ojos se fijaron en Hyeongjun, una nueva empatía naciendo en su mirada. Jeno, aunque aún a cierta distancia, observaba con atención, la rigidez de su cuerpo relajándose apenas un poco.
Hyeongjun miró a Renjun, sus ojos brillantes de incredulidad. La defensa inquebrantable de Renjun, la revelación de actos de bondad que había escondido, lo desarmaron por completo. Sus labios temblaron, y su barbilla comenzó a fruncirse mientras las lágrimas volvían a fluir, esta vez no con furia, sino con una abrumadora ola de arrepentimiento y una tristeza inmensa.
El Director Taeyong, que había escuchado cada palabra de la conmovedora confesión de Renjun, se acercó, su rostro grave pero con una chispa de comprensión.
"Renjun," dijo Taeyong, su voz suave, contrastando con la autoridad habitual. "Está bien. Podrían ir ambos a la enfermería." Su mirada se dirigió a Hyeongjun, quien levantó su cabeza del pecho de Renjun, sus ojos grandes y sorprendidos. La expresión de Hyeongjun, con las lágrimas aún corriendo por su rostro, era un adorable y extraño contraste: una mezcla de la melancolía de un alma torturada y la expresividad de un niño que acababa de recibir una inesperada muestra de bondad. Parecía entusiasta en su tristeza, y pesimista en su aceptación.
Hyeongjun volvió a mirar a Renjun, luego a los profesores, una profunda tristeza en su voz.
"Pero... yo pagaré por mis crímenes. Lo merezco."
Doyoung, que se había acercado en silencio, lo observó con una curiosidad inesperada.
"¿Cuántos años tienes?" preguntó el Auror, su voz tranquila y sin juicio.
Hyeongjun parpadeó, sorprendido por la pregunta.
"Quince," respondió, su voz apenas un susurro.
Un murmullo de asombro recorrió a los presentes. Los profesores intercambiaron miradas, y los chicos de Renjun se quedaron boquiabiertos. Jisung fue el más afectado, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Tenía la misma edad que Hyeongjun. El "monstruo" que había atacado a su amigo, el que había proferido palabras tan crueles, era un chico de su misma edad. La revelación trajo una oleada de confusión y una extraña empatía a los corazones de los jóvenes.
Renjun, exhausto hasta la médula, levantó la cabeza con dificultad, sus ojos suplicantes se posaron en los profesores y aurores.
"Por favor," musitó, su voz apenas un hilo, pero cargada de una desesperación palpable. "No lo lleven ahí. Haremos lo que sea. Lo que sea." Se aferró con más fuerza a Hyeongjun, como si temiera que se lo arrebataran en cualquier momento.
Hyeongjun, a pesar de las palabras de Renjun, negó con la cabeza, su rostro aún bañado en lágrimas. Se soltó un poco del abrazo de Renjun para mirarlo a los ojos, con una resolución dolorosa.
"No, Renren. Haré lo que el auror diga. Vinimos a atacarlos. Irrumpimos en los alrededores de Hogwarts y casi atacamos a estudiantes. Es lo justo."
Pero Renjun se negó a aceptar. Sacudió la cabeza con vehemencia, sus ojos suplicando a los adultos.
"Por favor, por favor, reconsideren."
Y, sorprendentemente, fue Jeno quien rompió el silencio. El chico, que había permanecido tenso y distante, dio un paso adelante, su voz temblorosa, pero firme.
"Él... él es solo un niño," dijo Jeno, sus ojos fijos en Hyeongjun. "Y... no es malo. Si Renjun dice que no lo merece entonces debemos escucharlo." Jeno miró a Taeyong. "Podríamos dejarlo en Hogwarts. Bajo supervisión."
Todos se sorprendieron con la intervención de Jeno, pero sus palabras resonaron con fuerza. Taeyong frunció el ceño, su expresión aún sería.
"No es tan fácil, Jeno," respondió el director, su voz un poco tensa. "Hay protocolos. La seguridad de los estudiantes es primordial."
Pero Jaemin se unió al coro, señalando al adorable Hyeongjun, que los miraba con grandes ojos, la cabeza inclinada, aún con una mezcla de tristeza y la inocencia de un cachorro asustado.
"Pero, Director, es obvio que no es malvado. Mírenlo. Y Renjun lo defendió."
Chenle también asintió con entusiasmo, uniendo su voz al clamor.
"¡Sí! ¡Podría quedarse! No parece peligroso ahora."
Jisung, con la valentía que había demostrado con su Patronus, dio un paso adelante, con una idea audaz.
"Podríamos... podríamos ponerlo en la habitación con Chenle. En Slytherin."
Mark, que había estado observando la escena con una mezcla de sorpresa y creciente convicción, asintió enérgicamente.
"Sí, eso tiene sentido. Después de todo, Renjun estará ahí también, en Slytherin. Y Chenle es un mago poderoso."
Haechan, siempre leal a sus amigos, se puso del lado de Renjun y los demás.
"¡Es verdad! No es justo que vaya a Azkaban. No después de lo que Renjun dijo."
Doyoung, que había estado escuchando las intervenciones de los estudiantes con una expresión pensativa, finalmente habló.
"Lo primero, sería interrogarlo a fondo. Ver si realmente es o no una amenaza. Si todo sale bien, entonces... podríamos considerar esa opción." Miró al Director Taeyong, quien, después de un momento de seria consideración, asintió lentamente. Una pequeña chispa de esperanza se encendió en el aire.
"Bien," dijo Taeyong, su voz resonando con una autoridad más suave, pero firme. "Ahora sí, ambos a la enfermería. Nosotros nos encargaremos del resto." Su mirada se posó en Bjorn, que seguía inmovilizado y gruñendo, y en los otros aurores que lo custodiaban.
Hyeongjun, al escuchar la confirmación de Taeyong, abrió los ojos aún más. Era una oportunidad. Una verdadera oportunidad. Su rostro, antes contraído por la tristeza, se iluminó con una expresión de asombro y una gratitud tan efusiva que casi parecía irreal.
"¡Gracias! ¡Muchísimas gracias!" exclamó Hyeongjun, su voz llena de una emoción abrumadora. "Nadie... nadie me había dado una oportunidad así. ¡Haré que no se arrepientan! ¡Lo prometo!"
Y, en un impulso que sorprendió a todos, Hyeongjun se soltó de Renjun, se puso de pie con un movimiento torpe y se lanzó hacia Doyoung, envolviéndolo en un abrazo sorprendentemente fuerte. El auror, tomado por sorpresa, se quedó rígido por un momento, pero luego, con una pequeña sonrisa, le devolvió el abrazo, arrullándolo suavemente. Algunos de los profesores, como Johnny y Xiaojun, no pudieron evitar soltar una risita discreta ante la escena. Jeno, por su parte, alzó una ceja, observando a su tío Doyoung arrullar a un hombre lobo que momentos antes había intentado atacarlos. Era una imagen que tardaría en procesar.
Hyeongjun luego se soltó de Doyoung y, con la misma efusividad, abrazó al Director Taeyong, quien, aunque más acostumbrado a las excentricidades de los estudiantes, también se sorprendió un poco.
Renjun, aún sentado en el suelo, agotado y con la cabeza apoyada en sus rodillas, también murmuró un "Gracias" apenas audible.
Jaemin, con una expresión de profunda preocupación, se arrodilló junto a él y le ofreció su mano.
"Renjun, vamos. Te ayudo a levantarte."
Renjun extendió una mano temblorosa y la tomó. Jaemin tiró suavemente para ayudarlo a ponerse de pie, pero en el momento en que Renjun intentó incorporar su peso, sus ojos se cerraron, su cuerpo se desplomó y se desmayó por completo, cayendo de nuevo al suelo.
Un grito colectivo de sorpresa y alarma resonó en el claro.
"¡Renjun!" exclamaron sus amigos al unísono, mientras los profesores y aurores se apresuraban a su lado, la preocupación reemplazando cualquier otra emoción en sus rostros. La batalla había terminado, pero las consecuencias apenas comenzaban a manifestarse.
Notes:
Es Hyeongjun de cravity, hizo el challenger de Chiller con Renjun y me pareció muuuy tierno, demasiado, y tuve un ataque de ternura por parte de ambos así que no me resistí y lo agregué aquí :D
Chapter 22: Serpenteando en normalidad
Chapter Text
Renjun no supo cuánto tiempo estuvo dormido. Flotaba en una nebulosa de paz, sin frío, sin dolor, solo una tranquilidad que rara vez conocía. El mundo exterior era un suave murmullo a su alrededor. Sintió una mano delicada peinando suavemente su cabello, y otra, cálida y firme, sostenía su mano izquierda. Era una sensación tan reconfortante que casi temió abrir los ojos y romper el hechizo.
Pero la curiosidad venció a la quietud. Lentamente, sus párpados se abrieron, revelando la familiar y estéril blancura del techo de la enfermería de Hogwarts. La luz tenue de la lámpara de noche indicaba que ya era muy tarde, o muy temprano.
Frente a él, con los ojos muy abiertos y expresiones de puro asombro, estaban Chenle y Haechan. Al verlo despertar, sus rostros se iluminaron con una mezcla de alivio y emoción.
"¡Renjun! ¡Despertaste!" exclamó Chenle, con la voz ahogada por la emoción.
"¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? ¿Agua? ¿Te duele algo?" Haechan lo bombardeó con preguntas, la preocupación evidente en su tono.
Renjun, confundido al principio, intentó procesar la información. Su mente, aún un poco nublada, luchaba por conectar los puntos. La enfermería... ¿por qué estaba aquí? Luego, las imágenes de la pelea, el Cruciatus, el rostro de Hyeongjun, el Lago Negro, todo volvió de golpe. Intuyó que probablemente se había desmayado.
Una alarma repentina lo sacudió.
"¿Hyeongjun? ¿Dónde está Hyeongjun? ¿Está bien? ¿Se lo llevaron?" La voz le salió más urgente de lo que pretendía.
Chenle le sonrió con una complicidad que Renjun no entendió al principio.
"Tranquilo, Renjun, está bien." Miró a Haechan, que también sonreía. "De hecho... ahora somos compañeros de cuarto."
Renjun parpadeó.
"¿Compañeros de cuarto?" preguntó, la confusión tiñendo sus palabras.
"Sí," confirmó Chenle, con un brillo divertido en los ojos. "Tú, yo y Hyeongjun. Los tres. En Slytherin. Y lo mejor de todo, Hyeongjun está en el mismo grado que Jisung y yo."
La noticia lo dejó atónito. La tensión abandonó su cuerpo en una oleada de alivio. Un suave calor se extendió por su pecho. La pesadilla había terminado, y algo nuevo, algo bueno e inesperado, había comenzado. Los chicos que había protegido, y el amigo que había salvado, estaban a salvo, juntos.
Haechan se inclinó, su tono volviéndose más serio, aunque aún con el alivio palpable en su voz.
"Estuviste inconsciente una semana entera, Renjun. Al parecer, los hechizos que te lanzó Bjorn eran demasiado oscuros. Te drenaban lentamente, incluso después de que terminó la pelea." Hizo una mueca. "La enfermera estaba enojadísima por no haberte llevado antes, ¿sabes? Tuvimos que llamar a Winwin. Pero todo salió bien al final."
Renjun sintió un escalofrío al pensar en la oscuridad de los hechizos, pero la mención de Winwin, el renombrado sanador, le dio tranquilidad.
"Y con Hyeongjun," continuó Chenle, con una sonrisa amplia, "el Director Taeyong, junto a Kun y Winwin, lo interrogaron por cuatro días seguidos. Pero al final, decidieron dejarlo en Hogwarts. ¡Es oficial! Es un niño inquieto y gritón, eso sí," agregó Chenle con una risita, mirando a Haechan.
Haechan le dio un codazo juguetón.
"Igual que tú, entonces."
Chenle puso los ojos en blanco, pero su sonrisa no disminuyó.
"Nunca dije que fuera algo malo ser inquieto y gritón, Haechan. Solo lo estoy describiendo."
Renjun se rió, una risa débil al principio, pero que se fue haciendo más fuerte a medida que el alivio lo invadía. Intentó incorporarse en la cama, pero antes de que pudiera hacerlo, Chenle y Haechan reaccionaron al unísono.
"¡Cuidado!" exclamó Chenle, poniendo una mano en su hombro.
"¡Despacio, Renjun!" añadió Haechan, moviendo sus manos como si lo estuviera guiando.
Ambos fueron extremadamente cuidadosos, ajustando las almohadas y asegurándose de que Renjun no hiciera ningún movimiento brusco. La preocupación en sus rostros era genuina y casi cómica por su intensidad. Renjun no pudo evitar reírse de su exagerada solicitud.
"¡Ya estoy bien, tranquilos!" dijo Renjun entre risas, divertido por el mimo de sus amigos.
"¡Cómo que tranquilos!" reprochó Haechan, haciendo un puchero. "Estábamos preocupadísimos, Renjun. Desapareciste por una semana. Te enfrentaste a dos hombres lobo feroces, ¿sabes? ¡Feroces!"
Renjun negó con la cabeza, una sonrisa suave en su rostro.
"Hyeongjun no es feroz," corrigió. "Y nunca me ganó en un duelo. Ni una vez."
Chenle asintió con entusiasmo.
"¡Ah, sí! ¡Eso también nos lo contó Hyeongjun el otro día! Dijo que siempre lo derrotabas fácilmente, incluso cuando eras pequeño."
Haechan se frotó las manos con una expresión pícara.
"Esto es oro puro. Me da muchísima curiosidad tener a alguien que fue tan cercano a ti en La Raíz, Renjun. Voy a aprovechar para obtener todos tus trapos sucios y chantajearte en el futuro."
Renjun solo rodó los ojos, pero una punzada de calidez recorrió su corazón. Sus amigos. Eran exasperantes, sí, pero también increíblemente leales y protectores. Tener a Hyeongjun aquí, con ellos, en Hogwarts... la idea, aunque extraña, ya empezaba a sentirse como un nuevo comienzo.
Haechan continuó, su voz volviéndose más suave.
"Jaemin y Jeno han estado cuidando de Flicker, por cierto. Y Jisung salió hace poco a alimentar al cuervo con Hyeongjun." Sus ojos se encontraron con los de Renjun, llenos de genuina preocupación. "Todos estuvimos muy, muy preocupados, Renjun. Otra vez nos salvaste, pero... por favor, la próxima vez, ponte también en el escudo protector. Si no, ¡me va a dar un infarto!"
Justo en ese instante, la puerta de la enfermería se abrió y Mark entró, sus ojos buscando a Renjun. Al verlo despierto, su rostro se iluminó con un alivio tan sincero que parecía desbordarse. Rápidamente se acercó a la cama, sus pasos ligeros.
"¡Renjun! ¡Estás despierto!" exclamó Mark, su voz llena de alegría. Se inclinó sobre la cama y le acarició la cabeza con un cariño palpable. "Te extrañé. Gracias por protegernos de nuevo." La expresión de Mark se volvió seria, aunque su mano seguía consolando a Renjun. "Tu vida también cuenta y ten más sentido común la próxima vez, o voy a empezar a creer que eres un suicida."
Renjun rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
"Lo intentaré," respondió con calma.
La conversación continuó entre los cuatro, un vaivén de bromas, reproches cariñosos y el alivio de la normalidad. Haechan, con una bandeja de frutas que había aparecido de la nada, comenzó a pellizcar trozos de uva y fresa, acercándoselos directamente a la boca de Renjun.
"¡Abre! ¡Necesitas vitaminas para recuperarte de tus heroicas hazañas!" bromeó Haechan, obligando a Renjun a comer. Él rodó los ojos otra vez, pero obedeció, la fruta dulce en su boca un contraste agradable con el sabor metálico que aún recordaba de la batalla.
Chenle, mientras tanto, se acomodó más cerca de la camilla, cruzando las piernas, como si la cama de la enfermería fuera un sofá de sala. Mark se sentó al otro lado de Renjun, en el borde de la camilla, y sin decir una palabra, simplemente comenzó a acariciar el brazo de Renjun, un gesto silencioso de afecto y apoyo.
Justo cuando la escena se había asentado en una cómoda familiaridad, la puerta de la enfermería volvió a abrirse, y esta vez fueron Jeno y Jaemin quienes entraron. Sus ojos, como los de Mark antes, se fijaron de inmediato en Renjun, y sus rostros se iluminaron.
"¡Mira quién despertó! ¡El durmiente Renjun!" exclamó Jaemin con su habitual sonrisa, acercándose a la cama.
Jeno se unió a él, una pequeña sonrisa jugando en sus labios. Miró a Haechan, Chenle y Mark, quienes ya rodeaban a Renjun, y bromeó.
"¿Deberíamos sentirnos celosos o algo así? Parece que el equipo de enfermería ya está completo."
Haechan, siempre listo para la réplica, hizo una pose dramática.
"¡Oh, no se preocupen! Hay suficiente Renjun para todos. Aunque, para ser justos, Hyeongjun nos gano, es más cercano a Renjun"
Chenle, no queriendo quedarse atrás, añadió con una sonrisa intrépida,
"Sí, y además de inquieto y gritón, ¡Hyeongjun es muy divertido cuando lo mencionamos! ¡Le da vergüenza que le digamos que Renjun y él son amigos!"
Renjun, al escuchar las insinuaciones y las bromas descaradas sobre Hyeongjun y él, sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Sus orejas se pusieron rojas.
"¡Hey!" exclamó, intentando sonar indignado, pero una risita traicionera se le escapó.
Mark, viendo el sonrojo de Renjun, no pudo resistirse. Se inclinó y le pellizcó suavemente una mejilla.
"Aw, mira qué lindo se pone cuando hablamos de su nuevo mejor amigo. Mi Renjun-ah." Arrulló con un tono burlón, pero lleno de cariño.
Haechan, no contento con solo una ronda de bromas, se giró hacia Jeno y Jaemin con una sonrisa pícara.
"¡Y ustedes dos, no se pongan celosos por Hyeongjun! ¡Hay Renjun para todos, como ya dije!"
Jaemin y Jeno intercambiaron una mirada, luego negaron con la cabeza casi al mismo tiempo.
"No, no nos preocupamos por eso," dijo Jaemin, con una sonrisa tranquilizadora para Renjun. "Tenemos confianza."
"Mucha confianza," añadió Jeno, sus ojos encontrándose con los de Renjun.
El rostro de Renjun se sonrojó aún más ante la afirmación de Jeno y Jaemin. Sus mejillas ardían, y sus amigos estallaron en risas al ver su reacción. La conversación continuó, con los chicos molestándolo con cariño, su presencia llenando la enfermería de una energía vibrante y el reconfortante sonido de la amistad.
Chenle, que había estado ansioso por desviar la atención de las bromas sobre Renjun y su propio coqueteo, se volvió hacia Renjun con una curiosidad insaciable.
"¿Pero en serio, Renjun? Cuéntanos más sobre Hyeongjun. ¿Cómo era antes? ¿De verdad peleaban tanto?" Los demás, con Jaemin, Jeno y Mark asintiendo y acercándose, se prepararon para escuchar, sus expresiones denotando un genuino interés en el nuevo compañero de cuarto y en la historia oculta de Renjun.
Renjun suspiró, el sonrojo disminuyendo un poco mientras sus pensamientos regresaban al pasado. Miró a cada uno de sus amigos, notando la curiosidad y la preocupación. Era el momento de compartir una parte de su vida que había mantenido oculta por tanto tiempo.
"Hyeongjun... él y yo crecimos juntos en La Raíz," comenzó Renjun, su voz suave, con un matiz de melancolía. "Éramos muy pequeños cuando nuestros padres comenzaron a enfrentarse. Los líderes de la manada lo veían como un futuro 'alfa', y a mí... a mí me veían como una amenaza al heredar la posición de mis padres." Renjun hizo una pausa, las palabras difíciles de pronunciar. "Hyeongjun y yo éramos rivales forzados, pero... él nunca fue realmente malvado. Éramos niños, solo seguíamos lo que nuestros mayores nos decían. Nuestros 'duelos' no eran por odio, eran por obligación."
Todos escuchaban atentamente con curiosidad.
"Pero también estaba Injun en esa ecuación," añadió Renjun, su voz bajando un tono. Los chicos, al escuchar el nombre, supieron que se refería a su hermano. "Hyeongjun e Injun eran incluso más cercanos que Hyeongjun y yo. Hyeongjun era como otro hermano mayor para Injun. Lo protegía mucho, porque Injunnie... Injunnie se lastimaba mucho. Siempre era el más débil, el que más caía o se hería en los entrenamientos."
Renjun se perdió por un momento en sus recuerdos, la tristeza cubriendo sus ojos.
"Cuando Injun murió, Hyeongjun quedó devastado. No le dirigió la palabra a nadie por meses. Fue un tiempo muy solitario para ambos, para todos. Después de eso, de a poco, empezamos a juntarnos de nuevo. Nuestros padres, especialmente el padre de Hyeongjun, Sungmin" Dijo el nombre despacio viendo como Jeno se tensaba. "Empezaron a exigirle más en los entrenamientos. A mi también, me dejaban herido en la sala de duelos cuando terminaban las sesiones y se iban. Y yo... yo siempre era incapaz de moverme por las heridas o el cansancio. Y era Hyeongjun quien siempre llegaba y me ayudaba."
Renjun miró a sus amigos, sus ojos cansados pero firmes.
"Eso se repitió por años. Nunca hablábamos de Injun. Era... un acuerdo mutuo. Una tregua en medio de todo lo demás. Él no me culpaba por lo de Injunnie. Simplemente... nos ayudábamos."
La enfermería quedó en silencio, solo el suave murmullo de la vida en Hogwarts se filtraba por las paredes. Los chicos asimilaron la cruda verdad de la infancia de Renjun y Hyeongjun. No eran rivales, sino compañeros de dolor, unidos por la tragedia y los secretos.
"El día que atraparon a mis padres," continuó Renjun, su voz un poco más fuerte, "no había visto a Hyeongjun en días. Sungmin, lo había aislado mucho los últimos meses. Así que no me preocupé de que le hubiera pasado algo. Pero después, cuando Taeju me envió la carta diciendo que Ragnar y Bjorn habían desaparecido de La Raíz, supe que venían hacia acá." Murmuro lo ultimo viendo a todos sabiendo que solo Jisung sabia esa información.
Los chicos se quedaron boquiabiertos. Jeno fue el primero en reaccionar, sus ojos fijos en Renjun.
"¿Entonces... por eso no le lanzaste ni un solo hechizo para herir a Hyeongjun y lo lanzabas hacía atrás? ¿Por eso solo esquivabas sus golpes? ¿Por qué no querías lastimarlo?"
Renjun asintió lentamente, una confirmación silenciosa pero poderosa. Su mirada se encontró con la de cada uno de sus amigos, una mezcla de vulnerabilidad y determinación en sus ojos. No había sido una simple batalla; había sido una danza peligrosa entre el pasado y el presente, entre la lealtad y la necesidad de proteger a aquellos que ahora consideraba su verdadera familia.
Chenle, con los ojos brillando de admiración, puso una mano en el brazo de Renjun.
"Eres un gran amigo, Renjun. Me alegro tanto de que no hayas tenido que lastimar a Hyeongjun."
Renjun le puso una mano en la cabeza a Chenle y la acarició suavemente. Su voz, antes tranquila, se volvió un poco más grave, con un matiz de la seriedad que rara vez mostraba.
"Estaba muy asustado, Chenle. Con Bjorn me daba igual. Él era un seguidor fanático de Sungmin, y lo que hizo... era imperdonable. Pero para Hyeongjun, Bjorn era como su otra figura paterna. Lo cuidó de Sungmin muchas veces, lo protegió." Renjun cerró los ojos por un instante, recordando la lucha. "Sabía que tendría que enfrentarme a él. Y si Hyeongjun hubiera llegado a hacer daño a alguno de ustedes" su mirada recorrió el círculo de sus amigos, una promesa silenciosa en sus ojos, "si hubiera herido a alguno de ustedes, yo habría intentado neutralizarlo de forma que quedara inconsciente. Habría evitado que sufriera y que viera... que viera cómo mataba a Bjorn."
La revelación cayó como una losa en el silencio de la enfermería. La implicación de las palabras de Renjun, la crueldad que estaba dispuesto a soportar para proteger a Hyeongjun de una verdad aún más brutal, era abrumadora. La amistad de Renjun, su lealtad, era un fuego intenso y protector, todos ya lo sabían, pero escucharlo era diferente.
Jeno fue el primero en romper el silencio, su voz suave pero firme.
"Me alegro de cómo salieron las cosas, Renjun. De verdad. No sé qué hubiéramos hecho si hubieras tenido que hacer eso." Jeno se acercó más, extendiendo una mano para apretar suavemente el hombro de Renjun, en una muestra de apoyo y comprensión.
Jaemin asintió, su sonrisa habitual un poco más tenue, reemplazada por una expresión de seria gratitud.
"Sí, Renjun. Fue lo mejor para todos. Y ahora Hyeongjun está aquí, y podemos ayudarlo."
Mark asintió con vehemencia.
"Exacto. Lo pasado, pasado. Ahora estamos todos juntos."
"Es un chico divertido, y habla un montón, ayer en la cena estuvo hablando con Jisung todo el tiempo" Murmuro Haechan, son una sonrisa.
Renjun también sonríe, imaginándoselo.
"Lo es. Especialmente cuando se emociona. Habla mucho con las manos y le gusta gritar cuando algo le parece injusto."
Chenle asintió vigorosamente.
"¡Exacto! ¡Es como tener un mini-Haechan en casa! ¿Y de verdad es bueno en Pociones, como dice? ¿Me va a robar el puesto de genio?"
"Es bastante bueno," concedió Renjun, un brillo en sus ojos. "Siempre le gustaron las mezclas y los ingredientes extraños. Una vez, intentó hacer una poción para que su pelo brillara en la oscuridad. Terminó con el pelo verde por un mes."
Los chicos estallaron en risas.
"¿Verde?" Jaemin arqueó una ceja, divertido. "¡Me encanta! Necesito una foto de eso para la colección de trapos sucios, Haechan."
Haechan asintió solemnemente.
"Totalmente. Y Renjun, ¿es tan competitivo como tú en los duelos?"
"Nah," respondió Renjun, relajado. "Era más de engañar. Siempre buscaba la manera de no pelear directamente, o de terminar el duelo rápido sin mucho esfuerzo. Es más astuto que poderoso."
Mark, que seguía acariciando el brazo de Renjun, sonrió.
"Bueno, eso encaja con Slytherin."
Renjun se dejó envolver por el sonido reconfortante de sus voces, la sensación de sus manos en su brazo y su cabello. El peso del pasado no había desaparecido, pero en ese momento, con sus amigos a su alrededor, se sentía mucho más ligero.
"¿Creen que Hyeongjun se adaptará rápido a la escuela?" preguntó Renjun, su voz apenas un susurro, pero llena de una nueva esperanza.
"Sí, seguro que sí" dijo Jaemin con una sonrisa confiada. "Hyeongjun tiene esa chispa que no se apaga fácilmente. Ya verás cómo se pone al día antes de que nos demos cuenta."
Haechan asintió con entusiasmo, apretando ligeramente el brazo de Renjun.
"Y si necesita ayuda, aquí estaremos nosotros. No dejaremos que se sienta solo, eso es seguro."
Mark, aún sonriente, agregó.
"Claro que sí. Hogwarts puede ser duro, pero con gente a tu lado todo se hace más fácil." Dijo mirando a los chicos con una sonrisa pequeña.
Chenle, que había estado escuchando, levantó la vista y dijo.
"Además, con Renjun en Slytherin, seguro que Hyeongjun tiene un par de buenos ejemplos a seguir. Entre esto y lo otro, no les costará encajar."
Renjun sintió cómo una cálida sensación crecía en su pecho. No era solo cuestión de poder o magia, sino esa red invisible de apoyo y confianza que sus amigos le brindaban.
"Gracias" murmuró extrañamente tímido. "No sé qué haría sin ustedes."
Jaemin le dio un codazo suave, jocoso pero sincero.
"No tienes que hacerlo solo. Y menos con nosotros cerca."
Justo en ese instante, la puerta de la enfermería se abrió con un estruendo, y entraron Hyeongjun y Jisung. Hyeongjun parecía más arreglado que la última vez que Renjun lo había visto, y había un brillo en sus ojos que no recordaba. Jisung, a su lado, lo guiaba con una mano en su espalda, luciendo inesperadamente protector. La imagen era tan dulce que a Renjun le causó una punzada de ternura.
Hyeongjun divisó a Renjun en la cama y sus ojos se abrieron de par en par.
"¡Renjun!" exclamó, y antes de que nadie pudiera reaccionar, se abalanzó hacia la cama. Sin embargo, Jisung, con una agilidad sorprendente para su tamaño, lo sujetó por el brazo, impidiendo que se lanzara directamente sobre Renjun.
"¡Woah, woah, despacio, Hyeongjun!" dijo Jisung, con una sonrisa en su rostro. "No lo vayas a aplastar."
El resto del grupo estalló en risas. Hyeongjun se quedó un poco avergonzado, pero aun así logró llegar al lado de la cama, sus ojos fijos en Renjun.
Renjun le sonrió, un sentimiento cálido extendiéndose por su pecho.
"Me alegro mucho de que ahora estudies en Hogwarts con nosotros, Hyeongjun."
Las palabras, sencillas pero cargadas de emoción, parecieron desatar algo en Hyeongjun. Sus ojos se llenaron de lágrimas de repente, desbordándose sin previo aviso. Todos en la sala se quedaron sorprendidos por la repentina y abrumadora emoción, Haechan a su lado boqueaba sin saber que hacer, y Chenle se había enderezado con rapidez.
"¡He pasado tres días aquí y han sido los mejores tres días de mi vida!" sollozó Hyeongjun, las lágrimas corriendo libremente por sus mejillas mientras intentaba sonreír. "¡Nunca pensé que algo así podría ser posible! ¡Es tan diferente de todo!"
Hyeongjun se secó las lágrimas con el dorso de la mano, pero la emoción persistía en su voz. Su expresión, que antes era una mezcla de euforia y torpeza, se transformó en una tristeza profunda. Sus ojos, que habían brillado con alegría, se opacaron al mirar a su alrededor, absorbiendo los detalles de la enfermería.
"Es... es tan diferente," repitió, su voz ahora un susurro teñido de melancolía. "En La Raíz, siempre estaba oscuro. Los pasillos de las mansiones a las que nos mudábamos siempre eran fríos, llenos de sombras. Siempre se escuchaban gritos, o los sonidos de los entrenamientos forzados. El olor... siempre era a tierra mojada, a encierro, a sudor y a dolor." Se estremeció. "Nunca había visto una biblioteca tan grande, o salones tan luminosos, o cuadros que se mueven y te hablan. ¡Y la comida! ¡Hay tanta! Y puedo comerla sin preocuparme de si es suficiente para los demás."
Sus ojos se posaron en Renjun, y una tristeza aún más palpable se reflejó en ellos.
"Y aquí, la gente es... es amable. No tengo que estar siempre alerta, ni preocuparme de que alguien me golpee si me descuido. Puedo hablar con Jisung, con Chenle, y no se burlan de mí, ni me miran raro. Y no tengo que pelear con nadie. Es... es como un sueño."
La alegría de Hyeongjun se había desvanecido, reemplazada por una vulnerabilidad que desarmó a todos en la sala. La cruda comparación entre la libertad de Hogwarts y la opresión de La Raíz, expresada con una inocencia desgarradora, dejó a los chicos en un silencio absoluto. La risa se había apagado. Podían ver en la mirada de Hyeongjun el peso de una infancia robada, de una vida marcada por el miedo y la escasez.
Renjun, con el corazón encogido, sintió una oleada de empatía y dolor. Las palabras de Hyeongjun resonaban con sus propias experiencias. Levantó una mano y, con delicadeza, acarició el cabello de Hyeongjun. Era un gesto silencioso de comprensión, de la conexión que solo ellos dos compartían por haber sobrevivido a ese infierno.
Renjun, con el corazón encogido, sintió una oleada de empatía y dolor. Las palabras de Hyeongjun resonaban con sus propias experiencias. Levantó una mano y, con delicadeza, acarició el cabello de Hyeongjun.
"Para mí también es así, Hyeongjun," dijo Renjun, su voz apenas un susurro, lleno de comprensión. "Y no te preocupes. Ya nunca tendrás que volver a La Raíz."
Hyeongjun lo miró, sus ojos aún vidriosos.
"Eso me dijo también el Ministro y el Auror, el tío de Jeno. Pero..." se volvió extremadamente serio, el rostro infantil arrugado por la preocupación, "¿es de verdad verdad, Renjun? ¿Ya no tengo que volver a La Raíz? Porque mis hermanos no me van a dejar. Y los líderes... se enojarán conmigo. Soobin, Yunjin, Mei y Jay... desde que tus padres están en Azkaban, ellos han sido muy crueles. Y yo me mantuve a salvo porque estaba Bjorn, pero cuando él no estaba, yo tenía que estar siempre alerta." El terror en sus ojos era palpable.
Renjun lo interrumpió suavemente, su voz firme y llena de una determinación silenciosa.
"Shh, Hyeongjun. Si yo digo que no vas a volver, no lo harás. Yo te cuido."
Pero Hyeongjun negó con la cabeza, con una certeza que heló la sangre de todos.
"Es solo hasta que vuelvan sus padres, Renjun." Murmuro con tristeza.
Jaemin interrumpió, su voz suave pero con un matiz de urgencia.
"¿Cómo estás tan seguro de que volverán, Hyeongjun?"
Él lo miró con una convicción que no correspondía a su corta edad.
"Mis tíos no están en Azkaban porque sí. Están buscando algo. Quieren algo." Dijo con seguridad, demasiada.
Renjun lo miró, sorprendido por la perspicacia de Hyeongjun.
"Yo también intuí eso," admitió Renjun, su mirada volviéndose pensativa.
Pero Hyeongjun negó con la cabeza, con absoluta certeza en su voz.
"No, Renjun. No lo intuyes. Estoy seguro. Ellos están buscando algo en Azkaban." La tensión en el aire era casi palpable. La revelación de Hyeongjun no era una especulación, sino una afirmación rotunda.
Renjun frunció el ceño, el cansancio y el dolor de la batalla eclipsados por la repentina seriedad en la voz de Hyeongjun. El escalofrío que le recorrió la espalda no era por el frío de la enfermería, sino por la implicación de las palabras de Hyeongjun.
"¿Sabes algo, Hyeongjun? ¿Algo que yo no sepa?"
Hyeongjun lo miró directamente a los ojos, su rostro demacrado por la tristeza y el miedo, pero con una chispa de conocimiento que le dio a Renjun un escalofrío.
"¿Te refieres al ritual que hicieron esa noche? ¿La noche que se dejaron atrapar?" Pregunto dejando a los chicos con un escalofrió al pronunciar lo ultimo.
Renjun asintió lentamente, la boca seca. La noche de la batalla, el ruido, la extraña energía que se había sentido en el aire antes de que todo explotara. Había sido todo muy confuso en medio de la pelea.
"Mi padre, Sungmin, estaba asustado," Hyeongjun continuó, su voz un susurro que apenas rompía el silencio de la enfermería, intento no mirar a Jeno, quien olía a miedo. "Y él nunca estaba asustado. Tenía miedo de lo que fuera a pasar en el ritual. Me mandó lejos con una excusa, que fuera a buscar unas hierbas especiales al otro lado del bosque. Pero antes de partir, me dijo algo."
La atención de todos en la sala estaba fijada en Hyeongjun, cada palabra colgando en el aire.
"Me dijo que si el plan funcionaba, entonces tus padres no tendrían que ir a Azkaban a buscar la pieza faltante," Hyeongjun reveló, sus ojos grandes y redondos. "Pero si todo salía mal, yo lo sabría. Las noticias se esparcirían como pólvora, y tú... tú serías enviado a Hogwarts."
La mirada de Renjun se encontró con la de Jaemin y Jeno, quienes compartían la misma expresión de asombro y preocupación. ¿Una pieza faltante? ¿Qué demonios estaban buscando sus padres en Azkaban? Y el hecho de que su llegada a Hogwarts fuera parte de un plan, en caso de que el ritual fallara, era perturbador. En cambio cuando conecto miradas con Jisung, este estaba con los ojos abiertos, conectando piezas, Renjun lo supo en seguida.
"Mi tarea era volver una semana después," continuó Hyeongjun, ajeno al impacto de sus palabras. "Y cuando lo hice, cuando volví... los líderes estaban eufóricos. No porque el ritual no hubiera funcionado, ellos tenían previsto que no funcionaría." Hyeongjun hizo una pausa, sus ojos brillando con una mezcla de horror y fascinación. "Estaban eufóricos porque tú no te diste cuenta de lo que estaban haciendo. El Imperio funcionó, Renjun. Y el plan estaba en marcha."
El silencio que siguió a la última frase de Hyeongjun fue ensordecedor. Las implicaciones de lo que había dicho eran inmensas, aterradoras. El "Imperio"... la maldición Imperius. ¿Los padres de Renjun y sus aliados habían usado la Maldición Imperius en el propio Renjun, con qué propósito? La enfermería, que un momento antes había sido un refugio de comodidad, se había transformado en un lugar de revelaciones oscuras y peligros inminentes. El plan. ¿Qué plan? Y lo más importante: ¿Qué habían hecho con Renjun?
Renjun sentía un frío glacial recorrerle la espalda, a pesar del calor de las mantas. La confusión lo invadía, una oleada de incredulidad y rabia.
"¿Sabes quién me lanzó el Imperius, Hyeongjun?" preguntó Renjun, su voz tensa, casi irreconocible.
Hyeongjun asintió lentamente, sus ojos fijos en los de Renjun.
"Sí. Fue Soobin. Él se encargó de que todos lo supieran. Que supieran que había atrapado al más poderoso de La Raíz bajo un maleficio." La voz de Hyeongjun, aunque triste, era firme, como si la verdad lo hubiera liberado de algún peso. "Se jactaba de ello. Decía que nadie podría enfrentarse a él ahora que te tenía a ti bajo su control. Que el plan era infalible."
Un murmullo de indignación recorrió el grupo. Jeno apretó los puños, su mandíbula tensa.
"¡Ese miserable! ¿Cómo se atreve a usar una maldición imperdonable así?" Dijo con rabia, no sabía quien era ese tal soobin, pero odiaba completamente la idea de Renjun siendo usado así.
Haechan frunció el ceño, sus ojos brillando con furia.
"¡Y jactarse de ello! Es un desgraciado."
Chenle estaba pálido, la alegría de antes completamente borrada de su rostro.
"Pero... Renjun, ¿Cómo es que no te diste cuenta? ¿No se supone que uno puede resistir un poco la maldición?"
Renjun negó con la cabeza, la frustración y la rabia hirviendo dentro de él.
"No lo sé, Chenle. Recuerdo flashes, fragmentos. Sentía una presión, como si mi mente no fuera mía, pero lo atribuía al cansancio o a la adrenalina de la batalla. Nunca... nunca se me ocurrió que me estuvieran manipulando."
Mark, con un gesto calmado, puso una mano en el hombro de Renjun, su mirada llena de compasión.
"No es tu culpa, Renjun. La Maldición Imperius es una de las más oscuras y poderosas. Está diseñada para eso, para borrar tu voluntad. Nadie te culparía."
Jisung, que había estado observando a Hyeongjun con una mezcla de curiosidad y preocupación, añadió en voz baja,
"Y si estaban eufóricos porque el 'Imperio' funcionó, significa que lo necesitaban para algo muy específico."
"Exacto," dijo Hyeongjun, volviendo a su tono sombrío. "Decían que tú eras la pieza clave. Que sin ti, el plan no se podría ejecutar. Por eso lo intentaron, aunque sabían que el ritual fallaría."
Renjun se sintió aún más confundido por esas últimas palabras. Si él era la pieza clave, si el Imperio había funcionado, entonces...
"Entonces, ¿yo era parte del ritual también?" preguntó Renjun, la voz apenas un susurro lleno de una nueva y aterradora comprensión.
Hyeongjun negó con la cabeza, sus ojos llenos de una tristeza profunda.
"No, Renjun. No es así. Casi. Tú no eras parte del ritual. Eras el centro del ritual. El ritual era para hacer algo contigo."
La revelación cayó como una bomba en la enfermería. Todos quedaron anonadados, con los ojos muy abiertos y las bocas ligeramente abiertas. La idea de que Renjun no era un participante, sino el objetivo principal de una ceremonia oscura, era perturbadora y aterradora.
Jeno fue el primero en reaccionar, su voz tensa.
"¿Hacer qué con Renjun? ¿De qué ritual hablas, Hyeongjun?" Pregunto dirigiéndose por primera vez al lobo.
Haechan se levantó un poco de su asiento, el rostro pálido.
"¿Qué querían hacerte, Renjun? ¿Por qué tú?"
Chenle se aferró al brazo de Renjun, sus ojos asustados.
"¿Un ritual? ¿Para qué? ¿Para qué eras el centro?"
Mark confundido negó con la cabeza.
"Pero, son tu familia..." Murmuro incrédulo.
Hyeongjun miró a su alrededor, la expresión de su rostro denotaba una mezcla de miedo y el peso de una carga demasiado grande para él.
"No... no me decían mucho. Los líderes siempre estaban juntos. Era imposible sacarles información. Solo sé lo que escuché a mi padre y a los demás. El ritual... era para conectarte, para controlarte de una manera más profunda que un simple Imperius." Sus ojos se posaron en Renjun. "Decían que tu magia era... especial. Diferente. Y que la necesitaban para completar lo que buscaban en Azkaban."
Renjun se sintió abrumado por el silencio, el peso de las revelaciones de Hyeongjun flotando en el aire. Sus amigos, sin embargo, no lo dejaron solo en esa oscuridad. Se movieron casi al unísono, rodeándolo con una ola de apoyo y consuelo.
Jeno hablo, su voz firme y llena de convicción.
"No te preocupes, Renjun. Estás en Hogwarts. Estás a salvo aquí. No permitirán que te hagan nada."
Jaemin asintió vigorosamente, su habitual sonrisa regresando, aunque teñida de seriedad.
"Exacto. Nadie, ni Soobin, ni nadie de La Raíz, podrá tocarte aquí. Hogwarts es el lugar más seguro del mundo. Y nosotros... nosotros te protegeremos."
Haechan se inclinó, su expresión normalmente despreocupada ahora marcada por la determinación.
"No importa qué plan tengan, no va a funcionar mientras estés con nosotros. Eres nuestro amigo, Renjun. Y no vamos a dejar que nadie te manipule ni te haga daño otra vez."
Mark apretó el hombro de Renjun con suavidad, sus ojos llenos de una calidez que transmitía seguridad.
"Haechan tiene razón. Ya has pasado por demasiado. Ahora es nuestro turno de cuidarte. Y aquí, en Hogwarts, tienes una familia que te apoya y te cree."
Incluso Jisung, a menudo reservado, se acercó, su voz sorprendentemente resuelta.
"Sí, Renjun hyung. No estás solo. Estamos todos contigo. Y Hyeongjun también. Nadie se va a meter con nosotros."
Renjun sintió un nudo en la garganta. Miró a cada uno de sus amigos, el alivio inundando su pecho. Sus palabras eran un bálsamo para su alma atribulada.
"Gracias," dijo, su voz apenas un susurro, lleno de una gratitud profunda. "Gracias a todos."
Hyeongjun, que había estado observando la escena con los ojos muy abiertos, una mezcla de asombro y timidez en su rostro, de repente sonrió, sus ojos volviéndose un poco llorosos de nuevo.
"Es... es bonito. Me alegra que Renjun tenga a tantas personas que se preocupen por él. Nunca pensé que... que se sintiera así."
Chenle, siempre atento, se volvió hacia Hyeongjun y le dio un codazo suave.
"¡Oye! Y tú también, Hyeongjun. Ahora eres uno de nosotros. ¡También te cuidaremos a ti!"
Haechan asintió con entusiasmo.
"Sí, Hyeongjun. ¡Bienvenido a la familia! Ahora tendrás que aguantarnos, pero a cambio, tendrás protección contra hombres lobo malvados y líderes tramposos."
Hyeongjun parpadeó, y una sonrisa genuina, no forzada, se extendió por su rostro. La alegría de ser incluido, de ser parte de algo tan cálido y seguro, era palpable.
Justo cuando el ambiente volvía a la normalidad, Hyeongjun se retorció un poco, sus ojos buscando los de Renjun con una mezcla de nerviosismo y culpa. Parecía estar debatiendo si debía decir algo.
"Renjun," comenzó Hyeongjun, su voz bajando a un tono casi inaudible. "Yo... visité a Kayden antes de venir aquí. Y le envié una nota a Taeju." Hyeongjun se encogió de hombros, esperando una reacción de enfado o decepción por parte de Renjun. "Les dije que Bjorn y Ragnar... o sea, yo... habíamos sido llevados a Azkaban."
El silencio llenó la enfermería de nuevo. Los chicos se miraron entre sí, sin saber cómo reaccionar a la confesión de Hyeongjun. Se habían acostumbrado a la franqueza, pero esta era una jugada audaz.
Renjun, sin embargo, no mostró la ira que Hyeongjun esperaba. En cambio, su expresión se suavizó. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, una mezcla de alivio y una astucia que solo sus amigos más cercanos reconocerían.
"Está bien, Hyeongjun," dijo Renjun, su voz tranquila y aceptante. "Si La Raíz cree que tú también estás en Azkaban, entonces es lo mejor. Así no te buscarán. Estarás más seguro aquí."
La preocupación en los ojos de Hyeongjun se disipó, reemplazada por un asombro genuino y luego una oleada de alivio. Sus amigos también se relajaron, comprendiendo la lógica detrás de la acción de Hyeongjun y la sabiduría de Renjun al aceptarla. Era un movimiento arriesgado, pero uno que les daba una ventaja crucial en la oscuridad que los rodeaba.
El timbre sonó, marcando el inicio de la siguiente clase. Los chicos se levantaron, la urgencia de la hora rompiendo la intimidad de la enfermería.
"Tenemos que irnos, Jun," dijo Jaemin, mientras le entregaba a Renjun a Flicker. "Nos vemos más tarde. Descansa."
Jeno le dio a Renjun un apretón en el hombro.
"Nos vemos, Renjunnie. Cualquier cosa, nos buscas."
Jisung y Chenle también se despidieron, sus rostros aún serios por las revelaciones, pero con la promesa de regresar.
"Hyeongjun, vamos, se nos hace tarde," dijo Chenle, tirando ligeramente del brazo de Hyeongjun.
Hyeongjun se movió con ellos, pero justo antes de cruzar el umbral de la puerta, se detuvo.
"Los alcanzo," dijo a Jisung y Chenle, quienes asintieron y continuaron su camino.
Una vez que estuvieron solos, Hyeongjun asintió a Renjun quien rápidamente lanzó un Muffliato, un hechizo que llenaba los oídos de cualquier oyente cercano con un zumbido indistinto, asegurando que su conversación fuera privada.
Hyeongjun se acercó a la cama de Renjun, su voz bajando a un susurro lleno de gravedad.
"Ellos aún van a esperar que les lleves el corazón, Renjun." La mención de "el corazón" hizo que el estómago de Renjun se revolviera, un recordatorio de las horribles tareas que La Raíz le había encargado en el pasado. Hyeongjun continuó, "Después de todo, tú no deberías saber que el ritual era para hacerte algo. Si de repente dejas de enviar tus avances, los líderes sospecharán. Y ellos tienen contacto con tus padres en Azkaban."
Renjun asintió, su rostro sombrío. Lo sabía. Lo había sospechado. Sus padres, incluso encarcelados, seguirían siendo piezas en el juego retorcido de La Raíz. La red de engaños era más compleja de lo que había imaginado.
"He estado pensando en eso," dijo Renjun, su voz baja pero con un filo de acero. "En cuanto pueda moverme con libertad, iré a la cripta a seguir investigando. Necesito entender qué es exactamente ese 'corazón' y por qué lo quieren tanto. Y seguiré enviando mis 'avances'. Haré que parezca que sigo con su misión, que estoy cerca de conseguirlo."
Hyeongjun escuchó con atención, su rostro aún preocupado.
"Renjun... hay algo más." Dudó, y luego continuó, "Jay llegó contando. Dijo que... que tu estabas usando al sobrino del Jefe de Aurores y al hermano del Ministro de Magia." Hyeongjun lo miró a los ojos, con un toque de decepción en su voz. "¿Es verdad, Renjun? ¿De verdad estás usando a esos chicos?"
Renjun negó con la cabeza de inmediato, la indignación brillando en sus ojos.
"¡No! Por supuesto que no, Hyeongjun. Nunca haría algo así. Esos son mis amigos. Lo dije para que Jay no sospechara, para que creyera que tenía las cosas bajo control. Quería que La Raíz pensara que estaba en una posición de poder, que podía manipular a gente importante aquí. Para protegerlos. Para protegerlos a todos."
El alivio inundó el rostro de Hyeongjun. Una sonrisa genuina volvió a sus labios.
"Me alegro, Renjun. Son buenos chicos. Me caen bien." Hyeongjun se encogió de hombros, una pequeña risa escapándose. "Aunque creo que Jeno me tiene un poco de miedo."
Renjun sonrió, una sonrisa pequeña y reconfortante.
"Lo convenceré. Es inofensivo." La sonrisa se desvaneció, reemplazada por la determinación. "No quiero dañar a ninguno de ellos, Hyeongjun. Y en cuanto tenga el corazón y sepa lo que hace, lo destruiré. Y entonces... los enfrentaré a ellos. A mis padres."
La declaración heló a Hyeongjun. Sus ojos se abrieron con temor.
"¿Estás seguro, Renjun? ¿De verdad crees que puedes enfrentarlos? Son... son tus padres. Y los líderes." La magnitud de la amenaza que Renjun estaba proponiendo enfrentar era abrumadora.
Renjun lo miró fijamente, sus ojos oscuros y llenos de una resolución fría.
"Sí, Hyeongjun. Cuando mis padres se enteren de mi traición, cuando sepan que los he engañado, saldrán de Azkaban. Vendrán por mí. Y yo... yo los mataré."
Hyeongjun se estremeció. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
"Pero Renjun... si haces eso... tu alma y tu humanidad se verán afectadas. Tendrá daños irreversibles." La voz de Hyeongjun era un lamento, lleno de la desesperación de alguien que entendía el precio de la violencia y la oscuridad. El silencio en la enfermería era pesado, cargado con la terrible verdad de las palabras de Hyeongjun y la inquebrantable determinación de Renjun.
Renjun miró a Hyeongjun a los ojos, la expresión de su rostro inquebrantable.
"No me importa," dijo Renjun, su voz áspera pero llena de convicción. "Mientras ellos y tú estén a salvo, lo haré." La afirmación fue clara, una promesa teñida de sacrificio.
Hyeongjun negó con la cabeza, sus lágrimas cayendo libremente por sus mejillas. El dolor en su rostro era palpable, la idea de Renjun perdiendo una parte de sí mismo por la venganza era insoportable para él.
"No, Renren," replicó Hyeongjun con voz quebrada pero firme. "No te dejaré hacer eso solo. Buscaré una forma. Buscaré una forma para que no tengas que seguir matando." Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, la determinación ardiendo en sus ojos. "Lo haré. No quiero que te vuelvas como ellos. Como los líderes que carecen de humanidad. No quiero que pierdas quién eres por culpa de lo que te hicieron."
Hyeongjun se despidió con una última mirada preocupada antes de salir corriendo para alcanzar a Jisung y Chenle. Renjun se quedó solo en la enfermería, con solo Flicker, el Bowtruckle, aferrado a su túnica. El pequeño ser de madera lo observó con sus ojos brillantes, una presencia silenciosa en la creciente tormenta de pensamientos de Renjun.
La paz que había sentido al despertar se disipó, reemplazada por la pesada carga de la realidad. Estaba feliz de haber sacado a Hyeongjun de La Raíz, de haberle dado una oportunidad en Hogwarts, lejos de la oscuridad que los había consumido a ambos. Pero la felicidad era un lujo que no podía permitirse por mucho tiempo.
Desestabilizar La Raíz. La frase resonaba en su mente, cruda y brutal. Implicaba matar a unos cuatrocientos magos y brujas poderosas. La magnitud de la tarea era abrumadora, una carnicería que Renjun sabía que tendría que cometer. El costo para su propia alma, como Hyeongjun había señalado, sería inmenso. La idea de convertirse en algo tan carente de humanidad como los líderes que despreciaba lo inquietaba profundamente, pero ¿Qué otra opción tenía?
Y luego estaba la incógnita del hermano de Mark. Doyoung le había confirmado que el hermano de Mark se había unido a La Raíz. Renjun no quería matar a ese chico sin querer, no después de todo lo que Mark significaba para él. Necesitaba saber quién era, dónde estaba, para protegerlo si era posible.
Además, tenía que liberar a los padres de Haechan y Jaemin del maleficio al que habían sido sometidos. Esta era una prioridad, un peso constante en su conciencia. Pero sabía que debía ser delicado con Jaemin. Jaemin prefería fingir que todo estaba bien, que él podría salvarlos cuando se convirtiera en un sanador. Renjun tendría que encontrar el momento y las palabras adecuadas para revelarle la verdad, para ofrecerle la esperanza de una solución que él podía proporcionar, sin romper su espíritu ni su fe en sí mismo.
La "pieza faltante" en Azkaban, el ritual para manipular su propia magia, el Imperius... todo se unía en una madeja oscura y compleja. Renjun estaba en el centro de una guerra silenciosa, con lealtades divididas y decisiones imposibles por delante. La promesa de Hyeongjun de buscar otra forma era un pequeño rayo de luz, pero Renjun sabía que la carga recaía principalmente sobre sus hombros. La lucha apenas había comenzado.
Chapter 23: Nuevos entornos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Días después, Renjun salió de la enfermería. El aire fresco de los pasillos de Hogwarts, aunque familiar, se sentía diferente, cargado con el peso de las nuevas revelaciones. Lo primero que cambió fue su habitación. Una lechuza con el emblema de Hogwarts había entregado una nota concisa: el Director Taeyong lo esperaba en su oficina.
La oficina del Director era tan imponente como siempre, llena de artefactos mágicos zumbando y girando suavemente. Taeyong estaba sentado detrás de su gran escritorio de madera oscura, sus ojos agudos observando a Renjun con una intensidad que lo hacía sentir como si cada uno de sus pensamientos estuviera siendo analizado.
"Renjun," comenzó Taeyong, su voz tranquila pero firme, "Hyeongjun nos ha proporcionado bastante información sobre La Raíz. Sorprendentemente, sus relatos coinciden en gran medida con lo que tú nos habías dado previamente. Esto nos ha permitido tener un panorama mucho más claro de la situación y confirma gran parte de lo que sospechábamos."
Renjun asintió lentamente, su rostro impasible. Por dentro, sintió una punzada de alivio. Hyeongjun era astuto.
Taeyong continuó, sus ojos fijos en Renjun.
"Aunque, por supuesto, no descartamos la posibilidad de que hayan confabulado sus declaraciones. Debo admitir que tu comportamiento, Renjun, en las semanas anteriores al altercado, fue... inusual. Tus frecuentes desapariciones, tu reticencia a compartir información. Todo eso nos mantiene en alerta."
Renjun mantuvo su expresión neutra, aceptando tácitamente las acusaciones. No podía negar la verdad de sus acciones. Sabía que Hyeongjun no había revelado el verdadero alcance del plan de La Raíz, ni el hecho de que él mismo había sido el objetivo del ritual. Hyeongjun, al igual que él, había sido entrenado para ocultar información vital, no quería, pero debía admitir que Sungmin hizo un excelente trabajo.
"Entiendo, Director," dijo Renjun con calma. "Sé que mi comportamiento pudo haber generado sospechas. Acepto cualquier precaución que considere necesaria."
Taeyong asintió, su mirada permaneciendo inescrutable.
"Bien. Dicho esto, hemos hecho algunos arreglos para tu comodidad y la de Hyeongjun. Ahora tendrás un cuarto en el dormitorio de Slytherin, junto con Chenle y Hyeongjun. Ya hemos trasladado tus pertenencias allí."
Una ola de sorpresa recorrió a Renjun, rápidamente seguida por un atisbo de alivio. Dormir con sus amigos, con Hyeongjun bajo supervisión directa, era una ventaja inesperada. Sin embargo, también entendió la implicación subyacente.
"Supongo que esto significa que estaremos mucho más vigilados ahora," comentó Renjun, una ligera ironía en su tono. "Los tres bajo el mismo techo. Entiendo la lógica."
Taeyong no confirmó ni negó, simplemente mantuvo su mirada fija en él.
"Es por la seguridad de todos, Renjun."
Renjun suspiró, una respuesta silenciosa pero resignada.
"Cuidaré que Hyeongjun no haga nada malo," prometió, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios. "Aunque dudo que sea capaz de hacer algo realmente grave. Es adorable."
La idea de Hyeongjun intentando algo malévolo, con su naturaleza torpe y su reciente inocencia descubierta, le pareció casi cómica. A pesar de la vigilancia, la presencia de Hyeongjun y Chenle en su habitación sería un consuelo, una pequeña burbuja de normalidad en la compleja red de engaños en la que se encontraba.
Taeyong asintió, una rara y pequeña sonrisa asomando en sus labios.
"Te doy la razón en eso, Renjun. El chico es, en efecto, inofensivo." Hizo una breve pausa, como si recordara algo. "Aunque su energía es... considerable."
Renjun permitió que una risa suave se le escapara.
"Sí, es bastante ruidoso."
"Una cualidad que comparte con el joven Chenle, me atrevería a decir," comentó Taeyong con un brillo en los ojos. "Espero que los tres se adapten bien a la nueva disposición."
"Nos adaptaremos, Director," aseguró Renjun.
Sabía que la vigilancia sería constante, sutil pero implacable. Su nueva habitación en el dormitorio de Slytherin no era solo por comodidad, sino una estrategia para mantenerlo a él y a Hyeongjun bajo un escrutinio más cercano. Y también, una forma de protegerlos de amenazas externas mientras investigaban los planes de La Raíz.
"Bien," dijo Taeyong, levantándose de su escritorio, indicando el fin de la reunión. "Puedes ir a tu nueva habitación. Tus horarios de clase se mantienen, y la enfermera Pomfrey ha dado el visto bueno para tu regreso a todas las actividades."
Renjun se puso de pie, asintiendo respetuosamente.
"Gracias, Director." Se dio la vuelta y salió de la oficina, sintiendo el peso de la información y las expectativas sobre sus hombros. La "normalidad" de Hogwarts ahora era una fachada, y él, junto a sus amigos, estaba en el centro de una partida de ajedrez mucho más peligrosa.
Renjun caminaba por los familiares pasillos de Hogwarts, el bullicio de los estudiantes a su alrededor apenas registrándose. La conversación con Taeyong aún resonaba en su mente. Nueva habitación. Hyeongjun en Slytherin. La Raíz. Una parte de él se sentía entumecida, otra, extrañamente alerta. De repente, una punzada de extrañeza lo golpeó. Se dio cuenta de que, a pesar de haber pasado tanto tiempo en Hogwarts, nunca había entrado realmente en la sala común de Slytherin. La idea le pareció extraña, casi alienante. Su lealtad siempre había estado en otra parte, forzada, y ahora... ahora estaba aquí, pero aún no del todo parte de ello.
Descartando la idea de explorar el nuevo dormitorio por el momento, Renjun se desvió hacia el Gran Comedor. El aroma a comida caliente y el murmullo de cientos de voces le dieron la bienvenida. Sus ojos buscaron a sus amigos, y los encontró sentados en la mesa de Slytherin.
Se abrió paso entre los estudiantes y se sentó entre Jaemin y Jeno. Tan pronto como estuvo a su alcance, ambos lo tocaron, uno poniendo una mano en su espalda, el otro rozando su brazo, una confirmación silenciosa de su presencia.
"¡Renjun! ¡Pensábamos que te habías vuelto a perder!" exclamó Jaemin, una sonrisa radiante en su rostro mientras le pasaba una tostada. "Aquí tienes, tienes que comer."
Jeno asintió, su mirada tranquila pero atenta.
"Sí, te veías un poco pálido. ¿Cómo te sientes?" Susurro sin apartar la vista.
"Estoy bien," respondió Renjun, tomando la tostada. "Solo... pensando."
Mientras los tres conversaban en su burbuja de intimidad, la charla fluía alrededor de ellos.
En el otro lado de la mesa, Haechan le daba un codazo a Mark.
"Mira a esos tres, inseparables."
Mark sonrió, observando la escena con calidez.
"Siempre han sido así. Se entienden sin hablar."
Chenle se inclinó hacia ellos, con una sonrisa pícara.
"Así que... ¿seremos compañeros de cuarto, Renjun?" preguntó, elevando la voz para que Renjun lo escuchara entre esos dos.
Antes de que Renjun pudiera responder, las condolencias de sus amigos no se hicieron esperar.
"¡Pobre Renjun!", exclamó Haechan con fingido dramatismo. "¡Que el destino se apiade de ti! ¡Ya verás lo que es bueno vivir con Chenle!"
"¡Sí, te damos el pésame, Renjun hyung!" añadió Jisung, aunque una risita escapó de sus labios.
Mark negó con la cabeza, divertido.
"Van a necesitar muchos hechizos silenciadores."
Hyeongjun, que había estado observando la interacción con curiosidad, estalló en una carcajada. Levantó una ceja, una pequeña sonrisa formándose en sus labios mientras miraba a Renjun, viendo cómo Jeno y Jaemin lo trataban con tanta cercanía, casi como si lo reclamaran. La escena, tan íntima y protectora, hizo que Renjun se sonrojara ligeramente, el calor subiendo a sus mejillas. Hyeongjun lo notó, y su sonrisa se ensanchó un poco más.
"¡Oigan! ¡No es tan malo vivir conmigo!" protestó Chenle, aunque no sin una sonrisa.
"No, para nada," dijo Haechan, en tono de burla, ganándose un empujón juguetón de Chenle.
La conversación continuó, una mezcla de bromas, chismes de clase y la reconfortante familiaridad de sus amistades. Renjun se dejó envolver por la calidez, la tensión de las revelaciones de la enfermería aparentemente olvidada por un momento. Esta era su nueva normalidad, su nueva familia. Y en medio de la oscuridad que se avecinaba, eran su fortaleza.
Hyeongjun se inclinó hacia Jisung, bajando la voz a un susurro.
"Es como si... como si fueran sus guardianes," dijo esperando una reacción, mientras veía a Jeno ofrecer a Renjun un poco de su jugo de calabaza y a Jaemin limpiarle distraídamente una miga de la boca. "No solo amigos. Parece que lo cuidan de una manera muy... especial. Como si Renjun fuera lo más importante para ellos."
Jisung asintió, su voz también en un susurro.
"Sí, lo son. Y desde el primer día, supimos que esos tres se iban a juntar." Jisung sonrió con una nostalgia suave. "Jaemin fue el primero en decir que Renjun en realidad no se veía como alguien malo, a pesar de lo que decían de él. Y Jeno fue el que lo siguió, diciendo que Renjun parecía un pez fuera del agua, totalmente desorientado en Hogwarts."
La mirada de Jisung se volvió hacia Jeno y Jaemin, quienes seguían atentos a Renjun.
"Constantemente cruzaban miradas. Jeno y Jaemin estaban muy, muy pendientes de él. Recuerdo que el primer día de clases, Renjun se fue sin terminar su comida, y a Jeno y Jaemin se les ocurrió hacerle un sándwich para que no se quedara con hambre."
Hyeongjun sonrió, enternecido por la historia.
"Si supieran todo lo que Renjun ha pasado para protegerlos..." Se detuvo un momento, una idea cruzando su mente. Una pequeña astucia brilló en sus ojos. Se inclinó aún más hacia Jisung. "¿Sabes que Renjun tiene hechizos que hacen que sus sentidos sean más agudos?"
Jisung se sorprendió, sus ojos abriéndose de golpe. Miró a Renjun, que estaba sentado justo delante de ellos, aparentemente inmerso en la conversación con Jaemin y Jeno.
Justo en ese momento, Renjun se giró ligeramente, un pequeño puchero en sus labios y un evidente sonrojo subiendo por sus mejillas, sus ojos fulminando a Jisung y Hyeongjun. Había escuchado cada palabra. La burbuja de intimidad se rompió por un segundo, revelando que Renjun no era tan ajeno a su entorno como parecía.
"¡Jisung, no digas más!" espetó Renjun en voz baja, avergonzado de que sus agudos sentidos lo hubieran traicionado.
Haechan, con su oído entrenado para el chismorreo, captó el cambio en el tono de Renjun.
"¿De qué están hablando, ustedes dos?" preguntó, levantando una ceja con curiosidad juguetona.
Hyeongjun, con una sonrisa astuta que desmentía su aparente inocencia, no esperó la respuesta de Renjun.
"No es nada, solo me estaba poniendo al día sobre las cosas que pasaron cuando Renjun llegó. Ya saben, estaba tan preocupado de que RenRen haya estado solo, pero al parecer tenía a dos chicos que le daban sándwiches y le decían a los demás que RenRen no era tan malo." Su actitud era parecida a la inocencia, pero su sonrisa astuta les dijo a todos lo contrario.
Jisung se encogió, sus ojos muy abiertos.
"¡Perdón, Renjun hyung! ¡No sabía que estabas escuchando!"
Hyeongjun siguió molestando, lanzando una mirada pícara a Renjun.
"Quien lo hubiera dicho..."
"¡Recuerdo eso!" gritó Chenle con efusividad, interrumpiendo a Hyeongjun y sumándose a la burla con entusiasmo renovado. "¡Jaemin decía que Renjun era solo otro chico más como nosotros y Jeno dijo que le parecía adorable!"
El rostro de Renjun se puso rojo remolacha, hundiendo aún más su cara en el hombro de Jaemin. Ambos, al escuchar la confirmación de sus propias palabras en voz alta, también se sonrojaron visiblemente.
Jaemin se rio, intentando parecer más relajado y con una sonrisa dulce. Se giró ligeramente para abrazar a Renjun por un lado.
"Es que no podíamos evitarlo, Renjun. Eras tan pequeño y parecía que te habías caído de un nido."
"Sí", secundó Jeno, apoyando su mano en la espalda de Renjun. "Y con esa cara de 'no quiero estar aquí', alguien tenía que asegurarse de que comieras."
Haechan no perdió la oportunidad.
"¡Nunca dejaremos que lo olviden! ¡Si Renjun llegaba a tardar cinco minutos, ya estaban con la alarma encendida! '¿Dónde está Renjun? ¿Sí comió? ¿Está bien?'" imitó Haechan, haciendo un puchero exagerado.
Chenle se unió con entusiasmo.
"¡Yo recuerdo! ¡A Jeno con los ojos de águila buscando a Renjun por todo el comedor! ¡Ambos parecía que si no lo veían, se les iba a cortar la digestión!"
"¡Es verdad!" exclamó Jisung con voz chillona, recuperando algo de color en sus mejillas. "Les juro que se asustaba si no te veía en cinco segundos."
Renjun arqueó una ceja, aún pegado al hombro de Jaemin, y alzó la mirada para clavarla en Jisung.
"¿Cinco segundos?"
Él levantó las manos en señal de inocencia, mientras su sonrisa se estiraba de oreja a oreja.
"¡Bueno, tal vez fueron diez! Pero era por tu propio bien."
La mesa estalló en carcajadas. Incluso Mark, que normalmente se limitaba a sonreír, soltó una risita cuando recordó sus propias vigilias. Chenle, se frotó las manos.
"Lo más divertido era ver a Jeno ir de un extremo al otro del comedor buscándote como si fueras su varita extraviada."
Jeno se encogió de hombros y levantó la voz para defenderse con falsa indignación.
"¡Yo solo estaba comprobando que mi Renjun estuviera bien alimentado! ¿Acaso no es mi deber?"
"¡Bueno, cuidado es cuidado!" replicó Jaemin, levantando el codo con orgullo. "A fin de cuentas, un Renjun con el estómago lleno es un Renjun feliz."
Renjun esbozó una sonrisa sincera y apartó a Jaemin para mirar a Jeno a los ojos.
"Gracias," murmuró.
Jaemin le dio un suave golpecito en el hombro.
"Ya lo sabes: aquí nos tienes para lo que haga falta."
Mark intervino desde el otro lado de la mesa.
"Y asegúrense de no perderlo de vista esta vez," bromeó. "No quiero tener que salir a buscar a su Renjun con una patrulla de Aurores."
El timbre sonó de repente, interrumpiendo las risas y las bromas. Era el aviso para el inicio de las clases de la tarde.
"¡Oh, no, Pociones!", exclamó Haechan, haciendo una mueca. "Siempre me equivoco con el ojo de tritón."
"¡Vamos, Renjun!", dijo Jaemin, poniéndose de pie y extendiéndole una mano. "Nos toca Pociones. No querrás llegar tarde el primer día de vuelta."
Renjun, Mark, Haechan, Jeno y Jaemin se levantaron. Renjun se despidió de Jisung, Chenle y Hyeongjun con un gesto.
"Nos vemos en el dormitorio," dijo Renjun a Chenle y Hyeongjun, una pequeña sonrisa aún en su rostro.
"Nos toca Historia de la Magia," suspiró Jisung, ya con una expresión de aburrimiento.
Hyeongjun se encogió de hombros.
"Al menos es una clase donde no hay que preocuparse por explotar algo."
Chenle asintió.
"Cierto. Y así podemos planear mejor las bromas para Renjun en la habitación." Dijo con una sonrisa conspiradora, lo que hizo reír a Jisung y Hyeongjun.
Renjun los miró con sospecha al pasar, un atisbo de una sonrisa juguetona en sus labios, y negó con la cabeza, avanzando. Tenía a Jeno a su derecha y a Jaemin a su izquierda, los tres caminando con una sincronía natural. Jaemin tenía su brazo alrededor de sus hombros, una presencia reconfortante. Jeno, por su parte, tenía el suyo en su espalda, cerca de su cintura.
Renjun notó que ambos parecían más relajados de lo que los había visto en meses, la tensión de los últimos días disipada por el regreso a la rutina y la calidez de su amistad. Se reconfortó al pensar en lo mucho que había cambiado su vida en Hogwarts. Cuando llegó, creyó que iba a estar solo, una herramienta en manos de La Raíz. Ahora, sin embargo, estaba rodeado de personas que realmente se preocupaban por él, que lo protegían sin pedir nada a cambio. La dura fachada que había cultivado para sobrevivir comenzaba a resquebrajarse, permitiendo que la vulnerabilidad y la gratitud asomaran.
Cuando llegaron al aula de Pociones, el aroma familiar a hierbas quemadas y pociones burbujeantes llenó el aire. El profesor, un hombre de rostro serio y voz monótona, ya estaba en el frente del aula. Renjun se dirigió directamente a una de las mesas más alejadas, sin dudar. Jeno y Jaemin lo siguieron y se sentaron a cada lado de él. Jaemin le dio un suave codazo, una silenciosa bienvenida de vuelta a la rutina. Jeno, por su parte, deslizó un frasco de tinta extra hacia él, sabiendo que Renjun siempre usaba mucha.
Frente a ellos, Haechan y Mark tomaron asiento en otra mesa. Haechan se inclinó hacia Mark, susurrándole algo que hizo a Mark sonreír y negar con la cabeza, probablemente sobre alguna futura broma o comentario. La clase comenzó, y el burbujeo de los calderos llenó el silencio.
El profesor Yuta anunció la poción del día: la Poción para Encantar la Memoria, una preparación notoriamente compleja y avanzada, que requería precisión en cada paso y un delicado equilibrio de ingredientes. La receta fue proyectada en la pizarra, llena de instrucciones intrincadas y advertencias sobre los efectos secundarios de un error.
Jeno, con un suspiro audible, murmuró.
"Genial, pociones difíciles. Sabes que no soy bueno en esto, Renjun." Se rascó la nuca, mirando el caldero con una expresión de desánimo.
Jaemin le dio una palmada en el hombro a Jeno con una sonrisa radiante.
"No te preocupes, Jeno. Tenemos a un genio con nosotros ahora." Miró a Renjun, guiñándole un ojo de forma juguetona.
Renjun arqueó una ceja, una sonrisa burlona asomando.
"¿Y cómo estás tan seguro de que voy a ayudarlos?" preguntó, disfrutando de la pequeña interacción.
Jeno y Jaemin se sonrieron con complicidad, una chispa divertida en sus ojos.
"Bueno," comenzó Jeno, su voz baja y coqueta, "pensábamos que un genio como tú no querría ver a sus humildes... seguidores reprobar."
Jaemin se apoyó en el hombro de Renjun, su sonrisa encantadora.
"Exacto. Además, ¿Quién podría resistirse a nuestros encantos, Renjun-ah? Creemos firmemente que tu lado amable superará tu naturaleza de 'no-voy-a-ayudar-a-estos-desastres'."
Renjun rodó los ojos, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se extendiera por su rostro. La facilidad con la que sus amigos lo ponían en situaciones incómodas pero cariñosas era una parte extraña y bienvenida de su nueva vida.
Renjun tomó el pergamino de la receta y lo estudió con una concentración que pocos estudiantes poseían. Sus manos se movieron con una precisión innata, midiendo ingredientes, cortando hierbas con el filo exacto, y añadiendo líquidos en el momento preciso. Jeno y Jaemin observaban, asombrados, cómo el caldero de Renjun comenzaba a burbujear y cambiar de color exactamente como indicaba el libro.
"Wow," murmuró Jeno, sus ojos fijos en la poción de Renjun. "Es como si supieras exactamente lo que haces."
Jaemin asintió, su propio caldero un poco más... volátil.
"Es impresionante, Renjun. Me las estoy arreglando bastante bien, pero tú eres... tú eres otra cosa."
Renjun se permitió una pequeña sonrisa de suficiencia.
"Años de práctica, supongo." Luego, se giró hacia Jaemin, notando que, de hecho, su poción no era un desastre como las de otros estudiantes. "De hecho, Jaemin, te las estás arreglando muy bien. Me sorprende."
Jaemin río, su mirada divertida.
"Oh, no soy el problema aquí, Renjun. Yo soy el que trae la belleza y el intelecto." Luego, con una sonrisa aún más grande, señaló a Jeno con el codo. "El problema en esta relación es Jeno."
Jeno se rió a carcajadas, la acusación de Jaemin no lo ofendió en lo más mínimo.
"¡Oye! ¡Qué insolencia! ¿Estás diciendo que yo soy el 'desastre' ahora?" Jeno se inclinó hacia Renjun, una chispa de picardía en sus ojos. "No te dejes engañar, Renjun-ah. Él necesita mi... musculatura para revolver el caldero correctamente. Y mis fuertes brazos para protegerte de los vapores venenosos. ¿Verdad que sí?" Jeno le guiñó un ojo, una sonrisa coqueta adornando su rostro.
Renjun sintió un calor subir por sus mejillas de nuevo, pero esta vez, no pudo evitar reírse. La dinámica entre ellos era contagiosa, y por un momento, la oscuridad de La Raíz se sintió muy, muy lejos.
Renjun rodó los ojos, el sonrojo se acentuaba en sus mejillas, pero ahora acompañado de una sonrisa genuina.
"Jeno, ¿en serio estás hablando de tu 'musculatura' en una clase de Pociones? ¿Estás esperando que te demos puntos extra o qué?" El sarcasmo era evidente en su voz, y logró su objetivo: Jeno sintió el calor subir a su propio rostro, su sonrisa coqueta vacilando por un instante ante la respuesta directa de Renjun.
Jaemin no perdió el tiempo en aprovechar la situación.
"¡Oh, miren! ¡El valiente león se ha sonrojado!", se burló, dándole una palmada en la cabeza juguetón a Jeno. "Parece que a nuestro Renjun no le impresiona tanto tu despliegue de bíceps, ¿eh, cachorro?"
Jeno gruñó en broma, empujando la mano de Jaemin ligeramente.
"¡Traidores! ¡Ambos lo son!"
Renjun se rio suavemente, la escena era tan ridícula como adorable. Vio el ligero malestar en el rostro de Jeno, y su instinto lo llevó a calmarlo, pero a su propio estilo. Le dio un golpecito en el hombro a Jeno con el dorso de su mano.
"No te preocupes, Jeno. No todo el mundo puede ser un genio de las pociones. Alguien tiene que ser el que... agita la cuchara con fuerza." Luego, su voz bajó un poco, solo para ellos dos. "Y por si te sirve, el color púrpura en tu caldero es... bastante único." Un cumplido disfrazado de broma, que hizo que Jeno se sintiera un poco menos avergonzado y Jaemin soltara una risita.
"Entonces ayúdame, no funciona mi poción," dijo Jeno con una cara de tristeza exagerada, haciendo un puchero.
Jaemin, con ternura, lo arrulló.
"Aw, mi pobre Jeno. Parece que tu 'musculatura' no es suficiente para esta poción, ¿verdad?" Luego, le susurró a Renjun con una sonrisa maliciosa: "Te dije que él era el problema."
Renjun se rio, una carcajada suave que hizo que sus ojos se achinaran. Se inclinó hacia el caldero de Jeno, observando el líquido burbujeante.
"Jeno, estás hirviendo esto demasiado rápido," dijo, señalando un punto en la receta. "Y la temperatura es incorrecta. Además, ese ojo de salamandra lo cortaste demasiado grueso. Necesita ser más fino para que se disuelva correctamente." Renjun tomó la cuchara y, con movimientos precisos, ajustó la llama y revolvió la poción, añadiendo un poco más de un ingrediente en polvo. El líquido en el caldero de Jeno comenzó a cambiar de color, acercándose al tono deseado.
"¡Gracias, Renjun! ¡Eres mi salvador!" exclamó Jeno, su tono lleno de alivio y gratitud.
Renjun se enderezó, una pequeña burla en sus ojos.
"Sí, sí, ya te dije que no era tan difícil. Es solo cuestión de prestar atención, Jeno, cosa que parece que te cuesta cuando te dedicas a presumir tus... brazos."
Jaemin se rio, dándole una palmada a Jeno en la espalda, estaba sentado tan cerca de Renjun que solo tenia que estirarse un poco.
"No le hagas caso, Jeno. Tu Renjun sabe que eres el mejor, incluso si no eres bueno con las pociones." Le guiñó un ojo a Renjun, que rodó los ojos pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.
En ese preciso instante, Haechan se dio la vuelta desde la mesa de enfrente, su rostro completamente serio, y un poco rojo, como si estuviera avergonzado.
"Chicos," dijo, con una voz baja pero que sonó fuerte en el ambiente del aula, "toda la clase puede escuchar su coqueteo."
Un silencio incómodo cayó sobre la mesa del trío. Renjun sintió cómo el calor le subía a las orejas, y sus ojos se abrieron de par en par. Jeno se puso visiblemente rojo, su mandíbula cayendo ligeramente. Jaemin, por su parte, se congeló, su sonrisa radiante desapareciendo para dar paso a una expresión de puro bochorno.
Varias cabezas se giraron en el aula, y algunos susurros y risitas ahogadas se escucharon.
Mark se giró desde su asiento, una sonrisa ladeada en su rostro.
"Haechan tiene razón, saben. Susurran muy alto para ser tan... adorables." El comentario de Mark, lejos de apaciguar, solo aumentó el rubor en los rostros de Renjun, Jeno y Jaemin.
Haechan se rio, su seriedad duró poco.
"¡Sí! ¡Y eso que yo ni siquiera soy el que está en medio de ese triángulo amoroso! ¡Jeno, Jaemin, están haciendo de Renjun una celebridad de chismes de pasillo!"
Renjun gimió, escondiendo la cara en sus manos.
"¡Por favor, ya basta!"
Jeno intentó defenderse, su voz un poco ahogada.
"¡No es un triángulo amoroso! ¡Solo estábamos... ayudándonos con la poción!"
"¡Claro, claro!", bromeó Haechan, inclinándose más cerca. "Y la Poción para Encantar la Memoria es en realidad una poción de amor, ¿verdad? ¡Parece que está funcionando muy bien en ustedes tres!" Hizo una pausa, fingiendo pensar. "Aunque debo admitir que son bastante tiernos cuando se ponen así de avergonzados."
Jaemin, todavía sonrojado, golpeó suavemente a Haechan con el codo.
"¡Haechan!"
El profesor Yuta, que había estado escribiendo en la pizarra, se detuvo y miró a la mesa de ellos con una ceja levantada. Su mirada no era de enojo, sino de una resignación que parecía decir: "Estos chicos otra vez". No dijo nada.
"Está bien, ¿Lo saben cierto?" Preguntó Mark con suavidad, una pequeña sonrisa formándose en sus labios.
"Por supuesto que está bien," respondió Haechan con total desparpajo, encogiéndose de hombros. "Desde que Renjun defendió a Jeno en el bosque, que tiene mi aprobación. Y siempre supe de su flechazo con mi hermano, aunque a Jaemin le daba vergüenza admitirlo." Haechan se rió de sus caras rojas.
"Según mi perspectiva era un flechazo doble," murmuró Mark con deleite, disfrutando de la incomodidad de sus amigos.
"¡Es verdad, era tan dolorosamente obvio!", exclamó Haechan, asintiendo con vigor. "Desde el primer día que Renjun llegó, Jaemin y Jeno no podían quitarle los ojos de encima. ¡Se les notaba a leguas!"
Jeno, con un último esfuerzo por recuperar la dignidad y no dejar que Haechan se saliera con la suya, levantó la cabeza y le lanzó una mirada desafiante.
"¡Ah sí, Haechan? ¡Pues al menos nosotros no tuvimos que organizar un 'club de admiradores secretos' para llamar la atención de Mark!"
Jaemin, recuperándose de su vergüenza, se unió a Jeno, una sonrisa astuta regresando a su rostro.
"¡Es cierto! Nosotros somos mucho más directos con nuestro afecto. ¡No como otros que escriben cartas anónimas!" Miró a Mark con una ceja levantada, una indirecta clara.
Haechan se quedó boquiabierto, sorprendido por el contraataque, mientras Mark, a su lado, sintió el calor subir a su propio cuello. Los papeles se habían invertido, y ahora eran ellos los que estaban en el punto de mira.
Renjun se sorprendió en sobremanera.
"¿Huh?" murmuró, sus ojos y boca ligeramente abiertos. Esa era una historia nueva.
Jeno, aprovechando la distracción que había creado, se inclinó hacia Renjun con una sonrisa victoriosa.
"Sí, Renjun-ah, cuando Mark volvió a Hogwarts, Haechan lo seguía por todas partes como una sombra. Cada vez que Mark se movía, Haechan ya estaba ahí, 'casualmente' en el mismo pasillo, 'casualmente' en la misma mesa de la biblioteca."
Jaemin asintió con fervor.
"Y no solo eso. De repente, Mark empezó a recibir... ¿Cómo decirlo?... mensajes un poco crípticos. Dibujos, flores extrañas dejadas en su baúl. Pensamos que era algún admirador secreto, ¡pero no! Era nuestro querido Haechan, intentando ser sutil."
Haechan, que había estado a punto de replicar, se puso visiblemente tímido, el color subiendo a sus mejillas. Se encogió ligeramente, evitando la mirada de Renjun.
"¡No es verdad! ¡Yo solo... estaba siendo un buen amigo! Y los dibujos eran arte. ¡Arte, Jeno!"
Renjun parpadeó, la revelación lo golpeó con la fuerza de un Bludger. No solo Haechan tenía un "flechazo" con Mark, sino que Mark no había captado las señales. Miró a Jeno y Jaemin, quienes se encogieron de hombros con miradas cómplices que decían: "Te lo dijimos".
Mark suspiró, un brillo de resignación y cariño en sus ojos.
"Está bien, Haechan. Perdiste, acéptalo. Sí, sí me seguía a todos lados, y sí, eran bastante adorables los dibujos. Pero podías haberme hablado, ¿sabes?" Mark le dio una palmada en la espalda a un avergonzado Haechan, quien ahora parecía querer desaparecer bajo la mesa.
Haechan bufó y rodó los ojos. Se cruzó de brazos, una pizca de frustración mezclada con la vergüenza.
"¡Pues claro que podía haberte hablado, Mark! ¡Pero mi orgullo de Gryffindor no me lo permitía! Además, era más divertido verte confundido." Luego, con una mirada desafiante a su poción aún algo dudosa, añadió: "Mira, Mark, si no me ayudas a terminar esta poción ahora mismo, le voy a pedir ayuda a Renjun. Y entonces, él será mi nuevo mejor amigo."
La amenaza de Haechan era clara, y la risa silenciosa de Renjun, Jeno y Jaemin llenó el espacio a su alrededor. Mark, al ver la seriedad en los ojos de Haechan, supo que había perdido.
Renjun se dio cuenta de que Haechan se había desinflado considerablemente, su habitual descaro atenuado por la vergüenza. Miró a Jeno y Jaemin, quienes ahora le susurraban, tratando de no atraer más la atención del profesor.
"Lo viste, ¿verdad?" susurró Jeno. "Está totalmente enamorado de Mark."
"Y Mark es tan denso que ni se entera," añadió Jaemin, con una risita ahogada.
Renjun, con una sonrisa pícara, levantó su varita y murmuró un rápido "Muffliato", lanzando un discreto hechizo silenciador alrededor de su pequeña mesa. Luego, se inclinó hacia ellos.
"Son... increíblemente obvios, ¿saben? Y Mark... ¿en serio no lo capta?" La burla en su voz era clara, y Jeno y Jaemin estallaron en risas silenciosas.
"Te lo dijimos, es desesperante," susurró Jeno, secándose una lágrima de risa. "Una vez, Haechan le dejó un poema sobre sus 'ojos como estrellas de Quidditch' en su mesa de noche. ¡Y Mark pensó que era una broma adorable!"
Jaemin asintió, ahogando otra risa.
"Es demasiado ingenuo, de verdad. Pero eso es lo que hace que Haechan esté tan loco por él. Es el único que no lo ve venir." Jaemin, distraídamente, comenzó a acariciar el cabello de Renjun, un gesto tierno y familiar que a Renjun no le molestaba en absoluto. "¿Y sabes algo sobre el hermano de Mark?" preguntó, su voz suave.
Renjun asintió lentamente.
"Sí, sé algo. Es un caso complicado."
Jeno y Jaemin asintieron al unísono, sus expresiones se tornaron un poco más serias.
"Antes de todo esto, conocíamos a Mark. Era un buen chico, un poco reservado, pero siempre sonriendo," comenzó Jeno. "Pero pasaba más tiempo con chicos de su propio grado. No éramos tan cercanos como ahora."
"Pero cuando pasó... lo que pasó con su hermano, y se tuvo que ir del colegio un tiempo," continuó Jaemin, su mano aún en el cabello de Renjun. "Cuando volvió, no era el mismo chico que habíamos visto. Era más retraído, increíblemente callado y tímido. No se defendía de las bromas de los otros, se encogía. Era como si se hubiera apagado."
Jeno asintió con gravedad.
"Al principio, tú eras un poco parecido, Renjun. Recuerdo que eras distante y no querías hablar con nadie. Pero al menos tú no te dejabas intimidar. Tú respondías. Mark, en cambio, solo se encogía y aguantaba."
Jaemin sonrió tristemente.
"Y Haechan, que estaba flechado por Mark desde primer año, se emocionó muchísimo cuando Mark, al volver, quedó un curso más abajo, o sea, con nosotros. Vio su oportunidad. Se mantuvo cerca para intervenir si las bromas se pasaban de la raya, para asegurarse de que nadie lo lastimara más de lo que ya estaba."
"Pero no le hablaba porque Mark parecía demasiado distante, era como hablar con una pared, paso así mucho tiempo hasta que pudo pasar su caparazón, y de a poco nosotros nos fuimos acercando a él también" Jeno acariciaba su espalda para calmarlo, su expresión era tensa, pero triste.
"Hasta el día hoy Renjunnie si te fijas hay veces que Mark solo se sienta al frente de la clase solo, y no habla con nadie hasta que la clase termina, o como nadie además de nosotros habla con él" Solo cuando Jaemin dijo eso, fue que Renjun comenzó a recapitular y se dio cuenta que Mark a veces era increíblemente solitario, como si quisiera pasar desapercibido. La imagen de Mark, siempre con un libro o simplemente mirando al frente con una expresión ausente, cobró un nuevo significado.
El rostro de Renjun se arrugó ligeramente, una tristeza sutil se apoderaba de sus facciones. La historia de Mark resonaba con su propia experiencia, la soledad y el aislamiento que él mismo había sentido al principio en Hogwarts. Jeno y Jaemin notaron el cambio en su expresión y susurros de preocupación.
"Jun, ¿estás bien?" preguntó Jaemin, su mano se deslizó del cabello de Renjun para acariciar su mejilla.
"Sí, solo... es mucho. No sabía que era tan así para él," murmuró Renjun, su voz apenas audible. "Es... horrible. Que nadie se le acerque, que lo juzguen sin saber." Su ceño se frunció, la tensión volviendo a sus hombros.
Jeno se inclinó más cerca, susurrando con una voz suave y tranquilizadora.
"Tranquilo, Renjun. Ha pasado tiempo de eso. Y la verdad es que no podemos obligar a los demás a hablar con Mark. Y tampoco es como que quisiéramos que eso pasara." La mano de Jeno encontró la espalda de Renjun y la frotó suavemente.
"Exacto," añadió Jaemin, su voz melosa, mientras su mano se movía del cuello de Renjun para acariciarlo con delicadeza. "Ellos no merecen estar cerca de Mark cuando lo juzgaron tan fuertemente por algo que no entendían. Algo que no era su culpa."
Renjun asintió, la tensión en sus hombros disminuyendo un poco. Él sabía exactamente lo que se sentía al ser juzgado, al ser visto de una manera que no era real, al ser excluido.
"Sí," exhaló, "lo entiendo. Sé lo que es eso."
Un brillo afectuoso apareció en los ojos de Jeno mientras se acercaba aún más, su aliento cálido rozando la oreja de Renjun.
"Es adorable que te preocupes tanto, Renjunnie."
Del otro lado, la mano de Jaemin se detuvo en el cuello de Renjun, y su pulgar trazó círculos suaves.
"¿Ahora entiendes por qué, al principio, cuando tú llegaste, no te juzgamos? Eres parecido a Mark en la superficie, distante. Pero había algo en ti, una fuerza, una chispa que no podíamos ignorar." La dulzura en sus palabras hizo que un ligero rubor regresará a las mejillas de Renjun, pero esta vez, era por una calidez agradable, no por vergüenza.
Jeno, sintiendo el momento y la cercanía bajo el hechizo silenciador, aprovechó la oportunidad. Mientras susurraba.
"Estoy tan feliz y agradecido contigo, Renjun, por aceptar nuestros avances, aunque pequeños lo eran todo para nosotros," sus labios rozaron suavemente la piel detrás de la oreja de Renjun, dejando un casto y cálido beso que envió un escalofrío por la espalda del aludido.
Desde el otro lado, Jaemin, con una sonrisa tierna, tomó suavemente la barbilla de Renjun con sus dedos, girándola para que sus ojos se encontraran.
"Sí, Jun," musitó, su voz cargada de emoción, "Esos pequeños pasos que das, la forma en que nos dejas acercarnos, aunque sean mínimos, para nosotros son el mundo entero."
Renjun sintió un tintineo lejano al principio, casi imperceptible bajo el murmullo de los calderos y el roce de los pergaminos. Pero poco a poco ese sonido creció, retumbando en su pecho con cada latido acelerado: "tum... tum... tum..." Cerró los ojos un instante y, por primera vez en mucho tiempo, escuchó su propio corazón sin miedo, solo con asombro.
Abrió los párpados y contempló el aula: docenas de estudiantes enfrascados en sus pociones, gotas chispeantes, vapores danzantes... y él, justo allí, entre Jeno y Jaemin, sintiéndose más vivo y tranquilo que nunca. Ya no sentía la necesidad de proyectar una imagen fuerte o temible. Le gustaba estar rodeado de esas voces y miradas, le entusiasmaba compartir el espacio con sus amigos, y eso dejó de incomodarle.
Con la mano de Jeno aún en su cintura, Renjun la rodeó, acercándose a él en un gesto que era casi un abrazo. Al mismo tiempo, tomó la mano de Jaemin, que estaba en su rostro, y la sostuvo con cariño, sus ojos viajando de Jeno a Jaemin con una gratitud palpable.
"Gracias," susurró, su voz cargada de una emoción que resonaba en la burbuja silenciada. "Gracias por toda la paciencia que han tenido conmigo este tiempo. Por todo."
Los ojos de Jeno se suavizaron, y él apretó ligeramente la cintura de Renjun a apoyándose en su hombro con suavidad.
"Siempre, Renjun," susurró de vuelta, su voz llena de calidez. "Siempre tendremos paciencia para ti."
Jaemin sonrió, un brillo de afecto en sus ojos.
"Nunca fue una carga, Jun," le aseguró, acariciando suavemente la mano que sostenía. "Nosotros también te agradecemos. Eres lo mejor que nos ha pasado."
Un calor confortable se extendió por el pecho de Renjun, una sensación de pertenencia que nunca había creído posible.
Justo entonces, un suave golpeteo sonó en el muffliato. Renjun vio al profesor Yuta acercarse, su figura volviéndose más nítida. Con la rapidez de un rayo, Renjun deshizo el hechizo silenciador.
"Sí, profesor. Hemos acabado," dijo con voz clara, haciendo eco en el ahora ruidoso ambiente del aula. Con un gesto decidido él y sus compañeros levantaron los calderos al frente.
El profesor Yuta se detuvo frente a su mesa, examinando la poción con una mirada crítica antes de que una sonrisa de satisfacción se extendiera por su rostro.
"Excelente, chicos. Un color perfecto y la consistencia ideal. Veo que han prestado atención a la perfección de los detalles. Diez puntos extra para Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff."
Un murmullo de admiración se escuchó de algunos compañeros, mientras otros simplemente fruncían el ceño ante el éxito del trío. El profesor asintió una última vez antes de pasar a revisar los calderos de los demás estudiantes, dejando a Renjun, Jeno y Jaemin en su propio espacio.
A pesar de que el muffliato se había disipado, los tres se mantuvieron cerca. Jeno no quitó su brazo de la cintura de Renjun, y Jaemin seguía acariciando su mano con suavidad. Renjun, por primera vez, no les importó que todos en el aula los vieran. Ya no sentía la necesidad de ocultar la calidez que compartían. De hecho, había una extraña y liberadora sensación en permitir que su afecto fuera visible, sin importar lo que pensaran los demás. Sus miradas se encontraron, una sonrisa silenciosa y compartida entre los tres, un reconocimiento de su propia burbuja, esta vez, sin la necesidad de un hechizo.
La siguiente clase transcurrió con la normalidad que Hogwarts podía ofrecer, un torbellino de lecciones y el constante murmullo de los estudiantes. Renjun, Jeno y Jaemin se movían juntos por los pasillos, sus bromas y risas eran una banda sonora constante. Renjun se encontró prestando una atención inusual a las interacciones de Mark y Haechan. Observaba el persistente, aunque a menudo torpe, cortejo de Haechan y la inocente (o a veces exasperante) ceguera de Mark. A veces, una sonrisa imperceptible se dibujaba en los labios de Renjun al ver la dinámica, mientras que en otras ocasiones, una ligera frustración cruzaba su rostro por la obviedad no correspondida.
Estaban en clase de Encantamientos, practicando un hechizo de levitación un tanto caprichoso, cuando un dolor agudo y familiar perforó la cabeza de Renjun. Era un recordatorio punzante de que su recuperación del incidente en el bosque aún no era completa; cada vez que usaba magia, sentía el indicio de que su núcleo mágico se había dañado y se estaba recuperando. Se llevó una mano a la sien, el ceño fruncido mientras intentaba disimularlo.
Jeno y Jaemin, sin embargo, lo notaron de inmediato. Sus ojos se encontraron, una preocupación silenciosa evidente entre ellos. La oportunidad perfecta surgió cuando la campana sonó, señalando el final de la clase de Encantamientos. En lugar de dirigirse a su próxima lección, Jeno deslizó un brazo alrededor de la cintura de Renjun, ofreciéndole apoyo discreto. Jaemin, por su parte, se movió para cubrir su retirada, desviando la atención de los pasillos llenos.
"Vamos," susurró Jeno, guiándolo fuera del aula con una suavidad inesperada. "Necesitas descansar."
Jaemin les abrió el paso, susurrando excusas a cualquiera que los mirara. No hubo preguntas, solo una urgencia silenciosa en sus movimientos mientras se dirigían a su refugio habitual: la Sala de los Menesteres.
Al llegar a la pared familiar, Jeno deslizó su mano sobre la piedra, y la puerta oculta apareció sin dudar. Entraron, y la Sala de los Menesteres respondió a su necesidad implícita con una efusión de confort. Lo que apareció ante ellos no fue un espacio de estudio o un campo de práctica, sino una habitación acogedora, envuelta en tonos cálidos de crema y borgoña. Había un suave fuego crepitando en una chimenea de piedra, proyectando sombras danzantes sobre dos sillones mullidos que invitaban a hundirse en ellos, y una pequeña mesa baja con una tetera humeante y tazas delicadas. El aire olía a madera quemada y un toque dulce de vainilla.
Jaemin cerró la puerta con un suave clic detrás de ellos, el mundo exterior silenciado de inmediato. Jeno guió a Renjun hacia uno de los sillones, ayudándolo a sentarse.
"Aquí," dijo Jeno, su voz suave, mientras le ofrecía una de las tazas de té, que Renjun tomó agradecido, el calor reconfortante en sus manos. Jaemin se sentó en el sillón contiguo, estirando una pierna para que su pie rozara el de Renjun.
Renjun dio un sorbo al té, sintiendo cómo el calor comenzaba a calmar el dolor sordo en su cabeza.
"Gracias, chicos," murmuró, mirando de uno a otro. "Estaba empezando a ser insoportable."
"Lo sabemos," dijo Jaemin, una pequeña sonrisa triste en sus labios. "Tuve la sensación. No te veías bien."
El silencio se estableció por un momento, roto solo por el crepitar del fuego. Era un silencio cómodo, lleno de la familiaridad que habían construido con tanto cuidado.
"Necesitas avisarnos si te duele la cabeza. No queremos que te esfuerces demasiado," dijo Jeno con preocupación, sus ojos fijos en Renjun.
Jaemin suspiró.
"Sí, Junnie. Desde lo del bosque, las cosas han sido un caos. Primero te llevan al Ministerio por semanas, y no alcanzamos a sentirnos normales de nuevo hasta que el ataque de Bjorn te dejó otra semana inconsciente."
Jeno asintió con gravedad.
"Fue... horrible. No poder hacer nada por ti."
Renjun suspiró, el recuerdo de esos días tensos aún fresco en su mente.
"Lo sé," respondió, su voz más suave de lo normal. "Es frustrante. Odio sentirme así." Recordó todas esas veces que no podía hacer nada por Hyeongjun.
"Y ni hablar de la forma en que los otros estudiantes te miran ahora," murmuró Jaemin, su voz un poco amarga. "Como si fueras una bomba de tiempo por lo que pasó."
Jeno frunció el ceño.
"O peor, como si fueras un héroe del que hay que desconfiar. Es ridículo, los rumores de lo que pasó se tergiversaron demasiado."
Renjun se encogió de hombros, una parte de él ya acostumbrada a las miradas.
"Está bien. No importa lo que piensen."
"No es que importe, pero... sí importa," dijo Jaemin con firmeza, su mano se estiró para apretar el hombro de Renjun. "A nosotros nos importa. Y por eso estamos aquí."
"De todos modos," añadió Jeno, su voz ahora más reflexiva, "ha sido un torbellino desde que llegaste, ¿no? Pareciera que en un año hemos vivido más que en toda nuestra vida en Hogwarts."
Renjun asintió, una leve sonrisa apareciendo en sus labios.
"Casi. Entre llegar a Hogwarts, la pelea con Sungmin, lo del Bosque Prohibido, Bjorn... y ahora tener que recuperarme. Es un poco agotador."
"Pero lo lograremos," dijo Jaemin, una chispa de orgullo en sus ojos. "Siempre lo haces. Y ahora estamos contigo."
"Cuando estoy con ustedes no me siento tan cansado," respondió Renjun, cerrando los ojos relajado. Oyó el roce de la ropa al moverse y sintió el calor de ambos cuerpos cuando se dejaron caer a su lado. La taza de té fue retirada suavemente de sus manos y Renjun abrió los ojos para ver a los dos chicos frente a él, con una sonrisa tierna y comprensiva.
Jaemin, con una sonrisa aún más cálida, deslizó una mano hacia el muslo de Renjun y lo tocó suavemente, captando su atención.
"Sabes, jun," comenzó Jaemin, su voz suave y melódica, "a veces creo que todo esto... todas estas cosas difíciles que te han pasado, nos han unido más a nosotros tres de lo que nunca habríamos imaginado."
Jeno, aprovechando la cercanía, se inclinó más sobre Renjun. Una de sus manos se posó con firmeza pero con delicadeza en la nuca de Renjun, sus dedos acariciando la base de su cabello. La otra mano de Jeno se deslizó hasta tomar la de Renjun, entrelazando sus dedos.
"Estamos tan agradecidos de que nos hayas dejado entrar, Renjun," susurró Jeno, sus ojos fijos en los de Renjun. Su rostro estaba tan cerca que Renjun podía sentir su aliento cálido. "No queremos estar en ningún otro lugar que no sea aquí, contigo."
Jaemin, con su pulgar aún en el muslo de Renjun, inclinó su cabeza ligeramente, buscando también el contacto visual.
"Y no te preocupes por el cansancio. Nosotros te sostendremos. Siempre." Su mano libre se unió a la de Jeno, apoyándose sobre la de Renjun, en un gesto de unidad.
Renjun sintió un nudo en la garganta. La sinceridad y el afecto en sus ojos y en sus palabras eran abrumadores. Se dejó caer un poco más en el sillón, sintiéndose completamente envuelto por la presencia y el cariño de ambos. El dolor en su cabeza, por un momento, se desvaneció por completo.
Renjun miró los rostros de Jeno y Jaemin, sus ojos brillando con una vulnerabilidad que rara vez permitía mostrar. Tragó saliva, su voz apenas un susurro.
"No me criaron para esto," admitió, la frase saliendo con una honestidad brutal. "Esta... esta sensación. Es tan nueva. Y es aterrador." Sus ojos se empañaron levemente. "No quiero decepcionarlos." La confesión colgó en el aire cálido de la Sala de los Menesteres, una revelación cruda de su mayor miedo.
Jeno apretó su mano, su mirada inquebrantable.
"Renjunnie," comenzó, su voz profunda y llena de una paciencia infinita. "No hay forma de que nos decepciones. Solo queremos que seas tú mismo. Que nos dejes estar contigo, sea lo que sea que eso signifique."
Jaemin asintió con fervor, su pulgar acariciando suavemente el muslo de Renjun.
"Lo que sea que nos des, Renjun, lo aceptamos. No hay expectativas, solo el deseo de estar aquí, a tu lado." Sus ojos reflejaban una promesa silenciosa, inquebrantable. "Solo queremos que te sientas seguro y querido."
La tensión en el cuerpo de Renjun cedió, una oleada de alivio lo recorrió. Se permitió hundirse más en el calor de los chicos, el miedo atenuado por la aceptación incondicional.
Renjun confió en ellos, y en el instante en que sus ojos se encontraron con los de Jeno, el chico de cabello azul lo tomó suavemente por la barbilla, su mirada intensa y llena de significado. La mano de Jaemin en el muslo de Renjun subía y bajaba con una lentitud hipnótica, un toque tranquilizador que, sin embargo, Renjun notaba con cada fibra de su ser. Estaba demasiado consciente de ella. Entonces, el suave susurro de Jaemin llegó a su oído, una brisa cálida que lo relajó.
"Deja que Nono lo haga todo, Jun."
La respiración de Renjun se aceleró ligeramente, un leve nerviosismo burbujeando en su pecho. Estaba intensamente consciente de cada detalle: la mirada penetrante de Jeno, el peso tranquilizador del sillón, la presión de las manos de Jaemin en su muslo y su espalda baja, y la mano firme de Jeno en su barbilla y cintura. Trató de tragar, pero su boca se sentía de repente reseca. Jaemin continuó con sus caricias en su muslo, su mano subiendo y bajando, y luego se inclinó, besando suavemente el cuello de Renjun, justo debajo de la oreja.
"¿Estás bien, Renjun?" preguntó Jeno, su voz un susurro grave, la intensidad en sus ojos no disminuía.
Jaemin levantó la cabeza de su cuello, sus ojos suaves y llenos de preocupación.
"¿De verdad estás bien? Dínoslo, Renjun."
Renjun parpadeó, la necesidad de pronunciar las palabras clara en sus mentes. Inhaló profundamente, tratando de calmar el latido frenético de su corazón.
"Sí," exhaló, su voz apenas un soplo, pero firme. "Estoy bien."
Al escuchar sus palabras, Jeno deslizó su mano de la barbilla de Renjun, ahora acunando su rostro con una delicadeza extrema, su pulgar acariciando suavemente su mejilla. Al mismo tiempo, Jaemin se inclinó de nuevo, su aliento cálido contra el cuello de Renjun mientras murmuraba cosas bonitas y relajantes.
"Estás seguro aquí, Renjunnie. Estás con nosotros. No hay nada que temer. Eres tan valiente, tan fuerte." Sus labios depositaron pequeños, suaves besos a lo largo de su cuello, cada uno una promesa de consuelo.
Y entonces, Jeno se inclinó. Sus ojos, llenos de una mezcla de ternura, deseo y una infinita paciencia, se encontraron con los de Renjun por un último instante antes de que sus labios se unieran. Fue un beso suave al principio, tentativo, como si Jeno buscara permiso, y al no encontrar resistencia, se profundizó lentamente, lleno de la emoción que ambos chicos habían estado conteniendo.
El contacto fue una descarga eléctrica, suave y abrumadora a la vez. Los labios de Jeno eran sorprendentemente suaves, moviéndose con una delicadeza que desarmó a Renjun. La mano de Jeno en su rostro lo mantuvo fijo, una conexión ineludible. Renjun sintió cómo el corazón se le desbocaba en el pecho, un tamborileo violento contra sus costillas, pero no por miedo, sino por una mezcla inaudita de sorpresa, vulnerabilidad y una punzada de algo que no se atrevía a nombrar.
Mientras Jeno lo besaba, el roce de sus labios, la leve presión, la calidez que se extendía desde su boca por todo el cuerpo de Renjun, Jaemin no se detuvo. Su mano en el muslo de Renjun se detuvo en un punto, apretando suavemente, como si compartiera la intensidad del momento. Luego, su otra mano subió por la espalda de Renjun, rodeándolo en un abrazo silencioso, y los besos en su cuello se volvieron más firmes, más posesivos, una declaración de su presencia, de su propio afecto en medio de ese beso compartido.
Renjun sintió el vello de su nuca erizarse ante la cercanía de Jeno y los besos de Jaemin. Su mente, que siempre había estado tan controlada, tan en guardia, se nubló. Solo podía percibir las sensaciones: el sabor dulce y un poco a menta de los labios de Jeno, la presión suave de su pulgar en su mejilla, la respiración agitada que no sabía si era suya o de Jeno, el suave roce de la tela de la ropa de Jaemin contra su brazo mientras lo abrazaba, los besos húmedos y cálidos en su cuello que se extendían como fuego.
Era caótico y perfecto. Una tormenta de sensaciones que lo arrastraba, pero en la que se sentía extrañamente seguro. No había espacio para el miedo, solo para la pura experiencia de ser tocado, deseado y, por primera vez, completamente entregado. Sus propios labios se abrieron ligeramente bajo los de Jeno, una invitación tácita a profundizar el beso.
Jeno no necesitó más invitación. El beso se hizo más profundo, más urgente, sus labios explorando los de Renjun con una seguridad creciente. Renjun se encontró correspondiendo, un gemido bajó escapando de su garganta mientras el mundo a su alrededor se reducía a la sensación de la boca de Jeno sobre la suya. Una punzada de asombro lo recorrió; nunca imaginó que algo así pudiera sentirse tan... bien, tan natural, tan poderoso. La sorpresa de esa profunda sensación lo dejó sin aliento, no por falta de aire, sino por la pura intensidad emocional.
Cuando sus pulmones finalmente clamaron por oxígeno, Renjun se apartó un poco, sus ojos entreabiertos y vidriosos, buscando los de Jeno. La sonrisa en el rostro de Jeno era de pura satisfacción, sus ojos brillando con un orgullo silencioso y una ternura abrumadora.
Pero la pausa duró solo un instante. El campo de visión de Renjun se desplazó, y de repente, Jaemin se cernió sobre él, sus ojos brillando con la misma intensidad, si no más. Las manos de Jaemin, que hasta ahora habían estado acariciando su muslo y su espalda, se movieron para acunar su rostro con una dulzura envolvente. Sin una palabra, Jaemin se inclinó, y sus labios, igual de suaves pero con un calor diferente, se posaron sobre los de Renjun, iniciando un nuevo beso.
Este beso fue distinto, una danza suave y envolvente. Los labios de Jaemin eran dulces y cálidos, una caricia más que una exigencia. A diferencia de la ardiente intensidad de Jeno, el beso de Jaemin era como un bálsamo, un suave murmullo de afecto que se extendía por la boca de Renjun. Podía saborear la dulzura, la ternura en cada movimiento. Jaemin no lo presionaba, sino que lo invitaba a un vals lento y sensual.
La mano de Jaemin, que acunaba su mejilla, se movía suavemente, su pulgar trazando círculos lentos y reconfortantes. Sus labios se separaron brevemente, solo para succionar con gentileza el labio inferior de Renjun, un gesto tierno que lo hizo temblar. Los besos de Jaemin se sentían como un abrazo cálido, un refugio seguro que lo envolvía. Renjun sintió una ola de tranquilidad, la misma que siempre le ofrecía la presencia de Jaemin, pero magnificada por la intimidad del contacto.
Renjun se dejó llevar por completo, su cuerpo relajándose contra el sillón, sus propias manos buscando un punto de apoyo en la ropa de Jaemin, aferrándose a él.
Y entonces, Jaemin cambió. El beso, que había sido una caricia suave, de repente se profundizó con una urgencia salvaje. Los labios de Jaemin se hicieron más firmes, más demandantes, y su lengua se deslizó con una audacia sorprendente en la boca de Renjun. Era una invasión deliciosa, una exploración atrevida que lo tomó por asalto.
La lengua de Jaemin era cálida, suave y a la vez juguetona, trazando los contornos de sus propios labios antes de adentrarse con una delicadeza precisa. Se movía con un ritmo que era a la vez lento y seductor, luego rápido y apasionado, una danza íntima que enviaba descargas eléctricas por todo el cuerpo de Renjun. Podía saborear a Jaemin, un dulzor embriagador que lo mareaba, mezclado con la excitación creciente. Los gemidos ahogados que escapaban de Renjun eran la única respuesta que su cuerpo podía ofrecer, mientras se aferraba a la ropa de Jaemin, arrastrado por la intensidad.
La respiración de Renjun se volvió errática, el aire a su alrededor denso con la pasión que se desataba. Las manos de Jaemin en su rostro ahora lo sostenían con una firmeza que era casi posesiva, mientras su cuerpo se inclinaba más, casi fundiéndose con el de Renjun en el sillón.
En medio de esa vorágine de sensaciones con Jaemin, Renjun sintió un nuevo toque. Una mano firme se posó en su cintura desde atrás, familiar y reconfortante, pero ahora con una urgencia que lo hizo estremecer. Sabía que era Jeno. Un suave tirón, un llamado silencioso que atrajo su atención en medio del torbellino.
Con un jadeo ahogado, Renjun rompió el beso con Jaemin, girando la cabeza con timidez, el rostro sonrojado y los ojos entreabiertos. Se encontró con la sonrisa brillante y satisfecha de Jeno, una sonrisa que prometía más. Los ojos de Jeno brillaban con una intensidad ardiente.
Sin perder un segundo, Jeno se inclinó. Sus labios capturaron los de Renjun de nuevo, este beso diferente, cargado de una pasión cruda y sin reservas. Y esta vez, la lengua de Jeno se deslizó sin vacilar en la boca de Renjun, encontrando la suya en una danza urgente que prometía no tener fin.
El segundo beso de Jeno fue una explosión. No había rastro de la ternura inicial; esta vez, era una declaración ardiente. Sus labios se fusionaron con los de Renjun con una fuerza y una necesidad que lo hicieron jadear. La mano que aún acunaba su barbilla se volvió más firme, inclinando su cabeza para profundizar el ángulo, mientras la otra mano en su cintura lo atraía aún más cerca, eliminando cualquier espacio entre sus cuerpos.
Y entonces, la lengua de Jeno, cálida y decidida, se encontró con la suya. No fue un roce suave como el de Jaemin, sino una embestida audaz, una exploración apasionada que recorrió cada rincón de la boca de Renjun. Se movía con una confianza avasalladora, en un ritmo febril que lo arrastró a una espiral de sensaciones. Renjun sintió un zumbido en sus oídos, una mezcla de placer y una emoción desbordante que lo dejó completamente a merced de Jeno.
El sabor de Jeno era embriagador, una combinación de su propio dulzor y una chispa casi eléctrica que recorría a Renjun desde la punta de la lengua hasta los dedos de los pies. Sus cuerpos se presionaron, el calor de Jeno envolviéndolo por completo. La respiración de Renjun se volvió un jadeo incontrolable, sus manos, que aún seguían aferradas a Jaemin, se apretaron involuntariamente. Estaba atrapado en un torbellino de besos, de lenguas entrelazadas, de manos que lo acariciaban y lo sostenían, y por primera vez, no quería escapar.
"¡Cachorro! Déjalo respirar," la voz de Jaemin, ahora con un tono divertido pero firme, rompió la burbuja.
Jeno se retiró del beso con un gruñido bajo y frustrado, sus labios rojos e hinchados, sus ojos aún fijos en Renjun con una intensidad que apenas podía contener. Renjun jadeó por aire, sus pulmones quemando, pero el aturdimiento en su mente era abrumadoramente placentero.
Jaemin rió suavemente, sus dedos acariciando de nuevo el muslo de Renjun con lentitud.
"Te va a encantar esta faceta de Jeno, Renjunnie. Ya no es el amable Hufflepuff que aparenta ser."
Jeno bufó, una ceja arqueada con una pizca de ofensa juguetona.
"No me difames, Jaemin. Sabes que soy un encanto."
Pero antes de que Jaemin pudiera responder, Jeno, sin soltar la cintura de Renjun, estiró su mano libre por detrás de él, tomando a Jaemin con una rapidez sorprendente por la nuca. Con un movimiento decidido, Jeno atrajo a Jaemin hacia él, un destello de desafío divertido en sus ojos, y lo besó. Fue un beso voraz, robado, que silenció la réplica de Jaemin de golpe. Las cabezas de Jeno y Jaemin se inclinaron, sus bocas chocando con una pasión explosiva justo frente a los ojos asombrados de Renjun, se encontró en medio de ellos, un espectador y a la vez un participante silencioso, el calor de ambos cuerpos envolviéndolo en una danza que apenas comenzaba a comprender.
Renjun estaba en el centro de su pequeño universo. El sonido húmedo de los besos de Jeno y Jaemin, los jadeos ahogados que escapaban de ambos, el aroma embriagador de sus perfumes mezclados, todo lo inundaba. Era una sinfonía de sensaciones, un torbellino que lo arrastraba por completo. Las manos en su muslo y cintura, los besos que aún sentía en sus labios y cuello, la intimidad compartida que lo envolvía por completo. Era abrumador y, sorprendentemente, justo lo que necesitaba. Se dejó caer por completo, la cabeza ligeramente apoyada en el hombro de Jaemin mientras observaba, absorto, la manifestación física de la conexión que lo unía a los dos chicos. Era una nueva forma de estar seguro, una nueva forma de pertenecer.
Jeno y Jaemin finalmente rompieron su beso, sus labios brillantes y sus ojos aún oscuros de deseo. El aire entre ellos vibraba con la energía que habían compartido. Jaemin miró a Jeno con una chispa de diversión descarada, una sonrisa que prometía travesuras, una ligera inclinación de cabeza que parecía un desafío silencioso.
Luego, con un movimiento fluido y sin perder un instante, Jaemin volvió a girar hacia Renjun. Sus ojos, ahora más oscuros y llenos de una mezcla de cariño y anhelo, se encontraron con los de Renjun justo antes de que se inclinara de nuevo. Esta vez, el beso fue diferente. No fue una arremetida salvaje, sino una inmersión profunda y entregada. Los labios de Jaemin se posaron sobre los suyos con una dulzura envolvente, una promesa silenciosa. La lengua de Jaemin se deslizó en su boca, más suave esta vez, pero con una confianza que invitaba a Renjun a explorar. Se movía con un ritmo pausado y sensual, saboreando cada rincón, una caricia húmeda y persistente que se sentía como si estuviera intentando memorizar cada curva de la boca de Renjun.
Mientras tanto, Jeno, sin una palabra, se movió con una precisión calculada. Sus manos, que antes habían estado en la cintura de Renjun por encima de la ropa, se deslizaron ahora bajo la túnica y la tela de su camisa. Los dedos de Jeno, sorprendentemente fríos al principio, una ráfaga de aire fresco que contrastaba con el calor creciente en su cuerpo, trazaron líneas lentas y deliberadas sobre la cintura y es vientre de Renjun. El contraste entre el frío inicial de sus dedos y la calidez que se extendía a su paso, cada roce enviando una ráfaga de escalofríos por toda la columna vertebral de Renjun. Era una sensación deliciosamente invasiva, una confirmación directa de que su piel estaba expuesta, vulnerable y deseada. Jeno se acercó más, su aliento cálido contra el oído de Renjun, casi un murmullo que se mezclaba con el sonido de los besos de Jaemin. Susurró cosas que apenas Renjun podía procesar, frases rotas de deseo y afirmación:
"Así es, Renjunnie. Déjate llevar. Estás seguro. Con nosotros. Siempre." Sus labios, húmedos y cálidos, siguieron la estela de las caricias de Jaemin, depositando besos lentos y sensuales a lo largo de su cuello, cada uno un punto de calor que se sumaba a la marea creciente de sensaciones que amenazaba con arrastrar a Renjun por completo.
Renjun se dio cuenta después, nunca en su vida se había sentido tan libre como en ese momento.
Notes:
No puede ser que difícil es escribir escenas así ªªªªªªªªª
Chapter 24: Avance en la oscuridad
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La clase de Transfiguración había sido un remanso de concentración: ante ellos, las filas de cálices de plata reposaban en las mesas, esperando convertirse en copas de cristal bruñido. Renjun, Jeno y Jaemin compartían un banco largo, sus varitas trabajando al unísono. Primero transformaron un cáliz en un lirio plateado, y luego una cuchara en una diminuta bailarina giratoria. Cada vez que uno de los tres lograba el matiz exacto —el tono del pétalo, la fluidez del movimiento— intercambiaban una mirada satisfecha, apenas un parpadeo cómplice antes de regresar la atención al profesor.
Al sonar la campana del final, salieron bajo la luz dorada de la tarde hacia el Gran Comedor. Mark y Haechan los esperaban frente a la mesa de Hufflepuff, con Chenle, Jisung y Hyeongjun ya sentados. Mark dejó caer la capa sobre el respaldo y exclamó con media sonrisa.
"Si alguien me hubiese dicho que acabaría anhelando un cáliz convertido en flor, lo habría tomado por loco."
Haechan soltó una risita y añadió
"Ojalá nos sirvieran pétalos con la cena."
La conversación fluyó ligera: bromas sobre los duelos de Defensa Contra las Artes Oscuras, la insistencia del profesor de Pociones en no sobrecalentar las mezclas, y el rumor de un examen sorpresa de Encantamientos. Por un momento, Renjun se dejó envolver por el calor de la vela y el murmullo contento de los estudiantes.
Cuando llegaron los postres, Renjun se llevó el plato y se aclaró la garganta, hablando en voz baja.
"Oigan, Jeno, Jaemin, me vendría bien un momento de aire fresco, en realidad quiero ir a un baño. Hay un baño junto al ala oeste, está libre ahora." Dijo de forma apresurada.
Jeno sonrió y le dio unas palmaditas al hombro.
"Vamos, te acompañamos." Jaemin se incorporó y bromeó.
Mark alzó una ceja, divertido.
"¿Baño? ¿Qué están tramando?"
Haechan vaciló un instante, luego sonrió.
"Está bien, vayan, que aquí cuidamos todo."
Renjun, Jeno y Jaemin se deslizaron entre las mesas, dejando atrás el tintineo de los cubiertos. Cada paso que daban al otro lado del arco que conectaba con el ala oeste les devolvía un poco de tranquilidad.
El espacio se iluminaba con la luz mortecina de una linterna encantada, el vapor danzando en remolinos perezosos alrededor de sus piernas. Renjun, Jeno y Jaemin habían dejado las túnicas colgadas junto al banco y, sin más palabras, se acercaron unos a otros en ese rincón casi secreto del ala oeste.
Jeno deslizó los dedos por la nuca de Renjun, su mano cálida contrastando con el leve frescor del azulejo. Sus pulgares trazaron círculos suaves en la base del cráneo antes de ascender hasta el cabello, recogiendo un mechón para mezclarlo con los suyos. Renjun sintió un hormigueo que subía desde la coronilla hasta la piel de los labios.
Las miradas se cruzaron en silencio: Renjun buscó primero los ojos de Jeno, rozando con los suyos los del chico, reconociendo la ternura que había crecido entre ellos. Entonces Jeno inclinó el rostro y depositó un beso breve en los labios de Renjun, tan suave que pareció un suspiro compartido. La humedad del vapor cinceló el contorno de sus bocas, y al separarse, sus alientos quedaron entrelazados en un eco tibio.
Sin pausa, Jaemin se acercó y besó el otro lado de los labios de Renjun. Fue un roce delicado, casi exploratorio, que hizo que Renjun sintiera el calor expandiéndose en su mejilla y el pulso en su garganta. El sabor de Jaemin, dulzón y un poco a menta, se mezcló con el murmullo del agua cayendo a los pies.
Entonces, los tres se amontonaron en un ángulo reducido. Jeno apoyó la frente contra la de Renjun, susurro tembloroso.
"Eres tú..." Renjun lo invitó con un ligero movimiento de labios, y Jeno profundizó el beso; sus lenguas se rozaron con curiosidad contenida, descubriendo cada curva con delicadeza.
Jaemin, con la voz grave, rozó un beso en la sien de Renjun y bajó hasta el cuello, donde su aliento se sintió como un arrullo. La mano de Jaemin se deslizó por la cintura de Renjun, firme, habrá encontrado un punto sensible que lo hizo gemir quedamente. La camisa fina se humedeció levemente bajo sus dedos, y Renjun se inclinó hacia atrás, apoyando su cuerpo en el de Jaemin.
Jeno, sin soltar la boca de Renjun, envolvió su mano en la de Jaemin, uniendo sus gestos en un pacto de cuidado y deseo. Sus labios, unidos en una danza íntima, se movían al unísono, respirando en la misma secuencia. La presión compartida de sus cuerpos contra la pared calentaba el aire, y el vapor se volvía espeso a su alrededor, creando su propia burbuja de silencio.
Renjun sintió los latidos arremeter en su pecho, el mundo reduciéndose a esa sinfonía de suspiros hilvanados. Cada caricia, cada beso, era una promesa susurrada contra la piel: promesa de protección, de entrega y de un secreto entre ellos tres que nadie más conocería.
Cuando sus pulmones clamaron por aire, Jeno se separó solo un poco de los labios de Renjun, solo para trasladar sus besos a su cuello. La piel de Renjun se erizó bajo la humedad cálida de los besos de Jeno, mientras las manos de Jeno, que antes estaban firmemente en su cintura, se deslizaron hacia abajo, posicionándose directamente sobre sus caderas. Los dedos de Jeno se curvaron, apretando y masajeando la carne sensible de sus caderas, una caricia deliciosamente invasiva que hizo a Renjun gemir de nuevo, el sonido ahogado por los labios de Jaemin que se encontraban con los suyos.
Jaemin, al escuchar el gemido de Renjun, sonrió contra su boca. La alegría y una picardía evidente brillaban en sus ojos mientras su lengua profundizaba el beso, succionando con delicadeza el labio inferior de Renjun, como si quisiera extraer cada sensación. La mano de Jaemin, que ya estaba en la cintura de Renjun, se apretó con una fuerza posesiva, mientras su otra mano subía por el cuello de Renjun, encontrando la nuca, y sus dedos se enredaron suavemente en su cabello, inclinando aún más la cabeza de Renjun para profundizar el ángulo de su beso. Al mismo tiempo, Jaemin deslizó la mano que tenía en la cintura de Renjun, ahora subiendo por su abdomen, por debajo de su camisa, sus dedos cálidos y exploratorios recorriendo la piel, enviando escalofríos por todo el cuerpo de Renjun.
Un nuevo gemido, más profundo esta vez, escapó de la garganta de Renjun mientras las manos de Jeno continuaban su exploración en sus caderas y la lengua de Jaemin se movía con una maestría juguetona en su boca.
Jaemin rompió el beso, una sonrisa amplia y satisfecha en sus labios. Sus ojos brillaban con una picardía inconfundible.
"Ah, Renjunnie," susurró con voz ronca, su aliento cálido contra los labios hinchados de Renjun. "Hace tanto que quería hacer esto." La frase, dicha con esa naturalidad descarada, hizo que un rubor intenso subiera por el cuello de Renjun hasta sus orejas.
Desde atrás, Jeno se rió suavemente, sus labios rozando el cuello de Renjun mientras sus manos seguían masajeando suavemente sus caderas.
"Te doy la razón, Jaemin," murmuró Jeno, su voz grave y complacida. "Completamente la razón."
Renjun sintió que sus mejillas ardían, su timidez aflorando en medio de tanta intimidad. Trató de esconder su rostro en el hombro de Jaemin, pero las manos de Jeno en sus caderas y la de Jaemin en su cabello no lo permitieron, manteniéndolo en el centro de su atención.
"Pero, ¿cuánto... cuánto has avanzado, Renjun?" Jaemin preguntó directamente, su tono suave pero sus ojos firmes, invitándolo a la honestidad.
Al mismo tiempo, Jeno respondió a la incomodidad de Renjun. Sus pulgares, que antes masajeaban las caderas, se movieron con una delicadeza reconfortante, trazando círculos lentos sobre su piel desnuda, un gesto tranquilizador. La mano de Jaemin en su cabello también comenzó a masajear suavemente la nuca de Renjun, el suave roce de sus dedos intentando calmar su nerviosismo.
Renjun suspiró, el calor de la vergüenza mezclándose con el creciente calor de sus cuerpos.
"En la raíz... un poco," admitió, su voz apenas un susurro. "Con uno de la secta. Mayor que yo." Desvió la mirada, la imagen fugaz y un tanto vergonzosa. "Pero fue solo por curiosidad, de verdad. No pasó mucho. Me aburrí." La última parte salió con una sinceridad que hizo reír suavemente a Jaemin.
Jeno dejó escapar un gruñido bajo, casi inaudible, al escuchar la admisión de Renjun. Sus manos se tensaron apenas un instante en sus caderas antes de reanudar el masaje, esta vez con una firmeza que parecía decir: 'Él es nuestro ahora'. Jaemin, por su parte, le dedicó a Renjun una sonrisa cómplice y un poco traviesa, apretando el muslo de Renjun de nuevo.
"Ya veo," dijo Jaemin, una nota de picardía en su voz. "Bueno, entonces tenemos mucho que contarte, ¿no crees, Jeno?"
Jeno se inclinó más, su aliento en el cuello de Renjun.
"Mucho," confirmó, y sus labios, en lugar de besar, succionaron suavemente un punto sensible en la piel de Renjun, haciéndolo jadear. El mensaje era claro: no habría espacio para el aburrimiento con ellos.
"Dime si esta bien esto Renjun" Dijo Jaemin llamando su atención.
El gemido de Renjun al succionarle Jeno el cuello fue un sonido crudo, potente, que resonó en el pequeño espacio del baño. La cabeza de Renjun se inclinó hacia atrás, una respuesta instintiva a la sensación. Jaemin, al otro lado, no pudo contener una sonrisa de pura satisfacción al sentir la reacción de Renjun.
"Responde dulzura" Jaemin susurro en su boca. Y cuando Renjun asintió un poco ido sonrió con todos los dientes y continuó.
Sus labios se aferraron a los de Renjun con aún más fuerza, el beso volviéndose más demandante, casi posesivo. Sus dedos, ya enredados en el cabello de Renjun, comenzaron a rascar suavemente su cuero cabelludo, una caricia que bordeaba el dolor placentero.
Pero lo que realmente hizo que Renjun se tambaleara, sus rodillas amenazando con ceder, fue cuando la mano de Jaemin, que subía por su abdomen, se detuvo y se dirigió directamente a uno de sus pezones. Los dedos de Jaemin lo rodearon con una presión inesperada, una mezcla de roce y suave apretón que envió una descarga eléctrica, aguda y dulcemente dolorosa, por todo el cuerpo de Renjun. Un jadeo ahogado se escapó de su garganta, mezclándose con el beso de Jaemin.
"No dejaremos que te aburras, Junnie," susurró Jaemin contra sus labios, su voz ronca con la promesa. "Nunca, nunca más."
Desde atrás, Jeno rió, el sonido grave y lleno de una picardía oscura. Sus manos continuaron el suave masaje en las caderas de Renjun, el frío inicial ahora transformado en una calidez persistente que se extendía.
"Nuestro chico oscuro," murmuró Jeno, su aliento cálido en la nuca de Renjun.
Justo en ese instante, el dinamismo entre los tres cambió. Con una fluidez casi ensayada, Jeno se deslizó de la espalda de Renjun para posicionarse frente a él. Jaemin, por su parte, se movió hacia atrás, su mano liberando el pezón de Renjun para tomar el lugar de Jeno detrás de él, sus dedos ahora descansando suavemente en la cintura de Renjun.
Jeno, con sus ojos llenos de una intensidad ardiente, capturó la mirada perdida de Renjun. Sus propias manos, ahora más frías al estar en contacto directo con la piel desnuda de sus caderas, se movieron con un masaje suave y rítmico. "¿Te gusta, Renjun?" preguntó Jeno, su voz baja y cargada de una expectación que lo envolvió.
Renjun, completamente ido en la vorágine de sensaciones, con los labios hinchados y los ojos vidriosos, apenas pudo formar una respuesta coherente. Su respiración era superficial y errática, su cuerpo vibrando bajo la dualidad de los toques. Las palabras de Jaemin y la pregunta de Jeno resonaban en su cabeza, pero su mente se sentía demasiado nublada por el placer para articular nada más que un leve, casi inaudible, gemido de afirmación. Estaba perdido en el momento, una masa maleable en sus manos.
Jeno sonrió, una sonrisa de pura satisfacción que le iluminó el rostro.
Al escuchar la confirmación de Renjun, Jeno se inclinó. Sus labios, cálidos y suaves, se encontraron de nuevo con los de Renjun en un beso profundo y ardiente. Esta vez, no hubo pausa. Jeno saboreaba su respuesta, la confirmación tácita de que Renjun estaba tan inmerso como ellos.
Desde atrás, Jaemin, cuya mano ahora acariciaba el vientre de Renjun, dejó escapar una risita burlona.
"¿Aburrido, Renjunnie? ¿Estás aburrido ahora?" Su voz estaba llena de una mofa juguetona, sabiendo perfectamente que la respuesta era un rotundo no.
Jeno se separó un centímetro de los labios de Renjun, su propia respiración agitada, los ojos brillantes y llenos de una diversión traviesa.
"¿Ves, chico oscuro? Nadie se aburre con nosotros." La mano de Jeno estaban bajando peligrosamente cada vez mas, cada vez mas abajo y mas cerca de la curva en la espalda de Renjun, una clara demostración de su punto.
Sus labios, calientes y húmedos, se posaron con decisión en el lado izquierdo del cuello de Renjun, succionando, justo al lado opuesto de donde Jeno ya le había dejado su marca. Renjun jadeó de nuevo, la repentina succión y el calor extendiéndose por su piel, la sensación de un nuevo chupetón formándose.
Mientras Jaemin creaba esa nueva marca, Jeno no se quedó atrás. Sus labios, todavía frescos del beso anterior, volvieron a los de Renjun con una voracidad controlada, un beso que era a la vez tierno y demandante. Sus manos bajaron al trasero de Renjun y apretaron con firmeza sobre el cuerpo tembloroso de Renjun. El vapor del baño los envolvía, creando una atmósfera densa e íntima, un secreto compartido entre los tres que ahora era más profundo que cualquier palabra.
De repente, una risa genuina y liberadora escapó de la garganta de Renjun. Era una mezcla de placer, de burla y de una inesperada sensación de libertad. Ya no se sentía tímido ni abrumado, sino en control de su propio placer, en medio de este juego peligroso. Renjun se rió, y el sonido reverberó en el pequeño baño.
"Tontos," dijo, con un tono lleno de cariño y desafío. "Ambos son unos tontos."
Jeno y Jaemin se unieron a su risa, sus sonidos mezclándose en un coro feliz. Jeno se separó del beso, sus ojos brillando con una ternura profunda.
"Y tú eres nuestro tonto," susurró con una sonrisa. Jaemin, con su cabeza en el hombro de Renjun, le plantó un suave beso en la mejilla, su voz llena de un cariño desbordante. "Nuestro hermoso y sarcástico tonto."
Los tres se quedaron en un abrazo apretado, las risas aún burbujeando en el aire. La tensión de la broma había desaparecido, reemplazada por una calidez reconfortante. Las manos de Jeno subieron con delicadeza hasta su rostro. Sus pulgares trazaron la línea de sus pómulos, sintiendo la suavidad de su piel, el calor de sus mejillas enrojecidas. Renjun, genuinamente feliz, cerró los ojos y se acurrucó más en el abrazo, una sonrisa real y radiante iluminando su rostro.
Jeno se inclinó, un beso tierno en la punta de la nariz de Renjun.
"Mírate," susurró con una voz llena de asombro y adoración. "Así es como te ves cuando eres realmente feliz. Es la vista más bonita del mundo."
Jaemin, desde atrás, besó la sien de Renjun.
"Y el chico oscuro más hermoso que existe," añadió con un tono dulce y juguetón. "Es una pena que hayamos tenido que esperar tanto para verte así."
Renjun se abrió a ellos, una sinceridad vulnerable en su voz.
"Me gusta estar así con ustedes", admitió, sintiéndose seguro y querido. "Es una lástima... que ahora tenga que compartir la habitación con Chenle y Hyeongjun." Un pequeño puchero se formó en sus labios.
Jeno y Jaemin se miraron por encima de su cabeza, una comprensión silenciosa pasando entre ellos. Jeno suspiró, una mezcla de resignación y arrepentimiento.
"Sí, un desperdicio total," dijo, su voz reflejando el pesar. "Deberíamos haber aprovechado mejor tu habitación antes." Jaemin asintió, su abrazo a Renjun apretándose un poco más. "Nos demoramos demasiado en juntarnos. No volverá a suceder." La promesa era clara, una afirmación de que este momento era solo el comienzo para ellos.
Renjun se desenredó suavemente de sus brazos y, con un movimiento ágil de su varita, lanzó un hechizo rápido y no verbal. Las arrugas de su camisa, así como las de las de Jaemin y Jeno, desaparecieron en un instante. Los tres se veían tan impecables como si nunca hubieran estado en un rincón del baño.
"Tienes que enseñarme a hacer eso," dijo Jaemin, con una sonrisa pícara. "Magia no verbal. Se ve tan genial."
"A mí primero," se quejó Jeno, fingiendo estar celoso, mientras arreglaba el cuello de su propia camisa. "Yo lo pedí primero."
Renjun se rió, el sonido dulce y musical.
"Les enseñaré a los dos," dijo con una voz tierna y llena de felicidad. "A ambos."
Salieron del baño, dejando atrás el aire denso y vaporoso, y se encontraron de nuevo en los pasillos de piedra, el murmullo lejano del Gran Comedor resonando a lo lejos.
"Ahora, tengo que irme," dijo Renjun, ajustándose la túnica sobre sus hombros. "Le prometí a Hyeongjun que lo acompañaría a la lechucería para visitar a Kayden."
Jeno y Jaemin asintieron en silencio y caminaron junto a él hasta la salida a la lechucería. Allí vieron a Hyeongjun sentado en las escaleras, con un papiro en la mano, esperándolo pacientemente. Cuando Renjun hizo el amago de acercarse, Jeno y Jaemin se miraron con una sonrisa. Se acercaron a él y le dieron un pequeño y rápido beso en los labios, una caricia tan fugaz que Hyeongjun, que estaba de espaldas, no pudo ver.
Renjun se quedó allí, con una sonrisa boba en la cara, sintiéndose tan ligero como si estuviera flotando en una nube, se despido de ellos y corrió al encuentro con Hyeongjun, aún con esa sonrisa de ensueño. Pero Hyeongjun, al darse la vuelta, lo miró con una ceja alzada, su expresión era una mezcla de diversión y picardía.
"Vaya, vaya, ¿Qué le pasó a nuestro querido Renjun?" comenzó a molestarlo, sus ojos brillando con curiosidad. "Parece que te han encantado. ¿O es que el chico oscuro encontró algo más interesante que la oscuridad?"
Renjun se sintió avergonzado de inmediato. Un rubor intenso subió por sus mejillas y se extendió hasta las puntas de sus orejas. Para su propia consternación, se sintió inusualmente tímido y desvió la mirada de Hyeongjun, evitando su intensa y escrutadora mirada. La burla de Hyeongjun, que normalmente habría respondido con una réplica ingeniosa, ahora lo dejó sin palabras, solo con una sensación de calidez y nerviosismo que se apoderó de él.
"Gracias," susurró Renjun con sinceridad, un ligero temblor en su voz.
Hyeongjun negó con la cabeza, una sonrisa suave en sus labios.
"Es hora de que seas feliz," le dijo.
Renjun asintió, su expresión volviéndose seria al recordar la misión que tenían por delante, había querido evitarlo, pero era mejor tarde que nunca, y ya se les había hecho muy tarde, y la raíz no esperaba.
"Tenemos que ir a la mazmorra," le susurró. "Abajo, en la sala de pociones. La primera puerta es la de ahí." Renjun le explicó el plan a Hyeongjun. "El acertijo que Jay me ayudó a averiguar es el que nosotros debemos pasar." Apenas había terminado la frase cuando, con un movimiento de varita, lanzó dos hechizos, uno sobre sí mismo y el otro sobre Hyeongjun. Los hechizos, un Hechizo Desilusionador y un Muffliato, los hicieron prácticamente invisibles y silenciosos para el mundo exterior.
"Desde que supe la respuesta al acertijo, han pasado tantas cosas que no he tenido la oportunidad," continuó Renjun, su voz ahora baja y urgente. "Pero necesitamos el corazón ahora. No para pasárselo a mis padres, sino para destruirlo."
Hyeongjun asintió, la sonrisa abandonando su rostro para dar paso a una expresión de seriedad. Sabía que la misión del corazón de la Oscuridad era la principal razón por la que Renjun estaba en Hogwarts.
"Sé que lo sabes, Renjun, pero tengo que preguntarte," dijo en un tono grave, sus ojos fijos en los de Renjun. "¿Estás seguro de esto? Porque en el momento en que tengamos el corazón en nuestras manos, sabes que tus padres harán todo lo posible para obtenerlo."
Mientras caminaban por los pasillos de piedra, sus voces apenas un susurro inaudible gracias al hechizo, Renjun miró el suelo con una expresión pensativa.
"Lo sé," respondió, su voz firme. "Pero ya no me importa. Mis padres solo ven en mí una herramienta, y yo... ya no quiero serlo. Este corazón no les pertenece, no le pertenece a nadie. Solo quiero que esto termine, y la única forma de que eso pase es destruirlo."
La resolución en su voz era palpable, un cambio drástico de la timidez de hace solo unos minutos. La calidez del recuerdo de Jeno y Jaemin le dio una fuerza renovada, un nuevo propósito.
"Además," agregó Renjun con una pequeña sonrisa, mirando de nuevo a Hyeongjun, "después de lo que me has dicho, quiero que también seas feliz."
Hyeongjun detuvo su marcha por un momento, la expresión de miedo en su rostro era evidente a pesar de los hechizos.
"Tengo miedo, Renjun," susurró, la voz temblando.
Renjun se detuvo y lo miró, su mano encontrando el hombro de Hyeongjun para darle un apretón reconfortante.
"No te preocupes. Siempre te protegeré."
Hyeongjun asintió, pero el miedo no se disipó.
"Eso no es lo que me asusta," dijo, mirando hacia un punto lejano. "Lo que me asusta es que tus padres estén en Azkaban y no piensen en Azkaban como una prisión, sino como otra fase del plan."
Renjun asintió lentamente, su propia expresión volviéndose sombría. Él también lo había pensado.
"Lo sé," respondió con voz baja. "A mí también me asusta. Si querían usarme a mí en el ritual, entonces hay muy pocas opciones para lo que querían hacer." Los rituales de sangre oscura eran complejos y requerían sacrificios específicos. Si sus padres lo querían como parte del ritual, las implicaciones eran aterradoras.
"¿Qué es lo que querían, Renjun? ¿Ya lo descubriste?" preguntó Hyeongjun, su voz llena de una urgencia desesperada.
Renjun se mantuvo en silencio durante un momento, su mente revisando fragmentos de información, teorías oscuras y rituales prohibidos, estaba casi seguro de algo, pero decirlo en voz alta era algo que extrañamente no podía hacer, cada vez que lo intentaba la garganta se le apretaba y le dolía, físicamente le dolía.
"Tengo una teoría," admitió finalmente, "pero no la diré."
Hyeongjun lo miró con una mezcla de frustración y preocupación.
"Renjun, tienes que decírselo a los demás. Ya no puedes seguir mintiéndoles. Ellos son... demasiado puros. Nada que ver con nosotros. Merecen saberlo." Dijo con un deje de tristeza.
Renjun sintió la misma punzada que lo había acompañado desde que llegó a Hogwarts: culpa. Sabía que Hyeongjun tenía razón. Era una carga demasiado pesada para llevar solo.
"Lo sé", dijo en voz baja, la culpa pesando en cada sílaba. Sentía otra vez ese dolor físico al pensar en tener que explicarle todo a los demás. Tendría que confesarles que usó sus amistades, especialmente la de Chenle y Jeno, para influir en los líderes de la Raíz. Sabía que esa verdad los lastimaría profundamente, y eso era lo que más le dolía.
Una parte de él quería mantener el silencio para protegerse a sí mismo, pero una parte más grande, más honesta, sabía que la honestidad era el único camino a seguir. El beso de Jeno y Jaemin, la risa de ambos, la calidez de ese momento de intimidad... todo eso le había abierto los ojos. Ya no podía seguir jugando el juego de la Raíz. Ya no podía pretender ser el chico oscuro que sus padres querían que fuera.
"Tienes razón," susurró Renjun, su voz rompiéndose ligeramente. "Les diré la verdad. Les diré todo. Pero no sé cómo." Su mirada se perdió en la distancia, las paredes de la mazmorra se sentían más opresivas que nunca.
"Ellos son tus amigos, Renjun," respondió Hyeongjun, dándole un suave apretón en el hombro. "Te escucharán. Y te entenderán sin importar lo que pase, son buenas personas."
Renjun asintió, aunque la duda seguía en sus ojos.
"Esperemos que tengas razón," dijo, y luego su mirada se endureció.
Renjun y Hyeongjun llegaron a su destino, una pesada puerta de piedra oculta en la mazmorra. El aire se sentía pesado, cargado de la frialdad de la piedra y la humedad del subsuelo. Renjun se detuvo frente a ella, su mano recorriendo las runas extrañas que se retorcían en la superficie. Eran grabados antiguos, cada uno de ellos parecía vibrar con una energía oscura y olvidada.
"Este es el acertijo," dijo en voz baja, señalando las inscripciones.
Hyeongjun intentó leer las palabras, pero su expresión se torció en confusión.
"No puedo... No puedo entenderlo, Renjun. Es como si las palabras se retorcieran y se disolvieran." Su mirada se fijó en el extraño patrón, como si intentara atrapar su significado en vano. "¿Qué es esto?"
La pregunta de Hyeongjun fue como una sacudida para Renjun. Él, sin embargo, podía leerlo con una fluidez inquietante. El lenguaje no se retorcía ante sus ojos, sino que fluía como un río tranquilo.
"Es una especie de pársel," explicó Renjun, su voz un susurro cargado de sorpresa y resignación. Se quedó paralizado por un momento, la implicación de su propia habilidad golpeándolo con la fuerza de un hechizo. ¿Cómo era posible? Él era un mago de sangre pura de la Raíz, no un descendiente de Salazar Slytherin.
Renjun cerró los ojos, su mente un torbellino de recuerdos. Pensó en las horas que sus padres le dedicaron en la infancia, las lecciones de idiomas antiguos que a menudo incluían sonidos siseantes y extraños. Recordó los cánticos de cuna que le susurraban, melodías que ahora resonaban en su mente como las palabras del acertijo. De repente, todo encajó en un patrón horripilante. No le habían enseñado pársel de forma consciente, no con libros ni lecciones. Se lo habían inculcado, habían grabado el lenguaje de las serpientes en su subconsciente a través de la repetición constante, como una parte más de su entrenamiento para ser el arma perfecta de la Raíz.
"Me lo enseñaron," susurró Renjun para sí mismo, sus ojos aún cerrados, la voz llena de una amargura tan densa que casi podía saborearla. "Me lo enseñaron... sin que yo lo supiera." El conocimiento era una cadena que lo ataba a sus padres, una habilidad que lo hacía más parecido a ellos de lo que jamás había querido admitir.
Hyeongjun, sin embargo, no parecía convencido. La lógica de la magia le gritaba que algo andaba mal.
"Eso no tiene sentido, Renjun," dijo, su voz tensa con la incredulidad. "Nadie puede aprender pársel sin estudiarlo. Y no lo estudiaste, ¿verdad?"
Renjun negó con la cabeza, tan confundido como Hyeongjun.
"No. No lo hice. Simplemente... lo entiendo. Es como si fuera una parte de mí, como si siempre lo hubiera sabido, algo debieron haber hecho para que yo sepa esto." Murmuro, maldiciendo a sus padres en silencio.
Ambos se miraron, el misterio creciendo. El acertijo que los llevaría al corazón de la Oscuridad no era solo un obstáculo, era una revelación inquietante sobre el pasado de Renjun, un eslabón perdido en la cadena de manipulación de sus padres. La misión de Renjun había cambiado, ya no era solo sobre el corazón, sino sobre desentrañar la red de mentiras que sus padres tejieron a su alrededor, que al parecer eran mas de las que creía.
Renjun y Hyeongjun se quedaron en silencio por un momento, la gravedad de la situación pesando sobre ellos. Pero la urgencia de su misión los empujó hacia adelante. Con una mirada de determinación, Renjun se acercó a la puerta de piedra. Cerró los ojos, concentrándose, y leyó de nuevo el acertijo en pársel. La extraña lengua siseante fluía sin esfuerzo, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Cuando terminó de leer, abrió los ojos y miró la puerta. Una de las inscripciones, un ojo de serpiente estilizado, brilló débilmente. Renjun se dio cuenta de que no solo tenía que leer el acertijo, sino que también tenía que responderlo.
Miró las palabras de nuevo, la respuesta ya formándose en su mente:
No tengo piernas, pero viajo lejos. No tengo boca, pero miento sin cesar. Mi corazón es un veneno que no mata, sino que envenena lo que toca. Me muevo en las sombras, soy la verdad oculta. ¿Qué soy?
"El secreto," respondió Renjun con voz clara y firme, su voz resonando en el silencio de la mazmorra.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, el ojo de serpiente estilizado brilló con más intensidad. Las runas en la puerta de piedra comenzaron a girar, moviéndose como los engranajes de un reloj gigante. La puerta se abrió con un estruendo profundo, revelando un pasillo oscuro.
y silencioso. El aire que salía de su interior era frío y húmedo, con un olor a piedra mojada y polvo de siglos.
"¿Listo?" preguntó Renjun, mirando a Hyeongjun.
Hyeongjun asintió, su rostro una máscara de concentración.
"Listo," respondió.
Juntos, entraron en la oscuridad. Con un movimiento de sus varitas, lanzaron el hechizo Lumos. Dos pequeñas esferas de luz salieron de las puntas de sus varitas, iluminando el camino con un resplandor fantasmal. El pasillo era estrecho y largo, con paredes de piedra sin adornos. El silencio era casi absoluto, roto solo por el eco de sus pasos y el goteo de agua en algún lugar lejano.
"No te separes de mí," susurró Renjun, su mano buscando la de Hyeongjun y apretándola con fuerza. Hyeongjun le devolvió el apretón, y juntos, caminaron hacia lo desconocido.
El pasillo era más largo de lo que parecía, y el eco de sus pasos finalmente se desvaneció. Al llegar al final, se encontraron frente a otra puerta. Esta no era de piedra, sino de hierro oxidado, con una pequeña ranura a la altura de los ojos. Renjun se acercó, la luz de su varita brillando sobre el metal.
"Esta no tiene acertijo," susurró Hyeongjun, su voz tensa.
"Es peor," respondió Renjun, su mano subiendo para tocar el hierro frío. "Esta puerta solo se abre para aquellos que han enfrentado su mayor miedo." dijo leyendo las runas antiguas, su mano temblaba ligeramente sobre el hierro frío.
Hyeongjun lo miró con los ojos muy abiertos, una comprensión repentina cruzando su rostro.
"No lo hagas, Renjun," susurró con urgencia. "Dijiste que se abre si uno enfrenta su mayor miedo. Puedo hacerlo yo. No tienes que enfrentarte a eso solo."
Renjun negó con la cabeza, su mandíbula tensa.
"No, Hyeongjun. Este es mi camino. Tengo que hacerlo yo." La culpa, ese viejo y familiar fantasma, comenzó a agitarse en su interior al pensar en Injun. La duda carcomía su corazón: ¿había hecho lo suficiente? ¿Podría haber evitado su muerte? Ese pensamiento, la posibilidad de que la pérdida de Injun fuera de alguna manera su culpa, era su mayor tormento.
"Pero..." intentó replicar Hyeongjun, su voz llena de preocupación.
Renjun lo interrumpió con una mirada firme.
"No es un acertijo ni un simple acto de voluntad, Hyeongjun. Siento que esta puerta... requiere una confrontación directa." Sin esperar respuesta, Renjun tomó una respiración profunda y cruzó el umbral de la puerta que se había abierto con un fuerte chirrido.
Al dar el primer paso hacia el interior, la oscuridad del siguiente pasillo se disipó, reemplazada por una luz tenue y espectral. Renjun parpadeó, tratando de enfocar la vista. A su lado, Hyeongjun ya no estaba. El pánico lo invadió por un instante, pero antes de que pudiera reaccionar, una figura apareció frente a él.
Era Injun.
Estaba exactamente como Renjun lo recordaba: su sonrisa amable, sus ojos brillantes, la cicatriz apenas visible en su mejilla. Pero había algo diferente, una tristeza profunda que emanaba de él, una quietud antinatural.
"Injun..." susurró Renjun, su voz apenas audible. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de sorpresa, anhelo y un terror paralizante. ¿Era esto real? ¿Era una ilusión?
Injun lo miró fijamente, sin decir nada. En sus ojos, Renjun vio el reflejo de su propia culpa, la duda persistente de si podría haber hecho algo más. La habitación a su alrededor comenzó a desdibujarse, y la presencia de Injun se hizo más intensa, cargada de un silencio acusador. Este era su mayor miedo, personificado, materializado frente a él. La prueba no era abrir una puerta, sino enfrentar la carga de su remordimiento cara a cara.
Injun miró a Renjun, sus ojos profundos y llenos de una tristeza que Renjun nunca había visto en él.
"Renjun," susurró, su voz era un eco en la quietud de la habitación, "dime, ¿Qué se siente?"
Confundido y lleno de remordimiento, Renjun frunció el ceño.
"¿Qué... a qué te refieres, Injun?" preguntó, su voz temblaba ligeramente.
"¿Qué se siente?" repitió Injun, la pregunta un susurro fantasmal.
Renjun no entendía. ¿Qué quería Injun que sintiera? ¿La culpa? ¿El dolor? No había palabras para describir el vacío que había dejado.
"No sé lo que quieres," admitió, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas.
El entorno a su alrededor comenzó a desdibujarse, la imagen de Injun parpadeaba y se desvanecía. La tenue luz espectral fue reemplazada por la luz fría y opaca de las ventanas de una mansión. El aire, que antes era silencioso, se llenó con el sonido de los pasos apresurados de los sirvientes, el eco de voces distantes. Renjun se dio cuenta de que su ropa había cambiado. Ahora llevaba una túnica de terciopelo verde oscuro, más pesada y formal que su uniforme de Hogwarts. Sus manos se veían más pequeñas, sus extremidades más cortas.
Con un escalofrío de reconocimiento, Renjun se dio cuenta de que ya no era un adolescente en Hogwarts. Era él mismo, pero de nuevo con 10 años, en la mansión donde creció. Y, lo más aterrador de todo, el día que recordaba perfectamente: el día del ritual con Injun. El día que todo se torció. El tiempo no se había movido, pero su peor recuerdo se había manifestado. Este no era un simple sueño, era una pesadilla.
Notes:
Me gusta mucho este capitulo en un par de horas lo voy a subir :]
Chapter 25: El ultimo día
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Renjun se sintió arrastrado a la memoria, a la última vez que vio a Injun con vida. Ahí estaba, su hermano menor, con una sonrisa amplia y juguetona que no le cabía en el rostro.
"¡Más rápido, Renjun-ge!" gritaba Injun, persiguiendo una mariposa que volaba por el jardín. Sus mejillas estaban sonrosadas, y el cabello le caía por la frente de una manera que a Renjun siempre le había parecido adorable, su flequillo era castaño, combinaba con sus ojos caramelos.
"No corras tan rápido, te vas a lastimar," le había advertido Renjun, pero una risa feliz salió de sus labios al ver la alegría de Injun. Habían pasado la tarde juntos, después de unas abrumadoras lecciones de hechizos avanzados que los habían dejado exhaustos. Renjun, el hermano mayor, había curado unas pequeñas heridas que Injun se hizo al practicar un hechizo mal ejecutado.
"Eres el mejor sanador del mundo," le había dicho Injun, con una sinceridad que hizo que el corazón de Renjun se hinchara de orgullo y cariño. "Algún día, seré tan bueno como tú."
"Lo serás," le aseguró Renjun, despeinándole suavemente el cabello, algo que solía hacer a menudo. "Pero por ahora, ven aquí. Estoy cansado de perseguirte."
Injun se detuvo y se dejó caer sobre el césped junto a Renjun, apoyando la cabeza en su hombro. El sol de la tarde les daba de lleno en la cara, y el aire era cálido y perfumado con el olor de las flores.
"Me gusta estar aquí contigo," murmuró Injun, su voz casi un ronroneo. "Es el único lugar donde no hay hechizos ni lecciones."
Renjun se rio suavemente, su corazón rebosaba de una ternura que rara vez se le permitía sentir en esa casa.
"Y a mí me gusta estar contigo," admitió, susurrándolo como si fuera un secreto sagrado.
Justo en ese momento, una de las mariposas que Injun había estado persiguiendo se posó en la nariz de Renjun. Injun se rió a carcajadas, su risa era un sonido tan puro y cristalino que Renjun pensó que era el mejor hechizo que había oído en su vida.
"¡Te encontró a ti, Renjun-ge! ¡Quizás es tu alma gemela!"
Renjun sonrió, su corazón estaba a punto de estallar de felicidad.
"Quizás lo sea," respondió embelesado.
Renjun se aferraba a la calidez de ese momento, sabiendo que era un sueño, una ilusión. Intentó hablar, de alguna manera advertirle a Injun, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Estaba atrapado en el recuerdo, incapaz de cambiar el guion, reviviendo el último momento feliz antes de que todo se convirtiera en una pesadilla. Quería gritar, quería correr, quería alejar a Injun de ese lugar, pero sus piernas no se movían, su voz no salía. Solo podía ser un espectador de su propio pasado.
La mariposa voló, y Renjun e Injun se quedaron tumbados en el césped, mirando las nubes pasar. La risa de Injun aún resonaba en el aire. De repente, su rostro se volvió serio, su sonrisa se desvaneció.
"Renjun-ge," susurró Injun, su voz pequeña y vulnerable. "¿Por qué mamá y papá nos odian?"
El corazón de Renjun se rompió.
"No digas eso, Injun," le dijo, su voz era un nudo en la garganta. Se sentó y atrajo a Injun hacía un abrazo protector. "Ellos no nos odian."
Injun se acurrucó contra el pecho de Renjun, su voz aún más pequeña.
"Pero nunca sonríen. Y siempre están enojados con nosotros por no ser lo suficientemente buenos."
Renjun acarició el cabello de Injun, sintiendo la suavidad de los mechones bajo sus dedos.
"No es que no seamos buenos, Injun. Es que... ellos son así." Le hubiera gustado decirle más, pero ¿Qué podía decir? ¿Qué sus padres solo veían en ellos herramientas? ¿Qué su amor era condicional?
"No te preocupes," susurró Renjun, sintiendo las lágrimas calientes en sus propios ojos. "Yo te amo. Y siempre te voy a proteger. Siempre."
Injun alzó la vista, sus ojos grandes y brillantes, llenos de una confianza infantil que hizo que a Renjun le doliera el corazón.
"Tú eres mi familia, Renjun-ge," dijo Injun. "Y me alegro de que seas tú."
Renjun lo abrazó más fuerte, deseando que ese momento pudiera durar para siempre. Deseando poder detener el tiempo, evitar lo que sabía que vendría. Pero no pudo. Renjun sabía lo que pasaba después, tenía una laguna, esos momentos eran uno de los últimos que recordaba y no quería, no quería tener que despertar con Injun en medio del ritual, estaba tan asustado.
Se aferró a Injun con más fuerza, la calidez de su pequeño cuerpo era un ancla que no quería soltar. El miedo de que este recuerdo terminará y el horror comenzara lo paralizaba. Estaba aterrado de soltarlo, de dejarlo ir, de revivir el momento exacto en que la vida fue arrancada de su hermano.
"¿Renjun-ge?" preguntó la voz pequeña de su hermano, pero su tono era diferente, más hueco, más distante. Renjun frunció el ceño, no recordaba este momento. Su memoria se había vuelto borrosa justo en el clímax de la felicidad.
"¿Sí?" Se separó un poco, sin soltarlo del todo, el terror subiendo por su garganta.
Los ojos de Injun ya no brillaban. Eran oscuros y vacíos, y las lágrimas que corrieron por sus mejillas eran negras, como tinta. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión de dolor y traición.
"Tú me mataste."
Renjun lo soltó de golpe, cayendo hacia atrás, sus manos temblando, el corazón golpeándole el pecho con una fuerza brutal.
"No," negó, su voz llena de pánico. "No, no lo hice. Yo no..."
El césped debajo de sus pies comenzó a marchitarse y el cielo se oscureció. El dulce olor de las flores fue reemplazado por un olor a tierra húmeda y decadencia. Injun se puso de pie, su pequeño cuerpo se veía más pálido, casi fantasmal.
"Me mentiste," continuó Injun, su voz ahora un susurro venenoso. "Dijiste que me protegerías. ¿Por qué me mentiste, Renjun-ge? Me entregaste a ellos." Su mano se levantó y señaló un punto detrás de Renjun, un punto que se encontraba en las sombras.
Renjun se giró, su respiración se aceleró. El recuerdo, que hasta ese momento se había mantenido en el jardín, se había roto. La verdad, la horrible y cruda verdad que sus padres le habían ocultado, se estaba manifestando. Estaba de vuelta en el recinto subterráneo de La Raíz, las runas pulsando con luz oscura a su alrededor. Y en el centro, donde estaba su hermano, la magia oscura se arremolinaba. En las sombras vio a sus padres, con sonrisas crueles y satisfechas, mirándolo con aprobación.
Renjun volvió a mirar a Injun, y el dolor se apoderó de él. Su hermano lo estaba mirando, y su mirada era una mezcla de desprecio y traición.
"Me mataste," repitió, su voz se hacía eco en la cueva.
Renjun negó con la cabeza, las lágrimas corrían por sus mejillas.
"No, no lo hice... no puedo... no..."
"¡Claro que sí!" La voz de Injun era extraña, inhumana, como un gruñido. "¡Me mentiste! Prometiste protegerme, pero en vez de eso, me usaste. Me quitaste lo que tenía y me dejaste aquí. ¡Me mataste!" Las lágrimas negras corrían por el rostro pálido de Injun, y el aire alrededor se volvía más frío y pesado, con la magia oscura de las runas latiendo al ritmo de su acusación.
"No, no lo hice," susurró Renjun, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos. "Yo... yo estaba... no sé lo que pasó..."
De las sombras, sus padres emergieron, sus rostros iluminados por la luz pulsante de las runas. Una sonrisa cruel y satisfecha se dibujó en los labios de su padre.
"Deja de mentirte, Renjun," dijo Huang Jianyu, su voz era un susurro gélido. "Sabes lo que pasó."
"Tú lo hiciste," añadió su madre, Lee Jeongjin, sus ojos llenos de una aprobación enfermiza. "Tomaste el poder de tu hermano. Te fortaleciste con su magia, y por eso él murió."
Las palabras de sus padres eran como dagas en el corazón de Renjun.
"No... no es cierto..." murmuró, sintiendo que la culpa lo consumía.
"Siempre lo supiste," dijo su padre, dando un paso más cerca. "Lo sentiste. Pero lo ignoraste. Cerraste los ojos a la verdad para poder vivir con el peso de lo que hiciste."
En el centro del círculo de runas, el cuerpo de Injun yacía inerte, pálido y sin vida. Sin embargo, su boca se movió, y un susurro espantoso salió de sus labios.
"Es tu culpa, Renjun-ge. Es tu culpa que muriera."
Renjun se tapó los oídos, queriendo escapar de la horrible verdad, pero era inútil. La voz de Injun lo perseguía, un eco de remordimiento que lo atormentaría para siempre. Este era su mayor miedo, no solo el dolor de haber perdido a su hermano, sino la verdad de que, de alguna manera, él había sido el causante.
Renjun se llevó las manos a la cabeza, un grito silencioso atrapado en su garganta. La voz de Injun y la de sus padres se arremolinaban a su alrededor, una cacofonía de acusaciones que perforaban su cordura. La culpa, que había sido una sombra distante, ahora lo consumía por completo, envolviéndolo en una oscuridad más profunda que la del ritual mismo.
Su magia, una extensión de su ser, respondió a su pánico. La energía se descontroló, pulsando de su cuerpo en ondas visibles. El suelo de piedra comenzó a agrietarse a sus pies, y las runas que rodeaban el cuerpo de Injun se iluminaron con una intensidad cegadora. Objetos invisibles en la cueva volaban por el aire, chocando contra las paredes con fuerza.
Renjun estaba al borde, su mente y su magia a punto de romperse. La visión del rostro de su hermano, vacío y acusador, era la gota que colmaba el vaso. Estaba a punto de perder el control, de liberar una fuerza destructiva que lo consumiría por completo, junto con la ilusión de su peor pesadilla.
Renjun se tambaleó, un grito silencioso atrapado en su garganta. Su respiración se volvió errática, y el aire, que se sentía espeso y opresivo, comenzó a escasear. Las figuras de Injun, su padre y su madre lo rodeaban, un círculo de acusaciones que se movía y se cerraba sobre él. Las palabras punzantes -"Tú lo mataste", "Tú tomaste su poder", "siempre lo supiste"- se clavaban en su mente, y la culpa lo consumía por completo, como una plaga de mil insectos.
A pesar de la abrumadora realidad de la visión, una parte de su mente luchaba.
"Esto no es real," se repetía. "No puede ser real."
Pero el dolor era palpable, y su magia respondía a la tormenta en su interior. La energía se descontroló, pulsando de su cuerpo en ondas visibles que hacían vibrar el aire a su alrededor. El suelo de piedra comenzó a agrietarse, y las runas que rodeaban el cuerpo de Injun se iluminaron con una intensidad cegadora.
Su cuerpo temblaba sin control, cada músculo tenso, cada respiración un jadeo doloroso. Su garganta se cerraba, y las lágrimas que corrían por sus mejillas no eran suficientes para liberar la presión. El pánico lo inundó por completo.
En un arrebato de desesperación, Renjun extendió sus manos. Con un grito silencioso que solo él pudo escuchar, conjuró una poderosa explosión de magia pura. La energía, brillante y descontrolada, se expandió en un vórtice que destrozó la visión. Las figuras se desvanecieron en un grito ensordecedor, y el recinto subterráneo se disolvió en una oscuridad absoluta.
Renjun casi quería vomitar, su cuerpo aún temblando por la descarga de magia.
"Se acabó," susurró, su voz ronca y quebrada. "Se acabó. Logré pasar la prueba."
Pero antes de que pudiera encontrar un momento de paz, una luz tenue se encendió frente a él, y el cuerpo de Injun se materializó en el centro de la oscuridad. Injun estaba allí, pálido y fantasmal, pero con una mirada de súplica en sus ojos.
"Mátame," susurró su voz, un susurro roto y desesperado. "Mátame de nuevo, Renjun-ge. Es la única forma de escapar. Mátame."
El corazón de Renjun se heló. Su varita, que ahora sostenía, se levantó por instinto. Apuntó al rostro de Injun, a su frente, y vio sus ojos, el mismo lugar donde, en sus peores pesadillas, lo había visto morir, había visto la vida desaparecer. Las palabras del hechizo más oscuro se formaban en su lengua, un conjuro que solo un mago desesperado podría usar.
Estaba a punto de decir Avada Kedavra.
La duda se apoderó de él. Sus manos temblaron, la punta de la varita apuntaba a Injun. Lo vio, indefenso, con los ojos llenos de súplica, como un cordero a punto de ser sacrificado. Era un momento de terrible lucidez, una elección entre su propia libertad y la vida de su hermano, aunque fuera una ilusión. Podía sentir el poder de la magia oscura en la punta de sus dedos, la promesa de la liberación a cambio del acto más atroz.
Pero en el último segundo, algo en él se rompió. En lugar de pronunciar la maldición, Renjun se arrojó hacia adelante, soltando su varita, y abrazó a Injun con todas sus fuerzas. El cuerpo de Injun era frío, casi inexistente, pero Renjun se aferró a él como si su vida dependiera de ello.
"¡No puedo!" sollozó, su voz rompiéndose. "No te haré daño... nunca podría hacerte daño. Te amo, Injun. Siempre te he amado."
El cuerpo de Injun se desvaneció delicadamente en los brazos de Renjun, como si estuviera hecho de arena fina que se escurría entre sus dedos. Renjun se aferró a lo poco que quedaba, sintiendo la pérdida de su hermano por segunda vez. Su corazón se encogió de dolor y culpa, y las lágrimas corrieron por sus mejillas.
"¡Perdóname!" sollozó. "Siempre lo supe. Aceptó que fue mi culpa. Lo lamento, Injun. Lo lamento tanto."
Cuando la última partícula de la ilusión de Injun se desvaneció, Renjun se quedó en la oscuridad, con los brazos vacíos. El silencio era total, y por un momento, Renjun sintió que se ahogaba en él. El dolor de la pérdida, la culpa de su confesión, todo se mezclaba en un torbellino de emociones que lo dejó sin aliento.
Y luego, poco a poco, la oscuridad comenzó a disiparse. El aire, que antes se sentía denso y opresivo, se volvió más ligero. La frialdad de la cueva se desvaneció, y en su lugar, sintió el calor de una mano en su hombro. Levantó la vista y vio a Hyeongjun, con el rostro lleno de preocupación.
La voz de Hyeongjun lo sacó de su trance.
"¿Cómo crees que podremos abrirla? ¿Crees que hay algún acertijo que no estamos viendo?"
Renjun miró a su amigo, su rostro todavía pálido por la experiencia, y comprendió. No había acertijo, no había hechizo, no había una prueba mágica. La puerta era una barrera psicológica, una prueba de voluntad. El hechizo se rompía cuando la persona enfrentaba su mayor miedo y lo superaba. Renjun había luchado contra la culpa que lo consumía, y al final, había elegido el amor y el perdón en lugar del castigo.
Sin decir una palabra, Renjun giró el pomo. El metal oxidado cedió, y la puerta se abrió sin un solo chirrido. La sorpresa en el rostro de Hyeongjun fue evidente, sus ojos se abrieron de par en par.
"Pero... ¿Qué hiciste? ¿Cómo...?"
Renjun se limitó a sonreír, una sonrisa triste pero llena de una nueva paz interior.
"Es una larga historia," respondió comenzando a relatar, y juntos, caminaron hacia el tercer pasillo, esta vez, con el corazón un poco más ligero. Y con lágrimas en sus ojos cuando comenzó a contarle.
El tercer pasillo se abría en una cámara circular, silenciosa y opresiva. En el centro, sobre un pedestal de obsidiana, flotaba el Corazón de la Oscuridad: una esfera de cristal negro que palpitaba con un resplandor carmesí. Renjun avanzó y, a cada paso, notó cómo la piel se le erizaba y los músculos se contraían, como si la misma piedra respirara bajo sus pies.
Hyeongjun se quedó unos pasos atrás, vigilante, pero hasta él sintió el estremecimiento en la columna vertebral, como si el objeto susurrara promesas prohibidas.
Renjun al acercarse, las visiones se instalaron en su mente con una claridad cegadora: Injun riendo entre mariposas; sus padres, por una vez, abrazándolo con ojos llenos de orgullo; Jeno y Jaemin esperándolo, radiantes, con los brazos abiertos. Y esa voz suave que brotó en el interior de Renjun, mezclada con el eco sibilante de la profecía:
"El hijo de la Sangre... será la jaula..."
"Tómame. Tómame y restaurarás lo que perdiste..."
Sintió un ligero sabor metálico en la boca, como sangre vieja. Instintivamente alzó una mano y rozó la superficie del cristal: el dolor fue inmediato, una quemadura profunda que ardió en las palmas y subió por sus brazos como lava fría. Aun así, un dulce tormento lo mantuvo firme: sus dedos temblaban, queriendo aferrarse.
"Podría salvar a Injun... devolverle la vida" Susurró Renjun, casi sin aliento. "Mis padres me volverían a sonreír, y Jeno y Jaemin me verían como un héroe."
El latido del Corazón se amplificó, marcando el pulso de su propia sangre. "La sangre llama... la sangre espera..." murmuró la voz, ahora aciaga, jugueteando con su voluntad. Hyeongjun dio un paso adelante, y su voz tembló.
"¡Renjun, no caigas! Esto solo traerá más oscuridad."
Por un instante, Hyeongjun bajó la vista y Renjun vio en sus ojos un destello de tentación: también él deseaba las visiones, también él sintió el fuego en las venas. Pero un recuerdo más fuerte logró romper el hechizo: la promesa silenciosa a Injun, y su segunda oportunidad.
Renjun inspiró con violencia, jadeando. Un gemido ahogado se le escapó.
"No... no puedo usarlo para mis deseos, me convertiría en ellos."
El brillo carmesí vaciló, como herido. En su mente, la voz se quebró en un lamento:
"Qué noble... pero no cambia lo que eres."
De repente, el dolor en su palma creció hasta volverse insoportable, y la esfera exhaló un pulso que lo obligó a soltarla. El Corazón cayó en el pedestal con un estrépito sordo, su pulso rebajándose a un eco siniestro. Renjun cayó de rodillas, respirando con dificultad, las palmas envueltas en un ardor que crepitaba.
Hyeongjun corrió a su lado, varita en mano, pero Renjun lo detuvo con un leve movimiento.
"¡No lo toques!" advirtió. "Está maldito."
El Corazón seguía latiendo, insistente. Renjun alzó la vista, examinando la cámara: en un rincón vio una roca rugosa. Aun con las manos doloridas, recuperó un ápice de fuerzas y levantó la varita. Con un murmullo concentrado conjuró Trazos de Transfiguración: la roca empezó a contornearse, tornando sus aristas en superficies lisas, alargándose para convertirse en una caja pequeña, pesada, con un cierre perfecto.
Cuando la caja cobró forma, las runas violetas del suelo parpadearon como en señal de advertencia, pero Renjun no vaciló: con un movimiento suave de "Wingardium Leviosa" alzó la esfera y la depositó dentro. Al cerrar la tapa, un último pulso recorrió el pedestal y, al instante, ese fulgor carmesí se apagó, dejando en la cámara un silencio tan profundo que pudieron oír el eco de sus propios corazones.
Renjun se frotó la palma, ahora marcada por cicatrices rojizas, y miró a Hyeongjun con una mezcla de alivio y triunfo.
"Ya no es un arma contra nosotros" susurró. "Pero sigue siendo una joya maldita."
Hyeongjun asintió, admirado.
"No podría haberlo hecho sin ti."
Renjun apretó la caja contra su pecho un momento, recordando el susurro profético: "Llave o jaula... tú decides." Sus labios se curvaron en una sonrisa triste, y en su mente resonó la última pregunta: ¿Seré realmente la jaula que contiene su veneno, o la llave que lo destruye?
Con paso firme, salieron de la cámara; la puerta de hierro se cerró tras ellos, dejando el Corazón seguro en la caja en sus manos, y la certeza de que, mientras su determinación permaneciera intacta, ningún poder oscuro podría arrebatarles el futuro.
Renjun salió al pasillo con Hyeongjun a su lado, el eco de sus pasos fundiéndose con el latido inmóvil de la esfera ahora encerrada en esa pequeña caja. Afuera, el pasillo de piedra estaba en penumbra, apenas iluminado por antorchas cansadas. Las campanadas lejanas anunciaban que el reloj de la torre acababa de marcar las dos de la mañana.
Se detuvo junto a Hyeongjun y deslizó una mano por su hombro.
"Ve al dormitorio," dijo en voz baja. "Chenle probablemente avisó que no estábamos: tendrá a todos preocupados. Diles que vayan al despacho del director de inmediato. Les explicaré todo."
"¿Crees que te escucharán? En el momento en que sepan que desenterraste una reliquia antigua puede que..." Hyeongjun se obligó a no terminar esa frase, el pánico en sus ojos fue evidente.
"No te preocupes, convenceré al director. Tú asegúrate de traer a todos," dijo Renjun, aunque tenía miedo, le temblaban las rodillas y la ansiedad se arremolinaba en todo su ser.
Hyeongjun asintió, el pánico de la misión aún brillando en sus ojos, y giró hacia la escalera oculta. Renjun lo vio alejarse, cada peldaño flotando bajo sus pies envuelto en un hechizo de silenciamiento.
Mientras tanto, Renjun se tomó un momento para recomponerse, frotándose las muñecas adoloridas por la quemadura. Había algo más urgente que el agotamiento: sabía que sus padres, ansiosos y despiadados, no tardarían en descubrir que el Corazón había sido arrancado de su pedestal. En cualquier momento podrían enviar a buscadores, o peor, usar a otros de La Raíz para rastrearlo.
Con paso firme, Renjun se dirigió al ala oeste para asegurarse de que la puerta se cerrara tras él con un hechizo de cerrojo extra. El silencio recobrado del castillo lo envolvió y, por un segundo fugaz, creyó que todo había terminado.
Pero cuando llegó al rellano superior, vio la figura de Hyeongjun desvanecerse en la sombra del retrato viviente que custodiaba la entrada al dormitorio de Slytherin. El fantasma de la profecía resonó en su mente: "La sangre llama... la sangre espera."
Renjun apretó la caja contra su pecho y, con la linterna encantada guiándolo, se dirigió al despacho del director. Tenía muy claras dos cosas: que Taeyong sabría qué hacer con aquel veneno latente, y que, a partir de ahora, su propia voluntad sería la valla infranqueable contra cualquier oscuridad que intentara rescatar el poder del Corazón.
El pasillo que llevaba al despacho del director era largo y solitario. Renjun se detuvo frente a la gárgola de piedra que custodiaba la entrada. Susurró la contraseña -"Chocolate con pimienta"- y la gárgola cobró vida, deslizándose a un lado para revelar una escalera de caracol. Con cada escalón, Renjun sentía el peso de la caja más pesadamente en sus manos, como si el objeto estuviera luchando por liberarse.
Al llegar a la cima, la puerta del despacho estaba abierta. Adentro, la escena era de seria consternación. El director Taeyong estaba de pie, con los brazos cruzados detrás de su imponente mesa. A su lado, el Auror Doyoung, examinaba un papiro enrollado, y junto a él se encontraban el profesor Johnny, con el rostro severo y preocupado, y el profesor Ten, que miraba la chimenea con inquietud.
Taeyong se levantó de su silla al ver a Renjun. Sus ojos se estrecharon, pero su voz era sorprendentemente tranquila, aunque con un filo de acero.
"¿Podría explicarnos, Renjun, qué ha sucedido?"
Renjun se detuvo frente a la mesa y colocó la caja de roca sobre ella. El objeto, aun dentro, latía con un pulso apenas perceptible que parecía resonar en el silencio de la habitación.
"Director," dijo Renjun, su voz firme a pesar de su miedo, "lo que ve en esta caja es el Corazón de Salazar Slytherin."
El aliento de los adultos se cortó en un jadeo audible. Doyoung, el Auror, dejó caer el papiro.
"Me enviaron a Hogwarts para encontrarlo," continuó Renjun, mirando a los ojos de cada uno de ellos, su voz rompiéndose ligeramente por el peso de la confesión, y extrañamente su voz pesándole, como si la garganta quisiera cerrarse. "Mis padres... y La Raíz lo quieren. El Corazón no es solo una reliquia. Es un artefacto capaz de volver los deseos más oscuros de una persona en realidad. Si lo consiguen... si mis padres lo obtienen, se convertirán en los seres más poderosos del mundo mágico. Serían imparables. Ni el Ministerio, ni la Orden, nadie podría hacerles frente."
Hizo una pausa, tomando una respiración profunda para contener las lágrimas que amenazaban con salir.
"Me enviaron para dárselos," admitió, la culpa era una punzada aguda en su pecho. "Pero ya no soy su marioneta. Mi misión ahora... es que sea destruido. Y necesito su ayuda para hacerlo."
El silencio se instaló en la habitación, pesado y cargado de una revelación aterradora. Las miradas de los profesores y el Auror se posaron en la caja, que seguía latiendo con su propia vida oscura.
El silencio en el despacho del director se rompió con un aluvión de furia. El profesor Johnny fue el primero en hablar, su rostro normalmente tranquilo ahora contraído por la indignación.
"¡¿Qué has hecho?!" La voz de Johnny era un siseo furioso. "¡Esa reliquia llevaba oculta siglos, Renjun! ¡No sabes lo que has desatado!"
El Auror Doyoung se levantó de un salto, golpeando la mesa con un puño.
"¡Lo sabía!" gritó, su voz resonando con la indignación de alguien que siempre había sospechado la verdad. "¡Te lo dije, Taeyong! ¡Era imposible que los grandes Huang Jianyu y Lee Jeongjin dejaran a su hijo a la deriva en Hogwarts! ¡Sabía que tenías una misión!" Se giró hacia Renjun, sus ojos chispeaban de furia. "¡Tú, de todos los alumnos, sabía que había algo que estábamos dejando pasar!"
El profesor Ten se acercó a la mesa, su voz era más tranquila, pero no menos severa.
"Renjun, ¿tienes idea de lo peligroso que es ese Corazón? ¿De las leyendas que lo rodean? ¿De lo que es capaz de hacerle a una persona? Debiste dejarlo donde estaba. ¡No sabes el caos que has provocado!"
Taeyong se mantuvo en silencio, pero su mirada lo decía todo. La decepción en sus ojos era un peso más grande que las acusaciones de los otros. Renjun sintió que la rabia se acumulaba en su interior. Estaba exhausto, adolorido por la quemadura y con el corazón hecho pedazos por las acusaciones de la ilusión de Injun.
Con un grito de frustración, golpeó la mesa, haciendo que la caja se tambaleara.
"¡Ya basta!" exclamó, su voz era ronca y llena de desesperación. "¡No podía dejar el Corazón ahí! ¿Acaso no lo entienden? ¡Mientras el Corazón exista, mis padres tendrán una oportunidad! Tendrán una oportunidad de encontrarlo, de usarlo, de volverse imparables. Y en ese momento, ¿Qué harán? ¿Simplemente se quedarán de brazos cruzados mientras destruyen todo? ¡El Corazón tiene que ser destruido, y yo lo traje aquí para que ustedes, los que supuestamente tienen el poder, lo hagan!"
Se detuvo, jadeando, y las lágrimas de frustración corrían por sus mejillas. El despacho volvió a quedar en silencio, solo roto por la respiración agitada de Renjun.
El grito de Renjun resonó en la habitación, seguido por un silencio tenso. Las miradas de todos se clavaron en él, pero el momento de pausa se rompió cuando la puerta del despacho se abrió de golpe.
Los chicos, el grupo completo de amigos, entraron en la habitación. Mark, Jeno, Jaemin, Chenle, Jisung, y Haechan se detuvieron en seco, sus ojos asustados. Habían sido alertados por Hyeongjun, quien había llegado antes que ellos y ahora estaba de pie, con los puños apretados, la preocupación en su rostro.
La pelea no se detuvo. Doyoung se acercó a Renjun, la furia aún brillando en sus ojos.
"¡Lo que hiciste fue imprudente! ¡Pudiste haber desatado un poder que nadie podría controlar! ¡Todo por tu obsesión con hacerlo todo solo!"
Renjun dio un paso atrás, su voz era un susurro roto.
"¡Eso es lo que todos esperaban de mí! ¡Mis padres esperaban eso de mí! ¡Esperaban que yo fuera la herramienta perfecta para ellos!" Renjun se encogió de hombros, la desesperación en sus ojos era evidente. "Para mí... ya nada importaba. Desde que Injun murió... nada importaba."
"Oh, ¿así que todo esto es un acto de venganza?" Doyoung se rió, un sonido cruel y sin humor. "Lo que te importaba era el poder que tus padres te prometieron, y te lo arrebataron. Eso es todo. Es por eso que estás aquí, intentando encontrar una forma de vengarte de ellos por su traición. No eres mejor que ellos, chico. Solo eres un peón que se rebeló."
Hyeongjun gruñó, un sonido bajo y animal que hizo que los profesores lo miraran. La transformación del hombre lobo era una amenaza en su cuerpo, sus ojos brillando con un color diferente al usual. Doyoung vio el gruñido y se giró hacia Jeno, su rostro ahora lleno de desprecio.
"Jeno, aléjate de ese monstruo. No sabes lo que te pueden hacer..."
Jeno, por su parte, miraba a Renjun, a Hyeongjun y a Doyoung, incapaz de entender nada de lo que pasaba. Jaemin y Chenle estaban pálidos, y Jisung se acercó a Hyeongjun, con miedo, como si quisiera protegerlo.
"¿Qué está pasando aquí?", exclamó Jeno, su voz una mezcla de confusión y miedo. "Alguien, por favor, díganos qué está pasando"
Johnny, viendo el caos, se puso en medio, con las manos levantadas para calmar a todos.
"¡Basta!", gritó. "Chicos... todo este tiempo, Renjun estaba en una misión. Una misión que le encomendaron sus padres."
Las palabras de Johnny cayeron como una bomba en la habitación. Los chicos se quedaron en silencio, sus ojos se abrieron de par en par. La incredulidad se apoderó de sus rostros, mientras intentaban procesar la información. Chenle fue el primero en hablar, su voz temblaba.
"¿Qué misión? ¿De qué está hablando, profesor? ¿Y por qué Doyoung-hyung está gritando? ¡No entendemos nada!"
Jaemin dio un paso adelante, su mirada fija en Renjun.
"Renjun, ¿es esto verdad?" preguntó, su voz era un susurro herido. "¿Por qué nunca nos dijiste nada?"
Jisung suspiró y se pasó una mano por la cara, dio un paso al frente, con una mirada seria, extremadamente seria.
"Es verdad," fue lo que dijo, dejando a todos sorprendidos. "Renjun todo este tiempo estuvo en una misión." Su voz fue lo suficientemente fuerte para que todos la oyeran, pero incrédulos, algunos del grupo negaban con la cabeza.
Haechan miró a todos, sin saber qué decir. La confusión en sus ojos era evidente, pero también el miedo de que el chico que consideraba su amigo fuera un completo extraño.
"¿Qué dices, Jisung?" Haechan negó con una sonrisa temblorosa. "Deja de bromear, no es divertido."
"No estoy bromeando. Cuando Renjun estuvo siendo interrogado por el Ministerio, le llegó una carta de Taeju," explicó Jisung, viendo la reacción de los chicos con pesar. "Yo la recibí porque cuidaba de su cuervo. Ahí, Taeju le decía que todos habían recibido bien sus avances." Hizo una pausa, su garganta apretada. "Los avances de su misión."
"Cállate..." La voz de Haechan era apenas un hilo. "No es verdad."
El silencio en el despacho era un peso insoportable. Las palabras de Jisung resonaron en el aire, frías y duras. La incredulidad se transformó en una mezcla de dolor y traición en los rostros de los chicos. Jeno miró a Jaemin, sus ojos reflejaban la misma confusión y decepción. La lealtad que se tenían, la confianza que habían construido, se resquebrajaba ante sus ojos.
Renjun se mantuvo inmóvil, observando la escena. Sabía que la verdad dolería, pero no se imaginó el impacto que tendría. La mirada de Jeno lo atravesó, y en ella, Renjun vio el reflejo de su propia culpa. Jaemin dio un paso al frente, con la mirada herida.
"Renjun... ¿por qué? ¿Por qué nunca nos dijiste nada? ¿Por qué nos mentiste?"
"Yo...", empezó Renjun, su voz ahogada por la emoción. "Yo no quería..."
"¡¿No querías qué?!", gritó Haechan, las lágrimas brotando de sus ojos. "¡¿No querías que supiéramos que nuestro amigo nos ha estado mintiendo todo este tiempo?!
La revelación cayó como un rayo en la habitación. Los profesores, el Auror, los chicos... todos se quedaron en silencio, mirando a Renjun. La verdad había salido a la luz, y el chico que todos conocían ahora era un extraño, un enemigo potencial.
"Dinos que es mentira," suplicó la voz de Jeno, mirándolo con decepción. "Dime que es mentira y te creeré, lo prometo, Renjun."
La voz de Doyoung resonó en la habitación, rompiendo la tensión.
"Este chico fue un espía todo el tiempo. Un topo de 'La Raíz' en Hogwarts. Los mismos que mataron a mi hermana..." Su voz se apagó, llena de dolor y odio.
"Yo no..." comenzó Renjun, pero fue interrumpido por Mark, que miraba con incredulidad la caja en la mesa.
"Entonces, ¿Qué es esa cosa? ¿Ese es el resultado de tu misión?" preguntó con ironía.
Renjun tomó la caja y la sostuvo en sus manos, todo su cuerpo temblaba.
"Es el Corazón de Salazar Slytherin," confesó, "y mis padres lo quieren para ser los seres mágicos más poderosos. Lo traje aquí para que lo destruyeran, porque es la única forma de detenerlos."
El silencio regresó a la habitación, un silencio pesado, lleno de la magnitud de la revelación. Los chicos se quedaron en shock, sus cerebros luchaban por procesar la información. El chico que consideraban su amigo, era un espía, una herramienta de la organización más peligrosa del mundo mágico.
Pero nadie ahí le creía, Renjun lo vio en sus expresiones y entró en pánico. Se acercó a Chenle, quien ya estaba llorando y lo tomó de un hombro, con la mano que no sostenía la reliquia, intentando convencerlo.
"Chenle, por favor, créeme. No miento."
Chenle se encogió, apartándose de él.
"No te acerques a mí," sollozó. "No te conozco."
Renjun sintió que la desesperación lo invadía. Se giró hacia Haechan.
"Haechan, por favor... sabes que no soy así. Tú me conoces."
Haechan se quedó en silencio por un momento, las lágrimas corriendo por sus mejillas.
"No," dijo finalmente, su voz temblaba. "Ya no sé quién eres."
El rechazo de sus amigos fue como una puñalada en el corazón de Renjun. La verdad que había revelado, la confesión que le había costado tanto, no era suficiente. El miedo y la desconfianza que lo rodeaban eran tan palpables como la caja en sus manos.
El pánico de Renjun aumentó. No podía convencerlos. La desesperación lo empujó a la locura.
"¡No es mi culpa! ¡No fue mi elección!" gritó mirando a todos a su alrededor. "¡No me miraron con el amor que ustedes se miran entre sí! ¡No tuve padres que me besaran en la frente antes de ir a dormir!" Las lágrimas corrían por sus mejillas. "¡No podía elegir!"
Las palabras de Renjun se desvanecieron en el aire. El silencio era total, y el eco de la confesión de Renjun resonó en la habitación, rompiendo los corazones de sus amigos. La revelación de que Renjun, el chico que habían considerado su amigo, su hermano, en realidad era un espía, fue un golpe demasiado grande.
En ese momento, las palabras de una antigua profecía resonaron en la mente de Renjun: "La sangre llama... la sangre espera." Renjun sintió un escalofrío. La profecía no era sobre el Corazón. Era sobre él. Era sobre la sangre que fluía por sus venas, la misma sangre de sus padres, la misma sangre de La Raíz. La sangre que lo había hecho ser un espía, la sangre que lo había hecho ser un monstruo. La sangre que, al final, lo había traicionado.
Renjun se quedó en silencio, mirando los rostros rotos de sus amigos. Sabía que no había nada más que pudiera decir. La verdad, aunque la había dicho, no era suficiente. La confianza se había perdido para siempre.
"Tienen que creerme," suplicó con cansancio. "Fui a buscar el corazón esta noche porque cuanto antes sea destruido, antes podremos parar a mis padres."
Renjun dio un paso hacia adelante, con los ojos fijos en Jisung, su voz una mezcla de desesperación y la intensidad de un recuerdo doloroso.
"Jisung, tú lo sabes. ¡Tú lo sabes!" Se apresuró a recordarle la conversación en la lechucería. "Tú y yo hablamos. Te dije que todo lo que hacía era para protegerlos. Me prometí a mí mismo que no dejaría que nada les pasara."
Jisung, con lágrimas en los ojos, retrocedió un paso, su voz era un hilo de dolor que apenas se oía sobre el zumbido del Corazón en la caja.
"No sé... No sé si puedo seguir creyéndote." Su mirada se rompió por la decepción. "Te dije que te creía porque... no quería que te fueras. No quería que nos dejaras. Pero lo que dijiste antes... lo que hicieron tus padres... ¿Cómo voy a saber que no es otra de tus mentiras? ¿Cómo voy a saber que no vas a traicionarnos para ir con ellos?"
El rostro de Renjun se contrajo de dolor, con desesperación busco a alguien, alguien que le creyera, se volvió hacia Mark, sus ojos, llenos de súplica.
"Mark, por favor... todo este tiempo, todo lo que hice fue para protegerlos. Mis padres me enviaron aquí para ser un espía, pero lo que he visto aquí... me ha cambiado. Ya no soy su peón."
Mark negó con la cabeza, su mandíbula tensa.
"No lo entiendo, Renjun. Nos mentiste. Nos usaste."
"Yo no..." comenzó Renjun, pero fue interrumpido por Mark, que miraba con incredulidad la caja en la mesa.
"¿Todo este tiempo siquiera eras nuestro amigo?"
"Por eso te acercaste a Jeno, ¿cierto?" Doyoung lo apuntó con odio. "Porque es mi sobrino y así podrías ganarte nuestra confianza. Lo mismo ocurre con Chenle, al ser el hermano de Kun, el ministro mágico. Era tan obvio, no sé cómo no lo vimos antes."
La acusación de Doyoung golpeó la habitación como un rayo. Los chicos se quedaron en shock, sus cerebros luchaban por procesar la información. El dolor y la traición eran palpables en el aire.
Jeno, con los ojos llenos de incredulidad, miró a Doyoung y luego a Renjun, la confusión y el miedo se mezclaban en su rostro.
"No... no es verdad," susurró, su voz era apenas audible.
Chenle se quedó en silencio, su rostro pálido como el papel. La idea de que su amistad con Renjun era solo un plan para acercarse a su hermano, el ministro, era un golpe demasiado grande. Haechan se quedó en silencio, sus ojos fijos en Renjun, las lágrimas corriendo por sus mejillas. El miedo de que el chico que consideraba su amigo fuera un completo extraño era ahora una realidad.
El despacho del director se sumió en un silencio tenso, solo roto por el respirar agitado de los presentes. La revelación de que Renjun era un espía, un topo de La Raíz, había destruido la confianza que se había construido con tanto esfuerzo.
El director Taeyong, que se había mantenido en silencio, finalmente habló, su voz era grave y llena de decepción.
"Renjun, ¿es esto verdad?"
Renjun miró a sus amigos, sus rostros llenos de dolor y traición. La verdad, aunque la había dicho, no era suficiente. Se sentía solo, traicionado por la profecía, por sus padres, por su propia sangre. Y ahora, sus amigos, su única esperanza de un futuro mejor, lo habían abandonado.
Con la caja en sus manos, Renjun se sintió como un monstruo. La oscuridad de su pasado lo había alcanzado, y no había nada que pudiera hacer para escapar de ella.
"Yo ni siquiera sabía que Chenle era el hermano de Kun," dijo Renjun, su voz rompiéndose. Miró a los ojos de Doyoung. "Me enteré meses después de llegar aquí. Y tú fuiste el que me dijo que eras tío de Jeno. Yo no lo sabía."
La refutación de Renjun no hizo mella en el Auror.
"O también fingiste eso," espetó Doyoung con crueldad. "Fingiste ignorancia para aparentar ser un chico normal. Para que ellos no dudaran de ti."
Una risa amarga escapó de los labios de Renjun. Era un sonido hueco y doloroso.
"Claro," dijo, su voz estaba rota pero se podía escuchar un rastro de furia. "Claro que fingí. Fingí que mi vida no era una pesadilla. Fingí que tenía amigos que se preocupaban por mí. Fingí que era un chico normal, que no tenía la sangre de asesinos en mis venas."
El sarcasmo de Renjun hizo que Doyoung se enfureciera aún más.
"¡No te atrevas a hablar de esa manera, mocoso! ¡Tienes suerte de que no te haya encerrado en una celda en Azkaban!"
"¡Ya estoy en una celda!" gritó Renjun, su voz era ahora un rugido de desesperación. "¡Estoy encerrado desde que tengo memoria, la oscuridad de mis padres, la oscuridad de mi propia sangre! ¡Y no hay nada que pueda hacer para escapar!"
"¡Pudiste haber hecho mucho, Pero decidiste mentirnos!" Grito DoYoung completamente harto.
En el clímax del estallido de Renjun, Hyeongjun dio un paso al frente. Sus ojos brillaban con una furia animal, y sus puños se apretaban con tanta fuerza que sus nudillos se volvían blancos.
"¡Ya es suficiente!", gruñó, su voz profunda y llena de una ira primitiva. "¡Renjun está diciendo la verdad! ¡Destruir esa cosa es lo único que puede detener a sus padres!"
Doyoung se giró hacia Hyeongjun, una sonrisa cruel se dibujó en su rostro.
"Silencio, Hyeongjun," siseó, "tú, de todos aquí deberías callarte. Te dimos una oportunidad, y la estás desperdiciando. ¡Con razón los tuyos terminan en Azkaban, donde deberías estar!"
La acusación de Doyoung fue un golpe para Hyeongjun, pero el chico no se inmutó.
"No le estoy pidiendo un favor," dijo, su voz era ahora más fuerte. "¡Lo que Renjun hizo hoy fue por ustedes! Se enfrentó a un Corazón maldito, un objeto que lo quemó y lo hirió, para que ustedes... lo ayudarán a destruirlo. ¡Él no hizo esto por él, lo hizo por todos nosotros!"
El profesor Johnny se puso de pie, su rostro serio.
"Con el debido respeto, Hyeongjun, no creo que sea tan simple," dijo, su voz era tranquila, pero firme. "Renjun sabía que el Corazón de Slytherin estaba aquí. Sabía que sus padres lo querían. ¿No es posible que la misión de Renjun no fuera destruirlo, sino sacarlo de su escondite para que sus padres pudieran recuperarlo más tarde, cuando la seguridad de Hogwarts fuera más flexible?"
La pregunta de Johnny fue un golpe de realidad. Los chicos, que habían estado en silencio, ahora miraban a Hyeongjun y a Renjun con una nueva duda. La balanza de la verdad comenzaba a inclinarse de nuevo, pero esta vez, la traición no era solo de Renjun. Era una traición que podía venir de cualquier lado, incluso de los que estaban supuestamente de su lado.
"¡No!" Renjun gritó con furia. "Quiero destruirlo, y de paso destruir a mis padres."
El grito de Renjun resonó en la habitación. Su rostro, surcado por las lágrimas de frustración, estaba ahora lleno de un odio gélido que hizo retroceder a todos.
"¡Si no me creen, no me importa! Pero si hay una cosa que puedo prometerles es que, si mis padres ponen sus sucias manos en esta cosa, ustedes estarán muertos. Y si yo soy quien tiene que matarlos, entonces lo haré. ¡Estoy harto de sus mentiras, harto de su manipulación, harto de su sangre en mis venas! ¡Me dieron una misión, pero no me pidieron que los salvara a ustedes, me pidieron que me convirtiera en el monstruo que soy!"
La confesión de Renjun fue un golpe más duro que cualquier hechizo. Doyoung, con una expresión de odio en el rostro, se acercó a él.
"¡Lo oyeron! Él mismo lo admitió. Es un monstruo. Y tú, Jeno..." Doyoung miró a su sobrino. "...si él te ayudó fue solo para salvarse a sí mismo. No te dejes engañar."
Jeno dio un paso atrás, su mirada se movía entre Renjun y su tío. El dolor en su rostro era evidente.
"No... se que creer."
"¡Es muy simple, Jeno!" Doyoung gruñó. "Renjun es un espía, una herramienta de La Raíz. Una organización que mató a tu madre. ¡La misma que mató a mi hermana! ¿Aún crees que él puede ser tu amigo?"
La voz de Doyoung resonó en la habitación, llena de dolor y resentimiento. Renjun se quedó en silencio, sus ojos fijos en los de Doyoung. La verdad, aunque la había dicho, no era suficiente. El odio de Doyoung, la desconfianza de Johnny, la decepción de Taeyong, el miedo de sus amigos... todo se había convertido en un muro de piedra que lo separaba de la luz.
Jaemin se acercó a Jeno, tomando su brazo con delicadeza para alejarlo de Renjun, como si temiera que el simple contacto los contaminara.
El despacho se sumió en un silencio abrumador. El peso de las palabras de Renjun flotaba en el aire, una verdad brutal que lo había liberado de sus secretos, pero lo había encarcelado en la soledad. Renjun se quedó en silencio, con la caja en sus manos, sintiendo el peso de su pasado y la desesperación de su presente.
Jaemin, que había estado sujetando a Jeno, soltó el brazo del chico y dio un paso al frente. Sus ojos, llenos de lágrimas, se encontraron con los de Renjun.
"Pensé... pensé que éramos amigos," susurró, su voz era un hilo de dolor. "Pensé que teníamos algo. ¿Eso también era una mentira? ¿Cada risa, cada broma, cada vez que te ayudamos... era todo parte de tu misión?"
La pregunta de Jaemin fue como una puñalada en el corazón de Renjun. No era una acusación, sino una súplica, una búsqueda desesperada de una verdad que ya no podía encontrar. Renjun sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos, pero se obligó a no llorar. Tenía que ser fuerte. Tenía que luchar.
El silencio no duró mucho. Mark, con el rostro pálido y la mandíbula tensa, dio un paso al frente. Su voz, siempre firme y sensata, ahora estaba teñida de una frialdad que Renjun nunca le había oído.
"¿Fingiste?", espetó Mark, la palabra un eco amargo en el despacho. "¿Nos usaste todo este tiempo?"
Renjun abrió la boca para protestar, pero las palabras se le ahogaron en la garganta. No podía defenderse. Mark tenía razón. Había usado a sus amigos, había manipulado la situación para llegar hasta el Corazón. Y ahora, sus amigos lo veían por lo que realmente era. Un espía.
"¿Todo lo que hiciste fue para ganarte nuestra confianza?" Preguntó Mark con la voz quebrándose al final.
Renjun alzó la mirada, la voz aún temblorosa, pero más firme.
"Lo hice para protegerlos. Cada vez que alguien se metió en peligro, estuve allí para alejar el desastre. Si vuelve a pasar algo grave... lo volvería a hacer mil veces, por ustedes."
Jeno parpadeó, pero antes de que pudiera responder, Haechan avanzó con la mandíbula apretada. Su voz sonó fría y dolida.
"¿Protegernos? Renjun, ¡tú fuiste el que provocó todo esto! ¿Recuerdas a Taeju en clase, lanzándose contra Jeno? ¿O cuando Sungmin volvió de la nada, para atacar a Jeno solo porque tú lo provocaste diciendo que éramos tus protegidos? ¿Y Bjorn y Ragnar...?" Se detuvo, sus ojos oscuros fijos en Renjun pasaron a Hyeongjun quien se tenso. "Todo pasó por tu culpa"
"No... no es mi culpa, yo maté a Sungmin, y..."
"Es tu culpa" Haechan lo encaró, la rabia en sus ojos. "¡Llevaste la oscuridad hasta aquí, Renjun!"
"¿Yo llevé la oscuridad aquí?", siseó Renjun, su voz era un hilo de ira contenida. "Solo intenté hacer lo mejor que pude. ¡Creí que podría escapar de mi destino, pero ustedes me lo están negando!"
Haechan retrocedió, sus ojos se abrieron de par en par. La rabia de Renjun era real, tangible, y no había nada que pudiera hacer para detenerla.
"¡Tú no eres la víctima aquí!", espetó Mark, dando un paso al frente para defender a Haechan. "¡Tú eres el que nos ha estado mintiendo todo este tiempo! ¡Tú eres el que trajo esta cosa a Hogwarts! ¡Tú eres la razón por la que todos estamos en peligro!"
Renjun se giró hacia Mark, una sonrisa amarga en su rostro.
"¡Y tú eres el que tiene la suerte de no saber lo que es vivir en el miedo constante! ¡De no saber lo que es tener que elegir entre el bien y el mal cada día de tu vida! ¡Tú y todos ustedes, que vivieron sus vidas protegidos, sin saber lo que es el verdadero mal!"
El despacho se sumió en un silencio abrumador, el eco de las palabras de Renjun flotando en el aire. Mark, con el rostro pálido y la mandíbula tensa, dio un paso más al frente. La frialdad en su voz se rompió por un dolor profundo.
"¿El verdadero mal?", repitió Mark, su voz casi un susurro. "¡Nosotros no te vimos como el hijo de 'La Raíz' desde el primer día, Renjun! Nosotros te vimos como nuestro compañero. Nos contaste tus miedos y te escuchamos. ¿Crees que no tuvimos que elegir entre el bien y el mal? ¿Creerle a un amigo que mentía o no?"
Renjun se quedó en silencio, su ira se desvaneció, dejando solo una profunda tristeza en sus ojos. Haechan, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, se acercó a Mark. Su rostro, retorcido por la ira y el dolor, se suavizó por un momento.
"Creíamos en ti, Renjun," susurró Haechan, su voz era un hilo de dolor, mientras se aferraba al brazo de Mark. "Incluso cuando todos nos decían que eras malvado, queríamos creer que era una mentira. Te vimos como nuestro amigo, Renjun. Queríamos creer que eras una persona normal."
Jaemin dio un paso más al frente, sus ojos llenos de lágrimas buscando los de Renjun. Su voz temblaba con una fragilidad que no se había atrevido a mostrar antes.
"Renjun... ¿alguna vez... algo de lo que vivimos fue real?"
En ese momento, Jeno, que había estado en silencio, dio un paso adelante y se unió a Jaemin. Su rostro era una máscara de dolor y confusión.
"Dime que no nos mentiste sobre todo," suplicó, su voz un susurro apenas audible.
Renjun sintió que se ahogaba. Los gritos de Mark y Haechan eran puñaladas, pero las preguntas de Jeno y Jaemin eran la hoja que se retorcía en la herida. No podía responderles. ¿Cómo les explicaba que sus sentimientos eran reales, pero que la base de todo era una mentira?
"¡No entienden!" gritó Renjun, su voz se rompió por la desesperación. "¡No es sobre si fui un buen amigo o no! ¡Es sobre esta cosa!" Se inclinó para tomar la caja del suelo y la agitó en el aire, con las lágrimas corriendo por sus mejillas. "¡El Corazón de Slytherin! ¡Esto es lo que importa! ¡Esto es lo que va a destruir el mundo si no lo detenemos! ¡Y nadie quiere escucharme!"
El grito de Renjun se desvaneció, dejando un silencio abrumador. Las lágrimas de sus amigos se mezclaron con las de él. Nadie podía responderle. El director Taeyong, que había estado observando la escena con una seriedad que nadie le había visto antes, finalmente actuó. Se acercó a la mesa, tomó la caja de Renjun y la examinó con cuidado.
"Todos, salgan," dijo, su voz era tranquila, pero no había lugar para la desobediencia. "Ahora."
Renjun se quedó en su lugar, sus ojos fijos en Taeyong. El director lo miró, y Renjun pudo ver la decepción, pero también una extraña compasión en sus ojos.
"Tú no, Renjun," dijo Taeyong. "Necesitamos ver qué podemos hacer contigo"
Los chicos se quedaron en silencio, mirando a Renjun. Jeno, Jaemin y Chenle se fueron, seguidos por Mark y Haechan. Jisung se quedó por un momento, mirando a Renjun, sus ojos llenos de dolor, antes de irse.
Pero Hyeongjun no se movió. Se quedó de pie, firme como una roca, con los ojos fijos en el director.
"No me iré," dijo con voz tranquila, pero con una determinación inquebrantable. "No lo dejaré solo. Pensé que todos eran amigos de Renjun." Les reprochó a los chicos. "Él está dispuesto a todo por protegerlos. Se enfrentó a mí, su amigo de la infancia en la Raíz, solo para protegerlos. Y ustedes lo tratan como a un criminal."
Las palabras de Hyeongjun flotaron en el aire. Los chicos que se habían ido se quedaron de pie en la puerta, escuchando. La voz de Hyeongjun fue un eco de lo que todos habían sentido en un momento u otro: la lealtad. Pero nadie respondió. Nadie se atrevió a contradecir a Doyoung, o a cuestionar la decisión de Taeyong.
El director se giró hacia Hyeongjun, su rostro severo.
"Hyeongjun, te lo advierto por última vez. Sal. Ahora."
Pero Hyeongjun no se inmutó.
"No. No me iré. Necesito que lo escuchen. Él no es un criminal."
La tensión en la habitación era palpable. Renjun, sintiendo que la situación se salía de control, se acercó a Hyeongjun y le puso una mano en el hombro.
"Está bien, Hyeongjun," le susurró. "Estaré bien. Hablaremos en un rato."
Hyeongjun miró a Renjun, y luego, a regañadientes, asintió. Se giró y se fue, dejando a Renjun solo con los profesores, el director Taeyong y el Auror Doyoung.
El despacho del director se quedó en silencio, pesado y tenso. La única luz venía de las velas que flotaban en el techo, iluminando los rostros serios de los adultos. Renjun, con el corazón en la garganta, se quedó solo con el director Taeyong, los profesores Johnny y Ten, y el Auror Doyoung. La caja con el Corazón de Slytherin, ahora sellada por Taeyong, yacía en un cajón, su presencia un eco silencioso en la habitación.
Taeyong rompió el silencio, su voz era grave y pensativa. Se frotó las sienes con los dedos.
"No sé si debería llamar a Kun," dijo, más para sí mismo que para los demás. "El Ministerio va a querer saber sobre esto, pero..."
"No es necesario," interrumpió Doyoung con una frialdad cortante. "No necesitamos involucrar al Ministerio, Taeyong. Nosotros podemos encargarnos de esto. De él."
Renjun se sintió confundido por el tono de Doyoung. Su cabeza estaba dando vueltas.
"¿De qué están hablando?", preguntó, su voz era un susurro ronco. "¿Encargarse de mí?"
El profesor Ten se acercó a Renjun, su rostro era tranquilo y sereno, un marcado contraste con la furia que había sentido Renjun en los últimos minutos.
"No te preocupes, Renjun," dijo Ten con calma. "No es nada de lo que tengas que preocuparte. Lo sospechábamos," continuó Ten. "Desde que Chenle nos dijo que tú y Hyeongjun habían desaparecido, empezamos a sospechar que algo estaba pasando. Tu llegada con el Corazón de Salazar Slytherin solo confirmó todo." Se detuvo, sus ojos amables fijos en los de Renjun. "Solo que no sabíamos exactamente qué era lo que estabas buscando. Y ahora lo sabemos."
La revelación fue un golpe para Renjun. Todo el tiempo, pensó que había actuado en secreto, pero los adultos lo habían estado vigilando. La confesión que creía que había sido una revelación para todos, en realidad solo había confirmado lo que ya sabían. La culpa de sus amigos y el rechazo de ellos, ahora se sentían como una traición.
El director Taeyong, que se había mantenido en silencio, se movió, sus ojos fijos en Renjun.
"Lo sabía desde el principio, Renjun," dijo Taeyong, su voz era un hilo de acero. "Sabía que estabas buscando algo. Te la pasabas en la sección prohibida de la biblioteca y siempre ibas de noche. Te lo dije antes, que sabía que estuviste ahí." Se detuvo, sus ojos fijos en los de Renjun, quien asintió recordando aquella conversación. "Lo único que nos faltaba a todos era la razón." Se pasó la mano por el rostro con frustración. "Que buscabas, y ahora lo sabemos."
"Esperábamos que tú lo dijeras," dijo el profesor Ten con un tono de profunda decepción. "Esperábamos que confiaras en nosotros, que nos pidieras ayuda. Pero vemos que nos equivocamos."
Renjun sintió que la desesperación lo invadía. Había pensado que estaba solo, luchando contra el mundo. Había creído que tenía que hacerlo todo solo. Pero ahora se daba cuenta de que había personas que estaban dispuestas a ayudarlo, pero él había decidido ir por su cuenta.
El despacho se sumió en un silencio tenso después de las palabras de Ten. La verdad flotaba en el aire: los profesores no solo estaban decepcionados, sino que lo habían estado observando todo el tiempo. Renjun sintió una punzada de amargura.
"Ya está," dijo Renjun, su voz era un hilo de acero. Puso las manos sobre la mesa y miró a Taeyong. "Ahí lo tienen. Ahora tienen que destruirlo. Es la única manera de detener a mis padres."
Taeyong suspiró con pesar, un sonido que era un reflejo de su cansancio. Se frotó las sienes con los dedos. Doyoung, con una expresión de odio en el rostro, se acercó a Renjun.
"¿Realmente esperas que te dejemos libre después de todo esto?", espetó, su voz era un siseo furioso. "Renjun, estás acusado de conspiración, robo de un artefacto prohibido, poner en peligro a los estudiantes y al personal de Hogwarts y realizar actividades mágicas no autorizadas. No eres un héroe, eres un criminal."
La lista de cargos golpeó a Renjun con la fuerza de un hechizo. Se quedó sin palabras, su mente se aceleró. No era un héroe, y tampoco estaba buscando ser uno. Era un criminal, lo sabía. Lo que había hecho, lo que había creído que era correcto, ahora se convertía en una pesadilla.
"¿Me llevarán a Azkaban?" preguntó con un hilo de voz. Se sentía entumecido. Antes no le habría preocupado, pero ahora tenía algo más que hacer, algo más que ser el heredero de la Raíz. Renjun no podía alejarse ahora. Si sus padres decidían escapar y venir por el corazón, los chicos no estarían a salvo.
La desesperación en su voz hizo que Taeyong mirara a Doyoung, y luego a Johnny y a Ten. El director se frotó los ojos con cansancio, como si el peso de la decisión lo estuviera aplastando.
"Las acusaciones son graves, Renjun," dijo Taeyong, su voz era un hilo de acero. "Y, como sabes, Azkaban es una posibilidad. No puedo prometerte nada."
"¡Pero si me voy, los chicos van a estar en peligro!" suplicó Renjun, su voz se rompió por la emoción. "¡Mis padres son peligrosos! ¡Ustedes no entienden lo que es capaz de hacer La Raíz! Si descubren que el corazón está aquí, van a venir a buscarlo. Y si no estoy aquí para proteger a los chicos, no van a tener ninguna oportunidad."
La súplica de Renjun se desvaneció en un silencio tenso. Doyoung se acercó a él, una sonrisa cruel se dibujó en su rostro.
"No seas un iluso, Renjun. Tú eres la razón por la que estamos en peligro. Si te vas, la amenaza se va contigo. Tu lugar es en Azkaban."
"¡No!", gritó Taeyong, golpeando la mesa con el puño. "¡Basta, Doyoung! Seamos objetivos. Renjun trajo el Corazón a nosotros. Nos dio la oportunidad de detener a sus padres. No podemos ignorar eso." El director miró a Renjun con severidad. "No te vamos a enviar a Azkaban. No por ahora. Pero tendrás que quedarte en Hogwarts. Estarás bajo nuestra vigilancia las 24 horas del día. Si tienes comportamientos sospechosos, no dudaré en llevarte a Azkaban."
Renjun se sintió aliviado, pero la mirada de Doyoung lo hizo dudar.
"No es suficiente," dijo el Auror. "Él es un traidor. Él no se puede quedar aquí. Lo que Taeyong le pide a Renjun es una locura, un peligro para todos."
"Lo sé, sé que es un peligro, pero aquí lo podemos controlar," replicó Taeyong, su voz firme. "Si lo enviamos a Azkaban, lo perdemos de vista. Lo que La Raíz quiere es que el Corazón no esté aquí. Y si Renjun está en Azkaban, estará más cerca de su padre."
El Auror Doyoung negó con la cabeza, su rostro lleno de ira.
"No puedes estar hablando en serio, Taeyong. Esto es un riesgo demasiado grande. ¿Y qué pasa si se escapa? ¿Si se une a sus padres?"
El profesor Johnny se puso de pie, su rostro serio.
"No se escapará. Le haremos un hechizo de localización y de restricción." Dijo levantando su varita y murmurando algo en voz baja, de pronto Renjun en sus muñecas tuvo dos pulseras metálicas, sabía lo que eran. "Ahora sabremos cada hechizo que lance. "
El profesor Ten asintió con la cabeza.
"No estamos locos, Doyoung. Estamos tomando la decisión más difícil. Pero es la única manera de asegurarnos de que el Corazón de Slytherin no caiga en las manos de La Raíz."
"¿Y qué pasa si Taeyong se equivoca?", preguntó Doyoung, su voz era un susurro lleno de odio. "¿Qué pasa si Renjun es realmente un traidor?"
Taeyong se mantuvo en silencio, pero su mirada lo dijo todo. Doyoung se dio cuenta de que no había nada más que pudiera decir. Se giró y se fue, la puerta del despacho se cerró con un portazo.
Taeyong se acercó a Renjun, una expresión de cansancio en su rostro.
"No te vamos a dejar solo, Renjun. Pero a partir de ahora, tendrás que seguir nuestras reglas. ¿Entendido?"
Renjun asintió con la cabeza, su garganta se cerró con un nudo. Había sobrevivido al juicio, pero el peso de su nueva realidad era tan pesado como el de su antiguo pasado.
"Ten y Johnny se turnarán para vigilarte, junto a otros profesores," dijo Taeyong, su voz era un hilo de acero. "Ahora ve a tu habitación. Hablaremos mañana."
"Deben encontrar una forma..." susurró con la mirada perdida. "Entre más tiempo pase..."
"Lo sabemos," dijo Johnny con cansancio. "Nosotros nos encargamos de destruirlo, solo vete."
Renjun suspiró profundamente. La puerta del despacho se cerró detrás de él con un suave clic. Renjun no se quedó solo. El profesor Ten salió del despacho también, sus pasos eran silenciosos y firmes, y se puso a su lado. La presencia de Ten no era la de un mentor comprensivo, sino la de un guardia. Era un recordatorio silencioso de que Renjun era ahora un prisionero en su propio hogar, un traidor en el lugar que había llegado a considerar su refugio.
El pasillo estaba en silencio. La distancia entre Renjun y Ten era solo de unos pocos centímetros, una distancia física que no hacía más que resaltar la brecha emocional entre ellos. Las sombras danzaban en las paredes, y los rostros de piedra de las gárgolas se veían como testigos silenciosos de la caída de Renjun. El peso de todo lo que había sucedido lo estaba aplastando. Recordó las caras de sus amigos, el dolor en los ojos de Jaemin y Jeno, la furia de Haechan y la decepción de Mark, el rostro lloroso de Chenle y la duda de Jisung.
En ese momento, se dio cuenta de que no solo había perdido a sus amigos, sino que también había perdido la oportunidad de ser una persona normal. La oscuridad de su pasado lo había alcanzado, y no había forma de escapar.
La puerta se cerró suavemente detrás de Renjun, dejando al chico solo con su compañero de cuarto.
Notes:
Este es uno de los capítulos más largos y densos de la historia, me costo un montón escribirlo porque no quería dividirlo, no saben lo que odio que dejen a la mitad un capitulo y después demoren en actualizar, además de que no podía dejar a medias el drama, y me dio penita por nuestro Renjun, pobrecito nadie lo escucho :[
Chapter 26: Sobrecarga
Chapter Text
Hyeongjun estaba sentado en su cama, con la espalda apoyada contra la pared. En cuanto vio a Renjun, se levantó de un salto y se acercó a él. Su rostro, serio hasta ese momento, se relajó en una expresión de genuina preocupación.
"¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado?", preguntó Hyeongjun, su voz era un susurro.
"¿Dónde está Chenle?", preguntó Renjun, su voz era un hilo de dolor.
Hyeongjun se sentó en su propia cama, con la mirada perdida en la pared.
"En cuanto salimos de la oficina del director, nadie me habló. Chenle se fue con Jisung. Supongo que se quedó con él." La última frase se desvaneció en el aire, un recordatorio silencioso de la fractura que acababa de ocurrir.
Renjun se sintió aliviado por un momento. Se dejó caer en su cama, con la cabeza entre las manos. Le contó todo lo que había sucedido.
"Cuando ustedes se fueron," continuó Renjun, su voz un hilo de dolor, "Doyoung me acusó de ser un criminal. Dijo que estaba acusado de conspiración, robo de un artefacto prohibido, poner en peligro a los estudiantes y al personal de Hogwarts y realizar actividades mágicas no autorizadas." Renjun levantó la cabeza y miró a Hyeongjun, con los ojos llenos de lágrimas. "Me dijo que me llevarían a Azkaban."
Hyeongjun se quedó en silencio, su rostro pálido como el papel. Entendía la gravedad de la situación, ya que él mismo había vivido en la clandestinidad toda su vida.
"Pero... El director Taeyong no te dejó ir. ¿O sí?"
Renjun negó con la cabeza, una lágrima corrió por su mejilla.
"No. Doyoung quería llevarme, pero Taeyong lo detuvo. Dijo que era mejor tenerme aquí, bajo su vigilancia, que en Azkaban. Que si me llevaba, iba a estar más cerca de mi padres."
Renjun se sintió aliviado por la presencia de Hyeongjun, pero el peso de todo lo que había sucedido lo estaba aplastando. Había perdido a sus amigos, había sido acusado de traición, y ahora su única conexión con el mundo exterior era su compañero de cuarto, que era su amigo, pero también su conexión con el mundo que estaba tratando de dejar atrás.
Hyeongjun asintió lentamente, su mirada se encontró con la de Renjun. Había algo en sus ojos que Renjun reconoció: una comprensión silenciosa, la de alguien que también había cargado con el peso de la clandestinidad y la lealtad a un pasado oscuro.
"Taeyong tiene razón," dijo Hyeongjun, su voz era grave. "No pueden tenerte en Azkaban. No si quieren que el Corazón de Slytherin no caiga en las manos de tus padres."
"Pero no entienden, ellos no entienden," dijo Renjun, su voz se rompió por la desesperación. "Mis padres van a venir por mí. Van a venir por el corazón. Y si no estoy aquí, ellos estarán en peligro."
Hyeongjun se acercó a Renjun y se sentó en el borde de su cama, su mano en el hombro de su amigo.
"Renjun, tú no tienes que proteger a nadie. Tú ya hiciste lo que tenías que hacer. Ahora, ellos tienen que hacerlo por su cuenta."
"No," dijo Renjun, su voz era un susurro. "No lo entiendes. Si algo les pasa, si mueren... será mi culpa. No puedo dejar que eso suceda."
"Renjun," dijo Hyeongjun con voz tranquila, "tú no eres un dios. No puedes proteger a todos. Pero si te quedas aquí, si te mantienes a salvo, puedes tener la oportunidad de ayudarlos. De ayudarnos a todos."
Renjun se mantuvo en silencio, sus ojos fijos en la mano de su amigo.
"No sé qué hacer," susurró. "Estoy perdido."
Hyeongjun le dio un apretón en el hombro.
"No estás perdido. Estás aquí, estás a salvo. Y tienes un amigo que te apoya, yo. Ahora, descansa. Mañana será otro día, y tendremos que afrontar lo que sea que venga."
Renjun asintió con la cabeza, sintiendo un leve alivio en el pecho. Las palabras de Hyeongjun no lo curaron, pero sí lo ayudaron a aliviar la desesperación que sentía. En ese momento, se dio cuenta de que no estaba completamente solo. Tenía a su lado a un amigo que lo entendía, a un compañero que había estado a su lado desde el principio. Se acostaron en la cama de Renjun, con el lobo acariciando su espalda para contener los sollozos, no saben cuánto tiempo fue, pero cuando Renjun dejó de llorar el cielo ya se estaba aclarando.
Renjun despertó con un dolor profundo en el cuerpo. El amanecer entraba tímidamente por la ventana de su habitación, tiñendo la habitación de un gris tenue. Sus muñecas aún pesaban con los grilletes metálicos que lo delimitaban. No solo lo restringían físicamente, sino que también lo marcaban como un prisionero dentro de un castillo que alguna vez consideró su refugio. Su espalda estaba adolorida por las huellas de las pruebas que había enfrentado la noche anterior, en su intento de obtener el Corazón de Salazar Slytherin. El peso de lo que había hecho lo carcomía, como si el esfuerzo por conseguirlo le hubiera arrancado una parte de sí mismo.
La cabeza le daba vueltas al recordar las horas de intensa concentración, los hechizos malditos que había lanzado, los ecos de las maldiciones que aún resonaban en su mente. A lo lejos, el recuerdo de los rostros de sus amigos antes de que todo se viniera abajo lo atormentaba.
¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo había llegado a este punto de traición? Renjun cerró los ojos, y por un momento deseó no haberse despertado.
"Renjun, ¿estás despierto?", la voz de Hyeongjun rompió el silencio, suave pero firme. La sombra de su amigo apareció en el umbral de la puerta, con un aire de preocupación en sus ojos. El lobo sabía lo que estaba pasando, sabía cómo se sentía, pero las palabras nunca serían suficientes para aliviar el peso que Renjun llevaba. "Vamos, tienes que comer algo."
Renjun asintió sin decir palabra alguna. El desayuno, a pesar de lo que había hecho, era lo último que quería hacer, pero su cuerpo necesitaba fuerza y su mente necesitaba distracción. Se levantó con esfuerzo, arrastrando los pies. Mientras se preparaba para ir a clases, los grilletes en sus muñecas le recordaban la vigilancia constante, el control que ya no tenía. Sus compañeros, ahora más que nunca, serían sus observadores, no sus amigos.
En el comedor, la atmósfera estaba como siempre, llena de murmullos, risas y estudiantes corriendo de un lado a otro. Pero para Renjun, todo eso parecía estar a una distancia inalcanzable. Cuando entró, su mirada de inmediato fue hacia la mesa de Hufflepuff, donde antes se sentaba con sus amigos. Allí, Mark, Jeno, Haechan, Jaemin, Chenle, y Jisung estaban charlando entre ellos, pero cuando su presencia se hizo evidente, ninguno de ellos lo miró. No hubo ni un gesto, ni una palabra, solo la indiferencia más absoluta. La mesa estaba llena de la energía que Renjun había conocido bien, pero ahora, se sentía como un extraño en su propio hogar.
Eso lo golpeó más que cualquier otro rechazo. A él no le importaba si los estudiantes de otras casas no lo miraban, o si sus compañeros de Slytherin lo ignoraban; lo que le dolía era la indiferencia de los chicos con los que compartió tantas cosas. Mark, Jeno, Haechan, Jaemin, Chenle, Jisung... ya no lo veían, ya no lo reconocían como el amigo que alguna vez fue parte de su círculo.
Se sentó en la mesa de Slytherin, en su lugar habitual, lejos de ellos, y quiso mirar, pero no podía. Los observó de reojo, pero al ver que ninguno levantaba la cabeza hacia él, sintió cómo una punzada de dolor atravesaba su pecho. "¿Realmente los había perdido para siempre?" esa pregunta retumbaba en su mente. Se aferró a la mesa, como si eso pudiera evitar que su mundo se derrumbara aún más.
Hyeongjun, que estaba a su lado, lo miró con una mezcla de frustración y tristeza. Sabía lo que Renjun sentía, lo había visto antes. No necesitaba que le explicara nada, lo conocía demasiado bien. Con un suspiro profundo, Hyeongjun rompió el silencio:
"Ellos están enojados, Renjun," dijo en voz baja, pero sin reproches.
Renjun levantó la cabeza lentamente, su mirada fija en el grupo de Hufflepuff.
"No es justo," murmuró, su voz cargada de dolor. "Nadie me escuchó. Nadie me dejó explicar. Solo asumieron lo peor de mí. Siempre intenté protegerlos, pero ahora soy solo un traidor para ellos."
Hyeongjun lo miró fijamente, sabiendo que esas palabras eran el grito mudo de un corazón roto, de alguien que había dado más de lo que podía dar, pero aún no era suficiente.
"Renjun, ellos te están juzgando sin saberlo todo. Te están culpando por las decisiones que tomaste, pero no saben lo que viviste, lo que tuviste que hacer." Hyeongjun pasó una mano por su espalda, dándole apoyo. "No te aflijas por ellos, yo estaré contigo. Ellos están enojados, sí, pero lo entenderán a su manera. Y si no lo hacen, yo seguiré aquí."
Renjun, mirando al grupo de amigos que alguna vez fueron su familia, sintió un nudo en la garganta. ¿Estaba realmente tan mal? ¿Había llegado al punto de no poder recuperar lo que había perdido? Hyeongjun tenía razón, pero las palabras nunca parecían suficientes cuando el dolor era tan profundo.
"Gracias, Hyeongjun," murmuró, su voz quebrada. No sabía qué hacer con todo el vacío que sentía. Sabía que su amigo estaba allí, pero también sabía que el daño era profundo. El amor, la amistad, la confianza... todo había cambiado. Ahora, todo lo que podía hacer era intentar detener a sus padres, destruir el Corazón de Salazar Slytherin, y tal vez, solo tal vez, recuperar algo de lo que había perdido.
Renjun caminaba junto a Hyeongjun, observando de reojo los grilletes que aún brillaban en sus muñecas, aunque los demás parecían no notarlos. El peso de la jornada aún se sentía en sus huesos, el dolor físico persistente después de la confrontación con sus propios demonios, pero era el malestar mental el que realmente lo estaba consumiendo. La indiferencia de sus amigos lo había dejado deshecho.
"No te preocupes tanto, Renjun, nadie sabe que soy un lobo aquí, aparte de los chicos." Hyeongjun dijo, rompiendo el silencio mientras se dirigían a la primera clase del día. Hyeongjun lo miraba con una sonrisa tranquila, pero Renjun sabía que esa calma no podía esconder el esfuerzo interno que hacía por mantener su imagen intacta.
"No es por ti," respondió Renjun, su voz ligeramente tensa. "Es porque ahora me vieron contigo. Ya me imagino cómo estarán hablando por detrás. No te van a dejar tranquilo."
Hyeongjun lo miró por un segundo, sorprendido por la franqueza de Renjun, pero luego asintió.
"Creo que tienes razón, pero no te aflijas. Hay algo de verdad en lo que dicen sobre el tiempo. Las cosas se calmarán."
Renjun hizo un gesto con la cabeza, pero sabía que Hyeongjun solo intentaba consolarlo, aunque no creía que las cosas pudieran calmarse tan fácilmente.
Llegaron al aula de Hyeongjun, y este le dio una mirada de despedida, agradecido por la compañía, aunque no dijera nada más. Renjun le hizo un leve gesto de despedida y, al girarse, pensó que, tal vez, todo sería más fácil si dejaba de pensar en lo que ya había sucedido. Pero, cuando se dio vuelta para irse, se encontró con una escena inesperada.
Jisung y Chenle estaban de pie al final del pasillo, sus rostros pálidos como siempre, pero sus cuerpos tensos. Renjun sintió que su estómago se encogía al verlos. Jisung evitó su mirada, su expresión cerrada, como si fuera incapaz de sostener la culpa o la ira que había acumulado hacia él. Chenle pasó por su lado sin siquiera mirarlo, sus hombros encogidos y su mirada fija en el suelo, casi como si Renjun fuera invisible para él.
Renjun se quedó allí, parado en el pasillo, sintiendo cómo el tiempo parecía detenerse. ¿Por qué? ¿Por qué no lo miraban? ¿Por qué no decían nada? El vacío entre ellos era palpable, tan denso que sentía que podía tocarlo. Jisung bajó la cabeza aún más, evitando el contacto con Renjun como si la vergüenza lo estuviera consumiendo. Chenle ni siquiera se molestó en hacer un gesto de reconocimiento. Pasaron al lado de Renjun sin una palabra, sin siquiera un roce accidental, como si la presencia de Renjun fuera algo indeseado.
El golpe de la indiferencia fue tan fuerte que Renjun se quedó paralizado unos segundos. El dolor de la soledad se clavó en su pecho, y se obligó a dar un paso adelante. Pero el peso de lo sucedido lo había dejado atónito. La realidad de que ya no formaba parte de su grupo, de que ya no era el amigo con el que compartían momentos, lo golpeó con dureza. La visión de Jisung y Chenle alejándose sin mirarlo lo dejó vacío. No hubo ninguna confrontación, ni siquiera un intento de explicación. Solo silencio. Un silencio que se sentía más ruidoso que cualquier grito.
Finalmente, Renjun suspiró con fuerza, sacudiendo la cabeza con esfuerzo, como si tratar de no pensar en ello pudiera hacer que el dolor desapareciera. Se obligó a caminar hacia su clase, aunque sus pasos eran más pesados que nunca, como si cada movimiento le costara un esfuerzo monumental. A medida que avanzaba, la soledad lo envolvía, y por un momento, en medio del bullicio de los pasillos, se sintió más solo que nunca.
Renjun entró en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras con la cabeza baja, apenas notando el bullicio que reinaba en el aula. La atmósfera tensa de la mañana aún pesaba sobre él. La indiferencia de los chicos en el comedor lo seguía atormentando, y la ansiedad de lo que sucedería en clase lo dejaba en un estado de alerta constante.
Johnny, el profesor, estaba al frente de la clase, explicando las instrucciones para la práctica de esa jornada. Renjun, consciente de las pulseras de localización en sus muñecas, que lo marcaban como prisionero, se sintió aún más incómodo. No era solo la vigilancia; era la sensación de ser constantemente observado, de que todos sabían lo que él había hecho, lo que había traído consigo, lo que había dejado atrás. La sensación de estar atrapado era opresiva.
Johnny dio las indicaciones sobre el ejercicio de esa clase: practicar hechizos defensivos avanzados con un compañero asignado.
Renjun miró rápidamente al profesor, buscando alguna señal de compasión o al menos, de normalidad, pero Johnny lo ignoró por completo. El dolor de esa indiferencia lo atravesó como una lanza, y su esperanza de que la clase fuera un escape momentáneo se desvaneció.
"Renjun," dijo Johnny sin levantar la vista, como si lo hubiera estado esperando. "Te emparejarás con Haechan."
Renjun se tensó inmediatamente, el nombre de Haechan resonó en su mente como un eco doloroso. Haechan, su amigo, el único con quien aún sentía algo de conexión, ahora era otro enemigo a vencer. Era un desafío más en su camino, una prueba que no estaba seguro de poder afrontar.
Miró a Haechan, esperando algún gesto de empatía, algo que le indicara que todo no estaba perdido, pero lo único que encontró fue indiferencia. Haechan lo observó sin expresión alguna, y por un momento, el aire entre ellos se volvió pesado, cargado con todo lo no dicho.
Fue entonces cuando, para sorpresa de todos los estudiantes, Haechan se levantó de su asiento de manera repentina.
"Profesor Johnny," comenzó, su voz firme, aunque se notaba una cierta tensión detrás de sus palabras, "no quiero trabajar con él."
El aula se quedó en absoluto silencio. Nadie esperaba eso. El sonido de una pluma cayendo al suelo rompió la quietud, pero los ojos de todos estaban fijos en Haechan y Renjun. La tensión era palpable.
"¿Qué dijiste?" preguntó Johnny, una ceja levantada. No era una pregunta de sorpresa, sino de comprensión. Johnny probablemente ya conocía la situación.
"No quiero trabajar con un Huang," Haechan repitió con frialdad, y las palabras cayeron como una bomba en la clase. El apellido de Renjun. Nadie lo había mencionado en voz alta, ni siquiera él mismo. Nadie en la sala se atrevía a hablar de su linaje, a menos que fuera en susurros, en privado. "No quiero estar cerca de alguien con esa sangre."
El murmullo se esparció por toda la clase. La sorpresa era evidente en todos los rostros. Los ojos de los estudiantes se movían rápidamente entre Haechan y Renjun, algunos mirando a Johnny, esperando que tomara acción. Pero Johnny no hizo nada. El silencio que siguió a las palabras de Haechan fue insoportable, la clase, que antes era solo un espacio común, se convirtió en un juicio.
Renjun se quedó paralizado, sus ojos clavados en Haechan, sin poder entender completamente lo que acababa de suceder. No era sólo la traición, era algo más profundo. Era un rechazo de todo lo que él representaba. Un Huang. La raíz de todo lo que temía, lo que había hecho y lo que aún intentaba redimir.
Renjun intentó hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta. ¿Qué podía decir? Haechan ya lo había desterrado de su vida. No importaba si Renjun había intentado todo para salvarlos, para protegerlos. No importaba. El daño estaba hecho.
Johnny observó la escena por un largo momento, su rostro implacable. No dijo nada más, simplemente asintió con la cabeza.
"De acuerdo," dijo con calma, "Renjun, te emparejarás con otro compañero."
Renjun miró a su alrededor, y vio cómo los ojos de los demás se volvían hacia él. ¿Cómo podía seguir adelante si hasta Haechan, el más risueño, lo rechazaba de esa manera?
Después de un momento de silencio absoluto, Renjun se obligó a caminar hacia un asiento vacío. El dolor lo estaba ahogando, pero con cada paso sentía cómo su cuerpo se endurecía. Ya no quedaba nada de lo que antes había sido su vida. La clase continuó, pero Renjun se sintió completamente ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor, por suerte Jhonny no volvió a emparejarlo con nadie, sabiendo que Renjun no podría trabajar realmente con alguien más.
La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras finalmente terminó, y Renjun se levantó de su asiento con el corazón pesado. Aunque Hyeongjun había estado a su lado, Renjun no pudo evitar sentir la desconexión con los demás. Mark, Jaemin, Jeno y Haechan estaban más cerca de él de lo que deseaba, y su presencia solo aumentaba el malestar que sentía. La indiferencia de Haechan aún resonaba en su mente, un recordatorio constante de lo que había perdido.
Caminó detrás de ellos, lo suficientemente cerca como para no perderlos de vista, pero lo suficientemente lejos para no entrometerse en su burbuja de incomodidad. Aunque se sentía completamente ajeno a todo, no pudo evitar mirarlos, tratando de captar alguna señal de lo que pensaban o sentían. Pero nada. No lo miraban.
De repente, un estudiante de Gryffindor, al parecer con más ganas de molestar que de hacer algo productivo, se acercó a Renjun mientras caminaban por el pasillo.
"¿Qué pasó, eh?" El estudiante dijo con burla, su tono ácido. "¿Tus amigos ya se cansaron de ti? Ya no te miran, ni te hablan. Debes haber hecho un buen desastre."
Renjun sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su mirada se endureció ante el provocador.
"No es tu problema," respondió, intentando no dar pie a la provocación. Sin embargo, el estudiante no paraba de insistir.
"¿No lo ves? El hijo de la Raíz parece haber sido pateado. ¿Qué, ya no te quieren más?" El tono burlón del chico se alzó, atrayendo la atención de los demás estudiantes que pasaban cerca. "¿Te desecharon o qué?"
En ese momento, Mark, Jaemin, Jeno y Haechan se detuvieron. Aunque no habían intervenido hasta ahora, el comentario de ese estudiante parecía ser el detonante. Mark fue el primero en girarse.
"Eso no te incumbe," dijo Mark, con voz firme, su tono tan claro como siempre, pero con algo más de agresividad. "Si tienes algo que decir, dilo a la cara."
"Déjalo," murmuró Jaemin, apretando la mandíbula y mirando al estudiante con frialdad. Sabía que Renjun no necesitaba su protección, pero la situación lo incomodaba de igual manera. "No vale la pena."
Pero el estudiante no se intimidó.
"¿Qué pasa? ¿Ahora ya no se pelean por él?" siguió provocando, con una risa que resonaba por el pasillo. "¿Ya lo dejaron atrás? Qué triste, parece que el hijo de la Raíz fue pateado como un perro. ¿Pensaban que no lo veríamos?"
Renjun se quedó frente al estudiante de Gryffindor, su rostro tenso mientras las palabras de burla seguían resonando en su cabeza. El chico había dado un paso más, convencido de que Renjun no podía defenderse. El aire entre ellos era denso de tensión, y Renjun sabía que no podía dejar que este alumno lo humillara así.
Renjun levantó su varita, apuntándola hacia el chico, decidido a responder de la única forma en que sabía hacerlo: con magia.
"Expelliarmus," dijo con firmeza, la palabra resonando en el aire mientras esperaba que la varita liberara la potencia del hechizo.
Pero, cuando la varita emergió en una luz tenue, nada sucedió. El hechizo no salió. El grillete en su muñeca izquierda brilló, un destello dorado recorriéndolo, como una barrera invisible que impidió que el hechizo funcionara. Renjun apretó los dientes, frustrado.
"¿Qué pasa?" El estudiante de Gryffindor sonrió con arrogancia al ver que el hechizo no había tenido éxito. "Pensé que eras el hijo de La Raíz, ¿no? ¿No sabes hacer magia o qué?"
Renjun intentó de nuevo.
"Expelliarmus." Esta vez, la varita no reaccionó en absoluto. El brillo de los grilletes se intensificó, y una energía invisible parecía estar succionando la magia de su varita, dejándolo impotente.
Desde la multitud, un estudiante en la parte trasera de la clase miró a Renjun con creciente interés.
"No puede usar magia," murmuró en voz alta, "los grilletes lo están reprimiendo, está intentando lanzar un hechizo pero no puede."
El estudiante se echó hacia atrás, claramente satisfecho por la debilidad que ahora parecía ver en Renjun. Los murmullos comenzaron a recorrer la clase. Los estudiantes, que hasta ese momento estaban observando en silencio, comenzaron a mirar a Renjun con una mezcla de curiosidad y desaprobación.
"¿No sabes usar magia por esas cosas?" El estudiante dio un paso al frente, burlándose mientras miraba a Renjun con una sonrisa arrogante. "¿O es que sólo puedes hacerlo cuando te lo permiten? ¡Qué patético!"
Renjun cerró los ojos por un momento, sintiendo cómo la frustración lo invadía. El dolor de no poder defenderse como solía hacerlo lo hizo sentir más vulnerable que nunca. Sin embargo, no podía dejar que este estudiante se saliera con la suya. Si bien no podía usar su varita, aún tenía el control sobre su magia.
Con un movimiento rápido, Renjun extendió la mano sin necesidad de varita. Los grilletes brillaron de nuevo, pero esta vez el poder oscuro de Renjun se desató sin un canalizador físico. Una energía invisible fluyó desde él, como una onda expansiva que empujó al estudiante hacia atrás. El chico de Gryffindor apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que su cuerpo fuera lanzado contra la pared del pasillo, cayendo al suelo con un fuerte golpe.
La clase se quedó en silencio absoluto. El estudiante, atónito, miraba a Renjun desde el suelo, sin poder comprender lo que acababa de suceder.
"¿Qué... qué fue eso?" preguntó, jadeando, mientras se levantaba torpemente.
Renjun se quedó quieto, mirando al chico con frialdad. Su respiración era pesada, pero la calma en su rostro lo hacía parecer aún más peligroso.
"No necesitas varita para defenderte si sabes cómo canalizar tu magia," dijo en voz baja, "pero tú, parece que necesitas un poco más de educación."
Los estudiantes que habían estado observando la escena no pudieron evitar murmurar entre sí.
"¡Es un fenómeno!" "¿Vieron eso? No usó su varita, hizo magia sin ella..." "Es un maldito prodigio."
Sin embargo, los únicos que no parecían sorprendidos eran los amigos de Renjun. Mark, Jaemin, Jeno y Haechan estaban observando en silencio, como si todo esto fuera lo más natural del mundo. Sabían lo que Renjun era capaz de hacer, y aunque la magia sin varita aún era impresionante, no era algo que les causara asombro. Ellos sabían que Renjun no necesitaba una varita para ser peligroso.
El estudiante de Gryffindor se levantó del suelo con dificultad, su rostro ahora reflejaba miedo y admiración.
"Lo... lo siento," balbuceó, retrocediendo. "No sabía que eras tan... fuerte."
Renjun lo observó con una mirada fría, y luego, sin decir una palabra más, comenzó a caminar hacia su siguiente clase. La incertidumbre sobre sus relaciones con los demás seguía en su mente, pero al menos ahora sabía que no importaba lo que hicieran, no podían quitarle su magia.
Renjun observó cómo sus compañeros continuaban caminando sin darle la menor importancia. Mark, Jaemin, Jeno y Haechan avanzaron por el pasillo, como si el incidente con el estudiante de Gryffindor nunca hubiera ocurrido, como si Renjun no estuviera allí. La indiferencia que lo rodeaba lo hacía sentir como un espectro, como si ya no formará parte de nada.
Un peso insoportable se posó sobre su pecho. La ira y la frustración se mezclaban con el dolor que sentía cada vez que miraba a sus amigos y notaba cómo se alejaban más de él. "¿Qué esperan de mí?" pensó mientras los observaba alejarse por el pasillo. "¿Que aguante todo esto como si no pasara nada? ¿Qué me quede aquí, silenciado, mientras me desprecian?"
Su respiración se volvió más rápida, y el impulso de seguirlos, de pedirles una respuesta, lo consumió. Pero sabía que no podía hacerlo. No quería más explicaciones vacías ni miradas de desconfianza. Se dio la vuelta, decidido. Ya no los seguiría.
Renjun giró sobre sus talones y comenzó a caminar por otro pasillo, sin rumbo claro, solo guiado por su deseo de escapar. El peso de su varita en el bolsillo, de sus grilletes brillando en sus muñecas, solo lo hacía sentirse más atrapado. Pero aún así, siguió caminando. No iba a seguir su rutina de siempre, no iba a entrar a otra clase mientras su mente estaba tan atormentada. Se alejó de todo, buscando algo de paz, aunque sabía que no la encontraría.
El eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos mientras se adentraba en un pasillo menos transitado, lejos de las miradas curiosas de los demás. El bullicio de las clases se desvaneció, y el pasillo se llenó de una extraña quietud. La sola idea de estar solo lo hizo sentir menos oprimido, aunque la soledad se sentía aún más profunda.
Renjun se apoyó en una pared y cerró los ojos, intentando calmar el torrente de pensamientos que lo azotaba. "¿Por qué lo hice?" "¿Qué me pasa?" Su mente se debatía entre el deseo de destruir el Corazón de Salazar Slytherin, de cumplir con la misión que sus padres le habían impuesto, y el dolor de saber que aún no podía encajar en el lugar que había empezado a considerar su hogar.
El rechazo de sus amigos seguía doliendo como una herida abierta. Aunque la rabia lo había empujado a usar magia sin varita, sentir que estaba perdiendo a todos los que alguna vez fueron su familia lo había dejado vacío.
"¿Qué debo hacer ahora?" se preguntó. La respuesta no venía. Nada de lo que hacía parecía ser suficiente. Su mente seguía atrapada en la misma espiral de dudas y miedo, sin saber cómo cambiar el curso de las cosas. ¿Podría alguna vez reparar lo que había roto?
En ese momento, Renjun decidió que no iría a su siguiente clase. No quería enfrentarse a la indiferencia de sus amigos, ni a los comentarios de los demás estudiantes. Necesitaba un respiro, aunque fuera por unos minutos. Se alejó aún más, adentrándose en la oscuridad del castillo, buscando un lugar donde pudiera estar solo consigo mismo, aunque sabía que eso era solo una ilusión momentánea.
Renjun subió lentamente las escaleras de la Torre de Astronomía, sin prisa pero con un propósito. El frío nocturno calaba sus huesos, pero era lo único que lo mantenía consciente, lo único que le ofrecía algo cercano a un refugio, aunque no estuviera seguro de qué era lo que realmente estaba buscando. La soledad lo envolvía, y la sensación de estar atrapado en su propia vida lo hacía sentir como un espectro en Hogwarts, invisible a todos, excepto a aquellos que deseaban verlo caer.
Cuando llegó a la cima de la torre, el aire frío le pegó en la cara. Miró al horizonte, donde las estrellas parecían más brillantes de lo que recordaba. Se sintió más perdido que nunca, con la creciente sensación de que todo lo que había hecho había sido en vano. ¿Qué quedaba ahora para él? Había entregado el Corazón de Salazar Slytherin, había cumplido con la misión que sus padres le habían dado, y aún así nada había cambiado. Su vida seguía siendo un caos. No había forma de regresar a lo que alguna vez había sido, no podía salvar a sus amigos, y, lo peor de todo, se sentía incapaz de salvarse a sí mismo.
Al girarse, Helena Ravenclaw apareció ante él, como siempre, en su forma etérea y tranquila. Su presencia no era intimidante, pero sí sabía, y Renjun sintió el peso de sus ojos fijos en él, como si pudiera ver directamente a través de su fachada de indiferencia.
"¿Has encontrado lo que buscabas?", le preguntó Helena, su voz suave pero cargada de sabiduría.
Renjun se giró hacia ella, con los ojos llenos de frustración y un rastro de furia.
"Sí," respondió con amargura, su voz cortante. "Encontré el Corazón de Salazar Slytherin y se lo entregué a Taeyong. ¿Felices? Todos me odian ahora, y tienen razón." Dio un paso hacia ella, las emociones ardiendo dentro de él. "Yo también lo odio. Odio Hogwarts, odio todo esto. No puedo hacer magia con mi varita porque me retienen, y en cuanto La Raíz se entere de que no entregué el corazón... vendrán por mí. Mis padres vendrán por mí."
Helena lo observó en silencio, sus ojos tan penetrantes que Renjun sintió como si estuviera siendo despojado de todas sus mentiras. El viento soplaba suavemente, pero la sensación de ser observado en ese momento se hizo insoportable. Finalmente, Helena negó con la cabeza, como si todo lo que Renjun había dicho no fuera suficiente.
"No te pregunté eso," dijo con calma, su voz clara pero serena.
Renjun frunció el ceño, confundido.
"¿Qué estás diciendo?" respondió con incredulidad. "Sí, me preguntaste si había encontrado lo que estaba buscando. Y lo encontré. Lo entregué. Ahora todos me odian, me tratan como un paria, y La Raíz vendrá por mí. ¿Qué más quieres saber?"
Helena mantuvo su mirada tranquila, sin inmutarse por el tono irritado de Renjun.
"No te pregunté si habías encontrado el Corazón," repitió suavemente. "Te pregunté si habías encontrado lo que realmente buscabas."
Renjun se quedó en silencio, sus palabras congeladas en la garganta.
"¿Lo que realmente busco?" repitió, casi con incredulidad. "Eso es lo que hago. Estoy haciendo lo que me dijeron. He cumplido con mi misión, ¿qué más hay que buscar?"
Helena lo observó un momento, sus ojos llenos de una comprensión profunda.
"Te has estado mintiendo a ti mismo, Renjun," dijo suavemente, pero con una firmeza que hizo que Renjun se sintiera incómodo. "Crees que la misión es todo lo que hay, que entregar el Corazón es todo lo que necesitas hacer. Pero esa no es la verdad. Tú estás buscando algo más, algo que ni siquiera sabes cómo nombrar."
Renjun lo miró fijamente, intentando entender lo que estaba diciendo.
"¿Qué quieres decir?" La confusión y el cansancio se mezclaron en su voz. "¿Qué más podría estar buscando?"
Helena dio un paso hacia él, su presencia envolviéndolo como una sombra protectora.
"No hablo de tu misión," dijo, "ni de lo que te dijeron que hicieras. Hablo de lo que realmente buscas en tu alma. La razón por la que haces todo esto. La razón por la que crees que destruir el Corazón solucionará algo."
Renjun se quedó en silencio, mirando al suelo. Las palabras de Helena le golpearon en lo más profundo, pero aún no entendía completamente lo que intentaba decirle.
"¿Por qué me dices todo esto?" murmuró, su voz cargada de frustración. "¿Qué es lo que realmente busco?"
Helena no respondió inmediatamente, solo observó el cielo por un momento.
"Tienes que ser sincero contigo mismo, Renjun. Si sigues corriendo detrás de lo que otros te dicen que hagas, seguirás perdiendo lo que realmente importa. El Corazón de Salazar Slytherin no puede salvarte. Solo tú puedes salvarte a ti mismo, pero para hacerlo, primero tienes que dejar de mentirte."
Renjun mantuvo la mirada fija en el suelo, luchando con las palabras de Helena.
"No sé quién soy si no soy lo que mis padres quieren que sea," dijo finalmente, su voz un susurro de desesperación. "He hecho todo por ellos, todo por cumplir su deseo. ¿Qué queda de mí si dejo de hacer eso?"
Helena le dio una sonrisa triste, pero profunda.
"Eso es lo que tienes que encontrar," respondió suavemente. "Solo cuando dejes de ser lo que otros esperan de ti, podrás encontrar la verdad de lo que realmente eres."
Renjun permaneció en la Torre de Astronomía por un largo rato, el viento suave acariciando su rostro, pero su mente estaba nublada por la confusión. Las palabras de Helena aún resonaban en su cabeza: "Tienes que ser sincero contigo mismo. Lo que realmente estás buscando no es lo que piensas." Pero, ¿Qué quería decir con eso?
Se quedó mirando el horizonte, el castillo extendiéndose ante él en todo su esplendor, pero Renjun no podía dejar de sentirse vacío, como si todo lo que había hecho hasta ese momento no tuviera sentido. Había buscado el Corazón de Salazar Slytherin, lo había entregado a Taeyong, y aunque el peso de esa tarea lo había consumido, algo seguía faltando. ¿Era esa la razón por la que seguía buscando algo? ¿La misión de sus padres?
"Lo que realmente busco," murmuró para sí mismo, "¿qué es lo que realmente busco?" Helena había dicho que no se trataba solo de cumplir con la misión. Y aunque Renjun no quería admitirlo, parte de él empezaba a preguntarse si había algo más allá de todo esto. Algo que ni siquiera él mismo entendía.
En su mente, se repetían los mismos pensamientos: "Matarlos. Destruir el Corazón. Salir de La Raíz." Renjun se había convencido de que esa era su única salida, que la única forma de romper con el control de sus padres y la oscuridad de La Raíz era destruir todo lo que representaba su linaje. Pero ¿qué significaba todo eso si él mismo no sabía quién era fuera de eso?
¿Era eso lo que realmente quería?
Renjun se llevó una mano a la cabeza, su frustración aumentando. "No sé qué más quiero," pensó. "Solo quiero que todo esto termine. Quiero ser libre." Pero Helena no hablaba de eso, de la libertad que Renjun deseaba de forma simple. Ella hablaba de algo más profundo, algo que Renjun no lograba comprender. ¿Ser libre de qué? ¿De su pasado, de su familia, de su propia identidad? O de algo más profundo, que ni él mismo sabía cómo encontrar?
El sol ya estaba alto, iluminando la torre, pero Renjun se sentía como si aún estuviera atrapado en la oscuridad de sus pensamientos. La batalla que había librado contra sus padres era solo la mitad de lo que tenía que hacer, o al menos eso creía. Pero algo dentro de él se preguntaba si había más que solo huir de la oscuridad de La Raíz. Si había algo más que la venganza y el odio, algo que podía ser diferente.
Renjun cerró los ojos por un momento. Quizá había algo más. Quizá no solo quería destruir. Quizá quería encontrar algo que lo hiciera sentir completo, algo que ni siquiera él sabía qué era. Pero, ¿Cómo encontrarlo cuando toda su vida había sido moldeada por el control de otros? Cómo podría encontrar paz si ni siquiera sabía quién era fuera de los deseos de sus padres.
Un suspiro escapó de sus labios, y cuando los abrió, la Torre de Astronomía seguía siendo el mismo lugar vacío, el viento acariciando su rostro, sin respuestas claras. La sensación de no saber qué hacer a continuación lo atormentaba.
Finalmente, Renjun decidió que debía dejar de pensar tanto en lo que no sabía. Había tomado decisiones y las había seguido sin mirar atrás. Así que lo haría otra vez, seguiría adelante con lo que tenía que hacer, con la misión que aún debía cumplir. Pero algo dentro de él estaba cambiando, aunque no podía identificarlo.
A medida que comenzó a descender las escaleras, Renjun se preguntó una última vez: "¿Qué quiero realmente?" Pero esa respuesta seguía esquiva, como una sombra a la que no podía alcanzar.
Chapter 27: Tormenta alrededor
Notes:
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Chapter Text
Renjun decidió no ir al comedor a almorzar. Hyeongjun, como siempre, le ofreció quedarse con él, pero Renjun sintió que necesitaba estar solo. La tensión en su pecho era insoportable, y aunque se reprochaba mentalmente el dejar a Hyeongjun solo, usó ese tiempo para ir a la Biblioteca. El Corazón de Salazar Slytherin seguía en sus pensamientos, y necesitaba saber más sobre cómo destruirlo. La respuesta no estaba clara y las pistas que había encontrado hasta ahora no eran suficientes. Pasó horas buscando, sumido en el silencio de los tomos y los polvorientos estantes.
Finalmente, cuando el sonido del reloj le indicó que ya era hora de su siguiente clase, Renjun dejó los libros sobre la mesa. Su cuerpo le dolía por estar sentado tanto tiempo, pero su mente estaba aún más cansada de tanto buscar respuestas. Sin embargo, no había encontrado lo que necesitaba. La incertidumbre seguía creciendo, y lo único que sabía con certeza era que necesitaba destruir el Corazón de Salazar Slytherin antes de que La Raíz lo utilizara.
Su clase de Runas Antiguas comenzó a la hora habitual, y Renjun caminó por el pasillo sin mirar atrás. Su mente aún estaba nublada, pero ya no quería estar solo. Entró al aula del Profesor Xiaojun, un hombre calmado y meticuloso que nunca perdía su compostura. La tarea para ese día era especialmente difícil, y Renjun, como siempre, se sentó sin mucha esperanza de encontrar algo fácil en su traducción.
El profesor les informó que solo había unos pocos tomos disponibles para la tarea y que, debido a la alta demanda, todos tendrían que compartir los libros. Cuando Renjun llegó a la mesa del profesor para obtener su ejemplar, se dio cuenta de que ya no quedaban más tomos disponibles.
Xiaojun lo miró sin sorpresa y le dijo con su tono calmado.
"Puedes sentarte con algún estudiante que aún no tenga pareja."
Renjun miró la clase en busca de una opción. El único sin pareja era Mark. Al darse cuenta de esto, Mark hizo una mueca, visiblemente incómodo, y Renjun, armándose de valor, caminó hacia él. La distancia entre ellos parecía infinita, pero tenía que hacerlo.
Cuando Renjun se sentó junto a Mark, este ni siquiera lo miró. Solo dejó escapar un suspiro de frustración, le pasó el libro y murmuró.
"Úsalo. Cuando termines, yo lo tomaré."
Renjun miró el libro en sus manos por un momento, sintiendo la tensión de la situación. La incomodidad de estar tan cerca de Mark lo estaba destrozando. No podía evitar la sensación de que algo se había roto entre ellos, algo que no podía reparar con simples palabras o miradas.
"No," dijo Renjun, decidido a hacer las cosas a su manera. "Tú primero. Tómalo." Le devolvió el libro a Mark, aún sintiendo el peso de la indiferencia de su amigo.
Mark lo miró de reojo, sorprendido, pero se quedó en silencio mientras tomaba el libro de nuevo y comenzaba a trabajar en la traducción. Renjun, por su parte, se quedó en silencio también, sin mirar el libro, como si todo aquello no fuera real. La incomodidad lo envolvía, y la tarea, aunque sencilla, no era lo que más le preocupaba en ese momento.
"¿Por qué no fuiste a almorzar?" Mark preguntó de repente, su tono más directo de lo habitual. La pregunta lo sorprendió. Renjun miró a Mark, confundido por la repentina curiosidad. La brusquedad de su voz no ayudaba a entender si era una verdadera pregunta o solo otra forma de reprocharle.
Renjun dudó un momento, pero decidió no mentir.
"Se me pasó la hora," dijo con tono suave, sin poder evitar un atisbo de vergüenza. "Estaba hablando con Helena."
Mark frunció el ceño al oír el nombre de la Dama Gris. "¿La fantasma de Ravenclaw?" preguntó, su evidente incredulidad.
Renjun asintió, un poco incómodo por la reacción de Mark.
"Sí, ella."
Mark negó con la cabeza, un ligero suspiro escapando de sus labios.
"No sé qué ves en ella. No me sorprende que te hayas perdido la hora, pero dejar a Hyeongjun solo no fue inteligente."
Renjun se quedó en silencio, un peso comenzando a asentarse en su pecho. Mark no estaba siendo amable. Él estaba molesto, no preocupado. Era evidente que no solo le disgustaba que Renjun no hubiera ido al almuerzo, sino que su tono estaba lleno de frustración, como si Renjun hubiera cometido una ofensa personal.
"Hyeongjun vino a nuestra mesa después de que lo dejaste solo," continuó Mark, "Nos reprochó a todos que estábamos siendo egoístas contigo."
Renjun se quedó quieto, sus ojos bajaron hacia el libro en sus manos, pero ya no podía concentrarse en la tarea. Hyeongjun había venido a reprocharles a todos, y Renjun sintió un nudo en la garganta.
No sabía si sentía agradecimiento o dolor por esa intervención. Sabía que Hyeongjun había intentado defenderlo y él no lo hizo con malas intenciones, pero ahora, lo que Mark decía parecía ser otra cosa. No era solo reproche, era molestia, incomodidad, algo que no podía ignorar.
"Controla mejor a tu amigo," Mark gruñó entre dientes, su tono tenso. "Nos arruinó el almuerzo." Renjun sintió que las palabras de Mark eran una flecha directa a su corazón. No solo estaba reprochando a Hyeongjun, sino también a él. "No puedes dejar que se meta en todo esto."
Renjun se sintió herido, más que nunca.
"Lo siento," murmuró, su voz apenas audible. "No quería causarle problemas a nadie."
Con la cabeza baja, Renjun comenzó a escribir la traducción con rapidez. No necesitaba el libro. Nunca lo necesitó. Las palabras fluían de su mente con facilidad, y aunque no podía dejar de pensar en la tensión con Mark, su mano no se detenía.
Mark lo miró fijamente, un poco desconcertado, pero al mismo tiempo, algo de frustración pasó por su rostro.
"¿Por qué no me dijiste que no necesitabas el libro?" murmuró. "¿Por qué insististe en sentarte conmigo entonces?"
Renjun no sabía qué decir, la tensión lo envolvía, pero no podía negar que, en el fondo, ya sabía que Mark no estaba siendo amable. Era más que molestia. Era rechazo.
Mark suspiró con molestia, resignado.
"Renjun..." comenzó, pero sus palabras se quedaron cortas, como si no supiera cómo expresar lo que realmente sentía. "Todo esto... todo esto es tan complicado."
Renjun no quería seguir esa conversación, así que se centró de nuevo en la tarea, terminando con rapidez lo que estaba escribiendo. Finalmente, dejó la pluma sobre la mesa, y con un suspiro, se levantó sin decir más.
"Ya terminé."
"¿Qué?" Mark lo miró, sorprendido, mientras Renjun ya arreglaba sus cosas.
Renjun levantó la vista, mirando a Mark, pero sin encontrar nada más que una expresión indiferente en su rostro. Sin decir nada más, Renjun dejó la pluma sobre la mesa, se levantó y se dirigió hacia el escritorio del profesor.
"Terminada," dijo sin mirar atrás, "Ya me voy."
"Por supuesto, Renjun, Excelente como siempre" Respondió el profesor Xiaojun.
Mark no dijo nada. Solo dejó escapar un suspiro mientras Renjun se alejaba, sin poder escapar de la sensación de que algo dentro de él se había roto para siempre. Renjun caminó por el pasillo, su mente en caos, mientras las palabras de Mark y su indiferencia lo perseguían.
Pronto se encontraba en la torre de las lechuzas, el viento frío colándose por las ventanas sin cristal. El olor a paja y plumas mojadas le resultaba reconfortante, un respiro del bullicio del castillo y de las miradas de desprecio que lo seguían. Su cuervo, un pájaro de plumaje oscuro y ojos inteligentes, se posó en su brazo, acicalando sus plumas con un aire de calma. Renjun acarició al cuervo con ternura, pero su paz duró poco. De repente, una lechuza desconocida, de plumaje negro, se posó en la barandilla de la torre, dejando caer una nota enrollada en su pico.
Renjun se tensó al ver el sello de la nota: un árbol estilizado con raíces retorcidas, el símbolo de La Raíz. Con manos temblorosas, tomó la nota y la abrió. El mensaje era corto, frío y directo.
Sabemos que tienes el Corazón de Salazar Slytherin, Renjun. Lo que has hecho es una traición que no quedará impune. Tu madre ha ordenado que si el Corazón no es devuelto a nosotros en una semana, las consecuencias serán mucho peores para ti y los que te rodean.
Un escalofrío le recorrió la espalda. No era una amenaza vacía. La fecha límite de una semana se grabó en su mente con la intensidad de un hechizo. La mención de su madre y, sobre todo, de "los que te rodean" hizo que el miedo se apoderara de él. Sus amigos, a pesar de que lo odiaban, seguían siendo su responsabilidad.
Se marchó de la torre, su mente en un torbellino de pensamientos. Una semana. Eso era todo el tiempo que tenía. Tenía que destruir el corazón, pero también debía encontrar una forma de proteger a sus amigos de sus propios padres. En su mente, una idea se formaba, una forma de romper el ciclo de violencia y odio.
Un plan desesperado.
Cuando llegó al pasillo principal, se topó con un grupo de estudiantes de Hufflepuff charlando animadamente.
"¡Vamos a Hogsmeade este fin de semana!", dijo uno de ellos con entusiasmo. "¡No puedo esperar a ir a la tienda de golosinas!"
Renjun se detuvo, sintiendo una punzada de pánico. ¿Hogsmeade? Una salida del castillo sin supervisión. Era el momento perfecto para que sus padres atacaran. Pero él no podía ir. El estatus de prisionero lo tenía confinado en Hogwarts. La furia y la frustración se apoderaron de él. ¿Cómo podía proteger a sus amigos si no podía estar con ellos?
La puerta de la habitación se cerró tras Renjun, pero el silencio en el interior era más pesado que el que había dejado atrás en el pasillo. Chenle estaba sentado en su cama, leyendo un libro de Runas, y Hyeongjun en el suyo, pero con la mirada perdida en la pared. Ambos compartían un espacio, pero estaban a kilómetros de distancia. La tensión que se había instalado en el aire era insoportable.
Hyeongjun, notando la desesperación en el rostro de Renjun, se acercó a él.
"Renjun, ¿estás bien? Te ves terrible."
Renjun suspiró, sintiendo que no podía mentirle a Hyeongjun, pero tampoco podía decirle la verdad.
"No, solo estoy cansado. La clase de Defensa me dejó exhausto."
Hyeongjun lo miró con escepticismo, pero asintió. Se volvió hacia su cama y tomó el permiso para la salida a Hogsmeade.
"Hyeongjun," dijo Renjun, su voz era un susurro. "¿Tienes permiso para ir a Hogsmeade este fin de semana?"
Hyeongjun levantó la vista, una ceja levantada.
"Sí, ¿por qué? ¿Necesitas algo de allí?"
Renjun negó con la cabeza, su mente ya en pleno funcionamiento.
"No, solo... necesitaba saberlo. ¿Te gustaría ir al viaje?"
"Claro que sí," dijo Hyeongjun, cerrando el libro. "¿Por qué me preguntas?"
"No te preocupes," dijo Renjun, su voz era más tranquila de lo que se sentía. "Solo estaba curioso."
El silencio se instaló en el ambiente, pero fue Hyeongjun el que lo rompió.
"Todos están hablando de Hogsmeade. No puedo creer que por fin voy a poder ir a la tienda de dulces." Una sonrisa genuina se formó en su rostro. "Nadie sabe que soy un lobo, que vengo de La Raíz. Es como si por un momento pudiera ser un chico normal, sin la carga de todo, ya sabes."
Renjun sintió un nudo en la garganta. La emoción de Hyeongjun lo golpeó con fuerza. La verdad es que él no había podido ser un niño normal, ni siquiera por un momento. Él siempre había sido un Huang, el hijo de La Raíz.
"Sí, es algo muy divertido," dijo Renjun, intentando mantener la compostura. Se acercó a Hyeongjun y, en un acto de afecto, le acarició la cabeza.
"¿El grupo también va a ir?" Renjun preguntó, su voz era un susurro. La pregunta no era para Hyeongjun, sino para Chenle, que aún estaba sentado en su cama, con la mirada fija en el libro, como si estuviera a kilómetros de distancia.
La pregunta de Renjun colgó en el aire. Chenle, sin embargo, no se inmutó. Sus ojos permanecieron fijos en el libro, sus hombros encogidos, como si la voz de Renjun no fuera más que un murmullo lejano del viento. El silencio se hizo más profundo y doloroso. Renjun, sintiendo la presión de la nota de La Raíz en su bolsillo, no podía soportar el vacío que llenaba la habitación.
Se volvió hacia Hyeongjun, su voz era un hilo de dolor y frustración.
"Hace tiempo, en Hogsmeade, él me compró dulces."
Hyeongjun lo miró, confundido por el cambio de tema.
"¿En Hogsmeade? Es porque no entrabas a las tiendas. ¿Cierto?" dijo, su voz era un susurro.
"Ajá, todos me cerraban las puertas en cuanto me veían," explicó Renjun, su mirada perdida en el recuerdo. "Yo estaba solo, como siempre, pero él primero me preguntó en el comedor frente a todos si iba a Hogsmeade y después me ofreció comprarme dulces. Fue tan extraño." Una pequeña risa se le escapó al recordar su desconcierto. "Fue a la tienda, compró un montón de dulces, y me los dejó en un tronco. Claramente me molestó antes de dejarlos, y se fue. Aún no éramos amigos, pero me los compró, sabiendo que yo no era digno de estar ahí."
El recuerdo colgó en el aire, una imagen vívida de una bondad que contrastaba brutalmente con la indiferencia actual. El acto de Renjun de traer a colación el pasado era un desesperado intento de conectar con Chenle, de recordarle a Hyeongjun (y a sí mismo) que había una historia entre ellos.
Ve a Chenle tentarse, sus dedos que sostienen el libro se vuelven blancos por el esfuerzo. Su postura, antes relajada, se tornó rígida. El silencio de Chenle ya no era indiferencia, sino una tensa lucha interna. Estaba intentando, con todas sus fuerzas, mantener su máscara de desinterés, pero el recuerdo de la amabilidad que Renjun acababa de describir era un golpe demasiado fuerte.
Hyeongjun, ajeno a la tensión palpable, se quedó en silencio, sintiendo que había algo más en la historia que no entendía. La atmósfera se había vuelto tan pesada que casi se podía cortar con un cuchillo.
Renjun, al ver la reacción de Chenle, sintió una punzada de dolor, pero también una pequeña chispa de esperanza.
No estaba siendo completamente ignorado. La indiferencia de Chenle era una fachada, y debajo de ella, aún había algo.
Chenle, al fin, cerró el libro con un golpe seco. La resonancia del sonido en la habitación fue un eco de su propia frustración.
"Es pasado, Renjun," dijo, su voz era un susurro, pero la dureza era palpable. "No hay nada más que hablar. El pasado es el pasado."
Renjun se quedó helado. La brusquedad de Chenle lo dejó sin palabras, sintiendo cómo esa pequeña chispa de esperanza se desvanecía. La indiferencia había regresado, más fuerte que nunca.
"No lo entiendes," susurró Renjun, con la voz quebrada. "Para ti fue algo pequeño, una broma. Pero para mí... para mí fue el mundo. Nunca nadie me había ofrecido algo solo por amabilidad." Miró a Chenle, con los ojos llenos de una sinceridad dolorosa. "Ese día, en ese momento, decidí que no importaba lo que tuviera que hacer, yo los iba a proteger."
La mirada de Chenle se desvió, su mandíbula apretada. El libro en sus manos temblaba, y por un instante, pareció que iba a romperse. Renjun había expuesto su herida más profunda, la razón detrás de todo, y la cruda honestidad era demasiado para soportar. Chenle no respondió, simplemente negó con la cabeza.
"Déjalo, Renjun. Por favor," murmuró, su voz casi inaudible. "Simplemente, déjalo."
Pero Renjun no podía. Ignoró la súplica y dio un paso más cerca.
"No puedes pedirme que lo deje," continuó, la desesperación en su voz. "No cuando mi silencio era la única manera de mantenerlos a salvo."
Fue en ese momento que Chenle, con una fuerza que no parecía poseer, arrojó el libro hacia la pared. El golpe fue un grito de frustración que había estado conteniendo. Sus ojos, llenos de un dolor que Renjun no había visto antes, se posaron sobre él.
"¿Mantenernos a salvo?" La voz de Chenle era un susurro gélido, más cortante que cualquier grito. "Nos protegiste de tus propias decisiones, Renjun. Nos protegiste de un peligro del que nunca supimos que existía. Lo hiciste a nuestras espaldas, sin decirnos una palabra. ¿Protegernos de qué, si nunca nos dijiste que todo el tiempo estuviste con una misión de la que no teníamos ni idea?"
Las palabras de Chenle cayeron como una ráfaga de hielo. Su rostro estaba pálido, y su voz temblaba de ira.
"Tú eres un hipócrita, Renjun. ¿Cómo puedes decirnos que nos proteges cuando nos traicionaste desde el primer día? Lo único que hiciste fue actuar a nuestras espaldas."
Renjun se quedó mudo. No tenía una respuesta, porque Chenle tenía razón. La acusación lo golpeó con la fuerza de un hechizo, y el silencio se alargó, pesado y lleno de una verdad dolorosa. Hyeongjun se encogió en su cama, como si la tensión pudiera romperlo.
Pero Renjun no podía quedarse en silencio. La desesperación le dio la fuerza para hablar, su voz baja y áspera.
"Tienes razón," susurró, la admisión una espina en su garganta. "Soy un hipócrita. Mantuve secretos. No te dije nada porque... porque yo soy el peligro."
Renjun dio un paso hacia atrás, el espacio entre ellos un abismo. Su mirada era de un dolor profundo, una herida abierta.
"Lo que viste, lo que escuchaste en la oficina... Esa no era mi elección. Nací en esto. Mis padres me obligaron a tomar una misión. Y no se trataba de ser un héroe, se trataba de sobrevivir. Creí que si no sabían la verdad, no serían un objetivo. Creí que si yo era el único en este infierno, ustedes estarían a salvo. El silencio era mi única arma, mi única forma de ser un protector."
El rostro de Renjun se contorsionó de angustia.
"No los protegí por una misión que tuve, Chenle, los protegí de mí mismo. De lo que soy, de lo que mis padres son. Ese es el único 'protector' que conozco ser."
El silencio se instaló de nuevo, esta vez lleno de la cruda confesión de Renjun. Chenle lo miró fijamente, con los ojos llenos de lágrimas de rabia contenidas.
"Cállate," dijo Chenle, su voz apenas un murmullo, pero helada. "No vuelvas a decir que nos protegiste. No con esa excusa. La única razón por la que te quedaste fue por tu misión. Fuiste un mentiroso y un traidor desde el primer día."
Hyeongjun se levantó de su cama, sus ojos llenos de pánico.
"Chenle, detente. Ya es suficiente."
Pero Chenle lo ignoró por completo. La rabia en sus ojos se desbordó.
"Creí que los amigos éramos honestos. Pero tú... tú eres como ellos. Un manipulador. Al final, no eres diferente de tus padres."
La acusación de ser como sus padres golpeó a Renjun como una maldición, peor que cualquier hechizo. Se quedó congelado, las palabras de Chenle perforándole el alma. Su respiración se volvió pesada, y un vacío insoportable se apoderó de él.
"¡Que te detengas, Chenle!" gritó Hyeongjun, dando un paso hacia él.
Chenle, al ver la defensa de Hyeongjun, se giró hacia él, su mirada se endureció aún más.
"¡Tú eres un ingenuo! ¿No te das cuenta de que todo esto es una farsa? ¿Él siendo protector? ¡No pudiste proteger a Injun! ¡Lo dejaste morir! ¿Y ahora pretendes protegernos a nosotros?"
Las palabras de Chenle, tan llenas de veneno y rabia, golpearon a Renjun y Hyeongjun con una fuerza devastadora. Renjun se quedó helado, la sangre se le heló en las venas. Chenle no solo había atacado su identidad, sino que había usado la muerte de su hermano, la herida que más le dolía, como un arma. La acusación era un golpe directo a su peor pesadilla.
Pero en lugar de explotar, Renjun se desplomó como si ya no le quedarán más fuerzas y cayó al suelo de rodillas. Un silencio helado se apoderó de él, sus ojos se quedaron vacíos mientras su mente se desconectaba del presente. La acusación de Chenle no era una mentira, era la cruel verdad que él mismo se repetía cada noche, la misma verdad que había visto en las mazmorras cuando buscaba el corazón de Zalazar.
"Tienes razón," susurró Renjun, su voz un hilo que se rompió. "Tienes toda la razón. En qué estaba pensando... Mi hermano murió por mi culpa, porque no pude protegerlo."
Hyeongjun, al escuchar la voz de Renjun llena de un dolor tan profundo, se giró de la conmoción. Se apresuró a acercarse a él, extendiendo una mano para tocarle el hombro.
"No, Renjun, no digas eso. No es tu culpa."
Renjun se encogió al tacto. Se apartó de Hyeongjun, negando con la cabeza. Sus ojos, ahora llenos de lágrimas contenidas, se llenaron de agonía.
"Sí lo es. Él tiene razón. ¿Cómo pude pensar que podría protegerlos a ustedes? Él... murió por mi culpa. En qué estaba pensando."
El rostro de Renjun se descompuso al oír la acusación. Las lágrimas que había estado conteniendo se desbordaron, pero no eran lágrimas de tristeza, sino de un pánico mudo y aterrador.
"No, Renjun, no es verdad," dijo Hyeongjun, sus ojos llenos de miedo. Se arrodilló frente a él, intentando tomarle la mano. "Escúchame, Renjun. Tú no tienes la culpa. Injunnie... Injunnie no murió por tu culpa."
Pero las palabras de Hyeongjun no llegaban a Renjun. La frase de Chenle resonaba en su mente, la misma acusación que se había hecho a sí mismo durante años. Sus ojos se volvieron vidriosos, su respiración se aceleró y su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente. La realidad de la habitación se desvaneció, y el mundo se redujo al eco de esa acusación en su cabeza.
Chenle, al ver a Renjun romperse así, sintió que el estómago se le revolvía. Su rabia se desinfló instantáneamente, reemplazada por un horror frío. No había querido que esto pasara. No de esta manera. Había querido herirlo, sí, pero no destrozarlo.
"Renjun, yo...", murmuró Chenle, dando un paso adelante, con la mano extendida.
Pero Renjun no lo escuchó. No escuchó nada. El pánico se apoderó de él, y su cuerpo se encorvó sobre sí mismo, como si quisiera desaparecer.
Un sollozo se le escapó, un sonido que era más un gemido roto que un grito. Renjun se dobló por la mitad, como si el peso de la acusación y el dolor de la culpa fueran demasiado. Las lágrimas, que habían sido un torrente silencioso, se convirtieron en un llanto incontrolable y desgarrador.
Hyeongjun se quedó paralizado, su mano aún extendida en el aire. Renjun no sollozaba como un niño, sino como si el alma se le estuviera desgarrando. Cada respiración era un jadeo, un intento desesperado de contener el dolor que finalmente se desbordaba. El sonido llenó la habitación, un lamento tan profundo que rompió el corazón de Hyeongjun.
Chenle, al otro lado de la habitación, se quedó helado. Sus ojos estaban muy abiertos, fijos en la figura de Renjun, que ahora estaba rota en el suelo. No quería que las cosas fueran así, estaba enojado, sí, pero el sonido de ese llanto, tan crudo y desprovisto de todo control, era un castigo que no había anticipado. Sus propias palabras, las que habían provocado este desastre, resonaron en sus oídos.
Hyeongjun se movió más cerca y, con un movimiento instintivo, rodeó a Renjun con sus brazos, levantándolo ligeramente, para abrazarlo con fuerza. Comenzó a susurrarle palabras reconfortantes al oído, su propia voz temblaba de dolor.
"No, no es cierto. Por favor, no digas eso. No fue tu culpa. Injunnie te amaba, lo sabes."
Pero las palabras se perdieron en el cacareo sin aliento de los sollozos de Renjun. Él no escuchaba, solo se aferraba al dolor que lo consumía, el peso de los años de culpa finalmente saliendo a la superficie. Hyeongjun lo sintió en su abrazo, un cuerpo que se contraía con cada tembloroso sollozo.
El pánico se apoderó de Hyeongjun. El llanto de Renjun no era un llanto normal; era un sonido desgarrador que cortaba la respiración, un grito de agonía que lo asustaba más que cualquier maldición. Separó un poco a Renjun de su pecho para mirarlo a la cara, la suya empapada en lágrimas.
"Renjun, por favor... por favor, tienes que respirar," suplicó Hyeongjun, su voz llena de un miedo desesperado. "Renren, me estás asustando. Por favor."
Las súplicas de Hyeongjun se volvieron más desesperadas, su propia voz se quebraba con cada palabra. Las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Apretó a Renjun contra su pecho, meciéndose suavemente.
"Por favor, Renjun, por favor. Respira. Dime algo," suplicó Hyeongjun, su voz era un hilo fino y tembloroso. "Deja de llorar así. Me estás asustando. Injunnie te amaba mucho, y lo sabes. Hay mucha gente que te ama."
Pero nada funcionaba. Renjun seguía en el mismo estado, la respiración agitada y los sollozos desgarradores, como si estuviera a punto de romperse en mil pedazos. Hyeongjun se puso cada vez más nervioso. Sus manos temblaban mientras se aferraba a Renjun, y su mente corría a mil por hora, intentando encontrar la manera de calmarlo.
Chenle, paralizado por la culpa, finalmente se movió. Dio un paso hacia Renjun, con la mano extendida, su rostro contorsionado por el arrepentimiento.
Pero Hyeongjun lo vio. Sin soltar a Renjun, levantó una mano para detener a Chenle. Su mirada, llena de lágrimas, no era de rabia, sino de una tristeza profunda e inagotable.
"Por favor, para," susurró Hyeongjun, su voz casi inaudible por el llanto de Renjun. "Ya... ya basta. Renren ya ha sufrido demasiado."
El caos se instaló en el ambiente, pero fue Hyeongjun el que lo rompió al ver a Chenle sin retroceder.
"¡Eso querías, ¿verdad?! ¡Querías herirlo! ¡Pues ya lo lograste! ¡Ya no hay nada más que puedas hacer!" Las lágrimas corrían por el rostro de Hyeongjun mientras hablaba, y su voz se quebraba con cada palabra. "La noche que fuimos a buscar el corazón, Renjun tuvo que enfrentar su mayor miedo como una de las pruebas. Vio a Injunnie de nuevo. Estaba destrozado, pero se aguantó. Lo hizo por nosotros, para encontrar el corazón." Hyeongjun miró a Chenle, sus ojos llenos de un dolor que lo consumía. "Renjun, en cuanto tocó el corazón, su deseo era revivir a Injunnie. Él tuvo la oportunidad de traer a su hermano de vuelta, y lo dejó ir. Decidió entregarlo a Taeyong a pesar de todo."
Las palabras de Hyeongjun cayeron como un peso muerto en el silencio que se había instalado. Chenle se quedó petrificado, su mente procesando la información. La acusación que le había lanzado a Renjun se sentía ahora como una monstruosidad, una mentira atroz. El dolor de Renjun, el que había estado cargando desde el primer día que pisó Hogwarts, era mucho más profundo de lo que Chenle jamás hubiera imaginado.
Hyeongjun se aferraba a Renjun, sus propias lágrimas ahora mezclándose con las del otro chico. Su cuerpo temblaba con sollozos silenciosos mientras miraba con furia a Chenle.
"No te acerques," siseó Hyeongjun, su voz quebrada. "Por favor, Chenle... ya lo heriste suficiente. Si vas a decir algo más que lo lastime, por favor, déjanos en paz. Ya no puedo más."
Pero Chenle no se detuvo. Las palabras de Hyeongjun, la revelación del sacrificio de Renjun, lo habían golpeado con la fuerza de un hechizo. Las lágrimas corrían libremente por su rostro mientras se acercaba lentamente, con las manos temblorosas alzadas en señal de súplica.
"Renjun... yo... lo siento tanto," balbuceó Chenle, su voz ahogada por el llanto. Se arrodilló al otro lado de Hyeongjun, sin atreverse a tocar a Renjun. "No sabía... no entendía nada. Perdóname, por favor."
Comenzó a hablarle suavemente, intentando calmar su llanto.
"Renjun, mírame... sé que estás sufriendo, pero por favor... respira. Hyeongjun tiene razón, Injunnie te amaba. Y... y nosotros también..." Su voz se quebró al pronunciar la última frase.
Pero Renjun seguía inmerso en su propio infierno. Sus sollozos eran profundos y convulsivos, su cuerpo temblaba sin control. No parecía escuchar las palabras de ninguno de los dos. Estaba atrapado en el recuerdo, en la culpa, en el dolor de una pérdida que lo perseguiría por siempre.
Hyeongjun sentía el pánico apoderarse de su propio cuerpo. La respiración de Renjun era errática, sus sollozos no cesaban, y nada de lo que decía lograba llegar a él. Hyeongjun lo abrazaba con más fuerza, su propio llanto ahora era de impotencia.
"No puedo... no puedo calmarlo," murmuró Hyeongjun, su voz temblorosa. "No me escucha."
Chenle, al ver el pánico en el rostro de Hyeongjun, habló con voz temblorosa pero firme.
"¿Y si... y si lo aturdimos? Sólo para que se detenga. Para que no se lastime."
Hyeongjun se quedó helado ante la sugerencia. Miró a Chenle con ojos llenos de horror.
"No," dijo Hyeongjun, su voz era una súplica. "No puedo hacerle eso. Yo... yo nunca le haría algo así a Renren." Apretó a Renjun contra su pecho, su propio cuerpo temblando. "Siento que lo necesita," continuó Hyeongjun, las lágrimas desbordándose. "Necesita llorar. Necesita sacar todo esto. No podemos... no podemos quitárselo."
Chenle asintió, aceptando la negativa de Hyeongjun. Sin embargo, su mirada permaneció fija en la figura de Renjun, que seguía retorciéndose con sollozos.
"Lo entiendo," dijo Chenle, su voz apenas audible. "Pero Hyeongjun, podría pasarle algo si sigue así. Nunca había visto a alguien llorar de esta forma."
Se acercó más al lado de Hyeongjun, su voz se llenó de un tono desesperado.
"Lo siento, de verdad que lo siento. No quería que las cosas fueran así. Pero Renjun... si sigue así, se va a lastimar. Una poción para dormir no es una opción, él está tan alterado que no podría bebérsela." Chenle alzó su varita, sus manos temblorosas. "Un encantamiento para que se duerma es la única idea que se me ocurre. Así podrá dormir, aunque sea un poco. Hyeongjun, por favor."
Hyeongjun miró a Chenle, sus ojos llenos de una tristeza abrumadora. Se había rendido. La decisión lo partió por la mitad, pero la desesperación por ver a Renjun sufrir así era mayor que su miedo.
"Está bien," susurró Hyeongjun, su voz rota. "Hazlo."
El mundo de Renjun ya no era el sonido de los sollozos o la sensación del abrazo de Hyeongjun. El sonido de las palabras de Chenle, la acusación de que no había podido proteger a su hermano, se había convertido en un eco constante en su mente. Era un eco que resonaba en cada rincón de su cuerpo, un dolor fantasma que le hacía temblar. Se sentía vacío, como si le hubieran arrancado el corazón del pecho, pero a la vez, todo le dolía. Cada respiración, cada lágrima que rodaba por su rostro, cada músculo que se contraía con los sollozos era una punzada aguda.
De repente, una extraña sensación de ligereza comenzó a envolverlo. El dolor agudo se convirtió en una molestia sorda. Las voces de Hyeongjun y Chenle, que antes eran un murmullo lejano, se hicieron más distantes. Una pesadez reconfortante se apoderó de sus párpados. La culpa, el miedo, la desesperación... todo comenzó a disolverse.
Renjun sintió cómo su cuerpo se relajaba por completo. Sus sollozos se apagaron en un último suspiro tembloroso, y el mundo se volvió negro y silencioso. El vacío de su corazón permaneció, pero por primera vez en mucho tiempo, ya no sentía el dolor que lo acompañaba. Cayó en una profunda inconsciencia, una rendición total al descanso que tanto necesitaba.
Notes:
Muy shaylaaaaa 😔 oficialmente la historia está al día con la versión que estoy subiendo en Wattpad ªªªªªª de ahora en adelante actualizo allí y a las pocas horas acá ;]
Chapter 28: Luz en la oscuridad
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Renjun se despertó con una pesadez abrumadora. Cada una de sus extremidades se sentía como si llevara una tonelada, su cabeza palpitaba con un dolor sordo y sus ojos se sentían hinchados y pesados. El eco del día anterior era una neblina densa que aún flotaba en su mente.
Se sentó en la cama con un gemido, y sus ojos se encontraron con los de Chenle, que estaba terminando de arreglarse. Chenle lo miraba, sus ojos abiertos y llenos de una cautela que Renjun no había visto antes.
Renjun suspiró. La noche anterior, la compostura que tanto se había esforzado por mantener se había desmoronado por completo. Las palabras de Chenle, tan llenas de veneno, y las suyas propias, llenas de una culpa que lo perseguía, resonaron en su mente. Deseando que el suelo lo tragara, Renjun se bajó lentamente de la cama.
Una ola de mareo lo golpeó, y tuvo que agarrarse a la pared para no caer. Se dio cuenta de que no había comido nada desde el almuerzo del día anterior, y el hambre se mezclaba con las náuseas de una manera desagradable. Renjun se movió lentamente hacia sus túnicas para vestirse, cada paso era un esfuerzo.
Durante todo el tiempo, Chenle no dijo una palabra. Pero Renjun sintió una presión invisible sobre él. Sin embargo, estaba demasiado cansado para levantar la vista. Estaba demasiado cansado para notar que los ojos de Chenle, llenos de preocupación y remordimiento, no lo abandonaban por ni un segundo.
Un golpe en la puerta interrumpió el tenso silencio. Hyeongjun entró, su rostro reflejaba una mezcla de alivio y pánico.
"¿Estás bien?" Preguntó en cuanto lo vio, se acercó unos pasos cerrando la puerta y se pasó la mano por su rostro cansado. "¿Por qué no me dijiste de la quemadura?" le reprochó a Renjun, su voz llena de frustración.
Renjun, extremadamente confundido, lo miró con los ojos entrecerrados.
"¿De qué estás hablando?"
Al ver a Renjun temblar ligeramente y moverse con lentitud, Hyeongjun se acercó a él de inmediato. Ignoró la pregunta y comenzó a ayudarlo a vestirse, con sus propias manos temblorosas. En cuanto Hyeongjun terminó, Chenle le preguntó con la voz baja.
"¿Les dijiste ya?"
Hyeongjun asintió con la cabeza, sus ojos llenos de miedo.
"Sí. Lo llevaré a la enfermería enseguida." Dijo sin mirarlo.
Renjun se sintió aún más confundido. No entendía de qué estaban hablando. Hyeongjun lo tomó de la mano y se la mostró. El mundo de Renjun se detuvo.
La mano que había sostenido el corazón de Slytherin no sólo estaba herida con una quemadura, sino que la herida se estaba expandiendo. Era una mancha de un color negro intenso, que se arrastraba por su piel como una telaraña maldita. Renjun se quedó mudo. No se había dado cuenta de nada. El dolor de su alma había superado con creces el dolor de su cuerpo.
Hyeongjun, al ver el shock en la cara de Renjun, le explicó con voz temblorosa.
"Anoche, cuando te acostamos, lo vi y me asusté. Nunca había visto una quemadura negra. Fui a la enfermería en cuanto se levantó el toque de queda, y la enfermera dijo que teníamos que llevarte de inmediato. El corazón estaba protegido por una maldición, y al haberlo tocado sin protección, es probable que algo de eso se te haya quedado.”
Renjun suspiró profundamente, un sonido pesado y lleno de una fatiga que le llegaba hasta los huesos.
"Estoy tan cansado" verbalizó, la frase un suspiro más que una queja.
Hyeongjun lo abrazó con fuerza, un gesto de apoyo silencioso que Renjun aceptó.
"No te preocupes," susurró Hyeongjun contra su oído. "Yo me quedaré contigo. Iremos juntos."
Renjun asintió, la seguridad en las palabras de su amigo era un ancla en su tormenta interna. Juntos, se dirigieron hacia la puerta, dejando a un Chenle solitario y abrumado por la culpa en la habitación.
Cuando llegaron a la enfermería, el ambiente era tranquilo y el aire olía a antisépticos y pociones. El director Taeyong estaba de pie junto a una de las camas, hablando en voz baja con Winwin, quien sostenía una bandeja con varias pociones.
Al verlos entrar, Winwin se levantó de inmediato, con una sonrisa suave en su rostro.
"Renjun, siéntate por aquí, por favor," dijo, señalando una cama vacía. "Te examinaremos de inmediato.”
Taeyong se acercó a Renjun, su expresión era seria pero comprensiva.
“Hyeongjun nos dijo lo que pasó, ¿por qué no nos contaste?" preguntó, su voz era un susurro grave. "Llamé a Winwin porque el corazón es un objeto maldito, y él y yo nos encargaremos de ti. ¿Puedes mostrarnos tu mano?"
Renjun, con la mirada perdida, asintió y levantó la mano herida. La quemadura negra se retorcía como una extraña enredadera sobre su piel pálida, y un leve temblor recorrió su brazo. Hyeongjun se apretó más a su lado, sosteniendo su otra mano con fuerza.
Winwin se acercó y, con su varita, comenzó a examinar la quemadura. La punta de la varita brilló con una luz plateada, y Winwin frunció el ceño.
"La herida se está extendiendo," murmuró Winwin, más para sí mismo que para los demás. "Renjun, debes haber notado algo, ¿no? Cansancio extremo, mareos, desorientación..."
Taeyong se giró hacia Renjun, su mirada era penetrante.
"Winwin tiene razón. Es el tipo de síntomas que esperamos de la exposición a un artefacto oscuro. ¿Te sientes así?"
Renjun asintió lentamente, las palabras atascadas en su garganta.
"Desde hace unos días..."
"De hecho," continuó Winwin, sin dejar de examinar la quemadura. "Tu magia está intentando combatir el efecto, pero la maldición es fuerte. Es como si el veneno se estuviera filtrando en tu sistema. Necesitamos actuar rápido."
"Necesitas descansar, Renjun," agregó Taeyong con voz suave.
Renjun se encogió de hombros, la fatiga pesando en cada uno de sus movimientos.
"No lo quise ocultar," susurró, su voz casi inaudible. "Lo olvidé sin querer."
Winwin negó con la cabeza, sin despegar la mirada de la mano de Renjun. Él entendía que la angustia de la noche anterior había consumido a Renjun por completo, borrando cualquier sensación física. No había tiempo para reproches. Con un movimiento rápido de su varita, convocó una serie de frascos y un caldero pequeño.
"La maldición es como un veneno mágico," explicó Winwin, con la voz concentrada mientras vertía ingredientes. "Debemos desacelerar su propagación de inmediato. El corazón es un objeto antiguo y poderoso, y su maldición es igual de persistente.”
Taeyong se acercó y puso una mano reconfortante en el hombro de Renjun, su mirada era de profunda preocupación.
"Haremos todo lo que podamos," prometió Taeyong. "Hyeongjun nos contó lo que sucedió esa noche cuando buscaban el corazón, si bien fuiste imprudente, entiendo tus motivos."
Mientras hablaban, Winwin terminó su poción. El líquido humeante brillaba con un débil resplandor dorado.
"Aquí está," dijo Winwin, extendiendo la copa. "Es una pócima de contención. No es una cura, pero detendrá la maldición. Necesitas beberla, Renjun.”
Renjun tomó la copa de Winwin y la bebió sin dudar. El líquido sabía a algo dulce y terroso, pero en el instante en que llegó a su estómago, un dolor intenso le recorrió la mano. No era un dolor agudo, sino una quemadura profunda que se extendía desde su palma hasta el codo. Su mano se cerró en un puño por puro instinto, y un jadeo de dolor se le escapó.
"¿Renjun, estás bien?" preguntó Hyeongjun, su voz llena de pánico. Intentó tomarle la mano, pero Renjun la apartó, sin querer que nadie lo tocara.
"Es normal," dijo Winwin con calma. A pesar de la seriedad de la situación, su voz era un bálsamo. Con su varita hizo que una venda rodeará la quemadura. "La poción está combatiendo la maldición. Lo que sientes es la magia oscura intentando resistirse. La quemadura se irá curando a lo largo de los días. Espera aquí, te traeré unas vendas para la mano."
Taeyong se acercó a Renjun mirándolo a los ojos con una compasión que hizo que a Renjun se le hiciera un nudo en el estómago.
"Ya pasó lo peor," dijo Taeyong, su voz era grave. "Ahora estás a salvo. Te dejaremos en paz para que descanses, pero volveremos para revisar cómo vas. Quédate tranquilo, ¿de acuerdo?"
Renjun asintió, las palabras atascadas en la garganta. El dolor de su mano se estaba convirtiendo lentamente en una molestia sorda. El cansancio volvió a apoderarse de él, pero esta vez era un cansancio pacífico. Se recostó en la cama, cerrando los ojos.
Renjun se recostó en la cama de la enfermería, con Hyeongjun sentado a su lado, sosteniendo su mano no herida. El dolor en la palma de Renjun se había convertido en una molestia sorda, y el cansancio era una manta pesada que lo envolvía.
El silencio entre ellos era diferente al de antes. Ya no era tenso, sino pensativo. Renjun finalmente lo rompió.
"Mis padres me mandaron una amenaza," susurró Renjun, con la mirada fija en el techo. "Dijeron que si el Corazón no era devuelto, las consecuencias serían mucho peores para mí y los que me rodean." Hyeongjun apretó su mano, pero no dijo nada. Renjun sintió que tenía que ser honesto, sin importar cuánto le doliera.
"Perdón, no te dije nada." continuó Renjun, su voz era apenas audible. "Tenía que encontrar una forma de protegerlos a todos. Pero no puedo ir a Hogsmeade para cuidarlos." Hizo una pausa, tomando una respiración profunda. "Por eso te pregunté si tenías el permiso para ir. Pensé que si iba en tu lugar, podría estar allí para protegerlos."
Una nube de decepción cubrió el rostro de Hyeongjun. Entendía el motivo de Renjun, pero la manera en que lo estaba haciendo lo llenó de una tristeza profunda. No era un enojo, sino el dolor de ver a Renjun una vez más intentando ser un héroe solitario, usando el engaño y el peligro como sus únicas herramientas.
Renjun sintió el cambio en Hyeongjun. El brillo en sus ojos se apagó, y su apretón se aflojó un poco. Una nueva ola de culpa lo golpeó, peor que el dolor de su mano. Se había abierto, había contado la verdad, pero su plan había hecho que su mejor amigo se sintiera decepcionado.
Hyeongjun se quedó en silencio por un momento, la decepción aún reflejada en sus ojos. Pero entonces, su mano apretó la de Renjun con firmeza, y una determinación silenciosa reemplazó la tristeza.
"Está bien," dijo Hyeongjun, su voz era baja pero segura. "Entiendo, es obvio que podrían atacar fuera del castillo. ¿Qué necesitas? ¿Qué ingredientes lleva la Poción Multijugos?"
Renjun sintió un nudo en la garganta, él había entendido todo, ni siquiera tuvo que mencionar la poción y su amigo ya estaba pensando en ella.
"Hyeongjun, yo... lo siento," comenzó a decir, la culpa pesando en cada sílaba.
Hyeongjun negó con la cabeza, su mirada era firme.
"No te disculpes. Lo entiendo. Lo que hiciste... no fue por maldad. Fue para protegernos."
Se miraron a los ojos, y en ese momento, la distancia entre ellos desapareció. Hyeongjun no lo estaba juzgando; lo estaba apoyando.
"Necesitaremos cuerno de bicornio en polvo, piel de serpiente arbórea, crisopa, sanguijuelas, una pizca de descurainia, un trozo de tu pelo y un poco de tu saliva para que la poción funcione," enumeró Renjun en voz baja, con la mente ya en pleno funcionamiento.
"Una semana," repitió Hyeongjun, procesando la información. "Tenemos que darnos prisa, si no queremos que Taeyong o Winwin nos descubran. ¿Dónde podemos escondernos?"
Renjun pensó por un momento. No podían hacerlo en la habitación. La Sala de los Menesteres estaba fuera de los límites. De repente, una idea se le cruzó por la mente.
"Hay un baño en desuso en el tercer piso," dijo Renjun, su voz más segura. "Nadie ha estado allí en años. Es perfecto."
Ambos asintieron, un plan desesperado tomando forma. La tristeza de la noche anterior aún permanecía, pero ahora había una nueva misión que cumplir.
Hyeongjun asintió, su mirada era de determinación.
"Bien. ¿Qué me toca a mí? Yo puedo encargarme de los ingredientes de pociones que podamos conseguir. Con las clases que estoy tomando, ya tengo algunos en mi reserva."
Renjun asintió, sus ojos fijos en la mano herida.
"Tú encárgate del cuerno de bicornio en polvo, la piel de serpiente arbórea y las sanguijuelas. Yo me encargaré de las crisopas y de la descurainia."
El plan se estaba poniendo en marcha. Renjun sentía una mezcla extraña de esperanza y miedo. La culpa de poner a Hyeongjun en esta situación aún pesaba sobre él, pero la determinación de su amigo le dio fuerzas. La herida en su mano era un recordatorio constante del peligro que se cernía sobre ellos, pero ahora no estaba solo para enfrentarlo.
El cansancio extremo aún lo embargaba, pero después de una hora, la desorientación y el mareo habían cedido lo suficiente como para que pudiera levantarse. Hyeongjun se había quedado a su lado todo el tiempo, en silencio, su presencia era significativamente reconfortante para Renjun.
Juntos, salieron de la enfermería y se dirigieron al Gran Comedor para desayunar. El bullicio de los estudiantes chocó con el silencio que los había rodeado, pero Renjun estaba demasiado cansado para procesarlo. Mientras se acercaban a su mesa, Renjun divisó a los chicos sentados en la mesa de grifindor. Mark, Jeno, Haechan, Jaemin y Jisung estaban sentados alrededor de Chenle, que parecía estar contándoles algo en voz baja.
En el instante en que Renjun puso un pie dentro del comedor, todas las cabezas se giraron. Los seis chicos lo miraron, sus rostros una mezcla de sorpresa y algo que Renjun no pudo descifrar. El silencio cayó sobre su mesa, un silencio más pesado que el del día anterior.
Renjun, demasiado exhausto para procesar lo que estaba sucediendo, solo suspiró. Asumió que Chenle les había contado todo lo que había pasado en la habitación. Quizás era una bendición; ya no tendría que explicar nada. Con Hyeongjun a su lado, avanzó con pasos lentos.
Ambos se sentaron en su lugar habitual, al final de la mesa de Slytherin, apartados de todos. Renjun se sentía tan mareado que la idea de comer le revolvía el estómago, pero Hyeongjun, sin decir una palabra, le acercó un plato con tostadas y fruta.
"Tienes que comer," dijo el chico con voz suave.
Renjun negó con la cabeza.
"Me siento enfermo, con náuseas."
"Probablemente es por no haber comido ayer," respondió Hyeongjun, su voz llena de una paciencia infinita. "Sumado a toda la sobrecarga de emociones y la poción de Winwin. Por favor, solo un poco. Te hará bien."
Renjun, agotado, asintió. Hyeongjun tenía razón. Cogió un trozo de tostada y comenzó a comerlo, lentamente.
Justo cuando Hyeongjun le decía que se tomara su tiempo, Chenle apareció. Estaba de pie junto a la mesa, luciendo increíblemente incómodo, con las manos metidas en los bolsillos de su túnica.
"¿Cómo está Renjun?" preguntó Chenle, su voz sonaba insegura.
Renjun lo miró, sorprendido. Su mente estaba demasiado nublada para comprender por qué Chenle estaba allí, después de todo lo que había pasado. La sorpresa era palpable en su rostro. Hyeongjun, sin embargo, no parecía sorprendido en absoluto. Miró a Chenle con recelo.
"Todo está bien," dijo el lobo con frialdad. "Ya te puedes ir."
Chenle se encogió de hombros, su incomodidad era evidente.
"Solo... quería saber."
Esta vez, Renjun respondió. Su voz era apenas un susurro, pero se escuchó con claridad.
"Estoy bien. Me pusieron una venda," dijo, levantando lentamente la mano herida para mostrarla.
Hyeongjun no miró la mano. Su mirada seguía fija en Chenle, una hostilidad fría en sus ojos.
"Ya lo sabes. Ahora que te puedes ir."
Renjun se tensó.
"Hyeongjun, no lo trates así."
"¿Qué? ¿Por qué no?" espetó Hyeongjun, la rabia finalmente superando su control. "No quiero que vuelva a decir lo que dijo ayer. No quiero que nos mire con esa cara de asco."
Una sombra de dolor cruzó el rostro de Renjun. Bajó la mirada, las palabras de Chenle y el grito de Hyeongjun resonaron en su mente.
"Pero es verdad," susurró Renjun, la voz llena de una culpa que nunca se iba. "Al final, yo maté a Injun."
"¡No es verdad!" exclamó Hyeongjun, sus ojos se llenaron de lágrimas. "¡Lo que dijo es una mentira!"
"¡No fue mentira!" gritó Renjun a cambio.
Chenle, al ver la pelea entre los dos, los interrumpió.
"Renjun, lo que dije fue... Fue insensible. No tenía derecho a hablar de Injun de esa forma. Ni siquiera lo conocí. No sé por qué lo hice." Se detuvo, tomando aire. "Espero que puedas perdonarme."
Renjun lo miró, sorprendido. Las palabras de Chenle, llenas de un arrepentimiento genuino, lo desarmaron por completo. Hizo una pausa, y luego asintió lentamente.
"Está bien," dijo al final. "Te perdono."
Hyeongjun bufó rodando los ojos.
"Eres demasiado blando."
Renjun lo miró con reproche, pero su mirada se dirigió a Chenle, un calor suave en sus ojos.
"En serio," dijo Renjun, su voz era un poco más fuerte ahora. "No te guardo rencor."
Chenle lo miró con sorpresa, sus ojos abiertos, incapaz de entender cómo, después de todo, Renjun podía perdonarlo.
Los murmullos de la mesa de Slytherin habían cesado, reemplazados por un silencio expectante. Los gritos de Renjun y Hyeongjun habían llamado la atención de todos, y ahora, los ojos de los otros estudiantes se clavaban en ellos. Incluso los chicos, que estaban en la otra mesa, los miraban con una mezcla de sorpresa y preocupación.
Renjun, incómodo bajo la mirada de todos, bajó la voz y se dirigió a Chenle, incapaz de entender porque seguía ahí parado.
"En serio, estoy bien. Winwin me dio una poción, solo tengo que controlarme a lo largo de los días."
Chenle, con la mirada fija en el suelo, asintió.
"Renjun, lo de Injun... de verdad lo lamento. Fui insensible."
Hyeongjun se levantó de la mesa abruptamente.
"Ya basta. Ya lo dijiste," espetó Hyeongjun, su voz era un susurro furioso. "Ya puedes volver a contarle a todos los chicos lo que pasó, ya que no tienen la valentía de acercarse a preguntar."
Chenle lo miró con sorpresa, sus ojos abiertos. Hyeongjun se había vuelto un muro inquebrantable de hostilidad.
"¡Hyeongjun!" lo reprendió Renjun, su voz sonaba cansada. "Ya basta. Te dije que no lo trates así.”
"Está bien," dijo Chenle, su voz sonaba extrañamente calmada. "Me lo merezco."
"No," replicó Renjun, su voz era una mezcla de cansancio y frustración. "Hyeongjun solo está enojado."
"¡Deberías estar enojado tú!" gritó Chenle, la calma de hace un momento se rompió en un estallido de furia. Sus ojos se llenaron de lágrimas. "¡Te insulté, Renjun! ¡Usé a tu hermano muerto! ¡Deberías odiarme!"
"Renjun no es como ustedes," dijo Hyeongjun con voz baja y grave. Su mirada estaba fija en Chenle. "Renjun no odiaría a alguien solo porque sí. No es como todos aquí."
"¡Yo no lo odio!" exclamó Chenle, la desesperación en su voz era palpable. "¡Nadie lo odia!"
"¡Ya basta!" gritó Renjun, golpeando la mesa con el puño cerrado. Estaba harto. Las lágrimas, la culpa, el drama... era demasiado. Se levantó de la mesa, el plato de comida intacto, y se dirigió a la salida del Gran Comedor. Hyeongjun y Chenle se quedaron petrificados, viendo a Renjun marcharse.
Renjun salió del Gran Comedor con un suspiro de frustración, el ruido y las miradas de los demás se desvanecieron tras él. No quería pensar en lo que acababa de pasar, ni en lo que dirían los chicos. Solo quería que el día terminara de una vez. Se dirigió a la torre de Astronomía, el lugar más tranquilo y solitario del castillo. Se acurrucó en un rincón con Flicker, su Bowtruckle, que se posó en su hombro, y se perdió en el silencio. No iría a clases. No tenía fuerzas para fingir que todo estaba bien.
La soledad del lugar duró poco. Los pasos ligeros de alguien se acercaron a él. Era Park Minji. Renjun se sorprendió. No la había visto desde las vacaciones.
Al verlo, ella se detuvo, su postura era diferente, menos agresiva que la última vez. Se acercó con cautela.
"¿Qué haces aquí solo?" preguntó Minji, su voz era un susurro. "¿Por qué no estás en clases?"
"Lo mismo te pregunto," respondió Renjun, su voz sonaba cansada.
Minji se sentó frente a él, un gesto inesperado que Renjun notó.
"Me voy de Hogwarts. Ahora que mis padres han vuelto a ser ellos mismos, quieren recuperar el tiempo perdido. Me iré a casa con ellos."
Renjun la miró, y un suspiro de alivio se le escapó. Por primera vez en mucho tiempo, una alegría genuina lo inundó.
"Me alegro por ti," dijo Renjun, y lo decía en serio.
Minji lo miró con una sonrisa triste.
"Gracias, Renjun. Por todo.” Se detuvo, su mirada se volvió seria. "No sé porqué estás tan solo aquí, pero en el Gran Comedor cuando pase por ahí Jaemin y Jeno se veían realmente preocupados por ti. No te odian, y no se ven como si quisieran dejarte solo."
Renjun se encogió de hombros, la fatiga pesaba en sus huesos.
"Ya no sé qué pensar," confesó. "Todo es un desastre."
"Lo sé," dijo Minji, su voz ahora era suave. "A veces, las cosas son un desastre. Pero al menos ahora mis padres están bien, gracias a ti."
Renjun la miró, la sorpresa en su rostro era evidente.
"No tienes que..."
Minji negó con la cabeza, interrumpiéndolo.
"Sí tengo. Me ayudaste, y nunca lo voy a olvidar. Fuiste la única persona que me dio una respuesta, y la única persona que me ayudó. Gracias."
Un nudo se le formó en la garganta a Renjun. No había esperado que Minji lo supiera. Pensó que su anonimato en San Mungo le había protegido, pero la noticia se había extendido. La sorpresa fue tan grande que no pudo decir nada más.
"Si necesitas a alguien con quien hablar, sabes que puedes mandarme una carta," dijo Minji, su voz era un poco más fuerte ahora. "Y si necesitas a alguien que te defienda... también me tienes."
Renjun bufa, medio sorprendido y medio tímido.
"¿Realmente?" Preguntó incrédulo. "¿A mí, el hijo de la raíz?" Se apuntó a sí mismo.
"Sí, a ti," respondió sin dudar Minji con una mirada intensa. "Salvaste a mis padres, eres bueno. Yo te juzgué mal. Supongo que también te debo una disculpa por eso."
Renjun negó con la cabeza, incómodo con la sinceridad en su voz.
"No me debes nada. No lo hice por ti." La máscara de indiferencia, tan familiar para él, intentó volver a su lugar, pero la fatiga lo traicionaba.
Minji no se inmutó. Suspiró y sonrió suavemente.
"Renjun," dijo, su voz era un susurro cálido. "Deja de fingir altruismo. A todos nos gustan los halagos.”
Renjun, sorprendido por su propia reacción, dejó escapar una risa. Era un sonido suave, casi un resoplido, pero por primera vez en todo el día, sintió una punzada de ligereza.
Minji lo miró, una sonrisa genuina asomando en sus labios.
"Así que el hijo de la Raíz también ríe. Qué sorpresa."
La broma, tan impensable en sus encuentros anteriores, hizo que Renjun se riera de nuevo, esta vez con un poco más de fuerza. Negó con la cabeza.
"No me recuerdes. Ya tuve suficiente de la gente recordándome quién soy esta mañana."
Minji se recostó en la pared, el sol de la mañana calentando su rostro.
"No te ofendas, pero tu grupo de amigos... el del Gran Comedor... son un poco... ruidosos."
Renjun suspiró, pero esta vez era un suspiro resignado, no de frustración.
"Es... complicado. Hay muchas cosas que no entienden. Cosas que no les he dicho."
"A veces es mejor no decirlas," respondió Minji, su voz era baja y comprensiva. "Y a veces, es mejor que las digas. No sé cuál es tu caso, pero si necesitas a alguien con quien hablar... ya sabes." Se detuvo, y lo miró con sinceridad. "Ya no me pareces tan... frío como antes."
Renjun la miró, sorprendido de la honestidad de su comentario. Era la primera persona que lo veía de esa manera, que lo veía más allá de la máscara.
"Gracias," susurró Renjun, y esta vez, no lo dijo con sarcasmo.
Minji, que había estado mirando las nubes, se giró hacia Renjun, con una seriedad que no había tenido antes.
"¿Y eso es a lo que aspiras?" le preguntó.
Renjun la miró, confundido.
"¿De qué hablas?"
"Me refiero a ti," respondió Minji, su voz era más baja ahora, pero más intensa. "Con lo que hiciste por mis padres... tu magia. No la magia oscura, sino la magia sanadora. ¿Quieres ser un sanador? Con tu habilidad, podrías curar a tantos que fueron cruelmente torturados y maldecidos por la Raíz."
Renjun se quedó en silencio, la pregunta era tan inesperada que le costó procesarla. La idea de un futuro, de una carrera, de un propósito... era algo en lo que nunca se había permitido pensar.
"Sinceramente," dijo, su voz apenas audible. "No esperaba vivir tanto."
Minji frunció el ceño, su expresión se oscureció. No había piedad en su mirada, sino una ira fría que no estaba dirigida a él, sino a lo que su vida había sido.
"Por supuesto que vivirás," espetó. "¿Cómo puedes decir eso? Tienes derecho a vivir. A tener un futuro, un sueño.”
Renjun se quedó en silencio por un momento, sus ojos se cerraron como si el dolor de las palabras de Minji fuera demasiado para él.
"No, no tengo ese derecho," susurró Renjun. "Yo no soy un sanador. Yo no soy una persona buena. Soy el hijo de ellos."
Minji se acercó a él, su voz se suavizó pero la determinación en sus ojos no se desvaneció.
"Renjun, tú no eres tus padres. Tú salvaste a los míos. ¿Cómo puedes decir que no eres una buena persona?"
"Fue nuestra culpa," respondió Renjun con voz ronca. "Si no fuera por la Raíz... ellos no habrían tenido que pasar por eso. Si yo no existiera, nada de esto habría pasado."
"Eso no es verdad," dijo Minji, su voz era firme. "Te juzgué por lo que hicieron tus padres, y te pido disculpas por eso. Pero no tienes la culpa de sus pecados. Eres tú quien está aquí, quien me ayudó, quien me hizo creer en la magia de nuevo. Eres tú quien está sanando el dolor que ellos crearon. Eres un sanador, Renjun."
"No lo soy," susurró Renjun, la lucha en su voz era evidente. "Sólo soy un chico con una vida que no quiere. Con un destino que no quiere. Que ni siquiera esperaba vivir para contarlo."
Minji se detuvo, el silencio entre ellos era pesado.
"Entonces, dime, ¿qué quieres hacer?
Renjun se quedó en silencio, las palabras de Minji resonando en el aire. La idea de un futuro, de un sueño, era tan ajena a él que no sabía cómo responder.
"No sé qué quiero," susurró, su voz era apenas audible.
Minji se inclinó hacia él, su mirada era de una intensidad tranquila.
"No te pido que pienses en el futuro. Te pregunto, Renjun, ¿qué es lo que quieres ahora mismo? ¿En este instante?"
La pregunta simple y directa rompió la barrera que Renjun había construido. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y por un momento, le fue difícil hablar.
"Es imposible," dijo con voz ronca.
"Dímelo," insistió Minji, su voz era un bálsamo en la tormenta de Renjun.
Renjun finalmente lo verbalizó, la frase un suspiro lleno de dolor.
"Quiero que los chicos dejen de estar enojados conmigo," dijo, las lágrimas resbalando por sus mejillas. "Quiero que me hablen de nuevo. Que no me miren con esa decepción en sus ojos."
Minji lo escuchó en silencio, su rostro era una máscara de empatía. Cuando terminó, preguntó con suavidad.
"¿Y por qué crees que están enojados contigo?"
Renjun le contó toda la historia. Le habló del Corazón de Slytherin, de la misión que tenían que cumplir, y de cómo él había intentado ocultarles la verdad para protegerlos. Le dijo cómo los chicos se enteraron en el despacho de Taeyong, y cómo la decepción y el enojo en sus caras fue más doloroso que cualquier maldición.
"Se enojaron conmigo," susurró Renjun, la culpa en su voz era palpable. "Y desde ese día, no me han hablado. No me han dicho nada. Y luego, anoche... Chenle me dijo que la muerte de mi hermano fue mi culpa y es verdad, pero me dolió. Fue horrible, sentí que me estaba rompiendo, y hoy en el desayuno estoy seguro que Chenle les contó. Todos me miraban otra vez, pero estaban muy lejos."
Minji se quedó en silencio por un momento, sus ojos se fijaron en el horizonte. No sabía qué decir, pero sabía que cualquier cosa que dijera sería una mentira si no salía de su corazón.
"Chenle se equivocó," dijo Minji, su voz era suave pero firme. "Y yo también. Nosotros no sabemos qué pasó con Injun. No sabemos qué pasó con tu familia. Pero lo que sí sé es que no tienes la culpa de la muerte de tu hermano. Nadie tiene derecho a decirte algo así."
Renjun la miró, sorprendido. Por primera vez en mucho tiempo, alguien le estaba dando la razón. No solo por sus acciones, sino por sus sentimientos.
Renjun la miró, las lágrimas secas en sus mejillas, sus ojos llenos de una mezcla de incredulidad y asombro. Nunca se había permitido pensar que las palabras de Chenle eran mentira, porque en su corazón, él creía que eran verdad.
"No lo entiendes," susurró Renjun, su voz era un hilo frágil. "Yo estaba ahí. Yo lo vi. Fui yo... y no pude protegerlo."
Minji se acercó un poco más, su mirada era de una compasión que Renjun nunca esperó ver de ella.
"Y él, ¿te odiaba antes de eso?"
Renjun se quedó en silencio, sin palabras.
"No," murmuró finalmente. "Él... él me amaba."
"Entonces, por favor, no te odies por algo que él nunca haría," dijo Minji, su voz llena de una convicción que le erizó la piel a Renjun. "Él te amaba. Y lo que pasó... no fue tu culpa. Tú hiciste lo que creíste que era correcto. A veces, eso no es suficiente, pero no te hace un monstruo. Te hace un ser humano."
Renjun la miró, sintiendo que un nudo en su corazón que llevaba años allí, finalmente empezaba a aflojarse.
"Gracias," susurró Renjun, el sonido de la palabra era suave y sincero.
Minji asintió, una sonrisa amable en su rostro. Se levantó del suelo, sacudiéndose el polvo de la túnica.
"Tengo que irme. El tren de vuelta a casa no esperará."
Se giró para irse, pero se detuvo, como si una última cosa importante se le hubiera ocurrido.
"Escucha, Renjun," dijo Minji, su voz era seria. "Tu misión era devolver el Corazón de Slytherin a tus padres. Pero no lo hiciste. El hecho de que no hayas entregado el corazón demuestra que no eres uno de ellos. Ya demuestra de qué lado estás. No lo olvides. Eso es lo único que importa."
Con esas palabras, Minji se fue, dejando a Renjun solo. Se quedó mirando la puerta por la que se había ido, con el sol de la mañana iluminando las ventanas de la torre. Su mente estaba en silencio por primera vez en mucho tiempo. No había culpa, ni odio, ni frustración. Solo una simple, pero poderosa, verdad.
El sol de la mañana ya estaba alto cuando Renjun por fin abandonó la torre de Astronomía. Las palabras de Minji resonaban en su cabeza, un eco tranquilizador en el caos de sus propios pensamientos. Aún se sentía cansado, pero algo en él había cambiado. Ya no quería huir. Aunque llegaría tarde a su próxima clase, Cuidado de Criaturas Mágicas con el profesor Ten, decidió ir de todos modos. Perdería puntos de la casa, pero ya no le importaba.
Cuando llegó al aula, la clase ya estaba en marcha. El profesor Ten, con su túnica de lino color crema, estaba de pie junto a un establo improvisado. Todos los ojos se giraron hacia Renjun, pero para su sorpresa, el profesor no lo regañó.
"Renjun," dijo el profesor Ten con una voz tranquila. "¿Estuviste en la enfermería?"
Confundido, Renjun asintió con la cabeza, siguiendo el juego.
"Sí, profesor."
"De acuerdo," respondió el profesor, y con un gesto de la mano, le indicó que tomara asiento. Renjun se dirigió a su lugar y se puso al día con la lección, que trataba de las habilidades sanadoras de varias criaturas. Sin embargo, no podía evitar sentir que una mirada le quemaba la espalda. Unos bancos más allá, Haechan, sentado con Mark, lo miraba fijamente, con una intensidad que Renjun no podía interpretar.
Cuando el profesor Ten les permitió a los estudiantes acercarse a las criaturas, una docena de adorables Puffskeins, la clase se formó en una fila. Renjun, claro, era uno de los últimos. Justo cuando era su turno de acercarse a una de las criaturas, Haechan, con la voz un poco más alta de lo necesario, habló.
"Profesor Ten," dijo Haechan, su voz era fuerte. "Renjun tiene la mano lastimada. Creo que no debería tomarlo."
El profesor Ten miró a la mano vendada de Renjun, luego a los ojos preocupados de Haechan. Con un suspiro, asintió.
"Tiene razón, Renjun. Por favor, no lo toques."
Renjun se giró para mirar a Haechan, quien estaba con Mark, Jeno y Jaemin. La seriedad en los rostros de todos lo confundió aún más. No veía el enojo o el desprecio que esperaba; solo una seriedad silenciosa. Sin decir una palabra, se apartó para dejar que el siguiente estudiante se acercará al Puffskein.
Se quedó solo en medio de todos los estudiantes, que ahora se reían y susurraban al interactuar con las pequeñas criaturas. Renjun era un observador forzado, esperando a que el profesor Ten continuará con la lección. El profesor les indicó que los Puffskeins debían ser alimentados con bayas especiales.
"Acérquense con cuidado," dijo el profesor Ten. "Deben darles las bayas de una en una, con la punta de los dedos. Son criaturas muy tímidas."
Renjun suspiró. Sabía que se vería obligado a usar las dos manos y por ende su mano herida. No podía tomar las bayas con solo una mano.
Justo cuando el profesor Ten se disponía a dar la siguiente instrucción, Haechan se puso de pie, cruzó la clase y se paró al lado de Renjun. Haechan, sin mirar a Renjun, tomó las bayas del recipiente en la mesa que le correspondían a Renjun, se acercó al Puffskein frente a él y le dio las bayas, con el dedo índice de una forma suave, mientras Renjun lo observaba con el ceño fruncido y confundido.
Renjun se quedó petrificado. Detrás de él, escuchó la tos sorda de Jeno y un suspiro resignado de Mark. Sin entender lo que estaba pasando, ni siquiera le dio las gracias a Haechan. Simplemente se alejó de él, buscando un lugar donde pudiera estar solo.
Se acercó a la mesa del profesor Ten con la esperanza de que nadie más se le acercara.
"Profesor," dijo Renjun en voz baja, un poco desorientado. "¿Cómo van los avances para destruir el corazón?
"El director Taeyong y el ministro Kun lo están viendo, están buscando formas para destruirlo, no te preocupes nosotros nos encargamos de esa parte" el profesor Ten estaba mirando a los alumnos pero le dio una media sonrisa a Renjun
"Deben tener mucho cuidado."
El profesor Ten asintió, su rostro serio.
"Lo sé, Renjun. Pero ahora no pienses en eso." El profesor señaló la mano de Renjun con la mirada. "¿Fue cuando tocaste el corazón, cierto? ¿Estás bien?"
Renjun se confundió, habría jurado que Hyeongjun solo había involucrado a Taeyong y Winwin.
"¿Cómo lo sabe?"
"Jeno, Jaemin, Mark y Donghyuk me lo contaron," respondió el profesor Ten, su voz era suave y sin juicio. "Me dijeron que te habías lastimado y que por eso no estabas al principio de la clase."
Renjun ahora más confundido mira al grupo que está a unos pasos de él. Jaemin estaba de brazos cruzados, hablando con Jeno, que fruncía el ceño, Renjun lo encontró entrañable. Ambos miraban a Renjun de vez en cuando. A su lado, Mark y Haechan parecían estar en medio de una discusión. Haechan, de hecho, se detuvo, apuntó directamente hacia donde estaba Renjun, y gesticuló dramáticamente.
Renjun se quedó helado, sus ojos fijos en la mano de Haechan. Estaba seguro de que estaban hablando de él. ¿Qué más podría estar diciendo Haechan? ¿Qué otra cosa podría ser tan importante como para que todo el grupo estuviera en una discusión en medio de la clase? A menos que... tal vez Haechan tenía todas esas cosas efusivas que decirle al profesor Ten sobre un Puffskein, lo cual dudaba.
En ese momento, la campana sonó, indicando el final de la clase. Los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, y el profesor Ten se despidió. El lugar se llenó de ruido, y Renjun se quedó en su lugar, sin saber qué hacer viendo como los chicos se acercaron a él, pero se detuvieron a una distancia prudente, mirándolo.
Haechan, Mark, Jeno y Jaemin se quedaron a unos pasos, esperando a que se vaciara el aula, sin decir una palabra. Renjun, confundido y reticente, no sabía qué hacer o qué decir.
Finalmente, fue Haechan quien rompió el silencio, su voz era cautelosa, pero firme.
"¿Está bien tu mano?"
Renjun lo miró, incrédulo.
"¿Chenle no les contó?" preguntó Renjun, su voz era un susurro lleno de dolor. "Creí que ya lo sabían."
Haechan se cruzó de brazos y suspiró.
"Sí, nos contó, pero de una manera un poco... dramática. Para variar." Miró a Renjun a los ojos, una mezcla de ira y preocupación en su mirada. "Ahora... ¿Estás bien?”
Renjun se quedó en silencio, sin saber cómo responder a la pregunta de Haechan, o a la mezcla de emociones en su mirada. Jeno y Jaemin se mantuvieron a unos pasos de distancia, sus rostros serios y sus ojos fijos en él, sin atreverse a dirigirle la palabra. Solo se miraban entre ellos, una comunicación silenciosa que Renjun no podía descifrar.
Mark, al lado de Haechan, suspiró y puso una mano en el hombro de su amigo. Haechan se encogió, apartándose, pero Mark no lo soltó.
"¿Estás bien?" insistió Haechan, su voz se tornó más brusca. "No me mires con esa cara. Te hiciste daño y... y no nos dijiste nada."
Renjun negó con la cabeza, la garganta anudada.
"No es nada," mintió, su voz era apenas un susurro.
"¿'No es nada'?" espetó Haechan, soltándose del agarre de Mark. Su voz subió de tono, aunque se esforzaba por mantenerlo bajo. "¿Te hiciste un corte tan profundo que te tuvieron que vendar, porque no lo pudieron curar con magia y nos dices que 'no es nada'? Sabes, Renjun, eso es lo que más nos molesta. Tu manía de guardar todo para ti. Como si no fuéramos tus amigos."
Jeno frunció el ceño con más intensidad, Jaemin por otro lado soltó un gran suspiro, y Mark le susurró algo a Haechan, pero él lo ignoró.
"Y no es solo eso," continuó Haechan, sin que nadie le detuviera. "Después de que Chenle te dijera lo que te dijo... creíste que el mundo se había acabado, ¿no? Pensaste que te odiábamos. Pensaste que estabas solo."
Renjun no tenía palabras. Todo era verdad. Se había sentido así, solo y odiado.
Jaemin finalmente habló, su voz era suave pero firme.
"Sí, estamos enojados. Y también estamos preocupados. ¿Cómo no íbamos a estarlo?" Lo miro con tanta tristeza que Renjun se sintió flaquear. "Sentimos que nos usaste y que nunca confiaste en nosotros, a pesar de todo lo que pasamos juntos.”
Renjun se quedó en silencio, las palabras de Jaemin se clavaron en él. Se sintió expuesto, herido y, al mismo tiempo, justificado.
"Yo... no fue así," comenzó a decir Renjun, su voz temblaba. "No los usé. Yo... lo hice para protegerlos. Para que no estuvieran en peligro."
Haechan soltó una risa seca, sin humor.
"¡¿Protegernos?! ¿De verdad, Renjun? ¿Crees que somos débiles? ¿Que no podemos cuidarnos solos? Nos mentiste, nos ocultaste algo enorme, y ahora nos dices que es por nuestro propio bien." La voz de Haechan se elevó. "Nos usaste para conseguir lo que querías. No te importó lo que sentíamos."
Mark dio un paso adelante, apretando la mano en el hombro de Haechan.
"Basta, Haechan."
Haechan se sacudió la mano de Mark, sin apartar la mirada de Renjun.
"¡No! No sabe lo que es confiar en alguien y que te mientan." Encaro a Mark. "Cree que puede hacer lo que quiera y que todo estará bien. Que puede caminar por la vida solo."
Jeno y Jaemin se miraron, sus rostros tensos. Renjun bajó la mirada, incapaz de soportar el peso de sus palabras. Sabía que Haechan tenía razón. Su intento de protegerlos se había convertido en un muro entre ellos.
Renjun levantó la mirada. Ya no había ira ni frustración en sus ojos, solo un cansancio infinito. Se había acabado. Estaba harto de las discusiones, de la culpa, de la soledad.
"Está bien," dijo Renjun, su voz era un susurro ronco que cortó la furia de Haechan. "Si están enojados, están en su derecho. Ya lo sé." Se llevó una mano al pelo, el gesto era de pura desesperación. "Pero ya no quiero seguir así," continuó, sus ojos se cerraron con fuerza. "No quiero más. Estoy cansado de las peleas, de los secretos, de... de todo. Solo quiero que esto se termine. Estoy estresado."
El silencio que siguió a sus palabras fue pesado. Haechan se quedó sin palabras, su rostro se ablandó un poco, y Mark soltó el aliento que no sabía que estaba conteniendo. Jeno y Jaemin se miraron, sus expresiones pasaron de serias a estar llenas de preocupación, hasta hicieron el amago de acercarse.
Renjun no tuvo tiempo de procesar su propia vulnerabilidad. Haechan no había terminado. Su rostro se endureció de nuevo, la furia reemplazando el momento de preocupación.
"¿Cansado? ¿Estresado? ¿Crees que tú eres el único? Nosotros también lo estamos. Cansados de tus mentiras, Renjun."
La acusación fue la gota que colmó el vaso. Renjun levantó la mirada, sus ojos ahora ardiendo con una ira que rivalizaba con la de Haechan.
"¿Sí?" espetó Renjun, su voz un susurro cargado de veneno. "Está bien. Tienes razón. Soy un mentiroso. Todo este tiempo estuve buscando el corazón, los usé. Les mentí." Hizo una pausa, su mirada clavada en la de Haechan. "¿Es eso lo que querías escuchar? ¿Te hace feliz oírlo? Está bien. Si necesitas que yo sea el villano: sí, los usé. Les mentí. ¿Ya puedes respirar mejor ahora?”
Haechan, en un arrebato de su propia frustración, gritó.
"¡Sí! ¡Me hace feliz escuchar la verdad, aunque duela!"
"¡Ya basta!" exclamó Mark, dando un paso hacia ellos, con los ojos bien abiertos por el pánico.
“¡Si estás feliz entonces bien!” Gritó con furia.
“¡Bien!” Respondió Haechan gritando también.
Renjun lo ignoró por completo. Se dio la vuelta con un gruñido ahogado, el vendaje en su mano se sentía pesado, y salió al pasillo a toda prisa, furioso. Haechan, con una ira igual de intensa, gritó y se dio la vuelta, marchándose en dirección opuesta.
Jeno, Jaemin y Mark se quedaron ahí en el aula, sus caras pálidas, mirando a sus amigos marcharse en direcciones opuestas. El silencio que quedó fue más ruidoso que cualquier pelea.
Notes:
Mí bebé Renjun creyó que estaba haciendo las cosas bien y todos están enojados con él 😔💙💛
Chapter 29: Entre la oscuridad
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El pasillo estaba vacío, pero Renjun seguía corriendo, la ira ardiendo en sus venas. No se detuvo hasta llegar a los terrenos del castillo, donde el aire frío de la tarde golpeó su rostro. Caminó sin rumbo fijo por los jardines, sus puños apretados, la conversación con Haechan repitiéndose en su cabeza. Tenían razón. Había mentido. Los había usado. Y ahora, estaban pagando el precio de sus mentiras.
El corazón de Renjun era un nudo de dolor y frustración. Sabía que no podía volver a su habitación, ni a la biblioteca, ni a ningún lugar donde pudiera encontrarse con ellos. Necesitaba una distracción, algo que consumiera su mente por completo. La única cosa que podía ofrecerle eso era la magia.
Se dirigió al aula de pociones, un lugar oscuro y lleno de olores extraños. Sin embargo, al llegar, vio que no estaba vacío. Había una clase de quinto año en sesión. Renjun se detuvo en la puerta, frustrado. No podía simplemente entrar y sacar los ingredientes que necesitaba. Tendría que esperar.
Se deslizó por un pasillo lateral y se escondió detrás de una gran columna, un lugar sombrío que le ofrecía anonimato. Se sentó en el suelo frío, abrazando sus rodillas, la punta de sus dedos tamborileando impacientemente contra la pared. Se obligó a esperar, la única cosa que podía ofrecerle la paciencia era el silencio. Por un momento, el mundo exterior se desvaneció y su mente se enfocó en el dolor y la frustración que sentía.
Una vez que el último estudiante de quinto año salió del aula de pociones, Renjun esperó. El profesor cerró la puerta con un conjuro y se marchó por el pasillo. El silencio regresó, espeso y solitario.
En la oscuridad de la esquina, Renjun levantó su varita. "Desilusionador," susurró, y un escalofrío de frío se extendió por su cuerpo. Ya no era visible; se había convertido en un camaleón humano, una sombra difuminada que se mezclaba con su entorno.
Abrió la puerta del aula y entró, sus movimientos sigilosos como los de un fantasma. Con la punta de su varita, recorrió los estantes de ingredientes, sus ojos invisibles buscando las crisopas y la descurainia, tal como había acordado con Hyeongjun. Los encontró, una jarra de moscas que zumbaban suavemente y otra de hierbas secas. Los puso en una bolsa y salió del aula, cerrando la puerta detrás de él.
El viaje al baño del tercer piso fue rápido y silencioso. Abrió la puerta y la cerró detrás de él, el sonido del cerrojo resonando en el vacío. El lugar era lúgubre, con las luces parpadeando y el olor a humedad y a abandono. Era el refugio perfecto.
Renjun se instaló en el rincón más oscuro del baño, su mente se enfocó en la tarea que tenía por delante. Sacó un trozo de pergamino de su bolso, y con su varita, le dio forma de avión. Escribió un mensaje corto y directo: "Estoy en el lugar. Ven cuando puedas. Empezaremos ahora". Le dio un ligero golpe con la varita, murmurando un conjuro, y el avión de papel, con un aleteo silencioso, salió volando por la ventana.
Se quedó esperando, la oscuridad del baño y el silencio de las tuberías lo reconfortaron. Era un santuario en medio del caos de su vida. Por un momento, el mundo exterior desapareció y el dolor de la pelea con Haechan se desvaneció, reemplazado por la concentración y la precisión de su trabajo.
No pasó mucho tiempo antes de que la puerta del baño se abriera. Hyeongjun, con el rostro serio, entró, con una bolsa de cuero en la mano. No dijo nada, solo asintió con la cabeza, una señal de entendimiento y camaradería. Sin mediar palabra, Renjun sacó el caldero, y Hyeongjun sacó sus ingredientes. La poción Multijugos estaba a punto de ser preparada.
Hyeongjun asintió con la cabeza y se sentó en el suelo, sacando su propio caldero y un puñado de ingredientes de su bolsa.
"También estuve investigando hechizos para sacarte esos grilletes," dijo Hyeongjun, su voz era suave. "Creo que encontré uno que podría funcionar."
Renjun lo miró, una oleada de gratitud lo invadió.
"No había pensado en eso," susurró. "Gracias, Hyeongjun."
Una vez que se acomodaron, el aire se llenó con el sonido de los susurros de los hechizos y el burbujeo de la poción. Renjun tomó el mando, su mente completamente enfocada en la tarea. Siguió las instrucciones al pie de la letra, su varita danzando con precisión sobre los ingredientes. Se centró en el brillo esmeralda de la poción, en el aroma a tierra húmeda y hierbas que llenaba el aire. La calma que sentía era un bálsamo para su alma atormentada.
Después de un rato, cuando la poción tuvo el color y la consistencia correctos, Renjun levantó su varita. Con un susurro un hechizo desilusionador en la poción y el caldero, en un segundo desaparecieron de la vista. Se había convertido en un fantasma, una sombra en la esquina del baño.
"Ya está," dijo Renjun, su voz resonaba en el vacío. "Tenemos que volver a clases antes de que alguien se dé cuenta de que no estamos, seguiremos estos días, nos juntamos aquí a esta hora."
Hyeongjun asintió, recogiendo sus cosas. Ambos se levantaron y salieron del baño, una sensación de propósito y de compañerismo, que era un consuelo bienvenido para Renjun.
La clase de Herbología estaba en plena ebullición. El aire estaba lleno del olor a tierra húmeda y el griterío estridente de las Mandrágoras. Renjun estaba en su lugar, concentrado en su tarea, cuando de repente se topó de lleno con Haechan en medio del pasillo cuando iba a buscar una maceta nueva.
"Mira por dónde vas," gruñó Haechan, su voz llena de la tensión de su anterior pelea.
Renjun le devolvió la mirada con la misma ferocidad.
"¿Y tú?" siseó, señalando la mano vendada. "Quizás si te hubieras concentrado en tu trabajo en lugar de en mi mano, no estarías en medio del pasillo estorbando el paso."
Se miraron fijamente por un momento, una comunicación muda de ira y dolor. Pero el profesor los estaba mirando, y el gruñido de una Mandrágora los obligó a separarse. Ambos volvieron a sus lugares, la tensión era tan palpable que los otros estudiantes los miraban con cautela.
De vuelta en su asiento, Renjun intentó concentrarse, pero la herida en su mano le dolía. Y luego, un pensamiento lo golpeó. Flicker, su Bowtruckle, no estaba en su hombro. Con una oleada de pánico comenzó a buscarlo entre su túnica, Pero no estaba, se dio cuenta de lo que había pasado: con el apuro, el pequeño se había quedado en el baño en desuso cuando estaban preparando la poción.
El timbre sonó, liberando a los estudiantes del estrés de la clase. Renjun se lanzó a la salida, ignorando a sus compañeros, hasta chocó con Mark sin querer quien lo llamó por su nombre. Corrió por los pasillos, su mente solo enfocada en llegar al tercer piso. Cuando llegó, el pasillo estaba vacío. Se dirigió al baño en desuso, y justo cuando iba a abrir la puerta, una mano lo tomó del brazo.
Renjun se tensó, su corazón latiendo con fuerza al darse la vuelta. Era Jaemin. La confusión y el miedo se apoderaron de él. Jaemin lo miraba con una expresión que Renjun no podía descifrar.
"Te he estado llamando desde la clase," dijo Jaemin, con un tono serio pero sin ira. "No me escuchaste y tuve que correr por tu culpa."
Renjun se quedó en silencio, listo para defenderse. Pero en ese momento, un pequeño Bowtruckle asomó la cabeza por el cuello de la túnica de Jaemin. Era Flicker, quien lo miró, parpadeando inocentemente.
Jaemin le tendió al pequeño Bowtruckle.
"Se metió en mi túnica en la clase," dijo jadeando y con el ceño fruncido. "Creo que te extrañó, no sé porque vino a mí."
Renjun tomó a Flicker en su mano, la pequeña criatura se aferró a su dedo, y el calor de la criatura se sintió como una pequeña brasa en su piel. Miró a Jaemin, que seguía respirando con dificultad. No sabía qué decir. Había estado esperando una confrontación, otro grito, otra acusación, pero en su lugar, Jaemin se había limitado a traerle a Flicker.
La mano herida de Renjun ardía. Pero el dolor que sentía en su corazón era mucho más grande.
Renjun se quedó en silencio por un momento, la pequeña figura de Flicker en su mano se aferraba con fuerza. Miró a Jaemin, que ya no jadeaba, pero cuyo ceño fruncido no desaparecía.
"¿Cómo estás?" preguntó Renjun, su voz era baja y llena de culpa.
Jaemin no respondió. Su mirada se mantuvo seria. Se tomó un momento para respirar hondo, para ordenar sus pensamientos.
"No le sigas la corriente a Haechan," dijo finalmente Jaemin, su voz era firme pero no enojada. "Haciendo eso solo lo estás animando a seguir peleando. Él también está molesto, tú eres el único que puede pararlo."
Renjun se cruzó de brazos, su ceño se frunció.
"Es culpa de Haechan," dijo, su voz estaba llena de una frustración infantil. "Normalmente soy sereno, pero él me saca de quicio."
"Claro, sereno..." el chico Ravenclaw rodo los ojos. "Especialmente cuando desarmas a medio Hogwarts por mirarte feo."
"Técnicamente no los desarmo", bufó Renjun; se señaló a sí mismo. "Mago oscuro, ¿recuerdas?"
"Sí, lo recuerdo, Jun." Jaemin desvío la mirada brevemente, y la comisura se le curvó. "Pues prueba por no pelear con Haechan."
Flicker asomó la cabecita, como aprobando.
"Haré el intento", murmuró Renjun.
Jaemin se quedó en silencio por un momento, su mirada se suavizó. Sus ojos se fijaron en los labios de Renjun.
"Estás haciendo un puchero," le dijo Jaemin, y al oírlo, Renjun se dio cuenta de lo que estaba haciendo y el calor subió por su cuello y sus mejillas se sonrojaron.
Jaemin también se ruborizó, el color se le subió hasta las orejas, y desvió la mirada.
"Yo... yo solo... No importa," balbuceó, rascándose la nuca.
Renjun solo pudo asentir con la cabeza.
"Sí, no... no importa."
El silencio que siguió fue más incómodo que cualquier pelea.
El Bowtruckle, aferrado a la mano de Renjun, parecía ser el único que respiraba. Jaemin se aclaró la garganta, sus ojos se fijaron en un punto del pasillo, en cualquier lugar menos en Renjun.
"Bueno," dijo finalmente, su voz seguía siendo un poco aguda. "Supongo que ya... Ya tengo que irme. Cuida a tu Bowtruckle." Y sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y se marchó, desapareciendo por el pasillo.
Renjun se quedó solo, con Flicker en su mano y el eco de la conversación en su cabeza. Jaemin no estaba enojado, no de la manera que Renjun esperaba. Pero tampoco estaban bien. La incomodidad y la tensión eran una nueva capa de la distancia que se había creado entre ellos.
El resto del día pasó en una neblina. Renjun evitó los pasillos principales y las zonas comunes, refugiándose en el aula de pociones hasta que su estómago rugió de hambre. A la cena, se sentó en un rincón de la mesa de Slytherin, con Hyeongjun, y comió en silencio, con la mirada de sus amigos en la mesa de Gryffindor pesando sobre él desde la mesa de enfrente, pero ignorandola olímpicamente.
En la sala común de Slytherin, la luz verdosa del lago se quebraba en el techo como si respirara. Renjun pasó otra noche en el sillón más hondo, con el cuello rígido y el corazón latiéndole en la garganta. La sala, una vez completamente ignorada, y ahora su refugio después de no querer entrar a su habitación, en ese instante se sentía como un acuario de cristal. Volvió a la habitación cuando las antorchas ya agonizaban y salió antes de que Chenle se moviera, cada movimiento un intento de evitar el doloroso silencio que se había instalado entre ellos.
A cada campanada de finalización de clases era otra campanada más cerca hacia el día que irían a Hogsmeade, el nudo en el estómago apretaba.
El aula de Historia de la Magia, con su murmullo monótono y el olor a polvo, fue el escenario perfecto para su desesperación. El profesor hablaba de las revueltas de los duendes, pero Renjun no escuchaba. Sus pensamientos eran una tormenta. Estaba atrapado entre su misión y sus amigos, entre la lealtad y la traición. La poción Multijugos estaba casi lista, un recordatorio constante de su doble vida. Sentía que solo le quedaba una última oportunidad para intentarlo.
De manera instintiva, sin pensar, rasgó un trozo de pergamino de su cuaderno y lo dobló en dos tiras delgadas. Con un bolígrafo de tinta, escribió unas pocas palabras. "Pasillo norte, baño, 16:10." Solo tres palabras y una hora. Con los grilletes y sin para hacer que la nota volará, pero lo suficientemente cansado para hacer magia no verbal al ocupar tanta magia para acelerar la poción, la deslizó por el suelo del salón como última opción. La primera, a Jaemin, que la recogió con el ceño fruncido. La segunda, a Jeno, quien la leyó y la guardó en su túnica con una expresión ilegible. Renjun no se atrevió a mirarlos, solo sintió un terrible temblor de esperanza y miedo en su pecho.
A las 16:10, el pasillo estaba vacío y frío. Renjun entró en el baño en desuso. La habitación estaba silenciosa, el eco de sus pasos se dispersó en el aire. Sus manos estaban metidas en los bolsillos, un temblor invisible recorría su cuerpo, había ocultado la poción así que no temia que la vieran. Escuchó unos pasos acercándose, lentos y cautelosos, y su corazón se aceleró.
Jeno llegó primero, con los brazos cruzados y una expresión tensa en el rostro. Jaemin le siguió un par de latidos detrás, con una expresión similar. Se quedaron en silencio, el aire entre ellos era pesado con lo que no se había dicho.
El baño estaba vacío. El eco de una gota en el lavamanos parecía marcar el pulso de Renjun, un latido lento y desesperado en el silencio de las tuberías. El espejo empañado devolvía tres figuras recortadas: él, apoyado contra el mármol frío; Jeno y Jaemin cerrando la puerta con un chasquido que sonó a cerrojo.
La luz parpadeante de una bombilla rota daba al lugar un resplandor macabro.
"¿Por qué aquí?", preguntó Jeno, la voz apretada, sus brazos aún cruzados sobre su pecho.
"Porque me escucharían aquí," respondió Renjun, la garganta se le movió al tragar. "Quiero pedirles algo." Apretó sus manos en puños intentando no temblar. "Si yo se los pido...¿si se los pidiera ustedes harían algo por mi?"
Los chicos se tensaron. Jaemin frunció el ceño, sus ojos se entrecerraron con sospecha. Jeno también apretó los puños, el sonido de sus nudillos crujiendo llenó el silencio. No respondieron.
"¿Qué es lo que quieres?" Preguntó Jeno confundido después de una eternidad.
"No vayan a Hogsmeade. Por favor." Pronunció con lentitud y un atisbo de desesperación.
Jaemin ni parpadeó. Su mirada era fija y fría, como si estuviera analizando cada palabra que Renjun decía.
"¿Hay algo? ¿Sabes algo?" Preguntó al final ladeando la cabeza.
Renjun abrió la boca; el aire le raspó la garganta como si tuviera cristales.
"No."
"Entonces explícate." Jeno dio dos pasos al frente, su cuerpo era una pared de rabia contenida. Dejó a Renjun entre el lavabo y su pecho. La intimidad forzada de la situación hizo que a Renjun le temblaran las manos.
"No más órdenes sin razones." Susurró frente a él.
"Esta vez no estoy bromeando." La voz de Renjun se quebró, se le escapó un sollozo. "Tengo miedo."
La palabra "miedo" quedó suspendida en el aire, pesada, como un objeto sólido que Jeno y Jaemin podían tocar. Jaemin exhaló por la nariz, una bocanada de aire frío que lo estabilizó. Se acercó por el otro lado; entre ambos lo encajonaron contra el mármol frío, la luz pálida de la ventana se filtraba entre sus cuerpos. El recuerdo del último beso flotó un segundo, eléctrico y fuera de lugar, sólo para hacerlo todo peor.
"Dímelo," dijo Jaemin, muy bajo, su voz era un ruego. "Dínoslo a nosotros."
"Yo... yo—" Un latigazo le subió por la lengua; el sabor metálico lo cortó. Su garganta se cerró, una defensa automática, le había ocurrido antes, pero esto era mucho peor. "No... no puedo."
Jaemin bajo la cabeza, su expresión herida.
"¿No puedes o no quieres?" Murmuró sin mirarlo.
"No puedo— no." Renjun negó rápido, los ojos vidriosos. "De verdad que no puedo. Quiero hacerlo, lo juro."
Jeno alzó una mano, le secó una lágrima con el pulgar, sin suavidad pero sin crueldad.
"Entonces dímelo a mí. O a él. O a Mark, Jisung, Chenle, Haechan. A uno." Tragó y miró los ojos de Renjun con miedo. "Solo no nos dejes afuera otra vez."
"No puedo." Las pulseras le hormigueaban en las muñecas; Renjun apretó la mandíbula, su mente era un torbellino de reglas y promesas.
"¿Te acercaste a mí por Doyoung?" soltó Jeno, de repente, con esa herida vieja asomando en sus ojos, su mano aún en su mejilla acariciando con lentitud.
"No." Fue un disparo, urgente. "No." Repitió con más firmeza.
Jeno sostuvo su mirada un latido. Entonces, con el pulgar rozándole justo al lado de la comisura del labio, Jeno paso de mirar sus ojos a sus labios sin pudor, como si un recuerdo encendiera el aire entre ambos. Renjun se quedó quieto, tragando; el toque le subió calor a las orejas.
Jaemin respiró hondo por la nariz, la mandíbula marcada a su lado.
"Te creo", dijo Jeno al fin, retirando la mano con lentitud, como si le costara soltarlo.
"Entonces habla," apretó su cintura Jaemin para llamar su atención. "Una razón. Una sola."
Renjun buscó aire, la garganta en llamas. Nada. Otra lágrima se deslizó por su mejilla. Jaemin se la quitó con el dorso de la mano; esta vez el gesto le salió casi furioso. El tacto fue brusco, no para herirlo, sino para sacudirlo.
"¿Entiendes cómo suena esto?", dijo Jaemin, la voz temblándole de contención. "Otra vez 'confíen a ciegas'. Otra vez solo."
"No los estoy dejando solos." Renjun apoyó la palma vendada en el borde del lavabo con fuerza. "Es prevención. Es real. Está ahí."
Jeno apoyó los nudillos en la loza, justo al lado de la mano de Renjun. La cercanía de su cuerpo y el calor que irradiaba lo encajonaron contra el frío mármol.
"Sin verdad no hay promesa." Su voz era baja y peligrosa. "Hoy vas con Taeyong. O con Ten o Jhonny. Con alguien."
"No puedo."
Jaemin soltó una risa seca que no tenía humor.
"Siempre 'no puedo'. ¿Qué se supone que hagamos con eso, Renjun?"
"Creerme." Le tembló el labio; bajó la mirada, rojo de la vergüenza y de la frustración. "Por favor. Si se los pido, no vayan."
Jeno se alejó de repente y gruño con frustración, el ruido rebotó en los azulejos y llenó el pequeño espacio con una furia cruda.
"¡No, así no! ¡No vuelvas a pedirnos que te obedezcamos como si fuéramos tu coartada!" la voz se le quebró y parecía exhausto.
Renjun alzó la vista, herido.
"Estoy intentando protegerlos—"
"¡Y nos arrancas de la ecuación!" Jaemin se inclinó, tan cerca que Renjun pudo contarle las pestañas. El aliento de Jaemin era rápido, caliente, un contraste con el aire helado del baño. "Por favor. No vuelvas a pedirme que te deje solo en esto."
El silencio se tensó hasta doler. Renjun abrió la boca una vez más.
"Yo... de verdad... no—" La palabra se le quebró en la garganta; llevó dos dedos al cuello, como si algo invisible lo apretara. "No puedo."
Jeno se acercó medio paso, la ira en su rostro se transformó en una frustración agotada. Respiró hondo, su pecho se infló y desinfló con dificultad.
"Si hoy no hablas con alguien, iremos a Hogsmeade. Punto." Jeno señaló el suelo entre ellos con un dedo rígido, dibujando una línea invisible. "No volvemos a elegir a ciegas."
"Jeno—" Renjun dio un paso corto, su voz era apenas un soplo de aire.
Jeno le sostuvo la mirada y, de pura impotencia, le sujetó la mejilla y se inclinó, rozando su boca con la suya en un beso mínimo y tembloroso. Fue un roce de labios que ardía con una frustración contenida. La respiración de Jeno se volvió errática, casi un jadeo. Renjun se sorprendió y se inclinó por más, pero Jeno se apartó casi al instante, con los ojos cerrados, quedando a pocos centímetros. Su mano le quedó un segundo suspendida en la mejilla de Renjun antes de caer, y con la voz áspera le dijo.
"Habla con alguien, bebé." Susurró con súplica.
Jaemin tardó un segundo más. Se inclinó, le limpió una lágrima con el pulgar, y Renjun vio en sus ojos una mezcla de ternura y decepción. Jaemin esperó hasta que Renjun contuvo la respiración y posó un beso breve en la comisura, no en los labios. La decepción embarcó a Renjun, quien soltó un suspiro triste. Jaemin se apoyó en su frente, respirando profundamente antes de cerrar los ojos.
"Nos estás pidiendo que confiemos a ciegas." Susurró, sus labios rozando los de Renjun.
Renjun alzó sus manos y agarró con fuerza la túnica de Jaemin. La cercanía era palpable, pero él lo sentía tan lejos.
"Yo confiaría a ciegas por ustedes," dijo, mirándolo fijamente. "Lo sabes."
"Lo sé." Dijo Jaemin, y su mano libre agarró la nuca de Renjun, mientras que la otra se hundió en su cintura. Acercó sus labios repentinamente en un beso furioso. El beso no era tierno, era un acto de desesperación. Su boca se abrió contra la de Renjun, su lengua buscó la de él con urgencia. El sonido de su respiración agitada y de sus labios al chocar llenó el silencio. Renjun sintió la mano de Jaemin bajar de su mejilla a su cintura, ambas ahora apretando con fuerza, y las suyas se apretaron más en la túnica de Jaemin. El beso se hizo más profundo, más urgente.
"Por favor, no nos hagas rogar de nuevo, Jun." Susurró Jaemin, su voz cargada de una desesperación palpable.
El silencio se hizo pesado, solo roto por sus respiraciones agitadas. Jeno no lo soportó más. Se acercó y su mano se posó en el hombro de Renjun. Con la voz llena de súplica, le dijo.
"Por favor, déjanos ayudarte. No tienes que hacer esto solo."
Renjun se separó de Jaemin, sus ojos llenos de lágrimas. Vio la súplica en los ojos de ambos, la desesperación, la preocupación. Y con una voz que era apenas un susurro, le respondió.
"No puedo. No puedo hablar con nadie. No puedo."
La frustración cruzó el rostro de Jeno, su mano cayó del hombro de Renjun, su cuerpo se puso rígido. Un suspiro pesado se le escapó.
Jaemin, al escuchar las palabras de Renjun, reaccionó con una furia silenciosa. Sus manos se movieron con una rapidez salvaje, agarrando la cintura de Renjun con una fuerza que hizo que Renjun jadeara. Jaemin enterró su rostro en el hombro de Renjun, y sus labios se encontraron con su piel.
"Eres demasiado pragmático, Huang Renjun," susurró Jaemin, su voz era un hilo de ira. "Piensas que puedes solucionar todo solo."
El chupetón fue lento y deliberado, una marca de su frustración. Renjun soltó un jadeo, pero no se movió. En cambio, agarró con más fuerza a Jaemin, sus manos se enterraron en sus hombros, y lo acercó.
"Los extraño," susurró Renjun, su voz se quebró. "Los extraño mucho."
Esa fue la chispa que encendió la furia de Jaemin. Su boca y su lengua eran un torbellino de castigo y de deseo. La lengua de Jaemin se movió con urgencia, un movimiento febril, húmedo y salvaje contra la piel de Renjun. El sonido era un chasquido suave, un sonido de pura desesperación que se mezclaba con sus respiraciones agitadas.
Jeno, al ver la escena, sintió el corazón apretado.
"Nos estás dejando de lado," dijo, su voz era un ruego.
Jaemin detuvo su acto, su aliento cálido en el cuello de Renjun.
"Él tiene razón," susurró Jaemin, su voz llena de dolor. "Nos estás alejando."
Renjun intentó defenderse, su voz un susurro de protesta.
"No, no es cierto..."
Pero Jeno no lo dejó terminar. Se acercó, su mano se enredó en el cabello de Renjun en la nuca, y lo besó con una brusquedad nacida de la desesperación. Un gruñido se le escapó de la garganta mientras sus labios se movían con urgencia sobre los de Renjun. Renjun jadeó en su boca, su cuerpo se retorció para sostenerse, y sus manos se apretaron en el brazo de Jeno.
Jeno se movía, su lengua se abrió paso en la boca de Renjun, un movimiento desesperado que le decía a Renjun que se rindiera. El beso era una sinfonía de desesperación, el sonido de sus labios chocando, el jadeo de Renjun en su boca, el gruñido bajo de Jeno. El sabor de las lágrimas de Renjun se mezclaba con el beso.
De repente, Jeno se separó por un instante, y sus labios se posaron en el labio inferior de Renjun, lo agarró con los dientes, lo mordió suavemente y, en una disculpa silenciosa, lo succionó con una ternura que contrastaba con la brusquedad del beso.
"Nos estás matando, Renjun," susurró Jeno, sus palabras eran un ruego, una confesión, una última desesperación. "Solo queremos ayudarte. Por favor, déjanos."
El cuerpo de Renjun estaba tenso, pero el suave tirón en su labio lo hizo relajarse por un instante. Jaemin, que había estado observando en silencio, se separó de su cuello. Su voz, ahora baja y grave, era un ancla en la tormenta.
"Jun" dijo Jaemin, su voz era un susurro que apenas se podía escuchar, pero la seriedad era palpable. "Míranos. Por favor."
Renjun se retorció, y el aire que se escapaba de sus pulmones fue un suspiro que era una mezcla de agotamiento y resignación.
Y entonces, su cuerpo se rindió. El suspiro se convirtió en un sollozo ahogado, y las lágrimas que había estado conteniendo durante tanto tiempo finalmente se derramaron. El temblor en su cuerpo se volvió más fuerte, un eco de la tormenta dentro de él. Sus manos, que antes estaban agarrando con fuerza la ropa de los chicos, ahora se aferraron a ellos como si su vida dependiera de ello.
Jaemin no perdió el tiempo. Sus brazos se enredaron alrededor de la cintura de Renjun y lo acercaron. Jeno hizo lo mismo, su mano se deslizó por la espalda de Renjun. Los tres se quedaron allí, un nudo de consuelo. El cuerpo de Renjun, en el centro, se derrumbaba, mientras Jeno y Jaemin lo sostenían, susurrando palabras de amor.
"Estamos aquí," susurró Jeno, sus labios en el cabello de Renjun. "Siempre estaremos aquí."
"No te dejaremos solo," le prometió Jaemin, su voz era un hilo de sonido, pero la seriedad era palpable. "Nos tienes a nosotros, aunque no nos quieras aquí."
Los sollozos de Renjun comenzaron a calmarse, y el temblor en su cuerpo disminuyó. Sus lágrimas se detuvieron, y el silencio se hizo profundo y lleno de paz.
Renjun se separó de los chicos, secándose las lágrimas con la manga de su túnica. Con el rostro aún húmedo y las manos temblorosas, miró a Jaemin y le tomó el rostro. Sus pulgares acariciaron suavemente sus pómulos, sintiendo la tensión en la mandíbula de Jaemin, un reflejo de su frustración.
"Lo siento," susurró Renjun, su voz era apenas un soplo de aire. "En serio, lo siento. No puedo hacerlo. No puedo hablar con nadie."
La frustración cruzó el rostro de Jaemin, pero en lugar de responder, simplemente cerró los ojos, un gesto de resignación. Las manos de Jaemin subieron y acariciaron la cintura de Renjun con delicadeza, sus dedos temblaban por la tensión. Renjun se inclinó, sus labios encontraron los de Jaemin, y el beso fue una disculpa. Los labios de Jaemin respondieron al beso, lentos y cálidos, una caricia suave. El sonido de su boca era un chasquido suave, un susurro húmedo.
Después, Renjun se movió hacia Jeno. Sus manos, que aún temblaban, se posaron en sus mejillas, y Jeno le sostuvo la mirada, sus ojos llenos de súplica y preocupación. Las manos de Jeno, incapaces de tocarlo, cayeron a sus costados, sus dedos se retorcían en el aire, un reflejo de su impotencia.
"Lo prometo," dijo Renjun, su voz temblaba. "Arreglaré esto. Arreglaré todo."
Pero Jeno solo negó con la cabeza, sus ojos se cerraron con tristeza. Un suspiro de decepción se le escapó. El corazón de Renjun se rompió, y en su dolor, se inclinó y le dio un beso. Los labios de Jeno respondieron al beso, un movimiento lento que contrastaba con su inmovilidad. A diferencia del de Jaemin, este fue un beso lleno de una profunda tristeza. Su mano se deslizó por el cabello azul de Jeno, una caricia final, mientras sus labios se movían contra los de Jeno, una última súplica silenciosa.
"Confíen en mí," susurró Renjun en sus labios.
Jeno fue el primero en separarse. Miró a Renjun, sus ojos aún llenos de dolor.
"Aún te sientes mal por lo que pasó con Chenle, ¿verdad?" preguntó, su voz era apenas un susurro.
Renjun negó con la cabeza, una mentira que pesaba en el aire.
"No. No es por eso. Simplemente me desmoroné ese día. Ya estoy mejor."
Jeno no le creyó, pero no discutió. Se inclinó, y sus labios se rozaron con los de Renjun en un beso suave, sin furia, un simple toque de labios cerrados. Luego, tomó la mano vendada de Renjun y la puso en su mejilla. Sus ojos miraron los de Renjun una última vez antes de besar el vendaje en su mano. Con un nudo en la garganta, se dio la vuelta y se alejó hacia la puerta.
Jaemin se pasó las manos por el rostro con frustración. Se acercó a Renjun y le arregló la túnica, quitando las arrugas que se habían formado.
"Todos están preocupados por ti," dijo, su voz era suave, pero sin mirarlo directamente. "Chenle no quiso decirte eso. Haechan está molesto, pero se le pasará."
"Está bien," susurró Renjun. "Me lo merezco."
Jaemin negó, su mano se detuvo en el hombro de Renjun.
"No te mereces eso." Dijo mirándolo a los ojos con convicción. "No te mereces nada más que felicidad."
Renjun bajó la mirada, incapaz de sostener la de Jaemin. Pero Jaemin tomó su mentón con suavidad y lo obligó a mirarlo de nuevo.
"Si vas a hacer algo, si vas a intentar solucionar esto solo, por favor, no nos dejes fuera. No dejes a Jeno y a mí fuera de tu vida."
Jaemin se inclinó y besó la mejilla de Renjun con dulzura. Con su pulgar, secó las lágrimas que se habían deslizado en sus mejillas. Pasó de arreglar su túnica a arreglar su cabello, peinando los mechones rebeldes. Después, se inclinó una última vez y lo besó con delicadeza en los labios. Con un suspiro, se unió a Jeno en la puerta.
El impulso de decir "esperen" se le partió en la garganta; abrió la boca, pero no salió nada.
Jeno se dio la vuelta, clavando el hombro en la puerta. La manija chirrió con un sonido agudo y se abrió. Jaemin lo miró una última vez, suave y bajo.
"No nos obligues a ver cómo te rompes solo otra vez." Y se fue, dejando el golpe de la puerta resonando como un disparo entre los azulejos.
El silencio regresó, pero era un silencio distinto, cargado. Renjun se quedó solo, apoyado en el lavabo, la frente contra el espejo frío. Respiró a tirones; el aliento empañó la superficie mientras la gota insistente marcaba el tiempo que él no podía decir.
Las palabras de Jaemin y Jeno se repetían en su cabeza, una y otra vez.
Habla con alguien.
No me obligues a ver cómo te rompes solo otra vez.
Tenían razón. No podía seguir así. La impotencia de su silencio, la furia de Haechan, la fría frustración de Jeno, y la dolorosa lealtad de Jaemin... todo era un peso que lo estaba aplastando. Él se había prometido que lo haría solo, pero en el fondo, sabía que no podía. La maldición de sus padres era una cadena de silencio que lo aprisionaba, pero el amor por sus amigos era la cadena que lo ataba a la vida. Y en ese momento, decidió que no podía romper ninguna de ellas. No podía romper su silencio. No podía romper su amistad.
Solo le quedaba una opción. Tenían razón. Tenía que decírselo a alguien.
Levantó la cabeza y salió del baño, su mente ahora fija en un objetivo. Se dirigió hacia la enfermería.
La enfermería olía a hierbas tibias y metal pulido. La luz tenue de los candelabros se refractaba en los instrumentos de cristal, creando un ambiente extrañamente pacífico que contrastaba con el tumulto de su mente. Taeyong y Winwin revisaban una serie de amuletos sobre una mesa de madera cuando Renjun, aún pálido por la pelea, reunió aire.
"Director, necesito pedir refuerzos para la salida, La Raíz-"
La frase se le quebró a la mitad; la garganta se cerró como si un hilo áspero se anudara debajo de la lengua. Un sabor a hierro le subió a la boca. Renjun se llevó dos dedos al cuello por reflejo, temblando, tal como lo había hecho en el baño. Sus ojos se abrieron, pálidos y vidriosos, mientras el ardor lo paralizaba. La palabra se le había roto de nuevo en la garganta, una trampa invisible que le robaba el aliento.
Winwin alcanzó la varita; Taeyong le sostuvo los hombros antes de que perdiera el equilibrio.
"Ligadura de sangre," murmuró Winwin, helado, acercando la luz de su varita al cuello de Renjun. "No es simple silencio; es un ancla. Si intenta revelar algo que perjudique al linaje, la maldición lo estrangula."
Renjun parpadeó, conmocionado. Su mente buscó frenéticamente un recuerdo, un momento en que algo como esto pudo haber sucedido, pero no encontró nada. Era un vacío aterrador.
"¿Ligadura...?" La voz le salió solo como aire, una pregunta sin aliento. "Yo... no recuerdo que me la hayan puesto."
"Eso cuadra," dijo Winwin, grave. "Este tipo de rito se impone en infancia o durante convalecencias. Es común que bloqueen el recuerdo del momento del vínculo."
Renjun se quedó en silencio, procesando la información. Sus padres. La amarga verdad se asentó en su estómago como una piedra. Realmente habían pensado en todo. No solo en su seguridad, sino en su lealtad inquebrantable. Y en la posibilidad de que traicionara su misión. Era una jaula mágica, un grillete que no podía ver ni sentir hasta que intentaba hablar, y había sido forjado para él desde mucho antes de que supiera lo que era.
El shock se transformó en una furia fría contra su familia.
Taeyong bajó la mano de Renjun con calma, su toque era firme y tranquilizador.
"Mientras te mantengas en el castillo, estarás a salvo. Aquí podemos contener la respuesta de la maldición y vigilarte."
Renjun asintió, pero por dentro la frase le rebotó sin peso. No me preocupó nunca mi seguridad. Su mente no estaba en el castillo, sino en los portones, en la imagen de sus amigos cruzando el umbral. La imagen que le apretaba el pecho era otra: Jeno, Jaemin, los demás cruzando los portones rumbo a Hogsmeade, sin saber que la misma maldición que a él lo hacía un prisionero podía ser el preludio de un desastre para ellos.
"¿Y el Corazón?" preguntó entonces, la voz más áspera de lo normal. "¿Han encontrado cómo destruirlo?"
Taeyong intercambió una mirada con Winwin.
"Seguimos estudiándolo con Kun y Ten. Es antiguo, y su hechura no responde a patrones comunes. Aún no tenemos un método seguro."
El pulso de Renjun se aceleró. La semana entera en la biblioteca le pesó de golpe en las pestañas. Había pasado días enteros estudiando, su mente no pensaba en otra cosa que en cómo destruir el objeto, y creía haberlo logrado. La respuesta estaba en la punta de su lengua, una posibilidad que los magos más expertos no habían visto.
Yo... creo haber encontrado una posibilidad.
Buscó decirlo, abrir la boca y articular dos palabras, un nombre, un procedimiento. La ligadura tiró de nuevo: un latigazo seco bajo la lengua, el cuello tenso, la vista nublándose con agua.
"Yo..." Dos dedos se fueron a la garganta por reflejo. Nada. Solo el ardor y el temblor mínimo en la comisura del labio.
Winwin frunció el ceño, atento.
"No fuerces. El ancla se refuerza con cada intento directo."
Renjun apretó los puños sobre la sábana, impotente. Por eso no pudo decirle nada a Jeno ni a Jaemin. El pensamiento encajó como una pieza cruel: la noche del Corazón, cuando habló, había otra maldición en juego—y la del artefacto había eclipsado a la de su familia.
Ahora, sin ese "ruido", la ligadura volvía a cerrarle la boca.
La frustración le trepó al rostro: mandíbula rígida, ojos vidriosos. Tragó.
"No es que no quiera," alcanzó a susurrar, casi sin voz. "Es que... no puedo."
"Lo sé, ahora lo sé" dijo Taeyong, firme y bajo, como si anclara la habitación. "Déjame preparar protecciones sin que tengas que decirme por qué. Me bastan sí y no." Lo sostuvo con la mirada. "¿El riesgo para ellos es alto?"
Renjun asintió, el gesto pequeño, pero incontestable.
"Entonces actuamos como si hubiera una amenaza concreta en la salida," siguió Taeyong, resolutivo. "Perímetro reforzado, escolta encubierta, rutas alternas. Si en algún punto necesitas que cancelemos, alza la derecha; si basta con aumentar cobertura, la izquierda."
Renjun levantó la izquierda, con algo de culpa. Había preparado todo para enfrentarse solo a quien sea que apareciera en la salida a Hogsmeade, así que solo podía pedir cobertura. La mano le pesaba, y el gesto se sintió como una admisión de su propia arrogancia y miedo. Ahora, una parte de su carga se había transferido, pero la vergüenza de su plan solitario seguía en su pecho.
Winwin dejó una mano, cálida, sobre el antebrazo vendado de Renjun.
"Y yo estaré contigo dentro del castillo, monitorizando la respuesta de la maldición. Si encontramos una grieta legal o ritual, la usamos."
Renjun asintió, la garganta otra vez áspera. Bajó la vista a sus dedos: uno temblaba apenas. No por miedo a sí mismo, sino por la imagen de sus amigos cruzando el umbral sin saber. La tristeza le pesó detrás de los ojos; respiró hondo, torpe.
"Lo que no puedas decir, no lo digas," remató Taeyong. "A partir de ahora, nos encargamos nosotros."
Renjun cerró los ojos un segundo, conteniendo el amague de lágrima. Cuando los abrió, había más cansancio que alivio, pero también un hilo de sentido: no era cobardía. Era la ligadura. Eso no hacía menos doloroso el vacío, ni la distancia con los chicos—pero explicaba el nudo.
"Gracias," dijo al fin, ronco.
"Resiste," respondió Winwin, acomodándole el vendaje con cuidado. "Y si la maldición vuelve a apretar, me llamas antes de intentar hablar. Ya sabes: señales, no palabras."
Renjun asintió otra vez. Y mientras Taeyong empezaba a dictar medidas a un pergamino que se escribía solo, él se quedó mirando sus manos—frustrado, triste, y con la certeza nueva, amarga y limpia, de por qué el "esperen" se le partía siempre en la garganta.
Renjun empujó la puerta de la habitación y dejó la túnica en el respaldo de la silla. La venda le tiró un poco al flexionar la mano. Chenle, sentado en su cama con las piernas cruzadas y un libro abierto, levantó la vista de inmediato; cerró el tomo con un leve golpe.
"Te vi salir de la enfermería," dijo, sin rodeos. "¿Estás bien?"
"Sí. No es nada." Renjun abrió el baúl y empezó a rebuscar entre frascos y plumas como si buscara algo urgente.
Chenle soltó un suspiro que se deshizo en la habitación. Murmuró, apenas.
"Siempre la misma respuesta."
El hombro de Renjun se tensó bajo la tela. No replicó; cambió de frasco, enderezó una pluma que no necesitaba, fingió orden donde no había.
Pasaron unos segundos largos. Chenle volvió a hablar, esta vez más bajo.
"Sé que me estás evitando."
Silencio. Renjun encajó la tapa de un tintero con demasiado cuidado.
La frustración cruzó el rostro de Chenle; apretó la mandíbula, y en lugar de arremeter, soltó el aire y dejó caer los hombros.
"Mira... cómo sé que no puedes salir del castillo, te voy a traer dulces de Hogsmeade." Se aclaró la garganta, torpe. "¿Tienes alguno favorito?"
Renjun parpadeó, como si no esperara esa curva. Cerró el baúl.
"Algo con chocolate. Amargo, si hay."
Una sonrisa ladeada le subió a Chenle sin permiso.
"Con que al mago oscuro le gusta el chocolate... Qué poco discreto, ¿no?"
La comisura de Renjun tembló, mínima.
"Supongo." Hizo una pausa. "Gracias."
"Solo... dímelo si cambias de antojo," añadió Chenle, ya abriendo de nuevo el libro, pero sin dejar de mirarlo de reojo. "Y—" tragó, bajando el tono, "lo de la mano... si deja de ser 'nada', no lo arregles solo."
Renjun asintió una vez, casi imperceptible, y se sentó en el borde de su cama. Chenle pasó página, aunque no leyó; el latido de culpa entre ambos siguió ahí, tibio y tenso, pero sin filo.
En un aula vacía y polvorienta, lejos de la efervescencia de los estudiantes que se preparaban para Hogsmeade, Renjun y Hyeongjun se encontraban a solas. La luz de la mañana se filtraba por las ventanas, iluminando un pequeño frasco lleno de un líquido burbujeante.
"¿Estás seguro de esto?" susurró Hyeongjun, con el rostro pálido.
"Es la única manera," respondió Renjun.
Intercambiaron sus ropas, y con un hechizo de Hyeongjun, los grilletes que ataban las muñecas de Renjun se soltaron. Renjun los tomó y, con un hechizo de transfiguración, hizo unos grilletes parecidos en la muñeca de Hyeongjun, los cuales se veían tan reales como los suyos.
Bebieron la poción Multijugos, el sabor a tierra mojada llenó sus bocas, y en cuestión de segundos, sus cuerpos cambiaron de forma.
Hyeongjun se convirtió en la viva imagen de Renjun, y Renjun en la de Hyeongjun.
Renjun tomó un vendaje y envolvió la mano de Hyeongjun, sellando el engaño.
"Quédate en lugares donde sea fácil verte," instruyó Renjun, su voz era la de Hyeongjun, pero su mirada seguía siendo la suya. "La biblioteca, la sala común... Winwin podría acercarse a hablarte. No respondas mucho, y síguele la corriente."
Justo cuando Renjun estaba a punto de irse, Hyeongjun, en su cuerpo, lo tomó de la mano. La calidez del toque fue un recordatorio repentino de todo lo que estaba en juego.
"No los mates," dijo Hyeongjun, su voz resonaba en el cuerpo de Renjun. "Si tienes que enfrentarte a algún líder, no lo mates. No como lo hiciste con Sungmin." Su agarre se hizo más fuerte. "Si sigues matando, tendrás consecuencias y te estarás acercando a lo que tus padres quieren."
Renjun asintió, aunque en su interior, un fuego oscuro todavía ardía. Estaba seguro de que solo la muerte podía detener a sus enemigos.
"Intenta hacer el hechizo que hablamos para destruir el Corazón," susurró Renjun. "Tú no tienes la maldición que yo tengo, puedes decirlo. Confío en que podemos destruirlo antes de que mis padres escapen de Azkaban."
Renjun se soltó para partir, pero en su mano había un papel doblado. Miró a Hyeongjun, quien asintió con la cabeza, una expresión de confianza y de miedo en su rostro. Renjun asintió de vuelta.
No había necesidad de palabras, el papel tenía una maldición que afectaba la mente, una alternativa a la muerte, una última esperanza.
Aunque el papel en su mano era un hilo de esperanza, Renjun aún se debatía. La idea de una maldición cerebral se sentía como una solución limpia, pero en el fondo de su mente, la convicción era inamovible: si llegaba demasiado tarde o si las cosas se complicaban, matarlos era la única manera. Era la única forma de detenerlos para siempre, la única manera de proteger a sus amigos, la única forma de escapar de lo que sus padres querían que fuera.
Notes:
Gracias a todos por leer, no saben lo feliz que me hacen, y cuando comentan es tan divertido por favor si tienen más comentarios o algo, no sean timid@s :]
Chapter 30: Fuerza conjunta
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Salió del aula en desuso y se dirigió al patio principal. El aire era frío y las nubes grises amenazaban con lluvia. El patio estaba abarrotado de estudiantes, la emoción palpable en el aire. Se mezcló con la multitud, su túnica oscura y su expresión seria lo hicieron invisible. Se acercó a la salida, donde el profesor Yuta estaba revisando los permisos.
Cuando llegó su turno, el profesor miró el pergamino y luego lo miró a él, un segundo más de lo normal. El corazón de Renjun se detuvo. Yuta asintió con una sonrisa.
"Disfruta de la salida, Hyeongjun," dijo. "Diviértete." El nudo en el estómago de Renjun se aflojó, pero solo un poco.
Una vez que pasó, comenzó a avanzar con su año. Mantuvo su vista fija en Chenle y Jisung, que caminaban adelante de él, riendo y bromeando con los demás. Renjun sintió un dolor agudo en el pecho, una punzada de culpa. Estaba aquí para protegerlos, pero su presencia solo ponía en peligro a todos.
El camino hacia Hogsmeade era un río de estudiantes, todos ansiosos por llegar. Pasaron por el Puente Cubierto y la sensación de abandono se hizo más fuerte. Él estaba fuera de la ecuación, solo, un fantasma caminando entre sus amigos. Vio a Jeno y Jaemin a lo lejos, caminando con el resto de su grupo. Sus rostros no eran alegres, estaban tensos y serios. Renjun se dio cuenta de que su ultimátum no era un juego para ellos, y la culpa se profundizó.
Cuando llegaron a Hogsmeade, la aldea era un torbellino de actividad. Las tiendas de dulces, las tiendas de bromas y los pubs estaban llenos de estudiantes. El olor a mantequilla de cerveza y pastel de calabaza flotaba en el aire. La multitud se dispersó en diferentes direcciones, y Renjun se encontró solo, observando.
Renjun vio cómo el grupo de sus amigos se compactaba en un segundo. Haechan se colocó al lado de Mark, con la mandíbula tensa. Jaemin y Jeno mantenían sus rostros serios, explorando el área, sus ojos moviéndose constantemente. Jisung y Chenle miraban a su alrededor con una mezcla de emoción y una extraña precaución. Renjun se sintió como si estuviera viendo una obra de teatro, una donde él era el único que conocía el verdadero guion.
Se mantuvo a una distancia discreta, usando la multitud como su camuflaje. Antes de que se separaran en la primera tienda, Renjun, sintiéndose vulnerable, se puso un hechizo desilusionador. La sensación de invisibilidad le dio un respiro, un escudo para protegerse de los ojos curiosos de los demás. La poción Multijugos no era tan fuerte como debería, la había hecho demasiado rápido y acelerado muchos procesos con magia. Se maldijo a sí mismo por su impaciencia y, con un rápido cálculo mental, supo que le quedaban poco más de cuatro horas. Eran las 11:30 de la mañana. Esperaba que hasta las tres de la tarde, nada extraño hubiera pasado, después de todo la semana se había cumplido y él no había entregado el "Corazón" como la "Raíz" lo había pedido. La amenaza a la gente que lo rodeaba era tangible en ese momento.
Renjun siguió a los chicos por horas, una sombra invisible en el corazón de Hogsmeade. Los vio almorzar en Las Tres Escobas, observando cómo la conversación entre Jeno y Jaemin era tensa y cómo Haechan se mantenía callado, un raro espectáculo. La vista del grupo, tan juntos y tan distantes a la vez, lo apuñaló con una profunda tristeza. Se sentía como si estuviera viendo un recuerdo, un tiempo que nunca volvería a ser.
Después del almuerzo, los siguió a Honeydukes. Vio a Jisung y Chenle con los ojos brillantes, sus rostros iluminados por el dulce caos de la tienda. Renjun se quedó afuera, su atención se centró en los detalles: un hombre de aspecto sospechoso en la esquina, una mujer que lo miraba demasiado tiempo, un cuervo que aterrizaba en el alféizar de una ventana cercana. Cualquier cosa podía ser una señal, un presagio de la tragedia que se acercaba.
Más tarde, entraron a la tienda de bromas de los Weasley. El interior era un caos de colores brillantes y ruidos de risa, pero la mirada de Renjun era seria. Mientras sus amigos jugaban con los productos, él buscaba en las sombras, en los rincones más oscuros. Esperaba el momento en que la calma se rompiera, el momento en que la amenaza se manifestara.
El hormigueo abrupto recorrió todo su cuerpo mientras su apariencia cambiaba de nuevo. Ahora, era él de nuevo, en su apariencia y su corazón era Renjun. El nudo en su estómago se apretó, sabiendo que la calma era solo el preludio de la tormenta.
Los chicos se alejaron de las bulliciosas tiendas de Hogsmeade y comenzaron a caminar hacia las colinas, buscando un lugar más tranquilo. Renjun, aún invisible bajo el hechizo desilusionador, los siguió. Se movió con cautela, sus botas no producían ni el más mínimo sonido. El aire se hizo más frío y el viento susurraba entre la hierba alta. El grupo se detuvo en la cima de una pequeña colina, con vistas al castillo. Se sentaron en el pasto, en un círculo improvisado. Renjun se sentó un poco más lejos, lo suficientemente cerca para escuchar, pero lo suficientemente lejos para seguir siendo una sombra en el paisaje, se sentía extraño, el aire hacía eco raro, como si alguien hubiese puesto un vaso sobre la colina.
"Creí que iba a hablar con alguien," dijo Chenle, la voz tensa. "Pensé que el ultimátum de Jeno y Jaemin funcionaría. Pero sigue actuando igual, como si fuera el único que puede resolver todo."
Jaemin exhaló con frustración.
"No puedo creerlo. me siento decepcionado. Pensé que iba a hablar con nosotros o algún profesor después de lo del baño."
"Intente darle confianza," dijo Jeno, su voz era fría y amarga. "Le dimos una forma de seguir sin tener que decírnoslo todo. Pero no la tomó. No quiere que lo ayudemos." Suspiro con tristeza.
"No creo que sea así," dijo Jisung, suavemente. "Creo que está asustado. Que lo estamos juzgando mal. No podemos entenderlo porque no somos él. Creo que están siendo injustos." Miro a todos en el grupo.
Haechan se acercó a Jisung y le puso una mano en el hombro, tenso.
"No somos injustos. Estamos preocupados. ¿Crees que nos gusta esto? Nos está rompiendo a todos. Si no quiere que lo ayudemos, entonces ¿Qué se supone que hagamos?"
"Es que no sé qué más podemos hacer," dijo Jaemin con un nudo en la garganta. "No sé si quiere que lo ayudemos, o que nos alejemos."
"Nosotros sabemos que nos quiere," dijo Mark, su voz era baja y sorprendió a todos. "Pero a veces el camino que crees que es el correcto te arrastra a otro lado. A un lugar oscuro." Se quedó en silencio un momento. "A un lugar como el que mi hermano tomó."
El silencio que siguió a las palabras de Mark fue más pesado que cualquier grito. Todos se quedaron mudos, procesando la revelación. La conexión con su propio drama y la oscuridad de "la raíz" era una verdad amarga que ninguno de ellos se atrevía a nombrar.
"¿Qué quieres decir, Mark?" preguntó Jaemin, la voz apenas un susurro. "¿Tu hermano...?"
Mark se aclaró la garganta, la mirada perdida en la distancia.
"Lo sé, porque lo viví. Lo vi alejarse. No es algo de lo que le guste hablar a mi familia." Se giró para mirar a los demás, sus ojos eran viejos. "Creo que Renjun no está acostumbrado a pedir ayuda, o a tener personas que se preocupen por él de la forma en que nosotros lo hacemos. Él cree que está solo en esto, porque siempre lo ha estado." Se quedó en silencio, y luego, con la voz más baja, continuó: "Sé que La Raíz puede ser muy convincente. Mi hermano no se habría ido con ellos si no fuera así."
Renjun sintió que se le desgarraba el alma. Escuchar a Mark decir esas palabras, a la persona que más respetaba, era un golpe devastador.
Jeno suspiró, el dolor era evidente en su rostro.
"No lo sé... No es que no lo entienda. Pero duele. El ultimátum no era un ultimátum, era una súplica. Para que nos dejara ayudarlo. Para que no estuviera solo otra vez." Sus manos se apoyaron en sus rodillas, parecía exhausto.
"¡Pero es que ya lo hizo!" estalló Haechan, su furia era una llamarada. "Ya eligió irse solo, por más que le pedimos que nos hablara, que confiara en nosotros. ¿Y para qué? ¿Para qué la confianza, si nos ha mentido todo el tiempo? Tenía una misión en Hogwarts, ¿y nosotros qué? ¿Éramos solo el daño colateral?"
Jisung se movió, incómodo.
"No creo que sea así. Renjun no es así. Sé que nos quiere, sé que somos importantes para él. Solo que... no puede. Ustedes no vieron... el dolor en sus ojos cuando lo confronté y le pregunté si dejaría la raíz."
"¿Y el nuestro qué?" la voz de Jaemin se quebró un poco. "Nosotros también sentimos dolor, Jisung. Duele que, por más que intentemos, no nos deje ayudarlo. Duele que tengamos que esperar que nos diga que no está bien."
"Él no nos mintió," Chenle intervino, "él nos ocultó la verdad, que es diferente. Y nos está protegiendo a su manera."
"¿Nos está protegiendo?" se burló Haechan, con una risa amarga. "Nos está alejando. Nos está obligando a ver cómo se va por ese mismo camino del que todo el mundo habla. El camino de la soledad, el camino que lo acerca a lo que La Raíz quiere de él. Y todo por una maldita misión de la que no nos quiere hablar."
El sol se escondió detrás de las nubes, dejando una sombra fría sobre la colina. Renjun escuchaba cada palabra, cada suspiro, cada punzada de dolor que sus amigos expresaban. Las lágrimas le corrían por la cara, invisible, silencioso, pero sintiendo la agonía de todos.
"Aún no entiendo por qué se fue así," dijo Jeno, la voz más suave ahora, con un tono de dolor. "Él sabe lo mucho que lo queremos, lo mucho que lo necesitamos."
"¿Y si ya es tarde?" La voz de Chenle era apenas un susurro, pero el miedo era palpable. "¿Y si ya está en ese camino, el mismo que tomó el hermano de Mark?"
De repente, un graznido resonó sobre ellos. Un águila grande, de plumaje oscuro y ojos penetrantes, planeaba en círculos sobre la colina. Los chicos se quedaron en silencio, observándola. El ave descendió, aterrizando con gracia en el pasto. Y en un instante, se transformó. Las plumas se retrajeron, su cuerpo se contorsionó, y en su lugar apareció una mujer de cabello oscuro y rizado.
La transformación no fue más rápida que su movimiento. En un segundo, sus garras afiladas se convirtieron en uñas largas y rojas que se clavaron en la garganta de Haechan. Él se atragantó, sus ojos se abrieron de par en par. La mujer lo tenía en un agarre de hierro, su cuerpo tenso y listo para la lucha.
"¡Qué conmovedora escena!" dijo la mujer, con una sonrisa burlona. "Haechan ¿Cierto?, la lealtad, la preocupación, los lazos de amistad... qué patético."
"¡¿Quién eres?!" Gritó Mark levantando su varita.
"¡¿Qué quieres?! ¡Suéltalo!" Gruño Jaemin con pánico en sus ojos, apuntando también.
"¿No es obvio?" dijo la mujer con una sonrisa fría. "He venido por lo que es mío." Su mirada se detuvo en un punto del aire, justo donde Renjun estaba. "Puedes salir, pequeño. El hechizo es bueno, pero tu olor... es inconfundible. Podría olerte a millas de distancia."
El hechizo desilusionador se desvaneció, y Renjun se materializó en el aire, su rostro pálido pero su mirada fija y calculadora. El shock en los rostros de sus amigos era un golpe más doloroso que cualquier hechizo. Sus ojos se abrieron de par en par, sus bocas colgando abiertas en shock.
"¿Renjun?" susurró Jeno, la sorpresa en su voz era clara.
"¿Qué está pasando, Renjun?" gritó Jaemin, con el pánico escrito en su rostro. "¡¿Quién es esta mujer?!"
Renjun, con la voz baja y calculada, como si estuviera dando una lección.
"Mei es una de las líderes de La Raíz." Dijo con frialdad.
"¡¿Y por qué está aquí, Renjun?!" gritó Jaemin, la furia y el miedo superando su dolor. "¡Tú trajiste esto aquí, pusiste a Haechan en peligro!"
Mark se adelantó, intentando mantener la calma.
"¿Qué quiere de nosotros? ¿Qué está pasando?"
Renjun se sintió como si su garganta estuviera atada de nuevo, pero no por la maldición, sino por la vergüenza y el dolor.
"Lo que quiere no es de ustedes", dijo acercándose. "Déjalo ir, Mei."
Mei se rió, su sonrisa era una línea fina y cruel, sus ojos se posaron en los chicos y se deleito con el pánico en sus rostros.
"No." Escupió con desden. "No hasta que me entregues lo que me pidieron tus padres."
El cuerpo de Haechan se retorcía, sus piernas intentaban patear al aire. Su rostro estaba congestionado y rojo, y sus ojos suplicaban ayuda.
"¡No hagan nada!" gritó Renjun, su voz era un hilo de urgencia y miedo, pero fue ignorado.
"¡Stupefy!" gritó Chenle, apuntando su varita.
"¡Expelliarmus!" exclamó Mark, su voz un ruego.
Jaemin, en un acto de desesperación, alzó su varita sin pensar en el hechizo, pero no importó. Mei ni siquiera se molestó en alzar la suya. Un escudo invisible se formó a su alrededor, una barrera de energía pura que desvió los tres hechizos a la vez, enviándolos a estrellarse contra la pared lejana. El impacto hizo que Jaemin se tambaleara y cayera de rodillas al suelo.
Mei se rió, el sonido era un eco vacío que llenaba la colina.
"¿Qué quiere de nosotros?" gritó Jaemin, su voz temblaba.
Mark se paró al lado de Renjun, confundido.
"¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Sabías que esto iba a pasar?"
Jeno miró a Renjun, sus ojos llenos de súplica.
"Háblanos. Por favor, Renjun, dinos qué está pasando."
Jaemin se levanto a duras penas del suelo con ayuda de Jeno quien corrío a ayudarlo.
"Por tu afán de hacer todo solo," dijo Jaemin, su voz llena de dolor, su mirada clavada en Renjun, "ahora todos estamos en riesgo. Haechan está en peligro por tu culpa."
Renjun se encogió, una expresión de dolor cruzó su rostro. Jeno miró a Jaemin, sus ojos reflejaban la misma frustración. El silencio se hizo pesado, roto solo por los jadeos de Haechan.
Mei se echó a reír, una risa fría y cruel.
"Oh, por favor. ¿Todavía no lo saben?" Su mirada se paseó por los rostros de los chicos, disfrutando de su confusión. "¿De verdad pensaron que él quería ocultarles esto? ¡Qué ridículo!" Se burló, su voz era un veneno dulce.
Un escalofrío recorrió a los chicos. Las palabras de Mei se sintieron como una bofetada. Mei apretó un poco más su agarre en la garganta de Haechan, quien jadeó y pataleo.
"Él no puede hablar, tontos. Él tiene una ligadura de sangre, un ancla que lo estrangula si intenta revelar algo que perjudique a su linaje. Él no los ha estado odiando. Él no es que no quiera hablar. Es que no puede."
El mundo de Jaemin y Jeno se detuvo. Sus miradas se desviaron de Mei a Renjun, cuyo rostro estaba pálido como la muerte, sus ojos llenos de una tristeza que ahora entendían. La culpa que sintieron fue un golpe físico. Todas sus acusaciones, sus súplicas y sus frustraciones, se sintieron como si hubieran sido dirigidas a un hombre amordazado.
El silencio se instaló, un silencio cargado de dolor y de una terrible revelación. Las palabras de Mei flotaron en el aire, pesadas, y la culpa se instaló en el pecho de Jaemin y Jeno. Se miraron el uno al otro, la misma vergüenza reflejada en sus ojos, y luego se voltearon a ver a Renjun, quien los miraba con una tristeza tan profunda que casi los rompe.
La sonrisa de Mei se borró, una línea fina y cruel que se desvaneció en el momento en que Renjun avanzó un paso. No era una risa alegre, sino una risa amarga y despectiva que hizo eco en el pasillo, un sonido de pura impotencia y desprecio.
"Hubiera sido más fácil si hubieras cumplido con lo que querían tus padres," dijo Mei, riendo, no era una risa alegre, sino una risa amarga y despectiva que hizo eco en el lugar, un sonido de pura impotencia y desprecio. "El corazón hubiera hecho todo más fácil. ¿Lo trajiste?"
"No." Dijo Renjun, sin inmutarse, su mentón en alto, sus ojos clavados en los de ella.
La rabia de Mei fue inmediata y feroz. Con una furia repentina, apretó su agarre en la garganta de Haechan. Él se atragantó, su rostro se puso morado, los ojos le salieron de sus órbitas y luchó desesperadamente por respirar, sus manos intentaban sin éxito liberarse.
Renjun vio el terror en los ojos de Haechan, la desesperación pura que se reflejaba en su rostro amoratado. El miedo le dio una claridad fría. Su voz fue apenas un susurro que portaba más peso que un grito.
"Suéltalo, o te juro que no verás la luz del día de nuevo." amenazó Renjun, su voz apenas un susurro que portaba más peso que un grito.
Mei soltó una carcajada.
"Qué dulce. El pequeño dragón cree que puede asustarme. Te vas a arrepentir de esta insolencia, Renjun."
"¡Renjun, no!" gritó Jisung, con la voz temblando, al verlo avanzar solo. "¡Nosotros podemos ayudarte!"
En un instante, Renjun lanzó un hechizo no verbal. Una ráfaga de aire comprimido salió de su varita, dirigida directamente a la mano de Mei. Ella ni siquiera parpadeó. Un escudo imperceptible se formó a su alrededor, y el hechizo se desvaneció en el aire.
"Qué lento," se burló Mei, apretando aún más la garganta de Haechan. "Deberías haber practicado más."
La pelea comenzó. Renjun lanzó un chorro de luz cegadora, seguido de una serie de maldiciones menores. Mei las bloqueó todas, aún con Haechan en su mano. Las maldiciones rebotaban en el escudo, explotando en el aire en chispas de colores. Renjun era rápido, esquivando los contraataques de Mei con una gracia desesperada. La tierra se levantaba a su alrededor, las rocas se rompían.
En un momento de caos, Renjun aprovechó una distracción. Se lanzó hacia adelante, sacando una daga de su manga. En un movimiento rápido, la clavó en la mano de Mei que sujetaba a Haechan.
Mei soltó un grito de dolor, un grito agudo y furioso que rompió el aire. La sangre brotó de su mano, y Haechan cayó al suelo, tosiendo y jadeando por aire. Renjun lo tomó por los hombros y lo puso detrás de él.
"¡Te mataré!" gritó Mei, mientras su mano herida se sanaba a una velocidad inhumana. "¡Dame el Corazón, ahora!"
Renjun no respondió, solo se puso en guardia, su varita lista, mientras que con la otra mano apartaba a Haechan por el pecho, haciéndolo caer al empujarlo cuando Mei lanzó una serie de maldiciones imperdonables, el aire se llenó de la energía oscura. Renjun las bloqueó con escudos improvisados, pero la fuerza de los hechizos lo hizo retroceder.
De repente, Mei se transformó en un águila y se abalanzó sobre Renjun. La criatura lo derribó al suelo, y cuando Renjun miró hacia arriba, ella estaba de nuevo en su forma humana. Su rodilla estaba en su pecho, su varita estaba en su cuello.
"Qué patético," se burló Mei. "Te llevaré de vuelta a casa, con tus padres. Y cuando ellos terminen con los dementores, te quitarán todo tu poder. y por fin podremos deshacernos de ti."
Una comprensión fría y horrible se apoderó de Renjun. Sus padres no querían que él se uniera a ellos. Querían extraer su poder y matarlo. Era la única manera de que el poder del Corazón les sirviera para algo y la maldición de poder perteneciera a su familia.
Mei se rió, su varita presionando en el cuello de Renjun.
"No llores, pequeño. Es un buen final para un traidor."
El rostro de Renjun se mantuvo impasible. No hubo lágrimas, ni un solo temblor. Sus ojos miraron los de Mei, fríos y claros como el hielo. Su voz fue baja y escalofriante.
"Traidor... ¿De quién? ¿De los que me querían muerto desde el principio?" Renjun hizo una pausa, y su mirada se volvió desafiante. "El único traidor que veo aquí es un peón que se atreve a llamarse a sí mismo líder. Tus palabras son patéticas, Mei. Crees que eres poderosa, pero no eres más que otra herramienta para mis padres. Una vez que consigan lo que quieren de mí, te descartarán como a la basura. Y entonces, ¿quién será el patético?"
La sonrisa de Mei se congeló, sus ojos brillaron con una furia silenciosa que solo el miedo podía avivar.
Mark, Jeno, Jaemin, Jisung y Chenle comenzaron a lanzar hechizos de aturdimiento y de inmovilización. Una ráfaga de luz y magia salió de sus varitas, todos apuntando a Mei con una desesperación compartida. Pero Mei los bloqueó a todos con un movimiento casual de su varita, como si estuviera apartando una mosca. Un escudo invisible detuvo todos los hechizos, y el aire vibró con la magia rechazada.
"¡No le hagas daño!" gritó Jeno, su voz quebrada por el miedo. "¡Aléjate de él!"
"¡No te acerques!" gritó Jaemin, con el pánico en su voz mientras su varita temblaba.
Mark, con la rabia ardiendo en sus ojos, no lo pensó dos veces. Corrió hacia Haechan, quien se recuperaba y jadeaba por aire en el suelo, tratando de agarrarse a algo. Los demás chicos se pusieron en guardia, con sus varitas temblorosas, pero su determinación era inquebrantable.
Fue entonces cuando Mei notó un pequeño bulto verde que se asomaba de la túnica de Renjun, un pequeño Bowtruckle asomando su cabeza. Una sonrisa lenta y siniestra se extendió por su rostro, sus ojos brillando con una malicia pura.
"Vaya, vaya," se burló. "¿Desde cuándo eres tan dócil para llevar un maldito Bowtruckle? ¿Es tu pequeño amigo?" Su sonrisa se volvió cruel. "Qué pena."
Con un movimiento casual y desinteresado de su varita, lanzó un Crucio.
Un grito silencioso y desgarrador escapó del diminuto cuerpo de Flicker, aunque no se escuchó ningún sonido. El pequeño Bowtruckle se retorció y se dobló sobre sí mismo, como si una fuerza invisible lo estuviera aplastando. Renjun sintió un dolor insoportable en el pecho, un dolor agudo y punzante que no era suyo. Sus pulmones se negaron a funcionar, y un gemido se le escapó de los labios.
"¡No!" gritó Jeno, su voz quebrada por el horror.
"¡Para! ¡Por favor, para!" suplicó Jaemin, sus ojos clavados en el sufrimiento de Renjun y el pequeño ser.
Jisung, con la varita en la mano, se quedó congelado. Su mente estaba en blanco, su cuerpo se negó a obedecerle. No supo qué hacer ante la crueldad tan casual que estaba presenciando.
Justo cuando Mei iba a intensificar el hechizo, un destello rojo y furioso salió de la varita de Haechan. Él estaba en el suelo, pero reunió las fuerzas suficientes para apuntar.
"¡Reducto!" gritó, su voz ronca por el ataque anterior.
El hechizo golpeó a Mei en la espalda, tomándola por sorpresa. La magia estalló en su piel, y un grito de pura furia y dolor escapó de sus labios. La sorpresa fue suficiente para que su agarre en Renjun se aflojara.
Renjun aprovechó la oportunidad. Con un movimiento rápido, arrebató a Flicker, quien estaba acurrucado, y se puso de pie, su varita temblaba en su mano.
"¡Qué estúpido!" gritó Mei, su espalda humeaba. Su sonrisa volvió, pero estaba llena de pura malicia. "¿Crees que puedes ganarme? ¡No eres nada sin tus trucos!"
Mei se recuperó rápidamente. Con una sonrisa de pura malicia, alzó su varita. "Ahora, pequeño traidor, vas a ver lo que pasa cuando te metes con 'la raíz'."
Renjun estaba de pie, con Flicker a salvo en sus brazos, se maldecía por no haberse dado cuenta que Flicker no estaba con Hyeongjun. Su varita temblaba en su mano, pero su mirada era fría y calculadora, una máscara que ocultaba el terror y el dolor que sentía. Mei lo miraba con una furia incontrolable, sus ojos prometían una venganza devastadora.
Pero antes de que la batalla pudiera continuar, el aire se distorsionó violentamente, como si una lámina de cristal invisible se estuviera rompiendo. Una figura apareció detrás de Mei, materializándose de la nada. Era un hombre con una cicatriz en la ceja, sus ojos fríos como el hielo, y un aura de poder tan palpable que los chicos dieron un paso atrás, con sus varitas a punto de caer de sus manos.
"Jay," siseó Mei, con una mezcla de sorpresa y alivio.
"¿Llegué muy tarde?" dijo Jay, su voz era un eco helado que resonó en el aire tenso. Una sonrisa cruel se dibujó en su rostro al ver a Renjun, quien estaba de pie y con la varita en la mano. "Vaya, vaya. ¿Un traidor, Renjun? ¿En serio?" Pregunto con sarcasmo. "Aunque debí haberlo visto venir. Siempre fuiste el más débil. Y ahora eres un inútil que ni siquiera puede proteger a sus nuevos amigos."
Renjun no parpadeó. Su mirada era un muro de hielo que no mostraba miedo ni arrepentimiento. Su agarre en la varita se hizo más fuerte, pero no dijo nada.
"¡Cállate!" gritó Mark, su voz llena de una rabia que no había sentido antes. Sin dudarlo, alzó su varita y una ráfaga de luz escarlata salió disparada hacia Jay. "¡Stupefy!" El hechizo zumbó en el aire, rompiendo el silencio tenso que los había rodeado.
Al ver que Mark había comenzado, Jeno y Jaemin se unieron a la lucha sin dudarlo. Sus varitas se alzaron, y la colina se convirtió en un campo de batalla de hechizos.
"¡Expulso!" gritó Jeno, y una explosión de energía golpeó el escudo que Mei acababa de conjurar.
"¡Petrificus Totalus!" vociferó Jaemin, mientras el hechizo de cuerpo completo volaba hacia el líder.
Renjun se unió a la pelea. Mientras sus amigos lanzaban hechizos de aturdimiento y de inmovilización, sus propios hechizos eran diferentes. No eran para aturdir. Eran ráfagas de energía oscura y fría que buscaban los puntos ciegos de las defensas de sus enemigos. El caos se desató en la colina. El aire se llenó del sonido de los hechizos, los choques de magia, y la tierra se levantaba en cráteres humeantes.
Chenle, con el rostro pálido pero una determinación feroz en sus ojos, lanzó un hechizo potente a Mei. Ella, en un segundo de furia, gritó.
"¡Avada Kedavra!". El rayo de luz verde salió de su varita, dirigido directamente al corazón del chico. En un instante, Jisung reaccionó, empujando a Chenle con todas sus fuerzas.
El horror absoluto se apoderó de Chenle. Con la voz quebrada por el pánico, gritó con todas sus fuerzas.
"¡Jisung!"
Cuando el rayo verde cortó el aire hacia Jisung, Renjun se lanzó; fue un borrón. Alzó la varita y, con la garganta rasgada.
"¡Fervens Ignis!". No fue un chorro de fuego común. Un muro compacto de fuego denso se materializó frente a él, como metal incandescente vertido en el aire, que se interpuso entre el rayo verde y Jisung, consumiendo la muerte en su furia ardiente.
El Avada Kedavra lo golpeó de lleno; el impacto reventó el muro en una lluvia blanca y el rayo asesino se deshilachó hasta apagarse. El estallido le chamuscó la venda y el calor le hirvió la piel de la palma; Renjun mordió un jadeo y el zumbido le llenó los oídos. El fuego se extinguió de golpe, dejando olor a pelo quemado y un silencio que pesó más que el estruendo.
Jisung, que apenas se había librado de la muerte, susurró el nombre de su amigo, sus ojos llenos de miedo y asombro por el poder que Renjun acababa de usar.
"Renjun..."
Jeno tropezó dos pasos hacia ellos, blanco.
"Nos habrías dejado...", empezó, y la voz se le quebró. Jaemin le apretó el antebrazo sin mirarlo, como si ambos necesitaran confirmar que seguían vivos.
Jay se unió a la pelea, lanzando maldiciones a diestro y siniestro. Sus hechizos eran rápidos y brutales, y ahora, con la fuerza combinada de él y Mei, Renjun estaba en una lucha desigual que no podía ganar. El suelo se agrietaba bajo el peso de sus maldiciones, y los escudos de Renjun se rompían en fragmentos de luz.
Los chicos intentaron acercarse para lanzar más hechizos, pero Renjun, con la voz fría y un brillo de desesperación en sus ojos, gritó.
"¡Expulso!" Una onda expansiva los empujó hacia atrás, manteniéndolos a salvo a la fuerza. No iba a permitir que se interpusieran en esta batalla que ya había decidido librar solo. El aire silbó a su alrededor mientras eran arrojados contra la tierra rocosa de la colina. El impacto les robó el aliento y la fuerza.
Jeno se deslizó por el suelo, el dolor en su espalda era agudo, pero la herida en su corazón era más profunda. Jaemin cayó de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo. Sus ojos se llenaron de un doloroso entendimiento. Renjun no iba a permitir que se interpusieran en una batalla que ya había decidido librar solo.
En el suelo, Jisung, Chenle, Mark, Jeno, Jaemin y Haechan se miraron entre sí, sus cuerpos doloridos y sus mentes aturdidas. Se quedaron en silencio, el sonido de los hechizos de Mei y Jay chocando contra los escudos de Renjun era un recordatorio constante de su impotencia. Se habían quedado a salvo a la fuerza, sin tener opción, solo pudiendo observar desde un lado cómo su amigo enfrentaba su destino solo.
Mei y Jay se rieron, viéndolo solo contra ellos dos.
"Vas a morir, Renjun," se burló Mei, y alzó su varita. "¡Bombarda Maxima!"
Pero Renjun también se rió, una risa amarga y desafiante.
"Eso crees tú."
Con una velocidad sobrenatural, lanzó dos hechizos hacia el cielo.
"¡Incendio!" gritó. "¡Confringo!" Los hechizos se estrellaron en una explosión de luz y calor, creando un destello cegador que los envolvió a todos. Mei, sorprendida, desvió la atención un segundo, lo que fue suficiente para que Renjun se moviera con rapidez, esquivando el Avada Kedavra que ella le había lanzado con furia instintiva.
Con un movimiento fluido, Renjun lanzó el hechizo que Hyeongjun le había enseñado.
"¡Amnesia Total!" El hechizo golpeó a Mei, y ella se quedó inmóvil, con los ojos vidriosos, como una muñeca rota.
"¿Qué hiciste?" preguntó Jay, confundido y temeroso. "¿Por qué no la mataste?"
"Ataco a Haechan," respondió Renjun con una sonrisa fría. "Morir seria piedad."
Mei comenzó a gritar, una letanía de incoherencias y maldiciones sin sentido. Las palabras eran fragmentos de su pasado, mezcladas con súplicas y amenazas que ya no tenían dirección. La risa de Jay se congeló. Su rostro se descompuso al escucharla.
"Le destruiste la mente," siseó Jay, la realización era una bomba en su voz. "Le hiciste lo mismo que ella le hizo a los otros. ¡Eres un maldito!" Grito recordando todos los Aurores y magos que Mei había maldecido quebrándoles la mente.
"No, ustedes lo son," respondió Renjun, su voz resonando con una furia cruda y contenida.
Antes de que Jay pudiera reaccionar, Renjun le lanzó una maldición parecida a Sectumsempra.
"¡Sanguis Corrosio!" gritó. Un rayo de luz oscura impactó en el pecho de Jay, y él gritó, un sonido de agonía pura. Se retorció de dolor en el suelo mientras las venas de su piel se volvían negras, y su cuerpo se descomponía lentamente, la maldición corroía su carne de adentro hacia afuera.
Renjun los vio en el suelo, dos figuras retorcidas que una vez fueron líderes de La Raíz. Mei yacía boca arriba, sus ojos vidriosos miraban al cielo mientras su boca murmuraba incoherencias.
"El Corazón... el poder... mis padres... se lo llevará..." repitió una y otra vez, su voz sin sentido.
A su lado, Jay se retorcía, su cuerpo se contraía en agonía, el sonido de su dolor era un susurro gutural que se ahogaba en el aire.
Con un movimiento fluido y frío, Renjun se acercó, tomó las varitas de ambos y las rompió con un crujido seco. Al mismo tiempo, un domo invisible a unos 200 metros de ellos comenzó a desvanecerse. Se dio cuenta, con un nudo en la garganta, de que esa era la razón por la que la seguridad extra de Taeyong no había aparecido: un encantamiento poderoso los había aislado. Para alertarlos, lanzó un rayo de luz verde al cielo.
El aire olía a tierra quemada y a magia residual. El silencio que siguió al final de la batalla fue pesado, un silencio que los chicos no supieron cómo romper. Estaban exhaustos, con la respiración entrecortada y los cuerpos doloridos. Se levantaron con dificultad, mirándose los unos a los otros con una mezcla de miedo, asombro y una confusión que amenazaba con abrumarlos.
Renjun se giró hacia ellos, el terror en su rostro superado solo por el de ellos. Aún sostenía a Flicker en su mano, el Bowtruckle temblaba levemente.
"Todo está bien," dijo Renjun, su voz temblorosa. "No creo que los otros líderes aparezcan. Si mis padres saben que los traicioné, no se arriesgarían a perder a todos sus líderes en una tarde."
Haechan, aún en shock, se levantó con cuidado, llevando una mano a su cuello. Tocó las marcas rojas en su piel y tragó saliva con dificultad. Su mirada se posó en Renjun, llena de una pregunta silenciosa. Renjun se acercó a él, su voz suave pero urgente.
"Haechan, ¿estás bien?"
Él no le respondió de inmediato. Sus ojos, llenos de un doloroso entendimiento, no se apartaron de los de Renjun.
"Lo que ella dijo... ¿Es cierto, Renjun? ¿La ligadura de sangre? ¿Por eso no pudiste hablarnos de los planes de tus padres?"
Renjun asintió, las lágrimas volvieron a sus ojos, un brillo de vulnerabilidad.
"Sí, es cierto."
Jaemin se acercó a Renjun, sus ojos llenos de lágrimas. El dolor era un peso en su rostro, y sus manos temblaban mientras las extendía.
"Renjun, lo siento tanto..." su voz se quebró. "Por todo lo que dijimos. No..."
Chenle se acercó, su voz temblando con una mezcla de remordimiento y alivio.
"Pensamos que nos habías abandonado, que querías hacer todo solo. No sabíamos..."
"Que no podías," terminó Mark, sus ojos llenos de dolor mientras miraba a Renjun. "Lo entendimos mal. Te juzgamos. No tienes que pedir perdón."
Jisung, con lágrimas corriendo por su rostro, se lanzó hacia él, abrazándolo con fuerza. "Lo siento, lo siento. Fui tan idiota."
Renjun respondió al abrazo de Jisung y sintió cómo se rompía la barrera que los había separado. La tensión en sus hombros se desvaneció, y el dolor en su pecho se sintió menos agudo. Su voz, que había sido tan fría en la batalla, ahora era suave y llena de perdón.
"Está bien. No sabían. No tienen por qué disculparse."
Renjun, dudando, se separo y se acercó al más afectado. Sus manos, que aún temblaban por la adrenalina, se alzaron con un cuidado casi reverencial. La colocó cerca del cuello de Haechan y, con un hechizo no verbal, una luz tenue, cálida y plateada, salió de su palma. Las marcas rojas en la piel de Haechan comenzaron a desvanecerse, sanando por completo en segundos.
Con la misma quietud, Renjun miró a los demás. Sus ojos estaban llenos de culpa, pero no de miedo. Mark tenía un corte superficial en la ceja, Jeno y Jaemin tenían rasguños profundos en los brazos, Chenle sudaba y parecía cansado y Jisung cojeaba ligeramente. En silencio, se acercó a cada uno, y con la misma luz sanadora, curó sus heridas. Fue un acto de perdón tácito.
"Lo siento," susurró Renjun cuando terminó, incapaz de mirar a ninguno de ellos a los ojos. El peso de su secreto y de las mentiras se sentía más pesado que nunca.
El momento se rompió con el sonido de pasos pesados. Una docena de aurores apareció en el perímetro, sus varitas en alto y sus rostros duros. Al frente, Doyoung los vio, y su mirada recorrió el paisaje: los líderes caídos, los chicos exhaustos y a Renjun, el centro de todo el caos. Su rostro se endureció con una expresión de fría decepción.
"¡Quieto, Renjun!" gritó Doyoung, apuntando su varita. "Apártate de ellos. Por fin podré llevarte a Azkaban."
Jeno fue el primero en reaccionar. Se interpuso entre Renjun y Doyoung, su varita en mano.
"No."
Jaemin se puso a su lado. Mark hizo lo mismo. Chenle y Jisung se unieron a ellos y haechan tambien. Los seis chicos formaron una barrera humana frente a Renjun, desafiando a los aurores.
Doyoung se quedó sorprendido, pero su expresión cambió a una de furia. Fue entonces cuando otra figura se materializó detrás de ellos. Era Hendery, con el rostro pálido. Vio a Jay retorciéndose de dolor y se llevó la mano a la boca.
"¡Por merlín!" jadeó. Luego se giró hacia el chico. "Renjun, ¿Qué le hiciste?"
Renjun, con una voz sorprendentemente tranquila, como si estuviera describiendo el clima, respondió.
"Le lancé una maldición. Su sangre se vuelve corrosiva, se descompone desde dentro. Es prácticamente irreversible sin un contraconjuro específico. Morirá en minutos si no se detiene."
Los chicos se quedaron boquiabiertos. Doyoung lo miró con furia.
"Has violado la ley mágica innumerables veces. Has usado magia oscura. Taeyong no podrá salvarte esta vez."
"Nosotros le contaremos todo a Kun," dijo Jeno, su voz firme y sin fisuras. No había duda ni miedo en su tono, sólo una convicción inquebrantable. "Él debería decidir."
Chenle asintió con una fuerza que hizo que sus mechones cayeran sobre su frente, una señal de su absoluta fe en la decisión de Kun.
"Sí," dijo, su voz resonando con la misma determinación. "Él entenderá."
Jeno miró a Doyoung de nuevo.
"Y por si no lo has notado, hyung, todos nosotros lanzamos hechizos hoy. Todos nos involucramos. Así que, si quieres llevarte a Renjun, tendrás que llevarnos a todos."
"Sí, hyung," dijo Jisung, su voz más fuerte que nunca. "No dejaremos solo a Renjun de nuevo."
Renjun, profundamente conmovido, miró al pequeño Flicker que se acurrucaba en su mano. Lo acarició tiernamente, sintiendo su calor. Con una mirada de agradecimiento a sus amigos, dio un paso al frente y dejó a Jaemin el Bowtruckle.
"Toma," le dijo, con la voz aún grave.
Jaemin lo tomó con cuidado, acunándolo entre sus manos. Se dio cuenta de que el pequeño animal ya no temblaba. Renjun lo había curado.
"Hice lo que tenía que hacer." Dijo Renjun mirando fijamente a Doyoung quien tenso la mandíbula y parecía estar dispuesto a contestarle.
Fue entonces cuando, en un destello de luz, el director Taeyong y Hyeongjun aparecieron. Taeyong miró a los líderes caídos, luego a los chicos. Su rostro, aunque serio, tenía un atisbo de alivio.
"Supuse que algo así iba a pasar," dijo Taeyong, dirigiéndose a Renjun. "Por eso le pedí a Hyeongjun que se quedara cerca. Él me lo contó todo."
Luego, se giró hacia Doyoung, que seguía con la varita en alto.
"Tendrás que volver a decepcionarte, Doyoung. Renjun no será llevado a Azkaban."
"¡Director, no puede ser serio!" gritó Doyoung. "Ha usado magia oscura, ha violado la ley mágica. No puedes dejarlo ir, Taeyong. Esto no es Hogwarts, es el Ministerio."
Taeyong sacó un pergamino de su túnica, lo desenrolló y se lo mostró a los aurores. Estaba firmado por el director del Ministerio, Kun.
"Por resolución provisional del Ministerio —firmada por el ministro Kun—, y a la vista de los testimonios que acreditan que Renjun actuó en defensa propia y para proteger a terceros, se suspenden cautelarmente todos los cargos. Permanecerá bajo supervisión de Hogwarts hasta que concluya la investigación."
Los chicos soltaron un grito de alegría y alivio. La tensión de la batalla y el miedo a Azkaban se evaporaron en un instante. Haechan, con los ojos llenos de lágrimas, se abalanzó sobre Mark y lo abrazó con fuerza, quién le acarició el cuello con preocupación. Jaemin alzó a Flicker a la altura de su rostro y los acaricio, riendo de pura emoción, y los demás se abrazaron, aliviados.
Hyeongjun, sin embargo, no celebró. Se mantuvo al margen, su mirada fija en Jay, que se retorcía de dolor en el suelo, su cuerpo contorsionándose en una agonía silenciosa. El sonido de sus gemidos ahogados era un lamento que solo Hyeongjun parecía escuchar.
Se acercó a Renjun, su rostro, una mezcla de horror y decepción. Su voz fue apenas un susurro que portaba el peso de una promesa rota.
Renjun se mostró reacio, su rostro aún tenso por la batalla. Sus ojos, antes llenos de desesperación, ahora eran fríos y calculadores. Su mirada se desvió de Hyeongjun, fija en el cuerpo retorcido de Jay.
"Se lo merecen, Hyeongjun. Es lo que tenía que hacer."
Hyeongjun negó con la cabeza. Su voz era suave, casi un susurro, pero firme. Se acercó a Renjun, forzándolo a mirarlo.
"No," le respondió. "Prometiste que no matarías a nadie. Renjun, mírame." Las lágrimas se asomaron a sus ojos. "Deshaz la maldición. No te dejes llevar por la oscuridad."
Renjun no cedió. Su rostro, aún tenso, se mantuvo frío y distante. Miró a Hyeongjun, sus ojos no tenían ninguna emoción.
"No," dijo, su voz era un susurro firme. "Hice lo que tenía que hacer. Si morirá por mis manos, entonces así será."
La negación de Renjun fue como una puñalada. Hyeongjun se quedó sin aliento. Vio a su amigo que se alejaba de él, la oscuridad en sus ojos crecía. En ese momento, Jay convulsionó violentamente. Un gemido ahogado se le escapó de la garganta, y un hilo fino de sangre goteó de la comisura de su boca.
"¡Renjun, mira!" gritó Hyeongjun, su voz se quebró de puro horror. Se aferró a los hombros de Renjun, y lo hizo girar para que viera la sangre. "¡Por favor! Por favor, no hagas esto. Vas a matarlo. No te dejes llevar por la rabia. No te pierdas en la oscuridad."
Renjun no cedió. Su mirada se mantuvo firme, sin rastro de la duda o el arrepentimiento que Hyeongjun esperaba. Jay volvió a gemir, el sonido rasposo y lleno de agonía. Hyeongjun sintió que se le desgarraba el corazón. En un intento desesperado por encontrar algo a lo que aferrarse, sus ojos se pasearon por la colina, buscando a los otros líderes. Su mirada se posó en Mei.
Ella estaba en el suelo, a unos metros de distancia, pero no se movía. Sus ojos, una vez llenos de malicia, ahora estaban vidriosos y vacíos, fijos en la nada. Se balanceaba ligeramente, murmurando palabras incoherentes para sí misma, una sonrisa vacía en sus labios. No había heridas físicas, pero su mente estaba quebrada.
Un escalofrío recorrió a Hyeongjun. Vio la diferencia entre el destino de Mei y el de Jay. Su voz se hizo un susurro tembloroso, la pregunta que no entendía.
"Por qué... por qué con ella hiciste una maldición de la mente... y con Jay, uno que lo mataría."
Renjun no dudó. Su respuesta fue fría y cortante, como una hoja de hielo.
"Mei merece vivir así por el resto de su vida por haber herido a Haechan", dijo, y la rabia en sus ojos se hizo aún más oscura.
El corazón de Hyeongjun se encogió. Al escuchar el nombre de Haechan, su mirada se desvió para encontrarlo. Haechan estaba de pie, a unos metros de distancia, su mano temblaba mientras se tocaba el cuello. Sus ojos, llenos de un miedo que no podía ocultar, se encontraron con los de Hyeongjun por un segundo antes de que bajara la mirada, como si estuviera avergonzado.
Hyeongjun sintió una punzada de dolor. La rabia de Renjun no le hacía ningún bien a Haechan. No lo protegía.
"No", refutó Hyeongjun, su voz llena de un doloroso entendimiento. "Mira a Haechan. Míralo, Renjun. Lo que le hiciste a Mei no lo ayudó. Solo lo asustó más. ¿Crees que esto lo hace sentir mejor? Tú crees que estás siendo fuerte, pero solo estás dejando que la oscuridad te consuma. Esto no es protección, es venganza."
Renjun no se inmutó. Su voz, que había sido fría y distante, ahora tenía un borde de acero.
"La venganza es un lujo que no tengo, Hyeongjun. Mis acciones fueron una necesidad", refutó Renjun, su mirada sin vacilar. "Haechan está a salvo. Tú y los demás están a salvo. Su miedo es un precio pequeño a pagar por sus vidas. No puedes entenderlo. Me obligaron a ser así para protegerlos."
Hyeongjun sintió una punzada de dolor. Renjun estaba tan perdido en su propia oscuridad que ya no veía la verdad.
"No, no lo entiendes", respondió Hyeongjun, su voz suave y llena de dolor. "No se trata de lo que hiciste, sino de por qué. De la forma en que lo hiciste. Recuerdo aquella vez, en la raíz, cuando te interpusiste entre ellos y yo. Te golpearon, te hirieron, pero no usaste la oscuridad. Solo tu corazón."
"Tus hechizos eran para aturdir, no para destruir. Prometiste que no dejarías que la oscuridad te cambiara. Prometiste que protegerías, no que destruirías."
La frialdad en el rostro de Renjun se desvaneció. Se quedó en silencio, sin poder hablar, las palabras de Hyeongjun lo golpearon como una bofetada. Su corazón se contrajo con una culpa profunda. Él era un monstruo. Y a sus ojos, no había forma de volver a ser quien era.
Hyeongjun se aferró a los hombros de Renjun, sus ojos se llenaron de lágrimas. Su voz era un ruego, un susurro desesperado.
"Por favor, no te conviertas en ellos, Renjun. Tú no eres como ellos. No los dejes ganar."
Renjun se mantuvo en silencio. La frialdad en su rostro se había resquebrajado, revelando el dolor y el terror que había estado ocultando. Miró a Jay, quien se retorcía en el suelo, y un gemido bajo se le escapó. Su cuerpo tembló, sus ojos se encontraron con los de Hyeongjun, y el dolor en su rostro lo superó. Al final, Renjun refunfuñó, pero cedió. Su derrota fue una victoria.
Se acercó a Jay, apuntó su varita y murmuró un hechizo de contracción. La sangre de Jay volvió a su estado normal. El dolor se detuvo, dejándolo exhausto y sin fuerzas, solo un eco de la agonía. Hyeongjun se acercó a Renjun y lo abrazó con fuerza.
"Te dije que no dejaría que te convirtieras en ellos," susurró.
Jaemin se arrodilló junto a Jay, su rostro pálido pero aliviado. Lo revisó, confirmando que la sangre había dejado de fluir, dejando solo un rastro oscuro en su barbilla. Jeno hizo lo mismo con Mei, con un gesto de profunda tristeza. No había nada que pudieran hacer por ella, su mente se había roto.
"Renjun..." susurró Jisung, sus ojos aún llenos de miedo y admiración.
Haechan, todavía tocándose el cuello, miró a su alrededor con una mirada de alivio y confusión. Mark se acercó a él y lo abrazó, murmurando palabras de consuelo.
Taeyong se acercó a Renjun, su expresión una mezcla de alivio y seriedad. Se arrodilló para quedar a su altura, sin soltar su varita.
"Tendremos que escoltarlos a todos de vuelta a Hogwarts. Hay un informe que hacer, pero ahora, la prioridad es que estén a salvo."
Renjun asintió con la cabeza, sus ojos se encontraron con los de Taeyong, un entendimiento tácito pasando entre ellos. Se levantó con cuidado, su cuerpo todavía dolía. Miró a su alrededor, viendo el caos y el dolor de la batalla en los rostros de sus amigos.
Fue entonces cuando sus ojos se posaron en Jeno y Jaemin. Les sonrió, una sonrisa genuina, la primera que había dado en lo que se sintió como una eternidad. No era la sonrisa vacía de la burla ni la sonrisa tensa del miedo. Era una sonrisa de alivio, una sonrisa que al fin les decía: "estoy bien".
Jeno y Jaemin se miraron el uno al otro, y luego a Renjun. La sonrisa de él era contagiosa, y al instante se la devolvieron, aunque las de ellos eran sonrisas de cansancio. Una sonrisa que decía: "sabemos que sufriste, pero estamos contentos de que hayas regresado".
Notes:
Me encanta este capitulo :D me costo un montón eso sí aaaaa como que me estrese editándolo, pero se logro así que espero que les guste.
Chapter 31: Respiro
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
A Mei la subieron a una camilla encantada. Ten iba a la par de los sanitarios de San Mungo, estabilizando con hechizos de contención el daño mental que la dejaba balbuceando trozos de memoria. Jay, en cambio, fue esposado con grilletes runados que le apagaban la magia, un convoy del Ministerio lo aguardaba más allá del límite de Hogsmeade. Hendery y Doyoung caminaron a su lado, fríos, mientras un equipo sellaba la colina y recogía varitas rotas y restos de hechizos en frascos evidenciales.
Cuando la última luz del perímetro se apagó, Renjun ya estaba en la oficina del director, había sido mediante al hechizo de aparición, fue apenas un segundo, pero para él, que estaba agotado se sintió eterno.
La estancia olía a pergamino viejo y té. Taeyong, de pie junto a la ventana, no hablaba; Winwin apoyaba un maletín de diagnóstico en la mesa; Johnny, con el abrigo todavía húmedo, tenía los brazos cruzados. Frente a ellos, Kun hojeaba un documento lacrado con sello del Ministerio, realmente no se dio cuenta el tiempo que había pasado, pero no desaprovecho la oportunidad.
Renjun no esperó invitación.
"Ahora lo saben", dijo, con la voz gastada dando un paso al frente. "Mis padres." Aclaro. "Saben con certeza que los traicioné. Van a venir por mí." No sentía miedo por él, sino por sus amigos.
Kun levantó la vista y no parpadeó, nunca se había dado cuenta lo serio que parecía el ministro mágico, para él al principio había sido solo otra persona más en su lista, ahora lo veía de forma diferente.
"Entonces los esperamos aquí." Dijo como si fuera obvio.
"¿Aquí?" Pregunto con incredulidad.
"Sí." Kun dejó el pergamino sobre el escritorio de Taeyong. "No hay lugar más seguro que Hogwarts. Y ahora que sabemos de qué lado estás, te cuidaremos como a uno de los nuestros."
Taeyong asintió con seguridad.
"Ya estamos reforzando las barreras."
Kun continuó, práctico.
"Si tu convicción es que escaparán de Azkaban, no malgastaremos recursos blindando una prisión que tal vez ya no los contenga. Los pondremos aquí, donde importan: perímetro del castillo, rutas interiores, aula por aula si hace falta."
Renjun tragó, una mezcla agria de alivio y culpa.
Johnny se aclaró la garganta, ladeando una sonrisa mínima.
"Y no eres el único que piensa que debemos cambiar el enfoque." Miró de reojo a los chicos —Jeno, Jaemin, Mark, Haechan, Chenle, Jisung y Hyeongjun— que se habían apretado contra la pared al entrar, todos atentos a lo que se decía. "Park Minji vino a mi despacho hace unos días. Dijo que debíamos reconsiderar tu posición como enemigo. Que al elegir no entregar el Corazón ya nos habías dicho, con acciones, de qué lado estás."
El silencio se hizo denso. Jaemin parpadeó confundido.
"¿Minji... ? ¿dijo eso?" Pregunto con curiosidad en su voz.
Mark soltó una risa breve, incrédula.
"Pero si odiaba a Renjun."
Chenle y Haechan intercambiaron una mirada, torpes. Haechan se rascó la nuca.
"Luego... luego les contamos", murmuró, y Chenle bajó la vista, mordiéndose la comisura.
Kun volvió a Renjun, la voz más baja.
"Lamento todo lo que te cayó encima. Y lamento no haber visto antes lo que estabas intentando hacer. A partir de hoy, prioridad uno es tu seguridad y la de todos aquí. Vas a poder dormir." Le dio una mirada tranquila, tanto que Renjun se relajo extrañado del efecto que tenia el ministro en él.
Taeyong desplegó un plano del castillo. Las líneas de tinta se encendieron con magia.
"Medidas inmediatas," enumeró, marcando el aire con la varita: "Red de antitraslación doble capa. Trampas de trasladores no autorizados. Malla anti-animago en el perímetro —Mei nos enseñó por dónde falla—. Rondas escalonadas con Yuta, Ten y Hendery y demás profesores. Monitoreo de la ligadura contigo a cargo de Winwin, cada seis horas."
Winwin asintió, profesional.
"Y un canal mudo: si la maldición te aprieta, tocas esta moneda." Le colocó un pequeño broche de cobre en la túnica. "Me llega de inmediato."
"Comunicaciones," añadió Johnny, sacando una bolsita de cuero. "Monedas-llamador. Un toque para alerta baja, dos para alta, tres para 'todos al punto seguro'. Se encienden y vibran." Repartió una a cada uno.
"Y reglas," dijo Kun, mirando a Renjun sin dureza pero sin margen. "No sales del castillo sin escolta. Nada de enfrentamientos solo. Entrenamiento de respuesta no letal con Yuta y Ten, desde mañana. Ya habrá tiempo de discutir lo de hoy con calma, pero necesitamos que vivas para ese debate."
Renjun sostuvo la mirada y asintió.
"Entendido."
Jeno apretó la moneda entre los dedos.
"¿Punto seguro?"
"Una sala segura," respondió Taeyong. "Ya responde a nuestras firmas, la conocerán después."
Jaemin miró a Renjun de reojo, la voz un hilo.
"¿Y si vienen esta noche?"
"Que vengan," dijo Kun, simple. "El castillo estará listo."
Chenle levantó la mano, casi escolar.
"Pero... Y si vienen cuando estemos durmiendo"
"Habrá patrullas. " Lo cortó Johnny, suave. "Tendremos aurores en todo el perímetro. No necesitan más detalles. Por ahora, confíen en que no están a la deriva, los protegeremos."
Haechan soltó aire, como si le aflojaran un nudo viejo.
"Menos mal."
Kun cerró el plano con un gesto.
"Una cosa más." Se dirigió a Renjun, sin testigos en la voz, pero delante de todos. "No estás solo. Si tus padres cruzan esas puertas, no te encontrarán aislado. Te encontrarán rodeado."
Renjun bajó la mirada a la moneda en su palma. El cobre estaba tibio, como si respirara.
"Gracias."
"Vayan a comer algo y a descansar," ordenó Taeyong, devolviéndoles un poco de normalidad. "Patrullas ya están en marcha. Mañana, a primera hora habrá un simulacro de evacuación."
Los chicos empezaron a moverse en bloque. Antes de salir, Kun añadió, más técnico.
"Y, Renjun... nada de cargar con toda la culpa. Ve con Winwin a la enfermería; te revisa la palma y te damos un sedante ligero. Mañana, limpio."
"Sí, señor," dijo Renjun, y el "señor" le salió sin sarcasmo.
Salieron del despacho del director en un bloque, el aire de la oficina de repente reemplazado por la quietud de los pasillos de piedra. El eco de sus pasos resonaba en el silencio de la noche, pesado y reflexivo. Los seis se detuvieron al final del pasillo, el olor a pergamino y té de la oficina de Kun se había ido, reemplazado por el olor a piedra antigua y aire fresco que entraba por una ventana lejana.
Un largo suspiro colectivo salió de sus bocas, una mezcla de alivio y tensión. La amenaza inmediata había desaparecido, pero la conversación en la oficina había dejado un nudo de preocupación en sus estómagos. La realidad de la situación, la inminente llegada de los padres de Renjun, era algo que ahora compartían, algo que tenían que enfrentar juntos.
Jeno fue el primero en romper el silencio, con la voz suave, rompiendo la quietud.
"Renjun... lo siento mucho," dijo, con los ojos en la moneda. "No sabíamos. Y yo—" tragó, "yo dudé de ti. No fue justo."
"No es tu culpa," respondió Renjun, cansado. "No podían saberlo. Yo no podía decirlo."
"Pero te gritamos," dijo Jaemin, áspero, las pestañas húmedas. "Te dijimos cosas horribles. Dije que era tu culpa. Y no vi que estabas... atrapado." Se pasó el dorso de la mano por la mejilla, incómodo. "Lo siento. De verdad."
Mark se adelantó, el tono fue firme.
"Yo tendría que haber parado las cosas antes. Vi hacia dónde iba la conversación y me callé. Eso también es fallarte."
Chenle bajó la vista.
"Y yo fui un tonto en la habitación. Te ataque cuando ya estabas en el suelo. Me dio miedo y solté la primera piedra que encontré. Perdón."
Haechan soltó aire por la nariz, torcido.
"Y yo dije cosas que no pienso cuando estuve enojado. Lo de 'todo es tu culpa' no fue en serio. No fue justo. Perdón, Renjun."
Jisung dio un paso corto y se le pegó al brazo.
"Yo también. Te defendí tarde. Tendría que haberlo dicho antes."
Renjun negó, mínimo.
"Yo también los herí. Yo hice el plan. Los dejé afuera."
"Plan que nos salvó," murmuró Jeno, y le tocó la mano vendada con cuidado. "Pero ya no solo. ¿Sí?"
A un par de pasos, Hyeongjun había esperado, respetando el momento. Se acercó entonces, la expresión seria y medio cabizbajo.
"Yo también debo disculparme." Miró a los seis. "Acepté el intercambio, ayudé para la poción Multijugos y para que él saliera a Hogsmeade." Miro brevemente a Renjun quien apretó los labios. "Creí que era la mejor opción, pero los expuso. No los consideré. Lo siento."
Jaemin lo miró un segundo y asintió.
"Gracias por decirlo." Dijo con una pequeña sonrisa.
"Y gracias por hacerlo volver," añadió Jisung, bajito.
Hyeongjun posó la mano en el hombro de Renjun.
"Te pedí que no matarás y me escuchaste." Empezó con voz temblorosa, miro fijamente los ojos de Renjun y suspiro desde lo profundo de su ser. "Te lo voy a pedir otra vez, delante de todos: si la cosa se pone fea, me llamas a mí o a cualquiera de ellos antes de cruzar esa línea. No te quiero perdiéndote por salvarnos."
"Está bien," dijo Renjun, su voz ronca y cansado. "Lo intentaré."
"Entonces hagamos un trato," propuso Mark, práctico. "Si Renjun dice 'no puedo', lo tomamos como literal. No lo empujamos a romper nada. Pedimos señales, no razones."
Jeno levantó la moneda.
"Código: un toque, 'estoy mal'; dos, 'peligro'; tres, Sala segura. Y nosotros vamos. Sin preguntas de más hasta que pase." Asintió a todos.
"Y yo me comprometo a usarla," dijo Renjun, mirando el cobre. "Siempre."
"Y a cambio," remató Jaemin, más suave, "cuando podamos hablar, hablamos. Sin secretos de orgullo. Solo los inevitables."
Chenle intentó aliviar la cuerda.
"Y si el mago oscuro necesita chocolate amargo para hablar, se le consigue."
Un amago de sonrisa le movió la comisura a Renjun.
"Eso ayuda."
Haechan le dio un golpecito al broche de cobre.
"Y si te ahogas otra vez, no te vayas a aislar. Llámanos con la moneda y venimos."
"Los voy a llamar," repitió Renjun, y esta vez sí sonó como promesa.
Se acercaron sin pensarlo mucho. Jeno le apoyó la frente un segundo, breve, una disculpa muda. Jaemin le acomodó la capa con dedos torpes y le acarició el cuello con suavidad. Mark le dio un abrazo rápido de esos que sostienen más de lo que aprietan. Chenle le chocó la moneda contra la suya, como sellando el trato. Jisung se aferró sin vergüenza. Haechan lo rodeó por los hombros y no dijo nada, que era su manera de decirlo todo.
"Vayan comiendo," dijo Hyeongjun, dando un paso atrás. "Yo llevo a Renjun a que Winwin le vea la mano. Mañana entrenamos no letal con Yuta y Ten. Me toca hacerle de blanco móvil." Rodo los ojos.
"Con protecciones, por favor," gruñó Jeno arrugando la nariz.
"Con protecciones," prometió Hyeongjun feliz de que Jeno le hablara.
Renjun los miró a todos, la moneda tibia en la palma.
"Perdón," alcanzó a decir, último, por pura costumbre.
"Perdón aceptado," respondió Jaemin, y luego añadió, clavándole la mirada para que le quedara: "Y el de nosotros también, realmente lo sentimos."
"Lo sé, perdón aceptado," repitió Renjun, y por primera vez en días, el nudo de la garganta cedió un milímetro.
Bajaron las escaleras móviles juntos, con el latido del castillo reforzado sobre sus cabezas y el cobre de las monedas marcándoles un mismo ritmo en los bolsillos, Hyeongjun suspiraba cada vez que miraba a Renjun, y él sabiendo o por lo menos intuyendo que el chico aún estaba procesando lo sucedido, lo tomo de la mano todo el camino.
La puerta de la enfermería se cerró con un suave "clic" detrás de ellos, casi una hora después, el sonido un mundo de distancia de la batalla que acababa de terminar. Winwin se había encargado de la palma de Renjun, aplicando un bálsamo curativo que aliviaba el dolor punzante. Le había dado también una poción tranquilizante, que hizo que la cabeza de Renjun se sintiera como si estuviera flotando.
Hyeongjun, que lo había esperado pacientemente a su lado parecía menos tenso. Pero antes de que pudieran dar un paso, vieron a Jeno y Jaemin esperándolos al final del pasillo. Jeno estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, y Jaemin estaba de pie a su lado, con las manos en los bolsillos, sus ojos fijos en Renjun.
Hyeongjun soltó un bufido, divertido, y negó con la cabeza, rodando los ojos.
"Vaya, parece que te esperan," dijo, una sonrisa burlona en sus labios. "Qué popular te has vuelto, chico oscuro. Ya no hay más 'nosotros' ahora, ¿eh?"
Renjun sintió cómo sus mejillas se encendían.
"Hyeongjun," murmuró, su voz era un suspiro de vergüenza.
El lobo se rió y le dio un empujón suave.
"Ve," dijo, y luego se dirigió por un pasillo lateral, hacia sus propios aposentos, dejándolo solo con los chicos.
Renjun se acercó a ellos, la distancia se sintió como si fuera una eternidad. Jaemin fue el primero en hablar, su voz era suave y llena de preocupación.
"¿Cómo estuvo la sesión con Winwin? ¿Está mejor tu mano?" Pregunto intercalando su vista de la mano a los ojos de Renjun.
Él asintió con una mirada tierna.
"Sí. Me dio un sedante también. Me siento... ligero." Murmuro con tranquilidad.
Jeno se quitó de la pared, su rostro un cuadro de alivio y cariño.
"¿Quieres venir con nosotros?" le preguntó, su voz era una invitación silenciosa y cálida.
Renjun no dudó.
"Sí. Por favor."
Jaemin le tomó la mano derecha, la que no estaba lastimada, y la entrelazó con la suya. El gesto fue simple, pero lleno de un significado tácito. Jeno puso una mano en la cintura de Renjun, guiándolo entre los dos. Sus toques eran un recordatorio de que no estaba solo. Lo guiaron por pasillos que Renjun no reconoció, quizás si estuviera menos cansado los reconocería, hasta que se detuvieron frente a una pared de piedra.
Jeno la tocó, y una puerta se materializó, abriéndose lentamente. Los tres entraron, y la puerta se cerró detrás de ellos. La sala de los menesteres se había transformado en una habitación cálida, iluminada por una chimenea que crepitaba. Una cama grande con mantas gruesas se encontraba en el centro de la habitación, y a su lado, una mesa con chocolate caliente humeante.
Los tres se quedaron en el centro de la habitación, el fuego de la chimenea proyectando sombras cálidas sobre los muros de piedra. El aroma a chocolate y madera quemada llenaba el aire. Era un refugio después de la tormenta. Jaemin soltó a Renjun, pero sus manos no tardaron en volver a encontrarlo. Jeno puso una mano en la espalda de Renjun, guiándolo suavemente hacia la cama grande del centro.
"Siéntate, Renjun," le dijo Jaemin, con una voz tan suave que no parecía la suya.
Renjun se dejó caer en el colchón, su cuerpo agotado se hundió en las mantas gruesas. Jaemin le entregó una taza de chocolate caliente, y Jeno se sentó a su lado, la cercanía era un consuelo tácito.
"No es tu culpa," Jeno fue el primero en hablar. "Nosotros... nosotros fuimos los que cometimos el error."
"Lo sentimos, Renjun," intervino Jaemin. "Te dijimos cosas horribles. Te gritamos. No sabíamos la verdad, pero eso no es una excusa. Te hicimos sentir solo... y tú estabas sufriendo en silencio." Sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas llenas de resentimiento hacía si mismo. "Lo sentimos mucho."
Renjun los miró, sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.
"¿Cómo pueden pedirme perdón? Debería ser yo quien lo haga. Les oculté información, les dije que no se metieran en esto. Los puse en peligro ¿Cómo pueden ser así?" Pregunto incrédulo al verlos tan arrepentidos.
Jaemin se inclinó y limpió las lágrimas de sus mejillas con su pulgar en un gesto suave.
"Porque te queremos, Renjun. Y tú no tenías por qué salvarnos, pero lo hiciste. No nos mentiste, no nos traicionaste. Y eso es lo que importa. No lo que pasó, sino lo que hiciste."
"Y no nos vas a perder," agregó Jeno, su voz era firme. "Prometo que no te vamos a perder. Estamos contigo. Estamos aquí. Y no nos vamos a ir. Porque te queremos, Renjun. Más de lo que tú te puedes imaginar."
Renjun sollozó, su corazón se desbordó de alivio.
"Yo también," murmuró, su voz se rompió, cerró los ojos dejando las lagrimas caer. "Yo también los quiero."
Jeno se inclinó y besó su otra mejilla.
"No volveremos a ser tan estúpidos," agregó, su voz era firme. "Puedes golpearnos si volvemos a ser idiotas."
Renjun no respondió, pero una sonrisa se dibujó en sus labios. Con una mano, tomó la de Jeno y con la otra la de Jaemin, entrelazando sus dedos con los suyos, para finalmente asentir, se quedaron así mucho tiempo, el suficiente para que Renjun dejará de llorar y comenzará a jugar con los dedos de los chicos que estaban apoyados en él.
"Bueno, ya que está todo aclarado, ¿podemos dejar de ser tan dramáticos?" preguntó Jaemin, con una sonrisa en los labios, el dolor en sus ojos se había ido y solo descansaba su cabeza en el hombro de Renjun. "Si sigues llorando, tendré que llorar yo, y no quiero arruinar mi hermoso rostro."
Jeno se rió, y Renjun lo miró con un brillo de diversión.
"¿Hermoso?" preguntó Renjun, con una sonrisa. "No tienes."
"¡Claro que sí!" dijo Jaemin, fingiendo estar ofendido. "Es un hechizo de belleza, obvio. ¿Qué creías que era?"
Renjun se rió, una risa que sonaba a alivio y a felicidad.
"Eres un idiota."
"¡Pero soy tu idiota!" respondió Jaemin, con una sonrisa radiante.
"Por supuesto que sí," dijo Renjun, y se recostó en la cama, entre los dos, sintiendo el calor de sus cuerpos. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió a salvo. Se sintió en casa. Y sabía que, no importaba lo que pasara, no estaba solo.
Con la risa aún vibrando en el aire, Renjun se recostó en las almohadas, sintiéndose increíblemente liviano, probablemente por la poción de Winwin. A su lado, Jeno lo abrazó, su brazo fuerte y cálido se posó sobre su cintura, mientras Jaemin se acurrucaba a su otro lado, su mano aún entrelazada con la de él. Entre los dos, el peso del mundo y de la culpa se disipó, dejando solo una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo. Renjun se durmió, acunado por el calor de los chicos.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, la sala de menesteres seguía igual. Los rayos de sol entraban por una ventana que no estaba allí la noche anterior, y el fuego de la chimenea había sido reemplazado por un suave resplandor. Jaemin y Jeno parecían haberse despertado hace un rato, y estaban sentados en la cama, hablando en susurros. Al verlo despierto, ambos se acercaron.
"Buenos días," le dijo Jaemin, con una sonrisa. "Aún falta para el desayuno."
Jeno lo ayudó a sentarse, y Renjun se sorprendió al verlo sin polera, buscando con los ojos la pudo ver a un lado de Jaemin. Jeno al darse cuenta que Renjun parecía esquivar su mirada se volvió tímido al percatarse del porque, pero Jaemin se rió aliviando el ambiente.
"¿Qué tal, Renjun?" preguntó Jaemin, con una sonrisa burlona. "¿Qué te parecen los músculos de Jeno? Al final por algo siempre está presumiendo de ellos."
Renjun, para sorpresa de Jeno, asintió con una sonrisa boba y no le despego la mirada ahora con más confianza.
"Se ven muy bien" dijo Renjun, lamiándose los labios resecos. "Jaemin eres un idiota, pero admito que tienes razón ahora."
Jeno se sonrojó, se alejo de ambos y se vistió rápidamente aun sonrojado, cuando estuvo listo miro al chico en la cama que se levantó después de darle una mirada traviesa y de descaro.
"La habitación tiene un baño," le dijo Jaemin, con una sonrisa. "Ve a refrescarte. No te tardes."
Cuando Renjun salió del baño ya vestido, el aire de la habitación parecía haber cambiado. Jaemin y Jeno lo esperaban sentados en el borde de la cama, mirándolo con un cariño que Renjun ya no sentía la necesidad de rechazar. Se acercó a ellos con una sonrisa, la ligereza de la poción de Winwin y el peso de las últimas horas se combinaban en una extraña paz. Se paró frente a ellos y Jaemin le tomó la mano izquierda, que estaba herida, y la besó suavemente, su mirada intensa y llena de significado.
"Te extrañamos, Jun," susurró Jaemin.
Jeno asintió, su voz más profunda y ronca.
"No tienes idea de cuánto." Su mano, que se había movido a la cintura de Renjun, bajó hasta su muslo y, con un movimiento suave, lo acercó. Renjun se dejó guiar sin resistencia, sentándose a horcajadas en las piernas de Jeno, con el rostro a pocos centímetros del suyo.
El reencuentro era un torbellino de emociones contenidas, se sentía tan ligero, pero a la vez increíblemente emocionado. Jeno acarició la mejilla de Renjun, su pulgar trazando un camino lento y cuidadoso.
"Jaemin tenía razón," susurró bajo más para sí mismo que para el chico frente a él. "Nunca nos habías mirado así."
Renjun no pudo evitar sonreír, su corazón latía con una emoción que era tanto nueva como familiar.
"No pude. Me dolía demasiado, y tenía miedo."
Jaemin se inclinó y besó suavemente los labios de Renjun. No fue un beso largo ni apasionado, sino un suave toque, lleno de ternura.
"Ya no tienes que tener miedo, Jun. Ya no estás solo."
Renjun se inclinó para besar a Jeno, y esta vez el beso fue más profundo, más intenso, como si estuvieran intentando recuperar todo el tiempo perdido. Jeno lo besó con una pasión que era a la vez feroz y tierna, sus brazos lo rodearon, lo apretaron contra él, como si tuviera miedo de que Renjun fuera a desaparecer.
Cuando se separaron, Jaemin se unió al beso, sus labios se encontraron con los de Renjun con un ardor que encendió un fuego en él. El beso era una mezcla de amor, alivio y una pasión que no podía ser contenida. Los dos se besaron, como si estuvieran sellando un pacto, una promesa tácita de que nunca más se volverían a separar.
Sus besos eran una conversación sin palabras, un tapiz tejido con toques y suspiros. Los dedos de Jaemin trazaron la línea de la mandíbula de Renjun cuando se separaron, mientras que tiempo después la mano de Jeno se enredaba en su cabello, inclinando su cabeza para un beso más profundo. La habitación se llenó de los suaves sonidos de su afecto, la calidez de sus cuerpos y el aroma de su pasión compartida. Era un nuevo comienzo, una promesa tranquila de un futuro en el que enfrentarían cualquier tormenta juntos, envueltos en la calidez de su amor.
Los tres llegaron al Gran Comedor, el sonido de sus risas resonando en el vasto espacio. Todos los chicos ya estaban en la mesa, comiendo y charlando. Pero en cuanto los vieron llegar, el bullicio se detuvo. Las miradas se posaron en ellos, y en la forma en que Jeno y Jaemin caminaban cerca de Renjun, como si lo estuvieran protegiendo.
"¡Ya era hora!" gritó Chenle, con una sonrisa pícara. "Renjun no durmió en la habitación, ¿Dónde estuviste?"
Mark asintió con la cabeza.
"Sí, Jeno tampoco se apareció en nuestra habitación."
Haechan se burló, con una sonrisa maliciosa.
"Apuesto que estuvieron juntos. Hablen, tortolitos, Chenle y Mark ya los delataron."
Jeno y Jaemin se sonrojaron, pero Renjun no se inmutó. Les sonrió, y sin una pizca de vergüenza, respondió.
"Sí, estuvimos juntos en la Sala de Menesteres."
El comedor se quedó en silencio. Nadie se atrevió a molestarlos, ya que la audacia de Renjun los dejó sin palabras. Era la primera vez que se atrevía a ser tan abierto y tan directo. Los chicos se quedaron en shock, pero en sus miradas había un profundo respeto. Los tres se sentaron a la mesa, y el comedor volvió a la normalidad.
El resto del desayuno se pasó entre risas y charlas. Renjun se sentía ligero, libre de las cargas de las últimas semanas. Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió en casa.
Mientras comían, Renjun se dio cuenta de que no había arruinado las cosas. El grupo, su grupo, estaba a su alrededor, riendo y bromeando. Había vuelto a sentarse con ellos, y esta vez, no iba a arruinarlo, estaba decidido a no volver a cometer los mismos errores.
La sesión con Winwin en la enfermería fue rápida y silenciosa, le había dejado Flicker a Hyeongjun. Jaemin, que lo había acompañado, se sentó en una silla a su lado, esperando pacientemente. El ambiente entre ellos era tranquilo, pero había una tensión palpable, una corriente eléctrica que los unía, una promesa tácita de todo lo que había pasado en la Sala de Menesteres.
Al salir de la enfermería, el pasillo estaba vacío. Deberían haber ido a su próxima clase, pero ninguno de los dos se movió. Jaemin se detuvo, le tomó la mano, y lo miró con una sonrisa.
"No quiero ir a clase," dijo con un quejido.
Renjun se rió tapándose la boca debido a que no estaba acostumbrado a hacerlo.
"Yo tampoco." Admitió.
"¿Te gustaría ir al baño del tercer piso conmigo?" preguntó Jaemin, con una sonrisa pícara.
Renjun se rió, el sonido de su risa llenó el pasillo.
"¿Estoy siendo una mala influencia para ti y para Jeno?" se sonrojó, pero la risa se hizo más fuerte.
Jaemin se rió, su risa era contagiosa.
"No te preocupes," dijo. "Con Jeno siempre estábamos dispuestos a saltarnos las reglas cuando queríamos besarnos en privado."
La revelación sorprendió a Renjun, pero lo emocionó aún más. Sin pensarlo dos veces, asintió, y los dos se dirigieron al baño del tercer piso.
Cuando Renjun entró, la puerta se cerró detrás de ellos, el sonido un mundo de distancia del bullicio del castillo. El baño estaba vacío, los azulejos fríos y la luz tenue. Renjun se quedó de pie, sintiéndose extraño.
"Me siento como un chico malo," susurró, la vergüenza y la emoción se mezclaban en su voz. "Por saltarme la clase para besarse con uno de..." Se detuvo, sus mejillas se encendieron.
Jaemin se acercó a él, una risa suave y encantada se escapó de sus labios. La mirada en sus ojos era intensa, depredadora, e hizo que el corazón de Renjun se acelerara. La tensión era abrumadora, casi palpable. Renjun tragó saliva y no pudo terminar la frase, cohibido.
Jaemin, con una sonrisa satisfecha, lo hizo por él.
"...con uno de tus novios?" La pregunta hizo que el rostro de Renjun se sonrojara aún más mientras asentía con una sonrisa, y, Jaemin satisfecho con su respuesta, se inclinó y lo besó.
Jaemin le tomó la mandíbula con una mano y lo besó con una pasión que Renjun no pudo resistir. Renjun enredó sus brazos alrededor del cuello de Jaemin, gimiendo cuando Jaemin comenzó a rascar su cuero cabelludo para inclinar su cabeza para un mejor ángulo. Cuando se separaron, Jaemin, satisfecho, lo empujó suavemente hacia el lavabo.
El frío del mármol contrasta con el calor de su cuerpo. Con un movimiento rápido y seguro, lo levantó y lo sentó sobre el lavabo, las piernas de Renjun se abrieron para que Jaemin se pusiera entre ellas. El beso era con fuerza y confianza, un torbellino de labios y lenguas que Renjun no pudo resistir. Se rindió al beso, sintiéndose como si se estuviera derritiendo en los brazos de Jaemin, el miedo y la vergüenza se habían ido, reemplazados por una oleada de pasión que lo consumía por completo.
El baño, frío y vacío, se llenó con la calidez de sus cuerpos y el sonido de sus besos. Jaemin, con las manos aún en la cintura de Renjun, profundizó el beso, su lengua pidiendo permiso para entrar, y Renjun, sin dudar, le dio el acceso. El beso se volvió más lento, más íntimo, un baile suave y apasionado que los conectó de una manera que las palabras nunca podrían. Renjun se aferró a él, sus dedos se enredaron en el cabello de Jaemin, y Jaemin respondió con un suspiro de satisfacción.
Cuando se separaron, sus respiraciones eran agitadas. Jaemin se apoyó en él, su frente contra la de Renjun, y lo miró con una ternura que hizo que el corazón de Renjun se acelerara.
"Estás a salvo, Jun," susurró. "Estoy aquí."
Jaemin se separó por un momento, sus ojos brillando con una intensidad que casi quemaba. Sus manos se movieron de la cintura de Renjun hasta su espalda, sus toques eran una promesa silenciosa de que esto era solo el principio.
Renjun no se quedó atrás. Con un gemido, enrolló sus piernas alrededor de la cintura de Jaemin, acercándolo aún más, acortando la poca distancia que los separaba. Sus manos, que antes estaban en el pelo de Jaemin, se movieron a su pecho y, con una determinación que sorprendió a ambos, desabrochó su corbata. Era un gesto audaz, una declaración de su propio deseo.
Las manos de Jaemin se deslizaron por debajo de la camisa de Renjun, la piel de ambos en un contacto que les quemaba. Su diestra subió hasta uno de sus pezones, lo acarició con el pulgar. Renjun soltó un gemido, y Jaemin, con voz ronca, le preguntó.
"¿Estás bien, Jun?".
Renjun no respondió con palabras, solo movió su cabeza en un gesto de sí, y el beso se hizo más profundo. Jaemin sonrió, sus ojos brillando con una luz de triunfo. Ahora no solo era su deseo, sino también el de Renjun. Sus manos recorrieron el cuerpo de Renjun, sintiendo cada curva, cada músculo. Renjun arqueó su espalda, sus dedos se enredaron en el cabello de Jaemin, tirando de él con fuerza.
Las manos de Jaemin continuaron explorando el cuerpo de Renjun, el roce de su piel contra la suya era una chispa que encendía la pasión entre ellos. Sus labios se separaron un momento, y Jaemin, con la voz ronca por el deseo, le susurró.
"Te extrañé tanto, Jun. Y te quiero. No tienes idea de cuánto."
Renjun le sonrió, sus ojos brillando con una luz de amor.
"Yo también te quiero, Jaemin," respondió, su voz era suave y llena de ternura.
Jaemin le devolvió la sonrisa.
"Eres el chico oscuro más bonito que he visto," le dijo, con una risa suave.
Renjun se rió, el sonido era un eco de alegría en el baño vacío. Pero la risa se convirtió en un jadeo cuando Jaemin se inclinó y presionó su cuerpo contra el de Renjun, intensificando el beso. Sus manos se movieron de nuevo, su diestra bajó hasta el cinturón de Renjun, desabrochándolo con una habilidad sorprendente. Renjun se arqueó en respuesta, sus dedos se enredaron en el cabello de Jaemin, y el beso se volvió más salvaje, más profundo. La pasión entre ellos era un incendio que los consumía, un baile de labios y lenguas, un susurro de amor y deseo en el silencio del baño.
Un tiempo después, ambos se reacomodaban la ropa con respiraciones aún pesadas. Renjun ajustó su cinturón, y Jaemin le arregló el cuello de la camisa con una ternura silenciosa, las yemas de sus dedos rozando su piel.
Jaemin le ayudó a abrochar su camisa y a acomodar su ropa, y Renjun le ayudó a él, sus dedos se movieron con lentitud sobre los abdominales de Jaemin, haciendo que este se estremeciera. Renjun se mordió el labio, y Jaemin, que lo notó, le preguntó con una sonrisa:
"¿Te gusta lo que ves, Jun?"
Renjun asintió con la cabeza, sus mejillas se encendieron.
"Sí," susurró.
Jaemin se puso rojo, su rostro era un cuadro de vergüenza y felicidad. Renjun se rió, una risa suave y dulce que hizo que el corazón de Jaemin se derritiera por completo.
Con cuidado, Jaemin bajó a Renjun del lavabo. Ya en el suelo, lo volvió a abrazar, apretándolo contra su pecho.
"Te quiero mucho, Jun," le susurró al oído, su voz ronca y llena de amor.
Renjun se acurrucó en su pecho, sintiéndose seguro y amado.
"Yo también te quiero," le respondió, con la voz suave.
Se separó un momento, solo lo suficiente para tomar las mejillas de Jaemin entre sus manos. Sus ojos se encontraron, y Renjun lo besó con una ternura que ablandó el corazón de Jaemin. El beso no tenía la pasión salvaje de antes, sino el amor puro y el cariño que habían estado guardando por tanto tiempo.
Las campanas sonaron, un eco distante que les recordó que el mundo exterior todavía existía. Jaemin se rió suavemente.
"Parece que nos tomamos nuestro tiempo," dijo, y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. Renjun, avergonzado, le dio un suave golpe en el hombro.
"Cállate," le susurró, pero la sonrisa en su rostro lo delató.
Juntos salieron del baño y caminaron por los pasillos vacíos, la urgencia de la pasión reemplazada por la familiaridad de sus manos unidas. Su siguiente clase, la de Runas Antiguas, estaba en el otro extremo del castillo.
Cuando estaban por llegar, se encontraron a Jeno, Mark y Haechan esperándolos. Sus rostros eran una mezcla de sospecha y diversión. Jaemin solo se encogió de hombros, soltó la mano de Renjun por un momento y se acercó a Jeno para susurrarle algo al oído.
Mientras tanto, Haechan se acercó a Renjun, lo tomó del brazo y lo jaló hacia él con un dramatismo exagerado.
"Dime," susurró. "¿Qué hicieron? ¡Me debes los detalles!"
Renjun solo sonrió y le preguntó
"¿De verdad quieres saberlo?"
Haechan se estremeció con dramatismo, reconsiderandolo y negando con fuerza.
"No," dijo, con los ojos bien abiertos. "Olvídalo. No quiero saber lo que haces con mi hermano."
Jeno le dedicó a Renjun una mirada divertida y coqueta, una chispa traviesa en sus ojos. A su lado, Jaemin le guiñó un ojo, una sonrisa pícara en su rostro. La vergüenza de Renjun se desvaneció, reemplazada por un calor familiar que le subió hasta las mejillas.
Haechan, con su típico dramatismo, se llevó una mano al corazón.
"Ambos son unos idiotas, que asco" bromeó, antes de agarrar a Renjun del brazo y apresurarlo pasillo abajo. "Vamos, vamos, antes de que el profesor de Runas Antiguas se ponga más furioso que un elfo doméstico al que le han quitado los calcetines."
La clase de Runas Antiguas era tan difícil como siempre. El profesor, Xiaojun, hablaba en un tono monótono sobre los orígenes de las runas escandinavas. En la mesa de Renjun, Haechan ya se había rendido.
"No entiendo nada de esto," se quejó Haechan, con el ceño fruncido. "Renjun, ¿qué significa este símbolo?"
Renjun se rió.
"Haechan, eso es una runa nórdica, no un símbolo." Renjun se inclinó sobre la mesa y le explicó con paciencia. "Significa 'viaje'. Es una de las más simples."
Haechan suspiró.
"Para ti, sí. Para mí es como si estuviera viendo jeroglíficos."
Desde la fila de adelante, Jaemin se giró.
"Renjun, no entiendo nada de esto", se quejó, con el ceño fruncido. "Mark y yo nos vamos a dormir si el profesor sigue hablando."
Jeno se rió, y Haechan se unió a ellos.
"Yo ya estoy en la cama," dijo Haechan.
Renjun se inclinó hacia adelante.
"Déjame ver," susurró. Le quitó el pergamino a Jaemin y le explicó. "Esto es una runa nórdica. Significa 'viaje'. Recién se la explique a Haechan." Suspiro negando.
Jaemin le sonrió.
"Puedes explicarme a mí entonces ahora, yo merezco las clases privadas."
Renjun tomó la mano de Jaemin con ternura y lo guió para que dibujara la runa correctamente. Mientras lo hacía, su pie se movió, y, con la misma lentitud, acarició la pierna de Jeno. Jeno lo miró con una intensidad que hizo que el corazón de Renjun se acelerara.
"Renjun," susurró Jeno, "ayúdanos, por favor. De lo contrario, no vamos a pasar esta clase."
Jeno, Jaemin y Mark se habían dado la vuelta, y el profesor, absorto en su propia explicación, no dijo nada. La mesa de la fila delantera se había convertido en un santuario privado.
Renjun seguía explicando pacientemente las runas.
"Esto es una runa nórdica, significa 'Espera'." Su voz era un susurro en la burbuja que habían creado.
Jaemin había dejado de fingir que le importaba. Con una sonrisa satisfecha, se recostó en su silla y observó a Renjun ayudar a Jeno.
Renjun se inclinó sobre Jeno, su mano no estaba solo guiando el lápiz, sino que se había quedado en su espalda, y sus dedos se movían con lentitud sobre su columna. Jeno no pudo evitar reír, y su mano se movió a la pierna de Renjun, su tacto era una caricia que Renjun no intentó detener.
"Jeno, ¿entiendes?" susurró Renjun, su voz era suave.
"Sí, lo entiendo," respondió Jeno, su mirada fija en los labios de Renjun. Sus sonrisas no se apagaron, eran un reflejo de la pasión que los unía.
Jaemin sonrió, su mirada era una mezcla de amor y orgullo. No necesitaba decir nada, porque sabía que todo lo que Renjun estaba haciendo, todo lo que Jeno estaba sintiendo, era por el amor que los unía.
"¡Hey!" La voz de Haechan rompió el momento, haciendo que Renjun se sobresaltara. "Renjun, ¿vas a ayudar a Mark y a mí? O solo vas a ayudar a tus novios."
Jaemin se rió, su risa era ronca y llena de diversión.
"No te pongas celoso, Haechan. Tú tienes a Mark," le dijo, con una sonrisa pícara.
Haechan se sonrojó, pero rápidamente se recompuso.
"¡Solo ayúdame!" le exigió a Renjun, quien se rió. Renjun se inclinó hacia su mesa, y Jaemin se rió de él, pero Renjun no lo escuchó, absorto en la tarea de enseñar a Haechan.
Después de ayudar a Haechan, Renjun se giró hacia Mark, quien lo miró con ojos agradecidos.
"Renjun, de verdad, no sé qué haría sin ti," le dijo, y en un gesto de gratitud, le acarició el cabello.
El toque fue tan inesperado que Renjun se sonrojó, sorprendido. Su piel se erizó al sentir los dedos de Mark en su pelo, y su corazón se aceleró por un momento. Haechan, que lo estaba observando, le entrecerró los ojos, intentando descifrar su reacción.
Renjun, sintiéndose expuesto, se acercó a Jeno y Jaemin, que lo miraban con una sonrisa divertida.
"Me tomó con la guardia baja," susurró, refiriéndose a la cabeza.
Jeno y Jaemin se rieron, encontrando su reacción adorable.
"Haechan," dijo Jaemin, con una sonrisa pícara, "no seas tan obvio."
Haechan, que todavía no entendía lo que estaba pasando, solo se quejó, lo que hizo reír a todos. Renjun sonrió, sintiéndose feliz. Había vuelto a su lugar, a su grupo, y esta vez, no tenía que ocultar nada.
El resto de la clase se pasó entre susurros, risas y la ayuda de Renjun. Cuando el profesor finalmente los despidió, el alivio fue palpable. Recogieron sus cosas y se dirigieron a la salida.
En la puerta, Jeno se detuvo y suspiró con frustración.
"Tengo que ir a entrenamiento de Quidditch," se quejó. "Quiero estar con ustedes."
Jaemin se rió, le dio un codazo en el hombro.
"Tendrás tiempo más tarde, no te preocupes."
Renjun se acercó, lo tomó de la mano y le dio un beso suave en la mejilla.
"Buena suerte, Jeno," le susurró. "Ve a por ellos."
Jaemin se unió a la despedida, le dio un beso a Jeno en los labios y le susurró algo que lo hizo sonreír. Jeno bufó, con una última mirada de cariño, y se alejó.
Renjun y Jaemin se tomaron de la mano y se dirigieron al Gran Comedor, donde se encontraron con el resto del grupo para almorzar. Entre risas y bromas, el tiempo pasó volando, y pronto Renjun y Jaemin estaban caminando por los pasillos de nuevo, esta vez solos.
Notes:
Tuve una semana horrible, estoy cansada, no se que me pasa es como si estuviera hiper mega sensible y mí confianza en el deporte se desvaneciera poco a poco, creo que necesito algún psicólogo o algo así 😭 perdón por demorar tanto en actualizar, solo quería hundirme en mi cama, me obligue a salir esta semana para no estar tan mal, pero voy a intentar despegarme o algo aaaaaaaa
Chapter 32: Aprendizaje mutuo
Notes:
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Chapter Text
El sol de la tarde se filtraba por las ventanas, llenando los pasillos con una luz dorada y cálida. Renjun y Jaemin caminaban en silencio, sus manos entrelazadas.
"¿Estás nervioso por el entrenamiento?" preguntó Jaemin, rompiendo el silencio.
Renjun suspiró apretando los labios.
"Un poco. Yuta y Ten son muy buenos, y me siento como un principiante a su lado." Además de que no quería hacerles daño, pero eso no lo dijo en voz alta.
Jaemin apretó su mano con suavidad.
"Lo harás bien, Jun. Eres increíble." Dijo con seguridad, la seguridad que le falta al chico a su lado.
Renjun le sonrió.
"Gracias, Jaemin. Por todo."
Jaemin le devolvió la sonrisa revolviéndole el cabello con la otra mano.
"Por nada. Ahora ve y patea algunos traseros."
Renjun se rió.
"Lo intentaré."
Llegaron a un pasillo apartado, en la sala de defensa contra las artes oscuras que no estaba siendo utilizada y donde Yuta y Ten los esperaban. Renjun se separó de Jaemin no antes de pasarle a Flicker y se acercó al lugar, con una mezcla de nervios y emoción. El entrenamiento estaba a punto de empezar.
Renjun llegó al aula de Defensa contra las Artes Oscuras, donde Yuta y Ten lo esperaban. La sorpresa en su rostro fue evidente cuando vio a su lado a su amigo de la infancia, Hyeongjun le dio una sonrisa amable.
"Hola, Renren," dijo haciéndole señas para que se acercará.
Yuta se acercó, su expresión era seria.
"Necesitamos entender los duelos de la raíz para poder ayudarte, Renjun. Pero sabemos que no puedes hablar de ello."
Ten asintió.
"Por eso hemos pedido la ayuda de Hyeongjun."
Hyeongjun asintió, y sus ojos se encontraron con los de Renjun por un momento. Había una comprensión silenciosa entre ellos, un pasado compartido que solo ellos entendían, Renjun se reprocho internamente, habían dicho el día anterior que Hyeongjun lo iba a ayudar, no sabia como se le había olvidado.
"Los duelos de la raíz no son un tipo de duelo normal," comenzó Hyeongjun. "Son entrenamientos que los padres de Renjun organizaban. Lo llevaban al sótano de la raíz para medir su fuerza, su magia. Usaban maleficios y maldiciones que podían incapacitar al rival por semanas. Eran duelos de fuerza bruta, diseñados para empujar los límites de Renjun."
Renjun asintió a todo lo que decía Hyeongjun, sus ojos no se movían de la varita en su mano, la comprensión y la tristeza en sus ojos era palpable.
Ten y Yuta entendieron.
"Renjun, los hechizos de defensa sin daño crítico también son válidos," le dijo Yuta con suavidad. "Ten les va a explicar algunos."
Ten se acerco con seguridad, con la varita en la mano. La seriedad en su rostro contrastaba con la ligereza de su voz.
"Los duelos de la raíz se basaban en el daño," comenzó, "pero la defensa no letal es igual de poderosa. Se trata de controlar, no de herir."
Se giró hacia Renjun y Hyeongjun, que lo miraban con la misma mezcla de comprensión y escepticismo.
"Todos conocen el Expelliarmus," continuó Ten, "pero estoy seguro que en la raíz no era un hechizo útil. Era demasiado simple." Ambos chicos asintieron. "Aquí, sin embargo, es la base de todo. No se trata de desarmar al rival, sino de desarmar al peligro."
Renjun y Hyeongjun se miraron. Estaban acostumbrados a hechizos más oscuros, más brutales, a maldiciones que incapacitaban al oponente por semanas o completamente. La idea de un simple hechizo desarmador era casi ridícula para ellos.
"También está el Incarcerous," continuó Ten, "pero sin daño. No es una maldición, es un hechizo de ligadura. Inmoviliza al rival sin causar dolor. Y el Impedimenta, que se puede usar de forma defensiva para ralentizar al rival, pero sin lanzarlo con la intención de romperle un hueso. Se trata de pensar de forma diferente."
Renjun y Hyeongjun asintieron, y una comprensión silenciosa pasó entre ellos. Eran hechizos que conocían, pero que nunca habían pensado en usar en un duelo real.
"Vamos a empezar," dijo Ten. "Hyeongjun contra Renjun. Que el duelo comience."
Renjun asintió, su respiración se calmó, y volvió a levantar la varita.
"Estoy listo," dijo casi enseguida.
Hyeongjun le sonrió con amabilidad.
"Yo también. Que el duelo empiece."
Las varitas se levantaron y el duelo comenzó.
Hyeongjun lanzó el primer hechizo, un simple Expelliarmus. Renjun lo desvió con un Protego rápido. Unos segundos después, Renjun lanzó un hechizo de ligadura, el Incarcerous, que Hyeongjun esquivó con agilidad. Los hechizos que se lanzaban no eran letales, pero la adrenalina era real. La magia era un baile, y Renjun se movía con gracia y agilidad, sus pies parecían no tocaban el suelo de lo rápido que se movía, sus ojos estaban fijos en Hyeongjun.
Después de un par de asaltos, Hyeongjun lanzó un hechizo de aturdimiento, que Renjun no pudo esquivar. Cayó al suelo, y por un momento, el pánico se apoderó de él. Su mente se puso en blanco, y por puro instinto, por la adrenalina del momento, la maldición de la raíz, la magia oscura de sus padres se apoderó de él.
Renjun se levantó, sus ojos brillaron con una luz rojiza, y con la varita en la mano, susurró el hechizo que no quería decir.
"¡Lacarnum Inflamarae!" gritó.
El hechizo salió de su varita, un rayo de luz roja que se dirigió a Hyeongjun. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Yuta intervino. Con un movimiento rápido de su varita, un escudo invisible apareció y el hechizo se disolvió en el aire.
Renjun se quedó en shock. Su varita cayó al suelo, y el arrepentimiento se apoderó de su cuerpo.
"No... no quería," susurró, su voz era un hilo de sonido. "Lo siento." Su respiración se acelero con la culpa extendiéndose en todo su ser.
Yuta se acercó, lo miró a los ojos, y le puso una mano en el hombro.
"Está bien, Renjun," le dijo con voz calmada. "Es normal. Es solo un reflejo de lo que te enseñaron. Respira."
Renjun tomó una respiración profunda, el aire frío del aula llenó sus pulmones. Se agachó, recogió su varita y la tomo con fuerza, como si fuera un arma que no pudiera confiar en sí mismo para usar.
"Lo siento," Dijo, con la voz llena de autocrítica. Se acercó a Hyeongjun, que estaba de pie, con los ojos bien abiertos. "¿Estás bien?" le preguntó, su voz temblaba. "De verdad lo siento, no quise..."
Hyeongjun le dio una sonrisa tranquilizadora, un suspiro salió de sus labios y alzo la mano para tocarle el hombro.
"Estoy bien, Renren. De verdad. Y sé que no fue tu intención. No tienes que disculparte." Murmuro con suavidad.
Renjun asintió, su corazón se calmó un poco. Se sintió avergonzado, pero la amabilidad de Hyeongjun le dio la fuerza que necesitaba.
Yuta se acercó a ellos, y les dio una palmada en la espalda a ambos.
"El duelo continúa," dijo. "Pero esta vez, con más cuidado. Renjun, concéntrate en los hechizos que Ten te enseñó. No te dejes llevar por el pasado."
Renjun asintió, y los dos se pusieron en posición de nuevo. El duelo se reanudó, pero esta vez, el aire se sentía más pesado, más serio. El pasado no había desaparecido, pero Renjun estaba decidido a no dejar que lo controlara.
Las horas pasaron en un torbellino de hechizos, esquivas y movimientos ágiles. Los gritos de Ten y las indicaciones de Yuta llenaban el aire. El suelo estaba lleno de marcas de hechizos, y la sala estaba impregnada del olor a magia quemada.
Al final, Renjun y Hyeongjun se detuvieron, sus varitas bajaron lentamente. Ambos estaban exhaustos, con el sudor goteando por sus frentes, pero en sus rostros se dibujaba una sonrisa de satisfacción. Yuta y Ten también se veían agotados, pero sus ojos brillaban con orgullo.
Yuta se acercó a ellos, con una sonrisa cansada.
"Excelente trabajo," dijo, su voz era ronca. "Renjun, no solo dominaste los hechizos que te enseñamos, sino que también controlaste el poder de la raíz. Eso es un gran avance."
Ten le dio a Renjun una palmada en la espalda.
"Tenías miedo de lo que podías hacer," le dijo. "Pero has demostrado que puedes controlarlo. Y Hyeongjun, fuiste un compañero de entrenamiento increíble. Sin tu ayuda, no habríamos logrado esto."
Hyeongjun se sonrojó, pero su sonrisa se hizo más grande.
"Gracias."
Renjun asintió, su corazón se llenó de gratitud. El entrenamiento había sido difícil, pero el resultado era mucho más grande de lo que esperaba. No solo había aprendido a usar nuevos hechizos, sino que había dado un paso más para aceptar su poder, para controlarlo. La oscuridad de la raíz no había desaparecido, pero ahora, Renjun tenía una luz que podía guiarlo.
Renjun salió del aula con Hyeongjun, que le dio una sonrisa radiante.
"¿Al comedor?" preguntó su amigo.
Renjun negó con la cabeza, su corazón latía con la emoción creciendo.
"No, voy al campo de Quidditch. Quiero ver a Jeno." Dijo con seguridad y una sonrisa contenida.
Hyeongjun soltó una risa fuerte.
"Oh, claro. Ve con tu novio. No te olvides de contarle todo lo que aprendiste."
Renjun refunfuñó, pero una sonrisa se dibujó en sus labios.
"Cállate," le susurró. Y se fue corriendo por el pasillo, con la emoción de ver a Jeno haciendo que su corazón se acelerara.
Llegó al Campo de Quidditch. La bruma vespertina ya envolvía los aros, y las gradas estaban vacías. Se apresuró al ver a algunos jugadores de Hufflepuff saliendo de los vestuarios, su uniforme amarillo y negro desvaneciéndose en la niebla. Con una urgencia que superaba su habitual cautela, Renjun entró en los vestuarios.
El espacio era un laberinto cavernoso. La luz que se filtraba por las pequeñas ventanas era tenue, teñida de un gris azulado, y el aire olía intensamente a hierba húmeda, cuero gastado y sudor. Pero hoy, Renjun no sintió esa opresión.
Buscó a Jeno con la mirada. Lo encontró despidiéndose del último chico, un jugador que salía murmurando algo sobre el entrenamiento.
Cuando la pesada puerta de madera se cerró con un sordo golpe, el silencio se apoderó del espacio. Se quedaron solos.
Jeno se giró. Llevaba una camiseta de entrenamiento empapada, y su cabello, mojado, se pegaba a su frente. Levantó la vista y le sonrió. La sonrisa era amplia, sincera, e instantáneamente iluminó el espacio sombrío. Era, para Renjun, como si el sol se hubiera colado de golpe por el techo de piedra del vestuario.
Jeno sonrió aún más, sus ojos brillantes.
"¿Cómo te fue en tu sesión con los profesores?" preguntó, su tono era una invitación a la confianza.
Renjun, inundado por esa atención directa, empezó a hablar sin parar, la historia brotaba de él como un torrente.
"¡Fue increíble! Al principio, casi... casi lanzó una maldición, pero Yuta me ayudó. ¡Me recordó que la magia es mía, no de mis padres! Y luego... luego le gané a Hyeongjun en el duelo, ¡con un Expelliarmus! Imagínate, un hechizo tan simple, y fue suficiente..."
Jeno lo escuchaba con atención palpable, su sonrisa se hizo más grande con cada palabra. Era el tipo de interés genuino que Renjun no había experimentado antes, y lo hacía sentir una euforia extraña.
"Y... y... ¿sabes? Hyeongjun es un buen amigo... ¿Yuta también... y Ten...?" La voz de Renjun se fue apagando. Su discurso se desvió, y sus ojos se fijaron de golpe en la línea de gotas de agua que escurrían por el cuello de Jeno, bajando lentamente por el pecho hasta perderse en los abdominales definidos del Hufflepuff. Su corazón se aceleró con una urgencia totalmente distinta a la del duelo, y las palabras se perdieron, convertidas en un nudo de calor en su garganta.
Renjun no podía dejar de mirar.
Jeno lo supo. La sonrisa divertida que ya se había dibujado en sus labios se amplió. La risa suave de Jeno, que ya estaba en el aire, se convirtió en una nota silenciosa de satisfacción.
Renjun se dio cuenta de lo que estaba haciendo, de la forma descarada en que se había quedado embelesado, y el pánico lo golpeó. Se puso increíblemente tímido, buscando frenéticamente una distracción en el vestuario. Miró a todos lados: al techo manchado, al suelo de cemento, a las hileras de lockers de metal verde, a todas partes menos a Jeno.
Jeno dio un paso hacia él, acortando la distancia con una calma depredadora. Levantó su mano y le tomó la mejilla con una ternura que deshizo la poca armadura que le quedaba a Renjun, obligándolo a mirarle. Renjun levantó los ojos, que brillaban con una luz expectante e indefensa, directamente a los de Jeno.
"¿Y qué más, qué más hiciste?" preguntó Jeno, su voz era un susurro ronco, casi inaudible en el silencio de los vestuarios.
Renjun intentó volver a concentrarse en la historia, pero la cercanía era una distracción poderosa.
"Y... y luego... g... gané el duelo con un... un Expelliarmus..." tartamudeó.
Jeno se rió, una nota suave y profunda.
"Eso ya lo dijiste," le dijo con voz ronca, la sonoridad vibrando directamente en el aire entre ellos.
El sonrojo de Renjun se hizo más pronunciado, extendiéndose hasta las puntas de sus orejas.
"No te rías. No me molestes."
Jeno se rió de nuevo, un sonido que formó medias lunas perfectas en sus ojos.
"Eres completamente adorable, bebé."
La risa de Jeno era suave, pero su mirada se volvió más intensa, y cualquier rastro de diversión se transformó en algo mucho más concentrado. Dio un paso hacia Renjun, acercándose peligrosamente y acorralándolo suavemente contra los casilleros fríos. Renjun se quedó sin aliento, sus ojos se abrieron de par en par. La mano de Jeno se movió de su mejilla a su cuello, y su pulgar, deliberadamente, acarició su mandíbula.
"Jaemin me contó todo," susurró Jeno, su aliento cálido en los labios de Renjun. "Me contó lo que hicieron en el baño."
Renjun no pudo decir nada. Su mente se vació, y su corazón latía con fuerza contra su pecho, el sonido reverberando en el silencio. Estaba completamente a merced de Jeno, sin defensas mágicas ni emocionales.
Jeno se inclinó, su rostro a escasos centímetros del de Renjun. Sus ojos se encontraron, y una chispa eléctrica, innegable y salvaje, se encendió entre ellos. Renjun no dudó. Cerró los ojos, el miedo y la euforia mezclados en la anticipación del beso.
Pero Jeno se detuvo.
El contacto nunca llegó. Jeno mantuvo la posición por un instante, saboreando el momento. Luego, se echó hacia atrás, su sonrisa se hizo más ancha, un gesto de triunfo sutil.
"Sabes," susurró Jeno, la voz llena de una picardía insoportable, "me pareció divertido."
Renjun abrió los ojos, la confusión y una punzada de frustración recorriéndolo.
"No me molestes," dijo, su voz era un susurro que intentaba sonar indignado.
Jeno se rió, su risa era un sonido suave y divertido que llenó el espacio entre ellos.
"Eres tan lindo," repitió, y para consternación de Renjun, se alejó con la misma facilidad con la que lo había acorralado.
Jeno se dirigió a las bancas, dándole la espalda a Renjun, y comenzó a buscar entre su ropa de entrenamiento.
"No te vayas a ir," se rió, su voz normalizando de nuevo. "Quiero escuchar el resto de la historia."
Renjun, con una frustración que se encendió en su interior, se acercó a él. Lo tomó de los hombros, y Jeno se giró, con una sonrisa en los labios, pero la sonrisa se borró cuando Renjun lo empujó hacia abajo, haciéndolo sentarse en la banca.
Jeno lo miró con sorpresa, y Renjun, con una determinación que no había mostrado antes, se sentó en sus piernas.
Jeno lo sujetó de la cintura, sus manos apretaron su cuerpo, y Renjun, sin dudar, agarró sus mejillas y lo besó. Fue un beso fuerte, hambriento, y sin aliento. Renjun mordió su labio, y chupó, y Jeno gruñó, atrayéndolo más cerca, sus labios se encontraron con los de Renjun de nuevo, en un beso que era una promesa, un incendio, una declaración de amor.
El beso era un fuego que los consumía, una declaración de amor que no necesitaba palabras. Las manos de Jeno se apretaron en la cintura de Renjun, atrayéndolo más, y el beso se hizo más profundo, más intenso.
Pero Jeno rompió el beso, su voz era un susurro ronco.
"No creo que el último haya cerrado la puerta," dijo, sus ojos brillaban con picardía. "Y en el mundo mágico, las cerraduras se abren con una simple varita."
Renjun lo miró con reproche, sus ojos se abrieron de par en par. "Jeno-," dijo, pero una sonrisa se dibujó en sus labios. Se separó un momento, miró hacia la puerta, y sin su varita, susurró el encantamiento.
"¡Velo Sigillum!"
Un clic se escuchó en la distancia, y una capa de energía pura apareció en la puerta, un hechizo de bloqueo tan poderoso que ni siquiera los magos más experimentados podrían romperlo con facilidad. Renjun se volvió a Jeno. Se acercó a él, y susurró en sus labios.
"¿Ahora puedo besarte sin que me molestes?"
Jeno lo miró a los ojos, su sonrisa se hizo más grande.
"Sí," respondió, y lo besó.
Jeno no se quejó, de hecho, soltó un gruñido de puro asombro y satisfacción. Sus manos subieron instintivamente para agarrar la cintura de Renjun y lo levantó, sentándolo sobre la angosta banca.
El beso se hizo un incendio, una declaración silenciosa de la pasión contenida que había entre ellos. La ropa se volvió una molestia silenciosa. Renjun se estremeció al escuchar los susurros roncos de Jeno, que se mezclaban con el sonido de sus propias respiraciones agitadas.
El torso sudoroso de Jeno se sentía cálido contra Renjun, y la sensación provocó un gemido ahogado. Jeno movió sus labios del beso para susurrarle al oído:
"No pares."
El mundo se redujo a la sensación de sus cuerpos juntos. Las caricias se hicieron más firmes y posesivas. Renjun echó la cabeza hacia atrás, dándole acceso al cuello, y Jeno no dudó en dejar marcas fuertes, promesas silenciosas.
La tensión alcanzó su punto máximo. Los jadeos de Renjun se hicieron más fuertes, su voz un murmullo que se ahogó en el hombro de Jeno.
En un momento de brusca conciencia, Renjun sintió el desorden a su alrededor y, con una concentración repentina, lanzó un hechizo silente.
"¡Scourgify!"
El hechizo hizo su trabajo, y Jeno se rio, su voz aún era un poco ronca.
"Gracias," le dijo un poco avergonzado.
Se quedaron abrazados. Ambos se reacomodaban la ropa con lentitud. Renjun deslizó los dedos para abrochar su camisa y su túnica desordenada, y Jeno ajustó el cuello de la camiseta de Renjun, sus yemas rozando su piel.
Renjun se mordió el labio. Jeno lo notó.
Sus besos eran suaves y tiernos en el cuello de Renjun, una caricia de labios que lo hacía suspirar de placer. Renjun, con sus manos limpias, acariciaba la espalda de Jeno, sus uñas se deslizaban por su piel, y sus dedos se enredaban en su cabello azul. El sonido de su respiración era lento y tranquilo, y el silencio del vestuario era un bálsamo para sus almas. El mundo exterior no existía. Solo ellos dos, en un abrazo de paz.
"Sabes," susurró Jeno, su voz era suave y llena de cariño. Renjun se enderezó para verle el rostro, sus ojos se encontraron. "En serio extraño tu habitación privada. Nos sería muy útil ahora."
Renjun se rió, y le dio un beso rápido en los labios.
"Siempre puedes negociar con el director," bromeó.
Jeno le siguió la corriente, su sonrisa era pícara.
"No creo que le guste mi oferta. Le diría que utilizaríamos la habitación tan bien, que no habría espacio para tus libros."
Renjun se rió de nuevo, un sonido suave y divertido que llenó el espacio entre ellos. Se levantó y le dio un último beso a Jeno.
"Vamos," le dijo.
Se arreglaron sus ropas, y Renjun, con un movimiento de su varita, lanzó un hechizo para secar el sudor de Jeno.
"Anapneo," susurró. La piel de Jeno se secó al instante, y él le agradeció con una sonrisa. Renjun se quedó a esperar a que se vistiera, pero la espera fue larga, porque Jeno le robaba besos y lo tocaba cada vez que tenía una oportunidad.
Renjun se subió los pantalones, sus manos temblaban un poco por la emoción que aún recorría su cuerpo. Jeno se puso de pie, y Renjun lo miró con una inocencia desarmadora. Sus ojos, llenos de curiosidad, no se apartaron de Jeno, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Jeno, al ver su mirada, se rio, y con un movimiento rápido, le robó un beso.
"Eres un tonto," susurró Renjun, pero su voz estaba llena de cariño.
Jeno lo ignoró, y lo ayudó a abotonarse la camisa, sus dedos eran una caricia en la piel de Renjun. Le dio otro beso en los labios, y luego le puso la túnica, un acto de ternura que hizo que Renjun suspirara de placer. Juntos, salieron del vestuario, con las manos entrelazadas, con un secreto y una pasión que los unía más que nunca.
Notes:
Estoy obsesionada con Style de H2H aaaaaaaaaaaaaa que buenisima canción hoy día la puse en bucle jssjsjsssj
Chapter 33: Guardianes de la raíz
Notes:
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Chapter Text
El Gran Comedor estaba lleno de la charla alegre de los estudiantes y el tintineo de los cubiertos. Renjun, Jeno, y Jaemin se sentaron juntos, el aire entre ellos aún vibraba con la intimidad de su encuentro en el vestuario. Estaban riendo de un chiste que Jaemin había hecho, cuando la risa se detuvo abruptamente.
El profesor Xiaojun entró en el comedor. Su rostro, normalmente jovial, era de una seriedad que helaba la sangre. Su mirada se posó en el grupo de chicos, y sin mediar palabra, hizo una seña a Renjun.
Inmediatamente, la atmósfera cambió. Jeno y Jaemin se pusieron de pie, sus expresiones se volvieron duras. No hubo necesidad de palabras. Era una rutina que conocían bien. Se posicionaron a cada lado de Renjun, sus cuerpos eran un escudo. La mano de Jeno rozó la de Renjun como una señal, y Jaemin se aseguró de que nadie se acercara demasiado.
El profesor Xiaojun se acercó a la mesa, su voz era un susurro que se perdió en el murmullo del comedor. "Deben ir ahora a la sala segura."
Renjun asintió, su propio rostro se endureció. Sabía que era solo un simulacro, un entrenamiento para un peligro que podía llegar en cualquier momento, pero la seriedad en los rostros de sus amigos era real. Jeno lo rodeó con el brazo, y Jaemin se puso delante de ellos, abriendo un camino. Se movieron como una sola unidad, sus ojos escaneando el comedor en busca de amenazas invisibles. Salieron del Gran Comedor en silencio, sus pasos eran rápidos y decididos, su único objetivo era proteger a Renjun.
Mientras se movían por los pasillos, Hyeongjun, que estaba detrás de ellos, observaba con los ojos muy abiertos. Él, más que nadie, conocía los métodos de la raíz, la crueldad y la falta de misericordia con la que se entrenaba a los guardianes. Pero lo que estaba viendo ahora era diferente.
Mark, con una autoridad silenciosa que le era natural, era el guía. Iba delante, su varita en mano, sus ojos escaneando cada esquina, cada sombra. No había miedo en su rostro, solo una determinación férrea.
Detrás de él, Haechan se movía con una gracia felina, su varita lista para cualquier eventualidad. Su mirada era como la de un depredador, asegurándose de que nada malo sucediera, de que ningún estudiante despistado se acercara demasiado a la formación. No había lugar para las bromas o la despreocupación de siempre. Era un guardián en su forma más pura.
Chenle, un chico que siempre tenía una broma en los labios, iba al lado de Haechan, su rostro era de una seriedad que Hyeongjun nunca le había visto. Se movía en silencio, sus ojos vigilantes, su varita preparada. La falta de sus risas habituales era un recordatorio de la gravedad de la situación.
Y Jisung, el más joven, se movía detrás de Renjun, su postura era la de un guerrero, su rostro era de una valentía que contrastaba con su edad. No había miedo en sus ojos, solo una lealtad inquebrantable. Era el protector de la retaguardia, el que se aseguraba de que nadie se les acercara por detrás.
Renjun, en el centro de esta formación inexpugnable, sintió una oleada de calor y seguridad. La mano de Jeno en su hombro, el brazo de Jaemin alrededor de su cintura, la presencia constante de sus amigos. Sabía que el peligro era sólo un simulacro, pero la protección que sentía era real. No eran guardianes de la raíz, sino los guardianes de su corazón, y en ese momento, se sintió más seguro que nunca.
La formación de los chicos se detuvo frente a una pesada puerta de madera cerca de las mazmorras. Mark la abrió, y el grupo entró. Renjun se quedó sin aliento. La sala no era una habitación cualquiera, era su antigua habitación, la que había sido remodelada y equipada con hechizos de protección y monitoreo. El aire olía a magia antigua y a recuerdos.
Jeno y Jaemin no estaban sorprendidos, pero el resto de los chicos se quedaron boquiabiertos. Nunca habían estado en esa habitación, Renjun sentía una mezcla de nostalgia y confusión.
"Es la antigua habitación de Renjun," dijo Jeno, su voz era un susurro.
"¿Qué?" preguntó Chenle, sus ojos se abrieron de par en par. "¿En serio? ¿Y por qué está aquí?"
"Es una larga historia," respondió Jaemin, con una sonrisa en sus labios. "Pero sí, esta solía ser la habitación de nuestro Renjun".
Renjun se sonrojó, y se cruzó de brazos.
"Ya no es mi habitación," dijo, su voz era un poco más alta. "Es una sala de seguridad."
"Todavía huele a ti," se burló Haechan. "A menta y a libros antiguos."
Jeno se rió, y le dio un beso en la mejilla a Renjun.
"A mí me gusta el olor."
Renjun rodó los ojos, pero una sonrisa se dibujó en sus labios. La nostalgia de la habitación era real, pero ahora, no estaba solo. Estaba rodeado de sus amigos, de las personas que lo amaban, y eso era lo único que importaba.
Dentro de la sala, Doyoung estaba de pie con los brazos cruzados, su rostro era de una seriedad que no ocultaba su descontento. Junto a él, Hendery les sonrió. Doyoung asintió.
"La mejor ruta," dijo, su voz era profunda y grave. "Aunque tardaron un poco más de lo que esperaba."
Puso su incomodidad de lado, y les habló sobre las medidas de protección que tomaron como Aurores.
"Renjun," dijo, "en la pared hay un reloj. Es un traslador. Es el último recurso en caso de que la amenaza sea demasiado grande. Los llevará a mi casa, que es el lugar más seguro después de Hogwarts."
Renjun estaba confundido.
"¿Pero... ¿Por qué tu casa? Si eres un Auror, ¿no sería un objetivo fácil para los enemigos de la raíz?"
Jeno soltó una carcajada, y Renjun lo miró con el ceño fruncido.
"Renjun, ¿en serio no lo sabes? Es la casa que mi tío Doyoung comparte con Taeyong, quién es su pareja. ¿Crees que un mago como Taeyong no sabría cómo proteger a la persona que ama?"
Renjun se quedó en shock. Doyoung parecía avergonzado, y se aclaró la garganta.
"No importa," dijo, con la voz un poco más alta. "El traslador los llevará allá, y nada les pasará. Eso sí, es solo en caso de emergencia. Ahora, repitan conmigo los encantamientos de protección."
Los chicos lo ignoraron y en cambio se rieron, y Renjun los miró, aún en estado de shock.
"¡No puedo creer que no supieras eso!", se burló Haechan. "Es algo que todo el mundo sabe."
Renjun frunció el ceño, cruzándose de brazos.
"¿Y por qué debería saberlo? ¿Acaso es parte del plan de estudios?"
Chenle soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
"Bueno, teniendo en cuenta que estabas en una misión con la raíz, era bastante inconsciente de las relaciones a tu alrededor. ¿Toda tu vida se resumía en maldiciones y pociones mortales?"
"¡Claro que no!", protestó Renjun, sintiendo que sus orejas se ponían rojas.
"¿Y no te dio curiosidad?", insistió Mark, con una sonrisa pícara. "Con Doyoung y Taeyong, es algo bastante obvio si prestas atención."
"Sí, es como si no vieras lo rápido que Doyoung-hyung siempre aparece, o es como si ya estuviera en la oficina del director", añadió Jisung, con una exagerada expresión de sorpresa.
Jeno se acercó a Renjun y le dio un rápido beso en el cuello, haciéndole estremecerse.
"Tranquilo, Bebé. No todos somos tan observadores. Pero ahora que lo sabes, podemos ponernos al día", susurró, guiñándole un ojo.
Renjun gimió, dándose por vencido ante la burla colectiva.
"¡Ya cállense!" dijo, pero la sonrisa en sus labios delataba que, en el fondo, le encantaba la idea de tener que ponerse al día con el mundo real, con sus amigos y con todo lo que la raíz le había robado.
"¡Ejem!" Doyoung tosió con fuerza, el sonido resonó en la sala y cortó de raíz las risas del grupo. Su rostro, aún con un leve rubor de vergüenza, volvió a su habitual seriedad.
"Muy bien, escuchen con atención," dijo, su voz era grave y no dejaba lugar a dudas. "Cuando la amenaza es real y están aquí, hay una serie de encantamientos que deben realizar. No se trata solo de defensa. Necesitan un hechizo de rastreo, un encantamiento de invisibilidad que dure al menos una hora, y una serie de conjuros de distracción en el exterior."
Hendery, que había estado observando en silencio, se adelantó. En su mano, sostenía un pergamino enrollado. Se lo entregó a Mark, quien lo aceptó con seriedad.
"Aquí están los nombres y las instrucciones," dijo Hendery con una sonrisa. "Son hechizos avanzados, sí. Pero confío en que son lo suficientemente inteligentes como para aprendérselos. Tendrán hasta la próxima luna llena para dominarlos. El destino de muchos depende de su habilidad, no lo olviden."
Los chicos se miraron entre ellos, el humor se había desvanecido por completo. Se inclinaron sobre el pergamino, sus rostros concentrados y sus ojos fijos en los complicados nombres de los hechizos. La realidad de su misión los había alcanzado de nuevo, y sabían que, a partir de ahora, cada momento de juego tendría que equilibrarse con un momento de estudio.
Quedó un murmullo flotando cuando terminaron de revisar el pergamino. Doyoung cerró el reloj-traslador con un gesto y se puso la gabardina.
"Hasta aquí por hoy," dijo, seco. "Repasen los encantamientos. Si suena la moneda, no se hacen los héroes."
Hendery, más cálido, levantó dos dedos en un saludo. "Cualquier cosa, toquen la moneda y digan 'Delta'. Me llega directo. Y... buen trabajo con la ruta."
Jeno asintió; Jaemin murmuró un "gracias". Doyoung no añadió nada más: les sostuvo la mirada un segundo a cada uno, a Renjun el último, y salió. Hendery le siguió; la puerta pesada se cerró con un tunk y el sello de privacidad volvió a encenderse en el marco.
El silencio que quedó fue distinto: menos protocolo, más respiración contenida. Renjun pasó los dedos por el borde de la mesa, buscando la palabra. Jaemin, sin que se lo pidiera, alzó una barrera discreta; Hyeongjun tiró un Muffliato al techo. Mark, Haechan, Chenle y Jisung se acercaron hasta formar un semicírculo.
"Quiero decirles algo ahora que se fueron," empezó Renjun. "Y... es en serio."
Hyeongjun ladeó la cabeza.
"¿Ya recordaste algo?"
Renjun negó.
"No. Lo deduje de la pelea con Mei y Jay." Tragó, y citó sin adornos: "'Te llevaré de vuelta a casa, con tus padres. Y cuando ellos terminen con los dementores, te quitarán todo tu poder. Por fin podremos deshacernos de ti.'" Se le heló un poco la voz en "deshacernos".
El silencio se apretó. Jisung bajó la mirada; Chenle dejó quieta la moneda.
"El ritual de la redada era el mismo que hicieron con Injun," siguió Renjun, agarrándose a lo técnico. "Sangre de unicornio como catalizador, núcleos de magos y energía vital de muggles para canalizar y amplificar. La vez de Injun funcionó porque se alineó una condición única: luna roja, yo era un niño y actué como amplificador perfecto. Le arrancaron la magia y la vida... y todo lo que vaciaron terminó en mí."
Respiró hondo.
"Ahora intentaron replicarlo, pero sin luna roja la marea es insuficiente. Por eso —creo— dejarse arrestar formaba parte del plan. Azkaban les da otra cosa: dementores. No tienen un 'núcleo' como el nuestro, pero sí un anclaje que conecta lo que devoran con el entorno. Si desanclas, vacías y rediriges ese anclaje, conviertes a los dementores en conductos y obtienes una batería estable de frío y vacío. Con el Corazón como regulador, reemplazas la luna por una marea anímica sostenida. Cuando me tengan cerca, hacen el ritual de nuevo. Me drenan. Y después me matan para cerrar el ciclo. Eso es 'deshacerse de mí'."
La palabra quedó colgando. Jeno apretó la mandíbula; Jaemin cerró el puño sobre la túnica.
"Y el Imperius," continuó Renjun, bajando la voz, "ahora me calza. No era para 'controlarme siempre', sino para empujar mis decisiones clave: aislarme, no aceptar ayuda, entregar el Corazón, presentarme fuera del castillo en la ventana que necesitaban. La ligadura me amordazaba si intentaba contarlo; el Imperius me inclinaba a cumplir. Doble candado."
Hyeongjun soltó el aire lentamente.
"Todo encaja." Alzó la vista, serio. "Por eso mi padre estaba aterrado. No de ti—del plan. Cuando te fuiste a Hogwarts, los líderes se pusieron como avisperos porque tenían control de la 'pieza central' y la ventana del ritual. Por eso apretaron plazos, por eso te exigieron el Corazón, por eso cada orden sonaba a urgencia ciega. Temían que, lejos de su radio, rompieras el guión. Hoy ya no es miedo: es una carrera contrarreloj en Azkaban."
"Entonces el objetivo real nunca fue reclutarte," resumió Mark, frío y claro. "Fue consumirte."
"Y no va a pasar," dijo Jaemin, en seco.
"Ni hoy ni nunca," añadió Jeno, apoyándole los nudillos en la nuca, suave. "No vuelves a salir solo."
Haechan respiró hondo, los ojos firmes.
"Entrenamos Patronus hasta vomitar chocolate. Y montamos guardias de frío: si baja la temperatura sin motivo, suenan monedas."
"Y avisamos a Kun ya," remató Chenle, volteando hacia la puerta. "No se guarda ni una hora."
Renjun asintió; el miedo seguía ahí, pero alineado.
"Gracias. De verdad."
Jisung, pequeño pero plantado, levantó su moneda.
"Equipo. Dos toques si algo no cuadra. Tres y corremos a la sala segura."
"Y yo me comprometo a usarlas," dijo Renjun. Esta vez sonó a promesa.
La barrera de Hyeongjun cayó; el sello del marco se apagó.
"Me di cuenta de que no puedo decir estas cosas frente a ciertas personas." Miró a Hyeongjun, una expresión seria en su rostro.
Haechan frunció el ceño.
"¿Por qué?"
Renjun negó con la cabeza.
"Es... Es la ligadura. Creo que es una ligadura que me conecta con mis padres. Es como un sello que se cierra cuando hablo de la raíz frente a personas que no están involucradas. Puedo hablar de magia, de las pociones, pero no de la raíz."
Jeno se acercó a él.
"¿Por eso no lo dijiste frente a Doyoung o a Taeyong? Ellos no están relacionados." Pero después de un momento reflexionó y frunció el ceño. "Pero nosotros tampoco."
"Es debido a Hyeongjun," dijo Renjun. "Como él está y es de la raíz puedo hablar perfectamente. Me duele, pero no tanto como cuando él no está presente."
Renjun se mordió el labio, sus manos comenzaron a temblar.
"No me siento bien", confesó. "Cada vez que intento hablar, me siento mal. Siento sudor frío, y me tiemblan las manos. Si supiera cómo parar eso, lo diría. Pero creo que si lo digo frente a adultos, la ligadura se cierra más, y no puedo perder el conocimiento ahora. No cuando el peligro está tan cerca."
Hyeongjun asintió, su rostro era de una seriedad que no le conocían.
"Lo entiendo," dijo, su voz era un susurro. "La ligadura es un lazo de sangre, Renjun. Los adultos de la raíz, como mis padres, están tan cerca de ti que la magia que los une es más fuerte. Yo soy de la raíz, pero la sangre no me une a ti. Soy una especie de mediador, una especie de puerta."
Jisung se acercó a Renjun y le tomó la mano, sus ojos eran grandes y llenos de preocupación.
"Pero eso significa que nunca podrás hablar con Doyoung y Taeyong si la amenaza se acerca. Eso es peligroso, Renjun."
Renjun se mordió el labio de nuevo, sin saber qué decir.
"No importa," dijo Mark, y la determinación en su voz era inquebrantable. "No tienes que decírselo tú." Se giró para ver a los otros chicos, una mirada de acuerdo en sus rostros. "Nos lo dices a nosotros. Nosotros se lo diremos a los adultos."
Haechan asintió con la cabeza, sus ojos fijos en Renjun.
"Hyeongjun nos respaldará. Su palabra es de la raíz. No dudarán."
"Nosotros somos tu voz, Renjun," dijo Jeno, su voz era suave y llena de amor. "Y siempre estaremos aquí para ti."
Renjun miró a sus amigos, y las lágrimas se acumularon en sus ojos. Sabía que el peligro era real, pero ahora, no estaba solo. Tenía a sus amigos, a su familia, a su equipo. Y juntos, podrían romper cualquier ligadura, cualquier maldición, y cualquier plan malvado.
Renjun soltó un suspiro, ese que le vaciaba el pecho, porqué había algo en el plan que no servía para él.
"Todo lo de los dementores... y yo ni siquiera puedo conjurar un Patronus."
A varios se les encogió la cara al mismo tiempo: los capítulos de práctica les volvieron de golpe. Jisung levantó la moneda, nervioso; Chenle carraspeó; Haechan le dio un golpecito en el hombro.
"Entonces hacemos lo que dijimos," dijo Haechan, firme. "Guardias de frío, chocolate en cada túnica y Patronus hasta marearnos."
"Y si no te sale hoy, te cubrimos entre todos," añadió Jeno. "No hay regla que diga que tengas que hacerlo solo."
Hyeongjun intervino, didáctico sin ponerse profesor.
"En la Raíz nos enseñaban que el Patronus solo nace de 'felicidad pura'. Yuta y Ten lo explican distinto: se trata de una emoción protectora sostenida. No hace falta que sea un recuerdo perfecto; basta con uno verdadero que te empuje hacia la luz. Puedes construirlo."
Renjun apretó la mandíbula.
"Lo intenté. No sale."
"Pues lo armamos entre varios," propuso Mark, práctico. "Ancla compartida: nosotros ponemos voz a los recuerdos y tú te agarras a la sensación."
Jaemin ya estaba levantando una barrera de discreción de nuevo.
"Cinco minutos. Si baja la temperatura, monedas al unísono y se acabó la sesión."
Se cerraron en un pequeño círculo. No era ceremonia, era cuadrilla.
Chenle fue primero, sin adornos.
"Cuando curaste a Flicker y dejó de temblar. Me dio tanta paz que me dieron ganas de llorar. Agárrate a eso."
Jisung, bajito: "Cuando te lanzaste delante del Avada. Yo pensé que... y no pasó. Porque estabas ahí."
Haechan sonrió de medio lado. "Cuando te disculpaste sin excusas y me sanaste el cuello. Sentí que... estábamos de vuelta."
Mark a su lado susurro: "Cuando te dijimos 'no vuelves a estar solo' y nos pusimos delante de Doyoung. Esa decisión fue nuestra y tuya."
Jeno le apoyó la frente un segundo. "La moneda tibia en tu mano. Ese 'siempre' que prometiste."
Jaemin cerró: "Cuando dijiste 'que nos proteges' y respiraste por primera vez en días. Eso. No la forma, la respiración."
Renjun tragó. No eran fuegos artificiales; eran pequeñas brasas ordenadas una al lado de la otra. Alzó la varita, esta vez sin pelearse con la garganta.
"Expecto Patronum."
Al principio, lo de siempre: un brillo tenue... que no murió. Se sostuvo. Creció un poco, como aliento en invierno volviéndose plata. Un hilo más se unió al primero; por un instante, la luz insinuó un borde curvo, casi ala, y se deshilachó sin arderse del todo.
"¡Ahí estuvo!" Jisung dio un saltito. "Lo vi."
Renjun exhaló, temblándole las manos, pero con otra clase de temblor.
"No llegó... pero se quedó."
"Eso es un ancla," dijo Haechan, con sincero orgullo en la voz. "Antes ni prendía. Hoy se sostuvo. Eso, repetido, hace músculo."
"Plan entonces," marcó Mark, como si repartiera posiciones en el campo. "Rondas de Patronus nuestros cada noche: pareja rota en turnos de quince. Renjun en el centro. Guardias de frío: si sentimos bajón de temperatura, dos toques a moneda. Jaemin mantiene la barrera; Jeno coordina el punto seguro. Y cada día, cinco minutos de 'ancla compartida' para ti, sin forzarte."
"Y chocolate," añadió Haechan, sacando una tableta como si hubiera nacido preparado. "El médico lo ordenó."
Renjun dejó escapar una risa mínima, todavía con la varita en alto. Volvió a mirar la punta, más sereno que hace un rato.
"Otra vez," pidió.
"Contigo," dijo Jaemin.
Repetían el pequeño ritual —tres frases, una respiración, una palabra—, y el brillo volvió: más firme, más quieto. No fue cuervo todavía, pero ya no era ausencia. Era una promesa.
"Nos vale," sentenció Jeno. "Hasta que salga, sale el nuestro por ti."
Renjun asintió. Esta vez no dijo "lo siento". Dijo: "Gracias." Y sonó como un conjuro que, por fin, empezaba a aprender.
El silencio en la sala era denso, lleno de la expectación que siguió a la revelación de Renjun. Habían acordado que él les contaría las cosas, y ahora era el momento. Renjun miró a sus amigos, el miedo a la culpa se mezclaba con la necesidad de sinceridad.
El silencio tenía filo. Renjun humedeció los labios, buscando dónde empezar.
"¿Se acuerdan de cuando Minji me defendió con el profesor Johnny?" dijo sin rodeos. "Fue por algo que pasó en San Mungo, en vacaciones. Estuve trabajando con Winwin."
Varias cabezas se alzaron a la vez.
"¿Trabajando... en qué?" preguntó Jeno, confundido. "¿Estabas herido?"
"No." Renjun sostuvo su mirada y luego la de Jaemin. "Estuve investigando el maleficio que afectó a los padres de Minji."
La palabra cayó como una piedra en un pozo. Jaemin se quedó inmóvil, los dedos apretando la moneda hasta que crujió el cuero.
"Ese maleficio no se revierte," dijo, casi en automático, como si recitara un diagnóstico aprendido para no sentir. "Nadie ha podido. Nadie."
Hyeongjun dio medio paso, sorprendido de verdad. "Ese patrón lo diseñó la Raíz para ser irreparable. Fuera de registros, con nudos fantasma y anclas móviles. Es... imposible."
"Era," corrigió Renjun, sin levantar la voz. "Yo lo conozco por dentro. Crecí leyéndolo. Es horrible, sí, pero no es invencible. Lo desarmé por capas con Winwin: localizamos el ancla previa al daño, fijamos una contrafrecuencia, cortamos los bucles de retroalimentación... y funcionó."
"¿Funcionó... cómo?" preguntó Mark, en seco, como si necesitara un dato que lo amarrara al suelo.
"Los padres de Minji despertaron," dijo Renjun. "No perfectos. Están en rehabilitación. Pero volvieron."
El aire se fue de la sala. Jisung dejó caer la moneda; Chenle le dio un codazo mudo a Haechan, que ya estaba mirando a Jaemin.
"¿No me estás...?" Jaemin tragó, la incredulidad peleando con algo más blando. "No me des una esperanza para quitármela después, Renjun."
"No te prometo milagros," respondió él, firme. "Te prometo procedimiento. Necesito a Winwin, un objeto con la firma previa de tus padres —varita, prenda, algo muy usado—, tiempo... y que me paren si la ligadura me aprieta. Pero sí: puedo intentarlo."
Hyeongjun soltó una risa corta, incrédula, que se le quebró al final. "Descoser un tejido de la Raíz sin matriz... Vale. Me callo. Es enorme."
Haechan fue el primero en moverse. Le tocó el hombro a Jaemin, suave, como quien empuja un dominó con cuidado.
"Si Renjun dice que lo probó, lo probó. No vende humo. Si hay alguien que puede abrir ese nudo, es él."
"¿Que revertiste un maleficio de la Raíz?" escupió, la palabra sonó como una espina. "No se cura una maldición. Menos una de la Raíz."
Haechan dio un paso, sin vacilar. "Jaemin, escucha—"
"¿Escuchar qué?" lo cortó, con los ojos brillando de rabia cansada. "¿Que probaremos con mis padres a ver si esta vez también suena la flauta? ¿Que vamos a meter a Renjun otra vez en la misma ciénaga que lo rompió?"
"Prefiero eso a quedarnos mirando la pared," soltó Haechan, firme. "Si hay una posibilidad, la tomamos."
"¡Es que no hay posibilidad!" Jaemin alzó la voz por primera vez. "Lo intentaron todos. Medimagos, expertos, el Ministerio... nadie. Y ahora tú me dices que—"
Jeno se acercó despacio, poniéndose entre ambos sin invadir.
"Nana," dijo bajo, solo para él, "Minji lo defendió delante de Johnny por algo. Si ella cambió de postura... no lo hizo por capricho."
Jaemin apretó los labios. "O por culpa. O porque quiere creer cualquier cosa."
Renjun tragó.
"No voy a tocar a tus padres sin tu permiso," dijo, parejo. "Ni un hechizo, ni un diagnóstico, nada. Solo... explicar lo que hice con Winwin. Con Winwin, Jaemin. En sala, con protocolo. Si dices que no, es no."
"Y si algo sale mal, ¿qué?" Jaemin no cedía. "¿Si la maldición se encona, si te muerde a ti, si—?"
"Entonces paramos," intervino Jeno, sin subir el tono. "Evaluación primero. Informes. Kun al tanto. Nada a ciegas."
"Es que ustedes no entienden," soltó Jaemin, y el odio en "Raíz" le quebró la voz. "Ellos les borraron la mente. Les robaron... todo. No voy a mirar cómo otro hechizo les arranca lo que queda."
Haechan dejó salir el aire y, por una vez, no atacó de vuelta.
"Entiendo más de lo que crees," dijo suave. "Y aun así... quiero intentarlo. Con cuidado. Con Winwin, con Renjun. O dime tú cuándo estarías listo para siquiera oír el plan, y esperamos."
Un silencio duro. Jaemin miró a Renjun, al borde entre la defensa y el derrumbe.
"Una explicación," cedió al fin, áspero. "Solo eso. Paso a paso. Y si algo huele a Raíz, se acabó."
"Trato," dijo Renjun, sin dudar.
Jeno le tocó el codo a Jaemin, leve.
"Si en cualquier momento no puedes, dices 'basta' y nos vamos."
Jaemin asintió una vez, seca la garganta.
"No prometo creer," advirtió, más bajo. "Pero... voy a escuchar."
Hyeongjun, desde atrás, rompió la tensión con un hilo de voz. "Eso ya es más de lo que esperaba hoy."
Nadie rió. Pero el filo bajó un grado. Y fue suficiente para sentarse, abrir espacio en la mesa y dejar que Renjun empezara a contar.
Renjun tragó y, fiel al trato, habló sin rodeos.
"Fue en San Mungo, en vacaciones. Winwin me consiguió acceso controlado al archivo de maldiciones mentales y Yangyang me vigilaba los números. Trabajé sobre el Maleficio Mnemovoro—el mismo que tenía a los padres de Minji."
Las cejas de Mark subieron; Chenle se quedó quieto. Jisung dejó de jugar con la moneda.
"Yo pensé que ese hechizo era... mito," murmuró Hyeongjun, genuinamente descolocado. "En la Raíz lo nombraban como si fuera una puerta que solo se cierra."
Renjun asintió, breve. "No estaba en registros del Ministerio. Lo reconocí por estructura. Lo... desmonté por capas, con Winwin revisando diagnósticos y Yangyang los cruces de flujo."
"¿Y...?" Jeno, suave, acercándose a su hombro.
"Y un día dejé de esperar autorizaciones," admitió, sin adornos. "Fui a las salas. Primero el padre. Protocolo de ruptura, 'Frangere Memoriae'. Señales vitales estables, respuesta mínima... pero respuesta. Pasé a la madre. Defensas más agresivas—verde oscura—, repliqué con la secuencia completa. Hubo resistencia, pero cedió." Bajó la voz. "Dijo 'Minji'."
El silencio cayó a plomo.
Haechan fue el primero en respirar. "¿Habló?" Su voz tembló apenas. "¿De verdad... dijo su nombre?"
Renjun asintió. "Winwin y Yangyang entraron corriendo. Hicieron diagnósticos: consciencia mínima recuperada, tramas limpias. No era placebo."
"En menos de un mes," susurró Chenle, casi con reverencia.
"En menos de un mes," repitió Renjun.
Jaemin soltó una risa seca, sin humor.
"En menos de un mes. Solo."
"Ahora no está solo," interrumpió Jeno, sin elevar el tono. "Y si seguimos, será con Winwin delante, informes, Kun avisado."
"¿Y eso borra que podría acabar peor?" Jaemin le clavó los ojos a Renjun. "No se cura una maldición de la Raíz." Se le quebró la voz. "No se cura. Son trampas hechas para triturarte. ¿Y tú crees... de verdad que funcionara en todos los pacientes?" Pregunto con los ojos brillantes.
"Yo creo que funcionará," contestó Renjun, sin ninguna duda. "Nadie se atrevía. Yo sí. Y funcionó, creo que podré devolverte a tus padres si lo hago bien."
"Funcionó una vez," contraatacó Jaemin, el odio en la Raíz quemándole la lengua. "Mis padres no son un ensayo."
Haechan se colocó entre ambos, sin dureza.
"Nadie ha dicho que los toque mañana. Pero no me vas a negar que esto es la primera luz real que vemos en años."
Jaemin lo miró, dolido.
"¿Y si esa 'luz' nos quema?"
"Entonces paramos," dijo Jeno, firme. "Renjun te explicará el protocolo con Winwin. Minji confirma lo que vivió. Puedes ir a verlos, a sus padres si quieres. Y tú—tú decides si se intenta o no con los tuyos."
Hubo un latido de silencio. Jaemin apretó los puños, tragó, y a Renjun le devolvió una mirada de vidrio.
"Una cosa Renjun," Dijo bajo. "Tengo que ver pruebas primero, no es por ti, es por ellos."
"Lo acepto," respondió Renjun, sin pestañear. "Y lo entiendo, no te preocupes." Le dio una pequeña sonrisa
Hyeongjun, aún pasmado, dio un paso al frente.
"Renjun... diste vuelta un maleficio de la Raíz." Negó, casi riendo de incredulidad. "Siempre nos han enseñado que están hechos para no tener retorno, pero aun así lo hiciste."
"Lo hice," Asintió Renjun, con las manos temblando. "No fue sencillo, y me costo, me dreno, pero lo hice."
Por primera vez, a Jaemin se le quebró un poco el aire. No cedió, pero ya no empujó.
Mark rompió el silencio que se formo.
"Esta bien, entonces le pedimos a Minji que venga o que Winwin nos autorice a revisar los informes." Dijo mirando a Jaemin quien asintió. "Podemos pedir una reunión formal con Kun para que nos diga si la maldición realmente se desvaneció y si Renjun tiene su autorización. Y por ultimo, si Jaemin dice no, es no. Fin."
Chenle alzó la mano.
"Yo puedo escribirle a Minji ahora. Sin detalles, solo: 'necesitamos hablar'."
"Y yo le aviso a Winwin que necesitamos su testimonio," sumó Jeno.
"Y yo me quedo con Jaemin," dijo Haechan, directo. "No te voy a vender esperanza vacía. Solo... no apagues la que aparece."
Jaemin cerró los ojos un segundo, agotado. Cuando los abrió, la rabia seguía, pero menos sola.
"Quiero ver pruebas," dijo al fin, ronco. "Informes. Diagnósticos. A Minji mirándome a la cara y diciendo que sus padres están. Hasta entonces, solo escucho."
"Con eso alcanza hoy," respondió Renjun comprensivo. "Gracias por escuchar."
Jisung, pequeño pero resuelto, le dio un apretón al hombro del Ravenclaw que dio un asentimiento tenso.
Una mueca casi-sonrisa se le escapó a Jaemin pese a todo después de un rato.
"Creo que necesito chocolate" murmuró con un suspiro.
"Dejo asentado que cuando esto funcione me deben cien grageas," dijo Chenle, recuperando algo de color.
"Ni se te ocurra cobrar antes," gruñó Haechan, pero su voz ya no tenía filo.
La tensión no desapareció, pero cambió de sitio: de choque a plan. Jeno apretó un instante la muñeca vendada de Renjun, quien le dio una pequeña sonrisa y, por primera vez desde que empezó la conversación, Jaemin asintió una vez, mínima, como quien acepta ponerse de pie para ver si la luz, esta vez, no quema.
La sala quedó en un silencio más blando cuando el sello del marco volvió a brillar. Renjun notó el peso de las miradas; todos esperaban el siguiente paso.
"Nos dividimos" dijo Mark, sereno. "Kun tiene que enterarse ya."
Chenle asintió y miró a Jeno. Jeno buscó a Renjun con los ojos; y él inclinó la cabeza en señal de ok.
"Enfermería" añadió Jaemin, sin apartarse de él. "Quiero que Winwin nos explique el protocolo. Haechan, ven."
"Voy" respondió Haechan, ya arremangado.
"Yo me quedo" dijo Hyeongjun, tomando una silla. "Y Jisung también, si no hay problema."
Jisung dio un paso, decidido. No hizo falta más.
El grupo se partió ante sus ojos: Mark, Chenle y Jeno salieron por el pasillo de la torre; Jaemin y Haechan tomaron la ruta hacia la enfermería. La puerta pesada se cerró con un tunk y el sello volvió a encenderse. Renjun se encontró con Hyeongjun y Jisung, solo ese triángulo y el zumbido leve de la magia en las paredes.
Un aleteo raspó el cristal alto. Kayden se posó en el respaldo de una silla, cabeza ladeada. Flicker, desde el interior de la túnica, trepó hasta la muñeca de Renjun.
"Necesito pedirte algo" dijo Renjun, mirando a Jisung. "Si... si yo no estoy, los cuidas. A los dos. Kayden entiende cuando le hablas bajito. A Flicker le gusta el musgo húmedo y las ramas tiernas."
"Si empiezas con, 'si yo no estoy', te tapo la boca" replicó Jisung, pero acercó las manos para recibir al bowtruckle y lo acaricio con cariño. "Igual... te prometo que los cuido. Y te prometo que tú no te vas a ninguna parte."
Kayden picoteó dos veces la madera, como sellando la promesa. Flicker se acomodó en los dedos de Jisung, sin miedo.
"El Renjun de antes nunca habría dejado que esto pasara" murmuró Hyeongjun, apoyando los codos en la mesa.
La moneda de Renjun vibró una vez: un pulso leve que reconoció como "en curso". Un segundo pulso llegó tras un latido. Renjun soltó aire sin darse cuenta.
"Llegaron a donde tenían que llegar" dijo Hyeongjun, consultando su propia moneda.
Esperaron. El silencio ya no pesaba tanto; Kayden cerró un ojo, vigilante. Renjun repasó en mente las piezas que había dicho en voz alta: dementores como conductos, el Corazón como regulador, el frío como alarma. Por primera vez, la idea no era abismo, sino plano de hechizos.
"Aún me cuesta imaginar San Mungo" dijo Jisung al fin, en voz baja. "Que rompieras algo de la Raíz."
"A mí también" admitió Renjun. "Winwin me hizo fallar todo en papel antes de tocar a nadie. Yangyang... se aseguró de que no dejará cabos sueltos."
Hyeongjun sonrió apenas, con una mueca cansada.
La moneda vibró diferente media hora después: dos pulsos cortos y uno largo. Renjun levantó la vista justo cuando se descorrió el cerrojo. Haechan entró primero, ojos encendidos; Jaemin detrás, con pergaminos apretados y la mandíbula firme. Unos pasos más tarde, aparecieron Mark, Chenle y Jeno; olían a pasillo y prisa.
"Kun ya lo sabe" informó Mark, directo. "Refuerzan barreras y ponen sensores de frío en el perímetro. Dijo que activará un protocolo."
"Winwin nos explicó el procedimiento" añadió Haechan, acercándose a Renjun para apretarle el antebrazo un segundo. "Mañana, traerá el primer diagnóstico."
Jaemin sostuvo a Renjun la mirada. No dijo gracias aún.
"Si algo se tuerce, páramos. Pero lo haré, escucharé."
Renjun asintió y se acerco para tomarle la mano, Jaemin le dio un apretón de vuelta y soltó un gran suspiro. Jeno dio un par de pasos más cerca, y se inclinó lo justo para hablarle bajo.
"Si suena la moneda, vamos primero donde tu estés."
"Voy a usarla" respondió Renjun, y le salió fácil. Renjun se guardó la moneda. Miró a cada uno, uno por uno; no dolía como antes. "Lo prometo" dijo.
Y los vio sonreír primero a ambos, antes de salir por la puerta, cada cual hacía su tarea, antes de seguirlos. El pasillo estaba fresco, pero llevaba calor suficiente en los bolsillos: cobre tibio, un bowtruckle inquieto y el aleteo inevitable de un cuervo que, por una vez, no sonaba a mal presagio.
Notes:
Cada vez falta menos para que el fic termine aaaaaaaa tengo sentimientos encontrados :[ espero que les este gustando tanto como a mi.
Chapter 34: Frío infernal
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Kayden golpeó el vidrio con tal fuerza que el silencio parecía partirse. Cayó en la cama de Renjun con las plumas erizadas y una tira de cuero atada a la pata. Flicker asomó la cabeza desde la solapa de su ropa de cama, nervioso.
"Tranquilo." Renjun ofreció el puño; el pico tocó dos veces su nudillo. Desató la nota con ansiedad, era de noche, y por suerte no había despertado a Chenle y Hyeongjun. Cuando abrió la nota, vio que era de Taeju. Cuatro líneas sin adornos y todo su cuerpo se tenso.
"Azkaban roto. Fuga múltiple: tus padres, Jay, Björn y otros de la Raíz.
Ataque coordinado al Ministerio.
Kun herido, operaciones fracturadas.
Refúgiate. No confíes en nadie.
—Taeju."
Sus manos temblaron levemente, y el vaso de agua que reposaba sobre la mesita de noche junto a su cama comenzó a vibrar con un zumbido bajo, como una cuerda de cello tensándose demasiado.
Renjun sintió el peso de la noticia quemarle en el pecho. Las palabras de Taeju eran un disparo. La nota se arrugó en su puño con tanta fuerza que el papel casi se desintegró.
Ya estaba poniéndose de pie, la necesidad de moverse y de negar esa verdad repentina era abrumadora. En ese instante preciso, la pesada puerta de madera se abrió, Ten estaba allí, en el umbral, vestido de oscuro, el rostro pálido de urgencia.
"Te estaba buscando," dijo en voz baja, susurrando. "Ataque en el Ministerio, fuga en Azkaban. Ve con Taeyong ahora mismo. Yo despierto a los chicos."
Ten casi nunca sonaba angustiado. Ese temblor mínimo en la voz le rasgó algo a Renjun... y le dio una excusa para moverse más rápido. Guardó la varita y tomo a Flicker.
"Sí, voy en seguida" dijo apresuradamente, y salió.
El pasillo estaba azul, helado. Las antorchas parpadearon y los retratos susurraban al verlo pasar. Bajó un tramo de escaleras y el frío cambió de naturaleza, un filo que le respiraba en la nuca. Hizo dos giros. Otro más. El castillo crujió, profundo, estaba jadeando y helado, pero no se detuvo.
"La moneda," pensó de golpe, y se le heló el estómago. No estaba. Se la había dejado en el bolsillo de la túnica, colgada en la silla.
"Idiota," murmuró sin odio, con miedo. Alzó la mano y Kayden, que lo había seguido, se posó en la viga.
"Ve a Ravenclaw. Despierta a Jaemin. Solo a él," susurró, atándole la nota de Taeju al anillo de la pata. "Dásela. No vuelvas por mí"
Kayden le clavó los ojos negros y salió como un tajo en la oscuridad.
Renjun echó a correr. Varita en mano, respiración en tres tiempos, como Yuta le había enseñado. Pero en el tercer recodo le cruzó una sensación aterradora: ya había pasado por esa armadura abollada, por ese mosaico roto, por ese farol con el cristal fisurado. Era el mismo tramo. Otra vez.
Se detuvo. El silencio cambió de textura: el de antes era de madrugada; este tenía pulso. Su magia, nerviosa, se filtró por las junturas de piedra y dejó un trazado tenue, apenas un brillo en las grietas del suelo. A la derecha, la llama se afiló. Un escalofrío bajó como agua.
"Este no era el plan," pensó, con una nitidez que le cortó el aire. "El plan nunca es correr solo."
Avanzó un paso. El pasillo siguió igual, como si no hubiese distancia, como si todo se repitiera una y otra vez.
"Por aquí," dijo una voz a su espalda sobresaltándolo.
Ten estaba al final del tramo, un poco más allá, haciéndole señas con la mano.
"Taeyong te espera en la torre," añadió, sin moverse.
Renjun no avanzó. Ten nunca decía "Taeyong" sin título cuando había alarma. Y nunca, nunca, lo mandaba sin hablar de estar solo. Miró la pared a su izquierda: sobre la piedra, la muesca vieja que Jeno había hecho al tropezar con la armadura seguía ahí. Había pasado por esa misma esquina. Dos veces. Tres, no lo sabía, no se había dado cuenta.
"¿Despertaste a los chicos?" preguntó, alargando la voz, como probando un hierro al fuego.
"Sí. Ya están en camino." Ten no parpadeó. "Muévete."
Renjun apretó la varita. El frío se clavó más hondo. Soobin. O Yunjin. Mei estaba fuera de juego; Jay estaba —había estado— en Azkaban. Sabía que Soobin podía infiltrarse en casi cualquier lugar, y era quien le había lanzado el imperius, y que Yunjin cambiaba la piel como otros cambian de túnica, en ese instante la sospecha lo invadió.
"¿Qué entrenamos mañana con Yuta?" preguntó de pronto, sin suavidad.
"Respuesta no letal," contestó Ten al instante. "Como siempre."
Eso era correcto. Pero faltaba el chiste estúpido que Ten siempre añadía en sus madrugadas: "sin dejarme sin cejas". Renjun sintió cómo la sospecha le tensaba la boca del estómago.
"¿Y cómo se activa la moneda para 'todos al punto seguro'?" insistió.
"Un toque," dijo Ten, sin dudar.
Renjun no respondió. Puso la punta de la varita contra su propia palma, bajando la voz para que la magia no rebotara.
"Finite."
El aire no cambió. El tramo seguía siendo el mismo tramo, como una cinta pegajosa, su magia no funciono.
Ten sonrió apenas, una curva que a Ten nunca le salía así.
"No quieras jugar al listo, Renjun. Ven, tenemos que irnos rápido."
La fiebre de la magia quiso treparle a los dedos, romper vidrio, escarchar lámparas. Renjun la sostuvo con lo aprendido: respiración, ancla, cobre imaginario en la mano vacía donde debía estar su moneda.
"Kayden va por Jaemin," pensó. "No estoy solo."
Muy lejos, como una aguja en tela, llegó un graznido breve. Ten—o Yunjin— ladeó la cabeza, como escuchando, y su gesto fue de alguien que afinaba el oído... de forma equivocada.
"Una última," dijo Renjun, y la voz ya no le tembló. "¿Cómo me llama Chenle cuando está de buen humor?"
Ten tardó un latido de más.
"Renjunie," dijo. Plano.
No era Ten.
El frío bajó un grado. El farol más cercano dejó una estela de vaho blanco. Renjun retrocedió en ángulo, pegándose a la pared con la varita alta, y habló claro, para que el castillo mismo lo oyera.
"Eres Yunjin ¿Cierto?" Preguntó con recelo y apretando la varita en su mano.
La llama vaciló, como si algo invisible se hubiese tensado. Del otro extremo, la figura de Ten dio un paso. Su sombra no coincidió con su cuerpo.
Renjun tragó, el corazón rebelde en el pecho. "Moneda," se dijo a sí mismo, como si el pensamiento pudiera invocarla. "Moneda, accio." pero claro que no iba a funcionar. y eso lo frustro.
Renjun no bajó la varita. La silueta de "Ten" sonrió de nuevo, con una boca que no era suya.
Y el pasillo dejó de parecerse a un pasillo.
El pensamiento era puro instinto. Yunjin no juega limpio. En La Raíz, ella siempre se aseguraba una ventaja, y esa ventaja siempre era un rehén. Si Renjun se detenía a luchar, pondría en peligro a cualquiera que estuviera cerca. Su única opción era alejarse y buscar ayuda.
Comenzó a correr de nuevo. El corazón de Renjun latía con una furia descontrolada, un tambor sordo y frenético en sus oídos. No entendía los cómos ni los porqués de la suplantación, solo sabía que tenía que huir de esa amenaza. Sus pies descalzos chocaban contra el frío y duro suelo de piedra, y cada paso era una punzada de dolor que apenas registraba.
Su respiración era superficial y agitada. Calculó su ruta: tenía que salir de esa zona de las mazmorras y llegar a un lugar concurrido, o mejor aún, a la torre de Gryffindor, donde la seguridad era más estricta.
Al doblar la esquina de un corredor estrecho, con la mente aún acelerada por el pánico, su carrera terminó de golpe. Chocó de lleno contra un pecho firme y cálido.
El impacto lo detuvo, cortando el pánico como un cuchillo. Un par de manos, fuertes y familiares, lo tomaron inmediatamente de los hombros, estabilizándolo. La oleada de calma que sintió fue tan instantánea como la descarga de adrenalina que acababa de sufrir.
Renjun levantó instintivamente la varita, el hechizo de desarme a flor de labios. Pero, antes de conjurarlo, sus ojos se encontraron con el rostro profundamente preocupado de Jaemin. La tensión se disolvió. Bajó la varita.
"¿Estás bien?", preguntó Jaemin, con una preocupación que parecía increíblemente real. Sus manos pasaron de las mejillas de Renjun a sus hombros de nuevo, una caricia reconfortante. "¿Qué pasó?"
"Es... es la raíz," tartamudeó Renjun, su voz era un hilo de sonido que se perdía en los jadeos de su respiración. Miró hacia la esquina por donde había venido, su cuerpo se tensó. "Hay dos de ellos. Aquí. En el castillo. Ten... Ten era ella, era ella. Yo estaba en un bucle," dijo Renjun, su voz era más fuerte ahora, y su paranoia era evidente. "El pasillo se repetía, una y otra vez. Ten llamó a Taeyong sin su título, y no me preguntó por la moneda. Le pregunté una última cosa, sobre Chenle, y no supo responderme."
La calma que había invadido a Renjun se desvaneció. La paranoia regresó, un escalofrío que le erizó la piel. El Jaemin que tenía delante no parecía entender lo que le estaba diciendo, no parecía tan asustado como debería.
"Pero ahora que sabemos que hay una líder de la raíz," dijo Jaemin, su voz era extrañamente calmada. "¿Crees que están aquí por el Corazón? Ya sabes, por todo lo que dijiste en la sala."
Renjun asintió, su mente estaba demasiado nublada para notar el error.
"Sí," respondió, sus ojos todavía fijos en el pasillo vacío.
"Me preocupé," continuó Jaemin, y la mentira en su voz era sutil, casi imperceptible. "Ya sabes. El Corazón... está seguro, ¿verdad?"
"Sí," dijo Renjun, su voz era más firme ahora. "Está con Taeyong. Por supuesto."
"Claro," dijo Jaemin, y una sonrisa tensa apareció en sus labios. Su expresión no cambió, pero sus ojos se veían vacíos. "Qué alivio. Con el Corazón seguro, ahora podemos enfocarnos en que tú y yo salgamos de aquí. Es lo más sensato."
Esa frase. La palabra "sensato" no era el problema, sino la exclusión: tú y yo.
Una fría sospecha se apoderó de Renjun, y decidió tender una trampa. Tenía que confirmar la grieta.
"Tienes razón," dijo Renjun, recuperando la compostura y mirando al impostor directamente a los ojos. "Es lo más sensato. Pero si vamos a salir, tenemos que ir por Jeno primero. No podemos irnos sin él. Él es el más vulnerable, y es el más importante. Una vez que estemos los tres, podremos irnos."
El impostor de Jaemin asintió con una facilidad que heló la sangre de Renjun.
"Sí, claro," dijo con calma. "Tienes razón. Vamos por Jeno y nos vamos. Vámonos de aquí."
Renjun se separó de él. Dio un paso hacia atrás, una distancia de un metro que se sintió como una eternidad.
El verdadero Jaemin jamás, bajo ninguna circunstancia, habría aceptado un plan que lo pusiera a él o a Renjun en riesgo, solo para "sacar" a Jeno, sin antes considerar buscar a Mark, a su hermano Haechan o a Chenle o Jisung. Jaemin siempre insistiría en la protección del grupo, no solo de Jeno. Su prioridad absoluta era el vínculo, no la lógica de la huida.
El Jaemin frente a él solo quería irse. El corazón de Renjun se hundió: no era su Jaemin.
"Tengo una pregunta," dijo Renjun, su voz ya no temblaba. Era fría y dura, como el hielo. "Solo tú lo sabes, porque confío mucho en ti."
Jaemin lo miró, su sonrisa era una línea fina y tensa.
"Claro, Renjun. Lo que quieras."
Renjun lo miró a los ojos, buscando un destello de familiaridad, pero no encontró nada.
"Cuando te desahogaste con Haechan en San Mungo," dijo Renjun, su voz era un hilo de sonido que apenas se oía. "¿Qué dijiste que te decía tu madre cuando te veía?"
La sonrisa de "Jaemin" ni siquiera tembló.
"Que... apenas me hablaba," dijo, como tanteando. "Que estaba enferma por—"
"Por nada," cortó Renjun, frío. "No eres Jaemin."
El aire pegó un latigazo. La piel del "Jaemin" titiló, como si una segunda cara intentara salir por debajo de la primera. El pasillo, ya extraño, se curvó otro centímetro: las antorchas parecían alejarse, luego volver, como olas.
Renjun alzó la varita sin bajar la mirada.
"Specialis Revelio."
La luz corrió por el contorno ajeno y se detuvo en la boca: los dientes se afilaron un segundo, los ojos perdieron color. El semblante se quebró como pintura vieja.
"¿Qué haces aquí?" Pregunto Renjun, clavado en ella.
La figura sonrió con demasiadas muelas.
La cosa delante de Renjun dejó de fingir. La piel se le onduló; los rasgos se soltaron como cera calentada y, por un pestañeo, no fue nadie: ni hombre ni mujer, ni profesor ni alumno, solo un borde que no cuajaba. Yunjin.
"Tenía curiosidad," dijo con una calma que no encajaba con sus ojos. "Nada más."
La figura de Yunjin se enderezó, sus ojos, ahora un vacío brillante, clavados en Renjun, su figura era esbelta y tenía el cabello largo y de un color rojo oscuro. La voz que salió de su boca no tenía el tono suave de Jaemin, sino un susurro afilado como una navaja.
"Realmente creí que funcionaría," se burló. "Te lo tragaste todo. La preocupación, la caricia. Es patético, ¿no te parece? Pensé que eras más inteligente. Pero no, bajaste demasiado la guardia. Confiando en tu pequeño grupo de amigos."
Renjun no respondió, la varita en su mano se sentía como una extensión de su propia rabia. El frío del pasillo ya no venía de las grietas del castillo, venía de Yunjin, de la magia que desprendía.
"Tus amigos son tu mayor debilidad, Renjun," continuó, dando un paso lento hacia él. "Te hacen vulnerable. Te hacen creer que no estás solo. Y la verdad es que siempre lo has estado. Siempre has sido nuestra propiedad. Una pieza clave. Y ahora que lo sabes, es demasiado tarde."
Renjun miró a los ojos de Yunjin, el miedo que sintió se mezcló con una oleada de ira. No iba a caer en sus trucos. No iba a dejar que se saliera con la suya.
Renjun apretó la varita, y la rabia hirvió dentro de él, quemando el miedo.
"Estás equivocada," siseó, su voz era un eco de su furia. "Mis amigos son mi fuerza. Y no dejaré que los toques."
Justo cuando Renjun estaba listo para lanzar un hechizo, un susurro se deslizó detrás de él, una voz familiar, un veneno en el aire. La magia de la raíz lo rodeó, y una varita se alzó sobre su cabeza.
"Imperio."
La maldición lo golpeó con la fuerza de un rayo, una ola de magia oscura que invadió su mente, su cuerpo, su voluntad. Pero, a diferencia de lo que había temido, no sintió dolor. No hubo angustia ni miedo. En su lugar, una calma profunda y pacífica se apoderó de él, como si flotara en un mar tranquilo. La responsabilidad, la urgencia de luchar, la rabia contra Yunjin, todo se desvaneció. Su cuerpo se relajó, los puños se soltaron, y la varita casi se le resbaló de los dedos sin que le importara.
Era una sensación extraña, casi agradable, una liberación completa de la carga. Sin embargo, en algún rincón de su mente, una alarma sonaba con desesperación. La voz de Soobin llenó el vacío, un eco que no podía rechazar. Renjun observó cómo su propio cuerpo se daba la vuelta, sus pies moviéndose sin su consentimiento. Sabía que se había rendido, pero el horror de la situación no era un sentimiento que su mente controlada pudiera procesar. Solo la certeza de que su voluntad, su fuerza y su carácter, tendrían que ser más grandes que la maldición si quería tener una oportunidad.
La voz de Soobin entró en su cabeza como una orden escrita con cuchillo.
"Busca las líneas mágicas del castillo. Empújalas hacia afuera. Rompe todo lo que se te resista, todas las barreras, deja al castillo sin protección."
Renjun quiso decir no. Quiso. Pero sus labios no obedecieron. Bajo el Imperius, su cuerpo se movió con una serenidad antinatural: los talones firmes, la varita al centro del esternón, la respiración como metrónomo. Sintió cómo su magia salía de él y se hundía en la piedra, en las runas cosidas a los muros, en los anillos de contención sembrados por Taeyong. Eran venas. Y él, obligado, fue pulso.
"Ahora," dictó Soobin, apenas un susurro.
Renjun empujó.
El primer impacto fue un grito en las entrañas del castillo. La cúpula invisible sobre las torres se encendió en un azul brutal... y parpadeó. Otro empujón —sus manos no temblaban; su voluntad gritaba desde lejos— y la barrera cayó de golpe, como una vela ahogada.
El aire se expandió de inmediato. La onda salió en círculos desde el pasillo como una tromba muda: las velas estallaron, los marcos vibraron, y, a lo lejos, los vitrales del Gran Comedor cantaron al romperse. Miles de fragmentos de color cayeron como lluvia asesina. Las ventanas de los corredores lanzaron cuchillos de vidrio al suelo; los tapices ondularon con un bostezo de polvo antiguo. Lechuzas chillaron en la lejanía, arrancadas de sus perchas.
Renjun lo vio todo como desde detrás de un vidrio grueso. Su magia seguía obedeciendo. Él no.
"Así," murmuró Soobin, cerca, demasiado cerca. "Talento es obedecer bien."
Yunjin, a su lado, ya no llevaba el rostro que había robado. La carne se le plegó de nuevo; por un latido fue nadie y, al siguiente, se alineó en otra máscara: Winwin, impecable; luego Doyoung; luego un niño de primero con pecas; luego Ten; luego —con crueldad de espejo— la propia cara de Renjun, blanqueada, vacía.
"¿Ves?" siseó con su sonrisa nueva. "Todo sale más rápido cuando dejas que te usen."
Renjun intentó apartar la muñeca; el cuerpo no le respondió. La calma inducida era un lago sin olas. Pero, en el fondo, algo pateaba: una moneda tibia, una promesa.
"Quédate ahí," ordenó Soobin parandose frente a él, estaba igual que como lo recordaba, su cabello negro como el carbón contrastaba con su piel palida, como quien acomoda una pieza en el tablero. "No te muevas. No llames a nadie."
La calma le borró el impulso. La palabra "moneda" se le evaporó en la lengua.
Sobre sus cabezas, Hogwarts se quejó: vigas, campanas lejanas, un murmullo de pánico despertando por todo el castillo. El frío entró por las rendijas; no era invierno: era vacío.
Soobin ladeó la cabeza, satisfecho, sin prisa.
"Ya está hecho." Habló con voz clara.
Yunjin se alisó la nueva cara —esta vez una prefecta de Ravenclaw con el pelo impecable y ojos que no parpadeaban— y ajustó la corbata con un gesto burlón.
"¿Y ahora qué?" preguntó, como si solo hablara de clases.
"Ahora," dijo Soobin, bajando la varita sin dejar de sujetar la voluntad de Renjun con una sola hebra, "sólo nos queda esperar."
El castillo, sin sus barreras, estaba indefenso. Y la mañana se hacía presente, y los seguidores de la Raíz estaban ahí, listos para entrar en cualquier momento.
Soobin bajó la varita sin dejar de sujetar la voluntad de Renjun con una sola hebra. Miró a Yunjin.
"¿Te dijo dónde está el Corazón?"
"Sí," respondió Yunjin, y la voz de la prefecta sonó tan inocente como un canto de pájaro. "En la oficina del director."
Soobin sonrió, una sonrisa fría y cruel.
"Ve. Haz lo tuyo."
Yunjin asintió. Un parpadeo, y la prefecta desapareció. Soobin se giró hacia Renjun.
"Tus padres ya vienen en camino," siseó con una sonrisa. "Les hará bien ver que tienen a todos bajo control. Te espero en el Gran Comedor."
La orden resonó en la mente de Renjun, y sus piernas obedecieron. Caminó por los pasillos, un fantasma en medio del caos. Los corredores estaban llenos de estudiantes, algunos en pijama, sus rostros pálidos de miedo. Los prefectos gritaban órdenes, tratando de calmar a la multitud. Pero el pánico ya se había desatado.
La noticia del escape de los líderes de la raíz y el ataque a Kun se había esparcido como un virus. Los estudiantes corrían, gritaban, y el aire frío y vacío que llenaba el castillo no ayudaba. Renjun caminó, sus ojos vacíos, su rostro inexpresivo. Vio a un estudiante tropezar, a un grupo de primeros llorando, a Jhonny tratando de lanzar un hechizo para sellar una ventana rota y recoger los vidrios esparcidos.
Y en medio de todo ese caos, se encontró con ellos. Sus amigos. Jeno, Jaemin, Haechan, Mark, Chenle, Jisung. Estaban pálidos, sus ojos llenos de miedo y confusión. Corrieron hacia él, un rayo de esperanza en sus rostros.
"¡Renjun!", gritó Jeno, tomando a Renjun por los hombros. "Kun fue atacado. Dicen que tus padres escaparon y lo atacaron."
Renjun miró a los ojos de Jeno, estaban llenos de miedo, un miedo que no debería estar ahí. Su mente gritaba, pero su boca se movió sin su consentimiento.
"Lo sé, me llegó una nota de Taeju, lo envié a Jaemin," dijo, su voz temblaba por el pánico fingido. Miró a Jaemin, quien asintió con Kayden en su hombro. "El caos es demasiado, tenemos que ir al gran comedor."
"Renjun, lo siento muchísimo, desperté y no estaba," Chenle parecía presa del miedo, temblando y con el rostro más pálido que de costumbre. "Hyeongjun no estaba, no estaba en su cama."
"Está en el gran comedor, por eso tenemos que ir." Su voz ahora sonaba más fuerte, con seguridad. Asintió y tomó la mano de Jaemin, quien avanzó sin dudar.
"Espera, Renjun," dijo Mark, su voz era cautelosa, pero enérgica. "La Sala Segura, ¿no crees que sería mejor? La magia no puede entrar ahí. Es el lugar más seguro del castillo."
La mente de Renjun, atrapada en su propio cuerpo, gritó la misma idea. Pero sus labios se movieron sin su consentimiento, y la voz de Soobin se deslizó por su boca, una mentira dulce y convincente.
"No, Mark. Es un lugar pequeño. Si la raíz está aquí, pueden atraparnos a todos. El Gran Comedor es el mejor lugar. Hay más gente, más profesores, y podemos protegernos mejor en números."
En ese momento, una multitud de estudiantes asustados apareció en el corredor. Los prefectos de todas las casas, con sus uniformes revueltos y sus varitas en la mano, los organizaban en filas para llevarlos al comedor. Un prefecto de Gryffindor, con el rostro serio, les gritó que se apresuraran.
"¿Ven?", dijo Renjun, su voz era un susurro que se mezclaba con el caos. "Es el plan del colegio. El Gran Comedor es el lugar más seguro ahora. Tenemos que ir."
Los chicos se miraron entre ellos. El pánico en sus ojos se mezcló con un atisbo de esperanza. Le creyeron. Chenle se refugió en el abrazo de Jisung, su cuerpo temblaba sin control. Haechan se puso al lado de Jaemin, una mano en su espalda, ofreciéndole consuelo. Jeno se puso al otro lado de Renjun, con Mark en la cabecera, una señal silenciosa de que estaban juntos.
La formación se movió, un grupo de valientes en un mar de miedo, marchando hacia el Gran Comedor. Renjun sintió un nudo en el estómago, un grito silencioso que su mente no podía emitir. Sabía que los estaba llevando directamente a la boca del lobo, y no había nada que pudiera hacer para detenerse.
El grupo caminaba con paso firme a través de los corredores, un grupo de valientes en un mar de miedo. La determinación en sus rostros era inquebrantable. A medida que se acercaban al Gran Comedor, se toparon con Yuta y Johnny, quienes estaban tratando de calmar a una multitud de estudiantes asustados.
"¡A la Sala Segura, ahora!", gritó Johnny, su varita brillaba en su mano. "Es la única opción. Vayan, todos ahora."
Pero mientras hablaba, un grupo de primeros se tropezó con el vidrio, y Yuta tuvo que ir a ayudarlos con Johnny yendo detrás de él. Los chicos miraron a Renjun, buscando una señal. Renjun les hizo una seña con la cabeza, una señal de confianza.
"El Gran Comedor es la mejor opción. No los escuchen, están abrumados," dijo, y su voz era extrañamente calmada.
En medio del caos, Renjun vio a Chenle, quien estaba siendo abrazado por Jisung, temblando.
"Oye, Chenle," dijo, y su voz, bajo la influencia de Soobin, sonaba más suave. "¿Estás bien? ¿Has sabido algo de Kun?"
Chenle sollozó, su rostro era pálido y sus ojos estaban llenos de lágrimas.
"Solo sé que... lo atacaron. Los aurores... se desplegaron al ministerio," tartamudeó, su voz era un murmullo de miedo. "No sé si está bien."
Renjun no respondió, no podía, quería decirle que iba a estar bien, quería consolarlo, pero la voz de Soobin no le dio una orden. Simplemente, caminó. Y el grupo, con su fe puesta en él, lo siguió.
La multitud los arrastró. La formación que habían mantenido se disolvió en el momento en que pisaron el Gran Comedor. El techo, antes cubierto de estrellas, ahora reflejaba el miedo en los ojos de los estudiantes. Los vitrales rotos dejaban pasar una luz fría, y los susurros de pánico se mezclaban con el eco de los gritos. Al frente, los profesores, con Taeyong a la cabeza, intentaban mantener el orden.
Cuando los profesores los vieron, un ceño fruncido de confusión apareció en el rostro de todos. Winwin se acercó a ellos, su rostro pálido.
"¿Qué hacen aquí?", preguntó, su voz era un susurro en medio del caos. "Deberían estar en la Sala Segura, no aquí."
La boca de Renjun se movió sin su consentimiento, y la mentira se deslizó por sus labios como un veneno.
"La mayoría de los estudiantes están aquí. Creemos que es el lugar más seguro. En la Sala, podríamos haber sido una trampa para ellos."
Antes de que Winwin pudiera responder, Johnny entró en el Gran Comedor, con los últimos estudiantes asustados. Cerró las puertas mágicamente, y su rostro se relajó.
"Están todos aquí," dijo, su voz era fuerte y clara. "No hay nadie perdido. Todos están a salvo."
Taeyong se enderezó, y su varita brilló en su mano.
"Atención, todos," dijo, su voz era una orden que resonó en el comedor. "No hay nada que temer. Estamos a salvo. Mantengan la calma."
Mientras Taeyong daba su discurso, Johnny se acercó al grupo.
"¿Qué hacen aquí?", preguntó, su voz era un reproche, lleno de furia contenida. "¿No escucharon lo que dije? La Sala es el lugar más seguro."
"El Gran Comedor es la mejor opción," respondió Renjun, su voz era un eco de la mentira que había dicho antes. "Hay más gente aquí, y si atacaran, los profesores podrían defendernos."
En ese momento, por el rabillo del ojo, Renjun vio a Yunjin, vestida con un uniforme de Ravenclaw, de pie en la entrada del Gran Comedor. Ella no le devolvió la mirada, simplemente miraba a Taeyong. La realización golpeó a Renjun con una fuerza brutal. Si Yunjin estaba aquí, entonces tenían el Corazón, y Soobin también debía estar en alguna parte del comedor. Sus padres, los líderes de la raíz, estaban por llegar.
La mente de Renjun gritó, y una ola de fuerza de voluntad, una furia desesperada, se apoderó de él. Con una lucha que le hizo sudar frío, soltó la mano de Jaemin. El contacto, el calor, se desvaneció, y Jaemin lo miró con confusión. Renjun, luchando contra la maldición, metió la mano en su chaleco y sacó a Flicker. El pequeño Bowtruckle, con sus ramitas de color verde, se aferró a su dedo. Con una dificultad inhumana, Renjun le dio a Jisung el Bowtruckle.
Jisung, con el rostro pálido y confundido, tomó el Bowtruckle. Levantó la mirada hacia Renjun, una pregunta en sus ojos. Con más esfuerzo y sintiendo a Soobin aumentar la presión del imperio, silbó a Kayden, el cuervo que estaba posado en el hombro de Jaemin. El cuervo voló hacia la varita de Jisung. El grupo de amigos miró a Renjun, sin entender la gravedad de lo que estaba pasando.
"Jhonny-hyung, falta alguien más," dijo Chenle, con voz temblorosa, aferrándose al brazo de Jisung. "Hyeongjun no estaba. Desperté alertado por Jaemin y no estaba nadie en mi habitación, ni Renjun ni él, tienen que buscarlo."
Johnny lo miró, confundido, y luego su mirada se deslizó por el comedor. Su ceño se frunció.
"Pero... Hyeongjun está aquí," dijo, y apuntó con el dedo a unos metros de distancia, donde Hyeongjun estaba de pie, escuchando el discurso de Taeyong. "Está justo ahí."
La confusión en el rostro de Johnny se transformó en sospecha. Miró de nuevo a Chenle.
"Espera un momento. ¿Cómo que no estaban? ¿Dónde estaban Renjun y Hyeongjun cuando tú despertaste?" Pregunto con lentitud.
Chenle sollozó.
"No lo sé. Cuando Jaemin me despertó, no había nadie más en la habitación. Estaba vacía."
Johnny no pudo procesar la información. Su mirada se alternó entre el rostro pálido de Chenle y el inexpresivo de Renjun. La voz de Taeyong se desvaneció en el fondo. El silencio entre ellos se hizo pesado, casi insoportable. Johnny se inclinó un poco, su voz era un susurro.
"Renjun," dijo, el tono era duro, exigente. "Contesta. ¿Dónde estabas?"
Renjun parpadeó, la confusión que se dibujó en su rostro era una máscara perfecta. La voz de Soobin en su mente le dictaba la mentira, fría y distante, pero sus labios la formaron con un matiz de perplejidad.
"¿De qué hablas, Johnny-hyung?" dijo, su voz monótona. "Estaba en la habitación. Desperté como todos. No sé qué está diciendo Chenle."
Jisung, que había estado apretando el Bowtruckle en su mano, dio un paso al frente.
"No te preocupes, Johnny-hyung. Quizás es un malentendido. Iré a buscar a Hyeongjun. Le diré que están todos aquí."
Pero antes de que Jisung pudiera dar un paso, la mano de Renjun se disparó. La agarró con una fuerza que no era la suya, una fuerza bruta que lo hizo jadear de dolor. La mente de Renjun, en un rincón lejano, gritaba con desesperación. Era un grito sin voz, sin palabras, solo pura voluntad. Era su última oportunidad de comunicarse, un acto de rebelión que le costó cada gramo de su ser.
"¡Ay!", se quejó Jisung, su rostro se contrajo de dolor. "Renjun, me estás lastimando."
Los chicos se miraron entre ellos, confundidos por la acción repentina y violenta de su amigo. Renjun, sin embargo, no miró a Jisung, no miró a sus amigos, solo miró a Johnny. Sus ojos, antes vacíos, ahora tenían un destello de una emoción que Johnny no podía descifrar. Era un ruego. Un desafío. Una advertencia.
El agarre en la mano de Jisung se hizo más fuerte, y sus nudillos se pusieron blancos. Renjun estaba luchando, y Johnny, el único que lo veía, no sabía qué hacer.
El momento en que Johnny estaba a punto de hablar, un estruendo brutal sacudió el Gran Comedor. El frío se coló por todas las rendijas, no un frío normal, sino un escalofrío que calaba hasta los huesos y hacía temblar las varitas. Los estudiantes gritaron, y el pánico se hizo palpable.
En el centro del comedor, en una posición de ataque, estaba Hyeongjun. Un rayo de magia verde salió de su varita, y un grito de maldición resonó en el lugar.
"¡Crucio!"
El rayo apuntó directamente a Taeyong, quien cayó al suelo, pero retorciéndose de dolor. Los estudiantes gritaron y se alejaron con rapidez, dejando un círculo vacío de varios metros alrededor de Hyeongjun.
Los profesores levantaron sus varitas por instinto, lanzando hechizos para detener a Hyeongjun o poner escudos al director. Pero él los evadió con rapidez, bloqueándolos con una magia que parecía más fuerte que la de ellos, una magia oscura y retorcida.
Johnny, que iba corriendo para ayudar a Taeyong, se detuvo. Miró a Hyeongjun, y su varita se alzó. Estaba a punto de lanzar un hechizo.
En ese momento, la mente de Renjun gritó. La maldición Avada Kedavra, la maldición asesina, vibró en su mente. Era una orden. Una orden que no quería seguir. Con pura fuerza de voluntad, Renjun empujó. La maldición se desvaneció, y una nueva, una no letal, una que nunca usaba, se formó en su boca.
"¡Expelliarmus!"
Un rayo rojo salió de su varita e impactó en Johnny. Su varita voló de su mano y cayó al suelo. Todos los estudiantes se congelaron. El silencio en el Gran Comedor era tan espeso que se podía cortar con un cuchillo. Renjun había atacado a un profesor. Y todos lo habían visto.
"¡Renjun! ¿Qué has hecho?" La voz de Jaemin se rompió, llena de una confusión herida. Jeno lo miró, el shock en su rostro era una mezcla de terror y traición. "¡¿Por qué hiciste eso?!"
Renjun no respondió. La calma que lo gobernaba no era la suya, y cada segundo que pasaba, la voz de Soobin en su mente se hacía más fuerte. Pero él, en lo profundo de su ser, se negaba a ceder. La varita seguía en alto, pero su mano, su única conexión con el mundo real, se aferró a la de Jisung. Y con pura fuerza de voluntad, retorció los dedos del más joven. Jisung se retorció, su rostro se contrajo de dolor, y un gemido escapó de sus labios.
"¡Ay! ¡Renjun, para!"
Chenle, al ver a su amigo en agonía, corrió hacia él.
"¡Renjun, por favor! ¡Suéltalo! ¡Lo estás lastimando!"
Pero Renjun no se movió. No bajó la varita. El agarre en la mano de Jisung se hizo más fuerte, casi hasta el punto de la fractura. El dolor era la única forma en que Renjun podía comunicarse, la única forma de romper el hechizo, de hacer que entendieran que algo estaba terriblemente mal.
El silencio en el Gran Comedor era tan espeso que se podía escuchar la respiración de todos. La tensión se hizo insoportable, y todos miraron a Renjun, quien, con el rostro inexpresivo, mantenía la varita en alto, sus ojos vacíos, su voluntad un grito silencioso. La voz de Soobin en su mente dictaba la próxima orden, pero antes de que pudiera obedecer, un gran estruendo los sacudió a todos.
El ventanal principal del Gran Comedor, una obra de arte protegida por siglos de hechizos, se hizo añicos con una explosión helada. Miles de fragmentos de vidrio cayeron sobre las mesas y el suelo con el sonido de la lluvia.
El frío de la noche se coló en el comedor, pero no era un frío común. Era un frío que olía a magia oscura, un escalofrío que calaba más allá de la piel, hasta el centro del alma. La temperatura descendió de forma radical, y los estudiantes se estremecieron, algunos cayendo de rodillas, incapaces de soportar la opresión mágica del ambiente. Era el miedo hecho aire.
Desde la neblina invernal del exterior, tres figuras descendieron.
No cayeron; levitaron con una calma terrorífica sobre la alfombra de fragmentos de vidrio. El pánico se apoderó de todos de nuevo, pero esta vez fue un miedo paralizante, ancestral. La varitas en las manos de los profesores temblaron, la luz de sus puntas menguó bajo la sombra de esa presencia.
Eran Huang Jianyu y Lee Jeongjin, los verdaderos líderes de La Raíz, acompañados por una figura imponente y desconocida, que Renjun reconoció como Jay. Su llegada no era una intrusión, era una toma de posesión, una declaración de que el miedo que Renjun había llevado dentro toda su vida finalmente había irrumpido en el único lugar donde se había sentido seguro. El terror de Azkaban había llegado a Hogwarts.
Huang Jianyu era un hombre elegante y alto, con un porte aristocrático que desmentía su crueldad. Su cabello oscuro caía en un corte perfecto, y sus ojos, de un gris acerado, tenían una frialdad distante y calculadora. Vestía una túnica de seda negra, impecable, que resaltaba la falta de emoción en su rostro. Detrás de ellos, con una mirada tan vacía como la de Renjun, Jay lo seguía como una sombra.
Winwin, al ver a los tres, murmuró con voz temblorosa.
"El ataque a Kun... fue una trampa."
Renjun, al escuchar la voz de su amigo, sintió un terror tan puro que hizo que su mente, bajo el Imperius, gritara. Su mano, que aún sostenía con fuerza la de Jisung, se retorció. Jisung emitió un gemido ahogado de dolor, suplicándole con los ojos que lo soltara. Renjun no podía. Era su única forma de decirles, con desesperación, que la trampa se había cerrado.
Huang Jianyu escaneó el lugar, y una sonrisa fría se dibujó en sus labios al ver a Taeyong retorciéndose en el suelo. Se volvió hacia Hyeongjun, y su voz, aunque suave, resonó en todo el comedor.
"Buen trabajo, muchacho."
La profesora Kang, llena de desesperación, apuntó su varita a ellos, su mano temblaba de pánico.
"¡Aléjense!", gritó.
La reacción de su padre fue tan rápida que nadie la vio venir. Con un movimiento de su mano, la profesora cayó al suelo. No se retorció, no gritó. Solo se quedó inmóvil. Muerta.
Los estudiantes se asustaron, y un coro de gritos ahogados y jadeos de horror se escuchó.
Lee Jeongjin, la madre de Renjun, se adelantó. Era una mujer de una belleza serena, con un cabello rubio pálido que le caía sobre los hombros y unos ojos de color miel que brillaban con una crueldad que no encajaba con su rostro. Llevaba una túnica color marfil que parecía absorber la luz. Levantó la mano.
"Shhh," dijo, su voz era dulce, casi maternal. "No hagan ruido. Suenan como si hubiera pasado algo malo." Miro el cuerpo de la profesora Kang en el suelo y sonrió. "Eso solo paso por interrumpirnos."
La mesa de los profesores se interpuso en su camino. Con un movimiento de su varita, la mesa voló hacia la pared, donde se estrelló con un sonido ensordecedor. Pasó por el lado del cuerpo caído de Taeyong mirándolo con desprecio, bajó un escalón y miró a todos los estudiantes con una sonrisa depredadora hasta encontrar lo que buscaba, a él.
"Renjun," dijo, y su voz era la culminación de la pesadilla de su hijo. "Ven con mamá."
Renjun, con la mirada aún vacía, soltó la mano de Jisung. El contacto, el calor, se desvaneció, y el joven, confundido y dolorido, se alejó un paso. Renjun, bajo la orden de Soobin, comenzó a avanzar. Sus pies se movieron con una serenidad antinatural, sus ojos fijos en la figura de su madre. Su mente, sin embargo, era un torbellino de pánico. Rogaba. Rogaba a sus amigos que no se acercaran, que no lo detuvieran, porque si lo hacían, sus padres los matarían.
Pero sus súplicas no fueron escuchadas. A medio camino, sintió un tirón en su chaleco. Un susurro, roto y desesperado, le llegó a los oídos.
"Renjun..."
"No..."
No necesitaba mirar para saber que eran Jaemin y Jeno. Winwin, a un lado, lo vio todo, y un susurro agudo se le escapó de los labios.
"No lo hagan... suéltenlo." Dijo con desesperación.
Pero el agarre no se aflojó. Los chicos lo miraban, y él sabía que sus rostros estaban llenos de confusión y miedo. Renjun, con la vista al frente, pudo ver cómo su madre alzaba una ceja, y cómo su padre, con una mirada helada, estudiaba a los chicos con detenimiento. Renjun tembló de miedo, un escalofrío que no era del frío, sino del terror puro.
Johnny, a unos pasos de distancia, vio el pánico en el rostro de Renjun. Él también susurró.
"Chicos, suéltenlo." Pero no escucharon.
"Renjun," dijo la madre de Renjun, y su voz era la de un director regañando a un niño. "Camina. No entiendo por qué te quedaste quieto. Te llamé."
La orden de Soobin se reafirmó en su mente, y Renjun volvió a avanzar. Los pasos eran firmes, su cuerpo se movía sin su consentimiento. Pero entonces, escuchó un susurro roto, un murmullo que le llegó al corazón.
"Por favor." La voz de Jeno se rompió.
Ese 'por favor' fue la gota que colmó el vaso. Fue una súplica que rompió el hechizo, y por un segundo, la voluntad de Renjun se apoderó de él. Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla, una lágrima de terror y de amor. Fue un grito silencioso, un grito de que no quería hacerlo.
La voz de Soobin se deslizó desde las sombras, y él salió de su escondite, con una sonrisa fría. Se acercó a los padres de Renjun y susurró algo en sus oídos.
"Se está resistiendo más de lo que debería," le dijo a Lee Jeongjin, quien asintió sin sorpresa en sus facciones.
La madre de Renjun se volvió apuntando con sus manos hacia el comedor, su voz clara y dulce.
"Renjun, hijo," dijo, con una sonrisa que no llegó a sus ojos. "Sabes lo que va a pasar si no obedeces. Alguien más va a morir. Y será enteramente tu culpa."
La amenaza, dirigida a un chico que había luchado con todas sus fuerzas para proteger a sus amigos, resonó en el comedor como un golpe. La mano de Renjun se soltó de Jaemin y Jeno con una brusquedad que los hizo retroceder. Su cuerpo, sin control, se dirigió hacia sus padres.
Cada paso que Renjun daba era una agonía. Caminó por el pasillo central, pasando por Hyeongjun, que seguía torturando a Taeyong, el director retorciéndose en el suelo, sus ojos de veían nublados, Renjun pudo apreciar al casi chocar con Hyeongjun como él también estaba bajo el imperius. El sonido de los gritos silenciosos de Taeyong se mezclaba con el caos de la sala, y cada paso que Renjun daba lo rompía un poco más.
Finalmente, se detuvo frente a sus padres. Ellos lo miraron, y una expresión de satisfacción apareció en sus rostros. Huang Jianyu le puso una mano en el hombro, con una sonrisa helada.
"Eres un buen chico," dijo, su voz carecía de cualquier emoción. "Siempre has sido tan bueno en obedecer."
La mano de Huang Jianyu en el hombro de Renjun era una posesión. El terror y la desolación de los estudiantes se hizo más profunda. Renjun, ahora un títere sin voluntad, se mantuvo en silencio mientras su padre, con una mirada helada y de mando, escaneaba el comedor. El pánico de los estudiantes se silenció, y un escalofriante silencio reinó en el lugar.
Lee Jeongjin se acercó, su sonrisa serena era una máscara de crueldad. Miró a los estudiantes, cuyos ojos estaban llenos de miedo y lágrimas.
"No nos miren así," dijo, su voz era dulce y tranquilizadora. "El Ministerio quiere que crean que somos monstruos, pero no lo somos. "Le hizo un gesto a Hyeongjun quien dejo de torturar al director en seguida, pero lo mantuvo inmóvil con un hechizo. "Ven, no somos monstruos" Apunto a Taeyong. "Ellos son los que tienen miedo. Miedo de la verdadera gloria ancestral del mundo mágico, miedo de la pureza de la magia que ellos mismos han olvidado. Nosotros solo venimos a ofrecerles un futuro mejor. Un futuro en el que no tendrán que preocuparse por la seguridad, por los problemas, ni por el caos del exterior. Nosotros les ofrecemos el orden."
La mano de Huang Jianyu en el hombro de Renjun se apretó.
"Renjun ya lo entendió," dijo, su voz era un susurro que se oía en todo el lugar. "Él ha elegido el lado ganador."
Jeongjin continuó su voz melodiosa hacia eco en el gran comedor.
"Nosotros les ofrecemos el control absoluto. El control de una manera que nunca han soñado. La Raíz es el renacimiento de una era de pureza mágica. Un lugar donde la gloria es para todos. A los que tengan la fuerza y el coraje de unirse, les prometemos un lugar en nuestra familia. Los que no... bueno, tendrán que enfrentar las consecuencias de estar en el lado equivocado de la historia. Ahora, ¿Quién más quiere la seguridad? ¿Quién más quiere estar en el lado ganador?"
En el silencio sepulcral del Gran Comedor, una figura temblorosa se separó de la multitud de Hufflepuff a su izquierda. Era una chica de apariencia inofensiva, con el pelo rubio y rizado y un rostro lleno de miedo. Sus pasos, vacilantes al principio, se hicieron firmes a medida que se acercaba al frente.
"¡Rosie, no!", gritaron sus amigas, sus voces llenas de terror. "¡No vayas! ¡Por favor, no lo hagas!"
Pero la chica, con la mirada fija en el suelo, siguió caminando.
Lee Jeongjin sonrió, y su mirada se encontró con la de Renjun, quien estaba inmóvil.
"Miren," dijo, su voz era un susurro de satisfacción que se podía oír en todo el lugar. "Una chica sabia. Una que sabe lo que es mejor para ella. No tiene miedo, no tiene dudas. Ella sabe que el futuro está con nosotros."
Huang Jianyu soltó a Renjun, y se acercó a la chica de Hufflepuff.
"Los lazos de la amistad son la debilidad más grande," dijo, y su voz era suave y persuasiva. "La debilidad que el Ministerio explota. Pero nosotros te ofrecemos la verdadera fuerza. La lealtad. La lealtad a la Raíz."
La sonrisa de Yunjin, aún en la cara de la chica de Hufflepuff, se hizo más ancha. Los ojos de sus amigas se llenaron de un terror absoluto.
Huang Jianyu miró a los profesores.
"Hay espacio para todos ustedes," dijo, y su voz era ahora más seria. "Taeyong ha fracasado. El Ministerio los ha abandonado. Hogwarts ya no es seguro. Pero nosotros les ofrecemos la oportunidad de salvar a sus estudiantes. La oportunidad de salvarse a sí mismos. Únanse a nosotros. Y podrán ver el amanecer de una nueva era. El amanecer de la Raíz."
La consternación de Renjun era un grito mudo en su mente. Estaba de espaldas a sus amigos, un títere inmovilizado por el terror cuando escuchó el llanto de Haechan resonar en el comedor, un sollozo ahogado, lleno de una desesperación que le rompió el corazón. Renjun intentó girarse, intentó ver, pero la maldición lo mantuvo quieto, un observador impotente.
Luego, escuchó el grito desesperado de Haechan,
"¡No lo hagas, Mark! ¡Por favor, no lo hagas!"
El grito fue como un puñetazo en el estómago de Renjun. Sus ojos, antes vacíos, se llenaron de pánico, pero no pudo moverse. Solo pudo escuchar los pasos de Mark, lentos y decididos, acercándose a los líderes de la Raíz.
Lee Jeongjin miró a Mark, y una sonrisa de auténtica felicidad se extendió por su rostro.
"Mark. El pequeño hermano de Kai," dijo, su voz era cálida y maternal. "Tu hermano nos habló mucho de ti. Siempre fue tan leal a la Raíz, y siempre supimos que tú también lo serías."
Renjun recordó a Kai, ahora sabia que él era el hermano mayor de Mark, que se unió a la Raíz cuando Mark era un niño. Y ahora Mark estaba aquí, en la misma situación. El dolor era tan profundo que Renjun pudo escuchar los fuertes sollozos de Haechan, que se habían vuelto un grito desesperado.
La mirada de Renjun seguía fija en el frente, pero sus ojos registraron el movimiento de Mark. Se puso detrás de Jeongjin, al lado de Jay y la chica de Hufflepuff, que era en realidad Yunjin. Renjun supo que no había nada más que pudiera hacer. Estaba solo.
Lee Jeongjin miró a la multitud de estudiantes aterrorizados, con una sonrisa de satisfacción.
"Mí esposo y yo debemos retirarnos," dijo, su voz era melódica y se movía con serenidad. "Los aurores vienen en camino. Es una pena que no se unieran a nosotros, pero tendrán tiempo para pensarlo, la próxima vez cuando nos veamos espero que se unan, nosotros siempre los recibiremos con los brazos abiertos."
Jianyu llamó a Hyeongjun con un gesto de la mano. Hyeongjun bajó su varita, y Taeyong se desmayo en el suelo con un gemido de dolor. Hyeongjun se puso al lado de Mark, y la fila de la Raíz se hizo más larga.
"Renjun, muévete," ordenó Jianyu, su voz era un susurro que se oía en todo el lugar. "Forma la fila."
Renjun obedeció. Tomó su lugar al lado de su padre, su corazón latía con una furia desesperada. Jianyu miró a Jaemin y Jeno, y una sonrisa cruel se dibujó en sus labios.
"También es un placer conocer a los novios de nuestro hijo," dijo, y su voz era una burla. "Es una lástima que no hayan querido venir con nosotros. Renjun hubiera estado tan feliz."
Con esas palabras, los miembros de la Raíz se tocaron y, en un destello de luz, desaparecieron. El Gran Comedor quedó en silencio. Un silencio sepulcral, roto solo por los gemidos de dolor de Taeyong y los sollozos de Haechan. El miedo había ganado.
Notes:
Me tienen que desear suerte saben, voy a competir internacionalmente (sip soy deportista) y tengo una oportunidad para obtener una medalla, así que necesitó suerte, la próxima semana deséenme muchaaaaa suerte por favor, se los agradecería, si gano o no, voy a contarles la próxima vez, pero me voy a esforzar y dar lo mejor de mí <3
Chapter 35: La raíz
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La magia oscura transportó a todos a una mansión gótica y sombría. La arquitectura era imponente, pero el interior era frío y desolado. Pasillos silenciosos se extendían en todas direcciones, y las sombras danzaban en las paredes, arrojadas por la luz de una chimenea que apenas calentaba el gran salón. En el centro, los líderes de la Raíz se reunieron: Huang Jianyu y Lee Jeongjin, con su séquito de Soobin, Yunjin, Jay, Hyeongjun y Renjun, quien se mantenía inmóvil. Mark estaba con ellos, pero se sentía más lejos que nunca.
"Soobin." Dijo Jianyu, con la voz fría y autoritaria. "Mantén a los muchachos bajo el Imperius. No quiero sorpresas."
La orden resonó en el silencio, y Renjun vio una sorpresa genuina cruzar el rostro de Mark, un destello fugaz que nadie más notó. En ese momento, una pequeña y desesperada esperanza se encendió en el corazón de Renjun. ¿Vino para ayudarme? se preguntó, su mente gritaba. ¿Sabe lo que están haciendo?
Jeongjin, con su sonrisa serena, se acercó a Mark. Su mirada, sin embargo, era penetrante y escrutadora.
"Es un placer tenerte aquí, Mark," dijo, su voz era dulce pero sus ojos eran de hielo. "Pero dime, ¿qué te trae por aquí? ¿La promesa de poder? ¿El miedo? ¿O es algo más... personal?" Le dio una mirada de reojo a Renjun.
Mark mantuvo unos ojos fríos y calmados.
"Mi hermano, Kai," respondió seco. "Él siempre fue leal a la Raíz. Si esta es la verdadera gloria de la magia, entonces yo también quiero ser parte de ella."
Jeongjin asintió lentamente, pero la sospecha en sus ojos no se desvaneció.
"Nosotros nos comunicamos con Kai. Nos habló mucho de ti, pero, ¿por qué no te uniste antes? Él entró a la raíz cuando tu tenías, ¿que? ¿14 años? ¿Por qué ahora? ¿Por qué en un momento tan... conveniente?" Se cruzó de brazos de forma elegante, con su cabello ondeando cuando el viento ataco.
"Es verdad que no he visto ni sabido nada de él desde que yo tenía 14, pero cada día que pasa, y con cada noticia que llega del Ministerio, me doy cuenta de que él tenía razón."
Mark, con una mirada de fría convicción, continuó.
"El mundo mágico no es lo que era. La magia pura está desapareciendo, la gloria de nuestros antepasados se ha perdido. El Ministerio está tan ocupado en mantener el orden que ha olvidado lo que significa tener poder de verdad. Mi hermano Kai lo vio, y yo también. Vi a Taeyong fallar, vi a los profesores dudar. Vi el miedo. Me he dado cuenta de que la Raíz no es un capricho; es el renacimiento. Mi hermano Kai eligió la lealtad, la verdadera fuerza. Es por eso que estoy aquí, para unirme al lado ganador, para asegurar que la gloria de los magos pueda prosperar de nuevo."
Los padres de Renjun se miraron, la satisfacción en sus rostros era una máscara que apenas ocultaba la sospecha. Su mirada se volvió hacia Mark.
"Interesante," dijo Lee Jeongjin, su voz era un susurro, su labios rojos se estiraron en una sonrisa encantadora. "Pero volvamos a algo más simple, Mark. ¿Cuál es tu relación con nuestro hijo? ¿Cómo se llevan?"
Renjun sintió un escalofrío de terror. Sabía que si Mark decía la verdad, si sus padres descubrían la profundidad de su amistad, no dudarían en matarlo. El Hufflepuff, por su parte, mantuvo la compostura.
"Somos compañeros de clases," dijo Mark, su voz era medida y sin emoción. "Nuestros grupos de amigos se mezclan, pero eso es todo. Renjun es un mago talentoso, lo respeto."
La respuesta fue demasiado pragmática, demasiado estudiada. Huang Jianyu sonrió, una sonrisa sin calidez.
"¿Compañeros?" dijo Jianyu con sorna, sus ojos se fijaron en la mano temblorosa de Renjun. "Es curioso, porque nuestro hijo ha demostrado un patrón de dependencia emocional hacia sus compañeros."
Jianyu se inclinó ligeramente, la burla endureciéndose en su rostro.
"No parece una simple descripción de 'amigo de clase' para alguien que tiene la debilidad de aferrarse a la gente. Tu hermano, Kai, entendió que la lealtad es un arma; no una debilidad. Si solo eres un compañero, ¿Cómo esperas ganarte nuestro respeto?"
Hizo una pausa dramática, mirando a Mark de arriba abajo.
"Dinos, Mark. Si eres más que un compañero, y estás mintiendo, tu lealtad no es hacia La Raíz. ¿Eres una de esas debilidades que necesita que eliminemos, o eres, al igual que tu hermano, un futuro siervo leal?"
Lee Jeongjin dio un paso al frente. Su voz era suave, casi afectuosa, pero la quietud que imponía en el aire tenía algo de hipnótico.
"Ven, Renjun."
Renjun sintió cómo su cuerpo obedecía antes de que su mente pudiera reaccionar. Cada paso que daba hacia ellos era una negación de su propia voluntad. La cabeza gacha, la respiración contenida. Aquel movimiento automático era un eco del control que sus padres habían ejercido toda su vida.
Jeongjin giró apenas el rostro hacia Mark, y la sonrisa que se dibujó en sus labios no fue cruel, sino peligrosa en su calma.
"Si tu relación con nuestro hijo es tan superficial," dijo con tono casi amable, "entonces no será un problema para ti. Quémale la mano."
El aire se congeló. Huang Jianyu, detrás de Jeongjin, entrelazó las manos con parsimonia, observando a Mark con una mirada de quien evalúa a un posible discípulo, no a un enemigo.
"Un buen mago," añadió Jianyu, su voz baja pero firme, "no duda ante una orden justa. No hacemos esto por crueldad, sino por claridad. Renjun necesita aprender qué vínculos merecen conservarse... y cuáles deben ser purificados."
Las palabras eran tan suaves, tan razonables, que por un instante incluso Mark creyó sentir la lógica detrás del horror. Jeongjin inclinó la cabeza, como si lo comprendiera.
"Hazlo, Mark." su voz se volvió un susurro. "Así lo liberarás. A él... y a ti mismo."
Renjun sintió un grito mudo formarse en su mente, una súplica que no podía pronunciar. La orden no era solo una tortura: era una lección, una prueba de obediencia y dominio, el lenguaje que sus padres habían hablado toda su vida.
Mark lo miró. Y durante un segundo, Renjun vio un destello de humanidad en sus ojos, el reflejo de lo que había sido una amistad, una promesa no dicha. Pero ese destello se quebró.
Mark levantó la varita, la sostuvo con ambas manos para que no temblara.
"No será un problema," dijo. Su voz era un hilo tenso. "Solo somos compañeros."
La varita brilló.
Y el dolor volvió a encontrar a Renjun, esta vez en el centro exacto de su mano izquierda.
Un rayo de luz naranja, pequeño y cruel, salió de la punta de la varita de Mark. Apuntó directamente a la mano izquierda de Renjun, la que ya estaba herida por el corazón de Slytherin. El hechizo no era una explosión; era una quemadura concentrada, que crepitaba sobre la piel ya cicatrizada. Renjun, bajo el control del Imperius, no pudo gritar. No pudo siquiera moverse. Pero en su interior, un grito silencioso y desgarrador resonaba.
El dolor de la quemadura era un infierno, una agonía que se sumaba a la herida anterior. Pero el dolor físico no era nada comparado con el emocional. El dolor de la varita de Mark apuntando a su mano, el dolor de la traición. Su mente rogaba que no fuera real. Se aferraba a la esperanza desesperada de que Mark estaba actuando, que estaba fingiendo para salvarlos, para salvarlo a él. Si Mark de verdad se hubiera unido a ellos, si lo hubiera traicionado, Renjun se rompería. No había forma de que sobreviviera a eso.
Los padres de Renjun sonrieron con una satisfacción que llegaba a sus ojos.
Lee Jeongjin se acercó lentamente, su rostro ahora irradiaba una aprobación intensa.
"Has comprendido la lección fundamental, Mark Lee," dijo su voz, convertida en un susurro dulce y aterrador que resonaba en el silencio tenso del Comedor. "El dolor es la única verdad que la magia honra."
Huang Jianyu asintió con fervor, dirigiéndose a la sala con un carisma oscuro.
"Los lazos débiles y emocionales no son más que cadenas que el mundo mágico nos impone. La amistad, la familia... son solo anclas que nos impiden alcanzar nuestro verdadero potencial."
Jeongjin continuó, sellando el momento con un tono de victoria.
"Tú has cortado esa cadena. Has elegido el poder, has elegido la visión de tu hermano, has elegido la única lealtad que importa: la lealtad a la causa, no a las debilidades emocionales de un muchacho."
"Excelente, Mark," finalizó Jeongjin, sonriendo de verdad esta vez. "Has pasado la prueba. Eres digno de estar entre nosotros."
Pero la aprobación de los líderes no terminó ahí. Renjun miró a Mark, suplicándole con los ojos que le diera una señal, un destello, cualquier cosa que le dijera que no estaba solo. Mark, con una mirada fría y controlada, se volteó hacia los padres de Renjun, y su rostro se mantuvo impasible. La esperanza de Renjun se desvaneció, y en su lugar, un vacío frío se apoderó de su ser.
Los padres de Renjun se miraron con una satisfacción contenida, pero sus miradas seguían siendo frías.
Huang Jianyu dio un paso adelante, su rostro se volvió severo, eliminando el carisma seductor.
"La lealtad se demuestra con sangre, pero se confirma con verdad," declaró. Su varita se alzó hacia la cabeza de Mark. "Mark, la mente es un laberinto. Déjanos ver el mapa que te guio hasta aquí."
El corazón de Renjun se disparó con un terror renovado. ¡Legeremancia! Una invasión mágica y brutal. Si Mark estaba fingiendo, si tenía algún recuerdo de su plan de rescate o de la lealtad que realmente sentía por Renjun, sus padres lo sabrían en un instante.
"Legeremens," susurró Jianyu.
El hechizo fue invisible, pero su efecto fue palpable. Los ojos de Mark se quedaron fijos, vidriosos. Renjun no pudo escuchar la voz, pero su propia mente, hiperconsciente de la magia oscura en las afueras de la mansión, sintió la intrusión como un choque violento. Vio un destello: el rostro de Kai, la decepción del Ministerio, y luego, el frío pragmatismo que Mark había usado para justificar su llegada.
Renjun se retorcía bajo el Imperius, deseando poder gritar, advertirle a Mark que bloqueara sus pensamientos, pero no pudo hacer nada más que mirar impotente cómo su amigo se convertía en una ventana abierta.
El proceso duró apenas unos segundos. Jianyu retiró la varita y respiró profundamente, una ligera sonrisa se dibujó en sus labios.
"Todo en orden," dictaminó Jianyu, con un tono de absoluta certeza. "Es ambicioso, pero su lealtad es genuina... por ahora. Ha comprendido que la fuerza está de nuestro lado."
"Mark," dijo Jeongjin, con una voz que no dejaba lugar a dudas. "Has demostrado tu valía. Pero no te acerques a Renjun el resto del día. No necesitamos un altercado. Queremos que tu mente y tu varita estén concentradas en tu nueva posición."
El control era total. El padre de Renjun se giró hacia Soobin, que esperaba pacientemente.
"Llévalo," ordenó, y Renjun, sin poder resistirse, fue arrastrado por Soobin. "Es hora de comenzar con el ritual. No le quites la vista de encima. Debe estar intacto para esta noche."
Jay y Yunjin, quien ahora tenía su verdadero rostro, se acercaron a los líderes de la Raíz.
"Amos," dijo Jay. "Tenemos los ingredientes correspondientes. Los núcleos mágicos y vitales, y la sangre de unicornio."
"Nosotros también conseguimos el nuestro," dijo Huang Jianyu, con una sonrisa de victoria. "El núcleo de un Dementor. Con el Corazón de Salazar Slytherin, estaremos listos."
Lee Jeongjin se movió con gracia, acercándose a su hijo. Su rostro, a diferencia del de su esposo, se suavizó en una máscara de comprensión mientras extendía la mano.
"Pero para que el ritual funcione," continuó Jeongjin, su voz era meliflua, "necesitamos el poder de la luna. De ahí vienen los poderes de Renjun."
Ella levantó la mano y acarició suavemente la mejilla de Renjun, deslizando luego sus dedos por su cabello, justo antes de hablar de la traición.
"Es una pena, ¿no es así, hijo?" dijo Jeongjin, su tono era de suave lamento mientras acariciaba. "Nuestra Yunjin nos informó de lo mucho que te has revolcado con esos muchachos de Ravenclaw y Hufflepuff."
Yunjin sonrió con frialdad.
"Sí, amo. Pasó demasiado tiempo con ese par. Lee Jeno y Na Jaemin. Parece que encontró en ellos el consuelo que nunca buscó en la verdadera magia."
"¡Ah, el dulce romance adolescente!" Exclamó Jeongjin, retirando la mano con un suspiro dramático. Su tono se volvió duro, contrastando brutalmente con su reciente caricia. "Esa debilidad es nauseabunda. Pero míralo por el lado bueno, Renjun. Por lo menos no eran sangre sucia, ¿verdad? Si lo hubieran sido, los habríamos matado en este mismo momento, como a los perros que son."
Jianyu continuó, su justificación era una daga.
"Pero no lo hicimos. A pesar de que te aferras a ellos como un niño a un juguete. No los tocamos, porque tienen una magia aceptable. Puede que en el futuro, si logramos controlarte por completo, ellos se den cuenta de que el poder verdadero está con nosotros. Podrían unirse."
Jeongjin dio la orden final a Soobin, sellando la humillación de Renjun.
"Mantén a Renjun encerrado, Soobin. Lejos de Hyeongjun y de Mark, por si acaso. No le quites la vista de encima. Debe estar intacto para esta noche."
Y así, Renjun fue arrastrado por el patio hasta la mansión. Sus oídos ardían con las palabras, la crueldad de que sus padres hubieran perdonado la vida de Jeno y Jaemin, no por amor, sino por la utilidad de su sangre. La "pureza" era lo único que definía su valor.
Renjun, en su mente, se dio cuenta de su destino. Era un ingrediente, un objeto. Su poder, su sangre, todo era parte de un ritual oscuro que lo rompería para siempre. Soobin escoltaba a Renjun por un pasillo oscuro y frío. Cada paso resonaba en el silencio de la mansión, un eco del vacío que sentía en su interior. La maldición del Imperius lo mantenía inmóvil, pero su mente era un torbellino de pánico y dolor.
Pensó en Hyeongjun, que seguía libre, pero que ahora estaba en el mismo camino oscuro que él. ¿Lo acusarán de traición al haberse unido a él en Hogwarts? se preguntó. ¿Lo matarán por su fracaso? Bjorn debía estar furioso. Esperaba, con una desesperación que le quemaba el alma, que Hyeongjun bajo el imperio pudiera mantenerse a salvo.
Pensó en Mark. No le importaba el lado "bueno" o "malo" de la guerra, porque a sus ojos, ambos lados estaban equivocados. Lo único que le importaba era la verdad de sus amigos. Esperaba con toda su fuerza que Mark no los hubiera traicionado de verdad, porque sabía que eso rompería el corazón del grupo, y de una forma que nunca podría sanar. Rompería a Haechan.
Pensó en Jisung. Esperaba que estuviera a salvo, que el Bowtruckle que le dio, Flicker, estuviera a salvo. Y esperaba que Jisung cuidara de Kayden, el cuervo que era el único recuerdo que le quedaba de su hermano, Injun. Esperaba que Jisung los cuidara a los dos, porque eran lo único que quedaba de su vida anterior.
Pensó en Chenle, que había despertado en un mundo de terror. Esperaba que el ataque al Ministerio no hubiera herido gravemente a Kun, porque sabía que eso rompería a Chenle do forma similar a Haechan.
Pensó en Jaemin y Jeno. La sola idea de sus nombres hizo que una lágrima se deslizara por su mejilla. Era una lágrima solitaria, pero contenía un océano de dolor.
Soobin, al ver la lágrima, se burló.
"En los diecisiete años que te conozco," dijo, su voz era un susurro frío. "Nunca te vi llorar. Ni siquiera cuando Injun murió. Has cambiado."
Renjun no pudo responder, pero en su mente, la rabia se encendió. Había llorado. Cada noche por años. Cuando el mundo se apagaba, él se escondía en la oscuridad de su habitación y lloraba por su hermano. Lloraba por la vida que le habían quitado. Lloraba porque nadie lo veía. Y lo hacía solo.
Volvió a pensar en Jaemin y Jeno, y la culpa lo abrumó. Se lamentaba de no poder haber sido más valiente. Se lamentaba de no poder haberles dicho lo mucho que los amaba. Y se lamentaba de todo lo que iban a perder. Recordó la vez que Jaemin lo abrazo antes de despedirse. Recordó la vez que Jeno lo despeino y le dijo que todo iba a estar bien. Recordó la noche en la que se quedaron dormidos juntos, y cómo se sentía estar seguro por primera vez en su vida.
Soobin guió a Renjun por los oscuros pasillos hasta una mazmorra fría y húmeda. Con un movimiento de su varita, una barrera mágica se levantó, sellando la entrada. Soobin le quitó la varita de la mano y se burló con una voz suave pero siniestra.
"No te preocupes", dijo rodando los ojos. "El Imperius hará su trabajo. Cuando termine, no recordarás nada. Será igual que esa noche, e igual que la noche en que murió Injun. Con el deseo del corazón de Slytherin, por fin tendremos el poder de la luna roja que contienes en tu sangre".
Soobin se marchó afuera, dejando a Renjun solo en la oscuridad. Él permaneció inmóvil, con los ojos vacíos, mientras su mente, una vez más, gritaba en silencio. Si pudiera pedir un solo deseo, no sería para escapar o para salvarse. No, su único deseo sería no llevar esa sangre, no ser parte de la Raíz, no ser hijo de los fundadores. Desearía ser libre.
Se preguntó si ser libre era lo mismo que ser feliz. Porque nunca se había sentido más libre que en los almuerzos bulliciosos en el Gran Comedor, rodeado del caos reconfortante de sus amigos. Nunca había sido tan libre como en la Sala de los Menesteres, con los chicos a su alrededor, entrenando, riendo, simplemente existiendo. Y nunca, nunca se había sentido tan libre y seguro como en los brazos de Jeno y Jaemin.
Su tiempo en Hogwarts había sido la única vez en su vida que se había sentido realmente él mismo. Había sido feliz. Y ahora, mientras la oscuridad de la mazmorra lo rodeaba, una melancolía abrumadora lo invadió. Su mente, exhausta de la lucha, se rindió. Con un suspiro imperceptible, cerró los ojos, preparándose para el olvido.
Renjun solo vio la oscuridad, pero para su sorpresa no encontró el vacío, sino un recuerdo. Vio el bullicioso Gran Comedor de Hogwarts en su primer día. Y los vio a ellos, Jeno y Jaemin, los únicos dos que lo miraron sin miedo en sus ojos. Desde ese momento, debió haberlo sabido. Esos dos chicos, con su valentía y su bondad, iban a cambiar su mundo para siempre.
Con un doloroso tirón en el pecho, recordó el último momento antes de que se lo llevaran. No pudo verlos a la cara, pero sintió el agarre firme de Jaemin en la parte de atrás de su chaleco antes de que sus padres lo obligaran a avanzar. En un esfuerzo sobrehumano, una lucha silenciosa contra la maldición que lo sujetaba, movió su mano hacia el lugar en su espalda donde Jaemin lo había tocado. El chaleco grisáceo de su uniforme de Hogwarts estaba arrugado y polvoriento.
Cuando sus dedos tocaron el lugar, sintió algo adherido. Abrió los ojos de golpe y miró al frente. Soobin había vuelto, paseándose de un lado a otro en el pasillo que custodiaba su celda. El rostro de Renjun estaba pálido, y una gota de sudor frío le bajaba por el cabello. La lucha por mover su mano lo había dejado exhausto, su respiración era un jadeo ronco.
Con los dedos temblorosos, palpó el objeto. Era pequeño, liso y redondo. Una moneda. Renjun la reconoció al instante. Era una de las monedas que usaban en caso de emergencia, una para contactarse sin importar dónde estuvieran. En el caos y el miedo, Jeno o Jaemin debieron haberla deslizado en su chaleco para que la encontrara. Era un gesto, un recordatorio silencioso de su amistad, de que no lo habían olvidado. La esperanza, un pequeño fuego parpadeante, se encendió en el corazón de Renjun.
No estaba solo.
Renjun, en su celda, sintió un rayo de esperanza que disipó la desesperación. La moneda que sus dedos encontraron adherida a su chaleco no era solo un recuerdo, sino una herramienta de comunicación. Con un simple toque, podría alertar a sus amigos. La moneda-llamador que Doyoung les había entregado hace días en su estancia en Hogwarts, el plan de emergencia que habían creado juntos.
El terror y el dolor físico que sentía se transformaron en un nuevo tipo de lucha. La moneda, fría y dura bajo sus dedos, era su única oportunidad. No podía gritar, no podía pedir ayuda, pero podía enviar una señal. Y lo haría.
Con los dedos temblorosos, Renjun palpó la moneda en su mano. No sabía si funcionaría, si la señal atravesaría las barreras de la mansión, o si sus amigos estarían lo suficientemente cerca para recibirla. Pero tenía que intentarlo. Con un esfuerzo sobrehumano, una lucha silenciosa contra la maldición, movió su dedo índice y tocó la superficie lisa de la moneda.
Un solo toque. Eso significaba "alerta baja". Pero la moneda no vibró. Nada. Su corazón se encogió. ¿Había fallado? ¿O tal vez era un error? Se preguntó si la moneda se había dañado en el camino, o si el hechizo de sus padres era demasiado fuerte.
Se armó de valor una vez más, y con más fuerza, le dio dos toques. "Alerta alta". Una vez más, nada. El pánico comenzó a apoderarse de él. La desesperación se apoderó de su ser. Su mente le decía que no tenía sentido. No había forma de que esto funcionara.
Su cuerpo, exhausto de luchar contra el Imperius, comenzó a flaquear. La respiración de Renjun era un jadeo ronco. Se sentía desesperado. Estaba a punto de rendirse, a punto de dejar caer su mano y aceptar su destino, cuando, de repente, la moneda vibró, y lo sintió, dos toques.
La esperanza se apoderó de él. No estaba solo. No había fallado. Su señal había sido recibida.
La moneda aún vibraba, un pulso rítmico que era la única confirmación de que no estaba solo. Pero la oleada de alivio fue rápidamente reemplazada por una fatiga abrumadora. El esfuerzo sobrehumano de moverse y tocar la moneda, de luchar contra la maldición Imperius, le pasó factura de golpe. Sus rodillas casi cedieron, y un gemido ronco escapó de sus labios.
El mundo a su alrededor se volvió lento. Estaba seguro que caería al suelo de piedra, el eco sordo que produciría alertaría a Soobin quien de seguro lo petrificaría para tener más certeza de que Renjun no estuviera por liberarse del imperio, todo se desarrolló en su mente como en una pesadilla. Vio a Soobin en el pasillo, que seguía paseando de un lado a otro, ajeno a todo, su paso se había vuelto lento y pesado. Renjun, en un rincón de su mente, lo entendió. Se había excedido. La lucha contra el Imperius, aunque breve, había agotado su magia, su voluntad, y su cuerpo.
El agotamiento era una niebla densa que se apoderaba de sus sentidos. Su vista se nubló, y el frío de la mazmorra se hizo más intenso. La moneda en su mano, el último bastión de su esperanza, se sintió distante. Justo antes de que la oscuridad lo reclamara, un último pensamiento se aferró a su mente: la moneda, la prueba de que no había sido olvidado. La prueba de que sus amigos aún confiaban en él.
La oscuridad se apoderó de los sentidos de Renjun, pero la sensación de impotencia era familiar y odiosa. Era la misma que sintió el día en que su hermano Injun murió, el mismo tirón de magia oscura que sus padres intentaron usar en él antes de que lo mandarán a Hogwarts. Esta vez, era más fuerte y lo envolvió por completo.
A través de la niebla que nublaba su mente, Renjun vio a Hyeongjun siendo arrastrado por Yunjin, con la mirada vacía. Sus ojos estaban tan muertos como los de Renjun. La esperanza que tenía por Hyeongjun se desvaneció, y en su lugar, un vacío frío se apoderó de su ser, y todo se apago, no supo cuanto tiempo pasó antes de que un sonido lo sobresaltara, y la luz de las ventanas le dieran una idea de que la noche ya estaba presente.
Soobin se acercó a él desde la puerta, su rostro era una mezcla de curiosidad y desprecio.
"Es extraño", dijo Soobin, su voz era un susurro. "Siento que te estás resistiendo. La última vez, no sentiste nada, pero ahora... ahora parece que de verdad no quieres obedecer."
Soobin se rió, una risa sin alegría.
"Pero es una lástima," dijo. "Nadie puede resistirse a una maldición imperdonable. No serás el primero."
Renjun sintió un tirón en su cuerpo, y Soobin lo arrastró por el pasillo. Pasaron por pasillos llenos de sombras, con imágenes de rituales oscuros en las paredes. El aire se volvió más pesado, más frío, y un olor a sangre y magia vieja lo inundó todo. Soobin lo llevó a una gran sala, un lugar lleno de símbolos oscuros y de herramientas mágicas. Renjun sabía que era el lugar donde todo terminaría. La sala de ritual.
El aire en la sala de ritual era denso, pesado con el olor a sangre vieja y magia oscura. El sonido de los pasos de Soobin, arrastrando a Renjun, fue lo único que rompió el silencio. Soobin lo arrojó al centro de un círculo de runas que brillaban con una luz tenue.
"El chico sigue resistiéndose," se quejó Soobin. "Es molesto. No deja de luchar contra la maldición."
Huang Jianyu, el padre de Renjun, no se inmutó. Estaba de pie junto a su esposa, Lee Jeongjin, en el centro de la sala. Jay, Yunjin y Bjorn estaban en los puntos cardinales del círculo.
"No te preocupes, Soobin," dijo Jianyu, su voz era como un témpano de hielo. "En unos minutos, todos nos libraremos para siempre de Renjun."
Renjun, inmovilizado por la maldición, no pudo reaccionar. Pero en su mente, el miedo se hizo más profundo. La frialdad en la voz de su padre era más aterradora que cualquier maldición.
Lee Jeongjin dio un paso al frente, con un frasco de vidrio en la mano que contenía el corazón de Salazar Slytherin.
"El corazón está listo," dijo, y su voz era un susurro que resonaba en la sala, su cabello liso estaba amarrado en una coleta que la hacía ver más joven. "Los núcleos de los dementores están listos, y la sangre de unicornio está lista. Todo está en su lugar. Todo, excepto el poder de la luna. El ritual debe hacerse en el punto más alto del poder de la luna, en el momento exacto. Y el poder de Renjun, el poder de su sangre, será lo único que lo activará."
Renjun, en el centro del círculo, cerró los ojos, preparándose para el final. El dolor que sentía, el miedo que lo consumía, todo se desvaneció, dejando solo un pensamiento. La moneda que tenía en su mano apretada en un puño, la prueba de que aún tenía amigos que lo querían y lo cuidaban. El único rayo de esperanza que tenía en el infierno en el que se encontraba.
El ritual estaba a punto de comenzar.
Lee Jeongjin levantó el frasco que contenía el Corazón de Salazar Slytherin. Su voz, aguda y poderosa, comenzó a entonar un cántico en una lengua antigua que hizo vibrar el aire en la sala. Huang Jianyu se unió a ella, y las runas en el suelo se encendieron con una luz roja, proyectando sombras deformadas en las paredes. El aire se volvió más pesado, y una presión inmensa se apoderó de Renjun.
En su interior, Renjun sintió la magia oscura de sus padres intentando extraer la magia de su sangre. El dolor era insoportable, pero no podía gritar. Su mente, sin embargo, se aferró a la moneda que tenía en su mano, la única prueba de que no estaba solo.
De repente, un estruendo sacudió la mansión. Las paredes temblaron, y un grito de alarma resonó en el exterior. Los miembros de la Raíz se detuvieron, y Yunjin se acercó a Jianyu con una mirada de pánico.
"Señor, están aquí. Los aurores del Ministerio..." dijo con su cabello rojizo desordenado y capas de pánico en su rostro
El cántico de Jeongjin cortó de golpe. Las runas rojas parpadearon como un corazón herido; el frasco con el Corazón de Slytherin vibró en su mano. Jianyu ni siquiera se sobresaltó: alzó la vista como quien escucha el clima.
"Informe," dijo, sin levantar la voz.
Yunjin cruzó la sala como una cuchillada.
"Están arriba. Varios puntos de entrada. Aurores. Han cercado el ala norte y el invernadero. Tienen escudos alzados."
"Por supuesto." Jianyu giró apenas el rostro hacia Soobin. "Plan Siete. Sella el círculo menor. Mantén al chico íntegro."
Soobin se inclinó con un gesto escueto y le clavó a Renjun una orden que no necesitó palabras. El Imperius apretó como agua helada bajo la piel. La calma prestada volvió a cubrirlo.
La sala de ritual vibró como una campana sumergida.
Lee Jeongjin alzó el frasco con el Corazón de Salazar Slytherin y empezó a cantar de nuevo. La lengua era vieja; la luz roja subió del suelo en oleadas y las runas del círculo hicieron crujir la piedra. Huang Jianyu se sumó al canto, y el aire se espesó hasta volverse presión contra el pecho. Renjun sintió cómo los hilos que le habían cosido al castillo en Hogwarts ahora le horadaban la piel desde dentro: la magia de su sangre respondía, tirada hacia afuera como si alguien hubiera abierto una puerta en sus costillas.
No podía gritar. Sí podía pensar. La moneda en su mano latía fría.
Y fue en ese momento cuando la puerta de la sala se reventó.
"¡Bajen las varitas!" La voz de Doyoung cortó el humo a la vez que un torbellino de chispas azules barría el umbral. Hendery entró a su flanco; dos figuras más los cubrieron con escudos altos. Los seguidores de la Raíz que se encontraban alrededor del círculo giraron apenas la cabeza formulando hechizos de protección en voz baja uno tras otro. Jeongjin no dejó de cantar. Jianyu tampoco.
"Tenemos tiempo," dijo Huang Jianyu sin mirarlos. "Sigue."
Y el círculo obedeció. Soobin, Jay, Mei y Bjorn levantaron sus varitas al unísono. Un brillo oscuro se formó entre ellos, y se extendió hacia la barrera que habían creado los demás seguidores, ambas se fusionaron, creando una pared ondulante de energía. La barrera crepitaba y brillaba, un muro de magia que los separaba por completo de los Aurores.
"¡Rompamos esto!" ordenó Doyoung a los aurores con voz ronca.
El equipo de Aurores lanzó una andanada de hechizos, pero los conjuros, incluso los más poderosos, chocaron contra la barrera y se disiparon. La barrera tembló, pero se mantuvo firme. Las varitas de los seguidores de la Raíz brillaron con una luz malévola, y la barrera se hizo más fuerte. Los Aurores estaban atrapados.
Renjun sintió el tirón cambiar de ritmo: del Corazón al suelo, del suelo a su esternón, de su esternón a las palmas. La extracción empezó, fina al principio, luego fue peor. Bruñó los molares para no morderse la lengua. El mundo se estrechó a la respiración y a un martillo ciego detrás de los ojos. Al principio fue cosquilleo en las yemas, como cuando se te duermen los dedos. Luego un frío viejo le corrió por los antebrazos y se le hundió detrás del esternón, como si le abrieran una válvula por dentro. El sabor a hierro le subió a la lengua; un zumbido fino se instaló en los oídos. Cada tirón dejaba un hueco exacto: hombros, garganta, bajo su nuca. No era "cansancio". Era ausencia. Como si alguien le estuviera arrancando la sombra.
"Cardinales, mantengan el pulso," ordenó Jianyu.
En el punto del Este, Björn entonaba la sílaba de su estación. Al acercarse el fulgor a su voz, Renjun alcanzó a verle la muñeca cuando alzó la mano para reforzar la runa. El cuero oscuro dejó ver un borde metálico.
Un reloj.
No un reloj cualquiera.
El reloj-traslador de la Sala Segura.
El corazón de Renjun pegó un golpe seco. Mark. Era Mark.
El mundo no se agrandó: se volvió más nítido cuando lo comprendio. La sílaba de Björn estaba levemente fuera de fase. El ángulo de su varita, dos grados más bajo que el del manual de la Raíz. El canto correcto... y un hueco donde debía haber vibrado la runa de cierre.
"Se está haciendo pasar por él," pensó Renjun, como si se oyera a sí mismo desde atrás del cristal. "por Bjorn."
Con restaurada determinación hundió la atención en el patrón. Puso el foco en la arquitectura del hechizo, no en el dolor. El círculo no le chupaba "magia" a ciegas: arrastraba frecuencia por tres rutas y la volcaba en el Corazón que sostenía su madre, ese era el catalizador. Renjun buscó el retorno previo al daño -la resonancia que queda antes de que te vacíen- y la amarró a la altura del diafragma, como quien cierra con los dedos una manguera sin estrangularla del todo.
Con la otra mano —no física, sino mental— tanteó el hilo de Jeongjin: allí estaba la misma frecuencia, pero invertida. No podía arrancársela sin colapsar el patrón; pero sí podía abrirle fugas. Giró un cuarto de tono su propia salida, la desfasó un instante y la dejó pasar por debajo de la madre como una contracorriente: lo suyo dejó de caer en línea recta y empezó a rodearla. A cada tirón del círculo, Renjun guardaba una moneda de vuelta en su bolsillo interno y, a la vez, le robaba un céntimo al borde del cuenco de ella. No era victoria; era sangrado controlado. Le estaba devolviendo lo que le estaban haciendo.
Puso en línea su pulso con el de la runa central y, en vez de dejarse vaciar, giró el hechizo a su favor: buscó el retorno previo al daño, ancló una contrafrecuencia debajo de Jeongjin... y tiró.
El primer hilo retrocedió un centímetro. Jeongjin frunció apenas el ceño. Renjun tiró otro, con más fuerza. La luz roja le lamió los nudillos; la runa occidental vaciló.
"¿Qué haces?" La voz de Huang Jianyu fue un filo de advertencia al ver el pánico en el rostro de su esposa.
Renjun no respondió; no podía. Siguió tirando su poder de vuelta. La sensación fue extraña, como meter las manos en agua helada y sentir que el agua también metía las manos en él. Un tercer hilo resbaló. Jeongjin dio un paso dentro de su espacio en el centro del círculo como si la estuvieran empujando a su eje y el Corazón vibró en su frasco con un golpe seco, como si algo vivo hubiese pateado.
Huang Jianyu dejó el cántico. Bajó la varita. Sonrió sin dientes.
"Ingenuo," dijo con calma practicada. "¿De veras crees que no pensamos en esto?"
Alzó su propia mano. Entre los dedos, un talismán de cristal con filamentos de plata se encendió con un pulso... familiar. No de objeto. De alguien. El ritmo, el patrón energético, golpeaba la mente de Renjun con una firma que había intentado borrar de su memoria.
Renjun sintió la sangre enfriársele en todo el cuerpo, un frío cortante que se extendía desde la nuca hasta la punta de los dedos. Su corazón pareció detenerse por un instante, y luego latir desbocado, perdiendo el ritmo natural. Ese pulso resonaba en su pecho como si fueran dos corazones latiendo en desincronía.
"Reconoces el ritmo ¿Cierto?," continuó Jianyu, suave. "Plumas de pavo real celestial. Curaron un núcleo que tú reventaste. "Jianyu permitió que la sonrisa se hiciera cruel. La revelación cayó sobre Renjun con la fuerza de una maldición imperdonable. "No estaba muerto. Tu hermano no ha estado muerto. En todo este tiempo."
La traición, el sacrificio de su infancia, el trauma que había definido toda su vida y su magia oscura... todo había sido una mentira. El aire abandonó los pulmones de Renjun. El grito de su alma, bajo el efecto del Imperius, resonó en su mente: ¡Injun!
Una oleada de pánico brotó dentro de Renjun. El mundo pareció inclinarse, sus rodillas tambalearon y buscó desesperadamente ancla para no caer en el abismo de la revelación. La sala giraba, pero no podía moverse.
Su magia vibraba frenética e incontrolable, como un torrente apretado en puños invisibles; un pulso errático que quería escaparse, romper el yugo del Imperius que lo mantenía aprisionado. Intentaba tirar de vuelta con todas sus fuerzas, liberarse, recuperar ese poder que le estaban arrebatando.
Pero con esa reacción violenta, su madre, Jeongjin, aprovechó la oportunidad. Con un movimiento casi imperceptible pero lleno de intención, aumentó la presión del hechizo, drenando con más fuerza, enviando una corriente oscura que arrastraba lo poco de energía que Renjun resistía.
Renjun sintió cómo la fuerza lo abandonaba, la vibración de su magia se tornaba un susurro que moría. Cayó de rodillas, los ojos desorbitados, la máscara de control y calma quebrándose al fin de manera explosiva.
Su mandíbula tembló, un grito ahogado luchando por salir, pero encerrado por el Imperius.
"Si sigues tirando del poder de tu madre," dijo Jianyu, elevando apenas el talismán, "el Corazón puede cerrar el flujo. Y en un segundo este latido se apagará."
Jeongjin permaneció erguida, una sonrisa dulce y letal en sus labios mientras su brazo se mantenía firme sobre el frasco.
"No nos enfrentes, hijo," canturreó con voz melosa, un cuchillo invisible clavándose en el alma de Renjun. "Solo obedece."
Renjun, derrotado por la prisión mágica y el golpe emocional, cayó hacia adelante, la oscuridad rozando el borde de su consciencia, marcado por el peso del terrible secreto y la fuerza que le arrebataban.
Renjun de rodillas, la cabeza baja, el cuerpo vacío y el corazón atrapado entre la incredulidad y el dolor profundo. En ese instante, la mente comenzó a girar frenéticamente, intentando ordenar el caos de la revelación recién escuchada.
Pero... yo vi su cuerpo...
Recordó con espanto el círculo de magia antigua, el ritual oscuro que habían hecho cuando tenía apenas diez años. Allí estaba Injun, inmóvil, sin vida, con los ojos cerrados para siempre. Él había sido el responsable, aunque inconsciente en aquel momento, de matar a su hermano.
Su poder... se transfirió a mí. No puede ser...
La comprensión chocaba contra su razón, negándose a asentir. No tenía sentido, nada podía justificarlo.
¿Cómo es posible? Estuve allí, vi el cuerpo en el centro del círculo. Lo vi muerto.
Cada recuerdo era una estaca en el pecho: el frío ambiente, el susurro de hechizos secos, el silencio que había seguido a la oscuridad. La imagen indeleble de Injun inerte, sin pulso, sin luz.
El peso de la contradicción aplastaba a Renjun: la evidencia de sus ojos y la cruel verdad que le habían hecho creer, y el misterio incomprensible de que, contra toda lógica, su hermano seguía vivo.
La confusión y el miedo se entrelazaban dentro de él, mezclándose con la rabia contenida, el horror y una creciente desesperación. ¿Qué más le han ocultado? ¿Qué otras mentiras pesan sobre esta familia?
Sin poder moverse, ni siquiera gritar, la revelación lo golpeaba como una tormenta sin fin, mientras la fuerza de su madre continuaba drenando lo que quedaba de su poder y voluntad, envolviéndolo en una sombra aún más profunda.
Los aurores avanzaron un paso.
"¡Bajen las varitas!" gritó Hendery. La sala respondió con tres chispazos verde oscuro desde los puntos cardinales. Chocaron contra escudos azules; el aire olía a metal caliente.
Renjun vio el reloj en la muñeca de "Björn"—la esfera giró apenas una fracción, el gesto diminuto de alguien que revisa la hora y, al hacerlo, enseña la cara de un objeto. Fue una señal mínima. Y eso fue suficiente.
El Imperius dentro de su cabeza era una superficie de agua perfecta. La revelación del "latido" había puesto rocas debajo. La moneda en su mano, esos dos toques, en su memoria, dio un golpecito fantasma, como si se acordara de él.
"No puedo dejar que ganen" se dijo. "No ahora."
Soobin apretó el hilo invisible que lo ataba al sentir como Renjun se resistía cada vez más.
"Quieto," ordenó, sin levantar la voz. Dos órdenes más, pegadas: "No intentes nada. No interfieras."
El ritual seguía; el círculo se calentaba. Los aurores atacaron en abanico: Stupefy, Expulso, cuñas de contención. Doyoung vio el frasco y tiró un lazo directo a la mano de Jeongjin, pero ninguno de los hechizos o encantamientos pasaban la barrera.
Así que Renjun se movió.
No para atacar. Para interponerse. No tenía su varita, pero no la necesitaba en realidad.
"Protego Maxima."
La cúpula nació de su pecho y se abrió como una flor cerrando los pétalos al revés. El lazo de Doyoung rebotó contra la lámina y chisporroteó al techo. Hendery frenó en seco.
"¡Renjun, aparta el hechizo!" gritó Doyoung, incrédulo, el gesto dolido clavado en la cara.
Renjun no habló, la orden del Imperius le sellaba la lengua. Giró la muñeca. Desvió tres rayos más, ninguno letal, todos precisos. Perímetro a sus padres con una pared baja de fuerza que no dejaba entrar ni salir hechizos rápidos, una barrera solo a ellos dos. Un auror novato erró una estocada; Renjun la desvió al suelo sin devolverla.
Soobin, al borde del círculo, sonrió con pura rabia.
"Ni lo intentes," murmuró. "Obedece."
Pero Renjun no estaba obedeciendo. No del todo. Se agarraba a la fisura que le habían abierto las órdenes cruzadas: proteger sin herir, interponerse sin "interferir". Un tercer camino minúsculo donde colar la respiración.
"Jisung," pensó, y la moneda dio otro golpe fantasma. "Chenle. Haechan." Se levantó con esfuerzo, cada músculo tensandose y temblando. "Mark" Sus ojos escanearon la escena, debía hacerlo rápido, por ellos. "Jaemin y Jeno."
El círculo, mientras tanto, devoraba todo lo que podía. Jeongjin alzó la voz; el Corazón respondió con un latido profundo que arrastró más de la magia de Renjun hacia el centro. La sala se ensombreció. En el Este, "Björn" moduló su sílaba—medio tono abajo—y la runa de retorno, la que nadie veía, abrió una rendija del tamaño de un suspiro.
Mark estaba haciéndolo bien, nadie sospechaba y la palabra le sostuvo los dedos.
Doyoung le miró por segunda vez, ya sin gritar.
"Chico," dijo despacio, como quien habla por encima de un abismo, "déjanos entrar."
Renjun le sostuvo la mirada un segundo. Los labios no se le abrieron. Movió la mano.
"Depulso."
No contra Doyoung. Contra el suelo frente a los aurores: el suelo se alzó en una ola de piedra y polvo que los obligó a retroceder y cubrirse, escudos arriba. Tiempo. Unos segundos. Unos más.
"Basta," siseó Soobin, y esta vez la orden no fue verbal: el talismán palpitó y Soobin hundió la garra del Imperius hasta el nudillo. La orden no entró como voz; entró como verbos pegados a la lengua: "quieto", "calla", "no interfieras".
El Imperius era un lago con superficie de vidrio. Renjun le echó arena a los engranajes: microdudas, respiraciones en tres tiempos, el recuerdo exacto del cobre tibio en la palma. No rompió la orden; la dobló: si "no interferir" significaba no atacar, aún podía interponerse. Si "calla" le cerraba la garganta, aún podía dejar que la palabra saliera contra el suelo, sin autoridad. La calma prestada siguió ahí, pero con grietas por donde entraba aire.
El lago volvió a aplanarse.
Renjun sintió cómo la calma lo anestesiaba desde las uñas. Vio su propio brazo bajar un centímetro. Vio a Hendery rearmar una red. Vio a Jeongjin acercar el frasco un paso más al borde del círculo.
Y vio, con una claridad perfecta, una brecha.
El pulso de la moneda le repiqueteó bajo la palma como una verdad. No estaba solo.
Si se rompía ahora, perdía el latido en el talismán. Si se rendía, perdía todo.
Eligió entonces no hacerlo. No rendirse.
Ajustó el escudo para cubrir sólo a sus padres y al Este. La cúpula dejó fuera los otros puntos. Un destello rojo rozó la muñeca de "Björn". Solo un roce. Una señal. para que Mark lo supiera, era un, "Te veo."
Jeongjin no notó nada: estaba ocupada recibiendo el poder de Renjun desde el ritual.
Huang Jianyu sí.
Sus ojos, grises y como sin pupila, se clavaron en Renjun con una satisfacción helada.
"Bien, si así lo quieres" dijo, como quien premia un ejercicio, y levantó el talismán un poco más listo para arrojarlo al suelo con fuerza. La luz dentro respondió con un latido que a Renjun le vació el alma. No era una advertencia. No era teatro. Sabía que había un pulso de verdad allá afuera, en algún sitio, atado por un hilo que Jianyu tenía entre los dedos y pertenecía a Injun, no podía dejar que se rompiera.
"¡No lo hagas!" Grito en pánico.
"Dilo, entonces" ordenó Jianyu, bajando la voz como si contara un secreto a un niño. "Diles que bajen las varitas."
El Imperius le pegó ese verbo a la lengua. La palabra subió. Renjun la masticó hasta hacerla astillas. No podía no decirlo. Podía decidir cómo.
Giró la mano, dejó que el escudo vibrara, y proyectó la voz hacia el suelo, no hacia los aurores.
"B-bajen las varitas," salió, pero la frase chocó contra piedra y volvió en eco sin autoridad, sin timbre de orden. Doyoung alzó el mentón. dudando.
El círculo vaciló un latido.
Soobin retrocedió medio paso, muy leve, como si alguien le hubiera tirado del tendón de Aquiles. Los ojos se le abrieron apenas: era sorpresa, no cálculo.
Jeongjin, sin bajar el frasco, perdió una sílaba del canto; la recuperó con rabia plana.
Jianyu no sonrió: inclinó la cabeza, curioso, como si observara una criatura rara que aprende a usar herramientas.
Yunjin dejó de mirar a los aurores y lo miró a él; el disfraz se le estampó mal en los pómulos.
En el límite, dos seguidores cambiaron el agarre de la varita.
Del lado de la puerta, Hendery bajó tres centímetros la suya y murmuró.
"¿Lo viste?", y Doyoung, sin quitarle los ojos de encima, solo respondió: "Lo vi."
El propio Soobin, ya recompuesto, apretó otra orden que no dijo en voz alta. Esta vez le tembló un dedo. Y ese temblor no venía de Renjun.
"¿Es él?," murmuró Hendery a su lado, ojos clavados en el patrón del círculo. "Está saturando el canal. se está resistiendo a ellos."
Solo un poco más, se repitió Renjun, y metió los dedos otra vez en el agua helada. Invirtió un hilo más, apenas, hacia Jeongjin. No para drenarla. Para tensar el sistema justo en el punto donde el Imperius se apoyaba.
La calma perfecta vibró. Una grieta finísima le dejó pasar el aire a los pulmones como por un filtro.
El mundo se partió en dos tiempos: afuera, hechizos; adentro, el canto; entre ambos, el hilo de Renjun.
Hizo lo que nadie espera de un chico bajo Imperius.
Soltó un susurro, apenas aire: no un hechizo, ni nada de eso, sino una pregunta.
"¿Es verdad?."
El escudo parpadeó. La moneda de emergencia, pegada a su piel, devolvió tres vibraciones consecutivas, débiles... pero reales. En algún sitio, al otro lado de la piedra, en una sala o en un pasillo o en una torre, tres manos sintieron lo mismo.
Jianyu giró el talismán con brusquedad, irritado por el titubeo del patrón.
"Ya basta, ¿por qué crees que te lo diría?" dijo, y su voz llenó la sala. "Deja de resistirte ahora y podrás verlo."
Los aurores al otro lado del polvo se prepararon para el choque. Jeongjin acercó el frasco. Soobin tensó la hebra hasta que ardió.
Y Renjun, aferrado a esa grieta mínima, eligió de nuevo.
No se tragó la orden. No la obedeció. La dobló.
Levantó la mano y conjuro un accio no verbal, la varita en la mano de Soobin voló a su mano y en un movimiento rápido la alzó y gritó.
"Protego Horribilis."
La cúpula se pegó a las paredes como una segunda piel, sólo alrededor del círculo. La sala entera tembló. La onda empujó a los aurores hacia el umbral y, por un latido, los dejó fuera del radio de las runas.
Dentro, Huang Jianyu sonrió, convencido de que su hijo había cerrado la puerta para ellos.
Fuera, Doyoung apretó la mandíbula.
"Entendido," dijo apenas, a Hendery. "Renjun debe estar planeando algo." Y alzó el espejo de señales.
Bajo la superficie lisa del Imperius, Renjun respiró por primera vez en minutos. El latido del talismán en la mano de Jianyu aún golpeaba como un martillo. Si le estaban diciendo la verdad e Injun estaba vivo. No podía perder esa pista.
El mundo se volvió estrecho. Cuando intentó cerrar el puño, el pulgar obedeció y el meñique no. Cuando intentó tragar, la garganta tardó un segundo en recordar cómo. La magia no dolía al irse: pesaba al ausentarse, como si cada gesto tirara de un saco vacío que raspaba por dentro.
"Los necesito con vida," pensó hacia sus padres con un odio tan frío que no le quemó. "Hasta que lo encuentre."
Y en el borde de su visión, el reloj-traslador brilló un instante cuando "Björn"—Mark—acomodó su postura como quien se prepara para... algo.
El ritual siguió. El canto subió medio tono. La luz roja trepó por las columnas.
Y, por primera vez desde que todo empezó, el miedo que llenaba la sala no fue del todo de Renjun. Fue de todos. De lo que iba a pasar cuando ese escudo, y ese reloj girarán a la vez.
Yunjin dejó de mirar a los aurores. Giró, fija en el punto del Este.
"Björn", dijo con suavidad, la varita apenas baja. "Tercera sílaba del cierre antiguo. En modo inverso."
Björn tardó un latido. La nota le salió exacta... medio tono abajo.
El aire cambió de sabor. Jeongjin no paró de cantar, pero el ojo le vibró. Jianyu inclinó la cabeza. Soobin apretó el hilo del Imperius como si clavara un alfiler.
Renjun no esperó a que el mundo se le viniera encima.
Abrió la grieta que ya había arañado en la calma del hechizo y montó su voz sobre el mismo hilo con el que Soobin lo controlaba. No le lanzó la maldición como rayo: se la devolvió por el canal.
"Imperio", susurró.
El control chocó con su espejo. Soobin parpadeó. Otro parpadeo. La comisura del labio le tembló, como si se le hubiera apagado algo por dentro. Sus pupilas se aflojaron.
"Me oyes", pronunció Renjun, seco, sin mover los labios. La orden se enhebró por el mismo hilo que lo estrangulaba hacía un minuto. "Tráeme a Hyeongjun. Ya. Sin herir. Y vuelve enseguida."
Soobin desapareció con un salto corto de magia densa, como si hubiera atravesado una cortina de aceite. Dos respiraciones después, volvió, con Hyeongjun de la muñeca, arrastrado, aturdido, los ojos negros de miedo y vacío.
Yunjin se lanzó. Jay también.
Renjun no usó la varita; no la necesitó. Giró el escudo como un plato, bajo y cortante. La hoja transparente barrió las estocadas de Yunjin, le raspó el disfraz y por un segundo dejó ver su piel propia, pálida. Jay encajó un Confringo y chocó contra un escudo improvisado; chispas naranjas llovieron.
Jianyu, sin dejar de sostener el talismán, vio.
"No eres tonto", admitió, con una tranquilidad atroz, y dejó caer el colgante con fuerza.
Renjun respiró. La palabra no salió. El gesto, sí.
Aresto Momentum, sin voz.
El talismán se quedó flotando a diez centímetros del suelo, vibrando con ese latido que le taladraba el esternón.
Jeongjin, rabiosa, cerró el puño sobre el frasco. El Corazón pateó por dentro.
"Accio. Corazón", dijo Renjun por dentro de la boca.
El vidrio chirrió. El frasco saltó de la mano de su madre hacia él. Jeongjin perdió una sílaba del canto; el círculo la castigó con un latigazo rojo.
Renjun no lo sujetó: lo rozó y lo empujó con un Depulso angosto directo al Este, justo hacia el lado de "Björn". El cristal choco contra su pecho.
"¡Mark!", la voz le salió por fin, rota. "Ve con Hyeongjun. Taeyong tiene el protocolo. Hyeongjun sabe la secuencia para destruirlo. ¡Ya!"
Björn-Mark, giró y agarró el corazón. El reloj en su muñeca vibró como si tragara metal. El frasco quedó bajo su brazo y corrió hacia el lobo, Hyeongjun aún bajo el imperio no se movía, Pero Renjun no lo necesito, con un expulso, lo movió hacia Mark, y los tres, se fueron en un tirón limpio, sin luz. Desaparecieron en un traslador silencioso.
Y sin nadie en el lado este del círculo, las runas dejaron de funcionar y el patrón se desarmó.
La sala cambió de peso.
Jeongjin perdió el pulso del canto y el Corazón en un segundo incapaz de reaccionar, y con él el regulador. La extracción de magia se volvió turbia. Renjun con lo que le quedaba usó todo para un escudo protector, mientras en su mente veía donde antes lo vaciaban, ahora metió ambas manos a ese pozo e invirtió la frecuencia. No arrancó la magia de su madre: la desvió por debajo, le abrió fugas. A cada tirón, un céntimo menos en su cuenco mágico se expulsaba como una cañería rota, Renjun siguió absorbiendo la magia hasta que estuvo saciado y con lo que quedó, no le importo y dejo que se escurriera, la magia de su madre estaba siendo drenada.
"!¿Qué acabas de hacer?!", grito Jianyu, frío, al ver a su esposa pálida cayendo de rodillas, con un grito de rabia, alargó la mano hacia el talismán suspendido para obtenerlo de nuevo. La yema tocó aire sólido. La magia de Renjun lo sostenía en pausa.
"No te conviene", escupió Renjun, bajo. "Si cae, e Injun muere, te quedas sin mí."
Yunjin volvió, con un disfraz nuevo, una apariencia conocida, sonrisa traviesa y ojos juguetones, era el rostro de Haechan.
"Te quedaste sin juguete, tesoro", canturreó, y soltó un Lacerum a la altura del muslo.
Renjun bajó el escudo y el tajo cortó piedra. Subió el escudo y un Stupefy rebotó en su lomo, le quemó los dientes. Jay le lanzó una cuerda negra; Renjun la partió con un Finite seco y le respondió con un Expulso al piso que lo tiró de espaldas.
Afuera, los aurores empujaron la barrera al sentir el colapso del patrón. Dentro, Soobin, con la mirada vidriosa del Imperius recién prendido, aguardaba la próxima orden como un soldado enfermo.
"Cúbreme", le envió Renjun, apretando el hilo, apenas un roce de mirada, "No los quiero muertos, sino incapacitados."
Jay y Yunjin, enfurecidos, lanzaron un torbellino de hechizos, sus varitas disparando rayos de luz verde y roja. Pero antes de que los hechizos pudieran llegar a Renjun, Soobin se interpuso. Su cuerpo se movió con una frialdad antinatural, sus manos se levantaron, y un escudo de energía oscura desvió los hechizos.
"¡Soobin!" gritó Jay, sin entender lo que pasaba. "¡Soobin, detente!"
Pero Soobin no se detuvo. Sus movimientos eran los de una marioneta, sus ojos vidriosos y llenos de nada. Se movía con una precisión escalofriante, bloqueando todos los ataques de Jay y Yunjin.
Renjun, con la mirada fija en Soobin, lo usó como un escudo.
"Desármalo," le ordenó, y Soobin, con un movimiento rápido, arrebató la varita de Jay. Luego, con otro movimiento, le quitó la varita a Yunjin.
Renjun no se detuvo. La presión de la magia Imperius, el miedo de ser descubierto, todo se desvaneció, y se centró en la lucha. Su mente era una fortaleza, su poder un torrente. Usó el poder de la maldición para controlar a Soobin, y lo usó para protegerse, para asegurarse de que nadie saliera herido para que pudieran pagar por su crimenes en vida.
La Moneda de Cambio
"Tú...," Jianyu tragó, los ojos húmedos y desorbitados, su voz apenas un susurro de horror. "¿Qué estás haciendo?"
Renjun no respondió con palabras. La fuerza invisible que controlaba a su madre se hizo más intensa. El rostro de Jeongjin se contorsionó de dolor. Renjun la estaba agotando, tirando de su magia, drenándola lentamente, con una precisión que resultaba más aterradora que cualquier explosión mágica.
"Los voy a hacer pagar por Injun."
Jianyu oyó el nombre como un timbre íntimo, una nota que resonó en lo más profundo de su ser. Su pánico se transformó en una sonrisa fría y sin dientes. La desesperación se había ido, reemplazada por una horrible y familiar calma. Había encontrado la moneda de cambio perfecta.
"Él..." dijo, la sonrisa se amplió, "Nunca lo encontrarás."
La mención de Injun hizo que el corazón de Renjun se detuviera. ¿Era real? ¿Acaso realmente estaba vivo? ¿O era solo un truco? Su mente se inundó de preguntas, de dudas, de una nueva y terrible esperanza.
Jianyu vio la vacilación en los ojos de Renjun.
"Devuélvele su magia a tu madre, y te diré dónde está. Elige bien y vive para verlo."
El rostro de Renjun se endureció, su corazón se congeló. No. No se dejaría engañar. La duda era una debilidad que no podía permitirse.
"No me des opciones," Renjun tiró del hilo de Jeongjin otro milímetro. La madre blanqueó los labios; la piel del cuello se le marcó de venas. No la vaciaba: la estaba agotando. "Tú no me conoces," susurró con odio. "Nunca me has conocido. No soy el chico que tú crees que soy."
"¡Ya basta, Renjun! ¡Basta!" La voz de Jianyu resonó en la sala, rompiendo la horrible calma.
Su cuerpo temblaba al ver a su esposa, Jeongjin, en el suelo. Arrodillada, con la espalda arqueada en una posición antinatural. Sus ojos, antes llenos de ambición, ahora estaban desorbitados y vacíos. Su rostro, antes tan sereno, era una máscara de dolor que se contorsionaba.
Jianyu la miró, luego miró a su hijo, y en sus ojos había una mezcla de súplica y horror. No podía entender a este chico, a este monstruo que le había arrebatado a su esposa y lo había hecho pagar por sus pecados.
Renjun no paró. Su rostro, frío y sin emociones, no mostró ninguna reacción. Su mano, que había estado apretando el hilo de magia, lo hizo con más fuerza, y la forma de Jeongjin se convulsionó en el suelo. Renjun no la estaba matando, pero la estaba consumiendo, la estaba haciendo pagar por todo lo que había hecho.
"¡Que te detengas, Renjun!" Rugió Jianyu lleno de furia.
Pero Renjun no se detuvo. Y en sus ojos, no había una pizca de piedad. Su rostro era una máscara de fría determinación. La agonía de Jeongjin en el suelo no lo conmovía.
"¿Qué acaso no quieres saber lo que pasó esa noche?" bramó Jianyu, desesperado. "Cuando tenías diez años. Cuando absorbiste el poder de Injun en el ritual con la luna roja. ¿No quieres saber cómo sucedió en realidad?"
Renjun tiró aún más del hilo de magia, el dolor en el rostro de su madre se intensificó. Su voz, que hasta ahora había sido fría, se quebró en una explosión de rabia.
"¡Basta de mentir!" gritó lleno de furia. "¡Injun está muerto! Yo lo vi. Él no tenía pulso y su núcleo estaba drenado. ¡Murió en ese ritual! ¡No me mientas más!"
Jianyu se echó a reír, una carcajada seca y sin humor que resonó en la sala. La risa no era de alegría, sino de la burla más cruel.
"Pobre chico," dijo, sacudiendo la cabeza. "Incluso con todo ese poder, sigues siendo tan ingenuo. No sabes lo que tus ojos vieron, ni lo que tu mente cree. No sabes la verdad. Y yo... no tengo por qué decírtela."
La sonrisa de Jianyu se desvaneció, reemplazada por una rabia helada. Se volvió hacia el círculo de runas y gritó con una voz que resonó por toda la mansión.
"¡Ahora!"
De las sombras, de los pasillos oscuros, de los rincones más recónditos de la mansión, emergieron los seguidores de la Raíz. Lobos feroces de pelaje oscuro gruñeron, mostrando sus colmillos afilados. Carroñeros deformes, con ojos inyectados en sangre, se abalanzaron sobre él. Magos oscuros de túnicas raídas, con varitas en alto, conjuraron maldiciones y hechizos oscuros.
Renjun se vio rodeado. Ataques físicos de las bestias, zarpazos y mordiscos que esquivaba con dificultad, combinados con el torrente constante de magia oscura que se dirigía hacia él desde todas las direcciones. Rayos verdes de la maldición asesina silbaban cerca, hechizos de dolor intentaban doblegarlo, y maldiciones que lo inmovilizaban buscaban aprisionarlo. Soobin, aún bajo su control, luchaba con fiereza contra Jay y Yunjin en un intento desesperado por protegerlo, pero la oleada de atacantes era demasiado grande, demasiado coordinada.
Renjun sintió el miedo punzante, el sudor frío recorriéndole la espalda. Estaba acorralado, sin escapatoria. Su respiración se entrecortó, el dolor de las heridas comenzaba a hacerse sentir. En ese instante, con la rabia y la desesperación llegando a su punto álgido, su magia se desató. No era un hechizo aprendido, no era una maldición conocida. Era algo visceral, primario, nacido de la oscuridad más profunda de su ser.
Con un grito que desgarró el aire, Renjun extendió ambas manos. La oscuridad a su alrededor pareció condensarse, girando a su alrededor como un vórtice. Una nube negra, más densa que cualquier sombra, se formó, latiendo con una energía prohibida. Y con un movimiento amplio de sus brazos, Renjun desató la oscuridad. No era un ataque dirigido, era una absorción total. La nube se expandió, engullendo a las bestias, a los magos oscuros, tragándose sus gritos de terror y sus últimos destellos de magia. Renjun sintió el torrente de sus almas entrando en él, cada una dejando una cicatriz oscura en su espíritu, fragmentando su ser con cada vida que tomaba.
Mientras la oscuridad crecía, el rugido de la magia robada llenaba el vacío de la sala. La nube negra, vasta e indiscriminada, estaba a punto de alcanzar a los aurores que veían todo con horror, y quizás incluso a su padre, cuando el sonido fue cortado de repente.
En el centro de esa furia mágica, un sonido humano y desesperado se impuso al terror. La voz de DoYoung, clara y desgarradora, se alzó por encima del ruido de la destrucción, atravesando la oscuridad.
"¡Renjun, no lo hagas!" Gritó DoYoung, su voz llena de desesperación. "¡Los chicos no querrían esto para ti! ¡No te conviertas en el monstruo que tus padres quieren que seas!"
Las palabras de DoYoung fueron un golpe. El rostro de Renjun se contrajo en agonía mientras su mente luchaba contra la furia. Su mano, que había estado empujando la maldición, se detuvo. La nube oscura se disipó, y la vida volvió a la sala. Los gritos se convirtieron en gemidos, y los cuerpos cayeron al suelo. Unos pocos seguidores de la Raíz estaban apenas con vida, y los líderes, Jay, Soobin y Yunjin, cayeron inconscientes al suelo. Renjun no sabía si los había matado, pero en un rincón de su mente, sabía que los quería con vida. No podía quitarles la vida.
Con un movimiento rápido, Renjun extendió una mano hacia la barrera. Sin un hechizo, la pared de energía se rompió, dejando que los Aurores entraran a la sala.
"¡Ahora!", gritó Doyoung desde la puerta.
Pero Renjun no los miró. Su atención estaba en su padre. Huang Jianyu no estaba en el lugar donde lo había dejado. Estaba cerca de su madre, Jeongjin, quien yacía inconsciente en el suelo. Renjun vio el pequeño talismán en su mano. Jianyu estaba planeando desaparecer, planeando escapar, y Renjun no lo permitiría.
Con una velocidad que era más magia que movimiento, Renjun corrió hacia su madre y su padre. Estaban a segundos de desaparecer, el aire a su alrededor se doblaba, se retorcía, y el talismán brillaba. Renjun se lanzó, su mano se extendió. Solo alcanzó a tocar la pantorrilla de su madre un instante antes de que el hechizo de desaparición los arrastrara a la oscuridad.
Y Renjun desapareció con ellos.
Notes:
Estoy un poco desanimada la verdad, pero aquí hay actualización porque necesitaba despejar mi mente, igualmente aún me quedan dos oportunidades más así que voy a esforzarme hasta que me sangren los pies :D
Si soy sincera me siento mal porque la mayoría a mi alrededor si lograron pasar de grupo en el torneo, mientras que yo perdí, y siento que decepcione a las personas que creyeron en mi, quizás no soy tan buena como creo, quizás no tengo tanto talento, quizás esto no es lo mío, no lo sé, pero me dijeron que no tengo que rendirme así que voy a intentar aguantar.
Mientras tanto, voy a dar lo mejor el fin de semana en los dobles, y si gano entonces lo van a saber. Aunque si pierdo también lo sabrán sjsjssjsjsjs
Chapter 36: El Regreso al Origen
Notes:
Estoy sumida en la desesperación, así que por favor disfruten el capitulo porque me costo salir de mi agujero depresivo para editarlo :]
Chapter Text
El mundo se retorció. La sensación de ser despojado de la realidad era brutal, como ser arrojado a través de un vacío sin fin, una mezcla nauseabunda de colores y ruidos. Renjun no podía ver nada, solo sentir la fuerza de la magia oscura de sus padres.
Cuando el mundo se solidificó de nuevo, Renjun se encontró en un lugar que no reconocía. El aire era frío y rancio, con un olor a polvo y a muerte. A pesar de la extraña familiaridad del lugar, Renjun sabía que nunca había estado allí. O eso creía. El sonido de ellos cayendo se escucho por todo el lugar con un chasquido sordo.
Renjun aún con su mano en el tobillo de su madre, en el instante en que sus pies tocaron el suelo, aprovechó el caos de la materialización para actuar. Con una velocidad que solo la furia puede otorgar, arrancó el pequeño talismán de hueso de la mano de su padre, quien siseo sorprendido de verlo ahí. El objeto brillaba con una luz tenue, un pulso rítmico que Renjun sentía en su mano. Era el pulso de su hermano.
Renjun soltó a su madre, y el cuerpo de Jeongjin, aún inconsciente, cayó al suelo como peso muerto. Su padre, Huang Jianyu, lo miró con una mezcla de sorpresa y furia. Había fallado en su escape, y Renjun estaba ahí con ellos. Y ahora tenía el talismán. La moneda de cambio había cambiado de manos.
Renjun miró a su alrededor. Los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas y una espesa capa de polvo cubría el suelo. Su mirada se detuvo en una marca en la pared, una marca que solo él conocía, un rayón que hizo con su varita cuando tenía 10 años. Un escalofrío le recorrió la espalda, y la verdad lo golpeó con una fuerza abrumadora. El aire en sus pulmones se estancó.
Esta era la mansión. La mansión donde hicieron el ritual que mató a Injun. La misma mansión que sus padres habían abandonado hace 7 años y a la que juraron nunca volver.
"Suelta el talismán", dijo Jianyu, su voz sorprendentemente tranquila, casi amable. El hecho de que estuvieran aquí, en este lugar de horror, no parecía afectarle en absoluto.
Renjun lo miró directamente a los ojos. El corazón le latía con una mezcla de pánico y furia. La vida de su hermano, un hilo delgado, estaba en sus manos.
"Dime dónde", le ordenó con voz grave. "Ahora."
Por primera vez, algo parecido a una arruga cruzó la frente de Jianyu: no de duda, de interés.
"No estoy jugando, hijo. Devuélveme el talismán y te daré lo que tanto quieres."
Renjun lo miró fijamente, la mano que sostenía el talismán se cerró con más fuerza.
"¿Y qué me vas a dar? ¿Otra de tus mentiras?" Pregunto con resentimiento.
Jianyu sonrió, con una sonrisa fría y sin humor.
"No estés tan a la defensiva, hijo. Te mostraré que no te mentía." Una sonrisa diabólica se extendió por su rostro. "Te daré la verdad sobre tu hermano. O, mejor, te daré la oportunidad de verlo."
Renjun se quedó helado, sus ojos fijos en la mano que sostenía el talismán, dudando. No, era una mentira. Tenía que serlo. No le creía ni una palabra. Pero... la duda era una serpiente que se enroscaba en su pecho. El talismán en su mano latía con un pulso rítmico, y estaban en la mansión, el lugar que sus padres juraron nunca volver a pisar. ¿Por qué?
"Sé lo que estás pensando", dijo Jianyu, su voz suave como el veneno. "Crees que es un truco. Que me estoy burlando de ti. Pero mírame, Renjun. Mira a tu alrededor."
La mirada de Renjun se desvió hacia las paredes polvorientas, hacia la mancha en el suelo que siempre había pensado que era sangre, pero ahora no estaba tan seguro.
"No estaríamos aquí si no fuera por él," susurró Jianyu, su voz se hizo más tenue, más íntima. "Este lugar te duele, ¿verdad? Te recuerda el ritual, te recuerda la luna roja. El dolor, el pánico." Jianyu dio un paso adelante, su voz se hizo más firme. "Pero, ¿no te has preguntado por qué el pulso en el talismán no se detuvo? Si en verdad estuviera muerto, si su núcleo estuviera drenado, ¿por qué todavía late? ¿Por qué la magia del ritual no lo mató? Si estuviera muerto, el talismán se habría roto, ¿no es así?"
Renjun sintió que el suelo se movía bajo sus pies. El argumento era tan simple, tan lógico. Y tan horrible.
"Devuélvele a tu madre su magia," dijo Jianyu con convicción, "y te lo mostraré."
La mente de Renjun se quedó en blanco por un instante. La ira, el dolor y el deseo de venganza se desvanecieron, reemplazados por una única y devastadora emoción: una esperanza salvaje y aterradora. Había pasado siete años convencido de que su hermano estaba muerto, que su vida había sido una ofrenda a la ambición de sus padres. Pero ahora, Jianyu estaba agitando el fantasma de una posibilidad que no podía ignorar. El pulso del talismán en su mano era la prueba.
"Es una trampa", dijo Renjun, su voz no era un grito, sino un susurro ahogado. "Estás mintiendo."
Jianyu sonrió, una sonrisa cruel y victoriosa.
"Entonces, ¿por qué no le devuelves la magia a tu madre? Si Injun está muerto, no tienes nada que perder. A menos que, por supuesto, no estés tan seguro." La lógica de Jianyu era impecable, y eso era lo más aterrador.
Renjun miró el rostro pálido de su madre en el suelo, su cuerpo temblando. No era por piedad que consideraba restaurar su magia, sino por la desesperada necesidad de saber la verdad.
"Hazlo, Renjun," susurró Jianyu. "Hazlo, y te prometo que nunca más te volveré a mentir. Te mostraré que la vida de tu hermano vale mucho más que la magia de tu madre, no necesitas una varita para devolverle su magia, eres lo suficientemente poderoso."
Renjun respiró hondo, el aire frío de la mansión helaba sus pulmones. No tenía otra opción. No podía vivir un solo minuto más con la duda. Su sed de venganza se aplacó, pero solo para dar paso a una necesidad más profunda y peligrosa, la esperanza devastadora a que todo este tiempo Injun haya estado con vida.
Con un esfuerzo que le costó más que cualquier batalla, Renjun soltó el hilo de magia que había estado drenando a su madre. Un destello de luz oscura fluyó de su mano hacia Jeongjin. Su cuerpo se relajó, el color volvió a sus mejillas y la expresión de dolor en su rostro desapareció.
"Listo", dijo Renjun, su voz llena de veneno. "Ahora, dime la verdad."
Jianyu sonrió, y en sus ojos había una luz que Renjun nunca había visto.
"Sígueme," dijo. Y sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y se adentró en la oscuridad de la mansión. Renjun se quedó en el mismo lugar un segundo, el corazón le latía con fuerza, pero no tenía otra opción. Tenía que ir. Tenía que saber.
El corazón de Renjun latía con fuerza contra sus costillas, un tamborileo violento que resonaba en el silencio de la mansión. Se aferró al talismán en su mano, sintiendo el pulso constante y rítmico de la magia que contenía. A pesar de todo el poder que poseía, se sentía vulnerable, como un niño de diez años caminando por un pasillo oscuro donde nada bueno podía pasar.
Jianyu no se detuvo, su paso era firme y seguro. Se movió con la familiaridad de alguien que conocía cada rincón de la mansión, como un fantasma que volvía a su hogar. La luz del talismán de Renjun proyectaba sombras danzantes sobre las paredes cubiertas de polvo. El aire se hizo más frío con cada paso, y un olor a decadencia y a magia oscura se hizo más fuerte.
Renjun sintió un escalofrío. No podía dejar de pensar en lo que su padre le había dicho, en el hecho de que su hermano podría estar vivo. ¿Era posible? ¿Había vivido una mentira toda su vida? Solo pensar en esa posibilidad le oprimía el pecho. Quería llorar, gritar, maldecir, cualquier cosa que aliviara la punzada aguda. La verdad era que, si Injun estaba vivo, el dolor de la traición era doble: la mentira de sus padres, y el peso aplastante de haber abandonado a su hermano en su sufrimiento, sin saber que lo había dejado solo. Ese pensamiento era peor que cualquier maldición.
Había huido, había prosperado, mientras Injun, a quien creía muerto, era prisionero de sus padres. La amargura de esa traición resonaba en su alma, empujándolo al límite. Si Injun estaba vivo, el sacrificio de Renjun había sido en vano.
La caminata era un tormento. Cada paso resonaba con el peso de una vida de mentiras.
Jianyu se detuvo ante una puerta doble al final de un largo pasillo. La madera estaba agrietada, las bisagras oxidadas. Un aura de magia latía detrás de ella. Esta era la puerta de la sala del ritual, Renjun la recordaba, estaba presente en cada pesadilla que tenia desde los diez años.
El padre de Renjun se volteó, su rostro iluminado por la débil luz de la luna que entraba por la ventana.
"Todo, Renjun," susurró. "Está detrás de esta puerta. Pero una vez que lo veas, ya no habrá vuelta atrás. Te arrepentirás de haber querido saber la verdad."
Renjun se quedó helado, la mano que sostenía el talismán se cerró con más fuerza. La duda era un veneno que se esparcía por sus venas. ¿Era una trampa? ¿O la verdad, por fin? No podía dar marcha atrás. No después de lo que le había hecho a su madre. No después de los años de dolor. No después de haber intentado acabar con La Raíz. Tenía que saber.
Con un movimiento que fue más un acto de fe que de voluntad, Renjun avanzo un paso, y quedo frente a la gran puerta, con un suspiro empujó las manijas oxidadas. Las puertas se abrieron lentamente con un crujido lúgubre, revelando la oscuridad de la sala. El olor a polvo y magia oscura era abrumador. La luz que entraba por una de las ventanas iluminó un pedestal de piedra en el centro de la habitación.
Sobre el pedestal no había una estatua, sino una cama pequeña, casi invisible en la penumbra. Y en esa cama, un cuerpo pequeño, envuelto en una luz tenue y brillante. Renjun se ahogó en un sollozo silencioso. Todo el aire que había contenido desde que tenia diez años fue liberado en un estallido de dolor.
Ahí estaba. Su hermano, Injun. La cara que recordaba de sus sueños y pesadillas, pero ahora se veía desgarradoramente pálida, delgada, casi transparente. El cuerpo estaba inmóvil, sin una sola señal de movimiento, pero sus ojos estaban abiertos. Estaban fijos en el techo, vacíos de expresión, pero vivos.
El impacto fue devastador. Toda la vida de Renjun, cada decisión, cada huida, se había basado en el trauma de haber matado a Injun. Verlo ahora, expuesto y frágil, hizo que la realidad de la mentira de sus padres lo aplastara por completo. Su existencia se vino abajo.
Alrededor de la cama y el pedestal, el aire se movía lentamente. Había plumas, un manto de ellas que Renjun reconocería en cualquier lado, incluso en la oscuridad: eran plumas de pavo real celestial, de un azul iridiscente y brillante, que relucían con una luz propia, llenando la habitación de un aura casi sagrada, como si Injun fuera un ángel cautivo.
Renjun no podía hablar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no caían. Solo ardían, reflejando el brillo cruel de las plumas y la agonía silenciosa de su hermano. Su mente gritaba: ¿Por qué no lo dejaste morir? La verdad era peor que la muerte. Abandono a Injun, todo este tiempo.
"El ritual de la luna roja casi drena su núcleo mágico por completo, pero las plumas celestiales lo salvaron," susurró Jianyu con voz fría, casi extasiado, como si estuviera hablando de una fórmula científica y no de su hijo.
Renjun finalmente pudo articular una palabra, una explosión de incredulidad nacida del dolor y la furia.
"¡Eso es imposible!" siseó, con la voz rota.
Las plumas. Las recordaba de los antiguos textos. Las plumas de un pavo real celestial, una criatura mágica que sólo da sus plumas a quienes tienen intenciones puras. Eran un juramento de bondad.
"Esas plumas... no se las darían a ustedes," susurró Renjun, sintiendo náuseas. "Ustedes no tienen la pureza para que se las den. ¡Su magia es oscura!"
Una sonrisa fría y cruel apareció en el rostro de Jianyu, una expresión que disfrutaba desmantelando la última esperanza de su hijo.
"No, Hijo," susurró, negando con un bufido condescendiente. "No nos las dieron a nosotros." Jianyu se acercó al pedestal, tocando las plumas con la punta de su varita. "Se las dieron a Hyeongjun, el mejor amigo de Injun."
Él no tenía nada que ver en esa locura, pero al parecer, su bondad lo había condenado. La pureza de su amistad con Injun había sido su perdición. Y si Hyeongjun supiera la verdad, si recordara que había sido la clave para salvar a su mejor amigo solo para que sus propios recuerdos fueran robados y su corazón manipulado, estaría absolutamente devastado.
El dolor de la revelación era demasiado grande. Renjun se sintió increíblemente triste, anonadado, la furia se había congelado, dejando solo una profunda y desesperada agonía. La imagen de Hyeongjun, siempre sonriente y leal, ahora era una víctima más en el macabro juego de sus padres.
Como en trance, Renjun avanzó. Se acercó a la cama donde yacía su hermano. La luz de las plumas de pavo real celestial iluminaba su rostro, y el brillo era un espejo de las lágrimas silenciosas que ahora se derramaban por las mejillas de Renjun. La mano que sostenía el talismán—la evidencia de la mentira—temblaba incontrolablemente.
Se detuvo al lado del pedestal. Con una determinación helada que venía de lo más profundo de su ser, levantó su otra mano y la colocó justo a la altura del corazón inmóvil de Injun.
Cerró los ojos, el rostro pálido y tenso por la concentración. Buscó el hilo de la magia que conectaba a su hermano con el talismán. Lo encontró. Era un hilo tenue, casi invisible, pero que latía rítmicamente. Latía con el pulso exacto del talismán de cristal con filamentos de plata que colgaba de la mano de su padre. Ese hilo no era vida natural, era magia parasitaria. Y Renjun lo iba a cortar.
Renjun se concentró, respirando hondo. No era un hechizo, no era una fórmula. Era un acto de voluntad, de amor, un desgarro de su propio ser. Con un grito silencioso que solo él pudo oír, empujó su propia magia. Su núcleo mágico, una tormenta de energía que había crecido con la magia de su hermano, se desbordó. Un torrente de poder, un río de energía, fluyó de su pecho y se conectó con el hilo tenue de la magia de su hermano.
El aire en la habitación crepitó. Un destello azul brillante, tan intenso que lo obligó a cerrar los ojos por un instante, y los envolvió a ambos. El cuerpo de Injun, que había estado inmóvil durante quien sabe cuanto tiempo, tembló, sus músculos se contrajeron en un temblor casi imperceptible. Las plumas de pavo real brillaron aún más, como pequeñas estrellas celestiales, y la luz que las rodeaba se hizo más fuerte.
El rostro de Injun se arrugó de dolor. Renjun sintió el pulso de su propio corazón reflejado en el de su hermano, sintió la vida volviendo a fluir por sus venas. Y luego, los ojos de Injun se movieron. Lentamente, como si estuvieran saliendo de un sueño muy largo, se abrieron por completo, parpadearon y se enfocaron. La mirada de Injun era confusa, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Renjun, un destello de reconocimiento brilló en ellos. Y en ese instante, Renjun supo que Injun había despertado.
El mundo se quedó en silencio. Para Renjun, el ritual, su padre, la mansión, el Imperius... todo desapareció. Miró a su hermano, la vida regresando a sus ojos, una chispa de su vieja sonrisa asomando en las comisuras de sus labios pálidos.
Una oleada de alivio y gratitud tan intensa lo abrumó que el peso de los últimos siete años se desvaneció de sus hombros. La culpa se hizo añicos. El odio que había cargado como una armadura se disolvió. Su hermano estaba vivo, mirándolo. Era real. La mano que sostenía el talismán cayó a un lado, olvidada.
Renjun se inclinó, el rostro bañado en lágrimas de felicidad desesperada, y sus brazos se prepararon para abrazar a su hermano, para tocarlo por primera vez en siete años.
"Pobre niño, Renjun."
La voz de Jianyu cortó el momento, fría, llena de una burla que le heló la sangre. El ruido de la realidad regresó con un golpe sordo, rompiendo la burbuja de la felicidad.
"Siempre tan ingenuo."
Renjun sintió un pinchazo de pánico. Se giró, pero ya era demasiado tarde. comprendiendo que el breve momento de alegría era la distracción que Jianyu había estado esperando.
Pero ya era demasiado tarde.
Jianyu se había posicionado justo fuera del círculo de runas que Renjun había ignorado en su prance. Sus manos estaban alzadas, no para lanzar un hechizo, sino para activarlo. El círculo, que había permanecido inerte, tallado discretamente en la piedra del suelo, cobró vida. Se iluminó con un brillo cegador, rojo sangre, que se extendió por todo el perímetro y se reflejó en el techo abovedado.
La luz roja bañó la sala, encerrándolos. Y antes de que Renjun pudiera moverse, la pesada puerta doble por la que habían entrado, se cerró con un chasquido seco y terminal. Sus oxidadas bisagras se sellaron con un sonido sordo y final, reforzadas inmediatamente por una energía antigua y prohibida. Era una magia de sellado, inquebrantable e ineludible. Estaban atrapados.
"Tú creíste que era una trampa para matarte," dijo Jianyu, su voz vibraba con una satisfacción triunfal. Una sonrisa victoriosa y cruel se extendió por su rostro. "No, hijo. Nunca fue una trampa para matarte."
Jianyu apuntó con su varita al techo y luego a su otro hijo, Injun, que ahora miraba a su alrededor, confuso y asustado.
"Era una trampa para que se quedaran para siempre. Ambos. La sala del ritual se ha sellado con el poder de tu magia y la magia de Injun. Esta es ahora su tumba y su fortaleza. Nadie puede entrar, y nadie puede salir."
Renjun sintió el suelo moverse bajo sus pies. Una ola de desesperación lo golpeó.
"¡De qué estás hablando!" gritó Renjun.
Jianyu se rió, su voz era un eco que resonó por toda la habitación.
"¡Tú sigues sin entenderlo! ¡¿Querías estar con Injun?! ¡Pues bien, quédate con él para siempre!"
La voz de Jianyu, profunda y resonante, comenzó a recitar un antiguo conjuro. La runa en el suelo brilló intensamente, y las paredes de la habitación se llenaron de símbolos que se iluminaron con una luz malévola. Un aura de magia antigua, tan densa que era casi palpable, llenó el aire. Renjun intento invocar un hechizo, pero sintió cómo su magia era absorbida, no para matarlo, sino para alimentar la maldición.
"Esta es la maldición de la sangre eterna," continuó Jianyu, su voz se quebró de euforia. "Una magia prohibida tan poderosa que nadie que se quede dentro puede volver a salir. Una vez que la puerta se cierra, nada puede abrirla. Y la magia de todos los que están aquí... la mantendrá viva para siempre."
Renjun miró a su padre, con horror en los ojos. La locura brillaba en la mirada de Jianyu.
"¡El talismán es el ancla, y era solo en caso de emergencia, por si nos traicionabas!", gritó con locura total. "¡Mientras estés aquí, la maldición jamás se romperá! ¡Si quieres salir debes matarlo!" Y sin más, el padre de Renjun desapareció.
Renjun y su hermano se quedaron solos, con la agonizante verdad de la maldición y un talismán que era a la vez una bendición y una trampa. Eran dos hermanos, atrapados para siempre.
El eco de la risa de Jianyu resonó en el aire viciado de la habitación. Renjun se quedó helado, la mano que sostenía el talismán se cerró con fuerza. El talismán latió en su palma, un pulso constante y rítmico que era a la vez un milagro y una prisión. La maldición, una fuerza invisible pero tangible, los rodeó. El aire se hizo más pesado, como si la misma habitación estuviera conteniendo la respiración, y una luz rojiza y malévola se filtró a través de los símbolos antiguos en las paredes.
Los ojos de Injun, ahora completamente abiertos, miraron a su alrededor con una confusión que se transformó en horror cuando su mirada se detuvo en los símbolos de la maldición y la puerta sellada. Intentó hablar, pero su garganta parecía seca y sus cuerdas vocales, atrofiadas por años de silencio, apenas podían emitir un suspiro.
"Injun..." Renjun se arrodilló, dejando caer el talismán y abrazando a su hermano.
Las lágrimas cayeron por las mejillas de Renjun, su cuerpo temblaba con la mezcla de dolor, alivio y el pánico más profundo que jamás había sentido. Injun, a su vez, lo abrazó con fuerza, sus pequeños brazos temblaban. Era un abrazo torpe, doloroso, lleno de un amor que había sobrevivido a siete años de mentiras y trauma.
"¿Qué... qué pasó?" La voz de Injun era apenas un susurro. "¿Qué está pasando?"
Renjun se separó de él, lo miró a los ojos y supo que no había forma de mentirle.
"Nos encerró, Injun. Nuestro padre nos encerró aquí. Y dijo... dijo que la única forma de salir, es que uno de nosotros muera."
El rostro de Injun se puso pálido.
"No..." susurró negando. "No..." Su mirada se desvió hacia el talismán que yacía en el suelo, brillando con su pulso. "El talismán... ¿es por eso que estoy vivo? ¿Por qué estoy aquí?"
Renjun asintió, las lágrimas volvieron a sus ojos.
"Él... él dijo que el talismán era el ancla de la maldición." Se miraron, dos almas atrapadas, condenadas a una elección que no podían hacer. "Injun, yo lo siento tanto", sollozó Renjun, la voz quebrándose por la emoción. Se inclinó y se abrazó a su hermano con más fuerza. La agonía de sus palabras era real. "Lo siento. Creí que habías muerto. Creí que ya no estabas aquí. Lo siento por nunca haberme dado cuenta".
Las lágrimas rodaban por las mejillas de Renjun, un torrente de dolor, arrepentimiento y alivio. Por todos los años de luto, de rabia, de vivir en la oscuridad. Su cuerpo se sacudió por los sollozos y el alma, que sentía tan fragmentada, se sintió entera por un momento.
"Renjun", la voz de Injun era apenas audible, pero el amor en ella era claro. Con sus manos temblorosas, acarició la espalda de Renjun. "No es tu culpa. No es tu culpa. Él nos mintió. Él nos engañó."
Renjun se separó, sus ojos llenos de lágrimas. Su hermano estaba ahí, vivo, pero seguían en la trampa de su padre. Y su vida, su libertad, dependían de una elección que ni él ni su hermano querían tomar.
"Renjun," la voz de Injun era apenas un susurro. Con sus manos temblorosas, subieron al rostro de Renjun para secar sus mejillas. "Nada de esto es tu culpa. Ellos siempre han sido así nos engañaron. Yo... sentí tu dolor. Fue como un eco en un sueño."
El abrazo terminó, pero la conexión entre ellos permaneció. Injun, aún débil y desorientado, intentó levantarse. Su cuerpo, atrofiado por siete años de inmovilidad, Sus piernas flaquearon de inmediato. La imagen de esa fragilidad golpeó a Renjun con la fuerza de un Cruciatus; él era el responsable de que Injun estuviera así.
Renjun actuó por puro instinto, sus brazos rodearon a su hermano para mantenerlo en pie. Sostuvo el peso de Injun, y con él, el peso de su propia traición involuntaria. Su mente gritaba: Esta es mi culpa. Yo hice esto. Yo te dejé aquí.
"Estoy bien," susurró Injun, pero su voz era un murmullo tembloroso y débil. Su cuerpo, inestable y flaco en los brazos de Renjun, era una prueba devastadora de lo contrario.
El pánico se apoderó de Renjun, su corazón latía con más fuerza que la maldición misma. No solo estaban atrapados, sino que su hermano estaba débil y herido. Con desesperación, Renjun lo ayudó a sentarse contra la pared, su mano se aferró de nuevo al talismán.
"Tiene que haber otra forma," susurró Renjun, más para sí mismo que para Injun.
El silencio de la habitación era una respuesta. Un silencio que gritaba que no había otra salida. Renjun sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura de la habitación. Era la fría y terrible verdad de las palabras de su padre.
Se levantó de golpe, dejando con renuencia el lado de su hermano. Cruzó los pocos metros que lo separaban de la puerta doble, el único punto de salida que conocía. La golpeó con el puño, una, dos, tres veces, la frustración y la rabia hirviendo.
"¡Abre! ¡Abre!" gritó, su voz se quebró. Pero la puerta no se movió. La maldición no cedió.
Renjun incrédulo, se deslizó por la puerta hasta caer al suelo, su espalda contra la pared, y se enterró la cabeza entre las rodillas. Las lágrimas, que había estado conteniendo con tanta desesperación, rodaban ahora, calientes y amargas, por sus mejillas. Estaban encerrados. Su vida, y la vida de su hermano, ahora dependían de la piedad de su padre.
Injun lo miró desde la cama. Su rostro estaba tan pálido como el de su hermano, pero en sus ojos había una extraña y serena calma, la calma de alguien que había vivido siete años al borde de la muerte.
"No voy a morir, Renjun," susurró Injun. "Y tú tampoco."
La desesperación de Renjun crecía con cada segundo. Las palabras de su hermano eran un faro de esperanza en la oscuridad, pero no podían escapar de su situación. Se puso de pie nuevamente, y con las palmas extendidas hacia la puerta, canalizó toda su furia en un hechizo. No era un simple Abre, sino un torrente de energía pura que había perfeccionado para desintegrar lo que se le ponía en frente.
"¡Bombarda!" gritó Renjun.
Una oleada de magia salió de sus manos, un torrente de energía pura y poderosa que se estrelló contra la puerta. La fuerza del hechizo debería haberla hecho añicos. Sin embargo, la puerta no se movió. La magia antigua de la maldición no cedió. En cambio, absorbió el hechizo, alimentándose de la energía, y la fuerza se volvió contra Renjun.
Renjun sintió un dolor insoportable, como si mil agujas lo estuvieran atravesando. El aire se le escapó de los pulmones, su cuerpo se retorció en agonía y el hechizo rebotó contra él. Cayó al suelo, retorciéndose de dolor y escupiendo un chorro de sangre oscura. Su mano izquierda, que había sido herida por magia antigua en el pasado, se encendió con un dolor familiar.
"¡Renjun!" gritó Injun, sus ojos se abrieron de terror.
Pero Renjun no podía responder. La maldición se reía de él, de su magia, de su fuerza. La energía había vuelto a su cuerpo como un veneno, y el dolor era más grande que cualquier cosa que hubiera sentido antes. No era su padre el que lo había derrotado. Era la maldición. Una magia que no podía ser superada, una trampa de la que no había escapatoria. Y en la agonía del momento, supo que el dolor era familiar. Era magia antigua, la misma que le había dejado la cicatriz en su mano, la que no había sanado por semanas. Su padre no había mentido. Esta era una magia que no se podía vencer.
El grito de Injun se ahogó en un sollozo. Con la fuerza de la desesperación, se dejó caer de la cama, su cuerpo débil se desplomó en el suelo polvoriento. Sus piernas, atrofiadas por siete años de inmovilidad, no podían sostenerlo. Se arrastró con sus brazos, el sonido de su cuerpo raspando el suelo era un eco desesperado en la habitación maldita. El miedo en sus ojos era más profundo que el horror de la maldición misma; era el terror de ver a su hermano, su protector, derrotado.
"Renjun," susurró, extendiendo una mano temblorosa, apenas. "Renjun, estás sangrando."
Renjun, retorciéndose de dolor en el suelo, vio a su hermano arrastrándose hacia él. El corazón se le encogió. El dolor de la maldición era insoportable, pero el dolor de ver a Injun en ese estado era peor.
"Estoy bien," susurró Renjun, la sangre goteando por su barbilla. "Estoy bien, Injun. No te preocupes." No vengas, quería decir, pero era tarde.
Pero Injun se acercó a él, se arrodillo a su lado y lo sostuvo con sus brazos débiles y estalló en un llanto inconsolable. No era un simple sollozo, sino un grito visceral que venía de un lugar profundo, un lugar donde había vivido en silencio y oscuridad durante siete años, sintiendo el dolor del mundo sin poder reaccionar. Las lágrimas caían sobre la túnica de Renjun, calientes y puras.
"¿Qué pasó, Renjun? ¿Por qué lo hiciste?" Su voz era un hilo de desesperación. "¡Él te está matando! ¿Por qué te hiciste daño?"
Injun no entendía la magia oscura que los había encerrado, solo veía a su hermano sufriendo. Su llanto era la manifestación de todo el dolor contenido de su cautiverio, un lamento por la vida que les habían robado.
Renjun cerró los ojos, las lágrimas de su hermano caían sobre su rostro.
"No lo sé, Injun," confesó, con la voz quebrada. "Quería salir. Quería que lo pagaran. Lo siento. Por no haberte encontrado, por no haberte salvado."
"No es tu culpa. Yo lo sentí. Sentí tu rabia, Renjun. Sentí tu dolor. Te vi, Renjun, en mis sueños, en la oscuridad."
Injun se separó ligeramente para mirarlo a los ojos, sus propias lágrimas brillando.
"Te vi crecer en un mundo sin mí. Te vi... convertirte en lo que eres ahora. Él nos mintió. Nos mintió para que nos destruyéramos, Renjun. Nos mintió para que ellos lograran lo que siempre han querido: el poder, a través de nuestra miseria."
Renjun sostuvo las manos débiles que lo rodeaban, el dolor físico se desvaneció por completo. Fue reemplazado por un dolor más profundo, una mezcla explosiva de desesperación, culpa, arrepentimiento y agonía. Pero por primera vez en siete años, no se sentía solo. Tenía a su hermano. Y esa simple, innegable verdad, ese regreso del vínculo, era lo único que importaba en ese momento.
El llanto de Injun se hizo menos fuerte, se transformó en un temblor silencioso. Sus brazos se aferraron a Renjun, un agarre desesperado, como si temiera que su hermano fuera a desaparecer de nuevo en una bruma de sueños y mentiras. Renjun lo sostuvo con igual fervor. El dolor físico de su herida se desvaneció, reemplazado por la simple y abrumadora sensación de tener a su hermano en sus brazos, la prueba viva de que su amor, y no su odio, era su verdadera magia.
Renjun se separó un poco, sus ojos aún rojos e hinchados por las lágrimas. El momento de la verdad y el dolor había pasado; ahora debían enfrentar la realidad de su encierro y la debilidad de Injun. La agonía y la confusión en el rostro de su hermano eran insoportables. Renjun sintió una necesidad urgente de inyectar algo de luz en la oscuridad de siete años de cautiverio. Injun necesitaba saber que el mundo exterior, el mundo que Renjun había habitado, no había sido solo dolor y mentiras.
"No todo fue tan malo, Injun," susurró Renjun. Se secó las lágrimas con el dorso de su mano y una sonrisa triste, pero genuina, se asomó por su rostro. Era la primera vez que se permitía sonreír en presencia de su hermano, y el gesto era un juramento. "Te prometo que no todo fue tan malo."
Con voz suave, transformó el oscuro salón del ritual en el cálido castillo de Hogwarts. Empezó a hablar con una efusividad contenida. Describió las clases, los pasillos encantados que cambiaban a voluntad, la sala común de Slytherin que, contra todo pronóstico, se había sentido como un segundo hogar y un refugio. Habló de la luz del sol en el Gran Comedor y de las bromas en las clases de Encantamientos.
Luego, con un cariño que llenó la habitación de un calor que la magia oscura de la maldición no podía apagar, describió a sus amigos, a los chicos.
"Está Mark, es solitario, tiene esa carga pesada con su hermano en La Raíz, pero es el más firme de todos, el más leal, aunque no lo parezca."
Pero al nombrar a los siguientes, la voz de Renjun comenzó a temblar, y sus ojos se aguaron de nuevo.
"Luego están Jeno y Jaemin." La mención de sus nombres hizo que su corazón se contrajera con una punzada exquisita de amor y desesperación. Una oleada de calor lo inundó, un recuerdo vivo de los vestuarios, de los besos robados, del entendimiento silencioso que compartían. "Son inseparables. Jeno es el más tranquilo, la calma en la tormenta, mi refugio. Jaemin es el más ruidoso y descarado, el que me empuja a reír. Se complementan de una forma que... que te hace querer estar cerca de ellos." Una lágrima resbaló por la mejilla de Renjun. Al pensar en ellos, el dolor de la separación y el miedo de lo que les pudiera pasar era insoportable.
"Está Haechan, el bromista que siempre sabe qué decir para aligerar la tensión, el que te hace reír incluso cuando estás a punto de maldecir a alguien." Renjun rió débilmente, un sonido roto. "Y Chenle, con su risa estridente y su personalidad descarada. Es un pequeño peligro andante, siempre metiéndose en líos." El recuerdo de sus voces, su ligereza, hizo que las lágrimas fluyeran con más fuerza.
"Y Jisung, el más pequeño," concluyó Renjun, su voz se hizo suave, impregnada de una ternura protectora. "Siempre está cuidando a todos, aunque sea el menor. Es el corazón del grupo, Injun."
Renjun miró a su hermano, sus ojos se encontraron de nuevo, buscando la comprensión. Las lágrimas rodaban libremente por su rostro ahora, una mezcla de dolor por el encierro y de profunda gratitud por los amigos que lo habían salvado.
"Hay personas que se preocupan por mí. De verdad. No por mi magia, ni por mi sangre," sollozó Renjun, con una convicción férrea. "Te lo juro. Y no voy a dejarlos morir, así como no te voy a dejar morir a ti."
Se separo para ver el rostro de Injun, que lo observaba con una intensidad absorbente, su propio llanto se había calmado, reemplazado por la curiosidad y la angustia empática.
"Una vez," Renjun se rió entre dientes, su voz aún era un hilo, pero tenía un toque de ligereza que Injun no había escuchado jamás. "Creí que me habían dejado un sándwich envenenado."
El recuerdo iluminó los ojos de Renjun.
"Lo habían dejado en mi escritorio y no sabía quién había sido, pero... al ver que Jaemin me miraba con esperanza, lo comí de todos modos." Al pensar en el gesto de Jaemin, Renjun sintió un calor dulce y reparador en el pecho, ese sentimiento de ser visto y cuidado. "Él y Jeno se habían dado cuenta de que no había comido nada en el almuerzo y me lo dejaron. Claro que no estaba envenenado." La sonrisa de Renjun se hizo más amplia, ahora más genuina que triste. "Era de pavo y queso, lo normal."
Injun esbozó una microexpresión, el atisbo de una sonrisa ante la imagen absurda.
"Luego," continuó Renjun, su voz más suave, "vi a Jeno con un Thestral. Pensé hasta ese momento que estaba solo, que nadie más podía verlos, pero Jaemin y Jeno se quedaron conmigo." Recordar la calma de Jeno le infundió una punzada de la seguridad que siempre sentía a su lado. "Jeno me dijo que no debía tener miedo. Que la ausencia de luz revela las cosas más puras. Y Jaemin... él no podía verlos, pero aun así intentó alimentar a los Thestrals con una manzana." Renjun soltó una risa clara. "Fue hilarante ver su frustración."
Injun rodo los ojos con un bufido.
"Cuando aún no me hacía amigo de ellos," Renjun respiró hondo, sintiendo el peso de esa primera etapa de soledad, "Chenle me ofreció traerme dulces de Honeydukes. Me dijo que 'debía sentirse estresado'." El recuerdo de la simple amabilidad de Chenle le recordó la facilidad con la que la bondad podía existir, incluso para alguien como él. "Y me ofreció sentarme con ellos. Y cuando fui a la torre de las lechuzas, vi a Jisung, y me dijo que nuestro cuervo era genial y le di permiso para alimentarlo. Hubo un tiempo en que no pude estar presente, y él lo había estado alimentando en secreto."
Una pequeña risa, débil y áspera, se formó en el rostro de Injun. No era su risa de niño, pero era un sonido de vida que devolvió algo a Renjun.
"También," Renjun sonrió con un suspiro tierno, "Haechan lloró tan fuerte en mi hombro un día, que me dio vergüenza y lancé un Muffliato para que nadie lo escuchara." Sintió la vergüenza y luego la liberación que siguió. "Y él, en lugar de avergonzarse, se rió y me dijo que no me preocupara por los demás. Me dijo que estaba bien sentir."
Renjun sintió la calma de su hermano. Su propia respiración se había estabilizado, y las lágrimas se habían secado. Injun ya no lloraba; solo escuchaba, asimilando la verdad de un mundo donde el afecto, la bondad y el amor eran reales y posibles.
Por primera vez en siete años, una risa débil, pero real, se escapó de los labios de Injun.
Renjun levantó su mano izquierda, la que le dolía por el hechizo, y la puso en la mano de Injun. La mano estaba adolorida y el dolor era palpable, pero no importaba. Injun la tomó con cuidado.
"Mira", dijo Renjun.
En la palma de su mano izquierda, no había una cicatriz, sino una pequeña moneda plateada.
"Es una moneda mágica que nos dio Taeyong, el director. Es para comunicarnos. Un toque es para avisar que hay peligro, dos toques para advertir un riesgo mayor y tres para decirles que busquen refugio. Mi antigua habitación, la que está en Hogwarts, es la sala de seguridad. Es algo que me recuerda que, a pesar de todo, hay personas que se preocupan por mí. Y que no estoy solo."
Renjun se detuvo, sintiendo la mirada de su hermano.
"En el alboroto de Hogwarts, dejé la mía en la túnica, la olvidé por completo. Pero cuando mis padres me estaban controlando, Jeno y Jaemin lograron deslizar esta en mi ropa. La engancharon en mi bolsillo para que la encontrara."
Los ojos de Injun se llenaron de una alegría genuina.
"Ellos... se preocupan por ti. De verdad." Con el rostro iluminado por la esperanza, Injun tomó la moneda con sus dedos temblorosos. Con la más grande de las esperanzas, le dio dos toques.
El silencio de la habitación lo recibió. Injun lo intentó una vez más, esta vez con más fuerza. Pero el resultado fue el mismo. El silencio de la habitación era el único testigo.
"No, no funciona," susurró Injun, con la esperanza desvaneciéndose de sus ojos.
Renjun se acercó a su hermano, su mirada se posó en la moneda. El calor que había sentido al verla se desvaneció, reemplazado por la fría y terrible verdad. La magia de la maldición no solo los encerraba; los aislaba por completo.
"La magia del lugar," dijo Renjun, su voz era apenas un murmullo. "La magia antigua. Es demasiado poderosa. No va a dejar que nadie entre, o que nada salga. Estamos completamente solos."
Injun sintió el peso del silencio, una soledad tan profunda que le dolía. Con los ojos fijos en la moneda plateada, que ya no brillaba, se atrevió a hacer la pregunta.
"Renjun... ¿crees que están preocupando por ti ahora mismo?" Su voz era pequeña, llena de una incertidumbre desgarradora.
Renjun sintió cómo el corazón se le encogía, pero el dolor físico por la herida mágica ya era un eco lejano. Con cuidado, se enderezó y se sentó frente a Injun. A pesar de que su cuerpo todavía le dolía, su mirada era firme, sin la desesperación de antes.
"Sí, lo creo," respondió Renjun. Su voz era tranquila y segura, una roca en el mar de pánico. "No me habrían defendido de Bjorn, no me hubieran ayudado a conjurar un patronus, no me hubieran dado dulces, no hubieran cuidado a Kayden. No habrían fingido caer ante el discurso de mamá y papá. Y no me hubieran puesto esa moneda en la ropa para que la encontrara. Si no se preocuparan por mi."
Injun lo miró, y por primera vez desde que despertó, la esperanza se reflejó en su rostro.
"Ellos saben que estás en peligro," susurró. "Y saben que tienes la moneda."
"El plan era ir a la antigua habitación de Hogwarts," continuó Renjun. "La sala segura, pero como estaba bajo el imperio los guíe a dónde mis padres querían."
"No podemos dejar que se preocupen más, Renjun, te cuidaron y tú los cuidaste a ellos, estoy seguro." Dijo Injun con determinación. "No podemos dejar que nuestros padres ganen."
Renjun tocó la moneda en los dedos de su hermano y asintió con lágrimas en los ojos.
"Cuando salgamos de aquí," dijo Renjun, su voz era un hilo, pero se llenó de un amor, un anhelo y una esperanza que nunca antes se había permitido expresar. Sus ojos se fijaron en los de Injun. "Te los presentaré. Estoy seguro que ellos te amarán muchísimo, así como yo te amo, Injun."
La confesión, tan simple y directa, fue la medicina para el alma herida de Injun. La barrera de miedo y dolor que había construido a lo largo de los años se derrumbó por completo. Una lágrima solitaria, una lágrima de liberación, corrió por su mejilla pálida.
"Me alegro mucho, Renjun," dijo Injun, la sinceridad en su voz era un bálsamo. "Me alegra que no seas lo que ellos te criaron para ser. Me alegra que no seas un monstruo."
Renjun sintió un nudo en la garganta, la culpa disminuyendo.
Injun continuó, su voz suave y llena de curiosidad infantil, preguntando la pregunta que Renjun no había podido verbalizar.
"Renjun... ¿Tú amas a esos chicos?"
Renjun no respondió con palabras. Su mano, aún adolorida, se levantó y tocó la moneda que descansaba en la palma de Injun. El metal frío se sintió extrañamente cálido bajo su toque.
"Sí," susurró Renjun, con los ojos fijos en la moneda, en ese pequeño objeto que representaba todo lo que su padre le había quitado con sus mentiras, y todo lo que sus amigos le habían dado con su presencia. "Con todo mi corazón."
"Yo te amo a ti," dijo Injun con voz dulce y una sonrisa pequeña, su mano cubriendo la de Renjun sobre la moneda.
En ese instante, la magia respondió a la verdad ineludible.
Una luz cálida, dorada y abrumadoramente brillante, tan pura como el sol del mediodía, se irradió con una fuerza silenciosa de las manos de Renjun y de la moneda. No era la magia fría de las runas, ni la furia oscura que había intentado lanzar para romper la puerta. Era la Magia más antigua y poderosa. Era el Amor.
El brillo se expandió, envolviendo a los dos hermanos en un abrazo luminoso que contrastó violentamente con la oscuridad de la habitación y la crueldad del sello. Las runas sangrientas en las paredes parpadearon y se desvanecieron como sombras al sol, su color rojo cruel siendo aniquilado por el oro. El aire, que antes había sido viciado y pesado, se volvió fresco, ligero y respirable.
La maldición, una fuerza antigua y cruel, basada en el odio y el aislamiento, no pudo comprender ni contener la magia que emanaba de Renjun. No podía absorberla ni rechazarla. Simplemente se disolvió ante ella, como el hielo ante la llama. Con un suave y casi inaudible sonido, el hechizo se rompió.
La pesada puerta doble se abrió lentamente, revelando el pasillo. La trampa de La Raíz se había roto por el poder del afecto.
Los dos hermanos, exhaustos y doloridos, se quedaron en silencio por un momento, mirando la puerta abierta. La luz de la luna se filtró en la habitación, llenando el espacio con una pureza que no habían sentido en mucho tiempo. Habían estado atrapados, solos y sin esperanza. Pero se habían encontrado el uno al otro. Y al final del día, esa era la única magia que necesitaban.
No era un estallido, ni una explosión. Era una paz silenciosa que se había asentado sobre ellos. Se miraron el uno al otro, la confusión en sus rostros. No entendían qué había pasado.
Injun, con la moneda todavía en la palma de su mano, la levantó con una curiosidad instintiva. No sabía por qué lo hacía, pero la esperanza había vuelto. Sin pensarlo dos veces, la presionó dos veces, un toque corto y otro más largo, la señal que habían acordado para el "riesgo alto."
En segundos, la moneda respondió. Un pulso firme y familiar de magia vibró en la mano de Injun. Era la conexión, de vuelta, como si la maldición nunca hubiera existido.
Injun soltó un grito de alegría pura, sus ojos brillaban como las estrellas.
"¡Renjun! ¡Respondió! ¡Funcionó, Renjun, respondió!"
Renjun lo miró, y en ese momento, todo encajó. La magia que había usado no había sido una maldición o un hechizo. Había sido el amor. Y el poder de su conexión, que su padre había intentado usar para la destrucción, había sido la clave para su liberación. Renjun sintió una punzada de alivio que le llenó el pecho. Estaban libres, y no fue por su poder, sino por su amor.
El grito de Injun se llenó de una alegría tan pura que el dolor de Renjun se desvaneció por completo. Renjun se levantó del suelo, su cuerpo dolorido, pero su corazón ligero. Abrazó a su hermano, sosteniéndolo con fuerza, una necesidad desesperada de sentirlo cerca y real.
"¡Estamos libres, Renjun!" Injun exclamó, el entusiasmo vibraba en su voz. "¡La moneda respondió! ¡Funciona! ¡Lo logramos!"
Se quedaron en ese abrazo, permitiendo que el momento de la verdad, el amor, y la victoria sobre el sello se asentara. La luz dorada se había desvanecido, pero la sensación de paz permanecía en la sala. Renjun sintió cómo el último rastro del miedo era reemplazado por la determinación. Habían roto el hechizo más poderoso de sus padres con su amor; no había nada que no pudieran enfrentar.
Renjun cerró los ojos un instante. Buscó intencionalmente la presencia mágica de sus padres, Jianyu y Jeongjin, utilizando la sensibilidad que su propia magia oscura le había otorgado. Recorrió mentalmente los rincones de la mansión, el eco de los cánticos, el frío de la magia de La Raíz. Pero la presencia más poderosa, la de sus padres, se había desvanecido. Solo quedaba un rastro residual y el aura curativa de Injun.
Abrió los ojos. El tono de su voz era grave, cortante.
"No están aquí, Injun. Se han ido. Y eso significa que el ritual que querían hacer con el Corazón y el núcleo del Dementor... no lo terminarían aquí."
"¿Qué ritual?" Pregunto confundido. "¿Están haciendo otro ritual?" El rostro de Injun se ensombreció.
Renjun se acercó a la puerta abierta, pero se detuvo para mirarle a los ojos.
"Sí, están intentando algo mucho más grande, Injun. Querían usar mi magia de la luna roja y el poder del corazón, para volverse aun mas poderosos."
Injun se quedó sin aliento.
"¿Para matarte?"
"No," Renjun negó con un movimiento de cabeza. "Para canalizar el poder del Corazón de Slytherin, el objeto más oscuro que existe. Querían crear un núcleo de magia negra y que sólo ellos pudieran controlar. Una fuerza capaz de destruir el Ministerio y cualquier resistencia mágica que se les oponga."
"¿Y donde esta ese corazón?" Pregunto con amargura.
"El corazón de Zalazar Slitheryn" Injun se sorprendió y lo miro con duda, Renjun asintió. "Está en Hogwarts."
La mirada de Injun se endureció con una lealtad inquebrantable al comprender la implicancia, su fragilidad física contrastando con la voluntad férrea que demostraba.
"No me quedaré aquí," dijo negando con la cabeza. Su voz, aunque todavía baja, estaba impregnada de una convicción absoluta. "No voy a dejarte, Renjun. Nunca más."
"No quiero que te vayas," admitió Renjun, su voz era un susurro roto por el afecto. Pero la razón se impuso al deseo. "Pero si vas, tendrás que hacer exactamente lo que te diga." Renjun tomó el rostro de su hermano entre sus manos, mirándolo con intensidad. "Cuando estemos en Hogwarts, tienes que quedarte con Jeno y Jaemin. No te apartes de ellos por nada. No te separes de su grupo. Te prometo que te protegerán. Más de lo que yo podría."
Una lágrima de tristeza silenciosa corrió por la mejilla de Injun. El dolor de la separación inminente, incluso bajo la misma cúpula, era palpable. Renjun lo vio y sintió una punzada agonizante de dolor. No quería dejarlo solo. No ahora, no cuando acababan de reunirse.
Con la urgencia de reparar el daño que él mismo había causado, Renjun levantó su mano y la colocó sobre las piernas atrofiadas de Injun. Cerró los ojos por un instante. Un hilo de magia dorada, cálida y pura, totalmente distinta a la oscuridad de La Raíz, salió de sus dedos. Se centró en la atrofia de los músculos, en la debilidad de los huesos. La magia curativa, alimentada por el amor fraternal que acababa de liberar, fluyó.
Injun se sintió entumecido por un momento, una extraña sensación eléctrica recorriendo sus extremidades. Pero rápidamente, la sensación de la sangre fluyendo libremente, de la fuerza regresando a sus músculos, volvió. Inspiró profundamente y, ante el asombro de Renjun, se puso de pie. Se mantuvo erguido, tambaleándose ligeramente, pero firme.
"Renjun..." susurró Injun, asombrado por el poder que su hermano acababa de desatar sin un cántico ni una varita. "¿Cómo? No usaste tu varita. ¿Cómo puedes ser tan poderoso?"
Una sombra de dolor cruzó el rostro de Renjun. Desvió la mirada, con su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
"¿Recuerdas algo... del ritual de hace siete años?"
Injun se quedó en silencio por un momento, tratando de recordar algo más allá de los sueños oscuros, más allá de la agonía sorda. Finalmente, su mente se iluminó con un solo recuerdo, claro y vívido.
"La luna... estaba roja."
Renjun asintió lentamente, sus ojos se llenaron de la culpa que había cargado durante años.
"La luna roja amplificó mi poder, Injun. Se volvió... incontrolable. Yo... yo tomé tu núcleo mágico. Lo absorbí." La confesión le quemó la garganta. "No fue consciente, pero creo que era eso lo que ellos querían. Manipularon el ritual, y en el proceso... te lo quité. La magia, la vida, todo." El peso de la culpa lo abrumó, y una lágrima solitaria cayó por su mejilla.
Injun se acercó a él, y con una mirada llena de una comprensión profunda y sin un solo rastro de rencor o resentimiento, tomó la mano de su hermano. Su toque era ligero, pero inquebrantable.
"Yo sé que no lo hiciste para herirme," susurró Injun, su voz era tan segura, tan firme, más de lo que Renjun se sentía. "Nunca me harías algo así." La mano de Injun se movió para tomar su mejilla, limpiando con delicadeza la lágrima. "Yo... yo te vi, Renjun. Vi toda mi vida cómo te sacrificaste por mí. Lo que pasó no fue tu culpa. Fue el plan de ellos."
Injun sonrió, ladeando la cabeza con ese aire juvenil que Renjun apenas recordaba, su flequillo castaño cayendo sobre su frente.
"Pero te conozco, y solo para que lo sepas, yo te perdono." Hizo una pausa, y su sonrisa se ensanchó. "Aunque no hay nada que perdonar si me preguntas a mí."
Renjun no supo cuánto tiempo había estado esperando esas palabras. La culpa, la carga de siete años de luto y la agonía de la soledad se disolvieron por completo. Lo abrazó con una fuerza que no creía posible, la desesperación del pasado reemplazada por la abrumadora certeza del presente.
"Te amo," susurró Renjun, su voz ahogada por la emoción, las lágrimas fluyendo libremente por sus mejillas.
Injun se rió, un sonido que era música para los oídos de Renjun. Era la risa de un niño que había vuelto a casa.
"Yo también te amo, Renjun," dijo Injun, su voz temblaba de felicidad. "Ahora soy... más alto que antes."
Renjun se apartó, sus ojos brillando. Se rió entre dientes y, con un gesto juguetón, le revolvió el cabello a su hermano.
"Ahora tengo 17 y tú 16. Ya no somos niños, Injun. Y tenemos un largo camino por delante."
La sonrisa de Injun se ensanchó.
"Vamos a Hogwarts, ¿verdad?" preguntó Injun, su voz resonaba con una mezcla de emoción y nerviosismo.
Sintiendo la adrenalina y la fuerza restaurada fluir por sus venas. Su mente se puso inmediatamente en modo estratégico.
"Vamos a ir," dijo Renjun, su mirada se volvió seria. "Pero no podemos salir así."
Rápidamente, recorrió la sala del ritual y los pasillos adyacentes con una mirada aguda, buscando cualquier cosa que pudiera servirles. Encontró un viejo armario de caoba lleno de vestimentas de La Raíz. Renjun, con movimientos rápidos, tomó dos túnicas de viaje sencillas, oscuras y con capuchas profundas; lo suficientemente grandes para disimular su identidad si se encontraban con alguien. Se puso una y le extendió la otra a Injun.
"Póntela. Te mantendrá más cubierto y abrigado," ordenó Renjun.
Injun se la puso sin dudar. Los movimientos eran aún un poco torpes, pero ya no estaba en peligro de caer.
"No sé qué tan lejos estamos, pero nos apareceremos lo más cerca de Hogsmeade que pueda," continuó Renjun, su plan se formaba rápidamente. La Aparición sería agotadora, especialmente para dos, pero era su única opción rápida. "Y si tengo que hacerlo más de una vez, lo haré. Tienes que sujetarte fuerte de mí."
Injun se mordió el labio.
"Probablemente me maree."
La sonrisa de Renjun regresó, esta vez con un toque de picardía.
"Entonces, una vez que lleguemos, iremos a Honeydukes. Hay un pasadizo a Hogwarts desde allí. Y, de paso, nos llevaremos todos los dulces que queramos."
Al pensarlo, los dos hermanos se rieron. Era un sonido extraño en la oscura habitación, lleno de la inocencia y la alegría de dos niños que habían recuperado su infancia.
Renjun tomó la mano de su hermano.
"Agárrate fuerte. Lo haré tan rápido como pueda."
Injun asintió, su rostro pálido por la aprensión. Nunca antes había viajado de esa manera, y el solo pensamiento de lo que su hermano podía hacer lo llenaba de miedo y asombro a la vez.
La habitación desapareció con un crack ensordecedor, y un tirón abrupto le llenó todo el cuerpo. Sintió como si lo estuvieran estrujando y exprimiendo a través de un tubo largo y apretado. Injun cerró los ojos, el mareo lo golpeó y la necesidad de vomitar era abrumadora.
La sensación duró tres veces más, e Injun estaba realmente seguro que vomitaría en cualquier momento.
El dolor terminó tan pronto como comenzó. Sus pies tocaron el suelo, y el aire fresco y frío de la noche lo golpeó. Injun abrió los ojos y vio la silueta de un pueblo, con luces cálidas que brillaban en las ventanas. Las calles estaban vacías, pero la promesa de vida era un bálsamo para el alma.
"Hogsmeade," susurró Renjun, su voz llena de un anhelo que Injun nunca había oído. "Estamos aquí."
El aire olía a nieve y a chimeneas. La luna llena iluminaba las calles empedradas, cubiertas de una ligera capa de nieve. Vio las tiendas, con sus nombres mágicos y sus ventanas llenas de objetos extraños y maravillosos. Un lugar de fantasía que existía fuera de los confines de la mansión. El mundo de Renjun, un mundo del que él había estado separado por tanto tiempo.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Renjun. No era de frío, sino de una nueva punzada de miedo. Su mirada se endureció cuando vio a dos figuras vestidas de túnicas oscuras doblando la esquina. Integrantes de La Raíz. Estaban buscando algo, o a alguien.
"Honeydukes," susurró Renjun con un ademán de cabeza para indicar el camino. "Tenemos que darnos prisa."
El aire gélido de Hogsmeade hizo que Renjun se estremeciera. Sus ojos escanearon la calle, localizando a las dos figuras con túnicas oscuras, aún en el mismo lugar, verificando los alrededores. No había tiempo que perder. Si los veían perdían el factor sorpresa.
"No hagas ruido y agárrate de mi brazo," susurró Renjun.
Injun se aferró a él. Renjun sacó su mano de su túnica, moviendo sus dedos en un gesto rápido y complejo. El aire alrededor de ellos se onduló. Renjun sintió la textura de su piel cambiar, como si se estuviera convirtiendo en un camaleón, camuflándose con el entorno. Había lanzado un Hechizo Desilusionador.
Entraron a Honeydukes. El dulce y empalagoso aroma del chocolate, el caramelo y el azúcar llenó sus fosas nasales. Renjun se movió con rapidez, tomando un par de barras de chocolate y unos caramelos con jengibre de un estante. Los escondió en el bolsillo de su túnica, y se dirigieron hacia la entrada.
La puerta del sótano chirrió. Una estatua de piedra de una bruja tuerta, que antes había estado inmóvil, ahora se abrió con un sonido metálico.
"Este es el pasadizo a la estatua de Gunhilda de Gorsemoor," susurró Renjun. "El pasadizo a Hogwarts."
Se deslizó dentro primero, asegurándose de que el camino estuviera despejado y luego ayudó a Injun a entrar. La oscuridad del pasadizo era total, pero Injun se aferró a su brazo.
"¿Estás bien?" preguntó Renjun, su voz llena de preocupación cuando entraron. "¿Te sientes mareado? ¿El dolor de las piernas?"
Injun rodó los ojos, pero una sonrisa se formó en sus labios.
"Estoy bien, Renjun. Es extraño, pero siento mucha energía. Probablemente sea por la magia que me diste."
Renjun asintió, aceptando la explicación. Pero se mantuvo en silencio, solo pensando en las cosas que podían salir mal, en el peligro de Hogwarts.
Después de unos minutos, Renjun volvió a preguntar, su voz llena de la misma preocupación.
"¿Seguro que estás bien, Injun?"
Injun bufo con una sonrisa, la preocupación de Renjun era palpable, pero su amor lo calmó.
"Estoy seguro," respondió Injun, su voz llena de exasperación. "Solo... háblame más de los chicos. De tus amigos. ¿Qué fue lo mejor de Hogwarts?"
Renjun se rió suavemente, el sonido rebotando en el estrecho túnel. Era la risa de un hermano mayor complacido. La misma que había usado de niño cuando Injun le pedía historias antes de dormir. Se aclaró la garganta, y comenzó a hablar con voz más suave, como si estuviera susurrándole un secreto al oscuro pasadizo.
"Lo mejor de Hogwarts," dijo Renjun, "fueron ellos. Sabes, son un desastre adorable. Chenle es un huracán de felicidad, siempre ruidoso y riéndose de todo. Y Jisung... es un bebé, honestamente. Pero el más leal que conozco. Él se preocupaba por nuestro cuervo cuando no estaba. Como si no tuviera nada más que hacer en el mundo." La sonrisa de Renjun se ensanchó al recordarlo. "Y siempre está pendiente de los demás, con sus ojos enormes y su voz tímida. No los imaginas separados."
Injun escuchaba con una atención total, sus ojos brillando con curiosidad.
"Suenan como si de verdad se preocuparan por ti."
"Más de lo que imaginas," respondió Renjun. Se detuvo por un momento, y luego continuó, su voz llena de un nuevo orgullo. "Lo hicieron por Hyeongjun también, se preocupan por él."
Los ojos de Injun se abrieron de par en par.
"Él... ¿él estaba contigo?"
"Sí," dijo Renjun, asintiendo. "Lo aceptaron tan rápido, como si siempre hubiera sido parte de nuestro grupo. Es... es tan dulce. Hyeongjun es una persona muy importante para mí. Me alegro que se haya unido a los chicos. Sé que estará tan feliz de verte."
Una sonrisa sincera se formó en la cara de Injun. El hecho de que sus dos personas más importantes, su hermano y su mejor amigo, se hubieran encontrado y se hubieran cuidado el uno al otro, era un bálsamo para el alma.
"Y me contó algo divertido," Renjun se rió, el recuerdo le calentó el pecho. "A Jeno le da un poco de miedo Hyeongjun."
Injun alzó una ceja, la incredulidad en su rostro.
"No me lo creo. Hyeongjun es un bebé."
"Lo sé," Renjun se rió entre dientes. "Pero Hyeongjun es un lobo, y Jeno... bueno, de pequeño, Sungmin mató a su madre. Ya lo sabes Sungmin siempre vuelve por sus presas y, aunque mate a Sungmin, a Jeno le da un poco de miedo, Pero sé que también siente una conexión con él."
Injun se rió suavemente, ignorando completamente la mensión de Sungmin muerto.
"Pobre Jeno." Negó.
"Sí," dijo Renjun. "Pero no te preocupes, lo convenceremos. Hasta Jaemin lo adora. Así que juntos podemos convencer a Jeno de que Hyeongjun es un lobo adorable, no un lobo peligroso."
Injun lo miró, y alzó una ceja con una sonrisa pícara.
"Tú, Jeno y Jaemin... ¿son tan cercanos?"
La pregunta de Injun se sintió como si alguien hubiera encendido todas las luces. Por un instante, Renjun se detuvo en el pasadizo, y la sangre le subió a las mejillas. Una vergüenza genuina, algo que no había sentido en años, lo abrumó. Se aclaró la garganta, evitando la mirada de su hermano, que ahora lo observaba con una curiosidad divertida.
"Yo... ellos... son... son grandes amigos," balbuceó Renjun, sintiendo sus palabras romperse. Su voz, que hacía un momento era firme y segura, se había vuelto un hilo. El pasadizo, antes una ruta de escape familiar, se sentía de repente demasiado estrecho.
Injun se rió suavemente, una risa que hizo que el corazón de Renjun latiera con fuerza.
"Claro, 'solo amigos'. Renjun, estás completamente rojo. Pareces una cereza."
Renjun resopló, avergonzado, y continuó caminando.
"No lo entiendes. Ellos... ellos vieron a través de todo. De la fachada. Jaemin... él no me dejó ser invisible. Jeno... él siempre fue tan amable, tan honesto. No tenía miedo. Simplemente me hizo un hueco en su vida. Y Jaemin... él es... él es como un sol. Me encontró en mi rincón más oscuro y me sacó a la luz."
Injun se mantuvo en silencio por un momento, la sonrisa ya no era burlona, sino tierna. Nunca había visto a su hermano tan vulnerable, tan abierto. Y el simple hecho de que se sintiera tan cómodo contándole algo así, era una muestra de la confianza que habían recuperado. La conversación no necesitaba de más palabras. El rubor en las mejillas de Renjun, su torpe confesión y el brillo en sus ojos al hablar de sus amigos, lo decían todo.
Injun siguió caminando en silencio, pensando en las palabras de su hermano. Había escuchado las historias de los chicos, y había visto la moneda, pero la idea de conocerlos de verdad le llenaba de una nueva inquietud. Una inseguridad que no había sentido en años.
"Renjun," dijo Injun, su voz era pequeña de nuevo. "¿Crees que los chicos me aceptarán? Quiero decir... yo estuve fuera tanto tiempo. ¿Crees que... que ellos me acepten?"
Renjun se detuvo de golpe. Se giró hacia su hermano, tomando su mano con firmeza. La mirada en sus ojos era seria, sin rastro de burla.
"Injun," dijo Renjun, su voz llena de convicción, "ellos me aceptaron a mí. Soy el hijo de magos oscuro, Injun. Mis padres casi los matan. Pero ellos me aceptaron. A ti... te amarán. Te conocen, Injun. Les he hablado de ti, de lo que pasó, de lo que eres. Y te han amado a través de mis palabras. Si me aceptaron a mí, te van a aceptar a ti, un alma inocente que no tiene nada que ver en todo esto. Eres mi hermano. Es más que suficiente."
La mirada de Renjun era tan sincera, tan llena de un amor incondicional, que el miedo de Injun se desvaneció. Asintió, una sonrisa de alivio cruzando su rostro.
"Ahora vamos," dijo Renjun, volviendo a caminar, su mano aún entrelazada con la de Injun. Mientras que con la otra sacaba unos cuantos dulces de su bolsillo. "Estoy seguro de que estamos cerca."
La conversación cesó, y solo el sonido de sus pasos resonó en el túnel. Al final del pasadizo, una tenue luz brillaba, anunciando que el camino había terminado. El siguiente paso, el más importante, estaba a punto de comenzar.
Chapter 37: El Corazón del Enemigo
Notes:
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Chapter Text
El túnel de la Bruja Tuerta se abrió con un crujido sordo y los dos hermanos emergieron a un pasillo estrecho. La luz de la luna, filtrada desde una ventana lejana, pintaba el suelo de piedra con una palidez fantasmal. El aire estaba denso y frío; el castillo, inexplicablemente callado. En un lugar que nunca dormía, ese vacío era un grito.
Renjun sintió el escalofrío por la nuca y con rapidez murmuró un hechizo al pasadizo, necesitaba hacerlo seguro, cuando terminó se volteo a su hermano y le apretó la mano.
La tensión se sentía como hielo en las venas de Renjun. Estaba en un pasillo oscuro de los niveles superiores, su corazón latía con la culpa del secuestro reciente y la urgencia de su regreso a Hogwarts. A su lado, Injun miraba cada sombra con una vigilancia febril.
"Estamos aquí, Injun," susurró Renjun, su voz áspera. "Pero no podemos ir a la Sala Común hasta que sepamos que ellos están a salvo. Usa el código."
"Lo sé," respondió Injun, asintiendo.
"Toca la moneda" Dijo con impaciencia. Que no les hayan hecho nada. Rogaba en silencio.
Su hermano asintió y sacó la moneda gastada del bolsillo. Injun obedeció. Uno. Dos. Tres. El clink viajó con lentitud por el pasillo. La moneda vibró una vez en la palma de Injun, y el silencio se estiró, pesado. El corazón de Renjun se sintió detenido. Un latido, dos...
Dos latidos después, llegaron por fin tres toques de respuesta, nítidos y firme.
El alivio apenas alcanzó a nacer. Renjun y Injun se miraron.
"¡Están bien!" susurró Injun, la voz quebrada por la emoción, mientras guardaba la moneda. "Están aquí. Están a salvo."
"Eso significa que nadie sabe que estamos aquí," dijo Renjun, aunque el alivio no lo hizo bajar la guardia. "Vamos. Necesitamos descender lo más que podamos."
Comenzaron a bajar la estrecha escalera de piedra que conducía a los niveles más profundos.
"¿Crees que debamos ir a buscar a Jeno y los demás ahora que sabemos que están bien?" preguntó Injun, la esperanza mezclada con la preocupación en su voz.
"No lo sé," respondió Renjun, bajando con rapidez y cautela. "Es demasiado arriesgado, pero quiero saber como están, los quiero ver. Necesitó que sepan que no me fui voluntariamente con mis padres. Nuestra prioridad ahora es..."
Un estruendo quebró el pasillo, brutalmente. Un Bombarda retumbó a distancia, seguido de gritos agudos y aterradores provenientes de los niveles superiores. La onda expansiva sacudió las velas cercanas, seguido de gritos. Renjun y Injun echaron a correr hacia el ruido, el corazón en la garganta.
"¡Ese sonido viene de arriba!" exclamó Injun, con la voz tensa, mirando hacia el techo sin saber a dónde dirigirse.
"¡Es un ataque! ¡Vamos!" gritó Renjun, ya girándose hacia el ruido. Su instinto de protección, esa fría necesidad de controlar el caos, fue más fuerte que la cautela. Ese hechizo es demasiado potente para un estudiante.
Renjun y Injun echaron a correr hacia el ruido, el corazón en la garganta. Renjun, conociendo los atajos, tomó un atajo por un corredor lateral.
"¡Por aquí, Injun, rápido!" Renjun aceleró el paso.
Injun apenas pudo seguir el ritmo. Corría a ciegas, totalmente dependiente de Renjun. Este lugar es un laberinto infernal. Se tropezó ligeramente en la unión de dos pasillos al doblar una esquina, pero mantuvo su mano instintivamente cerca de la túnica de Renjun.
Doblaron una esquina más y alcanzaron el corredor que daba al área cercana a la Sala de Menesteres. La escena que encontraron fue un caos. Un grupo de carroñeros, con varitas en alto y rostros cubiertos, acorralaba a varios alumnos de primero que estaban histéricos. Frente a ellos, el profesor Xiaojun, sostenía un escudo de plata brillante y tembloroso que salía de su varita; el sudor le perlaba la frente por el esfuerzo.
"¡Dejen en paz a mis estudiantes, carroñeros!" gritó Xiaojun, la voz hecha trizas por la tensión. El escudo parpadeó, a punto de colapsar.
Uno de los atacantes apuntó su varita. Renjun no dudó. No había tiempo para encantamientos verbales ni para cálculos. Alzó la mano vacía, y dejó salir un pulso dorado, limpio y contundente, de pura voluntad mágica. La ráfaga empujó a los atacantes contra la piedra del muro; cayeron desmayados, sin un hueso roto, como muñecos de trapo.
El corredor recobró su quietud, ahora cargada de shock y respiraciones contenidas. Los alumnos se apretaron, temblando, tras el profesor Xiaojun.
Renjun se acercó al grupo, la adrenalina aún bombeando. Injun se quedó pegado a su túnica, mirando a los atacantes caídos con asombro, terror y una confusión absoluta sobre dónde se encontraban.
"¿Profesor Xiaojun? ¿Están todos bien?" preguntó Renjun, su voz sorprendentemente tranquila en medio del desastre. "¿Qué está pasando?" su voz baja, pero con autoridad.
Sus ojos se abrieron, reconociendo al joven que acababa de derribar a tres carroñeros con un pulso de magia sin varita.
"Renjun... volviste," jadeó el profesor, usando la manga para secar el sudor frío de su frente. Su alivio era palpable, pero fue rápidamente eclipsado por el terror. "Pero llegaste al peor momento. Tus padres han tomado Hogwarts. Tienen a la mayoría de los alumnos, incluyendo a muchos de los profesores, en el Gran Comedor, como rehenes. Exigen el Corazón de Salazar Slytherin."
El frío le corrió por la sangre a Renjun, más gélido que el ambiente de las mazmorras. Sus padres. Aquí. De nuevo. Había temido esto, pero la realidad era un golpe brutal. Pero no había tiempo para el miedo. El control tomó el mando.
Renjun se acuclilló rápidamente frente a los alumnos de primero. Reconoció a tres de los chicos, Shion, Sakuya y Ryo; estaban pálidos, sí, pero con una chispa de alivio en los ojos al ver la calma en el rostro del Slytherin.
"Todo va a estar bien," dijo Renjun, su voz baja, diseñada para ser un ancla. "Voy a sacarlos de aquí."
Xiaojun tragó con dificultad, mirando a los carroñeros inconscientes y luego a Renjun con creciente desesperación. El profesor no podía cargar a los alumnos y mantener la seguridad a la vez.
"¿Cómo los movemos sin que la patrulla de La Raíz los detecte?" Su voz era un susurro ronco.
Renjun se puso de pie, su mirada ya en modo estratégico. Su plan se formuló en segundos, aprovechando su profundo conocimiento del castillo.
"Profesor, escúcheme bien. Llévelos a la estatua de la Bruja Tuerta, en el tercer piso," respondió Renjun. Su tono era tan imperativo que el profesor no pudo discutir. "Hay un pasadizo a Honeydukes. Injun y yo reforzamos su entrada; nadie con intención hostil puede cruzarlo. Yo les pondré un Hechizo Desilusionador, pero no durará mucho si los tocan."
Sin esperar la confirmación de Xiaojun, Renjun alzó su mano sobre el grupo de alumnos y pronunció un complejo encantamiento silente. Un temblor de aire frío y transparente envolvió a los estudiantes.
Renjun se volteó hacia el profesor y comenzó a describir la ruta de escape sin titubear.
"Bajen por la escalera de mármol hasta el quinto piso, con mucho cuidado. En el rellano del quinto, tomen el corredor del tapiz de Barnabás el Chiflado, así esquivan el ojo del patio y las patrullas que vigilan la Gran Escalera."
"Después," continuó, señalando un pasaje estrecho. "Cruce por la escalera de servicio junto a la armadura con la lanza rota. Eso lo sacará directo al tercer piso. Desde allí, el corredor principal a la Bruja Tuerta está despejado. Si oyen patrullas, usen Muffliato y mantengan los escudos altos. Vayan. Ahora."
Xiaojun asintió, su rostro pálido pero reconociendo la única opción viable.
"Entendido, Renjun. Que Merlín te acompañe." Rápidamente, comenzó a guiar al grupo desilusionado por la ruta que Renjun había trazado.
Pero antes de que pudieran partir, uno de los alumnos se separó levemente del grupo. Ryo, un chico de primer año, dio un paso al frente, con sus ojos azules fijos en la intensidad inquebrantable de Renjun.
"¿Vas a enfrentarte a ellos... a tus padres?" preguntó Ryo, la voz temblando ligeramente, pero la pregunta era clara y cargada de respeto.
"Sí," dijo Renjun, apretando la mandíbula hasta que el músculo se tensó. El Corazón de Slytherin era la única moneda de cambio, y él no podía permitir que cayera en manos de La Raíz. "Y esta vez lo haré bien."
Sakuya, un Hufflepuff pálido y pequeño, habló sin apartarle la vista.
"Nosotros... sabíamos que estabas bajo Imperius. Era imposible que no nos hubieras protegido. Eres siempre quien nos cuida, ¿verdad? cuidaste a Jeno." El chico asintió para si mismo. "Solo estábamos preocupados porque te fuiste con ellos."
"Yo sabia que ibas a volver." Le sonrió Ryo.
La garganta de Renjun se cerró un segundo. Ese reconocimiento, esa fe ciega, lo desarmó más que cualquier hechizo. Simplemente asintió, incapaz de decir más.
"Gracias," susurró. Era lo más honesto que podía decir.
Sin perder más tiempo, alzó ambas manos y, con precisión absoluta, dejó caer la densa neblina del Hechizo Desilusionador sobre los alumnos y sobre el propio Xiaojun. Las siluetas se volvieron ondulantes, sus contornos confundidos con la piedra fría del corredor. Luego añadió, con un rápido movimiento de su varita oculta, un discreto Muffliato que amortiguó pisadas y susurros.
"Profesor," dijo, su voz ahora un susurro bajo y urgente, mientras rebuscaba en su túnica. Le entregó a Xiaojun un pequeño paquete de chocolate de Honeydukes, envuelto en un papel brillante que había guardado de la última visita a Hogsmeade. "Tome esto, por si alguien se nos desmaya en las escaleras. Lo necesitarán."
Xiaojun tomó el chocolate, la acción mundana y cariñosa en medio del caos pareciéndole un ancla. Tomó aire, más firme.
"Cuento contigo, Renjun. Los dejaré a salvo en Honeydukes y volveré para buscar más estudiantes."
"Confío en usted," respondió Renjun, sus ojos serios. Espero que lo haga.
Shion, ya medio invisible, murmuró desde el borde del hechizo, su voz distorsionada por el Muffliato pero la emoción clara.
"Renjun... cuídate."
"Lo haré," respondió Renjun, con una promesa silenciosa. "Ustedes muévanse ahora. No hay tiempo."
El grupo se deslizó hacia la escalera, sombras pegadas al muro y al profesor. Renjun e Injun aguardaron, sus sentidos tensos, hasta que el último giro de la baranda se tragó sus pasos. Estaban solos de nuevo, pero ahora, la misión era clara: la supervivencia de Hogwarts dependía de ellos.
"Tenemos que ir al Gran Comedor", dijo Injun, apretando la moneda.
"No podemos simplemente ir al Gran Comedor," dijo Renjun, su voz firme y fría. Es exactamente lo que mis padres quieren. "Es una trampa. Podríamos salvar a unos pocos, pero nos capturarían o nos obligarían a entregar el Corazón. Necesitamos saber qué está pasando, dónde están los otros puntos de ataque y quién está a cargo. Y para eso..."
Renjun se acercó al carroñero inconsciente más cercano, que yacía boca arriba, inerte. Se arrodilló, su rostro reflejando una determinación helada. Su mano se elevó y, sin tocar la piel del hombre, la colocó sobre su frente.
"Legeremancia," susurró Renjun, el encantamiento no era una pregunta, sino una orden.
La mente del carroñero era un pozo negro de lealtad fanática y miedo, un caos de imágenes viscerales que se derramaron en la consciencia de Renjun. Vio el Gran Comedor, lleno de cientos de estudiantes asustados. Vio a sus padres presidiendo la escena desde la mesa principal, sus rostros duros e inamovibles. Las imágenes se sucedieron con la rapidez del pánico: aurores del Ministerio intentando escapar con un puñado de estudiantes, grilletes puestos en los profesores que estaban en el comedor, órdenes confusas de "barrer pisos" y "cazar rezagados" dadas por figuras encapuchadas.
Renjun retiró la mano abruptamente, con un escalofrío de repulsión. Rehenes. Mis padres los tienen a casi todos.
Se detuvo en el pasillo, con la mirada fija en el carroñero inerte, tratando de asimilar el horror. La seguridad de la Sala de los Menesteres, su refugio, se sentía ilusoria, pero el silencio momentáneo del castillo era una advertencia.
De repente, una luz tenue y plateada parpadeó en el aire, y la figura translúcida de Helena Ravenclaw apareció flotando frente a ellos. Su presencia era inesperada y solemne.
"No, Renjun, no vayas allá," susurró su voz etérea, sus ojos de un gris profundo y melancólico fijos en el terror de Renjun. "La sala segura no es segura. Tu padre la conoce. En su primer ataque, uno de los infiltrados leyó la mente de Ten y supo sobre el refugio seguro de los profesores." Su mirada se posó en Renjun, y una tristeza infinita se reflejó en sus ojos. Renjun comprendió que el infiltrado al que se refería era Soobin. Fue por mí. Por mi culpa. "No confíes en esa habitación."
Renjun sintió un nudo apretado en el estómago. La culpa lo golpeó con la fuerza de un puñetazo, un dolor más profundo que cualquier maleficio. Se había quedado sin opciones. Si la Sala Segura estaba comprometida, los chicos podrían estar en un peligro aún mayor.
Helena flotó, sus ojos etéreos brillando con un conocimiento antiguo.
"Escúchame. No están ahí. Están en el baño abandonado del tercer piso." Su voz se hizo más suave, casi consoladora. "Estuvieron ahí contigo, ¿verdad? Jeno, Jaemin, Haechan... los vi huir ahí antes de que tus padres cerraran el Gran Comedor."
Renjun asintió, las imágenes de sus amigos, Jeno y Jaemin, llenaron su mente. La intensa conversación, el terror compartido, la soledad y el beso que había compartido con ellos, todo había ocurrido en ese lugar.
"Tu vínculo con ese lugar fue tu escudo," continuó Helena. "Tu magia y tu amor por ellos los une. Ese lugar es un santuario construido por la confianza y el afecto. Por ahora, es invisible a tu padre." Sus ojos, de un gris profundo, se posaron en Injun. "Tu sangre es nueva y muy vieja a la vez. No te separes de él, Renjun. Lo necesitarás."
Renjun sintió el peso de la advertencia. Se acercó y tomó la mano de su hermano.
"No lo haré," afirmó.
La culpa seguía ahí, pero ahora tenía una dirección. Necesitaba llegar a ese baño. La figura de Helena se desvaneció, dejando solo el recuerdo de su advertencia. El santuario de la confianza, el afecto. Renjun sintió una punzada de esperanza fría.
Los dos hermanos se movieron con rapidez. El pasillo se sentía más largo que nunca, pero su destino era claro. El baño abandonado del tercer piso. El santuario de su amor, ahora su única esperanza contra el poder de sus padres.
Renjun no perdió un segundo. La culpa por la traición, el miedo por sus amigos, la adrenalina por el Bombarda—todo se convirtió en un combustible para sus pies. Tomó la mano de Injun con fuerza, un agarre que era una promesa silenciosa y una ancla, y corrieron. El castillo estaba extrañamente silencioso después del estruendo, y cada paso resonaba en el pasillo vacío.
"Renjun... ¿Qué vamos a hacer?" susurró Injun, su voz era un hilo, se sentía como si estuvieran corriendo hacia la boca del lobo en un castillo que no conocía.
"Vamos a encontrar a los chicos," respondió Renjun, su voz estaba firme, forjada en la determinación. "No te preocupes. Vamos a estar bien. Pero tenemos que darnos prisa. Nos pueden ver, y eso arruinaría la sorpresa. ¿No?" Dijo lo ultimo con una sonrisa ladeada.
El pasillo que llevaba al baño del tercer piso parecía más largo que nunca. La luz de la luna que se filtraba por las ventanas, o la tenue luz de las antorchas, hacían que las estatuas les lanzaran sombras terroríficas, y el aire era frío, cargado de una quietud ominosa. La calma es el preludio de una tormenta.
Llegaron al final del pasillo, y la puerta del baño se alzó frente a ellos. Era una puerta grande, con un grifo de bronce grabado y decoraciones de mármol desgastadas. El lugar se sentía abandonado, un eco del pasado.
Renjun sintió la magia en la puerta. Era fuerte, densa, y se sentía como si hubiera sido lanzada por más de una persona. Una defensa sólida. Renjun se llenó de un alivio abrumador. Estaban ahí. Habían huido. Estaban a salvo.
"Toca la moneda," susurró Renjun a su hermano, sin soltar su mano. "Tres veces. Rápido."
Injun obedeció de inmediato, la moneda vibró en el aire frío. La respuesta llegó en el instante en que el tercer acabó.
Con una mano temblorosa, pero decidida, Renjun tocó la puerta con sus nudillos, tres veces. Injun, entendiendo el lenguaje tácito entre ellos, volvió a tocar la moneda tres veces contra la pared. Era la secuencia completa: estamos aquí, estamos solos, estamos a salvo.
La puerta se abrió apenas, solo un hueco de unos centímetros. Una cara familiar, con los ojos llorosos por el miedo y la tensión, asomó. Era Chenle, sus mejillas estaban rojas y sus ojos llenos de una incredulidad total, como si estuviera viendo un espejismo.
"¿Realmente eres tú?" susurró Chenle, su voz temblaba y sonaba terriblemente asustado. Estaba tan pálido que el color solo se concentraba en el borde de sus ojos. "Contraseña."
Renjun sintió el peso de la desesperación de su amigo. Se sintió abrumado por la culpa de haberlos dejado en esta situación, pero una sonrisa triste y genuina se formó en sus labios.
"El chocolate amargo es el mejor, tonto." La respuesta era la clave de su acuerdo, una referencia a sus discusiones más triviales y seguras.
El rostro de Chenle se iluminó con la comprensión, sus ojos se abrieron, las lágrimas se detuvieron, y una sonrisa radiante, desbordada de alivio, se extendió por su cara.
"¡Renjun!" exclamó, el alivio era tan puro que sonó como un grito ahogado.
La puerta se abrió un poco más. Chenle, con el rostro aún lleno de pánico contenido, extendió la mano y agarró a Renjun por el brazo, tirando de él con una fuerza desesperada. Renjun, que no soltó la mano de Injun ni un segundo, metió a su hermano con él, y la puerta se cerró detrás de ellos con un clic sordo, sellando la seguridad.
El interior del baño, frío y oscuro, con ecos de tuberías viejas, se sintió de repente como el lugar más seguro del mundo. Los otros chicos se abalanzaron sobre Renjun.
Jaemin fue el primero. En un instante, lo envolvió en sus brazos y lo abrazó con una fuerza desesperada, como si necesitara asegurarse de que Renjun era real y no iba a desaparecer de nuevo. Jeno se unió al abrazo de inmediato, su cuerpo proporcionando un segundo escudo, presionando a Renjun entre ambos. Los tres, por un momento, se aferraron el uno al otro en el pasillo estrecho del baño, sus cuerpos un escudo, sus corazones latiendo al unísono con el mismo ritmo frenético de alivio y terror.
Injun, quieto a su lado, los miraba. Había escuchado las historias, pero presenciar el cariño entre ellos, el alivio en sus ojos, era algo completamente distinto.
Chenle, secándose las últimas lágrimas con impaciencia, sintió un arrebato de su característico celo territorial.
"¡Oigan, ya es suficiente! Están monopolizando a la única persona que tiene un plan de escape," protestó Chenle, aunque su tono era de puro alivio. Con un gruñido juguetón, se lanzó al montón.
Jisung lo siguió con una risa nerviosa, sintiendo que necesitaba el contacto físico para convencerse de que todo era real.
"¡Espera, nosotros también estuvimos preocupados!" gritó Haechan, abriéndose paso entre Jaemin y los demás para envolver a Renjun en su propio abrazo efusivo. Por un momento, Renjun desapareció bajo el peso de sus amigos, una pila de estudiantes aferrándose al único punto de calma y cordura en medio del caos del castillo.
El abrazo grupal fue un torbellino de emociones, lágrimas y suspiros de alivio. Cuando finalmente se separaron, las manos de Jeno y Jaemin se quedaron en los brazos de Renjun, como si temieran que fuera a desaparecer. Sus ojos lo recorrieron, buscando heridas, asegurándose de que era real y estaba bien.
"Estás aquí," susurró Jaemin, su voz apenas audible. "Creímos que... creímos que te habías ido para siempre, y que no volveríamos a verte." La desesperación en su tono era la prueba de la fuerza de su afecto.
Inmediatamente, la mirada de Jeno se intensificó. Era la de un protector, llena de una mezcla de alivio abrumador y una furiosa preocupación. Su agarre en el brazo de Renjun se hizo más firme.
"Me asustaste, Renjun. Me asustaste de verdad. Cuando supimos del ataque y tú no estabas... fue como volver a caer en la oscuridad. ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? No mientas." La voz de Jeno era baja y tensa, exigiendo la verdad.
Renjun sintió el nudo de la emoción cerrándole la garganta. Ver el terror reflejado en los ojos de Jeno y Jaemin fue casi peor que el secuestro en sí. Negó lentamente con la cabeza, incapaz de articular una palabra. Apretó la mano de Jeno con fuerza, la única forma de asegurarles que, físicamente, estaba intacto.
El silencio fue roto por el sollozo ahogado de Jisung.
"Yo... yo lo siento, hyung," la voz temblorosa del más joven rompió el silencio. Se acercó, su rostro un lienzo de culpa. "Lo vi. Vi en tus ojos cuando te fuiste con ellos. Me di cuenta de que estabas bajo la maldición Imperius. Me di cuenta demasiado tarde, y no pude hacer nada." Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Jisung.
"No es tu culpa," dijo Renjun, su voz suave, con una seguridad que no había sentido en mucho tiempo. Se separó ligeramente de Jeno y Jaemin para tomar la mano temblorosa de Jisung. "La culpa es mía. Y de nadie más."
Jeno y Jaemin lo abrazaron con fuerza una vez más, como si sus cuerpos fueran un escudo necesario para afirmarlo en la realidad. Haechan se limpió las lágrimas de la cara con el dorso de la mano, y Chenle, todavía conmocionado por la aparición repentina de Renjun, solo se quedó mirándolo.
"¿Cómo lo hiciste?" preguntó Haechan, su voz llena de asombro y admiración. "¿Cómo pudiste romper el Imperius? Dicen que es casi imposible para alguien que no ha sido entrenado."
Renjun abrió la boca para responder, pero Jisung lo interrumpió, su mirada fija en un punto más allá del grupo.
"Kayden está aquí," murmuró, apuntando al lavabo del baño.
Renjun y los demás siguieron su mirada. Anidando en el lavabo. Sus plumas, de un negro inmaculado, parecían brillar en la oscuridad, y dormía profundamente. A su lado, yacía Flicker, el pequeño Bowtruckle de Renjun, enroscado contra el pecho del ave.
Jaemin se dio cuenta de la mano de Renjun entrelazada con la de alguien más, sus ojos de preocupación se volvieron de curiosidad al ver al chico, alguien que había estado en silencio y pegado a su túnica durante todo el encuentro.
"¿Quién es él, Renjun?" preguntó Jaemin, con una ceja alzada. El chico desconocido tenía la misma intensidad, la misma línea de la mandíbula que Renjun, pero una expresión mucho más abierta.
Renjun se giró ligeramente, tirando a Injun hacia el centro del grupo. La hora de las explicaciones había llegado y el orgullo lo llenó.
"Él es mi hermano, Injun," dijo Renjun, su voz llena de una felicidad tan franca y pura que era casi impactante en medio de la tensión.
Renjun se volteó hacia Injun. Los chicos se quedaron estáticos. Vieron a Injun, su vivo retrato, y sus expresiones de alegría por el regreso de Renjun se tornaron a unas de confusión, incredulidad y un pavor reverencial. Injun se sintió extraño, una pieza que no encajaba. Nadie en La Raíz abrazaba a Renjun con esa desesperación sincera, y estos cinco chicos que lo rodeaban parecían genuinamente preocupados por su bienestar.
Injun se quedó a medio paso, los ojos grandes, como si temiera romper el delicado equilibrio emocional si se movía. Jaemin se apartó apenas, su curiosidad opacada por el shock. Jeno, que había olvidado respirar, se llevó la mano a la boca, sus ojos fijos en la prueba viviente de un pasado que creían enterrado.
"Hola," dijo Injun, tan bajo que el aire casi se lo llevó. Era un chico de la oscuridad, haciendo una presentación formal en un baño abandonado. "Soy Injun."
Un silencio atónito, pesado, llenó la habitación. Haechan y Jisung se miraron el uno al otro con los ojos muy abiertos, sin poder procesar lo que acababa de pasar. Conocían el nombre de Injun, sabían quién era dentro de la mitología de los hermanos de Renjun, pero creían que estaba muerto, un fantasma de la tragedia. Los miraron, sus rostros un lienzo de incredulidad y un pavor reverencial.
El silencio que siguió fue denso, como si el baño hubiese dejado de respirar por el impacto.
"¿Injun... Injun?" dijo Haechan primero, su voz rota, apenas un hilo de sonido. "Renjun nos dijo que—"
"Que estaba muerto," completó Chenle en un susurro, dando un paso adelante. Chenle alzó las manos, la incredulidad luchando con su necesidad de lógica. "¿Puedo comprobar que no eres un boggart? Pido permiso. Esto es demasiado."
Injun sostuvo la mirada de Chenle, un poco azorado por el repentino y bizarro desafío, pero firme. Entendía la necesidad de verificación.
"Dime tu nombre antes," dijo Injun.
"Chenle," respondió el chico de inmediato.
"Adelante, Chenle." Injun le ofreció la muñeca. Chenle se acercó con cautela. Apoyó dos dedos sobre el pulso de Injun, cerró los ojos un segundo para concentrarse, y luego soltó una risa aguda e incrédula.
"Pulso normal. Y sarcasmo," anunció Chenle, mirándolo de nuevo con una mezcla de fascinación y absoluto shock. "Definitivamente vivo. Bienvenido, Injun. Esto es... muy extraño."
El silencio que siguió a la comprobación de Chenle se había suavizado, pero el shock seguía palpable. Mientras los demás procesaban la revelación, Jisung no habló. Caminó hasta el lavabo con una seriedad que rara vez mostraba. Alzó a Flicker con cuidado, se concentró en el Bowtruckle. Se acercó a Injun, nervioso, con el cuerpo ligeramente tembloroso, pero con una intención clara en sus ojos, como si le estuviera ofreciendo una ofrenda sagrada.
"Míralo," susurró Jisung, con una voz profunda y suave, como si le estuviera presentando un secreto muy importante. "Este es Flicker. Apuesto a que te quería conocer."
El Bowtruckle, que con otros siempre se escondía o era notoriamente tímido, avanzó con pasos mínimos por el dorso de la mano de Jisung. Cuando llegó al índice de Injun, se detuvo, y allí se quedó, agarrado con sus diminutas ramas, como si hubiera encontrado una ramita propia después de un largo viaje.
Injun soltó un "oh" muy pequeño; el sonido era de pura vulnerabilidad. Los ojos se le llenaron de agua en un parpadeo, abrumado por el simple gesto de confianza de la pequeña criatura. El nudo de tensión en sus hombros se aflojó visiblemente.
"Hola, Flicker," dijo Injun, dejando que el Bowtruckle trepara a su dedo. "Sé que son tímidos, ¿cómo...?" Miró a Jisung con una interrogante silenciosa en sus ojos.
"No lo sé, Renjun-hyung lo encontró," respondió el Hufflepuff, encogiéndose de hombros, con una ligera sonrisa orgullosa. "Pero siempre ha sido muy... selectivo." Jisung se retiró apenas, dejando que la criatura y el chico tuvieran su momento.
Jaemin observó toda la interacción con una curiosidad que reemplazó el miedo y una sonrisa suave se dibujó en sus labios. Ver la emoción genuina en el rostro normalmente contenido de Injun, y la calma que Flicker le transmitía
Jaemin dio un paso hacia Injun. Su sonrisa se ensanchó, y su mirada se encontró con la de Renjun, quien asintió sutilmente.
"Soy Jaemin," se presentó, extendiendo la mano con una calidez instantánea. "Sé que esto debe ser mucha información, pero estamos contentos de que estés vivo."
Injun dudó solo un momento, luego aceptó el apretón de manos con firmeza. Antes de que pudiera soltarse, Jaemin se inclinó y, con un movimiento rápido e inesperado, lo rodeó en un abrazo lateral, una expresión de alivio y bienvenida que no dejaba lugar a la duda.
"Abrazo está bien," logró decir Injun, sorprendido, y correspondió con un gesto torpe pero seguro, sintiendo por tercera vez en su vida la calidez de la aceptación externa, solo Renjun y Hyeongjun habían sido así con él.
Jeno, detrás de Jaemin, lo observó. Se dio cuenta de que Injun, vestido solo con ropas livianas y un abrigo feo y con el shock aún visible, estaba temblando. Jeno tomó la bufanda gruesa y tejida de su propio cuello y se la pasó a Injun sin mirarlo mucho, evitando el contacto visual pero ofreciendo un acto de pura protección.
"Estás con frío," murmuró Jeno, su voz práctica y baja. "Te queda mejor a ti."
"Gracias, hyung," respondió Injun, tomando el tejido cálido. Se la ajustó inmediatamente alrededor del cuello. Luego alzó la vista hacia todos, tragando la sorpresa por la avalancha de bienvenida.
"Sé que esto es raro," admitió Injun, volviendo a encontrar el tono firme de Renjun. "También lo es para mí. Nunca pensé que... esto pasaría." Su mirada recorrió los rostros del grupo, buscando cualquier signo de juicio, pero solo encontró alivio y una urgencia compartida.
Haechan levantó un dedo, su intensidad habitual ahora canalizada en una preocupación práctica y algo neurótica.
"Voy a hacer preguntas tontas, pero con respeto," declaró. "¿Te duele algo? ¿Necesitas agua, chocolate, una silla, un manual de actualización social de siete años?"
"Chocolate, sí. Y agua," dijo Injun, con una media sonrisa que era una réplica exacta de las más raras de Renjun. "Lo de la silla lo negocio después, estoy bien por ahora."
Haechan no esperó a que terminara la frase. Le plantó una rana de chocolate medio aplastada, que había estado guardando en el bolsillo de su túnica, en la mano.
"Medicina oficial," sentenció, con un guiño.
Injun la abrió, desdoblando el papel dorado. Partió un trozo con cuidado y, antes de llevarse el suyo a la boca, ofreció la pieza restante a Jisung y a Chenle. Era un gesto instintivo de camaradería.
"Gracias," dijeron ambos a la vez, tomando un trozo con gratitud.
Renjun los miraba a todos, sus amigos y su hermano, interactuando por primera vez. Era como quien vuelve a entrar a una casa que creyó destruida y la encuentra con luz.
"No murió," dijo Renjun al fin, su voz tranquila y firme, poniendo por fin la frase que había pesado en el pecho de todos durante años, en la habitación. "Lo mantuvieron al borde con Plumas de pavo real celestial, un talismán ancla que evitaba que su alma se desprendiera, y en una habitación que estaba protegida por una maldición antigua. Hoy la rompimos. No con fuerza."
"Con lo otro," dijo Injun, suave, mordiendo su chocolate. Entendía exactamente a qué se refería su hermano.
"Con lo que ustedes me enseñaron," corrigió Renjun, mirando directamente a los chicos. "El afecto. La magia mas poderosa. Eso fue lo que me dio la fuerza para quebrar su hechizo y traerlo de vuelta."
Jeno respiró hondo, procesando toda la información—el Imperius, el talismán, el afecto—y finalmente asintió, las piezas asentándose en su mente. Su mirada se dirigió a Injun, seria y enfocada.
"Tengo una sola pregunta por ahora," dijo Jeno, su voz grave. "¿Qué recuerdas, Injun? ¿De estos años?"
Injun pensó un momento. Su mano, aún con el chocolate, acarició sin querer a Flicker.
"La luna roja. Al principio, mucho ruido y gritos. Luego... silencio. Un silencio largo y denso. A veces voces. La de Renjun, siempre más débil. La de mamá y papá. Y Hyeongjun." Levantó las cejas, medio sorprendido de escucharse a sí mismo hablar tan claro, tan coherentemente. "Sé que suena absurdo, como un mal sueño, pero es lo que hay."
"Entendemos," dijo Jaemin, riendo suavemente, un sonido lleno de shock y alivio. "Definitivamente vas a necesitar chocolate y muchas tardes de historias, empezando desde cero, ¿de acuerdo?"
En ese momento, el cuervo negro del lavabo abrió un ojo brillante y saltó con gracia al hombro de Injun. Este no se apartó, permaneció quieto.
"Hola, Kayden," la voz de Injun no le tembló, aceptando la familiaridad del ave.
Chenle se frotó la cara con ambas manos, intentando asimilarlo todo.
"Renjun," dijo, volviéndose hacia su amigo. "Te creemos. Que lo sepas: no nos debes una explicación completa ahora. No tienes que contarnos todo el horror. Estamos contigo igual."
"Gracias," dijo Renjun, sintiendo un calor profundo. Acarició a Kayden también, que estaba cómodamente apoyado en su hermano, mirando al grupo con una sonrisa de victoria contenida. "Está vivo. Y con juicio."
"Con juicio y con opinión," añadió Injun, respirando más estable, ajustándose la bufanda de Jeno. Miró a Renjun y luego al grupo, su expresión volviéndose de la vulnerabilidad a la determinación. "Tengo 16, no soy de cristal. Puedo caminar solo. También sé lanzar desarmes y escudos básicos. No voy a ser una carga." Hizo una pausa, midiendo el silencio. "Pero sigo tu plan. Dime qué hago."
Renjun asintió, su decisión ya tomada.
"Te quedas con Jeno y Jaemin. Ellos te ayudarán a moverte por el castillo y te mantendrán a salvo."
"No lo vamos a soltar," dijo Jeno, su voz sólida como una roca, asumiendo la responsabilidad de inmediato.
"Ni con una orden ministerial," añadió Jaemin, sonriendo con complicidad. "Pequeño apunte: te voy a despeinar a veces, es mi costumbre, pero pido permiso primero."
"Permiso aceptado al despeinado," respondió Injun, seco, y una risa rodó por el grupo, rompiendo la tensión final.
Renjun se acercó a Injun y le tocó la frente, listo para aplicar el hechizo desilusionador. "Dime si te mareas; lo ajusto."
"Me mareo, pero aguanto," dijo Injun. "Y prefiero ver por dónde piso. La ceguera táctica no es útil."
Haechan chasqueó la lengua, llamando la atención de Injun, intentando aligerar el ambiente con su habitual rapidez. Quería asegurarse de que el recién llegado se sintiera parte del grupo, y rápido.
"Checklist exprés del nuevo," anunció Haechan, con los brazos cruzados. "¿Honeydukes o Zonko's?"
"Honeydukes," respondió Injun sin dudar.
"¿Té o jugo de calabaza?"
"Té. Caliente. El jugo de calabaza es demasiado dulce, aunque mi madre lo tomaba mucho." Se estremeció al recordarla.
"¿Gatos sí o no?"
"Aún no lo sé, en casa nunca tuvimos gatos," Injun miró a Kayden, que descansaba en su hombro. "Pero si son tranquilos y no me tiran los pelos, los acepto."
"Perfecto. Bienvenido. Tienes voz y voto oficial en el grupo," finalizó Haechan con una sonrisa victoriosa.
Jisung, bajito, se acercó un paso más a Injun, mirando con preocupación su rostro pálido bajo la bufanda de Jeno. Su ansiedad de Hufflepuff no podía ocultarse.
"Si te cansas, me dices. Yo aguanto a Kayden, y si tienes que parar, no hay problema," susurró Jisung.
Injun puso la mano en el antebrazo de Jisung, un gesto rápido de conexión que sorprendió al menor.
"Si yo me canso, tú te sientas conmigo," dijo, serio, con la misma seguridad de Renjun. "Somos dos. No eres el único nervioso."
Renjun apretó los labios, orgulloso. Su hermano no solo había regresado, sino que ya estaba cuidando de los demás.
Injun miró a cada uno del grupo, sus ojos deteniéndose en Jeno y Jaemin. Hizo una pausa larga, el momento más íntimo y difícil de todos.
"Gracias por quererlo cuando yo no podía estar," dijo, su voz clara y sincera. Su mirada se centró en Renjun, un profundo lazo de afecto inquebrantable entre ellos. "Ahora quiero quererlo con ustedes."
Haechan se limpió otra lágrima traicionera que fingió que no existía.
"Trato hecho," dijo, golpeando suavemente el hombro de Injun.
Injun inspiró hondo, ya sin temblar. El miedo no había desaparecido, pero la soledad, sí. Estaba listo.
"Ahora pregunto yo."
Todos se callaron, la atención del grupo volviéndose hacia el recién llegado. Entendían que Injun no estaba ahí solo para ser rescatado; estaba integrándose y necesitaba los hechos.
"¿Qué les contó Renjun de mí? Quiero la versión corta, sin adornos." Su voz no era acusadora, sino analítica, buscando las piezas de la verdad.
Jisung habló primero, casi en un murmullo, acariciando suavemente las plumas de Kayden.
"Que eras su hermano menor. Que la luna roja sucedió... y que te perdió ahí. Que cuidara de Kayden porque era... lo último que lo unía a ti."
Chenle asintió, sin la menor ironía en su voz.
"Que tenía la palabra 'culpa' grabada en la frente y la llevaba como si fuera suya. Que era un recuerdo traumático y que él pensaba que te había matado. Eso dijo."
Injun lo midió con la mirada, y una pequeña curva de aprobación se formó en sus labios. Giró apenas la muñeca, mirando a cada uno para asegurarse de que no le ocultaban nada más.
"¿Dónde está Hyeongjun?" preguntó Injun, su tono cambiando rápidamente de la historia familiar a la táctica.
"Con Taeyong, el director," dijo Haechan seguro. "Mark llegó con él y con el Corazón. Están siguiendo el protocolo para destruirlo. Deben estar en el despacho."
"Bien." Injun respiró una vez más, asimilando la información clave. "Ahora, la incómoda: ¿por qué se harían amigos del hijo de la Raíz?"
El silencio esta vez fue distinto: pesado, pero no hostil, lleno de reflexiones genuinas.
Jeno respondió primero, sin rodeos, su voz profunda y resonante en el pequeño espacio.
"Porque nadie elige a sus padres. Porque lo vi ponerse delante de mí para protegerme. Eso pesa más que un apellido. Mucho más."
Jaemin añadió, suave, la intensidad volviendo a sus ojos.
"Porque cuando me quedé con él y Jeno en el puente y había thestrals, temblaba de ansiedad y aun así me pasó la manzana para que yo 'también viera'. Me enseñó a mirar sin miedo, incluso cuando él estaba aterrado."
Haechan se encogió de hombros.
"Porque un día peleó para protegerme, no para protegerse. Un Slytherin puro sangre que arriesga su cuello por un mestizo de Gryffindor no es La Raíz. Es mejor."
Jisung acarició a Kayden, recordando.
"Porque me dejó cuidar de Kayden... cuando no podía con todo. Me confió la única cosa que lo hacía sentir conectado a ti. Confiar es más fuerte que la sangre."
Chenle remató, directo, con la honestidad que a veces era más cortante que cualquier varita.
"Y porque me perdonó aun después de decirle las cosas más crueles sobre su linaje. Aunque podía odiarme por mis palabras, no lo hizo. Poder no es lo que tienes; es cómo lo usas."
Injun los escuchó a todos sin parpadear. Luego miró a Renjun de reojo, apenas un segundo, la gratitud brillando en su mirada, y volvió al grupo.
"Gracias. No necesitaban convencerme, pero quería oírlo de ustedes." Dijo con más calma. "¿Qué no debo hacer?", insistió Injun.
"Estar solo", dijo Chenle. "Y tragarte el dolor. Lo compartes, aunque sea feo."
"¿Qué puedo hacer por ustedes ahora?"
Jisung levantó tímidamente la mano.
"Mantenerte cerca. Eso ya nos ayuda."
Haechan apuntó con el mentón a la puerta.
"Y si sabes lanzar escudos bajos y rápidos, vas de oro. Somos un desastre adorable, pero táctico."
Injun asintió sin vacilar.
"Escudos bajos y rápidos. Hecho."
"Una más: si me pierdo, ¿Cómo nos reencontramos?"
Jeno señaló la moneda.
"Dos toques cortos, dos largos. Te respondemos con dos largos, dos cortos. Si no hay respuesta, te quedas quieto y esperas. Vamos a por ti."
Injun guardó la señal en la memoria como si fuera una runa.
"Entendido."
Jaemin le acomodó la bufanda que Jeno le había dado.
"Última pregunta tuya, prometo: ¿confiarás en nosotros cuando te digamos que corras?"
"Sí", dijo Injun sin titubear. "Y ustedes confían en mí cuando diga 'alto'."
"Trato", respondieron a coro.
Se volvió a Renjun, no para pedir permiso, sino para sincronizarse.
"¿Algo más que deba saber antes de salir?"
Renjun no respondió la última pregunta de inmediato. Miró a Injun y la máscara de concentración que había llevado todo el día se derrumbó. Sus ojos se llenaron de una sinceridad abrumadora.
"Lo único que debes saber," susurró Renjun, su voz era un hilo fino y precioso de emoción, "es que no dejaré que te vuelva a pasar nada. Nunca más. Ahora que te tengo de vuelta, no te vuelvo a dejar ir."
Haechan se acercó y le puso una mano en el hombro a Injun.
"Y tienes que saber una cosa, Injun. No eres solo su hermano. Ahora eres uno de nosotros. Tal como Hyeongjun. Y nosotros protegemos lo que es nuestro."
Una mirada de profunda gratitud y alivio pasó por el rostro de Injun. Un pequeño, tímido sonrojo se extendió por sus mejillas.
"Gracias", susurró, la voz le tembló un poco. "Nunca... Nunca tuve amigos aparte de Renjun y Hyeongjun. Esto es nuevo para mí."
Jisung, con la voz baja y dulce, se acercó un paso más.
"Cuando todo esto termine y estudies en Hogwarts, seguramente seremos del mismo año. Seré tu hyung aquí, pero afuera, seremos compañeros y amigos."
Chenle sonrió y le dio una palmada en el brazo.
"Sí, y te enseñaré cómo saltar en una escoba sin vomitar. O al menos, no vomitar mucho."
Injun se rió, una risa genuina que hizo que el corazón de Renjun se encogiera de alegría. Los cinco chicos se pusieron a hablar de forma fácil y animada, como si se conocieran de toda la vida. Hablaron de clases, de quidditch, de las bromas que se jugaban entre ellos.
Mientras tanto, Jeno y Jaemin se acercaron a Renjun. No dijeron nada. Jeno simplemente lo abrazó de lado, su cuerpo temblaba ligeramente no de frío, sino de la tensión contenida durante el día. Jaemin le puso la mano en la espalda de forma suave, sus dedos se movían en círculos pequeños y reconfortantes, como si todavía no pudieran creer que su novio estaba vivo, de pie, de vuelta. Renjun les devolvió el gesto, su mano se cerró sobre la otra de Jaemin y la otra acaricio el cabello azul de Jeno.
El ambiente se llenó de un calor silencioso. El grupo, aún no estaba completo, pero si estaba listos.
"Casi me muero, Jun," susurró Jaemin, su voz era un hilo frágil. Su mano se apretó un poco en la espalda de Renjun. "Cuando no regresaste con Mark y Hyeongjun... pensé que te habían llevado para siempre. Que te habíamos perdido."
Jeno asintió, su abrazo se hizo más fuerte.
"Sentimos miedo, Renjun. De verdad. No te teníamos, y no sabíamos si la última vez que te vimos era la última. Fue aterrador.""
Una punzada de culpa atravesó el pecho de Renjun. Se separó un poco, sus ojos se llenaron de lágrimas.
"Lo siento," murmuró, su voz se rompió. "No debí dejar que me atraparan con un Imperius. Debí ser más listo. Debí..."
Jaemin le tomó la cara con ambas manos, suavemente, deteniendo sus palabras.
"Jun, no. No podías saber que era una trampa. No es tu culpa."
Jeno asintió con fervor. Se acercó y le dio un pequeño beso en la mejilla, justo en el lugar donde Jaemin lo sostenía, y apoyó su rostro justo encima del hombro de Renjun, sintiendo su aliento en su cuello.
"Estás aquí, bebé," dijo, su voz era un bálsamo, eliminando todo rastro de juicio. "Eso es lo único que importa. Las cosas no pasaron como queríamos, tuvimos que escondernos y luchar, pero al final... estamos juntos. Eso es todo lo que queríamos."
Renjun se sintió caer en el alivio, las palabras de sus novios un chaleco salvavidas. La culpa no desapareció, pero se hizo manejable. Era suficiente. Ya lo era.
El resto de los chicos, conscientes de la intimidad del momento, se mantuvieron a una distancia respetuosa, conversando en murmullos. Renjun tomó un segundo para absorber el calor de Jeno y Jaemin. Luego, con los ojos todavía llenos de lágrimas, los miró directamente a ambos.
"Tengo que pedirles una cosa," dijo, su voz era apenas un susurro. "Una promesa. Sé que Mark tiene el traslador en forma de reloj que estaba en la sala segura. Se los pido a ustedes dos, porque confío ciegamente en ustedes."
Jeno y Jaemin se miraron y luego volvieron su atención a Renjun, sus expresiones serias.
"Si... si algo me pasa, si las cosas salen mal y no puedo salir, o si ven que la situación se vuelve insostenible," continuó Renjun, la voz le tembló ligeramente al mencionar la posibilidad de su caída, "por favor, usen el traslador. Lleven a Injun a su casa. A salvo. Eso es lo único que les pido. Mi única condición."
Jeno asintió con firmeza, sin vacilar.
"Lo haremos, Renjun. Lo llevaremos a la casa de Taeyong y Doyoung, si es necesario. Esa es nuestra promesa."
Jaemin le tomó la mano a Renjun, entrelazando sus dedos. Su palma era caliente y reconfortante.
"Prométenos una cosa a cambio, Jun."
"¿Qué?" preguntó Renjun, su corazón latiendo fuerte. Sabía que no sería fácil.
"Prométenos que pase lo que pase," dijo Jeno, su voz tranquila pero sin admitir réplica, sus ojos fijos en los de Renjun. "Harás todo lo que esté en tu poder para regresar a nosotros. A mí, a Jaemin, a Haechan, a Chenle, a Jisung, a Hyeongjun y a Injun. No importa lo que cueste, no importa lo que tengas que hacer. Prométenos que regresarás."
Jaemin apretó su mano, sus ojos brillando con una sinceridad inquebrantable.
"No somos solo tu escudo, Jun. Somos parte de tu espada. No nos dejes solos. Y no te dejes atrás. Vuelve por nosotros."
Renjun miró a sus novios, la lealtad en sus ojos era un peso que nunca antes había sentido, un poder. Una sola lágrima de gratitud y pura emoción se deslizó por su mejilla.
"Lo prometo. Regresaré. A ustedes. Siempre."
Apenas terminó de hablar, Jeno y Jaemin se inclinaron hacia él, sus rostros convergiendo. El rostro de Jeno fue el primero en acercarse, buscando sus labios con una necesidad feroz. Estaba a milímetros de la boca de Renjun cuando un ruido seco y exagerado rompió la intimidad del momento.
Injun tosió con fuerza, una y otra vez, hasta que los tres se separaron, mirándolo con las cejas levantadas. Él levantó las manos, una sonrisa traviesa en su rostro.
"Lo siento," dijo Injun, una chispa de diversión sincera en sus ojos. "Es que... me pareció extraño que Renjun se sonrojara tanto cuando les pregunté si eran sus amigos. Y ahora entiendo perfectamente por qué. No sabía que tenía dos novios."
Renjun se sonrojó de verdad, esta vez, las mejillas se le encendieron de un carmesí brillante que contrastaba con su palidez anterior. Jaemin soltó una risita nerviosa y Jeno se rió con ganas, una risa profunda y liberadora. Su brazo rodeó la cintura de Renjun con posesión para atraerlo hacia un abrazo, mientras enterraba el rostro en su cuello y le daba un beso ruidoso y protector justo ahí. El ambiente se aligeró drásticamente; el peso de las promesas de muerte y sacrificio desapareció por un segundo, reemplazado por la calidez, el humor, y el cariño más simple.
Jisung aún se reía por lo bajo cuando Injun dejó de sonreír. Enderezó la espalda y clavó los ojos en Jeno y Jaemin, serio de repente, como si estuviera dictando una ley antigua y no negociable.
"Escúchenme bien, los dos," advirtió Injun, su voz era baja y resonante. "Si hacen llorar a mi Renjun-ge, les lanzo un hechizo de cosquillas que los tortura lento. Rictusempra hasta que pidan perdón en verso. Y no me tiembla el pulso."
Los dos se quedaron quietos un segundo, asimilando la seriedad de la amenaza. Luego Jeno asintió, sin una pizca de broma en su expresión.
"Acepto la amenaza. Y la promesa: no lo vamos a hacer llorar por nuestra culpa, Injun."
Jaemin tragó, con la mano aún en la nuca de Renjun, su mirada fija en Injun.
"Y si alguna vez llora—porque Jun es sensible—será en nuestros brazos, no solo. Te lo debemos a ti también. Él no va a pasar por eso sin nosotros."
Renjun se llevó una mano a la frente, rojo hasta las orejas por la intimidad y la declaración.
"No soy de cristal. Ya basta."
Haechan chasqueó la lengua.
"No, pero eres de edición limitada, Jun. Es justo."
Chenle levantó la moneda que habían usado como código, como si fuera un acta notarial.
"Queda registrada la advertencia del cuñado... perdón, del hermano."
Jisung levantó un pulgar, muy serio.
"Y yo atestiguo. Somos testigos."
El silencio que siguió no fue incómodo; fue firme, sellado con entendimiento mutuo. Injun aflojó los hombros, aceptando su lugar y el de ellos, y les tendió la mano a ambos, breve, casi marcial.
"Trato hecho."
Kayden, desde su hombro, dio un picotazo suave al aire como si rubricara el pacto. Jaemin exhaló una risa que parecía alivio puro.
"Gracias por confiar en nosotros," dijo Jeno, más bajo que el resto, sintiendo que la aceptación de Injun era tan importante como la de Renjun.
Este rodando los ojos se aclaró la garganta, apoyando la espalda en el mármol frío.
"Ahora sí. Actualización. Desde que nos fuimos esta mañana. Sin adornos."
Haechan respiró hondo y habló recto, mirando al suelo como si repasara una línea de tiempo.
"Primero, pánico. Taeyong en el piso, Johnny organizando como podía, los carroñeros empujando a todos al Comedor, llegaron desde todas partes después de que tus padres se fueran. Y Mark... también. Por horas creí que se había ido con ellos a voluntad. Fue feo. Me rompió algo." Se llevó el pulgar al pecho, como si aún doliera. "Después, cuando ya me había resignado, apareció con Hyeongjun y el Corazón. Directo con Taeyong. Yo—" se encogió— "me le fui encima: un golpe en el hombro y un abrazo. En ese orden. Pero esas horas... fueron interminables."
"Todos los protocolos fueron puestos en marcha," añadió Chenle, más técnico. "Taeyong y Doyoung activaron el plan para destruir el Corazón. Winwin estaba coordinando evacuaciones por pasadizos menores. Porque patrullas de la Raíz seguían rondando los pisos." Hizo una pausa, respiró por la nariz y siguió, aún sin levantar la voz. "Cuando tus padres se fueron la primera vez, llegó Kun. Era un plan: el ataque al Ministerio y a él fue para desviar la atención. Los aurores peleaban con los carroñeros. Nosotros estábamos sacando a los que se desmayaron, recogiendo a la profesora Kang—" la palabra se le quebró y la recompuso con un carraspeo.
Los demás chicos bajaron la cabeza, con tristeza en sus rostros, Renjun mordió su labio con rabia, eso se pudo evitar, y gracias a que él cayó por tercera vez en un imperio la profesora había muerto.
"Y rehaciendo los escudos del castillo. Arreglaron vitrales, volvieron las lechuzas que habían huido con la primera explosión después de que la primera ola de seguidores de La Raíz fuera vencida. La idea era subir a los estudiantes al Expreso e irnos después de estar seguros." Tragó con fuerza. "No alcanzamos. Antes de siquiera salir del castillo, apareció Mark con Hyeongjun y el Corazón. Todas las fuerzas cambiaron de rumbo para destruirlo: directo con Kun y Doyoung, al protocolo. Eso nos retrasó. Y en la ventana del retraso, tus padres volvieron. Mataron a aurores, tomaron el castillo y exigieron que se les entregara el Corazón otra vez. Esta vez trajeron más seguidores: están por todas partes. Y no hemos sabido nada de Mark, Kun, Taeyong, Doyoung ni Hyeongjun desde hace horas."
El silencio se cerró como una tapa. Renjun sintió la culpa subirle a la garganta; Jaemin le apretó la muñeca, firme, sin decir "no es tu culpa" porque no hacía falta. Jeno asintió una vez, práctico.
"Entonces nos movemos rápido y callados," dijo sin rodeos. "Digan cuándo." Jeno, al verlo con solo el chaleco y una túnica vieja, se encogió un segundo... y sin dudar se quitó la suya. "Toma." Se la puso sobre los hombros con esa delicadeza práctica suya; Jaemin, detrás, le acomodó el cuello y le abrochó el primer broche, como si enderezara una constelación.
Renjun bajó la vista, tragó la emoción y rozó la manga con los dedos.
"Gracias."
Desde el costado, Haechan le murmuró a Injun, conspirador.
"Servicio completo: abrigo y ajuste fino."
Chenle asintió muy serio.
"Paquete premium." Injun apretó los labios para no reírse... y no lo logró.
"Fantástico," resopló Jeno, rodando los ojos con cariño. "Ahora tenemos tres personas que se potencian entre sí."
"Tranquilo, hyung," replicó Injun con gracia. "Aritmancia básica: tres estabiliza. Además, si llora mi Renjun-ge, te toca cosquilleo eterno."
"Anotado," dijo Jeno, seco, pero el amago de sonrisa lo delató.
Jaemin levantó las manos.
"Cualquier sanción, solidaria. Pero no va a hacer falta."
Renjun parpadeó rodando los ojos, volviendo al asunto.
"¿Tienen mi moneda?"
Chenle ya la tenía lista.
"Sabía que la pedirías." Se la puso en la palma. Renjun la sostuvo entre ambas manos, sintió el pulso y cerró los ojos un instante; la magia se plegó limpia, como si cambiara de cerradura.
"Viejo código, fuera. Solo firma nuestra." La moneda vibró, breve, y Kayden picoteó el aire aprobando.
"Nuevo protocolo," dijo, claro, mirando a todos. "Reagrupación inmediata: corto-largo-corto-largo. Evacuación a pasadizo: largo-corto-corto-largo. Silencio absoluto y quietos: tres cortos seguidos. Confirmación siempre con un largo único. Si alguien responde mal, no abrimos, no hablamos."
Asintieron en ronda; Injun repitió la secuencia en voz baja hasta fijarla. Jisung tocó su propia moneda, probando: corto-largo-corto-largo. Tres respuestas vibraron al instante, firmes como un latido compartido.
Hubo un momento de silencio, un minuto precioso donde todos se permitieron asimilar la avalancha de eventos: el regreso de Renjun, la resurrección de Injun, el ataque a Hogwarts, las promesas de lealtad y el pacto de protección.
Mientras Renjun, Jeno y Jaemin se aferraban a ese último momento de certeza, el resto del grupo se movía con un nerviosismo concentrado. Chenle, con la barbilla en alto, caminó hacia la esquina opuesta del baño, sacando un espejo encantado para volver a intentar el contacto silencioso con Kun, aunque nada había funcionado las ultimas horas. Haechan suspiró profundamente, la tensión pesándole en los hombros, y se acercó al lavabo para lavarse la cara con el agua fría, intentando borrar el rastro de las lágrimas pasadas. Jisung e Injun se movieron juntos, con una afinidad silenciosa, hacia el área de la ventana, donde Kayden se había posado. Ambos extendieron la mano con cuidado para acariciar las plumas del cuervo, buscando una calma táctica en el contacto.
Renjun tomó ese silencio como un momento para reconectarse completamente. Se giró para enfrentar a Jeno y Jaemin. La urgencia táctica de afuera aún existía, pero aquí, en ese lugar, existía la verdad que los anclaba.
Jeno se acercó, levantó su mano y acarició la mejilla de Renjun con una delicadeza abrumadora, sus ojos llenos de la promesa de días más tranquilos.
"Aguanta un poco más, Junnie," susurró Jeno. "Cuando todo termine, te vamos a conseguir un montón de sándwiches y pastel de calabaza, y no te dejaremos levantarte de la cama por tres días o más. Lo prometo."
Jaemin le pasó suavemente el pulgar por la comisura del labio inferior, limpiando una mota invisible, mirándolo con un anhelo tan profundo que dolía.
"No volveré a apartarte de mi vista, Renjun," dijo, su voz era un hilo firme. "Te lo prometo."
Renjun sintió que se ahogaba en su afecto, sus mejillas se encendían con un sonrojo tímido y feliz. Se aferró a sus manos.
"Lo sé," respondió, su propia voz suave y cargada de emoción. "Lo siento por haberlos preocupado así. De verdad."
Jeno y Jaemin se miraron brevemente, y luego ambos volvieron a mirar a Renjun con la misma expresión seria y profunda.
"Desde que te fuiste," comenzó Jeno, su voz profunda y vacilante, "nos habíamos arrepentido de no haberte dicho una cosa."
"Sí," continuó Jaemin, con un brillo ansioso en sus ojos. "Era lo único que queríamos que supieras si no volvíamos a verte, porque..."
Renjun se quedó paralizado. Con un movimiento rápido, llevó sus manos a las bocas de ambos, deteniendo sus palabras. Sabía exactamente lo que iban a decir, y su corazón golpeaba en su pecho con una alegría aterradora. El deseo de oírlo era abrumador, pero el miedo a que se dijera justo antes de una posible tragedia lo paralizó.
"No. Deténganse," murmuró Renjun, sus ojos brillantes por la emoción contenida. "Díganmelo cuando esto termine. Cuando volvamos a tener la garantía de un mañana, cuando no haya carroñeros acechando y cuando esté seguro de que soy una persona libre, y no un mago oscuro que huye."
Jeno sonrió suavemente y quitó la mano de Renjun de su boca con delicadeza, apretándola cerca de su corazón.
"Tonterías. Nosotros nos enamoramos del mago oscuro," dijo el chico con seguridad, su mirada no vaciló, su voz era una declaración de lealtad absoluta al caos que Renjun representaba.
Jaemin asintió con fervor, besando la palma de Renjun que estaba en su rostro. Su aliento era cálido en la piel de Renjun.
"Exacto. No nos asusta tu sangre. Nos enamoramos del tú que se enfrenta a la oscuridad. Vuelve a nosotros, y te prometo que nunca más tendrás que preocuparte por si eres 'suficiente'."
Renjun se sintió el chico más afortunado y amado del mundo. Su rostro, ya sonrojado, se encendió aún más, subiendo hasta la punta de sus orejas. La felicidad era tan abrumadora que apenas podía respirar. Cerró los ojos un instante, respirando el aroma de ambos y apoyándose en ellos, sintiendo la promesa sólida de su futuro.
"Cuando terminemos todo esto," murmuró Renjun, la voz apenas un hilo tembloroso por la emoción. "Yo también se los diré."
El alivio inundó a Jeno al ver la sonrisa nerviosa de Renjun.
"Pues, por mí, te lo diría ahora mismo, en este baño," replicó Jeno, con esa intensidad suya que volvía cada palabra en una verdad ineludible. "Aquí fue donde nos besamos, nos peleamos y se volvió nuestro, Jun. ¿Qué lugar podría ser más especial para decir lo más importante?"
Jaemin rio suavemente, rodando los ojos con afecto hacia Jeno.
"Oh, Jeno. Renjunnie quiere hacerlo especial, así que será especial. Lo haremos con velas y una cena, o lo que él quiera."
Velas y una cena. Renjun recordó la noche que había pasado con ellos en la Sala de los Menesteres, donde las estrellas pintadas en el techo se sentían más reales que la propia noche. Había temblado de miedo y ellos simplemente se quedaron.
"Para mí, cada momento que estoy junto a ustedes dos es especial," insistió Jeno, besando la frente de Renjun con devoción.
Cada momento. Renjun sintió el peso de esa verdad. Recordó la última vez que había visto a su padre, la frialdad de su madre, el Imperius. La vida que se le ofrecía ahora, la verdadera, estaba aquí, en el calor de Jeno y Jaemin. ¿Qué eran unas palabras frente a la eternidad?
Jaemin se encogió de hombros, inclinándose para susurrar.
"Y eso es porque Jeno es un sentimental. Además, la acústica aquí es terrible para una declaración de amor. Imagínate.'"
La acústica es terrible. Renjun sintió que la presión se rompía. Miró a los dos chicos frente a él, al caos inminente que los esperaba fuera de la puerta. Se dio cuenta de que realmente no tenía nada que perder. Había estado a punto de morir; su hermano había regresado de la muerte. La vida era ahora. Recordó cómo fue su acercamiento, cada toque, cada confesión silenciosa, y todo lo que habían vivido juntos. La promesa de un futuro no era más fuerte que la realidad de ese presente.
"Cuando todo acabe," dijo Jeno, su voz llena de promesa, "entonces lo primero que diré será esa palabra. No voy a esperar un segundo más."
La primera palabra. Renjun sintió un pinchazo de nostalgia, recordando cómo era él al principio: cerrado, frío, obsesionado con la perfección. Recordó la rigidez de su postura, la cortante precisión de sus palabras, su apellido. En cualquier otra circunstancia, en cualquier otra persona, su actitud habría provocado cautela, o incluso miedo. Deberían haberle temido. Deberían haber visto la sombra de La Raíz en cada uno de sus movimientos, en cada uno de sus silencios.
Jeno y Jaemin, sin embargo, habían llamado su atención desde el primer momento, dos puntos brillantes que nunca temieron acercarse a la sombra. Nunca mostraron miedo. Solo curiosidad, luego afecto, y finalmente, una lealtad que no se inmutaba ante su pasado ni su linaje. Por eso la desesperación de Jeno por decirlo, y la urgencia de Jaemin por la privacidad, eran tan importantes: eran la prueba de su aceptación incondicional.
"Podríamos esperar y hacerlo en la Torre de Astronomía, en una cena elaborada, con un lindo atardecer," respondió Jaemin, pasando su pulgar por la mandíbula de Renjun, con aire soñador.
Una cena elaborada. Renjun recordó el sándwich simple que ambos le habían dejado en su pupitre en clases de Encantamientos. No era un regalo lujoso, no era un objeto mágico, sino un sándwich perfectamente envuelto, con nada más que buenas intenciones. Ese misero sándwich fue literalmente el primer acto de bondad abnegada, sin un motivo oculto, sin una exigencia de lealtad, sin una promesa política, que le habían dado en su vida, claro, sacando a Injun y Hyeongjun de la ecuación. Ese simple gesto de cuidado lo había desarmado por completo. Había quebrado la armadura que La Raíz había forjado alrededor de su corazón. La sorpresa fue tan grande que no sabía que hacer al principio, temiendo que, si lo hacía, caería un poco más, y no se equivocaba, caer había sido la mejor parte. No necesitaba algo elaborado.
"En Sortilegios Weasley hay artículos para hacer fuegos artificiales," sugirió Jeno, con los ojos brillando con una idea absurda. "Podríamos comprar uno y encantarlo para que diga la palabra en el cielo de Hogwarts."
Fuegos artificiales. Renjun recordó la primera vez que habían hablado los tres, sobre un tonto libro de Aritmancia avanzada. Había sido una conversación simple, sin adornos ni explosiones, solo ellos tres en los vacíos y tranquilos pasillos de la biblioteca. La paz que había sentido era algo inigualable, un bálsamo para su alma tensa, y era una paz que constantemente sentía ahora que los tenía a su lado. No necesitaba que el mundo viera su declaración en el cielo; necesitaba que Jeno y Jaemin sintieran la certeza en cada segundo a su lado.
"Renjun le gustan las cosas más discretas," rebatió Jaemin, con un tono de suficiencia que hizo a Jeno bufar. "Por eso yo soy el inteligente en la relación."
Discretas. Renjun miró los rostros de sus novios, uno defendiendo la sencillez, el otro soñando a lo grande. Recordó que había vivido más en los meses desde que llegó a Hogwarts el año pasado, más verdad, más peligro, más alegría, que en toda su vida anterior. Habían sido meses caóticos, sí, pero habían sido los mejores meses de su vida, y no cambiaría nada si todo lo llevaba de nuevo a ese mismo momento.
No podía esperar por una cena, por un futuro incierto. La verdad era ahora.
"Ah, ¿sí? Ya te dije que yo también puedo ser inteligente." comenzó Jeno, apuntando a Jaemin con un dedo acusador, a punto de revelar una anécdota.
"Creí que ya estaba claro que eras los músculos." Rio de forma ligera Jaemin tapándose la gran sonrisa. "Mis ideas son clarame-"
"Los amo."
Renjun habló por encima de ellos, con una voz que era de repente clara, fuerte, y absolutamente segura, deteniendo la disputa antes de que pudiera tomar forma.
El silencio que siguió no fue tenso, sino una campana de cristal. Jeno y Jaemin se quedaron inmóviles, sus rostros reflejando un éxtasis mudo. La alegría pura y desinhibida borró cualquier rastro de miedo o estrategia.
Renjun sintió el miedo desvanecerse y ser reemplazado por una inmensa y cálida ligereza. El peso que había cargado durante meses—la culpa, la oscuridad, el miedo a ser insuficiente—se disolvió. Sintió un torrente de calor en su pecho que lo hizo sonreír de verdad, sin reservas.
Jeno fue el primero en reaccionar. Su boca se abrió en una sonrisa que abarcó todo su rostro y sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad, tan intensas que Renjun supo que Jeno estaba a punto de llorar.
"¡Renjunnie!" exclamó Jeno, y su voz se quebró. Se lanzó hacia él, no en un abrazo protector, sino en uno de pura celebración. "¡Yo también te amo! ¡Te amo, te amo, te amo!"
Jaemin no lloró, sino que soltó una carcajada fuerte y deslumbrante, agarrando la mano libre de Renjun y besando su palma con una devoción total. Sus ojos brillaban con una alegría feroz.
"¡Ya era hora, maldición! ¡Yo te amo más, chico oscuro!" gritó Jaemin, su voz resonando apenas en el pequeño espacio. "Y no vamos a dejar que te vayas a ningún lado, ¿entendiste? ¡Tienes que volver para que podamos decírtelo mil veces más!"
Renjun se sintió caer en la felicidad compartida, devolviendo ambos abrazos. Por fin. La verdad estaba dicha.
Se siente tan bien. Tan jodidamente ligero. A pesar de la guerra, a pesar de sus padres, a pesar del caos, no tenía miedo. No tenía arrepentimientos. Amaba a esos dos chicos y los amaba con todo su corazón. Debió saberlo desde el momento en que los vio, desde el primer sándwich, desde el primer choque de miradas en el gran comedor esa primera noche: iba a caer. Y caería mil veces más, sin dudarlo, siempre y cuando pudiera ver las sonrisas radiantes de Jeno y Jaemin.
Jeno se apartó apenas, con la nariz aún roja, y fue entonces que Jaemin se acercó. Lo alcanzó, deteniendo el resto del ruido. Su rostro se acercó al de Renjun, lo hizo con una lentitud deliberada que llenó a Renjun de anticipación y una deliciosa ligereza. Su rostro se acercó al de Renjun, y esta vez, habló en un susurro grave que Renjun sintió vibrar contra su piel.
"Te amo," susurró Jaemin, y lo besó de forma ligera, casi tímida. Renjun sintió los labios suaves de Jaemin moviéndose con lentitud, saboreando el momento. Sus manos ahuecaron las mejillas de Renjun con una ternura inaudita, el pulgar acariciando su piel. En ese contacto, Renjun sintió una ola de felicidad tan absoluta que se convirtió en una garantía: sabía que estaba bien, que siempre estaría bien cuando estuviera con ellos.
Jaemin se separó apenas, apoyando su frente contra la de Renjun, respirando su aliento. Sonrió, con una sonrisa amplia y sin reservas, y lo miró a los ojos, con toda la intensidad del mundo concentrada en ese punto.
"Te amo, Huang Renjun." Repitió, la verdad sellada en el santuario.
Jaemin se hizo a un lado, y fue Jeno quien tomó su lugar. Se acercó a Renjun, tocando su nariz con la suya y la frotó suavemente con una risa profunda y ronca.
"Estoy tan feliz de haberte dado ese sándwich," dijo Jeno, con un tono de voz lleno de un asombro genuino. "Realmente, gracias por aceptarlo."
Renjun le susurró, el corazón latiéndole desbocado.
"Gracias por la idea de darme un sándwich."
Jeno negó con la cabeza, riendo.
"No fue nada." Se inclinó de nuevo. "Solo fue porque te amo." Le sonrió, convirtiendo sus ojos en medias lunas perfectas, y se acercó para besarlo.
Esta vez, el beso fue profundo, sin la urgencia de la despedida, sino con la dulzura de la promesa recién revelada. Jeno y Renjun se unieron con lentitud, saboreando el momento. Las manos de Jeno viajaron con posesividad a la cintura de Renjun, acariciando suavemente, mientras las manos de Renjun viajaban instintivamente hacia el rostro de Jeno, acunando sus mejillas.
En un instante, se quedaron quietos, con los labios todavía tocándose, solo respirando.
"Amarte fue la mejor decisión de mi vida," murmuró Jeno contra sus labios, su aliento cálido.
"¿Decisión?" preguntó Renjun, apenas separándose, confundido y feliz. "¿Acaso pudiste decidir algo así?"
Jeno lo miró con los ojos brillantes, su sonrisa firme.
"Sí. Desde el momento en que te vi, lo supe. Fue una decisión fácil, Junnie."
Injun tosió discretamente por tercera vez, lo suficientemente alto como para ser escuchado, y Haechan le dio un codazo suave, riendo por lo bajo.
Injun hizo un gesto con la mano hacia la puerta.
"Si quieren, nos vamos todos y les dejamos el sitio. Es comprensible, hay una guerra y tienen prioridades."
Renjun se sonrojó de nuevo, cubriéndose la cara con una mano.
"No, Injun, no es necesario. Ya... ya terminamos."
"Ahora sí," dijo Jeno, separándose, su rostro radiante y todavía con los ojos brillantes de emoción. "Ahora sí podemos ir a la guerra."
Haechan soltó una carcajada burlona.
"Bueno, por lo menos Jeno y Jaemin no van a tener que ganarse a los suegros," comentó, refiriéndose a los padres de Renjun con sarcasmo.
Injun se echó a reír, un sonido nuevo y libre. Se cruzó de brazos, mirando a Jeno y Jaemin con una seriedad juguetona.
"Sí, pero tendrán que ganarse al hermano protector, o sea yo. Y no será fácil. Los pondré a prueba si es necesario, porque mi Renjun-ge es lo más importante en mi vida. Y Hyeongjun será mi secuaz principal en este asunto."
"Aceptamos el reto, y la prueba," respondió Jaemin con una sonrisa de lobo. "Lo haremos oficial cuando esto termine."
"Hecho," dijo Jeno, y le dio un último beso rápido en la frente a Renjun.
Jisung, que había estado observando la dinámica familiar con una mezcla de fascinación y alivio, se acercó a Injun.
"Será un placer ser tu secuaz de prueba, Injun. Se todas las debilidades de esos dos."
"Y yo haré los cuestionarios de opción múltiple para las pruebas. Tienen que ser rigurosos," agregó Chenle, guardando su moneda con un gesto decidido.
Renjun sonrió, su corazón ligero.
"Ok sabelotodo, creo que deberíamos empezar a movernos, ¿están listos?" Pregunto Renjun, ajustándose la túnica que Jeno le había dado, todos asintieron al mismo tiempo ahora más serios. "Nos movemos en dos hileras. Escudos bajos y rápidos. Y si digo 'alto', es alto."
"Recibido," contestó Jaemin, ya a su lado. Jeno apretó la mandíbula, Kayden voló al hombro de Injun a la señal. Haechan abrió la puerta con un dedo; Chenle contó pasos. El grupo respiró a la vez... y salieron.
El pasillo del baño se quedó detrás como una exhalación. Renjun cerró los ojos un instante y dejó que el "latido" del Corazón le tirara del esternón: un golpecito seco, repetido, como metal golpeando agua.
"Bajo el Gran Comedor," murmuró hacia el grupo. "Hacia Hufflepuff."
Deslizó un Desilusionador sobre todos después de hacerle una seña a Jeno quien tomó la punta, Jaemin cerró en la retaguardia; Chenle y Haechan iban de "cortina" con Muffliato a ráfagas; Jisung, ojos y oídos, mientras Injun iba en medio de todos.
Bajaron por la escalera de servicio del ala oeste, donde la oscuridad era más densa. Justo al cruzar el corredor del tapiz de Barnabás, la punta del grupo se detuvo en seco.
Dos figuras, corpulentas y vestidas con túnicas de viaje desgarradas, doblaron la esquina. Eran carroñeros, con varitas desenvainadas y linternas mugrientas que lanzaban círculos amarillos de luz contra los muros. Estaban hablando en voz baja, quejándose del frío y de la falta de "presos fáciles".
La tensión se hizo palpable. Renjun sintió cómo el corazón de Jeno, que iba a su lado, se aceleraba. Todos se quedaron quietos, paralizados por el hechizo, sin hacer el menor movimiento. El contacto físico entre ellos era el único anclaje. Los carroñeros pasaron a escasos centímetros de donde estaban parados, la luz de sus linternas barriendo el aire invisible a su alrededor.
Renjun cerró los ojos, sintiendo el aliento rancio de uno de ellos, pero su hechizo era perfecto. Los carroñeros siguieron su camino, desapareciendo lentamente por el pasillo.
Solo cuando el sonido de sus pesados pasos se desvaneció, Renjun se permitió un suspiro silencioso. Continuaron, doblando hacia el nivel de los sótanos, al pasillo de Hufflepuff. Allí, en el muro exterior, los esperaba el cuadro del cuenco de frutas.
Renjun no dudó. Deslizó la mano por el aire, deshaciendo con un gesto rápido el Desilusionador en todo el grupo, y al mismo tiempo, tomó la moneda de su bolsillo. La tocó tres veces, un código de emergencia que no fallaba: estamos aquí, estamos en peligro, somos nosotros.
La pera en el cuenco de frutas se convirtió en un pomo y la puerta se abrió con olor a pan recién horneado y cobre bruñido. Entraron con un suspiro colectivo de alivio.
Las cocinas respiraban calor, un contraste inmediato con el frío pasillo de mármol. Sobre una mesa de madera, Taeyong se alzaba el vendaje de una herida mientras Doyoung ajustaba un escudo silencioso hacia la entrada, su rostro cansado pero concentrado. Kun estaba pálido, pero en pie, revisando mapas. Mark vigilaba un cuenco de piedra cubierto por un vidrio agrietado que latía con una luz roja enferma, el Corazón de Slytherin. Y, rígido como arco tensado, estaba Hyeongjun, observando la entrada con la varita en mano.
Entraron con un suspiro colectivo de alivio. Tan pronto como el último miembro del grupo cruzó el umbral, Jaemin cerró la puerta de golpe tras ellos. Renjun no perdió un segundo, apuntó a la entrada y murmuró un complejo encantamiento silenciador y de bloqueo, añadiendo otra capa de seguridad a la defensa de Doyoung.
Fue Injun quien rompió el tenso silencio. Dio un paso. Luego otro, separándose del grupo.
"Hyeongjun." Su voz era un hilo firme, lleno de la emoción que había estado conteniendo.
El lobo, Hyeongjun, parpadeó... y se quedó clavado, la varita a medio levantar. Los dedos le temblaron visiblemente.
"No," susurró Hyeongjun, retrocediendo ligeramente. Trató de sonreír y no pudo, la expresión de su rostro era de puro pánico. "No me hagas esto, por favor. ¿Eres—? ¿Boggart? ¿Un disfraz?" Su voz era un ruego. La pérdida de Injun era su herida más profunda, la que había impulsado toda su rabia.
Injun no retrocedió. Se acercó lo suficiente para tomar la mano de Hyeongjun entre las suyas y le sonrió, con una sonrisa que era la viva imagen de la de Renjun, pero más franca. Le sostuvo la muñeca con suavidad para que sintiera el pulso, la calidez innegable de la vida.
"Soy yo," dijo Injun bajito. "Sin Boggart. Sin truco."
Hyeongjun tragó con dificultad. Su nariz buscó el olor familiar de su amigo perdido. La respiración se le quebró en el pecho.
"Dime algo que yo sepa. Algo estúpido."
"Tu silbido de llamada tiene tres notas y siempre desafinas la última, justo antes de que te rías," respondió Injun.
Hyeongjun soltó el aire de golpe. Sus ojos se abrieron, la incredulidad luchando con la verdad.
"¿Y cómo me decías cuando lloraba?"
"Valiente," respondió Injun sin pestañear. "Siempre te decía: Eres valiente."
La duda se quebró. Hyeongjun emitió un sonido gutural, una mezcla de dolor y alivio. Bajó la varita y lo agarró con ambos brazos y lo levantó del suelo, un abrazo torpe, desesperado y feroz que le sacó un sollozo ahogado.
"Te perdí, Injunnie... te perdí..."
"Ya no," dijo Injun, con la cara enterrada en su hombro, el peso de los años de aislamiento cayendo de sus espaldas. "Ya no."
A un costado, Chenle llegó a Kun casi tropezando. Kun lo abrazó con una mano y con la otra le acaricio la sien como siempre. Doyoung apoyó un apretón seco en el hombro de Jeno y apoyo su rostro en su cuello con cansancio; Jaemin exhaló por fin, la risa-que-es-alivio apenas un hilo.
Renjun se acercó, posando una mano en el hombro de su hermano y llamando la atención del grupo.
"Lo siento, la presentación formal quedó postergada," dijo Renjun, su voz llena de una felicidad que todos entendieron. "Él es mi hermano. Es Injun. Está vivo y está con nosotros. Es de quien les hable aquella vez del ritual de La Raíz.." La sala entera, desde Mark hasta Taeyong, se giró para mirar a Injun con renovada sorpresa.
En ese momento, el cuenco de piedra latió otra vez, y la luz roja bajo el vidrio agrietado se hizo más brillante y violenta, recordándoles el verdadero peligro. Taeyong señaló el vidrio protector con urgencia.
"Intentamos el hechizo antiguo. El que encontraron con Hyeongjun, Renjun," explicó Taeyong, con la voz tensa. El mencionado asintió, acercándose al cuenco. "El hechizo para destruir una reliquia tan antigua, con magia oscura tan poderosa como el Corazón de Slytherin, requiere más que solo poder arcano."
"¿Y qué falta?" preguntó Renjun, su mente ya en modo estratégico.
Doyoung, sin soltar la vista de la entrada, su rostro serio.
"Falta un requisito que no teníamos, pero que ahora, milagrosamente, sí tenemos y entendemos. Para quebrar un mal basado en la primacía de la sangre y el control, el conjuro exige la Unión de las Tres Sangres Reclamadas. Requiere la fusión de tres linajes específicos que el Corazón considera suyos: la Sangre de Control." Miro a Renjun, "la Sangre Pura" Siguió a Injun, "y la Sangre Renegada" Termino en Hyeongjun, quien asintió. "Solo la verdad de su unidad, aceptando las tres impurezas y el Lupus como propios, puede destruir el hechizo."
Hyeongjun apretó la mandíbula y se enderezo con rigidez, aún con los ojos húmedos.
"Cuando encontramos el hechizo no sabíamos si iba a funcionar o no, pero su mente se enfocó en la tarea. "Cuando Renjun y yo encontramos el hechizo en la biblioteca de la Raíz, no sabíamos qué significaban esas runas antiguas, o si iba a funcionar. Era una locura." Taeyong asintió. "Pero con la ayuda de Taeyong, Kun, y Doyoung—quien fue crucial al sacar un libro del Departamento de Misterios que documentaba exactamente este tipo de rituales de ruptura—pudimos descifrarlo. Es una magia de balance. El Corazón solo puede ser destruido por aquello que representa su antítesis más íntima: la aceptación de la sangre impura para anular la obsesión por la pureza."
Taeyong trazó con la varita tres cortes mínimos en la piedra, orientados a norte, este y oeste del cuenco.
"Una gota aquí de cada uno. Luego, unísono."
Jeno y Jaemin tensaron hombros cuando Renjun alzó la mano herida. Renjun les sostuvo la mirada: está bien. Injun le sujetó la muñeca izquierda, firme. Hyeongjun se colocó al otro lado, temblor ya domado.
Mark se acerco por el lado de la mesa a Haechan y le tomo la mano con nerviosismo. Los demás chicos se acercaron a ellos. El latido del Corazón bajó un tono. Los elfos de cocina, sin preguntar, posaron dedos en el suelo: magia de hogar antigua, tibia, envolviendo la sala.
"Listos," dijo Taeyong. La llama del fogón se alargó, azul profundo, y tocó la runa exterior del cuenco. El aire se volvió grave, y leyó con detenimiento el hechizo.
Los tres dejaron una gota. La piedra bebió y las runas encendieron tres colores: dorado el de Renjun, plateado el de Injun, ámbar el de Hyeongjun.
"Renjun," guió Taeyong, su voz grave. "Debes clamar tu verdad robada. Llama a lo que perdiste bajo el control de La Raíz."
"Injun," dijo Hyeongjun, su voz baja y áspera de lobo, asumiendo su papel. "Debes sellar tu linaje con tu propia voluntad, no con la de tu sangre. Reclámalo, solo lo tuyo."
"Y yo rompo el poder de su mordida," añadió Hyeongjun, sintiendo la tensión del Lupus arder bajo su piel. "Para que el vínculo del mal nunca vuelva a cerrar."
No era latín de manual. Eran conjuros olvidados. Los tres hablaron al unísono, las frases cortas, directas y resonantes:
"Que mi voluntad arrebate lo que no se me dio" Clamó Renjun, su voz temblando con el control recién adquirido.
"Que mi linaje sea mi elección, no mi prisión." Afirmó Injun, con la firmeza de alguien que ha regresado.
"Que la herida se vuelva el arma contra quien la hizo." Rugió Hyeongjun, con un matiz de licántropo en su voz.
El Corazón de Slytherin emitió un chillido agudo. El vidrio crujió con un gemido. El Corazón intentó contraatacar: un latigazo verde chocó contra los escudos de Doyoung, el pulso perdió agresividad y se volvió pesado.
"Ahora el nudo," dijo Taeyong, su voz tensa. "La transferencia de poder."
Los tres hermanos se acercaron más al cuenco. El Corazón respondió de inmediato, emitiendo un sonido áspero, una succión de magia que intentaba atraerlos. Jeno le plantó la mano entre los omóplatos a Renjun, dándole fuerza y manteniéndolo firme; Jaemin se apoyó en el codo de Injun, listo para estabilizarlo si la magia tiraba de él.
Renjun clavó los ojos en Injun, no solo con determinación, sino con la verdad de su amor recién confesado.
"Si la reliquia intenta tirar de la conexión, nosotros tiramos más fuerte," dijo, su voz resonando con una convicción que desafiaba a La Raíz. Ambos chicos asintieron con convicción.
Doyoung lanzó un rayo de energía pura hacia el cuenco para catalizar la sangre.
Taeyong levantó su varita.
"¡Fidus Profero!" clamó, y un hilo de luz plateada envolvió a los tres hermanos, proyectando las palabras exactas del conjuro antiguo directamente en sus mentes, garantizando la sincronía y la precisión.
Los tres hablaron de nuevo, con la sincronía forjada en la tragedia y el reencuentro, sus voces resonando con una única y poderosa intención:
"Devuelvo el yugo que me fue impuesto." Declaró Renjun, liberando el control.
"Recibo mi voluntad, y la blindo." Afirmó Injun, reclamando su libertad.
"Cierro la puerta a la tiranía de la sangre." Finalizó Hyeongjun, sellando la ruptura con su linaje.
La cocina entera contuvo la respiración.
Nadie habló. Taeyong soltó el aire que no sabía que había estado conteniendo, su cuerpo relajándose por primera vez en semanas.
"Lo rompieron," susurró Taeyong, su voz llena de un asombro profundo. "Se acabó. El único medio de La Raíz para dominar al mundo mágico se ha roto."
El silencio, ahora lleno de la magia calmada de la destrucción lograda, duró apenas tres segundos. Fue la paz antes de la tormenta.
Arriba, justo en el pasillo que acababan de dejar, botas corrieron; el jadeo frenético de Winwin, rompió el silencio de las cocinas.
Doyoung apuntó la varita a la puerta del cuadro. Voces rasposas, cargadas de malicia y frustración, se escucharon claramente al otro lado. La Guardia de Élite había llegado.
Y, por el tono de esas voces, todos en la cocina supieron de inmediato quiénes eran:
Huang Jianyu y Lee jeongjin.
Notes:
Lamento la tardanza :[ siento que demore mucho deje a tod@s en suspenso, como compensación son 13.200 palabras esta vez. Estuve sumida en el hoyo de la desesperación, tengo entrega de tesis y he estado muy cansada después de volver del panamericano, por eso, lo siento y espero que les guste este capitulo, como es tan largo probablemente se me haya escapado algún error, si ven alguno me dicen :D
Saben que amo cuando comentan??? Por favor comenten aaaaaa me hacen muy feliz e intento contestar a todo, a menos que no sepa que contestar xd, pero si tienen algo que decir, hasta si tienen alguna duda, yo se las contesto T.T
Chapter 38: El precio del legado
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El aire cambió antes que el sonido. Las llamas de los fogones se plegaron hacia adentro, azules y silenciosas; el cobre de las ollas empañó en un segundo; el pan a medio levar se hundió como si alguien le hubiese quitado la voluntad. Las baldosas sudaron una escarcha gris que crujía al respirar.
Taeyong alzó la cabeza.
"Lo sintieron."
Doyoung ya tenía la varita arriba, los ojos a la puerta de la pera.
"Vienen."
Hyeongjun olió el pasillo, los hombros tensos.
"Los huelo," murmuró haciendo una mueca. "Ella primero. Él detrás."
Renjun no tuvo que preguntar quiénes. El estómago le dio un vuelco. Buscó a Jeno y a Jaemin: ya estaban colocados sin hablar, uno a cada lado de Injun, hombro con hombro, formando un ángulo que lo cubría del cuadro y de la mesa del cuenco. Jaemin le acomodó la bufanda a Injun casi sin mirarla; Jeno le presionó la nuca un segundo, acariciándolo con dulzura, su hermano temblaba casi completamente.
Renjun les tocó los antebrazos llamando su atención.
"Quietos." Ordeno a ambos, quienes asintieron, mirando el reloj que Mark tenia colgando en el pantalón, Renjun lo vio también y volvió a los chicos frente a él, les dio un solo asentimiento que ellos respondieron con un parpadeo y labios apretados.
Alzó la mano izquierda y derramó el hechizo como lluvia fina.
"Desilusionador." Y vio como el rostro de su hermano se tensaba y su respiración se agitaba, sentía muchísimo su miedo, pero la única certeza de Renjun era que Injun iba a estar a salvo, confiaba en Jeno y en Jaemin para ello.
La piel de los tres se onduló, tragando luz; la tela se volvió piedra, vapor, grieta. Aun así, Renjun conocía la trampa: los padres podían ensuciar el aire para delatar formas invisibles. Chasqueó la lengua y añadió, en susurro apretado.
"Aeros Limpio... Muffliato." Susurro.
El hollín en suspensión se pegó al suelo en un anillo mudo, y el eco de las respiraciones desapareció como si alguien hubiese cerrado una puerta acolchada. Kayden, entendiendo la gravedad, bajó las alas y se hizo una sombra pegada al marco de un horno. Flicker se escondió más hondo en la bufanda de Jisung, asomando dos ojitos verdes.
El cuadro del cuenco de frutas se marchitó a la vez: las uvas ennegrecieron, la pera se puso parduzca y blanda; el tirador verde giró solo media vuelta y se detuvo, como si alguien del otro lado tanteara la cerradura con la yema de un dedo. El metal emitió un quejido muy bajo, apenas vibración.
"Renjun..." susurró Jaemin, casi imperceptible, sin moverse del sitio, el mencionado apenas lo escucho.
"Todo va a estar bien" murmuró Jeno, más para Injun que para él.
El ambiente pesó de golpe. No era simple frío: era una presión que entraba por los oídos y se asentaba detrás de los ojos. Las sombras de los bancos se alargaron hacia la puerta, obedientes. Desde el corredor llegó una nota sostenida, tan pura que lastimaba: la voz de Jeongjin, afinando la piedra para que cantara su nombre, era una melodía enfermiza.
Taeyong deslizó la palma por el suelo, extendiendo un hechizo que no brillaba; simplemente estaba. Doyoung superpuso un velo de contención a la altura de los zócalos. Kun, sereno pero firme, recogía con guantes rúnicos la arena oscuroverdosa del Corazón en un saquito, cada grano mudo con una precisión milimétrica.
Mark acerco a Haechan y Jisung a donde estaban los chicos, con el reloj a unos centímetros de su mano para usarlo si la cosa se ponía fea. El pulso del pasillo se desacompasó un instante, como si una cuerda hubiera vibrado fuera de tono.
Renjun tragó en seco. Notó su propia mano temblar, y la escondió contra la túnica que Jeno le había dado. Miró el vacío donde sabía que estaban ellos tres bajo el hechizo y se obligó a respirar en siete tiempos. Uno. Dos. Tres. Cuatro...
Del otro lado del cuadro, un tac, tac, tac de pasos sin prisa. Un talón y luego otro, limpios, cortando el silencio como cristal. Detrás, otro ritmo, más pesado y lento, como si alguien arrastrara con los dedos un objeto por la pared al caminar.
La pera vibró. La pintura hizo un ruido húmedo, y por un momento las frutas parecieron mirar hacia el interior.
Hyeongjun dejó escapar un hilo de aire.
"Nos huelen," dijo sin voz. "No a nosotros... al ritual."
Renjun cerró los ojos un segundo. Su magia quería alzarse como un animal y responder. No. Bajó la frecuencia, la escondió bajo el calor de Taeyong, y apretó más el Desilusionador sobre Jeno, Jaemin e Injun, hasta que el mundo alrededor de ellos fue sólo piedra y pan.
Y entonces los oyó claramente: dos respiraciones al otro lado del cuadro, medidas, contentas. Una voz suave como una navaja mojada, casi un arrullo.
"Abran, que ya sé que están ahí." Susurro la voz de su padre.
"No se escondan." Dijo la voz de su madre.
La pera del cuadro vibró, a punto de volverse manija, cuando Kun se acerco con rapidez y le tocó a Renjun el entrecejo con dos nudillos.
"Quédate aquí y escucha." Su voz era baja, sin adornos. "Desilusionador."
La piel de Renjun se onduló y desapareció del mundo visible. Esta vez la firma mágica era diferente a la suya, más profunda, más completa: no solo luz doblada, también olor borrado y calor disipado. Renjun se sintió como una presencia negativa, un vacío en el espacio.
Kun sostuvo el contacto en el entrecejo un latido más, asegurándose de que la orden final quedara grabada.
"Hagas lo que hagas," le instruyó Kun, con una mirada tan firme que era un hechizo en sí mismo, "no los mates. Ni por rabia ni por reflejo. No te conviertas en lo que ellos querrían para ti. ¿Entendido?"
Renjun tragó. El nudo en su garganta era espeso, la rabia de la traición y la amenaza de sus padres luchaban contra el frío control de Kun. Era la prueba final de su propia voluntad.
"Entendido," respondió Renjun, su voz apenas un susurro de aire invisible. El momento había llegado.
La manija verde giró por fin. La puerta de la cocina se abrió con un susurro de pintura húmeda.
Taeyong no alzó la voz; bastó con mirarlos.
"Elfos, fuera. Ahora. Rifkin, Lalla, Poppy: lleven a todos al almacén frío del ala antigua y séllenlo por dentro, Winwin, ve con ellos." El mencionado asintió sin más, sabiendo que no sería de ayuda en la pelea.
Un coro de pop secos respondió al instante. Sartenes vibraron solas al quedar sin manos; una bandeja de pan se quedó a medio camino en el aire antes de caer suavemente sobre la mesa.
Huang Jianyu y Lee Jeongjin cruzaron el umbral con la calma mortal de quienes ya han decidido el final de la partida, sus túnicas oscuras destacando contra el cobre bruñido. La temperatura bajó dos grados al instante, la magia cruda y fría de la Raíz invadiendo el ambiente. Las llamas de los fogones se encogieron hasta quedar en puntitos azules, casi asfixiadas. Dos cuchillos de carnicero salieron de una tabla de picar, girando en el aire como agujas a la caza de pulso, controlados por la varita de Jeongjin.
"¿Dónde está?" La voz de Jeongjin era casi tierna, llena de una peligrosa dulzura, como si estuviera preguntando por un niño perdido. Sus ojos, sin embargo, eran cuchillos buscando debilidad. "El Corazón. Lo siento en la punta de mis dedos
Kun cerró el saquito con la arena verdinegra que había sido el Corazón y lo sostuvo con fuerza caminando de vuelta con lentitud. Doyoung se acerco a él sin decir palabra. Taeyong con paso firme los miro con frialdad y pronto los tres estuvieron a unos metros frente a ellos.
Jianyu aspiró el ambiente, como quien cata vino. Su sonrisa no llegó a los ojos.
"No se atreverían a destruirlo del todo." Chasqueó la uña contra un talismán en su vestido. "Nos pertenece."
Mark acerco la mano al reloj, listo. Hyeongjun dio un paso, el cuerpo entre los adultos y la puerta.
"No lo obtendrán," dijo sin temblor. "Y si intentan algo, esta vez no estamos solos."
La mirada de Jeongjin se clavó en él.
"Hueles a miseria." Entornó los párpados, dulce. "Dime, lobito: ¿Dónde están los otros dos?"
Jianyu había hecho el censo en un pestañeo.
"Faltan dos. Los que siempre se pegan al chico. Están aquí... o muy cerca. Demasiada magia de ocultamiento concentrada para ser solo una." La palabra 'chico' rezumaba propiedad, un clavo en el corazón de Renjun.
Bajo el desilusionador de Renjun, tres sombras que no eran sombra se tensaron a su espalda: Jeno, Jaemin, Injun, apretados como un solo latido. Renjun sintió el impulso de moverse y lo sofocó; Kun le había borrado hasta el olor del miedo, pero un paso mal dado deja marcas en el polvo.
"Basta." La orden de Taeyong partió limpia. Su varita describió un arco breve. "Protego Maxima."
El escudo subió sin ruido, ajustándose a paredes y fogones como una segunda piel translúcida. Los cuchillos rebotaron y quedaron clavados en el techo como estrellas torcidas.
Jeongjin sonrió con burla. No lanzó un hechizo nombrado; en su lugar, cantó una sílaba baja, afinando la magia latente de la piedra de Hogwarts. Las baldosas respondieron con un zumbido que buscaba grietas en el escudo de Taeyong. Jianyu reaccionó al instante, trazando con su talismán de hueso tres líneas pálidas que parecían costuras en el aire, buscando descoser y debilitar el escudo.
Doyoung giró la muñeca con una eficiencia letal.
"¡Fracto Cantus!" El zumbido de las baldosas perdió tono y se apagó, como una cuerda tensa que se afloja de golpe. Kun empujó con la palma en un gesto mínimo de Magia Pura y la presión opresiva que había en los oídos del grupo se dispersó, inofensiva, en las junturas del mobiliario. El ambiente se sintió instantáneamente más limpio.
"Última vez." Dijo Jianyu, sin elevar la voz, su tono desinteresado era lo que lo hacía más peligroso. "Entréguenme los restos del Corazón, y se termina esto. No hay necesidad de más bajas."
"No." Contestó Hyeongjun, dando dos pasos al frente, su espalda recta, desafiando a la figura de autoridad que tanto había temido. Su sombra pisó el borde del escudo de Taeyong, listo para convertirse en el objetivo. "Hoy no mandan aquí."
"A un lado." Canturreó Jeongjin, y la nota baja que había estado afinando bajó medio tono, adquiriendo una cualidad letal. Una cuerda de luz, fina como un cabello y tan letal como el aliento de un basilisco, salió disparada a la altura del corazón del lobo.
Taeyong la vio primero, su reacción fue instintiva y feroz.
"¡Atrás!" Gritó, y un escudo interior, rápido como un pensamiento, se interpuso a un palmo del pecho de Hyeongjun; la cuerda se deshiló en chispas silenciosas que olieron a hierro quemado. "Conmigo no," dijo Taeyong sin mirar atrás, su voz grave y cargada de una ira fría. "Con los niños, menos."
Jianyu dejó de sonreír. El talismán en su mano palpitó con un latido familiar, resonando con la magia de control. Renjun, invisible y tenso, sintió la memoria del Imperius clavársele en el esternón.
"Puedo hacer que venga a mí." Susurró Jianyu, apenas un hilo. "Nos pertenece al igual que Renjun. Un tirón. Un cierre. Y todo sus esfuerzos habrán sido un juego."
El aire junto a la mesa latió, como si algo lejano se hubiera querido asomar.
Renjun apretó los dientes. Notó el pulso de Injun bajo la capa del hechizo, rápido pero firme; el dedo de Jaemin enganchando la bufanda, el antebrazo de Jeno apoyado justo en la nuca intentando calmarlo. No los iba a perder. No hoy.
"No vas a llamar a nada ni nadie." Dijo Kun, plano. Alzó la mano sin varita. El brillo del talismán bajó una fracción, como si a la lámpara la cubriera un velo. "Y no vas a salir de aquí con nada que no trajeras puesto."
Jeongjin cambió de táctica. Alzó el mentón, buscando algo invisible.
"El desilusionador pesa," murmuró, con una dulzura que hería. "Los dedos hormiguean si sostienes algo caliente. Las rodillas se tensan más si escondes a alguien." Una sonrisa se hizo en su rostro, llena de seguridad.
Jeno, bajo la capa, aflojó adrede las rodillas. Jaemin pasó de respiraciones cortas a largas. Injun pegó el mentón al esternón para que el vaho no hiciera bruma.
Hyeongjun rió sin alegría, colocándose aún más delante.
"A mí sí me ves. ¿Eso te alcanza?"
Jianyu levantó el talismán.
"A ti ya te he usado lo suficiente, ya no me sirves." Dijo sin emoción, y lanzó un tirón seco de magia que no buscaba no solo herir: buscaba matar.
Pero Taeyong ya estaba ahí.
"Aegis Personal," susurró, y el aire alrededor de Hyeongjun se volvió una cúpula densa, apenas visible, que devolvió el tirón como si fuera goma.
La puerta del cuadro clac otra vez, medio paso más. Del pasillo llegó el crujido de botas; dos seguidores de la Raíz asomaron varitas buscando flancos.
La tensión se disparó. El espacio en las cocinas se redujo a la mitad, los defensores apretándose en un bloque defensivo. Las varitas se alzaron por ambos bandos.
Kun, manteniendo la calma, inclinó la cabeza hacia Chenle.
"Chenle, acércate a Jisung. Quédate atrás con los chicos. Es nuestra pelea ahora."
Chenle asintió, su rostro pálido pero firme, y se movió hacia la retaguardia, donde Jisung junto a Haechan y Mark ya estaban posicionados.
El padre de Renjun vio el movimiento y soltó una carcajada burlona y áspera.
"Miren eso. Los héroes le dan esperanza a los niños." Sonrió con todos los dientes y una postura relajada. "Nadie va a salir vivo de aquí, Kun. Los mataremos a todos, uno por uno. Y a ti, Renjun," dijo, dirigiendo la mirada a la esquina donde su magia le decía que estaba su hijo. "No se como hiciste para salir de esa maldición, pero te arrepentirás lo que te queda de vida."
"No te preocupes hijo, no vivirás tanto." Dijo Jeongjin con una sonrisa angelical.
Doyoung inclinó la cabeza sin dejar de mirar a los integrantes de La Raíz frente a él.
"Renjun," dijo al vacío, como si hablara con el suelo. "Si vas a hacerlo, es ahora."
Renjun soltó el aire muy despacio. Se deslizó dos pasos —ningún grano de harina se movió— y dejó caer un hechizo que no hacía ruido, solo peso: uno de Silencio pegada a los tobillos de sus padres. Si intentaban jalonear para transfigurar la situación, aquello los detendría un segundo en el sitio, necesitaba hacer las cosas bien, no a la rápida con la ultima vez.
"¿Crees que no sé cómo camina tu magia? Hijo." Susurro Jeongjin sin inmutarse.
A Renjun se le heló el estómago. Sentía que su madre lo estaba mirando directamente. Estaban desesperados, pensó Renjun, la destrucción del Corazón significaba la pérdida de su reliquia más preciada y su caída. Pero había algo que no encajaba en su prisa y su aparente descuido.
El recuerdo le golpeó como agua negra: el núcleo de un dementor. Si sus padres habían pasado por Azkaban y habían orquestado todo esto, nunca se quedarían sin un plan de contingencia para el fracaso del Corazón. Y ese Plan B, que aún no entendía, olía a lo mismo que estaba empezando a respirar ahora: metal frío y vacío antiguo, helado, un recuerdo triste y una sensación absoluta de nada. No era solo magia oscura; era la ausencia de magia, el abismo.
Están jugando a algo más grande.
La verdad se mostró sin anuncio.
Las esquinas de la cocina se oscurecieron más de lo que permitía la luz. Las sombras no seguían los fogones: obedecían a Jeongjin. Se juntaron, gruesas y viscosas, como humo con peso, afilándose en bordes y lanzas. Jianyu se clavó una uña en la palma con una mueca de concentración. Una línea de sangre oscura apareció y cerró al instante, la piel sanando como si la herida jamás hubiera existido.
Renjun sintió la magia. Era la misma sensación de vacío que emanaba el Corazón, pero vinculada a las dos figuras frente a él. La náusea lo golpeó con el impacto de la comprensión total.
Lo ataron, pensó Renjun con náuseas. No es un Horrocrux simple. Rápidamente, miró hacia atrás, sintiendo la solidez de Jeno pegado a él, la respiración de Jaemin y Injun. Si esa cosa —el vacío, la sombra con peso— los alcanzaba, les sacaría el alma.
"Anclaron el alma al núcleo," Renjun lo entendió. "No morirán... no aquí, a menos que se destruya el lugar donde escondieron su alma. Por eso no tienen miedo." La desesperación no era suya, era del plan. "El Corazón solo era un catalizador. Hay algo más."
Doyoung lo sintió en el aire y se tensó.
"Que nadie se acerque a las sombras. Es magia prohibida."
Taeyong, sin bajar la varita:
"Plan B." No lo dijo para asustar; lo dijo para contar piezas. Kun, a su lado, frunció el ceño como si hiciera cuentas: "Prepárense para lo peor."
Un cuchillo de oscuridad raspó el escudo y dejó una escarcha negra. Otra sombra se estiró por el suelo como agua y trató de subir por las botas de Hyeongjun; Taeyong la pisó con un sello breve y la hizo salpicarse en carbonilla.
Jianyu dejó caer el talismán hasta la altura del muslo. Palpitaba con dos ritmos: uno cálido que Renjun conocía demasiado bien, y otro hueco, inhumano. Supo enseguida que era algo parecido al talismán que usaron para mantener el pulso de Injun, solo que ese contenía el de ellos.
"Nos subestiman," dijo en voz baja. Jeongjin inclinó la cabeza, con soberbia asintiendo a lo que decía. "Pueden romper lo que quieran, pero no esto. En cambio yo sí puedo tirar del hilo que los sostiene a ustedes."
El frío bajó otro grado. A Renjun le repicó algo contra la clavícula. Jeno e Injun, bajo el desilusionador, casi no respiraban; Jaemin le tomo la mano a Injun sin hacer ruido. Renjun apretó los dientes. Si el alma de sus padres ya no estaba en sus cuerpos, la única forma de detenerlos era encontrar el cordón que los unía al núcleo... y cortarlo. Pero eso no era contener. Eso era matar.
Kun, sin mirarlo, habló a la nada, sabiendo exactamente dónde estaba Renjun y leyendo su dilema.
"Hagas lo que hagas, no los mates." La orden resonó en el pecho de Renjun con la fuerza de una promesa.
El suelo vibró. Dos sombras se soltaron de la pared como perros y fueron directo al escudo interior. Doyoung cruzó defensas; Taeyong reforzó lo que pudo, pero la sombra parecía absorber todo.
"Ríndanse," dijo Jianyu, como si ofreciera té. La sombra en su mano se volvió aguja. "O tomare lo que me deben."
"Hoy no," respondió Kun, seco.
Renjun tragó. Podía sentir el hilo, y se concentró con una intensidad que borró el resto del mundo. No estaba en el talismán de Jianyu, ni en sus cuerpos visibles, sino en la magia residual. Era un hilo oscurísimo que salía de ambos como una vena de humo tenue y bajaba por la piedra del muro, invisible a simple vista.
Renjun se dijo a sí mismo que ningún hechizo quedaba totalmente borrado; ni siquiera la magia de borrado de alma era perfecta. Siempre dejaban migajas de magia residual, pequeños rastros que él, como hijo de esa oscuridad, podía seguir. Se concentró en esa sensación, una débil punzada que lo guiaba: hacia los drenajes, hacia las mazmorras... hacia abajo.
Si sigo ese hilo, podría encontrar el núcleo y romperlo. Renjun sabía que si rompía ese anclaje oscuro, sus padres no volverían a levantarse. Podría acabar con ellos para siempre.
El pánico le subió por la nuca. Vio, sin ver, la mano de Jaemin sosteniendo la bufanda; el hombro firme de Jeno, el pulso asustado, pero presente de Injun. Oyó a Hyeongjun gruñir, plantado, cuando otra sombra buscó su garganta y se deshizo en chispas contra el sello de Taeyong. El miedo en Jisung, y la tensión en los adultos. Todo ese peligro, todo ese sufrimiento, estaba ahí, y él podía acabar con eso en cuestión de segundos, siguiendo el hilo y cortándolo.
Sería tan fácil. Sería la solución definitiva, la liberación total de la tiranía de la Raíz.
Jeongjin alzó las dos manos. Su rostro se contorsionó en una máscara de poder y las llamas de los fogones se apagaron a la vez, con un sonido húmedo. Las sombras crecieron de golpe, como si hubieran estado hambrientas durante décadas, devorando la luz de la cocina. La sala quedó en un crepúsculo malsano, y la magia se hizo pesada, oscura, lista para consumir.
Renjun se tensó, el aire alrededor de él se volvió repentinamente frío. La presión era demasiada, y sin pensarlo, dejó salir un poco de su propia magia, no como un escudo, sino como un pulso de poder crudo, una respuesta instintiva a la agresión de su padre. El hilo oscuro que descendía por el muro vibró con esa respuesta, casi atrayéndolo.
Si sigo ese hilo y lo corto, pensó Renjun, su mente un torbellino frío, los mataré. Los mataré a ambos, de una vez por todas. Y por fin seremos libres de ellos. Todos.
La tentación era un grito en su conciencia. La libertad final estaba a un hechizo de distancia, una solución simple y brutal.
"Quédate conmigo," escucho el susurró Jaemin, que llegaba a él como un trueno.
"No lo hagas," fue lo que dijo Jeno bajo la sombra del Muffiato.
Renjun no contestó. Un pensamiento se le clavó como un alfiler: podía llamar a la única magia que las sombras no comen. Un Patronus. Pero sabía lo que costaba: abrir el pecho, dejar algo suyo a la vista de todos... y de ellos. Otra opción era peor: seguir la vena negra, encontrar el núcleo y matar.
En ese instante, las sombras que Jeongjin había liberado crecieron de forma exponencial. Se alzaron de los rincones, devorando la poca luz que quedaba y absorbiendo los restos de los hechizos periféricos. El Protego Maxima de Taeyong parpadeó peligrosamente.
Entonces sucedió. La Madre de Renjun, miró a los dos seguidores enmascarados que custodiaban la puerta. Su rostro no mostró piedad, solo una necesidad voraz.
"Cumplan su propósito," ordenó Jianyu con una voz seca.
Jianyu caminó dos pasos y la sombra le siguió como capa.
Las sombras, de golpe, se abalanzaron sobre los dos lacayos de La Raíz. Los hombres no gritaron; solo emitieron un jadeo silenciado cuando la oscuridad los envolvió. En un instante horrible y breve, fueron la comida. Sus cuerpos colapsaron, despojados de toda energía mágica, cayendo al suelo como cáscaras vacías.
La oscuridad, fortalecida con esa energía vital sacrificada, creció y se espesó, volviéndose casi sólida. La cocina quedó sumida en un shock helado. Los padres de Renjun se habían sacrificado a sus propios hombres para potenciar su magia.
"Para eso los tenemos. Para que sirvan de algo antes de que mueran," dijo Jianyu, con una satisfacción fría, y los bordes de la cocina empezaron a agitarse como telas al viento inexistente. "Eso les va a pasar a todos si no nos entregan el Corazón ahora mismo."
Taeyong apoyó la voz en la piedra, su varita temblando ligeramente bajo la presión.
"Renjun." No fue un llamado, fue permiso, un reconocimiento de que el momento de la estrategia había terminado y la magia de Renjun era necesaria.
Él cerró los ojos. Buscó el único recuerdo que todavía ardía con una luz que las sombras no podían imitar: la risa rota de Injun en el baño, el abrazo de Jeno y Jaemin, la moneda vibrando tres veces. Él comiendo con los chicos en el comedor. Hyeongjun perdonándolo. Algo limpio. Algo puro. La certeza de ser amado, de ser visto por quienes había elegido.
Abrió la mano. Un brillo pálido se formó entre sus dedos invisibles, una semilla de plata que no era rayo ni escudo; era calor. Las sombras de la mesa retrocedieron un centímetro sin querer, repelidas por la pureza.
Jeongjin volteó la cara, sorprendido, y su sonrisa se quebró un milímetro.
"Así que elegiste eso," murmuró, bajísimo, mirando directamente en su dirección.
Jianyu rio con una aspereza seca.
"No puede funcionar. Te conocemos, Renjun. Tú no tienes recuerdos felices lo suficientemente fuertes. No tienes ese tipo de luz en ti." Su voz era un veneno diseñado para minar la voluntad.
"No tienes un Patronus, tienes rabia, y eso es nuestro," afirmó Jeongjin.
Mienten, se dijo Renjun con una furia helada. No podía rendirse. Empujó el miedo y la duda, y se forzó a sentir más: la dulzura del beso de Jaemin, la promesa de Jeno de no soltarlo, la mano de Injun en la suya. La certeza de que caería mil veces más por ellos.
La semilla de plata creció, pero no bastaría. Renjun lo supo con la fría certeza de su propia magia. No contra una Magia de Vacío tan potente, ni contra un alma colgada de un núcleo de dementor. Para terminar esto, para detener el horror, había que cortar el hilo.
Los padres de Renjun hicieron la sombra más grande. Jeongjin extendió la mano hacia el techo. La oscuridad de las sombras se multiplicó, volviéndose tridimensional, y empezó a devorar activamente la luz ambiental.
Jianyu sonrió, su voz resonando con un eco cruel.
"Debiste quedarte en esa habitación maldita con Injun, Renjun. Ahí estabas seguro, haciendo nuestro trabajo. ¿No lo entiendes? La libertad es una ilusión."
Jeongjin se detuvo, su mirada de repente aguda y dirigida al grupo invisible.
"Esta aquí, no te atreverías a separarte de él, no en ese estado, ¿Injun también está aquí? ¿Cierto? ¿A quién deberíamos matar primero, Renjun? ¿A ti, por traicionar el linaje, o a tu hermano, por haberse atrevido a volver?"
El corazón de Renjun se heló, no por miedo a su propia muerte, sino por la amenaza directa a su hermano. En ese momento, la promesa que le había hecho a Kun de no matarlos se sintió como una soga que lo asfixiaba. La luz no podía detener esa maldad.
La conclusión se incrustó en su mente con la frialdad del acero: necesitaba matarlos. No había otra manera de proteger a su familia. Cortar el hilo era el único camino hacia la verdadera libertad.
Renjun sintió la elección mordiéndole la lengua. Kun le había dicho "no los mates". Doyoung sostenía la línea. Taeyong cubría a Hyeongjun con todo el cuerpo. Jeno y Jaemin protegían a Injun como si fueran una muralla. Y sus padres, vacíos y fuertes, iban a seguir volviendo una y otra vez hasta que alguien hiciera lo impensable.
"¿Hasta dónde puedo llegar sin convertirme en ellos?" pensó, con la boca amarga.
El brillo de su mano creció un grado. No levantó ningún ciervo ni lobo ni pájaro, no se convirtió en ningún animal. Lo mantuvo pequeño, pero tan puro que dolía, y lo empujó hacia el borde del escudo como quien deja una vela en medio de un apagón.
Las sombras titubearon visiblemente, la luz del Patronus inarticulado repeliéndolas.
Jianyu apretó el talismán y el latido vacío de su alma anclada respondió desde abajo, hondo, como un tambor en una cueva.
"No alcanza," dijo, casi con pena, sintiendo la debilidad de la luz. "Ni siquiera para esto eres bueno, Renjun. Tu luz es demasiado pequeña. Siempre eres una decepción, siempre insuficiente."
Renjun sintió la puñalada, pero no se rindió. Vio el hilo. Bajaba por una junta de baldosas, se metía en la sangría del desagüe, giraba hacia los túneles inferiores. Era tan claro como un mapa en su cabeza. Podía seguirlo ahora. Podía terminarlo hoy.
Su mano tembló.
Kun, sin mirarlo, volvió a hablar para él, su voz era la última voz de la cordura en el caos.
"Si decides, decides tú. Es tu vida, Renjun, es tu magia. Pero recuerda quién te va a mirar después."
Kun no habló de la ley ni de la moral; habló de Jeno, de Jaemin, de Injun. Habló del hombre que Renjun había elegido ser.
Renjun miró donde no había nada y, sin embargo, estaban Jeno, Jaemin, Injun. Ellos le devolvieron, sin palabras, lo único que podía sostenerle la elección:
"Vuelve a nosotros."
Las sombras se abalanzaron de nuevo. La cocina chilló. La semilla de plata aguantó, pequeña y tozuda, arrancando un metro de respiro.
Renjun tomó aire como quien se zambulle y se dijo, en silencio, con miedo verdadero.
"Voy a encontrar ese núcleo."
Y supo que, cuando lo encontrara, su moral iba a ser una cuerda al borde de romperse. Estaba a un paso de cruzar la línea del asesinato... o de inventar otra salida que nadie había visto todavía.
La oscuridad cayó como una marea de tinta. Las sombras se desprendieron de las paredes y del techo, curvándose en cuchillas, cuerdas y bocas abiertas. Renjun sostuvo la luz que había encendido en la palma: primero una semilla, luego un brote, después un arco de plata que respiraba con él, su Patronus inarticulado. El aire sabía a hierro frío y vacío.
Jeongjin habló sin elevar la voz, y dolió más que un grito.
"¿De verdad crees que puedes deshacer lo que hiciste, hijo?" Su voz se cargó de veneno emocional. "El que rompió esta familia, el que dejó vacío a tu hermano, fuiste tú. Injun se detuvo y se quedó en esa habitación porque tú lo vaciaste en primer lugar."
El golpe fue seco, directo a su corazón. La acusación del pasado era una herida abierta. Por un instante la luz de su Patronus titubeó. Jianyu remató con un murmullo que heló a cualquiera que lo oyera.
"Todo lo que amas arde cuando lo tocas, Renjun. Todavía no entiendes tu única utilidad: romper. Sólo sabes destruir. Ahora, destrúyenos a nosotros, o te destruiremos a ti y a tu jueguito de amigos."
La luz del Patronus inarticulado de Renjun parpadeó peligrosamente bajo el asalto verbal.
Entonces, las voces llegaron desde la retaguardia, firmes y claras a pesar del crepúsculo malsano.
"¡No es verdad!" gritó Chenle, con una indignación feroz, dando un paso impulsivo hacia adelante, siendo contenido apenas por Kun.
"¡Renjun-hyung nos ha construido! Él no destruye," afirmó Jisung, con la varita temblando por la tensión, pero su voz llena de la fe que sentía por su líder.
"Él sabe construir, sí, y sabe proteger, y por eso estamos aquí," añadió Mark, con la mandíbula apretada, reafirmando la lealtad del grupo.
"¡Él nos enseñó a amar esta locura de mago oscuro!" espetó Haechan, con una furia protectora. "¡Y ya los rompió a ustedes, eso es todo lo que necesitamos!"
El efecto fue inmediato y poderoso. La luz en la palma invisible de Renjun se intensificó, dejando de ser un simple arco para convertirse en un faro de plata pura que iluminó la esquina con una luz cegadora. El fuego de las palabras de sus amigos no era la rabia que sus padres esperaban, sino la prueba de la verdad.
Jeongjin y Jianyu se enfurecieron. Los rostros de ambos se torcieron en una expresión de asco puro, no por el ataque mágico, sino por la realidad que esas voces representaban.
"¡Cállense, bastardos!" rugió Jeongjin, y las sombras se solidificaron en las paredes, listas para arremeter. "¡Ustedes no son nada! ¡Solo son...!"
Renjun no los dejó terminar. El faro de luz se disparó, golpeando el muro con una explosión silenciosa de plata. Renjun tragó sangre en silencio y empujó el recuerdo correcto contra esas palabras: el abrazo de Jeno, la mano de Jaemin en su espalda, la risa temblorosa de Injun en sus brazos. La luz en su mano se quebró en varias astillas y, en lugar de animal, tomó la forma de un halo que envolvió su torso y se extendió hacia adelante como un escudo translúcido. Las sombras que se abalanzaron primero se achicharraron en los bordes, humeando.
"¡Ahora, Taeyong!" gritó Renjun. La decisión estaba tomada, pero no sería la que sus padres querían.
"Arriba", alertó Taeyong, su voz un latigazo. Una lanza de oscuridad, tan densa que parecía acero líquido, cayó desde la viga. Doyoung la cortó a mitad de camino con un grito de "¡Finite Incantatem!" impecable. Kun jaló a Hyeongjun atrás de una mesa pesada y selló el piso con un trazo único de su varita, murmurando un antiguo Sello de Contención.
Jeongjin estiró los dedos con arrogancia y las bocas negras en el suelo se abrieron más.
"Los vas a mirar morir si no entregas el Corazón. ¡Mira tu debilidad, Renjun!"
"Ni hoy ni nunca," dijo Kun, y su varita dejó un círculo de luz pálida que obligó a las sombras a retroceder.
El aire estalló. Taeyong, Doyoung y Kun dispararon un aluvión coordinado de hechizos.
Taeyong atacó primero, con rabia contenida.
"¡Expulso!" gritó, lanzando una maldición explosiva.
Jeongjin respondió con un simple gesto de su varita, el aire alrededor del hechizo se condensó, absorbiendo la fuerza de la explosión con un contraconjuro de Magia de Vacío:
"¡Dissipio!"
Doyoung se movió con precisión.
"¡Protego Totalum!" Un escudo translúcido se levantó para desviar una cuchilla de sombra que venía de Jianyu. Jianyu sonrió, murmurando un susurro gutural.
"¡Tenebrae Velo!" Las sombras se hicieron más espesas, buscando envolver y estrangular el escudo de Doyoung.
Kun buscó anular la amenaza. Disparó una serie de hechizos aturdidores potentes.
"¡Stupefy!" Su intención era clara: inmovilizar a los cuerpos. Jeongjin, sin embargo, se limitó a sonreír con desprecio, pues el hechizo se estrelló contra sus cuerpos sin efecto notable.
"¡Anima Ligamentum!" gritó, reafirmando el anclaje de sus almas, haciendo que sus cuerpos fueran casi inmunes a los ataques de contención.
La cocina se convirtió en una vorágine de luz de Renjun, chispas de hechizos de colores, y la oscuridad voraz de las sombras de La Raíz. El talismán de Jianyu palpitó doble, y la batalla final se intensificó.
Las sombras se cerraron como una trampa de dientes. Reaccionando al Patronus de Renjun y a la ofensiva de los adultos, se convirtieron en un muro negro y pulsante que intentaba aplastar el círculo de luz. Renjun alzó el halo de plata que mantenía en su mano y lo forzó hacia afuera, un metro, dos, tres, empujando contra la oscuridad con pura voluntad. El metal de los fogones gimió agudamente, como si tuviera un frío mágico que le drenara la esencia.
Fue demasiado rápido. Una aguja de sombra, fina y letal, se deslizó por un resquicio del contrahechizo de Kun y le rozó el costado antes de que Renjun pudiera verla o reaccionar.
La Disilusión se quebró con un chasquido seco y doloroso, una grieta en su propia piel mágica. La invisibilidad se le cayó de encima como agua helada, revelándolo de golpe en el centro de la batalla, iluminado por su propia luz de Patronus.
El dolor ardió, punzante y helado al mismo tiempo, como si la herida le hubiera succionado el calor. Llevó una mano a su costado: la túnica vieja que Jeno le había dado se humedeció de rojo oscuro. La sombra no había sido un simple corte; había sido un beso de la nada. Renjun siseó, pero se obligó a no caer. El dolor le sirvió: Seguía con vida, todavía no había cruzado la línea.
"¡Jun!" Jaemin, todavía desvanecido, apretó el borde del escudo de Kun para no romper su cobertura.
Jianyu levantó la varita. Su voz salió plana.
"Cruc—"
Cuatro luces chocaron a la vez.
"Stupefy", "Expulso", "Reducto", "Lumos Maxima." Haechan, Jisung, Mark y Chenle abrieron fuego con los adultos; Jeongjin desvió la mayoría con un gesto de muñeca y cubrió el resto con un toldo de sombra. El impacto sacudió toda la cocina y la harina de una estantería cayó como nieve ceniza.
"Por más poder que tengas, no sabes usarlo para nada útil", dijo Jeongjin, aburrida, como si dictara tarea. Las sombras se curvaron en torno al cuello de Renjun, buscando cerrar.
"No", respondió él, y el halo se transformó. La luz le subió por el brazo como si fuera un tendón claro, pasó por el hombro y le tocó la sien. Renjun cambió de objetivo. No iría al núcleo. No aún. Fue por las mentes.
"Legeremancia profunda."
Saltó por el hilo que ya había visto, no hacia abajo, sino hacia adentro. Entró por el borde de sombra con el que Jeongjin estaba atándole la garganta y siguió la ruta hasta donde la idea se hacía forma. No eran recuerdos sueltos: eran órdenes incrustadas, runas-cadena, llaves de un pacto. Vio la palabra antigua que los anclaba al núcleo de dementor, el nudo que decía "volverás, repararás, obedecerás". Vio la otra palabra, la de mando, clavada como espina: "Hijo, herramienta."
El tiempo afuera explotó.
"¡Agáchate!" gritó Doyoung. Una maldición verde cortó la penumbra y Taeyong la desvió con un ángulo imposible, rompiéndola contra piedra. El talismán de Jianyu golpeó dos veces más, más rápido, como un corazón en pánico.
Renjun apretó la mordida del dolor en el costado y se hundió más. Necesitaba ver todo, caras, nombres, rutas. Deshilachó el nudo y lo volvió hilos sueltos. Pisó con cuidado la parte del recuerdo donde estaba su propio nombre.
Jeongjin vaciló. Por primera vez el filo de oscuridad que sostenía tembló. Jianyu dio un paso, molesto, y apretó su varita. La cocina se inclinó medio grado.
"¿Qué hiciste?"
"Lo que debí hacer hace años", dijo Renjun, jadeando. La luz en su halo se volvió más blanca.
Los dos a la vez se hartaron.
"¡Confringo!", "Sectum—"
Renjun se lanzó a la izquierda y el estallido le cortó un mechón del cabello. Otra maldición le rozó la costilla golpeada y el mundo se le hizo un parpadeo gris. Las sombras se amontonaron para cerrar el error. Jianyu alzó el talismán para colgarlo del aire como una lámpara y, con una frialdad impecable, alineó la varita al pecho de su hijo.
"Avada—"
"¡Ahora!" Doyoung no gritó, marcó. Taeyong, Kun y Mark cruzaron tres trayectorias exactas: un sello, un amarre y un giro de varita que vaciaron el aire frente a la maldición. Haechan reventó una "Lumos Solem" a quemarropa que dejó a las sombras como cáscaras. Chenle y Jisung clavaron "Stupefy" bajos, rápidos, a los tobillos de Jeongjin. El rayo verde se descompuso como humo al tocar el hueco que habían abierto.
Ese latido de apertura le bastó a Renjun.
Renjun alzó la mano a la altura de sus ojos. La voz le salió baja, firme, sin vibrato.
"Oblivionem Totalis."
Se metió de lleno. Esta vez entró primero en Jianyu, no como hijo, sino como cirujano. Vio el mapa de su mente: compartimentos, escalas, el contorno cortante de su ambición. No lo tocó. Fue directo al sello del núcleo, lo leyó, lo entendió y lo borró. No con violencia, sino con la elegancia de quien borra una palabra de tiza sin marcar el pizarrón. Luego saltó a Jeongjin y repitió, más rápido, más hondo, sorteando la trampa de culpa que ella misma había puesto con su voz. La leyó y la dejó caer como si no valiera nada.
Afuera, el talismán cambió de sonido. Ya no fue doble. Se volvió uno, cansado. Las heridas que habían dejado de cerrar siguieron abiertas. Las sombras perdieron filo y se deshicieron en hilos. Jeongjin parpadeó, un segundo apenas, con una confusión humana y cruda. Jianyu respiró hondo, por primera vez con trabajo.
Renjun se enderezó con la mano apretando el costado, la sangre empapándole la túnica de Jeno. Miró a sus padres como si mirara un abismo y, sin pedir permiso a nadie, bajó la varita.
"Se acabó."
El aire de la cocina se tensó, como si todas las cucharas y cuchillos escucharan. Taeyong dio un paso, Kun extendió la mano, Doyoung abrió la boca para decir su nombre. Nadie alcanzó.
La palabra antigua no chocó contra nada: absorbió la luz. Las llamas se encogieron sobre sí mismas, la harina dejó de caer en el aire, los relojes de pared dejaron de sonar. Por un latido no hubo respiración. Ni de ellos ni de nadie.
El hechizo entró limpio por las pupilas. Primero fue silencio; luego, crujido. Como si alguien partiera hielo negro dentro de una copa. Jeongjin abrió la boca para una orden y no encontró idioma. Jianyu buscó el nudo del pacto en su mente y halló un agujero exacto donde antes había un altar.
Se les vaciaron rutas, nombres, la cartografía de la oscuridad. Lo de la luna roja, el protocolo, la llave del núcleo, la palabra de mando. No era un borrón amable. Fue un arranque de raíz.
Jeongjin rió. La risa salió rota y se cortó en un sollozo espeso. Miró sus manos como si no supieran cómo cerrarse. Jianyu dio un paso hacia adelante, tropezó con nada y se agarró al borde de una mesa buscando ancla. Sus ojos, siempre de hielo, se volvieron vidriosos, descolocados, sin eje.
Nadie habló. Ni un "no" ni un "basta". Haechan apretó los labios hasta hacerse daño. Jisung bajó la varita sin darse cuenta. Chenle se quedó inmóvil con el rayo a medio conjuro. Jaemin tenía un "Jun" atascado en la garganta. Jeno lo sostuvo del codo, en silencio.
Renjun no pestañeó.
Caminó hacia Jianyu, le arrancó el talismán de la mano con un tirón seco. El hueso vibró en su palma, un pulso último que no era de nadie. Lo miró un segundo. Y lo tiró al suelo.
El golpe sonó pequeño. El segundo ruido, no. Con el tercer impacto del tacón de su zapato, el colgante se quebró en cuatro y una esfera del tamaño de una nuez rodó libre: negra, mate, con un frío que quemaba. El núcleo de dementor respiró como una brasa al revés y, en ese aliento, intentó recordar a quién pertenecía.
No encontró mente. No encontró palabra. No encontró nada.
Renjun bajó la mano, sin floritura.
"Finite."
No fue un rayo. Fue una negación. La esfera se arrugó desde adentro, el frío levantó escarcha en los azulejos, y de su centro subió un humo gris que no subía ni caía, sólo se deshilaba. El núcleo vibró una última vez, como un latido sin destino, y se desvaneció. No quedó polvo. Sólo el círculo húmedo donde había estado, y un calor tímido que regresó a las cocinas como si pidiera permiso.
Jeongjin pegó un manotazo al aire, inútil, como quien intenta agarrar un sueño que se le escapa. Jianyu murmuró un nombre que no tenía consonantes. Ninguno de los dos supo dónde estaban de pie.
La cocina siguió sin hablar. Taeyong bajó la varita muy despacio. Kun cerró los ojos un segundo, como quien acepta un costo. Doyoung respiró, largo, pero no dijo nada.
Renjun tragó y el movimiento le tiró del corte en el costado. Se tambaleó medio paso. Jeno ya estaba ahí. Jaemin le puso la mano en la nuca sin apretar. Mark miró los pedazos del talismán como si fueran un cuerpo.
"Ya no pueden-" Renjun se corto. La voz le salió ronca. "Ya no pueden llamarme."
Nadie lo felicitó. Nadie lo reprendió. Hyeongjun, con Injun a su lado, apretó los puños y tragó saliva. Los ojos de Injun brillaron húmedos, no por miedo, sino por el peso de lo que había costado.
Doyoung fue el primero en romper el silencio. Caminó hasta Renjun y le puso una mano en el hombro, firme, pero suave.
"Lo hiciste bien."
No había ornamentos en la frase. Sólo reconocimiento. Renjun asintió una vez, tragando hondo.
"Los llevamos a San Mungo ahora," dijo Kun, ya con la varita en alto. "No son seguros aquí ni para ellos ni para nadie."
Con dos movimientos limpios, ató y selló a Jeongjin y a Jianyu: primero una petrificación profunda, luego amarres antimagia que cubrían muñecas, tobillos y garganta como bandas de luz mate. Los cuerpos quedaron inmóviles, respirando lento.
Doyoung elevó la varita y barrió el techo con un arco de runas azules. Cerró los ojos un segundo, como quien escucha muy lejos.
"El hechizo de impunidad que cerraron sobre el castillo se está deshilachando. El bloqueo perimetral cae y las ventanas de acceso vuelven a su estado normal. Tenemos una brecha de tiempo." Abrió los ojos, sereno y tenso a la vez. "Hay que atrapar a los que quedan de la Raíz antes de que huyan."
"Iré contigo," dijo Taeyong, ya girando hacia la chimenea. Tocó tres puntos en el marco de piedra y las llamas cambiaron a un verde controlado, contenido, sin llamarada. "Kun, habilito un canal Floo sanitario directo a Urgencias de San Mungo. Entrega con custodia. Yo regreso en cuanto cruce el equipo médico."
"Entendido." Kun conjuró dos camillas flotantes y las ancló a los amarres. "No intenten moverse," les dijo a los padres, aunque sus miradas perdidas no enfocaban nada.
Taeyong habló hacia el fuego, breve y preciso.
"Hogwarts, derivación de emergencia. Dos pacientes bajo hechizo complejo, escolta de auror requerida." Un segundo después, dos medimagos, más Winwin y un auror emergieron con mascarillas de cuero runado y maletines sellados.
"Traslado en tres," anunció Kun. Las camillas cruzaron la chimenea sin sacudidas y desaparecieron entre el verde.
Doyoung volvió a mirar el aire, atento a las costuras del castillo.
"La cúpula ya no los protege. Las patrullas de la Raíz siguen activos en tercero y quinto piso. Cocina despejada. Ala norte, inestable." Bajó la varita. "Es ahora."
Taeyong asintió y, antes de salir, clavó los ojos en Renjun.
"Te quedas con los tuyos hasta que te cierren esa herida. No discutimos esto."
"Concuerdo, director," dijo Kun, adelantándose. "Episkey." El costado de Renjun ardió y luego aflojó; la sangre dejó de empapar. "No se va a abrir si no la fuerzas," añadió, atándole una faja mágica bajo la túnica.
Jeno soltó el aire que no sabía que contenía. Jaemin apretó la nuca de Renjun con un "gracias" que no necesitó volumen.
"Dividimos," marcó Doyoung, pasando a modo operativo. "Taeyong y yo: barrido y captura en pisos tercero y quinto. Hendery: evacuación de rezagados hacia los puntos seguros, misma ruta de seguridad. Yo, con Kun: refuerzo de perímetro aquí y enlace con San Mungo por si vuelven con contramandatos. Hyeongjun, te quedas con los chicos protegiendo a Injun. Si la moneda cambia a rojo, corren. Nada de héroes sueltos."
"Copiado," dijo Haechan, ya acercándose con lentitud. "No hacer nada imprudente y moneda en canal abierto."
"Enlace listo," confirmó Chenle, tocando su moneda. "Dos cortos, dos largos a check de equipo, cada tres minutos."
Jisung llamó a Kayden en el antebrazo, nervioso pero plantado.
"Estaremos bien aquí, Hyung."
Taeyong miró una última vez a Renjun.
"Lo diré una vez: hiciste lo que había que hacer. Respira. Luego seguimos."
Renjun sostuvo esa mirada un latido y asintió.
"Voy a estar bien."
Doyoung tocó el borde de la puerta.
"En marcha."
Los adultos salieron primero, fundiéndose con la piedra y el silencio táctico del castillo que volvía a respirar sin la cúpula. Kun se quedó medio segundo más, comprobando sellos, y cerró la conexión Floo con un gesto corto.
"Perímetro seguro," informó. "Si oyen pasos, son nuestros."
La cocina recuperó su ruido mínimo, un sonido doméstico que se sentía extrañamente profano después del caos: un goteo irregular, el metal enfriando lentamente, la harina bajando como nieve cansada de la viga. Renjun miró a los suyos, sus ojos recorriendo las caras tensas, buscando estabilidad.
Se giró hacia Injun antes de cualquier otra cosa. Se acercó con pesadez, sintiendo el cuerpo como plomo, y le tomó el rostro con ambas manos. Sus dedos buscaron señales de mareo, dolor, miedo. Cualquier cosa que le dijera que su decisión había sido un error.
"¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Te hizo daño la sombra?" La preocupación en Renjun era casi desesperación.
"Estoy bien... contigo, sí," la voz de Injun salió firme, aunque los ojos le temblaron, reflejando el trauma de lo que acababa de presenciar.
Renjun respiró hondo, sintiendo por fin el peso de lo que había hecho: borrar las mentes de sus padres.
"Perdóname por... por eso. Por lo de mamá y papá. Para mí fue diferente, Injun. Yo los odio, pero tú... tú estuviste solo con ellos hasta los nueve, y aunque fueran lo que fueron, ver eso... ver la nada, debió ser horrible. Lo siento. Lo siento mucho." La culpa le quemaba la garganta.
Injun parpadeó una, dos veces. La máscara entera se le aflojó; la coraza que había mantenido desde su regreso se hizo añicos.
"No los odio como tú," alcanzó a decir, y la voz se le quebró en un sollozo ahogado, "pero ya no los quiero como antes. Y aun así duele, Renjun. Duele muchísimo verlos así, aunque se lo merezcan." Se le vino el llanto, primero mudo, luego con respiraciones cortas y violentas. Renjun lo jaló a su pecho y lo abrazó fuerte; las lágrimas le llegaron también, silenciosas, toscas, como si al fin la adrenalina hubiera soltado el nudo de años.
Jeno y Jaemin bajaron la mirada con respeto y dieron medio paso atrás, formando un perímetro silencioso. Hyeongjun puso una mano grande y cálida en el hombro de Injun, sin decir palabras, ofreciendo su solidez. Haechan, Chenle, Mark y Jisung se quedaron quietos, montando una guardia suave alrededor de los hermanos, sus varitas bajas pero atentas.
"Estoy aquí," murmuró Renjun, con la frente pegada al cabello de Injun, sintiendo el olor familiar. "Ya no vas a estar solo. Te lo prometo. Nunca más."
"Lo sé," dijo Injun, respirando entrecortado. "Esta vez sí lo sé."
El abrazo duró lo necesario para vaciar la reserva de dolor. Cuando por fin Renjun se separó, el mundo le dio un pequeño vuelco. La cocina giró un centímetro y volvió a su eje. Intentó decir "ya pasó", pero el cuerpo eligió antes: la vista se le nubló por los bordes, el costado recién sellado ardió con un latigazo tardío y las piernas se le aflojaron sin previo aviso. Cayó, no de golpe, sino como una marioneta a la que le cortan los hilos.
"¡Jun!" alcanzó a llamar Jaemin, con un grito ahogado. Sus reflejos eran más rápidos que el cansancio; lo sostuvo a tiempo, impidiendo que su cabeza golpeara la piedra. Jeno se apresuró a darle apoyo por el otro lado.
"No pasa nada," dijo Winwin, que había aparecido en algún momento para chequear el perímetro, ya a su lado con reflejos de medimago. "Es rebote mágico y baja de presión por el esfuerzo. Siéntalo. Está vacío." Un chasquido rápido de varita, una silla apareció detrás de Renjun; Jeno y Jaemin lo sentaron despacio, acomodándolo.
El zumbido en los oídos se llevó la escena a una orilla lejana. La batalla y el trauma se habían agotado. Renjun alcanzó a sentir la mano de Injun apretándole los dedos, su toque firme y desesperado, y el rostro angustiado de Jaemin sobre él. Sonrió de medio lado, un gesto débil.
"Estoy... bien..."
Y con la palabra flotando en el aire, sus ojos se cerraron y se apagó, dejando el peso de su cuerpo en la silla y la ansiedad en los rostros de quienes lo rodeaban.
Cayó en el negro. Sintió el frío absoluto del vacío que había borrado, el mismo frío de la esfera de dementor, intentando succionarle la última gota de calor. Pero el vacío no duró. Antes de tocar el fondo, fue interceptado. Una red de hilos de plata, cálida y fuerte, tejida por diez latidos diferentes, lo detuvo. Vio la cara de Injun llorando, pero viva; la risa silenciosa de Jeno, la mano firme de Jaemin. Sintió la preocupación aguda de Hyeongjun, el alivio ruidoso de Chenle, la solidez de Mark, la mirada atenta de Haechan y la fidelidad de Jisung. Entendió que el costo había sido solo suyo, y que la elección de vivir era más fuerte que cualquier hechizo de la Raíz.
Luego, la imagen se disolvió en una simple y profunda paz.
Lo siguiente que supo es que despertó con olor a poción fresca, linos limpios y madera vieja. La luz que entraba por la ventana de la enfermería era oblicua: tarde, pero no noche. Estaba en una cama blanca.
Jeno cabeceaba en una silla junto a él, con la cabeza inclinada sobre el colchón, agarrándole la mano con firmeza. Jaemin, con los codos en la cama, le contaba algo en voz baja a Kayden, que dormitaba hecho una bola de pelusa al pie de la cama. Injun, despierto, tenía a Flicker prendido a la muñeca como un broche verde, mientras miraba a Hyeongjun, que le hacía cariños al Bowtruckle con una expresión exhausta pero aliviada.
"Hola," dijo Renjun, su voz áspera y ronca.
Cuatro cabezas se alzaron a la vez.
"Hola, dormilón," sonrió Jaemin, aliviado hasta los huesos.
"¿Cuánto tiempo...?" Preguntó Renjun, sintiendo la boca pastosa.
"Lo suficiente para que Kun y Taeyong barrieran medio castillo y para que nos dieran buenas noticias," respondió Jeno, apretándole la mano de nuevo, la calidez de su toque era todo lo que necesitaba, sonrió. "Y para que te echaras la mejor siesta de la historia."
Una voz resonó desde el fondo de la sala.
"Chenle, Jisung, vayan a la sala común. Tienen que comer algo de verdad. Winwin, necesito el informe de daños del ala norte en la media hora." La orden no fue un grito, sino una proyección.
Doyoung apareció desde el biombo que separaba su área de trabajo con una carpeta en la mano y esa calma suya que arreglaba el aire. No había hecho ruido; simplemente estaba allí, enfocado y eficiente.
"Buenas noticias, sí." Se acercó a la cama de Renjun, pasando una poción de regeneración. "Bebe esto. Respira, que te cuento."
Renjun asintió, bebiendo el líquido espeso sin protestar.
"Tus padres están en San Mungo bajo custodia y sellos," comenzó Doyoung, su voz profesional. "Los daños por el núcleo de dementor se estabilizaron cuando rompiste el talismán. Lo de sus memorias... quedó como debía. A cargo de especialistas. Es irreversible." Hizo una pausa, su mirada encontrando la de Renjun con franqueza. "Los seguidores de la Raíz que quedaban en el castillo fueron detenidos. El verdadero Björn intentó huir por el invernadero; está en Azkaban con Jay, Yunjin y el resto de la primera línea. Winwin coordinó evacuaciones sin pérdidas. Oficialmente, la Raíz acaba de dejar de existir como organización."
Renjun soltó aire con un silbido, dándose cuenta de que lo había estado reteniendo desde que despertó. El peso del mundo se aligeró.
"¿El Corazón...?"
"Contención completada," dijo Taeyong, entrando por la puerta de la enfermería junto a Kun y Mark. "Sellado triple y traslado al Departamento de Misterios. El protocolo de destrucción no se va a improvisar aquí. Lo haremos en frío, con equipo y tiempo. Por ahora no puede usarse ni convocarse, ni hay magia que lo despierte."
Mark alzó un poco la mano, incómodo pero firme, mientras se acercaba al grupo de los chicos. Hyeongjun, que estaba cerca, sintió su mirada y le asintió antes de acercarse a una mesa.
"Hyeongjun está con Injun desde hace horas. Te han cuidado." Dijo con una sonrisa, pero cambiando a seriedad antes de continuar. " Y... gracias por confiar, Renjun." Miró a Renjun como quien entrega una deuda saldada, él supo que se refería a lo que sucedió en la mansión, asintió dándole una mirada cálida.
Kun añadió, práctico como siempre:
"El bloqueo de impunidad que habían levantado sobre el castillo ya cayó. Hogwarts respira. Quedan patrullas de seguridad y reparaciones, pero lo peor ya pasó."
Renjun cerró los ojos un momento. Los volvió a abrir y miró a Injun, sintiendo la necesidad de verificar de nuevo su estado.
"¿Tú...?"
"Estoy bien," dijo Injun, sincero. Su voz era tranquila. "Comí. Dormí una siesta cortita. Hyeongjun me contó de Honeydukes y... de ti." Se le asomó una sonrisa tímida. "No me fui de tu lado."
"Y no te vas a ir," dijo Hyeongjun, asomándose por la cortina de la cama con una bandeja de té y chocolate caliente. La preocupación en su rostro había dado paso a un cansancio aliviado. "Contrato perpetuo. Por las buenas o te encadeno a la pata de la cama."
Haechan, Chenle y Jisung entraron detrás como una ola contenida, trayendo consigo un soplo de normalidad.
"Reporte de situación," anunció Haechan, exagerando un saludo militar. "Los chicos de primero y segundo ya están con sus prefectos y cartas a sus familias, todas con la debida censura. Zonko's ileso, y Honeydukes fue felizmente saqueado por razones terapéuticas, cortesía de Chenle."
"Yo dejé notas a los elfos para que te guarden sopa de cebolla y algo de pescado," añadió Chenle, con un brillo travieso. "De nada. Es la mejor para el rebote mágico."
Jisung depositó el chocolate en la mesita con cuidado.
"Y Kayden te vigiló todo el rato. Si alguien se acercaba sin permiso, hacía ese ruido de garganta raro, como si fuera a vomitar. Muy útil para ahuyentar a los de Slytherin que venían a preguntar. No se movió."
Taeyong miró a todos, el rostro exhausto pero con una serenidad dura, y luego se centró en Renjun.
"Lo voy a decir una vez más y ya: hiciste lo que había que hacer. Tu decisión fue la única salida. Luego hablaremos con calma del trauma y proceso, de lo que implica y el costo para tu mente, porque no es poca cosa. Pero ahora... ahora estás a salvo y no tienes que cargar con el peso de todo solo."
Renjun tragó. El peso de la validación de Taeyong era casi tan abrumador como el hechizo.
"Gracias." Cerró los ojos un segundo. "Gracias a todos."
Doyoung cerró la carpeta con un chasquido resonante, marcando el final del informe y del conflicto. Miró a los chicos con una expresión que era mezcla de orgullo y agotamiento.
"Y gracias a todos por seguir el plan cuando había que seguirlo, y por romperlo cuando había que romperlo," dijo Doyoung, su tono de Auror adjunto reemplazado por el de un amigo y mentor. "Cada pieza fue vital, desde el Protego de Taeyong hasta la valentía de los chicos en la retaguardia." Luego, su voz se hizo más suave, casi un susurro: "Descansen. Mañana, Hogwarts se despierta distinto. Hoy, están libres."
Las palabras "están libres" resonaron en la sala, un eco potente de la libertad recién ganada.
Jaemin no pudo contenerse más. Se inclinó y apoyó la frente en la de Renjun, un gesto silencioso y profundo de alivio y amor. Jeno besó la sien de Renjun, un contacto tierno y protector.
Injun, desde la silla, estiró la mano para tocarle la muñeca, con dulzura, como si quisiera asegurarse de que era real y que Renjun no se desvanecería. Hyeongjun, apoyado en la cortina, les sonrió con un cansancio que reflejaba el de un chico que había cargado con demasiadas cosas.
"Estamos aquí," le dijo Injun, su voz ahora completamente firme. "Y no te vamos a soltar. Nunca más."
La promesa se selló en el silencio. El resto del grupo sonrió; la guerra había terminado.
Renjun pasó los días siguientes en la enfermería, en una bruma de pociones y sueños tranquilos, sintiendo el caos atenuado del castillo. La mitad de Hogwarts se había vaciado; los estudiantes que podían, habían vuelto a casa, el trauma de la invasión y la caída de la Raíz era demasiado fresco. Pero la otra mitad se había quedado, y esa mitad se había encargado de convertir la enfermería en una pasarela de visitas.
Todos venían, no solo por curiosidad, sino con genuino alivio, dejando a su paso ramos de flores y, sobre todo, montañas de chocolate. Renjun estaba seguro de que Haechan y Chenle habían esparcido a los cuatro vientos el rumor de su gusto por el chocolate amargo, pues el suministro era infinito. Los chicos lo molestaron sin piedad: ahora Renjun era una celebridad, pero no la celebridad odiada y renegada del principio de su estancia en Hogwarts. Ahora era querido y respetado por todas las razones buenas.
Incluso Minji había ido a verlo. Entró con timidez, le ofreció una flor sencilla y le dedicó una sonrisa compleja. Jaemin y Jeno habían intercambiado una mirada extrañada al verla, pero Renjun les había dicho, con una sonrisa cansada, que ella solo tenía algo que decirle a Jaemin y a Haechan, pero no en ese momento sino en el banquete de despedida que, por la excepcionalidad de la situación y para fortuna de muchos, se había adelantado. Ellos solo asintieron, confiados. Ella había prometido que lo haría en el banquete, y Renjun le creía.
Los primeros búhos volvieron antes que los aplausos. El cielo sobre las torres clareó en un azul limpio y, por primera vez en meses, Hogwarts olió a pan dulce y a hierba mojada. Se notaba que el miedo había caído: se notaba en las sonrisas de los estudiantes al pasar por su lado, en el rumor de voces que le deseaban un buen día, en la risa que rebotaba contra la piedra sin pedir permiso.
Renjun cruzó el patio con Injun a su lado, deteniéndose cuando se encontró con el resto en uno de los arcos de entrada al pasillo. Jeno le acomodó la túnica, Jaemin le arreglo el cabello revuelto con dedos que temblaban poco.
"Deberías dejar ese lado revuelto. Te ves más... misterioso," bromeó Jaemin, robándole una pequeña sonrisa a Renjun.
"Si me veo misterioso, le restamos a tu encanto," replicó Renjun, aunque no se apartó de su toque.
Haechan, Chenle y Jisung llegaban desde las escaleras de mármol, cargando termos de chocolate que los elfos insistieron en regalarles 'por servicio rendido', aunque ya había pasado más de una semana.
"Es la poción de la buena suerte, Renjun-hyung. Pero sabe a chocolate," explicó Chenle, con la voz llena de alivio. "Tenemos que beberla toda antes del banquete."
"Es un chantaje delicioso," suspiró Haechan.
Kayden planeó bajo y se posó en la baranda donde Mark estaba apoyado, mirándolos con una sonrisa genuina.
"¿Listos para el caos final?" preguntó Mark. "Dicen que el banquete va a ser... memorable. Taeyong está planeando un discurso de cinco minutos."
Hyeongjun se unió al grupo, saliendo de un pasillo lateral, con el rostro más relajado de lo que Renjun lo había visto en meses.
"Taeyong y cinco minutos no van en la misma frase. Debería poner una cláusula. ¿Ya tienen el café? Necesito cafeína para sobrevivir a la diplomacia."
"Aquí tienes, lobito," dijo Jisung, pasándole una taza. La manada estaba completa.
"Pero en serio," dijo Renjun, mirando a Jaemin y Jeno. "Espero que Taeyong nos deje sentarnos juntos. No quiero estar solo en la mesa de Slytherin por una vez."
"Si nos separan, hacemos un Distractus masivo y los arrastramos a la mesa de Hufflepuff," propuso Jeno con una sonrisa malvada. "Tenemos más chocolate para sobornos."
Injun sonrió, su rostro libre de tensión.
"Bueno, por mí no hay problema. Como no tengo casa, supongo que siguiendo esa lógica me toca no sentarme."
Jisung soltó una carcajada y Chenle le dio un codazo.
"¡No digas eso, Injunie! Te sientas donde se siente Renjun-hyung."
Renjun observó la pequeña discusión, el corazón lleno. Rió, y Jaemin le tomó la mano.
"Donde sea que nos sentemos, nos sentamos todos," zanjó.
El grupo comenzó a avanzar por el pasillo principal, dirigiéndose hacia la entrada del Gran Comedor. Inmediatamente, la calma se rompió por la atención de las paredes.
"¡Ahí viene el joven Huang!" chilló un pequeño retrato de un mago con peluca, que colgaba cerca de la armadura. "¡El héroe! ¡Demostró el verdadero poder, hijo!"
"¡Ganaste, chico! ¡Les enseñaste!" gritó un retrato cercano de un ex director.
Haechan le dio un codazo suave a Renjun.
"Ahí tienes, el héroe. ¿Ves? No soy el único drama queen aquí."
"Yo no pedí esto," replicó Renjun en voz baja, sintiendo cómo se le calentaban las mejillas por la avalancha de alabanzas y le prestó poca atención al retrato.
Un retrato de una bruja de cejas arqueadas se inclinó hacia ellos.
"¡Y pensar que al principio nadie creía en este! Pero el poder se demuestra en el momento, chico. Y esa magia de contención... muy sutil. Muy Slytherin."
"Ya te lo dijo la bruja," susurró Chenle a Renjun. "Donde esté el poder, allí debes estar. Siempre en Slytherin, querido. Pero te ganaste el respeto, eso es lo que cuenta."
Jaemin se rio.
"Parece que nuestra pequeña celebridad va a tener que acostumbrarse a los flashes. Deberíamos pedirle un autógrafo a Kayden."
Jisung asintió con seriedad fingida.
"Sí, hyung. Ahora eres como un jugador de Quidditch, pero en defensa contra las Artes Oscuras. Mucho más cool."
"¡Es un fastidio!" gruñó Renjun, aunque había un ligero temblor de diversión en su voz.
"¿Fastidio? ¡Hyung, estás en una racha!" exclamó Jisung. "Hiciste el hechizo más difícil de la historia, salvaste el colegio, y ahora tienes a todos los retratos de tu lado. ¡Puedes pedir que cambien las contraseñas de las salas comunes y nadie dirá nada!"
"Podrías pedirle a Taeyong que te haga Prefecto Honorario, o algo así," sugirió Chenle, sus ojos brillando con la idea. "Así podríamos pasar la noche en la sala común de Hufflepuff y robar las almohadas."
Jeno sonrió y le dio un puñetazo juguetón en el hombro.
"No, no te queremos en Hufflepuff, Renjun. Arruinarías nuestra reputación de 'demasiado buenos'. Y, además, tienes tu propio club de fans, ¿ves?"
Señaló un grupo de alumnos de primer año que cuchicheaban y señalaban desde la base de la escalera.
"Vamos, Renjun-ah, al menos admite que el chocolate extra vale la pena," dijo Haechan, dándole un sorbo teatral a su termo. "Tienes el privilegio de la Celebridad Exenta de Exámenes. Úsalo."
"Tendrás que acostumbrarte a la fama, Junnie," intervino Jaemin, usando el apodo con una ternura que contrastaba con la burla del resto. "Pero no te preocupes, nosotros nos encargaremos de mantenerte con los pies en la tierra. O, al menos, Hyeongjun lo hará."
"Mi trabajo es mantener a la celebridad alimentada y viva," confirmó Hyeongjun, dando un trago a su taza.
Justo en ese momento, la figura tranquila y severa de Doyoung apareció en los escalones del Gran Comedor. No alzó la voz; no hizo falta. Su presencia era suficiente para llamar la atención de los chicos que lo miraron con una sonrisa.
Doyoung se acercó, su mirada recorriendo a cada uno, deteniéndose especialmente en Renjun e Injun.
"Hola a todos. ¿Están todos bien? ¿La poción de Chenle está funcionando?"
"Perfectamente" respondió Renjun con una sonrisa relajada.
"A ti, Renjun," continuó Doyoung, con un tono más serio, "¿Te duele algo? ¿La herida del costado está estable? Winwin no va a perdonarme si te sales de la cama por nada."
"Estoy bien, Doyoung-hyung. De verdad," aseguró Renjun.
Jeno se cruzó de brazos con un puchero exagerado.
"Vaya, vaya. Renjun ahora es tu favorito. ¿Y yo qué? ¿Ya no te importan mis pobres huesos de Hufflepuff?"
Doyoung le dedicó una sonrisa pequeña y seca.
"Jeno, al menos deberías sentirte afortunado de que es solo Renjun el que está en el centro de atención. Imagínate el caos si Haechan fuera el héroe más querido del castillo. Las cabezas explotarían."
Haechan se llevó la mano al pecho, simulando una herida mortal.
"¡Estoy ofendido! ¡Eso es discriminación de Gryffindor! Mi heroísmo es mucho más digno y humilde, Jeno-yah. Es que Doyoung-hyung no soporta mi luz."
Todos rieron, incluso Doyoung soltó una carcajada rápida. Se enderezó, su sonrisa desapareció para dar paso a la formalidad necesaria.
"Escuchen con atención." Doyoung ajustó el cuello de su túnica. La seriedad que desprendía era la del Auror experimentado a cargo del operativo. "Es mi ultimo informe de la situación." Se detuvo justo antes de cruzar la puerta del Gran Comedor y se inclinó, hablando en voz baja, solo para el círculo de chicos. "El mundo mágico está libre. La Raíz ha caído. Los que quedaban están bajo custodia, bien hecho chicos."
Hubo un segundo de silencio que se rompió solo, como una represa: gritos, risas, abrazos que no supieron si reír o llorar. El estallido fue solo de ellos, un coro de alivio contenido liberado en el pasillo silencioso. Jeno abrazó a Renjun por un lado, Jaemin por el otro. Chenle dio un grito ahogado de alegría.
En medio del estallido, Taeyong abrió las puertas del Gran Comedor y miró a los chicos, asintió apenas, como quien dice 'ya pueden respirar.'
Renjun buscó a Injun en medio de esa felicidad desbordante y lo jaló un centímetro más cerca. Sus rostros sonrientes.
"Escucha."
El menor inclinó la cabeza, cerrando los ojos por un segundo. No era magia de detección; era vida. El murmullo que se filtraba desde el Gran Comedor era diferente. Eran pasos sin patrullas, puertas que abrían y cerraban sin el eco de una amenaza, la cocina batiendo huevos y mantequilla, el aleteo fuerte y despreocupado de las lechuzas que regresaban, el trueno amable de la risa de los alumnos. La presión en el aire, esa tensión invisible que habían cargado durante meses, simplemente se había disipado.
Injun tragó saliva, y la sonrisa le llegó a los ojos, una liberación pura.
"Se siente... como si todo lo malo se fue, por fin. Como si nada malo fuera a volver a pasar."
Taeyong se detuvo frente a Renjun y los suyos, sus ojos oscuros brillando con una sonrisa relajada, genuina y profundamente cansada.
"Hay noticias. Pero primero, desayunen. Se lo han ganado. Todos ustedes." Taeyong se dirigió al resto del grupo. "Vayan. Y rompan todas las reglas que quieran con las mesas, por hoy. Es una orden."
La libertad, al fin, no era un discurso épico, ni un Finite Incantatem gritado en la oscuridad. Era pan tibio en las manos, era el frío dulce en la cara sin miedo, era poder quedarse en silencio sin que doliera. Era la certeza de que el ruido de la risa era real.
El grupo cruzó el umbral. El Gran Comedor estaba vivo. Ya no era solo una sala de banquete, sino un corazón latiendo fuerte. Las cuatro largas mesas estaban repletas, y las banderas de casas habían sido sustituidas por banderines de seda plateada y dorada que caían desde el techo, donde los hechizos mostraban un cielo despejado de un azul eléctrico. El rumor de voces era ahora un crescendo vibrante de risas, confesiones y planes que ya no temían mirarse a la cara ni hablar de futuro.
Los elfos habían insistido en hornadas nuevas de pan dulce, tartas de melaza y calabaza especiada; el aire olía a azúcar quemada y a especias cálidas. Hasta las mesas crujían con ese "por fin" que flota cuando se suelta una respiración larga.
El estruendo bajó a un murmullo expectante cuando Taeyong se levantó. Su apariencia era la de un hombre que no había dormido en días, pero su sonrisa era tranquila. No usó la varita para amplificar su voz; habló con la claridad de un líder que no necesita trucos. Alzó una copa de jugo de calabaza.
"A pesar de los costos, las pérdidas, y los días oscuros," comenzó, y sus ojos se detuvieron en la mesa donde los chicos ya se habían sentado juntos, ignorando las líneas de las casas. Hizo una pausa dramática. "Hoy no hay discursos. Hoy no hay dolor que no vaya a sanar. Solo hay una cosa que importa."
Taeyong alzó la copa con solemnidad.
"El mundo mágico está libre."
Y sonrió sin ceremonia.
El grupo entonces se acomodó para comer, viendo como todos los estudiantes ignoraban olímpicamente las mesas de sus casas. Renjun, entre Jeno e Injun, sonrió también, sintiendo el calor de la celebración. Pero el corazón le tiró hacia otro lado, hacia un asunto pendiente.
"Regreso enseguida," murmuró, tocándole la mano a Jeno para llamar su atención por encima del estruendo. Jeno, con su conexión habitual, entendió de inmediato que no era algo trivial.
"¿Todo bien?" preguntó Jeno, bajando la voz.
Renjun asintió, su mirada fija en el pasillo.
"Es algo rápido. No tardo."
Jeno apretó su mano brevemente.
"Ve. No te vayas muy lejos."
Jaemin lo midió con los ojos, captando la tensión y la necesidad en el rostro de Renjun. Él también asintió, su expresión totalmente comprensiva.
"Ve. Te esperamos. Y trae un par de pasteles, mientras eres la celebridad," bromeó para aliviar la seriedad, pero sus ojos decían: Confío en ti.
Renjun salió por el corredor lateral, recorrió escaleras que ya no parecían vigilarlo, y subió hasta el piso donde el aire olía a piedra vieja y secretos. El Gran Comedor vibraba abajo, pero allí arriba, la quietud era profunda, reconfortante.
En el recodo que daba a la ventana enrejada, la plata pálida de Helena flotaba como si la luz de la tarde la hubiera olvidado allí. No se movió. Simplemente esperó, su rostro sereno, la antigua melancolía atenuada.
"Sabía que vendrías hoy," dijo ella, con una sonrisa apenas perceptible. "El castillo se siente más ligero. Una de las últimas veces que nos vimos me preguntaste por cosas que no caben en vitrinas, por raíces y pertenencia. Te hice una pregunta, ¿recuerdas? ¿Encontraste lo que buscabas?"
Renjun se le acercó despacio, sin prisa, como quien vuelve a un sitio que ya es suyo, un lugar que finalmente ha comprendido. Se apoyó en el alféizar de piedra fría, sintiendo el ancla de la realidad bajo su mano.
Sonrió con los ojos, un gesto honesto y total.
"Lo encontré. No en la sangre, ni en el núcleo, ni en una casa. Lo encontré en cada uno de ellos. Encontré una familia que es más fuerte que cualquier pacto de nacimiento. Y a una gran amiga... que estuvo dispuesta a ayudarme a entender este laberinto."
La mirada de Helena se humedeció de un brillo que no era agua ni magia, sino el eco de un alivio largamente esperado. Parecía que la pesada carga de su propia vida, de su propia soledad, se hacía más liviana por la confesión de Renjun.
"Entonces puedo descansar un poco mejor en estas piedras," dijo, y el pasillo pareció aligerarse un centímetro, como si el aire se hubiera purificado. "Tu camino... fue duro, Renjun. Pero fue tuyo. Vuelve cuando quieras. Trae risas. Eso es lo que más falta hace aquí arriba."
"Prometido," dijo Renjun, y se inclinó en un gesto de respeto que nunca le habría dado a un fantasma antes. El encuentro, el final de su misión personal, estaba cumplido.
Las campanas del Gran Comedor repicaron a postre cuando volvió. El sonido era un alegre llamado que resonaba en los pasillos ahora despejados. En frente de las puertas, dando vueltas en su sitio con las manos entrelazadas, Minji, recogía valor.
Lo vio caminar hacia ella, y Renjun, al saber exactamente lo que hacía allí, asintió suavemente. Ya no había rabia ni culpa entre ellos; solo el reconocimiento de dos personas que habían salido de una guerra, gracias en parte a un secreto compartido: la esperanza de una cura.
"Hola, Minji," dijo Renjun, su tono alentador.
Ella parpadeó, sorprendida de que la hubiera abordado.
"H-hola, Renjun. Yo solo... creo que es ahora o nunca." Se humedeció los labios. "Sé que es un mal momento, con todo el mundo celebrando, pero... necesito hablar con Jaemin y Haechan."
"Creo que es un buen momento," la interrumpió Renjun, su voz baja y comprensiva. "Quieres que Jaemin te escuche sobre la cura, y quieres que confíe en que puedo hacerlo de nuevo." Minji había sido la primera en recibir esa ayuda y la primera en defenderlo.
"Sí," admitió ella, y su voz tembló. "Después de lo de mis padres, no puedo quedarme sin hacer nada. Él necesita saber que funciona, y que tú no eres un riesgo. Que su dolor no está mal dirigido."
"Es un buen día para decir cosas, ¿no crees?" le dijo Renjun, asintiendo. A la distancia, miró hacia la mesa donde Jaemin y Haechan ya los estaban mirando con curiosidad. Les hizo una seña con la barbilla, un gesto imperceptible que solo ellos captaron: Vengan, es el momento.
"Gracias por confiarme esto." Murmuro dándole una mirada de reojo.
"Gracias por hacerlo." Le respondió Renjun con una sonrisa.
Minji, viendo como los chicos se levantaban y sintiendo que su oportunidad se acercaba, suspiró, cerró los ojos un momento para tragar el nudo de su garganta, y caminó, con la espalda más recta, hacia ellos. Renjun la siguió de cerca, su presencia silenciosa era el apoyo que ella necesitaba para enfrentar su culpa y ofrecer su testimonio.
"¿Podemos hablar un minuto?" preguntó, suave, su voz apenas audible sobre el murmullo de la multitud, sorprendiendo a los chicos.
Se deslizaron al borde del pasillo, junto a los vitrales de colores que ahora proyectaban sombras doradas sobre el piso de piedra. Minji apretó el borde de su túnica, nerviosa y feliz al mismo tiempo.
"Quería contarles que mis padres... están mejor," empezó, y su voz se quebró ligeramente por la emoción. Miró directamente a Renjun, un reconocimiento de deuda y gratitud. "Renjun... lo que hizo por ellos no fue un truco ni un experimento. Fue esperanza. Él encontró la manera de deshacer el daño de la Raíz en la mente."
Se giró hacia Jaemin y Haechan, sus ojos húmedos de sinceridad.
"Y yo... quería decirles, Jaemin, Haechan... que si quieren, puedo ir con ustedes cuando vean a los suyos. Acompañar. Hablarles. Ya no me da miedo." Su propia vergüenza por haber atacado a Renjun era evidente, pero su deseo de ayudar era más fuerte.
Jaemin tragó, sus ojos fijos en Minji, asimilando la magnitud del testimonio. Su sonrisa se había borrado, reemplazada por una intensa lucha interna. Hubo un silencio denso, solo interrumpido por las lejanas risas del Gran Comedor.
"Gracias, Minji. De verdad," dijo Jaemin, su voz apenas un hilo. Se pasó una mano por el cabello. "Pero... la maldición que les lanzaron a nuestros padres fue diferente, fue... demasiado poderosa." Jaemin miró a Renjun, el miedo profundo en sus ojos. "Tú ya hiciste lo más grande que se podía hacer. Pero si intentamos curar esto y fallamos, si lo poco que queda de ellos se va... los perdemos por completo." La voz se le quebró. "Tengo tanto, tanto miedo de que esa pequeña esperanza se convierta en cenizas."
Haechan puso una mano sobre el brazo de Jaemin.
"Yo estoy dispuesto. Confía, Jae. Confía en Renjun. Ya viste lo que hizo con sus propios padres. Él sabe lo que hace."
"No es que no confíe en él," dijo Jaemin, negando con la cabeza con desesperación. "Confío con mi vida en él, Haechan. Es el miedo a la nada."
Renjun se acercó un paso, poniendo una mano firme y tranquilizadora en el hombro de Jaemin. Su rostro era serio, libre de cualquier orgullo.
"No tienes que decidir nada ahora, Nana. Ni tienes que ir solo. Pero no es a la nada a lo que le tienes miedo. Es a no poder hacer nada. Y eso ya terminó."
Minji dio un paso adelante.
"Yo sentí ese miedo. Me consumió," confesó. "Pero... luego él nos ayudó. Vi los resultados." Minji extendió la mano hacia Jaemin, su mirada suplicante. "Ver a mis padres sonriendo de nuevo, hablando, diciendo mi nombre, volviendo a tener vidas normales... eso valió todo el miedo. No pierdes la esperanza si lo intentas; la ganas. Renjun lo hizo posible. Por favor, Jaemin. Te acompañaré. Te lo prometo."
El silencio regresó, pero esta vez era un silencio de aceptación. Jaemin miró a Renjun, a Minji, a Haechan. Vio la verdad en sus ojos. Asintió lentamente, las lágrimas asomándose.
"Gracias, Minji," Jaemin tragó, sus ojos fijos en Minji, asimilando todo a su manera. Su habitual sonrisa se hizo más profunda, subiendo desde el pecho. Se acercó y le puso una mano firme en el hombro, su voz era seria. "De verdad. Eso significa... todo."
Haechan, con la voz más chiquita de lo normal, añadió.
"Sí. Gracias. Vamos a necesitar pruebas. Nos va a venir bien una voz que ya pasó por eso y que pueda decirnos... que la persona que tienen delante sigue siendo su madre. O su padre."
Minji asintió, su propio dolor siendo transformado en fuerza.
"Ellos están bien ahora, son ellos de nuevo. No tienen todas las memorias, pero son las personas que yo recordaba. Y eso es más de lo que jamás esperé. Estoy aquí para lo que necesiten."
El silencio regresó, pero esta vez era un silencio de aceptación. Jaemin miró a Renjun, con una profundidad estremesedora. Vio la verdad en sus ojos y la prueba viva en Minji. Inhaló profundo, sintiendo el aroma del pan dulce y la promesa de libertad, y asintió, soltando todo el aire contenido.
"De acuerdo," dijo Jaemin, con la voz clara y definitiva. "Vamos a hacerlo. Pero quiero ver a tus padres Minji." Ella asintió enseguida con los ojos entornados, sorprendida de haber podido ayudar, Renjun vio como mordió su labio reprimiendo una sonrisa. "No solo por mis padres, sino por todas las victimas que se tomo la raíz. Seremos un equipo." Se giró hacia Renjun, sus ojos brillando con lágrimas y una esperanza renovada. "Solo tú, yo, Haechan, Mark y Jeno. Es nuestra última misión."
Renjun asintió, con una pequeña sonrisa de alivio.
"Acepto los términos, Na Jaemin."
Volvieron al banquete entre risas, brindis y planes, con una resolución silenciosa y profunda que solo ellos compartían. El ambiente en el Gran Comedor era eufórico. Jeno, Injun y el resto del grupo los recibieron con preguntas sobre el postre, sin presionar por detalles. La victoria sabía a pudín de caramelo y tarta de melaza, y el futuro inmediato se sentía seguro. Celebraron, rieron y por primera vez en mucho tiempo, Renjun se sintió completamente ligero.
Más tarde, cuando los platos se habían vaciado hasta quedar relucientes y los búhos, trayendo cartas de felicitación y agradecimiento de todo el mundo mágico, empezaban a cruzar el techo encantado que mostraba un cielo estrellado, Renjun supo que era el momento.
Tocó a Jeno y a Jaemin en la muñeca, un gesto silencioso
"Baño del tercer piso," dijo en voz baja.
Jeno asintió, la sonrisa tranquila de la celebración ya reemplazada por una concentración alerta. Jaemin se limitó a darle un apretón de mano a Renjun, confirmando su disposición. Subieron las escaleras en silencio, la túnica de Renjun susurrando contra la piedra. Recorrieron pasillos que ahora se sentían seguros, pero que habían sido el escenario de sus peores miedos, una ironía que no pasó desapercibida.
El viejo baño estaba encendido con esa luz alta de final de tarde, proyectada por la ventana enrejada. Había olor a humedad limpia y a piedra antigua. Flicker se acomodó en una lámpara apagada que colgaba del techo; la cerámica, recién pulida, devolvía un eco amable a sus pasos. Era su sitio: un refugio, un puesto de vigilancia, y el testigo silencioso de sus confesiones más íntimas. Estaban de vuelta en ese lugar.
"Voy a ir a San Mungo," dijo Renjun, sin rodeos, mirando la luz a través de la ventana. "A curar a quienes pueda. Los que dejó la Raíz. A veces siento que... que lo que llevo dentro es demasiado, incluso para mí. Quiero que sirva para algo más que solo anular la oscuridad. Quiero que sirva para reparar."
Jaemin respiró hondo, un sonido lento y liberador, y esta vez, no tardó en responder. Su miedo había sido superado por la fe en Renjun y el testimonio de Minji.
"Tienes mi permiso para revisar a mis padres. A los dos. Cuando tú digas." Jaemin se acercó y le dio un toque en el brazo. "Cuenta con nosotros. Y con Haechan. No harás esto solo."
Renjun inclinó la cabeza, serio, sintiendo el peso de la confianza.
"Gracias por confiar, Jae." Murmuró.
Jeno apoyó el hombro en la pared de azulejos, estudiándolo. Sus ojos estaban llenos de afecto.
"¿Vas a pasar todas tus vacaciones en San Mungo?"
"No," dijo Renjun, y la respuesta ya estaba en su cara. Había una ligereza nueva en él. "Injun quiere encontrar un buen lugar para hacer una casa. No podemos volver a... aquellas mansiones. Buscaremos un sitio que nos guste de verdad. Y nos llevaremos a Hyeongjun con nosotros."
Jeno sonrió de lado, aceptando la idea de la nueva familia.
"Mi casa está abierta si un día quieres distraerte. Familia ruidosa, comida decente. Siempre hay un sofá o una cama extra, aunque siempre puedes dormir en la mía."
Jaemin alzó una ceja, medio retando, medio riendo, acercándose hasta inclinarse en su espacio personal. El silencio y la quietud del baño hicieron que el gesto fuera cargado de significado. Con una mano en la cintura de Renjun y la otra rozando su mejilla, susurró, su aliento cálido.
"Y si te aburres en casa de Jeno, vienes a la mía. Te enseño a no regar las plantas y holgazanear. O... vamos los tres. Llamémosle 'cita'."
Renjun soltó una risa que no le conocía a sí mismo, corta y limpia, viendo la cercanía de Jaemin, la promesa de normalidad en sus palabras. Se inclinó hacia ambos.
"Acepto. Los tres juntos."
El eco de la palabra 'juntos' quedó flotando en el azulejo, suavemente amplificado por la cerámica. Flicker, desde la lámpara, ladeó la cabeza como si supiera exactamente el significado de la nueva alianza.
Renjun bajó la mirada un segundo, asimilando la realidad de lo que acababa de aceptar. Acomodó la mano de Jaemin en su cintura, asegurando el contacto, y con la otra mano, buscó la de Jeno. La encontró esperando, cálida, firme, un ancla constante.
"Antes de seguir..." dijo, y tragó, sintiendo que este era el verdadero momento más importante que cualquier hechizo. "Se los dije antes, de alguna forma. Pero quiero que lo escuchen ahora, sin magos oscuros asechando para matarme, sin urgencias, sin la necesidad de que suene como una despedida."
Jeno no apretó ni aflojó su mano. Solo sostuvo, con una paciencia y una calma que siempre desarman a Renjun.
"Te escuchamos, Jun."
Renjun respiró hondo.
"Los amo." La palabra salió limpia, sin adornos, resonando con la honestidad brutal de su alma. "A los dos. No por lo que hicieron por mí ahora, ni antes de esto. Por todo. Por quedarse cuando yo no sabía manejar todo. Por verme cuando yo quería esconderme. Por hacerme volver. Por enseñarme lo que es la libertad."
Jaemin sonrió, con brillo en los ojos, su mano en la mejilla de Renjun se movió ligeramente, limpiando una lágrima invisible.
"Yo también te amo, Jun." Se inclinó apenas, rozó su frente con la de Renjun, un juramento silencioso. "Desde antes de entender cómo decirlo, y mucho antes de entender todo lo demás."
Jeno lo miró de frente, sus ojos serios y dulces, la esencia inmutable de su lealtad.
"Te amo, Renjun. No hay prisa para nada más. Solo queríamos estar aquí, a tu lado, cuando estuvieras listo para decirlo. Nunca lo dudamos."
Renjun rió bajito, nervioso, las defensas cayendo por completo.
"Tenía miedo." Los miró a los dos, alternando la mirada entre la calidez de Jaemin y la solidez de Jeno. "De ser demasiado. De romper algo. De que mi magia, mi historia... nos ensuciara. De que no me escogieran, y que se fueran."
"Lo que eres no nos ensucia," dijo Jeno, sin dudar. Su agarre se hizo fuerte. "Nos salvó. A Hogwarts, a Injun, y a nosotros, nunca nos iríamos voluntariamente de tu lado."
"Y si alguna vez algo te pesa, no lo llevas solo," añadió Jaemin, su voz cargada de la promesa de una vida entera. "Ni la culpa, ni la memoria, ni los remordimientos. Nos avisas. Aunque sea con un toque en la moneda. Compartimos la carga."
Renjun asintió, con los ojos brillantes, su corazón finalmente asentado en el hogar que había encontrado.
"Entonces quiero pedirles cosas pequeñas, si se puede," dijo Renjun, su voz más segura que nunca. No era un ultimátum, sino la base para construir algo duradero.
"Pide lo que quieras," dijo Jeno, su mano aún firme.
"Que seamos claros," continuó Renjun. "Si digo 'alto', paramos. Sin preguntas ni reproches. Si uno necesita espacio, lo dice. Si algo duele, no se aguanta por quedar bien. Quiero que esto sea tan honesto como lo fuimos en el peligro."
"Trato," dijo Jaemin. Su sonrisa se hizo profunda, captando la seriedad de los términos. "Y yo pido algo a cambio. Que celebremos también lo bueno. No solo sobrevivir. Un helado sin motivo. Un paseo sin plan. Una risa que no tenga que esconderse. Quiero una vida contigo que sea ruidosa y normal a veces."
Jeno levantó su mano y la apoyó sobre el pecho de Renjun, justo donde late el corazón. El contacto era un compromiso físico.
"Y yo pido que esto sea un hogar. Aquí. Con nosotros. Que no sea un secreto vergonzoso. Privado, sí. Pero no escondido en el miedo. Que nos podamos abrazar en el patio si queremos."
Renjun sonrió, más suelto, sintiendo la promesa de un futuro donde no tendría que encogerse.
"Hecho. Acepto todo."
"Dime otra cosa," pidió Jaemin, su tono juguetón regresando mientras jugaba con el borde de la bufanda de Renjun. "¿Qué necesitas de mí, de nosotros, cuando te pongas en modo 'voy a salvar a medio mundo' y te olvides de ti? ¿Cuál es nuestra alarma de emergencia?"
Renjun pensó un segundo, mirando a las dos caras que eran su ancla.
"Recuérdenme comer. Dormir. Reír. Díganme 'baja' cuando me suba en lo más alto, probablemente no me daré cuenta," enumeró con una gran exhalación. "Y si me pierdo, si me encierro otra vez en la biblioteca a analizar la oscuridad, si digo que no necesito a nadie... búsquenme. No me dejen quedarme en la sombra aunque diga que estoy bien."
"Te vamos a buscar siempre," dijo Jeno, con esa certeza que le cambia el tono y hace temblar la verdad. "Aunque te escondas en el aula más vacía del castillo, aunque tengas que patear nuestras varitas para que nos vayamos."
"Nunca te irás a la oscuridad solo de nuevo," prometió Jaemin, inclinándose a Renjun y besando suavemente la punta de su nariz, sellando la promesa con un gesto de absoluta ternura.
Hubo un silencio cómodo. El tipo de silencio que se gana. Jaemin lo rompió con un gesto travieso.
"Último punto de agenda de pareja-no-tan-secreta," dijo, serio de broma. "¿Cómo nos llamamos? ¿Somos 'nosotros tres' y ya?"
Renjun se rió.
"Me gusta 'nosotros tres'. Simple. Verdadero."
"'Nosotros tres' entonces," aprobó Jeno. "Mis novios." Los tres rieron con timidez mirándose con cariño.
Jaemin se acercó un poquito más.
"¿Puedo...?"
Renjun asintió en seguida, con anhelo. El beso fue suave, breve, sin urgencias, como una promesa en voz baja. Cuando se separaron, Jeno lo besó también, en la sien, y luego en la mejilla y por último en los labios, con una ternura que le hizo cerrar los ojos.
"Tenemos un lugar," dijo Renjun, aún con la sonrisa encendida. "Aquí... es nuestro punto cero."
"Y desde aquí salimos al mundo," respondió Jaemin, acomodándole el cabello como siempre.
"Juntos," añadió Jeno.
Renjun los miró a los dos como si quisiera aprenderse cada detalle para los días nublados.
"Juntos."
La moneda vibró suave, un toque amistoso del banquete reclamando su mesa. Jeno suspiró teatral.
"Nos esperan los chicos. Estoy seguro que Hyeongjun dijo que guardó tres tartas de melaza 'por si acaso'."
"Suena a misión oficial," dijo Jaemin bromeando.
Renjun tomó una mano de cada uno.
"Antes de irnos, otra cosa. Cuando esté en San Mungo, voy a escribirles todos los días. No cosas tristes. Cosas reales. Y quiero sus mensajes también. Fotos de Jisung dormido en la sala. Haechan discutiendo con una planta. Chenle intentando regatear a un reloj, Mark siendo... Bueno, Mark, ya saben."
"Trato," dijo Jaemin, riendo.
Jeno lo miró con una calma nueva.
"Y si una noche necesitas silencio, también vale. Nosotros estaremos contigo desde lejos."
Renjun apretó sus manos.
"Gracias."
Abrieron la puerta. Antes de cruzar, Jaemin lo jaló de vuelta un segundo.
"Por si hace falta repetirlo," susurró, cerca. "Te amo."
"Yo también, te amo," dijo Jeno, simple.
Renjun no escondió nada.
"Los amo."
Salieron al pasillo con la ligereza que deja un peso al caer. El castillo, por primera vez, les pareció ancho. Bajaron las escaleras tomados de las manos, riéndose por nada, y al doblar el último tramo, Renjun pensó que así se siente la libertad: como una confesión dicha a tiempo, como dos manos que no lo sueltan, como una puerta que se abre sin pedir contraseña.
Al día siguiente, bajaron a Hogsmeade los nueve. Jeno, Jaemin, Renjun, Haechan, Chenle, Jisung, Injun, Hyeongjun y Mark. La nieve vieja crujía blanda, y el sol jugaba a esconderse entre las chimeneas. Al pasar por Honeydukes, el viejo cartel no se les cerró en la cara; se abrió ligero, como si los hubiese estado esperando. El dependiente levantó la mano en saludo.
"Bienvenidos," dijo, sin comillas.
"¿En serio?" susurró Chenle, teatral. "¿No nos van a echar por exceso de encanto?"
"Hoy no," respondió la dueña, guiñando un ojo. "Hoy todos los que entran, entran."
Compraron chocolate sin contar monedas, se probaron sombreros ridículos en Gladrags y hasta Hyeongjun aceptó una bufanda amarilla que Jisung le enroscó con solemnidad. En Las Tres Escobas, Madame Rosmerta les llevó cerveza de mantequilla a la mesa grande del rincón.
"De parte de la casa," dijo. "Por volver a traer paz."
Renjun notó lo nuevo en cada gesto: ninguna mirada de soslayo, ninguna espalda que se endurezca, ninguna puerta que se cerrará un segundo antes en su cara. Había manos que saludaban, vendedores que preguntaban por Injun sin miedo, una niña pequeña que se acercó a Kayden para decirle 'qué lindo' antes de esconderse detrás de su madre.
En medio de la conversación, Renjun recordó el mensaje de Winwin. 'San Mungo listo para recibir voluntarios.' Renjun miró a Jeno y a Jaemin. Ellos ya estaban mirándolo.
"¿Después helado?" Pregunto Jaemin.
"Después del helado," repitió Jeno, serio por juego.
Injun apoyó la cabeza en el hombro de Renjun, cómodo y somnoliento.
"Cuando busquemos casa," dijo, "quiero que huela a chocolate, a té... y que haya risas."
"Y que tenga lugar para amigos que no se callan," añadió Haechan.
"Y perchas para cuervos," dijo Jisung, acariciando a Kayden.
"Y un lugar para descansar," concluyo Mark.
"Y ventanas amplias para que no haya oscuridad," se rió Jaemin.
"Y una puerta que siempre abra," cerró Jeno.
Renjun miró a todos, de uno en uno. Por primera vez, el mundo no era una habitación con el cerrojo echado; era un pueblo entero diciendo 'pasa'. Sonrió con los ojos, con la boca, con esa parte de la cara que no le obedecía cuando vivía a la defensiva, cuando creía que su camino era la oscuridad, Renjun sonrió libremente.
"Vamos a tenerlo," dijo con seguridad.
Afuera, el hielo de los canalones empezó a ceder gota a gota. Hogwarts, a lo lejos, parecía cantar bajito. Y la libertad, por fin, dejó de ser una promesa: era el sabor tibio del chocolate, el peso de una bufanda prestada, un sándwich regalado, la certeza de que al volver habría personas que lo aman solo siendo él, Huang Renjun, el mago oscuro.
Notes:
Hemos terminado en este gran viaje a Hogwarts, gracias por acompañarme en esto, espero que les haya gustado, por mi parte ame escribir cada capitulo, ame sus comentarios y toodoooo el amor que le mostraron a la historia, gracias infinitamente por eso, este es el final de la historia y creo que fue exactamente lo que imagine cuando empecé hace tantos meses, con 15mil palabras este queda como oficialmente el capitulo mas largo que he escrito alguna vez, sepan que tenia 8mil cuando lo escribí en septiembre antes de irme a Brasil y editarlo me llevo a esa cantidad, por lo que espero que no se les haga tan largo y lo encuentren satisfactorio, a mi me gusto así que ojala les guste.
Por si no lo saben voy a escribir unos extras, o sea tengo un par ya listos y un par de ideas, así que edito y los subo, pero sinceramente mi salud mental ha estado deteriorándose con el pasar de los meses, debido a mi desempeño en el deporte del que soy seleccionada nacional, específicamente desde los torneos de mayo y el de Octubre, y también sumándole la preparación de mi tesis, he estado muy cansada y esto era mi vía de escape, así que voy a intentar dormir, descansar, y no estresarme por lo menos hasta que tenga la defensa de tesis a finales de este mes, así que los extras aparecerán como sorpresa de repente, por favor espérenlos con ansias.
Nuevamente muchas gracias y espero que les haya gustado esta historia <3
Chapter 40: Extra 2: Verdades incómodas
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El estrés era una soga apretada alrededor del pecho de Renjun. Los exámenes finales de semestre estaban cerca, y Necesitaba un momento, solo unos minutos de silencio y la compañía incondicional de Kayden. Renjun se encontró con Injun en el pasillo, cerca de la escalinata en movimiento. Injun llevaba un libro de Encantamientos Avanzados en sus manos, su rostro brillaba con la despreocupación de un estudiante brillante.
"Voy a ir a la torre de las lechuzas," le dijo Renjun, su voz llena de un tono juguetón. "Kayden me extraña."
Injun se rió, él chico era todo sonrisas ese semestre, y Renjun no podría estar más feliz, su hermano se había adaptado con rapidez, tenía un montón de amigos en su casa, Ravenclaw, y era bastante conocido en los pasillos, por suerte no por ser el hijo de los magos oscuros, sino por ser un estudiante brillante y energético. Era un alivio que el peso del apellido no hubiera caído sobre él.
"¿Kayden te extraña o solo quieres escapar de la Aritmancia por diez minutos?" bromeó Injun, cerrando su libro y dándole a Renjun un abrazo rápido y fuerte. "No seas dramático, hyung. Además, ya hice tu trabajo."
"¿Mi trabajo?"
"Sí. Fui hace poco," dijo Injun, con total naturalidad. "Fui con Hyeongjun, lo alimentamos bien. Él es muy bueno con los animales; estaba allí desde antes que yo."
Renjun sintió un toque de alivio. La mención de Hyeongjun siempre le sacaba una sonrisa; eran amigos desde pequeños, y era un consuelo saber que su hermano tenía la estabilidad de esa relación, a pesar de todo el caos.
"Me alegro. Pero de todos modos," continuó Renjun, manteniendo su tapadera, "necesito el pergamino de la torre. Ya que has hecho mi tarea de alimentación, puedo concentrarme solo en la redacción de la nota. Necesito enviarle una consulta a... alguien."
"¿Una consulta de vital importancia para la seguridad mundial?" preguntó Injun con una ceja alzada.
Renjun se permitió un pequeño asentimiento.
"Una de esas. Ve a estudiar. Necesitas ese 'Excelente' en tu examen."
"De acuerdo, ¡no te demores! Y saluda a Kayden de mi parte, dile que se porte bien," bromeó Injun, volviendo a abrir su libro y alejándose.
Renjun se quedó solo, el peso de su propia farsa todavía en el pecho. Sí, voy por una nota, pensó. Una nota que me diga que todo está bien y que puedo respirar tranquilo por cinco minutos.
Renjun se fue a la torre de las lechuzas. Al llegar, se acercó a Kayden, y lo acarició. Intentó alimentarlo, pero se dio cuenta de que Kayden estaba saciado. Renjun suspiró y se sentó en una esquina, un nudo en el estómago.
Se sintió mal. El fin de semana anterior, en San Mungo, uno de los tutores del paciente no quería que Renjun ejecutara el hechizo, diciendo que era peligroso. Renjun lo entendía. Después de todo, aún había magos que le temían, que le tenían miedo por ser un mago oscuro, y que creían que era incapaz de hacer un hechizo sin que saliera oscuridad. Renjun, incluso ahora, se sentía mal e incapaz.
Renjun no quería hablar del incidente, no lo había hablado con nadie, pero claro, sus dos novios lo habían notado extraño, así que no se sorprendió cuando apareció Jaemin y simplemente se sentó a su lado, en el frío suelo. No dijo una palabra. Simplemente tomó la mano derecha de Renjun y comenzó a jugar con sus dedos, trazando círculos en su palma con el pulgar. El silencio era pesado, pero el toque de Jaemin era un recordatorio.
No sabe cuánto tiempo estuvo ahí, solo en silencio, hasta que por fin, Renjun se rompió. Para sorpresa de Jaemin, no había lágrimas. Había furia.
"¡Es estúpido!" despotricó Renjun, su voz era un murmullo furioso. "¡El maleficio estaba matándolo! Y a él solo le importaba... le importaba quién iba a ejecutar el hechizo. ¡No importaba! Lo importante era sanarlo. ¡Salvarlo!"
Se levantó de un salto, sus manos en sus caderas caminando de un lado a otro.
"La magia oscura es una herramienta. ¡Como cualquier otra! Pero siguen teniendo miedo. Y me hacen sentir... me hacen sentir que soy incapaz. Como si no pudiera hacer un hechizo sin que salga mal. Es la forma más estúpida de pensar. Y es tan..." Su voz se apagó, pero la ira seguía en sus ojos.
Jaemin se levantó. Se acercó a Renjun y lo abrazó, su barbilla se posó en su hombro.
"Lo sé," le susurró. "Lo sé. Eres el mejor. Y si la gente es demasiado estúpida como para no verlo, es su pérdida. No la tuya."
Renjun continuó enojado, sus hombros se tensaron. Jaemin lo abrazó con más fuerza, sus manos se posaron en su espalda, calmándolo.
"También tuve dudas," le susurró Jaemin después de un momento. "Cuando dijiste que podrías sanar a mis padres, me sentí... tuve miedo. No porque fueras tú," se apresuró a decir, sintiendo el cuerpo de Renjun tensarse. "Sino por la raíz del problema. Porque la magia oscura es un miedo, ¿sabes?"
Renjun se alejó de su abrazo.
"No es lo mismo, Jaemin," le dijo Renjun, su voz era un murmullo furioso. "Tú tenías miedo por el maleficio, yo tuve que luchar contra una persona que me tenía miedo a mí, y a mi magia. Es una batalla constante. Y es tan..."
La ira seguía en sus ojos, pero Jaemin lo abrazó de nuevo, su barbilla se posó en su hombro.
"¿Sabes lo que quiero?" le susurró. "Quiero que seamos la excepción a la regla. Quiero que seamos la razón por la que tu seas quien no tenga miedo, te asusta ¿cierto? el rechazo, cuando solo intentas ayudar."
Renjun se sintió incapaz de hablar, asintió y dio una gran respiración intentando calmarse.
"La próxima vez," dijo Renjun, su voz se llenó de una nueva determinación. "La próxima vez, yo mismo me voy a enfrentar al tutor. Le voy a decir todo eso. Que lo importante es el paciente, no quién ejecuta el hechizo."
"Está bien," le susurró Jaemin, su voz era suave y llena de amor. "Lo que sea que hagas, está bien."
Renjun lo miró y por el brillo de sus ojos el Ravenclaw supo que no había algo bueno cruzando por su mente, el chico oscuro se rió, el sonido lleno de una nueva alegría y con una nueva determinación se acercó a su novio con voz persuasiva.
"O... ¿debería lanzarle un 'Imperio' para que acepte la ayuda?" le preguntó, su voz llena de un humor oscuro.
Jaemin se rió, genuinamente divertido.
"No," le dijo negando. "Sería demasiado fácil. Sería más divertido si lo convencieras con tu encanto, y luego, cuando no esté mirando, le lanzas un 'Confundus'."
Renjun sonrió, una sonrisa diabólica.
"Un 'Imperius' sería más rápido," dijo, su voz llena de malicia.
Jaemin se echó a reír.
"Te ayudaré con todo," dijo, con una sonrisa juguetona. "Excepto a lanzar un 'Imperius' a gente estúpida."
"Pero son estúpidos," dijo Renjun, su voz era un murmullo de frustración. "Por eso necesitan el 'Imperius'."
Jaemin bufo, el sonido llenó el silencio. Se acercó a Renjun y lo abrazó, su barbilla se posó en la coronilla de su cabeza.
"Eres increíble, mi amor," le susurró. "Pero no me voy a arriesgar a que me castiguen por ti."
Renjun bufó, su cuerpo se relajó en el caluroso abrazo de Jaemin.
"Tienes que estar conmigo en las buenas y en las malas," se quejó en un tono de broma.
Jaemin se rió, su voz se llenó de cariño.
"Esa es una frase de muggles," le dijo con dulzura. "Y se usa cuando se casan. Lo que, por cierto, diré cuando nos casemos."
Renjun se sonrojó.
"Me gusta esa frase," murmuró.
Jaemin se separó un poco, sus ojos llenos de una chispa juguetona.
"Entonces, cuando salgamos del colegio y nos casemos, vamos a conquistar el mundo juntos. ¿Qué dices?"
Renjun se rió, una carcajada genuina.
"Me gusta la idea," le dijo, su voz llena de alegría. "Me gusta la idea de conquistar el mundo contigo y Jeno."
Jaemin sonrió, su corazón se llenó de una alegría desbordante al escuchar las palabras de Renjun. Lo abrazó con más fuerza, sus manos se posaron en su espalda, subiendo y bajando.
El silencio que siguió fue un bálsamo. Renjun se acurrucó en su cuello, su enojo aún presente, pero su ira se había calmado. Se quedó en silencio, sintiendo el calor de Jaemin contra su cuerpo.
"Estoy seguro de que el tutor se rendirá," le susurró Jaemin, su voz era una promesa. "Pero si no lo hace, siempre puedes contar con un 'Imperius' de último minuto."
Renjun se rió esta vez.
"Tú eres el peor," le susurró. "Y yo soy el mago oscuro." murmuró con sarcasmo.
Con esas palabras, Renjun se inclinó, su mano se posó en el cuello de Jaemin. Sus labios se encontraron, un suave y tierno roce que prometía más. La tensión de la conversación se disolvió, reemplazada por la calidez del momento. El beso de Renjun fue suave, pero sus labios se movieron con una urgencia que Jaemin reconoció. Era una mezcla de amor, de alivio y de una pasión que siempre estaba presente.
Jaemin le devolvió el beso, su mano se posó en la espalda baja de Renjun. Fue un beso que selló una promesa. Una promesa de que, sin importar lo que pasara, siempre estarían ahí el uno para el otro.
Jaemin se separó, sus labios aún rozando los de Renjun. La sonrisa en su rostro era suave.
"Ahora que te sientes mejor," le susurró, "creo que deberíamos ir a buscar a Nono."
Renjun sonrió, sus ojos se llenaron de un brillo juguetón.
"Sí," dijo. "Creo que es una excelente idea."
La Sala de los Menesteres se había transformado en un lugar acogedor, un refugio del ajetreo de los pasillos de Hogwarts. Un fuego crepitaba en la chimenea y el aire olía a chocolate caliente y pergamino viejo. Los chicos, sentados en cómodos sofás y sillones, reían y bromeaban. Jeno estaba sentado en un sillón, su mano acariciaba a Flicker, la pequeña criatura mágica de Renjun, su mente estaba en paz.
La puerta de la sala se abrió con un crujido. Renjun y Jaemin entraron, con una sonrisa en sus rostros. Renjun corrió hacia Haechan, que estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en el sofá. Sin dudarlo, se lanzó sobre él.
Haechan bufó, el aire escapó de sus pulmones.
"¡Renjun! ¡Quítate de encima!" se quejó, aunque una sonrisa estaba dibujada en sus labios.
"No," dijo Renjun, su voz llena de un tono juguetón. "Me extrañas, y yo te extrañé."
"Apenas si nos vimos hace una hora," se quejó Haechan. "Y ahora me estás matando."
Jaemin se rió, su voz era una risa alegre.
"Déjalo, se le pasará. Tuvimos un día muy emocionante."
Renjun hizo un puchero, sus labios se abultaron.
"Necesito un abrazo," le dijo a Haechan, su voz era un murmullo suave.
Haechan suspiró, su cuerpo se relajó. Cayó. Dejó que Renjun se acurrucara en su regazo, sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura.
Jeno, Jaemin, y Mark se rieron. Jeno negó con la cabeza, una sonrisa suave en su rostro.
"No puedo creer que cayera en eso," se quejó, una risa en su voz.
"Es un bebé," susurró Jaemin, su voz llena de cariño. "No hay quien pueda resistirse."
Haechan le devolvió el golpe, aunque su mano continuó acariciando el cabello de Renjun.
"Ustedes no son diferentes a mí," les dijo con una sonrisa. "No se hagan los duros."
Jaemin se acercó y le dio un golpe en el hombro.
"Solo porque tú eres un blando," le dijo, con un tono burlón.
"¡Hey! Yo no soy un blando," protestó Haechan, haciendo que Renjun se riera.
Jeno se unió a la broma, su mano se posó en el cabello de Renjun.
"Claro que lo eres," le dijo. "Eres el más blando de todos nosotros."
Haechan bufó.
"¡No es cierto!" se quejó, su voz llena de indignación. "Ustedes dos son un desastre para él. ¿Y tú, Mark?" le preguntó a Mark, que estaba sentado en un sofá, riéndose. "¿No tienes algo que decir?"
Mark sonrió.
"No," dijo negando. "Me gusta ver esto. Es divertido."
Jaemin se rió.
"Ves," le dijo a Haechan. "Incluso Mark sabe que eres un blando."
Justo en ese momento, la puerta de la Sala de los Menesteres se abrió. Jisung, Chenle, Hyeongjun, y Injun entraron, sus rostros cansados pero satisfechos. Habían terminado su tarea.
Renjun, todavía en el regazo de Haechan, levantó la cabeza. Esperó a que Injun se sentara en un sillón. Cuando lo hizo, se levantó de un salto y se lanzó sobre él, provocando una risa en los chicos.
"¡Renjun!" se quejó Injun, su voz llena de una risa cansada.
Jaemin se rió.
"Ves," le dijo a Jeno. "No importa con quién esté, siempre es un bebé."
"Y a él no le importa," dijo Jeno, su voz llena de cariño.
Mark se rió del rostro del gryffindor.
"Fuiste reemplazado," le dijo a Haechan, su voz llena de un tono burlón. "Pensé que eras su favorito."
Haechan bufó.
"¡No es cierto!" se quejó. "Solo porque Renjun quiere un poco de amor de Injun no significa que me haya reemplazado."
Chenle se unió a la broma, con una sonrisa en su rostro.
"Claro que sí," le dijo, tenía el cabello en todas direcciones. "Te quejas demasiado, por eso te reemplazó."
Mientras tanto, Jisung se sentó tranquilamente con Hyeongjun, sus manos se posaron en sus rodillas, estaban viendo un libro.
"Esa es la constelación de Orión," le susurró a Hyeongjun, señalando la página. "Siempre me ha gustado."
Renjun se acurrucó en el regazo de Injun, su cabeza apoyada en su hombro. El bullicio de los otros chicos se desvaneció, dejando solo el sonido de sus voces.
"¿Estás bien, hermano?" susurró Injun, su mano se posó en el cabello de Renjun.
Renjun suspiró.
"Sí," le dijo, su voz era un murmullo suave. "Es solo... el fin de semana. En San Mungo."
Injun asintió, su voz se llenó de una tristeza que Renjun reconoció.
"Lo sé," le dijo. "Escuché lo que pasó."
Renjun se acurrucó más en él.
"Me hizo sentir mal," susurró. "Me hizo sentir que no era suficiente. Que la gente no va a confiar en mí, sin importar lo que haga."
Injun lo abrazó con fuerza.
"Eres más que suficiente," le dijo, su voz era una promesa. "Eres el mago más fuerte que conozco. Y eres mi hermano. Y eso es lo único que importa."
El cuerpo de Renjun se relajó un poco. Se quedó en silencio, sintiendo el calor del abrazo de su hermano. El dolor no se había ido por completo, pero la amabilidad de Injun lo hizo sentir un poco mejor.
"Gracias, Injun," susurró Renjun, su voz llena de gratitud. "Gracias por estar aquí."
Injun lo abrazó con más fuerza.
"Siempre," le dijo. "Siempre voy a estar aquí para ti. Eres mi hermano. Y eso es lo único que importa."
El silencio entre los hermanos fue interrumpido por la voz de Jisung. Él y Hyeongjun estaban sentados en el suelo, sus cabezas juntas, mirando un libro.
"Hey, Injun," dijo, su voz era un murmullo suave. "Aquí dice que la luna roja es una luna de sangre. ¿Es eso cierto?"
El cuerpo de Renjun se tensó. Miró a Injun, sus ojos se encontraron. Renjun asintió, su rostro se llenó de una nueva determinación. El dolor no se había ido por completo, pero la amabilidad de Injun y Jaemin lo hizo sentir un poco mejor.
El bullicio de los otros chicos se desvaneció, dejando solo el sonido de sus voces.
"La luna roja es una luna de sangre," dijo Renjun, su voz era un murmullo suave. "Se usa principalmente para... para rituales. Fue el ritual que casi mata a mi hermano, hace ocho años."
La Sala de los Menesteres se llenó de un silencio ensordecedor. Todos los ojos estaban puestos en Renjun, que se sentó con la espalda recta, su rostro lleno de una calma inquebrantable. Injun se sentó a su lado, su mano se posó en la de Renjun, un gesto de apoyo que hizo que el corazón de Renjun se hinchara de amor.
Injun asintió, su mano apretó la de Renjun. Sus ojos se llenaron de un recuerdo lejano.
"La luna era roja," susurró, su voz un murmullo suave. "Era... era como la sangre. Y estaba en el cielo. Yo estaba... estaba en el centro de un círculo. Mamá y papá estaban allí. Y la magia... la magia era tan fuerte. Yo no podía respirar. Era como si el aire no estuviera ahí. Y luego... luego todo se puso oscuro."
El silencio que siguió a sus palabras fue pesado. Los otros chicos se quedaron sin aliento. Jaemin se acercó a Injun y puso su mano en su hombro. Jeno tocó a Renjun, que se movió ligeramente, su rostro impasible.
Renjun miró a sus novios.
"Yo no recuerdo la luna," susurró, su voz un hilo de sonido apenas audible. "Mi último recuerdo fue de Injun y yo jugando en el patio. Pero... luego me hicieron estudiar la luna roja y sus componentes y poder por meses. Fue como si me hubieran robado mi memoria. Como si nunca hubiera sucedido."
Jisung, con la voz llena de una curiosidad genuina, preguntó:
"¿Qué pasó ese día, Injun? ¿Por qué la luna casi te mata?"
Injun miró a Renjun, sus ojos se llenaron de un recuerdo lejano.
"Había sido un día normal, ¿recuerdas, Renjun-ge? Tuvimos lecciones de duelos, hechizos y runas. Y nos llevaron al límite. Nos dejaron libres y tú me curaste y me llevaste al patio para que pudiéramos jugar. Estábamos juntos y en el pasto."
El silencio que siguió a sus palabras fue pesado. Todos los ojos estaban puestos en Injun, su rostro lleno de una calma inquebrantable.
Injun continuó, su voz se llenó de una tristeza que Renjun reconoció.
"Y de repente, te quedaste quieto. No respondías a mis preguntas. Estaba asustado, Renjun. El miedo de verte sin reaccionar me partió el alma. Pero no podía hacer nada. Y en mi desesperación, llegó mamá y me llevó dentro de la mansión. Me habló del poder de la luna y lo que haríamos con ese poder. Fue como si hubiera olvidado que tú existías. Me dijo que estabas bien. Y yo le creí."
La voz de Injun se hizo más baja, un susurro que apenas se podía escuchar, Renjun se dio cuenta que en todo ese tiempo no habían hablado de ese día, y se alegraba de hacerlo con esos chicos a su alrededor.
"Después, me llevaron a una habitación. Comenzaron a ponerle runas a mi piel. No entendía nada de lo que pasaba. Conocía esas runas. Ninguna era para algo bueno. Pero mamá seguía diciendo que el poder de la luna roja era tanto que necesitaban un recipiente y un pequeño sacrificio."
Los rostros de los chicos se llenaron de una mezcla de shock, miedo y tristeza. Jaemin se acercó a Injun y puso su mano en su hombro. Jeno se acercó aún más a Renjun, que se inclinó hacia él.
"Yo nunca esperé que yo fuera el sacrificio y Renjun fuera el recipiente," continuó Injun, su voz era un hilo de sonido apenas audible. "Pero cuando mi madre se fue y me dejó listo, Soobin se burló. Me dijo que el poder de la luna roja sería tan poderoso que ellos dudaban que el ritual fuera a funcionar y que solo me decía eso para que supiera que iba a morir. Que yo y Renjun íbamos a morir."
El aliento se escapó de la boca de los chicos. Chenle se cubrió la boca con las manos, sus ojos se llenaron de lágrimas. Haechan se levantó de su asiento y se acercó a Injun, su rostro lleno de una ira que Renjun reconoció.
"Eso es horrible" susurró sentándose a sus pies. "¡Ellos no podían hacer eso!"
Injun negó con la cabeza.
"Mi madre me dijo que era por nuestro bien. Que era por el bien de nuestra familia."
La voz de Injun se hizo más baja, pero no titubeaba.
"Cuando la luna estuvo en el punto más alto, el ritual empezó. La sangre de mis padres era la tinta. Sus voces, el cántico. La luna brillaba con un rojo tan intenso que parecía sangrar. La magia llenó la habitación, era tan poderosa que el aire se sentía espeso, como miel. Renjun estaba allí, frente a mí, su rostro sin expresión. Yo lo llamaba, le gritaba, le pedía que despertara, pero no despertaba del trance. Él solo estaba allí, esperando.
"Yo solo quería que, si iba a morir, solo quería decirle una última vez a Renjun que lo amaba. Quería que mi última palabra fuera para él."
Renjun se sentía triste, el peso de las palabras de Injun se sentía como un golpe en el estómago. Pero Injun tomó su mano y continuó, su voz se hizo más fuerte, llena de una nueva determinación.
"En el momento en que el poder comenzó a ser canalizado," dijo Injun, su voz era un murmullo suave. "Algo sucedió. Tú despertaste del trance. Mi padre dijo que era imposible, porque tú estabas bajo un 'Imperius' en ese momento. Tu núcleo ya estaba siendo fragmentado, así que yo solo pude mirarte."
Renjun se sorprendió, había cosas que aun no entendía, y muchas más que no sabía siquiera.
"Cuando mi padre volvió a lanzar el 'Imperius', tú reaccionaste de otra forma. Comenzaste a redireccionar la energía del ritual, como si estuvieras absorbiendo todo. Se suponía que el sacrificio era para que mi núcleo se vaciara al mismo tiempo de la absorción, pero tú estabas absorbiendo demasiado y mi núcleo aún estaba casi a la mitad. El suelo comenzó a temblar y tus venas se hicieron visibles. Tú rompiste la conexión de mi núcleo con el ritual. Pero eso no lo detuvo. Tú continuaste absorbiendo el poder de la luna."
El aire se sintió pesado. Jaemin, Jeno, y los demás miraron a Renjun con una mezcla de asombro y fascinación.
"Todos se asustaron," continuó Injun, su voz se llenó de un tono de orgullo. "Nuestra madre desapareció por un instante y cuando la luna dejó de estar en el lugar más alto y tu poder estaba completo, ella volvió y me hizo beber una poción. Sentí cómo mi pulso bajaba y mi respiración se ralentizaba. Ella cerró mis ojos. Y tú... tú volviste en ti de nuevo."
Renjun estaba en shock. El mundo giraba a su alrededor mientras las piezas del rompecabezas de su infancia encajaban. Ahora todo tenía sentido. Los susurros, las miradas de lástima, el comportamiento aprensivo de sus padres. La forma en que lo miraban con tanto miedo y cautela.
Tomó aire, su voz se quebró.
"Cuando yo volví en mí, la segunda vez," susurró, su voz apenas audible. "Estaba convencido de que te había matado."
El aliento se escapó de la boca de los chicos.
"Corrí hacia ti, te medí el pulso, y no tenías," continuó, su voz se rompió. "Tu núcleo mágico estaba tan dañado que parecía vacío. Con eso, confirmé que había absorbido tu poder. Por siete años, pensé que te había matado."
Las lágrimas llenaron los ojos de Renjun.
"Pero tiene sentido," dijo, una sonrisa amarga en su rostro. "Que nuestra madre te haya dado una poción para hacerte parecer muerto. Eran demasiado astutos."
Injun asintió, su rostro se llenó de una tristeza que Renjun no quería volver a ver.
"Lo eran," le dijo. "Pero mi núcleo sí se dañó. El ritual era para que fuese un cambio. Y funcionó en parte. Porque cuando fui llevado a esa habitación, casi no tenía magia."
Renjun se sentó bien, una nueva determinación en su rostro.
"Probablemente," dijo, su voz era un murmullo suave. "Es lo que nos contó nuestro padre sobre las plumas de pavo real celestial. Y cómo manipularon a Hyeongjun para que las pidiera. El pavo no las da a menos que sea por una razón pura. Querían mantener tu núcleo intacto para que pudieras seguir vivo y ellos pudieran controlarte. Y cuando tuvieron lo que querían, borraron la memoria de Hyeongjun."
El silencio cayó pesado en la Sala de los Menesteres. Hyeongjun, que había estado escuchando atentamente, parpadeó, confusión y una sombra de dolor cruzaron su rostro.
"¿Borrar mi memoria?" preguntó, su voz apenas un susurro.
Los ojos de los demás chicos se abrieron con sorpresa e indignación. Jaemin apretó los puños. Jeno rodeó a Renjun con un brazo, ofreciéndole un apoyo silencioso. Mark negó con la cabeza, incrédulo. Haechan fulminó con la mirada la nada, como si pudiera atacar a los responsables. Jisung y Chenle se miraron con horror.
Mark se quedó sin aliento.
"Eso es... eso es horrible," susurró.
"Tú no recuerdas qué te borraron, ¿cierto?" preguntó Jisung, su voz llena de una curiosidad genuina.
Hyeongjun negó con la cabeza, sus ojos se llenaron de tristeza.
"No... probablemente usaron uno de sus tantos hechizos prohibidos," murmuró. "Y yo ni siquiera lo noté."
El ambiente hogareño de la Sala de los Menesteres se llenó de una tristeza abrumadora. Jaemin se levantó y se acercó a Renjun, le tomó la mano con suavidad y la apretó.
"No importa lo que haya pasado," le susurró. "No importa lo que ellos hayan hecho. Siempre vamos a estar aquí para ti."
Jeno lo abrazó, ofreciendo su calor y su fuerza.
"Ellos son unos monstruos," le susurró. "Pero no van a volver a lastimarte. Te lo prometo."
Mark se sentó en el suelo, a un lado de Haechan, su rostro lleno de tristeza.
"Es tan... horrible," susurró. "Nunca imaginé que alguien pudiera hacerle eso a su propia familia."
"Yo estoy tan enojado," susurró Haechan, su voz llena de ira. "Quiero lanzarles una maldición a sus padres."
"Y a ti, Hyeongjun," dijo Chenle, su voz se llenó de una profunda tristeza. "No sé qué te borraron, pero no te preocupes. Vamos a estar aquí para ti."
"Sí," dijo Jisung, sus ojos se llenaron de lágrimas. "No importa lo que haya pasado. Somos tus amigos. Estamos aquí para lo que necesites."
El silencio fue un bálsamo. Renjun, Injun y Hyeongjun sintieron el amor y el apoyo de sus amigos. Era una sensación que no habían sentido en mucho tiempo.
Injun tomó un profundo respiro, el aire se llenó de un olor a polvo y recuerdos.
"Después del ritual," comenzó, su voz un susurro que apenas se podía escuchar, "viví encerrado. Mi madre me mantuvo en una habitación, un lugar sin ventanas. Me dijo que era para mi propia seguridad, pero yo sabía que era una mentira. Estaba débil. Mi magia estaba casi agotada. Ella me decía que estaba enfermo, que mi magia no volvería, pero yo sabía que era por lo que había pasado en el ritual. Tenía miedo de mí. De mi magia. Y tenía miedo de lo que yo pudiera hacer si me recuperaba."
La voz de Injun se hizo más baja.
"A veces," dijo, sus ojos se llenaron de un recuerdo lejano. "Podía escuchar la voz de Renjun riendo, o la de Hyeongjun susurrando. Sabía que no había nadie en la mansión. No había nadie conmigo. Pero cuando eso pasaba, no me sentía tan solo. Era como si su voz me estuviera dando un poco de esperanza, un poco de luz en la oscuridad"
Hyeongjun tomó la palabra esta vez, su voz era un murmullo suave.
"Después del ritual," dijo, sus ojos se posaron en Renjun. "Nos mudamos a otra mansión. Nos alejamos. Era como si no pudiéramos mirarnos a los ojos sin sentir el peso de lo que había pasado."
"Me alegra que hayan podido volver a acercarse," susurró Injun. "En mi ausencia." Se quedó en silencio, sus ojos vagando en una memoria no tan lejana. "Estaba seguro de que te ibas a aislar, Hyeongjun. Y que tú, Renjun, ibas a vivir con culpa, esperando tu muerte."
Renjun asintió, sus ojos se llenaron de lágrimas.
"No te equivocabas," susurró, su voz se quebró. "Viví así por siete años."
Un silencio pesado y denso se instaló. La tristeza de Renjun llenó la habitación, palpable y abrumadora. Jaemin no dudó. Dejó la mano de Renjun y lo abrazó, apretándolo con fuerza. Jeno se unió al abrazo, rodeando a ambos, uniendo al trío en un círculo de apoyo inquebrantable.
Injun se unió a ellos, su mano se posó en la espalda de Renjun. "Estoy aquí," le susurró. "Nunca más vas a estar solo."
El resto de los chicos se sentaron en el suelo después de un rato, rodeándolos en un círculo. Mark y Haechan se miraron, sus rostros llenos de una tristeza silenciosa. Jisung se sentó al lado de Hyeongjun, que estaba en shock, sus ojos se llenaron de lágrimas.
"Nunca más," dijo Chenle, su voz suave y llena de cariño. "Ahora todos estamos aquí."
La Sala de los Menesteres había sido testigo de una revelación abrumadora, pero también de un amor profundo y duradero. El peso de los secretos y la culpa que habían cargado se sintió un poco más ligero, ahora que lo habían compartido.
Renjun se sintió como si un peso de siete años se le hubiera quitado de los hombros. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió tan ligero. Miró a sus novios, a sus amigos, a su hermano. Y la tristeza se convirtió en esperanza.
"Vamos a estar bien," susurró, su voz se llenó de un nuevo brillo. "Vamos a estar juntos. Y a partir de ahora, vamos a empezar a vivir."
Injun se rió, su voz se llenó de un nuevo brillo.
"Sí," le dijo. "Vamos a estar juntos. Y vamos a vivir. Y vamos a vivir por todos esos años que pasamos encerrados."
Jaemin sonrió.
"Vamos a ser felices," dijo. "Y vamos a tener un futuro. Un futuro sin ellos."
Haechan se rio, sus ojos llenos de una chispa de travesura.
"Y vamos a tener más noches como esta," dijo. "Noches en las que solo somos nosotros, sin secretos, sin mentiras."
Renjun sonrió, una lágrima de felicidad rodó por su mejilla.
"Sí," susurró. "Vamos a tener todo lo que se nos arrebató."
El grupo se quedó en silencio, una paz profunda llenó la Sala de los Menesteres. Los secretos, los miedos, las heridas del pasado se sentían un poco más ligeros. No habían desaparecido, pero ahora, no estaban solos. No tenían que llevar el peso de su historia ellos solos.
Notes:
Creo que era necesario escribir una parte donde los chicos hablaran realmente de lo que paso, es necesario hablar de las cosas en mi opinión, siempre es mejor que guardarlas :D
He estado bien, termino en dos semanas la universidad por fin, 5 años aquí y he detestado cada uno xd, créanme voy a ser la persona mas feliz del mundo cuando esta tortura termine, además hace dos días me compre amanecer en la cosecha, de los juegos del hambre y soy tan feliz aaaaaaaaaa amo esa saga, y hoy me compre un celular nuevo con mi propio dinero :] así que me sentí como una adulta responsable aaaa

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