Work Text:
Huang Jingyu siempre se consideró un hombre masculino.
Eso quiere decir que es alguien viril, competitivo, dominante y algo impulsivo. También posee una gran seguridad en sí mismo. De hecho, nadie se atreve a provocarlo de manera intencional porque eso sería llamar a la muerte.
En este mundo, ¡nadie se atrevería a intimidarlo!
O bueno, eso creía.
Un buen día apareció este pequeño hermano, Xu Weizhou. Su actitud no puede describirse como arrogante, pero…
¡Sin duda gozaba de molestar a Jingyu en cada oportunidad! Jingyu ni siquiera pudo sentirse agraviado porque de inmediato caía en el juego de ese pequeño hermano. Weizhou se balancearía frente a él para hacerle perder la concentración en cualquier cosa que estuviese haciendo, sonriendo de manera inocente. Jingyu no podría resistirse y dejaría lo que tuviera entre manos para capturar la cabeza de Jingyu y atraerlo cerca, aplastando sus mejillas.
—Detente, ¡ya tienes mi atención! —sus dedos ásperos se presionaron contra la suave y pálida piel, ganándose una ligera queja. Aquello le provocó una gran satisfacción que no se permitió reflejar en su rostro serio.
—¿Quién dijo que quería tu atención? —Xu Weizhou se dio el lujo de verse agraviado. Sin duda había estado molestando a Jingyu para que lo mirara, pero ahora que lo consiguió, ¡lo niega descaradamente!
Intentó sacudirse lejos del agarre de Huang Jingyu, sin embargo, la fuerza del mayor no puede ser subestimada. Al final, Xu Weizhou parecía ser el único en ser intimidado aquí. Por eso mismo su expresión se volvió mala y sus labios se abultaron en un puchero bastante infantil cuando se dio cuenta que no podía luchar contra Jingyu.
Huang Jingyu nunca se sintió un matón pero, ahora con el rostro frustrado de Weizhou entre sus manos sentía que había cometido una gran injusticia.
¿Acaso no fue él el primero en ser molestado?
Muy a pesar de la realidad, Jingyu fue el primero en ceder y disculparse. Su corazón no podía soportar ver al pequeño hermano sentirse perjudicado.
—ZhouZhou, perdóname ¿sí? Te soltaré en este instante.
Entonces cuando estuvo a punto de hacerlo, un par de manos rodearon sus muñecas, solamente para hacer que sus palmas se presionaran todavía más contra sus mejillas. Una sonrisa descarada se dibujó en los gruesos labios de Xu Weizhou al mismo tiempo en que pronunciaba con fuerza:
—¡No puedes!
De inmediato, la punta de las orejas de Jingyu se volvieron de un color rojo intenso.
¿En qué momento dejé que este chico me controlara así?
(No importa que tan masculino sea, Xu Weizhou es capaz de doblar a la barra de hierro que era Huang Jingyu como si fuera un clip).