Chapter Text
King Dice odiaba estas juntas.
Cada una de ellas era sumamente tediosa y sólo se hablaban de problemas simples dentro de la comunidad de Inkwell. Todas ellas tenían una solución sencilla a sus ojos; no entendía porque tenían que darle tantas vueltas al asunto.
Para su mala suerte él no tenía otra opción. Estaba obligado a realizar este tipo de servicio comunitario desde el pequeño incidente que su esposo había causado en una feria en la isla dos. A su pareja le pareció gracioso cambiar las atracciones por unas más terroríficas y hacer que los juegos mecánicos perdiesen el control. Aunque parecía cómico, su acto lleno de gracia provoco que llevaran antorchas al casino.
Era una fortuna que King sabia usar el dialogo muy bien. Logro salvar el pellejo de su esposo a cambio de que él formaría parte del concejo civil en Inkwell. Éste era formado por un grupo de doce miembros contándolo a él. De hecho, ahora que lo notaba, faltaba un miembro más, ese era Elder Kettle. Esa tetera, junto a Cagney, Hilda y los hermanos vegetales eran los responsables de informar sobre la situación en la isla I.
Estas juntas se daban cada viernes y cuando había más urgencia se hacían por más días. Todos se reunían para comentar la administración de la ciudad, así como aportar soluciones a problemáticas en las islas. Esto era algo característico en Inkwell, aquí no había un gobernante, literalmente este concejo formado por ellos eran los que dirigían las islas.
Tenía que aguantar este trabajo lleno de aburrimiento, pero, ser la pareja del Diablo sí que era todo un reto.
Con un demonio, ¡su esposo es el que debería estar soportando esto!, pero, comprendía el por qué lo querían aquí. Si el Diablo estuviese en su lugar, ya hubiera hecho un desastre.
“La escuela no tiene problemas y las aportaciones a los planes de estudio del profesor Lucien han ayudado mucho a los pequeños. Tal vez el único detalle que se necesita es que planeamos organizar una pequeña feria para padres e hijos, necesitaríamos apoyo de coordinadores.”
Esa información lo despertó de sus pensamientos. King miraba como uno de los miembros, perteneciente a la isla III, estaba explicando su punto. Silverworth, a quien muchos ya lo habían apodado Forkington debido a su obvia apariencia a ese cubierto, era el director escolar de la escuela primaria en Inkwell. También, es quien coordinaba las juntas y mandaba los mensajes a los integrantes cuando se necesitaba de su asistencia con urgencia.
La junta continuó por una media hora más. Cuando vio que eran las nueve de la noche, grito mentalmente ¡por fin!, pero, lo pensó muy pronto al ver como Sally Stageplay entro a la sala de conferencias en la que todos se encontraban. La tan animada y expresiva actriz, lucia triste y con los ojos rojos. Era como si hubiera llorado por un buen rato y apenas logro calmarse.
“Director, necesito hablar con usted… es urgente.” El tono en su voz preocupo a todos. Cada uno tenía curiosidad, pero, no les quedaba otra opción que esperar a que Silverworth regresara.
En ese lapso, algunos murmuraban o se ponían hablar de otros temas. King Dice sólo se dedicó a sacar su reloj de bolsillo y mirar que ya estaban a minutos de terminar. Sin embargo y antes de que llegara la hora deseada, el director de la junta entro con un rostro lleno de impacto, así como de tristeza.
Se sentó en su silla y se quitó el peculiar monóculo de su rostro. Se tallo los ojos y dejo escapar un suspiro lleno de preocupación.
Todo se pusieron demasiado tensos, fuese lo que fuese, realmente era grave.
“Compañeros, un amado colega, un buen amigo muy querido en Inkwell acaba de fallecer.”
Ninguno perdía la mirada hacia él, algunos lo observaban con preocupación, otros por curiosidad, mientras que King, sólo mantenía un rostro serio.
“Elder Kettle… falleció hace unas horas en el hospital.”
Todos sacaron suspiros llenos de sorpresa, algunos se cubrieron los rostros y otros no podían creer lo que escucharon. De los vegetales, Ollie la cebolla fue el que se puso a llorar desconsoladamente.
“¡No puede ser! ¡Él nos dijo que tenía una ligera gripa!” Dijo Cagney mientras azotaba sus raises en la mesa. No podía creer lo que acababa de escuchar. Su ira hubiese seguido si Hilda no lo hubiese calmado.
“Era más que una gripa…” Contesto Silverworth.
Todos conocían a Elder Kettle, era una tetera muy querida y amada por los habitantes. Así como una persona justa, bondadosa y amable. Era ese tipo de individuo al que no podías odiar por más que lo intentases. Ni King Dice ni el mismísimo Diablo tenían algún rencor hacia él.
Realmente enterarse de que había fallecido era una tragedia.
“Pero hay una nueva problemática ante nosotros compañeros… los pequeños que tenía a su cuidado se han quedado completamente solos… ya no tienen un guardián.”
King miro al director ante ese detalle y se sentía como un tonto al olvidar a esas dos tacitas que siempre acompañaban a Kettle.
“Por el momento los pequeños están al cuidado de Sally y de su esposo, los pequeños están devastados…”
El corazón de King se hundió al escuchar ese detalle; no podía evitar sentir piedad por ambos. La verdad, era muy pronto para que perdieran a la única persona que les dio cariño y protección.
Ahora estaban solos.
“Necesitamos buscar un nuevo guardián.”
A partir de ahí, todos se quedaron callados. Algunos desviaban la mirada y otros se miraban unos a otros.
“Yo literalmente vivo en los cielos, no puedo cuidarlos.” Dijo Hilda a modo de disculpa, pero con una voz un tanto irritante al parecer de King Dice.
“Yo no tengo techo, solo tengo un jardín.” Agrego Cagney
“Nosotros sólo tenemos un huerto y un columpio en nuestra propiedad.” Dijeron los hermanos Ollie la cebolla, Sal la papa y Chauncey la zanahoria. Aquellos tres eran conocidos como la Banda Raiz.
Y así, cada miembro de la junta iba decidiendo sus argumentos para no tener la custodia de los menores.
King estaba impresionado de la actitud de cada uno de ellos. Y él no era el único con esa sorpresa, Silverworth estaba igual de sorprendido o más con este problema al que nadie parecía querer ayudar.
Al director sólo le quedaba la esperanza de que al menos alguien cambiase de opinión el día de mañana, aunque muy en el fondo presentía que ese no sería el caso. Sin embargo, al tenedor le llego otra idea al mirar en dirección de King Dice.
“Bien, discutiremos esto el día de mañana, no podemos dejar desamparados a esos pequeños… que descansen y espero verlos en el funeral… pueden retirarse.”
Todos se levantaron de sus sillas y fueron saliendo poco a poco en total silencio.
“King Dice ¿podría hablar contigo por un momento?” Dijo Silverworth con el tono mas comprensivo de todos. Con ese tipo de tonos que uno pedía con toda la suplica del mundo.
El dado no tuvo otra opción que acatar aquella petición. Sin más, volvió a tomar asiento al lado del director y ambos empezaron a charlar una vez que estuviesen completamente solos.
“Que desastre…” Dijo Silverworth mientras se tapaba el rostro con ambas manos.
“Concuerdo contigo.”
“Lo peor del caso es que nadie está dispuesto a dar apoyo… entiendo sus partes, pero, realmente me desanima esa conducta.”
“A veces llegan a ser unos completos estúpidos.” King se levantó de su silla para ponerle seguro a la puerta y, así, sacar de sus bolsillos una caja pequeña de habanos. Quiso ser cortes, así que le ofreció un puro a Silverworth.
Se sentía algo dudoso porque estaba prohibido fumar en esa área, pero, el estrés de todo le hizo sentir otra cosa.
“Haa, con un demonio, dame uno.”
Ambos encendieron los puros y sintieron, aunque fuese por un poco, una relajación en el cuerpo. El aroma podría llamar la atención si alguien entraba más tarde, como resultado, ambos optaron por abrir las enormes ventanas del lugar.
“Dice, veras, la razón por la que te pedí que te quedaras es… bueno… se me ocurrió una idea para darle solución a nuestro problema… pero, te incluye a ti.”
Oh no.
King entendía a donde estaba yendo la conversación; imploraba a todos los cielos para que no sugiriera lo que estaba imaginando. Es que no podía ser, sería un caos.
“Tú eres la mejor opción para esos niños y creo que…”
“No.”
La forma tan seria en como declaro su respuesta, provoco un silencio en ambos, pero Silverworth no se rindió.
“Hace tiempo, cuando tomamos el té, me dijiste que tu soñabas con tener niños.” Argumentó mientras apagaba su cigarro, ya no se sentía con ánimos para fumar tabaco. La conversación requería de toda su atención.
“Sí, pero, soy el único que sueña con eso. Mi esposo no estará de acuerdo con la idea.” Al igual que su colega, él apago el puro.
Era verdad, desde hace un par de años, a King Dice le llego este deseo. Ese sueño de poder sostener a un pequeño en sus brazos, sostenerlo hasta escuchar sus risas infantiles como melodía. De escucharlos reír y correr por los pasillos. De ser capaz de tener ese amor incondicional. Pero, el Diablo no pensaba igual. Una vez que le insinuó la idea, termino por decirle que simplemente la paternidad no era lo suyo. King ya no volvió a discutir el tema, no quería que eso se interpusiese en su matrimonio.
“King Dice, piénsalo, tienes un horario muy flexible, vives y trabajas en el mismo lugar. No será problema en tener a los pequeños viviendo con ustedes… además la escuela está en la isla III, del casino a la escuela es mucho más cercano.”
Dice suspiro de nuevo y trato de dar más excusas para negarse, simplemente no podía aceptar.
“No somos los indicados. Ambos somos varones ¿no te parece que será problemático? Además, mi esposo es el Diablo, ¿realmente crees que seamos la mejor opción?”
“Sí son buena opción. En cuanto a ese prejuicio, no habrá ningún problema. Tal vez para los humanos si lo sea, pero, aquí en Inkwell eso no es problema. Ustedes no son la única pareja con la misma preferencia y ningún habitante ve mal ese aspecto, ni siquiera los pequeños en la escuela… y, sé que tu esposo puede ser un caso difícil, pero, no lo considero tan malvado, él solía ser un ángel después de todo, además, cuando atacaban las islas, él las defendía con su ejército…”
King saco un suspiro ante ese argumento y, aunque quisiera negarlo, la verdad era que el director estaba convenciéndolo. Pero, no podía obligar al Diablo. No lo iba a negar, muy en el fondo King quería experimentar la paternidad, sin embargo, él debía ser realista.
“Necesito hablar con él, pero, no puedo prometerte nada… ¿No has pensado en otras opciones? ¿Un orfanato?”
Silverworth le dio una sonrisa de simpatía, pero, negó con la cabeza con la sola mención de la idea anterior.
“Esos niños perdieron a sus padres cuando eran bebés, Kettle los adopto y cuido, ponerlos en un orfanato, no asegurara que los adopten y, si eso llegara a pasar, lo más probable es que terminen viviendo con diferentes familias… Esos pequeños no necesitan un orfanato, necesitan de un ambiente con amor… por eso pensé en ti Dice, porque, tu cuentas con el deseo de ser padre. No importan las riquezas, no importan las dificultades, mientras tengan amor, todo estará bien.” Dijo sonriendo de oreja a oreja, sintiéndose seguro de sus palabras al ser testigo en la escuela de esa teoría.
Y con eso King sintió su barrera ceder. Le sonrió y asintió un poco.
Necesitaba pensar con claridad antes de dar su última palabra.
“Mañana te daré mi respuesta… no creo que pueda asistir al velorio, pero, iré al entierro.”
Aunque no había promesas, al menos estaba la esperanza de que una solución vendría de aquello.
Pero lo más peligroso no había terminado.
El día de mañana vendría lo más difícil.
***
Dice se sentía tan desgraciado y con mala suerte.
Su plan era llegar al casino y explicarle al Diablo la situación, pero los diablillos le habían confesado que él no estaba disponible. Al parecer, estaba en el inframundo y desconocían cuando regresaría.
Y por si no fuera poco, debía darle una respuesta a Silverworth sobre la adopción de los niños.
Ahora mismo, estaba llevando su traje oscuro para el funeral. No había duda que vería a los pequeños ahí. De hecho, no le gustaba la idea de que ellos atestiguaran eso.
Dejo a sus empleados instrucciones precisas para la organización del casino. También, les explico toda la situación y que tendría que salir. Ellos lo entendieron e inclusive, se cooperaron para dar hermosos ramos de flores, detalles que King llevo en el vehículo que lo transportaría.
Sin más por hacer, subió al transporte y le indico al chofer, el cual era un esqueleto, que lo llevara al cementerio.
Durante el camino, él no podía dejar de pensar en esos chicos.
¿Qué se supone que diría?
Por más que le diera vueltas al asunto, no obtuvo una solución precisa. Llego al cementerio y vio que una gran cantidad de habitantes se encontraban ahí.
Algunos lloraban y otros mantenían un estado de tristeza y pena.
Al acercarse más, noto la presencia de Silverworth y Lucien. Este último, quien era una bombilla de luz, era el profesor de la escuela primaria. Al mirarlos, noto que ambos adultos cuidaban de las pequeñas tazas.
El tenedor miro a Dice y se sintió aliviado.
“King, me alegro verte aquí… ¿hablaste con el Diablo?”
El dado negó con la cabeza y le mostro un rostro lleno de pena.
“Él está ausente… no pude hab…” Sin poder evitarlo, King Dice miro a los pequeños bultos que estaban enfrente. Ambos vestían un suéter negro cuello de tortuga y encima un overol de color, siendo uno rojo y azul, así como unos guantes amarillos. La vestimenta le parecía adorable, pero, el rostro de los pequeños era doloroso de ver. Ambos tenían un rio de lágrimas corriendo por su cara hecha de porcelana. El azul no dejaba de sostener la mano de Silverworth y el rojito tenía apoyado su rostro en el pecho del profesor Lucien, podía escucharse su llanto amortiguado por la ropa del adulto.
“Es una pena Dice, y para serte honesto, hable del tema de nuevo con el concejo y no hay nada bueno… no quería recurrir a esto, pero, no habrá otra opción.” El tenedor procuraba no decir la palabra orfanato y menos en frente de los niños.
Dice no paraba de sentirse culpable y el ver a los pequeños causaba un dolor enorme en su pecho.
“Déjame presentártelos.” El tenedor trato de dar una sonrisa de simpatía mientras sostenía al azulito en sus brazos, para hacer más relevante su presencia.
“Este de aquí es Mugman… es un niño muy atento, obediente, siempre alegre, le fascinan los aviones, de hecho, ¡sueña con ser un piloto algún día! Sé que será el mejor si se lo propone.” La taza lo miro con cierta curiosidad, gesto al cual Dice correspondió con una sonrisa.
“Y este travieso, pero valiente niño es Cuphead. Siempre se mete en problemas, pero, es el niño más positivo de toda la escuela y muestra mucho ánimo cuando se lo propone, él defiende lo que es justo.” Dijo esta vez el profesor Lucien mientras acercaba al pequeño Cuphead para que Dice lo miraba.
Todo eso era como un intento por ambos adultos para que él aceptase el adoptarlos. Dice no dejaba de sentirse culpable y sabía que esa no era la intención de Silverworth y Lucien, pero, simplemente no podía aceptar sin haber considerado ambas partes. Tan diferente hubiese sido si tan sólo el Diablo no hubiese estado ausente.
Quería explicarse, quería dar palabras que tal vez no serían suficientes, pero mostraría apoyo en estos momentos, sin embargo, el entierro estaba por comenzar.
Muchos empezaron a juntarse y seguir el ataúd hasta el punto exacto. La mayoría compartieron palabras llenas de apoyo e historias conmovedoras sobre Kettle. En todo ese momento, King Dice no apartaba la vista de los menores, quienes escuchaban cada relato y miraban con cierta esperanza el ataúd. Era como si desearan que su abuelo despertase y regresara con ellos.
King se acercó un poco a los niños y les dio unas palmaditas en la superficie de sus cabezas, evitando tocar el líquido de sus cabezas. Los pequeños no parecían incomodos a su tacto, lo que le dio más confianza de continuar esos movimientos y darles apoyo.
Quería estar cerca, ya que lo más duro estaba a punto de comenzar. Cuando bajaron el ataúd en el pozo, los niños comenzaron a llorar descontroladamente.
“¡No! ¡No! ¡No! ¡No lo entierren! ¡No lo hagan!” Grito Cuphead tratando de detener el procedimiento, sin embargo, Dice lo sostuvo del overol y lo cargo en sus brazos. El pequeño forcejeo un poco, pero King se las ingenió para apoyarlo en su hombro y abrazarlo con mucho cuidado.
El pequeño termino por apoyar su rostro en el hombro de Dice y desahogar su tristeza.
Mugman, quien miraba la escena con lágrimas en los ojos, se acercó al dado con la esperanza de que lo abrazara con el mismo cariño de su hermano.
Dice no necesito que se lo dijeran dos veces, se arrodillo para que Mugman se acercara a él y lo apoyo en su hombro, de la misma manera que a Cuphead.
Se levanto del suelo, sosteniendo a los hermanos cada uno en su hombro. Los niños no podían mirar como enterraban a su abuelo. Era desgarrador el solo escuchar la tierra cayendo en el ataúd, verlo sería una tortura.
“¡Él se fue!… Él se ha ido…” Dijo Mugman con llanto en cada interrupción y con respiraciones erráticas. Esto preocupo mucho a Dice, porque el pequeño tosía demasiado a causa de su pequeño problema al respirar.
“Shhh… Lo sé pequeño… yo sé que tu abuelo se fue…” Dijo Dice en un intento por calmarlo, sabía que no era suficiente, pero, se sentía aliviado de que ambos niños le ponían atención.
“Pero yo estoy aquí…”
No debió decir eso.
¿Por qué diablos dijo eso?
No podía asegurar esa promesa, pero, eso le salió del pecho, era casi como un instinto que golpeaba en él y le decía como proceder.
Tanto Lucien como Silverworth lo miraban con impresión ante sus palabras y actos.
“No están solos pequeños… no los dejaremos solos.” Termino por decir
Los pequeños, con sus mejillas y ojos rojos, lo miraban con un poco de calma, pero al sentir aún la pesadez de su propia tristeza, los pequeños lo abrazaron con fuerza de nuevo. Dice correspondía el gesto y les daba palabras de consuelo para calmarlos. Incluso, intento arrullarlos con una vieja canción de cuna, no quería que durmieran, pero, deseaba que se calmaran aún más.
Cuando el entierro termino, todos regresaron a la cabaña de Elder Kettle.
Tenían que decidir el futuro de los pequeños.
***
“¡Entiendan! ¡Yo y mi esposo no podemos adoptarlos! Tendremos una gira teatral los próximos meses. Ellos no pueden venir con nosotros, necesitan ir a la escuela y no tener un cambio tan brusco.”
“¿Y si lo adoptara el director?”
“Me encantaría hacerlo, pero, tengo mucho trabajo como director escolar y casi no estoy en casa, no podre darles la atención que necesitan… por favor, debe haber alguien que pueda hacerlo, no podemos abandonarlos.”
“Realmente nos gustaría hacerlo, pero, no hay muchas opciones.”
La reunión en la cabaña era una completa pesadilla.
Dice, quien no había dejado de sostener a los pequeños en sus brazos, los tenía completamente dormidos en cada brazo, parece que la canción de cuna y el camino de regreso a casa termino por dejarlos dormidos. Por ese lado, se sentía afortunado de que los niños no estuvieran despiertos; teniendo que escuchar esta disputa.
Desde que regresaron a la cabaña, todos los miembros del concejo peleaban por evitar tener el cuidado de los hermanos. Todos argumentaban su estilo de vida, su negación a hacerlo y su imposibilidad a darles tiempo.
Dice sentía enojo, pero, sobre todo, culpa con él mismo.
“Esperen, Silverworth, ¿no hay una isla cuya comunidad es como la de estos pequeños? Tal vez alguno de ellos podría cuidarlos.” Dijo esta vez Hilda, en un intento de solucionar el problema. Típico de Hilda Berg, prefería pasar el peso a otra opción.
El tenedor la miro con impresión y parpadeo unas cuantas veces.
“No había pensado en esa opción, sí, podría llamar a las autoridades de esa isla y explicarles la situación, pero, hasta que llegue esa respuesta, alguien debe de cuidar de los pequeños.”
Todos volvieron a quedarse callados por un momento y desviaban la mirada.
Para empeorar las cosas, comenzaron a discutir de nuevo por lo mismo y a reclamarles a otros por no dar el intento.
King Dice se sentía cansado y, en su mente, se repetía con más fuerza las palabras de su esposo. Él tenía una descripción muy clara de los mortales. Siempre insinuaba que nadie ayudaría a no ser que obtuvieran algo a cambio; que siempre buscarían el camino fácil o lo que más les convendrían.
A veces odiaba cuando el Diablo tenía razón.
Miro a los niños retorcerse un poco en sus brazos y, después, miro a los demás.
Sabía que lo próximo que diría, le traería problemas, pero, sentía que estaba siendo guiado por un buen instinto.
“Yo lo hago…”
Todos voltearon y algunos lo miraron con la boca abierta.
“Ya no tienen que discutir por esto… yo los adoptare.”
Todos lo miraron con la boca abierta y otros sentían cierta desconfianza de él.
“¿Tu? No te ofendas, pero, me impresiona que el Diablo haya aceptado eso.” Dijo Cagney mientras lo miraba de forma sospechosa.
Tanto Dice como Silverworth intercambiaron miradas. El utensilio miraba a King con cierto alivio, pero con mucha sorpresa, tanto por lo que acaba de expresar como por la respuesta que fuese a decir.
“No lo sabe, pero, sé que aceptara… Además, no es como si ustedes estuviesen dispuestos a hacerlo.” Dijo con todo el veneno en cada palabra, sabiendo que se ganaría la enemistad de la gran mayoría.
Muchos sintieron pena y otros explicaban que sus justificaciones estaban bien fundamentadas, pero, a Dice no le interesaba. Al final, asentía a cada excusa barata y procuraba no mostrarles un rostro lleno de asco.
Tanto el profesor Lucien como Silverwoth, ayudaron a calmar la pequeña riña entre Dice y los demás integrantes; y la verdad, no lo culpaba por hacer ese comentario.
Cuando todo quedo arreglado, cada uno se fue retirando; quedando sólo King Dice, Silverworth, Lucien, Sally y su esposo.
Para ese momento, los pequeños Cuphead y Mugman estaban en la mesa, comiendo un poco de la comida casera que King Dice y Sally habían preparado juntos.
Los cinco adultos miraban a los pequeños un poco más calmados mientras almorzaban.
De la ventana cercana a la sala, King Dice podía ver el lujoso auto en el que vino. Así como al esqueleto fumando un puro para entretenerse del aburrimiento. El chofer miro a Dice y asintió de manera simpática, dándole a entender que no tenía prisa de ningún tipo. Lo anterior lo entendía, ya que estos esqueletos estaban por lo general encerrados en el casino.
Aunque le hubiese gustado estar más tiempo en la cabaña, el atardecer ya estaba por aproximarse. Como resultado, se acercó a los pequeños para explicarles lo sucedido. Mientras se acercaba, noto como Lucien y Silverworth ya tenían lista unas maletas y mochilas escolares propiedad de los niños.
Los adultos se miraron entre ellos sin decir nada. Ese acto le indico a Dice sin lugar a dudas que sería él la persona en darles la noticia.
“Pequeños… es hora de irnos.”
Ambos niños se miraron en confusión y un rostro de duda, así como uno de miedo apareció en sus facciones.
“Pero, no podemos… esta es nuestra casa.”
King se sentó al lado de las tazas y les dio una mirada llena de compasión y simpatía. Sostuvo los hombros de los pequeños y tomo un momento para explicar el dilema sin sonar tan hiriente.
“Lo siento pequeños, pero, ya no… Cuphead, Mugman, yo voy a ser su padre ahora…”
Hubo un momento de silencio en toda la cocina. Los adultos se miraban entre ellos, con rostros preocupados y ceños fruncidos ante la futura reacción de los menores, temían como tomarían esa noticia tan de repente.
No iba a ser sencillo. Algo como esto nunca es fácil.
“…Es por eso que vivirán conmigo… les prometo que haremos todo lo posible, créanme estarán cómodos en donde yo vivo… de hecho, seguirán asistiendo a su misma escuela… veran a sus comp…”
Antes de que King Dice acabara con su argumento, Cuphead se puso rígido, mantuvo sus puños cerrados con fuerza y miro a todos los adultos con ira.
“¡No podemos irnos! La cabaña no puede estar sola. Siempre la manteníamos limpia con el abuelo… podrían robarla… tal vez el abuelo vuelva…” Cuphead comenzó a llorar con lo último. Tal vez el abuelo no se había ido. A lo mejor, sólo estaba descansando y tomando una siesta debajo de la tierra. Hubo una ocasión en la que él y Mugman enterraron a su abuelo en la arena de la playa en la isla III. Estaba dormido, al igual como el ataúd. Tal vez despertaría como aquel día en la playa.
Si, él regresaría y prepararía esos pancakes que tanto adoraban.
“El abuelo, se molestará si ve que nos fuimos… si ve… la cabaña sucia… él… él…” Las lágrimas causaron que la visión de Cuphead fuera borrosa, termino por tallarse los ojos. Mientras lo hacía, escuchaba a Mugman llorar de nuevo, iba a dirigirse al lado de su hermano menor, pero, uno de los adultos lo sostuvo para cargarlo y abrazarlo. Al mirar mejor, se percató de que era el adulto con cabeza de dado. Lo abrazo con mucho cariño y sintió como se agachaba un poco para cargar a Mugman y hacer lo mismo.
“Sé que duele Cuphead… pero deben ser fuertes… No están solos. Su abuelo no está aquí, pero es como se los dije al comienzo, yo estoy aquí… no dejare que nada malo les pase.”
Dice continuo con su abrazo y vio, curiosamente, como de uno de los sorbetes, se escurría un poco el líquido en sus cabezas.
“Tranquilos… no significa que no volveremos a visitar la cabaña… podemos venir de vez en cuando para limpiarla o pasar un rato… pero ahora mismo, vendrán conmigo.”
Los niños se calmaron un poco, pero, no por completo. El no saber a dónde se dirigían los tenía en cierta manera ansiosos. Y sin Elder Kettle, todo era nuevo y desconocido.
¿Qué haría el abuelo? ¿Qué les diría?
“¿Podemos llevar nuestras cosas?” Pregunto Mugman mientras se tallaba su nariz y tomaba bocanadas de aire para calmar su llanto.
“Claro que si… ya empacamos algunas cosas, pero, podemos llevar mas. Cuando terminemos, nos iremos ¿De acuerdo?” King deposito sus manos en la porcelana y seco las lágrimas de ambos.
A partir de ahí, todos los adultos ayudaron a Dice y a los pequeños a llevar y guardar mas cosas en las maletas.
El trayecto era muy silencioso; ninguno de los pequeños decía una palabra, salvo para responder de forma negativa o afirmativa por alguna duda. Su mirada era siempre en el suelo.
Estando casi listos, Dice se dirigió con el esqueleto que tenía como chofer. Le dio la orden de cargar las maletas de los pequeños y la reacción de su empleado fue llena de curiosidad, así como unas ganas de preguntarle a Dice porque llevaban consigo ese equipaje. Su boca se quedó más abierta al ver a dos pequeñas tazas acercándose a ambos.
King fue el primero en acercarse a ellos. En ese instante y antes de que pudiera dar más palabras de consuelo, Silverworth se acercó a él para dejarle las llaves de la cabaña.
Los niños miraron por última vez lo que una vez fue su cálido hogar. Lugar en donde jamás escucharían el sonido de esa fogata, la radio con la música favorita de su abuelo y sus graciosas anécdotas.
Cuando King Dice cerró la puerta, Cuphead sintió como su hermanito le tomo la mano y la apretó. Él correspondería el gesto y le daría una sonrisa llena de apoyo.
Él era el hermano mayor. El abuelo siempre le decía que, sin importar lo que pasara, ambos debían estar juntos; ayudarse el uno al otro, ya que eran familia y las familias jamás se abandonan.
Mugman le sonrió un poco de lado y con su otra mano, se pasó uno de sus guantes para tallarse sus ojos y nariz.
King, espero un poco para que los pequeños estuvieran listos y los tomo de la mano para que entraran en el elegante auto.
Mugman entro primero en los asientos de atrás y miro de inmediato a Cuphead, esperando a que su hermano subiese.
King ayudo a Cuphead a subir y se encargó de guardar todas las pertenencias en la cajuela.
Al subir en el asiento del copiloto, el esqueleto lo miro en espera de otra orden.
“Vamos al casino…”
Así, el auto inicio su marcha y los niños miraron por la ventana a los demás adultos despidiéndose de ambos, pero, sobre todo, los pequeños miraban con cierta melancolía y preocupación como la cabaña se alejaba más y más hasta perderla de vista, ni siquiera podían ver el faro.
Poco a poco se alejaban de todo aquello que llamaban hogar. Ambos no dejaban de sostenerse de las manos. Cuphead tenía unas enormes ganas de llorar de nuevo, pero, se mordió el labio inferior y dejo que el nudo en la garganta lo incomodara.
No podía demostrar ningún miedo ante su hermanito, debía mostrarle que las cosas mejorarían.
No estaba seguro si estos adultos que los tenían eran confiables, pero si el director de la escuela y su maestro favorito confiaban en ellos, eso quería decir que no habría nada en que temer.
Esos eran los pensamientos de los pequeños, mientras que King Dice, tenía sus propios demonios internos.
En primera, ¿cómo le explicaría a su jefe y esposo todo lo sucedido? Ojalá tuviera algún Dios para rezarle y pedirle auxilio ante el temperamento de su marido, pero él sabía que era inútil.
Por los demás empleados no habría problema, Dice sabia como tenerlos bajo control. Muchos estarían llenos de curiosidad, pero, no serían un verdadero problema.
Y muy acertadas estuvieron sus sospechas cuando llego al casino.
Lo primero que hizo fue pedirles ayuda a unos diablillos para cargar las cosas de los niños. Los dos pequeños de inmediato se pusieron detrás de King Dice y lo sujetaron del pantalón cuando vieron a aquellos seres. Su abuelo solía mostrarle imágenes de esos diablillos, siempre les dijo que tuviesen cuidado de ellos. Sin embargo, ambos no podían contener su fascinación ante esas imágenes que veían en sus libros. Pero de todas las imágenes sobre los diablillos en aquellos libros, siempre les llamaba la atención el de uno en especial. Además de que contaba con sus cuernos, ese demonio tenía un extraño pentagrama alrededor. También, contaba con seis brazos en total, en el cual, podía notarse como uno de ellos sostenía un tridente dorado. Sus ojos eran redondos y el color en ellos lo hacían relucir de un color mucho mas blanco que el normal. Casi como si una luz quisiera salir de esos ojos.
Cuphead trataba de recordar el nombre de aquel demonio lleno de tantos detalles.
Tenia muchos nombres de hecho, pero Cuphead y Mugman escogieron el que sería fácil de recordar.
Lucifer. Él nombre de ese demonio que tanto les llamaba la atención era Lucifer.
Dice suponía que era la primera vez que las tacitas atestiguaban a un demonio. No es como si estas entidades les hicieran muecas o expresaran ruidos tétricos mientras se movían, pero enfrentarse a lo desconocido era la chispa para encender el miedo.
Él calmo a los pequeños y les explico que no tendrían ningún daño. Aprovecho para tomarle de las manos y los llevo a la puerta de empleados. Lo menos que quería era exponerlos al interior del casino, deseaba llevarlos a la habitación. Por fortuna siempre contaban con habitaciones disponibles en el casino; la mayoría de esas ocasiones eran cuando tenían huéspedes cuyo acuerdo o platica sobre su contrato tardaba mucho tiempo.
Quería más que nada que los pequeños durmieran un poco y descansaran de este día tan agotador.
Sonrió un poco al encontrar la habitación en perfectas condiciones, había dos camas, un ropero y una ventana que reflejaba la salida de la cueva de Inkwell Hell. Se podían ver las filas de los habitantes en espera, así como algunas risas y canciones llenas de jazz y ritmo.
Los niños se habían acomodado en una de las camas. Dice sentía que debía darles un poco más de apoyo, pero se escuchó el tocar de la puerta. Al abrirla, King miro como Pip y Dot, los hermanos domino, le entregaban el itinerario de esta noche, así como nuevos contratos y documentos que necesitaban revisión.
Dice se mordió el labio, no deseaba dejar a los pequeños, pero, les dijo que trataran de dormir. Que él regresaría a revisarlos.
No quería tardarse tanto, así que corrió a la oficina del Diablo; leyó con calma los documentos y dio su firma, pero no los entregaría a sus empleados hasta que su esposo les diera el vistazo.
“Señor King Dice…” Dijo uno de los diablillos. Este era regordete, con el pelaje purpura y su voz sonaba algo constipada. El tono de su voz era de preocupación.
“Esas tazas… están llorando… creo que debería ir…”
King le agradeció por el detalle y entendía porque el demonio le avisaba. Tal vez se lo decía porque su llanto lograría escucharse en el casino, haciendo que los jugadores se sintiesen incomodos o, tal vez, sentía algo de pena por los dos niños.
Un demonio no puede amar, eso fue lo que a Dice le enseñaron desde que tenía uso de razón. Pero, si su esposo podía romper esa regla, tal vez sus sirvientes y súbditos podían seguir el mismo rumbo.
No perdió más tiempo y se dirigió al cuarto. Abrió la puerta sólo un poco, de manera que su cabeza se viese.
Las tazas, al notar su presencia, intentaron contener su llanto y secar sus caras con sus suéteres oscuros. Era como si tuviesen miedo de que King los regañara o se enojara. La idea de ese escenario los puso incomodos y con miedo.
Pero lo que recibieron fue algo distinto.
Abrió las maletas de ambos y los cambio con su pijama de dormir correspondiente.
King Dice tomo la radio tan preciada de Elder Kettle, miro a su reloj dorado de bolsillo y una sonrisa se le formo al ver la hora.
Sintonizo su estación favorita de radio, después, se quitó sus zapatos de vestir purpura y se acostó con los pequeños en la cama. Los arropo con una cobija aterciopelada y les dijo que escucharan la música de la radio.
Dream
When you're feelin' blue
Dream
That's the thing to do
Just watch the smoke rings rise in the air
You'll find your share of memories there
So dream
When the day is through
Dream
And they might come true
Things never are as bad as they seem
So dream, dream, dream
“Está bien pequeños… está bien si quieren llorar, no tiene nada de malo el sentirse mal… pero, yo estoy aquí… no están solos… me quedare aquí hasta que duerman…”
A partir de ahí, ellos hicieron algo que dejo boca abierto a Dice. Ambos se acurrucaron cerca de él, aun con algunas lágrimas, pero con un hambre de sentir el apoyo y amor de un adulto. Dice los arropo y paso un brazo por encima de ellos, de manera que los pequeños sintieran su gesto lleno de cariño.
Lloraron por un rato más y poco a poco esa tristeza se fue apagando. Siendo remplazada por la calma que transmitían las canciones que provenían de la radio tan atesorada de su abuelo y el aroma de esa colonia que su nuevo guardián estaba usando. Sentían que esa canción era enviada por su abuelo. Que él trataba de decirles, desde el cielo, que siguieran soñando, que continuaran sonriendo y llenando de alegría su día a día. Asimismo, que vieran que las cosas no serían tan malas por tanto tiempo.
Ambos hermanos cerraron los ojos y dejaron que las canciones y el arrullo de su nuevo padre adoptivo los ayudasen a dormir.
Chapter 2
Notes:
Mis amados lectores, una disculpa por haber tardado tanto en actualizar. Espero poder ponerme mas al corriente de mis historias y ser más constante.
También, quiero agradecerles mucho a todos aquellos que han dejado kudos y comentarios tan lindos para que continue. Yo entenderé si están molestos por no haber subido el capi más pronto, así que no hay problema.
No puedo prometer mucho, pero si asegurarles que hago lo posible para estar al corriente.
Espero les guste este capi que dedico con todo mi cariño a todos ustedes.¡Espero les guste!
¡No duden en comentar!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Era tan dulce la estadía en el inframundo.
El atardecer rojo carmesí eterno en el horizonte, las almas gritando a lo lejos mientras volaba en su forma de dragón, así como el agradable calor y fuerte aroma a oxido y sangre, le hacían sonreír con mucha satisfacción.
Todo eso simbolizaban lo que él era, para todo aquello a lo que estuvo destinado a hacer.
Además, estaba teniendo un éxito abismal en su reinado. Había guerras catastróficas en el reino humano y antiguos seguidores de su padre venían a él para juntarse a su ejército o bando. Esas pobres almas descubrían por fin la realidad del mundo y escogían su secta. Aquello era una elección correcta, esperaba que más humanos se unieran a él para cuando se llegase a dar una guerra de nuevo.
Por ahora él y su padre estaban en una especie de tregua. Ninguno atacaba el reinado del otro, pero ambos iban juntando a sus súbditos en todo este milenio; para cuando llegase el día, pudiesen triunfar en la próxima guerra.
Sin embargo, y aunque en ocasiones no lo decía con sus palabras, todo aquello no podía ser comparado con su presente. Todos sus ideales y el ejercito que ha juntado, a pesar de hacerlo sentir satisfecho, no se comparaban con la vida al lado de un mortal en especial. El cual, de hecho, dejo de ser uno desde hace tiempo.
Aquel ser que nombro como suyo en los tres mundos, ese lacayo tan leal y triunfador de su alma, era más que su mano derecha; él simbolizaba la única razón por la que no declaraba la guerra a su padre aún, simbolizaba la tolerancia hacia el mundo mortal y el único espacio seguro en sus más oscuros episodios. Lo quería tanto a su lado, que no iba a permitir que la muerte se lo arrebatara, así que congelo su tiempo en la edad en la que ambos se enamoraron.
Esa dulce y cautivadora voz resonando en el casino en cada espectáculo, desbordaba un brillo y alegría únicos en todas partes. Esa melodía hacía que el dolor en su cuerpo, así como los gritos en su cabeza y chillidos de tantas almas que torturaba, se apagaran por un instante y lo hiciesen sentir diferente.
Los espectáculos que su esposo hacía en el casino, literalmente, cambiaban el escenario a su alrededor por uno mucho más colorido y bello para los mortales, asimismo, provocaba un cambio de ánimo en quienes lo escuchasen. Su pareja tenía el don de absorber todo lo negativo de aquellos que lo escuchasen, todas las dudas, temores, preocupaciones y tristeza, desaparecían por un momento. Hasta el más mínimo arrullo o canción de cuna, calmaban al instante.
Aquella habilidad era muy impresionante para un mortal, pero el Diablo era mucho más talentoso. Él poseía muchas habilidades. Una de ellas, la cual era bastante útil, era su habilidad para cambiar de forma.
Él adoraba hacerlo.
Cuando tenía la oportunidad, cambiaba de forma para vigilar a su pareja. No porque dudase de él o desconfiara, al contrario, lo hacía para protegerlo. Desde que lo nombro como suyo en los tres reinos, solía haber ataques hacia su querido lacayo, ataques que él se aseguraba de detener de inmediato. Cualquiera que pusiese un asqueroso dedo encima de Dice, tenía un boleto ganado al infierno.
Afortunadamente esos ataques habían cesado, aun así, no bajaba la guardia. El hacerlo terminaba por causar golpes y fracturas en el cuerpo de Dice.
Podía escuchar las suplicas de su pareja, implorándole que no hiciera pública su relación, que siguiese mostrando la misma relación de jefe y empleado, ya que Dice, como siempre un paso adelante, temía que sus enemigos lo usasen para llegar a él.
Pero el Diablo no podía soportar esa tortura, no tenía la capacidad de aguantar la ausencia y lejanía, el no poder cambiar de forma en el mundo mortal y sostener su mano, el no poder sentir esos suaves labios alrededor de los suyos, el no escuchar su melodiosa risa mientras él le hacia una travesura a un lugareño.
Su mera existencia necesitaba de esa sensación. De aquel sentimiento de que a pesar de todo el peso que cargaba encima, existía ese lapso para sonreír, para burlarse, para gozar del sólo rose de alguien importante y del recuerdo de ello.
King lo comprendía a la perfección, aunque, a veces él mismo le gustaría entender más a su lacayo. Como esa hambre de paternidad que llego a él desde hace un tiempo. No era algo fuera de lo normal, todos los mortales llegaban a un punto de su vida en querer ese tipo de experiencia. Pero, jamás imagino que él tendría ese tipo de deseos.
El gran King Dice, la figura inalcanzable, el rompe corazones entre varones y mujeres, quería ser padre de familia.
Prueba de ello fue lo que le paso en una ocasión. Cuando Dice se dirigió a comprar un ramo de tulipanes, él miraba desde una esquina del local, en su transformación de araña, como su lacayo arrullaba a una pequeña galleta de jengibre.
La mocosa no dejaba de llorar y el ramo de su madre aún no estaba listo, por lo que sus gritos incomodaban a la mayoría de los clientes. Fue ahí cuando Dice tarareo un poco para ella. La bebita se carcajeo y con unos tres bostezos, quedo completamente dormida en los brazos de Dice.
Ver ese escenario, le incomodaba. Lo que para otros parecería una escena tierna, para el Diablo era una ansiedad latente.
¿Por qué diablos sentía eso?
Él es lo que todo el mundo teme, lo que encuentran en sus más oscuras pesadillas mientras gritaban sin fin.
Pero la verdad, él sabía por qué le molestaba, el por qué lo ponía ansioso. Pero no se atrevía a mencionarlo, y mucho menos a su pareja.
No quería pensar en mocosos el día de hoy, es más, no tenía por qué.
Sólo quería regresar a sus aposentos, sentir esos fuertes brazos rodearlo e inhalar esa agradable colonia que tanto adoraba. Su pareja lo conocía a la perfección, porque siempre se aseguraba usar su colonia favorita en cada encuentro romántico.
Ya no podía aguantar más, quería estar acurrucado en su enorme cama al lado de su esposo.
Ya había tenido un día bastante agotador.
Hacer todo el trabajo agobiaba a cualquiera.
¡Se merecía de un descanso! Se lo había ganado después de todo.
No quiso esperar más, así que, al aparecer en una llamarada, estiro los brazos con todo y su tridente, en la espera de recibir un abrazo y el escuchar esa melodiosa voz darle la bienvenida. Desafortunadamente, él no recibió nada.
Al abrir los ojos, se percató de que estaba solo en su habitación.
Dice no estaba ahí.
Miro la hora y notó que eran las tres de la mañana.
Aquello era extraño, su esposo siempre lo recibía y su hora laboral ya había terminado hace horas.
¿Qué paso?
“¡Secuas!” grito el Diablo con algo de enojo y arrogancia, en la espera de que su demonio regordete llegase ante el llamado.
En segundos y con movimientos algo nerviosos en el vuelo, apareció en la entrada de su habitación, con un rostro lleno de preocupación y prisa.
“¿Sí jefe?” dijo el diablillo mientras se tocaba ambas manos de manera ansiosa.
“¿Dónde está Dice?”
“Oh…uhhh… bien… es que…”
Odiaba que le contestaran así, realmente odiaba los titubeos. Reflejaban inseguridad y una posible mentira en la frase.
“¿Y bien?”
“Él… Él está en una de las habitaciones para los apostadores…”
“¿Era tan difícil decirme eso?”
Y sin más, el rey del infierno se fue a esas habitaciones. No necesitaba que le dijeran de cual se trataba, sólo le bastaba seguir la dulce fragancia natural de su pareja para seguirla.
Mientras caminaba, con su tridente en mano, podía escuchar a Secuas balbuceando algunas cosas que no comprendía.
Decía frases sobre tener paciencia con lo que estaría por ver, que escuchará lo que Dice tuviese que decirle.
A veces Secuas podía ser alguien muy confuso y torpe, pero, sin duda, es un demonio muy útil. Siempre ha estado a su lado desde la rebelión en el reino de los cielos. Además de King, su demonio regordete era de los pocos a quienes tenía su entera confianza.
Mientras caminaba, sonreía con orgullo al ver como algunos de sus demonios y sirvientes se inclinaban en señal de respeto o incluso se alejaban del camino para hacerle paso.
Sabían quién era y eso le encantaba.
Al encontrar finalmente la fragancia de su pareja, abrió la puerta con algo de brusquedad.
Lo que vio, lo dejo confundido.
En una de las camas, con la habitación completamente oscura, estaban dos pequeños bultos en la cama. Al acercarse, noto que eran dos tazas. La taza con pijama roja estaba dormida con sus brazos extendidos, pero con un rostro de preocupación. Mientras que la taza con la enorme nariz, tenía su mejilla apoyada en el brazo del rojito.
Además, se percató de que gran parte del aroma de su pareja provenía de los niños, al mirar con cuidado, vio que ambos niños estaban siendo cubiertos con el saco de Dice.
Quería una explicación, quería despertar a esos mocosos y buscar respuestas.
¿Qué diablos hacían dos niños en su casino?
Cuando iba a gritar y a sacudirlos para despertarlos, escucho tres tocadas de la puerta. Al voltear, vio a Dice con una mirada llena de súplica.
“Por favor, querido, no los despiertes, te lo explicare todo en tu trono.”
El Diablo lo miro frunciendo el ceño, después, enfoco su mirada en esas dos tazas.
La taza de nariz roja, casi como si fuera un bebé, gimoteaba un poco en sueños. Sólo se detuvo al sentir como la otra taza deslizaba su mejilla con la de él.
Sin tener más opciones, el Diablo obedeció a regañadientes y apretó su tridente en molestia.
Mas valía que la excusa fuera buena.
***
“Devuélvelos…”
Se escucho la orden como un disparo.
El Diablo, quien estaba en su trono, con un rostro lleno de disgusto y sin soltar su tridente, mantenía una penetrante mirada en su lacayo. Sabía que estaba teniendo efecto, ya que podía notar el ligero tic nervioso en Dice.
Su dominio era tan fuerte, que hasta los diablillos que estaban cerca podían sentir la tensión de la palabra y, de haber estado en el lugar de Dice, harían lo que su amo les indicaba sin titubear.
Pero, King Dice era especial, a diferencia de todos esos demonios, Dice tenía algo diferente que lo hacía mantenerse firme y, a pesar enseñar su miedo en sus facciones, su cuerpo se mantenía con la postura de un soldado.
“No puedo hacerlo jefe…”
“Te equivocas Dice, puedes hacerlo, pero no quieres… No necesitamos de mocosos corriendo en el casino. ¿En qué diablos estabas pensando trayéndolos aquí?”
Había tantas cosas que el dado quería decirle, pero tenía el presentimiento de que su pareja lo consideraría como algo innecesario y carente de lógica. Sabía que se burlaría por su visión ante la problemática.
“Sentí piedad por ellos… están solos… no tienen a nadie…”
Dice no mentía, sí sentía lastima y compasión por los pequeños. Tal vez, por la sencilla razón de que le recordaban un poco a su precaria infancia; a esos días en los que despertaba cada mañana sabiendo que no tendría algo que comer, que tendría que sacrificar sus raciones para dárselos a sus hermanos menores, que recibiría siempre una mirada desviada de todos los adultos que sabían de los abusos por los que vivía.
Era solo un niño y nadie estuvo ahí para salvarlo.
No es que Cuphead y Mugman fueran abusados, al contrario, estaban en una situación mucho mejor que la de él, pero, Dice no quería que pasaran por esa soledad, por ese desvió de miradas.
King Dice quería ser lo que no tuvo de pequeño.
Y no le importaba si en un futuro esos niños no se lo agradecían o dejaban de hablarle. Al menos estarían mejor que él y tendrían las herramientas para defenderse en ese mundo lleno de malditos.
“No es tu responsabilidad… debes devolverlos…”
Se escucho con la misma intensidad y lo suficientemente fuerte para despertarlo de sus pensamientos. Aun así, era muy tarde para dar vuelta atrás.
“No puedo jefe…” dijo con toda la seguridad y seriedad posible. Sabía que estaba entrando a la boca del lobo, pero no le importo.
El Diablo, por otro lado, no podía creer lo que estaba escuchando y no podía evitar el mostrar su enojo en sus ojos a manera de llamas. No le gustaba que lo contradijeran.
Él, quien ha vivido por tantos años, tardaría meses en explicarle a su pareja los terribles escenarios que podían ocurrir al lado de esas tazas, pero, ¿Por qué tendría que dar explicaciones? Dice debía obedecerlo sin importar que.
¿Qué paso con la fidelidad que se tenían?
¿Unos mocosos lograron destruir eso?
Acaso ¿su relación con su lacayo era así de débil?
“Jefe… no será por mucho, enviaron mensajes a la isla Calix Animi… tal vez allá hay una familia que pueda adoptarlos, pero, necesitan que alguien los cuide hasta tener respuestas,”
“¿Y qué harás si no hay nadie que pueda adoptarlos? ¿Planeas que vivan aquí en el casino?”
“No lo había pensado… pero si te molesta su presencia… regresare a mi antiguo departamento y los cuidare ahí…”
El Diablo sintió un hundimiento en su pecho al escuchar eso.
¿Por qué los mortales hacían esto? El tirar todo a la basura por un extraño.
“Jefe… no los puedo abandonar…”
“No es tu deber Dice… si mi padre en su divina sabiduría decidió que ellos debían estar solos, entonces…” dijo el Diablo sin poder evitar una mueca de burla cuando hablo sobre su creador.
Sabiduría era lo menos que ese anciano tenía.
“No los dejare solos…”
“Dice, ¿estas rompiendo todos los lazos conmigo por esos mocosos?”
“Por supuesto que no jefe… el que cuide de ellos no significa que ignorare mis deberes como el director del casino, al igual con las obligaciones y vida contigo… Además, sé que se va a enojar, pero si cierto demonio no hubiese hecho un desastre en la feria, no estaría en esas juntas y no me hubiesen escogido para esto,”
Ahora si lo había cruzado la línea.
Todos los demonios sintieron la ira de su amo subir al límite. Sabían que el casino y todo el inframundo temblaría por su enojo transformado en terremotos, fuego y explosiones. Cada diablillo fue a buscar refugio de inmediato, escondiéndose para no recibir su ira.
El único en no moverse era King Dice, quien a pesar de mantener sus manos detrás de la espalda, éstas temblaban mucho más y su rostro lleno de nervios se hizo presente.
Sabía que recibiría un castigo, pero, lo único que obtuvo fue una visión grafica de su esposo estando de pie, con un fuego muy intenso rodearlo y unos ojos llenos de ira, después, ese estado de ánimo sacudió el suelo del inframundo hasta el punto de que los pilares de rocas empezaran a caer desde arriba.
Sabía que todo se estaría sacudiendo y temblando en el casino. Por fortuna, muchos jugadores e incluso todo Inkwell estaban acostumbrados a las rabietas del Diablo.
Su ira era muy fuerte, pero, no hasta el punto de sacudir las tres islas. Sólo hubo una vez en toda la historia de Inkwell que eso ocurrió y el mundo entero aprendió una horrible lección aquel fatídico día, y esa era no lastimar lo que al Diablo le pertenecía.
King Dice mantuvo sus ojos fuertemente cerrados y espero lo que tuviera que recibir, sin embargo, al abrirlos de nuevo, se percató de que todo el fuego, toda la ira y deseos de destrucción, habían terminado. Solamente quedo en él una postura cansada y llena de fastidio. Dio un último gruñido y se sentó en su trono, no sin antes mantener su tridente en su mano izquierda y tallarse el ceño para calmar sus pensamientos.
Después, miro a Dice mientras fruncia el ceño.
“¿Realmente están solos? ¿No tienen a nadie más?”
“Jefe, nadie en todo Inkwell quiso adoptarlos… sus padres murieron y su abuelo también… lo perdieron todo en un sólo día,”
El Diablo miraba reflexivamente su tridente dorado, perdido en las razones que su pareja había establecido y recordando algo imposible de olvidar. No importaba cuantos milenios ocurriesen o cuanto daño pudiese afligirle, simplemente no podía huir de su pasado.
Él entendía lo que era el dolor físico y mental de la perdida. Desde su caída, aquello quedo marcado en él como una cicatriz eterna, al igual que las marcas de donde sus alas blancas solían estar y el dolor en su espalda. Incluso, cuando cerraba los ojos, era capaz de ver con todo detalle y recordar la agonía de sus alas siendo cortadas.
Lo único que quedo después de eso fue soledad, dolor, tristeza, frustración y un consuelo que jamás llegaría a él.
Sólo le quedaban dos caminos: rendirse y dejar que sus heridas lo destruyeran para siempre o demostrarles a todos que podría levantarse y oponerse a su padre. No tomo el camino fácil y se aseguró, desde aquel día, a despertar a cada mortal de ese lavado de cerebro que su padre había puesto en ellos.
Él se aseguraría de que cada uno entendiera que el camino de su padre los llevaría a la traición una vez que ya no le fueran útiles.
Su padre movía los hilos de todos los mortales como si fueran muñecos. Y todo para un plan ridículo.
Lo odiaba y odiaba sus planes.
Son sólo… mocosos…
¿Qué rayos le pasaba a su padre? ¿Qué maraña de situaciones quería desencadenar dejando a dos pobres almas destinadas a la soledad?
Aunque quisiese negarlo, esas tazas le hacían recordar un poco a sus emociones cuando cayó del cielo.
Tal vez tenerlos no sería tan complicado y podrían hasta serle útiles. A través de esos ojos él podría ser capaz de ver más el exterior sin que sus hermanos allá arriba lo notasen. Tener a niños en sus manos y en un lugar donde varios lugareños inocentes transitaban, le seria de utilidad cuando buscase o vigilase almas. Podía tomar la de los pequeños de la escuela, pero, serian como un seguro para tener un alma adulta en sus manos. Aunque, ¿porque reservarse? Si tuviese ambas almas sería maravilloso.
Además, su lacayo tenía razón. El que asistiera a esas juntas, era a causa de sus propias travesuras. Él tenía en parte la culpa, bien, trataría de enmendarlo ahora.
Si adoptaban a esas tazas, incluso haría que los mortales bajaran la guardia sobre él y no saliesen corriendo.
Sí… podría funcionar.
Lo hacía porque le convenia tener a esos niños, sí, sólo lo hacía por eso. No había nada diferente.
Miro a Dice de nuevo y verlo nervioso le hizo sonreír de lado hasta mostrar sus afilados dientes, incluso una risita de maldad se le quiso escapar por su perfecto plan.
“Oh Padre… no tienes idea de la ventaja que me has dado…” dijo el Diablo en sus pensamientos, para después decirle a Dice su decisión.
“¿Diablo?”
“Está bien… pueden quedarse…” dijo con una sonrisa y con los ojos un poco entrecerrados.
Dice saco un suspiro y risa nerviosa de alivio al escuchar eso, sin embargo, tenía el presentimiento de que este repentino cambio de opinión se debía a algo más. Pero no, no sería capaz, él no se atrevería a lastimarlos o a robarles el alma ¿o sí?
“No los lastimaras… ¿verdad?”
“¡Por supuesto que no!… Sólo que, no cuentes conmigo en su crianza, tomaste esta decisión sin mi consideración, así que, no tengo porque hacerme cargo…” dijo con algo de arrogancia y reproche.
Muchos se hubiesen sentido heridos, otros abrirían una discusión para que ayudase en la formación de los pequeños, pero, Dice se sentía satisfecho. Conociendo a su pareja, esta decisión fue la más piadosa que pudo haber escuchado.
El dado le sonrió aliviado y agradeció su misericordia en este caso.
“Ahora, como los mocosos estarán aquí… debemos poner las cosas en claro,”
Dice se acercó un poco más al trono y lo miro atento a lo que tuviese que decir.
“No pueden entrar al casino bajo ninguna circunstancia, el lugar es enorme, podemos adecuar espacios para que puedan moverse, pero, no pueden acceder en donde están los demás jugadores. No sólo nos visitan mortales, también nos visitan demonios importantes,”
“Entendido señor… umm, de hecho, hay un detalle… ¿cree que podría darme más días libres para cuidarlos? Es sólo hasta que pueda tener en claro sus horarios…”
El Diablo se derrumbó en su trono con algo de fastidio y como si su cuerpo se hubiese convertido en gelatina. Después de refunfuñar un poco, hizo aparecer de una bomba de humo oscura, una documentación con los horarios y eventos especiales dentro del casino. Saco un bolígrafo especial en forma de hueso y comenzó a escribir algo.
“Un poco aquí… moveremos a dos de los empleados aquí… y…. ¡listo!” dijo el rey del infierno con mucho orgullo, casi como si le diera el toque final a una obra maestra.
Y vaya que lo era, no sólo era el rey del inframundo, también lo era de la organización. Bastaba con su firma e inmediatamente todos los empleados sabrían de las modificaciones del trabajo y, si sabían lo que les convenia, lo realizarían sin titubeos.
“Realmente te metiste en un buen lio Dice, pero está bien, siempre has tenido el don de salirte con la tuya, como ahora… sé que te ira bien… Así que, oficialmente, ya no estarás en las mesas de póquer, sólo harás tu espectáculo en el escenario y necesitare tu ayuda en la revisión de contratos… ¿estás de acuerdo?”
“Me parece perfecto jefe…” dijo el dado con una sonrisa bastante relajada y más al no sentir el peso en sus hombros.
Al no cargar con un ambiente tan hostil, el Diablo se levantó del trono y se acercó poco a poco a su querida pareja. Lo tomo de la mano con lentitud para sujetarlo con algo de fuerza, después, paso la otra mano por su pectoral hasta llegar al hombro.
“Ya que dejamos las cosas en claro, ¿Por qué no vienes a nuestra habitación? Debes estar cansado y la verdad es que yo…”
El Diablo sintió que las acciones eran más claras que las palabras, así que acerco sus labios de manera que fuese correspondido.
Su rey no lo decepciono, termino por corresponder el gesto con una risita nerviosa.
El beso que compartieron fue lento y lleno de cariño. No era como en otras ocasiones en las que querían saborear tan desesperadamente al otro, esta vez, sólo dejaron que, además del fuego, se escuchara el chocar de sus labios y sus intentos por atrapar bocanadas de aire.
“Extrañaba esto…” dijo el Diablo con una sonrisa de victoria al ver como sus atenciones afectaban a Dice.
Conocía los lugares y movimientos exactos para que su querido dado se derritiera ante su toque.
“Déjame mostrarte más en nuestra cama, sé que es tarde, deberíamos descansar de una buena vez,”
En esta ocasión el Diablo tomo la mano King para llevarlo al elevador y de ahí a la habitación que ambos compartían.
La cama era una bastante cómoda y enorme, casi una docena de mortales podrían caber en esa cama y aun así sobraría espacio. Lo que a veces lucia ridículo por tanto espacio, ya que cada noche siempre despertaban envueltos en los brazos del otro, con sus piernas entrelazadas y él, curiosamente, tenía la costumbre de enredar su cola en una de sus piernas. Lo hacía casi como un instinto y como un seguro para que no se fuera hasta que él se lo ordenara.
Ya quería estar en enredado entre las sábanas y respirar ese aroma único de su pareja, pero, Dice no parecía seguir la idea.
King no cruzaba el elevador, parecía un poste firme. Cómicamente el brazo del Diablo parecía como una liga fuertemente enredada en la mano de Dice, causando que regresara casi como un gato que había sido amarrado con una cuerda en el cuello.
El Diablo lo miro con sorpresa y en la espera de una explicación.
“Jefe, lo siento, pero, dormiré con los niños por algunas noches… es sólo hasta que se sientan seguros…”
El Diablo mantuvo un rostro algo neutral, trataba de ocultar el hecho de que le molestaba la petición, pero, tenía al menos el alivio de que solo sería por unas noches, no es como si le tomara meses.
Eso esperaba.
“Bien…” dijo tratando de ocultar su molestia, aunque el intento fue en vano.
“Sera por unas noches, lo prometo…” dijo el dado notando como esta ausencia sí le afectaba.
Su jefe era tan fácil de leer, en algunas ocasiones.
Dice se inclinó para darle un último beso en los labios y entrar al elevador que lo regresaría a la superficie, justamente cerca de la habitación de sus niños.
Dejo a su pareja y no miro atrás. No quería ver y levantar sospechas en sus dudas. Sabía que tal vez habría algo de por medio en su extraña aceptación, pero, de algo si estaba seguro.
No permitiría que su ambición por almas dañara a esos niños.
Sabía que los cuatro podrían salir de esto.
Pero hasta que llegara ese día, él se concentró en ser un buen papá para ellos.
Sabía que no sería fácil ganarse su confianza, a veces no bastaba con desear ser padre o tener todo el amor. También, requería de más cosas y más aun con pequeños que ya tenían un estilo de vida tan humilde como ellos.
En un suspiro, abrió la puerta y se dio cuenta de que Secuas se había quedado sentado en una de las esquilas de una de las cajoneras, mirando a los niños de una peculiar manera. A pesar de tener un regordete cuerpo, éste no era lo suficiente para derrumbar el mueble.
No había maldad, travesura o miedo, era todo lo contrario, los miraba con algo de fascinación, como si presenciase una pieza de arte bastante popular e imposible de perderle la vista.
Era como si los cuidara.
“No pensé que te quedarías aquí… está bien… puedes irte, yo me hare cargo. Sé que el jefe suele dejarte mucho trabajo…” dijo King sin sonar tan brusco.
“Nunca vi niños tan de cerca…”
La voz de secuas sonaba melancólica, pero, hasta Dice podría jurar, con algo de alivio.
“¿Nunca? ¿En todos estos años? Perdona, es que, me parece increíble… sé que tu y el jefe se han conocido desde su caída, hasta, creo que mucho antes… me sorprende tu comentario…”
Secuas le dio una sonrisa de simpatía y negó con la cabeza.
“Los que veía… estaban…”
Secuas cerro los ojos y podía ver a la perfección el estado de esos infantes de los cuales tenía el privilegio de ver. Eran todo lo contrario de lo que miraba ahora.
“La mayoría de las veces, los niños salen corriendo al verme o se ponen violentos… y los que he visto por más tiempo… bien, todos ellos habían fallecido… algunos de hambre… otros durante guerras, peleas… y… otros cuando eran asesinados o sacrificados para obtener algún poder de nuestro amo o fidelidad a él…”
Esas eran las imágenes que secuas recordaba cada vez que pensaba en ellos. Únicamente a la distancia, sin que fuera visto, podía escuchar sus risas infantiles, su caminar y correr sin descanso, pero siempre sentía curiosidad por ver sus caras. Para su mala suerte, cuando intentaba acercarse, ellos gritaban del susto o le arrojaban objetos para que se fuera.
Ver a esas tazas llenas de vida, con sus mejillas rojas y apoyándose ante la perdida y el duelo, le hacían sentir que era testigo de uno de los tantos tipos de amor mortal. Siendo el fraternal en este caso.
Cuando los escucho llorar, le recordó al sin número de imágenes y escenarios que experimentó por tantos años. Pequeñas e inocentes almas recibiendo dolor, con frases y gritos de súplica por un consuelo y cese a su dolor, con llantos llenos de miedo al saber que era el fin de todo a su alrededor. Fue por esa misma razón que él fue de inmediato con King Dice para que los calmara.
“Siempre veía cuerpos inmóviles, ojos vacíos… no había vida… pero estas tazas… están tan llenas de vida… respiran con calma, duermen lo más cerca posible para no sentir la soledad del otro… lo siento… sé que fue grosero quedarme y verlos de esa manera…”
“Tranquilo… además, se quedarán con nosotros por un tiempo… así que, creo que los veras de vez en cuando… así que, no tendrás que espiarlos…” dijo Dice con una sonrisa y con completa empatía por lo que Secuas acababa de expresar.
El demonio purpura sonrió de oreja a oreja y se ofreció a darle su ayuda en lo que necesitara. Además de sentir los temblores de la rabieta de su jefe, algo le decía que no había peligro. Si King Dice le decía eso, aquello fue respuesta clara de que el Diablo los había aceptado en casino.
A pesar de que cargaba con un miedo de que los hermanos no lo quisieran por su apariencia, no pudo contener su alivio al escuchar por parte de King que, si era cierto que los pequeños se habían impresionado con los pequeños diablillos en el casino, no estaban aterrados hasta el punto de correr o gritar.
Secuas no era el único aliviado, de cierta manera, King Dice compartía la misma emoción. Sabía que este demonio regordete había sentido piedad por esos niños.
Ver eso le daba esperanza de que su esposo, en un futuro, mostrase un cambio de actitud.
Sonaba imposible, pero, incluso la realidad era mucho más impresionante que algo dentro de un libro o programa de radio.
Así que, había esperanza.
Aunque fuese muy poca, a Secuas y King les bastaba. Porque a veces, una mínima oportunidad, era lo más bello y valioso que mantenía en la lucha a cualquiera.
Las experiencias del dado y el demonio purpura, les daba seguridad de ello.
***
Ya habían pasado dos noches desde que los pequeños vivían en el casino.
Hasta lo que Dice podía contar, era tranquilo, pero preocupante a la vez.
De ambos, Cuphead era el que le preocupaba más. Él siempre lloraba en las noches, dormía por unas horas, pero, empezaba a gimotear entre sueños y a llamar a su abuelo por consuelo. Dice siempre lo cargaba, lo arrullaba y le daba el alivio que pedía. Tardaba en calmarlo, pero, después de un tiempo, Cuphead caía al mundo del sueño.
Su llanto solía ser contagioso con Mugman, dando como resultado que se acercara a él para que lo abrazara por igual. Siempre se aseguraba de que rompieran esa barrera con él, pero, aún los sentía reservados hacia su persona. Y no los culpaba, apenas habían pasado dos días y recibir su respeto y cariño no iba a ocurrir tan pronto.
Era por eso que necesitaba investigar algunas cosas. Contaba con la ayuda de Silverworth, pero, no le aclaraba muchas cosas.
Por fortuna, la ayuda de Secuas en los pequeños fue bastante positiva. Fue tan beneficioso que ambos no se asustaran con su presencia, de hecho, solía jugar algunos juegos con ellos. A Dice le alegraba el escuchar risas, le alegraba ver como se abrían un poco con Secuas.
De hecho, los niños le confesaron a este demonio que Elder Kettle tenía un libro de recetas escritas a mano. Ellos tenían muchas recetas y platillos favoritos en éste. Inclusive, los panqueques que tanto les gustaban tenían ingredientes especiales y únicos que Elder Kettle había ingeniado. Curiosamente, ese recetario era una reliquia familiar, ya que algunas recetas eran escritas por varias generaciones. El mismo Kettle les dijo que ellos escribirían una cuando crearan una receta única.
Realmente aquella tetera les daba un ambiente muy cálido. Dice espera darles eso muy pronto.
Pero no iba a lograrlo estando parado y sin hacer nada. Así que, le pidió a Secuas que cuidara de los pequeños por un rato. Después, agarro las llaves de la cabaña y tomo rumbo a ese humilde hogar.
Tenía la esperanza de encontrar ese recetario y algo que le ayudase a entender a sus hijos adoptivos, o al menos, que lo auxiliasen a sentirse en casa.
Una vez en el humilde hogar, él saco de su bolsillo un estuche bellamente bordado, de éste, tomo sus preciadas cartas de póker. Saco cuatro cartas en total y, al tocarlas con ambas manos, estas se agrandaron del tamaño de un infante. También les salieron brazos, piernas y ojos. Al sentir el agradable sol y el aire fresco del lugar, las animo a estirarse para gozar más del exterior.
Al ver que su amo los había invocado, dejaron de lado sus estiramientos y se dirigieron a King.
“Hay un libro de recetas aquí… necesito que me ayuden a buscar… oh, y si encuentran algo valioso, fotos, cartas, me las entregan…” ordeno King y, sus cartas, sin dudar, le asintieron y siguieron la orden.
Era verdad que trajeron algunas cosas al casino, pero no se llevaron la mayoría y mucho menos cosas que involucraran documentación.
Al abrir la cabaña, las cartas se esparcieron por toda la casa. Dice no se quedaría atrás, también buscaría por su cuenta.
Todos revisaban con mucho cuidado, si bien movían los objetos, se aseguraban de colocarlos en el lugar exacto.
La búsqueda fue rápida, una de sus cartas le entrego, con obvia felicidad, el recetario. Dice le dio una ojeada y se dio cuenta que, en efecto, este era el que buscaba. En las últimas páginas estaban algunas recetas con la firma de Kettle en ellos.
King Dice también quería buscar algún álbum fotográfico. Pero extrañamente no había nada. Ni siquiera en el librero o en los cajones de la habitación de aquel anciano. Las únicas fotos a la vista eran en las que esa tetera estaba con uniforme de guerra, trajes formales de algún evento o en lo que parecía ser una competencia de natación. También, en el mural, veía fotos de los pequeños. En una ellos eran apenas unos bebes, estaban siendo cargados por Kettle y se notaba que la foto fue tomada en el momento perfecto. Todos estaban sonriendo y los niños parecía que querían agarrar algo de la cámara.
También, había una foto familiar de los tres sonriendo, con Kettle sentado en una silla y sujetando su bastón, mientras que los niños estaban sentados lado a lado y enfrente de su guardián. A pesar de que la foto estaba en blanco y negro, se podía notar el obvio rubor en las mejillas de los niños.
Eran felices, no necesitaban fingirlo en unos segundos ante la cámara para lucir bien.
Dice no pudo evitar sacar una sonrisa por lo cálido y humilde que lucía. Realmente sus niños tenían un ambiente lleno de amor y cuidado; desafortunadamente, les toco la mala fortuna de que eso se les acabara tan rápido.
Mientras seguía viendo las fotos en los pasillos, quería ver si encontraba algo sobre esta peculiar familia. De hecho, buscaba si había alguna foto de los padres, para su mala suerte no había absolutamente nada.
Aquello era muy extraño.
¿Por qué no tendría una foto o algún tipo de altar con flores?
Había algo sospechoso en todo esto y sólo le generaba más dudas.
Y si lo anterior era extraño, la foto que vio al final del pasillo en el segundo piso lo impacto más.
En un marco había una foto algo rasgada y con quemaduras, pero, de todos los soldados presentes en la imagen, él logro identificar a uno en especial. Además de Elder Kettle, en la foto estaba un viejo amigo suyo.
En la esquina, sonriendo y cargando una granada en mano, se encontraba Porkrind.
Los integrantes cargaban una manta con un título, el cual decía: La defensa de Inkwell.
Ahora entendía que no encontraría muchas respuestas aquí. Necesitaba ir con su viejo colega en la esperanza de que pudiese ayudarle.
Decidió no perder más tiempo y tomo rumbo al pequeño local. Por suerte no estaba muy lejos de la cabaña.
Les dio una palmada a sus cartas y en un polvo rosado y con corazones alrededor, regresaron a su tamaño normal.
Porkrind debía saber más sobre Cuphead y Mugman, sobre sus padres, sobre Elder Kettle y sobre el pasado de ambos.
Sólo su viejo amigo podría ayudarlo.
Esperaba encontrarlo de buen humor.
Notes:
¿Qué puedo decir? El Diablo tiene que pensar en sus intereses 😉 de seguro lo veían venir.
¿Porkrind ayudara a nuestro chico?
¿Nuestros niños se meterán en problemas sin papá Dice cerca?
¡Estas y otras dudas las descubriremos en el próximo capi!
Espero les haya gustado y quiero agradecerles mucho por el apoyo a esta historia.
Chapter 3
Notes:
¡Buen día mis queridos lectores! Como prometí en mi cuenta, acá esta el capi 😉😉 Espero sea de su agrado y lo disfruten tanto como yo disfrute el escribirlo.
¡Espero les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El negocio de Porkrind no había cambiado mucho. Aun conservaba la misma madera y el mismo estilo de productos llamativos de poco valor en la entrada del lugar. Así como el fuerte aroma a madera y pólvora del interior. Esencias que él recordaba siempre y los asociaba a su viejo amigo.
Al entrar, fue bienvenido por el sonido de la campana dorada, así como de una mirada algo apática de su colega.
El interior tenía desde herramientas peculiares para el hogar, hasta armas que sólo un adulto responsable podía manejar. Incluso, contaba con juguetes hechos a mano, no eran los más populares, pero se les podía ver que eran funcionales.
Típico de él, su negocio daba un ambiente familiar y amenazante al mismo tiempo.
Lo anterior no lo convertía en uno de los mejores comerciantes en todas las islas. La verdadera razón era que cualquier cosa que parecía imposible de obtener, Porkrind era el único en conseguirlas.
“Vaya, vaya, vaya, ¿Qué hace su majestad en mi humilde negocio?... Jamás imagine que te vería aquí de nuevo… A no ser que él requiera de mis servicios…” dijo Porkrind con seriedad y con algo de molestia. Parecía molesto de ser interrumpido de sus hazañas con el crucigrama.
“Él no necesita de tus servicios por ahora, además, ¿no puedo visitar a un viejo colega?”
Esta vez King uso su carisma, tanto en la melodía de su voz y en el movimiento corporal. Por desgracia, Porkrind jamás caía en su encanto. Sospechaba que usaba algún amuleto que le impedía eso.
“No creo ni una sola palabra,” dijo el cerdo mientras apoyaba su codo en la mesa de madera.
“Muy bien, muy bien… la verdad es… necesito respuestas y sé que tú las sabes…”
El cerdo alzo la ceja y le insinuó que continuara.
“Elder Kettle y los niños a su cuidado… ¿Qué sabes de ellos?”
El cerdo lo miro sorprendido y se rasco la cabeza ante la pregunta, después, suspiro y le dio una mueca de burla.
“No puedo creerlo, el rumor era cierto, adoptaste a esos niños… ahora soy yo el que tiene preguntas, tu y el Diablo son los seres más despiadados en todo Inkwell ¿Por qué quieren niños?… Oh acaso ¿quieren más recaudadores en sus tropas?”
Dice hundió sus hombros y saco un suspiro. No es que su amigo se equivocara, es verdad, tanto él como su esposo son figuras de cuidado en las islas. No se atrevían a ponerles un dedo encima y por sus obvios antecedentes en el pasado, muchos todavía sentían miedo de ellos.
Al Diablo le gustaba mantener ese rol, pero Dice, con el pasar de los años, fue perdiendo esa sombra de miedo en algunos lugareños. Muchos habitantes de Inkwell no lo veían como algo de cuidado; lo que ayudo a ese resultado fue su carisma y porque sus habilidades no eran muy extraordinarias.
“Puedes creer lo que gustes amigo mío, pero, realmente quise hacerlo… Aun así, hay cosas que necesito saber… ahora que lo pienso, me pareció extraño no verte en el funeral,”
“Estuve en el velorio… digamos que, ver a esas tazas llorar en el entierro fue demasiado para mi… quiero recordar a mi colega en armas como fue y no encerrado en una caja,”
Ambos se quedaron en silencio y, de cierta manera, los dos entendían el sentimiento. Saben lo que la perdida es y temían mover un poco las raíces llenas de tristeza en ambos. Pero, aquello no podía detener a Dice. Necesitaba respuestas.
“Te entiendo… te vi en acción de hecho, tanto a ti como a Kettle,”
“Sí… uno de esos bastardos me quito el ojo, yo le deje un agujero en la cabeza,” dijo victorioso mientras deslizaba sus gordos dedos en una escopeta decorativa en la pared.
“Hubiera perdido más extremidades de no haber sido por Kettle… muchos lo subestimaban por su edad, pero, te sorprendería los trucos que tenía en combate,”
Dice sonrió un poco y sintió, que de seguro el escuchar las hazañas de Elder Kettle, alegraría mucho a sus niños.
“Y esa es mi información de cortesía, como es una información muy importante para ti, debo advertirte que el resto será muy costoso, debes darme algo muy valioso y que valga la pena,”
Esta vez, el rostro del cerdo cambio a una sonrisa un tanto maliciosa. A ese tipo de sonrisas en las que presentía que se saldría con la suya.
“Perfecto, no le digas a mi esposo que hare esto, te hará cenizas si se entera,”
En segundos, Dice tomo con ambas manos las mejillas de Porkrind y posiciono sus labios para un beso en los labios.
El cerdo se sonrojo como un tomate y empujo el rostro de Dice para detener el avance.
“¡Eso no!” grito el comerciante completamente enojado y con vergüenza.
“Pensé que te gustaría, de niños siempre lo pedias,” dijo el dado para después reírse ante la escena.
“Estaba confundido y éramos unos mocosos, que no se te ocurra levantar tu ego por lo inocentes que fuimos,”
“Lo que tu digas Porkrind… te entregare otra cosa…”
De la mesa, King Dice dejo caer una bolsa con varias monedas. Porkrind reviso el contenido y sus orejas se pusieron puntiagudas ante tanta belleza. Sin duda cenaría como rey esta noche.
“Un trato es un trato… Pregúntame, ¿Qué deseas saber?”
“De seguro Kettle te hablo de esos niños, necesito toda la información que tengas de sus padres…”
El cerdo le hizo una señal de que tomara asiento. Dice tomo una banca cercana a un espejo de pared y la puso en la barra. La escena le recordaba un poco a un bar, incluso Porkrind le dio un poco de te casero. King nunca se negaba a uno.
“Los padres de esos niños murieron en la guerra… el padre fue asesinado por humanos y la madre murió al darles a luz… ni siquiera tenemos fotos, ya que los humanos destruyeron muchas de nuestras posesiones… Kettle y yo estuvimos ahí en el nacimiento de esos dos… él era un buen amigo de sus padres, antes de que ella muriera, él le prometió que los cuidaría,”
Dice sintió una punzada de dolor al escuchar aquello y se quedó en silencio por lo desgarrador que sonaba.
El dado sabía en carne propia lo que es la perdida; el perder a alguien que amabas con todas tus fuerzas, el perderlo en las manos y sin poder hacer nada. Dice conocía ese dolor a la perfección.
La guerra contra los humanos dejo una cicatriz eterna en Inkwell. Él no sentía tanto peso porque estaba al lado de su esposo y mientras pudiese estar con el Diablo, él sabía que eran indestructibles, y si llegaran a estar separados, los dos lucharían por encontrarse de nuevo.
“Aunque debo admitir que cuando nacieron, pensamos que habían muerto…”
Aquello capto la atención de King.
“Los niños nacieron inconscientes, como si estuvieran dormidos. Hicimos lo que pudimos, pero no despertaban… cuando tú sabes quién detuvo su masacre, cuando se acabó la batalla en el exterior, ellos comenzaron a llorar… lo que me lleva a pensar… ¿Qué hizo que el viejo Diablo formara parte de la batalla? Nos hubiera servido su ayuda al principio… No sé qué debió pasar para que mutilara a tantos humanos, pero, supongo que debió ser algo muy importante para que se pusiera tan furioso,”
Dice miraba a su colega con seriedad y sentía que la mirada lo escaneaba en su rostro.
Muy en el fondo sabía que Porkrind tenía la respuesta, pero esperaba a que saliera de sus labios.
“Digamos que se metieron con alguien preciado para él…” contesto King.
Hubo un silencio en ese momento, y esto respondía aún más la pregunta.
Todo lo que él y su esposo pasaron durante esa guerra, dio paso a que su relación se volviese más fuerte. Pero, aquello era otra historia.
Ahora mismo, sus hijos adoptivos eran lo importante.
“¿Sabes si los pequeños tienen más familia? ¿Sus padres no tenían algún familiar?”
Porkrind hundió los hombros y le dio una mirada de resignación.
“Es posible que tengan, pero, si ese fuera el caso, no creo que quieran tener una relación con ellos,”
“¿Qué quieres decir?”
“Sus padres, al igual que muchos, huyeron de la isla Calix animi… no soportaron el estilo de vida ahí… el problema es que, si te vas de esa isla, jamás te dejaran entrar de nuevo, y mucho menos van a querer una relación contigo o tu descendencia… en otras palabras, te conviertes en exiliado,”
El rostro de Dice era uno de repugnancia, su viejo amigo logro detectarlo.
“Es ridículo, lo sé… Oí que preguntarían a los lugareños de la isla si alguien podría hacerse cargo de ellos, pero, no te hagas muchas esperanzas…”
Dice suspiro de cansancio, por ver una mentalidad tan cerrada y por las complicaciones de ello. No significaba que odiara tener a los pequeños a su cuidado, era todo lo contrario, le gustaba mucho el tenerlos. Ellos le hacían recordar cuando tenía que cuidar de sus hermanitos y eso le daba mucha calidez.
Si Porkrind tenía razón sobre esa isla, todo indicaba que los niños estarían con ellos por un tiempo más.
“¿Tienes más preguntas?”
En ese momento, King Dice le dio su última pregunta a su amigo.
La respuesta lo llevaría a buscar unos billetes extra de su bolsillo.
Esperaba que sus hijos les gustase ese lindo detalle y estuviesen bien en el casino.
***
Cuphead no tenía ánimos de nada y, para colmo, odiaba mostrar ese comportamiento en frente de su hermano menor.
En la habitación de ambos, él trataba de distraerse con un rompecabezas, mientras que Mugman intentaba realizar un dibujo. Como de costumbre y al igual que en la cabaña, ambos tenían encendida la radio del abuelo. No había un show interesante, así que la pusieron en la misma estación que el señor King Dice les ponía para hacerlos dormir. Esas melodías los calmaban un poco. Pero, para Cuphead, eran como un recordatorio de la tristeza que vivían.
No quería mostrarla, ya que llegaba a influenciar a su hermano y era lo menos que deseaba. Desde pequeños, su abuelo le dijo que su rol como hermano mayor era el de ser fuerte, desafortunadamente, se le estaba complicando demasiado.
No conocía mucho, siempre pretendía ser valiente cuando en realidad estaba asustado, se sentía forzado a sonreír cuando no quería.
Sólo deseaba que las cosas fuesen como antes. Si pudiese regresar el tiempo, él se hubiese asegurado de ser un mejor niño, hubiese aprendido más cosas como aprender a tocar el piano que tanto adoraban. Curiosamente, su hermano era capaz de tocarlo. Él era tan bueno en éste, que imitaba cualquier melodía con tan solo escucharla y sin partituras.
Le encantaba cuando él y su abuelo llenaban la cabaña de música; incluso las flores de su jardín se movían al son de ella. También extrañaba cuando cocinaban sus recetas favoritas, le encantaba ayudarlo y sentirse parte de ello a pesar de su propia torpeza. Sin importar su error o metida de pata, su abuelo siempre lo ayudaba a despejar ese miedo y a no rendirse a ser mejor.
Pero, ahora, esos lindos escenario jamás se darán.
Sintió sus ojos arder y unas enormes lagrimas comenzaron a deslizarse, hasta el punto de que mojaran el rompecabezas sin terminar.
“¿Cuppy?” pregunto Mugman.
La taza rojita se secó las lágrimas de inmediato. Odiaba ser así al lado de Mugman.
Su hermanito sabía la razón de su tristeza y no le cuestiono nada, sólo le dio el más fuerte de los abrazos y, sin poder controlarse, Cuphead desahogo su tristeza.
Cuando se calmó, tomo una servilleta que Mugman le había obsequiado hace unos momentos.
“Perdón…”
“Está bien sentirse triste Cuppy… es como el abuelo solía decir… si no lloraras, dijo que inundarías toda la casa…”
Ambos empezaron a reírse, pero, la ola de tristeza llego de nuevo.
“Vamos Cuphead, ¿Qué puedo hacer para que no estes triste?”
Cuphead quería pedir lo imposible y, al saber el dolor y peso de ello, sólo lo dejaban más desconsolado.
“Extraño mucho cuando el abuelo tocaba el piano… me gustaría… escuchar su melodía favorita, aunque sea un rato…”
Mugman le sonrió de lado y le apretó la mano, fue ahí cuando se le ocurrió una idea. Si mal no recordaba, en una de las habitaciones de su nuevo hogar, él logro visualizar un piano en perfectas condiciones.
Aunque no fuese perfecto, sabía que eso alegraría un poco a su hermano.
“Ven conmigo.”
En ese momento y aun tallándose los ojos por las lágrimas, Cuphead hizo lo que se le ordeno y siguió a su Mugman por los pasillos de su hogar.
Los pasillos eran enormes, casi como si el techo fuera de la altura de un palacio o como si una criatura enorme pudiese moverse dentro. También, estaba bellamente decorado con tulipanes de colores en jarrones, con una alfombra roja en todo el camino y con algunos retratos con imágenes de paisajes. A veces los dos se sentían como si estuvieran en un museo de arte.
Un detalle importante y regla de oro de su nuevo hogar, era que no podían entrar en algunas zonas. Su padre adoptivo les había indicado que las puertas de color dorado estaban estrictamente prohibidas. Cuando le preguntaron al señor King Dice porque era eso, él simplemente les decía que había utilería u objetos con los que podrían lastimarse. Y no era que pudiesen hacer algo al respecto, una vez intentaron abrir una puerta dorada y notaron que tenían seguro.
En ese pasillo, había alrededor de unas tres puertas a las que no podían acceder, al caminar más, Cuphead noto que se aproximaban a la cocina. Era típico de Mugman, tal vez quería cocinarle algo para hacerlo sentir mejor, pero, al pasar la puerta del lugar, se dio cuenta de que un buen alimento no sería el objetivo.
“Cuando el señor King Dice me llevo a buscar los libros de cuentos, vi que en una de las habitaciones hay un piano… te tocare su canción favorita Cuppy, ¿Qué te parece?” dijo Mugman mientras le daba un apretón en la mano. Asimismo, le dio una sonrisa de par en par, lo suficientemente contagiosa para que Cuphead se sonara la nariz y sonriera esperanzado.
“Mira, es esa,”
“Pero Mugsy, esa puerta está prohibida,”
“La vi abierta en aquella ocasión, de hecho, el señor King Dice entro y hablo con alguien. Yo lo espere a fuera, pero, me acerque un poco y note que había un piano… si está abierta, te tocare esa melodía.”
En ese momento, Mugman miro en todos lados, asegurándose de que Secuas o algún otro diablillo no los vieran. Al darle la vuelta por completo al picaporte, una sonrisa y suspiro de alivio se le escaparon.
Ambos niños estaban tan alegres de su victoria, que jamás notaron la placa pegada a la puerta con el siguiente mensaje:
Oficina del Diablo
Una vez dentro, ambos niños notaron que el interior era definitivamente un lugar de trabajo. Éste contaba con una mesa enorme de madera, muy gruesa y con detalles muy refinados en la decoración. Asimismo, había una fogata y varias pilas de documentos. Al lado de estos últimos, había unos sacos con el signo de dinero y un poco de hermosa joyería. Finalmente, estaba una silla bañada en oro con colchonetas de color rojo, curiosamente, en la parte de en medio, tenía una abertura triangular.
Ambos desconocían el por qué esa fabricación, pero, siguieron mirando ese lugar al cual tenían prohibido visitar.
Mugman sonrió al encontrar el piano que tanto buscaba. Se sentó en la silla acolchonada y toco un poco teclas al azar, de manera que pudiera ubicar las melodías que necesitaba. Una vez que se sintió conocedor del instrumento, le pidió a Cuphead que se sentara a su lado.
El pequeño narizón procedió a tocar el piano, pero sólo las teclas del lado derecho, ya que su abuelo era quien se encargaba de la otra mitad.
Mugman comenzó a crear la bella melodía, pero ésta se sentía aun vacía, como si le faltara algo más. Fue ahí cuando el azulito entendió que, aunque se esforzara por imitarla, no sería lo mismo, porque esa persona que le ayudaba a darle sentido a la melodía, se había ido para siempre.
Ya no estaría ahí, ya no podría hacer esas actividades con esa persona y no podrá decirle lo orgulloso que estaba de su progreso en el piano. Aun así, con la vista borrosa, Mugman siguió tocando el piano hasta el final. A su lado, sentía como su hermano mayor apoyaba su cabeza en su hombro.
Pero aquello no lo detendría, tocaría la melodía hasta el final, justo como su abuelo le había enseñado.
***
El sonido del piano llamo la atención de varios demonios y diablillos.
Las notas no eran perfectas o agresivas, el ritmo era todo lo opuesto a lo que su amo solía tocar. Éste era tímido, indeciso y con tiempos entrecortados, como si tuviese miedo de equivocarse en la melodía.
Era obvio para la mayoría, que su amo no era el musico en cuestión, definitivamente se trataba de alguien más, aunque, no estaban del todo seguros. Lo único que tenían en claro, era que el Diablo no estaba del todo contento con esa alma tocando su piano.
Como resultado y con mucho sigilo, el Rey del Infierno regreso a su oficina.
Él ya tenía una sospecha de quien se trataba y estaba molesto por lo escurridizos que esos mocosos eran. En parte, este desastre también se debía a su propia falta. Él se sintió muy confiado de dejar su oficina sola un momento y sin ponerle seguro.
No planeaba enojarse o hacer rabietas, sólo quería saber si esos mocosos eran los que estaban ahí.
Al mover la puerta con lentitud, se percató de que, en efecto, ambos niños estaban sentados y tocando su piano.
Iba a acercarse para sacarlos a patadas de su oficina, pero, se detuvo al escucharlos conversar.
“Yo también lo extraño… Oye, ¡te prometo que tocare la parte del abuelo! Sólo necesito practicar y…”
“Ahem…” expreso el Diablo en un intento por llamar su atención.
El sorbete de ambos pequeños formo un signo de admiración y, con lentitud, voltearon con miedo.
Ambos sabían que estaban en problemas. Pensaron que el señor King Dice o el señor Secuas habían expresado aquello.
Pero, sus ojos y boca quedaron abiertas al ver de quien se trataba.
Justo detrás de ellos, con tridente dorado en mano, estaba Lucifer, ese demonio que sólo creían real en su libro.
De los tres, sólo Mugman hablo.
“No puede ser… eres tú… eres el demonio de nuestro libro…”
“¿Qué?” dijo el Diablo mientras les alzaba una ceja.
Justo cuando iba a pedir explicaciones, se escucharon unas pisadas y suspiros de cansancio, de la entrada, Dice apareció con una bolsa de papel en la mano y sin aire.
Cuando Dice llego al casino, Secuas le dijo que los niños se le habían escapado y que no los encontraba. King no se enojó con él, era tonto hacerlo, cuando en realidad era su responsabilidad. Le agradeció al demonio purpura y fue a buscarlos, cuando escucho el piano, supo en seguida que sus niños se habían metido en donde no debían.
Al entrar y mirar a su esposo, supo enseguida que debía sacarlos, no quería levantar más la ira del Diablo.
“Cuphead, Mugman, vengan aquí niños… saben que no deben estar aquí,” dijo Dice y estiro su brazo para que las tazas fueran a su dirección.
Iban a alejarse del piano, pero el Diablo los detuvo.
“Espera un momento,” ordeno el Diablo mientras se acercaba a las tazas y noto algo peculiar.
Los mocosos no contaban con una partitura de música, el niño tocaba, al parecer, en base a la memoria.
“¿Tocaste sin partituras?” pregunto sin ningún tono de amenaza.
“Sí señor…” dijo Mugman con algo de miedo y pena. Sentía miedo de recibir una reprimenda por su obvia falta, pues desobedeció a su padre adoptivo.
“Quiero que toques de nuevo… vamos, anda, si eres capaz de hacerlo sin guía, es una señal de que eres un excelente pianista…”
Mugman se sonrojo por el cumplido. No controlo tampoco el movimiento ansioso de sus pies y dedos.
“No soy muy bueno… sólo se tocar la parte del lado derecho del teclado, mi abuelo tocaba la otra mitad…” explico con algo de tristeza.
El Diablo sabía que había movido un nervio. Y si quería acercarse a los infantes, tenía que ser más astuto. Así que se rasco la cabeza mientras se aproximaba a los dos. Él le hizo señal a Cuphead de que le prestara el espacio para sentarse al lado de Mugman.
Dice, quien tenía el presentimiento de lo que su pareja planeaba, acerco una silla de la oficina y la uso para sentarse; pondría a Cuphead en sus piernas y le susurraría en el oído palabras para calmarlo y evitar algún susto. Aunque esto último parecía ser lo último en suceder. Su niño miraba con ojos grandes al Diablo, impresionado de su persona.
“Me sé esa melodía… se la enseñan a los niños, yo puedo tocar la parte de tu abuelo… ¿Tocarías conmigo? Me gustaría tener a otro colega pianista,” dijo mientras le daba una sonrisa de lado y la voz más calmada que tenía.
Dice miraba con algo de ternura y asombro los intentos de su esposo por acercarse y crear un lazo con uno de ellos. En cierta manera, le dio esperanza.
“Sí señor… pero… no soy muy bueno… perdón si me equivoco…”
“Descuida niño, hasta los mejores músicos tenían sus deslices… Empezare yo primero y tu empiezas cuando estés listo… ¿de acuerdo?”
El Diablo no espero a que le contestara, empezó a tocar la melodía, la cual tenía el mismo ritmo una y otra vez. Después, miro al azulito ponerse en posición, pero, su postura era muy tensa.
“A ver, relájate…”
Con su otra mano libre, el Diablo paso sus dedos por la espalda del niño e hizo que le diera cosquillas, más aún al pasar por los costados y las costillas. La risa infantil del niño pareció calmar el ambiente y, de cierta manera, le hizo no sentir tanta presión.
“Tranquilo… vamos, cuando estes listo… te espero…”
Mugman sonrió al adulto y se sentía muy cómodo y confiado. De hecho, su paciencia le recordaba cuando jugaba a saltar la cuerda en la escuela. Todos sus compañeros eran pacientes con él cuando trataba de entrar al salto mientras la cuerda daba vueltas. Inclusive, ellos lo hacían despacio para que pudiese entrar.
Así sentía la melodía de Lucifer, gentil, amable, paciente y permitiéndole dar el paso cuando estuviese confiado.
Mugman se relajó un poco y cerró los ojos, después, tomo unas cuantas bocanadas de aire y comenzó a tocar la melodía que tanto adoraba.
En todo momento, Cuphead miraba emocionado y con una sonrisa el evento. El escuchar la melodía, le hizo sentir que estaba cerca de su abuelo, que esos días lejanos, no se habían extinguido del todo. También, sentía el abrazo cariñoso del señor King Dice detrás suyo y, de cierta manera, lo animaron a que sonriera y se relajara un poco.
Hubo momentos en los que cerraba los ojos y sentía esa calidez y alegría de su cabaña, a esas risas e historias increíbles que su abuelo compartía después de una buena práctica de piano.
Le gustaba eso, le empezaban a agradar estas personas y, sin poder controlarlo, sentía mucha curiosidad por el otro adulto, con sus imponentes cuernos y tridente, reflejando la imagen clara de ese demonio que veían en sus libros.
A pesar de que Elder Kettle les decía que Lucifer era alguien muy peligroso, tanto a él como a Mugman les fascinaba su apariencia.
Si eran la misma persona y estaban al lado de alguien tan amable y bondadoso como el señor King Dice, tal vez no era una mala persona del todo. Es cierto que les dio un poco de miedo al verlo la primera vez; en parte ese miedo se debía a que desobedecieron una de las reglas y estaban en la espera de un regaño, pero, el verlo expresarse de esa manera, despejaba cualquier temor.
“No esta tan mal… haces un buen trabajo mocoso… te sale natural…” dijo el Diablo a manera de cumplido. En parte, no mentía. La forma de tocar de esa taza era tímida al principio, pero más impulsiva al ganar confianza. La melodía y el ritmo de ambos completo una sinfónica perfecta.
Al terminar, ambos fueron recibidos por aplausos llenos de emoción y animo por parte de Cuphead y King Dice.
El acto causo que Mugman se rascara un poco la mejilla por la pena. Aunque no fue una de sus mejores composiciones, sentía mucho orgullo y felicidad al escuchar las ovaciones.
“¡Buen trabajo Mugsy!” dijo Dice con una sonrisa y llamándolo con el lindo apodo que Cuphead usaba. Esperaba no le incomodase.
“¡Y no te equivocaste! ¡Fue increíble!” dijo su Cuphead mientras saltaba del regazo de King Dice para dirigirse y abrazar a su hermano. Se sentía muy agradecido por el hecho de que tocara hasta el final.
“Este niño tiene talento innato… y ni siquiera necesita de una partitura… si practica de ahora en adelante, será un gran compositor de piano,” dijo el Diablo mientras se levantaba de la silla y miraba a Mugman.
Después, miro a su esposo y su corazón le dio un pequeño salto al ver la mirada llena de cariño de su Dice. Realmente estas cosas le encantaban a su pareja, no tenía nada de malo si mostraba un poco esto, si eso hacia feliz a su compañero eterno de vida, estaba bien.
“Sólo la próxima vez pide permiso si quieres tocar el piano… No pueden entrar a mi oficina cuando se les plazca, esta es zona prohibida, ¿lo entendieron? Pidan permiso… tengo archivos importantes aquí…” dijo con un tono serio y una mirada de reproche.
Su argumento mando la suficiente aura para que entenderán que necesitarían verlo primero a él o a Dice antes de cometer la insolencia.
Ambos pequeños le asintieron con rapidez y se dirigieron al lado de King Dice, quien compartió más palabras de apoyo a Mugman, así como un regaño leve por la travesura que hicieron. No era muy grave, pero, el matrimonio ya suponía que esta sería la primera de muchas.
“¡Vengan! Vamos a cenar, prepararemos algo delicioso… cierto diablillo gordito me dijo por ahí que su abuelo tenía un libro de recetas… así que prepararemos algo juntos,”
La confesión de King Dice hizo que los infantes brincaran de emoción y que sus pupilas cambiaran a estrellas doradas. Incluso, se decían entre ellos varias recetas y postres perfectos para la cena.
King se aseguraría de darle a Secuas un disco original con sus canciones como regalo por este dato.
El Diablo, en cambio, no se sentía con muchos ánimos de tener a los mocosos cerca de él por más tiempo.
No iba a negarlo, estaba realmente impresionado por las habilidades de Mugman en el piano. Si la taza se esmeraba, sería un rival digno al cual retar en un duelo de música. Una risa se le quería salir por la posible emoción de aquello. Amaba divertirse con los mortales en esas actividades.
Pero hasta que aquel día llegara, lo único que podía hacer ahora era que todos se fueran de su oficina. Sin embargo, justamente cuando les había dado la espalda para sentarse en su oficina, se percató de como unas manos infantiles le tocaron la cola para que no se fuera.
Iba a gruñir y a levantar la mano de quien se atreviese a tocarlo, pero, se detuvo al ver el rostro de ese ser.
Cuphead, la pequeña taza rojita, lo miraba con unos ojos enormes, llenos de ilusión y curiosidad. Con una boca abierta de la impresión, pero, aun manteniendo el agarre en su cola.
Parecía que deseaba algo de él.
“¿Qué quieres? Suéltame,” ordeno el Diablo.
“Puedo… ¿Puedo tocar sus cuernos?” expresó la taza con una voz llena de súplica.
Para ese momento, el infante había dejado de sostener su cola y mantenía su mirada fija en el Diablo y a la espera de una respuesta.
El Rey del Infierno miro a su esposo con un rostro lleno de confusión y completamente perdido ante que es lo que debería hacer.
King Dice se hundió de hombros y simplemente le insinuó que siguiese su instinto y criterio.
El Diablo miro a la taza de nuevo y pensó que, si quería la confianza de esas dos tazas para su plan, era muy obvio que debía generar al menos un lazo.
“Está bien… pero sólo por un momento,”
El Diablo podría jurar que los ojos de la taza roja formaron la figura de una estrella dorada por un segundo. Después, cargo el pequeño cuerpo hasta su hombro, de manera que el pequeño pudiese sentarse en él y tocar sus cuernos.
El Diablo miraba en todo momento los movimientos de ese infante. Desde su mirada de fascinación hacia sus cuernos y como deslizaba sus dedos en ellos. Por último, apretó con algo de firmeza cada uno y dijo algo que dejo a todos en silencio.
“¡Son sensacionales!”
“¿Qué?” dijo el Diablo esta vez.
Él estaba sorprendido. Esa no era la respuesta que esperaba y mucho menos de un lugareño de esta isla. La contestación lo obligo a cargar al pequeño de nuevo y tenerlo frente a frente para confrontarlo.
“¡Me gustan mucho! ¡Son más bonitos que los del libro!” dijo Cuphead, con una sonrisa de oreja a oreja, hasta el punto de que sus mejillas parecían pequeños globos. Como aquellos que se veían en los carnavales.
El Diablo miraba al pequeño mortal con un rostro más confundido que antes.
Los niños le temen, él es lo que no los deja dormir de noche y lo que los padres usan como amenaza para que ellos se porten bien.
¿Por qué estas tazas no mostraban miedo al verlo?
“¿No me temes?”
Cuphead, quien aún seguía siendo sostenido por el Diablo, dejo de sonreír y sus ojos se llenaron de duda.
“No… ¿Debo tenerte miedo?”
En ese instante, algo dentro del Diablo pulso muy en el fondo de su ser. Le dolía, pero, le gustaba a la vez.
“Gracias por el cumplido,” expreso y dejo a Cuphead en el suelo para que se fuera con King Dice. Después tomo asiento en su oficina y le hizo señal a todos para que lo dejaran solo.
Cuando los niños estaban fuera, Dice regreso a su lado para darle un beso en los labios, lleno de cariño y con unos ojos en forma de corazón.
“Gracias por lo que hiciste amor. ¡Oh! ven a la cena esta vez por favor, los niños y yo te estaremos esperando.” dijo su esposo para después irse y llevarse a los infantes entre risas por el pasillo.
El Diablo le asintió y, aunque le incomodaban los mocosos y aún resentía el que Dice los trajera sin considerarlo, sintió que ya había sido suficiente de esta barrera.
Su esposo no merecía eso.
***
King jamás había sentido tanto trabajo en la cocina.
Corto, mezclo, revolvió y horneo, con la ayuda de sus hijos, un delicioso pollo al horno. Los tres siguieron el consejo del libro e instrucciones precisas. Obviamente, el mayor realizaba actividades con cuchillos, mientras que los niños, se encargaban de sazonar el pollo con las porciones adecuas y de machacar las papas para hacer un pure mezclado con apio. De los tres, Mugman se encargó especialmente de preparar el espagueti con albóndigas, él ya había cocinado esa receta con su abuelo y era un experto de hecho.
Cuando Dice probo el espagueti y el pure de papa, no pudo evitar dar un sonido de gusto ante el sabor.
Aquel gesto hizo que los niños se sintieran orgullosos.
Por el momento no habría necesidad de tener postre, ya que Dice tenía un delicioso pastel de chocolate que había comprado en la panadería de Saltbaker. Si su esposo o hijos tenían espacio de postre, lo degustarían con placer.
Finalmente, como bebida, tendrían limonada y, para él y su pareja, habría vino.
Realmente tendrían un banquete.
Una vez en la mesa rectangular, Dice miro con mucha alegría al Diablo sentado en su silla, con una mirada seria y apoyando su cara en su mano.
Sin perder más tiempo, les dijo a los niños que tomaran asiento y, curiosamente o tal vez por instinto, lo hicieron cerca del Diablo.
El Rey del Infierno los miro con una ceja alzada, pero los pequeños no lo miraron extraño, no había temor, de hecho, parecían sentirse confiados de estar cerca. Eso le molestaba un poco, pero, en estos momentos no podía hacer mucho.
Secuas ayudo a Dice a traer el carro con comida, los niños no dudaron y se acercaron para servirla alrededor de la meza. Incluso, le agradecían al demonio purpura por ayudarlos a transportaba.
Una vez listo todo, todos tomaron sus lugares, a excepción de Secuas, que se había retirado no sin antes desearles buen provecho y sonreírles.
Dice le sirvió un plato con una buena porción al Diablo y se la coloco, así como una servilleta y una copa de su vino favorito. Finalmente, le dio un beso en la mejilla. El gesto hizo que el Diablo cerrara uno de sus ojos y le sonriera de lado de forma tímida. No podía ocultar lo mucho que adoraba cuando su pareja hacia eso.
Ambos niños miraron el gesto, pero con diferentes reacciones. Mugman lucia impresionado, y Cuphead lucia apenado e incómodo.
“Señor King Dice… ¿ustedes son novios?” pregunto Mugman por curiosidad.
Un detalle de la estadía de sus hijos adoptivos, era que Dice no mencionaba a su esposo; no por vergüenza o algo por el estilo, sino por el hecho de que su pareja no quería formar parte de la paternidad y estaba asustado de que, si lo mencionaba y él decidiese ignorarlos, causaría un daño emocional a sus niños. Pero al ver a su jefe dar ese paso, le dio oportunidad de ser honesto ahora, además, una vez en la escuela, los pequeños se enterarían de su matrimonio. Mas valía que lo escuchara de él.
“Somos más que eso…” dijo Dice orgulloso.
En ese momento, mostro su anillo dorado a los pequeños y éstos se quedaron con la boca abierta. Se sentían tontos al mismo tiempo; realmente no habían notado ese pequeño detalle en las manos de Dice.
“En realidad, el Diablo es mi esposo… estamos casados…”
Mugman miraba el hecho como algo adorable a sus ojos. Desde pequeño, a él siempre le parecía lindo el matrimonio. Hubo una vez se fue al ático y se puso un vestido de novia por curiosidad. Para él, fue divertido usar ropa distinta a la suya en aquella ocasión.
Cuphead, por otro lado, entendió algo de inmediato ante eso y lo expreso con mucha emoción.
“¡¿Quiere decir que el señor Diablo es nuestro papá también?!” dijo el rojito con unos ojos en forma de estrella dorada.
La emoción pareció ser igual para Mugman, ya que miro a la pareja con mucha atención y en la espera de una respuesta.
El Diablo se puso a comer y a ignorar a los niños.
Dice negó con la cabeza un poco mientras sonreía y explico la situación de la mejor manera y para no sonar tan hiriente.
“Digamos que su llegada fue inesperada y bueno… el Diablo tiene un carácter diferente, pero, no es tan malo… A él le tomara un poco de tiempo relacionarse con ustedes, pero, les aseguro que poco a poco tendremos un avance y si no sucede, saben que siempre podrán contar conmigo… denle al Diablo un poco de tiempo… aún no está listo, pero sé que se ganaran su cariño,” explico Dice, siempre sonando lo mas dulce y calmado posible.
Pareció funcionar, pues no veía en ellos un rostro herido, seguían con la misma curiosidad hacia su esposo.
Aunque él seguía comiendo y desviando la mirada, no podía escaparse de algunas preguntas por parte de los niños.
Entre sus dudas, le preguntaban si podría cambiar de forma, si era capaz de sacar más brazos o estirar sus extremidades.
Dice miraba sin poder contener su risita, ya que veía la obvia lucha interna de su marido por sentirse alagado o molesto. Aunque los pequeños hacían muchas preguntas, tomaban el rato para decirle lo increíble que eso era, el que tuviese tantas habilidades, hasta llegaban a asociarlo con un super héroe y protector.
Lo cual, desde la guerra en Inkwell, no era del todo falso. Pues, cuando lo lastimaron, su ira se convirtió en una protección para las islas. Una muy tétrica, pero, al final de cuentas y como Silverworth lo dijo una vez, termino por defender a los lugareños.
La platica no acabo ahí, Dice aprovecho para decirles que debían tener todo listo para la escuela mañana. Aquello les emocionaba, pero, preocupaba al mismo tiempo. Sentían que tal vez sus compañeros los tratarían diferente o, el tema de su abuelo seria recurrente. Lo cual no tenia nada de malo, pero, les seguía disparando esas emociones llenas de tristeza.
Al menos no estaban solos.
Poco a poco entendieron algo, ellos tenían a sus compañeros de la escuela, a sus maestros favoritos y, especialmente, a sus padres adoptivos, quienes les daban calidez y protección a su manera. Podían sentirlo del señor King Dice cuando los abrazaba cada vez que lloraban o les explicaba algo con paciencia. El señor Diablo también, ayudando a Mugman con el piano y, posiblemente, en mas actividades que ambos adorasen.
El dolor en el pecho de ambos descendió un poco, no por completo, pero al menos lo suficiente como para que no perturbar su cena.
Una vez que terminaron, los niños, por su cuenta, tomaron los platos y los llevaron al fregadero. Después, se despidieron de su futuro padre adoptivo y miraron a King Dice para así dar inicio a su ritual nocturno, el cual consistía en bañarse, cepillarse los dientes, ponerse el pijama e ir a dormir.
Dice limpio la mesa y miro como las orejas del Diablo estaban caídas, a pesar de que tratara de disimular su malestar, sus reacciones no lo permitían y, el lazo especial que compartía con su esposo, le transmitía esa ansiedad.
Fue en ese momento que al dado le llego una idea. Miro a su esposo y después a sus niños y se atrevió a apostar.
“Querido… estaba pensando… sé que te pesa que no duerma a tu lado… lo puedo sentir en mis huesos y… bien… nuestra cama es grande y cabe un ejército, qué te parece si los niños y yo…”
En segundos, el Diablo entendió la propuesta. La idea causó que sintiese enojo, se le calentara el rostro por ello y que las orejas se pusiesen en alerta.
Una cosa era que ayudara al azulito a tocar el piano, pero era otra muy distinta que esos dos invadieran su espacio personal.
“¡Oh no! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No voy hacer eso!”
Dice lo miro con los brazos cruzados, con rostro serio y una ceja alzada. Casi como si mirara a un mocoso haciendo una rabieta y, como el rey que era, esperando una victoria indudable.
“¡Olvídalo! ¡No va a pasar!”
Dice siguió mirándolo con seriedad por un rato y se hundió de hombros y comenzó a alejarse con un rostro de: como quieras.
Su alejamiento hacía que el corazón del Diablo latiese por la ansiedad, por perder una noche más sin esa piel blanca a su lado, sin esos besos en la cama y sin ese aroma tan bello de su pareja.
¿Cómo podía Dice aguantar la abstinencia? ¿Cómo se atrevía a alejarse de él de esa forma? ¿Cómo podía ser tan insolente y actuar como si tuviera el control?
“¡Sé lo que intentas Dice! ¡No va a funcionar! ¡Olvídalo!”
***
“¡Mugsy! ¡Es la cama mas grande del mundo!”
Cuphead, vestido con su pijama rojo y dejando atrás a ambos adultos que estaban en la entrada de la habitación, se dirigió a la cama y salto en ella, casi como si se aventara a un lago o playa.
El telar era exquisito al tacto y muy cálido, también, el colchón parecía masajearlo y adaptarse a su pequeño cuerpo.
Mugman, quien cargaba a su osito de peluche, siguió a Cuphead y salto de la misma manera, agarro una de las almohadas doradas y las restregó en su cara. Estas estaban aterciopeladas y lo dejaban con una sensación muy agradable.
“Es como dormir en una nube…” dijo Mugman mientras estiraba los brazos y cerraba los ojos.
Cuphead empezó a brincar en la cama y sintió como incluso lo alzaba como un trampolín.
“¡No brinquen en la cama!” dijo el Diablo con algo de enojo desde la entrada.
Al menos su orden fue bien recibida, ya que pararon de inmediato, pero, entre risas, buscaban el mejor lugar para dormir.
No podía creer que termino siendo manipulado por su esposo… otra vez.
Sin embargo, al menos sentía algo de alivio. Es cierto que los mocosos estaban ahí con ellos, pero al menos podría tener a Dice cerca y no estar tan malhumorado.
“Muy bien pequeños, es hora de dormir, mañana habrá escuela…”
Los niños le obedecieron con ímpetu y se acomodaron en el extremo izquierdo de la cama. Aún desconociendo si ese lugar era el indicado.
El Diablo miro a Dice con su usual pijama purpura y se quedó sin aliento. Lucia tan hermoso con el telar en su cuerpo y, aunque la tela dejaba de lado partes de su cuerpo lejos de la imaginación, no había necesidad. Él podía recordar cada matiz, cada línea y cada lunar purpura de su cuerpo.
Dice era una obra de arte.
Con un demonio, quería besar esa piel y escuchar sus suspiros mientras lo hacía.
Pero por ahora, tendría que conformarse con esta cercanía.
Al menos eso era una victoria.
Dice se subió a la cama, de manera que él quedara en medio y el Diablo en el extremo derecho. El dado era prácticamente un sándwich en la posición de la cama. Beso la frente de los niños y les deseo buenas noches. Después, le deseo lo mismo a su esposo, con la diferencia de que lo haría en los labios.
Aquello fue un grave error de su parte, pues encendió en el Diablo una llama imposible de extinguir.
Cuando las luces se apagaron. El Diablo espero a que los pequeños durmieran y chasqueo los dedos, causando que los niños quedaran profundamente dormidos. Ni siquiera una explosión los despertaría. Ahí aprovecho para hacer un camino de besos por las mejillas de su pareja, hasta el cuello y finalmente el hombro. Tuvo que desabotonar el pijama para poder sentir esa piel y pectoral.
“Diablo… los niños… nos van a escuchar…” dijo en un susurro y controlando su respiración.
Aún en la oscuridad, el Diablo podía ver las muecas de su esposo y las adoro tanto, tratando de mostrar compostura y resistiéndose a la tentación. Adoraba verlo quebrarse y sucumbir al deseo, era un deleite visual.
“Use mis poderes en ellos, no escucharan nada… Sólo, déjame tocarte, déjame besarte, no haré nada mas allá… lo prometo,” dijo el Diablo casi suplicando.
También y como prueba, aplaudió con fuerza y los niños no reaccionaron a ello.
El Diablo se coloco encima de Dice y comenzó a besarlo con pasión y deseo.
Lo extrañaba demasiado; así como sus besos, el calor de su piel y el sonido de su voz mientras le robaba los suspiros.
“Sé que son pocos días, pero ha sido una tortura sin ti…”
“Lo sé querido… prometo compensártelo,”
Ambos se miraron y compartieron un beso más, este fue largo, lento y lleno de cariño. No desperdiciaron el momento y lo aprovecharon para explorar la boca del otro. La sensación de sus lenguas tocándose y explorándose, era como una droga. Jamás era suficiente, pero, aunque fuese imposible para muchos. Ambos terminaron su sesión con una sonrisa y decidieron acostarse lado a lado. Dice reposando su mano encima de sus pequeños y el Diablo abrazándolo por detrás.
Definitivamente, hoy fue un buen día.
Notes:
Creo que ya sabemos quien domina en la relación XD jajaja 😊😊
¡No duden en comentar!Soundtrack: Etude for A Minor.
Little Nightmares II
Chapter 4
Notes:
Finalmente, ¡el tan esperado capi 4!
Advertencias: fluff y comedia.Oh, por cierto, comisione un comic al gran artista @pangsitrebus101
Y debo decir que me encanto el resultado
https://twitter.com/daliakoen/status/1607481178151620611Para que les llegue al corazón.
¡Que lo disfruten!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Realmente se sentía muy a gusto.
A diferencia de esas pocas noches, el Diablo logro sentirse libre, cómodo y feliz. El tener de regreso a su pareja lo tenían aliviando su estrés y con unas enormes ganas de jamás salir de la cama.
Si fuera por él, hubiese enviado a los niños a sus habitaciones de un sólo bastonazo de su tridente y, así, tener a Dice exclusivamente para él; para robarle besos, para robarle más suspiros y para sentir esas suaves manos acariciando su pelaje y mejillas.
Ya ansiaba tener aquellos ojos llenos de ilusión y similares a las gemas posicionadas en él.
Ese detalle le encantaba. Podrían estar en reuniones o algunas salidas entre mortales y, aunque hubiese gente muy atractiva, brillante y valiosa a su alrededor, su querido rey siempre lo escogería sin importar que.
Siempre, de entre el tumulto de personas, su querido dado lo escogería.
Ese hecho siempre le alegraba en todas las mañanas y, sobre todo, le hacía sentir ese cálido peso cubriéndole el pecho. Ahora mismo, estaba seguro de que el brazo de su marido estaba cubriéndolo. Dicha sensación lo tenían con una sonrisa victoriosa.
Quiso tocar ese peso, pero, al hacerlo, noto que no se trataba del brazo de su pareja. Afirmo más sus sospechas al ver como al lado de la cama se encontraba Dice profundamente dormido, de lado y apoyando su brazo en el pequeño pianista, quien, además de dormir de lado, tenía abrazando su oso y chupándose el dedo.
¿Pero dónde estaba el rojito?
Al mover la cobija, noto como Cuphead estaba durmiendo profundamente en su pectoral; era increíble como el líquido de su cabeza, así como el de Mugman, no se derramaba. Parecía incluso que estaban en sus cabezas por arte de magia.
Un gruñido de molestia se hizo sonar en toda la habitación; lo suficientemente fuerte para que su esposo se despertara.
Dice se movió con cuidado para no perturbar a Mugman y tomar el cuerpo del rojito.
Con mucha delicadeza, King sentó al pequeño en el estómago del Diablo, el niño seguía adormilado.
“Cuppy, pequeño, despierta, ya es hora de ir a la escuela,” dijo King al mirar el reloj de pared de la habitación, viendo que estaban a sólo cinco minutos de despertar y empezar el día.
“¡No!” dijo Cuphead a manera de berrinche y sin abrir los ojos.
En vez de levantarse, se acostó de nuevo en el pectoral del Diablo y agarro la enorme garra para usarla como cobija.
Dice dejo escapar un aww por lo lindo que lucía, pero empezó a sudar por los nervios de ver la mirada de advertencia de su esposo.
Así que, y a pesar de los pucheros del pequeño, King lo alejo y lo llevo al otro extremo de la cama para levantarlo.
Tanto las pláticas y movimientos en la cama, hicieron que Mugman se despertara también y se sentara en la punta de la cama cerca de King. El pequeño se tallaba los ojos por el sueño y extendía las manos para estirar su pequeño cuerpo.
“Que cama tan cómoda…” dijo Mugman a sus padres adoptivos y casi con una mirada de agradecimiento.
El chico decidió actuar al verlos batallar con su hermano para despertarlo.
Ambos adultos miraban con extrañeza como el infante, con una fuerza impresionante, jalaba al otro por el aza y lo llevaba arrastrando a la salida de la habitación.
“Cuphead es muy flojo, el abuelo siempre lo jalaba cuando no quería ir a la escuela ¡No se preocupen! No le duele… ¡Vamos Cuppy! ¡Desayuno!”
Mientras el azulito se alejaba, algo capto su atención. Quedo tan fascinado la noche anterior por esa enorme cama, que jamás se dio cuenta de la cantidad de cuadros en la pared de la cabecera de ésta. Muchos eran fotos del señor King Dice, y las que tenían color, eran pinturas, bellamente creadas y con brillo que, si lo miraba por más tiempo, lo dejarían quieto como un poste de luz.
No había muchas fotos o pinturas sobre el Diablo, era casi como un muro de la fama de King Dice.
Pero sin duda, de todas las pinturas, había una sobresaliente en el centro de ellos sonriendo. King Dice estaba sentado y con un traje con combinaciones perfectas entre el blanco y negro mientras sostenía unos tulipanes de colores. Al lado y apoyando el antebrazo en la madera de la silla, estaba el Diablo, vistiendo también un traje, pero de color negro. Otro detalle impresionante, fue la mezcla de los colores dorados en los anillos de boda, los hacían lucir como si brillaran como el oro. O tal vez, era realmente oro de verdad.
Ahí el pequeño recordó algo que su abuelo solía decirles, y eso era sobre la importancia de tomar fotografías, de tener una evidencia de un momento preciado con las personas que más amábamos.
Mugman entendió que la razón de que hubiese tantos cuadros, se debía a lo mucho que el señor Diablo amaba al señor King Dice.
Quería preguntar de ellas, tenía mucha curiosidad y más por saber la historia de cada una, pero el señor King Dice se levantó y se acercó a ellos para guiarlos al comedor.
Algo peculiar dentro del inframundo, eran las cocinas y comedores. Algunos de estos eran comunales para los diablillos o demonios que deseaban prepararse algo de comer. Pero, el Diablo y su querida pareja tenían uno privado y exclusivo para ellos. Éste, a pesar de era una cueva con estalactitas en el techo, pared y suelo, contaba con una cocina integral muy bien equipada y con un comedor de madera del color similar a las barras de chocolate.
Era algo fría, pero, acogedora al encender los hornos y las estufas.
Cuando todos estaban en ella, notaron que Secuas ya estaba poniéndose en marcha con los alimentos; tenía puesto un adorable mandil amarillo y aleteaba sus pequeñas alas al ver a los niños ya despiertos.
Los pequeños querían darle la mano, pero el demonio rechoncho negó de inmediato y los puso en la mesa para que estuviesen listos para el desayuno.
King Dice no se quedaría atrás, como era en su rutina matutina, él también le daría la mano a Secuas en la actividad.
Mentalmente ya tenía listo su itinerario. Después de dejar a los niños a la escuela, se dedicaría a leer algunos contratos y a organizar el itinerario de los empleados y los shows. No podía quedar mal con su trabajo y espectáculos, de hecho, varios apostadores decían lo mucho que lo extrañaban en la mesa de juegos.
Algunos pensaban que se había enfermado o planeaba retirarse, pero, una vez que lo vieran con los niños sabría que la noticia se movería como el agua en todo Inkwell.
Pero ahora no tenía tiempo para pensar en las apariencias o máscaras, sólo quería que este día estuviese muy bien para los niños, deseaba que se divirtieran, que su rutina y mundo no se fracturaran más y no había nada mejor que un buen desayuno para comenzar.
“Señor Secuas, ¿No va a comer con nosotros?” pregunto Mugman al ver como el demonio estaba a punto de llegar a la salida.
“Tengo algunos trabajos que hacer, no se preocupen, ¡Traten de comer mucho!”
“Secuas, si lo deseas, puedes quedarte a comer,” contesto el Diablo mientras leía los encabezados del periódico.
Las alas del demonio aletearon con algo de emoción, pero, realmente la lista de deberes y su asistencia obligatoria con los nuevos demonios aprendices lo tendrían muy ocupado.
“Du’h, muchas gracias jefe, pero creo que será en otra ocasión cuando mi agenda no sea tan llena, ¡No faltare en la próxima!”
Secuas agradecía siempre estas atenciones, el que su amo le permitiera una cercanía tanto con él como con King Dice. Realmente, desde que Dice entro a la jerarquía infernal, muchos demonios sentían que estaban en una época dorada. No ha habido perdidas, los ataques han sido escasos y, si llegaran a sufrir una amenaza, siempre la detenían.
Sin embargo, muchos en el infierno estaban ansiosos, más que nada por la llegada de los pequeños. Tenían mucha curiosidad, muchos ya sospechaban que su amo los quería para dos cosas: convertirlos en recolectores de almas o comérselos. Las almas infantiles eran muy valiosas y mucho más puras a comparación de un adulto en la cuerda floja de la corrupción y el pecado.
Pero Secuas sabia algo, su amo jamás haría algo que lastimase a su reina. Era más que obvio que King Dice se preocupaba por los niños y, si algo les pasaba y él tenía que ver en eso, sabía que su pareja jamás se lo perdonaría.
Aquel pensamiento le daba alivio a Secuas y esperanza. Por esa misma razón, dejo que ese buen humor lo llenaran de energía para lo que tendría que hacer este día.
Sin más, los niños empezaron a desayunar en silencio. Los únicos que hablaban eran los adultos y más que nada eran por algunas columnas del periódico.
Mugman, por otro lado, no podía contener su propia curiosidad y sentía que no tenía nada de malo ser curioso.
Tomo una profunda respiración y expreso su pregunta.
“Señor King Dice, la pintura que está en la pared de la cabecera, ¿celebraban algo? El abuelo también hacia eso, nos tomaba fotos para recordar un evento importante,”
“Oh, ¿la pintura? Sí, es la pintura que nos hicieron el día de nuestra boda… podíamos tomar una foto, pero el Diablo quería que tuviese color,”
Aquello era la debilidad de Mugman, aunque fuese un niño, siempre las cosas como las bodas, los cuentos y novelas de amor, siempre le fascinaban y, como su abuelo le solía decir, eran una esperanza de tener un futuro similar.
Como el buen detective que era, necesitaba saber más.
“Señor King Dice ¿Cómo conoció al Diablo? ¡Me da mucha curiosidad! ¡Oh! ¿Y cómo se enamoraron? ¡¿Fue a primera vista?! ¡¿En un parque romántico?! ¡¿O en uno de esos bailes tan románticos que hacen en Inkwell?!”
Todos miraron a Mugman con distintas reacciones, Cuphead lucia incomodo, King sorprendido y el Diablo, quien bajaba un poco su periódico matutino, lo observo con seriedad mientras alzaba una ceja.
“A Mugsy le fascina el romance… por eso lee esas historias románticas de piratas y escucha la radio novela… a veces siento que en su otra vida Mugman fue niña…” dijo Cuphead a manera de burla.
El azulito no lucía furioso, sólo algo indignado; ya que, según él, no tenía nada de malo el tener un gusto por esas cosas. Después de darle un buen bocado al omeltte que tenía como desayuno, King Dice resumió sus pequeñas dudas.
“Yo viaje hasta las profundidades del inframundo para pedirle empleo al Diablo y, cuando nos encontramos…”
“¿Amor a primera vista?” dijo Mugman aun esperanzado y con ojos en forma de corazón.
“No, él trato de comerme… pero, sí paso después de eso.” dijo para después carcajearse.
Aquello no era lo que esperaban los hermanos, así que casi por instinto, voltearon en dirección de su otro padre adoptivo, el cual, había dejado el periódico en la mesa para cubrirse el rostro en vergüenza.
“¿Por qué tienes que recordarme ese evento tan vergonzoso?” dijo el Diablo.
“Pero, ¿Por qué quería comerlo?” preguntó Cuphead esta vez.
“Digamos que a mi esposo no le caían muy bien los mortales en ese tiempo y, ya que muchos se asustaban al verlo… él pensaba que yo no era la excepción…” explicó Dice con calma y sin dejar de sonreír.
Ambos niños miraban al dado con curiosidad y en la espera de que terminara su peculiar primer encuentro. Incluso el Diablo comenzó a mostrarse interesado, prueba de ello eran sus orejas en alerta y su mirada en el dado. King noto eso y se dejó guiar por el amor tan enorme hacia su esposo.
“Tal vez no tuvimos un encuentro muy romántico, pero, cuando el me permitió demostrarle el buen aliado que era, nos volvimos inseparables… comenzamos a ser amigos y, poco a poco, nos enamoramos el uno del otro… era muy tímido para decirle mis sentimientos, así que, escribí canciones y diferentes bailes para demostrarle mi amor.”
Esta vez Dice no pudo controlarse y tomo la mano de su esposo para apretarla. El Diablo no podía evitar el sonreírle. Muchas cosas los llevaron a esta vida juntos y, aunque le tomo un poco de tiempo aceptar el dolor e infortunio durante ese trayecto, agradecía el tener a Dice a su lado.
“¡Eso es tan cursi!” dijo Cuphead mientras se tapaba el rostro en vergüenza. “No se pongan cariñosos cerca de mi… me da pena ver eso…”
“Mientras vivas en mi inframundo, obedecerás mis reglas… Y acostúmbrate, porque yo beso a mi marido a diario,” dijo el Diablo.
Como muestra de ello, tomo la mejilla de Dice y lo acerco para un tierno beso en los labios. Cuando los adultos escucharon los berrinches de Cuphead y las risas alegres de Mugman, ambos no pudieron evitar el reírse y dar por concluida su sesión de cariño.
“¡Ahora tengo mucha curiosidad! ¡Señor King Dice me tiene que contar más!” dijo Mugman sin poder contener sus saltos en la silla.
“Es un trato Mugsy, puedo contarte un poco cada noche,” dijo Dice mientras le guiñaba el ojo.
“¡Oh no! ¡Si ese es el caso dormiré sólo con papa Diablo!” dijo Cuphead con una mirada orgullosa y sin notar los ojos entrecerrados del Rey del Inframundo.
Ni el infierno compartiría otra noche con ese acaparador de espacio. Iba a quejarse, pero Mugman volvió a preguntar.
Lo que preguntaría, le daría un escalofrió en todo su cuerpo.
“¿Y quién se confesó primero? ¿Cómo confesaron su amor?”
Dice se quedó con la boca abierta, sin poder terminar la frase ya que su cerebro procesaba un poco el contexto.
La forma en cómo se confesaron su amor, llevaba una herida y muchos recuerdos aun latentes capaces de herirlos. Miro a su esposo y noto su propia incomodidad.
No era el momento para aclararlo, así que trato de desviar el tema.
“Te lo contare esta noche Mugsy… pero, ahora mismo, ya es hora de que se cambien y cepillen los dientes; si no, se nos hará tarde.”
Los hermanos miraron el reloj y comieron con más prisa. Después de dejar sus platos en el fregadero, vieron como el Diablo hizo aparecer un elevador, el mismo que usaron cuando sus padres adoptivos les permitieron dormir a su lado.
“¿Diablo?”
Dice no pudo contenerse y apoyo su mano en su hombro cariñosamente.
“Estoy bien… tranquilo, debo ir a mi oficina, te vere más tarde Dice,” le dio una sonrisa y un último beso en los labios; asegurándose de que Cuphead tuviese una vista grafica del gesto.
Escuchar al rojito atragantarse y la risa de su pareja le alegraron el momento. Ya debía dejar atrás esa pesadilla y miedo de perder a su pareja para siempre.
Le había tomado años el dejar de tener pesadillas, le tomo tiempo dejar esos gritos cada vez que despertaba, asustado de que alguien le arrebatase a su esposo para siempre. Aún recordaba cuando despertaba gritando, pero, uno de sus más bellos consuelos era que después de esa horrible experiencia, sabía que tendría el consuelo de contar con su pareja abrazándolo en la cama y ayudándolo a calmar su miedo.
Hubo ocasiones en las que, al ver a Dice tan inmóvil mientras dormía, él terminaba por picarle sus mejillas rosadas sólo para asegurarse de que estaba vivo y a salvo.
Se carcajeo un poco y ya no quiso pensar en sus miedos, quería enfocarse en su negocio y en la espera de que los horarios de Dice siguieran dando efecto.
Eso esperaba.
“No seas así Cuppy, además, te gusta una compañera del salón de clases, pero tú lo niegas,”
Mugman no pudo resistirse, mostraba esa usual cara de gato cuando se salía con la suya o cuando lograba exasperar a su hermano mayor.
“¡No me gusta!”
Aquello capto la atención de ambos adultos, quienes no dudaron en dar su ayuda o punto de vista
“Oww Cuphead, ¿te gusta una niña? Cuando quieras puedes pedirme consejos,” contesto King Dice con bastante alegría. El amor infantil siempre era adorable.
“Yo te daré un consejo primero…” dijo el Diablo, desconocía si esta medida le ayudaría al mocoso, pero, si lograba un escenario gracioso, no dudaría en dárselo.
Y no es que fuera malo, a él le funciono esa técnica.
Una vez que tomo una silla al lado de Cuphead, apoyo su brazo en los hombros del niño y uso ese tono hipnótico cuando quería tentar a los mortales, en pequeños era difícil, a diferencia de un adulto, pero no perdía nada con intentar.
“¿Quieres tener a esa niña? Tienes que hacer esto… DESTRUYE A TUS RIVALES… eso me ayudo a conseguir a mi esposo,” dijo el Diablo para después señalarse orgulloso con el pulgar hacia su persona.
Cuphead miro en confusión, y él no era el único. Por ejemplo, Mugman estaba serio y Dice sólo alzaba la ceja.
“Diablo, tú nunca tuviste competencia,”
“Exacto,” dijo el Rey del Inframundo victorioso. “Me deshice de ellos tan bien, que tu nunca te diste cuenta de su existencia,” le guiño el ojo a su esposo.
“…Eso puede ayudar un poco, pero, lo que también importa es ser tú mismo Cuppy,” dijo King en un intento por equilibrar los consejos y, además, aprovecho para cambiar el tema y decirles que era hora para la escuela.
No sabía si su esposo bromeaba o si hablaba en serio, pero, platicaría de ese asunto. Esperaba no los hubiese hecho cenizas o algo por el estilo.
***
Durante el camino a la escuela, tanto Dice como los pequeños podían sentir las miradas punzantes de los demás. Algunos los saludaban con un buenos días y otros hacían algo que los pequeños sabían Elder Kettle detestaba, se cuchicheaban entre ellos y no lo disimulaban.
Ambos niños no sabían el motivo, pero ellos supusieron se debía por la muerte de su abuelo. Cuphead no pudo evitar mostrar su desanimo, estado de animo que King Dice noto y decidió actuar.
En segundos tomo al pequeño y lo sentó en sus hombros. La peculiar forma de la cabeza de su padre adoptivo le permitió sostenerse de cada lado sin dificultad.
“¡No es justo! ¡Yo también quiero!” dijo Mugman en protesta.
Dice no pudo resistir una carcajada y cargo al pequeño sin dificultad hasta uno de sus hombros.
“¡Todos a bordo!” dijo el dado y comenzó a correr por la banqueta hasta la escuela.
Las risas de los niños le hicieron sentir alivio y le abrieron un pequeño momento a su memoria, a esos días cuando cuidaba de su pequeña hermana y hermano.
Tenía la esperanza de que poco a poco podría ayudarlos y, si él no era el indicado, se esmeraría en buscar un lugar perfecto.
A unos cuantos pasos de la escuela, Dice bajo a los pequeños y los tomo de la mano para guiarlos. Era una medida tal vez exagerada, no obstante, no se sentiría seguro hasta tenerlos dentro del edificio.
Mientras pasaban, miraban a varios pequeños saludándolos desde las ventanas del autobús escolar. Ese transporte se encargaba de ir por los pequeños que estaban en la primera y segunda isla.
Antes no había autobuses; los infantes tenían que ir por su cuenta. De hecho, hace ocho años precisamente, la escuela solía estar en la primera isla, pero desde el incidente de la guerra, todos en el concejo decidieron reubicar el plantel en el centro de la ciudad. De esa manera, si eran atacados, los niños serían enviados por túneles subterráneos hasta el refugio. Para así evitar que la tragedia se repitiera de nuevo.
Curiosamente, la escuela había sido donada por Lucien, uno de los profesores más importantes de la cuarta Isla; así como tantos otros lugareños de aquella isla, se habían enterado de la guerra que Inkwell había sufrido y decidieron ayudarlos por medio de despensas, albañiles, medicina y equipo médico.
Dice sentía alivio al saber que los pequeños de la generación de sus hijos adoptivos no habían sufrido la crudeza de la guerra, algunos todavía no habían nacido o eran muy pequeños para recordarlo.
Y hablando de pequeños, Dice se percato de como varios niños daban soplidos de impresión al verlo en la escuela. Todos ellos, incluidos los adultos, mostraban diversas reacciones. Por ejemplo, los hombres lo miraban sorprendido, aún sin poder creer que se comprometiera a tener pequeños en su cargo; mientras que las mujeres lo veían con mucha ternura, tanto a él como a los niños.
Los menores, en cambio, mostraban más ímpetu. Las niñas querían que King Dice les diera un abrazo o beso en la mejilla; otros le pedían que viera sus nuevos pasos de baile. En todo momento, Dice siempre les daba palabras de ánimo para que siempre siguiesen y no se frustraran por equivocarse.
En la entrada, como era de esperarse, estaban Silverworth y Lucien recibiendo a los pequeños, saludándoles y mirando si tenían las manos limpias y las uñas cortadas.
Al percatarse de los hermanos taza, ambos lo saludaron y les dieron su usual bienvenida.
Antes de despedirse oficialmente, Dice se hinco y los tomo de las manos.
“Sé que no será fácil, pero, diviértanse… ¡Oh! Les prepare un pequeño almuerzo para que puedan comerlo en el recreo, si no les gusta, puedo preparar algo más que les guste,”
Dice saco de su espalda dos bolsas de cartón, cada una tenía el nombre de ellos en cursiva.
No dudaron en sonreír y darle las gracias, después, el joven dado les dio sus mochilas. Sin embargo, y antes de acceder al plantel, el grito de una niña los detuvo.
“¡Es la baronesa Von Bon Bon!” grito una chica desde el segundo piso de la escuela.
Los sorbetes de los hermanos formaron un signo de admiración y voltearon de inmediato. En segundos, todos los pequeños, incluidos los hermanos, fueron de estampida en su dirección.
La dulce mujer se arrodillo para estar al nivel de los infantes y recibir sus dibujos, abrazos y dulces hechos a mano.
“Owww Mis dulces pastelillos, guardaré estos regalos en mi pared, ¡Son hermosos! Tomen estos cupcakes, sólo recuerden que deben comerlo en el recreo o si deciden comerlo ahora, ¡Háganlo rápido!” dijo la baronesa sin dejar de sonreír de oreja a oreja.
Una vez que los niños se iban retirando, ella noto a Cuphead y a Mugman acercarse a ella para un abrazo.
Verla animo mucho su mañana. Desde que tenían memoria, ella siempre les daba un abrazo, los animaba cuando estaban tristes y les daba como regalo una bolsa de deliciosas galletas antes de entrar a clase.
Era una segunda mamá o como la madre que un niño jamás pudo tener.
Al abrazarla, ambos inhalaron esa dulce fragancia similar a la crema batida, al chocolate y al caramelo, tan relajantes y con una sensación similar al hogar.
A Cuphead se le quisieron salir las lágrimas, porque esa sensación cálida representaba su abuelo también. Y al no estar, al saber que no compartiría esa dulce monotonía de nuevo, sólo eran un detonante en sus ojos. Esto fue notado por la baronesa y ella comenzó a cantarle un arrullo y secar sus lágrimas.
“El abuelo…”
No podía terminar la frase, porque sabía que lloraría fuerte, sabía que sus palabras se entrecortarían y su respiración se volvería complicada y, sobre todo, sabía que preocuparía al señor King Dice y a su hermanito.
“Lo sé amor, lo sé… los dos tienen que ser muy valientes… pero sabes algo, a pesar de que alguien se va, ellos aún siguen aquí con nosotros… y mientras tengamos estas dos cosas…” en ese momento la baronesa toco en donde se encontraba el corazón y la cabeza. “Mientras los recordemos y mantengamos vivo ese amor por ellos, esas personas seguirán ahí… por eso jamás debemos olvidarlos…”
Los niños se acurrucaron con ella en busca de ese amor eterno de su parte y no se vieron decepcionados, ella los cargo con mucho cariño y les daba besos en la frente para calmarlos.
Al ver que no se tranquilizaban, la mujer decidió usar su arma secreta. Por eso mismo saco de su bolso dos cupcakes bellamente decorados con chispas de arcoíris y betún de vainilla.
“¡Prueben esto! ¡Espantara esas lagrimas!”
Los niños tomaron un bocado y, casi por arte de magia, sintieron algo agradable. El nudo en su garganta se había ido, el dolor en el pecho fue cambiado por un calor agradable y las ganas de llorar se habían ido.
No pudieron evitar el mirarla en sorpresa y confusión.
“Tiene un toque mágico que los hará sentir mejor… ahora, ¡Vuelvan a clase!... Necesito hablar con King Dice y el director,”
Aquello llamo la atención del dado y miro en dirección de su colega de juntas. El tenedor le asintió y le explico que se trataba de algo urgente.
“¿Estamos en problemas?” pregunto Mugman.
“Claro que no Mugsy, sólo quiero hablar con su papá, no es nada malo,”
Los hermanos compartieron miradas, pero al escuchar a su maestro llamarles, ambos se despidieron de su padre adoptivo y de la baronesa.
Una vez lejos, ella miro a Dice y la mirada de ella era una llena de seriedad.
“King Dice… tenemos que hablar,”
***
“Que estupidez… No puedo creer lo que dice aquí…” dijo Dice molesto y aventando una carta con fuerza en el escritorio.
Y no era para menos.
En la oficina del director escolar, a Dice se le había entregado la respuesta de la isla Calix Animi, la cual, decía una sarta de tonterías sobre rompimiento de cultura y que los niños no eran rescatables para sus enseñanzas.
Fue, en el idioma del casino y los demonios, un jodete disfrazado en palabras sofisticadas y excusas idiotas.
Dice no era el único enojado, la baronesa y Silverworth compartían la emoción. Ni siquiera la taza de café que el director había servido había animado el ambiente.
“Lo lamento… yo sabía de sus ideas, pero, creo que tenía esperanza de que en todos estos años hubiesen cambiado de opinión,”
“Director, ¿Acaso es tan fuerte la ideología en esa isla? Si no mal recuerdo, usted también solía vivir ahí…”
King Dice se sentía estúpido, pero era verdad, su colega tenía historia ahí. Casi la mayoría de los cubiertos y porcelana tenían un pasado en aquella isla. Por fortuna, los niños no tuvieron el placer de conocerlo.
“Era muy pequeño… pero sí, el estilo de vida ahí es muy estricto, no hay problemas de crimen o hambruna, pero, hay muchas reglas y es más difícil cuando no encajas… por ejemplo, toda mi familia está formada por guerreros… yo intente ser uno, pero, no tuve talento para eso… mi madre noto lo infeliz que yo era y contacto a un lugareño de Inkwell para que me cuidara aquí… ella me ayudo a salir de la isla… yo tenía sólo ocho años en aquel entonces…”
El director parecía ido y melancólico.
Ambos adultos se miraron sorprendidos y sentían empatía por él. Dice nunca supo de eso y ahora se sentía mal cuando solía sacar el tema de padres o hijos en frente de él.
El tenedor lo noto y movió las manos para despejar su preocupación.
“¡Oh! ¡Pero no se preocupen! Sí fue algo duro, pero no fue como si ya no viese a mi madre de nuevo… En nuestros cumpleaños, así como el día de Acción de Gracias y Navidad nos reunimos en mi hogar… Ella me visita cada vez que puede…” dijo sonriendo.
Aquello era un alivio, lo que Dice pensó de inmediato fue que había perdido su hogar y estaba solo. Era algo bueno, el que aun tuviera contacto con alguien familiar.
“Dice… por esa razón te hemos llamado… ¿Qué han pensado? ¿Tú y el Diablo?... ¿Adoptaran a los niños?... Porque si no desean cuidarlos… yo vengo a proponerte otra cosa,”
Dice se puso en alerta y le dio un rápido sorbo a su café. Muy en el fondo y conociendo el pasado de la baronesa, ya sabía que podría ser.
“Yo… yo estaba de viaje cuando falleció Elder Kettle… y por como el profesor Lucien y el director lo explicaron, siento que se te presiono a adoptarlos… King Dice… no es justo que esta decisión apresurada llegue a afectar tu matrimonio… por eso, si desean regresar a los pequeños, yo los recibiré en mi orfanato con los brazos abiertos, estarán muy bien cuidados conmi…”
Sin poder terminar la frase, Dice la interrumpió.
“Baronesa… no es necesario y no sentí presión de ningún tipo… Fue mi decisión el cuidar de los niños y, aunque parece difícil de creer, mi esposo me ha ayudado… ha contribuido,”
Aquello dejo a los dos algo perplejos y curiosos. Aun así, la baronesa no desistiría de su idea. Conocía a Dice de principio a fin, toda su historia, incluso desde antes de convertirse en su yo actual, sabía que los niños eran una debilidad en Dice. Estaba consiente de que Cuphead y Mugman recibirían amor de él, pero, no tenía mucha confianza en el Diablo.
“Bien, aun así, mi oferta sigue en pie… y… si llegas a necesitar ayuda, estaré aquí para darte la mano…” dijo la mujer sonriendo.
“También cuentas con mi ayuda… de hecho, compre estos libros para ti. Sé que serán excelentes.” dijo Silverworth.
Al abrir un cajón de su escritorio, le dio unos cuantos libros con diferentes títulos. Algunos decían lo siguiente:
“El duelo en los niños.”
“Mi pequeño es primero.”
“Guía para padres primerizos,”
“Calix Animi y su anatomía”
Dice se rio un poco y le agradeció a su colega. Sintió una calentura en sus mejillas y una emoción verdadera por leer esos libros.
Su vida como padre primerizo ya era oficial.
***
La entrada al salón de clases fue diferente.
Ambos hermanos sintieron el cambio inmediato al abrir la puerta. Su grupo tan unido, ruidoso y lleno de vida, tuvo un silencio sepulcral cuando ellos llegaron.
Ya tenían la sospecha de que sus padres les avisaron del fallecimiento de su abuelo, evidencia de ello era que tanto Cuphead como Mugman lograron ver a algunos padres de familia en el velorio y entierro. Sus compañeros de clase, que siempre jugaban a las canicas al fondo del salón o armaban aviones de papel para lanzarlos, habían detenido sus actividades al verlos entrar.
Algunas miradas eran sonrisas tímidas, otros se animaron a invitarlos a jugar lo que quisieran en el recreo. Las niñas, por otro lado, les regalaban sus postres o un beso en la frente en señal de consuelo.
Los hermanos taza podían sentir el amor y apoyo de ellos a su manera y sen sentirlo forzado. Agradecían el que no mostrasen un comportamiento hostil como otros niños en Inkwell.
Había niños muy malos en las islas, eran niños que dejaron la escuela y hacían daño. Pero no tenían nada que temer, la escuela era un refugio y ahora con el señor Diablo como su nuevo papá, no tendrían nada que temer.
Sus compañeros no fueron los únicos en hacer del día escolar algo agradable. Lucien, su profesor favorito, tomo un momento de la clase para hacer un circulo y hablar un poco sobre el luto.
Ambos hermanos quedaron asombrados al enterarse de que sus compañeros también habían perdido seres queridos importantes. La mayoría les confirmo que lo que les ayudo a seguir adelante, fue el apoyo y cariño de la familia y los amigos. Algunos decían que, cuando alguien moría, ellos iban al cielo y los miraban desde ahí.
Como la misma baronesa dijo, algunos niños afirmaron que mientras pensaran en esos seres queridos y sintiesen amor por ellos, esas personas jamás se alejarían.
Pero, sobre todo, y como su profesor decía, la medicina principal era el tiempo. No iba a ser fácil y él mismo les dijo que nadie esperaba que ellos dejaran de sentir tristeza de inmediato, pero les aseguro que las cosas podrían mejorar con el tiempo.
“Muy bien niños, al parecer la noche de padres e hijos se pospondrá por unas semanas más, pero, debo recordarles que practiquen sus números con sus padres,”
Todos dieron un coro de afirmación, a excepción de Cuphead y Mugman, ambos trataban de mantener una sonrisa, pero en el fondo les dolía le comentario.
Su profesor se acercó a ambos y los tomo del hombro.
“Niños, sé que estas actividades las harían con su abuelo, pero, estoy seguro que el Diablo y King Dice los ayudaran con gusto si se los piden, he oído que son muy artísticos,” dijo Lucien.
“Bien… el señor Diablo me ayudo a tocar el piano… tal vez quiera si le pido permiso…” expreso Mugman con una sonrisa.
“Yo aún no sé qué hacer, tal vez el señor King Dice me pueda ayudar…” pensó Cuphead de inmediato. Nunca lo había considerado, pero, algo le decía que su padre adoptivo tenía conocimiento del tema, pues todas las noches se ponía ese traje como si fuera a presentar un espectáculo.
Se sentía tonto porque nunca le pregunto a que se dedicaba.
“¡Es excelente entonces! Muy bien pequeños. Son los 40 minutos de receso, recuerden no dejar basura en el patio, no es justo darle más trabajo a Mac,”
Los niños rieron un poco y estaban de acuerdo con ello.
Además de los maestros y el director, también contaban con Mac, quien, además de ser un chico manzana, era el conserje y protector de la escuela. Si algo fallaba o se rompía, Mac venía a darle arreglo de inmediato. Gracias a él, las aulas siempre estaban limpias y llenas de brillo, también, si todavía no venían por algún compañero de clase, él se quedaba a su lado a esperar. Muchos en la escuela querían a Mac; él era como un hermano mayor para todos y siempre cariñoso. Por eso no era justo ensuciar los salones o el patio, ya bastante era con manchar el suelo con las pisadas, pedazos de borrador y papel.
Una vez cerca de su árbol favorito y al lado de algunos compañeros de clase, abrieron sus almuerzos. Ambos hermanos miraron con asombro como salía con lentitud un emparedado de la longitud de una regla. Incluso sus compañeros gritaron de emoción al ver lo delicioso que lucía y como cabía mágicamente en la bolsa del almuerzo. También, había una carta de póker de corazones y rosada con un mensaje:
Pequeños, les deseo un excelente día en la escuela.
¡Espero este almuerzo les guste!
K.D.
“¡Luce increíble!” dijo una de las niñas.
Y no era cualquier niña, se trataba de Cora, la chica pirata más genial del mundo. A Cuphead le encanta escuchar sus historias y técnicas con la espada ante un combate con piratas enemigos. Ella y su padre habían vivido muchas aventuras y eran mejor que una película de terror sobre algún monstruo en el espacio.
A Cuphead se le aceleraba el corazón cada vez que la escuchaba y siempre tenía unas ganas de invitarla a jugar en la playa o en algún barco abandonado en la costa, pero, sus piernas se hacían gelatina, de su voz salía un chillido extraño y sus pupilas se agrandaban.
Mugman siempre lo fastidiaba diciendo que Cora le gustaba, pero no era amor. Ugh, no se trataba de ese amor meloso que escuchaba en las radios o cuando Mugman leía en voz alta o, ahora lo que su mente le mostraba, ese amor que sus padres adoptivos mostraban mientras se daban besos y abrazos con los corazones alrededor.
Por supuesto que no, no estaba enamorado, era el hecho de que ella era la niña más cool y sensacional que había conocido, era normal ponerse nervioso y temer a que lo viera como un bobo.
“Mmmm ¿Quieres un poco?”
Aquello fue una victoria, no titubeo o su voz sonó extraña. Cuphead estaba aliviado.
“¡Hecho! Pero, ¿Qué te parece si cambiamos un poco? Tengo dos sándwiches de pescado, te doy uno y tu me das una parte de tu emparedado.”
“¡SÍ!” dijo con voz alta hasta el punto de que se escuchara en los demás salones.
Sus compañeros se rieron, pero fueron burlas de unos segundos. Todos habían trabajado muy duro desde esta mañana y deseaban comer de una vez. Algunos sacaban el postre de la baronesa y otros traían fruta, hamburguesas, sándwiches, galletas, etc.
“Oye Mugsy, ¿y si tocaras en la noche de padres e hijos?” pregunto Tully la tortuga.
Muchos ya estaban a punto de terminar sus almuerzos y la pequeña tortuga llevaba a penas dos mordidas de ese sándwich de vegetales.
“Eso espero, aunque, le pediré al señor Diablo si me ayuda a practicar y si me quiere acompañar,”
“Yo y mi mamá haremos un show de chistes,” contesto la tortuga.
“Mi padre y yo haremos una lucha con espadas,” respondió Cora orgullosa.
“¿Y tú Cuppy?” pregunto la niña pirata para después darle un enorme bocado al sándwich que Cuphead le había compartido.
El pequeño miro su almuerzo y la nota de King Dice. Sabía que el adulto estaría más que dispuesto a ayudarlo, pero, incluso desde antes, él aun no sabia que hacer para esa noche.
“La verdad no sé…”
En ese momento, Canteen Hughes trato de animarlo gracias a un dato que su madre siempre le decía cuando hablaba de ese dado tan cautivador. Su madre era una gran fanática de él.
“Mi mamá me dijo que el señor King Dice presenta shows. No hay duda de que él sabrá de muchas actividades para ti… él puede cantar y bailar, incluso ha hecho magia con sus cartas de póker… ¡Debe ser sensacional vivir con él!”
Cuphead sonrió apenado y sintió algo de alivio, al menos sabia un poco mas de su padre adoptivo y la idea de hacer algo con él o con el Diablo le aceleraba el corazón de la emoción.
“Yo estaría aterrado…” dijo estaba vez un chico bombilla, éste usaba lentes negros y un moño rojo. Él era un chico nervioso desde siempre y muy callado, de hecho, en toda la conversación, él no había hablado.
“El Diablo y King Dice son malas personas,” dijo con miedo. Otros niños, que escucharon ese detalle, también se acercarían para apoyar el argumento.
“Mis padres me contaron como en la guerra el Diablo ataco a los soldados,”
“Mi papá dice que el Diablo se roba las almas de las personas,”
“Mi mamá a mí me dijo que, si no me porto bien, el Diablo vendría por mí y me llevaría en su costal al infierno,”
Y las historias continuaban y continuaban, fue en segundos cuando Mugman tomo la mano de Cuphead en busca de apoyo ante los comentarios.
Cuphead sentía sus lágrimas queriendo salir, por miedo y porque su corazón no quería creer eso. Y mucho menos de adultos que los recibieron en su hogar y los apoyaban.
“¡Eso es mentira!... Ellos… ¡Ellos no son malas personas!… Desde que estamos ahí, se aseguran de darnos su apoyo… Nos cuidan y nos hacen sentir en casa,” dijo Cuphead con la mayor seguridad que podía, pero la realidad era que las palabras de sus compañeros si le habían herido.
“Esperen, esperen… no nos consta… yo también he escuchado eso y la mayoría son rumores o historias exageradas… la guerra con los humanos tiene como mil versiones… puede ser verdad, pero también puede ser mentira… Además, los rumores son como chismes y mis padres dicen que todos esos pueden ser mentiras” dijo Tully.
Era típico de la tortuga, era muy sabio en algunas cosas y siempre era él quien procuraba que dejaran de pelear, usando siempre sus argumentos pacifistas.
Los niños que dijeron eso, incluidos el chico bombilla, sólo se alejaron del grupo. Dejando a Cuphead algo alterado y a Mugman preocupado.
“¡No les hagan caso! Mi papá también se ve rudo por fuera y mamá puede dar miedo a veces, pero, ellos son personas bondadosas y amables… No llores Cuppy,” dijo Cora mientras le apretaba la mano al notar que él estaba afectado.
El pobre había perdido a su abuelo y decirle estas cosas era lo menos que su compañero de clase necesitaba.
La conmoción había atraído a otros niños que estaban preocupados por Cuphead y Mugman.
“Chicos, Cora tiene razón, no se desanimen,” dijo Canteen Hughes.
“Niños… ¿Qué pasa? ¿Por qué las caras largas?” dijo una voz adulta esta vez.
Al mirar, los pequeños notaron que se trataba de Mac, el chico manzana que cuidaba de la escuela.
Cuphead lo miro y sintió que ya no podía más, él necesitaba respuestas de alguien grande, de un adulto.
Sabía que Mac jamás le mentiría.
“Mac, ellos dijeron que nuestros padres adoptivos son malas personas… no es cierto ¿verdad?” pregunto Cuphead, asustado y al borde del llanto.
El asunto era complicado y Mac debía pensar cómo abordar el tema para que los niños no se asustaran o se llevasen una idea equivocada. Por ese mismo motivo, les pidió a todos los pequeños que se acercaran a la sombra del árbol y se sentasen. Cada pequeño formó un círculo, teniendo a Mac reposando su espalda en el árbol. La joven manzana cruzo sus largas piernas para estar más cómodo.
A veces extrañaba ser un niño y no ser tan alto.
“Claro que no Cuppy… sí, es cierto que ambos pueden lucir intimidantes, pero, no lastiman a personas sin razón… de hecho, el Diablo castiga a las personas malvadas o pecadoras en el Infierno, si lo piensas un poco, hay algo de bueno en ese acto… ¿No lo crees?” dijo Mac sin dejar de sonreírles.
Los pequeños se miraron entre ellos y, por fortuna, esa ansiedad y miedo parecieron desaparecer en ellos. Pero, sobre todo, hicieron que Mac trajera un tema que convencería a los niños aún más y calmaría a los pequeños Cuphead y Mugman.
“Cuando tenía diez años, el Diablo me salvo de los soldados,” dijo Mac.
La boca de los infantes parecía casi caer hasta el suelo por la sorpresa y un coro gritando la palabra “Qué” se hizo escuchar después. No podían creer lo que escucharon.
Todos se acercaron más a él y quebraron el circulo, tenían el presentimiento de que una buena historia vendría de ello y querían escucharla.
“¿La guerra con los soldados humanos? ¿Papá Diablo te salvo?” preguntó Cuphead aún sin poder creerlo. Él no sabía nada de eso.
La joven manzana le asintió y siguió con su historia.
“Sí, él me salvo… y yo no estaba solo, el director de la escuela estaba ahí también, y si no me crees, le puedes preguntar,” dijo para después darle un guiño.
“¿Cómo lo hizo?” pregunto Mugman esta vez.
“El director trato de llevarme al refugio, pero antes de que llegáramos ahí, varios soldados comenzaron a perseguirnos… pensamos que iba a ser nuestro fin… pero, una enorme garra los aplasto,” Mac imito el movimiento con sus manos y uso dos galletas de jengibre para explicar su punto. “Pensamos que nos lastimaría también, pero, él nos cargó y nos dejó en el zoológico… el Diablo atacaba a los soldados y, si se topaba con algún local, lo cargaba y lo dejaba en un lugar seguro… pueden preguntarle al heladero y al cartero, a ellos también los salvo,”
Los hermanos tazas se miraron entre ellos y un sentimiento cálido rodeaba los latidos de sus corazones. Esa calidez hacía que el miedo fuera remplazado con impresión y curiosidad; pero, sobre todo, con orgullo de tener a un héroe como Dirk Peligro cuidándolos.
“Yo no había nacido cuando ocurrió la guerra, pero, mi hermana me conto algo sobre King Dice, él salvo a nuestra familia,” dijo Ginger, la compañera más dulce y no sólo por ser una galleta de jengibre. Ella era una niña muy amable y agradable; siempre dispuesta a ayudar y a darte una sonrisa.
Todos miraron en su dirección y ella levanto sólo su dedo índice y lo colocó en su barbilla mientras recordaba la información.
“Mi hermana me conto como King Dice salvo a mis padres de los soldados, él…”
“¡Oh! Yo supe de eso ¡King Dice les escupió fuego a los soldados y los espanto con sus balas infinitas!” dijo esta vez uno de los gemelos cuchara.
Mac termino por reírse por ese detalle exagerado, mientras que Cuphead y Mugman se imaginaban el escenario; su bondadoso padre adoptivo con fuego saliendo como lanzallamas de su boca y sosteniendo un arma.
Tenían muchas preguntas para sus guardines.
***
“Entonces, Secuas me dio la idea de cantarle esa canción, de que le confesara mi amor en el escenario y en frente de todos…”
“Debió asustarte mucho,”
“Sí… pero, quise armarme de valor porque estaba asustado de que alguien más lo alejara de mi…” Decía King Dice en la habitación de los pequeños.
Como había prometido, cumplió su promesa de contarle un poco de sus momentos románticos con el Diablo. La lampara tenía una luz tenue para ayudarles a dormir, pero Mugman estaba más hiperactivo que nunca. Tenía sujetado a su oso con fuerza por la emoción y brincaba en la cama al no poder contener el sentimiento.
Sin embargo, Cuphead era otra historia.
“¿Por qué no me dejaron dormir con papá Diablo?” pregunto Cuphead, con el rostro reposado en una almohada. Su voz, ahogada por la tela, era clara para ambos.
“Lo siento Cuphead, el Diablo estará ocupado,”
“¿Pero en qué? ¿No se supone que debe dormir? ¿En que trabaja?”
La inocente pregunta trajo una batalla interna en King Dice. Ya tenía desde hace días indicadores de que no podía ocultarles el Casino.
Necesitaba mostrárselos.
“Te lo explicare mañana, de hecho, les presentare a mis empleados para que vean mi trabajo,”
Dice no pudo evitar mirar en dirección la puerta.
Gracias a la conexión con su esposo, podía sentir su presencia en el exterior. Sabia que tenia apoyada la espalda en la pared al lado de la puerta de la habitación, estaba esperándolo para empezar a trabajar.
“Bien, ¿Otra pregunta?”
“¡Yo tengo una!”
“Claro Cuppy, ¿Cuál es?”
“Yo recuerdo que el abuelo nos conto que el Diablo ataco a los soldados humanos, pero, ¿por qué lo hizo? ¡Oh! ¿Y puedes lanzar fuego por la boca?”
King Dice se carcajeo un poco al entender que algunos niños siguen creyendo que tiene ese super poder, le parecía tan adorable que pensaran aquello de él.
“No escupo fuego, en esa ocasión, para defender a las personas del apartamento, use bombas molotov para asustarlos y de suerte tenia un arma de defensa en mi casa… En cuanto a tu pregunta sobre mi esposo… la razón fue…”
Dice sintió la conexión mas fuerte, estaba seguro que su marido quería escucharlo.
“Un soldado me lastimo mucho, yo estaba en peligro… y cuando alguien lastima a una persona que tu amas, te enojas y haces lo posible para que no los lastimen de nuevo… por eso, él ataco a los humanos y protegió a los lugareños de la isla… Yo era muy importante para él, él no pudo perdonar a todos aquellos que me hicieron daño,”
Ambos niños escucharon atentos y, por ende, entendieron el sentimiento en carne propia. Eran recordados los momentos cuando los niños mas grandes los molestaban. Cuphead siempre luchaba de vuelta para proteger a Mugman.
Era su deber como hermano mayor.
“Creo que… si alguien lastimara a Cuppy también me enojaría,” dijo Mugman para después bostezar, ya sentía el peso del sueño en sus ojos.
“Entonces… papá Diablo no es malo… él… te protegía…” dijo el rojito y bostezo al sentir como el cansancio lo dominaba.
No obstante, y al mismo tiempo, sintió alivio y admiración. Pues comprendió que, si bien el Diablo es tenebroso para otros y que sus actos causaban miedo, la razón de sus ataques, se debían a que protegía a alguien que amaba.
Sonrió al entender que sus compañeros estaban equivocados, el Diablo no era malo. Su abuelo siempre les decía que alguien capaz de amar, no podía ser malvado.
Sin más, Dice cubrió a ambos pequeños con la cobija y les beso la frente.
“Algunos no aceptaran a mi esposo, pero, para mí, es el ser mas hermoso que haya conocido… y me siento afortunado de que él me ame de vuelta… Descansen pequeños, los vere mañana,”
“Buenas noches…” dijeron los niños casi al uní sonó, para después cerrar los ojos y no abrirlos.
Una vez que salió, miro a su esposo con las orejas caídas y un rostro pensativo.
“¿Nunca te arrepientes de haberme escogido?... A veces, me doy cuenta del daño que te he hecho… Que, en realidad, te quite la oportunidad de ver a tus…” pero antes de que el Diablo pudiera terminar, sintió dos fuertes brazos abrazarlo.
“Shhhh… Ya hemos hablado de esto… y no me arrepiento… lo que ellos deseaban de mi era mi felicidad, y eso es a tu lado mi amor…Ya no sientas culpa por ello,”
“Te adoro, mi rey,” dijo casi en un suspiro para besarlo.
Antes de que sus labios chocaran, Dice expreso la emoción.
“Yo también te amo, querido,”
Y ese beso despertó en el Diablo una calidez en el pecho, así como una capacidad de respirar con tranquilidad. Era tan poderoso, que se despejaban las dudas en segundos.
King Dice había sacrificado muchas cosas para estar a su lado, por esa misma razón, él se aseguraría de que cada día de la inmortal existencia de ambos fuesen los mejores.
Su rey era su todo.
Notes:
¡Espero les haya gustado!
El pasado de la baronesa se verá en los últimos capis de la precuela y en el próximo capi de este fic 😉😉
Se viene fuerte el angst en el próximo capi T-T ¡No se me van a escapar del angst! Jajajajaja
Gracias por su paciencia y espero poder compartir mas de esta historia con ustedes mis queridos lectores.
¡No duden en comentar!
Chapter 5
Notes:
¡Wow! ¡Unos dedos rotos! ¡Y con algo de hambre! Pero aquí les traigo este capi lleno de amor y angst para ustedes mis queridos lectores.
¡OH! Y para agradecer y darle un fuerte abrazo al talentoso artista “pangsitrebus101” de Twitter por hacer un fanart de una escena muy especial y cómica de este capi
🥰🥰🥰💖💖💖¡Te agradezco por tanto cariño que tienes a esta fic Pangsit! ¡Realmente lo aprecio! 🥰🥰🥰💖💖💖
¡Pueden ver el comic aquí! ¡No se arrepentirán!
https://twitter.com/pangsitrebus101/status/1642454321777311745
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
“¡Cuphead! ¡Apúrate!” grito Mugman desde la entrada de su habitación y con sus manos hechas puños mientras las apoyaba en la cintura.
El narizón azul ya estaba más que listo, tenía su overol oscuro y playera azul impecables. Todo estaba bien ordenado y perfecto, pero, como era de esperarse, su hermano mayor dejaba las cosas al último momento.
“¡Ya voy! ¡Ya voy! Sólo necesito mis zapatos,” dijo Cuphead, quien usaba una playera roja con rayas negras y un short oscuro.
“¡Auch!”
En ese momento, Cuphead sintió una punzada de dolor en el estómago. No era una duradera, se sintió como si alguien le hubiese picado un costado del estómago con una pluma muy afilada. Se sobo un poco pensando que era por flexionarse para amarrarse las agujetas.
Era extraño, pero no iba a permitir que aquello afectara el día de todos. Una vez que sintió alivio, bajo a las escaleras y miro al señor King Dice y su hermano esperándolo.
“Muy bien pequeños, el día de hoy quiero que conozcan mi lugar de trabajo y a mis empleados, ellos les caerán muy bien, son los mejores del mundo… vengan, tomaremos un atajo…”
Los hermanos siguieron a su padre hasta el interior de una cueva. Entre más se miraba al fondo, se podía ver una luz entre tonos dorados y rojizos como el atardecer, así como risas y charlas entre varias personas. Una vez que llegaron, miraron distintos pasillos y cuevas con letreros y luces decorativas de todos los colores, así como pequeños y medianos demonios con bolsas llenas de suministros, ropa o utensilios de comida. Les recordaba a los mercados económicos a los que Elder Kettle solía llevarlos.
Cada uno, por seguridad, tomo la mano del señor King Dice, sin dejar de ver los escenarios.
Mientras caminaban, algunos demonios los miraban con impresión o curiosidad, pero nunca con malicia. Hubo algunos que los saludaban y les deseaban una bonita noche, y ellos, por educación, respondían el saludo.
“A veces cuando los demonios no pueden salir al mundo mortal, vienen aquí para comprar algunas cosas o conseguir algo de comer, oh, y miren, miren esa belleza por allá, es una vista hermosa,”
Los hermanos miraron en la dirección mencionada y su boca se quedó abierta de la impresión al mirar lo que parecía ser una ciudad subterránea, las casas cuadradas y hechas de roca, pero con luces de colores distintos en cada una; y no sólo había casas en el suelo, también había en el techo y en las paredes alrededor, ningún espacio se encontraba vacío. Al mirar al cielo, se podía ver a lo lejos a los diablillos volar en esa dirección, así como criaturas mas grandes y aladas que después de un rugir, emprendían vuelo.
“Es una ciudad bajo tierra… es bellísima…” dijo Mugman al adulto.
Dice le sonrió con mucho cariño y alegría de que el escenario no le asustara.
“Espera un momento, entonces, si hay casas, como una ciudad, ¿quiere decir que aquí también hay escuelas? ¿hay niños demonios?” pregunto Cuphead.
Dice se rio un poco y le asintió.
“¿Quieres ver la escuela?”
Los niños no se negaron a tal petición, así que sosteniendo la mano de su padre y cruzando algunos pasillos, las tazas miraron impresionados un grupo de varias cuevas. Fue ahí cuando notaron al señor Secuas y a otro demonio verde y cabezón que cargaba un letrero con la palabra STOP organizando unas filas de demonios. Curiosamente, esos demonios estaban del tamaño de Cuphead y Mugman, platicaban entre ellos, se carcajeaban o hacían aviones de papel para aventarlos a algún demonio que caminase cerca de ellos. Inclusive tenían colores de piel distintos, desde tonos azules, negro, blanco, y purpura claro y/o fuerte.
La armonía y risa en ellos era tal, que hasta contagiaba a los hermanos taza, a excepción de una demonio con rostro serio y nariz roja. Al mirarla bien, podían notar su adorable moño rojo y guantes amarillos. Ella sostenía tres libros de colores y lucia harta de ver tanto alboroto de sus demás compañeros, su fastidio subiría más al sentir un fuerte empujón que causara que tirase sus libros.
“¡Perdona cerebrito!” dijo el que la empujo sin siquiera ayudarle a levantar sus libros, la pobre demonio rompió la fila para comenzar a tomar sus posesiones.
Mugman vio eso y se alejó de su hermano y guardián para ayudarle.
El tomo los tres libros de inmediato y se los aproximo.
“¡Toma!” contestó Mugman con alegría.
Pero al mirar con cuidado, noto dos cosas: la dueña de los libros lo miraba con una ceja alzada y el alboroto de los demás terminó en un silencio sepulcral.
Mugman miro alrededor y noto que los demonios, incluidos Secuas, lo miraban con algo de impresión, como si fuese la primera vez que veían a un chico taza.
“Gracias…” dijo la demonio sin perder ese rostro de duda. Sin embargo, sus ojos se agrandaron cuando vio a Cuphead. “No puede ser… eres tú…”
A los hermanos le parecía extraño; ella actuaba como si le pareciera raro que alguien les mostrara un gesto de amabilidad y como si conociera a Cuphead.
“Minnie… regresa a la fila y los demás, si no guardan silencio, se quedarán toda la noche conmigo haciendo la contabilidad del baúl…” dijo aquel demonio verde que sostenía la señal. Sus ojos brillaron de un color purpura fuerte mientras les decía la amenaza.
Todos los diablillos corrieron en estampida y algunos de ellos, al romper fila, empujaron a Mugman por accidente hasta hacerlo caer al suelo. Cuphead dejo salir un ¡hey! al ver lo que le hicieron a su hermano y la velocidad de los diablillos fue tal que no tuvo chance de hacer reclamos. Al mirar la entrada de esa cueva, no pudieron evitar el recordar a las puertas de su salón de clase, pero esta tenía un título en la madera en letras doradas, el cual decía la siguientes palabras:
“Defensa contra mortales”
La diablilla con el moño rojo dio un suspiro lleno de fastidio y le dio la mano a Mugman para levantarlo. El pequeño acepto sin dudar y para aprovechar el sobarse en los muslos.
“Ese montón de idiotas, discúlpalos, son algo bruscos, ¿estas bien?” pregunto el demonio de los libros.
Detrás de él, llegaría King Dice con un rostro preocupado y tratando de quitarle el polvo de la ropa con algo de culpa, no esperaba que los infantes se pusieran tan bruscos. Normalmente los niños demonios eran traviesos y juguetones, pero nunca agresivos o bruscos.
La paternidad sí que era complicada y, aunque llevaba sólo días con ellos, no estaba absuelto de sus propias dudas con esta labor.
Una vez que termino de limpiar a Mugsy, se dirigió a la pequeña demonio.
“¿Todo está bien Minnie?”
Aquella pregunta sorprendió a la pequeña. Ella no pudo evitar controlar el movimiento ansioso en su cola. Siempre le emocionaba y sentía un calor agradable en sus mejillas al ver a la reina de la jerarquía demoniaca hablándole. No es que fuese la primera vez, desde que era pequeña, él siempre le hacía compañía cuando podía y recibía sus dibujos sin dudarlo. Además, le respetaba mucho por la historia que lo llevo a ser la pareja eterna del amo de todos los demonios.
“¡Estoy muy bien señor King Dice!” dijo para después hincarse en el suelo y apoyar sus manos en el suelo en señal de reverencia.
“Pequeña, ya lo hemos hablado, no tienes porque hincarte,” dijo Dice mientras reía y la cargaba para ponerla de pie.
“Perdone, es que para mí usted es alguien de mucho respeto… Además, aun no me acostumbro, mis padres siempre me hablan de la historia del Rey y la Reina y el por qué escogieron mi nombre… para mi significa mucho…” las mejillas de la pequeña se sonrojaron y Dice no pudo evitar acariciarle la cabeza.
“Oh, niños, los presento… ella es Minnie, es la hija de dos demonios muy cercanos y que aprecio mucho. Es una demonio muy lista, de hecho, es muy buena en las matemáticas y, curiosamente, ella tiene la misma edad que ustedes,”
“¡Yo probare eso! ¡¿Cuánto es 7 x 7?!” dijo Cuphead apuntándole con el dedo y con los ojos entrecerrados. Completamente seguro de que ella fallaría.
“49,” dijo en segundos y con una mirada seria y alzando una ceja. Como si le preguntaran lo más fácil del mundo. Y de lo cual, era muy básico. El maestro Estricto les daba lecciones más avanzadas que las tablas de multiplicar.
La taza comenzó a contar con los dedos y se quedó boquiabierto al ver que ella no se había equivocado.
“¡Tiene razón Mugsy! ¡Y la tabla del 7 es la más difícil! ¡Ella es un genio!”
La demonio se sintió algo apenada, un poco al escuchar cumplidos de mortales.
Iba a contestar algo para agradecer, pero el azulito se le acercó un poco para hacerle una pregunta.
“Oye… ¿nos habías visto antes?… es que, parecía que a Cuphead ya lo habías visto,”
La demonio lo miro sorprendida y abrió uno de sus cuadernos para mostrar un dibujo.
Para ese momento, Secuas y el demonio verde se acercaron al grupo. Parecía que les interesaba lo que la pequeña tuviese que enseñar.
“A veces predigo el futuro… a él… yo lo vi en mis sueños… también puedo descifrar lo que significan los sueños de los demás,”
En ese momento, la demonio mostro un dibujo hecho con crayones, en el que se demostraba a Cuphead sosteniendo el tridente del Diablo.
Todos miraron el dibujo con algo de sorpresa y, de entre el tumulto, el demonio verde hablo.
“Minnie, me prestarías ese dibujo… creo que al amo le interesara verlo…”
“Claro maestro Estricto,”
La pequeña arranco la hoja con cuidado y se la dio a ese demonio. Después, él le dio una mirada de pies a cabeza a los pequeños, casi como si los examinara.
“Es cierto… me comento que les daría un recorrido a los pequeños por la tarde… bien, sabe que cuenta con mi asistencia cuando lo necesite Reina… Mi nombre es Estricto…” dijo el demonio cabezón mientras señalaba su dedo índice. Curiosamente, los hermanos notaron un anillo dorado.
¿Estaba casado?
“… Soy el auditor del infierno y el maestro de los demonios más pequeños, me quedaría a charlar más, pero Secuas y yo tenemos a más de 50 demonios que atender… debemos volver, tú también Minnie, vámonos,” dijo Estricto mientras tomaba la mano de la pequeña demonio para que entrara al salón de clases.
“Oye espera, una pregunta, yo sueño con ovejas, ¡¿qué significa?!” pregunto Cuphead
“¡Que vas a ganar mucho dinero o que alguien tendrá un bebé!” fue lo último que grito antes de entrar a clase.
Cuphead miraba a la demonio con ojos llenos de impresión.
Detrás de él, King Dice se reiría y los tomaría de la mano para llevarlos, por fin, a su lugar de trabajo.
Una vez cerca, vieron una puerta prohibida, pero, al ponerle llave y al abrirle, los niños se sintieron transportados a otro mundo.
El lugar parecía un palacio, con decoraciones sacadas de un bello museo de arte y muebles que parecieron haber sido sacados del duque más rico de las islas.
Pero, lo que más le llamaba la atención, era que había muchas mesas de juego y máquinas de la misma índole, así como una barra de bar y varias mesas similares a las que había en un restaurante lujoso.
Cuando algunos empleados notaron la presencia de su padre, ellos se acercaron en fila, no sin antes saludarlo y darles una sonrisa de lado a los niños.
“Cuphead, Mugman, no les había explicado cual es nuestro trabajo o porque a veces el Diablo está ocupado, verán, nosotros trabajamos en un casino, la gente viene a jugar, a ver espectáculos, pasar un buen rato, a hacer apuestas… en donde la suerte define si ganas o pierdes, no hay truco y no somos deshonestos. Hay chicos aquí que llegan con sólo unas monedas y se van con costales de dinero… o viceversa… la suerte lo decide… oh, vengan aquí, quiero presentarles a mis empleados de confianza,”
Los niños miraron todo el lugar y, entendieron de que se trataba. Su abuelo, a pesar de que no era muy fan de estos juegos, les había explicado como funcionaban, de hecho, muchos niños en Inkwell sabían cómo funcionaba un casino.
Al acercarse a su padre adoptivo, ambos niños se colocaron instintivamente detrás de las piernas del adulto al ver al grupo de personas. Uno era un conejo sonriente y con disfraz de mago cerca de un vaquero formado de puras fichas de billar. También, había un hermano y hermana o, más bien, siameses domino; y no había terminado ahí, también estaba un simio con unos címbalos dorados, un hombre con cabeza de cigarro, el cual, apago el habano y les dio una sonrisa, también, estaba un caballo esquelético sentado junto a una bola de billar oscura y, la persona que dejo a Mugman boquiabierto, era una hermosa chica ruleta que brillaba como él oro y parecía que hasta el brillo y chispas salían de ella al sonreírles.
Pero había algo extraño, Mugman no podía decir la razón, pero, sentía que ya la había visto antes en algún lugar, como si ya la hubiese conocido, sentía como si su corazón latiese con cariño con tan sólo verla y tenía unas ganas de darle un abrazo sin razón. Pero se contuvo ya que pensó que sería muy extraño.
¿Qué estaba pasándole? Porque sentía esto por una chica que jamás había visto.
“Que hermosa es ella… la señorita ruleta,” dijo Mugman casi sin aliento.
La joven chica fue la primera en acercarse para hincarse y extender la mano para saludarlos.
“Muchas gracias cariño, eres muy adorable, King Dice nos ha hablado mucho de ustedes, ¡es un gusto el conocerlos! Yo me llamo Pirouletta, ¿Cómo se llaman?” dijo la joven con mucho cariño y con una sonrisa.
A Mugman le deleito tanto el gesto y le hizo sentir amor por ella.
“Mi nombre es Mugman, pero me puedes decir Mugsy… mucho gusto en conocerla, ¡Oh! y él es mi hermano mayor Cuphead,” dijo el azulito con sus mejillas rojas y contento.
“¡Hola vaqueros! ¡Mi nombre es Chips Bettigan! ¡Van a divertirse mucho aquí!”
“Hola nenes, yo soy Pit y ella es mi hermana Dot, gusto en conocerlos.”
“Yo soy el señor Wheezy, un consejo, no sean muy traviesos o el jefe hará temblar las islas,” dijo para después carcajearse.
“Yo soy Mangosteen y él es el señor Chimes,” dijo la bola de billar y, asimismo, el mono hizo ruidos y golpes llenos de emoción a su instrumento. “¡Al señor Chimes le agrada conocerlos también!”
“Y yo soy Phear Lap, espero mi apariencia no les asuste, algunos pequeños se asustan, ¡oh! ¡No es malo si me tienen miedo!” dijo el caballo algo nervioso.
“Nah, usted no da miedo señor… lo único aterrador son los fantasmas o los zombies del cementerio, ¡esos muerden! No se preocupe, usted no da miedo.”
Dice miro con mucho cariño la afirmación de Cuphead y su corazón salto al mirar como Phear lap estaba casi al borde de las lágrimas y listo para derrumbar sus huesos por el comentario lleno de aceptación.
“Señor King Dice usted no mentía cuando dijo que estos niños son unos ángeles,” confeso el caballo para sonarse la nariz con un pañuelo.
“¡Y yo soy Hocus Pocus! ¡Les gustan los trucos de magia! ¡¿Quieren que los parta por la mitad?!” dijo el conejo emocionado y muy hiperactivo.
Pero los pequeños regresaron a ocultarse en las piernas de Dice al escuchar la oferta.
“Hocus, ¿Por qué no les enseñas tu truco de la moneda?” dijo Dice mientras trataba que los niños soltasen sus piernas.
“¡Es cierto jefe! ¡Ese es mucho mejor!”
En ese momento, el conejo se acercó a Cuphead y comenzó a darle cosquillas mientras decía un hechizo.
“Checa tu zapato derecho,” ordeno el mago con mucha confianza y sonriendo junto a los demás adultos.
Cuphead se quitó el zapato en cuestión de segundos y se percató de que había una pañoleta roja, amarrada a una azul y después a una roja y así consecutivamente hasta que, de todo ese amarre, salieron dos monedad de oro amarradas de éste.
Cuphead sonrió y no quiso ser ambicioso, le dio una moneda a su hermanito y después vio las máquinas tragamonedas de juego. Sus ojos se agrandaron ante el brillo tan hipnótico de esas máquinas.
¡Tal vez esto era de lo que hablaba Minnie! ¡Ganaría dinero si juagaba!
“Señor King Dice, puedo jugar en una máquina, ¿por favor?” dijo Cuphead con toda la convicción posible y, lo que siempre le funcionaba, puso sus ojos de cachorro.
¡Ojalá funcionase!
King miro a Cuphead y trato de negarse, pero no pudo con ese rostro tan adorable.
Además, no pasaba nada, era sólo una inocente jugada en esa máquina, no apostaba nada serio y no es como si fuese a ganar en la primera.
“Muy bien Cuphead, pero, sólo esta vez,”
Los adultos se acercaron para verlo jugar en la maquina tragamonedas, Cuphead hizo estiramientos para tronar sus huesos, como si hiciese la actividad física más difícil. Después, metió la moneda y las figuras comenzaron a moverse.
Respiro profundamente y observo el patrón de las tres imágenes, después, tomo la palanca y la jalo con fuerza.
Lentamente, cada columna mostraba su figura. La primera fue un diablo, la segunda también y, de forma increíble, la tercera fue la misma figura.
“¡¡¡WINNER!!”
Se escucho de la maquina y ambos hermanos quedaron boquiabiertos al ver como las monedas salían y salían sin detenerse.
Los adultos también se quedaron boquiabiertos y los que más se mostraron nerviosos fueron Mangosteen, quien comenzó a vomitar tinta de la boca por la impresión y, también, el señor Chimes, ya que dejo caer sus instrumentos musicales al suelo con fuerza.
“¡Ganamos Mugsy! ¡Te comprare esa novela que tanto quieres y yo me comprare un chu chu! ¡Minnie tenía razón!” dijo el niño mientras recogida las monedas.
Pero al escuchar el silencio e impresión de los adultos, ambos voltearon y su rostro fue una de preocupación.
“¿No puedo tomar el dinero?” dijo Cuphead preocupado.
El sólo escuchar el silencio de su padre adoptivo, fue la respuesta más clara de que no podía llevárselas.
“¡No! No es eso Cuppy, ganaste ese dinero limpiamente… es tuyo…” dijo Dice mientras les daba una pequeña bolsa para que pusieran las monedas.
Justo cuando los niños por guardarlas, Dice escucho la voz de su esposo en su mente.
“Dice, lleva a los niños a la sala principal, prepare algo para ellos, te darás cuenta una vez que lo veas,”
King se quedó serio por un momento y le mandó un mensaje mental al Diablo en señal de afirmación.
“Niños, parece que el Diablo preparo algo para ustedes, vengan síganme,”
Además de los pequeños, los empleados de King fueron a ver por también por curiosidad.
Una vez que llegaron a dicha sala, se encontraron con una habitación que jamás habían visto antes; como si por arte de magia hubiese sido recién creada.
Al entrar, los ojos de los niños se volvieron estrellas al ver los juegos tan alucinantes. Había muchas maquinas infantiles de juego, como pinballs de Dirk Peligro, un pasillo brillante para jugar bolos, un caballo y carros de carreras que se movían con monedas y, lo que más les encanto, una grúa de habilidad. Y no tenía recompensas mediocres como las que veías en un supermercado o feria, claro que no, había juguetes tan bellos y llenos de color, como aviones, un dinosaurio, osos de peluche, soldados, barcos de juguete, caracoles, muñecos e incluso una armónica en forma de langosta.
Cuphead pensó que este último le gustaría mucho a Cora.
“¡¿Podemos jugar?!” gritaron los pequeños en la espera de la autorización de Dice.
El dado asintió sin poder luchar más, no sin antes advertirles que sólo por una hora. El casino abriría sus puertas pronto al público y no podía tener a los pequeños en ese ambiente.
Todos los adultos miraron la emoción de los hermanos, así como su indecisión por cual empezar. Era una fortuna que habían ganado esas monedas, podrían divertirse antes de dormir.
“Esto es mejor que el tragamonedas… al menos… es más sano para pequeños de su edad ¿no? Se van a entretener mucho, pero sólo pueden estar aquí antes de que se habrá el casino,” dijo el Diablo a través de su lazo.
Dice quería abrazar tanto a su esposo ahora mismo, correr hasta la oficina como un amante enamorado y rodeado de corazones en su cabeza.
Aunque el Diablo dijo que no formaría parte de la paternidad, le daba la mano en pequeños detalles como estos y no tenía malos modales con los niños.
King se aseguró de enviarle todo su amor a través de ese lazo. Su cariño fue tan grande, que lograron afectarlo, pues podía ver la cola meneándose de un lado a otro y sus pupilas en forma de corazón cuando miraba al espejo.
Le encantaba esta ventaja que tenían de ver a través de los ojos del otro.
Sin más, Dice se quedó mirando a los niños un rato. De hecho, los infantes lo jalaban de cada mano para que jugara con ellos, al igual que los demás adultos cerca.
Obviamente controlarían las idas a esta pequeña sala, no quería mimarlos demasiado.
***
“Duh, señor King Dice, ya es la hora de su show,” dijo Secuas mientras sostenía una libreta con lo que parecía ser el itinerario esta noche.
Asimismo, la llegada del demonio rechoncho simbolizo una advertencia para los empleados de Dice para que tomaran sus puestos. Como resultado, todos empezaron a retirarse no sin antes despedirse de los pequeños y prometerles otra ronda de juegos.
Los chicos que entendieron la orden; dejaron sus juegos y fueron en dirección de Dice. En especial Cuphead, ya que tenia una enorme curiosidad por ver ese espectáculo, fue esa misma razón por la que no dudo en preguntar.
“Señor King Dice, ¿podemos ver su show también?”
No quería perderse la oportunidad de ver los talentos del adulto; quería saber si lo que decían sus compañeros de clase era verdad, en especial de las niñas. En una ocasión, al terminar las clases, una de ellas le dijo la envidia que le tenia por tener al señor King Dice como papá.
Realmente lo querían mucho, que hasta daba miedo.
“Es una buena idea… los llevare a los mejores asientos,”
El lugar que Dice hablaba, era un palco con la mejor vista y este era exclusivo de su esposo. Desde que se casaron, el Diablo jamás se perdía de sus números y espectáculos del casino, siempre lo miraba como el amante más enamorado de todos.
De hecho, ya le había mandado el mensaje al Diablo y, aunque mostro un gruñido, no se negó. Lo último que vio fue como le ordenaba a Secuas traer mas asientos aterciopelados para los niños.
Una vez que cruzaron algunos pasillos y una puerta dorada, atravesaron unas cortinas purpuras. En el interior, vieron como estaba su otro padre en una silla acolchonada y grande de color rojo.
El Diablo los miro con una ceja alzada y después desvió la mirada.
“Este palco tiene la mejor vista. Vendré por ustedes para llevarlos a la cama una vez que acaba mi número, ¿de acuerdo? ¡Oh! de hecho, pueden aprovechar para comer la cena,”
Antes de irse, comenzó a deslizar las cortinas, no sin antes mirar a su marido, sonreír y dejarle un ultimo mensaje usando su lazo telepático.
“Gracias mi amor… te lo voy a recompensar…” dijo Dice mientras le daba un guiño y le señalaba con el pulgar y el dedo índice extendidos.
Antes de preguntar que tipo de recompensa era, Secuas había traído la cena en un carrito de comida.
“Jefe, traje su pizza y vino favoritos, ¡oh! y aquí hay una pequeña para los niños y un poco de limonada,” dijo Secuas mientras acomodaba los platos y servía las raciones.
Los hermanos no dudaron y le dieron la mano al dominio mientras repartía los alimentos. Siempre era una actividad difícil cuando se trataba de llevar muchos platillos en distintos lugares. No se perdía nada con dar la mano.
Cuando el demonio rechoncho se fue, los niños miraron a los espectadores del primer piso, notando así a muchos adultos que conocían muy bien. Algunos estaban teniendo una deliciosa cena y otros miraban con mucha atención el espectáculo.
En ese momento estaba el conejo Hocus Pocus haciendo un truco de magia con un sombrero gigante y al lado de un espectador. También, lograron ver a algunos demonios volando por el lugar y a otros entregando bebidas.
Mientras el show seguía, Cuphead y Mugman le daban algunas mordidas a sus rebanadas. De los dos, el azulito era el que lucia algo ansioso y preocupado de estar al lado del Diablo.
No era miedo, por supuesto que no. Pero, tenia una pregunta que deseaba hacerle desde esta mañana y no tuvo el valor de hacerla. El abuelo solía decirle que el mundo arrojaba señales para hacer las cosas. Estar al lado del Diablo era una señal que le decía que necesitaba mucha valentía para su inocente petición.
“Umm… papá Diablo… ¿puedo preguntarla algo?”
El Rey del Inframundo, que estaba en medio de un festín, con algo de poca gracias y después de dar una última mordida a su cena y chuparse los dedos, miro al infante mientras le alzaba la ceja.
Papá Diablo… realmente no se acostumbraba a ese sobre nombre, le pareció raro que el azulito le llamase así, pero, supuso que era como una oveja del rebaño que seguía al otro, en este caso, a Cuphead.
“¿Qué es?”
Era todo o nada, fuese lo que tuviera que pasar, jamás tendría un resultado si no lo expresaba.
“Habrá una noche de padres e hijos… umm, no tiene que tocar conmigo en el escenario… pero, quería preguntarle si me ayudaría a practicar… si podría enseñarme a dominar la otra mitad del teclado, ¡seré un muy buen aprendiz! No se va arrep…”
El Diablo miraba al pequeño hablar y hablar.
Y al final, desconocía al cien por ciento que le hizo aceptar, pero, tal vez era porque extrañaba tener a otro colega pianista cuyas habilidades casi se acercaran a las suyas. Pero, al mismo tiempo, quiso aprovechar la cercanía para que le fuer útil en el futuro y para investigar una duda que tenía ya hace días.
“Está bien… practicare contigo…”
“¡Oh! ¡Cielos! ¡¿En serio?!” dijo Mugman aún sin poder creerlo.
“Pero, quiero preguntarte algo,”
El pequeño miro a Cuphead algo confundido y después de unas cuantas miradas, él le asintió al Diablo.
“Cuando me viste la primera vez… dijiste que me habías visto en un libro… ¿Qué libro era ese?”
“Oh, era un libro sobre demonios que nuestro abuelo poseía… a nosotros nos gustaba ver mucho esos dibujos, de todos, en el que usted sale nos parecía el más detallado y con el mejor color…”
Aquello era interesante. Conocía a esa anciana tetera, tenia sus sospechas de porque tenia ese tipo de libro en su poder y conociendo la historia de Calix Animi, era más que obvio que ese anciano no lo veía con buenos ojos.
Ya sentía que desde el otro lado de la tumba de seguro Elder Kettle estaba preocupado, pero, el Diablo tenia estándares, jamás lastimaba pequeños.
“También tenemos un diario que le pertenecía a nuestros padres, pero al abuelo dijo que nos lo daría en nuestro onceavo cumpleaños…” dijo Cuphead mientras le daba un bocado a la rebanada.
“¿Cuándo cumplen años?” pregunto el Diablo a manera de seguir la conversación y porque es un dato que Dice de seguro querría saber, a no ser que ya lo supiese.
“En el día de la paz… umm, el mismo día cuando ocurrió la guerra contra los humanos… a veces, nos sentimos raros festejando nuestro cumpleaños…” explico Cuphead.
El Diablo alzo la ceja y miro con extrañeza.
“Nuestro cumpleaños es el mismo día cuando nuestros padres murieron… también cuando los niños de la vieja escuela fallecieron también y… muchas otras personas más… es un día triste… a veces siento que no es bueno celebrarlo…”
“La gente muere todo el tiempo mocoso, es una regla… pero eso no significa algo malo por el hecho de que llegaste a este mundo… tienes derecho a celebrarlo, tu llegada trajo alegría a quienes te cuidaron… creo que, escuchar bebés aquel infernal día fue una luz… cambiemos de tema, no me gusta hablar de ese evento,”
Los niños no habían pensado de esa forma y sintieron un poco menos de culpa cuando su padre adoptivo lo explico. Asimismo, después de la historia del señor King Dice aquella noche antes de dormir, los pequeños sabían porque le molestaba el tema.
“Papá Diablo… ¿quiere saber un secreto?” dijo Cuphead en voz baja, sonriendo y mostrando sus hoyuelos. Esperaba que este cambio de tema lo ayudase a no sentirse de mal humor.
El Diablo miro al escenario y parecía que su esposo ya estaba listo para hacer su número.
“Bien, pero rápido, el show va a comenzar,”
“Nuestros sorbetes solían ser de nuestros padres… yo tengo el de mamá y Mugsy tiene el de papá… y cuando nosotros tengamos hijos o nietos, se los daremos a ellos… el abuelo dice que es una forma para tener algo de las personas que no están…” dijo Cuphead con alegría y orgulloso de ese hecho.
El Diablo lo miro pensativo, sin ira, sin malicia o fastidio, sus ojos sólo estaban concentrados en el menor. Después, asintió con lentitud y le dio una sonrisa de lado.
Al ver como las luces se apagaron y fueron enfocadas en el escenario, sabían que el show estaba listo.
“Cuida ese sorbete muy bien entonces…” al decir esa frase, todo se puso oscuro.
A los niños le recordó a una sala de cine cuando la película estaba a punto de empezar. Después, la banda de jazz, compuesta por pequeños demonios, toco a todo pulmón mientras el señor King Dice se acercaba bailando; vistiendo su usual traje purpura y con micrófono en mano.
Muchos espectadores gritaron como locos, como si el alma se les saliera del cuerpo. Gritaban tan fuerte, que el señor King Dice tuvo que hacer una señal con el dedo para que bajaran el tono de voz.
Los niños miraban sorprendidos la emoción, incluso su padre adoptivo movía la cola de un lado para otro mientras apoyaba la mitad del rostro en su palma. Por un momento sintieron que veían sus ojos en forma de corazones.
Folks, now here's the story 'bout Minnie the Moocher
She was a red-hot hootchie-cootcher
She was the roughest, toughest frail
But Minnie had a heart as big as a whale
Hi-de-hi-de-hi-di-hi!
Ho-de-ho-de-ho-de-ho!
He-de-he-de-he-de-he!
Ho-de-ho-de-ho!
Now, she messed around with a bloke named Smoky
She loved him though he was cokie
He took her down to Chinatown
He showed her how to kick the gong around
Mientras veían al señor King Dice, ambos notaron como sus pies comenzaban a moverse por su cuenta, haciendo movimientos de baile y al ritmo de la música. Les hubiese dado miedo, de no haber sido por la maravillosa sensación de la música y lo divertido que se sentía. Entre carcajadas, ambos hermanos no pudieron evitar el bailar entre ellos mismos como una pareja. Incluso, le jalaron la mano al Diablo para que se uniera a su danza.
“A qué demonios, bien,” dijo el rey del Infierno mientras mostraba sus pasos de tap y encantos únicos. Obviamente no se comparaban al de los pequeños, pero ellos no veían competencia, al contrario, ante sus ojos, ellos lo veían como un evento de confianza en donde los unía un único lenguaje, y este era el ritmo, el baile y la música increíble del señor King Dice.
Now, she had a dream about the king of Sweden
He gave her things that she was needin'
He gave her a home built of gold and steel
A diamond car with a platinum wheel
En ese momento, todas las luces cambiaron a una muy hermosa, hasta con brillos similares a las estrellas del espacio o a esos polvos de hada únicos de los cuentos. Los tonos rosados, purpuras y blanco envolvieron todo el lugar hasta llegar al palco. Los niños se miraron entre ellos y notaron como sus colores azules y rojos habían cambiado por esas tonalidades.
Mientras la música avanzaba de ritmo, muchos espectadores no pudieron evitar el bailar, al igual que los pequeños, que movían el pie con ritmo y sentían su corazón salírseles y querer gritar. La sensación era similar o más fuerte a lo que una montaña rusa provocaba. De los dos, Mugman no aguanto y comenzó a gritar hurras al señor King Dice.
Now, he gave her his townhouse and his racing horses
Each meal she ate was a dozen courses
She had a million dollars worth of nickels and dimes
And she sat around and counted them all a billion times
Poor Min, poor Min, poor Min
Al terminar la canción, todo el público grito de emoción; algunos incluso lloraban de la emoción y otros daban frases llenas de cariño a King Dice y, sobre todo, le arrojaban rosas de colores al escenario.
Al voltear a mirar al Diablo, vieron como hizo aparecer de sus garras un tulipán purpura, lo lanzo y este llego hasta el escenario a unos centímetros de los pies de Dice, fue el único tulipán en todo el ramo de rosas.
El tomo esa bella flor por parte del Diablo, la beso y alzo mientras miraba con mucho cariño en dirección del palco de su pareja.
Después, procedió a tomar todas las flores de su publico y a hacer una ovación en señal de respeto a esa audiencia que le ayudaba a tener brillo y éxito cada noche.
Una vez que él se retiró, apareció la señorita Pirouletta para hacer una danza de ballet muy hermosa, incluso, sentían que rompía las leyes de la gravedad en algunos movimientos. Al igual que a King Dice, ella tenía toda la atención del público.
De hecho, Mugman juraría que cerca del escenario, estaba su profesor de primaria, sosteniendo un ramo de rosas mientras miraba a la joven ruleta bailar.
Pero no era posible, no se imaginaba a su maestro en esos eventos, pues el lugar favorito de los maestros era la escuela.
“¡Eso fue increíble! ¡Creo que ya sé a quién llevar para la noche de padres!” grito Cuphead.
Detrás de ellos, en la entrada del palco, vieron al señor King Dice sosteniendo el ramo de flores y apartando el tulipán con cuidado de las demás. Secuas también estaba ahí, con una sonrisa y cargando más rosas.
Una vez que Dice las coloco en un florero vacío del palco, se aproximó al lado del Diablo y le dio un beso en la mejilla.
“Me alegra que te haya gustado querido,”
Hubiese seguido con mas muestras de amor, pero Cuphead se le sujeto de la pierna con fuerza.
Al mirarlo, noto esos enormes ojos con una pupila grande y llena de súplica.
“¡Señor King Dice! ¡Baile conmigo en la noche de padres e hijos! ¡¿Puede hacer un numero de baile conmigo!?”
La petición le tomo por sorpresa y lo dejo sin habla, pero la razón de ese estado de animo era por la emoción de esa petición y el hecho de que el pequeño se abriera un poco con él, aunque fuese para este tipo de cosas.
No contuvo su emoción y cargo a Cuphead para darle un abrazo con fuerza.
“¡Por supuesto que sí Cuppy! Podemos ensayar mañana si gustas… te ayudare con tus pasos de baile.”
El niño se emociono mucho y le regreso el más fuerte abrazo que sus infantiles manos podían entregar.
“¡Ya tenemos ayuda para la noche de padres Mugsy!” dijo Cuphead a todo pulmón y alzando un puño en señal de victoria.
Cuando los Mugman noto el rostro confundido de King Dice, no espero a contener la alegría de ese hecho.
“¡Papá Diablo dijo que me ayudara a practicar con el piano! Dedicare mi tocada a mi abuelo el día de padres,”
Dice le sonrió al pequeño y prestaba atención a todo lo que haría al lado de su esposo en las practicas. Cuando tenía la oportunidad, le daba miradas llenas de amor a su pareja, sin poder evitar reír al notar como se rascaba la cabeza por la pena.
“Señor King Dice, ¿Cómo aprendió a bailar tan bien? Nosotros nos tropezamos varias veces… y para usted parece tan sencillo,” decía Cuphead con mucha curiosidad. Ahora entendía porque los niños estaban tan maravillados con su padre adoptivo.
Tanto sus compañeros y maestro realmente tenían razón cuando decía que los dos tenían talento para el espectáculo.
“Yo practicaba mucho de pequeño y tuve excelentes mentores en mi juventud… Pero todos pueden generar su encanto y chispa, cuando tú lo logres, podrás crear ese efecto de luces en un escenario y hacer que los demás se pongan a bailar… Es casi mágico…” contestó Dice con un guiño.
La reacción llena de ilusión de los pequeños, el entender que ellos podrían llegar a ser poderosos con la música y el baile, fue lo más hermoso que Dice hubiese visto en ellos. No había lágrimas o cabezas bajas. No significaba que olvidaran su tragedia, pero al menos, era una señal de que el corazón de ambos, poco a poco se acomodaba a la rutina y a oportunidades capaces de dar una sonrisa.
“¡Oh! niños, miren la hora y mañana hay escuela… es hora de dormir… Secuas… podrías llevar a los pequeños a su habitación tengo que hablar con mi esposo,” dijo Dice aprovechando que el demonio regordete estaba cerca.
El demonio no dudo y se llevo a los niños de mano en mano, no sin antes despedirse de ambos adultos.
Una vez solos, Dice cerro la puerta con seguro.
Aquello hizo al Diablo alzar la ceja en duda.
Después, su corazón se acelero al sentir como Dice se sentaba en sus piernas. Aprovecho esta cercanía para darle un beso en los labios y abrazarlo. Este fue lento, lleno de cariño y adictivo, dejando el deseo de hacer algo más, con la esperanza de que esos carnosos labios impactaran en más lugares.
“Gracias por ayudar a los niños…”
El Diablo desvió la mirada avergonzado.
“No es la gran…”
“Te equivocas…” lo interrumpió Dice. “… Es mucho… más de lo que imaginas… y aunque a veces no estamos de acuerdo, tú me apoyas porque sabes que es importante para mí… y te amo tanto por eso mi amor…”
Le dio otro beso, pero este se sentía hambriento, desesperado, en busca de una atención más intima y una respuesta que les ayudara a detener una llama interna que no podía ser contenida por un simple beso.
“Querido… has sido tan bueno con los chicos y conmigo también… que, quiero recompensarte,”
“Dice, de qué estas habla…”
Sus palabras quedaron atoradas en su garganta al ver como Dice se desabotonaba la camiseta blanca, para deslizar la tela y mostrar una pieza de lencería purpura, bellamente hecha, hasta sentía que había brillos en esa sola pieza.
El Diablo tenía memoria fotográfica, y esa prenda era nueva.
“Di-Dice… ¿esto es?”
“Quiero recompensar a mi esposo esta noche… pero… a él, sólo le interesan sus contratos de almas y ganancias del casino…” dijo de manera juguetona y como reproche. Después, guio la mano del diablo por su cadera para que sintiera otra pieza de lencería.
Eso fue la gota que derramo el vaso para el Rey del Inframundo. Ya era un volcán a punto de explotar.
“Cómo te atreves… cómo te atreves a venir descaradamente y tentarme con esto… Voy a darte una lección amor…” dijo el Diablo mientras lo cargaba con facilidad y listo para ir a su habitación.
Dice sólo empezó a reírse y alcanzo a escuchar la orden de su marido a los demás demonios.
“Secuas, no quiero a nadie cerca de nuestra habitación hasta que yo lo diga… corran la voz…”
“¡En seguida jefe!” contesto el demonio purpura.
Mientras cruzaban las puertas de su habitación, Dice aprovecho para darle un beso en los labios mientras caminaba.
King estaba alisto para aprender de esa lección más que nunca.
***
“¡Muy bien niños! ¡Es el módulo libre! ¡Hora de escoger las actividades!” dijo Lucien.
Todos los pequeños, con un rostro de alivio y victoria, comenzaron a moverse para organizarse. Y no era para menos, era el mejor momento antes de terminar las clases, ya que podían escoger cualquier actividad, desde un deporte, costura, cerámica, pintura, dibujo o lectura.
¡Y todo al aire libre! Sin duda su maestro era el mejor.
“¡Nosotros queremos jugar beisbol profesor! ¡Pero juegue con nosotros!” dijo Cuphead mientras jalaba la mano del maestro junto al grupo de niños y Cora, quien era la única niña que estaba más deseosa por jugar que tejer.
El docente no pudo controlar la risa y asintió sin dudar.
“Está bien Cuphead, en ese caso, necesito que vayas al gimnasio del entrenador Cagney por el bate y la pelota,”
“¡No hay problema!”
Y casi con la velocidad de una liebre, Cuphead fue por los artículos. Al encontrarlos, camino con cuidado de no tirar las cosas, pero se detuvo un poco al escuchar a una adulta que conocía muy bien.
Se trataba de la señorita Hilda Berg.
Parecía que estaba hablando con el entrenador Cagney en una de las oficinas de la escuela.
“Aquí te traje las pelotas que pediste… y dime, como van los mocosos… ya sabes, los niños de Kettle… ¿No te han causado problemas?”
“No, son muy buenos en actividades físicas, saltos, esquivan las pelotas, saben hacer buenos nudos con las cuerdas y escalarlas… Van muy bien en mi materia…”
Cuphead no pudo evitar sonreír orgulloso. Siempre el profesor parecía molesto con él, pero, le hacía sentir mejor que pensara y dijera cosas positivas. Era raro escucharlo hablar así.
“Cuídate… no te vayan a causar un coraje con sus travesuras… en especial Cuphead,”
“Hilda, son mocosos, ellos hacen eso, Cuphead no es distinto de los demás,” dijo Cagney con algo de molestia.
“Mugman es un amor… pero Cuphead es problemático… ¿Por qué crees que Kettle enfermo?” dijo la mujer con algo de irritación.
El corazón de Cuphead empezó a latir muy fuerte y sintió como se estaba cayendo; como si una fuerza de gravedad lo hiciese caerse al suelo, pero, uso toda su fuera y respiraciones para mantenerse de pie.
“Hilda, ¿de qué demonios estás hablando?”
“Tú y yo estuvimos ahí cuando enfermo, nos estaba contando la travesura que hizo ese mocoso y desde ahí empezó a toser. Lo más seguro es que de tantos corajes que Cuphead le causo, le provocaron que enfermara,”
“¡Hilda cállate! ¡No digas esas cosas y menos aquí! ¡Uno de los niños te puede escuchar!”
Cuphead apretó el bat y la pelota. Después, comenzó a tener problemas para respirar, pero, sobre todo, sentía unas fuertes punzadas de dolor en su estómago, así como unas fuertes ganas de llorar ahí mismo.
Intento caminar, pero con mucha dificultad, logrando llegar a las puertas que llevaban al patio. Le daba miedo hablar, le daba miedo respirar, sentía que, en cualquier movimiento, él estallaría en llantos y no sería capaz de formular palabras.
Una vez que él lloraba, no se detenía y se le complicaba hacer oraciones.
Necesitaba calmarse, pero las palabras de Hilda no lo dejaban tranquilo. Porque al final, era verdad. Su abuelo empezó a tener problemas de salud después de que le hizo una travesura a su hermano. Su abuelo estaba furioso y lo puso a limpiar el desastre, pero, él nunca quiso que su abuelo se enojara, jamás fue su intención hacer que su salud empeorase.
¿Qué había hecho?
“¿Cuphead?” llamo el profesor al notarlo parado en la entrada. “¿Qué pasa? ¿No quieres jugar beisbol?” pregunto Lucien preocupado.
Algo no estaba bien, el infante lucía como si hubiese visto un fantasma.
“Umm, es que… yo… cambie de opinión… tengo más ganas de dibujar… ¿puedo dibujar?”
El maestro asintió y le dio una última mirada. Quería preguntar más, pero sintió los jalones de los demás niños para que jugara. Decidió que hablaría con el pequeño a la hora de la salida, pero por ahora, tenía que cuidar de los demás y seguir el horario.
Con sus útiles listos y sentado al lado de las niñas que estaban haciendo algunas costuras mientras platicaban, Cuphead comenzó a dibujar en su libreta.
Empezó con un sol sonriente en la esquina y, en el centro, comenzó a dibujar a su abuelo sosteniéndole la mano a él y a Mugman. Todos tenían rostros felices, pero, él no pudo colocar un rostro alegre en el dibujo que lo representaba a él. En vez de eso, coloco un rostro triste y llorando, mientras lo hacía, un rio de lágrimas comenzaba a deslizarse en su bella porcelana. De hecho, sus propios sollozos, llamaron la atención de las niñas al lado, que comenzaron a cuchichear preocupadas por su reacción.
Finalmente, escribió la siguiente frase cerca de su abuelo:
Lo siento…
Por favor… perdóname…
Pero, ¿Cómo podría perdonarlo? ¿Cómo podría ser perdonado si la persona a la que debería de disculparse dejo este mundo para siempre? ¿Cómo podría reparar su error? Aquello le hizo sentir un fuerte dolor en el pecho y las punzadas en su estómago empeoraron, hasta el punto de que llorara por el dolor y se colocara en posición fetal en el suelo.
Lo último que Cuphead lograba escuchar antes de que todo se volviera oscuro, era las niñas pidiendo ayuda, a su hermano llorando y las cálidas manos de su maestro tratando de cargarlo.
***
“Duhh… Señor King Dice, le llaman de la escuela… dicen que es importante,” dijo secuas mientras le pasaba el teléfono a Dice.
Tanto él como el Diablo se encontraban en la oficina tomando un pequeño refrigerio y descanso de tantas revisiones en los contratos y los itinerarios del casino para el día de mañana.
Una vez que el dado lo agarro, el demonio rechoncho emprendió vuelo para realizar sus actividades pendientes.
“¿Hola?”
“Oh, señor King Dice, gracias a Dios que contesta… mire, ocurrió un accidente, Cuphead y Mugman están en el hospital, necesitamos que vaya para allá,”
Dice sintió el mundo detenerse y se quedó sin la habilidad para hablar por unos segundos, su silencio provocó que el profesor pensara que la línea se había cortado.
“Señor King Dice, ¿me escucha?...”
“Eh… sí, vo-voy pa-para alla…” dijo con dificultad y en un intento por controlar el pánico.
Teniendo muy poco éxito al perder las fuerzas en sostener el aparato y dejarlo caer.
El impacto del teléfono al suelo fue lo que detuvo al Diablo de firmar contratos.
El rey del Inframundo miro preocupado a su pareja. Su bello rostro era uno de miedo y shock.
“Están… Están en el hospital… los niños… los niños están en el hospital,” dijo con una voz casi sin aliento, como si narrase el peor destino posible.
Sus cartas de póker sintieron su estrés y crecieron para ayudarle a tomar asiento; en todo momento, éstas mostraron un rostro preocupado.
Dice se inclinó un poco y se tapó el rostro ante el miedo.
El Diablo, gracias a su lazo, veía los escenarios que cruzaban en la mente de Dice; todos ellos relacionados a un posible y desgarrador final para los niños taza, uno muy similar a lo que sucedió con sus hermanos pequeños.
¡Sabía que no debían hacerse cargo de esos dos! ¡Por eso no quería tener niños!
Los mocosos enferman, se lastiman, mueren. Era cuestión de tiempo para que Dice tuviese que pasar por este dolor de nuevo. Pero no lo permitiría, el Diablo no dejaría que su pareja se torturase por esto.
“¡¿Cómo que en el hospital?! ¡¿Qué paso?!”
“¡No lo sé! ¡El maestro me dijo que los llevaron ahí! ¡Que debía ir!... Mi amor y si, y si ellos están…”
Pero antes de que terminara la frase, el Diablo lo abrazo con fuerza para tranquilizarlo; podía escuchar los sollozos que trato de contener sin éxito. Le dolía ver a su pareja así, no dudo en pasar sus dedos y secarle las lágrimas con cuidado para no derramar su maquillaje perfecto.
Dice era fuerte, pero, un mortal muy sensible también.
“Vamos para allá.” dijo el Diablo.
Antes de alguna propuesta o pregunta, él tomo la cintura de Dice y, con un bastonazo de su tridente, aparecieron en la entrada del hospital.
Dice empezó a subir los escalones de la entrada del edificio, pero se detuvo al ver que el Diablo ya no lo seguía.
“Cariño ¿no vienes?”
“Debo regresar, además sabes lo que pasa cuando los mortales me ve…”
Pero antes de terminar la frase, se escuchó un grito a todo pulmón, el cual fue seguido de los demás testigos que miraron al Rey en la entrada del hospital.
“¡EL DIABLO!”
Casi la mayoría se fue corriendo del lugar en estampida sin importarles la dirección, su instinto de supervivencia les decía que se alejaran hasta no verlo.
“Ellos se alejan, no tienes por qué preocuparte, es más, nos darían espacio,” sugirió Dice.
“¡Esos lugareños ingenuos no me preocupan! Mira, vendré más tarde, pero debo irme antes de que… ¡Maldita sea ya están aquí!” dijo para después tapar su rostro en frustración.
En ese momento, un grupo de mortales se acercaron a él con la boca abierta, felices y asombrados de ver al Diablo en persona y en toda su gloria. Al estar cerca, no dudaron darle palmadas en su pelaje, rezar por él, arrodillarse en señal de respeto y desearle lo mejor a sus planes hacia la humanidad y reinado. Uno de ellos incluso fue a una florería para traer una corona de flores rodeada de tulipanes de colores; después de inclinarse en señal de respeto, se la puso en la cabeza.
Sus ojos dorados ya mostraban flamas y él estaba listo para incendiarlo todo.
“Querido, acepta sus ofrendas… no creo que pueda ir a otro servicio comunitario,” dijo Dice mientras trataba de aguantar sus ganas de reírse.
“Vamos amor… piensa en algo que te guste, ¿recuerdas nuestra luna de miel? Fue de los mejores viajes a tu lado cariño,”
La luna de miel. Por supuesto que lo recordaba a la perfección. Su estancia en la playa, sus regalos de boda, la noche en la que se volvieron uno con el sonar de las olas y el alumbrar de las velas y lámparas.
El Diablo no pudo evitar lucir como un gato al que acariciaban en el mejor de los lugares, incluso sus orejas cayeron relajadas por el pensamiento.
“Dice, por favor, prométeme que haremos una segunda luna de miel,” dijo con mucho anhelo y perdido en esa laguna de recuerdos de hace años.
“Lo haremos mi amor, sólo necesito de una buena niñera,”
Una vez con su esposo más calmado, Dice entro al hospital y se enfrentaba ahora a otro nuevo reto: el buscar a sus niños y asegurarse de que estuviesen bien.
Intentó mantener su sonrisa, por desgracia, no podía soportar los pasillos, el aroma antiséptico o a las personas caminando como leones enjaulados esperando noticias. Todo le hacían sentir que regresaba a uno de sus capítulos más oscuros, a aquella época cuando perdió a su hermano y hermana.
“No pienses en eso, ya basta,” se dijo a él mismo, tratando de callar a esa nube negra que le mostraba una y otra vez su pasado.
Se mordió el labio inferior con fuerza, con la esperanza de que el dolor dejase de mostrarle esas escenas. Una vez listo, fue a la recepción para pedir ayuda a una enfermera.
Ella lo miro con impresión y algo de alegría. Jamás pensó que el dado más famoso y atractivo estaría aquí para darles una visita.
“¡Oh! ¡Señor King Dice! ¡Que gusto tenerlo aquí!... umm, necesita algo del hospital,” dijo la enfermera sin poder ocultar su entusiasmo y mejillas rojas. No podía evitarlo, no todos los días hablaba con un príncipe.
“Señorita busco a dos niños taza, sus nombres son Cuphead y Mugman, llevan consigo un sorbete rojo y azul, porcelana hermosa, ojos grandes y bonitos, los dos tienen ocho años, ¿sabe cómo están? ¿Por qué están en el hospital? ¿Qué les hicieron?” dijo sin poder controlar ya su ansiedad en las preguntas. Sabía que la joven no podría responderle todo, pero, su corazón le pedía respuestas.
“Oh, sí, los registramos hace poco… de hecho…” dijo la chica mientras revisaba las libretas y documentación. “… Sí, sólo ingresaron al hospital a uno de ellos, fue a Cuphead, él pequeño tuvo un fuerte dolor en el estómago y tuvo que ser ingresado de emergencias… Mugman está bien, pero llego muy alterado al hospital, no soltaba el cuerpo de su hermano cuando llego aquí…”
Aquello le partió el corazón a Dice, el pobre de Mugman debió haber pensado que estaba perdiendo a Cuphead, de la misma manera que a Elder Kettle, el pobre debía estar aterrado en estos momentos.
“¿Puedo verlos?” dijo sin ya poder ocultare su desesperación.
La joven lo miro con mucha compasión y se lamentaba por no darle consuelo.
“Llamare al doctor para que le explique la situación, él tiene la última palabra,”
La enfermera, sin más, entro a las oficinas para llamar al doctor por megafonía, también, lo invito a que tomara asiento en la sala de espera con los demás familiares.
El darles una mirada a esos familiares preocupados, rompían el corazón de cualquiera.
Algunos sujetaban rosarios, collares en forma de cruces, o sus propias manos en forma de puño para apoyarlas en la frente en un intento por no derrumbarse. Algunos padres estaban abrazados y lucían asustados también. King Dice no pudo evitar sentirse algo presionado, asustado y mareado. Trataba de despejar su mente, de pensar en cualquier cosa, de jugar con sus cartas de póker para distraerse, pero, una madre desesperada le hizo sentir un escalofrió en la espalda y un golpe en el estómago.
“¡No! ¡No mi bebé! ¡Es mi bebé! ¡No pudo haberse ido!” gritaba la joven madre mientras el doctor la abrazaba para calmarla. Las enfermeras trataban de calmarla también, pero su llanto y gritos eran más fuerte y desgarradores a cada segundo.
No había consuelo en nada.
El joven dado no soporto y se fue al final del pasillo, alejado de esos gritos y para apoyar sus manos en la pared. Sentía que se estaba cayendo y que el oxígeno no era suficiente, después, esos gritos dejaron de ser escuchados y fueron cambiados por sus latidos acelerados de corazón y la voz de un doctor en particular; un médico que jamás podría olvidar sin importar cuando años transcurriese.
“Kingsley… hicimos lo que pudimos… pero ellos ya habían fallecido cuando los trajiste… hijo, lo sentimos mucho…” decía ese doctor en su mente. Su voz era la misma, compasiva, pero triste.
“No, ay no… no por favor…” decía Dice a sí mismo para detener las voces de su cabeza, pero estas siguieron torturándolo.
“Kingsley, no fue tu culpa… hiciste lo que pudiste… Dios es testigo de ello…”
Sus ojos comenzaron a arder y él tuvo que arrodillarse porque sentía que se caería de cuerpo completo.
“No ellos… no otra vez… no Cuppy… no a Mugsy,” dijo como si le faltara el aliento y listo para romper a llorar.
“Te amaban hijo… ellos murieron sabiendo eso…”
Comenzó a tener dificultades para respirar y vio la misma habitación que pertenecía a sus hermanitos en ese tiempo, así como los mismos pequeños bultos cubiertos con una manta por completo. No tuvo otra opción que mirar al suelo.
Quería despertar, pero no podía por más que lo intentara.
“Mi más bella estrella… tranquilo… todo estará bien…” dijo una voz llena de amor y dulzura
“No va a pasar eso… no se va a repetir…” dijo otra voz más fuerte y severa.
King Dice reconocería en donde fuera esas voces.
Al abrir los ojos, se percató de que ya no estaba en el hospital, estaba en ese jardín secreto creado por su esposo, en ese edén en donde en sus más profundos sueños podrían encontrarse.
Él no estaba solo, en frente de él, estaba el alma de su esposo dividía en dos. Dice vio como un ángel azul y un demonio rojo apoyaban su mano en su hombro en señal de cariño. Pero al mismo tiempo, ambas criaturas no podían ocultar su propia preocupación.
Dice quería abrazarlos, pero, la voz de alguien más lo despertó de ese jardín y lo trajo de vuelta al hospital.
“Señor King Dice, ¿se encuentra bien?”
Y en ese momento, Dice se levantó del suelo con algo de vergüenza y se pasó la mano por la frente para controlar sus emociones.
En frente de él, estaba un joven doctor humano, de hecho, su rostro le parecían muy familiar.
“¡Cuphead! ¡¿Cómo está mi niño?!” dijo algo desesperado y preparando toda la fuerza mental que necesitaba. También, a través de su lazo, podía sentir como su esposo estaba escuchando.
“No se preocupe, él está muy bien, está fuera de peligro, de hecho, vine para llevarlo a la habitación para que lo vea, sígame por favor,”
Las palabras del doctor, fueron lo más liberador que había escuchado y sentía poco a poco una calidez en su pecho y la desaparición de esas voces del pasado ya eran un lejano eco.
Siguió al doctor entre los pasillos y prometió que una vez que estuviese con ellos, les daría el más fuerte de los abrazos.
***
“Que rica es la comida del hospital, ¡estos hot dogs son deliciosos!” dijo Cuphead para después darle un enorme mordisco.
Desde las sillas, Lucien, Silverworth y Mugman, lo miraban dándose un festín.
Muchos pensarían que era algo poco sano, pero era todo lo contrario. Gracias a las creaciones de la baronesa y el chef Saltbaker, el hospital tenía medicinas en forma de deliciosos alimentos y dulces. El sabor era tan similar, que los niños jamás notaban cuando comían la medicina.
Los adultos se sentían aliviados. El incidente sí los había alarmado, pero lograron llamar a la ambulancia y esta llego casi en cuestión de minutos. Ahora lo que quedaba era esperar a que Dice viniese al hospital. Fue una fortuna que lograsen contactarlo.
“King Dice no debe tardar en llegar… Pequeños… ¿Cómo van las cosas allá? ¿Está todo bien? ¿El Diablo y King Dice se portan bien con ustedes? ¿Paso algo en casa?” pregunto el profesor.
No quería creerlo, pero, debía despejar cualquier duda. Si algo pasaba en casa, era posible que tuviese que ver con lo acababa de pasarle a Cuphead.
Aun así, al mirar el rostro confuso de los niños, todo parecía indicar que el problema no se concentraba en los padres adoptivos.
“Ellos son muy buenos con nosotros, el señor King Dice dijo que me ayudaría con mis pasos de baile ¡Oh! Incluso papá Diablo nos dejó dormir en su cama ¡Es enorme! Creo que más grande que este cuarto,” contesto Cuphead sin poder contener su risa. Incluso sus mejillas parecían manzanas al describir la gentileza de sus padres.
Aquello les dio alivio a los adultos, al menos sabían que la fuente del problema no era en casa.
“Aunque yo estoy algo molesto con ellos,” continuo Cuphead mientras hacía pucheros.
“¿De qué hablas Cuppy?” pregunto el director.
“Oh, es que Cuphead sigue enojado por lo de anoche…” dijo esta vez Mugman. “Quisimos dormir otra vez con ellos, pero, cuando llegamos, las puertas tenían seguro, así que no pudimos entrar,”
“¡Pero lo que me enoja más es que los escuchamos brincando en la cama!... Y a nosotros nos regañaron por hacerlo, ¡no es justo!”
Los adultos compartieron miradas y, al escuchar la siguiente frase, sintieron sus mejillas sonrojarse al entender lo que pasaba.
“Yo creo que jugaban a las luchas, sonaban como si cargaran algo pesado… creo que estaban jugando a ser boxeadores, ¿tal vez?... Como cuando jugamos en la escuela,” dijo Mugman esta vez. El niño tenía su dedo índice cerca de su barbilla y tenía la mirada distraída, como si recapitulara los eventos.
“Y papá Diablo estaba perdiendo, porque gritaba como una niña… íbamos a tocar la puerta, pero el señor Secuas nos encontró y nos llevó volando de regreso a nuestro cuarto… y él estaba muy rojo de la cara… como ustedes ahora… ¿Por qué están rojos?” dijo Cuphead inocentemente, para después terminar su hot dog.
Hubo muchos tosidos y miradas a otras partes de la habitación. Iban a tratar de cambiar el tema, pero el paciente que estaba al lado de Cuphead, el cual era un perro anciano, comenzó a carcajearse.
“Cuando quieres mucho a alguien, a veces juegas a las luchas niño… es divertido…” dijo el anciano para carcajearse después.
“Nah, no es tan divertido como romper una piñata, ¡Oh! el señor Secuas nos dijo también que los diablillos hacen fiestas ¡Tal vez podamos romper una! ¡Oh! ¡¿Y sabían que también hay escuelas para demonios en el inframundo?! Conocimos a una chica que puede predecir…” continuo Cuphead sin detenerse y cambiando el tema por completo.
Ambos adultos sintieron alivio, pero, como nota mental, hablarían con Dice al respecto, sólo para recomendarle que tuviese más cuidado.
Y casi como si lo hubieran invocado, de las puertas vieron a King Dice y al doctor entrar.
Los niños miraron a su padre adoptivo, pero, no se veía alegre, obviamente nadie lo estaría, pero lo vieron con una mezcla de alivio, tristeza y alegría.
Él en dos grandes pasos se acercó a la cama para tocar a Cuphead y revisarlo, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, Cuphead no pudo evitar carcajearse al sentir las cosquillas que King Dice le daba en la suela y dedos. Además de las rodillas, él era muy cosquilludo en esa área.
Pero lo que más le impresiono, fue sentir las cálidas lágrimas de su padre adoptivo caer en su porcelana y al liquido de su cabeza. Le asustaba verlo así, él que siempre estaba sonriendo, animado o riéndose… verlo llorar, le rompían el corazón también y le hacían sentirse culpable, más de lo que ya estaba.
“¿Está enojado?” pregunto Cuphead. Lo menos que deseaba era hacer eso, causar malos momentos a las personas que estaban cuidándolo.
“No… no, no, no, no… ¿cómo puedes pensar que estaría enojado?... sólo… gracias a todos los infiernos, es un alivio que estes bien… puedo… ¿los puedo abrazar?” pregunto mientras se secaba las lágrimas y con una sonrisa llena de súplica.
Los hermanos no tenían el corazón de decirle que no, así que después de compartir miradas, ambos le asintieron con una sonrisa y dejaron que esos fuertes brazos los envolvieran con cariño. El apretón no incomodo, todo lo contrario, aunque no entendían porque, sentían una calidez y un latido agradable en el corazón.
Se sentía, como un abrazo que ya habían tenido antes, como esas sensaciones que dejaban los sueños increíbles una vez que te despertabas, era como si ya hubiesen sentido este abrazo hace muchos años. Ambos hermanos reposaron su cabeza en el pectoral de su padre y sonrieron al sentir esas manos acariciar sus cabezas.
“Ustedes dos se ven extraños ¿Qué les pasa?” pregunto Dice al notar a los otros adultos, parecían acalorados.
“Emm ¡No es nada! Es que hablamos de las luchas, ¡no! Eh… luchas en la cama, ¡oh cielos! Lo que quiero decir es…”
“No es nada señor King Dice, nos alegra ver que llego sin problemas,” dijo el profesor mientras le tapaba los labios al director. El pobre tenedor lucia apenando por su dificultad en las palabras y estaba agradecido por la reacción de su colega.
Dice los miro con los ojos entrecerrados, pero no tenia tiempo para investigar, sus niños lo necesitaban ahora.
“Cuphead, pequeño, ¿Qué paso?” dijo Dice genuinamente preocupado. Sin perderle la mirada al menor.
Cuphead lo miro y sintió la pregunta como un disparo al corazón, como un cubetazo de agua fría al recordar la terrible verdad que se le revelo. El sólo recordarlo provocaban que sus ojos se humedecieran; y lo triste del caso era que las miradas de los demás le hacían sentir peor.
Quería decirlo, quería llorar y ventilar lo que había escuchado, pero, si lo hacía, ¿King Dice ya no lo querría cuidar más? ¿Lo miraría con miedo y enojo por ese acto tan despreciable de su parte?
¿Qué hay de su hermano? ¿Lo despreciaría si se enteraba de que él fue el responsable de la muerte de su abuelo? ¿Qué él fue el que trajo esa tragedia a sus vidas?
“Es que… sólo me dolió muy fuerte el estómago… no sé por qué fue…”
“Tranquilo pequeño… una vez que regresamos a casa, voy a mimarte mucho por ser un niño tan valiente,” confeso Dice mientras le apretaba las mejillas y tocaba esos adorables hoyuelos.
Aquello le hizo reír, pero cuando los adultos empezaron a platicar con King Dice, Cuphead cambio su sonrisa a una de tristeza.
Apretando las sábanas al entender con mucho pesar el horrible niño que él era; pues recibía mimos y cariños que no merecía.
Era como Hilda Berg dijo, él es un niño problemático.
Y si alguien grande lo decía, entonces, era verdad.
Notes:
Si quieren sentirse más tristes, lean otra vez cuando Cuphead escucha a Hilda o cuando dibuja, pero escuchen el soundtrack “Shitsui” de “Higurashi No Naku Koro Ni Kai OST. Sí yo pudiese animar esa escena, yo hubiese usado esa banda sonora justo ahí.
Una disculpa por dejarles estos sentimientos llenos de coraje y risa a la vez. Y me van a odiar, pues este querido fic tomara un pequeño descanso, ya que planeo actualizar mis demás historias y proyectos 😉😉 ¡Animo! Que el tiempo se va volando y actualizare pronto. Agradezco de antemano su paciencia y por mostrarme tanto apoyo a esta historia; son en verdad los mejores lectores que un escritor podria tener. OHHHHHH y para asegurarles que una vez que Dice se entere del responsable, habrá un baño de sangre, porque es lo peor que le puedes hacer a un padre, meterte con sus bebés.
¡Gracias por leer y espero les haya gustado!
¡No duden en comentar!MUSICA:
“Minnie The Moocher” big bad voodoo daddy
Chapter 6
Notes:
Un capi nuevo y el Diablo ganandose sin querer el trofeo de "mejor papá" XD
¡Espero les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
“Señor King Dice, maestros… ¿podría hablar con ustedes un momento?...”
La petición del joven doctor sorprendió un poco al grupo. Entendían que preguntara por King Dice, pero sonaba algo preocupante y extraño que incluyese a los docentes también.
“Mugsy, tu estas a cargo de tu hermano, eres le doctor Mugman, cuídalos bien…” sin dudarlo, le dio su estetoscopio y bata médica.
Aunque le quedaba muy grande, el niño no dejaba de carcajearse por la emoción de ser un médico. Cuphead sólo le saco la lengua en forma de burla y la anciana al lado de ellos termino por carcajearse al verlos. Realmente lucia relajada por tener a los hermanos taza cerca.
Los adultos, sin perder más tiempo, le hicieron caso y se fueron a un cubículo de oficina; el doctor cerró la puerta con seguro y deslizo una cortina para que los niños pudiesen ver a los adultos; de hecho, todos saludaron al ver como Mugman escucha los latidos de corazón de su hermano, como un profesional.
“Debo discutir algo importante… es sobre Cuphead… el pequeño… nació con problemas de salud…le hemos dado medicina desde entonces…”
Los tres adultos se quedaron boquiabiertos y miraron a la pequeña taza roja, que estaba distraída haciéndole muecas de burla a su hermano. A consecuencia, Mugman termino por golpearlo de forma juguetona con la almohada del hospital.
“No lo sabíamos… Elder Kettle nunca dijo nada…” explicó Silverworth mientras se tapaba la boca en preocupación.
“Nadie lo sabía, sólo Kettle y yo sabíamos de la condición, pero él decidió mantenerlo en secreto por el bienestar de Cuphead… no quería que trataran diferente a su nieto por su problema de salud ni que el pequeño viviera preocupado por ello… desde bebé, Cuphead ha tomado medicina y chequeos… Mugman también tenía esas revisiones, así que Cuppy nunca sospecho… Mi diagnostico señalo que el cese de su medicamento, fue la causa de su recaída ahora,”
Dice sintió un latido doloroso, así como un fuerte mareo.
“Es… Es mi culpa…” dijo con un tono lleno de remordimiento y dolor mientras se sentaba en la silla, tan contagioso que los adultos mostraron gestos preocupados. Incluso el director escolar deposito su mano en su hombro para darle apoyo. “En todos estos días… nunca le di la medicina… infiernos… ¡ni siquiera noté que se sentía mal! ¡Debí notar algo!”
“Dice, ¡esto no es culpa tuya! Nadie sabía de esto, esto le hubiese pasado a cualquiera,” dijo Silverworth esta vez mientras le tomaba del rostro para que ambos se miraran.
“Él tiene razón señor King Dice, ¡usted ha hecho un excelente trabajo! No se desanime… esto tiene solución,” dijo Lucien mientras le apoya la mano en el hombro del pobre dado.
“El profesor Lucien tiene razón, esto tiene solución, Cuphead sólo tiene que ponerse al corriente con la medicina… Mientras lo haga, su cuerpo se recuperará y una vez que llegue a la madurez, ya no las necesitara…” dijo el doctor con un tono calmado y lleno de apoyo.
Dice miro a todos los adultos y sintió como la calma regresaba a él poco a poco, aun así, sus dudas sobre esta enfermedad no lo dejaban tranquilo. Siempre fue típico de él, no quería perderse de ningún dato y mucho menos de sus pequeños.
“Entonces, es peligroso que no tome las medicinas por una semana, seré muy cuidadoso,” dijo Dice mientras se levantaba de la silla.
“En realidad, no debe pasar de las tres semanas…” dijo el doctor serio esta vez, su comentario causó que los adultos se confundieran de nuevo. “Me temo… que Elder Kettle no se las daba como debía… ¡No se confundan! No creo que no se las diera por acto de malicia, pero, Kettle ya era un hombre mayor, ellos olvidan… es posible que olvidara dárselos al ritmo especifico y sumado a su nueva vida con King Dice y el Diablo, era cuestión de tiempo para que pasara… si buscas culpables Dice, yo lo soy… debí ponerme al corriente después de la muerte de Kettle… perdóneme…”
Dice no buscaba culpables.
No era ni el lugar ni el momento, desde hace años aprendió que estas cosas no suelen tener culpables. Por esa misma razón, él puso la mano en el hombro del doctor y le sonrió para que dejase de tener culpa. Intención que también deseaba decir con palabras, pero, una conmoción en el exterior de la oficina capto su atención.
Al escuchar los gritos, Dice y los demás entendieron de que se trataba.
“¡El Diablo!” grito una enfermera. Se asusto tanto, que tiro la charola con instrumental quirúrgico.
Todo el equipo médico entro en pánico, pero los que más perdieron el control, fueron los pacientes, ya que muchos pensaron que el rey del Infierno ya venía a recolectar sus almas. Gracias a las historias de sus abuelos y tatara abuelos, era muy bien sabido que cuando ibas al infierno, Lucifer vendría por ti.
Todo fue un caos a cada paso que el Diablo daba.
Algunos gritaban, otros se escondían debajo de la cama y, los que tuvieron valor, saltaban de las ventanas cerradas y con vidrio.
A pesar del desastre, el Diablo no lucia perturbado, pues su mirada de indiferencia seguía. No obstante, el único cambio en el ambiente era una voz inocente, llena de vida y capaz de parar el ruido.
“¡Papá Diablo! ¡Viniste! ¡Acá estamos! ¡Ven aquí! ¡Papa Diablo! ¡Aquí estoy!” gritaba Cuphead mientras saltaba en la cama.
Mugman también se dejó contagiar por la alegría de su hermano mayor y, al mismo tiempo, porque vio a su cuidador visitándolos. Jamás imagino verlo aquí.
Mientras el escándalo seguía en un volumen algo moderado, el Diablo rolaría los ojos mientras se dirigía a la cama de Cuphead. Él tenía la esperanza de que Dice llegaría en cualquier momento. Detalle que ocurrió en unos segundos, pues el joven dado se acercó a su pareja darle un beso en la mejilla.
Igual de feliz y animado de ver a su esposo en este lugar apoyándolo.
Parece que logro librarse de sus seguidores.
“¡Tranquilos! ¡Tranquilos!” dijo el doctor a cargo de Cuphead. “... él no viene a recolectar almas… su hijo adoptivo está hospitalizado y su esposo también está aquí… les prometo que no pasara nada, así que tranquilos…”
Aunque tal hecho los dejo en silencio, algunos seguían temblando. Así que procedió a cubrir a la peculiar familia con la cortina azul del hospital, pero, aun así, todos podían ver la silueta y los largos cuernos sobresalir en la punta de manera amenazante.
El nervio estaba lejos de acabar, pero los aldeanos más inteligentes sabían un detalle: si King Dice estaba cerca, la ira del Diablo estaba lejos de ocurrir.
“Ya basta de toda esta tontería, he venido por Dice y el mocoso… así que si me permiten…”
El Diablo tomo la mano de los niños y le ordeno a Dice le sujetara el brazo, desafortunadamente fueron detenidos por el doctor.
“Umm no puede irse… es cierto que Cuphead está estable, pero, me gustaría tenerlo en observación por alguna recaída… no se preocupe, si no hay problemas en la noche, lo dejaremos partir a primera hora mañana…”
El Diablo miro al rojito en la cama y uso sus poderes para darle un chequeo, podía notar que, para su desgracia, los doctores no mentían; el niño tenía una dolencia en el interior y podía notar algo en el corazón. Lo último le llamo la atención, quiso usar sus poderes, pero los ojos de Dice suplicándole que se quedara hicieron que tirara por la borda ese chequeo. No pensó tampoco que fuera grave, pues el mocoso no lucía delicado o mal.
Sólo suspiro y dejo que sus orejas cayeran rendidas por su estado de ánimo. Para empeorar las cosas, aquel tenedor y el hombre bombilla parecía que deseaban hablar con Dice, y no estaba equivocado.
“Señor King Dice, nos gustaría también hablar con usted… ¿tiene unos minutos?” dijo aquel bombillo.
“Le invitaremos un café…”
Esa última sugerencia venia de aquel cubierto prepotente.
Al Diablo no le gustaba ese tipo en particular. Había muchas señales de que algo deseaba. Cuando King Dice y Silverworth eran niños, este último solía ayudarle con los temas escolares antes de que dejara la escuela. Ese tenedor estuvo allí cuando su querido dado estaba en sus peores momentos, fue él quien propuso este servicio comunitario y fue él quien le aconsejo adoptar a los mocosos.
Silverworth era de cuidado y no le gustaba que se le acercara, pero tampoco quería hacer una escena, de nuevo, y hacer que ese tenedor tuviera más herramientas para acercarse a su esposo.
Tuvo que tragarse su orgullo y sentarse en una banca de madera cerca de la cama del Cuphead. Decidió esperar mientras miraba con impotencia a Dice alejarse de él. Aunque recibía mensajes telepáticos de su esposo, no eran suficientes para controlar su ansiedad.
¿Qué tenía que hacer para tener a Dice a su lado?
***
“¡¿Cómo diablos no le entiendes?!” dijo el Diablo impacientemente.
Tanto Cuphead como Mugman sintieron un escalofrió por la advertencia y todos, incluso la paciente de al lado, sintieron algo de nervios.
Si las cosas no fueran de mal en peor, su profesor le dejo un cuaderno con las tareas escolares, pues al estar en el hospital y en reposo faltaría a la escuela alrededor de una semana. Lo peor de todo era que se trataba de una clase de Biología que Cuphead no entendía.
Mugman no tenía ningún problema, incluso intento ayudar a su hermano, pero él se desesperaba al no entenderlo de inmediato o porque era muy lento para captar las cosas.
El Diablo, sin ninguna otra opción que esperar por su amado, tuvo que quedarse con el mocoso para cuidarlo. Lo que ya le estaba molestando, pues Dice ya llevaba un buen rato con esos dos.
“¡¿Es que no le entiendo?!... Aquí dice: si Ana la coneja y Tom el perro tienen a su primer bebé ¿Cuál es la raza que el bebé tendrá? Pero si son un conejo y un perro… no sé cuál de los dos es… yo adivino porque no sé…” dijo agobiado y con pena.
Incluso la anciana que estaba a su lado sacaba unas risitas por su situación, en apoyo y porque le parecía adorable.
“Es muy sencillo mocoso… mira, presta atención… te lo voy a explicar una vez, así que, si no le entiendes ahora, estas perdido… concéntrate…”
Cuphead miro a su padre adoptivo y sus pupilas parecieron agrandarse, dando toda su concentración a esta lección.
En un tronido de dedos, el Diablo hizo aparecer dos muñecos, uno se parecía mucho a él y el otro al señor King Dice. Ambos tenían adorables ojos de botón y estaban sonriendo.
“Mira este ejemplo,” el Diablo tomo ambos muñecos y empezó a explicar. “Dice y yo… nosotros tendremos un bebé…”
“¡¿Tendremos un hermanito?!” sus ojos se volvieron estrellas y se llenaron de ilusión.
Al lado de ellos algunos se rieron y dejaron expresar unos aww en toda su emoción.
¡Cuphead no pudo contener la emoción! Tendrían un nuevo hermano o hermana con quien jugar, a quien enseñarle beisbol, a pescar cangrejos, hacer las mejores cosechas del huerto y ¡mucho más!
“¡NO MOCOSO! ¡ES UN EJEMPLO! ¡PON ATENCIÓN!”
El sorbete de Cuphead cayó en desanimo y la anciana de al lado solo se rio un poco.
Una vez que la ira bajo, el Diablo tosió y empezó a explicar de nuevo, con toda la paciencia del mundo.
“Supongamos que yo soy la mamá, yo voy a tener el bebé… umm… si sabes cómo vienen los bebés… ¿verdad?...”
Lo menos que deseaba era explicar ese tema al rojito, no estaba de humor para lidiar con la información.
“¡Sí! ¡El abuelo nos contó de eso! La cigüeña le pica el estómago a las mamis y ¡pum! Con su magia hace que los bebés estén dentro de mamá y cuando están listos, salen de su estomago…” dijo el pequeño con los ojos más grandes y llenos de ilusión del mundo.
Daba tanto brillo infantil que el Diablo se sintió empalagado.
Aun así, continuo con su explicación.
“Ummm… Bien… sí, es algo como eso… bien, yo tendré al bebé… entonces, el primer bebé que Dice y yo tengamos sería un demonio, si yo vuelvo a tener otro, el segundo bebé sería un dado…”
Con el tronar de sus dedos, apareció un pequeño muñeco en forma de diablillo, pequeño y posicionado en frente de los dos muñecos.
“La regla en Inkwell es: que las mamís deciden que raza será el primer bebé… entonces, siguiendo ese ritmo… si Dice fuera la mamá, ¿de qué raza sería el primer bebé?”
Cuphead se sentía como un gran investigador y orgulloso de él mismo, de que pudo entender el problema y concepto a la primera, contesto la pregunta mientras levantaba la mano como un soldado.
“¡Sería un dado!”
El Diablo le sonrió de lado y le trono los dedos en señal de afirmación.
¡Ahora todo sería más sencillo!
“¡Gracias papá Diablo!”
El infante se puso a leer todas las preguntas y las contesto mientras silbaba, contento de terminar la tarea tan rápido y porque entendió las cosas a la primera.
Su abuelo siempre solía tener problemas en explicarle e incluso algunos maestros se desesperaban, pero su padre adoptivo, quien le tenía una enorme paciencia como siempre, logro ser más claro.
Y no sólo Cuphead estaba asombrado, tanto el doctor a cargo, como la paciente mayor que estaba a lado miraban la escena asombrados.
Mientras el doctor iba a realizar unas anotaciones en el expediente de Cuphead, se atrevió a hablar con el padre demoniaco.
“Realmente tiene unos buenos modales con los niños…”
“¿De qué rayos habla?” pregunto con la ceja alzada.
“Supo explicarle a un niño un tema que muchos padres evitan hablar… logro que comprendiera algo complejo de manera sencilla… no hay duda de que fueron la mejor opción para estos niños… ¿Sabe? Me atrevería a decir que usted sería un gran padre si llegara a tener más niños…”
El Diablo no dijo nada, sólo desvió la mirada por la tontería.
No necesitaban de niños.
Dice y él estaban perfectos sin mocosos, mientras se tuvieran los dos, todo estaba bien.
Si acepto a los niños taza fue por misericordia y porque era importante para Dice, pero, en el primer momento que pueda deshacerse de ellos, él tomaría la iniciativa.
Mientras que Cuphead terminaba la tarea y sin detener los momentos para presumirle a Mugman lo inteligente que era, el Diablo se disculpó y fue al baño que estaba en la habitación. Aseguro la puerta y uso sus poderes para hacerse invisible y como el vapor, como un humo que no podría ser visto.
Aquella técnica le ayudaría a explorar el hospital y ver porque su esposo tardaba tanto.
En un segundo, se transformó y tomo rumbo a la supuesta cafetería.
***
King Dice se quedó boquiabierto.
Ni siquiera el delicioso café del hospital lo podían tranquilizar.
Silverworth y Lucien también compartían el sentimiento
Los tres adultos juntos, ya en la cafetería del hospital, estaban revisando el cuaderno de bocetos de Cuphead.
Dice sonrió en algunos. La gran mayoría eran de su abuelo y hermano, podía ver la inocencia, la alegría e imaginación tan hiperactiva de su pequeño. No obstante, y lo que más le impresiono, es lo fascinado que Cuphead estaba del Diablo. Había muchos dibujos de su esposo también. En algunos cargaba el tridente y en otros estaba bailando con Cuphead o practicando a tocar el piano con Mugman.
Pero, uno que le conmovió el corazón, fue en el que tanto él como su esposo estaban juntos mientras se tomaban de las manos y encima de ellos estaban en letras grandes: NUESTROS PROTECTORES.
Incluso podía ver soldados huyendo de las islas. Posiblemente su pequeño se inspiró por las historias que Dice contaba cada noche sobre la guerra y como ambos confesaron su amor en ese desastre.
Por desgracia, el último dibujo le rompió el corazón.
Este se trataba de un boceto en el que ambos pequeños estaban al lado de su abuelo, pero la letra infantil de Cuphead decía una desgarradora frase, una frase suplicando perdón, como si se sintiera culpable, no, Cuphead definitivamente se siente culpable.
En su libro sobre el duelo, le advertía que esas ideas eran muy comunes en niños de esa edad.
Pero le impresionaba de Cuphead, estaba muy emocionado el día de ayer.
Algo había pasado, ¿Por qué el cambio tan repentino?
“Sobra decir que Cuppy está fascinado con el Diablo… pero, el dibujo de hoy nos preocupó… los niños nos aseguraron que todo estaba bien… pero, ¿ustedes han notado algo? Dibujo esto el día de hoy,” pregunto Lucien, para después beber un poco de café.
“No… de hecho, estaba muy feliz cuando acepte a ser su compañero de baile, para el evento de padres… en ese caso…”
“Es la escuela entonces…” dijo Silverworth, con tristeza y pena. La escuela es un refugio para los niños, siempre lo ha sido, pero, en todos sus años como profesor y director, le hicieron entender que en ocasiones los niños podrían ser crueles.
“¿Piensas que alguien de la escuela le dijo algo a mi hijo?” pregunto Dice
“Es una posibilidad, pero…”
“No creo que sean los pequeños de la escuela…” aseguro esta vez el maestro. “Cuando Cuphead fue llevado a la ambulancia, muchos niños se preocuparon… aun así voy a investigar, tengo muchos niños confiables que pueden contarme detalles… Honestamente… él estaba muy bien antes de ir por el equipo de beisbol… tal vez alguien le dijo algo o… él vio algo que le hizo pensar eso…”
“No te preocupes Dice, averiguaremos que está pasando… además, los nenes están de luto… estas cosas serán muy frecuentes… pero, no serán para siempre…”
Para asegurar esa promesa, el director tomo la mano de King en la mesa y la apretó. El joven dado le correspondería con el mismo gesto, causando un sentimiento muy cálido en el joven cubierto.
“Tengo que irme… aún tengo que dar algunas clases esta tarde… por favor, manténganme al corriente de Cuphead… tengan una excelente tarde…”
Y así, el profesor tomo su maletín y café para tomar rumbo a la salida de la cafetería, dejando a los dos adultos solos en la mesa.
“Gracias por cuidar de los chicos…”
“No es nada Dice, es nuestro trabajo después de todo,”
“Sé que… en el pasado tuvimos nuestros pleitos, fui muy mala persona contigo cuando éramos niños. Si tu quisieras, no me ayudaras… pero lo haces… siempre he apreciado que hables conmigo incluso ahora… creo que lo que quiero decir es… gracias por no ser rencoroso…”
El tenedor tuvo que desviar la mirada, rascar su mejilla porque sentía el sonrojo queriendo salir.
Aquel comentario hizo latir su corazón, le hizo sentir que su día era más que maravilloso, que todos sus esfuerzos valían la pena a pesar de tener un trabajo no muy impresionante para otros.
“No tienes por qué disculparte… tu estabas pasando por un momento muy difícil… sé que todo lo que me dijiste aquella vez, cuando éramos niños, fue porque estabas triste… soy feliz sabiendo que podemos ser amigos de nuevo… jamás te daría la espalda y menos a los pequeños…”
King Dice se sentía aliviado, agradecido y más porque los niños le tenían mucha confianza a Silverworth. Además, si él no hubiera estado ahí, no se hubiera movilizado lo de la ambulancia para Cuphead.
Agradecía que, a pesar de que su infancia termino en una pelea, él hiciera borrón y cuenta nueva.
Antes de despedirse porque iría a ver a su esposo y niños, se dirigió al tenedor y le dio un fuerte abrazo en agradecimiento. Poco a poco el director correspondió el abrazo, apoyando ambos brazos en la espalda de Dice. La calidez y el cuerpo comprimiéndolo le hicieron sonrojarse y sonreír mientras cerraba los ojos.
Era un bello escenario, entre dos viejos amigos que se apoyaban mutuamente en los momentos difíciles.
Desgraciadamente, en la esquina de la cafetería y tomando la forma de una araña, el Diablo miraba la escena con mucho enojo.
Ira que no estaba dirigida a Dice, por supuesto que no. Él podía leer su alma una y otra vez y ver que su querido dado lo amaba sin importar los demás. Su enojo iba dirigido al cubierto, a ese director que no le agradaba desde el principio y que sólo buscaba obtener el amor de Dice.
Ese tipo fue el primero en sugerir a su esposo para el servicio comunitario, es el que le da los informes de los niños.
Es el que lo está abrazando e imaginando cosas ahora mismo, escenarios que le hervían la sangre y le hacían desear despedazarlo.
Espero a que Dice se fuera de la cafetería y, con sus poderes, creció en tamaño aún en su forma de araña. Sumado a lo anterior, una ola de humo empezó a aparecer detrás de él. Y entre esa oscuridad, solamente sus ojos amarillentos y llenos de enojo eran la única iluminación.
No podían verlo, nadie podía ver su forma, pero el aura se sentiría pesada para algunos.
Se acercó de forma amenazante al odiado mortal y le dio una advertencia.
“NO ERES NADA… ÉL JAMAS SERÁ TUYO, ES MIO… SI VEO QUE TUS INTENCIONES DE TENERLO CERCA SON PARA ALEJARLO DE MI… PONDRÉ FIN A TU VIDA…”
El tenedor lucia como si nada le afectara, tomo un sorbo de su café y continuo haciendo unas notas en una libreta.
Curiosamente jamás hizo contacto visual con el Diablo.
Él incluso rugió lo más escandaloso que pudo, pero el tenedor seguía sonriendo y anotando sus notas.
Siempre se preguntó por qué ese mortal no estaba con su gente, por qué no era un guerrero como esa comunidad. Ahora entendió el porqué, no podía verlo, no podía sentir su presencia.
Y si en Calix Animi no podías desarrollar ese sentido, eras rechazado por los demás.
Ahora entendió que estaba perdiendo su tiempo en sus amenazas. Aun así, jamás bajaría la guardia.
“SÉ QUE TU RAZA ME PUEDE ESCUCHAR… PERO… PARECE QUE HAY EXCEPCIONES… ERES UN FRACASO EN TU COMUNIDAD ENTONCES… NO ME EXTRAÑA PORQUE TE EXILIARON… UGH, PIERDO MI TIEMPO…”
Y como si fuera una sombra, la figura monstruosa del Diablo se fue de la cafetería y regreso al baño, notando que Dice por fin estaba con los niños.
Estaba ya lejos de la cafetería, que no pudo escuchar la respiración errática de Silverworth.
Los que estaban cerca notaron como parecía que le estaba dando un ataque de pánico. Algunas enfermeras se acercaron para auxiliarlo y darle un vaso con agua.
El joven explico que estuvo trabajando mucho en la escuela, cuando en realidad, había visto y escuchado la advertencia del Diablo.
Le tomo toda su fuerza actuar como si no viera cada detalle, pero, en parte se alegraba de que creyera que no podía verlo.
Aun así, el susto no se le iba.
Vería esa silueta en sus pesadillas.
***
“Pero, ¡quiero quedarme con Cuphead!”
King Dice sólo suspiro y le sonrió al pequeño Mugman.
“Yo lo sé Mugsy, pero son las reglas del hospital, sólo los adultos podemos quedarnos con los pacientes… prometo que te informare de todo, además, Pirouletta te cuidara, estarás en buenas manos,”
El infante aún tenía muchas preguntas, pero, sobre todo, miedo. Porque fue lo mismo que les dijeron cuando su abuelo estaba empeorando.
“No me quiero ir, por favor…” dijo el pequeño ya al borde del llanto. “Nos dijeron lo mismo con mi abuelo, que no era nada y entonces él…”
King Dice sostuvo al infante y lo reposo en su hombro. Por supuesto que entendía su miedo. Pero no había mucho que pudiera hacer si son reglas del hospital.
Cuando iba a hablar, Cuphead se colgó de la espalda de King Dice y tomo las manos de su pequeño hermano.
“Mugsy, ¡yo voy a estar bien! Además, el señor King Dice y papá Diablo están aquí conmigo… sé que ellos no dejaran que nada malo me pase… te prometo que estaré bien…”
Mugman se quedó pensativo, quería insistir, pero ya las enfermeras les habían regañado porque él seguía ahí.
No quería ser una molestia, pero tampoco quería dejar a su hermano.
Sin el poder para protestar más, el azulito suspiro, le dio un abrazo a su hermano y le hizo una pregunta que estaban solo a oídos de Cuphead.
“¿Prometes no dejarme solo?”
“Lo prometo Mugsy,”
Y de esa manera, el pequeño se bajó de la cama y tomo la mano de King Dice, ya que Pirouletta estaba esperando en la entrada del hospital desde hace un rato.
Una vez lejos y ya en la entrada del edificio, Mugman vio a quien sería su cuidadora. La joven no estaba sola. A su lado estaba una niña mortal, tenía piel blanca, cabello lacio con fleco y sujeto en una cola de caballo. También, se le podía ver un colmillo reluciendo de sus labios y un moño rojo en el cuello. Su atuendo le recordaba a los que él y Cuphead vestían, pero este consistía en unos shorts oscuros y un suéter cuello de tortuga color vino.
Algo le parecía muy familiar y cuando vio algo detrás de ella, comprendido de quien se trataba.
“Minnie ¿eres tú?”
Todos los presentes quedaron boquiabiertos al notar que Mugsy podía a través del disfraz de la demonio.
“¿Cómo supiste que soy yo?”
“Trata de esconder tu cola la próxima vez…” dijo con una carcajada.
La pobre demonio se sintió tonta al olvidar el detalle y, con un puff, la hizo desaparecer.
“Buenas noches Mugman, el día de hoy dormiremos en mi casa, Minnie también estará con nosotros ya que prometí cuidarla… Descuida, mi casa es muy cómoda…”
Pirouletta sabia lo delicada que era la situación, fue por eso que trato de manejarlo lo mejor posible. El pequeño no estaba muy seguro, pero tomo poco a poco la mano de Pirouletta.
“¿Sabes qué? Iremos a la panadería de Saltbaker, será un perfecto postre para la cena, ¡te dejare comprar lo que quieras!”
Mugman no pudo contener su sonrisa.
Incluso para el susto, el chef Saltbaker era la mejor opción.
Después de despedirse del señor King Dice y el Diablo, él tomo la mano de Pirouletta. Y con cada infante en mano, la joven ruleta se los llevo lejos del hospital.
No dudo en darle animo al ver las miradas de Mugman hacia atrás, como si pensara que el hospital desaparecería en cualquier momento.
Esta noche seria larga.
***
El rato había continuado y Cuphead no veía rastro de sus padres adoptivos.
Su única compañía en ese momento era la anciana de al lado. De hecho, su hija, quien también se encontraba cuidándola hace unas pocas horas, también había salido y todavía no regresaba.
Curiosamente, la anciana se quedó ayudándole un poco en los ejercicios restantes. Algo que le gustaba de esto, es que tenerla cerca le recordaba un poco a los viejos días con su abuelo. Sin embargo, y aunque apreciaba el cariño y apoyo de todos, sentía que no merecía ese buen trato, sentía que no estaba bien reírse y sentirse mejor.
Porque al final del día, no borraba lo que había hecho
Asimismo, muchos pensamientos comenzaron a dar vueltas en su cabeza, pues entendió que no sólo fue responsable de la muerte de su abuelo, sino también de sus padres.
Una vez dijo eso a su abuelo, pero él siempre lo detenía, siempre le decía que tanto él como Mugman habían nacido sin ninguna culpa, que la acción de su madre era una llena de amor. Pero Cuphead no le entendía, aunque le dijera eso, pues incluso si fuera un acto de amor, sus padres habían muerto, ¿no es eso algo malo?
¿Qué podía hacer?
¿Cómo podría ser un buen hermano si era mala persona?
¿Cómo podría pedirle perdón a su abuelo si no estaba aquí?
Sus ojos comenzaron a ponerse llorosos y la anciana lo noto.
“¿Qué sucede nene? No te preocupes, tus padres vendrán pronto, ¡Oh! nunca nos presentamos, mi nombre es Lavern… ¿Cuál es el tuyo?”
“Soy Cuphead,”
“Es un lindo nombre…”
El infante se sentó de piernas cruzadas y mirando en dirección de la mujer. Su curiosidad gano y no dudo en expresarla.
“¿Por qué está usted aquí?”
La anciana tosió un poco y se carcajeo.
“Ya soy mayor nene… cuando somos muy grandes, a veces tenemos problemas de salud… es como… volver a ser bebés, debemos cuidarnos mucho…”
Cuphead sonrió de lado y entendió aquello de todo corazón. Tal vez, si hubieran cuidado mejor de su abuelo, él seguiría aquí; tal vez si él hubiera sido un buen niño, su abuelo no se hubiera ido.
“¿Y tú? Escuche que te dolía el estómago… ¡Nada que la leche de cabra no solucione!”
“¿Tiene cabras?” dijo impresionado.
“Tengo una granja… cuatro vacas, siete cabras, cinco cerditos y diez gallinas… me ayudan a mantener mi pequeño hogar y los considero mi familia…” dijo mientras levantaba cada dedo.
A Cuphead le encantaban los animales.
Desde niño, siempre le encantaba ver a los animales de las granjas en la primera isla. De hecho, su abuelo solía tener una cabra en casa, le había enseñado tanto a él como a Mugman a ordeñarla, cuidarla y no sentir miedo de esos animales. Desafortunadamente, la cabra había enfermado un invierno y el veterinario no pudo hacer nada por ella.
La habían enterrado en la parte trasera de la cabaña.
“¡Puedes visitarla cuando quieras! Hace mucho que no escucho a los niños pasar por mi campo, a mis animales les encantan los niños…”
Apreciaba la invitación, pero Cuphead aún lucia desanimado, pensaba, si el señor King Dice y papá Diablo llegaran a enterarse de lo que había hecho, ¿lo querrían cerca?
“¿Qué sucede Cuphead? ¿Por qué estas tan triste?” pregunto con mucha compasión. Y ese tono tan tierno, le hizo recordar a su abuelo y, en segundos, empezó a quebrarse.
“Hice algo muy malo…” dijo casi a punto de romperse en llanto.
La anciana se impresiono y trato de componer las cosas.
“Vamos, ¿tan malo fue? ¿Qué pudo haber hecho un niño tan inocente como tú?”
Cuphead sólo se sonó la nariz y se tallo los ojos. Le daba miedo decirle, pero, su corazón también le pedía que lo dijera a gritos. Que tal vez, otro adulto podría decirle un punto de vista distinto, que tal vez él estaba equivocado.
Tenía muchas ganas de decirle a sus padres o a Mugman, pero, estaba asustado, estaba aterrado de que pensaran igual que la señorita Berg o peor: que, al decirlo, ellos lleguen a esa conclusión.
“Es que si lo digo… mis papás ya no me van a querer…” dijo con mucha tristeza.
La anciana sintió mucho dolor con el sólo sonido de su inocente y herida voz. Por esa misma razón, ella se sentó en su propia cama y tomo la mano del pequeño para que sintiera su apoyo.
“Ven aquí… dile a la vieja Lavern que te atormenta… ya verás que lo solucionaremos…”
Cuphead sintió un cierto alivio y confianza, así que, sonriendo de lado y recapitulando su problema, empezó a mover los labios. Desafortunadamente, de estos no salieron nada, pues la anciana comenzó a toser sin parar.
Ella intento tomar aire, por desgracia, dicho intento sólo hizo que ella tosiera con más fuerza.
La pequeña taza se asustó y le hizo recordar uno de los días que sintió su corazón romperse y acelerar como loco. Pues antes de morir, su abuelo empezó a toser de esa forma. Ante la emergencia, los médicos los sacaron a él y a su hermano de la habitación, pero desde la ventana, miraban la vida de su abuelo irse en segundos.
El moría y ellos no podían hacer nada.
“No… ¡No otra vez!” dijo asustado, pero con una fuerte determinación de cambiar las cosas.
En segundos, el niño se arrancó la intravenosa que tenia del brazo, sin importarle el dolor punzante de la separación y la sangre que le corría del brazo. Él corrió a los pasillos y grito por ayuda lo más fuerte que pudo.
Las enfermeras fueron las primeras en llegar, después, llego la hija de Lavern y el doctor.
Con la ayuda de los adultos, la anciana logro recuperar el aliento y estabilizarse.
Todos le dieron palmadas a Cuphead en agradecimiento y le decían lo valiente que fue en este acto.
“Perdón por asustarte…me salvaste…” dijo la anciana mientras le secaba una lagrima que se estaba formando en el niño.
El pequeño trato de sonreír, intento detener las lágrimas lo mejor que pudo, pero estas se derramaron en su bella porcelana.
Ojalá sus intentos, justo como este, hubiesen salvado a su abuelo.
Ojalá, si hubiera sido un buen niño, nada de esto estaría pasando.
En ese instante, en ese momento de alivio y tristeza combinados, el infante sintió a sus padres adoptivos llegar desde la entrada. King Dice fue el primero en cargarlo y llevarlo a la cama, preocupado por ver ese rio de lágrimas.
Las enfermeras le explicaron lo sucedido y su corazón se llenó de orgullo, pero al mismo tiempo, de preocupación. Dice sabía que el hospital era revivir un día muy triste para el infante. Por ese mismo motivo, lo primero que hizo fue darle un abrazo a su niño tan valiente.
Cuphead se dejó llevar por el gesto de cariño y devolvió el abrazo, dejando que el amor del adulto lo curara un poco. Desafortunadamente, cuando pensaba que podía sentirse mejor, las palabras de la señorita Hilda aparecían en su cabeza y le hacían sólo sentirse peor y lejos del consuelo.
No sabía cómo debía decirlo.
Tal vez, no debería siquiera mencionarlo.
Su hermano ya se había preocupado y, además, le daba miedo que sus padres adoptivos lo rechazaran. Tal vez no sería el caso, pero, estaba asustado de averiguarlo.
Termino por aferrarse a los brazos del señor King Dice y dejar que él le arrullara.
La acción saco muchas expresiones llenas de cariño por parte de las enfermeras, quienes, a los ojos del Diablo, tuvieron la osadía de acercarse al joven dado para decirle lo responsable y cariñoso que era como padre, que sin duda Cuphead y Mugman estaban en buenas manos.
Sin embargo, de los elogios de padre, ellas pasaron a admirar su canto y de ahí, su físico, diciendo le que estaba ejercitándose más.
Cuphead, que estaba sentado junto a Lavern en esos momentos, miraba la escena con algo de preocupación; pues, en la esquina de la cama, con el pelaje casi ardiendo y lleno de enojo, estaba papá Diablo controlando su furia.
Es lo que su hermano Mugman llamaría: una romántica escena de celos.
“Oohhh mírele la vena de la frente a papá Diablo… ¡Le va a estallar!…” dijo Cuphead algo nervioso y como una llamada de auxilio.
Curiosamente, la anciana Lavern tenía un arma secreta. No sabía si funcionaria, pero al menos valía la pena intentarlo.
Era un secreto que ni su propia hija conocía.
“No me recuerda ¿verdad?” dijo la anciana preguntándole al Diablo.
Los ojos llenos de furia del Diablo se distrajeron por la pregunta, pero, se quedó pensativo.
Miro con detalle a la vieja mortal y trato de hacer memoria.
Solía olvidar ciertos aspectos o sujetos, ni siquiera recordaba el nombre de cada demonio. Iba incluso a burlarse de la anciana, pero fue ahí que un recuerdo llego a él.
Aunque fuera difícil de creer, esa mujer fue de las pocas a las que les negó un contrato.
“Fui a su casino y quise hacer un contrato con usted…” dijo la anciana sonriendo.
Pero el comentario fue tomado de diferente manera, Dice y las enfermeras lucían impresionados, Cuphead estaba confuso y la hija de la anciana lucia molesta.
“Quise pedirle todo un día con el señor King Dice a cambio de mi alma,” dijo orgullosa.
“¡Mamá!”
Cuphead no entendía a que se refería con el alma, pero el pequeño suponía que tal vez se trataba de hacer trabajos para papá Diablo. Su abuelo solía decir que dar el alma a las cosas o deberes, era un sinónimo de trabajo muy duro.
“Soy vieja amor… ya viví mi vida y quería divertirme,” dijo la anciana a manera de reprimenda.
Ahora el Diablo se calmó, pues su ira asesina fue transformada en descubrimiento al recordarla.
Después de la guerra, cuando el Casino había recuperado su brillo y las islas habían sanado, vino a su oficina esta mujer mayor, pidiendo un día entero con Dice a cambio de su alma o de otro trabajo que el Diablo requiriese.
“Te recuerdo… es cierto, quisiste hacer un contrato conmigo, pero me negué… ¿recuerda porque negué su petición?”
La anciana sonrió, jamás olvidaría ese día, pues ella se fue con una sonrisa y una calidez en su corazón al ver el genuino amor que el Rey del Inferno tenía por King Dice.
“Cómo olvidarlo… aún recuerdo sus palabras: No puedo entregarte a mi esposo, él es mi tesoro más preciado, jamás lo entregaría por nada, ni por el reino de los cielos o todas las almas de Inkwell,” dijo la anciana sonriendo.
Cuphead entrecerró los ojos y su fuerte instinto le dijo que sus padres adoptivos estarían acaramelados en segundos.
Cuando miro al señor King Dice, él saco la lengua en repulsión al ver que los corazones rosados volaban de su cabeza cuadrada, cautivado por lo que Lavern acababa de afirmar e ignorando a las enfermeras, las cuales, también lucían conmovidas por esa frase.
Sin dudarlo y sin importarle la presencia de los demás, King Dice beso al Diablo con mucho cariño.
Cuphead no pudo tolerar la pena y la escena.
“¡Señora Lavern! ¡Deténgalos!” dijo Cuphead mientras reposaba su cara en las piernas de la anciana.
Ella termino por carcajearse hasta contagiar a los demás.
En esos segundos, en un lugar en donde la tristeza y alegría se contrarrestaban, el pequeño grupo se carcajeaba y escogían reír, escogían seguir adelante a pesar de lo malo, a pesar del miedo a lo desconocido y sin importar la opinión ajena.
¡Vaya momento lleno de amor!
¡De descubrimiento!
Fueron emociones que movieron a Dice a corresponder a la anciana por traer ese lindo regalo, así que pensó en una mejor manera que dar su alma por un día entero con él. Al menos haría la velada agradable.
“Le cantare una canción… la que usted guste señora… sólo dígale a este humilde cantante cuál es la que desea…”
La mujer sonrió con mucho gusto y se recostó en la cama con mayor comodidad. Pensó por unos segundos hasta que recordó una que amaba de principio a fin, una que el señor King Dice solía cantar en sus tiempos de juventud.
Ella le hizo señales para que se acercara y le dijo la canción en el oído, como si de un secreto se tratase.
Dice sonrió con mucho cariño y feliz de su elección. Después, saco sus cartas de póker y estas crecieron del tamaño un joyero.
Lo curioso es que tenían a la mano instrumentos musicales, más que listos para empezar un concierto.
Los doctores y enfermeras, desde una buena distancia y con una sonrisa más que permisiva, miraban a Dice poniéndose en posición y listo para cantar.
El Diablo se sentó en la cama de Cuphead con los pies cruzados y el infante, con toda la familiaridad del mundo, se sentó en su regazo para admirar el espectáculo.
El Diablo sólo rolo los ojos y se concentró en su esposo. Quien ya brillaba con ese esplendor cautivante, capaz de disminuir la tristeza y las preocupaciones.
La música sonó y Dice, en unos movimientos de baile, tomo la malo de Lavern para besarla con mucha caballerosidad, sacándole risas a la anciana, quien ya estaba más que emocionada por ver el show.
Después de besarla, Dice empezó con su bello canto, con una hermosa melodía que viajaba en notas de color rosa por todas las habitaciones.
Folks, I’m goin’ down to St. James Infirmary,
See my baby there;
She’s stretched out on a long, white table,
She’s so sweet, so cold, so fair.
Let her go, let her go, God bless her,
Wherever she may be,
She will search this wide world over,
But she’ll never find another sweet man like me.
Now, when I die, bury me in my straight-leg britches,
Put on a box-back coat and a stetson hat,
Put a twenty-dollar gold piece on my watch chain,
So you can let all the boys know I died standing pat.
Todos en el hospital, pacientes, familiares y personal médico, sonreían al escuchar esa voz angelical, esa voz que en su canto parecía darles un apoyo, un abrazo de consuelo y un color hermoso que opacaba al gris y azul que el hospital representaba.
Cuphead, quien se había acurrucado en el regazo de papá Diablo, cerro los ojos y dejo que el canto de King Dice le arrullara. Y lo increíble de su padre adoptivo, era que a pesar de que pensara en su dolor y culpa, sentía una cálida ola envolver su corazón. Era como esa misma sensación tan agradable y llena de cariño que sentía cada vez que King Dice le besaba en las noches antes de dormir, cada vez que lo arropaba con sus brazos mientras dormían, cada vez que se hincaba y les secaba las lágrimas mientras les aseguraba que todo estaría bien o cuando les tarareaba las mismas canciones de cuna que su abuelo.
An’ give me six crap shooting pall bearers,
Let a chorus girl sing me a song.
Put a red hot jazz band at the top of my head
So we can raise Hallelujah as we go along.
Folks, now that you have heard my story,
Say, boy, hand me over another shot of that booze;
If anyone should ask you,
Tell ‘em I’ve got those St. James Infirmary blues.
Cuphead no quería perder ese cariño, no quería perder ese apoyo, no quería ser odiado, no quería estar solo.
Por eso llego a una decisión, y esa era no decir nada de lo que Hilda Berg había comentado. No tenia sentido preocuparlos o desatar un desastre mucho más complicado.
En esa nube oscura de pensamientos y con la más mínima fuerza de abrir un ojo, Cuphead vio a su padre adoptivo listo para cantar un par más de canciones a petición de todos.
El infante decidió ir al mundo del sueño. No obstante, y a pesar de sus pensamientos corriendo a todos lados, el niño entendió algo: había esperanza.
Él tenía a su hermano, tenía al señor King Dice y, por supuesto, a papá Diablo cuidándolo. Y mientras sentía esos pedazos de amor y preocupación de ellos, había esperanza en que sus días no se llenasen de tristeza o culpa.
Eso quería creer.
Notes:
¡Gracias por leer! ¡Nos vemos en la proxima!
¡Proximo capi el final de este dilema y la lista de pecadores!
Espero hacerlos llorar XD
Chapter 7
Summary:
Nuestras tacitas tienen poderes :Y
Y Mugman dio spoilers del final de esta obra XD
Notes:
¡Perdonen la demora! 1:53 am... pero por fin lo logre! El trabajo ha sido un tirano conmigo. Mi idea eran dos capis, pero sólo alcance a subir este, pero estoy trabajando en el que sigue, asi como otros projectos que tengo pendientes.
¡Espero les guste!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Mugman miraba el local de Saltbaker con algo de melancolía.
En otras situaciones, estaría gritando de la emoción, sería el primero en correr a la tienda para buscar los mejores postres y tomar en sus manos los bocaditos de regalo de la vitrina.
Pero, no se sentía con ánimos.
Extrañaba a su abuelo, quería que su hermano estuviera a su lado y se sentía tan mal consigo mismo por no hacer más por aquellos que amaba.
Pirouletta noto su ánimo y acelero un poco el paso para llegar y abrir la puerta del local.
Una vez dentro, Mugman miro boquiabierto a los peculiares clientes.
Todos eran diablillos o demonios.
Algunos volaban con sus charolas llenas de piezas de pan o pastelillos, otros estaban pagándole al chef y algunos utensilios de cocina se encontraban ayudando a empacar el pan.
Al caminar más al interior, muchos demonios saludaron a Piruoletta y Minnie. Y al fondo, Mugman pudo notar al señor Secuas cargar seis cajas llenas de donas. Por el aroma, el azulito pudo notar que tenía los mejores sabores en ellas.
“¡Hola Mugman!” saludo el demonio rechoncho, sus alas aleteaban de emoción y su voz era una melodiosa, llena de alegría y apoyo que sería una grosería no sonreír ante tanta cortesía.
“Lamento que no pudiera cuidarlos,” dijo Secuas, pues sintió que el silencio del pequeño se debía a algún reclamo. “Hoy cubriré el show del señor King Dice y tengo listas sus mejores frases y canciones, ¡incluso me dejara usar su traje de presentación! Espero mi presentación les guste…”
“Le va a ir muy bien señor Secuas…” continuo Minnie llena de confianza. “Lo vi en un sueño… de hecho, va recibir un ramo de flores, aunque su pie estará colgando de algo…”
Aquello hizo que Secuas aleteara de felicidad y aplaudiera de la emoción, sin prestarle atención a los últimos detalles del sueño.
Mugman, quien tenía unos reflejos de tigre, atrapo la caja de las rosquillas para dárselas. El demonio purpura le dio unas palmaditas de agradecimiento y se fue de prisa al casino, dejando al trio por su cuenta en la tienda.
Minnie no quiso perder el tiempo y la posibilidad de no conseguir sus postres rellenos de frambuesa, por lo que tomo la bandeja y pinzas más cercanas para ponerse a escoger.
Pirouletta, quien sostenía la mano de Mugman, lo acompaño para que escogiera unos postres.
Muchos en otra situación estarían indecisos por cuáles tomar. Saltbaker tenía tantos postres, cada uno hermoso, con decoraciones exquisitas y aroma delicioso, que era un crimen el escoger sólo uno o irte con las manos vacías.
Pero no era el caso de Mugman.
El pequeño, aún con su sorbete algo caído y desanimado, no tenía muchas ganas de pensar en cual sería la elección perfecta. Sin meditarlo mucho, tomo un pequeño cupcake de chocolate y unas donas con polvo de canela, las favoritas de su hermano. Tal vez, cuando saliese del hospital, lo dejarían comer algunos postres.
Él pensó tanto en esos escenarios, que brinco de susto al escuchar el aplaudir y sonar de una campana muy escandalosa por parte de un cubo de azúcar enorme, una caja llena de fresas y unos utensilios de cocina.
Miro a todos lados y se dio cuenta que Pirouletta se reía un poco mientras le pagaba al chef.
Todos los diablillos voltearon a verlos y, en sus aplausos, felicitaban a Mugman.
“¡Que afortunado eres!”
“Que mala suerte, ¡yo siempre quise ganar ese premio!
“¡Felicidades niño taza!”
Mugman miraba a todos lados y no pudo evitar un sonrojo por todos los aplausos, comentarios y sonrisas de cada uno.
En ese escándalo, el chef Saltbaker aclaro todo el asunto.
“¡Felicidades Mugman! ¡Eres mi cliente numero 100! ¡Puedes venir por un postre gratis todo el año!”
Los ojos del infante brillaron con mucha ilusión y una risita se le escapo al recibir un pin dorado en forma de pastel como señal de su deliciosa fortuna.
El pequeño había olvidado esa tradición por parte del mejor chef de Inkwell. Por cada cien clientes, él le daba un premio y un pin especial en forma de pay. Le habían pasado tantas cosas, que nunca se imaginó que tendría tan buena suerte.
Mugman rio y tomo el pin para ponérselo en el suéter.
“¡Muchas gracias chef Saltbaker!”
Mugman, sintiendo ánimos y aprovechando el postre gratis, escogió una rebanada de pay de fresa, otro de los postres favoritos de su hermano.
Además de agradecerle de todo corazón, en el infante se estaba formando una duda que no podía dejar pasar. Y ese era el hecho de ver a tantos clientes demoniacos en el lugar.
Era un tanto extraño por así decirlo, pues no todos los locales les autorizaban la entrada, es más, estaba estrictamente prohibido que deambularan en las calles o entraran a las tiendas.
Mugman no aguanto su curiosidad y le hizo una pregunta.
“Chef Saltbaker… ¿Por qué admite demonios?”
El panadero puso sus brazos en su cintura y sonrió.
“Estos pequeñines, lo creas o no, salvaron mi local y mi vida hace muchos años… Durante la guerra contra los soldados, yo y mis utensilios pensamos que sería nuestro fin, pero todo un ejército de demonios nos salvó… Si no fuera por ellos, no estaríamos aquí…”
Mugman suspiro de sorpresa y sonrió un poco al recordar las heroicas hazañas de su padre adoptivo.
“Además, sé lo que se siente que a veces las personas no te acepten… Cuando mi familia emigro aquí, no fuimos muy bien recibidos al principio… creo que quiero dar mi pequeño grano de arena a aquellos que no son aceptados por ser diferentes… Es por eso que dedico un horario especial para recibir a los demonios que deseen mis maravillosos postres…” dijo para después darle un guiño.
La platica hubiera seguido, pero el trabajo y los demonios mostrando el dinero para que les cobrase no se detenían.
Mientras el trio se iba del lugar, el corazón de Saltbaker brinco de alivio al saber que animo a la pobre criatura.
Aunque era deshonesto hacer trampa, sabía que algo capaz de animar el corazón no era del tofo malvado. Es por eso que dejo a Mugman ganar esta tradición a pesar de que no era su turno todavía.
Sus pequeños asistentes lo miraron con una sonrisa y no le dieron reprimendas al hacer trampa, ya que cada uno de ellos sabía que, a veces en la vida, darle un poco de dulzura a alguien en su momento más oscuro, carecía de malicia.
***
La señorita Pirouletta vivía en la zona central de la tercera isla.
Consistía en una torre de apartamentos propiedad de la más famosa abeja reina de todo Inkwell: Honeybottons.
La vivienda tenía una hermosa vista al mar y podía escucharse a las gaviotas y el oleaje del mar con claridad. Curiosamente, podía ver la casa de Cora desde la ventana, así como el restaurante de mariscos de su padre.
A su hermano Cuphead le hubiese gustado estar aquí. Pero aquello no era todo, Mugman sentía una calidez con el interior del hogar.
Era extraño, pero algo en la señorita Pirouletta le había sentir como en casa. Era como sentir nostalgia por algo que vivió hace mucho, como si ella fuera un pariente muy lejano que no veía desde hace años.
No sabía cómo explicarlo y no le dio mucha importancia más adelante, pues estaba maravillado con las exquisitas decoraciones del interior.
La pared tenía un tapiz decorado con tulipanes, los muebles de madera tenían un hermoso color entre el chocolate y vino y el aroma del interior era uno frutal.
Su hogar le recordaba a los veranos. A esos días cuando estaban en la playa con su hermano y abuelo hasta la llegada del atardecer.
“Pequeña… ¿Por qué no llevas a Mugman a la habitación? Yo estaré preparando la cena… tardare un buen rato.”
Minnie, quien se había transformado en su forma de demonio en un sólo puff, asintió con seriedad y tomo la mano de Mugman.
Él se dejó guiar sin ninguna protesta hasta la habitación cuyas camas eran unas literas.
Tenía la pista de que la señorita Pirouletta cuidaba de más pequeños, ya que la habitación lucia infantil, incluso el tapiz era similar a la habitación de un infante. De hecho, había un baúl lleno de juguetes y una radio también.
Minnie tuvo la gentileza de dejarle decidir la litera, pero Mugman deseo la cama de abajo.
La demonio, aún notando su tristeza, lo dejo ser y voló a la cama superior, pues quería acomodar algunas cobijas. En ese momento, la radio comenzó a reproducir una canción que hablaba del ser amado, de ese anhelo de estar a su lado. Desafortunadamente, la melodía y la letra sólo causaban en Mugman que sus ojos se humedecieran mientras trataba de acostarse.
I am dreaming Dear of you,
day by day.
Dreaming when the skies are blue,
When they're gray;
When the silv'ry moonlight gleams,
Still I wander on in dreams,
In a land of love, it seems,
Just with you.
Let me call you "Sweetheart,"
I'm in love with you.
Let me hear you whisper
that you love me too.
Keep the love-light glowing
in your eyes so true.
Let me call you "Sweetheart,"
I'm in love with you.
Cerro sus labios con toda su fuerza e incluso se mordió el labio para no abrirla, pues sabría que, al hacerlo, se le saldría su balbuceo por el llanto y alertaría a su amable cuidadora y a Minnie. Aguanto lo más que pudo y dejo que las cálidas lagrimas recorrieran su rostro y que el dolor en su pecho lo torturara.
Aun así, sus quejidos y bocanadas de aire, fueron escuchadas por la demonio. Ella bajo la cabeza de la litera y miro al infante acurrucado.
Sus orejas cayeron en desanimo y por ver el dolor como humo alrededor de Mugman. Trato de idear algo para animarlo, miro a todos lados de la habitación con el fin de encontrar algo que le ayudase.
En su búsqueda, algo capto su atención, y eso fue el espejo del tocador. La posición de éste daba directo en el chico taza. Pero ella se quedó con la boca abierta al ver que el reflejo no era de Mugman.
Era otra persona o, más bien, otro infante.
Minnie voló silenciosamente, sin que él se diera cuenta, hasta el tocador para mirar el reflejo.
Se dio cuenta que se trataba de una niña de vestido rosado y guantes amarillos. Se quedo más en shock al ver que la pequeña tenía una cabeza de dado, igual que la Reina del Infierno.
Minnie volteaba a ver a Mugman y veía al chico taza aún hundido en su miseria, pero, al ver el reflejo, veía a la niña dado de nuevo.
“Mugman…” llamo la demonio sin dejar de mirar el reflejo.
Ante el llamado, Mugman volteo en esa dirección y Minnie logro ver el rostro de la niña, con unos ojos enormes, azules e inocentes. Sin duda, ella era el vivo retrato del señor King Dice.
Si el rey y la reina del infierno tuviesen una niña, se vería como la pequeña del reflejo.
Pero, ¿Por qué pasaba eso?
Es cierto que los espejos siempre mostraban la verdad. Como su profesor Estricto decía, éstos eran objetos muy honestos y nunca mentían.
Algo era muy sospechoso de esto. Miro a Mugman con extrañeza y después al reflejo, notando con decepción que el reflejo ya mostraba al chico taza de nuevo.
¿Lo habrá imaginado?
“Perdón…” dijo mientras se secaba las lágrimas en vergüenza.
“Está bien sentirse mal Mugman… No te tienes porque disculpar… tu hermano está en el hospital, estas asustado… puedo sentirlo…”
Mugman se sintió impresionado por el comentario; y más porque irónicamente provenía de una demonio. Por un segundo pensó que ella se sentiría fastidiada por su actitud.
No quería incomodarla, no quería hacerle pasar un mal rato a la demonio que podía leer el futuro.
En ese momento, las lágrimas se detuvieron y su sorbete reflejo un signo de admiración.
Minnie mostro sus ojos como platos blancos como reacción.
“¡Minnie! ¡Tú puedes leer el futuro! ¡¿Verdad?!”
La pequeña entendió de inmediato a donde iba su comentario y sabía que sus próximas palabras la convertirían en la villana.
“Sueño con el futuro… pero… los sueños vienen a mi… no puedo asegurarte que cuando duerma sueñe con tu hermano…” dijo con seriedad, pero tratando de demostrar un rostro compasivo.
En ese momento, el aura del chico se mostró más triste y desesperada.
“¿Y si mi hermano me deja solo?... No puedo estar solo… No quiero que me deje solo…” dijo en un intento fallido por detener su llanto.
“Mugman…”
Ella miro al niño llorar sin control, con un llanto desgarrador y con mucho sentimiento.
Minnie… sintió algo… Algo que nunca había sentido antes, algo capaz de hacerle un nudo en la garganta.
No le gustaba ver al chico taza en ese estado.
Podría ignorarlo, mirar a otro lado, cambiarse de habitación, pero no estaba bien.
Extraño de un demonio el decirlo, pero la camaradería estaba muy fuerte en sus congenies. Mugman no era como ella o sus padres, los dos no compartían ningún lazo, pero fue de los pocos que tuvo un gesto de nobleza hacia su persona cuando le tumbaron sus libros en la escuela.
Le debía al mortal.
Sin dudarlo, fue a la pila de sus libros cerca del tocador. Fue ahí cuando recordó algo que podría ayudarle. Era muy riesgoso ya que sólo lo hizo una vez y tuvo un fuerte regaño, pero, si llevará al azulito ahí, le ayudaría como experimento también.
Además, era su deber como una de las mejores demonios de su edad, tenía que practicar con ese don que pocos conocían y ayudar al reinado del Rey del Infierno.
Cuando ella nació y se descubrió su propio don, el mismo Diablo decía que de haber sabido el futuro antes, su amado King Dice no hubiera sufrido tanto.
Sí, esto no le traería problemas. Además, debía practicar.
“Sí hay una manera de saber el futuro… pero… es muy arriesgada…”
“¡Hare lo que sea!”
Minnie sólo mantuvo su seriedad, después sonrió de lado y le asintió a Mugman.
Sin perder más tiempo, fue a la puerta y espió por la esquina para asegurarse de que su cuidadora no los interrumpiese. Ella cocinaría un delicioso festín, así que le tomaría un buen rato ya que las perfecciones nunca eran rápidas.
Era una fortuna que este hechizo era muy rápido. Sin moros en la costa, Minnie cerró la puerta con seguro y encendió las luces con un chasquido de dedos.
“Muy bien… puedo hacer un hechizo… es peligroso, pero mientras sigas mis reglas, todo estará bien, ¿de acuerdo?”
Mugman se secó las lágrimas y se sentó a su lado.
Para ese momento, ella ya traía consigo un libro muy viejo.
“Puedo enviarte al futuro… podrás investigar y aclarar tus dudas… déjame hacer un pentagrama…”
La demonio se concentró y empezó a mover el dedo índice; de éste salía un brillo dorado que mantenía la silueta del dibujo en el aire. Sin embargo, el primer pentagrama que formo con los dedos hizo sacar un espantasuegras que, además de ruidoso, le escupía confeti. Intento de nuevo y éste le aventó helado de pistache en la cara. Aun con la nieve en el rostro y molesta por los fracasos, ella hizo un tercer intento y de éste salió un pescado vivo, que fue saltando poco a poco hasta salir por la ventana.
Los niños escucharon el escándalo de afuera y vieron desde el tercer piso como el pescado causaba tránsito y choques en los carros. Él golpeaba con la cola a las personas y, en su último salto para dirigirse a la costa, le dio varios coletazos en la cara a un pobre señor cabra que pasaba.
“¡Infiernos! ¡¿Por qué no funciona?! ¡Ya lo había hecho antes!”
La pobre tiro el libro cerca de Mugman y se fue al baño del cuarto para limpiarse la cara. Refunfuñaba entre dientes por la humillación de sus propios fracasos.
Mugsy, ganándole la curiosidad, miro la página del libro que Minnie había usado.
Miro como si fuera un instructivo de imágenes, paso por paso para dibujar el pentagrama en el aire.
"¡No sé cómo pudo salir mal! ¡Rayos tardare una eternidad en quitarme este olor a pistache!” La pequeña refunfuñaba por su miseria y mala suerte, mientras que la taza imitaba con su dedo cada movimiento del instructivo.
El paso final le ordenaba hacer cada movimiento sin pausa y siguiendo el orden.
Saco su lengua, cerro un ojo para mayor precisión y, después de hacerlo al mismo tiempo, no paso nada. Mugsy incluso miro en todos los ángulos y, aun así, nada. Pero de repente una ráfaga de viento empujo a ambos niños, mostrando una luz de color azul, muy pequeña y del tamaño de una luciérnaga.
“¿Cómo lo hiciste?... No es posible… ¡Eres un mortal! ¡Tú no puedes hacer eso!... Hiciste que el hechizo funcionara…”
Minnie escaneaba la mano del chico, se atrevió a quitarle el guante y mirar la palma de la mano.
Pero no detectaba nada.
Ahora se sentía aterrada.
¿Los mortales podían hacer conjuros de este nivel?
“Yo… solo hice lo que el libro decía…” dijo con temor y mientras chocaba la punta de ambos dedos índices entre ellos.
La demonio miro el libro y le pido a Mugman que volviera a hacerlo paso por paso, fue ahí cuando Minnie se dio cuenta de que ella doblo los dedos de manera incorrecta.
Al hacer el movimiento correcto, ella sujeto la luz de color carmesí y la coloco en el suelo. En ésta se reflejó un pentagrama en el suelo. De él se emanaba un brillo dorado y pequeños destellos similares a las estrellas.
“Esto te enviará al futuro, no sé en qué año, pero estoy segura que será tiempo después de este presente, al menos sabrás si tu hermano está bien…”
Los ojos de Mugman brillaron hasta el punto de que el brillo del hechizo se reflejara en sus ojos tan inocentes. Desafortunadamente, esa pequeña voz de la razón transformada en miedo le susurraba en el oído.
“Pero… ¿y si me quedo atrapado?”
Minnie negó con la cabeza y saco una bolsita con caramelos, después, puso una pequeña canica de color carmesí adentro.
“No te preocupes, al Padre Tiempo nunca le ha gustado mezclar dulces con canicas. El mismo tiempo sabe que tu no perteneces a esa época, incluso si no tuvieras mis poderes y te quedaras ahí, el tiempo te traería a tu época original… Además, lo más probable es que aparezcas en el casino… o el infierno… mi poder sólo se manifiesta si yo estoy en la zona… bien, mi futuro yo… muy bien, debes recordar algo importante.”
Mugman se puso listo, sus manos seguían en frente de él con algo de temor, pero no podía detenerse, debía asegurarse que su hermano estuviese bien.
“Estas son las reglas…” dijo con seriedad y mostrando los dedos al contar cada regla. “Número uno: tendrás cinco minutos en esa época… Número dos: sólo observa e investiga, pero jamás dejes que te vean, no hables con nadie, no les digas quién eres… si es posible que no te vean, mejor… ¡Oh! toma este reloj de bolsillo, te ayudara a contar los cinco minutos…”
Mugman repitió las reglas con exactitud y le asintió con mucha decisión.
Después, le ordeno que entrara al pentagrama.
La demonio le sonrió y se despidió con la mano.
“No pasa nad…”
De repente, Mugman sentía como una corriente o rio hecho de arena algo dorada, lo llevaba como una resbaladilla a un camino hecho de arena. Aunque intentara luchar con la corriente, ésta lo llevaba hasta un espejo. Al mirar a distintos lados, se percató como algunas corrientes de arena se dirigían a distintos espejos o cristales que parecían rotos.
Se podían ver movimiento, partes del casino y algunas cuevas que el pobre infante no reconocía.
El río de arena lo llevo lentamente a un espejo con marco dorado y destellos. Al entrar, Mugman sintió como caía en un lugar suave, como si su trasero hubiese sido amortiguado por almohadas o muñecos de felpa.
Quedó boquiabierto al ver que el lugar en el que se encontraba parecía una guardería. Ahí había juguetes, libros, pequeñas camas e incluso pudo oler galletas de chocolate y cocoa caliente. Se acerco a esa mesa y quiso darles un mordisco, pero una Minnie diminuta le dio un golpe en la cabeza y le repitió las reglas.
Miro a todos lados y trato de ser lo más silencioso posible, pero no podía notar algo que le diera una pista.
Se rasco la mejilla y se sintió tonto al ver que este plan, por más increíble que sonase, tenía muchos agujeros. Por fortuna, miro una ventana que estaba al lado de una cuna.
¡Eso es! Pensó el pobre niño. Si veía el exterior, le daría una idea de donde se encontraba.
Al acercarse, se percató de que era en efecto el casino, pero, algo no estaba bien, el hogar de papá Diablo ya no estaba en el interior de la cueva, de hecho, podía ver los pájaros, la ciudad y su isla natal a lo lejos, así como el sonido del mar y el chocar de las olas.
Se quedo mirando cada pequeño detalle, que no se dio cuenta de que alguien o algo le estaba tocando la manga de suéter.
Un escalofrió lo rodeo y uso todas sus fuerzas para no gritar, después, volteo a ver.
En la cuna había un pequeño bebé cuya raza él no podía identificar. Su pelaje era uno de color crema, pero de un tono muy bajo, tenía dos orejas caídas por sus mejillas y sus adorables ojos eran de color esmeralda. Finalmente, tenía puesto un pijama color azul cielo.
El bebé, que no podía articular palabras, sólo balbuceo y alzaba las manos en dirección de Mugman.
El azulito se alejó de la cuna, pero jamás se percató de una pelota chillona en el suelo.
Aquel sonido fue su sentencia. Pues en sólo segundos, las dos grandes puertas se abrieron de par en par, revelando lo que Mugman pensó sería una criatura enorme, un adulto o algo peor.
Pero en su lugar, apareció una pequeña criatura, de pelaje gris y sosteniendo un conejo de peluche. Al verlo bien, se dio cuenta que era un bebé demonio, sus cuernos blancos eran pequeños y su cola se meneaba de la emoción. En cuanto a facciones, sus ojos parecían adormilados y tenía pecas de color purpura, curiosamente con el patrón que encontrarías en un dado. Como único atuendo, vestía un moño grande de color purpura.
“¡Mogu! ¡Mogu!” el demonio dijo mientras extendía los brazos para abrazarlo con mucho cariño.
La pobre taza incluso alzo los brazos para no tocarlo, aunque ya a estas alturas consideraba que el ser tocado por alguien ya contaba como el rompimiento de una de las reglas.
El demonio, de forma muy adorable, restregaba su mejilla en el estómago de Mugman mientras meneaba la cola con más ánimo. Después, tomo a su conejo con una garra y con la otra tomo la mano de Mugman para guiarlo a un baúl de juguetes.
Mientras caminaban, Mugman miraba al bebé de la cuna, quien estaba ya sentado y sin perderlos de vista.
Esto era muy peligroso y para su mala suerte, por más que Mugman trataba de detenerlo, el demonio no lo soltaba.
Se dejo guiar y tomó juguete tras juguete, así como muñecos y cuadernos de dibujo que el pequeño demonio sacaba del baúl.
La taza sentía que el pequeño demonio quería jugar con él.
“Perdon… umm… no puedo jugar contigo…”
Las orejas del demonio solo cayeron un poco y su mirada era confusa, después de un momento, volvió a sonreír y a acercarle los juguetes.
Mugman miro el reloj de bolsillo y se dio cuenta que su tiempo estaba por terminarse. Y el peor de los casos es que no había obtenido ninguna información.
¡Ni siquiera sabía que año era!
¡Tenía que acelerar las cosas! Por lo tanto, agarro el cuaderno y comenzó a dibujar un retrato lo más parecido a Cuphead.
“Mira… lo has visto… ¿sabes si él está bien?”
El demonio miro el dibujo y paso su garra por la imagen, después, sus ojos se volvieron serios y empezó a fruncir el ceño. Y, sin imaginárselo, el demonio escupió fuego a la imagen de forma furiosa.
Los ojos de Mugman se achicaron al presenciar ese acto.
¿Por qué el demonio hizo eso?
Acaso, ¿su hermano hizo algo tan malvado para ocasionarle esa reacción al infante?
El niño al final, cambio su enojo a una sonrisa al tocar la mano de Mugman y guiarla al pequeño rincón de juegos de la habitación. Le dio un peluche en forma de oso y entre balbuceos y algunas palabras que cualquier pequeño pudiese decir a esa edad, el demonio pareció imitar una conversación mientras movía su conejo de peluche, después, miraba sonriendo a Mugman, en espera de que él continuara.
“Perdón… eres muy amable… pero no puedo jugar, tengo que saber que le paso a Cuphead.”
La sola frase y el hecho de que la tacita no continuaba el juego, causaron que los labios del demonio formaran una “n” y que sus lindos ojos se llenasen de lágrimas de color entre el rosa y el rojo.
En segundos, el demonio pego un grito en señal de llanto mientras abrazaba a su muñeco. Grito que haría que más adultos vinieran y lo descubrieran.
Mugman trato de callarlo, pero al escuchar más pasos, el corrió a una cama y se escondió debajo de ella.
Al mirar a la puerta, miro que otro infante la abría.
Era una niña.
Su piel era blanca como la porcelana y tenía un vestido de color purpura muy hermoso, con bordados muy realistas de tulipanes. Este era de manga corta y le llegaba arriba de las rodillas. Finalmente, usaba dos guantes de color amarillo. Sin embargo, no podía verle la cabeza, sólo del cuello para abajo.
Al acercarse al demonio que lloraba, ella le acerco las manos para secarle las lágrimas y tranquilizarlo.
“Mogu…” dijo con tristeza mientras le señalaba debajo de la cama.
Después, la niña camino hasta el frente de la cama y se agacho.
Mugman se quedó boquiabierto al ver el rostro de la niña.
Su cabeza era la de un dado, se atrevería a decir que se parecía mucho al señor King Dice, pero sus ojos, eran de un dorado muy intenso. Era como esa intensa mirada única de su querido papá Diablo.
Cuando ella metió la mano debajo de la cama para sacarlo, un puff y una nube de humo oscuro aparecieron.
La pequeña niña salió de la cama entre tosidos erráticos.
Sonido que alarmo al ser más poderoso del casino.
En una llamarada de fuego, el Diablo apareció con su tridente en mano, después, se hincaría en frente de la pequeña para tocarle las mejillas y darle palmadas en la espalda para calmar su tos.
“Laila… cariño ¿qué pasó?... ¿Por qué tosías?”
La pequeña jalo la garra del adulto y le señalo algo debajo de la cama.
Cuando el Diablo miro, sólo noto algo de polvo y algunos zapatos y juguetes debajo de la cama.
“Princesa, aquí no hay nada…” dijo con un tono lleno de cariño, que muchos quedarían boquiabiertos al escucharlo, pues él era una figura que emanaba peligro y miedo.
Pero aquí estaba, siendo el padre amoroso de tres niños de su carne y sangre.
Cuando miro a su hijo mayor, él noto su rio de lágrimas. El Diablo decidió cambiar su tristeza por alegría con la ayuda de una lluvia de besos.
“Simon… eres el mayor de los tres, pero Laila siempre esta ahí para ayudarte…” el Diablo hizo una mueca graciosa y saco su lengua para hacer reír a su hijo. Cuando el pequeño demonio se carcajeo, el Diablo le dio un último beso en su frente. “… Te dejo un momento y ya lloras… eres igual de llorón que tu hermano mayor…” dijo con amor.
“¿Mogu?” pregunto Simon con curiosidad.
“Si… Mogu… él se alegrara de verte… ¡Pero! No olvidemos a su hermano menor… Ahora estamos listos.” Dijo mientras cargaba al bebé de la cuna para darle un beso en la frente y carcajearse al escuchar las risas de su hijo más pequeño.
Miro el escenario y vio a sus dos pequeños sujetarle una pierna de cada lado mientras le sonreían.
“Vengan… debemos ir al cementerio, sus hermanotes y papá nos están esperando allá…”
Los infantes sonrieron y brincaron encima del Diablo para que los cargara también como al bebé, olvidando por completo la pequeña interrupción.
Era una fortuna que el Rey del Infierno podía hacer aparecer brazos extras, pues ocupo dos más para cargar a sus hijos más queridos.
El rey del Infierno entre carcajadas, cargo a sus dos niños, uno en cada mano y, una vez que el tridente levitara hasta su mano, padre e hijos desaparecieron del cuarto de juegos.
Mientras tanto, en el pasado de esta historia, un triste Mugman miraba a Minnie con la cara más larga y pálida de todas.
“¿Encontraste lo que buscabas?”
El pobre Mugman, con el rostro más triste de todos, negó en respuesta.
“Uhhhh… Diablos… Bien, ¿quieres otro intento?… Tal vez este funcione…”
Mugman movió su cuerpo en el pentagrama de nuevo y le asintió a Minnie para que diera inicio a este intento.
La demonio dio un aplauso y se froto las palmas. Después, Mugman viajo en la misma corriente de arena y fue enviado a otro espejo. Al atravesarlo, su cuerpo apareció era una bella habitación, con una cama hermosa y tocador de madera exquisito en color y belleza. Pero, escucho detrás suyo la voz de alguien más.
“No puede ser… eres tú…” dijo aquella voz.
Mugman volteo y su corazón empezó a latir con rapidez por dos cosas: una era que lo habían descubierto. Que su viaje al futuro, su búsqueda de alguna foto o nota que insinuase el paradero de Cuphead se había arruinado por completo de nuevo. Y, lo segundo, era que ante sus ojos estaba una hermosa novia, lista y a punto de casarse.
Tenía un hermoso vestido blanco, un collar de perlas y unos guantes amarillos que parpadeaban con algo de impresión al verlo. No podía ver de quien se trataba, pero la joven poseía un velo blanco en su rostro.
“¡Perdón! ¡Por favor!... No grite, no le diga a los demás que estoy aquí…” imploro la pobre taza de rodillas y en posición de súplica ante la joven novia.
“Tranquilo Mugsy… todo está bien…puedes confiar en mi… sé porque estás aquí… y sé que no te queda mucho tiempo…” dijo la novia con mucha dulzura.
A Mugman le recordaba a una princesa. Incluso, ella lo levanto y le limpio las lágrimas con un pañuelo, pero el niño no pudo contenerse y termino desahogándose con la extraña.
“Mi hermano… Cuphead… él está en el hospital… nadie me quiere decir que pasa… quiero saber si el está bien… si va a estar conmigo… no quiero perderlo también… no como…” dijo con un tono tan desgarrador, que los guantes amarillos cambiaron su primer gesto de sorpresa, a uno al borde del llanto.
La novia, aun sin quitarse el velo, cargo a Mugman de manera maternal y comenzó a tararearle mientras ponía seguro a la habitación. Después, y sin soltar al niño taza, tomo algo de un librero y lo llevo a la cama.
“Cuphead estará bien… mira esta foto…”
Mugman miro con asombro la imagen de ambos reposando el brazo en los hombros del otro, pero, sobre todo, noto que él lucía un poco más alto que su hermano mayor.
Al ver la fecha, se percató de que era dos años en el futuro.
¡Su hermano estaría bien!
“Gra-Gracias señorita…”
“Mugsy… tengo que decirte algo…”
La novia lo tomo de los hombros y después de tomar una respiración profunda, ella hablo.
“Mugsy…van a pasarte muchas cosas, pero te prometo que por más difícil que se vea, todo saldrá bien… mientras tu y Cuphead estén juntos, todo saldrá bien… también, aunque sé que es muy pronto, King Dice y el Diablo los aman con todo el corazón, confía en ellos… yo lo he visto… vi lo mucho que te aman y lo que están dispuestos a dar por ustedes… ¿me lo prometes?”
Mugman siguió indeciso, pero tampoco quería sonar como una taza malvada frente a la novia que le ayudo.
“Hare lo mejor, se lo agradez…”
Pero un puff y una bomba de humo fue todo lo que se escuchó. Dejando nada a la vista y sin rastro del infante.
La novia puso su mano en su corazón y comenzó a suspirar aliviada, mientras los guantes que llevaba puesto se quitaron de sus manos para caminar y consolarla.
“¡Mugs! ¿Ya estas listo ahí adentro? ¡Todos te están esperando! ¡La ceremonia va a empezar!” dijo una nueva voz, misma que entro a la habitación sin pedir permiso. “Mugsy… hey, ¿estas bien?... ¡No me digas que te está dando un ataque de pánico en tu día especial!”
“Estoy bien Cuphead… Sólo… tenía que arreglar un asunto pendiente de hace tiempo.”
Cuphead parpadeó varias veces, pero, al final, solo sonrió y se encogió de hombros.
Sabiendo que el tiempo era valioso, tomó a su hermano del antebrazo y lo condujo hasta el altar donde se llevaría a cabo la ceremonia.
Fue un momento feliz y único en su familia.
Dondequiera que estuviera su amado Elder Kettle, él esperaba que estuviese vigilándolos ahora mismo. Tuvo que morderse el labio para controlar el llanto. La ausencia de su abuelo todavía era una herida en su corazón, pero el tiempo y su familia siempre estuvieron ahí para ayudarlo.
No podía estar triste ahora. Necesitaba ser la fuerza para su hermanito.
Porque, después de todo lo que habían pasado juntos, ni muerto dejaría de lado a su familia.
***
Mugman estaba aliviado, nervioso, pero muy aliviado.
Había algo muy familiar en esa novia y tenía el presentimiento de que no le estaba mintiendo. Además, sus padres adoptivos nunca han hecho algo que él consideraba incomodo, era todo lo contrario, siempre estaban ahí para ellos. Ambos les ayudaba en su peculiar manera cuando tenían problemas o dudas.
¡Incluso el Diablo fue al hospital también para verlos!
Completamente feliz sobre su descubrimiento y confianza en sus guardianes, Mugman estaba listo para sonreír y agradecer a Minnie por su hechizo, sin embargo, grande fue su sorpresa al darse cuenta que se encontraba en otra área, en una zona que él conocía muy bien.
Frente a él, estaba en uno de los tantos pasillos del casino, justamente el que le llevaba a la habitación de sus padres. Pero, algo estaba distinto, había algo extraño en el ambiente que tenía a Mugman muy alerta.
Y eso no era todo, escucho una voz, casi como si alguien le susurrara algo en el oído.
La voz de un niño pequeño le susurro una petición.
“Hermanote… ayuda a mi mamí y a mi papí…”
Mugman miro por todos lados en busca de esa voz; pero sólo se encontró con la nada y el pasillo decorado.
Sin más, camino con cuidado, con sus manos hechas puños y colocándolos protectoramente en su pecho y estómago.
No comprendía, ¿acaso el hechizo lo regreso al casino en lugar del apartamento?
Mientras más se acercaba a la habitación de papá Diablo y el señor King Dice, un conversación se alcanzaba a escuchar, desafortunadamente, el tono era muy preocupante y lleno de tristeza.
A unos pasos de las enormes puertas, el corazón de Mugman dio una punzada dolorosa al escuchar un llanto desgarrador, lleno de tristeza y dolor.
Ese lamento era inconfundible, en segundos, el infante identifico que el adulto que lloraba era el señor King Dice.
Abrió la puerta sólo un poco para mirar al interior. Lo que noto, fue al joven dado sentado en la cama, tapándose el rostro mientras lloraba inconsolablemente. Pero él no estaba solo, en frente de él, estaba el Diablo abrazándolo.
“¿Qué va a pasar con ellos?” decía King Dice entre sollozos y tosidos.
“Shhhh… ya, ya… estarán bien mi amor… son fuertes… más de lo que imaginas…” contesto el Diablo con mucha compasión y con el mejor animo posible, pero en su tono, Mugman podía detectar que algo no estaba bien.
“¡Me siento tan inútil! ¡Ni siquiera sé por dónde empezar! ¡No tenemos nada para rastrearlos!”
Mugman no entendía la conversación o, tal vez, ¿ellos se enteraron de lo que Minnie hizo?
¿Desapareció por mucho tiempo?
Sólo había una forma de averiguarlo,
Abrió una puerta y se acercó a la pareja.
“Papá Diablo, señor King Dice, yo estoy aquí… ¿Ya trajeron a Cuphead del hospital?”
Ambos adultos voltearon de inmediato y sus rostros se volvieron pálidos, pero después, llenos de alivio.
Como si se tratara de un tesoro recién descubierto, ambos adultos corrieron y saltaron encima de Mugman.
El señor King Dice besaba sus mejillas entre lágrimas y papá Diablo revisaba su cuerpo en búsqueda de alguna herida, para después abrazarlo y frotar su mejilla en la cabeza del infante.
Mugman se ruborizo al sentir esas señales de afecto por el Diablo.
El esperaba esos cariños del señor King Dice, pero no los esperaba del Diablo. Era la primera vez que él se comportaba así a su lado. No sabía que estaba pasando, pero le gustaba mucho el amor y preocupación de los adultos.
Cada palabra que expresaban era de dicha, de alegría por tenerlo cerca y por ver que estaba a salvo.
“¡Mugsy! ¡Estábamos tan asustados! ¡¿Cómo llegaron aquí?! ¡¿Dónde está Cuphead?!”
“¿Qué? ¿Cuphead no está con ustedes en el hospital?”
Ahora estaba preocupado, ¿Qué había pasado entonces? ¿Por qué el hechizo de Minnie lo regreso al casino y no al apartamento?
“Mugsy… ¿De qué hablas? Ustedes dos fueron a…”
“Dice… éste no es nuestro Mugman…” dijo el Diablo con voz severa.
Tanto el infante como el dado miraron confusos al rey.
“Diablo, de qué estás hablando, este es nuestro hijo…”
El Diablo, quien miraba a su pareja con mucha compasión, señalo con su dedo índice a todo su cuerpo del niño en general.
“Es más pequeño… míralo…”
Dice tomo las mejillas del infante y al mirarlo, su rostro se llenó de realización al ver que su esposo no mentía. Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez, pero Mugman puso sus dos manos en el rostro del señor King Dice para secarlas.
El tacto hizo sonreír a Dice un poco.
Después, una nube de humo comenzó a rodear el cuerpo de Mugman como si fuera una serpiente, recorriendo su cuerpo desde la base de los pies hasta llegar a su cabeza, desapareciéndolo de esa línea de tiempo, pues como Minnie decía, al Padre Tiempo no le gustaba mezclar dulces con canicas.
Ambos adultos se hincaron y lo abrazaron como si su vida dependiera de ello.
Mugman no sabía lo que estaba pasando, no entendía el comportamiento de ambos, pero sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir que esta parecía una despedida eterna. Derramo lagrimas por los adultos y apretó la mano de King Dice, quien devolvería el apretón hasta el punto de tomar la tela del guante.
“No, no, no, no, ¡Mugsy! ¡Hijo no nos dejes!” grito King Dice, quien estaba aferrado a una de sus manos.
“Mugman, escúchame… encuéntranos… te amamos hijo… me arrepiento de no haberlo dicho antes, pero los amo, a los dos… ¡Vuelvan con nosotros!” imploro el Diablo.
Antes de que Mugman pudiera decir algo, antes de que pudiera preguntar, el humo revelo a Minnie, quien cambio su rostro a uno preocupado al verlo llorar.
“Mugman… ¿Por qué estas llorando?... No me digas que tu hermano…”
Mugman seco sus lágrimas y se sonó la nariz con una de sus manos. Notando en segundos, que le faltaba el guante izquierdo.
¿Se quedó con sus padres adoptivos?
Estaba tan confundido, que apenas le prestaba atención a Minnie.
“¿Uh? No… umm… este… mi hermano estará bien…vi una foto… pero, el señor King Dice y papá Diablo… ellos… ¡No sé qué paso! Pero, lucían tan tristes y ellos…”
Incluso en su época actual, Mugman aun podía sentir el calor de esos abrazos, de cada beso en la mejilla y, lo que deambulaba más en su mente una y otra vez, las palabras del Diablo afirmando que los amaba.
“No te preocupes Mugsy… mientras el rey y la reina estén juntos, nada los destruirá… tal vez algo triste paso, pero, siempre que estas con alguien que quieres, las cosas malas no se ven tan aterradoras… ¡Y alégrate! Tu hermano estará muy bien…” dijo la demonio tratando de animarlo.
“¿Tu lo crees? Realmente lucían preocupados…”
“Nah, no te preocupes, ellos han vivido peores situaciones… ¿Nunca te leyeron la historia del Rey y la Reina del infierno?”
Con un chasquido de dedos, la demonio hizo aparecer un libro de cuentos. Con bocetos similares a los libros infantiles de su escuela, pero en este, la mayoría de las imágenes eran sobre papá Diablo y el señor King Dice.
“Hagamos un trato… leeremos esta historia juntos después de la cena, si prometes ya no preocuparte,”
Mugman sonrió al entender los intentos de Minnie por ayudarle, incluso este hechizo fue un intento por hacerle sentir mejor.
Ella era alguien sensacional.
“¿Hay romance?” dijo con una risita tímida.
“De principio a fin… pero… hay partes que te harán llorar… sé que no quiero que te pongas mal, pero prefiero verte llorar por un libro que por otra cosa.”
Mugman se rio un poco y le asintió.
Sin duda, tenía que darle algo especial por tanto apoyo. Incluso pensaba en un pay de fresa o tal vez un buen juguete.
Tal vez Minnie tenía razón, además, sus padres adoptivos fueron de los protectores que salvaron a Inkwell, tal vez ya habían encontrado una solución y él estaba preocupándose por nada.
Si, eso es lo que debió pasar. Además, era de sus padres de los que estaban hablando y, no sólo eso, en Mugman quedo grabado muy bien lo que ambos le pidieron. De una u otra forma, él no se alejaría de ellos.
Al final, su propio corazón estaba contento al lado de los adultos y sabía que su hermano mayor también sentía lo mismo.
Por más emocionado que estaba por la historia, su cuidadora les toco la puerta para avisarles que la cena estaba lista. Al abrirle la puerta, los niños detectaron un aroma exquisito detrás de ella.
El estómago de Mugman gruño en reacción.
¡Se moría de hambre!
Al dirigirse al comedor, nadie pudo notar que eran observados desde otro edificio. Ninguno noto que había un ser un tanto similar al rey del infierno, mismo tono de pelaje y con una túnica que le cubría por completo, pero con un rostro más sereno y algo cansado por tantos milenios. Él cargaba una hoz a su lado y sonrió al ver a la pequeña taza de mejor humor.
A su lado, una mariposa poso en su dedo.
“Descuida, la pequeña cometió un crimen, pero, puede solucionarse… hablare con Estricto…” dijo el sujeto mientras el silencio del lugar era su respuesta. Pero en realidad, el Dios de toda la creación y mortalidad le hablaba.
“¿La taza? No, no es peligrosa… padre… lo tengo bajo control… sabíamos que esto podría pasar… Si algo pasa, me castigaras a mi… ese fue nuestro acuerdo…”
La mariposa dejo de posarse en su dedo y comenzó a volar a unos centímetros de su rostro, como si le hablara cara a cara. Pero, el tono de voz fue severo y en advertencia, hasta el punto de que, si un mortal estuviese cerca, lo hubiera escuchado.
“Azrael… lo que has hecho podría condenar a las almas que trajiste de nuevo a la tierra… he visto los escenarios y la historia se repite… debiste entregarle esas almas a King Dice desde que nacieron… y también esta lo de Paimon y su…”
“Con todo respeto padre,” dijo interrumpiendo. “Pero también vi los escenarios y hay otros en los que todo saldrá bien… En cuanto a lo de Paimon, Estricto y yo nos estamos encargando… todo saldrá bien…”
Hubo un silencio sepulcral, así como la terquedad de cada parte.
No había más que cambiar a estas alturas.
Sin más, la mariposa se fue por la ventana, no sin antes decirle un último comentario.
“Tengo mis dudas hijo mío, pero confió en ti, sólo espero sepas lo que haces…”
Azrael vio a la mariposa tomar vuelo en dirección de la luna llena hasta perderse completamente de la vista. Después, miro desde otra ventana a la taza azul dándose un festín con la mortal y la demonio.
“No se preocupen niños… la historia no se repetirá de nuevo… lo prometo…”
Sin más, suspiro agotado y se envolvió en su propia túnica para desaparecer, pues su trabajo aun no había terminado, ser el ángel de la muerte era una vocación sin descanso.
El momento de la verdad llegaría, pero hasta ahora, necesitaba dejar que el ciclo continuara.
Esperaba salir victorioso.
***
Cuphead conocía a la perfección ese lugar, sin duda, se trataba del antiguo ferrocarril de la isla I.
Todos los niños usualmente jugaban y andaban en bicicleta por las vías, haciéndose pasar por trenes.
A muchos de sus compañeros les gustaba pasar tiempo allí. Después de todo, era uno de los lugares más seguros, ya que el tren había dejado de circular hacía años.
Mientras Cuphead caminaba sobre ella, pudo ver desde lejos la vieja escuela de la primera isla.
Dicha academia fue abandonada después de la guerra y, en sólo meses, adecuaron un edificio en la tercera isla como su nueva escuela. De hecho, el edificio era del profesor Lucien, pero él lo dono cuando se enteró de la tragedia de los niños en la escuela. Pues en ella, la mayoría de los niños habían fallecido. El lugar se convirtió en un mausoleo y, en ocasiones, los padres de esos niños aún van y ponen velas, flores y cartas llenas de amor a los pequeños que perdieron.
Sonrió un poco al ver esa escuela y, después, miro al frente, captando su atención algo que jamás había estado en aquellas vías del tren.
Se trataba de una pequeña banca con techado, similares a las que ponían en la estación de autobuses cuando se esperaba por el transporte.
No le hubiese parecido extraño el verlo, pero, su corazón se detuvo al ver a un grupo de personas subir a un tren. De todos, la última persona en subir era nada más y nada menos que su abuelo.
Los ojos de Cuphead se llenaron de lágrimas y corrió lo más rápido que pudo al tren.
Grito el nombre de su abuelo con mucha fuerza, le suplico que se detuviera, pero parecía que no lo escuchaba.
Con una sonrisa, le mostro un pase al conductor del tren y este le dio la bienvenida al tren.
El conductor era lo normal si sólo se tomara en cuenta su gorra roja de trabajo, pero Cuphead sintió un escalofrió al ver que era un esqueleto vivo.
Cuando llego finalmente, se lanzó al pie del conductor para que no encendiera la maquinaria.
Si lo detenía, podría hablar con su abuelo, podría expresarle todo lo que no pudo decir aquel repentino día y, sobre todo, podría abrazarlo con todas sus fuerzas hasta no dejarlo ir.
El esqueleto gruño por la invasión y levanto a Cuphead por su suéter negro. Después, lo soltaría a una altura adecuada para que el niño se quedara parado.
“¡Tu boleto!” exigió con poca simpatía y extendiendo la mano.
“Señor… yo no tengo… ¡Pero sólo quiero hablar con!”
“¡SIN BOLETO NO ENTRAS!” dijo con una voz tan fuerte que parecía que una tormenta ventosa estaba impactando el rostro de Cuphead.
El miedo, la ansiedad y la perdida llenaron de valor el corazón del pequeño, ayudándole a ponerse firme y a gritarle de la misma manera al histérico esqueleto.
“¡SÓLO QUIERO HABLAR CON MI ABUELO! ¡QUIERO DECIRLE QUE ME PERDONE! ¡ABUELO! ¡ABUELO!” dijo con la esperanza de que, al interior del transporte, su abuelo pudiese escucharlo, que regresase a él ahora mismo y le diera el más grande de los abrazos, que le dijera que podrían regresar a la cabaña y vivir como antes.
El esqueleto suspiro, le dio una mirada compasiva y se colocó en el marco de la puerta del tren.
“Tu no puedes ir a donde va tu abuelo…”
“… ¿Por qué?...”
“Los asesinos no van a este tren… eres un pecador… los pecadores jamás entraran al cielo… nunca veras a tu abuelo.”
En un segundo, el conductor cerró la puerta y el tren encendió. El transporte hizo sonar dos chu-chus para así dar inicio a su camino.
“¡Abuelo!”
Pero la tetera no volteo a verlo, siguió mirando al frente y sin siquiera acercarse a la ventana.
“¡Perdóname abuelo!” dijo con más fuerza y tratando de alcanzar el tren que ya lo dejaba atrás.
Sin detenerse y secándose las lágrimas para ver lo que quedaba del tren a la lejanía, la taza continúo corriendo por las vías en un pasillo infinito y rodeado de un bello campo de color verde. Por el camino, noto que había tulipanes de colores cerca de las vías.
Iba a correr por esas vías infinitas, pero una mano agarro la suya.
Un susto y grito ahogado salieron de su pequeño cuerpo al ver algo inimaginable.
Detrás de él estaba un ángel azulado, con una aureola de un color dorado idéntico a sus ojos. Él vestía una toga y por su cabeza mostraba unos pequeños cuernos.
Sus pies nunca tocaron el suelo, parecía flotar, casi como si fuera magia.
“No vayas… si vas a esa dirección, nunca podrás despertar…” dijo con una voz llena de dulzura a pesar de sus palabras expresaban una severa advertencia.
El niño se puso a llorar y volteo a ver el tren que desaparecía más y más. Siendo imposible alcanzarlo ahora.
Sin saber que hacer, miro al ángel que seguía flotando cerca de él.
“¿Quién eres?”
El ángel, pisando ahora el suelo, se hinco ante Cuphead y le tomo ambas manos.
“Soy tu ángel de la guarda…” dijo con una sonrisa y con varios intentos por secarle las lágrimas.
Cuphead nunca se había sentido así, se sentía triste, pero cálido al sentir esos dedos rozar su porcelana. Sentía amor en su voz y en sus muestras de cariño.
“Por favor, no abandones a mi más bella estrella… No lo vez ahora, pero, hay muchos que se morirían de tristeza si tú te vas a ese tren…”
El ángel lo abrazo y Cuphead apoyo su rostro en el pecho del ángel. Después, todo se volvió oscuro y lo que esperaba fuera el sonido del tren a la lejanía, era en realidad ahora unas conversaciones que no podía comprender.
Al abrir uno de sus ojos, noto alarmado algunos cambios, por ejemplo, el señor King Dice, quien tenía un rio de lágrimas en su rostro, estaba tomando su mano. Volteo a su lado izquierdo y se percató de que papá Diablo estaba agarrando su otra mano también.
Al verlo abrir los ojos por completo, el Diablo retiro su otra garra de su frente. Parecía que él había estaba tocando su frente todo ese rato que dormía.
“Se ha estabilizado… no sé qué hizo, pero Cuphead está mejor… realmente me preocupe cuando el monitor empezó a sonar…” explico el doctor mientras le daba una inyección al pequeño.
El Diablo saco un suspiro y miro a Dice, quien mostraba un gesto lleno de gratitud hacia él. Gracias a su lazo, podía escuchar las ganas que tenia de abrazarlo, pero a la vez, podía sentir su miedo, sus visiones de un pasado regresando y pensando que podría repetirse.
Es por eso que tomo una decisión.
“Sé que lo intentas mortal…” dijo el Diablo respetuosamente. “Puedo ver tu esfuerzo en tu alma… pero lo que este niño tiene, no pueden arreglarlo aquí… intentaremos las técnicas de mi gente,”
Dice, quien ahora estaba cargando a Cuphead en su regazo, escucho impresionado el comentario. Algo dudoso, pero, en parte comprendía la postura. No sólo por cuestiones médicas, sino porque tal vez el hospital era un recordatorio constante de tragedia para su pequeño.
Además, él de antemano ha sido testigo de las habilidades curativas de los demonios, es posible que esto pudiera ayudarlos.
“Miren, no puedo obligarlos a quedarse y sé de las habilidades de su gente… Pero no deben preocuparse, el pequeño ataque puede deberse a factores menores… No es serio, aun así les daré las medicinas si llega a pasar de nuevo… Pero por favor, tráigame a Cuphead en tres días para saber si ha mejorado… también, necesito que se relaje, hagan actividades que relajen el cuerpo del pequeño…”
“Lo traeremos en tres días…” contesto Dice, quien arropaba a Cuphead en la cama. “Si las técnicas de mi esposo no funcionan, internaremos a mi hijo aquí de nuevo.” Dice tomo la pequeña mano del infante y éste último la apretó al sentir contacto.
El médico solo asintió y se dirigió a la farmacia a entregar los medicamentos y los trámites para su alta inmediata. El joven esperaba hacer lo correcto, pero su instinto le decía que era lo mejor. Su padre, quien solía ser el médico y jefe del hospital, solía hablarle de los poderes del diablo.
El doctor no era el único en una encrucijada, el joven dado esperaba hacer lo correcto también, pero, muy en el fondo, su propio instinto le decía que era lo mejor.
Sin más, una enfermera le trajo a Cuphead su primer cambio de ropa, el mismo que vestía el primer día. Sin perder tiempo, el niño se quitó la bata médica para cambiarse y, al pisar el suelo, miro a Lavern sonriéndole con mucho cariño.
La anciana le extendió la mano y le hizo señas para que se acercara.
“Adiós pequeño… sé que nos volveremos a ver… puedes visitar mi granja cuando quieras, es la primera granja que vez antes de cruzar a la segunda isla… De hecho, Cagney es mi vecino…”
Cuphead la abrazo con mucho cuidado y se sintió lleno de amor al sentir el apretón de la anciana.
Después, una de las enfermeras le trajo un último hot dog antes de salir. Sus ojos formaron dos corazones y el niño lo consumió gustoso en la cama. Mientras lo hacía, no se percataba de que Lavern estaba hablando con el Diablo y King Dice.
“Espero Cuphead se mejore… hay algo que deben saber… el pequeño tiene algo… no sé qué es, iba a decírmelo, pero me puse mal…”
“¿Qué le dijo?” pregunto Dice.
“Sólo me dijo que él hizo algo muy malo… y que ustedes ya no lo querrían cerca si se enteraban…”
La pareja compartió una mirada ante aquello, aún confusos y procesando el comentario. Incluso hablaron por telepatía gracias a su lazo; basto con unas miradas y frases para entender que, probablemente, eso era uno de los factores para su salud.
“Ayúdenlo… ningún niño merece sufrir de esta manera… los niños merecen vivir sin ninguna carga…”
El Diablo sólo se quedó pensativo y Dice se encargó de prometerle a la anciana dar lo mejor.
La realidad era que, para el Diablo, algo en Cuphead no le gustaba.
Literalmente el niño estaba en el plano astral. Cruzo ese plano por cuenta propia.
El niño era un peligro más grande ahora. Era un riesgo tener a alguien en su casino con ese don.
El peor de los casos es que a pesar de que expresara a Dice sus temores y deseo de no tenerlos cerca, tenía miedo de que cumpliera su amenaza de irse al departamento con ellos. Haciendo que sólo se alejara de él. Y tener lejos a su esposo no es una opción.
¡Maldita sea! ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?
No quería desesperarse, sólo había un sujeto en todo el infierno que podría mostrarle soluciones. Así que, por el momento, trataría de sanar al infante y no alarmar a su esposo, quien ya tenía los nervios hecho trizas por esto.
“Papá Diablo ¿estas bien? ¿quieres un poco de mi hot dog?” dijo el infante con inocencia.
“Estoy bien… gracias… ven, acércate, vamos a buscar a tu hermano…”
El niño, entre risas, se bajó de la cama y le brinco al rey en segundos. Tanto sus brazos como piernas se abrazaron del cuerpo del Diablo, pero su peso lo hizo caer hasta sus pies. Lucia como un bombero que bajaba del tubo.
Con gruñidos y con nauseas por lo cursi que este niño era, el Diablo camino al lado de su esposo, pero primero, cargo a Cuphead en sus brazos para moverse con más libertad.
Una vez con el niño en mano y con su esposo a su lado, invoco su tridente y le dio un bastonazo al suelo.
Al disiparse el humo, ambos adultos notaron que estaban en el interior del apartamento de Pirouletta, quien tenía la cafetera lista y servida en un par de tazas de café.
“Bienvenidos… wow, los poderes de Minnie sí que crecen, me dijo que llegarían exactamente a las 7:51 am.”
La niña, quien se encontraba dibujando en la mesa del comedor, se acercó a ellos e hizo una reverencia en señal de respeto.
El Diablo, aún con Cuphead en sus brazos, se hinco cerca de la pequeña y le acaricio la cabeza en orgullo.
Había muchos demonios jóvenes con poderes excepcionales, que ayudarían mucho a su reinado y casino a hacerlo fuerte. Le enorgullecía ver a su legado tomar fuerza.
Detrás de Minnie, todos miraron a Mugman abrir la puerta algo soñoliento, su sorbete hizo un signo de admiración al ver a su hermano sano y salvo.
“¡Cuphead!”
El Diablo soltó al infante y miro a los dos abrazarse con fuerza mientras chillaban como un cerdito en el corral.
“¡Me alegra que estes bien! ¡Ya quería verte!”
“¡Mugsy! ¡No puedo respirar!”
“¡Oh! ¡Perdón!”
Mugman solamente suspiro aliviado de tenerlo finalmente aquí. Y sabiendo que estarían juntos por más tiempo, le llenaban su pequeño corazón de mucha alegría. Emoción que desvaneció cuando escucho al señor King Dice.
“Todo estará bien Mugman… Cuphead aun tendrá que ir al doctor, pero reposará en el casino…”
De repente, algo en Mugman se rompió. Sus ojos azules se llenaron de lágrimas al ver a Dice.
El joven dado se preocupó y se arrodilló preocupado.
“¡¿Paso algo? ¡¿Te duele algo?!”
Mugman estallo en llanto y abrazo a su padre adoptivo.
Todos, a excepción de Minnie, miraban la escena preocupados y confusos.
“¡Señor King Dice! ¡Minnie me leyó su historia y la de papá Diablo en el parque! ¡Los dos sufrieron mucho!”
Mugman balbuceaba muchas cosas, momentos únicos que algunos pocos entenderían, pero que comprenderían con el corazón pues muchos pasaron por el mismo rio de emociones del azulito.
Dice cargo al infante en sus brazos y le daba palabras de ánimo para calmarlo. Pero el pequeño seguía expresando su dolor por aquel evento, aquel día en el que perdieron todo, pero recibieron un paraíso después del sufrimiento.
“¡Y cuando le confeso su amor! ¡Usted se fue sin saber que papá Diablo lo amaba tan bien!”
El Diablo se carcajeo un poco y solo le dio unas palmaditas en la espalda.
“Tranquilo niño, hey, estamos juntos ¿o no?”
Dice se rio un poco y le seco las lágrimas a su hijo adoptivo. Después, choco su frente con la de Mugman con mucho cariño.
“Eres el niño más adorable del mundo ¿lo sabias?... tranquilo Mugsy…”
El Diablo se había alejado de Cuphead y se hinco también, al lado de su esposo y encarando a Mugman.
“Ni en un millón de años me apartaran de mi esposo, eso te lo aseguro…” dijo mirando esta vez a Dice.
Cuphead les sonrió, pero su mirada se volvió seria, pues volvían a él las experiencias de sus sueños, las palabras de ese esqueleto, de Hilda y del apoyo de su ángel de la guarda.
Pero, se quedó en silencio y se acercó a sus padres para formar parte del momento.
Tomo la mano de su hermano menor y su sonrisa mezclada con llanto le hicieron reírse un poco.
No podría vivir sin su hermano, aunque él lo quisiera.
Desconocía si era por el momento o tal vez porque él lo quería, pero el señor King Dice los abrazo a los dos y les dio una lluvia de besos en su frente y mejillas.
“Volvamos a casa mis amores…”
Notes:
Si quieren saber quién es Paimon, les recomiendo leer la precuela “If I ever where to lose you” y si no pueden, no se preocupen, se sabrá más adelante 💖💖
¡Espero les haya gustado!
También para señalar que Simon (el hijo del Diablo y King Dice) es el OC de mi amiga Minimin_coffee y para mi significa mucho que me haya permitido hacerle un pequeño cameo. Pueden ver su versión más adulta en este enlace 😉
https://www.instagram.com/p/Cjn9E9aPioM/
Y sobre todo, quiero agradecerle a Captain_L_Jones por dejarme usar el nombre de su OC (Laila) para la segunda hija de nuestra querida pareja. Él me conto mucho sobre ella y me encanta el dinamismo y backstory del personaje. En su obra ella no es un dado XD pero quise bautizarla como su OC como un modo de amor por los personajes mas importantes de mis amigos en el fandom 😊😊
Pueden leer su fanfic “Love is not always easy” (Sólo para mayores 😊)https://archiveofourown.org/works/56467063/chapters/143491564
Chapter 8
Notes:
Quiero dedicar este capítulo a los abuelos de dos queridos amigos. Al abuelo de Minimin y a la abuela de Lucio Jones. Quienes sé que están viéndonos desde el jardín de tulipanes en el cielo y nos envían mariposas para hacernos sentir mejor.
Tambien, dedico a todos aquellos lectores que han experimentado la perdida y extrañan a sus personas más amadas.
¡Espero les guste la parte 1 de este Capi!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El panteón lucía tan pacifico.
Las aves, el sonar de los árboles, el pasto, así como las pisadas de los visitantes.
En ese hermoso y cálido ambiente, King Dice regaba el pequeño jardín de tulipanes. Flores que se encontraban cubriendo las tumbas de sus pequeños hermanos, Minnie y Sammy.
Ellos habían fallecido con sólo ocho años de edad. En Inkwell, incluso antes y después de la guerra, eran un dolor y tristeza abismal el perder a niños tan pequeños.
Sentía las lágrimas queriendo salir al recordar aquellos días tan dolorosos, pero a la vez tan lejanos. Se mordió el labio interior y tomo una bocanada de aire para recuperarse.
“Sabía que te encontraría aquí…”
El joven dado volteo en un segundo y sonrió de forma tímida.
De pie y sosteniendo su tridente, el Diablo toco las lapidas e hizo aparecer una corona de hermosas flores para ellas. También, tuvo la gentileza de cambiar y encender las velas.
Al terminar, se sentó en el suave pasto al lado de esposo, quien lo recibió con un beso en los labios y en el cuello. Incluso apoyo la cabeza en su hombro tan cálido; disfrutando ese seductor aroma de su querido jefe y Dios.
Amaba que tomara estos detalles hacía él.
“En el pasado, me costaba tanto trabajo el venir aquí… Diablo, conocerte me ayudó mucho,”
El Diablo frotaba su mejilla en la cabeza de su querida pareja, después, procedió a darle besos llenos de cariño. Comprendiendo lo duro que fue para él, el duelo y lo perdido que su querido dado estuvo en la adolescencia, ayudándolo de cierta manera a caer en su mundo demoniaco.
“También fue tu propia fuerza mi amor… no me des tanto crédito… ¿En qué estás pensando?” pregunto el rey de los demonios, sabiendo que la respuesta era bastante obvia viendo la situación.
“Es Cuphead… ya no sé qué hacer… llora todo el tiempo, tiene pesadillas y no come como debe… yo sé que es normal, pero, me frustra mucho que por más que lo intento, no parezco ayudar en algo…”
“No es sencillo…”
“¡Lo sé!” él alzo la voz, pero inclino la cabeza al perder el control en frente del Diablo. “Mierda… estoy… estoy asustado… tengo miedo que se vuelva como yo… no quiero que se vuelva como yo… se está deprimiendo tanto y no puedo hacer nada… no hay consuelo para la perdida, pero, quiero estar ahí… No quiero que se sienta solo, no quiero que le pase…”
“¿Lo mismo que a ti?” contesto el demonio con seriedad, después, miro las velas encendidas y se quedó pensativo ante el fuego de éstas.
“Siempre supe porque los trajiste.” continuo el demonio con calma. “Pero no quise abrir la herida… sé que lo mismo que le paso a ellos, te paso a ti, cuando quedaste huérfano, nadie quiso hacerse cargo de ti, nadie estuvo ahí para llevarte a un hogar cálido… sé que eso te motivo a traerlos con nosotros… no querías que se repitiera tu historia…”
Dice dejo de apoyarse y miro a su pareja, con algo de duda y pensando que tal vez había algún reclamo en eso.
“También sé que siempre quisiste niños… siempre lo he sabido…”
King se preocupó, aquel tono era melancólico. Por eso mando todo su amor en su lazo telepático. El amor que le enviaba era tanto, que la cola del Diablo se movía de un lado al otro de la emoción.
“Sí las cosas no mejoran… ¿Qué harás?”
King se quedó callado ante la pregunta, después, miró los bellos tulipanes de colores danzar con el viento.
“Debo intentar… no puedo rendirme…”
“Jamás dije que no lo estuvieras intentando… pero a veces, hay cosas fuera de nuestro control… y me duele verte destrozado por ellas… si esos niños no mejoran… ¿Qué harás?”
Ambos se quedaron en silencio. El Diablo acepto aquello como su respuesta, pero para su sorpresa, su querido dado respondería.
“Tal vez los niños merecen una mamá y un papá… La baronesa me comento sobre una pareja de humanos hace días… pero, los dos vimos a los niños tan bien y no lo consideramos y, yo sentí que había progreso… pero… si no estoy ayudando a Cuphead y a Mugman… tal vez no deberían estar conmigo,”
A Dice se le salió una lagrima.
Le dolía, le lastimaba el fracaso y triste intento de padre que trataba de ser. Su propio padre y madre fueron un desastre, era más que obvio que no podría con el paquete.
El Diablo suspiro y se rasco la cabeza.
“Eres un padre nato… naciste para ser uno… no eres como tu padre, yo tampoco soy como el viejo allá arriba… y tú y yo nos juramos en ese balcón el no ser nunca como ellos…”
El corazón de Dice latió por el apoyo y cumplido de su parte. Un sonrojo se hizo mostrar en ambas mejillas y toda su concentración paso a su esposo.
“Sientes que les estas fallando, pero está equivocado mi amor… averigüemos que pasa… y si no lo logramos, haremos ese plan B de la Baronesa,”
“¿Vas a ayudarme? Dijiste que no ibas a formar parte,” dijo sintiéndose ingenuo.
“Y como he dicho antes, si es algo que te lastima, no puedo quedarme de brazos cruzados… pero que quede claro una cosa… no quiero que los niños me consideren su papá…”
“…Bien…”
Contesto sin protesta y sin ira. Después, entrelazo los dedos con los de su marido y reposo su cabeza en ese hombro tan cálido y fuerte.
En el silencio de ese panteón, ambos miraron los ataúdes y, en el fondo, desearon lo mejor para esos pequeños que habían dejado ese mundo. Pequeños que fueron y son, hasta ahora, importantes en la vida de ambos.
***
Y los días transcurrían y para mala suerte de los adultos, el rojito no mostraba mejorías. No tenía motivación alguna salvo que fueran pequeñas actividades escolares o limpieza de su cuarto.
Una noche, el pequeño no quiso cenar.
King Dice no concibió tal idea y le llevo un filete delicioso con pure de papa y una refrescante limonada.
Al llegar a la habitación, lo primero que el dado noto fue a Cuphead envuelto en las cobijas de su cama, mientras Mugman estaba hincado en el suelo y apoyando su cuerpo en la cama. Le daba palmadas al rojito, tal vez en un intento para que reaccionara o se relajara.
Dice se acercó con el plato y los coloco en un mueble que estaba al lado de la cama.
“Nene, no es bueno que no cenes… el hambre no te dejara dormir. ¡Mira! Mugsy me dijo que éste es tu favorito,”
La pequeña nariz de Cuphead salió a relucir de las cobijas y olfateo el delicioso olor de la carne con pure, su estómago gruño, pero una voz muy fuerte le decía que no comiera.
Que no merecía esos gestos.
“No tengo hambre,” dijo con un tono triste.
“Bien, sólo la mitad… ¿sí?”
Cuphead se quitó la cobija por completo y Dice pudo notar sus ojos hinchados y vidriosos.
Era más que obvio que había estado llorando.
“Cuppy… sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad? Dime que tienes…”
El niño sólo hizo sus manos en puño y desvió la mirada.
Tomo el plato de comida y comenzó a comer la mitad como había acordado.
“¿Qué te parece si ensayamos mañana para el show de padres e hijos? Habíamos ya escogido un numero de baile,”
“Ya no quiero participar,”
“Nene, estabas muy entusiasmado, ¿Por qué no quieres?”
Cuphead se quedó callado y los ojos se le llenaron de lágrimas mientras comía. Le sorprendía que sus ojos no estuvieran secos después de tanto llanto.
Su padre noto su tristeza y tomo un pañuelo de su bolsillo. Con mucho cariño, le seco las lágrimas y hasta lo coloco en su nariz para que se sonara.
“Usted y papá Diablo son muy buenos con nosotros… pero ustedes no son mi abuelo… no son mis padres… somos huérfanos…”
Aquella confesión le rompió el corazón de Dice y, en parte, fue como si le aventaran una cubeta de agua fría. Incluso, su labio inferior temblaba por la emoción.
King sabía que no era su intensión el herirlo, le despedazaba el alma porque al final del día, Cuphead tenían razón. Él no era nadie para los niños, sólo un extraño que desconocía muchas cosas y que, a la vez, era imperfecto en esta área.
Mugman se tapó la boca al ver que al señor King Dice se le estaba saliendo una lagrima.
“Ya veo… umm… pero, aún me gustaría ayudarte… sé que no es fácil… lo creas o no cuppy, yo sé cómo te sientes… se cómo se siente perder a alguien que quieres mucho… sé lo que se siente estar solo…”
Cuphead comenzó a fruncir el ceño. Hace poco, llego a él esa molestia y algo de ira con tales comentarios.
La sentía con sus compañeros, con los adultos que le decían la misma forma, pero, le enojaba más con el señor King Dice.
Desde que tuvo uso de razón y hasta donde Elder Kettle se lo contaba, el joven dado siempre fue alguien muy amado en las islas. Por cualquier inconveniente que tuviera, todos estaban ahí para darle una mano. Muchos se atrevían a decir que era el ciudadano más feliz en Inkwell. La tristeza parecía algo imposible en él.
¿Cómo podía decir que lo entendía?
¿Cómo se atrevía a tratarlo como si fuera un niño tonto? ¿Cómo si su dolor no fuera nada?
Sólo lo miro con algo de molestia. Después, se tapó con la cobija y desvió la mirada, pues sabía que, si seguía mirándolo y escuchándolo, estallaría su furia.
“Déjame en paz…” dijo con una mezcla de emociones, molesto, pero con culpa a la vez, pues sabía que el señor King Dice no había hecho nada malo.
Cuphead se sentía como un animal, tratando de controlar su furia, la cual, desagraciadamente era un volcán listo para estallar con cualquier palabra que escuchara a continuación.
“Cuphead… quiero ayudarte… por favor, dime qué te pasa… déjanos ayudarte…” esta vez el tono de dolor fue muy claro, tan claro que hasta el rey del Inferno se quedó congelado en la puerta de la habitación.
Nadie se esperaba lo siguiente, jamás pensaron el giro de eventos.
El oxígeno quedo atorado en todos los presentes cuando vieron a Cuphead destender su cobija y tirar al suelo la comida que King Dice había traído.
Los gruñidos de la pequeña taza les recordaba como si un animal pequeño e indefenso ladrara o mordiera para que se alejaran de él.
“¡No me pueden ayudar! ¡Nadie puede traerme a mi abuelo! ¡Quiero a mi abuelo aquí! ¡Regrésenme a mi abuelo! ¡Tú no sabes cómo me siento!”
El pobre dado agarro las pequeñas manos de Cuphead, para así detener los golpes hacia su persona.
“¡Sí sé cómo te sientes!… Yo perdí a mis herma…”
“¡No! ¡No sabes! ¡Todos te quieren! ¡Jamás estarás sólo! ¡Papá Diablo siempre estará contigo! ¡No sabes lo que es perder a alguien que quieres!... ¡YA DEJA DE MOLESTARME! ¡TE ODIO!”
Dice sentía sus propios ojos ponerse llorosos, listos para salir por el terrible dolor en su pecho. Sin embargo, ese sentimiento de tristeza se interrumpió al sentir algo más, como un escalofrió capaz de erizar su piel. El dado sintió en carne propia la ira de su esposo. Oleaje tras oleaje de enojo, así como las voces de sus dos mitades discutiendo.
Sentía que su marido estallaría y traería el infierno en la tierra.
No había tiempo que perder, por eso, King fue al marco de la puerta a sujetar y abrazar al Diablo, después, movió sus pies para abrir un portal en el suelo. Portal que lo llevaría a la habitación y cama que ambos compartían.
“¡QUÉ INFIERNOS HICISTE! ¡VOY A VOLVER A DARLE UN CORRECTIVO A ESE MOCOSO! ¡NADIE PUEDE HABLARTE DE ESA MANERA!”
Era una furia descomunal, hasta el punto de hacer temblar todo en la habitación y, por si fuera poco, su voz sobrenatural sonaba más y más amenazadora.
“¡Diablo! ¡Es un niño! ¡Él no entiende estas cosas!”
“¡¿Y VAS A DEJAR QUE TE FALTE EL RESPETO?! ¡¿QUÉ TE TRATE COMO BASURA?!”
“¡Mi amor! ¡Te lo ruego! ¡Dale tiempo! ¡Está sufriendo mucho!”
“¡NO TOLERARE QUE TE INSULTEN DE ESA MANERA Y MENOS EN MI CARA!
En instantes, el retumbar causado por sus gritos, hizo que una bella caja de música cayera al suelo, revelando una melancólica melodía y una foto familiar que King Dice cuidaría por la eternidad.
Una imagen muy preciada en donde se encontraban su hermano y hermana. Así como él detrás de ellos mientras sonreían.
El Diablo noto que su furia estuvo por casi destruir o dañar un objeto demasiado valioso, por lo que detuvo toda su fuerza y fue a recogerla junto con Dice.
Pero antes de guardar la foto en la caja de música, Dice miro un rato la imagen. Las lágrimas fueron inevitables y un deseo por abrazarla se convirtió en una cura a su tristeza.
El Diablo lo abrazo por detrás y dejo que su querido dado ventilara su tristeza en forma de llanto.
Sin dudar ese apoyo eterno, Dice se giró y reposo su rostro en su hombro, siendo bienvenido por esos poderosos brazos a su alrededor, a ese cálido gesto que, a pesar de estar, carente de palabras, le daba todo el apoyo del mundo.
Ni el mejor discurso podría igualar ese confort y amor.
“Mañana será un mejor día… lo voy a arreglar… te lo juro… palabra de demonio…”
Dice sintió su corazón latir de manera acelerada, pues en la cultura de su amado, que los demonios jurasen y dieran su palabra, significaba que harían hasta lo imposible para arreglar alguna misión.
El joven dado mando todo su amor a través de sus pensamientos y restregó más su rostro en ese pelaje que tanto amaba.
***
El Diablo sabía lo que tenía que hacer.
No obstante, y para llegar a ello, necesitaba de la guía de un peculiar auditor.
Pasando los niveles del infierno y escuchando la música instrumental del elevador, el Diablo entro en el santuario de Estricto, lugar que consistía en una enorme biblioteca con libros nunca antes vistos por los mortales, así como columnas y columnas de todas las almas registradas en el baúl.
Mientras caminaba, notaba que su auditor estaba usando una calculadora y máquina de escribir. Incluso, los teclados y ring de la maquina parecían darle un ritmo musical que, sin duda, su esposo encontraría agradable y digno de baile.
Cuando ambos demonios se miraron, fue señal para Estricto de que dicha visita le daría un descanso a su contabilidad.
“¿Necesita alguno de mis servicios?”
“En realidad… sí… pero es algo fuera de lo común,”
El auditor no cambio el gesto, sólo movió la silla de manera que mirase cara a cara con el Rey del Infierno.
“¿Podrías investigar a fondo la familia de esas tazas?... Me es difícil imaginar que en serio no exista nadie que pueda cuidarlos…”
Estricto mostro algo de tensión en sus gestos y tenía una ligera sospecha de a donde quería llegar.
“¿La reina sabe de esta petición?”
“No… no quiero que Dice sepa…”
Hubo un silencio en ambas partes. Sólo los pasos de algunos diablillos acomodando libros y caminando por los pasillos se escuchaba.
Al final, de ambos, el más pequeño hablo.
“Sé cuáles son tus intenciones… Pero debo decirte que no hare algo que involucre un daño a King Dice…”
El Diablo se sentó en una silla y con su tridente hizo aparecer una taza de té con sándwiches miniatura.
Las cejas de Estricto se alzaron ante ese detalle, pero no quería bajar la guardia.
El Diablo devoró una de las piezas en un movimiento y con un rostro de cansancio miro a Estricto.
“Tener a los mocosos también le está generando daño… No puedes negar que has notado eso,”
El demonio verde tomo una taza y dio un sorbo al té. Al detectar el sabor, noto que se trataba de su favorito. Típico del Diablo, el tratar de llegar con alguien con estas tácticas tan infantiles.
“Puede ser verdad… pero entre esto y aquello… fue la decisión de la reina el cargar con esta responsabilidad y sé que él entiende los retos de ello… pero, la verdad sí nos duele ver que, a pesar de sus intentos, las cosas no parecen mejorar…”
“Entonces sí me entiendes… ¿Tú crees que a mí me gusta verlo así?... Sólo quiero un plan B si las cosas no funcionan…”
Estricto miro al rey por unos momentos, impresionado de ver y sentir que sus palabras eran auténticas. Pero, sólo surgió más dudas de aquello.
“¿Por qué aceptaste a esas tazas? ¿Realmente planeas adoptarlas?”
El Diablo desvió la mirada y se quedó concentrado en las pilas y pilas de libros en aquel horizonte purpura e infinito.
Se rasco la cabeza y después miro a Estricto.
“No quiero adoptarlos… Digamos… que serían buenos colectores de almas o una buena herramienta para tener más ojos entre los mortales…”
“Sí ese es el caso, ¿Por qué no lo hiciste desde el primer día que aceptaste? Y tienes la ventaja que esos niños están fascinados contigo…”
Un latido en el Diablo se hizo sonar, sus dos voces de color rojo y azul comenzaron a discutir, pero ninguna gano, dejando que decidiera una respuesta que hasta él mismo tenía dudas.
“Aún no es el momento y no tendría caso si pienso en deshacerme de ellos…”
Estricto se terminó su taza de té y, después, tomo un sándwich.
“Supongo que tienes razón,”
El auditor miro en su escritorio un dibujo infantil que tenía pegado en la madera del escritorio. Era un dibujo familiar, en donde estaban él, su esposo Ludwig y tres pequeños demonios de color blanco, purpura y negro. Todos tenían rostros felices y estaban sujetados de las manos mientras en la cima se veía una casa en la colina.
“Bien… en cuanto a tu pregunta… sí… si existe un familiar…”
En ese momento y con un tronar de dedos, apareció en las manos del auditor un archivo lleno de papeles y fotografías. Se lo dio al Diablo sin previo aviso y éste lo atrapo con un gruñido por la falta de advertencia.
“Sin embargo… no comparte un lazo sanguíneo con los chicos taza, pero fue una amiga muy cercana de los padres biológicos.”
El Diablo miro la información y escaneo los párrafos en busca de algo relevante. Finalmente, miraría la fotografía de la persona en cuestión.
Era una joven cáliz. La chica usaba una bella toga y lanza como una digna guerrera de la isla Calix Animi.
“No lo entiendo… investigaron en esa isla, nos dijeron que no había nadie que pudiera cuidarlos…”
“Esa joven abandono la isla hace años… pero los demonios que investigaron cuentan con su nueva dirección… De hecho… tengo también esta carta con la firma de ustedes dos… en ella ustedes ceden los derechos de esos niños a ella… sólo necesito enviarla y los niños ya no serán el problema,”
El Diablo miro con algo de impacto a su auditor, sintiendo algo de miedo y escalofrió, pero, sobre todo, impresión ante estas tácticas de su parte. Si sentía que había arrevesado a Estricto, el demonio verde ya se había adelantado como veinte pasos más.
Miro ese documento con las firmas y sabia de donde provenía. Era uno de los tantos en blanco que él y su esposo habían firmado, esto a manera de que se tomaran autorizaciones menores dentro del casino o asuntos burocráticos para sus empleados.
Sin embargo, su corazón latió de manera acelerada cuando abrió la carta y la leyó, en palabras cortas, la carta informaba una cede de derechos y custodia.
Podría funcionar…
Darle los niños a alguien más y, de esa manera, tendría su vida de pareja de vuelta.
Aun así, conocía muy bien a Dice, él sabía que esta idea le rompería el corazón.
Sin embargo, había algo más, algo que no se atrevía a admitir por más que el orgullo se lo obstruyera.
Se maldijo entre dientes, sabía que no debía involucrarse tanto.
“Dice no lo aprobaría… pero… guardémosla como último recurso… pero no la envíes… no aún…”
“Una decisión muy sabia… parece que la paternidad está dando su efecto y ayuda en su toma de decisiones… debiste adoptar mortales hace mucho y nuestra organización hubiera estado mejor.”
Ya estaba harto.
El Diablo ya estaba cansado de que cada mortal o demonio le felicitara por cuidar de esos mocosos.
“¡Vete al carajo Estricto! ¡Lee mis labios!” en ese momento, el Diablo se puso rojo de la ira y las llamas quemaron un poco la documentación alrededor del auditor, detalle que, sin querer, le aligeraba el trabajo ya que le destruía labores pendientes y le permitirían llegar temprano a casa. “¡No quiero ser un padre! ¡No voy a serlo jamás! ¡Y nunca me veras cuidando de ellos!”
Hubo un silencio en ambas partes y a pesar de que el dios del Infierno estaba listo para eliminarlo, el demonio verde sólo se acomodó sus gafas.
“Si usted lo dice… entonces es verdad… pero debo de admitir… que siento alivio de que piense en su pareja y respete el equilibrio de las cosas… muy bien, ya que elimino parte de mi trabajo, podre ir a casa… descuide, esconderé la carta y cuando tengamos que eliminarla, la quemare…”
El Diablo, quien ya se había calmado, pero humeante por el fuego, suspiro y se fue refunfuñando al interior del elevador, maldiciendo y agitando las manos como si fuera un cliente molesto en un centro comercial.
Cuando se fue por completo, Estricto procedió a guardar la carta y cerrarla en un cajón con llave. Después, recogió sus pertenencias y tomo rumbo a casa.
Pero antes de eso, miro a un curioso pentagrama tallado en la madera de su escritorio.
Paso sus dedos por este y suspiro melancólicamente.
“Madre… debes estar riéndote mucho en estos momentos por el más pequeño de tus hijos… sólo espero que esto no sea un desastre al final…”
Y así, el auditor se fue a la salida de su oficina; no sin antes darle una última mirada al cajón, como si quisiera asegurarse de que no hubiera algo fuera de lugar.
Desafortunadamente, la mala suerte deambulaba y esperaba un descuido para hacer de las suyas.
***
Los hermanos se sentían nerviosos, ambos estaban sentados en unas sillas al lado de la habitación de sus padres. Cuphead sabía que era una reprimenda. Él sabía que fue grosero con el señor King Dice y sabía que papá Diablo estaba más que molesto.
Su corazón dolió al darse cuenta de que tal vez, y muy bien merecido lo tenía, se había ganado el odio de ambos padres.
“Duhh niños… el jefe ya puede verlos…” expresó el señor Secuas mientras los invitaba a pasar a la habitación.
“Papá Diablo debe estar muy molesto…” contesto Cuphead, quien se había levantado de la silla y tomaba dirección al interior del cuarto.
Mugman lo miro con tristeza, pero recordó esas dulces palabras, esos comentarios y abrazos llenos de amor de su padre en aquel futuro, confesándoles antes de desaparecer lo mucho que los amaba.
“No estes triste Cuppy, algo me dice que él no está enojado…”
La sonrisa de Mugman era enorme, llena de brillo y confianza a su querido hermano mayor.
“¿Qué crees que va a preguntarnos?”
Mugman se hundió de hombros y tomo la mano de su hermano.
Una vez dentro, Secuas cerró la puerta con él todavía en el interior. Con la única diferencia de que el demonio rechoncho se quedaría en la puerta en caso de ser necesitado.
“Vengan aquí,” ordeno el Diablo mientras acomodaba unos cuantos libros en la cajonera al lado de la cama.
Cuphead se puso nervioso y camino con el rostro mirando el suelo, asustado y algo ansioso de lo que se le fuera a preguntar.
Ambos se subieron a la cama con la misma familiaridad de cada noche antes de dormir y se sentaron al lado de su padre.
El Diablo, que tenía unos lentes para lectura, se los había quitado y se apretó un poco la sien. Parecía como esos trabajadores de la oficina de la abeja reina Honey Bottoms, los cuales siempre se miraban cansados.
“No me gusto tu actitud de anoche,”
La voz del demonio sonó severa, pero sin pérdida de control.
“Sé que estuvo mal… lo siento…”
“No soy yo con el que te tienes que disculpar, es con Dice… lo primero que harás cuando lo veas será pedirle perdón.”
El niño asintió como un soldado, pero su rostro entristeció por lo mismo que lo agobiaba desde la escuela.
Para el Diablo hubiese sido fácil, únicamente dar una reprimenda y orden, pero el problema no acabaría ahí. Es por eso que tomo ciertas medidas para indagar más. Sabía que el mocoso no se lo diría de inmediato. Estaba más que obvio que la manera pacífica no era viable. Haría algo que usaba en sus torturas hacia sus enemigos, lo obligaría a que dijera la verdad.
“¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?... Tu no estas bien, no estabas bien en el hospital, no estas bien ahora… nos hemos matado la cabeza tratando de entender que sucede y esto es más que tu tristeza por tu abuelo… ahora mismo tú me vas a decir que sucede…”
Los hermanos se sentían nerviosos y podía sentir la obvia diferencia de ambos padres adoptivos. Mientras el señor King Dice era alguien paciente y siempre mostrándole tranquilidad y ayuda, papá Diablo transmitía un aura muy pesada, severa y estricta. Como si se encontrara con el soldado más despiadado de un escuadrón.
“Estoy bien…” contesto de nuevo.
Hubo un silencio sepulcral y Mugman miraba a ambas partes, confuso y ansioso.
El Diablo paso delicadamente sus dedos por el rostro de Cuphead y, al tomar el mentón, lo obligo a que lo mirara directamente a sus ojos amarillentos.
“No me dejas opción mocoso,”
Y en un segundo, los ojos del Diablo brillaron de un color blanco y al verlos, los ojos de Cuphead tomaron la misma tonalidad.
De repente, el infante sentía que estaba flotando, como si estuviera sumergido en el agua, pero, sentía como las manos lo jalaban y lo guiaban a una luz al final del túnel. Sentía mucho alivio, paz y la tristeza parecía haberse pausado.
Mientras Cuphead experimentaba esa paz, Mugman trataba de despertarlo, pero Secuas le tomo la mano.
“No te asustes Mugman, el jefe trata de ayudar a tu hermano… pero para ello, no deben ser interrumpidos.”
El demonio purpura se aseguró de sostener a Mugman de la mano y alejarlo un poco de la cama. Fue una fortuna que el infante no diera ninguna protesta.
En ese limbo de pensamientos y ojos que no se apartaban del otro, el Diablo hizo de nuevo su pregunta.
“Cuphead… ¿Qué te pasa?”
“Yo mate a mi abuelo…”
La voz del niño salió como una confesión llena de miedo, pena y tristeza mezclados. Como si un criminal confesara su peor crimen con remordimiento. Después, él se tapó los labios, comprendiendo que esas palabras salieron de él sin poder controlarlas.
Al confesar eso, los ojos del Diablo y el infante regresaron a la normalidad.
El rey miro a su demonio rechoncho en confusión y, después al infante, quien seguía algo temeroso por lo que acababa de pasar.
El Diablo incluso miro a Mugman, igual de confundidos por lo que habían escuchado.
Mugman tenía muchas preguntas, así como frases para calmarlo y decirle en el grave error en el que estaba, pero el Diablo se le adelanto.
“¿De qué infiernos estás hablando? ¿Qué es eso de que mataste a tu abuelo?”
Cuphead comenzó a sollozar con fuerza, pues la sola mención le hizo perder las pocas fuerzas que le quedaban. Ya no era capaz de disimular que estaba bien.
Por un lado, se sentía bien el llorar, de sacar todos sus miedos y dolor en palabras y llanto, pero a la vez, sentía miedo de ser rechazado u odiado.
Era tan complicado, que hasta Cuphead sentía que se merecía el odio.
Él no merecía cariño, pues era un niño malo.
No merecía ni siquiera sentirse a gusto o recibir todos los mimos que el señor King Dice le daba cada día.
Pero, sobre todo, no quería escuchar que sus padres adoptivos afirmaran sus propias sospechas.
Su dolor ya estaba fuera de su control, al igual que sus palabras, las cuales, salieron como pequeñas hormigas escapando de un incendio.
“La señorita Hilda… ella… ella dijo… que… ¡mi abuelo!...”
Su lamento estallo en frases incomprensibles, así como tosidos y problemas al respirar. El Diablo no tuvo otra opción que cargarlo en su regazo y mecerlo para que se calmar.
Muchos mortales hacían eso para calmar a los niños, así que sentía que este momento no era la excepción.
Cuphead se aferró al abrazo del Diablo y desahogo sus gritos y llanto en su pelaje del pectoral. La cercanía le permitió al rey sentir la calidez de las lágrimas y el temblor del pequeño.
“Dijo que enfermo por mi culpa… que mis travesuras lo enfermaron… ¡No quise hacerlo! ¡No quise que muriera! ¡Yo jamás quise eso!”
El Diablo trato de darle palmadas en la espalda, pues los tosidos y el llanto parecían impedirle respirar.
“Si soy un asesino… jamás podré ver a mi abuelo en el cielo… ¿Cómo puedo pedir perdón si mi abuelo no está aquí?”
El Diablo miro a todos lados, primero miro a Mugman, quien estaba llorando desconsoladamente. Nunca por resentimiento o porque considerase a su hermano culpable, sino por ver sufrir a su persona más importante en frente de sus ojos y no poder hacer nada.
Después miro a Secuas, quien sólo tenía las orejas caídas y la expresión más triste que cualquier demonio pudiese tener, completamente conmovido por lo que Cuphead había dicho.
Finalmente, gracias a sus poderes demoniacos, miro el alma de Cuphead. Ésta era común y corriente como todos los mortales, pero tenía unos detalles en particular. Por ejemplo, el corazón estaba completamente roto, partido a la mitad, y su rostro mostraba un rio de lágrimas marcadas en una expresión de tristeza y agobio.
Al tocar esa alma de tono azul claro, el Diablo vio los recuerdos del infante, como si de una película se tratase. Miro sus días y rutina al lado de su abuelo, esos dulces momentos cuando él le repara el aza, sus salidas a pescar y cada campamento improvisado en el faro que estaba al lado de la cabaña. Pero el ultimo, mostraba a Cuphead y Mugman sujetando la mano de esa tetera en sus últimos momentos en el hospital.
Justo antes de morir, les dijo la siguiente frase:
“Sean buenos chicos, sean felices, háganme sentir orgullos, los amare por siempre.”
Después, el anciano comenzó a toser y los niños fueron sacados de la habitación, pero miraban los intentos del personal médico por reanimarlo. Desafortunadamente, los ojos del anciano dejaron de tener brillo y se cerraron con lentitud.
El Diablo podía entender el dolor, el ver morir al ser amado con sus propios ojos. Sentirlo morir en las manos y sin el poder de cambiar ese rumbo.
Escenas de aquel fatídico día llegaron a su cabeza, cuando su querido Dice estaba con heridas de bala en todo su cuerpo. Aquel día en el que ese brillo verde de sus ojos se extinguía al igual que los de aquella tetera.
Pero él pudo recuperar a su querido dado, fue capaz de tener su final feliz con el hombre de su vida, en cambio el mocoso, no corrió con esa suerte, su abuelo se fue para siempre.
Estaba solo.
Estaba de luto.
Y lo peor, sentía que era su culpa.
Aquel remordimiento era tan grande, que parecía un humo oscuro rodear al alma de la taza hasta torturarlo. Incluso sus manos se tapaban la cara como si no soportara la culpa. El Diablo trato de disipar ese humo, cambiar el sentimiento, pero era ya muy tarde para una salida fácil.
“Y no es todo…También mate a mi mamá…”
“¡Cuphead! ¡Eso no es cierto!” dijo Mugman preocupado. “¡Lo de mamá y papá fue un accidente!”
En ese momento, cualquier intento por detener su llanto, era inútil en Mugman. Pero, sobre todo, no podía permitir que su hermano creyera semejante tontería.
Deseaba ahora más que nunca que su abuelo estuviera aquí para que pudiese guiarlos.
“Es lo que el abuelo dice… pero no es verdad Mugsy… al final… mamá y papá murieron por nuestra culpa…”
El Diablo suspiro y sus ojos se agrandaron al ver cómo eran envueltos en el plano astral, ese lugar cósmico y bello en donde sus dos partes estaban. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, en un parpadeo, el alma del diablo se dividió en sus dos seres, en ese ángel azul que una vez fue y en el demonio rojo que decidió ser.
Estaba sorprendido por Cuphead… el niño podía invocar el plano astral a voluntad sin darse cuenta.
El ángel y el demonio se miraron confusos, los únicos que parecían absortos de ese lugar cósmico eran los pequeños y Secuas. Para ellos la habitación lucia normal. Pero, el ángel y el demonio notaron algo detrás de los niños, de cada uno, otra alma más adulta y distinta se hizo presente. Ellos tenían la misma apariencia que los infantes, pero lucían más adultos y la joven taza que parecía una versión adulta de Cuphead era una chica.
Les tomaron segundos darse cuenta de que se trataban de la madre y padre de los niños
Esas almas trataban de consolar al rojito y abrazarlo, a darle palmadas en la cabeza y en la espalda con la esperanza de que las sintiera.
Ambos parecían absortos de la presencia del ángel y el demonio.
Y al igual que ese parpadeo que los llevo al plano astral, basto con un segundo para regresar a la normalidad.
Él Diablo sabía la historia de los hermanos, Dice se la conto una tarde en la oficina.
Con esa información, sabía exactamente que decir.
“Te equivocas niño… tu no mataste a tu mamá y tampoco a tu abuelo. Hey, mírame, ¿sabes cómo lo veo?”
El niño trato de secar sus lágrimas y controlarse. Estaba interesado en escuchar lo que su padre adoptivo tenía que decir.
“Mi esposo me conto sobre ese incidente… Tu mamí y papí… ellos los amaron tanto, que dieron su vida para que tu siguieras con vida… ellos escogieron dar su vida para que ustedes estuvieran aquí… ¿Acaso tú los mataste con tus manos? ¿Los lastimaste? Por supuesto que no, eras solo un bebé ¡Ellos te quieren así de mucho!”
En ese momento, el Diablo estiro los brazos como goma en toda la habitación, hasta doblarlos y que ambas manos chocaran como puños en las mejillas de Cuphead. Él apretó sus mejillas de porcelana de manera cuidadosa. Aun así, el pequeño desvió la mirada, pensativo, tratando de creer en las palabras del Diablo, pero esa sombra de culpa ganaba más sobre él.
“Dar la vida por alguien que amas, es un amor duradero, porque tu sola existencia es prueba de ello y porque siempre serás amado por tus padres…”
El momento era tan delicado, que requería mucha sutileza y concentración, elementos que el Diablo procuraba cumplir. Los cuales lograba a la perfección, pues estaba tan concentrado que nunca se percató de que había alguien más cerca de ellos.
Con la puerta de la alcoba semi abierta, King Dice escuchaba y miraba la escena con impresión. Vio a su esposo reposar la espalda en la cama y a sus pequeños sentados en frente de él. Quiso entrar, preguntar que pasaba, pero las palabras de su esposo lo dejaron firme como soldado y con un rostro asombrado por la calidez de esas palabras.
“No eres un pecador… y te lo demostrare… mmm… ¡Secuas! ¡Mi lista de pecadores!”
Tanto Secuas como Dice mostraron un rostro de confusión.
“Duhh… ¿su lista de pecadores?” pregunto el demonio rechoncho mientras se frotaba ambas manos con nerviosismo, pues juraba una y otra vez que dicho documento no se usaba, a no ser que el jefe se enojara con algún mortal y escribiera su nombre.
“Sí Secuas, mi lista de pecadores, la que siempre esta guardada en mi baúl, la que siempre registra a cada pecador de la faz de la tierra… esa lista,”
El Diablo aprovecho que los niños miraban a Secuas para así darle un guiño al demonio, una señal de que le siguiera el juego.
El rechoncho sólo abrió la boca en sorpresa, mostrando su adorable diente superior. No perdió tiempo y fue a ese baúl de madera con decorado de oro. Con un chasquido de dedos detrás de su propia espalda, el Diablo hizo aparecer un pergamino dorado al fondo del baúl.
El demonio lo tomo y se lo llevo volando a sus manos.
Ya en sus manos, el Diablo apoyaría la espalda en la cabecera de nuevo y sacaría sus lentes para leer. Sin perder el tiempo, abrió el pergamino, revelando una larga lista que daba vueltas y vueltas en la habitación y cama. Los niños miraban asombrados la cantidad de nombres y como, en cada segundo, se agregaban más y más nombres.
“Vamos a ver… busquemos tu nombre…”
Cuphead estaba aterrado, sus manos y labio inferior temblaban y su corazón parecía que se le saldría. Incluso cuando el Diablo estaba acercándose a los nombres que empezaban con la letra “C”, el niño se tapó los oídos y cerró los ojos con fuerza.
Mugman trato de abrazarlo con fuerza, pero Cuphead seguía alterado y rígido como un poste.
“Carl”
“Candy”
“Cecilia…”
“Dalia… No… no hay Cuphead… míralo… pero ten cuidado, si tocas el nombre de un pecador, verás el pecado que han cometido.”
El corazón de Cuphead se paró, pero se armó de valor para mirar el pergamino, notando que muchos de ellos contaban con crímenes y pecados bastante peculiares.
Seleccionó a Dalia y apareció ante él una visión de su pecado.
Se trataba de una mujer que usaba una boina con una letra “D” en un pin. Vestía pantalones negros y un suéter de manga larga a rayas con tonos entre morado y rosa. Ambos chicos observaban a la chica que iba a un evento para escritores en la cuarta isla. De hecho, uno de los miembros del evento se acercó a ella muy emocionado. La joven se le arrojó encima y lo abrazó con fuerza. El chico tenía una coleta y un poco de barba. Vestía un traje formal y bombín, perfecto para un encuentro de autores. También llevaba un parche en el ojo, por lo que Cuphead asumió se trataba de un pirata. La pequeña taza no pudo contener su sonrisa al leer su nombre en el manuscrito que había escrito. Su nombre era Capitán L. Jones.
¡Era un verdadero pirata como Cora! Quizás conocía trucos o consejos perfectos para impresionar a su compañera de clase.
Dalia y el capitán hablaban de sus propias historias e ideas, también, no dudaron en compartir el manuscrito del otro. Lo cual los hermanos supusieron se trataba de una historia increíble, ya que ambos compartían tanta emoción y risas, hasta el punto de que muchos susurraran o los miraran con curiosidad.
De hecho, los dos estaban en una montaña que Cuphead y Mugman habían visitado hace mucho tiempo. Exactamente, cerca del viejo y gruñón Glumstone. Al lado del gigante, había un cartel con las letras: ¡BIENVENIDOS AL CLUB DE ESCRITORES!
Poco a poco, el evento fue reuniendo a más y más personas, tanto lectores como escritores. Todos estaban en silencio, pero cuando fue el turno de Dalia de leer su manuscrito, las personas presentes lloraban mientras ella mostraba una sonrisa en su rostro. El viejo Glumstone, quien además de ser el director de ese club, también era conocido como uno de los más grandes escritores de Inkwell. Pero la situación del evento lo obligó a establecer su obligación como director, por lo tanto, envió a un pequeño gnomo para que le diera un pequeño coscorrón en la cabeza a la chica. Ella termino por disculparse mientras la pobre montaña suspiraba. Fue entonces cuando el pergamino explicó el pecado. A Dalia aparentemente le gustaba causar dolor a través de las novelas y eso estaba mal.
“Dice leyó una novela de esa chica una vez y vino llorando a mis brazos… He pensado en ir por ella muchas veces… pero mi esposo dice que siempre tienen un final feliz… así que… no es tan malo… sin embargo, ella es una pecadora porque sigue haciéndolo y lo disfruta… y no me hagan hablar de su amiga Minnie.”
“¿Minnie? ¿Estás hablando de la niña demonio que puede ver el futuro?” preguntó Mugman.
“No. Ella es una cabra pigmea y artista, pero es perezosa y se queja de dolores de espalda todo el tiempo… Incluso bromea diciendo que sería una trabajadora increíble en el infierno si trato su dolor de espalda.”
“¿Es una anciana?” preguntó Mugman.
“No, sólo tiene 21 años… Estricto dice que ella sería muy útil en los archivos…” el Diablo sintió un escalofrío que le recorrió por todo el cuerpo hasta ponerle los pelos de punta como a un gato. “Me da escalofríos pensar que en un futuro tendré dos Estrictos en el infierno…”
“Duhhh… ¡No hay de qué preocuparse jefe! ¡Una vez que la conozca, verá lo útil que es! ¡A Estricto y a mí nos gusta hablar con ella!”, explicó Secuas mientras aplaudía emocionado.
En ese momento, el Diablo tocó el nombre de esa última mortal, revelando a una chica cabra que estaba dibujando en el parque. Vestía una blusa rosa con un lazo en el cuello, así como una falda de color café. A pesar de llevar gafas, los niños podían ver su encantador patrón de ojos, en los cuales, uno era marrón y el otro naranja.
De hecho, unos lindos conejitos se acercaron a ella. Minnie, sin dudarlo, les dio algunos bocadillos.
¡Se veía muy agradable! ¿Por qué estaba condenada al infierno? Pero según papá Diablo, la pereza es un pecado mortal y un boleto directo a su reinado.
Los niños sintieron curiosidad y comenzaron a tocar los nombres al azar, pero se detuvieron cuando ambos vieron a Dalia sentada junto a Minnie. Tal vez fue el movimiento repentino, pero accidentalmente, Dalia tiro las gafas de la chica, mostrando los ojos hinchados de Minnie por el llanto.
La escritora hizo todo lo posible para animarla y, a veces, ella lloraba con ella ya que también sentía que el día fue duro.
En un intento por hacerla sentir mejor, Dalia le mostró el coscorrón que le había dado Glumstone. Una vez que la pobre cabra pigmea comenzó a abrazarse el estómago por reírse tanto, el Diablo comenzó a explicarle.
“La vida es dura… no te voy a decir que siempre hay cosas buenas… pero a veces, incluso cuando sentimos que vivimos en el infierno, encontramos otras almas similares a nosotros; y hacemos que nuestras malas experiencias sean tolerables… Esas dos estarán en el infierno, pero te puedo asegurar que mientras sean amigas, no se verá tan aterrador… Al igual que ustedes dos… Ambos sufrieron una perdida muy fuerte, pero aun así, se tienen el uno al otro y es suficiente para seguir adelante… casi… como Dice y yo”.
Los hermanos tazas sonrieron de lado y observaron a las dos niñas compartiendo postres de conejito mientras se reían a carcajadas. Los niños no pudieron evitar reír cuando vieron a la cabra saltando felizmente después de que ambas comenzaron a charlar nuevamente.
Aparentemente, la joven cabra tuvo una idea maravillosa para una historia. Ella lo llamó como el clásico: colegas a amantes. Un personaje es alegre y brillante como el sol. Y el otro es todo lo contrario. Es trabajador y estricto con sus reglas. Pero aún le gusta mirar a su amado, el cual es como el sol. Si pudiera comparar al amor de su vida, sería con un girasol.
"Duhh, ¡creo que deberíamos elegir otro nombre ahora!" exigió el demonio gordo. Incluso intentó tocar los nombres desesperadamente, pero el Diablo no lo permitió.
Fue allí cuando todos vieron a Secuas y a Estricto caminar cerca de las chicas. Ambos demonios estaban usando sus disfraces humanos.
Los dos parecían muy interesados en el resto de la historia, incluso agarraron el borde de la ropa de Minnie y trataron de exigir cuál sería el nombre de la historia. Tenían muchas ganas de leerla ya que la imprenta había tenido algunos problemas para publicar los libros interesantes.
La escena era inocente, pero el Diablo estaba levantando una ceja, porque al mirar la fecha de esa escena, entendió que era el mismo día cuando su demonio rechoncho y auditor debían cumplir una tarea especial e importante, pero en lugar de eso, se estaban tomando un descanso.
“¡Oye! ¡Ese día se suponía que ustedes dos me comprarían donas! Entonces, ¡¿esta charla es la razón por la que no me las trajeron?!” declaró el Diablo furioso.
Podrían haber visto más, pero Secuas tocó el nombre de Pangsit.
El pecado en sí les dio escalofríos a los chicos: cocinar a los de su propia especie.
Cuphead y Mugman cerraron los ojos con miedo. Totalmente asustados de ver canibalismo, pero cuando los abrieron, notaron un hermoso restaurante, con los mejores cubiertos, mesas, platos y postres bellamente hechos.
Al ver al pecador en cuestión, notaron que se trataba de la yema de un huevo, incluso tenían su servilleta cubriéndolo para evitar manchas. El pecador estaba disfrutando de un desayuno completo, con dos huevos con yema, además de tocino y una torre de panqueques.
En ese momento los niños entendieron el significado del pecado.
Mientras Pangsit disfrutaba de la comida, los niños notaron que también era un artista, ya que había una maleta llena de bocetos, pinturas y dibujos. Se sorprendieron al ver que muchos de ellos eran sobre King Dice y El Diablo.
Los ojos de Mugman se llenaron de corazones al ver los dibujos que representaban a sus padres adoptivos siendo los amantes más lindos de todo Inkwell, lo que hizo que Cuphead se pusiera azul de la incomodidad.
Ese hermoso arte derritió el corazón del Diablo y destruyó su ánimo por sacudir a Secuas y quemar vivo a Estricto. Recordó que el cumpleaños de Dice se acercaba, por lo que necesitaba una hermosa pieza de arte de los mejores en Inkwell.
Otro pecador que capto su atención, era uno llamado Sammy, pero lo curioso de él, era que se trataba de otro dado, uno un poco idéntico como su querido padre adoptivo, pero este pequeño en particular tenía como pecado el ser codicioso y deshonesto, prueba de ello fue como hizo una trampa para robar monedas en una fuente de los deseos. Mientras silbaba, tiraba el agua del pozo falso y recogía las monedas de su artimaña. Incluso cuando lo atraparon en el crimen, basto una mentira y unos ojos adorables para que todos le dejaran en paz.
“Mi padre es muy estricto cuando habla de pecados,” dijo el Diablo esta vez, distrayendo a los pequeños del dado infante. “Por ejemplo, miren a esta chica de aquí…”
En ese momento vieron a una linda chica, con un uniforme escolar de preparatoria de la escuela de señoritas de Inkwell. Había entrado a una farmacia y por un movimiento en su mochila, causo que un chocolate jumbo cayera dentro de los bolsos de su mochila.
“¡Pero papá Diablo! ¡Ese chocolate se cayó por accidente! ¡Nickyy no lo robo a propósito!”
“Pero a los ojos de mi padre, la niña ha robado… buuuhhhh témanle a mi padre…” dijo el demonio mientras movía sus dedos de forma terrorífica.
Iba a burlarse más, pero Mugman los interrumpió.
“¿Pero éste que tiene de malo? Aquí dice, Mary, pecado, come chocolate sola para no compartir con nadie… ¡Es muy exagerado! Yo también hago eso porque Cuphead se roba mis raciones de dulce de Halloween, ¡Se le llama protección!”
“¿Crees que eso es exagerar? Mira los que están aquí.” Dijo el Diablo.
Los niños miraron a más sujetos, una era una hermosa joven llamada Pauu de cabello oscuro, pero con un hermoso color rosado en las puntas del cabello.
¡Jamás habían visto un color de cabello tan lindo!
Su pecado al parecer era similar al de Minnie en cuestión de pereza, ya que su pecado era ver muchas películas en el cine y las series en las radionovelas.
Según su padre, esto no sería tan malo, si la pobre niña se hubiera dado cuenta de que su distracción con la serie de radio hizo que se le cayera el pastel que había comprado en Saltbaker. Y eso no fue todo, el pastel cayó sobre un albañil, que accidentalmente destruyó una casa con su excavadora. Afortunadamente, el chef más carismático de Inkwell le dio una palmadita a la jovencita en señal de apoyo y en pocos minutos le preparó un pastel mejor. Los niños sonrieron al ver este apoyo y porque, a pesar del terrible accidente, nadie resultó herido, excepto la casa, que tuvo que ir al hospital para casas heridas.
También notaron el mismo patrón con Tia, una hermosa felina quien, curiosamente, estaba al lado de papá Diablo en una tienda de cerámica. En su pecado tenía la frase: juega con una enorme bola de estambre. Mientras jugaba, esta bola fue y choco con un bello y diabólico jarrón que el Diablo había comprado. El Diablo la miro con enojo y a pesar de que ella sonrió y se disculpó mientras mostraba todos sus dientes blancos, su padre saco la lista de pecadores y la anoto.
Ahora que lo pensaban, otra condicional para estar en esa lista era hacer enojar a su padre.
“¿Eva también está aquí? ¡La recuerdo! ¡El abuelo nos contó de esa ocasión en el cine!”
El Diablo toco el nombre por curiosidad y noto que, durante una película de terror, la joven era la única de todos los presentes en reírse de esa muerte. Mientras los otros estaban asustados o impactados, ella se reía de la escena.
El Diablo sonrió al ver que había otra persona con su sentido del humor. Pero Eva no era solo su favorita, también le encantaban dos mortales más. Ellas se trataban de una chica japonesa llamada Shigiro Kagsunagi y otra chica de los puertos marítimos llamada Rosy Maple. Por esa misma razón, el Diablo toco los nombres para ver las maldades que estaban haciendo.
La primera era una linda chica de cabello lacio y largo; ella amaba hurtar y culpar a otros. Le encantaba esta pequeña ya que sus travesuras le recordaba a las cosas que él solía hacer en el Reino de los Cielos. Cuando al final se carcajeaba cuando se salía con la suya. Debía admitir que la chica era muy inteligente cuando mentía.
Por otro lado, la joven de cabellera brillosa y verde, que curiosamente le recordaba un poco al peinado de Cala María, actuaba de manera muy inocente, pero causaba caos en los momentos perfectos y cuando ella lo deseara. También, y al igual que el mismo rey del infierno, disfrutaba mirar a los mortales sufrir.
El Diablo miro a los dos pequeños y noto que Cuphead seguía indeciso y temeroso. Aún sin poder procesar la información y sentirse convencido. Incluso si su nombre no estaba en la lista, él sentía que aun así sus acciones deberían haber estado ahí. Pues pudo hacer más para salvar a su abuelo o pudo evitar ser travesío cuando sabía que él estaba cansado, aun así, él siguió sin imaginar que sus acciones le dañarían de esta manera.
“Niño… no iras al infierno como estos pecadores… así que no estes preocupado… veras a tu abuelo algún día…”
Cuphead seguía sintiéndose indeciso, su cerebro no lo creía.
“¡Papá Diablo tiene razón Cuppy! Además, es como Mac nos dijo, nuestro papá castiga a los pecadores, si papá Diablo, quien es el mismísimo rey del Infierno te dice que no estarás aquí, ¡entonces no tienes de que preocuparte!”
Esta vez Mugman lo abrazo con fuerza y restregó su mejilla para animarlo. Ese gesto y las palabras de ambos parecían derrumbar esa barrera negativa y ansiosa del pequeño rojito, pero no del todo.
“Escúchenme los dos con atención…”
Los niños detuvieron el abrazo y miraron al adulto que estaba en frente de ambos.
“Soy el Diablo… sé muchas cosas… veo a los pecadores, a lo peor de la humanidad, almas que merecen sufrir en el infierno… pero tu niño, tú no eres un asesino o pecador…Yo lo ví… yo pude escucharlo… tu abuelo dijo: sé un buen niño, sé feliz, hazme sentir orgulloso… ¿Cómo crees que él se sentirá si te ve llorando y enfermando por tu tristeza? Él se preocuparía, ¿no lo crees?”
Cada segundo, mientras decía esa frase, Cuphead se quebraba más y más en llanto. Completamente aliviado, triste, pero aliviado.
“La muerte de tu abuelo no fue tu culpa… lo veras de nuevo, te lo aseguro.” Afirmo con más confianza y con un tono tan gentil, que los niños sentían una ola de amor en la sola frase.
Las emociones en el rojito llego a la cima y, sin previo aviso, se aventó a su padre adoptivo. La cercanía el permitió que cubriera su rostro lloroso en el pectoral. Y no fue lo único, Mugman se acercó para abrazar a Cuphead y al Diablo de la misma manera. Dándole apoyo a su hermano para que dejara de llorar.
El movimiento fue tan repentino, que el Diablo no supo cómo reaccionar. Mostro molestia, pero, al final suspiro y acepto las consecuencias del gesto, pues era lo más lógico que haría después de tratar de animarlo.
Sin más, hizo lo que muchos mortales hacían cuando mostraban consuelo. Empezó a darle palmadas a los dos en la espalda y a secarles las lágrimas para que no se hiciera un desastre.
“Shhh ya, ya… ya no llores… veras a tu abuelo otra vez… una tragedia como esta, no es culpa de nadie,” dijo tratando de sonar lo más tranquilo posible. Su mirada era una seria, pero, a los niños les proporcionaba seguridad. Asimismo, esas manos tan cálidas sujetándolos, eran para ellos señales de cariño verdadero. “Taza ingenua… ¿Cómo puedes pensar que tu mataste a tu abuelo?”
Las palabras lo calmaron, pero las preguntas seguían, la tristeza en su interior se convirtió en más preguntas, en dudas, en sombras que siempre lo persiguieron en busca de una respuesta.
“¡Debí hacer algo!” dijo llorando y apretando más el cuerpo del Diablo. “Pude hacer algo para que no muriera…” dijo en arrepentimiento.
“Hiciste todo lo posible niño… y sé que tu abuelo lo sabía…”
Cuphead trato de controlar su llanto, pero su corazón imploraba una sola cosa, pedía con todas sus fuerzas algo que él sabía era imposible.
“Papá Diablo… Quiero a mi abuelo conmigo… Quiero verlo otra vez… Yo… Yo nunca pude… nunca pude decirle lo feliz que me hizo…”
Mugman, quien no paraba de abrazarlo, se puso a llorar. Entendiendo su dolor y deseando también lo mismo con todas sus fuerzas. La verdad, el azulito extrañaba su cabaña.
No iba a negar que el señor King Dice y papá Diablo eran muy buenos con ellos, pero extrañaba mucho a su abuelo, quería su habitación de vuelta, su mural de dibujos y ver los libros favoritos que su abuelo tenía al lado del sillón.
“Niño, yo sé que sí… pero, él no puede regresar… sin embargo… eso no significa que él se vayan para siempre… Recuérdalo, ama esos recuerdos y has sentir orgulloso a tu abuelo… no sólo tú, los dos van hacerlo…”
King Dice miraba la escena con mucha ternura y orgullo, miraba a su esposo mostrando ese lado tan gentil, esos gestos llenos de honestidad e intentos por sanar. Ese lado tan bello que Dice amaba con locura y muy pocos eran los afortunados en verlo.
Se moría por entrar, por darle un abrazo a esos tres amores que estaban en la cama, pero, decidió esperar un poco más.
Su movimiento fue muy sabio, pues miro otra escena que le acelero el corazón todavía más.
“Muy bien… los dos, denme la mano… vamos…”
Los pequeños se miraron confusos, pero hicieron lo que se les ordeno. Notaron como la garra del Diablo envolvía sus pequeñas manos, también, sintieron un calor muy agradable.
“Pongan atención… cuando escuchen esas voces y los hagan dudar… o si alguien les dice una tontería como la que Hilda dijo… diciéndoles que esto fue su culpa… van a repetir esto: no fue mi culpa… vamos, repítanlo,” ordeno el Diablo.
“No fue mi culpa…” recitaron los pequeños casi al mismo tiempo sin evitar el mirarse confusos.
Con cada frase que su padre adoptivo decía, ellos la repetían.
“Hice todo lo que pude.”
“Mi abuelo me amo y yo lo ame… Nadie borrara eso…”
“Soy un buen niño.”
“Seré feliz por mi abuelo y por mis padres.”
“Le daré al Diablo mi postre todas las noches.”
“Le daré al Diablo mi… ¡oiga!” dijeron los ambos niños al unisonó.
El demonio se carcajeo por lo cómico del momento, pero sentía algo de frustración al no salirse con la suya esta vez.
Esos deliciosos chocolates caseros que su esposo preparaba para el postre en la cena eran lo mejor y le pesaba no tener más raciones extra.
Sin más, permitió que los niños escogieran qué hacer. Por lo que fue llevado a sentarse en su sofá rectangular a escuchar la radio con ellos. Mientras se dejaba guiar, el Diablo miraba como el alma del pequeño, a pesar de tener las lágrimas marcadas, su corazón parecía sanar un poco, como si un hilo rojo estuviera uniendo los lados de la ruptura.
Aquello era bueno, la tristeza era algo que no podía desaparecer para siempre, pero las heridas del corazón podían sanarse. Tardarían mucho, pero era posible sanarlas.
Aquello serian buenas noticias para su marido, aun así, no le gustará mucho saber la razón de por qué el mocoso se puso tan mal.
Justo cuando iba a pensar en cómo abordar el tema, sintió a ambos niños brincar cerca de él y acurrucarse en el sofá. Abrazándolo y cerrando los ojos como si quisieran irse a dormir mientras escuchaban las aventuras de Dirk Peligro.
Quiso gruñir, quiso empujarlos, quiso llamar a Secuas, pero, estaba cansado y con una espalda suplicándole que descansara. Al final, le indico a su demonio rechoncho que se retirara.
Siguió su propio deseo y suspiro en cansancio junto a los niños en el sofá. Dejándose ser una almohada peluda para ellos. No es que le enfureciera, pues los mocosos le decían que su pelaje era muy suave. Sin embargo, el rojito tuvo la osadía de decirle una noche que olía a hamburguesas con papas.
Cuphead no lo decía para ofender, él decía que ese aroma era de uno de sus platillos favoritos.
Dice no paro de reír aquella ocasión, insinuándole que era el aroma de un jefe trabajador lleno de sudor y esfuerzo.
Y como si lo hubiera invocado, Dice entro a la habitación silenciosamente.
Pero, algo lucia diferente en él. Lucia… orgulloso, feliz, grato de verlo en ese estado con las tazas. Sus mejillas estaban rojas y su mirada era una llena de amor y gratitud hacia él.
Acaso, ¿escucho algo de su conversación?
Esa mirada pura, angelical y llena de brillo en Dice, le dieron otra idea.
Con un chasquido de dedos, los mocosos cayeron noqueados al mundo del sueño. Ni siquiera el salto del Diablo para abrazar a Dice los despertó.
El rey y reina compartieron un beso de bienvenida, de agradecimiento y de amor puro.
Un gesto que simbolizaba un sin número de mensajes, así como un millón de palabras de amor.
“Gracias cariño…” dijo en un suspiro, no por exagerar o fingir, King Dice se sentía mareado por tantas emociones y por esas imágenes que pasaban por su cabeza una y otra vez.
Tal vez, sólo tal vez, su esposo podría llegar a quererlos, a sentir cariño y, quien sabe, tal vez podrían tener sus propios bebés algún día… no… eso ya era soñar demasiado, pero, la idea de que ambos tuvieran un pequeño bebé en sus brazos le hizo latir su corazón y dolerle al mismo tiempo.
Debía ser realista, no podría pasar, no tan de prisa, sin embargo, la sola idea de ese escenario lo hacían sentirse inmensamente feliz.
“No tienes que agradecerme… escucha, no quiero involucrarme… pero, si te está lastimando, no puedo solo mirar ¿sabes?” para ese segundo, el Diablo tenía sujetado a su esposo en un abrazo y su cabeza cuadrada reposando en su hombro. Sus ojos estaban cerrados y su mirada era una relajada.
“Serias un excelente papá… pero jamás te forzaría a eso cariño… no sé si llegará a pasar, pero, quiero que sepas algo, mi felicidad y amor por ti jamás se afectarían o estarían condicionados por ello…”
El Diablo se sorprendió. Sintió alivio, pero, algo le decía que los problemas estarían a la vuelta de la esquina con ambas tazas. Aun así, su regla seguía, mientras su querido dado estuviera bien, no tenía que temer.
Desafortunadamente, la bomba que estaría por revelarle, haría que su querido esposo estallara. Sin embargo, con un chasquido, transporto a los niños a sus respectivas camas. Después, revelo su descubrimiento.
“Hay algo que debes de saber…”
***
“¡¿CÓMO SE ATREVE LA PERRA A DECIRLE A MI NIÑO QUE KETTLE MURIO POR SU CULPA!?
Pero que maravillosa ira.
Que belleza de furia.
Justo en la cama, con ambos sentados al lado del otro y con Dice usando su respectivo pijama, el Diablo admiraba esa llama de odio rodearlo. Sus ojos color esmeralda brillaban con fuerza y estaban listos para asesinar a lo que se pusiera en frente.
El Diablo no podía contener su emoción, su deseo y sus manos deslizando ese cuerpo tan bien formado pero curvilíneo desde las caderas y piernas.
Su corazón latía por esa belleza física y esa ira asesina hacía un mortal. Era como ver un fuego pirotécnico eterno.
Besó cada parte de su cabeza, después hizo lo mismo con sus hombros y restregó su rostro con el de Dice en un intento desesperado de no desvestirlo y sentir su cálido contacto.
“¡No te detengas mi amor! Me encanta cuando hablas mierda de los mortales,”
El Diablo estaba tan perdido en ese aroma, en esa emoción y en ese contacto físico, que no dudo en darle una tormenta de besos en su rostro y pasar su garra por su pectoral, a pesar de que el joven dado estaba más recto que una flecha de arco.
“¡Ahora no Diablo! ¡Estoy muy molesto con Hilda!... ¡Demonios! Y puedo asegurarte de que ahora mismo está carcajeándose… con esa risa molesta… a veces me pregunto que le vio Cagney a esa bruja.”
“Creo que es lo mismo que muchos preguntan sobre mí, preguntan qué viste en mí,” dijo riendo mientras se acostaba en la cama con ambas manos tocando su cabeza por detrás. “Tal vez la bruja tiene su encanto,”
Dice sólo refunfuño y se acostó al lado de su esposo, reposando parte de su cabeza en el antebrazo de su amado. Su rostro era uno de puchero, como un niño mimado.
El Diablo, a pesar de no poder besarlo y tocarlo más, encontró la escena adorable y digna de ver.
Al mirarse, Dice termino suspirando y luciendo cansado.
Las cosas no podían quedarse así, Cuphead podría sanar, pero si tenía Hilda insinuando eso, será muy difícil.
Su querida pareja escucho ese pensamiento y le ayudo a aclarar un poco el dilema.
“Mira… yo podría ir por su alma, podría enviar demonios a fastidiarla, podría ir a despedazar su observatorio como señal de advertencia, pero, sé que no te gusta que haga eso y lo menos que quiero es que ese estúpido tenedor te ponga a realizar más servicio comunitario para castigarme…”
Dice sonrió y restregó su mejilla con la de su esposo, amando el aire caliente de su aliento y la suavidad de su pelaje rozando su mejilla. No pudo evitar sonrojarse.
“Aunque… si podrías hacer algo…” sugirió el Diablo. “Querido, ¿por qué no le das un pequeño escarmiento? Tú sabes… los mismos que usas en el casino… Muéstrale porque no deben meterse con King Dice.” Explico sonriendo.
La risa del Diablo era una bastante diabólica, mostrando sus colmillos filosos y brillantes; sumando a ello unos ojos que parecían mostrar a la silueta de Hilda haciéndose pedazos por un afilado cuchillo.
King Dice le compartió la misma mirada llena de maldad y con su vínculo mental, le mostró en imágenes lo que haría. Escenarios diversos que le dejarían en claro que no debería meterse con sus niños.
“¿Tratas de seducirme?” pregunto el Diablo.
“Debo mimar a mi esposo por su excelente trabajo…”
Y así, sus manos deslizaron en ese suave pelaje, acariciaron sus orejas y también esa hermosa cola que se meneaba de forma ansiosa.
La luz de la habitación bajo a una tenue y los seguros de la puerta se hicieron sonar en el click más satisfactorio.
Mientras compartía ese calor con su esposo, Dice pensó en unos segundos un hecho inquebrantable: Cuphead y Mugman son suyos. No importa que no compartan un vínculo de sangre, los dos son sus pequeños.
Y lo peor que puedes hacerle a un padre, es meterte con sus pequeños.
Con mucho gusto le dejaría en claro este viernes a Hilda que no debe meterse con sus niños
Notes:
Desafortunadamente no será este viernes, sino el próximo jajaja XD el Proximo veremos el final de esta primera temporada con nuestros chicos taza, y asi empezar la temporada 2 de esta historia 😉
¡Muchas gracias por todo su apoyo y por leer este capi!
Chapter 9
Notes:
ADVERTENCIA: PAPÁ ENCABRONADO XD
Lo que significa que habrá lenguaje grosero XD
Una disculpa si les incomoda ese aspecto, no puedo controlar la ira de Dice contra Hilda jajaja.
Espero les guste este capi y, también, para desearles una hermosa navidad.
Espero su santa secreto les de un lindo obsequio
¡Felices fiestas!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Hilda se sentía nerviosa.
Desde el momento en el que King Dice entro a la sala de juntas, él no paraba de darle miradas muy fijas con un gesto serio. Podría jurar que sus ojos lucían como los de un depredador en espera de la presa.
Aunque ella trataba de leer su informe de la isla a su cargo, la mirada no la dejaba estar a gusto.
Incluso Cagney noto eso y le preguntaba a Dice en voz baja cuál era el problema. Pero la única respuesta era un silencio e ignorancia absoluta.
El único milagro ante esa pesada aura fue el fin de la reunión. Sin embargo, aún necesitaba ir por su abrigo rojo del casillero y dirigirse a la salida.
Al cerrar la puerta metálica del locker, miro que detrás de ésta estaba Dice con brazos cruzados y una mirada seria.
Cabía resaltar que sus ojos verdes brillaban con mucha intensidad.
¡Ya estaba harta!
Primero su grosería con su mirada y ahora esto. No le importaba si venia de King Dice, ella no merecía esos tratos.
“¿Se te ofrece algo?” dijo de forma altanera. “Si quieres que vaya a tu estúpido casino, pierdes el tiempo… No sé qué hicieron esa noche de póker, pero el Diablo y la Baronesa no se saldrán con la suya… Déjame en paz y lárgate a esa horrible cueva.”
Dice sólo le sonrió de lado y le agarro el antebrazo con fuerza.
El movimiento fue tan rápido que ella saco un chillido. Sin dudarlo, Hilda uso su otra mano para darle la bofetada más fuerte de su vida.
“¡ERES UN ATRE…!” sin terminar la frase, el ataque de la joven quedo en el aire al sentir como Dice, con su otra mano, detenía la bofetada.
El dado apretaba poco a poco y, sin importarle que algunos civiles estuvieran murmurando, acercó su rostro al de Hilda, totalmente furioso y con unos ojos listos para cortar todo.
“Escúchame muy bien… jamás… jamás, vuelvas a hablar mierda sobre mis niños otra vez… Cuphead escucho tu estúpido comentario en la escuela y enfermo por ello… si escucho de mi niño que otra vez estas abriendo la boca, hare de tu patética vida un infierno… y sabes que puedo hacerlo…”
“De que infiernos estas…”
Y ahí lo recordó, recordó ese día en la oficina de Cagney.
No podía creerlo, ¿el mocoso realmente la escucho?
“Te acordaste ¿no es así?”
“No era mi intención…” dijo con algo de pánico y, aunque no pudiera creerse, arrepentimiento. Sabía que Cuphead había enfermado, que fue internado, pero jamás imagino que su estado de salud se debía por esto.
“No quiero ver tu maldita cara, así que, escucha muy bien, aléjate de mis niños o hare que te arrepientas cada miserable día,” dijo otra vez, apretando el brazo de la chica.
Hilda entro en pánico y comenzó a hiperventilarse por el apretón en su delgado brazo.
Podría defenderse, ser capaz de transformase en figuras más enormes que un simple avión, pero aquello involucraría una destrucción en el edificio entero. Uno muy desastroso si se tomaba en cuenta a los civiles del interior y la calle.
Sólo le quedaba una última alternativa.
“¡King Dice! ¡No me lastimes!” grito lo suficientemente alto para que la escucharan y uso un tono preocupante.
Él no era el único con amenazas de hacer que otros la odiaran. Ella podía lograr que Dice se viera igual de mal o peor.
Algunos civiles se acercaron al lugar y, entre el tumulto, Cagney llego con ellos y empujo a Dice para que la soltara.
El empujón fue tan fuerte, que varias de las cartas de King crecieron para amortiguar su golpe y caída entre el suelo y la pared.
Las cartas miraban con enojo a Cagney, pero al ver que Dice les alzaba la mano para detenerse, éstas se calmaron. Las cartas, aun así, jamás bajaron la guardia y mantenía unos ojos entre serios y molestos, así como una pose lista para combatir de ser necesario.
“¡¿Qué carajos le estás haciendo a mi novia?!” demando Cagney furioso.
Dice se compuso como un caballero, se arregló las partes que el brusco movimiento le había arrugado y, finalmente, se sacudió con desprecio y repugnancia las mangas y partes en donde esa odiosa flor le había tocado. Parece que ni con lavarla sería capaz de quitarle ese odioso aroma a clavel y pasto.
“Sólo le doy una advertencia a tu novia… Ponle una correa y bozal a esa perra para que no diga estupideces enfrente de mis niños, porque yo mismo la llevare al hospital.”
“No si te parto los huesos primero Dice… No me importa si el Diablo me viene a buscar, también puedo darle una paliza a ese imbécil…” los ojos de Cagney parecían ponerse rojos y una vena en sus brazos comenzó a extenderse hasta llegar a su cabeza.
“No necesito de mi esposo para cortarte esos ridículos pétalos,”
Un silencio sepulcral se escuchó en el pasillo y la mirada entre ambos titanes reflejaba que ninguno cedería.
El odio incesante, pero escudado por el amor a sus seres queridos, hizo que ambos varones hablaran en un lenguaje de los puños.
Los pobres civiles del exterior gritaron ante el estrepitoso escandalo similar al trueno y al metal siendo golpeado. Muchos pensaron que un auto había explotado, otros corrieron pensando que algún fuego artificial estallo en un edificio y lo hizo explotar.
Al ver el humo despejarse, todos quedaron boquiabiertos al ver a dos de los protectores de Inkwell dándose golpe tras golpe el uno al otro.
Los civiles miraron hacia el cielo y notaron un agujero de la pared de varios pisos. Al atar los cabos, se dieron cuenta de que ambos atravesaron la pared y con esa fuerza impactaron el suelo.
Al verlos pelear, los lugareños comenzaron a juntarse y a mirar con admiración la fuerza de cada uno. Algunos daban sus porras al mejor peleador, otros apostaron y los demás se dedicaron a cuchichear, diciendo que Dice saldría vencedor y sin rasguño y otros que Cagney lo dejaría muy mal herido.
Incluso, los compañeros de clase de Cuphead y Mugman miraban asombrados la batalla mientras los golpes consecutivos de los adultos sonaban como un concierto.
“¡Nunca había visto al señor King Dice golpear así!”
“Ni que el entrenador Cagney fuera tan agresivo.”
“¡Se van a matar!”
Por desagracia, nada podía detenerlos; ni las miradas, ni las peticiones para que se detuvieran, ni el dolor en el cuerpo por cada golpe.
Ambos eran un desastre y lucían cansados, pero decididos a ser los vencedores. Sólo necesitaban dar un golpe con más fuerza y, así, habría un vencedor.
Luciendo como los guerreros de un coliseo, ambos se alejaron del otro y comenzaron a correr frente a frente como si desearan impactarse; con la única diferencia de que King Dice llevaba sus cartas listas en mano y cada dedo de Cagney se había transformado en un taladro lleno de espinas en movimiento. Ambos se veían como esas justas medievales, con los caballeros, los caballos y las espadas puntiagudas para golpear al otro.
Sólo necesitaban un fuerte ataque para dar el tiro de gracia, pero una bomba de humo oscura apareció al lado de una nube con destellos similares a las constelaciones.
Todos quedaron boquiabiertos al ver que King Dice y Cagney eran sujetados por sus respectivas parejas.
Hilda uso una transformación muy peculiar que amaba hacer en los cielos. Ante ellos, unas hermosas gemelas de vestimenta y cabello de nube estaban sujetando con fuerza al clavel. Siendo en este caso, una en cada brazo.
Mientras que el Diablo, no necesito de ninguna transformación o ayuda extra, basto con cargar las caderas de Dice y no dejarlo caer.
El trasero del furioso dado estaba cómicamente encarando a todo aquel al que el Diablo mirara.
El momento era tan vergonzoso y deshonroso para Dice, que comenzó a mover los pies en un inútil intento por liberarse del agarre.
¿Por qué su esposo estaba deteniéndolo?
“¡Diablo! ¡Suéltame ahora mismo! ¡No he acabado con esos dos!”
Cagney, enojado por su comentario y con una sed de sangre a su máximo esplendor, comenzó a acercarse a Dice, pero Hilda lo sujeto con la fuerza de una cadena. Pareciendo un perro furioso y ladrando mientras seguía sujetado.
De repente, Dice sintió un golpe en los muslos.
Un sonrojo salió a relucir por el tacto y un gruñido furioso. Así como una mueca de traición.
“¡Cálmate! ¡¿Quieres que te nalgueé de nuevo?!”
Con un sonrojo y una mirada de indignación, el pobre dado se cruzó de brazos mientras enfurruñaba entre dientes como un infante castigado. Sabía que una vez que su pareja lo agarraba así, ya no había escape. Era gracioso, le recordaba a su antiguo entrenamiento cuando él luchaba por convertirse en su número uno, aunque, también, le recordaba a esos momentos cuando ambos estaban solos en su habitación u oficina.
“Te dije que le dieras un escarmiento, no que jugaras al boxeador con esa pobre excusa de flor.”
Lo anterior hizo que los ojos de Cagney se llenaran de rabia, hasta el punto de empujar a los presentes para darle una paliza a la pareja. Afortunadamente, Hilda uso toda su fuerza y la de los vientos para detenerlo.
“¡YA ES SUFICIENTE!”
Aquel grito, tan fuerte, cortés, pero autoritario, venia del director de la escuela. El joven cubierto bajaba lleno de ira sobre los escalones del edificio.
“¡USTEDES DOS! ¡SON PARTE DEL CONSEJO! ¡NO PUEDEN PELEARSE ENTRE SI!”
“¡DILE A ESA IDIOTA QUE SE ALEJE DE MIS NIÑOS!” grito King.
Todos los presentes guardaron silencio, dejando ver su impacto y curiosidad.
Silverworth, calmo su ira y su rostro fue uno confuso en segundos. Después, le hizo una señal a Dice con las manos para que se explicara.
A partir de ahí, todo fue como un efecto domino.
Al calmarse más, el Diablo lo bajo de su agarre para que encarara al tenedor. Hilda también reduciría el agarre en su pareja, pero no tanto pues temía que intentara atacar. Pero algo le decía que ese no era el caso ya.
“Dice, explícate…” pregunto esta vez el profesor Lucien.
“¿Qué clase de persona dice que un niño provoco la muerte de su abuelo? Cuphead está pasando por el duelo y lo menos que necesita es mierda como esta… ¡Maldita sea! ¡Yo sé que esto causo también que fuera al hospital!”
“¿Hilda?” encaro el docente a la joven, quien ya tenía su forma original.
Ella asintió, pero se excusó de inmediato. Desafortunadamente, la gente a su alrededor murmuraba y sus rostros lucían decepcionados, crédulos y preocupados. Era más que obvio que tenían un nuevo concepto de ella.
“No fue mi intención… jamás quise que él me escuchara, jamás quise que el enfermara... yo sé que no me van a creer… pero realmente lo lamento…”
El profesor tomo el hombre de Hilda y después miro a sus ojos. Como si tratara de ver si era honesta o no.
“Yo sé que tú lo lamentas…” contesto con una sonrisa y tono que Hilda apreció en verdad. Sentía que, además de Cagney, alguien más no la veía como alguien temperamental o rudo.
“Dice, escucha, lamento lo que paso con Cuphead… y tienes razón, el comentario estuvo fuera de lugar, pero no creo que ella lo dijo con intención de lastimar a Cuphead… fue un accidente… pero tienes razón, el comentario fue cruel, pero, tu pelea con Cagney también estuvo fuera de lugar… y no se puede dejar pasar…” expresó Silverworth.
King sólo lo miraba con unos ojos de cansancio. Estaba harto, sentía que el sermón era bastante estúpido. Sentía que no consiguió la justicia adecuada para su pequeño. Quería que las multitudes lo apoyaran, que todos enfurecieran y destruyeran todo en dirección de la joven.
Era una ira irracional, pero su corazón y cabeza pedían eso una y otra vez.
“Harás servicio comunitario… pero este será diferente, recogerás la basura por tres semanas enteras.”
“¡Ha! ¡Se lo merece!” contesto Cagney con victoria. Tono que sólo hizo enojar más al director de la escuela. Hasta se le podía ver la vena roja atravesando la tela de su guante, a pesar de que sonriera en todo momento.
“Cagney… tu también harás el servicio.”
“¡¿POR QUÉ MIERDAS LO VOY HACER TAMBIEN?! ¡ÉL EMPEZO!”
“¡Y TU LE SEGUISTE EL JUEGO! ¡ERES IGUAL DE RESPONSABLE!”
Todos se quedaron callados y de todos, Dice fue el único en romper el silencio.
“Por mi está bien… mientras no tenga que verle la cara a Hilda… mi amor… vámonos…” dijo mientras tomaba la mano del Diablo y lo alejaba del tumulto de personas.
Algunas de ellas, quienes aprovecharon que tenían al Diablo cerca, le aventaron ofrendas y otros se tiraron al suelo a rezar.
Mientras más se alejaban, el Diablo le enviaba todo su apoyo gracias a su lazo telepático.
Su marido tenía razón, perdió los estribos. Pero estaba muy furioso, era inexcusable que se metieran con sus niños.
No había lazos de sangre entre los pequeños y él, pero Cuphead y Mugman eran suyos.
Y nadie se metería con ellos mientras él estuviera cerca.
“Dice…” dijo casi en un susurro, pero lo suficientemente audible para que le escuchara.
“¿Qué?”
“… Te veías tan sexy partiéndole los pétalos a Cagney…”
Y con esos, las nubes negras que Dice tenía en la mente se despejaron por la agradable sensación de las carcajadas de ambos.
Incluso los presentes los miraron raros o veían que la situación no ameritaba esa reacción. Pero al final, a ellos no les importaba.
Porque al final del día, sólo la opinión de ambos era la valiosa.
***
Los niños se encontraban curiosos.
En la habitación de sus padres, ambos infantes miraban intrigados al señor King Dice.
Cerca del tocador, había una hermosa caja musical. King se sentó en la cama al lado de sus pequeños y, mientras abría la caja, les acerco a ellos una foto muy bien cuidada.
Se las entrego con cuidado y los niños miraron de inmediato.
En una silla aterciopelada, el Diablo miraba la escena con cuidado, casi como si analizara la escena de un crimen o investigación. Pero también, las tazas podían notar que sus ojos lucían preocupados.
Al volver a mirar la imagen, vieron que se trataba de un joven King Dice y dos niños dado similar a él, siendo en este caso un niño y una niña.
“¿Quiénes son ellos?” pregunto Cuphead con curiosidad genuina.
“Son mis hermanitos… ella es Minnie y el pequeño es Sammy… ellos murieron cuando tenían ocho años… fueron muy pequeños,”
La respiración quedo atorada en la garganta de ambos. De los dos, Mugman fue el que se tapó los labios, tratando de amortiguar un suspiro por la sorpresa.
“Llegué de mi trabajo un día y… cuando los encontré, estaban muy enfermos… corrí lo más rápido que pude al hospital... pero, aunque los doctores hicieron lo posible, ellos… ellos…”
No podía terminar la palabra, podrían pasar años y el dolor seguiría ahí. Perder a alguien no es algo que se supera, sino que, con el tiempo, se aprende a vivir con ello. En su caso, tanto el tiempo y el amor de su pareja le ayudaron a sobrellevarlo.
Cuphead miro la foto y ahí entendió las palabras del señor King Dice aquella noche que se molestó. Ahora más que nunca, él le debía el doble de disculpas. Si hubiera sabido eso, no hubiese sido tan cruel, no hubiese estallado en furia contra él de esa manera.
“Señor King Dice… perdón…” dijo Cuphead con mucha tristeza. Todos voltearon a verlo y, de ellos, el dado se levantó y se arrodillo al suelo para escucharlo. “Perdón por lo que dije… que usted no entendía como me siento…”
“Cuphead… pequeño, no tienes por qué disculparte… esto es algo que tu no sabías.” Dice abrazo con mucho cariño tanto a Cuphead como a Mugman.
“Miren niños… entiendo cómo se sienten, se sienten frustrados, molestos, tristes, perdidos… yo me sentí así por muchos años… solía pensar que, si hubiera hecho más, tal vez mis hermanos estarían aquí…”
Cuphead desvió la mirada y sus ojos estaban hinchándose por el comentario, porque tal vez sus esfuerzos no fueron suficientes.
“,.. Pero, me equivoque…” dijo Dice, ganándose una mirada de sorpresa por los pequeños. “Hice todo lo que pude… ustedes también… y otra cosa… sé que no es mucho… pero…”
En ese momento, King abrazo a los dos niños con mucha fuerza.
“No soy su abuelo… no quiero ser su abuelo… pero quiero que sepan que cada vez que necesiten un abrazo, yo les voy a dar todos los que quieran… Si están asustados, si se sienten tristes, pueden decírmelo… yo voy a estar ahí para ustedes, y voy a darles los abrazos que su abuelo no podrá darles…”
Poco a poco, los niños le devolvieron sus abrazos y al mirarse, ambos estaban de acuerdo en una cosa. También querían dejarle en claro el mismo mensaje.
“Entonces nosotros también señor King Dice…” dijo Mugman.
Dice miro confuso a las dos tazas en sus brazos.
“Nosotros le daremos los abrazos que sus hermanitos no podrán darle…” termino Cuphead de decir mientras restregaban su rostro en el abrazo. Dicho acto no les permitió ver que el labio de Dice temblaba por la emoción y, aun así, el joven dado los acerco más a él para abrazarlos y no dejarlos ir.
En ese momento, el Diablo se levantó y se puso recto.
Nadie supo, ni el creador mismo, lo que el Diablo había visto. Sin embargo, su mano temblaba por un descubrimiento abismal.
Mientras los niños y el dado tenían su momento conmovedor, el Diablo sentía que algo muy grande estaba por venir. Pero no ilusionaría a su amado.
Aun debía confirmar más cosas.
***
Algo atacaba el hogar del rey y la reina del infierno.
Algo desconocido, pero capaz de hacer temblar la habitación de la pareja de manera alocada. Piedra tras piedra caían del techo a sus cabezas.
En el caos, el pobre e inocente Mugman entro a la habitación de sus padres adoptivos y salto en busca de protección y consuelo. La pequeña taza gritaba el nombre de su hermano y ambos adultos.
Dice lo recibiría con los brazos abiertos y listo para cubrirlo con su cuerpo.
“¡¿Qué está pasando?!” grito el pequeño alterado.
Pero antes de contestar, Secuas abrió la puerta de par en par. Con un rostro asustado, pero con algo de alivio al ver a la reina sana y salva.
“¡Señor King Dice! ¡Están atacando el casino! ¡Tenemos que llevarlo al inframundo por seguridad!”
Y sin esperar alguna negación o impedimento, Secuas se inflo en tamaño y cargo a Dice como si de una princesa se tratara quien a su vez tenia a Mugman agarrado en sus brazos protectoramente.
La pobre taza miraba por todos lados tratando de procesar lo que pasaba sin respuesta alguna, lo único que sintió fue el cuerpo del señor Secuas llevándolos al vuelo entre los pasillos que se sacudían y hacían sonar los retratos, jarrones y decoraciones cayendo o quebrandose.
No sabía lo que estaba pasando, pero mientras el señor King Dice lo estuviera cargando en sus brazos, todo estaría bien.
Mientras tanto, para el valiente Secuas, la única meta existente era proteger a la quería pareja de su jefe, así como al pequeño niño taza que estaba bajo su cuidado y protección.
Por eso mismo acelero su vuelo a pesar de los rebotes y choques en las vueltas. Pero nada de aquello le dolía o molestaba, pues se sentía orgulloso de tener un atajo al refugio y cuerpo resistente. Éste se encontraba en el jardín lateral del casino, exactamente en la fuente de agua decorativa. Sin embargo, justo cuando estaba por llegar, el corazón de Secuas se rompió en mil pedazos al ver a su jefe ser el autor principal de ese escándalo. Pues de manera increíble, el Diablo, en su forma de serpiente y dragón, estaba destruyendo los hallazgos de lo que alguna vez fue la cueva y volcán que se encontraban en el exterior del casino.
Su amo no estaba solo, con unas risas infantiles llenas de emoción, ímpetu y apoyo, estaba el pequeño Cuphead. El niño tenia los brazos alzados y en señal de victoria al ver como el Diablo destruía el ultimo bloque de piedra de la cueva.
Por primera vez, el casino recibió los rayos del señor sol y los sonidos del mar, así como de las aves y autos con claxon sonando a la distancia.
La sola escena rompió el corazón de Secuas aun más, quien, todavía dolido, soltó a Dice al suelo como si de un costal de papas se tratara.
“Jefe ¿Usted está destruyendo el casino?” dijo con sus ojos hinchados por las lágrimas y listo para llorar como un niño pequeño ante semejante traición. Mientras se escuchaba el gruñido y queja de Dice por la caída, el pobre Mugman, con sus débiles manos hacia lo posible para levantarlo.
“¿Qué? No… Secuas, sueles ser tan iluso algunas veces… Sólo estoy destruyendo la cueva… el rojito me estaba ayudando…”
“¡Fue genial! ¡Papá Diablo me dejo disparar algunas rocas con su tridente!... Bueno, él disparaba, ¡pero me dejaba apuntar la dirección!”
Dice, dándose sobadas en el trasero por la caída repentina, miro algo curioso el gesto. Tanto él como Secuas se preguntaban cuál era el motivo para esta estratagema.
“¡Eso no es justo! ¡Él es mi papá también! ¡¿Por qué no me despertaste?!” reclamo Mugman, iniciando así una pelea con su hermano mayor, mientras que la defensa de Cuphead consistía en sólo sacar la lengua para presumir.
“Es obvio Mugsy, es porque yo soy el favorito… ¡Y mira! Papá Diablo me dio este collar para protegerme de las pesadillas.”
El infante saco de su cuello un collar en forma de ojos. Dice miro alertado el objeto y sabia de que se trataba. No era una baratija cualquiera, era un objeto demoniaco de protección, capaz de protegerte de cualquier pesadilla o ataque, sea angelical o diabólico.
Cuando era recolector de almas en su juventud, el Diablo le daba siempre uno en cada salida. Incluso en ese tiempo, le daba miedo perderlo en una misión.
Mientras los niños peleaban, el Diablo aclaro esta brusca decisión.
“Era una idea que tenía desde hace tiempo… algunos turistas no entran porque les asusta los ojos demoniacos en la oscuridad de la cueva… si nuestro casino fuera más claro, habría más clientela… además… los niños podrían ver las islas a lo lejos y no sólo lava y rocas… Qué opin…”
Sin terminar la frase, Dice le dio un rápido beso en los labios en señal de gratitud.
¿Acaso su esposo trataba de hacer que se enamorara de él de nuevo?
Lo amaba con todas sus fuerzas.
“Bien… y… como acto final… tengo planeado algo que podamos hacer los cuatro… sólo si mamá Dice acepta que falten un día a la escuela…”
Dice se sonrojo por el titulo y por detectar el tono algo burlesco. Pero al mirar los ojos de los niños, los cuales estaban hinchados de súplica y más grandes que nunca, Dice cedió derrotado.
“Está bien… pero sólo por hoy, no quiero que sea una costumbre, no me gusta que falten a la escuela.”
“¡Sí! ¡Hurra!”
Los coros infantiles y Secuas suspirando de alivio fueron como la bienvenida de una fiesta sorpresa. Los niños corrieron al interior para quitarse el pijama y Dice sonreía a su esposo y a ese azul tan perfecto que el cielo presumía, ese azul tan sereno y pacifico que cubría al casino.
El cielo siempre tenía el mismo color, pero, había algo en ese tono azul que lucía mucho más vivo.
Aun así y por más hermoso que luciera, sabían que no podían perder tiempo. Ambos entraron a su hogar y se prepararon para iniciar su pequeño día libre, dirigido por nada más ni nada menos que el Diablo en persona.
***
Dice estaba muy sorprendido.
No era por sólo sorpresa, sino una ansiedad agradable en como su esposo organizo el evento.
Nunca se imaginó que su idea era tener una barbacoa al aire libre en la humilde cabaña de Elder Kettle. Después de ir a una de las mejores carnicerías del infierno y una carpintería en la tercera isla, los cuatro se dispusieron a armar su día.
¿Y porque una carpintería para una barbacoa?
Pues los niños querían terminar de pintar la cerca que remodelarían al lado de su abuelo. Ellos compraron latas de todos los colores y, mientras Dice se ponía a colocar la silla, las mesas y el asadero improvisado para las brochetas, carne y salchichas, el joven dado veía al Diablo y a los niños pintar la cerca mientras reían.
Incluso los niños, como juego, le mancharon el trasero al Diablo. Para quedar a mano, el demonio les dibujo figuras graciosas con la pintura.
Una vez que puso la manta de a cuadros rojos y blancos en la mesa, Dice fue con el grupo para ayudarles a pintar las ultimas piezas de madera.
Sus pequeños miraban con orgullo la obra maestra.
“¿Creen que le guste el color al abuelo?” pregunto Mugman.
“Sé que debe estar presumiéndolo a los ángeles allá arriba Mugsy,” expreso Dice con mucho cariño.
“¿Saben? Adentro tenemos madera para la barbacoa, iré por ella.”
Expreso Cuphead y corrió con toda velocidad al interior de la casa con algunos troncos.
Cuando abrió la puerta, el infante noto que el marco de la puerta tenía líneas de su estatura. Sin embargo, el año pasado no habían continuado con la tradición. No porque no les gustara, solamente lo fueron dejando para mañana y al día que seguía y seguía hasta eventualmente olvidarlo.
Cuphead paso su mano en la madera, exactamente por la caligrafía de su abuelo en donde sus nombres estaban.
Hizo un puchero al ver que Mugman lo seguía superando por unos centímetros.
¡No era justo!
¡Él es el hermano mayor!
“Cuppy, ¿quieres que te mida?” pregunto Dice.
“¡Sí! ¡Tal vez esta vez soy más alto que Mugsy!”
“En tus sueños…” dijo el azulito con una mirada de victoria.
Dice se sentó en el pequeño porche y tomo primero las medidas de Mugman.
Cuando llego el turno de Cuphead, el niño puso sus manos en posición de rezo y comenzó a orar en voz baja, pidiéndole a la familia de papá Diablo que esta vez le dieran una bendición por su estatura.
“Vamos a ver….” Dice miro que Mugman seguía siendo el más alto, pero decidió hacer un poco de trampa. Una mentira como esta no hacia daño. Movió el lápiz dos centímetros más. “¡Wow Cuppy! ¡Mira cuanto creciste!”
Cuphead brinco e hizo marometas para presumirle a su hermano que por fin tenía la estatura que merecía.
Mugman no podía creerlo y decidió comparar su estatura con su hermano, pero entre choques y empujes, ambos niños rodaron en el pasto y comenzaron a golpearse.
Dice termino por reírse, pero su esposo, quien ya tenía su mandil y cuchillos como el chef experto que era, decidió detenerlos.
“Ustedes dos, cálmense o no gozaran de mi barbacoa a la Diabla,”
Casi como si de un General se tratara, los niños le obedecieron al estricto padre y, aún cruzados de brazos y con pucheros en los labios, ambos regresaron a sentarse al lado de Dice.
“Señor King Dice… usted hacia esto con sus hermanitos…”
Dice se sorprendió de la pregunta, sonrió con mucho cariño y le dio palmaditas en la espalda a su hijo adoptivo.
“Sí… y también se peleaban por la estatura… Minnie solía ser un poco más alta que Sammy…”
“¿Cree que les hubiéramos caído bien? Las historias que conto de ellos ayer sonaron muy divertidas, ¡me gustaría pescar langostas como ellos!”
Aquella petición venia de Mugman, el pequeño incluso salto de emoción con la sola idea.
“Por supuesto que sí… hubieran sido el cuarteto del caos…” dijo mientras les apretaba las mejillas cariñosamente, gesto que hacía con sus hermanitos cuando estaba con ellos; desde darles pellizcos y acercar sus labios para soplar en sus mejillas, para así ser recibido con sus melodiosas risas después del tronar de las mejillas como truenos.
En ese ambiente, el aroma de la carne, las costillas y las mazorcas hicieron que los niños flotaran hasta donde llegaba el aroma.
Era un evento muy humilde, cálido y tranquilo junto a un atardecer rosado. Sin duda, para King Dice, el sonar de esas risas, ya era victoria suficiente.
Otro detalle que lo tenía de excelente humor, era su propia pareja. Nadie hubiera imaginado que su marido se volvería tan buen chef después de tantos años de matrimonio. Antes no era muy talentoso, pero siempre que trataba de sorprenderlo, aprendía uno que otro truco y experimentaba con sus platillos, así como una que otra visita al baño cuando resultaban muy condimentadas o de sabor extraño.
Pero ahora Dice miraba la comida frente a él y a sus niños gozando de esta velada.
Y las cosas no terminaron ahí, ya que todos juntaron más leña para armar una fogata y asar malvaviscos.
Al pobre Cuphead se le quemaban en cada intento, pero aun así se los comía por orgullo. El Diablo, siendo igual de increíble como siempre, tomo un puño de malvavisco rosados y forma un capullo de rosa para Dice. El pobre dado no se animó a comerlo y lo sujeto con cuidado sin evitar el sonrojo.
Esos talentos sólo hicieron que los niños le pidieran que formara otra figura. A Cuphead le formo un tren similar a los de juguete y Mugman le moldeó un avión.
Los niños los tomaron con cuidado y comenzaron a correr en el patio como si de juguetes reales se trataran. La distracción de los niños le dio a la pareja un momento a solas cerca de la fogata.
Basto de un beso para que se derritieran ante el otro. Un alivio los rodeo al escuchar que los niños estaban ahora dentro de la cabaña, riendo y jugando en la sala. Pues aquello les permitiría ser un poco más expresivos.
El Diablo fue el primero en avanzar. Sus dedos viajaron a su blanco rostro, para acercarlo más a sus apasionados besos y no dejarlo escapar. Dice perdió las fuerzas ante el tacto y cayo de espaldas en el suave pasto, teniendo así a su esposo encima y sonriendo en victoria.
El dado no opuso resistencia alguna y dejo que su esposo, su amante, su Dios, lo besara en el cuello y le mordiera el hombro. El dolor de la mordida y el calor de esa lengua tan talentosa en su piel, le dieron escalofríos acompañados de un gemido que logro contener con su mano.
El Diablo lo beso en los labios de nuevo, con la única diferencia de que exploraba esa boca tan prodigiosa; gozando la sinfonía de los gemidos, respiraciones ansiosas y el arder de la fogata que simbolizaba su propio ardor y pasión.
A manera de instinto y mirando a la ventana de la casa, Dice sintió la libertad de abrazar las caderas del Diablo con sus piernas y envolverlo.
“Mi amor… no me voy controlar si me seduces así…” gruño el demonio mientras escondía su rostro en el hombro de Dice.
Ese aire caliente y esa voz tan varonil y fuerte, sólo hicieron que Dice se embriagara más y más en el momento.
“No puedo evitarlo… eres el amor de mi vida…” suspiro en la voz más dulce de todas y, aquel acto tan calmado, destruyo la barrera del rey y le hizo gruñir posesivamente y dar otro movimiento.
“¡¡LUCHAS!!”
Escucharon ambos adultos y voltearon en dirección de la cabaña, mirando que los niños tenían atada una capa en la espalda y unos guantes de boxeo. Corrieron en su dirección y brincaron para darles golpes inocentes a cada uno entre risas. Arruinando sin intención su precioso momento.
“¡Descuida papá Diablo! ¡No dejare que el señor King Dice te haga gritar como una niña otra vez!” dijo Cuphead mientras le daba golpes al dado en el abdomen.
“¿De qué infiernos hablas?”
“Recuerdan la noche cuando vimos el show del señor King Dice… escuchamos que jugaban a luchas en su cuarto.”
La pareja sintió como si les aventaran con un balde de agua muy fría. El Diablo se sonrojo y Dice se puso más purpura de lo normal, como si tuviera miedo.
No podían creer que los mocosos los hubiesen escuchado.
Los infantes miraron las reacciones e inocentemente llegaron a una única conclusión.
“No sientas vergüenza papá Diablo, ¡yo recuperare tu honor! ¡Te puedo dar trucos de lucha también!”
En segundos, el rojito se aventó a Dice para golpearlo y luchar con él, pero Mugman entro para defenderlo entre risas.
Los adultos se miraron en shock y ambos entendieron que los niños los habían escuchado a la perfección.
Dice suspiro y agradeció a todos los demonios de que sus niños fueran tan inocentes. Pero el Diablo entro en pánico, por lo que decidió cambiar el tema con otra idea.
Con un choque de su tridente al suelo, no sólo hizo desaparecer la parrilla y la mesa, sino que los transporto a la cima del faro que estaba al lado de la cabaña. Todos tenían su pijama puesta y aprovecho para colocar una litera para los pequeños y una cama matrimonial para su pareja.
Cerrarían la velada con una pijamada en el faro.
Los niños bostezaron ya por el cansancio y saltaron en la cama, pero antes de eso, fueron con sus padres adoptivos y les dieron un abrazo y beso en la mejilla.
Después, se acostaron y sintieron a King Dice arropándoles con cariño mientras esponjaba un poco las almohadas. Ambos niños sonrieron ante la comodidad y poco a poco cerraron los ojos, deseando que los días que siguiesen fueran así de divertidos con ellos.
King se quedó al lado de los pequeños hasta que se quedaron dormidos e incluso, les cantaba las usuales canciones de cuna para relajarlos.
A lo lejos, cerca del balcón del faro, El Diablo miraba pensativo la escena y miraba ese brillo en los ojos de su esposo. Era como una ola de amor brillando y extendiéndose a aquellos cercanos, similar a su encanto con el público, pero este era uno más cálido.
Dice realmente nació para ser un papá.
Muchos podían serlo con sólo el titulo o por el hecho de que concibieron a un mortal, pero Dice era uno en todos los sentidos. Era un padre nato, y eso le asustaba.
Le daba miedo que, hasta un punto, Dice escogiera más esa vida, que prefiriera más ese amor que el amor que él le daba.
El sólo escalofrió de esos pensamientos perturbaron a Dice, quien volteo a mirarlo y dirigirse al balcón.
En cada paso que daba, sus mejillas se sonrojaban más y más. El cielo estrellado y la tenue iluminación de la isla en la espalda del Diablo, le daban un contraste hermoso. El ambiente y esa belleza tan natural en su querido demonio, le hicieron que continuara aquello que habían interrumpido. Ambos se sentaron lado a lado y compartieron besos que, a pesar de ser lentos, daban todo el cariño que el otro necesitaba en los momentos más estresantes.
Una vez terminado, el joven dado reposó su cabeza en el hombro de su amado.
Ambos miraron por un rato la iluminación de las islas y la vida nocturna en ella, pero lo que más opacaba en ese momento, era el cielo nocturno y la bella vía láctea formando un camino de luz. Sumado a eso, el sonido del oleaje chocando en las rocas relajaba más el ambiente.
El Diablo volteo al interior del faro y miro que los niños estaban profundamente dormidos, pero, por cualquier cosa, trono los dedos para que se relajaran y entraran más en la profundidad del sueño.
“Y… ¿Qué me darás por ayudar a esas tazas?” dijo de manera coqueta y besando su mano como si de una damisela se tratara.
Dice rolo los ojos y se acercó a su oreja, susurro algo inaudible para muchos, pero que era música en los oídos del rey del inframundo, hasta el punto de dejar su cola firme como una lanza y las orejas y pelaje erizarse. Al terminar esas bellas palabras que representaban las cosas que harían a solas como pareja, King Dice le lamio la mejilla y mordió su oreja.
“Querido, no creas que te recompensaré cada vez que seas un buen padre…” dijo Dice a manera de reproche.
“Así qué chiste tiene,”
Ambos se carcajearon y, fue en ese momento que algo raro paso, pues una radio que estaba en la ventana comenzó a hacer un poco de estática y comenzó a reproducir una canción.
Dream
When you're feelin' blue
Dream
That's the thing to do
Just watch the smoke rings rise in the air
You'll find your share of memories there
So dream
When the day is through
Dream
And they might come true
Things never are as bad as they seem
So dream, dream, dream
Ambos voltearon haciéndose la misma pregunta: ¿en qué momento dejaron la radio encendida?
Dice iba a dirigirse para apagarla, pero una luz flotante apareció en frente de ellos, su luz azulada y blanca similar a la luna, baño los cuerpos de los adultos con su calidez y belleza.
Esa luz empezó a extenderse y tomar forma.
El Diablo se puso protectoramente en frente de Dice, pero sus preocupaciones se irían a la deriva al ver que esa luz tomaba la forma de alguien que ambos conocían muy bien.
En frente de ellos y con una silueta transparente, pero clara, estaba Elder Kettle, flotando y sonriéndoles.
Se acerco a los adultos y de sus labios, salieron unas palabras que el Diablo jamás imagino un alma le diría de nuevo.
“Muchas gracias… Gracias por cuidar de mis nietos…” dijo la humilde tetera, sonriéndoles y depositando una mano en el hombro de cada uno.
Tanto el Diablo como King Dice mantenían silencio, pues temían que el alma desapareciera con un sólo suspiro o frase.
El anciano les sonrió y, después, miro a los niños, a esos pequeños que le llenaron de alegría hasta el último día de su vida, a esas almas que le fueron prestadas en su soledad.
Se acerco a ellos sin dudarlo y se sentó en la cama de cada uno, arropándolos y besándolos en la frente. Cuando sentían su presencia, los niños sonreían y se acurrucaban más.
Finalmente, Elder Kettle se apoyó en el pequeño cuerpo de Cuphead a manera de abrazo y después lo arropo de nuevo.
“Cuphead, lamento tanto el dolor que te cause… Pero mi tiempo se había acabado… Cuando te vi en el hospital, me preocupaste mucho… él tenía razón cuando me dijo que estarías en buenas manos…”
El rojito siguió sonriendo y acurrucándose más en las cobijas, permitiendo que Elder Kettle sintiera una paz absoluta en su interior, pues ambos estaban sanos, estaban seguros y recibían amor genuino.
Incluso antes de morir, sus pensamientos estaban rodeados de preocupaciones, de miedo y lucha por seguir ahí para sus pequeños.
Y aunque escuchaba al ángel de la muerte diciéndole que ellos estarían bien, que ya merecía descansar y estar al lado de su familia, él tenía mucho miedo y se sentía como un fracaso, pues les prometió a sus padres cuidarlos.
¿Qué sería de sus niños?
¿Lo odiarían por dejarlos así tan de repente?
¿Quién los cuidaría de ahora en adelante?
Pero al sentir que sus energías se iban, que se le eran arrebatadas, lo último que pudo hacer fue decirles lo mucho que los amaba y lo que deseaba de ellos en el futuro.
Pero ahora tenía un chance para darles un último regalo a sus niños.
Floto al pequeño librero que estaba en el faro y saco de este un escrito de su puño y letra. Ésta era una carta parecida a los testamentos en cursiva, cuyo mensaje era un mensaje lleno de amor para sus dos nietos. También, en ese mismo mueble y escondido en la cima, había dos pequeños regalos ya envueltos.
Tomo los preciados objetos y se los dio a King Dice en las manos.
“Esta carta se las daría en sus cumpleaños, al igual que estos regalos… pero creo que ahora es el momento perfecto…”
Antes de poder preguntarle más, Elder Kettle miro al exterior, poniendo atención a un punto fijo en las estrellas. Era casi como si alguien o algo le estuviese llamando. Suspiro sin más remedio y se despidió de los adultos, no sin antes darles un último beso en la frente a Cuphead y Mugman.
“¡Espera!” grito Dice, deteniendo su vuelo y despedida.
“Si… Si ve a mis hermanos… a Minnie y Sammy… por favor… dígales que su hermano los ama muchísimo…” dijo sin poder evitar soltar sus lágrimas y sollozos que tuvo que controlar con sus manos.
Pero antes de irse, la tetera apoyo sus manos en su hombro y le dio una frase algo extraña. Frase que, a la vez, muchos supondrían era para darle ánimos. Mensaje que solo los afortunados de haber sido testigos del comienzo entenderían.
“Joven dado… tus hermanitos siempre están contigo… Sé que no lo entiendes ahora, pero te darás cuenta muy pronto… Aun así, yo les daré tu mensaje, es una promesa… Por favor, cuiden mucho de mis nietos,”
Y así, la anciana tetera se convirtió en esa luminosa luz de un comienzo y voló al lado de las estrellas.
El Diablo paso su brazo por la espalda y hombro de Dice para acercarlo a su lado y poder reposar su mejilla en su cabeza cuadrada.
Ambos miraban con impresión como las estrellas brillaban con más intensidad.
Miraron la luz que una vez fue Elder Kettle llegar a la cima hasta perderle de vista, para así, reunirse con las demás almas en forma de estrellas en el cielo.
En ese momento, la pareja sabía que un sin número de almas en el reino de los cielos los miraban con atención y, lo más seguro, a todos aquellos seres queridos que dejaron atrás.
Pues a pesar de haberse ido, aquello jamás fue impedimento para seguir amando y cuidando del ser amado.
***
La mañana siguiente, Dice dedico lo mejor de sus habilidades culinarias en el desayuno para su adorada familia. Incluso el Diablo se puso a su lado para batir los huevos, hacer unas malteadas de chocolate y colocar los cubiertos en la mesa.
Los niños a pesar de seguir durmiendo, el sonido de las gaviotas en la ventana y la luz del señor sol eran como golpes en el rostro y el oído. Sin más, ambos se levantaron casi al mismo tiempo, se cambiaron y corrieron hacia el comedor.
Ver la mesa de madera llena de comida les hizo sentir que regresaban en el tiempo, ver los árboles y flores danzando en el exterior les daba la sensación de un buen día.
Pero, sobre todo, los niños jamás se esperaron una sorpresa que ambos adultos tenían.
Confusos, los niños tomaron un regalo cada uno y su deseo de abrirlo se volvería incontrolable al escuchar de parte de quien era.
“Cuando estábamos acomodando unas cosas en el faro, los encontramos… son de parte de su abuelo, parece que se los daría en su noveno cumpleaños.”
Cuphead y Mugman no dudaron y abrieron los regalos bellamente envueltos.
“¡Es un reloj de bolsillo!” grito Cuphead
“¡Yo también tengo uno! ¡Esta increíble!” Mugman lo jalo de la correa y lo apoyo en su mejilla como si se tratase del animal más lindo.
Los ojos del Diablo se agrandaron al notar que los relojes no eran unos comunes y corrientes, estos estaban hechos de oro y con patrones de decoración exquisita, una verdadera reliquia familiar.
Cuphead empezó a sentir sus ojos llorosos al recordar un viejo detalle. El hecho de que igual que sus sorbetes, estos relojes le pertenecían a su abuelo, y ahora mismo acaban de ser heredados a ellos. Miro a Mugman y se dio cuenta de que su hermanito sabía lo que significaba.
Los dos presumían la pieza del otro y reían por la felicidad de tener el mayor tesoro de todos en sus manos. Uno que tal vez, al igual que sus sorbetes, pasarían a sus hijos o nietos en un futuro.
“También… encontramos una carta… es de su abuelo… ¿quieren que se las leamos?”
Los niños asintieron con ansiedad y se sentaron en el sofá rectangular de la sala junto a King Dice. Mientras que el Diablo se sentaba en el sofá individual que estaba en frente de ellos y junto a un bello florero de tulipanes. Su mirada era una seria, pero calmada.
King aclaro su garganta y sintió como los niños le abrazaban cada brazo. Ansiosos, pero nerviosos de escuchar su contenido. No dudaron en acomodarse más el regazo de King Dice, admirando la caligrafía de su abuelo y, probablemente, el último mensaje que dejo antes de marcharse.
Una vez listos, el dado comenzó a leer la carta con calma.
A mis queridos nietos, Cuphead y Mugman
¡Feliz cumpleaños!
Espero estos relojes sean de su agrado. Le pertenecieron
a mi padre y el otro a mí. Es un legado en mi familia
que deseo ustedes mantengan.
Mis niños, ustedes han llenado de felicidad a este
viejo y solitario corazón. Me gustaría tener una eternidad
a su lado, pero puedo sentir como el tiempo se va.
Es por eso, que quiero que entiendan una cosa. Si por
alguna razón yo no estuviera aquí, quiero que recuerden
esto: mi amor por ustedes siempre será eterno y no
sientan tristeza. Mírenlo de la siguiente manera.
Si me extrañan en la mañana, descansen en los árboles y
seré yo quien los tenga cargando en mi regazo. Si están
llorando, seré el viento secando sus lágrimas y también
destruyendo las nubes de Hilda Berg jajaja.
Si el día luce gris, seré yo protegiéndolos del sol.
Y, finalmente, seré el atardecer rosado que vemos en
nuestra hermosa isla, despidiéndome de ese día a su
lado y mostrando el color que refleja mi amor por los
dos. Mis niños, los amo y eso nadie lo va a borrar.
¡Háganme sentir orgulloso!
Con eterno amor, Elder Kettle.
Los niños, quienes en todo momento tenían los ojos cerrados, imaginaban que la voz de su abuelo resonaba en ese mensaje. King les dio un beso en la frente a cada uno y después un abrazo que los niños correspondieron con un apretón.
El Diablo saco un suspiro y miro a Cuphead con una sonrisa de lado.
“¿Crees que tu abuelo te guardaría rencor? Él los amo hasta en sus últimos momentos… de eso no hay duda…” señalo el Diablo.
Cuphead se sonó la nariz y se secó las lágrimas que estaban por formarse.
Las lágrimas, a pesar de representar tristeza, las dos pequeñas tazas se sentían rodeadas de amor, un cariño de parte de Elder Kettle y de sus dos padres adoptivos. Era una sensación cálida, protectora, amorosa y genuina. El amor era tanto, que los niños querían llorar y reír al mismo tiempo por ese amor, sin embargo, las risas ganaron al sentir los poderosos brazos del señor King Dice envolviéndolos.
Sabían que el camino podría tener sus espinas, entendían que habría caídas que te harán llorar y buscar consuelo, pero, tal vez, por unos instantes, también había cosas buenas, sólo que en ocasiones el dolor las nublaba.
Los hermanos sabían en el fondo de su corazón, que las cosas irían con calma.
Mientras hubiese amor, mientras recordaran todo aquello que su abuelo les enseño, mientras lo recordaran, seguirían conectados con él.
Pues nada ni nadie borrara los buenos momentos con ellos.
***
“¡Nenes! ¡El desayuno está listo!”
“¡Ya vamos señor King Dice!”
Ambos niños se alistaron lo más rápido posible.
Mugman se puso una playera azul y shorts negros. Mientras que Cuphead escogió sus overoles favoritos y una playera de color rojo pálido.
Antes de salir de su habitación, los niños comenzaron un ritual que el señor Dice les recomendó.
“¡Buenos días abuelo!”
Ambos pequeños sonrieron a una peculiar foto. En el mueble que dividía sus camas, había una cajonera en donde los niños tenían la foto favorita de su abuelo enmarcada, pero el marco era de tres espacios, además de la foto de su abuelo, también estaba enmarcado la carta de su abuelo.
El Diablo había creado con sus poderes un lindo marco de fotos para que la carta y la foto no se dañaran con el tiempo.
Dice les había recomendado saludar a la foto todas las mañanas, e incluso desearle las buenas noches antes de dormir. Ya que, tanto él como el Diablo, les dijeron que a pesar de que no podían escuchar o ver a su abuelo, él sí podía escucharlos desde el reino de los cielos.
Aquel detalle aliviaba el corazón de ambos y sentían que las afirmaciones de su abuelo en la carta eran reales, tomando en cuenta que escucharon maldecir a la señorita Berg en los cielos cuando una ráfaga de viento le destruyo una nube que acababa de formar.
Sin más, Cuphead fue al baño y trajo un vaso con agua, ya que quería ponerle agua fresca a un jarrón con tulipanes que estaba cerca del marco.
“¡Cup! ¿Vienes?” pregunto Mugman, quien ya estaba en la puerta, listo para ir al comedor con los adultos.
“¡Sí! Sólo dame un segundo. Me tomare un baño primero… Si quieres vete adelantando, en un rato voy.”
Mugman lo miro curioso, pero, no le dio mucha importancia y se fue corriendo al pasillo.
Cuphead saco de su mochila un sobre en forma de carta, la miro con una sonrisa y se la puso en el pecho como si fuera a darle un abrazo, después, salió de la ventana y se deslizo por una tubería como si fuera un bombero. Una vez en la tierra, corrió por la ciudad como un deportista olímpico y sin dejar de sostener la carta. Llego al cementerio y noto que hacía unas cuantas personas en algunos lugares, muchos eran adultos o ancianos. Cada uno de ellos le saludaban y sentían ternura al verlo en el lugar.
Sólo le faltaban unos pasos y llegaría a la tumba de su abuelo.
Su corazón latió de dolor al ver que algunas flores se habían marchitado, pero se le hizo una sonrisa al recordar que el señor King Dice visitaría la florería el día de hoy.
Acomodo un poco las flores y quito sólo los pétalos marchitos. después, dejo su carta debajo de unos de los floreros y se fue corriendo de regreso a su nuevo hogar. Sonriendo al recordar el mensaje que seguro su abuelo leería.
Mientras regresaba, él recordaba su pequeño mensaje.
“Abuelo… Mugman y yo te extrañamos mucho… nos gustaría verte de nuevo y abrazarte muy fuerte…”
Cuphead se detuvo en un cruce de peatones y miro que al otro lado de la calle estaban una cuchara anciana cuidando de sus dos nietos, que curiosamente eran sus compañeros de clase.
Cuphead sonrió y se sonó la nariz. Vio que los civiles cruzaban la calle y él hizo lo mismo para llegar al casino.
“No creo que me deje de doler… siempre me va a doler que tu no estes aquí… Pero el señor King Dice y papá Diablo dicen que con el tiempo me va a doler poquito…”
Al llegar al casino y ver la estatua de papá Diablo sonreír carismáticamente en la cima, no pudo evitar sentir alegría, pues tenía a un papá muy comprensivo y siempre ahí para que no se sintiera mal.
Mezclándose entre la multitud que entraba al casino, Cuphead tomo un pequeño atajo a su habitación.
“Tal vez algún día podremos estar en un lugar bello todos juntos… pero por ahora, ¡me encargare de hacerte sentir orgulloso abuelo! Con mucho amor… Cuphead…”
Cuphead llego al comedor, todo sudado y respirando como si hubiera visitado un maratón. Dice sólo procedió a sonreírle y a servirle una buena porción de pancakes y omelette.
Cuando llego a servirse, Cuphead miro a todos con una sonrisa que le formo sus adorables hoyuelos, pensativo al recordar la última pregunta en su carta.
“P.s. Si papá Diablo es mi nuevo papá… ¿Dios es mi abuelo también? ¿Los ángeles son mis tíos ahora?... Mi cabeza duele jajajaja
Notes:
EL FIN!!!! DE LA TEMPORADA 1!
LISTOS PARA LA SEGUNDA TEMPORADA!!!
¡FELICES FIESTAS MIS QUERIDOS LECTORES!
EL PROXIMO CAPÍ SERA EL EPISODIO PLAYERO DE ANIME XD

PhantoMona (Guest) on Chapter 1 Sun 29 Aug 2021 07:37AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 1 Tue 31 Aug 2021 05:24PM UTC
Comment Actions
Cris_kld on Chapter 1 Fri 25 Feb 2022 09:01PM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 1 Sun 27 Feb 2022 07:42AM UTC
Comment Actions
JennTequila12 on Chapter 1 Sun 27 Feb 2022 08:36AM UTC
Last Edited Sun 27 Feb 2022 08:41AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 1 Wed 02 Mar 2022 07:17AM UTC
Comment Actions
Catu (Guest) on Chapter 1 Fri 26 Aug 2022 02:55AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 1 Fri 26 Aug 2022 10:54PM UTC
Comment Actions
Etna (Guest) on Chapter 2 Sun 25 Sep 2022 09:04PM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 2 Sat 01 Oct 2022 04:38AM UTC
Comment Actions
CLJones (Guest) on Chapter 3 Mon 21 Nov 2022 04:24AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 3 Tue 29 Nov 2022 05:51AM UTC
Comment Actions
JennTequila12 on Chapter 3 Sat 08 Apr 2023 06:46AM UTC
Last Edited Sat 08 Apr 2023 06:54AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 3 Tue 16 May 2023 05:49PM UTC
Comment Actions
JennTequila12 on Chapter 3 Wed 24 May 2023 01:06AM UTC
Comment Actions
JennTequila12 on Chapter 4 Sat 08 Apr 2023 08:48AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 4 Tue 16 May 2023 05:49PM UTC
Comment Actions
M_Y_L on Chapter 4 Wed 17 Jul 2024 01:18AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 4 Fri 11 Oct 2024 11:20PM UTC
Comment Actions
JennTequila12 on Chapter 5 Fri 14 Apr 2023 05:53AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 5 Tue 16 May 2023 05:50PM UTC
Comment Actions
JennTequila12 on Chapter 5 Wed 24 May 2023 01:09AM UTC
Comment Actions
ABadSentient on Chapter 6 Wed 31 Jan 2024 05:18AM UTC
Comment Actions
Ben (Guest) on Chapter 6 Thu 22 Feb 2024 09:17AM UTC
Comment Actions
karlchefer on Chapter 7 Tue 27 Aug 2024 02:45AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 7 Fri 11 Oct 2024 11:17PM UTC
Comment Actions
🏃♀️ (Guest) on Chapter 9 Wed 25 Dec 2024 07:37AM UTC
Comment Actions
daliakoen on Chapter 9 Sat 28 Dec 2024 05:27AM UTC
Last Edited Sat 28 Dec 2024 05:28AM UTC
Comment Actions
Sawada_yuki on Chapter 9 Mon 03 Mar 2025 03:49PM UTC
Last Edited Mon 03 Mar 2025 03:51PM UTC
Comment Actions