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Todo estaba mal.
Mal de tantas maneras que deberían detenerse, hacer el intento, conseguir fuerzas para ponerle fin, pero mientras la oscuridad y el misterio los envolvía a los dos con una silenciosa complicidad se hacia difícil.
Sobre todo, cuando la escuchaba pronunciar su nombre entre jadeos, se sentía casi un masoquista, anhelando la manzana prohibida, sus besos húmedos eran tan apasionados que se quedaban sin aliento, sus pulmones suplicando por aire durante sus pausas, sus manos entrelazadas descansaban sobre la cama a ambos lados de su cabeza, él se detuvo para elevarse sobre ella, observando como su cabello plateado (blanco) se esparcía por las sabanas, libre de su ridículo peinado, su rostro ruborizado, los iris rosados que lo miraban asomándose por sus parpados entrecerrados, con un brillo de deseo en ellos, sus labios se extendían en una leve sonrisa.
Ella era tan malditamente peligrosa para él.
- Zora. – Llamo apretando sus manos para atraer su atención, la parte superior de su vestimenta se había aflojado por lo que podía ver un poco mas de piel de lo apropiado.
- Debemos detener esto. – Dijo a pesar de que se inclino para besar su mejilla.
- No pareces estar convencido de lo que dices.
- Uno de los dos tiene que ser el responsable. – Susurro a su oído seguido a lo cual se sentó usando sus manos entrelazadas para sentarla también – Nebra, esto se nos va a salir de control.
- Pensé que eso no te importaba. – Murmuro con un tono de voz decaído.
- No tengo la intención de lastimarte. – Acaricio el dorso de su mano con su pulgar – No se de que forma te has metido bajo mi piel, es frustrante como todo tú, pero no quiero hacerte daño.
- Tú empezaste esto. – Se quejo usando su dedo índice para acariciar el contorno de su mandíbula -Tú querías ver donde estaba mi tatuaje.
- Sabias donde estaba el mío, además estabas borracha el día que me lo mostraste, no estabas seguro si te acordabas de eso y era la única forma de hacerte hablar.
Nebra sonrió levemente al recordar claramente como ese día estaban compartiendo la oficina que les correspondía como equipo, realizaban el pápelo de las ultimas investigaciones cuando el campesino de la nada decidió preguntar donde estaba su tatuaje de alma gemela, ella sabia que él sabía donde estaba, así que no entendía la idea de preguntar a menos que pensara que ella no se acordaba de habérselo mostrado durante su borrachera.
- Has visto donde está el mío. – Dijo el pelirrojo.
- No quería ver donde estaba el tuyo, eso paso por que te presentaste de forma indecente ante la realeza.
- Lo dice la que usaba un camisón bastante revelador.
- ¿Estabas mirando?
- ¿Cómo se supone que no te vea? Si corres a mi habitación gritando por una rata. – Se burlo con una expresión divertida.
- Dijimos que no diríamos nada de ese tema. Y tú también saltaste sobre la cama.
- Yo no prometí que lo haría. – Cruzo los brazos con molestia ante el recordatorio de su momento de miedo – Estas intentando cambiar el tema.
- Ya sabes donde esta. No es algo que importe, es un error que daña mi perfecta piel ¿Por qué quieres verlo de nuevo?
- Curiosidad, estabas borracha la vez que me lo mostraste, no me parece justo. – No le siguió la corriente en su queja con el destino, habían pasado las ultimas semanas compartiendo en esa oficina, a pesar de sus discusiones frecuentes lograron cierta armonía, una vez que se termino por acostumbrar a su forma grosera de hablar pudo entablar cierta rutina – No esta a la vista, aunque la ropa que usa la realeza suele ser tan pomposa.
- Es que tu prefieres andar sin casi ropa.
- Pero te has dado cuenta de eso ¿Te gusta lo que ves? Señorita Realeza. – No esperaba que ella se ruborizada ante su broma, pero verla solo le hizo sonreír, era divertido meterse con ella.
- Cállate.
- ¿Me lo muestras?
- ¿Por qué insistes en esto? – Pregunto nerviosa no quería volver a mostrarle – Sabemos que es un error y se desvanecerá en algún momento.
- ¿En verdad crees que eso ocurrirá? – La pregunta era honesta por lo que ella clavo su mirada contra la suya.
- Tiene que.
- Vamos, te gusta la investigación así que no me sorprendería que hayas buscado todo libro que mencione algo al respecto, yo lo hice. Ambos sabemos que no se ira.
- No puedo tener esta tinta en mi piel. – Dijo sin querer admitir que quiso hacer una investigación profunda sobre el tema, antes de saber quien era su alma gemela intento borrar este aspecto de su vida al fondo de su mente, luego de conocerlo hizo lo contrario, buscar toda información posible. – La realeza no se casa por algo tan inútil como es un tatuaje.
- ¿Tus padres se casaron en un matrimonio arreglado?
- Si.
- ¿Ellos eran felices?
- No lo sé. – Vaciló sin estar muy segura de la relación de sus padres.
- Debe haber otros nobles con tatuajes.
- Si lo hay debe llevarse el secreto a la tumba. – Declaró con tanta firmeza que Zora pudo ver lo mucho que aquello estaba grabado en su persona.
- ¿Qué pasa si se descubre?
- ¿Por qué me estas interrogando?
- Vale, no perderé mi tiempo intentando entender esto. – Zora estaba apunto de retroceder cuando ella empezó hablar.
- Es una deshonra, que un miembro de la realeza tengo un tatuaje de alma gemela es una desgracia, debemos casarnos con personas que estén de acuerdo a nuestro estatus y posición social para mantener la dignidad.
- ¿Qué sucede con… el alma gemela?
- Debe desaparecer. Según los pocos registros suelen ser eliminados, es la única forma en que el tatuaje desaparece.
- ¿Los matan?
- No lo específica, aunque asumo que eso seria correcto. – Los dos sabían que eran asesinados.
Esto traía cierta luz sobre lo que leyó en los libros, resultaba fácil conseguir información en las bibliotecas o los cuentos que se pasaban de persona a persona entre los plebeyos, historias románticas de un amor verdadero, predestinado y capaz de sobrevivir cualquier contratiempo que se interpusiera entre la pareja, tonterías, aunque mantenían ciertas cosas:
1. La forma en que la tinta permanecía en la piel, sin importar que se intentara para quitarlo.
2. La manera en que el destino parecía juntarlos después de que apareciera el tatuaje.
3. La atracción que nacía entre los afectados, las emociones que empezaban a crecer entre ellos, no como un amor a primera vista (a pesar de que algunas leyendas lo presentaban así) sino de algo insidiosos, que iba creciendo de a poco con la convivencia.
Zora se sentía mareado con todas las reflexiones que estaba procesando hasta que llego a una horrible conclusión.
Ella le gustaba.
La insoportable princesa le atraía.
Había querido ahogarse en alcohol con Vanessa cuando se dio cuenta, primero por que le desagradaba lo que ella era, segundo porque era problemático y con lo que ella confeso ahora también peligroso, tercero porque después de verla en su punto más frágil algunas emociones fueron obvias, la gran pregunta ahora es ¿Qué pasaba con ella?
- ¿Dónde esta tu tatuaje? – Insistió, no estaba del todo seguro que tanto se acordaba de ese día y además necesitaba que ella hablara.
- En mi pierna. – Nebra pensó que si resolvía su duda dejaría de molestar, principalmente por que se sentía acorralada, trabajar con él se volvió una actividad que disfrutaba, disfrutaba de tener a alguien que le contestara en igual de condiciones incluso si no tenía permitido hacerlo, se sentía libre de ser ella misma.
- Eso es interesante. – Zora mantuvo sus manos juntas antes de seguir preguntando – ¿Qué sientes respecto a esto? Sin el velo de la realeza, de todos tus prejuicios.
- ¿Esto es solo un cuento de niños?
- ¿Quieres hacer una prueba? – Cuestiono moviendo su silla para quedar mas cerca de ella.
- ¿Qué tipo de prueba?
- Un beso.
- ¿Qué? – Ella se ruborizo rápidamente y se apartó bruscamente con su voz chillona subiendo varios niveles.
- Escúchame, solo será una forma de demostrar que la tinta en nuestra piel no es más que eso. – La podía ver titubear lo que lo hizo sentir aún más intrigado, no sabía si se debía a su recato instruido como princesa (algo extraño ya que le había mostrado su muslo cuando estaba borracha) o por que temía que algo mas pasara.
- ¿No estas intentando aprovecharte, campesino? – Acuso.
- Los besos no se piden, princesa, se roban. – Contesto mirando con diversión como la piel de sus mejillas se volvían más rojas – No pides permiso antes de hacer las cosas, pero no me rebajare a ser igual que tu…
- Solo uno.
Que aceptara hizo que su corazón temblara, se estaba arrepintiendo de su estúpida idea casi inmediatamente, sin embargo, no estaba dispuesto a retroceder, se puso de pie para cerrar la distancia que había puesto entre ellos, siendo apenas un poco mas alto que ella la observo, su nerviosismo evidente en el temblor de sus labios, el rubor de su piel, sus ojos irradiaban un sentimiento que no pudo determinar, se quito la mascara ante la mirada expectante de ella, si la iba a besar quería que fuera sin nada de por medio, sus manos sostuvieron sus mejillas con suavidad, acomodo un mechón de su cabello plateado detrás de su oreja, verla cerrar los ojos encendió su calor, ella confiaba en él.
Cerro sus propios ojos mientras sus labios se juntaban en un beso casto, de apenas unos instantes, pero que prendió un anhelo que no esperaban, Nebra se movió para repetir el gesto, manteniéndose más tiempo, luego siguió otro y otro, para cuando querían darse cuenta sus besos se volvían más audaces, apasionados e intensos, las manos masculinas bajaron a su cintura para apegarla a su cuerpo mientras las de ella se posaron sobre sus hombros, sus dedos se enredaron en su cabello rojo.
Estaban perdidos, eran una calamidad.
- Zora. – Y ella elegía ese momento para usar su nombre por primera vez, escucharlo en su voz hizo que su corazón se saltara algunos latidos, sobre todo cuando sus ojos le devolvieron una mirada llena de calidez.
- Lo sé. – Una vez más se inclinó para besarla como si no hubiera un mañana, si todos se enteraban quizás no habría uno.
Ella no podía ser suya.
Él no tenia esperanzas.
Tan lamentables.
- Si esto sigue así llegara un momento en que no podremos dar marcha atrás. – Comento una vez que se calmaron, ella mantenía sus ojos cerrados recostada en la cama nuevamente.
- No te escucho.
- ¿Estás molesta por que nos detuve?
- No se quien eres.
- Estas siendo una mimada. – Suspiro antes de acostarse a su lado, abrazándola por la espalda – Sabes lo que significas para mí.
- Lo sé. – Ella ladeo la cabeza para poder verlo – No hay nada de malo en besarnos.
- Te gusta que te besé, princesa.
- No esta nada mal.
Zora suspiro, enterró su rostro en su cuello para dejar besos burlones, acariciando con sus manos su estómago y su brazo, no iría mas lejos, la amaba lo suficiente como para desearla, pero la amaba todavia mas para permitirles avanzar, ella había perdido por completo sus prejuicios sobre la situación cuando estaban en soledad, sin embargo, alguien debía mantener el sentido común, ella tomo su mano para entrelazarla con la suya, todavia enfurruñada.
Tan lamentables.
Él se acurruco mas contra ella, abrazándola con afecto, después de algunas conversaciones tuvieron que admitir que les gustaban los abrazos, así que solían hacerlo con frecuencia, otras veces solo mantenían sus manos unidas o compartían miradas.
- ¿Todo bien, Pequeña Señorita Realeza? – Susurro a su oído.
