Work Text:
Oh maldita sea.
Doyoung estaba destrozado, sus labios estaban más rojos de costumbre, su nariz parecía ser signo de estar enfermo, su visión era muy borrosa y sus ojos estaban hinchados.
Era un desastre.
Habían pasado tan sólo unos minutos desde que Jaehyun había cerrado esa puerta para no abrirla nunca más, ¿no es así? No, no es así, habían pasado cuatro horas ya, cuatro horas en las que Doyoung de dejó de llorar. Eran ya las tres de la mañana, la acogedora helada por la que estaba pasando le hacía sentir que realmente se merecía todo el dolor.
Claro que no lo hacía, sus labios y su cuerpo no dejaban de temblar, sus lágrimas recorriendo primero su rostro y aterrizando en sus prendas o en su almohada eran la representación del líquido más frío que existe. Parecía un pequeño e indefenso animal llorando por sentirse abandonado, su estado no le permitía jalar una cobija consigo a pesar de estarse congelando.
Jaehyun ya no tenía tiempo, ya no lo veía, ya no se comunicaba con él, ya no lo trataba con la misma dulzura cuando de milagro podían hablar aunque sea por teléfono. Jaehyun ya no sentía necesidad de amarlo o cuidarlo, Jaehyun sabía que tenía que irse. ¿Y todo para qué? Para que unos días antes de su 'ruptura' oficial Doyoung descubriera que para sus amigos sí tenía tiempo.
Doyoung era el problema, Doyoung ya no entraba en la lista de personas que a Jaehyun le importaban.
¿Qué había hecho mal? Se alejaba cuando se enojaba, escuchaba todo lo que tenía para decir, procuraba ser cada vez más lindo tal y como él lo había pedido, lo esperaba, le cantaba para dormir, lo amaba. Tal vez su error había sido permanecer ahí cuando Jaehyun quería avanzar por su cuenta.
Estaba escuchando el casete que Doyoung le había grabado, el primero que intentó grabar y que jamás entregó. Sólo contenía canciones de amor, canciones que le recomendaba y le dedicaba. Claro que hubo más, Jaehyun se los llevó con ellos, aunque si quería sacar a Doyoung definitivamente de su vida debió haberlos dejado.
Las canciones de amor eran tan ridículas en este momento, sólo hacían que Doyoung recordara todo lo que hacía con su ahora ex-pareja.
Y algo que amaba hacer con él era hablar por teléfono. Era más placentero ver las reacciones de Jaehyun si él decía algo cursi y no podía resistirse a sonreír o sentirse avergonzado. Pero cuánto adoraba usar su teléfono únicamente con la persona que más llegó a querer. No, aún lo quería.
Estaba pensando seriamente en tirar sus teléfono fijo a la basura y comprar uno más moderno, podría ser uno color rojo, o un color tipo beige. Tenía que renovarse.
Aún recordaba su número, sí, aún lo hacía.
× × × × × × × × × ×
Fue marcando dígito por dígito en su teléfono fijo.
Recordaba todas las ocasiones en las que al llegar a su casa después de un día pesado iba directamente al teléfono a marcar ese mismo número, cual adolescente locamente enamorado. Podían quedarse horas hablando o diciéndose cursilerías el uno al otro.
Y fue tanta la nostalgia que olvidó que en esta ocasión no debía apretar el botón para llamar.
Y lo hizo.
Y reaccionó cuando empezó a darle tono.
Desesperadamente dejó caer el teléfono en su lugar, siendo más realistas lo aventó y golpeó con fuerza para colgar. ¿Qué iba a hacer ahora? Ya había dado tono ¿Aún iba a recordar su número? ¿Se enojaría con él por llamar?
Estaba extremadamente nervioso, el corazón le latía a mil, su mirada no sabía a dónde ir. Seguía regresando a ver el teléfono, esperando que algo pasara.
Su corazón casi sale de su pecho cuando escuchó el característico tono de llamada, hace unos meses le habría emocionado, ahora sólo le aterrorizaba.
Responder y atenerse a las consecuencias, o no responder y guardarse todo.
A la mierda, iba a responder, esperaba que su boca no le traicionara y no dejara que cualquier estupidez se le escapara.
— ¿Para qué llamas Doyoung? —Jaehyun fue al grano apenas cogió el teléfono, no dio oportunidad a que el mayor tomara una bocanada de aire. En su voz ya no había dulzura.
— Número equivocado. —su boca había dejado escapar la primera estupidez que se le vino a la mente, maravilloso.
— ¿Cómo te puedes equivocar al marcar mi número? —la voz de Jaehyun ahora lo asustaba, ninguno de los dos estaba consciente de la hora, el cuerpo de Doyoung seguía temblando a causa del frío.
— Fue... un accidente —segunda traición y estupidez, su voz estaba temblorosa, empezaba a tartamudear, esto no iba a acabar bien.
— Los accidentes no ocurren, Doyoung. —y es que ahora mismo era tan jodidamente cierto, lo había arruinado— ¿Para qué llamaste? —repitió, no se escuchaba muy feliz, no sabía si su repentina ruptura lo había dejado en el mismo estado o estaba harto de saber cualquier cosa de él.
— Llamé para decirte que... —ahora no se le ocurría nada, ¿Qué decir? Doyoung hablaba de una manera tan incomprensible, pero no era motivo de preocupación para él porque Jaehyun lo conocía tan bien como para entender perfectamente todo lo que decía a pesar de que lo susurrara y ni abriera la boca.
— Voy a colgar, Doyoung. —había olvidado que tenía que responder, extrañaba que le llamara por algún apodo lindo.
— Jódete. —y Doyoung colgó el teléfono primero.
Nunca se había sentido tan bien desde que su relación amorosa, o lo que sea que tuvieran, había terminado. Nunca había llorado de emoción. No podía dejar de llorar y no podía dejar de reír.
Es como si las cadenas a las que había estado atado todo este tiempo por fin le habían cedido a darle libertad.
Había mandado al carajo al motivo de sus incontrolables llantos esta noche y reciente madrugada.
Había hecho bien.
Lo quería, sí, pero fuera de su nueva vida.
Lo iba a extrañar, sí. Pero más iba a extrañar ser feliz si se mantenía hundido en la nostalgia de su muerta relación.
