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The legend of the bloody white-ghoul

Summary:

El sonido chirriante del metal resuena en todas direcciones. Gritos y llantos de dolor de los jóvenes cultivadores mandados como carne de cañón inundan los oídos de todos. Una batalla movida por la avaricia de los grandes. Impulsados por el deseo y poder de un miserable amuleto, y una venganza sin razón, derramando sangre inocente por cada grieta en el suelo. La tierra seca empieza a nutrirse ante cada gota caída injustamente en el caos.

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–¡Wei Wuxian a muerto!

No. Esto no terminará aquí.

–Wangji, suelta a Wei Gongzi, y entrégame el Yin Hu Fu. – dijo con su característica calma.

Pero Lan Xichen no esperó su respuesta.

—No.

Chapter Text

El sonido chirriante del metal resuena en todas direcciones. Gritos y llantos de dolor de los jóvenes cultivadores mandados como carne de cañón inundan los oídos de todos. Una batalla movida por la avaricia de los grandes. Impulsados por el deseo y poder de un miserable amuleto, y una venganza sin razón, derramando sangre inocente por cada grieta en el suelo. La tierra seca empieza a nutrirse ante cada gota caída injustamente en el caos.

Lan Wangji se encontraba frente al cultivador demoníaco, Yiling Laozu. Con el Guqin en mano, pero se lograba ver que no era una amenaza. Sus ojos dorados estaban clavados en la mirada carmesí de Wei Wuxian.

– Parece que vamos a tener nuestra merecida lucha a muerte, querido Lan Zhan.

Lan Wangji estaba tenso. Todo su cuerpo temblaba y dolía alrededor del hombre delante de él. Sus dedos huesudos tocaban con delicadeza la flauta apoyada en sus labios. Las manchas oscuras debajo de sus ojos resaltaban su tez pálida y enferma. Un estado deplorable para sus ojos. Pero estaba vivo.

– No voy a pelear contigo Wei Ying.

– Pues deberías – contestó casi interrumpiendo el final de la frase, con una pizca de desagrado en su voz– El grandioso Hanguang-jun no debería manchar su preciosa reputación.

– Wei Ying… explicame qué es lo que pasa realmente. Por favor. Yo sé que no eres capaz de hacer algo tan bajo como una maldición hacia Jin Zixun. Tú mismo lo has dicho.

Con esa frase, se pudo ver la expresión de alivio y tristeza en los rasgos tan marcados de Wei Wuxian. Se sentía decepcionado de sí mismo al dudar de las convicciones de Lan Wangji.

– Tú… ¿De verdad me crees Lan Zhan?

– Lo hago.

Sus ojos dorados muestran lo compasivo y justo de su corazón ante la sinceridad de solo dos palabras.

 

Unas túnicas blancas y negras danzaban en medio de espadas y patadas. Las cuerdas y el viento contra cientos de hombres dedicados a matar a Wei Wuxian, eran interceptados por el grandioso Segundo Hermano Jade, el gran respetado Hanguang-jun.

– Lan Zhan, no tienes que hacer esto. – repite por tercera vez Wei Wuxian.

Lan Wangji empujó a un discípulo de su propia secta, con una patada certera en el tórax.

– Quiero.

Lan Wangji logro deshacerse de un trío coordinado. Las notas del Guqin resuenan en el eco de metal y la flauta de Wei Ying. Defenderlo es su prioridad. No iba a dejar a su zhiji solo.

En medio de aquel injusto enfrentamiento, una voz sollozante abría paso entre todos.

–¡A Xian! Por favor para esto. ¡Todo esto no es necesario!– La voz de Jiang Yanli resonaba en cada rincón, tanto como su desesperación.

– ¡JieJie! ¡Vete! – intentó advertir Wei Wuxian.

–¡JieJie alejate de él! – gritó Jiang Cheng al ver a su hermana correr hacia él.

Pero un cultivador descubrió el momento de debilidad del Yiling Laozu, y no desaprovechó la oportunidad de terminar con la supuesta farsa, y robar el Yin Hu Fu.
La espada se blandió hacia delante con precisión y una fuerza descontrolada, impulsado por la ira de ver a sus hermanos morir a su lado frente a sus ojos. El proclamado Yiling Laozu era culpable. Pero no pudo prevenir algo que no se esperaba. Jiang Yanli abrazó a Wei Wuxian.

Un pequeño ahogo y gorgoteo de sangre sale por los labios de la pobre Yanli al ser atravesada por la espada hasta el puño. Seguido de un lamento y una tos sangrienta de Wei Ying El pulcro filo llegó tan lejos como para atravesar con él al mismísimo Wei Wuxian.

Wei Ying miró a los ojos de su hermana, agonizando frente a él, por su culpa.

– Jie...Jie…– el susurro no puede expresar el absoluto dolor que sentía tanto físico como emocional. Siendo atravesado con la misma espada que su linda y amable hermana. La luz de su vida.

La espada sale bruscamente de sus pechos, cayendo ambos al suelo.
El grito desgarrador de Jiang Cheng se pudo escuchar tan fuerte que llamó la atención de la mayoría de los cultivadores.

–A Xiang…– es lo último que logra decir Jiang Yanli antes de desvanecerse en sus brazos, cayendo con ella al suelo.

Lan Wangji dejó de respirar. Su corazón dejó de latir. Su energía dejó de circular. Las lágrimas en sus ojos se acumularon como los manantiales de la montaña de Gusu. No podía estar pasando eso. No a su Wei Ying. No podía. Él no podía morir. No Wei Ying. Las voces gritando con alegría ¡Wei WuXian a muerto! retumbaban en su cabeza una y otra vez. Cada una de esas era más dolorosa que la anterior. Punzada tras punzada en su alma con cada palabra.
No pudo aguantar más. Mientras grito de llanto desgarrador salía de la boca de Hanguang-jun, sus dedos casi destrozan las cuerdas de su delicado instrumento. La onda estaba hecha con tanta fuerza, que los cultivadores que se atrevieron a acercarse terminaron parcialmente partidos a la mitad, y se dirigió hacia Wei Ying. Sus rodillas cayeron con un sonido sordo al suelo. No podía perder a su zhiji.
Sus dedos sangraban y su vista era borrosa, tanto por las lágrimas como el sentimiento indescriptible de confusión, enojo, tristeza y dolor. Sus brazos rodearon a Wei Ying, ensangrentado toda su aún etérea túnica blanca.

– Aléjate, Lan Zhan – dijo mirándolo con tristeza

–Wei Ying…

– Vete – una tos sangrienta interrumpe su oración– Aléjate de mí. Es la última oportunidad de que no te relacionen conmigo

–Yo... Wei Ying

– Lan Zhan...hablo en serio

–Wei Ying – su voz era un hilo en la garganta seca y dolorosamente angustiosa – Wei Ying, todo va a estar bien. Wei Ying…

Su nombre salía de sus labios una y otra vez como si fuera un mantra de su propia secta.

Wei Wuxian mira desorientado a Lan Wangji a los ojos. Sus manos se elevan y quitan las lágrimas que no paraban de caer.

– Wei Ying, no te vayas por favor – un sollozo interrumpió la súplica como si fuera uno mismo.

Jiang Cheng estaba abrazando el cuerpo inerte de su JieJie, aún llorando en el pelo de ella. Susurrando plegarias para que viva, aunque sea imposible.

– La-lan Zhan… – la voz de Wei Wuxian era apenas audible para los oídos de todos, todavía acariciando su mejilla – C-cuida-...Lan... Zhan.
Su brazo cae al suelo débil y respirando con dificultad.

– No no no no no no no no… Wei Ying, no por favor mírame – dice Lan Wangji, sujetando su cara para poder mirarlo a los ojos– ¡Mírame! ¡No te vayas!

–No de-dejes que caiga...en manos equi-vocadas…

–Wei Ying...

–Vengame...por favor.. A Zhan… venga a mi JieJie – dice en un suspiro y un esfuerzo gigante, entregando a Lan Wangji el sello demoníaco.

– JieJie… por favor… – las lágrimas manchan su rostro por completo de Jiang Cheng, mientras sostenía a Yanli con cuidado – JieJie reacciona…

–Wei Wuxian, ¡más vale que te levantes! ¡Levántate!...

Aún con Jiang Yanli en brazos, logra arrastrarse hasta llegar a Wei Wuxian para sacudirlo. Aún en los brazos de Lan Wangji, que apenas se escuchaba su respiración.

–Wei Wuxian reacciona! por favor… A Xian… JieJie... son lo único que me queda… por favor…A Xian… te perdono, por favor solo levántate!

–A Cheng… lo siento…– logra decir con su último aliento – JieJie ... te amo.

Su cuerpo se volvió líquido en los brazos de Lan Wangji. Los brazos cayeron a ambos lados sin fuerza en peso muerto.
No podía ser verdad. Lan Zhan no podía creerlo. No podía ser así. No tan fácil. No Wei Ying. Las lágrimas en sus ojos ya no dejaban ver el cuerpo inerte en sus brazos. La angustia inundó su ser y su alma. Su corazón se destrozaba en miles de pedazos con solo la imagen de todo un mundo de cultivo festejando la muerte de su amado. Él hacía lo justo en su corazón. Era una persona pura, corrompida por un malentendido sin sentido. Wei Wuxian salvó a un pueblo de inocentes, y fue condenado por tener misericordia. Los clanes no tuvieron piedad con ellos. Jóvenes, mujeres, ancianos y niños. No les importó. ¿Aquellos que celebraban alegres sus muertes como la de Wei Wuxian, se querían llamar justos?

Pronto la impotencia e ira inundó todo. ¿Justicia? ¿Dónde está la justicia en la muerte de los justos? ¿Quiénes se creían capaces de decidir que eso se consideraría una condena justa?
Sus puños se ceñían en la túnica negra y roja empapada en sangre con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. Todos reclamaron venganza por la supuesta muerte de Jin Zixuan. Él reclamará la de Wei Ying.
La voz de su hermano que sonaba a la distancia lo sacó de sus pensamientos. Sonaba preocupado.

–Wangji, suelta a Wei Gongzi, y entrégame el Yin Hu Fu. – dijo con su característica calma.

Pero Lan Xichen no esperó su respuesta.

—No.

Su potente exclamación vino de dentro de su núcleo dorado. La fuerza desgarradora de su voz dolida resonó en toda nightless city.

Su pecho dolía. Su respiración era fría. Una negrura lo inundó. El sello tiembla en su mano. Luces rojas destellantes estaban a su alrededor. El viento espeso y frío se colaba hasta los huesos. El dolor, la ira, furia, frustración, tristeza; todo era muy fuerte. Demasiado que soportar. Tantos sentimientos juntos. Tanto rencor. Sentía como una fuerza desconocida intentaba entrar a su cuerpo. Una energía dolorosamente helada y punzante en su estómago. Ardía y carcomía su corazón. El resentimiento dejó entrar al demonio. Sus ojos se apretaban con tanta fuerza que su cabeza dolía.

—Wangji – la voz del primer hermano jade sonaba preocupada y aterrorizada – Suelta eso hermano.

Tarde. No lo va a hacer. No cuando se es lo único de Wei Ying que le quedaba. Siente en sus venas el hormigueo de el cultivo demoníaco en todo su cuerpo. Desde las puntas de los dedos de sus pies, hasta la última punta de su cabello.
Varios cultivadores lo querían alejar de Wei Ying. ¿Quien se atreve a cometer ese suicidio?

Lan Wangji abrió los ojos.

Sus orbes se volvieron del mismo color de sus manos manchadas por la sangre de su amado. Esos iris tan dorados como en oro habían desaparecido. Brillando en medio de un humo negro, el mundo entero pudo presenciar como el alma pura de un Lan se entregó al cultivo demoníaco.

Oscuro deseo de sangre se apoderó de cada poro de su cuerpo. Insaciable sensación de ira, que necesitaba sangre entre sus garras. Un sentimiento que desgarraba la carne y alma.

Dejó el cuerpo de Wei Wuxian con cuidado en una roca y se levantó lentamente. Cuando su rostro se elevó con orgullo, miró al rostro de su hermano y su tío. La decepción en sus ojos llenó de más enojo su corazón. Ya no tenía el control. No merecía la estúpida cinta. La arrancó de su frente de un tirón, desgarrando la tela.

–¡Lan Wangji! ¿Qué haces? ¡Entrega eso ahora!– exigió su tío con ímpetu.

Un gruñido salió de su boca. No lo haría. No hasta que paguen. No hasta recuperar a Wei Ying.

–¡PUDRANSE!

Con esa palabra, Lan Wangji tomó a su Guqin y deslizó uno de sus dedos por una de las cuerdas, en forma de prueba. La fuerza utilizada en esa nota logró tirar al suelo al mismo Lan Qiren, que no esperaba el ataque de su propio sobrino. Con ese movimiento, cinco hombres se abalanzaron hacia él.

–¡Entrega a Wei Wuxian y el sello estagio ahora! - se atrevió a exigir uno de ellos.

–¡NADIE! ¡TOCA¡ ¡A MI WEI YING! – seguido de eso, su mano tocó tres cuerdas. Los cinco hombres fueron esta vez cortados a la mitad. La sangre se esparció por todo el suelo y a su alrededor, pero no mostraba ni una mancha hecha por otra sangre que no sea del Yiling Laozu.