Chapter 1: Cap 01: Confío en tí / No pierdo la esperanza
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Sus manos están llenas. Tiene a Jin Ling en ellas, con su izquierda presionando la cabeza del líder Jin en su hombro, mientras su palma se posa sobre sus ojos cerrados transmitiendo energía espiritual, y su derecha debajo de sus rodillas, cargándolo. Detrás de él, las manos de Jiang Cheng arruga la túnica en su espalda y Lan Huan imagina la sangre.
Le arde los ojos, se sienten como dos carbones encendidos.
No llora, aún.
—Lan-zhongzhu, Jiang-zhonzhu, ¿qué ocurrió?
—Envíen una señal a Lanling Jin —ordena Jiang Cheng, como si no estuviera aferrado a su espalda, como si no caminara inseguro de a dónde dirigirse.
Lan Huan traga. No puede dejar de transmitir energía espiritual.
—¿Dónde está la bengala?
—Jin Ling.
—¡Ah! —Lan Huan se detiene cuando reconoce a Mu XiRen frente a él, el principal discípulo de Jiang Cheng. Primero hace una ligera reverencia, luego rebusca en las mangas del líder Jin hasta obtener la bengala.
—También envíen una señal a Gusu Lan —Lan Huan dice, con la voz contraída. Mueve su brazo derecho, como si indicara que se encuentra justo dentro de su manga.
Mu XiRen es diligente en encontrar la otra bengala y hace señales a dos discípulos de Yunmeng Jiang para arrojarla. Ambos salen a obedecer la orden.
—Jiang-zhongzhu, ¿usted…?
—XiRen, lleva a alguien contigo al fondo de la cueva y determina con qué carajo nos enfrentamos. Investiga lo ocurrido, qué es, cómo fue liberado, si esto fue una trampa en contra de Jin Rulan o en mi contra.
—Sí, Jiang-zhongzhu. Usted… necesita energía esp…
—Estoy bien. —Jiang Cheng insiste, aunque el temblor que siente Lan Huan en su espalda indica lo contrario—. Necesitamos saber si esto fue una trampa. Quienes más sabían que estaríamos en esta zona, si no fue solo una mala casualidad.
—A-Cheng —Su voz sale ronca, afectada. Se obliga a tragar una tonelada de piedras rojas de fuego—. Debo continuar caminando. Mu XiRen, por favor, dejamos a su cargo la investigación. Necesito salir de esta cueva, asegurarme del bien de Jin Rulan y de Jiang Wanyin.
—Lan-zhongzhu —El hombre da una reverencia—. Encargo a Jiang-zhongzhu y Jin-zhongzhu en sus manos.
El hombre desaparece en la oscuridad de la cueva con el otro discípulo que lo acompañaba. Lan Huan está rígido, su energía emerge con fuerza de su palma izquierda, pero se siente injusto saber que Jiang Cheng está sangrando en su espalda, está… está herido. Él… él está…
Quiere llorar. No, quiere gritar y maldecir.
—A-Huan, sigue… no dejes de enviarle energía a A-Ling.
Aunque tiene el corazón de Jiang Cheng en sus manos ahora (porque Jin Ling es lo que Jiang Cheng amará más que su propia vida), Lan Huan quisiera tener la posibilidad de también cubrir a Jiang Cheng en sus manos y protegerlo. Enviarle energía espiritual y curarlo, verificar el daño de sus heridas y asegurarse de que estará bien.
—A-Huan…
Se guarda todo y continua. Camina mirando como se acerca la entrada de la cueva y ve las túnicas moradas revoloteando después de que la señal de ambas sectas se dispersa en las nubes. Los rostros de los discípulos de Yunmeng que los esperaron allí se distorsiona apenas la visión de su líder es más clara, fuera de la oscuridad de la cueva. Lan Huan también se gira para confrontarlo, para ver lo que ha sucedido y sus ojos se horrorizan cuando nota la sangre que mancha su rostro, la forma en que la cinta morada ahora es rojiza y grandes surcos de sangre fresca y seca están en sus rostros. La forma en que cojea, como su cuerpo se ve magullado por los golpes y hay sangre por toda su túnica.
Casi se arrodilla de la impresión. Su corazón duele.
—¡Jiang-zhongzhu!
—¡Dejen el alboroto! —Jiang Cheng los calla, aferrándose aún a la manga de su túnica, pero sin saber en dónde enfocar la atención. Su voz suena más cansada ahora—. ¡No ha pasado nada! Cuando lleguen los discípulos de Lan Ling Jin, partiremos de inmediato a la torre.
—Wanyin. —Su paciencia está pendiendo de un hilo—. Necesitas recibir energía espiritual.
—Ahora no, Lan Huan.
—¡Wanyin!
—¡XiChen-ge! —grita Wei Wuxian. Lan Huan se gira cuando la voz del patriarca Yiling le sorprende y lo nota bajar de Bichen, justo al lado de su hermano Wangji—. Acabamos de ver la señal, ¡estábamos cerca y…!
Wei Wuxian se congela en el acto cuando ve la escena. Lan Huan no le da tampoco tiempo de reaccionar. Se aparta de Jiang Cheng, quien le suelta la túnica por lo rápido que avanzó.
—¡Maestro Wei! ¡Por favor, toma a Jin Rulan! Entrégale energía espiritual. ¡Debemos ir a la torre Jin con él, pero no podemos dejar de pasarle energía espiritual!
—¿Qué sucedió? —La voz temblorosa de Wei Wuxian apenas se eleva. Escucha el llamado de Jiang Cheng a su espalda, ese tono de advertencia, pero no le importa. ¡No le importa!
—¡Wanyin le entregó sus ojos! —Su voz se eleva más, alterada por la conmoción que ha estado guardando desde que la realización golpeó su núcleo y su alma. Wei Wuxian palidece—. ¡Tómalo! ¡Yo tengo que…!
—¡Zewu-jun! —Jiang Cheng grita. Lan Huan lo ignora.
—¡Yo tengo que pasarle energía a Jiang Cheng! ¡No ha recibido ninguna atención desde el ataque!
Wei Wuxian toma a Jin Ling en sus brazos e inmediatamente pasa su energía a los ojos de su sobrino, pero su rostro mira pasmado hasta donde está su hermano. Lan Huan tampoco presta mucha atención a eso, sus manos tiemblan al sentirlas libre, su corazón duele cuando sus ojos vuelven a ver a Jiang Cheng. Su alma grita cuando lo nota pérdida, inmóvil, como si temiera moverse de allí, como si temiera demostrar cuán vulnerable es ahora que ha sacrificado su vista, cuán desamparado se siente.
—Lan-zhongzhu, ¡tú…! —Jiang Cheng intenta reclamarle.
Sus manos lo alcanzan. Su boca lo calla. Lan Huan absorbe la voz de Jiang Cheng mientras toma su cabeza entre sus manos y enciende su energía espiritual para transmitirla en medio del beso y sus palmas. Jiang Cheng gime, pero él no da tregua. No la da. Su boca sabe a sangre y cenizas y ardor y él la besa, la besa, la besa.
No le importa nada más que sentirlo. No le interesa más que sentirlo, que saber que no está muerto, que sobrevivió, que puede curar a sus heridas ahora que lo tiene en sus manos. Que quizás es una pesadilla de la que va a despertar, y lo hará estando en la cama de Jiang Cheng, mirándolo dormir a su lado, protegido, a salvo, con sus ojos, él…
—¡Jiang Cheng! —Lan Huan grita. Sus brazos atajan a tiempo el cuerpo de Jiang Cheng antes de que caiga a causa del desmayo. Su corazón se paraliza, su pulso sube hasta la cabeza y el grito de Wei Wuxian no ayuda en nada. En nada—. ¡A-Cheng! No, no, no por favor. ¡No!
Busca su pulso. ¡Todavía está allí! ¡Está allí!
—¡A-Cheng!
—Xiongzhang.
La voz de Wangji se acerca para intentar calmarlo. Lan Huan apenas se percata que está de rodillas, con el cuerpo de Jiang Cheng aferrado en un abrazo, con su energía transmitiendo a todos lados sin tener idea de en donde empezar a curar, cuál es la herida más grave, donde atacar primero para asegurarse de que está bien.
—¿Por qué? ¿Por qué lo tuviste que hacer? —murmura contra su mejilla ensangrentada, contra su cinta ahora roja, contra las lágrimas de sangre que corren por su rostro. Lan Huan gime angustiado, cediendo por fin al dolor.
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Fue hace cinco años que Lan Huan salió de su reclusión. Duró tres años fuera del mundo del cultivo, meditando, reflexionando, observando cada error y juzgándose por ello. No puede decir que salió tras haberlos perdonado todos. Lo hizo porque era necesario y correcto, porque los ojos de su shufu llenos de tristeza le indicaron que ya no podía cargarlo más con un deber que solo le pertenecía a él.
La decisión resultó mejor de lo que esperaba. Justo lo que necesitaba era salir para empezar a tomar el control de su vida y de su secta. El progreso fue lento, era difícil acostumbrarse a estar frente a otros después de tres años de silencio. Gusu Lan apoyó mucho en el proceso de readaptación, su hermano y Wei Wuxian acompañándolo en sus primeras cacerías, los discípulos ayudando con cualquier percance, su shufu explicando con paciencia todos los cambios. Cuando estuvo en la torre Jin por primera vez después de tanto tiempo, el ardor estuvo allí, constante. Recorrió los pasillos de la torre Koi con nostalgia y vergüenza, memorando cosas, aplastando sentimientos, deslizando disculpas silenciosas al viento.
Entonces, por primera vez después de tres años, lo volvió a ver. Jiang Cheng caminaba con su séquito hacia sus habitaciones, ajeno a su presencia. Espalda erguida y mentón altivo, sus discípulos siguiendo el ritmo de su zancada como si todo el terreno que tocase le perteneciera por herencia. El mismo Sandu Shengshou que conoció en el pasado, intocable, inamovible…
Lan Huan lo recordaba antes de eso derrumbado en el templo, con una herida en su pecho sangrante, llorando y gimiendo por respuesta a preguntas que jamás se querrían responder. Frente a un Wei Wuxian incapaz de decir nada. Tan diferente al hombre que pasó sobre el puente de la torre.
Lo primero que pensó fue que no debería sorprenderle. Jiang Wanyin siempre fue así. Podías verlo en un momento de rodillas con el rostro humedecido de lágrimas y en otro imparable como un trueno atravesando las nubes y cortando el más grueso árbol. No importaba qué tan profundo lo golpearan, Wanyin volvería a levantarse y se convertiría en un río tempestuoso capaz de arrastrarlo a todo por su paso. Qué fuerte es, pensó. Una vieja admiración volvió a resurgir como el hielo que se derrite del pico de una montaña formando un pequeño e insignificante riachuelo.
Meses más tarde, en su segunda cacería juntos, Lan Huan comprendió que se sentía mejor estando con él. Las cacerías con su hermano y su esposo eran divertidas, pero se sentía mal terció y muchos comentarios imprudentes de Wei Wuxian terminaban clavando una astilla en su pecho. Lo intentó con sus propios discípulos mayores, quienes terminaban tratándolo con demasiado respeto o condescendencia y lo hicieron sentir completamente ajeno. Luego trató solo con los recientes seniors, pero andar con Lan Sizhui y Lan JingYi lo hizo sentir completamente anciano, más cuando Jin Rulan estaba con ellos. Jiang Wanyin hizo el equilibrio perfecto: no se sentía solo con los jóvenes, disfrutaba de sus comentarios mordaces, pero, sobre todo, disfrutaba de que no fuera tratado como una tetera frágil que podría romperse en el menor movimiento.
—Esta cacería fue asquerosa —escuchó la voz de Wanyin inclinado frente al río que encontraron en el bosque.
Lan Huan se sentía sucio: lleno de sangre y de vísceras después de atacar un enjambre de gouls que explotaban con las flechas y las espadas. Los jóvenes ya se habían lanzado al río abandonando todo decoro y ni siquiera Lan Sizhui se salvó de caer de lleno al agua.
Wanyin primero bebió agua, limpió su rostro y por último sus manos, pero definitivamente necesitaba un baño. Él mismo lo necesitaba. Con cuidado, se arrodilló a su lado para imitar el gesto de su compañero.
—¿Has considerado hacer lo que hacen nuestros jóvenes en este momento? —preguntó genuinamente intrigado. Wanyin, lejos de intimidarse, solo resopló y ahogó una risita divertida.
—¿Y arruinarles la diversión? —se quedó de rodillas, con sus palmas mojadas sobre su túnica mientras los miraba juguetear entre ellos. Sus ojos se suavizaron notablemente al enfocar los jugueteos de Jin Ling, golpeando a un JingYi que estaba intentando hacerlo caer en el agua—. Se intimidarán. Además, prefiero una bañera caliente, aceites y sales.
—Dudo que en la posada a la que lleguemos tengamos tantas comodidades.
—Yo traje mis aceites y sales. Regresar así a Muelle de loto está fuera de discusión.
—No pensé que Jiang-zhonzghu fuera tan cuidadoso con su apariencia —dice en tono divertido, aunque también hablaba con verdad. Solo en el templo lo vio tan fuera de sí, en cualquiera de los otros escenarios a lo largo de los años, no hubo un momento en que Jiang Wanyin se presentara de forma menos que decorosa.
—¿Acaso solo Gusu Lan tiene derecho a lucir impoluta a donde vaya? —El tono mordaz de Wanyin le hizo cosquillas en su estómago—. ¿Todas las demás sectas de cultivos somos salvajes que no conocemos el agua y la esponja?
—Definitivamente tendremos competencia si Yunmeng Jiang viaja a todas las cacerías con sales y aceites para mantener su apariencia impecable. Más cuando sus túnicas ocultan mejor la sangre que la nuestra.
—Deberías proponer entonces un cambio de color de secta. Siempre pensé que era sumamente masoquista salir a cacerías nocturnas vestidos de blancos.
Su respuesta quedó cortada cuando el agua cayó en su cara, aunque fue menos de la que recibió Jiang Wanyin. Este cerró los ojos, dobló la boca de una forma dolorosa y sus pestañas ahora quedaron más mojadas que antes. Luego la risa de Jin Rulan delató al delincuente.
—¡Jiujiu! ¡Debes estar apestando!
—¡Mocoso! —Y Wanyin arremetió con otra ola de agua que salpicó al chico, pero no hizo nada con lo mojado que estaba. Lan Huan decidió apartarse antes de recibir más agua en venganza—. ¿Ya terminaron aquí? ¡Debemos volver y buscar posada!
Jin Rulan torció la boca en desaprobación, pero algo debió convencerlo casi de inmediato. Los chicos salieron del agua y buscaron vestirse después de haber dejado que la luna los encontrara tal cual había llegado al mundo. Jiang Wanyin sacudió sus prendas, pasó sus manos por el rostro humedecido y lo secó. Luego esos tormentosos ojos le miraron como si le hiciera una pregunta y Lan Huan comprendió, en ese momento, que no había dejado de mirarlo.
Jiang Wanyin es un fenómeno natural que es digno de ser admirado, con los relámpagos de luz a lo lejos que suenan a una amenaza, o el golpe seco a tierra que enciende las ramas secas, su presencia es tan intimidante y envolvente como la energía de Zidian.
Le atrajo.
En la posada, comparten la habitación mientras los jóvenes tienen la suya, pero se quedan en el salón para compartir el vino. Lan Huan usa primero la bañera, luego le da espacio a Wanyin para usarla después de él y pronto ambos están en sus respectivas esteras, con un brazo de distancia. Lan Huan no deja de mirar de reojo los remolinos negros que caen sobre la almohada de Wanyin mientras le da la espalda, con la suave túnica oscura que usa para dormir. El aroma a jazmines lo envuelve, las sales y los aceites en su cabello casi lo seducen a acercarse. Lan Huan traga. Aprieta sus dedos en la colcha y se siente mareado. Él se conoce, sabe lo que siente.
No quiere negárselo.
—Jiang-zhongzhu, ¿está despierto? —Wanyin dio un sonido en su garganta como respuesta—. Me gustaría convidarlo a tener cacerías nocturnas con más frecuencia. No necesariamente con los seniors de mi secta y Jin Rulan.
—¿Más frecuencia?
—¿No sueles ir a cacerías nocturnas? ¿Que no sean para respaldar a tus discípulos?
—Ha pasado mucho tiempo desde entonces —dijo y Lan Huan sintió la oportunidad.
—Cuando estamos con los jóvenes, tenemos que permitirles actuar. Eso quita un poco la posibilidad de hacer una cacería en forma. Ha pasado muchos años ya desde mi última cacería y pensé…
—¿Por qué conmigo, Zewu-jun?
Wanyin se movió. Lan Huan escuchó el sonido de las telas al ser aplastada y deslizarse sobre la estera y su corazón dio un salto precipitado. Respiró hondo antes de enfrentarse a los ojos de Jiang Wanyin, feroces, desconfiados, entrecerrándolos para que solo una rendija le permitiera ver ese tormentoso gris. No se giró por completo como lo hizo él, aunque tuvo que hacer un esfuerzo para mantener su mirada en el rostro del líder Jiang y no vagar inapropiadamente por la bata que se abrió para exponer un poco más de piel sobre su pecho.
—¿Honestamente? —preguntó Lan Huan, aunque sabía que como Lan no tenía otra opción que esa—. Porque he disfrutado estas dos cacerías con su compañía. Estamos en un nivel cercano y podemos hacerlas más entretenidas. Necesito poner a prueba mi nivel de cultivo en serio.
—¿Un nivel similar? —Jiang Wanyin abrió mucho sus párpados, como si la sola idea de que pudiera compararse a su nivel de poder fuera un chiste—. Zewu-jun, dudo que alguien se acerqué a tu nivel.
—Me das demasiado crédito, Wanyin, y muy poco para ti, me temo. ¿Me concederías el honor de ser tu compañero de cacerías?
—Bueno… no es como si hubiera tenido a uno en mucho tiempo. —Wanyin se volvió a acostar en la estera, esta vez boca arriba, casi imitando su posición.
Ese brazo de distancia se sentía eléctrico, caliente, como si estuvieran casi rozándose y al mismo tiempo tuviera una hornilla entre ellos.
—¿Por qué no has tenido?
—Mi reputación me precede.
—Tu reputación no te hace justicia.
—¿No me consideras aterrador como dicen? ¿Malhumorado, con mal genio, un pésimo temperamento y una incapacidad para socializar? —Wanyin le dirigió una mirada comunicativa, con una ceja enarcada.
—Lo eres, pero eres más que eso.
Jiang Wanyin no dijo nada. Solo encogió sus hombros desde su posición acostada y dejó que el silencio los envolviera. Lan Huan durmió pronto en ese momento, con una sensación agradable abrazándolo, con las posibilidades sobrevolando como mariposas sobre sus ojos y las opciones disponibles en sus manos.
Después de esa cacería, acordaron comunicarse con misivas para las siguientes. Lan Huan no demoró en encontrar un espacio tres semanas después para encontrarse con Wanyin hacia el norte y cazar en medio del bosque. Después de limpiar los lugares de espíritus resentidos, intento de cultivo demoníaco que con la presencia de Wei Wuxian habían regresado o demonios alterados, buscaban un sitio en donde poner una fogata para no llamar la atención de los demás, comían las viandas que traían cada uno de sus sectas, bebían el té y luego tocaba su xiao mientras Wanyin bebía una jarra de licor de la zona que compraría antes de iniciar la cacería, como si aprovechara el momento para catar los sabores.
En las cartas entonces se agregaron además de referencias de posibles cacerías nocturnas, referencias a los temas de conversación que tenían en la intimidad: la lista de los licores favoritos de Wanyin cambiando el lugar conforme visitaban otra zona, pinturas de Lan Huan con las notas de atardeceres y amaneceres en zonas más allá de las que había explorado antes con sus hermanos jurados, anécdotas de sus discípulos y quejas propias de sus posiciones de liderazgo.
Meses después, derrumbados sobre la grama de una colina verde, viendo el paso de las estrellas sobre ellos, Lan Huan se encontró tan lleno de emoción que le picaban la punta de sus dedos, como si fuera una tetera aguantando mucho vapor dentro de él. Wanyin estaba derrumbado muy cerca, ya no era un brazo el que los separaba, sino apenas un par de palmos. La distancia derrumbándose ante sus ojos ansiosos y su corazón retumbando por la certeza de que algo estaba allí, cocinándose a fuego lento.
Wanyin se había quitado el guan solo para estar más cómodo acostado. Él hizo lo mismo. Sus espadas descansando a un lado, Liebing también en la grama. Solo el sonido del viento y la grama que susurraba con el paso de la brisa, alguna cigarra lejana y la visión de un pueblo en el fondo, con algunas luces de sus velas y lámparas. El cielo chispeado de estrellas y totalmente despejado. Se sentía, en ese momento, pequeño en el universo, grande en la cantidad de emociones hechas un carrete de hilo de color violeta en su pecho.
—No salía de Yunmeng —dijo repentinamente, Wanyin. Sus ojos estaban cerrados, pero los párpados temblaban suavemente y sus pestañas negras y largas se alzaban orgullosa junto a la punta de su nariz—. Todas las cacerías y todos mis negocios estaban allí al menos que tuviera que ir a Lanling Jin por Jin Ling o por conferencias.
—¿Por qué no lo hacías?
—No quería dejar a Muelle de loto indefenso. Durante años, mis discípulos carecían del suficiente poder para defenderlo en caso de algún ataque, de alguna invasión. Solía tener pesadillas con eso en la torre Koi cuando estaba en conferencia.
—Por eso no demorabas…
—No, odiaba estar allí, acostado, comiendo y bebiendo mientras ellos estaban allá sin mí.
—Wanyin…
—Mi padre no estaba cuando ocurrió la invasión. Él… estaba fuera. Llegó tarde, cuando había poco que salvar y…
—Lo lamento… —susurró—. Recuerdo que estaba con Meng Yao cuando supe la noticia. Estaba pasmado. —Los ojos de Wanyin se abrieron para prestarle atención. Lan Huan sintió un sobresalto dentro de su pecho cuando las estrellas se reflejaban en esos ojos—. Sí, estaba con él. Él me estaba escondiendo de los Wens mientras huía. Yo… por eso me costó tanto concebir lo que me decían de él con… con lo que fue conmigo. Le debía mi vida, la restructuración de mi secta y tantos momentos tan queridos que…
—El mismo que mató a tantos, que se convirtió en el enemigo del mundo del cultivo, fue el mismo con quien reías, salías y en quien confiabas. Era fácil justificar y creer en sus palabras si te decía tan confiado que todo estaba bien.
—Sí… ¿Es lo mismo que sientes con Wei Wuxian?
Él sabía que sí. Lan Huan pudo notarlo en la forma en que los ojos de Wanyin se humedecieron y como recogió el aire y lo soltó como si estuviera contando. Sus manos en el regazo se apretaron y su atención volvió al manto estelar sobre ellos.
—Con la diferencia, de que uno sí era inocente, el otro…
—Wei Wuxian sigue siendo culpable de muchos crímenes, XiChen. —Wanyin rascó una línea en su vientre—. No importa la excusa, él perdió el control.
—¿Has hablado con él después del templo?
—No. No hemos hablado. Él lo dejó claro, ¿no es así? ¿Qué dejáramos todo en el pasado? En ese momento todo lo que quería era dejarlo en el pasado. ¿Pero después? Es como si no hubiera regresado. Mi hermano continúa muerto, XiChen. En lo que a mí respecta y a él respecta, es así.
—Wanyin… ¿quieres un abrazo?
—No. No lo necesito —ladró, como si necesitara volver a subir sus barreras.
—Yo… quería pedirte uno —Lan Huan empujó—. También tengo dos hermanos muertos, que no podrán descansar, no podrán reencarnar, no…
Lan Huan aprendió esa noche que Wanyin jamás admitirá necesitar un abrazo, pero lo dará si quien quiere lo necesita. Lo dará, aunque sea torpe, incierto, aunque lo empuje casi sacándole el aire y luego lo apriete tan fuerte y se sienta tan ajeno y correcto al mismo tiempo. Wanyin no dirá que necesita el abrazo, pero sí se apresurará a darlo. Lan Huan jadeó por la sorpresa, pero ambos terminaron tumbados en la grama, con la brisa moviendo la hierba, con la cigarra cantando en la distancia y las estrellas titilando sobre sus cabezas. Wanyin apoyando la cabeza en su hombro, él apretando fuertemente su espalda, con sus dedos atrapados entre el cabello ondulado.
—¿Mejor, XiChen? —Ese fue su primer abrazo. XiChen estaba tan lleno, tan pleno.
—Lan Huan… —dijo y Wanyin soltó un murmullo en su garganta—. Dime Lan Huan…
—Lan Huan…
—¿Puedo decirte Jiang Cheng?
—Preferiría… —Y Wanyin se levantó, incómodo, con el cabello cayendo por sus mejillas mientras desviaba la mirada a un lado de su hombro—. Prefiero Wanyin. Jiang Cheng… solo Wei Wuxian me llama así y… lo detesto.
—Entonces Wanyin.
La intimidad se hizo cada vez más latente. Lan Huna supo que ya no tendría remedio, no desde el momento en que Wanyin le abrió sus puertas, no cuando él pudo mostrarle lo que había dentro… Su entendimiento, las experiencias compartidas, la comprensión en sus ojos tormentosos, la ferocidad de sus opiniones para defenderlo. Lan Huan supo que lo amaba, Lan Huan supo que era amado, por eso, en medio de ese bosque, en aquella cacería nocturna acompañada por los chicos, mientras se alejaban, mientras buscaban privacidad, mientras sentía su abrazo, supo que tendría que dar el paso.
«Jin Rulan dijo que no podrías reconocer el romance ni rozándote en la nariz».
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—Xiongzhang.
La voz de Wangji lo encuentra en el pasillo, de píe, con sus manos apretándose hasta doler. Apenas llegaron a la torre, los médicos tomaron al Jiang Cheng y Jin Ling de los respectivos brazos y corrieron a auxiliarlo. Wei Wuxian fue tras ellos, asegurándose de que siguieran transmitiéndole energía a Jin Ling. Parecía tan desesperado que no permitiría que duraran medio minuto sin la transferencia. Lan Huan se quedó en silencio, con sus manos vacías. Sin el peso de Jiang Cheng en sus brazos, tembloroso y aterradoramente vacío.
No sabe cuánto tiempo ha pasado. Las lágrimas ya se secaron de sus mejillas y ni siquiera puede saber en qué momento comenzó a llorar.
—Ya A-Yuan está aquí. —siguió Wangji, como si su silencio le diera permiso para avanzar—. Está con Jin Rulan. Consideró que debido a que la lesión de Jin-zhonzghu era desconocida, sería mejor que iniciara su evaluación allí.
—¿Wanyin…?
—Jiang-zhongzhu aún está con los médicos de la secta Jin. Su lesión es… tratable.
Tratable… Jiang Cheng se sacó los ojos. No tiene idea de cómo, de cómo fue su desesperación, si gritó, si ardió. Los sacó, los puso en las cuencas vacías de su sobrino, del niño de sus ojos, del corazón que lo ha mantenido vivo desde la muerte de su a-jie. Los cerró y selló emitiendo toda su energía espiritual para asegurarse de que funcionara. Descuidó sus propias heridas, su propio dolor.
Ya no verá esos ojos tormentosos. Ya no podrá ver el brillo de sus irises cuando le miran sobrecogido, ya no habrá esas notas iridiscentes cuando están juntos al amanecer, ya no se verá reflejado en ellos y…
—¿Funcionará?
—El único caso que conozco es el de Son Lang. Hubo una inmortal involucrada.
Lo dudo, hay entre líneas.
Lan Huan quiere gritar.
En cambio, sus ojos lloran.
—Xiongzhang… ¿desde cuándo?
El beso en el árbol que selló el inicio. Los muchos besos que vinieron después, los abrazos, las noches y los días en su cama, los abrazos pegajosos por el sudor y sus fluidos, por el amor y sus anhelos, por la seguridad y sus esperanzas.
—Lo amo, Wangji. —En cambio, dice—. Cuatro años amándolo.
Y debe tener esperanza. El sacrificio de Jiang Cheng debe funcionar… él no sobreviviría a ese fracaso.
Chapter 2: Cap 02: Continuemos / Podemos reconstruirnos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
—¡Jin Ling!
Todo está oscuro. Jiang Cheng jala aire cuando ve que no hay nada, no hay nada, no hay nada.
Golpea. Zidian danza y siente la energía en sus manos, el aire cambiando la estática y su aroma, tres gritos, golpes, gente cayendo, vasijas rotas. Dos manos sobre sus hombros.
—¡A-Cheng, estás bien, estás a salvo! —Lan Huan grita.
¡No! ¡No lo está! La bestia, ¡esa horrorosa bestia! Jin Ling se atravesó, no le importaba morir, no le hubiera importado morir, todo con tal de no haber escuchado su grito, su ardor.
«Jiujiu, ¡no veo!»
Su grito. Jiang Cheng grita. Zidian deja de reaccionar y el pavor sube por su garganta. Le aprieta el cuello, no lo deja respirar.
—¡A-Cheng, por favor, cálmate! Jin Ling está bien, tú estás bien, ¡estás conmigo! —Lan Huan insiste, sus manos presionándolo contra algo suave. Una cama… está oscuro. ¡Alguien encienda un talismán de luz!
No… no hay… no siente. Sus manos se elevan y rasguñan lo que encuentra, el rostro de Lan Huan, sus túnicas, Jin Ling… él no tiene, no, él no tiene…
Sus ojos. No hay ojos. Grita de nuevo.
—¡A-Cheng! —grita Lan Huan, la energía espiritual fuerza a sus vías respiratorias a abrirse.
—Cómo… ¿controlas a Zidian también? —Escucha una voz atrás, temblorosa.
Wei Wuxian.
—¡Salva a Jin Ling! —Jiang Cheng grita. Él está tirado en la cueva, hay sangre, tanta sangre.
Perdón A-jie, volví a fallarte, volví a fallarte. No merezco vivir, no merezco estar aquí. Tú…. tú lo hubieras protegido, ¡tú!
—Lo siento, A-Cheng. —El golpe en sus meridianos.
Se apaga.
La siguiente vez se siente pesado. No puede abrir los párpados, no puede ver luz. Se siente como si estuviera con una piedra sobre su pecho, pero arrastra sus manos por las sábanas y reconoce la suavidad del lino. Escucha los pajarillos cantando en la ventana y olfatea el olor a medicina e incienso. Siente el peso a su lado, tropieza con él cuando extiende más sus dedos. Sus yemas entonces reciben la suavidad de otra mano callosa, dedos largos, falanges de músico y espadachín. Aprieta su derecha, no siente a Zidian.
—A-Cheng, estoy aquí. —Lan Huan se escucha ronco, agotado.
No está en la cueva, no está frente a esa bestia. Fue tan estúpido al cometer ese error infame. Jin Ling… ¿Dónde está Jin Ling? Oh… su derecha se mueve a su rostro, atrapa la venda que lo envuelve. Recuerda.
El grito de Jin Ling, sus gritos. La sangre que corría por todo su rostro, su furia que se expandió en Zidian para acabar con la maldita bestia, la desesperación. La decisión, sus dedos metiéndose en sus cuentas, ese dolor no fue nada comparado al escuchar a Jin Lin, su Jin Ling, sufriendo. Al ver a Jin Ling, su A-Ling, sangrando. Al verlo con las cuencas vacías, él solo tuvo el impulso de llenarlas. De corregirlo, de arreglarlo.
Fue su culpa, fue su culpa.
—A-Cheng —siente el beso en su mejilla. Sus propias yemas se arrastran sobre la venda, presionando los párpados vacíos. Arde. Sisea —. No, no te toques aún, estás curando.
—Jin Ling…
—Se está recuperando. Está en su habitación, acompañado por Wangji y Wei-gonzi. A-Yuan lo está atendiendo personalmente, le estamos transmitiendo energía espiritual prácticamente a toda hora. Nos aseguraremos de que tu sacrificio no haya sido en vano, A-Cheng.
—Fue… ¿fue una trampa?
—Se están haciendo investigaciones. Mu XiRen no ha encontrado nada, tanto en Muelle de loto como en la torre Koi no tenían información sobre donde tendrían su cacería. Ouyang Zizhen está aquí. Contó que fue él quien le reveló a Jin Ling sobre esos ataques en la aldea, pero que no tenía idea de que fuera una bestia. Pensaba manejarlo él con su secta, pero Jin Ling vio la oportunidad perfecta para invitarte y le pidió que lo dejara a su cargo.
—Maldición…
—Nie Huaisang también vino. Puso todos sus recursos para investigar a fondo, pero no hay evidencias de nada más que… una espantosa casualidad. Era una bestia milenaria, A-Cheng. Estoy tan aliviado de que hayan sobrevivido…
El beso en su boca lo sorprende. Abre un poco sus labios, saborea la mezcla pastosa de algo en ellos, arruga su rostro ante el desagrado, pero Lan Huan besa, sigue besando, saboreándolo, como si no importara su boca reseca y pesada. Jiang Cheng intenta evitarlo, mover su rostro, impedirle que saboree algo tan horrendo (que se quede con alguien tan horrendo como él), pero Lan Huan le sujeta el rostro, lo besa. Lo derrite. Derriba sus nuevas barreras.
—A-Huan.
—No voy a irme… —susurra, como si ya supiera lo que sus pensamientos están empezando a martillar—. No voy a irme, A-Cheng.
Jiang Cheng se siente tan adolorido, tan agotado, tan asustado, tan culpable… sus manos suben para encontrarse con las mejillas húmedas de Lan Huan y se odia porque eso también es su culpa.
Lan Huan deja de besarlo, pero no se aparta. Se acuesta sobre su pecho, cuidando que el peso de su cuerpo no lo aplaste y solo le permite saberlo cerca. Jiang Cheng recuerda y da vueltas a lo ocurrido en esa batalla, anotando todos los errores que cometió, su incapacidad de prever lo que ocurriría, su poca fuerza para enfrentarse solo a esa bestia y el error que hizo que Jin Ling se pusiera frente a él. Sus ojos… no, su rostro quema. No hay ojos que ardan.
—¿Funcionará? —pregunta de nuevo. Lan Huan tiene su mano derecha tomada, sobre sus labios, como si la besara con cada respiración que suelta.
—Trabajaremos juntos para que funcione.
—Fue mi culpa… yo debí.
—Shh… No, A-Cheng. —El beso en su mandíbula lo sorprende—. No pensemos en eso. Los dos están a salvo y fuera de peligro, es lo más importante.
Jiang Cheng quiere llorar. Descubre que no puede.
Las horas pasan entre sus ensueños y sus despertares, cuyo único cambio real son los ruidos y olores persistentes que se encienden cuando vuelve a la consciencia. Siente las manos de los médicos aplicando cataplasma en la herida, cambiando las vendas, la caricia de los dedos de Lan Huan sobre su piel, la sedosa voz de su pareja en su oreja. Jiang Cheng intenta con muy pocas fuerzas quitárselo de encima, pretender que no hay nada entre ellos como lo habían acordado tantos años atrás, pero Lan Huan es persistente, le agarra la mano, está cerca de él y no se ha retirado incluso cuando los médicos lo están atendiendo. Y él… él no tiene voz para decirle que se vaya cuando se siente tan indefenso.
Está siendo patético.
Es tan vergonzoso.
Cuando los médicos no están y las sirvientes han dejado las bandejas de comida servida, él se siente perdido con algo sobre sus piernas. Sus dedos se mueven inseguro de derramar algo, trata de encontrar donde están los tazones y los palillos e intenta guiarse solo con su memoria muscular. Sujetar a los palillos sale bien, ubicar a dónde tomar los alimentos… no. Sus manos tiemblan, intenta sobreponerse al ardor en el estómago, moverse con la confianza que no siente mientras picotea en el aire. Usa su otra mano para calcular en donde se encuentra el tazón e intenta llevar sus manos allí. Falla, sus manos tiemblan, la bandeja se desliza por el temblor de su cuerpo.
¿Es esto en lo que se convertirá?
¿Es esto lo que será?
¿Cómo escribirá sus cartas? ¿Cómo vigilará a sus discípulos? ¿Cómo guiará en las cacerías nocturnas? ¿Cómo enseñará las formas de espadas?
El ruido repentino lo sobresalta. La bandeja se tambalea entre sus piernas y los palillos caen al intentar sostenerla. El té se derrama y moja sus dedos.
—¡A-Cheng! —Lan Huan se acerca. Escucha el fluflu de sus túnicas al moverse—. Les dije que esperaran a que estuviera aquí.
—Yo les dije que me dieran la maldita bandeja.
—Espera… Deja que limpie esto.
—¿Dónde estabas? ¿Jin Ling despertó?
—Estaba con Jin Ling transmitiendo energía mientras dormías —Escucha la forma en que se mueven los tazones y las tazas. Lan Huan se oye calmado, paciente—. ¿Me extrañaste? —suelta en ese tono íntimo y alegre. Jiang Cheng está rígido sentado en la cama—. ¿Te asusté?
—No.
—Aproveché para hablar con JinYi.
—Deberías regresar a Gusu Lan —dice. La mirada de Lan Huan se posa sobre él porque es capaz de sentirla.
—Los asuntos de Gusu Lan están en orden. JingYi se está encargando de ello.
—Tú eres el líder de secta. —Sus puños se aprietan con fuerza, siente la sangre arder bajo él. Sus… dónde estuvieron sus ojos queman—. Deberías estar allá ocupándote de tus asuntos.
—Este es mi asunto.
—La gente se va a dar cuenta.
—¿Crees que ya no lo han hecho? —El tono de Lan Huan es de advertencia. Su espalda se siente helada—. Fui lo suficiente imprudente para besarte ante tus discípulos y mi hermano antes de que perdieras el conocimiento. Ahora es lo que menos me preocupa.
—¡Deberías irte!
Los tazones y las tazas caen al suelo. La porcelana se parte. Jiang Cheng no necesita a Zidian para infringir daño y lo sabe, pero no cambia su posición. Lan Huan no dice nada, el silencio llena la atmósfera.
—No me iré, Wanyin.
—¿Cuántos días tienes ya aquí? ¿Desde que esto pasó?
—Casi una semana.
—¡Has abandonado tu secta por una semana, acaso pretendes,...!
—Le ruego a Jiang-zhongzhu no opinar sobre cómo manejo los asuntos de mi secta —La amenaza en su voz sigue latente. Jiang Cheng conoce su persistencia, conoce su terquedad.
La ama tanto, le asusta tanto.
Hace una mueca despectiva en sus labios .
—Entonces ahora serás el cuidador de un pusilánime. ¡No me hagas reír!
—Mataste una bestia milenaria casi sin ayuda, Wanyin. ¿Cómo puedes decir que eres…?
—¡No protegí a Jin Ling! ¡No cuidé de él! ¡Tuve que darle mis ojos porque fui incapaz de mantenerlo a salvo! ¡Le fallé a mi a-jie! ¡Le fallé a Jin Zixuan! ¡Y ahora también le fallaré a mi secta porque no seré capaz de protegerlos y guiarlos!
—Jiang Cheng…
Espanta la mano que se acerca, lo hace con todas sus fuerzas. Arroja la bandeja que quedó en sus piernas y lanza las sábanas. Su cuerpo arde, se está incendiando, hay un fuego dentro de su estómago que se esparce por todos lados y le quema las entrañas. Jiang Cheng baja sus pies, se levanta y extiende las manos por reflejo al sentirse patéticamente indefenso. Se odia. Esconde de nuevo sus manos. Intenta enderezarse. Intenta caminar como siempre, pero su cuerpo tiembla inseguro. Su corazón palpita velozmente, su piel está atenta al golpe que vendrá.
—A-Cheng, aún no.
—¡Calla! —muerde. Mueve primero su pie izquierdo, intenta asegurarse de estar en una zona segura.
—Déjame ayudarte.
—¡Que te vayas! Si no soy capaz de caminar por la puta habitación, ¡mejor mátenme de una vez!
—Estás siendo injusto.
—Entonces, ¡vete por una mierda! —Jiang Cheng grita, aprieta sus puños, sus uñas raspando la piel de sus palmas—. ¡No deberías estar aquí! ¡Ocúpate de tus propios asuntos, Zewu-jun!
Lan Huan suspira. El resoplido lo altera más, detesta la condescendencia que siente implícita en el gesto. Se detesta. Se odia más por detestarla, por sentirse de esa manera, por el fuego que quema sus huesos, por la inseguridad con la que se mueve su otro pie. Por la incerteza de saber hacia dónde se está dirigiendo. Sus pies se mueven un poco más y pronto tropieza con comida que él mismo arrojó y pierde el equilibrio. Cae de rodillas, con sus palmas abiertas al suelo. Lan Huan se precipita para agarrarlo antes de empujar de nuevo su cuerpo con un: Vete.
—A-Cheng.
—Solo déjame…
—Cuando dije que estabas siendo injusto, no me refería a mí. Estás siendo injusto contigo mismo. Apenas hace pocos días despertaste, tuviste una herida seria, sobreviviste e hiciste un sacrificio impensable. No vas a poder moverte como antes apenas salgas de la cama. Debes permitirte tiempo para sanar.
—¡La jodí, A-Huan! —Aprieta con los puños la comida derramada, los fragmentos de la porcelana cortante. Lan Huan toma su mano para evitar que se lastime—. ¡La jodí! ¡La jodí!
—No lo hiciste.
—¡La cagué! ¡La cagué! ¡No va a funcionar! ¡No va a funcionar! ¡Jodí la vida de A-Ling! ¡Lo arruiné!
Jin Ling sentirá esa misma indefensión. Jin Ling tendrá esa misma sensación de orfandad. Sentirá su misma debilidad, vivirá eternamente sin saber a dónde se dirige, sin ver los rostros de la persona que ama, sintiéndose inútil al no poder ocuparse de las cosas por sí mismo, al no poder siquiera comer un maldito plato de arroz con palillos como antes. Jin Ling lo va a odiar… lo va a odiar cuando sepa.
Jiang Cheng quiere llorar. No puede. Donde estuvo sus ojos arden, pero no llueven. Aun estando apretado en el pecho de Lan Huan, que siempre fue perfecto para recibir sus lágrimas de desesperación, ya no puede llorar.
.
.
.
Pocos meses después de iniciar su relación, estalló.
Después de sus gritos, Lan Huan salió. Simplemente lo miró con todo el enojo encerrado, hubo una desaprobación en sus ojos que le recordó a su padre y luego, sin más, dio media vuelta y salió de la oficina, dejándolo con las palabras en la boca.
Por supuesto. Tenía que pasar. Jiang Cheng se sintió mareado cuando la imagen de sus padres y la de ellos se sobrepusieron. Su estómago se encogió del tamaño de un puño. Su madre gritando, exigiendo, reclamando con su lengua filosa. Su padre mirándola con tanta exasperación y cansancio. Su espalda. La expresión de su a-niang cuando le daban la espalda. La desesperación que subía como fuego. El desagrado de sentirse dejada a un lado.
Por supuesto.
Que imbécil fue. Estaba replicando el mismo patrón. Tanto tiempo evitando un matrimonio sin amor, para no vivir lo mismo que vivieron sus padres y allí estaba, en una relación donde había amor, y él iba a arruinarla… iba a hacerlo porque era como su madre, porque era cruel, despiadado, inseguro y tan poca cosa para que lo tomen en serio. Porque sus arranques serían para ser ignorados, como lo hizo Wei Wuxian, como muchas veces lo hacía Jin Ling. Por supuesto. Por supuesto.. . ¿Qué hacía Jiang Cheng cuando quería llorar? Pues gritaba, gritaba y golpeaba y ladraba y mordía. Zidian se desplegó y con una fuerza se arrojó hasta partir en dos el librero y hacer caer pergaminos, cartas y libros.
Por supuesto.
¿Qué hacía Jiang Cheng cuando estaba tan desesperado que quería suplicar para que no lo dejaran solo? Reía. Y así, Jiang Cheng, Jiang Wanyin, Sandu Shengshou, el líder de secta de Yunmeng Jiang y señor de Muelle de loto, rio a carcajadas mientras su rostro se mojaba, para su infinita desgracia. Porque fue tan imbécil que cayó justo en donde no quería estar.
Estaba condenado. Todo lo iba a arruinar. Él era difícil de amar.
El resto de la tarde nadie lo molestó en la oficina. Él intentó continuar con su trabajo, pero no logró avanzar, no con la sensación de fatalidad conviviendo en su corazón. Repitiendo una y otra vez la discusión, mirando el rostro de Lan Huan transformándose en enojo y pensando que seguro, su Meng Yao, lo hubiera hecho mejor que él. Eso era lo más desastroso, lo más humillante. Perder de nuevo frente a ese hijo de perra, aunque el muy maldito estuviera condenado a un infierno infinito en la tumba de Nie Mingjue. Pero él seguro hubiera tenido las palabras exactas, hubiera sabido explicar su sentir de manera que Lan Huan simplemente cediera y pudiera seguir compartiendo su tiempo.
Ya no importaba si entre ellos solo hubo hermandad. Odiaba la facilidad con la que podían estar, odiaba que él tuviera la incapacidad de vivir lo mismo. Solo fue el intento de Lan Huan de abrirlo un poco más y había salido todo como un cuerpo putrefacto lleno de gusanos regordetes arrastrándose en la piel muerta. Eso había en el fondo de Jiang Cheng.
Por eso Wei Wuxian lo dejó atrás.
Llamó a su discípulo. Él miró el desastre, más no dijo nada. El miedo en sus ojos lo alteró. Se sintió asqueado, quería vomitar.
—Voy a beber en mi pabellón privado. ¿Dónde está Zewu-jun?
—Zewu-jun salió de su reunión a sus aposentos, Jiang-zhongzhu. Pidió que le enviaran la cena allí e informó que partirá a primera hora mañana.
—Bien. Yo no cenaré. Envíen las jarras a mi pabellón. Mañana terminaré con este desastre.
El pabellón privado... el pabellón de su madre. El lugar donde ella solía ir a beber en compañía de sus arañas, el lugar donde solían haber peleas entre ella y su padre. Si algo aprendió de eso, es que no quería vivir lo mismo y se negaba a hacerlo. Jiang Cheng era un hombre práctico, ya que lo había notado, actuaría en consecuencia. Si Lan Huan no quería verlo directamente, entonces sería a través de una misiva con la que acabaría todo porque él no era adivino para ver el futuro, pero tampoco estúpido para ignorar las evidencias.
No iban a hacerse más daño; era despreciable, pero su orgullo no le permitiría caer en el mismo lugar de su madre anhelando el amor y el aprecio. No iba a quitarle a Lan Huan la posibilidad de vivir un amor como el que merecía, con una persona que sea como ese hombre al que alguna vez llamó su alma gemela. Lan Huan era inteligente, ¿por qué buscar a alguien totalmente opuesto?
Bebió. Jiang Cheng observó el lago con toda la gracia que tenía como el señor de Muelle de loto, con la dignidad de su madre, mientras masticaba las palabras que le diría en persona o a través de una carta. No, no le importaba. Él nunca había sido un cobarde. Podía con esto, acabaría con esto. ¿Qué importaba arrancarse de nuevo una semilla floreciente de su corazón y sangrar en el proceso? Ya la vida le había arrancado demasiadas.
No dolería. Y si doliera, podía emborracharse hasta que dejara de hacerlo.
—Wanyin —La voz de Lan Huan sonó firme y serena.
—Zewu-jun. ¿No están cerca del toque de queda?
—Me hiciste saber que las reglas de Gusu Lan no necesitan ser respetada en Muelle de Loto. Me atengo a eso. —Se detuvo momentáneamente—. Quisiera que hablemos.
—¿Trajiste alguna especie de ofrenda de paz? Una horquilla, ¿por ejemplo? —Eso era lo que su padre hacía, esa eran las conversaciones que tenía y que al final nunca llegaban a nada.
—¿Una horquilla? No, lo lamento, Wanyin, no sabía que esperaba que iniciara con regalos de cortejo.
—No tendrá que hacerlo, Zewu-jun. —Movió su muñeca para enfatizar la poca importancia de eso. Su corazón dolía y lo ignoraba. Bebió otro trago—. Puede regresar. Acabemos esto aquí.
—¿Perdón?
—Que acabemos esto —Jiang Cheng ahora sí lo miró, con sus ojos tormentosos, su boca fruncida en una mueca molesta. Lan Huan lo contempló como si le hubiera sorprendido—. Es evidente que esto no va a funcionar y aunque mi lema sea intentar lo imposible, esto no es algo que quiero intentar. Sea justo y vuelva a Gusu Lan. Nada ocurrió y podemos manejarlo de esa manera.
—¿Me estás terminando? —Lan Huan dijo. Jiang Cheng resopló una risa amarga antes de beber de la misma jarra. Echó atrás su cabeza y tragó hasta que se sació. Limpió sus labios con la punta de sus dedos—. Tú eres el que te has puesto tan irascible, culpándome de cualquier pequeño percance y sacando a colación mi amistad con Meng Yao ¿y ahora me terminas?
—Por supuesto, yo soy el culpable de todo. ¿Entonces para qué perder el tiempo conmigo, Zewu-jun? ¿Soy tu proyecto de caridad? ¿Te propusiste al salir de reclusión salvar la vida del ermitaño Sandu Shengshou?
—¿Por qué dices que no va a funcionar? —En cambio, preguntó. Jiang Cheng hizo una mueca más y arrojó la jarra vacía, para extender su mano a la otra que tiene disponible.
Si Lan Huan iba a ignorar sus palabras entonces él puede ignorarlo también. Ignorarlo como lo hacía con el nudo de la garganta que pretendía ahogar con licor. Sin embargo, Lan Huan avanzó en el pabellón y se sentó frente a él, perfecto en su postura, inalcanzable como lo debía ser el primer jade. Acomodó sus mangas e intacto, lo enfrentó. Jiang Cheng lo ignoró y bebió de la jarra de nuevo.
—Wanyin, si quieres terminar esto, agradezco una explicación de porqué consideras que no va a funcionar. Quiero escuchar tus razones.
—No tengo que explicarte una mierda, ya —respondió con un ladrido—. ¿No fui lo suficientemente claro? ¿O no lo fuiste tú antes de irte y dejarme con la maldita palabra en la boca?
—Si eso te ofendió…
—¡Estás tan acostumbrado a que las cosas se hagan como quieres, donde quieres, de la forma que quieres! Tan habituado a que nadie ponga mayores objeciones a tus palabras y a controlar todo y a ver la bondad en todo como si fueras un puto dios, ¡justificando incluso lo peor por la mierda que se te ocurra! ¡A dar respuesta donde nadie la pide! Y yo soy un maldito bocaza que jamás se calla y que jamás va a justificar una mierda y que me importa muy poco si la gente tiene razones o no. ¡Cuidar a mi secta está por encima de la justicia y defender a los míos por encima de la decencia! ¡Te enojas por como yo manejo mis asuntos, pretendes que lo haga como tú y luego sacas a Meng Yao como si me importara una maldita mierda lo que el hijo de perra hizo estando con vida!
—No tienes por qué sacar a Meng Yao en la conversación. Y si mal no recuerdo, fuiste tú quien lo hizo.
—¡Por supuesto! ¡Yo siempre tengo la culpa! ¡Cómo si no fuera evidente que es solo escucharme y compararme para ver quién tenía más tacto y mayor elocuencia para atender los asuntos de la secta y manejar los conflictos! Como si no viera la comparación insistente, XiChen, ¡no soy estúpido!
—No puedo hablar así contigo —se exasperó—. Pensé que, si esperaba a la noche, podríamos tener mejores condiciones para conversarlo.
Se levantó de nuevo, con la misma mirada de cansancio etéreo. Con la misma muestra de condescendencia, como si fuera un niño al que poco importara lo que sintiera.
—Bien, ¡vete entonces! ¡Terminemos esto y dejemos de mentirnos!
—Me voy porque es imposible conversar de esta manera contigo, Wanyin.
—¡Por supuesto! Lo haces porque eres un cobarde que no puedes admitir que justamente es eso lo que haces cuando me escuchas hablar de mis asuntos de sectas. Cuando ves todo lo que hago mal y lo que podría hacer mejor y luego propones la misma mierda que Meng Yao hacía. ¿Crees que no voy a notarlo cuando veo la misma mierda en el escritorio de Jin Ling? ¿Crees que no me iba a percatar de lo mucho que quieres que haga las cosas como él?
—¡Meng Yao no tiene que ver en nada de lo que ocurre aquí! —Lan Huan levantó la voz. Jiang Cheng se sorprendió al escucharlo—. ¿Quién crees que le enseñó a Meng Yao, Wanyin?
—¡Oh disculpame por ser tan mal alumno! —Jiang Cheng empujó la mesa, la jarra vacía cayó al lago y la otra se derramó en la madera—. ¡Seguro él, más solicito, imitaría todo lo que le enseñabas con absurda facilidad!
Jiang Cheng la cagó. Esta vez, la cagó. Lo vió en los ojos horrorizados de Lan Huan, lo notó en la manera en que apretó su mandíbula y sus puños se escondió bajo la manga. Lo arruinó. Ahora sí lo hizo. Y a pesar de su enojo, el miedo volvió a alzarse y se detestó porque se suponía que era eso lo que deseaba, acabarlo todo. Estaban de nuevo en la misma posición de sus padres y una parte de él quiso agarrarlo de la manga y rogarle que le diera tiempo para que se explique.
Pero Lan Huan le dio la espalda. Dio sus primeros pasos, rápidos, para alejarse. Y él volvió a ver la espalda de su padre, la de Wei Wuxian, la vio alejarse y él supo que hasta allí llegó.
¿Y qué hizo Jiang Cheng cuando quiso gritar? Pateó la mesa hasta que se partió en dos. ¿Qué hizo cuando quiso suplicar que se quedara? Río con amargura. ¿Qué hizo cuando el dolor emergió como una puñalada?
—¡Vete como todos lo han hecho, Lan Huan! ¡Cómo si me importara!
—No quiero irme. —Lan Huan dijo. Jiang Cheng no se giró para buscarlo. Se aferró a la baranda de madera de su pabellón, miró los lotos cerrados flotando sobre el lago, los insectos viajando y tocando la superficie.
—¡Solo vete de una maldita vez! ¿No has dicho que no se puede hablar con el irascible, cruel y despiadado Sandu Shengshou?
—Pones palabras en mi boca.
—¡Una mierda, XiChen! —Golpeó contra la baranda con su puño cerrado—. No soy tu proyecto de caridad, ¡no hay razones para quedarte si tan insoportable soy!
—No quiero irme, Wanyin. Pero tampoco puedo permitir que me ofendas y me hieras con tus palabras.
—Solo vete…
—Estoy intentando entenderte. Estoy queriendo comprender qué es lo que te está enojando, porque tus palabras, aunque parecen veraces, ocultan más de lo que dicen, Wanyin. Veo miedo más que enojo. Podemos hablarlo.
—¿No te estabas yendo ya?
—Lo estaba. Quería irme, pero recordé algo que me dijiste sobre este pabellón. —Lan Huan se acercó más, hasta casi sentirlo sobre la tela de sus túnicas—. Wanyin, no soy tu padre ni tu eres tu madre. Ellos no supieron comunicarse, pero estoy seguro de que nosotros podemos lograrlo.
—¡No pierdas el tiempo! —Se apartó antes de que la mano de Lan Huan se posara en su hombro como la sintió—. ¡No pierdas tus energías en algo que no va a funcionar!
—No me has explicado aún por qué no va a funcionar, Wanyin.
Ante el nuevo intento de tocarlo, Jiang Cheng empujó su brazo y se giró para confrontarlo con la máscara fría de su enojo, con la mueca furiosa de sus labios, ignorando el frescor que acariciaba su rostro tras haber derramado unas pocas lágrimas. Lan Huan lucía tan inmaculado como siempre, aunque sus ojos se veían dolidos y sus pestañas húmedas.
«No le agrado porque soy hijo de mi madre».
—Porque estamos haciendo lo mismo que ellos. Yo gritando, tú yéndote. ¡No sé comportarme de otra manera que como mi madre y tú esperas que lo haga…!
—Lo siento, tienes razón. —Lan Huan dijo. Jiang Cheng tragó las otras razones, más gritadas, que pensaba decir—. Fue imprudente de mi parte decirte cómo manejar los asuntos de tu secta y cuestionarte con tus métodos. No era mi intención hacerte sentir menospreciado ni que pensarás que estaba comparándote con nadie. Aunque no estuviera de acuerdo, ciertamente no estaba en mí interponerme en las formas de Yunmeng Jiang.
—Eso dices hoy, mañana seguro te enojarás de nuevo o te frustrarás, considerarás que soy un caso perdido y…
—¿Por qué haría eso?
—¡Porque detestas esta parte de mí!
—No, Wanyin. Lo que detesto es el modo en que te ve el mundo del cultivo. Cada vez que escucho cómo hablan de tu temperamento, de tu ira justificada o no, todo lo que anhelo es que ellos vieran un poco de lo que yo veo cuando estoy contigo. Que eres más que eso. Que es solo una fachada.
—¡No es una fachada que te ha estado gritando desde la tarde y de quien te has querido alejar dos veces en medio día!
—Estás asustado.
—¡No me jodas, XiChen!
—Y yo lo estoy. —Dio un paso más, y otro, otro hasta que se quedó a tan solo un palmo de distancia—. Tú recuerdas las discusiones de tus padres, yo no tengo nada que recordar porque todo lo que sé de mis padres es que estuvieron encerrados y separados de por vida. Y constantemente me cuestiono si esta forma en la que te quiero me empujará a buscar encerrarte para que nadie pueda juzgarte, para que nadie pueda hacerte daño.
—Te cortaré las manos si llegaras a intentarlo.
—Lo sé. —Le sonrió—. Por eso, me disculpo por intentar aplacar tu temperamento fascinante y por buscar suavizar los bordes afilados que has construido por años para que nadie se acerque a Yunmeng Jiang. Por traerte malos recuerdos y por no escuchar hasta el final. Eres un hombre razonable, Jiang Wanyin, no pelearías si algo no te afecta seriamente, no eres de darle importancia a nimiedades y he comprendido que esto para ti no es una nimiedad.
Jiang Cheng se encontró desarmado. Sin palabras, lo miró como si lo viera por primera vez y su corazón dolió por la esperanza que se acumulaba como una bola de magma a punto de correr en forma de lágrimas. El miedo pujando con el amor, pateándose mutuamente para ver cuál debe salir y reflejarse en su rostro. Mientras tanto, él se quedó pasmado. Sin saber qué decir, sin hallar una respuesta.
Entonces, Lan Huan le tomó la mano de Zidian, acarició los bordes del anillo y sus nudillos duros. Le sonrió con tanto afecto que se sintió ahogado por él.
—Wanyin. No voy a alejarme como los otros. No lo haré porque todo lo que quiero es compartir mi tiempo contigo.
—Te vas a arrepentir.
—Puedo refutar eso. Jin Rulan seguro también me dará evidencia. ¿No es él quien siempre vuelve a pesar de que le grites?
—Es…
—¿Diferente? —Sus dedos se curvaron para meterse entre los suyos y formar una sola unidad. Aprieta y su garganta se siente tan llena de mariposas a punto de volar de su garganta—. Wanyin, ¿me disculpas por mi necedad? —asintió, anonadado. Miró la mano que Lan Huan tomó, con el calor irradiando desde allí—. Wanyin, también quiero escuchar unas disculpas por las palabras que me dijiste buscando herirme.
El calor estalló en su rostro. Jiang Cheng perdió la fuerza de sus hombros erizados por la conjunción de emociones que se enredaban en su columna y, de repente, su postura decayó. Bajó su mirada.
—Lo lamento. —Es todo lo que dijo. Lan Huan sonrió, pese a su poca elocuencia.
—Acepto tus disculpas, Wanyin. Ahora que hemos superado nuestra primera discusión fuerte, quiero saber, ¿te ofende que me vaya y te deje con las palabras en la boca?
—Lo odio. —Mordió…
—Bien. Prometo que no voy a volver a hacerlo, me quedaré a escuchar todo cuanto quieras decirme, sin irme. Solo ten en consideración esto: no quiero que vuelvas a meter a Meng Yao ni a nadie más en nuestras discusiones y que asumas a la luz de tus inseguridades, pensamientos que jamás han estado en mi corazón. Eres incomparable, Wanyin. No hay nadie con quien pueda compararte, ni con él, ni con Da-Ge, ni con nadie más. Eso me encanta, eso me reconforta. Eres… es fascinante tu fuerza, tu potencia, tu resiliencia. Soy un Lan y un Lan no miente. Yo, Lan Huan, no miento. ¿Puedes hacer eso por mí?
—Yo… —desarmado, debilitado, reconfortado. Jiang Cheng, con labios temblorosos y completamente fuera de su zona de confort, tragó—. Yo lo intentaré.
Lan Huan sonrió más, tanto que el brillo de su sonrisa podía encender el horizonte de la noche y sus ojos se achicaron como dos medias lunas.
—Me basta eso. Mira todo lo que logras cuando lo intentas.
Jiang Cheng no pudo soportarlo. Lo tomó de las solapas de su túnica y lo empujó sobre sus labios para besarlo. Él necesitaba eso, sabía que podría arrepentirse después, en ese momento solo quiso creer y saltar al vacío con la certeza de que podría caer en los brazos de Lan Huan.
.
.
.
Los días pasan, su humor estalla cada vez más. Cada fracaso en sus actividades antes cotidianas muele la poca paciencia de Jiang Cheng y lo hacen estallar como un ramo de pólvora. Empuja los tazones y las tazas, grita a los médicos que no lo dejan levantarse de la cama, se enoja cuando alguien pretende darle la mano. Escuchar la voz de Wei Wuxian lo altera más. Es un recordatorio silente de su sacrificio, de lo que dio, de lo que tuvo que vivir después.
Lan Sizhui asegura de cómo va el avance, hay esperanzas. Jiang Cheng quiere creerle, pero tiene pesadillas con un Jin Ling que le reclama no haberlo protegido. Odia pensar que tenga que acostumbrarse a la vida que ahora él está llevando. Odia sentirse vulnerable, no poder atender sus actividades, estar lejos de su secta, sentirse tan fuera de sí.
Grita.
Empuja.
Llora.
Calla.
Hasta que escucha a A-Huan decir:
—Te arrepientes.
—¡No! —Zidian se alzó en un azote violeta. Jiang Cheng la empujó ciegamente a donde fuera, se parten vidrios, caen bandejas, se estrella la madera y ni siquiera se inmuta para volver a golpear.
No se arrepiente. No se arrepiente. ¡No va a arrepentirse nunca! Jin Ling se merece más, se merece su vida, se merece todo lo que pueda darle. Esos ojos… esos ojos jamás podrán reemplazar la herencia de A-jie, ¡esos ojos!
—Te estás comportando como si te arrepintieras, A-Cheng. A-Yuan ha hablado conmigo, Jin Ling ha tomado de mejor manera su ceguera que tú.
—¿Qué vas a saber tú? —grita, empuja de nuevo a Zidian y se sorprende cuando el látigo es sostenido con fuerza. La energía se transfiere en ambos lados, pero Zidian no lastimaría a A-Huan. Jamás lo haría—. ¡Déjame en paz!
—Le entregaste tus ojos y te comportas como si fuera a tí a quien se lo arrancaron, cuando fue tu decisión darlo.
—¡No me arrepiento, XiChen!
—¿Entonces por qué sigues comportándote así? ¿Por qué no nos dejas ayudarte? ¿Cuál es la vergüenza de recibir ayuda de quien te ama, Wanyin?
—¡Yo debí haberlo previsto! ¡Yo debí haber evitado que esto pasara!
—¡No había forma de que lo supieras, Wanyin! Yo debí haber estado con ustedes, ¡debí haber estado allí para protegerte! ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me encierre de nuevo en reclusión culpándome de algo que no tenía forma de saber?
—¡No fue tu culpa, XiChen!
—¡Tampoco la tuya, Wanyin! ¡Ni la de nadie!
Zidian se desmantela con la orden de Lan Huan, Jiang Cheng no la activa de nuevo, intenta retroceder. Se lleva las manos a su rostro y rasguña su cara porque el vacío tras sus párpados se siente tan aberrante, tan horrible, tan miserable. Tropieza con una mesa. Grita.
—¡Wanyin! —Lan Huan lo sostiene de sus hombros.
—No podré proteger a mi secta, no podré proteger a Jin Ling. ¿Quién le va a hacer caso a este remedo de líder en el que me he convertido? ¡Ni siquiera podré responder una carta! Y cuándo Jin Ling vea que no funcionó, cuando vea que está ciego como yo, ¡que no hice una mierda! ¡Me odiará! ¡Me odiará!
—Wanyin, por favor.
—¡Me odiará, Lan Huan!
—No lo hará… Aún si no funciona, no te odiará.
—Lo convertí en un remedo de líder… ¡Le estropeé su vida!
—¿De dónde sacas que eres eso, Wanyin? Mu XiRen viene aquí a pedir tu consejo para las misivas, respeta tu palabra y tu conocimiento y estoy seguro de que representa a todo Yunmeng Jiang.
No lo cree. En ese momento se siente tan sumergido en la oscuridad como sus párpados ahora vacíos. La imposibilidad de llorar lo altera, lo hace sentir hueco, dañado, desecho.
—Mi A-Cheng. No puedo imaginar cómo te debes estar sintiendo, no me atrevería a decir que puedo entenderte. No puedo decir algo como eso, así que te ruego que perdones mi falta de entendimiento. —Lan Huan posa su frente sobre la de Jiang Cheng y su voz suena ahogada—. Yo también quiero gritar, quiero llorar, quiero simplemente despertar de esta pesadilla. Yo también quiero echar el tiempo atrás.
—Deberías irte.
—No lo haré —Los dedos callosos de Lan Huan acaricia sus mejillas afiladas, le da calidez en donde se siente tan helado—. No puedo irme, A-Cheng. No puedo hacerlo porque todo lo que quiero es estar donde tú estás.
—No soy un proyecto de caridad, A-Huan. No pierdas el tiempo conmigo… no pasará mucho tiempo para que el mundo del cultivo decida que soy insuficiente, para que mis discípulos me pidan que llame a otro para ser líder y me desechen, me dejen de lado cuando yo ya no les sirva, cuando yo…
—En momentos como estos, odio tanto a los que te hicieron creer que tenías que cumplir las expectativas de alguien para ser querido. —Lan Huan muerde. Jiang Cheng suelta el aire de repente—. Cheng-er, no necesitas ser nada en especial para ser amado. Te amo por el solo hecho de que existes. A-Ling te ama porque existes. Todo lo que ambos anhelamos es que sigas en nuestro mundo. Todo lo que necesitamos de tí es que sigas existiendo.
—Me odio… odio esta debilidad que tengo.
—Está bien, puedes detestarla en este momento. No voy a quitarte esto. Pero, si no quieres hacerlo por mí, si no quieres hacerlo por tu secta, hazlo por Jin Rulan. Él necesitará que sigas en píe, él necesitará verte fuerte, necesitará eso para que no haya arrepentimiento cuando sepa la enormidad de tu amor a él y todo lo que eres capaz de entregarle. Para que no se sienta culpable, independientemente del resultado. ¿Puedes hacer eso por él?
—Yo…
Saborea el aliento de Lan Huan sobre su boca. Acaricia las mejillas húmedas de su pareja e imagina esa mirada tierna, tan empática, tan libre de juicios, observándolo con ese amor inconmensurable que es capaz de transmitir en sus ojos marrones. Traga. Respira hondo. Traga una vez más.
—Yo lo intentaré…
—Eso me basta —Lan Huan besa su frente, luego presiona la mejilla contra la suya y la moja con sus propias lágrimas—. Me consta todo lo que logras cuando lo intentas.
El abrazo que sigue es reconfortante. Jiang Cheng cree que podría arreglarlo.
Notes:
Bueno, espero que disfruten de esto.
Chapter Text
Jiang Cheng lo está intentando.
Lan Huan observa los pequeños avances, la manera en que el humor que a veces quiere estallar se apaga y como frunce su ceño cuando sabe que está a punto de volver a soltar algo hiriente sobre su condición. La situación mejora desde que pudo volver a estar con Jin Ling en la habitación: fue como si escuchar la voz de su querido sobrino despejara la bruma de oscuridad que lo estaba inundando. Lan Huan es testigo de cómo se sostienen, de cómo buscan estar en contacto del otro, aunque ambos estén vendados. Le retuerce el corazón y se le hinchan las costillas cuando es un observador del inmenso amor que se tienen, aún con sus mordidas, aún con sus bromas y sus reclamos.
Jiang Cheng ama a Jin Ling, lo ama más que a cualquier otra cosa que ame, por encima de su secta, por encima de sí mismo, por encima de él. No se siente celoso, él se contenta con tener un pedazo de la ferocidad con la que Jiang Cheng ama, se sabe afortunado por conocer todo lo que hay detrás de la fachada de independencia y amenaza que ha creado a su alrededor.
Él conoce al Jiang Cheng que puede llorar en sus brazos, al Jiang Cheng que ríe con desenfado con una broma, al borracho que se queda casi maullando entre sus piernas cuando el alcohol dio paso al sueño, el demandante que se sube sobre él y pide que lo satisfaga, el que penetra dentro de él para desarmarle toda la elocuencia, como muchas veces bromea, porque Lan Huan pierde el hilo de las palabras cuando lo siente dentro. También al Jiang Cheng que se entrega, sin mordidas, sin reclamos, con súplicas mientras es él quien está en su interior, amándolo dolorosamente lento, obligándolo a pedir lo que desea, a darle voz a sus deseos sin temor de que sean ignorados. «Voy a estar aquí para tí», le dice y él le mirará con esos ojos brillantes y húmedos por el placer y el anhelo.
Ya no, ya no mirará, pero en cambio sus pestañas temblarán y su rostro se volverá más rojo. Ya lo comprobó. En esos momentos en donde Jiang Cheng se siente más vulnerable, se ha entregado a sus brazos y Lan Huan le ha hablado en el lenguaje de los besos y caricias, pintando sobre su piel las promesas de amor hasta que el orgasmo los arrastra a ambos a la costa del olvido, donde lo único que importa es sentirse aún conectados. Juntos.
Que los sirvientes, ancianos y discípulos de Jin lo vean dormir en su habitación, en su cama, ya es irrelevante. Que los médicos vean como le sujeta la mano cuando lo ayuda a levantarse de la cama después de una nueva curación, que las doncellas preparen el baño para ambos y los vean juntos sentados en la cama, dejó de preocuparlo. El decoro lo ha perdido, poco puede importarle. Todo lo que anhela es dejarle en claro que no habrá fuerza humana ni inmortal capaz de alejarlo de él ahora. Callar esa voz persistente en Jiang Cheng que le susurra en medio de pesadillas que no estará solo de nuevo.
Jiang Cheng lo está intentando y Lan Huan no lo dejará solo en esa empresa.
Esa mañana, los encuentra juntos y despiertos. Una pesadilla volvió a azotar a Jiang Cheng y despertó con tanta desesperación que él tuvo que abrazarlo en su cuerpo, contra su pecho. Lo sostuvo allí hasta que el sol empezó a cubrir los ventanales de la habitación de la torre e inundar con su calor las sábanas. Cuando el temblor mengua y ambos comprenden que no podrán retomar el sueño, se sientan en la cama. Lan Huan se posiciona frente a él, dejando las sábanas abajo y le ofrece una mano. Jiang Cheng la toma para salir de la cama y juntos caminan hasta la estera frente a la ventana.
—Meditemos —sugiere Lan Huan y ambos se sientan sobre sus talones. Se toman sus muñecas, Jiang Cheng tomando su meridiano en la izquierda y él tomando el de la izquierda de Jiang Cheng, para transferir sus energías en un solo punto y que esta recorra los meridianos de ambos, tocando y acariciando sus núcleos en el proceso.
Íntima, profunda, se siente como hacer el amor a nivel espiritual, expandir sus conciencias y sobrevolar con las estrellas abrazados, sentir las caricias en su núcleo y sentir la plenitud de una forma más espiritual. Llenando cada bache de su conciencia, calmando el alma al blanquecer la mente, con la respiración atenuada y sus cuerpos sincronizados. Inhalan juntos, exhalan juntos, abrazan juntos la calma.
—¡Jiang Cheng! ¡XiChen-Ge! —Hasta que la voz de Wei Wuxian se escucha tras la puerta, tocando con insistencia. Lan Huan regresa de su meditación, Jiang Cheng también, con el ceño fruncido—. ¿No voy a interrumpir nada verdad? ¿Puedo entrar? ¿O están en todos los días, son todos…?
—¡Wei Wuxian! ¡Deja de hacer escándalo y entra de una maldita vez!
Lan Huan solo piensa que perdieron los terrenos ganados en la calma. Sonríe cuando ve la puerta abrirse, Wei Wuxian asomando la mitad de su cara con una mano tapando su rostro, pero los dedos sospechosamente separados para poder ver. Luego que no los encuentra en la cama, rueda su mirada hasta donde están sentados, tomando el sol y con sus túnicas interiores. Ninguno de los dos ha soltado sus respectivas muñecas.
—Buenos días, Wei-gonzi. Me sorprende verlo despierto tan temprano.
—XiChen-ge —hace una inclinación perezosa—. Jiang Cheng. ¡Solo pasaba a despedirme! ¡Regresaremos en unos días! ¡Iremos a Gusu Lan para explicarle al maestro QiRen todo lo sucedido de primera mano!
—Que tengan un viaje provechoso. —Es todo lo que dice Lan Huan, pero sin soltarlo. Wei Wuxian mira el toque en ambas muñecas y sonríe como un viejo zorro.
—Oh, ¡pero sí interrumpí cultivo dual! —Sonríe con todos sus dientes—. ¡Aunque me gusta más la otra forma!
—¿Ya terminaste? —ladra Jiang Cheng, con sus orejas sonrojadas. Lan Huan acaricia suavemente la muñeca que sostiene, para calmarlo.
—No. Yo… Voy a aprovechar que estaré en Gusu Lan para revisar la biblioteca de los Lan, con permiso de XiChen-Ge. Estoy seguro de que puedo encontrar alguna forma de cultivo que puedas hacer sin tus ojos, Jiang Cheng. ¡Encontraré algo y resolveremos esto juntos!
—Wei-gonzi —Lan Huan llama. El silencio de Jiang Cheng se mantiene, pero Wei Wuxian está esperando respuesta de él—. Conozco la biblioteca de los Lans, he leído cada libro de sus estantes al menos unas tres veces. Tal como Xiao XingChen, estoy seguro de que Wanyin encontrará su propio camino para convivir en esta nueva condición. Dejemos que él sea quien tome esas decisiones.
—Yo… solo quiero ayudar.
—Y lo ha hecho. Wanyin y yo estamos agradecidos por su esmero en ayudar con energía espiritual a Jin Rulan. Sin usted y Wangji, seguramente hubiera sido más difícil. Pero en este caso, espero que comprenda que esto lo manejará Wanyin por su cuenta. Yo respeto su decisión, espero que también pueda respetarla.
No hablaría en nombre de Jiang Cheng en otra situación, pero ha notado que su pareja está renuente a responder a Wei Wuxian y que toda la situación reciente lo ha puesto en perspectiva el sacrificio del núcleo. No es algo que Jiang Cheng pueda resolver todavía, y él estará allí para apoyarlo en ese camino de entendimiento. Wei Wuxian hace una mueca inconforme, luego sonríe de una forma que no llega a sus ojos. En la puerta, Lan Huan puede ver a Wangji de píe, su rostro muestra una silente desaprobación, pero él le da un asentimiento que indica que esto es un tema donde ninguno puede intervenir.
—¡Bien! Entonces me retiro. Si encuentro algo, igual lo comentaré. ¡Prometo no demorar!
—Que tengan un buen viaje.
Sin esperar más, la pareja se retira y vuelven a estar a solas en la habitación. Lan Huan acaricia la muñeca de Jiang Cheng de nuevo y recibe de respuesta un resoplido, con el aire que estuvo conteniendo por quién sabe cuánto tiempo.
—¿Te sientes bien?
—No… —resopla de nuevo—. Ahora que se van, podemos sacar a Hada de la perrera. Seguro debe estar extrañando a A-Ling.
—Es buena idea. —Se levanta, sujetando la mano de Jiang Cheng para ayudarlo a hacer lo mismo—. Entonces preparémonos antes de que traigan la comida hasta acá. ¿Te ayudo a vestirte?
—No hace falta. Puedo hacerlo solo.
Suelta su mano para dejarlo caminar en la habitación. Lo ha estado haciendo en los últimos días, al inicio con bastante inseguridad, ahora con un poco más de confianza. Sujeta la mesa que se asoma a su derecha y avanza hasta donde se encuentran las ropas dobladas. Se inclina para notar los bordados en las túnicas y toma la de loto. Comienza a vestirse, más lento que antes, pero asegurándose de poner cada pieza en su lugar. Peina su cabello, trenza en ambos lados y acomoda el peinado de forma eficiente, moviéndose más por la fuerza de la costumbre. Luego toma la cinta violeta para cubrir su rostro.
Lan Huan sonríe al verlo casi listo, tomando a Sandu de nuevo en su cadera y vistiendo a Zidian una vez más.
—¿Y bien? —pregunta de nuevo. Lan Huan ya se estaba acercando para verificar que todo estuviera en orden. Acomoda la solapa del Hanfu para terminar los detalles y sonríe antes de besar los labios de Jiang Cheng.
El beso se demora. Lento, profundo, saboreando mutuamente mientras sus lenguas van y vienen a través de sus bocas. Jiang Cheng sube sus manos y toca su rostro con suavidad, como si quisiera dibujarlo con sus yemas, siente los toques de mariposa subiendo por su mandíbula, sus mejillas, sus sienes. Él abraza la cintura pequeña de Jiang Cheng, empujando su cuerpo para acercarse a él que está casi desnudo, con solo la túnica interior aún puesta.
—Voy a intentar vestirme así —susurra contra su boca, acariciando con la punta de su nariz la afilada punta de Jiang Cheng. Él arruga el ceño.
—¿Para qué? No hagas tonterías, A-Huan. Vístete como siempre.
—Por curiosidad. Mi mente de erudito necesita entender tu intrincado proceso para vestirte y que lo hagas tan bien y te veas siempre tan dueño de ti. Aunque extrañaré cuando yo era el que te vestía.
—Puedes desvestirme en la noche. —Promete con un ligero mordisco en sus labios. Lan Huan tiene que hacer acopio de toda su crianza Lan para no desvestirlo ahora—. Apresúrate.
Pero Lan Huan no quiere apresurarse. Hace lo que dijo, cierra sus ojos con solemnidad y comienza a tomar las piezas de su ropa para vestirse sin ver. Jiang Cheng se queja, reclama y se burla cuando pasa sus manos por el brazo y nota la costura y él tiene que volver a vestirse cuando nota que la puso al revés. Ríe divertido con las burlas de su pareja y luego, cuando ya está listo, lo abraza de espalda y recibe un codazo en su costado. Besa la mandíbula de Jiang Cheng, su mejilla, su sien. Lo ve ablandarse en sus brazos y se quedan así hasta que escuchan ruido anunciando que ha llegado la comida.
Comen diligentemente. Jiang Cheng permite que Lan Huan le diga qué plato es y donde se encuentran, y a veces es él quien le da el bocado para acelerar el desayuno. Recibe la visita después de los médicos, evalúan que todo está en orden y la herida sigue curándose. Cuando ya están libres, Lan Huan toma la mano de Jiang Cheng y sale de la habitación con él a su lado, orgulloso mientras pasa por los pasillos a la vista de todos. Jiang Cheng camina confiando en que él le avisará de cada bache, y él cumple su palabra anunciando los escalones y los desniveles que se asoman. Jiang Cheng sigue sus indicaciones y atraviesan así el jardín de peonías y fuentes, hasta llegar a donde la perrera de Jin Ling se encuentra y una Hada ladra emocionada.
Allí, Jiang Cheng lo suelta. Cuando abren la puerta, la perra sale con la cola agitándose de felicidad y llena la cara de Jiang Cheng de babas. Jiang Cheng la recompensa con caricias en su pelo y hablándole suave, en disculpa por haberla tenido tanto tiempo encerrada. Ella responde a esas súplicas con lamentos caninos que tibian su corazón.
Lan Huan vuelve a enamorarse.
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El primero en darse cuenta de su relación fue shufu. Lan Huan no esperó que, tras la cacería nocturna que tuvo con Jiang Cheng en el noroeste, cuando estaba hablando con su reporte, como todo discípulo de Gusu Lan, su shufu bebiera su té y entonces hiciera la pregunta:
—¿Cuándo piensas decirlo, XiChen?
—¿Perdón? —Inmediatamente, sintió el frío moviéndose en sus vértebras.
—Lo que está ocurriendo con Jiang-zhongzhu. Tus sentimientos son evidentes.
Lan Huan se atragantó con el té que estaba bebiendo en ese momento. Tosió con muy poco decoro y los ojos de su shufu fueron como dos puñales fríos e inamovibles. Por supuesto, su shufu sabía que era con Jiang Cheng que tenía las cacerías nocturnas, lo comunicó desde el inicio y se fue con la aprobación de él al saber que no estaba solo en cada uno de sus viajes. No es que fuera una preocupación real, pero a su shufu le tranquilizó que pudiera establecer nuevos lazos. «Y el líder Jiang es confiable, justo y de un solo filo», elogió en aquella oportunidad y Lan Huan no hizo más que avalarlo.
En ese momento fue distinto. Lan Huan tuvo que respirar hondo mientras su shufu seguía imperturbable, esperando su respuesta. No supo qué esperar. El disgusto que tuvo hacía Wei Wuxian se debió a su reputación y el uso del cultivo demoníaco, algo que va en contra de los preceptos de su secta. Pero es él heredero, quien debe estar casado y dar hijos, aunque dejó en claro a través de los años que tal cosa no iba a ocurrir.
Exhaló. Puso de nuevo la taza de té, juntó sus manos en el regazo y Lan Huan enfrentó a su shufu con la gallardía de un cultivador de primera generación mostrándose ante un inmortal.
—Shufu, ha visto a través de mí y no debería sorprenderme. Me ha conocido desde que era un pequeño que apenas era capaz de balbucear. Yo… he encontrado en Jiang Wanyin un compañero de vida. En estos momentos, juntos decidimos caminar en una nueva etapa para explorar si nuestra compañía mutua es beneficiosa para ambos y queremos continuar el camino juntos.
—¿Desde cuándo has considerado esto?
—Poco más de un año, shufu.
—Cuándo lo invitaste a la primera cacería nocturna con JingYi y Sizhui…
—En ese momento no había sentimientos involucrados, pero admito que fue a partir de esas cacerías nocturnas que quise acercarme.
—Ambos son líderes de secta. Tienen una responsabilidad con los suyos.
—Lo sabemos, por eso hemos deseado mantener nuestra relación de forma discreta, mientras pensamos en si es lo que ambos deseamos y lo que nuestras sectas necesitan. De mi parte, he estado observando la posibilidad de llamar a un heredero de la línea secundaria de nuestra sangre. Pero todavía no he dado ese paso.
—Hmm.
Shufu bebió otro poco de té, un sorbo mesurado, mientras el silencio se mantenía entre ellos. Lan Huan también tomó su taza, pero se arrepintió en el siguiente minuto.
—Sabes la regla sobre la fornicación. —Lan Huan casi se ahogó otra vez con la interrupción de su shufu. Sus orejas quemaron y el calor se movió también en su nuca y espalda.
—Shufu…
—La castidad y la espera decorosa hasta el matrimonio. No como tu hermano…
—Shufu, me temo que no he cumplido esa regla. —Y se inclinó, más para no ver la expresión de su shufu ante su admisión. ¿Pero cómo iba a negarlo si desde el primer día ha saboreado las mieles del cuerpo de Wanyin en posiciones cada vez más impropias? —. ¿Deberé recibir un castigo por mi indecencia?
—Eres el líder, decide tú tu castigo —resopló inconforme. Una sonrisa bailó en los labios de Lan Huan—. No puedo creer tu descaro, XiChen.
—No es descaro cuando admito solemnemente la verdad y estoy dispuesto a recibir mi castigo. —Se enderezó. Shufu lo miró con seriedad, arrastró su mano por la barba, pensativo—. Ahora que lo sabe, quisiera saber su opinión al respecto.
—No es como si mi opinión fuera necesitada por tí para avanzar, XiChen. —Hubo un ligero reclamo en su voz—. Pero a la luz de mis temores cuando anunciaste la reclusión, esto es, en creces, la mejor de las noticias.
—Lamento haberlo preocupado por mi decisión de hace años, más considero que con los resultados actuales, puedo decir que fue la decisión correcta.
Shufu solo tararea en respuesta con una ligera afirmación. Antes, cuando la reclusión era fresca su shufu lo llenó de reclamos y juicios al no entender cómo había quedado su mente y corazón tras la caída de Jin Guangyao. Tuvo que ser firme para permanecer en su decisión de permitirse un tiempo para reflexionar profundamente y sanar sus propias heridas, sobre todo la imagen de sí mismo, que en ese entonces no podía confiar siquiera en servir bien el té.
—Lo fue —lo sorprendió Shufu, al validar su decisión de antaño—. Recluirte fue lo correcto. Me satisface ver que no solo le dio claridad a tu mente y tu espíritu, sino también nuevos motivos para transitar caminos y experiencias que antes no te habías permitido.
—Shufu… —La sorpresa lo sobrecogió. Sonrió con decoro antes de inclinarse frente a él—. Alegra a mi corazón con sus palabras y comprensión.
—¿Eres feliz, XiChen?
Lo pensó, no era una pregunta que podría responder a la ligera.
Todavía había personas que cuestionaban su participación en lo ocurrido con Jin Guangyao. Aún escuchaba los rumores y los comentarios, incrementando su presencia en los planes, llamándolo cómplice e incluso, argumentando que faltó al respeto al matrimonio con madam Jin y ocurrió más que reuniones amenas y conversaciones eternas en cada una de sus visitas. Todavía sentía la desaprobación de parte del consejo de anciano, y él tuvo que blindarse para no permitir que esos ojos que lo miraban como insuficiente hicieran mella en la frágil calma que alcanzó en el encierro.
Pero tenía a su hermano y es feliz. Pese a preferir no salir en cacerías nocturnas con él por la sensación de ser una tercera rueda incómoda, admitía que le alegraba el corazón verlo por fin feliz. Volver a tener sus reuniones con shufu también servían como un buen elemento para mejorar su día. La recepción de sus discípulos más jóvenes le hizo sentir bienvenido y querido. Y… Wanyin. Los comentarios, las bromas, los besos y las sonrisas de Jiang Wanyin, definitivamente habían mejorado mucho su perspectiva de futuro. Ya no se veía un mañana gris al que debía buscarle color, ahora podía pintar el color en los pequeños detalles.
—Estoy construyendo mi felicidad, shufu —respondió con confianza.
—Bien. — Fue todo lo que dijo y volvió a los detalles de la cacería.
Debió imaginar que su infinita felicidad al tener la silente aprobación de su shufu, lo llevaría a Muelle de loto, tres semanas después, con el ánimo en los cielos. Tras el permiso confirmado para una visita de dos días, con la invitación expresa de Sandu Shengshou para asistir a la graduación de sus pequeños shidis, quienes obtendrían su espada tras haber formado el núcleo, Lan Huan partió de Recesos de las nubes sin compañía, dejando los asuntos claros en la secta y con su shufu como líder interino.
Al llegar, fue recibido por Jiang Cheng con la diplomacia que ameritaba. Prepararon los almuerzos y el pabellón de invitados fue decorado para recibirlo. Sus pertenencias fueron ubicadas en la habitación de invitados más cercana al pabellón familiar. Lan Huan entendió la invitación expresa y supo que no estaría durmiendo en la habitación pautada. Pensar en colarse por las noches le llenaba de un rayo de calor, una sensación de travesura pérdida.
Sin embargo, pese a lo mucho que debió haber trabajado Jiang Cheng para liberar su agenda, llegó una misiva urgente que debía atender. Lan Huan no opuso resistencia alguna, lo acompañó a sus oficinas y estaba dispuesto a leer un libro mientras Jiang Cheng atendía ese asunto. Pero la forma en que él arrugaba el ceño y maldijo por lo bajo le indicó que no sería tan sencillo.
Después de la última discusión, Lan Huan comprendió que interponerse en los asuntos de la secta Yunmeng Jiang era un error. Jiang Cheng tenía sus métodos y sus formas, y si él no recibía explícitamente un llamado de ayuda, guardaría silencio y le permitiría obrar según dictara su corazón. Compararlo o hacerlo sentir inferior jamás fue su intención, y estaba dispuesto a analizar los métodos de Yunmeng Jiang a la luz de aprender otros esquemas y no sancionar lo diferente.
Esa vez, era diferente. Jiang Cheng pidió excusas mientras salía de la oficina y pedía que lo esperara, luego regresó con dos discípulos y algunos pergaminos. Pidió que trajeran té y estuvo revisando los nuevos pergaminos con el ceño más fruncido. Luego llamó a otro más y pidió el libro contable de la secta, y cuando lo trajeron se sumergió nuevamente al asunto. No era una carta que podría responder en un incienso. Cuando se dio cuenta, ya había anochecido y él seguía sentado frente al escritorio, con una clara mueca de frustración. Lan Huan ya había acabado su libro y tampoco podía esconder su preocupación.
—Wanyin, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? —Decidió preguntar. Jiang Cheng levantó su rostro y la expresión que le entregó levantó todas las alarmas.
—No sé en qué estaba pensando cuando firmé esto hace veinte años.
—¿Me dejas observar?
Jiang Cheng señaló el lugar a su lado. El té estaba frío y los bocadillos acabados, así que Lan Huan apartó la bandeja y se sentó justo al lado de Jiang Cheng para revisar los documentos. Un préstamo con un proveedor de arroz para abastecer las filas durante varios años mientras estaban en el levantamiento de su secta. Los intereses ya eran una usura y él se sorprendió al ver los porcentajes y las cuotas de pago. No obstante, los pagos debieron haber sido cerrados hace diez años, por lo tanto, no veía sentido a que todavía este asunto estuviera en el escritorio de Jiang Cheng.
La respuesta se obtuvo en uno de los acuerdos, casi al final del pergamino. El compromiso de liberar lotes de tierra para la siembra de arroz de Yunmeng Jiang, entregadas al proveedor, por haber apoyado a Yunmeng Jiang en tiempos de crisis como agradecimiento. Yunmeng Jiang iba a perder una importante parcela de sus terrenos. El compromiso debía cumplirse a los veinte años.
—Es en un par de meses que se vence este contrato. —Jiang Cheng frotaba con malestar su frente—. Recuerdo que no había comida, apenas estábamos iniciando con las cosechas de loto y necesitábamos arroz para poder alimentarnos. El dinero de la dote de mi a-jie sirvió para eso y la reconstrucción, pero no fue suficiente porque el primer año fue una mierda, las cosechas se dañaron, había demasiada energía resentida en todos los lados de Yunmeng Jiang tras la masacre y estaba solo para limpiarlo todo.
—Lamento escuchar eso.
—Entonces llegó esto… supongo que pensé que el luego pensaría en cómo hacer con las tierras que estaba regalando tras pagar la deuda.
—Tomaste la mejor decisión que pudiste en las condiciones en la que te encontrabas. Salvaste a tu gente del hambre y aseguraste su alimento durante años. Wanyin, no te quites el debido mérito por ello.
Tomó su mano, despejándola de la frente. Luego miró hacía la puerta de la oficina y, como si fuera un niño que pellizcaba en secreto a un dulce, busco los labios de Jiang Cheng para cerrar su apreciación con un beso. Gloriosamente, él respondió a su gesto. Lo besó, suspiró y volvió su mirada hacia el pergamino.
—No puedo perder esas tierras. En este momento están ocupadas por las familias de mis discípulos más fieles y formaron un pueblo con agricultura.
—Quizás podamos negociar un precio por ellas. El compromiso está y no puede ser desecho.
—¿Qué harías en mi lugar?
Jiang Cheng le estaba preguntando su opinión. La estaba pidiendo. Para Lan Huan, eso fue un gran paso. Una barrera más que cedía ante su relación, una muestra más de los genuinos que son los sentimientos que los sostienen. Lan Huan sonrió, llevó su mano tomada a la de Jiang Cheng a sus labios para besar el dorso de ella y volvió a ponerla en la mesa. Aunque quiso tumbarlo allí mismo en el suelo y besarlo hasta despeinarlo, honró la petición de Jiang Cheng respondiendo a lo que estaba pidiendo, que era su genuina preocupación ahora.
—Llamaría a una reunión con él para verificar sus proyectos con el territorio, en aras de encontrar un punto de equilibrio beneficioso para ambos, ahora que la posición de Yunmeng Jiang es más favorable.
—Yo pensaba llegar a su territorio, accionar a Zidian y discutir sobre la desfachatez de traer a colación un contrato injusto y desproporcionado y pretender que cederé mis tierras sin más. —Jiang Cheng hizo una floritura con su otra mano en el aire y Lan Huan achicó sus ojos al sonreírle—. Seguro al final cedería, pero sería menos y dejaría un precedente.
—¿Quién se enfrentaría a Sandu Shengshou? ¿Quién se atrevería a burlarse de él después de eso? —Lan Huan susurró, observando fascinado como Jiang Cheng había apoyado su rostro a su mano libre y le sonreía con una picardía implícita.
—Solo un estúpido.
—¡Jiujiu!
La repentina entrada de Jin Rulan los sacudió a ambos. Se soltaron la mano, Jiang Cheng por la premura golpeó la mesa y la piedra de tinta se cayó. Jin Rulan, tan alto como era en ese entonces que ya casi había alcanzado su total altura, los miró a ambos de forma intermitente. Venía sucio, por lo que podía imaginar que estaba en una cacería nocturna, su arcaj dorado en la espalda junto a su arco, Suihua en la cadera. Los ojos volviendo a recorrer a su jiujiu que se levantó a toda prisa del escritorio, rojo hasta la coronilla.
Ah… imposible disimularlo.
—¡Mocoso irreverente! ¿Qué haces entrando a las oficinas como si fueran la puerta de tus aposentos?
—Parece que interrumpí algo, Jiujiu —dice suspicaz, ladeando una sonrisa mientras cierra la puerta tras él— . No sabía que estaba en Yunmeng Jiang, Zewu-jun.
—¡No interrumpiste nada! ¿Qué haces aquí en vez de atender los asuntos de tu secta?
—¡También es asunto de mi secta las cacerías! Tuvimos un par de heridos, así que vine hasta acá porque era lo más rápido —hizo la misma floritura con su mano, descartando la gravedad de la situación. Jiang Cheng realizó su respectiva inspección antes de arrugar el ceño.
—¿Sin aviso al líder de secta?
—¿Debería? Considerando los largos años de amistad entre Lanling Jin y Yunmeng Jiang, ¿por qué debería demorar el acceso a la atención de mis discípulos esperando la respuesta de una carta? —Se cruzó de brazos antes de mirarlo a ambos. Lan Huan ya estaba con sus manos juntas en el regazo, intentando no sonreír en respuesta a los ojos sospechosos de Jin Rulan—. ¿Por qué mejor no me explicas que hacías sosteniendo la mano de Zewu-jun tan íntimamente?
—¡Tú…!
—¿O debería ser Zewu-jun quien explique qué hacía sujetando tan amorosamente la mano de mi jiujiu?
—¡Mocoso!
Lan Huan se levantó con toda la ceremonia del escritorio y alargó un saludo hacia Jin Rulan, en señal de respeto. El chico solo enarcó una ceja y su parecido con Jiang Cheng revoloteó en su pecho.
—Jin Rulan, he venido a visitar a Jiang-zhongzhu para un negocio enteramente personal del que no puedo revelar mayores detalles, al menos que el mismo Jiang-zhongzhu así lo desee.
—Un asunto personal —dijo el joven líder y, sin más, se sentó frente al escritorio con sus brazos cruzados. Jiang Cheng resopló—. Supongo que muy personal, porque jamás lo encontré tomando la mano de mi xiao shushu y recuerdo haber interrumpido muchas veces en sus visitas.
—Mocoso, ¡no seas tan impertinente!
—En efecto, Jin Rulan, es un asunto personal muy diferente a la hermandad jurada.
—¿Y cuándo será formalizado?
—¡Jin Ling!
Jiang Cheng alzó la voz, volviendo a su sitio. Tomó la mano de Lan Huan de nuevo y lo obligó a sentarse a su lado, pero la palma del líder Lan estaba irradiando calor. Jin Rulan se fijó en el gesto y sonrió petulante.
—No es algo que vamos a revelar aún… —Jiang Cheng dijo, rascando su frente—. Así que espero que seas discreto con esto, A-Ling.
—Es secreto entonces. Bien, no es como si los hubiera encontrado follando en el escritorio.
—¡Jin Rulan! —Jiang Cheng se alargó desde su sitio para agarrar al chico, pero este se escabulló con una risa divertida.
—Si quieren privacidad, deberían cerrar con llave la puerta. Cómo sea, no diré nada. Solo espero, Zewu-jun, que entienda las implicaciones que podría tener con Lanling Jin si mi jiujiu sale lastimado en esto.
—¡Mocoso, no metas la política en esto!
—No debe preocuparse por eso, Jin Rulan. Mis intenciones no son lastimar al Jiang-zhongzhu.
—¡Excelente! Venía a avisarte que estaba aquí con mis discípulos, partiremos mañana si todo sale bien, jiujiu. Quisiera cenar contigo, al menos que tengas planes más íntimos con Zewu-jun.
—¡Mocoso, te voy a partir las piernas! —Jiang Cheng amenaza y Jin Rulan resopla—. ¡Cenarás con nosotros y más vale que me expliques cómo permites que tus discípulos salgan heridos en una cacería nocturna!
—¡Bien! ¡Entonces cerraré la puerta y avisaré que nadie interrumpa lo que sea que estuvieran haciendo!
Y así lo hizo, la cerró, Jiang Cheng casi se levanta para perseguirlo y llamarle la atención por su audacia, pero Lan Huan jaló de la mano que sostenía para hacerlo caer casi en su regazo, tomar su rostro y comerle la boca con un beso. Estaba feliz, tan feliz de recibir la aprobación envalentonada de Jin Rulan que no pensó en otra cosa que besar la boca de Jiang Cheng hasta derrumbar la tensión de su espalda.
—Mañana hablaremos más de este asunto con las tierras —susurró contra su boca, enamorado.
Jiang Cheng, en toda respuesta, lo volvió a empujar a su boca.
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La cena se sirve en su habitación. Jiang Cheng suspira con la bandeja frente a él, mientras la sierva se aparta y los deja a solas. Lo primero que hace es buscar el tazón de arroz, huele para asegurarse de él y luego lo coloca al lado derecho, el más cercano a su mano. Mueve los espacios para tomar cada tazón, olfatearlo y determinarle un lugar: las verduras confitadas, los pepinillos sazonados, las raíces de loto condimentadas, la salsa picante, todo va tomando una posición. Lan Huan no ha dejado de ver el proceso con el que acomoda todo en su bandeja, para luego tomar los palillos y comenzar a comer.
—De esta manera sé en dónde está cada cosa —dice después de comer su primer bocado, con una expresión de suficiencia que calienta el estómago de Lan Huan de forma agradable—. Aunque tendré que ver una manera menos visual para llegar a esto, para las conferencias de secta.
—Puedes pedir al anfitrión que se encargué de eso para que no tengas que hacerlo así.
—Mi tazón de arroz va allí, pero estoy acomodando los otros tazones por los que menos me gusta probar. No es algo que sirva decirle al anfitrión.
—Estoy impresionado con tu método para comer sin ayuda.
Jiang Cheng decidió, hace un par de días, usar un poco de su energía espiritual para poder encontrar los obstáculos que podrían limitarlo al caminar. Todavía está buscando controlarla, ya que sus primeros intentos creaban una ráfaga de viento o energía que encendía a Zidian y tumbaba algunos de los objetos más débiles. Tiene que ser más meticuloso al respecto, por eso no lo usa con los platos que podrían tener un resultado más problemático.
Sin embargo, ya ha aprendido la extensión de esa habitación y la de Jin Ling. Ya puede caminar desde la puerta de la habitación de Jin Rulan a su cama para andar cómodo. Ha estado conversando con su sobrino aprovechando que Wei Wuxian no ha regresado para disfrutar la compañía de Hada que está super cariñosa con el joven Ling. Se queda con ellos, disfrutando del momento familiar mientras transmite energía espiritual a los ojos de Jin Ling y admira la sonrisa de Jiang Cheng al sentirse calmado con lo bien que mejora.
Pero Jin Ling no sabe.
Aún no sabe lo que pasó, no sabe cuáles son los ojos que están curando, cómo se dio este intercambio. Lan Huan ha evitado mencionarlo para no manchar el progreso de Jiang Cheng, pero conforme pasan los días, se acumulan las semanas y será inevitable que Jin Ling se entere cuando le quiten las vendas. La sonrisa que el chico ahora tiene, aún a pesar de las vendas que cubren sus ojos, se borrará de un brochazo cuando la verdad se revele.
La cena acaba. Las bandejas son retiradas de la habitación y la bañera ha sido llenada y calentada para sus duchas. Jiang Cheng es el primero quien entra en la bañera y Lan Huan recoge su cabello en la espalda, baña y lava su cabello negro con los aceites.
—Lan Huan —escucha su voz temblorosa. Él aparta el cabello húmedo hacia uno de sus hombros y besa el borde del cuello que tiene disponible. Allí tiene un lunar hermoso que suele estar cubierto con la solapa de su túnica—. Me va a odiar. Va a odiarme tanto cuando se dé cuenta.
—Se enojará. —Lleva sus brazos para rodear el cuerpo de su pareja. Jiang Cheng toma las manos que aprietan su pecho y las deja allí como un soporte. Sus antebrazos acarician las protuberancias de las cicatrices dejadas por la tortura de los Wens—. Seguro necesitará asimilarlo, pero no podría odiarte.
—Al menos quiero que funcione… puedo vivir con su odio si funciona.
—Independientemente del resultado, no te odiará.
Se quedan en silencio. Lan Huan no le importa que la cabeza húmeda de Jiang Cheng se haya apoyado en su hombro y mojado su túnica. No le importa mientras él está esparciendo besos pequeños por su rostro, en los espacios que tiene disponibles. Sobre sus párpados siempre cerrados, por el rabillo de su ojo bordeado por el tejido cicatricial, por el puente de su nariz, el entrecejo, la frente, la punta de su nariz, la comisura de su boca y sus labios temblorosos.
—Ahora entiendo —susurra contra su boca cuando él se detiene allí—. Entiendo lo que hizo Wei Wuxian, entiendo lo frustrado que debió sentirse al estar así, fingir que nada pasara para que no me diera cuenta… debió odiarme.
—¿Odias a Jin Ling?
—No… lo amo, lo amo con cada fibra de mi existencia.
—Me atrevo a decir que fue lo mismo que sintió él en ese momento. Si se contaminó, Jiang Cheng, probablemente haya sido por el cultivo demoníaco. Uno no hace este tipo de sacrificios por una deuda, A-Cheng —murmuró contra su boca mientras su derecha baja hasta la cicatriz de la transferencia de núcleo. Jiang Cheng posa su mano sobre la de él y el núcleo allí gira incandescente, más fuerte de lo que alguna vez lo tuvo Wei Wuxian.
—Lo sé… —Jiang Cheng sostiene la mano sobre su vientre, pliega su rostro contra su hombro, arruga su ceño y…
Lan Huan sabe que Jiang Cheng está llorando, aún si no hay lágrimas.
—Lo extraño —confiesa.
Él lo sabe.
—He intentado hacerme la idea de que él no quiere estar conmigo. Y de repente pasa esto y está aquí. No deja de estar aquí, y yo… yo no sé qué hacer con esto, y lo estoy arruinando de nuevo, ¿no es así? —Lan Huan calla el resto de las palabras de Jiang Cheng con un sentido beso. Luego posa su frente sobre la de Jiang Cheng, húmeda por el baño, arrugada por el ardor.
—No lo estás arruinando. Wei Wuxian tendrá que esforzarse un poco más. Estás herido y tienes derecho a estarlo. Te lastimó, consciente o inconscientemente. Mereces tener respuestas, A-Cheng. Mereces ser escuchado.
—Solo quiero que él entienda… él entienda cómo me siento.
—Seguramente, cuando Jin Ling se enteré, podrá comprenderlo. ¿Estás listo también para comprenderlo a él cuando ese momento llegue?
—No… —confiesa Jiang Cheng, con una sonrisa torcida que muestra cómo tiembla ante la posibilidad.
—Está bien eso. Tenemos más días para prepararnos.
Lan Huan lo abraza más fuerte, sostiene su cuerpo húmedo, le da el respaldo que se siente dispuesto a dar. Él sabe que estará allí para cuando eso ocurra.
Notes:
Me encanta escribir esta historia y la relación XiCheng de este fic: madura, compleja, y llena de tantos momentos íntimos. Sé que nos gusta mucho el lemon, pero para mí se nota más la intimidad en los gestos que hay después o antes de ello. Los coqueteos, la intimidad, las palabras y los gestos.
Y sí, son versatiles, aunque por Wattpad no voy a escribir escenas sexuales, no quiero que me bajen la cuenta. Ya pasé por algo similar hace años y me dolió porqué perdí mis comentarios y los casi 3K de seguidores que tenía en ese momento. Si escribo algún lemon, seguro lo publicaré en Ao3.
Como ven, estamos pasando pro los distintos eventos del fic "El niño de mis ojos", desde la perspectiva de Jiang Cheng y Lan XiChen, quienes tuvieron que pasar a sola su duelo, con fragmentos de su relación y cómo se fue construyendo. Eso significa que veremos un poco más de su vida de casados.
¡Espero que les guste y gracias por leer!
Chapter 4: Cap 04: Eres mi alma gemela / Yo te prometo
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El momento llegó y las palabras de Jin Ling (lo más importante en su vida, lo único que lo sostuvo por más de una década y evitó que se lanzara en el primer barranco que se tropezó en el camino) se han clavado como puñales en su pecho.
«Yo… no quiero verte ahora».
Ha pasado un día entero de eso. El sol se ha ocultado y ha vuelto a salir, ahora está de nuevo escondiéndose bajo las faldas de las montañas que se ven desde la distancia en la torre Koi y él, aunque no lo ve, siente el calor que besa su mejilla.
Frente a la puerta de la habitación de A-Ling está Lan Sizhui, puede imaginarlo tal como lo recuerda de la última vez que lo vio: con su cabello sujeto en una coleta alta, sin la cinta en su frente, ya que yace amarrada en nudos en su muñeca derecha. Sus túnicas son blancas pero sin los patrones de nube. Está allí como un centinela de A-Ling, en la habitación que ha decidido usar como refugio. A su lado, la mano de A-Huan acaricia su codo a modo de consuelo.
—Él todavía… necesita tiempo —dice Lan Sizhui, con un tono comprensivo y una forma de modular la voz para hacerse escuchar con la atención de un erudito—. A-Ling todavía está digiriendo la situación.
—¿Cómo estás tú, Sizhui? —pregunta Lan Huan con un destello de preocupación—. Él ayer también dijo…
—Lo sé. Lo sé. —El joven deja escapar el aire—. Yo estoy bien. A-Ling suele decir cosas de las que se arrepiente cuando está enojado y yo también colaboré en este engaño. —Jiang Cheng escucha el suave deslizar de la tela, quizás está apartando un poco la manga o rozando su propia cinta que ya no sella su frente—. Se disculpó conmigo ayer después de explicarle que no hice la operación. Que simplemente… solo intenté que funcionara.
—Tu tía estaría orgullosa de ti. —Jiang Cheng suelta. Escucha la exhalación sorprendida de Sizhui.
Ha pasado mucho tiempo desde que se enteró, por sus propios medios, sobre la ascendencia de Sizhui. Fue una sorpresa para sí mismo notar que el descubrimiento no causó que su sangre hirviera a fuego alto por el recuerdo de los Wen. Que, por el contrario, solo sintiera una infinita sensación de calma al ver que el chico fue criado con los Lans, pues de esa manera cualquier maldad que hubiera por su sangre habría sido aplacada. Además, ya para ese momento, Jin Ling lo amaba como un hermano, y él no iba a arrebatarle nada que amara Jin Ling, aún si era descendiente de sus propios enemigos.
—Yo… muchas gracias por sus palabras, Jiang-zhongzhu.
—¿La vista de Jin Ling está completamente bien? —pregunta, sin dar voz a las emociones discordantes que hay en medio de ellos. Los ojos de XiChen están sobre él, puede sentirlos y, a pesar de que jamás hablaron del tema de Sizhui, no cree que sea necesario aclararlo ahora.
—Sí. Esta mañana estuvimos haciendo varios ejercicios. Tendrá que probar en combate, sobre todo en el uso del arco. Pero decidí que es mejor que empiece con cosas pequeñas antes de forzarla.
—Está bien.
—Se ve diferente… —agrega Sizhui. Jiang Cheng enarca una ceja con el silencio—. Se ve diferente con sus ojos, Jiang-zhongzhu. Más… parece más su hijo.
La revelación lo sacude. Se siente profundamente incorrecto. Profundamente cruel. Como si lo que hizo fuera hecho para acabar con el legado de su a-jie y hubiera arrebatado toda su herencia en Jin Ling. Como si hubiera robado algo que no es suyo. Jin Ling no es su hijo, no puede serlo, porque no fue de él quien heredó esa bondad y facilidad de perdonar, fue de su a-jie. No fue de él que heredó su sentido de justicia y de hacer lo correcto por encima de todo, fue de su a-die, Jin Zixuan. Si algo heredó de él, fue su mal genio, su temperamento hosco que lo mantuvo alejado de todos en la mayor parte de su infancia y adolescencia. Si…
—No es que negara en algún momento la relación de ustedes —prosigue Sizhui—. Su feroz forma de cuidar a los suyos, de cuidar a su secta, de intimidar para hacerse respetar y de poner a su gente por encima del resto, es muy de usted, Jiang-zhongzhu.
Se encuentra sin palabras. Siente un nudo en la garganta apretándose, como una bola que se forma con las palabras que no se atreve a decir y con un conocimiento que no puede nombrar. Ya no sabe qué sentir, ya no tiene idea. Solo aprieta sus puños y contiene el aire.
Sizhui facilita todo cuando cambia el enfoque de la conversación. Aclara que Jin Ling estará bien y que le dé un poco de tiempo. Que han hablado, solo necesita descansar y hacerse a la idea. Todavía llora cuando ve el reflejo en su espejo y probablemente demorara en poder ver su propio rostro y sentir solo el amor irradiado de Jiang Cheng y no el peso de su sacrificio. Que, de todos modos, ellos tres y Hada, quien se ha quedado allí desde la noche anterior, estarán con Jin Ling también esta noche, ya que tuvo pesadillas.
—Gracias por el cuidado, Sizhui —dice Lan Huan, dándole voz a lo que no puede nombrar. Sin embargo, el temblor en su propio cuerpo, la sensación de ardor en su garganta y el fuego que parece convivir detrás de sus párpados cerrados, le empujan a hacer más—. Has cuidado bien de tu hermano, te estamos agradecidos.
—No hay nada que agradecer. No quiero estar en otro lugar más que aquí, cuidando a mi hermano.
—Sizhui. —Su garganta se afloja—. No he expresado suficiente mi agradecimiento por lo que has hecho por Jin Ling. Permítame hacerlo…
Jiang Cheng da un paso hacia atrás y por primera vez desde que todo esto empezó, siente que está bien no tener vista para no afrontar la amplia expresión que deben estar colocando A-Huan y Sizhui. Pero él echa atrás su manga, se arrodilla y sin pensarlo más (aunque siente el tirón de una parte de su alma que reclama y el sonido del fuego quemando los muelles, los gritos de sus shidis y de su gente, el clamor de la gente que corría en la batalla) su espalda se endereza, junta sus manos al frente y luego se inclina hacia Sizhui.
Los sonidos del pasado callan, las voces se silencian y solo escucha la respiración atorada de alguien, no sabe si A-Huan o Sizhui, no importa. Mantiene su postura con la frente pegada en el suelo reconociendo de esta manera, en la amplitud de las vueltas de la vida, que si no fuera por un Wen su A-Ling seguro hubiera perdido también los ojos que entregó y la pérdida hubiera sido el doble o, quizás, su sacrificio hecho de forma tan irresponsable y precipitada, hubiera provocado su muerte.
Quizás nunca se admita la importancia de Wen Qing ni la de Wen Ning en su supervivencia, quizás, en el silencio y el fondo de su corazón lo sabe aunque jamás levante incienso por ellos. Pero si puede admitir y agradecer la importancia de Sizhui en la vida de A-Ling y agradecerle por ello. Eso sí puede hacerlo.
—Yo… ¡y-yo! —Sizhui se atraganta, lo escucha forzarse a decir algo mientras se inclina para intentar levantarlo.
—No digas nada —muerde, poniéndose de píe con la ayuda del joven. Se suelta y su rostro quema, como si todo el calor antes alojado en su estómago se hubiera movido a sus mejillas—. Volveré mañana.
—S-sí… ¡gracias, Jiang-zhongzhu!
No espera más. Avergonzado, sintiéndose de alguna manera humillado por la explosión de sus propias emociones, Jiang Cheng se da la vuelta y empieza a caminar. Despliega un poco de su energía para dibujar el pasillo que sigue y baja las escaleras con las piernas temblorosas no por la incerteza de su vista, si no por los sentimientos atorados. Siente a Lan Huan caminando a su espalda, él se precipita a buscar el lugar en donde está su habitación provisional, siguiendo el recuerdo. Cuando no lo logra, no tiene que decir nada. Lan Huan toma su mano y pronto lo dirige hasta donde pueda estar a solas.
Las puertas se abren y Jiang Cheng lo suelta nuevamente. Se lleva las manos a la cabeza, camina de un lado a otro para hacer una zanja y de repente se detiene. Su corazón se apiña con las palabras para golpearlas contra sus costillas. Siente tanto ardor que no sabe qué hacer con ello. Quizás es la edad, pienso con pesar, ya tiene más de cuarenta años. Debe ser la edad lo que lo ha debilitado. Sandu Shengshou, ahora sí será una mofa. Nadie creerá en su peligrosidad si se arrodilla frente a un niño. Nadie pensará que es de temer ahora sin sus ojos, solo con vendas, caminando de la mano de Lan Huan, como un lisiado. Nadie…
Se detiene con el peso de los brazos que lo rodean desde la espalda. Lan Huan lo sostiene con delicadeza, no por considerarlo débil, sino porque su forma de amar es así: firme, constante y diligente, suave como la brisa, envolvente como la niebla de una gran montaña.
—Preparé té —susurra contra su oreja—. A-Cheng… ¿cuántas veces vas a atravesar mi corazón?
—No sé a qué te refieres…
—Estos últimos meses no has hecho más que golpearme en el centro y dejarme sin más motivo que amarte más. ¿Acaso Sandu Shensghou es tan despiadado que piensa matarme de felicidad?
Jiang Cheng no sabe qué decir ante esas palabras. Calla, sintiéndose pequeño aún, mezquino, superando el odio de su sobrino, la conversación con Wei Wuxian demasiado reciente, el peso de ese chico al que debió haber protegido pero que no le importó que muriera hasta hace poco. Todo lo que ve en él son falencias, inconformidades, insuficiencias.
—¿Desde cuándo sabes la ascendencia de A-Yuan?
—Oh… se trata de eso. ¿Qué? ¿Pensaste que iba a empezar a cazar al último Wen después de veinte años?
—No, pero tampoco esperé ver lo que vi hoy.
—Solo le agradecí por salvar a A-Ling.
—No has respondido mi pregunta.
Jiang Cheng resopla, tomando las manos de su pareja alojadas en el centro de su estómago. No para separarlo, no admitirá que le gusta que lo sostenga así cada vez que pueda. A pesar de su altura y de su masa muscular, A-Huan logra hacerlo sentir protegido así.
—Poco después de… del templo Guanyin. Estabas en reclusión. —A-Huan parece tensarse con su explicación—. Tiene a Wen Ning siempre detrás de él y… tiene cierto parecido a él. Me sentí estúpido al no percatarme antes.
—Hace mucho… Hace tantos años. ¿Por qué no dijiste nada?
—¿Importaba? Mis padres ya están dentro de la rueda de la reencarnación y espero que A-jie también. Era solo un mocoso. No soy irracional, A-Huan.
—Lo sé… —dejó un beso sobre su mejilla antes de soltarlo—. Pero esto que has hecho. Jiang Cheng, implica perdón.
—Nunca voy a perdonar a esa gente. Lan Huan. No me des tanto crédito —dobla sus labios en una sonrisa torcida—. Nunca les voy a perdonar lo que le hicieron a mis padres, a mi familia, nuestra secta, a mí…
—No a ellos, por supuesto. Te perdonaste a tí por no haber podido hacer nada para proteger a la gente que sabías que eran inocentes y por la que tu hermano se fue. Has llegado mucho más lejos de lo que yo he llegado en ese aspecto.
Escucha las sábanas, el peso que cae cuando Lan Huan se ha sentado en el borde de ella. Jiang Cheng está sorprendido, su rostro encendido como un talismán de fuego, sin poder creer lo que su pareja está diciendo. Perdonarse… ¿él necesitó algún momento perdonarse algo como eso? Por supuesto que no… claro que no, no podría, ¿cierto? No podría importarles tanto, le había dicho a Wei Wuxian justamente en la noche que las vidas de ellos nunca estuvo en discusión. Entonces… ¿de qué demonios estaba hablando Lan Huan? ¿Estaba ya tan mal de la cabeza que estaba pintando una imagen que él jamás iba a representar?
—Necesito que me expliques… —murmura con una desazón amarga filtrándose en su pecho—, porque voy a pensar que estás enamorado de una persona que no existe, XiChen.
Piensa que con ello Lan Huan tendría que reestructurar sus palabras, tendría que asegurarse si no está viendo demasiado de lo que él es, colocándole fortalezas en donde nos las hay. Se sorprende cuando Lan Huan no hace nada, está calmado, tranquilo, como si le hubiera pedido que explicara porqué el sol sale del este. No hay nada en su respiración, en sus movimientos, que le indique que su pregunta va a cambiarlo todo.
—Una parte de tí siempre deseó haber salvado a Wei Wuxian de su destino. —Explica con calma Lan Huan—. Sabías que para hacerlo, era necesario salvar a los remanentes de los Wen a los que se aferró. Pero estabas celoso, Jiang Cheng. Te sentías dejado de lado, como si Wei Wuxian hubiera despreciado tu compañía y hubiera preferido la de tu enemigo. Ese pensamiento te hizo resentir la presencia de ellos, el que Wuxian los escogiera sobre tí. Como si ellos te hubieran robado a tu hermano, lo que quedaba de tu familia, cuando sabías que era decisión de él el haberse ido. No los detestabas por ser Wen, los detestabas porque te lo arrebataron.
¿Cómo le hace?
¿Cómo le hace para desarmarlo?
¿Era él quien iba a destrozarlo a punto de palabras dulces, entendimiento y voluntad de conocerlo?
—Al permitir que Wen Yuan, que es un Wen, no solo siga con vida sino que sea una parte importante de Jin Ling, tu única familia, muestra que has superado esos pensamientos mezquinos y has decidido perdonarte por sentirlos. No vas a dejar que eso te separé de A-Ling como lo hizo con Wuxian. Por eso lo dejas pasar… Recuerdo muy bien tus palabras en el templo, A-Cheng. No estaba en mí interponerme en ese momento, no entendía nada más, solo el inmenso amor que tenías y lo mucho que te había destruido Wei Wuxian con cada una de sus decisiones. El anhelo y la desesperación de verlo perdido.
Ahora sí, suspira. Lo escucha tomar aire antes de continuar.
—Me hubiera gustado tener la fuerza para haberte abrazado en ese momento. A veces sueño con aquella vez y con lo que debí hacer, por encima de mi propio dolor.
—No… no podías preocuparte por algo tan patético cuando tú…
—No era patético… y lamento que te hayas sentido así con eso. Eran genuinos, reales y sumamente profundos. Tenías una herida en tu pecho y lo que más te dolía era todo lo que tenías atrapado por Wei Wuxian. Y verte ahora, ver todo lo que has avanzado, la forma en que te has sanado, calienta mi corazón de una forma que no puedo poner en palabras, Jiang Cheng. Solo que me enamoro cada día más de ti y confirmo una vez más que te quiero a mi lado.
Calla. El silencio es ahora un escudo para no balbucear y deshacerse en sus pies. Solo se percata del movimiento de A-Huan, como se levanta y da un par de pasos para acercarse y tomarle la mano. La besa en los nudillos y la aprieta suavemente. Nota la mirada en su rostro y debe estar más rojo aún. Desnudo, abierto, de una forma que jamás se había sentido con nadie más.
—Eres…
Mi alma gemela, piensa, mientras A-Huan lo abraza suavemente y le sonríe contra su mejilla.
Mi alma gemela, no se atreve a decirlo.
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Las inseguridades de Jiang Cheng no se iban a ocultar ni resolver de la noche a la mañana. Él lo sabía. Había tenido que luchar con ellas desde esa primera discusión, obligándose a pensar en más de una vez las acusaciones que pujaban en su garganta cuando se sentía comparado o insuficiente, deteniéndose a repetir las palabras de Lan Huan para percatarse que eso solo habitaba en su cabeza porque no hubo juicio en él. Lan Huan era cuidadoso con cada palabra, prestaba atención a sus reclamos y encontraba los francos más débiles de su personalidad.
En ocasiones, cuando la discusión escalaba y le gritaba de frustración, bastaba con ver el rostro sostenido de Lan Huan, la forma en que esperaba de píe, como una montaña, a que Jiang Cheng arremetiera con todos sus vientos bravos y sus truenos incandescentes, para que él mismo se aplacara. Cuando sabía que iba a decir algo que afectaría a la promesa que hizo de no meter a nadie más en la discusión, mordía su propia lengua. Cerraba los ojos, respiraba, y justo en ese momento Lan Huan se acercaba para tomar sus manos y ayudarlo a recobrar el control.
Lo reconfortaba en medio del enojo. Sus vientos se separaba y se volvía una humilde lluvia. Y él mismo se esforzaba por no fallar a su promesa, porque si bien dijo que lo intentaría, él realmente quería ser mejor persona para Lan Huan.
Él no tenía la culpa de las inseguridades que estuvo acumulando a través de los años. No tenía responsabilidad alguna con los recuerdos tormentosos de un matrimonio infeliz y del abandono. Ambos tenían sus propios equipajes de cosas que deberían desempacar, ambos tuvieron pérdidas, ambos esperaban algo de todo lo que estaban construyendo y debían hacerlo con base a lo que habían vivido, para bien o para mal.
Pero no solo era él quien se sentía así con Lan Huan. Lan Huan no siempre era la perfecta estampa de la calma y la comprensión. Hubo momentos, también muchos de ellos, en donde él tenía que convertirse en una tormenta, en un huracán, en un tifón, para derribar las barreras invisibles que Lan Huan alzaba alrededor de él y ocultaba con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Debía golpear cuando sentía la frialdad en el trato, empujar cuando él se volvía terco e intransigente.
Si Jiang Cheng tenía derecho a deshacerse en una lluvia, Lan Huan tenía derecho a los deslizamiento de tierra.
No era perfecto, Jiang Cheng no pretendía eso. Solo se exigía perfección a sí mismo y sabía que no había forma de lograrla. Estando tan lleno de imperfecciones, ¿cómo se la pediría a él?
En uno de esos momentos, llegó sin previo aviso a Gusu Lan. Aprovechando el pase de jade que Lan Huan le había regalado, se acercó al Hanshi y lo confrontó después del silencio de las misivas. La sonrisa de Lan Huan no llegó a sus ojos. Jiang Cheng supo de una discusión que tuvo con Nie Huaisang que pasaron de temas de sectas a temas personales y tuvo el deseo de ir a Qinghe Nie solo para arrasar con sus murallas y demostrarle a Nie Huaisang un par de cosas, pero prefirió ir directamente con Lan Huan para hacer control de daños.
Entonces, él le dijo que pensó que Meng Yao sería como su alma gemela. No hubo sentido romántico en sus palabras, Jiang Cheng lo admitía, pero que hubiera alguien más que tuviera ese pensamiento de Lan Huan le dolió más de lo que quiso admitir. Calló, escuchó como lo había hecho Lan Huan tantas veces, lo consoló suavemente mientras lo dejaba decirlo todo y recibió de recompensa la sonrisa de él, tan calma, tan brillante, una que él no pudo devolver.
En algún punto de su relación se prometió que cuando Lan Huan necesitara soltar las piedras de su montaña, llena de tantos arrepentimientos y dolores, él sería un río profundo que las alojaría en lo hondo y las arrastraría hasta convertirlas en sedimentos. En ese instante, Jiang Cheng sintió que habían tirado una piedra tan enorme que cortaba su cauce.
Y aunque Lan Huan no lo había comparado, no lo había dicho, para Jiang Cheng fue evidente su insuficiencia para llenar ese molde.
Salían a cacerías juntos, como lo hacían ellos. Bebían el té juntos, como lo hacían ellos. Compartían cosas de sectas, como lo hacían ellos. Pero no podría hablar de las intrincadas redes de chismerio del mundo del cultivo porque poco le importaba lo que hacían los demás, no podría hablar de las artes porque jamás fue fanático de ellas, no podría compartir de libros y filosofía porque siempre fue más afín a la espalda.
Un molde mal lleno, con demasiados espacios alrededor. Odiaba eso, odiaba sentirse tan poco en comparación a un hombre que tuvo las pelotas de atentar contra la vida de su sobrino y acabar con todo lo que valía la pena, incluyendo a Lan Huan.
—¿Algo ocurre, Wanyin? —preguntó Lan Huan, por supuesto, sintiéndose ahogado con su propio silencio. Esa cacería nocturna en las afueras del bosque, en las tierras que fueron antes de los Wen, estaba silenciosa y Jiang Cheng se movía con Sandu de cabeza.
—No.
—Desde que nos encontramos has estado muy callado.
—Soy callado, no es que tenga nada importante qué decir.
—No lo creo, todo lo que dices me parece muy interesante.
Hizo una mueca para avanzar, sin ánimos de verlo aunque había esperado ansiosamente el encuentro, con la esperanza que al estar a su lado callaría los pensamientos incesantes después de esa conversación. Se tuvo que detener cuando Lan Huan le tomó del brazo, con suavidad, para obligarlo a mirarle.
Los ojos de preocupación de Lan Huan eran honestos. Jiang Cheng lo sabía y se sentía mezquino. Fue él quien pidió saber lo que tenía afligido a Lan Huan, quien fue a Gusu Lan y le impuso su presencia en el Hanshi. Quién le pidió que confiara en él y Lan Huan lo había hecho, soltando todo lo que ocurrió con Nie Huaisang, los reclamos por haber creído en Meng Yao y él… como él dijo que ¿cómo no iba a hacerlo sin pensó en él como un alma gemela que era capaz de entender sus pensamientos, de conversar por tantas horas en la noche y entenderse con un par de gestos?
Ellos no tenían conversaciones tan largas, no tomando en cuenta que siempre el sexo ocupaba buena parte de su tiempo.
Pero no podía ahora disparar en la cara de Lan Huan lo que él pidió conocer para guardarlo en lo profundo. Como siempre, esperó demasiado de sí mismo. Era tan insuficiente.
—No podemos distraernos, estamos cazando. —No retiró el toque, lo que hizo fue tomarle la mano y con eso tuvo la esperanza de que el malestar pasase.
Lan Huan caminó a su lado, pero su atención se alternaba a las ramas de los árboles y el rostro de Jiang Cheng. Él podía percibirlo y estoico, permaneció con su mirada al frente porque no podía enfrentarse a los ojos de Lan Huan, seguro intentando encontrar alguna grieta para meterse a los huesos y hacerlo sentir abierto una vez más. Él tendría que trabajar su propia batalla, sabía que esto no lo iba a resolver con Lan Huan así que tenía que librarla por sí mismo, enfrentarse al fantasma del maldito de Meng Yao y dejar de sentirse insuficiente.
¿Pero podría?
¿No era ese el pensamiento recurrente que tuvo cuando compartía con ese hombre el cariño de su sobrino? ¿Cuando Jin Ling llegaba emocionado a Muelle de Loto por los juguetes, por lo que hacía su xiao shushu, por como lo admiraba y confiaba en él? ¿Cuándo Jin Ling huía de Muelle de loto para esconderse detrás de sus faldas y protegerse de su iracunda presencia? ¿Cuándo fue su xiao shushu quien le regaló a Hada y le dio la espada de su padre y le regaló el arcaj y el arco? ¿Qué importaba si era él quien le había enseñado finalmente a usar ambas armas y a cuidar a su mascota espiritual, si al final era el regalo del otro tío que era más amable, paciente y agradable que él?
Competir con él el cariño de Jin Ling se volvió una constante a la que se resignó considerándose como siempre en el segundo lugar. ¿Ahora también tendría que pelear el lugar de Lan Huan? No… tendría que resignarse de nuevo, ¿no es así? Fingir… no podía ser tan patético para derrumbarse por el recuerdo de un fantasma que estaba siendo ahorcado por Nie Mingjue a muchos metros debajo de las desoladas tierras de Qinghe.
—¿Wanyin…?
Sus ojos estaban húmedos a ese punto. Se frustró, gruñó, despejó su cabeza y soltó la mano de Lan Huan cuando necesito hacer distancia. Lan Huan ahora sí no iba a permitir que se separaran demasiado, Jiang Cheng supo que cometió el error de abrirse demasiado.
—Wanyin, ¿qué…?
Hubo ruidos frente a ellos, moviendo las ramas. La presencia de energía resentida los alertó a ambos. Jiang Cheng gritó de júbilo en su cabeza porque por fin tenía algo con lo que golpear con su honda desesperación. Apareció una serpiente enorme, se arrastró hacía ellos y abrió su boca para mostrar los colmillos filosos. Jiang Cheng activó a Zidian y Sandu se movió a su izquierda, comenzó a danzar sobre la bestia con la decisión de golpear en ella su frustración acumulada. Pero no hubo una, salió otra y otra más, tres animales que buscaban acercarse a él.
Mejor… terminaría tan agotado que seguro cuando acabara dormiría encima de alguna piedra.
Atacó a todas, sin dejarlas avanzar. Y entonces sintió la presencia de Lan Huan a su lado cuando una se acercó demasiado a su brazo. Shouyue arremetiendo para hacerla retroceder y él empuñando con un movimiento de su muñeca para desatar a Zidian sobre ellas. Sin conversar, sin necesitar hablarlo, ambos hicieron un equipo sincronizados con los golpes. El tiempo haciendo cacerías juntos había colaborado para que ambos conocieran tanto sus fortalezas en batalla como a cubrir las deficiencias del otro. Jiang Cheng se movía velozmente para proteger a Lan Huan cuando se acercó a la cola de una de las serpientes, Lan Huan hizo lo mismo hasta cortar la cabeza de una y destruirla. El dúo se apresuró a cubrir el territorio hasta destruir lo que era un nido en formación de varias serpientes similares.
Cuando acabaron, los dos estaban exhaustos. Fue mera casualidad haber encontrado un nido, solo habían escuchado de los aldeanos de una criatura que se movía y estaba comiéndose el ganado, pero no esperaron encontrar a tantos. Jiang Cheng se echó el cabello hacia atrás, respirando hondo, mientras la sangre aún cubría la mitad de su rostro, sangre de esas criaturas. Lan Huan se acercó a mirar cómo quedó el nido destruido por Zidian y los huevos desechos, limpiando así la zona. Estaba también lleno de sangre en sus manos y su túnica.
—Wanyin —susurró Lan Huan, acercándose a su lado para tomar la mano que estaba caliente por el uso de Zidian—. ¿Estás bien?
—Sí, sin heridas.
—Me refiero al estado de ánimo. ¿Ya te sientes mejor?
Sí… un poco más en sí. La adrenalina había despejado los pensamientos oscuros y ya no estaba en la espiral de autodesprecio. Por el momento, él estaba mejor. Asintió en respuesta. Lan Huan sonrió achicando sus ojos, de esa forma tan suya que calentaba en su interior.
¿Cómo iba a golpearlo con sus inseguridades?
—Me alegro… estaba extrañando a mi Wanyin. Tuve un mal mes… la verdad estaba esperando con ansias este momento para verte.
—Estoy lleno de sangre y visceras de serpiente, Lan Huan.
Lan Huan rio, su carcajada espantó a algunas de las aves que pretendían acercarse a descansar. Corrió como el riachuelo de una montaña, cantarino, encantador. Le revoloteó el alma. Lo hizo más cuando Lan Huan abrazó su cuerpo lleno de sangre y sudor, para seguir riendo contra su mejilla. Lo apretó con tanto deseo y necesidad que él se sintió una masa manejable en sus dedos.
—Te amo, Wanyin… escogí muy bien a la persona que quiero a mi lado.
—Estoy lleno de…
—Sí, de sangre, sudor, vísceras… no me importa. Contigo, no me importa. He vomitado cosas peores sobre tí y sigues aquí. Has visto lo peor de mí y sigues conmigo. Nunca he estado tan vulnerable ante nadie más, a nadie le había permitido verme así. Siempre… siempre sentí que debía verme impecable, inquebrantable. Y sigues aquí, sin juzgarme…
—N-no… no me des tanto crédito, A-Huan.
—Wanyin, no te das el crédito que mereces. —Se apartó para posar una mano sobre su mejilla, ahuecando su rostro. Jiang Cheng sentía su corazón palpitando entre sus costillas, como un pájaro revoloteando en su jaula pero con anhelos de salir volando—. Me alegra haber dado el paso de pedirte que fueras mi compañero de cacerías… fue la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo.
—Lan Huan…
—¿Sí, Wanyin?
—Llamame Jiang Cheng.
Y sin dejarle decir nada, Jiang Cheng le tomó de las solapas manchadas de sangre de Lan Huan para besarlo. Él no tardó en sentirlo, pronto se sumergieron en un momento donde todo lo que podían hablar era a través de los besos.
Lan Huan mordió una última vez sus labios y luego sonrió con picardía. Mencionó de un claro que vio cuando estaba sobrevolando, que no debía estar muy lejos de allí. Sin esperar confirmación, le tomó de la mano y comenzó a correr como si fuera un niño; Jiang Cheng se sintió como solo un adolescente nuevamente, sin el peso de las expectativas y de la secta. Y se permitió ese momento de felicidad.
Quizás no sería tan bueno como otros, pero podía ser lo mejor de sí para ellos. Al igual que con Jin Ling, él podía intentar darle lo mejor que podía de él a Lan Huan. Se prometió hacerlo.
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De vuelta a Muelle de loto, Jiang Cheng se siente mucho más en sí mismo. La noche con Jin Ling hablando de todo y volviendo a reunirse había sanado una parte de su corazón lastimado con las palabras. El regresar a su secta donde lo recibieron como si nada hubiera pasado, como si no existiera unas vendas cubriendo su rostro y cómo si hubiera aún ojos que los supervisara, se sintió seguro. Prepararon sus habitaciones con diligencia y Lan Huan fue recibido con él sin la mayor interferencia. Todo fue de forma tan natural, tan correcta, que en ese instante se sintió completo.
Su euforia debió sentirse en Lan Huan, esta vez no dejó que él tomara todo el control y lo sorprendió volteándolo en la cama para hacerle ver que estaba ahora en brazos del señor de Muelle de loto. Lan Huan río en algún punto, le abrió los brazos como si hubiera esperado que él regresara. No está seguro si regresó completo, pero lo que importa es que está allí.
La noche se gastó en besos, caricias, abrazos y promesas. Se quedó dormido en algún punto, después de que Lan Huan se durmiera sobre él. Pero ahora que despierta, no hay nadie con él en la cama y él no tarda en salir a buscarlo. Vistió sus túnicas interiores, con su cabello suelto y sin peinar. Por el frescor de la brisa, puede imaginar que aún es muy temprano, aunque por sobre la hora habitual de despertar de los Lan.
Cubre sus párpados con la cinta. Despliega su poder para reubicarse en su propia habitación y camina con calma, apartando los rastros de sus túnicas que cayeron en el camino a la cama. Jiang Cheng sale de la habitación y camina sin importarle si la brisa matutina acaricia su pecho desnudo y las cicatrices de sus guerras y sus luchas. Avanza con una mano en el barandal de los muelles para sentir la madera alisada bajo su tacto y se dirige hasta el pabellón. No sabe si está allí, pero es el primer lugar que buscará.
—A-Cheng.
—¿Estabas meditando?
—No. Estaba contemplando el lago de lotos. —Lan Huan se escucha etéreo. La ronca voz con la que pidió más se ha desvanecido—. ¿Vienes conmigo?
Jiang Cheng no espera otra invitación. Se sienta en el borde del muelle, con sus pies colgando de la madera y rozando suavemente el agua. Pronto siente el peso en sus muslos de la cabeza de Lan Huan y se sonríe al sentir los cabellos tersos contra sus yemas. No resiste la tentación de peinarlos.
Hay silencio, un silencio cómodo que se extiende como un manto caliente. Donde solo basta escuchar la otra respiración para no sentirse solos y donde no hace falta llenarla de conversaciones superfluas. Él extrañará incluso esos silencios cuando Lan Huan vuelva a Gusu Lan. Extrañara su voz, extrañara su mutismo, extrañará sus abrazos, sus besos y sus roces en la mano. Dos meses casi viviendo juntos, sorteando todo lo ocurrido en la torre Jin, mostrándose en sus peores caras, lo ha vuelto sensible ante la posibilidad de volver a la dinámica anterior donde tenían que esperar por los viajes, las invitaciones y tenían que dividir su atención.
—Quiero casarme, A-Cheng. —Los dedos de Jiang Cheng se detiene ante sus palabras. Luego vuelven, esta vez para no peinar, sino acariciar el rostro de Lan Huan como si buscara dibujarlo.
Su corazón se paralizó.
Ha olvidado bombear sangre.
—A-Cheng.
—Lan Huan… ¿estás seguro? No quiero que hagas esto porque…
—Ya sé, proyecto de caridad. Es el proyecto de caridad más largo que he tenido, interminable. —Se mofa, y provoca que Jiang Cheng arrugue su nariz inconforme. Lan Huan toma su mano para besarla en su dorso—. JingYi tiene razón, no hay sentido en fingir que ahora puedo volver a Gusu Lan y atender esos asuntos cuando mi corazón está aquí, o a donde quiera que estés tú.
—¿Estás seguro…?
—¿De qué? ¿De querer casarme contigo o de que seas tú el compañero que quiero en mi vida?
—¿No es lo mismo? —su voz está temblando. Traga para intentar aclararla.
—Sí, quizás sí. —Lan Huan toma su mano para llevarla a su corazón y sí, puede sentir lo rápido que late. Tan rápido como cuando hacen el amor aunque en ese momento solo estén uno al lado del otro, él sentado, Lan Huan acostado en su regazo, con más intimidad que su presencia—. Y de ambas cosas estoy absolutamente seguro. Eres tú con quien quiero pasar todas mis luchas y todas mis victorias, con quien quiero vivir todas las tragedias y todas las alegrías. Con quien quiero ser vulnerable y poderoso, ingenuo y sabio. Quiero estar contigo hasta que nuestros niveles de cultivo nos lo permitan.
—¿Cómo puedes decir todas esas cosas con tal facilidad? ¿Recitas poemas o qué? —reclama, demasiado nervioso para encontrar una mejor respuesta. Lan Huan ríe.
—No, pero podría empezar ahora.
—¡No, por favor! —intenta llevar una mano para tapar su creciente bochorno, pero Lan Huan la mantiene contra su corazón, emocionado, saltando contra su palma.
—Lo haré al menos que me digas si aceptas o no casarte conmigo.
—No voy a dejar Muelle de loto.
—No pretendo eso… de hecho me parece que es un excelente lugar para vivir. Meditar aquí es refrescante, tus discípulos son increíbles y amo ver todo lo que logras cada vez que intentas algo.
—¿Dejarás tus túnicas blancas, tu secta, tu familia…?
—Ya las había dejado por la tristeza y la desolación al recluirme, no creo que tengan problema que ahora lo haga por amor.
Está temblando. Ha comenzado a temblar. Nunca había soñado más allá, nunca había pensado ir más allá. La posibilidad la sembró JingYi y él pensó, ingenuamente, que Lan Huan no hablaría de ella y la descartarían como un invento de los más jóvenes.
—A-Cheng, ¿no quieres casarte conmigo?
—No seas estúpido… —podría estar llorando ahora, si pudiera llorar—. ¿Cómo no querría casarme con mi alma gemela?
Lo dijo. Jiang Cheng se congela al escucharlo. Lo acaba de decir, lo ha dicho… Siente que el mismo corazón de Lan Huan se detuvo bajo su palma y empieza a sudar. Maldita sea, no… él se había jurado que no iba a mencionar eso, que no iba a traer eso a colación, ¡que no…!
Lan Huan ríe. Su risa se siente como el correr del río entre las piedras, llevándose hojitas en el camino, hojitas de colores. Se levanta de su regazo, cubre su mejilla con su mano.
—Que bueno que mi alma gemela haya decidido aceptarme.
—¿Tú alma gemela? Creo que tienes muchas almas gemelas —Muerde. Lan Huan ríe más, y él reconoce el tono travieso en ella.
—Tienes razón, ¿seré afortunado? ¿Los dioses me han bendecido?
—O le dices alma gemela a cualquier imbécil que pasa por tu vida. —Jiang Cheng reclama, con poco calor y luego es besado por Lan Huan.
Desarmado de nuevo. Los labios y la lengua de Lan Huan destruye sus defensas y él poco puede hacer cuando su pecho está lleno de calor.
—Quizás… pero solo le he dicho compañero de vida a uno.
Jiang Cheng también puede decir eso. Preparado para vivir y morir en soledad luego de casi perderlo todo, tener la noción de un compañero es lo más sublime que pudo haber esperado. Y la abraza… como abraza la promesa del matrimonio.
Notes:
Y necesitaba sacar esto de mi mente. Me pone feliz poder escribir esta historia, llenar los baches pero, sobre todo, desarrollar el XiCheng que de fondo me había enamorado en "El niño de mis ojos".
¿Qué les ha parecido la relación de ellos dos?
¿Cómo ven a Jiang Cheng?
¿Qué piensan de Lan XiChen?
Espero que disfruten mucho esto, mañana se viene la luna de miel.
Chapter Text
Lan Huan está feliz. Su felicidad es desbordante, se siente como si corriera en cascada por su rostro y de repente es un niño de nuevo que se escapó de su casa para jugar en la lluvia. Que abre sus brazos y da vueltas mientras las gotas golpean por todo su cuerpo, porque sabe que su madre lo está viendo en la ventana y escucha la risa que debe estar emergiendo de sus labios. Es feliz de una forma que no puede explicar, mientras los brazos de Jiang Cheng lo sostienen y el color rojo los envuelve para declarar prosperidad y amor a su unión.
Todo lo que tuvieron que hacer para que el compromiso y el matrimonio se concretara ahora es como un borrón lejano dejado en las tierras que fueron su hogar. Las discusiones con los ancianos y las miradas de desaprobación resbalaron en su rostro, brilló con una sonrisa ante la certeza de que pronto estaría todo concretado. Sentir el apoyo de la gente que amaba fue suficiente para que cualquier rumor y mala intención en las palabras perdiera su fuerza y no fuera capaz de golpearlo. Es feliz, sabe qué hacer con su vida. Ha dedicado su juventud y su fuerza en Gusu Lan, para navegar a través del incendio, la guerra y la reconstrucción y ahora ha dejado una secta fuerte en mano de un joven que ha demostrado tener la gallardía para seguirla alzando con las otras, mientras recorre el camino a su felicidad.
O, más bien, se deja llevar por ella.
Jiang Cheng lo sujeta con fuerza durante todo el trayecto a Muelle de loto, sin titubear, sin quejarse. No toma la mano de nadie porque están ocupadas, pero esta forma de llevarlo lo ha obligado a encontrar otros métodos, a lograr lo imposible una vez más y está inmensamente enamorado. Ahora es con el flujo del qi de Jin Ling y de Wei Wuxian que puede saber cómo dirigirse a su secta mientras sus brazos están ocupados para sostenerlo. Y cuando la imagen del Muelle de loto, adornado y exuberante por la boda, lo sorprende en el horizonte, Lan Huan siente el tirón de emoción.
Descienden en el muelle, Jiang Cheng baja de su espada y no lo suelta con todas las túnicas rojas y relucientes junto a los adornos dorados. Su tocado tambalea un poco por el viento, pero Jiang Cheng lo sostiene firmemente y él sigue con sus brazos envueltos en el cuello de su esposo. Ya se despidió de su madre, le prometió que será feliz en honor a ella, para que un poco de esa felicidad ojalá la encuentre en su siguiente vida. Ahora deberán darle honores a los padres de Jiang Cheng.
—Pareces feliz —Lan Huan suspira contra su oreja, tan lleno de dicha que siente le partirá el esternón. Jiang Cheng resopla, pero, a pesar del sonrojo que cubren sus mejillas conforme avanza en medio de sus discípulos y los aldeanos del muelle, alza su mentón con orgullo.
—Imagino la cara de todos los que dijeron que me quedaría solo y nadie querría casarse conmigo —dice, con humor en su voz—. ¡Ahora cargo al poderoso Zewu-jun a mi cama!
Lan Huan ríe. Su felicidad parece música que opaca la de los tambores y los instrumentos de cuerdas que acompañan la procesión. Si mira a su espalda, están descendiendo el resto de la caravana, con los regalos a la novia transportados: baúles llenos de telas caras, incienso, perfumes y oro, todos regalos de Lanling Jin. Jin Ling luce orgulloso mientras camina detrás de su jiujiu con el tormentoso color de ojos que ahora le pertenece. Lan Sizhui tiene razón, parece más su hijo y su corazón tambalea porque nadie más podría tener ese lugar.
—Me cargarás hasta el salón ancestral —susurra Lan Huan sobre la oreja de su esposo, conteniéndose de la travesura de morder el lóbulo. Jiang Cheng enarca una ceja—. Yo te cargaré a la cama. Te recompensaré por permitirme esto.
Cuando mira al frente, los rostros de los líderes de secta invitados se contorsionan ante la sorpresa. Si el hecho de ser manga cortada ya los estaba irritando, imagina que la muestra de afecto tan descarada los ha dejado perplejos. Incluso Nie Huaisang, quien suele ser bastante abierto sobre el tema, deja de abanicarse cuando los nota acercarse. Jiang Cheng sigue orgulloso, caminando con su espalda derecha, sus hombros cuadrados, como si Lan Huan no pesara más que un niño de cinco años, como si no fuera al poderoso Zewu-jun al que está cargando. Lan Huan le sonríe con suficiencia a Nie Huaisang y casi puede imaginar a su Da-Ge detrás de él, moviendo su rostro con desaprobación, pero con una sonrisa en sus labios. La misma que al final dibuja Huaisang cuando comprende todo y se divierte viendo el espanto de los demás.
Esto es una declaración, piensa Lan Huan mientras acomoda su cabeza sobre el hombro de Jiang Cheng. Una proclama a toda voz: Zewu-jun confía su seguridad y su vida en las manos de Sandu Shengshou, está confiado en sus brazos y sabe que él jamás le haría daño. Y todo cuanto quisiera lastimar a Sandu Shengshou, se encontraría con su ira que no es mansa. Si mató a su hermano jurado (independientemente de las circunstancias), ¿qué más no sería capaz por justicia? ¿Qué más por amor?
Se encuentran pronto al frente de la puerta de muelle de loto, magnífica, adornada con los estandartes de la secta representada por el violeta, púrpura y lila, junto al loto de nueve pétalos, más los adornos de la boda en rojos y dorados, lámparas colgantes y papel de fiesta, todo danzando con los vientos de Yunmeng Jiang. Jiang Cheng avanza mientras pasa por el camino que ha sido preparado, mesas y mesas donde los invitados ya están sentados, con las sectas que tienen fuertes relaciones con Yunmeng Jiang y Gusu Lan, amigos cercanos y familia.
A un lado, ve el rostro de Ouyang Zizhen y su esposa, él enviándole una sonrisa enamorada mientras la mujer enarca una ceja, disfrutando seguro del espectáculo que su familiar lejano está dejando en el mundo del cultivo. En otro lado puede ver el rostro de Jin Chan, el primo que causó tantos problemas a Jin Rulan en el inicio de su liderazgo, pero al final se ha convertido en un aliado, mirándolos con horror y desaprobación. Por otro lado, pasa frente a JingYi, quien acaba de ocupar su lugar como líder de secta de Gusu Lan, sonriendo con suficiencia. Atraviesan las mesas de los familiares, donde Jin Ling se ha sentado al lado de Wei Wuxian a un lado, y su shufu junto a Wangji y A-Yuan en el otro. Es la primera vez que ve a su hermano separado de su pareja, pero ambos lo miran como si estuvieran felices de ocupar sus respectivos lugares.
Pronto, los escalones al salón ancestral. El estómago de Lan Huan se estremece ante la certeza de que ya podrá dar sus tres reverencias. Jiang Cheng también se detiene un momento, como si lo pensara, antes de ajustar el agarre y dar el primer paso. Su rostro no ha cambiado en su firmeza, su mandíbula sigue fuerte e imperturbable, da los pasos hasta entrar al recinto y solo cuando las tabletas familiares se encuentra frente a ellos, es que se detiene. Lan Huan entonces baja del agarre de su esposo. Las mesas están dispuestas a cada lado, con los frutos y los alimentos apostados, el licor que deben compartir, así como los arreglos dorados y rojos de la boda. Empiezan las tres reverencias.
Ante los dioses.
«Que alumbren nuestro camino y nos guíen a la felicidad que ambos anhelamos».
Ante sus ancestros.
«Cuidaré de él y lo defenderé con mi vida. Le daré todo el amor que no pudieron darle».
Ante ellos.
«Te amaré y protegeré hasta que mi núcleo deje de existir y aún más allá de eso».
Vuelve a levantar su rostro y se sonríe ante la expresión de Jiang Cheng, emocionada, conmovida, con ese rojo precioso en su nariz que marca sus emociones anidadas en el pecho. Es su esposo, ya se ha casado con Muelle de loto, su herencia. Ya puede decir que es parte de los Jiangs.
El resto de la celebración son fiestas y homenajes. Yunmeng Jiang no ha tenido una fiesta así de grandiosa antes, parece que decidieron guardar la respiración para soltar el grito justo ese día, en medio de la noche alumbrada. Los licores van y vienen entre las mesas, las risas no se callan en el lugar. Después de pasar por cada una de las mesas de los invitados sirviendo el té, el descontrol se vuelve en algarabía y todos están contagiados por la alegría de la celebración. JingYi bebe como si fuera un Jiang de corazón, haciendo competencia con Jin Ling mientras Sizhui se quedó dormido a su lado, vencido por el cansancio. Ouyang Zizhen habla con otros líderes como si fuera un hombre más mayor, con la presencia de su esposa a su lado revelando un sospechoso bulto.
Lan Huan acompaña a su shufu para la habitación de invitados cuando ya está cansado de todo el apogeo de la fiesta, sonriendo emocionado mientras él le indica sus buenos deseos. Claro que visitará a Gusu Lan cada vez que pueda, su familia sigue estando allí. Abandonar el manto de líder no lo ha alejado de ser un Lan. Pero su cinta, ahora esa cinta está atada a la cola de caballo de Jiang Cheng quien está bebiendo con Wei Wuxian como si estuvieran ambos en una competencia de licor. Wangji a su lado, parece que bebió una copa.
—¿Eres feliz, A-Huan? —pregunta su shufu antes de entrar. La música suena a lo lejos y Lan Huan agradece la previsión de haber apartado la habitación más lejana para que su shufu pudiera descansar. Le devuelve una sonrisa emocionada, llena de calor y esperanza.
—Sí, shufu. Soy feliz.
Él le toma la mano como si se tratara de un niño. La aprieta suavemente y con un movimiento en su rostro regala su complacencia. Sin más palabras, cierra la puerta y Lan Huan puede sentir la acumulación de lágrimas de felicidad en sus pestañas.
Volver a la fiesta es reencontrarse con el festejo que galopa entre rojos y dorados, más los colores de las otras sectas. Es impensable que décadas atrás el patio que ahora está lleno de júbilo antes estuvo lleno de cadáveres y devastación. Jiang Wanyin, el creador de los imposibles, había trabajado tan duro para convertir su hogar en una nueva casa de esperanzas para su secta y su gente. Y ese mismo hombre está allí, en la mesa, ahora compitiendo no solo con Wei Wuxian sino con JingYi y A-Ling mientras cuentan y luego se llevan a la boca el trago entero sin la mayor contemplación.
—¡XiChen-ge! —grita Wei Wuxian al verlo acercarse. Jiang Cheng empieza a mover las manos por todos lados y Lan Huan ayuda al presionarse a su lado para que las manos de su esposo lo jale de la solapa y lo bese.
Hay un grito de fanfarria de JingYi, Jin Ling grita que vayan a sus habitaciones y Wei Wuxian abuchea con júbilo.
—Wanyin, estás ebrio —canta divertido sobre la mueca que Jiang Cheng hace con sus labios.
—¡Igual te puedo f…! —Tapa la boca de su esposo que se ha liberado con el alcohol con una mano. ¡Sus orejas están rojas!
—Creo que es hora de irnos.
—XiChen-Ge, ¿serás la esposa o el esposo? ¡Cuenta! ¡Cuenta!
—¡Wei Wuxian! ¡Depravado! ¡Obviamente…! —Jiang Cheng calla con un chillido nada erógeno. Lan Huan lo ha cargado en la mesa y ahora es él quien yace como la novia cargada en sus brazos.
Wei Wuxian chilla de otra forma para nada decorosa. Jin Ling casi se ahoga con el licor y JingYi parece encontrar un lugar cómodo para reír en el suelo.
—Somos ambos —dice, guiñando su ojo al cuñado mientras este lucha por la revelación en su rostro. Luego lo ve tomar las solapas de la túnica de Lan Zhan, dormido a su lado, para gritar:
—¡Lan Zhan! ¡Tienes que ver esto! ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira a Jiang-xiansheng con Jiang-zhongzhu!
Dejan las algarabías detrás, aunque Jiang Cheng balbucea algo de que todavía no ha ganado la competencia y que él va en la delantera. Lan Huan ríe contra su mejilla mientras avanza a su nueva habitación, disfrutando de la suavidad de las telas que guardan lo que ya quiere saborear desde que empezó la fiesta.
—¡Todo esto es tuyo, A-Huan! —Jiang Cheng arrastra las palabras mientras extiende las manos al cielo, como si señalara las estrellas y no el dominio de sus muelles—. ¡Tuyo y mio! ¡Yo no veo, pero tu si lo ves!
—En este momento quiero pensar más en lo mío que hay bajo todas esas telas.
Fue como si Jiang Cheng hubiera escuchado su pensamiento impío, porque envuelve su cuello con ambos brazos y empezó a besarlo por todas partes, imposibilitando ver hacia dónde se dirigían. Fue tropezando que llega y cierra la puerta.
—Jiang-zhongzhu —Lo lanza a la cama. Jiang Cheng cae aparatosamente, aunque su risa da a entender que no hay daño alguno. Lan Huan se sienta al lado y se arrastra para apartar los adornos de su cabeza—. ¿Puedo apoderarme ahora de Jiang-zhongzhu?
—¡Follame! —con brazos extendidos, una sonrisa divertida en su boca, mientras su dura mandíbula lo seduce para poner los dientes allí.
—Cómo ordene, esposo mío.
Las ropas caen. Las manos se revelan, las bocas se encuentran, colisionan, se buscan. Los cuerpos se conectan. La felicidad gotea y forma un océano. Lan Huan es feliz.
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Lan Huan estaba cansado.
La cacería a la que había tenido que ir le había despertado los peores recuerdos de antes y durante la guerra. El llamado lo recibió de una de las sectas aliadas de Gusu Lan, una cultivadora demoníaca que había aparecido y maldecido a las hijas de su clan. Venganza, sí, pero usando cultivo demoníaco. Había llegado a olvidar que no todos son Wei Wuxian cuyo único interés era experimentar para aumentar su conocimiento y ayudar a otros.
Hubiera dado esta tarea a Wangji y su esposo, pero ellos no se encontraban en Gusu Lan cuando la petición de auxilio llegó. Por los horrorosos que eran los crímenes y la extensión de poder, definitivamente no era algo para enviar a los más jóvenes. Así que envió por Jiang Cheng para que lo acompañara en su búsqueda, sintiéndose más cómodo con su presencia.
Resultó… un verdadero pandemónio.
La casa donde encontraron a la mujer estaba llena de cadáveres de mujeres con sus vientres abiertos y ella levantó esos cadáveres con sus vísceras afuera para atacarlos. El brillo de Zidian cuando arremetió frente a él y la furia de Jiang Cheng que se enfrentó a esto como si estuviera acostumbrado, lo dejó anonadado. Como si la imagen para él fuera una pintura rupestre a la que se había acostumbrado muchos años atrás… Y, además de eso, estuvieron los recuerdos.
Los pies blancos pendulando en el aire, el cuerpo vestido de blanco colgado…
Menos mal estuvo con Jiang Cheng, que dio honor a los rumores que lo persiguieron durante años. Acabó con la cultivadora sin mayor ceremonia, destruyó los cadáveres que se movieron usando a Sandu en su izquierda y Zidian en su derecha. Lan Huan se ocupó solo de sellar el poder demoníaco que estaba en el cuerpo sobre el altar de sacrificio, con tanto resentimiento que se removía entre las cadenas. Un cadáver como lo fue Da-Ge.
Una invocación que funcionó mal, eso dijo Jiang Cheng. Llevaron al cadáver hasta Gusu Lan y su shufu duró toda la tarde intentando aplacarlo en el Yashi, amarrado en la piedra sagrada mientras tocaba su guqin y él se recuperaba. Luego relevó a su shufu cuando el cansancio se notaba en su semblante y tocó su xiao para aplacar la energía resentida. El cadáver gimió y gruñó durante horas y horas. Lan Huan se obligó a blanquear su mente en el proceso, apartar los recuerdos para que no se enfrentara de nuevo con la impresión de ver el cadáver de su Da-Ge moviéndose sin cabeza, de verlo aparecer en el templo, de tomar el cuello de A-Yao y partirlo en pedazo, del empujón de A-Yao para salvarlo, de su despreciable decisión de morir con los tres y acabar por fin con la triada venerada. Incluyéndole.
Los pies blancos pendulando en el aire, el cuerpo vestido de blanco colgado…
Cuando acabó, ya el sol había salido y se había escondido de nuevo. Lan Huan se levantó de la piedra y vio el cuerpo inerte de la mujer, su vientre abierto y su bebé asesinado dentro de él con una daga maldita que acababa de ser purificada.
Salió del Yanshi sintiéndose sin fuerzas. Pensó que Jiang Cheng ya debió haber regr…
—¡A-Huan! —fue sujetado antes de caer. Su estómago se revolvió y tuvo que vomitar en la grama que estaba al lado de la puerta. Vaciar su estómago, sacar bilis y salvia en el proceso—. ¡A-Huan…!
—A-Cheng…
—Estás muy debilitado. Vamos a los curanderos.
—No… —Le puso la mano sobre su hombro e intentó enderezarse—. ¿Qué haces aquí?
—Estaba preocupado —Jiang Cheng lo miró con firmeza, todo indicaba que después de la cacería no había regresado—. Lamento no poder ayudar con… la purificación.
En otros momentos, Wuxian y Wangji tocaban juntos, combinando sus técnicas de energía resentida y cultivo musical para lograr aplacarlos. Jiang Cheng no tenía ese tipo de habilidades.
—Me ayudaste acabando con la cultivadora. Creo que había subestimado la situación. —Se endereza al presionarse en el cuerpo de Jiang Cheng—. Tu… la trataste tan…
—Estoy acostumbrado a enfrentarme a este tipo de calañas —murmuró—. ¿Te llevo al Hanshi?
—No… no hace falta.
Intentó dar dos pasos más, pero era evidente que no tenía la energía espiritual para hacerlo después de luchar solo con el resentimiento tan fuerte del cadáver y los recuerdos. Patético pensar que había pasado ya casi siete años de lo ocurrido en el templo y todavía tuviera el poder para derrumbarlo. Jiang Cheng lo sujetó de nuevo a su lado, dándole soporte en su hombro para que pudiera caminar. Después de unos momentos, tomó otra decisión.
Sus pies dejaron de tocar tierra. Lan Huan salió un poco de su sopor cuando se encontró en los brazos fuertes de Jiang Cheng. A pesar de su debilidad, todavía tuvo tiempo para sentir vergüenza.
—Wanyin, no es correcto.
—No voy a dejarte tropezar con la tierra, A-Huan. Vamos al Hanshi.
—Nos verán.
—Que se atrevan a decirme algo.
Sí, el rostro de Jiang Cheng era aterrador, una mandíbula filosa, la nariz altanera, sus cejas muy juntas arrugando su entrecejo y su frente, sus ojos tormentosos como nubes alumbradas por una tormenta eléctrica.
Sandu Shengshou, el que cazó cultivadores demoníacos después de haber asediado a shixiong. Hablaban de que los había torturado y los llevaba a Muelle de loto para que jamás volvieran a verse. Él recuerda haber creído en esos rumores. Calló pues consideró que no era su deber meterse en los negocios de otras sectas y, ciertamente, había comprobado de primer nivel lo peligroso que era el cultivo demoníaco. Él casi murió en esa Ciudad sin noche.
Sandu Shengshou, el hombre sin corazón según muchos. Jiang Cheng ciertamente era un hombre duro y cruel, pero qué podían esperar de un niño al que le arrebataron tanto en la guerra, al que torturaron de una forma indecible, de maneras que nadie ha querido poner en palabras después y luego tuvo que pelear en campos de batallas rodeados de muertos. Que vio a los hombres y mujeres levantándose por el llamado del Dizi y peleó a su lado, ignorando el hedor de sus cuerpos en descomposición. Era un hombre sin escrúpulos, sí… la guerra lo formó así.
Era el mismo que cargaba su cuerpo con una delicadeza y cuidado tan feroz. El mismo que tuvo en sus brazos a un bebé de meses y pocos años, quien seguro le enseñó a tensar las cuerdas del arco a Jin Ling y lo enseñó a volar la espada. Este rostro afable y noble de Sandu Shengshou nadie lo conocía.
Volvieron los pies blancos pendulando en el aire, el cuerpo vestido de blanco colgado… Quiso vomitar.
—A-Huan. —Jiang Cheng se detuvo.
—No quiero estar en el Hanshi…
—¿A dónde te llevo?
Llévame a Muelle de loto, pensó en la fiebre del momento, pero sabía que no era posible porque estaba muy lejos y no podía abandonar su secta así.
—Vamos… a otro lugar. Ve a la izquierda, yo te guio.
Jiang Cheng pareció inconforme, pero lo hizo. Cambió la dirección de sus pisadas y comenzó a adentrarse en la parte más oculta de la secta. El jardín de gencianas los recibió con suavidad, su dulce aroma rodeando la atmósfera. Lan Huan señaló una piedra para sentarse y Jiang Cheng obedeció. Aún con la mueca en su boca, lo bajó allí, pero se sentó con él, regalándole su regazo para apoyarse. Luego sacó de su bolsa una bota de agua y se la dio.
—Bebe —pidió. Lan Huan, sentado sobre las piernas de Jiang Cheng, hizo lo que le pidió. No creía que pudiera hacer más que eso de momento. Y esperaba que, como estaban después del toque de queda, nadie fuera a molestarlos por estar allí en una posición tan íntima.
Lan Huan sabía que debía bajar de las piernas de Jiang Cheng, pero estaba tan descompuesto que se permitió ese rezago de debilidad. Bebió el agua y se apoyó contra su hombro. Jiang Cheng se quedó quieto, con una mano sobre su rodilla, otra contra su pareja, obligándolo a apoyarse. Se quedó así por un buen tiempo, solo regulando su respiración y calmándose con las inhalaciones y exhalaciones de Jiang Cheng.
—No te gusta estar lejos de tu secta…—fue lo que dijo suavemente.
—Sí, no me gusta. Tampoco me gusta estar lejos de ti —respondió sin más—. A veces es necesario.
Jiang Cheng sabía en dónde estaban, sabía el significado de las gencianas, del Jinshi que está allí, de quien vivía, de qué ocurrió. Tuvieron varias noches donde hablaron de eso y lloraron en el brazo del otro cuando sus historias familiares fueron arrastradas a sus píes para poder comprender todas las falencias que había entre ellos. La máscara fría de Lan Huan que intentaba mostrarse en control, la inseguridad permanente en Jiang Cheng que siempre buscaba dar más para sentirse merecedor del amor. Lan Huan estaba consciente de que Jiang Cheng sabía porqué estaba allí.
También debía saber porqué estaba llorando. Aunque él mismo no supo desde cuando inició a hacerlo. Jiang Cheng empezó a tararear una canción con su voz ronca para consolarlo, mientras acariciaba su oreja y dejaba toques circulares sobre su rodilla cubierta por las túnicas.
—No recordaba algo, hasta hoy… —confesó cuando recuperó la voz. Sus brazos rodeaban la cintura de Jiang Cheng para mantenerse pegado a él mientras la fría brisa los envolvía, la noche seguía avanzando. Debía ser ya la medianoche.
—¿Quieres hablar de eso?
Muchas veces Lan Huan le hizo esa pregunta a Jiang Cheng cuando tropezaron con lo ocurrido con el núcleo y la tortura de los Wen. Jiang Cheng no pudo hablarlo hasta la séptima oportunidad.
—El día que avisaron de la muerte de mi madre, no recordaba haber corrido al Jinshi. Creo que una parte de mí no entendía lo que significaba y, a pesar de que me disuadieron a irme, me colé entre las piernas de los curanderos y entré. La vi… pies blancos colgando.
—Mierda…
—No sé que vi en el cadáver, pero esa imagen… volvió.
—Mierda…
—No recordaba. A-Cheng…
—Mierda. A-Huan, hay cosas que es mejor no recordar.
Muchas veces, estando encerrado en el Hanshi, fantaseó con sus pies blancos colgados. Con la cinta de su secta agarrando su cuello y sosteniéndolo de la viga del techo. Muchas veces, de adolescente, temió escuchar que así sería que moriría su padre, a quién casi nunca vio. Entendió de dónde vino el recuerdo.
—Lo siento —dijo Jiang Cheng.
Lan Huan sabía que era cierto; a pesar de su poca elocuencia, debía sentirlo en el alma, debía pensarse impotente al no poder hacer nada para arrancar ahora ese recuerdo de su memoria. Pero para ambos no era secreto las veces que coquetearon con la muerte, con el frío de sus brazos, pensando en dejarse llevar por ellos. Los métodos que atravesaron sus cabezas, la desesperación con la que contemplaron el vacío bajo sus pies y todo lo que los sostuvo. En el caso de Jiang Cheng, un par de pequeñas manos vestidas de dorado. En su caso, las manos de su shufu y de Wangji.
—Espero que en su próxima vida sea feliz —susurró contra su cuello—. Que pueda tener una familia, un esposo que la defienda por encima de todos, unos hijos que la amen y que puedan estar siempre con ella.
—Puedes rezar por ello mañana en el salón ancestral.
—¿Me acompañas, A-Cheng?
—No creo que sea correcto, pero lo haré si así lo deseas.
—Lo deseo… vamos al Hanshi.
Jiang Cheng lo cargó de nuevo. En algún momento se quedó dormido en sus brazos, mientras era balanceado al Hanshi.
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Sus ropas ahora son moradas. Viste las piezas con solemnidad, tomando la posición que ahora tendrá al lado de Jiang Wanyin, conocido como Sandu Shengshou, como esposo del líder de Yunmeng Jiang y señor de Muelle de loto. También él será uno de los señores de Muelle de loto. También será un Jiang.
Con su esposo, aparecen en el desayuno con los familiares que se quedaron en Muelle de loto tras la celebración. La sorpresa en los ojos de Wangji es innegable al verlo ahora con los nuevos colores de sus túnicas y su shufu no puede ocultar la consternación al encontrar que su cabello ya no está peinado como antes, incluyendo que ya no tenía el guan. Lan Huan se ha recogido su cabello en una cola de caballo alta y en uno de sus lados hay una trenza que hizo su esposo, para adornar el peinado. Jiang Cheng se presenta caminando con firmeza mientras su cinta Lan, la que significa su contención y también la ofrenda de amor, yace amarrada junto al guan de Yunmeng Jiang.
Es emocionante ya no esconderse. Ya no tener que mirarse de lejos en las conferencias de sectas, no tener que ocultarse en las cacerías nocturnas y buscar lugares en el bosque para permitirse estar a solas. Es abrasador saber que la sonrisa de Jin Ling es una bienvenida a la familia y al hogar que es suyo por heredad. Es acogedor notar el brillo de esos ojos tormentosos en los rasgos más jóvenes y mirar las vendas púrpuras de Jiang Cheng que no quita en nada su belleza y su ferocidad. Confiado se sienta en el trono de loto, con una pierna flexionada contra su rodilla, con una mano sosteniendo su mentón, alargando la mandíbula y subiendo el mentón como si, al verlos, les dijera que lo adoraran. Que se trataran de enfrentarlos, que intentarán ofenderlo, que se atrevieran.
Mordería.
Lan Huan sonríe.
Para la tarde, su familia ha abandonado el Muelle de loto. Los siervos se encargan de limpiar y acomodar todo lo que se ha usado en la celebración y ellos caminan por los muelles, tomados de la mano. Ya el sol se está ocultando en el horizonte de los lagos y Jiang Cheng, al caminar, arrastra su mano libre por la madera de la baranda. Caminan entre varios pabellones y muelles, hasta volver a estar en el pabellón que fue de su madre. Se sientan en el borde y hay un silencio cómodo en él.
Esta vez, es Lan Huan quien está sentado derecho, con sus pies descalzos tocando las puntas del lago. Jiang Cheng le ha dejado soltarle el cabello mientras se acuesta en su regazo, con la cabeza acomodada sobre sus muslos.
—Debes verte… impresionante —susurra. Lan Huan devuelve su atención a él y deja de mirar el tono iridiscente que toma algunos pétalos de loto cuando el sol choca con ellos—. Tanto ayer, como hoy…
—Tienes buena imaginación —Lan Huan ya le había quitado la cinta púrpura de sus párpados. Acariciaba con la yema su entrecejo y sus pestañas—. Seguro que me veo mejor en ella que en realidad.
—Lo dudo… —pero Jiang Cheng sonríe—. ¿Recuerdas lo que pasó en este muelle?
—Pasaron muchas cosas. Discutimos, nos besamos, hablamos, me viste borracho unas tres veces y me prohibiste determinante emborracharme frente a otros.
—Eres insufrible… casi me desnudabas en el muelle.
—Hemos hecho el amor un par de veces aquí también.
—Una estaba lloviendo, sabía que nadie se asomaría a ver que estabamos aún aquí.
Lo recuerda. La lluvia los agarró con fuerza en medio de una cena allí, el manto era tan fuerte y los vientos tan agresivos que todos estaban dentro. Pero Jiang Cheng y él se enfrascaron en una guerra de mordidas y besos y terminaron haciendo el amor en el piso del muelle, con la lluvia cayendo sobre ellos atravesando los estandartes. Se sintió desafiante, como si le dijeran a los dioses que intentaran aplacar el fuego que había entre ellos. Se sintió poderoso, porque tenía al dios de la tormenta en sus brazos y cada gemido parecía sincronizarse con un relámpago a lo lejos.
Quizás estaba demasiado absorto en el placer y la oportunidad. Todo pareció surreal.
—Recuerdo que fue aquí que tuvimos la reunión con A-Ling después de que nos encontrara en la oficina.
—Sí, sus múltiples preguntas impertinentes.
—Y también su solución al problema de las tierras. Recuerdo que pensé: que tanto ha crecido.
—Lo ha hecho.
—Puedo recordar otra ocasión aquí —continuó Lan Huan, viendo como la luna llena subía después de que los últimos colores del sol se desvanecieron—. La primera vez que te di mi cinta.
—Esa justamente estaba recordando.
Fue descarado, fue brutal y honesto. Jiang Cheng estaba nadando en el lago y lo había invitado a ir, aprovechando el calor del verano. Como había festival, el Muelle de loto estaba casi solitario. Era la única época del año donde todos descansaban y se olvidaban del cultivo.
—Yo que pensé que el honorable Zewu-jun, el romántico erudito y filósofo Lan XiChen, me daría la cinta con alguna recopilación cursi de poesía.
—¿No te gustó la forma en que te lo dí? —juega con una sonrisa alzándose en su pómulo izquierdo.
—Por supuesto, creí que quedó claro.
Jiang Cheng estaba en el borde del muelle. La luna dibujaba los contornos de sus cicatrices, esas que ya había acariciado tantas veces. Sus ojos tormentosos lo miraban con un brillo de genuina felicidad. Estaban solos en Muelle de loto, se sentía como solos en su propia burbuja. Lan Huan pensó que quería hacerlo, quería olvidarse de los preceptos, quería ser osado, quería regalarle a Jiang Cheng un momento de absoluta entrega.
Se acercó al muelle y tomó su cinta. Jiang Cheng dejó de respirar por un segundo, antes de que él la ubicara para taparle sus ojos.
«¿Te atreverías a dejar que yo me encargue de todo? ¿Te entregarías a mí por completo para eso, A-Cheng? ¿Me dejarías hacer contigo lo que quiera, sin preguntar, sin dudar, sin cuestionar?»
—Sí… dijiste que sí.
Lan Huan recuerda y se mira a sí mismo y a ese A-Cheng que desnudos se metieron más en el agua. Lan Huan ajustó la cinta en sus ojos, Jiang Cheng lo tomó de sus hombros y dejó que Lan Huan los guiara a donde quisiera, que su cuerpo se suavizara para aceptar lo que él quería. Perder el control, dejar de ser el hombre obligado a crecer y a construir todo, incluso su propio placer.
Jiang Cheng se entregó y los sonidos de su garganta fueron los más dulce que jamás había escuchado nunca. El placer lo había envuelto en formas que jamás había sentido, dejándose llevar hasta que era solo un cuerpo temblando y caliente contra su pecho. Lan Huan estaba absolutamente enamorado de él, de Yunmeng.
—Quiero que lo hagamos de nuevo —murmura Lan Huan. Jiang Cheng enarca una ceja.
—Al menos ya no hace falta usar tu cinta para taparme los ojos.
—No… —Toma la cinta púrpura del regazo de Jiang Cheng y la usa sobre sus propios ojos—. La usaré para mí.
—¿Me estás jodiendo?
—Aún no —murmura con una risa. Jiang Cheng suelta una carcajada.
—Bien, como seguro estarás como un topo ciego, vas a tener que confiar en mí. Conozco este lago como si hubiera nacido en él.
Lan Huan ahora no ve. Se quita la ropa a ciegas hasta que son las manos de Jiang Cheng se unen para colaborar en esa empresa. Él toca también la piel que encuentra en el camino, también retira la tela con más frustración de la que se atreve a admitir. Jiang Cheng ríe y muerde su oreja, como si se sintiera superior, como si fuera Lan Huan quien ha entrado a territorio desconocido y él tuviera que guiarle.
Sí, quizás. Pero ese terreno desconocido también lo dominará. No es el primer jade por gusto. No hay nada que no haya estado fuera de su alcance.
Caen al lago. Lan Huan resopla con el cambio de temperatura, siente los brazos de Jiang Cheng uniéndose en su cuello y amarra los suyos sobre la espalda de su esposo.
Se aman bajo la luna.
Notes:
Y ya falta solo uno. Hay tantos momentos que imagino que pasaron juntos, tantos momentos de intimidad, de amor, de entrega. Me gusta mostrarlos con todos ellos, que es una relación establecida y con cimientos. Que se aman porque han conocido todo de ellos.
El próximo será Hogar y niños, veremos entonces a los nietos de nuestra pareja favorita.
Chapter Text
El xiao suena sobre el lago, pero no se escucha como cuando lo toca su esposo. Hay sonidos que se mantienen y otros que desentonan, lo que demuestra una falta de práctica, pero sí mucho corazón en el proceso. Jiang Cheng se remueve inquieto en las sábanas cuando ya el sueño se ha despejado por completo. Una de sus manos choca con la cabeza de Yang-er en su costado derecho, peinada con una trenza que ya se deshace por sus constantes movimientos y la otra toca la pierna de ChenChen sobre su estómago. Debe estar abierto en la cama como una estrella de mar, durmiendo con profundidad.
Arrastra su mano más, pero no nota a A-Xu en la cama. Entonces él debe estar con Lan Huan en el muelle tocando el xiao. Suspira. Inhala y exhala, se queda tendido en el borde de la pereza hasta que su perro Heian empieza a lamerle los pies.
Bien, es hora de levantarse.
Jiang Cheng se arrastra con cuidado de no despertar a los dos chiquillos de su descanso. Tiene muchas cosas que hacer, empezando con evaluar los daños de la tormenta a la estructura y cuantificar si son necesarios arreglos, también enviar y preparar equipos de búsqueda porque después de tormentas así, es común que los ghouls empiezan a asomarse en la superficie y ataque a las embarcaciones que comercia en los ríos y lagos de Yunmeng.
Se da un estirón largo y amplio cuando por fin está sobre sus pies, mueve su cuello de un lado a otro y, finalmente, decide iniciar su día.
Su rutina empieza como está acostumbrado desde que se casó con Lan Huan, aún cuando su cama está invadida por dos cuerpos más. Se lava la cara y las manos con el agua del cuenco y se seca con un palo al lado. Luego toma su peine para desenredar su cabello y formar las trenzas de su peinado. Cuando está a punto de amarrar su cabello con las trenzas, un par de manos pequeñas y dedos ansiosos lo detienen de su empresa. Sonríe de medio lado, seguro de quién es la que lo ha distraído.
—Yang-er, más vale que quede derecho o te romperé las piernas —En respuesta a su amenaza, la chiquilla solo ríe entre dientes mientras peina su cabello con sus adorable manos.
—Cheng-zufu siempre dice eso y nunca me parte las piernas.
—Mocosa, no deberías tentar a tu suerte.
Pero se relaja. Sentado en la cómoda, deja sus manos cómodas entre sus muslos mientras la niña peina sus cabellos y lo ajusta en una cola alta. Está acostumbrada a peinar a sus hermanos menores, así que la chiquilla hace un buen trabajo pese a lo mucho que demora.
Heian ladra. ChenChen está corriendo de repente mientras él se pone de pie y pasa una mano para evaluar el peinado que hizo su nieta. Yang-er ríe
—¿Qué hacen, mocosos? ¿Piensan quedarse todo el día de vagos en la cama? ¡Levántense y arreglense!
—Chen-zufu, quiero seguir practicando arco hoy —dijo la princesa de Lanling Jin y Yunmeng Jiang—. Ayer logré derribar cuatro cometas.
—¡Tramposa! ¡Obviamente hiciste trampa! —reclama ChenChen, todavía dolido en el ego porque solo pudo derribar a una.
—¡No le hables así a tu hermana, ChenChen! ¡Ella es mayor, ha tenido más tiempo para practicar! ¡Si sigues practicando también podrás hacerlo! —El chico deja de correr y Jiang Cheng ya puede imaginarse el puchero de A-Ling en su rostro, aunque haya pasado varias décadas de aquello—. ¡Prepárate para entrenar, ChenChen! Yang-er, tú lo ayudarás hoy.
—¡Pero Cheng-zufu! ¡Yo quiero practicar sola!
—Eres su hermana mayor. ¡Ayuda a tu hermano y podrán competir juntos después!
Yang-er debe estar poniendo la expresión de A-Ling: qué aburrido esto. Y ChenChen la expresión de A-Ling de: ves que tengo razón. Así es como Jiang Cheng se imagina a sus nietos, aunque les haya tocado el rostro y su esposo le haya descrito los diferentes rasgos que comparten, para Jiang Cheng son mini A-Ling que están correteando a su alrededor, con sus mismas expresiones. Y es feliz con eso en su cabeza.
—A-Cheng, Yang-er, ChenChen, buenos días. —Saluda a su esposo al volver del muelle.
—¿Tienes a A-Xu contigo?
—¡Sí, Cheng-zufu! ¡A-Xu está aquí! —Y escucha un par de nuevos pasos en la madera, correteando hacia la cama—. Cheng-zugu. ¿Hoy A-Xu aprenderá a volar espadas?
—¡No si te sigues demorando mocoso! ¡Ya yo estoy listo!
—Ya me visto, ¡ya me visto!
Hay una revolución de tres personas llamando por toda su atención. Jiang Cheng no necesita decirle a su esposo nada para que empiecen a trabajar en conjunto y apresurarse a iniciar sus labores. Jiang Cheng toma a Yang-er en brazos para llevarla a la cama y vestirla. La niña aparta los brazos y luego le está tocando la cara mientras él se mueve para colocar el cinturón de su vestido violeta y asegurarse de que todo está en orden. La pasa a brazos de Lan Huan para que él se encargue de peinarla mientras atrapa en las carreras a ChenChen, el niño patalea divertido, dándole una patada en el costado, pero solo basta una mueca de su boca para que se enderece y se deje vestir. A él sí lo peina, recogiendo su cabello en una cola de caballo mientras el niño movía los pies, evidentemente impacientado por salir.
Por último, recibe a A-Xu de Lan Huan quien ya lo ha vestido, y amarra la misma cola de caballo que amarró miles de veces en su A-Ling, replicando el mismo peinado. A-Xu se queda quieto, como si no quisiera hacer otra cosa más que enorgullecerlo.
A-Xu no necesita hacer nada para eso, lo ama desde el día que supo que existía en el vientre de su madre.
—¿Estás listo? —pregunta Jiang Cheng al soltar a su tercer nieto. Lan Huan está a su lado.
—Sí, desde temprano.
—Bueno. Iniciemos el día.
Deja un beso pequeño en los labios de su esposo, siente a Lan Huan sonreír contra su boca, mientras las risitas ahogadas de sus niños resuenan en las paredes de su habitación. Sin más, se da la vuelta, abre la puerta. Yang-er avanza como una princesita, ChenChen quiere correr seguro para hacerle una travesura a su hermana pero lo agarra de la túnica y lo alza para apoyarlo en su costado derecho. Luego baja para tomar a A-Xu y acomodarlo en su costado izquierdo.
Así van a los campos de entrenamientos, donde él empezará a revisar los avances de sus discípulos y los niños mientras Lan Huan se encarga de las misivas.
Ambos llegaron a un equilibrio después de seis meses tormentosos de peleas, desacuerdos y suspiros anejados. Cuando la fiebre del enamoramiento bajo con la cotidianeidad y Jiang Cheng empezó a notar las muchas cosas que ya no podría hacer por sus propia cuenta, fue fácil que las peleas estallaban cuando sentía que Lan Huan quería meterse en los asuntos de su secta y proponía cosas que él jamás había pensado antes. Era cierto lo que dijo su esposo en ese entonces: Jiang Cheng seguía trabajando como si Yunmeng Jiang estuviera en reconstrucción aún. Minimizando los gastos considerando que solo lo importante merecía su atención y cerrándose a apoyar a la gente que estaba bajo su jurisdicción por los asuntos que él consideraba pequeños.
Cada vez que una noticia de algún espíritu a su ver demasiado benigno estaba aterrorizando a una población pequeña, su respuesta era la misma: no tengo tiempo ni gente para eso. Pero la realidad es que Yunmeng Jiang si tenía gente, y sí podía atenderlos, solo que su mente seguía trabajando como si una desgracia estuviera en cierne.
La situación no mejoró tras su sacrificio. Estuvo mucho más alerta que nunca después de que una secta se levantara en su contra antes de su boda. Esa situación pudo haberla manejado, ¿pero qué si se unen varias? ¿Qué si intentaran atacar a Yunmeng Jiang porque su líder ahora era visiblemente menos capaz? Eso ameritó acciones precipitadas de su parte: ladrar más, amenazar más y poner el 700% de su parte para poder cubrir lo que él consideraba ahora una debilidad. Porque aunque Lan Huan le dijeran que lo tenía a él para defender también a su secta, la certeza del apoyo de Gusu Lan por matrimonio y Lanling Jin por filialidad; Jiang Cheng no quería que la seguridad de Yunmeng Jiang dependiera de terceros.
Fue terco e intransigente en ese espacio. Entrenó mucho más, consiguió que su Qi le ayudara a amplificar sus otros sentidos para tener un combate de cuerpo a cuerpo o con su espada y látigo, y participar de nuevo en cacerías nocturnas. Lo hizo más irascible y cuando Lan Huan le cuestionaba porque no escuchaba a la gente de los pueblos que pedía ayuda, entonces volvía a sentirse cuestionado y juzgado, como si cada falla que Lan Huan encontrara ahora que estaba por siempre a su lado fuera una espina que quebraría su relación.
Jiang Cheng ya no pudo decirle a Lan Huan que no eran sus asuntos: se casó con él y se casó con su secta. Lo que ocurriera en Yunmeng Jiang también era importante para él. Como le dijo Lan Huan alguna vez, cuando fue tras él en el muelle para aplacarlo tras una discusión especialmente difícil: «no busco evaluar tu desempeño como líder, Wanyin, solo quiero apoyarte. Ya no estás solo, dame la oportunidad de también atender esos asuntos y juntos podemos hacer a Yunmeng Jiang incluso más grande». Después de discusiones abiertas con su pareja, algunas que terminaron con él furibundo saliendo de la habitación antes de poner en palabras sus inseguridades nuevamente, lograron llegar a un consenso mutuo.
Uno de los puntos vitales de la disputa fue que no iba a perder poder, sus discípulos no iban a disminuir sus entrenamientos. Jiang Cheng se juró que jamás encontrarían a Yunmeng Jiang indefenso. Había formado un ejercicio de cultivadores preparados para purificar territorios o matar a otros si otra guerra en el mundo del cultivo iniciara. Con simulacros de ataques, con planes de evacuación ante una tormenta, una inundación, el ataque de un enemigo. Con pasadizos secretos para resguardar a los civiles que cuidaban de ellos, con trampas de talismanes en caso de que alguien quisiera invadirlos.
Pero Lan Huan propuso una forma de poder atender ambos frentes aprovechando que la secta estaba mucho más sólida que antes: envíar un par de cultivadores: un junior y un senior para que sirviera de práctica, a los rincones más alejados de Yunmeng para atender los problemas menores de los aldeanos. Sirvió también como una forma de asegurarse de que la comida se distribuyera uniformemente en los mercados y poner un alto a los precios si algún proveedor era particularmente usurero. Algo tan sencillo como eso, en programadas salidas que Lan Huan organizó durante el año, respetando los eventos importantes de la secta que impediría que se movieran del lugar por el cultivo de los lotos, fue suficiente para que la mirada a Yunmeng Jiang cambiara.
También abrió las puertas de Yunmeng Jiang una vez al mes para atender directamente a la gente común que quisiera pedir ayuda y a la que los jóvenes cultivadores no llegaron. El primer año, apenas se acercaron personas a buscarlo, pero después de eso, se hicieron filas y tuvieron que hacer un sistema de organización para poderlos atender a todos.
Jiang Cheng enarcó una ceja cuando notó de un día se tuvo que convertir en dos y ya tuvieron que aceptar las reuniones con previa cita, después de que el número aumentó. «Eres imbécil si pensaste que no se te saldría de las manos. Hasta la abuela más lejana de Yunmeng quiere un minuto con el gran Zewu-jun». Bromeó, mientras escuchaba las quejas de su esposo sobre lo cansado que estaba de escuchar a tantas personas. Pero verlo tan inmerso en los asuntos de Yunmeng calentó su corazón y, por primeras vez en décadas, sintió que ya no estaba completamente solo.
Los muelles de Yunmeng Jiang se habían convertido por fin en un hogar.
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Jiang Cheng estaba nervioso. No había estado tan nervioso en años, ninguna de las peleas, ninguno de los conflictos a los que se enfrentó como líder de secta, nada había superado los nervios que sintió décadas atrás y los que estaba sintiendo de nuevo mientras esperaba en la misma situación.
Los partos eran más aterradores que los Wens, que la guerra, que las reuniones con prestamistas.
Volvió a rodar sus pasos de un lado a otro atravesando toda la habitación. Solo se detuvo cuando el grito de Madam Jin azotaba las paredes de la torre y su espalda volvía a afilarse como si fuera Sandu. En el fondo de la habitación, escuchaba el constante tac de las botas de Jin Ling, esperando sentado por la noticia. Lan Huan parecía una columna inamovible, como si lo que estuviera pasando no lo alterara.
Jiang Cheng estaba helado, pero su espalda completamente sudada. Movía sus manos con ansiedad, apretando sus dedos uno con el otro.
—¡Jiujiu! ¡Deja de caminar por todo el salón!
—¡Y tú deja de patear el piso! ¡Me tienes cansado!
—¡Eres tú el que va a abrir una maldita zanja en medio de la sala!
—¿Quieren que toque algo?
—¡NO! —La voz de su sobrino y la de él se unieron en ese exabrupto del que luego se arrepintió. Imaginaba la sonrisa calmada de Lan Huan dejando el asunto de lado, como si no fuera de importancia. Él soltó el aire agotado.
—Yo… solo —intentó explicarse, pero Jin Ling le quitó la oportunidad.
—¿Por qué no puedo estar adentro con mi mujer? ¿Qué pretende que haga aquí esperando afuera mientras ella hace todo el trabajo? ¡Cómo voy a quedarme tranquilo! ¡Estoy tan nervioso que podría destruir un ejercido de ghouls!
—¡Respeta a A-Huan, mocoso!
—Jin Rulan, las normas son estas. No puede estar el marido en los aposentos donde su esposa da a luz, ella debe estar acompañadas de sus siervas curanderas, las matronas y nodrizas. —Lan Huan explicó con la infinita paciencia que posee.
—Además, ¡tu padre también tuvo que esperar aquí mientras A-jie estaba pariendo! ¡Él no se puso con tonterías!
Claro, estaban bebiendo los dos. El recuerdo de aquel entonces volvió como un golpe sordo y Jiang Cheng pudo recrear de nuevo la escena. Madam Jin, la amiga de su madre, estaba con su a-jie dentro de la habitación. Él estaba dando vueltas y Jin Zixuan sentado en el borde como si el mínimo movimiento arruinaría todo. Luego Jin Guangyao les llevó licor a ambos, y solo a través de él fue que lograron relajarse. Terminaron sentados uno al lado del otro, mencionando lo que cada uno haría por el bien del niño por nacer.
De nuevo tuvo ganas de llorar… solo se queda estático.
—A-Cheng.
—A-Huan, necesitamos licor.
—Bien, iré a pedirle a la servidumbre.
Jiang Cheng se relajó un poco y al escuchar la salida de su esposo, se sentó al lado de Jin Ling intentando mantenerse quieto. Su sobrino era mayor, ya un hombre casado, a punto de iniciar su nueva familia. Ya habían pasado tantos años desde esa vez que estuvo hablando alegremente con el esposo de su hermana y hasta pensó que podrían hacerse amigos.
—¿Qué recordaste? —cuestionó Jin Ling, incómodo. Se sentía en el tono de su voz—. Mencionaste a a-die…
—Sí. Estaba recordando cuando naciste.
—¿Cómo fue? —Jin Ling presionó. Jiang Cheng sintió el nudo en su estómago, pero una sonrisa se formó en sus labios.
—A-Jie tuvo varios inciensos en parto. Veíamos cómo entraban y salían las doncellas, también como traían más paños.
—¿Por eso dijiste que pusieran todo adentro?
—Sí, era demasiado estresante ver a la gente entrar y salir buscando más implementos. Tu padre estaba sentado como tú, yo… estaba haciendo justo lo que estaba haciendo hace unos momentos. Luego tu xiao shushu nos trajo para beber y bebimos y nos relajamos. —La sonrisa se volvió triste, él lo sabe—. Tu padre dijo que te enseñaría el arco y la espada. Yo le dije que te enseñaría a nadar porque no había mejor nadador que yo. Él dijo que te enseñaría a volar en la espada y yo que te enseñaría a navegar en botes. Y cazar faisanes, a lo que él dijo que te enseñaría a tener mascotas y allí no pude decirle nada porque en Muelle de loto seguían prohibidos los perros.
—¿Qué más dijo a-die?
—¿Qué más dijo? —preguntó cuando el peso de Jin Ling se posó sobre sus hombros y él sonrió en respuesta. La sensación de su sobrino allí apoyado hacía difícil pensar que ya era un adulto que dejó depender de él hacía tanto tiempo atrás—. Dijo que te cuidaría con celo, a tí y a tu madre. Que no le sería infiel nunca y que tú tendrías muchos hermanos como él no los tuvo. Para ese momento ya estaba más borracho. Luego nos quedamos dormidos uno al lado del otro, hasta que anunciaron que ya habías nacido.
—Nunca me contaste eso…—y la voz de A-Ling sonó afectada. Jiang Cheng sintió los dedos largos de Jin Ling tomando su mano y uniéndolos, apretándolas en una sola unidad.
—Dolía recordar, A-Ling —mordió la voz estrangulada. Jin Ling tragó fuerte. Imaginó su rostro ligeramente húmedo.
Hubo silencio entre ellos. Pero su manos seguían tomadas y Jiang Cheng no recordaba un instante donde se hubiera sentido tan cerca de Jin Ling sin que ambos estuvieran en peligro. Estaban sentados allí por la esperanza, pero también por los anhelos y los sueños sin cumplir. Estaban allí esperando una nueva vida y recordando las que se fueron demasiado pronto.
—¿Qué pasó cuando nací? —preguntó tras un buen espacio de meditación y Jiang Cheng resopló su tristeza.
—Hiciste un escándalo —Jiang Cheng dijo con una risa ahogada—. Gritaste tan fuerte que nadie podía calmarte. Tu padre estaba llorando de la felicidad y yo estaba ansioso por acercarme, pero sabía que no podía hacerlo. La cara de tu padre fue… divertida. Como si no decidiera si reír o llorar.
—Oh…
—Luego tu madre, a-jie, me llamó y te puso en mis brazos. Tu padre estaba sosteniendo la mano de tu madre y besándola hasta el hartazgo. Yo no podía dejar de verte. Ya estabas dormido y eras tan pequeño. Los brazos de un asesino cargando a una criatura tan pura.
—Jiujiu…
—Por un momento sentí que no merecía esto, pero fue solo eso… Luego supe que no importaba si lo merecía o no. Cuidaría de tí y tu vida aunque tuviera que matar a mil cultivadores más por ello.
Un carraspeó los distrajo de su íntima conversación. Jin Ling se separó un poco, sin soltarle la mano y le pidió a la criada que se acercara. Ella sirvió entonces una bandeja con licor y algunos aperitivos para probar. También dejó una tetera, hierba y además agua pura. Lan Huan agradeció el servicio y la mujer se despidió cerrando de nuevo las puertas de la habitación. Había pasado el tiempo y no se había escuchado otro grito, pero suponía que en cualquier momento eso podría ocurrir.
Si Lan Huan notó las lágrimas de su sobrino y sus manos tomadas, no lo mencionó. Solo sirvió el licor para ellos, luego el té para él y se sentó en silencio a su lado.
—¿Has estado en un parto, Huan-ge? —preguntó Jin Ling, tras beber un trago.
—Cercano, solo el de A-Song. —Jiang Cheng sintió su sangre enfriarse—. Tu xiao-shushu estaba muy nervioso, así que lo acompañé a un partido weiki, y allí nos demoramos hasta que anunciaron su nacimiento.
Jiang Cheng tuvo que beber todo el trago para no soltar algún comentario hostil. Más bien, quería desviar la atención a otro punto, pero Jin Ling estaba inquieto a su lado, seguramente pensando en lo mismo.
—Pero Tang-er estará bien, Jin Ling, es una mujer fuerte, una cultivadora que se ha desarrollado. Estoy seguro de que no hay nada de qué preocuparse.
—Eso espero… Jiujiu me estaba contando de mi nacimiento.
—Oh, yo quiero escuchar sobre eso.
Allí se demoraron, Jiang Cheng prefirió hablar del nacimiento de Jin Ling aunque abriera viejas heridas, que seguir explorando otros terrenos como lo ocurrido con A-Song. Se sintió un poco mejor tras hablarlo, tras soltar todo lo que recordaba y echar memoria de otros que no había prestado del todo atención. Así otro incienso se consumió y, repentinamente, las puertas fueron abiertas. Apenas Jiang Cheng escuchó la puerta abrirse, el llanto poderoso de un bebé lo sacudió por completo.
Había nacido… estaba bien.
—Felicidades, Jin-zhongzhu —anunció la partera solemnemente—. Ha nacido una niña.
Todo lo que ocurrió tras esa revelación, Jiang Cheng no puede recordarlo bien. Solo memoraba el agarre de Lan Huan, como si fuera a caerse en cualquier momento y el resoplido húmedo de Jin Ling cuando, seguramente, tuvo a su bebé en brazos. El aire estaba cargado de sangre y hierbas, pero Jin Ling entró a la habitación y ellos se quedaron en el borde de la puerta, esperando. Jiang Cheng estaba temblando, estaba tan emocionado y tan asustado. Estaba tan feliz y tan temeroso. Se sentía como aquella vez que Jin Ling nació, pero con la certeza de todas las promesas que Jin Zixuan dijo y no cumplió. No pudo cumplir. No…
—A-Cheng. —La voz de su esposo lo trajo de vuelta a su presente. Lo ancló a la posibilidad del futuro—, Jin Ling tiene a su bebé en brazos. Es una pequeña bola de carne pálida, con los cachetes rojos y tiene una pequeña mata de pelo castaña en su cabeza.
—¿Sus ojos…?
—Están cerrados. Supongo que demoramos en saber de quien los heredó —Después sabría que fue de su abuelo. Yang-er heredó los ojos de su abuelo Zixuan—. Ya Jin Ling pudo acercarse a su esposa. Tang-er está cansada, pero luce feliz. Está tan tranquila recibiendo a su esposo y su hija. Todos en la habitación están felices, pese a todo el cansancio que hay en sus rostros. Es maravilloso.
—Lan Huan…
—Hada está en los pies de la cama de Tang-er, vigilando ansiosa a su nueva ama. Seguro será su compañera número uno. Ha sido tan buena chica, obedeció a Jin Ling y protegió a Tang-er como toda una guerrera.
—Estás endulzandolo todo —soltó, no como un reclamo. Lan Huan sonrió contra su mejilla.
—No, A-Cheng. Estoy viéndolo a través de los ojos del amor. Ha nacido tu primera nieta.
—Nuestra primera nieta.
Jiang Cheng todavía no se acostumbraba a ser abuelo. Cuando Jin Ling dijo, después de la séptima luna llena de Tang-er y su embarazo, que él sería abuelo algo en él se congeló y floreció. Por un lado se sintió indigno, como si le estuviera robando algo que por derecho le pertenecía a A-jie y a Jin Zixuan. Pero luego se prometió que daría todo para ser el mejor abuelo que sea posible, con todas sus limitaciones y falencias, para darle un poco del mucho amor que seguro le hubiera dado los padres de A-Ling.
Tuvo que tragar de nuevo. Realmente ya estaba llorando aunque no pudiera lagrimar. Lan Huan lo sostenía firmemente, tomándolo de sus hombros desde la espalda, para estabilizarlo, pero sin mostrarse demasiados íntimos por el bien del decoro.
Entonces, sintió los pasos acercarse a ellos. Jiang Cheng apretó el aire y su estómago empequeñeció.
—Jiujiu —susurró A-Ling y Jiang Cheng no supo qué hacer con sus manos. Si extenderla o esconderla, si buscar cargarla o solo conformarse con tocarla a través de los brazos de Jin Ling.
La risa ahogada de Jin Ling sonó como la de Jin Zixuan y Jiang Cheng casi desfallece bombardeado por los recuerdos y la esperanza.
—Jiujiu, quiero que conozcas a Yang-er. ¿Puedes cargarla?
—S-sí… —posicionó sus brazos para hacerlo y todo su cuerpo tembló cuando sintió el peso pequeño de la bebé en sus brazos, con las mantas cubriéndola. Sus dedos estaban en caos cuando la sujetaron con dulzura, casi temiendo mancharla con todo lo que estaba mal en él, pero con el sentimiento feroz de defenderla con su vida.
Pronto, la fuerza de una costumbre dormida volvió y Jiang Cheng acomodó perfectamente a la bebé con su izquierda, pegada a su pecho, mientras su derecha se movía para tocar sus manitos, su rostro suave, su mentón y su frente. Lan Huan exhaló como si hubiera perdido el aire.
—Es hermosa, A-Ling. Felicidades a ti y a Tang-er —susurró Lan Huan, con un hilo de voz. Jiang Cheng estuvo seguro de que, de poder llorar, ya hubiera derramado el lago a sus píes.
Los dedos de Lan Huan se unieron a los suyos en la exploración. Empezó a decir que los labios de la bebe eran rosas y sus párpados pequeños y no tenía pestañas aún, pero había una pelusa de pelo en su cabeza, del color del cabello de su madre y Jiang Cheng la amó, la amó desde siempre. La amó. La acercó a sus labios y besó suavemente su frente rogando a los dioses que le diera la oportunidad de disfrutar de sus padres, de sus hermanos, de su vida. Que si querían algo a cambio, él daría su propia vida, sin dudar.
Por favor, por favor, por favor, que A-Ling cumpla todas sus promesas.
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La llegada de Jin Ling crea la revolución habitual, la misma que llegaba con cada una de sus anteriores visitas, desde que era un niño. Todos en la secta se preparaba para recibirlo, preparan sus habitaciones habituales para que yazca con su esposa, preparan los platillos favoritos, limpian todos a los alrededores y esperan ansiosos la llegada de quien ha sido su sol en vida. Y luego del sacrificio los cuidados aumentaron más. Como si todos hubieran llegado a la misma conclusión que Lan Sizhui dijo en las puertas de las habitaciones de la torre Koi: Jin Ling ahora parecía más su hijo.
Como la llegada de Jin Ling y su familia estaba atada al festival en Muelle de loto, después de que llegaran de viaje, se prepararon para salir. Jiang Cheng imagina que las calles están decoradas como antes, con montones de lámparas en las cuerdas, moviéndose al son del viento del lago. Recuerda todas las veces que llevó a Jin Ling cargado, de la mano o tras su espalda cuando era un niño y él gritaba para agarrar todo lo que aparecía en los puestos, chillando por cada decoración, por cada dulce o comida salada que encontraba. Diciendo, esto para xiao-shushu, y esto para nainai Jin, esto para shenshen Su y esto para tang di Song. Sacaba su bolsita de dinero de oro de su cinturón y la ponía en sus manos como si él no pudiera pagar por todo lo que él quisiera. y él, por supuesto, lo complacía.
«Mocoso, ¿te vas a gastar todo el dinero en una sola compra?»
«Mocoso, si te pierdes y te encuentro, ¡voy a partir tus piernas!»
«¿Crees que puedes ir por allí con tu bolsa de dinero a que todo te complazcan?»
A veces, Jin Ling pondría un puchero adorable y haría brillar más sus ojos, como si se hubiera ofendido por sus palabras y él se vería obligado a reconsiderar su tono, a resoplar y ceder. Ahora puede entender que solo estaba siendo manipulado por los ojos preciosos de su hermana en el rostro de un pequeño Jin Zixuan, a los que extrañaba tan ferozmente como amaba a su pequeño sobrino.
Y allí están, caminando entre el mercado decorado, escuchando a decenas de personas presentando sus productos y a la música que recorre el camino. Heian se quedó en el muelle, así que los niños corren entre ellos, gritando y pidiendo más, y saben que Jin Ling no les va a negar nada y ya les dejó bolsitas de dinero para que cada uno compre lo que quiera. Él carga al pequeño XianXian en sus brazos porque se cansó de comer y correr y ahora duerme contra su hombro izquierdo. Su mano derecha reposa con la de Lan Huan, quien camina a su lado.
—¿Dónde están los demás? ¿Yang-er, ChenChen, A-Xu?
—Jiujiu —Y hay un tono exasperado en su sobrino—. A-Xu está durmiendo en brazos de Huang-ge, Yang-er y ChenChen siguen revisando los puestos.
—No le quites los ojos de encima. Pueden perderse, caerse en el muelle o lastimarse si saltan.
—Claro, como si no supiera cuidar a mis propios hijos. ¡Auch! ¡Tang-er! — La risita de su esposa llena el ambiente y por el sonido del abanico, debe estar haciendo ese gesto similar de Nie Huaisang. Desde que supo que era prima de él, muy parecida a su madre, fue inevitable imaginarse una versión femenina y tener escalofríos por ello, aunque Lan Huan insista que es mucho más bonita.
—No seas grosero con tu jiujiu, solo está preocupado.
—¿Y cuántos hijos piensas tener? ¿Acaso hablabas en serio al decir que iba a llenar a toda la torre de tus hijos? ¿Acaso no piensas en la pobre Tang-er?
—¡Voy a tener todos los hijos que quiera! ¡En la torre hay suficientes habitaciones para todos ellos!
Tang-er ríe. Lan Huan aprieta su mano.
—Tang-er, si el idiota de mi waisheng sigue insistiendo y ya no quieres parir, ¡solo dime y le partiré las piernas! ¡Ni siquiera te deja descansar dos años!
—Bueno, digamos que tampoco es que me haya negado mucho —dice con un tono coqueto y el chillido que hace Jin Ling lo enrojece.
—Bueno, está bien, ¡llenen la maldita torre de mocosos! ¡Pero Muelle de loto no tiene tantas habitaciones para todos!
—Ah, A-Cheng, vamos a tener que construir una cama más grande por cómo vamos. En la que tenemos a duras penas cabemos los cinco. —Lan Huan decide comentar y él se sonroja más—. Y todavía falta que XianXian pase el verano aquí.
—Y nuestro nuevo bebé —comentó Tang-er. Jiang Cheng se la puede imaginar acariciando su barriga como lo hacía su hermana, con una sonrisa de ilusión—. Que debe nacer a inicios de Invierno.
—¡Ah! Lan Huan, nada de organizar las sesiones de puertas abiertas durante esa temporada.
—Ya está planificado y organizado —dice firmemente, apretando su mano—. No te preocupes, A-Cheng, estaremos allí para su nacimiento como con todos los demás.
—De hecho, le decía a Ling-er que me gustaría dar a luz aquí. —Tang-er comenta, con el mismo tono coqueto—. Me gustaría un cambio de clima.
—¿Y qué te hace pensar que es buena idea viajar de Lanling Jin hasta acá a parir? —Lan Huan le suelta la mano para pasarla más bien por su cintura y apretarlo contra él. Entiende el gesto: es un controlate, escucha, no te pongas en modo sobreprotector y paranoico de nuevo—. ¿Están seguros?
—Sí —Dice Jin Ling, y su voz tiene la entonación de no estar tan de acuerdo pero ceder a causa de su mujer—. Vendríamos unas semanas antes de la fecha. ¿Tienes algún problema con ello? Así también podemos pasar el año nuevo aquí…
Jiang Cheng lo piensa. Tener una temporada larga con Jin Ling y sus hijos, disfrutar del invierno donde las tareas están cediendo un poco para compartir con su familia, vivir el primer año nuevo en Yunmeng Jiang todos juntos…
—Sí, claro.
—Organizaremos todo para que Muelle de Loto los reciba y celebremos juntos el año nuevo —dice Lan Huan, con esa fluctuación de su voz que suena tan feliz.
—Eso nos complace, muchas gracias, Jiang-zhongzhu, Jiang-xiansheng. —Madam Jin hace una reverencia ante ambos, aunque imagina que no tan inclinada por su barriga.
—Solo piensen en lo de tener más hijos. ¿Ya no es suficiente con los que tienen?
—Oh, es que es difícil contenerse cuando vemos a unos abuelos tan bien parecidos con bebés en brazos. —De nuevo esa risita, de nuevo el abanico, de nuevo imagina a Nie Huaisang moviendo su cabeza de un lado a otro diciendo: no sé, no sé.
—Lo importante es que sean hijos esperados y amados. Así que les deseo toda la prosperidad para que tengan la familia grande que deseen.
Jin Ling resopla. Lo puede imaginar con sus brazos cruzados, rodando los ojos a un lado y moviendo su cabeza como si estuviera cansado de tantas payasadas. Su corazón está tan cálido con cada imagen, mientras el peso de XianXian se remueve contra su pecho y las risa de sus nietos mayores recorren los mercados. Pronto Tang-er se lleva a Jin Ling, diciéndole que tiene antojos de tanghulu y los deja a ambos solos, con dos bebés durmiendo en sus brazos.
Jiang Cheng ahora exhala. El brazo protector de Lan Huan pegándolo a su cuerpo, como si no pretendiera caminar más.
—Sé que estás preocupado por la salud de Tang-er, pero es una cultivadora, entrenada en Meishan Yu e iba a ser la heredera de Qinghe Nie.
—Ese zorro de Nie Huaisang, todavía no me creo que la haya mantenido oculta durante tanto tiempo. Pero eso no importa, Lan Huan, esos partos son la mierda más peligrosa que hay.
—Es una cultivadora, estoy seguro que estará bien. Además está el dinero de los Jins pagando a las mejores matronas y nodrizas y toda la atención de Yunmeng sobre ella.
—Hablando de Nie Huaisang, ¿le enviamos regalo por el nacimiento de su tercer hijo?
—Hace tres semanas, A-Cheng —Ante el sonido suave de la voz de Lan Huan, Jiang Cheng asiente. Se aparta y vuelve a tomarle las manos—. ¿Deberíamos volver a casa para dejar dormir a estos pequeños?
—Me leíste la mente. —Le da un codazo, luego alza su rostro y le sonríe con picardía—. Quizás tengamos medio incienso para los dos a solas.
—Oh… A-Cheng —Lan Huan lo empuja suavemente de la mano para devolver sus pasos del mercado—. Eso me gustaría.
Siente el roce de la punta de la nariz de Lan Huan sobre su mejilla, él lo devuelve con una sonrisa. Un aviso. Jin Ling grita que está bien. Se quedarán con sus hijos mayores que siguen disfrutando del mercado y con su esposa que está queriendo probar de nuevo los dulces. Ellos, agarrados de manos, vuelven a Muelle de loto con sus espadas con ambos pequeños en sus brazos, durmiendo completamente a salvo.
Vuelven a su anhelado hogar.
Y si al volver Jin Ling y Tang-er, los encuentran sonrientes y un poco despeinados, pues, nadie lo comenta.
Notes:
¡He terminado! Ayer no pude escribir, así que hoy lo usé para acabar con esta historia y los promps. Solo me faltó uno, pero la verdad no se me ocurría ninguna idea para eso XD
Espero que disfruten esta entrega del XiCheng con su relación establecida, de sus miedos, sus sueños, sus peleas y sus reconciliaciones. De sus momentos juntos, compartiendo de la intimidad de sus cuerpos o de sus recuerdos, pasando por lo ocurrido con el sacrificio y como ayudó a afianzarlos. Sobre todo la escena final con la familia de Jin Ling.
Algunos headcanon que no pude meter en la historia:
-Nie Huaisang estaba preparando a Tang-er como líder de secta en caso de que él muriera en medio de la venganza contra Jin Guangyao.
-Desde que se casaron, Muelle de loto está mucho más limpio. Si la servidumbre de Yunmeng Jiang pensaba que Jiang Cheng era estricto con eso, nada se comparaba a como era Zewu-jun. Seguro pasaría su mano en la madera y amablemente cuestionaría que ese no es el estado en que debe estar el muelle, que está seguro que pueden hacerlo mejor y que regresará en un par de horas para verificar que hayan hecho un buen trabajo. Todo con una sonrisa.
-Después de algunas peleas, seguramente Lan Huan terminaba en Gusu Lan para tomar té con su shufu para distraerse y pensar cómo tratar las cosas. Su shufu se volvió un confidente a pesar de nunca haberse casado.
-Ya el cuarteto están casados para el final del fic, el último fue A-Yuan con una joven médica errante. JingYi se casó con una dama de una secta relacionada con Lanling Jin y tuvo gemelos. Ouyand Zizhen tiene tres hijos, Jin Ling es quién lleva la delantera y nadie piensa en sobrepasarlo.
-Tang-er y Jiang Cheng se unen para confabular y molestar a Jin Ling. La mayor parte del tiempo lo logran.
-Jin Ling y Tang-er terminan teniendo 13 hijos. Su quinta hija, que nació en muelle de loto es la imagen exacta de Yanli.

X1C6E7G on Chapter 2 Sat 14 Sep 2024 10:57AM UTC
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himekoch (Guest) on Chapter 3 Thu 19 May 2022 03:40PM UTC
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Karin19917 on Chapter 6 Thu 02 Feb 2023 06:09PM UTC
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