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Language:
Español
Stats:
Published:
2015-05-13
Updated:
2015-06-19
Words:
11,742
Chapters:
5/?
Comments:
5
Kudos:
2
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1
Hits:
151

Life Looks Better In Spring

Summary:

El 1 de marzo de 2015, al final del partido entre el Bilbao Basket y el Laboral Kutxa, una acción entre Tornike Shengelia y Dejan Todorovic termina en una gran tangana con la mayor parte de los jugadores implicados de una u otra forma. Al día siguiente, los equipos obligan a los dos jugadores a verse y disculparse a solas, en una reunión privada.

Notes:

Es mi primer fan fic, así que no espero gran cosa. Siempre me han gustado las historias que comienzan en los lugares más inesperados o de formas inesperadas.

Chapter 1: La disculpa

Chapter Text

Se había portado como un crío, la ira le hizo perder el control. Estaba profundamente arrepentido de ello, de la imagen que ahora se difundía de él, del susto que tendría todavía el pobre niño que estaba presente y del mal cuerpo que le habría quedado al resto de asistentes que estaban por la zona de la tangana. Tornike no era violento. Lo último que quería era que quedase esa imagen de él, perdiendo los papeles ante la provocación estúpida de un crio. Porque eso era lo que Dejan era, un crio inmaduro, ególatra, una futura estrellita que se creía intocable. Estaba enfadado con el chico, pero sobre todo estaba enfadado consigo mismo por haber reaccionado así, dándole el puñetazo que desencadenaba todo. No era propio de él y no podía volver a repetirse.

Habían pasado ya 12 horas desde el suceso. Sabía lo que le tocaba ahora: disculparse con el crío, con la gente que estaba cerca y con todo el que fuese necesario. Las dos últimas no le importaban pero no quería bajo ningún concepto disculparse con Todorovic. Al fin y al cabo, era su actitud la que había llevado a la pelea, esa forma de encararse y de empujarle por detrás tan barriobajera que tuvo no era digna de un jugador de baloncesto. Claro que tampoco lo era su respuesta, dándole un gancho directo a la cara. Sabía que el día en el pabellón no iba a ser fácil. A su entrenador no le gustaba ese tipo de comportamiento. Tampoco a él, pero eso no quitaba que le fuese a caer una buena reprimenda. Quizás hasta una multa del club. La leyenda urbana (o no leyenda) decía que la renovación del gimnasio se había pagado en su totalidad con multas a un jugador hacía varias temporadas. Se imaginaba que nadie le libraría de una, visto lo que estaba saliendo en televisión sobre la pelea.

Cuando llegó, le esperaba una sorpresa. Su entrenador y la gente de comunicación lo estaban esperando en la entrada de los vestuarios.

—Hay algo que tienes que hacer antes.

Lo sabía. Tenía que disculparse. Sin embargo, habían pensado algo diferente, una llamada por teléfono, un mensaje de whatsapp, algo que no implicase tener que verle. Pero Bilbao estaba cerca. Lo mejor era que se encontrase con Todorovic y lo hablasen en persona, civilizadamente. Los dos solos, sin nadie que contribuyese a que la violencia volviese a hacer acto de presencia. “Genial, aguantar a ese crío y, además, tener que hacerlo con una sonrisa”. Esperaba que por lo menos Dejan llegase con la intención de disculparse también y no con ganas de buscar más bronca. Al fin y al cabo, era él quien se había llevado el puñetazo en la cara. No se esperaba mucho del encuentro, en realidad. Sería lo de siempre: foto de cara a la galería, un par de palabras vacías por parte de ambos reconociendo lo mal que se han portado y cada uno a su casa, a poner verde al otro a sus espaldas mientras comentaban con sus compañeros lo estúpido que era hacer algo así. Al menos eso era lo que esperaba él de ese encuentro.

Un rato después estaba en su destino. Le acompañaron hasta una sala y se encontró con que Dejan ya estaba dentro. Los de comunicación de ambos equipos comenzaron con el asunto, incómodo para ambos jugadores. Después salieron y se quedó solo con el crío, sin saber qué decirle. ¿Lo siento? Tal vez empezar por ahí era lo mejor.

—Lo siento.— Fue finalmente Dejan el primero en hablar. No parecía arrepentido en absoluto. Lo dijo sin sentirlo, mirando por la ventana, deseando que terminase de una vez. No podía culparlo. Él estaba pensando exactamente lo mismo.
—Yo también. No tendría que haber reaccionado así.
—Obviamente no.—Añadió Todorovic, molesto.—Podrías haberme roto la nariz.

El tono en el que lo decía no le gustó nada. Se suponía que era una reunión para disculparse, para hablar como personas y que todo fuese amigable y bonito para vender lo bien que se llevaban los dos equipos a pesar de la rivalidad. Pero con el crío insufrible ese provocándole de nuevo, no iban a conseguirlo. Era una mala idea que los hubiesen dejado solos.

—Bueno, tu empujón por la espalda tampoco fue precisamente deportivo.—Le contestó Toko. No era esa la actitud que esperaba de Todorovic.
—Irás a compararme un estúpido empujón con un derechazo directo a la cara.
—Irás a compararme un derechazo después de que me empujes por la espalda y que luego intente separar a los que se sumaron a la trifulca—porque era cierto, al ver la que se había montado, fue el primero en intentar separar a los que se sumaron después— con un empujón por la espalda sin provocación alguna y tratar de volver para seguir zurrando, que si no lo haces es porque te agarran.

El chico se quedó callado después de eso. No dijo nada, pero empezó a observarle atentamente, demasiado atentamente. Tornike pensó que la discusión había terminado, pero se equivocaba. El chaval se levantó y avanzó poco a poco hasta situarse a su lado. Shengelia hizo lo mismo, no le gustaba en absoluto encontrarse sentado ante alguien que le miraba amenazante desde arriba.

—Se supone que íbamos a hablar como personas, Todorovic. ¿Es que no puedes hacerlo ni cinco minutos?

Dejan se acercó más. Estaban frente a frente, tan cerca que podía sentir la respiración del chico en su rostro. El serbio le miró de arriba abajo y después volvió a clavar sus ojos oscuros en los del georgiano. ¿Por qué no paraba de mirarle de esa forma? Le ponía histérico. No le gustaba cuando otro hombre le miraba de esa forma, sobre todo porque no tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza del serbio. Se echó un paso atrás. Odiaba perder hasta en esas estúpidas luchas de egos, en los juegos de miradas, pero lo último que quería era tener más problemas con ese crío. Porque eso es lo que era, un maldito crío que le ponía de los nervios. El ambiente estaba muy tenso. Lejos de relajarse, Todorovic dio de nuevo un paso hacia él, quedando de nuevo muy cerca, clavando sus ojos en él de nuevo. Pero no dijo nada, ni hizo ninguna otra clase de movimiento. Tornike no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.

Antes de que pudiese preguntar o decir nada, Dejan le besó. Era asqueroso. Él era heterosexual, lo tenía muy claro… O eso creía. Su cabeza le decía eso, pero su cuerpo no se apartó. No quería hacerlo. Correspondió al beso del moreno. Después lo empujó hasta que fue el chico el que quedó contra la pared. Le agarró las muñecas con fuerza, para retenerlo en esa posición. Solo entonces fue consciente de lo que estaba pasando.

—Yo no… Yo no soy gay.—articuló, todavía con el pulso acelerado. No se explicaba qué era lo que acababa de ocurrir.

Dejan respondió besándole de nuevo. Una vez más, se quedó pegado a los labios del serbio, sin conseguir apartarse de ellos, como si fuesen el polo opuesto que le obligaba a acercarse a él por mucho que intentase resistirse.

—Ya. Y yo soy el pato Donald.— le dijo Dejan, al apartarse por segunda vez. Seguía con esa actitud que tanto odiaba, desafiante, irreverente, chulesca. Tornike se apartó un par de pasos de él, pero el chico volvió a la carga. Solo que esta vez no se contentó solo con sus labios.

Las manos del serbio comenzaron a toquetear sus partes íntimas. Lo suficiente para empezar a provocar una reacción en él. No entendía por qué su cuerpo estaba reaccionando a los estímulos del chico. Nunca le había pasado lo mismo con ningún otro hombre.

—Discutir me pone cachondo.— Le susurró Dejan, al oído. Tornike sintió como un escalofrío recorría su cuerpo de los pies a la cabeza. Ese maldito lo estaba consiguiendo. Le estaba excitando. De pronto toda la tensión que sentía en el ambiente se había convertido en algo diferente, algo sexual. Y tampoco se sentía demasiado cómodo con eso, aunque era ciertamente mejor que discutir. — Y me llevas calentando desde ayer. Es culpa tuya.

Volvió a entrar en razón durante el tiempo suficiente para apartar a Dejan de un empujón. No estaban ahí para eso. Estaban ahí para solucionar el lio que habían armado el día anterior. ¿Cómo podía pensar Todorovic en ese tipo de cosas en una situación como esa?

—Lo de ayer no volverá a pasar. No fue un comportamiento digno de dos deportistas de élite.— Zanjó, volviendo a sentarse. Observó al chico, que permaneció inmóvil durante unos segundos, quizás pensando qué era lo más apropiado. Tornike deseó con todas sus fuerzas que se dejase de tonterías. Bastante subida estaba ya la temperatura en ese momento.

Parecía que Dejan se daba por vencido. Cerró los ojos y suspiró. Sin embargo, cuando se quiso dar cuenta tenía de nuevo al chico encima. Y esta vez, más cerca todavía. Se había sentado sobre él y le miraba fijamente, con una sonrisa dibujada en los labios.

—No creerás que soy tan mala persona como para dejar que te vayas con la sangre ahí abajo.— las palabras salían de la boca del serbio casi apagadas. Tornike no se movió, temía que cualquier tipo de roce aumentara el problema que tenía entre las piernas.

—Para.

Dejan no le hizo caso. Le besó de nuevo y aprovechó para empezar a desabrocharle el pantalón. Pero esta vez Tornike consiguió liberarse del beso del serbio e intentar detenerlo.

—¿Qué crees que estás haciendo?— Preguntó el georgiano.

El serbio lo miró, contrariado. Estaba seguro de que pensaba que estaba loco por buscar el contacto físico con alguien con quien se había peleado el día anterior, porque ese tipo de cosas le excitasen. Pero eso era algo pasado. Ahora mismo la sangre acumulada en su entrepierna no le dejaba pensar. Solo quería aliviar esa tensión sexual no resuelta y no volver a ver a Tornike.

—Nunca lo has hecho con un chico, ¿no?— añadió Dejan, que seguía a lo suyo. Observó como el georgiano se sonrojaba y le apartaba la mirada. Era eso. Estaba seguro de que los dos lo querían, pero Tornike era demasiado “hombre” y demasiado “hetero” como para reconocerlo.

Pero no necesitaba que lo reconociese. Su boca y su entrepierna hablaban por él.Sabía que Tornike estaba todavía cohibido, rígido, pero él mismo se encargó de ello usando su propio cuerpo hasta que el georgiano estuvo tan excitado que no pudo reprimirse más. Shengelia le agarró con fuerza para levantarle y ponerle sobre la mesa. Ahora era él quien llevaba las riendas, quien había dejado de pensar. El serbio esbozó una sonrisa, disfrutando la situación, y dejó que el georgiano fuese quien dictase el ritmo que iban a seguir. Dejan gemía de vez en cuando, al contrario que el georgiano, que trató de reprimirse hasta el último momento.

Nada más terminar, ambos se vistieron apresuradamente. Tornike todavía no se podía creer lo que acababa de hacer, no podía creer lo mucho que lo había disfrutado. Lo acababa de hacer con un chico, con el que para más inri se había pegado el día anterior, y además, probablemente era uno de los mejores polvos de su vida. Terminó de coger sus cosas para salir cuanto antes. Llevaban demasiado tiempo dentro, en cualquier momento podría haber entrado alguien. Había sido algo completamente irresponsable. Tornike todavía no estaba seguro de qué pasaría a continuación. ¿Qué era ahora? Nunca antes hubiese pensado que pudiese sentir atracción por alguien de su mismo sexo. Era ese maldito crío, que le volvía loco en todos los sentidos, con esa actitud de chulo y de prepotente. Ya no estaba seguro de nada.

Todavía no se había ido y ya quería volverle a ver. No sabía cómo, ni cuándo, ni dónde, ni siquiera si volvería a ocurrir algo, pero no podía dejarlo ahí. No hasta que no supiese qué era lo que acababa de ocurrirle. En cuanto Dejan terminó de vestirse también, se volvió a acercar a él. Ya no parecía el mismo. Estaba cabizbajo y ligeramente sonrojado.

—Siento lo de ayer. Ahora de verdad. Tienes razón, no fue un comportamiento deportivo por mi parte. No volverá a ocurrir.

Tornike sonrió, con la típica sonrisa estúpida que se le queda a todo el mundo cuando observa algo adorable. Dejan lo era. Bajo esa pose chulesca, quizás no era tan mal chaval, después de todo.

—Yo también lo siento. De verdad.

Al final estaba todo arreglado. Todo menos la confusión que sentía repentinamente sobre su sexualidad. Pero por lo menos, por mucho que quisiese hacerlo, ya no tendría que ver a ese crío hasta el próximo partido. Que no sería este año. O eso esperaba. Quizás eso era lo mejor hasta que tuviese las cosas claras. O quizás no, pero ahora en frío, casi prefería no saberlo. Antes de que saliese, Todorovic le dio un papel doblado. Iba a abrirlo, pero el chico habló antes.

—Si te aburres, te apetece hacer cualquier cosa o… no sé, si simplemente quieres repetir, llámame.

No pensaba hacerlo. Guardó el papel en el bolsillo y salió de la habitación, dejando al chaval atrás. Lo único que quería era volver a Vitoria cuanto antes y olvidarse de todo eso.
O no. Después de los entrenamientos de la jornada, nada más llegar a casa, volvió a encontrar en el bolsillo del pantalón el papel que el chico le había dado. Le dio muchas vueltas: lo mejor era tirarlo. Todo sería más sencillo. Desaparecería de su vista y con él, las dudas que no quería resolver. Sin embargo, de nuevo su cuerpo reaccionó de otra forma.

—¿Dejan? Soy Toko. Quería… Quería echar una partida al 2k esta noche. Podrías venir, si te apetece.

El chico ni siquiera se lo pensó.

—¿Me vas a hacer además proposiciones indecentes? Si es así, voy ahora mismo.
—Eh… yo… —titubeó, todavía sin acostumbrarse a escuchar todo eso de la boca de otro hombre.— Quien sabe. Tendrás que venir para descubrirlo.
—Estaré ahí en una hora.

Tornike suspiró. Era totalmente consciente de lo que acababa de hacer. Probablemente acabase con más dudas después de esa noche. Probablemente no fuese capaz de resolver las que ya tenía en ese momento. Pero no le importaba. Al fin y al cabo, era el momento de dejarse llevar. Se acercaba la primavera.