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1.
Cuando le conoce y trata de ponerle nombre se lo piensa unos minutos sólo para llegar a la misma conclusión.
Y Siente deseos de gritar.
Resulta que ella es algo así como el epitome de la inocencia y él no es más que carbón cubierto de ceniza que se quema y quema al son de su propia cobardía. A veces siente que no lo merece y que su existencia bien pudo ser comida entre la pena y la muerte ─que él es consciente de la realidad en la que han nacido, de los demonios de tinieblas que se relamen los dientes en espera de su carne y que todos viven sobre una funeraria disfrazada de cuento de hadas─. Sabe que la canción que lo acompaña desde su nacimiento es el recordatorio de su maldición (y resuena, resuena con fuerza desde su corazón). Con eso viene su conciencia y la mirada atónita de su madre, también está la sonrisa de Susan y las puertas que Emma y Norman observan con infantil curiosidad. Pasa a convertirse en una marioneta ─perroguardiar, y nada más ─, pero todo lo vale si con eso puede sobrevivir.
A veces también cree que ella es como Susan y piensa que ambas son como el sol luminoso del alba que sus ojos observan incinerados, siendo envueltos por sus cálidos rayos de luz de ternura antinatural. Y no puede apartar la mirada, por más que lo intente, porque brillan con una intensidad tan relajante y le secan las lágrimas con su tacto suave, porque Susan siempre fue amable, era toda alegría y sonrisas resplandecientes acompañadas de miradas cariñosas (de las cuales no se cree realmente merecedor). Y sin embargo, no le importa arrebatarte la vida —a ella o a Susan—, no le importa si con eso puede logar salvarles.
Es egoísta, y eso le permite seguir avanzando.
Avanzando hacia el futuro (aquel que algún día podría ser arrebato de sus manos si se descuida.)
Por lo tanto, por Emma y Norman, está dispuesto a sacrificar a algunos de sus hermanos. Porque lo son todo y a Ray le deja de importar su propia supervivencia con tal de salvarlos; son sus hermanos, sus mejores amigos; y decide sacrificar a Susan si con ello logra cumplir su propósito—por más que duela y duela, sabe que debe mantener su expresión estoica mientras ella marcha hacia su muerte, en formar de una pesadilla constante que nunca dejará de perseguirle—. Es un peso quizá demasiado duro para sus hombros jóvenes, pero decide que es suficiente.
(Por ellos─ todo lo vale si es por ellos.)
Es por eso que se asegurará de mantener su valor; así que lee y estudia incluso si no le gusta, y se convierte finalmente en la carta del triunfo que definitivamente logrará que salgan de allí. Jura que vencerá a mamá (su madre) con todas las artimañas que pueda idear. Incluso si tiene que engañar a Emma en el proceso, definitivamente lo hará (que ella es terca, y se niega a dejar a los demás atrás), no le importa, no se permitirá fallar (incluso si tiene que sumar dos cabezas más al plan.)
Pero entonces Norman se va primero y ya no son tres (o cinco). Ahora sólo quedan Emma y él, llorando en la amargura de su aparente rendición —ya no hay nada que hacer y todo ha terminado—. Sin embargo, al final llega su cumpleaños y en medio de su pequeña rabieta decide ejecutar su última carta, negándose a rendirse.
Emma tampoco lo hace y ambos tienen ese súbito momento de comprensión mutua.
Que Mamá crea haber ganado, adelante, le importa una mierda. A ver cuánto dura su jodida victoria cuando la casa ardiera en llamas, junto con una de sus más valiosas mercancías. Porque sabe desde el principio que las cosas terminarían así, todo con tal de que Emma y sus hermanos se vayan. Ese se convierte en su perfecto final; él moriría siendo un humano egoísta y nada más.
No le importa.
(Se lo merece)
O eso es lo que cree, y es que Emma le abofetea gritándole la magnitud de su estupidez y de pronto ya está corriendo junto con todos, atónito (igual que Isabella) y casi confundido; llegando junto con el resto de sus hermanos; quienes se han vuelto tan capaces y no puede creer que hace nada estuvo dispuesto a dejarlos atrás.
Y luego está ella —con las trenzas cortas y su amabilidad permanente—, quien le sonríe a través de su disculpa y aun le recuerda a Susan.
—Perdón...por tu cabello—susurra.
(—Lo siento. Por todo.)
Entonces ya tiene doce años y todo es distinto. Pero Anna continúa siendo una luz inagotable que se cierne de inocencia y él es carbón quemado por el sol de su primer amanecer.
—Más importante, ¡Feliz cumpleaños Ray!—y ella no para de sonreírle, junto con todos, pese a saber la verdad y sus intenciones.
(—Gracias por no morir)
Y algo se logra instalar en su pecho por primera vez desde que Susan se va y promete que los protegerá desde ahora; a Emma, a todos ─y también a Anna, sobre todo a Anna─, e ignora por qué siente el corazón retumbarle en los oídos.
(Bumbumbumbum.)
Ray sabe que Anna no es Emma o Norman o Susan, también sabe que nunca han cruzado más de cinco palaras. Aun así, trata inútilmente de nombrar algo que no lo necesita.
2.
Ray se da cuenta que hay veces en las que Anna llora en silencio, cuando cree que nadie le escucha; lo hace cuando salen del orfanato; lo hace cuando casi mueren en el bosque; lo hace cuando Emma no despierta y también lo hace ahora que Yūgo y Lucas les han dejado todo en sus manos. La observa en su completa soledad, en medio de su agonía personal, porque no lo soporta y le duele no poder hacer nada por ellos, por todos.
Si se permitiera ser lo suficientemente honesto, Ray admitiría que es sentimentalmente un inepto ─eso no significa que es indiferente a sus compañeros (tampoco un desgraciado sin sentimientos) ─. Ray prefiere mantenerse al margen, evitar sus emociones y blablablá; el resto ya se lo sabe todo el mundo. Contrario a la creencia popular, Ray es bastante tímido; lo suficiente como para que su voz haga una graciosa imitación de un aspersor cuando las personas logran ver a través de sus quimeras.
Especialmente cuando las miradas encierran una bondad tan sincera.
Incluso así, Ray también es un gran actor y ha aprendido a enmascarar sus palabras lo mejor que puede. Pero con Anna es diferente, todo siempre es diferente; y es que Ray sabe que los ojos de ella son algo más que ternura o amabilidad, belleza o ingenuidad. Es como una luz describiendo el sendero de un camino perdido hacia el infinito; un cielo congelado de hace muchomuchomucho tiempo; finalmente derritiéndose y saliendo a la luz.
Un sol que le quema las retinas sin compasión y ahora se desvanece ante su frustración.
Logrando perturbarle, sin razón. O con demasiadas razones para hacerlo. Y no logra comprenderlo.
Es complicado.
Si, definitivamente es complicado. Porque a Ray no le gusta escucharle llorar. Le dan ganas de vomitar y sabe que no está enfermo porque se siente mejor que nunca. Todo a la vez. Como una mezcla rara de cosas aterradoras.
¿Era eso lo que significaba sentir algo por alguien?
De pronto se siente estúpido (sin razón).
Vale. Que ella —la niña que hace iluminar sus pesadillas— tiene ojos grandes ¿y eso es... lindo, no?, y cabellos de trigo y una sonrisa más brillante que un foco de mil wats. Pero y qué. La mayoría de las chicas de Grace Field son así.
Incluso Emma y Susan o Connie. Joder, que desde niño todas le parecen absolutamente iguales.
(Todas son tan fáciles de romper, y Ray siempre ha tenido la tendencia de ser brusco y quebrar todo lo que toca).
Por lo que no vale la pena. Es sencillo. Ni ella, ni las demás.
Pero entonces, Anna parece interesante y Mujika le enseña a sobrevivir, luego se suman los de Goldy Pond y pasan dos años. Y terminan en una extraña conversación. Y él no espera nada, de verdad. Es probable que nadie lo haga, que a pesar de ser linda, todos hayan asumido que siendo como es él jamás se fijara en ella de esa manera.
Pero ya no hay miedos, ni inseguridades, ni olor a sangre. Ya no hay soledad y ella se acerca y—
Ella no es lo que él asume. Lo que todos asumen. Ella no se rinde, ella no retrocede, ella no tiene miedo, ella corre y corre mientras trata de sacar a sus hermanos del refugio B06-32 y arriesga su vida con el propósito de salvar a Cris, ella pelea y pelea y pelea, demostrando ser lo suficientemente capaz.
Se seca las lágrimas y—
(Lo toma por sorpresa).
De pronto su corazón se acelera una vez más y Ray se encuentra sonriéndole con expectación y adrenalina y qué carajos es esto. Se siente casi como algo así a estar feliz. Por supuesto, no dura.
Y ella y Emma están a punto de morir, con Zazie saltando en el último segundo para salvarles. Y Ray las mira con miedo creciente en el pecho y no se suponía que terminase así.
Entonces Anna abraza a Emma entre lágrimas de alivio y alegría mezclados mientras él les observa con ternura, como si fuese lo único que necesitase en estos momentos.
—Emma, por favor, no lo vuelvas hacer—menciona entre hipidos y la pelirroja le peina los cabellos sin prometer nada, porque sabe que posiblemente le diga una mentira.
Y él No consigue sacarse a Anna de la mente a partir de ese día.
Estúpido.
De pronto sus miradas se cruzan mientras van andando por el largo camino que Jim y Hayato les muestran, y entonces el universo hace explosión una y otra vez, y empieza a sentir cosas inconexas.
Maldita sea.
3.
No va admitirlo, no quiere hacerlo, no cree merecerlo. Y siente la ira de su conciencia ante su —imaginario— dilema (¡Imbecil!). Porque es la enésima vez en el día que se queda maldiciendo a la nada, susurrándole al aire eternamente buscando una respuesta que no está en ninguna parte.
Y es que al final Anna sigue siendo muchísimo más de todo —y siente que nunca va alcanzar a tocarle—.Y su patética existencia solo se conforma con admirarle desde la distancia. Tal vez es mejor así o tal vez no. Tal vez es mejor olvidarse o tal vez lo sea arriesgarse.
O tal vez sólo deba dejar que las cosas sigan su rumbo.
Ray no tiene la respuesta. Tal vez nunca la tenga y por el momento está medianamente satisfecho con lo que tiene. Admite que es lo mejor y que quizá no es mucho, pero peor es nada.
(Porque aún tiene una misión que cumplir)
Y se conforma con imaginar un mundo escondido entre promesas y tomarle la mano en sueños y verla compartir su radiante felicidad con él, con todos. Tal vez sea suficiente guardar en su cabeza sus alegrías y tristezas, sus miedos y virtudes. Todotodotodo cuanto pueda mientras se prepara para partir hacia un lugar del cual no está muy seguro de poder regresar.
Y una vez más todo lo hace por Norman y Emma ─porque su hermano está vivo y Emma no va a permitir que se destruya a sí mismo (aunque crea estar en lo correcto) ─, va a jugar sus cartas una última vez, apostando todo a lo imposible, y está seguro de poder ganar.
Pero hay algo más.
Porque ahora sabe que Anna ya no es solo el epitome de la inocencia; no es como Susan o Norman o Emma. Es más que eso; es luz de sol congelada que se quema y quema alrededor de su existencia de carbón.
Y él quiere calcinarse entre sus brazos.
—
