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The tales of Kitain: beginning

Summary:

La mayoría de leyendas transmitidas por la tradición oral son difícilmente rescatables en la actualidad. Hace mucho existía una canción infantil muy popular en las tierras de Inazuma:

"Arataki de la puerta principal,
Iwakura, el Sucesor,
Takamine, Cortatinieblas
y Kitain, la Serpiente".

En ella se mencionaban guerreros distinguidos que una vez iluminaron la tierra como radiantes estrellas, y aunque en la lista aparecían muchos otros nombres, estos se perdieron con el pasar de las épocas.

Esta es la historia que jamás se contó, a cerca del largo viaje que emprendió el último sobreviviente de aquellos responsables de proteger al pueblo de Inazuma de las temibles maldiciones del dios caído; una familia experta en exterminar Tatarigami, quienes se hacían llamar: "el Clan Kitain"

Después de todo, siempre resulta difícil evitar mancharse de sangre contaminada cuando se es cazador de demonios por tanto tiempo.

Chapter 1: Prólogo

Notes:

AAAA Buenas akjhs, esto es algo en lo que he estado trabajando en mi cabeza por mucho tiempo, en realidad no se escribir novelas/fanfics con el formato correcto, por ende esta es una especie de colaboración con my dear Noir quien ha revisado/editado este trabajo y añadido también algunas cositas<3

Por favor, ve a su twitter para leer la increíble teoría de "The last of the Kitain " que esta anclada en su perfil. (Por que en eso está inspirado este delirio así que para más contexto te la recomiendo wuu)

Sin más que decir, solo agarra tus snacks y siéntate cómodamente para disfrutar esta película.
Espero que sea de tu agrado c:

Chapter Text

 

La tenue luz de la luna rodea la finca Kamisato; hay guardias del shogunato en la entrada de la Comisión donde se está llevando a cabo una importante reunión. En su interior, lámparas de papel adornan la mesa larga rectangular, a un lado los líderes de las dos comisiones –Tenryo y Kanjou–, se posicionan erguidos en sus silla mostrando toda la compostura que como gente importante deben poseer; a sus lados llevan a sus escoltas, sus manos derechas. Kujou Sara acompañando a Kujou Takayuki, y Hiigari Shinsuke acompañando a su hija Hiigari Chisato.

—Y entonces, ¿a qué se debe esta repentina convocatoria? —cuestiona Takayuki—. Debo recordarles que mantener el orden en Inazuma no deja mucho tiempo que pueda desperdiciar en cosas improductivas.

Del otro lado de la mesa se encuentra la cabeza del clan Kamisato, representante de la Comisión Yashiro, Kamisato Ayato junto con un sirviente armado –miembro de los shuumatsuban–, el puesto vacío a su lado derecho debería ser ocupado por un representante del Gran Santuario Narukami, sin embargo no se ve a nadie en su lugar. El puesto principal reservado para ser ocupado por la Todopoderosa de Narukami, la Shogun, también yace vacío.

Takayuki, el más osado de la reunión mira sin reparo a los puestos vacíos con una mirada crítica, para luego usar un tono burlón en sus siguientes palabras:

—Parece que nuestra Todopoderosa Shogun y el Santuario están de acuerdo con mis palabras, ja.

— Tal vez podamos esperar un poco hasta que todos los invitados hayan llegado —aconseja Ayato—, no hará daño a nadie un par de minutos más, ¿no cree, señor Kujou?

Takayuki parece molesto ante las palabras del comisionado Kamisato, y le dedica una mirada de odio disimulado frunciendo sus cejas y actuando de forma engreída.

—Alguien tan joven y desocupado como usted quizá no sea capaz de comprender el valor del tiempo para nosotros...las comisiones más importantes. —responde el comisionado Tenryou con soberbia.

—Oh, vamos, viejo Kujou —Interviene el acompañante de la cabeza del clan Hiiragi, el parece incluso más relajado que el comisionado Kamisato—, no te compliques por una mera formalidad, ¿estamos muy ancianos para eso no lo crees? Sería mejor si esperamos un poco más.

—Veo que el Clan Hiiragi tiene un gran pensador, pero me pregunto por qué usted, señor Kujou, está tan apresurado con asuntos oficiales que atender a estas horas de la noche...

—Tsk, maldito mocoso. —resopla por lo bajo, para que apenas sea audible.

Kujou Sara, la acompañante de Takayuki hace una mera seña para agarrar el arma en su cintura, una katana afilada. El acompañante de Ayato también se pone en modo defensivo.

—Bueno, bueno, creo que ha sido suficiente teatro por esta noche, señores.

Todos voltean a ver a la puerta donde se encuentra la Suma Sacerdotisa Divina del Santuario Narukami, Yae Miko. Tan radiante como siempre, se encuentra acompañada por tres miembros del clero; un onmyouji bastante mayor vestido con un traje ceremonial blanco, beiges y velo, un buen conjunto de ropa tradicional; una miko con su tradicional vestimenta blanca roja, colores del santuario; y un casi imperceptible joven con un kimono blanco del cual se puede ver como sobresalen en la parte de los cortes, una sutil tela de color rojo intenso, éste lleva una máscara kitsune junto a un velo de color blanco que tapa la parte superior de su cabeza al igual que el otro clerigo. Al parecer, escolta al resto de "invitados", y se queda atrás cuando Yae comienza a avanzar.

Los comisionados se ponen de pie y hacen una solemne reverencia a lady Yae.

—Estuvimos esperando su llegada, Lady Guuiji —la joven Chisato es la primera en darle la bienvenida—, pero puedo tomarme el atrevimiento de preguntar, ¿su excelencia vendrá un poco más tarde?

—Su excelencia no vendrá esta noche. —anuncia ella. 

Yae Miko avanza hasta el asiento principal pasando por donde se supone que debería tomar asiento, a lado de la Comisión Yashiro.

—Después de todo —dice la astuta kitsune con ojos desafiantes mientras se sienta en la silla principal de la mesa, como si de un trono se tratara—, fui yo quien los convocó a esta reunión.

La miko y uno de los onmyoujis se posicionan a su lado izquierdo, con sus cabezas agachadas.

Takayuki hecha una mirada inconforme mientras, Ayato sólo esboza una sonrisa con sus ojos cerrados.

—Sin embargo, no quiero que esto se alargue más de lo requerido —admite Yae—, entre más rápido despachemos a nuestras visitas, más rápido podremos volver a nuestros asuntos privados. Hazlos pasar, chico.

El muchacho enmascarado hace una reverencia ante la petición de la Suma Sacerdotisa, sin responder verbalmente. Se desliza hacia un lado para mostrar el camino a dos individuos ambos uniformados, para ser específicos, dos fatuis, un diplomático y otro con atuendo de vanguardia Anemo, tamaño colosal.

« Gracias a la Tsaritsa, creí que esto tomaría más tiempo.» pensó el fatui diplomático.

—Es un honor estar en presencia de las comisiones de la inmutable...Inazuma —habla el diplomático—. Mi nombre es Alek y este es mi acompañante Nicolai, estamos aquí para discutir algo que creo que será conveniente para todos nosotros.

El hombre de la nación del hielo luce bastante confiado y arrogante, a diferencia de su compañero que parece algo extraño... como si estuviera sin energías, totalmente sombrío.

—De acuerdo, creo que no hace falta introducciones por nuestra parte así que, estamos dispuestos a escuchar lo que tenga que decir señor, Alek.

Ayato le da una mirada cuidadosa a ambos hombres mientras habla, es normal sospechar de los Fatui.

—Señor Kamisato, siempre al grano, ¿no es así? —suelta una carcajada antes de continuar—. Bueno, no iré con rodeos, uno de los Once Heraldos nos ha enviado hasta aquí para que le ofrezcamos al gobierno de Inazuma una ayuda con el tema de la minería de la médula cristalizada…

Takayuki se muestra curioso ante la temática mientras que Yae Miko y Ayato no apartan sus ojos afilados del fatui.

—Mi acompañante y yo hemos pasado ya un tiempo estudiando la situación del lugar de donde proviene este mineral, la isla Yashiori, ¿verdad? Sus pobres hombres son achacados por varios tipos de enfermedades debido a la exposición a los restos de aquel dios muerto, pero sería una lástima que la producción de armamento en la fragua de Tatarasuna se detenga debido al paro de la minería, ¿no es así, señor Kujou?

Takayuki está mucho más interesado en las palabras del fatui, ahora hasta parece de mejor humor.

—Es por esa razón, que nuestra benevolente Taritza, ha autorizado el movimiento de tropas para ayudar a incrementar la extracción de este rico mineral, por supuesto, a cambio de que nosotros podamos guardarnos un pequeño porcentaje del material, para fines investigativos. Así que deseamos poder contactar con quien está a cargo de esa isla, para poder hablar de negocios…

El fatui luce totalmente elocuente con su discurso, nadie parece tener ninguna duda en lo que está diciendo. El joven enmascarado que ahora está a la derecha de Yae se inclina un poco hacia ella para susurrarle algo que nadie más en la mesa puede escuchar, las largas mangas del kimono ceremonial hacen un tipo de cortina entre su boca y la oreja de la Suma Sacerdotisa, quien se inclina un poco hacia su lado derecho para poder escuchar lo que el chico tiene que decirle en discreción. Después de ese pequeño intercambio, Yae se cubre la boca delicadamente con su mano derecha para tapar un poco una sonrisa que se le escapa de los labios. Alek luce un poco confundido ante esta reacción. Yae Miko recupera la compostura rápidamente y añade:

—Debo admitir que este trato suena muy conveniente pero me pregunto—y dirige sus ojos pícaros al fatui—, ¿cómo está tan seguro de poder llevar a cabo esta operación sin tener bajas? ¿Conoce plenamente la situación en la isla?

—Sobre eso, tengo pruebas. Mi compañero quien esta a mi lado justo en este momento, ha dirigido personalmente nuestra brigada de investigadores por esa isla, y como puede ver aún sigue en pie. Le aseguramos, Suma Sacerdotisa que no tiene por qué preocuparse por nosotros, estas maldiciones del tatarigami no son nada problemáticas. No somos tan débiles como esa...gente que habita aquel lugar. Creo que hasta yo podría encontrar la manera de erradicarlo si pudiera tener algunas muestras de ese poder maligno...

El fatui esboza una sonrisa casi de burla.

—El tatarigami no es algo con lo que puedan jugar, es un problema real, no un espectáculo de circo. —El chico de la máscara kitsune interrumpe la reunión abruptamente. Aunque sus ojos no están a la vista, su voz suena severa.

Takayuki y el padre de Chisato lo miran con desdén mientras el resto permanecen neutrales. El fatui deja su cara burlona y cambia a una expresión más sería

—Bien, tal vez admito que fui bastante osado al decir eso...¡Pero aún así! Les prometo traer resultados favorables para todos. Vamos, tú también di algunas palabras —el diplomático mira a su compañero—, eres el capitán del escuadrón de investigación, ¿no? Vamos...

El plenipotenciario toca a su compañero para que reaccione pero este permanece inmóvil con la cara totalmente escéptica. Una aura negra comienza a emanar tenuemente de su cuerpo. Los demás sólo miran un poco extrañados.

—Oh, mi querido invitado —suspira Yae Miko con nula sorpresa—,  creo que su compañero no va a reaccionar...

—¿Qué quiere decir con eso, Suma Sacerdotisa? —pregunta el padre de Chisato con un rostro lleno de preocupación.

—Bueno, ese hombre ya está totalmente perdido.

Después de esa frase, Nikolay cae al suelo de rodillas, el aura oscura comienza a rodear más su cuerpo y se agarra la cabeza mientras grita desgarradoramente.

—¡Oye! ¿¡QUÉ ES LO QUE TE SUCEDE!? —Enuncia exasperado, queriendo ayudarlo a levantarse.

En eso aparecen agentes fatui del elemento Geo por detrás del comisionado Kamisato y de la joven Chisato. Todos con los mismos síntomas que Nikolay pero estos armados y dispuestos a atacar

—¡TONTOS! ¿QUÉ CREEN QUE HACEN?

—¡Mis señores! —exclama Sara.

— ¡Mi señor! —el samurai acompañante de Ayato la imita. 

Ambos soldados fatui se disponen a atacar a los comisionados pero Sara y el escolta de Ayato logran reaccionar a tiempo, gritando al unísono y bloqueando los ataques de los fatuis para que no les ocasionen daño.

—¡¿U-UNA EMBOSCADA?! —pregunta el comisionado de Kujou de manera alterada y preocupada, levantándose de su silla apresuradamente.

Todos los comisionados empiezan a retroceder hacia la puerta poniéndose a salvo mientras que Sara y el Shuumatsuban contienen los ataques de los fatuis, la joven sacerdotisa se acerca a la puerta sólo para darse cuenta estaba cerrada y no se abría por más que lo intentase. 

—Por Narukami, ¡abre paso!

El onmyouji que acompañaba a Yae ya no está a su lado, intenta escabullirse de la conmoción y empuja a su compañera sacerdotisa, la miko quien está aterrada y choca contra la pared, sin poder escapar. 

Un recaudador fatui aparece de la nada detrás de la silla donde está Yae Miko sentada en calma, con los ojos cerrados. Su codo yacía sobre la mesa y un lateral de su fino rostro reposaba sobre la palma de su mano, manteniendo una postura elegante incluso en la alterada situación. Igual que los otros soldados, a éste también lo rodea una aura negra sospechosa.

—¡Lady Guuiji! —Grita aterrada la miko.

Yae no se inmuta ante la advertencia mientras que el recaudador se abalanza hacia ella por la espalda para atacar con una daga

Kujuo Sara y el shuumatsuban de Ayato miran hacia su dirección, sin poder acercarse más rápidamente.

—¡Maldita sea!

En ese momento, cuando el filo del arma enemiga está casi tocando a la Suma Sacerdotisa, el joven de máscara kitsune se interpone entre el ataque desenfundando una katana de empuñadura blanca que choca con la hoja limpia de la daga. El velo que cubre su cabeza, cae por el movimiento, revelando un hermoso cabello rubio cenizo suelto. Yae Miko, ahora, esboza una pequeña sonrisa

El recaudador fatui se desestabiliza y con un movimiento rápido el chico imbuye su arma con energia electro y corta el pecho del hombre con su afilada katana, haciendo que este se desvanezca con un grito de dolor.

—¡¿PERO QUÉ DIABLOS ESTÁ SUCEDIENDO QUE LE HA HECHO A MIS SOLDADOS?!

—Lamento informarle que sus hombres han sido totalmente contaminados por la alta exposición al tatarigami, han pasado de ser humanos a sólo ser vestigios del rencor de los dioses caídos —Miko réplica con mirada severa y da un ligero movimiento de cabeza expresando negatividad—. Nunca debieron tomar un poder que no podrían manejar.

Mientras tanto Kujou Sara blande su katana contra los fatuis geo pero nada da resultado, por más cortes que les haga estos no se detienen y parecen recuperarse rápidamente.

— Sara, deja de jugar con esos desgraciados —ordena Takayuki con exasperación—, ¡elimínalos de una vez!

—¡Estoy haciendo lo mejor que puedo, señor!

Antes de que los fatuis puedan seguir atacandolos, el chico con máscara lanza una habilidad que atrapa a los enemigos en una especie de círculo ceremonial, inmovilizándolos, para luego acercarse a ellos a la velocidad del relámpago y cortarlos todos con un trueno calcinador, los enemigos terminan desvaneciéndose al igual que el recaudador. Un poco de la aura oscura que rodeaba sus cuerpos aún queda impregnada en el ambiente.

—E-Esto no puede estar sucediendo, estaban completamente bien cuando nos encontramos...

El Fatui diplomático cae sobre sus rodillas mientras pone una expresión de lamento.

Levantándose de su asiento, la Suma Sacerdotisa se acerca hacia él.

—La corrupción del tatarigami puede funcionar de manera lenta y cuando menos lo esperas, consumen tu alma y tus obsesiones...Sin embargo, veo que tenías muchos hombres esperando para cortarnos las gargantas, ¿no es así?

El fatui pone una expresión aterrada con los ojos bien abiertos.

—¡NO! ¡NO ES ASI, LO JURO! ELLOS… ELLOS NO ESTABAN BAJO MIS ÓRDENES...p-por favor… ¡PERDÓNEME!

—¿Cómo podríamos si quiera creerte después de todo esto? —le recrimina el padre de la joven Chisato mientras abraza a su hija quien había perdido los nervios— ¡Es simplemente inconcebible!

—POR FAVOR, SE LOS SUPLICO, ¡PERDONENME LA VIDA!

—Esto podría considerarse como un acto de suma traición —interviene Ayato—, si el shogun hubiera estado aquí y hubiera sufrido algún daño, las relaciones de Inazuma con Snezhnaya serían destruidas...

—¡LA ZARITSA NO TIENE QUE VER EN ESTO! —grita desesperado el diplomático—. Por favor… No pueden martarme, ¡E-ESO SÍ PODRÍA DESTRUIR SUS RELACIONES CON SNEZHNAYA!

El fatui comienza a volverse desesperado en el suelo, sus ojos salen de órbita y está hiperventilando. 

—¡CLARO, ESO ES! —exclama al tener una idea en mente—. ¿QUÉ HAY DE LOS ENCARGADOS DE ESA ISLA? Pensé que podría hablar con el prefecto de Yashiori, ¡EXIJO UNA AUDIENCIA CON ÉL!

El chico de la máscara kitsune avanza de manera lenta hasta el fatui con su katana en mano, su expresión es neutral, mayormente tapada por la media máscara.

—H-Hey, tú…¡¿Qué crees que haces?! ¿ACASO NO ME OYERON? QUIERO UNA AUDIENCIA CON EL PREFECTO.

—Oh, mis disculpas, supongo que ha sido un error mío por no haberlos introducido antes… —habla Ayato con su habitual toque elegante, pero una pizca de burla dedicada al fatui es notable—. Por favor, permítame presentarle…

El chico por fin está frente al fatui quien está retrocediendo como un insecto en el suelo, totalmente asustado y sollozando.

—…al Prefecto de Yashiori. —finaliza con plena tranquilidad el comisionado, ante los ojos expandidos en asombro del diplomático. 

El muchacho enmascarado, empuña su katana de manera diestra, atrayéndola por encima de su pecho para luego hacer un veloz corte hacia adelante, lo último que se escucha del fatui es un grito desesperado.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹────── 

 

 

Las flores de sakura resplandecen con el tenue sol del amanecer, aún queda un poco de neblina por despejarse alrededor del monte Yougou, campanas tintineantes se mueven al ritmo del viento, mientras que el rocío permanece en la hojas de los árboles.

La Suma Sacerdotisa yace tranquila sentada en la parte interna del santuario, con vista al Cerezo Sagrado, ella sostiene una taza de té humeante con ambas manos mientras le da pequeños sorbos; sus cabellos revolotean pacíficamente por el viento helado de la mañana, y en su regazo descansan una novela ligera y una bufanda color violeta azulado con un bonito patrón de rayas blancas.

El tintineo de las campanillas se intensifica por un momento, Yae le da otro profundo sorbo a su té humeante antes de abrir sus ojos y hablar suavemente con una sonrisa en sus labios.

— Vaya qué tardaste bastante, parece que aún te falta refinar tu puntualidad.

Yae Miko deja el té a un lado y agarra la bufanda con su mano izquierda, con mucho cuidado, la extiende hacia arriba, mientras sigue hablando con tono burlón.

—Pero debo decir que tu actuación de anoche fue impecable, aunque ese atuendo no te lucía en lo absoluto, mi joven Prefecto.

—Tan cruel como siempre, maestra...

Miko entrega la bufanda a unas manos quien la recibe y la intercambia por un kimono ceremonial blanco perfectamente doblado.

Sin mostrar aún su rostro el joven con el que Yae habla, desdobla la bufanda y se la coloca alrededor de su cuello.

—Sin embargo debo recordarle que fue idea suya hacerme usar esa ropa tan anticuada.

Es ahí cuando por fin se ve el rostro del chico sin la máscara, rasgos suaves, piel blanca y una sonrisa divertida tirando de las comisuras de su boca. El mismo cabello rubio cenizo rebelde de la noche anterior ahora está atado en una cola de caballo, con unos cuantos mechones largos sueltos de frente que enmarcan más su rostro. Viste ahora un montsuki negro con un largo haori rojo. Sus manos siguen arreglando la bufanda en su cuello.

Miko suelta una risa sutil, cerrando la novela que estaba leyendo.

—Pensé que te quedaría bien un cambio de imagen, pero definitivamente, el rojo es tu color. Ahora, ¿hubo algún problema con nuestro desafortunado invitado de anoche, mi querido Tomo? —pregunta de forma burlona. —No es propio de ti demorar tanto con la comisión Tenryo, sé que no te agradan en lo absoluto, ni tú les agradas a ellos.

El joven suspira mientras intenta sentarse a lado de su maestra, la Suma Sacerdotisa, el sol ya está volviéndose un poco más intenso.

—Bueno, para resumir las cosas, alguien pagó por la liberación de ese sujeto. No sé si fueron los mismos fatuis o la propia comisión. Aunque Kujou Sara estaba hecha una furia con la decisión de sus superiores. —el rubio suelta una risa ante el recuerdo del rostro malhumorado de la Tengu. 

Tomo ladea su cabeza para ver a Yae, mientras le cuenta alegremente la anécdota.

—Lo único rescatable de todo esto es que a pesar de que ese diplomático fatui no se pueda pudrir en prisión... si lo llevan devuelta a su nación a que se le congele el trasero… Pues tampoco podrá compartir nada de sus pequeñas aventuras en nuestra querida Inazuma...

Yae hace lo mismo, para mirarlo a los ojos intentando hacer una expresión sorprendida.

—Por todos los siete...No puedo creer que hayas utilizado un hechizo psíquico en nuestro pobre diplomático, hubiera sido más placentero para él que lo cortaras en dos.

Ahora ambos se echan a reír. Se comienzan a escuchar pasos y susurros en el interior del santuario que detienen la diversión de Tomo.

—Bueno, creo que ya va siendo hora de que me vaya. —Dice mientras se levanta.

—¿Tan pronto? —Miko se queja, pero lo que realmente expresa su mirada es preocupación—. Apenas acabas de pisar el Santuario...

—Lo sé, lo sé, pero debo regresar a Yashiori. He estado mucho tiempo en Narukami tomando trabajos, no me había dado cuenta de cuándo fue la última vez que fuí a hacerme cargo de las cosas por allá...

Tomo se levanta por completo mientras se estira y bosteza.

—...Así que, debo comenzar a moverme.

—Apostaría a que ni siquiera has descansado adecuadamente estos últimos días...Sabes bien que puedes decirme si necesitas ayuda con la situación de la isla, puede que sean hostiles, pero esos viejos onmyoujis siguen estando a mi disposición para cualquier asunto que el santuario requiera.

Miko lo mira aún en su posición sentada, su ojos no dejan la preocupación pero su tono no es reprensivo.

—No tiene por qué molestarse con esas cosas, maestra. Tengo todo bajo control por ahora, es mi deber después de todo.

Tomo le dedica una sonrisa cálida que acaba convenciendo a Yae, aunque de todas formas suspira en modo de derrota.

—Aaah, supongo que esto es lo que gano por tomar la decisión de oficializarte como el prefecto de ese lugar, está bien. Te daré el beneficio de la duda. Pero no iré a recoger tus restos si caes exhausto por algún lugar.

Miko ahora si reprende a Tomo, quien recibe sus palabras como una bofetada verbal, como si se tratara de un niño escuchando un sermón pone una cara cansada.

—Sí, sí, tiene mi palabra Suma Sacerdotisa. No encontrará ninguno de mis restos por ningún lugar, lo juro.

Ambos se sonríen hasta que Yae levanta un poco sus orejas de zorro y abre sus ojos de golpe

—¡Oh, es verdad! Tengo unas cosas para darte.

Yae se levanta hasta quedar frente a Tomo, luego le apunta el pecho con el dedo índice.

—Ni se te ocurra moverte de aquí o la próxima vez que te vea voy a darte un sermón peor que el que dan los viejos onmyoujis en los festivales culturales.

Tomo levanta las manos en modo de rendición y sin decir una palabra más Yae desaparece en el interior del santuario. El chico suspira, mientras se recuesta contra las paredes internas del pasillo.

—La maestra Yae siempre pasa preocupándose innecesariamente por mí, por favor, ya no tengo nueve años...

A pesar de sonar un poco fastidiado, la sonrisa que lo caracteriza no abandona sus gestos. Alza un poco la cabeza y se concentra en una pequeña ave que está posada en una rama de cerezo, el ave hace un trino pequeño, se oye triste pero no tiene intenciones de volar, Tomo concentra aún más su mirada en el animal. Segundos después, otro pequeño pájaro se posa casi a lado del primero y tras intercambiar unos trinos ambos levantan el vuelo, y se van felices en compañía. Tomo los sigue con la mirada hasta que los pierde de vista, solo escuchando la melodía que dejan atrás.

—Vaya, miren quien está holgazaneando a tan tempranas horas de la mañana.

Tomo voltea la mirada a la dirección de la voz, encontrándose con un grupo de onmyoujis, un total de seis aprendices todos vestidos con ropas blancas plucras y tres mayores, uno de ellos encabeza el grupo. Luce más anciano que los demás y lleva un eboshi grande sobre su cabeza, su hakama es de color morado mientras que su pieza ceremonial superior es de un blanco puro.

—Apareces tranquilamente aquí a pesar de ganarte un título tan importante —comenta con clara desaprobación el hombre de avanzada edad—, sigues siendo un pobre practicante sin fé.

El anciano no repara en esconder su repulsión hacia Tomo, lo mira de manera crítica con el ceño fruncido resaltando más sus arrugas. Pero Tomo no presta atención a su actitud y responde con toda cordialidad, irguiéndose hacia el frente.

—Un placer verlo de nuevo, señor. De hecho no tiene que preocuparse por mí, estaba apunto de irme.

—Ja, esa es una buena noticia.

El anciano avanza y el resto del grupo lo sigue en fila, todos tienen la cabeza agachada, apenas se distinguen sus expresiones serias. Cruzan por el costado de Tomo sin siquiera voltearlo a ver

—Sólo existe un sitio para la impureza, y está lejos de este lugar sagrado. —se despide con esas palabras.

El grupo de clérigos sigue su camino mientras Tomo se queda estático en su lugar, cuando los onmyoujis desaparecen del perímetro, lanza un amargo suspiro llevándose mano a la cabeza masajeándose las sienes con los dedos

« Relájate — piensa Tomo —, no puedes causar problemas en el Santuario de lady Yae, no dejes que toquen tus nervios.»

Vuelve a recargarse contra la pared, exhalando nuevamente, su expresión cansada comienza a notarse más. Al alzar la mirada hacia el cielo nota que el sol ya está resplandeciente y el resto de neblina casi se ha esfumado por completo.

—Creo que si voy a necesitar descansar un poco en el barco, sólo espero que el tío Onitaka me cubra la espalda para que los muchachos no me lancen al mar mientras duermo.

Comienzan a llegar más clérigos por las escaleras principales del santuario, junto con las miko que ya están empezando sus labores. Empiezan a murmurar en algo que se convierte en un zumbido insoportable para Tomo. Las bocas de los que hablan se mueven sin cesar, otros las cubren para cuchichear en secreto.

—¿Ese no es el alumno de la Suma Sacerdotisa? —cuestiona una doncella del Santuario. 

—Pensé que ya había desertado del santuario. —agrega un aprendiz de onmyouji 

—Huyó apenas terminó su formación, un total desagradecido. —explica un onmyouji adulto.

—Me temo que ni la Todapoderosa Shogun podría perdonarle su osadía. —considera un onmyouji anciano.

Tomo los escucha a cada uno ahora con la cabeza abajo, los mechones de su cabellos cubren sus ojos, solo se limita a oír los susurros mientras la atmósfera se vuelve más enfermiza

—Escuche que es un bastardo de un clan en ruinas…—dice una compañera de la doncella anterior. 

—Nunca atiende los deberes del santuario y aún así se digna en aparecer por aquí. —se queja el aprendiz a Onmyouji. 

—Un total desperdicio, ¿en qué estaría pensando lady Guuji cuando lo acogió?

—Qué blasfemia…—musita una de las doncellas del santuario. 

Tomo ahora se siente en una especie de habitación encerrada con ojos espectadores juzgándolo y acusándolo. Las voces terminan en un solo mensaje en unísono:

—Debería desaparecer de una vez.

¡Ahem!

Yae aparece por uno de los costados aclarando su garganta con una mirada molesta y todos los que estaban reunidos cerca de ese lugar del santuario vuelven a sus labores como si nada hubiera pasado. Tomo logra salir de sus pensamientos aún un poco aturdido

—¿Te sientes bien, chico?

Tomo se voltea a ver a su maestra recuperándose de su trance rápidamente. Le ofrece otra de sus sonrisas.

—Sí, todo está bien, no se preocupe Suma Sacerdotisa.

Yae lo observa desconfiada, pero lo deja pasar.

—Bueno, da igual, toma esto de aquí.

La Sacerdotisa le lanza una bolsa pesada de repente y Tomo la atrapa con dificultad, el chico pone cara de confusión

—Son algunos recursos y medicinas para la aldea. No te preocupes por el pago, esto será descontado de tu próximo mes de trabajo.

Tomo la mira asombrado y luego sólo sonríe de lado amablemente.

—Gracias, maestra.

—Ni lo menciones, ahora vete rápido antes de que se me ocurra regañarte por otra cosa más...

Yae se aleja un poco volteándose, Tomo esta apunto de hacer lo mismo para irse pero ella lo detiene.

—Espera un momento.

Tomo gira su cabeza a la dirección de Yae y esta le golpea la cabeza con su palo gohei ceremonial, Tomo cierra los ojos en reflejo por el golpe repentino y con una expresión de duda vuelve a abrir los ojos. Yae le dedica una mirada preocupada, pero afectuosa.

—Por favor, cuídate en tu viaje, Tomo.

Tomo sonríe ampliamente por el gesto y hace una pequeña reverencia con la cabeza.

—Así lo haré, lady Yae.

Yae observa cómo Tomo desaparece en las escaleras del santuario que guían hacia la bajada del monte Yougou. Suspira profundamente para luego posar su vista en las flores de cerezo.

—Realmente no hay remedio con ese niño, ahhh~ pero no es de extrañar de alguien que lleva tu sangre por las venas...Lord Kitain.

Algunos pétalos de cerezo son llevados por el viento, guiados hacia el radiante sol.



Chapter 2: Recuerdos

Summary:

El camino hacia su lugar de destino es largo. Quizá, Tomo tenga que hacer unas cuantas visitas antes de partir.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tomo desciende tranquilamente por las extensas escaleras del Gran Santuario Narukami, con nada en particular en su mente. El sol irradia con bastante intensidad y los cerezos que adornan los alrededores del santuario desprenden su dulce aroma característico, indicando que Inazuma se encuentra en su tiempo primaveral.

—Bueno… —comienza a reflexionar—, tal vez deba pasar un rato por la ciudad para despedirme de Ayaka y Thoma. O de lo contrario ese hombre va a matarme...

—¡SEÑOR SACERDOTE! —grita una voz infantil con fuerza para poder ser oído a la distancia—. ¡POR FIN HA REGRESADO AQUÍ!

Un pequeño niño se acerca precipitadamente hacia Tomo, quien se sorprende un poco de ser recibido con tanta euforia.

—¡Ohhh, Riku! Estás más grande desde la última vez que nos vimos, ¿no es así?

Tomo levanta al niño quien se lanza a sus brazos, luego lo carga contra su pecho para que esté de su tamaño. 

—He estado comiendo adecuadamente estos últimos meses, ¡mamá se ha recuperado por completo! —anuncia con felicidad—. Todo gracias a la ayuda que nos dio la última vez. Mi hermana mayor y yo le estamos agradecidos, señor sacerdote.

Tomo le sonríe un poco mientras lo pone de nuevo en el suelo y le acaricia la cabeza, el chico solo cierra los ojos al tacto con una sonrisa genuina también reflejada en su rostro.

—Me alegro que sea así, no tienes por qué agradecerme, sólo quise ayudar. Pero...debo recordarte otra vez que no soy un sacerdote —admite y su voz es sólo un poco menos contenta—, yo...no pertenezco a este santuario...

Tomo parece decaído al pronunciar la última frase. El niño, confundido, parpadea pero procede a seguir irradiando una enorme sonrisa hacia él.

—Pero usted tiene uno de esos haoris muuuuy laaaargos, ¡y es super increíble! —estira los brazos en dirección al cielo—. Para mí, usted siempre será el mejor sacerdote que haya existido en este lugar.

Tomo luce desconcertado por un momento debido a las palabras alentadoras del niño, luego de eso sonríe abiertamente y con ambas manos comienza a revolver todo el cabello del pequeño niño mientras se ríe.

Realmente has aprendido a decir cosas interesantes, ¿no?

El niño se queja un poco entre risas y luego Tomo se detiene.

—Muchas gracias por eso… Oh, por cierto, lamento decirte que volveré a estar ausente por aquí así que...

—No se preocupe por nada, señor sacerdote. ¡Vaya a pelear con esos youkais malvados que atacan las aldeas para robar las calavandas! ¡Cuidaré a mi hermana y a mi madre!

Se vuelven a reír ambos y Tomo saca una pequeña bolsa con moras.

—Ten, esto te servirá para que no pases hambre por un buen tiempo, úsalo con cuidado, ¿si?

El pequeño mira asombrado la cantidad de moras en la bolsa con los ojos bien abiertos y brillantes en la boca en forma de la letra O. 

—¡Estas son demasiadas moras! ¡Podríamos comer rollitos de huevo durante años con esto! ¡Muchas gracias, en serio! 

Tomo le da una última palmada en la cabeza al niño antes de continuar con su camino

—No es nada, cuídate mucho, a ti y tu familia.

—¡Sí! —asiente de manera entusiasmada el pequeño—. ¡USTED TAMBIÉN SEÑOR SACERDOTE, TENGA BUEN VIAJE! 

El niño se despide de Tomo agitando la mano frenéticamente en el aire. Tomo ya está lo suficiente lejos como para solo sonreír y sin voltear, levanta la mano derecha también en modo de despedida.

Tomo mira hacia el cielo con los ojos entrecerrados por el sol.

—Espero que al menos a la Shogun no se le ocurra comenzar una tormenta repentina o no podré salir de esta isla esta tarde...

La vista se enfoca hacia el cielo despejado donde a los lejos se observa también el mar y la inmensa ciudad de Inazuma, con el Tenshukaku, palacio del Shogun, elevándose por encima de todas las casas.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

El interior de la casa de té luce acogedor y pulcro como de costumbre, Kamisato Ayaka está sentada en una de las sillas del mostrador, leyendo unos cuantos papeles con mucho detenimiento. A su lado en encima del mostrador está Taroumaru recostado plácidamente, de un momento a otro sus orejas se levantan curiosas y despertándose por completo yergue su cabeza hacia la puerta dando un pequeño ladrido entusiasta, la puerta se abre pocos segundos después.

Tomo entra por la puerta principal del establecimiento y Taroumaru ya está en posición sentada para recibirlo con unos ladrillos alegres. Esto también llama la atención de Ayaka, quien se gira en dirección a la puerta para luego poner una cara de felicidad genuina al ver a la persona que estaba recibiendo el dueño de la casa de té.

— ¡Tomo! —exclama Ayaka con una alegría lejana a la formalidad—, pensé que no podría verte antes de que partieras de nuevo.

Ayaka baja de su silla para poder dirigirse hacia Tomo, ambos se encuentran en medio camino con un fuerte abrazo. Los brazos de Ayaka apenas cubren el torso del chico más grande y Tomo por su parte sólo la rodea por encima de sus hombros pegándola contra su pecho.

—También es bueno haberte encontrado, pequeña Ayaka —suelta una pequeña risa —. Lo mismo para ti, Taroumaru.

—¡Woff, woff!

El animal sólo saca la lengua alegremente mientras que Tomo le da unas palmaditas en su cabeza.

—Oh, vamos… —la princesa Garza frunce el entrecejo al mismo tiempo que sus mejillas se inflan—. ¿Algún día olvidarás ese apodo? No tengo la culpa de que todos ustedes hayan crecido como árboles de cerezo.

Ayaka suelta a Tomo y cruza los brazos, manteniendo la misma mueca; pero no está enojada en lo absoluto, sus facciones expresan ternura y una vergüenza infantil. Tomo procede revolverle un poco el cabello con su mano libre.

—Nunca —responde Tomo y eso genera que el entrecejo fruncido de la joven de visión cryo incrementara—. No importa si logras superarme en altura algún día, aquí siempre serás nuestra pequeña hermana menor.

Ayaka se ríe mientras intenta escapar de su toque.

—Detente, Tomo. Tengo una reunión que atender en unos momentos.

Tomo la deja en paz poniendo una sonrisa comprensiva

—Por cierto, ¿Thoma tuvo que salir por algún trabajo? Si no me despido de él me matará.

—Thoma está recibiendo a mis invitados con té y algunas golosinas, debe salir en breve, no te preocupes.

—Oh, nuestro muchacho, siempre tan diligente.

Ayaka pone una sonrisa y asiente intentando arreglar un poco el cabello que Tomo le despeinó, su mirada es pacífica, muy propia de la Princesa Garza. Da un último vistazo a los papeles antes de alzar la mirada hacia su amigo.

—¡Es verdad! Mi hermano también está aquí en una de las habitaciones del fondo, solo por si te querías despedir también a él.

Tomo echa un vistazo hacia el pasillo buscando la habitación en la que podría estar Ayato como si pudiera adivinar cuál es.

—Oh, eso es raro. ¿El comisionado ocupado, tomando un día libre?

Ayaka vuelve a reír con su comentario, cubre su boca con su mano en lugar de su abanico para contenerse de soltar una carcajada, incluso cuando ella lo tiene, no lo usa. No hay necesidad de formalidades con el chico que está a su lado. 

—Ojalá así fuera, sólo está aquí porque también va a reunirse con alguien en breve.

—Eeehh. —Suspira el chico con decepción.

Antes de que puedan continuar con su charla una de las puertas de las habitaciones se abre

—Mi lady, los invitados están esperan…

Thoma dirige su mirada de sorpresa a ambos pero concentrándose más en Tomo, quien le sonríe y saluda con la mano en silencio.

—TÚ. Oh, arcontes. Sólo… Dame un momento, no te muevas.

Tomo y Ayaka siguen a Thoma con la mirada, el chico rubio camina un poco hacia ellos para luego desaparecer detrás del mostrador. Después de hacer unos ruidos en la parte de atrás moviendo cosas, sale con una pequeña bolsa y un onigiri en la mano. Los primeros chicos se miran un poco confundidos y en silencio, solo se escuchan los pasos de Thoma.

No es hasta que el rubio camina precipitadamente hacia Tomo que a este último se le ocurre comenzar a hablar.

—Uh... —Tomo levanta las manos con la intención de tranquilizar a su amigo —. Thoma, sé que estás enojado porque no te he contactado toda esta temporada que me he encontrado aquí, pero tú sabes, ah- El trabajo, el santuario y yo...

Thoma no espera a que termine su discurso e introduce velozmente el onigiri en la boca de Tomo.

—¡Ñmhoma…!

Tomo intenta hablar con el onigiri en la boca pero falla, después de eso Thoma levanta su mirada mostrando una sonrisa radiante para luego abalanzarse a abrazar a Tomo, quien es un poco más grande que él.

—¡AAAAHH, HOMBRE! Te extrañe demasiado. ¿Qué es eso de desaparecer por casi medio año? ¿No ves que así no puedo asegurarme de que comas adecuadamente? Tú, grandulón.

Thoma aprieta aún más su abrazo, haciendo que Tomo se asfixie un poco por la falta de aire hasta que se le ocurre sacarse el onigiri de la boca dándole un mordisco en el proceso y después rodea la espalda de Thoma con su mano libre.

—Yo también te extrañé, amigo mío.

Los hombres disfrutan un rato de su cercanía hasta que Thoma se aparta abruptamente y comienza a recriminarle, actuando como si estuviera muy ofendido en broma

—No puedo creer que casi te olvidas de mí, ¿Acaso ya encontraste otro mejor amigo? ¿Alguien que hace mucho mejor esos onigiris que tanto te gustan?

—No es nada de eso...

Ayaka interrumpe su escena con una carcajada, a lo que los dos hombres reaccionan fijando sus miradas curiosas y confusas en ella.

—Mis disculpas, sólo que me dio un poco de gracia volver a verlos tener estas discusiones, como en los viejos tiempos.

Todos suavizan sus miradas y se sonríen, dándole la razón a Ayaka. Unos murmullos provenientes de la habitación de la que había salido Thoma distraen al grupo.

—De acuerdo, es hora de atender mi reunión como es debido, fue un placer compartir estos minutos con ustedes, chicos. Te deseo lo mejor en tu viaje de vuelta a tu pueblo natal, Tomo.

—Gracias Ayaka, suerte con todo el trabajo, nos veremos en otra temporada.

Ayaka abraza a Tomo por última vez y Tomo le corresponde el gesto sonriendo. Después de un corto tiempo así, Ayaka se retira a la habitación donde estaban sus invitados. Tomo solo mira como la chica desaparece detrás de la puerta corrediza.

—¿Vas a ir a Ritou para tomar tu barco como de costumbre? Tengo unos asuntos que atender por ahí, puedo acompañarte para despedirme de ti una vez estés a bordo.

Thoma le habla a su mejor amigo desde el mostrador donde se ha ubicado para acomodar unos utensilios y de paso acariciar un poco a Taroumaru.

—Conoces mi rutina tan bien. Y claro, no tengo problema con eso, solo dame un momento para despedirme de tu queri…

Thoma lo interrumpe antes de que pueda acabar de explicarse otra vez, pero ahora actuado más nervioso de lo normal

—¡AH! Sí, sí, como gustes, tomate tu tiempo.

El chico rubio suelta una risa nerviosa y Tomo solo lo mira de manera divertida, sabe muy bien que nervio le ha tocado a su pobre amigo.

Thoma sale de detrás del mostrador y camina hacia la puerta.

—Yo me iré adelantando. Si no nos encontramos de camino, te estaré esperando en la tienda de pirotecnia de los Naganohara. Si no te despides de Yoimiya ella también te matará.

Tomo se ríe un poco ante el comentario

—Ah, sí, tienes razón. Había olvidado lo amorosos que son mis allegados.

Thoma suelta una risa agarrándose un poco el estómago, antes de seguir abriendo la puerta para retirarse.

—Entonces, nos vemos en un rato.

—Ya te alcanzo, hermano.

Con una seña de aprobación de Tomo, su amigo se retira cerrando la puerta por completo y dejándolo solo en el interior de la casa de té. Lo único que impide que el lugar entre en un silencio sepulcral, son los murmullos que provienen de las habitaciones ocupadas. Taroumaru ya está recostado listo para tomar su siesta de la media mañana.

Tomo no pierde más el tiempo y se dirige a una de las habitaciones del fondo, desliza la puerta corrediza lentamente pero con toda la seguridad de que la persona a la que busca está ahí.

Y efectivamente ahí está Kamisato Ayato, viendo hacia el exterior por una de las pequeñas ventanas de la habitación. Detrás de este, está una mesa de trabajo improvisada, y aunque parcialmente esta de espaldas para la vista de Tomo, su semblante se ve concentrado, prácticamente perdido en sus pensamientos mientras bebe uno de sus famosos té con leche que tanto se empeñaba en mezclar con cosas raras.

—Pasar tanto tiempo solo no es bueno —aconseja Tomo, teniendo en mente a su maestra y que en ese recuerdo, la mirada de ella se encontraba en el Tenshokaku —. Tu mente te lleva a pensar escenarios innecesarios que podrían destruir tu cordura.  O eso es lo que me dijeron un día. 

Ayato sale de su ensimismamiento y voltea a ver a Tomo quien ya ha cerrado la puerta corrediza. El comisionado le dedica una sonrisa suave a su visitante y se dispone a caminar a su dirección, rodeando la mesa que lo obstaculiza. De paso, aprovecha para dejar su té de dudosa procedencia encima de la misma.

—Y sin embargo, ambos hemos decidido hacer caso omiso a esas advertencias. Creo que deberíamos empezar a preocuparnos.

Tomo se recuesta sobre la puerta corrediza mientras ríe. Ayato sólo lo observa por un momento deteniéndose para luego abrir sus brazos ampliamente.

—Bueno y... ¿no le darás un abrazo a tu querido hermano mayor?

—¡H-Hey! Que mis ancestros me libren de los deberes que me traería portar el apellido Kamisato.

Dicho eso, Tomo se endereza caminando hacia Ayato y en segundos ambos hombres se dan un abrazo fraternal. El comisionado se relaja en los brazos de su amigo suspirando algo cansado y apoyando su cabeza en el hombro de Tomo.

—Veo que el trabajo no te está tratando amablemente.

—No tan terrible como a ti.

Ayato se aparta de Tomo lentamente, y esta vez es el turno del rubio para recibir palmaditas en la cabeza, luego deja sus manos sobre los hombros de éste para sostenerlo un poco, ahora ambos están frente a frente, mirándose de manera neutral.

—Lamento haberte convocado anoche a esa reunión sin previo aviso, justo antes de tu viaje —menciona Ayato—.  Sé que también has estado muy ocupado con tu trabajo como miembro informal de los ocelos. Hubiera preferido ahorrarte esas formalidades, pero...

Tomo levanta ambas manos para posicionarlas en los antebrazos de Ayato al mismo tiempo que le da unas leves palmadas reconfortantes, mientras sus labios se tuercen en una media sonrisa

—No te mortifiques por eso, Ayato, son los gajes del oficio —replica con calma para reducir peso al asunto—.  Es más, debo darte las gracias por estar siempre pendiente de los asuntos políticos que atacan Yashiori. Nunca te estaré lo suficiente agradecido por lo que tú y tu familia han hecho por mí en todo este tiempo.

Ayato imita la sonrisa de su amigo y finalmente suelta los hombros del chico, se dispone a alejarse un poco de él para voltearse hacia la ventana. Tomo lo deja ir, soltando sus brazos con cuidado.

—Aunque me digas eso, debo expresar que aún estoy genuinamente preocupado por ti.

El comisionado camina de nuevo a su lugar inicial, dándole la espalda a Tomo y concentrándose en lo que hay al exterior de la ventana.

—Cada vez que logro verte luces más cansado, deberías considerar tomarte un tiempo libre de tus obligaciones.

Tomo alza las cejas poniendo una expresión de incredulidad. Y con una mueca sonriente se dispone a contradecir al comisionado.

—Oh, claro. Y me lo dice el señor "por favor, reserve una cita" —responde, ejerciendo una imitación un poco fallida de la voz de Ayato—.  No creo que estés en posición de sugerirme tal cosa, cuando tú no eres un buen ejemplo, hermano mayor —Enfatisa la última frase con un tono de burla juguetona.

Ayato se echa a reír por el atrevimiento de su compañero. Recoge de nuevo su té con leche y ladeando un poco la cabeza hacia atrás para ver al chico más grande, le vuelve a dirigir la palabra

Tienes razón, pero al menos, yo tengo a Thoma y Ayaka persiguiéndome cada que pueden para recordarme que cuando debo comer, descansar y a veces solo están ahí para brindarme su reconfortante compañía. Pero tú...

Ayato deja su expresión alegre y cerrando sus ojos de manera pacífica vuelve a darse la vuelta para estar por completo frente a Tomo.

—Tú siempre estás solo, Tomo —esas palabras resultaron como agua fría cayendo sobre él, algo muy adecuado considerando que provenían de Ayato, quién podía manipular el agua a voluntad. El rubio tiembla un poco, buscando que no sea notable, aunque sabe que es algo imposible cuando la mirada del comisionado está sobre él—. Siempre dices que no hay problema con eso, no obstante…¿No has pensado en conseguir un compañero para que te ayude un poco? Puede ser uno de los trabajadores de la Hacienda o...

—Sabes bien que no puedo permitirme eso. 

Tomo interrumpe con rapidez y una voz absolutamente firme y fuerte, semejante al sonido de un trueno. Elemento que también forma parte de su ser. La forma en la que fue expresada aquella respuesta logra sorprender a ambos, los ojos violetas de Tomo se expanden en sorpresa y se arrepiente del tono poco habitual que usó, casi enseguida. 

—No quiero que lo tomes a mal —se apresura en aclarar—. De verdad,  aprecio que te preocupes por mí. Pero dejar que alguien me acompañara... —aprieta los labios y los puños, suspira y continúa hablando—. sería muy arriesgado; no para mí, si no para la persona en cuestión...

Los dos chicos bajan la mirada derrotados, Ayato sólo suspira suavemente al notar la verdadera preocupación de Tomo, siempre preocupándose por otros. 

—Además sé que todos tienen sus trabajos aquí, no quiero causarles problemas y ser una carga para sus respectivos deberes. Me encuentro bien como estoy en este momento, te lo prometo —la mirada púrpura se enfoca en Ayato y su mano se coloca en su pecho para afirmar sus palabras—. No quiero causarte más molestias con las que lidiar, ya tienes suficientes...

Tomo sonríe amargamente, intentando parecer confiable ante el comisionado.

Ayato sólo lo mira con preocupación mientras exhala un enorme suspiro, cierra los ojos derrotado por completo.

—Tú nunca serás una molestia para mí, Tomo...

Ayato vuelve a abrir los ojos hacia él, ahora con una media sonrisa en su rostro.

—Pero, sé muy bien que no puedo obligarte a realizar algo que tú no quieras. Siempre has sido tan terco. —añade con nostalgia. 

Tomo relaja su expresión y luego resolpa una risa pequeña, dejando sus labios en una sonrisa amplia.

—Supongo que todos estos años creciendo prácticamente juntos, han servido para que me conozcan a la perfección, ¿eh?

—Podrías apostarlo, mi querido colega.

Ayato se apoya un poco sobre el escritorio bajando la mirada y cruzando los brazos, su expresión alegre ahora cambia a una más tranquila mientras vuelve a ver a Tomo a los ojos.

—Ahora creo que solo puedo rezar por tu seguridad en tu próximo viaje ¿verdad? Quizás si pido lo suficiente, el destino te regalará alguien para hacerte compañía en tu solitaria travesía. —reflexiona, colocando una mano en su barbilla. 

—Veremos si tus dioses atienden esas plegarias, aunque yo por mi parte no creo que esas cosas sucedan —alza los hombros por un momento—. Nunca he visto al destino plenamente en acción.

Tomo lleva sus brazos por encima de su cabeza y apoya sus manos en su cuello mientras se voltea para darle la espalda a Ayato.

—Te sorprendería, el destino actúa de formas interesantes, amigo mío. —incluso si no lo ve, Tomo sabe que Ayato tiene una sonrisa engreída en el rostro. 

Ayato vuelve su vista hacia la ventana. Inazuma yace tranquila en el exterior. La gente camina sin preocupaciones y los puestos de los negocios irradian energía por toda la gente trabajando.

—Antes de que te vayas...

Tomo quien ya se estaba dirigiendo hacia la puerta corrediza para abrirla, ladea su cabeza hacia atrás para ver un poco al comisionado.

Ayato está completamente de espaldas ahora, su expresión no se visualiza pero su tono y postura indican la seriedad de sus palabras.

—Quiero que tengas los ojos bien abiertos en los alrededores de la isla. Aún no sabemos cuál era la razón por la que los fatuis estaban tan empeñados por conseguir los vestigios del antiguo dios de Watatsumi.

Tomo baja los brazos de su cabeza, volteandose por completo hacia la figura de ayato, mirando su espalda.

—Nada nos asegura que algunos de sus hombres aún están escondidos por ahí. Si las cosas se complican demasiado, no dudes en solicitar ayuda. No te arriesgues más de lo debido, ¿de acuerdo?

Ayato enfatiza la última frase mientras voltea un poco su cabeza para poder observar a Tomo con seriedad. Ya no está hablándole como un amigo, se está dirigiendo a él como el jefe de la Comisión Yashiro; comisión en la que Tomo está adscrito como representante de la isla Yashiori.

El enérgico chico inclina la cabeza en señal de aprobación de la orden que ha recibido.

—Sí, comisionado Kamisato. Estaré en contacto con usted sobre todo lo que suceda y mantendré los daños al mínimo, tiene mi palabra.

Ayato deja de mirar a Tomo volviendo a su anterior punto de distracción.

—Bien, dicho esto...Puedes retirarte.

Tomo se endereza y se voltea nuevamente para abrir la puerta corrediza e irse del lugar.

—Tomo.

El muchacho ladea otra vez su cabeza para encontrarse con Ayato y no su faceta como comisionado, sorprendiéndose de que él esté otra vez volteado hacia él por completo con una sonrisa calmada en su rostro.

—Asegúrate de volver a salvo...y recuerdale a Thoma que recoja mi próxima bebida donde siempre.

Tomo también de dedica una cálida sonrisa para corresponder a su amabilidad.

—Lo haré, Ayato.

Dicho eso, Tomo abre la puerta y sale de la habitación dejando al comisionado otra vez ensimismado en sus pensamientos.

—Es un trabajador voluntarioso y tenaz, no hay como negar eso. Sólo espero que esa no sea su perdición...

La brisa de la tarde entra por la pequeña ventana agitando los papeles sobre el escritorio del comisionado. Algunos pétalos de cerezo entran con la corriente de viento. Ayato sólo cierra los ojos para disfrutar el viento que lo acaricia.

—Este mundo no está preparado para tanta bondad.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

Una vez Tomo esta fuera de la casa de té, inclina la cabeza cordialmente en forma de despedida para la sirvienta en la entrada con el fin de poder continuar con su camino hacia el exterior. Algunos rayos de sol le molestan a la vista haciendo que entrecierre sus ojos y arrugue la cara por el repentino cambio en la luz.

—Joven, permítame darle esto para que se proteja del sol de mediodía. —habla la sirvienta Kozue. 

La chica le ofrece un kasa(sombrero tradicional) en forma cónica hecho completamente de paja.

—Es un largo tramo hasta su destino, por favor, cuide su salud.

Tomo lo acepta sin chistar con un sonrisa amable.

—Muchas gracias, señorita Kozue. Adiós.

—Hasta pronto.

La sirvienta lo despide con una solemne reverencia y Tomo solo continua caminando alejándose de su figura.

« Mmm, ¿acaso tengo tan mala cara? O por qué tengo la sensación de que todos me han dicho que me cuide el día de hoy...»

Tomo susurra y sigue despaciosamente hacia las escalinatas que conducen a la llanura de Byakko. A pesar de que el clima es tranquilo las calles están abarrotadas de comerciantes y gente movilizándose de un lado a otro. No existe el silencio en la agitada gran ciudad de Inazuma.

El chico sólo se pierde en sus pensamientos mientras escucha el constante ruido de la ciudad, sin que sea ninguna molestia para sus ya acostumbrados oídos.

—Solitaria travesía, eh...

Empieza a recordar algunas cosas que Ayato le dijo en su pequeño encuentro de la mañana.

« Es verdad que el ir y venir es agotador, pero no hay nada que pueda hacer, esto es lo que yo quería desde el principio...»

El chico se recuerda a sí mismo a medida que avanza, su mirada baja hacia el suelo a medida que sus pensamientos se vuelven más profundos.

« Seguramente es lo que todos los demás hubieran hecho si aún estuvieran aquí...»

" Al menos yo tengo a Thoma y Ayaka para hacerme compañía...pero tú...estás completamente solo..."

Y aquello vuelve a doler, sólo un poco.

"Quizás si pido lo suficiente, el destino te regalará alguien para hacerte compañía en tu solitaria travesía"

Tomo recuerda textualmente la conversación de Ayato y suspira profundamente cerrando sus ojos por un momento. Una de sus manos sostiene el sombrero impidiendo que el viento lo arrastre, mientras que la otra descansa dentro de la abertura de su yukata, haciendo una ventana para dejar su pecho expuesto.

« Así está bien, de todos modos, no creo que alguien quiera a una pila de problemas andante como yo para que le haga compañía...»

Al intentar volver a levantar su mirada hacia el frente, logra captar algo por el rabillo de su ojo izquierdo que lo desconcentra de sus reflexiones.

Blanco. Un cabello suelto de tono platino, casi completamente blanco el cual, enmarca las finas facciones de un chico con grandes ojos rojos, muy parecido al color de los dendrobiums que crecen en las praderas escarlata de Yashiori. Viste un kimono mal colocado que parece algo lujoso y un bonito patrón de hojas de arce adorna sus mangas.

Los fuertes rayos del sol solo favorecen a que los curiosos ojos con los que se ha encontrado, brillen con mayor intensidad.

Sus miradas solo se conectan por un segundo pero es suficiente para que se sienta como si fuera toda una eternidad. Sin embargo, cuando el intercambio acaba, Tomo solo sigue caminando a la misma velocidad que antes, aunque con la figura del extraño en su mente.

—Blanco...bastante peculiar… —Susurra el joven para sí mismo.

« Uh, no. No debería pensar eso cuando mi cabello también es de un rubio extraño y mis amigos son peliazules.»

Tomo sacude un poco la cabeza para salir del trance que le provocó el chico con el que se acababa de topar. Intenta echar un vistazo hacia atrás por si es capaz de encontrarlo de nuevo, pero falla. La gran multitud no ha dejado rastro del bonito peliblanco. El muchacho más grande solo suelta un profundo suspiro.

—Bueno, la ciudad es grande...Quizá deba apresurar el paso, no quiero hacer esperar mucho a Thoma.

Dejando su curiosidad a un lado, el muchacho baja por las escalinatas de la ciudad con algo de prisa. Mientras que por otro lado, el chico de cabello blanco con un distintivo mechón carmesí, se dirigía justamente al mismo lugar del que Tomo acababa de salir.



Notes:

MANIFESTANDO TMKZ DESDE ESTE CAPÍTULO
Me gusta mucho escribir a Ayato como un hermano mayor sobreprotector jahsh
(Él moverá algunas cartas más adelante;))

Chapter 3: Tiempo

Summary:

Una nueva brisa sopla en la inmutable ciudad de Inazuma. ¿Quién es aquel que ha vuelto a pisar las tierras de lo que antes era su hogar?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El cielo está completamente despejado y el gran árbol de cerezo de la entrada de Hanamizaka,  deja que sus ramas se mesan al son del viento. Un joven de contextura delgada con un kimono solo puesto de un lado, concentra su vista en el gran árbol para admirar su magnificencia. Los pétalos de cerezo caen dulcemente bajo sus pies.

—Justo como las flores caen para volver a la tierra, el hijo pródigo retorna a su morada...eh. 

El viento sopla con más fuerza revolviendo los cabellos sueltos del joven quien con una bonita pero pequeña sonrisa solo se deleita con la sensación. Inclina su cabeza en una reverencia al gran árbol para luego continuar hablando.

—He vuelto a nuestra ciudad, padre, abuelo.

La copa del cerezo permanece solemne ante los rayos del sol. El joven samurai levanta la mirada y se encamina otra vez hacia las escalinatas que conducen al centro de la ciudad. De un momento a otro saca una especie de carta de la abertura de su kimono, repasando su contenido en un voz alta, pero sólo lo suficiente como para que él mismo pueda escucharse.

Casa de té Komore, medio día...

Alza su mirada hacia el cielo buscando el sol, levantando un poco el gran sombrero que lleva en su cabeza para protegerse del mismo.

Supongo que ya va a siendo hora...

Posando su vista al frente otra vez, se adentra en las abarrotadas escaleras de la entrada principal. Los guardias hacen sus patrullas normalmente y la gente parece concentrada en sus propias cosas. El chico oye un pequeño grito de emoción gracias a sus agudos oídos, y ve cómo dos jóvenes rubios casi de su misma edad,  se saludan con un breve abrazo entusiasta cerca de la tienda de fuegos pirotécnicos. Él solo sonríe levemente y sigue su camino.

—¡Oh! ¡Mira quien ha regresado de su viaje! ¡KAZUHAAAA!

Kazuha centra su mirada al lugar donde proviene la voz que lo nombra, y se detiene en un joven de delgada contextura y sonrisa efusiva. Su cabello es de un color rojizo oscuro con un singular mechón marrón sobresaliendo por un costado, viste las típicas prendas de un detective de la época, solo que sin el haori, el cual está atado descuidadamente a su cintura.

—Es bueno volverlo a ver otra vez, detective Heizou. —Dice Kazuha con amabilidad mientras se acerca a la agencia de detectives que es donde Heizou lo está saludando.

—Hey, vamos amigo, deja las formalidades. Pensé que ya estábamos en confianza.

Heizou le ofrece unos cinco con su mano derecha como saludo cuando Kazuha ya está lo suficiente cerca, y este último solo choca su mano de manera muy breve, poniendo una sonrisa algo incómoda y cerrando sus ojos.

—Discúlpame, aún no estoy muy acostumbrado...

—Está bien, hombre —Heizou le resta importancia con una sonrisa—. No te preocupes. Y bueno, ¿cómo te ha tratado la vida de viajero? Yo la he pasado terrible por aquí...

El detective le habla a Kazuha con bastante cercanía enfatizando muy bien cada una de sus emociones.

—¿Sucedió algo malo?

Heizou hace una imitación de un puchero triste para luego empezar a manifestar sus quejas.

—Sango me ha echado de aquí —explica—.  Así que estoy recogiendo mis cosas para mover mis huesos hacia mi nuevo lugar de trabajo.

El joven detective hace un par de movimientos dramáticos con sus manos en lo que cuenta su desafortunada anécdota. Kazuha solo lo escucha en silencio manteniendo una expresión neutral.

—¡Pero lo bueno! —Replica el joven apuntando precipitadamente su dedo índice hacia la cara de Kazuha ganándose una mirada sorprendida de este—. Es que mi nuevo trabajo no es en nada más ni nada menos…¡que en la Comisión Tenryo!

El chico levanta sus brazos efusivamente para darle la noticia a su amigo Kazuha pero este solo le sonríe y lo felicita sin hacer ademanes exagerados.

Me alegro por ti, sabía que con tu duro trabajo obtendrías un puesto de ese rango.

Heizou se ríe con orgullo y vuelve a tomar una postura normal solo que ahora acomodándose sobre la barandilla que separa a ambos.

Y bien, ¿has terminado tu viaje y por eso regresaste aquí?

Kazuha deja su expresión sonriente y desvía sus ojos hacia otro lado. Aún tiene el papel de la carta en su mano izquierda, la cual alza para enseñarla a Heizou vagamente.

—Aún no… Sólo regresé porque recibí una nota cuando estaba por los alrededores de la aldea Konda.

— ¿Oh? ¿Una nota misteriosa? ¿Quieres que investigue si no es una trampa? —pregunta el chico curioso intentando tomar la carta. 

—No, no es necesario —Kazuha se precipita a proteger la nota de las manos de Heizou—. Conozco al remitente, así que no hay por qué preocuparse.

Heizou solo lo mira con una mueca mientras levanta los hombros, pasando página del asunto.

—Bueno, si tú lo dices. Así que… no planeas quedarte mucho tiempo, ¿verdad?

Kazuha vuelve a bajar un poco la mirada.

—No... Me iré en cuanto atienda esta reunión, la vida de errante me llama… No puedo quedarme mucho tiempo en un sólo lugar o de lo contrario...

—O de lo contrario tu espada se vuelve oxidada y tu alma no está tranquila, sí, sí, sí —El detective lo interrumpe y luego suspira derrotado—. Lo dijiste la última vez también.

Kazuha sólo pone una sonrisa mientras lleva su mano a su cuello para rascarse con nerviosismo.

—Lo siento...

—Está bien, ¡pero oye! Si un día decides establecerte, puedo ayudarte a tener un puesto en la comisión Tenryo como yo. Con tus habilidades y agudo sentido para escuchar el viento haríamos un gran dúo, ¿no crees?

Heizou espera expectante a una respuesta favorable con una sonrisa en el rostro. Kazuha lo ve a los ojos obligándose a responder.

—Lo tendré en cuenta. Gracias, Heizou.

—¡Genial! —Heizou celebra victorioso—. Si hombre, no te la puedes pasar todo el tiempo viajando sin un rumbo fijo —añade, riendo de manera amigable

Sus palabras hacen que Kazuha vuelva a bajar la mirada con una sonrisa triste, pero Heizou no lo nota.

—No te preocupes, aquí estaré para lo que requieras. Solo búscame y me encontrarás.

Kazuha asiente con la cabeza ante la frase y el bullicio de la gente subiendo y bajando de las escalinatas, vuelve a robar su atención.

—Creo que debo irme ahora, no quiero hacer esperar a quien me ha enviado esto.

Kazuha levanta otra vez la nota para que Heizou recuerde por qué está ahí en primer lugar.

—Aaah, sí, sí, claro, no hay problema. Ve con cuidado y ¡nos vemos! No creo que me encuentres aquí abajo otra vez.

Heizou se ríe un poco mientras hace un ademán con la mano para despedirse del samurái. Kazuha así mismo levanta su mano un poco para agitarla en modo de despedida.

—Adiós, Heizou...

—Hasta otraaa.

Heizou levanta su brazo derecho despidiéndose de su amigo quien se pierde entre todo el gentío.

— Tal vez me pase un poco —suspira, mientras sigue caminando y sosteniendo su mentón—, pero nunca sé cómo tratar con él. A veces es tan extraño.

—¡Shikanoin! ¡Ven a recoger tus malditas cajas de una vez!

Alguien grita dentro de la agencia de detectives y Heizou disgustado ingresa de nuevo a la residencia.

Kazuha sigue subiendo con tranquilidad las escalinatas, sin embargo el exceso de ruido le perturba, haciendo que se le note sofocado.

La intensidad de todas las voces que gritan vendiendo cosas  o que simplemente charlan sobre sus asuntos hacen que el samurai cierre sus ojos y respire hondo mientras sus pies aumentan la velocidad para dirigirse a una parte más calmada.

Justo en la mitad de las escaleras encuentra un lugar apartado con vista al monte Yougou, Kazuha se queda viéndolo anonadado. La inmensidad del monte se alza por encima de toda la ciudad incluso más alto que el Tenshukaku.

El chico se quita el gran sombrero, y lo acomoda de forma que repose sobre su espalda. El viento tiene más acceso a revolver sus cabellos que se balancean junto con la brisa. Kazuha vuelve a respirar profundamente, ahora más calmado.

"No te la puedes pasar todo el tiempo viajando sin un rumbo fijo."

El joven samurai recuerda con exactitud las palabras de su amigo Heizou. Sus ojos se entristecen. Sabía que no tenían mala intención, pero aun así logran hacer que su semblante decaiga.

—¿De verdad mi destino está ligado a esta tierra?

La gente sigue pasando detrás de él, todos animados viviendo el momento. Madres cuidan a sus hijos, compradores intentan regatear el precio en las tiendas, los guardias del shogunato pasan a lado de Kujou Sara en una patrulla matutina, otros ríen, quejan, conversan.

—Me pregunto cuál será el lugar al que pertenezco realmente...

Antes de que el joven pueda seguir sumergido en sus melancólicos pensamientos, una esencia distrae sus sentidos. Kazuha olfatea un poco abriendo los ojos de golpe extrañado por el nuevo aroma percibe. Se voltea para buscar el origen de la presencia extraña.

« Qué extraño... se siente como las frescas flores de los cerezos que florecen en el monte Yougou y un rastro electricidad mezclado con un tenue aroma a incienso… Pero también la ligera presencia de algún peligro. »

Kazuha se aleja de la baranda donde está apoyado adentrándose otra vez entre toda la gente que sube y baja por las escalinatas, en búsqueda de aquello que lo inquieta. Esta vez, las voces de los demás no le importan, solo se concentra en seguir la peculiar presencia.

 « Nunca he olido algo así antes...y esta sensación tan ajena...»

El samurai baja la cabeza mirando apenas hacia el suelo para que el ajetreo de las personas no pueda distraerlo. Por un momento su expresión a retrata preocupación mientras busca discretamente con sus ojos mirando hacia los lados el lugar donde puede estar su objetivo, ya preparado para encontrarse con algo imponente o temible.

«¿Podría ser algo dañino? ¿Un tipo de youkai? »

Justo de su lado izquierdo donde no estaba prestando atención, siente que la presencia se incrementa, haciendo que se ponga alerta y levante la cabeza en acto reflejo.

Entonces, se oye el claro tintineo ondulante de una especie cascabel de santuario, los pétalos de cerezo quedan flotando en el aire totalmente realientizados, como si el tiempo se hubiera detenido por un instante… Y la mirada del joven samurái se encuentran con unos pacíficos ojos de hermoso iris violeta.

El chico hace lo posible por contener la sorpresa en su rostro al ver al sujeto del cual procedía aquella inquietante presencia. Un joven bastante alto, la parte superior de su cabeza va cubierta del sol gracias a un kasa, pero no oculta su melena rubia ceniza, la cual está atada en una coleta, elevando su rebelde cabello por encima de sus hombros. Viste ropas bastante sencillas con un característico haori color rojo, cubriendo la mayor parte del cuerpo. Sus cálidos ojos reflejan tonos violáceos como los de una amatista gracias al sol del mediodía. Sin embargo, en lo profundo de esa amable mirada, Kazuha logra percibir una pizca de cansancio.

La cámara lenta en la que el joven samurái está envuelto se acaba repentinamente, haciendo que él se voltee de inmediato en un intento de perseguir al extraño. No obstante, el chico de ojos violeta no lo voltea a ver, siguiendo su camino y perdiéndose entre todo el gentío.

Kazuha suelta el aire que había encerrado sus pulmones involuntariamente en un profundo suspiro.

—Sólo era una persona...

Se encamina de inmediato bajando de nuevo su mirada hacia el suelo, sin volver a ver hacia atrás.

«Tal vez solo era alguien del santuario,   pero… —Piensa para sí mismo, a la vez que su mente le recuerda la espalda de aquel joven perdiéndose en la multitud—, ¿por qué parecía que sobre sus hombros llevaba una pesada carga?...»

El chico para de caminar y levanta su cabeza hacia el cielo buscando el sol, frunciendo un poco el ceño cuando los fuertes rayos de luz lo alcanzan.

—Es muy tarde, debo apresurarme para reunirme con el comisionado.

Concentrándose nuevamente en su objetivo, Kazuha acelera el paso rumbo a la Casa de té Komore.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

El detective Heizou intenta levantar unas cajas hasta la primera parte de las escalinatas de la ciudad. Su ayudante Ryuji quien está más arriba, se voltea para ver al joven.

—¿Necesita descansar un poco? —cuestiona su compañero—. Llevaré esto hasta donde pueda

El diligente aprendiz agita las cajas que lleva entre los brazos para asegurarle a Heizou que puede con ello.

—Arcontes, por favor sí, gracias. Este sol es insoportable.

El detective suelta un suspiro cansado mientras se inclina para dejar en el suelo, la caja que llevaba consigo.

Al levantarse para limpiarse el sudor de su frente con su brazo, su mirada se posa en una figura que va de bajada con algo de prisa. Entonces Heizou se apresura a mover los brazos efusivamente para llamar su atención, saludandolo.

—¡Heeeeey! ¡¡Tomoooooo!!

Tomo se alerta ante el llamado de su nombre, comenzando buscar entre la multitud de dónde proviene la voz. Cuando ve a alguien de baja estatura haciendo movimientos raros con los brazos, pone sus manos en forma de visera para enfocarlo. Una vez que ve que es Heizou regresa a su postura natural, estirando el brazo derecho para saludarlo con una gran sonrisa de la misma manera efusiva, solo que sin gritarle.

Heizou se relaja y sonríe mientras espera que Tomo llegue al lugar donde se encuentra reposando.

—Hey, que bueno es verlo por aquí, detective.

El chico más bajo se ríe ofreciéndole los cinco para chocarlas con Tomo, y él le corresponde el gesto animadamente.

—Es bueno verte a TI por aquí, ¿cómo te ha tratado la vida, compañero?

Tomo se recuesta sobre la baranda de la escalera cruzando los brazos mientras mueve un poco la cabeza en forma de negación, con una sutil sonrisa en sus labios sigue hablando con el joven detective.

—Nah, lo mismo de siempre. Mejor cuéntame qué te ha pasado estos días, dicen por ahí que Sango ha podido contigo.

Heizou suspira de manera pesada, y se lleva una mano a la cabeza de forma dramática. Ahora está parado en frente de Tomo.

—Ugh, esa cabezota...En efecto, los rumores son ciertos. Sango me echó de la agencia de detectives, ya sabes por lo del caso de Ryuji...

Tomo chasquea con la lengua, bastante intranquilo por las noticias de su amigo.

—Joder, debí suponer que eso sería un asunto fuerte. ¿Estás bien con lo que pasó...?

El detective baja un rato la mirada hacia el suelo

—Sí… lo he superado. Así es este mundo y lo que significa seguir lo que creemos correcto. Lo importante es que se salvó a alguien inocente...

Heizou pone una expresión reflexiva y algo nostálgica, Tomo se da cuenta de esto y solo espera en silencio que continúe su discurso.

—¡Pero la Comisión Tenryo me ofreció un puesto! Supongo que ahora estamos en iguales categorías ¿no lo crees?

El detective se recupera de su bajón casi al instante y suelta un comentario pícaro con una risa curiosa que le provoca a Tomo una carcajada.

—Esas sí son buenas noticias, me alegro por ti. No es menos de lo que merece un detective tan talentoso como tú, Heizou.

Heizou intenta cubrirse la cara con las manos fingiendo vergüenza, como si fuera una joven enamorada.

—Oh, por favor. Basta de halagos, harás que me sonroje.

Ambos se ríen al unísono. Después de un rato ya están más calmados y vuelven a retomar su conversación.

—Tú...vas de salida para ir a visitarlos ¿verdad? Es decir...a tu familia...

Heizou pone mucho cuidado con sus palabras lo cual llama la atención de Tomo quien abre los ojos admirado por el comportamiento cuidadoso de su amigo, y luego solo pone una dulce sonrisa en su rostro.

—Sí, ya es tiempo de que vaya por allá...

El joven más bajo asiente con una mirada comprensiva, haciéndose hacia un lado para dejar el camino libre a su amigo.

—Entonces, no te detengo más. Te deseo un buen viaje y... por favor, presenta respetos de mi parte esta vez...¡Juro que algún día iré acompañarte como lo hice el otro día!

Tomo acentúa su sonrisa mientras descruza sus brazos y se levanta de su lugar de reposo para continuar caminando hacia las afueras de la ciudad; no sin antes posar su mano en la cabeza de Heizou para alborotarle el pelo.

—Pensé que ya habíamos superado la etapa de investigaciones—bromea el chico más grande mientras se ríe—. No tienes porqué preocuparte, estoy bien yendo solo, ya me he acostumbrado.

Heizou cierra los ojos cuando Tomo lo despeina, pero como esto solo dura unos segundos, levanta su vista hacia él casi de inmediato.

— Bien, ¡entonces cuando regreses te invitaré un ramen en el restaurante Shimura! Ahí aprovecho para contarte con todo lujo de detalle lo infernal que debe ser trabajar con Kujou Sara como tu superior.

Tomo vuelve a reír alegremente y se aleja del detective, despidiéndose de él.

—Eso suena bien para mi, suerte Heizou.

Heizou se despide de Tomo haciendo un gesto militar con su mano.

—Mucha suerte a usted también, prefecto.

Tomo sigue moviendo su mano de lado a lado en el aire mientras se aleja cada vez más de su compañero. Heizou solo sigue con la mirada al chico mientras vuelve a perderse entre la gente.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

De nuevo, cerca de la llanura Byakko,  se contempla el gran cerezo de las afueras de la ciudad, un talismán de santuario atado en la mitad de su tronco lo hace lucir aún más imponente. Algunas personas se han sentado bajo su sombra para descansar, mientras otras hacen oraciones en silencio.

En ese punto, la calle ya no está tan abarrotada de gente por lo que Tomo puede caminar con más facilidad a su destino que de hecho ya está muy cerca de él. Al echar un vistazo hacia la tienda de pirotecnia ve a Thoma sentado conversando con una chica rubia de kimono vistoso. Él solo se acerca a ellos en silencio.

—...Y cuando me felicitaron departe de la Suma Sacerdotisa —narra una chica rubia, su rostro con rastros de confusión—, no sabía qué cara poner porque yo ni siquiera-

—Oh, una conversación interesante. ¿Puedo unirme?

Tomo los interrumpe posicionándose atrás de ellos, al estar sentados lucen más pequeños de lo normal ante su estatura. Ambos muchachos se voltean para verlo y la chica se levanta emocionada haciendo un chillido de felicidad antes de abalanzarse a abrazarlo.

—¡TOMOOOO! —exclama con júbilo y ojos tan brillosos como los fuegos artificiales que elabora con profundo amor—. ¡ MI PRIMO FAVORITO, AL FIN HAS VENIDO A VERME! AAHH.

La muchacha se cuelga del cuello de Tomo mientras éste la abraza balanceándose un poco por el repentino peso que le ha caído encima. Pero él luce más feliz que nunca por la muestra de afecto de su familiar, una risa incluso brota de su boca. 

—Es bueno ver que sigues tan enérgica como siempre, Miya.

—El favorito y el único ¿no es así, Yoimiya? —añade Thoma, levantándose para estar de cerca de ellos.

Yoimiya se ríe mirando a su amigo Thoma, aún en los brazos de Tomo.

—No sabes lo mucho que te he echado de menos. ¡CIERTO! Espérenme aquí.

La chica suelta a su primo y se apresura a entrar a la casa gritando

— PAPAAAAÁ —exclama con gran fuerza, luego toma una gran bocanada de aire para continuar comunicándose a gran volumen—. ¡TOMO VINO A VISITARNOOOOSS!

Su figura se adentra a sus aposentos mientras Tomo y Thoma se quedan esperando fuera de la tienda.

— ¿Te hice esperar demasiado? —Pregunta el chico más alto, con algo de inquietud.

—Para nada, estábamos conversando a gusto hace poco. No te preocupes. —Le dice Thoma con una sonrisa amable la cual es correspondida por Tomo.

Yoimiya sale de la casa, ahora con un plato de golosinas en mano.

—Siéntensen niños, es momento de que se deleiten con mi último éxito culinario~

Los dos chicos se sonríen de nuevo, sentándose en el filo de la acera frente a la tienda de pirotecnia. Yoimiya les entrega un dango en forma de pez a cada uno y se acomoda al lado de Tomo para disfrutar con ellos.

—Creo que papá ha salido cuando estaba trabajando, no lo encontré dentro de casa —informa ella, un poco decaída—.  Es una pena que no lo puedas ver esta vez.

—No hay problema, sé que en esta época del año los pedidos para los festivales de verano aumentan —Tomo encoge los hombros—, el tío Ryuunosuke debe estar ajetreado con eso también.

Tomo le da el primer mordisco a la golosina abriendo los ojos de golpe, Thoma,  que ya ha empezado a comer, tiene una sonrisa de felicidad plena de oreja a oreja.

—Mmh… ¡está bueno, es delicioso!

Tomo pone la misma expresión complacida de Thoma, este último devora el platillo sin detenerse.

—Está muy rico, ¿verdad? —la reina del verano ríe con suficiencia y orgullo—, es mi dango especial, me gusta llamarlo "El Pez Dorado del Festival de Verano".

La chica anuncia su creación poniendo las manos en forma de puño sobre sus caderas.

—Definitivamente te luciste con esto Mmmhh…

—Así que a esto saben los dangos…—murmura Tomo observando con curiosidad el platillo para continuar consumiendo— eh… —agrega Tomo mordisqueando poco a poco su golosina, sin darse cuenta de que sus amigos le lanzan una mirada extrañados.

—¿Nunca habías probado uno?—pregunta Yoimiya verdaderamente asombrada.

—¿No trabajaste en un restaurante por una temporada?—recuerda su amigo Thoma.

Tomo sigue saboreando tranquilo su dango ante la inquietud de sus compañeros, solo para responderles de lo más casual.

—Sí, pero trabajé como cocinero, no como degustador de comida.

Los dos chicos miran absortos a Tomo mientras este le da el último mordisco al éxito culinario de Yoimiya.

—Eso es increíble...y no en el buen sentido de la palabra...

—Si fuera otra persona no me lo creería, pero viniendo de Tomo…—dice el rubio extranjero desviando la mirada de forma intencional.

—Oigan —Tomo frunce el entrecejo y cruza sus brazos—, ¿qué clase de insulto fue ese?

Yoimiya y Thoma estallan en una repentina carcajada a la que Tomo se une después de un segundo de procesamiento. Se quedan un rato así calmandose del ataque de risa, la brisa los acaricia sutilmente llevando los pétalos de cerezos caídos a su dirección. Tomo alza la cabeza para ver que el sol ya está comenzando a descender.

—Será mejor que nos pongamos en marcha, o la tarde nos caerá encima aquí. Muchas gracias por todo, Miya.

—¿Tan pronto? Espera…

Yoimiya se pone de pie para buscar en un lado de su kimono, una pequeña caja larga sellada y un empaque un poco grueso de velas.

—Son bengalas pequeñas. Sé que muchos niños de allá no pueden venir a los festivales que se celebran en Hanamizaka, así que... Es un pequeño regalo para ellos por el verano entrante.

Tomo recibe la bonita caja que contiene las bengalas con mucho cuidado. Luego mira tiernamente a Yoimiya y le habla con voz dulce.

—Miya...esto es un gran detalle, gracias...

—¡Aún no termino!

La chica le deja también en su mano el paquete de velas blancas, mirándolo con algo de inquietud.

—Estas velas son para que las ofrezcas a los santuarios...y a sus tumbas...Lamento no poder acompañarte de nuevo, el trabajo está muy pesado y no puedo dejar a papá... pero quiero que les lleves mis respetos a todos. Se que no es mucho…

—Esto es más que suficiente, Miya. Muchas gracias por tu gentileza. Estoy seguro de que los demás estarían muy contentos de ver lo mucho que te esfuerzas en tu trabajo y lo felíz que eres en este lugar...

Tomo se levanta lentamente para estar frente a su prima, y en seguida pone una de sus manos sobre la cabeza de la chica.

—Y mi tía estaría encantada de ver la asombrosa maestra pirotécnica en la que te has convertido.

Yoimiya mira a Tomo con los ojos llorosos antes de volver a abalanzarse sobre él en un fuerte y cálido abrazo.

—Cuídate mucho, Tomo...

—Estaré bien, no te preocupes...

Thoma observa con una sonrisa a los dos chicos desde un costado, ya de pie. Espera pacientemente a que Yoimiya suelte a Tomo y todos se despiden para continuar su camino hacia Ritou.

—Yoimiya se ha convertido en toda una Naganohara...

Ambos chicos miran en la distancia como Yoimiya escucha de manera muy atenta el pedido de un ciudadano, su brillante sonrisa resplandece hasta el lugar alejado donde ellos han avanzado. Esto hace sonreír también a Tomo de forma dulce.

—Sí, tienes razón… No hay duda de que este es el lugar a donde ella pertenece.

Tomo retoma el ritmo para seguir caminando hacia el frente, Thoma lo sigue sin decir nada más.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

La puerta de la casa de té se abre y el joven Kazuha pasa por el umbral hacia dentro. En la parte de afuera, la sirvienta Kozue está inclinada en forma de una solemne reverencia para darle la bienvenida al invitado del Comisionado.

Todo luce completamente en orden y se diría que está en completo silencio de no ser por qué el agudo oído del joven logra captar la voz de la Princesa Garza quien está conversando con un ciudadano.

—¡Woof, woof!

Taroumaru está sentado enfrente del corredor de la puerta como si estuviera saludando.

—Buenas tardes, propietario Taroumaru —saluda Kazuha, realizando una leve reverencia—.  Vengo a una reunión con el comisionado Kamisato.

Kazuha le enseña el papel al canino acercándolo un poco hacia su nariz. Este olfatea la nota y luego de dar un ladrido de aprobación, lo lleva por el pasillo hasta la puerta donde está la habitación del comisionado.

—Muchas gracias por guiarme.

— ¡Woof!—Dando ese último ladrido Taroumaru regresa a su puesto en el mostrador.

Kazuha inhala profundamente antes de poner su mano sobre la manija de la puerta corrediza.

—¡Con permiso! 

Con esa anunciación, el joven abre la puerta, revelando el interior de la habitación donde Kamisato Ayato yace sentado en frente de un escritorio. Kazuha inclina su torso levemente en una reverencia.

—Último hijo del Clan Kaedehara, Kaedehara Kazuha. Es un honor poder estar una vez más ante su presencia, comisionado Kamisato.

—Estuve esperándolo, joven Kaedehara. —Ayato levanta la mirada hacia su invitado haciéndole una seña con la mano para que ingrese por completo a la habitación. —Me alegro que haya llegado con bien hasta este humilde lugar. Por favor, póngase cómodo.

Kazuha se sienta en la silla libre que hay frente al comisionado, inhalando profundamente otra vez por el nerviosismo.

—Bueno, supongo que no esperabas recibir esta invitación repentina —Ayato habla con él mientras organiza unos papeles en su mesa, sin mirarlo mucho a los ojos —, mil disculpas por los medios en la que te la hice llegar, pero era necesario para poder comunicarme con alguien que ha estado viajando estos últimos meses.

Kazuha siente la inquietud creciendo dentro de él pero intenta contener las sensaciones negativas y concentrarse en el sujeto que tiene enfrente.

—No tiene por qué disculparse, comisionado...¿Ha surgido algún problema para que se efectúe esta convocación?

El joven samurai entrecruza los dedos de sus manos apretandolos con fuerza.

—Puedes relajarte, no es algo tan serio como crees —responde Ayato levantándose de su asiento con unos cuantos papeles en mano, rodea su silla para acercarse a la ventana, ya algo bastante típico de él—. No quisiera entrometerme mucho en tu estilo de vida. Pero he visto que has dejado de frecuentar la ciudad por un buen tiempo, ¿no es así?

Kazuha asiente con la cabeza, aún algo nervioso por lo que pueda decir el comisionado.

—Tampoco quiero dar muchas vueltas a este asunto, así que iré directo al punto —con esas palabras, Kazuha se esfuerza en calmar sus temores y se concentra—. Los bienes de tu clan están completamente abandonados ahora. Los últimos sirvientes que quedaban cuidando las pertenencias de tu familia, han decidido retirarse...

El joven pone una expresión que pasa de la sorpresa a la tristeza y por último a la compresión.

—Oh… Entiendo...

—Sé bien que no tienes intenciones de quedarte en la ciudad por mucho tiempo, no estoy aquí para juzgar tus métodos, pero necesito hacerte una pregunta.

El comisionado lo mira a los ojos como si buscará analizar su respuesta desde antes. Kazuha espera su cuestionamiento en silencio.

—¿Cuál es el propósito de tu viaje? —Ayato es severo en su tono, tanto que el joven samurai se sorprende un poco.

—...¿Disculpe?

—Hay una diferencia entre huir y comenzar un viaje, y ese es el fin por el cual decides embarcarte en esa travesía.

Kazuha observa expectante el modo en el que se expresa el comisionado, tratando de asimilar cada una de sus palabras.

—Es el propósito de tu viaje lo que marca su final, pero también lo que determina tu destino. Así que dígame, Kaedehara...¿tiene usted claro qué es lo que está buscando?

El muchacho se queda pensando por un tiempo con los labios entreabiertos como si quisiera decir algo pronto, sus mechones albinos tapan sus ojos aún más cuando agacha su cabeza para mirar sus manos.

—Yo... no puedo responder a eso correctamente… Es algo demasiado personal por ahora. Pero la verdad es que aún tengo mucho que pensar...

Ayato suaviza su mirada, pero su semblante sigue siendo neutro.

—Al final fui yo quien llevó al clan Kaedehara a su caída…— Kazuha levanta la mirada hacia el comisionado Kamisato otra vez, ahora un poco más determinado—. Pero como dijo mi padre, no puedo permitir que la vida me corte las alas. Así que quizá lo más adecuado para mí sea convertirme en un viajero errante. Tal vez así encuentre las respuestas que estoy buscando...

El comisionado por fin sonríe al escuchar la explicación de su invitado. 

—Eso es suficiente para mi —Ayato lleva su mirada hacia la ventana pero sin darle la espalda a Kazuha mientras le sigue hablando—. Unos de mis sirvientes necesitan una residencia donde entrenar, así que estuve pensando que podríamos hacer un trato para que puedas conservar los bienes preciados de tu familia.

Kazuha lo observa anonadado por la increíble propuesta que estaba escuchando, Ayato se da cuenta de que no hay respuesta y vuelve a mirarlo a los ojos para darle seguridad a sus palabras.

—No te preocupes por los detalles, ellos se encargarán de cuidar todo si aceptas cederles el espacio, yo me haré personalmente responsable de que eso se cumpla. Por supuesto, siempre y cuando estés de acuerdo con ello.

Kazuha parpadea repetidamente aún incrédulo.

—¿Eso estaría bien? Es mucha molestia para usted, no tiene que...

—Por favor, no es molestia, esto es lo minimo que puedo hacer por ti. Tu clan y el mio trabajaron juntos en el pasado, así que siento algo de responsabilidad sobre el asunto...

Ayato lo interrumpe y se voltea su cuerpo hacia la ventana; antes de seguir hablando ladea un poco la cabeza hacia un lado con la mirada baja, no lo suficiente para que él pueda ver a Kazuha pero sí para que el chico pueda ver algo del semblante solemne del comisionado.

—Lamento mucho no haber podido ayudar a tu familia cuando la crisis los atacó. Era uno de mis deberes, pero los tiempos eran demasiado difíciles como para que se me permitiera la movilidad que tengo ahora. Así que me honraría poder hacer esto por ti esta vez.

Kazuha lo comprende. Agacha la cabeza negando un poco con una sonrisa amable en su rostro.

—No tiene qué disculparse, comisionado. El clan estaba a mi cargo en ese entonces, yo soy el único que no pudo estar a la altura de la situación...

En esa última línea su voz y expresión se quiebran solo un poco. Ayato se voltea de nuevo hacia él

—Por favor, no tienes que ser tan duro contigo mismo, ponernos melancólicos solo nos traerá pesares al corazón. Entonces, ¿qué dices del trato, aceptas?

Kazuha inhala profundamente con el fin de calmarse y vuelve a sonreír contestando de forma positiva.

—Sería de mucha ayuda, muchas gracias, comisionado.

—Muy bien…—Ayato busca su lugar en la silla de su escritorio, sentándose de forma erguida. —Ahora cuéntame, ¿qué tal ha estado el viaje? ¿Has encontrado alguna dificultad?

Kazuha ahora está mucho más relajado que al principio de la conversación, sus manos reposan ociosamente sobre sus muslos.

—Nada fuera de lo normal hasta ahora, la vida de trotamundos solitario me ha tratado bastante bien.

Ayato reposa la barbilla contra su puño una vez pone su brazo derecho sobre el escritorio. Una expresión de admiración genuina adorna sus rasgos.

—¿Oh? Así que no tienes ningún acompañante, ¿o lo entendí mal?

El joven samurái desvía un poco la mirada con una risita nerviosa.

—De hecho, solo he tenido una que otra compañía pasajera, algunos comerciantes que van por los mismos caminos que yo, y cosas así. Nunca nos quedamos juntos más de un par de días...

El joven Kamisato lo observa en silencio con una curiosidad expectante.

—Pero, no me incomoda en lo absoluto, ya me he acostumbrado a viajar en solitario… Sólo necesito mi espada, el sonido de la naturaleza con mi fiel acompañante y el viento que me lleve donde él desee...

Kazuha cierra los ojos concentrándose en su poético discurso, mientras Ayato sigue con la misma expresión susurrando por lo bajo.

—Sin rumbo fijo y sin compañía eh...

De repente los ojos del comisionado se iluminan por un momento, como si algo hubiera hecho un pequeño "click" en su cabeza, sus labios forman una pequeña sonrisa ante la realización que formó su mente. 

El samurai vuelve su vista hacia Ayato preparándose, también para retirarse del lugar. 

—Bueno, si eso es todo lo que quería tratar conmigo, comisionado; yo...

—Kaedehara.

Kazuha abre sus ojos un poco desconcertado por haber sido interrumpido, y se encuentra con la astuta mirada del comisionado, sus manos están entrelazadas por debajo de su barbilla y ambos codos yacen apoyados en su escritorio, lo que le da una vista más audaz.

—¿Alguna vez ha oído hablar sobre la isla Yashiori?

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────



Los colores del cielo ya están comenzando a tornarse de hermosos tonos anaranjados. El sol está mucho más bajo de lo que estaba antes.

Thoma está parado frente a Tomo cerca de un gran barco que reposa en las aguas del puerto de Ritou. La brisa marina sacude suavemente sus ropas mientras el chico rubio extranjero, hace un chequeo de equipaje a su amigo.

—¿Aseguraste la bolsa de comida que te dí esta mañana?

—Sep.

Tomo responde de forma monótona a su amigo. Este solo se encarga de intentar ver por todos los lados del inmenso haori rojo, que su compañero tenga todo lo necesario para partir de viaje.

—¿Medicina y vendaje?

—Ya está adentro.

—¿Agua para beber en el camino?

—Seeee, aunque ¿sabes? No voy al desierto…—bromea el chico de relucientes ojos púrpura.

—Los suministros que te dio...

—Thoma, tengo todo, no te preocupes demasiado, parece que fueras una madre.

Tomo se burla un poco de su amigo poniendo una media sonrisa. Thoma por su parte hace un puchero y tira fuerte del haori del chico más alto para "acomodarlo", esto solo provoca un sonido de queja de parte de Tomo.

—Auch… Cuánto cariño...

Thoma no le presta atención a su queja exagerada y le alisa la ropa con las manos deteniéndose cuando llega a la parte de la bufanda rayada. En ese momento sus ojos se suavizan y pone una sonrisa nostálgica.

—No puedo creer que aún conserves esto…—Dice tocando delicadamente una parte de la tela que cuelga en el cuello de Tomo. El rubio cenizo también pone una expresión afable.

—Jamás desecharía un regalo de mi mejor amigo.

Thoma lo mira de forma cariñosa y lo abraza, arrugado otra vez el haori de Tomo, pero esto no le importa a él, así que corresponde el abrazo del rubio, sosteniéndolo con fuerza.

—Promete que te mantendrás a salvo.

—Haré mi mejor esfuerzo, lo prometo.

Thoma se aparta de repente buscando algo atrás de él que resulta ser una caja cuadrada que luce bastante cara.

—Casi me olvido de darte esto, son mochis de cerezo hechos con la receta secreta de la familia Kamisato. En el pueblo los aman,  ¿verdad? Llévalos contigo. El nombre de quien los hizo es secreto.

El rubio le entrega muy contento las golosinas a su amigos quien las recibe sin chistar.

—Mientras no los haya hecho Ayato, creo que serán comestibles.

Tomo se mofa otra vez mientras conjura una especie de hechizo que hace que la elegante caja desaparezca cuando se la guarda en el interior de su gran haori rojo. Thoma lo mira atónito.

—Por Barbatos, no importa cuántas veces te haya visto haciendo eso, me sigue pareciendo algo increíble y extraño...

Tomo sacude la manga de su haori acomodándosela un poco.

—Qué puedo decir, la magia onmyoudou es bastante conveniente en estos casos—acota el hábil joven. —De algo me debían servir de todos esos años desayunando pergaminos espantosos… Ugh… Me da escalofríos de sólo recordar las lecciones de la maestra Yae...

El chico se estremece envolviendo sus brazos alrededor de él mismo como si tuviera frío repentinamente. Thoma se divierte por su reacción.

Antes de que pudieran seguir conversando, uno de los marineros del gran barco se asoma por un costado para gritarle a Tomo.

—¡Oeeeee, ya vamos a partir, será mejor que subas a bordo!

Con ese mensaje entregado desaparece otra vez dejando a los dos chicos tranquilos para que se despidan. Ambos miran en silencio la embarcación por un momento hasta que Thoma decide hablar otra vez, con una amable sonrisa.

—Ten buen viaje, Tomo.

Tomo mira con afecto por una vez más a su mejor amigo.

—Gracias, Thoma. Hasta luego.

Con un último abrazo breve, Tomo deja al chico en los tablones del puerto para ir hacia la escalera de tabla de la embarcación.

A la mitad de la subida Thoma le grita para volver a llamar su atención.

—¡¡Asegúrate de regresar pronto a casa!!

El rubio está con sus manos alrededor de su boca simulando una bocina, Tomo pone una sonrisa de lado y le devuelve el grito efusivo agitando su brazo en forma de despedida.

—¡¡Siiiii!! ¡No te olvides de cuidar a mi bebe, por favoooor!

Thoma contesta con una risa por el apodo cariñoso que su mejor amigo le había puesto a su gatita.

—Cuánta energía tienen los chiquillos estos días.

Tomo voltea otra vez hacia el frente donde se encuentra con un hombre de cabellos revueltos, viste una media armadura samurai mezclada con ropas de pirata. Se nota que es el capitán de la flota por la gran presencia que posee a pesar de ser bastante mayor, en contraste con tantos jóvenes reclutas, que también están preparando el barco para zarpar.

—Tío Onitaka, se lo ve más joven que nunca —el muchacho se ríe un poco de él lo que provoca una carcajada de parte del capitán.

— Déjate de palabrerías y sube de una vez, ¡venga! —Onitaka le da una fuerte palmada en la espalda a Tomo haciendo que este avance casi contra su voluntad por el repentino empuje—Nos vamos a casa, muchacho. ¡Levad anclas, marineros de agua dulce!

La primera línea queda retumbando en la cabeza de Tomo. "Nos vamos a casa"

Enseguida voltea a ver a su amigo Thoma que aún seguía moviendo sus brazos de un lado a otro para despedirse de Tomo. Una vez ve que el barco empieza a moverse, los baja dándose la vuelta para ir hacia el centro de Ritou.

El muchacho ahora posa su vista en el horizonte, donde en lo más lejano se puede ver los restos de la gran Serpiente, el dios Orobashi. El fuerte viento del mar despeina aún más su ya desarreglado cabello color arena.

—A casa...eh...

Mientras el barco se aleja de la costa, se hace más y más pequeño desde la vista del puerto, donde los pies del joven samurái errante, Kaedehara Kazuha, se posan cerca de una orilla; quien mira con algo de seriedad la puesta del sol y como este va cayendo junto a la isla a la cual adornan unos grandes huesos.

— La isla Yashiori…

El viento también juega con los cabellos albinos del muchacho, al mismo tiempo que las olas chocan bajo sus pies en los tablones del inmenso puerto.

 

 

 



Notes:

Perdón si esto avanza muy lento, prometo que los dos se reunirán pronto>:(

 

¡Muchas gracias por leer hasta aquí! Y gracias otra vez a Noir por su increíble trabajo y la paciencia que tiene conmigo;;

Chapter 4: Distancia

Summary:

Los sonidos de la noche que percibe se incrementan de manera drástica mientras se adentra a la isla. Los graznidos cuervos arrimados en las ramas de los árboles, el crujir de la madera tambaleante, la estrepitosa caída del agua en el cañón. Todo le daba a aquel lugar un aura siniestra, y en algún punto del recóndito paraje, el joven podía sentir, en mayor concentración, una vez más aquella inquietante presencia que percibió en la mañana cuando aún estaba en la ciudad de Inazuma.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

—Kaedehara —pronuncia Ayato, un discreto brillo contento en sus ojos—, ¿alguna vez has oído hablar sobre la isla Yashiori?

 

Kazuha lo observa de forma curiosa ladeando su cabeza hacia un lado instintivamente.

 

—Mmm, creo haber oído que es aquella isla donde la Todopoderosa Shogun mató al dios de Watatsumi… pero mi conocimiento sobre las demás cosas son nulas, lo lamento...

 

—No necesitas disculparte.

 

Ayato agita una de sus manos restándole importancia..

 

—Yashiori es una isla adjunta a Kannazuka, lugar en el que se encuentra la fragua Mikage que es donde se realiza la forja de armamento militar.

 

Kazuha observa en silencio a Ayato atendiendo cada una de sus palabras como si fuera un diligente estudiante.

 

—Básicamente, en aquella tierra se da la minería de la cotizada médula cristalizada, supongo que has escuchado hablar de eso...

 

El samurái asiente con la cabeza

 

—Es un mineral muy rico que vuelve a las espadas de Inazuma más poderosas, lo cual es el orgullo nacional.

 

Ayato asiente igualmente dándole la razón

 

—Sí, es correcto. Pero alguna vez te has preguntado, ¿de dónde sale este misterioso poder que le es conferido a las armas?

 

El comisionado mira a Kazuha expectante por su respuesta, pero este solo tiene una cara confundida, al final sólo termina negando con la cabeza. Ayato se ríe suavemente.

 

—La médula cristalizada no es más que los restos del dios de Watatsumi. Al usar los restos de un dios caído, las armas forjadas con este mineral se vuelven imparables.

 

Kazuha abre los ojos con gran asombro.

 

—Yo… Nunca había escuchado sobre eso...

 

Ayato se recuesta en el respaldo de su silla. Ahora dejando sus manos entrecruzadas a la altura de su abdomen dándole un toque más relajado a su postura.

 

—Oh, claro que lo entiendo. La mayor parte de esta información suele ser… Difícil de obtener en base a otras personas… A veces la mejor forma de aprender de algo es verlo por ti mismo...

 

Kazuha vuelve a inclinar su cabeza hacia un lado.

 

—¿Me está sugiriendo que ponga a Yashiori como próximo destino de mi viaje?

 

Ayato se ríe nuevamente negando la pregunta de Kazuha.

 

—Jamás me atrevería a ponerle un destino específico a un joven errante. Sólo es un comentario, pero si te causa curiosidad eres libre de ir a donde tu quieras ¿no es verdad?

 

Kazuha encoge los hombros un poco y vuelve a entrecruzar sus manos con nerviosismo.

 

—Bueno, tiene razón...

 

El líder de los Kamisato acentúa su sonrisa cerrando los ojos para parecer más amigable. Luego se vuelve a dirigir a Kazuha está vez arreglando sus papeles mientras habla.

 

—Bien, eso es todo lo que tenía que decirte, puedes continuar con tu viaje, Kazuha.

 

El chico hace una breve reverencia, levantándose de su puesto en el acto. Cuando se da la vuelta para dirigirse hacia la puerta, el comisionado Kamisato lo detiene con una observación.

 

—Sólo una advertencia.

 

Kazuha se voltea para ver a Ayato quien lo observa con una mirada profunda.

 

—Si decides ir hacia la isla Yashiori debes tener cuidado.

 

La extrañeza se retrata en el rostro del samurái errante ante el aviso. Ayato solo continúa hablando de forma calmada.

 

—Muchos dicen que es la cuna de un mal que nunca ha abandonado las fauces de la gran serpiente. Lo mejor será que tengas los ojos bien abiertos… pero en caso de que te encuentres algún peligro desconocido...

 

El panorama de la casa de té desaparece, ahora solo se puede observar el mar y a la distancia una isla con unos grandes huesos sobresaliendo sobre sus montañas.

 

 "...Lo mejor será que huyas, sin mirar hacia atrás." 

 

Las palabras finales de Ayato aparecen en sus recuerdos, Kazuha mira con detenimiento aquel lugar en la distancia , el graznido de las gaviotas que se posan en los botes de pesca del puerto retumba en sus oídos y las bonitas mangas de su kimono ondean con la brisa marina.

 

Con el cielo comenzando a teñirse de naranja, Kazuha se ubica en el puerto de Ritou y la voz de un pescador se dirige a él: 

 

—Oye chico, ¿necesitas que te lleven a algún lugar?

 

El muchacho sigue a la voz que le hace la pregunta y ve a un pescador adulto que están poniendo redes en su bote para zarpar.

 

—Eh… Realmente no, pero… ¿Usted sabe cuanto tiempo me tomaría llegar a la isla Yashiori?

 

El señor se levanta un poco el gran sombrero que lleva para poder ver mejor a Kazuha, otras personas también comienzan a reunirse por el perímetro para ordenar sus barcos y mercaderías.

 

—¿La isla Yashiori? Casi nadie está dispuesto a ir a ese lugar, o mejor dicho a ninguna de esas islas, el último barco que iba hacia allá se fue hace poco. Pero si logras no desviarte, te tomará aproximadamente unas cinco horas en bote.

 

Kazuha deja de ver al señor para volver su vista al mar, algo desanimado.

 

—Oh… Entiendo...

 

— ¡Heey! —una chica extraña posa su atención en él—. Chico, ¿quieres ir a Yashiori?

 

 Con ropa extravagantes, ella le grita a Kazuha; un pomposo hachimaki de color blanco y patrones azules está atado alrededor de su cabeza y tiene un parche mal colocado en su ojo izquierdo. A juzgar por su aspecto, podría decirse que tiene la misma edad que él o tal vez un poco menos. Kazuha solo le dirige una mirada dudosa.

 

—Estamos encargados de llevar una mercancía hasta allá. Somos una embarcación pequeña y solo vamos a dejar esas cosas para luego ir a otro sitio, así que te podemos pasar dejando. ¿Estás bien con eso?

 

El samurái aún luce algo desconfiado, pero se limita a responder por compromiso.

 

—Realmente no es un problema, pero...

 

— ¡Bien! Entonces está decidido, soy Ina por cierto. Lo más seguro es que lleguemos por la noche, así que espero que tengas un familiar que te de posada. ¡Rápido muchachos! Alisten las cosas, zarpamos!

 

Antes de que Kazuha pudiera hacer algo para negarse, la chica ya se había escurrido dentro de la pequeña embarcación. Sus demás ayudantes también terminan de subir la carga.

 

—¡OIGA, SEÑORITO! —exclama la joven de nombre Ina—. NO SE QUEDE AHÍ O LO VAMOS A DEJAR VARADO!!

 

La muchacha se burla de Kazuha desde el interior de la nave, y el chico solo suelta un suspiro antes de subir a bordo, al final termina poniendo una sonrisa.

 

—Supongo que así es como funcionan las vueltas de la vida...

 

Una vez la embarcación está preparada, las anclas se elevan y comienzan a aventurarse entre las olas. Kazuha observa tranquilamente como cada vez se aleja de las costas de Ritou, e inclina un poco su cabeza en una reverencia.

 

—Hasta siempre...

 

—Oye, Ina… —un pirata ayudante le llama con timidez—. No te dijo el tío Onitaka que, uh, ya sabes, ¿te abstuvieras de dejar subir a extraños a nuestros barcos?

 

El muchacho escucha sin querer una conversación que sucede del otro lado de la barca, aunque el hombre se esfuerce por mantener la voz baja, las palabras llegan a sus agudos oídos.

 

—Aaarrgh, cállate —responde ella—. Ese viejo ni siquiera se despidió de nosotros, además nuestro deber es llevar estas mercancías lo más rápido posible al pueblo y luego irnos a Watatsumi.

 

Kazuha echa una mirada a donde los dos chicos conversan, ellos están completamente de espaldas hacia él.

 

—Que un forastero se quede a mitad de camino no se interpondrá en nuestro trabajo, así que mueve tu trasero y de paso esas cajas, me están estorbando el paso.

 

Y así, con un tono molesto, Ina se aparta del sujeto con quien hablaba y va hacia donde está el timón. Kazuha solo deja escapar una risita leve tras haber observado la escena, preparándose mentalmente para el largo viaje que le espera.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

La gran embarcación en la que Tomo se encuentra, ya está bastante lejos de Ritou y la isla Narukami, el agua choca en la resistente madera, mientras que las aves se posan en la proa para descansar de sus vuelos.

 

Los piratas dentro del barco se han relajado de su ajetreado embarque, algunos reposan sentados bebiendo sake y otros se ocupan de las tareas de navegación. Tomo está recostado sobre sus antebrazos en uno de los filos del barco, viendo hacia el horizonte con una cara indescifrable.

 

—No es propio de ti estar tan callado —menciona Onitaka—, ¿algo te está preocupando, hijo?

 

El capitán se dirige a él con tanta familiaridad, que hace que Tomo deje de estar absorto en sus pensamientos.

 

—No es nada importante, estoy bien.

 

Tomo responde con la misma gentileza de siempre. El hombre mayor solo encoge los hombros, recostándose sobre el filo de su barco solo que de espaldas al mar.

 

—Si tú lo dices, entonces lo tomaré. Por cierto, olvidé decirte que vamos a tomar un pequeño desvío. Probablemente lleguemos a Yashiori mañana por la mañana, espero que no sea un problema.

 

Tomo se acomoda de lado para poder ver mejor al capitán, mueve un poco la cabeza en modo de negación mientras pone una sonrisa.

 

—No es un problema en lo absoluto. Tengo suerte de que siempre hagan un tiempo para recogerme. Si no fuera por ti, sería un verdadero dolor de cabeza salir de Narukami, así que muchas gracias, tío Onitaka.

 

Onitaka coloca una sonrisa orgullosa en su rostro y pone su mano en la cabeza de Tomo para alborotarle el pelo. Tomo cierra un ojo como acto reflejo al sentir la intrusión en su cabello.

 

—Te has convertido en un gran hombre, un digno heredero del linaje Kitain.

 

El muchacho se libra de la muestra de afecto del capitán, medio riéndose.

 

—Aún me falta mucho camino por recorrer para poder considerarme un Kitain.

 

—Baa, eres igual de modesto —Onitaka rueda los ojos—. Esa también era una característica muy distintiva de ellos.

 

Ambos se recuestan nuevamente en el filo de la nave, Tomo pone una sonrisa nostálgica mientras vuelve su vista al mar.

 

—Por cierto, ¿Ina no está contigo hoy? —cuestiona Tomo—. Es extraño no oírla refunfuñando por ahí.

 

—Nah, le dí un pequeño trabajo antes de embarcarnos. Aunque aún es joven, debe comenzar a aprender de nuestro digno oficio, a ver si se vuelve más diligente que tú.

 

El muchacho se ríe disfrutando de la conversación y la fuerte brisa que sopla en el vasto océano.

 

—No sabía que contrabandear mercaderías era considerado un digno oficio —finge estar escandalizado y bromea—: ¿Debería comunicarlo a la Comisión Tenryo? 

 

Onitaka también comienza a reír por el comentario burlón de Tomo y otra vez le da una fuerte palmada en la espalda volteandose hacia él.

 

—También te has hecho más astuto, eh. —elogia, como si fuera su padre. 

 

Sin previo aviso, un fuerte oleaje azota el barco y hace que este se estremezca bruscamente perdiendo el control. No es tan grave como para tirar a alguien por la borda, pero sí como para hacer que todos los que están encima de la embarcación pierdan el equilibrio y vociferen insultos por el susto. Onitaka y Tomo no son la excepción.

 

Ambos intentan agarrarse de donde sea, pero en eso una punzada de dolor cruza por el rostro de Tomo haciendo que se lleve una de sus manos a la parte frontal de su cabeza y ponga una mueca dolorida.

 

—Argh...

 

—Estos malditos novatos, aún no saben cómo tomar una ola...—se queja el Capitán.

 

Onitaka se da cuenta de la cara de dolor de Tomo, pone una mano en la espalda del joven para reconfortarlo.

 

—Oye hijo, ¿estás bien?

 

El chico toma unas respiraciones para tranquilizar su expresión, baja su mano otra vez para apoyarla en el borde y luego mira al hombre que está genuinamente preocupado por él.

 

—Sólo fue un pequeño mareo, no te preocupes… No he podido dormir casi nada anoche, tal vez eso me está pasando factura...

 

—Debes cuidar más tu salud, muchacho.—pide Onitaka, frunciendo el entrecejo. 

 

El capitán le da unas palmaditas suaves donde su mano reposaba. Después se yergue con el fin de dirigirse a donde estaban los encargados de la navegación. No sin antes darle unas sugerencias a Tomo.

 

—Si quieres puedes descansar por ahí, no te preocupes, yo me encargaré de que estas sardinas no te molesten.

 

Onitaka señala con el pulgar a su tripulación, haciendo que Tomo resople una risita.

 

—Muchas gracias, tío Onitaka.—sonrie Tomo, aún incluso con el dolor. 

 

—Ni lo menciones, ahora iré a ver qué desastres están haciendo estos principiantes, descansa chico.

 

Con esa última frase el capitán Onitaka se dispone a ir hacia el timón. Tomo medio escucha como los regaña desde el lugar en el que está, antes de apartarse de ahí para recostarse en un costado de la cubierta, donde apenas llegan las voces bulliciosas de los piratas de Onitaka.

 

El joven acomoda su espada de empuñadura blanca a su costado para sujetarla con su brazo izquierdo, de modo que esté a su alcance por cualquier inconveniente. En el momento en que reposa su cabeza contra la superficie interior del barco, sus ojos se dirigen instintivamente al cielo despejado, coloreado por tonos naranjas y violáceos, signo de que la noche se está acercando.

 

—Será un largo viaje...

 

Y junto con el arrollador sonido del viento y con el melodioso graznido de las gaviotas, Tomo cierra lentamente sus ojos. Sucumbiendo, por fin, al cansancio, el muchacho se toma un merecido descanso; en completa ignorancia de la ligera malicia que se fijó en él. 

 

Un pirata, un poco más joven que Tomo, con pintas de ser un amateur; se lo queda viendo un rato, antes de dirigirse hacia el capitán Onitaka quien ya había terminado de regañar a sus aprendices.

 

—Oiga, señor Onitaka, ¿vamos a robarle a ese chico extraño que está recostado por allá? Su espada se ve costosa… —los ojos del susodicho se pintaron de furia.

 

—¡Idiota! —Onitaka no pierde el tiempo y le da un buen coscorrón en la cabeza al crío. Éste se queja del dolor.

 

—Auch, ¿y ahora qué hice mal? —se muestra verdaderamente confundido.

 

—Primero, no somos viles ladrones. Sólo tomamos unos cuantos bienes sobrantes de esos peces gordos del Shogunato y los llevamos a mejores lugares —Onitaka sermonea con severidad al jovenzuelo y continúa—: Segundo, ese muchacho de allí tiene más autoridad y poder que todos nosotros juntos —señala a Tomo, que continúa dormido, ajeno a toda la discusión—, así que mejor controla tus impulsos si no quieres terminar chamuscado.

 

El chico que aún se masajea la parte de arriba de su cabeza por el dolor que le dejó el golpe del capitán, le da una mirada desafiante antes de decirle:

 

—Increíble, el gran capitán Onitaka tiene miedo de un cualquiera —y entrega una sonrisa burlona—. Pensé que nadie podía comprarlo a usted.

 

Y el chiquillo se gana otro golpe fuerte en la cabeza.

 

— ¡AY!

 

—Tal vez seas nuevo por aquí, pero debes tener algo en claro, mocoso. Aquí el miedo nos es insignificante. Salimos al mar para enfrentar embravecidas tormentas y luchamos contra temibles monstruos, como si de desayunar se tratara.

 

El chico ve a su capitán con unas lágrimas saliendo por los costados de los ojos debido al dolor de los golpes, pero aún así, está concentrado en todo lo que él le está diciendo. Onitaka tiene su vista hacia su tripulación con los brazos cruzados.

 

—La única manera de poder aliarte con la gente de mar, ¡es ganándote su respeto!

 

El jovenzuelo mira admirado al hombre, sus ojos brillan totalmente cautivado por su discurso. Onitaka le dirige una mirada confiada al chico.

 

—Y el respeto no es algo que se pueda comprar con unas cuantas moras.

 

Ahora, Onitaka dirige su vista hacia donde Tomo está reposando, el chiquillo le sigue la mirada de forma instintiva. El rostro de Tomo luce tan pacífico mientras duerme que nadie se atreve a despertarlo.

 

—Ese chico ha pasado por grandes dificultades desde que era solo un niño, pero ha trabajo más duro que cualquiera de nosotros para poder llegar a donde está ahora —Onitaka mira a su tripulante aún con un semblante fuerte y autoritario—. Así que en vez de darle problemas, mejor deberías aprender algo de él.

 

El niño se pone totalmente firme y con una mirada segura le responde a Onitaka.

 

—¡Sí, mi capitán!

 

El pirata mayor le da una palmada en la cabeza y lo empuja hacia adelante con suavidad.

 

—¡Bien, ahora ve a ayudar a los demás! Aún hay mucho trabajo por hacer.

 

El capitán alza la voz para que toda su tripulación pueda escucharlo. El chiquillo que estaba frente a él se escurre rápidamente hacia los demás para unirse a las labores.

 

—Después de todo, aunque no hayan tormentas por ahora, ¡debemos estar preparados para cualquier capricho que nazca de la "Todopoderosa Gran Shogun"! —una gran y estruendosa carcajada sale de su boca que quizás llegó a las estrellas. 

 

Onitaka se mofa mientras sus compañeros vitorean con potentes gritos de aprobación junto a energéticos aplausos. A pesar de todo el estruendo, Tomo sigue inmutable en su sueño, el viento acariciando suavemente sus hebras de oro y el sol ya está apunto de desaparecer en el horizonte.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

Las aguas están parcialmente tranquilas, con solo el reflejo de la luz de la luna, adornando los remansos de las olas con el brillo nocturno.

 

Kazuha yace sentado en un filo de la popa del barco, admirando el hermoso paisaje, muy a la distancia apenas se pueden notar unas manchas del follaje de los cerezos de la isla Narukami. Mientras el tenue oleaje, chapotea bajo sus pies y el viento le revuelve su platinado cabello, el joven samurái susurra palabras poéticas a su muza.

 

—Quietud en las sombras, pero anhelo al amanecer...

 

—Uuhh, no sabía que eras tan versado con las palabras, si la luna pudiera escucharte, de seguro se sonrojaría.

 

Distraído por la joven pirata, el samurái voltea su cabeza alerta por la repentina intromisión. La muchacha se acerca hasta donde está para sentarse en el filo de la popa de la misma manera que él. Cuando ella se posiciona a su lado, Kazuha se relaja.

 

–Lamento que tenga que escuchar mis delirios líricos. —El chico se excusa con voz tranquila aunque aún con una pizca de inquietud en su rostro.

 

—Nah, no te disculpes, es genial tener un momento para apreciar la buena poesía.

 

Ambos se quedan un rato en silencio, reposando de todas las horas de viaje. El panorama sigue inmutablemente hermoso, con la luna llena alzándose entre las densas nubes.

 

—Estamos apunto de llegar —Ina se dirige a Kazuha y los dos chicos voltean sus cabezas para ver en dirección a la proa del barco. En la proximidad, ya se pueden visualizar con más claridad las extensas praderas con espesos árboles y las altas montañas atravesadas por los huesos del dios Orobashi—. ¿Estarás bien? No pareces ser alguien que suela venir a lugares como este.

 

Kazuha se impresiona un poco por la aguda percepción de la chica

 

—¿Cómo lo dedujiste? La mayoría de las personas siempre me toman por un simple viajero.

 

—Tengo buen ojo para saber si la tela de un kimono es de calidad —Dice la muchacha señalando el traje de Kazuha—, y esa que tienes ahí se ve particularmente costosa.

 

Kazuha se encoge hacia un lado intentando poner una sutil distancia entre ellos dos, y la chica solo suelta una carcajada animada.

 

—Puedes estar tranquilo, oye. No soy una vil ladrona, la gente del mar también tiene sus principios —Ina le da un golpecito en el hombro con mucho cuidado para lucir más amistosa—. Si no te has desecho de eso en todo este tiempo es por que debe ser importante para ti, ¿no?

 

El samurái sin hogar toma suavemente una de las mangas de su kimono, los colores de las nubes y hojas de arce estampados en forma de patrón, se ven vivaces aún con la poca iluminación de la barca.

 

—Esto fue una de las pocas cosas que me dejó mi familia...—Kazuha pone una media sonrisa, sus ojos reflejan una profunda nostalgia—. Las hojas de arce están destinadas a caer cuando llega el otoño.

 

—Sin embargo eso las deja ser llevadas por el viento sin que las retengan, ¿verdad?— la chica lo interrumpe haciendo que Kazuha vuelva su atención hacia ella—. Eso también es algo bueno.

 

El samurái vuelve a sonreír de forma ligera.

 

—Sí… Tal vez esa es una de las razones por las que estoy aquí...

 

El joven concentra su vista en el amplio mar de nuevo; Ina ya no se molesta en interrumpirlo y se vuelven a quedar en silencio por un momento, hasta que la curiosidad la vence.

 

—¿Has venido aquí por algo en especial? —pregunta la muchacha con una curiosidad genuina.

 

Kazuha se queda en blanco por un momento y luego responde:

 

—No sabría decirlo con certeza… Lo siento, es solo que...—Haciendo la cabeza hacia abajo, el chico vuelve a poner una expresión inquieta. —. Aún estoy buscando la respuesta.

 

—Está bien, créeme, no tienes que disculparte por eso.

 

Ina pone una mano sobre el hombro de Kazuha, para brindarle apoyo.

 

—Yo pertenezco a una tripulación más grande. Mis ancestros solían surcar los mares alrededor de Seirai, así que quise seguir su ejemplo y dejarlo todo para unirme a esta flota —la joven dirige su vista al mar otra vez, aún con su mano en el mismo lugar—. He visto muchos tipos de personas subir a nuestros barcos para conseguir su propósito; extranjeros, comerciantes, un erudito apunto de perder la cabeza por su tesis, un chico testarudo que hace su mejor intento por mantenernos a salvo...

 

La pirata enumera con sus dedos los ejemplos de una forma graciosa, lo que me provoca a Kazuha una risita involuntaria.

 

—Como sea. Quiero decir, lo que sea que estés buscando, te prometo que este viaje no será en vano. —Ina le sonríe confiadamente esta vez mirándolo a los ojos.

 

—Gracias por tus palabras de aliento, realmente las aprecio. —dice Kazuha con toda la amabilidad que puede reunir en el momento.

 

—Bueno, más te vale, porque me he esforzado. —la muchacha se ríe y le da un golpe en el hombro al chico.

 

—¡HEMOS LLEGADO A COSTAAA!

 

Ambos chicos voltean a ver al marinero que ha anunciado la noticia, en efecto el barco ya está arribando a la playa Nazuchi, todo el mundo ya se prepara para el desembarque.

 

—Creo que hasta aquí llega nuestra conversación. Una vez estemos en la playa solo debes ir hacia la izquierda —Ina tiende su mano derecha hacia Kazuha con la intención de que le dé un apretón—. Suerte y hasta pronto.

 

Kazuha corresponde al apretón de manera cordial.

 

—Gracias nuevamente, señorita Ina.

 

El barquillo encalla y los marineros bajan el ancla para proceder a dejar las mercancías, y alistarse para su próximo destino, Kazuha también baja sin prisa por las escaleras improvisadas que han puesto, antes de ser interceptado por la voz de Ina una vez más.

 

—¡Ten cuidado! ¡Caminar a estas horas por aquí suele ser muy peligroso, es mejor que encuentres un lugar donde pasar la noche!

 

—¡Sí, lo tendré en cuenta!—responde el joven samurai haciendo un breve gesto de despedida con la mano.

 

Y con ese último adiós, Kaedehara Kazuha avanza hacia el camino señalado por la pirata, el tenue ruido de las olas que rompen al pie de la playa Nazuchi lo acompaña, mientras sus pies recorren la senda arenosa.

 

Tras cruzar un buen tramo a pie, el chico puede visualizar una parte de la isla con una enorme abertura, la prueba de la caída del dios de Watatsumi y el poder supremo e incuestionable de la Shogun Raiden, La Garganta Musoujin. Los destellos eléctricos aún quedan remanentes hasta el día de hoy y el agua en zanjada también da una aterradora impresión con la oscuridad de la noche.

 

—Bueno, esto ciertamente es más terrible de lo que imaginé...

 

Los sonidos de la noche que percibe se incrementan de manera drástica mientras se adentra a la isla. Los graznidos cuervos arrimados en las ramas de los árboles, el crujir de la madera tambaleante, la estrepitosa caída del agua en el cañón. Todo le daba a aquel lugar un aura siniestra, y en algún punto del recóndito paraje, el joven podía sentir, en mayor concentración, una vez más aquella inquietante presencia que percibió en la mañana cuando aún estaba en la ciudad de Inazuma.

 

Kazuha sacude su cabeza e inhala con fuerza para aplacar toda la inquietud que el panorama le hacía sentir, repitiéndose a sí mismo en su mente para relajarse:

 

«Calma, no es muy diferente a estar dentro de un libro de leyendas urbanas de la editorial Yae, donde en cualquier momento un temible yokai aparece para robar tu cabeza.»

 

—Lo primero será encontrar un lugar para refugiarme esta noche...—Mientras el aire frío golpea su cuerpo, el muchacho alza la cabeza en busca de la luna, que yace entera decorando el firmamento lleno de estrellas luego de haber estado un buen tiempo tapada por unas nubes oscuras. —solo espero tener suerte...

 

Unas lámparas bastante antiguas de repente iluminan ligeramente el un sendero que guía hacia la parte izquierda de la isla partida. El samurái errante continúa avanzando en el espesor de las sombras, hacia un gran árbol de arce cuyas hojas aún no están tornadas de su característico color rojo.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

La gran embarcación de Onitaka encalla en la playa Nazuchi, con un fuerte grito los marineros bajan el ancla para estabilizar el barco en la costa. A juzgar por la neblina y la falta de rayos del sol, se puede decir que apenas está amaneciendo. Las ibis violetas que reposan sobre las rocas de la playa, alzan el vuelo al escuchar el estruendo de la tripulación arribando, dejando como rastro, hermosas plumas de tonos morados.

 

—¡TIERRA! ¡A DESEMBARCAR!

 

Toda la tripulación comienza a moverse sobre la cubierta con gran energía. El capitán baja de su lugar en la proa y camina hacia donde Tomo se encuentra recostado, ya queriendo medio despertar por todo el estruendo.

 

—Arriba, muchacho, hemos llegado. Es mejor que te muevas antes de que te confundamos con mercancía y te tiremos a la arena.

 

Tomo se estira perezosamente antes de abrir los ojos para enfocar a quien le hablaba. Aún con la voz ronca por el sueño el chico le dedica unas palabras.

 

—Menos mal me dijiste que era parte de la familia… Qué frialdad, capitán...

 

Mientras Onitaka pega una carcajada, el muchacho se levanta con pesadez estirándose y bostezando hasta recibir otro fuerte golpe en la espalda por parte del hombre mayor que lo hace desestabilizarse, lo que lo despierta más rápido.

 

—Así trato a mi familia. Vamos, muévete, has estado durmiendo como un tronco por más de diez horas.

 

Tomo abre los ojos estupefacto por la información.

 

—¿Qué? ¿Por qué no me levantaste antes para ayudar a los demás en la navegación?

 

—Jamás me atrevería a despertar al prefecto de su hora de siesta si no se levanta por sí mismo, aprecio mi vida. —bromea un poco Onitaka.

 

Onitaka pasa su mano por el cabello de Tomo para alborotarlo más de lo que ya está, luego sigue caminando a ayudar a desembarcar al resto de su tripulación.

 

—Nos vemos, saluda al jefe de la aldea Higi por mi.

 

El chico pone una media sonrisa al ver al pirata marcharse hacia su gente. Una vez que los marineros ponen una escalera de tablones de madera algo improvisada, Tomo se dispone a bajar hacia la playa.

 

—Hey, Tomo. ¿No te quedarás en el barco? —cuestiona uno de los marineros que el nombrado no tarda en identificar—. Cuando eras pequeño tenías más tiempo libre para nosotros. —finaliza añadiendo una risa. 

 

El pirata adulto se dirige hacia él, es más joven que el capitán Onitaka, pero también porta grandes cicatrices en su rostro, signo de un largo recorrido por las aguas de Inazuma.

 

—Hermano Takano...

 

Los hombres estrechan las manos y Takano palmea el hombro de Tomo.

 

—Perdóname, es que tengo que...

 

—Lo sé, chico. No necesitas explicarlo, sólo disfruto molestarte.

 

Takano despeina a Tomo al igual que lo hizo el capitán Onitaka, riéndose por la reacción reacia del muchacho a que le siguieran revolviendo el pelo.

 

—Entonces, que te vaya bien, te veremos de nuevo cuando debas volver a Narukami.

 

Tomo intenta acomodarse el moño en su cabeza para controlar sus rebeldes cabellos alborotados.

 

—Seh, eso es cierto, estoy atascado con ustedes.

 

Una vez queda satisfecho con su peinado descuidado, agarra desde la vaina su espada de empuñadura blanca, que había dejado recostada en la cubierta cuando se levantó de su siesta.

 

Haciendo que los pequeños caireles colgantes del saego de la katana se agiten con un movimiento de su mano, la espada es rodeada brevemente por un enigmático halo de luz dorada, convirtiéndola en un largo shakujō de madera envuelto en la parte media con un tejido de color blanco y rematado una por punta metálica con seis pequeños anillos tintienantes del mismo material, los cuales cuelgan uniformemente lado a lado de una pieza anular incrustada en la misma parte superior del instrumento.

 

Takano se queda viendo anonadado la transmutación del arma, mientras Tomo solo termina de sacudir el bastón haciendo sonar aún más sus adornos metálicos. Algunos jóvenes curiosos también han dejado por un rato sus tareas para admirar el espectáculo

 

—Woa, si no te conociera, no sabría que eso también es una espada. —menciona Takano, asombrado. 

 

—Los hechiceros dan miedo...—murmura uno de los integrantes de la tripulación. 

 

Ahora es el turno de Tomo para reírse de las caras pasmadas de los demás.

 

—Bueno, las reliquias familiares siempre tienen unos cuantos trucos; no quiero asustar a los niños con la espada. Y por cierto no soy un hechicero, soy un cazador de demonios. —Le dice al joven que se había atrevido a hablar, haciéndolo despelucarse aún más.

 

—Ojalá mis reliquias familiares hicieran eso.—desea Takano.

 

—Hechiceros, monjes y cazademonios; todos están cortados con el mismo filo. ¡Ahora dejen de distraerse y vuelvan al trabajo! —manda el capitán.

 

Onitaka aparece por detrás gritándole a su tripulación, quienes se alertan al segundo y despejan el área para volver a ocuparse de sus respectivas tareas de desembarque. Solo Takano permanece a lado de Tomo viendo como su capitán se les acerca.

 

—No es como si quisiera echarte, pero si no vas a navegar con nosotros es mejor que bajes ya, Tomo. Partiremos a Watatsumi para supervisar un negocio así que, ya sabes. —explica Onitaka. 

 

—No necesitas decírmelo dos veces —Tomo se apresura a bajar por las escaleras de madera y cabos que cuelgan del costado del barco. A medio camino se voltea alzando la mano para despedirse—. Nos vemos, tío Onitaka, hermano Takano.

 

El joven agarra aire para después gritar en dirección al resto de la tripulación.

 

—¡Buen viaje muchachos, hasta luego!

 

—¡HASTA LUEGOOOO!

 

Los piratas vitorean hacia Tomo despidiéndose de él con gran escándalo. El joven prefecto sonríe y continúa en su descenso para ir hacia la aldea Higi.

 

Onitaka y Takano se acercan al borde viendo cómo Tomo se aleja de la embarcación. Por obra del viento, su gran haori rojo se balancean al mismo ritmo que su rebelde cabello ondulado, mientras que con cada paso, deja el ligero tintineo de los anillos metálicos del shakujō, el cual reposa tranquilamente en su brazo derecho.

 

Algunos de los piratas de Onitaka también se acercan hacia el costado de la nave para seguir molestando a Tomo con silbidos y alaridos graciosos para llamar su atención hacia ellos, esta vez el capitán no se molesta en detenerlos.

 

—Ese chico ha crecido bastante —Takano habla nostálgicamente sin apartar la mirada de la espalda de Tomo—. Sin duda ha heredado la fuerza y voluntad que tenía su madre.

 

—Seeeh...—contesta con reflexión Onitaka.

 

Onitaka ve cómo Tomo se voltea para hacerle caso a los marineros que lo estaban molestando desde el barco.

 

—Cuídese, señor prefecto, ¡y no nos entregue a la comisión Tenryo, por favor!

 

Los muchachos se mofan a la distancia, apenas audible para Onitaka quien sigue con los ojos fijos en Tomo, viendo como este solo les ofrece una risa animada a su tripulación.

 

Onitaka es contagiado por la expresión del chico haciéndolo poner nostálgico al igual que Takano.

 

—Pero también heredó esa amable expresión de ese tonto pirata suertudo...

 

El hombre resopla sonriente antes de voltearse y hablarle a su tripulación con firmeza.

 

—¡A moverse, banda de sardinas! ¡Tenemos otro largo viaje que hacer!

 

Los piratas de Onitaka incluido Takano se irguen en su dirección para responder al unísono.

 

—¡SI, CAPITÁN!

 

Y así el barco vuelve a elevar el ancla para volver a adentrarse a las fuertes olas; con el sol ya reluciendo en lo alto del panorama, el joven Tomo sigue avanzando tranquilamente por la playa.

 

 

Notes:

Lamento el tremendo episodio de relleno, pero así lo requiere la trama JABSHSHSJ

Chapter 5: Destino

Summary:

El joven Kaedehara no tenía la certeza de que aquel chico se acordaba del pequeño cruce de miradas que compartieron en medio de la gran ciudad. Pero él siempre recordaría esa misteriosa presencia, que parecía tener una difusa historia... oculta detrás de aquellos amables ojos de hermosos iris púrpura. 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Un grupo de niños se encuentran jugando con un pequeño tanuki a las afueras de la aldea Higi, cerca a un acantilado al suroeste de la isla Yashiori. La criatura baila para entretenerlos mientras estos le aplauden muy divertidos y le dan trozos de calavanda.

 

De pronto, el yokai se alerta por el sonido de un tintineo y sin perder el tiempo desaparece exasperadamente con mucha prisa. Los chiquillos también voltean a ver qué fue lo que asustó tanto al tanuki, encontrándose con la figura de Tomo caminando con normalidad hacia la aldea, junto con su distintivo bastón ceremonial en brazo y un curioso sombrero que lo protegía del sol. Todos abren sus ojos con reluciente entusiasmo.

 

—¡¡EL SEÑOR ONMYOUJI, HA VUELTO!! —Exclaman los pequeños al reconocer el sonido del shakujō. Unos corren hacia su dirección mientras que los más mayores van hacia la aldea llevando las buenas nuevas.

 

—¡¡JEFE WASHIZU, TODOS! ¡EL JOVEN PREFECTO ESTÁ DE VUELTA!!

 

Tomo se alza el kasa que porta en la cabeza para ver con más claridad a los niños que le acercan con emoción. Uno de ellos es particularmente más rápido que los demás, así que el chico de cabello color arena, termina acuclillándose para recibirlo con los brazos abiertos. Una mueca en alegre adorna los rostros de ambos cuando el pequeño llega a su meta, abrazando al chico más grande con mucha fuerza. Después de unos segundos los demás llegan en manada para también atrapar a Tomo, haciéndolo caerse para atrás.

 

—Están pesados —se queja el joven prefecto entre risas—. Vaya que han crecido en mi ausencia.

 

—¡No tanto como el hermano Gin!—contesta uno de los chiquillos que está aplastando a Tomo.

 

—¡No estoy tan grande, Torajirou es el mayor!—replica el que parecer ser Gin.

 

—Oigan chicos, no sofoquen al joven, por favor.

 

El muchacho que había ido a avisar a los adultos la llegada de Tomo, regresa con el jefe de la aldea siguiéndole el paso. Los niños le obedecen y dejan que Tomo se vuelva a poner de pie. 

 

—Bueno, ellos no mentían, estás enorme Torajirou, gracias por librarme de estos bribones. —enuncia el rubio con su característica sonrisa en el rostro, mientras le da unas palmadas en la cabeza al chico que había logrado que los pequeños lo liberaran. Torajirou sonríe alegremente por haber conseguido un cumplido de parte del mayor.

 

—Joven Prefecto —el jefe de la aldea se acerca donde los pequeños y el muchacho están reunidos—, me alegro de que haya llegado con bien hasta aquí. 

 

El hombre extiende su mano hacia el muchacho cordialmente.

 

—Me da gusto verlo otra vez, jefe Washizu— responde él, estrechando la mano derecha que el jefe de la aldea le ha ofrecido en saludo—. ¿Cómo ha estado todo en la isla? 

 

—Nada que sea muy grave, algunos rumores rondan por la mina, pero seguro son sólo disparates de la gente. Kaji y los demás ya han salido a trabajar en la extracción de mineral; los sellos siguen en perfecto funcionamiento, todo gracias a usted.

 

—Por favor, no tiene que ser tan formal, solo es parte de mi trabajo.

 

Los pequeños observan curiosos a los dos adultos hablar, escondiéndose detrás de haori de Tomo. Washizu observa cálidamente a todos. 

 

—¡Bueno!—anuncia el jefe de la aldea—. Mejor entremos al pueblo, ahí nos pondremos todos al día. ¿Están de acuerdo, niños?

 

—¡SÍ!

 

Todos los chiquillos saltan alegría a excepción de Torajirou que sólo se ríe por sus reacciones.

 

—¡Yo quiero llevar el báculo del joven onmyouji esta vez! —dice Gin agarrando el shakujō de Tomo haciendo tintinear el objeto mientras apresura el paso a la aldea.

 

—¡No es justo!—gritan los otros niños yendo tras él. Tomo suelta una carcajada por el espectáculo que le ofrecen los pequeños.

 

—Tengan cuidadoooo. Si lo hacen caer, un oni malvado les robará los regalos y golosinas que les he traído. 

 

Los niños vuelven a gritar de emoción por la noticia de las nuevas golosinas y todos se dirigen con mucha alegría al pueblo.

 

—Eres muy bueno con esos niños, realmente me da gusto que hayas vuelto, te extrañaban demasiado. —Washizu le habla a Tomo con mucha suavidad, ambos siguen avanzando a su propio ritmo.

 

—Apuesto a que solo extrañan los mochis de cerezo que siempre les doy. —El chico resopla divertido—. Por cierto, ¿cómo se encuentra su padre?

 

—Cada día un poco más cascarrabias —dice el jefe con un largo suspiro—, se niega a dejar esa vieja casa a las afueras, pero sigue gozando de buena salud, gracias a la Todopoderosa de Narukami. 

 

Tomo solo sonríe con cordialidad para responder:

 

—Que su dios los continúe guardando. 

 

Washizu también pone una sonrisa y asiente con la cabeza, sin reprocharle nada a Tomo. Conocía al chico desde hace tiempo y sabía muy bien sus diferencias de fé. 

 

—Tal vez debas hacerle una visita más tarde, se pondrá muy feliz de que el joven cazademonios llegue a su casa. Aún recuerdo cuánto amaba contarme aquellos famosos cuentos cuando era pequeño.

 

—¿Los de las cuatro grandes leyendas de Inazuma?—pregunta el joven con un tono despreocupado, como si los supiera de memoria.

 

—Sí… pero ya sabes, al haber nacido en esta isla...

 

Washizu levanta la cabeza hacia el cielo para ver unas cuantas aves volar en bandada. 

 

—Siempre tendremos una leyenda favorita.

 

Los dos hombres pasan por debajo de un gran árbol de arce, al ser primavera sus ramas contienen hojas de bonitas tonalidades verdes y amarillas; el viento hace que algunas caigan y sean llevadas por él, hacia el cielo azulado. 

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

El sol ya resplandece en lo alto alcanzando todo lo que hay debajo. Los niños de la aldea están sentados comiendo mochis de cerezo con las caras totalmente complacidas justo en el borde de una escalera de madera, que se encuentra sobre la laguna ubicada cerca de la entrada principal a la villa. Torajirou, el mayor de todos, llega para entregarles unos vasos viejos con té.

 

Tomo emerge de una de las casas de la aldea y se dispone a salir de la villa por el camino principal, un poco alejado de donde todos estaban reposando. 

 

—Oouh, ¿ya va a trabajar tan pronto? —se queja con tristeza una niña—. Quería que jugara un poco más con nosotros...

 

—No seas tan quisquillosa—le reprende Torajirou. —Sabes que está muy ocupado con las ceremonias rutinarias de purificación en la isla.

 

—¡Pero siempre está ocupado con esas ceremonias!

 

—¡JOVEN ONMYOUJIIIII! —El pequeño Gin se levanta de su lugar dejando sus golosinas de lado para agarrar aire y gritar en dirección al prefecto—. ¿PUEDE VENIR A JUGAR CON NOSOTROS MAÑANA?

 

—¡Oye, Gin!—vuelve a regañar el más grande.

 

Tomo se voltea para ver a los pequeños y poniendo una expresión afable, les contesta.

 

—¡Sí, vendré aquí mañana por la mañana, así que estén despiertos!

 

—¿LO PROMETE? —pregunta emocionado otro chiquillo.

 

—¡Lo prometoooo!—responde Tomo a la distancia.

 

—¡¡YEEII!!

 

Los niños gritan llenos de alegría por la respuesta favorable del joven, Torajirou quien ya no tiene energías para seguir siendo un hermano responsable solo sonríe al ver a los chicos tan contentos. Tomo los mira con ternura antes de retomar su camino por el desgastado puente de madera que conduce a las afueras de la aldea.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

El cielo está parcialmente despejado pero Tomo no alza la vista hacia él y sigue caminando por un sendero que conduce a un gran árbol de pocas hojas, adornado también con un talismán de cuerda gruesa y papeles blancos como el que está en la entrada de Hanamizaka. 

 

Debajo de este,  hay unas lámparas y pequeños santuarios hechos de madera. Tomo se arrodilla ante él, antes de dejar un onigiri como ofrenda y agachar la cabeza para orar a ningún dios en particular. El viento acaricia su pacífico rostro y también hace sonar ligeramente los anillos metálicos de shakujō que aún tiene en el brazo.

 

"Primero se debe pedir perdón a Narukami y después a Watatsumi. Luego, hay que orar para aplacar la ira de los dioses" hace memoria el muchacho perdiéndose en sus pensamientos, la voz de una mujer en su cabeza suena.

 

"Tomo, ¿me estás escuchando?"

 

Él recuerda cuando aún era bastante joven, un puchero de disgusto infantil adornaba su rostro; su cara y brazos estaban cubiertos por algunas banditas, parecía haber salido de una gran pelea. Desde el interior del santuario aún se podían ver las preciosas flores del Gran Cerezo Sagrado que nunca dejan de florecer. Su maestra, Yae Miko, le leía las lecciones en voz alta para que aprendiera a no cometer errores.

 

"Ese es el ritual que debe llevarse a cabo antes de realizar cualquier sacrificio, exorcismo, bendición o hechizo. Igual con las ceremonias de purificación, así que no debes saltártelo —Replica la Suma Sacerdotisa a su estudiante mientras suelta un profundo suspiro; suavemente, coloca su mano derecha en la mejilla lastimada del más pequeño, ahuecándola con cuidado—. No dejes que esos ancianos vuelvan a castigarte por esto, ¿de acuerdo?"

 

—Aah, qué molestia. —suspira derrotado el Tomo de la actualidad, abriendo sus ojos con un poco de pesadez.

 

Sin poder seguir concentrado en su tarea, el  chico escucha un crujido de madera que acaba poniéndolo alerta. Agarra el báculo con fuerza, preparado para convertirlo en su distinguible katana si era necesario.

 

A pesar de que se revisa detenidamente todo el área con la vista, no encuentra ningún peligro acercándose. Sin embargo, con sus agudos sentidos puede percibir que no está solo, hay algo a su alrededor.

 

—Qué raro, los yokais de por aquí no suelen molestar a la luz del día.

 

Tomo vuelve a escuchar el crujido que parece más un ruido de algún movimiento descuidado. Esta vez el sonido extraño lleva a sus ojos a posarse en un árbol seco bastante grande, con una especie de agujero en la parte inferior del tronco. El chico intenta mirar con más cuidado la razón por la que el árbol está crujiendo a la vez que se va acercando hacia él, totalmente alerta.

 

Unos cuantos pasos de proximidad y puede ver con más claridad como unas piernas con unas medias rojas sobresalen del agujero del árbol, sea lo que sea que estaba en ese tronco debía estar dormido, porque cada que intentaba acomodarse, el árbol hacía ese sonido seco. 

 

—Pero qué demonios...

 

Tomo hecha una mirada aún más curiosa, pero con el cuerpo relajado. Al menos no era uno de esos monstruos contaminados de tatarigami y con mucha suerte tampoco sería un ladrón. Tal vez era un yokai transformado en humano, ellos serían los únicos despreocupados por dormir al aire libre de esa manera en una isla tan peligrosa, pensó; después de todo...

 

«¿Qué humano sería tan descuidado como para quedarse dormido en el agujero de un árbol?»

 

Oye...—llama el chico más grande mientras usa su shakujō como pincho para despertarlo con cuidado—. ¿Oh, gran espíritu del árbol seco? Ah, no, no, no —se corrige a sí mismo sacudiendo la cabeza—. Mmm…¿ser espiritual extraño? ¿Estás despierto…?

 

Ante los leves pinchazos que Tomo le da a la figura dormitada, esta comienza a moverse. El joven prefecto retrocede un paso, solo por si acaso, mientras que la persona que estaba dormida en el árbol seco sale lentamente de su escondite, dejando ver un fino cabello platinado con un precioso mechón rojo escarlata junto a unos somnolientos, pero brillantes, ojos de color carmesí.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

—Estoy agotado...

 

El semblante del joven errante era un poema.

 

Kazuha había pasado casi toda la noche rondando en búsqueda de un lugar donde podría refugiarse. Había intentado evadir a unos cuantos ladrones de tesoros que acampaban en el perímetro y había luchado con algunos nobushis que rondaban cerca de un árbol seco donde estaba dispuesto a descansar. 

 

«Tal vez no sea la mejor de las ideas pero tampoco es como que me quede otra opción...»

 

El muchacho cae rendido acomodándose en la brecha que se había formado en el tronco de aquel árbol, era bastante incómodo, pero le permitiría tener algo de resguardo del viento helado de la noche.

 

—Mañana tendré más tiempo para investigar y conseguir un mejor lugar —Kazuha bosteza bastante cansado— ... sí...mañana...

 

Mientras el chico se entrega al sueño acurrucándose en la madera fría, las horas pasan con rapidez, y como si no hubieran transcurrido ni siquiera diez minutos desde que se acostó, siente los rayos del sol filtrándose hasta su rostro.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

El joven Kaedehara está reacio a levantarse de su siesta; murmura unas frases indescifrables a la vez que se mueve buscando una mejor posición para continuar descansado. No es hasta que siente unos pinchazos, que decide despejar sus sentidos de la somnolencia y hacer caso a quien lo estaba llamando. 

 

Antes de abrir sus ojos lo primero que percibe es una agradable fragancia.

 

Flores de cerezo… Incienso... Bastante familiar...— Susurra Kazuha aún adormilado, lo que hace sus palabras apenas audibles para sí mismo.

 

«Qué extraño, se supone que en esta isla no hay árboles de cerezo.»

 

Revolviéndose en su puesto para intentar levantarse, sigue instintivamente el fresco aroma que lo guía hacia el exterior de su guarida provisional. Apenas abre sus ojos con pesadez, estos se topan con una gran figura de un chico, que ya le parecía algo conocido.

 

Permitiendo que el viento del mediodía le haga inhalar aún más la adictiva esencia y haciendo el esfuerzo para que su ojos enfoquen a la persona que tiene al frente, por un momento, logra poner a trabajar a todos sus sentidos y lo reconoce.

 

El mismo cabello color arena atado a la peculiar coleta desordenada balanceándose por la brisa, el mismo haori rojo intenso como el color de los dendrobiums, la distintiva bufanda azulada en su cuello y esos bonitos ojos púrpura, iguales que el elemento electro. Kazuha no podía evitar quedarse un poco anonadado ante la vista que le estaba ofreciendo el extraño. 

 

Nota cómo éste también se queda viéndolo algo absorto en silencio por un buen rato, antes de dirigirle la palabra sacudiendo su cabeza levemente para salir del trance.

 

—Mmm, hola. Oye ¿te sientes bien? —pregunta el chico más alto, con una notable preocupación pero también, bastante curiosidad—. Es muy arriesgado exponerse de esa manera al exterior, ¿estás herido?

 

Kazuha reúne toda la confianza posible para poder responderle al chico que yacía aún parado frente a él, aunque falla un cuando su voz sale baja y un poco ronca a causa del sueño.

 

—No, yo… ah, estoy bien. Solo me quede a descansar un rato aquí… siento haberlo preocupado...

 

El chico frunce el ceño haciéndolo lucir aún más intranquilo. 

 

—No deberías dormir al aire libre en este lugar, menos bajo un árbol hueco. Muchas veces suelen azotar tormentas repentinas —le habla con firmeza, casi sonando como una reprensión, pero el ronin solo puede escuchar el tono dulce con el que se dirige hacia él, apenas prestando atención a las advertencias—. Podrías hacerte daño, es muy peligroso.

 

Kaedehara Kazuha, quien había dejado su vida de noble ya hace varios meses se sintió muy extrañado por el trato cuidadoso que estaba recibiendo por parte de aquel desconocido, como si genuinamente se preocupara por su bienestar sin siquiera saber quién era él.

 

—No tiene de qué preocuparse —responde el samurái, intentando sonar lo más condescendiente que puede—. El viento me dijo que anoche no habría tormenta, así que por eso decidí tomar el riesgo.

 

—¿Ah? ¿El viento?

 

El rubio se queda viéndolo aún más extrañado que antes, no lo nota molesto en lo absoluto pero su postura es precavida; la intensa mirada que le ofrece hace que Kazuha se sienta vulnerable y algo culpable.

 

«Creo que no debí mencionar lo último..»

 

—Disculpa...Y-yo..

 

Grrhh ...

 

El sonido de su estómago hambriento lo interrumpe al hablar, haciendo que, otra vez, Kazuha perdiera toda la confianza que había reunido y obligándolo a cerrar los ojos para evitar tener que enfrentar al muchacho de cabello rubio después de pasar por tal vergüenza.

 

—Lo siento...

 

El joven errante escucha un resoplido alegre por parte del contrario, solo para después ver como este suelta una pequeña risa con una expresión cálida bordeando las facciones de su rostro.

 

—Descuida, no tienes por qué disculparte —le habla el muchacho, quien ahora está mucho más relajado; la mirada cautelosa que tenía ha desaparecido, siendo reemplazada por una bonita sonrisa—. Supongo que no has comido nada en toda la mañana, ¿no es verdad?

 

Kazuha solo baja la cabeza con la vergüenza aún presente en sus mejillas sonrosadas, incapaz de volver a formular otra oración. 

 

Nota cómo el chico más grande busca algo entre sus ropas y saca una bolsita hecha con hilo, unas cuantas manzanas rojas y calavandas se asoman apenas por la abertura. El desconocido coloca los suministros en el regazo de Kazuha con cuidado dirigiéndole la palabra otra vez sin esperar respuesta.

 

—Ahí hay unos cuantos alimentos que puedes comer, no es mucho pero espero que puedan saciar tu apetito—dice el joven mientras señala la bolsa que le entregó—los onigiris están buenísimos, eso te lo puedo garantizar.

 

Kazuha mira absorto el gran acto de gentileza pudiendo articular apenas un mero agradecimiento con un tono muy bajo.

 

—Muchas gracias...

 

No hay de que —antes de que Kazuha pudiera terminar de agradecerle adecuadamente, el rubio se prepara para continuar su camino, aún con su distintiva sonrisa en su rostro—. Ten más cuidado la próxima vez que acampes por aquí. Si necesitas refugio puedes preguntar a los aldeanos de los alrededores. 

 

El samurái aparta un poco la mirada hacia el suelo luciendo algo turbado, involuntariamente aprieta un poco su mano en el arma que yace colocada a un lado de su cintura. El más alto se da cuenta de ello y enseguida añade. 

 

—No te preocupes, en estas islas no te juzgarán por viajar con una espada —señala la katana que Kazuha tiene a su costado—. Solo no dejes que algún niño la tome, o será un problema quitársela.

 

Kazuha mira a su arma analizando las palabras de desconocido, antes de darse cuenta este ya estaba encaminándose lejos del lugar donde él se encontraba sentado. 

 

—¡Cuídateee! —se despide el chico de bonitos ojos violeta, sin volverse a voltear hacia atrás otra vez.

 

—¡Espera…!

 

Su voz baja no logra alcanzar al muchacho, quien solo sigue su camino con toda normalidad.

 

—Ni siquiera le pregunté su nombre...—musitó, un poco decepcionado consigo mismo. 

 

De ese modo, Kazuha se queda en el mismo sitio viendo como la espalda del rubio desaparece en la bajada de la colina.  Estando un rato en silencio, sus manos buscan entre la bolsa de alimentos hasta sacar un onigiri pequeño; se lo lleva a la boca para darle un mordisco y de un momento a otro  sus ojos se iluminan por el buen sabor de la comida.

 

"Los onigiris están buenísimos, eso te lo puedo garantizar"

 

Puede recordar claramente las palabras y expresiones de aquel chico que le había ofrecido ayuda sin pedir nada a cambio. No puede evitar que sus ojos se enternezcan viendo la bolsa de comida y lo deliciosa que sabía, tal vez los habían preparado para él pero decidió cederlos a un completo extraño sin chistar.

 

«Demasiado amable… Pero...»

 

El samurái errante vuelve a levantar su vista en dirección donde había perdido el rastro de aquel chico.

 

—¿Cómo es que alguien tan amable puede tener impregnada esa presencia inquietante…?

 

Los ruidos incesantes se vuelven a alzar hacia Kazuha; la aterradora aura que emanaba de algún lugar de la isla aún seguía presente, como un recordatorio de que estaba atravesando un terreno totalmente desconocido. El viento ondula sus cabellos mientras por fin decide levantarse para continuar su exploración, el sueño ya se ha ido por completo.

 

—Hay algo extraño en esta isla, tal vez si investigo un poco los alrededores pueda averiguar que sucede en este lugar.

 

Kazuha comienza a moverse nuevamente, no sin que su mente vuelva a recordarle el rostro aquel extraño de antes. El joven Kaedehara no tenía la certeza de que aquel chico se acordaba del pequeño cruce de miradas que compartieron en medio de la gran ciudad. Pero él siempre recordaría esa misteriosa presencia, que parecía tener una difusa historia... oculta detrás de aquellos amables ojos de hermosos iris púrpura. 

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

La tarde cae sobre el follaje de los inmensos árboles de la isla Yashiori, algunos cuervos vuelan en dirección noreste para escapar de algo que desconocían, mientras que unas avecillas y otros animales estaban listos para refugiarse en los troncos huecos. El ambiente pesado llama la atención del joven Kazuha quien aún seguía paseando por los senderos del lugar; al alzar la cabeza y ver algunas nubes oscuras reuniéndose en el vasto cielo, el viento le confirma algo que ya se temía.

 

—Lo sabía… Se aproxima una tormenta.

 

Kazuha busca con la mirada algún indicio de vida humana en los alrededores. Había visto a unos mineros antes pero no quería molestarlos en su trabajo, ciertamente la mina Jakotsu tenía una muy buena actividad, no parecía haber nada extraño además de unos altares extravagantes. En eso ve un par de cabañas, bastante alejadas de donde se encontraba pero podría llegar sin problemas hasta ahí para probar suerte. 

 

Tras acercarse, ve como un señor bastante mayor sale a querer tender unas cuantas sábanas blancas en el exterior de su vivienda. 

 

—¡Disculpe! —enuncia el joven lo suficientemente alto como para llamar la atención del anciano—. No quisiera interrumpir, pero una tormenta está apunto de caer, así que no sería bueno para su ropa...o eso creo...

 

El señor escucha a Kazuha con una ceja levantada, por un momento el chico duda de no haber sido lo suficiente prudente al sugerir tal cosa y se pone nervioso.

 

—Lo siento, no quise molestar…claro que no va a creerme ... —pronuncia esto ultimo en un susurro.

 

Ambos se quedan en silencio por un momento, hasta que el señor comienza a guardar de nuevo la ropa en su canasta. 

 

—Y bien...—le responde el hombre a Kazuha con un tono totalmente alejado de la sorpresa.—. ¿Qué estás esperando? Entra también, de lo contrario pillarás un resfriado.

 

El señor le ofrece posada al samurái con una sonrisa agradable en el rostro, por otro lado Kazuha yace totalmente atónito por la reacción tan favorable que ha recibido.

 

—Usted...¿Me ha creído…?

 

—Oh, jovenzuelo, he presenciado fenómenos más alocados que un muchacho que pueda predecir el clima. Sería un insulto a nuestros ancestros, no hacer caso a alguien que pueda escuchar a la naturaleza con tanta atención. Pasa, pasa. —le vuelve a recalcar el anciano, haciendo un ademán con su mano para que Kazuha pasará a su humilde casa.

 

Kazuha se limita a relajar su mirada y ofrece una expresión de agradecimiento al señor, tal vez le daba tranquilidad el por fin haberse topado con alguien que no lo llamaba embaucador o mentiroso solo por su peculiar capacidad de poder saber cuando había algo raro en el viento.

 

Ambos entran al interior de la casa, Kazuha ayuda a ingresar el cesto de ropa nuevamente. En el cielo las nubes negras ya comienzan a volverse más intensas mientras que el sol se pierde en el horizonte y la luna se asoma con sutileza.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

La tormenta ruge en el exterior de la acogedora cabaña. Kazuha no puede ver nada debido a que las ventanas permanecen cerradas para evitar que el agua penetre las rejas de madera, pero siente claramente el caer precipitado de las gotas de lluvia y el viento, azotar las débiles paredes de la casa. Los truenos que asustan a los pequeños animales tampoco se quedan atrás, parecía como que los dioses estaban discutiendo sobre sus cabezas.

 

—Ja, pues vaya que tenías razón, esta tormenta salió de la nada, pero no es algo extraño en un lugar tan lúgubre como este.

 

El anciano aparece después de haber estado un buen rato en su cocina, se dirige hasta el lugar de la mesa donde está sentado Kazuha, con un plato de sopa de calavanda en mano. 

 

—Toma, esto te abrigará un poco.

 

—No tiene que molestarse en ofrecerme comida —declina cortésmente el ronin—, no me gustaría abusar de su hospitalidad...

 

—Tonterías, puedes tenerlo, siempre he acostumbrado a cocinar unos platos extra —insiste el señor colocando el plato frente al joven—. Después de todo, nunca sabes cuando un Kitain cruce tu puerta para pedir posada. 

 

Sin poder denegar más, Kazuha agarra el cuenco de sopa humeante con sus maños y junto a una expresión de curiosidad genuina le pregunta al anciano: 

 

—¿Kitain?

 

El señor deja escapar una risita y sentándose frente a Kazuha, de espaldas a la puerta, se dispone a contarle lo que sabe al jovenzuelo.

 

—Es un pequeño cuento de tradición en estas tierras. Supongo que al ser de fuera no has escuchado sobre las leyendas de por aquí. 

 

Al ver la mirada expectante de Kazuha, quien tomaba en silencio la deliciosa sopa, el anciano continúa su discurso, como un abuelo contándole historias a sus pequeños nietos.

 

—La mayoría de leyendas transmitidas de generación en generación en forma de cuentos, son difícilmente rescatables en estos tiempos. —explica con sumo detalle el hombre de avanzada edad. —En el pasado, había una canción infantil muy popular en las tierras de Inazuma...

 

"Arataki, de la puerta principal"

El gran oni escarlata.

"Iwakura, el Sucesor"

Aquel que rechazó el legado de su sangre.

"Takanime, Cortatinieblas"

El que empuñaba una espada capaz de cortar los hilos del destino.

"Y Kitain, la Serpiente…"

 

—Kitain, la Serpiente...—repetía Kazuha por lo bajo, totalmente encantado con la nueva información que estaba recibiendo.

 

—Sí, en esa lista se mencionan distinguidos guerreros que una vez iluminaron la tierra como radiantes estrellas —la actitud del anciano decae un poco con un profundo suspiro al tener que enunciar la siguiente frase—. Pero aunque,  antes aparecían muchos otros nombres, estos ya se han perdido con el pasar de los años...

 

La tormenta que ya llevaba un buen rato estremeciendo los alrededores, poco a poco se comienza a apaciguar. Kazuha decide no interrumpir al señor para que continúe a su propio ritmo.

 

—Pero no estoy aquí para contarte una historia triste, ¿no es así?—el anciano sabio vuelve a recuperarse con una sonrisa, pero algo de nostalgia se nota en su tono de voz—. Hace mucho tiempo, cuando la calamidad azotó Yashiori, un grupo de personas decidieron tomar armas para cambiar el rumbo de las cosas. 

 

—¿La calamidad? —pregunta Kazuha con un genuino asombro reflejado en sus ojos.

 

—En el momento que la gran serpiente fue castigada por su atrevimiento, un mal inextinguible se apoderó de estas tierras: el Tatarigami...unas maldiciones poderosas que hacen que los seres vivos sucumban a la locura y los objetos sean contaminados de maldad, convirtiéndolos en monstruos.

 

Kazuha continúa escuchando expectante, mientras intenta visualizar imágenes pasadas de la historia, aquellos maleficios y la energía extraña que sentía quizá por fin tendría un nombre..."Tatarigami"

 

—La gente común fue abarrotada con enfermedades fatales hasta su inevitable muerte... Fue una época muy difícil para nuestros ancestros —continúa contando el anciano—. Sin embargo, un clan decidió tomar el mando para cambiar el destino que les esperaba a todos. Liderados por una persona de ferviente ambición, lograron apaciguar la ira de los dioses, incluso cuando todos creían que Narukami los había abandonado.

 

Los truenos han cesado en el exterior, solo se escuchan aún las infinitas gotas de agua caer precipitadamente en el suelo enlodado. Aún así, Kazuha intenta poner toda su concentración en el hombre que tiene enfrente, quien regalándole una mirada solemne, sigue con la historia.

 

—Aquel que encabezó esa lucha fue el gran señor, Kitain Bunsou; él y su familia fueron los que tomaron el deber de exterminar el tatarigami, convirtiéndose en parte de los distinguidos, "Guardianes de Yashiori". Y así lo hicieron por varias generaciones hasta la actualidad...

 

El señor aparta su mirada hacía su propio tazón de sopa y con otro suspiro termina lo que empezó.

 

—Pero, como ya te imaginaras, los Kitain que con tantos males acabaron, sólo eran un grupo de seres mortales, tal y como lo somos tú y yo...

 

—Entonces, ellos...

 

El señor responde con una solitaria sonrisa.

 

—"Siempre va a resultar difícil evitar mancharse de sangre contaminada cuando se es un cazador de demonios por tanto tiempo."

 

Ambos quedan en silencio con tan sólo el goteo incesante de la lluvia cayendo en el tejado. El anciano se levanta de su silla para dirigirse otra vez al interior de la cocina. 

 

—Muchos jóvenes de ahora dicen lo contrario, pero yo creo que la época de los héroes está lejos de terminar —dice el hombre mayor caminando a paso lento sin dirigir su mirada a Kazuha—. Mientras alguien conserve estos cuentos en su memoria, las historias de aquellos que lucharon por nuestros futuro, nunca se desvanecerán,  y de alguna manera ellos seguirán viviendo en nuestros recuerdos.

 

Aún con la lluvia haciendo un tenue estruendo, Kazuha está totalmente ensimismado en las nuevas historias que acababa de escuchar; mira su cuenco de sopa, pensando en los nombres que había oído.

El maleficio del tatarigami...El clan Kitain, ¿cuántas otras leyendas permanecen ocultas en la gran ciudad y por qué?

 

El señor se ríe saliendo otra vez de su lugar con dos vasos de té en sus manos, deja uno frente a Kazuha otra vez antes de dirigirle la palabra de nuevo.

 

—No te preocupes mucho por ello, chico. Tal vez, tengas la oportunidad de conocerlo algún día.

 

—¿Conocerlo?— pregunta otra vez asombrado el noble samurái.

 

—Seeeh, ¿no te lo dije? 

 

El abuelo se vuelve a acomodar en su silla con su té caliente, le ofrece a Kazuha una mirada alegre. 

 

—La época de los héroes aún no ha terminado.

 

Como si el viento hubiera escuchado la petición, la concentración de Kazuha y el anciano, se rompe cuando alguien abre la puerta precipitadamente y el aire húmedo de afuera entra a la casa. Un chico el haori empapado entra excusándose con una disculpa; su cabeza está cubierta por un kasa mojado, lo cual impide que vean su rostro, pero aún permite que se note su rebelde cabello rubio cenizo. 

 

—Aaaah perdón, señor Wada —dice quejándose el joven que acaba de aparecer por la puerta, aún con la vista en sus zapatos enlodados, que está intentando quitarse para no ensuciar la casa del señor—. Va a tener que darme un espacio aquí por un momento, esta tormenta no parece que vaya a acabar pron...

 

Una vez levanta su mirada, el rubio no se fija en el sujeto a quien le habla, si no al chico albino que yacía sentado en la mesa con un tazón frente a él. Sus ojos púrpura conectan otra vez con los carmesí de Kazuha para después dejar su expresión sorprendida y poner una cálida sonrisa de lado. 

 

—Nos volvemos a encontrar, eh...—habla nuevamente el joven más alto. 

 

Kazuha también deja su sorpresa y le corresponde la sonrisa al chico con quien se acaba de reencontrar, dedicándole un verso improvisado.

 

—Quizá se pueda decir, que esto es a lo que los demás se refieren con "destino".





 

Notes:

SE VIENEEEEEEE
Recordar que esta obra está patrocinada por Noir euueueu. MUCHAS GRACIAS NOIR BUAAA

Chapter 6: Agitación

Summary:

—¿Todavía sigue pensando que soy un youkai por mi habilidad de predecir el clima?

 
—Nah —contesta Tomo acostándose sobre su brazo, encima de la mesa de madera. Sus ojos vuelven a buscar los carmesí de Kazuha para poder seguir viendo sus curiosas reacciones, sin detenerse mucho en pensar en la siguiente frase que le regala al albino—Eres demasiado bonito para ser uno de esos youkais disfrazados.

Notes:

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Chapter Text

 

—Hablando del buen nombrado...—dice el señor Wada con una alegre expresión—. Qué agradable es para mi poder recibirlo, joven Kitain.

 

En el momento que Tomo cierra la puerta, el agradable calor interior opaca la correntada de viento helado que había entrado junto con él. Las lámparas de aceite mantienen algo de luz dentro de la acogedora cabaña. 

 

—Por favor, señor Wada...—responde Tomo con algo parecido a la vergüenza en su rostro. —Sabe bien que no se puede usar ese nombre a la ligera...

 

—¡Huhm! Patrañas. —refunfuña el anciano mientras camina hacia la cocina de nuevo dejando solos a los dos jóvenes en la sala por un momento. 

 

—¿Un Kitain...?—recuerda Kazuha, era imposible olvidar un nombre tan importante después de haber escuchado toda la historia. 

 

Tomo dirige la mirada al samurái excusándose con un movimiento de negación de sus manos. 

 

—No le hagas caso, realmente no recuerdo mi propio apellido, y estoy lejos de poder considerarme uno de ellos —dice mientras se quita el haori empapado y lo cuelga en un clavo cerca del marco de la puerta—. Mi nombre es Tomoya, pero puedes sólo llamarme Tomo, estoy más acostumbrado a ese apodo.

 

—Tomoya...—repite el joven errante. 

 

«Así que ese es su nombre...»

 

Y...¿qué hay de ti? ¿Cuál es tu nombre?

 

Tomo se acomoda en asiento frente al samurái con una mirada expectante, como si también hubiera lamentado anteriormente no haber pedido el nombre del chico. 

 

—Ah, claro. Mi nombre es Kaedehara Kazuha, un desafortunado refugiado de la tormenta igual que usted...—le contesta el más pequeño con una breve reverencia que logra sorprender a Tomo.

 

—Kaedehara...—repite el rubio con los ojos bien abiertos.

 

«¿Dónde he escuchado ese apellido antes…?»

 

Y asi, la mente del joven Kitain comienza a rememorar un escenario: 

 

—¿Ser adscrito a tu comisión?—pregunta Tomo a su amigo con un claro desconocimiento. 

 

—Sí, antes la Comisión Yashiro tenía algunos clanes adscritos que gozaban de ciertos privilegios, así que me pareció buena idea incluirte ahora. Me debes muchas, no tienes razón para declinar.

 

El comisionado Kamisato bebe su té caliente de la mañana con mucha clase; era una de esas veces en las que Tomo no sabía si estaba hablando en serio o sólo quería burlarse de él y alzó una ceja. 

 

—¿Por qué tengo la sensación de que me estás tomando el pelo? ¿Siquiera hubo otras personas realmente adscritas en la Comisión con anterioridad?

 

Tomo estaba casi apunto de perder su paciencia con Ayato y sus juegos de poder. Cuando la gente noble se ponía caprichosa, se convertía en una tortura.

 

—Si quieres, puedes investigar por tí mismo. Estoy muy seguro de que el hijo de los Kaedehara podrá responder todas tus dudas —Ayato le regala a Tomo una de esas miradas cínicas desafiantes que el rubio tanto detestaba, pero lo que acabó su conversación fue la línea que dijo a continuación, la cual dejó enterrado el tema para siempre—. Sin embargo, por supuesto, intenta ser breve. Seguro aquel muchacho tendrá mejores cosas de las que ocuparse que responder unas trivialidades.

 

Luego de un segundo de recordar y conectar todos los puntos en su mente. Tomo abre la boca asombrado para preguntar con exasperación:

 

—Espera...¿¡Tú eres un noble de la ciudad!?

 

Kazuha también luce desconcertado por la reacción exagerada del muchacho. Pero lo que más le sorprende es que haya deducido sus orígenes con tan sólo su apellido.

 

—Bueno, se podría decir...

 

—Aaahrg, que desconsideración por mi parte. —Tomo se queja de sí mismo mientras lleva su mano derecha a su frente para golpearla y de paso arrastrarla por su rostro. 

 

Luego se levanta de donde se ha sentado para poder ponerse firme ante Kazuha quien solo lo observa con los ojos bien abiertos sin saber como calmar la reacción del contrario.

 

—Mis disculpas...Ehm, ¿señor? ¿Distinguido?... No, mierda, ¿cómo iba eso?— Termina susurrando a gran velocidad, pero los oidos de Kazuha lo oyeron con claridad

 

El chico más grande intenta sonar lo más formal que puede junto con una torpe reverencia, pero falla en el proceso; sus manos no encuentran lugar donde quedarse quietas, yendo y viendo de rascar su cabeza y poner una en su mentón para pensar en que decir. Es el momento preciso para que Kazuha olvidé sus nervios y se eche a reír por los ademanes de muchacho. 

 

—No tiene por qué ser tan cortés, ahora mismo sólo soy Kazuha, así que sólo tráteme cómo le sea más cómodo.

 

Kazuha no falla en sus palabras puntuales, solo con su modo de hablar se podría notar que ha recibido una estricta educación de aristócrata. Su buena postura, rasgos finos, el tono suave de su voz. Definitivamente el albino era muy diferente a Ayato o incluso Ayaka, quien solía ser la más tranquila de todos. Había algo en este chico que le transmitía a Tomo, una vibra distinta a todo lo que conocía, y eso solo lo hacía estar más interesado en él.

 

Con un movimiento de su mano, Kazuha le transmite a Tomo que puede sentirse libre de tomar asiento.

 

—Aunque me lo digas así...—Tomo aún intenta ser cuidadoso con sus palabras e incluso con su manera de mirarlo; no había tenido buenos cruces con otros nobles que no fueran los Kamisato, realmente no sabía cómo tratar condescendientemente a uno—. Sólo discúlpame si sueno muy...ah, ya sabes. No acostumbro a tratar con gente así...

 

Ahem.

 

El señor Wada llama la atención de los dos chicos; está parado en el marco de la puerta de su cocina, con otro plato de sopa de calavanda en la mano esperando ya algo cansado. 

 

—¿Ya terminaron sus presentaciones? —pregunta con un poco de molestia en su tono—. Sólo siéntese otra vez, joven Kitain, no tiene que ponerse tan nervioso por un muchacho, ¿o si?

 

El anciano Wada le da una mirada burlona a Tomo, quien sólo se pone rojo de vergüenza.

 

—¿Q-Qué? Yo no soy…Y yo no estoy.. —el chico de ojos púrpura se traba cuando vuelve a fijarse en el sereno Kazuha, quien está con sus bonitos ojos de color rojo viéndolo en total calma, algo que extrañamente, lo pone aún más nervioso que antes.

 

Tomo se rinde, cayendo otra vez en su puesto y estrellando su cara contra la palma de su mano para evitar tener que hacer contacto visual con el muchacho que acaba de conocer después de tal escena. Por otro lado, el señor Wada, celebra en silencio, por fin pudiendo poner el cuenco de sopa frente al muchacho para que comiera. 

 

—Pero debo disculparme por no presentarme antes, jovencito —dice el anciano dirigiendo la vista hacia Kazuha—. Soy Wada Nobutake, el anterior jefe de la aldea que está a unos cuantos pasos de aquí. 

 

—Un placer conocerlo señor Wada, a usted también joven Tomoya. —enuncia cortésmente el ronnin, con otra breve reverencia. 

 

—Puedes solo llamarme "Tomo"...—insiste de forma vaga el rubio, aún con la cara enterrada en su mano derecha para que los demás no vean su presente vergüenza; tan solo con un pensamiento en mente.

 

«Debe pensar que soy un idiota.» 

 

—Tal vez pueda tardar un poco en acostumbrarme... —le responde el albino con una pequeña risita. 

 

El silencio dura lo necesario para que el bombeante corazón del nervioso de Tomo se tranquilice luego del espectáculo que dio. 

 

—Bueno a pesar de que escuchó mi historia, me olvidé de preguntarle qué hace por estas islas, joven Kaedehara —el viejo Wada se acomoda en el asiento a un costado que hay entre los dos muchachos, también con su vaso de té casi frío—. Si es de origen tan noble como dice, no creo que sería bien visto, a ojos de las personas de la ciudad, que usted esté en un lugar como este. 

 

Tomo levanta de nuevo su mirada hacia el chico de cabello platino, era verdad que se veía muy refinado para haber terminado en un isla tan lúgubre y peligrosa, así que él también sentía curiosidad. 

 

—Oh, no creo que tenga mucho que contar —empieza el joven samurái con una creciente inquietud reflejada en su mirada—. Se podría decir...que he abandonado mi origen noble...Ahora solo soy un viajero errante, nada más...

 

—¿Nada más? —repite el viejo Wada mientras Tomo se limita a seguir dándole vueltas a las palabras de Kazuha en su mente.

 

—Lamento no tener una historia tan interesante como para que la añada a su colección...—contesta sin ninguna malicia el chico de ojos carmesí. Su semblante parece entristecerse un poco. 

 

—Entonces, ¿dejaste la ciudad y tu pasado para embarcarte en un viaje sin ningún rumbo en específico? —pregunta por fin Tomo con un tono indescifrable. Su intensa mirada vuelve a hacer que Kazuha se sienta vulnerable y por consiguiente, desvíe la vista hacia abajo tratando de conseguir algo en qué fijarse además de los expectantes ojos de tonalidades púrpura que tenía en frente. 

 

—Bueno… supongo que eso es lo que hice...

 

La voz de Kazuha sale pequeña y sus manos se contraen con nerviosismo alrededor de la taza de té. No podía culparse, aún recuerda las frases que le habían dedicado sus conocidos con anterioridad.

 

"¿Cuál es el propósito de tu viaje?" dijo el renombrado comisionado.

"No puedes seguir viajando sin un rumbo fijo" sugirió el realizado detective.

"¿De verdad tiene que realizar esta travesía, joven amo?" preguntó su preocupado sirviente.

 

Él sabía muy bien que ninguna de esas palabras estaban dirigidas para hacerlo dudar de su decisión, pero en su confundido corazón, todo le parecía agobiante. Así que sólo apretó más el agarre en el tazón, esperando el nuevo juicio del chico que había cuestionado lo mismo que los anteriores nombrados, ya preparándose para algo negativo...

 

—Eso suena genial. —termina diciendo Tomo un notable entusiasmo reflejado en su rostro.

 

Kazuha alza la mirada sorprendido, no esperaba esa reacción en lo absoluto, era la primera vez que alguien le decía eso después de escuchar sus circunstancias. 

 

—¿Cómo dice? 

 

Tomo está recostado sobre su mano derecha con una bonita sonrisa, no quedan rastros de su vergüenza anterior, parece que ya se ha adaptado totalmente a la nueva presencia del albino.

 

—Que es genial. Alguien que pueda armarse de valor para emprender un viaje en busca de un nuevo lugar al que pertenecer, me parece algo asombroso y muy noble. —Tomo se da cuenta de lo que acaba de decir y enseguida se corrige volviendo a mostrar nerviosismo; baja la cabeza para no hacer visible su bochorno ante el chico—. O sea, no quise decir que antes no eras noble, pero... Ay, tú me entiendes.

 

Una risa escapa de forma involuntaria de la boca del joven errante. Antes de que se den cuenta, ambos ya se están mirando a los ojos otra vez. Tomo recupera su sonrisa confiada y vuelve a hablarle a Kazuha con un tono muy suave.

 

—Te debe gustar mucho viajar y conocer personas raras como yo, ¿verdad?

 

Kazuha siente como una calidez acogedora envuelve todos sus sentidos. Hacía que se sintiera mareado y débil, pero también extrañamente feliz, lo cual se refleja en la hermosa sonrisa que le regala a Tomo cuando le responde:

 

—Sí, me encanta. 

 

El corazón de Tomo se acelera de manera repentina al ver la preciosa expresión del chico, haciendo que también un poco de color rojo tiña sus mejillas. 

 

No puede terminar de determinar si es por las constantes vergüenzas que está pasando en esa noche o por que el misterioso noble luce extremadamente encantador cuando sonríe de esa manera tan genuina. Pero eso no puede importarle menos, ha conseguido hacer que el chico sonriera, así que deja que la agradable sensación lo consuma por completo.

 

—Bueno...—Tomo empieza a decir,  aún con el corazón acelerado, solo para sacar más conversación que le interese a Kazuha—, entiendo que has visitado varios lugares, ¿Qué cosas interesantes ha podido ver usted en su largo viaje, joven Kaedehara?

 

Kazuha vuelve a reír genuinamente y empieza a hablar de forma muy poética sobre todos los paisajes hermosos que ha podido visualizar, también habla de cómo no ha estado viajando desde hace mucho tiempo; de cómo es capaz de saber cuándo va a llover, y que recién acababa de regresar de la ciudad, cosa que Tomo también recordó en ese momento; ya decía él que aquel joven se le hacia conocido.

 

Los chicos están tan concentrados en ellos mismos que no se dan cuenta que el señor Wada ha estado tomando su té en silencio, echándoles un ojo a cada uno por turnos de una forma muy descarada. Y tampoco sienten cuando se levanta con su taza para ir a llenarla con más té a su cocina.

 

—La naturaleza puede ofrecer infinitas posibilidades. A pesar de que a veces no he tenido un lugar donde resguardarme en la noche, no podría quejarme de ello. —Kazuha habla con total naturalidad mientras se lleva su taza de té a la boca. Conversar así con Tomo había sido una de las experiencias más relajantes por las que había pasado.

 

—Oooh, por eso estabas en ese árbol —le dice Tomo con una risa pequeña—. Debo decir que me asustaste, pensé que eras algún youkai. 

 

El joven samurái responde también con una risa.       

 

—¿Todavía sigue pensando que soy uno por mi habilidad de predecir el clima?

 

—Nah —contesta Tomo acostándose sobre su brazo, encima de la mesa de madera. Sus ojos vuelven a buscar los carmesí de Kazuha para poder seguir viendo sus curiosas reacciones, sin detenerse mucho en pensar en la siguiente frase que le regala al albino—. Eres demasiado bonito para ser uno de esos youkais disfrazados.

 

Las palabras de Tomo llegan directo a la mejillas de Kazuha, encendiéndolas de un tenue color rosa. Sus ojos se abren con asombro haciéndolos brillar aún más. Había recibido muchos elogios en su vida entre la nobleza, pero jamás le habían dedicado esa palabra; lo había tomado por sorpresa. 

 

Tomo se da cuenta de su comentario tan fuera de lugar al ver como Kazuha vuelve a ponerse un poco nervioso ante su mirada, él mismo vuelve a contagiarse de un sonrojo profundo. Esa noche se había esforzado por hacer el ridículo.

 

—Joder, ah… Discúlpame, no quise decir eso. Es decir, si eres bonito pero...ahrrgg. —Tomo intenta pedir perdón al chico haciendo todo tipo de movimientos con sus manos, hasta que al fin asienta su frente sobre la madera fría y deja salir un largo suspiro—. No sé por qué estoy actuando con tanta naturalidad contigo si apenas nos conocemos, lo lamento...

 

Kazuha, quien está lejos de estar enojado con Tomo, lo mira cariñosamente con una sonrisa, se le notan las ganas que tienen sus manos por alborotar la melena rubia del chico más grande pero su juicio las retiene. 

 

—No te disculpes, no me resultó para nada incómodo. Está todo bien, tranquilo. 

 

Tomo levanta su cara, que tenía enterrada en la mesa, hacia un costado, permitiéndole al peliblanco ver su avergonzada expresión. 

 

—¿De verdad? —pregunta el rubio por lo bajo con la cara roja. 

 

Dándole algo de ternura al ver a alguien que parecía mayor que él, tan apenado, Kazuha asiente con la cabeza suavemente. 

 

—Sí, de verdad. 

 

El señor Wada los mira desde el marco de la puerta de su cocina, sorbiendo su té con tranquilidad. 

 

«Aaah, estos jóvenes» piensa el anciano.

 

¡Crash!

 

Un estruendo sacude repentinamente unas maderas en el exterior de la casa. Todos se ponen alerta mientras mantienen un momento de silencio. Tomo deja los juegos a un lado y se levanta agarrando su shakujō con fuerza, provocando un tintineo por parte de los anillos metálicos. Kazuha intenta escuchar de manera atenta todos los sonidos extraños en busca de una pista, pero aunque la lluvia está casi atenuada, el sonido del goteo le impide diferenciar todos los ruidos que hay afuera. El señor Wada no muestra miedo y agarra un cucharón de palo, por si acaso. 

 

El rubio es el primero en moverse hacia la ventana para mover las persianas de madera y así poder observar qué fue lo que provocó ese fuerte ruido. Pero las lámparas rústicas del exterior no alumbran lo suficiente como para asegurarle que no hay nada acechandolos en la oscuridad. 

 

—Saldré a investigar — declara Tomo con una voz firme—. Me encargaré de lo que sea que haya allá afuera.

 

—¿Necesitas ayuda? —pregunta el joven Kaedehara listo para ir tras el chico más grande. 

 

—No, no es necesario. Deberías quedarte aquí a descansar de tu viaje —Responde automáticamente el rubio para evitar que Kazuha lo siguiera—. Igual tenía que seguir vigilando el área. 

 

—¿Seguro que estará bien allá afuera? —cuestiona el hombre de avanzada edad, aún con su arma improvisada en mano. 

 

—Sí, la lluvia ya no está cayendo tan fuerte, debería ser capaz de continuar con mi trabajo ahora.

 

Tomo camina hacia la puerta para agarrar su haori y colocárselo de nuevo, sin mirar hacia Kazuha o al anciano Wada. 

 

—Creo que no volveremos a toparnos si te vas mañana por la mañana.— El rubio por fin voltea a ver a Kazuha, sonriéndole. — Así que  ha sido un verdadero placer charlar contigo, Kaedehara. Te deseo mucha suerte en tu viaje.

 

El muchacho trata de sonar confiado para no transmitir inseguridad a nadie, pero sus ojos no pueden mentirle al perceptivo samurái: hay algo inquietándolo. Pero antes de que Kazuha pueda decir o preguntarle algo más, Tomo sale por la puerta dejándolo con una inexplicable sensación de soledad.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

—Ahhh…

 

Tomo libera el aire que ha estado conteniendo de manera involuntaria en sus pulmones. Luego de eso lleva su mano hasta su pecho y la coloca encima de su palpitante corazón. Su semblante decae en una mueca melancólica. 

 

¿Por qué tengo esta sensación de malestar?

 

El rubio se reprende a sí mismo mientras se va alejando de la cabaña del señor Wada. Las tenues gotas de lluvia ahora mojan su esponjoso cabello descubierto, pero no son suficiente como para empaparlo.

 

«Vamos, solo es un viajero más que conociste por casualidad, obviamente tenías que despedirte»

 

De repente algo serpentea por uno de sus costados, algo demasiado veloz que, si Tomo hubiera estado más distraído, lo habría rasgado en dos.

 

Sin pensarlo, Tomo usa el shakujo como si fuera una lanza y con sus agudos reflejos logra evitar que lo que sea que lo haya atacado se abalanze sobre él. El los anillos metálico del bastón hace apenas un tintineo brusco al chocar con una especie de garra monstruosa, lo suficientemente grande para deducir que no es ningún animal común y corriente. 

 

«¡¿ Un lobo de las fisuras?!»

 

El monstruo se muestra gracias a la luz de las lámparas, otros dos que yacían esperando tras de él se asoman a la par. Tres sabuesos acechadores líticos, gruñendo, listos para atacar a lo que se cruce en su camino, un líquido corrosivo brota de sus hocicos. Un aura negra se ha apoderado de sus figuras, igual que pasó con aquellos fatuis en la reunión de hace unas noches. Han sido corrompidos por el tatarigami.

 

Si no me equivoco estas son las criaturas del abismo de las que habló la maestra Yae, pero ¿qué demonios están haciendo en este lugar?

 

Tomo intenta no ser ruidoso para evitar que alguien saliera de la casa a revisar, pero un desafortunado sonido proveniente del interior de la cabaña alerta a los lobos hacia esa dirección. 

 

Debió ser algo que se le cayó al señor Wada, no había hecho tanto estruendo, sin embargo fue lo suficientemente agudo como para que uno de los lobos abriera un portal y se transporta rápidamente a atacar una de las paredes de la choza.

 

«¡Mierda, ellos aún están adentro!» Se recuerda el caza demonios trayendo a su mente el panorama acogedor de la charla que había tenido hace unos minutos dentro de la casa. 

 

Al mismo tiempo se filtran recuerdos de una infancia borrosa. Unas casas consumidas por las llamas y cuerpos inertes de personas desconocidas, rodeadas por la oscura aura de esas despreciables maldiciones. 

 

Antes de que la bestia pueda siquiera poner sus garras en un tablón, Tomo reúne el poder del trueno para moverse a mayor velocidad e interponerse entre el ataque, bloqueando las feroces garras con el resistente báculo. Desafortunadamente, una de las enormes zarpas del sabueso abismal, rasga la parte superior de su brazo izquierdo, haciéndolo propiciar un siseo de dolor. 

 

¡Tsk!

 

Sin dejarlo recuperarse, los demás acompañantes del monstruo se abalanzan hacia el chico, de la misma forma que el anterior. No obstante, siendo más rápido que ellos, Tomo invoca un círculo ritual onmyoudou en el suelo que los rodea de una luz brillante , provocando que todos —incluido él mismo— desaparezcan del lugar; solo dejando atrás el tenue destello púrpura de un rayo. 

 

Al mismo tiempo, dentro de la cabaña; Kazuha, quien estaba ayudando a recoger unas cuantas leñas que se le habían caído al señor Wada, percibe el extraño ruido proveniente de afuera de la casa. Alertado por este, camina hacia la ventana aún cargando con las madera y utiliza una mano para levantar las persianas. Sin embargo, no logra ver a nadie afuera. 

 

—¿Todavía sigues preocupado, muchacho? —le pregunta el anciano a Kazuha mientras coloca unas leñas en la chimenea para avivar el fuego—. No pasa nada, puede que aún se vea muy joven, pero es bastante fuerte. Sabe hacer su trabajo solo.

 

Al ver que sus palabras no parecen clamar el intranquilo semblante de Kazuha, el señor Wada suspira y camina a su dirección para darle unas palmadas en la espalda y agregar:

 

—Será mejor que descanses esta noche, mañana seguirás con tu viaje ¿no es así?. Ven, te haré un espacio. 

 

Kazuha aún estaba dudoso de dejar el tema así como así, pero solo se traga sus emociones y le responde cordialmente al anciano.

 

—Sí… Muchas gracias, señor Wada.

 

El anciano asiente con la cabeza y camina hacia el portón de la cocina para mostrarle el recorrido a su invitado.

 

Antes de comenzar a seguirlo, el joven Kaedehara mira una vez más hacia el exterior de la casa. Había algo en su mirada que reflejaba su inquietud, pero sin poder hacer nada más, solo se dispone a seguir al hombre. Colocando su mano derecha cerca de su corazón, inhala profundamente, esperando que con eso la sensación de que algo estaba mal, se fuera de su mente, y su preocupación por aquel chico, se disipara de algún modo.  

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

Tomo jadea por el dolor de la herida en su brazo mientras intenta bloquear los ataques repetidos de los lobos, el corte está comenzando a sangrar tan severamente, que ha empapado la manga de su haori roto. 

 

Con la habilidad que había lanzado hace un momento, los había transportado al este de la isla, donde casi nadie pasaba, lejos de la aldea y de la mina. La lluvia y la oscuridad son aún más fuertes en esa área, que ni siquiera las lámparas antiguas pueden ofrecer suficiente claridad. Se oyen más gruñidos molestos que provienen de los recónditos lugares donde no alcanza la luz.

 

—Así que no estaba equivocado —dice Tomo aún jadeando, la pérdida de sangre le está empezando a afectar—, habían más de ustedes por aquí...

 

Ahora no solo hay tres sabuesos líticos, si no toda una manada completa, habían acudido al auxilio de las demás bestias. Los monstruos abisales están listos para atacar; de sus colmillos brota una extraña bruma corrosiva, la cual también está filtrada en la herida de Tomo y es lo que impide que deje de sangrar. 

 

El chico agarra un rato el báculo con su mano izquierda e invocando energía electro con su mano disponible, la coloca de forma rápida sobre el profundo corte en su brazo. El dolor de la electrocauterización se refleja con una mueca en su rostro, pero no emite ninguna queja. Las bestias solo lucen cuidadosas ante los movimientos de Tomo, este solo les regala una leve risa.

 

—Lo siento, pero debo comenzar a ponerme serio...

 

Con el corte parcialmente tratado, el caza demonios convierte el shakujo en su distinguible katana, sin hacer ningún tipo de esfuerzo. Agarra con firmeza su empuñadura una vez tiene libre la mano derecha. La hoja afilada del arma resplandece a la tenue iluminación de las lámparas mientras que los monstruos vuelven a mostrar sus colmillos.

 

—Después de todo, tendrán que pagar el haber interrumpido mi pacífica cena.

 

Las criaturas empiezan a abalanzarse serpenteando hacía él otra vez. Los ojos de Tomo sólo brillan de un púrpura intenso antes de elevar el filo de su espada infusionado en electro.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

Kazuha se encontraba acurrucado en un futón improvisado que le había preparado el señor Wada. Apenas el sol está asomando en el horizonte y la neblina espesa hace que el joven ronin no quiera levantarse del acogedor lugar. Sin embargo, unas voces le impiden volver a concentrarse en dormir, parecía que unos cuantos niños, un adulto y el señor Wada estaban discutiendo algo afuera, así que reuniendo toda su energía, Kazuha sale de la cama para poder oír mejor lo que estaba pasando en el exterior.

 

—¡No queremos volver!—Grita bastante alterado uno de los niños—. ¡También queremos ayudarlos a buscar al joven onmyouji!

 

—No está aquí como pensamos, Gin —Le habla con mucha paciencia el adulto—. Debemos volver a la aldea, tal vez solo fue a otro lugar y regresará más tarde...

 

—¡MENTIRA! —Ahora Kazuha puede ver como pequeñas lágrimas se forman en los ojos del pequeño mientras sigue discutiendo con los adultos—. ÉL PROMETIÓ QUE VOLVERÍA POR LA MAÑANA, EL JOVEN ONMYOUJI SIEMPRE CUMPLE SUS PROMESAS.

 

El niño pequeño abraza con mucha tristeza a uno más grande, enterrando su cara de frustración contra el pecho del que luego toma la palabra, con un tono de preocupación notable.

 

—Puede que le haya pasado algo malo, todos estamos preocupados, queremos ayudar también. 

 

—Es verdad que han circulado unos rumores en la mina sobre unas bestias que aparecieron recientemente —Acota el anciano Wada—. Tengo entendido que por eso llamaron al joven para que regresara a la isla.

 

Kazuha aún se queda cerca del marco de la puesta para no interrumpir a los demás. 

 

—Entonces con más razón hay que tener cuidado. ¿Y si es un problema tan grande que incluso el joven prefecto no pudo hacerse cargo? —el hombre mueve su cabeza en negación volviendo su vista a los más pequeños—. Ni hablar, Torajirou. No podemos ponerlos en peligro, el mismo prefecto nos lo ha advertido. 

 

—¡Pero! —grita de nuevo el pequeño Gin levantando la cabeza.

 

—¡Podría estar lastimado, no podemos dejarlo!

 

El hombre resopla cansado al ver la obstinación de los dos niños.

 

—Ciertamente, no sería la primera vez. Ese chico siempre suele quedarse lejos cuando le pasa algo malo, luego vuelve como si nada, más que con otra cicatriz —El señor Wada también suspira de forma pesada, lleno de preocupación—. Es cómo un desconfiado lobo herido, que ha perdido a su manada.

 

—Aún así... aaaah. Arcontes...Esto va de mal en peor...

 

El hombre iba a continuar con su discurso, pero Kazuha ya no podía quedarse solo observando. Con todo lo que había escuchado, la situación le parecía grave. El niño que estaba sollozando en el pecho del mayor, alza la cabeza para ver quien se acercaba, abriendo sus ojos llorosos de golpe.

 

—Señor, Wada, ¿Ha pasado algo malo?...

 

—¡SEÑOR ESPÍRITU!

 

Antes de que el anciano pudiera responderle, Gin se precipita a aferrarse al kimono de Kazuha, mirándolo intensamente y con sus ojos llorosos para suplicarle al chico. 

 

—¡Por favor, señor espíritu, traiga al joven onmyouji de vuelta!

 

—¿Onmyouji? —pregunta Kazuha con claro desconocimiento mientras intenta secar las lágrimas del pequeño.

 

—Lamento haberle despertado con este alboroto, joven Kaedehara —le dice el señor Wada aún con esa expresión de inquietud—. Lo que sucede es que el joven Kitain aún no ha aparecido desde lo de anoche, nadie sabe dónde está.

 

El semblante de Kazuha cae en la preocupación colectiva, ya sentía que algo había ido mal.

 

—Creíamos que podía estar en este lugar ya que suele venir a visitar al jefe Nobutake, sin embargo desafortunadamente...—termina el hombre que acompañaba a los niños. 

 

—Él...—Torajirou empieza a hablar denuevo—, nos prometió que iría a jugar con nosotros a la aldea esta mañana, pero no ha regresado...

 

—El joven onmyouji nunca rompe su palabra...—Gin solloza de nuevo aún aferrándose a las ropas de Kazuha, luego lo mira con los ojos vidriosos—. Por favor señor espíritu... tiene que ayudarnos...

 

—Hey, Gin, deja de decirle espíritu a ese chico. —le reprende el hombre adulto. 

 

—Pero tiene el cabello blanco, grandes ojos del color de los dendrobiums y es muy bonito, es como los espíritus del bosque de las historias del abuelo Wada...

 

Kazuha se arrodilla frente al niño para estar más a su altura y poder limpiar sus lágrimas con más facilidad. Con una voz muy suave se dirige hacia él, tratando de calmarse a sí mismo en el proceso.

 

—Me llamo Kazuha, sólo soy un viajero errante. Pero voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para ayudarte. No te preocupes, lo encontraremos.

 

El pequeño asiente débilmente con su cabeza mientras solve unos mocos que se le han escapado.

 

—Sin embargo, esta isla es demasiado grande, otros de mis compañeros también han salido a buscarlo, pero no tenemos ninguna pista...

 

En esa situación de encrucijada y aún de rodillas ante el niño sollozante, Kazuha intenta concentrarse en toda manera para encontrar algo, un indicio, una presencia, lo que sea.

 

El trino de las aves, el silbido del viento entre las ramas, el caer del agua y su chisporroteo electrificante. La lluvia sólo ha dejado unos cuantos charcos de lodo que propician un intenso olor a humedad y barro, pero entre todo eso Kazuha logra percibir un tenue olor metálico...

 

Rápidamente, busca la fuente de aquella esencia y al posar sus ojos en una pequeña mancha en la tierra enlodada a un costado de la cabaña se termina de asegurar de lo que es.

 

Sangre.

 

« Está herido. »

 

Kazuha se levanta de forma precipitada con dirección el noroeste de la isla, ahora que tenía el rastro no iba  dejar que se le perdiera, y debía ir rápido.

 

—¡Iré por este lado, les traeré noticias si logro encontrar algo!

 

—¡Hey, espera!

 

El hombre intenta detenerlo, pero Kazuha es bastante veloz y no le da tiempo para que lo contradiga.

 

—Es mejor que lo dejes ir, es un portador de visión, debería tener más suerte que todos nosotros buscando juntos. —dice el anciano Wada con sus ojos puestos en la visión anemo que aún se veía colgando en la espalda de Kazuha.

 

—Torajirou...—el niño que estaba aferrado a Kazuha ahora vuelve a donde está su hermano mayor para abrazarlo. El pobre ya no tiene energías ni para seguir quejándose, así que solo se dedica a sollozar en los brazos del otro.

 

—Tranquilo, Gin. Todo va a estar bien, el joven Tomo va volver, ya veras —Torajirou consuela al más pequeño pasando las manos por su cabello, para luego abrazarlo, escondiendo su mirada llena de incertidumbre. —...Él siempre vuelve… ¿verdad?

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

Tomo entierra su shakujo en la tierra enlodada para que le sirva como apoyo al caminar. Va a paso lento por el sendero que había recorrido con anterioridad el día que se encontró con aquel chico noble. Solo que ahora, no estaba en plena forma. La herida en su brazo se había abierto de nuevo, y ya sin poder volver ha hacer el truco de anoche, se estaba desangrando poco a poco.

 

—Joder, quien mierda me iba avisar que aparecerían más de esas pestes. Parecían salir de la nada. —se queja Tomo. Quizá de su propia incapacidad de no saber huir cuando sus límites se ven sobrepasados—. Me ha tomado toda la noche hacerme cargo de todas esas criaturas, me lleva el maldito abismo. 

 

La corrosión de los sabuesos abismales habían dejado secuelas en el corte de su brazo, impidiendo que este se cure siquiera un poco. Además, la energía de los tatarigami que se habían apoderado de las bestias, también estaban colándose por la abertura. Tomo luce totalmente adolorido; el sudor frío recorre su frente, sus dientes se mantienen apretados para disimular el dolor y su empapada vestimenta tan solo le causan más espasmos.

 

«Este es el momento en el que me arrepiento de no haber tomado las clases de hechizos de sanación» Se recrimina en su mente recordando la cara obstinada de su maestra diciéndole "Te lo dije".

 

Tras caminar un rato de esa manera sus fuerza se empiezan a perder haciendo que medio se tropiece con su propio andar. Gracias a que se detiene un momento, logra ver en un costado, la entrada a un dominio. Estaba claro que no podía entrar en las condiciones que se encontraba, si un monstruo pareciera le causaría más estragos, pero la entrada parecía hacer una especie de cueva, suficiente para mantenerlo oculto por un tiempo mientras intentaba recuperarse. 

 

Consumiendo las últimas energías que le quedaban, se empuja a sí mismo hacia ese lugar, para luego caer dolorosamente contra el suelo de la caverna. El shakujo pierde su forma y regresa a ser una katana. 

 

Una vez en el sentado Tomo saca el brazo izquierdo de sus ropas con el fin de inspeccionar la herida,  dándose cuenta que está en peor estado. Los restos de la corrosión presentes le causaba un malestar terrible, pero lo que más preocupaba era la maldición del tatarigami. El caza demonios intenta reprimir la energía maldita con un conjuro elemental pero al no tener muchas fuerzas, este se desvanece en el acto.

 

—Ugh, ni siquiera puedo usar magia… Esto se está complicando...

 

Sin poder hacer mucho más, el muchacho se recuesta contra las frías paredes de la cueva, tomando respiraciones pesadas para no sucumbir al sufrimiento. No obstante las muecas en su cara muestran puro dolor, y ya no tiene ni una pizca vitalidad para moverse de ahí.

 

«No puedo volver a la aldea así...solo tengo que descansar un poco»

 

Tomo no tiene más ánimo para mantener su mente trabajando, está completamente de acuerdo en caer desmayado ahí. Sin embargo, recuerda las palabras de la Suma Sacerdotisa.

 

"No iré a recoger tus restos si caes exhausto por algún lugar"

 

—Estaré bien...no me moriré por algo asíSusurra el joven con sus últimas energías—...solo necesito descansar, solo un poco...

 

Ya apunto de cerrar los ojos para caer inconsciente, escucha un chapoteo precipitado de unas pisadas dirigiéndose hacia donde estaba. Sin darle tiempo de ponerse alerta, la melodiosa voz preocupada de aquel joven, a quien aún tenía en su mente, lo alcanza. En el momento que enfoca la mirada lo ve parado sin aliento en la entrada de aquel dominio.

 

—Aquí estás —enuncia el chico con un notable alivio intentado calmar su respiración—. Por fin lo he encontrado, joven Kitain.

 

—Kaedehara...

 

A pesar de que la neblina espesa de la mañana hacía que el sol no aportará mucha luz en ese ángulo de vista, para Tomo, los ojos de Kazuha relucían tanto como los faroles de un puerto tras una intensa noche de tormenta.

 

Notes:

No se cuando regrese por mis exámenes parciales, pero si dios (Tomo) lo permite, estaré escribiendo el capítulo 7 para cerrar el año o quien sabe y si acabo todo el fic para año nuevo, ya veremos dijo el ciego.

¡Muchas gracias por tu constante apoyo!

Chapter 7: Necesidad

Summary:

—Aunque sea el descendiente de aquel poderoso clan, todavía es solo un niño... —la mujer suspira expresando el mismo desconsuelo con el que había empezado—. Los jóvenes no deberían tomar las cargas que nos corresponden a nosotros como adultos...

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Por fin lo he encontrado, joven Kitain...

 

Kazuha está bastante agitado, sin duda había corrido un buen tramo hasta el lugar donde ahora se encontraba el caza demonios. 

 

—Kaedehara… ¿Qué haces aquí? —parpadea, incrédulo—. Y por favor, no empieces a llamarme así tu también... agrega Tomo en un susurro, casi sin ánimos o molestia, pero con una expresión ensombrecida extrañamente graciosa. 

 

— Lo siento, se me pegó... — se disculpa por lo bajo el ronin agachando la cabeza

 

Volviendo a poner una postura seria, el chico enseguida recuerda el por qué lo estaba buscando.

 

—La gente de la aldea le ha estado buscando toda la mañana, estaban preocupados, así que...

 

Kazuha interrumpe su discurso al darse cuenta del estado en el que se encuentra el muchacho y la severa herida en su extremidad descubierta. La pérdida de sangre lo había puesto demasiado pálido, además de tener unas cuantas magulladuras más en el rostro. El samurái nota algo adicional con su gran percepción, aquella presencia a la que los lugareños habían nombrado "tatarigami", ahora se sentía mucho más fuerte en Tomo.

 

—Tu brazo...

 

—Ah... —el rubio intenta tapar su herida con la mano derecha para evitar que Kazuha siguiera viendo su estado lamentable y con una pequeña risa forzada sigue hablando—, no es nada, solo fue un descuido... Creo que será mejor que te vayas...

 

—¿Qué dices? —el samurái está claramente confundido por la sugerencia. Tomo por su parte desvía la mirada para evitar sus ojos—. Estás sangrando, no puedo dejarte...—Kazuha se da cuenta de lo alterado que ha sonado e intenta recuperar su compostura, a la vez que trata de acercarse más al muchacho para examinar la herida—. No puedo dejarlo en este estado. Déjeme ayuda...

 

—¡Qué no te me acerques!

 

La firme voz de Tomo golpea a Kazuha como un brutal trueno, haciendo que se detenga de golpe. No tenía mucho tiempo de conocerlo, pero nunca antes había dejado de hablarle de forma amable y suave, así que ahora su tono lo había tomado por sorpresa.

 

Tomo se da cuenta de que ha sonado muy abrupto y enseguida su mirada dura, cambia a una de arrepentimiento. Sin embargo al no encontrar palabras para disculparse, se queda en silencio desviando su vista de nuevo para ocultarla bajo sus mechones rubios. Cuando ve que el silencio no acaba, vuelve a abrir la boca sin cambiar su postura.

 

—Estoy contaminado… No es buena idea que me toques...

 

« Lo siento. Por favor, tienes que irte, no quiero que te hagas daño »  Eso es lo que en verdad quería decir, pero el joven Tomo estaba tan cansado que solo lograba pensar en cómo podría haberlo dicho mejor.

 

No obstante, el sonido de una tela rompiéndose llama su atención, haciendo que levante la mirada otra vez hacia Kazuha, quien estaba ocupado rasgando el costado izquierdo de su pantalón corto. 

 

—¿Pero qué estás…? ¡Ack!—El más alto intenta detenerlo pero su herida lo martiriza de nuevo impidiendo que se mueva ni por un centímetro. Vuelve a sostener la parte lastimada con su mano derecha presionado fuerte por la molestia.

 

—No se mueva.

 

Kazuha se inclina hacia Tomo sin dirigirle la mirada, solo está concentrado en el corte. Con mucho cuidado pero a la vez firmeza, aparta la mano del rubio y usa la tela rasgada de su hakama para vendar la herida, tratando de no tocar el área infectada. Ejerce suficiente presión para detener la sutil hemorragia que aún persistía, lo que causa que el cazademonios tenga que reprimir un grito. 

 

—Hey, eso duele aún más. —refunfuña Tomo sin energía alguna.

 

Kazuha no le responde. Ya seguro de haber amarrado bien el vendaje improvisado y colocado en su lugar su haori para evitar cualquier desliz, se dispone a colocar de sus manos en la espalda de Tomo y en la corva posterior de sus rodillas, con la intención de levantarlo del suelo, cosa que alarma al implicado. 

 

—Oye, oye, oye. No estarás pensando en llevarme en brazos, ¿o si? —pregunta el rubio, claramente incrédulo. No obstante, toda duda desaparece cuando Kazuha sigue con su cometido sin dirigirle la mirada—. ¿Estás loco? ¿Cómo rayos piensas que vas a…?

 

Antes de que pudiera seguir con sus quejas, el joven samurái reúne el poder del viento rodeando el cuerpo del más grande con el en cuestión de segundos. Aprovechando esto, Kazuha termina de elevarlo en sus brazos, sin esfuerzo alguno.

 

Tomo no tiene palabras. Siente como la brisa lo acaricia de forma sutil volviéndolo más ligero, y al alzar la mirada hacía el rostro de Kazuha, observa como su cabello suelto revolotea entre los remolinos, adornándose con traslúcidas hojas de arce que van perfectamente a juego con sus brillantes ojos rojos, que ahora lo están mirando de manera firme. Al mismo tiempo, nota como de la espalda del joven se alza una resplandeciente gema color aguamarina.

 

« Una visión anemo. »

 

El rubio ha quedado en un trance total sin poder apartar sus ojos del peliblanco; aún cuando su herida le sigue doliendo, su corazón vuelve a palpitar de manera precipitada en contra de su voluntad, igual que la noche anterior cuando lo vio sonreír. Al estar en su propio mundo, no se da cuenta cuando Kazuha lo saca de la cueva donde se había refugiado, para luego decir una frase con una seriedad que lo saca de lugar. 

 

—Será mejor que se sostenga. 

 

—¿Qué?

 

Es lo único que Tomo puede formular antes de sentir como el anemo los envuelve de nuevo, mientras Kazuha los eleva a ambos en un salto de gran altura sobre el suelo. 

 

—¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!!! ESPERA, ESPERA, ¡¡ESPERA!! —grita el rubio con exasperación mientras envuelve nerviosamente sus brazos en el cuello y la cabeza del ronin, cubriendo su campo de visión—. ¡ESTÁ MUY ALTO! ¡¿QUÉ CREES QUÉ HACES?!

 

—Disculpe...No me está dejando mirar por dónde vamos.

 

—¡¿Y ESO QUÉ TIENE QUE VER CON LO QUE DIJE?!

 

El joven samurái sigue llevándolos de esa forma sin importarle las protestas de Tomo, mientras que este último solo se dedica a vociferar infortunios en voz alta y cerrar los ojos para no ver hacia abajo, completamente aterrorizado por su primera experiencia con las grandes alturas.

 

—¡Yo sabía que esto era una mala idea! —vuelve a hablar el muchacho más grande abriendo sus ojos solo un poco para que luego le vuelva a dar un escalofrío terrible por haber notado lo lejos que estaban del piso. Se aferra aún más a Kazuha enterrando su rostro en la altura de su cuello— .¡AAH! ¡Vamos a estrellarnos contra el suelo!

 

« Hola, oh todopoderosa Narukami. Soy yo de nuevo » Reza el rubio, sin ninguna seriedad, adoptando una pose de buda; listo para aceptar su destino final. 

 

—No mires hacía abajo —Kazuha le habla de forma tranquila, mientras que Tomo hace un esfuerzo para ver la expresión calmada del albino—. Arriba. Mantén tus ojos allí. 

 

El muchacho asustado está dispuesto a atender la sugerencia del joven samurái, y cuando levanta su mirada hacia arriba con mucho cuidado, no puede evitar que sus ojos se abran de golpe ante tal espectacular escenario. 

 

Ya casi no quedaba rastro de las nubes negras que bloqueaban la luz el día anterior. Los rayos del sol se asomaban por el horizonte decorando el cielo de tonos pasteles que variaban, desde los azules intensos hasta los rosas más pálidos. El crepúsculo matutino había alcanzado las copas de los grandes árboles pintándolos de igual manera. Tomo nunca tuvo la oportunidad de apreciar este paisaje antes, ni tampoco imaginó alguna vez experimentar la sensación de casi tocar las nubes. Verdaderamente, era todo un deleite.

 

El dolor de la herida había sido opacado por todas las nuevas sensaciones. Cada que Kazuha se elevaba con un salto, su cabello platinado revoloteaba junto con la energía anemo; ni siquiera sentía cuando tocaban la tierra, era como si el samurái hubiera conseguido que ambos fueran parte del viento. Jamás había visto un portador de visión con tal maestría sobre su elemento en cuestión. 

 

El joven ronin nota cómo Tomo relaja los brazos colocándolos mejor alrededor de su cuello y también siente la intensa mirada de este sobre él, así que decide regalarle una sonrisa dirigiendo sus ojos a los del rubio. 

 

—¿Lo ves? —dice Kazuha observando la forma en la que el muchacho se estremece un poco por haber sido descubierto mientras le miraba el rostro—. Así ya no da tanto miedo, ¿verdad?

 

Las mejillas de Tomo se tornan de color rosa, hechandole la culpa a la adrenalina del momento por ser la responsable de que su corazón latiera de forma acelerada esta vez. Si bien se sentía débil, no le resultaba para nada incómoda la forma en la que Kazuha lo estaba ayudando, pero eso no impedía que se sintiera un poco avergonzado por depender tanto de alguien. Por eso, solo vuelve a escapar de la mirada del joven samurái y enterrando su cara en el cuello de este, responde con un leve asentimiento. 

 

—Sí...—aún así acaba poniendo una media sonrisa casi sin darse cuenta, pero que Kazuha si llega a notar, haciendo que el corazón del joven errante se agite dentro se su pecho sin razón aparente. 

 

Con el viento acompañándolos, el ronin vuelve su vista al frente, y continúa llevando a Tomo de esa manera hasta la aldea más cercana, lo más rápido que puede. 



──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

Cerca de la entrada a la villa suena un arroyo que pasa por debajo del puente de madera que conduce al camino principal. Kazuha por fin deja de hacer uso de su elemento para transportarlos, dejando que Tomo pueda estar tranquilo en tierra firme. A pesar de que no demoraron mucho viajando de esa forma, el sol ya estaba iluminando el vasto cielo con fulgor. 

 

—¿Se encuentra bien? —pregunta el samurái, ahora sí expresando algo de culpa en su tono. 

 

Desconocía que tanto había incomodado al joven cazademonios, pero sabía que si lo llevaba normalmente, la herida en su brazo hubiera sufrido muchos más estragos. Aún así, le preocupaba haber hecho algo que el chico considerara demasiado desagradable.

 

—Bueno...—responde el rubio cenizo con un toque juguetón en su adolorida voz, impidiendo que la mente de Kazuha siguiera imaginando cosas negativas—, por lo menos estamos vivos, así que para mí, eso ya es un logro. 

 

El albino se queda estupefacto por un segundo hasta que un resoplido divertido se escapa de sus boca y sus labios se curvan en una sonrisa. 

 

«No puedo creer que pueda bromear en este estado.»

 

Ahora Kazuha está tratando de contener una carcajada y como si Tomo pudiera leer lo que ha pensado el chico, también empieza a reírse levemente. Sin embargo, una punzada de dolor repentino lo ataca haciendo que ponga otra mueca y su risa se convierta en un quejido lastimero. El joven Kaedehara vuelve a fruncir el ceño con bastante preocupación al ver el sufrimiento del chico. 

 

—¡¿Qué sucede?!

 

Tomo remueve su brazo derecho de su agarre en Kazuha para poder escudriñar la herida con la mano. En el momento en que baja otra vez su haori, ambos pueden ver como la sangre se ha comenzado a filtrar sobre el vendaje que le hizo el ronin con la tela rasgada de su pantalón. La energía de los tatarigami y la corrosión de los sabuesos aún hacen que se muestre una aura negra alrededor del corte. 

 

Al intentar tocarlo, el rubio vuelve a soltar un quejido de dolor, retorciéndose en los brazos de quien lo carga. 

 

—Para, vas a lastimarte más —vuelve a hablar Kazuha con firmeza, sosteniendo fuertemente a Tomo contra su cuerpo—. Te llevaré a la villa ahora mismo, resiste un poco. 

 

No lo… Ahgr…— el cazador de demonios intenta decirle algo pero el malestar le impide hablar en voz alta. 

 

El joven samurái pasa el puente de madera para dirigirse a la aldea Higi sin prestar mucha atención a lo que el rubio intenta advertirle. Al llegar al pie de la entrada, algunos aldeanos que yacían inquietos en los portones de sus casas, voltean a ver con gran alivio las siluetas de ambos muchachos, pero cuando se acercan más y logran ver el estado de Tomo, sus caras cambian a una expresión de terror cargada de preocupación.

 

—¡Disculpen, necesitamos a alguien que nos ayude a suturar un corte, se está contaminando! —exclama Kazuha lo suficiente alto como para que todos lo escucharan. 

 

Sin embargo, ninguno de los aldeanos se mueve de su lugar, algunos incluso retroceden unos pasos con recelo. 

 

«¿Qué pasa? ¿Acaso no pudieron oírme?» se pregunta el ronin empezando a ponerse nervioso por la situación.

 

—Ellos no pueden hacer nada ...ugrh…— el muchacho herido hace otro intento para que el samurái le hiciera caso—. La gente común no debe exponerse… Al tatarigami...Si lo hacen, ellos...¡agrh!

 

Tomo está demasiado débil para continuar pero Kazuha lo ha comprendido todo, solo tiene que ver las caras de espanto de los demás. Ellos tienen miedo, no de él o de Tomo, si no del terrible Tatarigami. 

 

—¡Por favor! —grita nuevamente, pero los moradores solo se ponen más angustiados y algunos cierran la puerta de sus casas. El chico le echa una mirada a Tomo quien seguía retorciéndose por el dolor, incapaz expresar una palabra de forma coherente otra vez—. ¡ESTÁ SUFRIENDO, TIENEN QUE AYUDARLO!

 

Los dos niños que estaban buscando a cazademonios hace unas horas se asoman por el estruendo de la voz de Kazuha e intentan escabullirse de sus casas para ayudar, pero una señora que al parecer es su madre los retiene. 

 

—¡Pero están pidiendo ayu…! —Torajirou quiere decir algo pero la voz severa de la señora lo interrumpe. 

 

—¡Entra a la casa de una vez!—Grita en respuesta la mujer, y dirigiendo una mirada atormentada a Kazuha, continua—: Nosotros... no podemos arriesgarnos...Lo siento.

 

—Joven onmyouji...—el pequeño Gin vuelve a sollozar retenido en los brazos de un adulto, mientras las otras personas que están cerca, solo apartan la mirada. 

 

La frente de Tomo se encuentra empapada en sudor frió, y Kazuha siente a través la tela como su temperatura corporal va en aumento, la infección le estaba empezando a provocar un ataque de fiebre. 

 

Apenas conservando un poco de conciencia, el rubio intenta ocultar su expresión adolorida escondiendo su rostro en el hombro del samurai, pero Kazuha aún percibe su respiración pesada, además del fuerte agarre que este ejerce en la pieza superior de su kimono, expresando en silencio el terrible dolor que lo estaba golpeando. Todo ese panorama solo lograba hacer que su angustia por él aumentara cada vez más...

 

Por favor...— La voz del samurái sale temblorosa y demasiado baja. 

 

Su mente le juega una mala pasada y trae a él recuerdos de aquellos días cuando aún intentaba ser alguien capaz para el clan, hasta que vio cómo su padre se desmayaba de cansancio...

 

Quien sea...

 

Y todos los "aliados" por los que había luchado en los últimos años, lo abandonaron en su momento de más necesidad dedicándoles miradas de lástima...



«¡¿Por qué se quedan ahí sin hacer nada?!»



—¿QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO?

 

Las lágrimas comenzaban a picar en sus ojos ante tal memoria tan desagradable, pero Kazuha logra reunir toda la quietud que puede para ver hacia la dirección de la voz autoritaria.

 

—Jefe Washizu —enuncia con algo alivio uno de los aldeanos—, el joven prefecto...

 

Washizu se aproxima a Kazuha, quien sin darse cuenta había apretado su agarre en Tomo, de forma protectora. El señor baja la manga rota del haori con cuidado para ver que efectivamente tenía vestigios de tatarigami y eso era lo que estaba causando la gran conmoción. 

 

Tras echarle una mirada a los ojos angustiados de Kazuha, observa también la visión anemo colgando en su espalda. 

 

—¿Aún puede cargarlo? —el jefe de la aldea le pregunta al chico de cabellos platinados.

 

El samurái asiente levemente con la cabeza, su voz ya no encontraba manera de salir de nuevo.

 

—Muy bien —Washizu voltea a ver a uno de los jóvenes del área y le habla de forma firme—. Vé a buscar a la doctora Naoko, dile que el joven de los Kitain está herido —Al ver que este luce un poco confundido se expresa con fuerza—. ¡Rápido!

 

—¡S-Sí, señor!

 

Volviendo su mirada a Kazuha le habla de la misma forma para transmitirle algo de seguridad.

 

—Venga, por aquí.

 

Kazuha sigue el paso del señor Washizu sin chistar rezando por llegar lo más rápido posible a donde sea que se dirijan, mientras que el cazademonios solo yace inconsciente en sus brazos. 

 

Y así, con los ojos preocupados de los demás aldeanos y niños aún puestos sobre ellos, ambos llevan al joven Tomo a una de las casas más alejadas de la villa.



──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

El sol del mediodía provoca un calor casi insoportable. Algunas personas se han reunido fuera de la cabaña aislada al lado sur de la aldea, curiosos por lo que suceda adentro pero aún con sus expresiones inquietas. 

 

En el interior de aquella casa, Tomo ya estaba recostado en una cama de madera onírica; a pesar de que no era común ver una debido a que los futones suelen ser más populares entre las zonas rurales de Inazuma. La casa donde se encontraban tampoco se veía como la de alguien a falta de dinero. Poco ostentosa, pero acogedora.

 

Kazuha, por su parte, se encuentra sentado a lado del rubio en una especie de banco de la misma madera, aún preocupado por la condición del chico que no parecía mejorar con el pasar de los minutos.

 

—Lamento no poder hacer más. No tengo experiencia tratando con heridas de esta magnitud —Washizu entra a la habitación donde se están ambos, llamando la atención del samurái. Una expresión de impotencia se cuela en el rostro del hombre—. Sólo nos queda esperar a que la doctora aparezca.

 

Kazuha regresa sus ojos al brazo lastimado de Tomo, precisamente a la infección que debido a la corrosión era aún más notable. Sería imprudente para él intervenir puesto que él tampoco había visto ese tipo de veneno abismal antes. Sus labios se aprietan por el sentimiento de insuficiencia que crece en su pecho. 

 

—¿Por qué…? —empieza a preguntar el albino con un leve temblor en su voz—. ¿Por qué nadie quiso ayudarlo antes? ¿Acaso les disgusta?

 

—¡No, absolutamente no hay forma de que ellos lo desprecien!

 

Washizu se precipita a responderle de una manera alterada a Kazuha, pero éste sólo le regala una mirada silenciosa. Al final el jefe de la aldea se sienta también en un banco del otro lado de la camilla, entrando su rostro en sus manos y dando un largo suspiro. 

 

—Por favor, discúlpanos, a ellos y a mí. —el hombre vuelve a levantar la mirada pero está vez se queda viendo el cuerpo inconsciente de Tomo, quien seguía atravesando su ataque de fiebre con tan solo un pañuelo mojado sobre su cabeza para contenerlo—. Las personas de aquí le tenemos mucha estima al joven prefecto. Pero la mayoría de nosotros pierde el valor cuando se trata del...

 

—Tatarigami. —interrumpe el jovenzuelo, aún con sus ojos carmesí puestos en Washizu. 

 

—Supongo que alguien ya te habrá contado sobre ello...

 

—Él intentó advertirme antes también...—Kazuha vuelve a posar su mirada en Tomo, recordando como le había dicho duramente que no se le acercara. Sin embargo, el joven Kaedehara aún no entendía la dimensión del problema—. ¿De verdad es tan dañino como dicen? 

 

—Sí...Creo que no lo haz sentido por que eres un portador de visión —la gema aguamarina en la espalda de Kazuha, la cual tiene incrustado el símbolo anemo, reluce ante su mención—. Por lo general personas como tú suelen tener alta tolerancia a estos fenómenos. De hecho, él también posee una. 

 

Sobre una mesilla cerca de la cama, en la que estaban colocadas las ropas de Tomo, también brilla una gema púrpura con el emblema electro sobresaliendo entre todo el intenso color.

 

—¿Y por esa razón dejan que solo él se haga cargo de todo? —el joven Kaedehara intenta no sonar agresivo, pero no puede evitar que le hierva la sangre al imaginar la simple idea. 

 

—No siempre fue así...

 

Un silencio insoportable se asienta en el lugar pero Kazuha no vuelve a hablar, espera una explicación más profunda, sin embargo es consciente de que puede ser un tema delicado. 

 

—Es inútil que alguno de nosotros intervenga —Washizu se explica después de pensar un rato en las palabras correctas. —, sólo conseguiríamos enfermarnos y complicar aún más su trabajo. Solo somos campesinos sin ningún poder elemental ni conocimientos de magia, apenas algunos sabemos cómo blandir armas...

 

El jefe de la aldea toma una larga respiración antes de continuar. 

 

—No obstante, sé que no siempre fue el único encargado de este lugar. Si sabes lo del tatarigami, debes conocer la historia de los Kitain también, ¿verdad?

 

Kazuha asiente levemente con la cabeza, estaba listo para escuchar lo que el hombre tenía que decir. 

 

—Cuando era joven, mi madre me llevó a la isla Narukami para que me ilustrara y sea alguien en la vida —La mirada nostálgica de Washizu escapa de los ojos del samurái posándose en ningún lugar en especial, sumido en sus recuerdos—. Pero yo amaba este lugar, así que naturalmente terminé regresando aquí. 

 

Todo podría estar en calma en ese momento si no fuera porque aún se sentía en el aire la intensa preocupación de todos por la situación de Tomo. Debes en cuando el peliblanco le echaba una mirada discreta para ver si su semblante no empeoraba, después de todo,  lo único que podían hacer por ahora era esperar. Washizu continúa con su discurso.

 

—Nací en esta isla y crecí escuchando las leyendas de nuestros ancestros. Los cuentos del gran Lord Bunsou y su clan seguían vivos... Sin embargo — La expresión del hombre decae claramente—... Cuando regresé a esta tierra, ya sólo quedaban vestigios.

 

—¿Qué sucedió? —le pregunta Kazuha aún inquieto. 

 

—Desconozco los detalles ya que no me encontraba aquí cuando sucedió, pero fue una desgracia que provocó la caída de la última generación de los Kitain, la familia de este chico. De lo que sé, él fue el único que sobrevivió —Dice el amable jefe señalando a Tomo—. Nunca nadie ha hablado sobre eso y tampoco hemos tenido el coraje para preguntarle. Pensamos que es mejor no ahondar heridas.

 

Otra vez el silencio vuelve a apoderarse de la habitación; entonces, Kazuha ya comprendía mejor las cosas. No era culpa de nadie realmente, el tatarigami no podía ser tratado por gente común, y el clan a cargo –a causa de una calamidad– sólo había dejado a una persona para atender la tarea. Y ese era Tomo. 

 

—Exactamente...—no obstante, el chico de ojos carmesí aún tenía muchas preguntas por hacerle al buen hombre—. ¿Cuál es el trabajo que él hace aquí?

 

Tal vez no era el momento oportuno para tal pregunta, pero la creciente curiosidad reflejada en sus iris no podía ser aplacada. El muchacho del que hablaban en cuestión le interesaba cada vez más. 

 

—Es el joven prefecto de este lugar, su título fue otorgado por el gran Santuario Narukami tiempo después de la caída del clan Kitain —Washizu está dispuesto a contarle a Kazuha sobre lo que sabe de Tomo sin rodeos, después de todo, se trataba de información pública—. Desde que fue oficializado, se ha dedicado a resguardar el orden en esta isla, así como también mantener diálogo con los demás  territorios de Inazuma para el desarrollo productivo del comercio local. Gracias a sus aportaciones, en los últimos años, este lugar ha visto mejores días, e incluso hemos recibido más apoyo del Santuario Narukami que en otros tiempos...

 

El jefe se levanta un momento de su asiento y remueve el paño mojado de la frente de Tomo, que ya se había calentado por el exceso de temperatura. Después lo remoja en agua fresca para seguir regulando la fiebre del chico, colocándolo de nuevo en su cabeza cuidadosamente. 

 

—Siempre se ha esforzado por seguir el legado de su familia. Y en el proceso ha pasado por muchos accidentes como este...—El hombre da un profundo suspiro —… Desearía que se concentrara en su propio bienestar y no tanto nosotros...

 

—¡Por los Siete, habrán paso señores!

 

Kazuha planeaba seguir preguntando más acerca de toda la situación que estaba atravesando aquel lugar y su conexión con el cazademonios, pero el retumbar de unos pasos apresurados y una voz femenina algo molesta que captan sus agudos oídos con anticipación, le advierten que es mejor continuar más tarde.

 

—¡¿Qué fue lo que pasó?! —Sin demorar casi nada, una mujer que aparentemente tiene treinta años de edad, entra con mucha prisa por el portón de la habitación preguntando con fuerza y preocupación. 

 

Siguiendo su paso lo más rápido que puede, también llega un joven de cabello negro con un tela envuelta en su nariz y boca simulando una mascarilla. Él carga con una especie de maleta y luce igual de agitado que su acompañante. 

 

—Doctora Naoko... por fin ha logrado llegar...

 

La mujer no pierde tiempo en formalidades y atraviesa la habitación para poder ver mejor la herida de Tomo, sin siquiera extrañarse por la nueva presencia del samurái sentado al lado de este. El muchacho que la acompaña solo se queda en el marco de la puerta esperando alguna orden. 

 

Esto es... —La doctora nota la energía de los tatarigami emanar del corte, junto con el veneno abisal corrosivo aún presente. El semblante de Tomo está completamente pálido y su respiración se tornaba más pesada con el pasar de los minutos. 

 

Volviendo su vista severamente hacia el jefe de la aldea, la médica le replica:

 

—Señor Washizu, abandone la habitación de inmediato. 

 

Naoko se aparta un poco para recogerse el cabello en una coleta elevada y se pone un pañuelo para tapar su nariz al igual que el muchacho pelinegro.

 

—Yasumoto —vuelve a decir, esta vez dirigiéndose al chico en la puerta—, necesito que traigas un cuenco con agua fresca, unos cuantos paños y dejes el extracto de onikabuto y percibetormentas en la mesilla. Luego de eso, retírate de igual forma. 

 

—¡Sí, maestra! —A pesar de que el chico luce notablemente nervioso, responde con firmeza ante la petición de la doctora y se apresura a buscar lo que le ha pedido. 

 

Luego de ver como su aprendiz desaparece, ella recién cae en cuenta de la presencia silenciosa de Kazuha, y sus ojos se posan instintivamente en la brillante visión que colgaba de un lado de su espalda. 

 

—Discúlpame de antemano por mi atrevimiento a pesar de que esta es la primera vez que nos vemos —Habla la mujer elocuentemente con algo de prisa. —, pero creo que voy a necesitar que me eches una mano con esto. ¿Estarías dispuesto a colaborar?

 

El joven ronin quien ya estaba comenzando a impacientarse por no ver mejoría en Tomo, asiente con total seguridad y le responde:

 

—Haré todo lo que sea necesario para ayudarlo.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

La noche ya estaba cayendo encima de las casas y dejando el cielo coloreado entre tonos purpuras, naranjas y azules. El panorama yace totalmente quieto y las personas que estaban reunidas antes en la casa ya no se encuentran alrededor; solo estaban Gin, Torajirou y otros pequeños niños parados de puntillas en la ventana, intentando ver hacia el interior de la cabaña donde se habían llevado a Tomo. 

 

Al ver que Yasumoto abre la puerta para salir a buscar algo, estos se alertan y corren para no ser atrapados fisgoneando; el joven aprendiz por su parte solo se sobresalta al ver a los niños traviesos, llevándose una mano encima del corazón por el susto. 

 

Dentro de la cabaña, la doctora Naoko exprime uno de los paños pintado con un poco de sangre en el cuenco de agua; la intervención ya habían terminado. Kazuha suspira cansado por todo el ajetreo mientras se pasa el dorso de la mano derecha por la frente limpiándose el sudor. Se había despojado de su fino kimono dejando solo el kosode blanco con detalles rojos que llevaba debajo de este, amarrado con una especie de faja a su espalda para evitar que sus mangas le estorbaran.

 

—Bien, creo que esto es todo lo que podemos hacer por ahora —La mujer sigue con su tarea de limpiar todo lo usado y cerrar los frascos que contenían las medicinas—. Con el corte desinfectado, su fiebre bajará gradualmente. Solo tenemos que esperar a que despierte. 

 

El joven Kaedehara cambia el pañuelo de la frente de Tomo; aún tenía la temperatura elevada, pero su respiración se había regulado, se lo notaba más tranquilo. Kazuha sonríe un poco al ver la mejoría y de forma instintiva, pasa sus dedos por los mechones rubios del chico acomodándolos hacia un lado. 

 

Al darse cuenta del gesto cariñoso del albino con el muchacho dormido, la señorita Naoko le insinúa con un tono bromista:

 

—Veo que él es muy importante para ti. ¿Buenos amigos?

 

Kazuha se sobresalta ante el comentario apartando su mano con rapidez. Sus mejillas se vuelven rosadas por la vergüenza. 

 

—N-No...yo solo...—comienza a excusarse de forma nerviosa—. Nosotros nos conocimos hace poco... aún no creo que me pueda considerar un "buen amigo" para él... lo siento.

 

—Mmhh, ya veo...

 

Naoko vuelve la vista a su tarea restándole importancia al nerviosismo del chico. Por su parte  el ronin se fija en el brazo de Tomo herido, el cual ya estaba vendado. 

 

—A propósito, ¿está bien dejar el corte sin suturar? —pregunta Kazuha a la mujer. —Parecía bastante profundo.

 

—Ah sí, yo también había considerado eso...—responde ella mientras se lava las manos y suelta su cabello de nuevo—. Pero no podemos cerrar la herida cuando la energía de los tatarigami no ha desaparecido todavía, es muy arriesgado. 

 

Kazuha concentra aún más su mirada en el brazo de Tomo. «Es verdad, esa presencia aún es persistente»

 

—Yo no puedo tener mucho contacto con eso y no pienso dejar que te encargues de algo tan complicado —sigue acotando la doctora a la vez que se sienta en una banca del lado derecho de la camilla. Por fin lanza un suspiro de agotamiento—. Ahhh, por ahora ya hemos hecho suficiente deteniendo el sangrado y eliminado la corrosión que era lo que no lo dejaba recuperarse en paz. 

 

El peliblanco no parece muy confiado de lo que ella dice y su mirada vuelve a tornarse preocupada. Al notar la reacción del chico, Naoko resopla levemente con algo de alivio al ver que alguien más se preocupaba lo suficiente por Tomo.

 

—Descuida, cuando recupere el conocimiento continuaremos con el tratamiento —agrega para tranquilizarlo —. No morirá por un poco de energía maldita, su sangre se encargará de repelerla. Hay que tener fe.

 

—¿Su sangre? —pregunta devuelta el muchacho, ladeando su cabeza para ver a la doctora con los ojos bien abiertos. También toma asiento en su lugar anterior, al lado izquierdo de Tomo.

 

—No se si lo haz escuchado ya, pero este chico es descendiente de un linaje guerrero de la zona. Al parecer todos ellos adquieren una especial resistencia a las maldiciones, no se muy bien por qué, pero puedo asegurarlo. 

 

A pesar de estar debilitado e inconsciente, el rostro de Tomo luce pacífico junto al fulgor de las lámparas. Solo una sábana delicada cubre su torso desnudo. 

 

—Cualquiera que llevara tanto tiempo expuesto a ese tipo de contaminación, aunque fuera un portador de visión, acabaría con graves secuelas en su salud o incluso podría perder el control de su mente, sucumbiendo a la locura —La doctora le explica de forma muy profesional a Kazuha toda la información que tiene acerca del tatarigami—. Sin embargo, hasta ahora Tomo solo ha resultado lastimado por lesiones físicas. Nunca ha presentado ningún tipo de sintomatología propia del exceso a la exposición, ni daños en su estado mental.

 

Kazuha observa admirado la forma en la que la mujer habla con toda naturalidad sobre aquellos fenómenos de los que él desconocía. 

 

—Ahora mismo, su fiebre alta no es exactamente a causa de esa energía maldita, sino más bien por la infección que obtuvo debido a la constante corrosión en su herida —la mujer se cruza de brazo y hecha una mirada severa al pobre Tomo inconsciente—. Si tan sólo la hubiera tratado en un momento oportuno, no estaría como está. Gracias a la Arconte, conozco los métodos para curar las complicaciones causadas por el miasma de esos sabuesos del abismo.

 

—Usted sabe muchas cosas de este lugar, es bastante increíble... 

 

Los ojos del joven relucen emocionados, pero intenta portarse lo más recatado que puede. Siempre le había encantado eso de sus largos viajes: toparse con todo tipo de personas y aprender de ellas. El comisionado Kamisato no se había equivocado en recomendarle visitar este sitio.

 

—Sí, bueno. Ya ha pasado mucho tiempo desde que me convertí en el médico local de esta isla, después de todo. —dice Naoko de forma orgullosa.

 

Kazuha retorna a su habitual compostura por un momento.

 

—¿No es procedente de Yashiori? 

 

—No —la doctora también deja la actitud relajada de hace rato para ponerse más seria—, yo acudí aquí por un llamado del Gran Santuario Narukami... Cuando ocurrió una calamidad, hace aproximadamente diez años. 

 

El joven samurái se queda absorto en sus pensamientos por unos segundos antes de conectar las situaciones y soltar su siguiente frase con mucho cuidado:

 

—¿La misma calamidad que provocó la caída del Clan Kitain...?

 

Naoko dirige una mirada mesurada al más bajo, aún con los brazos cruzados. 

 

—Oh, ¿te lo ha contado? —contrapregunta ella refiriéndose al chico acostado en la cama.

 

—No realmente —responde el ronin negando con la cabeza—. Sólo conozco el tema porque el señor Washizu lo había mencionado antes. También dijo que él nunca habla sobre eso...

 

—Sí... es bastante comprensible, de todos  formas... se trata de la caída de su familia...

 

Esas palabras calan en lo profundo del corazón de Kazuha. Sabía que no debía comparar situaciones ya que la del muchacho sonaba mucho más grave, pero aún así no puede evitar sentir la familiaridad sobre el tema.

 

—Yo tampoco sé mucho sobre qué fue lo que sucedió —la voz de la mujer interrumpe su ensimismamiento trayéndolo de vuelta a la realidad—. Pero cuando la brigada de médicos a la que pertenecía llegó al lugar, ya no quedaba nadie a quien salvar. Y bueno, tampoco es como si hubiéramos podido hacer algo de todas maneras...

 

Naoko baja su cabeza hacia un lado y la melancolía se asienta en su semblante. 

 

—Lo único puedo recordar con claridad, es el aspecto que tenían los ojos de este chico en aquel día. Tan vacíos y sin esperanza... No tengo idea de cómo logró recuperarse de esa fatídica experiencia para convertirse en lo que es ahora.

 

Kazuha ni siquiera puede imaginar tal escenario. Le era imposible pensar cómo alguien tan cálido como Tomo podría llegar a tal punto de tener una mirada totalmente desolada. El semblante de él mismo se aflige al escuchar eso. 

 

La doctora, quien tenía sus ojos cerrados para ocultar la impotencia en su mirada, continúa. 

 

—Es por eso que decidí quedarme en esta isla en vez de volver a Narukami con los demás. No podía dejar a esta gente a la deriva. 

 

Llevando su mirada hacia el pacífico rostro de Tomo, se vuelve expresa con algo de amargura.  

 

—Aunque sea el descendiente de aquel poderoso clan, todavía es solo un niño... —y suspira con el mismo desconsuelo—. Los jóvenes no deberían tomar las cargas que nos corresponden a nosotros como adultos...

 

Ambos vuelven a quedarse en completo silencio tan solo con los sonidos de la noche haciendo eco en el fondo. Kazuha no podía acotar nada en el tema cuando parecía que aquellas últimas palabras también iban dirigidas para él mismo. 

 

Para no hacer más pesado el ambiente, Naoko decide cambiar el tema. 

 

—Bien...ehm...—la mujer se queda pensando un momento, sujeta su barbilla con la mano derecha—. Disculpa, ¿cómo te..?

 

—Kazuha —interrumpe el samurái intentando cambiar su ánimo con una pequeña sonrisa cortez—. Puede decirme sólo Kazuha. 

 

La doctora corresponde a la cortesía acentuando una sonrisa. 

 

—Muy bien, Kazuha. Creo que ya va siendo hora de que vayas a descansar. Yo me quedaré aquí para cuidar...

 

—Si no le molesta, yo podría quedarme cuidándolo en su lugar. 

 

Kazuha vuelve a cortar el discurso de Naoko quien se sorprende un poco por la sugerencia. El joven sigue explicando: 

 

—Usted también ha pasado un día cansado. Fue la que más esfuerzo hizo para cauterizar la herida. Debe estar agotada así que, por favor —El elocuente muchacho hace una breve reverencia bajando su cabeza. Antes de seguir, vuelve a poner sus ojos carmesí en el rostro de Tomo—.  Además... Tengo algo de experiencia cuidando de personas en este estado...

 

Naoko comprende la situación y con un leve asentimiento agarra un cambio de ropa que había en la mesilla para después dárselo a Kazuha.

 

—Bueno, ponte esta ropa para que Yasumoto pueda lavar la que usaste hoy. Aún desconocemos mucho sobre el tatarigami, así que es mejor tomar las medidas de prevención necesarias.

 

Kazuha agarra el kimono gris que la mujer le estaba ofreciendo. Tiene estampado un patrón de líneas largas que apenas sobresalen del color de la tela, y al parecer no es de su talla, pero aún así el chico responde de forma positiva. 

 

—Sí, muchas gracias doctora Naoko. 

 

—Si la fiebre sube o sucede algo más, solo avísame. Estaré en la habitación de al lado —Naoko se dirige a la puerta para abrirla y retirarse a descansar—, mandaré a mi aprendiz a recoger las cosas más tarde. Ten cuidado.

 

Con esa última frase la curandera sale de la habitación cerrando la puerta tras ella y dejando a Kazuha solo junto a Tomo, quien seguía profundamente dormido totalmente ajeno a lo que estaba ocurriendo.

 

El rubio mueve un poco su cabeza sin despertarse, haciendo que los mechones que el samurái le había colocado hacia un lado vuelvan a caer desordenadamente en su frente. Al ver esto Kazuha sonríe de forma tierna y enredando parte de sus dedos en el suave cabello color arena de Tomo, le susurra: 

 

—No te preocupes, me quedaré a tu lado.

 

El joven errante parece recordar algo que borra la pequeña sonrisa en su rostro.

 

«Por lo menos... hasta esta noche.» 

 

Las luces de las casas se apagan una por una hasta dejar solamente las pequeñas lámparas del exterior como fuente de luz, y la luna como fiel guía para aquellos que viajan en las sombras.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

El leve crujir de las ramas movidas por el viento es uno de los sonidos que Kazuha apenas puede distinguir estando ya casi dormido. Hay un extraño silbido que parece provenir de los grandes huesos de la serpiente, como si alguien estuviera entonando una triste melodía que hacía que el joven ronin sucumbiera cada vez más al cansancio. 

 

Involuntariamente estaba cabeceando y sus párpados se volvían más y más pesados, a pesar de que aún intentaba mantenerse erguido en su banca. En un momento de descuido su cuerpo se relaja demasiado, tanto que pareciera que por fin el sueño lo ha vencido.

 

Pero ese fragmento de descanso, no dura mucho cuando escucha un quejido proveniente de Tomo que lo despoja de su somnolencia, alterando por completo. 

 

—¡Mmh! — Tomo vuelve a soltar otro quejido. Su frente está de nuevo empapada en sudor y su pecho se agita por la respiración frenética que está ejerciendo.

 

—¡¿Qué sucede?! — pregunta Kazuha en su susurro preocupado sin esperar respuesta alguna. Rápidamente coloca su mano en la frente de Tomo para controlar su temperatura y ver si eso es el causante del ataque, pero ese no parece ser el problema—. Está normal...pero, ¿por qué? 

 

El muchacho en cama sigue con los mismos gimoteos ahora también moviendo su cabeza de un lado a otro como si algo lo estuviera perturbando. 

 

—Tengo que llamar a la doctora Naoko.

 

El peliblanco está apunto de levantarse e ir por ayuda lo más rápido que puede hasta que nota una como una sutil lágrima rueda por una de las mejillas de Tomo, frenandolo de golpe. 

 

No estaba sufriendo a causa de ninguna enfermedad.

 

«Él…está teniendo una pesadilla...»

 

Kazuha relaja su mirada solo que ahora siente cómo su corazón se aflige, y decide permanecer en el mismo lugar. Ve como la mano izquierda del rubio se contrae dolorosamente pareciendo que quisiera alcanzar algo que ya no puede tomar, así que el joven Kaedehara reúne todo su valor y aprieta su mano sobre la de Tomo para intentar calmarlo. Su pulgar frota en forma circular una parte de la muñeca del contrario.

 

—Está bien, está bien... Estoy aquí... tranquilo. Todo está bien...—le repite en un tono muy suave que aparentemente logra estabilizarle.

 

La mano de Tomo se relaja bajo la del samurái y deja de respirar de forma agitada. Sólo una última lágrima se atasca en el rabillo de su ojo izquierdo por culpa de sus largas pestañas. Sin apartar su mano izquierda de la del rubio, Kazuha la limpia con el dorso del dedo índice de su mano libre, usando la misma delicadeza que cuando tomaba las hermosas hojas que caían de sus amados árboles de arce en días de otoño.

 

Suspirando desconsoladamente, asienta su cabeza encima del colchón de la cama, a la altura de los hombros del chico dormido. Aprieta un poco su agarre en la mano del cazademonios. 

 

Por favor, haz que se recupere pronto…— Reza Kazuha en lo que parecía ser una plegaria muy conocida para él.

 

Y la noche sigue transcurriendo, esperando el amanecer. 




Notes:

SOBREVIVI A LOS PARCIALES VAMOOOOS AKSNJSKS no prometo acabar el 8 antes de navidad pero haré lo posible! MUCHAS GRACIAS A MI EDITORA MUAK amo como has estado comentando cada cap aksbsjsk yu ar the best.

Y GRACIAS TAMBIEN A LO QUE DISFRUTAN DE ESTE DELIRIO JJSJSJS Tomo lo merece<3 Si mihoyo no suelta su pasado entonces yo me lo intentaré.

Chapter 8: Deseos

Summary:

¿Por qué no te quedas aquí conmigo...en este lugar?...— El ente se acerca aún más a Tomo para susurrarle algo con una voz aún más arrastrada.

Las pupilas del muchacho se contraen aterradas; el miedo puro se ha apoderado de sus facciones, y con esas terroríficas miradas sobre él al mismo tiempo, la horripilante entidad, termina mencionando aquel nombre.

Descendiente del gran Lord Kitain.  

 

Notes:

Tuve un tremendo problema al escribir este capítulo, y solo al final me di cuenta que era por que HABIAN DEMASIADAS COSAS ESCRITAS KAJSAJS pero de cualquier modo aquí está, espero que no sea un desastre, iré a esconderme.

Estoy haciendo mi mejor esfuerzo por escribir ya el siguiente cap ajhskaj Igualmente, no prometo hacerlo rápido euueue Disfrútenlo!

Chapter Text

 

Las llamas calcinadoras hacen que las estructuras de las chozas, de lo que parece que era una villa muy alejada de cualquier presencia humana, se derrumben poco a poco. El olor a cenizas se asienta en los pulmones de Tomo, quien tiene la apariencia de un niño, impidiéndole hacer algo más que toser repetidamente; el calor excesivo provoca que la piel le arda de forma insoportable. 

 

Chicos ...—logra decir el pequeño Tomo con la voz muy afectada, casi en un sollozo. 

 

En el suelo se alcanzan a ver varios cuerpos también consumiéndose por el fuego, pero estos no emiten ningún sonido, solo un aura negra emana de ellos. Sus cabellos extrañamente tienen un aspecto canoso a pesar de que sus figuras lucen jóvenes. 

 

Tomo solloza aún más e intenta avanzar entre los inmensos escombros para alcanzar a sus compañeros caídos y encontrar una forma de salvarlos, pero las infernales flamas lo atrapan. La mirada de Tomo refleja el miedo en su estado más puro cuando es engullido por ellas. Y todo se vuelve negro.

 

Al abrir los ojos se encuentra en otro lugar muy diferente, un sitio ajeno a este mundo. Es un espacio donde no hay ningún ruido a excepción del eco de su respiración; en el suelo reposan unas cuantas estructuras de piedra destruidas, quizá antes fueron parte de unos pilares resistentes pero ahora no eran más que vestigios. Una capa de agua reluce por toda la superficie, tan cristalina que parece falsa.

 

Tomo está de pie en todo el centro de aquel lugar amplio e infinito, y ya no posee la figura de un niño. No tiene idea si es de día o noche, sólo sabe que está ahí en aquel sitio escalofriante, completamente aislado de lo que conoce. Tampoco logra sentir el agua que hay en sus pies.

 

De repente, una voz desconocida de la cual no se puede distinguir su proceder, habla con un tono arrastrado y espantoso.

 

Qué evento más inevitable… Tu sangre... Siempre termina volviendo a mí…

 

El muchacho mira hacia todas las direcciones pero no ve ninguna presencia humana. Sólo está ésa escalofriante sensación de que hay algo mal en aquel lugar. Intenta tomar su katana pero se da cuenta que no la tiene, está completamente desarmado.

 

—¡¿Quién eres?! —Enuncia Tomo con voz firme—. ¡Muestra la cara! ¿Qué es este lugar?

 

El ente suelta una carcajada distorsionada, el horrible sonido retumba en todo el espacio mientras Tomo aún intenta descifrar de donde sale aquella voz.

 

¿Quién...? Una buena pregunta… Después de todo este tiempo… ¿Cuál era mi nombre?...— Aquello vuelve a soltar una risa aterradora—. No estamos en ningún lugar en especial, de hecho… Estamos en un lugar que tú conoces a la perfección…

 

Tomo siente como si aquella cosa estuviera dando vueltas alrededor suyo mientras le habla, como si fuera un depredador rodeando a su presa para engullirla cuando menos lo espere.

 

—¡No me quieras hacer pasar por tonto! ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué estamos aquí?

 

Oh... Seres curiosos... los mortales siempre están intentando ir tras la verdad... y ustedes tampoco son la excepción...jajaja…

 

Lo que se suponía que era agua cristalina en los pies de Tomo, lentamente se va tornando de un color impuro. El cazador de demonios no se da cuenta cómo aquella cosa va subiendo por su cuerpo desde sus pantorrillas, intentando envolverlo. 

 

Tú mismo ya deberías saber la respuesta... ya que... esta es una pequeña parte... de tu mayor deseo...

 

—¿Mi mayor deseo...?—pregunta devuelta el muchacho, solo sus pupilas ahora se mueven de un lado a otro registrando el lugar. 

 

Sí... Sí… Eso es... tú fuiste el que decidió venir aquí... a este lugar lleno de nada...

 

—¡Déjate de bromas! —Tomo comienza a alterarse, sabe que algo malo está aproximándose pero su cuerpo ya no le permite moverse, sus extremidades se niegan a huir—. ¡No conozco este maldito lugar, no hay manera de que desee estar aquí!

 

La voz espeluznante vuelve a sonar esta vez cerca de él, provocandole un escalofrío.

 

Debe ser muy duro... ¿no es verdad? — con otra de sus risas vacías se dedica a seguir hostigando al joven—. Estar tan acostumbrado a perder…

 

Mientras aquella cosa sigue hablando, un miasma oscuro proveniente de lo que antes era el agua, empieza a cubrir el cuerpo de Tomo en forma de enredadera, trepando por sus extremidades poco a poco. Ante las perversas palabras de la voz siniestra, el joven recuerda el escenario espantoso que revivió hace unos minutos...

 

Tus hermanos... 

 

Los hombres jóvenes, que antes luchaban entre ellos para entrenar, tirados en el suelo con sus armas en mano y la sangre corriendo de sus bocas. 

 

Tus hermanas... 

 

Los cuerpos de las guerreras, que solían jugar con los más pequeños, consumiéndose por las llamas en aquel fatídico día.

 

—Tu familia... tu hogar…

 

Aquella pequeña villa al oeste donde pasó tiempo tiempo con las personas que más apreciaba… Reducida a cenizas. 

 

Si tan sólo fueras más fuerte... o más apto como todos esperaban…

 

Esas caras de desprecio que recibió de aquellos ancianos onmyoujis que lo trataban como si fuera una especie de maleficio.

 

—Entonces no tendrías que perder a nadie nuevamente, ¿no?... No tendrías que huir nunca más…

 

A medida que Tomo rememoraba aquel pasado que había decidido mantener sellado en lo profundo de su mente; aquella aura atrapaba su cuerpo cada vez más y más.

 

—...Así que…

 

Ya no puede hacer nada para moverse, está paralizado. Siente su piel erizarse pero no puede emitir ningún sonido, no puede correr, solo puede respirar de manera desordenada. Y la presencia maldita solo sigue calando sobre él, abrazándolo de una forma tan repugnante que le causa al muchacho unas inmensas ganas de gritar, pero no puede hacerlo. El aura negra le ha tapado la boca, impidiéndole volver a hablar otra vez. Un sudor frío cae por su rostro al darse cuenta que realmente no tiene escapatoria. La voz resuena sobre el oído derecho de Tomo, demasiado cerca provocando que sea aún más aterrador.

 

—Para que no tengas nada que perder otra vez…

 

A ún con el intenso escalofrío que le provoca aquella entidad desconocida, el caza demonios lleva las pupilas de sus ojos lentamente hacia su lado derecho, solo para encontrarse con un cúmulo de energía maldita aparentemente sin rostro. Este, con una especie de mano con garras afiladas, le acaricia una de la mejillas con adoración, haciéndole un sutil corte del cual cae un fino hilo de sangre.

 

¿Por qué no te quedas aquí conmigo...en este lugar?...— El ente se acerca aún más a Tomo para susurrarle algo con una voz aún más arrastrada.

 

De aquella cosa se abren decenas de ojos y se muestra otros innumerables dientes afilados, pero también ha adquirido una cara peculiar... una que es reconocida por el cazador de demonios en los profundo de su ser, como si fuera algo grabado en su sangre.

 

Las pupilas del muchacho se contraen aterradas; el miedo puro se ha apoderado de sus facciones, y con esas terroríficas miradas sobre él al mismo tiempo, la horripilante entidad, termina mencionando aquel nombre.

 

Descendiente del gran Lord Kitain.

 

Tomo jadea una fuerte respiración cargada de pánico, provocando que sus ojos se abran por fin en la realidad, aún con el sudor frío corriendo por su frente, su respiración totalmente agitada y un leve corte en su mejilla izquierda.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

La luz de la mañana se filtra por la pequeña ventana de la habitación acariciando el rostro de Tomo en forma cálida; el tenue canto de las aves demostraba que no había ningún mal clima. Todo resplandecía en total tranquilidad. 

 

—Solo fue un mal sueño...

 

El rubio aún estaba intentando regular su respiración después del susto que le hizo pasar aquella horrible pesadilla. Podía recordar con claridad la sensación  de esa pavorosa presencia rodeándolo al punto de querer consumirlo por completo, y el tono desgarrador de aquella abisal voz.

 

«...Uno muy malo...»

 

Tomo intenta no pensar más en eso y se concentra en lo que tiene enfrente, el techo laminado de la casa y la cama en la que se encuentra recostado. También se fija mesilla de noche de la habitación  donde están su visión junto con sus pertenencias. 

 

—¿Estoy en la cabaña del señor Washizu?...— habla casi para sí mismo mientras pasea sus ojos examinando el lugar —. ¿En qué momento?...

 

Al querer mover su mano izquierda, se da cuenta que tiene un leve peso sobre ella así que instintivamente voltea su rostro hacia ese lado para ver que estaba impidiéndole levantarla y sus ojos se abren en sorpresa cuando se encuentra con el apacible rostro de Kazuha reposando en su costado. 

 

«El chico del otro día....»

 

El ronin aún estaba parcialmente sentado sobre el pequeño banco de madera, pero al caer rendido por el sueño, parte de su torso se había terminado apoyando sobre el futón. Tomo también se percata que el corte en su brazo izquierdo está perfectamente vendado y no siente ninguna molestia, ahí cae en cuenta de algo muy importante.

 

«¿Se quedó aquí para cuidarme?»

 

A pesar de su posición incomoda, Kazuha se encuentra en un sueño profundo; los tenues rayos del sol iluminan las blancas pestañas del joven albino haciéndolo lucir más hermoso que de costumbre, mientras que su mano izquierda aún seguía entrelazada con la de Tomo, lo cual produce que las mejillas de este se enciendan por repetida ocasión. Sin embargo, no se mueve en lo absoluto. 

 

Se ve tan tranquilo, sería un delito despertarlo...— Susurra el rubio al ver como el pecho del chico más pequeño subía y bajaba levemente cada que respiraba, a la vez que los finos mechones platinados de su cabello se pegaban para dulcemente en su rostro, cubriéndole parte de sus ojos. 

 

Para controlar la fuertes palpitaciones de su propio pecho, trata sacar cuidadosamente su mano del agarre de Kazuha pero esto solo provoca que el albino lo aprete de nuevo y se revuelva sobre el colchón, alarmando al rubio. 

 

El nervioso muchacho vuelve a mirar el rostro de Kazuha para asegurarse de que no lo había despertado y para su suerte no lo ha hecho, solo que al moverse un poco ahora los mechones sobre el rostro del precioso chico se han desordenado y parecen estorbarle debido a que hace unas pequeñas muecas muy tiernas con la nariz. Tomo aparta la mirada con rapidez, y se cubre la cara con su mano libre, totalmente cautivado por el albino.

 

«BASTA. ESTO ES MALO PARA EL CORAZÓN, ¿¿¿CÓMO PUEDE SER TAN LINDO???» 

 

Mhmm...— el joven samurái, aún adormilado, vuelve a quejarse por el cosquilleo que le provocaba el mechón de cabello, mientras sacude su cabeza levemente para intentar moverlo de su lugar, pero eso no funciona. 

 

Tomo solo resopla poniendo una sonrisa de lado por lo entretenido que era ver a aquel chico dormido, y sin intentar retenerse, su mano derecha se acerca al rostro del albino para remover aquel mechón de cabello que tanto le estaba molestando. 

 

Las finas hebras platinadas se sienten aún más suaves de lo que aparentan bajo su tacto, tanto que por un momento Tomo olvida siquiera donde está y aquel mal sueño que tuvo hace unos minutos. Solo pasea la mirada por el rostro de Kazuha poniendo su total concentración en cada detalle...,la sedosidad de su cabello..., la tenue respiración que sentía contra sus dedos..., las pequeñas bocanadas de aire que tomaba por sus labios entreabiertos…

 

«Un segundo...— se detiene a pensar para cuestionarse—. ¿Por qué me estoy fijando tanto en los labios de un chico al que apenas conocí hace unos días?»

 

—¡WAA, POR FIN HA DESPERTADO!—Grita con notable alegría Yasumoto, el asistente de la doctora, provocando que Tomo se sobresalte nerviosamente y que Kazuha abandone su pesado sueño.

 

¡¡Shhhhh!! —El caza demonios se voltea hacia la puerta y poniendo su dedo índice sobre su boca en señal de silencio, le pide a Yasumoto que baje la voz.

 

El pelinegro se da cuenta que ha estropeado la situación cuando ve que el joven Kazuha se frota los ojos con pesadez. 

 

—¡ AAAAHH, Lo siento mucho!...— el muchacho hace una reverencia repetidas con su torso. En sus manos llevaba las prendas de ropa de los otros dos. Ahora cuidadosamente habla en susurros ya sin ningún caso—. ¡Iré a avisar a la maestra Naoko!

 

El aprendiz a doctor se retira con prisa de la puerta pero después regresa por las mismas al acordarse de lo que lleva en sus brazos.

 

Se me olvidaba que venía a dejar sus vestimentas, ya están arregladas — Yasumoto deja las cosas sobre la mesilla para luego volver a correr hacia la puerta, completamente avergonzado—. ¡Siento mucho haber interrumpido, de verdad!

 

«¿En serio...?»

 

La cara de Tomo sigue roja de vergüenza por el hecho de haber sido atrapado viendo al joven samurái de esa manera, pero simplemente lo deja pasar cuando escucha un bostezo de parte de este, lo cual hace que voltee la cabeza a su dirección para echarle una mirada. 

 

Cuando Kazuha termina de despertarse, lo primero que sus ojos tratan de enfocar es a Tomo. 

 

—Hey...—le saluda el rubio acentuando su expresión afable.

 

Al ver que el chico más grande ya estaba plenamente consciente, Kazuha se llena de alivio y le regala una dulce sonrisa mientras responde en casi un susurro adormitado. 

 

Hey…

 

Ambos se quedan mirándose en silencio por un momento hasta que los dos deciden hablar al mismo tiempo.

 

—¿ Cómo…?— se prepara para preguntar Kazuha.

 

—¿Estás…?—lo interrumpe torpemente sin querer el rubio. 

 

Los chicos se sorprenden por su sincronización y terminan riéndose de ello. El samurái ya está acomodado en su silla de manera correcta, apenas un poco inclinado hacia el caza demonios para volver a hacer su pregunta.

 

—¿Cómo te sientes?

 

—Mucho mejor...—le responde Tomo con un toque calmado, para luego hacerle sus preguntas al ronin registrando su cuerpo con la mirada en busca de alguna posible lesión—. ¿Y tú? ¿Estás bien? ¿no sientes alguna molestia?

 

Kazuha vuelve a reírse ante el gesto preocupado del muchacho. 

 

—Estoy bien, no fui yo el que quedó inconsciente debido a una grave herida...

 

—Sí, buen punto. 

 

Tomo aún se sigue riendo de su despropósito hasta que nota que Kazuha se ha quedado en silencio viendo el agarre que sin querer, él había apretado en su mano.  

 

—Disculpa...—dice vagamente el samurái en un tono bromista pero con las mejillas sonrosadas—. ¿Podrías... devolvérmela un momento?

 

WOA , JODER POR SUPUESTO —el rubio vuelve a sobresaltarse de forma nerviosa apartando su mano de golpe y moviéndose hacia un lado para darle a Kazuha su espacio—. Lo siento mucho...

 

«¿Por qué me estoy comportando de esta forma tan vergonzosa…? —se recrimina el rubio, cubriendo su expresión abochornada con el brazo que acaba de liberar—. Debo dejar de hacer el ridículo frente a él...»

 

Aprovechando el momento en el que Tomo estaba distraído con sus pensamientos, el joven Kazuha se levanta del lugar en el que estaba sentado y usa la mano que ha recuperado para apoyarse en el futón de la cama, inclinándose hacia el chico en cama. 

 

—¿De verdad te sientes mejor? —pregunta el ronin suavemente, haciendo que los sentidos de Tomo se desconcentre. 

 

—S-Sí...—le responde mientras abre de nuevo los ojos y quita el brazo que cubre su cara—. Creo que ya no tengo tanta fiebre, así que...

 

Antes de que el cazademonios pueda acabar la oración, nota como Kazuha acorta la distancia entre ellos y de forma delicada le aparta los rebeldes mechones rubios del rostro para así poder colocar su frente sobre la de él. 

 

«¿Eh?»

 

El pulso de Tomo se acelera por la repentina cercanía. Siente de manera más vivida la forma en la que los finos cabellos de Kazuha rozan su rostro y como su leve respiración le acaricia la mejilla; sus pestañas blancas yacían pacíficamente cerradas mientras le tomaba la temperatura. Para Tomo, la piel del chico se sentía demasiado tersa a comparación de la suya, lo que termina provocándole un fuerte sonrojo. Eran demasiadas emociones para manejar en tan solo unos segundos de contacto.

 

Huhm …—el samurái hace un leve asentimiento mientras se aleja un poco para poder mirar al muchacho—. la fiebre ha bajado por completo, me ale...

 

Entonces Kazuha también se da cuenta de algo que le impide volver a concentrarse. 

 

«Es mucho más atractivo de cerca...»

 

La verdad es que no había pensado demasiado cuando hizo ese movimiento, era algo que había grabado en su memoria muscular ya que siempre lo consideró como la forma más efectiva de medir la fiebre cada que sus manos estaban frías, pero no contó con el hecho de que hacer eso con este chico iba a hacer que sus sentidos se dispersaran.

 

El cabello arena esponjoso que se negaba a permanecer quieto bajo sus dedos, las pequeñas cicatrices que apenas le habían dejado marcas en las mejillas y esos intensos ojos púrpura que lo habían atrapado desde el principio. Lo cerca que estaba de Tomo era abrumador, tanto que él mismo termina en un trance mientras lo observa, y su corazón comienza a acelerarse de la misma manera que lo había hecho el de su contrario.

 

Ni siquiera ellos mismos podrían saber cuánto tiempo se quedaron mirándose así. La atmósfera estaba extrañamente tan calidad que ninguno quería que ese pequeño momento se acabara, pero el palpitante corazón de Tomo tampoco podría soportarlo más, así que es el primero que decide hablar de nuevo, intentando decir el nombre del samurái en casi un susurro.

 

Kaz ...

 

—¡POR FIN TE DESPERTASTE, TÚ...!

 

La doctora Naoko entra abruptamente a la habitación dejando paralizados a los chicos en aquella posición mientras la veían con los ojos bien abiertos, así que para no quedar de mal tercio se da la vuelta para irse mientras dice:

 

—Creo que interrumpí algo...

 

—¡DEJA DE HACERTE IDEAS EXTRAÑAS Y POR LO MENOS DISCÚLPATE POR ENTRAR SIN AVISAR, MUJER! —grita Tomo en respuesta, divertidamente alterado y sonrojado.

 

Naoko se molesta y agarrando un pañuelo blanco lo lanza justo en toda la cara del chico sin que esté pueda hacer algo para esquivarlo. Por fortuna, Kazuha se salva por poco gracias a sus agudos reflejos que lo hacen retroceder justo en el momento que la tela se estrella en el rostro del rubio.

 

—¡¿A qué ha venido eso?! —vuelve a manifestar exaltado el muchacho mientras se quita el trapo de la cara y se sienta para poder enfrentarla.

 

—¡¿Con ese tono le agradeces a quien te salvó el trasero por repetida ocasión?! —La señora se acerca hasta donde están para seguir regañando al muchacho—. Además, ¡deja de ser tan imprudente! ¿Tienes idea de lo preocupados que estaban todos por ti?

 

Tomo no responde al reproche, solo baja la mirada arrepentido por qué sabía perfectamente que la doctora tenía razón. 

 

—Lo lamento...—se limita a responder aún con una expresión decaída.

 

Naoko se sorprende ante las disculpas de Tomo y lo triste que se veía, así que solo cruza sus brazos relajando su cara molesta.

 

—Si este chico no te hubiera encontrado quien sabe lo que hubiera pasado con esa herida —vuelve a hablar la doctora esta vez usando una voz más calmada—. ¿Ya le agradeciste adecuadamente?

 

—Eso es lo que estaba apunto de hacer hace un rato...

 

—No pasa nada, sólo quise ayudar, eso es todo. No tienes porque darme las gracias...—interrumpe Kazuha intentando amenizar la discusión. Después le echa una mirada a la mujer para hacerle una sugerencia—. Creo que sería mejor no abrumarlo demasiado por el momento, apenas acaba de recuperarse...

 

La doctora suspira ante el comentario mientras que Tomo vuelve sus ojos hacia arriba para mirar al albino. 

 

—Sí, tienes razón Kazuha...—Naoko sonríe amablemente y comienza a usar un tono bromista—. Nunca esperé que un muchacho me diera recomendaciones sobre mis propios pacientes... Ahora Teyvat es redondo.

 

Mientras Kazuha se ríe con recato Tomo solo los observa anonadado. 

 

«¿La estoica doctora Naoko siendo blanda con alguien?» piensa el rubio aún con asombro. 

 

Esto es el fin del mundo…

 

—Te he escuchado, mocoso. 

 

Tomo se gana un ligero coscorrón en la cabeza de parte de la mujer, cosa que divierte aún más al joven Kaedehara.

 

—De todas maneras, ya puedes ponerte tus ropas, están totalmente limpias —vuelve a hablar la curandera mirando hacia el albino y cuando Tomo estaba apunto de agarrar las suyas, ella le habla con firmeza ahora dirigiendo su vista hacia él—. No, tú ni te muevas. Debo suturar tu herida antes de que vuelvas a salir corriendo por ahí, no vas a escapar esta vez.

 

El rubio se estremece ante la amenaza mientras que por otro lado Kazuha se levanta a recoger sus prendas. 

 

—¿No necesita que le ayude en algo más? —pregunta el educado samurái.

 

—Tranquilo ya has hecho suficiente, puedes retirarte sin problema —Ante esa frase Tomo le dirige una mirada inquieta a la mujer  y esta, al notarlo, añade—. ¿Qué? ¿Quieres que el chico se quede aquí para que vea como gritas por una pequeña aguja? ¿Hmh?

 

—Ugh…

 

Una punzada de realidad atraviesa a Tomo, haciendo que aparte la cara hacia un lado. Aún estaba inquieto debido a que por alguna extraña razón no quería que Kazuha se fuera, sin embargo pedirle que se quedara sería aun más vergonzoso por las circunstancias de la situación. Tampoco deseaba seguir haciendo el ridículo. 

 

—No te preocupes, iré a esperar afuera. —dice Kazuha como si hubiera podido leerle la mente con tan solo ver sus ojos. Una tranquilizante sonrisa se coloca en sus labios mientras continúa—.Volveré cuando la doctora Naoko acabe de tratar tu herida, ¿está bien?

 

Tomo, quien estaba aún con sus mejillas sonrojadas y el corazón palpitante debido a que sus intenciones fueron severamente expuestas, solo asiente de forma leve.

 

Sí…

 

Muy bien...—Kazuha avanza hacia la puerta y antes de cerrarla vuelve su mirada al cazademonios—. Los veo en un rato, mucha suerte.

 

Tomo se queda totalmente estático en cama por los fuertes sentimientos que lo estaban golpeando sin motivo aparente cuando el ronin abandona la habitación. No se da cuenta que Naoko ya está lista con sus utensilios para comenzar con el tratamiento. 

 

—Bueno... —empieza hablar con un tono tan severo que hace que el muchacho se estremezca de miedo y gire de forma lenta su cabeza. Sus ojos yacen bien abiertos reflejando un poco de terror, como si estuviera apunto de ser atacado por algún tipo de asesino despiadado—. Creo que vas a tener que contarme con sumo detalle cómo fue que acabaste de esta manera...¿No es verdad, Tomo?

 

Haciendo relucir la aguja en su mano, la doctora pone una sonrisa inhumana. Y ante el aterrador gesto Tomo solo traga saliva.

 

¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!— es lo último que el ronin logra escuchar de Tomo desde el otro lado de la puerta, antes de encerrarse en la otra habitación para cambiarse. 

 

«Ánimo, ánimo...» — le desea Kazuha en su mente al pobre muchacho.

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

Una vez puestas todas las prendas en su lugar, Kazuha se coloca la visión anemo otra vez en la espalda y alisa un poco su ropa. En eso se da cuenta que el pedazo de tela de su hakama que rasgó el día anterior, había sido reemplazada por una más oscura y estaba parcialmente bien cosido. 

 

—La doctora Naoko o el joven Yasumoto deben haberlo reparado...—el joven samurái sonríe ante el gesto—, debería agradecerles más tarde.

 

El chico se dispone a ir a revisar si la médica ya había acabado de suturar la herida, pero se queda en la puerta para evitar interrumpir por si acaso. Aún podía escuchar los quejidos de Tomo gracias a su agudo oído, a pesar de que el cazademonios hacía su mejor esfuerzo por no ser ruidoso. 

 

¡Quédate quieto o va a ser peor, maldito necio! — alcanza a oír decir a la mujer.

 

¡¿Y a quién se le ocurre hacer puntadas sin usar anestésicos?! ¡Bruja! ¡AUCH! — se queja en respuesta el chico antes de volver a gritar. 

 

¡Tal vez me quedarían algunos si alguien no hubiera estado medio muerto ayer! ¡Ahora deja de moverte!

 

«Supongo que será mejor esperar un poco más...»

 

Sin intención de seguir espiando, el samurái se dirige a la sala de la cómoda cabaña donde el jefe de la aldea estaba sentado conversando con alguien que Kazuha reconoce casi de inmediato. 

 

—Oh, que bueno que ha despertado también —le dice Washizu poniendo una gran sonrisa cuando se da cuenta de su presencia. El hombre se levanta y se pone a lado del muchacho para presentarlo—. Padre, este es el chico del que te hablé, el que ayudó a traer al joven prefecto a la villa. 

 

El otro hombre voltea a ver a Kazuha y se contagia de la misma alegría 

 

—Oohh, joven Kaedehara. Que bueno es ver que aún sigue en esta humilde zona.

 

—¿Señor Wada? —pregunta con asombro el muchacho—. No esperaba que usted fuera familiar del jefe Washizu...

 

—La vida está llena de sorpresas, jovenzuelo—le responde el anciano con una leve risita—. Me alegro mucho que hayas sido usted el que encontró al joven Kitain. Estamos en deuda con su enorme bondad, Kaedehara Kazuha. 

 

El hombre mayor hace una reverencia por respeto pero enseguida Kazuha se excusa con una negación de sus manos. 

 

—Por favor, no merezco tales elogios. No podía dejarlo solo en ese estado... Hice lo que tenía que hacer, es todo...

 

Ya veo, así que por eso es que ha logrado llevarse bien con el joven Kitain tan rápido —El abuelo vuelve a reírse ante la declinación del joven—. Ambos son muy modestos. 

 

—Yo tengo que retirarme ahora —manifiesta Washizu de repente—. Debo ir a avisar a la gente del pueblo que no tienen nada de qué preocuparse.

 

Antes de salir por la puerta principal el jefe de la aldea dirige su mirada a ambos y también le dedica una breve reverencia al samurái mientras sonríe ampliamente.

 

—Realmente le estamos muy agradecidos, joven Kaedehara. Espero que los arcontes sigan guiando sus pasos.

 

Kazuha y el señor Wada se quedan solo en la sala viendo como Washizu desaparece por la entrada. Luego, el anciano repara en la tela de diferente color en la hakama del samurái y con algo de pena dice:

 

—Oh, es una lástima que un traje tan fino se haya roto de esa manera...

 

Kazuha fija sus ojos al mismo punto y de nuevo pasa su mano por la prenda mal cosida. 

 

—No se preocupe, no es nada—con una sonrisa amable vuelve a mirar al hombre mayor—. Solo es un trozo de tela... Lo importante es que ahora él está a salvo.

 

Wada asiente orgulloso por la respuesta del muchacho y lo invita a que se siente frente a él en la mesa. Kazuha hace caso y se acomoda de forma erguida sobre sus rodillas en el cojín. 

 

—Realmente ha sido una bendición que estuviera usted aquí en el momento preciso. Hubiera sido muy riesgoso para nosotros tratar de ayudarlo con esa herida —El anciano agarra una de las tazas que habían sobre la mesa y verte una buena cantidad de té humeante para ofrecérselo a Kazuha. Luego agarra su propia bebida y se la lleva a la boca para darle un sorbo—. Ese chico es muy terco, seguro te debe haber dado problemas traerlo a rastras hasta aquí. 

 

Kazuha se ríe al escuchar cómo el señor verdaderamente conocía al cazademonios. 

 

—Bueno, al principio fue así...—empieza a explicar cómo fue que sucedieron las cosas el día anterior, rememorando lo arisco que Tomo se había puesto cuando intentó revisar su herida y cómo luego sus ojos violáceos relucían con intensidad ante el cielo matutino—, pero creo que después se acostumbró...

 

—Supongo que es por que le agradas mucho —El señor Wada lo mira divertidamente al notar como el samurái se había quedado perdido en sus propios pensamientos; Y al escuchar la voz del anciano en ese tono, Kazuha se sobresalta con nerviosismo—. Siempre intenta no mostrar vulnerabilidad ante otros y confiar en ellos enseguida. Eres un caso especial.

 

El ronin se sonroja de forma repetida pero enseguida niega con la cabeza.

 

—No, no creo que tenga tal honor... Pienso que simplemente no tuvo otra opción en esa situación...

 

—Bah, tonterías. Podré ser viejo pero no ciego —Fastidiado el anciano vuelve a tomar su té mientras Kazuha sigue divirtiéndose con sus expresiones. En eso por los ojos del hombre pasa un destello de curiosidad y bajando su tasa suavemente pregunta de forma calmada—. Cierto… ¿Qué planea hacer ahora, joven Kaedehara? 

 

—¿Eh? —le replica el joven confundido por la pregunta formulada tan de repente —. ¿A qué se refiere con eso, señor Wada?

 

—Recuerdo bien que usted mencionó antes que era un viajero errante —el hombre lo mira directo a los ojos, sin dejarlo escapar de una cuestión que había estado posponiendo dentro de su cerebro—. ¿Planea quedarse aquí por un tiempo o se irá a buscar nuevos lugares como el alma libre que es?

 

Todos los sentidos de Kazuha se funden en la incertidumbre. No había vuelto a tener aquella sensación por estar con la mente muy ocupada pensando en el cazademonios y todo lo ocurrido. Pero esa era una verdad a la que debía enfrentarse tarde o temprano. ¿Qué iba a hacer después?

 

Obviamente, la respuesta más sencilla y conocida para él era seguir su camino. Le gustaba conocer gente nueva pero jamás consideraba asentarse en ningún lugar, ya llevaba haciéndolo así desde hace varios meses, las despedidas eran parte de su día a día. Pero está vez, algo no se sentía bien cuando tenía que pensar en dejar la isla Yashiori. Nunca se había inmiscuido tanto con un extraño y Tomo no era una persona a la que podía simplemente dejar pasar, era la primera vez que lograba conectar a profundidad con alguien en tan solo unos pocos días. Sin embargo, sabía que si se quedaba más tiempo, el decirle adiós sería aún más doloroso, así que se encontraba muy confundido con sus ideales y sentimientos.

 

No se sentía bien quedándose estático, pero le pesaba terriblemente no poder volver a ver más a aquel muchacho.

 

—Yo...

 

Toc Toc 

 

¡Disculpe! ¿Hay alguien en casa?

 

Alguien toca la puerta interrumpiendo los pensamientos del joven samurái, y aprovechando fortuito acontecimiento, este mismo lo usa para eludir la pregunta.

 

—Yo iré a ver quién es, descuide...

 

El señor Wada lo mira con algo de confusión pero simplemente lo deja pasar. Por su lado, Kazuha se levanta hacía puerta y la abre con cuidado solo para encontrarse con los aldeanos y niños del día anterior esperando expectantes junto con unas bandejas de comida y frutos recién cosechados en mano.

 

—¡Ah! ¡Es el valiente muchacho que rescató al prefecto! —exclama una mujer de edad avanzada. 

 

—Nos alegra tanto que usted también esté a salvo. —acota el hombre que había acompañado a los niños anteriormente.  

 

Las demás personas que esperaban también empiezan a elogiar y virotearle por lo que había hecho el día de ayer.

 

—¿Eh? —bastante confundido por todo el aprecio que estaba recibiendo el joven samurái se queda estático en el umbral. 

 

—¡El chico espíritu! —al ver a Kazuha salir de la cabaña, Gin corre de forma precipitada hacia él para abrazarlo, pero al ser tan pequeño apenas sus brazos alcanzan a rodearlo por la cadera—. ¡Muchas gracias por cumplir su promesa y traer al joven onmyouji, es un espíritu muy muy bueno!

 

—De no ser por usted, no sabríamos lo que hubiera pasado —una anciana le habla con suma suavidad—. Verdaderamente, le estamos muy agradecidos por su enorme benevolencia.

 

Kazuha no sabe muy bien que decir en este caso. Ser felicitado por algo que él consideraba natural lo dejaba bastante perdido, pero logra recuperarse cuando siente la mano del señor Wada sobre su hombro. 

 

—Bueno, bueno. Tampoco hay que agobiar al pobre muchacho —termina diciendo el ex jefe de la aldea—. ¿Y qué hay de toda esa comida? No sabía que nos estábamos preparando para un festival.

 

El hombre que llamó a la puerta ríe ante el comentario del anciano y enseguida señala a todos sus demás compañeros para explicarse. 

 

—Hemos preparado algunos platillos para que el joven prefecto pueda recuperarse. Por supuesto, nos sentiríamos honrados si también los comes tú, muchacho. Esperamos que puedan hacerlos llegar. 

 

—Tal vez no sea lo suficiente...—la madre de Torajirou y Gin que estaba tan angustiada el día anterior, habla con delicadeza mientras pasa la mano por el cabello de su hijo mayor quien estaba a su lado—, pero esta es una de las pocas cosas que podemos hacer para brindarle algo de ayuda ahora que sabemos que se ha despertado, así que por favor.

 

Todos extienden sus regalos hacia él con unas grandes sonrisas, incluso los niños que solo tenían unas pequeñas flores que ofrecer. Kazuha se ha quedado completamente conmovido por el acto de gentileza que el pequeño pueblo estaba haciendo para Tomo. 

 

De este modo, él toma con sus manos una de las bandejas con comida y poniendo una cálida sonrisa, corresponde al gesto de la gente. 

 

—¡Sí! Me aseguraré de hacerle llegar todos sus buenos deseos. 

 

En ese ambiente tan ameno de extrema generosidad, Kazuha vuelve a cuestionarse lo que debería hacer cuando todo acabe, mientras que el gran sol se yergue reluciente en el cielo despejado. 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

—Ahora sí casi me muero de verdad...— se queja el cazademonios 

 

Tomo estaba ya completamente recostado en cama con un pañuelo blanco cubriéndole la cara para no mostrar su expresión de dolor ante la estoica mujer. 

 

—Eso lo hubieras pensado antes de lanzarte al peligro sin meditarlo —Naoko vuelve a reprenderlo, esta vez se encontraba guardando todos los utensilios utilizados—. Y bien, ¿Cómo fue que esas cosas lograron lastimarte? Hace tiempo que ya no recibías heridas de esta gravedad.

 

—Fue un descuido —miente, la verdad era que había intentado proteger a Kazuha y al anciano Wada—. Pero luego esos malditos sabuesos empezaron a salir como mosquitos en verano. No me permitieron darme un respiro. 

 

—¿Y en lugar de ir a pedirme ayuda decidiste tirarte por ahí a esperar que se te pasara? —la doctora le da otro coscorrón en la cabeza que hace que Tomo sisear de dolor.

 

—No podía mover un solo dedo, lo juro... —Tomo levanta la tela de su rostro para apelar a su inocencia—. Mmm… realmente si él no me hubiera ayudado...

 

Era la verdad, Tomo pensó que después de haberle gritado de esa manera, aquel chico iba a dejarlo ahí a su suerte. No esperaba en lo absoluto que lo hubiera cargado hasta aquí y cuidara de él toda la noche, se sentía tan irreal. 

 

—¿Hablas de Kazuha? Sí. Ese chico estaba muy angustiado por ti... Pareciera que te conoce de toda la vida y eres sumamente importante para él. ¿Es tu pareja?—bromea la mujer mientras que a Tomo le da un ataque de tos. 

 

—¡¿Qué demonios dices?! ¡Por supuesto que no, apenas nos conocimos hace tres días! —grita el rubio con toda la cara roja. Estaba tan exaltado por el comentario burlón que su cuerpo se olvidó del dolor en su brazo y se había sentado de forma erguida en la cama como si con eso fuera a agregarle seriedad al asunto. 

 

—Aw, que lindo. Hasta llevas la cuenta. —la mujer lo mira divertidamente volteándose un poco. 

 

—¡AAAA! ¡Por favor, para! —Ahora agarrando otra vez el pañuelo, Tomo se vuelve a tirar contra el futón mientras intentaba cubrir su rostro sonrojado con el pedazo de tela. 

 

—Sólo estoy bromeando, tranquilo. Ya me lo había dicho él también —Naoko vuelve a continuar con su trabajo ya cerrando la maleta—. Pero volviendo al tema. ¿Qué hacían esos lobos en este lugar? 

 

—Ni yo lo sé. Antes había recibido un mensaje de avistamientos extraños aquí y por eso regresé —La mirada de Tomo se notaba mucho más seria mientras reflexionaba—. Espero que la orden del abismo no esté queriendo también meter sus narices en esas maldiciones.

 

«Suficiente tengo con esos desgraciados Fatuis» dice para sí mismo en su mente, recordando a los estúpidos diplomáticos de Snezhnaya.

 

—Esperemos eso, es difícil tratar heridas de ese tipo —la doctora se dirige hacia el joven posando sus ojos en la herida—. Deberías pedir refuerzos del santuario para que se hagan cargo de todos esos monstruos.

 

—Ah, eso no será necesario. Ya me encargue de todos ellos. 

 

Un silencio se instala en la habitación mientras Naoko solo lo mira con incredulidad. 

 

—¿Todos? —pregunta la mujer totalmente escéptica. 

 

—Si, todos —le vuelve a repetir Tomo mirándola a los ojos como si fuera lo más normal del mundo—. Fue fácil atraerlos, pero eran bastantes así que por eso me dieron problemas.

 

La doctora Naoko se lleva una mano al rostro para luego suspirar con pesadez ante la imprudencia del muchacho.

 

Tú... realmente eres un... Agr, olvídalo, nunca me haces caso. Lo importante es que ya estás bien —la mujer alza la cabeza y usando la misma severidad empleada antes, continua—. Igual debes tener más cuidado. La próxima vez, no creo que haya algún chico lindo que te salve el pellejo. 

 

Tomo vuelve a sonrojarse perdiendo su peculiar concentración, y otra vez se pone el pañuelo en la cara para evitar que la mujer mire sus reacciones y se ría de él.

 

Eso ya lo sé...— murmura el rubio mientras la doctora se cubre la boca para contener una risita. 

 

La puerta se abre de repente revelando al joven samurái al otro lado del umbral. 

 

—Disculpen la interrupción, pero la gente de la aldea...

 

Kazuha se queda pasmado cuando ve el cuerpo de Tomo tendido en la cama y cubierto con un pañuelo blanco. 

 

Oh, doctora Naoko... Si se murió en serio...

 

—Aún no para nuestra suerte. —responde la mujer sonriendo. 

 

Hierba mala nunca muere —murmura Tomo nuevamente mientras se quita el trapo de la cara para poder ver al chico. También se sienta sobre la cama para evitar preocuparlo de más—. Sí volviste...

 

Kazuha sonríe aliviado al ver que Tomo ya tenía la fuerza suficiente para levantarse de aquel lugar a voluntad.

 

—Por supuesto, sólo estaba afuera hablando con los aldeanos, y me dieron esto para ti —El joven ronin se acerca hasta él, dejando la bandeja con los platos de comida en una de las mesillas cerca de la camilla—. ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor?

 

—Sí, no te preocupes por mí, estoy mucho mejor —Tomo le sonríe cálidamente al albino, sin volver a prestar atención a Naoko quien tenía una ceja alzada hacia él. Posando su mirada en la bandeja llena de comida, sus ojos se iluminan—. Wuuu, carne de ave importada... Son tan amables.

 

Al ver cómo se le hacía agua la boca al muchacho por la comida, Kazuha toma uno de los platos y un par de palillos y se lo ofrece mientras que Tomo lo acepta con alegría. 

 

—Muchas gracias por la comida. —Reza haciendo el ademán con solo su mano derecha mientras usa la otra como apoyo para el plato, luego agarra los palillos con la misma mano y empieza a degustar del platillo.

 

—Hmmm, ¿Seguro que puedes comer con el otro brazo lastimado? —Bromea la doctora—. ¿No sería mejor que Kazuha te ayude también con eso, Tomo?

 

El rubio se atora con la porción de comida que acababa de tragar, pero intenta no toser demasiado para no ser escandaloso.

 

¡Cof! ¡¿Por qué le pediría eso?!—Tomo usa otra vez un tono alterado para hablar y por su lado Kazuha, quien se ha sentado con un plato del lado derecho de la cama donde estaba sentado el rubio, mira hacia su dirección confundido por lo nervioso que suena—. ¡Puedo comer perfectamente!

 

—A mí no me importaría en absoluto alimentarte si lo necesitas. Sería un placer ayudarte. —le dice el ronin con su habitual tono calmado en su voz, como si lo que estuviera diciendo no afectara a los nervios del cazademonios e hiciera que sus mejillas no se encendieran por la vergüenza. 

 

—¡No hagas caso a todo lo que esta mujer te dice! ¡Estoy bien, puedo comer por mi cuenta, muchas gracias! —El rubio vuelve a tomar sus palillos y se llena la boca de carne tratando de hacer que la tensión en su pecho se aplacara.

 

Naoko sólo propicia una gran carcajada por la reacción tan exagerada del muchacho a la vez que la expresión de Kazuha cae de nuevo en una profunda confusión.

 

—Bien, entonces los dejo que degusten de la comida en paz. —enuncia la mujer levantándose de su asiento y moviendo su mano para restarle importancia a la situación. 

 

—¿Usted no comerá, doctora Naoko? —pregunta el atento samurái. 

 

—No, lo haré más tarde. Aún tengo que encargarme de unos asuntos —estando a punto de salir por la puerta, ella se voltea para despedir a los dos—. Disfruten su almuerzo, chicos.

 

Y con esa frase la doctora cierra la puerta dejando a ambos dentro de la habitación con sus platos de comida en mano. 

 

«Esa mujer, seguro sigue con sus ideas raras..» repite Tomo en su mente mirando con recelo hacia la dirección donde la señora había desaparecido. 

 

—Tranquilo, hay más comida en la cocina —el albino empieza a hablar mirándolo directamente a los ojos, pensando que el recelo del cazademonios era por que estaba preocupado por la mujer—. Seguro tomará uno de los platillos sobrantes. 

 

—Ah... sí... seguro...—termina diciendo el rubio avergonzado por haber dejado que Kazuha lo viera teniendo esa actitud hacia otra persona. 

 

Ambos se quedan en un cómodo silencio mientras acaban sus platillos. Pero Tomo no soporta el quedarse callado por mucho y después de unos minutos abre la boca para hablar sin percatarse de que Kazuha también iba a decir algo. 

 

—¿Y cómo…?—empieza el cazademonios.

 

—Sabes, la...—interrumpe sin querer el joven samurái. 

 

Los dos se quedan en blanco otra vez. Kazuha solamente sonríe para decir:

 

—Por favor, tú primero...

 

—No, no, no —una risa nerviosa escapa de la boca del rubio mientras mueve la cabeza en negación—. No es nada importante. ¿Qué ibas a decirme? 

 

Kazuha deja su plato medio vacío reposando sobre sus muslos junto con los palillos y dirige su mirada hacia Tomo nuevamente.

 

—La gente del pueblo me pidió que te transmitiera que están aliviados por tu recuperación —el albino sigue explicando mientras el más grande escucha de forma atenta—. Todos pusieron su esfuerzo para cocinar algo y ayudarte a tener más energía. A pesar de lo que sucedió el día de ayer...

 

—Ah...—Tomo echa un vistazo al cuenco; todas las especias locales estaban mezcladas para hacer esa deliciosa comida, no era algo extraño para él. Los moradores de la aldea Higi siempre habían sido muy recíprocos con él, incluso cuando solo podían realizar cosas sencillas como cocinar o ayudar a las construcciones—. Sí, las personas de aquí son bastante atentas, no sólo conmigo, si no también con cualquier visitante. Estoy muy agradecido por ello, no podría culparlos de nada, los comprendo a la perfección. 

 

Kazuha vuelve a acentuar su sonrisa. Tomo era el más cálido de todos ellos, incluso cuando el samurái mismo pensó que la gente de la aldea estaba reacia a ayudarlo, él siempre confío en ellos, y no les reprochaba nada. 

 

—Tienes razón, son personas muy agradables... 

 

«Al igual que tú» Ambos conciben la misma frase en sus mentes. 

 

—Entonces...—Tomo intenta seguir el hilo de la conversación dirigiendo una mirada curiosa hacia el albino—. ¿Te ha gustado este lugar? ¿Has pensado en quedarte por un tiempo? 

 

El joven Kaedehara se sorprende ante la repentina pregunta y de nuevo los pensamientos intrusivos sobre qué era lo que debía hacer en el futuro llegan a atormentarlo. Al ver que el ronin no responde Tomo continúa haciendo comentarios sobre ese tema. 

 

—Tal vez este no sea un lugar turístico predilecto, pero es bastante grande. Además ya la gente te tiene aprecio, si quieres podrías...

 

—Lo siento mucho...—interrumpe el chico de ojos carmesí de los cuales prendía un pequeño destello vacilación. Su mirada había escapado de la del cazademonios—. Yo… nunca me he acostumbrado a quedarme mucho tiempo en un solo lugar...—sus manos se aprietan en el plato de comida medio vacío, era otra vez esa horrible sensación de ansiedad que lo carcomía cuando debía tratar temas de los cuales no estaba seguro—, pero siento que tampoco quiero dejar todo atrás de nuevo y la verdad es que me encuentro muy confundido con...

 

El peso de una mano sobre su cabeza lo saca de ese trance, un toque tan delicado y cargado de afecto que hace que toda aquella molesta sensación se disipe de su pecho. 

 

—Tranquilo, sé que amas mucho la libertad que tienes ahora, no necesitas excusarte o disculparte por eso. Todo está bien —Tomo le dedica aquellas palabras suaves mientras acariciaba dulcemente el sedoso cabello del chico más pequeño; sus ojos no reflejaban más que un profundo cariño—. Cualquier cosa que decidas hacer, no voy a juzgarte y te ayudaré con todo lo que necesites. Después de todo, tú me salvaste, así que te debo una.

 

Las mejillas de Kazuha se sonrojan profundamente ante la muestra de afecto que estaba recibiendo del chico junto con aquellas palabras que lo hacían sentir tan cálido por dentro. Ahora la vacilación en su corazón se hacía aún más intensa; seguía queriendo viajar libre por toda Inazuma, pero esta vez un sentimiento egoísta se había colado en lo profundo de sus sentidos. 

 

Tomo...— Aún en ese estado de terrible revoltijo de emociones, Kazuha susurra su nombre de forma tan baja que el rubio no es capaz de escucharlo. 

 

¡Maestra Naoko, ha sucedido algo terrible! — grita Yasumoto de forma extremadamente fuerte, que incluso Tomo y Kazuha son capaces de escucharlo a pesar de estar bastante lejos. 

 

Ambos se alertan enseguida por el alterado tono del muchacho, Tomo remueve su mano de la cabeza de Kazuha y la usa para intentar salir de la cama. Kazuha por su parte, se levanta de la silla y camina hasta la puerta entreabriéndola de manera cuidadosa con el fin de observar lo que estaba pasando.

 

¡Cálmate, Yasumoto!  Baja la voz y dime ¿qué fue lo que pasó?— logra oír decir a la doctora. 

 

El joven samurái estaba haciendo su mayor esfuerzo por permanecer discretamente mirado por la pequeña abertura por si acaso interrumpía algo, pero toda su piel se eriza cuando siente el gran cuerpo Tomo alzándose detrás de él e inclinándose sobre la puerta con su brazo derecho para poder husmear de la misma forma. 

 

¿Qué está sucediendo? — pregunta el rubio con seriedad en casi un susurro. 

 

Kazuha traga saliva debido a la abrumadora presencia del chico sobre él. Había notado que era bastante alto cuando lo cargó hasta la aldea, pero en esa posición el ronin se sentía mucho más pequeño de lo habitual. Sin embargo, tratando de aplacar sus crecientes nervios, dirige su mirada hacia atrás para poder verle el rostro. 

 

Un gran error. 

 

El torso de Tomo aún estaba desnudo así que podía ver perfectamente sus pectorales y abdominales definidos, las pequeñas marcas de cicatrices salpicadas por lugares al azar y la intensa mirada que éste tenía puesta a la abertura de la puerta. En ese momento, Kazuha pierde toda la concentración que le quedaba. 

 

—N-No, no lo sé. No alcanzo a escuchar muy bien. — miente de forma descarada mientras aparta su mirada del cuerpo del cazademonios con rapidez.

 

El corazón le latía potentemente sin ningún sentido, ni siquiera él mismo podía deducir lo que le ocurría. Era como si tuviera miedo pero a la vez necesitara acercarse más. 

 

«Que sensación tan complicada.» 

 

Intentado separar su mente de esa neblina guardando la calma, puede oír a un hombre quejarse de dolor, y por el timbre se su voz también podía deducir que se trataba del jefe de la aldea. 

 

El señor Washizu quiso ayudarme a recolectar los materiales que usted me pidió — explica Yasumoto aún algo asustado—. Pero cuando estábamos cerca de la playa del lado sur, unos sujetos uniformados me atacaron para llevarse todo lo que tenía encima y él resultó lastimado por un arma de largo alcance cuando trató de cubrirme.

 

—¿Uniformados? —Repite Kazuha extrañado.

 

—Con armas de largo alcance... —menciona Tomo con suspicacia. 

 

«Fatuis» Realizan ambos al mismo tiempo. 

 

El prefecto se aparta de la puerta y agarra su ropa para cubrirse la parte superior de su cuerpo aún sin colocarse su distinguible haori que no se encontraba entre las prendas; también toma su visión electro de la mesilla junto con las protecciones de sus manos. Kazuha confundido solo lo sigue con la mirada. 

 

—¿Qué vas hacer? Tu herida... 

 

—Perdóname, Kaedehara. Es mejor que te quedes aquí...—la firme voz de Tomo lo interrumpe. Pero antes de que Kazuha pueda reprocharle algo más, el rubio vuelve a asentar su mano sobre su cabeza, palmeandola tiernamente mientras le sonríe al igual que lo hizo la noche anterior, antes de haber resultado herido—. Tengo que hacerme cargo de unos asuntos, tal vez vuelva más tarde. 

 

Y así el rubio sale por la puerta y deja a Kazuha dentro de la habitación, solo que esta vez, no iba solo a quedarse quieto a esperar que apareciera de nuevo. 

 

Persiguiendo a Tomo quien ya había cruzado la mitad de la sala, ve claramente la escena. El señor Washizu tenía el hombro derecho herido por una bala de fuego y mientras Yasumoto lo sostenía intentado tratar la hemorragia, la doctora Naoko estaba bloqueándole el paso al cazademonios. 

 

—¡No, no, no, ni hablar! ¡No irás a ninguna parte! La herida en tu brazo acaba de ser tratada. ¿Tanto quieres acabar con tu vida? —replica la mujer tratando de hacer que Tomo entrara en razón. 

 

—No iré a buscar pelea, sólo necesito hablar con esos tipos...— responde el rubio con una tremenda seriedad en su voz—. Pero claro... si ellos son los que quieren atacar primero, no me dejarían otra opción...

 

Kazuha aprovecha para acercarse más hacia él pero la tensión del momento le impide siquiera formular una oración. 

 

—¡¿Escuchas lo que estás diciendo, Tomo?! —vuelve a gritarle la mujer a la vez que continúa bloqueando el paso con sus brazos abiertos—. ¡Tú, quieres ir a enfrentarte a hombres armados hasta los dientes..! ¡¡Con un sólo brazo!!

 

Tomo hace caso omiso a las advertencias y haciendo uso su visión electro se escabulle rápidamente por un costado dejando a Naoko en el mismo lugar sin tocarle ni un solo pelo. 

 

—¡Maldita sea, mocoso! ¡Deja de hacer eso, es frustrante! 

 

—Lo siento mucho, doctora Naoko. —agarrando por fin su haori rojo que estaba colgado en una especie de perchero de madera cerca a la entrada, el joven cazademonios se lo coloca de forma ágil mientras abre la puerta para salir de la cabaña. Además, agarra la katana de empuñadura blanca que reposaba en un costado de la pared interior—. Le aseguro que volveré a salvo. Hasta luego. 

 

Y con esa frase Tomo cierra la puerta tras suyo, desapareciendo del campo de visión de todos.

 

—¡¡UGGHH!! NO PUEDO CON ESE, NIÑATO. ¡SIEMPRE ES LO MISMO! —la mujer grita totalmente histérica y preocupada, pero en el momento en que se dispone a perseguir al rubio, Yasumoto llama su atención. 

 

—¡Maestra! ¡Necesito que me ayude, por favor!

 

Naoko chasquea la lengua y enseguida va al rescate del hombre herido, dejando que el terco de Tomo siguiera su camino. 

 

—Agh... Descuide yo aún puedo aguantar... ugh.. .—Washizu trata de hacerse el fuerte para no preocupar a los demás pero su tono no le ayuda en absoluto. 

 

—Cálmese, lo ayudaré enseguida, no se preocupe...—la voz de la mujer aún sigue cargada de angustia cuando se agacha a tratar la hemorragia de la herida en el hombro del jefe de la aldea. 

 

Kazuha estaba casándose de quedarse estático en aquel lugar, así que con una mirada de determinación camina hacia la puerta para seguir a Tomo. 

 

—¡Oye, Kazuha! ¡¿A dónde crees que vas tú también?! —la curandera vuelve sus ojos hacia su dirección a la vez que sus manos se encargan de presionar la herida del hombre. 

 

—Iré a ayudarlo. Está lastimado, pueden volver a herirlo. 

 

—¡¿Has perdido la razón?! ¡Esos tipos tienen armas de fuego! ¡Es peligroso! —le vuelve a advertir. 

 

Tomando su katana que también estaba a un lado de la pared de la entrada, el muchacho dirige su vista hacia la mujer antes de irse de la misma manera que el cazademonios lo había hecho.

 

—Entonces, con más razón no puedo dejar que vaya solo. 

 

Dicho y hecho, el joven samurái cierra la puerta después de aquella frase, volviendo a dejar a los adultos atascados en aquella cabaña. 

 

—¡Ah, por todos los malditos arcontes! —Naoko vuelve a quejarse ya habiendo detenido la sangre que brotaba de la herida del señor Washizu—. ¡Esos mocosos van a volverme loca!

 

Apresurándose a abrir la puerta, la mujer sólo logra ver lo lejos que ya estaban ambos chicos de su alcance, así que da un largo suspiro de derrota y mientras alza su mirada hacia el vasto cielo, implora: 

 

—Más les vale volver a salvo... muchachos. 



Chapter 9: Promesa

Summary:

 

Tomo se queda un poco atónito por la resolución del samurái para ayudarlo, pero eso no quitaba su profunda preocupación.

 

—Fue una pregunta retórica. —el cazademonios deja de observar a los enemigos para darse vuelta y encontrar aquellos profundos ojos carmesí que brillaban más con el inmutable sol del mediodía— ¿Dónde aprendiste a actuar de esa forma tan testaruda? 

 


—Pues creo que ya llevo algunos días aprendiendo del mejor. 

 

Notes:

HE VUELTOOOOOOOOOOO KJASKJAS Ay, mil disculpas por estar fuera de servicio por tanto tiempo, tuve algunos inconvenientes llamados "finales de semestre" y un grave bloqueo que me impedía concentrarme en escribir. ¡Pero lo he logrado! Y traigo los dos últimos capítulos en compensación de la larga espera y para que así no se interrumpa mucho la linealidad. MUCHAS GRACIAS POR SU INFINITA PACIENCIA AKASJASJKK Yo también sufrí sabiendo que no había actualizado aún. Dejaré otra nota al final del ultimo capitulo, ¡espero que disfruten de la continuación de esta película(que realmente se ha convertido en una serie dx)!

Chapter Text

 

—Entonces...—el cazademonios empieza la conversación, sin bajar la velocidad de sus pasos—. ¿Puedo preguntar, por qué me seguiste a pesar de que te pedí que te quedaras?

 

Ambos habían caminado ya por un largo rato en silencio, el sendero hacia el lado de la playa que el joven Yasumoto describió era bastante extenso. Ahora estaban cruzando por la zona de la Cabeza de la Serpiente que proporcionaba una extensa sombra sobre sus cuerpos; si de lejos lucía bastante imponente, estar tan cerca se sentía escalofriante para Kazuha. 

 

—Estoy aquí para asegurarme de que no vuelvas a hacerte daño —Los ojos escarlata del más bajo se pasean de forma cuidadosa, observando cada pequeño detalle de la colosal estructura y teniendo prudencia por no tocar nada. A pesar de sentirse algo agobiado por el tétrico panorama, trata de poner firmeza en su tono de voz—. Quiero ayudar. 

 

Para el samurái errante, aquel cadáver se trataba de un cruel recordatorio de lo que les esperaba a aquellos que osaban perturbar la voluntad de su dios; Sin embargo, para Tomo parecía que solo eran unos cuantos restos de una criatura absurdamente grande, y claro, una gran fuente de problemas constantes. 

 

—Pues agradezco la intención pero estoy bien solo. —dice el rubio mientras apoya su mano derecha en uno de los colosales colmillos de la bestia para poder saltar sobre él y abrirse camino, cosa que deja a Kazuha con la boca abierta.

 

Cuando Tomo dirige su mirada hacia él, dándose cuenta de lo incómodo que le era pasar por aquel lugar, suspira. 

 

—Vuelve, no me pasará nada. Estarás más tranquilo con los demás. 

 

Pero esas palabras no iban a hacer que Kazuha se rindiera, así que agarrando valor, imita los movimientos del cazademonios y salta sobre los huesos del dios caído para estar a su lado. 

 

—No es nada que no pueda soportar —la resolución en los ojos de Kazuha no ha cambiado en absoluto, y con esas palabras sigue avanzando hacia la bajada de la colina ignorando lo que le había dicho su contrario—. Además, lo único que realmente me mantendría tranquilo, al menos por el momento, es garantizar que no recibas ningún otro tipo de lesión. Sería muy malo para tu proceso de recuperación. 

 

—Creo que pasar mucho tiempo con la doctora Naoko está haciendo que te preocupes demasiado... —el rubio intenta aligerar el ambiente y convencer al chico por la buena manera, pero cuando este solo cruza por su lado sin detenerse su paciencia se termina—. Basta, voy enserio. Es muy peligroso que me acompañes, tienes que regresar. 

 

«A penas puedo asegurar mi seguridad, pero con el brazo así no podré hacer mucho si llegan a atacarlo... No voy a permitir que vuelvan a hacerle daño a nadie, mucho menos a él.» Eso es lo que en realidad tenía en mente, pero sabía que no sería suficiente para convencer al chico más bajo.

 

—¿Me pides regresar porque es peligroso, más sin embargo tú no meditas en el riesgo que podría conllevarte tener una batalla en ese estado? —Kazuha por primera vez usa un tono desafiante, un tono que Tomo no sabía que el calmado joven podía usar, y eso lo deja bastante sorprendido. 

 

Sin embargo, por un momento Kazuha detiene sus pasos, y agacha de cabeza hacia el suelo. 

 

—¿Por qué estás tan reacio a recibir mi ayuda? —pregunta genuinamente, esta vez la voz desafiante de hace un rato había desaparecido, siendo reemplazada algo parecido a la tristeza—. ¿Es que realmente crees que no podría serte de ninguna utilidad...?

 

¡No es eso!—enuncia el rubio al ver que el samurái con ese semblante tan decaído, y agarrando uno de sus brazos para hacer que voltee hacia él, continúa—. No es nada de eso...

 

Kazuha se estremece ante el repentino agarre y vuelve su mirada hacia Tomo. La crudeza de la mirada del albino hace que el más grande pierda las palabras por un instante, pero aún así se atreve a seguir. 

 

—Si no me hubiera lastimado de esta manera tan ridícula... el rubio mira de reojo la parte rasgada de su haori que ahora estaba parcialmente reparada, un símbolo de su descuido—, me habría hecho cargo esos tipos desde el principio.... y el señor Washizu no estaría herido...

 

La mano con la que Tomo estaba sosteniendo a Kazuha se aprieta un poco a medida que su voz se torna más distante y su mente le recuerda la condición en la que había llegado el jefe de la aldea...

 

—Tú eres un viajero que llegó a este lugar por casualidad, no tienes por qué verte envuelto en tantos problemas por mi culpa... Esta es mi responsabilidad, no tuya...

 

Era algo extraño, aunque Tomo lo estaba sujetando de esa manera y hablándole con ese tono tan frío, no se sentía para nada brusco, y sus preciosos ojos de tonalidades violáceas no expresaban furia o enojo, si no que divagaban entre una mezcla agitada de pura preocupación y culpa. 

 

Si llegara a pasarte algo por mi estupidez... yo...— Por un segundo la voz del rubio parece quebrarse, a la vez que su mirada se aparta hacia abajo.

 

El joven ronin posa su otra mano sobre el agarre del muchacho logrando volver a obtener toda su concentración en él. 

 

—No voy a permitir que me lastimen... y no voy a dejar que te hagas cargo de todo tu solo de nuevo...

 

Tomo medita por un momento. «¿De nuevo?»

 

—¿A qué te refieres con...? —menciona algo extrañado el rubio; aquella frase lo atrapa tanto que no nota como la mano de Kazuha sigue encima de la suya frotando delicadamente sus finos dedos sobre su piel intentando calmarlo al igual que la noche anterior. 

 

—El ruido extraño por el que saliste a investigar esa noche en la cabaña del señor Wada... el rastro de sangre en el suelo a un costado de la casa, cerca a la ventana junto a la mesa... y la corrosión en tu herida que la doctora aseguró que fue causada por los lobos abisales... —los ojos de Tomo se abren en sorpresa, era algo que planeaba mantener en secreto, sin embargo el samurái continúa—. No tenías más cortes aparte de ese... Tú te lastimaste por protegernos... 

 

Tomo estaba pasmado, Kazuha había podido ver a través de cada una de sus acciones. A pesar de que nunca dijo nada o se quejó de algo, aún así, Kazuha lo leyó por completo. 

 

—Y si no querías que me acercara a ti cuando te encontré, fue porque temías que el tatarigami pudiera dañarme —las sutiles caricias de Kazuha habían logrado tranquilizar parcialmente la expresión preocupada del cazademonios. Una vez consigue hacer que la mano del rubio suelte su brazo, la toma con la suya de forma cuidadosa—. Lo mismo cuando intentaste advertirme de que no te llevara a la villa. Siempre estás pensando en los demás... Eso no es para nada estúpido...

 

El rubio no dice nada, se queda en silencio por un segundo intentando asimilarlo todo. Parecía estar convenciéndose de las palabras del joven samurái, pero en un momento de duda sus ojos vuelven a reflejar angustia, seguramente su cerebro seguía atormentándolo por algo que Kazuha aún desconocía.

 

—¿Y eso qué importa ahora? ¡Sigue siendo mi error lo que causó que ese hombre esté herido!, y tú... 

 

Tomo intenta batallar con el agarre que ahora Kazuha tiene sobre su mano solo que sin aplicar la suficiente fuerza para soltarse. Era como si su cuerpo quisiera seguir siendo sujetado por él de esa forma, anhelando que jamás lo soltara. 

 

—Tú mereces seguir tu viaje en paz, estar a salvo... ¿Por qué ponerte en riesgo por alguien como yo? ¡¿Por qué…?!

 

—¡¡Por que me importas!! —interrumpe abruptamente el joven samurái al cazador de demonios. En ningún momento suelta la mano del rubio, si no que al contrario, tira de ella hacía su pecho para impedir que Tomo escapara de su agarre—.Y no ... no sé bien la razón por la que resultas tan entrañable para mí…

 

Cualquier cosa que hubiera estado perturbando la mente de Tomo desaparece en el momento en que aquellas palabras sacuden su corazón. Su mano se relaja al fin permitiéndole sentir el suave toque de Kazuha sobre su piel. 

 

—Sé que estás preocupado por mí bienestar...—la voz del ronin se sentía tan agradable como una brisa fresca en otoño, dejaba a todos los sentidos de Tomo bajo su merced—. Pero no tienes por qué hacer esto solo.

 

El cazademonios había bajado todas sus defensas, yacía parado en aquel lugar con el corazón palpitando fuertemente y sus pensamientos hechos un desastre. Solo algo reluciente a la distancia logra sacarlo de ese trance; entre los arbustos detrás de Kazuha había una especie de artefacto hecho de hierro que Tomo reconoce en menos del segundo, obligándolo a alertar a todo su cuerpo de nuevo.

 

—Tal vez no me consideres de gran ayuda, sin embargo...

 

—¡CUIDADO, KAZU…!—antes de que Tomo pudiera acabar de advertirle o la bala que silenciosa que se desprendió de aquella arma pudieran tocarlo, el ágil samurái atrae al rubio hacía él agarrándolo por la cintura, y aun sosteniendo su mano izquierda, los impulsa a ambos en un salto que los deja suspendidos por unos segundos en el aire gracias a la ayuda de su visión anemo.  

 

El vórtice de viento creado por aquella habilidad termina atrayendo hacia sus pies a dos agentes fatuis: el que había disparado detrás de Kazuha y otro que esperaba a para atacar a Tomo cuando este se descuidara.

 

Cuando Kazuha suelta a Tomo, este último cae sentado encima de uno de los fatuis de una forma bastante lamentable, provocando que el enemigo suelte un quejido de dolor por el terrible peso puesto sobre su cuerpo. 

 

Por su lado, el ronin se cae de pie agraciadamente haciendo que sus sandalias aplasten la cara del hombre que le había querido disparar. El hombre en el suelo suelta un quejido también y  Tomo se queda pasmado una vez más por la dualidad del chico. El poder del anemo aún rodeaba todo su cuerpo dándole porte elegante y delicado, muy diferente a la dureza empleada en su voz cuando dice:

 

—Es muy descortés no prestar atención cuando una persona se encuentra hablando... —la mirada del joven samurái se posa primero en Tomo, quien seguía con el trasero encima del agente fatui mirándolo con los ojos bien abiertos, para luego observar con fiereza al resto de enemigos que salen de sus escondites—. Pero es aún más descortés interrumpir conversaciones ajenas sin ningún permiso.  



──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

Tomo se levanta para encarar a los enemigos que habían aparecido. Contando rápidamente, se trataban de ocho hombres, menos los dos que ya habían aplastado. La mayoría soldados de vanguardia, guardias con cañones y un recaudador, quien parecía ser la cabeza del grupo. 

 

Estamos rodeados...— comenta el rubio en un susurro bajo a su acompañante—. Maldita sea... no me di cuenta, lo siento... 

 

—No te disculpes por eso... — Kazuha se coloca detrás de Tomo, cubriendo su espalda— Puede que hayan estado persiguiendo al joven Yasumoto y al señor Washizu... solo nos interceptaron por casualidad…

 

Mientras el ambiente se tensa a cada segundo, ambos ya se estaban preparando para desenfundar sus armas hasta que el jefe del grupo decide dirigirles la palabra. 

 

—Oigan, ustedes dos. No creo que quieran buscar pelea en esas deplorables condiciones —habla el hombre con ese tono de superioridad tan enfermizo que hacía que a Tomo se le revolviera el estómago—. La mayoría siempre gana, pero no estamos interesados en eliminarlos, no nos sirve de nada liquidar a dos simples transeúntes.  

 

Toda la banda se atreve a reír por el comentario del recaudador y eso solo provoca que las miradas de los jóvenes se vuelvan más serias. El cazademonios trata de pensar en un modo para que por lo menos Kazuha salga a salvo pero los enemigos son los suficientes como para no dejarle ver una brecha de error. 

 

—¿Y por eso atacaron a un individuo inocente? —Kazuha cuestiona al sujeto—. Sabía que los fatuis tendían a usar turcos bastante sucios pero no imaginé que fueran tan viles. 

 

¡Hey! No los provoques. — vuelve a susurrarle el rubio sin descuidar su mirada de los hombres armados.

 

Los fatuis hacen muecas de disgusto bajo sus ridículas máscaras teatrales. Los duplicaban en número iba a ser difícil salir de esa sin un par de golpes y Tomo no quería que esos golpes se los llevara el joven samurái.

 

—Trata de enojarnos todo lo que quieras y será peor para ti y tu compañero—. El comandante del escuadrón camina lentamente hacía Kazuha y antes de que agarrara la empuñadura de su katana, el cazademonios lo cubre con su brazo lastimado en un gesto protector—. Solo seguimos órdenes para poder encargarnos de un cabo suelto que nuestros inútiles compañeros dejaron hace años... queremos irnos cuanto antes de esta horrible isla. Así que... si colaboran un poco tal vez podamos llegar a un acuerdo. 

 

«¿Cabo suelto? ¿No era por lo de la médula cristalizada?» La mente del rubio se estanca en esas palabras. 

 

Ambos chicos siguen alerta sin bajar la guardia por ningún instante, un solo descuido les podría costar la cabeza. 

 

—Lo único que necesitamos es unos cuantos moras y que nos digan todo lo que saben sobre los bastardos del maldito clan Kitain…

 

Hasta el propio viento se estremece ante lo nombrado, las pupilas de Kazuha se contraen y su agarre en su katana se aprieta. Ellos no querían solamente robar cosas de la isla, iban tras Tomo; en cambio, el rubio apenas se inmuta, pero ante el insulto sus ojos brillan con una pizca furia. 

 

—Por sus reacciones he de suponer que conocen algo acerca de ello... —se mofa el molesto recaudador—. Ahora veo más imposible la opción de dejarlos escapar…

 

Todos los enemigos empieza a balancear sus pesadas armas mientras ríen de forma descarada. A sus ojos solo eran dos jóvenes inexpertos con información valiosa a quienes debían interrogar. 

 

Estas personas solo me buscan a mí. Voy a intentar distraer a la mayoría — Tomo se aproxima a Kazuha lo suficientemente cerca como para susurrarle sin que los fatuis logren escucharlo—, y cuando eso suceda tienes que escapar lo más rápido que puedas, ¿entendido?

 

—Espero que de verdad no se te haya ocurrido pensar que voy a dejarte solo con estos tipos. — responde el joven albino con firmeza—. Voy a pelear también. 

 

Tomo se queda un poco atónito por la resolución del samurái para ayudarlo, pero eso no quitaba su profunda preocupación.

 

—Fue una pregunta retórica. —el cazademonios deja de observar a los enemigos para darse vuelta y encontrar aquellos profundos ojos carmesí que brillaban más con el inmutable sol del mediodía— ¿Dónde aprendiste a actuar de esa forma tan testaruda? 

 

—Pues creo que ya llevo algunos días aprendiendo del mejor. 

 

¡¡Se acabó tanto secretito!! —grita comandante a su banda de fatuis— ¡Hagan que estos mocosos hablen para todos!

 

Sin dejarlos decir una cosa más, uno de los electromartilladores de vanguardia abalanza su pesada arma hacia ambos haciendo que se separen para evitar el golpe, y tan rápido como Tomo logra recuperar el equilibrio un guardia de cañón hydro lo espera para dispararle un proyectil justo en la cabeza. 

 

El cazademonios usa su poder electro para hacer un movimiento veloz y escapa del ataque.  Posicionándose detrás del cañonero, le propicia un buen golpe en el cuello con empuñadura de su katana haciendo que el gran hombre caiga al suelo. Una vez se encarga de ese problema busca a Kazuha quien estaba esquivando los cortes de las dagas del recaudador. 

 

—¡Oye, resiste! —Tomo intenta ir a ayudarlo pero el electromartillador que los atacó al principio junto con otro guardia con cañón le obstruyen el paso sin dejarle siquiera acercarse al joven samurái, lo cual acaba molestándolo aún más—. Maldita sea, ¡quítense de en medio!

 

Desenfundando su katana se lanza a batallar con ambos enemigos. El fatui con el martillo intenta pegarle en la cabeza pero Tomo bloquea el ataque con su espada usando sus dos manos como apoyo, sin embargo el dolor de la herida en su brazo izquierdo hace que no pueda resistirlo por mucho tiempo y tenga que volver a esquivarlo. 

 

Mierda... duele más de lo que imaginaba —se queja el joven. Esta vez infunde su arma con energía electro preparándose para usar toda la velocidad necesaria y acabar pronto con sus oponentes—. Pero debemos terminar esta pequeña fiesta cuanto antes, señores.

 

Por otro lado, Kazuha continuaba conteniendo los golpes del ágil fatui. Cuando sus armas chocan por repetida ocasión el recaudador usa las habilidades de algo parecido a una visión que colgaba de su cintura y desaparece dejando simples siluetas en el campo de visión del joven samurái. 

 

Kazuha intenta usar toda su concentración para averiguar dónde está el verdadero enemigo hasta que sus sentidos lo alertan de otro peligro: un guerrillero Geo aparece muy cerca de él listo para atacar a la vez que el jefe de los reclutas se precipita desde otro lado para acorralarlo totalmente.

 

—¡CUIDADO CON EL GOLPE! —grita Tomo alertando a Kazuha quien por acto reflejo toma la excelente decisión de agacharse. 

 

En el momento en que los enemigos intentan ver a la dirección del grito, el shakujo del cazademonios se estrella con brutalidad en sus caras, dejándolos adoloridos sobre el suelo. El albino vuelve su mirada hacia Tomo encontrándolo con una gran sonrisa en el rostro. 

 

—¡SÍ, LES DÍ! ¡VAMOS! —celebra el rubio entre risas. 

 

La bonita expresión de felicidad del muchacho hace que Kazuha se contagie de su alegría, pero eso no dura mucho cuando la mirada del joven samurái se llena de angustia al ver que uno de los enemigos que Tomo había creído noquear se levanta junto a su enorme martillo. 

 

—¡DETRÁS DE TI! —le advierte ya sin caso alguno

 

Sin su arma al alcance, Tomo solo voltea hacia el enemigo e intenta cubrirse la cabeza con su otro brazo del fuerte golpe que iba a recibir de aquel colosal sujeto. 

 

Justo cuando el rubio cierra los ojos listo para enfrentar su terrible destino, Kazuha empuña su katana con la velocidad de un torbellino reuniendo todo el poder del anemo a su alrededor mientras recita una poética oración. 

 

Hojas caídas... ¡decoren la noche!

 

En menos del segundo una gran explosión de viento sale del filoso corte de la espada del samurái. Las cuchillas de viento empujan dolorosamente al hombre que iba atacar a Tomo, permitiendo que este tenga un tiempo para recuperarse. 

 

—¡AHORA! —grita Kazuha mientras lanza el arma del cazademonios en su dirección para que pueda defenderse. 

 

—¡PRUEBA ESTO!

 

Cuando el báculo llega a las manos de Tomo este se transforma inmediatamente en la afilada katana de empuñadura blanca imbuida en electro con la que él hace un veloz corte al colosal sujeto, provocando además que los vertiginosos remolinos de energía anemo de la habilidad de Kazuha adquieran el intenso color del elemento que había usado. 

 

Decir que era algo hermoso sería demasiado poco. El torbellino anemo por si solo era majestuoso, cada corte realizado perfectamente dejaba inmovilizados a todos los enemigos alrededor de ellos y la energía electro de Tomo no había hecho más que embellecer el escenario haciendo que ellos mismos quedarán perplejos ante tal magnífico juego de elementos que ninguno de los dos habían tenido la oportunidad de observar antes.

 

Era como estar presenciando una preciosa danza de destellos púrpura entre hojas carmesí.

 

Ambos estaban tan enganchados con la hermosa vista que no repararon en que sus cuerpos habían retrocedido de manera involuntaria para poder observar mejor aquel paraje, y solo se percatan de eso cuando sus manos y espaldas chocan ligeramente poniéndolos alerta un poco, sin embargo cuando se dirigen la mirada ambos se regalan una dulce sonrisa y seguido de un asentimiento con la cabeza vuelven blandir sus armas contra los fatuis que yacían confundidos entre tanta mezcla de energía elemental.

 

Con una sincronía casi perfecta Tomo y Kazuha acaban uno por uno con todos los enemigos que quedaban. La útil atracción de enemigos del albino gracias al anemo más la ferocidad de trueno que Tomo controlaba hizo que cada uno de los fatui imploraran clemencia. Cuando tuvieron que enfrentarse al recién recuperado recaudador, las cosas apenas cambiaron. 

 

¡Malditos inútiles! — El comandante del escuadrón se queja por repetida ocasión mientras intenta salir corriendo abandonando a todos sus demás compañeros. 

 

—¡Está escapando! —grita el samurái al rubio para que intentara detenerlo mientras él se encargaba del último electromartillador inmovilizarlo en el suelo.

 

Ante la advertencia de Kazuha, Tomo usa un conjuro que invoca una especie atadura de cuentas parecidas a las que usaba como pulsera en su mano derecha, atrapando de esa manera al cobarde embaucador y haciendo que caiga al suelo boca abajo de manera miserable.

 

¡Ahgr!... ¿Magia? — sisea el individuo mientras se retuerce de dolor en el suelo junto con el firme amarre en sus extremidades impidiéndole moverse—. Entonces eras tú... 

 

—Ahórrate la palabrería, payaso —El cazademonios transforma su katana en el shakujo de siempre, enterrado firmemente en el suelo cerca de la cara del fatui—. Tu y tus compañeros van a quedarse así hasta que los soldados de la comisión Tenryo vengan a recogerlos para llevarlos a la cárcel. 

 

Antes de que Tomo pudiera levantarlo para llevárselo, el recaudador empieza reírse de una forma desquiciada que logra hacer que la piel de Kazuha se erice por completo y las pupilas de Tomo se encojan de terror. 

 

«Esa maldita risa...» Él la había escuchado antes…

 

—Jajajajaja.. ...JAJAJAJAJA ¡¡¡AJAJAJAJAAJAJA!!! ¡Lo sabía! ¡Lo que le habían contado al señor Nathan era real! ¡LAS LEYENDAS AÚN ESTAN DE PIE! ¡¡AJAJAJAJA!! ¡¡TODAS ESAS MALDITAS PESADILLAS TIENEN SENTIDO AHORA!!

 

El rubio agarra al hombre con fuerza y lo voltea hacia él. La confusión en su mirada era entendible, él tampoco conocía mucho sobre sus propios orígenes aparte de los cuentos que le habían contado. 

 

Tú... ¿de qué demonios estas hablando? —pregunta Tomo con un genuino destello de curiosidad en su voz—. ¿Por qué están detrás del clan Kitain?

 

Debido a los bruscos movimientos la máscara que cubría el rostro de aquel sujeto cae a un lado del suelo, dejando ver la mirada vacía consumida por la obsesión. Un sucio color ocre tenía su cabello corto. 

 

Ya llegará el momento... —el recaudador saca de su chaqueta una cápsula extraña con un diseño desconocido para el cazador de demonios—, en donde todos ustedes por fin desaparecerán de nuestra vista, tal y como debió suceder en aquel día.

 

Al momento en que termina de hablar, el hombre activa aquel artefacto haciendo que de el emane un humo denso terriblemente fuerte

 

Desgraciado...— El rubio intenta cubrirse del humo tóxico, negándose a soltar al fatui aún cuando la humarada no lo deja ver con claridad, pero eso deja de importarle cuando escucha al joven samurái toser de forma severa por el atosigante olor mientras cae sobre sus rodillas. Él grita con preocupación hacia su dirección—. ¡Kaedehara!

 

Tomo deja al tipo para poder ir a donde Kazuha está sentado, y usando la manga de su haori, tapa la nariz del más joven evitando que siga inhalando el humo dañino. Para el momento en el que el ronin logra recuperarse un poco y procede a usar los poderes de su visión con el fin dispersar la neblina, el enemigo ya había desaparecido sin dejar algún otro rastro además de la máscara rota en el suelo.

 

Lo siento mucho... por mi culpa... — le dice el más bajo al rubio aún con su voz algo atrofiada.

 

—No, no lo es, tranquilo... —Tomo le asegura con suavidad mientras frota la espalda del samurái con su mano para ayudarlo a recomponerse—. ¿Puedes levantarte?

 

Sí, eso creo…

 

Kazuha intenta ponerse de pie pero como había inhalado demasiado de ese humo extraño las extremidades le fallan haciendo que se desestabilice, sin embargo Tomo lo alcanza antes de que caiga.

 

Woa, te tengo...— susurra Tomo muy cerca el sensible oído del samurái cuando lo atrae hacía él sujetándolo por la cintura, la piel del más bajo se eriza a causa de la sensación electrificante que le producía su apacible voz—. ¿Estás bien?

 

Kazuha busca una vez más aquellos ojos de iris púrpura, tan consumidos por la inquietud como siempre pero a la vez tan cálidos, muy diferente a la mirada que le había dado al fatui cobarde que huyó hace unos momentos. 

 

El albino no puede evitar tener un pequeño espasmo cuando siente el toque de Tomo sobre su cuerpo; sea lo que fuera que contenía el gas que respiró, había dejado sus sentidos mucho más sensibles de lo que ya lo eran.

 

—S-Sí, no te preocupes... sólo necesito un poco de aire... —se excusa mientras lleva una de sus manos a su rostros para intentar cubrir su expresión avergonzada. 

 

Ante su petición, Tomo retira cuidadosamente sus manos del chico para darle su espacio, procurando que no volviera perder el equilibrio. Ahora un tenue color rojo también coloreaba sus mejillas, pero Kazuha no es capaz de prestar mucha atención a ese detalle por el llamado de un grupo de hombres que descendían por el mismo camino que ellos cruzaron. 

 

—¡Joven Prefectooooo! ¡Venimos a...! —grita uno de los señores antes de quedar boquiabierto al ver a la banda de fatuis tirados sobre el pasto—... ayudarles.

 

—Kaji, todos ustedes... ¿por qué han venido? —cuestiona el joven cazademonios ante la repentina intromisión.

 

—Bueno, tal vez no podamos luchar contra maldiciones y esas cosas. Pero lo que sí podemos hacer, es despachar a los idiotas que hirieron al jefe Washizu. —le responde otro de los hombres que también estaba en el grupo. 

 

—Aún así, veo que hemos llegado muy tarde —aquel llamado Kaji suelta una leve carcajada mientras mira lo patéticos que se ven los enemigos ahí tirados—. Han hecho un excelente trabajo en equipo. Gran dúo. 

 

Los dos jóvenes sonríen ante el elogio. Luego los hombres se acercan a los enemigos inconscientes para levantarlos y atarlos a cada uno con unas sogas.

 

—Nosotros nos encargamos desde aquí, joven prefecto —el señor Kaji dirige su mirada a los chicos para, jalando a uno de los fatuis desde las manos como un prisionero—. Del sótano de la cabaña del jefe no se van a escapar. También le pediremos a la doctora Naoko que escriba una carta para la comisión Tenryo.

 

—Muchas gracias, señor Kaji... —sonriente Tomo deja el trabajo de llevar a la banda de enemigos derrotados devuelta a la aldea. 

 

Sus ojos ven a la distancia como todos aquéllos hombres trabajadores desaparecen y en eso recuerda lo que había dicho el tipo que escapó.

 

"Llegará el momento... en donde todos ustedes por fin desaparecerán de nuestra vista, tal y como debió suceder en aquel día."

 

«¿Acaso se refería...?» Los pensamientos de Tomo rebobinan a aquella terrible desgracia que tanto le costaba a su corazón recordar. 

 

¿Te encuentras bien? —la serena voz del samurái interrumpe su ensimismamiento haciendo que su mente desconecte con toda preocupación y que solo pueda concentrarse en los brillantes ojos carmesí de su contrario. 

 

No responde, en lugar de eso contiene una respiración profunda cerrando los ojos. Lentamente se voltea hacía el otro lado, dándole la espalda a Kazuha aún sin decirle nada.

 

Mmm... este... — el ronin quiere volver a insistir pero es detenido por la profunda voz del rubio. 

 

—Kaedehara... —pronuncia su apellido, volteando la cabeza hacia él otra vez para poder regalarle una tímida sonrisa. Ahora, usando un tono mucho más apacible que cualquiera otro usado, le hace una pregunta que realmente nunca imaginó pronunciar alguna vez—. ¿Te gustaría acompañarme a un lugar...?  Sólo si quieres, claro.

 

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

 

El sitio que del que Tomo hablaba se trataba de una zona al norte de donde ya se encontraban. El camino fue algo largo pero era bastante curioso. 

 

Primero, pasaron por un campo cubierto de dendrobios y espadas, parecían tumbas conmemorativas más que otra cosa. Después siguieron avanzando cerca del dominio en donde Kazuha había encontrado a Tomo lastimado y por último, cruzaron por el árbol el cual usó como refugio la noche antes de que se conocieran. 

 

Todo ese tiempo estuvieron en silencio y Tomo siempre permaneció caminando frente al joven samurái. El viento que soplaba en aquella subida era lo suficientemente fuerte como para hacer que los cabellos rubios de su contrario se revolvieran de forma sutil, y con cada paso, su haroi de intenso color rojo se ondeaba junto con el. 

 

Estando de espaldas de esa manera, el más joven lo notaba mucho más imponente, alguien casi intangible e inalcanzable; la presencia de Tomo se sentía como algo fuera de este mundo, y eso causaba cierta angustia en su corazón. Pero justo cuando Kazuha tenía que subir por un montículo algo alto para llegar a su destino final, el rubio se voltea hacía el para brindarle la mano como ayuda, y aún sin decir una palabra, podía percibir la gentileza que transmitían sus profundos ojos púrpura tan cercanos a él.

 

Aceptando la mano del cazademonios, el ronin logra subir el último tramo de la colina y al momento de llevar su mirada hacia enfrente queda completamente maravillado. 

 

El atardecer aún no había llegado pero los colores del cielo ya se estaban tornando cálidos e intensos. En la bajada del montículo se podía observar distintos árboles de diferentes alturas lo cuales balanceaban sus ramas al son de la brisa, sacudiendo sus preciosas hojas de tonos verdosos. Desde ese punto también se lograba ver la isla vecina junto a su flora tan particular y las nubes obscuras de hollín provenientes de la forja de Tatarasuna. Y aún más lejos, al otro lado del mar, el Monte Yougou se alzaba con magnificencia.

 

El aire llegaba a sus pulmones de una forma tan refrescante que logra relajar todo su cuerpo, permitiéndole sentir un sin fin de sensaciones deleitantes mientras respiraba profundamente. 

 

—Impresionante, ¿no? —le dice Tomo sacándolo de su pequeño momento de admiración— Tenía el presentimiento de que te gustaría. ¿Te sientes mejor ahora?

 

—Si, gracias por preocuparte...—responde Kazuha concentrado su mirada de nuevo en la preciosa vista—. Es hermoso... 

 

—Y en otoño es aún más hermoso... Todos los árboles de ahí abajo dan un increíble espectáculo de hojas rojas y anaranjadas, es un escenario muy bonito.

 

Tomo empieza a conversar con el joven Kaedehara de una forma muy amena mientras se sienta sobre el pasto de la colina.

 

—Mis hermanos y yo solíamos venir aquí cuando nos sentíamos agobiados... Bueno no todos éramos exactamente hermanos pero crecimos juntos así que nos tratábamos como si lo fuéramos... —Sin embargo, a pesar de narrar una agradable memoria sus ojos destellan tristeza por un breve instante volviendo distante su voz—. Ya no lograba recordar cuándo fue la última vez que me senté a admirar este paisaje...

 

Kazuha nota la forma en la que todas su expresión decae y opta por sentarse a su derecha en el pasto muy cerca de él en silencio. Ya no vuelve sus ojos al magnífico escenario de enfrente, si no que se dedica a observar a Tomo. 

 

—Supongo que ya debes haber escuchado... —el rubio intenta reírse un poco para aligerar el ambiente—, sobre lo que pasó.

 

—He oído unas cuantas versiones... —responde con su característico tono calmado—. Pero al parecer nadie ha logrado averiguar qué fue lo que ocurrió exactamente... ese día...

 

El ronin ve como el cuerpo de Tomo se tensa en contra de su voluntad, sus ojos se llenan de una profunda angustia y su respiración se torna algo irregular cuando parece tratar de volver a abrir la boca para decirle algo; no obstante, las palabras no parecen querer salir de su boca. 

 

—No tienes por qué decírmelo —Kazuha junta ligeramente su mano a la del más grande, que reposaba en el pasto agarrando y tirando las pequeñas hierbas como si fuera un tic nervioso—. Sé que es algo duro de recordar, no necesitas hacerlo ahora, está bien...

 

Debido al delicado gesto Tomo se sorprende y dedica su atención a ver la forma en la que el ronin frotaba el dorso de su mano con las yemas de los dedos; el tacto lo tranquiliza tanto que su  sofocación anterior desaparece. 

 

—No sé si ayude un poco, o si sea demasiado obstinado de mi parte pensarlo... pero creo que puedo entenderte... —Kazuha también tiene sus ojos en la mano del cazademonios; ahora parecía que los nervios se le habían contagiado a él por la forma en la que empieza a jugar con las cuentas de la pulsera que el rubio conservaba colocada en su mano derecha—. Entiendo un poco cómo te sientes... 

 

Tomo no dice nada y sólo espera con una mirada silenciosa que el chico más bajo continúe, él sabía muy bien que quería decir algo más. 

 

—Yo... yo no soy un samurái errante porque un día decidí dejarlo todo y salir a un viaje sin rumbo... —Por un breve segundo Kazuha decide posar su vista en los ojos de su contrario, expectantes, rebosantes de emociones; tal vez, más de las que él era capaz de comprender por qué casi enseguida decide voltear su cabeza hacia él frente para escapar de aquella intensa mirada—. Jamás podría tener el coraje necesario para tomar esa gran decisión por mi cuenta... 

 

El cazademonios se muestra aún más interesado al escuchar la última frase, voltea un poco su cuerpo para poder observar mejor al joven Kaedehara mientras que este solo lleva sus manos a su regazo y sigue con la historia. 

 

—Mi familia estaba atravesando una fuerte crisis hace unos años y cuando mi padre enfermó... todo fue mucho peor... —Esto era algo bastante fuerte para el samurái, se reflejaba en el modo en que sus facciones se tribulaban y su tono calmado vacilaba en desconsuelo. Hace una pequeña pausa antes de decir la última línea, el chico abraza sus rodillas sobre su pecho al tener que pronunciar con sus propios labios una verdad que pesaba en lo profundo de su pecho—. Y yo no pude estar a la altura de las expectativas de todos...

 

Antes que Tomo pudiera decir o hacer algo con lo intranquilo que se había puesto al verlo de ese modo, el albino simplemente sigue hablando. 

 

—A pesar de que una de las comisiones intentó hacer lo posible para mantenernos a flote, fue un caso perdido. La mayoría de nuestros "aliados" nos dejaron a nuestra suerte... Tal vez fue porque no les inspiraba la confianza suficiente como para hacerme cargo de los asuntos políticos de mi familia... —la voz de Kazuha se estaba volviendo mucho más baja, solo quería esconderse al tener que recordar todo lo pasado, pero era necesitaba hacer. Había algo en Tomo que lo animaba a querer desahogar las palabras que no dijo en aquel entonces—. Cuando mi padre falleció y cumplí la edad necesaria para heredar aquellos deberes... lo único que pude hacer fue declarar la insolvencia de nuestro clan... y abandonar la ciudad...

 

Kazuha se acurruca más abrazando sus piernas, intentando ocultar su mirada entre sus mechones platinados. 

 

—Trate de decirme a mí mismo que era lo mejor para mi... Incluso mi padre siempre supo que elegiría emprender un viaje antes de tomar la responsabilidad de mi deberes como noble, él aún así siempre trató de apoyarme pero... —toma una respiración fuerte para evitar que las lágrimas amenacen con salir de sus ojos, tampoco quería incomodar a Tomo con su melancolía—. Es frustrante... 

 

El viento sopla pacíficamente llevándose las hojas  caídas de los árboles, balanceando las ramas y el pasto. Los cabellos de ambos chicos ondulan al ritmo ocioso de la brisa, ajena al gran oleaje de emociones que golpeaban el corazón del joven samurái.

 

—Si tan sólo no fuera tan cobarde y tuviera una pizca del valor que tú posees —sonríe un momento al recordar la abnegada personalidad del cazademonios—; ese coraje casi innato que tienes para lanzarte ante cualquier situación complicada... —pero su tono vuelve a quebrase a la vez que sus ojos se ensombrecen con una profunda tristeza—. E ntonces tal vez... sólo tal vez... hubiera sido suficiente para... 

 

Tomo no deja terminar a Kazuha, si no que se alabanza hacia él rodeándolo firmemente por los hombros para atraerlo hacia su cuerpo en un acogedor abrazo; el joven samurái no tiene el tiempo suficiente para reaccionar de alguna manera más que abriendo los ojos de golpe, abandonando todo abatimiento cuando es es inundado con la agradable esencia del rubio, y en el momento que escucha su amable voz, lo suficiente ligera como para relajarlo por completo, sus miedos más profundos son abrazados con aquella calidez que se había vuelto tan familiar.

 

Eres suficiente — le asegura Tomo, confortándolo. Había enterrado su rostro en la curvatura de su hombro del lado izquierdo—. Trataste lo mejor que pudiste, diste tu mejor esfuerzo. Y no eres ningún cobarde, tú me seguiste para ayudarme incluso cuando era peligroso; me salvaste más de una vez... 

 

La mano derecha del rubio acariciaba apaciblemente la espalda del joven samurái. Con cada palabra parecía querer romper en un sollozo, ¿pero por qué lloraría?¿Acaso era a causa de él?

 

—No sabes lo agradecido que estoy por todo lo que has hecho, lo agradecido que estoy por que hayas decidido emprender ese viaje y permitirme conocerte.

 

Una pequeña lágrima escapa de los ojos escarlata del albino, ni siquiera él mismo se da cuenta de ellos por estar tan absorto en todo lo que Tomo le estaba diciendo.

 

—Dejaste tu hogar apesar de que era lo único que conocías; tú ya eres valiente, no necesitas atormentarte más por eso... —el rubio sostiene a Kazuha entre sus brazos con más fuerza al decir las palabras que tanto había deseado escuchar—. Siempre has sido y serás suficiente para lo que sea. Jamás podrían pedirte ser alguien distinto a lo que eres ahora, porque ya eres más que suficiente.

 

Fue lo único que se necesitó para que el joven samurái al fin dejara toda compostura y se permitiera ser vulnerable. Las lágrimas comienzan a caer silenciosamente por sus mejillas y su cabeza se asienta en el hombro del más grande, sin hacer ningún ruido. De forma instintiva, sus manos se presionan en la espalda de Tomo mientras tira de su gran haori pegándose más hacia él.

 

Kazuha no sabía si Tomo había notado que estaba sollozando sobre su ropa, por un segundo empieza a sentirse patético por mostrarse de esa manera cuando en primer lugar era él quien estaba intentando consolarlo; pero esos pensamientos se esfuman cuando el cazademonios sube una de sus manos a su precioso cabello color nieve y lo acaricia con delicadeza para intentar aplacar cualquier malestar que tuviera en aquel momento.

 

El tiempo que duran abrazados es el necesario para que Kazuha logre calmarse de su pequeña crisis emocional, ya que después de un rato una dulce risa escapa de su labios, lo cual toma desprevenido al cazademonios quien ya estaba acostumbrándose a la agradable quietud del momento y a la acogedora sensación de calidez que le daba el tener al más pequeño entre sus brazos.

 

—Qué extraño... —dice el samurái con un tono mucho más relajado, se sentía mejor luego de confesar en voz alta todo aquello que había atrapado en el fondo de su pecho—. No tengo mucho tiempo de conocerte, pero no me molesta para nada estar así contigo; te sientes tan confiable... —Ladeando su cabeza hacia un lado para poner su oído casi a la altura del corazón de su contrario, sus preciosos ojos escarlata, que ya no mostraban ningún rastro de aflicción, se encuentran con la pacífica mirada de rubio—. Realmente eres asombroso…

 

El corazón de Tomo revolotea ante las palabras y mirada del chico, mientras que  su cara se pone totalmente roja.

 

¡Pfft! ¡P-Por favor, claro no!  exclama nervioso cerrando los ojos y apartando un poco de golpe Kazuha con un agarre en los hombros evitando que escuchara lo mucho que se habían acelerado sus palpitaciones solo por ese cumplido... y bueno, también por la forma tan encantadora en la que lo había mirado. 

 

—Lo eres... — El samurái todavía no lo ha soltado por completo. Sus manos ahora reposan ociosamente sobre la cintura del rubio—. Siempre estás trabajando duro para proteger a la gente del pueblo y la forma en la que luchas es digna de admirar —Tomo solo se dedica a observarlo, aún sonrojado por los excesivos halagos; sus labios yacen mínimamente entreabiertos en una preciosa expresión sorprendida—. Incluso hiciste un tiempo para traerme hasta aquí y consolarme con la amabilidad de tus palabras aún cuando no sabía que las necesitaba... Eres asombroso, jamás dudes de ello.

 

El cazademonios se queda absorto por un instante antes de sonreírle al más joven y volver a apoyar su cabeza sobre su hombro izquierdo. 

 

¿Por qué me tratas tan bien…? — susurra esperando que Kazuha no lo oyera pero este  lo hace—. Sólo soy un costal de problemas...

 

Sin embargo, antes de que Kazuha pudiera responderle algo más, Tomo se libera cuidadosamente de sus manos y cae de espaldas al pasto, aún con las mejillas sonrosadas. 

 

—Sabes, yo tampoco me desperté un día y decidí que sería buena idea tener un trabajo mal remunerado limpiando los restos de esa gran serpiente.

 

El rubio suelta una pequeña risita ante su propia frase, que es acompañada por un resoplido ligero del ronin que solo mostraba diversión. Él lo observaba reposando en la hierba. 

 

—Sólo que... —prosigue esta vez con un tono más serio—. Ya sabes, supongo que esto es lo que hubiera hecho el resto de mi familia... si ellos aún estuvieran aquí...

 

Ahora Kazuha es quien observa de forma atenta a Tomo, pendiente de cualquier cambio de ánimo repentino y el peso que tenían sus palabras para su propio corazón. 

 

—No me malentiendas, no es como si no me gustara estar en esta isla. Yashiori es mi hogar natal, al igual que toda Inazuma, lo aprecio profundamente —aclara el cazademonios dirigiendo una mirada inmediata a su acompañante que aún yacía sentado a lado de él—... Y tampoco es como si solo protegiera a las personas de la aldea porque es mi deber. Independiente de un título, siempre quise ser de utilidad para ellos; formar parte de la comunidad a la que mi familia una vez sirvió con tanta dedicación y alcanzar las expectativas que tenían en mí como parte de los Kitain, pero...

 

El cielo despejado sobre sus cabezas, el clamor de la naturaleza, el aire fresco que ondeaba la hierba a su alrededor. Todo lo que rodeaba a Tomo lo hacía ver hermoso, en paz, sin embargo toma una respiración cargada de pesadez, cerrando sus ojos para evitar la intensa luminosidad del sol. 

 

—Es agotador —pronuncia el rubio—. Es demasiado agotador tener que correr todo el tiempo. Y aún así, siempre estoy avanzando a esa velocidad por que se que es lo que se espera de un descendiente del gran Lord... es lo que ellos seguramente hubieran querido que haga... No lo sé...

 

Vuelve el silencio, el murmullo sutil del viento golpeando los huesos de la gran serpiente; el sol descendiendo un poco más... Kazuha sigue sin decir una palabra y Tomo ya siquiera se atreve a darle una mirada. 

 

—Lo siento, debe ser bastante extraño escuchar a un desconocido quejándose de esta forma. Pfft . Qué vergüenza. —el cazademonios intenta aligerar sus palabras con un pequeña risita.

 

No lo es. 

 

Kazuha interrumpe a Tomo ganándose su atención. Al rubio le resultaba bonita la manera en la que los cabellos albinos del samurái eran revueltos por el viento mientras le sus labios se adornaban con una sonrisa tranquilizadora. 

 

—Sea cuales sean las circunstancias por las que hayas acabado custodiando este lugar, no quita ningún crédito a todo el esfuerzo que haz empleado para ser la persona increíble que eres en este momento. 

 

Él contempla el relajante paisaje de enfrente una vez más. Todo en la isla le parecía maravilloso, cada pequeña flor, cada gran árbol antiguo. 

 

—Puede que no haya llegado a tener el honor de conocer a tu familia, pero por lo que me has contado... —el joven Kaedehara voltea a ver a Tomo a los ojos otra vez, las pupilas violetas de su contrario resplandecía expectantes a sus palabras—. Sé que estarían muy orgullosos de ti, del hábil guerrero que los ha sucedido. Nadie puede reprocharte nada, así que no tienes de que sentirte avergonzado . Tú lo vales todo, incluso mucho más... 

 

Tomo aún no ha logrado salir de su pequeño trance nervioso cuando siente que Kazuha se acuesta junto a él en la cama de hierba, sus ojos escarlata tan calmados aún mirándolo de forma tan afectiva que hacían que su corazón fuera incluso más rápido que antes.

 

—Tienes  completamente merecido portar el nombre de tu familia con orgullo y vivir la vida que quieres vivir... haz trabajado tan duro para ello, yo no podría. Posees todo lo que yo carezco, creo que por esa razón me resultas tan entrañable... Me gusta eso, esta sensación. —Kazuha pone un tono juguetón en esa parte, ninguna malicia en sus palabras, solo una profunda admiración que cala todos los sentidos de Tomo y lo relaja con su melodiosa voz. 

 

Y así, viendo al samurái tan sereno sobre el pasto a su lado, Tomo sonríe profundamente mientras su corazón palpitante le pide tiempo para tranquilizarse. Con una gran bocanada de aire conteniéndose en su pecho, le dice a su contrario: 

 

—Creo que me esta empezando a dar algo de envidia.

 

Los vistosos ojos de Kazuha reflejan una leve confusión por un instante pero todo eso desaparece cuando Tomo sigue hablando.

 

—Tus palabras son refrescantes como una sutil brisa, parece que fueras capaz de calmar tormentas. Siempre estas acompañado por el viento, libre, siendo uno con la naturaleza... —ahora, la mirada del cazademonios ha vuelto al precioso cielo, que se empezaba a decorarse con otros tonos aparte del sutil azul claro. Alza su mano derecha intentando atrapar algo allá arriba, sus dedos tratan de ir lo mas arriba que pueden; las cuentas de su pulsera se agitan por el movimiento—. Desearía también hacer lo mismo... contemplar todo lo que haz admirado durante tu viaje para así poder comprender mejor tu visión de este mundo, tu visión sobre las criaturas que caminan sobre él y tu visión sobre mí... 

 

La mano que Tomo tenía levantada en el aire, se cierra lentamente y su mirada refleja una profunda añoranza mientras pronuncia:

 

—Me gustaría volver a sentir eso... la sensación de casi tocar las nubes...

 

Kazuha se queda viendo a Tomo por un breve instante, absorto en los pensamientos que el cazademonios le había compartido. Oculta su mirada bajo sus mechones platinados para después decir: 

 

Entonces, ven conmigo.

 

El rubio reacciona de manera inmediata a esa oración pronunciada de forma sutil. Baja un poco su mano por instinto y se gira para ver a Kazuha, quien ya no estaba recostado sobre la hierba a su lado.

 

¿Eh?

 

Tan rápido y ligero como el viento, Kazuha se había recostado sobre su brazo izquierdo, elevando su torso por encima de Tomo e inclinándose muy cerca de él. Su otra mano casi rozaba los cabellos dorados del chico.

 

Ven conmigo — vuelve a repetir sin ninguna pena o reserva, aunque con el corazón palpitando fuertemente—. Observemos juntos todos aquéllos parajes que no has tenido la oportunidad de ver, viajemos a lugares en los que jamás hubieras imaginado dar un paso... una vez más su mano acaricia el suave cabello del rubio, las mejillas de éste se ponían de un color rojo más profundo cada que se acercaba a su rostro—. Embárcate en este viaje conmigo; permite que yo te acompañe…

 

El anhelo en el pecho del cazademonios se hace más intenso a medida que los apacibles ojos del samurái errante atraviesan todas sus reservas. Sus finos mechones más pulcros que la plata caían agraciadamente por los costados, enmarcando su bello rostro. Hermoso, era un delito no admitir que el chico le parecía hermoso. Todo lo que decía era deleitante para su mente revuelta. Sin meditarlo mucho, su propia mano derecha ya estaba acomodando detrás de la oreja de Kazuha uno de sus sedosos mechones.

 

—En este preciso instante.. . no hay nada que me gustaría hacer más que eso.

 

Con la voz más suave que ha podido escuchar en lo que lleva de su vida, Kazuha obtiene una respuesta que termina haciendo que su corazón se acelere severamente. El tierno tacto de Tomo contra su piel no ayudaba a que aquella emoción se apaciguara en lo absoluto. Ya no podía escuchar el silbido de la brisa o el crujir de los árboles, toda su concentración estaba en el fascinante chico que tenía tan cerca de él.

 

Pero...

 

Más sin embargo, la misma concentración le permite darse cuenta cuando ese destello de culpabilidad vuelve a atormentar la preciosa expresión de Tomo, y lo corrobora en el momento en el que este aparta su mirada de él y baja su mano con pesar de donde estaba disfrutando aquel toque. 

 

—No sé... si deba permitirme tal cosa... No sé si ellos... Yo... el rubio suspira mientras gira su cabeza hacia el lado izquierdo, contrario a los bonitos ojos de Kazuha, que eran capaz de leerlo muy bien—. Lo siento... es sólo que... ¿De verdad alguien como yo puede darse el lujo de seguir lo que su corazón desea?

 

El peso que había decido llevar, aquella carga de esperanzas y expectativas ahora se sentían más agobiantes que nunca para Tomo. De verdad quería ir con Kazuha, pero dejar a la gente del pueblo y sus deberes en santuario, ¿eso es lo que los que solían ser suyos llamarían como lo correcto?  ¿Por qué le costaba tanto decidir?

 

Todos los pensamientos intrusivos que se colaban por la mente de Tomo son dispersados en el momento en el que las delicadas yemas de los dedos de Kazuha roza su mejilla pidiéndole silenciosamente que voltee su mirada hacia él. Y así lo hace. 

 

Sólo que en el momento en el que levanta su mirada hacia el samurái, en lugar de encontrarse con la misma mirada calmada o una furiosa, Kazuha hace que sus frentes se choquen en un golpe no lo suficientemente fuerte como para lastimar a alguno de los dos pero si para que Tomo se desubicara tanto que olvidara sus preocupaciones anteriores.

 

Auch… ¡Hey! ¿Por qué fue eso? —enuncia  del cazademonios con una voz entre sorpresa y preocupación. Sigue los movimientos de Kazuha cuando este deja de estar recostado en la hierba y se pone de pie; Tomo se queda aún sentado y en completa confusión —. ¿¿Dije algo que te hizo molestar?? Oh mierda, de verdad yo lo sien...

 

—Puedes. Puedes hacerlo, confío en ti. —lo interrumpe el albino que ya estaba sacudiéndose el polvo de sus pantalones cortos—. Y es por eso que quiero que me prometas algo...

 

Tomo no pierde a ningún movimiento de Kazuha, necesitaba escucharlo, quería saber cuál era el juicio que saldría de sus labios. Decir que estaba nervioso es poco. Entonces, el samurái errante se voltea otra vez hacia él, inclinándose y ofreciendo su dedo meñique como un símbolo del pacto esperando a ser sellado mientras le dice:

 

—La próxima vez que nos encontremos, prométeme que tendrás la seguridad de querer emprender ese viaje... y me dejarás acompañarte en el.

 

El cazademonios se queda un poco anonadado por los sucesos que acaban de ocurrir. Pensaba que el joven Kaedehara simplemente iba a dejarlo ahí después de haberlo rechazado, pero ¿estaba dispuesto a esperar a que él ordenará todo el desastre en su mente?

 

—¿Por el meñique? Eso tiene bastante peso para aquellos que empuñamos espadas. 

 

—Estoy dispuesto a arriesgar mi destreza con las armas con tal de asegurar este trato. 

 

Una pequeña risita escapa de los labios de Tomo. El que incumpliera esa promesa sería despojado de su valioso dedo según la tradición, aunque bueno, eso había cambiado hace años, pero el valor de las promesas juradas por el meñique seguían siendo un símbolo fuerte. Vaya que el chico era bastante audaz cuando se lo proponía, pero a Tomo no le importaba eso, estaría feliz de poner en el fuego su mano si así pudiera tener la certeza de verlo de nuevo. Aunque...

 

—...¿Y si demoramos demasiado en volver a encontrarnos? —pregunta con reparo el rubio cenizo.

 

—No hay problema, soy muy paciente. Tenemos toda la vida —responde tranquilamente el samurái errante—. Tarde o temprano nuestros caminos volverán a cruzarse, de eso no tengo duda alguna.

 

Tomo sonríe ante la actitud tan decidida de su contrario y este le corresponde con una igual. Después de inhalar profundamente, acerca su propio dedo meñique hasta la mano que Kazuha había extendido para él. 

 

—¿Prometes que no lo olvidarás?—vuelve a cuestionar el chico más grande.

 

Jamás podría olvidarte.

 

De esa forma, ambos cierran el pequeño pacto entrelazando los meñiques; reposando bajo un cielo cálido, y con corazones rebosantes de deseos sinceros. 

 

Chapter 10: Una manera de decir adiós

Summary:

 


—Entonces... ¿Qué es lo que realmente quieres hacer?... Tomo

 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Todo se encontraba en orden en la aldea. Los hombres encerraron con éxito a todos los agentes fatui en el sótano de la casa del jefe Washizu y él ya parecía estar mucho mejor con su herida vendada y una sonrisa en el rostro al ver que los criminales no habían quedado impunes. La tarde ya había llegado apenas tiñendo el cielo con un poco naranja mientras los cuervos cantaban alegremente.

 

—Y ahí va otro pacífico día, eh...—dice Washizu para nadie en especial, él sigue muy contento.

 

Con la mirada busca al resto de personas que al parecer se habían reunido al frente de su casa, para despedir a alguien. 

 

—Aaahh, lo malo de los encuentros fortuitos son las despedidas rápidas... —suspira el viejo Wada, Kazuha está frente a él con una pequeña bolsita llena de frutas y comida que los aldeanos le habían cedido y una dulce sonrisa—. Mmm, no, ya estoy muy viejo para esto. Ya nos veremos las caras de nuevo, joven Kaedehara. 

 

Con esa última frase el anciano se da la vuelta para caminar a la cabaña y desaparece en su interior, dejando a Kazuha solo con las demás personas. Entre ellos Gin y Torajirou se acercan a él para abrazarlo sorpresivamente. 

 

—Muchas gracias, lord Kaedehara —dice el mayor de los dos pequeños—. Nunca olvidaremos lo mucho que ha ayudado a este pueblo. 

 

—¡Sip! —enuncia con emoción Gin—. No entiendo muy bien por qué todos se ponen nostálgicos pero..., chico que parece espíritu, ¡le estamos agradecidos!

 

Kazuha se ríe ante la inocente muestra de cariño y les da unas palmaditas en la cabeza a ambos, tal y como el joven onmyouji solía hacer con ellos.  

 

—Para mi ha sido un honor el haber sido de ayuda. No necesitan ser tan corteses.

 

—Y lo dice la cortesía en persona —se burla la doctora Naoko quien apenas salía de la casa de Washizu—. Tal vez debería empezar a llamarte "Lord Kaedehara" también.  

 

El ronin se ríe levemente y los dos niños que lo estaban abrazando se van a jugar con el resto del grupo. 

 

—Por favor, ya no soy ningún lord así que...

 

—Deja de molestarlo, doctora —Tomo sale también de la cabaña; su brazo izquierdo reposa en la abertura de su yukata mientras que su inmenso haori rojo apenas estaba ligeramente acomodado sobre sus hombros—. Él no es otro yo al que puedes tocarle los nervios. Al menos no mi presencia.

 

—Silencio, paciente problemático. —lo regaña la mujer con un tono fuerte cruzando los brazos sobre su pecho—. Desapareces unos minutos de mi vista y vuelves a abrirte la maldita herida. ¡Muestra un poco de vergüenza! ¡Vas a acabarte las vendas!

 

En vez de sentirse cohibidos ambos chicos se ríen de lo que ella acaba de decir. Naoko se extraña al notar que no está siendo tomada con seriedad, pero cuando se da cuenta de las expresiones tan animadas y despreocupadas de los dos, ella solo sonríe. 

 

Bueno, lo dejaré pasar esta vez... —la doctora relaja su postura seria  y avanza un poco más hacia el albino—. Entonces… ¿de verdad planeas partir ahora?

 

A pesar de que la enunciación lo toma un poco por sorpresa en su momento de distracción, Kazuha se serena inmediatamente y ofrece una sonrisa a la mujer. 

 

—Sí —Pronuncia con una voz decidida y luego procede a inclinar su cabeza hacia su dirección—. Muchas gracias por todo, jamás olvidare la amabilidad que me ha brindado. Estoy en deuda con usted. 

 

—Estás exagerando. —resopla en respuesta. 

 

Cuando Kazuha está apunto de levantar su cabeza de nuevo, siente el peso de una mano delicada revolviendo el cabello y cuando alza la mirada ve a Naoko con una sonrisa de lado. 

 

—Cuida de tu salud —mientras una de sus manos continúa alborotando el cabello del albino, usa el pulgar de la otra para señalar a Tomo—, no creo que quieras terminar igual que este grandullón.

 

—Hey... —se queja el rubio.

 

Ahh... Después de todo, creo que si voy a extrañar tu presencia aquí, ¿ahora quién va a cuidar de ese terco en tu ausencia?

 

—No hables como si no pudiera escucharte, estoy literalmente a dos pasos de ti. 

 

Todos terminan riendo; Naoko deja el cabello de Kazuha y se voltea despidiéndose definitivamente. 

 

—Espero verte pronto otra vez, Kazuha. Hasta que ese día llegue.

 

El joven samurái sonríe de nuevo y vuelve a hacer una pequeña reverencia con la cabeza. 

 

—Yo también espero lo mismo, doctora Naoko. Hasta entonces.

 

Mientras Naoko regresa a de donde había salido y los aldeanos vuelven a hacer sus respectivas labores luego de despedirse brevemente del muchacho, Tomo permanece extrañamente callado, observando al más joven.

 

«Esta bien, esto es lo correcto...Él tiene que partir... y además nos volveremos a ver algún día… Sí, así todo debería estar bien...»

«Entonces ¿por qué...»

 

—¿Sucede algo? ¿No te sientes muy bien?

 

No es hasta que Kazuha voltea un poco hacia él que por fin regresa a la realidad dejando sus pensamientos.

 

—No es nada, solo me distraje recordando algo  —Tomo le ofrece una media sonrisa para intentar convencerlo, aunque el samurái aún parece dudar—. ¿Te gustaría que te escolte hasta afuera? Digo.... para poder pasar un poco más de tiempo juntos... y en privado…

 

El rubio mira de reojo hacia la ventana de la cabaña donde habían regresado la doctora Naoko y el anciano Wada, quienes justos ahora estaban viéndolos de una manera no muy sigilosa por la misma. Cuando ambos sienten la mirada de Tomo sobre ellos, se voltean para disimular. 

 

Kazuha ya había notado sus presencias allí desde antes, al igual que los ojos curiosos de algunos moradores, madres y niños de la aldea; así que solo vuelve a sonreír cubriendo su boca para evitar una carcajada. 

 

—Sería un placer tener unos minutos más de tu compañía... —afirma el albino con una expresión sumamente cálida que podría competir con el sol que pretendía desaparecer en el horizonte en pocas horas—. Acepto gustoso, joven Tomoya. 

 

Tomo se sobresalta un poco al escuchar el nombre un poco ajeno a su costumbre pero al final solo resopla una risa y avanza unos pasos adelantándose a las afueras de la aldea. 

 

—Sigues siendo demasiado formal. Puedes llamarme solo "Tomo", ya te lo dije antes... —dice el rubio cenizo sin ningún tipo de malicia o reprimenda, mucho más relajado que la primera vez que se lo sugirió. 

 

Kazuha no tarda en hacer lo mismo y seguirle el paso colocándose sin esfuerzo alguno a su lado izquierdo.

 

—Tal vez la próxima vez que nos veamos... pueda acostumbrarme a llamarte así...

 

Las ramas del gran arce del centro de la villa Higi vuelven a agitarse con el viento en el momento en que ambos pasan por debajo de este. Aunque sus hojas no sean de color rojizo, aflicción que produce ver como caen al suelo polvoso, hace añorar la primavera... aunque ya nos encontremos en ella. 



──────⊹⊱✫⊰⊹──────



Muy extrañamente otra vez, ambos permanecieron callados la mayor parte del tramo. Kazuha apenas podía concentrarse en los juegos que realizaban los niños pequeños que corrían cerca del camino, por que su mente también estaba ocupada en otro asunto. 

 

¿De verdad quería irse? 

 

Casi al llegar al puente de madera que indicaba el sendero hacia la playa, el joven samurái se da cuenta que los pasos de Tomo se detienen, y él voltea para encontrarse con aquellos ojos púrpura en una confusión igual de fuerte que la él, o eso asume. 

 

—Supongo que es aquí cuando nos decimos "adiós" ¿no?... Si sigo a tu lado, me darán más ganas de irme contigo —Tomo intenta bromear, sin éxito alguno, su mirada no podía traicionar lo que sentía en realidad —. Ugh. .. Lo siento, soy muy malo con las despedidas también…

 

Kazuha deja su preocupación por un segundo y sonríe. 

 

—No pasa nada. Entiendo perfectamente lo que quieres decir…

 

Tomo se relaja un poco más y también sonríe un momento, pero su cara vuelve reflejar un atisbo de vacilación cuando pregunta:

 

—¿En serio no hay posibilidad de que te quedaras al menos unos días más por aquí...? 

 

«Ah, mierda. ¿Por qué estoy preguntándole eso? —se recrimina en el interior de su mente el más grande cuando se da cuenta de las palabras que han salido de su boca—. Seré idiota, esa es su decisión no debo intervenir...»

 

Como ve arrepentimiento en su mirada Kazuha responde lo más calmado y decidido posible para no generar más inquietud en el corazón de su contrario.

 

—Si paso más tiempo contigo, me temo que sólo haría más complicado el decirnos adiós... —la dulce mirada de Kazuha le transmitía una paz inmensa al cazademonios, sin olvidar que sus palabras habían logrado hacer que un intenso rubor se pintara en sus mejillas—. Aunque esto es sólo temporal claro, aún tenemos nuestra promesa, ¿recuerdas?

 

Kazuha levanta un poco el meñique de su mano derecha, acto que hace resoplar una risita al rubio. 

 

Sí... Cómo olvidarla...

 

Luego de compartir una sonrisa de complicidad el silencio vuelve a reinar entre ellos. Tan sólo el sonido del viento chocando en los frondosos pastos del suelo y el reír de los niños a la distancia era lo que llenaba los oídos de Kazuha. 

 

No se sentía incómodo en absoluto, pero era extraño... Aún tenían tantas cosas que decir y sin embargo, ninguna palabra era suficiente. 

 

Al ver que no hay ningún avance en la conversación Kazuha respira profundamente para prepararse a pronunciar las palabras que llevaba ensayando en secreto en su cabeza, cuando debía recordar su inevitable partida. 

 

Entonces... —exhala el joven samurái, ganándose la atención de su contrario—. Esta es una breve despedida... 

 

Tomo hace exactamente lo mismo para calmar el deseo ansioso que tenía atravesado en la garganta y se esfuerza por sonreírle de esa forma tan apacible otra vez de aquella manera que solo él lograba hacerlo. 

 

—Espero que una muy breve —bromea el cazademonios; no quería estar melancólico mientras despedía a alguien que apreciaba demasiado, a pesar del poco tiempo que pasaron juntos, esto era parte de la vida—. Ya lo veré después, lord Kaedehara. 

 

Tomo ofrece su mano para que Kazuha la estreche. El tono burlón empleado al final de su discurso hace reír al más pequeño quien responde así mismo. 

 

—Y usted cuide su salud hasta entonces, joven Prefecto. —dice mientras sus plateados cabellos son alborotados por la brisa a la vez que acepta su mano para agitarla suavemente de forma cordial. 

 

Kazuha suelta poco a poco la mano de Tomo para poder caminar hacia el puente y continuar su camino a la playa Nazuchi. 

 

Ambos se miran por un largo rato, los preciosos ojos amatistas de Tomo reflejaban el vivo anhelo de su corazón más sin embargo, no intenta detenerlo. No es hasta que Kazuha rompe el contacto visual para seguir su camino hacia la playa y cuando sus manos terminan de separarse que Tomo reacciona enunciando con fuerza hacia él: 

 

¡Espera!

 

Y  agarrar otra vez la mano de Kazuha firmemente logrando que abra sus ojos de golpe. Antes de poder dirigir su mirada a Tomo, el joven ronin se da cuenta de que este ya había acortado la distancia entre ambos, atrayéndolo hacía su pecho en un fuerte y tierno abrazo.

 

Kazuha se sentía como si hubiera sido abrazado por el sutil sol del amanecer, aquel que no te ciega con su incandescencia si no que te despierta con caricias en las mejillas. Mientras los brazos de Tomo rodean su cintura y hombros, el albino no encuentra más respuesta que acariciar con sus pequeñas manos la ancha espalda de su contrario. 

 

«Tan cálido... tan bueno» piensa al disfrutar de la confortable cercanía a la vez que sus ojos eran consumidos por la ternura causando que se cierren poco a poco. Había algo dentro de él que le pedía nunca soltar aquella sensación.

 

Pero justo cuando estaba apunto de acurrucarse más para disfrutar del calor de Tomo, algo golpea levemente la parte de atrás de su cabeza, generado al mismo tiempo un bonito tintineo metálico ondulante que juraría haber escuchado antes en medio de la ciudad de Inazuma.

 

¿Eso fue...? —cuestiona el más joven llevando su mano derecha a donde había recibido el golpecito. Sus brazos se separan de su agarre en Tomo solo un poco. 

 

—Un hechizo protector —responde el cazademonios mientras se aleja un poco del chico balanceado su shakujō recién transformado. El bastón vuelve a hacer su familiar tintineo—. Para que seas resguardado de cualquier mal que se cruce en tu viaje.

 

Kazuha no se había percatado del momento en el que Tomo agarró su arma, tenía la guardia muy abajo cuando se encontraba a su alrededor sin darse cuenta, pero no le da mucha importancia a ese hecho por más tiempo y sonríe sin reservas.

 

—Eso muy considerado de tu parte... Muchas gracias...

 

—Nah, no lo menciones dice Tomo sonriendo—. Es lo único que se me ocurre hacer ya que... ya sabes... —pero su expresión vuelve vacilar un poco con desconsuelo y hace hacía abajo su mirada—, ya que no voy a poder protegerte directamente…

 

Al darse cuenta de que seguía un poco decaído, Kazuha pone una de sus manos la cabeza de Tomo para acariciar un poco su hermosa melena rubia; con lo que también termina recuperando la atención del chico quien dirige inmediatamente sus ojos a los de él.

 

—No te preocupes. Eso es más que suficiente — dice el chico mientras sonríe de una manera tan encantadora que hace que las mejillas de Tomo se enciendan—. Es una suerte tener un conocido experto en la materia. Gracias, otra vez. 

 

El cazademonios relajar sus facciones al tacto de Kazuha; la mano que seguía ociosamente posada en la espalda baja del chico más bajo repite las mismas sutiles caricias que este le estaba haciendo a su cabello, y sin resistirse mucho tiempo, Tomo cierra los ojos mientras posa tiernamente su frente en la del samurái.

 

Cuando quieras... no hay por qué agradecer...

 

Estando así de cerca, Kazuha era capaz de escuchar de forma clara el latir del corazón de Tomo al mismo tiempo que el suyo propio. La forma irregular de su respiración pero sus preciosos ojos en un pacífico reposo. 

 

Sus mejillas se sonrojan al ser consciente de lo mucho que disfrutaba de estar junto a Tomo de esa forma y cada que recordaba que tarde o temprano debía separarse de él, su corazón tambaleaba dolorosamente. 

 

«¿Es normal estar tan agitado por una simple despedida?»

 

Poco a poco, Tomo se va apartando de su abrazo y remueve sus manos del cuerpo de Kazuha mientras aquella pregunta sigue revolviendo la mente de joven samurái. 

 

—Creo que ya te retuve demasiado tiempo... —el rubio vuelve a abrir sus ojos de nuevo, reflejando aún aquel profundo anhelo—. Nos encontraremos otra vez…

 

Con el pesar aún presente en su pecho, Kazuha hace lo mismo y aparta sus manos de Tomo alejándose cada vez más de él.

 

Sí, sin duda alguna intenta decir con una pequeña sonrisa—. Hasta siempre... amigo mío.

 

Los dos al fin se separan lo suficiente como para evitar un nuevo contacto; comparten una última mirada esperando que tal vez a alguien se le ocurra otra excusa para poder seguir ahí junto al otro, pero no sucede. En vez de eso, Kazuha avanza hacía el puente apartando sus ojos de los de Tomo, pero a mitad de este se voltea. 

 

Tomo yacía en el mismo lugar, solo su mano moviéndose de un lado al otro diciéndole adiós y una media sonrisa que se había esforzado en colocar en su rostro. 

 

Kazuha corresponde la amabilidad a pesar de que sentía una profunda aflicción por tener que alejarse de él. Sonríe un poco y antes de que el arrepentimiento se cole más en sus sentidos, solo continua con su camino sin detenerse nuevamente. 

 

Mientras ambos corazones latían en desconsuelo, el misterioso samurái errante sigue avanzando camino hacia la playa, y el cazador de demonios se queda viendo como su silueta desaparece en el horizonte. 



──────⊹⊱✫⊰⊹──────



Gin y los demás continuaban aún corriendo de un lado al otro intentando atraparse a modo de juego, pero el primero se detiene de golpe al ver a Tomo acercarse por el camino principal a la aldea. Uno de los pequeños que lo estaba persiguiendo se estrella contra él haciéndolo perder un poco el equilibrio. Torajirou, se acerca a ellos para evitar que se peleen. 

 

—¡No te detengas así, Gin! —se queja el chiquillo que se había golpeado contra él, sobándose su nariz magullada. 

 

—¡No es mi culpa! ¡Ibas muy rápido!

 

Tomo pasa por un lado de ellos como si no los hubiera visto o escuchado, sus ojos estaban siendo ocultados por sus largos mechones de cabello rubio. 

 

Los demás niños también llegan cerca de donde estaban e intentan hablar con Tomo. 

 

—¡Señor onmyouji! ¿Ya regresó tan pronto? —pregunta inocentemente otro de lo niños el cual logra captar la atención del perdido Tomo. 

 

—Ah... sí, sólo fui a acompañar a alguien hasta afuera... 

 

Su voz se escuchaba demasiado desanimada para ser él, incluso los más pequeños en su inocencia lograban captar que algo malo le ocurría. 

 

—¿Se encuentra bien, joven Prefecto? —cuestiona con preocupación Torajirou. 

 

—Joven Onmyouji, ¿dónde está aquel chico bonito? —también pregunta una niña sin ningún afán de ofender. 

 

—¿Eh? —balbucea el cazademonios aún sin energías pero con un tono extrañado. 

 

—¡Ya sabe! ¡El chico de cabello color nieve que parecía un espíritu del bosque!

 

—Hey, no seas irrespetuosa. —regaña Torajirou. 

 

—¡Es cierto! —enuncia Gin—. ¡Su nombre es K-A-Z-U-H-A! ¡Más vale que lo recuerdes muy bien!

 

—Tú eres el menos indicado para decir eso, Gin. —responde su hermano en voz baja.

 

Ah... Se refieren a él...

 

Tomo parecía perdido en sus propios pensamientos, ni siquiera se ríe o regaña a los niños por la forma en la que habían llamado al joven samurái, si no que al contrario, solo resopla aún con desánimo e intentando poner una media sonrisa y palmea la cabeza de la niña pequeña. 

 

Lo lamento ... El chico bonito tuvo que continuar con su viaje, él se acaba de ir...

 

—¡¿Ehhh?! —se quejan todos los pequeños al unísono haciendo pucheros. 

 

—¿Y sabe cuando va regresar, joven onmyouji?—pregunta Gin de manera expectante mientras agarra la mano de Tomo para que le dé unas palmaditas a él. 

 

El cazademonios se queda en blanco ante la interrogante. 

 

«Es verdad...»

 

Sus ojos púrpuras se abren con inquietud y de repente su mente recuerda muy vívidamente la forma en la que aquel chico tomaba su mano y le sonreía de esa manera tan encantadora que lograba hacer que su corazón temblara.

 

«¿Cuando... podré verlo de nuevo?»

 

No había pensado mucho en ese pequeño detalle. Incluso cuando Kazuha dijo que esperaría, Tomo no siempre estaba en Yashiori; podrían cruzarse muchas veces y jamás volverse a encontrar, y la sola idea lo asustaba demasiado. 

 

¿Pasaría en unos meses? ¿Años? ¿Décadas? 

 

Odiaba esa incertidumbre .

 

Por un segundo, parece que Tomo está apunto de decir algo sumamente importante, pero las palabras mueren en su boca y sus labios se cierran de nuevo. 

 

Era inútil ahora pensar en eso, además él había decidido no ir con Kazuha; si no volvían a verse nunca solo sería su culpa por haber dudado. Había desaprovechado la oportunidad de estar a su lado y eso era todo. Tendría que cargar con eso por siempre o por lo menos hasta que se volvieran a ver...

 

«Pero... ¿Cuándo nos volveremos a ver?»

 

—Yo…

 

«¿Realmente podré volverlo a ver?»

 

Tomo se aparta de los niños un poco bajando su cabeza hacia él suelo. Su semblante lucía aún más decaído que antes. 

 

Lo siento... No lo sé…

 

Con esas palabras el cazademonios se aleja del grupo de chiquillos para ir hacía el otro extremo de la aldea, dejándolos con unas caras muy confundidas. 

 

—El señor onmyouji... me pregunto si le pasará algo malo... —dice uno de los niños también contagiado por el poco ánimo de Tomo.

 

—Bueno... supongo que es porque el joven Kaedehara se ha convertido en alguien muy preciado para él... —sugiere Torajirou al grupo—. Es natural que esté así.

 

—¿A qué te refieres, Torajirou? —pregunta Gin aún algo preocupado por la actitud del joven onmyouji.

 

Torajirou posa su mano en su barbilla pensando en alguna manera sencilla de explicárselo a los más pequeños. 

 

—Por ejemplo... Imagina que alguien viniera a llevarme lejos de este lugar. ¿Cómo te sentirías si pasara eso, Gin? 

 

—¡JAMÁS DEJARÍA QUE ESO PASE! —Gin se apresura a abrazarla a su hermano de forma precipitada; las lágrimas ya amenazaban por salir de sus ojos—. ¡No quiero que nadie te separe de mi lado! ¡Eres mi hermano! ¡No quiero ni pensarlo! 

 

Torajirou se impacta un poco por la reacción del menor pero al poco tiempo sonríe y le da unas palmaditas en la cabeza. 

 

—Eso, algo parecido debe estar sucediendo con el joven Prefecto. Algo como la tristeza que sentiste tú justo ahora —el más grande intenta elevar a su pequeño hermano en sus brazos—. ¡Después de todo! Se nota que él quiere mucho al joven Kaedehara.

 

—¿Entonces son iguales a nosotros dos?

 

El chico piensa un poco en qué decir otra vez, sus ojos buscan aún la silueta de Tomo quien lucía totalmente desanimado hasta en su forma de caminar. 

 

Mmmm... Yo diría que es un poco diferente . Pero esas son cosas de adultos que comprenderán cuando sean mayores. —pronuncia orgulloso.

 

—¿¿Eeeeehh??—y los demás se quejan exasperadamente en forma de coro. 

 

Mientras los chiquillos seguían molestando a Torajirou para que les de una explicación más entendible, Tomo ya había avanzado lo suficiente para no lograr escuchar nada de lo que decían, aunque con lo distraído que estaba de todas formas no hubiera podido lograr escucharlos. 

 

Unos cuantos pasos más y llega muy cerca de la cabaña del señor Washizu; justamente Naoko había salido a colgar afuera unas telas lavadas que había usando para curar las heridas de él y el jefe de la aldea. Cuando se percata que Tomo venía hacia su dirección con un humor poco particular, bromea. 

 

—Hey, ¿Qué te pasa con esa cara? Parece como si te hubieran arrebatado a tu alma gemela o algo así. Te ves terrible. 

 

La doctora esperaba alguna expresión avergonzada del más joven o incluso algún grito acusatorio sumado a su cara roja, pero para su sorpresa nada de eso sucede. Tomo alza un poco su mirada hacia ella y tras procesar un poco las palabras que había dicho, solo se limita a poner una pequeña sonrisa de lado que no tarda en desaparecer. 

 

Sí, supongo. — es lo que recibe como respuesta su comentario. 

 

Incluso siendo todo lo espartana que pareciera, Naoko se dio cuenta de inmediato que todo el asunto le había pegado muy fuerte al cazademonios. No era tan grave como la mirada con la que lo conoció, pero sus ojos lucían tan tristes que dolía. 

 

Pero antes de que ella pudiera decir algo, él entra a la cabaña sin dejarle ver más su cara decaída. 

 

«Soy tan patético.»

 

Tomo era consciente de que necesitaba reponerse pronto, solo sería un adiós temporal... él podía esperar... ¿pero porqué no aceptó en primer lugar si ahora se iba a estar arrepintiendo tanto? ¿Y qué hay si Kazuha consigue otro compañero mejor que él y nunca vuelve? No, no, él se lo prometió, lo prometieron... Fue una promesa... 

 

Igual que la promesa que él había...

 

—Es suficiente —dice Naoko, lo suficiente fuerte como para hacer que Tomo dirija su atención hacia ella y no a sus recuerdos—. Ya me cansé de verte por ahí como alma en pena. Toma esto y anda. 

 

Sin embargo antes de siquiera poder preguntarle a qué se refería, la mujer le lanza una bolsa mediana algo pesada. Justo en el momento en el que Tomo iba a preguntar lo que era, ella responde como si hubiera leído su mente.

 

—Medicina y suministros de primera necesidad. Es parte de todo lo que siempre traes a este lugar con tu dinero así que ni se te ocurra querer devolverlo —El cazador de demonios la mira extrañado pero Naoko solo continúa confundiéndolo aún más—. Será necesario si quieren viajar por un largo tiempo. 

 

—Espera... Creo que estoy un poco perdido —Tomo intenta usar toda su concentración para encontrar una respuesta a todo—. No entiendo lo que está pasando aquí... 

 

—Yo creo que usted está bastante perdido, joven Kitain... Y en estas ocasiones no es muy prudente dejar ir a un excelente guía de viaje.

 

El señor Wada sale de una de las habitaciones de la cabaña junto con el jefe Washizu siguiéndole el paso, este último tiene una bolsita pequeña con Moras en la mano. 

 

—Tome esto también —el hombre empuja a sus manos el saquito de dinero—. Estamos muy agradecidos por la generosidad que nos brinda al donar estas moras a la aldea, pero tenemos más que suficiente para nosotros por el momento. Sería un honor que les diera algún uso mayor en su viaje.

 

—¡Un segundo, un segundo! —repite el muchacho ahora sí completamente aturdido—. ¿A qué viaje se están refiriendo? No he dicho que vaya a ningún lugar, además acabo de llegar y aún tengo que...

 

—Tomo. 

 

La doctora Naoko capta la atención del nombrado con su voz. Lo mira fijamente con una pequeña sonrisa prendiendo de sus labios, complicidad y comprensión es lo que siente al verla cruzada de brazos de ese modo. 

 

¿Qué es lo que tú quieres hacer realmente?— pregunta en un tono lejos de ser el represivo de siempre. 

 

Y la mente del cazademonios se pierde en aquella pregunta como si hubiera desbloqueado de forma accidental, un recuerdo de aquellos días en lo que todo solía ser más sencillo para él...

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

—Oye, hermano Katsu... ¿Yo... puedo irme de este lugar?—pronuncia con desanimo un niño de ojos color amatista profundos y cabellos dorados como la arena de playa; había abrazado sus rodillas para hacerse un ovillo mientras reposaba sentado sobre pasto seco, frente al mismo paisaje que había sido mostrado al joven samurái; solo que en este recuerdo, las hojas de los arces estaban teñidas de bonitos tonos carmesí.

 

—¿Hmn? ¿Y cual es la razón por la que me haces esa pregunta, Tomo? —acota una tranquila voz masculina.

 

A su izquierda, el hombre que había hablando yacía sentado con las piernas cruzadas y en una postura erguida. Aún era bastante joven, el color de su cabello un poco más claro que el del pequeño Tomo, un tono semejante a la plata pero aún con rastros de rubio. El peculiar shakujo que ahora el cazademonios usaba en batalla, reposaba plácidamente en el hombro izquierdo de aquel sujeto. 

 

—Es que no sirvo para nada —le responde alzando la cabeza para poder verlo directo a los ojos, mostrando una enorme expresividad de las emociones que lo atravesaban en sus iris violetas—. No soy tan bueno en el uso de armas como los demás, y mis habilidades espirituales son casi nulas. ¡Soy un peso muerto!

 

Abriendo sus brazos, se tira sobre el pasto simulando ser un saco de piedras. A pesar de que intenta disimularlo bien, la tristeza aún se refleja en sus pupilas.

 

—Si me voy, quizás les ahorraría problemas a todos —continua solo que ahora aparta su cara hacia un lado para evitar que el hombre viera algún rastro de melancolía en él, debía sonar convincente—, así no tendrían que perder el tiempo en entrenar a alguien con tan poco talento como yo…

 

El mayor no dice nada a eso, había estado sosteniendo su mirada en Tomo todo ese tiempo y a diferencia de los de él, los ojos de este individuo eran de un tono miel oscuro, con unas sutiles ojeras asomándose por los costados. Por un momento, el sujeto posa su mirada en el amplio mar de enfrente.

 

—Dime Tomo, ¿no eres feliz?  —pregunta al fin, su tono no cambia en absoluto. 

 

—¿Feliz? 

 

—Mientras juegas con los chicos o cuando vamos de visita a la aldea y nos dan esa comida deliciosa... —agrega el hombre al notar la confusión en la voz del más bajo—. O en esas veces que vamos a pescar al río o tomamos siestas bajo las copas de los arces... ¿También te sientes fuera de lugar en esos momentos? 

 

Tomo lo piensa un  buen rato, hasta se sienta apropiadamente para ver si así puede analizar mejor lo que el hombre acaba de decir. 

 

—Pues... Si lo pones así... 

 

El chico sonríe de forma sutil con un pequeño resoplido. Parecía que le gustaba ver las expresiones de concentración del pequeño.

 

—Entonces... ¿Qué es lo que realmente quieres hacer?

 

Los labios de Tomo se entreabren un poco de sorpresa... ¿lo que quería?... esa era una pregunta bastante compleja para un niño de nueve años…

 

Sin embargo, con un poco de vergüenza infantil responde en un tono apenas audible.

 

Quiero quedarme... Quiero ser capaz de proteger a los que me hacen feliz... 

 

—Exacto. 

 

Tomo mira al hombre que ahora había puesto su mano derecha sobre su cabeza palmeándola suavemente. Los abalorios de la pulsera que tenía puesta resonaban un poco, perdiéndose con el sonido tintineante de los anillos del shakujo.

 

—El querer o no estar en algún lugar es una decisión que sólo tú puedes tomar, y eso va muy ligado a la felicidad que te proporcione el estar allí, lo demás no tiene importancia... —desarrolla mientras continúa despeinando levemente la rebelde melena del más  bajo—.Ya sean por las cosas que ves, por la amabilidad que recibes o por las personas que conozcas. A veces, esos lugares ni siquiera son espacios físicos…

 

La cara de Tomo ya se estaba volviendo aún más confusa con toda la explicación, sus ojos entrecerrados tan graciosamente hacen reír al hombre, risa que acaba en un leve ataque de tos.

 

—Lo que quiero decir es que... Eres libre, Tomo. Somos tu familia no unos carceleros, este lugar no es una prisión —apartándose un poco, espera a que el pequeño abra bien los ojos de nuevo para brindarle una mirada suave y comprensiva—. Siempre y cuando tú seas feliz…

 

"No dejes que ni siquiera el rayo cegador te prohíba realizar lo que tú quieres hacer realmente."

 

──────⊹⊱✫⊰⊹──────

 

El ensimismamiento de Tomo acaba y Naoko está en la misma posición, con aquella sonrisa nostálgica que el hombre de sus recuerdos también le solía entregar en los momentos de incertidumbre. 

 

—¿Y bien? —pronuncia ella. 

 

El rubio sólo se queda mirándola fijamente.

 

«Lo que realmente quiero hacer...»

 

—¿Joven prefecto? —lo cuestiona el jefe de la aldea de forma cuidadosa al notar que el muchacho aún seguía estático, sin decir nada. 

 

Lo que sucede después de eso pasa con rapidez,  Tomo agarra la bolsa de Moras que el jefe Washizu le estaba cediendo y se coloca de forma correcta su haroi con una velocidad nunca antes vista. También, con ayuda de un hechizo, hace desaparecer en las grandes mangas de su prenda los suministros que Naoko le había dado con anterioridad. 

 

—Tendrán que disculparme por esta decisión tan repentina —se apresura a decir una vez que ha tomado todas las cosas al mismo tiempo que empieza a andar hacia la puerta—. No se preocupen por nada, le haré llegar un mensaje a la Suma Sacerdotisa para que envíe a algunos onmyoujis a resguardar este lugar en mi ausencia. 

 

La doctora muestra una gran sonrisa de orgullo ante la actitud animada del cazador de demonios, y todos van a paso ligero detrás de él mientras sale de la casa.

 

—Si sucede algo por favor comuníquense con alguien de la Comisión Yashiro, ellos me lo harán saber de algún modo... confío en Ayato —susurra casi para sí mismo lo último—. Y si alguien de la comisión Tenryo pregunta por mí, díganle que me tomé unas vacaciones; ya hablaré también con el comisionado Kamisato sobre eso y... 

 

—Tomo. —vuelve a reprenderlo la doctora con una ceja alzada haciendo una mueca de incredulidad.

 

Tomo ni siquiera se había dado cuenta que ya estaban afuera de la cabaña por estar perdido en dar tantas indicaciones. 

 

—Verdad... será mejor que me ponga en marcha si quiero alcanzarlo. 

 

Dándole la razón con un leve asentimiento, Tomo se dispone a salir corriendo tras el joven samurái. Pero antes de continuar se detiene y mira hacia atrás. 

 

Algunos aldeanos, al igual que los chiquillos que estaban jugando cerca de la entrada, ahora se encontraban mirando a su dirección mientras lo despedían sin ningún tipo de pesar.

 

—¡Diviértase en su viaje, joven onmyouji! —dice Gin con una enorme sonrisa. 

 

El jefe Washizu hacía lo mismo que su gente y Naoko estaba típicamente con sus brazos cruzados sobre el pecho pero con una alegría notable. 

 

Tomo los mira a todos por unos segundos antes de sonreír de la misma manera e imitando algo que había aprendido de aquel chico de cabellos platinados, inclina levemente su torso hacía ellos y pronuncia:

 

¡Muchas gracias por todo! ¡Hasta luego!

 

Sin perder más el tiempo recupera su postura y se pone en marcha para lograr alcanzar a Kazuha. Con el sol ya descendiendo en el horizonte para darle paso a la luna y sus infinitas estrellas, Naoko sigue observando como se alejaba de la aldea.

 

—Que te vaya bien, muchacho...



──────⊹⊱✫⊰⊹──────



El canto de los cuervos retumbaba en los oídos de Kazuha, avisándole que la noche se venía acercando. Los colores del cielo eran los mismos que vio el día que partió de Narukami a este lugar; un pequeño rastro de luna se veía del otro lado del firmamento. De hecho la vista de la bajada camino a la playa no podría ser más hermosa. 

 

Pero a la vez, terriblemente solitaria. 

 

Kazuha se estremece por una repentina corriente de viento frío, el olor a mar cada vez se sentía más fuerte en su nariz. Antes de seguir avanzado, saca un pequeño papel el cual tenía escrito unas palabras clave que no entendía muy bien... aunque más se debía a la pésima caligrafía. Su mente no puede evitar el quedarse divagando un buen rato. 

 

"Cuando llegues a la playa puedes entregar esto a las personas que ocupan los barcos de ahí, puede que parezcan criminales, pero son buena gente. Te ayudarán si les dices que vas de mi parte" — Eso es lo que había recomendado Tomo al darle la nota, mucho antes de que Naoko lo encontrara y lo regañara por haberse escapado horas atrás.

 

El joven samurái sonríe al recordar ese momento e inmediatamente dedica una mirada hacía atrás por un instante... Sin embargo, no encuentra nada más que los vastos pastos de la colina balanceándose al ritmo que el viento marcaba.

 

¿Qué es lo que estoy esperando?  — La sonrisa en el rostro de Kazuha desaparece poco a poco y al final solo da un pequeño resoplido—. No soy diferente a un niño... tan ingenuo. 

 

«A pesar de que fui yo el de la idea...»

 

El chico ya estaba rindiéndose a continuar con su camino hacia la playa Nazuchi, pero escucha levemente algo parecido a un murmullo traído por el viento... 

 

"Kazuha..."

 

Aún incrédulo, pensando que podía ser algún tipo de equivocación sigue a paso normal por el sendero.

 

  «Sólo estoy oyendo cosas, es impo...»

 

—¡KAZUHA!

 

No existe tiempo para pensar en ese preciso instante. Kazuha se voltea rápidamente en dirección de aquella voz que ya conocía muy bien, esperando con todas sus fuerzas que no sea un mal juego de su mente; pero el ver al rubio parado sin aliento en aquella colina donde no había visto a nadie antes, lo tranquiliza y emociona de una manera que nisiquiera podía explicar con palabras. Y sin meditarlo si quiera un poco, da vuelta para correr hacia él a toda velocidad.

 

Tomo hace exactamente lo mismo cuando su cara se ilumina al ver que había podido llegar a tiempo para evitar que el joven samurái se fuera. El alivio que transmitía su sonrisa era completamente embriagador.

 

Pero al estar tan concentrado en llegar a Kazuha lo antes posible, uno de sus pies se tropieza con un montículo de tierra ya estando cerca del ronin, lo que hace que caiga de bruces al suelo antes de que su cerebro o el de su contrario puedan procesarlo. 

 

«Ah-»

 

—¡¿Estás bien?! —pregunta exaltado el albino cuando ve que Tomo no se levanta rápidamente—. ¿Te has hecho daño? ¿Tu herida...

 

No obstante, el rubio levanta su torso,  aún sin dirigir la mirada hacía Kazuha. 

 

¿Aún …? —pronuncia de forma firme pero incompleta. 

 

—¿Aún? —repite extrañado el chico más bajo. 

 

Parece como si el rubio se acomoda un poco en una posición de reverencia a la vez que sus ojos violeta se fijan en los inquietos carmesí del chico que tenía enfrente.

 

Con las mejillas y nariz empolvadas, y un rastro de un leve sonrojo apoderándose de su resolución anterior pregunta lo que había estado dando vueltas en su mente por todo el camino. 

 

—¿Aún sigue en pie la propuesta que me hiciste... sobre ser tu compañero de viaje?

 

Kazuha se queda en blanco por un segundo mientras aquellos esperanzados iris morados lo engullían por completo en un mar de emociones incomprensibles aún para él. 

 

Tomo considera erróneamente el silencio prolongado del samurái como una respuesta negativa y enseguida desvía su mirada hacia abajo.

 

Ah... Perdón... Yo entiendo que ya no quieras tomarme en cuenta después de que te...

 

¡Pfft!

 

Una leve pero sincera risa escapa de la boca de Kazuha que logra sorprender al confundido cazador de demonios, pero sin darle  tiempo de preguntar y mucho más rápido que su capacidad para volver sus ojos hacia él, el joven samurái le extiende su mano derecha muy cerca de su rostro.

 

Cuando al fin el rubio lo vuelve a ver, se encuentra con una deslumbrante sonrisa cargada de afecto, mientras que el paisaje detrás de él revoloteaba en naranjas y rojos vibrantes más la tenue brisa que ondulaba sus preciosos mechones de cabello platinado.

 

— ¿No es algo obvio? —dice jovialmente el joven samurái—. Por supuesto que mi propuesta sigue en pie, Tomo...

 

Si lo deslumbrante que se veía Kazuha ya era injusto para el pobre Tomo, el que haya pronunciado su nombre con aquella voz tan dulce, solo hace que lo que sea que se estuviera arraigando en su pecho se hiciera aún más intenso; y termina reflejándose en la forma en la que toda su expresión se encoge en cariño mientras lo observa.

 

Sí... Tienes razón. Gracias, Kazuha.

 

No dice nada más, no lo necesitan tampoco. El cazador de demonios tan solo toma la mano que el samurái errante le había ofrecido y  él lo levanta del suelo, sólo que al ser demasiado grande y no medir la fuerza con la que lo había impulsado, Tomo termina cayendo encima de Kazuha sin siquiera hacer el esfuerzo por evitarlo más que poner una mano detrás de la cabeza del chico para que no se lastimara.

 

El albino arruga la cejas y la nariz de molestia por tener el peso del muchacho más grande sobre él, pero sin ninguna lesión demasiado grave.

 

Tomo suelta una carcajada por la graciosa  mueca que ha hecho el ronin y después de oír por unos segundos su bonita risa, Kazuha no tarda en unirse a él, disfrutando del retumbar de sus pechos eufóricos y de la puesta de sol sobre el inmenso mar...

.

.

.



──────⊹⊱✫⊰⊹──────



En una especie de refugio de bandidos que no da ningún tipo de buena vibra, un hombre no tan viejo está parado mientras repasa unos tableros con diferentes recortes que tiene pegados a la pared de aquel funesto lugar. 

 

De repente, el mismo sujeto de cabello corto color rubio ocre que se había escapado de las manos de Tomo por sus artimañas aparece en ante él inclinado como el subordinado que era. 

 

Usted estaba en todo lo correcto, señor Nathan... Uno de ellos... Sobrevivió... 

 

Ya veo. Así que mis sospechas eran ciertas. 

 

El hombre llamado Nathan se gira para ver al recaudador. Su pulcro uniforme negro con detalles rojos y máscara de teatro, revelan sin ninguna equivocación que se trataba de alguien con autoridad entre las filas de los fatuis. 

 

—Sin embargo.... No podemos permitirnos tenerlo cerca en el desarrollo del plan... de nuestra venerada Tzaritza... ¿entiendes lo que digo verdad?

 

—Pero, señor —responde el subordinado aún herido con un tono algo alterado en su voz—. No planea simplemente enviarnos a nuestra muerte, ¿no? Es un monstruo... 

 

—Despreocúpate por eso, ¿quieres? 

 

Nathan camina hacía una mesa llena de planificaciones y documentos escritos en varios idiomas y toma uno de los sobre más recientes en su pila de pendientes. 

 

—Es un Kitain. Por muy poderosos que parezcan siguen siendo simples mortales... 

 

De aquel sobre saca lo que algo similar a fotografías tomadas con un daguerrotipo especial y las deja caer en la amplia mesa revelando el contenido de cada una. 

 

Cuatro fotografías. 

 

Una tomada en Ritou desde un ángulo rebuscado. Thoma charlando a gusto con Tomo. 

 

Otra en Narukami. Tomo y Yoimiya abrazándose como lo hacían ya de costumbre, cerca de la tienda de pirotecnia donde ella pasaba la mayor parte del tiempo. 

 

La siguiente era en la casa de té Komore. el mismo ángulo rebuscado. Tomo y Ayaka sentados bebiendo té mientras ella le hablaba tranquila y animadamente. 

 

La restante era una tomada desde afuera de una ventana. La mirada del comisionado Kamisato captando de forma sutil a la cámara espía. Esta era un poco borrosa pero se lograba ver a Tomo con una sonrisa en el fondo.  

 

—Y ya sabes... la única forma de destruir a un Kitain... —El sujeto saca otra fotografía más de su tétrico abrigo invernal. Una última fotografía. Y así mismo la deja caer lentamente junto a las demás fotos, o mejor dicho, por encima de éstas. 

 

No se trataba de otra cosa más que de una toma reciente, Tomo caminando a la playa Nazuchi, con un nuevo acompañante de cabello color nieve y un distintivo mechón color carmesí que combinaba con el atardecer atrapado en aquel retrato. La sonrisa que Tomo había brindado al chico en ese instante no podía compararse con las otras vistas antes. 

 

—Es esperar a crear la oportunidad perfecta... para que se destruyan a sí mismos.




Continuará.

 

Notes:

AAAAAA bueno mis estimadxs lectorxs, primero debo agradecerles por el tiempo que se han tomado en leer cada capítulo y la paciencia que han tenido para esperar cada actualización (ya que me perdí un buen en los último capítulos ajjsjs) ¡De verdad, me alegro mucho de que le hayan dado una oportunidad a la primera parte de este fanfic! Y de hecho, esa es la razón por la que me he tomado el atrevimiento de poner esta aclaración aquí.

Con este capítulo ha concluido la primera "temporada" de lo que viene a ser la serie de "The Tales of Kitain" protagonizada por nuestros dos chicos favoritos, Tomo y Kazuha yep, yep!

La segunda parte ya está en etapa de desarrollo y se está planificando una tercera para culminar todo este proyecto. Así que si desean seguir leyendo más de esta historia y como continúa, ya saben donde encontrarme C: Serán todos bienvenidos a este perfil para futuras actualizaciones. Y si ya no desean leer más no hay problema en absoluto! Aprecio mucho que hayan leído esta parte a la que he dedicado un buen tiempo.

Y eso sería todo lo importante. Lo único que me queda decir es que estén preparados por que las cosas se vienen potentes, pero nada que estos dos no puedan solucionar juntos... ¿verdad?

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