Work Text:
“En otra vida, realmente me hubiera gustado lavar la ropa y pagar los impuestos contigo"
"Everything Everywhere All at Once"
Miles caminó a casa con una sonrisa cansada en el rostro. Ajustó el bolso lleno de aerosoles y materiales de arte en el hombro. Cerró los ojos y pensó en todo lo que había vivido hasta ahora.
Habían pasado tantas cosas desde que Gwen había resultado herida en la explosión. Los Seis Siniestros habían tomado la ciudad y un nuevo Kingpin había aparecido. El Merodeador había tenido mucho trabajo que hacer, pero su vida personal solo mejoraba y mejoraba.
Un año después Miles y Gwen se habían graduado de la preparatoria. Ambos no lo pensaron dos veces y se mudaron juntos. Río y George habían dado el grito en el cielo. Apenas tenían 18 años, pero a Miles no le importaba, solo quería estar con ella, con Gwen.
Miles se había permitido un departamento muy cómodo (Gracias al dinero ganado como el Merodeador) cerca de la Universidad donde Gwen tomaría clases. Todo fue cuesta arriba desde ese momento.
Gwen comenzó a estudiar periodismo fotográfico y Miles ingresó en una Academia de Arte. Por supuesto, en ciertas noches seguía trabajando como el Merodeador, siendo el vigilante y antihéroe que todos odiaban y amaban al mismo tiempo.
Gwen comenzó a dar clases de batería y ballet en su tiempo libre y Miles para ocultar de donde sacaba tanto dinero, comenzó a realizar trabajos artísticos como murales, bocetos, diseños…
Un año después Miles y Gwen se casaron en secreto. Llegaron al registro civil junto a Peter y MJ como testigos y se dieron el SÍ. Nadie lo supo hasta que Río notó el anillo plateado en el dedo anular de su hijo. El caos fue total, George, Río incluso el tío Aaron se habían enfurecido. A Miles no le importó, él amaba a Gwen y estaba seguro que pasaría el resto de su vida con ella, ¿Para qué esperar más? La única forma que alguien podría separarlo de ella era matándolo y poniéndolo en una bolsa para cadáveres, ese era un hecho.
Un mes después Río y George aceptaron el casamiento de sus hijos. Notaron lo mucho que ambos jóvenes se amaban. No había forma que siguieran molestos con ellos.
La fiesta de casamiento se celebró en la terraza del edificio de la familia Morales. Comida puertorriqueña y hamburguesas con queso inundaban el menú, la música latina, el punk rock, el rap y el hip hop resonaron toda la tarde. Miles y Gwen no pararon de girar en la pista de baile. Miles vestido informalmente incluido sus jordan purpuras. Gwen con un vestido blanco de encaje que le llegaba a las rodillas. La falda fluía alrededor de ambos mientras bailaban al son de Celia Cruz. Miles nunca había escuchado a Gwen reír tanto como ese día, el mejor día de su vida.
La normalidad de vivir juntos siempre impresionaba a Miles, como todavía le sorprendía ver sus zapatos junto a los de Gwen o despertar cada mañana con ella. Eran detalles que lo dejaban anonadado. Amaba con locura cada momento.
Su vida era maravillosa y esperaba que siempre fuera así.
Miles volvió en sí cuando la puerta de su apartamento apareció frente suyo. Sacó las llaves y con un golpe la abrió.
Encontró a Gwen sentada en la mesa del comedor con una cámara fotográfica pasando archivos a su laptop. Su cabello rubio atado en un moño desordenado la hacía ver adorable. Miles pensó en dibujarla más tarde.
Ella giró la cabeza cuando lo escuchó entrar. Alzó la cámara y sin dudarlo la luz blanca del flash lo cegó por un momento.
-Mierda, ¿Qué fue eso?
-Un recuerdo de mi sexy esposo. ¿Acaso no puedo tener una foto?
-Por supuesto, pero al menos dame una advertencia antes de dejarme ciego
Gwen solo ríe. Miles se acerca a ella y besa la frente pálida de la chica. Ella sonríe mientras sigue jugueteando con la cámara.
-Hice un poco de arroz con ajo. Receta de Río – dice Gwen mirándolo con orgullo. Gwen había mejorado en el ámbito culinario, especialmente haciendo recetas puertorriqueñas.
-Wow, esa es mi chica.
Ella vuelve a reír.
Miles camina a la habitación que Gwen usa como estudio para dar clases particulares. Abre la puerta y deja el bolso a un costado. La habitación era espaciosa y ambos lo utilizaban para trabajar, a veces Miles dibujaba aquí o solo venía a ver a Gwen tocar la batería y bailar. La batería y la barra de apoyo para ballet lo había instalado Gwen sin ayuda. Ella se había sentido muy orgullosa.
Miles volvió a la sala de estar y se dejó caer en el sillón. Observó a Gwen que seguía jugueteando con la cámara. Gwen se había obsesionado con tomar fotografías. El departamento estaba lleno de fotografías de su familia, de sus amigos, de ellos dos juntos…
“Recuerdos que no quiero olvidar” había dicho ella con una sonrisa antes de tomar otra fotografía al atardecer que se veía desde la ventana de su departamento.
-¿Podrías dejar esa cámara y venir aquí para que pueda meter mi lengua en tu garganta?
Gwen soltó una carcajada.
-Eres asqueroso
-Aun así me amas
Gwen le sonríe mostrando el pequeño hueco entre sus dientes. Ella era adorable.
-Sí, te amo demasiado – responde ella con un suspiro.
Se acerca a él y se deja caer a su lado. Miles la envuelve con los brazos y la besa. Ambos comienzan una pelea de lenguas. Miles besa, chupa y muerde la boca de la rubia. Gwen se da por vencida y deja que Miles se salga con la suya.
Cuando por fin se separan ambos tienen la respiración agitada. Gwen apoya su cabeza en el hombro de Miles y él la imita apoyando la cabeza contra la de ella.
-¿Qué tal el mural? – pregunta Gwen mientras se aprieta más al cuerpo de Miles.
-Bien, estoy por acabar, pero es muy cansador.
Gwen asiente. Ella toma la mano de Miles y entrelaza sus dedos. Miles observa la mano pálida de su esposa y el anillo plateado en el dedo anular. Pasa el dedo contra el metal frío y sonríe al pensar que esta era la prueba que ella le pertenecía a él y él le pertenecía a ella.
-¿Te gusta esto? – susurra Gwen.
-¿Qué? – pregunta Miles sin dejar de girar el anillo de su esposa.
-¿Te gusta esta vida? ¿Eres Feliz?
Miles levanta la cabeza para mirarla. Ella también lo mira. Ojos azules y marrones se encuentran.
-Sí, soy feliz. Amo esta vida. Amo estar contigo.
Gwen sonríe. Sus ojos azules brillan como estrellas.
-Me alegro, porque yo también soy feliz contigo.
Miles camina con dificultad a través de un callejón oscuro, solo la luz purpura del traje del merodeador brilla a su alrededor. Tropieza un par de veces, pero sigue caminando.
La noche se había vuelto un infierno. El merodeador había eliminado una pandilla que aterrorizaba a una zona de Brooklyn, pero uno de ellos había logrado apuñalarlo y por el dolor que sentía cada vez al caminar, la herida era profunda.
Debería ir a la guarida de su tío Aaron para que lo atendiera, pero su mente solo pensaba en los ojos azules de su esposa. Necesitaba verla.
Con dificultad subió por las escaleras de incendios. Una vez que llegó a la ventana de su dormitorio empujó la ventana abriéndola de golpe y cayendo de cara al suelo.
Un fuerte gemido de dolor salió de sus labios, un grito y luego la luz de la habitación se encendió.
-¿!Miles?! – gritó Gwen levantándose de la cama cayendo de rodillas a su lado. Miles no podía abrir los ojos por el dolor y la respiración era cada vez más agitada.
-¿Qué te pasó? ¿Estás sangrando? - grita con desesperación la rubia, tratando de levantarlo para acercarlo a la cama.
-Gwen, mi amor… Ven aquí – susurra Miles casi delirando por el dolor. Abre los ojos con esfuerzo y puede ver las lágrimas de su esposa caer por las mejillas pálidas. Gwen lo ignora y sigue luchando para poder llevarlo a la cama. Miles solo puede ver manchas blancas a su alrededor.
En algún momento Gwen logró llevarlo a la cama e incluso desvestirlo para poder tratar la herida. La chica llora un poco más al ver la gravedad de la herida.
-Llamaré a Aaron. Esto necesita algo más que solo primeros auxilios – murmura Gwen ahuecando el rostro de Miles. Él asiente sin entender nada de lo que sale de sus labios rosados. Solo quiere besarla.
Gwen se separa de Miles por un momento para poder llamar a Aaron. Miles solo puede oír los pasos desesperados de su esposa y luego todo se pone negro.
Cuando Miles abre los ojos, el olor a antiséptico y sangre inundan sus fosas nasales. Siente todo el cuerpo adolorido y ve una sonda intravenosa en su brazo izquierdo. Con un gemido de dolor voltea la cabeza para notar que sigue en su habitación.
-¿Miles? ¿Puedes oírme? – susurra con voz rota Gwen a su derecha. Miles gira la cabeza hacia la voz de su esposa.
-Hey – saluda él con voz ronca, tratando de sonreír. Ella sonríe mientras más lágrimas ensuciaban su rostro.
-Gracias a Dios estás bien. Estaba muy asustada – gimió la rubia arrastrándose hacia él en la cama. Miles la abraza con un brazo. Ella esconde su rostro contra el cuello de él.
-¿Entonces el tío Aaron estuvo aquí?
-Sí, acaba de irse, pero él te salvó la vida. Esa puñalada era muy profunda. Gracias al cielo no perdiste mucha sangre o… - la voz de Gwen se rompió. Un silencio se instala en la habitación.
-Estoy aquí, mi amor.
-Lo sé
Ambos se quedan en silencio. Solo el murmullo de la ciudad se puede escuchar.
-No me dejes, Miles. Quédate conmigo.
-Siempre
Gwen acababa de graduarse de la Universidad cuando comenzó a sentirse mal. Al principio solo eran mareos, pero luego su salud empeoró. Todas las mañanas amanecía con arcadas y vómitos. A veces tenía fiebre alta e incluso comenzó a tener dolores de cabeza. Miles comenzó a preocuparse e insistió en llevarla al hospital, pero ella se negaba.
“Estoy bien. Solo es un virus estomacal. Además odio los hospitales” era la excusa que siempre ponía la chica hasta que un día un fuerte mareo casi la hace caer mientras bajaban las escaleras de su edificio. Miles la sujetó por la cintura antes que ella resbale por los escalones.
Miles la llevó al hospital contra su voluntad. No escuchó las protestas de la rubia que estaba furiosa.
Varias pruebas después, ambos jóvenes se enteraron que serían padres.
Ambos quedaron impactados. No habían planeado esto, pero Miles no pudo evitar sentirse feliz.
Gwen había llorado. Miles ahuecó su rostro preocupado hasta que una sonrisa se abrió paso entre las lágrimas.
-Seremos padres. Serás un papá – ella murmuró entre lágrimas y risas.
-Serás una mamá – respondió Miles besándola en la frente.
En ese momento comenzó una nueva etapa de sus vidas.
Miles decidió que debían mudarse a un lugar más grande. Gwen estuvo de acuerdo y en poco tiempo ambos se habían mudado a un departamento con una habitación extra.
La habitación extra rápidamente se llenó de peluches, juguetes, ropa en miniatura y una cuna.
Todo parecía perfecto.
A la mitad del embarazo, Gwen tuvo una hemorragia.
Miles estaba aterrorizado. La sola idea de perder a su bebé y a Gwen lo mataba por dentro.
Había encontrado a Gwen llorando en el baño, con la falda azul que MJ le había regalado, manchada en sangre.
Ahora ver a la mujer que amaba con locura nuevamente atada a cables y tubos en una cama de hospital lo estaba destrozando poco a poco.
Miles apretó la mano llena de cables de su esposa mientras ella acariciaba su vientre redondo.
-Ella estará bien – murmuró Gwen mirando a Miles con una sonrisa. Aunque ella había sangrado mucho, pudieron salvar al bebé evitando un aborto.
-Por supuesto. Ella es terca como tú.
Gwen puso los ojos en blanco sacudiendo la cabeza.
-Tu papi es un idiota – murmuro Gwen a su vientre.
Miles sonrió mientras observaba a la mujer que amaba hablar despacito al bebé que esperaban.
Luego de ese evento, Río se había mudado con ellos para ayudar a Gwen.
Miles se sentía muy feliz al ver a las dos mujeres de su vida reír mientras charlaban en la sala de estar.
Gwen acariciaba su vientre mientras Rio le contaba algún chisme del barrio.
Miles sintió que la normalidad volvía a posarse en su casa. Una sonrisa apareció en su rostro cansado. Miró a lo lejos a Gwen por última vez antes de salir a hacer una ronda como el Merodeador.
Era una madrugada cálida cuando su hija decidió venir al mundo.
Gwen había despertado con un grito de dolor. Miles se despertó con un salto por el susto antes de ver las sábanas mojadas. Sin pensar dos veces la había tomado entre sus brazos para llevarla al hospital.
El parto duró casi 20 horas y eso era una tortura para Miles. Escuchar a su esposa gritar y llorar lo estaba matando. Casi había agarrado a golpes al Doctor que había dicho que Gwen estaba exagerando. Tuvieron que sacarlo de la habitación. Rio tomó su lugar y ahora él estaba caminaba en círculos junto a George, Peter, MJ y su tío Aaron.
-Tranquilízate, Miles. Todo estará bien. Gwen es demasiado fuerte – consuela George apretándole el hombro.
Miles le sonríe, pero no puede dejar de sentir que él necesitaba estar con ella.
Un par de horas más pasaron cuando un llanto se escuchó. Miles se levantó de un saltó y corrió a la puerta de la habitación, pero no lo dejaron entrar hasta que los doctores terminen de examinar a madre e hija. Luego de lo que pareció una eternidad, Río sale con una sonrisa invitándolo a entrar. Al abrir la puerta se encontró con la escena más hermosa que había visto. Gwen sujetando una manta rosada que envolvía a su hija que lloraba a todo pulmón demostrando que ella ya había llegado a este mundo.
Miles rio sintiendo las lágrimas caer por sus mejillas. Gwen levantó la mirada, sus ojos océanos derramando agua a través de ellos. Una sonrisa apareció en su rostro cansado.
-Miles – llamó Gwen mientras volvía a mirar al bebé que había dejado de llorar mirando a su madre con grande ojos marrones.
Miles abrazó con un brazo a su esposa sin dejar de mirar a su hija. SU HIJA. La sola idea parecía un sueño.
Gwen acercó al bebé a su pecho, quien succionó con fuerza. Miles y Gwen rieron.
-Vaya que ella estaba hambrienta – dice Miles acariciando con un dedo los finos cabellos negros de su hija. Gwen asiente y apoya la cabeza en el hombro de Miles.
-Ella es hermosa. La bebé más hermosa de este mundo – murmuró Gwen acariciando la manita de su hija que seguía alimentándose. Miles asintió en acuerdo.
Río se acercó a ellos con lágrimas en los ojos.
-Mi nieta querida – murmuró en español la mujer haciendo sonreír a los flamantes padres.
-¿Cómo se llamará? – preguntó la mujer mientras acariciaba la cabecita de su nieta.
-Charlotte Rio Morales – Stacy – dijeron al unísono Miles y Gwen. Ambos padres se rieron.
Miles acarició el cabello rubio de Gwen. Ella levantó la cabeza. Una sonrisa cansada apareció en su rostro.
-Lo hiciste bien, mami
-Mmmm…
Ella lo besó en los labios. Miles acarició las mejillas húmedas de su esposa.
-¿Eres feliz? – susurró Gwen mientras mecía a Charlotte que se había quedado dormida.
Miles observó a su hija dormida en los brazos de Gwen.
-El hombre más feliz del mundo.
Gwen sonrió.
-Me alegro.