Chapter Text
Koi No Yokan: se entiende como el presentimiento al conocer a alguien de que inevitablemente, tarde o temprano, te enamorarás de él/ella.
Tal vez era eso lo que Ryota sintió por primera vez en esa cancha de barrio con el intruso que llegó a abrir una ventana de luz en su mundo gris y, de paso, aconsejarlo sobre su técnica de básquetbol.
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El tren avanza entre los rieles y Ryota deja vagar la mirada por los pocos espacios verdes que ofrece la ruta. A su lado, su compañero de viaje ya se durmió, hazaña que a él le parece imposible porque solo llevan poco más de quince minutos de viaje y en media hora estarán llegando a su destino. Sus pensamientos se enfocan en esa parada final y lo que le depara el fin de semana: Mitsui dijo que lo guiaría en un tour por la ciudad y que le enseñaría la universidad; aparentemente, ha estado esperando ese viaje.
Lo hace sentir incómodo sin identificar muy bien por qué.
Su relación con el mayor se ha estrechado luego de su abrupta confesión familiar el año anterior, y Mitsui cumplió su palabra de ir a verlo. Claro, también viajaba por su madre, pero siempre encontraba tiempo para pasar con él un momento, contándole sobre la vida universitaria y quejándose de los profesores. A veces incluso salían a comer con Sakuragi, y en dos ocasiones lograron reunir al equipo completo, incluido Rukawa, en sus sesiones.
Sus encuentros siempre dejaban a Ryota con migas de felicidad, sintiéndose un poco solo cuando acababan. Pero supuso que de eso se trataban las amistades a distancia.
Ahora era su turno de viajar a Tokio para pasar el fin de semana con Mitsui. Aunque no iba solo.
Sawakita se quejó y se removió en su asiento, incómodo mientras abrazaba su bolso de viaje. Ryota hizo una mueca de burla. Si hace un año alguien le hubiera dicho que acabaría amistándose con el jugador número uno de las preparatorias se habría reído, encontrándolo poco probable. Pero ahí estaba el a s de Sannoh, roncando en un tren rumbo a Tokio para visitar él también a un antiguo compañero.
Que Mitsui compartiera departamento con Matsumoto era también otra de las ironías del destino.
Su cerebro volvió a desviarse hacia su amigo, a cómo habían evolucionado las cosas entre ellos desde el último año.
Lo había desconcertado la facilidad con la que Mitsui encajaba en su vida a pesar del pasado violento que compartían. Cómo el mayor parecía entenderlo sin mucho esfuerzo, y cómo lograba sacarlo de sus pensamientos intrusivos que insistían en aparecer de vez en cuando. Incluso lo asustaba la facilidad con la que su propia hermana aceptara la presencia del mayor.
A veces parecía como si Mitsui hubiera llegado para ocupar el espacio vacío dejado por Sota, pero no era igual. Sentía el mismo apoyo que su hermano había representado para él en su momento, pero Mitsui no se sentía como su hermano. Él podría considerarlo su mejor amigo, pero no era capaz de encajarlo en el concepto familiar.
No se sentía bien.
Porque si pudiera encasillarlo ahí, entonces él no tendría todos esos otros pensamientos aleatorios acerca de su relación y todo sería mucho más fácil.
El vagón vibró y Sawakita saltó en su asiento, mirando desorientado a su alrededor. Miyagi se rio de su expresión atolondrada y lo golpeó en el hombro.
—Tienes saliva en la barbilla, bella durmiente.
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Mitsui camina por la calle mientras a su lado su compañero le da una calada a su cigarrillo.
Arruga la nariz ante el hecho, sin haber logrado amistarse nunca con la nicotina. Le recuerda demasiado su época de pandillero y las salidas con Ryuu y los otros. Además, si quiere conservar la resistencia que tanto le costó retomar luego de sus años fuera del deporte, no puede permitirse caer en el vicio. Lo cual no parece ser un problema para su compañero de piso.
Encontrarse con Minoru Matsumoto luego de la preparatoria había sido un evento extraño. Mitsui no pensó en él fuera de ese memorable partido en su último año, pero por azares del destino sus caminos volvieron a cruzarse en la gran ciudad y una cosa llevó a la otra: el ex senior de Sannoh postulaba a un cupo en la misma universidad donde él estaba, y necesitaba un piso para arrendar. Mudarse juntos parecía una buena apuesta en ese momento, y los meses lo habían demostrado.
Aparte de su pasión por el básquetbol, Mitsui descubrió que ambos tenían más cosas en común de las esperadas, y al finalizar el primer trimestre ya podrían considerarse amigos. Le sorprendió que el otro no tomara el deporte como su principal enfoque profesional, considerando su desempeño anterior; en su lugar, Matsumoto optó por una carrera en ingeniería y se anotó en el equipo universitario como un pasatiempo.
Jugar con él era divertido, lo hacía sentirse menos solo en la gran ciudad.
Después de todo, sus antiguos compañeros se desperdigaron en diferentes lugares y continuaron sus vidas con solo el recuerdo de ese último año compartido. A veces se encontraba extrañándolos, especialmente al ruidoso pelirrojo y al enano que en esos momentos debía estar llegando a la estación para pasar con él su fin de semana.
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Encontrarse con Mitsui en Tokio es diferente, de una manera que él no logra entender del todo. No es que haya incomodidad entre ellos o los otros dos, es solo que el mayor parece más en su elemento aquí, como si la diferencia de edad fuera más amplia que solo un miserable año. Ryota se siente como el estudiante de preparatoria que efectivamente es, todavía un poco inseguro, mientras camina con los otros tres rumbo al departamento.
Sawakita no parece sufrir de lo mismo, porque se ha metido en una animada conversación con su antiguo compañero de equipo y aunque Matsumoto parece alguien de pocas palabras —al menos esa es la impresión que el estudiante mayor le transmite— no parece mermar la rebosante energía de su amigo. Miyagi los observa con atención: cuando Mitsui le contó con quién estaría viviendo el hecho le pareció curioso, sobre todo porque ninguno imaginó las circunstancias. Ahora, viéndolos juntos, aún le cuesta imaginárselos compartiendo un lugar; el Mitsui que recuerda es burlista y ceñudo, con poca paciencia pero con su propia parte de inmadurez. Sin embargo, el que va a su lado parece más maduro y centrado, más cercano a la personalidad que emana de su compañero de piso que a la que él recuerda. Parecen encajar bien, y la deducción se retuerce en la boca de su estómago de una manera extraña.
Tal vez la universidad realmente te cambia, piensa.
—La casa abierta comienza a las diez —comenta Mitsui—, podemos ir a recorrer algunas universidades antes del almuerzo.
Ryota está de acuerdo.
—¡Y no olviden los bares! —Grita Eiji un par de metros más adelante, y Miyagi ve a Mitsui levantar una ceja—. ¡Minoru se ofreció a enseñarme los mejores de la ciudad!
El aludido se encoge de hombros cuando las miradas se vuelven hacia él, y Mitsui rueda los ojos en una mueca que a Miyagi le recuerda sus interacciones con el pelirrojo. Se siente demasiado familiar.
—Supongo que no hay opción —le oye murmurar, pero no hay animosidad en su tono.
Sí, exactamente como antes. El pensamiento tira de una sonrisa en sus labios.
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El día es un borrón de movimiento después de eso: llegar al departamento, salir a comer porque ninguno tiene ganas de cocinar, moverse por los campos universitarios revisando los planes de estudio disponibles y seguir a Sawakita en su afán por recorrer los barrios de la capital. Su entusiasmo vuelve a recordarle a Sakuragi, que seguramente estará celoso de su viaje con el jugador estrella cuando se entere (Ryota ya puede imaginarse las quejas que recibirá cuando lo haga).
Junto a él, Mitsui parece haber vuelto a su comportamiento usual, riéndose de sus chistes y aportando sus propias historias. Incluso Matsumoto se ve mucho más accesible.
Se están riendo de una anécdota con el equipo de vóleibol de su universidad que Matsumoto acaba de confesar mientras van de regreso al edificio, y el brazo de Mitsui está sobre su hombro, como tantas otras veces. Es ahí cuando Ryota piensa en lo fácil que sería escoger la misma casa universitaria que ellos e irse a vivir allí, tal vez hasta compartir el mismo piso, o el edificio.
Podría vivir con su amigo, está seguro de que Mitsui lo aceptaría. Podrían compartir sus días tal como ahora: con risas, tonterías y con la presencia constante del otro.
Y eso estaría bien, él estaría feliz.
Pero esa no es la decisión que ha tomado.
*~*
Mitsui está hablando de la universidad, algo relacionado al equipo, probablemente. Sus manos gesticulan a la par de sus palabras y el aire ligero de la tarde se enreda entre los mechones de su cabello.
Está comenzando a crecer, y Ryota trata de no imaginar cuán largo lo dejará esta vez. Quizás los mechones lacios –ahora sabe que son herencia de su madre- vuelvan a rozar su cuello, pero él no estará allí para burlarse y llamarlo Rapunzel.
Mitsui termina su anécdota con una burla en voz alta y lo mira, sus ojos marrones brillan junto a la sonrisa torcida. Es el momento en que se lo diga.
—Me iré a Estados Unidos.
—¿Qué?
La mirada en esos ojos oscuros no es algo que Ryota sepa o quiera interpretar. Parece sorprendido, lo cual es apropiado porque acaba de soltar la bomba sin un ápice de preparación, pero también hay una pincelada de algo más, algo cercano al desconcierto y la tristeza que lo hace sentir incómodo, como si de alguna manera estuviera traicionándolo.
Se traga el nudo y continúa.
—Sawakita dice que hay oportunidades, y me gustaría probar. Un año o dos, no sé.
Los ojos no se apartan de él, pero el enfoque parece haberse perdido. La mirada de Mitsui lo atraviesa como un velo, dejando tras de sí una estela de sensaciones frías en su carne.
—Vas a irte.
Ryota asiente.
—Entonces, ¿por qué viniste?
Eso es algo que se ha estado preguntando. La frase “para verte” cuelga de sus labios pero logra sellarla a tiempo, sin estar seguro de cómo se tomaría el otro esa declaración que ahora parece vacía, inconexa.
—Para barajar posibilidades. Quiero tener más cartas en caso de que no resulte o no me guste.
Segunda opción. Extrañamente, Mitsui se siente como si ese lugar fuera delegado a él y no a la universidad. La sensación le sabe mal y no está seguro del por qué. Frunce el ceño ante el cóctel de sentimientos que levantan vuelo en su interior.
Por un lado, que Ryota pueda buscar su futuro en América lo hace sentir orgulloso de su amigo, pero también está esa extraña sensación de vacío que lo lleva a pensar que entonces el más pequeño estará a millas de distancia y que no volverá a verlo en años, tal vez incluso hasta que ambos sean adultos. Que el lazo forjado en ese último año se disolverá en el aire como castillos de algodón y acabarán siendo dos desconocidos que compartieron una parte mísera de sus vidas adolescentes, pero sin nada en común en su adultez.
No es un sentimiento agradable.
Y luego está Sawakita. No le molesta el chico, pero su cercanía con Ryota es algo que le hace entrecerrar los ojos.
La mampara tras ellos se mueve y Matsumoto asoma la cabeza. Arquea una ceja ante los dos ocupantes del balcón mientras pregunta, con su tono de voz profundo y pausado, si ya están listos.
Mitsui asiente bruscamente, dándose media vuelta de regreso a la habitación.
—Ya vamos.
Tras él, Ryota se siente como si lo hubieran golpeado en el estómago.
El ambiente es tenso después de eso.
Sawakita habla hasta por los codos, comentando hechos al azar y haciendo preguntas acerca de la vida nocturna de la capital y la universidad. Matsumoto responde con el aire de un paciente hermano mayor y Ryota se une a su conversación con intervenciones esporádicas, sociable sin caer en el entusiasmo de su amigo.
Mitsui guarda silencio la mayor parte del tiempo. Si su compañero de piso lo nota, sabiamente lo calla. Minoru tiene esa ridícula capacidad de leerlo sin la necesidad de intercambiar demasiadas palabras, y es demasiado educado para interpelarlo abiertamente para saber la raíz del problema; es un poco escalofriante.
Cuando llegan al bar, decide que beberá el doble de lo que tenía planeado.
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—No deberías beber tan rápido.
La voz de Matsumoto es tranquila, sin señales de reproche, solo comentando un hecho. Mitsui trata de ignorarlo mientras se empina el vaso.
—No eres bueno soportando el alcohol —continua el otro, y él se burla.
—No soy un niño.
Hay un tarareo proveniente de su compañero mientras éste se sienta. Matsumoto pide su propio vaso y, mientras lo espera, sus ojos se mueven hacia él.
—¿Por qué estás molesto?
Mitsui tensa la mandíbula, seguro de que no podrá salir de esa conversación por mucho que lo desee. Cuando Minoru se propone algo es muy difícil que lo abandone, como un maldito perro de caza. Entonces juega la carta de desviación.
—¿Quién dijo que estoy molesto?
A su lado, Matsumoto de ríe.
—No es como si fueras la persona con el mejor humor del mundo —aclara —, pero ese ceño fruncido es innegable.
Apunta hacia su propia frente en una imitación burlona de la mueca fruncida y Mitsui quiere patearlo.
—Estoy bien —refunfuña, molesto .
—¿Es porque Miyagi se irá a América?
La mano sobre el cristal de la copa se crispa, amenazando el material, y Mitsui tiene que decirse a sí mismo que debe controlar su reacción. No es apropiada.
Se gira para mirar a su compañero con una pregunta hosca en los ojos y Matsumoto se encoge de hombros.
—Sawakita me lo dijo. Está entusiasmado de no viajar solo.
Ah, por supuesto. Se abstiene de resoplar de forma despectiva.
—Si no te conociera mejor, creería que estás celoso.
El comentario lo hace tensarse, incómodo con el rumbo de la conversación. Matsumoto está rozando, adrede o no, un punto bastante sensible que ni siquiera él mismo quiere escarbar. Aquella conversación no pinta nada bien.
—Pero nunca te escuché hablar de América —continúa el otro —, así que no entiendo.
Ah, eso. El puño apretado que mantenía bajo la mesa se afloja, permitiéndole respirar con calma. Más tarde se permitirá analizar sobre el rumbo que él creyó estaba tomando la interacción.
—No es eso —asegura—. Supongo que la noticia me tomó por sorpresa, es todo. El enano es un amigo cercano y no esperaba que se fuera tan lejos.
Bueno, eso no es una mentira, así que está bien. Matsumoto no podrá releer entre líneas.
—Así es la vida. No siempre tendrás a las personas que quieres a tu lado.
Mitsui resopla ante la respuesta geriátrica de su compañero y se gira a verlo con una sonrisa burlona.
—Estás hablando como mi abuela —acusa.
—Entonces tu abuela debe ser una persona muy sabia —se defiende Minoru—. Y bastante guapa.
La broma los hace reír y Mitsui acaba empujándolo con el hombro.
—Eres un idiota.
—Tal vez, amigo mío. Pero no más que tú. —Minoru vuelve a su bebida antes de continuar hablando—. Deberías pasar tiempo con tu amigo en vez de estar aquí empapándote en alcohol. La resaca será horrible mañana.
Mitsui vuelve los ojos hacia la pista de baile, donde el cabello de Ryota se distingue mientras baila en compañía de una chica atractiva. Suspira. Tal vez Matsumoto tenga razón.
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La muchacha junto a él se acerca para susurrarle algo al oído por encima del ruido de la música y Ryota se sonroja ante la cercanía repentina. Puede ver de reojo sus bonitos labios gomosos, y si baja un poco los ojos verá el espléndido escote que exhibe sus pechos. Es bonita, no hay duda de ello, y él no debería sentirse cohibido por ella porque ya tiene 18 años, maldita sea, y la época donde las chicas lo rechazaban quedó atrás.
Nunca funcionó con Ayako porque finalmente entendió que estaban mejor como amigos, pero eso no significa que no hubiera otras chicas bonitas y amables entrando en su vida en momentos aleatorios, aunque ninguna se quedó demasiado tiempo, y tampoco es que su lista fuera demasiado larga.
Simplemente no estaba seguro de por qué, pero no parecía relevante ahora, si lo pensaba con detenimiento.
Y nunca había llegado a algo más que besos, pero la joven con él ahora parecía como si quisiera ir más allá de eso. Ryota considera la posibilidad, con una mezcla de alcohol, ansias y expectación subiéndole a la cabeza mientras la mira, viéndola sonrojarse a pesar de que ella no está devolviéndole la mirada. Confundido, vuelve la cabeza por sobre su hombro para descubrir qué ha desviado su atención y, claro , Hisashi Mitsui se acerca a ellos con su permanente seriedad y cara de pocos amigos patentada mientras avanza entre la multitud de bailarines sin despegarle los ojos.
No sabe por qué, pero en ese momento él también se sonroja bajo la atención.
—Nos iremos en media hora —espeta Mitsui, sin desviar sus ojos de él—. ¿Te vas o te quedas?
La chica emite un sonido inentendible que él no procesa mientras se gira completamente, levantando los ojos para mirar a su amigo. La pubertad tardía fue benevolente con él al hacerlo llegar hasta los 175 cms, pero Mitsui también se había alargado un poco y continuaba sacándole varias pulgadas de diferencia. Lo maldijo por dentro.
—Iré —responde, consciente de que está dejando ir una oportunidad de oro. Podría quedarse e irse con la chica morena que parece más que dispuesta a enseñarle una cosa o dos, pero extrañamente la idea de no hacerlo le importa menos de lo que debería.
Mitsui asiente con un movimiento seco antes de girar y volver sobre sus pasos. El escaso reconocimiento y trato frío lo hace sentir vacío, extraño, como si hubiera hecho algo mal. Luego recuerda la última conversación y cómo todo el ambiente entre ambos cambió desde su anuncio de irse del país, y suelta un suspiro de frustración. Mitsui es lo más cercano que tiene a un hermano...no, tacha eso. Es más que un hermano: se lleva bien con Sakuragi y Yasuda, incluido Sawakita en el último tiempo, pero Mitsui no es como ellos. Representa un amigo, confidente y compañero con quién podía confiar cuando las cosas parecían querer desmoronarse de nuevo, cuando la presión del equipo amenaza con volverse demasiado o cuando las cosas en su familia no van del todo bien; sería difícil explicar lo que significa para él.
Y ahora, así sin más, se separarán. Tal vez debería ser menos egoísta y pasar los últimos momentos con él antes que estar en medio de un bar retozando con una desconocida sexy.
Se vuelve hacia ella con una disculpa en la boca.
—Lo siento, tengo que ir con mi amigo —suelta, y la ve levantar una ceja. Ella lo mira y luego sus ojos vagan hasta la espalda en retirada de Mitsui, y algo parece cruzar por su mente, reflejándose en sus ojos.
Le dedica una sonrisa cómplice antes de disculparse ella misma e irse en busca de su propio grupo.
—Tienen mucha suerte —dice, antes de dejarlo solo.
Ryota arquea las cejas antela frase, pero decide no darle importancia y trata de ubicar a Mitsui entre el gentío.
La puerta se abre y Matsumoto entra tropezándose, con un Sawakita risueño casi colgando de su cuello. El as se ríe en voz alta mientras arrastra los pies, sin importarle que su hombro se golpee contra la pared mientras balbucea sobre algún tema al que Mitsui no le presta atención. Y aunque lo hiciera entendería poco, ya que parece ser una broma privada de los antiguos compañeros de Sannoh.
—¿Te acuerdas? ¡Fukatsu estaba tan enojado! —se carcajea, mientras el mayor lo mueve a través del departamento.
Detrás de ellos, Ryota es el tercero en entrar, dejando a Mitsui al final para cerrar la puerta.
—Lo llevaré al baño —anuncia Matsumoto, arrastrando a su alegre compañero en la dirección del pasillo. Los otros dos se quedan de pie bastante torpemente en la sala, sin saber qué hacer a continuación.
—Uh...¿debería buscar mis cosas? —Miyagi es el primero en hablar, mirando a su amigo por encima del hombro mientras hace una señal vaga en dirección al espacio entre el sofá y la televisión.
Mitsui lucha un momento para entender de qué está hablando, pero cuando lo hace niega con la cabeza.
De ninguna manera los dejará dormir allí, mucho menos con un Sawakita ebrio que podría levantarse en medio de la noche y poner su pequeño departamento patas arriba. No, debe asegurarse de que todo esté ordenado y a salvo al día siguiente.
—Compartiremos habitación —responde—. Es muy frío acá afuera.
Es el turno de Ryota de fruncir el ceño. Comienza a negarse cuando Mitsui lo interrumpe.
—Hay suficiente espacio y tengo otro futón.
Miyagi quiere protestar que no es eso lo que realmente le preocupa, pero es tarde, está cansado y Mitsui conserva la misma terquedad de siempre; no cree que vaya a ceder. Así que asiente y lo sigue.
La habitación está relativamente ordenada. Hay un futón ya armado en el centro que se ve bastante cómodo, y la esquina está ocupada por una mesa baja que sostiene una lámpara y algunos libros desparramados. Hay un cojín de aspecto suave junto a ella y un balón de básquet metido debajo. Un colgador sostiene dos chaquetas, una gorra y algunos cinturones.
Un poco más alejado de ese rincón está el cesto de la ropa sucia, con un par de jeans enredado en él, mientras que a su lado descansa el bolso de deporte y los tenis.
Las paredes no contienen mucho, limitándose a un calendario con algunas fechas marcadas y dos o tres fotografías.
Ryota no está seguro de qué esperaba encontrar, así que tampoco sabe cómo reaccionar. Mitsui se mueve hacia el armario en la pared del fondo y descorre la puerta, hurgando entre los cajones superiores hasta salir con otro futón entre los brazos.
—Aquí tienes —dice, acercándoselo—. Te mantendrá cómodo.
Luego hace lo mismo con una almohada antes de agacharse y mover su futón hacia la pared, dejándole espacio para armar el suyo. Ryota lo mira todo desde detrás de la montaña de algodón enfundado, tratando de procesar el rumbo de la situación.
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—¿Estás molesto?
Hay un segundo de vacilación antes de la respuesta.
—¿Por qué lo estaría?
—No lo sé —Ryota hace una pausa—, pero apenas me miras. Y cuando lo haces... —se calla, y hay otro espacio de silencio antes de que Mitsui se revuelva en su cama y se ponga de costado para mirarle. Decide no darse la vuelta a verlo.
—¿Qué pasa cuando te miro? —interroga Mitsui, curioso.
—Es como si fueras el antiguo tú.
El silencio sigue a sus palabras una vez que las expresa, y no sabe cómo se ha tomado su amigo la observación.
—No soy el antiguo Mitsui —le responde, mientras se acomoda sobre su espalda y mira el techo—. No te miraría de esa manera otra vez.
Ryota asiente para sí mismo y guarda silencio, después de todo es a Mitsui a quién puede confesarle esas cosas que no comparte libremente con nadie más.
—Tengo miedo —confiesa, y esta vez ve al otro cuando se gira a mirarlo. Sus miradas se encuentran en la penumbra de la habitación y él cree ver preocupación en el rostro ajeno—. Dejaré sola a mamá y a mi hermana, y ni siquiera sé si vale la pena. Tal vez no es más que un sueño tonto y yo no —Se corta cuando siente la presencia de otro cuerpo junto al suyo antes de darse cuenta de que Mitsui se ha movido. Lo siente meterse bajo su colcha y empujarlo a través del colchón con un gruñido, esperando a que se mueva.
—Estás siendo muy estúpido ahora mismo —lo calla, con esa mirada molesta en sus ojos oscuros una vez más. Esta vez él puede verla a la perfección porque Mitsui está a un palmo de su cara, metido en el mismo futón. Sus rodillas lo golpean bajo las mantas.
—Tu madre será la primera en apoyarte —asegura, y lo dice con tal convicción que él le cree—. Y si no te gusta, siempre puedes volver. Pero te gustará, estoy seguro.
La convicción decae hacia el final de la frase y él lo mira asombrado. Hay un nudo formándose en la boca de su estómago y no sabe con certeza si se debe al alcohol de la fiesta o a la cercanía repentina de Mitsui, mezclado con el remolino de sentimientos atípicos que le causa hablar de sus miedos.
—Vas a extrañarme —dice, porque es lo primero que se le viene a la mente, y ve al otro fruncir el ceño en una mueca que quiere pasar por molesta.
—Obviamente, enano.
Pero no hay bordes en su voz, al contrario, casi parece cansado. Resignado.
—También voy a extrañarte —confiesa.
Mitsui resopla, poco impresionado.
—Ew, ahora estás siendo cursi.
Ryota se ríe y es como si toda la tensión entre ellos de pronto se disipara como por arte de magia. Ese es el Mitsui que atesora, el que se metió en su vida a punta de terquedad y con quien ha llegado a formar un lazo de conexión singular. Al que echará de menos cuando se vaya, la persona que ocupa el puesto más alto en su escala de apreciación luego de su familia.
El Mitsui que él considera más que un hermano. El Mitsui que-
—Me gustas —suelta, y es demasiado tarde cuando su cerebro borracho se pone al día y reflexiona sobre lo absurdo y terrorífico que acaba de decir en voz alta. Porque no se supone que diga eso, ni siquiera que lo piense; mucho menos que lo sienta, aunque lo guarde bajo siete llaves en su corazón. No está bien. Mitsui es su mejor amigo y él no debería echar al tarro de la basura su amistad por una tontera tan estúpida como decirle que le gusta.
Hay un “¿qué?” estrangulado, desorientado saliendo de los labios de Mitsui, y el cerebro de Ryota corre a toda marcha. Tardíamente.
Retrocede, tratando torpemente de incorporarse mientras balbucea una disculpa absurda y siente su alma caerse hasta la planta de los pies.
Está seguro de que todo el color abandonó su rostro y si se queda un minuto más frente a Mitsui acabará con algo más grave que una nariz rota cuando el otro decida golpearlo. Porque puede aceptar el golpe, pero ver el asco y el rechazo en esos ojos marrones abriría una herida demasiado profunda para la cual no está preparado.
Nunca debió decirlo. Mitsui no tiene por qué saber que esos tontos sentimientos se han entremezclado jugando a ser más que solo amistosos, buscando ser algo más.
Cuando está a medio escape, la mano de Mitsui se dispara en el aire y sus dedos se cierran en una garra de hierro alrededor de su muñeca. Sus cejas pasan de estar altas en su frente a bajar amenazadoras cerca de sus ojos.
Ahí está el Mitsui de antes. Odiándolo.
—No vas a ninguna parte —amenaza, y Ryota escanea la posibilidad de golpearlo y huir como un cobarde. Pero el asunto es que este no es su departamento, está en pijama y no conoce a nadie en la ciudad. Una huida así sería desastrosa. Así que bien puede quedarse a recibir el golpe y asumir la ruptura definitiva de esa amistad.
—No quise decir eso —tartamudea, y se odia por la inflexión en la voz. Debería sonar alegre, como las bromas que suelen hacerse entre ambos—. Vamos, Mitsui —trata otra vez—, no lo decía de esa manera. Lo sabes, ¿no? Somos amigos. Quise decir-
—¿Qué? ¿Qué quiste decir?
Mitsui se ve serio, demasiado serio para una conversación casual y Ryota no sabe cómo salir del atolladero en el que él mismo se metió. Pasa saliva de forma dolorosa.
—Vamos —continúa Mitsui, apretando el agarre sobre su brazo, y recién ahí Ryota se da cuenta de que no lo ha soltado—. ¿Qué querías decir?
Miyagi parpadea sorprendido.
—Como amigo —balbucea—. Me gustas como amigo. Eres como un... —se traga el sabor amargo de la mentira y continúa— como un hermano para mí.
Mitsui suelta su agarre y baja la cabeza. Ahora ambos están sentados sobre el futón desarreglado. Miyagi lo mira con cautela, ¿le creyó? ¿está molesto? ¿se burlará de su cursilería? Dadas las cosas, eso último es el mejor escenario que se le ocurre, pero el otro chasquea la lengua en un ruido despectivo y sus esperanzas se desvanecen.
—Eres un mentiroso.
¿Qué?
—No somos hermanos. —La respuesta es contundente, y Mitsui levanta la cara para mirarlo directamente—. Nunca te he considerado uno.
El golpe del rechazo es fuerte.
—Si fueras mi hermano —continúa el mayor, ajeno al sentimiento de dolor que ha provocado—, no pensaría en hacer esto.
Son dos segundos confusos entre el término de la frase y el acercamiento repentino. Ryota abre los ojos de forma desmesurada cuando su espacio personal es violado por la presencia invasora de Mitsui, quien cuela una mano firme en su cuello y lo sujeta para juntar sus labios en un beso agrietado, que no se parece en nada a los besos suaves que ha recibido de las niñas.
No hay nada suave en este, y en lugar de perfumes florares lo que huele es una mezcla de alcohol y algo que pertenece solo al chico frente a él. Los labios de Mitsui están secos, calientes y son exigentes.
—Dime que no quieres esto y me iré —le susurra cuando se separa, apenas unos milímetros—. Seré el hermano que quieres que sea y me disculparé, culparemos al alcohol, pero dímelo ahora.
Ryota quiere hacerlo, realmente quiere hacerlo y no dar un paso en esa dirección que él mismo ha imaginado pero que se niega a soñar. Pero su mano se está moviendo por voluntad propia para tirar del cabello oscuro de Mitsui y llevarlo de regreso a su boca.
Si el otro le tendió un puente, él se embarcará en ese barco de sentimientos confusos sin trastabillar.
Chapter 2
Notes:
Un poco de manoseo adolescente juvenil porque sí.
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Chapter Text
Mitsui es un buen besador, y quiere odiarlo por eso. Pero él también puede hacerlo, y el gemido de asombro del mayor cuando hace algo particularmente agradable con sus dientes en una muestra de ello. Miyagi sonríe en el beso ante su pequeña victoria y en poco tiempo se encuentra de espaldas en el futón, con Mitsui cerniéndose sobre él.
Hay una mano apretando la almohada a un costado de su cabeza y Mitsui le sonríe con un brillo malicioso en los ojos.
—Eres audáz —acusa, calmando su labio herido con la lengua—. Probemos eso.
Y luego procede a desgastarlo con una serie de besos para los cuales no estaba preparado.
Una parte de su cerebro reclama que todo está ocurriendo muy rápido, y probablemente tenga razón; hace apenas unos minutos eran dos amigos compartiendo un futón gracias a una confesión vergonzoza sobre sus miedos y ahora mismo están retozando en él mientras pelean por quién controla primero los besos.
Las manos de Mitsui se están colando bajo su camisa de dormir, con sus dedos largos extendiéndose a través de los planos firmes de su estómago y Ryota decide que la parte racional de su cerebro está errada, porque no hay manera en que esto sea apresurado, no cuando ha fantaseado con eventos similares desde hace meses.
Y luego todo sucede a la vez: Mitsui desvía su boca hacia su cuello, una mano se cuela para frotar un pezón y Ryota jadea ante la caricia inesperada, con todo su cuerpo moviéndose ante el contacto, lo que lo hace abrir las piernas en un acto reflejo y permite que el cuerpo contrario colapse sobre él. Mitsui se queja con voz ronca por el repentino acercamiento y Miyagi se queda son aire:la evidencia física de su sesión de besuqueo descarado ahora está firmemente presionada contra el estómago del mayor, y no hay forma de que el otro no lo esté notando. La mortificación amenaza con tomar el control de la situación nuevamente cuando él quiere disculparse, tratando de retroceder desde el fondo, pero entonces Mitsui se mueve, reajustando sus posiciones, y ahora no es su estómago contra lo que se está frotando.
Él no es el único afectado por su besuqueo.
Mitsui murmura algo inentendible mientras presiona sus ingles juntas. Dios, se siente bien. Levanta la cabeza, alejándose del cuello de Ryota y lo mira, admirando sus rizos torcidos sobre su cabeza y el sonrojo que colorea su piel morena. Los labios se le ven brillantes e hinchados y maldita sea, está orgulloso de ser él el causante de dicha imagen.
Miyagi se ve como un ciervo ante los faros, sin saber si quiere huir o continuar. Pero a juzgar por lo que siente a través del pantalón del pijama, el menor está más tentado a seguir. Así que se asegura.
—Miyagi, quiero...necesito —Traga aire en un intento de regular su respiración y formar frases coherentes—. Tienes que decirme hasta dónde quieres llegar —pide, con sus ojos oscuros dándole una mirada suplicante mientras espera la respuesta.
—¿Qué?
—Dime qué quieres. Ahora. Porque de lo contrario podría tomarlo todo.
Sus cuerpos ya no están frotándose juntos, y eso le permite a Ryota pensar un poco mejor. Pero la frase del mayor resuena en su cabeza y siente como si se estuviera mareando, cayendo en un abismo confuso de deseo, frustración y temor que se lo traga cada vez más rápido. Tartamudea una respuesta confusa, perdiendo un poco la confianza.
—Yo, no sé...
—¿Has hecho esto antes?
—¿Con hombres?
—O chicas, lo que sea.
Niega con lentitud y Mitsui levanta las cejas. Comienza a retroceder y Ryota se siente como un niñato idiota ahora que ha confesado su inexperiencia. Solo se llevan un año, pero la diferencia pareciera ser mucho mayor en este plano; no le gusta sentirse menoscabado.
—¿Seguro? ¿Y que hay de... —Mitsui se calla, guardándose el resto de la frase para sí mismo porque quizás no sea bueno mencionarlo.
Ryota levanta una ceja curioso antes de bajar ambas y darle una expresión seria.
—¿Qué hay de qué? —cuestiona, sonando casi a la defensiva.
Mitsui trata de evitar su mirada pasándose una mano por el pelo. No funciona.
—¿Ni siquiera con Ayako?
La mención de su compañera lo hace reaccionar con vehemencia.
—¡No! Nosotros no, solo... nos besamos un par de veces.
Se sonroja ante la admisión y vuelve la cara.
Cuando dice “par”, se refiere literalmente a eso: dos besos que bastaron para aclararle que lo que le gustaba de Ayako se había convertido en algo que iba más hacia el lado platónico y menos al romántico. Era hermosa y nunca negaría eso, pero no se sentía bien forzar una relación después de todo lo que habían compartido, menos cuando su interés comenzó a desviarse. Ayako no merecía a alguien que estuviera la mitad del tiempo pensando en otra persona, mucho menos en el que se suponía era su mejor amigo.
Nunca podría hacerle eso a una chica que lo conocía tan bien.
Con Mitsui dándoselas de preguntón y el cese de los besos el ambiente se vuelve ligeramente incómodo. Ryota se acomoda en su posición desarreglada y se endereza la camisa para tapar su estómago. Adopta una posición semisentada y carraspea.
Mitsui está en cunclillas frente a él.
—Y tú, umh ¿tienes experiencia? —Está bastante seguro de la respuesta que recibirá, pero parece justo devolverle el favor.
—¿Me estás preguntando si he tenido sexo?
Asiente.
—Por supuesto. Soy un joven universitario saludable y apuesto.
Le guiña un ojo junto a la respuesta descarada y Ryota levanta una rodilla para golpearlo en el muslo. Solo logra hacerlo reír.
—Uno estúpido —refunfuña.
—¡No lo soy! —Se defiende Mitsui—. Y a las chicas no les importa eso.
Otra duda cruza su cabeza y Ryota decide verbalizarla.
—¿También te has acostado con chicos?
—No. Pero me he besado con algunos.
Oh. Tal vez no debería indagar demasiado, pero la curiosidad es más fuerte.
—¿Matsumoto...?
Ve los ojos de Mitsui abrirse con sorpresa antes de que niegue con fervor.
—Somos amigos, y compañeros de casa. No haría eso.
—Nosotros también somos amigos...
La implicancia está en el aire y Mitsui abandona su postura de relajo.
—Es diferente. —Se pasa la mano por el pelo una vez más, frustrado.
Miyagi espera a que le explique por qué es diferente, pero ese no parece ser el caso. Mitsui desvía su mirada de la de él y él acaba por hacer lo mismo. Ahora ambos miran en direcciones aleatorias de la habitación.
Cuando el momento se distiende demasiado, Ryota decide lanzarse al vacío.
—No voy a darte mi trasero —suelta, y se sonroja apenas la frase termina de salir de sus labios. La cabeza de Mitsui se vuelve hacia él con las cejas en alto, a medio camino entre una expresión de sorpresa y otra de burla ante el comentario—. Pero quiero experimentar, hacer otras cosas...si quieres.
—¿Más que besos?
Mueve la cabeza en acuerdo.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Mitsui lo mira como si pesara sus palabras o como si le diera tiempo para arrepentirse. Luego exclama un “ok” y procede a levantar los brazos y quitarse la camisa desgastada que usa de pijama.
—Quítate la camisa —le instruye—. Quiero verte.
Miyagi traga grueso antes de obedecer. No es como si nunca se hubieran visto en ropa interior —las duchas de los camarines no dejaban demasiado espacio para el pudor—, pero nunca habían estado en una situación como aquella.
Los músculos de Mitsui se han definido un poco más, marcando valles y sombras sobre su piel trigueña. La v de sus caderas se sumerge de forma tentadora en la cintura de sus pantalones de dormir y Ryota se encuentra preguntándose cómo se verá ahí abajo.
Mitsui arroja su camisa lejos del futón y se vuelve hacia él, dándole una mirada completa cuando lo ve en las mismas condiciones de vestimenta. Los ojos recorren su piel y Ryota se siente tontamente expuesto, a pesar de que ambos conservan los pantalones.
—Voy a tocarte —le advierte, como si estuviera dándole la opción de retractarse.
No es que Miyagi vaya a hacerlo.
Da su consentimiento y Mitsui está de regreso sobre él, cerniéndose a escasos centímetros de su cuerpo semidesnudo y haciéndolo consciente del calor que emana de su piel. Las manos ajenas vuelven a su estómago, extendiéndose hacia sus costados antes de subir a través de sus costillas.
Miyagi evita retorcerse ante el roce o hacer algún sonido vergonzoso. Pero luego Mitsui se agacha y lame uno de sus pezones y maldita sea , toda su moderación se va al caño porque no se esperaba eso, así que el jadeo de sorpresa es más agudo de lo que le gustaría.
—¡¿Qué estás haciendo?! —susurra, y es tonto que haga eso cuando acaba de casi gritar. Pero la idea de que sus compañeros están en otra habitación de pronto iluminó su cerebro borracho y hormonal y ahora se siente culpable.
—Quiero probarte. De todas las maneras posibles. Además, dijiste que podía tocarte.
Tocar, no lamer. Ryota aprieta los dientes cuando Mitsui hace caso omiso a sus quejas y vuelve a su trabajo, esta vez cambiando de lugar y usando sus dedos para torturar el pezón olvidado. Su cuerpo se retuerce ante las sensaciones desconocidas y agradables que experimenta por primera vez y la sangre vuelve a correr vertiginosa hacia sus zonas inferiores.
—Eres muy receptivo —admira Mitsui, soltando su pezón con un ligero pop que a Ryota le parece obsceno antes de darle una lamida sucia de despedida—. Me gusta eso.
—¡Cállate!
Mitsui se ríe, acercando su rostro al suyo con una mirada de suficiencia.
—No soy yo el que debería callarse.
:
Ryota pierde la coordinación para mover su lengua en un beso adecuado cuando Mitsui se frota otra vez contra su entrepierna. A esas alturas lo único que separa sus obvias erecciones es la ropa de dormir, y él no sabe si está molesto o agradecido por el hecho. La mano del estudiante mayor baja para sujetarlo por la cadera mientras continúa moliéndose contra él y Ryota le clava los dedos en los hombros, ahogándose con los gemidos que brotan en cadena.
Nunca había llegado a eso con una chica.
Y ninguna chica podría haberle ofrecido la misma sensación.
El movimiento se detiene abruptamente y Mitsui murmura una serie de cosas inconexas mezcladas con su nombre mientras su mano abandona su agarre y hurga entre su ropa. Ryota ni siquiera ha entendido del todo el balbuceo cuando sus propios pantalones son jalados desde la parte delantera y asi sin mayores miramientos su polla salta al aire libre solo para ser encerrada en la mano sudorosa y caliente de su compañero.
—¡Carajo!
Mitsui se traga su gemido escandaloso con un beso y es lo mejor que puede ocurrir, porque lo segundo que hace es encerrar ambas erecciones en la misma mano y bombearlas y Ryota lo pierde.
Las sensaciones son demasiado y pocas a la vez, y quiere huir y continuar en el mismo lugar, todo al mismo tiempo. La polla de Mitsui está caliente junto a la suya y el movimiento es menos fluido del ideal, pero Ryota no tiene en mente quejarse cuando todos sus nervios están en llamas ante la acción. Su compañero parece seguir su línea de pensamiento, porque la mano desparece unos segundos y vuelve húmeda con saliva para completar la tarea.
—Mierda, Miyagi... —Mitsui jadea en su oído y lo único que Ryota puede hacer es hundir sus dientes en el hombro ajeno para evitar el sollozo que quiere escarparse de su boca porque aquello no debería sentirse tan malditamente bien.
Pero lo hace. Y la mano de Mitsui es implacable mientras los ordeña juntos, haciendo uso de la mezcla de saliva y líquido preseminal para facilitar el deslizamiento.
—Esta es la experiencia que querías, ¿no? — Mitsui está hablando una serie de cosas que entiende a medias porque su cerebro esta demasiado caliente para procesar otra cosa que no sea su pene siendo frotado con entusiasmo —. Vas a correrte en mi mano, ¿verdad? Haremos un lío en tu estómago, y será tan bueno que lo recordarás cuando estés en América.
El parloteo sucio de Mitsui lo envía en camino a una espiral en la cuál jamás había entrado. Jadea en voz alta, agarrando las mantas cuando el más alto se incorpora y tira de él por las caderas, haciendo espacio para meter una de las almohadas bajo su trasero.
Exponerlo de esa manera le permite poder enderezarse y mirarlo desde arriba.
Ryota hace un intento por cerrar las piernas, pero es inútil con Mitsui encajado entre ellas. Así que se tapa la cara con el antebrazo y procura aguantar, porque es vergonzoso que quiera correrse primero que Mitsui.
Ninguna de sus fantasías adolescentes tenía esta escena.
Como cualquier joven saludable, se ha masturbado con ideas abstractas de mujeres bonitas, con piernas largas y muslos gruesos, senos llenos y traseros respingones. Luego soñó con besar a Ayako y más tarde, cuando sus sentimientos tomaron otros rumbos, se había imaginado tirando de los cabellos cortos en la nuca de su amigo para obligarlo a bajar la cabeza y besarlo.
Pero nunca llegó a imaginar esto .
Mitsui encaja una mano por debajo de uno de sus muslos y levanta su pierna, agarrándola con firmeza mientras el ritmo de su mano aumenta.
—Si me hubieras dejado —jadea—, te habría follado contra el futón hasta que te olvidaras de tu nombre.
Miyagi se retuerce, porque su cerebro traicionero envía imágenes vívidas de la idea a su mente.
—Te habría gustado —continúa Mitsui, porque al parecer tiene algo con la charla sucia y ahora que a abierto la boca es imposible callarlo—. Apuesto que te sentirías muy bien a mi alrededor.
Su mano se aprieta contra las cabezas húmedas y Ryota se ahoga con un sollozo.
—Mierda...incluso te habría dejado follarme en la segunda ronda —espeta Mitsui, perdiendo el ritmo de sus movimientos en una clara indicación de que está cerca del final—. Vamos, Ryota, mírame...quiero recordar este momento.
Los ojos llorosos lo miran desde su posición en el enredo de mantas y Mitsui aprieta la mandíbula y gime, porque el más pequeño se ve positivamete destrozado.
Quiere guardar ese recuerdo para siempre. Que sea ese el rostro que lo acompañe cuando se quede en Tokio y el otro esté a miles de kilómetros de distancia. Quiere recordar esa boca brillante y las cuerdas tensas de su cuello cuando se de placer a sí mismo.
Cuando Ryota anuncia, con la voz magullada, que va a correrse, él lo anima.
—Te tengo, lo prometo.
Y luego lo besa, porque parece apropiado. Ryota se ve vulnerable y él tiene deseos de estrecharlo entre sus brazos, besarlo y morderlo para dejarle alguna marca que le recuerde qué pasó esa noche; susurrale cosas bonitas y prometerle, tontamente, que lo esperará. Pedirle lo mismo a cambio.
Pero eso sería idealista y tonto, inapropiado. Así que se conforma solo con el beso.
Ryota se muerde su propia mano cuando estira la cabeza hacia un costado y ahoga su gemido en la mordida. El líquido viscoso humedece los dedos y gotea sobre su estómago, enviando su mente en un viaje catapultado hacia el espacio cuando el orgasmo más espectacular en su corta vida lo atraviesa. Sus terminaciones nerviosas se estiran hasta tocar el vacío, dejándolo laxo bajo el toque de su amante.
Sobre él, Mitsui gruñe, enterrando los dedos sobre su muslo mientras él también se deja ir, aportando su parte al lío en su estómago.
Las toallitas húmedas están frías contra su piel y Ryota sisea mientras Mitsui lo limpia. Lo ve tirar el material en el canasto de la basura y volver con él. Están desnudos y sudorosos y probablemente huelen a una mezcla asquerosa de alcohol, sudor y sexo, pero eso no parece importante en ese momento.
—¿Estás bien?
Miyagi se gira para mirarlo de frente y Mitsui se sonroja, su mano sube en un acto reflejo para rascarse la nuca mientras trata de no desviar su mirada.
Se ve ridículo, piensa Miyagi. Hace apenas unos segundos estaba soltando una letanía de palabras sucias mientras sacudía sus pollas juntas y ahora está nervioso. Absolutamente ridículo.
Siente ganas de reírse ante tremenda tontería.
—Sí —dice—, aunque me siento pegajoso.
—Traté de limpiar todo —se defiende Mitsui—, pero deberíamos bañarnos mañana. Si vas ahora, los otros... —se desinfla y sube los hombros.
Tiene razón. Deben ser cerca de las dos de la mañana y una ducha a esa hora sería más que sospechosa. Y si los otros no escucharon los sonidos que estaban haciendo definitivamente escucharían el agua.
Espera un momento.
Ryota se sienta apresurado sobre el futón y le da una mirada cómicamente aterrada. Los sonidos . Él definitivamente no estaba callado.
¡Mierda!
Mitsui adivina sus pensamientos porque se ríe en voz alta, moviendo una mano con desconsideración.
—No te preocupes. Seguro tienen el sueño pesado.
No hace nada por calmarlo, pero Mitsui opina que de todos modos no obtiene nada entrando en pánico porque lo hecho, hecho está. Argumenta que Matsumoto es un tipo curtido y que un poco de ruidos sexuales no harán mella en su cerebro porque “ha pasado por cosas peores”, así que le entrega sus calzoncillos mientras él viste los suyos y luego se acurruca a su lado, tirando de él contra su pecho y usándolo como una cucharita.
Hace caso omiso a los rezongos del más pequeño.
—Voy a golpearte mañana —amenaza Ryota, acomodándose en su lugar.
—Está bien.
El cansancio hace mella en ambos y Mitsui ya está cerrando los ojos cuando lo oye hablar de nuevo.
—Espero que me visites en América.
Mitsui sonríe, a pesar de que el otro no pueda verlo.
—Definitivamente. No te librarás tan fácil de mí, enano.
En la otra habitación, Matsumoto duerme pacíficamente gracias a su brillante idea de usar tapones para el ruido. A su lado, Sawakita ronca atravesado en su futón como una alcoholizada estrella de mar.
No lo saben, pero ambos estarán agradecidos de no haber oído ningún ruido extraño esa noche.
—Fin—
Notes:
Si llegaste hasta acá, ¡gracias por leer esto! Necesitaba sacar algo MitRyo de mi alma, así que ya está.

Misaky0 on Chapter 1 Thu 14 Dec 2023 04:40AM UTC
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Misaky0 on Chapter 2 Thu 14 Dec 2023 04:55AM UTC
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Witch_Soul on Chapter 2 Thu 14 Dec 2023 10:52PM UTC
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fernetdefrutilla on Chapter 2 Wed 02 Jul 2025 01:25AM UTC
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Witch_Soul on Chapter 2 Wed 20 Aug 2025 02:07AM UTC
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