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Español
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Published:
2024-01-07
Updated:
2024-02-26
Words:
6,950
Chapters:
5/?
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10
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6
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73

El huerto de calabazas

Summary:

Desde que podía recordar, Jeffrey Dean Isbell siempre había odiado la temporada de huertos de calabazas.

Chapter Text

 

Desde que podía recordar, Jeffrey Dean Isbell siempre había odiado la temporada de huertos de calabazas.

Jeffrey, o “Izzy” para los amigos, se había perdido por horas en el laberinto de los maizales a la tierna edad de siete años. Y no había sido nada divertido. Pero habría que recalcar que meses antes de que esto ocurriera, su padre los había abandonado dejando una escueta nota sobre la mesita de la sala, nota que el niño leyó primero que su madre y que no entendió hasta que Sonja maldijo a Richard con todas las palabras que se le ocurrieron, ese día incluso se puso a inventar otras nuevas. Después de maldecir y todavía muerta de rabia, le explico a su hijo que su padre se había ido porque era un idiota y había conocido a otra mujer con la cual incluso ya tenia familia: los había cambiado.

Después de ello se sentó en el sofá y se echó a llorar, estaba muy sensible por el embarazo, y su bebé de un año, Joe, también lloraba a todo pulmón para acompañar a su madre. Izzy frunció el entrecejo sin saber que hacer, hasta que tomó a Joe en sus brazos y le cargo tarareándole canciones para que al fin se quedara dormido. Fue ahí que comenzó su temor.

¿Y si su madre también se cansaba de ellos?

¿Qué pasaría si la próxima nota fuera de ella?

Meses después, cuando Sonja había dado a luz a su hermano Tom, y Joe andaba la mar de contento en su carriola, decidieron dejar al más pequeño con la abuela y se fueron a la granja de los Bailey a escoger una buena calabaza para decorar en octubre, era la primera vez en muchos meses que salían de paseo después de que su padre los abandonara, y Jeffrey temía… No, más bien sentía, sentía que su madre planeaba abandonarlos también. Con su padre lejos, Jeff no veía porque ella no haría lo mismo, era una oportunidad perfecta y las granjas siempre necesitaban trabajadores, aunque no veía cómo les podía servir Joe, siendo que apenas decía pocas palabras y seguía tirando la papilla sobre su ropa.

O quizás solo se desharía de él, siendo Jeff el mayor y el que más comía de los tres niños, tampoco era tan lindo como sus dos hermanos bebés, su madre se quejaba a veces cuando a Jeff ya no le quedaba la misma chaqueta de hace tres años o cuando tenían que conseguir zapatos nuevos cada que le crecía el pie. Había notado que su madre últimamente contaba cada centavo de su monedero antes de ir a hacer la compra de la semana, y también como rayaba el periódico haciendo círculos en anuncios de empleos que odiaba, Sonja no se veía feliz desde hace mucho, mucho tiempo.

Ya en la granja estuvieron mirando un rato a los animales en los corrales, hasta que después compraron unos perritos calientes en la cafetería que tenia letreros de publicidad de Oscar Mayer pegados por todas las paredes, también compartieron un pedazo de tarta de calabaza y Sonja saco el biberón para Joe.
Después subieron a la carreta-tractor que los llevaría al huerto de calabazas, que estaba muy cerca del laberinto de maizales, donde una Sonja muy alegre se dispuso a entrar con sus dos hijos y otras personas más.

— Jeff, no te despegues de nosotros —. Le ordenó su madre sin siquiera voltear a verle.

 

Pretendía hacerle caso a su madre, como siempre, hasta que se distrajo cuando creyó ver un conejo blanco entre los maizales y le siguió, minutos más tarde comenzó la pesadilla, cuando sin saber cómo ni cuándo, Jeff había perdido de vista a su madre y al resto del grupo que venía con ellos.
Los maizales eran mucho más altos que él, y no lograba ver a nadie pasando cerca ni escuchaba ruidos lejanos, el niño decidió caminar hacia la derecha y llamó a Sonja varias veces, pero aun así, no recibía respuesta alguna.

Después tomó camino hacia la izquierda y el resultado fue el mismo. Nada, no había nadie, para ese entonces el conejo ya no le importaba.
Jeff comenzó a sudar frío, sin querer, todo lo que había hecho era adentrarse más en el laberinto de maizales.

Gritó y gritó, también camino sin dirección, después pensó que su madre ya no volvería por él y eso lo puso muy mal, Jeff era un niño muy serio, pero en esa ocasión le ganó el llanto de solo pensar que ella le había abandonado como temía.

En ese lapso de tiempo decidió sentarse y pensar en una solución, debía calmarse y analizar cómo salir de ese sitio, minutos después vio al mismo conejo comiendo algo que había en el suelo, al menos alguien lo acompañaba, aunque a decir verdad ese pequeño animal era el culpable de su situación, y cuando quiso acercarse para tocar el animal, este se fue saltando lejos de él.

Fantastico.

Jeff se quedó solo, miro sus pantalones que estaban sucios con tierra y sin el menor reparo se limpió las manos en ellos, después se puso en marcha de nuevo para buscar a su madre y Joe, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, su reloj casio se había estropeado la semana anterior, pero podía apostar que probablemente habían pasado más de dos horas.

Entonces se preguntó si su madre sería más feliz una vez y él estuviera lejos, si sus dos hermanos pequeños serian mejores hijos para ella y si el solo merecía ser abandonado en un apestoso laberinto de maizales, sintió angustia pensando que tal vez él era la razón por la cual su padre los había dejado, quizás si el ya no estaba su padre podría volver y todos serian felices otra vez.

El chico comenzó a llorar, el abandono y la desesperación le hicieron pensar en los peores escenarios que solo un niño de siete años puede elucubrar en su cabeza. Después su llanto cesó hasta que se quedó dormido en posición fetal.

No fue más que una siesta y por esos dias tenia el sueño tan ligero que unas pisadas cercanas a donde él estaba lo hicieron sentarse rápidamente, mirando con ojos temerosos a su alrededor, el niño ni siquiera hizo ningún ruido, solo sería peor el darse a notar en caso de que fuera algún animal salvaje, pero era un humano, los maizales frente a él se abrieron y de ellos salió otro niño, un niño pelirrojo que parecía tener su misma edad. Ambos se quedaron mirándose por unos segundos hasta que el chico frunció el entrecejo y le tendió la mano.

— ¿Eres Jeff? — preguntó el colorado mirándole directamente, a lo que Jeffrey asintió de inmediato.

— Todos están vueltos locos por tu culpa, tu madre te está buscando.

Jeff tomó la mano que el niño le había extendido y se incorporó de inmediato para después seguirle, aquel niño pelirrojo los sacó del laberinto sin ningún problema y en cuestión de minutos, como si conociera el camino a la perfección.

Cuando salieron e Izzy vio a su madre, esta fue hacia él y le zarandeó haciéndole prometer que nunca le haría algo así. Sonja tenía lágrimas en los ojos y al parecer no estaba pensando en abandonarlo, se le veía pálida y arrugaba mucho la frente. Jeff asintió a todo lo que le dijo su madre y lloraron juntos, la gente alrededor de ellos estaba bastante conmovida, y cuando Jeff se acordó del niño pelirrojo, ya no le encontró, pero después se enteró que aquel chico que lo había encontrado en los maizales era el hijo de los dueños de la granja Bailey. Bill Bailey.

Ambos se volvieron a encontrar en noveno grado, cuando Bill fue transferido de su antigua escuela.

Por aquel entonces los chicos del instituto se burlaban de Bill porque en su familia eran granjeros y se tapaban la nariz diciendo que olía a estiércol, cuando Bill era un chico bastante meticuloso con su aseo personal, a comparación de la mitad de sus compañeros burlones de los cuales, de ser posible, se podría sembrar patatas en sus orejas llenas de mugre.

Todos los días llevaba verduras y frutas para su almuerzo y una botella de agua, porque en la casa Bailey estaban prohibidas las golosinas.

Era un chico raro. Pero le había sacado del maldito laberinto maizales.

Chapter Text

Been working so hard
I'm punching my card
Eight hours for what?
Oh, tell me what I got
I've got this feeling
That time's just holding me down
I'll hit the ceiling
Or else I'll tear up this town

Bill tenía encendida su radio portátil a nivel máximo mientras manejaba el tractor. Le gustaba esa nueva película que estaban pasando con Kevin Bacon en el autocinema, la semana pasada había llevado a su novia Gina a verla y Billy se sintió retratado en el papel del chico… O tal vez en el de la chica.
El punto era que a partir de ahí bailaba cuando nadie le veía hasta que un día Sharon le descubrió en el sótano de la casa haciendo unos pasos de tap improvisados y no paró de reír a carcajadas, después le criticó avergonzándole por completo.

La gente que iba en la carreta se sujetaban de los bloques de heno donde iban sentados como si de ello dependiera sus vidas, y más o menos era así. Bill era el conductor del tractor-carreta que llevaba a los visitantes de la granja al huerto de calabazas y al laberinto de maizales.

Bill era un conductor terrible, había reprobado la clase de manejo y milagrosamente había aprobado después solo porque el instructor ya soñaba con deshacerse de él, (ya iba por el tercer intento), en cuanto Stephen, él no quería pagar más sueldos en la granja y le importaba una mierda como manejara su hijastro de diecisiete años siempre y cuando tuviera una licencia y nadie sufriera contusiones que le hicieran perder dinero.

Su viejo era tremendo caradura.

— ¡Eh, chico! — gritó uno de los visitantes en la carreta—¡Ve más despacio! Mi mujer está embarazada.

Bill volteo y les miró apenado. — Lo siento señor Philips, señora Phillips.

La señora Philips asintió y se sobo la panza, en la carreta-tractor venia el matrimonio con sus dos hijos, dos señoras mayores y un hombre de color.

— Lo vas a sentir más si no miras el camino —. Masculló el señor Phillips.

Bill pretendió no escuchar el murmullo del señor Phillips, todo lo contrario, aprovechó para volver repetir la canción, haciendo que escuchara el fuerte suspiro del señor.
El chico mordió un pedazo de trigo y lo sostuvo en sus labios, después se acomodó su sombrero stetson cuando por fin llegaron al huerto de calabazas y ayudó a bajar a las viejas damas y también se apresuró en ayudar a descender a una muy embarazada señora Phillips que le sonrió tímidamente.

— Gracias, Billy.

— El gusto es mío, señora Philips.

Bill era un chico bonito, con su cabello rojizo más largo de lo normal que los chicos del pueblo, esos rasgos cincelados, y una sonrisa casi infantil… pero no se le podía llamar guapo, al menos no todavía.

Le gustaba usar los vaqueros ajustados, siempre calzaba unos tenis de lona, pues desafortunadamente su salario en la granja Bailey no le alcanzaba para unas botas de piel, mucho menos para chaquetas de cuero como las que se usaban en las películas, la suya era de denim y estaba muy gastada, abajo usaba una camisa de franela para los inviernos de mierda que tenían en Lafayette.

A diferencia de Bomont, (el pueblo a donde se muda Kevin Bacon en Footloose), en Lafayette, su pueblo, porque para él eso era, en el pueblo sí que estaba permitido bailar, pero la gente era muy aburrida y no sabía cómo divertirse.

En su casa solo iban a la iglesia, Bill era un jornalero más en la granja Bailey y recibía un salario menor que el resto de los empleados por ser parte de la familia, era su deber de hijo ayudar y sacrificarse, o al menos eso decía Stephen, el muy cabrón se la pasaba cantándole todo lo que hacía por él al no ser su padre biológico y lo mucho que él, su madre y sus hermanos le debían. Pero eso sí; la comida era racionada, Stephen no los dejaba ver shows de televisión que él no aprobará, tan pronto veía a Bill mirando las Golden girls, el muy patán le apaga el televisor y le empezaba a gritar algo sobre no holgazanear en su casa, porque el momento que Bill se atreviera a desobedecer era un ojo morado seguro.

¿Había mencionado que aun cantaba en el estúpido coro de la iglesia por imposición de Stephen?

Bill estaba harto del esposo de su madre, era un cabronazo de primera, pero no tenía a donde ir, estaba en su último año en el instituto y tan pronto saliera de la escuela Bill Bailey saldría como un cohete de Indiana hacia algún lugar inhóspito donde nadie le volviese a ver.
Izzy lo iba acompañar, claro, Izzy lo acompañaría siempre, a Bill le agradaba la idea de un futuro junto a su mejor amigo, Gina también quería venir con ellos, tan pronto y habían hablado de california, la muy viva se había anotado diciendo que ella quería ser estrella de Hollywood.
Cualquiera que viera al trío vagabundeando por las calles de Lafayette pensaría que Gina era la que les hacía el mal tercio.

Chapter Text

No era fácil ser una madre soltera en Lafayette, pero Sonja se las había apañado muy bien sin necesidad de salir a encontrar un hombre y un padre para sus tres hijos.
Era verdad que algunas veces la pasaban mal, pero con su trabajo en el mini mart y su segundo empleo como telefonista les estaba yendo mejor, además que Jeff también era cajero de medio tiempo en el mini mart y casi siempre también contribuía con el dinero que sacaba de vender sus collares, o eso le decía el: que vendía bisutería.

Hoy era el día libre de Jeff en el mini mart, pero la iba a cubrir para que ella pudiera ir a la junta de padres en la escuela de Joe.

El chico se puso el chaleco verde del uniforme con el broche que decía su nombre, apenas y tenían clientes esa tarde, Sonja le agradeció con una sonrisa dejando todo a cargo de su hijo mayor, y desapareció tan pronto como pudo porque ya se le hacía tarde.

Jeff (o Izzy) aprovecho que todavía no tenía a nadie formado para pagar, y busco su walkman en su mochila, juraba que lo había echado esa mañana, pero no lo encontró, ya hallaría otra cosa para entretenerse, se dijo a sí mismo en cuanto vio como sus primeros clientes comenzaban a formarse, entre ellos estaba Martha, una señora mayor, (y una clienta muy fiel) quien ya estaba poniendo un cartón de leche y unos huevos en el mostrador para que el muchacho pudiera cobrarle. En la cola, detrás de ella, había unos chicos góticos que estaban un curso por debajo de él.

— Buenas tardes, hijo — le saludo la señora sacando su monedero para darle al muchacho tres billetes de un dólar. — ¿Cómo está tu madre?

— Buenas tardes, señora Flanagan. Ella está muy bien y le manda saludos ¿Cómo está su esposo?

— Sigue vivo… — la anciana contestó con un suspiro.

Jeff frunció el entrecejo y cobró a la vieja dama. — Que tenga un buen día señora Flanagan.

— Mandale saludos a tu madre de mi parte.

La señora tomó las cosas que el joven le había empacado en una bolsa de papel y le regaló media sonrisa, también ignoró el cambio que él le daba y se marchó.

— Gracias.

La señora Flanagan siempre dejaba propina. Después de ella cobró a los chicos de su instituto y aprovechando que ya no había un solo cliente, Jeff se puso a leer la tv guide mientras abría una bolsa de patatas fritas y masticaba un caramelo de regaliz que estaba en descuento. Cuando el ruido de un motor llamó su atención, un vehículo estacionandose afuera del mini mart, una vieja camioneta de redilas, casi podía adivinar quien era.

La desgana le abandonó cuando vio al muchacho de coleta, vaqueros gastados y gorra puesta al revés, siempre era divertido ver a Bill en las horas muertas del trabajo.
El colorado comenzó a bajar unas calabazas de la camioneta y las dejó sobre la acera, después entró al minimart silbando como si fuese el dueño y señor del lugar. En cuanto Billy vio a Jeff de cajero en turno casi le brillaron los ojos. Jeff soltó la tv guide para ayudarle a cargar las calabazas que la granja Bailey surtía al minimart.

— ¡Pero estas cosas pesan una tonelada! — se quejó el pelinegro después de cargar aquellas calabazas gigantes dentro del súper.

— ¡ Lo sé! y gracias…. — confesó Billy riendo al ver a Izzy cargando la última con las mejillas ya rojas del esfuerzo. — ¿Qué haces en el lugar de Sonja?

— Sabía que vendrías a surtir el súper de calabazas y quise estar aquí para ayudarte.

— ¿De verdad? —Bill le miró perplejo enarcando una ceja, casi parecía como si se hubiese sonrojado.

— Claro que no, mi madre tuvo que ir a la junta de padres de Joe.

Bill asintió ocultando su decepción, miro sus tenis sucios perdiéndose en sus pensamientos, cuando Jeff le regresó a la realidad palmeandole la espalda para invitarle un slushie gratis de la máquina del fondo.

— No puedo. — el pelirrojo se encogió de hombros—. Debo volver a la granja, aún tengo que ayudar a Stephen con los animales.

Jeff asintió. No iba a disuadir a Billy para que desobedeciera a su padrastro, la última vez que Jeff le había convencido, Billy apareció con un morete en la mejilla que no podía ni cubrir con las gafas de sol. Todo a cortesía de Stephen.

— ¿Por qué no vamos mañana a ese bar que abrieron hace unas semanas? — dijo Bill con una sonrisa de complicidad—. He escuchado que tocan muy buena música.

— ¿El bar que está en las afueras? — el moreno le miró confundido — ¿Y Stephen?

— No le importara, le diré que llevaré a Gina y aceptara, por alguna razón al viejo le gusta Gina, solo ponte algo elegante.

— Claro, tomaré prestada la corbata de mi abuelo.

Billy entornó los ojos sin saber muy bien si Izzy estaba bromeando o no, pero sabía que vendría. Llevaba tanto tiempo planeando esto, que incluso se había comprado una chaqueta de cuero de imitación en la tienda de segunda mano y cuando vio que había otra igual en la misma talla, no dudo en comprarla… para Izzy, a juego... (sería una coincidencia que tuvieran dos chaquetas iguales, no era culpa suya), ahora estaba arruinado, pero iba a estarlo con estilo, y eso era lo único que importaba.
En cuanto al ogro del pantano, su padrastro, la verdad era que Stephen parecía muy contento cuando le veía salir con Gina Siller, incluso le daba algunos billetes para invitarla a salir y le interrogaba con una mirada de picardía si al fin habían llegado a tercera base, una clase de orgullo le llenaba a Stephen cuando veía a su hijastro con esa chica, y Gina era toda una mujer, la joven era brillante en sus notas, era guapa y aparentaba más edad que el mismo Billy.

Llevaba el pelo muy corto y pintado de rubio platinado, además de tener conversaciones muy elevadas que dejaban a su padrastro sin palabras, Stephen tenía miedo de decir algo incorrecto frente a una muchacha tan inteligente, pero esperaba que esa buena influencia de una chica/mujer como Gina Siller fuera bueno para su hijastro.
Que se rodeara de buenas compañías, y dejará de juntarse con el perdedor de Jeffrey Isbell, ese chico era malas noticias, era el tipo de muchachos que terminaban mal, enterarse que vendía drogas no le había sorprendido en absoluto. Solo lo sentía por su pobre madre que se mataba trabajando por sus tres hijos.

En cuanto a Billy… a él le gustaba Gina, pero más que como mujer… como una amiga, era una chica divertida y como a ella también parecía gustarle él, le hacía el favor de mentir en su nombre para que él pudiese tener más vida social.
Pero pasar tiempo con Gina no era lo mismo que pasar tiempo con Izzy, desde que le había encontrado en el laberinto de maizales, Bill Bailey había sentido una conexión muy especial, algo que a veces le mortificaba.

Chapter Text

Cap 4

 

— Y entonces Laura trató de traer a su novio a nuestra noche de chicas ¿Puedes creerlo? — dijo Gina dando un sorbo a su soda de dieta y admirando su pedicura — ¿Estás escuchando lo que te he estado contando? ¿Bill?

Bill no estaba escuchando nada, eran casi las ocho de la noche y estaban en una pizzería local donde se reunían los chicos de su instituto y de otras escuelas, Izzy no había llegado aún y alguien había puesto una moneda a la rocola y Kenny Loggins estaba sonando con su tema footloose.
Bill tenía pies ligeros y estaba bailando por debajo de la mesa, bailar le quitaba un poco la ansiedad.

— ¿Por qué no llegara Izzy? — preguntó Bill ignorando cualquier cosa que ella hubiese dicho antes.

— ¿Izzy? — Gina repitió pensando que Bill estaba de broma, le había estado platicado sus cosas por casi una hora y el solo preguntaba por su amigo — ¿Te refieres a Jeff?

— Si, ¿Dónde está Izzy?

— Bueno, no lo sé… Probablemente se esté drogando en su casa o tal vez se esté tirando a la chica nueva de intercambio, ¿Qué importa? — dijo Gina con irritación.

— No seas ridicula. — contestó Bill poniendo los ojos en blanco.

— ¿Ahora estoy siendo ridícula? He estado hablando contigo durante los últimos cuarenta y cinco minutos y todo lo que haces es preguntar "¿Dónde está Izzy?", ¿Cómo se supone que debo sentirme?, por favor, dímelo porque yo no sé.

 

— Era sólo una pregunta, ¿Qué sucede contigo?

—¡No!—Gina frunció el ceño — No es sólo 'una pregunta', siempre es lo mismo, a veces me siento como si fuera la tercera en discordia con ustedes dos, ¿por qué eres amigo de él? Está claro que no va a ninguna parte cuando acabe el instituto, es un perdedor que te induce a malos hábitos, un-

— Ya fue suficiente, buenas noches, Gina.

 

Bill la miró disgustado, sacó su cartera y puso un billete de cinco dólares para pagar por la pizza, después se levantó del booth que compartía con Gina y la dejó ahí sin decir otra palabra.

Gina sabía que lo había hecho enfadar, Bill era un chico muy raro cuando quería, lo único que le salvaba de que la gente se enojara por sus groserías era que era un niño bonito, pero Gina sabía que nadie podía hablar mal de Izzy o sino Bill se pondría como un loco, como si la ofensa fuese para él.
Le desconcertaba, no entendía porque se molestaba tanto, a ella le importaba poco cuando la gente hablaba mierda de sus amistades.
El muy cabrón la había dejado sin aventón a su casa, ahora tendría que caminar o rogarle a alguno de los chicos que estaban en la pizzería para que la llevaran. No podía tomar un taxi, no llevaba suficiente dinero. Bill era un idiota.

 

. . .

 

En cuanto a Billy, triste y cansado, volvió a casa sólo para encontrar a Stephen esperándole en el porche. Eran casi las nueve de la noche y el cielo estaba oscuro, el viento otoñal soplaba en su cara mientras su pastor alemán corría hacia él para que lo acariciara. Apenas había luces encendidas en la casa. Stephen se iba a volver loco si tenía que pagar una factura de la luz más alta.

Su padrastro estaba sentado en su mecedora, el loco tenía una escopeta en una mano y una cerveza en la otra, parecía relajado, pero la cara de culo seguía en su sitio, antes de entrar en casa Bill le saludó, pero sabía que no se iba a librar de sus reprimendas tan fácilmente.

—¡Por fin! — exclamó el ogro Stephen. —Tu madre me dijo que saliste con Gina, sabes muy bien que no puedes salir si no has terminado tus tareas, muchacho, hay mucho que hacer aquí en la granja.

— Sí, señor, lo sé, lo siento, no se volverá a repetir.

— No, no lo sientes, llegaste tan tarde que tuve que pedirle a tu hermano que cortara el césped por ti y es tan torpe que tuvo un accidente con una de las cuchillas y se desangró, ahora está en urgencias con Sharon y dios sabe si sobrevivirá.

— ¿Qu... está bien? — preguntó el chico con el color desapareciendo de su cara, estaba a punto de volver a subirse a la camioneta y conducir hasta la clínica para ver a su hermano, si algo malo le pasaba, Bill nunca se lo iba a perdonar. — ¿Debería ir a verlo ahora? Un momento… ¿Por qué no está usted allí?

Stephen lo miró como si fuera poco más que un insecto, luego se levantó de su mecedora y lo miró con su metro noventa de estatura con fines intimidatorios, esa acusación estaba implícita y su padrastro no lo iba a permitir.

—Tu hermano es tonto y tú también, pero no te preocupes, sólo ha sido el dedo, no se lo van a cortar, ¿Capisci? —, dijo Stephen y soltó una carcajada, sorprendiendo al chico con su reacción. —¡Tendrías que haber visto tu cara! ¡Ojalá te hubiera tomado una foto! — agregó sin poder parar de reir.

Bill se tranquilizó, ignorando la broma idiota de su padrastro.

— Billy. Muchacho, deberías empezar a pensar en lo que harás después de graduarte, sabes que no me gusta mantener gente ociosa y no estoy dispuesto a tenerte aquí sin hacer nada. — comentó Stephen más compuesto de su ataque de risa.

Bill arqueó una ceja, no era un vago, trabajaba en la granja todo el tiempo hasta quedar exhausto y cuando no trabajaba estaba estudiando o en la escuela, pero ya estaba acostumbrado a las amenazas de su padrastro, y no pensaba replicar nada, las primeras veces que le había intentado, ese estúpido lado imprudente que había en el habia respondido, a cambio había recibido una buena paliza.

— No, señor.

—He hecho mucho por ti y por esta familia, sin mí, tú y tu madre estarían viviendo en la calle — dijo Stephen, apoyando su escopeta contra la pared de madera, luego puso sus manos sobre los hombros de Bill, acercándose demasiado para incomodarle. — Billy, Billy... Sólo quiero que sepas que vives bajo mi techo, así que será mejor que obedezcas mis reglas.

— Sí, señor.

Bill se quedó quieto, esperando a que su padrastro lo soltara, Stephen no tenía ninguna expresión en la cara mientras ponía su mano en la mejilla del chico, le daba palmaditas y empezaba a hablar de nuevo, — No tengas miedo chico, no te voy a castigar esta noche, además eres demasiado mayor para eso, saluda a Gina de mi parte la próxima vez que la veas, ¿vale?

— Si señor.

— ¡Ojalá te haga un hombre muy pronto! — exclamó Stephen riendo de nuevo.

Bill entró en casa y saludó a su hermana que estaba en la sala montando un rompecabezas, a veces envidiaba la inocencia de Amy, pero agradecía que Stephen no fuera un bruto con ella. Amy era la única persona de la familia que había disfrutado de un buen trato y de una infancia libre de palizas y humillaciones.
Se sentó en la alfombra junto a ella, era el único rompecabezas que poseía su familia. Stephen odiaba los juegos de mesa pero el viejo pretencioso tenía algo con los retratos de la Mona Lisa, la maldita cosa tenía como 1000 piezas y nadie poseía la paciencia para armar esa cosa excepto por Amy, ella era una buena niña.

— Hola, Billy.

— Hola, Amy.

— ¿Quieres jugar a las cartas conmigo?

— Ahora no, Amy, estoy demasiado cansado esta noche, sólo quiero sentarme aquí y ver girar el ventilador del techo.

— Izzy llamó hace una hora. — informó su hermana esperando la reacción de su hermano, — Dijo que no podía venir a la pizzería pero que te recogerá mañana a las diez de la noche.

La cara de Bill cambió de repente de una fina línea que eran sus labios a una sonrisa del gato rison — ¿Se lo has dicho a Stephen?".

— Claro que no, pero esto te va a costar dos dólares.

El chico sacó dos billetes y se los dio a su hermana pequeña, no sin antes darle un beso en la mejilla y prometerle que la llevaría al cine la semana proxima.

Chapter Text

Había momentos en los que Bill se sentía como si fuera la Cenicienta. Los sábados solía despertarse a las cuatro de la mañana, era una rutina de nunca terminar.

Pero primero lo primero, tenía que tomar una taza de café si quería aguantar el resto del día, también pensaba comerse una tostada con mermelada, a veces el pan estaba caducado, pero mientras no tuviera moho eso no importaba mucho, Stephen les hacía comer cosas peores.

Hablando de Stephen, su padrastro y dos otros trabajadores se integraban a la labor a eso de las ocho de la mañana.

Así que, mientras tanto, Billy tenía que alimentar a las vacas, preparar su leche en polvo con agua y llevar los cubos al establo, después seguir alimentando a los burros con su heno, a los conejos, a los caballos y a las gallinas, una mezcla de granos para los cerdos, asegurarse de que todos tuvieran agua fresca, y la lista seguía y seguía.

Sin embargo, sus mejores amigos eran dos gatos llamados Dijon y Dexter, esos dos le seguían a todas partes incluso después de haberles dado de comer, lo que desmiente la teoría que dice que los gatos sólo te usan para que les alimentes y nada más. Y una vez que terminaba de alimentar a todos los animales, Bill tenía que dejarlo todo con un aspecto agradable y limpio. Dijon y Dexter eran los inspectores y decidían si su trabajo era un buen trabajo.

Tenía la gran suerte de que todos los animales se llevaran bien, excepto una de sus cabras: Axl, esa maldita cabra nunca quería obedecer y siempre estaba agitando a todos, pero Axl era adorado por Billy, de hecho esa cabra le recordaba mucho a él.

Por desgracia, esa mañana su cabra tenía diarrea, así que tuvo que limpiar toda la mierda y probablemente llamaría al veterinario si las cosas no mejoraban.

Sólo para asegurarse, llevó al animal a otro espacio para evitar que un posible contagio se extendiera, uno de los trabajadores de Stephen se iba a encargar de eso.

Aún le faltaba ayudar a sus hermanos con los deberes, ayudar a Stephen a pintar la valla de la casa, o más bien pintarla él mismo... Ya que a Stephen sólo le gustaba ladrar órdenes sentado en su mecedora y sorbiendo su limonada fresca de un pajita.

También tenía que trabajar en el huerto de calabazas como parte del personal, conduciendo el tractor con los visitantes, saludando a la gente y cubriendo a Sussy en el puesto de comidas, (la señora que llevaba la pequeña cafetería y que casualmente estaba ausente debido a unas extrañas alergias).

Había tantas cosas que hacer en la granja que no tenía tiempo para sentarse a mirar el cielo y quejarse o tomar limonada en el porche, sentarse a ver a las golden girls era ciertamente impensable.

Pero cuando se está ocupado, tan ocupado como lo estaba Billy aquel día, el tiempo vuela. Hacía sólo un par de horas que estaba limpiando la mierda de los animales, y bostezando debido a un montón de días de sueño atrasado, pero eso no importaba, claro que no, estaba tan cansado que podría haber dormido durante días, pero salir a ese club con Izzy era más importante, e iban a divertirse como lo harían los adolescentes normales, o los adolescentes que no son legales pero que aun así quieren ir a los clubes.

Billy se había duchado, se había puesto su colonia barata y se había asegurado de ponerse su mejor ropa, que consistía en sus vaqueros favoritos, una camiseta blanca y aquella chaqueta que había conseguido en la tienda de segunda mano, todo muy a lo Bruce Springsteen, sólo le faltaban las botas, pero era demasiado pobre para eso, así que sus zapatillas de lona tenían que servir.

Emocionado, metió en una bolsa de regalo una chaqueta igual a la suya, era una verdadera joya, pensó mirándola; una chaqueta negra de vinipiel como las que llevan los motociclistas o los hombres duros, las palabras plateadas "Bad to the bone" en la espalda lo confirmaban, solo esperaba que le gustara a Izzy, este año no había podido comprarle nada para su cumpleaños y realmente se lo debía. Su amigo siempre le invitaba a comer cuando notaba que Billy no podía permitírselo, cada vez que Jeff cobraba en el mini mart no dudaba en llevar a Billy a una cafetería a las afueras de la ciudad y pedirle una orden de panqueques y tocino, también le prestaba sus cosas y nunca se las pedía de vuelta, eventualmente se las devolvía, no era un ladrón, pero Izzy hacía tantas cosas por él…, y la diversión recreativa de sus churros. No podía pensar en otra persona que se preocupara tanto por él como Izzy lo hacía y eso lo ponía muy emocional.
Cuando llegó la hora y todos estaban dormidos, Bill salió por la ventana de su habitación y bajó con cuidado por el tejado y luego ató una gruesa y resistente cuerda al gran roble que estaba casi al lado del tejado, era como ser tarzán en las lianas pero no había problema porque Bill era muy ágil y era casi un vaquero en su mente.
Al final simplemente caminaba hasta el Chevelle de Izzy y desaparecía en la noche.

— Pensé que no ibas a venir— comentó Bill tratando de ocultar lo emocionado que estaba de verlo ahí, esperándolo, cada vez que Bill le pedía ir a algún lugar en la noche sabía que Izz estaría ahí, con las manos en el volante y un pie en el acelerador listo para llevarlo a lugares, él decía salta e Izzy le preguntaba qué tan alto.

—Súbete rápido, tu papá acaba de encender las luces de su habitación—. Jeff le advirtió con cautela, el otro chico obedeció al instante metiéndose dentro del coche.

—Serías un buen taxista... o un espía— bromeó Billy mientras se abrochaba el cinturón de seguridad y Jeff le lanzó esa mirada, como si fuera el comentario más absurdo de la historia. — Yo... no lo digo en el mal sentido".

— Nah, no creo que pudiera ser como De Niro matando chulos por la calle — contestó el moreno conduciendo y masticando un trozo de regaliz que tenía en la guantera, sabía bastante mal.

—Muy bien, Sherlock Holmes entonces.

—Sólo si tú eres el Watson de mi Sherlock... Por supuesto Billy no respondió a eso pero se sonrojo a tal nivel que su piel tenía el mismo tono que su cabello, afortunadamente Izzy no lo noto, su mirada estaba fija en el camino.

Jeff sonrió satisfecho y encendió la radio y subió el volumen también, empezó a tararear en cuanto escuchó Beast of burden de los Rolling Stones, su grupo favorito, Bill ya se sabía la letra ya que Izzy siempre cantaba eso.

I'll never be your beast of burden
My back is broad but it's a-hurting
All I want for you to make love to me
I'll never be your beast of burden
I've walked for miles, my feet are hurting
All I want for you to make love to me.

Mientras se alejaban Billy charlaba sin parar sobre su día en la granja, todavía tenía la bolsa de regalo sobre su regazo, Izzy miraba de reojo con curiosidad y conducía.

—¿Qué hay en esa bolsa?

—¡Oh! ¿Esto?"—Bill la acercó más a su pecho. — Esto es una sorpresa para ti.

—¿Para mi?

—Sí.

—¿Puedo ver?

—¡No!, sigue conduciendo, no quiero que nos estrellemos y este sea el último día de nuestras vidas.

—Vale.

Izzy volvió a mirarle con desconfianza, no le gustaban las sorpresas pero sabía que Bill tenía buenas intenciones, además no dijo nada y nunca lo haría pero le gustaba como vestía Bill esa noche, ese corte de pelo a lo Farrah Fawcett también le sentaba bien, a Bill Bailey definitivamente le había sentado bien la adolescencia, se conocían desde que eran niños y siempre le había parecido que Billy parecía una rana, una rana muy mona con camisas floreadas, pero una rana al fin y al cabo. Ahora con esos rasgos afilados, y la voz profunda todo lo contrario a su aspecto de muchacho inocente de campo, hacía que se sintiera confundido, a veces incluso le daba por flirtear involuntariamente con Bill y no sabía porque lo hacía.
Bill no era afeminado, pero sus facciones eran lo más cercano a las de una chica guapa, Bill no era guapo, tal vez lindo. A veces incluso podía jurar que tenía un poder hipnótico sobre él.
Tenía que ser cuidadoso con sus pensamientos, no estaba seguro de poder ser "hipnotizado" por un chico. Al menos no en Lafayette y no por Bill Bailey, últimamente estaba pensando demasiadas tonterías. Tenía que despejar su mente. Quizá la hierba que consumía estos días le estaba creando ciertos daños en el cerebro. Estaba jodido.

—¿Sabías que a Mick Jagger también le gustaban los tíos?— De la nada, mencionó el pelirrojo sin tener ni idea de lo que pasaba por la mente de Izzy hacía un par de minutos.

—¿Qué?

—Sí, dicen que tuvo una aventura con David Bowie, no lo sabías, ¿verdad?

—No.

—Bueno, yo tampoco lo sabía pero, es bastante raro ¿no?

Izzy arrugó la frente—¿Por qué me cuentas esto?

—No lo sé... Sólo intento entablar una pequeña conversación, lo siento. — respondió tímidamente.

—Esta bien.

Las ventanillas del coche estaban abiertas y la brisa del viento soplaba contra las mejillas de ambos, Billy subió el volumen cuando empezó a sonar "I'm still standing" de Elton John y empezó a canturrear la letra, cambiando algunas palabras por otras sólo por diversión, Izzy tenía una sonrisa ladeada, le gustaba oír cantar a Bill, el pelirrojo tenía un buen par de gaitas. Había estado intentando convencer a su amigo de que dejara el coro de la iglesia y formara una banda de rock, pero lo único que conseguía de Bill era una cara sonrojada. Lo hacía verse lindo. Estaba doblemente jodido.

Cuando llegaron apenas pudieron aparcar, casi todas los lugares estaban ocupados por motos... Estos moteros se sentían con derecho a más, había algunos camiones y coches, el local estaba abarrotado, y cuando llegó el momento de enseñar el carné Bill y Jeff fingieron que no les importaba.
Dentro del bar los altavoces no ponían nada bueno, Jeff, solo reconocía algunas canciones country que a su vecina cincuentona le gustaba poner cuando se emborrachaba recordando a su ex marido, el chico se dirigió inmediatamente a la barra a pedir una cerveza, (todo gracias a su DNI falso), Bill se sentó a su lado dando apenas un sorbo a la suya, intentando convencerle de que ambos fueran a buscar una chica con la que bailar.

—No, está bien, ve tú, yo nací con dos pies izquierdos. --respondió moviendo las cejas.

Billy no insistió más y fue a buscar pareja él solo, estaban tocando una canción de bananarama que le gustaba, se apresuró y fue a la pista de baile donde pronto tomó como pareja a una linda rubia.

Jeff los observaba atentamente desde la barra, Bill llevaba unos jeans que le hacían pensar que quería emular a Bruce Springsteen y una ridícula chaqueta de cuero con la frase "Bad to the bone" en la espalda, era una buena chaqueta si no fuera por ese pequeño detalle, definitivamente era algo que él no se pondría, ni siquiera por dinero, pero Bill no tenía el mejor estilo. Y personalmente "Cruel summer" taladraba sus oídos mientras veía a su amigo y a aquella chica bailar alegremente. Se sentía extraño no prestando mucha atención a la rubia y centrando su mirada en Bill y sus movimientos, se había soltado el pelo y los vaqueros le hacían parecer algo femenino con ese trasero respingon que tenia, si lo mirabas de espaldas casi podías creer que eran dos chicas bailando y pegando sus cuerpos, algo que sin duda muchos hombres ansiaban ver.

Y supuso que eso era lo que pensaba un motorista borracho que se acercó a la pareja para agarrar la nalga de Bill.

Instintivamente, Izzy dejó su cerveza sobre la barra y se acercó a la escena de la futura pelea, donde el pelirrojo intentaba golpear con los puños al descarado tipo.

—¡Te voy a partir la cara!— prometió Bill, con la cara tan roja como su pelo de vergüenza.

El tipo duro se echó a reír cuando se dio cuenta de que la chica era en realidad un chico, incluso tuvo sus dudas sobre si debía disculparse o enfadarse consigo mismo por tocarle el culo a un tío, aunque era un joven guapo, los paletos de Lafayette no se parecían a ese tipo con pinta de elfo que tenía delante. Como era uno de esos borrachos alegres, se limitó a disculparse y guiñar un ojo, dejando a Bill con ganas de ir a por él y pegarle, pero Jeff estaba allí para agarrarle por los brazos y detener el posible desastre, le agarró tan fuerte que en el intento de Bill por zafarse sólo consiguió pegarse más a Jeff.