Actions

Work Header

El cuento del jardinero

Summary:

¿Quiere que le cuente una historia? Conozco varias, sí. Sí, hay una que quisiera contarle, de cuando fui jardinero en la casa Todoroki.

Notes:

Solo voy a decir que escribí esto porque me pareció gracioso.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

­—¿Quiere que le cuente una historia, comandante? Bueno, sé un par de buenas historias. Sí. Hay una en particular que me gusta mucho, si tiene a bien escucharme…

Usted sabe que nací en una gran ciudad, que al inicio de mi vida viví con algunas dificultades, que me he dedicado a todo tipo de trabajos y que no hace mucho he conseguido cierta estabilidad. Esta historia es de mi tiempo como jardinero. Trabajaba yo en la casa de un gran señor, de esos que había antes, de los que asistían a todas las sesiones del parlamento porque su opinión en verdad contaba. Ignoro de qué habrá servido ese hombre, pero se lo tenía por un héroe de guerra. Era alto y fornido, como un gigante y de modales toscos, un poco orientado a la violencia, sin embargo, trabajador y honrado.

Tenía esposa y cuatro hijos. El mayor murió mucho antes de que yo llegara a esa casa y los dos menores rechazaban un poco a su padre. La madre era más bien enfermiza y se la veía poco incluso en la casa. La hija a menudo se ocupaba de los deberes de la madre y velaba por sus hermanos.

Era una de esas criaturas de las que uno quisiera compadecerse pues, aunque bella y gentil, no tenía un solo pretendiente y me parecía a mí que se marchitaba un poco en aquella enorme casa. La señorita Fuyumi tenía una afición a la ópera: estaba abonada a todos los teatros y tenía palco en todos ellos. Se la podía ver seis días de la semana sentada en primera fila con los ojos brillantes y completamente sonrojada. Se podría creer que este era un defecto, pero era el único placer en que se deleitaba.

En invierno, varios teatros cerraban y solo tres ofrecían alguna distracción, pero después de semanas de representaciones hasta la señorita Fuyumi debía hartarse y ya no asistía con tanta frecuencia a su palco.

Con los cambios de estación, llegaban los cambios en las oficinas y gabinetes. Al inicio de la primavera, un abogado nuevo se unió a la corte y pronto hizo amistad con hombres de gran influencia. Tenía ese carácter que atrae a unos y crea suspicacias en otros. La popularidad de ese hombre creció tanto que pronto alcanzó a la casa Todoroki.

Cuando lo vi por primera vez comprendí que ese joven traía consigo un cambio de aire: tenía un carácter desenfadado y una risa fácil que invitaba a otros a reír con él. Aunque su primera impresión en aquella casa fue la opuesta. El señor Todoroki lo habría sacado a patadas de su casa a no ser porque lo presentaba otro de los hombres influyentes de esa ciudad y porque sus hijos habían acordado una tregua esa noche en su trato normal.

Reconozco que quizás sea yo un hombre de poco entendimiento y que por ello me pareció a mí un buen hombre, aunque fuera joven y lo primero que hizo al salir fue tropezar con una figura de mármol y romperla en el jardín. No fue una gran perdida, era bastante desagradable, al fin y al cabo.

La señorita Fuyumi vio todo con cierto horror en el rostro a lo que él respondió con una reverencia, agradeciendo la atención prestada y muy satisfecho de su hazaña. Apenas le dio la espalda, la señorita sonrió con complicidad y se fue a ocultar en un rincón de su biblioteca.

Muchas visitas se sucedieron durante un tiempo, y ya sabe usted de lo que se habla cuando un hombre soltero visita asiduamente la casa donde habita una joven en edad casadera. Pero nada ocurrió y llegado el verano, el joven Keigo Takami volvió a su ciudad natal.

Debo decir que no noté ningún cambio de inmediato, todos fueron sucediendo paulatinamente: la salud de la señora Todoroki era buena, la relación del padre con los hijos mejoraba un poco y la señorita dejó de asistir a la ópera seis días a la semana y en cambio empezó a asistir una vez por semana a clases de piano a la ciudad vecina.

¿Clases de piano? La mayoría de las señoritas nacidas en sociedad tocan el piano desde los cuatro o cinco años, ¿era siquiera posible que la hija de un hombre tan rico e influyente no lo dominara ya? Sí, lo era. Yo solo soy un jardinero, pero incluso yo sé cuando un instrumento está en manos equivocadas. Pobre señorita Fuyumi, tan buena e inteligente y tan mal dotada para la música.

Lo cierto es que las clases surtían su efecto, mejoraba poco a poco. Ya no huía yo de la ventana del salón cuando se sentaba ella a practicar, incluso empezó a cantar con una voz suave y agradable. Fue una buena época.

Mas el invierno volvió a aparecer, los fríos y las lluvias, la nieve también, arruinando el jardín. Un día el señor Todoroki bramaba a voz en cuello y desde la cocina, donde la ama de llaves y yo tomábamos te para calentarnos, oíamos sus gritos que resonaban por la casa. El hijo de en medio, el joven Natsuo gritaba también, el hijo menor no era de muchas palabras, pero solía ser categórico:

—¡Shoto! —gritaba el padre y sabíamos que había abierto la boca para decir alguna verdad sin ningún tipo de adorno.

Más gritos sobrevenían y las palabras “Fuyumi” y “desgracia” resonaban a través de las vidrieras. Si no hubiese sido poco decoroso de nuestra parte hubiéramos corrido a acercarnos al rellano para oír mejor, pero la doncella de la señorita entró corriendo y muy pálida.

—El señor descubrió que la señorita Fuyumi estaba viendo a un hombre en secreto en lugar de asistir a sus clases de piano —dijo a toda velocidad. —No sé cómo lo ha sabido y ella se niega a decirle el nombre. Ya decía yo… ella nunca se había preocupado de la música antes, más que para ir al teatro a ver la ópera.

—¡Esto será una tragedia! —apuntó la ama de llaves sirviéndole te a la muchacha, que seguía pálida y temblorosa. —¿Cómo lo habrá descubierto el señor Todoroki?

—Quién sabe. —Más gritos resonaban y ¡Shoto! Y portazos. —¡Es un escándalo! Y los hermanos se han puesto del lado de ella. ¡La señora! —gritó de pronto al oír la campanilla.

La señora Todoroki se había desmayado, el mayordomo y su doncella la llevaron a su habitación y, como a todos preocupaba su salud, los gritos cesaron y, al menos por el momento, todo quedó olvidado.

Esa misma semana, un día de mucha niebla y frío, muchos gritos se oyeron otra vez. Parecía que la casa iba a irse al suelo por lo violento de ellos. Estaba yo otra vez en la cocina y las palabras “rufián” y “malhechor” se oían con claridad.

No pasó más de un minuto cuando el mayordomo entró pálido y sujetándose el pecho, parecía que iba a darle una apoplejía al pobre. El ama de llaves quiso sentarlo, pero él se lo impidió y dijo con apremio: —Es ese abogado, el señor Takami. El señor Todoroki no lo va a soportar… si no pasa nada que lo calme tendremos una tragedia —balbuceaba mientras temblaba como una hoja y me hacía señas para que lo siguiera.

—¿Qué ha pasado? Yo no he oído ningún carruaje… —le pregunté mientras avanzábamos por los pasillos, la cocina estaba un poco lejos del salón. En tanto, los gritos aumentaban en violencia.

—Se ha presentado esta mañana, reclamando que no le dejan ver a su prometida y no sé qué cosas. El señor se ha puesto rojo de ira. Lo juro, si no se muere, lo estrangula.

—Así que es con quien se ha estado encontrando la señorita.

—¡Sí! ¡Es él! —todos hicimos silencio al llegar a la escalera, pues los pasos de varias personas que corrían nos alertaron. Otros miembros del servicio se habían acercado y todos nos quedamos pasmados viendo como la señorita Fuyumi abría la puerta e iba a colocarse muy junto al joven Takami. Nunca la había oído alzar la voz antes, fue una cosa muy digna de ver: la señorita, con su pequeña figura y su voz chillona, del brazo del joven que la miraba tiernamente mientras se sonreía, enfrentando a un verdadero gigante con la cara convulsa de ira.

Los hermanos se unieron poco después y la madre que llegó al final. La puerta se cerró y quedamos a la espera. Los gritos cesaron por completo, salvo el “Shoto” al que todos estábamos habituados.

Una semana después la señorita se marchó junto a su marido a su viaje de bodas y las cosas se tornaron en una vida apacible y agradable.

Notes:

He estado leyendo y me he sentido inquieta.
Solo puedo decir que se me ocurrió después de leer La Señora Lirriper (aun no lo termino).
Gracias por leer.