Chapter Text
A lo largo de su vida, incluso con tan pocos años comparado con la media, Malcolm se creía lo suficientemente modesto al decir que había pasado por un montón de situaciones extrañas. Las cuales, a su vez, acababan provocándole sensaciones aún más raras.
Podría enlistar todas y cada una, enumerarlas, y catalogarlas sin dificultad. Después de todo, por lo general tenía una muy buena memoria y una aparentemente enorme capacidad de atracción a los problemas cada vez más desquiciantes…
Sin embargo, si tenía algo claro aún por encima de todas esas cosas, eso era que nunca nada había sido tan aplastantemente asfixiante para él… como el crudo regreso de su hermano mayor.
La primera vez que Malcolm sintió que la pesada opresión (que vivía latente en su pecho desde aquella fatídica noche en la que hizo pedazos el corazón de su hermano) tomaba tanta fuerza como para dificultarle físicamente la respiración, fue cuando se dio cuenta de que la persona que volvía no era la misma que se había ido hacía un año.
Porque dos semanas después de que lo hiciera, contrario a sus pobres esperanzas egoístas, las cosas estaban peor que nunca entre los dos;
Malcolm tenía quince años cuando Reese se fue, pero para el momento en que volvió ya había cumplido los dieciséis, y, en el instante en que entendió que el tiempo lejos no se había desecho de la completamente justificada animosidad y más bien sólo había servido para ampliar la áspera e hiriente grieta separándolos a ambos, ingenuamente había creído que pasaría.
Había pensado, como un completo y egoísta idiota, que luego de un rato ahí Reese lo olvidaría. Que lo golpearía por fin una, dos, diez veces…, las que fueran necesarias para que volviera a su insufrible ser de toda la vida, con Malcolm soportándolo como su víctima usual y el resto del mundo regresando a doblegarse bajo su yugo de violencia con naturalidad…
Pero no.
No.
Su hermano había regresado con la indiferencia cubriéndolo como una coraza afilada, y, a decir verdad, en este punto Malcolm parecía ser el único sangrando por ella.
Porque sí que había abrazado a Dewey como si realmente lo extrañara, a su padre, a su madre, e incluso a Jamie…, pero no a él.
En aquel momento, tan inusualmente quieto como nunca, Reese no había hecho más que mirarlo con ojos increíblemente opacos a mitad de la sala, y Malcolm, genuinamente confundido por el montón de reacciones alterando químicamente su cerebro al verlo después de tanto tiempo, no había podido hacer nada para salir del inusual estado de congelamiento y conmoción que la expresión le producía.
No consiguió nada; ni una palabra, ni un mínimo gesto de reconocimiento o siquiera otra última mirada después de que el primer parpadeo se llevara esa para no volver. Fue como una maldita bofetada.
Eso el primer día.
Los siguientes le parecieron aún peores…
Porque Malcolm se había sentido desplazado en muchos diferentes momentos de su vida y por distintas personas, pero nunca se había sentido hecho a un lado por Reese.
Por más absurdo, egoísta, y caprichoso que pudiera sonar, la verdad era que, para él, su atolondrado hermano mayor era siempre una extraña forma de alivio ante esas situaciones.
Sí, Reese era un idiota. Un maldito cretino impulsivo y el tipo más molesto con el que podrías encontrarte si estaba especialmente de humor para ello, pero, también, era el único que parecía esforzarse por mantener a Malcolm ahí con él hiciera lo que hiciera.
Y aun si la mayor parte del tiempo no era algo bueno en términos de consecuencias, en realidad ya no importaba más.
Todo había acabado.
Todo echado a la basura, por una completa y absoluta estupidez, además.
En definitiva, lo era. Al menos para Malcolm.
Todo eso… hecho añicos por una chica que ni siquiera le gustaba en realidad…
Ah, porque ese era el punto; a él no le gustaba… pero Reese aparentemente la amaba, y Malcolm había hecho lo más rastrero que un hermano podía hacerle a otro.
¿Por qué?
¿Por qué, de todas las personas, tenía que ser ella? ¿Por qué, de todos los malos escenarios posibles, tenía que desarrollarse ese en el que él lo encontrara en la habitación de su novia? ¿Por qué, de todas las cosas que podría haberle hecho…- de todo lo que podría haberle dicho… Reese simplemente había desviado toda su atención a ella, diciéndole ese estúpido “sólo quiero que seas feliz”, e ignorándolo a él por completo? ¿Por qué no volvió a mirarlo? ¿Por qué él se sintió molesto horas más tarde, cuando el impacto y el miedo bajaron?
¿Por qué dolió?
«¿Por qué aún lo hace…?»
Nunca, en todo ese tiempo, había logrado entenderlo.
Nunca supo la razón, jamás obtuvo la respuesta a ninguna de esas preguntas, y tampoco comprendió qué demonios se había disparado en el ambiente para terminar en ese punto tras ir a buscarla con un claro objetivo aquella vez y sabiendo lo mucho que probablemente la detestaba sin razón aparente.
Porque lo hacía.
Vaya que lo hacía.
La odiaba.
De todas las chicas con las que Reese había salido, esa en definitiva era la más molesta. A Malcolm nunca le había agradado. Nunca, ni en el momento en que se las presentó, ni más tarde cuando empezó a pasar tiempo en su casa como si algo ahí le perteneciera.
Así que, cuando el incidente sucedió, y luego de que Reese desapareciera con la mirada más decepcionada y abatida que había visto en su vida, Malcolm se había sentido tan aplastantemente confundido, que realmente lo consideró;
En verdad, por un pequeño rato introspectivo, había llegado a plantearse seriamente la cuestión sobre si ella le gustaba. O si al menos le atraía de algún modo…
Algo, cualquier cosa, cualquier indicio o pensamiento que pudiera darle una respuesta para esa estupidez, un mínimo motivo, o un sensato fundamento...
Pero, horas después, para el momento en que se encontró en su cama tratando de dormir, lo que había no era nada más que un sentimiento de desprecio y profundo resentimiento.
Resentimiento con ella. Resentimiento consigo mismo. Resentimiento con Reese…
Y, no obstante, ya nada importaba.
Malcolm no era más que un cero a la izquierda donde antes era una potencia.
“Ya no eres su favorito”
Dewey se lo había dicho una vez, un momento en el que todo lo sobrepasó y Malcolm se dejó llevar lo suficiente para preguntar qué hacían cuando Reese salió.
Porque, por supuesto, todo lo que hacía antes con él, ahora lo hacía con Dewey, y la burlona vocecita, junto al recuerdo de la irritante sonrisa infantil, seguían provocándole un ridículo malestar incómodo desde aquella primera ocasión en la que, humillado, indignado, y sintiéndose como una peste, Malcolm no había sabido cómo responder más allá de abandonar el lugar con la poca dignidad que le quedaba y la necesidad de tomar aire volviéndose afortunadamente más fuerte que las patéticas ganas de arrojarle cualquier cosa a la cara.
Honestamente, incluso con todo eso, Malcolm no culpaba a su hermanito. No estaba muy seguro de si se debía a que después de que Reese se fuera había terminado pasando tanto tiempo con Dewey como para suavizarse un poquito más con él, o sólo al hecho de que la respuesta que le había dado era una bastante lógica aun en su brutalidad.
Y era algo entendible que Dewey lo explotara como una ventaja, en realidad. Después de todo, el niño tenía un gusto particular por cualquier cosa que involucrara un mínimo de manipulación… y, tras tantos años siendo la víctima principal, más allá de la desconfianza natural que había mostrado los primeros días luego de que Reese lo tratara bien, era comprensible que Dewey quisiera aprovechar cualquier beneficio que pudiera obtener mientras siguiera estando en el lado bueno de su más grande tormento.
Claro que, eso no quitaba que Malcolm se encontrara en el malo ahora… Bueno, eso si podía considerar siquiera estar en algún lado, para empezar.
«Esto es un asco»
Malcolm se había repetido tanto eso, que incluso parecía algo natural.
Todo ahora, desde la mañana hasta la noche, era una constante especie de tortura psicológica para él.
Una ligeramente enfermiza, además, porque incluso llevaba el conteo de palabras que se habían dirigido el uno al otro en dos semanas. Un frustrante y aplastante:
107 - 0.
Siendo honestos, la marca genuinamente le impresionaría a un nivel de estudio si no fuera por el hecho de que él era la única persona con quien Reese practicaba su mutismo.
«Como un completo idiota»
Reese lo era. Por supuesto que sí.
Sin embargo, Malcolm también lo era…
Porque no podía negar que le afectaba, a pesar de lo mucho que ser consciente de eso mismo le repudiaba. No podía evitarlo, las cosas eran así. Las cosas llevaban mucho tiempo siendo así.
Dios, es que, incluso durante el periodo en el que no estuvo, Malcolm se había acostumbrado a dormir encarando la entonces vacía cama de Reese, casi como si esperara verlo al abrir los ojos por la mañana…, y ahora…
Ahora que realmente estaba ahí, Malcolm no podía obligarse a relajar lo suficiente para no mover un músculo en su dirección ante la más mínima reacción.
La culpa había estado consumiéndolo como una llama a un fósforo desde el inicio, y, no obstante, era obvio que a su hermano no le interesaba ni un poco. Y a pesar de que durante esas primeras dos semanas no se había quejado abiertamente con nadie del tema, de alguna manera, Malcolm había esperado que al menos su mamá mencionara algo que le hiciera tomar en cuenta su presencia.
No fue así.
Pero tampoco iba a culparlos. No era tan petulante como para caer a eso, siquiera de momento. Sabía que estaban tan enterados de lo que había hecho como él, así que… no tenía caso.
De cualquier forma, ese asunto era sólo entre ellos dos, y aun si parecía no tener solución alguna, Malcolm comenzaba a hartarse de verdad.
Porque todo eso no era más que una estupidez.
Es decir, Reese había hecho cosas mucho peores, ¿no? Entonces, ¿qué le daba el derecho a hacer de sí una víctima y convertirlo en un falso verdugo a él?
¡Malcolm debería ser quien estuviera aplicando esa infantil ley del hielo por muchas otras cosas, no Reese! ¿Cierto…?
«Sí, claro…»
¿A quién quería engañar? En el fondo sabía que no era más que un nuevo arranque de autocompasión.
Quizás, parte de lo que le hacía sentirse tan enfadado con todo era que la ausencia de Reese había sido mucho más difícil para él de lo que algún día hubiera llegado a imaginar, y en más de un sentido.
Entre la situación de su familia, y la suya individual oscureciéndose más y más en la escuela a cada instante que pasaba en el lugar, era casi como si una parte de Malcolm culpara a su hermano mayor por ello, y que la misma le obligara a culparse a sí mismo en consecuencia por no poder dejar de ser tan egoísta y pretender que las cosas se arreglaran en un pestañeo.
Nunca había pensado demasiado en lo que Reese y su figura implicaban en su vida. Después de todo, él siempre había estado ahí, era su hermano, así que su presencia le era tan natural como respirar… Y, sin embargo, aun cuando la resolución hasta ahí había sido normal en un inicio tras comprender que se había ido, al poco tiempo de eso todo había acabado yéndose al demonio.
Porque las cosas cambiaron. Porque su vida cambió. Porque Malcolm cambió.
Si el pensamiento no hubiese sido tan aterrador, en el momento en que se dio cuenta de ello se habría reído de sí mismo.
Y es que, ¿quién iba a decir que Reese, siendo quien era, realmente tenía una influencia tan grande en él como para afectarlo a ese nivel?
Había algo en Reese, una especie de agente extraño que provocaba reacciones en su personalidad de manera inexplicable… Reacciones que habían pasado ocultas y desapercibidas incluso para él porque en un inicio estaban demasiado mimetizadas entre otras como para notarlas.
Eso, claro, hablando de forma interna pues, al parecer, también modificaban continuamente su entorno de un modo menos simple de lo que cualquiera podría imaginar.
Malcolm lo había aprendido a la mala.
Que lo que él creía una rutina y un mundo equilibrado lo eran mucho menos de lo que habría imaginado.
La primera señal había sido un golpe en el estómago…
Literalmente.
En su vida había habido pocos y puntuales momentos en los que Malcolm se hubiese sentido realmente intimidado en la escuela; la mayoría siendo en sus principios como Krelboyne, para ser más precisos, y, aun así, nunca tan explícito y continuo como cuando su hermano se fue…
Quizás por una clase extraña de complejo, con el paso de los años Malcolm había terminado haciéndose a la idea de Reese siendo visto como un idiota cruel y nada más. Lo habían dibujado en su cabeza como un cretino abusivo incapaz de forjar un mínimo vínculo con nadie, y como alguien más interesado en llenar su metafórico tanque de adrenalina por cualquier medio posible antes que ninguna otra cosa.
Lo cierto era que el pensamiento había permanecido mucho tiempo ahí… hasta que el espectro se volvió más rojo y menos gris.
No sabía si era que los otros odiaban a Reese, o si algo en su hermano mayor le hacía parecer a él menos irritante ante los demás, pero, fuese lo que fuera, e incluso si no estaba seguro del por qué, la ausencia de Reese en la preparatoria aparentemente había sido lo mismo que ponerse una diana en el pecho.
O eso era lo que Stevie le decía…
Honestamente, a él le parecía algo ridículo, pero aun así evitaba rebatirlo única y exclusivamente debido a que, más que nada, intentaba evadir a toda costa el tema de Reese cada vez que aparecía entre los dos o con cualquier otra persona.
Porque, sí, salvo los primeros días después de su huida, y unas cuantas ocasiones más tarde en las que Malcolm se había sentido especialmente terrible como para no lograr mantener toda su frustración adentro sólo para él, el nombre de Reese no había abandonado su boca jamás.
Era estúpido. Lo era, de verdad, y Malcolm lo sabía, pero también sabía que la sensación retorciéndose desde sus entrañas hasta su garganta cada que lo recordaba parecía volverse exponencialmente insoportable día con día, y cuando Reese, el verdadero Reese, o al menos lo que aparentaba ser la sombra de él y no el sujeto imaginario de sus tormentosos sueños, volvió…, la esperanza de esa cosa desvaneciéndose como la niebla llegó también…
Sólo para desaparecer un instante después, dejándolo ahí, con una perpetua y ambigua sensación desconocida que crecía constantemente, rodeando y serpenteando como enredaderas venenosas entre cada espacio de su culpa y sus excusas.
«Completamente estúpido…»
.
.
.
.
.
Notes:
-1-
¡Hola! ♥ ¿Qué tal? Inicio de historia nueva. ¡Ahh!
Publiqué el final de Serotonina, así que no sé si vienen de ahí, pero, asdfhsjaksjjs, Dios, no sé ni qué decir, jajaja
Dato inútil de la autora sobre el capítulo: genuinamente no sé qué decir, más que nada porque por un momento de mi vida de verdad pensé que nunca podría sacar esta historia a la luz. Tengo años con ella en mi archivo, y me traía loca porque me causaba bastantes estragos en las ideas de repente, o sea, para que se den una idea, llevo intentando desarrollarla bastante tiempo antes de siquiera terminar de publicar Selcouth. Porque siempre, desde la primera ocasión que vi ese infernal capítulo de cuando Reese encuentra a Malcolm ahí con su novia y se termina enlistando al ejército, quise escribir algo sobre eso (cambiando necesariamente unas cuantas cosas para darle algo de sentido, porque la cronología y representación en la serie no hacen mucha coherencia, la verdad). Es un episodio que me rompe el corazón por más de una razón, a pesar de que obviamente buscaron tratarlo con el eterno ambiente cómico de MITM…, así que quería darle mi propio giro al asunto y, obviamente, sacar algo de Wilkercest de ahí ;DNo sé si esto les gustará o no, honestamente espero que sí, pero por mi parte prometo ponerle todo el empeño para lograrlo, como siempre intento hacer ♥
Bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, muchas gracias por darse el tiempo de hacerlo, cuídense, los quiero <333
—Lemon
Chapter Text
Fue casi curioso…
El día en que las cosas estallaron de verdad.
Porque en principio parecía uno incluso bonito, pero en los últimos meses de su vida Malcolm había aprendido que las cosas que parecen, la mayor parte del tiempo se quedan en eso, y nada más.
La rutina en casa por la mañana, las personas molestas en la escuela, y el infinito ciclo de la indiferencia en el que era absorbido contra su voluntad, lo comprobaban.
Malcolm ya había dejado de intentar hablar con Reese, pensando que, de algún modo, su cese al fuego le haría darse cuenta de lo tonto que estaba siendo con todo eso… Y, no obstante, resultó que era ridículamente difícil lograrlo sin acabar desesperándose a sí mismo.
Porque, ¿en serio?
¿Realmente esa chica lo valía tanto…?
La misma pregunta, una, y otra, y otra vez, repitiéndose en su cabeza como un eco y no sirviendo para ninguna otra cosa que no fuera hacerle sentir más y más frustrado por su incompetencia para entender nada.
Y es que, Dios… ¡Eso realmente no tendría que haber salido así!
Reese no tendría que haberse aferrado tanto a algo, y él no tendría que notarse tan irritado por ello al punto de considerarse a sí mismo un completo idiota incapaz de formar un pensamiento puramente coherente y racional sobre cómo reaccionar y-
«Ugh»
En cierto punto, Malcolm comenzó a preocuparse por el día en que la situación se tornara seriamente insoportable y él acabara haciendo a un lado cada pequeño gramo de culpa carcomiéndole los nervios para poner a Reese y a su estúpida actitud en su lugar.
Ciertamente no era algo que buscara a voluntad, pero, entonces, casi como una mera jugarreta del Universo, destino, o como la mayoría de las personas quisiera llamarle…, su mañana fue terrible, la escuela más fastidiosa de lo normal, y el infernal desdén infantil de su hermano mayor innecesariamente obvio en el momento en que atravesó la puerta de la entrada sólo para encontrarse los dos solos por primera vez desde su regreso.
Sus ojos se mantuvieron anclados a los verdes nuevamente opacos por un par de segundos antes de que Reese los desviara sin un ápice de consideración, y el mudo gesto (o la falta de él) fue suficiente para volver a provocarle ese repulsivamente asfixiante efecto de opresión.
De algún modo, todo eso, unido en una amorfa masa de desesperación, lo sobrepasó, y el nombre terminó saliendo de su boca sin pensar;
—Reese.
Malcolm lo llamó, tal como había hecho otras tantas veces desde que volvió. Y, tal como había hecho esas mismas otras veces, él sólo lo ignoró.
Sin embargo,
—Reese —volvió a llamar con mayor insistencia esta vez, enganchando su mano lo más que podía alrededor de la muñeca ajena para detenerlo cuando su hermano lo rodeó en un claro intento por salir de ahí.
El movimiento con el que se lo sacó de encima fue tan brusco, que la extensión entera de su brazo lo resintió hasta el inicio de su hombro, pero Reese no dejó de andar rumbo a su habitación, y, todavía con el jadeo adolorido en mitad de la garganta, Malcolm se encontró aún más molesto viéndolo partir.
—¿En serio? ¿De verdad? —recriminó siguiéndolo luego de abandonar su mochila sin pensar en el sofá— ¿Así van a ser las cosas para siempre?
Malcolm sintió algo parecido a la ira calentándole las venas, y tuvo el impulso de arrojársele a la espalda y chillarle en el oído para ver si así seguía fingiéndose sordo a su alrededor.
—No puedo creer que seas tan-
—Carajo. ¡Bien! —El rugido de Reese resonó con exasperación por encima de sus quejas, y acabó girándose tan rápido hacia él, que Malcolm se congeló casi literalmente a los pies de la cama—. Habla de una maldita vez.
Y, de acuerdo, era algo patético, pero no podía evitarlo.
Era la primera vez en más de un año que su hermano le hablaba directamente, y a pesar de que había estado pensando en ello todo ese tiempo, y que más de una ocasión había pedido perdón como si se lo dijera al viento mientras Reese obstinadamente lo ignoraba, la verdad era que ahora no podía evitar quedarse mudo como un idiota él mismo.
Sin dejar de mirarlo, Reese acentuó su ceño fruncido, y, casi automáticamente, Malcolm pasó saliva, sintiendo la lengua acalambrada y el montón de palabras que en principio quería decir, revolviéndosele en la cabeza como si la hubieran agitado hasta marearlo.
—Yo…- Uh, yo sólo…- Lo siento —balbuceó, incapaz de decir nada más en medio de su turbación.
Reese no respondió. Aunque, en realidad, no hizo otra cosa que mirarlo por un buen par de segundos sin mover ni un ápice su expresión, y entonces, sus ojos parecieron entrecerrarse una fracción, completamente fijos en los suyos antes de desviarlos con una especie de ronco resoplido burlón.
—Ahora en serio —dijo—. ¿Qué es lo que quieres, Malcolm?
La sorna casi palpable le molestó, regresándolo casi por activación autómata a la ira acumulada que comenzaba a burbujear dentro de él, porque, por Dios, acababa de disculparse, en serio estaba pidiendo perdón por… enésima vez, ¡y el muy idiota lo había tomado a broma!
—¿Que qué quiero? —replicó cruzándose de brazos— Quiero que dejes de portarte como un idiota. Eso es lo que quiero. ¿Hasta cuándo vas a seguir haciendo como si no existiera? Es ridículo, y estúpido y-
—Oh, ¿es así? —Reese paladeó burlón, cortando su oración a la mitad— ¿No soportas no tener la atención de todos?
—¿De qué estás-
—Las cosas para ti siguen igual con los demás, ¿no? —señaló— Sólo estás quejándote de mi actitud, pero ni siquiera te he tratado mal; lo único que he hecho es ignorarte. ¿Eso es lo que te molesta tanto?... Porque, si te digo la verdad, no debería incomodarte, eres tan molesto todo el tiempo que ignorarte es bastante fácil, Malcolm.
Malcolm apretó los labios.
¿Por qué demonios tenía que hacerlo sonar como si él fuera el irracional allí?
—Siempre has sabido lo que me molesta, ¿no? —devolvió, estrechando los ojos con irritación y esperando que su estúpido hermano cambiara la odiosa expresión. Pero, claro, en realidad Reese no hizo sino ampliar la rígida sonrisa sobre su boca.
—Lo creía hace tiempo… Igual que creía muchas cosas —respondió por fin, haciendo una molesta pausa momentánea que asentó más sus palabras—…, pero eso ya no importa, ¿no? Lo siento, princesa, tendrás que conformarte con esto, porque no voy a cambiar.
—¡Por el amor de…! —Malcolm gruñó hastiado, tomando aire y pellizcando el puente de su nariz entre sus dedos para calmarse cuando él simplemente lo pasó de largo en dirección a la salida— Reese ¿puedes, al menos por una vez en tu vida, dejar de ser tan infantil?
Reese se paró en seco bajo el marco de la puerta.
—¿Infantil?
Y, oh.
Malcolm retrocedió instintivamente con los párpados bien abiertos en el momento en que su hermano se giró a mirarlo, porque entonces Reese, el Reese al que había hecho enfadar un millar de veces y al que en ocasiones la sangre parecía fluirle a punto de ebullición, no dejaba de fulminarlo con los ojos más crudamente endurecidos que le había visto nunca y-
—¿Infantil? —repitió.
Él tragó pesado sin poder evitarlo. Reese en serio, jamás lo había mirado de ese modo, y, aun bajo la capa de enfado a la que ahora intentaba aferrarse, Malcolm honestamente sintió algo de miedo debido a ello.
«Está bien», se dijo.
Estaba bien.
En verdad lo estaba… ¿no?
Después de todo, eso era lo que necesitaba; que se descargara de una vez por todas y le permitiera descansar de esa tontería sin sentido.
Por ello no hizo más que mantenerle la mirada, retorciendo los dedos nerviosamente a sus espaldas en el instante en que la alta figura de su hermano comenzó a acercarse a la suya con un ritmo casi sofocante y obligándole inconscientemente a retroceder al mismo tiempo.
Cuando se topó con el límite del espacio, Malcolm apoyó su espalda contra el muro buscando al menos una clase de estabilidad, y Reese se detuvo apenas a un metro de distancia, ligeramente inclinado hacia adelante y con los entornados ojos verdes analizándolo casi sin pestañear bajo el fruncido ceño.
Malcolm se mordió el interior de la mejilla con fuerza, y sus cortas uñas se clavaron como pudo al viejo empapelado en la pared mientras aguantaba la respiración, usando toda su concentración restante en aguantarle la mirada y no temblar, esperando que al menos él no lo llegara a notar…
Claro que, en ciertos aspectos, Reese siempre había sido más instinto animal que persona y, de alguna manera, por más inverosímil que pudiera sonar, Malcolm comenzó a pensar que su hermano realmente era capaz oler el miedo tras su máscara de enfado, porque entonces sonrió, y los oscurecidos iris acabaron por darle un tinte algo diabólico que le instó a desviar los suyos cuando se acercó aún más.
Una pesada mano se estampó con fuerza a un costado de su cabeza, y Malcolm, ya increíblemente ansioso, se sintió ridículamente microscópico a medida que el poco espacio y el oxígeno entre ellos se reducían a la mitad.
—Dime, Malcolm…
La voz vibró casi directamente sobre su cabello, y, aun contra sus mejores instintos, Malcolm tuvo que obligarse a verlo otra vez…, sólo para encontrar la sonrisa todavía en su lugar; maliciosa y cruda y-
—¿Recuerdas lo que hiciste con ella?... Seguro que sí, ¿no? —inquirió Reese, y la acidez con la que lo hizo le puso la piel de gallina— Sé que no olvidas cosas con facilidad. Así que, vamos, dime, ¿lo recuerdas?
Eso lo descolocó, porque, en serio, ¿qué se suponía que debía decir?
¿Por qué le preguntaba eso en primer lugar…?
—Yo…
Un golpe seco en el muro, justo al lado de su oído, le hizo cerrar la boca, y Malcolm sintió que el corazón se le caía a los pies junto al espasmo que casi le provocó saltar y le obligó a apretar los ojos un instante.
—¿LO RECUERDAS?
—…Sí.
La respuesta fue patética, pero el bramido seguía haciendo eco en sus oídos, y sus dedos comenzaron a doler a tal punto que estaba seguro de que acabarían marcados por mucho más que sólo un rato con la textura del tapiz.
—Dímelo.
«¿Ah?»
—¿Qué?
—Habla —insistió—. Cuéntame, ¿qué fue lo que hicieron? Quiero saberlo.
«Pero…»
—¿Por qué…?
¿Qué demonios pasaba con él?
—Hm… —Reese se encogió de hombros— Quiero saber qué es exactamente lo que me hace ser tan infantil, como tú lo llamas.
—No creo que esta sea-
—¿Qué tan lejos llegaste?
Malcolm se sintió mareado, porque había algo detrás de esa falsa indiferencia que le calaba en la boca del estómago, y la manera en que las palabras le salían envenenadas, junto al repentino ímpetu y la rígida mandíbula, le parecían demasiado para soportar.
—Lo haces sonar como si hubiéramos…
—¿Lo hiciste?
—¡No! ¡Por Dios, no!
Reese formó un falso puchero exagerado.
—Ow, ¿llegué antes? Lo lamento-
—Basta.
—¿Qué? ¿Te incomoda? —ironizó— No sabía que eras tan sensible.
—Dios. ¡Sólo fue un beso, ¿de acuerdo?! ¡Definitivamente no pasó lo que insinúas!
Y aun si era algo físicamente inverosímil, Malcolm podría jurar que los segundos después de acabar la frase fueron los más lentos que habían pasado en su vida entera.
—Hm…
Reese se echó hacia atrás, y por un momento Malcolm pensó que podía volver a respirar.
—Reese, en serio —suspiró, cubriéndose fugazmente la cara con las manos, antes de apartarlas de nuevo para verlo—, sólo dime qué quieres que haga y lo haré.
Él lo miró, aparentemente sin entender y arqueando una ceja casi como si lo dicho por Malcolm fuese una auténtica fuente de desconcierto para él.
—¿Por qué insistes tanto?
—Te lo dije, quiero acabar con esta tontería —respondió honesto—, así que… dilo de una vez.
Y entonces, luego de lo que parecieron eternos segundos de Reese observándolo sin decir ni una palabra, pero de forma tan intensa que era obvio que se encontraba barajando sus opciones… el sonido saliendo de su boca, una irritante mezcla entre un bufido y una burlona risa, genuinamente lo ofuscó.
Pero Malcolm no pudo siquiera cuestionarse el motivo detrás de ello, porque antes de pensarlo su hermano finalmente respondió:
—Olvídalo.
—Pero- ¿Por qué?
—Porque no lo harás —respondió con simpleza, encogiéndose de hombros.
No obstante, fue la manera en que sonrió, extrañamente hueca y casi condescendiente, lo que le hizo sentirse repentinamente irritado luego de que sus neuronas volvieran a reconectar.
—¿Disculpa? ¿Qué te hace-
—Te conozco —lo cortó—. Y sé que, si te digo lo que quiero que hagas, simplemente no lo harás, y entonces te ofenderás y serás tú mismo quien comience a ignorarme.
«Pero ¿qué-»
—Míralo de este modo, Malcolm: al final acabaremos en la misma situación, así que sólo estoy ahorrándonos un par de pasos.
—Eso es ridículo —replicó, francamente enfadado con el hecho de que hablara como si supiera exactamente lo que iba a suceder— ¿Por qué haría tal cosa si es exactamente lo que busco eliminar?
Reese sonrió, esta vez de forma tan genuina que los ojos parecieron brillarle en una manera mucho más similar a lo que Malcolm estaba acostumbrado, y por un momento la sensación de nostalgia lo golpeó tan fuerte que dolió. Su pecho se contrajo de un modo extraño y las manos le temblaron, y el parcial efecto de un simplón recuerdo de hacía años fue inesperadamente suficiente para alterar su previa convicción.
Sin embargo…
—Porque eres así de predecible.
…como siempre, Reese simplemente lo arruinó.
—¿Qué? ¡No lo soy!
—Lo eres.
—¡Que no! Si digo que haré cualquier tontería que quieras, es porque así será —insistió.
La sonrisa de Reese se amplió, y, si Malcolm hubiese estado pensando con mayor claridad, el gesto habría sido lo suficientemente preocupante como para indicarle salir corriendo sin mirar atrás.
No obstante, no lo hizo, y la respuesta que Reese le dio bastó como pocas otras cosas para arrancarle la respiración, porque,
—De acuerdo, ¿quieres que deje de ignorarte? Puedo hacer eso —dijo, inclinándose con inesperada fluidez hacia su oído. Tan calculadoramente natural, que Malcolm no tuvo ni tiempo para reaccionar—… si me das un beso.
«¿Cómo?»
Malcolm parpadeó. Una, tres, siete veces, y todas sin entender.
—¿Qué…?
Reese se enderezó sin más, arqueando ligeramente una de sus cejas y cruzándose de brazos frente a él, viéndolo tan inexplicablemente apacible, que parecería como si no acabara de soltarle una barbaridad.
—¿No hablé claro?
—Creo que… no entiendo.
La risa que consiguió fue ridículamente genuina. Y malditamente irritante por la misma razón.
—¿Tú? ¿No entiendes algo…? Esto cada vez se pone mejor.
—Estás jugando.
—Para nada —contestó despreocupado.
Malcolm jadeó, con los azorados ojos bien abiertos y la sensación de un extraño tirón en el plexo solar golpeándolo de lleno, porque, ¿hablaba en serio entonces?
—¿Estás loco? ¡No puedo hacer eso!
Su voz salió casi demasiado aguda, pero independientemente de ella y del expreso y justificado escepticismo, Reese parecía no querer salir de su cápsula de oscura diversión.
—No me digas…
«Este idiota»
—Reese, somos…- ¡Eres mi hermano!
—¿Oh? ¿Lo soy? Creí que lo habíamos olvidado aquella vez…, ya sabes, esa cuando te metiste con mi novia…
La falsa inocencia del tono le causó un pinchazo de incomodidad que acabó revolviéndole el estómago.
—…Así que, ¿por qué no simplemente lo olvidas de nuevo y pones tu traicionera boquita en uso? —sonrió— Te gusta mucho usarla, ¿no?
Dios.
¿Cómo era posible que le hiciera sentir tanta culpa y a la vez tanta vergüenza por dos razones diferentes?
No, más bien, ¿cómo era posible que Malcolm tergiversara la frase en un sentido incluso más inadecuado de lo que ya era el original?
Con la cara ardiendo más que sólo de vergüenza, Malcolm sacudió la cabeza en un intento por despejar esas tonterías y aclararse las ideas.
—¿Por…- Por qué haces esto?
«Para humillarme», se respondió a sí mismo, y, no obstante, lo que obtuvo de Reese de algún modo se sintió peor.
—¿Hm?… Digamos que sólo quiero que me devuelvas algo de lo que tomaste aquella vez.
Malcolm permaneció en silencio un rato, con la cabeza dando vueltas y las ganas de salir de ahí volviéndose más fuertes segundo a segundo, incapaz de comprender cómo siquiera se le ocurría pedirle eso a él. Porque, sí, de acuerdo, el factor de la humillación estaba claro, era obvio… y hasta entendible, quizás, pero… ¿por qué causarse eso a sí mismo también?
En definitiva, Reese sentiría el mismo rechazo hacia ello que Malcolm imaginaba, ¿no? Entonces… ¿por qué?
—No me creo que realmente estés pidiéndome eso —balbuceó, llevándose una mano a la cabeza—. No tiene sentido…
Reese resopló irónico.
—Me importa muy poco qué tenga sentido o no. ¿Te molesta mi actitud? Bien. Eres tú quien está pidiendo algo. Puedes hacer esto, o dejar de quejarte como dije en un principio. Lo que elijas me da igual mientras me dejes en paz.
Fue absurdamente determinante.
Estúpidamente, incluso…, después de haber estado sonriendo hacía apenas un instante.
Un perfecto tono de orden, armado con ayuda de la rígida postura y los feroces ojos nuevamente endurecidos, clavándose en los suyos durante un largo segundo que pareció casi interminable antes de dejarlo ahí, solo por completo, confundido, y arrinconado como un bichito insignificante contra el muro de su propia habitación.
«¿Es eso lo que te enseñan en el ejército?»
.
.
.
.
.
Notes:
+2+
¡Hola! ♥ ¿Qué tal?
Capítulo nuevo, ¿qué les digo? Andamos calentando motores :D Y bueno, Malcolm tiene sus ideas, pero Reese tiene las suyas también… y hay muchas emociones de por medio que habrá que resolver :S
Dato inútil de la autora: se siente tan raro actualizar casi en el mismo lapso de tiempo que lo hacía antes y no tardarme mil años en hacerlo… :’DD pero es que quería tanto traer esto antes de abordar la perspectiva de Reese… que me presioné a mí misma para sacarlo con todo y el montón de pendientes comiéndome viva durante la semana…
En fin, espero que hayan disfrutado el capítulo, y sobre todo que tengan una gran semana, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que leyeran esto, cuídense, los tqm <333
—Lemon
Chapter Text
¿Infantil? Quizás.
¿Estúpido? Por supuesto.
¿Desesperado? Joder…
Malcolm sólo lo había llamado las primeras dos, pero Reese era lo suficientemente autoconsciente ahora como para denominarse la última él mismo sin problemas.
Y es que honestamente había olvidado lo extraño que era el sentirse tan irritado a la par que emocionado. Sobre todo cuando francamente no debería ni estarlo para empezar… Aun si eso no evitaba que la sensación de que en el fondo estaba siendo un maldito imbécil se sitiera como lo más parecido a la normalidad que había tenido desde que había decidido regresar.
«Al menos algo no ha cambiado…», pensó, con la sonrisa irónica tirándole de las comisuras.
Porque aparentemente en verdad seguía siendo el mismo sinvergüenza, descerebrado, y de ideas ridículamente osadas que, de ser una persona normal, no deberían ni pasársele por la cabeza.
Ah, pero Reese no era una persona normal.
No, no.
«Y un carajo si lo soy», se dijo, arrojando ausente la vieja pelota de béisbol por sobre su cabeza, sólo para volverla atrapar sin siquiera mirarla desde donde estaba sentado en el tejado.
No le había quedado opción más que subir allí, todo con tal de relajarse y contener las estúpidas ganas de volver adentro, bastante seguro de que si lo hacía iba a hallarlo justo donde lo había dejado, posiblemente todavía adherido a la pared como una pegatina y con los ojos fijos en algún punto cualquiera mientras los pensamientos hacían lo posible por enlazarse a máxima velocidad dentro de su cabeza.
Porque… sí, así era Malcolm cuando algo lo absorbía demasiado, y, diablos…, a Reese en verdad le gustaría no saber todo eso en ocasiones.
«¿A que no soy tan distraído como piensas?»
Apretó entre su mano la frágil lata de aluminio, y lanzó la pelota con tanta fuerza contra el árbol a varios metros, que rebotó hasta el jardín contiguo rompiendo una ventana y haciendo salir al gato que aparentemente se había quedado atrapado desde hacía un tiempo entre las ramas.
No le importó cuando la fría bebida salió disparada hacia arriba, salpicando buena parte de su mano y amenazando con dejarla pegajosa. En su lugar bebió el resto de un único trago antes de arrojarla a un lado, llevándose uno de los antebrazos al rostro hasta cubrirse los ojos después de recostarse y deseando tener a la mano alguna otra cosa para poder romper.
Sin embargo,
La pelota se había ido, la lata había desaparecido, y él…
Él estaba más que jodido.
—Te bastó menos de un mes —murmuró, riendo bajo su aliento como un lunático un segundo más tarde—… En verdad lo volviste a hacer.
«Igual que siempre, ¿no?»
Tiempo después de que Reese se fuera, entendiendo sin entender que lo que estaba experimentando era el dolor de un corazón roto, tuvo que admitir con pesar que Malcolm era, definitivamente y sin discusión, su persona favorita en el mundo.
Él lo sabía.
Sabía que lo quería de una forma mucho más complicada de la que debería.
Porque su perspectiva de Malcolm había cambiado a lo largo de los años.
En un periodo entre los doce y los trece, volverse cada vez más consciente de la figura de su hermano menor había pasado de ser una pequeña fuente de entretenimiento personal e ingenua curiosidad..., a una de frustrante ansiedad y deseos extraños.
Reese no estaba completamente seguro del día en que había comenzado a verlo con otros ojos, pero, antes de darse cuenta, no podía dejar de pensar en él y en todo lo que le involucraba.
Desde su apariencia, hasta su actitud, Malcolm simplemente lo atraía como nada lo había hecho jamás;
Sus ojos imposiblemente azules; su piel ridículamente bonita; su cabello estúpidamente suave…
Tantas y tantas cosas que habían estado metiéndosele en la cabeza poco a poco y sin aviso alguno…, sólo para dejarlo hecho un idiota.
Al principio, Reese genuinamente había creído que no se trataba de nada más que una fase rara en su molesta transición a adolescente, y por eso mismo se había dispuesto a no hacer otra cosa que intentar ignorarlo y dejarlo pasar… Sin embargo, el verdadero problema comenzó la noche en que algo distinto y suficientemente alarmante sucedió:
Reese nunca se había considerado alguien demasiado propenso a los sueños de ninguna clase; ni fantasías ni pesadillas. Nada. Simplemente no eran algo común para él, y las raras ocasiones en las que llegaba a experimentarlos, acababa olvidándolos apenas despertar. Siempre, toda su vida, había sido así…
Hasta que soñó con Malcolm.
O, más bien, hasta que soñó con Malcolm de una forma lo bastantemente extraña como para asustarlo.
Porque la imagen se había quedado grabada en su cabeza con absurda claridad después de despertar en mitad de la noche con una incómoda sensación de pegajosa humedad en los pantalones; la imagen de Malcolm, su hermano menor, debajo de él, deshaciéndose en arrítmicas respiraciones, jadeos acalorados, y ojos cristalizados…
Una combinación de cosas que cualquier incauto ajeno a ellos llamaría fantasía y que Reese no había podido dejar de calificar como pesadilla.
Al día siguiente no había podido ni mirarlo, y se la había pasado huyendo de cualquier cosa que tuviera que ver con él como un cobarde idiota siendo devorado por la culpa. Pero es que se sentía tan… descolocado, que realmente había pasado más que sólo un par de horas frente a un bidón de gasolina y con el montón de revistas para adultos que escondía recelosamente de su madre entre sus manos.
Porque su primer pensamiento medianamente racional en el instante en que pudo salir del perturbado estado en el que se encontraba con ayuda de la fría ducha nocturna había sido culparlas a ellas por meter imágenes en su cabeza al momento de dormir.
Ah… si tan solo hubiera sido eso…
Era una lástima que las imágenes no mostraran precisamente lo que había soñado, ni nada muy relacionado a ello, más allá de la falta de ropa… porque entonces sí que podría justificarse, ¿cierto?
De cualquier modo, para la tercera vez que experimentó uno de esos particularmente retorcidos sueños, Reese acabó por decidir que era suficiente, que nada en eso era normal, y que tenía que parar… Porque de pronto se dio cuenta que ya no sucedía sólo por las noches, sino que las raras fantasías habían empezado a formar parte de sus pensamientos recurrentes a cualquier inesperada hora del día y, carajo, no podía seguir de esa manera.
Así que lo intentó.
Buscó cualquier forma de distracción, pero, a pesar de sus esfuerzos, nada parecía funcionar.
Todo él, toda su mente y todo su cuerpo, reaccionaban siempre a cualquier cosa que tuviera que ver con Malcolm. Desde lo más estúpido hasta lo más complejo. Sus sonrisas, sus berrinches, sus reacciones y hasta sus desplantes.
Era como si hubiese sido condenado.
Y para el final del verano, en el año en que cumplió catorce, Reese había aceptado que Malcolm le gustaba y, a la vez, había aceptado que tenía que superarlo de inmediato… por mucho que en realidad una ilusa parte de él no lo quisiera luego de finalmente entenderlo.
Era algo necesario. Preocupantemente necesario. Mucho más que cualquier otra cosa en su vida lo hubiera sido antes, a decir verdad.
La forma más sencilla para conseguirlo era salir con alguien.
Y eso fue lo que había hecho. Lo intentó, y lo intentó, y lo intentó…, pero… después de un fallido par, Beth había sido la única con quien Reese había creído tener una verdadera oportunidad para olvidarse de Malcolm y sacárselo del pecho.
Su relación con ella había sido intensa desde el principio y, por esa misma razón, Reese había pensado que concentrándose más en la parte física y hormonal que ella constantemente le alimentaba sin problemas podría deshacerse de esa insana fijación con su hermano menor.
Y en verdad había comenzado a quererla.
Aun si su pequeña obsesión con Malcolm seguía haciendo ruido en su cabeza, lo cierto era que se volvía un poco más fácil cuando estaba con ella.
Beth lo distraía, y eso le agradaba. Tenía cosas con ella que siempre había buscado y no había encontrado en nadie más con quien había salido. Especialmente el ser lo suficientemente distinta a su hermano como para no acabar pensando inevitablemente en él cada minuto de su vida sin resultarle aburrida…
Porque por supuesto, Beth era completamente diferente a Malcolm, pero Reese en verdad se divertía con ella. La pasaban bien. Le gustaba besarla y tocarla porque a ella misma le gustaba eso también, y además… no lo trataba como un idiota.
Ambos se entendían.
O eso creía…
Tal vez por eso se había apresurado tanto a sí mismo intentando decirle que la amaba.
Después de encontrar un salvavidas lo suficientemente estable, un pequeño resquicio de luz en medio de toda esa oscura situación que nunca podría suceder como secretamente lo deseaba… Reese no había querido soltarlo.
Se había convencido a sí mismo de que lo hacía; de que la amaba de verdad o que al menos llegaría a hacerlo con el tiempo porque realmente ya sentía genuino cariño por ella en ese momento.
Se dijo que estaría bien.
Se dijo que ambos estarían bien.
Y, bueno…
Jamás, en toda su loca y jodida vida, se había sentido tan malditamente hecho pedazos como en el momento en que encontró a Malcolm, su hermano, en la habitación de su exnovia aquella noche.
Beth era la primera chica en mucho rato que llegaba a gustarle en serio por más de una razón.
La primera, después de tantos fracasos constantes, con la que había pasado el tiempo y experiencias suficientes antes de pedirle ser su novia oficialmente, como para creerse que lo que tenían era algo por lo menos mutuo.
Y entonces…-
Entonces Malcolm lo había arruinado todo.
¡Al carajo si no lo había hecho!
Cada vez que Reese lo recordaba ahí, con la luz que lograba filtrarse por la ventana como única iluminación llenando su cara, reflejándose en sus grandes ojos azules como si obstinadamente se negara a alumbrar nada más y enmarcando las cada vez más ansiosas facciones mientras Malcolm hacía algo tan estúpido como ofrecerse a romper sus propios dedos…, el conjunto de todo le provocaba un retorcido sentimiento de grima en el pecho y el estómago.
Porque,
¿Qué eran unos dedos, comparados con un corazón…?
Algo infinitamente estúpido, por supuesto. Reese se había roto más que sólo un par de huesos a lo largo de su vida, y nada se sentía tan jodido como eso.
Así que, en aquel momento, genuinamente pensó que lo mejor era irse.
Porque no lo soportaba. Porque no podía verlo…
Malcolm lo había jodido en más de una manera. Primero, haciéndole desearlo de una forma en la que no debería; y luego…, quitándole a la única persona con la que realmente había creído tener la posibilidad de olvidarlo algún día.
Beth había sido su novia; una real, una que lo tocaba y a la que podía tocar cuando quería y como quería, y, sí, sí, realmente había algo adentro que le dolía un poquito cada vez que pensaba en ella, pero…
Dios…, el simple hecho de pensar en Malcolm era parecido a tener algo supurándole el estómago y apresando su respiración.
Más que nada porque, hasta donde Reese sabía, Malcolm detestaba a Beth. Lo había hecho siempre, y de maneras bastante obvias, además. Y, aun así, a pesar de que sus novias no parecían ser nunca del agrado de su hermano, Beth era la única con la que había tenido serios problemas desde el inicio.
Era por esa misma razón por la cual Reese no podía entenderlo por más que lo intentara, y era exactamente en esos momentos en los que toda esa confusión lo sobrepasaba, que esa molesta sensación de rabia y dolor inevitablemente lo llenaban desde adentro.
Así había sido cuando se fue, y continuó siéndolo incluso después.
Reese siempre había pensado que Francis solía exagerar en sus charlas sobre la Academia Militar, pero entonces resultó que no lo hacía tanto. Aunque, si acaso, él diría que a su quejumbroso hermano en realidad le había tocado algo bastante fácil, comparándolo con lo que su campamento había experimentado;
No obstante, no pretendía quejarse. Aun viéndose a sí mismo como un zopenco a veces, Reese podía decir que la decisión de enlistarse en verdad había acabado por darle más cosas de las que creería. Empezando por todo lo que había aprendido a las buenas… o a las malas.
Algunas más importantes que otras, y unas cuantas más dolorosas que nada en un sentido mucho más allá del físico, también.
Porque el ejército le había mostrado lo que era sentirse solo y lejos de casa, pero, a la vez, le había hecho ver que había recuerdos a los que no servía aferrarse, y, sobre todo, por más increíble que pudiera sonar, le había enseñado a distinguir con claridad las diferencias entre la atracción y el querer a alguien de verdad.
Así que…, sí, con el tiempo había tenido que aceptar que muchas cosas le dolían porque Malcolm siempre sería su persona favorita…, aunque bajo cierta perspectiva el hecho no resultara tanto una sorpresa como le gustaría.
Reese siempre había tenido un favoritismo interno por su hermano menor que iba más allá de sus retorcidos sentimientos; de algún modo lo intuía bien, a pesar de que jamás se lo había cuestionado ni a sí mismo.
Porque… no, honestamente, el sentirse un poco más apegado a Malcolm por encima de Dewey, Francis, o cualquier otro, no era algo que le preocupara.
El problema estaba en que al poco tiempo de enlistarse acabó por darse cuenta de que, al parecer, hiciera lo que hiciera, en realidad Malcolm siempre tendría un lugar frente a todos los demás con demasiada diferencia…
Cuando le ordenaron regresar a casa, luego de enterarse que seguía siendo un menor de edad y por ende meter en problemas a su superior, el Sargento Hendrick, Reese había pensado en lo mucho que realmente le gustaría simplemente no volver jamás..., lo mucho que sólo quería quedarse allá, siendo apreciado por lo que hacía, por lo que podía y sabía hacer, y-
Y entonces, antes de que pudiera seguir pensándolo, las ganas de lo contrario habían superado de manera casi humillante a las otras.
Porque como siempre, al parecer Malcolm era más influyente en su vida y deseos que él mismo, incluso cuando intentaba detestarlo en vano.
De modo que durante el viaje de regreso, mientras reconocía el vecindario, y hasta cuando atravesaba la misma puerta que le había visto partir aquella noche, Reese seguía pensando en lo que haría.
Pensó, minuto a minuto, cómo iba a reaccionar apenas lo viera.
¿Lo golpearía? ¿Se echaría sobre él? ¿Le gritaría?...
Y ¿qué haría Malcolm? ¿Cómo reaccionaría él? ¿Se atrevería a abrazarlo, quizás…?
Lo cierto había sido que no acabó de decidirse. No pudo responderse nunca y, la verdad, no logró siquiera verlo.
No había conseguido hacerlo más de una vez. No había podido obligarse a hacerlo.
No mientras sentía cómo las grietas volvían a reabrirse, igual a los tejidos no cicatrizados de una herida.
Porque así era, ¿no?
Estaba rodeado de personas a las que extrañaba y, sin embargo, la única a quien no podía ni mirar era al mismo tiempo la única a la que realmente quería tocar.
Ignorarlo era difícil. Jodidamente difícil. Complicado de una forma que Reese no creyó jamás.
No después de tantas cosas “imposibles” que había hecho en el último año de su vida, al menos, y, aun así…, no enfocar la vista en Malcolm, no hablar con él y no acercarse a él, era, con toda honestidad, lo más agotador que había pretendido hacer jamás.
Reese pensó que quizás sólo se sentía demasiado hecho pedazos todavía para intentarlo, pero al parecer había cosas que nunca cambiaban, viejos hábitos que nunca morían, y rasgos simplemente imposibles de borrar, porque, carajo, incluso dentro de su propia cúpula de ira, con la jodida molestia dolorosa que le aquejaba el pecho cada vez que lo veía, y debiendo soportar la ansiedad por mantenerse a sí mismo bajo control para no cometer una verdadera estupidez…,
Aun con todo eso, aparentemente seguía siendo el mismo sádico e idiota trastornado al que no le importaba arruinarse un poco más si eso significaba obtener al menos algo de él.
“Puedo hacer eso… si me das un beso…”
No era realmente lo que planeaba para esa tarde.
Siendo honestos, Reese iba a seguir tratando de no hacer caso a sus impulsos y al propio Malcolm todo lo que pudiera hasta que dejara de doler.
Pero, por supuesto, Malcolm siempre se las había sabido arreglar para filtrarse entre sus venas y, tal vez, Reese ya estaba simplemente demasiado harto de todo eso también, porque acabó por desahogarse de la forma menos violenta que pudo con él.
Aunque no iba a mentir, la verdad era que el poder ver sin reparo cada pequeña expresión formándose en su cara…; todo eso llenándole las mejillas, los ojos y la boca, entre parpadeos intermitentes de azul y rosa…, le había provocado algo que hacía tiempo no sentía. El subidón de emoción, adrenalina y denso calor acumulándose en el fondo de su abdomen como hacía tanto no lo hacían… fue como tomar una fuerte bocanada de su toxina preferida, como dejar al adictivamente agridulce fuego líquido extenderse libre en sus arterias y correr enloquecido a las peligrosas zonas de su cuerpo y su cabeza, y…
—Claro que sí —suspiró, apartando por fin el brazo de sus párpados, dispuesto a ver el cielo en su sardónica naturaleza—. Bienvenido a casa, ¿no?
El color azul cada vez más mezclado con el rosa y el naranja le hizo elevar ligeramente una media sonrisa irónica, meditando sobre lo similar y a la vez distinto que lucía el resto ahora que había vuelto, lo estúpido que había sido todo después de una decisión apresurada, y lo mucho que le habría gustado tal vez nunca haber conocido a Beth, si eso le evitaba pasar por unas cuantas cosas.
Porque Reese se había ido pensando en ella, pero regresó pensando en él.
Y,
«El Idiota. Ese soy yo…», pensó.
El patético, perdedor y enfermizo imbécil que no podía dejar de arruinarse la existencia ni a sí mismo.
—Sí que da gusto estar de vuelta…
.
.
.
.
.
Notes:
<3>
Hola! Qué tal? ♥
Capítulo revelador… o algo así… ¿no? Bueno :D
¿Qué les digo? Reese quiere cosas, y a la vez no. Entiende cosas, y a la vez no. Ya veremos cómo le terminan yendo después Ü
Dato inútil de la autora: es apenas el tercer capítulo, y ya creo que voy a sentir la necesidad de repetir el título de este o el primero en algún momento con estos niños :S Soy la peor con los títulos, jaja. En serio, puedo llegar a escribir un capítulo largo de manera fluida y sin una sola interrupción, pero cuando llega la parte de darle un título es como si se me esfumara cualquier gramo de creatividad que me quedara en el cuerpo…En fin, dedicación especial a los traumas nocturnos y a quienes hemos sufrido de alguno en un punto de la vida… I feel you <3
Literalmente he entrado a publicar esto rápido porque de otro modo no me da tiempo, así que perdón si me salté alguna notificación o algo :CEspero que tengan una gran semana, que su situación mejore si están pasando un mal rato y puedan darse al menos un momento de merecida tranquilidad… Bonito día, tarde, o noche, según estén leyendo esto, muchas gracias por hacerlo, cuídense mucho, los quiero <333
—Lemon
Chapter Text
—¿Aún no arreglas… las cosas… con él?
Abstraído como había estado hasta el momento en su libro de cálculo, Malcolm apenas giró el rostro a un costado para ver a Stevie con una ceja ligeramente arqueada.
Sin embargo, la imprevisión de la pregunta aumentó su curiosidad de forma escalonada, y un segundo después de realmente procesarla, considerando la atipicidad del enunciado interrogante al venir de quien lo hacía, Malcolm no evitó soltar la suya:
—¿Qué?
Con un fluido movimiento de cabeza que él instintivamente siguió con la mirada, Stevie señaló al frente, pero la imagen no hizo más que causarle un resoplido incontenible y Malcolm terminó poniendo los ojos en blanco, desviando la vista de nuevo a su libro de texto cuando la figura de Reese, aparentemente amenazando a un chico de su clase, fue lo único que encontró.
Y aun así… la intriga le ganó:
—¿Por qué lo mencionas?
—Sigues de pésimo… humor…
Malcolm elevó de nuevo el rostro para verlo, boqueando por un segundo con aspecto incrédulo y los dedos repentinamente acalambrados.
—Eso no-
—Y él no ha venido… ni una sola… vez a-
—Stevie, basta —interrumpió—. Te lo dije, él cambió… Lo intenté, ¿de acuerdo? No puedo hacer nada si él no está dispuesto —exhaló haciendo una pausa—. Como sea, no me importa ya.
—¿Entonces… por qué te afecta… tanto?
Ahora, eso le hizo paralizarse por completo. Pero ¿cómo no hacerlo después de esa pregunta?
Stevie Kenarban era su mejor amigo, sí, y, no obstante, para Malcolm su amistad era como un arma de doble filo en ocasiones.
Porque ciertamente, Stevie lo había soportado a través de muchas situaciones diferentes desde el momento en que se conocieron y hasta la fecha, y, aun así, también tenía esa (a veces) molesta característica de decirle las cosas de forma tan directa y cruda, que lograban dejarle pasmado casi sin intención.
Tal como en ese preciso momento, donde Malcolm lo miró con los ojos amplios y la boca medio abierta en un vago intento por responder que era más mecánico que nada, porque, honestamente, ni siquiera sabía qué decir.
—No me- Dios, no me “afecta”, ¿sí? Sólo me parece estúpido y- Eh, no me veas así. ¡Te digo que no es lo que estás imaginando!
—No he dicho… nada…
—¡Pero lo piensas!
—Tú piensas en ello... todo el… tiempo.
—¡No lo hago, simplemente- Agh —gruñó, pasándose una mano por la cara—, olvídalo!
Naturalmente, la única persona fuera de su familia con la que Malcolm había hablado sobre el regreso de Reese y su absurdo comportamiento era Stevie…, aunque sólo a grandes rasgos y por supuesto omitiendo ciertas cosas por demás insanas. En parte porque no las creía ni él mismo, y en parte porque realmente intentaba no darle demasiadas vueltas de forma consciente para evitar enloquecer de dudas…
No obstante, un punto negativo de tener un cerebro como el suyo era que, una vez que algo entraba en su cabeza, era prácticamente imposible ignorarlo a voluntad.
Malcolm había pasado días pensando en aquella demencial conversación casi sin darse cuenta, tratando de convencerse a sí mismo de que Reese acabaría entrando en razón y que terminaría con esa tonta imitación barata de un voto de silencio, o lo que fuera, después de esa primera interacción… sin importar lo absolutamente extraña que esta hubiese sido en su punto central.
Sin embargo, para su mayor sorpresa, su hermano parecía realmente inafectado por todo después de que desapareciera un buen par de horas esa misma tarde cuando lo dejó solo en su habitación. Y, aun si no iba a admitirlo jamás, un par de días después de lo mismo y notándose cada vez más irritado con todo, Malcolm empezó a preguntarse si realmente sería tan horrible sólo hacer lo que había dicho y ya.
Afortunadamente, su propio delirio interno terminaba siendo acallado siempre en su cabeza por un claro y chillante «No, no, no. Ni lo pienses».
Su imaginación nunca iba más allá del planteamiento inicial, y eso era bueno, en serio bueno para su propia sanidad. Lo había sido en un inicio, y lo había sido también días después…
Hasta que la segunda confrontación ocurrió.
Sin pensar mucho las cosas, y guiado por la opresión que se negaba a dejarlo tranquilo, Malcolm había vuelto a intentar hacerlo entrar en razón una segunda vez…, sólo para que todo resultara increíblemente peor de lo que esperaba, aun tomando en cuenta sus bajas expectativas:
—Vamos, ya dije mil veces que lo sentía.
—Lindo, pero no es suficiente.
—Reese, en serio, ¿por qué no sólo me golpeas y ya?
Casi automáticamente después de que hubiese soltado la cuestión, Reese lo había mirado un par de segundos con tanta intensidad que a él le parecieron horas, y cuando Malcolm creyó que no diría nada más, su expresión se tornó una fracción más sombría antes de bufar y formar esa estúpida sonrisilla suya bajo los entornados ojos verdes.
—¿Por qué elijes la fresa sobre la vainilla, Malcolm?
Por más inverosímil que pudiera sonarle a cualquiera que lo conociera, esa simple pregunta había servido para mantenerlo callado… y pensando.
Y es que, siendo completamente honestos, Malcolm sabía que podía dejarlo así.
Es decir, obviamente no iba a morir si dejaba de hablar con su hermano y ambos comenzaban a tratarse como nada más que desconocidos invisibles el uno para el otro. Lo sabía bien. Ni siquiera era una cuestión para razonar. El verdadero inconveniente del asunto estaba en que, cada día que pasaban en la misma situación, el extraño hueco en su estómago que (tal vez) no debería de existir en primer lugar parecía hacerse más y más grande y…
Dios, en serio, ¿qué tan patético era que se sintiera… solo?
Porque, sí, de cierta manera, así era como se sentía ahora: solo, y culpable y… quizás, un poquito herido también.
“Ya no eres su favorito”
Malcolm nunca se había planteado tal cosa. Dewey solía decirlo sólo porque Reese y él siempre habían sido vistos como si la complicidad entre ellos fuese enteramente recíproca y mayor a la que tenían con cualquiera de los otros, pero la verdad era que Malcolm nunca lo había tomado como un hecho o algo serio de verdad… mucho menos como algo significativamente importante en su vida.
Y, no obstante, de algún modo ahora y cada vez que lo pensaba, no podía dejar de sentir cierta pesadez hostigándole el pecho al mismo tiempo que la imagen de esa chica volvía a aparecer en su cabeza.
Casi como una despreciable mala broma.
Malcolm sabía, en su lado racional, que bajo cierta perspectiva ella tenía tanto o hasta menos peso de culpa que él en todo eso, pero, incluso así…, incluso sabiéndolo, no conseguía evitar detestarla.
Parcialmente era su egoísmo ¿quizás?, o bien pudiera ser la interminable autocompasión que lo hacía ser quien era…
Bah, no podría asegurarlo, y, sin embargo, fuese lo que fuera, no importaba.
Porque aun si no se trataba de un pensamiento justo o mínimamente coherente…, aun si no lo había sido nunca desde el inicio…, para Malcolm ella se había convertido en una verdadera molestia desde el momento en que Reese la presentó como su novia.
«Entonces, ¿por qué permití esa estupidez?», volvió a cuestionarse. Igual que siempre. Igual que todos los días desde que lo había hecho y la culpa le comía el pecho.
Y, también, al igual que siempre, no la pudo responder.
“Ya no eres su favorito”
Malcolm suspiró cansino, con las ideas tan revueltas que ni siquiera se percató de la preocupada mirada de Stevie a su lado.
Absolutamente incapaz de meditar o contemplar algo además de la patéticamente lacerante frase desteñida en la infantil vocecita burlona de Dewey, porque,
«A este paso… no seré ni siquiera su hermano»
.
.
.
.
.
Sucedió más rápido de lo que habría esperado.
Una semana más tarde, la situación había comenzado a sobrepasarlo de una forma que ni siquiera creía posible que lo hiciera. De verdad. Incluso las cenas familiares se sentían vacías sin la motivación de pelear por algo con él, y… «Ugh».
Era casi irrisorio en cierto modo, tomando en cuenta que las conversaciones envolvían a todos, pero la única línea de comunicación que permanecía rota, hiciese lo que hiciera, era la de ellos dos.
Su papá le había dicho que lo superaría.
Su mamá que dejara de quejarse.
—Es que… simplemente no lo entiendo.
—Por el amor de Dios, Malcolm, ¿hasta cuándo vas a seguir con eso?
—Mamá, no hables como si estuviera exagerando cuando no es así.
—Escucha, esto es como esa vez en la que te sentiste culpable por golpear a ese niño sobrecrecido sin saber que era menor que tú. Sólo es tu conciencia hablando.
—¿Y por qué esto se siente mil veces peor?
Malcolm estaba seguro de que tendría que haberse escuchado lo suficientemente dolido como para que ella dejara lo que hacía, entregándole toda su atención y haciendo una pausa dramática que le resultó francamente irritante antes de contestar.
—Porque se trata de Reese.
Él había pensado que cualquier resolución que su madre le diera ayudaría a aclarar su desconcierto interno, pero lo cierto era que lo había dicho con tanta… obviedad, que su lado respondón se disparó, mezclando su aparentemente incansable culpa interna con las cuestiones que no había podido responderse a sí mismo desde un principio, y entonces estalló:
—¡Exacto! ¿Por qué debería sentirme culpable tratándose de él? No, más bien, ¿por qué él puede victimizarse cuando ha hecho cosas mucho peores? Sé que lo que hice está mal. ¡De verdad! He tenido que aceptarlo y vivir con ello a pesar de que lo odie y no termine de entender lo que pasó, pero ya me disculpé de todas las formas que se me ocurren, y aun así…
En ese momento, su mamá había suspirado, mirándolo tan fijamente con sus ojos oscuros, que le había hecho sentir ridículamente más pequeño de lo que ya era con respecto a ella. Porque la manera en que lo hacían parecía entremezclar comprensiva condescendencia con cansada suavidad, y, por Dios, ¿desde cuándo Lois Wilkerson reflejaba eso hacia cualquiera de ellos?
—Malcolm, tu hermano no razona igual que tú, si es que lo hace, para empezar... —dijo— Es bastante sensible, aunque no lo parezca, y lo heriste de verdad. No puedes esperar que lo tome como si nada.
—Dios, lo sé, lo sé, pero… ¿Entonces qué debo hacer? —preguntó luego de un rato— Saberlo no cambia nada.
—Dale tiempo.
E incluso en ese instante donde no estaba a su máxima capacidad de meditar de forma enteramente racional, Malcolm la había mirado incrédulo, porque, ¿de verdad?
—¿Tiempo? ¿Eso es todo?
Y el que ella simplemente se encogiera de hombros, como si no hubiese respuesta más clara que esa, no hizo sino conseguir descolocarlo más.
—Tiene un punto suave por ti. Si sigue ahí, sólo tienes que esperar.
—¿Y... si no sigue ahí?
De alguna forma, hacer la pregunta le había costado más trabajo del que probablemente debería. Quizás porque había algo raro en siquiera imaginar la posibilidad de que las cosas entre ellos nunca volvieran a ser lo que antes… Algo que, siendo honestos, no le gustaba ni un poco…
De sólo pensarlo le hacía sentir una opresión profunda y casi enfermiza en todo el cuerpo y… el que ella no respondiera nada, sólo le hizo sentir peor.
Sin embargo, su mamá siempre tenía razón, ¿no?
Por primera vez en mucho tiempo, Malcolm genuinamente deseó que fuera así, dispuesto a dejar las cosas seguir su curso y no pensar demasiado en lo que ella había dicho sobre Reese teniendo un punto suave por él, después de que su hermano le sugiriera aquella locura absurda.
Aunque, al final, siempre quedaba todo en lo mismo.
La única diferencia era que sus reservas de paciencia cada vez se notaban más y más reducidas, pero, eh, ¿a quién le importaba eso?
«En definitiva a nadie en ese lugar…», pensó.
Y entonces, como por alineación planetaria, destino kármico, o simple casualidad, una noche después de que su madre llamara dándoles instrucciones y diciendo que tomaría un turno extra en la tienda, se lo topó en la entrada del baño.
Reese iba saliendo, y Malcolm, de repente demasiado quieto, se distrajo un segundo viendo la pequeña mancha fresca de pasta dental en su mejilla antes de enfocar los ojos verdes.
Él los desvió en lo que pareció un parpadeo, con la misma expresión que seguía usando desde aquella última vez que habían hablado, aparentemente dispuesto a pasarlo de largo otra vez, y, oh, bueno…,
Las cosas pasaron antes de que se diera cuenta de lo que hacía.
Y es que, probablemente, si lo hubiese pensado al menos un instante con mínimo detenimiento, Malcolm no lo hubiese hecho jamás.
Pero…
—Estoy harto —murmuró entre dientes, antes de empujarlo de nuevo dentro del baño.
Y al parecer Reese estaba tan desubicado como él, porque logró moverlo con ridícula facilidad.
Sin embargo, Malcolm estaba demasiado inmerso en su propio enfado como para notarlo, y, casi como si metafóricamente hubiese desconectado su cerebro de su cuerpo, sus extremidades se movieron solas, siguiendo un compás que tiempo después podría parecerle incluso ensayado… si no estuviera absolutamente seguro de que nunca en su vida había tenido que hacer eso;
Sus manos subieron hasta el rostro de Reese, y entonces se elevó tanto como podía sobre las puntas de sus pies, halándolo hacia abajo con fuerza y un tanto de impaciencia, hasta que su boca impactó con la contraria.
Fue apenas una presión llana y descuidada. Un contacto sólido de labios, casi tímido en su extraña brusquedad. Casi torpe. Casi… infantil.
Y antes de siquiera parpadear, Malcolm ya lo había soltado, sintiendo el corazón en los oídos y dando un paso hacia atrás sin atreverse siquiera a mirarlo.
—Diablos… —masculló por lo bajo, girándose para salir de ahí de una buena vez y completamente dispuesto a alejarse tanto como pudiera hasta aclararse las ideas…
Pero entonces la puerta que encaraba (y la única abierta hasta el momento) se cerró, provocándole a su cuerpo dar un minúsculo salto involuntario sobre su lugar y soltar un jadeo tan inesperado que su desprevenido diafragma lo resintió.
Con la adrenalina fluyendo y el estómago increíblemente tenso, Malcolm siguió con los ojos bien abiertos la definida extensión del brazo unido a la mano que se había apoyado contra la madera para bloquear su única salida. Y tuvo que obligarse a tomar una respiración increíblemente profunda en un vago intento por calmar los efectos del susto pitando en su cerebro, antes de poder reconectarlo lo suficiente para reaccionar con algo de normalidad.
—¿Ahora qué? —chistó confundido un segundo más tarde, dándose una media vuelta— Ya hice lo que-
—¿Qué se supone que fue eso? —resopló Reese por encima de su queja— No esperarás que me crea que así fueron las cosas, ¿o sí?
—¿Disculpa?
—Bueno, Malcolm, sé que nunca lo tomaste muy en cuenta, pero yo era quien salía con ella. Y Beth no era precisamente una chica tímida cuando se trataba de estas cosas…
Luego de recuperar por completo la estabilidad sobre las plantas de sus pies tras escucharlo, Malcolm lo miró irritado desde abajo, sin dejar de pensar ni un segundo en lo que esa última rastrera frase aparentemente simple implicaba entre líneas, y en el por qué le molestaba tanto sin razón.
Sin embargo, su expresión de enfado se descompuso en una de absoluto nerviosismo cuando Reese pasó un brazo tras su espalda sin aviso alguno, rodeando su sección media y halándole con tanta fuerza hacia su cuerpo que le arrancó un sonoro quejido de impresión.
Sus manos se movieron hacia el frente en un gesto instintivo, buscando una mínima separación después de que el extraño abrazo que literalmente sostenía su peso y la mitad de su cuerpo contra el de su hermano se apretara aún más, dejándolos imposiblemente unidos de la cintura para abajo, y,
—Eh. No seas tan animal —reprochó en un envalentonado arranque que esperó no sonara tan patético como internamente se sentía.
Y, a pesar de que a día de hoy Malcolm no podía (ni quería) rememorar lo que le había llevado a hacer algo como eso en un primer lugar esa maldita noche, cuando se sintió completamente acorralado, algo en el circuito de su mente colapsó y su afilada lengua se movió:
—...Te aseguro que yo no lo fui aquella vez —soltó entre dientes, empujándose a sí mismo hacia atrás con ayuda de sus manos y esperando que de algún modo las palabras y la incomodidad de recordarles el miserable hecho a ambos hicieran enojar a Reese lo suficiente para que acabara por soltarlo, o algo…
No obstante, para su mayor incredulidad, Reese sólo sonrió con sorna, mirándolo con los ojos verdes repletos de algo inentendible y apretando más el abrazo a su alrededor hasta impedirle respirar con normalidad.
Y,
—¿Quién dijo que haría lo que tú?
Malcolm dejó de removerse en el agarre.
—¿Qué…?
—Esto no es sobre recrear una escena, Malcolm… Esto es sobre crear mi propia escena.
.
.
.
.
.
Notes:
= 4 =
¡Hola! ¿Cómo están? ♥
Yo haciendo un poco de corajes por problemas que he estado teniendo con las notificaciones aquí ¬¬ No sé si a muchos más les ha pasado últimamente, pero es un fastidio.
En fin, dejando eso de lado, dato inútil del capítulo: estuve a punto de partir en dos esto, pero luego pensé que entonces les iba a traer un capítulo muy corto y pues preferí dejarlo así, con un poquito de todo… ¿Qué más? ¡Ah, sí! Primera aparición del buen Stevie. Sí, porque todavía no les traigo una historia en la que Reese se pueda deshacer de él, no, no… Y la cosa se empieza a poner tensa… o algo así, jiji. Ya veremos qué pasa.
Dedicación especial a las personas desesperadas. Sobre todo a aquellas que, como Malcolm aquí, por su desesperación acaban metiéndose en más “problemas” de los que les hicieron desesperarse en primer lugar. Se merecen algo bonito luego de eso :D <3
Espero que disfrutaran esto, o que al menos les entretuviera un rato. Que tengan una gran semana, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que decidieran leer esto, cuídense mucho, yo los tqm <333—Lemon
Chapter Text
Malcolm siempre había pensado que las personas exageraban cada que decían algo sobre las sensaciones de una cosa tan simple como un beso.
Los miles de pleonasmos flotando alrededor de una acción que a él le resultaba de cierta forma insustancial años después de descubrirla le causaban una particular irritación que, internamente, ocultaba una buena parte de incomodidad e insatisfacción por sospecharse un tanto insensible a ello.
El montón de símiles, metáforas y tontas alegorías respecto a sus efectos no eran más que un recordatorio de eso.
Las distintas comparaciones, las absurdas referencias, e incluso las molestas dramatizaciones…, todas siempre le habían parecido ridículamente desproporcionadas respecto a lo que realmente se reducía todo:
Un simple contacto de piel que en ocasiones incluía un cierto intercambio de fluidos y que, sí, por supuesto, implicaba la estimulación de receptores enviando específicas señales al cerebro que podían acabar volviéndolo algo placentero, pero que, aun tomando eso en cuenta, a su parecer no se trataba de nada lo suficientemente sobrecogedor como para describirlo del modo en que la mayoría lo hacía todo el tiempo.
Y, a ver, no era que él no lo hubiera disfrutado nunca, sólo… no podría señalar con exactitud la última vez que había conseguido ponderar ese tipo de cosas sin sentir una profunda mezcla de incomodidad y rechazo interiorizado.
Oh, bueno, en realidad sí que podría.
Podría, y su memoria lo sabía… pero genuinamente no quería.
No, no. Gracias.
Durante su primera relación, honestamente era lo que le resultaba más atractivo de tener una novia; que podía besarla siempre que quisiera. Pero con el tiempo se había dado cuenta de que su “entusiasmo” por la acción se debía principalmente a que era algo de cierto modo nuevo para él.
Siendo quien era, había pocas cosas a las que Malcolm no intentara encontrarles razón de ser, o lógica. Y cuando Sarah lo dejó, dolido y con el ego lo suficientemente dañado como para hacerle llorar, uno de los puntos que le habían ayudado a superarlo bastante rápido fue pensar en el porqué.
Era su primera novia, y en verdad le gustaba, pero claramente no estaba enamorado de ella. Ni siquiera creía mucho en el enamoramiento, para empezar, así que… no, no había manera de que algo que se suponía tan intenso pudiera superarse tan rápido como lo había hecho él. Sin embargo, eso no evitaba que todo su razonamiento le llevara a aceptar el motivo primordial de su patética y breve obsesión infantil con ella ahora que era más maduro que eso. Y la respuesta era simple:
La pubertad.
Cualquier cosa mínimamente estimulante se sentía considerables veces más potenciada con el incremento de las hormonas. Después de todo, con el funcionamiento general del sistema endocrino disparándose por naturaleza… sencillamente resultaba algo comprensible.
Era la verdad. Y, no obstante, ni siquiera durante esos tiempos de “descubrimiento” algo como un beso (o cualquier otra cosa) le había hecho relacionar nada que hubiese vivido con los adjetivos recurrentes que veía año tras año en las clases de literatura o las películas.
A su parecer, el concepto dramático de los besos se trataba más bien de algo exagerado y, ¿por qué no?, falso también.
Así que…
Dios, ¿por qué…?
De nuevo, y como siempre en su vida, esa era la pregunta.
Porque Malcolm ya había atravesado la pubertad.
Porque aun con todo y su eterna suspicacia, casi como si de una burla a su escepticismo en el tema se tratara, ahora estaba ahí, aparentemente incapaz de coordinar nada de forma mínimamente lineal y de alguna manera seguro de que, si no fuera por la pared detrás de él y el cuerpo adhiriéndolo a ella desde el frente, se habría desplomado en el suelo desde hacía un buen rato.
Porque las piernas no le respondían, y las manos le temblaban tanto que no se sentía capaz de apartarlas de los hombros ajenos mientras Reese parecía dispuesto a fundirse contra él y…
Porque era…
Era invasivo, y sofocante y abrumador de una manera en la que no debería serlo jamás. Lo había sido desde el instante en que la boca de Reese descendió sobre la suya antes de darle tiempo a reaccionar, en un contacto infinitamente distinto al anterior en el que Malcolm había actuado como un tímido niño de preescolar.
Era… demasiado.
Demasiado cálido, demasiado denso, demasiado irreal…
Malcolm no lograba desconectarse por completo, pero tampoco podía concentrarse en algo en específico.
Ni en las baldosas sirviéndole de única ancla a la tangible realidad, ni en las manos aferrándolo como si de no hacerlo pudiera escapar, ni en la boca que parecía estar intentando consumirlo desde adentro y…-
Se sentía… en una clase de limbo extrasensorial.
Incapaz de pensar en orden. Incapaz de reaccionar.
Contacto fuerte, duro e impetuoso; devorando su respiración, monopolizando sus sentidos y encendiendo sus alarmas.
Los labios de Reese se movieron con entusiasmo abrumador contra los suyos, haciéndole sentir tan torpe e inexperto como no le había ocurrido en años desde su infantil e ingenuo primer beso; haciéndole sentir como si intentara tomar mucho más que sólo eso, y…-
«Oh, Dios»
Malcolm abrió los ojos con aterrada agitación, sintiendo el raro calor envolviéndole el estómago y escalando hasta su cara como una llamarada, una desconocida mezcla densa y peculiar bombeando al acelerado ritmo de su pecho, con tanta fuerza, que su primer instinto fue empujarlo, o quizás golpear con manos apuñadas el borde de los fuertes hombros una y otra vez en busca de que lo soltara,
Pero de pronto parecía incorpóreo, y un extraño escalofrío recorrió su columna en el momento en el que el áspero pulgar de Reese rozó deliberadamente la tierna piel cubriendo la carótida en su cuello, preparando su cabeza en una mejor inclinación y dándole un mayor acceso, y-
Cerró los párpados con fuerza sin saber qué hacer, dividido entre las señales de alerta en su cabeza y la humillante estimulación involuntaria naciendo de su propio cuerpo, cediendo poco a poco ante el reflejo de sus casi descoordinados movimientos luego de tanto tiempo sin hacer algo como eso…, y fue… como si la parte racional de su cerebro hubiera hecho un corto circuito, desdibujando por completo la delgada y peligrosa línea entre sus instintivas ganas de moverse y su ya pulverizado empeño de quedarse quieto, porque,
«Esto no… no es…»
Malcolm se tragó el jadeo escalando su garganta y mezclándose con el gruñido de molestia cuando el brazo que seguía rodeando su espalda se tensó con impaciencia, elevándolo completamente en peso y eliminando toda clase de contacto que hubiera tenido antes con el suelo. El pecho, inquietantemente sólido e imposible de ignorar, ya innegable a sus saturados sentidos desorientados pareció quemar contra su torso y la extensión desnuda de sus brazos, atrapados entre ambos por la imprevisión del movimiento y la anterior postura de sus manos todavía afianzadas a los hombros de su hermano, enganchadas a la tela que los mantenía cubiertos y que ayudaba a separarlos como un afortunado y significativo salvavidas en el creciente mar de insensatez que amenazaba con ahogarlo.
Podía sentir cada dedo, abrasador y rudo, aferrándose a la unión de su cintura y sus costillas sobre la repentinamente delgada camiseta, amoldándose a la concavidad y la planicie de las zonas por igual, y dejando marcas invisibles a través de su memoria sensorial. Podía sentir la pierna, injustamente densa entre las suyas como inestable gelatina; y la fluctuante sensación de extraña adrenalina, filtrándose a sus poros, cosquilleando entre su piel, y succionándolo con fuerza casi al punto de demencia.
Y entonces…
El ritmo decreció, casi demasiado suave como para notarlo de no experimentarlo, adaptándolo a su inesperadamente armónico y gradual compás, abrazando su torpeza y bochornosa falta de destreza, haciéndole olvidarlas y diluirse en ellas y…-
En un casi satírico contraste al insuperablemente simple e infantil que el propio Malcolm había iniciado y acabado en apenas ínfimos segundos…, con una última llana y casi delicada presión en el mero centro de sus labios que bien podría contar como uno extra o secundario…, el demandante beso finalmente terminó.
Terminó, y el neblinoso estado de confusa turbación se desplegó sin compasión.
Sus pies se apoyaron de nuevo en el suelo y el brazo dejó de rodearlo, y la repentina cantidad de oxígeno y espacio disponibles a su reducido alrededor se sintió diez veces más abrumadora por algún motivo que en el momento no importó. Malcolm recargó su peso contra el muro, con los ojos mirando sin mirar a cualquier punto disponible excepto a Reese en el instante en que sus propios brazos cayeron laxos y hormigueantes a sus costados, incapaz de hacer mucho como permitirse pasar su propia lengua por sus irritados labios, sabiéndolos sensibles por el vergonzoso acto, y,
—¿Por qué… —preguntó al aire, alrededor de un minuto más tarde cuando por fin logró recuperarse— Por qué hiciste eso?
—¿Ah?
Pero Malcolm seguía pasmado en el delirio aun dentro de su agitación como para reparar en la expresión de confusión.
—¿Por qué de esa manera? —musitó, enfocando sus ojos sobre los otros en una búsqueda instintiva de respuestas— Por un momento creí que ibas a…-
«Dios»
Mordiéndose el interior de la mejilla y parte de la irritada boca luego de sentir la vergüenza por lo que había estado a punto de decir, Malcolm cortó su propia oración parpadeando de manera intermitente, genuinamente dividido entre las ansias de apartarle la mirada y el extraño magnetismo que parecía impedirle hacerlo ante el deseo de entenderlo.
Sin embargo, claramente ajeno al dilema en su cabeza, o quizás ignorándolo a consciencia, a Reese le causó gracia.
—¿Que iba a qué? —indagó, sin lucir ni un poco tan afectado como él y con los diabólicos ojos verdes de repente iluminándose burlones, brillando de interés bajo sus cejas elevadas cuando, de algún modo, aparentemente lo entendió— Oh, por favor, por favor, dilo.
Malcolm apretó los labios con la cara enrojecida en el instante en que el bastardo comenzó a reír.
—Eres un idiota.
—Vaya…, y yo que pensaba que eras de los que necesitaban al menos un par de citas antes —continuó—… No sabía que te había gustado tanto, Mal-
—Púdrete, Reese —gruñó enfadado, irguiéndose tanto como podía mientras se obligaba a dejar de temblar como una hoja—. Tienes lo que querías, ¿no? Ahora apártate y deja de molestar.
Sin embargo, más que hacer una broma, o algún otro comentario humillante, Reese sólo borró con inesperada lentitud la sonrisa de su rostro, inclinando la cabeza un par de grados a uno de sus costados con un gesto curioso, y,
—¿Lo que quería…? —murmuró, aparentemente pensativo y sin moverse ni un milímetro— No… Tú no sabes lo que quiero, Malcolm.
—Claro que lo sé —insistió—. Querías vengarte. Está bien, ya lo hiciste… Ahora déjame salir.
Pero cuando Reese no hizo más que mirarlo con los mismos ojos opacos con los que lo había visto aquella primera vez después de regresar, Malcolm tragó con pesadez, ridículamente más nervioso a pesar de que su hermano finalmente dio dos pasos hacia atrás, dejándole un espacio más que suficiente para alejarse sin problemas…
Porque entonces, antes de girarse él mismo en dirección a la puerta, Reese sonrió, y la forma en que lucía le puso los pelos de punta de una forma tan absolutamente extraña, que ni siquiera estaba seguro de querer entenderla esta ocasión.
—Siempre asumes cosas que no son.
—¿Qué?
Reese no volteó, y Malcolm notó apenas la rígida manera en que su mano…, la mano que había estado sosteniéndolo a él antes, se apretaba en torno al pomo de la puerta hasta que los nudillos se tornaron blancos y las venas en su brazo resaltaron.
—Como dije…, tú no sabes lo que quiero, Malcolm.
Su hermano repitió la frase con la misma seriedad, y él se quedó ahí, solo y con la cabeza tan mareada que no pudo despegarse de la fría pared hasta un buen par de minutos después, cuestionándose a sí mismo e incapaz de comprender.
Porque, en serio, ¿qué sucedía con él?
.
.
.
.
.
Notes:
¨ 5 ¨
¡Hola! ¿Qué tal? ♥
Ya vine, ya vine, perdonen ustedes la ausencia U//U
Ya sé que los dejé con un pequeño cliffhanger en el capítulo pasado y que me tardé en actualizar este, me disculpo, he estado muy ocupada, aiuda :”D
He hecho lo que he podido para venir a traerles esto y, sorpresa (¿?), otro más por tanta espera <3
Espero que disfrutaran el capítulo y que valiera la espera, o al menos los entretuviera. No digo mucho más porque debo publicar el siguiente y ya es bastante tarde y muero de cansancio, así que sólo me queda agradecerles por leer y por su bella paciencia ♥
Bonito día, tarde, o noche, cuando sea que leyeran esto, cuídense mucho, yo los tqm <333—Lemon
Chapter Text
Reese no había podido sacarse ese momento de la cabeza desde hacía días.
Con un demonio, ¡claro que no podía!
Por supuesto, ya se lo esperaba, lo había imaginado desde hacía tanto y con tanta frecuencia, que le parecería más extraño el poder hacerlo, pero, aun así, era como si lo hubiera grabado a fuego. En él, en su mente, en sus manos…
En cada gran y pequeño trozo de piel que había llegado a tocar por un instante o un minuto entero.
Su pecho se encogía sobre sí mismo cada vez que el recuerdo del cuerpo inesperadamente pequeño y cálido moldeándose bajo sus dedos volvía a él y-
Bueno, eso lo hacía sonar como si hubiera pasado algo mucho más estructurado de lo que en realidad había sucedido, pero la verdad era que, de cierto modo, así se sentía para Reese.
No había hecho más que besarlo y sostenerlo, y, no obstante, resultó ser suficiente como para robarle el sueño, dejándolo alucinar solo como un idiota obsesionado.
Reese lo había hecho porque simplemente no había podido evitarlo. No después de que Malcolm realmente se atreviera a hacerlo primero, al menos.
Porque, en algún punto lejano de su mente aquella vez, después de que la repentina acción lo sorprendiera tanto como para dejarlo hecho piedra durante el par de segundos que duró, la expresión que había acabado tiñendo el rostro de su hermano menor luego de que se separara y lo soltara para huir… en serio había conseguido derretir algo dentro suyo.
Sin embargo, otra parte de él, una mucho más grande e impulsiva…, la parte que había intentado contener con toda su fuerza de voluntad desde que sabía la naturaleza de su ansiedad…, había acabado ganando la batalla.
Reese lo supo antes de siquiera dar el paso definitivo a la línea que no debía cruzar. Lo supo antes de tomar por completo lo que tanto había deseado casi desde que se fue;
Supo que sería lo más difícil de dejar, incluso no teniéndolo.
Porque estaba al tanto de que estaba muy, en serio muy jodido antes de todo eso, pero, realmente, en el momento en que Malcolm decidió poner su maldita boca contra la suya en el beso más torpe y plano del mundo, fue como quemar su última oportunidad de libertad.
Mentiría si dijera que no sabía lo que estaba haciendo.
Todo el que lo conocía estaba al tanto de que Reese no era precisamente un chico bueno. No, no. Él no era un jodido principito, ni tampoco un ejemplo de reformación.
Era un bastardo más casual que intencional, y un idiota más maquiavélico de lo que se le acreditaba con regularidad.
¿Aprovechado? Tal vez un poquito…
¿Vengativo? ¡Ja!
A como él lo veía, Malcolm le debía más que sólo un besito para compensar.
Aun si la raíz de todo era algo que su hermano había “hecho” sin querer…
Porque, claro, Reese lo sabía bien sin necesidad de fingir demencia. Estaba dolorosamente al tanto de que Malcolm no había pretendido jamás convertirse nunca en lo que había acabado siendo para él.
Y aunque a una pequeña parte de Reese le había provocado cierta ternura insana la timidez del acto esa noche, al mismo tiempo había sido justo eso lo que había embravecido a la otra más grande y menos considerada, llevándolo a perder algo del control que intentaba mantener celosamente dentro de su cuerpo y orillándole a ceder.
Era casi ridículo, el que incluso ahora, después de días, siguiera rememorando con tanto detalle cada mínima cosa del momento; el increíble calor de su sonrojo, la forma en que parecía incapaz de recordar cómo respirar, el tacto de los dedos enganchándose a su ropa como si fuera a desvanecerse de no hacerlo…
Y el estado final de los ojos y la boca que le habían impedido dormir tranquilo por incontables meses…
Finalmente a su merced.
Finalmente sometidos a los suyos como siempre había deseado.
Finalmente…- Joder.
¿Había sido demasiado? Quizás…
Tal vez para Malcolm lo había sido, pero Reese sabía que era su única oportunidad.
El único que obtendría. La única memoria real que reviviría sobre eso.
La única vez que lo vería de ese modo, la única ocasión en la cual podría… tocarlo de ese modo, y…,
Quería que lo valiera.
Si Malcolm iba a odiarlo, si iba a temerle o alejarlo…, quería marcarlo de la forma físicamente menos dañina y más memorable que pudiera. Quería dejarlo en su cabeza, en su pecho, y en su boca.
Quería que lo viera cada vez que cerrara los ojos, y que lo sintiera cada que hiciera mucho como morderse los labios.
Quería mostrarle al menos una mínima ración de lo que él mismo le había provocado sin siquiera un contacto de verdad…, pero, con un demonio, en ocasiones Reese olvidaba que no todos sus planes resultaban como esperaba.
Y, sí, tal vez, con suerte, habría conseguido causarle a Malcolm algún efecto real que no fuese sólo temporal…, sin embargo, en medio de su caos interno repleto de quieroquieroquiero, había pasado por alto la insignificante variable de ello afectándole directamente a él mismo también.
Era algo estúpido a la vez que irónico, el que ahora fuese Reese quien no dejaba de darle vueltas a las cosas, siendo que esa solía ser una de las principales razones por las que acostumbraba burlarse de Malcolm desde que podía recordar.
Irónico, en verdad, porque Malcolm creía que buscaba venganza, cuando Reese en el fondo lo buscaba más a él.
Y, siendo así, no podía dejar de preguntarse el mismo par de cosas que regresaban a su cabeza cada que hacía algo tan tonto como recordarlo;
¿Qué diría si lo supiera…? ¿Qué haría si de alguna manera se enterara…?
Reese no había parado de cuestionárselo con mayor frecuencia desde esa noche.
Cada vez que sus ojos se encontraban por unos cuantos segundos; siempre que lo veía perdido en sus propios e incomprensibles pensamientos; cuando lo notaba mirándolo a lo lejos; e incluso al cruzar un par de palabras que no hacían más que incrementar la extraña tensión de la que su hermano menor había intentado deshacerse sin tener idea que él mismo era el causante… la interrogante regresaba con mayor fuerza que antes.
Porque era obvio,
Malcolm pensaba. Lo hacía todo el tiempo; dándole vueltas a él, a su comportamiento y a su descabellada petición. Lo hacía tanto que Reese casi podía escucharlo en su propia cabeza.
Tanto, y aun así no lo entendía.
El pobre ingenuo…
Quizás debería ser algo preocupante que eso no le causara tanta gracia como generalmente lo haría, pero es que Reese estaba convencido de que su pequeño hermano jamás lo entendería.
Tal vez era lo mejor. Tal vez era lo peor.
Ni siquiera él era lo suficientemente delirante como para intentar ver un positivismo en medio de toda esa porquería de situación.
Malcolm era su hermano, pero Reese no lo veía como tal, y aunque había cumplido con su parte de dejar de hacer como si no existiera, la verdad era que las cosas no habían avanzado en lo más mínimo.
Ya fuera porque Malcolm parecía lo suficientemente ensimismado como para acercársele, o porque, al menos hasta el momento, el propio Reese evitaba hacerlo con tal de no ceder más a sus impulsos.
Y es que, siendo honestos, esa pequeña opción le resultaba más preocupante y probable de lo que debería. Después de todo, su hermano menor tenía una única e increíble capacidad para hacerle perder los estribos con menos que una mueca, y al parecer Reese había llegado a un punto en el que se sentía tan harto de ello, que la decisión de contenerse en el específico caso de una provocación no era más que una desdibujada cortesía que podría estar dispuesto a eliminar sin remordimiento en un mal día.
No después de haberlo probado una vez.
No después de saber lo que se sentía.
Y, sobre todo, no confiando ni un poquito en lo que su sistema le gritaba por hacer incluso desde antes de experimentarlo.
«Carajo», era molesto incluso ahora.
Reese contuvo el pesado suspiro en su garganta, entrecerrando ligeramente la mirada y observándolo a lo lejos desde la ventana, reparando en el sutil contorno de su cara, el curioso realce de su nariz, y el delicado relieve de los mismos labios rosas en los que no dejaba de pensar.
Los había imaginado muchas veces antes; había proyectado en su cabeza su textura, su temperatura y su sabor…, esperando estúpidamente que todo resultara en una decepción, esperando estúpidamente que la realidad perdiera la batalla contra la ficción, esperando estúpidamente que, después de obtener eso, la frustración finalmente le llevara al arrepentimiento.
Y, no obstante, su retahíla barata de patética autoconvencimiento no había servido de nada.
Porque todo resultó mejor de lo que lo imaginaba.
Porque la realidad aparentemente siempre superaba a la ficción.
Y porque, aun cuando parte de él en definitiva lo necesitaba, Reese genuinamente no se arrepentía de nada.
.
.
.
.
.
Notes:
~ 6 ~
¡Hola! ¿Cómo les va? ♥
No sé si vienen directo del capítulo pasado porque los publiqué prácticamente juntos, pero, por si las dudas, los vuelvo a saludar :D
Les escribiría una nota como acostumbro, pero el único dato inútil que se me ocurre ahora es lo cansada que estoy. Que sí, encaja perfectamente con el término inútil, pero, ajá. Así de frita tengo la cabeza ahorita. Muchas gracias por el aguante que me hacen, de verdad, y perdón si se me fue alguna incoherencia en este capítulo y/o el anterior, no doy más TuTNo, en serio, gracias por la paciencia <3 En verdad espero que les gustara esto, aunque es algo corto, lo hice con amor 😊
Bonito día, tarde, o noche, cuando sea que pudieran leer esto, cuídense mucho, los quiero <333—Lemon
Chapter Text
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
¿Saber lo que quería?
¿Lo que Reese quería?
Algo caótico, seguro. Pero…
¿Por qué entonces lo hacía sonar como si fuera algo mucho más elaborado?
Eso era lo que Malcolm no acababa de comprender del todo. Si realmente había o quería algo más allá de su absurda petición, ¿por qué no sólo decirlo? ¿Por qué hacerse el interesante?
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
—¿Y cómo voy a saberlo? —bufó, poniendo los ojos en blanco y torciendo los labios en una mueca para sí— Si parece una persona completamente diferente.
—¿De qué… hablas?
La inesperada pregunta le hizo reaccionar al recordarle repentinamente en dónde estaba, y Malcolm miró a Stevie por un momento prolongado antes de comprender que en realidad había hablado en voz alta. Sin embargo, cuando la confusión en los ojos oscuros de su amigo se volvió más pronunciada, suspiró, sacudiendo la cabeza con suavidad de un costado al otro en un intento por desestimar la situación y ordenar medianamente sus ideas y el dilema interior que no lo había dejado tranquilo ni un minuto desde aquella vez.
Porque no quería hacer las cosas más extrañas, y mucho menos volverlas llamativas o sospechosas para cualquier otra persona a su alrededor.
Ya no, o iba a comenzar a volverse loco de verdad.
Y es que… Dios, todo eso con su hermano mayor estaba empezando a afectarlo en serio y-
—¿Malcolm…? ¿Estás-
—Nada. No es nada —interrumpió—. Sólo… supongo que tengo muchas cosas en la cabeza.
—Amigo… tú siempre tienes… cosas… en la cabeza.
«Sí, bueno… ¿Puedes culparme?» Increpó internamente. «¿Qué harías tú si un día el hermano al que traicionaste termina besándote de una forma que debería estar prohibida aun sin parentesco de por medio, y luego dice cosas ridículamente indescifrables?»
Malcolm había pensado en ello durante días; en la mirada, y las palabras y- No, no. No en el beso. En definitiva, había hecho hasta donde podía para no pensar en esa parte en específico.
Porque había algo raro sucediendo cada que el mínimo recuerdo llegaba, y no, gracias.
Hasta ahora, lo único que el comportamiento de Reese le había traído eran dolores de cabeza.
Eso, e incomprensibles sueños- uh, pesadillas, que no deberían existir en ningún plano dimensional considerado mentalmente saludable.
Reese había vuelto como una clase de ente raro y misterioso que no debería ser. Con miradas inentendibles, sonrisas vacías, y palabras y expresiones que no tenían sentido alguno para él… ni siquiera tomando en cuenta que se trataba del atolondrado con el que había crecido toda su vida… o lo que quedaba de él.
De nuevo, suspiró.
—Lo sé, pero… en serio, esta vez no me hagas caso.
—¿Qué…? Ahora sí estoy… preocupado.
Malcolm puso los ojos en blanco. El Stevie irónico podía ser tan molesto a veces…
—Sólo es Reese, ¿de acuerdo?
—¿Todavía…-
—Sí- No- Yo…- Ugh, ¡no sé!
—Jamás creí… oírte… decir eso.
Conteniendo una sarcástica respuesta en la punta de su lengua, se sostuvo la cabeza con las manos, diciéndose internamente que tampoco era como si hubiera algo que saber en todo esto.
Porque no lo había, ¿de acuerdo?
La verdad, Malcolm no llegaba a comprender qué era lo que le hacía darle tantas vueltas. Es decir, por supuesto, el tema era lo suficientemente escabroso como para ser su propio justificante a la incomprensión y curiosidad, pero, incluso estando acostumbrado a los extraños arranques de Reese de toda la vida, o al menos a los que antes solía tener siempre…, este en particular parecía ridículamente distinto más allá de la obviedad.
Sobre todo porque el sentimiento de rara incomprensión esta vez no estaba puramente dirigido hacia Reese, sino también un poco hacia él mismo, aun si no quería considerarlo.
—Bueno —largó Stevie con un suspiro—, al menos sirvió… de algo… y esos idiotas dejaron… de molestarte.
Malcolm resopló en medio de una risa seca, negando con la cabeza y mordiéndose el interior de la boca en un gesto reflejo un segundo más tarde, en el momento en que la ilusa insinuación se asentó brumosa entre los dos.
La mirada de ironía que le dirigió a Stevie luego de poner los ojos en blanco tendría que haber sido suficiente, pero cuando su amigo sólo elevó ligeramente una de sus cejas en una franca e impávida gesticulación bastante específica, Malcolm suspiró.
—Stevie, vamos, no crees de verdad que dejaron de hacerlo sólo porque él volvió, ¿o sí?
—Lo que no… creo… es que tú no… lo creas.
—¿Y por qué habría de hacerlo? —replicó— Ni siquiera lo he visto hacerles nada. No tiene mucho sentido.
—Oye, si alguien… de quien solías cuidarte… las espaldas… se va y… regresa… con entrenamiento… militar… hasta un idiota tomaría… precauciones.
Malcolm lo pensó por un momento. Ciertamente, si lo ponías de ese modo tomaba un mínimo de sentido, y también era verdad que, irónicamente, parecían haber dejado de hostigarlo luego de que Reese volviera a presentarse a la escuela tras meses y meses de ausencia, pero, aun así…
—Tal vez deberías… aproximarte a… él… de otra manera.
Oír eso le arrancó una automática reacción entre incredulidad y desatino.
—¿Por qué de repente crees que soy yo quien debe hacer un movimiento? —inquirió cruzándose de brazos— Te lo dije, he intentado hablar con él y nunca sale bien.
«Además…, honestamente no sé si quiero hacerlo»
—Porque te… conozco.
Malcolm esperó a que dijera algo más, cualquier cosa en realidad, pero Stevie simplemente lo observó a través de sus anteojos como si eso fuese la máxima y más esencial forma de razonamiento ante su problema. Y su lado irritable salió:
—¿Implicas que soy un exagerado?
Poniendo los ojos en blanco, Stevie largó una pesada exhalación.
—Y ahí va… mi momento de citar… a Yoda…
—Olvídalo —resolvió él, encogiéndose de hombros y fingiendo con dificultad una diminuta sonrisa decidido a dejar el tema por completo—. Siempre le ha gustado crear problemas. No hay mayor explicación.
—Difícilmente… debatible.
Bien.
Convencer a Stevie de eso era tan bueno como convencerse a sí mismo… ¿no?
.
.
.
.
.
De acuerdo, la verdad era que las palabras de Stevie no habían dejado su mente tranquila en todo el camino de regreso a casa.
Aún en medio de su indecisión por no saber si realmente quería acercarse o no, Malcolm pensó que él mismo estaba siendo algo idiota también. Vamos, Reese era su hermano; el hermano más loco y estúpido que tenía, así que era claro para él que su mentalidad siempre había sido una distinta a la de los otros, y, si bien no era algo justificable, eso podría valer al menos un intento de recuperar en un mínimo su vieja relación, ¿no?
Supuso que tal vez algo simple, como ir a alguno de los lugares que antes acostumbraban o hacer una de las cosas que a él le gustaban, serviría, así que, a un par de minutos de su destino, Malcolm había decidido que pondría finalmente de lado su debate mental y lo invitaría en un último intento de paz.
Para el momento en que llegó a casa, Reese y Dewey estaban en el sofá viendo la televisión. Él volvía de dejar la mochila en su escritorio cuando los vio de reojo en su camino a la cocina, y fue justo en el mismo instante en que acababa de cerrar el refrigerador, cuando los golpeteos en la puerta de la entrada principal se escucharon por encima del ruido ambiental.
—¡Te toca!
Los gritos de sus dos hermanos salieron antes de siquiera pensar en hacer lo mismo, y Malcolm resopló, resignado a abrir de una vez mientras los insistentes golpes no dejaban de sonar.
«¿Quién demonios podría ser?», se preguntó, tomando aire y repasando en su cabeza las diversas posibilidades de la persona al otro lado al considerar la apremiante manera de tocar. La exigencia era obvia, pero, de algún modo, en los pocos segundos que le había ocupado enlistar mentalmente las palabras que solían funcionarle para deshacerse de cualquier posible situación intrascendente, había comenzado a sospechar que no se trataba de algo como un simple vendedor. Y, por supuesto, no lo era.
No… Lo que vio al abrir le hizo detenerse en seco, y Malcolm se aferró inconscientemente al pomo de la puerta, arqueando una ceja con intriga por los ojos café oscuro que no dejaban de verlo desde arriba como a un pequeño insecto.
—Uh… ¿puedo ayudarte?
La boca de la chica formó una sonrisa torcida, y Malcolm podría jurar que, más que parecer cortés, intentaba intimidarlo de algún modo.
Sin embargo, lo que más le sorprendió sin dudas fue lo que salió de su boca la primera vez que habló:
—¿Está Reese?
—¿Reese?
Ella desdibujó la expresión, luciendo ahora completa y genuinamente confundida. Igual que Malcolm.
—¿No vive aquí? —murmuró para sí, alternando un par de rápidos vistazos entre la calle y el contenido del papel que sostenía en una de sus manos— Creí que esta era-
—¿Abby?
Escuchar a su hermano mayor tan cerca de él le hizo soltar su agarre de la puerta y girarse en automático, pero nada lo preparó para ver la escena de la que acabaron prácticamente haciéndolo a un lado y excluyéndolo un segundo después.
—¡Bestia!
«¿Bestia? Pero-»
Malcolm jadeó mudo desencajando la mandíbula, genuinamente sorprendido desde su posición a un costado y unido a la pared. Porque en menos de un parpadeo la chica se había arrojado sobre Reese luego de dejar caer con descuido su enorme mochila al piso, y él la había atrapado en un abrazo como si nada, dándole un par de vueltas en el aire y haciéndolo lucir tan natural y fácil como si ambos hubiesen hecho eso miles de veces antes y-
«¿Qué diablos…?»
Ni un minuto más tarde habían comenzado a rodar por el suelo como un par de niños- o perros, o- lo que fuera, ni siquiera lo sabía, simplemente le resultaba demasiado absurdo para ser real.
¿Quién era ella? Y ¿qué se suponía que estaban haciendo los dos ahí, en un enredo de brazos y piernas, aparentemente luchando por ver quién le aplicaba una llave al otro primero?
Aún desde su lugar, arrinconado y olvidado, Malcolm no podía dejar de verlos boquiabierto.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Reese entre risas cuando se levantó con ella sobre su espalda sin hacer ni una mueca, y la chica- Abby, o como fuera que se llamara, bajó de un salto, sonriendo también y dándole un fuerte golpe en el hombro antes de responder.
—Vine a visitar a mi idiota favorito.
—Aw, mírate… Me fui hace menos de dos meses y ya no puedes vivir sin mí…
Malcolm tuvo que obligarse a cerrar la boca que amenazaba con abrirse más cuando su extrañamente alegre hermano se inclinó burlón hacia la chica y ella hizo lo mismo con él.
Porque si alguien ahí conocía la faceta burlona de Reese, ese era Malcolm, y sin embargo el tono que usaba ahora sonaba inesperadamente amigable para ser normal.
En serio, ¿quién demonios era ella?
—¿Qué puedo decir? Eras el único tipo que valía la pena en ese lugar —La chica le guiñó un ojo con socarronería, y entonces, casi haciéndole saltar en su lugar por la súbita y aguzada atención que no esperaba, se giró hacia Malcolm con evidente curiosidad—. Y… ¿quién eres tú?
—Ah, él es Malcolm —respondió Reese antes de que Malcolm pudiese hacer mucho como abrir la boca o pensar en contestar.
Y… fue algo curioso, porque de la nada los ojos de la chica se abrieron tanto por un instante, que él creyó que había sufrido una clase de colapso neuronal.
—¿En serio? —preguntó, girándose a su hermano con aparente incredulidad— ¿Este es?
«¿“Este”? ¿Cómo que “este”?»
Malcolm frunció el ceño, pero a ella no pareció importarle, porque simplemente lo observó con obvio descaro de arriba abajo y sonriendo de una manera que le resultó increíblemente molesta mientras la veía volviéndose para encarar a Reese una vez más.
Dios. Jamás le había irritado tanto la mirada de una chica desde…- Bueno, desde aquella.
—¿No era sólo un año, o algo así, menor que tú? Es un enano.
«¿Qué?», jadeó.
Pero ¿qué demonios pasaba con esa mujer?
Malcolm no podía ni hablar. Sentía su propia lengua adormecida de la indignación por la humillante impertinencia, y enviándole una reprobatoria mirada a Reese, que se mantenía un paso por detrás de ella, lo notó encogerse de hombros con simpleza.
—Sí… pero él está bien así —declaró, y algo en la respuesta pareció hacerle suficiente gracia, porque entonces comenzó a reír golpeando el hombro de su hermano de una forma que a Malcolm le recordó haber visto en los boxeadores profesionales en televisión.
—Eres un bastardo sádico, Bestia —contestó, señalándolo dramáticamente con el dedo en un gesto de advertencia—. Si no tienes cuidado lo harás pedazos.
«¿Pedazos?»
—Abb…
—¿Qué? Digo, míralo, se ve bastante delicado…
De acuerdo, esta vez Malcolm sí que no entendía nada.
Ya harto, se cruzó de brazos y bufó mirando a un costado, intentado, sin éxito, evitar rodar los ojos y hacer una evidente mueca de fastidio.
Porque a pesar de que obvia y literalmente se referían a su persona, se sentía completamente excluido. Y enfadado también por el mismo motivo.
En serio, ¿por qué hablaban de él como si no estuviera?
Honestamente, había estado a punto de reclamarle la evidente grosería cuando continuó hablando de su “frágil” apariencia («Como si ella fuera la gran cosa») y otro montón de tonterías que simplemente no entendía…
Pero entonces su finalmente oportuno y atolondrado hermano se le adelantó:
—¿Sabes qué? Salgamos de aquí —la cortó Reese, pasando un brazo por sus hombros y halándola hacia la salida sin prestarle atención a nada más—. Había olvidado que a veces hay que mantener tu boca ocupada…
«Sí, mejor llévat- Espera. ¿Qué?»
Expandiendo los ojos y borrando de golpe la irritada mueca que no había abandonado su rostro en todo el rato, Malcolm casi se atragantó de la impresión esta vez sin poder evitarlo.
Eso…- Eso no significaba lo que parecía, ¿cierto? Porque entonces-
«¿Ah? ¿Y a mí qué diablos me importa de todos modos?», se quejó, cruzándose de brazos. «No es como si-»
—¿Crees que sea su novia?
Estaba tan metido en su propia cabeza y en amonestarse a sí mismo, que cuando escuchó la voz de Dewey directamente a su lado le fue imposible no agitarse del sobresalto.
Su hermanito lo miró raro, y Malcolm no evitó devolver la misma expresión, aunque por motivos completamente diferentes.
—¿Novia?
Dewey se encogió de hombros.
—Nunca lo había visto llevarse tan bien con una chica. Parecen entenderse bien, ¿no lo crees? Bueno, quiero decir, con las otras sólo parecía querer besarlas todo el tiem-
—Dewey, en serio te agradecería que no pusieras en mi cabeza la imagen de Reese besándose con nadie.
«Especialmente conmigo…»
—¿Desde cuándo eres tan delicado?
Malcolm lo miró molesto. ¿Tenía que usar esa palabra?
—¿Delicado?
—¿Lo ves? Lo estás haciendo de nuevo.
—De acuerdo, sé lo que estás intentando, y olvídalo —resopló, dispuesto a irse y no caer en la obvia treta de su manipulador hermano menor—. No te va a funcionar.
Por supuesto, iba a medio camino de volver a su habitación, cuando la insolente respuesta de Dewey le hizo detenerse en seco:
—¿Tú crees?
Pero ¿qué le pasaba a todo el mundo?
Malcolm se obligó a no voltear y en cambio a seguir caminando, completamente convencido de que lo único que encontraría sería la molesta sonrisita infantil de Dewey si lo hacía.
Su hermano menor siempre había sido amante de crearle conflictos internos a cualquiera. Malcolm lo sabía desde mucho antes que empezara a hacerlo con regularidad.
Y, sí, claro, Dewey era su hermanito, pero también era como un pequeño parásito cuya inocencia sólo residía en su apariencia de niño. Caer en su trampa simplemente sería estúpido.
Además…, de verdad no podría interesarle menos cuál fuera la relación de Reese con esa chica.
No, no, definitivamente no lo hacía. No le importaba para nada.
.
.
.
.
.
Notes:
♦ 7 ♦
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Espero que disfrutaran sus vacaciones quienes las tuvieron, y quienes no, espero que puedan descansar pronto :D
Dato inútil del capítulo: lo que leyeron aquí fue una de las cosas que me hicieron escribir esta historia en un principio. Me encanta la amistad entre Reese y Abby (en serio, tengo un par de borradores/ideas de historias donde la exploro y la exploto porque no puedo evitarlo) y las reacciones de Malcolm a ella, siendo tremendo torpe emocionalmente como sólo él es… uff :D No me pude resistir :S
Además, tengo el headcanon de que Abby identifica o se mete con Malcolm por su estatura, jaja. Digo, en el episodio de la serie lo llama algo como “Pea Pod”, que según yo es una especie de apodo para gente bajita y, no sé, si me han leído antes deben saber para este punto que por algún motivo los apodos cute me ponen soft y me dan vida :’)Así que… sí, no podía no meter eso, aunque se verá más en los siguientes capítulos.
Gracias por leer y por su paciencia. Al iniciar la historia les dije que habría unos cuantos cambios, ya fueran cronológicos o de situación, respecto al tema de Reese en el ejército para darle algo de sentido a todo sin caer en ciertas inconsistencias de la serie (aunque no digo que yo me libre de mis propias inconsistencias, pero trataré de evitarlo) y la visita de Abby se incluye en esos pequeños cambios. Con suerte todo saldrá bien. En verdad espero que les haya gustado y les entretuviera un rato ♥
Les deseo una gran semana, que tengan un bonito día, tarde, o noche, según el momento en que decidieran leer esto, cuídense mucho, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter Text
—Mamá, en serio, ¿por qué tiene que quedarse aquí?
—Es amiga de tu hermano.
Por enésima vez desde que había empezado a hacerlo inconscientemente hacía una hora, Malcolm resopló poniendo los ojos en blanco.
—Sí, claro —ironizó— ¿Los has visto? A mí no me lo parece mucho. Además, ¿desde cuándo Reese tiene amigas? ¿No crees que es-
—Basta, Malcolm.
Lois lo miró mal desde su lado en la cocina. Como la “amiga” de Reese estaba de visita, lo había obligado a él a ayudarle con la cena de esa noche, así que, prácticamente desde que su mamá había llegado con las compras, Malcolm se encontró a sí mismo atrapado entre vegetales y cuchillos que honestamente en el momento preferiría usar para cualquier otra cosa excepto cocinar.
Pero, claro, no tenía opción más que obedecer…
Siempre era así tratándose de su madre y sus órdenes de todos modos.
—¿Y por qué estás tan irritable de repente? Sólo estará aquí un par de días.
Su mecanismo corporal por defecto le había hecho abrir la boca para responder. Francamente, Malcolm había estado a nada de negar la tontería que su mamá acababa de decir sobre él estando “irritable”, pero entonces recordó que probablemente sólo haría sospechar más a la mujer, y algo dentro de él seguía gritando que no era una buena idea llegar hasta ese punto, así que, aguantando sus ganas de rebatir, se limitó a inhalar profundo para tranquilizarse.
—No es nada. Sólo es…- Ella es molesta —respondió por fin—. Y me parece raro que tú la dejes quedarse, viendo la manera en que se comporta con él.
Lois se encogió de hombros sin dejar de mover el cuchillo de arriba abajo sobre la tabla.
—Ahí está tu respuesta.
—¿De qué hablas?
Por un momento, Malcolm genuinamente creyó que había salido algo completamente distinto de su boca, porque la manera en que su mamá se giró a mirarlo, como si no pudiera creer lo que escuchaba al punto de detenerse en seco a media zanahoria rebanada, lo descolocó un poco a él también.
Y,
—¿De verdad no lo has notado?
Sonaba tan sorprendida, que no pudo evitar echar un fugaz vistazo por encima de su hombro en dirección al salón, a pesar de que claramente no podría ver nada, antes de volverse confundido a ella una vez más.
—¿Qué cosa?
—Ah, olvídalo.
—Mamá-
—Malcolm, termina con esas papas y deja de hacer preguntas.
—Pero-
—Ahora escúchame —interrumpió Lois, ya notablemente severa y señalándole con el cuchillo desde su lugar—; terminaremos esto, nos sentaremos a cenar, y serás amable con esa chica que no te ha hecho nada, ¿entendido?
«¿Acaso tengo otra opción?»
Malcolm abultó los labios en una mueca.
—No tienes que decirlo como si no lo fuera. Ni siquiera he-
—Lo pensaste.
—¿Cómo podrías saberlo?
—De los genes que crearon tu precioso cerebro, yo represento a la mayor parte, amor.
Malcolm ocultó su gesto incómodo tanto como pudo, conteniendo para sí la respuesta instintiva acerca de la herencia de los genes y su “repartición”, y tratando de concentrarse en lo que hacía mientras escuchaba inevitablemente de fondo las risas de una ruidosa conversación completamente sinsentido para él entre su papá, sus hermanos y- En serio, ¿qué tenían? ¿Siete años?
Ningún adolescente debería estar jugueteando todo el rato como ellos. Además, esa chica obviamente era mayor que Reese, y su padre no tendría que estar animando las cosas de ese modo. ¡Menos con Dewey como apoyo! ¡Era una total desconocida!
«¡Dios!»
Era tan… frustrante.
¿Por qué había algo carcomiéndole el estómago cada vez que los oía? ¡Ni siquiera debería importarle!
“¿Crees que sea su novia?”
Por alguna razón, la tonta pregunta de Dewey no lo había dejado tranquilo en toda la tarde. Y más que la cuestión en sí, lo que le molestaba era que no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
¿Por qué tendría que prestarle tanta atención? No era propio de él hacer eso… ¿verdad?
Era estúpido. Reese- No, en realidad, nada que tuviera que ver con Reese debería ser suficiente para hacerle pensar de más.
Y ahora, no sólo estaba permitiendo que su obvia irritación por alguien que claramente buscaba molestarlo le afectara siendo que no debería, sino que, al mismo tiempo, un pensamiento que simplemente parecía reacio a dejarlo en paz no paraba de cruzársele cada vez que los veía o escuchaba.
«¿Por qué iba a besarme si tiene novia?»
A ver, era una realidad que Reese ponía cierta parte de sadismo y bastardía en cada cosa que hacía, pero, honestamente, “infiel” nunca había sido una de sus características de personalidad.
Malcolm lo sabía.
No por experiencia propia, claro, pero lo había notado antes; la manera en que se comportaba con ellas y la forma en que parecía verlas como si ninguna otra cosa existiera para él.
Su hermano lucía como una persona peligrosa para todo el mundo, y de algún modo en verdad lo era, pero, en un giro tan inusual como curiosamente natural, todo eso parecía transformarse en algo completamente distinto cuando estaba en una relación con alguien.
Después de todo, así había sido con Beth antes de que Malcolm lo arruinara y-
«Ugh, genial. Aquí está la asquerosa sensación otra vez…»
Dios, ¡¿por qué?! ¡Ya había cumplido su estúpida demanda, ¿no?!
Entonces, ¿por qué seguía teniendo esa amarga frustración presionándole el pecho como si quisiera ahogarlo? ¿Qué era lo que lo volvía tan-
—¡Ah-!
Un jadeó arrancó el aire en sus pulmones cuando la fuerza de un chispazo de dolor tirando de su dedo lo sacó invariablemente de su trance mental, y el casi inmediato golpeteo de metal, chocando contra alguna superficie, resonó como un extraño eco alrededor del exaltado bramido de su mamá.
—¡Por Dios, Malcolm! ¿¡Qué estás-
—¡¿Qué pasó?!
La voz de Reese se elevó por encima de la de ella en medio de un rugido casi alarmado, cortando su pregunta a la mitad, y Malcolm, genuinamente confundido con todo lo que parecía estar sucediendo en fracciones de segundo, apenas lo vio, de algún modo apareciendo casi frente a él en un par de zancadas mientras sentía las manos de su madre tomar las suyas con urgencia.
—¿Qué- ¡Ay!
Podría sonar estúpido, pero hasta entonces notó con verdadera intensidad el agudo dolor de la herida.
«Diablos»
—¡Mamá, ten cuida-
—Cierra la boca —gruñó ella, haciéndole callar mientras tiraba de su mano hasta ponerla bajo el chorro de agua en el fregadero. Y un par de segundos después de lo que pareció tomarle revisarla ignorando sus quejidos de dolor, finalmente largó una exhalación viéndolo con ligera molestia—. Parece que fue sólo un corte… En serio, ¿qué pasa contigo hoy? —amonestó, pero Malcolm no tuvo verdadero tiempo para responder, antes de que lo soltara y se volviera para dirigirse por completo a Reese—. Ponle algo de antiséptico a tu hermano y cuida que no haga otra tontería. Yo terminaré aquí.
«¿Qué?»
—Pero-
—Ve, Malcolm.
—Oye, no es-
—Ahora.
.
.
.
.
.
No era una herida grande. Eso era obvio.
La sangre se había detenido sin muchos problemas al limpiarla, y, aun así, ahí estaban; Malcolm frente al espejo del baño, terminando de ajustarse una tirita en el dedo, y Reese apoyado contra la puerta que daba a la habitación de sus padres, cruzado de brazos y viéndolo a través del reflejo como si no lo creyera.
Él puso los ojos en blanco, girándose para verlo de frente.
—No tienes que estar aquí, ¿sabes?
—Eh, tú la oíste, al parecer ahora eres más idiota que yo… Y bastante torpe.
Malcolm entrecerró la mirada, recargando el peso sobre uno de sus pies.
—¿Y desde cuándo eres tan obediente? —bufó— Sólo lo haces para hacerme sentir humillado. Mamá lo hizo por eso, y tú-
—Sí, bueno, tal vez me gusta verte así.
Sin embargo, cuando él no respondió ni hizo otra cosa que mirarlo enfurruñado, Reese suspiró cansino.
—Por favor, no seas dramático, tú te humillas solo… —«¿Dramático?»— ¿En serio, Malcolm? No puedo creer que te lastimaras con algo así.
«¿¡Dramático!?»
Malcolm jadeó ofendido, porque, ¿qué sabía él de ser dramático?
—¿Tú no puedes creer que yo hiciera algo? —devolvió, señalándose a sí mismo— ¡Yo sí que no puedo creer lo que hiciste!
—¿Ahora de qué carajos hablas?
Reese lo miraba aparentemente sin entender, y Malcolm, apretando los labios en una línea tensa y fijando la vista en la puerta cerrada detrás de él en un vano intento por controlar su frustración, sólo consiguió cruzarse de brazos antes de volver a mirarlo directamente y explotar, soltando de una vez por todas en susurros exaltados lo que había estado pensando sin parar desde hacía horas.
—¡No puedo creer que me besaras teniendo novia! —recriminó.
Frente a él, aún con la misma expresión de confusión llenando sus facciones, ahora quizás más acentuada, Reese pareció dispuesto a decir algo, pero entonces cerró la boca por un denso momento, y en tan sólo un parpadeo después de ello, cuando volvió a abrirla, la mirada en sus ojos había cambiado a una que Malcolm simplemente no supo identificar.
Y,
—Tú me besaste primero.
«¿Ah?»
Por más de lo que parecería un rato razonable, Malcolm se quedó sin habla, irónicamente y casi como si el montón de palabras que su cerebro no paraba de arrojar de un lado al otro tropezaran entre sí, volviéndolo incapaz de coordinar siquiera algo coherente qué decir. Hasta que, finalmente, un chispazo de irritación incrédula lo destrabó, y su lengua despertó.
—¡Eso no es- ¡Eso fue por tu estúpida condición inmadura, y lo sabes!
La forma en que Reese pareció medianamente atragantarse intentando contener una risa burlona lo desbalanceó sobre sus pies, y Malcolm apenas controló el instinto de asirse al borde del lavabo detrás de él en el momento en que su hermano se despegó de la puerta en la que estaba, avanzando dos pasos en su dirección con el cuerpo inclinado hacia adelante y una expresión de mofa, visiblemente genuina, resaltándole en el rostro y en los ojos.
—¿Y así es como lo haces siempre? —ironizó, negando con la cabeza y extendiendo una sonrisa— No me sorprende que tengas que ir por ahí buscando a las novias de los demás. Decepcionas a las tuyas.
Y, de acuerdo, Malcolm había comenzado a darse cuenta de que, últimamente, algo en él le hacía reaccionar de maneras más impulsivas de lo usual siempre que el detonante involucraba a Reese.
De hecho, estaba completamente convencido de que, en ese momento, si se hubiera tratado de cualquier otra persona que no fuera él, su reacción habría sido una más verbal y menos física, pero-
Dios, no, no, tampoco se trataba de eso… En realidad, Malcolm estaba casi seguro de que tiempo atrás, incluso siéndole tan irritante como sólo Reese podía, habría siquiera pensado o analizado un poco la situación antes de arrojarse molesto contra él.
Sin embargo, no lo hizo. No lo hizo, y cuando su mano salió disparada antes de que pudiera pensar en nada más y la fuerte opresión a su muñeca fue lo primero que sus receptores neuronales lograron captar, entendió lo absurdo de su situación.
—…Eh, cuidado con lo que haces. No queremos que te lastimes más, ¿o sí, bebito?
«Idiota»
Porque, previo a que se fuera, Reese siempre había sido más fuerte que él, tenía mejores reflejos y un menor sentido de retracción también, pero, ahora…
Cuando las manos de Malcolm quedaron inmovilizadas detrás de su espalda en un fluido movimiento antes que pudiera llegar a golpear a su hermano como pretendía, se dio cuenta de que el tiempo lejos aparentemente sólo le había hecho mejorar en cada maldito aspecto de superioridad física respecto a él.
Y eso, tomando en cuenta el lugar en el que había estado, era tan lógico como ridículamente frustrante.
Porque Reese no estaba torciendo sus brazos, y tampoco aplicando una llave dolorosa o algo similar, sólo estaba… sosteniéndolo. Manteniéndole quieto en el lugar sin usar más que sus manos y la fuerza de sus dedos, y…
Y entonces, Malcolm supo que su propio arranque de impulso había sido un grave error.
Eso le aterró.
En serio, por alguna inesperada razón, de verdad lo hizo. Malcolm dejó de respirar, y por un momento creyó que Reese también había dejado de hacerlo, porque cuando lo empujó hacia él…- cuando su pecho colisionó con el de él, todo pareció congelarse por completo.
—Suéltame.
La palabra salió apenas bajo su aliento, con el cerebro increíblemente embotado en registrar la forma en que las manos de Reese encerraban sus muñecas como lo haría una soga gruesa y constrictiva, cruzándolas una sobre otra contra su espalda baja en una especie de abrazo extraño y ajustado, y,
—Reese, hablo en serio —insistió, intentando en vano movilizar sus brazos para zafarse—. Déjame. Ahora.
Sin embargo, como el cretino que era, afianzando el agarre y formando una sonrisa casi lobuna, casi… animal, Reese tensó aún más la sujeción entre los dos, dejándolos tan cerca, que Malcolm creyó que podría sentir los desbocados latidos de su angustiado corazón en medio de su agitación.
—¿O qué? —preguntó.
«Dios»
La voz vibrando directamente contra él le provocó un corto escalofrío, y Malcolm bajó la cabeza a su nivel normal sin saber qué más hacer para no tener que verlo, fijando los ojos sobre el esternón que tanto le gustaría poder golpear en ese momento si sus extremidades no estuvieran inmovilizadas por completo tras su propio cuerpo.
—No es divertido.
—¿En serio? A mí me parece que sí —rio, y entonces suspiró con inusual teatralidad—. Fuiste tú el que decidió atacarme de repente… eso no es muy lindo de tu parte, Mal.
—¿Y desde cuándo intento ser lindo? —replicó mordaz— Tú eres el que no deja de decir cosas absurdas.
—¿De verdad…? Porque más bien a mí me parece que todo se trata de ti no estando conforme con nada.
—¿Y qué demonios se supone que significa es- ¡Eh!
La agitación que lo invadió cuando Reese empezó a avanzar sin soltarlo casi le hizo tropezar, y sus brazos comenzaron a doler.
—¿Por qué no mejor me dices de una vez lo que buscas, Malcolm?
La expresión de Reese parecía conflictuada entre la irritación, la burla y la llana expectación…, pero él no respondió. ¿Qué iba a decir? Ni él mismo lo sabía, para empezar.
—Siempre piensas demasiado, y haces cosas que realmente no entiendo. Cuando dije que me besaras parecías muy ofendido y aun así lo hiciste; y ahora, vienes a reclamarme como si lo que te ofendiera de verdad fuera enterarte de que tengo novia y no otra cosa… —suspiró— Vaya, si hubiera sabido que un besito nos ponía automáticamente en ese tipo de relación, te habría comprado unas flores, o algo.
«¿Besito? ¡¿En serio?!»
—Pero ¿quieres dejar de ser tan idiota?
Reese volvió a reír.
—Joder. En serio te voló la cabeza, ¿no?
Malcolm lo miró incrédulo.
—¿Qué? No seas ridículo. Eso es-
—Entonces, ¿a qué le tienes tanto miedo? —inquirió, manteniendo la curiosa mirada sobre él por un par de segundos, justo antes de que sus ojos se ampliaran como si una nueva iluminación llegara a su cabeza— Ah… ya veo…
De nuevo, por incontable ocasión en lo que parecía una eternidad a la vez que un pestañeo, Malcolm se quedó sin aire, porque Reese se inclinó aún más, y la punta de su nariz alcanzó a tocar la suya, creando un nuevo punto de contacto térmico y tan absurdamente ineludible como el resto.
—…¿Crees que voy a hacerlo otra vez?
Malcolm no respondió, pero la risa contenida tras los ojos verdes le hizo tragar sintiendo un nudo en la garganta.
—Aw, mírate… conseguí que permanecieras callado más de lo que cualquiera pensaría —señaló burlón—. No te habré comido la lengua de verdad la otra vez, ¿no?
Presionando los labios en una mueca y entrecerrando la mirada envenenada, Malcolm respondió con rabia:
—Eres despreciable.
Reese chasqueó la lengua.
—Ah, sigue ahí… Tal vez debería arrancártela en serio…, o quizás debería rellenar tu boca con algo más grande —ponderó—. Dime, hermanito, ¿qué prefieres?
Fue como una sacudida; la palabra repitiéndose con lacerante ironía en su cabeza una y otra vez… “hermanito, hermanito, hermanito…”, sacándolo del trance en el que nunca debió estar para empezar.
—Suéltame.
Por un momento, creyó que Reese simplemente se quedaría mirándolo, que volvería a burlarse o a hacer cualquier otra tontería sólo para meterse más con él, pero entonces la sonrisa, como el agarre en el que lo mantenía, disminuyeron hasta desaparecer.
Malcolm no estaba seguro de si había sido realmente su forma de decirlo lo que le hizo dejarlo, pero, la manera en que los ojos de su hermano seguían fijos en los suyos aun después de hacerlo, volvió a resultarle intimidante.
Reese no se movió, y, por alguna razón, Malcolm tampoco lo hizo desde su posición.
Sus manos habían regresado a caer laxas a sus costados, pero ni siquiera el instinto de masajear sus muñecas logró que se moviera.
La herida en su dedo, enviando espasmódicas pulsaciones de dolor, era lo único que le evitaba sentirse completamente entumecido, y la burbuja de aire que parecía rodearlos en un extraño ambiente compartido se volvía cada vez más sofocante.
La pregunta era ¿por qué?
¿Por qué se sentía como dos personas diferentes, con una deseando alejarse y la otra simplemente no queriendo más que-
—¡Reese! ¡Malcolm! ¡A cenar!
«Dios»
Esta, como muy pocas otras ocasiones en su vida, fue una en la que Malcolm apreció genuinamente los gritos de su madre. Porque fueron ellos los que rompieron el tenso ambiente a su alrededor.
Reese se alejó por completo, dando media vuelta y tomando el pomo de la puerta lateral, aparentemente tranquilo mientras Malcolm seguía intentando recuperar con disimulo el ritmo común de su respiración y su color.
Y entonces,
—Deberías ajustar esa bandita, princesa —Fue lo último que dijo, antes de dejarlo solo ahí dentro.
Solo, y con aún más sentimientos encontrados de los que había estado cargando en un primer momento.
.
.
.
.
.
Notes:
♣ 8 ♣
¡Hola! ♥ ¿Qué tal?
Espero que les esté yendo muy bien, yo he tenido una semana bastante ocupada, pero aquí andamos, al servicio de la comunidad, cómo no :D
Dato inútil de la autora: no me había dado cuenta de lo mucho que me divierte escribir a Malcolm celoso-sin-saber-que-está-celoso xD Y es que, a ver, se sabe que el niño es emocionalmente (más) intenso cuando no se entiende él mismo, así que, si bien siempre es una montaña rusa de negación, indecisión, y demás… honestamente quería explorar esta faceta suya aquí, jaja. Ya ustedes me dirán :D
Espero que les haya gustado y disfrutaran el capítulo o los entretuviera los minutos que dedicaron a leerlo ♥
En fin, muchas gracias por leer y seguir aquí, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, cuídense mucho, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter Text
Tras la discusión con Reese en el baño, Malcolm no había abierto la boca para hablar ni una sola vez mientras estaban cenando.
No había querido ni levantar la cabeza para ver a nadie, en realidad.
Porque seguía molesto, e irritado, y como si cualquier mínima cosa pudiese remover en él lo suficiente para hacerle saltar de su lugar y- «Agh».
Tragándose un suspiro, Malcolm supuso que al menos tener a esa chica ahí ahora era algo mínimamente positivo, considerando que toda la atención estaba siendo puesta en ella y en lo que fuera que tuviera que decir, antes que sobre cualquier otra cosa… como él mismo y su vacilación anímica, por ejemplo.
Parte de él no tenía ni verdaderas ganas de comer, y otra no dejaba de repasar en su cabeza fragmentos de la conversación que había llegado a tener con su mamá mientras le ayudaba con la guarnición, tiempo antes de que comenzaran a hablar de su “invitada” y que todo el desastre de su descuido y su torpe herida sucediera.
—¿Por qué pareces ser la única que no me ha juzgado tanto como los demás?
Honestamente, no era que Malcolm pudiera quejarse del trato de ninguno con respecto a lo que le había hecho a Reese. Incluso si después de un tiempo los demás habían dejado de mencionárselo como un reproche cada que parecían tener la oportunidad, lo cierto era que Lois jamás había sido tan directa o severa en su confrontación del tema como Malcolm podría haberlo imaginado.
No… francamente, esa era una de las cosas que nunca había entendido, a pesar de que se encontraba demasiado intimidado como para tratar de averiguar el motivo en el momento.
Cierto, durante el tiempo en que Reese recién se había ido las cosas en su familia estaban mal por más que sólo esa razón; con el absurdo juicio de su papá, su mamá teniendo que trabajar mucho más de lo normal, y Francis y Piama ahí junto con todos los demás… Todo había sido un caos.
El que su mamá no estuviera tan alerta con todos como solía serlo todo el tiempo era algo entendible, pero, ni siquiera después de que la mayor parte del “balance” se recuperara lo amonestó como Malcolm probablemente se lo merecía luego de considerar la realista gravedad del asunto.
Sí, lo había regañado, y sí, lo había castigado también en cierta forma, pero…
Para su conciencia cargada de culpa, nunca terminó por serle suficiente.
Y no había sido sino hasta hoy, después de que Reese volviera y que esa chica apareció, que Malcolm finalmente se lo preguntó.
Ella lo había mirado extrañamente apacible, casi… melancólica, en mitad de su preparación de especias para el pollo, entendiéndolo perfectamente y sin necesidad de nada más para saber de lo que hablaba. Al frente, Malcolm había contenido inconscientemente la respiración.
—Porque sé cómo te sientes por haber hecho lo que hiciste —respondió—. La culpa, la vergüenza, la incomodidad… Todo lo que sientes al saber que has hecho algo muy malo, pero mucho peor.
—¿Mamá…?
—Lo experimenté una vez también… Es una de las peores cosas que he sentido en la vida —continuó—. La diferencia es… que a pesar de eso yo terminé siendo feliz con el resultado.
—¿Tú…-
—Quién sabe, Malcolm, quizás eso signifique que eres mejor persona que yo —lo interrumpió—… Al menos eso espero…
Y, de algún modo, Malcolm había sabido en ese entonces que el tema quedaría ahí aun si le hubiera gustado poder preguntar más.
La forma en que ella lo había mirado por última vez, con una inusual sonrisa apagada antes de volver a enfrascarse en lo que hacía, se lo había dejado muy en claro…
«Tan claro como mis ganas de salir de aquí ahora mismo»
Malcolm resopló con disimulo, echando un vistazo a los sucesos en la mesa sin interés alguno.
«Qué aburrido», pensó tras un par de segundos, volviendo la mirada al contenido de su plato.
Por supuesto, a diferencia de lo que sucedía en su cabeza, todo parecía ir bien para los demás… hasta que su papá hizo una propuesta inusual:
—Juguemos algo.
Más por instintiva sorpresa que por nada, Malcolm elevó la vista para mirarlo con una ceja arqueada. Hacía tanto que su familia no jugaba a nada porque decían que él siempre ganaba, que no pudo evitar pasar los ojos a cada uno de ellos mientras todos parecían de acuerdo con la idea.
A decir verdad, había estado a punto de soltar una obvia y perfectamente entendible queja de indignación, pero, antes de que pudiera abrir la boca para algo más que jadear… Reese se le adelantó:
—¡Blackjack!
…Y entonces la chica a su lado lo cortó.
—Oh, no, no Blackjack. No de nuevo.
Las miradas de la mesa entera se desviaron a ella, quien, aparentemente indiferente a la atención, no dejaba de negar con la cabeza viendo a Reese.
Esta vez, Dewey preguntó.
—¿Por qué? ¿Qué hay de malo con el Blackjack?
Abigail suspiró cruzándose de brazos y se giró a mirar a su hermanito.
—Siempre gana en eso —contestó—. Siempre. No sabemos cómo lo hace. Creímos que hacía trampa, pero al parecer sólo tiene una suerte fuera de este mundo… O un pacto con el diablo.
Reese bufó de risa a través de la nariz, y Malcolm desvió su atención a él antes de darse cuenta de que lo hacía, notando con bochornosa meticulosidad la forma en que su boca se estiraba en una pretensiosa sonrisa ladina y los ojos le brillaban como hacía tiempo no lo hacían.
Algo entre su pecho y su vientre se agitó, y Malcolm bajó la mirada a su plato por instinto, tan rápido, que por un momento temió haber atraído el interés de los demás.
Sintió sus mejillas calentarse de vergüenza, y ni siquiera tuvo que buscar un reflejo en el cual observarse para saber que se habían teñido de rosa en un instante.
Afortunadamente él no pareció percatarse, notó Malcolm, viendo de reojo y por entre sus pestañas la manera en que su hermano mayor continuó sonriendo y se encogió de hombros sin dejar de verla a ella.
—El veintiuno es mi número de suerte. Eso es todo.
La chica rodó los ojos y sonrió también.
—Tuvimos que dejar de apostar con él —añadió—. ¿Saben lo que es jugar cartas sin poder apostar nada porque todos tienen claro que perderán?
—¿En serio? —Malcolm casi podía oír los engranajes girando en la cabeza de su papá al preguntar— Oye, Reese-
—Hal…
—¿Qué?
—No lo llevarás contigo a jugar con tus amigos.
—Pero, Lois…
La conversación entre sus padres siguió, pero tras un momento la voz de Dewey, que continuaba interesado en el tema, resaltó de nuevo con curiosidad;
—¿Y por qué no sólo dejarlo fuera, o… ya sabes, jugar otra cosa?
En su necio silencio, Malcolm se había preguntado lo mismo. Una baraja inglesa tenía muchas más variantes que sólo el Blackjack. Lo hacían sonar como algo demasiado dramático.
—Porque sin él no es divertido.
—Te lo dije, Tucker; no puedes vivir sin mí…
«Ugh»
Abigail rio.
—Y porque siempre me daba parte de lo que ganaba sin que los otros supieran de todos modos —complementó.
—Hm… Éramos un buen equipo.
—¿Sólo bueno? Creo que olvidas la vez que nos quedamos encerrados en esa…
«¿En serio?» Malcolm puso los ojos en blanco.
¿Acaso podían ser más ridículos?
Reese le sonrió de nuevo, de una forma tan particular esta vez, que Malcolm sintió algo similar a una brasa quemando sus entrañas y presionó sus labios en una mueca de desagrado.
Bajó la vista hasta sus manos, sólo para darse cuenta de que apretaba el tenedor con tanta fuerza que los puntos de presión estaban blancos, y lo soltó con desmedido rechazo en el instante en que escuchó la irritante risa ajena y otra que hacía mucho no oía de esa manera tan sincera, uniéndose en estúpida armonía.
El notable sonido del cubierto chocando contra la cerámica del plato atrajo la atención de todos, pero Malcolm no miró a ninguno mientras se levantaba rígidamente de su silla y dejaba sus utensilios en el fregadero.
—¿Malcolm…? ¿Qué-
—Olvidé que debo terminar mi tarea.
Eso fue lo único que dijo, antes de salir de ahí sin esperar respuesta de nadie más, tajante y sintiendo la herida en su dedo punzar tras haber liberado la presión en la que lo mantenía contra el rígido metal, escociendo un poco como si la hubiese enterrado en un puño de sal.
«Estúpido», se dijo, sabiendo que era sólo algo en su cabeza; probablemente lo mismo que ahora le tenía hecho un nudo el pecho y seguía revolviéndole el estómago.
En serio, ¿a quién le importaban sus tontas historias? ¡A nadie! ¿No podían simplemente guardarse sus intrascendentes presunciones de complicidad para ellos solos?
«Absurdo»
Malcolm cerró los ojos con fuerza cuando estuvo acomodado en su escritorio luego de bloquear la puerta, y se cubrió la cara con las manos temblorosas de la rabia, deseando encerrarse en sí mismo, volverse sordo y quedarse mudo para evitar el denso grito picando por salir de su garganta.
Dios… ¿por qué tenía que ponerse así?
¿Por qué todo lo que él hacía…- Por qué todo lo que lo involucraba tenía que alterarle los nervios de ese modo?
¿Por qué tenía que volverlo tan asquerosamente emocional?
Malcolm gruñó contra sus manos, pero el intento de quejido acabó en algo tan patético que le obligó a abrir los ojos que escocían tras sus párpados.
«Genial…», bufó para sí mismo levantándose a abrir la ventana, seguro de que comenzaría a ahogarse de no hacerlo y obtener algo de aire fresco.
Malcolm restregó las largas mangas de su camisa contra sus ojos y se levantó dispuesto a lavarse las manos dando por hecho que eran la causa de su incomodidad. Había salido tan rápido de la cocina, que ni siquiera se había percatado de que no lo había hecho todavía como siempre acostumbraba.
Pero el chorro de agua y el jabón volvieron a provocarle una sensación de ardor cuando se filtraron bajo la delgada tira de tela adhesiva cubriendo muy apenas la herida de su dedo, y, aun con la pequeña mueca de dolor cruzando sus facciones, el repentino desajuste de presión segundos después de que cayera por sí sola al seguir con la vista perdida en algún punto cualquiera del espejo, le hizo mirar más allá del mecánico movimiento de sus manos húmedas.
Ahí, sobre la vieja cerámica rosa del lavabo, estaba la misma tirita que se había puesto hacía unas horas, la misma que había causado indirectamente todo su alboroto interno antes del más reciente en el comedor, y la misma que Reese había utilizado para burlarse de él.
“Deberías ajustar esa bandita, princesa…”
Malcolm flexionó su dedo en un acto reflejo, observando el pálido color del tejido roto contrastando con el resto aún “vivo”.
«Irónico». Suspiró, echándola finalmente a la basura para no tener que verla.
“Deberías ajustar esa bandita, princesa…”
Malcolm negó con la cabeza a ojos cerrados.
No volvió a ponerse otra.
.
.
.
.
.
Notes:
♠ 9 ♠
¡Hola! ¿Cómo les va? ♥
Oigan, más o menos como que este capítulo tendría que haberlo subido casi junto con el anterior, pero por cuestiones de tiempo me fue imposible, sé que es un poquitín más corto de lo normal, pero era algo que necesario :D
Dato inútil de la autora y el capítulo: sé que antes les he mencionado ya sobre ciertos paralelismos curiosos entre Malcolm y Reese y sus padres, y el que menciono aquí francamente es uno de mis menos favoritos (si no es que el único que no me gusta nada), pero al mismo tiempo es uno bastante llamativo desde cierto punto de vista. Digo, sí, Lois se metió con el novio de su hermana de una forma más “seria” de lo que hizo Malcolm con la novia de Reese, pero, motivos y nivel de gravedad de lado, la cosa es que pasó. Es la razón por la que creo que Lois sería la única capaz de “entender” las emociones negativas que hacer algo como eso podría haberle traído a Malcolm para con él mismo. Que, aunque no lo vuelve algo justificable, en casos como el suyo es casi imposible negar que las repercusiones de casi cada tipo sean y calen a mayor profundidad.
Y, a ver, sabemos que Lois es severa con sus hijos, pero, no sé, quería explorar algo de eso sin volverla en algo hipócrita porque, amiga, sí, tu hijo le hizo eso a su hermano, pero tú le hiciste algo del mismo estilo a tu hermana; algo que llevaste mucho más a fondo, además… Así que, idk juzguemos con cuidado, tal vez… (?)
En fin, ustedes díganme qué les pareció el capítulo, yo espero que les haya gustado y hacerles pasar un rato entretenido, por más pequeño que fuera ♥
Cuídense mucho, les deseo una gran semana, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que leyeran esto, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 10: Quizás
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
“…hermanito…”
Reese suspiró cruzando los brazos bajo su cabeza y por encima de su almohada, rehusándose tanto como podía a virar la mirada en dirección a la cama de al lado y pensando una y otra vez en lo mucho que debería alegrarse del resultado… si fuera menos bastardo.
Carajo.
Había sido un acercamiento. Un jodido y mínimo acercamiento que ni siquiera iba a ser uno en primer lugar…, porque no se suponía que lo fuera, para empezar. Y aun así…
Aun así, parecía no importar.
Reese en verdad había estado a medio camino de atravesar la puerta del patio a la cocina luego de haber salido por unas cosas que quería mostrarle a Abby, cuando escuchó el tinte de alarma enredado entre el típico tono de regaño de su madre. Todo, mientas la mujer vociferaba el nombre de su hermano sin contemplación alguna tras un grito de su parte.
Él había reaccionado enteramente por instinto, y la pregunta sobre qué había sucedido acabó saliendo de su boca un segundo antes de empezar a andar a ellos sin pensarlo, dejando sin muchos miramientos lo que llevaba entre las manos al percatarse del intenso líquido escarlata cubriendo los dedos contrastantemente pálidos de Malcolm.
El quejido de dolor lo había puesto aún más nervioso al escucharlo, haciéndole contener invariablemente la respiración por un momento hasta que su mamá comenzó finalmente su sermón, diciendo que no era más que un corte simple y luego obligándole a él mismo a acompañar al torpe cerebrito que no sabía cómo utilizar un estúpido cuchillo.
Bueno… esa última parte no la había pensado tal cual en el momento en el que todo eso ocurrió, pero a Reese habría gustado hacerlo.
De verdad.
Le habría gustado conseguir focalizarse en reunir cualquier pensamiento de burla, fastidio, o incredulidad por la obvia torpeza de Malcolm, antes que en cualquier otra cosa…
Pero lo cierto era que su propia estúpida preocupación seguía siendo mayor a todo lo demás, incluso sabiendo que no había nada de lo cual tuviera que preocuparse en realidad.
Y, no obstante, lo peor no había sido eso.
No… Lo peor había sido que honestamente no contaba con que Malcolm no sólo estuviera físicamente herido, sino también aparentemente furioso con él por razones que ni siquiera parecía tener claras él mismo.
Y es que, en serio, Reese no mentiría diciendo que no se había burlado de él a propósito, porque sí que lo había hecho…, sin embargo, tampoco lo consideraba algo tan delicado como para que Malcolm reaccionara de la forma en que lo hizo.
No, no. Él tenía claro que no sabía lo que iba a pasar cuando decidió abrir la boca sin pensar, pero ahora podría decir que, de algún modo inexplicable, estaba totalmente seguro de que Malcolm acabaría descargando contra él esa rabieta de la misma caprichosa forma en la que lo había hecho hacía unas horas, aun si Reese no hubiese dicho nada realmente detonante un instante antes.
Lo sabía… porque se trataba de Malcolm.
Su hermano menor era como un pequeño globo de agua que acababa explotando por sí solo después de soportar cierta presión;
Presión que mayormente solía imponerse él mismo en muchas situaciones, además.
Aunque…
«Hm»
Por supuesto, Reese sabía que podría haberse controlado a sí mismo un poco mejor antes de llegar a algo parecido a la postura en la que habían acabado…
Lo sabía, porque era precisamente eso lo que había estado haciendo hasta el momento con sorprendente éxito… hasta que Malcolm en su histeria había intentado hacer un movimiento tan sumamente estúpido como el golpearlo de forma directa.
Porque, a ver, no era que a Reese los golpes le provocaran algo demasiado extremo en realidad. No, no, siendo honestos, para este punto de su vida estaba lo bastante acostumbrado a ellos como para que fuera algo como eso.
Sin embargo, todo el asunto con Malcolm lo tenía menos tolerante de lo que usualmente era ya, y, considerando también que se trataba de él… Sólo… no había podido evitar reaccionar de la forma en que lo hizo.
Y,
“…hermanito…”
Esa palabra tampoco había estado de más.
Incluso con el dolorosamente obvio tono de ironía, Reese la había utilizado más a conciencia de lo que él mismo se creería capaz.
Porque era la verdad, y, a la vez, era lo único que hasta ahora había logrado contenerlo lo suficiente para no perder contra sí mismo y ceder a sus estúpidos impulsos: el decirlo en voz alta y repetirse internamente lo que eran y lo que siempre serían;
En resumen, el mantenerse consciente de lo que nunca podría cambiar, por más que lo deseara como un idiota testarudo e inmoral.
Pero, por supuesto… acabó arruinándolo todo.
Fue evidente que lo había hecho instantáneamente después de mencionar esa palabra, porque entonces la mirada de Malcolm se había transformado en otra igual de rápido, y el siguiente “suéltame” había resultado con claridad uno definitivo y que no daba lugar a nada más.
Muy a su interno pesar, sus dedos habían aflojado el agarre alrededor de las muñecas de su hermano, no propiamente porque temiera la reacción de Malcolm de no hacerlo, sino porque se había jurado a sí mismo intentar no arruinar las cosas aún más de lo que ya lo estaban sin necesidad.
No… sin tener una verdadera razón para ello, al menos. O quizás…-
«Sí, claro,» bufó. «Como si existiese alguna posibilidad…»
Y es que… lo cierto era que Reese no sabía exactamente cómo reaccionar. No ahora mismo. No luego de pensar y recordar la escena con minuciosidad.
Porque las cosas por separado lucían raras y confusas, pero juntas eran una jodida mezcla de algo tan extraño, que ni siquiera sabía por dónde mirarla para comenzar… Toda estando inevitablemente envuelta en el inusual comportamiento de Malcolm, además.
En serio, ¿de dónde había sacado que Abby era su novia?
Era tan estúpido que le sentaba incluso mal.
Honestamente, Reese nunca había pensado en la posibilidad de algo como eso. No lo había hecho jamás. Ni siquiera desde antes de conocerla tan a fondo como lo hacía ahora.
Abby Tucker era su mejor amiga. Y sí, era una chica, pero se trataba de la chica más estúpidamente increíble que Reese había conocido jamás. Lo era tanto, que ni siquiera pensaba en ella como una. Abby estaba mucho más allá de cualquier cosa o definición que no fuera ella misma, así que en verdad no entendía de dónde demonios su hermano podría haber sacado tal cosa como la idea de ellos dos estando en una relación distinta a la que realmente tenían.
Joder. Como si Reese pudiera estar en una relación ahora sin sentirse raro después de lo que había pasado…
«Pequeño idiota»
Con una pesada exhalación, cerró los ojos en un parpadeo prolongado que le tomó varios segundos, antes de girar la cabeza a hacia un costado finalmente rindiéndose a las ansias de mirarlo. Otra vez.
Reese maldijo al estúpido y extraño magnetismo que siempre acababa atrapándolo sin esfuerzo alguno cada que Malcolm estaba a unos metros de distancia aun sin hacer nada. El mismo jodido magnetismo que lo había mantenido esclavizado por años y que parecía haberse vuelto aún más fuerte últimamente.
Y es que, en serio, ¡parecía hacerlo a propósito! Porque él sabía que Dewey y Malcolm cambiaban de lugar de vez en cuando, o que más bien ninguno tenía un verdadero sitio establecido a la hora de dormir, pero, por alguna razón, parecían haber empezado a tenerlo en todo el tiempo sin él ahí, porque ahora no había una maldita noche en la que Reese no lo tuviera prácticamente al lado, tan desprotegido y vulnerable como para-
«¡Joder!»
Echó frustrado las sábanas a un lado, y se levantó un instante después sin siquiera un segundo pensamiento, sabiendo bien que le sería imposible volver a dormir en un momento como ese aun si lo deseara de verdad.
Porque entre las divagaciones sobre Malcolm, sus propios delirios, y la costumbre de despertar increíblemente temprano a la que lo habían sometido durante tanto tiempo para el entrenamiento diario, su mente no descansaría ni un segundo más.
Apenas se esforzó en ponerse unos zapatos deportivos y la primera sudadera que tocó en la oscuridad de la habitación. La sensación de salir a correr, sin la presión de un montón de personas haciendo lo mismo que él, cada día le resultaba menos extraña luego de seguir haciéndolo con regularidad, y, si bien por un momento se planteó la posibilidad de invitar a Abby a acompañarlo, lo descartó tan pronto como el pensamiento apareció.
Quería estar solo.
Necesitaba estar solo.
No lo consideró algo raro. Después de todo, últimamente era así todo el tiempo…
Así que salió sin más, haciendo el menor ruido posible a pesar de la abrumadora ansiedad por desaparecer que lo embargó, y entonces empezó a tomar velocidad, con el cielo en un negro desteñido sobre su cabeza y los pocos faroles considerablemente distanciados a lo largo de la acera, sirviendo como única iluminación.
“¡Muévete, Wilkerson!”
“¡Ahora! ¡Ahora! ¡Ahora!”
Reese lo hizo sin parar, con la cabeza dando vueltas alrededor de la infernal imagen mental que no dejaba de repetirse en su cerebro, y con el pesar del pecho quemándole los nervios desde adentro; figurativa y casi literalmente entumeciendo buena parte de su tórax, hormigueándole los brazos y las piernas por igual, y,
“…hermanito…”
Todavía podía escucharse a sí mismo hablar.
«No»
Todavía podía verlo tratando de escapar.
«No»
Todavía podía sentirlo-
«NO»
Obstinado en continuar hasta esfumar su adrenalina y sacárselo del cuerpo, o lo que sucediera primero, Reese había aumentado cada vez más la velocidad; ignorando plenamente y a conciencia el esfuerzo en sus tendones y las protestas de sus músculos intentando no estallar… Hasta que la insuficiente capacidad de sus estúpidos pulmones después de un buen rato le obligó a parar.
«¿Por qué…?»
No sabía dónde estaba, no tenía ni una jodida idea… pero ni siquiera le importaba. Se sentía tan imbécil que no había manera de prestarle atención a nada más que no fueran sus malditas ganas de gritar.
Su piel parecía quemar bajo la ropa, y sus órganos retorcerse en brasas vivas dentro de su cuerpo increíblemente tenso, y,
Maldita sea. No quería nada más que devolver el estómago sobre el pavimento, pero…
“¡Muévete, Wilkerson!”
—No puedo…
“¡Ahora! ¡Ahora! ¡Ahora!”
—No puedo.
Dios… ¿Acaso no debería sólo hacer eso con sus sentimientos? ¿Desecharlos… y nada más?
“¡Muévete-
—¡NO PUEDO!
«Carajo»
Reese cerró los ojos, abrumado, sintiéndolos arder instantáneamente bajo sus párpados, tan molestos… como el grito rasgando como uñas afiladas el interior de su garganta.
«¿Por qué…?»
Estaba tan… enojado.
Se sentía un imbécil. Porque cada vez que lo veía, cada vez que lo escuchaba, cada vez que hacía mucho como recordarlo…, la irritante mezcla entre su ira y su dolor no dejaban de asfixiarlo, no dejaban de luchar contra otra muy distinta ya enraizada en el centro de su pecho, y…- joder, Reese quería arrancárselo.
Sería tan fácil sólo… odiarlo.
Una parte de él creía que lo hacía.
Una parte de él había creído hacerlo, antes, cuando estaban lejos.
Y, no obstante, sabía que por más que lo intentara…, por más que deseara aferrarse a ello…, jamás podría hacerlo.
Podía molestarse con él, podía actuar como si en verdad lo detestara, e incluso podía obligarse a hacerle cosas y desplantes que lo demostraran…
Pero no podía hacerlo.
No en serio.
No de verdad.
No como si no hubiera algo dentro que no dejara de recordarle lo mucho que lo amaba en realidad.
No como si su jodido y traicionero corazón no pareciera empeñado en latir como si se mantuviera vivo por y para él…
«Carajo»
«¿Por qué…?»
Sus rodillas impactaron contra el suelo y sus manos pronto les siguieron, pero los pequeños rastros de grava suelta y afilada, clavándose contra sus palmas y causándole dolor, le importaron poco menos que nada con la sensación de las venas palpitando entre sus sienes volviéndose aún mayor. Y,
“…hermanito…”
Reese suspiró en un último y vano intento de dejar su frustración atrás, sintiéndose cerca de expulsar algo más que sólo su respiración y con ganas de echarse a reír por la estupidez de su propia situación;
No queriendo nada más que burlarse de sí mismo cuando ni siquiera con los párpados cerrados logró mantener a raya la lacerante realidad del líquido irritándolos.
No con la jodida palabra del infierno apareciendo en su cabeza una y otra vez.
Y, en definitiva, no con esa maldita pregunta repitiéndose segundo a segundo y taladrándole la sien;
«¿Por qué…?»
«¿Por qué…?»
«¿Por qué…?»
«¿Por qué tienes que gustarme tanto?»
.
.
.
.
.
Abby estaba en el patio trasero cuando volvió caminando sobre sus pasos.
Y bastó sólo una mirada para que Reese bufara al aire y arrastrara sus piernas desechas hasta sentarse a su lado en el suelo.
—¿Querías tomar un baño a esta hora, Bestia?
Él ignoró la manera en que sus ojos señalaron con ironía su sudorosa apariencia, y no hizo más que encogerse de hombros en respuesta. Pero, por supuesto, ella no desistió:
—Dios —silbó—, ¡estás como un motor! Podría jurar que estoy viendo vapor salir de tu cabeza, perro. ¿Cuánto estuviste corriendo?
—¿Qué haces aquí afuera? Pensé que estarías dormida.
—Bueno, los hábitos no mueren en un par de días, ¿no?
Reese permaneció mirándola por un momento sin decir nada, y entonces desvió los ojos al cielo apenas lo suficientemente claro como para lograr verla sin muchos problemas.
—Me estabas esperando —comprendió.
—Hm.
—No tenías que hacerlo.
—Lo sé.
—¿Entonces?
—Sé que no vas a decirme lo que sucede… Y está bien, no voy a obligarte, pero sospecho que tiene que ver con la razón por la que llegaste al lugar en el que nos conocimos.
Sintiéndose repentinamente tenso, Reese la miró de reojo esperando no ser demasiado obvio.
—¿Por qué lo crees?
Ella se encogió de hombros.
—Estás pensando demasiado —respondió—. Lo hacías mucho por momentos allá, pero, ahora… Sólo… creo que nunca te había visto así, ¿sabes? Me hiciste recordar a los primeros meses cuando llegaste a la base.
Siendo honestos, a Reese le habría gustado sentirse al menos un poco sorprendido con la respuesta…, pero lo cierto era que no lo había estado ni de cerca.
Sin embargo, no podía evitarlo. No era sólo el tema de Malcolm teniendo esa equivocada impresión de su relación con Abby lo que lo volvía todo demasiado extraño, sino la forma en la que parecía reaccionar debido a ello. Todo el tiempo.
Reese no era tan estúpido como para ilusionarse y creer que él estaba mínimamente celoso, pero… era justamente eso lo que le llevaba a darle tantas vueltas al asunto;
Si Malcolm no estaba celoso, ¿por qué actuar de la forma en la que lo había hecho?
¿Por qué reclamarle algo que ni siquiera tenía un sentido real al cual aferrarse?
Malcolm siempre había odiado a sus novias. Al menos a la mayoría. Era absurdamente obvio que lo hacía cada vez que arrugaba su curiosa nariz y torcía la boca en una mueca cuando llegaba a encontrarlo con una… Y, por lo mismo,
La respuesta más sencilla e instintiva sería la misma que en realidad no podía ser, así que…, simplemente no podía no pensar en ello.
«Carajo»
¿Por qué tenía que ser tan jodidamente complicado?
Llevándose una mano a la parte trasera del cuello, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos sin saber qué más hacer.
Reese nunca había hablado con nadie del escabroso y verdadero trasfondo en su problema con Malcolm. Nunca del problema que llevaba años cargando. Y, honestamente, no estaba seguro de tener la fortaleza algún día para llegar a hacerlo.
Además…
¿Cómo iba eso de que no había que contar los sueños…?
«Patético»
—Abb… —tanteó.
Pero, como siempre, su amiga lo entendió:
—Oye, te lo dije, está bien. No tienes que decirme nada —suspiró, y, por primera vez desde que había llegado ahí, lo miró de lleno con intención—. Sólo… Tal vez deberías pensar si en serio vale la pena algo que te provoca tantas ganas de huir de ti mismo todo el tiempo, Reese.
Él hizo una mueca, un intento de sonrisa que no llegó a concretar, porque la atenta sugerencia se sintió como un golpe al estómago cuando la terminó de procesar.
«¿Valer la pena?»
Reese lo contempló por un momento.
Sí…, quizás, lo que en verdad debería hacer de una vez por todas era simplemente dejar de pensar en cualquier cosa relacionada con él como se suponía que hiciera desde hacía tanto…
Total, Malcolm podría comportarse de mil y un maneras diferentes, y aun si Reese sería capaz de entenderlas todas en cierto punto, la verdad era que nunca serían por las razones que él quería o esperaba.
La resignación no era algo que le sentara bien. No le gustaba, y de hecho la detestaba, pero, incluso en su irremediable tozudez, tenía que admitir que nada de eso tenía razón de ser.
Y aun si una parte de él sabía que, sí, valía la pena como probablemente ninguna otra cosa lo haría jamás…, al mismo tiempo otra creía que acabaría superándolo mucho antes de que existiera una mínima posibilidad de Malcolm planteándose el verlo como algo más de lo que era y no dejaría de ser su vida entera.
Francamente, a estas alturas Reese ya no se encontraba demasiado convencido de querer seguir soportando una estúpida esperanza que parecía rogar su muerte desde hacía años…
Porque, a pesar de no cumplirlo, siempre se había dicho a sí mismo que era tiempo de dejarlo ir.
Y quizás…
Quizás este era el momento de liberarse a sí mismo por fin.
—Puede… que tengas razón —murmuró.
Sin embargo, el problema era… que se había propuesto lo mismo muchas veces ya, y en el fondo no estaba seguro de querer hacerlo de verdad.
.
.
.
.
.
Notes:
• 10 •
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Capítulo nuevo, y de Reese, porque luego de los episodios de celos de Malcolm creo que nos hacía falta ver un poquito del causante de ellos… ¿no?
Además, genuinamente disfruto mucho haciéndolos :D Aunque,
Dato inútil de la autora: oigan, no sé ustedes, pero yo sufrí un montoncito con esta entrega :C El pobre Reese por momentos me da pena… Y aunque Malcolm es nuestro Drama Queen por excelencia, Reese también se merece tener sus ratos dramáticos de vez en cuando. ¿O no? Qué sé yo… De algún modo quería mostrar un poquito de eso… :’)
Chapter 11: Sutil
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Cuando un par de días después de su última discusión con Reese las cosas parecieron estancarse por completo, una parte de Malcolm había decidido dejar la situación tal como estaba, ignorando en cada momento posible a Reese, a su extraña novia, y, en general, cualquier escenario ocasional que implicara ser partícipe o testigo de sus inusuales dinámicas de relación.
Una parte de Malcolm… sí, porque había otra que definitivamente no podía dejar de darle vueltas a las raras frases que su hermano había soltado aquí y allá cada que hablaba directamente y a solas con él.
En especial a una que, por algún motivo, se repetía siempre por encima de todas las demás;
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
Y es que, la verdad, por más que Malcolm intentara moldear su razonamiento de mil y un maneras diferentes para darle un sentido realmente significativo a la frase…, lo cierto era que no podía hacerlo. Nunca había algo lo suficientemente convincente, nada lo bastantemente adecuado o lógicamente racional como para llenar todos los espacios huecos a su alrededor sin acabar creando aún más.
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
Dios…, sonaba tan, tan simple, que terminaba sintiéndose increíblemente estúpido por no ser capaz de comprenderlo en lo más mínimo cada vez que se atrapaba poniendo un renovado afán en tratar de descifrarlo.
Parecía algo directo, algo tan claro como literal, y, aun así, Malcolm estaba seguro de que había un enorme remolino de doble sentido fuertemente entremezclado en el áspero comentario. Porque sí. Porque tenía que haberlo. Después de todo, se trataba de Reese…
O de ese nuevo críptico y malditamente irritante “Reese” que parecía empeñado en hacerle sentir como un tonto día a día, empujándole a devanarse los sesos en cosas absurdamente simples a las que no debería prestarles ninguna clase de atención en primer lugar, y-
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
«Ugh»
Para ser justos, él mismo no sabía lo que quería, así que… ¿por qué debería sentirse mal por ese señalamiento en particular?
La respuesta obvia era que no, no debería. Sin embargo, eso, junto al otro montón de cosas que parecían estar sucediéndole por dentro, no hacían más que provocarle ganas de gritar.
Y lo peor era que Malcolm ya ni siquiera estaba muy seguro de querer hacerlo sólo a causa de la frustración que Reese le provocaba con sus acciones y palabras, considerando que, de algún patético modo, aparentemente él mismo acababa siendo su propio enemigo en ocasiones.
El último infame momento en el baño era una clara prueba de ello.
Oh, sí.
Malcolm había intentado muy duro evitar el tema que parecía empeñado en volver una y otra vez a su memoria, y, no obstante, no lo había conseguido ni un poquito.
Sentía vergüenza, y angustia, y simplemente… algo extraño, cada vez que se recordaba a sí mismo ahí, paralizado en más de un sentido, titubeante y esperando;
Esperando, porque, por algún motivo, incluso sin ayuda del contacto físico, Reese se las había arreglado para mantenerlo clavado en el sitio, expectante y casi endeble, aguardando al menos una mínima reacción.
Y era vergonzoso, angustiante y raro por la misma razón que le había puesto tan nervioso aquella ridícula ocasión.
“¿Crees que voy a hacerlo otra vez?”
«Dios». Lo había hecho.
Lo creyó.
Por un instante, realmente lo hizo.
Pero la peor parte era que, por un momento, Malcolm lo había olvidado. En alguna enfermiza especie de complot, su cerebro pareció borrar su sentido común y él no había sido capaz de recordar lo increíblemente mal que estaba todo eso…, hasta que el mismo Reese mencionó lo que eran.
Fue asqueroso…
Excepto que no lo fue. Y eso…
Eso no hacía sino perturbarlo más.
Porque, en serio, Malcolm tendría que estar sintiendo náuseas sólo de pensarlo. Tendría que haberlas experimentado aquella vez también, y aún más en la primera, y, no obstante, el sólo recordar cualquiera de ellas no hacía más que provocarle una rara sensación en el estómago que no tenía ni un poco qué ver con su contenido ni su esófago.
«¿Por qué…?»
No tenía idea.
No entendía nada, y, sobre todo,
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
—¡Pero por supuesto que no lo sé!
—¿Qué no sabes?
—¡Dios! —Malcolm saltó en una reacción involuntaria y, llevándose una mano al pecho por el susto, miró hacia atrás por instinto cuando el fuerte espasmo azotándole los nervios se lo permitió.
Ahí, despreocupada y como un absurdo y entrometido espectro, La amiga (o lo que fuera) de Reese pareció complacida con su expresión, porque entonces sonrió amplia y descaradamente, antes de sentarse junto a él en el sofá.
«Con razón se llevan tan bien», pensó amargo, observándola juicioso con ojos ligeramente entrecerrados a medida que ella se echaba a su costado con holgura, casi como si el lugar en el que no había pasado más de un par de noches durmiendo en verdad le perteneciera ahora. «Es una pretenciosa».
¿En qué momento había aparecido de todos modos? Malcolm no tenía ni cinco minutos de haber llegado solo de la escuela, y, hasta donde sabía, Reese seguía allá en detención, o algo, así que no tenía sentido que la chica fuera directamente hacia él, ¿no?
¿Por qué lo haría aun si esa fuera su intención desde un principio?
—Reese dijo que no había nada que no supieras.
«¿Por qué hablan de mí?», era lo que Malcolm habría querido preguntar en realidad. Y, no obstante…
—Reese es un idiota —bufó.
—Hm… Supongo que lo es para ciertas cosas —asintió ella, y entonces lo miró directamente tras encogerse de hombros—. Pero te sorprendería lo listo y bueno que es para muchas otras.
Malcolm se mordió con fuerza el interior de la mejilla.
¿Por qué tenía que decirlo así?
—Escucha, Abigail-
—Abby.
—Sí, bueno… como sea —resopló, poniendo los ojos en blanco— Lo que intento decir es que no me interesa saber de sus habilidades especiales, o lo que sean. Estoy más que bien sin esa información, gracias.
Y como si realmente se esforzara por parecerle irritante, Abigail sonrió de una manera que le recordó al Gato de Cheshire.
—Oh… ¿De verdad?
—¿Qué?
—¿No tienes ni un poco de curiosidad?
—¿Por qué habría de…? ¿Qué estás…? Oye, que seas la novia de Reese no-
Ella comenzó a reír, a reír en serio, casi a carcajadas, y Malcolm, completamente dividido entre preguntar o salir de ahí sin más, sólo pudo verla confundido. ¿Qué le causaba tanta gracia?
—¿Dijiste “novia”?
—Eres…- Tú…- Bueno, eso es lo que eres, ¿no?
—Oye, oye, Campanita, me parece que te has confundido en serio esta vez.
—¿Campanita? —Malcolm arrugó la nariz, cruzándose de brazos.
Ella se encogió de hombros.
—Antes de venir tenía entendido que no te callabas nunca —respondió sonriendo—. Pero aparentemente te vuelves mudo cada que estamos en la misma habitación, así que…
«Definitivamente son igual de molestos»
—Como sea, el punto es que él te gusta, ¿no? Tienen algo, es obvio.
Abigail lo miró, disminuyendo poco a poco su renovada risa hasta volverla una sonrisa extraña y elevando lo que a él le pareció una presuntuosa ceja rubia.
—¿Por qué? ¿Vas a coquetearme si digo que sí?
«Pero ¿qué…?»
Malcolm presionó sus labios en una mueca de irritación, apenas conteniendo el gruñido enfurruñado en su garganta cuando la casi venenosa burla impregnada en la pregunta le hizo apretar los puños de impotencia, y, de nuevo, no pudo evitar pensar que la chica era insufrible a más no poder.
Se sintió molesto, se sintió increíblemente enfadado con todo. Con ella por entrometida, con Reese por contarle cosas que no debería…, y con él mismo por verse tan estúpidamente afectado.
¿Qué acaso nunca podría dejar de estar bajo la sombra de esa maldita noche infernal?
Además, pensándolo bien, ¿por qué tenía que soportarla? No tenía que hacerlo de verdad. No era una obligación real, ¿cierto?
«Al diablo», se dijo.
Y con esa resolución estuvo a punto de levantarse para irse, pero ella se lo impidió, deteniéndolo con un firme agarre alrededor de su brazo y manteniéndolo sentado en el mismo punto en el que había estado desde que llegó.
—Espera, espera —sonrió otra vez—. No sabía que no soportabas una broma. Digo, conociendo a tu hermano…
—¿Has pensado que tus bromas son estúpidas? —devolvió mordaz, zafándose finalmente del agarre.
—Ah…, es eso, ¿eh?
—¿Qué cosa?
—Toqué un nervio.
—¿De qué-
—Tranquilo —lo cortó—. Aun si esto no debería hacer una diferencia, Reese no me gusta de ese modo, ¿bien?
—¿Por qué?
«¿Por qué? ¿Cómo que “por qué”? ¡No preguntas eso, idiota!»
Malcolm se reprochó mentalmente cuando la pregunta escapó de su boca antes de pensarlo, y en verdad quiso morderse la lengua con fuerza en el segundo en que los ávidos ojos de Abby lo miraron claramente burlones.
—Dime, ¿siempre haces eso?
—¿Qué?
—Eso —repitió—. Esa cosa donde tu cerebro va tan rápido que te autosaboteas sin querer.
Entre los restos de vergüenza que le mantenían todavía medianamente arrinconado, Malcolm la miró mal.
—¿Qué? ¿Ahora intentarás psicoanalizarme?
—Te molesta eso, ¿cierto?
—¿No has pensado que me molestas tú?
«¡Por Dios, cierra la boca!»
—Oh, no necesito pensarlo —rio, genuinamente divertida al parecer—. No eres tan bueno disimulando como tú crees, Pulgarcito.
—Tú no me conoces.
Y, ante su mordaz contestación, Abby curiosamente asintió.
—Cierto —acordó, y, sin embargo, la forma en que en tan solo un parpadeo tardío sus ojos parecieron vaciarse del previo brillo burlón a pesar de no dejar de sonreír, le provocó un raro escalofrío que acabó erizándole la piel—, no te conozco… Pero tú tampoco a mí, y si Reese me importara un poco menos te aseguro que te habría sentado de un buen golpe cuando supe quién eras…
Malcolm permaneció inmóvil, congelado entre el inesperado choque de algo parecido a la nostalgia por una peculiar sensación de alerta recordándole a alguien más y el duro impacto de entender lo mucho que eso aún distaba de su realidad.
Porque había algo… algo en la manera en la que lo veía y en la notable tensión de su lenguaje corporal mientras daba esa declaración particular; algo que le decía que era genuino y cierto; algo que le hacía creer que ella era capaz de dislocarle la mandíbula sin un segundo pensamiento sólo por considerar ese derecho. Y, no obstante, no lo había hecho.
No lo había hecho ese día, ni después, y el motivo que había expuesto ahora le sorprendía tanto como su facilidad para transformar su expresión y su postura de las de un depredador amenazante a las de un bufón burlón.
Era…- La Abby que ahora lo miraba, de nuevo relajada contra el respaldo y sonriendo con socarronería, resultaba un tanto más inquietante que la de hacía un segundo en su actitud amenazante, y-
Dios. Honestamente daba miedo lo mucho que podía recordarle a Reese con pequeños detalles como esos y parecerle absolutamente diferente al mismo tiempo…
—…Y aun así aquí estamos, Campanita —continuó ella, paladeando el absurdo apodo como si intentara decidir si había sido el mejor de todos los que hubieran pasado por su cabeza y finalmente arrastrándolo fuera de su estupor mental—. Tú y yo.
Malcolm mordió el centro de su boca por un segundo sin saber bien qué decir.
—Oye…-
Sin embargo, ella lo ignoró.
—Sí, puede que Reese sea algo idiota, pero no deja de ser mi idiota favorito, así que, aunque no te guste, tendrás que soportarme de vez en cuando —aclaró, y entonces le sonrió con inesperada suavidad—. Es algo bueno que después de entender qué es lo que hace que Reese te… estime del modo en que lo hace tú no me desagrades a mí, ¿no lo crees?
«¿Qué?»
Completamente descolocado, Malcolm no supo cómo responder, porque si bien eso último no era una declaración realmente efusiva, sí era una bastante más positiva de lo que se habría podido esperar… considerando sus circunstancias.
Y, no obstante, aun cuando sintió su propia boca abrir y cerrar durante un par de segundos en los que ningún sonido emergió, de algún modo ella pareció tomarlo todo como una señal para seguir hablando;
—Pero ¿por qué te importa tanto nuestra relación de todos modos?
¿Importarle…?
—No me- Dios, no me importa, ¿sí? —resopló, elevando los brazos en señal de frustración— Sólo… no puedes esperar que no lo crea.
“Siempre asumes cosas que no son”
De nuevo, las palabras de Reese volvieron a agolparse en su cabeza, pero, más que molestarlo, esta vez no consiguieron sino hacerle sentir más confundido.
«Él ni siquiera lo negó aquella vez»
No tenía sentido. ¿Por qué habría decidido dejarle pensar que en verdad tenía novia entonces, incluso después de enfrentarlo directamente?
«Quizás…»
Malcolm contuvo ligeramente la respiración mientras sus ojos inevitablemente se expandían una ínfima fracción y sus cejas se elevaban antes de arrugarse sólo un poco en un gesto de genuina incertidumbre.
Pensó que, quizás, aun si no era algo mutuo, a él realmente le gustaba Abby;
Y es que, viéndolo desde un ángulo externo, era algo bastante factible tomando en cuenta la manera en que se comportaban uno alrededor del otro…
Sin embargo, eso volvía a dejar de tener sentido en el momento en que el recuerdo de Reese besándolo a él aparecía en la ecuación, porque, de nuevo, ¿por qué diablos lo haría?
«En definitiva, algo no encaja…»
—¡Oh!
La curiosa exclamación de la chica a su costado llamó inevitablemente su atención, y Malcolm la observó otra vez, apartando la vista del punto en el suelo en el que la había acabado fijando sin darse cuenta.
Abby rodó los ojos tras sus cuencas, pero Malcolm notó que al hacerlo seguía sonriendo mientras asentía con la cabeza, casi como si de repente todo se aclarara para ella… Y entonces,
—Ya veo —dijo—, te contó sobre la vez que nos besamos.
—¿¡Qué!? —Su reacción fue bochornosamente automática, y el filtro de su boca fue incapaz de controlar el inesperado agudo de impresión atravesando su garganta— Pero- ¡Tú- ¡Dijiste que no te gustaba!
«Oh, Dios», quiso abofetearse en cuanto se escuchó; totalmente seguro de que acababa de hacerlo sonar todo más raro… a pesar de que no lo era… no, no.
Sin embargo, ella no pareció prestarle verdadera atención a nada fuera de la frase como tal;
—¿Ah? ¿Y eso qué? ¿Nunca has besado a alguien, aunque no te guste?
Malcolm boqueó un par de veces, ahora genuinamente en blanco, porque, sí, siendo honestos, en realidad esa era la razón que había provocado todo ese caos y el problema inicial entre Reese y él.
Y, aun así, por algún motivo no podía deshacerse de la molesta sensación de incomodidad que el imaginarlos haciendo algo como eso le causaba.
—Pero no me malentiendas —añadió ella—, en realidad sólo lo hicimos porque quería comprobar algo… Y al final funcionó. Aunque supongo que ayudó bastante que sea bueno en ello.
—Sí, no tienes que decírmelo…
—¿Disculpa?
«¡Pero ¿quieres pensar antes de hablar?!»
Malcolm se aclaró la garganta y negó repetidamente con la cabeza en un torpe intento por desviar la atención de su propia estupidez, sintiendo la cara tan caliente que creyó que iba a explotar.
—¡Que… que no tienes que decírmelo! —repitió—. No es algo que me interese, ¿de acuerdo?
Abigail rio con ganas.
—Aw, no pensé que fueras tan puritano, Campanita.
—¿Puritano? Pero- ¡No lo soy! Sólo no me interesa cuán “habilidoso” sea mi hermano en ese tipo de cosas, ¿bien?
—De acuerdo —Ella elevó ambas manos en son de aceptación—, como tú digas.
«Hm»
—¿Y —preguntó Malcolm luego de un rato de silencio—… qué era exactamente lo que querías comprobar?
Abby sonrió de lado, y Malcolm tragó inconscientemente cuando la expresión acabó recordándole ridículamente demasiado a una de Reese.
—No eres muy sutil, ¿eh?
—Hm…
—Oh, bueno, digamos que tu hermano no puede gustarme por un par de razones.
Malcolm, por primera vez desde que estaba ahí, sintió ganas de reír. Aunque, todavía deseando controlar el resto de su último ridículo bochorno, las escondió tras un bufido en un intento por disimular.
—¿Sólo un par?
—Mhm... Básicamente.
—¿Y cuáles son?
De nuevo, la sonrisa astuta regresó.
—Pues, para ponerlo simple, sólo digamos que… le falta grasa en el pecho y le sobra demasiada carne entre las piernas.
«Oh»
Sintiéndose increíblemente idiota de repente, Malcolm enrojeció y su boca se abrió en una pequeña inevitable fracción. No sabía…- No tenía idea de qué decir. En primera porque, ¿cómo se suponía que respondiera a eso después del montón de preguntas y acusaciones que ya le había hecho?, y en segunda porque, ¿en serio? ¿Demasia-
Sacudió la cabeza de un lado al otro.
¿De verdad tenía que decirlo… así?
—Ah, mira eso —señaló burlona—. Tus cejas ya no parecen una sola… ¿quién lo diría?
—Ugh, pero claro que se llevan tan bien —reprochó él, poniendo los ojos en blanco y cruzándose de brazos—. No pueden dejar de molestar.
Abby rio.
—Lo tomaré como tu primer cumplido.
Malcolm la miró raro.
—No te hacen muchos, ¿cierto?
—Bah. Es bueno alternar de vez en cuando, ¿no lo crees?
Y sin saber qué más hacer, él sólo se encogió de hombros, desviando la mirada hacia otro lado apenas un segundo, antes de regresarla por instinto a ella cuando Abby volvió a hablarle.
—¿Sabes? Reese me llevará a la estación hoy… Deberías venir.
—¿Ya te vas?
—¿Por qué suenas tan sorprendido? Creí que me querías fuera.
Dios…, ¿por qué era tan malditamente directa todo el tiempo?
—No es…- No me refería a-
—Está bien —rio—. No me molesta. Creo que aclaramos el punto, ¿no? Además… se suponía que sólo iba a estar aquí el fin de semana, y también hay personas esperándome en casa, así que…
Malcolm asintió sin saber bien qué decir, optando por mantener la boca cerrada a fin de no acabar soltando otra tontería que terminara de hundirlo en su más reciente pila de vergüenza. Y, de algún modo, minutos después, notó que el ambiente se sentía mucho menos tenso de lo que había estado sintiéndose desde que la extrañamente salvaje amiga de su hermano apareció por primera vez del otro lado de la puerta al atender.
«Huh»
Tal vez, después de todo, Abby en realidad no era tan mala…
.
.
.
.
.
Notes:
○ 11 ○
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
No sé cuánto ha pasado desde que actualicé, pero vengo a hacerles saber que sigo viva (y buscando la unión de los dos protagonistas de esta historia como pocas cosas) <3
Dato inútil de la autora y el capítulo: honestamente tenía muchas ganas de escribir una interacción directa entre Malcolm y Abby, jaja. No sé qué les pareció a ustedes, pero yo en verdad disfruté escribiéndola. Es que- Ah, no sé, me hace mucha gracia imaginar a Malcolm intentando lidiar con la frustración y el montón de cosas pasando en su cabeza mientras a ella le da igual xD
En fin, dedicación especial para todos aquellos los que, como a Malcolm aquí, su filtro cerebro-boca los ha autosaboteado sin querer…
Espero que disfrutaran el capítulo o los haya hecho pasar un buen rato de entretenimiento ♥Les deseo una gran semana, tengan un bonito día, tarde, o noche, cuídense mucho, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 12: Inesperado
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Una semana y media después de que Abby se fuera, Reese no acababa de entender el extraño cambio en el comportamiento de Malcolm… otra vez.
Le resultaba tan raro que, más que nada, ya era algo casi divertido por momentos.
Porque probablemente él nunca entendería ese particular aspecto en su totalidad, pero había llegado a la conclusión de que Malcolm definitivamente tenía la actitud de un gato arisco con gran fascinación por sentirse demasiado digno cuando quería.
Aunque, a decir verdad, quizás la peor parte de eso era que al final a Reese acababa pareciéndole algo más lindo de lo que probablemente debería…
Sin embargo, lo cierto era que aun si en ocasiones mostraba todas las señales de intentar sacarlo de quicio a propósito, Malcolm siempre le parecía lindo hiciera lo que hiciera.
Claramente eso no podía ser algo demasiado bueno para su estabilidad de ningún tipo, pero, a estas alturas, Reese no iba a negar que así eran las cosas.
No, no.
Intentar dejarlo atrás era mucho más complicado de lo que ya le parecía antes. Sobre todo, siendo que era el mismo Malcolm quien a veces daba la impresión de hacer un intento por volver.
¿A qué? Reese no estaba muy seguro.
Malcolm podía serle tan transparente como confuso en ocasiones…
Y aunque él había hecho todo lo posible para no volver a ponerlos a ambos en una situación de tensión absoluta como las anteriores, eso no evitaba que las imágenes de las mismas estuvieran rondando su cabeza día tras día y a cada momento disponible… como ahora.
«Carajo», ¿en serio? Había estado viviendo con eso desde hacía años, ¿y de repente ahora todo parecía estar amenazando con colapsar? ¿Por qué?
Reese largó un gruñido, cerrando los ojos con hartazgo y haciendo crujir su cuello en un intento por deshacerse de un mínimo de la tensión a la que ya había empezado a acostumbrarse agarrotándole los músculos.
Y, cuando volvió a abrir los párpados luego de un rato en el que nada pareció cambiar y se encontró con la misma vacía vista frente a él, genuinamente agradeció que nadie frecuentara esa zona de la preparatoria en particular.
Francamente, a Reese nunca le había importado lo bien o mal que le fuera en la escuela, pero, dada su situación actual luego de volver tras tanto tiempo, realmente se alegraba de que el mundo no le exigiera nada al nivel que hacía con Malcolm en ese aspecto. O quizás sí que lo intentaban, sólo que él no hacía más que ignorarlos de todos modos. Fuese como fuera, el punto seguía siendo el mismo.
La diferencia ahora era que, cada día, en lugar de pasar la mayoría de su tiempo ingeniando bromas o cosas para sacarse algo del aburrimiento estando ahí, una gran parte de Reese volvía a pensar que habría sido más sencillo simplemente hacer todo lo posible por permanecer en su base militar asignada. E inevitables, y quizás incluso pesarosas, las reflexiones acerca de que las cosas serían muchísimo más sencillas si tan solo no hubiese regresado jamás y que nada de ese embrollo hubiese ocurrido en primer lugar si él mismo no hubiera intentado pasarse de listo aprovechándose de Malcolm también… nunca tardaban mucho en aparecer.
Porque a pesar de que a veces quisiera culpar a Malcolm tanto como hacía consigo, lo cierto era que, aun cuando su hermano sí que era culpable de algunas cosas, hasta donde él sabía la mayor parte no habían sido algo intencional…
Así que, sí, por momentos, Reese estaba casi completamente convencido de que su presencia ahí no hacía otra cosa que arruinarlo poco a poco, y también, por momentos aún más fugaces, se encontraba deseando no ser tan malditamente impulsivo como acostumbraba.
Por momentos…, considerando que, de no ser así, tampoco lo habría besado jamás y, la verdad, Reese podía ser lo suficientemente honesto consigo mismo ahora como para admitir que eso sí que no lo cambiaría por nada.
Por un demonio, claro que no lo haría.
No podría.
Jamás, ni aunque intentara convencerse de lo contrario con toda su fuerza de voluntad, podría concebir la idea de querer deshacer ese momento.
Era bastante patético, tal vez, pero al mismo tiempo era lo mejor que tenía y lo único que obtendría de Malcolm de todos modos, así que, ¿qué importaba un poco de humillación propia si al final lograba conservar eso en su memoria?
Huh. Probablemente pensar ese tipo de cosas no eran lo más sano, pero… ¿qué de todo eso podría considerarse sano, de todos modos?
¿No había sido Reese el primero en cometer el mayor fallo a su supuesta sanidad, fijándose en Malcolm?
Honestamente, a este punto y por momentos, ya le importaba un carajo.
Si aceptar una derrota antes de intentarlo ya le había dolido como el infierno, al menos se quedaría con lo que pudiera obtener hasta conseguir dejarlo atrás.
¿No se merecía eso, acaso…?
«Joder», maldijo para sí, permitiéndose cerrar los ojos otra vez tras largar una pesada exhalación. Casi como si eso consiguiera liberar físicamente algo de la renovada opresión cerniéndose en su plexo solar como una maldita sanguijuela. «Sí, claro…»
La mayor parte positiva de que nadie se interesara en él, o en lo que sucedía en su cabeza, más bien, era que no eran capaces de notar que en ocasiones pasaba más tiempo pensando del que alguna vez llegarían a imaginar. Después de todo, subestimar y dar por sentado eran más que un sinónimo para Reese en cuanto a lo que el resto de personas hacían con él.
Lo habían hecho antes, lo habían hecho siempre, y aunque no era algo que le interesara actualmente, podría apostar a que, en general, seguían haciéndolo.
Según su perspectiva, las cosas ni siquiera parecían haber cambiado ahí, así que, a excepción del primer día en que volvió, cuando su regreso fue algo obvio para el resto tras alrededor de un año de no verlo, todo parecía haber retomado su curso a como lo recordaba.
Reese estaba bien con eso, más que nada porque genuinamente no le importaba ni un poco lo que pasara a su alrededor, pero también porque no tenía los ánimos para soportar a nadie.
Y, al menos en ese aspecto, todo había estado yendo tal y como quería.
Eso, claro, hasta ese particular día a mitad del almuerzo;
Mientras intentaba atravesar un bolígrafo del costado de una botella de plástico ya vacía al otro, aburrido y todavía en medio de sus pensamientos, Reese notó de reojo que, de la nada, alguien se sentaba justo al lado sin siquiera preguntar. Honestamente, había estado a punto de decirle que se largara…
Pero entonces la vio, y el extraño vuelco interno de impresión fue lo suficientemente fuerte para sacudirle el jodido entumecimiento interno al que se había empezado a habituar.
—¿Beth?
—Hola, Reese.
Ella lo saludó como si nada; sonriéndole de la misma manera en que había hecho siempre, la misma manera que recordaba haberle visto hacer desde el día en que se conocieron y hasta aquel en el que terminaron… Y Reese, por primera vez en lo que parecía mucho, genuinamente se quedó sin habla.
—Hacía tiempo que no nos veíamos, ¿no? —añadió.
Pero Reese sólo podía mirarla; a los ojos oscuros, y vivaces, y mucho más… risueños de lo que le habían parecido la última vez que había podido verlos; al familiar contorno de su rostro; y al reconocible gesto astuto de sus labios trayéndole recuerdos que creía enterrados tras su mente y su consciente…
Incapaz de no observarla. Incapaz de convencerse o registrar su propia voz emergiendo de su áspera garganta tras finalmente reaccionar, porque,
—¿Qué estás haciendo aquí, Beth?
La sonrisa en su cara se congeló unos segundos en los que pareció más desconcertada que sorprendida, pero entonces sacudió ligeramente la cabeza, agitando en consecuencia unos cuantos mechones de oscuro cabello a los laterales de su cara y provocándole tener que reprimir las instintivas ganas de apartarlos como antaño.
—He querido hablar contigo desde que me enteré de que volviste, pero no había tenido la oportunidad —respondió—. Quería… saber cómo estabas.
Antes de notarlo, Reese bufó una risa seca a través de su nariz.
—¿En serio? —ironizó— ¿Ahora te importa saber cómo estoy?
—Siempre me ha importado-
—Claro que no.
—Vamos, ¿por qué es tan difícil de creer?
«¿En serio?»
Incrédulo, Reese resopló.
—Eh, no sé, tal vez porque tú fuiste la que me dejó de la nada —contestó—… Oh, y también fuiste quien me engañó.
—Reese-
—¿Quieres que añada que fue con mi hermano, también?
—Creí que ya habríamos superado eso…
Él rio secamente.
—Por supuesto. Sólo…, tú sabes, me preocupa que desperdicies tu tiempo conmigo. Después de todo dijiste que merecías algo mejor… ¿no?
—Sé lo que dije —respondió Beth, poniendo los ojos en blanco antes de formar una nueva sonrisa—. Pero no me refería a lo que crees. Además… eso no significa que no me gustes.
Cuando Reese no contestó con más que una escéptica ceja elevada, ella suspiró. Sin embargo, el gesto alegre no disminuyó.
—Admítelo, la pasábamos increíble juntos —dijo, finalmente pasando un mechón de pelo detrás de su oreja.
«Hm»
En un principio él no rompió el contacto visual, todavía medio tratando de comprender un poco del montón de cosas que decía…, hasta que el instinto de reír con sorna le hizo desviar los ojos a la superficie de la mesa un instante antes de volver a verla.
—Lo hacíamos —aceptó, con una asimétrica sonrisa tirando de su boca mientras daba un único asentimiento—. Por eso no entiendo por qué decidiste acabarlo todo de esa forma.
—Intenté…- Bueno, sólo… No quería una relación seria, y lo que teníamos se volvía cada vez más una de esas —explicó. Y lucía tan… inesperadamente incómoda, que de algún modo añadió una nueva capa a la mezcla de emociones punzando en su cabeza—. Reese, los dos sabemos que lo mejor que tuvimos fue antes de ponerle un título real. ¿No crees que era más divertido entonces?
Reese chasqueó la lengua.
—Sabes que no me refiero a eso.
—Sí, bueno, yo tampoco lo entiendo mucho a veces.
—No jodas, Beth-
—Ay, vamos —replicó ella—, ¿nunca has hecho algo por impulso antes?
«Es lo que hago todo el tiempo…», pensó. «Es lo mío»
—Pero en serio, Reese, deberíamos salir alguna vez —continuó, volviendo a sorprenderlo—. Ya sabes, como amigos, tal vez… No estoy intentando nada raro, de verdad me agradas. Además… teníamos mucha química, ¿no?
La tenían. Él no iba a negárselo. Después de todo, esa era una de las cosas que siempre le gustaron de su relación con Beth; que parecían tener instintos increíblemente similares la mayoría del tiempo.
O quizás sólo era que los dos se dejaban guiar al mismo nivel por sus hormonas antes que otra cosa…
Fuese como fuera, palabras más, palabras menos, el que ella hacía era un punto justo. Eso podía admitirlo.
—Supongo —suspiró encogiéndose de hombros—… Por algo creí estar enamorado de ti, ¿no?
Más que incomodarle una vez más, eso pareció causarle gracia, porque entonces soltó una risa suave, y el sonido extrañamente familiar a la par que ajeno le dejó una confusa sensación en la boca del estómago.
Y sin más, completamente indistinta a lo absurda que estaba resultando toda esa situación por sí sola, Beth continuó.
—Bueno, mírate, te ves increíble… ¿No crees que lo mejor fue terminar?
Pero, incluso así y con su obvio intento de aligerar el disparatado ambiente, el que pretendiera llegar como si nada después de la manera en que todo entre ellos había terminado, no dejaba de parecerle raro, por decir lo menos. Y Reese no se contuvo más.
—¿Qué carajos quieres, Beth?
Ahora, eso sí pareció incomodarle.
Por la forma en la que sus labios se habían abultado ligeramente en una mueca, haciendo juego con el inusual gesto compungido de sus cejas, Reese supuso que era probablemente porque jamás, en todo el tiempo desde que la había conocido, le había hablado de ese modo específicamente a ella.
—Oye, no tienes que tratarme así…
Huh… Curioso que de algún modo pareciera esperar algo de consideración.
Honestamente, no le importó ni un poco.
—No te hagas la ofendida —resopló, rodando los ojos con fastidio—. A ninguno de los dos nos gusta perder el tiempo en estas cosas.
Ella permaneció callada por un par de segundos, y entonces se encogió de hombros deshaciendo su expresión.
—De acuerdo, tienes razón —murmuró, y echó los brazos al aire en una fugaz muestra de rendición—. Pero de verdad quería saber cómo estabas… Extrañé verte por aquí, ¿sabes? ¡Te fuiste durante mucho tiempo, Reese!
«No me digas…»
—Estoy bien. Tanto como puedo estarlo.
—Dios, ¿desde cuándo eres tan serio? Realmente te hace falta divertirte un poco.
—¿Desde cuándo te interesan las personas?…
—Eh, tú mismo dijiste que esto estaba bien.
—¿Cuándo dije eso?
Ella lo miró mal.
Carajo. En verdad no tenía tiempo para eso.
Suspiró.
—¿Si te digo que lo pensaré, me dejarás tranquilo ahora?
Visiblemente contenta con su respuesta, Beth sonrió, levantándose sin mucho más y plantándole un beso en la mejilla tan rápido, que él no alcanzó siquiera a reaccionar.
—Te avisaré cuando haya algo —canturreó.
Y eso fue lo último que dijo antes de irse… dejando a Reese ahí, con una ceja arqueada en confusión y dividido entre la duda y el fastidio que todo últimamente le causaba.
«Lo que me faltaba…»
No creía volver a verla jamás. No creía posible que ella intentara volver a verlo jamás…, y, no obstante, estaba completamente seguro de no haber imaginado a voluntad lo que acababa de pasar.
Claro…, como si él necesitara más cosas manteniéndolo presente en esa jodida noche de todos modos.
«Carajo»
.
.
.
.
.
Notes:
§ 12 §
¡Hola! ♥ ¿Cómo les va?
Perdón por la tardanza, pero, vuelta loca y todo, aquí andamos :D
Por cierto… no me maten, en serio que personalmente nunca me agradó esta chica ¬¬, y sé que seguro más de uno de ustedes se estará preguntando por qué ha aparecido aquí… pero lo único que puedo decirles es algo como “ya veremos…” supongo C:
En fin, como ya es algo tarde y todavía tengo que revisar algunas cosas, no voy a hacer esto más largo. Tengo la cabeza caliente :’(
Espero que hayan disfrutado el capítulo o los entretuviera un rato al menos. A los que se encuentren de vacaciones ahora mismo espero que las disfruten mucho, y los que no, espero que puedan tenerlas pronto ♥Yo les deseo un bonito día, tarde, o noche, según estén leyendo esto, y una mejor semana. Cuídense mucho, los tqm <333
—Lemon
Chapter 13: Tiene que parar
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Por momentos, Malcolm quería gritar.
Todo era tan malditamente frustrante que no quería nada más que ahogar la cara en una almohada y deshacerse las cuerdas vocales sin pensar.
Y es que en verdad estaba comenzando a saturarse.
De él, de Reese, de todo...
Parecían estar yendo en círculos. Un estúpido tira y afloja. Un sube y baja tan absurdo que resultaba desquiciante.
Desde que Reese había regresado, Malcolm no entendía muchas cosas de su hermano, y eso no sería tanto un problema si no fuera porque al mismo tiempo, y como efecto secundario, también parecía haber dejado de entender mucho de sí mismo.
Francamente, nunca antes se había considerado una persona demasiado obsesiva más allá de ciertas cosas, pero, por alguna razón, tenía la impresión de que su inconsciente había tomado la sesgada decisión de crearse una irritante fijación con Reese y todo lo que hiciera últimamente.
Por alguna extraña razón, su propio cuerpo parecía haber desarrollado un particular sistema de alarma ante cualquier señal de actividad suya, por minúscula que fuera.
Resultaba más desesperante que otra cosa, en realidad. Porque, casi como una rara especie de reloj biológico, había comenzado a acostumbrarse…
Y después de muchas noches pasando por lo mismo, siendo testigo de su propia capacidad para dormir disipándose como la niebla cada vez que Reese decidía salir a hacer cualquier cosa que se le ocurriera en mitad de la madrugada, y frustrándose por ello, Malcolm decidió que era suficiente.
Aunque, la verdad, no resultó tan determinista como hubiera querido…
No, más bien le tomó alrededor de treinta minutos de estar recargado contra la barra al lado del fregadero; con la cabeza dando vueltas sobre el tema, y el vaso, a medio vaciar en su mano, reflejando la casi nula iluminación que entraba a través del cristal de la ventana…
Pero había tomado la decisión, y eso era lo importante… ¿No?
Era muy tarde, o muy temprano según la perspectiva, y, sin embargo, eso ya ni siquiera le importaba. No, no, lo más raro para Malcolm ahora mismo era la inminente agudeza del silencio que en ese instante lo rodeaba. Y claro, con casi todos dormidos, era algo de esperarse, pero, aun así, el pensamiento de que sólo se sentía de ese modo porque Reese no estaba ahí, acaparó inevitable y completamente a su cerebro por más que sólo un patético momento.
Su hermano parecía haber creado un patrón noctámbulo, y Malcolm, por más estúpido e inverosímil que pudiera sonar, consecuentemente parecía haber creado uno también.
La diferencia estaba en que, a pesar de notarlo, Malcolm hacía cuanto podía por ignorarlo;
Por sanidad mental. Por su gran sentido del ridículo. Y sobre todo porque, al menos hasta donde recordaba, nunca había sido tan dependiente de alguien y sus acciones como parecía sentirse ahora sin razón.
Nada ahí parecía tener lógica, ni siquiera lo que tenía que ver con él mismo.
Dios… Mucho menos lo que tenía que ver con él mismo…
Dejó el vaso en el fregadero, llevándose ambas manos a la cara en un intento por cubrir el irritado gruñido que pugnaba por salir de su garganta, y sus codos resintieron el peso de su cuerpo cuando se apoyó en ellos, pero lo ignoró y en cambio sólo suspiró, descubriéndose los ojos un segundo después para fijarlos en la imagen absolutamente quieta a través de la ventana, pensando en Reese, en él, y en todo lo que no acababa de entender;
En los inusuales cambios de actitud, en las extrañas expresiones, en los raros comentarios, y en las inquietantes miradas…
Porque Reese a veces parecía no soportarlo, soltando palabras mordaces y gestos fríos y fugaces…, y otras daba la impresión de esconder mucho más de lo que le era posible imaginar.
Malcolm suspiró cansino.
—Esto tiene que parar.
.
.
.
Lo peor de encontrar una pequeña vía de escape a algo era que, después de usarla muchas veces, dejaba de hacer el efecto esperado.
Eso era lo que le pasaba últimamente.
Salir a correr y ejercitarse un par de horas había dejado de ser suficiente para despejarlo, sin embargo, seguía haciéndolo por la gran y única razón de que, en ciertas ocasiones, permanecer ahí varado entre sus diferentes emociones resultaba algo insoportablemente sofocante.
Saber que en un mundo ideal no tendría que hacer nada más que dar un par de pasos para llegar a Malcolm y tocarlo de la forma en que quería, lo volvía aún peor.
Zancada tras zancada, Reese no podía evitar imaginar lo que le gustaría que fueran las cosas… y lo mucho que estaría dispuesto a dar para cambiarlo todo.
Hasta el momento había hecho cuanto podía para mantener sus deseos tan ocultos de sí mismo como le fuera posible, pero, cada vez que Malcolm hacía mucho como verlo de una forma que parecía distar increíblemente demasiado del desprecio que Reese esperaría que sintiera por él, acababa notando su propio autocontrol escurrírsele de entre los dedos.
No le gustaba.
O, más bien, no le gustaba lo mucho que en verdad le gustaba.
Era algo mucho más complicado de lo que debería, y le provocaba la sensación de algo potencialmente peligroso también.
Ese era el problema. Reese amaba la adrenalina que el peligro le causaba. Lo había hecho desde que era un niño. Lo había comprobado cientos de veces con cada uno de sus hermanos, especialmente con Malcolm. Y…
En verdad seguía gustándole.
Reese no supo durante cuánto tiempo estuvo pensando en ello, y tampoco registró el momento en el que había comenzado a volver sobre sus pasos, pero, casi como si el jodido universo le estuviera jugando una broma estúpida, todo pareció desaparecer de su cabeza en el momento en que atravesó la zona del garaje y lo miró.
Ahí, con la cara recargada sobre sus brazos cruzados por encima de la mesa de madera, usándolos a modo de almohada, Malcolm ni siquiera pareció notar su presencia hasta el momento en el que acabó de acercarse.
—¿Qué haces aquí afuera? —preguntó. Su voz salió algo más ronca de lo que habría esperado, y Reese se arrepintió de oír su propia intriga cuando los grandes ojos azules de su hermano lo buscaron curiosos de inmediato.
—Uhm… —Malcolm se humedeció los labios, boqueando un segundo más tarde sin emitir sonido alguno y atrayendo inevitablemente su mirada a la suave superficie de su boca— Despertaste más temprano hoy.
«¿Huh?»
Reese lo observó casi inexpresivo, con la frase y su significado pesando poco a poco y sin sentido en su cabeza, hasta que simplemente se encogió de hombros sin saber qué más hacer.
—Salgo a correr todos los días.
Y para su sorpresa, la respuesta de Malcolm fue inmediata:
—Lo sé. Me… Me refiero a que hoy lo hiciste antes —murmuró—. Ni siquiera son las cuatro aún.
—¿Cómo sabes que hago esto todos los días?
Malcolm se encogió de hombros, y, por un segundo, Reese creyó que lo había visto sonrojar aun en la oscuridad.
—Bueno… no eres tan silencioso como te gustaría cuando estás ansioso, ¿sabes?
Con el peso del comentario, Reese permaneció un rato sin hacer ni decir nada, y fue justo cuando vio los labios de Malcolm separándose nuevamente para hablar, que su propia voz salió sin más.
—Vuelve a la cama, Malcolm.
Pensando en lo mal que podría resultar todo si alguno de los dos no dejaba al otro de una vez luego de que Malcolm no hiciera movimiento alguno, Reese intentó pasar por su lado en dirección a la puerta, sin embargo, sintió dedos aferrándose alrededor de su muñeca, y una especie de tirón que no acababa de serlo en realidad terminó por descolocarlo lo suficiente como para mantenerlo inmóvil.
—Espera —lo escuchó decir—, quiero hablar contigo.
En principio, Reese había tratado de no prestarle demasiada atención a la forma en que sus manos casi llegaban a tocarse, pero, cuando la voz de Malcolm sonó mucho más cerca de lo que probablemente debería, le pareció que fijarse en eso, antes de en él mismo, sería lo mejor.
«No lo mires. No lo mires. No lo mires»
Se lo repitió una y otra vez, sabiendo perfectamente que si lo hacía acabaría cediendo. Y, aun así…
—Por favor.
…no había podido evitarlo.
Reese se escuchó a sí mismo suspirar luego de pasar los ojos de los insistentes de Malcolm al férreo agarre por encima de su mano, y, aun con el pensamiento de que todo podría acabar muy mal todavía dando vueltas en el fondo de su mente, aceptó.
Deshizo el contacto con facilidad, gesticulando con un simple movimiento de cabeza hacia el garaje en una muda indicación que Malcolm comprendió sin mucho más antes de moverse a él.
El silencio se extendió por un buen rato en el que ninguno pareció dispuesto a dar el primer paso tras entrar, y aunque a él le habría gustado hacer al menos una broma sobre lo raro que era un Malcolm callado, ni siquiera encontró el humor para obligarse a ello en el momento.
—¿Y bien? —preguntó por fin, recargándose de espaldas contra la improvisada mesa unida a la pared luego de que a su lado Malcolm hiciera lo mismo de frente a ella.
Y entonces, casi como si hubiese esperado la cuestión todo ese tiempo, su hermano asintió tomando aire para responder.
—Sé que se supone que ya habíamos arreglado esto, o algo así… pero es claro que no, y- Sólo… para empezar quiero saber por qué.
—¿Por qué? —Reese sonrió irónico, arqueando una ceja mientras lo veía de reojo y dejando una larga pausa asentándose entre ellos antes de seguir—… No lo sé, Malcolm, tú dímelo. Eres tú quien siempre-
—Reese, estoy hablando en serio ahora —renegó cortándolo—. No entiendo esto, no sé por qué hemos llegado hasta este punto. Yo…- Quiero decir, sé la razón, supongo que aunque no me guste todo se resume en eso, pero, aun así… Sólo… no acabo de comprender cómo es que no podemos resolverlo todavía.
—Malcolm-
—Sé que es mi culpa. Lo sé, ¿de acuerdo? ¡Lo entiendo! Y sé que no tengo derecho a pedirte nada. Sólo…
Malcolm inspiró hondo, desviando la mirada a sus manos, y se mordió la esquina de la boca con indecisión. Reese pasó saliva, aferrándose tanto como podía a su postura contra el borde y focalizándose sobre el dolor calándole las piernas… Concentrándose en todo lo demás; en el desgaste y la molestia a través de sus tendones y, simplemente, en cualquier otra cosa antes que en la estúpidamente conmovedora imagen que la repentina timidez de Malcolm le reflejaba ahora.
—¿Sólo…? —imitó él con suavidad, pensando a la deriva en lo mucho que le gustaría solamente seguir mirándolo de esa manera; sin reservas y sin miedo, e imaginando lo mucho que amaría poder deslizar una de sus manos hasta las dos descansando temblorosas sobre la plana superficie de la mesa y no hacer más que sostenerlas.
«Carajo»
Reese sintió su pecho contraerse, y tamborileó los dedos contra la tela de sus pantalones en el momento que los bonitos ojos de Malcolm lo miraron, grandes y brillantes y casi… suplicantes, y,
—Sólo quiero a mi hermano de vuelta.
Y entonces, rápido y como un pinchazo, la burbuja se rompió.
Su cuerpo entero se puso rígido y, casi como en un absurdo juego de mímica, el de Malcolm le siguió al notar el cambio.
Reese se enderezó con lentitud, alejándose un par de pasos con la mandíbula apretada y la respiración increíblemente pesada quemando en sus pulmones, viendo a través de ojos entornados la manera en que Malcolm lucía como un pequeño conejo asustado por un segundo antes de moverse también, girando su cuerpo por completo en dirección al suyo y separándose del mueble, con la visible duda anclada en su mirada azul bebé y la boca sutilmente roja y húmeda por la mordida previa resaltando en todo su esplendor.
«Carajo»
Apretó los puños con tanta fuerza, que sus uñas seguro habrían perforado la piel de sus palmas de no recortarlas lo suficiente.
—¿Por qué reaccionas tan distinto cada que estamos cerca?
Honestamente, lo leyó directamente de los pequeños labios más que escucharlo, y, aun así, de algún modo reaccionó.
—Por la misma razón por la que no puedes tener lo que quieres —respondió.
Malcolm avanzó un único paso hacia él antes de quedarse inmóvil, con la mirada tan imposiblemente clavada en la suya, que era como si intentara diseccionarlo en su cabeza trozo a trozo.
Sin embargo, Reese no dijo nada más. No se escabulló, y tampoco se movió. Permaneció ahí, observándolo desde su ventajosa altura y de algún modo intentando inútilmente hacer lo mismo…, hasta que algo en la expresión de Malcolm se transformó;
La irritación se mezcló con la intriga en un perfecto tono azul, y las largas pestañas a su alrededor se entrelazaron en un gesto que hacía mucho no veía.
«No lo hagas»
—¿Y cuál es esa?
«Con un demonio. No. Lo. Hagas»
—Reese, habla —insistió, avanzando otros dos pasos más.
«Joder»
—Olvídalo, Malcolm. No puedo hacerlo. Lo intenté. No podré volver a ser el mismo, déjalo así.
—Reese —dio un paso más—, ¿al menos puedes-
—Hablo en serio —lo cortó—. Quédate ahí, o haré algo que no va a gustarte.
Malcolm bufó, poniendo los ojos en blanco y cruzándose de brazos.
—¿Desde cuándo eres todo amenazas?
—Para.
—¿Ahora qué?
—Sabes bien qué.
—Reese-
—Estás intentando provocarme —gruñó—. Déjalo. No estoy de humor para oírte reclamarme después.
Eso pareció tomarle por sorpresa, porque su boca se abrió en un instintivo movimiento para producir alguna clase de sonido que nunca apareció. Y entonces los brazos le siguieron, cayendo laxos a sus costados antes de volver a la misma posición contra su pecho. Reese maldijo para sus adentros.
Genial, lo que le faltaba: un maldito puchero contenido.
Tenía que salir de ahí.
Tenía que hacerlo ya, en ese instante en el que aún conservaba un poco de decencia fraterna por encima de su desvergüenza impulsiva y le quedaba un gramo de consideración para no hacer algo que probablemente sólo acabaría jodiendo todavía más las cosas entre ellos a la mala.
Reese lo sabía; que las cosas no estaban bien y seguro nunca lo estarían…, pero al menos podría tratar de dejarlo en un terreno mínimamente neutral si se alejaba lo suficiente ahora mismo… ¿no?
Así que lo intentó.
No volvió a mirarlo mientras lo rodeaba para salir y dirigirse de nuevo a la casa, ignorando su ansiedad, sus deseos y sus ganas…, pero no consiguió dar más de un par de pasos para el momento en que, de nuevo, una mano se agarró tanto como podía a la manga cubriendo su antebrazo.
—Malcolm…
—Sólo explícame —pidió, y la forma en que lo vio, absolutamente expectante y algo herido, le hizo contener súbitamente la respiración—… Tú… pareces actuar igual que siempre con todo el mundo, pero conmigo… ¿tanto me odias?
—¿Odiarte…? —Las palabras permanecieron en su garganta por un buen rato antes de poder soltarlas, asfixiantes y afiladas, y— No te odio, Malcolm. Carajo, a veces en serio me gustaría mucho sólo odiarte porque entonces todo sería más fácil… pero no es así.
—¿Qué… significa eso?
Reese inspiró contemplativo.
—¿De verdad quieres saber? —preguntó, esta vez en voz baja y acercándose un poco más a cada palabra que decía.
Malcolm fijó la vista sobre el suelo en el momento en que cambió su peso de un pie al otro en una obvia muestra de nerviosismo repentino, pero ni siquiera así retrocedió.
No lo hizo mientras asentía en una respuesta muda, ni cuando Reese se atrevió a usar una de sus manos para hacer que lo mirara directamente tras tomarle del mentón.
—Si te lo digo ahora… las cosas cambiarán para siempre.
Por un rato, Malcolm lo observó curioso, casi como si buscara algo de trasfondo en la oración o en cierto punto de sus ojos, a pesar de que él sabía que no encontraría nada… Y entonces;
—¿No lo hicieron ya?
Fue tan suave, que casi creyó haberlo imaginado.
—No te has alejado todavía.
—No voy a alejarme.
—Deberías…
—No quiero —insistió—. Te lo dije, quiero lo opuesto a eso. ¿Por qué no lo entiendes?
Conteniendo las ganas de poner los ojos en blanco, Reese largó una exhalación.
—Eres tú quien no lo entiende, Malcolm. Si te lo digo, y no te alejas, probablemente yo ya no seré capaz de mantenerme al margen, ¿comprendes?
—¿Al margen de qué?
—De- Joder, ¡de todo! —bramó—. Hacer o decir cosas que no van a gustarte. Yo…- Mira, no soy alguien que sabe establecer sus límites, ambos lo sabemos. Y en algún punto sólo decirlo dejará de ser suficiente, y entonces querré más, y acabaré jodido porque tú no vas a-
Malcolm lo miró serio desde abajo, con las manos inesperadamente suaves cubriéndole la boca en un improvisado e infantil intento por hacerlo callar que, de algún modo, estaba resultando mucho más efectivo de lo que probablemente debería.
—Reese —lo soltó por fin dando un par de pasos hacia atrás—, sólo dilo.
«¿Decirlo…?»
Él lo miró, observó sus ojos, vio la extrañamente hermosa mezcla entre decisión y súplica que a pesar de la irónica falta de buena iluminación acabó atrayéndolo como un farol a una polilla…, y Reese creyó que se le exprimiría el corazón.
Porque era tan malditamente lindo que dolía.
Avanzó, blando y casi hipnotizado, completamente fijo en su único objetivo y acogiendo el delicioso calor rodeándole el estómago como espesa miel ardiente en el momento en que escabulló su rostro en el suave hueco del cuello de Malcolm y lo sintió contener la respiración.
Y de pronto había manos, enganchándose con rigidez nerviosa al borde de su camiseta, haciendo reaccionar por instinto a las suyas que se movieron autómatas hasta aferrarse a las caderas cubiertas por una fina tela de pijama, y volviéndolo consciente de la forma en que los músculos de su abdomen y sus piernas se tensaban gracias al estúpido y minúsculo contacto aun por encima de su ropa.
Dios. Quería besarlo.
Quería hacerlo, tanto, tanto.
No deseaba nada más que poner sus labios en cada pequeño lugar disponible y robarle la voluntad y el aliento hasta que no pudiera hacer otra cosa que sostenerse de él, mirándolo después con esos ojos estúpidamente bonitos y la boca diabólicamente enrojecida por su culpa y-
Un gruñido bajo y casi animal vibró dentro de su pecho, y Reese tuvo que morderse el labio para no hacerlo con la tierna extensión de pálida piel a milímetros de su boca, porque Malcolm seguía increíblemente tenso e inmóvil, y aun así Reese lo sintió temblar cuando sus dedos lo presionaron instintivamente con más ansias, arrancándole un súbito jadeo de sorpresa y desconcierto.
El sonido envió la sangre de su cuerpo directo a su entrepierna, y sus dientes se clavaron en su boca con más fuerza. Tuvo que inhalar profundo en un intento por controlar el repentino impulso, sintiendo las puntas de sus dedos escocer con el deseo, y el corazón increíblemente acelerado dentro de su pecho. Porque oírlo en la vida real era jodidamente mejor que en su cabeza, e imaginar las muchas otras entonaciones y quejidos que seguro era capaz de hacer…-
«Carajo»
Por incontable vez esa noche, Reese maldijo internamente.
—¿Por qué no te mueves, Mal?
—Uhm… ¿Qué…?
La voz, increíblemente suave alrededor de la vacilante cuestión, vibró en el cuello contra su nariz y parte de sus labios, y Reese no pudo controlar el nuevo oleaje de emoción acelerando el flujo de su sangre sólo por oírle de ese modo.
—¿Por qué sigues aquí? —insistió— ¿Por qué no intentas apartarte?
Malcolm pasó saliva, y Reese lo sintió apretar un poco más el agarre en el borde de su camiseta como un reflejo cuando el casi insignificante movimiento generó un nuevo roce entre los dos y finalmente lo notó.
Dios, Malcolm de verdad ni siquiera se había dado cuenta de lo paralizado que se encontraba hasta el momento…, y de algún modo eso sólo le hizo sentir una mayor satisfacción.
—Porque… quiero saber… —balbuceó.
Reese sonrió contra su piel.
«Por supuesto que sí», pensó. «Siempre quieres saberlo todo»
A él siempre le sorprendería la increíblemente desmedida curiosidad de Malcolm para ciertas cosas. Era… como un gatito persiguiendo un punto de luz en la pared, completamente guiado por sus ganas de alcanzarlo sin importarle dejar de lado su seguridad. Como en este caso.
Porque Reese estaba convencido de que en cualquier otra situación su hermano ya se habría echado a correr…, pero, en cambio, seguía ahí, anclado y en una posición lo suficientemente vulnerable como para hacer lo que quisiera con él.
Y, joder, Reese quería hacer muchas cosas con él…
Quería, pero no podía.
¿O sí?
«Carajo»
A como lo veía, tenía dos opciones; hacer algo ahí y ahora, con grandes y muy realistas posibilidades de joderla… O alejarse y dejar las cosas tal y como estaban, manteniendo a Malcolm en su ignorancia ingenua y a sí mismo en su maldita y odiada represión.
«¿En serio?»
¿Qué debería hacer?
Una parte de él no quería más que decírselo y ya, mientras que otra no dejaba de gritarle que no se merecía saberlo. No todavía. No completamente, al menos.
«Joder», de verdad odiaba darles vueltas a las cosas.
Reese inspiró hondo y tan lento como le era posible, llenando poco a poco sus pulmones del ridículamente intoxicante aroma a limpio nublando parte de su juicio y convicción, haciéndole salivar y aumentar la presión de las yemas de sus dedos y los latidos de su corazón.
Y,
—¿Reese…?
La tímida entonación rodeando su nombre llenó sus oídos como una perfecta melodía, y él pasó saliva, deleitándose en el cálido cosquilleo creciendo a ritmo agigantado en su plexo solar, extendiéndose a su pecho y enviando pulsaciones espasmódicas a las puntas de sus dedos.
«Pues, al carajo la consideración», pensó.
—Podría hacer más que sólo decírtelo, ¿sabes? —murmuró, saliendo del deliciosamente cálido rincón para ver los bonitos ojos en todo su confundido esplendor.
—¿A qué…- —Malcolm dudó, aclarando su garganta y concentrándose en retorcer sus dedos entre sí con nerviosismo tras haberlo soltado del agarre por completo— ¿A qué te refieres?
Reese sonrió ladino.
Y, con un demonio, podrían llamarle sádico en ese maldito instante y lo aceptaría con gusto, porque en verdad lo estaba disfrutando.
—Realmente podría mostrarte…
—¿Mostrar-
—Pero eso depende de qué tan dispuesto estés a odiarme, princesa.
Y, oh, ahí estaba; la expresión que tanto le gustaba.
La misma que no parecía decidirse entre la irritación y algo más entretenido cada que Malcolm le oía llamarle así.
«Tal vez debería decirlo más seguido»
Su hermano dijo algo, pero él no lo escuchó. No lo hizo, porque estaba demasiado ocupado guiando sus dedos, casi hipnotizado, hasta la zona que hacía un rato se encontraba habitada por su cara, y haciéndole retroceder.
Reese lo notó conteniendo el aliento cuando su espalda inevitablemente chocó con la pared, y las palabras salieron de su boca sin pensar;
—Podría romperte, Malcolm —murmuró—. Podría hacerlo tan fácil…
Era verdad.
Podría hacerlo.
Quería hacerlo.
Deseaba romperlo de mil y una formas…
Cada una más divertida que la anterior, y seguro ninguna como la que Malcolm en su inesperada ingenuidad equivocadamente imaginaba.
El pensamiento era suficiente para hacerle sonreír por dentro, y también lo bastantemente entretenido para buscar averiguar si eso era cierto.
Tal vez… le vendría bien dejar salir un poco a su lado honesto en medio del bastardo de ahora en más…
—Tienes miedo, ¿no?
.
.
.
.
.
Notes:
13
¡Hola! ♥ ¿Cómo les va?
He vuelto después de no sé cuánto, dispénsenme :S
Como me he tardado bastante para traerles la actualización (a pesar de que ya la tenía de hace buen rato), hoy les daré doble capítulo :D
Es mi responsabilidad afectiva con ustedes <3
Voy a publicar ya mismo el siguiente, pero por si sólo leen este de momento:
Espero que tengan una gran semana, bonito día, tarde o noche, cuando sea que lean esto, cuídense mucho, y pásenla lindo, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 14: Hipotético
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Todavía con la abrumadora sensación fantasma del inesperado contacto cubriéndolo en todas direcciones, Malcolm parpadeó como si hubiese polvo flotando alrededor de sus ojos, con la boca entreabierta siendo la única otra parte de su cuerpo en no haberse inmovilizado por completo después de escuchar lo que Reese acababa de decir aún sin apartar la vista de la zona en su cuello y casi como estuviera teniendo una conversación más consigo mismo que con él.
“Podría romperte, Malcolm… Podría hacerlo tan fácil…”
Ante eso, Malcolm no supo cómo reaccionar. No se sentía siquiera capaz de respirar sin acabar perdiendo el hilo de los pensamientos que buscaban desesperadamente un orden dentro de su cabeza.
Y cuando los ojos de Reese se elevaron hasta clavarse de nuevo en los suyos, fue como si literalmente lo congelara en su lugar.
—Tienes miedo, ¿no?
Lo tenía. En definitiva, en una forma por demás inentendible, estaba aterrado, y lo sabía.
Porque había algo tan insuperablemente extraño en este nuevo Reese…, que genuinamente le ponía los pelos de punta cuando hablaba de ese modo.
Sin embargo, tan acostumbrado como estaba a sus peleas verbales de toda la vida, Malcolm no pudo controlar las impulsivas palabras saliendo en respuesta de su boca sin pensar;
—¿Por qué lo tendría?
A Reese le causó verdadera gracia, porque acabó echando la cabeza ligeramente hacia atrás en medio de una corta risa viéndolo de lleno, y Malcolm se aplastó instintivamente más contra la pared, notando con absurda facilidad el imponente calor radiando del cuerpo frente al suyo en el momento en que Reese se inclinó sonriente sobre él, observándolo con una mirada tan intensa, que le fue imposible no desviar la suya al suelo al menos un instante.
—Porque te aterra no saber cómo reaccionar…
La respuesta fue más un murmullo que otra cosa, pero estaba tan cerca, que Malcolm casi podría jurar haber sentido la vibración de las palabras antes que captarlas.
Reese tarareó una corta afirmación para sí mismo; un suave “Hm” que pareció más un zumbido corto y ronco, y,
—Eres tan controlador contigo mismo que no puedes evitar entrar en pánico cuando hago algo que no tienes idea de cómo manejar.
Malcolm tragó con dificultad, por completo inmóvil y notando la garganta increíblemente seca cuando las ásperas yemas de unos dedos que claramente no le pertenecían acariciaron nuevamente la curvatura de su cuello.
Dios…, era como si todo dentro y fuera de él se hubiese petrificado a pesar de la obvia agitación sacudiendo su pecho y cada uno de sus nervios.
Y entonces algo en él, quizás tan simple como su sentido común, o tan complicado como su proceso de pensamiento entero, le gritó que se moviera, que se alejara y evitara preguntar…, y, sin embargo, antes de que pudiera asimilarlo, las palabras resbalaron solas por su lengua, tenues y casi inaudibles aun en el pequeño espacio separándolos, a pesar de su intención;
—¿Quién dijo que no sé cómo manejarlo?
Por un instante no hubo nada además de la minúscula sonrisa divertida de Reese generándole un nuevo escalofrío.
Malcolm apenas logró tomar una pequeña inhalación en el momento en que los infernales ojos verdes se desviaron de los suyos, deslizándose enervantemente lento hasta ese punto de contacto que Reese parecía negado a abandonar mientras volvía a hablar.
—El que sigas aquí, arrinconándote tú mismo e incapaz de sostenerme la mirada por más de unos segundos, habla por sí sólo, ¿no lo crees?
Y casi como si eso fuera suficiente para trastocarlo, Malcolm lo miró irritado, apartándole la mano con la que seguía tocándolo y cruzándose de brazos.
No le gustaba.
Definitivamente no le gustaba que presumiera de afectarlo tanto.
Detestaba la manera en la que Reese parecía ver a través de sus inconsistencias y que comenzara a regodearse por ello.
«Idiota», pensó.
Si la ofensa era para Reese, o para él mismo…, no estaba seguro.
Y aun así…
—Vine aquí por algo, Reese. Quiero una respuesta.
—¿Sí? —Reese bufó de risa, devolviendo con fijeza los burlones ojos a los suyos— Yo quiero muchas cosas, Malcolm, y todas tienen que ver contigo…, pero la vida no es justa y no se puede tenerlo todo, ¿no?
¿Por qué…?
¿Por qué siempre parecía haber un trasfondo más allá de lo que decía?
Reese era confrontativo, directo y bastante crudo la mayor parte del tiempo, no alguien que gustara de irse por las ramas. No lo era.
O, al menos, no solía serlo…
Tratando inútilmente de ordenar las ideas en su cabeza, sólo para darse cuenta de que no tenía ninguna, Malcolm mordió el centro de su boca un segundo. Y entonces suspiró.
—Sólo quiero… entenderte.
—Y yo sólo quiero arruinarte.
—¿Arruinarme?
Reese se encogió de hombros, y sus ojos se opacaron tras sus párpados.
—Tú me jodiste mucho antes, Malcolm. Lo justo sería una compensación.
Malcolm lo miró, receloso y confundido porque, ¿no era eso lo que él mismo le había dicho antes?
—Yo te insistí que lo hicieras. Que me golpearas, o cualquier otra-
—Carajo, ¿en serio eres tan ingenuo? —resopló Reese con hartazgo, poniendo los ojos en blanco y haciéndole callar— Cuando ponga mis manos en ti quiero hacerlo de formas muy distintas a las que te imaginas, Malcolm.
“Puedo hacer eso… si me das un beso…”
“Tú no sabes lo que quiero, Malcolm”
“Siempre asumes cosas que no son…”
Una a una, cada pequeña cosa que Reese había dicho y él no lograba comprender, volvieron a desfilar por su cabeza, y Malcolm se encontró a sí mismo profundamente intrigado y ya más que irritado.
—¿A qué estás jugando ahora? —cuestionó. Reese sonrió.
—¿Jugar?
«Sí. Un completo idiota»
Malcolm gruñó dentro de sí.
—Si no vas a hablar en serio —retomó, usando sus manos contra los hombros de su hermano en busca de apartarlo—, entonces quítate de una vez para que pueda irme.
—¿Hm?
Sin embargo, para su sorpresa, Reese sonrió aún más, y Malcolm soltó un quejido inesperado cuando un invasivo brazo se deslizó a su alrededor sin previo aviso, halándolo hacia el frente y provocándole una sensación de déjà vu.
—No… Yo creo que no.
—¿Qué estás-
—Tal vez ahora soy yo el que no quiere que te vayas.
—No me digas —ironizó, rodando los ojos y empujándose tanto como podía con ambas manos contra el pecho de su hermano para crear algo de espacio.
Pero él sólo elevó una ceja, apretando más el brazo a su alrededor y pegándolo aún más si era posible.
Dios, el muy bastardo en verdad parecía más fuerte cada día.
—Reese, ya basta —forcejeó.
—¿Por qué? Tú fuiste quien me buscó, Mal. Insististe mucho para esto, ¿no?
Malcolm boqueó incrédulo.
—¡Yo sólo intentaba arreglar el problema! ¡Y tú de la nada te pusiste a actuar extraño y decir cosas que-
—Te dije que si no me dejabas haría algo que no quisieras —lo cortó—. Intentas fingir que no te importa, pero si te pones así sólo con esto cuando ni siquiera he hecho nada todavía…
«¿Todavía?»
—Bueno, eso ya no interesa, ¿cierto? Suéltame. Ya.
Malcolm estaba seguro de que, en ese instante, con la cabeza agachada y tratando de evitarlo a toda costa y en todos los sentidos posibles, debía estar luciendo como un tonto, pero, al mismo tiempo, algo dentro de él no dejaba de retorcerse de forma extraña, y de pronto no quería nada más que salir corriendo del lugar y esconderse con una manta bajo la cama.
—¿Qué? ¿No era esto lo que querías? —se burló Reese— ¿No querías que sólo hablara y ya?
—Quería que me dijeras la verdad —contestó, tan mordaz como le fue posible aun a costa de su nerviosismo—. Quería eso. No que empezaras a actuar como un completo idiota.
—Pero sí estoy diciendo la verdad.
—Por supuesto que n-
—La verdad es que me gustas.
—Yo no-
«Espera»
«¿Qué?»
Malcolm ni siquiera pudo terminar la frase, demasiado turbado como para continuar luego de captar lo que acababa de escuchar, demasiado desconectado de su red neuronal como para razonar.
Fue un poco como si succionaran el oxígeno de sus pulmones y congelaran su materia gris.
Porque lo soltó así. De golpe.
De una.
Y, de algún modo, todo se sintió como si estuviera sumergido bajo un montón de agua y el absoluto silencio a su alrededor acabara cubriéndolos como una niebla, con cada sentido bloqueándose tras otro en medio de lo que no podría ser menos que un malentendido, y,
—¿Qué? —preguntó en voz alta esta vez, tentado a revisarse los oídos.
Porque no podía ser, ¿cierto?
“La verdad es que me gustas…”
No, por supuesto que no, algo en su cabeza tendría que haberlo modificado luego de pasar por una situación tan absolutamente inusual como la de hacía un momento.
«Probablemente sea el sueño», pensó, apostando como siempre a su lado racional… Aun si eso no explicaba por qué entonces su cabeza podría decidir hacerlo en primer lugar.
Sin embargo, Reese se inclinó ligeramente hacia él, finalmente aflojando el agarre hasta soltarlo por completo y mirándolo de forma tan intensa, que consiguió sustraer a Malcolm de su debacle mental y haciéndole retroceder.
Incapaz de mantener la conexión entre sus ojos luego de volver a arrinconarse inconscientemente contra la pared, Malcolm desvió la vista hacia un costado, notando con más fuerza el extraño hormigueo latente en las zonas de su cuerpo que habían estado en contacto con los dedos de su hermano.
No era un secreto que últimamente Reese era capaz de intimidarlo con mucho menos que una simple amenaza hablada, pero, incluso así, Malcolm se odió por ser bochornosamente consciente de la nueva oleada de vergüenza calentándole el estómago.
La misma que no lo había abandonado desde el primer acercamiento y que parecía volverse más y más abrumadora a cada momento que pasaba.
—Que me gustas —repitió. Y la inesperada contundencia envió un raro escalofrío a través de su dorsal.
«¿Cómo…?»
—Reese-
La temperatura del cuerpo ajeno se cernió casi sobre el suyo, y fue en el preciso segundo en que sus ojos captaron el movimiento del pecho de Reese henchirse para continuar, que él dejó de respirar.
—Mucho. Más de lo que a veces puedo soportar.
—Eso…
«No tiene sentido»
—¿Qué? —resopló Reese, mirándolo de una forma que le caló en los huesos— Querías una razón, ¿no?
Lo dijo de un modo tan… atípico, que Malcolm genuinamente se sorprendió.
Lo hizo tanto, que ni siquiera tuvo tiempo para replicar, porque, entre la increíble confusión todavía repiqueteando en su cabeza, la molesta sensación desconocida rodeándolo por dentro, y la inexplicable contusión emocional que ahora mismo parecía tener, para el momento en que reaccionó, Reese se había marchado ya.
Y Malcolm se quedó ahí, solo, desorientado, e imposiblemente callado, como pocas veces lo había estado.
Parado en mitad del sucio garaje, con el estómago hecho un nudo y los dedos hormigueando como si el fantasmal recuerdo de la tela a la que se habían aferrado continuara imprimiéndose a través de ellos.
De nuevo, preguntándose en medio de todo eso cómo era que Reese seguía arreglándoselas para sacarlo tanto de sí mismo, sin esfuerzo aparente y con absoluta efectividad, además. Porque apenas ahora se daba cuenta de lo mucho que había estado prácticamente a su merced, inmóvil y por completo aletargado durante un buen rato.
Estúpida y absolutamente vulnerable como para ni siquiera haber pensado en hacer nada más que quedarse ahí, nervioso y expectante de lo que pudiera llegar a hacer, confundido, curioso y… esperando.
Esperando algo. Cualquier cosa.
Tal y como ahora mismo seguía haciendo entre pensamientos revueltos, extremidades temblorosas, y entrañas ardiendo.
¿Qué diablos…?
.
.
.
Para su sorpresa, verlo por la mañana había sido bastante similar a los días previos, con la diferencia de que ahora menos que nunca parecía ser capaz de quitarle la curiosa mirada de encima.
Por supuesto, eso no habría podido evitarlo aun si lo quisiera.
Malcolm apenas y había tocado su plato mientras la misma frase continuaba girando en su cabeza como un mantra infernal, y, todavía en su torpe intento por descifrar aunque fuera un poco de lo que pudiera estar pasando tras la mente de su hermano mayor, había estado a punto de atragantarse cuando los ojos verdes lo miraron de repente desde el otro lado de la mesa y una sonrisa demasiado inclinada para su gusto apareció en el mismo rostro que Malcolm se empeñaba en estudiar con fallido disimulo.
Era obvio que Reese sabía que no había dejado de observarlo, y eso sólo lo volvió algo aún más vergonzoso para él.
Sintiendo la cara repentinamente demasiado caliente en comparación con todo lo demás, Malcolm había tenido que esconderla tras el vaso con el jugo que no se había molestado siquiera en probar hasta ese momento, luego de sentirse como un completo idiota atrapado en una tonta travesura.
No le gustaba.
Nunca le había gustado sentirse como un idiota, pero esta vez le parecía aún peor en cada sentido posible.
Por supuesto, Malcolm sabía que todo era una mentira de Reese. No podía no serlo, simplemente no.
No había manera.
Eso era lo que había estado diciéndose desde el momento en que hubo salido del garaje y entrado a la cama de nuevo en un inútil intento por conciliar algo de sueño.
El problema era que, ahora mismo, horas después y con el mismo pensamiento todavía dando vueltas dentro de su cabeza, no estaba seguro de querer pretender que sólo había acabado imaginándolo. Porque de ser así todo apuntaría a que Malcolm era quien tenía el problema en general…, y no. No lo era.
Malcolm literalmente no había hecho nada para ganarse el título. Y de algún modo, siquiera pensar en que pudiera ser él mismo quien estaba torciendo las cosas a ese punto, le causaba bastantes estragos internos que no quería ni suponer.
Su resolución más lógica era que Reese simplemente le había mentido.
Podría aceptar eso, claro. Sin embargo, la pregunta era entonces ¿por qué?
¿Por qué lo haría? ¿Por qué con eso y de esa forma en particular?
¿Por qué decirlo así?
¿Por qué mirarlo así?
Dios…
Reese era una especie de factor sorpresa en sí mismo. Siempre lo había sido, y Malcolm estaba seguro de que siempre lo sería. La cosa era que, usualmente, no debería ser tan complicado de descifrar.
No como lo estaba siendo ahora mismo.
No como si-
—¿Hablaste con… Daniels?
Malcolm suspiró, tomando eso como la señal para dejar de deambular en su cabeza cuando los iris de Stevie lo observaron curiosos a través de los anteojos.
—Sí, sí. Lo hice.
—¿Y? ¿Conseguiste… algo?
Casi desde el inicio del ciclo escolar, Malcolm había empezado a solicitar cualquier cosa que le diera créditos extra. No era su último año, pero, aun si al final resultaba que no eran realmente necesarios, quería hacer todo lo que le fuera posible para asegurar cualquier oportunidad que pudiera tener de irse de ahí.
Por momentos la extraña urgencia se volvía más fuerte que en otros, pero eso, y las posibles razones ocultas para ello, no eran algo que Malcolm tuviera muchas ganas de ponderar ahora mismo.
Por lo general no era demasiado problema conseguir que sus profesores le dieran algo de trabajo extra, el tema estaba en que a veces eran tareas interesantes, y otras, como esta, francamente le parecían todo lo contrario.
—Algo muy estúpido —respondió, y cuando Stevie lo miró expectante Malcolm suspiró de nuevo—. Dijo que ya había hecho antes cualquier cosa que ella pudiera considerar como algo extracurricular. Lo cual, si me preguntas, dudo mucho que sea verdad —bufó—… El punto es que, básicamente, quiere una clasificación detallada de cada especie en la flora de California hasta la fecha… sea originaria, o no.
Stevie rio.
—Bueno…, ¿qué esperabas? Su materia… base… es biología.
—Sabes que hay muchas cosas que podrían ocurrírsele. Sólo no quiso pensar en nada.
—No entiendo de qué… te quejas. Es… sencillo.
Malcolm rodó los ojos.
—Y tedioso…
—No se puede… tenerlo todo… ¿no?
«¿Tenerlo todo…?»
Era obvio que el comentario tenía mucho menos trasfondo del que probablemente él estaba intentando darle… Y sin embargo, por alguna razón, la frase se instaló con fuerza en su cabeza, entrelazándose casi inmediatamente con otro montón de cosas que acabaron formando cadenas de pensamiento más y más entreveradas que no le gustaban nada.
—¿Estás… bien?
—Stevie… —comenzó.
—¿Hm?
Humedeciéndose los labios repentinamente secos, Malcolm titubeó por una fracción de segundo, considerando si en verdad no estaba a punto de hacer exactamente lo opuesto a lo que había decidido desde el principio, y no obstante incapaz de mantener la duda atada en su garganta por más tiempo.
—¿Qué… Qué harías si la persona que menos esperas te dice que le gustas?
Lo soltó así, directo y pensando que Stevie se tomaría al menos un momento para sopesar una respuesta que le fuera realmente de ayuda…
Pero, por supuesto, se equivocó.
Porque de alguna manera, y aunque duró sólo un segundo, antes de volver a su apática normalidad, los ojos de Stevie parecieron brillar en una emoción extraña y curiosa luego de escucharlo.
—Depende.
—¿Depende? ¿De qué?
—¿También me… gusta?
—Es un caso hipotético. Sólo responde.
Arqueando una ceja, Stevie lo miró impávido.
—Dios, bien, bien —bufó—. No te gusta. ¿Por qué te gustaría? Ni siquiera se supone que eso- Ay, vamos, sólo responde.
—Nada.
—¿Cómo?
—No haría… nada.
—¿Qué? Pero-
Stevie se encogió de hombros como énfasis, y Malcolm se encontró a sí mismo boqueando sin saber qué más hacer por un momento, completamente descolocado por la absurda y apática respuesta que no, no le servía de nada.
—¡No! No puedes no hacer algo.
—¿Por qué habría de… hacer… algo… si no me… gusta?
—Porque…- Pues… ¡Porque las cosas no funcionan así!
—Claro que… sí —contestó—. Si alguien no… te gusta…, no tienes que hacer… nada. A menos que sí… te guste… Entonces-
—No seas absurdo. No puede gustarme-
No fue hasta que notó la sonrisa de Stevie, que Malcolm sintió ganas de golpearse a sí mismo.
«Idiota»
—Creía que era… un caso… hipotético.
—Lo es.
—¿Quién?
—¿Qué?
—¿Quién… es?
—Nadie.
—No es una… chica… ¿verdad?
Malcolm jadeó.
—¿Qué? ¡Eh! ¿Por qué no sería una chica? ¡Y no estoy diciendo que sea nadie! Pero no veo por qué, hipotéticamente, creerías que no es una chica.
Sin dejar de mirarlo, Stevie se encogió de hombros, y Malcolm mordisqueó con ansiedad el interior de su mejilla cuando la diminuta sonrisa burlona que su amigo intentaba reprimir se volvió obvia para él.
¿Por qué lo veía así?
¡Dios! ¡Era increíblemente frustrante!
—¿Empezando porque… jamás… me habrías… preguntado eso… si se tratara… de una?
Él arrugó la nariz en una mueca.
¿En serio? ¿Así sonaba él también cuando se ponía en plan sabelotodo?
—Siempre hay una primera vez.
—Exactamente…
—Oye, no hagas eso.
—Bien… sigamos con el hecho… de que pareces… haberle… tomado… un cierto recelo… a las que… se te acercan… desde-
—Basta. Detente ahí. Eso no es verdad.
Tal vez lo había cortado con más seriedad de la que él mismo esperaba, pero es que la raíz del comentario le parecía algo completamente desubicado.
Malcolm no había hecho eso.
Bueno, era verdad que no había salido con nadie desde hacía mucho, pero, aun así, no era como si tuviera algo en contra de ellas. Sólo… siempre que existía alguna clase de acercamiento con una, Malcolm no podía evitar recordar a Reese y a-
Ugh. A ella sí que la detestaba.
Malcolm gruñó inconscientemente para sus adentros, poniendo los ojos en blanco y presionando entre sus dedos el tenedor de plástico que hacía rato había olvidado ya. Y entonces volteó a ver a Stevie, que sí, había dejado de hablar, pero la pequeña sonrisa que antes parecía intentar ocultar se había vuelto una notable al final, y ahora él no podía con su propia incredulidad.
De nuevo, su amistad con Stevie demostraba ser un arma de doble filo.
Malcolm lo sabía; que lo que le hacía seguir siendo su amigo era lo mismo que en contadas ocasiones le daba el mayor motivo para querer no serlo;
Porque Stevie le decía las cosas tal y como creía que eran, y el tacto le importaba poco cuando se trataba de ponerlo en su lugar…
O al burlarse de él.
Pero, de igual manera, era el único que sabía soportarlo en ciertas cosas.
A Stevie se le daba tan bien el decirle las cosas a la cara, como se le daba no retraerse ante sus arranques de sensibilidad. Después de todo, dejando de lado a su madre, era él quien se encargaba de ponerle los pies en la tierra con mayor frecuencia.
—¿No lo… es?
Y ahí iba otra vez…
—¿Sabes qué? Déjalo así. Esa ni siquiera era la pregunta para empezar.
Stevie suspiró con resignación y giró los ojos tras sus gafas.
—De acuerdo… “hipotéticamente…” —retomó, entrecomillando con ayuda de sus manos—, si le gusto a alguien… que a mi… no…, y debo hacer… algo —ponderó casi pensativo—… Tal vez sólo… me alejaría… Ya sabes, en… un caso de… rechazo extremo.
Malcolm lo miró, tan fijo y tan rápido, que Stevie se reclinó instintivamente hacia atrás en su silla. Sin embargo, a él no le importó; no dijo nada, sólo permaneció ahí, viendo sin observar y casi completamente perdido en el montón de imágenes que habían llegado en un chispazo a su cabeza.
“No te has alejado todavía”
Reese lo había dicho así, tal cual, con tanta seriedad que le había tomado genuinamente por sorpresa en el momento y casi como…
«Como si hubiese estado esperando que lo hiciera…»
«Oh, Dios»
En lo que pareció un insignificante parpadeo, una extraña oleada de molestia lo embargó por dentro, haciéndole sentir asquerosamente burlado de repente.
Porque ¿y si Stevie tenía razón?
¿Y si realmente la reacción natural sería sólo alejarse y nada más?
La realización llegó a él como un destello.
«Tal vez… realmente espera que no haga nada más que eso», pensó.
¿Sí? Pues, al diablo.
Si Reese se creía lo suficientemente listo para engañarlo, Malcolm no iba a dejarlo.
Claro que no.
Ahora era algo personal.
.
.
.
.
.
Notes:
☺14☺
¡Hola! ♥ ¿Qué tal?
A ver, sé que me tardé más de lo normal, pero creo que los capítulos no resultaron tan cortos… ¿no?
En verdad espero que los hayan disfrutado y les entretuvieran, las cosas (según mis planes) estarán un poco más movidas de ahora en más, así que ya veremos cómo se acomoda todo <3
Muchísimas gracias por su paciencia a quienes siguen leyendo esto, sé que he estado tardando en actualizar (al menos a lo que acostumbro), pero no es por gusto, sino porque mi vida actualmente así me lo exige, qué más quisiera yo que poder dedicarme únicamente a escribir y publicar historias de estos dos 3 Igualmente quiero agradecerles por su apoyo, porque en cualquier forma que deciden darlo me anima un montón a seguir
En fin, no les quito más el tiempo, espero que tengan una gran semana, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que pudieran leer esto, cuídense mucho, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 15: Pues bien
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Era un idiota.
Un completo y absoluto bastardo idiota y desconsiderado.
Malcolm no había dejado de pensarlo desde hacía horas, y no podía evitar reafirmarlo con más ganas en ese instante mientras lo veía.
Reese estaba ahí, apenas a un par de metros de distancia sentado en el sofá como si nada, viendo la televisión con Dewey al lado como si fuera la cosa más natural del mundo en estos días, y claramente despreocupado de todo lo demás sucediendo a su alrededor.
¿Cómo podía estar tan tranquilo?
Eso sólo sumó obviedad al hecho de que no era más que un engaño.
«Pues bien…»
Malcolm avanzó sin más y se sentó sin decir nada justo al lado izquierdo de Dewey, quedando confinado en el pequeño espacio en medio de los dos. La cabeza de su hermanito giró instintivamente a su costado y, cuando Malcolm no intentó mirarlo de vuelta, supo que lo iba a preguntar. Porque sí, Dewey podía ser increíble y vocalmente perspicaz cuando se lo proponía.
—¿Qué haces?
—Nada.
—¿Nada?
Malcolm se encogió de hombros, mirándolo por fin.
—Deberías revisar tu escondite —dijo—. Cuando venía hacia acá vi a los perros de la señora Miller bastante entretenidos por ahí.
Ver la expresión de Dewey pasando de intriga a alarma casi le hizo reír.
—¿¡Y esperas hasta ahora para decirlo!?
—Oye, acabo de llegar —respondió, pero Dewey ya había salido corriendo antes de escucharlo.
Y,
—¿Qué fue eso?
La voz de Reese era una casi divertida cuando preguntó, y fue entonces que Malcolm reparó en lo que en esencia había hecho y lo sintió de lleno; el contacto directo que la forzada cercanía había causado, quemando desde sus brazos y hasta sus piernas por encima de la ropa.
De nuevo, y tomando una inhalación profunda para dejar de lado esas divagaciones del momento, se encogió de hombros como si la respuesta fuera obvia.
—Si no le decía-
—Sabes que no me refiero a eso.
Malcolm suspiró cuando se volvió claro que Reese no iba a dejar de verlo interrogante.
—¿Entonces a qué?
—Creí que me evitarías el resto de tu vida —respondió, señalando con un movimiento de cabeza la forma en que estaban claramente pegados el uno al otro—… O que por lo menos tratarías de insultarme.
Malcolm ignoró lo último.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —Reese pareció desorientado por un segundo, antes de entornar los ojos y observarlo con sospecha— No sé, ¿tal vez porque te dije que me gustas?
«¿Cómo puede ser tan descarado?»
Conteniendo el extraño efecto que la irónica pregunta le causaba, Malcolm presionó sus labios en una diminuta mueca, poniendo los ojos en blanco sólo para enfatizar su obvio fastidio con la situación.
—No hablabas en serio.
Pero Reese no cedió.
—Lo hacía —replicó—. Hablaba muy en serio.
«¿Por qué insiste tanto?»
Malcolm se giró por completo a verlo, sólo para darse cuenta de que Reese ya estaba mirándolo con la misma seriedad que parecía serle últimamente una costumbre.
—Reese, basta —pidió—, no juegues con esas cosas. No tienes que hacerlo. Si querías una alternativa para no decirme que aún te afecta… eso…, podrías haber encontrado una mejor, ¿sabes?
—No estoy jugando a nada, Malcolm.
Malcolm gruñó por lo bajo y negó con la cabeza, mordiéndose la boca de impotencia ante la testaruda actitud que su hermano parecía negado a abandonar.
Dios, es que, ¡estaba empezando a molestarse en serio!
—Los dos sabemos que lo que dijiste no es verdad —contestó con mayor firmeza que antes—. No puede serlo. Estoy bastante seguro de eso.
Reese bufó una risa.
—¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?
—Porque eres mi hermano. Porque soy un chico. Porque- Dios, ¡porque soy todo lo contrario a lo que te gusta física e intelectualmente! —enumeró—… ¿Quieres que continúe?
—No.
Malcolm asintió.
—Así que, hasta que no me-
—Deberías tener razón —lo cortó Reese, irritado y clavándole los ojos verdes ahora con abrumadora rigidez—. Sé que deberías tener razón en todo eso, pero no la tienes.
—¿Disculpa?
—Por todas esas cosas, y más, no debería sentir esto. Lo sé. Carajo, claro que lo sé… Pero aun así lo hago. No puedo evitarlo. No puedo evitarte... a ti, Malcolm.
Reese ya había dejado de mirarlo, bajando el volumen de su voz con cada palabra que decía hasta que se volvió casi inaudible. Tanto que, por un momento, Malcolm creyó que había empezado a imaginarlo.
Y a decir verdad había estado a punto de preguntarle; había estado a punto de decir exactamente lo que pensaba…, pero entonces, justo cuando abría la boca para hablar, Reese elevó la cabeza en apenas una fracción de segundo hasta enfocar sus ojos con los suyos otra vez, ya indudablemente serios y entornados y-
Un firme e inesperado tirón a sus muslos le arrancó el balance, y le provocó un vuelco en el estómago junto a un jadeo que acabó dejándolo sin aire.
Malcolm había cerrado los ojos por instinto, apretándolos con más fuerza una vez que su espalda terminó por completo aplastada contra la superficie del sofá y un manto de calor pareció abordarlo por encima.
Era claro lo que había pasado, Malcolm lo supo en un instante, y aunque una gran parte de él prefería permanecer en la oscuridad tras sus párpados cerrados…, aun así, se obligó a abrirlos con tentativa lentitud.
Tiempo atrás, el tener el rostro de Reese a esa ínfima distancia de su cara tendría que haber sido suficiente para provocarle serias ganas de golpearlo con tal de sacárselo de encima… Sin embargo, pese a esperárselo, no lo hizo. No lo hizo… porque lo cierto era que el acto no le causó ni las ganas ni el desprecio. En realidad, no le generó nada comparable con la sorpresa y la parálisis en la que parecía entrar cada vez que Reese le clavaba la mirada de esa forma peculiar, y,
Malcolm se notó a sí mismo quieto, increíblemente inmóvil y absolutamente atento, a pesar de que ninguno había dicho una palabra o producido algún sonido. Su pecho subiendo y bajando con cada muda y agitada respiración pareció quemar por dentro, imitando de alguna forma potenciada a la temperatura manando del cuerpo sobre el suyo, y sus dedos, finos y delgados, se aferraron tensos a la tela contra la que descansaban. Pensando, siempre pensando. Un intento por saber qué ocurría tras la mente y la adherencia de los ojos verdes que no dejaban de observarlo. Y-
—Deja de hacer eso, Malcolm.
—U…h… ¿Qué?
—Que seas mi hermano es lo más jodido aquí, y de todos modos te las arreglaste para atraerme de una forma que nunca me esperé —dijo Reese al fin—. Que seas un chico, o no, me tiene sin cuidado después de eso. Y, con un demonio, ¿que eres todo lo contrario a lo que me gusta? —bufó— No. No tienes ni una jodida idea de lo que estás diciendo. Desearía que así fuera, pero no lo es.
Malcolm no respondió.
No lo hizo en un principio. No mientras las estúpidas palabras seguían asentándose en su cráneo y mezclándose una a una con otro montón de ellas provistas por su asertiva incredulidad.
La misma que le obligó a enfrentarle la mirada con la repentina oleada de irritación volviendo a aparecer unos cuantos segundos después porque, «sí, claro».
—Oh. ¿En serio? —devolvió, audiblemente irónico y observándolo desde abajo con los ojos entrecerrados por sus pestañas— ¿Y qué hay de Bethany?
El nombre se sintió como un papel de lija en su garganta, y Malcolm presionó los labios en una mueca inevitable cuando la verde mirada de Reese volvió a la suya con aparente confusión.
—Ella no tiene nada que ver con esto.
Fue casi… ácida… la manera en que la sardónica sonrisa invadió una diminuta zona de su boca antes de dar paso a un completo gesto de desdén.
—¿De verdad?... Porque recuerdo muy bien que esa noche habías ido allá a decirle que “la amabas” —resopló, instaurando una pequeña pausa lo suficientemente pesada en sí misma para denotar lo que implicaba—. ¿Y qué? ¿Realmente pretendes que te crea todo esto ahora?
—Eso fue-
—Ni siquiera me miraste —lo cortó, sintiendo el nudo imaginario tensando más y más su rígida garganta—. No pudiste ni dirigirme la palabra… Tú no…- No hubo nada. Ni un insulto, ni un simple parpadeo… Tú… dejaste muy claro lo que pensabas… y sobre quién lo hacías.
Nunca, ninguno de los dos, había mencionado eso frente al otro.
Nadie lo había hecho. Ni siquiera la vez en la que Reese parecía tan furioso como para querer desmembrarlo en su sitio cuando Malcolm se le había enfrentado de lleno por fin y él había acabado explotando directamente en su cara…
Era casi como si ambos lo evitaran a conciencia.
Al menos Malcolm estaba seguro de que él lo hacía hasta estando a solas…, y, no obstante, ahora…
No había podido evitarlo.
Por mucho que cualquier cosa relacionada con ese momento le asqueara, Malcolm no podía evitar evidenciarlo también.
Y, aun así…
—Hm. Tan claro no sería si aún a día de hoy no lo entiendes…
—¿Qué?
Reese lo veía con tanta fijeza y seriedad al decirlo que lo descolocó, y Malcolm apenas contuvo la extraña ansiedad de morderse la boca cuando la verde mirada se desvió completamente de la suya, reparando en cada pequeña facción de su rostro con descaro y atención.
Ser tan absolutamente escudriñado se sentía raro y curioso al mismo tiempo, y mientras permanecía pensando en ello, tan estático como si físicamente lo hubiese anclado, Malcolm percibió su pulso preocupantemente acelerado, porque entonces Reese sonrió.
Sonrió de la misma maldita manera infernal que últimamente no hacía más que ponerle los pelos de punta y, cuando finalmente habló, la sensación de desazón sólo se potenció.
—¿Sabes? En verdad me gusta esta vista.
«¿Ah?»
—Claro que… siempre podría mejorar —dijo, y entonces hizo una pequeña mueca dando un ligero tirón a su camisa—…, pero definitivamente es una de mis favoritas.
Malcolm abrió la boca, dispuesto a protestar, pero las grandes manos, colándose con ávida decisión bajo la tela y aferrando con firmeza su cintura mientras Reese se inclinaba aún más cerca para enfatizar, le cortaron la respiración, y las suyas reaccionaron apenas por instinto, afianzándose inútil y nerviosamente a las sólidas muñecas tanto como la insuficiente longitud de sus dedos se lo permitían, y-
«Oh, Dios»
Algo en su vientre se tensó, y Malcolm sintió el corazón latiéndole con fuerza en los oídos cuando los ásperos pulgares acariciaron casi delicadamente la tierna zona bajo sus costillas.
—¿Tienes idea de cuántas veces nos he imaginado en esta misma posición?
Ahora sí, de verdad quiso apartarlo. Sus ojos se abrieron tanto como podían, y su cara se sintió tres veces más caliente porque fue como si al fin fuese realmente consciente de la postura en la que estaban. Sin embargo, le había sorprendido tanto que ni siquiera pudo reaccionar o contestar.
No podía moverse. No podía-
—Me gusta ver tu cara. Me gusta ver tus ojos y la forma en que tus labios tiemblan como si no tuvieran idea de qué hacer —murmuró Reese, ronco y lo suficientemente bajo para casi creer que estaba alucinando—… Yo sé lo que podrían hacer, Mal…
Una oleada de calor se extendió desde su centro, y Malcolm se odió cuando lo único que pudo hacer para evadirlo todo fue cerrar los ojos con fuerza tratando de no verlo.
—¿Quieres saberlo…?
Había algo, una parte de él que internamente no dejaba de gritar, repitiendo «¡Basta! ¡Basta! ¡Basta…!», mientras otra le impedía hasta pensar, dejándolo petrificado y con la lengua aletargada, incapaz de hacer nada más que seguir escuchándolo y rogar que se callara, y,
—Tienes curiosidad, ¿no?
Esta vez habló contra su piel, con los labios arrastrándose con suavidad por su mejilla debido al movimiento y causándole un nuevo escalofrío.
Malcolm creyó que se iba a desmayar.
—Vamos, Malcolm, sólo tienes que decir que sí… Sólo eso y-
—Suficiente.
Ni siquiera supo cómo, pero su voz por fin logró salir de su apretada garganta como un grano de arena en un reloj.
Malcolm se odió.
Y entonces lo odió a él también, porque a pesar de conseguir que se echara ligeramente hacia atrás, una nueva expresión burlona y tensa apareció;
—Ow… Mírate, eres tan lindo… Intentando hacerte el valiente cuando no dejas de temblar… ¿Quieres que te deje salir ya, princesa?
Malcolm entornó los ojos con molestia, aferrándose casi involuntariamente al tono de ironía goteando en la oración y sintiendo el repentino enfado eclipsar a todo lo demás.
Imaginar que Reese tuviera que recurrir a esa clase de artimañas sólo para alejarle…, le provocaba serias ganas de golpearlo.
«Idiota»
Por supuesto, el tema con ellos dos era que los golpes no eran precisamente cosa de Malcolm. No si se trataba de ganarle en una pelea seria a Reese. Y aún menos en su estado actual…
No. Era Reese a quien se le daba usar los puños al grado de inconsciencia, mientras que Malcolm usaba la cabeza.
Pues bien.
Colocando una mano contra su pecho, Malcolm lo empujó hacia atrás con pausada firmeza, logrando moverlo apenas lo suficiente para volver a su posición original y respirar, internamente sorprendido de que Reese le permitiera apartarlo sin más.
Y entonces,
—No me asustas, Reese —dijo, cruzándose de brazos al mismo tiempo que volvía a enfocarse en la colorida imagen del televisor—. Y tampoco vas a ahuyentarme, así que deja de intentarlo.
Todavía sintiendo el corazón en los oídos a pesar del torpe intento de envalentonamiento que acababa de interpretar, a su lado, Malcolm escuchó a su hermano tomar aire para responder. Sin embargo, antes de que Reese realmente pudiera hacerlo, la puerta de la entrada se abrió, dejando ver a Dewey entrar acalorado, sucio y con un puñado de dulces intentando desbordarse entre sus manos.
—¿De qué me perdí?
.
.
.
.
.
Notes:
-○- 15 -○-
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Perdón por la tardanza, quisiera haber podido traerles la actualización hace un montón, pero no he tenido vida estas semanas… 💔
Borraron historias de mi cuenta en otra plataforma también, así que ya se imaginarán que me pegó mal 😔. Sigo triste por eso, por lo que se perdió con eso, sobre todo las interacciones y los comentarios que ya no pude responder porque con tantas ocupaciones nunca pude darme el tiempo de hacerlo y de la nada me enteré que me habían eliminado todo… y bueno, así mi vida estos días ❤️🩹En fin, no abandono mis historias, y seguiré publicando todas y seguiré escribiendo más hasta que deje de tener ideas porque es algo que de verdad amo hacer...
Muchas gracias a los que siguen pendientes de las actualizaciones, gracias por su tiempo y sus comentarios, el apoyo que recibo de ustedes me anima mucho a continuar con estos pequeños proyectos ♥. Espero que disfrutaran el capítulo, que valiera la pena tanta espera, o que al menos los entretuviera <3Cuídense mucho, bonito día, tarde, o noche, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 16: Ambigüedad
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Reese se consideraba a sí mismo como alguien de pensamientos simples.
Francamente hablando, él no era un tipo de indecisiones. Al contrario; por lo general, y a excepción de muy particulares ocasiones, sabía lo que quería y lo que sentía.
No era un evento común notarse dividido por algo, tomando en cuenta, claro, lo mucho que detestaba las complicaciones…
Pero, por supuesto, Malcolm adoraba complicarle la existencia. Y en realidad, pensándolo bien, esa era probablemente la única manera en que Reese aceptaba tenerlas de vez en cuando. Debido a él.
Y era por su culpa y la de ninguna otra persona, que ahora mismo no supiera si estaba más enojado… o aliviado.
Honestamente era algo confuso en todo el sentido de la palabra; porque Reese siempre había pensado que, si se lo decía algún día, Malcolm saldría huyendo y que haría cuanto le fuera posible para ignorarlo y dejarlo de lado hasta que, con suerte, acabara por superar el tema o algo similar. Después de todo, conociendo su tendencia a la teatralidad y el victimismo, no esperaría que reaccionara de otra forma…
Y, sin embargo, no había sido así.
«Huh»
¿Era algo estúpido que se sintiera tan aparente aliviado por ello?
Quizás lo era, sobre todo considerando que lo mismo que le provocaba esa extraña sensación de inesperada tranquilidad, a la vez le causaba una de increíble enfado.
¿Curioso? No. Más bien desesperante.
Malcolm era tan cuadriculado que creía que Reese no hablaba en serio, y eso…
Eso en verdad le hacía enojar.
Porque ni siquiera le había dicho toda la verdad. Ni siquiera le había dicho que en realidad hacía mucho más que gustarle, y- Con un demonio, a él mismo le encantaría que todo eso se tratara de una simple y maldita broma… ¡Pero no lo era!
No lo era, y se sentía como un jodido puñetazo en la garganta que se atreviera a dudar de ello.
«Pequeño ingrato…»
Claro que, quizás, estaba exagerando un poco.
Si Reese intentara ser al menos un tanto racional, podría aceptar que pensar eso era lo más lógico también. Después de todo, ese tipo de confesiones claramente no eran lo primero que podrías esperar, ni creer, viniendo de tu hermano… ¿no?
No, él lo sabía, y, siendo honestos, gran parte de él también lo entendía… pero, aun así, lo cierto era que incluso desde antes de entender lo que sentía, Malcolm poseía una indiscutible capacidad para alterarlo como ninguna otra persona.
La diferencia estaba en que ahora a Reese le resultaba muchísimo más claro y (parcialmente) desesperante todavía.
Y sí, probablemente debería preocuparle más el hecho de que Malcolm tuviera tanto poder de influencia sobre sus emociones (porque, vamos, ciertamente lo tenía, eso no había manera de negarlo), pero, de cualquier modo, maldito él, Reese no podía evitar sentirse algo fascinado por ello al mismo tiempo.
Por supuesto, sabiendo lo mucho que Malcolm por sí solo le fascinaba todo el tiempo, tampoco podría ser de otra manera, ¿cierto?
Y tal vez era por su naturaleza peligrosamente desquiciada, o por la infinita hambre de tomar cualquier cosa que tuviera que ver con él…, eso Reese no lo sabía, no lo tenía claro, y para este punto tampoco era que importara demasiado, pero, por algún motivo, el que no le creyera había acabado sintiéndose medianamente como un reto para su trastornado ser.
Porque Reese no había planeado decirle nada antes de eso. No había planeado hacer nada antes de eso, y, no obstante, Malcolm, con su inagotable y desmedida curiosidad consumiéndolo todo el tiempo, había terminado por obligarle a ello.
Bien.
Si eso era lo que quería, se lo daría.
Reese ya estaba cansado.
Quizás no habría pasado a ser algo tan notable si Malcolm no hubiese intentado acercarse a él de nuevo al día siguiente y los posteriores. Sin embargo, lo había hecho, y Reese, por su parte, no había sido nada más que franco.
Esa noche se lo había dicho casi tan clara y directamente como le era posible sin largar el cúmulo entero de emociones comprimidas en su pecho, así que, ¿por qué tendría que huir él, si la advertencia estaba hecha?
No. Al carajo con eso.
Si Malcolm era lo suficientemente necio como para buscarlo después de todo, bien podía atenerse a las consecuencias.
Reese se sentía tan harto de contener todo lo que cargaba, que ya ni siquiera le importaba guardar las distancias con su hermano sólo por consideración. Él no era así. Nunca había sido así, y no le interesaba serlo más.
Además… si bien era posible que meterse en ese lío acabara costándole mucho más que sólo algo de frustración, sería una mentira si dijera que no quería obtener al menos algo de compensación.
“No me asustas, Reese”
Casi sintió ganas de reír.
Malcolm intentando hacerse el valiente cuando no era más que un visible nudo de nervios le causaba una enorme satisfacción. Definitivamente eso era agradable.
Demasiado. Y, sin embargo, en ocasiones también le daba serios dolores de cabeza.
A veces quería odiarlo.
Se lo había dicho, y honestamente era verdad. El problema estaba en que incluso en las pocas situaciones en las que deseaba eso, al mismo tiempo no podía dejar de querer amarlo de tantas formas como le fuera posible.
Dividido entre el constante quiero y el asfixiante no debo, Reese comenzaba a sentirse desesperado.
De nuevo, le pareció injusta la facilidad con la que Malcolm podía hacer desarreglos con sus emociones sin siquiera notarlo. Pero… así eran las cosas, y el dilema realmente estaba en que ya no podía distinguir si el hecho le desagradaba tanto como seguro debería…
Para tratarse de alguien tan visceral como él solo, Reese casi podría burlarse de sí mismo de vez en cuando;
Pensar que, según su propio humor, Malcolm fuera capaz de inducirlo a un estado de irritación y trasladarlo a uno de absurda calma con sólo un inconsciente aleteo de espesas pestañas, resultaba francamente bochornoso.
Reese sabía que notarse a sí mismo tan ridículamente ligado a ese tipo de cosas únicamente por la satisfacción de observarlo tendría que provocarle un serio autodesprecio, y, no obstante, ahora mismo no había nada más que una sensación insuperablemente cálida llenándole las venas mientras lo miraba:
Todo, desde la delicada curvatura que la conexión de su frente y su nariz armoniosamente dibujaban, hasta el contraste de inocente azul bebé y el sutil rosa-durazno de sus labios, era genuinamente… hipnotizante.
Y,
—¿Tengo algo en la cara? —escuchó.
Malcolm lo veía con toda la sospecha que podía reunir entre pestañas casi entrelazadas y una ceja ligeramente arqueada. Y Reese, todavía sin dejar de mirarlo a unos cuantos pasos de distancia y conteniendo la gracia que le causaban la postura incómodamente girada frente al fregadero y la curiosa mueca de obvia intriga surcándole las facciones, sólo sonrió y se encogió de hombros.
—Unos ojos y una boca muy bonitos —respondió, abandonando su posición de brazos cruzados y el apoyo que mantenía contra el espacio de muro entre la estantería y la puerta de su habitación, para avanzar y acercarse un poco más—… Aunque tu nariz también es muy linda y-
—¿Qué?
Malcolm pareció atragantarse con su propia saliva tras enderezarse por completo, mirándolo como si acabara de salirle una cabeza extra en un par de intermitentes parpadeos.
Por supuesto, Reese sabía la razón de su incredulidad; él nunca antes le había dicho algo como eso, aun si lo había pensado recurrentemente desde hacía tanto tiempo.
Sin embargo, lo cierto era que justo por ese motivo, entre otros, se había permitido hacerlo.
Después de todo, genuinamente lo creía, y dado que ya no tenía por qué esconderse o aguantarse… ¿por qué no?
Además, las reacciones de vergüenza tan absolutamente espontáneas y naturales de Malcolm le eran en serio demasiado adorables como para perderse incluso la más mínima oportunidad de obtener alguna.
—Sí… —soltó contemplativo, más para sí mismo que para Malcolm e ignorando a propósito la aguda pregunta que había hecho— Definitivamente eres bonito.
El usualmente pálido color de su cara volviéndose rosa y más tarde un rojo suave volvió a hacerle sonreír, y Reese tuvo que apretar los puños a sus costados para no alargar una de sus manos y tocarlo cuando empezó casi a balbucear sin saber bien qué decir.
«Aunque…» pensó, «¿qué más da?»
Reese se movió, guiado principalmente por el instinto que no dejaba de gritarle desde adentro que lo hiciera, y notó casi al instante la absurda complacencia rodearle el pecho cuando sintió a Malcolm agitarse en el momento en que sus dedos hicieron contacto con la delicada piel de su mejilla.
—¿Qué estás…?
Era suave, e increíblemente cálida gracias al sonrojo cubriéndolo por todas partes. Su pulgar, contrastantemente áspero en comparación, viajó casi en propia voluntad desde el pómulo hasta la esquina de su boca…; la maldita boca que no había dejado de torturarlo en más de un sentido desde hacía tanto y-
—O-oye…
Su pulgar alcanzó la húmeda y magullada zona del labio inferior que en cierto punto de su pena y su incredulidad Malcolm terminó mordiendo casi con demasiada fuerza, y la tersa y esponjosa textura ardió contra su piel, encendiendo los nervios y los músculos de su brazo entero en una hilada de calor que se regó hasta abrasarle el corazón… y Reese tragó, fascinado entre la sensación y la visión, ansioso de extender aún más el alcance de la incandescente calidez, de probar su límite antes de caer…
Pero, un fugaz parpadeo más tarde, y antes de que pudiera hacer otra cosa, ya tenía un par de manos cubriendo su propia boca del mismo modo en que lo habían hecho hacía sólo un par de noches, y,
—Basta. ¿¡Estás loco!?
De algún modo, sin realmente notarlo había comenzado a inclinarse, y no fue sino hasta ese momento, mientras reparaba en la forma en la que Malcolm lo veía con ojos casi azorados que pasaban de él a sus alrededores cada dos segundos, que se dio cuenta de que él mismo había estado conteniendo la respiración.
Era una imagen graciosa; la expresión en el rostro de su hermano menor.
Reese genuinamente se habría reído en voz alta si no fuera porque el corazón no dejaba de golpearlo con fuerza aturdidora desde adentro, obstruyendo su garganta.
Sin embargo, ahora mismo no podía siquiera pensar en darle importancia a eso. No podía pensar en nada. Ninguna otra cosa además de lo que tenía justo frente a él, atrayéndolo como un potente imán a un trozo de metal.
Entonces pasó saliva con dificultad, inclinándose más, acercándose más…, guiado por el instinto calentándole las venas, los músculos y toda extremidad, dejándose llevar hasta que su nariz tocó a la otra más pequeña, y,
Reese no hizo intento alguno por retirar las manos cubriéndole la boca, pero no pudo evitar sonreír tras ellas en el instante en que Malcolm apretó los párpados con fuerza en un torpe y entrañable gesto reflejando el tenso estado de sus nervios.
Y, con un demonio, en verdad era lindo.
Algo tan simple como eso no debería parecérselo, pero aun así lo hacía.
Resultaba casi estúpido que Malcolm le provocara cosas sin siquiera hacer nada elaborado en realidad, o que lograra prácticamente hipnotizarlo sin al menos intentarlo y-
Dios, en serio quería abrazarlo.
Quería sentir, de lleno esta vez, cada curva y planicie que no había parado de imaginar una y otra vez bajo todas esas estorbosas capas de ropa cubriéndolo todo el tiempo y-
—Reese…
«Joder»
Una especie de corriente atravesó su torso, bajando desde el pecho hasta la zona baja de su vientre y asentándose peligrosamente densa en el corazón de su entrepierna, y le pareció casi sorprendente la increíble ambigüedad de todo; la forma en la que Malcolm le causaba tal grado de ternura y a la vez conseguía provocarle serias ganas de mandar todo al infierno para hacer algo impensable ahí y ahora después de algo tan simple como oírle decir su nombre; la forma en la que podía ser tan astuto en su día a día y aun así tener momentos tan inesperadamente ingenuos propios de un niño inexperto; y… la forma en la que podía continuar pareciendo una idea remota de su mente trastornada a pesar de la circunstancia en la que ahora estaban… porque,
Carajo. En serio quería tocarlo.
Quería hacerlo de todas las formas posibles, en cada maldito sentido existente, aprenderlo de memoria y luego volver a hacerlo todo una, y otra, y otra vez, y,
—Reese —volvió a escuchar con más firmeza, y él se encontró a sí mismo tomando una inhalación profunda antes de abrir los ojos que ni siquiera había notado haber cerrado, sólo para encontrarse con la imagen de Malcolm, insuperablemente rojo y viendo en todas direcciones, evitando su mirada.
—¿Hm…? —tarareó en respuesta, impasible y deslizando el pulgar con insana lentitud en dirección a su mentón, y luego, imitando el gesto con el resto de sus dedos, delineando parte de su cuello y el inferior de su mandíbula hasta asentarse en la delicada curvatura sobre su hombro y su clavícula.
Malcolm dijo algo, algo que sonaba débil y dudoso, como en un hilo de aliento. Reese lo supo porque literalmente había logrado sentir la vibración de la sonrosada garganta contra su mano y, sin embargo, no le prestó verdadera atención, demasiado enfocado en la blanda y fina textura acariciándole las puntas de los dedos y en la bonita imagen de erizada piel llenándole los ojos…,
Y entonces,
—…déjame salir.
Cuando lo escuchó, entre murmullos inestables y palpable nerviosismo, algo dentro de él se removió. Reese ni siquiera se había percatado de que había continuado acercándose cada vez más, reduciendo inconscientemente la distancia entre ellos al punto que terminó atrapando a Malcolm entre el fregadero y su propio cuerpo, mientras su otra mano, la mano que se suponía permanecía laxa a su costado, había acabado haciendo su camino hasta rodearle la cadera con latente posesividad.
Sin pensarlo, sus dedos instintivamente se apretaron en un férreo espasmo, y bastó escuchar el bajo sonido de un quejido atravesando sus oídos para que algo en su cabeza cortocircuitara en un chispazo.
“…déjame salir…”
Los enormes ojos azules mirando a los suyos de manera ofuscada resultaron más ruidosos que la misma petición, y contra todo pronóstico, Reese finalmente lo soltó.
Lo hizo, aun cuando hacía menos de una hora se encontraba totalmente resuelto a echar por la borda cualquier rastro de su consideración con Malcolm. Lo hizo, aun cuando el caliente espasmo en sus entrañas se rehusaba y sus patéticos deseos reprimidos lo asfixiaban…
Reese se alejó por fin dando un par de pasos hacia atrás, pensando irremediablemente al mismo tiempo en lo curioso que era el que su hermano no hubiese intentado alejarlo antes de verdad, permaneciendo en cambio extrañamente quieto.
O, por lo menos, tan quieto como podría considerarse con sus indudables nervios…
Y perdido todavía entre la bruma que era su cabeza luego de tenerlo tan desquiciantemente cerca, Reese apenas registró la manera en la que, por supuesto, Malcolm había desaparecido del lugar tan pronto como tuvo algo de espacio disponible para hacerlo; y ahí, todavía con la delicada sensación de calidez llenándole las manos y las contrariadas emociones de agitación y frustración acrecentándose en su mente, en mitad de todo, él no pudo evitar sonreír con sádica burla otra vez.
“No me asustas, Reese… Y tampoco vas a ahuyentarme, así que deja de intentarlo”
«Sí, claro…»
.
.
.
.
.
Notes:
¡16!
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?Traigo nuevo capítulo, yay!
¡Feliz Navidad! 🎄✨🥹
Es muy tarde, ya lo sé, pero sólo puedo agradecerles por el apoyo que me han dado este año, y desearles uno próximo lleno de felicidad y prosperidad ♥
Espero que disfrutaran el capítulo, o que por lo menos les entretuviera, ya ustedes me dirán. De cualquier modo, más que nada deseo que estén muy bien 🙏🏻
Cuídense mucho, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que puedan leer esto. ¡Felices fiestas! Yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 17: Efectos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Malcolm iba a entrar en shock.
En serio.
Estaba completamente convencido de que acabaría haciéndolo, si es que no lo estaba ya.
Dios… Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba ahí.
Nunca antes había sentido tanta presión interna en su vida como parecía hacerlo ahora cada vez que Reese hacía algo que acababa por descolocarlo. Lo cual, muy a su pesar, sucedía más a menudo de lo que le gustaría.
Tal vez lo peor de todo era el estado de trance en el que el mismo Malcolm parecía entrar automáticamente siempre que ocurría.
Incluso ahora, en ese momento, estando solo y encerrado en el baño como un cobarde tratando de regular su estúpidamente agitada respiración, no terminaba de entender por qué lo hacía en primer lugar.
Es decir, era obvio que nadie podría permanecer como si nada luego de tener a su hermano tan cerca y con comportamientos tan inapropiados como los que Malcolm acababa de experimentar, pero…, honestamente, su mayor duda y preocupación no era eso, sino su propia reacción ante ello.
O, más bien, la falta de ella.
Porque se había quedado ahí. ¡Ahí! ¡Sin hacer nada más que interponer sus manos entre ellos como si fuesen su única defensa!
Se había paralizado, permaneciendo en el mismo punto sin siquiera pestañear por un buen rato mientras algo se tensaba dentro de su vientre y su cerebro recordaba sus propias palabras de falsa valentía en medio de todo eso.
En ese momento se había sentido mareado, y como si una oleada de calor lo golpeara por todas partes. Con la ridículamente intimidante figura de Reese robándole el oxígeno y la capacidad para pensar, tan abrumadoramente cerca que le costaba respirar.
“Sí… Definitivamente eres bonito”
Dios, ¿por qué tenía que decir eso?
No tendría que haberlo dicho. Ya ni siquiera porque se trataba de su hermano, sino porque no era el tipo de cumplido que se le hacía a alguien como… pues, como él.
Repentinamente ansioso, Malcolm mordió su labio antes de soltarlo como si quemara, llevándose una mano a la boca y notando su rostro arder en rojo a través del espejo luego de recordar la acalorada sensación del infame pulgar recorriéndolo con incomprensible devoción.
¿Por qué...?
No tenía sentido.
Malcolm había conocido a Reese durante toda su vida, y, aun siendo su excéntrico hermano, nunca le había parecido tanto un desconocido como llevaba haciendo en los últimos meses después de volver.
Era raro porque, de algún modo, una parte de él sabía que el Reese de siempre seguía ahí. Lo había presenciado desenvolverse con el resto de personas a su alrededor de una forma, si bien no idéntica a la de antes, sí una similar a la que lo caracterizaba en general.
“Tú… pareces actuar igual que siempre con todo el mundo, pero conmigo… ¿tanto me odias?”
Sus propias palabras regresaron haciendo eco en su cabeza, y Malcolm pensó que, sí, probablemente había sonado algo patético al quejarse, pero en serio dolía que así fueran las cosas.
Por una parte se sentía estúpido pensando que, en realidad, a él no tendría por qué importarle tanto. Pero al mismo tiempo había otra que simplemente no podía dejar de sentirse herida sólo de recordar cada ocasión en la que había llegado a tratarlo con indiferencia.
¿Desde cuándo Reese se había vuelto tan malditamente importante para él? No lo sabía.
No lo sabía y, no obstante, por la que probablemente era la misma razón, no podía evitar aferrarse a recuperar algo de su antigua relación.
Suficientemente curioso, desde el momento en que le había dicho esa tontería sobre él… gustándole…, Reese parecía haber regresado a algo más parecido a lo que Malcolm reconocía… aun si era mezclado con repentinos acercamientos por demás insanos.
Hasta el momento, ninguno tan abrumador como el de la cocina.
Malcolm todavía podía sentirse a sí mismo temblar como una hoja, con el impresionante calor del cuerpo ajeno embriagándole en todas direcciones y la insoportable sensación de ansiedad hormigueándole los labios.
Porque honestamente creyó que iba a besarlo.
Estaba tan absolutamente seguro de que iba a hacerlo, que lo único que se le había ocurrido en el momento era ese movimiento torpe e infantil para evitarlo.
«¿De verdad…?»
Se mojó la cara con agua fría, intentando despejar la tonta voz haciendo ruido en su cabeza y el montón de imágenes que no paraban de surgir mientras ahogaba un gruñido entre sus manos.
Dios, ¿por qué?
Reese ni siquiera parecía intentarlo… Ni siquiera parecía planearlo…, y, para mayor consternación de Malcolm, por algún motivo, y de alguna manera, siempre se las arreglaba para hacerlo lucir como si todo eso funcionara en un sistema ridículamente fluido y natural…
Y Malcolm, que aparentemente no era más que un desastre, se negaba rotundamente a desmoronarse ante eso sólo porque sí.
«No puede ser tan complicado», pensó, recordándose a sí mismo que él era el inteligente ahí. No podía dejarse manipular tan fácilmente por unos cuantos ataques nerviosos y situaciones vergonzosas.
Malcolm era mucho más que eso, y su cerebro mucho más capaz que una mentira… ¿no?
«Sólo tengo que ser racional»
.
.
.
Claro que, no había demasiado tiempo para hacer eso cuando tu propia madre conspiraba inconscientemente en tu contra.
O al menos tan inconscientemente como podría serlo…, tomando en cuenta la naturaleza del problema.
—Pero, mamá-
Ella suspiró de forma exagerada cortándolo a media protesta, y entonces puso los ojos en blanco, arqueando una ceja casi absurdamente pronunciada y cruzándose de brazos en un gesto por demás severo.
—¿Ahora qué, Malcolm?
—¿Por qué debo ir yo?
La mueca de obviedad que le devolvió fue suficiente para hacerlo removerse sobre sus pies.
No era que Malcolm estuviese siendo un cobarde, claro que no. Simplemente era algo… pues, raro, ser consciente de que tendría que estar con Reese sin nadie cercano a la redonda después de su último incidente…
Aun si era para algo tan aparentemente inofensivo como comprar unas cuantas medicinas.
Porque claro, todo había empezado debido a que su papá estaba enfermo luego de comer alguna clase de comida callejera en mal estado a escondidas de Lois, y ahora todos cargaban con la culpa.
Y aunque honestamente por un momento Malcolm había creído que simplemente lo dejaría retorcerse en su miseria y nada más, considerando que la mujer se había molestado al punto de decidir no llevarlo al hospital… luego de un rato pareció ablandarse lo suficiente como para darle algo del botiquín.
Sin embargo, oh, sorpresa, no había nada que sirviera para eso desde el último incidente, por lo que la última alternativa era comprar más. El problema era que su mamá debía trabajar, y la única persona físicamente sana con un permiso de conducir disponible era Reese.
Contrario a lo que cualquiera hubiera esperado años atrás, Reese nunca había tenido una infracción o ninguna otra clase de problema al conducir… Al menos no desde que le entregaron su licencia tras dar el espectáculo que había montado en televisión para obtenerla por primera vez. Y aun así…
—Porque todavía no estoy lista para confiar al cien por ciento en que a tu hermano no se le ocurra hacer una tontería de la nada teniendo el auto libre.
Ante eso, Malcolm bufó con ironía.
—¿Y qué? ¿Crees que yo puedo detenerlo?
Su propia burla casi le hizo sonreír, y, no obstante, el gesto increíblemente serio que su madre le devolvió en un parpadeo eliminó el impulso por completo.
—Absolutamente.
«¿Ah?»
—¿Por…- Por qué? —cuestionó aturdido— ¿Qué te hace creer eso?
Lois suspiró.
—Porque sabes lo que les sucederá si no lo haces. Porque eres listo. Y porque sabes cómo hacerlo —enumeró, todo mientras revolvía cosas dentro de su bolso como si no dijera nada particularmente importante—… Te lo dije antes, Malcolm, tienes más de mí en ti que de tu padre.
—Creo que no estás-
—¡Por Dios, Malcolm! No les tomará una hora, ¿quieres dejar de quejarte? —lo reprendió. Malcolm cerró la boca conteniendo su gruñido, y, aparentemente satisfecha, Lois le extendió un par de billetes algo maltratados— Ahora toma esto, ve por Reese, y haz que te lleve a la farmacia. No, no vas a conducir sin tu permiso, y no, no te lo devolveré hasta que termine tu castigo. Voy a irme ahora, ustedes lo harán también, y regresarán con todo lo que hay en esa lista antes de que tu padre comience a alucinar de nuevo con otra tontería. ¿Quedó claro?
Malcolm resopló con fastidio.
—Bien. Ya entendí.
Ella asintió conforme, dándole la espalda mientras andaba hacia la salida.
—Llamaré más tarde, y más vale que estén aquí para entonces.
«No podía irse sin una amenaza, ¿no?»
.
.
.
—Para que quede claro desde ahora, mamá te pidió esto a ti —comenzó Reese una vez que pasaron la primera calle—. Yo sólo voy a conducir.
—¿Ah?
—Hablo en serio, Malcolm, no me interesa encargarme de esto sólo porque estés molesto con ella.
Cruzándose de brazos, Malcolm fijó la mirada entrecerrada en la ventana por un par de segundos.
—¿Y desde cuándo eres tan mandón? —resopló, con el inconsciente mohín abultando el centro de su boca y la bochornosa sensación de hallarse expuesto en sus supuestamente disimuladas elucubraciones.
Sin embargo, la manera tan curiosamente natural en la que Reese rio le hizo voltear a verlo cuando el monstruo de la intriga despertó con interés en su sistema, opacando al de su enfado.
—Cuando pasas mucho tiempo en un lugar como en el que yo estuve, una de las primeras cosas que aprendes es el cómo se dan las órdenes —respondió—. Y créeme, eso ni siquiera se acerca a una, sólo que tú eres demasiado delicado.
Malcolm puso los ojos en blanco.
—¿Sí?… ¿Y qué tal acatarlas?
Su hermano suspiró.
—Sí, supongo que aprendes eso mucho antes que cualquier otra cosa —sonrió y entonces soltó un bufido negando con la cabeza—. ¿Crees que mamá es difícil? No tienes idea… Aunque —ponderó—…, sí, pensándolo bien, probablemente sea algo similar, sólo que… bueno, sin la recompensa de agua caliente, televisión, o… pues, otras cosas…
La forma en que lo miró, dejando la frase al aire como si en el último minuto decidiera que no era una buena idea decir lo que pensaba, removió por completo su curiosidad, y- Oh, Dios, no. Eso realmente no era bueno ahora.
Malcolm se aclaró la garganta antes de morderse el interior de la mejilla, buscando despejar el extraño burbujeo abriéndose paso a través de su diafragma y titilando en sus entrañas.
—¿Qué quieres decir?
—Hm. Sólo digo que, además de no tener prácticamente nada de tiempo libre, no hay mucho qué hacer para entretenerte cuando únicamente estás rodeado de otro montón chicos tan idiotas como para enlistarse por las razones equivocadas.
—¿Y qué hay de las chicas?
—No había chicas.
Visiblemente escéptico, Malcolm se giró por completo, esta vez entregando totalmente su atención.
—¿No? ¿Y qué dices de Abby?
Sin apartar los ojos del frente, Reese se encogió de hombros.
—Conocí a Abby después; cuando me enviaron a la base después de la graduación —explicó—. Antes de eso, en el campamento de reclutas, al menos durante el tiempo en el que yo estuve ahí, sólo había chicos, así que no había manera de conocernos hasta entonces.
Malcolm lo observó sin decir nada por un rato, pensando, a través del latente gusto amargo que saberlo le producía, en lo relativamente cerca que había estado de ellos todo el tiempo y lo mucho que aun así le había tomado volver.
La molesta sensación de culpa apareció de nuevo, y tuvo que apartarle la mirada otra vez a pesar de que Reese ni siquiera había volteado a verlo por mantener la atención en el camino.
Y, tamborileando los dedos contra su regazo, Malcolm se mordió con fuerza el centro de la boca por apenas un instante, antes de soltar inconscientemente la pregunta que de algún modo no dejaba de repetirse en su cabeza desde hacía tanto:
—¿Qué tiene ella de especial?
—¿Qué? ¿Quién? —Reese lo miró de reojo— ¿Te refieres a Abby?
—Pues, sí. Quiero decir… ustedes parecían muy unidos… Ya sabes, cuando estuvo aquí.
—¿Por eso creíste que salía con ella?
—No lo digas como si fuera algo tonto —replicó, volteando a verlo con ojos entornados—. Era lo más lógico y-
—¿Y estabas celoso porque nos llevamos bien…, o porque creíste que ella me gustaba?
Malcolm boqueó incrédulo.
«¿Celoso?»
Pero ¿qué-
—¡No estaba celoso!
Para su mayor conmoción, Reese bufó lo que parecía una burlona risa contenida.
—¿Seguro? Porque estoy bastante convencido de que tu humor cambió drásticamente después de que se fue.
—¡Eso…! Dios, ¡no es así, ¿de acuerdo?! Sólo…-
—¿Qué?
Malcolm gruñó enfurruñado, inhalando hondo y presionando los labios en una mueca antes de responder, con los ojos azules brillando en una mezcla entre enfado y vaga decepción.
—No tenías por qué decirle lo que pasó.
—¿Decirle qué exactamente?
—Sabes bien qué —insistió—. Hablo de nuestra- Uhm…, nuestro problema.
Y entonces, rodando los ojos como si lo que acababa de oír realmente le pareciera una tontería, Reese bufó de nuevo.
—Como si tú no se lo hubieras dicho a Stevie…
Malcolm jadeó ofendido; absolutamente atónito con la descarada manera en que intentaba justificarse usándolo a él mismo como ataque y a su amigo como un pretexto.
—Es diferente.
—No me digas… ¿y por qué es eso?
—Porque Stevie nos conoce a ambos y sabe ver las cosas de manera objetiva.
—Oh, así que si no están de tu lado no están siendo objetivos —asintió—... Entiendo.
—¿Y qué se supone que significa eso?
—Olvídalo —suspiró Reese—. No sé por qué te parece tan difícil de creer que nunca hubo nada entre nosotros. Para mí Abby es… Bueno, ella es como mi Stevie, si quieres verlo así.
—¿Disculpa? Yo jamás he besado a Stevie.
—¿De dónde sacaste-
—Adelante —masculló, cortándolo a media oración—, di que no es verdad y estarás llamando mentirosa a tu irritante amiga.
Por un momento, y más que nada debido a la forma en la que Reese lo miró; totalmente descolocado y con la boca ligeramente abierta en un gesto enmudecido, Malcolm creyó que no diría nada. Sin embargo, justo cuando pensó que el ambiente volvería a ponerse tan tenso como solía hacerlo, su hermano comenzó a reír, descolocándolo ahora a él por la franqueza del sonido y la notable apertura en su expresión.
—Sólo fue una vez.
Malcolm refunfuñó entre dientes.
—No te estoy pidiendo explicaciones.
—Suena un poco a que sí…
—No. No lo hago. No me interesa. No quiero saber a quién o a cuántas personas has besado, no quiero saber por qué lo has hecho, ¡y definitivamente no quiero saber que eres bueno en ello!
Dios, en serio había perdido el aliento luego de no parar para respirar ni un segundo.
Malcolm intentó controlar con disimulo el aire tratando de entrar en sus pulmones, viendo molesto y de brazos cruzados la manera en la que Reese parecía contener inútilmente una sonrisa burlona por un instante antes de responder.
—¿Sabes? Para no estar celoso… en serio pareces esforzarte mucho por hacerme pensar lo contrario.
Malcolm puso los ojos en blanco.
—Eres un idiota.
—Hm… ¿idiota? Tal vez, pero soy honesto, al menos.
—Reese…
—¿Sí?
—Sólo conduce y deja de decir tonterías.
—Ja. ¿Y yo era el mandón?
.
.
.
.
.
Notes:
= 17 =
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?¡¡Doble capítulo!!
Mi regalo de Navidad, supongo ♥🎄
Se los dije ya en la nota anterior, pero les deseo nuevamente unas bonitas festividades, que este nuevo año les traiga todo lo bonito en el mundo y completa dicha :’)
Espero disfrutaran los capítulos 💕✨
Cuídense mucho, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, mil gracias por leer y por su apoyo, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 18: Vergüenza
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Para el momento en que llegaron, por alguna razón el ambiente parecía extrañamente mucho menos tenso que al principio. Malcolm se preguntó más de una vez si era normal que el hecho le resultara tan raro como se sentía, porque, aún a estas alturas, seguía dejándole la sensación de tratarse de algo absurdo.
En serio, ¿qué era lo que lo volvía tan confuso?
¿Por qué parecía haber una clase de desnivel emocional en todo eso incluso ahora?
Se suponía que una de las cosas que Malcolm buscaba era devolver su relación a una menos inestable, pero, de algún modo, él mismo se sentía más y más lejos de algo mínimamente parecido a la estabilidad día con día. Lo estaba haciendo incluso ahora, porque por alguna razón no podía dejar de notarse casi tan increíblemente ansioso como inexplicablemente contento por dentro, luego de algo tan simple como mantener una especie de conversación real con Reese que no hubiera acabado propiamente en un desastre como acostumbraba.
Aunque, quizás, el truco estaba justamente en eso; en que debería poder considerarlo algo simple, porque así era como solían ser las conversaciones entre ellos tiempo atrás… y, sin embargo, ahora…
Ahora le resultaba parcialmente tan insólito, que gran parte de él ni siquiera había querido pensar demasiado en ello, apartándose de Reese tan pronto como atravesaron las puertas del establecimiento para ir directo al mostrador y acabar con todo en el menor tiempo posible.
Para su suerte el lugar estaba prácticamente vacío, a excepción de la mujer tras la registradora y un único cliente que estaba terminando de pagar justo cuando Malcolm avanzó.
Sin prestarle demasiada atención a la obvia apatía del anciano que intentaba irse mientras seguía quejándose de algo que él nunca entendió, Malcolm le había entregado la lista de su madre a la chica de la bata blanca, sin decir mucho más que un:
—Todo lo que venga ahí, por favor.
Ella desapareció tras los estantes un segundo más tarde y, sólo ahí, con la boba tonada de la música de fondo que no dejaba de reproducirse una y otra vez por cada mínimo sector, y sin mucho más que hacer para entretenerse, Malcolm se permitió observar con poco interés el resto del lugar, resignado a esperar…
Hasta que su vista dio con Reese.
Lo tenía de frente luego de girarse, y aunque estaba a un buen par de metros de distancia, podía verlo con claridad rebuscando entre las pilas de revistas, visiblemente casi por completo ajeno a su alrededor. Y tal vez por primera vez en mucho tiempo, confiado en la obvia distracción que todo parecía suponerle mientras siguiera concentrado en lo que fuera que buscara, Malcolm analizó con inusual cuidado la apariencia de su hermano;
Quizás lo más llamativo de todo en ese momento era el emblema de la imagen general que proyectaba, porque, por un meditabundo instante, Malcolm se preguntó si realmente había existido una ocasión en la que lo hubiese visto tan aparentemente… inofensivo como en esa; con las pestañas casi descansando sobre los altos pómulos por la forma en que su vista se mantenía clavada abajo, y los hombros, considerablemente más amplios de lo que los recordaba, inclinados en un descenso natural a la falta de tensión…
Y entonces se cruzó de brazos, jugueteando distraídamente con los bordes de las mangas cubriéndole los dedos cuando creyó haber visto la manzana de adán moverse en un parpadeo entre un cambio de página y un ligero arqueo de cejas y su mente pareció emigrar por cuenta propia a las nublosas situaciones en las que había estado muchísimo más cerca.
¿Más cerca de qué?
“Sí… Definitivamente eres bonito…”
Por alguna razón, la memoria de esa selección particular de palabras resonó con fuerza en su cabeza, y Malcolm, mordiéndose reflexivamente el centro de la boca, no pudo evitar la pequeña oleada efervescente que surgía cada que las recordaba de manera involuntaria.
Reese lo había llamado así, pero… ¿por qué motivo?
Honestamente, Malcolm no lo sabía.
Nunca se había sentido similar a sus hermanos en un sentido mental o mínimamente espiritual, y a pesar de que sabía que compartía un par de muy leves rasgos físicos con Dewey, como la forma de sus ojos, o incluso Francis, con el cabello ligeramente rizado…, nunca se había pensado ni un poquito parecido a Reese.
Probablemente porque no lo eran, en ninguna clase de sentido…
“Sí… Definitivamente eres bonito…”
Que Reese le hubiese dicho eso para burlarse de él era muy factible, pero, viéndolo ahí y ahora, Malcolm podría admitirse a sí mismo que, si bien no lo llamaría particularmente “bonito”, Reese no era físicamente desagradable.
Bastante lo contrario en realidad, si era honesto.
Él lo sabía, y estaba al tanto que muchos otros también lo hacían.
De hecho, Malcolm estaba convencido de que, si Reese no se portara como un enorme idiota en ocasiones, tendría a un montón de chicas detrás de él. En primera; porque las había escuchado hablar sobre ello de vez en cuando antes de que su hermano se fuera y con más frecuencia después de que volviera. Y en segunda; porque físicamente tenía muchas de las cosas que la mayoría encontraba atractivas en un chico.
Sus rasgos no eran finos, ni toscos. Era alto, y, también, la afición particular que había manifestado desde siempre a casi cualquier actividad física era notable ahora con facilidad en una forma más allá de sólo visible. Después de todo, Malcolm literalmente lo había sentido en más de una ocasión y-
«No. No, no. Ahora no», se reprochó.
Y sin embargo acabó desviando la mirada en el segundo en que el montón de recuerdos sobre eso comenzó a desplegarse irrefrenable como un incendio forestal en su memoria, generándole una extraña sensación acalambrada en las entrañas que acabó por extenderse al resto de su cuerpo y especialmente su cara.
El molesto y esperado efecto de irritación contra sí mismo relució poco después, casi visible, casi tangible, porque,
Dios…, eran exactamente ese tipo de cosas las que Malcolm odiaba que pasaran.
Porque nunca lo entendía.
Porque habían estado ahí por mucho más tiempo del que podría y quería estimar.
Y porque no servían para nada más que dejarle una eterna sensación de ansiedad por hacer algo.
¿El qué? No lo sabía. Nunca lo sabía.
Pero casi todo lo que tenía que ver con Reese se la provocaba de todos modos y-
—Pues… sólo faltan los preservativos. ¿Cuáles quieres? No especificas nada aquí…
Malcolm estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva debido a la impresión cuando la escuchó.
La voz de la mujer, que hablaba como si le hubiese preguntado algo tan cotidiano como su color favorito, le hizo girarse de repente para verla, sin dar crédito a lo que oía.
Sus ojos se expandieron, y su boca se abrió y cerró igual a la de un pez un par de veces, incapaz de reaccionar con algo más por un momento.
—¿Disculpe?
Ella arqueó una ceja con confusa obviedad.
—¿El último artículo de tu lista?
—Uhm… yo… n-no, no —Malcolm balbuceó, dando un vistazo por inercia en dirección a Reese (que seguía completamente ignorante de todo a su alrededor) al escuchar a lo lejos el sonido de la puerta que anunciaba la llegada de alguien. Y entonces sintió unas increíbles ganas de salir corriendo y arrojarle de vuelta el dinero a su opresiva madre, porque, ¿en serio…? ¿Cómo se le ocurría? —. Sólo… Olvide eso. Sólo llevaré lo otro.
La chica lo observó con curiosidad por un instante, pero entonces asintió y se giró a la registradora, dándole tiempo para respirar hasta que tuvo que pagar.
Honestamente, ni siquiera le importó. No hizo más que darle el dinero y tomar el cambio sin al menos escuchar lo que decía.
Y, todavía algo atontado y tratando de disimular lo más posible su más reciente e inesperado episodio de vergüenza crónica a causa de su propia y desconsiderada madre, Malcolm caminó medio a ciegas hacia el estante de revistas con la bolsa aferrada en una de sus manos y el infame trozo de papel en la restante.
El nombre de Reese permaneció en la punta de su lengua, batallando con el bochornoso nudo de calor en mitad de su garganta y los fragmentos de su pena a cada paso que avanzaba, pero en realidad no tuvo que decirle nada.
—¿Malcolm…?
Había escuchado a Reese hablar en lo que parecía casi una lejanía, pero, más que eso, fue el agarre en su hombro lo que le hizo reaccionar.
—¿Uh?
—¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa?
Reese arqueó una ceja, inclinando la cabeza ligeramente hacia un costado con mirada confundida.
—Estás muy rojo —señaló intrigado—, y no me has respondido…
—¿Responder qué?
—Te pregunté si tenías todo lo que buscamos —suspiró, pero ni siquiera le dio tiempo de contestar antes de quitarle el papel de la mano.
—Oh… Pues,no, pero sí lo que estoy dispuesto a llevarle —bufó, dispuesto a abandonar el lugar de una vez por todas.
Sin embargo, cuando Malcolm intentó zafarse inútilmente del agarre en el que aún lo mantenía, Reese lo miró de reojo por un segundo mientras revisaba el contenido de la lista. Y honestamente, ver la forma en que su cara parecía dividida entre la burla y la repulsión, casi le hizo reír a él.
Lo habría hecho…, de no ser porque todo seguía siendo malditamente incómodo también…
Pero, claro, Reese era distinto, y para él al final la burla le había ganado al asco, porque entonces de verdad comenzó a reír abiertamente junto a él.
—¿No habías visto esto? —preguntó, señalando con un movimiento de cabeza a la única palabra escrita que no estaba tachada.
La mueca de Malcolm fue una respuesta por sí sola, pero eso sólo pareció causarle más gracia todavía. Y,
—¡Por supuesto que no! —gritó él en susurros— Yo ni siquiera quería venir, obviamente no me interesaba lo que hubiera escrito ahí.
—Bien, bien, pero ¿por qué no los pediste? Ya estabas ahí-
Malcolm jadeó.
—¿Cómo que por qué? —devolvió, tratando de mantener un tono bajo— No voy a comprar preservativos para-
Reese puso los ojos en blanco
—Oye, la idea me desagrada tanto como a ti, créeme, pero he estado bien sin castigo estos días —dijo—. No pienso aguantar uno sólo porque esto te avergüenza.
—¿Vergüenza? Estoy seguro de que lo hizo a propósito. Es asqueroso y humillante. Sólo se está vengando.
—Bueno, a ti prácticamente todo te parece humillante, Mal —señaló—. Además, no sé tú, pero yo creo que cambiar pañales es mucho peor.
Malcolm resopló.
—Si tan poco te importa, ve a conseguirlos tú.
—Bien —Reese se encogió de hombros, echando un rápido vistazo al mostrador un segundo, antes de deslizar la mano con la que lo había estado tomando del hombro hasta envolver sin más la suya y empezar a andar—, como quieras.
—Eh, eh, ¿qué estás-
—¿En qué puedo ayudarte? —la voz de la encargada cortó sus quejas, y Malcolm sintió la cara arder bajo la mirada avellana en el momento en que la notó girarse hacia él. Porque, claro, Reese lo había arrastrado de vuelta al mostrador sin darle tiempo a reaccionar, y— Ah, ¿olvidaste algo?
En el fondo de su mente, Malcolm quiso responder que no, zafarse del férreo agarre en el que Reese lo mantenía, y echarse a correr. Sin embargo, antes de que pudiera hacer cualquiera de las tres, el muy idiota se le adelantó:
—En realidad sí —contestó, y Malcolm lo observó medianamente incrédulo, porque hablaba con tanta naturalidad que resultaba casi sorprendente—. Es sólo que él es algo… tímido.
«¿Qué se supone que hace?»
—¿Oh?
De nuevo, ella le envió una mirada prolongada que no hizo más que causarle unas mayores ganas de ocultarse como un cobarde detrás de Reese.
¿Por qué tenía que observarlo tanto a él? ¡Era Reese quien estaba hablando con ella!
No obstante, antes de que Malcolm pudiera quejarse o decir nada, la chica le sonrió con calidez por un momento, y entonces finalmente acabó desviando sus ojos oscuros hacia el tonto que tenía por hermano con aparente simpatía.
—Entiendo —dijo—… Es lindo.
Reese asintió sonriendo.
—Sobre todo cuando algo le avergüenza.
«¿Qué?»
Por enésima ocasión, Malcolm quiso replicar, pero una nueva pregunta por parte de ella se lo impidió.
—¿Y de cuáles van a querer? ¿Buscan algo en específico?
En el momento en que Reese respondió sin siquiera un pestañeo de duda a la que era prácticamente la misma pregunta que le habían hecho a él y que lo había congelado de la pena en el lugar, Malcolm elevó su cabeza para verlo, todavía sin poder creer que dijera todo eso tan tranquilo como si sólo estuviera pidiendo caramelos.
¿Cuántas veces había hecho eso antes?
Estaba tan atónito con el simplista comportamiento, que en un principio ni siquiera notó el instante en el que ella desapareció, dejándolos solos otra vez.
Y entonces, por algún motivo se notó aún más molesto que antes, y sin intentar buscarle explicación, su irritación explotó en la forma más instintiva que su subconsciente encontró.
—¡Lo estás haciendo a propósito!
—Vamos, Mal… ¿En serio?
El falso tono inocentón lo volvió aún peor.
—No lo hagas sonar como si estuviera exagerando. ¡Sabías que no-
—No debería darte pena —interrumpió la encargada, dejando la caja sobre el mostrador mientras tecleaba en la registradora, fingiendo no prestarles mucha más atención—. Tienes un buen novio…
«¿Novio?»
—…, es bueno que se cuiden de todos modos.
«Oh, Dios»
Reese comenzó a reír por lo bajo, y Malcolm en serio estuvo a punto de darle un puñetazo en el estómago con la mano que sostenía el resto de sus compras cuando fue obvio que sólo estaba aprovechando todo para burlarse abiertamente de él…
Pero, honestamente, la estúpida y desatinada observación de la chica que (afortunada o desafortunadamente) no parecía ser mucho más que un par de años mayor que ellos y que seguía hablando de la importancia de la salud sexual, lo había dejado tan pasmado como para no permitirle reaccionar con nada más que el fuerte tirón interno naciendo de su pecho e incendiándole la cara.
Y entonces…
—¿Lubricante?
—Ay, por Dios.
.
.
.
.
.
Notes:
↑18↓
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Dios, hacía un montón que no actualizaba esta historia 😔 Mil perdones, en verdad tuve unos cuantos contratiempos que no me dejaban avanzar 💔
En cuanto al capítulo en sí…
Sorry not sorry, ¿tenía que hacerlo…? xDD
Okey, dato inútil de la autora: yo en serio, *de verdad*, empecé escribiendo como cualquier otra ocasión… y de la nada me fui desviando a esto que salió sin darme cuenta, y, al final, ¿qué pasó cuando intenté revisar a grandes rasgos?... Veo de que había escrito *seis* páginas de esto, o sea, ¿perdón? ⊙.☉ 🤣
Cristo. No tengo excusa… Y como pretendo subir el siguiente ya mismo, no voy a alargarme más aquí. Sólo espero que el rato que pasaron leyéndolo les resultara ameno xD. Muchas gracias por hacerlo, por cierto ♥
Cuídense mucho, espero que tengan una gran y linda semana, les deseo un bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 19: (Des)enfados
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Si hubiera podido gritar, Malcolm lo habría hecho sin pensar.
Quería morir.
Quería morir y arrastrar a Reese a los confines del infierno para abandonarlo ahí y no volver a verlo más.
Pero ni su voz ni el resto de su cuerpo habían reaccionado cuando lo intentó, y sólo supo que Reese tendría que haber respondido algo negando la amable sugerencia cuando la mujer simplemente asintió de nuevo diciendo el total de lo que debían pagar.
En el momento Malcolm se había encontrado tan descolocado, que ni siquiera había podido reaccionar cuando Reese le quitó el dinero de la mano para hacer el pago. Y, si no hubiese sido porque una señora alzó la voz desde atrás preguntando por unas vitaminas justo cuando la encargada terminaba de cobrarles, Malcolm probablemente se habría quedado ahí varado, genuinamente estupefacto y con un montón de cosas no muy sanas girando en su cabeza.
Pero entonces sus piernas finalmente habían parecido volver a funcionar, y él había salido apresurado del lugar sin decir nada, con la vergüenza perfectamente visible en sus facciones y los apremiados pasos de Reese siguiéndole detrás como un eco infernal.
—Oye, Malcolm, espérame…
Lo había pedido más que exigido como últimamente acostumbraba a hacer, pero Malcolm ni siquiera lo miró.
No habría podido hacerlo sin saber si acabaría atestándole un golpe o soltando un chillido iracundo en mitad del estacionamiento público. No mientras siguiera con la cruda sensación de enfado retorciendo sus entrañas al mismo tiempo que la vergüenza permanecía envolviendo el resto de su cuerpo como una asfixiante enredadera.
Dios, en serio, honestamente Malcolm no sabía por qué siquiera le afectaba tanto hasta ese grado, siendo que se trataba de una absoluta tontería que él simplemente tendría que ignorar como lo haría con cualquier otra cosa que su estúpido hermano hiciera sólo para molestar…, pero, en verdad, por algún motivo, la extraña mezcla entre algo desconocido retorciéndose en la boca de su estómago y la infame huella de la pena todavía ardiéndole bajo la piel, resultaba en una conmoción tal que no podía decidir si prefería enterrar la cabeza en el suelo, o gritarle a Reese que dejara de mirarlo tan insistentemente cada dos segundos antes de saltarle al cuello.
—¿Por qué te pones así?
Malcolm presionó sus labios. No le había dicho nada mientras subían al auto, ni tampoco cuando salieron del estacionamiento. Y por un minuto realmente pensó que Reese sería quizás lo suficientemente listo como para no seguir intentando obtener de él algo contrario a su silencio… Sin embargo, se equivocó, y antes de que pudiera controlarlo, las palabras salieron solas de su boca al escuchar la francamente estúpida pregunta;
—¿Cómo que por qué? —replicó girándose molesto a verlo— ¡Sabías lo que estabas haciendo, y decidiste hacerle creer a esa mujer algo que no es!
—¿Yo? —Reese lo miró con una ceja arqueada, casi como si realmente estuviera culpándolo de algo que no le correspondía— Fue ella quien lo dijo todo —se defendió.
—No te hagas el idiota ahora —devolvió—. Sabes que no lo negaste.
—Tampoco te oí hacerlo.
Notando instantáneamente algo parecido a la ira tensándole el estómago, Malcolm jadeó ofendido cuando los ojos verdes lo miraron poco impresionados, y entonces negó enérgicamente con la cabeza.
—Ah, no. No, no. No intentes hacerlo ver como si fuera así de fácil. ¡Admite que sabías lo que hacías cuando me arrastraste de ese modo hasta allá!
—Claro… Como digas, princesa…
Pero el detestable y cansino tono irónico, amplificado por el gesto de fastidio de Reese, sólo le hizo enfadar más.
—¿Quieres dejar de llamarme así? —masculló— Ya ni siquiera es gracioso.
—¿Quién dijo que intento ser gracioso?
—¿Y por qué sino lo usarías?
—Porque te portas como una, princesa. Ahora, deja de ser tan jodidamente dramático y echarme la culpa de cosas que yo no hice —devolvió, con los ojos verdes viéndolo entornados por apenas un instante, antes de desviarlos en medio de un suspiro denso—... Lo único que dije fue que a veces eras tímido, y luego que eras lindo. Y… hasta donde sé, ninguna de esas es una mentira —murmuró.
Malcolm bufó con sorna, pero no respondió, completamente decidido a ignorarlo tanto como pudiera, o hasta que su enojo subsistiera al menos lo suficiente para mantener a raya sus enfurruñadas ganas de golpearlo…
Pero, claro, Reese nunca podía dejarlo tranquilo.
—¿Sabes? En verdad no te recordaba tan histérico.
«¿Histeria?,» rezongó para sí. «Vete al diablo»
—¿Qué? ¿No dirás nada? —continuó Reese después de no obtener una respuesta más allá de la vista directa a la parte trasera de su cabeza cuando se giró para no verlo— ¿No vas a llamarme idiota en diez maneras diferentes, o a soltar uno de tus sermones envueltos de reproches? ¿Nada?
De nuevo, él no contestó.
—No me jodas, Malcolm. ¿En serio? No puedes ponerte así por una estupidez.
Él sólo apretó aún más los brazos a su alrededor.
Y todavía con la vista fija en la ventana, un minuto después, Malcolm lo escuchó gruñir una ronca maldición.
—Te lo advierto; si no dejas de portarte como una nena ahora mismo, voy a darte un motivo real para que te enfades conmigo.
Malcolm tuvo que morderse la respuesta envenenada.
No iba a darle el gusto de nada.
No lo necesitaba.
No necesitaba que Reese le hiciera sentir aún más tonto de lo que ya lo hacía. Mucho menos cuando era todo culpa suya y de nadie más.
No, no. Malcolm no iba a-
—Al diablo.
Cuando el auto se orilló repentinamente en la acera con un movimiento fluido y el doble sonido de un cinturón desabrochándose resonó en el interior con un chasquido, Malcolm, más debido a la intriga ganándole a su orgullo que a otra cosa, se giró por fin.
Sin embargo,
—¿Por qué te detien- ¡Reese!
Todo fue tan rápido, que Malcolm jadeó ruidosamente debido al susto puro cuando el respaldo de su asiento cayó hacia atrás con ayuda de la presión que una de las manos de Reese ejerció contra su hombro, arrastrándolo con él y deteniendo su pregunta a medio hacer, y,
Su estómago pareció contraerse en un nudo, y su respiración se atascó por completo en sus pulmones por el vértigo del movimiento; tan inesperado y tan abrupto, como la fuerza de la boca tomando la suya desde arriba sin duda y sin contemplación, consumiendo su quejido, su enfado y su sorpresa, todo al mismo tiempo;
El tacto, casi demasiado brusco, casi violento en su súbita naturaleza, sin lugar a dudas hecho para provocarle justo eso… Y, no obstante, encendiendo al mismo tiempo una corriente más desconocida de momento en los confines de su cuerpo.
Malcolm intentó moverlo, apoyando sus dos manos contra el inflexible pecho de su hermano y tratando de empujarlo aún con la trepidante sensación de aturdimiento naciendo desde adentro…- O al menos una parte de él creyó que lo había hecho, porque casi al mismo tiempo Reese había rodeado la parte trasera de su cuello con una de sus manos, atrayéndole hacia arriba, hacia él, con él…, hasta eliminar cualquier posible espacio residual que hubiera entre sus labios…, y de pronto todo era tan abrumador que ni siquiera lograba distinguir con claridad nada más allá del raudo pulso vibrando contra la superficie de sus palmas, subiendo a través de sus muñecas y sus brazos hasta mezclarse con el suyo aún más acelerado.
Y entonces…
Entonces el creciente manantial de inexplicables emociones brotando desde el burbujeante fondo de su vientre le asustó; porque sentía el corazón golpeando enloquecido las paredes de su cuerpo, y el indómito revoloteo que siempre aparecía en mitad de sus acaloradas discusiones se avivó con una nueva fuerza cuando el húmedo calor ajeno acarició su lengua, y,
Malcolm jadeó, temblando a ojos cerrados en medio de la repentina agitación que lo embargó cuando la misma peligrosa sensación de la primera vez que lo besó se tornó más y más intensa, nítida y real.
Porque fue como una respuesta sustancial. Estúpidamente natural.
Reese lo había besado antes como si se le fuera la vida en ello, y ahora lo hacía como si Malcolm estuviera a punto de evaporarse entre sus manos…, como si realmente fuera a disolverse en ese blando y estúpidamente receptivo montón de terminaciones nerviosas que iban desde los dedos apresando suavemente parte de su cuello para mantenerlo quieto, hasta sus labios imposiblemente unidos en una respiración que no existía sin la otra, y,
Dios… no supo si estaba imaginándolo, o si en verdad había comenzado a moverse también en algún punto.
No lo supo, porque el beso de algún modo lo desconectó.
No lo supo, porque honestamente no quería ni saberlo.
No con todo sucediendo demasiado rápido y a la vez imposiblemente lento como para comprenderlo. No con todo descolocándole a tal punto que se creía incapaz de hacer otra cosa que no fuera el apretar los párpados con fuerza en un intento por asimilar el contacto y su nocivo efecto, sintiéndose mareado, y abrumado, y simplemente…
Desarmado.
Porque entre el beso robándole el aliento y la ineludible realidad del cuerpo presionándolo casi completamente desde arriba, Malcolm creyó que se desmayaría.
No veía nada, pero lo sentía todo; fuerte, y desesperado y arrebatador, y… algo vibró dentro de su garganta, bajo y apagado, ahogado, disuelto entre sus labios y su lengua como un soplo de calor en mitad de una tormenta.
Y entonces, una última inclinación, una última succión más delicada y efectivamente inesperada…, y el contacto se desvaneció con una lentitud impropia de su inicio. Y Reese…
Reese no se apartó al instante, manteniendo medio cuerpo sobre el suyo como un muro de calor, y en cambio viéndolo por un momento a través de los oscurecidos ojos verdes con algo inentendible cuando Malcolm se atrevió por fin a abrir los suyos con púdico temor.
Algo inentendible que le provocó un escalofrío, a pesar de lo insoportablemente sofocado que no dejaba de sentirse adentro desde el inicio del contacto; como si hubiese prendido en llamas su diafragma y el incandescente alrededor continuara vibrando ante las extintas posibilidades de un incendio renovado.
Ninguno dijo nada. Ninguno de los dos hizo otra cosa que mirarse mientras Malcolm sentía los sensibilizados labios hormiguear, preguntándose si acaso Reese siempre tenía ese efecto en las personas porque, igual a la primera vez que sucedió, era como si le hubiera separado un poco la mente del cuerpo y embotado el raciocinio entero.
Se había perdido tanto en ello que, hasta un rato después, ni siquiera consiguió notar el instante en el que Reese finalmente lo dejó para volver a su lugar.
Malcolm sintió su cara arder con mayor fuerza, enderezando el respaldo junto a su postura sin saber qué más hacer con tal de volverse a distraer, y deseando inútilmente que su traidora y abusada boca no soltara las palabras que se mantenían vibrando en su cabeza en una especie de psicofonía enfermiza desde que el auto había empezado nuevamente a andar.
Pero, por supuesto, en ocasiones el filtro entre su voz y su cerebro no funcionaba demasiado bien, y Malcolm se encontró a sí mismo traicionándose otra vez:
—Tú…-
—Te lo advertí.
—No tenías que besarme… —murmuró.
—No tenías que ponerte caprichoso… —contestó Reese del mismo modo.
El tono de ambos resultó casi apacible por algún motivo, y a pesar de lo que la respuesta de Reese podría implicar, en un extraño arranque de envalentonamiento y curiosidad, Malcolm no se encontró con más ganas de pelear.
—¿Fue por eso…, o sólo querías un pretexto para hacerlo?
Por un segundo, realmente pensó que lo tomaría al menos un poco desprevenido cuando su propia pregunta lo sorprendió incluso a sí mismo, pero lo cierto fue que Reese ni siquiera se inmutó demasiado además de suspirar.
—Ambos —respondió, mirándolo sólo de reojo a pesar de la luz roja del semáforo—… Había querido volver a hacerlo desde la primera vez.
Y, con el peso de la respuesta, el silencio se extendió a su alrededor como un nubloso manto. Malcolm no dijo nada más, incapaz de producir sonido alguno mientras temía que el fuerte pulso resonando en sus oídos resultara tan estruendoso en ese reducido espacio como genuinamente se sentía, y sin embargo una única pregunta continuó dándole vueltas por alguna retorcida razón que no entendía:
«¿Y qué te había detenido hasta ahora…?»
No era que él deseara que lo hiciera. No, no. Era sólo que… tratándose de Reese, el siempre arrebatado y osado cretino que tomaba cualquier cosa que quisiera sin importar las consecuencias, sonaba un poco… inverosímil, el que de algún modo frenara sus impulsos, o-
Malcolm se regañó mentalmente a sí mismo. Por supuesto que no era algo creíble. No lo era, porque todo eso no era más que una mentira. Reese no había dicho nada honesto desde su regreso.
Entonces… ¿por qué él parecía incapaz de disipar la sensación de confusión atormentando cada gramo de su cuerpo?
Dios…, de nuevo, quería hundirse en su lugar.
Todo se sentía repentinamente tan extraño, que Malcolm creyó que acabaría haciendo un agujero en su camisa por la forma en que no podía dejar de retorcerla entre sus dedos.
Era como si no consiguiera absorber suficiente oxígeno en su sistema, quitándole injustamente la capacidad para pensar de una forma más lineal, y-
—¿Ahora qué te pasa?
—¿Ah? —Malcolm sacudió su cabeza confundido— Nada.
—¿Nada? —Reese resopló burlón— Es obvio que te pasa algo. Vamos, dilo, ¿por qué estás tan nervioso?
¿Y todavía se atrevía a preguntar? ¿En serio?
Honestamente, eso había sido lo primero que había llegado a su cabeza, y Malcolm tuvo que morderse la lengua por un segundo en un intento por no soltarlo así tal cual.
—¿Por qué creerías que estoy nervioso?
Tratando de reflejar una postura desinteresada y completamente contrastante con la intención de su pregunta, Malcolm lo observó de reojo con cautela mientras utilizaba el tono más plano que podía. De algún modo esperando que Reese no notara su apenas evitable desliz verbal.
Pero entonces lo escuchó bufar algo parecido a una corta risa contenida, y su cabeza instintivamente giró en su dirección dándole toda su atención.
—Pues… tus manos no dejan de moverse; volteas a verme cada tres segundos; y —Reese hizo una pausa para verlo, y Malcolm sintió sus pulmones encogerse dentro de su cuerpo cuando lo notó clavando la vista con inesperada intensidad sobre una zona de su rostro—… tu boca está tan roja después de morderla tanto, que la próxima vez que lo hagas acabarás sacando sangre si no tienes cuidado.
Inconscientemente, Malcolm liberó la presión que no sabía que sus dientes ejercían sobre el centro de su labio, formando un franco gesto de sorpresa… y un tanto de vergüenza.
Porque, si eso era verdad…, tal vez su propio intento de mutilación inconsciente sí era una de las razones para el tono de su boca, pero no la única.
De algún modo, estaba casi seguro de que, en todo caso, eso tendría que ser más bien culpa de Reese y sus estúpidos impulsos y-
—Deberías dejar de hacer eso último, ¿sabes?
—¿Eso…? ¿Por qué?
—Porque ahora mismo ya quiero hacerlo por ti, y si sigues provocándome no puedo asegurar quedarme quieto.
—¿Provocándote? —Malcolm jadeó, ofendido y sin dar ni un poco de crédito a la tontería que acababa de escuchar— ¡No lo digas como si fuera algo intencional! ¡Yo…- Yo ni siquiera hago nada, ¿cómo se supone que podría-
—No tienes que hacerlo intencionalmente, Mal. Cada cosa que haces provoca algo en mí —Reese lo decía tan despreocupado, que Malcolm en serio se quedó pasmado por un momento en el que él lo miró casi apacible—. A veces me haces enojar, pero la mayor parte del tiempo sólo quiero tocarte de alguna manera.
—¿Tocar…me?
Reese sonrió volteando a verlo, y la forma en que lo hizo, con los perpetuamente maliciosos ojos verdes y una pretenciosa ceja elevada, le causó un espasmo.
El ardor fluyó desde su cara al resto de su cuerpo y, genuinamente perdido, Malcolm no supo qué decir por un buen rato.
La curiosa sensación en su vientre se había expandido ahora a su pecho, o viceversa, ni siquiera estaba seguro, pero tuvo que cruzarse de brazos en el instante en que sus manos comenzaron a temblar y la extraña efervescencia avanzó en dirección a cada extremidad.
—Eres un pervertido —resopló por fin, desviando la mirada a la ventana.
Sin embargo, Reese simplemente se echó a reír, y, de un modo bastante estúpido, el tonto sonido fue más que suficiente para provocarle la asfixiante necesidad de observarlo al menos de reojo una vez más.
—¿Yo? Vamos, Mal, tú mismo no eres muy inocente si piensas en cosas como esa sólo por un comentario que hice.
—¿Sólo un comentario? —devolvió con sorna— ¿Y qué dices de tu expresión?
—¿Qué hay con ella?
Malcolm resopló.
—No finjas. Me miraste como si quisieras desnudarme.
Reese se encogió de hombros.
—No es como si no quisiera hacerlo todo el tiempo.
—¿Qué?
Atónito.
Oficialmente estaba atónito.
En serio lo estaba, y no sólo por el increíble descaro de Reese, sino porque entonces la rara sensación consumiéndolo por dentro se volvió aún más frenética, y una zona de su vientre se sintió mucho más cálida que el resto y-
—¿Lo imaginaste? —escuchó a través de su tumulto interno.
—Tú…- ¿Por…- ¿Por qué creerías…
Reese pareció contener una sonrisa.
—Luces como si estuvieras a punto de explotar o…- Oh, joder, espera.
Cuando Reese jadeó cortando su propia frase en una maldición y volteó a verlo con los ojos más amplios que Malcolm le había presenciado jamás, supo que lo que venía no sería nada bueno. Y un segundo más tarde lo confirmó.
—No jodas —rio— ¡De verdad lo hiciste!
—¿¡Ah!? ¡Por supuesto que no! —chilló él, pegándose inconscientemente al espacio entre la puerta y el asiento como si eso pudiera salvarlo de la voraz mirada de depredador.
—Joder, claro que sí.
—¡Te digo que no!
—Carajo, en serio quiero saltar sobre ti ahora mismo-
—Oh, Dios —Malcolm gruñó contra sus manos—, ¿puedes dejar eso?
—Vamos, al menos dime qué imaginaste —insistió lastimero—… ¿Lo hice lento?
«Pero ¿cómo puede…?»
—En serio eres un enorme idiota.
—Llámame como quieras. Aunque lo de enorme sí lo tomaré como un cumplido —rio, y antes de que Malcolm pudiera discutir más, continuó—. Vamos, ya está en mi cabeza de todos modos, sólo tienes que decirlo…
El sardónico tono le hizo acentuar su ceño fruncido.
—No imaginé nada —respondió mordaz—. No pensé en nada aparte de ti siendo un indeseable pervertido. ¡Y aun si lo hubiese hecho no iba a decírtelo, así que deja de fastidiar!
—¿Por qué no? Yo puedo decirte lo que he imaginado contigo si eso quieres… Aunque son tantas cosas que tendrías que elegir un número.
—¿Cómo- ¡Digo! ¡No!
—¿Estás seguro? He pensado en cada escenario tantas veces que podría describirlo bien.
Dios, ¿de verdad tenía que hacer eso?
Incluso en este punto, Malcolm todavía no acababa de comprender cómo era que su hermano podía bromear con esas cosas como si nada le importara.
—Reese, ¿quieres dejar de burlarte de mí de una vez?
—¿Burlarme? —sonrió— ¿Por qué crees que estoy burlándome de ti?
Malcolm suspiró y se cruzó de brazos.
—Porque lo has estado haciendo desde que estábamos allá —respondió—. Tú… lo haces todo el tiempo y… no… no me gusta.
Por un momento, realmente pensó que había conseguido mantener en un murmullo para sí mismo sus últimas patéticas palabras, pero Malcolm no pudo evitar removerse algo incómodo por dentro cuando vio en tiempo real la forma en que la juguetona expresión de Reese desparecía por completo hasta ser reemplazada por una de confusa seriedad.
—Espera… ¿de verdad creíste que antes estaba burlándome de ti?
Dios, es que era tan… raro…
Sabía que lo hacía. No había manera en que no estuviera riéndose de él con todo y lo que acababa de ocurrir… Pero entonces, ¿por qué la duda parecía genuina?...
Mordiéndose el centro de la boca en un arranque de interna desazón, Malcolm negó para sí mismo antes de responder.
—Es obvio que sí —contestó.
Sin embargo, su pecho parecía casi oprimido, y la voz alrededor de la respuesta fue tan baja, que Malcolm ni siquiera estaba seguro de haberla externado en realidad…
Pero entonces el ambiente entero pareció cambiar, y Reese inspiró hondo, apartando la mirada que no le había dejado de conmocionar para volverla hacia el camino.
Y, con la incómoda pesadez asediándole en el pecho y provocándole nuevas ganas de morderse el interior de la mejilla, por una fracción de segundo Malcolm realmente pensó que su hermano no diría nada más…; que el silencio se extendería durante las pocas calles que les restaba avanzar para llegar; y que todo ese asunto de las bromas y situaciones extrañas a las que los había estado sometiendo desde hacía tiempo finalmente acabaría de zanjar…
No obstante, no fue así, y las nuevas palabras de Reese le provocaron un inusual vuelco entre el pecho y el estómago aún más inquietante de lo que habría llegado a imaginar;
—Lo decía en serio, ¿sabes? Tus reacciones son lindas de verdad y- Bueno, no solo ellas… Quiero decir que tú… Tú eres lindo para mí.
—Reese-
—Lo eres —lo cortó—. Lo eres tanto que no sé cómo es que no te das cuenta. Y esa… esa es una de las razones por las que me gustas, Mal.
.
.
.
.
.
Notes:
∟19∟
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
¡He vuelto! ¡Con capítulo doble, además! :D
En realidad al principio era uno solo, pero se volvió demasiado largo antes de darme cuenta y pues tuve que hacer algunos cambios para que no resultara tan agobiante :’)
Espero que les resultara entretenido de leer, ya ustedes me dirán <3 Por mi parte la pasé bien escribiéndolo, así que espero haberles transmitido algo bueno a ustedes también ♥
Dato inútil de la autora: yo no sé si escribí a Malcolm tan voluble en estos capítulos porque yo misma me he sentido así últimamente, o qué, pero es que el pobre no entiende nada de lo que le pasa y lo que inconscientemente sí medio entiende no quiere admitirlo (yo ya no sé qué es peor :/ jajaj). Y Reese… pues… xD
En fin, estoy muuuy cansada y mañana debo trabajar, espero que no se me haya ido por ahí alguna incoherencia por no revisar bien antes de publicar, si es así, disculpen ustedes.
P.D.: Perdón si se me ha pasado responder algún comentario, sólo he tenido tiempo hoy de venir a publicarles estos dos capítulos ❤️🩹
Les deseo una gran semana, cuídense mucho, bonito día, tarde, o noche, sim importar cuando lean esto, muchas gracias, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 20: Confusión
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La buena noticia era que habían llegado a tiempo;
A tiempo para evitarse un castigo, a tiempo para ahorrarle más sufrimiento a su papá, y a tiempo para salir del extraño ambiente que se había formado entre ambos luego de esa última conversación.
Reese no parecía demasiado afectado por nada. No más allá del hecho de que había permanecido en completo silencio luego de su pequeña declaración. Y Malcolm no había conseguido dar una reacción visible más allá de su intento por regular su respiración.
Así que, sí, la buena noticia era que habían llegado a tiempo, pero, como en toda polaridad, si había una parte positiva, también existía una negativa y, tal vez, la mala noticia en realidad era que, cuando por fin se obligó a bajar del auto, de algún modo sus labios seguían hormigueando y su corazón preocupantemente acelerado.
Malcolm se había quedado atrás, pensativo y llevándose inconscientemente una mano a la altura de la boca sólo para acabar notándola caliente y magullada por sus nervios y sus propios dientes, todavía algo irritada y ridículamente sensible a pesar del tiempo transcurrido desde el infernal contacto con el cretino oportunista de su hermano, y-
Y entonces…, antes de poder siquiera considerar tratar de detenerla, una sensación muy parecida a una ansiedad curiosa lo embargó; porque sintió algo moviéndose en su pecho, brotando del contacto con sus dedos y ahuecando las paredes en su estómago hasta rellenarlas con otra cosa infinitamente más cálida de lo normal.
Los latidos resonando en sus oídos, paradójicamente lentos a la par que rápidos, le hicieron contener la respiración, y por un momento creyó que estaba en una especie de simulación.
¿Por qué?
Era como si apenas ahora cayera en cuenta de la locura que había sucedido; de lo que Reese había hecho, y de lo que en cierto modo él mismo había dejado que pasara.
Porque ya no sabía qué era real y qué no lo era.
¿Fue el efecto de la sorpresa lo que había acabado inmovilizándolo? ¿O simplemente él mismo se había encontrado tan inmerso en el momento como para decidir no hacer nada por romperlo?
Dios… Ni siquiera se creía lo suficientemente cuerdo ahora para discernir ninguna diferencia razonable en la impensable implicación.
Además, Reese… Lo que él había dicho…
«¡Vamos! No puedes de verdad plantearte creer todo eso», se dijo, sintiendo un nuevo nudo entrelazándose en la boca de su estómago. «Tranquilízate»
«Cálmate»
«Cálmate»
Malcolm tuvo que obligarse a respirar profundo a través de la nariz, y se recargó contra la puerta a su costado, tratando de despejar el molesto mareo en su cabeza y los patéticos temblores en sus piernas.
«Sólo está jugando…»
Porque lo hacía… ¿no?
Tenía que estar jugando. Y Malcolm tenía que estar imaginando todas esas cosas abrumándolo también, porque No. Era. Posible.
Sencillamente no era posible que algo tan simple acabara llevándolo a ese grado de excesivamente anímico letargo y-
«No empieces… No otra vez». Malcolm gimoteó contra sus manos; mentalmente agotado e irritado y… avergonzado. Injustamente avergonzado.
Porque Reese era su hermano; el idiota del que había tenido que cuidarse las espaldas desde que podía recordar y que parecía poseer una capacidad innata para metérsele debajo de la piel como ninguna otra persona había hecho jamás.
El mismo tipo que no hacía más que confundirlo desde hacía años y que daba la impresión de haberse vuelto un experto elemental desde el segundo uno en que atravesó la puerta al regresar.
Y, más recientemente, el bruto descarado que no paraba de involucrarlo en cosas que le hacían cuestionar su propia sanidad mental y emocional.
—Usa la cabeza, Malcolm…
«Es tu hermano. ¡Tu maniático hermano!»
.
.
.
“…Tú… lo haces todo el tiempo y… no… no me gusta…”
Reese largó un suspiro, apoyando los antebrazos sobre sus rodillas y permitiendo a su cabeza seguir la inclinación cansina de su cuerpo en dirección al suelo.
¿Quizás… estaba llevando todo eso demasiado lejos?
«¿El qué?», bufó, sintiendo la inusual necesidad de poner los ojos en blanco. Porque,
¿Qué era, en sí, lo que se suponía que estaba llevando demasiado lejos? ¿Su delirio? ¿Su necedad? ¿Su insaciabilidad?...
«Joder»
Para Reese, su propia cabeza era un enigma ahora mismo.
Uno que no sabía cómo empezar a desenredar porque el simple hecho de tener que hacerlo le molestaba en exceso.
Él no era así. No era alguien que sintiera esa irritante necesidad de analizar sus propios pensamientos, y aún menos sus acciones. Y sin embargo ahora…
«Jodida porquería»
Siendo honesto, Reese no iba a negarse a sí mismo que aún había una parte de él que deseaba que hubiera tomado la decisión de rendirse en definitiva desde hacía tiempo. Pero, claro, en realidad eso tampoco era algo nuevo.
No lo era, porque sucedía cada vez que volvía a encontrarse en un punto demasiado bajo sin pretenderlo; como esa última y reciente ocasión, cuando Abby inadvertidamente se lo sugirió y él se sentía tan del asco como para apenas aguantarse las estúpidas ganas de llorar como un idiota ahí, empapado de sudor y con los músculos ardiendo en una pobre imitación a su imbécil corazón, en mitad de la madrugada y en el mismo descuidado patio trasero en el que había pasado tantas cosas junto a la pequeña y quejumbrosa fuente de todos sus problemas desde que ambos eran niños…
Y, no obstante, incapaz de culpar únicamente a su necia naturaleza o a las pequeñas pero existentes señales mezcladas que Malcolm dejaba ver de vez en cuando, Reese no había podido obligarse a hacerlo.
Otra vez.
Igual a muchas otras ocasiones en las que lo había considerado seriamente tiempo atrás (sólo para fallar…), Reese no había podido obligarse a dejarlo todo a un lado y continuar, porque aun cuando sus probabilidades eran tan diminutas que parecían no existir, el hecho era que antes no habría creído jamás que existiera siquiera una mínima posibilidad, y ahora…
Bueno, no era que Reese quisiera pensar que había cosas donde no, pero, de algún modo, desde su regreso, casi día a día había momentos que parecían hechos específicamente para llevarle a pensar un poco en lo contrario. Por eso, aun si su hermano esencialmente se negaba a creerlo, Reese en verdad había estado tratando de contener sus impulsos tanto como le fuera posible.
Todo a fin de mantener las distancias entre él y Malcolm. Léase; la distancia suficiente para no volverse loco y acabar haciendo una estupidez todavía más grande de las que ya había cometido, y la distancia suficiente para no alimentar aún más las ideas (probablemente delirios) que sólo acababan jodiéndolo a él mismo.
Y las cosas habían estado… bien.
No, en serio bien.
Bastante bien dentro de sus posibilidades…
Hasta esa tarde.
Si algo, Reese diría que todo el desastre se había desatado porque ambos habían pasado mucho tiempo sin discutir por nada…
Aunque, por supuesto, todo era más bien gracias a las ganas de fastidiar de su madre; a la melodramática personalidad de Malcolm; y a su propia jodida necedad inconsciente de ver estúpidas oportunidades en todas partes.
Por supuesto, no debería, pero el estar al tanto de ello no hacía que pudiera evitar reaccionar ante cualquier cosa que Malcolm hiciera o dijera, sin importar cuán grande o pequeña pudiera considerarse su acción.
No, Reese era perfectamente consciente de que, a pesar de no haber mencionado nada, Malcolm había estado comportándose un tanto más introspectivo desde su último encuentro cercano en la cocina y, si era honesto, a su parecer y para lo que él mismo había estimado, Malcolm más bien se había tardado en estallar.
El que su madre los enviara a ese lugar juntos sólo terminó por tensar las cosas. Y a pesar de que Reese realmente había intentado mantener un frente algo neutral en un principio, el que todo se descarrilara, al final había sido culpa del propio Malcolm.
En serio.
Porque lo que Reese hizo no había sido a propósito.
Bueno, bueno, no mucho.
Sólo un poquito…
Pero es que todo había pasado tan rápido que ni siquiera había podido pensarlo bien antes de hacerlo.
Sí, de acuerdo, se había portado como un idiota en la farmacia, ¡pero su plan inicial no era que la encargada creyera eso!
No, no, él sólo quería incomodar un poquito a Malcolm; apenas lo suficiente para que siguiera manteniendo ese estúpidamente adorable tono de rojo en su cara y esas obvias e inusuales ganas de ocultarse tras él como si fuera su única defensa en el momento.
Claro que, como el idiota enamorado que era disfrutando cada pequeño trocito de contacto que pudiera obtener de él, de algún modo, mientras Reese se perdía demasiado en esa imagen y en la increíble sensación llenándolo por dentro, o en memorizar la manera en que su mano envolvía perfectamente la contraria y en contener la ansiedad por tirar de Malcolm y enfundarlo en un abrazo…, en verdad había olvidado lo dramático y obstinado que su hermano menor podía ser en ocasiones.
Y la verdad era que Reese se consideraba alguien paciente…- Oh, bueno, al menos en comparación a lo que había sido con él hacía años…
Pero, ni siquiera siendo una mejor versión de ello ahora había conseguido evitar que el berrinche de Malcolm (porque sí, era un jodido berrinche) le afectara hasta el punto en que lo hizo.
De nuevo, mudar tanto de emociones sólo por Malcolm no era algo exactamente bueno para la sanidad de Reese, eso estaba claro, y, sin embargo, así eran las cosas, y cuando el pequeño ingrato decidió hacerse el ofendido en la que a él le pareció una forma exagerada, su parte bruta había ganado por mucho el control de sus acciones.
Bueno, eso y el hecho de que realmente había ansiado volver besarlo desde aquella primera vez.
Tal y como se lo había dicho a él.
Joder…, es que, en serio había querido hacer eso como ninguna otra cosa en su vida.
Incluso ahora, tan solo rememorar la situación volvía a provocarle esa increíble sensación de energía llenándole el cuerpo centímetro a centímetro, filtrándose a su pecho y a sus venas a través de cada pequeña zona de contacto que había llegado a tener, y haciéndole desear más y más y más.
Y, no, en realidad Reese no creyó jamás que algún día acabaría teniendo una conversación con Malcolm como la que le había seguido a ese beso, pero ciertamente no se arrepentía de nada, porque de una u otra forma, esa simple salida le había traído un montón de cosas interesantes.
Algunas más confusas que otras, pero interesantes, al fin y al cabo.
Por ejemplo, para su deleite o su infortunio, Reese había acabado por darse cuenta de que, mucho más allá de sólo el contacto de labios, lo que le gustaba tanto de besar a Malcolm bien podría ser todo en realidad;
La cercanía generándole un instantáneo aumento de calor, la sensación de una muy específica adrenalina fundiéndose en su sangre, la forma en la que Malcolm parecía tornarse inmensamente receptivo, y-
Eso.
Malcolm. Todo él en realidad. Le encantaba como ninguna otra cosa, aun si era el elemento más complicado en su vida.
Quizás por eso a Reese no le gustaban las complicaciones. Porque le bastaba con él para no necesitar ninguna otra.
Y es que, honestamente, Malcolm era ridículamente voluble en ocasiones…
O quizás lo era siempre, sólo que en algunas lo era con menos control que en otras; como precisamente esa última vez al volver de la farmacia; con su intento de ley del hielo en medio de su berrinche por algo de lo cual Reese realmente no tenía (enteramente) la culpa.
Ese era un gran ejemplo de Malcolm siendo voluble porque, pensar que en verdad se había calmado luego de besarlo… ¡Vaya!, era casi tan increíble como el haberlo sentido responder al beso después de un rato de empezarlo.
Y aun si de verdad Reese no quería ilusionarse como un tarado, esa clase de pequeñas señales eran las que le hacían considerar que en cierta instancia Malcolm no estaba tan reacio a la idea de ellos dos como a veces parecía esforzarse tanto por mostrar incluso en medio de sus nervios.
Por supuesto, el problema ahora era que, antes de asegurar algo así, probablemente primero tendría que averiguarlo bien.
La primera pregunta entonces era: ¿cómo?
Malcolm no era la persona más fácil, para empezar. Y… si se daba cuenta de sus propias inconsistencias, Reese temía que se encerrara en sí mismo para siempre antes de lograr nada.
Y la segunda pregunta, y quizás incluso más importante que la primera…, era: ¿debería?
¿Realmente debería intentar averiguarlo?
Una enorme parte de sí mismo gritaba que sí, que debía hacerlo, que quería hacerlo. Y otra, una mucho más pequeña, no podía evitar pensar en lo jodido que iba a sentirse si llegaba a darse cuenta de que la respuesta que buscaba era un no.
«Carajo»
En serio detestaba los dilemas. Eran-
—Sabía que te encontraría aquí.
La familiar entonación le hizo elevar la vista, buscando por instinto la fuente del sonido. Sin embargo, con todas las cosas que tenía dando vueltas dentro de su cabeza, Reese no había podido reaccionar para el momento en que ya tenía a Beth sentada al lado, luciendo una sonrisa satisfecha y dejando caer su bolso frente a ella.
Él elevó una ceja.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, últimamente pareces aislarte aún más que antes —respondió ella—. Ya ni siquiera usas tu mesa de siempre en el comedor…
Reese suspiró, guardándose el “Quería estar solo” para sí mismo y mirándola sin más, pensando en cómo hacer para que lo dejara en paz.
—¿Para qué me buscabas?
Honestamente, la idea de hablar sobre esas cosas con Beth no le atraía ni un poco, y ella pareció entenderlo, porque entonces se encogió de hombros en medio de una inhalación profunda y le sonrió.
—Deberíamos ir a algún lugar después de la escuela.
—Beth-
Ella comenzó a reír, cortando su oración a medio hacer exactamente de la misma manera en que la recordaba, y Reese de algún modo se encontró pensando en si su risa posiblemente había sido una de las cosas que le gustaban sobre ella cuando estaban juntos. Curiosamente, no pudo decidirlo…
«Hm»
Y entonces no evitó observarla un tanto intrigado, porque, sí, hasta donde él recordaba, Beth siempre se había reído de sus bromas… O al menos de la mayoría, pero, incluso tomando eso en cuenta, la cosa era que, a diferencia de ahora, usualmente Reese terminaba sus frases antes de que la oleada de carcajadas comenzara.
¿Qué le parecía tan gracioso?
—Ay, vamos, cálmate, Reese… No es una cita ni nada así. Lo prometo —insistió. Y entonces pareció dudar, mordiendo parte de su labio por un fragmento de segundo, antes de resoplar—. Sólo es… raro, verte tan sumido en tus pensamientos. Sé que no te gusta darles muchas vueltas a las cosas. Eres demasiado práctico para evitarte justo eso. Quizás deberías distraerte un poco, ¿no crees?
«¿Distraerme…?»
Contra todo pronóstico, Reese pensó en ello por un rato. Lo que Beth decía sobre él no era una mentira y, aunque francamente no estaba interesado en hacer nada en el momento, tal vez, sólo tal vez… de verdad le serviría despejarse de todo lo que le había estado pasando últimamente.
«Al carajo»
—Bien —resopló, y por un segundo se cuestionó si no estaba siendo demasiado idiota al aceptar algo de la misma chica que en cierto modo lo había arruinado… o iluminado—. Está bien, te buscaré al salir si ahora me dejas tranquilo.
Beth sonrió.
.
.
.
.
.
Notes:
( 20 )
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Capítulo nuevo, ¡yay! ✨
¿Hace cuánto que no actualizo esto? No sé, pero ya me da pena :S Perdón por la tardanza, de verdad espero que disfrutaran el capítulo 🥹, yo diría que ya nos vamos acercando a lo bueno jajaj <3
Dato inútil de la autora: es el primer momento “libre” que tengo desde hace meses, y me pasé un buen rato respondiendo comentarios que no había podido ni ver y, Dios, se los agradezco mucho, en verdad leerlos a ustedes me anima a continuar escribiendo de estos dos y me hace feliz, así que muchas, muchas gracias ♥♥♥
Dedicación especial a su infinita paciencia, vale oro :”D🛐
En fin, les deseo un gran fin de semana y días de descanso si los tienen, cuídense mucho y pásenla bien. Bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 21: Ironía, ironía
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
—¿Por fin vas a decirme qué es todo esto de buscarme e invitarme a salir? Hemos pasado por esto dos veces ya… Si va a volverse algo común, al menos deberías decirme en qué me estoy metiendo, ¿no crees?
Era la segunda vez que aceptaba encontrarse con Beth tras su regreso, y la primera en la que Reese la acompañaba hasta su casa después de muchos meses de no hacerlo... de creer que no volvería a hacerlo.
Y… aun si no pretendía externarlo, Reese tenía que admitir que, para el momento en que Beth y él volvían de su visita a las jaulas de bateo, se encontraba considerablemente menos tenso luego de descargar gran parte de su estrés quemando algo de energía física.
Sin embargo, incluso eso no evitaba que siguiera teniendo un montón de preguntas distintas revolviéndosele insistentemente en la cabeza desde hacía días, y la inusualmente tranquila actitud de su exnovia no hacía sino provocarle más de las que debido a Malcolm ya tenía.
Beth sonrió apenas, de nuevo en ese reflejo casi opaco que había estado mostrando a ratos desde el inicio de su “salida amistosa” cuando creía que Reese no la veía, y tan, tan distinto a la forma en que solía hacerlo siempre frente a él que, aun viéndolo sólo de reojo, el gesto realmente le inquietó por más de una razón.
—De verdad no me crees, ¿cierto?
Fijando la mirada al frente, casi deseando poder concentrarse más en la forma en que el naranja de la tarde se apagaba dando paso al azul casi grisáceo de la noche, Reese se encogió de hombros.
—No puedes culparme por sospechar.
—Es justo —asintió ella.
—¿Y bien?
—Creo que… tengo un tema de autosabotaje.
Él bufó de risa.
—¿Y… qué tiene eso que ver conmigo?
—¿Contigo específicamente? No mucho. ¿Contigo en mi vida?... Más de lo que te mereces.
—¿Cómo es eso?
—¿Sabes, Reese? —Beth sonrió, esta vez de una forma más similar a la que recordaba, y lo miró directo a los ojos por un instante antes de voltear al oscurecido cielo como si nunca lo hubiese visto teñido de ese modo. Como si intentara llenarse las pupilas de… algo, cualquier cosa y,
Estuvo a punto de preguntar. Reese en serio, de verdad estuvo a punto de hacerlo sólo para que abandonara esa expresión extraña y lastimera que no debería tener. Que no merecía tener.
Separó los labios para hablar, tomando aire y sintiendo repentinamente una molesta oleada de recelo e irritación…, pero entonces ella continuó, deteniendo su tren de pensamientos y alimentando su creciente confusión, porque,
—…Aunque sé que no lo crees, has sido lo mejor que he tenido.
«¿Qué?»
—Es irónico, ¿no?
Reese no respondió por un momento, todavía algo inmerso en tratar de comprender lo que Beth acababa de decir para el momento en que la escuchó reír.
—Vamos, quita esa cara —sonrió—. No estoy intentado que vuelvas conmigo. Te lo dije, no quiero una relación, no se me dan bien.
Incluso con el pequeño episodio de desconcierto que seguía haciendo ruido en su cabeza, Reese no evitó el corto bufido que salió de él mientras intentaba reaccionar.
—Como si importara que la quisieras… —respondió al fin—. De todos modos, deberías dejar de fingir, Beth. Aquella vez dijiste que merecías algo mejor. Lo recuerdo. En realidad…—largó una exhalación—, recuerdo muchas cosas de esa noche, a pesar de que no quiero…
Y, no obstante, ella sólo siguió.
—Oh, sé lo que dije, pero no me refería a que quería a un mejor novio si eso es lo que crees. Lo sé porque…, bueno, me costó tiempo entenderlo.
—¿Entonces?
—Tú… estabas ahí. Siempre estabas ahí. Cada día, cada…- Cada vez hacías más y más cosas por mí, y… —pausó, tomando aire al mismo tiempo que sacudía la cabeza en una negación— Nunca he tenido una buena reputación. Nunca la tuve, y aun así a ti nunca te importó. Eso siempre llamó mi atención, ¿sabes?
Reese sólo se encogió de hombros.
—Tampoco es como si yo la tuviera.
—No, pero… a ti en serio es como si te diera igual lo que los otros piensen si quieres a alguien —contestó—. Al menos así se sentía para mí.
Aún más confundido, él la miró de reojo.
—¿Así que, básicamente, me dejaste porque crees que era demasiado bueno contigo?
—Te lo dije; las relaciones no se me dan bien.
—Estás loca.
—Eh, te gusté alguna vez.
—Sí, y no me conseguí más que problemas por eso…
Algo en su tono debió sonar más fuerte de lo que pretendía en realidad, porque entonces el silencio se prolongó por un par de minutos con ningún sonido además del de sus pasos…
Hasta que Beth de nuevo lo rompió.
—De verdad quiero que seamos amigos, Reese.
«¿Amigos?»
—Ya tienes muchos —resopló de mala gana— ¿Por qué me quieres a mí?
Ella ni siquiera dudó en responder esta vez.
—Porque nunca había encajado tan bien con alguien hasta ti.
Y… quizás había sido la elección de palabras más que la forma en la que las había dicho o el quién las había dicho; Reese no estaba seguro en el momento, pero el raro nudo tensándose en su estómago fue suficiente para hacerle desviar inconscientemente la mirada.
Echó in vistazo a su alrededor, reconociendo el vecindario al que no había ido en más de un año y encontrando a sólo unos cuantos metros de distancia la casa a la que se dirigían en principio.
La misma casa en la que todo había acabado para comenzar, y-
«Joder»
Sacudió la cabeza de un costado al otro, despejando los recuerdos y enterrando su nueva fuente de irritación en lo profundo de su mente. No necesitaba eso.
No ahora.
No de nuevo.
—Bueno —Reese tomó una inhalación profunda cuando llegaron a la valla de madera, metiendo ambas manos en los bolsillos de sus pantalones y volviendo a mirarla como si fuera la primera vez—… creo que no se va a poder.
—¿Oh?
—No basta con que una persona lo quiera —aclaró—. Créeme… No siempre se puede tener lo que quieres.
Beth sonrió.
—No estés tan seguro.
Y aun si probablemente no debería, Reese preguntó:
—¿Por qué insistes tanto?
Para su mayor intriga, ella se echó a reír; aguda y genuina. O por lo menos tan genuina como podría serlo ahora para él.
—¿En serio estás preguntándome eso? ¿Tú? —Habiendo dejado completamente de lado el previo semblante melancólico, la boca de Beth delineó su habitual apariencia zorruna en una sonrisa afilada— ¿El tipo que hace lo que quiere sólo porque quiere y que no toma un no por respuesta?
—Tú no eres yo.
—No, pero últimamente tú tampoco eres tú mismo… ¿cierto?
Con la mandíbula tensa, Reese estrechó la mirada. Ella no se amedrentó.
—¿Sabes? tengo la impresión de que en verdad hay algo ahora que te mantiene tenso todo el tiempo —añadió—. Y también…
—¿Qué? —gruñó.
Beth inspiró hondo, pasando la vista por todo su rostro como si sopesara la respuesta, y entonces dio un casi imperceptible encogimiento de hombros.
—Tú siempre has sido del tipo que actúa para obtener lo que quiere, y últimamente… pareces contenerte demasiado —respondió apacible—. Si me lo preguntas, eso no te queda, Reese.
—Algunas cosas cambian, ¿no?
—Tal vez, pero… —Ella lo miró. Lo observó de la forma más intensa que había hecho jamás; casi solemne, y como si en verdad dudara en hablar, y…— Si vas a cambiar algo… intenta que no sea eso.
«¿Huh?»
—¿Y por qué no?
—Porque es una gran parte de lo que te hace ser tú.
Eso… no era lo que esperaba.
No lo había sido para nada, y cuando sintió que había pasado un buen par de segundos con la boca a medio abrir sin ser capaz de producir sonido alguno, Reese agradeció internamente al sonido de un automóvil cualquiera atravesando la calle, porque sólo algo como eso fue lo que finalmente le hizo reaccionar;
—Deberías entrar ya —contestó—. Y yo tengo que irme.
Beth asintió, pero ni siquiera así dejó de sonreír.
—Sabes que no voy a dejarte tranquilo, ¿verdad?
Él puso los ojos en blanco.
—¿Te había dicho antes que eres-
Y lo cierto era que Reese se esperaba muchas y pocas cosas de ese encuentro en particular, sobre todo tras la manera en que todo había acabado entre ellos tiempo atrás…, pero, en definitiva, y especialmente después de lo que ella misma había dicho en repetidas ocasiones, nunca espero que Beth se arrojara a besarlo, envolviendo los brazos con fuerza tras su cuello y atrayéndolo hacia abajo, haciéndole callar.
El movimiento le había tomado tanto por sorpresa, que el tirón y la gravedad hicieron de las suyas, y en menos de un segundo su boca y sus manos estaban llenas de su exnovia, cubiertas por los delgados labios y las finas caderas que con el tiempo había aprendido a reconocer a ojos cerrados.
Reese iba a apartarla echándola hacia atrás, en serio, pero entonces ella hizo un curioso y específico cambio de ángulo que le arrancó un gruñido, y fue como activar su memoria muscular;
Porque resultó casi mecánica, la forma en que sus manos se movieron y su boca le siguió con puro instinto, adaptando el mismo viejo ritmo, el mismo antiguo sincronismo que ambos conocían y él creía haber perdido…,
y, sin embargo, bastaron sólo unos segundos de seguir con ello, para que su mente formulara toda una comparación.
No era igual.
Nada era lo mismo; ni en tacto, ni en aroma, sonidos, o emoción…
A pesar de haber compartido decenas de esos con ella y sólo un par con Malcolm en situaciones cuestionables, los de Beth no estaban ni un poquito cerca de sentirse como algo similar, y antes de alejarla sin muchos problemas tras su realización, Reese no supo si eso se sentía mejor o aún peor.
Ella le sonrió con la respiración agitada, viéndolo desde la distancia de menos de un brazo a la que la mantenía ahora, y le pasó uno de sus pulgares por la esquina de la boca, justo donde su ligeramente pegajoso brillo de labios se había corrido durante el beso, manchándolo a él un poco.
Reese la miró con los ojos entrecerrados de duda y de fastidio, apartándole la mano y evitándole seguir tocándolo.
—¿Por qué hiciste eso?
Beth se encogió de hombros.
—Parecías necesitarlo.
—¿Necesitarlo?… ¿Y qué te hizo pensar eso?
—Te lo dije; tu tensión. Estás algo reprimido, ¿no? No me habrías seguido el juego sino…
—Oye-
—Vamos, te conozco. Los dos sabemos que estás demasiado… sobrecargado —suspiró, y Reese presionó los labios en una línea tensa cuando los sugestivos ojos oscuros descendieron de los suyos a una zona mucho más baja de su cuerpo—. Como dije; deberías dejar de contenerte tanto. Eso no va contigo, Reese.
Él chasqueó la lengua con hastío. Y sin embargo se encontró sonriendo en ácida ironía un segundo después.
—¿Debería agradecer?
Con una mano sobre su cadera y pasando su peso de un pie al otro en un gesto que ya reconocía, Beth le guiñó un ojo.
—Meh. Tómalo como un incentivo para el camino —sonrió—. El favor de una buena amiga…
—Hm.
Dando un último sombrío vistazo a la puerta detrás de ella por encima de su cabeza, Reese se giró, poniendo los ojos en blanco y empezando a caminar.
—Adiós, Beth.
Si ella había dicho algo más, o no…, no le importó.
Pero, tal vez…
“Tú siempre has sido del tipo que actúa para obtener lo que quiere, y últimamente… pareces contenerte demasiado…”
Tal vez tenía razón.
.
.
.
“Porque nunca había encajado tan bien con alguien hasta ti…”
Bueno… Eso sí que era irónico.
Reese no sabía si reír, o maldecir por ello.
Porque, aunque estaba seguro de que Beth no sentía por él lo que él sentía por Malcolm, la maldita frase era casi demasiado perfecta para aplicarla a su situación con su hermano. Sin embargo, el mismo Reese le había dicho que no bastaba con que una persona quisiera algo de otra para obtenerlo… y eso, lastimosamente, era verdad.
Al menos en cuanto a ese tipo de querer…
Para ejemplo estaban él mismo y su solitario estado actual.
Mientras regresaba a su casa, con un casi pacífico silencio ambiental externo, Reese no había dejado de pensar en el montón de cosas que habían salido a flote durante una conversación que probablemente ni siquiera debería haber pasado en realidad, y que, no obstante, parecía haberle dado nuevos elementos tan curiosos como exasperantes a reflexionar.
Más allá de que no debería, Reese sabía que no podría volver a confiar en Beth. No como lo había hecho alguna vez, al menos, y no como ella quería que lo hiciera ahora apenas después de un par de encuentros que eran prácticamente imposiciones de su parte.
Incluso con todo lo que había dicho, Reese no podía evitar el inconfundible tinte de intriga y resentimiento que surgía cada vez que hacía algo que acababa alterando las alarmas dentro de su cabeza.
¿Ser amigos…?
Reese nunca había sido bueno teniendo amigos, para empezar. No a excepción de Abby. No a excepción de Malcolm… si es que todavía podía seguir contándolo.
No…
Aunque la verdad era que, honestamente, eso tampoco le importaba mucho. Si Beth quería jugar un tiempo a ser linda y agradable con él, podía hacerlo.
Fuese como fuera, lo que era cierto era que la conversación más bien le había dado un par de cosas en qué pensar sobre sí mismo.
Por ejemplo, su actitud.
O el cambio de ella, según Beth.
“Tú siempre has sido del tipo que actúa para obtener lo que quiere, y últimamente… pareces contenerte demasiado…”
Pues, sí, carajo, ¡claro que sí!
Si no se contuviera, quién sabía qué hubiese hecho ya para ese entonces.
Nada bueno, seguro. Al menos no en la definición de Malcolm.
Malcolm…
El pequeño ingrato que no hacía más que confundirlo todo el tiempo.
El que decía que no a voces, pero que parecía empeñado en demostrar lo contrario a gestos y acciones;
La noche que Reese medio le confesó lo que sucedía con él luego de su molesta insistencia, se había controlado apenas para no hacer lo que realmente quería mientras Malcolm permanecía ahí, de cierto modo inmóvil y casi agazapado contra su cuerpo.
El día del acercamiento en la cocina, Reese había empleado cada gramo de fuerza de voluntad que tenía en el momento para no hacer lo que su cuerpo tanto pretendía, con Malcolm como una estampa, reaccionando inconscientemente a cada cosa o movimiento que él hacía a consciencia o sin pensar.
La tarde del viaje a la farmacia, sin embargo, había cedido a sus impulsos. Lo había hecho, y eso sólo le había servido para darse cuenta de que, cada vez…
Cada maldita y bendita vez… lo había sentido temblar. Lo había notado flaquear y dudar. Siempre. Desde la primera ocasión en el baño donde el mismo Malcolm en cierto modo había comenzado todo, hasta esa última en el auto, donde sus ojos y su ser entero parecían casi tan perdidos como meditabundos apenas después de hacerlo.
Y la cosa era que Reese estaba casi absolutamente seguro de que no lo había imaginado.
“Tú siempre has sido del tipo que actúa para obtener lo que quiere, y últimamente… pareces contenerte demasiado…”
¿Realmente era tan obvio…?
«Carajo», en verdad estaba harto.
Iba a hacer algo. Si no con Malcolm, al menos con él mismo.
Tenía que hacer algo.
—Necesito que me hagas un favor.
Reese giró la cabeza, casi alarmado, en dirección al sonido de la voz cuando la escuchó, sólo para darse cuenta de que se encontraba tan perdido en sus divagaciones, que ni siquiera había notado el momento en el que había llegado a su casa.
Tendría que haber hecho el camino a su habitación como en una clase de memoria muscular, o algo así, porque lo que sabía ahora era que, para el momento en que su hermanito terminaba de hablar, él estaba enderezándose sobre la cama, nuevamente alerta.
Reese suspiró, masajeando uno de sus hombros casi con desinterés mientras observaba ya más tranquilo la forma en que Dewey cerraba la puerta detrás de él, dejándolos solos y generándole una nueva fuente de intriga que consiguió despejar momentáneamente a las demás.
Y entonces,
—¿De qué se trata?
Dewey sonrió con inocencia.
.
.
.
.
.
Notes:
[21]
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
¡¡He vuelto a esta historia por fin!!
Ya en serio, perdonen la tardanza, sé que hace muchísimo tiempo no actualizaba esta historia, pero verdaderamente no había tenido oportunidad de hacerlo, no es que la tenga abandonada ni nada de eso < / 3
En lo personal no me gusta nada la idea de abandonar mis historias, así que, aunque pueda tardarme mucho en alguna, no teman, siempre tengo en mente terminarlas :”)
Ahora, dato inútil del capítulo…: ¿Qué onda con Reese? X/ No sé, no sé. Habrá que gestionar, jaja…
¿Qué podemos tomar de esto? Ustedes díganme. ÜEn fin, les traigo capítulo doble hoy, ¡yay!
No les hago la nota más larga porque ya estoy muy cansada, sólo quiero decirles otra vez ¡muchas gracias por la paciencia!
Bonito día, tarde, o noche, cuando sea que pudieran leer esto, cuídense mucho, muchas gracias por leer, yo los tqm <333—Lemon
Chapter 22: Favor
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Malcolm se había dicho a sí mismo que sólo tenía que pensar en algo…, e iba a hacerlo.
De verdad.
En serio iba a hacerlo, sólo… había tenido unos cuantos pequeños contratiempos que-
De acuerdo, probablemente no había pensado mucho.
O más bien había dejado de hacerlo porque en vez de ayudarse a sí mismo parecía complicarse más cada que se dejaba llevar por sus pensamientos y estos acababan en cosas que simplemente no deberían.
Malcolm odiaba eso. Odiaba que, de algún modo, una parte de él comenzaba a dudarlo todo de verdad. Había empezado a cuestionarse si realmente era posible que lo que Reese decía no fuese tanto una mentira como él tanto insistía…, que, de alguna absurda, irracional, y retorcida forma, esos supuestos sentimientos fueran más genuinos de lo que deberían y…- Aún peor, había empezado a cuestionarse a sí mismo; a su estabilidad mental y a sus propias convicciones sobre si en verdad se encontraba tan negado a todo lo que tuviera que ver con eso y con los estúpidos acercamientos que deberían parecerle impensables y que a pesar de todo no podía rechazar con efectividad.
Dios, en serio había empezado a prestarle mucha más atención de la que podría considerarse sana.
Sin pretenderlo de verdad en un inicio, Malcolm había comenzado a notar unas cuantas cosas nuevas sobre Reese y muchas otras tantas que, para su propia sorpresa, aparentemente ya sabía desde antes y que permanecían ocultas de sí mismo en algún punto de su mente.
Eso no le gustaba.
No le gustaba porque, de cierta manera, terminaba involucrándolo aún más en todo eso…
Y, sobre todo, no le gustaba porque era raro.
Raro y preocupante.
De algún modo, ya ni siquiera parecía que alguno de los dos evitara al otro, o que cualquiera intentara acercarse de vez en cuando, sino que cada vez parecían existir más y más situaciones que acababan llevándolos a estar en una misma habitación, en un mismo tiempo, y simplemente… compartiendo el mismo espacio.
Lo único que Malcolm había conseguido proponerse en medio de todo eso era a mantener una única distancia cada vez que se encontraban en el mismo sitio.
Usualmente, esa distancia tenía exactamente el tamaño de Dewey.
Malcolm no podía negar que era consciente de ello. Él sabía perfectamente bien que estaba usando a su hermanito como una especie de pegamento a la vez que un aislante entre los dos.
No era algo realmente sano, pero era lo que parecía mantener las cosas bajo cierto control… Al menos durante un tiempo.
Y en realidad… era casi curiosa, en cierto modo, la forma en que aparentemente Reese y él sólo eran capaces de comportarse como algo más similar a lo que podría llamarse un avance en su fracturada relación cuando había alguien presente haciendo el papel de mediador, porque, cuando no lo había… todo parecía volverse casi inconscientemente un juego del gato y el ratón.
—Vamos, Malcolm, por favor…
—Dewey-
—Nunca te pido nada, sólo haz esto por mí esta vez, ¿sí? Necesito las firmas de ambos padres.
Malcolm lo miró extrañado. Hacía varios días que Dewey había estado intentado obtener un permiso de su madre para una especie de excursión/actividad nocturna con su grupo de la escuela de música, el cual, obviamente, la mujer le había negado cada vez.
Sin embargo, luego de que Dewey hiciera un berrinche amargo sobre él siendo el último a considerar en todo y entonces decidiera aplicar una especie de ley del hielo a sus padres (que claramente no servía de nada), Malcolm en serio había creído por un momento en su actuación de desistir.
—Si mamá te dijo que no, ¿cómo conseguiste que papá lo firmara? —preguntó. Su hermanito se enderezó con ojos cada vez más grandes de esperanza.
—Por eso necesito que tú firmes por ella, Reese ya hizo su parte.
—¿Reese?
Luego del montón de cosas raras, y en especial de ese último beso, además de sus torpes intentos de conservar algo de distancia por medios tan disimulados como le eran creíbles, Malcolm había hecho todo lo posible por fingirse como si nada hubiera pasado entre ellos dos cada que estaban solos. Y la verdad era que comenzaba a tomarle una especie de ritmo a vivir con los constantes y descarados coqueteos falsos de Reese, luego de que por algún motivo pareciera haberlos retomado de un día para el otro con mayor convicción aún.
De cierto modo, eso de pretender que nada había pasado le daba la impresión de funcionar en ocasiones… Siempre que su hermano mayor no estuviera demasiado cerca o intentando algo para alterarlo lo suficiente.
El tema era que, precisamente, era algo más bien ocasional porque, debido a alguna razón a la que por ahora Malcolm no pretendía darle vueltas, cada cosa que tenía que ver con Reese parecía tener un efecto sobre él más potenciado luego de cada choque entre ambos, así que, luego de mucho pensarlo, había llegado a la conclusión de que lo más seguro era dejarlo seguir su propio cuento y hacerle ver que a él no le afectaba para nada, aun si en realidad internamente (por mucho que no quisiera admitirlo) sí lo hacía.
Curiosamente, con la excepción de las situaciones inapropiadas, los dos daban la impresión de estar en el mismo punto ahora, llevándolos a algo bastante más cercano a lo que existía antes de que todo se desmoronara…
—Malcolm, sólo fírmale el jodido papel para que cierre la boca de una vez —se metió Reese, luciendo como el más puro epítome del desinterés.
Ante eso, Malcolm lo miró mal.
—No es tan sencillo, Reese. ¿Te has puesto a pensar en lo que nos pasará a todos si algo le sucede y acaba siendo nuestra culpa? No se trata de una simple salida al parque un par de horas.
—Vamos, saldrá con un montón de niños cantores acompañados de adultos aún más aburridos —resopló, enderezándose sobre su lugar en el sofá—. Ni siquiera pasará mucho tiempo, volverá para el día siguiente.
Sin dar crédito a lo que oía, Malcolm puso los ojos en blanco.
—No me digas… ¿Y qué pasará si mamá se entera? No, más bien, ¿cómo evitarán que lo haga?
—Ya lo arreglé —respondió Dewey, atrayendo su atención de nuevo a él y alejándola momentáneamente del enorme despreocupado que lucía más que aburrido en el sofá—. Craig me ayudará con los turnos y la mantendrá ocupada en la tienda.
—¿Craig? ¿Cómo- Sí sabes que Craig Feldspar es su mayor fanático, ¿no? El tipo literalmente haría lo que fuera para quedar bien con ella, Dewey. Eso incluye delatarnos cada vez que-
—No si quedarse callado implica pasar más tiempo con ella.
Él lo miró incrédulo.
—¿Vendiste a nuestra madre?
Aparentemente eso consiguió despertar a Reese del aburrimiento, porque entonces se echó a reír detrás de él.
—Admite que es un buen plan —dijo, con los remanentes de la risa todavía presentes en su voz—… En realidad, deberíamos darle crédito. Nos salió más maquiavélico de lo que esperábamos.
Malcolm rodó los ojos y se cruzó de brazos mirándolo por encima de su hombro.
—¿Quieres dejar de hablar como un padre orgulloso?
—Seguro —sonrió Reese—. Cuando tú dejes de hacerlo como una madre sobreprotectora, amor.
—Idiota —masculló, antes de girarse de nuevo a Dewey, completamente indispuesto a dejar avanzar más el molesto calor subiendo con rapidez hasta su cara— En serio, ¿qué hay de él? —retomó— Por si lo olvidaron, papá también vive aquí.
—Será noche de póquer, sabes cómo se pone ansioso desde unos días antes… Ni siquiera lo notará.
—Ajá… ¿y Jamie? No esperarás que nos hagamos cargo, ¿cierto?
Probablemente Malcolm estaba siendo algo exagerado en preguntar todo eso, pero en verdad estaba más sorprendido por el hecho de que Dewey siguiera respondiendo todo sin mostrar siquiera un signo de fastidio o indecisión.
—Tranquilo, también tengo eso resuelto. No tendrán que preocuparse de nada —insistió—, lo prometo.
Mordiéndose el interior de la mejilla, Malcolm lo observó dubitativo.
—En serio quieres ir, ¿no?
Dewey asintió con ganas.
—Será en unas cuantas semanas —explicó—, pero debo llevar el permiso este viernes para que me consideren en la organización.
Malcolm suspiró, y entonces se volvió por completo hacia Reese, sólo para darse cuenta de que él ya estaba mirándolo, todo sonrisa afilada y ojos astutos aun en su postura irritantemente relajada.
—¿A cambio de qué? —preguntó, ignorando la trepidante sensación asentándose en su vientre.
—¿Huh?
—Lo firmaste —señaló—. ¿A cambio de qué? No eres precisamente el más caritativo, y menos tratándose de Dewey, así que… ¿qué estás ganando tú?
Por un buen rato, el lugar permaneció en un absoluto silencio que sólo era ocasionalmente interrumpido por los sonidos de la televisión, y, aun manteniendo su postura de sospecha con ojos entrecerrados y una ceja arqueada, Malcolm no pudo controlar el absurdo escalofrío recorriendo su columna en el instante en que Reese sonrió con sorna y algo más.
—¿Debería tener un motivo? —ironizó, y entonces puso los ojos en blanco en un gesto de indiferencia— Sólo estoy harto de oírlo quejarse. Vamos, dale lo que quiere y te dejará tranquilo. Funcionó para mí.
—Sí, Malcolm… Ya se lo dije a él, si me atrapan tomaré toda la responsabilidad. Ni siquiera voy a involucrarlos para nada.
Malcolm lo consideró por un momento. Francamente no era como si pareciera haber cabos sueltos, y Reese tenía razón en que luego de tantos días su hermanito comenzaba a fastidiar… Además, probablemente sus padres olvidarían todo lo relacionado con la salida para cuando llegara el momento, y aun considerando que si las cosas salían mal no sería culpa de nadie más que Dewey…, lo cierto era que, a pesar de que no iba a admitírselo, había una parte de él que se sentía algo culpable porque su hermano menor tuviera razón sobre ser dejado de lado de vez en cuando.
O quizás realmente sólo se había ablandado un poco luego de pasar tanto tiempo con él durante la ausencia de Reese.
No lo sabía a ciencia cierta. No sabía si era uno de esos motivos, o la mezcla de todos, pero,
—Bien —suspiró—. Dame el bolígrafo.
«Y no hagas que me arrepienta»
.
.
.
.
.
Notes:
{22}
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Ya les dejé nota en el capítulo anterior, así que no voy a hacerlo más largo. Cuéntenme qué les ha parecido, yo espero que les esté gustando ♥
Les deseo un bonito día, tarde, o noche, cuando sea que estén leyendo esto. Cuídense mucho, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 23: Ideas
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
De algún modo (aun si uno bastante iluso, honestamente), Malcolm había esperado que su desmedida curiosidad no acabara llevándolo de nuevo a una situación de autocastigo en tan poco tiempo.
Pero… hacía días que la inusual ausencia de Reese durante la mayor parte de la tarde y principio de la noche no dejaba de revolotear en su cabeza con dudas y algo más.
Y si bien los primeros días no había sido algo tan molesto porque Malcolm se mantenía ocupado con sus tareas y su sorpresivamente cada vez más extensa investigación extracurricular, ahora…
Ahora Malcolm en verdad había comenzado a enfadarse. Y más que con Reese, había comenzado a enfadarse consigo mismo.
Porque, en serio, ¿a él qué le importaba lo que su hermano hiciera o dejara de hacer, de todos modos?
Por supuesto, la cosa era que no debería importarle… Pero, también la cosa era que, por alguna condenada razón que a día de hoy Malcolm no asimilaba, al parecer no podía no importarle.
De cierta forma, se sentía como si algo dentro suyo se retorciera cada que la idea de Reese haciendo o estando involucrado específicamente con alguien a quien no podía (o quería) ponerle un rostro y un nombre llegaba a pasar por su cabeza. Y eso, por encima de todo lo demás, era… absurdamente irritante.
E irritantemente absurdo, para variar.
«Hm»
Durante las primeras veces tras atraparse en mitad de una debacle de inesperado recelo y, cómo no, curiosidad, a la que no tenía idea de cómo había llegado para empezar…, Malcolm había intentado muy duro convencerse de que toda esa maraña de sospecha e incomodidad carcomiendo lentamente cada una de sus células era sólo una respuesta lógica que su sistema de autopreservación había desarrollado con el tiempo.
De una manera absurda e infantil, se esforzaba por relacionar el ridículo sentimiento con el de esa antigua y cada vez más difusa necesidad de estar en alerta que viejos pensamientos como ‘Eh, es Reese, cuídate o terminarás con una tibia rota’ le causaban cuando era un niño mucho más pequeño… Pero, la verdad era que esa… esa particular sensación de nudos en el pecho y vaporoso ardor en el estómago que ahora parecía incapaz de abandonarlo, era en realidad muy distinta a la que solía tener cuando eran niños y su principal preocupación era cuidarse de las bromas pesadas y de la desmedida brusquedad de una fuerza bruta que Reese ni siquiera parecía ser consciente de poseer.
No…
En definitiva, no era igual.
No… esta se parecía increíblemente más a la que comenzó a experimentar luego de que Reese empezara a salir con esa… esa…- Bethany.
«Ugh»
Dios. Ni siquiera tratándose sólo del nombre en su cabeza Malcolm podía contener su desagrado en forma de una mueca.
Era algo exagerado, quizás, irracional y completamente sinsentido también. Él mismo se lo decía. Él mismo se lo había repetido como un mantra cada vez que se hallaba reducido a esos… esos incomprensibles despliegues de cruda y sedimentaria emoción.
Y era sólo que, Malcolm no tenía problema en admitir que todas las novias de Reese siempre le habían resultado fastidiosas o acababan teniendo algo que simplemente las volvía non gratas para él; eso era algo común, normal. Después de todo, al menos en cuanto a chicas (y más allá de la apariencia), los gustos de Reese siempre habían sido un tanto chocantes para él…
Pero… ¿Beth?
Beth estaba en un nivel completamente distinto a ese.
En aquel entonces, casi irónicamente (considerando su contrastante personalidad con Reese), Malcolm se recordaba a sí mismo con una perpetua sensación de estar a nada de implosionar cada que su hermano lucía tan relajado como pocas veces le habían visto.
Las inexploradas y (en ese entonces) novedosas ganas de causar un disturbio que lo sacara de la desagradable situación resultaban, francamente, casi insoportables. Lo habían sido en ese tiempo, tanto como lo habían continuado siendo después, cuando la mezcla entre su culpa y su nostalgia se materializaban lo suficiente para anudarle la garganta.
Siempre; cada que en alguna desafortunada jugarreta de su traicionero cerebro los recordaba en su casa, en su sofá… o en cualquier otro lugar: escapando en ocasiones más que sólo unos minutos y volviendo casi como si hubieran corrido una inexistente maratón; con el cabello revuelto, la ropa mal acomodada, y sonrisas que no hacían más que revolverle las ideas y el estómago.
Era por eso que era capaz de reconocerla ahora; la misma sensación. Y era, también por eso, por lo que no lograba comprenderlo; por lo que no lograba entender por qué había vuelto.
Oh, porque sabía que venía de todas esas pequeñas dudas que su irremediable curiosidad traía a su cabeza…, pero no entendía la razón tras su interés en ellas.
Lo único que comprendía era que seguía resultando igual de molesto.
«Molesto e inútil»
Malcolm resopló. Y cuando antes de que pudiera detenerlos sus ojos por instinto rodaron, la misma mueca arrugando su nariz y abultando parte de sus labios nuevamente apareció.
«¿En serio?»
Era como si estuviera reviviéndolo todo, otra vez.
Durante aquel acerbo tiempo, Malcolm había tomado la costumbre de poner tanto los ojos en blanco, que llegó a pensar que algún día quedarían girados tras sus cuencas para siempre.
«Tal vez eso habría sido lo mejor», pensó amargo. Sobre todo, si con eso podía evitar sentirse tan asquerosamente enfermo cada vez que sucedía…
Una particular ocasión, durante un pequeño y estúpido arranque de cruda irritación instantánea luego de encontrarlos besándose en mitad de la sala, con Beth prácticamente colgada de Reese y su idiota hermano tan inmerso en ella que ni siquiera lo había notado entrar…, Malcolm les había dicho que consiguieran una habitación.
Ignorándolo a él por completo, como siempre que estaba con ella, Reese simplemente había salido, mascullando por lo bajo su fastidio ante los gritos de su madre, quien desde el patio demandaba que le ayudara con las bolsas de las compras. Bethany, en cambio, le había sonreído, con los oscuros ojos destilando fanfarronería y los labios increíblemente rojos e hinchados, antes de contestarle un burdo y desagradable: “No creo que alcancemos a llegar…”
La respuesta le había obligado a él a abandonar el lugar hasta la hora de cenar.
Porque Malcolm no era un tipo violento.
Definitivamente no. No a excepción de las peleas a las que era arrastrado por costumbre en su familia, y mucho menos al nivel de Reese…, pero, en serio, esa había sido la primera y única vez en su vida que había tenido ganas de arrojarle algo a la cara a una chica con tal de borrarle una estúpida sonrisa.
¿Y por qué?
Esa era la pregunta siempre.
¿Por qué?
¿Por insinuar que ella y Reese compartían más que sólo unos cuantos besos? ¿Porque se estaba burlando de él? ¿Porque, de todas las personas, Reese parecía llevarle ventaja en algo?
¿Ventaja en qué? Y, de cualquier modo, ¿por qué la mayor parte de su ira la sentía hacia ella entonces?
No, no. Aún más, ¿por qué había sucedido lo que acabó por arruinarlo todo entonces?
Dios, hacía tanto que la irritante pregunta no aparecía, que de sólo recordarla sintió ganas de gritar.
Sin embargo, contuvo el impulso, y hacerlo se sintió algo similar a un enorme nudo en la garganta…, pero no quería recordarlo. No quería acordarse de eso.
No quería acordarse de ella. No quería acordarse de sí mismo estando ahí, o de cuando los veía, o de cuando no había más que una asquerosa sensación de rechazo disolviéndolo a pedazos.
Nada, en serio, nada antes le había generado eso. No en esa forma tan intensa y simplemente… visceral y…- Dios, era sólo que… Malcolm ni siquiera había ido esa noche a buscarla porque quisiera hacer nada con ella. La detestaba. ¿Por qué iría sólo a besarla? Esa no había sido su intención en ningún momento. No tenía lógica.
Y, aun así… había pasado.
¿Cómo?
Todo estaba tan borroso, que ni siquiera lograba distinguir con claridad.
Malcolm ni siquiera recordaba el beso en sí. No quería ni hacerlo.
Lo único que sabía era que de un momento al otro se encontraba debajo de la cama, con el estómago hecho un nudo y el corazón tratando de salir por su garganta. Y después…
Después sólo recordaba a Reese y su reacción.
Y… dolía.
Por Dios, dolía y seguía doliendo a pesar de que no debería haberlo hecho en ningún momento.
Porque no tenía que doler, ¿cierto?
Su relación con Reese era complicada. Lo había sido siempre, desde niños.
Complicada y… diferente.
Insuperablemente distinta a la que tenía o podría tener jamás con cualquier otra persona. Malcolm lo sabía.
Lo sabía, y, tal vez…, era por eso que dolía.
«Dios…»
¿Siempre había sido tan tonto como se sentía ahora mismo?
De nuevo, suspiró, y se cubrió la cara con las manos en un ademán atormentado antes de notarlo.
«Si tan sólo-»
—¿Estás bien?
Incapaz de evitar el pequeño salto que el ataque de impresión le había causado, Malcolm jadeó del susto con los ojos bien abiertos, llevándose una mano al pecho. Detrás de él, Reese lo veía con una ceja elevada y una mezcla entre intriga y diversión que se tornó evidente cuando se giró azorado. En serio, ¿en qué momento había llegado?
Todavía con el corazón latiendo desbocado, Malcolm sacudió la cabeza, deshaciéndose tanto como podía del montón de cosas que no dejaban de agobiarlo, y observó a su hermano de reojo mientras pretendía volver a lo que en principio hacía, tomando entre sus manos temblorosas la primera caja que logró tocar para ocultar su torpe estado.
—Sí, sí… estoy bien —respondió—. ¿Qué haces aquí?
Antes de perderse en la marea de sangre que parecían ser últimamente sus pensamientos, Malcolm había estado en el garaje rebuscando algunos de los materiales que Stevie y él necesitarían para su proyecto, pero había acabado tan perdido en sus divagaciones, que ni siquiera se había dado cuenta del momento en el que Reese entró.
—Escuché ruido y vine a ver —dijo él—, pero tú ni reaccionaste… ¿Seguro que estás bien?
Malcolm volteó, y el inusual brillo de consternación en los ojos verdes de su hermano le causó un extraño escalofrío.
Dios, ¿qué pasaba con sus manos que no dejaban de temblar?
Naturalmente, lo único que se le ocurrió en el momento para disimular fue dejar de nuevo la caja sobre la mesa al frente y cruzarse de brazos.
—No es nada, sólo… buscaba las piezas que necesito para mi proyecto con Stevie.
Suficientemente curioso, Reese soltó algo que parecía dividirse entre un resoplido y un gruñido. Malcolm arqueó una ceja.
—¿Qué?
—De todos los cerebritos con los que podrías haberte quedado, ¿tenía que ser ese?
Malcolm bufó una pequeña risa.
—Bueno, es el único que ha sabido soportarme a través de tantas cosas.
—Lo dices como si fuera difícil, princesa… —sonrió Reese, irónico y paladeando casi un poco demasiado el sobrenombre al que ya había empezado a acostumbrarse. Malcolm le golpeó el brazo con el puño cerrado.
Sin embargo,
—¡Ay!
El dolor que recorrió desde sus nudillos hasta su hombro, pasando por su muñeca y su codo en una clase de tirón, le sacó un quejido involuntario, y Malcolm, sacudiendo la mano por reflejo, lo miró enfurruñado cuando Reese sólo comenzó a reír con ganas después de no haber sido movido aparentemente ni un centímetro.
—Dios —jadeó—, ¿qué te daban de comer allá?
—¿Hm? Cosas que probablemente no quieres saber.
—No, en serio, ¿cómo es que… —Malcolm se detuvo a tan sólo unos centímetros de tocarlo, dejando la mano suspendida en el aire con los dedos extendidos y listos para engancharse tanto como pudieran al bíceps que previamente había pretendido dañar; repentinamente aturdido, repentinamente consciente…; visionando en un lapsus fugaz las subyacentes consecuencias que su absurdo arranque podría causar, apenas una milésima de segundo luego de darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer y atragantarse con su insensatez.
Sintiendo un raro estremecimiento y el resquemor de sus novedosos e inusuales impulsos hormigueando incómodamente por debajo de su piel, su estómago pareció dar una vuelta sobre sí mismo, y el corazón se le aceleró tanto que creyó que Reese lo escucharía golpeteando contra su tórax.
«AyDiosAyDiosAyDios»
Sintió la cara arder.
¡Pero ¿qué estaba pensando?!
Malcolm carraspeó, manteniendo la vista clavada en la mesa y las manos ocultas tras su espalda después de alejarlas como si le hubiesen dado una descarga, y entonces fingió concentrarse en la lista que debía terminar, en las letras y los trazos a medio acabar, esperando inútilmente que de algún portentoso modo su intento de desentendimiento llegara a funcionar…
Pero él lo sabía. En el fondo lo sabía. Reese no lo dejaría pasar y-
«Oh, Dios»
Malcolm se mordió la boca con fuerza cuando lo sintió inclinarse en el momento en que su hombro, irónicamente a la misma altura del músculo que impulsivamente había estado a punto de tocar, rozó el brazo de Reese. Y entonces, cuando la atmósfera, con cada pequeño gramo de materia a su alrededor y lo que no, pareció sofocarse en un segundo…
—Mal-
…hizo lo primero que se le ocurrió:
—¿A dónde fuiste la otra vez?
La pregunta fue casual. Casi como si realmente lo único que intentara fuera hacer un poco de conversación,
(O al menos así era como esperaba que hubiese sonado…)
Sin embargo, funcionó, porque entonces la sutil presión en su costado disminuyó hasta desaparecer, luego de que Reese se girara para verlo por completo y responder.
—¿Cuándo?
—El otro día —aclaró, tragándose el pequeño nudo de los nervios atorado en su garganta y resignado a continuar con la pregunta que, al menos en un principio (un solitario y menos angustioso principio), tanto había tratado de evitar—. Llegaste más tarde de lo normal.
—Ah, ¿eso?… Sólo quería salir.
—¿Salir?
Reese lo miró, con una ceja elevada y la arrogante sonrisa dándole una expresión notablemente burlona que Malcolm detestó al instante.
—¿Por qué estás tan interesado?
—¿Interesado? —Malcolm bufó, rodando los ojos y volviendo su atención a revolver el contenido de las cajas en la mesa— No estoy interesado. Sólo creo que desde ese día estás aún más sospechoso, y eso nunca es bueno tratándose de ti.
—¿Sospechoso…? Ni siquiera te he hecho nada últimamente.
«Exacto», pensó, pero, por supuesto, no lo dijo. Reese continuó:
—¿Es por lo de Dewey?
—Por ejemplo —asintió Malcolm—. En verdad no esperas que me crea el cuento de que lo hiciste porque él te lo pidió sin más, ¿o sí?
Reese rio.
—Creo que eres demasiado paranoico.
—Sí, claro…
—Bueno, si realmente quieres saberlo… —tanteó, inclinándose un poco más sobre la mesa y obligando a Malcolm a dar un nervioso paso atrás cuando los dedos de su mano rozaron los de él junto a la caja de cartón— Quiero pasar la noche con alguien especial.
«¿Especial?»
Malcolm contuvo el aliento, mordiéndose el interior del labio inferior sin saber qué más hacer para no delatar el inesperado hormigueo en la boca de su estómago que se extendía con rapidez a todo lo demás; y, en una lucha interna entre su orgullo por mantenerle la mirada y la inquietud amenazando su ya empequeñecida estabilidad, miró a Reese por entre sus pestañas con curiosidad.
—¿Con… quién?
Casi como si se esperara la pregunta, con la lobuna sonrisa estirándose en una infame inclinación sobre sus labios, Reese elevó una ceja.
—Creí que habías dicho que no estabas interesado…
«Idiota»
Malcolm bufó a través de la nariz tras poner los ojos en blanco.
—Pero, te diré qué —siguió Reese—; puedo decirte a dónde fui aquella vez, o puedo decirte de quién se trata mi episodio de buen corazón… Si me das algo a cambio.
—¿Qué? ¿Es tan difícil responder? ¿Por qué no sólo me lo dices y ya?
—Bueno, porque ya respondí una de tus preguntas gratis, y tú no sueles responder las mías de manera muy sencilla, princesa —señaló, todavía sin dejar de sonreír—. Además, no pido mucho. Soy… un tipo bastante accesible, diría yo.
—Oh, ¿eso crees? —ironizó Malcolm.
Reese simplemente se encogió de hombros.
Y, maldito él, Malcolm no pudo contener la súbita curiosidad llenándole inequívocamente los ojos en tan sólo un parpadeo, y supo inmediatamente que Reese tendría que haberlo notado también, porque entonces la sonrisa se estiró sobre sus labios en esa irritante forma que hacía siempre; tan frustrantemente propia; afilada en cada eje…
Absurdamente reminiscente a la de un potencial depredador consciente.
Malcolm lo sabía; sabía perfectamente bien que (más a menudo que nada) caer en la descarada trampa expuesta que ese gesto resguardaba no era sino un sinónimo de estupidez. Lo había comprobado de manera empírica desde que eran niños; los efectos en sí mismo y sobre todo en otros, una, y otra, y otra vez… Y…
—¿A cambio de qué?
La pregunta salió sola de su boca antes de que pudiera procesarla, y,
—Un beso.
Malcolm parpadeó.
—¿Un… beso?
—Puedes tener lo que quieras, si me das un beso.
—¿Cómo…- ¿¡Qué tiene eso que ver con esto!?
—Me gustas —respondió Reese como si fuese obvio—. Me gusta besarte.
Mientras lo veía de lleno, con los ojos verdes y la infame sonrisa adornándole la boca en un gesto que le provocó una nueva oleada de calor, Malcolm sacudió la cabeza en negación, tomando una inhalación tan profunda como sus contraídos pulmones se lo permitían, incrédulo y ya algo fastidiado de la maldita confusión y duda que volvían a asediarlo.
—Deja de jugar.
Reese puso los ojos en blanco.
—Ya te dije que no estoy jugando, Mal.
—¿Entonces por qué sigues haciendo esto? —se quejó— Todo esto de los besos, y los acercamientos y-
—En serio, con el cerebro que tienes cualquiera pensaría que serías el último en hacer preguntas obvias —resopló—. Además… podría preguntarte lo mismo.
—¿Disculpa?
La entonación fue más aguda de lo que habría pensado, pero la ofensa en sus ojos era genuina.
A Reese no le importó.
—Vamos, no es como si lo hiciera con una pared, ¿cierto? La verdad me pareces bastante dispuesto cada vez que pasa algo.
Malcolm presionó los labios en una línea tensa e inhaló profundo en un fallido intento por calmarse. Porque no podía creerlo. Reese no podía estar hablando en serio.
Era absurdo. Sinsentido. Era… impensable.
—Tú… estás completa y totalmente-!
Cuando su espalda topó contra el muro sin esperárselo, Malcolm apenas consiguió disimular el diminuto quejido producto del impacto y la sorpresa que le hizo jadear.
—¿Loco? —complementó Reese sonriendo—… Tal vez… pero no estoy ciego.
Ni siquiera había notado el momento en que Reese había comenzado a avanzar haciéndole retroceder por absoluto instinto…, pero entonces no importaba, porque en menos de un parpadeo ya lo tenía a sólo un brazo de distancia, arrinconándolo en una de las esquinas más alejadas de la entrada y con los ojos fijos como imanes en los suyos.
Pero había algo… algo diferente a las otras ocasiones en las que habían estado cerca de ese modo; algo en el tono, en la postura y en su enervante mirada taimada; algo como…-
Y entonces lo comprendió:
—Oh, por Dios, tú… —Malcolm murmuró tan bajo, que por un segundo creyó que no había sido más que un pensamiento en su cabeza—…de verdad crees que me gusta esto.
Reese no respondió por un instante, en cambio analizándolo como si estuviera viéndolo por primera vez, como si estuvieran hablando genuinamente por primera vez…, y,
—Sí… creo que sí…
La respuesta fue casi un susurro, y Malcolm notó su propia garganta increíblemente seca cuando Reese se inclinó hacia él, dando un paso más y haciéndole elevar la cabeza para no dejar de verlo.
De algún modo, se sintió como si estuvieran compartiendo alguna clase de secreto.
Todo a su alrededor estaba tan silencioso, que fue la única forma en que Malcolm pudo escucharse a sí mismo intentando responder;
—Pues… no es así.
Reese sonrió, elevando los astutos ojos verdes hasta los suyos después de prácticamente leer la frase de sus labios.
—¿En serio?
Malcolm asintió.
—Me parece que estás dudando… ¿Por qué no lo averiguamos?
Y… tal vez, tendría que haberlo golpeado en el momento en que lo notó inclinarse más. Tal vez, debió empujarlo en el instante en que su impertinente mano tomó su cintura con deliberada posesividad y la acción fue suficiente para hacerle temblar. Tal vez…-
Tal vez, no tendría que haberse quedado en un tal vez… y, sin embargo, no lo hizo.
No hizo nada de eso, porque en realidad no hizo otra cosa que desviar la mirada al cuello frente a él, imaginando lo mucho que le gustaría poder encontrar dentro de sí mismo por lo menos un resquicio de rechazo, un empuje o un poquito de coraje para hacer que dejara de tocarlo…, y, no obstante, no consiguiendo nada más que una última y empobrecida intención de negación.
—No hay nada que averiguar.
—Entonces demuéstralo.
—¿Qué?
Reese le dio un fluido tirón, afianzando aún más el agarre a su alrededor y haciéndole pararse sobre las puntas de sus pies y sostenerse de él por la fuerza del inesperado movimiento.
—Vamos, será como un experimento… Te gustan esos.
Con el extraño revoloteo volviéndose más fuerte, Malcolm contuvo el aliento cuando su frente toco la de él con suavidad.
—No creo que sea una buena idea —murmuró, sintiéndose mareado.
Porque no lo era. Definitivamente no lo era.
No con su familia a unos cuantos metros, dentro de la casa y haciendo cualquier cosa de la que podrían aburrirse en apenas un instante.
No con la manera en la que, cada vez que algo como eso sucedía, algo dentro de él parecía desprenderse de lo que previamente conocía.
No, no era una buena idea.
No lo era, y, no obstante…;
—A veces —murmuró Reese de igual manera—… hace falta tener malas ideas.
.
.
.
.
.
Notes:
☺ 23 ☺
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Perdón por la tardanza, pero ¡he venido con doble capítulo, (y uno largo)! Ü
Dios, cómo amo a estos dos en serio <333
Reese cada vez se contiene menos, Malcolm cada vez se ve menos capaz de ignorar lo que le pasa…
Hm… habrá qué ver en qué acaban las cosas, ¿no?
Dato inútil de la autora: estoy segura que había algo que iba a escribir como nota, algo que se me había venido a la cabeza en mitad del capítulo cuando lo escribía… y ahora simplemente no recuerdo el qué :S
Todo mal conmigo, ya sé, una disculpa < /3En fin, espero que disfrutaran mucho este capítulo, cuéntenme qué les pareció, ¡ahorita mismo publico el siguiente! Cuídense mucho, tengan una gran semana, bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 24: Mentiroso
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
“Repítetelo hasta que te lo creas…”
Malcolm se sostuvo a sí mismo abrazándose las rodillas al pecho, todavía arrinconado en la esquina del oscuro garaje, ya completamente solo y con el montón de abrumadoras emociones tan intensas, que literalmente lo mantenían unido al suelo.
Porque no lograba concebirlo.
No podía entender lo que sucedía con él.
Recordarse a sí mismo minutos atrás…
Dios, es que,
A Malcolm le gustaría decir que lo había tomado por sorpresa, que la presión de labios había sido lo suficientemente inesperada como para imposibilitarle reaccionar de una manera adecuada y racional…
Pero no era la verdad.
Mentiría si dijera que el corazón no le latía desbocado por los nervios y que sus manos no habían hecho más que aferrar con fuerza la tela que se habían negado a soltar desde ese primer brusco movimiento que le había dejado sobre las puntas de sus pies.
Había intentado pensar en algo, por un segundo, realmente trató de hacerlo… y entonces su pequeño instinto de bravata se había esfumado en nada, porque,
Una de las manos de Reese había subido hasta su mentón, y Malcolm sintió dedos, extensos y usualmente rudos, inesperadamente cuidadosos, deslizándose por el costado de su cuello, inclinando su cabeza y enredándose casi delicadamente en su cabello. El tacto le había arrancado un suspiro, y el cálido hormigueo en su vientre se volvió más denso cuando un suave rastro húmedo le acarició los labios en un movimiento tan ventajoso como astuto antes de que una nociva lengua lo empeorara invadiéndolo de lleno.
Y entonces el contrastante tacto directo y basto de la mano de Reese que sostenía su cintura se había deslizado bajo la tela de su camisa, aferrándose a su piel y haciéndole estremecer, y,
Malcolm no sabía en qué momento había pasado. No conseguía determinar en qué punto su cerebro se había desconectado tanto como para dejarlo ahí, tan aferrado a la boca de Reese como un sentido físico se lo permitía.
No había sabido qué hacer.
No había sabido cómo reaccionar.
Porque era tan malditamente invasivo que lo odiaba… y al mismo tiempo le gustaba.
No podía evitarlo.
Era como si algo en él se encendiera mientras todo lo demás se apagaba, volviéndolo una masa blanda y dispuesta, perdido en el deslizamiento de los labios y la insoportablemente perfecta presión del cuerpo ajeno saturándolo por todas partes y provocándole una especie de cosquillas que no había sentido antes.
La estela de un gruñido había reverberado en el pecho contra sus manos apuñadas, e instantáneamente Malcolm se había encontrado a sí mismo moviéndose con más ganas también, serpenteando sus brazos hacia arriba, cruzándolos tras el cuello de Reese en un intento por unirlo más a él, perdido en el calor envolviéndole las venas, y en la efervescencia mezclada con la adrenalina rodeándole el estómago, llenándolo de afuera hacia adentro hasta adherirse a sus tejidos, encerrando sus membranas, brotando y escalando, subiendo hasta su pecho, su garganta y a su boca, oprimiendo sus pulmones, tensándole las manos y ablandándole las piernas…
Malcolm se había sentido tan mareado, que en un punto creyó que iba a reventar mientras seguía en ese maldito bucle que no dejaba de girar. Y ahora…
Ahora incluso estando solo seguía igual, porque no notó el momento en que llevó una de sus manos a su boca, pero, igual que el resto de su cuerpo, sus hipersensibles labios parecieron palpitar bajo sus dedos cuando los tocó, haciéndole jadear.
Malcolm presionó sus piernas juntas y escondió su cara apoyando la frente contra sus rodillas, con el corazón tratando de salirse de su pecho y la piel ardiendo acalorada en un rojo carmín.
«¿Por qué?»
—A mí me parece claro… ¿no lo crees?
«No»
«No»
«No»
En aquel momento, cuando el contacto acabó, dejándolo en un ambiguo estado paradójico entre sentir todo y no sentir nada al mismo tiempo, la pregunta de Reese hecha como un murmullo falto de aliento contra su mejilla había sido lo único capaz de hacerle reaccionar.
Malcolm había sentido con impotencia casi aterradora la incomodidad que lo embargó luego de que lo soltara; cuando las manos que antes tomaban su rostro y su cintura se alejaron y Malcolm tuvo que obligarse a hacer lo mismo dejando caer sus brazos.
Era tanto su desequilibrio, que había terminado por recargar su peso contra la pared en busca de estabilidad, volviendo a plantarse sobre sus talones mientras hacía lo posible por canalizar a conciencia su respiración y experimentando la misma sensación de un doloroso tirón en el pecho al comprender las palabras de Reese un minuto más tarde.
Y entonces…, con la verde mirada atravesando su retina y el denso nudo tensándose en su estómago, Malcolm simplemente había negado con la cabeza sin saber qué más hacer.
—No significó nada —mintió.
Porque lo había hecho.
Había mentido con un nudo en la garganta, y, aunque a estas alturas Malcolm no sabía si intentaba convencerse más a sí mismo que a Reese…, contra todo pronóstico, él había sonreído. Su boca ligeramente enrojecida se había estirado en un gesto entre burlón y satisfecho, y los ojos verdes prácticamente le habían brillado mientras se inclinaba hacia su oído, y,
—Repítetelo hasta que te lo creas…
El bajo volumen y la forma en que lo había dicho, junto a la abrumadora temperatura manando de su cuerpo cuando se pegó de nuevo al suyo antes de alejarse por completo, le provocó un escalofrío, y Malcolm había terminado deslizándose hasta quedar sentado en el suelo un minuto después de que se fuera, con el fantasma del contacto y las palabras resonando en su cabeza una y otra vez a punto de volverlo loco.
“Repítetelo hasta que te lo creas…”
Dios.
Presionó sus dedos contra sus rodillas hasta que las puntas se tornaron blancas, pero es que, recordarlo ahí…, rememorar la maldita expresión en su rostro y el pretencioso tono que había utilizado… simplemente…
“Repítetelo hasta que te lo creas…”
«¡BastaBastaBasta!»
La oleada de calor reptándole en el vientre y deslizándose a sus piernas se tornó casi insoportable, y Malcolm se mordió el labio con tanta fuerza que dolió.
No podía dejar de pensar en ello.
No podía porque, la cosa era que le había dejado besarlo.
No sólo eso… él mismo lo había besado también.
Y Malcolm realmente no podía decidir si era más estúpido que preocupante, o viceversa, porque, de algún modo, se sintió extrañamente liberador que lo hiciera.
Había estado tanto tiempo con la incertidumbre y los nervios sobre cuándo volvería a hacerlo luego de todas esas situaciones de presión interna y contacto inapropiadamente prolongado, que la ansiedad había comenzado a consumirlo desde adentro, y-
«No»
Quería esconderse.
Quería hacerlo en sí mismo. Quería ser una oruga en su capullo, deshaciendo en su propio ácido sus huesos y sus órganos hasta que no quedara nada más y volviera a nacer sin recordar nada que tuviera que ver con él.
«¿Por qué?»
¿Por qué lo hacía?
¿Por qué le decía esas cosas?
¿Por qué lo tocaba así?
¿Por qué él se sentía así cada vez que sucedía?
Malcolm nunca, en toda su vida, se había notado tan sensible y receptivo a algo como lo era al tacto de Reese.
Jamás un par de palabras le habían puesto tanto de cabeza. Ninguna insinuación había logrado hacerle temblar las piernas, y,
«Por Dios… ¡es tu hermano, no un tipo cualquiera!»
Se repitió la misma reprimenda vez tras vez, y, aun así…, no pudo evitarlo.
No podía no pensar en eso y dejar de revivir las miles de cosas alterando sus sentidos.
“No significó nada…”
«¿No significó nada?»
«Mentiroso», pensó amargo.
Porque la tierna y sensible superficie de sus labios seguía hormigueando… anhelando el infernal contacto que había acabado hacía tanto, y,
“Me gusta besarte…”
Malcolm suspiró apesadumbrado, cerrando los ojos y abrazándose a sí mismo con más fuerza en busca de una estabilidad que quizás no iba a llegar jamás.
Porque,
—Supongo… que somos dos.
.
.
.
.
.
Notes:
♥ 24 ♥
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
Como dije, ¡capítulo doble hoy!
Y, tal como dije en el capítulo anterior: Reese cada vez se contiene menos, y Malcolm cada vez se ve menos capaz de ignorar lo que le pasa… Vaya, vaya…
Espero que les haya gustado, que no se les hiciera pesado, y que no se me haya ido un error por ahí por no revisar bien antes de publicar esto (una disculpa de antemano :S)… ¿Qué pasará a partir de ahora? Buee... Con Malcolm no se sabe :D: jajaj
Genuinamente no se me ocurre nada qué decir ahora, así que sólo voy a volver a desearles una linda semana, que tengan un bonito día, tarde, o noche, cuando sea que lean esto, y cuídense mucho, yo los tqm <333
—Lemon
Chapter 25: Stevie
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
—¿Y… cómo van… las cosas con… Reese?
Por un segundo, Malcolm realmente pensó haber escuchado mal.
En primera, porque no tenía sentido que no fuese así. Y en segunda, porque había estado trabajando muy duro desde aquella infame noche en focalizar cada gramo de energía no consumido por cualquier otra actividad mínimamente productiva en extraerse a sí mismo de prácticamente todo lo que pudiera recordarle su penosa situación… y al culpable de ella.
Así que, ante la sola mención del nombre en el que había intentado evitar pensar durante todo el día, Malcolm no pudo controlar el extraño chispazo que le hizo enderezarse de la encorvada posición sobre la cama para ver a su amigo, al usualmente indiferente y confiable Stevie; quien aparentemente había perdido el interés en las cajas que debían ordenar.
—¿Qué?
—Luces más… introspectivo que… decaído… últimamente —contestó Stevie, encogiéndose de hombros como si no acabara de decir algo digno de su conmoción—. Es obvio… que algo cambió.
Todavía algo pasmado, Malcolm permaneció sin habla por un par de segundos, boqueando como un pececito, incapaz de formular una oración y sintiendo las palpitaciones de su pecho como golpeteos sordos que llenaban sus oídos y el espacio a lo largo y ancho de la habitación. Hasta que su aturdido cerebro finalmente se recuperó:
—¿Por qué creerías que se debe a Reese?
Y, para su sorpresa, Stevie formó una diminuta sonrisa en un gesto puro de ironía.
—¿Cuándo no es… por él?
La pregunta, junto a la insospechada insinuación en el semblante le hicieron atragantarse con su propia saliva, y Malcolm lo miró ofuscado, con el calor de la vergüenza comenzando a apoderarse por completo de su cuerpo y de su mente y compitiendo con el repentino subidón de indignación crispándole los nervios.
—¿Y qué se supone que significa eso? —siseó como un gato acorralado. Stevie, tan pragmático como siempre, respondió sin ninguna alteración.
—Hasta donde… sé…, es el único… capaz… de alterarte tanto… los nervios.
Malcolm se detuvo, apresando el centro de su labio inferior fuertemente entre sus dientes para no jadear, para no dejar que su mandíbula tocara el suelo, y fijó sus ojos en Stevie al mismo tiempo que frenaba el inconsciente movimiento de sus dedos.
Stevie.
Su mejor amigo. El mismo cuya practicidad impersonal lo convertía en alguien tan difícil de leer cuando genuinamente se lo proponía, y el mismo que sabía leerlo a él como un libro abierto cuando realmente quería.
«¿Por qué…?»
Conteniendo el aliento, el silencio persistió por un minuto en el que Malcolm parecía aclimatarse al franco y directo comentario, pero que, honestamente, no hizo sino generarle más preguntas;
Preguntas que tiempo atrás jamás creyó tener que hacerse y que de algún modo ahora acababan rondando su cabeza cada vez con más frecuencia.
—¿Stevie?
—¿Hm?
—¿Desde cuándo te importa tanto mi relación con Reese?
—¿De qué… hablas?
Malcolm abultó los labios en un efímero puchero que no admitiría jamás, y se cruzó de brazos, mirándolo a través de ojos entrecerrados.
—Sabes bien a qué me refiero —insistió sin titubear—. Me preguntas sobre eso bastante más de lo que sería normal para ti… Ya sabes, considerando que ustedes dos no se soportan y más bien prácticamente se odian, y que, hasta donde yo tenía entendido, nada podría importarte menos que cualquier cosa relacionada con él.
Su curiosidad era genuina. Francamente hacía tiempo que Malcolm no dejaba de cuestionarse justo eso;
Stevie era su mejor amigo, Reese era su hermano, y, hasta ese momento de sus vidas, lo único que los dos parecían tener en común además de él mismo era su desprecio por el otro…, así que no se explicaba por qué de cierto tiempo hasta la actualidad Stevie había comenzado a mostrar un grado de interés por ellos que no encajaba mucho con su característica personalidad.
—Sí… Ciertamente no es… mi persona… favorita —aceptó.
Y justo cuando Malcolm abría la boca para volver a preguntar, Stevie continuó;
—Pero tú… Bueno…, deja de ser… divertido… cuando algo te… afecta… de verdad.
¿Afectarlo?
Para este punto era obvio que Stevie reconocía sus tintes de esporádica inestabilidad y molestos cambios de humor. Y, quizás, si no fuera porque los relacionaba directamente con la fuente correcta del problema, a Malcolm no le importaría tanto que lo hiciera…
Pero lo hacía.
Lo hacía, y lo único que le quedaba por aferrarse ahora era a la bendita imposibilidad de que a su mejor amigo llegaran a cruzársele las situaciones y trasfondos reales de sus cambios por la cabeza.
Porque no podrían ocurrírsele de verdad.
En cualquier universo realista, nadie pensaría nunca algo remotamente cercano a lo que verdaderamente le sucedía.
No antes de pensar en muchas otras cosas, al menos.
Esa era probablemente la única ventaja que existía acerca de todo. Lo único a su favor. Lo único que evitaba que Malcolm se volviera loco de los nervios cada vez que se encontraba inadvertidamente meditando en ello…
Justo como ahora.
Y, en un intento por desviar la atención de sus propios y tortuosos pensamientos, Malcolm bufó, esperando que se transmitiera como un gesto irónico y no uno melancólico, antes de sonreír con sobreactuada picardía, echándose ligeramente hacia atrás sobre sus brazos y viéndolo con juguetones ojos entrecerrados desde donde estaba sentado en mitad de la cama de Reese.
(Porque era el único sitio disponible entre el desorden, por supuesto).
—Aw… ¿Debería tomar eso como una confesión? ¿Hay algo que quieras decirme, Stevie?
Él puso los ojos en blanco, pero sonrió también.
—Nada que no… sepas ya.
—Vaaamos~, puedes hacerlo mejor —insistió—. Prometo no decir que no…
Stevie elevó una ceja, con la sonrisa que ya parecía incapaz de contener marcando un poco común hoyuelo a cada lado de su rostro.
—Como si pudieras… hacerlo —resopló—. ¿Creíste que esa… primera galleta… que… compartimos… había sido gratis?
Malcolm se echó a reír.
Eran pocas las veces en que ambos bromeaban de ese modo, y eran aún más pocas las veces en las que era él quien lo iniciaba, pero sin lugar a dudas era algo que siempre acababa sacándoles al menos una carcajada en algún punto y que eliminaba cualquier clase de tensión al mismo tiempo.
—No, no —continuó Stevie—. Has sido mío… desde el principio.
—Vaya… Y yo que creía que yo era el posesivo entre los dos…
—¿Qué puedo… decir? —respondió encogiéndose de hombros— Sólo tengo mucho… autocontrol.
Malcolm puso los ojos en blanco, pero no dejó de sonreír.
—No me digas… ¿y eso por qué?
Cuando Stevie, todavía sonriendo, desvió la mirada de la suya a su propio regazo apenas un par de segundos antes de negar con la cabeza en medio de un suspiro, Malcolm instintivamente se enderezó sobre su lugar, transformando su gesto sardónico a uno de entera curiosidad. Uno que terminó acentuándose sin querer, y aún más, luego de que los oscuros ojos tras las gafas lo volviesen a observar; brillantes, y con una extraña mezcla entre ironía, astucia y algo más.
Algo que él realmente no estaba seguro de querer identificar, porque Stevie seguía sonriendo, sí, pero no del modo en que lo hacía al jugar, y sorprendentemente no del modo en que lo hacía para molestar o al menos alardear.
No obstante, en el momento en que Malcolm movido completamente por su intriga separó los labios para hablar, el propio Stevie se le adelantó;
—Por inverosímil… que pueda… sonar… —comenzó—, no estoy tan dispuesto a… morir… a manos de tu… troglodita hermano… como parezco.
El silenció se asentó tan pronto como la frase terminó, y Malcolm se encontró a sí mismo pasmado entre la indecisión de si había escuchado bien, o si por alguna razón su traicionera cabeza había decidido armarle alguna jugarreta tan estúpida como cruel en el peor momento.
Porque parecía algo que tendría que tomarse a broma, pero al mismo tiempo se escuchaba como algo que no terminaba bien de serlo y…
Y honestamente Malcolm pensó que lo mejor sería dejarlo pasar. Tal vez reírse un poco y sólo continuar…
Pero, por supuesto, antes de darse cuenta su boca ya se movía sola mientras un reducido número de letras acababan deslizándose impulsivas por su lengua; simples, comunes, insignificantes… y aun así las suficientes para expresar en llana perfección lo que ocurría (o dejaba de ocurrir) internamente en su cerebro:
—¿Qué?
Con los ojos azules bien abiertos y los dedos nuevamente retorciendo de manera compulsiva los bordes de las mangas de su camisa, Malcolm vio a Stevie tomar aire para contestar;
¿El qué? Nunca lo supo.
Porque entonces una de las voces que menos esperaba en ese instante interrumpió, y Malcolm casi saltó sobre su cama cuando el estridente grito de su madre lo asustó.
Ambos desviaron la vista hacia la entrada de la habitación, justo donde un par de segundos después la figura de Lois, toda ojos severos y brazos cruzados, se materializó.
—Malcolm, te dije que limpiaras el garaje. ¡Está hecho un desastre!
Ugh. Eso sí lo había olvidado.
Malcolm la miró haciendo una mueca.
—Lo sé, lo sé. Lo haré en un rato —prometió—, primero-
—Ahora.
—Pero, mamá —se quejó, poniéndose de pie—, debo acompañar a Stevie a su casa primero. Tenemos que llevar algunos de los materiales para nuestro proyecto. ¿Ves?
Lois elevó una ceja, y Malcolm sólo pudo señalar en un gesto mudo las cajas que habían estado organizando sobre ambas camas antes de que llegara.
—Bien —resopló ella—. Reese lo acompañará entonces.
—¿Reese? —Malcolm la miró como si estuviera loca— ¿No puedes sólo-
Sin embargo, como era de esperarse, su mamá sólo lo ignoró.
—¡REESE!
Malcolm se cubrió la cara con las manos en un gesto exasperado, tragándose apenas las ganas de gruñir y empeorar la situación para cuando su molesto hermano apareció, entre movimientos desganados y rastros de fastidio, ladrando un escueto “¿Qué?” desde el pasillo.
Y, honestamente, ver la expresión de absoluto desagrado desfigurar la cara de Reese, mientras su madre le explicaba lo que haría y él sólo lucía más y más irritado con cada palabra que oía, en cualquier otro momento le habría provocado ganas de reír…
Pero, con la forma en que los había mirado a Stevie y a él de reojo al entrar, y tomando en cuenta la manera en que su ceño ahora en verdad parecía intentar convertir sus cejas en una sola como pocas veces antes le había visto…, todo pequeño instinto de gracia murió en su estómago antes de realmente poder surgir.
En cambio, Malcolm se notó insoportablemente inquieto. Desorientado y… abstraído. Tanto, que sólo podía ver la boca de Reese torcerse con lo que seguramente eran un montón de maldiciones contenidas y la marcada línea cada vez más rígida de su mandíbula. Tanto, que ni siquiera pudo moverse de su lugar cuando su mamá abandonó la habitación y Reese empezó a tomar primero las cajas más grandes frente a él como si no pesaran nada.
Pero Malcolm podía ver la tensión definiendo cada músculo aún más, el esfuerzo demostrando sus efectos, haciéndose presente desde la curvatura de sus hombros hasta las puntas de sus dedos, destacando el bosquejo de sus venas y la rigidez de sus tendones y…
Y… era tan extraña… la forma en que cada zona de su propio cuerpo seguro parecía estar terriblemente quieta desde afuera, mientras que por dentro se encontraba vuelto un innegable caos; con el corazón acalambrado, los pulmones oprimidos, y el estómago hecho un nudo… que el momento se sintió como mucho más tiempo del que realmente habría podido ser, y, en el instante en que los ojos verdes se toparon con los suyos por lo que podría haber sido tan sólo un mísero segundo antes de desviarse con inmutable cinismo un poco más abajo, Malcolm, sintiéndose absurdamente autoconsciente, liberó con nerviosa lentitud el labio que no sabía que había estado mordiendo con fuerza más que suficiente.
Sus dedos hormiguearon por moverse, por aferrarse a algo, cualquier cosa, preferiblemente cálido y sintiente y…- Tuvo que cruzarse de brazos, envolviéndose a sí mismo sin saber qué más hacer cuando su mirada inevitablemente se adhirió a la pronunciada manzana de adán resaltando a través del tenso cuello a unos metros de distancia, pensando en si el hablar ahora sería tan estúpido como parecía sonar, y de algún modo no queriendo ni siquiera respirar…
Pero entonces oyó a Reese murmurar una corta maldición bajo su aliento, y Malcolm no estaba seguro si era por la sangre acumulada en sus oídos, o si se debía a las propias ensordecedoras palpitaciones de su pecho, pero el sonido se sintió lejano y casi demasiado grave, y el repentino calor invadiendo sus entrañas pareció regarse parcialmente a su garganta; tan fuerte y tan intenso, que fácilmente acabó filtrándose a su cuello, sus mejillas y su rostro entero, y,
“No tienes que hacerlo intencionalmente, Mal. Cada cosa que haces provoca algo en mí…”
Malcolm presionó el agarre de sus dedos contra sí mismo en su intento de auto abrazo, tratando inútilmente de mostrarse más calmado y menos afectado, notando la respiración densificada, vacilante, y la insoportable ansiedad de humedecer la superficie de sus labios con la punta de su lengua cada vez más imperante, cada vez más apremiante…, sabiéndose a este punto ya incapaz de apartar sus propios ojos de los verdes que ahora mismo los veían; oscuros y casi sombríamente brillantes, casi asfixiantemente intimidantes… provocándole esa rara efervescencia atemporal; la enervante, inentendible amalgama emocional que rompía como olas en sus huesos y escalaba su dorsal, tan inexplorada como la profundidad del mar.
“…A veces me haces enojar…”
Reese pareció dar un inconsciente paso en su acartonada dirección, y el pulso en sus oídos aumentó; reconociendo la misma mirada, la misma sólida postura predadora que empezaba a acostumbrarse a presenciar sólo segundos antes de acabar presionado contra una superficie indistintamente horizontal o vertical.
“…, pero la mayor parte del tiempo sólo quiero tocarte de alguna manera…”
Los dedos le temblaron en el forzado agarre, en ese casi absurdo intento por anclarse, y- Un paso más.
“Me gusta besarte…”
Malcolm dejó caer sus manos inconscientemente a sus costados.
Dos pasos más.
“¿Por qué no te mueves, Mal? ...”
El flujo de su sangre pareció invertir su dirección, fatigando su sistema nervioso en fracciones de segundo, silenciando su sentido común, y-
“Porque… quiero saber…”
Malcolm se encontró a sí mismo esperando que llegara; esperando la sensación de cálida musculatura enjaulándolo de frente y firmeza inanimada sosteniéndole la espalda; recordando ruido blanco y confinado espacio, fuertes manos aferrando osadamente su cintura, sus caderas…, o acunando suavemente los contornos de su cara, dedos largos y seguros erizando-
—…em.
Malcolm parpadeó ofuscado, apenas reaccionando ante la extraña mezcla entre bufido y carraspeo a su costado que acabó rompiendo el extraño y opresivo ambiente, y entonces se giró instintivamente hacia la fuente, sintiendo los pulmones dos veces más pequeños luego de finalmente inspirar normal y encontrando a nadie más que a Stevie que observaba fijamente al frente, sin haberse movido de lugar.
Oh, Dios, ¿qué estaba…?
Su cara ardió.
Más por inercia que otra cosa, con un nuevo y totalmente distinto nudo y pesadez asentándose en la boca de su estómago, Malcolm también siguió la trayectoria, y no pudo evitar arquear una ceja con confusión al darse cuenta de que su amigo veía mucho más que sólo un incómodo punto muerto como había llegado a imaginar.
Veía a Reese.
Y Reese lo veía a él.
Y, a pesar del pequeño tornado de nervios en el centro de su pecho, de pronto Malcolm se sentía absurdamente fuera de lugar.
Casi como si lo más pesado ahí fuera la muda conversación que ambos parecían mantener, en vez de las decenas de kilos en cajas que su hermano había empezado ya a cargar.
¿Qué estaba pasando?
Malcolm estuvo a punto de aclararse la garganta, tentado a preguntar o decirles cualquier cosa sólo para interrumpir el denso ambiente que a pesar de sus posturas aparentemente desganadas se había empezado a formar;
Porque quizás Stevie seguía contra el respaldo de su silla y con ambos codos relajadamente apoyados sobre ella, y quizás Reese conservaba el rostro inusualmente impávido y sin ninguna mínima señal que denotara el esfuerzo de sus brazos…, pero Malcolm se sentía como si todo y nada estuviera a punto de explotar.
Y entonces, justo cuando abría la boca preparando su voz y su sermón dispuesto a hablar, una considerablemente más dura y hosca se le adelantó con decisión:
—¿Qué esperas? Muévete, Kenarban.
Reese ni siquiera esperó algo de Stevie antes de darle un último vistazo a él y girar sobre su eje para empezar a andar, y Malcolm apenas registró el imperturbable “nos vemos” de su amigo, que salió probablemente no más de un segundo después de tomar el resto de las cosas sin chistar, dejándolo a él ahí, solo y en un inesperado trance de genuina confusión apenas roto por el renovado grito de su mamá, que le hizo dirigirse finalmente hacia el garaje.
Porque, francamente, ahora sí tenía la impresión de no haberse enterado de nada.
En serio… ¿Qué acababa de pasar?
La tensión y el obvio rechazo entre Stevie y Reese siempre había existido. Lo había hecho desde el día uno en que se conocieron, todos siempre lo habían sabido y ellos dos nunca se habían molestado en ocultarlo…
Sin embargo, Malcolm no creía recordar alguna otra ocasión en la que, a pesar de la falta de expresividad y de palabras, resultara tan cargantemente opresiva como esta.
Era, hasta donde él sabía, la primera vez que los dos se encontraban directamente desde que Reese había vuelto. Y era, al mismo tiempo, la primera vez que Malcolm se sentía genuinamente sobrando en el lugar desde que se conocían.
Lo cual lo hacía todo aún más raro, considerando que, sin afán alguno de alimentar su ego esta ocasión, usualmente él era el metafórico centro entre los dos…
No lo entendía.
No lo entendía, y no le gustaba.
Pero… de cualquier modo, una vez que se encontró inmerso entre la mugre y el desastre que debía arreglar él solo, a Malcolm no le quedó otra que suspirar y resignarse, tratando de alejar de su cabeza cualquier mínima cosa que le recordara a Reese, a su comportamiento, y a su seguramente irracional significado.
Porque tratándose de él…
«¿Por qué habría de tener significado de todos modos?»
.
.
.
.
.
—Así que al final… volviste.
Reese se detuvo en seco.
Hacía tanto tiempo que no escuchaba esa voz y respiración particular dirigidas a él, que genuinamente le sorprendió estarlo haciendo.
Francamente había creído que ambos permanecerían en silencio durante todo el trayecto… y, a decir verdad, lo habría preferido de ese modo porque, con un demonio, ese jodido tono apático normalmente le desesperaba, pero el que ahora se oyera más como fastidio que como indiferencia, en definitiva, lo volvía algo mucho peor.
—Y tú nunca te fuiste —respondió girándose a mirarlo, parcialmente dividido entre su intriga y la casi sofocante molestia que lo invadía cada vez que lo veía.
Stevie sonrió como si supiera algo que él no, haciéndole inconscientemente apretar la mandíbula y entrecerrar los párpados cuando volvió a ponerse en movimiento, ahora obligándole a seguirlo.
—Bueno… Uno de nosotros… tiene que hacer… de hermano…, ¿no?
—¿Qué?
Reese ajustó más el agarre de sus dedos a mitad de su propia pregunta, sintiendo los hombros tensos junto a buena parte de su cuello, pero Stevie pareció ignorarlo.
—Malcolm lo pasó… realmente mal…, ¿sabes?... Cuando desapareciste…
Eso le sacó un bufido de ironía.
—¿Sí? Pues yo también la pasé menos que bien.
Stevie asintió.
—La verdad es… que él es… un egoísta —declaró—…, pero tú también… lo eres.
—Vete a la mierda, Stevie.
La llana maldición le salió más gutural e inmediata de lo que habría pensado, pero el simple hecho de saber que estaba siendo juzgado por Stevie Kenarban acerca de ninguna otra persona que Malcolm y su forma de lidiar con él, le hacía hervir la sangre en más de una manera y por más de una razón.
Por supuesto, al bastardo ni siquiera le importó.
—Nunca acabaste… de irte…, y el problema es… que ahora… tampoco terminas de… volver.
Y, jodido infierno, Reese en serio odiaba esa críptica manera con la que siempre parecía hablarle para intentar hacerle ver como un idiota… pero ahora simplemente de verdad no podía entender lo que decía.
—Como sea… —resopló Stevie, viéndolo fríamente de reojo y sacándole de las mil y una ideas asesinas que habían empezado a resonar en su cabeza— Al menos tu cuestionable… presencia… sí sirvió… de algo esta vez…
Hasta hacía dos frases, Reese había estado absolutamente decidido a ignorarlo tanto como le fuera posible sólo para no acabar aplastando su propia regla sobre no dañar a un chico discapacitado por más que lo odiara… Sin embargo, no iba a molestarse en ocultar que esa última parte en definitiva había llamado su atención más que ninguna otra cosa;
—¿De qué carajos estás hablando ahora, Kenarban?
Pero Stevie parecía envuelto en su propio monólogo, y no fue hasta su siguiente pausa; una más larga y deliberada, pesada, que Reese sintió su sangre coagularse en un feo bulto taponando sus oídos.
Porque,
—…Las marcas… al fin se fueron… por completo…
«¿Qué mierda…?»
En cualquier otro sentido fuera del intelectual, Stevie Kenarban no era un tipo intimidante. No para Reese. Nunca para Reese.
Y, de algún modo, aun si no iba admitírselo ni a sí mismo jamás, algo en la forma en la que lo miró, con esa espesa mezcla entre ironía, furor y desdén centelleando en los usualmente opacos ojos oscuros tras los cristales de sus lentes…, por un segundo encendió la reservada y empolvada alarma en su cabeza.
—¿Qué? —masculló Stevie desde su posición— ¿Creías que el mundo… iba a seguir… igual… mientras no estabas?
Reese apretó con más fuerza la mandíbula, ignorando la incomodidad a través de sus encías y notando la sangre comenzar a calentarse dentro de sus venas, para nada contento con el insinuante tono de reclamo y repentinamente confundido a más no poder, ya no únicamente debido a la exasperante situación, sino a la posible y jodida implicación.
—¿Por qué estás diciéndome esto?
—Porque a veces… Malcolm es… un idiota —contestó—, pero sin importar… eso… es mi mejor… amigo, y…, por mucho que… me irrite en… ocasiones…, no me gusta… nada… ver que alguien… lo golpee.
—¿Golpear?
—Sé que no soy… tu persona favorita… —suspiró Stevie, devolviéndole una seria mirada menos asesina y mucho más parecida a las que en algún momento había estado acostumbrado— Tú tampoco eres… la mía, pero… aunque no te guste… es claro que… ambos… la compartimos…, y…
Él continuó hablando, pero el cerebro de Reese seguía ciclado en el maldito significado de todo lo que acababa de escuchar.
Porque,
«Carajo. Carajo. JODER»
Se sintió un completo imbécil.
Había pasado tanto tiempo evitando mirar a Malcolm por su propia sanidad mental durante las primeras semanas tras su regreso, que ni siquiera había notado que podía haber algo mal con él, y-
«Jodida mierda»
Fue como si le dieran un puñetazo directo a la garganta.
¿Por qué…?
Con un demonio, ¿a quién quería engañar? Todo, desde que se había vuelto plenamente consciente de sus sentimientos por Malcolm, parecía mucho más jodido de lo que le habría resultado jamás tratándose de él.
Y aun así… las imágenes dibujándose a enfermiza voluntad en su cabeza sobre su hermano siendo herido de alguna manera no dejaban de provocarle serias ganas de salir corriendo a matar a alguien.
Pero ¿a quién?
—Dámelos.
—¿Qué…-
—Los jodidos nombres —rugió—. Dámelos.
Y, por más increíble que sonara, por más que Reese inicialmente creyó que sus ojos lo engañaban…, Stevie, el jodido Stevie Kenarban, no batió ni una pestaña mientras le mantenía la mirada y le extendía entre dos dedos un trozo de papel como lo haría con la carta de una baraja.
Maniobrando el peso de las cajas con una de sus manos, Reese lo arrebató con desconfianza, sólo para volver a observarlo ofuscado, juicioso aun en mitad de la creciente ira consumiéndole las venas tras ver lo que había escrito.
—¿Cómo sabías que iba a-
—Llámalo… corazonada.
Y a pesar de eso, no pudo sólo dejarlo así.
—¿Por qué haces esto?
Stevie se encogió de hombros.
—Tú tienes el… músculo…, y yo el… cerebro —dijo—. A veces no basta… sólo uno… de esos… para mantenerlo fuera de… problemas…, ¿no lo crees?
Y por la que quizás era la primera (y única) vez en su vida, Reese pensó que, tal vez, tener a Stevie Kenarban rondando a Malcolm podía servir para algo más que hacerle rabiar.
.
.
.
.
.
Notes:
¡25!
¡Hola! ♥ ¿Cómo están?
¡¡Volví!! Ü ♥♥♥
Dios mío, hacía taaanto que quería venir y actualizar, pero simplemente no había podido hacerlo :C
Perdonen la tardanza, de verdad que esto no me pasaba antes TT-TT
Dato inútil de la autora: la razón por la que tardé tanto en actualizar (después de la falta de tiempo, claro) es que cambié más de tres veces la parte del capítulo entre la aparición de Reese y su salida. En serio. Primero, cuando se suponía que ya tenía “listo” el capítulo, la escena eran probablemente unos tres párrafos; pero entonces, mientras revisaba el capítulo porque el acomodo de la escena anterior no me terminaba de convencer, terminé agregando más cosas ahí, y luego, cuando se suponía que el capítulo ya estaba listo (otra vez) y lo volvía a revisar otro día (otra vez)… lo odié :D … Así que, oh, sorpresa, tuve que borrar, editar y reescribir (otra vez) esa parte. Y uno pensaría que eso sería suficiente… pero no. No, porque entonces, la otra noche mientras trataba de dormir como un ser humano normal, a mi cerebro no se le ocurrió nada mejor que hacer que ponerse a darle vueltas ¡a la misma desgraciada escena de un capítulo que ya tendría que haber publicado desde hacía semanas!
Pero bueno, al final cedí, tuve que ceder al menor indicio de creatividad que tanto he estado persiguiendo últimamente u.u
La parte negativa es que, después de tanto moverle y tanto dudar, ya ni siquiera estoy segura de que resultara con la calidad esperada. Dios, ya ni siquiera quise darle vueltas al resto de las escenas porque sentí que entonces sí nunca iba a sacar este capítulo a la luz… Y pues no, mi ciela Ò_Ó ¡Esta historia se termina porque se termina!En fin… En verdad espero que el capítulo valiera la espera y lo disfrutaran, yo disfruté escribiéndolo (con todo y los dolores de cabeza que me dio) pero también me gusta saber que a ustedes igual puede llegar a entretenerlos un rato, ya me contarán ♥
Dedicación especial a Stevie esta vez (medio obvia, porque ya le puse su nombre al capítulo, pero… ajá) porque aguanta mucho y siempre aporta algo de una y otra manera <3
Cuídense mucho, les deseo una gran semana, bonito día, tarde o noche, cuando sea que puedan leer esto, yo los tqm <333
—Lemon

Pages Navigation
ysv on Chapter 1 Sat 20 Apr 2024 06:58AM UTC
Comment Actions
Account Deleted on Chapter 1 Mon 25 Nov 2024 02:24AM UTC
Comment Actions
lemon_blood on Chapter 1 Mon 02 Dec 2024 07:05AM UTC
Comment Actions
Account Deleted on Chapter 1 Mon 02 Dec 2024 11:36PM UTC
Comment Actions
lemon_blood on Chapter 1 Sat 28 Dec 2024 07:02AM UTC
Comment Actions
anapau13579 on Chapter 1 Thu 19 Dec 2024 09:26AM UTC
Comment Actions
lemon_blood on Chapter 1 Sat 28 Dec 2024 08:16AM UTC
Comment Actions
eddgeclipse on Chapter 1 Fri 28 Feb 2025 03:47AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 2 Sat 20 Apr 2024 07:13AM UTC
Comment Actions
Lyna43 on Chapter 2 Sun 25 Aug 2024 08:58AM UTC
Comment Actions
lemon_blood on Chapter 2 Tue 05 Nov 2024 03:35AM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 2 Sat 11 Oct 2025 04:47AM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 2 Sat 11 Oct 2025 04:48AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 3 Sat 20 Apr 2024 07:28AM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 3 Sat 11 Oct 2025 07:02AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 4 Sat 20 Apr 2024 07:46AM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 4 Sat 11 Oct 2025 07:24AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 5 Sat 20 Apr 2024 08:00AM UTC
Comment Actions
RiddleBirds on Chapter 5 Fri 28 Mar 2025 09:02PM UTC
Comment Actions
lemon_blood on Chapter 5 Wed 16 Apr 2025 08:13PM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 5 Sat 11 Oct 2025 07:42AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 6 Sat 20 Apr 2024 08:12AM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 6 Sun 12 Oct 2025 06:29AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 7 Sat 20 Apr 2024 08:24AM UTC
Comment Actions
Netva on Chapter 7 Thu 15 Aug 2024 07:41AM UTC
Comment Actions
lemon_blood on Chapter 7 Mon 19 Aug 2024 05:02AM UTC
Comment Actions
ysv on Chapter 8 Mon 29 Apr 2024 04:11AM UTC
Comment Actions
RiddleBirds on Chapter 8 Fri 28 Mar 2025 11:25PM UTC
Comment Actions
Pato_Triste on Chapter 8 Sun 12 Oct 2025 07:57AM UTC
Comment Actions
Pages Navigation