Chapter 1: Nada es lo que parece
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Mash respira con más tranquilidad cuando se ha alejado lo suficiente de casa, todo por el deseo egoísta de no compartir aquel panecillo gigante que tiene en su poder. Pero antes de empezar a degustarlo como corresponde, escucha algo que le llama atención, al asomarse entre medio de los arbustos, se da cuenta de que Rayne, el hermano mayor de su mejor amigo, se encuentra librando una batalla con una persona que pertenece a la casa de Orca.
No es capaz de reconocer a dicha persona, ya que nunca antes lo había visto, pero la conclusión a la que puede llegar es que esa persona es peligrosa, porque parece poder hacerle frente a un iluminado divino como Rayne. Aunque en el fondo confía en que el bicolor pueda resultar ganador, sin embargo, se concentra demasiado en la batalla que está observando que no se da cuenta de cómo algo se acerca peligrosamente por detrás de él.
Hasta el punto en que ese algo lo toma sorpresivamente del cuello, elevándolo considerablemente del suelo. Inmediatamente intenta luchar por liberarse, pero cada vez que intenta mover su cuerpo, la presión no hace más que aumentar. Y por si eso fuera poco, es arrojado de manera violenta hacia unos árboles lejanos, los cuales se parten a la mitad ante la fuerza del impacto.
La visión de Mash se vuelve borrosa ante el impacto y la falta de aire, y lo único que puede visualizar antes de desmayarse es una capa que se ondea perfectamente con el viento que hace en el bosque.
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Mash se despierta confundido y con un extraño adormecimiento en todo su cuerpo. Intenta incorporarse, pero solo logra temblar antes de caer estrepitosamente al suelo.
No sabe si se debe a la falta de oxígeno que sufrió antes o a algo más que ignora por el momento. Aun así, sigue luchando hasta que sus pocas fuerzas se agoten, terminando más cansado y dolorido de lo que ya se encuentra.
Patéticamente se recuesta en el suelo, pensando que si descansa lo suficiente podrá recuperar sus fuerzas para irse. Sin embargo, el tiempo transcurre sin más y no parece haber ningún tipo de cambio en él; el cansancio persiste, sin importar cuánto tiempo pase descansando.
— Veo que estás despierto. — escucha una voz que reconoce al instante, y lo único que siente es un extraño temor que le recorre todo el cuerpo. — Pensé que seguirías inconsciente por un poco más de tiempo. — continúa, ganándose una mirada llena de desprecio por parte de Mash.
— ¿Qué es lo que quieres conmigo? — pregunta el pelinegro, solo para que Desert Cane se ponga a su mismo nivel y lo tome bruscamente de las mejillas.
— ¿Por ahora? Solo quiero demostrarte que es un error que sigas vivo. — confiesa, antes de azotar la cabeza de Mash contra el duro piso de piedra, causando un estruendoso sonido ante el impacto de su cráneo con aquella superficie dura. — Te lo dije antes, y te lo diré las veces que sean necesarias, una anomalía como tú no puede formar parte de la sociedad, debido a que las reglas establecen que seas ejecutado por no poseer magia. — comenta, forzando a Mash a mirarlo a los ojos. — Pero el director Wahlberg y los demás piensan que es una buena idea que permanezcas con vida, lo cual va en contra de todo lo establecido. — añade, y Mash no tiene nada para decir, no cuando existe la posibilidad de ser castigado por lo que pueda salir de su boca.
Sin embargo, eso no impide que Orter comience a pisotearlo, obligándolo a cubrirse con sus brazos. Rápidamente coloca estos sobre su cabeza, pues un golpe fuerte en esa zona puede ser muy peligroso; pero, Orter se las ingenia para golpearlo por todas partes, sus golpes están cargados de furia y resentimiento, y no hay manera de detenerlo.
Posiblemente, pasan quince o veinte minutos desde que la golpiza comenzó. Orter parece estar cansado por la "actividad física", sin embargo, una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro cuando ve a Mash todavía tratando de protegerse, con gran parte de su cuerpo cubierto de visibles hematomas morados.
— Espero que seas resistente, porque a partir de ahora esta será tu nueva vida. — dice el iluminado divino, quien se retira sin más del lugar.
Mash baja la guardia cuando la puerta, de donde quiera que esté, se cierra haciendo un fuerte escándalo. Su cuerpo no puede dejar de temblar, sintiendo tanto dolor que le resulta imposible creer que una sola persona pueda ser la causante de ello.
¿Pero en qué retorcido infierno ha venido a caer?
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La habitación donde lo han dejado es oscura y húmeda, con un olor a moho que impregna el aire hasta llegar a sus pulmones. Mash aún se encuentra en la misma posición en la que despertó, porque cada movimiento que realiza le causa una enorme punzada de dolor.
El tiempo en la habitación es impreciso, pero es evidente que no puede quedarse más tiempo allí. No cuando Orter regresa periódicamente para golpearlo y recordarle lo miserable que debería sentirse por ser diferente, insistiendo en que nadie allá afuera se ha preocupado por su desaparición.
Aunque hubo un tiempo en que Máld dejó de venir, a lo que Mash pensó que lo dejaría morir solo en ese sitio, y pensándolo bien, eso pudo haber sido lo mejor. Porque al regresar, el iluminado divino le proporcionó una paliza que recordaría por toda su vida, estaba seguro que logró romperle varias costillas y causarle graves heridas internas, las cuales le hicieron vomitar sangre por horas.
Aun así, Mash se aferra a la idea de poder reencontrarse con su padre y sus amigos. Y es gracias a esa débil luz que aún se niega a ceder ante los maltratos que constantemente recibe.
El es fuerte, más fuerte de lo que Orter piensa.
¿No es así?
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La puerta hace un fuerte chirrido cuando Orter ingresa a la habitación, pero a diferencia de otras ocasiones, el mayor no dice nada al momento de acercarse, solo se aproxima sin más hacia Mash, quien espera su próximo movimiento con impaciencia, porque el día de hoy se encuentra con menos fuerza para tratar de defenderse.
Las cadenas que lo mantienen aprisionado restringen cualquier uso de la fuerza bruta y de la magia misma. Según recuerda, Orter le dijo que esas cadenas eran lo suficientemente fuertes como para mantener cautiva a la mayor bestia que el mundo mágico haya presenciado alguna vez.
Mash observa con desconfianza al iluminado divino, quien ha empezado a generarle una extraña sensación que no puedo definir tan fácilmente con palabras. Orter se acerca un poco más a él, y Mash no puede hacer otra cosa que permitir el acercamiento en contra de su voluntad.
Sin embargo, es víctima de una gran conmoción cuando el mayor comienza a tocar ciertas partes de su cuerpo. Al principio, no comprende lo que está sucediendo, pero conforme pasan los segundos, la realidad se vuelve clara y se convierte en presa del pánico y el terror.
Intenta desesperadamente detener al otro de continuar tocándolo de esa manera, pero cuanto más se resiste, más agresivo se vuelve el tacto de Orter. Quien parece completamente concentrado en terminar lo que ha iniciado, ignorando por completo las quejas y súplicas de Mash.
Por primera vez desde que fue capturado, Mash le ruega a Orter para que no lo lastime, gimoteando nerviosamente al no saber cómo proceder, ya que nada de lo que está sucediendo le gusta.
— Basta. — súplica, sintiendo como el otro juguetea con una de sus manos detrás de sus orejas, esto solo aumenta su nerviosismo y lo hace emitir sonidos raros en contra de su voluntad. — Por favor, no… — ruega con sus ojos llenos de lágrimas reflejando su angustia. A pesar de ello, Orter persiste como si nada ocurriera, ignorando por completo los deseos de Mash.
La situación empeora con el paso del tiempo, a pesar de haber sido despojado de gran parte de sus prendas, Mash todavía se resiste a dejar que Orter lo posea de esa manera, pero por más que trate de impedirlo, lo inevitable termina sucediendo.
La mente de Mash queda en blanco cuando siente como el miembro de Orter se abre paso dentro de su cuerpo, que no ha sido preparado para nada de lo que ahora sucede. Es un dolor que nunca antes ha experimentado, y entre más avanza, su sufrimiento solo incrementa.
Llega un punto en que ni siquiera súplica para que se detenga, parece que ya no le queda nada más por lo cual luchar, así que permite que Orter se lo siga follando de manera salvaje.
Su visión se vuelve cada vez más borrosa, escuchando a lo lejos la voz de Orter, quien le dice una infinidad de insultos y palabras despectivas que se graban en su mente como parte de su nueva realidad.
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Desde ese entonces, Mash es forzado a tener relaciones por lo menos una o dos veces al día. Según palabras del mismo Orter, debe liberar el estrés que le causa el trabajo para así seguir dando lo mejor de sí , y qué mejor forma de hacerlo que abusar de su pequeño agujero, que empieza a acostumbrarse al maltrato constante que recibe.
Mash ha dejado de resistirse conforme pasan los encuentros, porque se ha dado cuenta, que entre más se comporta con Orter, este se vuelve más considerado con él. Lo trata con cuidado y paciencia, lo besa delicadamente mientras lo felicita por haberse dado cuenta de su lugar.
Así que, debe abrir las piernas o la boca sin ni siquiera dudarlo cuando él se lo pida.
Si Orter le pide que se exprese cuando tienen sexo o que se mantenga callado, el tiene la obligación de obedecer.
Tal como lo haría una mascota entrenada en busca de una recompensa, aunque para Orter, era más como un lindo y adorable juguete.
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— Vamos, despierta… Es hora de levantarte. — Mash se reincorpora al instante al escuchar la voz de su dueño , quien parece tener algo importante que decirle o pedirle el día de hoy. — Creo que es momento de que te lleve a otro lugar. — comenta, mientras una de sus manos acaricia suavemente el cabello del otro, quien se limita a sonreír y cerrar los ojos.
Debido a que no entiende nada de lo que Orter quiso decir con aquellas palabras, solo se conformaba con ser tratado con un mínimo de decencia humana.
— ¿Cómo se dice? — pregunta repentinamente, habiendo notado que su juguete parecía disfrutar mucho de su tacto, y es su deber saber establecer ciertas reglas de comportamientos para que se siga manteniendo fiel a él.
— Muchas gracias. — la voz de Mash es suave, casi como un susurro, pero parece ser suficiente para Orter, que deposita un corto beso en sus labios a manera de recompensa por haber dado una buena respuesta.
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La habitación que mencionó Orter, era una gran estancia limpia y amueblada. En ella, una imponente cama con sábanas blancas y grandes almohadas ocupaba el centro, invitando a tomar un siesta reparadora.
Los muebles de descanso distribuidos estratégicamente ofrecían comodidad, mientras que una pequeña estantería con libros prometía momentos de entretenimiento. Al final de la habitación, una discreta puerta que llamó mucho su atención, pero no se atrevió a preguntar a dónde es que conducía.
— De ahora en adelante, estarás aquí. — el mayor informó, abrazando por detrás al sin marca, que solo asintió ante la nueva información que había recibido. — Si te sigues comportando bien, es posible que te deje andar libremente por la casa. — confiesa, pero Mash no parece emocionarse ante eso, porque ha olvidado lo que es el concepto de libertad. — En la puerta de allá hay un baño, así que, quiero que vayas a asearte como es debido. — lo que dice es más una petición que una sugerencia, y Mash sabe que debe obedecerle. — Al salir encontrarás la ropa que deberás ponerte, cuando lo hagas espérame en la cama. — agrega, siendo suficiente para que el menor se disponga a cumplir con sus órdenes.
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Mash se siente extraño al ya no tener aquellas cadenas que limitaban sus movimientos, pero trata de acostumbrarse lo más rápido que puede, porque no debe de ser deficiente con sus tareas. Al entrar al baño queda sorprendido por ver todo en un perfecto orden, Mash trata de memorizar el lugar de cada cosa, porque no quiere ser castigado por no tener cuidado.
Al finalizar de memorizar, se va sacando las prendas malgastadas que lleva puestas, ya ni recuerda si con eso llegó al lugar o si Orter en algún momento decidió cambiarlo de ropa. Pero termina restándole importancia a esto, porque se dispone a lavar minuciosamente cada parte de su cuerpo, el agua cae sobre él con sumo cuidado, al principio se asusta por la presión, pero se acostumbra conforme pasan los segundos.
Dentro de su cabeza no hay nada más que ese pensamiento recurrente de ser bueno y obediente siempre, siendo un recordatorio constante de seguir comportándose adecuadamente si no quiere perder nada de lo que ahora tiene.
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Después de un rato, Mash sale de la ducha completamente empapado, pero antes de reincorporarse a la habitación, toma una toalla con la cual se seca todo el cuerpo, hasta que no queda ni una sola gota de agua sobre él. Sale desnudo para dirigirse directamente a la cama, donde encuentra dos únicas prendas, una camisa holgada que es el doble de su talla original y ropa interior.
No juzga la elección de vestuario de Orter, solo se coloca las prendas para después subirse en la cama, lugar donde se dedica a esperar pacientemente al otro, tal como se lo ha pedido.
Mash luchaba contra el anhelo de dejarse caer en el colchón y entregarse a una siesta reparadora. La suavidad de las sábanas lo tentaba, pero se esforzaba por resistir, consciente de que aún era demasiado pronto para rendirse ante la tentación.
— ¿Quién habría pensado que un simple baño podría mejorar tanto tu aspecto? — Mash parecía absorto en sus pensamientos mientras Orter regresaba con una bandeja de bocadillos.
— Gracias. — respondió, sonrojado por el elogio, antes de aceptar uno de los bocadillos con gratitud y devorarlo sin dudarlo.
— Aún recuerdo cuando eras un mocoso insolente. — comentó Orter, provocando una mirada confundida en Mash, algo que lo hizo sonreír con malicia.
Había roto tanto la mente de su preciado juguete, que llegó al punto de poder moldearlo a su antojo. Por lo que, dudaba mucho que quedara algo del antiguo Mash en esta nueva versión, la cual estaba dispuesta a obedecer sus órdenes sin ni siquiera cuestionarlas.
— ¿Pasa algo malo? — la preocupación en la voz de Mash era palpable, pero se tranquilizó al sentir el suave toque del mayor sobre sus mejillas.
— No, solo estaba divagando en ciertas cosas sin importancia. — afirmó Orter, incitando al otro a seguir comiendo en silencio, porque aún les queda mucho tiempo juntos antes de que tengan que irse.
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Mash toma con cuidado el miembro de Orter entre sus manos, las cuales se mueven constantemente de arriba hacia abajo. El iluminado divino solo lo observa fijamente, su intervención es mínima, por no decir nula, aunque ya llegará el momento en que ponga sus manos sobre esa despreciable anomalía mágica.
— Tú boca… Ahora utiliza tu boca. — le demanda, y no pasa mucho para que Mash meta tanto como pueda, para después dedicarse a lamer desde la base hasta la punta, emitiendo en el proceso gemidos que transmiten satisfacción.
Las manos de Orter no pueden mantenerse quietas por tanto tiempo, y eso queda claro cuando una de ellas se posiciona encima de la cabeza del menor, que espera ansioso el próximo movimiento de su dueño. Desert Cane, sin antes decirle o advertirle, empuja la cabeza de Mash hacia abajo sin pensarlo, y la sube casi al instante, para después volver a repetir el mismo proceso varias veces, follandose sin pensar la boca del menor, quien no parece nada incómodo con lo que sucede, ni siquiera tiene un reflejo nauseoso por el cual interrumpir la sesión.
Así que ambos siguen libremente hasta que Orter termina dentro de la boca de Mash, que ingiere aquel líquido espeso sin problema alguno. No desperdicia ni una sola gota de nada, hasta lame lo que queda en la comisura de sus labios, dando una imagen bastante provocativa.
— Excelente trabajo. — lo felicito, para después pasarle una toalla al otro para que termine de limpiarlo, antes de invitarlo a que se recostara a su lado. — Lo haces mejor cada día. — agrega, y Mash no puede sentir otra cosa que no sea felicidad por los elogios que está recibiendo.
— Muchas gracias… siempre quiero dar lo mejor de mí. — confiesa, derritiéndose ante las caricias que el mayor está repartiendo por todo su cuerpo, siendo esta su recompensa por su gran labor.
— Y eso es bueno, porque me perteneces, no puedes ser así con nadie más que no sea yo. – le ordenó, replanteando nuevas reglas dentro de la ingenua cabecita de su juguete. — Los demás no te querrán tanto como yo lo hago, así que debes ser siempre bueno si no deseas que te aparte de mi lado. — agregó, y el terror invadió el rostro de Mash ante la posibilidad de ser alejado de Orter.
— No, por favor… Seré siempre bueno, haré todo lo que me pidas. — dice desesperado, casi llorando por aquella posibilidad. Y sus palabras no hacen más que acelerar el corazón de Máld, que ahora parece un poco pensativo.
Como si estuviera planeando minuciosamente su próximo movimiento.
— Mash, ¿tú me amas? — le pregunta de la forma más cínica posible, porque es imposible que una persona normal pueda sentir amor por quien le ha causado tanto daño, lastimosamente, Mash dejó de ser como los demás desde que cayó en manos de Orter.
— Sí, yo te amo. — aquellas palabras firman definitivamente el destino de Mash.
De ahora en adelante, le pertenece por siempre a Orter, vivirá cada día más por él que por sí mismo. Y para su desgracia, ya no hay nadie que pueda convencerlo de lo contrario, porque se ha convencido a sí mismo de que esto está bien.
Orter lo ama y le demuestra amor como nadie más, es imposible que sea feliz si llegase a alejarse de su lado. Y no le importaría tener de frente a sus amigos y padre, porque él seguiría eligiendo a Orter por encima de ellos, hasta por encima de su propio bienestar físico y mental.
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Chapter 2: Cuando la felicidad se vuelve un infierno.
Summary:
— ¡Bienvenido a casa! — exclamó Mash con esperanza, esperando que de alguna manera esos rostros fueran una ilusión y que Orter apareciera detrás de ellos.
— Mash. — dijo Lance con emoción, dando un paso adelante con una expresión que reflejaba tanto alivio como tristeza.
— ¿Quiénes son ustedes? — preguntó Mash con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas. Retrocedió hasta chocar con la pared detrás de él, sintiendo que su mundo se desmoronaba.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
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— ¡Bienvenido a casa! — exclamó Mash enérgicamente al recibir a Orter, quien no tardó en extender sus brazos para estrecharlo en un cálido abrazo.
— Gracias por el recibimiento. — respondió el mayor con una sonrisa, mientras sus manos recorrían libremente las caderas del pelinegro. Mash parecía más que feliz con esto, pues había extrañado el tacto de Orter sobre su cuerpo. — ¿Me extrañaste mientras no estaba? ¿Te comportaste como es debido? — preguntó, y Mash solo asintió enérgicamente como respuesta general en lugar de decir algo por el momento.
— No hubo un solo momento en que no pensara en ti. — confesó con sinceridad. — Y por supuesto que me comporté bien, hice todas las tareas del hogar y me mantuve dentro de la casa. — agregó, estremeciéndose cuando Orter empezó a tocarlo de manera más intensa . — La cena está lista. — informó, tratando de disimular el temblor en su voz. Pero Orter parecía tener otros planes; debido a que se acercó a su oído para susurrarle algo.
— La cena puede esperar, ahora mismo tengo ganas de comer algo más. — dijo, provocando una avalancha de emociones en el menor, que no hizo más que aceptar las decisiones de su dueño.
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— O-orter… — Mash llama entre medio de gemidos y susurros al iluminado divino, quien lo mantiene de piernas abiertas gracias a su arena, mientras él hace el esfuerzo de aferrarse a las sábanas como puede.
Orter sonrió ante el sonido de su nombre pronunciado con tanto deseo y necesidad. Sus manos expertas recorrían el cuerpo de Mash con una precisión que sólo el tiempo podía otorgar. La arena, manipulada por la voluntad de Orter, mantenía a Mash en una posición vulnerable, expuesto a cada caricia y roce de su parte.
— Así me gusta, Mash. — murmuró Orter, su voz baja y ronca se escuchaba por toda la habitación. — Quiero escucharte decir mi nombre una y otra vez. — con cada palabra, sus movimientos se volvían más intensos, arrancando gemidos más fuertes del pelinegro.
Mash intentaba mantener la compostura, pero la mezcla de placer y la dominación de Orter lo hacía perder la cabeza. Sentía cómo su cuerpo respondía a cada toque, cada susurro, y no podía evitar aproximarse hacia él en busca de más.
— Orter... más... por favor... — suplicó Mash, su voz temblorosa y entrecortada. La arena se apretó un poco más sobre sus piernas, asegurándose de que no pudiera moverse demasiado, intensificando su vulnerabilidad y la sensación de ser completamente poseído por su dueño.
— Eso es lo que quería escuchar. — Orter continuó, con una sonrisa satisfecha. Sus caderas se movieron más rápido que antes, consiguiendo tocar los puntos más sensibles de Mash, provocandole oleadas de placer que lo hicieron gemir aún más fuerte. — Eres mío, solo mío. — le dijo consumido totalmente por el deseo. — No olvides eso nunca.
Mash solo pudo asentir, demasiado perdido en el placer para formular una respuesta coherente. La conexión entre ambos era palpable, casi se sentía como una danza íntima donde Orter tomaba el control absoluto y Mash se entregaba por completo a él.
— Mi buen juguete, siempre tan receptivo. — Orter susurró cerca del oído de Mash, antes de morder suavemente su lóbulo, solo para arrancarle una nueva ola de estruendosos gemidos. — Eres mío, Mash. Solo me perteneces a mi. — volvió a afirmar lo mismo de antes con su voz cargada de posesión, y sus palabras resonaron en la mente de Mash, quien solo pudo asentir con más gemidos ahogados atravesados en la garganta, mientras se dejaba llevar por el calor y el placer del momento.
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La cena que Mash había preparado fue completamente olvidada, ya que tanto él como Orter pasaron el resto de la noche entregándose el uno al otro. El iluminado divino observaba con orgullo los hematomas rosados que cubrían el cuerpo de Mash, quien yacía postrado en la cama, con el pecho subiendo y bajando con dificultad tras las intensas rondas de sexo que habían tenido.
Orter llegó del trabajo visiblemente estresado, y como era costumbre, Mash lo ayudó a desahogarse. Esta era la recompensa del mayor por haber presionado tanto a Mash, al punto de convertir sus palabras en una ley inquebrantable.
Orter se recostó al lado de Mash, contemplando su obra con una mirada de satisfacción. El silencio de la habitación era interrumpido solo por la respiración entrecortada de Mash, quien se despertó brevemente solo para acurrucarse más cerca de Orter, esto es busca de un poco más de calor corporal.
— Te comportaste muy bien esta noche, Mash. — susurró el mayor, acariciando suavemente el cabello desordenado del pelinegro. — Me haces muy feliz. — sus palabras eran sinceras, cargadas de una ternura que contrastaba con sus acciones.
Pero Mash sonrió débilmente, sus ojos cerrándose de nuevo mientras disfrutaba del toque reconfortante de Orter. Se sentía exhausto pero increíblemente satisfecho, pues había logrado lo que más deseaba: complacer a su dueño.
Porque eso era Orter.
Orter era su dueño.
Él le pertenecía a Orter.
— Siempre quiero hacerte feliz. — Mash respondió con voz adormilada, sintiendo cómo la fatiga lo envolvía lentamente. — Eres todo para mí.
Orter se inclinó y besó suavemente la frente de Mash, un gesto lleno de cariño y posesividad. A medida
que el sueño comenzaba a apoderarse del más joven, Orter lo envolvió con sus brazos, asegurándose de que estuviera cómodo y seguro a su lado, cuando sus intenciones aun seguían siendo maliciosas y malintencionadas.
— Y tú eres todo mío, Mash. — murmuró antes de dejarse llevar también por el cansancio.
Ya pasaban de las diez de la noche, y mañana tendría que ir a trabajar como de costumbre. Lo único que le brindaba satisfacción era saber que al terminar su jornada podría regresar a casa con la certeza de que su adorable esposa de juguete lo esperaría de manera servicial en lo que ellos consideraban su hogar.
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— ¿Qué pasa? ¿Acaso tuviste una noche difícil? —preguntó Renatus al ver a Orter bostezar por tercera vez consecutiva. Orter solo respondió con un gesto de desinterés antes de intentar concentrarse nuevamente en su lectura. Sin embargo, la presencia del inmortal cane le hacía la tarea imposible, y casi se arrepentía de no haberse quedado en su despacho.
Orter trataba de seguir con lo suyo, ignorando las constantes quejas de su compañero de trabajo, quien se había acomodado en un gran sofá y no dejaba de hablar. A punto de perder la paciencia, Orter consideró seriamente mandarlo a callar de la manera menos ortodoxa posible, pero se detuvo por la repentina llegada de más iluminados divinos.
— Buenos días. — fue el corto y seco saludo de Rayne, Lance y Dot. Los tres ingresaron a la sala de descanso con los hombros caídos, demacrados y cansados por razones que solo ellos conocían.
— ¿Ustedes también tuvieron una noche difícil? — preguntó Renatus, y cada uno de ellos asintió al instante.
— Nuestra investigación sigue sin avanzar. — fue la sincera respuesta dada por Rayne, solo para después escuchar una risa apenas disimulada de Orter. — ¿Sucede algo? — se dirigió al mayor con un evidente tono molesto.
— Nada, solo que... — vaciló un poco antes de hablar, ya que la situación le parecía muy graciosa. — Me sorprende lo aferrados que siguen a tratar de encontrarlo, cuando ya han pasado tres años desde que la anomalía mágica desapareció.
— Por favor, no se refiera a Mash de esa manera. —Lance no tardó en defender a su amigo, aunque eso significara meterse en problemas con el actual jefe de la agencia mágica.
— ¿Para qué tenerle tanto respeto a un muerto que nunca hizo nada bueno en su vida? — preguntó, solo para provocar a los demás.
— ¡Eso es mentira! — Dot se quejó enérgicamente, a lo que Orter simplemente le sonrió de la forma más descarada posible.
— Solo digo que es momento de que abandonen su abnegada búsqueda, porque de nada sirve que lo encuentren, si es que realmente está vivo como ustedes piensan. — les dijo con la mayor mezquindad del mundo. — La guerra con Innocent Zero ya terminó, el mundo vive en paz nuevamente, así que no se necesita de la presencia de un error que arruine todo lo que se ha conseguido. — declaró, solo para que segundos después, una de las espadas de Rayne amenazara con rebanarle el cuello. Pero Orter no se inmutó ante esto, permaneciendo tranquilo mientras todos los demás estaban a punto de entrar en pánico.
— Muy bien, basta los dos. — Renatus intervino, asumiendo su responsabilidad como el mayor del grupo. — No llegarán a nada si discuten entre sí. — aseguró, aunque la espada de Rayne seguía cerca del cuello de Orter, quien continuó con lo suyo como si nada hubiera pasado.
— ¿Qué pasa? Si tanto deseas matarme, entonces hazlo. —lo desafió, poniendo en juego su vida. Pero Rayne solo le dedicó una mirada llena de desprecio mientras la espada que había invocado desaparecía.
— Sé que tuviste algo que ver con la desaparición de Mash, y por tu culpa muchas vidas inocentes se perdieron durante la batalla contra Innocent Zero… Solo es cuestión de tiempo para que se descubra todo. — Rayne dijo con osadía, antes de salir del lugar, incapaz de soportar estar más tiempo en el mismo lugar que Orter.
Lance y Dot lo siguieron poco después, compartiendo al cien por ciento todo lo que Rayne había dicho. Renatus simplemente los observó irse, mientras se preguntaba cómo habrían sido las cosas si más de la mitad de los iluminados divinos no hubieran caído en la gran batalla final.
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Cuando Orter se llevó a Mash, condenó al mundo mágico a perder a cinco de los ocho iluminados divinos que habían. Agito, Sophia y Tsurara perecieron a manos de tres de los hermanos mayores de Mash, mientras que Renatus se salvó de su enfrentamiento con Doom gracias a su inmortalidad. Sin embargo, presenciar la muerte de sus compañeros fue algo que lo seguía marcando hasta el día de hoy.
Kaldo falleció al auxiliar al director Wahlberg en su enfrentamiento con Innocent Zero, sacrificando valientemente su vida por el bien de los demás. El director Wahlberg, el único capaz de detenerlo, correspondió su ayuda sacrificándose a sí mismo para detener a Innocent Zero. Al carecer del corazón de Mash, el cuerpo de este último se volvió inestable ante la enorme cantidad de poder que trataba de contener, lo que lo llevó a perder la vida junto a su viejo amigo.
Ryoh libró una gran batalla con Doom, el mayor de los seis hermanos, quien demostró un poder impresionante. Por lo que ambos acabaron con la vida del otro, no sin antes dar una clara demostración de lo que era el verdadero poder mágico.
Lance, Dot, Rayne y Finn no dudaron en unirse a la batalla, cada uno desempeñando un papel según sus posibilidades. Sin embargo, a pesar de su valentía y habilidad, el destino ya había tomado una decisión, y la victoria no llegó a ello sin un alto precio.
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Al principio, la desaparición de Mash dejó un vacío imposible de llenar en sus amigos. Cada uno se sentía culpable por no haber estado con él aquel día, esto los lleva a preguntarse si las cosas habrían sido diferentes si lo hubieran acompañado.
A pesar de todo, se aferraban a la esperanza de encontrarlo algún día.
Sin embargo, esa esperanza se desvaneció por un instante cuando encontraron unas prendas similares a las que Mash llevaba cuando desapareció, pero estas se encontraban llenas de sangre. El descubrimiento los sumió en una profunda desesperación, que les hizo temer lo peor.
Sin embargo, quien más sufrió fue Regro. La pérdida de su hijo lo afectó tan profundamente que no pudo soportar la idea de haberlo perdido para siempre, esto lo llevó a caer en una profunda depresión. Para que tiempo después, un infarto fulminante acabara con su vida, aumentando el dolor y la carga en los jóvenes.
Ante esta tragedia, Dot y Lance se esforzaron por convertirse en iluminados divinos para asi obtener los recursos necesarios para buscar a Mash. Rayne, sintiéndose culpable por haber fallado en su misión y viendo el dolor de su hermano, se unió a ellos sin dudarlo, desde entonces trabajan juntos para encontrarlo.
El instinto de todos les sugería que Orter estaba involucrado de alguna manera, pero sin pruebas concretas, no podían acusarlo. La situación se complicaba aún más ahora que se había convertido en una celebridad al derrotar solo al segundo hijo de Innocent Zero y sobrevivir satisfactoriamente.
Orter había ascendido al liderazgo de la agencia mágica con la promesa de guiar al mundo hacia un futuro mejor, cuando en realidad era una persona podrida desde lo más profundo de su corazón.
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— ¿Pasa algo? — la voz de Mash hizo que Orter saliera de su ensoñación, solo para darse cuenta que se había perdido varios minutos gracias a sus pensamientos. — ¿Hice algo mal? ¿Cometí algún error? — preguntó con una evidente preocupación, consiguiendo que Orter sonriera ampliamente.
— No, por el momento no has hecho nada malo y tampoco te has equivocado. — le dijo, provocando que el menor se relaje al instante. — Pero sabes que si lo haces, entonces tendrás que ser disciplinado. — sin perder la oportunidad para imponerse ante Mash, Orter dice aquellas palabras mientras sus manos recorren traviesamente el cuerpo de Mash, que asiente en repetidas ocasiones, dando a entender que recibió el mensaje.
— Yo jamás desobedeceré nada de lo que me digas. — le afirmó, y Orter podía dar fe y legalidad de ello, aún así, le parecía divertido lo mucho que Mash se doblegó ante el sin mucho esfuerzo.
— Me parece una decisión bastante sabia, ahora, ¿por qué mejor no te desnudas para mi? — le propuso, susurrándole al oído lo último que dijo, y como es de esperarse, Mash acató su orden sin nisiquiera pensarlo demasiado.
Siendo esta, el inicio de una larga noche para ambos.
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La relación que Mash y Orter tenían había evolucionado hacia un estado de codependencia enfermiza, esto fue alimentado gracias al maltrato físico y psicológico que Orter ejerció en Mash al principio de su relación.
Para Mash, Orter era todo: su amo, su dueño, su todo.
Cada aspecto de su vida giraba en torno a satisfacer las necesidades y deseos de Orter, hasta el punto de perder toda autonomía y sentido de identidad propio. Mash había sido moldeado por las crueles manos de Orter, convirtiéndose en un reflejo distorsionado de lo que solía ser.
El maltrato físico había dejado marcas evidentes en el cuerpo de Mash, pero eran las cicatrices invisibles en su mente las que realmente lo mantenían prisionero. Orter había manipulado sus pensamientos y emociones, convenciéndolo de que era suyo, de que no podía existir fuera de su control. Cada palabra despectiva, cada gesto de dominación, se había grabado profundamente en el subconsciente de Mash, erosionando su autoestima y su capacidad para resistir.
Cada vez que Orter lo llamaba, Mash acudía con rapidez, ansioso por complacerlo y evitar cualquier castigo. Su vida se había convertido en una danza donde la obediencia gobernaba con mano de hierro, donde las necesidades de Orter eran prioritarias sobre las suyas propias. La idea de tener deseos o aspiraciones personales se terminó desvaneciendo, siendo reemplazado por el deseo desesperado de satisfacer a su amo.
Incluso en los raros momentos de calma, cuando Orter parecía menos dominante, Mash no podía escapar de su control. La sombra de su presencia se extendía sobre él, recordándole su lugar en el mundo. Cada decisión que tomaba, cada pensamiento que tenía, estaba influenciado por la presencia omnipresente de Orter, como un recordatorio constante de su poder y autoridad sobre él.
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Mash se paró frente a la puerta, tratando de contener su emoción. El reloj casi marcaba las siete de la noche, la hora en que Orter regresaba de trabajar.
Todo estaba listo: la cena preparada, la mesa puesta y la casa en un estado impecable. Incluso había preparado el baño por si Orter decidía bañarse antes de cenar.
Él también estaba pulcro y limpio, tal como a Orter le gustaba que estuviera cuando llegaba a casa. Sin embargo, los minutos pasaban y el silencio en la casa empezaba a volverse ensordecedor.
Mash comenzó a caminar de un lado a otro, cada vez más inquieto. Orter solía ser puntual, y su retraso a la hora acostumbrada le parecía sumamente extraña. Los pensamientos empezaron a revolotear en su mente, y una creciente sensación de malestar se apoderó completamente de él.
Decidió esperar un poco más, aferrándose a la esperanza de que algo trivial hubiera retrasado a Orter. Pero, el tiempo transcurrió y la noche se hizo más profunda sin ningún signo de su dueño. El miedo y la culpa comenzaron a instalarse en su corazón.
¿Habría hecho algo malo?
¿Estaba siendo castigado por alguna falla que no podía recordar?
Esa noche, Mash no pudo dormir por culpa de la ansiedad que se convirtió en desesperación. Cada crujido de la casa, cada sombra que pasaba por la ventana, lo hacía saltar de su sitio con la esperanza de ver a Orter. Pero las horas pasaban y la puerta permanecía cerrada. Mash se sentó en el suelo de la sala, abrazando sus rodillas, dejando que las lágrimas corrieran libremente por su rostro.
Lloró hasta quedarse sin fuerzas, el agotamiento finalmente lo venció, y se quedó dormido en el suelo.
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Al día siguiente, la rutina se repitió. La ausencia de Orter se sentía como un vacío en el pecho de Mash. Quien intentó mantener la casa en perfecto estado, haciendo las tareas domésticas con más diligencia que nunca, como si eso pudiera traer de vuelta a su amado.
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La segunda noche fue aún más difícil que la primera. La soledad y el miedo volvieron a consumirlo por completo, haciendo que se sintiera más pequeño y desamparado.
Mash se convenció a sí mismo estaba siendo castigado, que quizás Orter lo había abandonado por algo que él había hecho. La culpa lo devoraba, y la tristeza era un peso insoportable que apenas podía soportar.
Pasó horas llorando, deseando que Orter regresara y le dijera que todo estaba bien, que no lo había dejado solo.
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En la tercera noche, justo cuando el desespero estaba a punto de hacerlo cometer una locura, escuchó un ruido en la puerta. Su corazón latió con fuerza, y corrió a recibir a Orter, con los brazos abiertos.
Pero al abrir la puerta, no fue Orter a quien encontró, sino a sus viejos amigos, cuyos rostros le resultaban extrañamente familiares, pero que no lograba recordar con claridad.
— ¡Bienvenido a casa! — exclamó Mash con esperanza, esperando que de alguna manera esos rostros fueran una ilusión y que Orter apareciera detrás de ellos.
— Mash. — dijo Lance con emoción, dando un paso adelante con una expresión que reflejaba tanto alivio como tristeza.
— ¿Quiénes son ustedes? — preguntó Mash con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas. Retrocedió hasta chocar con la pared detrás de él, sintiendo que su mundo se desmoronaba.
— Pero Mash… somos Lance, Dot y Rayne. — Dot respondió con una emoción que Mash no lograba comprender del todo. Extendió una mano hacia él, pero Mash la miró con desconfianza y miedo.
— No… mi dueño no está aquí. — dijo Mash, sus palabras apenas audibles mientras su cuerpo se estremecía. La ausencia de Orter lo había llevado al borde de un abismo, y la presencia de estos desconocidos no hacía más que profundizar su desorientación. — Deberían irse antes de que él regrese. — pidió, asustado por las consecuencias que tendría que afrontar.
Dot y Lance se conmocionaron ante las palabras de su amigo, casi incapaces de reconocer al chico que una vez conocieron. Rayne dio un paso adelante, tratando de mantener la calma, mientras Dot y Lance parecían estar fuera de juego por el momento.
— Mash, Orter no es tu dueño y te hemos estado buscando durante mucho tiempo. — su voz era firme, pero no pudo ocultar la angustia que sentía al ver al pelinegro en ese estado.
Mash negó con la cabeza, su mente luchando contra la realidad que se le estaba presentando.
— No… no entiendo. — susurró con todo el cuerpo temblando. — ¿Por qué están aquí? Orter… él es todo para mí. — balbuceo y las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos mientras se abrazaba a sí mismo, buscando un consuelo que no llegaba.
Lance, con el rostro endurecido por el dolor, se acercó a Mash y lo tomó suavemente por los hombros.
—Mash, te sacaremos de aquí. No tienes porqué seguir viviendo así. — sus palabras eran una promesa, pero también una súplica para que los acompañará.
—¡No! — Mash gritó, apartándose bruscamente, siendo dominado por el pánico. — ¡Déjenme en paz! Si él regresa y ve que están aquí… me castigará… — la desesperación en su voz era palpable, siendo el claro ejemplo de lo que años de manipulación y abuso habían hecho en él.
Dot se acero a Mash, mirándolo a los ojos con lágrimas en los suyos, siéndole casi imposible contener el llanto.
— Ey, no tienes que tener miedo. Estamos aquí para ayudarte… No vamos a dejar que te hagan daño nunca más. — dijo con su voz quebrándose al final.
Mash, confundido y aterrorizado, se dejó caer al suelo, su cuerpo temblando mientras se aferraba a sus rodillas.
— Por favor... por favor, no me hagan daño... — suplicó, su voz apenas se escuchaba como un murmullo. Su cuerpo temblaba incontrolablemente, incapaz de entender que las personas frente a él eran sus amigos.
— Jamás te haríamos daño, solo ven con nosotros, por favor. — Dot volvió a rogarle como antes.
Mash se hundió de rodillas, sollozando abiertamente. La confusión, el miedo y el agotamiento lo habían consumido por completo.
— No puedo... no puedo... — repetía, como un mantra desesperado.
Lance y Rayne se arrodillaron a su lado, rodeándolo con sus brazos en un intento de ofrecerle consuelo y seguridad. Mash se estremeció al contacto, pero no se apartó. Algo en sus voces, en su presencia, le resultaba reconfortante aunque no pudiera entenderlo del todo.
— Estamos aquí para ayudarte, no te dejaremos solo. — le susurró Rayne, apretando su mano con delicadeza.
Agotado y confundido, Mash solo pudo sollozar más que antes mientras era arrastrado hacia un abismo de oscuridad, donde lo único que podía escuchar era una infinidad de voces, pero ninguna de ellas le pertenecía a Orter.
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Notes:
Amo, amo, amo, amo, amo, amo, el drama y el angts, es de mis temáticas favoritas.
Perdón si le cause angustia a alguien, pero así deben de ser las cosas. :D
Posdata:
Esto se extiende a una tercera parte… así que vamos por más.
Chapter 3: Los finales felices solo son parte de los cuentos de hadas : Parte I
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Mash se despierta agitado en una habitación desconocida. Nada en este lugar se parece a su hogar , lo que le provoca un pánico inmediato mientras intenta recordar lo último que sucedió.
De repente, siente un hundimiento en el pecho al recordar la ausencia de Orter. Y cómo esto le había llevado a alucinar con tres individuos que decían mentiras sobre Orter y su relación. Sin embargo, una parte de él sabía que estaba en un lugar extraño y que nada de lo que había pasado fue una alucinación suya.
— Hola, Mash. — escuchó una voz femenina que captó su atención de inmediato, distrayéndolo de sus pensamientos.
— ¿Q-quién eres? — preguntó con cautela, mientras una mujer rubia se aproximaba lentamente hacia él, haciéndolo sentir extremadamente nervioso. — Alto, no te acerques. — demandó, y para su sorpresa, la mujer se detuvo al instante.
— ¿Te asusté? — preguntó ella. Mash asintió. — Lo lamento, no era mi intención. — se disculpó, y Mash sintió una leve tranquilidad por sus palabras. — Mi nombre es Meliadoul Amy. — se presentó, pero Mash no sabía quién era. — Estoy aquí para ver cómo te encuentras. ¿Puedes decirme si tienes algún malestar? — preguntó, esperando pacientemente una respuesta.
— ¿Dónde está Orter? — preguntó Mash, ignorando la pregunta previa que se le fue hecha, Meliadoul no pareció molestarse por ello.
— Orter está ocupado por el momento. Como sabes, tiene una posición muy importante dentro de la agencia de magia. — explicó ella. Mash asintió, recordando cómo Orter le hablaba de su trabajo, jactándose de lo importante que era y de lo agradecido que debía estar por tener su atención sobre el. — Eso significa que no podrás verlo por un tiempo, así que me pidió que cuidara de ti mientras está ausente. — agregó, y el rostro de Mash se relajó.
— ¿Orter hizo eso por mí? — preguntó Mash con una enorme sonrisa, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.
— Así es. — afirmó Meliadoul, con una expresión tranquila y convincente.
— Ya decía yo que Orter no podía dejarme solo. — dijo, ahora más alegre y calmado. — Él siempre se preocupa mucho por mí. — susurró con una gran sonrisa.
— Correcto… Así que, ¿podrías decirme si tienes algún malestar para ayudarte? A Orter no le agradará que estés enfermo o te sientas mal. — dijo seriamente, y Mash estuvo de acuerdo.
— Sí, es verdad. — reflexionó un momento. — Me duele un poco la cabeza y el estómago. — confesó.
— ¿No has comido o dormido bien últimamente? — preguntó Meliadoul y Mash respondió afirmativamente a ambas preguntas. — ¿Tienes algún otro malestar?
— No, solo eso. — respondió, y Meliadoul asintió.
— Bien, entonces alguien te traerá algo de comer dentro de un rato, y después tendrás que dormir un poco, ¿de acuerdo? — dijo, y Mash no mostró desacuerdo. Así que ella salió de la habitación, dejándolo más tranquilo.
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— Señorita Meliadoul. — la rubia fue abordada al salir por cinco personas, que no parecían nada felices.
— ¿Por qué le dijo todo eso a Mash? ¿No se suponía que debía hacerle ver que todo lo que cree es una mentira? — Dot preguntó rápidamente, arriesgándose a ser reprendido por Meliadoul, pero ella los observó con una expresión indescifrable.
— Sé que les dije que haría eso, pero no puedo decirle así como si nada, que la persona a la que tanto “ama” lo ha mantenido secuestrado durante tres años y lo ha sometido a una extensa tortura física y psicológica, haciéndole olvidar quién fue. — respondió, silenciando cualquier otra objeción por parte de los demás.
— Disculpe... ¿y cree que Mash pueda recuperarse? — preguntó tímidamente Lemon y Meliadoul tardó en responder.
— Eso es algo que solo el tiempo dirá. — comentó seriamente. — Pero les pido paciencia y comprensión. Ya que ustedes mismos han visto el daño que Orter le ha hecho. — argumento, y nadie tuvo más que decir.
Apenas estaban recuperando la esperanza de encontrar a Mash con vida. Solo quedaba esperar por su proceso de recuperación, que parecía ser más largo de lo esperado.
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Finn se acercó a la puerta con una bandeja de comida en las manos, pero no entró de inmediato ya que su corazón no dejaba de latir con fuerza. Pero después de respirar profundamente, entró en la habitación, y lo primero que vio fue a Mash sentado en la cama, el pelinegro al darse cuenta de su presencia, le brindó una expresión llena de desconfianza.
Esto le dolió demasiado, pero intento seguir con el plan.
— Hola, Mash. Te traigo algo de comer. — fue lo que dijo Finn, buscando sonar lo más relajado posible.
Mash lo miró con recelo, sin moverse de su lugar.
— ¿Quién eres? — preguntó Mash con voz temblorosa.
— Me llamo Finn y soy ayudante de la señorita Meliadoul. — el bicolor se presentó, sonriendo con suavidad. — Y fue ella quien pidió que te trajera esto. — al escuchar el nombre de Meliadoul, Mash pareció relajarse un poco.
— Ah, está bien. — respondió un poco más tranquilo, aunque aún se notaba un ligero rastro de desconfianza en su mirada.
Finn se acercó lentamente y dejó la bandeja sobre la mesa junto a la cama. Mash observó la comida, pero no hizo ningún movimiento para tomarla.
— ¿No tienes hambre? — preguntó Finn, tratando de iniciar una conversación.
Mash asintió lentamente y tomó una pequeña porción de la comida. Mientras masticaba en silencio, Finn se sentó en una silla cercana, observando cada movimiento de su amigo.
— Espero volver a ver a Orter pronto. — dijo Mash de repente, rompiendo el silencio. Sus ojos se iluminaron con una mezcla de esperanza y admiración por mencionar a su amado. — Él siempre se preocupa por mí y es bueno conmigo.
Finn sintió un nudo en la garganta al escucharlo decir eso.
Una voz dentro de su cabeza lo incitaba a decir la verdad, al mismo tiempo luchaba contra el impulso de abrazar a Mash, y decirle que todo iba a estar bien de ahora en adelante, pero sabía que no podía hacerlo, no por el bien de su amigo.
En su lugar, respiró hondo y asintió.
— Sí, Orter siempre se preocupa por ti. — respondió, tratando de mantener su voz firme.
Mash sonrió, pareciendo más tranquilo con esas palabras.
— Él siempre me ha cuidado, así que no sé qué haría sin él. — continuó Mash, y se escuchaba tan emocionado que Finn sintió ganas de vomitar.
Finn lucha nuevamente contra el impulso de abrazarlo, de decirle que todo estaría bien, que estaban ahí para ayudarlo a recuperarse, pero forzar las cosas podría hacer más daño que bien.
— Nosotros también estamos aquí para ti, Mash. — le dijo suavemente. — Ya no estás solo.
Mash asintió lentamente, su mirada vacía y sin brillo se enfocó en Finn ante aquella declaración.
— Gracias, Finn, eres muy bueno y amable conmigo. — murmuró, volviendo a su comida.
Finn lo observó en silencio, sintiendo un profundo dolor por su amigo.
— Voy a quedarme aquí contigo mientras comes, ¿te parece bien? — preguntó Finn, a lo que Mash levantó la vista y asintió.
— Sí, me parece bien. — Mash dijo con una pequeña sonrisa.
Finn le sonrió de vuelta, aunque su corazón seguía pesado por la cantidad de daños que Orter le había provocado a su amigo. Solo esperaba que este se recuperara y que Orter se pudriera en el infierno por lo que había hecho.
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— Qué lindo jardín. — dice Mash, asombrado al ver una infinidad de bellas flores en un solo lugar, con mariposas revoloteando a su alrededor. — ¿Pero puedo estar aquí? ¿No le molestará a Orter? — pregunta, volviendo la mirada hacia Meliadoul, Finn y el pequeño niño vestido con un traje de caimán, quien se presentó como Ochoa. — Orter no me permitía salir de la casa. — confiesa, y los demás deben hacer un enorme esfuerzo para no maldecir en voz alta a Orter.
— No hay ningún problema con que estés aquí, siéntete libre de quedarte el tiempo que desees. — responde Meliadoul, a lo que Mash empieza a caminar para admirar las flores una por una, asimilando sus colores y aromas. — Ochoa, hazle compañía, por favor. — le pide al niño, que no duda en acercarse a Mash. — ¿Aún no se ha decidido la sentencia de Orter? — pregunta repentinamente, tomando por sorpresa a Finn, que se limita a negar con la cabeza.
— No, pero mi hermano está tratando de que sea severamente castigado por todo lo que ha hecho. — responde Finn, sin poder apartar la vista de Mash, como si temiera que este fuera a desaparecer en cualquier momento.
— Sería demasiado benevolente concederle la muerte. — la rubia afirma sin titubear. — Encerrarlo y darle el mismo trato inhumano que le hizo pasar a Mash sería lo más justo. — asegura, aunque sabe que nada de eso podrá devolverle a Mash lo que ha perdido.
— Tres años... Tres años en los que no supimos nada de él, tiempo que Orter aprovechó para lavarle el cerebro. — dice Finn, incapaz de controlarse, su único deseo es hacerle daño a Orter hasta que suplique perdón.
Meliadoul observa a Finn con comprensión en sus ojos, sabiendo que el dolor y la rabia que siente son válidos, pero también es consciente de que esos sentimientos no ayudarán a Mash en su proceso de recuperación.
— Entiendo tu frustración, porque a este punto, todos queremos justicia por lo que le hicieron a Mash, pero ahora nuestra prioridad es ayudarlo a recuperarse. — responde con calma, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Finn.
Finn asiente, tratando de controlar sus emociones mientras dirige su mirada hacia Mash, quien está absorto en la belleza del jardín junto a Ochoa.
Y solo por un momento, olvido que ese no era el Mash que una vez conoció.
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Después de un rato, Finn y Meliadoul se acercan lentamente hacia Mash y Ochoa para hacerles compañía.
— ¿Qué estás haciendo, Mash? — pregunta Finn con curiosidad. Mash le sonríe ampliamente mientras toma algunas flores de diferentes colores y comienza a trenzarlas con habilidad.
— Estoy haciendo una corona de flores. Cuando Orter regrese por mí, voy a dársela. — explica con evidente emoción en su voz. — Por cierto... ¿cuándo podré verlo?
Finn se congela por un momento al escuchar la pregunta de Mash y, sin saber cómo actuar, mira a Meliadoul en busca de orientación, esperando que ella pueda manejar la situación de manera adecuada.
Meliadoul se agacha para estar a la altura de Mash y le sonríe con ternura.
— Lo siento, Mash, pero Orter sigue estando muy ocupado, así que aún no podrá venir por ti. — explica con suavidad, esperando no causarle demasiada tristeza al joven.
El brillo de emoción en los ojos de Mash se desvanece lentamente mientras procesa las palabras de Meliadoul. Su expresión se vuelve sombría y sus hombros se encogen ligeramente.
— Oh... está bien. Supongo que puedo guardarla para cuando regrese. — responde con los ánimos bajos, intentando ocultar su desilusión.
Finn siente un nudo en la garganta al ver la expresión de decepción en el rostro de su amigo. Desea con todo su corazón poder hacer algo para consolarlo, pero sabe que no hay nada que pueda hacer por el momento para cambiar la situación.
— Mash, ¿por qué no vienes a explorar el resto del jardín conmigo y Ochoa? — propone Finn, tratando de desviar la atención de Mash hacia algo más positivo.
Mash asiente lentamente, forzando una sonrisa en su rostro mientras sigue a Finn y Ochoa por el resto del jardín. Aunque su corazón está pesado por la ausencia de Orter, intenta concentrarse en disfrutar del momento que se le presenta, porque no siempre puede salir a disfrutar del sol.
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Mash regresó a su habitación cuando considero que había estado suficiente tiempo afuera, ahora estaba recostado sobre la cama, observando sin interés el techo y sintiéndose demasiado aburrido porque no podía hacer nada.
En casa se la pasaba haciendo tareas domésticas, y si terminaba a tiempo, Orter le permitía un par de minutos de ocio. Los cuales utilizaba para leer o permanecer inmóvil al lado de su amado, por si este llegaba a necesario algo de él.
Pero aquí no podía hacer nada de lo que estaba acostumbrado, no podía servirle a nadie ya que era el a quien le servían y cuidaban, como si en verdad necesitará de ese tipo de consideraciones.
— Mash, ¿puedo pasar? — la voz de Finn hace que Mash salga de la bruma de pensamientos que no lo dejaban tranquilo.
— Sí, adelante. — indicó, mientras se sentaba, esperando que Finn entrará como de costumbre a su habitación, pero esta vez venía con la compañía de alguien a quien nunca antes había visto. — ¿Quién es ella? — preguntó, observando con desconfianza a una chica de cabello rubio y ojos dorados.
— Ella es Lemon, también es ayudante de la señorita Meliadoul. — decir aquella “mentira” se estaba volviendo una costumbre para Finn, pero esa era la única manera en que podían involucrarse en la vida de Mash sin causarle estrés o abrumarlo demasiado.
— Un gusto poder conocerte. — Lemon se presenta con calma, porque si arruina esto, no podrá acercarse nuevamente a Mash. — Me dijeron que estarás aquí por un tiempo, así que quise traerte algo. — informa, para después acercarse a Mash.
Quien no ha dejado de verla con desconfianza, y parece que el pelinegro está a punto de pedirle que no se le acerque demasiado cuando Lemon se detiene a una distancia considerable. Desde la cual le extiende un panecillo con crema a Mash, que duda un momento en tomarlo antes de hacerlo, pero no se come el panecillo, solo lo examina sin saber que hacer.
— ¿Por qué me diste esto? — pregunta Mash confundido, sus “conocidos” apenas pueden creer que no lo haya devorado al solo verlo y no quieren saber la razón por la que hizo esa pregunta.
— Pensé que te gustaría comer panecillos con crema. — Lemon respondió, solo para ver a Mash poner una expresión de disgusto.
— A Orter no le gusta que coma esto. — informó, y tanto a Finn como a Lemon se le empezaba a formar una úlcera gástrica por el enojo que les producía la mención del nombre de Orter.
— ¿Por qué dices eso? — Finn intento que la conversación continuará, solo para tener una razón más para así odiar a Orter hasta desearle la muerte.
— Porque una vez quise hacer un postre para él, así que busqué en un libro de recetas y encontré cómo hacer panecillos con crema, y me pareció una buena idea hacerlos, nunca antes los había probado así que me dio curiosidad… — continuó, y ninguno de sus amigos desea saber dónde es que va a terminar esto. — Cuando se los serví, él se enojó mucho conmigo, dijo que no comería una porquería como esa, y que yo tampoco debería de comerla. Después arrojó los panecillos al suelo, y se fue molesto para nuestra habitación. — dice de manera indiferente, como si el suceso ya no le causará daño. — Yo tuve que limpiar el desorden que hizo por mi culpa, y cuando quise subir a buscarlo, él no me dejó entrar… Dijo que debía quedarme afuera y reflexionar sobre lo que hice… — por muy dura que fuera su anécdota, Mash parecía tan tranquilo al decirla, que tanto Finn como Lemon no podían creer lo normalizado que tenía el abuso que Orter ejercía sobre él. — Pero lo hizo porque me ama y quiere lo mejor para mi, por eso no sé si es buena idea que lo coma.
Finn se sintió como si una avalancha de emociones hubiera caído sobre él. No sabía si sentir compasión por Mash o simplemente explotar de ira por lo que había pasado.
Pero en ese momento, decidió tomar la primera alternativa.
— Entiendo que te preocupe lo que Orter pueda pensar, pero no es bueno que nadie te prohíba comer cosas. — el pecoso dice con la mayor calma del mundo.
Mash no dijo nada encontra o a favor de Orter, pero la duda aún se reflejaba en sus ojos.
— ¿Qué tal si lo intentamos juntos? — Lemon propuso, tomando uno de los panecillos y dándole uno también a Finn.
— ¿De verdad puedo comerlo? — preguntó el pelinegro con incertidumbre.
— Claro que sí, y si no te gusta, no pasa nada. — Finn lo motiva a que lo haga. – Pero al menos lo habrás intentado, ¿no?
Mash miró el panecillo con crema en sus manos como si fuera un objeto extraño y luego le dio una pequeña mordida. Un destello de alegría cruzó su rostro al probar el sabor dulce, suave y tan… familiar .
— Esto sabe delicioso. — confesó sorprendido, mientras los demás sonreían con satisfacción.
— Te lo dije. No es necesario que siempre sigas las órdenes de Orter. — Finn continuó hablando, porque Lemon parecía demasiado emocionado para hacerlo. — ¿Y sabes que? Puedes comerte todos los panecillos que quieras. — Mash asintió, sintiendo un extraño peso levantarse de sus hombros.
Por primera vez en mucho tiempo, parecía disfrutar de haber desobedecido a Orter, a pesar de una molesta voz que había dentro de su cabeza, la cual trataba de mantenerlo bajo las enseñanzas impuestas por Orter.
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Notes:
Muy bien…
Se que había dicho que esto solo llegaría a una tercera parte, pero cada vez que escribo se me ocurren nuevas cosas que tengo que agregar si o si para darle coherencia a la trama.Así que… espero que esto no se alarge más y que nos leamos para una última parte.
Muchas gracias por leerme! Su apoyo siempre es bienvenido.
Chapter 4: Los finales felices solo son parte de los cuentos de hadas : Parte II
Chapter Text
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— Señorita Meliadoul… — dice Mash con timidez al entrar en la habitación, a la que había ido porque Meliadoul necesitaba hablar con él. — ¿Puedo pasar? — pregunta, antes de entrar por completo al lugar.
— Sí, por favor, toma asiento frente a mí. — responde ella, indicándole a Mash dónde sentarse.
El joven de cabello negro no duda en obedecer. Ambos permanecen en silencio por un momento antes de que Mash vuelva a hablar.
— Disculpe que le pregunte… ¿Pero para qué me necesita? ¿Y por qué está ese espejo detrás de usted? — pregunta, sin saber si lo último fue una buena idea mencionar, pero el enorme espejo detrás de Meliadoul lo hace sentir inquieto, porque siente que alguien más lo está observando.
— Solo quería que habláramos sobre tu relación con Orter y sobre el espejo… no tienes por qué preocuparte, es solo una mera decoración. — ella dice con simpleza, y Mash quiere creer en lo que dice.
— Está bien. — acepta, sin saber en donde se está mintiendo.
— De acuerdo, ahora necesito saber cómo ha sido tu estancia con Orter. — anuncia, preparándose mentalmente para lo que está por venir. — ¿Podrías contarme un poco al respecto? ¿Y cómo cuanto tiempo llevan juntos? — la rubia pregunta, tratando de sonar lo más calmada y neutral posible.
Mash baja la mirada, pensativo. Sus dedos juegan nerviosamente entre sí, como si no hubiera una respuesta clara para responder a cada una de las preguntas hechas.
— Bueno… Orter y yo… — Mash vacila por un momento, todo porque la segunda respuesta lo ha dejado confundido. — No sé cuánto tiempo llevamos juntos, pero nuestra relación es buena. A veces él es estricto conmigo, pero él dice que es por mi bien, porque tengo que ser un buen juguete. — comienza, su voz se vuelve un susurro cuando dice lo último. — Él siempre dice que soy su juguete, que le pertenezco. — menciona, y por alguna razón, hay una sensación de extrañeza por referirse a sí mismo como un simple juguete.
Meliadoul frunce el ceño ligeramente, preocupada por lo que Orter haya hecho con Mash, pero se esfuerza por mantener su expresión tranquila, para así continuar con la platica.
— ¿Y te ha tratado bien? — pregunta, y antes de que Mash malinterprete la pregunta, dice algo más. — Quiero decir, ¿hay algo que te haya hecho sentir incómodo o que no te haya gustado? — continúa, con suavidad.
Mash duda por un momento, como si estuviera recordando algo desagradable, pero finalmente asiente.
— A veces, cuando no hago las cosas como él quiere, me castiga. — admite luego de pensarlo demasiado. — Orter siempre dice que lo hace para enseñarme una lección.
— ¿Y qué tipo de castigos recibes? — con miedo de recibir una respuesta desagradable, Meliadoul hace aquella difícil pregunta.
— Hay ocasiones en las que deja de hablarme… Me ignora por mucho tiempo, hasta que no paro de rogarle para que me perdone. Pero cuando realmente está enojado conmigo, el me golpea y me dice cosas horribles, pero siempre dice que es por mi bien, porque él solo quiere que mejore. — confiesa, y es ahí donde Meliadoul se pregunta si Orter es un humano o un cruel demonio sin corazón. — Pero eso es bueno, ¿verdad? Porque Orter solo quiere que sea mejor en lo que hago.
Las palabras de Mash hacen que Meliadoul sienta un nudo en el estómago. La serenidad en la voz de Mash mientras describe los abusos es mas que perturbadora.
— Ahora Mash, ¿cómo te sientes cuando te hace eso? — pregunta ella, tratando de cambiar de pregunta, porque si siguen con ella es bastante probable que pierda los estribos.
Mash parpadea insistentemente, como si la pregunta lo tomara por sorpresa.
— Me siento… confundido. A veces tengo miedo, pero sé que es por mi bien. — responde, aunque su voz tiembla un poco. — Orter dice que debo ser perfecto, si quiero permanecer a su lado.
Meliadoul asiente lentamente, intentando no mostrar el horror que siente por dentro.
— Entiendo, Mash. — dice ella suavemente y tiene que seguir esforzándose para continuar. — ¿Hay algo más que quieras contarme sobre Orter?
Mash reflexiona por un momento, como si intentara decidir si debía o no compartir más información.
— A veces, él... — comienza, pero luego se detiene. Mira a Meliadoul, buscando alguna señal de que está bien continuar. — A veces me dice que nadie más se preocuparía por mí como él lo hace y que si no quiero que se deshaga de mi, tengo que hacer todo lo que me diga.
Meliadoul siente una profunda tristeza por la situación de Mash, pero le ofrece una sonrisa tranquilizadora, porque aún falta lo más complicado por tratar.
— Mash, disculpa que lo pregunte, pero tu y Orter, ¿alguna vez han tenido intimidad? — pregunta, y es ahí cuando el rostro del menor se tiñe de rojo.
— S-si. — dice apenado. — Orter y yo lo hemos hecho en varias veces.
— ¿Puedes contarme alguna experiencia? Ya sea buena o mala, si es que no te incomoda. — ella tiene que continuar, por muy desagradable que se le esté haciendo la situación, pero espera que todo esto esté funcionando.
Mash parece pensar por demasiado tiempo la respuesta que va a dar, ya que se debate por si decir algo bueno o malo de los momentos en que mantiene intimidad con Orter.
— Recuerdo… que a veces el me toca cuando estoy dormido, cuando despierto el ya tiene sus manos sobre mi cuerpo, hubo una vez que me desperté cuando el… — dudó en como decirlo, y Meliadoul no lo presiono para que lo dijera. — Pero casi siempre es bueno, no me pregunta mucho como me siento, pero el parece disfrutarlo, y creo que eso es bueno. — concluye, esbozando una sonrisa que a cualquiera que supiera su historia le causaria preocupación y lastima.
Meliadoul le devuelve la sonrisa, aunque por dentro está a punto de explotar.
— Muy bien, Mash, hiciste un buen trabajo. — lo felicita, y los ojos del joven se llenan de brillo y emoción, porque era la primera vez en mucho tiempo que recibía un elogio. — Ya puedes irte; si quieres, puedes quedarte en el jardín el tiempo que desees. — añade y Mash parece tan feliz por esto que se olvida de todo lo malo que estaba sintiendo.
— Con permiso, señorita Meliadoul. — se despide antes de retirarse. Es entonces cuando Meliadoul cambia de posición para sentarse donde Mash estaba antes, y así poder ver el espejo de Raffle, al cual le había estado dando la espalda todo este tiempo.
— Y ahí tienen las acciones de su valeroso “héroe”. — comenta con sarcasmo, sabiendo que todos los presentes durante la audiencia final la están viendo y escuchando. — ¿Quién diría que un simple ser humano podría ser tan cruel con otro? — dice, mientras lucha nuevamente por contenerse. — ¿Este es el tipo de funcionario que está dispuesto a proteger a la ciudadanía? ¿De verdad estamos dispuestos a permitir que alguien tan podrido lidere el mundo mágico? — pregunta, deseando ver la expresión en el rostro de los presentes en la audiencia, especialmente el de Orter. — Adam Jobs siempre dijo que el fuerte debía proteger al débil, que la nobleza debería ser un fundamento en nuestra vida diaria, pero parece que se ha perdido el concepto de sus enseñanzas. — continúa, y con el paso del tiempo, su deseo de acabar con la vida de Orter crece. — Y sé que muchos querrán restarle importancia porque Mash es una persona no mágica, y creen que personas como él ni siquiera tienen derecho a vivir. Pero ¿en verdad les parece justo todo lo que le han hecho? ¿De verdad les parece correcto que Orter Máld haya secuestrado y abusado física y psicológicamente a alguien que solo deseaba vivir en paz junto a su padre? — pregunta muy seriamente. — Porque para quien no lo sepa, Mash Burnedead tenía un padre adoptivo, quien lamentablemente falleció creyendo que su hijo estaba muerto. ¿Acaso eso les parece justo o humano? Porque si aún están del lado de ese malnacido, entonces también ustedes deben ser juzgados, porque alguien con ese tipo de pensamientos, tarde o temprano, lastimará a alguien inocente.
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El ambiente dentro del juzgado se volvió más tenso de lo que ya era. Muchos no dejaban de hablar en voz baja, mientras que otros apenas podían pronunciar palabra alguna, todo por el shock de la declaración de Mash.
Lance y Dot parecían más furiosos que antes y tuvieron que controlarse mutuamente para no acabar con Orter en ese mismo instante. Daban gracias a Dios que Rayne se estuviera encargando de la situación, ya que ellos se sentían incapaces de realizar dicho trabajo.
— Su señoría, con el testimonio de Mash Burnedead y todas las evidencias previas, se pide que Orter Máld sea condenado a cadena perpetua, ya que concederle la muerte solo sería una forma fácil de librarse de sus pecados. — Rayne habla con voz fuerte para ser escuchado por todos en la sala.
El juez, que para mala fortuna de Orter es el mismo que en su momento extendió la sentencia de muerte de Mash, parece horrorizado y molesto con la última evidencia presentada. En su mirada se nota una clara determinación por dar justicia a quien se lo merece, y casi todos están de acuerdo con el veredicto que está por dar.
— Dadas las pruebas y el último testimonio, he decidido que Orter Máld, ex iluminado divino y ex ministro de la agencia de magia, sea condenado a pasar el resto de sus días en la cárcel, en busca de que expíe todos los pecados que ha cometido. — sentencia, para luego golpear repetidamente el martillo sobre el púlpito y retirarse, porque se siente tan enfermo con las injusticias cometidas que no puede seguir viendo a Orter por más tiempo.
Gran parte de la sala se llena de comentarios de la gente. Mientras unos parecen estar de acuerdo con la sentencia, otros aún dudan si fue lo más correcto.
Aunque sea como sea, la justicia por fin parecía estar del lado de Mash después de mucho tiempo.
— Espero que te pudras en la cárcel. Ni aunque te arrepientas de todo lo que hiciste podrás salir. — dice Dot, quien tiene que ser detenido por Lance para evitar que intente atacar a Orter. Quien ahora se encuentra despojado de su varita y con esposas en sus manos, las cuales limitan su fuerza física, aunque lo realmente peligroso en él no ha sido contenido del todo.
Orter, con una sonrisa burlona en su rostro, no muestra ningún signo de arrepentimiento. Sus ojos se llenan de desprecio mientras observa fijamente a Dot y Lance, a quienes se les ha unido Rayne.
— ¿Arrepentirme? — dice con una carcajada seca. — No me arrepiento de nada. — asegura, y nadie duda de lo que dice. — Mash merece cada segundo de sufrimiento que le he infligido. Él es un error, una abominación que nunca debió existir.
Las palabras de Orter hacen que la sangre de los iluminados divinos que tiene enfrente arda en cólera, y sus instintos asesinos se encuentren en su punto límite.
— Aunque quisiera ver, como tratando de convencerlo de que no es un juguete. — Orter continúa con tono sarcástico. — Su debilidad, sus inseguridades, todas esas estupideces en las que cree tan ciegamente, no podrá superarlas con tanta facilidad. — asegura, antes de ser empujado por Renatus, que también parece afectado por todo lo que ha sucedido.
— Andando, que entre menos vea tu cara, menos ganas de vomitar tendré. — le dice Renatus para que empiece a moverse, y a Orter no le queda otra opción que obedecer. Antes de irse, le dedica una última mirada burlona al trío, quienes no hacen nada más que verlo con desprecio.
— Quiero matarlo. — dijo Dot, aunque ese era el pensamiento colectivo de todos.
— Lo único bueno de todo esto es que por fin se hizo justicia. — trató Lance de mejorar los ánimos entre sus compañeros, aunque las últimas palabras de Orter lo habían puesto a pensar.
— ¿Creen que la señorita Meliadoul nos permitirá ver a Mash? — preguntó Dot, ya que eran los únicos del grupo que aún no habían tenido ningún tipo de contacto con él, todo por órdenes de Meliadoul, quien no quería poner en riesgo el proceso que llevaban por el momento. Sin embargo, ahora que todo ha acabado, es posible que esa norma cambie y los deje estar cerca de su amigo.
— Debemos preguntarle cuando la veamos, pero por el momento, debemos responder a las preguntas de los medios y asegurarnos de que Orter sea encerrado en la celda más recóndita de Hecatrice. — Rayne comenta seriamente, ya que aún tienen trabajo por hacer, pero todo parece haber llegado a su fin.
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Mash se retuerce incómodo en la cama, tratando en vano de conciliar el sueño. Aunque ha tenido días buenos desde que tuvo aquella platica con Meliadoul, algo le impide descansar plenamente.
"Quizás un paseo me ayude", piensa al levantarse, colocándose las pantuflas y abrigándose contra el frío. Con sigilo, sale de su habitación y deambula por los pasillos, que son iluminados por la luz de la luna.
Sin quererlo, llega al jardín, que luce más hermoso en la noche. Se sienta entre las flores, disfrutando del silencio, cuando una voz lo saca de sus vagos pensamientos.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — pregunta alguien a quien reconoce de inmediato, aunque preferiría no hacerlo.
— ¿Orter? — lo llama, volviendo la mirada hacia la voz que lo interrumpe, pero ahí no hay nadie.
— Te pregunté qué hacías aquí. — Orter insiste, tomándolo sorpresivamente por el cabello, para obligarlo a mirarlo. — ¿Ya olvidaste tu lugar? — le reprocha, dejando a Mash sin palabras y con un creciente nudo en la garganta. — Vamos, responde. — le demanda, antes de azotar la cabeza del pelinegro contra el suelo.
Mash se estremece ante el impacto del golpe, como si el dolor fuera real y no una ilusión como realmente era. Levanta la mirada hacia los ojos fríos y despiadados de Orter, quien lo observan con desdén.
— Deberías estar encerrado, y no afuera como una persona normal. — la voz de Orter suena amenazante, llena de malicia.
Mash lucha por encontrar las palabras adecuadas, pero su boca parece estar sellada por el miedo. Traga saliva con dificultad antes de responder, con un hilo de voz temblorosa.
— Solo quería un momento de paz... — murmura, con los ojos llenos de angustia y sin saber porque dio esa respuesta.
Orter suelta una carcajada burlona, apretando aún más su agarre en el cabello de Mash.
— ¿Paz? ¡Tú no mereces paz! Eres un error... un estorbo para todos a tu alrededor. — su tono es venenoso e igual de cortante como un cuchillo.
Mash siente una opresión en el pecho que lo hace sentir como si estuviera ahogándose lentamente. Trata de apartarse de la mirada penetrante de Orter, pero sus manos están paralizadas, incapaces de moverse.
— No... por favor... déjame en paz... — suplica, con los ojos llenos de lágrimas, siendo esta la primera vez en mucho tiempo que sentía un miedo que lograba paralizar todo todo cuerpo.
Orter sonríe con crueldad, disfrutando del sufrimiento ajeno como un depredador acechando a su presa.
— ¿Dejar que te vayas? Pero que tonterías. — se ríe con crueldad. — Eres mío, Mash, y no te permitiré escapar de mí. — susurra, con un brillo siniestro en sus ojos.
Mash siente el pánico apoderarse de él, una sensación de desesperación que lo consume por completo. Quiere gritar, correr, escapar de esa pesadilla que lo atormenta, pero está atrapado en su propia mente, luchando contra un enemigo que parece invencible.
Y todo parece empeorar cuando Orter se coloca encima de él, impidiéndole liberarse para evitar que le haga daño. Está en una situación que ha vivido tantas veces que sabe perfectamente lo que sucederá si permite que Orter continúe.
Pero, por más que luche, Orter parece ser más fuerte que él.
Sentir los labios de Orter sobre su cuello y las manos recorriendo su cuerpo con libertad le provoca ganas de vomitar y llorar. Intenta nuevamente quitárselo de encima, pero solo consigue que el mayor comienza a asfixiarlo. En un momento de debilidad, empieza a llamar a Meladioul, a Finn, a Lemon; en su desesperación, llama a cualquiera que sabe que podría ayudarlo. Incluso menciona los nombres de Dot, Lance y Rayne, aunque no sepa quiénes son. En su último momento de oxígeno, antes de quedarse sin aire, clama por alguien a quien llama “ papá ”, sin saber a quién se refiere, ni tener ninguna imagen en su mente que le brinde alguna referencia de cómo es.
Solo sabe que quiere que su “papá” esté allí para salvarlo, aunque parece que no hay nadie que escuche sus gritos desesperados de auxilio.
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Notes:
Bien, esto se extendió a una quinta parte.
Pero juro que ya es la última, espero que la actualización haya sido de su agrado, sus comentarios y apoyo siempre son bienvenidos.
Chapter 5: Los finales felices solo son parte de los cuentos de hadas : Parte III
Notes:
Sorpresa, sorpresa!!
Estar sin asuntos de la universidad y con inspiración suficiente hizo que tuvieran una actualización rápida. <3Pero no se acostumbren demasiado jejeje.
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TW:
Mención de abusos pasados
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
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— Mash, ¿puedes escucharme? Mash, abre los ojos, por favor. — a pesar de la insistencia de aquella voz distorsionada, Mash se negó a obedecer, temeroso de que al abrir los ojos se encontrara con Orter tratando de abusar de él.
— No... por favor, no... — sollozó, sintiendo unos brazos cálidos rodear su cuerpo. Esto solo lo hizo estremecerse mientras trataba de contener un grito, pero fue en vano, porque terminó gritando tan fuerte que cualquiera en un radio de un kilómetro podría haberlo escuchado.
— Mash, por favor. — ahora era otra voz la que le hablaba, acompañada de unas suaves manos que se posaron sobre su rostro. — Somos nosotros. — dijo, intentando abrirle los ojos a la fuerza, consciente de que, de otro modo, sería imposible sacarlo de la pesadilla en la que estaba inmerso.
Pero Mash sollozó aún más fuerte ante esta acción, obligando a Finn a desistir por el bien de su amigo. Meliadoul lo sostenía firmemente, evitando que se hiciera más daño.
— Ya no... no, por favor. — le suplicó a un fantasma inexistente que no dejaba de atormentarlo.
— Shhh, todo está bien, ahora todo está bien. — Meliadoul acunó el rostro de Mash contra su pecho, mientras una de sus manos le frotaba suavemente la espalda. — Orter ya no está aquí, él ya no puede hacerte daño. — le aseguró, esperando que de alguna manera sus palabras llegarán al subconsciente de Mash.
Que aún lo mantenía prisionero en una ilusión demasiado real para no ser cierta. Podía sentir claramente cómo sus caderas chocaban con las de Orter, produciendo un sonido obsceno que comenzaba a taladrarle los oídos.
— ¡No, por favor, no! — gritó de nuevo, mientras su cuerpo se estremecía con espasmos incontrolables. Cada roce, cada palabra de consuelo que recibía, se transformaba en las crueles acciones de Orter, llevándolo a un agujero de dolor y tormento.
Finn se acercó lentamente, con lágrimas en los ojos al ver el estado en el que se encontraba su amigo.
— Mash, somos nosotros, Finn y la señorita Meliadoul. — intentó una vez más atravesar la barrera de terror que rodeaba la mente de Mash.
En medio de su agitación, Mash comenzó a tener flashbacks más intensos y vívidos. Recordó cada golpe, cada insulto, cada violacion y humillación infligida por Orter. Sentía el sabor metálico de la sangre en su boca y el dolor punzante de las heridas que nunca parecían sanar, porque siempre habían heridas nuevas que abrían las anteriores.
De repente, el rostro de Orter se desvaneció, pero las secuelas de su presencia permanecían. Mash se veía a sí mismo de un estado indefenso y sometido a los caprichos de su torturador. Su mente viajaba a esos oscuros rincones donde había sido llevado tantas veces, y donde el sufrimiento parecía ser eterno.
— ¡Basta! — gritó con la voz desgarrada y con una desesperación que resonó en el silencio que siguió.
Meliadoul continuó acunándolo, sus propias lágrimas cayendo sobre el cabello desordenado de Mash.
— Mash, estoy aquí. Estoy contigo. — susurró, su voz temblando pero aún estaba decidida ayudarlo. — Ya no estás solo.
Lentamente, muy lentamente, las palabras de Meliadoul comenzaron a perforar la neblina de terror que había envuelto a la débil mente del pelinegro.
Mash abrió los ojos tras un largo lapso, su visión se encontraba borrosa por las lágrimas. Aun así, logró distinguir el rostro preocupado de Finn y el abrazo protector de Meliadoul, pero también observó con tristeza cómo el jardín que tanto amaba estaba en ruinas, como si un tornado hubiera arrasado con las hermosas flores que solían alegrar sus días con sus colores y fragancias. Esto lo llenó de remordimiento y no pudo contener las lágrimas mientras pedía perdón con insistencia.
— Lo siento... — susurró con voz quebrada. — Lo siento tanto… — se disculpó, consciente de que el desastre a su alrededor era su responsabilidad, aunque no recordaba el momento en que había perdido el control.
— Está bien, no debes disculparte. — Finn trató de calmarlo, y cuando quiso unirse al abrazo iniciado por Meliadoul, Mash no hizo más que rechazarlo para que no lo tocara. — Mash… — pronunció confundido, buscando alguna respuesta en la mujer mayor, que no hizo más que verlo con pena.
— Mash, ¿por qué no entramos? Aquí hace mucho frío y podrías enfermarte. — le dijo con calma, esperando que el menor comprendiera su petición y decidiera moverse por sí mismo. Sin embargo, solo consiguió que lo mirara con una mezcla de emociones difíciles de describir.
— Orter... — Mash pronunció con dificultad y con nuevas lágrimas amenazando con salir de sus ojos. — Orter... Él me lastimó. — confesó, antes de largarse a llorar entre los brazos de Meladioul, que nuevamente trató de consolarlo, aunque ahora su tarea era mucho más difícil que antes.
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Despertar de una ilusión en la que había vivido durante tres años resultó más difícil de lo esperado para Mash. Quien solía tener momentos de lucidez en los que recordaba todo lo que había pasado a manos de Orter: como las veces que lo obligó a practicarle sexo oral, humillarse por atención y rogar por piedad mientras arremetía contra su cuerpo.
Aunque habían instantes en los que volvía a adoptar la misma actitud de cuando llegó por primera vez. Para casi todos, era tan extraño verlo actuar de esa manera que en más de una ocasión llegaron a sentirse impotentes por la confusión mental a la que Mash estaba siendo sometido.
Meliadoul les dijo que la mente de Mash se encontraba en medio de un proceso de adaptación a lo que era realmente real, esto después de haberse sobreprotegido para minimizar el dolor del trauma al que estaba expuesto de forma constantemente.
Solo el tiempo diría hasta cuando estaría sometido a dicha tortura, aunque su nueva realidad no era para nada alentadora.
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— ¿Dónde está papá? — Mash no sabe las veces que ha hecho esa pregunta en todo lo que va del día, pero por más que la haga, nadie parece dispuesto a darle una respuesta. — Quiero ver a papá… ¿Dónde está papá? — dice insistentemente, pero ni Finn, ni Lemon han querido decirle algo y eso empieza a ponerlo nervioso. — ¿Por qué no quieren que vea a mi papá? — pregunta con la voz rota, como si en cualquier momento fuera a sollozar.
Finn y Lemon lo observan con lástima, pero no pueden decirle nada, no sin antes recibir una autorización por parte de Meliadoul, quien entra en la habitación en el momento exacto, antes de que el llanto de su amigo empiece.
— Señorita Meliadoul. — dice el pelinegro antes de aproximarse a la rubia. — ¿Usted sabe dónde está mi papá? ¿Cree que pueda verlo? — consulta, pero ella no dice nada, solo lo guía de nuevo a la cama donde lo hace sentarse a la orilla.
— Mash, escúchame con mucha atención, ¿sí? — es lo que ella le pide y el mencionado no hace más que obedecer. — Porqué voy a decirte algo importante, así que necesitamos que seas lo más fuerte que puedas. — son las últimas palabras antes de que él mundo de Mash se desmorone por completo, y caiga por fin en la triste realidad que hoy le toca vivir.
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— Esto no me parece una buena idea. — es el comentario dicho por lo bajo con Dot, quien junto a los demás han emprendido un “viaje” que a su parecer sólo le hará más daño del necesario a su amigo, quien apenas lo reconoció ahora en la mañana.
— Sí la señorita Meliadoul piensa que es lo correcto, entonces debemos seguir sus instrucciones. — Lance responde, y Dot no parece nada feliz con esta respuesta, pero antes de que pueda replicar algo, Rayne los manda a callar porque están a punto de llegar al lugar.
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— Mash, ¿hay algo aquí que te parezca familiar? — Meliadoul hace aquella pregunta, esperando remover un poco los recuerdos, quien de vez en cuando da un leve asentimiento.
— Eso creo… ¿Pero por qué estamos aquí? — pregunta, dudando mucho si estar en un bosque alejado de la ciudad va a llevarlo con su padre.
— Solo queríamos mostrarte algo antes de llevarte con tu padre. — Meliadoul empieza a resentir el desgaste físico y mental que esto conlleva, pero no hay nadie más por el momento que pueda hacerse cargo de la situación.
No cuando el desastre apenas está por empezar.
— Esa es… — las palabras de Mash se quedan a medias cuando visualiza una pequeña y vieja casa, que por alguna razón se le hace bastante familiar, como si ya la hubiera visto antes.
Sin pensarlo demasiado o sin esperar que alguien le dijera que hacer, se dirige hacia la casa, donde teme por unos segundos entrar antes de que su cuerpo tome vida propia y lo lleve al interior.
Dentro de la casa, el aire estaba impregnado de una mezcla de humedad y polvo, como si hubiera estado deshabitada por mucho tiempo. Los muebles estaban cubiertos por sábanas que antes eran blancas, ya que ahora se encontraban amarillentas, todo esto por el paso de los años.
Sin embargo, había algo en ese lugar que hacía que Mash se sintiera extraño, si tenía que ser más claro, sentía una mezcla de nostalgia y miedo.
Los demás se quedaron en la entrada, observando con cautela cada paso que Mash daba. Sabían que ese lugar podría ser clave para que dejara atrás la ilusión en la que Orter le había obligado a vivir, pero también temían las consecuencias de lo que podría desatar.
Mash avanzó lentamente, pasando sus dedos por los muebles cubiertos, como si estos pudieran recordarle algo. De repente, un destello de memoria lo golpeó con fuerza: recordaba haber jugado en esa misma sala, corriendo alrededor de los muebles y riendo. Sus rodillas comenzaron a temblar y se terminó desplomando en el suelo, abrazándose a sí mismo mientras sus sollozos rompían el silencio.
Meliadoul se acercó sin vacilar y se arrodilló a su lado.
—Está bien, déjalo salir —dijo suavemente—. Ahora estamos contigo.
Mash levantó la mirada hacia ella, sus ojos llenos de lágrimas. Intentó hablar, pero solo salían estruendosos sollozos de su boca, hasta que finalmente pudo decir algo.
— Recuerdo... este lugar — confesó, tratando de regular su respiración. — Viví aquí con mi papá antes de que... todo cambiara.
Finn se adelantó, queriendo ayudar, pero con un leve temor de que cualquier movimiento en falso pudiera romper aun más el frágil estado de Mash.
— ¿Recuerdas algo más, Mash? — preguntó, esperando pacientemente su respuesta.
Mash cerró los ojos, intentando concentrarse en recordar algo más. Imágenes confusas comenzaron a pasar por su mente, en la mayoría de ellas veía su padre, quien siempre le sonreía y cuidaba para que no fuese descubierto. Las imágenes cambiaron a escenas de él junto a la mayoría de las personas que ahora se encontraban con él.
— Recuerdo a mi papá siendo amable y protector conmigo — dijo con voz temblorosa. — También los recuerdo a ustedes en la escuela, el momento en que nos conocimos… — mencionó, y los demás no supieron si alegrarse o no por eso. — Cuando descubrieron que no tenía magia tras rescatar a Lemon... El juicio que tuve la agencia de magia, y cómo Rayne y el director Wahlberg intervinieron por mí, a pesar de las insistencias de Orter por acabar conmigo por ser un error. — continuó, ahora con todos sus recuerdos fluyendo como una extensa cascada, aunque aún había algo que lo hacía sentir intranquilo. — ¿Pero dónde está papá? ¿Por qué la casa está así? — pregunta, y como antes, la respuesta que tanto necesita tarda en llegar.
O eso es así, hasta que Meliadoul le dice suavemente: “Lo siento”, seguido de un par de palabras que resuenan en lo más profundo de su mente.
— Él está... muerto. — pronuncia con dificultad la última palabra, y, a diferencia de lo esperado, no empieza a llorar ni explota en rabia. Solo permanece en silencio por quién sabe cuánto tiempo hasta que vuelve a hablar. — ¿Puedo verlo? ¿Puedo ir a donde está enterrado? — pregunta con voz monótona, casi desinteresada, como si la noticia que acaba de recibir no pusiera en juicio su cordura y la poca estabilidad mental que le quedaba.
Meliadoul asintió, entendiendo que era un paso necesario para que Mash confrontara la realidad.
— Sí, claro que puedes verlo. — dijo con suavidad, ayudando a Mash a levantarse del suelo.
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El grupo se dirigió lentamente hacia una parte del bosque cercana a la casa. Cada paso estaba cargado con una mezcla de incertidumbre y miedo, porque eran conscientes de que todo podría empeorar de un momento a otro.
Finalmente, llegaron a un claro donde se erguía una tumba sencilla, marcada por una piedra en la que estaba grabada con el nombre de Regro. Mash se acercó con pasos vacilantes, su mirada no se apartó de la lápida.
Se termino arrodillando ante ella, observando en silencio, como si esperara que en cualquier momento su padre apareciera para consolarlo y demostrarle de algún modo que todo esto era una mentira muy bien elaborada. El silencio se alargó, y todos observaban con preocupación a Mash, mientras él permanecía inmóvil, sus ojos vacíos y fijos en la tumba.
El tiempo pasó, y Mash seguía sin moverse. Finn abrió la boca para decir algo, pero Meliadoul lo detuvo con un simple gesto, ya que Mash necesitaba su tiempo para procesar esta terrible noticia.
Entonces, inesperadamente, Mash comenzó a reír. Al principio era una risa baja, apenas un susurro, pero fue aumentando en intensidad hasta convertirse en una carcajada descontrolada. La risa resonaba en todo el bosque, llenando el espacio con un sonido que no era de alegría, sino de un quiebre profundo dentro de su psique.
Todos a su alrededor lo observaron con preocupación, siendo esta la menor de las reacciones que habían esperado presenciar cuando se diera este momento.
— Mash, tranquilo, Mash… — dijo Finn, intentando alcanzarlo a través de la locura y el dolor que parecían haberse apoderado de su amigo.
Pero Mash no respondía a sus palabras. Solo seguía riendo, su cuerpo sacudido por espasmos mientras lágrimas caían de sus ojos, siendo un contraste enorme con lo que pasaba.
— No... por favor, no... — sollozó entre risas escandalosas, como si nuevamente estuviera reviviendo todos los horrores que había experimentado.
Meliadoul intentó acercarse para consolarlo, pero cada intento de tocarlo solo lo hacía reír más fuerte, hasta el punto de lastimar su garganta. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la risa de Mash comenzó a desvanecerse, convirtiéndose en sollozos.
El pelinegro se desplomó junto a la tumba de su padre, abrazándose a la lápida mientras lágrimas silenciosas corrían por su rostro.
— Estoy aquí, papá... estoy aquí... Ya regrese… — susurró entre sollozos, su voz apenas audible. Todo a su alrededor empezó a dar vueltas y verse borroso, los demás intentaron de reincorporarlo pero ya era demasiado tarde.
Lo había perdido todo y no le quedaba motivo alguno por el cual levantarse.
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Notes:
Ya ni se que excusa poner…
Mi trabajo de dos capítulos va a terminar siendo de seis…Aunque entre más se alargue esto, más desarrollo de persona le voy a dar a Mash…
Nos vemos en lo que creo que será la última parte…
Byeeeeeee.
Chapter 6: ¿Un final y ya? : Parte I
Chapter Text
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Después de aquel acontecimiento, todo lo que Mash conocía cambió una vez más sin que él lo deseara. La depresión se instaló en su vida al comprender finalmente que nunca volvería a ver a su padre y que nada sería como antes.
Los demás intentaron motivarlo para que siguiera adelante, queriendo demostrarle que aún tenía razones para continuar. Sin embargo, por más grandes que fueran sus esfuerzos, Mash se hundía cada vez más en un pozo de oscuridad.
Cada vez era más difícil que Mash saliera de su habitación; había ocasiones en las que ni siquiera era capaz de levantarse por sí solo de la cama. También tenían que obligarlo a comer y a beber agua, aunque fuera solo un poco para que no sufriera de inanición.
Mash se volvió una sombra de lo que alguna vez fue, aquel chico que estaba dispuesto a ayudar a los demás y que poseía un bondadoso corazón, ahora era una figura desgarbada y ausente que se mantenía envuelto entre las sábanas de su cama, en busca de la seguridad que le habían arrebatado a la fuerza. Las pocas veces que abría la boca era para expresar con voz apagada lo mucho que extrañaba a su padre y su deseo ferviente de poder reencontrarse con él.
La primera vez que dijo algo así, dejó atónitos a todos, quienes se observaron con discreción solo para decirse que las cosas estaban empeorando en vez de mejorar. Ante tales declaraciones, las alarmas volvieron a encenderse en quienes ahora conforman su círculo cercano de amigos.
La vigilancia sobre él se intensificó más que antes.
Sus amigos se turnaban para asegurarse de que siempre hubiera alguien haciéndole compañía, en un intento de mantenerlo ocupado, aunque fuera con actividades sencillas. A pesar de estos esfuerzos, Mash parecía cada vez más distante, perdido en sus pensamientos sombríos.
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Una tarde, mientras todos creían que Mash estaba durmiendo, Finn tuvo una corazonada inquietante, que por más que tratara de ignorarla lo hacía sentir cada vez más nervioso conforme pasaban los segundos.
— ¿Finn? — lo llamó Rayne, quien fue el primero en notar que algo no andaba bien con su hermano menor.
Finn se levantó de inmediato de donde estaba y, sin pronunciar palabra alguna, comenzó a correr hacia la habitación de Mash, con el grito de auxilio aún resonando en su mente.
Al abrir la puerta, vio a su amigo desmayado en el suelo. Por un instante, quedó en shock, intentando comprender lo que había ocurrido, hasta que notó los fragmentos de vidrio ensangrentados cerca del cuerpo de Mash.
Lo primero que se preguntó fue: ¿Cómo había llegado algo así a manos de Mash? ¿Acaso no lo habían vigilado lo suficiente? ¿Tan mal estaban haciendo las cosas como para que Mash llegara a este punto?
Finn sacudió rápidamente la cabeza, intentando deshacerse de esos pensamientos inútiles. Con las manos temblorosas, sacó su varita y se acercó a Mash sin dudar. Se arrodilló junto a él, ignorando la preocupante cantidad de sangre que se había acumulado desde hacía quién sabe cuánto tiempo, proveniente de las muñecas del otro. Incluso ahogó un sollozo al darse cuenta de que los cortes que Mash se había hecho iban desde su muñeca y se extendían a lo largo de todo su antebrazo.
Trató de concentrar todo su poder en sanarlo; no podía permitirse perder a Mash una vez más. Sintiendo una explosión de maná surgir desde lo más profundo de su pecho, conjuró su second, esperando que aún no fuera demasiado tarde.
Cuando los demás aparecieron, aquella entidad con grandes alas de mariposa y los ojos vendados estaba en su punto máximo de poder. La concentración de Finn era evidente, así que no hicieron nada para llamar su atención o intervenir. Una gran bandada de mariposas doradas se posaron sobre las heridas de Mash, sanando cada una de ellas hasta que no quedó rastro alguno.
Rayne tuvo un pequeño déjà vu de cuando enfrentaron a Delisaster, el cuarto hermano mayor de Mash. Aún recuerda el miedo que sintió al creer que perdería la pelea, y cómo se sintió conmocionado ante la maravillosa muestra de poder de su hermano y su valentía durante el resto de la batalla.
Solo volvió en sí cuando las mariposas y la entidad desaparecieron. Meliadoul se acercó de inmediato a la escena cuando todo pareció haber terminado. El silencio perduró por un momento antes de que ella dijera que todo parecía estar bien y que Finn le había salvado la vida a Mash.
Al escuchar esto, Finn no pudo evitar sentirse feliz, pero al mismo tiempo se dejó caer al suelo, respirando agitadamente, como si hubiera estado privado de oxígeno durante demasiado tiempo.
—¡Finn! — lo llamó preocupado Rayne, abriéndose paso entre la pequeña multitud para sostener a su hermano, que ahora yacía inconsciente y sangraba por la nariz. Con rapidez, lo limpió con uno de sus pañuelos mágicos. — ¿Qué le pasa? — le preguntó preocupado a Meliadoul, quien antes de responderle, dio la orden de llevar a Mash a la ala médica.
— Estará bien, solo utilizó demasiado su poder. — la rubia trató de tranquilizarlo, pero Rayne parecía tan inseguro que tuvo que decir algo más para calmarlo. — Pero hay que llevarlo tambien al ala médica, ahí podré revisarlo con más calma. — agregó, y sus últimas declaraciones parecieron ser suficientes para el iluminado divino, quien apenas puede comprender cómo es que las cosas no mejoran a pesar de sus múltiples intentos por ayudar a Mash.
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Mash se despertó confundido y con un intenso dolor de cabeza que apenas le permitía abrir los ojos. Lo primero que pensó al despertar fue si finalmente había conseguido reunirse con su padre, pero al ver los rostros preocupados de sus amigos, y a Finn recostado en la cama al lado de la suya, comprendió que había fallado en su intento de suicidio.
— N-no pude hacerlo… — se quejó entre dientes, consiguiendo que la moral de todos a su alrededor de cayera, menos la de Finn, quien como pudo salió de la cama y se acercó a Mash, ignorando por completo los pedidos de Rayne para que volviera a acostarse.
– ¿Cómo que no pudiste hacerlo? — le preguntó Finn con un tono de voz cargado de distintas emociones que a los demás les fue difícil identificar a la primera.
Y antes de que Mash pudiera o no responder algo, Finn lo abofeteó con todas sus fuerzas en una de sus mejillas, como si quisiera hacerlo reaccionar del trance en el que se encontraba sumido. Los ojos de Mash se abrieron de par en par por la sorpresa y el dolor, y un silencio cargado de tensión se apoderó de la habitación.
— ¡Finn! — exclamó Rayne, alarmado por la agresión de su hermano. Pero Finn no se detuvo; se inclinó sobre Mash, sujetándolo por los hombros, obligándolo a mirarlo a los ojos.
— ¿Qué crees que estás haciendo? — le gritó, con lágrimas formándose en sus ojos. — ¡Tu padre jamás hubiera querido esto para ti! ¡Él te amaba! ¡Nosotros te amamos! ¡No puedes rendirte así! — le gritó, sin poder contenerse más.
— No lo entiendes, Finn... — susurró Mash, con la voz quebrada, y desviando la mirada por el dolor y la culpa que ahora siente. — Nunca entenderás lo que es vivir con esto. — dijo con un mar de emociones buscando salir desde lo más profundo de su pecho. — Cada día es un infierno. — confesó, solo para ser sacudido nuevamente por Finn, que trataba de hacerlo entrar en razón.
— Claro que no lo entiendo completamente, pero eso no significa que no lo intente. — le respondió sin poder dejar de llorar, pero se sobrepuso a los sollozos que salían de sus labios. — ¿Crees que tu padre estaría contento con lo que estás haciendo? ¡Él te ha cuidado por muchos años! ¡No puedes simplemente tirar todo lo que hizo por la borda! — gritó fuertemente, y los demás se debatían en sí debían de intervenir o no.
Mash cerró los ojos, dejando que las lágrimas corrieran libremente por sus mejillas.
— Estoy tan cansado, Finn... Tan cansado de luchar… Yo ya no tengo fuerzas, no puedo fingir que estoy bien. — se quejó, con su fuerza de voluntad hecha pedazos.
— No tienes que fingir, Mash. — Finn suavizó su tono, su voz quebrándose al pronunciar pronunciar el nombre del pelinegro. — Estamos aquí para ti, todos nosotros. Pero no podemos ayudarte si no nos dejas. — puntualizó algo importante y primordial para que Mash empezará a mejorar. — No podemos permitir que Orter se salga con la suya, ¿entiendes? Él ya te ha quitado tanto... no le des la satisfacción de verte completamente destruido.
La mención de Orter hizo que los ojos de Mash se abrieran de golpe, llenos de un dolor que Finn no podía siquiera imaginar.
— ¿Y qué puedo hacer? — preguntó, con un toque de desesperación en su voz. — No soy lo suficientemente fuerte para salir adelante.
— Pero no estás solo. — intervino Rayne. — Estamos todos juntos en esto. Te ayudaremos a enfrentar lo que venga. — le aseguró, y Mash sabía que podía confiar en lo que Rayne le dijera. — Pero primero, tienes que querer vivir.
Mash miró a sus amigos, quienes lo veían con expresiones preocupadas, casi rogándole para que se dejara ayudar por ellos. Finn lo soltó suavemente y se sentó a su lado en la cama, agotado por el esfuerzo que había realizado.
— No te rindas, Mash. — le pidió, limpiando el rastro de lágrimas que se extendían por las mejillas de su amigo. — Prométeme que no lo harás. — dice, esperando a que el otro responda de manera positiva a sus palabras.
— Lo prometo… — Mash asintió débilmente, luego de un momento de silencio, aunque seguía sin estar completamente seguro de sus propias palabras y si sería capaz de cumplirlas.
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Lo ocurrido aquella vez marcó un punto de partida significativo para Mash, quien comenzó a esforzarse por salir adelante. Había días en los que se sentía mejor que en otros, pero todo parecía sumar un poco a la causa.
Meliadoul se encargó de su proceso de recuperación psicológica. Con ella, abordó muchos temas que nunca pensó tratar y que había decidido empezar a olvidar por su propio bien, aunque en realidad se estaba causando un daño que pronto se volvería irreversible. Empezó a pasar más tiempo con sus amigos, aunque siempre mantenía la guardia alta por si algo llegaba a sorprenderlo. Como le explicó Meliadoul, su cerebro lo obligaba a mantenerse en alerta casi todo el tiempo, sin importar si estaba rodeado de personas en las que confiaba ciegamente.
También desarrolló tics por causa del estrés, los cuales iban desde mover nerviosamente las piernas cuando estaba sentado, hasta apretar los puños con fuerza o pellizcarse la piel de los brazos sin darse cuenta. A menudo, Mash se encontraba revolviendo su cabello con impaciencia o mordiéndose las uñas hasta que sangraban, signos claros de su lucha constante con la ansiedad.
En sus momentos más débiles y oscuros, Mash experimentaba episodios donde sentía que su cuerpo no le pertenecía o que observaba su vida desde fuera, como si fuera un espectador ajeno a sus propias emociones. Estos episodios eran acompañados a menudo por una sensación de abrumadora tristeza y un deseo abrumador de escapar de todo.
Los comportamientos extraños también se hicieron cada vez más evidentes, hubo momentos en los que Mash se encerraba en sí mismo, respondía de manera monosilábica o evitaba por completo el contacto visual. Sus amigos aprendieron a reconocer estos signos de alerta temprana y se esforzaron por mantenerlo cerca, brindándole apoyo incondicional incluso cuando él parecía querer alejarse de todos nuevamente.
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Conforme avanzaba su recuperación, se le permitió conocer más detalles sobre la guerra. Se enteró de la existencia de cinco magos poderosos, cuyo nivel mágico era casi comparable al de Innocent Zero.
También descubrió que el criminal más grande y peligroso de todos los tiempos era su verdadero padre biológico, y que esos cinco magos poderosos de los cuales le hablaron antes, eran sus hermanos mayores. Decir que la noticia lo tomó por sorpresa sería quedarse corto; casi podría admitir que sintió curiosidad por saber más sobre ellos.
Para desgracia de su propia curiosidad, tanto su supuesto padre como sus cuatro primeros hermanos mayores murieron a manos del director, los iluminados divinos y sus amigos, siendo estos últimos los únicos que tuvieron la suerte de regresar con vida.
Su quinto hermano mayor pareció desaparecer de la faz de la tierra; por más que lo buscaron, no pudieron dar con él. Sin embargo, tanto Rayne como los demás querían creer que no intentaría levantarse y tomar venganza por lo sucedido, ya que, de haberlo querido, lo habría hecho hace tres años. Esta información no era de conocimiento público; solo aquellos que estuvieron directamente involucrados en la batalla final lo sabían. Por lo tanto, no existía el peligro de que fuese señalado o discriminado por ser hijo del enemigo, lo cual era una carga menos con la que tendría que lidiar, o al menos eso suponían.
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— Hay que tomarse un descanso. — ordenó Meliadoul, mientras el puño de Mash atravesaba la armadura de un gran caballero, que cayó al suelo cuando el pelinegro retiró su puño de su interior. — Te estás volviendo excepcionalmente fuerte. — mencionó con una pequeña sonrisa en el rostro, a lo que Mash simplemente asintió antes de dejarse caer al suelo, haciéndole compañía al caballero ahora destrozado.
— Gracias... — respondió agitado, tratando de controlar su respiración. — Hacer ejercicio también es bueno para la mente. — afirmó, y Meliadoul no pudo estar más de acuerdo con él, porque desde que comenzó con su entrenamiento, su estado de ánimo había mejorado bastante.
— Así es, pero tampoco debes exigirte demasiado. — le dijo ella, y Mash no hizo más que emitir un suave sonido para demostrar que estaba de acuerdo con lo que decía. — Así que finalizamos todo por hoy. — indicó, y ya no había nada más que Mash pudiera hacer para contradecirla. — Además, ¿no ibas a salir con los demás? — preguntó, a lo que Mash se levantó rápidamente, habiendo olvidado algo tan importante como eso.
— Creo que lo olvidé. — murmuró con una mueca de incomodidad en el rostro. Era la primera vez después de mucho tiempo aislado que pondría un pie fuera de la clínica médica de Meliadoul.
— ¿Te preocupa algo? — le preguntó Meliadoul, y Mash solo negó repetidamente, como si quisiera ignorar que había algo que lo molestaba. — Solo saldrán por unas cuantas horas y si llegas a sentirte incómodo, puedes regresar de inmediato. — trató de tranquilizarlo. Aun así, Mash no parecía menos tenso que antes; no era el hecho de salir lo que le preocupaba, sino algo más que lo hacía sentir intranquilo, pero decidió no decir nada y fue a alistarse para su salida.
Se despidió cortésmente de Meliadoul antes de dirigirse a la que ahora era su habitación para cambiarse.
Fue inevitable para él no pasar por el jardín que ahora cuidaba como parte de su terapia. Había trabajado en su reconstrucción con la ayuda de otros y podía afirmar que lucía considerablemente mejor que antes. La variedad de flores había aumentado notablemente, y las mariposas habían regresado después de una larga ausencia. Todo se sentía tan reconfortante que apenas podía creer que había intentado quitarse la vida hace algunos meses. Aún sentía la sensación de la bofetada que Finn le había dado marcada en su piel, así como el dolor físico y emocional que le había causado.
Sacudió la cabeza rápidamente, intentando apartar esos pensamientos, ya que tenía suficiente con el persistente malestar que no lo dejaba en paz. Observó una última vez el jardín y se dirigió directamente a su habitación, haciendo una nota mental para conseguir más flores amarillas y lograr un mejor contraste.
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Notes:
Realmente ya no se que decir...
ESTO SE ESTA ALARGANDO EN CONTRA DE MI VOLUNTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAD
Pero no puedo evitar extender las cosas, lo siento...
Así que espero que nos podamos leer próximamente...
Chapter Text
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El reloj marcaba las dos de la tarde cuando Finn fue a buscarlo. Durante todo el tiempo de espera, Mash estuvo en su habitación, mirando al techo mientras pensamientos fugaces venían e iban.
— ¿Estás listo? — le preguntó Finn, mientras caminaban hacia la salida donde suponía que los demás los esperaban.
— Eso creo. — respondió, aunque su tono no sonaba del todo seguro, algo que lamentó al ver la expresión de preocupación en el rostro de Finn.
— Todo va a salir bien, estaremos contigo todo el tiempo. — intentó animarlo Finn, a lo que Mash simplemente respondió con una sonrisa.
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La calle Marchete seguía siendo tal como la recordaba, aunque quizás había cambiado en algo. Sin embargo, sus recuerdos seguían siendo confusos, lo que le dificultaba identificar las diferencias, si es que las había.
El primer lugar al que fueron fue aquel puesto de juegos de los koalas estornudos. Los cinco intentaron ganar los mejores premios posibles, pero solo Mash y Lance lograron obtener algo mejor que una caja de pañuelos, como fue el caso de Dot.
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Mash disfrutó de la tarde tanto como le fue posible, aunque una parte de él se mantenía en alerta constante, siendo incapaz de relajarse por completo. Sin embargo, estar rodeado de sus amigos le proporcionaba una pequeña dosis de seguridad.
Cuando el sol comenzó a ponerse, todos decidieron que lo mejor era regresar. Mash caminaba a un ritmo pausado, sumido en sus pensamientos, más felices de lo que estaba acostumbrado.
Una pequeña sonrisa iluminaba su rostro, reflejando lo bien que se sentía.
Pero no todo puede ser color de rosas en la vida.
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De repente, chocó con una persona desconocida, tambaleándose ligeramente por el impacto.
— Lo siento mucho... — se disculpó Mash rápidamente, levantando la mirada para encontrarse con la expresión severa del hombre.
— ¡Mira por dónde vas! — espetó el desconocido con irritación. Sus ojos se entrecerraron al notar algo, y su expresión de descontento se transformó en una de burla descarada. — ¿No eres tú el ex juguete de Orter? — preguntó en un tono lo suficientemente alto como para atraer la atención de los transeúntes cercanos.
Mash sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras su rostro palidecía. La gente a su alrededor se detuvo de repente, empezando a murmurar, lanzándole miradas de lástima y desprecio apenas ocultas.
Los comentarios que escuchaba lo atravesaban como espadas por todo su cuerpo.
— ¿Es él? ¡Qué lástima!
— Nunca pensé que lo vería en persona...
— Debe ser difícil vivir después de algo así.
— ¿Cómo es que puede andar en público? ¿Acaso no tiene vergüenza?
— Yo ya me hubiera suicidado hace tiempo si fuese él.
La humillación y el dolor se volvían insoportables. El grupo notó de inmediato lo que ocurría y corrió hacia Mash, formando un escudo protector a su alrededor.
— ¿Tienes algún problema? — exigió saber Lance, mirando al hombre con una mezcla de enojo y desdén.
El hombre se encogió de hombros, aún con aquella sonrisa burlona en su rostro.
— Solo estaba saludando a una celebridad. — dijo con un evidente tono de burla. — Pero es una lástima que Orter haya perdido la cabeza por alguien... como él. — agregó despectivamente, provocando una nueva ola de comentarios, los cuales se dividían entre sentir lástima o burla por Mash.
— Mash, vámonos. — intervino Finn nerviosamente, tratando de sacar al pelinegro de ahí, pero este no se movió. — Mash. — volvió a llamarlo, obteniendo el mismo resultado de antes.
— Orter no merecía ser sentenciado. — continuó el hombre, a pesar de tener frente a él a dos iluminados divinos que parecían dispuestos a atacarlo para hacerlo callar. — Todo lo que te pasó seguramente te lo merecías. — aseguró, aumentando la tensión que ya se sentía. — Después de todo, una anomalía mágica como tú no tiene derecho a vivir. Ahora, se ha perdido el talento de alguien maravilloso por un simple error.
Mash apretó los puños con toda su fuerza, su cuerpo se encontraba temblando por la mezcla de humillación y furia. La oscuridad que tanto había intentado dejar atrás empezaba a volverse lentamente, amenazando con consumirlo de nuevo. Finn y Lemon trataron de llevárselo de ahí, pero él se negaba a moverse.
La burla y el odio del desconocido resonaban en su mente, como un bucle que se repetía de manera infinita, llevándolo al borde de un nuevo colapso emocional.
— ¿Quién te crees que eres? ¡No tienes ni idea de lo que ha pasado! ¡Cállate de una vez! — Dot exclamó visiblemente alterado, pero el hombre solo se rió, disfrutando del caos que había provocado.
Mash sintió que algo dentro de él se rompía una vez más. Su visión se tornó borrosa por las lágrimas y su respiración se volvió errática. Todo lo que había trabajado para superar sus inseguridades, toda la fuerza que había intentado reunir para seguir adelante, parecía desmoronarse en un instante frente a sus ojos.
Y antes de que Lance y Dot pusieran en su lugar al hombre, Mash dio un paso al frente, esto preocupó a sus amigos mientras que el desconocido dejó escapar una risa burlona.
— ¿Qué piensas hacer, juguete? — le pregunta, y sin ni siquiera esperarlo, Mash tomó uno de sus brazos en un movimiento rápido y preciso, para luego torcerlo con una fuerza descomunal. El crujido fue audible al instante de realizar el acto, siendo seguido por un grito de dolor desgarrador por parte del hombre.
El silencio cayó como una roca sobre la multitud, mientras todos observaban con horror lo ocurrido. El hombre cayó de rodillas, sujetando su brazo roto, incapaz de formular palabras coherentes.
Mash, insatisfecho con el resultado, se acercó nuevamente al hombre y le propinó una patada que seguramente le rompió varias costillas, ya que fue a chocar contra la pared de un establecimiento. La multitud, aterrorizada ante la escena, se dispersó como presas huyendo de su cazador natural.
La respiración de Mash seguía errática, y su cuerpo sufría leves espasmos, como si intentara mantener el control y no ceder mas ante lo que sentía. Lance y Dot no permitieron que Finn y Lemon se le acercarán, esto al tener una ligera desconfianza de cómo Mash podría reaccionar ante ellos si se le acercaban.
— Oye, Mash. — Dot trató de llamar su atención, pero su amigo parecía estar tan sumido en sus pensamientos que no pareció escucharlo. — Mash. — lo llamó otra vez, sin embargo, Mash no dijo nada, solo empezó a caminar sin devolverle la mirada a los demás o al menos decirles algo.
Los cuatro lo siguieron de cerca, esto al creer que Mash podría hacerse daño a sí mismo si lo dejaban solo. Para un ligero consuelo de sus almas, Mash se dirigió directamente a la clínica médica, donde entró a pasos apresurados, ignorando por completo a Ochoa y a Meliadoul, quienes de inmediato supieron que había ocurrido algo.
Así que también fueron tras Mash, quien logró entrar a su habitación antes de ser alcanzado por los demás. Fue un milagro que no arrancará la puerta cuando la abrió, pero se sintió agradecido consigo mismo cuando no lo hizo, porque al cerrar, se deslizó sobre la madera hasta llegar al suelo.
Mash sintió como el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las palabras del hombre aún seguían presente en su mente, cada insulto y burla eran como un golpe que lo hundía más en la desesperación. Ahora, la habitación, que solía ser su refugio, se sentía como una prisión.
Los golpes en la puerta no se hicieron esperar, al igual que las voces de sus amigos llamándolo, rogándole que abriera. Pero Mash no podía moverse, su cuerpo temblaba incontrolablemente, y su respiración se volvía cada vez más difícil de controlar.
— ¡Mash! ¡Por favor, abre la puerta! — le imploraba Finn con su voz llena de desesperación y miedo. — Nosotros queremos ayudarte, así que por favor, abre la puerta. — por más que suplicaba, las palabras no llegaban a Mash.
Todo lo que Mash podía sentir era la ola de pánico que se apoderaba de su ser. Los recuerdos de Orter, el dolor, la humillación, todo se mezclaba en su mente, creando un caos del que no podía escapar.
Finalmente, haciendo un esfuerzo titánico, Mash se levantó del suelo y tomó el pomo de la puerta. Abriéndola de golpe, se encontró con las caras preocupadas de sus amigos, quienes parecieron aliviados por verlo.
Pero antes de que ellos pudieran decir algo, él tomó la palabra o más bien les gritó con todas sus fuerzas.
— ¡Déjenme en paz! ¡Solo quiero estar solo! — exclamó, pensando que con eso sería suficiente, pero esto no fue así.
Finn dio un paso hacia él, con los brazos extendidos en un gesto de calma, pero Mash retrocedió rápidamente, levantando las manos como si quisiera mantener la distancia entre ambos.
— ¡No necesito su ayuda! — continuó gritando, las lágrimas brotando sin control por sus mejillas. — ¡No entienden nada! ¡Nadie puede entender lo que estoy pasando! — el silencio que se formó fue más que ensordecedor.
Sus amigos se quedaron parados en la puerta, con las expresiones llenas de dolor y preocupación.
— Mash, por favor... — comenzó a decir Lemon, su voz era temblorosa y frágil, demostrando lo vulnerable que estaba. — Solo queremos ayudarte. — dijo, pero Mash empezaba a cansarse de eso, empezaba a cansarse de todo otra vez. — Sabemos que estás pasando por un momento muy difícil, pero estamos aquí para ti. — continuó. — No tienes que enfrentar esto solo.
Mash sacudió la cabeza violentamente, incapaz de aceptar las palabras de consuelo que estaba recibiendo. La presión en su pecho era insoportable, y cada vez que intentaba respirar, sentía que el aire no llegaba a sus pulmones de manera correcta, y si lo hacía, no era más que un ardor el que percibía.
— No pueden ayudarme — él murmuró, con la voz quebrada, sintiéndose más cansado que nunca. — No pueden arreglar esto… No pueden regresar el tiempo y evitar que él… Que él me… Simplemente... déjenme en paz. — pidió exhausto, como si hasta el hecho de respirar se hubiera convertido en algo difícil.
Todos, con el corazón roto, dieron un paso hacia atrás, comprendiendo que en ese momento no podían hacer más, solo podían respetar los deseos de Mash aunque les doliera. Aun así, Meliadoul se quedó un par de minutos más, y Mash la miró ansiosa para que se fuera.
— Estaremos aquí cuando estés listo. — le dijo, notando el esfuerzo sobrehumano de Mash por no llorar. — Recuerda que no estás solo. — agregó antes de acompañar al resto.
Mash cerró la puerta lentamente cuando Meliadoul se fue, sintiendo que sus fuerzas lo abandonan, se dejó caer nuevamente al suelo, abrazándose las rodillas y enterrando el rostro entre los brazos. La soledad y el dolor se hicieron más presente dentro de su pecho, las lágrimas calientes fluían sin parar por sus mejillas, y lo único que pudo hacer para sentirse mejor fue llorar.
Llorar hasta que sus lágrimas se acabaran.
Llorar hasta que sus lágrimas limpien todo lo malo que está sintiendo.
Tiene que llorar porque no conoce otra manera de sentirse libre, y le había prometido a Finn no volver hacer “eso”. Había prometido seguir luchando por sí mismo, cuando apenas tenía la fuerza suficiente para levantarse y ver a los demás a la cara.
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“Mash, eres un niño muy bueno y sincero.”
“Hijo mio, quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti.”
“Mash…”
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Mash abre repentinamente los ojos al escuchar la voz de su padre. El frío de la noche lo golpea al instante, y necesita un momento para darse cuenta de que ya no está en la clínica médica, sino en medio del bosque, junto a la tumba de su padre. Sus ojos arden mientras intenta recordar cómo llegó hasta allí sin darse cuenta.
Después de un tiempo de vacilaciones, decide olvidar el asunto por completo. La ansiedad desaparece con el viento, que murmura entre las hojas de los árboles. No sabe qué hora es exactamente y no tiene ánimos suficientes para regresar.
Echa un vistazo a la tumba de su padre, mientras una de sus manos toca la fría lápida. Un escalofrío recorre su cuerpo y no sabe si se debe al frío del ambiente o a la sensación de vacío que aún se mantiene persistente en su corazón.
Sea como sea, no puede quedarse allí. Aún es incapaz de permanecer tanto tiempo junto a la tumba de su padre sin perder la cordura. Con las piernas entumecidas, decide ponerse de pie y caminar en dirección a lo que una vez fue su hogar.
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La puerta emite un chirrido molesto al abrirse. Como antes, el lugar está lleno de polvo y viejos recuerdos, pero está demasiado cansado para hundirse en sus tristes pensamientos. Retira las sábanas que cubren su vieja cama y comienza a sacudirla, intentando quitar la mayor cantidad de polvo posible.
Busca un par de mantas en el armario con la esperanza de encontrar alguna. Toma un par antes de recostarse en el colchón, deseando que el sueño venga a reclamarlo. Sin embargo, su mente no parece darle tregua alguna. A pesar del agotamiento físico, sus pensamientos vuelven constantemente a la figura de su padre y a los momentos que compartieron juntos.
La casa, ahora vacía y en silencio, parece resonar con ecos de risas pasadas y conversaciones olvidadas. Mash cierra los ojos, intentando apagar esos recuerdos, pero la oscuridad sólo intensifica las imágenes que muestran ante él.
El viento sigue soplando afuera, haciendo crujir las ramas y susurrando a las hojas, como si intentara contarle un secreto. Mash se gira en la cama, buscando una posición más cómoda, y el viejo colchón chirría bajo su peso. Por fin, la fatiga gana la batalla contra su mente inquieta y, poco a poco, se desliza hacia un sueño ligero.
Uno donde pueda verse libre de sufrimiento, obteniendo la paz y tranquilidad que siempre había deseado para él y para su padre.
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Notes:
Cada vez más nos acercamos al final de esto, me estoy debatiendo si será un dulce, agridulce o uno malo…
En fin, muchas gracias por leerme.
Sus muestras de cariño siempre son bienvenidas. 🙏🏻💕
Chapter Text
Mash se despierta cuando el sonido de los pájaros se vuelve demasiado fuerte como para ignorarlo. Por un momento, parece desconcertado por el lugar en el que se encuentra, pero después de que vuelve en sí, no puede evitar sentir un hundimiento en lo más profundo de su corazón.
“Debería volver con los demás”, piensa con desánimo.
Sin embargo, sí debe ser completamente sincero, no quiere regresar.
Quiere quedarse en casa, alejado de la ciudad y de todas aquellas personas que fueron capaces de lastimarlo sin ni siquiera dudarlo.
Aunque valora mucho lo que sus amigos han hecho por él hasta el día de hoy, cree que lo mejor que puede hacer en este momento es mantenerse alejado de ellos por un tiempo.
Empieza a sentirse como una carga pesada, y el ya no quiere ser eso, quiere hacerse cargo de sí mismo desde ese preciso momento.
Sin embargo, si toma esta decisión, tendrá que limpiar y ordenar su hogar, que actualmente no está en condiciones para que alguien pueda vivir ahí.
Decidido a cumplir con lo que se ha propuesto, se levanta de un salto de la cama y empieza a sacar todas las cosas para hacer una limpieza profunda. El polvo se ha acumulado por todos lados, y la tela de araña que adorna las esquinas del techo son un recordatorio del tiempo que ha pasado desde la última vez que estuvo ahí.
Barre determinado a que todo quede reluciente, como si esperara la visita de alguien de renombre. Luego de sacar el polvo y eliminar las telas de araña, vuelve a ingresar los muebles, no sin antes sacarles la suciedad que tienen encima.
Está a punto de entrar una estantería cuando nota la inesperada presencia de Rayne, quien simplemente lo observa con una expresión que le es difícil interpretar.
— Hola. — Mash lo saludó, pretendiendo que no había hecho nada malo y que Rayne no estaba allí para llevárselo de regreso a la clínica.
— Hola. — Rayne respondió, aún con esa mirada inexpresiva. — Los demás están preocupados por ti. — dijo de inmediato. A lo que Mash sintió un leve remordimiento, pero tenía claro lo que quería y no pensaba retroceder.
— Lo siento... Nunca quise irme, aunque en primer lugar, ni siquiera sé cómo llegué aquí. — se disculpó por toda la angustia que seguramente le había causado a los demás. — Pero he decidido que no quiero volver, quiero quedarme aquí. — confesó, obteniendo finalmente una reacción de sorpresa por parte del iluminado divino.
— ¿Quieres quedarte? ¿De verdad quieres quedarte aquí? — preguntó Rayne, como si no estuviera seguro de haber escuchado bien.
— Sí, quiero quedarme. — afirmó Mash. — Así que valoraría mucho si respetaran mi decisión. — agregó, esperando que eso bastará para que Rayne se retirara.
Pero Rayne permaneció en silencio, observándolo como si tratara de comprender sus motivos para quedarse en un lugar que seguramente le traía recuerdos dolorosos.
— Sí es por lo que sucedió, no tienes que preocuparte por ninguna consecuencia en tu contra. — dijo Rayne. — La señorita Meliadoul ya se encargó de...
— No es por eso... Yo solo quiero... volver a tener mi vida de antes. — lo interrumpió Mash, sin ánimo de conocer el desenlace de su arrebato contra ese tipo que había perturbado la paz por la que tanto había trabajado. — Aunque sé que es imposible, porque no hay manera de volver el tiempo atrás, yo quiero volver a mi casa. — continuó, sin poder mantener la mirada sobre Rayne, sintiéndose juzgado por la decisión que estaba tomando. — Papá me ocultó del mundo por quince años, y cuando decidí salir, solo empecé a tener problema tras problema. — murmuró, luchando contra el impulso de llorar. — A veces me arrepiento de haber ido a comprar aquellos panecillos con crema. Creo que hubiera tenido una vida diferente si simplemente me hubiera quedado en este bosque por el resto de mi vida. — señaló, y Rayne no supo qué decirle para consolarlo. — Quizás... papá no hubiera sufrido tanto por mi culpa, y yo hubiera tenido otro tipo de final. — su voz se apagó al final, y tuvo que tomarse un momento antes de volver a hablar.
El silencio se hizo pesado entre ellos, cargado de una tensión palpable. Rayne observaba a Mash con una mezcla de incomprensión y preocupación, mientras Mash trataba de mantenerse firme conforme a la decisión que había tomado.
Finalmente, Mash no pudo soportar más la presión y, con un suspiro profundo, se arrodilló frente a Rayne. Su cabeza hacía contacto con él suelo, mientras se sostenía con las palmas de sus manos.
— Por favor, déjenme quedarme aquí. — le suplicó Mash, sin saber cómo controlar la emoción que ahora era evidente en su voz. — Aceptaré que vengan a visitarme cada vez que quieran, pero no me obliguen a volver. — dijo sin moverse de donde se encontraba. — Este es el único lugar donde siento que puedo encontrar paz, donde puedo intentar reconstruir lo que queda de mi vida.
Rayne permaneció en silencio, observando a Mash con una expresión difícil de descifrar. Podía ver el dolor y la desesperación en las palabras del menor, esto lo hacía sentir en medio de un conflicto interno entre sus responsabilidades y el deseo de respetar la decisión de Mash.
— Mash... — Rayne comenzó, pero se arrepintió en un instante al ver la insistencia del otro. — ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? ¿De verdad crees que estarás mejor aquí, solo?
Mash asintió, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Rayne.
— Sí, estoy seguro. — afirmó, estando más que seguro con sus palabras. — He pasado por mucho en este último tiempo, que ahora, lo único que deseo es empezar a vivir tranquilo.
Rayne suspiró profundamente, sintiendo el peso de la decisión que tenía que tomar. Finalmente, se acercó a Mash para extenderle una mano, ayudándolo a levantarse.
— Está bien, Mash. — dijo con suavidad. — Tratare de convencer a los demás de respetar tu decisión. Solo… te pido que nunca dejes de luchar. — le pidió, y por fin pudo obtener una sonrisa sincera del otro, que se veía bastante agradecido con él.
— Te lo prometo.
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Ceder a su petición resultó ser menos complicado de lo que Mash había imaginado. El primero en oponerse fue Finn, quien argumentó que podría estar tomando una decisión apresurada y que no había nada de malo en que se quedara en la clínica médica de la señorita Meliadoul por un poco más de tiempo.
Sin embargo, la determinación de Mash fue tan fuerte que incluso Finn terminó cediendo, aunque no sin expresar su preocupación varias veces. Lemon y Dot también intentaron disuadirlo, pero al ver la firmeza en sus palabras, comprendieron que esta vez no había vuelta atrás.
Lance no se opuso en ningún momento; de hecho, fue de los primeros en apoyar su decisión, lo cual le hizo sentir un poco más tranquilo y seguro de lo que hacía. Meliadoul, por su parte, no aceptó ni rechazó la propuesta de inmediato. De todos, fue quien más ponderó los pros y los contras, pero al final llegó a la conclusión de que a veces es necesario alejarse para poder ver con claridad lo que realmente se desea en la vida.
Así que, al finalizar el día, el hogar de Mash quedó más que listo y preparado para ser habitado. Mientras él terminaba de limpiar y ordenar con ayuda de Lemon y Finn, los demás se encargaron de traerle comida, ropa y algunas cosas más con las que pudiera vivir cómodamente.
Hasta le dieron un extraño artefacto el cual se llama “rabbitphone”, que funcionaba exactamente como un teléfono normal, a pesar de su curioso diseño de conejo, ni siquiera tuvo que preguntar quién fue el creador de dicho aparato ya que la respuesta era más que evidente.
Aquel día fue la primera vez que se sintió agusto con ver el atardecer, la noche, que antes le provocaba pavor porque solía tener terribles pesadillas, ahora no le parecía tan amenazante.
No cuando había ido y regresado del infierno en varias ocasiones de este mismo.
Notes:
Y bueno, por fin terminamos...
Realmente no me siento satisfecha como termino esto, siento que pudo ser mejor, pero no encontré una mejor manera de darle un cierre a esto.Razón la cual, les pido una disculpa, y quizás, a manera de compensación, les invito a pasar a mi nueva historia titulada "Un milagro concebido" (otro fanfic de Orter x Mash, pero menos heavy)
Esta es una historia que forma parte de un reto MPREG por el mes de agosto, y realmente espero poder terminarlo a tiempo, así que nos vemos en dicha historia.
Si no, fue un gusto haber hecho esto.

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