Chapter 1: Parkour
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Juliet iba camino a la visita semanal número tres de uno de sus casos más significativos para ella, que los últimos meses le habían traído.
Llegó a la casa de las Grayskull antes de lo esperado, porque era parte de su protocolo. Tocó a la puerta y la señora Light le abrió, un poco sorprendida. La dejo pasar a la casa y una música suave de fondo sonaba. Catra estaba sentada en la mesa del comedor, dibujando. Su técnica empezaba a mejorar en trazos más suaves y fluidos. La miró cuando entró y sus orejas revolotearon.
—Por favor, tome asiento en donde quiera, señorita Knight —Hope seguía siendo tan formal. Con Mara era ya muy distinto, se hablaban con mucha familiaridad.
Alrededor de Catra había libros, cuadernos y diversos instrumentos geométricos. Todavía estaban ponderando si Catra podía ingresar a una escuela regular o la opción de continuar con la educación en casa era lo mejor. Mara llegó desde la cocina con ellas, con un delantal puesto y la cara un poco salpicada de harina, supuso Juliet.
No podía creer que aparentemente fuera Hope quien estaba estudiando con Catra.
—Hola, Juliet. Te esperábamos en un rato más. Disculpa el desastre, estoy preparando un pay de moras. Espero te puedas quedar a probarlo —la saludó la de trenza.
—Me encantará, gracias, Mara. ¿Cómo has estado, Catra?
—Bien, señorita Knight —poco a poco la gatita se abría más y también hablaba más.
—Eso me da mucho gusto. ¿Qué haces? —Juliet tomó asiento a su lado en la mesa del comedor y observó el dibujo que Catra estaba empezando de un unicornio, ésta abrió los brazos para que la trabajadora social pudiera ver mejor. —Es muy bonito. No te había visto dibujar caballos —dijo fingiendo.
—No es un caballo. Es un unicornio —Juliet y Mara compartieron una sonrisa cómplice cuando escucharon hablar con voz clara a Catra.
—Oh, tienes toda la razón. No vi el cuerno. ¿Te gustan los animales fantásticos? —siguió con la plática Juliet.
—No sé que son animales fantásticos —admitió la gatita con voz trémula.
—Son los animales de los cuentos: como los unicornios, los dragones, los pegasos —le respondió Juliet, y Catra tampoco estaba segura de lo que eran los pegasos, pero los dragones sí que los conocía.
—¿Y los dinosaurios? —Oh. Esta era una pregunta un poco más compleja, y a veces Juliet respondía muy técnicamente y sentía que no era del todo adecuado con los niños.
—No... Los dinosaurios existieron hace mucho, mucho tiempo. Los animales fantásticos son parte de las leyendas y los cuentos, alguien los imaginó y por eso son de fantasía —esperaba que eso estuviera bien.
—¿Yo puedo imaginar uno también?
—Sí. Puedes hacer tus propios animales de fantasía —dijo más segura Juliet. Sacó su celular y le mostró unas imágenes a Catra —mira, un unicornio es como el que tú tienes, y un pegaso es un caballo con alas, y si los juntas, tienes un alicornio. O mira, a alguien le gustó juntar a un lobo y un dragón, ¿Ves sus patas?—y Catra estaba emocionada.
Mara las seguía viendo un poco escondida detrás de la entrada a la cocina con una sonrisa enternecida colgando de sus mejillas. Los labios de Hope también estaban ligeramente fruncidos hacia arriba, no lo necesario para crear una sonrisa pero sí para volver más amigable su rostro serio.
Catra era excesivamente tranquila, podía pasarla jugando en un rincón todo el día. Sin hablar, sin pedir agua ni comida. Evitaba a toda costa acercarse a la pantalla plana, las computadoras y cualquier cosa del estilo. Juliet les había dicho que le gustaba mirar los dibujos animados con los otros niños, pero Catra en ningún momento les había preguntado si podía encenderla o ver algo en especial.
La segunda semana de su estancia con ellas, Mara debía salir a trabajar, y Hope tuvo una emergencia al otro lado de la ciudad para reparar unos servidores justo cuando Mara ya no estaba. Lo ponderaron, y como Catra no les había dado ningún problema, decidieron que no había peligro en dejarla sola unas horas. Además estaban las cámaras. Hope le explicó muy concisamente que tenía que irse un rato pero que volvería pronto a lo que Catra atendió con las orejas bajas.
El problema fue cuando se dieron cuenta que era uno de esos días que más valía no salir de la cama. Cuando Mara ya iba de regreso a la casa, el auto se malogró en medio del camino. Y Light Hope se dio cuenta que su cliente era idiota; no le dijeron la verdad, a alguien se le cayó el café sobre los servidores. No era algo que pudiera arreglar revisando la conexión. No sabía que tendría que llevar material para reponer el cableado quemado y los servidores tal cual. Lo que serían un par de horas se transformaron en casi seis.
Cuando por fin regresaron a casa y encontraron a Catra dormida, respiraron tranquilas. La despertaron para comer y después siguieron con las lecciones que se habían retrasado. El día parecía que iba a terminar bien. Hasta que revisaron las cámaras y vieron como Catra jugaba en su rincón habitual sobre la alfombra en el salón principal, y cómo llegaba la hora de la comida y lo único que hizo un par de veces fue ver el reloj de la pared. Aunque Mara se aseguraba de tener fruta y otros bocadillos a la mano. En el refrigerador había comida, pero conforme las horas se extendían, Catra solo se quedaba ahí, jugando o dibujando. Ya mucho más entrada la tarde, se levantó y fue con mucho cuidado hasta la cocina, y con todo sigilo tomó una fruta pequeña y las acomodó para que no se notara el hueco. Fue cuando subió a su cuarto y supusieron que se quedó dormida, porque Mara había sido firme en que no habría cámaras en la habitación.
No sabían cuánto tiempo le costaría confiar a Catra como para que se atreviera a tomar algo de la cocina.
Cuando se dieron cuenta que Catra tampoco las molestaba pidiendo nada, empezaron a cambiar la rutina para que tuviera otros estímulos, que le eran necesarios pero no demandaba. Cómo ver la televisión. ¿Era normal que un niño viera la televisión un rato, verdad? Mara vio caricaturas en su niñez. Seguía pensando que el programa sobre el robot y una cíclope, no era adecuado para niños, pero no quería privar a Catra de nada. Mara y Hope mismas no eran adeptas a ver mucha televisión ni películas, pero ahora dos o tres noches a la semana, se sentaban las tres a ver alguna película adecuada para una niña de doce años.
La gatita al principio era mucho más receptiva con Mara, será porque Hope tampoco sabía cómo tratar a los niños. Las dos se sentaban con ella para sus lecciones y comprobaron que Catra tenía un buen nivel de conocimientos. Poco a poco se empezaron a turnar, y al menos para las clases, Catra trabajaba muy bien con cualquiera de las dos, pero la única que podía hacerla leer en voz alta era Mara.
Las dos ya habían devorado cantidad de información sobre los magicats como para ser expertas. Y Mara encontró otra cosa sobre la cual preocuparse. Ella fue una niña muy bien portada, quieta y disciplinada porque eso era lo normal en su familia, con tanta carrera militar detrás. Así que no recordaba mucho salir a jugar, aunque sí le pareció extraño después de unos días lo callada y quieta que era Catra, más allá de bien portada. Fue Juliet la que tuvo que hacerle la observación en su segunda visita sobre que Catra, como todo niño, necesitaba actividad física, pero al ser una magicat necesitaba mucha más para un desarrollo integro que no degenerara en un individuo nervioso.
Mara y Hope iban al gimnasio porque una rutina de ejercicios era parte de su vida como militares, aunque ahora la habían cambiado a entrenamientos en casa, no consideraron que una rutina de ejercicio militar fuera a lo que Juliet se refería. Mara probó a llevar al parque más cercano a Catra, y se dio cuenta de dos cosas:
Que el lugar no era del todo incluyente y que Catra le siseó a cualquier niño que se le osara acercar. Tuvieron que irse antes de que tuvieran problemas con los otros padres que estaban ahí.
Cuando lo comentó con Juliet, le dijo del restaurante infantil a donde la había llevado, y por lo pronto, dos veces a la semana iban ahí, no por la comida inciertamente nutritiva o no, sino porque su área de juegos era fenomenal para todo tipo de infantes. Fue la primera vez que Mara se maravilló de las capacidades físicas de la gatita. Y que otra vez veía lo reprimida que era Catra, quien se la pasaba saltando y girando en las perchas y partes más altas que tenía el área de juegos. Aunque le seguía gruñendo a los niños, aquí tenía mucho más con que distraerse.
Recurriendo a los conocimientos que había adquirido remodelando la casa, en una semana de arduo trabajo, en el que involucró a Catra tanto como pudo, el pequeño cuarto de juegos se convirtió en un área donde Catra podía escalar, jugar con varias texturas en las paredes, columpiarse y esconderse en las partes altas donde Mara puso un material afelpado. Catra cada día se atrevía más y más a jugar ahí, segura de que eran lugares donde podía usar sus garras. Pero era una solución parcial.
Era excelente que tuviera en dónde jugar segura. Salir al jardín también la ayudaba y ese viejo roble era increíble para escalar. Pero tenía que aprender a tratar con otros niños.
Aunque Mara estaba algo confundida; recibieron a Catra el día de su cumpleaños y apenas tres días después fue Halloween, una noche muy especial para los niños, por lo que las dos mujeres no dudaron en conseguir el traje que casi tímidamente señaló la niña en la tienda. La pequeña magicat estuvo emocionada pero tranquila mientras recorrían las calles del viejo vecindario suburbano, no dio muestras de agresión a otros niños o ninguna animosidad.
—Les recomiendo buscar alguna escuela especializada o tratar de introducirla poco a poco en un ambiente donde tenga que interactuar con otros niños —le dijo Juliet a Mara una vez estaban solas en la biblioteca, con un café y una rebanada de pay. Hope estaba sentada en su escritorio, pero trabajando con sus audífonos puestos. La gatita había ido a jugar a su cuarto preferido.
—¿Alguna actividad grupal? ¿Un deporte? —preguntó Mara sin estar segura.
—Un deporte podría ser lo mejor. No tiene que ser en equipo… pero le daría más estructura sin duda.
—Hay un centro deportivo cerca. Revisaré lo que ofrece y podríamos revisarlo la siguiente semana.
—Será un placer, mientras veamos cómo se sigue adaptando.
Después de otras semanas más, el frío del otoño, todavía fresco más que propiamente frío, iba dando paso a árboles desnudos y vientos invernales. A Mara le costaba mucho trabajo todavía ver descalza a Catra, pero era parte de su naturaleza, muy pocos therians usaban algún tipo de calzado de manera regular. Sus pies estaban mucho más adaptados... o quizás simplemente no se habían vuelto tan suaves.
El cuarto de juegos, donde podía escalar y colgarse de cabeza si quería, era la cosa favorita de Catra en el mundo. La señora Mara era para ella al menos un misterio. No terminaba de entender. Estaba haciendo todo lo posible por portarse bien y estar callada, porque entendía que las dos señoras eran buenas, pero los adultos podían dejar de ser buenos cuando las cosas no eran como a ellos les gustaban. Y les gustaba el orden, el silencio y que los obedecieran.
Después de ese rasguño que le había hecho sin querer, siguió esperando, cauta, su castigo los siguientes días. Esperaba la falta de comida, algún grito, algo que le recordara su error. Uno que no quería cometer. Pero pasaron los días, y las semanas, y el corte estaba ya totalmente curado, solamente dejando una pequeña línea de piel ligeramente clara sobre el rostro amable de Mara. La gatita no recibió el castigo.
La señora Mara un día se fue temprano en el auto y Catra desayunó sola con Light Hope, el único ruido en la casa una música suave y bajita. Mientras Hope se ocupaba en la estufa, Catra la vigilaba desde atrás. Ella necesitaba el salero pero no quería dejar el fuego desatendido.
—Pásame la sal —pidió en voz baja. Levantando una sola oreja, Catra fue a la mesa del comedor, trajo el único salero que conocía de la casa, lo dejo cerca de Hope y volvió a retroceder.
Ninguna dijo otra cosa durante varios minutos, hasta que Hope tuvo una duda.
—¿Leche o jugo? —preguntó igual de suave la mujer rapada otra vez.
Catra, segura ya que podía abrir el refri, al menos mientras estuviera alguien, sacó el jugo y lo volvió a poner cerca de Hope, que se estiró para sacar dos vasos de la estantería alta y servir el jugo. Después sacó los platos extendidos para servir el desayuno rico en proteínas.
—¿Puedes llevar los vasos a la mesa?
Catra no asintió, solo los tomó con cuidado y puso uno frente a otro en los lugares que cada una siempre ocupaba. Mara usaba el lugar de la cabecera, Hope siempre se sentaba a su izquierda y Catra se sentaba a su derecha, por lo que quedaba frente a Hope.
—Solo faltan los cubiertos —dijo otra vez casi al aire.
Catra casi corrió a sacar las cucharas para comer y además una cucharita para el café de Hope, porque ya había visto que ella siempre se preparaba uno en la mañana con crema. La mujer le regaló una pequeña sonrisa a Catra cuando vio la cucharita. Después de eso las dos se sentaron a comer en silencio, pero Light Hope revisaba las noticias en su tableta y Catra solo se entretenía comiendo o jugando con sus pies colgantes, por lo que terminó antes que la otra pero aquella no se dio cuenta de inmediato.
—¿Quieres más?
La gatita solo negó con la cabeza.
—Puedes ir a jugar un rato, Catra.
Y sin que tuviera que decirle, la gatita se llevó sus trastes sucios al fregadero y en el mismo silencio, subió a su habitación. Así eran las interacciones entre ellas y a Light Hope le sorprendió descubrir que sentía un poco de diversión al convivir con la niña. Empezó a investigar sobre las mejores opciones de entretenimiento digital para niños de esa edad.
Catra siguió estudiando. A veces se aburría mucho, pero le habían enseñado a obedecer sin rechistar. Y las dos señoras, Mara y Hope, eran más amables de lo que Catra recordaba en su corta vida. Extraños sueños de unos brazos que la envolvían sin dolor llegaron a ella esas noches tibias de mantas fragantes y almohadas como nubes. Catra sabía que sí se portaba bien, podría alargar su estancia y evitar los castigos. Así que hacía lo que le pedían y se portaba lo mejor que podía.
Juliet la seguía visitando semanalmente y a veces Catra seguía sonriendo solo con ella. Ya no la llamaba diario, pero seguía siendo bastante seguido.
La señora Mara la llevó a comprar ropa; Catra había podido escoger mucho rojo y no tuvo que agujerear nada para su cola y hasta consiguió una gorra y un sombrero con adaptaciones para sus orejas. ¡Hasta un disfraz auténtico para Halloween!
Catra había tenido el mejor Halloween: un disfraz real de guerrera con espada y anduvo de la mano de Mara, recorriendo todas las calles aledañas del viejo vecindario. Tan emocionada por su disfraz y los dulces que ni siquiera se ocupaba del resto de los niños, tan llenos de azúcar y el ánimo de estar con sus amigos que tampoco prestaban atención a otra niña más de la mano de un adulto.
Mara y Hope no estaban muy seguras. El centro no tenía muchas opciones para niños fuera de los típicos equipos de netball, fútbol, voleibol, basquetbol y demás. Había un grupo de atletismo y otro de parkour, que aunque no estaban enfocados en niños, Catra ya tenía la edad mínima para poder participar. Mara se presentó a ver una de las clases y maravillada por lo que adolescentes y adultos de varias especies, incluso humanos, eran capaces de hacer con la instructora. Incluso había otro magicat, un joven adulto si la mujer de trenza estaba en lo correcto. Incluso lamentó que su rodilla no la dejara practicar debidamente.
Le presentó esa como cómo su opción favorita a Juliet pero también se respaldó con la información de los otros equipos. La trabajadora social estaba complacida, su trabajo sería mucho más sencillo si más padres de acogida se preocupasen la mitad de lo que lo hacía Mara.
—¿Sabes si hay más niños en esa actividad? —cuestionó Juliet viendo las notas de Mara.
—El instructor me comentó que hay otros dos de trece, Catra sería la más chica. Pero también hay otro magicat —respondió Mara con premura.
—¿Otro magicat? Sería muy bueno para Catra lograr convivir con alguien que entienda todo su lenguaje corporal…
Así que con el visto bueno de Juliet, Mara platicó con Catra.
—Hey, Catra —la llamó durante su descanso de la tarde, justo antes de la comida y la siesta. La magicat estaba en su cuarto de juegos, colgando de unos aros. Acudió obediente al llamado, poniéndose en una repisa a la altura visual de Mara, mirándola con esos ojos enormes de gato —Quiero preguntarte algo ¿podemos hablar? —la mujer trataba de ser lo más respetuosa.
La niña se sentó mejor en el mismo lugar y le asintió a Mara, agachando un poco las orejas.
—Te gusta mucho saltar y jugar aquí y en el restaurante, ¿Verdad? —Mara se acercó más, agarrando con la mano el borde de la repisa. Catra solo le asintió vivamente —¿No te gustaría jugar así en un parque y aprender más movimientos?
Un brillo curioso se instaló en los ojos desiguales. Tal vez era una buena señal.
—¿Mañana vamos a probar? Creo que te puede gustar.
—¿Vamos al parque? —preguntó la niña.
—A uno nuevo, más grande y diferente —Mara de verdad estaba tratando de venderlo lo mejor que podía.
—Bueno —dijo Catra todavía con las orejas plegadas.
—Okey, Catra. Si no te gusta, podemos probar con otro lugar —le sonrió. —Ven en cinco minutos para comer.
Eso último no era una pregunta, pero todavía sonaba como una invitación y las pequeñas orejas negras regresaron a una posición relajada y volvió a asentir. Era una de las cosas favoritas de la gatita, acerca de Mara y Hope. No la obligaban a hablar demasiado. Mara entendía sus gestos y la veía y la señora Hope era tan silenciosa que al principio la asustaba, pero ahora solo era más fácil estar con ella en silencio, hablaba con suavidad solo cuando de verdad necesitaba decir algo y Catra demostraba que la escuchaba haciendo lo pedido de inmediato. A este punto, era casi un juego, algo entre ellas dos.
Al siguiente día se presentaron en el centro deportivo y Catra no se separaba de Mara para nada, aunque eso significara también estar muy pegada de Hope.
—Tranquila, Catra. Mira, allá están los demás. ¿Te gusta? Se llama parkour y les enseñan a escalar y saltar —la mujer de trenza señaló con una sonrisa hacia el área con bancas, tubos, obstáculos, rampas y demás donde un grupo variopinto de personas estaban practicando diversas piruetas y acrobacias.
Catra vio hacia donde le señalaban con cierto recelo sentido. Ya veía su tutora que no estaba muy contenta con el "parque", porque habían tenido que ir en el auto y había mucho ruido. La clase de este horario era para avanzados pero era justo lo que Mara quería que viera. La gatita se mostró curiosa y avanzó más suelta al lado de sus tutoras.
Se les acercó una therian canida cuando entraron en el "espacio" del parkour. A Catra le gustaba su playera roja y el olor a sol y arcilla que desprendía.
—¡Hola! ¿Las puedo ayudar en algo? —sonrió amable pero con su poderosa mandíbula y Catra también sonrió un poco. Eso lo tomaron buena señal. —Soy Charlie.
—Buenas tardes, Charlie. Nos gustaría que Catra pudiera tomar la clase de prueba… o ver un poco cómo se divierten aquí —dijo Mara indicando hacía abajo, preocupada de estar obligando a la gatita.
—¿Así que te gustaría aprender a saltar así, pequeña? —las orejas de la niña se encogieron cuando Charlie se agachó para quedar a su altura, pero ella era buena con esas señales y los niños. —Disculpa, mi nombre es Charlie, ¿cuál es el tuyo? —le ofreció la mano. Seguro a la niña no le gustaba que le dijeran "pequeña".
—Catra —dijo tomando la mano con firmeza y sus orejas regresaron al frente. La cola parda se movía tranquilamente.
—Entonces, Catra, ¿te gusta saltar y escalar? También tenemos paredes para escalar —Charlie señaló unos metros más allá, a la sombra de grandes árboles, los muros para rappel y escalada libre.
Catra se emocionó más.
—¿Quieres ver más de cerca? —volvió a preguntar Charlie y se irguió ante la respuesta afirmativa. —Vamos entonces —le dijo a la niña pero con la mirada cuestionó a las adultas, que le animaron en silencio.
Mara se pondría a saltar si no fuera un mal día para su rodilla.
Charlie, que traía su identificación como instructora auxiliar, se adelantó con Catra hasta los espacios menos usados, seguidas de las tutoras. Después de unos minutos, Catra se quedó intentando escalar una de las paredes de principiantes, de no más de tres metros y con material acolchado en vez de suelo.
—Cuando hace buen clima como hoy, siempre practicamos afuera, pero dentro del Centro también hay instalaciones para los días lluviosos o con algo de nieve —explicó Charlie —¿Puedo… puedo preguntar si son sus madres o…?
—Sus tutoras legales… Catra es la primer niña que intentamos ayudar —ofreció Mara, sin estar segura del protocolo en estas situaciones.
—Debe ser complicado con una niña no humana —dijo Charlie algo seria pero sin perder la amabilidad.
—No entendemos todos sus gestos, sí. Por eso nos emocionamos cuando supimos que hay otro magicat aquí —siguió explicando Mara —además, Catra ya es una excelente escaladora —dijo destilando orgullo y la actitud de Charlie volvió a relajarse.
Las tres adultas volvieron a ver a la niña, que de hecho ya estaba en la parte más alta de la pared y estaba buscando cómo bajar, sin hacer caso de las salientes amarillas que Charlie le indicó eran precisamente las más fáciles.
—Los magicats suelen ser bastantes buenos por principio, pero Catra parece tener algo de experiencia —dijo algo impresionada la instructora.
Ninguna sabía que Catra tenía experiencia en lo que llamarían escalada urbana sin querer, pues era capaz de escalar edificios de todo tipo sin reparar en la altura. Poco más de dos meses atrás, parte de su rutina matutina incluía subir del piso donde estaba su viejo colchón hasta el techo del edificio de oficinas para poder tomar agua, por fuera.
Siguieron platicando y Catra acudió cuando la llamaron, contenta les aseguró que le gustaba. Charlie la incluyó en el resto de las actividades y Mara solo le pidió que pusiera atención y tuviera cuidado. Catra entendía que "poner atención" era obedecer y podía hacer eso perfectamente.
Las esposas se alejaron hasta unas bancas al borde de las pistas de obstáculos y miraron a Catra seguir el resto de la clase. Los saltos no eran nada complicados para la pequeña magicat y colgarse de las estructuras tubulares tampoco. Lo que empezó a complicarse fueron las alturas más grandes. Como ella era la más pequeña de los presentes, tuvo cuidado de no causar conflictos y cuando unas adolescentes fae quisieron acariciar su cola y ella les siseó, Charlie y otro therian intercedieron por ella.
Cuando la clase terminó, Charlie y los otros dos instructores presentes tuvieron el detalle de comentar de manera general que las colas, orejas, alas, antenas y cualquier otro apéndice corporal era parte del espacio personal privado y todos debían de respetarlo.
Las adolescentes se acercaron con las esposas y Catra al final de la clase y se inclinaron para hablarle a ella.
—Lo sentimos, pequeña. —Dijo la más baja del par y las orejas de Catra volvieron a plegarse en lo que Mara empezaba a clasificar como "disgusto molesto"—Eres adorable pero prometemos preguntar antes. Esperamos verte en otra clase —terminó.
—Saltas increíble —se despidió la otra fae.
—¿Fuera de eso, te gustó la clase, Catra? —le preguntó Mara un tanto nerviosa.
—Sí, pero no me gusta que me digan así.
—¿Pequeña? —Mara estaba intentando no reírse de lo tierna que Catra se veía con su puchero, pero hizo la nota mental de no volver a llamarla así. Unas horas después, se cuestionó por qué Catra no le había dicho eso cuando ella misma lo llegó a hacer.
—Humm —asintió Catra.
—Le podemos decir a los instructores —intervino Light Hope, queriendo ayudar.
Charlie volvió a acercarse con ella, tenía quince minutos antes de que iniciase la siguiente clase y quería que Catra se quedara.
—Si quieres seguir con las clases, serían dos veces a la semana.
Catra sí quería volver a tomar la clase y seguir escalando. Fueron a inscribirla debidamente y Catra llevaba en su puñito la credencial del Centro. Escuchó cuando Mara y Hope explicaron que a ella no le gustaba que le dijeran "pequeña" ni "Elizabeth". Y que era una niña increíble que aprendía muy rápido.
En la siguiente clase, la magicat empezó con los intermedios, pues ya había demostrado su capacidad y lo que le fallaba de técnica lo resolvía con maña. Los otros niños de trece eran un niño humano y una fauno. Entrenaban todos juntos en el mismo horario pero los instructores eran diferentes y les daban distintos ejercicios.
Hope y Mara notaron la diferencia de inmediato. El camino en auto de regreso la primera vez, Catra apenas se podía quedar quieta en el asiento de atrás y pidió permiso para seguir jugando en su cuarto de escalada. Mara se dio cuenta que tendría que hacer más reformas a la casa si quería seguirle el paso a la gatita. No sería muy complicado reacondicionar algunas paredes. Y en el viaje al centro dos días después no tuvieron que convencer a Catra, a la primer llamada acudió entusiasmada.
Chapter 2: Confort
Summary:
Catra se espanta de Mara por segunda vez en el tiempo que la conoce, pero se recupera pronto.
Light Hope encuentra su propio modo de acercarse a la gatita.
Mara sigue buscando ayuda dónde puede.
Notes:
Hola!
Les traigo el segundo cap de esta pequeña parte de la historia de nuestra gerente favorita!
Prometo que ya me puse a trabajar en la continuación de La Chica y bueno, a lo mucho serían otros dos capítulos para cerrar esa parte.
(See the end of the chapter for more notes.)
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El magicat sí era un macho jovén de veinte años, descubrieron a la tercer clase. Charlie tuvo el detalle de presentarlo a Mara.
—Soy Duncan, un placer —dijo con su voz grave y baja, como un gruñido contenido.
—Hola, el placer es todo mío. Disculpa por molestarte durante tu clase. Realmente agradezco que accedas a hablar con una desconocida —se presentó Mara ante el magicat.
—Charlie no suele interceder así por nadie —explicó con sencillez el felino.
Por suerte, parecía que Catra estaba bastante concentrada en lograr los nuevos saltos que les estaban enseñando para reparar en la plática.
—Me aseguraré de agradecerle a ella también. Eh, Duncan… mi esposa y yo entramos en un programa de acogida y Catra —dijo señalando hacia la pequeña, el magicat de pelaje gris uniforme siguió la indicación y la vio —es la primera a quién recibimos. La verdad es que su expediente es bastante complicado, pero es una niña maravillosa y queremos ayudarla todo lo que podamos.
La expresión amable pero desinteresada del magicat se tornó seria y su mirada atenta no se despegó de la mujer morena.
—Me gustaría… platicar contigo alguna vez, si es posible, para entender mejor lo que necesita Catra. La trajimos aquí porque necesita socializar mejor con niños y nos pareció un buen punto medio.
—¿Es agresiva? —preguntó todavía con la cara seria.
—No con los adultos… pero con otros niños suele ponerse a la defensiva.
—Tal vez solo es así como somos nosotros —dijo el magicat y Mara enrojeció un poco.
—Yo… hemos investigado un poco y creo que los magicats son reservados pero no agresivos.
Duncan no dejó de verla y Mara se sintió juzgada pero no en un mal modo. Solo era… pesado. Al final el magicat agitó la cola y su expresión se suavizó un poco.
—Creo que podríamos pláticar alguna vez —dijo centrando otra vez la mirada en Catra, que se mantenía alejada de la fila principal de los otros participantes, esperando por su turno de realizar la pirueta sobre la estructura tubular.
—En cualquier oportunidad que tengas.
Y fue así como Mara tuvo varias pláticas con Duncan, para la segunda salida a comer, el magicat ya se mostraba mucho más amigable y para una tercera ocasión, llevó a una invitada.
—Ella es Karina, mi madre —el orgullo se sentía en la voz de Duncan y Mara sonrió encantada.
La magicat de pelaje gris claro y rayas oscuras empezaba a encanecer y en sus ojos amarillentos Mara sintió la buena voluntad de la mujer.
—Espero que no te moleste la libertad que me tomé de acompañar a mi hijo.
—Por favor, es un gusto conocer a la madre de Duncan. Nos ha ayudado mucho a mí y a mi esposa a entender mejor a Catra.
—Él me ha platicado un poco de la situación. Es toda una responsabilidad la que ustedes han tomado —dijo Karina impresionada y gentil.
La plática siguió durante un par de horas y Duncan debía ir a sus clases, por lo que las dos mujeres se quedaron solas en la cafetería. Mara contó de su experiencia de vida ante la insistencia de Karina y cómo Juliet les pidió el favor de tomar el caso de Catra, aludiendo a su situación relativamente privilegiada.
—Una vez que la conocimos, no la podíamos dejar sola —dijo Mara tomando su taza entre las dos manos.
—Esa pobre niña ha tenido una vida difícil, pero puedo ver que se preocupan sinceramente por ella —con sus 56 años, Karina creía saber algo de la vida y juzgar a las personas adecuadamente.
Ante la curiosa anécdota que le contase su hijo, Karina tuvo interés en que alguien no estuviera investigando por malas razones. Quizás los therians en conjunto eran casi la mitad de la población general, pero en sus subgrupos eran minorías y era difícil lograr una equidad real para todos. Pero ahora su instinto personal y maternal le decían que no era el caso y ese par de humanas solamente estaban tratando de hacer lo mejor posible para una pequeña magicat desplazada.
Como magicat joven, Duncan tenía mucho que ofrecer en cuanto a manerismos, comida, incluso gustos musicales actuales que apelaban a especies con un oído más desarrollado. Karina, como madre magicat, tenía otras observaciones que ofrecer para Mara y Hope, que a su hijo simplemente no se le ocurrían. Por ejemplo, el propio Duncan prefería estar cien por ciento descalzo y no encontraba raro que Catra también lo estuviera, pero Karina le preguntó a Mara si habían considerado los escarpines, el tipo de calzado dedicado para algunos therians.
—Son como unos calcetines gruesos y la mayoría de modelos vienen sin puntera ni talones, pero el área del arco está reforzada —le explicó Karina a Mara en otra ocasión, después de que la magicat fuera a ver a su hijo a una clase de parkour y de paso conocer a la pequeña magicat que ya era más neutral y no tan reservada con sus compañeros. Incluso saludaba a las adolescentes fae que la incomodaron en la primer clase.
Mara expresó su preocupación por los pies descalzos de Catra, en especial ahora que el otoño se terminaba y en cualquier momento podría caer la primer nevada. Sabía que era lo natural para ellos, pero la inquietud no se le quitaba.
—La piel de esa parte de la planta del pie no es tan gruesa y es dónde suelen existir heridas y demás. Pero nosotros no soportamos ni siquiera los escarpines, así que hay que andar con cuidado —se rio Karina ante la obviedad. —Sin embargo, le compré unos a Duncan cuando cumplió cinco, pero solo los usó un par de horas… tal vez a Catra sí le gusten.
—De hecho… te quería pedir un favor muy especial e importante para nosotras.
Karina se preguntaba cómo sería la mujer de la que Mara hablaba con tanto amor y extrañó los tiempos en los que también existió un "nosotros" para ella. Ahora solo tenía a Duncan y a su hermana, Caliope, con ella. Escuchó con atención mientras Mara le daba mil vueltas a explicar que sabía que los magicats ronroneaban por diversas razones y le preocupaba que nunca había escuchado a Catra hacerlo.
Catra ya se estaba acercando a las seis semanas con sus nuevas cuidadoras. No le gustaban los viajes en auto, pero ahora los esperaba con ánimo porque significaba que la llevaban a su clase de parkour. Le gustaba mucho subir y escalar, saltar y cumplir los retos que los entrenadores les ponían. No le gustaba que hubiera tantas otras personas, pero los adultos no la molestaban y los otros niños que habían tampoco le hablaban. Con eso estaba en paz.
Había algo, algo diferente en Juliet, que la seguía visitando semanalmente pero le avisaba si iba a un día distinto al dicho. Algo diferente en el entusiasmo de Mara cuando llegaba cargada con herramientas y materiales y le preguntaba a Catra si quería ayudarla. La pequeña entendía eso como una orden amable y siempre asentía, pero era agradable que Mara le preguntara si se cansaba, si quería un descanso para beber un jugo. Era divertido que le pidiera a ella martillar con cuidado o que le enseñara a ajustar los ángulos de una gran sierra circular para cortar la madera del modo que ellas quisieran. Se sentía importante que Mara le preguntara sobre los colores o patrones que quería para adornar su cuarto, algo que nunca había tenido. Algo diferente en el silencio de Hope, que trabajaba en su laptop cuando las dos se quedaban solas un rato por el trabajo de Mara y Catra tenía que estudiar, pero estaba atenta a la hora de la comida y solo cerraba su laptop y se levantaba para calentar lo que Mara hubiera cocinado antes, Catra entonces acomodaría todo lo que tuviera en la mesa y atendería con facilidad las sencillas peticiones de Hope.
Algo diferente en el modo en que Catra empezaba a obedecer no por evitar castigos, sino porque quería ayudar. Algo diferente en sostener la mano de Mara mientras iban al supermercado a hacer la compra para la semana. Algo diferente en las ocasionales palmaditas o caricias en la cabeza que Mara llegaba a darle antes de dormir o después de hacer un dibujo en especial bonito, como querer restregarse más contra esa mano cálida.
En general, sentía que ya estaba un poco grande para caminar de la mano de un adulto y normalmente lo usaban para controlarla o evitar que escapara, pero ahora era un modo de mostrarle a sus cuidadoras que no tenía intención de escaparse. Y era agradable.
Mara solo la jaló una vez, cuando reaccionó un segundo antes de Catra al ataque de un perro que se fue con la cola entre las patas después del profundo gruñido de Catra y la voz de trueno de Mara, que Catra jamás había escuchado y no volvió a escuchar en muchos meses. Se espantó un poco, pero más por el grito de Mara que por el perro. Eso solo parecía comprobar que todos los adultos podían cambiar en un segundo.
—¿Estás bien, Catra? No te asustes, no voy a dejar que nadie ni nada te haga daño —dijo Mara hincándose para estar a su altura, sus palabras tan suaves como siempre.
—Estoy bien —logró decir la gatita, que por alguna razón quería llorar y sentía su barbilla temblar.
A los adultos no les gustaba que los niños llorasen. Y a Catra tampoco le gustaba llorar. Su pecho se empezó a inflar más profundo cuando intentó contener su llanto y Mara la vio asustada y confundida, con las orejas fuertemente apretadas.
—No, no pasa nada, Catra —dijo deseando consolarla más que nada en ese momento. —¿Puedo abrazarte? —Era en todo lo que podía pensar pero no quería asustarla más al hacer algo que nunca habían hecho.
¿Un abrazo? Catra no sabía cuando alguien la había abrazado y menos que le pidieran permiso pero el puchero que estaba haciendo se estaba volviendo insostenible. Solo movió la cabeza pero ni ella ni Mara estuvieron seguras si fue un movimiento para esconder las lágrimas, intentar contener el puchero o afirmar a la petición de la mujer, pero Mara se inclinó aún con el dolor de su rodilla y abrazó a Catra mientras le acariciaba la cabeza.
—Ven, Catra, no pasa nada. Nada te va a hacer daño conmigo, cariño. Te lo prometo —sintió las garras de la niña por sobre la ropa cuando también le devolvió el abrazo. —No pasa nada, no pasa nada.
Todavía resistiendo el dolor de la rodilla, Mara se puso de pie cargando a Catra, que al fin salió un poco de entre sus brazos para asomarse y tenía algunas lágrimas atrapadas en sus ojitos.
—¿Está mejor? Así no te podrá alcanzar ningún perro —prometió Mara, tratando de limpiar las lágrimas.
La niña no tenía los recursos para explicar que sí, los ladridos del perro salido de la nada la asustaron pero lo que más la había afectado fue el grito de Mara y lo abrupto de su reacción para poner a Catra tras ella y ahuyentar al perro con una fuerte orden. Sus orejas seguían bajas pero no apretadas y su cola se movía rápidamente de un lado a otro. Mara volvió a apretarla contra su pecho. Catra era mucho más liviana de lo que imaginó.
—¿Estás bien? No pasa nada, cariño. Vamos a casa —Mara empezó a caminar sin despegarse a la niña del torso y la escuchó sorber sobre su hombro. —¿Qué te parece un chocolate caliente y ver una película mientras esperamos a Hope para cenar? —le seguía diciendo al caminar las pocas calles que faltaban de regreso a la casa. También le acariciaba suavemente la espalda.
Al cabo, Catra se enderezó todavía en brazos de Mara y la miró mucho más tranquila.
—¿Una película? —preguntó con su voz baja pero clara.
—Sí, vamos a descansar por hoy. ¿Vale? —Mara le sonrió.
—Bueno —fue todo lo que Catra agregó, para después esconderse otra vez en el hombro de Mara.
La ex soldado caminaba despacio para darle confort a la niña y a su rodilla. Tendría que tomar un analgésico potente después, pero sentir la cola de Catra rodear de pronto su brazo valía cualquier mala pasada que le diera la rodilla maltrecha. Las calles estaban como siempre muy tranquilas en ese vecindario, el perro a lo mejor se le escapó a alguien o era un callejero explorando. Algunas casas, casi la mitad de las visibles, ya tenían su decoración para el Solsticio, Mara lo veía y lo registraba pero había estado tan concentrada en Catra las últimas semanas que su menor preocupación de momento era decorar. Al llegar a casa, dejó que Catra bajara por fin.
—Vamos por ese chocolate —dijo adentrándose hacia la cocina.
Las dos se sacudieron los pies en el tapete de la entrada y pronto Mara seguía platicando con la gatita, que casi no respondía verbalmente pero a la mujer le encantaba ver las orejas moverse y los expresivos que eran ese par de ojos. El chocolate estuvo listo pronto con la ayuda de Catra pasando cosas. Mara se inclinó un poco.
—¿Quieres algo más, cariño?
Catra se removió un poco.
—Está bien si quieres algo más. Puedes decirme —volvió a insistir con esa pequeña sonrisa paciente y cariñosa.
—¿Podemos… podemos tener galletas también?
—¡Ah! ¡Claro! ¿Cómo pude olvidar las galletas? Son la pareja perfecta para el chocolate —dijo Mara con cierto drama y ademanes, yendo hasta donde estaba el contenedor de las galletas y Catra lanzó una pequeña risa —¿Puedes traer un plato para las galletas, por favor, Catra?
Con presteza la niña fue rápido por uno de los pesados platos de cerámica, subiendo en el banco alto que habían comprado las mujeres, y Mara le ofreció el frasco para que ella sacara las galletas. Al principio sólo sacó tres y otra vez Mara se preguntaba y trataba de recordar si ella fue tan comedida como niña. ¿No era normal que la niña fuera aunque sea un poco más conflictiva?
—¿Solo tres, no me vas a invitar galletas también? —intentó con una sonrisa falsa de sorpresa.
—¿Pueden ser más? —preguntó algo sorprendida la pequeña magicat.
—Sí… pero no demasiadas porque vamos a cenar después con Hope —le recordó la mujer y Catra asintió fuerte una vez.
Sacó más galletas y no le parecieron demasiadas a Mara.
Cuando se sentaron a la sala para ver la película que Mara recordó de su niñez, Catra estaba a su lado en el sillón. Se envolvió con la manta roja que le compraron y llevaba por toda la casa ahora que hacía más frío. Mara sentía el pecho entibiarse.
La lluvia caía en una gran ciudad y Catra miraba a la pantalla con atención. Mara creía que le gustaban las películas animadas y con cierta música, pero todavía no estaba segura de cómo preguntarle cuáles prefería. Catra solo decía que sí, que estaba bien, que le gustaría ver algo.
Mientras la gente pasaba por las calles de la gran ciudad, una caja de cartón era el hogar de una camada de gatitos. La gente pasaba y parecía no verlos, pero algunos sí, y poco a poco los gatitos fueron cogidos y llevados, hasta que quedo un pequeño naranjoso. Ya no tenía con quien jugar, pues todos sus hermanos fueron escogidos menos él. Trataba de congraciarse con la gente, pero no se lo llevaban y empezó a llover, la caja de cartón se deshizo en la lluvia y el pobre gatito trataba de estar a salvo del agua y el frío, atacado por perros extraños.
Solo iban un pocos minutos de la película pero Mara ya se preguntaba si eligió bien. Catra miraba intensamente a la pantalla durante las vicisitudes del gatito; abandonado, sin casa, sin familia, en la calle, pasando hambre y frío, asustado por un carro, perseguido, renegado, con un solo gesto amable pero al final dejado de lado, solo reaccionando y gruñendo, corriendo, agitado, demasiado pequeño para que el mundo lo notara. La propia Mara no lo pudo resistir y lágrimas silenciosas de gran tristeza y empatía bajaron por sus mejillas, hasta que una respiración profunda se rompió en un sollozo y Catra la volteó a ver, un tanto alarmada.
Mara no recordaba esto. Solo una película corta con algunas canciones divertidas, animales parlantes y una niña con padres ausentes y una poodle consentida. No un gatito callejero que ahora parecía una apología a todo lo que sabía pero no sabía de lo que Catra vivió.
Dicha gatita se le quedo viendo, pasando poco a poco de la alarma a la confusión. Catra tenía mucho tiempo de no ver a un adulto llorar, casi olvidó que podían hacerlo. Pero su interior se retorció extraño otra vez. Se inclinó hacia la mujer y ella le devolvió una sonrisa de disculpa, mientras en la pantalla el gato era engañado por un perro.
—No pasa nada, cariño. Lo siento —le dijo con voz húmeda y limpiándose las últimas lágrimas.
Las orejas se le agacharon y Mara en serio no podía. La mujer tendió una mano a la gatita, para hacerle una caricia suave en un brazo.
—Está bien, Catra. Llorar está bien de vez en cuando —le dijo con cariño y un suave apretón.
Antes de cuestionarse, Catra también estiró una mano hacia Mara, pero hacia su rostro. Se detuvo y plegó las orejas hacia atrás. Todavía con esa pequeña sonrisa de disculpa, Mara se agachó hacia la manita que seguía estirada, con las garras ligeramente sobresaliendo. Todavía insegura, la niña terminó de poner la mano en la mejilla morena y limpió el último rastro húmedo ahí.
Mara cerró los ojos y se inclinó un poco más ante el delicado contacto. Catra terminó su caricia, sintiendo eso extraño en la panza y se quitó. Mara abrió los ojos y se encontró con la expresión cauta pero las orejas menos plegadas de la gatita. Estiró el otro brazo también y se giró para encarar un poco mejor a la niña, que la miró con reserva.
—¿Me das un abrazo? —preguntó la mujer con la voz baja y cuidadosa.
La expresión cautelosa de Catra se suavizó y su boca se frunció en una mueca seria. Se quitó de entre su capullo de manta roja, esquivo el plato de galletas entre ellas, y arrodilló sobre el sillón, todavía con las orejas algo encogidas, se adelantó hacia los brazos abiertos de Mara, que trataba de permanecer lo más tranquila posible, pero por dentro estaba tan revolucionada que podía sentir su corazón saltando y dando vueltas de emoción. Estaba lista para un abrazo incómodo y flojo, pero los brazos de Catra la tomaron con fuerza por los hombros y aunque su cabeza quedo todavía algo distanciada, Mara también la envolvió y la jaló un poco, de modo que la gatita quedó casi sobre su regazo.
—Gracias, Catra… —dijo con la voz dulce y nuevas lágrimas atrapadas en sus pestañas. —Los abrazos sirven para hacerte sentir mejor.
Y Catra acomodó mejor sus rodillas dobladas sobre el regazo de Mara, para cerrar los brazos más sobre los hombros contrarios. Mara se irguió un poco y acarició lentamente la espalda de la gatita, abajo y arriba. Era tan pequeña, liviana y perfecta. El corazón volvió a latirle con fuerza y después de unos momentos, Catra se separó para mirar con atención el rostro de la adulta, ya sin lágrimas pero con el rastro seco de las mismas.
En eso, el sonido de ladridos las sobresaltó a las dos y regresaron la mirada a la televisión. Una pelea entre perros, jugando, fue lo que las distrajo y volvieron a prestar atención a la narrativa. Catra se quedó al lado de Mara, entre sus brazos, durante el resto de la película y se rio cuando algo divertido o gracioso ocurría y cuando la mujer le preguntó si la película le había gustado, Catra le dijo que sí y hasta le contó su parte favorita, cuando el gatito jugaba con la niña.
Después de ese día, Mara fue capaz de abrazar a Catra un poco antes de dormir, cuando la niña ya estaba en la cama. Sí, las palmaditas en la cabeza fueron sustituidas por rápidos abrazos. En las noches de película, ahora la gatita se acomodaba en el sillón al lado de Mara, al principio eso desplazó a Hope a otro sillón, pero luego las tres compartían y a veces Catra se quedaba dormida sobre el regazo de Mara y era llevada entre sueños hasta la cama, como todo niño debería de experimentar en su niñez.
—¿Entonces crees que sea lo mejor?
—No es como cuando tú y yo crecimos, Mara. Las aulas nuevas tienen computadoras. Se les dan clases de computación a los niños desde los primeros niveles y no sabemos todavía ese aspecto de la formación de Catra —expuso la más alta con toda calma y claridad sus puntos.
—Sé qué tienes razón —suspiró Mara.
—No entiendo tu preocupación.
—No por Catra, es decir, lo que ella pueda hacer, pero hay tantas cosas en internet que no son adecuadas para una niña de su edad. ¿Y qué tal si le aparece algo? —dijo tratando de externar mejor su sentir.
—También lo he tenido en consideración. He puesto una capa de seguridad adicional, está configurado el control parental, he restringido el acceso a ciertas áreas de internet y ya tiene instalado la paquetería, juegos y programas que pudiera necesitar. Puedes revisarlo para hacer un doble control —enlistó mientras le ofrecía una laptop cerrada de carcasa roja brillante.
—¿Ya pensaste en todo tú, verdad? —dijo Mara con una sonrisa suave y cálida, tomando la laptop y abriéndola para ver que era de teclado completo y las teclas brillaban un tanto diferente a las de su propio equipo. —Se ve algo diferente…
—Las teclas de este modelo están recubiertas con un polímero cerámico con el grosor de un cabello para prevenir el desgaste por rozamiento contra garras y otros apéndices duros. Traté de cubrir todas las eventualidades previsibles —dijo Hope correspondiendo también a la sonrisa.
—¿Quieres explicarle tú a Catra?
—No… Por favor, tú la entiendes mejor —se sulfuro un poco la informática.
—Entonces voy a llamarla para que tú también estés presente. Estoy segura que le va a gustar —se acercó a darle un beso a Hope, volviendo a cerrar la laptop para ponerla sobre la mesa. Llamó con voz apenas un poco más alta —¡Catra, cariño, ven un momento, por favor!
Escucharon el rápido movimiento en el piso de arriba. Mara no se dio cuenta cuando Catra salió del cuarto de juegos a su cuarto, pero le daba gusto que se moviera con más confianza por la casa. En vez de bajar por las escaleras, Catra saltó por las nuevas repisas y salientes que Mara instaló para ella. El pecho de la mujer se incendió con gusto y orgullo.
—Maande —canturreó Catra con una sonrisilla que cada día era más constante al acercarse al comedor.
—Cariño, Hope tiene un regalo para ti —dijo Mara.
Light Hope de pronto ya no podía mirar a la gatita y mientras encontraba muy interesantes las molduras de un mueble, Catra se acercó con curiosidad. Ya había pasado su cumpleaños y ya tenía la ropa, los juguetes y los colores que necesitaba.
—¿Un regalo?
—Sí. Mira, sabemos que en la escuela usan computadoras y tú no te puedes quedar atrás. ¿Quieres probarla? —le explicó Mara señalando hacia la mesa donde descansaba la laptop roja oscura pero brillante.
—¿Esa es para mí? —preguntó más incrédula Catra, sin acercarse a la mesa.
—Así es, la vas a poder ocupar para estudiar pero Hope también le puso algunos juegos para que puedas entretenerte.
—Tiene programas de dibujo y algunos juegos de construcción —agregó Hope todavía atrás de Mara y ya no tan arrebolada.
La sonrisa pequeña de Catra fue sustituida por su mueca seria otra vez y el corazón de Mara se encogió.
—¿No puedo usar mis cuadernos?
—Por supuesto, cariño. Pero también es necesario que estés al día con las computadoras —Mara intentaba adivinar cuál era el inconveniente para Catra.
—¿Sabes encenderla, Catra? —preguntó Hope también seria.
La gatita solo asintió.
—¿Cariño, está todo bien? ¿Qué pasa?
—No la quiero romper —dijo con voz muy bajita, pero la escucharon. No había más ruido en la casa.
—No creo que la vayas a romper, cariño. Nunca has roto nada en la casa. Sabemos que eres cuidadosa —le aseguró Mara.
—¿De verdad? ¿De verdad puedo usarla? —preguntó con la voz un poco más firme.
—Sí, es un regalo, para ti. Es tuya —se apresuró Mara y Hope le puso una mano suavemente en el hombro. Un toque inofensivo y casual, pero ella sabía lo que significaba, debía de considerar todo y agregar algo —Solo recuerda que también es para estudiar.
La sonrisa no regresó al rostro infantil, pero dio un paso incierto.
—Adelante, Catra —dijo Hope, inclinada un poco sobre Mara, todavía con la mano sobre su hombro.
Catra sabía que las cosas en esta casa eran diferentes. Mara era como lo que Catra pensaba que era una madre y los vagos recuerdos que tenía de la propia. Cuando iba a la escuela, veía a sus compañeritos correr a los brazos de sus madres y padres, algunos se mostraban renuentes o desdeñosos del contacto, y solo algún par se mostraba cauto, pero Catra no tenía tal opción. Ella no sentía emoción al ver a su cuidador de turno ir por ella a la escuela, o cuando llegaba a la casa de turno después del transporte escolar.
Simplemente los abrazos y las risas eran extraños en su vida.
Pero Mara… Mara era tan cariñosa, paciente y amable. Hope era callada y seca, le explicaba las cosas como haría a otro adulto pero no la presionaba si no entendía algo. Sí, Hope dejaba de ser callada cuando estudiaban y debía explicarle los diferentes temas a Catra. Nunca alzaban la voz.
Quizás Catra también pudiera emocionarse de ver a sus cuidadoras. Quizás podía tener algo más que sus colores y la ropa que traía puesta. Quizás Mara y Hope de verdad le creían cuando Catra aseguraba que se portaría bien y no rompería nada.
Se acercó un poco más a la mesa, ante la mirada atenta y emocionada de Mara. No, Catra no detectaba ninguna amenaza ni trampa de parte de ellas.
Se sentó y abrió con cuidado la laptop. Apretó con cuidado el botón de encendido y Mara se sentó a su lado mientras Hope permanecía de pie un poco atrás. Catra traía las garras largas por bajar del otro piso, pero las retrajo cuando el sistema se inició y le pidió una contraseña.
—La contraseña son los cuatro primeros dígitos de tu fecha de cumpleaños, Catra —dijo Hope antes de que la gatita pudiera preguntar.
Con rapidez y cuidado, Catra tecleó los cuatro números en el pad numérico. El fondo de pantalla del escritorio era una foto genérica del sistema. Catra se volteó a ver a las dos, con las orejas algo encogidas, preguntando por el siguiente paso.
—Podemos personalizar las características como tú quieras y podemos probar los juegos —le prometió Mara.
—¿Puedo jugar?
—Si quieres, mañana veremos tu nivel en otros programas —dijo Light Hope.
—No te preocupes, cariño, te explicaremos todo lo que no sepas o entiendas. Hope sabe de computadoras más que nadie. Es muy inteligente —agregó Mara, orgullosa.
Demostrando que Catra sí sabía usar la laptop, se desplazó a la barra de búsqueda y pronto encontró los juegos. Escogió uno de creación de mundos con mecánica de cubos. Light Hope se sintió satisfecha de escoger un buen juego para niños. También sintió una emoción extraña por mostrarle los otros juegos cargados, algunos tan didácticos que enseñaban a programar al jugar. Esperaba que a Catra le gustaran esos también.
—¿Quieres ver cómo hago una casa y una cama? —le preguntó con voz menuda a Mara, con la misma emoción contenida cuando preguntaba sobre sus dibujos.
—¡Sí! Enséñame, porque yo no sé nada de estos juegos —se rio la mujer.
Pasaron un buen par de horas jugando, matando cerdos, ovejas, patos para conseguir recursos en el modo supervivencia, talando y consiguiendo semillas pero también luchando contra zombies y arañas. Mara se impresionó de lo bien pensado que estaba el juego.
Aunque Catra se movía con el mousepad con cierta fluidez, Hope reconoció que era mejor para los juegos un mouse normal, por lo que fue por el propio para que Catra pudiera jugar mejor y se recordó pedir uno más adecuado para el tamaño de las manos de la niña.
Mara estaba tan emocionada con el juego que le pidió también a su esposa que lo pusiera en su computadora para poder jugar en el mismo servidor que Catra y ayudarla a construir una gran casa que poco a poco fue tomando forma de castillo con las semanas de trabajo y aventura. Al cabo, también Hope se les unió y las tardes de películas se vieron sustituidas casi por entero por tardes de juego y cacería virtual.
Notes:
No saben el gusto que me da cuando pienso en algún material y cuando lo busco, descubro que existe y que las características generales que tiene son las que he considerado. O sea, que no ando tan mal en física, química y construcción de materiales :v bueno, eso en cuanto al polímero cerámico. En cuanto a los escarpines, o escarpín, los encontré buscando sinónimos de "zapato" porque desde hace varios fics que no estoy conforme con no tener un término para el tipo de "calzado" de Catra jaja
En inglés le suelen escribir algo cómo "stirred socks" pero como que no me convencía para español.
Y los escarpines son tan perfectos! jaja bueno, al menos en mi cabeza. Pueden ver el articulo en wikipedia o aquí les resumo, son una especie de "zapatos interiores" o calcetines gruesos que se hacían de estambre y la suela de cuero suave, en las regiones montañosas o frías de Europa se usaban y se siguen usando, dentro de los propios zapatos para abrigar y tener mejor ajuste, porque se usan dentro de botas o suecos. En otros lugares se les usa o conoce también como las tipo balerinas, zapatitos delgados de "mete-saca". Pero bueno, lo que me compró es que es un calzado intermedio, de material suave y muy ajustado al pie. Ahora me vengo enterando que así se llaman en realidad los zapatos ajustados para deportes como los "aqua shoes", o esa especie de tennis delgados para escalada. Todo el tiempo se aprende algo, nee.
La pelicula está palomera a mí parecer, pero puede que Mara la pensara mucho jeje
Ojalá les haya gustado mucho y que tengan bonita semana uwu
Chapter 3: Desayuno
Notes:
Hola!
Aquí seguimos con la historia de Catra bebé con Mara y Hope.
El último capítulo va a ser para navidad! Espero que les guste uwu
Chapter Text
Era un día alunado, pero el calor de la Luna Mayor tiene poco qué hacer contra el frío de principios de diciembre en una ciudad de por sí fresca como Media Luna. También era temprano. Era la primera vez en muchos años que iba a ese tipo de restaurante. Se ajustó mejor la bufanda y entró al local, sus pies descalzos de inmediato agradecieron la alfombra después de limpiarlos en el tapete de cerdas duras.
Cerca de una esquina, Mara y una mujer alta de cabello cortísimo la esperaban. Karina sonrió ante la emoción casi infantil de la mujer de trenza. La otra a su lado se veía tan seria. Pero en su nueva opinión personal, una pareja que se aventuraba a cuidar y criar un niño que no fuera propio, necesitaba estar más cimentada a su modo que cualquier matrimonio que creara vida.
Se dirigió con ellas, seguida de su propio vástago. Coincidieron en que Duncan sería un buen puente en el primer encuentro. A Catra le caía bien el joven magicat y era sino su amigo, al menos un compañero del parkour al que seguía y parecía respetar.
Pero de momento no se veía por ningún lado a la gatita.
—¡Kari, por aquí! —parecía que Mara no podía contener su emoción —¡Aquí!
A su lado, el rostro de la mujer negra se suavizó más.
—Buen día, Mara. Y Hope, me atrevo a adivinar —saludó la magicat mayor.
—Es un gusto conocerla, señora Clawstone.
—Hope es muy formal —dijo Mara juntando las manos con deleite.
—Un gusto también, joven Duncan.
Los felinos movían lentamente sus colas mientras tomaban asiento en las sillas con medios respaldos. Ese tipo de sillas y los bancos eran las mejores opciones para todos los restaurantes, teniendo en cuenta la cantidad de especies con colas y otros apéndices.
—Ya saben un poco de la situación de Catra. Y prometo que esto fue un ajuste de último minuto: Juliet, la trabajadora social a cargo de su caso, propuso hacer una de sus visitas sorpresa para supervisar durante esta reunión. Se encuentra justo allá —explicó y señaló Mara hacia la esquina más alejada del local, donde Juliet la saludó con un movimiento de la mano —Entendemos si tienen algún inconveniente.
—No parece que sea mucha sorpresa si ya sabían de ella —comentó Duncan con su voz mordaz.
—En realidad… estaba platicando con ella ayer, y le dije acerca de nuestros planes. Juliet me dijo que tenía intenciones de visitarnos de improviso… al menos será sorpresa para Catra. Ella no sabe que ella anda por aquí. Tuvimos mucho cuidado con su aroma también.
—Bueno, niño, modera un poco tu lengua. No se preocupen, no tenemos problema. Es bueno saber que Catra sigue siendo supervisada —dijo Karina, aceptando los papeles que le tendía Mara.
Su cola le hizo un pequeño golpe en la mejilla a su hijo, que enseñó los dientes, pero después rozó su coronilla contra la mejilla de la madre. Mara se seguía empapando de esos momentos entre madre e hijo. No quería compararlo mucho porque no sabía si era adecuado, pero le recordaba un poco al cómo un cachorro de grandes felinos jugaba con su madre y hermanos, y padre en el caso de los leones.
Los dos felinos se inclinaron juntos para ver el pequeño archivo no confidencial de Catra, ya con su foto actualizada y las últimas observaciones de la clínica donde estuvo un mes guardada.
—No es… no es lo mismo escucharlo que verlo. La verdad es que no es algo en lo que uno piense —dijo Karina al cabo.
—Nuestra idea era apoyar a niños con problemas legales o de custodia, vaya… "mojarnos los pies" si me permiten la expresión. Pero Juliet nos convenció de tomar este caso y creo firmemente que Catra solo necesita estabilidad y disposición. Es una niña encantadora y muy inteligente —dijo Mara.
Las esposas estaban tomadas de la mano y Karina tuvo el impulso de abrazar a Duncan, que estaba adusto. Solo le pasó la cola por la cintura.
—Así que se echaron el clavado completo —dijo Karina y todos lanzaron una risa comprometida.
—Catra sabe escalar mejor que yo. Para el siguiente mes espero que la suban a avanzados —dijo Duncan para cambiar el tema, sintiendo el sentimiento de su madre, así que él le rodeó una pantorrilla con su cola negra y empezó un ronroneo.
Karina se unió pronto.
—Mi esposo falleció hace casi ocho años y ante esto solo puedo agradecer que mis hijos ya sean adultos que pueden valerse para el día que yo también les falte.
—Mamá… —empezó Duncan, con el tono más suave que Mara le había escuchado.
—¡Mara! —gritó una voz algo aguda, emocionada.
Desde la entrada al área de juegos, se acercaba una pequeña magicat de orejas negras y ojos dorado uno, turquesa el otro. Karina solo la había visto de lejos una vez, cuando fue a la clase de Duncan. Verla aquí, mucho más cerca, era un golpe de realidad que no esperaba. La pequeña vestía una playera blanca con un estampado desconocido para la magicat mayor y unas mayas rojas. Karina la comparó mentalmente con la fotografía del expediente y reconoció que tenía el cabello más corto, pero sus ángulos no eran tan filosos, se veía más redondita. Y si tuviera que adivinar diría que tendría entre 9 y 10 años, pero sabía que tenía poco más de un mes que cumplió los 12.
Quizás solo era naturalmente bajita, pero ahora no podía evitar el conocimiento de toda la escasez sufrida. Catra sufrió de mal nutrición varios años y eso dejaba sus huellas.
—Catra, cariño. Mira, vino Duncan a acompañarnos y alguien más lo acompaña.
—Buenos días —saludó con formalidad Catra.
Se acercó con paso reservado al ver la mesa con más personas de las que esperaba. Rodeó por el lado largo para sentarse al lado de Mara y encarar a los otros magicats.
—Buen día, Catra. Soy la mamá de Duncan, me da mucho gusto conocerte.
Catra miró a Mara y Light Hope y ellas solo le sonrieron.
—¿No te gusta que Duncan y su mamá vinieran con nosotras? —preguntó Mara.
Catra prefirió ejercer su derecho a guardar silencio.
—Duncan me ha contado sobre ti y quería conocerte, cariño. Hace mucho tiempo que no veía una gatita cómo tú —dijo Karina sin dejarse amilanar por el silencio. —Esta es Caliope, mi otra hija, pero ella vive algo lejos y no he podido verla últimamente —dijo mientras le mostraba una foto de otra magicat, del mismo color que Duncan pero de ojos amarillos también.
Catra se fijó en la foto que le mostraba Karina, una imagen de la familia de tres magicats.
—Sus ojos son del mismo color que el tuyo, ¿no crees? —volvió a intentar la magicat.
Catra examinó mejor la fotografía.
—Los suyos son más claros —respondió después de considerarlo.
—Puede ser…
Llegó un mesero por las órdenes. Mara y Hope pidieron solo después de que Catra lo hizo y los magicats igual.
—Le conté a mi mamá que puedes saltar tan alto como yo —dijo de pronto Duncan.
Sorprendió a la gatita con medio bocado todavía, pero sus ojos desiguales brillaron animados.
—Puedo llegar más arriba todavía —asintió orgullosa.
Juliet podía ver desde su lugar como el comportamiento de Catra evolucionó las últimas semanas. De no hablar nada, ahora participaba en la conversación casi con normalidad. Ya no buscaba tanto a sus tutoras antes de decir algo. E incluso se atrevió a tomar algo del plato de Mara.
—¿Qué más te gusta aparte del parkour, Catra? —le preguntó Karina después de un pequeño silencio.
—Me gusta dibujar y jugar en la laptop que me dieron Mara y la señora Hope —respondió picando unas salchichas bebés.
—¿No te gusta tomar la siesta?
La gatita le lanzó una mirada a Mara, pero encogió las orejas y contestó sola.
—A veces. Pero también estudió mucho.
—Así es. Catra es muy inteligente —les aseguró Light Hope que casi no intervenía en la charla.
—Las siestas no son malas, Catra. Puedes descansar siempre que tengas sueño —dijo Mara tomando su café.
—A mí me encanta tomar una siesta después de una larga caminata, ¿no, Duncan? —siguió Karina, obviando la intervención de las tutoras y agitando la cola hacia su hijo.
—Cuando regreso a casa de la universidad o del parkour, casi siempre tomó una siesta con mi mamá.
—Ya casi no lo haces, mentiroso.
Y los dos se rieron y juntaron las colas. El ronroneo volvió a crecer y Mara pudo ver las orejas de Catra moviéndose hacia enfrente.
—Catra a veces se queda dormida conmigo después de ver una película.
La cola de Catra se adelantó hacia Karina, que la tenía más cerca a ella que a Duncan, pero volvió a su lugar y se agitó ahí.
—Es cómodo dormir a veces con alguien más —dijo Karina y esta vez fue mucho más gráfica al abrazar a su hijo.
Catra se removió ligeramente en su silla, observando cómo Duncan y su madre compartían ese momento tan natural. La risa entre ellos, el ronroneo compartido y las colas entrelazadas hacían que una parte de ella se sintiera un poco ajena, como si estuviera viendo algo que no acababa de entender del todo. Sin embargo, algo en la manera en que Karina interactuaba con su hijo le generaba curiosidad. Si tuviera más palabras, quizás podría decir que era un anhelo.
Mara, a su lado, se inclinó un poco, le pasó una mano por los hombros y también le dio un suave apretón, un gesto que para Catra ya se había vuelto familiar, una señal de confort y cariño. Las orejas de Catra se relajaron un poco, girando en dirección a Mara, reconociendo ese vínculo de confianza que seguían construyendo. No era sencillo. No podía olvidar años de abuso y descuido en solo un par de meses, pero todas lo estaban intentando. Sin embargo, Karina, aunque extraña, despertaba algo más que incomodidad: había algo en su calidez y su manera de hablar que captaba su atención.
Los magicats no abundaban en Luna Brillante y Catra tenía rato de no toparse con otros.
Karina notó cómo Catra la miraba de reojo y, con una sonrisa, decidió darle más espacio para que se sintiera cómoda.
—Sabes, Catra, cuando Duncan era más pequeño, solíamos hacer muchas cosas juntos. —Karina tomó un sorbo de su bebida —Ahora está creciendo y hace muchas de sus cosas por su cuenta, pero siempre encontramos tiempo para estar juntos, aunque sea solo para compartir una película o una siesta.
Catra la observó con más detenimiento. Duncan era claramente un joven independiente, fuerte y hábil, pero se rozaba con Karina con naturalidad. Aquello le resultaba nuevo para Catra, como si ser independiente y al mismo tiempo tener alguien con quien compartir esas pequeñas cosas no fueran ideas opuestas. De alguna manera, le hacía pensar en Mara. La relación entre ellas no era la misma, pero desde que había llegado a ese lugar, Mara había sido una constante.
Mara, como si percibiera los pensamientos de Catra, le dio un suave empujón con el hombro.
—A ti también te gusta, ¿verdad? Cuando hacemos cosas juntas.
Catra sintió una leve presión en el pecho, una sensación cálida y algo desconocida que poco a poco iba aprendiendo a identificar. Era la sensación de pertenencia. Comprobar que en efecto, Catra deseaba la tarde de juegos, las comidas sencillas pero deliciosas. Las caricias y la sonrisa de Mara.
—¿Tú siempre has estado con Duncan? —preguntó de pronto Catra, rompiendo su propio silencio mientras miraba a Karina. Había curiosidad en su voz, pero también una necesidad de entender cómo funcionaban esas conexiones que ella aún estaba explorando.
Karina sonrió con suavidad, captando el interés detrás de la pregunta.
—Siempre que puedo, sí. —Miró a Duncan con un orgullo que se reflejaba en sus ojos —A veces la vida nos lleva por caminos distintos, pero siempre intento estar ahí para él, aunque no sea todo el tiempo. Lo más importante es que, aunque no estemos juntos todo el día, sabemos que podemos contar el uno con el otro. Como con Caliope, ella tuvo que irse a otra ciudad, pero la veré pronto y hablamos todo el tiempo por teléfono.
Catra se quedó en silencio, procesando esas palabras. Parecía algo tan simple, pero al mismo tiempo, tan ajeno a lo que había experimentado. Sin embargo, ahora, sentada allí, entre Mara, Karina y Duncan, empezaba a pensar que quizá esas conexiones no eran tan inalcanzables como antes había creído. Sentía curiosidad por lo que Karina compartía con su hijo, pero al mismo tiempo, se dio cuenta de que, en su propia manera, ya había empezado a construir algo con Mara y Light Hope. No necesitaba entenderlo todo de inmediato; lo importante era estar abierta a ello.
—Es bueno tener a alguien, ¿no? —dijo Catra, bajando la mirada hacia la mesa, como si lo que acababa de decir fuera un secreto que acababa de descubrir.
Mara sonrió, esta vez más cálida, con una mezcla de orgullo y ternura.
—Sí, lo es —respondió suavemente, y luego miró a Karina, que también sonreía, entendiendo que algo profundo había cambiado en ese momento para Catra.
El mesero regresó con las bebidas y un plato más, pero la atmósfera en la mesa se había transformado. Catra ya no se sentía tan tensa; de alguna manera, Karina había despertado una nueva curiosidad en ella, y la presencia constante de Mara le daba la seguridad de que podía explorar ese nuevo terreno sin miedo.
A medida que la conversación continuaba, Catra se relajaba más, observando a los demás y participando de manera más activa. Aún no entendía del todo cómo funcionaban esas conexiones, pero por primera vez en mucho tiempo, no le parecía algo imposible.
La conversación en la mesa continuaba con un ritmo tranquilo, pero Karina no podía dejar de observar a Catra. Había algo en la pequeña que le preocupaba, una sensación persistente que no había podido ignorar desde el momento en que la vio por primera vez: su silencio corporal. Había aprendido, tanto como madre como magicat, que no todo se decía con palabras; el cuerpo, los gestos, y en especial el ronroneo, comunicaban tanto o más que una conversación completa.
Catra era reservada, eso lo entendía, pero notaba una tensión en su pequeña figura, especialmente en su cola que se movía con cierta cautela, como si siempre estuviera esperando algo, alerta. Y sobre todo, no había escuchado ni un solo ronroneo. Para los magicats, el ronroneo no solo era una expresión de calma o alegría, sino también una forma de conexión emocional, de pertenencia a un grupo. Si no lo hacía, ¿sería porque no se sentía parte de ellos? ¿O tal vez porque no sabía cómo? Cada cuál era más preocupante.
Karina respiró hondo, buscando la manera correcta de abordar el tema sin hacer que Catra se sintiera presionada. Observó cómo Duncan la miraba, con una mezcla de curiosidad y preocupación que le confirmaba que él también lo había notado. Después de todo, Duncan era muy intuitivo.
—Catra —comenzó Karina suavemente, fijando sus ojos en los de la pequeña, que levantó la vista, sorprendida —¿Sabes algo curioso sobre los magicats? Algo que siempre me ha parecido maravilloso y especial.
Catra ladeó un poco la cabeza, intrigada pero cautelosa.
—¿Qué cosa? —preguntó con una mezcla de interés y recelo.
—El ronroneo —respondió Karina, con una sonrisa cálida. Inclinó su cuerpo hacia delante, como compartiendo un secreto importante —Para nosotros, los magicats, el ronroneo no es solo una manera de decir que estamos contentos. Es una forma de comunicarnos con los demás, de decir que estamos bien, que estamos seguros. También puede ser una manera de calmar a otros o incluso a nosotros mismos cuando lo necesitamos.
Catra se quedó en silencio, jugando con su tenedor en el plato. Era evidente que estaba procesando lo que Karina decía, pero aún no sabía cómo reaccionar.
—Cuando yo era pequeña —continuó Karina, sin darle demasiado peso al silencio de Catra —a veces me costaba ronronear delante de otras personas. No quería que lo escucharan, ¿sabes? Era solo algo mío y de mi madre. Solo nosotras juntas. Pero luego me di cuenta que a veces tenía ganas de hacerlo cuando no estaba con mamá, cuando jugaba con amigos, o cuando alguien más está triste.
Duncan, que estaba a su lado, sonrió con complicidad. Él sabía perfectamente a lo que su madre se refería.
—Mamá y yo siempre ronroneamos cuando estamos juntos —dijo Duncan, mirando a Catra— Especialmente cuando estamos relajados. No es algo que tengas que hacer si no quieres, pero es algo que a veces ayuda, te hace sentir más cerca de los demás —el jovén felino raramente era tan abierto, pero esta gatita le preocupaba a su mamá y le gustaba consentirla y apoyarla a ella.
Además le recordaba un poco a su propia hermana, cuando los dos eran niños todavía. No podía recordar ningún tiempo que fuera tan malo que no pudiera ronronear para consolarse. Cuando su padre murió, ellos tuvieron que hacerlo por su madre, que pudo volver a hacerlo en unas semanas, pero él mismo nunca lo había perdido.
Catra bajó la mirada nuevamente, mordiéndose el labio. Sabía lo que era el ronroneo, claro, pero hacía tanto tiempo que no lo hacía de manera voluntaria, como si una parte de ella lo hubiera guardado en lo más profundo de su ser, donde nadie pudiera alcanzarlo. Después de todo, ronronear significaba mostrar que estaba bien, que se sentía cómoda, y no siempre había sido así.
Karina, notando la incomodidad de Catra, decidió suavizar el ambiente aún más.
—A veces un ronroneo es como un abrazo desde adentro.
Mara, Hope y Catra miraron algo asombradas a Karina, por la dulzura y suavidad de sus palabras. Pero nadie tenía que responder, así que siguió.
—¿Sabes qué? —dijo en un tono juguetón. —Hay veces que ni siquiera me doy cuenta de que estoy ronroneando. El otro día, estaba en medio de la cocina, preparando la cena, y de repente Duncan me miró y dijo: "Mamá, ¿estás ronroneando?". Ni siquiera me había dado cuenta, pero estaba tan feliz de que él estuviera en casa que simplemente sucedió. ¡Es como si nuestro cuerpo a veces supiera lo que necesitamos antes que nosotras mismas!
Mara, que había estado observando en silencio, decidió intervenir con suavidad esta vez.
—No hay prisa, cariño —dijo, dirigiéndose a Catra con su tono maternal—. Todos tenemos nuestros tiempos y maneras de expresar cómo nos sentimos. Lo importante es que sepas que estamos aquí para ti, sin importar cómo decidas mostrarlo. Cuando te sientas lista, si alguna vez quieres ronronear, no diremos nada.
Catra levantó los ojos, mirando a Mara y luego a Karina. Había algo en sus palabras que la reconfortaba, pero al mismo tiempo la hacía sentir extraña. ¿Ronronear? No lo había hecho en tanto tiempo que no sabía si siquiera podría recordar cómo se sentía. Pero ahora, con Mara a su lado y la calidez de Karina y Duncan, se preguntaba si, tal vez, algún día podría hacerlo de nuevo.
—Creo que... no lo hago mucho —murmuró Catra, casi en un susurro. Parecía una confesión dolorosa, pero también un paso importante hacia la apertura.
Karina, entendiendo lo difícil que era para la pequeña magicat, sonrió con ternura.
—Está bien, Catra. El ronroneo es algo que llegará cuando te sientas segura y feliz. No es algo que se deba forzar. Pero quiero que sepas que, cuando llegue ese momento, será porque sabes que tienes personas a tu alrededor que te quieren y que están aquí para ti.
Catra asintió lentamente. No estaba segura de si podía ronronear en ese momento, pero por primera vez, la idea de hacerlo no le resultaba tan extraña ni tan lejana. Miró de reojo a Duncan, que seguía con su sonrisa despreocupada, y luego a Mara, quien le dio un leve apretón en el brazo, como si le dijera que todo estaba bien.
Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero Mara estaba decidida a devolverle el ronroneo a la gatita.
Juliet se quedó lejos esa vez. Estaba satisfecha de la evolución de Catra. Se notaba en su soltura, en la facilidad con la que tomaba la comida libremente y no resentía los ligeros toques de Mara. Aunque no podía escuchar la conversación, podía notar que los cinco estaban pasando un buen rato. Luego de lo que pareció un inicio tímido, todos se relajaron y notó algunas risas incluso de Hope.
Cuando Catra casi se terminaba su comida, se levantó para seguir jugando. Después de un rato más, el magicat joven se levantó para irse y la otra magicat fue al área de los juegos, donde no la podían ver del todo por los diseños en los cristales que separaban esa parte del restaurante. Pero podían ver cómo Catra se le acercaba y después corría a saltar a una cuerda gruesa con nudos y usarla para llegar a una "rama" cerca del techo.
Ya que estaba ahí, bien podía comer algo además de observar a uno de sus casos.
La progresión de Catra era un alivio para Juliet en medio del resto de su trabajo, que pocas veces le ofrecía esa satisfacción. Le daba convicción y esperanza para seguir ejerciendo.
Ver correr y juguetear a Catra era muy diferente a verla sentada y comportándose al lado de sus cuidadoras. Todo el instinto y libertad de movimientos que le podría faltar, aquí se recuperaban por entero. Sus movimientos eran precisos y confiados, casi temerarios. Una o dos veces se le erizó el pelaje al verla dar saltos, que al personal cuidador también alertaban, pero la gatita giraba en el aire con la facilidad de una gimnasta.
La cola parda se agitaba con naturalidad según corría y saltaba. Catra se manejaba con reticencia con el resto de los niños presentes, le bastaba sisear para que la dejaran en paz o emitir un profundo gruñido para los más osados. Cuando regresó con Karina a la mesa a terminar su plato, ya se esperaba algo por el movimiento de las orejas.
—¿No te gusta jugar con otros niños, Catra? —preguntó la magicat sin tapujos, pero sabiendo hacer que no sonara como un regaño. Simple curiosidad.
Mara y Hope se quedaron en silencio porque ellas mismas no habían sabido abordar el tema.
—No —fue la corta y concisa respuesta.
Karina vio evaporarse la naturalidad que todavía traía Catra con ella después de jugar, se cerró tal concha en el mar.
—¿Y te gustaría jugar conmigo?
La pregunta hizo que Catra adelantara las dos orejas, curiosa.
—¿Con mi computadora? —preguntó, enarcando las cejas hacia sus cuidadoras, que se quedaron tan asombradas como ella.
Pero le sacó una risa limpia y corta a Karina. Ella sabía de computadoras, pero no para jugar.
—No, mi niña. Yo no sé jugar esos videojuegos, pero recuerdo juegos que le gustaban a mis hijos.
—¿Y cómo son?
—Hay uno muy fácil, pero tienes que concentrarte, se llama "Sígueme": alguien es el guía y el otro, o los demás, tienen que hacer lo mismo, y recordarlo porque se van sumando los pasos. ¿Quieres probar?
La gatita buscó a Mara un poco y con una pequeña sonrisa, le dio aliento.
—Bueno, mírame —y las dos se fijaron la mirada, que podían mantener sin parpadear.
Con toda deliberación, Karina movió la oreja izquierda y después parpadeó.
—Ahora es tu turno —instruyó a Catra.
La niña movió la misma oreja y después se parpadeó. Karina hizo lo mismo y agregó otro movimiento con la misma oreja, luego con la contraria. Catra, concentrada pero con la sombra de una sonrisa animada, siguió los mismos pasos. Con el turno de vuelta, la magicat mayor volvió a repetirlo todo y agregó dos movimientos de orejas más. Catra la siguió con facilidad. Para el cuarto turno, agregó un golpe a la mesa con la cola.
Con rapidez llegaron al décimo y doceavo turnos, Mara ya casi no era capaz de recordar la secuencia completa de movimientos de las orejas, parpadeos y golpes con la cola. Para el decimoquinto turno, Karina bajó ambas orejas en vez de solo la izquierda.
—¡Te equivocaste! —dijo Catra sin reparos señalando a la otra magicat pero pronto bajó el dedo y las orejas.
—Y eso significa que tú ganaste. ¡Eres muy buena con tu cuerpo!
—¡Eres increíble, Catra! —sonrió y aplaudió Mara.
Hope también sonreía complacida. Las orejas de Catra volvieron a relajarse.
—¿Quieres jugar otra vez? —preguntó Karina y la gatita solo movió la cabeza afirmativamente. —¿Mara también puede jugar? A veces es más divertido cuando más personas juegan.
—¡Pero ella no puede mover las orejas y no tiene cola! —expuso Catra con aire de experta y la cabeza un poco ladeada.
—Todavía podemos encontrar formas de que juegue. ¿O no quieres?
—Si ella quiere —fue la respuesta de Catra. —¿Y la señora Hope?
—Ella también puede, si quiere.
De pronto toda la atención se centró en Light Hope y la sonrisa se le congeló.
—No, gracias. Yo puedo ver, así está bien.
Las otras dos adultas se rieron y Catra las miró muy seria otra vez.
—Nos reímos porque se puso nerviosa, cariño —le aseguró la de trenza.
Después de otros comentarios, iniciaron el juego de nuevo. Mara ya se estaba preparando para perder estrepitosamente porque no había modo de que recordara tantas secuencias. Todavía recordaba como armar y desarmar por completo un rifle de asalto con mira telescópica en unos segundos, pero eso fue después de repetir muchísimas veces los mismos pasos. Todo fuera por ver a Catra divertirse mientras jugaba con alguien más.
Esta vez Karina empezó poniendo ambas palmas sobre la mesa ya limpia y dando un aplauso después. Sus manos afelpadas no hacían tanto ruido como las de Mara, que procuró solo juntarlas sin producir sonido. La cara seria de la niña regresó a una de animada concentración. Su atención estaba dividida entre Karina, para ver los nuevos movimientos, y Mara, que los repetía después de sí misma, para ver que no se equivocara.
Mara estaba algo aliviada porque ser la segunda le daba un reforzamiento más. En el quinto turno, Karina agregó tocarse un codo con la mano contraria y la rutina ya se complicaba. Logró sacarle una risita a Catra poniéndose las manos al lado de la cara y agitarlas como orejas de conejo.
En el octavo turno, Mara confundió la mano con la que debía tocarse la nariz y las cuatro se rieron un poco. Volvieron a jugar y esta vez fue Catra la que movió una oreja en vez de alzar una mano y también se rieron con ella.
Karina les dijo que ya debía irse también después de otros minutos. Con todas las cortesías propias de una despedida, al fin le tocó el turno a la pequeña magicat.
—¿Podemos despedirnos de la forma magicat? —le preguntó a la gatita.
—¿Qué es magicat?
Las tres se quedaron de piedra.
Lo primero que llegó a Mara fue una expresión de disculpa, mirando a las dos. Habló antes de que nadie más lo hiciera.
—No, no teníamos idea… Nunca se nos ocurrió preguntarle. Y Juliet no nos dijo nada tampoco.
—Mara, tranquila. Lo mejor es responderle ahora —dijo Karina, que se arrodilló para quedar a la altura de Catra, que tenía las orejas agachadas y se apretó en el asiento. —No pasa nada, cariño. Dime, ¿tú que piensas qué eres?
Varias cosas le pasaron por la mente, pero la más sencilla era una.
—Una niña —respondió en voz baja.
Con una sonrisa, tenue, Karina le asintió.
—Eso es cierto, si quieres. Pero también eres una magicat, como yo. Así se llama nuestra gente, los que son parecidos a nosotros. Nuestra raza ¿Sabes lo que es eso?
Catra negó con la cabeza y entre las adultas le explicaron lo mejor que pudieron en el momento; por ejemplo, Mara y Hope eran humanas. Karina y sus hijos, eran magicats, igual que Catra. Pero había muchas razas, con sus diferencias y singularidades. Catra lo entendió pronto o al menos la idea de que diferentes individuos se podían llamar de ciertos modos.
Karina les recordó que ya debía irse y volvió a preguntar.
—¿Entonces quieres despedirte cómo lo hacemos nosotros?
—¿Cómo se hace?
—Con la cola. Solo tienes que hacerlo así.
A continuación, adelantó la cola hasta el espacio entre las dos y enroscó un poco la punta a modo de que quedo un pequeño gancho. Catra hizo lo mismo.
—Y ahora las juntamos, como las manos con otras personas.
Karina cerró despacio el trecho entre las colas, Catra no se quitó y la dejó hacerlo. Dos suaves movimientos ascendentes les bastaron. Por alguna razón, cuando Catra quitaba su cola, se le escapó una risita. Mara le tendió la mano a Karina, como cada vez hasta el momento, pero con una pequeña sonrisa, Karina enredó la cola en la mano morena y así la estrecharon.
—También puedes hacer esto con amigos —le dijo a Catra mientras le guiñaba el ojo.
Mara se sintió en especial halagada.
N.A.
Al principio no estaba segura de volverlo un "especial navideño", pero creo que le quedara muy bien a esta parte de la vida de Catra.
Que tengan excelente inicio de mes!
Carpe Diem
Chapter 4: Solsticio
Notes:
Hola!
Esto lo quería subir desde el 24, claramente, pero entre el estrés de temporada alta en el trabajo, las fiestas mismas y la familia, no me daba la vida.
Creo que no está muy pulido, pero no quería seguirlo retrasando tampoco, porque sino menos tendría sentido para mí subirlo.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
La primera nevada del año solía ser algo que a Catra no le gustaba. La nieve solo significaba que iba a tener los pies fríos, mojados y más adoloridos que de costumbre. Aunque fuera más fácil encontrar agua.
Las semanas pasaron rápido, llenas de tardes frías y calles adornadas con luces que parecían estrellas pequeñas atrapadas en las tardes y noches. Realmente era una colonia con casas grandes y hermosas, con sus grandes jardines ahora llenos de blanco. La gente cubría los árboles de guirnaldas rojas, blancas, doradas, hasta rosas y azules. Las acompañaban con más luces y lazos bonitos.
Durante el recorrido de la magicat con sus tutoras hasta el Centro Deportivo para sus clases de Parkour, veía por la ventana y todo el camino estaba cubierto también con las luces y guirnaldas. Copos de nieve gigantescos y luminosos engalanaban el mobiliario público y las casas.
La pequeña magicat sabía de estas festividades, el fin de año se acercaba. Sabía que tenía que ver con eso y creía recordar fiestas, comida especial y regalos, pero eran tiempos muy lejanos cuando solo era una gatita y todavía tenía madre. Solo una vez cuando estuvo con otros tutores festejaron algo así. Las decoraciones de esa casa no se comparaban a lo que podía ver ahora con los vecinos de la casa de la señora Mara. Catra había notado cómo la casa de Mara y Hope también empezaba a cambiar. Primero fueron algunas coronas en las puertas, luego las guirnaldas en la chimenea que estaba en la biblioteca y, finalmente, un árbol enorme que guardaba una esquina del salón principal.
En aquella otra casa, las cosas no eran tan malas. Catra no creía recordar bien cuántos años tendría entonces. Existía un viejo árbol, sí, pero apenas tenía algunas esferas, moños y lazos. No tenía bonitas luces. Y tampoco tenía los regalos envueltos en la alfombra bajo él.
Una tarde, Mara la llamó desde la cocina.
—Catra, ¿puedes venir un momento, cariño? —La voz de Mara era suave, pero contenía esa nota de entusiasmo que hacía que las orejas de Catra se movieran automáticamente. Era el mismo tono de cuando le pidió bajar para ver el cuarto de juegos y la computadora.
La pequeña bajó las escaleras, esta vez usando las repisas que Mara había instalado para ella. Al llegar, vio que Hope estaba en la mesa con una lista, mientras Mara sostenía una caja llena de adornos.
—Vamos a decorar un poco más —dijo Mara con una sonrisa. —¿Quieres ayudarnos?
Catra ladeó la cabeza. Aún no entendía completamente por qué hacían todo eso, pero asintió. Tomó con cuidado una estrella dorada de la caja y siguió las instrucciones de Mara sobre dónde colocarla. Aunque al principio estaba insegura, poco a poco se dejó llevar por el ambiente. Las luces, los colores y las risas suaves de Mara y Hope hicieron que algo tibio creciera en su pecho. El árbol pronto se volvió la pieza central del resto de decoraciones.
—Esto es para el Solsticio, cariño —explicó Hope mientras organizaba un grupo de pequeños renos de madera. —Es una época en la que celebramos, compartimos y pasamos tiempo con las personas que queremos.
Catra frunció ligeramente el ceño.
—¿Por qué hacemos todo esto?
—Es cuando termina el tiempo de cosecha, toda la comida se ha recogido y solo queda preparar lo suficiente para pasar el invierno… al menos en la antigüedad. La gente se preparaba lo mejor que podía para pasar el frío y los meses que no obtendrían comida de la tierra.
Mara se agachó hasta estar a su altura y le sonrió.
—Porque es una manera de recordarnos que, a pesar de todo lo que pase en el año, tenemos cosas bonitas en nuestras vidas. Es un modo de agradecer el trabajo, la comida, las personas que nos han ayudado a llegar al final de otro año, como la familia y los amigos. Como tú, Catra. ¡Este es tu primer Solsticio con nosotras, y queremos que sea especial!
Catra sintió un calor extraño en su pecho. No dijo nada, pero siguió colocando adornos, esta vez con más energía.
Ya no faltaban más que un par de semanas para la celebración especial y desde las palabras de Mara, Catra entendía mejor porque todo el mundo estaba tan emocionado y adornaba. Los adultos, que normalmente iban a prisa a todos lados, seguían apurados, pero ahora se detenían un momento para saludar y sonreír, aunque Catra nunca los hubiera visto. Tal vez nunca miró bien a la gente en esta época.
La llevaban a su última clase del año. El centro entraría en su lapso de vacaciones y Catra tendría que esperar casi tres semanas para volver a disfrutar de las instalaciones. Aunque estaban en niveles diferentes, se pegaba a Duncan siempre que podía y el hosco felino sorprendía a todos cuando jugaba y bromeaba con la pequeña gatita. Catra lo saludaba entrechocando colas y una vez, hasta frotaron mejillas.
Las adolescentes fae que en algún momento molestaron sin intención a Catra, la saludaban de lejos y le decían lo mucho que había mejorado en solo unas semanas. Cuando la gatita no podía estar con Duncan, porque a veces faltaba además, se apegaba un poco a ellas.
Karina y su hijo estaban ahí al final de la clase.
—Hola, Catra ¿Cómo estás? —se inclinó Karina hasta ella, ofreciendo su cola.
—Hola —fue toda la respuesta, pero los ojos bicolores brillaban con emoción y correspondió.
—Te ves muy bien. ¿Te gusta el rojo?
—Sí, es mi color favorito —respondió Catra, que llevaba un pantalón rojo y un suéter rojo también, con figuras del solsticio en blanco.
—Ya lo veo. El mío es el amarillo… como este —le dijo al señalar su bufanda de color amarillo oscuro.
—¡Es como tus ojos! —señaló Catra.
—Sí… pero también es el color de los ojos de mi hija.
Las dos esposas humanas se acercaron a los magicats. Platicaron un poco y un momento Mara y Karina se alejaron.
El día especial llegó con un aire gélido que traía consigo un aroma especiado de canela y manzana. Mara había estado cocinando desde temprano, con ayuda de Hope, que había preparado una lista detallada de las recetas. Catra las miraba con curiosidad; estaba encantada de ayudar con las galletas y ensuciarse un poco con la harina. Le gustaba echar los ingredientes en las ollas. Mara parecía divertirse más que ella misma.
La mesa estaba adornada con un mantel rojo y blanco, y en el centro, un arreglo de velas y ramas de pino que Catra había ayudado a crear. Todavía tenía algo de pegamento y cera entre los dedos y los mechones de las orejas.
La pequeña se había cambiado a regañadientes al vestido que Mara había escogido para ella, pero cuando se vio en el espejo, admitió en voz baja que se sentía bien. Tenía un lazo en la cola que Hope le había ayudado a atar, como a varios otros therians había visto la cola adornarse.
Aún así, había una pregunta que le daba vueltas en la cabeza.
—¿Qué hacemos después de cenar? ¿Eso es todo?
Mara rápidamente negó con la cabeza mientras le daba un “beso” en la frente. Un pequeño empujón con la cabeza. Gesto que también le compartió Karina
—Para nada. Tenemos una sorpresa para ti.
Antes de que Catra pudiera preguntar más, el timbre sonó. Al abrir la puerta, la pequeña vio a Karina y Duncan, cargando paquetes envueltos en papel brillante. Los ojos de Catra se abrieron de par en par, y sus orejas se movieron hacia adelante con curiosidad. En esas semanas no hubo más visitas que las de Juliet en la casa.
—¡Feliz Solsticio! —dijo Karina con una sonrisa.
Duncan también sonrió, y con un movimiento rápido, le extendió un pequeño paquete a Catra.
—Esto es para el árbol.
Catra lo miró extrañada pero tomó el regalo.
—¿Para el árbol? —preguntó la pequeña pero el otro gato se rio.
—Me refiero a debajo del árbol.
Catra miró a Mara en busca de aprobación, y al recibir un asentimiento, tomó el paquete con cuidado para llevarlo hasta el lugar indicado, que ya tenía otros tantos.
Con asombro, pues hasta la fecha Catra no había visto a nadie más entrar a la casa, más que a Juliet, los magicats pasaron. Los nuevos invitados pronto alabaron los cuidados de la casa, además de que Mara les mostró emocionada cada añadido para Catra, buscando la aprobación de Karina.
Hope se quedó en la cocina con Catra como su pequeña ayudante, terminando con los últimos detalles, además de meter al horno para calentar el bonito recipiente de cerámica que llevó la magicat mayor. Los aromas especiados renovaron el apetitoso olor que reinaba en la casa desde temprano.
Ya fuera de sus abrigos y bufandas, Karina y Duncan demostraron que también iban con ropa alusiva a las fechas. En especial sus curiosos suéteres de lana. Mientras Karina se adornó el cabello y la cola con un moño, Duncan se puso un tubo de tela en la cola, lo que la hacía parecer un bastón de caramelo.
La cena fue un festín como Catra nunca había visto. Además de los platos tradicionales que Mara había preparado, Karina trajo una receta especial de su familia: Pelotas de Lótus Rellenas . Eran unas bolitas de masa suave rellenas de carne especiada con hierbas que solo crecían en los territorios de los magicats. Cocidas al vapor y ligeramente doradas, desprendían un aroma irresistible.
—Esto es un platillo muy especial para nuestra especie —explicó Karina mientras colocaba el plato en el centro de la mesa. —Mi madre me lo enseñó, y siempre lo hacemos en esta época. Espero que les guste.
Catra miró las pelotas con curiosidad antes de tomar una. Al primer bocado, sus orejas se movieron rápidamente hacia adelante, y su cola se agitó de lado a lado. Era delicioso, como nada que hubiera probado antes.
—¡Está delicioso! —dijo con los ojos brillando. Todavía no se lanzaba a hablar demasiado de corrido, pero definitivamente ya no era una niña callada.
Mara todavía esperaba por el día en el que una plática larga y sencilla se diera entre ellas, con la energía de un niño, a lo mejor sin mucha coherencia, pero algo distinto a la forma de Catra, que era más un simple intercambio de preguntas y respuestas y algún comentario.
Karina sonrió con orgullo ante el alabo de la gatita.
—Me alegra que te guste, Catra. Es un sabor que siempre me recuerda a casa y a mi mamá.
—¿Dónde están?
—¿Eh? —preguntó de vuelta la magicat mayor, cogida por sorpresa.
—Tu casa y tu mamá —afirmó Catra, terminando la pelotita de carne.
Karina no quería dejar de verla. Sin embargo, una mirada se le escapó con Mara, cuya expresión reflejaba su desconcierto pero rápidamente cambiaba a una de disculpa. Realmente, hasta la fecha, las esposas humanas no habían tenido que corregir a la gatita. Así que Karina agitó la cola y respiro profundo.
—Bueno, cuando era una gatita como tú, vivía en las montañas que están cerca de aquí, por el Lago Plateado. Ahí hay muchos magicats como nosotras —volvió a respirar hondo —y mi mamá, ya no está aquí.
Las orejas de Catra se encogieron. De pronto, el ambiente festivo y animado se volvió solemne.
—Pero eso es normal, Catra. Las mamás tienen que irse en algún momento —Karina tenía lo ojos brillantes y se acercó más a la niña—. Los papás, los hermanos… toda la familia y los amigos. Todos nos iremos algún día, mi niña. Por eso esta fiesta es tan bonita e importante.
Parecía que Catra no se daba cuenta del silencio de los demás y sus ojos también estaban brillantes.
—¿No la extrañas?
—Claro que sí. La extraño casi todos los días —Karina se arrodilló con cuidado al lado de Catra y en un gesto muy natural para ella, le acarició la carita con la cola—. Pero por eso le cuento cosas a veces. Si le dices las cosas al viento, él se las dirá.
—¿Pero dónde está? ¿Por qué el viento sí le puede decir? —rezongó Catra con sentimiento.
—Ya no está donde podamos verla, cariño. Regresó a Etheria y el Infinito, el viento es el mensajero de Etheria y por eso él puede decirle.
Catra hizo un puchero, con las orejas todavía agachadas. Ya no encontró qué más decir. No parecía convencida, pero cuando Karina volvió a pasar su larga cola por la mejilla, la gatita siguió la caricia.
—¿Quieres otra pelotita, Catra?
—Bueno —dijo todavía con su puchero.
Duncan le dio uno de esos felinos a su madre cuando se alejó del lado de Catra. Mara parecía a punto de llorar y le sonreía triste y agradecida. Después de eso, la plática volvió poco a poco.
Durante la cena, las conversaciones fluyeron con facilidad. Karina contó historias de su infancia, hablando de las primeras veces que ayudó a preparar las Pelotas de Lótus con su madre y su abuela. Catra la miraba cuál halcón durante las anécdotas. Mara compartió anécdotas de las reformas que había hecho en la casa, mientras Hope complementaba con observaciones divertidas sobre los pequeños "accidentes" en el proceso. Duncan y Catra incluso se desafiaron a ver quién podía comer más pelotas de Lótus, terminando en una victoria de Catra por un margen muy estrecho.
Cuando llegaron los regalos, Catra se sentía algo abrumada. No estaba acostumbrada a recibir tantas cosas: lienzos, juguetes y una nueva bufanda tejida por Karina. Pero lo que más la emocionó fue un pequeño peluche de un gato naranja que Mara le entregó.
—Para que siempre tengas algo suave que te acompañe, cariño —dijo Mara mientras le acariciaba la cabeza.
Catra abrazó el peluche y, por primera vez, ella sola buscó los brazos de Mara para que la cargara. Frotó con su mejilla la mejilla morena y después el ligero golpe de cabeza. Mara se lo devolvió, pero también agregó su propio beso en el cachete de Catra. Karina y Duncan sonrieron con aprobación, mientras Hope sentía el pecho rebosante como pocas veces.
El regalo de Duncan fue el último. Al abrirlo, encontró unos pequeños escarpines adaptados a sus pies de magicat. Los miró con curiosidad antes de probarlos y descubrir que eran cómodos y cálidos.
—Gracias —dijo con voz suave, pero su cola se agitaba ligeramente, delatando su emoción.
Los adultos también intercambiaron regalos. Ponche caliente les ayudó a sentirse más tibios, aunque dentro de la casa no hacía frío.
Una fuerte nevada empezó y no fue difícil convencer a los felinos de quedarse a pasar la noche y no arriesgarse en el camino.
Aquella noche, mientras las luces del árbol parpadeaban y la nieve caía copiosa fuera de la ventana, Catra se acurrucó en el sillón junto a Hope y Mara, con el peluche bien abrazado. Por primera vez en un largo tiempo, se sintió realmente parte de algo. Y mientras cerraba los ojos, titubeante, una pequeña vibración empezó a crecer en su pecho.
Mara le acariciaba distraídamente el pelaje del brazo, escuchando la historia de como Karina conoció a su difunto esposo. Hasta Duncan estaba atento porque tenía muchos años que no escuchaba aquella historia que involucraba unas vacas, una lancha y un machete. Hasta que la antigua capitana sintió el pequeño retumbar, leve y casi inadvertido.
Sin moverse, les hizo señas a los demás para que guardaran silencio.
Las orejas de los dos magicats se movieron al unísono. Era gracioso en cierto punto. Duncan trató de ser más reservado, pero Karina se emocionó tanto como Mara. Se le iluminó el rostro igual que a las otras dos mujeres, pero no hicieron ruido, porque Catra dormía sobre el regazo de Mara, abrazando a su gato Tom, ronroneando, segura y siendo muy querida por primera vez en años.
Notes:
Esta historia, esta Catra, me llega muy hondo y no sé porqué.
Además, creo que tiene años que no escribo nada navideño. Si es que lo he hecho.
Son fechas difíciles para mí, pero ya no tanto, por eso quería escribir esto, en parte, crecer junto con Catra otra vez.
Juro que cuando vi que apenas iban a ser tres mil palabras, no lo podía creer. Me parecían muchas más. Realmente fue duro. Todavía siento el estomago encogido.
Deseo que la hayan pasado muy bien. Fuerza para los que la piden y mucho amor para todos.
Ya nos veremos en otra parte.
AlexRD on Chapter 1 Tue 16 Jul 2024 07:49AM UTC
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MoonGrey on Chapter 1 Tue 16 Jul 2024 05:42PM UTC
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AlexRD on Chapter 1 Wed 17 Jul 2024 04:04AM UTC
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MoonGrey on Chapter 1 Thu 18 Jul 2024 05:42PM UTC
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AlexRD on Chapter 2 Tue 23 Jul 2024 08:31AM UTC
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MoonGrey on Chapter 2 Tue 23 Jul 2024 11:24PM UTC
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AlexRD on Chapter 3 Sun 01 Dec 2024 03:18AM UTC
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MoonGrey on Chapter 3 Sun 01 Dec 2024 10:54PM UTC
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