Chapter Text
—Los personajes de esta historia no me pertenecen—.
–¡!–
. Fluff.
. Más fluff.
. Mucho fluff.
. Ikalgo es un humano.
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—Recuerden que en una operación combinada, lo primero que se resuelve es la potencia o la radicación. En caso de que estén las dos, se resuelve según el orden en que aparezcan, de izquierda a derecha —hablaba la profesora, haciendo un repaso de uno de los temas que los alumnos ya tendrían que saber.
Killua estaba aburrido, sentado en una de las filas del fondo. No podía concentrarse del todo debido a un bullicio de murmullos a su alrededor, por parte del chico de atrás y del de su lado. Esos chicos eran Gon e Ikalgo.
Casualmente, Ikalgo se había convertido en uno de sus amigos el año anterior y parecía que este había tomado mucha confianza en sí mismo a partir de ese hecho. Tanto que incluso se animaba a entablar una conversación con desconocidos, o a llevar la iniciativa con gente de confianza, como con él.
Killua, en sí, es un chico introvertido que se autodefine como alguien más callado que tímido. Aunque la realidad es que sí es un chico tímido. Solo que nadie se lo ha hecho notar. Al menos, hasta ese día.
Killua, aburrido de la clase, apoyó su codo en el respaldo de su silla y acomodó su cabeza en su mano izquierda, para así quedar con la mirada frente a Ikalgo, un chico pelirrojo que parecía muy amistoso pero a la vez muy inseguro.
Ikalgo se dio cuenta de la mirada de Killua y le sonrió. Killua levantó una ceja por eso.
—¿Qué tal, Killua? ¿A ti también te aburre la clase? —preguntaba Ikalgo. Killua refunfuñó.
—No sé si me gusta o no, pero no me puedo concentrar por su culpa —decía, mirando al ruidoso chico de su espalda.
Gon se rascó la cabeza manteniendo su sonrisa nerviosa—. Lo siento, chico albino, ¡pero esto ya lo vimos muchas veces!
Killua suspiró. Gon se había empezado a sentar detrás suyo desde hace un par de días. El peliblanco sabía que el azabache tenía amigos que eran más grandes que él y, por lo tanto, no tenía a nadie con quien hablar durante clases. Y si Gon había pensado que añadiéndose a su grupo de amigos, que por cierto eran muchos, estaba equivocado.
—Chico albino, nada —lo miró feo. Gon desvió la mirada rascándose la nuca—. Tengo un nombre y es Killua.
Ikalgo lo miró extrañamente, como tratando de descifrar algo entre líneas. Algo que, claramente, no existía.
—Bueno, lo siento, Killu... Killua —se retractó de su intento de apodo al notar el desagrado del menor.
—¿Qué te pasa, Killua? Estás siendo malo con Gon desde hace días. El primer día ni siquiera le hablaste —le recriminaba Ikalgo.
Killua no supo qué contestar; se dignó a suspirar y mirar hacia al frente e ignorar a ambos.
Gon e Ikalgo se miraron entre sí y levantaron los hombros, restándole importancia.
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—Chico albino, ¿cuál es tu color favorito?
Killua suspiró sonoramente y se giró completamente, quedando de frente al chico.
—¿Por qué quieres saber?
Gon dudó—. Porque quiero saber más de ti, ¿sí?
—¿Por qué quieres saber más de mí? —cuestionaba.
—Mmh, quizás porque quiero formar parte de tu grupo con Ikalgo.
Sincero y descarado, pensó Killua.
—¿Y si no quiero?
—¿Acaso te caigo mal, Killua? —preguntaba en un tono triste, apoyando su cabeza en sus brazos.
Killua titubeó y se abstuvo unos segundos.
—Mi color favorito es el azul —respondió, dándose la vuelta. Mientras se arrepentía, mentalmente, de lo que acababa de hacer.
Ahora era él quien tenía la cabeza entre sus brazos.
—¡Qué color tan genial! Sé que no lo preguntaste, pero el mío es el verde. ¿Hay alguna razón por la que tu color favorito es el azul? Verás, a mí el verde me recuerda a la naturaleza, ¡y como me encanta la naturaleza entonces por eso!
Killua en serio estaba arrepentido. Cuando él pensaba que Gon no podía hablar más, realmente, se estaba equivocando.
Ikalgo veía la situación riéndose bajito y negando con la cabeza.
—Freecss, si sigue interrumpiendo mi clase lo voy a mandar con el director y usted, señorito Zoldyck, no le dé charla porque también lo mandaré a usted. Los estoy viendo —advirtió el profesor.
Gon se rascó la cabeza avergonzado y ganándose una mirada asesina de Killua. Además, Ikalgo se tapaba la boca tratando de ocultar su risa.
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—Oye, chico albino —le llamaba Gon. Killua se dio vuelta.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Sabes que no se puede respirar con la lengua para afuera —decía con la cara pensativa.
Killua frunció las cejas e intentó la acción, sacando la lengua y respirando.
Gon rio y Killua lo miró interrogativo porque sí que pudo respirar aún sacando la lengua.
Gon seguía riéndose por lo bajo, hasta que dejó de reír y apoyó su cabeza en una mano, sonriendo y con la mirada perdida.
—Parecías un perrito muy tierno.
Killua se giró de inmediato, ocultando su sonrojo y negando con la cabeza, arrepintiéndose de haber caído en algo tan idiota.
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Ikalgo miraba cómo los dos hablaban por horas, ignorando completamente la existencia del profesor, que ya se había acostumbrado a que ese sector no prestara atención.
—Qué tonto —pensaba Ikalgo, recordando los momentos en que Killua quería echar a Gon de detrás suyo. Y ahora se la pasaba hablando de estupideces y escuchando anécdotas de parte del chico extrovertido.
En un momento, en vez de prestar atención a Killua, prestó atención a Gon. Un chico que si bien había ingresado el año anterior ya se había ganado el respeto de todo el curso. Observando primero el cabello, que se lo había cortado, teniéndolo un poco más corto.
Se dio cuenta casi al instante de cómo miraba a Killua, sonriendo y suspirando solamente viendo el cabello desde detrás. Pero cuando Killua lo miraba de frente, este desviaba la mirada hacia cualquier parte. Y, a veces, se apoyaba la mano en el pecho, como tratando de ocultar algo. El pelirrojo intuía que era tratando que su corazón no latiera demasiado rápido.
Ante eso, casi desde el primer momento, se percató de que, claramente, por parte de Gon había intenciones amorosas. Cosa que era apoyada por él y que le hizo especial ilusión que su amigo Killua pudiera formar un vínculo nuevo además del suyo.
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—A ver, la pareja del fondo —el profesor se refirió a ambos. Killua no se percató ya que estaba dado vuelta—. Pasen y resuelvan estos dos ejercicios.
Toda el aula los miró. Y Killua, al ver cómo Gon se había tensado, se giró. El profesor hizo un gesto con las manos y las colocó en su cintura, esperando que ambos fueran al frente.
—¿Qué pasó? —preguntó Killua, perdido.
—Están demasiado en su burbuja, ustedes. Si siguen así, me voy a plantear cambiarlos de lugar.
—Claro que no —habló Killua, confrontando al profesor—. Soy de los que mejores notas tienen en el salón y Gon ha mejorado sus notas desde que se empezó a sentar detrás mío. Separarnos solo será un perjuicio para nuestras notas porque ambos nos ayudamos mutuamente —ni Ikalgo, ni Gon, e incluso, ni Killua sabían de dónde habían salido todos esos argumentos para evitar que los separaran. Lo que sí, Ikalgo rio cuando vio que Gon bajó la mirada con las mejillas muy rojas. Y se tapó la boca tratando de contener la risa cuando vio que Killua mantenía la mirada firme a pesar de estar, incluso, más sonrojado que Gon.
—No me conteste, señorito. Por eso dije que me lo iba a plantear, no que los iba a separar. Si no fuera por sus notas, tenga en claro que ya no estarían juntos. Es más, si alguno de los dos baja sus notas a como las tenía antes, los separaré.
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Killua estaba sentado, solo, ya que Gon e Ikalgo fueron a comprar algo en el buffet de la escuela.
Estaba un poco perdido en sus pensamientos hasta que escuchó dos voces hablándole.
—Oye, Killua, ¿es cierto que Gon y tú son novios? —preguntaban unas chicas del mismo año, con las cuales no había compartido nunca una palabra.
—¿Quién les dijo eso? —preguntó Killua, confundido.
—Todo el salón lo está diciendo. Como siempre están juntos y hablan todo el tiempo, todos creen que ustedes son pareja —explicaron las chicas, riéndose.
Killua se sonrojó profundamente. Nunca había pensado en Gon de esa manera. Claro, era su amigo, pero de ahí a pensar en algo más...
—No, no somos novios. Solo somos amigos —respondió Killua, tratando de sonar seguro de sí mismo.
—Ah, bueno, nos parecía raro —dijeron las chicas antes de irse.
Killua suspiró, aliviado. No quería que Gon escuchara esas tonterías.
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El trabajo se haría en grupos de tres había avisado el profesor.
—Perfecto —dijeron al unísono Killua, Ikalgo y Gon.
Los tres habían quedado en reunirse en la casa de Gon, con la idea de quedarse a dormir para poder jugar algunos juegos después de terminar el trabajo.
Cuando llegó la tarde, tanto Killua, que había obtenido el permiso de sus padres, como Ikalgo fueron al hogar de Gon, llegando puntualmente.
Los recibió la tía de Gon, que los invitó a pasar al cuarto del chico, quien estaba subiendo las escaleras.
Ambos pasaron y se sentaron, notando que Gon no estaba ni con su tía ni en el cuarto.
Unos segundos después, Gon salió del baño con una toalla alrededor de la cintura y fue a saludar a sus amigos.
—¡Hola, Gon! —saludó Ikalgo, desviando la mirada mientras sonreía hacia Killua.
El albino no emitió una sola palabra. Ikalgo observó cómo Killua cerraba los ojos y se rascaba el cabello, mientras suspiraba y se giraba, dándole la espalda a Gon.
—¡Hola, Ikalgo! —saludó Gon—. ¿Qué haces, Killua? Siéntate en la silla, no en el piso.
Killua sintió cómo los brazos de Gon lo levantaban desde las axilas, causando que se riera de manera exagerada y, en un santiamén, se girara para empujar a Gon suavemente.
Gon también se rio—. No sabía que tenías cosquillas.
Ikalgo se había sentado en una de las sillas que había allí, viendo cómo la burbuja de clases también se había formado en el cuarto de Gon.
—"Siempre espectador, nunca protagonista" —pensaba Ikalgo, riéndose en voz baja.
—¡Ponte ropa, estúpido! —se quejaba Killua, sentándose en la cama y desviando la mirada.
—Está bien, está bien. Por cierto, filosofía se me da especialmente mal, así que no sé cuántos intentos tendremos que hacer.
—Los necesarios —dijo Ikalgo, pinchando la burbuja e incluyéndose en la conversación.
Killua no respondió. Estaba autocalmándose.
Pasaron un tiempo haciendo el guion de todo lo que tenían que decir, alrededor de dos horas y media. Ya era de noche y Mito les había dicho que tenían que bajar a cenar.
Lo hicieron, y cuando terminaron de comer, ayudaron a la tía de Gon a llevar las cosas a la mesada y a limpiar un poco la mesa, para luego volver a la habitación de Gon.
Como ya habían terminado el trabajo y solo faltaba grabarse leyéndolo, tanto Killua como Ikalgo, en consenso con Gon, decidieron que no era necesario quedarse a dormir, ya que los tres estaban cansados y preferían dormir en sus propias camas.
Gon dijo su parte frente a la cámara que había llevado Ikalgo, y luego se grabó Killua.
El ensayo trataba sobre una reflexión acerca del sentido de la vida. Gon habló, resumidamente, de las perspectivas filosóficas más importantes. Killua abordó las perspectivas religiosas.
Además de sus caras, añadieron imágenes al video para contextualizar lo que decían.
Tanto Killua como Gon se encontraban cansados y sentados uno al lado del otro en la cama, mientras Ikalgo comenzó a hablar frente a la cámara del escritorio.
Killua escuchaba, cerrando los ojos e imaginando las imágenes que Ikalgo editaría para contextualizar lo que estaba diciendo. A Ikalgo le tocó la parte más personal del trabajo y no tanto la técnica, por lo cual hablaba de que para algunas personas el sentido de la vida era hallar la felicidad, y que para eso el amor era muy importante. Killua suspiró y abrió los ojos, observando que Gon se había quedado dormido apoyando su espalda en la pared. Sin importarle absolutamente nada, Killua apoyó su espalda en la pared y acomodó su cabeza en el hombro de Gon, quedándose dormido en esa posición.
Ikalgo tenía pensado poner alguna imagen de una pareja tomándose de las manos, pero cuando vio que Killua y Gon estaban así, no dudó un segundo en sacarles una foto, la cual, con mucha malicia, pondría como ejemplo de su discurso.
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El día de la presentación de los trabajos, para sorpresa de Gon y Killua, Ikalgo había faltado, pero había mandado el pen-drive. Es decir, que el trabajo había llegado, pero no Ikalgo.
Como nunca, Gon se colocó en el lugar de Ikalgo, moviendo su silla lo más a la derecha posible para juntarse todavía más con el albino.
Gon le empezó a hablar a Killua, como siempre, de un video que había visto de un perro que bailaba cumbia. Luego se lo mostró, haciéndolo reír más por la risa contagiosa de Gon que por el video en sí.
Todo eran risas y diversión hasta que el profesor comenzó a poner los videos en la televisión del aula, lo que hizo que muchos se rieran entre sí por algunas cosas que se decían.
Cuando llegó su video, ambos estaban un poco nerviosos pero, a la vez, seguros de que lo habían hecho bien. O eso pensaban.
Pasó el discurso de Gon, perfectamente editado. Se habían cortado los espacios en los que Gon se callaba demasiado y se habían añadido las imágenes que habían elegido a la perfección. Lo mismo con el de Killua. Y estaba igual de bien el de Ikalgo, excepto por la imagen del final. La cual hizo que todos se callaran y dirigieran su mirada hacia los dos chicos.
Killua se tapó la boca y luego la cara con ambas manos. Gon estaba sumamente impactado, con los ojos bien abiertos. Después de todo, era la primera vez que veía la foto, además de no tener recuerdo de que eso haya pasado. Se comenzó a sonrojar y a reír de vergüenza por todas las miradas que tenía encima.
El profesor suspiró y los alumnos, sarcásticamente, simulaban sorpresa.
Aunque Gon no entendía la mayoría de cosas que se decían y tampoco se quería ilusionar; mientras que Killua negaba, pero ya no tan secamente, simplemente, negaba. Incluso, confundido.
A Ikalgo le esperaba una paliza.
Chapter 2
Summary:
Momentos los cuales uno no puede olvidar.
Chapter Text
—Los personajes de esta historia no me pertenecen—.
—¡!—
. Fluff.
. 2300 palabras.
. Soft.
. Gonkillugon.
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—Tengo mucho sueño —decía Ikalgo.
Killua asentía sin mirarlo. Específicamente, observaba un punto fijo en el aula sin realmente prestar atención.
—¿Has estado durmiendo bien, Killua? —preguntaba Gon, angustiado.
Killua se tronó el cuello levemente y bostezó de manera silenciosa, causando que sus ojos se humedecieran un poco.
—Me ha estado costando dormir estos días. Siento que me aburro en casa y no puedo hacer nada para evitarlo. Y como estoy aburrido, duermo durante la tarde. Por lo que, a la noche ya no tengo sueño —comentaba, sin darle mucha importancia.
Ikalgo suspiró y lo miró un poco preocupado. Realmente, el cambio de horarios era muy común en adolescentes, más que nada en los adolescentes que no tienen tanto afán hacia las buenas notas. Aunque Killua las tenía, pero era más por talento innato que por esfuerzo propio.
—Deberías dormir a la noche y no a la tarde. Es malo para tu salud —le recomendaba Gon.
—De hecho —levantaba el dedo, burlándose.
—Sí, de hecho, dormir por la tarde puede generar ansiedad.
—¿Según quién?
—Killua, ¿acaso dudas de mí? —cuestionaba, mientras movía un poco su pupitre hacia el costado, acostándose en la silla. Colocando en la cima del respaldo de la misma una almohada que traía, solamente, para ocasiones especiales.
—Cuando dices eso es porque te estás inventando todo —cerró los ojos y bostezó nuevamente.
—Quizás sea así —se rio en voz baja—. Pero aún así quiero lo mejor para ti, y sé que llegar a la escuela con la mente en las nubes no es nada bueno para tu salud.
Ikalgo se había dormido completamente, con la cabeza mirando hacia abajo, apoyándola entre sus brazos.
—No seas idiota, yo sé cuidarme solo —hizo una pequeña pausa—. Pero sí que quiero pedirte un favor...
—¿Mmh? —Gon cerró los ojos, disfrutando del acolchado bajo su cabeza.
Killua se desperezó y giró su cuerpo entero, viendo a Ikalgo dormir sobre sus brazos, riéndose en voz baja.
—¿Me podrías prestar tu almohada... Olvídalo —se rio al ver a Gon acostado en una silla que parecía a punto de caerse hacia atrás.
—¿La quieres? —preguntaba, mostrando la almohada.
—No la quiero, Gon. Me sentiría como si te la estuviera robando.
Killua rodaba los ojos. Gon titubeó pero se animó a preguntar.
—¿Quieres compartirla? —preguntaba con un tenue color rosa en sus mejillas y una sonrisa temblorosa que era un claro indicio de timidez.
—Lindo... —susurró Killua. Escapándosele el pensamiento que teóricamente tendría que ser suyo y solo suyo.
Killua se sonrojó al mil, pero pudo ver, o intuir, mediante las reacciones de Gon, que no le había entendido. Por lo cual, fingió demencia y continuó con la charla.
—¿Cómo quieres que compartamos almohada, idiota? Estamos en pupitres y el profesor en tan solo un rato volverá a dar tarea —si bien la idea de apoyar la cabeza en la almohada le tentaba, tampoco podía ignorar sus responsabilidades.
—El lugar detrás de Ikalgo siempre está libre, y la almohada es larga. Así que si juntamos los pupitres tal vez podamos usarla ambos.
Killua observó el lugar. Era raro que nunca nadie se hubiera sentado allí. Básicamente, Gon, Ikalgo y Killua estaban sentados en forma de "L" alrededor del asiento de la esquina. El albino pareció pensarlo. Y la idea de dormir encima de la almohada ganó.
Gon había utilizado la necesidad de Killua, dormir, para satisfacer su propia "necesidad", la cual era ver a su amigo dormir. O mejor aún, dormir en la misma almohada que su amor platónico.
—Está bien, no suena tan mal —comentó, para pararse en mucho silencio y sentarse en el asiento del lado de Gon. Luego, lo levantó con sutileza pero con firme agarre, y lo terminó moviendo con mucha soltura hacia el lado de Gon, logrando que ambos pupitres quedaran pegados.
—Bien —dijo Gon, echando un último vistazo al aula y viendo que nadie les prestaba atención. Colocó la almohada encima de la mesa. Haciendo que Killua apoyara la cabeza en menos de un segundo, haciendo a Gon reír.
—No tan rápido, tonto.
—Yo hago lo que quiero —sonrió, para posteriormente cerrar sus ojos, y en menos de 5 minutos, dormirse profundamente.
Gon se quedó callado. Si bien, obviamente, lo había visto con mucha atención, jamás lo había visto a tal cercanía con tal lujo de detalle.
Observó la cabellera albina que parecía extremadamente esponjosa, como una nube. Los rasgos, exageradamente finos que poseía el chico. La piel blanca como la de una muñeca y las grandes y notorias pestañas que tenía.
Gon apoyó el codo en el banco (mesa) y su cabeza en la mano de ese mismo codo. Quedando en una posición ideal para seguir observando, de manera sana, a su amigo.
Sonriendo como bobo, no pudo resistir su impulso de acariciarle la cabeza. Con mucha duda y con pensamientos de que luego se iba a arrepentir, con las manos temblorosas que antes de la acción se cerraban en un puño a causa de los nervios por hacer una estúpida acción, apoyó su mano en la cabeza del chico.
Killua se quejó con una especie de graznido muy bajito. Gon sonrió y suspiró con fuerza. Luego, empezó a mover los dedos, masajeando la cabeza del chico, notando como sus suaves cabellos iban de acuerdo a la apariencia.
Se estaba conteniendo demasiado. Ahí mismo quería dar un tierno beso en la cabeza del chico somnoliento. Pero sabía que no debía y, por lo tanto, no lo hizo.
Gon dejó caer su cabeza también en la almohada, aún sin despegar su mano de la cabeza del albino.
Poco a poco fue cerrando los ojos. Pero antes de cerrarlos, acercó su silla todavía más hacia la del peli-blanco. Quedando, prácticamente, pegados el uno al otro.
La escena, a los ojos de los otros, era súper romántica. Debido a que Killua estaba dormido con la cabeza en dirección a Gon. Y Gon estaba apoyando su cabeza en dirección hacia la de Killua, sin despegar su mano de la cabellera del chico.
Cerró los ojos y el tiempo para el azabache dejó de existir, simplemente pareció todo reducirse a un intenso negro que se transformó en blanco en cuestión de minutos.
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"Killuaaa". Chateaba Gon por el celular, quejándose de que el albino no le daba ni la hora desde que Ikalgo le pasó una foto en la que Gon estaba acariciando su cabello como si fuera algo sagrado.
Ya era tarde y ambos debían irse a dormir.
"Ni pienses que tienes mi perdón; mi cabello es sagrado. Y que lo hayas tocado es una falta de respeto". Ni Killua mismo entendía esa lógica, solamente quería atención. Atención de Gon. Y ni él mismo sabía por qué. Aunque sí que tenía una leve idea, la cual no quería ni imaginarse.
"¿Cuál es esa lógica? ¡No dejaré que te salgas con la suya! Mañana no llevaré la almohada, así que duerme bien, idiota".
"¿Cómo que no? ¿Me quieres matar?"
"Quiero que descanses", mandaba Gon.
Killua no podía sentirse más confundido. ¿Desde cuándo Gon se preocupaba tanto por él?
Apagó la pantalla de su celular. Acurrucando su cuerpo en posición fetal, aún manteniendo el celular entre sus manos.
Sintió como si hubiera caído una bomba cuando le llegó una notificación de otro mensaje.
"En serio no llevaré la almohada, así que intenta lo que sea, pero tienes que dormir".
Killua suspiró.
"Qué intenso eres".
Le mandó, sin pensarlo mucho. Detestaba que Gon fuera así. Esa personalidad tan, exageradamente, extrovertida de hablar y luego pensar no era algo para nada bueno para su salud. Y cuando decía para 'su salud', era para su salud (salud de él mismo, Killua).
"Solo contigo".
Killua se rio y suspiró. Cambiando de posición nuevamente, apoyando todo su cuerpo boca abajo. Hundiendo su cabeza en la cama, tratando de que su cara obtenga un poco de frío para calmar el calor de sus mejillas.
"No tienes por qué serlo".
Killua no sabía lo que quería. Gon, últimamente, era una persona muy atenta y cariñosa. Y si bien siempre lo era, en los últimos días/semanas, parecía serlo aún más. Y sinceramente, le encantaba y confundía.
"Claro que sí". Leyó por el chat, esperando que Gon completara la frase.
"Si es por tu salud, voy a ser lo más pesado del mundo porque quiero lo mejor para tu salud".
"Bueno, en realidad, no solo quiero lo mejor para tu salud. En realidad, quiero lo mejor para ti". Gon completó la oración.
Killua estaba ahí, apoyando su cara en una almohada. De la parte de atrás, la parte más fría de la almohada, intercalando ahora con la otra parte, ya que la anterior ya estaba caliente por culpa de su propio cuerpo.
"Está bien, Gon, iré a dormir. Tú ganas", mandó. No se podía permitir dudar más. Ya estaba lo suficientemente confundido como para que se sumaran nuevas dudas.
"Genial".
Killua rio como un tonto. No comprendía a la perfección a Gon, ya que es una persona muy impulsiva y caprichosa, pero no podía negar que le sorprendían para bien sus cambios de humor.
Iba a apagar el celular para ponerlo a cargar, pero justo antes le llegó otra notificación que decía:
"Que descanses bien <3".
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Faltaba poco para las vacaciones de invierno, las cuales eran de dos semanas. Killua y su familia tenían planificado un viaje a una montaña, la cual quedaba lejos, pero, al menos, podrían ver la nieve.
Y que faltara poco significaba que en verdad faltaban solo unos días.
Killua, desde ese día, no se había vuelto a cambiar de asiento. Se había quedado en el asiento detrás de Ikalgo y al lado de Gon. Y, en serio, no soportaba al par. Antes era escucharlos detrás suyo, lo cual no era tan tortuoso. Pero escucharlo frente a él, haciendo que la explicación de los profesores sea prácticamente muda, a veces, era un fastidio.
Ikalgo había empezado a hablar con una chica llamada Retz, que se sentaba delante de él, y se reía a cada rato, prácticamente abandonando a Killua a la deriva junto con Gon, que en ningún momento dejaba de hablarle.
—Oye, Gon —lo interrumpió, restando importancia a lo que Gon le estaba contando.
—¿Qué pasa? —Preguntó Gon con la cabeza apoyada en ambas manos, cada mano sosteniendo una mejilla.
—¿Quieres... no lo sé, ir a...? —Se maldijo internamente. Le costaba iniciar una conversación de por sí, y se le había ocurrido intentar proponer algo sobre la marcha.
—¿Killua? —Lo miraba divertido, con una sonrisa pícara en su rostro.
—Quiero decir —carraspeó y suspiró—. ¿Quieres ir a un parque de diversiones?
Gon abrió la boca y sonrió mostrando los dientes, a la vez que cerraba los ojos por una leve risa tonta que se le escapaba.
—Claro que sí. Le dirás a Ikalgo, ¿no?
—Sí, también a Retz. Creo que... ya sabes, creo que le gusta, así que podríamos intentar que esos dos tengan momentos juntos —le susurraba Killua.
Gon pareció comprender.
—Eso suena genial, solo espero que no se vuelva incómodo.
—Hay que ser positivos —Gon le restó importancia levantando los hombros.
—No tendrás miedo de ir a la montaña rusa conmigo, ¿no? —Killua lo desafiaba con confianza. Era fanático de las montañas rusas.
Gon se atemorizó un poco ante la idea. Pero su mente hizo énfasis en la penúltima palabra de lo que había dicho Killua: "conmigo".
Gon sonrió nervioso y se rascó la nuca. —Realmente, sí que me dan un poco de miedo esas cosas... pero si es contigo iría hasta el fin del mundo, Killua —le sonrió.
Y Killua sintió como si una ventisca le tirara todos los cabellos hacia atrás, frunciendo los ojos y obligándose a poner la mano en su cara.
—¿Cómo puedes decir cosas tan vergonzosas, idiota?
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Increíblemente, aunque Killua haya tenido la iniciativa, no tenía nada planeado, ni el más mínimo mísero detalle. El día había llegado y las clases pasaron volando. Tanto Retz como Ikalgo les habían confirmado que irían.
Por lo cual, Killua no pudo cancelar el plan bajo ningún motivo creíble.
Se sentía nervioso y tenía dudas hasta en qué atuendo ponerse. Pero las dudas se disiparon cuando se puso a pensar en que era una simple salida hacia un parque de diversiones.
Se encontraron los cuatro en la entrada e hicieron la fila para comprar las entradas a cada juego.
Realmente la pasaron muy bien.
Gon juraba que nunca había visto a Killua reír tanto. Y, por eso mismo, quería quedarse a vivir en la montaña rusa.
Y Killua, en un momento de euforia total y de mucha risa, observó a Gon muy asustado a su lado, en la bajada de la montaña rusa, y se rio aún más, sin poder parar. Pero a su vez, su pecho se comprimió y juró que nunca más quería ver que Gon hiciera esa expresión. No quería subir más a una montaña rusa.
Ambos bajaron de la misma. Gon mareado y Killua bastante preocupado. Retz e Ikalgo los deberían haber estado esperando abajo pero no estaban allí. Es más, Killua los vio a lo lejos en un juego de feria, específicamente a Ikalgo tratando de derribar un blanco con un rifle de aire comprimido para ganar algún premio.
—¿Estás bien, Gon? —preguntaba. Pero no pudo contener su risa y comenzó a carcajear recordando las caras que había hecho Gon.
—No, definitivamente no —se agarraba el estómago que lo sentía completamente revuelto.
—¡Tendrías que haber visto tu cara! —Lo señalaba, aún sin poder parar de reír.
Gon se contagió un poco su risa y comenzó a reír en un tono bajo.
—¿En las vacaciones te irás a algún lado? —preguntó Gon, respirando profundo mientras se iba recuperando.
—Sí, iré a la montaña Kukuroo. Sabes cuál es, ¿no? —colocó su brazo en el hombro de Gon.
—Oh —Gon no parecía muy ilusionado, desde luego.
—Ya verás que pasará volando. Cuando volvamos a clases ya estaré en mi casa de nuevo, así que... Gon, ¿tienes ganas de vomitar, no?
Chapter 3
Summary:
Las conclusiones no siempre son los finales.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Killua quería desconectarse de la realidad. Quería olvidarse por unos días de la escuela, las responsabilidades y sus amigos. Quería estar solo.
Pensativo y con más dudas que certezas, se animó a autocuestionarse algunas cosas que, últimamente, lo atormentaban demasiado.
Entre ellas: Gon. Un problema muy grande.
El chico que había comenzado a sentarse detrás suyo a principio de año había tenido un gran impacto en su persona. Tanto que, incluso, había cambiado algunas actitudes típicas de él. Además, Killua siempre estaba un poco nervioso por lo que podría pasar en un futuro cercano, haciendo conjeturas inútiles y planteamientos tontos.
—¿Qué soy para Gon? —se preguntaba a sí mismo, tomando un refresco, sentado en una silla hamaca mirando hacia el cielo, en un marco muy bello por la montaña detrás de él.
—O más importante, ¿qué es Gon para mí? —Ante esa pregunta, muchas dudas surgieron en su mente. Pensó en ciertos momentos en los cuales parecían ser los mejores amigos del mundo; pero también en otros en los cuales se había sentido muy extraño.
Comparaba su amistad entre Gon e Ikalgo, y encontraba tanto algunas similitudes como también algunas diferencias muy notables.
Partiendo de la base de que con Gon se sentía nervioso debido a la impulsividad del mismo, mientras que con Ikalgo no.
Partiendo de la premisa de que se sentía extraño y, sobre todo, confundido cuando Gon lo halagaba, ya sea por una cosa u otra.
Partiendo del punto de que Gon se había convertido en su amigo porque él mismo había insistido, no porque Killua lo hubiera buscado, a diferencia de Ikalgo, quien se había convertido en su amigo a causa de su propia iniciativa. Con Gon era diferente. Él era el causante de todos sus ajetreos, el causante de todas sus dudas.
Killua no era tonto. Mucho menos inocente. Entendía algunas cosas, pero no quería entenderlas. Quería. Quería algo, pero ni él sabía qué. Simplemente estaba ansioso. Y el culpable de esa ansiedad era el maldito Freecss.
—Te odio, Gon —lanzó al aire, bebiendo un poco de su refresco—. Me haces dudar tanto que me cansas, idiota —soltó al aire otro monólogo, frustrado por su propia impericia con respecto a sus sentimientos.
Killua, luego de varios días en los cuales no estaba disfrutando para nada, logró responder a algunas cuestiones con algo muy simplista y general.
Era un hecho que Gon le atraía y de una manera que nunca le había pasado antes. Quería conocer a Gon: conocer sus reacciones a cosas tontas, conocer sus gustos, entre otras cosas. Gon le atraía mucho. Tanto que le sonaba el estómago de solo pensar en el chico de pelo negro. Se la pasaba suspirando e, inconscientemente, esperando un mensaje del chico. Que de vez en cuando le mandaba uno preguntando qué tal todo. Pero los que Gon nunca se olvidaba de enviar eran los de "buenas noches" o "buenos días".
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—Gon Freecss.
—Ausente —dijo Ikalgo.
Killua estaba recostado en su mesa, defraudado.
—Killua, no te pongas mal. Gon dijo que iba a faltar porque estaba en otra ciudad.
—No estoy mal, ¿quién dice que estoy mal? —Se recompuso, apoyando su cabeza en su mano—. El muy idiota pudo ir a esa ciudad durante vacaciones, ¿no crees?
—Es fácil decirlo, quizás le surgió ahora y la familia de Gon decidió que era una buena idea a pesar de las clases —intentaba razonar.
—Igualmente, si falta mucho lo reprobarán —puso cara de angustia.
—Sí, pero bueno —comentaba. Ikalgo se iba a dar vuelta, pero se le ocurrió algo—. Retz y yo teníamos una idea —le dijo en un susurro.
—Soy todo oídos —realmente sin prestarle mucha atención.
—Cita doble.
—Sí, ajá, ¿quién con... qué? —Se detuvo y se puso alerta. Claramente eso iba en una dirección para la cual no estaba preparado.
—¿No es obvio?
Killua fingía demencia y miraba hacia los costados, buscando alguna otra pareja en el salón.
—No...
Ikalgo le sonrió pícaro. —¿Lo extrañas, verdad? ¿Extrañas que te acaricie el cabello? Ay, el principito...
Para sorpresa de nadie, Ikalgo se llevó una bofetada, la cual fue un sonido seco en el aula. Todo el mundo paró de hablar y dirigió su mirada al par.
Ahora ambos fingían demencia y esperaron lo que tenían que esperar para dejar de ser el centro de atención.
—Presente —dijo Killua. Como su apellido era Zoldyck, siempre iba último en la lista.
Si bien Ikalgo estaba preparado para el golpe y había asumido que en algún momento llegaría, jamás esperó que ese momento fuera ese mismo instante. Juraba que era el golpe que más le había dolido en la vida y se arrepentía mucho de lo que acababa de hacer.
—¿Qué decías? —Preguntó Killua, enojado.
Ikalgo lo miró feo. —Disculpa por burlarme...
Killua, eventualmente, se empezó a sentir mal. —Oye, lo siento. Me salió solo pegarte. Juro que no quería hacerlo, pero es que... no pongas más dudas en mi cabeza, no más de las que ya tengo —pedía, con un gesto de clemencia. Cansado.
—¿Dudas sobre qué? ¿Sobre Gon? —Preguntaba curioso.
Killua asintió.
—¿Te diste cuenta que te gusta o qué? —Preguntó como si nada, más para ver la reacción de Killua que como una pregunta seria.
Killua se sorprendió y lo miró a los ojos. —¿Tanto se me nota? —Preguntó, con el corazón en la garganta y con un tinte rojo que adornaba sus mejillas.
Ikalgo se esperaba todo, incluso un golpe, menos eso. ¿Acaso el egocéntrico y reservado de su amigo había admitido algo?
Ikalgo sonrió y suspiró. —Mucho, pero estoy seguro que él no se dio cuenta. Ya sabes, es más idiota de lo que uno cree.
Killua estaba muy avergonzado, pero por lo menos tenía la seguridad y el resguardo de su primer amigo. Se sentía mejor. El reprimir los sentimientos lo hacía sentir como gato encerrado y al borde del colapso.
—Gracias, Ikalgo. Te aprecio mucho, ¿sabes?
Ikalgo se rio. —¿Admitir ser gay te pone sensible por estándar o cómo va la cosa? —Preguntó irónicamente y con una sonrisa divertida en su rostro, que rápidamente se borró.
Fue mucha risa hasta que su estómago se quedó sin aire.
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Gon había vuelto, y consigo había traído un par de suvenires de esa tierra lejana que había visitado. A Ikalgo le obsequió un collar y a Killua le regaló un anillo, completamente plateado con detalles azules. Según Gon, combinaban perfectamente con él.
—Se te ve perfecto —decía Gon, sonriéndole con fuerza.
Killua observó que nadie los estaba viendo y, en un movimiento rápido, movió su silla pegándola a la de Gon, abrazándolo con una fuerza que, incluso él mismo, consideraba innecesaria.
Gon se sorprendió demasiado al recibir ese gesto, pero lo apreció mucho y lo devolvió con gusto, enterrando su nariz en el esponjoso cabello del albino, que a su vez, se había resguardado del contexto aislándose en el cuello de Gon.
Gon, inseguro de sí mismo, abrazó a Killua desde un poco más abajo, desde la cintura, notando que era rígida como una piedra, tensa, siendo completamente diferente a como la imaginaba.
Killua sintió ese toque, pero lo ignoró. Quería impregnarse, por más homosexual que sonara en su cabeza, de ese aroma que Gon tenía en el cuello.
—Te extrañé tanto —le dijo Gon, en un susurro.
Killua se separó de él con las mejillas rojas y con una sonrisa de vergüenza que no se le quitaba bajo ninguna circunstancia. Suspiró y no podía dejar de ver a Gon.
Gon sentía y notaba cómo Killua lo miraba muy fijamente. Se estaba poniendo extremadamente nervioso, lo cual era raro en él. Pero no podía evitar pensar en algo alentador.
La sonrisa de Killua, de por sí, era la cosa más linda que había visto nunca. Las mejillas coloradas eran lo más tierno que había presenciado jamás, y el cabello esponjoso era lo más llamativo que había contemplado, a su vez que las pestañas largas eran lo más atractivo que un humano podría haber visto. Y todo ese conjunto de cosas las estaba observando en ese momento. Sentía que si pasaban unos segundos más se podría tirar encima de Killua, pero su poco autocontrol no lo dejaba porque sabía que se arrepentiría.
—Killua —llamó su atención.
—¿Sí? —Contestó rápido.
—Te extrañé mucho, ¿sabes? —le repetía Gon, manteniendo el contacto visual.
—Eso me dijiste antes —respondió Killua sin borrar la sonrisa.
—Sí —no sabía qué decir. Sentía que su corazón estallaba y no podía evitarlo. El calor que estaba conteniendo subió a sus mejillas, volviéndolo insoportable—. ¿No me vas a decir nada? —Quería que Killua tomara un poco la iniciativa; no quería confundirse ni mucho menos ilusionarse.
—¿Qué quieres que te diga? —le preguntó Killua, desviando la mirada hacia el frente, tronándose los brazos y el cuello.
—¿Me extrañaste? —se atrevió a preguntar Gon.
—Gon... pasaron tres semanas —le decía Killua, su orgullo no le permitía decir lo que realmente sentía.
—Entiendo —se rio Gon—. La otra vez les dije que se quedaran a dormir en mi casa, pero ninguno quiso —se quejó—. Así que, esta vez, los invito de nuevo y más vale que se queden.
—¿Sí? —preguntó Killua, asegurándose.
—Sí, ahora le digo a Ikalgo. Compré algunos videojuegos. ¡Verás, en Yorkshin hay cosas muy baratas!
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—Soy tan estúpido —se insultaba a sí mismo.
—¿Cómo voy a... abrazarlo de esa manera? —se sentía inseguro.
Killua estaba en la cama, frotándose los ojos y agarrándose los pelos por su impulsiva acción de ese mismo día.
—Bueno, mira el lado bueno, él no te rechazó, es más... —le hablaba Ikalgo por llamada.
—¿"Es más" qué? —preguntó Killua.
—Para mí que a Gon le gustó y todo. Pero ya sabes, es una sensación.
Ikalgo se había convertido en una especie de diario. Killua dejó toda vergüenza y abrió sus sentimientos hacia Gon con Ikalgo. Le expresó que ya no podía verlo de la misma forma que un amigo normal. De por sí, Gon no era normal. Pero lo más, extrañamente, impresionante era lo inmutable que parecía.
—¿Cómo le va a gustar si no hizo ningún gesto? Él es de hierro, no se mueve ni un centímetro. No siente nada por mí, es obvio. Me ve como su amigo, es algo notorio. Nunca mostró nada especial, las cosas por las que me ilusiono son meras manipulaciones de mi mente —hablaba Killua, expulsando su negatividad y mordiéndose levemente el labio inferior.
—Ahí vas de nuevo con tu inseguridad. No seas tonto. Gon nos invitó a dormir a su casa. Yo, por obra del destino, seguramente estaré enfermo para esas fechas. Así que si en ese momento no te le confiesas, ya no seré más tu amigo —dijo Ikalgo, cansado de que Killua se hiciera el dramático. Ikalgo le cortó la llamada y, con maldad, bloqueó el número.
El encuentro había sido planeado para el domingo y ya era viernes.
—Te odio, Ikalgo —soltó Killua a la nada.
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Killua dudaba en una cosa: ¿debía prepararse más de lo normal o ir como si fuera un día más?
Tenía maquillaje y sabía cómo utilizarlo. Además, tenía ciertos cosméticos de belleza que sabía cómo usar teóricamente, aunque nunca los había probado en sí mismo.
Decidió, con toda la vergüenza del mundo, aplicarse un poco de rímel. Obteniendo como resultado unos ojos que resaltaban todavía más de lo que ya lo hacían. Sin embargo, Killua no notaba tanta diferencia, ya que, de por sí, sus pestañas ya eran bastante largas y llamativas.
Pensaba en aplicarse algo más, pero terminó decidiendo que no necesitaba nada más.
Se colocó unas prendas más simples: unos pantalones holgados beige, una sudadera azul Francia, y encima una camisa a cuadros de tonos verde agua con líneas verdes.
Suspiró nervioso y se puso en marcha hacia la casa de Gon.
Agarró su patineta y la deslizó por el piso. Luego, se montó y anduvo por las veredas del poblado a máxima velocidad.
Iba mirando hacia abajo, avergonzado de que alguien notara que llevaba rímel puesto.
Cuando finalmente visualizó la casa de Gon, se bajó de la patineta y caminó hacia la puerta. Al llegar, tocó tres veces, esperando una respuesta. La cual existió y vino en forma de la tía de Gon.
—Oh, hola, Killua —le sonrió muy amable. Pero en un momento pareció desconcertada y sorprendida. Killua podía intuir por qué—. Ven, pasa, pasa. Gon te está esperando arriba.
—Muchas gracias, Mito —agradeció la cortesía de manera sutil y, un poco cabizbajo, subió hacia la habitación de Gon.
Aún con nervios y con ganas de sacarse las pestañas, entró en la habitación, dejando de pensar en lo que quería hacer. Centrándose en lo que debería ser esa reunión entre amigos. Aunque al final iban a ser solo ellos dos.
Abrió la puerta sin tocar y se encontró a Gon jugando a la consola, muy concentrado. Si no fuera porque Gon posee cierto oído muy sensible, probablemente no lo hubiera escuchado.
—¡Killua! —exclamó Gon, escandaloso como siempre. Pausó el videojuego para ir a recibir a su amigo.
—Buenas, Gon —saludaba tímido, bajando un poco los humos del contrario.
Gon iba a abrazarlo, pero dudó en el último instante. Quedándose los dos parados uno frente al otro en una situación realmente incómoda.
—Killua, te noto... ¿diferente? —dudaba Gon, observando fijamente los ojos de Killua. Intercalando su mirada entre los iris y las pestañas. Gon podía jurar que su corazón podía ser una fuente de electricidad en ese mismo instante.
—Ah, bueno... quizás sí —Killua no sabía qué responder. Evidentemente, lo único que sabía es que lo que se había puesto había causado una impresión en Gon. Y no sabía si era una buena o una mala.
Gon, saliendo de su trance, lo tomó del brazo y lo guió para que se sentara a su lado. Rápidamente, intentando desviar sus atenciones, se pusieron a jugar al juego de moda de ese momento.
Y así pasaron un buen rato. Llegando el momento en que Gon se desesperanzó al pensar que Ikalgo había mentido sobre no poder ir. Pero ese mismo día tenía una oportunidad dorada. Que, aún inseguro y todo, estaba dispuesto a tomarla.
En un momento, mientras Killua estaba jugando, Gon se levantó de su sitio y abrió la ventana, sentándose al lado de la misma. Apoyó su codo en el marco y su cabeza en la mano de ese mismo brazo. Suspiró, pensativo.
Killua, dejando de lado el juego, se quedó perplejo al mirar a Gon. Ya era cierta hora donde la luna salía y el sol se ocultaba. El atardecer se hacía presente y sus característicos colores aparecían para iluminar con sutileza el nítido rostro de Gon.
Killua, embobado, se quedó perplejo y boquiabierto ante tal escena. Su respiración se volvió errática por unos segundos hasta que tomó consciencia y la logró controlar. Todo eso sin dejar de mirar al chico sentado frente a la ventana. Grabando esa imagen en su cabeza para luego poder recordarla y sonreír como lo estaba haciendo justo en ese momento.
—Gon —atinó a decir, llamando la atención del moreno.
—¿Qué sucede? —preguntó Gon, cerrando la ventana ya que empezaba a entrar frío en la habitación.
—Yo... —dudaba y miraba hacia los lados. Se mordía el labio y contenía la respiración. Pero había llegado hasta allí. Ya no iba a dar marcha atrás—. Yo quiero decirte algo —decidido.
Gon lo miró intrigado, entusiasmado.
—¿Qué? —preguntó Gon, con intriga pero también con ingenuidad.
—Yo tengo a alguien que me gusta —lo dijo sin rodeos y aún sin poder respirar correctamente. Con rubor en sus mejillas, sus puños cerrados, sus labios apretados y los dedos de los pies aprisionándose debido a los nervios que le generaba toda esa situación.
Gon no tuvo reacción. Sentía entusiasmo pero también mucho miedo. Gon no era una persona mala o, al menos, no se consideraba una. Lo único que le quedaba en caso de que pasara algo que no deseaba era apoyar a Killua. Cosa que su egoísmo no quería, pero que su cabeza contradecía, argumentando que era lo mejor que podía hacer.
—¿Sí? —dijo Gon con voz medio entrecortada, sonando incluso rara para él mismo—. Debe ser alguien increíble, como tú —intentaba colar un halago para ver la reacción, pero no hubo. Killua pareció ignorarlo o no escucharlo.
—Gon... no tienes idea. Es la persona más genial y adorablemente estúpida que conozco —hablaba a la habitación con la vista al suelo, con la mirada perdida y una sonrisa boba que hacía que sus pequeños hoyuelos se hicieran notorios a la mirada de Gon.
Se atrevió a levantar la mirada y ahí estaba Gon: con una expresión difícil de describir y con el pelo ondeando de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, por la ventisca que entraba de la ventana que aún no había cerrado. Observó sus ojos, aquellos tan, pero tan, risueños que emanaban felicidad no importa el contexto. Pero estos estaban levemente caídos, acompañados de una sonrisa tímida y, lo que se podría catalogar como, triste.
Gon no hablaba y Killua se había quedado callado viéndolo, observándolo, admirando a quien tenía en frente. Admitiendo inconscientemente que los acelerados latidos de su corazón tenían una sola razón en cuestión. Que los sonrojos se debían a un sentimiento mucho más profundo que al de la vergüenza. Y que su calidez era, también, por la calidez que emanaba el azabache; que esa calidez no era meramente literal, sino que lo trascendía, convirtiéndose en una calidez humana recíproca y sumamente disfrutable. Tanto que lo hacía olvidar del tiempo, del clima, de sus problemas, de los otros, de los contextos, de la vida y del mundo. No importaba nada, mientras estuviera con él. Porque él era la respuesta a sus preguntas, debido a que era la razón de sus dudas, y era la solución a sus problemas debido a que era quien iba a estar siempre a su lado. Ese era él. Ese era Gon. Eso es lo que él era para Killua. Eso es lo que Gon era para Killua.
—¿Y cómo es? —preguntó Gon, tirándose el pelo para atrás con la mano izquierda, desviando su mirada; intentando ignorar sus acuosos ojos y tapándolos de manera disimulada con ese mismo brazo.
—Atractivo, muy —se paró y caminó hacia Gon. Encarando su figura hacia el otro. Colocando su mano en la ventana. Desviando la vista y atención de Gon hacia su acción. Pero él en ningún momento ladeó su mirada. Su interés no se vio interrumpido por nada. Sus ojos observaban fija y nítidamente el rostro del contrario.
Gon giró su cabeza, quedando frente a frente. Tiernamente desviando su mirada hacia un costado.
"Irónico", pensó Killua, sintiendo un pequeño dejavú.
—Gon —llamó su atención.
Gon cerró los ojos y los volvió a abrir, como intentando ocultar lo inocultable, pretendiendo que no se notara lo obvio. Pero, con esfuerzo y dolor, volteó su cabeza para quedar, nuevamente, frente a frente. Inmediatamente perdiéndose en el paisaje; simple pero muy elegante, ya que trataba de solo dos cosas: Killua y el fondo de la habitación. Pero, a la vista de Gon, ese Killua no era normal. Desde siempre Killua le había parecido atractivo, eso era un hecho. El despertar el interés por alguien es común en cualquiera, pero el hecho de pasar a la acción solo unos pocos pueden hacerlo; y él se aprovechaba de su testaruda y descarada personalidad para hacerlo. Y a pesar de tener solo el interés de conocer, terminó cayendo en cuenta que no quería conocerlo, sino que quería algo mucho más profundo con esa persona. Algo mucho más que el solo pasar tiempo juntos. Quería lograr cosas que no había podido lograr; aunque ni él sabía a qué se podía referir. Quería probar cosas que no había probado. Quería experimentar acciones que no había experimentado. Quería. Lo quería para él, solo para él. Y de eso, se dio cuenta casi al momento de cruzar palabras por primera vez.
—Killua —no quiso responder con una pregunta.
Killua hizo una mueca y se rascó la cabeza. Dio un suspiro, tratando de relajarse. Estaba muy tenso. También, se notaba que Gon lo estaba.
—Sé que esto puede sonar muy raro pero... realmente necesito decirlo. Necesito decírtelo a ti —hizo especial énfasis en el pronombre.
Gon cerró la ventana con fuerza, denotando sus nervios y haciendo salir a la luz la tensión que tenía guardada en su interior.
—Está bien —dijo Gon, esquivando a Killua. Sentándose en la cama, haciendo palmadas a su lado. Indicando a Killua que se sentara a su lado.
Killua se sonrojó y acató la orden, que más bien era un pedido.
—Lo que te quería decir es que, puede sonar muy directo pero aún así, realmente quiero decirlo...
—Solo dilo y ya —pidió Gon, nervioso.
—Te amo.
Lo dijo. Sí, Killua lo dijo; directo, como afirmó que iba a ser. Gon lo miraba expectante, atento y sorprendido. Una burbuja pareció envolverlos.
Killua se negaba a desviar su mirada a pesar de que sus calientes mejillas le indicaban que se veía ridículo en ese mismo instante. Pero cuando uno más empieza a dudar, es cuando más tiene que confiar. O al menos, eso es algo que diría Gon, piensa.
Gon se olvidó de todo en cuanto escuchó aquello. Si bien era tonto, tampoco lo era tanto. Era seguro, obvio a tal punto, que lo podía comprender. Jamás podría confundir esa mirada de inseguridad mezclada con esperanza; él ya la había experimentado. Jamás podría confundir esos ojos azules pidiendo una respuesta.
Con su corazón acelerado, su pulso en las nubes y su cabeza en cualquier otra parte, sonrió. Feliz, estaba muy feliz. Killua pareció desentendido.
—Yo también te amo —compartió Gon, con una sonrisa en sus labios y sus ojos humedecidos. Dejando de estar tenso y recordando cómo realizar acciones básicas.
Killua abrió los ojos y cerró sus puños. Pareció enojarse.
—Gon... hablo en serio. Yo no te amo como amigos, no quiero amarte como amigos. No quiero estar para acompañarte, quiero, quiero, quiero estar para sanar tus heridas, para calmar tus llantos, para vivir y si hace falta criar algo juntos. Gon, te amo. Te amo mucho. No sé cómo pasó, no sé desde cuándo, pero lo que sé es eso; te amo y te amo. Lo entiendes, ¿verdad?
Gon detectó esa inseguridad en su voz, dudando hasta el último momento de que estaba siendo comprendido. Pero para su suerte, sí que lo estaba siendo.
Gon colocó una de sus manos en la mejilla de su amigo, limpiando con el pulgar una traviesa lágrima que surcaba la cara del más pálido.
En un movimiento rápido, Gon pegó sus labios a los de Killua, haciendo un beso tan efímero que no satisfizo a ninguno de los dos. Aunque no buscaba eso.
Killua lo separó rápidamente, sorprendido y nervioso. Tembloroso.
Gon rio —¿A ti te parece que te ame como amigos? —sonriendo sin mostrar los dientes. Sintiendo su estómago gruñir y sus ojos humedecerse, hasta el punto de soltar lágrimas. Lágrimas de felicidad. Que, a su vez, también fueron soltadas por Killua.
Killua, contagiado por la lloradera, lloró. Pero también empezó a reír. Era un rejunte de emociones que ninguno llegaba a comprender del todo. Solamente sabían una cosa: lucían ridículos, pero también lucían, que es lo que importa, extremadamente felices. Y así lo iban a estar durante mucho, mucho tiempo.
Fin.
Notes:
Estos relatos los puedo subir rápido ya que son cortos y ya están prefabricados. Agradecería apoyo en el resto de mis historias, que, en general, son mucho mejor construidas, extensas, y con diferentes temáticas a esta, que es ultra cliché. Muchas gracias.

Justabaka22 on Chapter 2 Tue 23 Jul 2024 04:05AM UTC
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