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Un milagro concebido

Summary:

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— ¿Entonces? ¿Qué trae a mi dulce esposo aquí? — pregunta Orter, sin apartar la mirada del documento que está leyendo.

Mash extiende una hoja de papel, que Orter toma inmediatamente para leer.

— Estoy embarazado. La señorita Meliadoul me dio esto después de decirme que tengo dos semanas de embarazo. — confiesa Mash, y sin querer, la magia de arena de Orter comienza a revolotear por el lugar, causando un desastre.

Notes:

Esto forma parte del reto “Agosto MPREG”

Realmente no se en que me estoy metiendo, pero quise aventurarme a realizar este reto de escritura, más principalmente porque necesito contenido MPREG de Mashle.

Y si no tengo el suficiente, entonces es mi deber crearlo para mi misma y para quienes también están interesados en leer algo como esto.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: 🍄⏳ : Prueba de embarazo

Chapter Text

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Mash observa con curiosidad mientras Meliadoul utiliza un extraño artefacto mágico para examinarlo. En algún momento, cierra instintivamente los ojos, temiendo que el artefacto le cause un dolor insoportable, como aquella motosierra mágica que alguna vez fue su peor pesadilla.

 

El procedimiento termina más rápido de lo que esperaba, y Mash permanece en silencio mientras Meliadoul analiza los resultados obtenidos. 

 

— Señorita Meliadoul — dice Mash, inquieto ante el silencio que parece estar durando más de lo esperado. — ¿Pasa algo?  — es entonces cuando ella parece regresar en sí.

 

— No, no es nada grave... o tal vez sí. — Meliadoul vacila al responder, lo que solo aumenta la preocupación de Mash, quien había venido solo para una revisión debido a un malestar constante que no lo ha dejado tranquilo desde hace algunas semanas. — Mash, necesito que seas completamente sincero conmigo. — Meliadoul continúa, y Mash asiente, dispuesto a responder cualquier pregunta sin reservas. — ¿Sabías que tienes la capacidad de quedar embarazado? — pregunta finalmente, y la reacción de Mash revela que no tiene idea de lo que está hablando.

 

— Pero soy un hombre, ¿cómo puede un hombre quedar embarazado? — pregunta, confundido y sin saber cómo reaccionar ante esta noticia inesperada.

 

— Verás, Mash… Hay un porcentaje muy pequeño de hombres en la población que tienen la capacidad de embarazarse, tal como una mujer, pero a ellos generalmente, se les conoce como donceles. — le explica, y Mash necesita un momento para procesar toda esta información. — El registro más reciente indica que el porcentaje de donceles en la población general no supera el 5%. — continua, una vez que siente que Mash está listo para seguir con la conversación.  — Hasta ahora, no se ha registrado ningún caso de embarazo en alguien sin magia. — agrega, siendo este un caso especial y único, digno de una persona como Mash. — Así que muchas felicidades; estoy segura de que Orter se sorprenderá mucho con la noticia. — lo anima, notando la expresión de preocupación que Mash tiene en el rostro, aunque con esas palabras se anima un poco, pues aún tiene mucho que contar y experimentar de ahora en adelante. 

 

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— Maestro Orter. — 008 abre con cuidado la puerta de la oficina del Desert Cane, quien, como siempre, está concentrado en su trabajo.

 

— ¿Qué necesitas? — pregunta Orter, sin levantar la vista de lo que está leyendo.

 

— Tiene visitas. — informa la pequeña criatura, haciendo que Orter lo mire con curiosidad. Antes de que pueda preguntar quién es, la puerta se abre por completo, revelando a Mash, que se está comiendo un panecillo con crema.

 

— Entra, por favor. — dice Orter, haciendo que Mash entre de inmediato a la oficina, mientras 008 se retira para dejarlos solos.

 

Ambos permanecen en silencio por unos minutos hasta que Mash hace un suave ruido para llamar la atención de Orter.

 

— Espero no interrumpirte. — dice Mash, a lo que Orter simplemente niega con la cabeza antes de sellar el documento que estaba leyendo, para después tomar otro documento.  

 

— No, no me interrumpes en absoluto. De hecho, tu presencia siempre es bienvenida aquí. — responde Orter, provocando que el corazón de Mash comience a latir con más fuerza, intensificado por los nervios que ya sentía.

 

— Yo… ¿Recuerdas que esta mañana te dije que iría con la señorita Meliadoul porque no me he estado sintiendo bien? — pregunta Mash, sin saber cómo darle una noticia de esta magnitud a su compañero de vida.

 

— Sí, lo recuerdo perfectamente. — responde Orter de inmediato. — ¿Ya te dieron los resultados? ¿Hay algo malo contigo? — pregunta, dejando momentáneamente su lectura.

 

— No hay nada malo, de hecho, la señorita Meliadoul dice que estoy más sano que nunca. — Mash siente que su corazón está a punto de salirse de su pecho, y la tranquilidad de Orter no ayuda mucho a calmar sus nervios, aunque debería de ser todo lo contrario ahora mismo. 

 

— ¿Entonces? ¿Qué trae a mi dulce esposo aquí? — pregunta Orter, volviendo brevemente la mirada al documento que está leyendo.

 

Mash extiende una hoja de papel, que Orter toma al instante para leer.

 

— Estoy embarazado. La señorita Meliadoul me dio esto después de decirme que tengo tres semanas de embarazo. — confiesa por fin. 

 

Causando que la magia de arena de Orter comience a revolotear por el lugar, causando un pequeño desastre.

 

Algunas páginas vuelan por los aires, pero ni siquiera llegan a tocar el suelo, ya que Mash las atrapa justo antes de que caigan. Orter parece desconcertado por la noticia, tanto que abre y cierra la boca en repetidas ocasiones, como si no fuese capaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar su sorpresa. 

 

Finalmente, Orter se sienta con más firmeza en su silla, tratando de recuperar la compostura, debido a que ahora más que nunca la necesita. 

 

— ¿Estás seguro? — pregunta Orter, su voz temblando ligeramente por un sentimiento que ahora ni siquiera entiende.

 

— Sí, la señorita Meliadoul lo confirmó. Me dijo que soy uno de esos casos raros, y que el embarazo está en sus primeras etapas. — responde Mash con su voz cargada de emoción y nervios.

 

Orter se pasa una mano por el rostro, intentando procesar la información. El asombro es evidente en sus ojos, y Mash puede ver cómo el desconcierto da paso a una mezcla de alegría y preocupación.

 

Como si su noticia fuese algo que se dijera todos los días.

Chapter 2: 🍄⏳ : Miedos y dudas

Notes:

Bienvenidos al segundo día de este reto de escritura, espero mucho que lo estén disfrutando tanto como yo lo escribirlo. 💕🍄⏳

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

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— ¿¡¿Embarazado?! ¡¿Tú estás embarazado?! — el grupo de amigos de Mash se muestra tan sorprendido por la noticia que les ha dado, que no pueden controlar el volumen de sus voces.

 

Pero cómo se encuentran en un lugar “privado”, pueden hacer todo el escándalo que quieran. 

 

— Sí, según la señorita Meliadoul, tengo tres semanas de embarazo. — confirma Mash, mientras toma un panecillo con crema para comerlo.

 

Últimamente ha estado comiendo más de lo habitual, pero, según Orter y la señorita Meliadoul, es completamente normal aumentar la ingesta de alimentos, ya que ahora no solo él debe consumir "calorías".

 

— Según recuerdo, dijo que soy un caso ¿especial? Porque hasta ahora no ha habido nadie sin magia que haya estado embarazado. — confiesa, terminandose el panecillo con crema en tiempo récord.  

 

— Vaya… Eso es genial. — Dot no sabe qué decir ante la noticia, aunque realmente se siente feliz por esta nueva etapa que su amigo y ex mentor están a punto de atravesar.

 

— Muchas felicidades, Mash. — Finn no tarda en felicitarlo. — Estoy seguro de que serás un gran padre, y Orter también. — añade, mientras Mash simplemente asiente y toma otro panecillo.

 

— Ser padres es una gran responsabilidad. — menciona Lance de repente, y Mash deja de comer para prestarle atención. — Traer un hijo al mundo es algo para lo que debes estar preparado, tanto física como mentalmente. — continúa, y por alguna razón, sus palabras hacen que Mash se cuestione cosas que antes no había considerado.

 

— Vamos, no seas tan duro con Mash. — le recrimina Lemon, pero Lance la ignora, ya que sus intenciones no eran realmente malas.

 

— Solo lo estoy aconsejando. — se defiende Lance, antes de que sus palabras sean malinterpretadas por todos. 

 

— Está bien, no pasa nada. — Mash trata de calmar la situación, dejando el panecillo que antes se estaba comiendo sobre un plato.  — Estoy seguro de que haremos un gran trabajo. — dice a la vez que acaricia suavemente su vientre, todavía plano. 

 

Aunque el crecimiento de su bebé aún no se nota, espera con entusiasmo ver cómo esto sucede a medida que pasan los meses antes de tener a su hijo en brazos.

 

Sin embargo, algo en las palabras de Lance sigue dándole vueltas en la mente, molestándolo como si fuera un cuchillo clavado en su pecho. 

 

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La historia de "amor" entre Orter y Mash se puede resumir en una sola frase: "Del odio al amor hay un solo paso."

 

A pesar de un inicio difícil, con dos intentos de asesinato por parte de Orter hacia Mash, la perspectiva de Orter cambió tras la guerra contra Innocent Zero. Mash dejó de ser aquella anomalía mágica que corrompía el sistema que Orter tanto defendía, y empezó a verlo bajo una nueva luz.

 

Quizás fue la valentía de Mash lo que le hizo comprender que no había nada de malo en que él siguiera vivo, o tal vez fue su fuerza de voluntad para no abandonar lo que tanto amaba.

 

Nunca supo a ciencia cierta qué lo atraía como un insecto a la luz, pero cuando Mash cumplió la mayoría de edad y se graduó de la academia Easton, convirtiéndose en el primer estudiante no mago en lograrlo, Orter comenzó a cortejarlo. 

 

Aún recuerda cómo, durante la graduación, se acercó a felicitar a Mash por su logro, entregándole como regalo, varios panecillos con crema, los cuales eran provenientes de una de las mejores panaderías de todo el reino. El gesto hizo que los ojos de Mash se llenaran de emoción, y no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a comerlo, no sin antes agradecerle al iluminado divino por el obsequio.

 

Lo que ocurrió después puede resumirse en los constantes intentos de cortejo de Orter hacia Mash, quien siempre sabía cómo ganarse el corazón del joven de cabello negro. De hecho, al terminar sus estudios en Easton, Orter le recomendó a Mash una academia de pastelería para que pudiera convertirse en el pastelero que siempre había querido ser.

 

Incluso se ofreció a cubrir la matrícula, o más bien, todos los gastos de sus estudios como compensación por sus malas acciones del pasado. Aunque Mash agradeció el gesto, rechazó amablemente el ofrecimiento. Sin embargo, esto hizo que apreciara un poco más al iluminado divino, con quien se casó al finalizar sus estudios. 

 

Su boda fue un verdadero sueño: elegante y sencilla a la vez. 

Solo se invitó a las personas más importantes para ambos, lo que hizo de la ceremonia un evento íntimo entre buenos amigos y familiares cercanos.

 

Tanto Orter como Mash conservan vivamente el recuerdo del momento exacto en que se dieron el sí frente a sus seres queridos, y cómo unieron sus vidas en matrimonio cuando se besaron apasionadamente en el altar.

 

El resto de la noche fue un sueño para ambos, aunque tuvo un momento especialmente significativo para Mash. En un punto determinado, Orter pidió la palabra, golpeando suavemente la copa de champán que sostenía en una de sus manos con una cuchara.

 

– Primeramente, agradecemos mucho que nos hayan acompañado en este día tan especial – comenzó, con cientos de miradas sobre él, pero no se dejó intimidar por ninguna de ellas. — En especial, doy gracias a mi amado esposo, quien me ha concedido el honor de casarme con él. — dijo Orter, sonrojando a Mash con sus palabras. Pero antes de que Mash pudiera responder, Orter sacó un sobre de la parte interior de su traje y se lo entregó de inmediato. — Por eso, quisiera darte este sencillo regalo de bodas. — comentó, y todos los presentes sabían que su regalo no se trataba de nada sencillo, como él lo decía. — Estoy seguro de que te gustará. 

 

Mash abrió nerviosamente el sobre y, tras leer detenidamente su contenido, no tardó en anunciar en voz alta que Orter había adquirido y puesto a su nombre un ostentoso local en el centro de la ciudad para que pudiera abrir su propia pastelería.

 

La sorpresa fue colectiva para los presentes, menos para Orter, quien simplemente mencionó que Mash merecía lo mejor para cumplir con sus sueños, y su aportación no era más que un pequeño grano de arena para que pudiera conseguir lo que tanto quería. 

 

Marcando un verdadero antes y después en la relación de ambos. 

 

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— Mash, ¿estás bien? — Orter no puede ignorar más el comportamiento extraño de su esposo, que apenas ha probado su cena.

 

— ¿Eh? ¿Qué pasa? — pregunta Mash, desconcertado y notando la mueca de disgusto en el rostro de Orter. — ¿Estás enojado conmigo? — añade de repente, tomando por sorpresa al iluminado divino, quien rápidamente niega la acusación.

 

— Para nada, solo te preguntaba si te encuentras bien, es que te noto raro. — la preocupación de Orter crece con cada minuto que pasa, y la respuesta de Mash solo aumenta su inquietud.

 

— No, no, estoy bien, solo tengo poco apetito. — aunque es obvio que está mintiendo, Mash cree que ha ocultado bien la verdad. Sin embargo, Orter se levanta de golpe y se acerca a él, arrodillándose con una pierna para después tomarle suavemente de las manos.

 

— Sabes que no tienes que mentir. ¿Por qué no me dices lo que te pasa? — la dulzura y preocupación en su voz son genuinas, y Mash lucha por contener el llanto, pero las emociones a flor de piel por el embarazo lo llevan a sollozar fuertemente.

 

Orter se levanta de inmediato y rodea con sus brazos el tembloroso cuerpo de Mash, quien balbucea palabras sin sentido durante unos minutos, hasta que el llanto empieza a calmarse.

 

— Perdón… — se disculpa Mash, secándose las lágrimas que aún quieren salir. — Solo estaba pensando en lo que significa ser padre y si soy capaz de serlo. — dice con dificultad, y antes de que pueda alterarse nuevamente, Orter ya está consolándolo.

 

— ¿Por qué piensas eso? Estoy seguro de que serás un padre mejor que yo. — Orter acaricia la espalda y el cabello de Mash, quien parece relajarse con su tacto.

 

— No lo sé… — miente de nuevo, sin querer culpar a Lance de nada. — Solo me pregunto si estoy hecho para esto y si nuestro bebé crecerá bien con alguien como yo como padre. — menciona, como si fuera un error viviente.

 

— Eso es absurdo. — Orter se sorprende al escuchar tales pensamientos de Mash. — No hay nadie mejor en el mundo para criar a un bebé que tú. — afirma, mientras siente cómo la tensión en el cuerpo de su esposo va desapareciendo. — Eres increíble, has hecho lo imposible a pesar de las adversidades. — continúa, enfocándose en el rostro de Mash, a quien besa dulcemente en los labios antes de seguir hablando. — Eres una persona maravillosa que está a punto de tener a una nueva persona maravillosa. — le asegura, y el beso parece ser suficiente para animar a Mash. — No tengas miedo; juntos resolveremos todo lo que venga, ¿de acuerdo?

 

— Sí, está bien. — Mash responde, ahora más tranquilo. — Te amo mucho, gracias por siempre ser bueno conmigo.

 

— El que debe dar las gracias soy yo, porque no solo tengo a un esposo increíble, sino que también voy a tener un hijo contigo. — dice dulcemente, antes de unir sus labios en un nuevo beso que intenta transmitir todo su amor a Mash para que no vuelva a sentir miedo por un tiempo. 

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Notes:

El amor que lindo que es, y pensar que los dos casi se matan en el canon oficial jajaja.

 

Por si no lo aclaré antes, esta historia será actualizada cada día del mes de Agosto, así que pueden esperar una actualización diaria si no pierdo el ritmo o si no mezclo dos o tres días en uno solo. 

Chapter 3: 🍄⏳ : Primeros malestares 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

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Si alguien le hubiera dicho a Mash que las dudas y miedos sobre su futura paternidad serían lo más difícil que enfrentaría durante su embarazo, probablemente lo habría mandado a volar de un golpe.

 

Pues nada de eso podía compararse con la tortura que estaba viviendo en este momento.

 

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— Mash. — Orter llama desde la puerta del baño, tratando de captar su atención. Mash parece haberse perdido en sus pensamientos tras vomitar parte de lo que había consumido en el desayuno. — ¿Puedo entrar? — pregunta, ya que en ocasiones anteriores Mash le había prohibido hacerlo.

 

Un sonido incomprensible salió de la boca del pelinegro, mientras su estómago, una vez más, intensificaba el malestar que ya sentía.

 

La puerta se abrió lentamente, emitiendo un chirrido que hizo crujir los dientes de Mash; parecía que no solo su estómago estaba sensible el día hoy. Sin poder hacer mucho más, Mash se recostó sobre Orter en cuanto estuvo cerca, sin preocuparse por ensuciar la ropa de trabajo de su esposo, quien lo acuno con cuidado mientras él hacía el esfuerzo de no seguir vomitando. 

 

— Permíteme ayudarte. — fueron las suaves palabras que Orter le dijo al oído, antes de cargarlo entre sus brazos, Mash se estremeció ante el movimiento,  temiendo perder el poco control que estaba recuperando. 

 

Aun así, pudo enjuagarse la boca para deshacerse del mal sabor que había adquirido después de haber vomitado. 

 

— No me siento bien.  —sollozó Mash, mientras Orter lo recostaba con sumo cuidado en la cama. — ¿Por qué me pasa esto? — preguntó, confundido, observando como el mayor acomodaba un par de almohadas a su alrededor. — ¿Le estoy haciendo daño al bebé? — murmuró, provocando que Orter se detuviera en su tarea. 

 

— No, por supuesto que no. — respondió Orter de inmediato, desestimando la acusación con un tono tranquilizador, aunque sin mostrar su molestia por la pregunta, porque Mash jamás sería capaz de lastimar a su bebé de manera intencional. — Solo estás teniendo un mal día, lo cual es normal considerando que estás gestando. — dijo, en busca de disipar aquellos pensamientos intrusivos que su marido estaba teniendo. 

 

— No quiero que le pase nada malo al bebé. — insistió Mash, con la voz quebrada por la angustia que lentamente se estaba apoderando de él. 

 

Orter se inclinó para tomar las manos de Mash con las suyas, sus ojos reflejaban una mezcla de ternura y preocupación.

 

— Todos estos sentimientos y malestares son normales. — afirmó sin soltarlo. — El embarazo es un proceso tan hermoso y complejo a la vez, que es natural que te sientas así. — continuó, inclinándose para besarlo en la frente. 

 

Notó cómo la calma comenzaba a instalarse lentamente en Mash, lo que le permitió sentirse un poco más tranquilo. Sin embargo, seguía atento, temiendo que Mash pudiera experimentar otra recaída, ya fuera anímica o física.

 

— Voy a prepararte un té de jengibre, para que te ayude a aliviar las náuseas, ¿de acuerdo? — ofreció Orter, recibiendo un tímido asentimiento de Mash, quien decidió confiar en él como lo había hecho en ocasiones anteriores.

 

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Orter observa cómo Ryoh habla sin parar durante una reunión importante. A pesar de sus esfuerzos por concentrarse, su mente está atrapada en los recientes inconvenientes que  Mash y el bebé han tenido. 

 

Los malestares de Mash han sido persistentes, incómodos e inoportunos. Y siendo sincero, lo que más le duele es ver a Mash llorar. No le gusta verlo vulnerable, quejarse por no poder controlar lo que está pasando en su cuerpo. Su corazón se estremece cada vez que lo ve desanimado y sin ganas de hacer nada, mientras espera recibir el mínimo consuelo de su parte.

 

— … por eso es crucial que abordemos este asunto para evitar problemas futuros. — dice Ryoh, alzando la voz para enfatizar su punto. De forma discreta, dirige su mirada hacia Orter, quien asiente automáticamente, sin prestar realmente atención a lo que se está diciendo. — Dejando esto en claro, creo que podemos retirarnos. — propone, y no pasa demasiado tiempo para que todos se retiren de la mesa. Todos a excepción de Orter, quien ni siquiera se ha dado cuenta de que la reunión ha terminado.  — ¿Cómo les está yendo con el bebé? — pregunta, acercándose a su compañero,  quien se sorprende por su inesperada pregunta.  

 

— ¿Y los demás? — Orter dice, observando como la sala de reunión está casi vacía. 

 

— Sé fueron hace un momento. — el rubio responde con su típica sonrisa, la cual contrasta bastante con la expresión de cansancio del contrario. — ¿Están teniendo problemas? – dice, cambiando la pregunta inicial que había hecho. 

 

— Podría decirse que sí. — responde, mientras se inclina un poco hacia atrás en su asiento. — Mash la está pasando bastante mal por culpa de las náuseas y los vómitos. — confiesa, sin poder disimular la preocupación que siente. 

 

— Me lo imagino… El primer trimestre siempre suele ser el más difícil. — Ryoh comenta, teniendo experiencia previa en lo que decía, debido a que él ya había sido padre antes.  — Pero traten de no preocuparse tanto, que cuando menos se lo esperen todo comenzará a mejorar. — le asegura, mirando a Orter con una expresión de comprensión. — El segundo trimestre es generalmente mucho más llevadero, y los malestares suelen disminuir a comparación del primero. 

 

Orter asiente lentamente, aunque la incomodidad en su pecho aún no desaparece por completo. Su mente sigue siendo atormentada por las imágenes de Mash en sus momentos más vulnerables, los cuales se repiten como si estuviera  presentando un video que no tenía fin.

 

— Gracias por el consejo. — Orter dice en medio de un suspiro, a la vez que se pone de pie, debido a que tiene mucho trabajo por hacer, y no solo referente a su cargo como iluminado divino. — En verdad lo aprecio.

 

Ryoh le ofrece una nueva sonrisa comprensiva, aunque ahora parece un poco más feliz por haber hablado con él. 

 

— Si necesitas hablar más sobre cualquier otro tema entonces házmelo saber. — se despide con esto último, y Orter tiene que admitir que a veces Ryoh puede llegar a ser una buena persona. 

 

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— Sea bienvenido, Orter-san. — Una de las empleadas de la panadería de Mash se apresura a recibir a Orter, quien le responde por mera cortesía, ya que no tiene ánimos para conversar con nadie más que con su esposo.

 

— ¿Dónde está Mash? — pregunta Orter, a lo que la empleada le responde que está en la cocina. 

 

Orter guarda silencio sobre el asunto y sobrepasa los límites establecidos para los "clientes", no sin antes recibir el saludo de las demás empleadas. Estas empleadas, que él mismo entrevistó para después contratarlas, están a cargo de ayudar a Mash con todo lo relacionado con la pastelería, incluyendo la atención a los clientes, la limpieza del lugar y otras tareas similares.

 

Facilitando de esa manera la carga de trabajo de Mash, quien antes solía hacerse cargo de todo solo, pero ahora, recibir un poco de ayuda nunca estaba demás. 

 

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Al ingresar a la cocina, Orter es recibido por el delicioso aroma a crema pastelera. En una gran mesa de mármol, se encuentran esparcidos los ingredientes para hacer panecillos con crema. 

 

Orter observa cómo Mash maneja con gran cuidado y maestría la manga pastelera, rellenando meticulosamente cada uno de sus preciados panecillos con crema. El mayor no quiere hacerse notar ante la concentración que está teniendo su marido, sin embargo, se ve obligado a actuar cuando este da un falso paso hacia y su cuerpo parece perder todo el equilibrio. 

 

La arena de Orter se mueve instintivamente para evitar la caída, Mash se sorprende al sentirla, siendo ese el momento preciso en el que nota la presencia de su marido. 

 

— ¿Estás bien? — pregunta preocupado, siendo él quien ahora sostiene con cuidado a Mash, que aún parece estar saliendo del shock por casi haber caído. 

 

— Si… Creo que sí. — murmura como respuesta, tratando de calmar el ritmo cardíaco desenfrenado que estaba experimentando. — Gracias por la ayuda. — dice, y Orter no dice nada, solo se mantiene en silencio por unos cuantos segundos antes de hablar. 

 

— Creo que lo mejor será que nos vayamos a casa. — propone, y Mash no parece estar en desacuerdo con él. — Le dire a las empleadas que preparen todo para cerrar. — anunció, y nuevamente,  Mash no se quejó ante las libertades que Orter se estaba tomando. 

 

Después de todo, la pastelería era tanto de él como suya, así que podía tomar todas las decisiones que él considerara más convenientes. 

 

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Notes:

Ryoh siempre será un buen referente sobre la paternidad  en mis trabajos MPREG. <3

 

Me está gustando la dinámica que estoy llevando con Mash y Orter, aunque más bien, creo que me estoy enamorando del shipp más rápido de lo que pensaba.

 

Para hoy pensé combinar dos días, pero al final me decidí solo por uno, aunque creo que combinaré algunos próximamente.

 

En fin, muchas gracias por leerme. 

Chapter 4: 🍄⏳ : Ecografía & Antojos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Mash observa detenidamente cómo Meliadoul habla sin parar, mientras Orter simplemente asiente, dando la impresión de comprender todo lo que la rubia está diciendo. Después de unos minutos más, Meliadoul se detiene y Orter le dirige la mirada para simplificar todo lo que ha escuchado. 

 

— Con ese aparato podremos ver a nuestro bebé. — dice, y Mash parece sorprendido por dicha declaración. 

 

— ¿Y eso es seguro? — pregunta de inmediato, pareciendo algo inseguro con la idea. 

 

— Por supuesto, este artefacto no le causará ningún daño al bebé. — se apresuró a decir Meliadoul, comprendiendo la preocupación de Mash. Sin embargo, también debía admitir que sus artefactos mágicos solían causar bastante dolor al momento de ser utilizados. — Si les parece bien, entonces podemos utilizarlo. — añadió, y la pareja compartió una rápida mirada antes de aceptar.

 

El proceso para utilizar el aparato es más sencillo de lo que parece. Meliadoul le pide amablemente a Mash que se descubra el vientre, que ha crecido bastante, considerando las semanas de embarazo que tiene. Después de hacer esto Meliadoul coloca con cuidado el artefacto sobre el vientre de Mash. El dispositivo emite una suave luz dorada que comienza a proyectar imágenes en una pantalla mágica a su lado. 

 

La pareja observa con asombro cómo la imagen de su bebé aparece en la pantalla, aún es pequeño pero claramente visible para ellos. 

 

— Parece que todo se está desarrollando correctamente. — es lo que comenta Meliadoul,  a la vez que mueve con cuidado el aparato para tener otro tipo de ángulos del bebé, pero al hacerlo se da cuenta de que algo que la deja claramente sorprendida. — Oh… parece que tenemos uno más. — dice sin más, y los corazones del joven matrimonio casi se detienen al escucharla. 

 

— ¿Uno más? ¿Eso significa que son dos? — la voz de Mash se escucha temblorosa, pero llena de emoción a la vez. Orter en cambio, no dice nada, solo mantiene la mirada fija en la pantalla. 

 

— Así es. De hecho, si se fijan bien, el segundo bebé está oculto en este punto. — dice, señalando un área específica en la pantalla. La imagen muestra dos pequeñas formas: una más destacada y la otra apenas visible en una esquina. — Muchas felicidades a ambos, tendrán gemelos. — añade con una sonrisa, que contrasta con la expresión de incredulidad que Orter y Mash tienen ahora mismo. 

 

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Dos bebés.

 

Por eso los malestares de Mash habían sido tan terribles en estas últimas semanas. 

 

Dos bebés.

 

Por eso el vientre de Mash parecía ser más grande de lo normal.  

 

Dos bebés…

 

¡Van a tener dos bebés!

 

Ese era el pensamiento constante de Mash y Orter una vez que la cita médica terminó. Ninguno de los dos mencionó el tema durante el camino a casa, pero Mash mantenía las manos cerca de su vientre, como si no pudiera creer que dentro de su cuerpo se estaban desarrollando dos pequeñas nuevas vidas. 

 

Lo cual le parecía asombroso y un poco aterrador a la vez, porque si un solo bebé era una gran responsabilidad,  que fueran dos solo aumentaba la carga tanto física y emocional que ambos tendrían que afrontar una vez que sus bebés nacieran. 

 

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Una vez en casa, Mash y Orter se sentaron en la sala, ambos en silencio, aún asimilando la noticia. La habitación parecía estar envuelta en una calma que podría desmoronarse en cualquier momento.

 

Orter estaba inmóvil en su silla, con la mirada perdida en algún punto indefinido de la habitación. Mientras que Mash tenía una expresión pensativa, con sus dedos acariciando su vientre, como si pudiera tocar a sus pequeños bebés dentro de él.

 

Aunque quisiera negarlo, la ansiedad empezó a hacer estragos en él. El temor que pensaba haber dejado atrás comenzó a reaparecer, y su corazón se oprimió ante la idea de ser abandonado en un momento como este. 

 

Ya podía imaginar a Orter diciéndole que no quería saber nada más de él ni de los bebés, porque esta no era la forma en que había esperado iniciar una familia.

 

Estaba a punto de empezar a sollozar y a suplicar para no ser abandonado, cuando sintió un peso cerca del lugar en que estaba sentado. Sin decir mucho, Orter lo abrazó fuertemente, como si supiera la tormenta que se estaba desarrollando dentro de su mente.

 

— No importa si es uno, dos o tres bebés, yo aun sigo ansioso por formar una familia contigo. — le dijo, y como si fuera parte de un hechizo, aquella incómoda sensación que nuevamente estaba experimentando desapareció en un instante. 

 

Siendo exactamente lo que necesitaba escuchar en un momento como este. 



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La noticia de que esperaban dos bebés en lugar de uno sorprendió a todos aquellos que tuvieron la dicha de saber la noticia por parte del joven matrimonio Máld.  

 

Ambos recibieron cientos de buenos deseos y regalos en forma de presentes por la llegada de sus bebés. Cada una de estas muestras de cariño fueron recibidas y apreciadas con gran entusiasmo. 

 

Las cosas parecían mejorar poco a poco; los malestares de Mash empezaron a ser menos molestos. Ocasionalmente tenía días difíciles en los que ni siquiera tenía fuerzas para salir de la cama por sí mismo, pero, por lo demás, sus días eran bastante tranquilos.

 

O eso era lo que Orter hubiera esperado, porque Mash había comenzado a tener antojos un tanto… extraños. En parte entendía que el embarazo podría hacer que Mash deseara cosas fuera de lo común u obsesionarse con una comida en particular, pero jamás pensó que la hiperfijación alimentaria de su esposo sería la crema pastelera que utilizaba para rellenar sus tan preciados panecillos con crema.

 

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Y supo que las cosas eran serias cuando encontró a Mash en la cocina a altas horas de la madrugada. Había despertado casualmente y, al no percibir la presencia de su esposo e hijos, salió de la cama para buscarlos, sin imaginar que los encontraría rodeados de tazas vacías que antes contenían crema pastelera.

 

El aroma dulce se percibía fácilmente en la cocina, y el escenario era tan surrealista que Orter tuvo que reprimir una sonrisa mientras se acercaba.

 

— ¿Otra vez comiendo crema pastelera? — preguntó con un tono que mezclaba sorpresa y ternura.

 

Mash lo miró con ojos medio cerrados, envuelto cómodamente en una sábana, y luego asintió con una sonrisa somnolienta.

 

— Lo siento… Pero no puedo evitarlo. — murmuró Mash mientras se llevaba una nueva cucharada de crema a la boca, saboreándola con tanto gusto que Orter casi podía ver corazones flotando a su alrededor. — ¿Quieres un poco? — le ofreció, y, por cortesía, Orter tuvo que aceptar.

 

Comer cosas dulces nunca había sido su fuerte. De hecho, había empezado a consumir más azúcar desde que comenzó su relación con Mash, quien siempre le obsequiaba un panecillo con crema cada vez que lo veía, y él no era capaz de rechazar o tirar a la basura su obsequio.

 

— Sabe deliciosa, como era de esperarse de la creación de un gran pastelero. — dijo Orter, y Mash sonrió tan hermosamente que Orter podía jurar haber visto el sol en plena madrugada. — Pero ya es hora de volver a la cama. — indicó, y Mash no pareció tener problemas en seguirlo, después de todo, ya había quedado lo suficientemente satisfecho como para seguir durmiendo. 



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Notes:

No estoy acostumbrada a escribir este tipo de cosas dulces, pero cuando me salen bien, disfruto mucho hacerlas. <3

 

Tome dos días para esta actualización y creo que haré lo mismo para la próxima, así que perdón si me tardó un poco! 

Chapter 5: 🍄⏳ : Patadas 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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— Domina. — Mash interrumpe sin querer a su hermano mayor, con quien estaba teniendo una charla amena hacía apenas unos segundos.

 

— ¿Sí? ¿Qué sucede, Mash? — el pelirosa no parece molesto por la interrupción; de hecho, parece un tanto confundido, confusión que aumenta cuando Mash le extiende una de sus manos.

 

— Dame tu mano, por favor. — le pide, y Domina obedece sin ni siquiera preguntar la razón. Pero entiende al instante lo que está ocurriendo cuando Mash coloca su mano sobre su vientre, teniendo ahora diecisiete semanas de gestación. — ¿No sientes cómo se mueven los bebés?  — pregunta, sin recibir una respuesta afirmativa por parte de su hermano. 

 

— No, lo siento mucho. — se disculpa avergonzado, pero Mash no parece molesto ni incómodo por su respuesta.

 

— Es una lástima, Orter tampoco los percibe cuando le digo que los bebés se están moviendo. — confiesa, acostándose un poco más en el lugar donde está sentado.

 

— Quizás los movimientos de los bebés son muy suaves para que alguien más que tu pueda sentirlos. — es la rápida conclusión a la que Domina llega, y realmente su respuesta no es para nada errónea. 

 

— Creo que tienes razón. — murmuró el pelinegro, pensativo, sin apartar sus manos de su vientre, pues sus bebés no dejaban de “moverse”, lo que le hizo sonreír inconscientemente.

 

Esto también hizo sonreír a Domina, quien observó a su hermano en silencio, contemplando la adorable escena que ahora se le presentaba, siendo algo que jamás pensó que vería.

 

— Mash. — lo llamó, y él respondió con un rápido "sí". — Me alegra ver que eres feliz. — confesó Domina, a lo que Mash permaneció en silencio, sin saber qué decir, pues aquellas palabras lo habían tomado por sorpresa. — Tienes un gran corazón y has sido una buena persona con quienes te conocen, así que lo mínimo que te mereces es ser feliz. — agregó, notando un ligero rubor en las mejillas del contrario.  

 

Mash bajó la vista, tratando de controlar la emoción que lo embargaba. Y aunque intentó mantener una expresión tranquila, las lágrimas empezaron a amenazar con querer escapar de sus ojos.

 

— Vas a conseguir que me ponga a llorar. — le dijo, mientras sentía como un nudo se iba formando en su garganta. 

 

Todo esto le parecía un poco exagerado, ya que no creía que su presencia pudiera afectar a los demás hasta el punto de ser considerado una buena persona. 

 

Pero desde la perspectiva de Domina, la presencia de Mash había permitido a muchas personas tomar un camino distinto, reorganizando la estructura ya establecida de sus miserables vidas. Para Domina en particular, Mash había sido un salvavidas cuando finalmente comprendió que su “padre” jamás lo amaría tanto como él lo hacía, y que toda su devoción hacia él no era nada buena y sana. 

 

Incluso Orter podía atestiguar y validar que la simple presencia de Mash en la vida de los demás podría catalogarse como un evento mágico y sin precedentes alguno. 

 

— Lo lamento. — se disculpó repentinamente, cuando sus sentimientos vencieron su esfuerzo por mantener la compostura. — Creo que las hormonas me han hecho más sensible que antes. — añadió, y Domina no parecía tener ningún problema con verlo llorar. 

 

Es más, se acercó a donde se encontraba para poder abrazarlo, sabiendo bien que un poco de afecto nunca sería mal recibido por su hermano.

 

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— Gracias por cuidar de Mash. — Domina parece sorprendido al escuchar esas palabras salir de la boca de Orter.

 

— No es nada. De todos modos, quería pasar un poco de tiempo con Mash y mis sobrinos. — el pelirosa respondió de inmediato, sin estar seguro de si sus palabras habían sido las más adecuadas. Pero Orter no parece incómodo ni molesto, así que puede estar un poco tranquilo por no haber metido la pata.

 

— Bien, en ese caso, eres bienvenido a regresar cuando gustes. — de nuevo, Domina se sorprende por las palabras de Orter y se pregunta si el hecho de que vaya a ser padre ha influido en su comportamiento.

 

Aunque su relación con Orter nunca fue mala, siempre había una ligera tensión debido a las acciones que había cometido en el pasado. Cuando Domina se enteró que por su culpa, Orter había perdido a un buen amigo, se llenó de pánico y pensó que no podría volver a acercarse a Mash.

 

Temía estar vetado de la vida de su hermano por la desaprobación de su esposo, pero para su sorpresa, Orter nunca intentó alejarlo de Mash ni sembrarle ideas negativas sobre él. Lo único que le había dicho sobre el tema era que esperaba que hubiera cambiado por completo y que, si alguna vez lastimaba a Mash, tendría que atenerse a las consecuencias.

 

A pesar de la ofensa que eso significaba, porque antes prefería morir a tener que lastimar a quien le extendió una mano cuando estaba solo y perdido, Domina aceptó aquella condición de forma silenciosa. 

 

— De acuerdo… — tartamudeó un poco. — Volveré después, pero por el momento, buenas noches. — se despidió, y Orter lo acompañó hasta la puerta.

 

Una vez que Domina se fue, el Iluminado Divino utilizó magia para limpiar los platos y ordenar el comedor y la cocina. Eran más de las ocho de la noche, los tres ya habían cenado, en medio de una charla constante y alegre. Mash fue el primero en retirarse, ya que, después de comer, apenas podía mantener la cabeza erguida.

 

Tanto Orter como Domina le recomendaron que se fuera a dormir. Mash se resistió un poco al principio, pero después de darse cuenta de que se estaba quedando dormido en su asiento, subió a la habitación para descansar.

 

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Cuando todo quedó en perfecto orden, Orter se dirigió a la habitación para acompañar a su esposo, quien ya se encontraba profundamente dormido. Con cuidado de no despertarlo, se metió entre las sábanas y se acomodó lo mejor que pudo.

 

La tenue luz de una pequeña lámpara era lo único que iluminaba las facciones de Mash en la habitación. Orter llevó un par de sus dedos hacia el rostro de Mash, acariciando sus regordetas mejillas. Sin darse cuenta, su mano pasó del rostro al vientre de Mash. La dejó reposar allí durante unos segundos, sin un motivo aparente, o tal vez sí; Mash le había hablado tanto de que los bebés habían comenzado a moverse que él también quería sentirlos. 

 

Sin embargo, durante todo ese tiempo, no pudo percibir nada.

 

Un poco decepcionado, le dio un beso en los labios a Mash antes de apagar la lámpara, con la esperanza de tener mejor suerte en las próximas semanas.



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🌙

 

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Había sido el inicio de la semana dieciocho cuando Orter se despertó en medio de la madrugada al sentir algo que lo había "pateado". Encendió de inmediato la lámpara sobre la mesita de noche para encontrar el origen de esos extraños movimientos.

 

Al principio no encontró nada fuera de lo habitual, pero al fijarse en el vientre de Mash, se dio cuenta de cómo sus bebés se movían. El movimiento había sido tan fuerte que Mash se despertó al instante, posiblemente asustado por el repentino cambio.

 

— ¿Orter? ¿Qué…? — su pregunta quedó a medias cuando Orter tomó una de sus manos y la colocó sobre su vientre, junto a una de las suyas. Segundos después, uno de los bebés pateó la zona en donde se encontraban sus manos, como si pudiera percibir la presencia de ambos. — Sé están moviendo.  — dijo asombrado, solo para volver a sentir un segundo movimiento.  — ¿Crees que sea el mismo bebé o el otro? — le preguntó de inmediato a su esposo, quien no supo qué respuesta darle, debido a la emoción que embargaba su pecho no le permitía hablar. — Hola bebés.  — se dirigió a ellos, suponiendo que también podían escucharlos.  — Los estamos esperando con muchas ansias, así que crezcan sanos y muy fuertes, por favor.  — les pide, y quizás, a manera de respuesta o por mera coincidencia,  se sienten dos movimientos al mismo tiempo, lo que le causa una doble impresión y alegría a Mash. 

 

Orter no dice nada,  solo observa la escena en silencio, apreciando cada uno de estos momentos como si fuera el tesoro más grande que alguna vez  pudo tener entre sus manos. 

 

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Notes:

Pero no se preocupen!

Que mi idea es terminarlo. <3

 

Y muchas gracias por el apoyo.  

Chapter 6: 🍄⏳ : Cambios físicos & Ropa apretada  

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

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El momento en que los bebés comenzaron a moverse marcó un antes y un después en el embarazo de Mash. Aunque el pelinegro se sentía profundamente feliz al ver y sentir el desarrollo saludable de sus hijos, había ocasiones en que el movimiento constante de los bebés le resultaba incómodo.

 

En una ocasión, los bebés lo patearon con tal fuerza que se quedó sin aire, lo que casi provoca que dejará caer una bandeja de panecillos con crema recién salidos del horno. Afortunadamente, una de las empleadas de la panadería reaccionó rápidamente y usó magia para evitar que los panecillos tocaran el suelo, lo cual fue crucial, ya que consideraba que la comida no debía ser desperdiciada, menos si se trataba de sus preciados panecillos.



Las noches también resultaban ser un poco difíciles, ya que los bebés parecían estar más activos cuando el sol se ocultaba. Aún recuerda una vez en la que no pudo dormir durante más de una hora y media seguida, debido al constante movimiento de los bebés, que solo parecían calmarse cuando Orter hablaba con ellos para que lo dejaran dormir, lo cual no supo si definir exactamente como una traición por parte de sus hijos no nacidos. 

 

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El agua tibia relajaba perfectamente cada uno de sus músculos tensos. El aroma de las sales aromáticas actuaba como un potente inductor de calma para Mash, quien disfrutaba de un momento para consentirse a sí mismo. Por recomendación de Meliadoul, solía tomar un par de minutos al día para relajarse, con el fin de aliviar las tensiones producidas por el embarazo.

 

Desde que empezó a realizar este tipo de rutinas, se sentía un poco más aliviado y lograba dormir mejor por las noches gracias a los baños aromáticos. No solía estar demasiado tiempo en la bañera; se tomaba aproximadamente de quince a veinte minutos. 

 

Después de bañarse, solía descansar en la terraza, donde comía panecillos con crema o alguna otra comida que le supiera bien siendo combinada con crema pastelera. Pero ese día, al verse detenidamente al espejo, pudo notar como pequeñas líneas rojizas se extendían desde su ombligo y terminaban cerca de la parte inferior de su abdomen.

 

Como si estuviera a punto de tocar algo delicado, extendió la mano hacia un par de esas líneas rojizas. Aunque no sintió ningún dolor ni sensaciones físicas, comenzó a experimentar una incomodidad moral, sin comprender del todo la razón. 

 

Se alejó un poco y reforzó su postura, solo para darse cuenta de los demás cambios físicos que había sufrido. Su abdomen estaba claramente más redondeado y su piel, estirada, mostraba marcas que antes no había notado. No eran solo las líneas rojizas; también había una sensación general de hinchazón que lo inquietaba. 

 

Sus pechos estaban más grandes que antes y había aumentado considerablemente de peso. Aunque estos cambios eran consecuencia del embarazo, un pensamiento de inseguridad invadió su mente y, por más que trató de no darle importancia, le resultó completamente imposible.

 

— Mash. — escuchó su nombre, seguido de un suave toque en la puerta de la habitación. — ¿Estás ahí? — preguntó Orter. 

 

En ese momento, lo único en lo que Mash podía pensar era en no dejar que Orter lo viera así, temiendo que evidenciara que ya no era el mismo de antes.

 

— Un momento. — pidió, antes de buscar algo de ropa para ponerse, encontrando así un nuevo problema.

 

Solo la ropa interior parecía ajustarle bien, ya que la camisa y el pantalón que intentó ponerse no le quedaban para nada. La camisa no cubría por completo su abdomen y el pantalón que había escogido no subía del todo.

 

— ¿Está todo bien? — volvió a preguntar el iluminado divino, escuchando desde afuera que su esposo parecía estar luchando con algo. — ¿Necesitas que te ayude? — agregó, solo para escuchar después el sonido de una prenda rasgándose.

 

Orter entró en la habitación sin esperar respuesta y lo que encontró fue a Mash acostado en la cama, cubierto con una sábana, mientras que al lado de la cama había un pantalón roto. No tuvo que pensarlo demasiado para darse cuenta de lo que había ocurrido. Aun así, prefirió no abordar el tema directamente para evitar incomodar a su esposo, ya que era evidente que no se sentía cómodo.

 

— ¿Necesitas ayuda con algo? — le preguntó una vez que se sentó en la orilla de la cama, esperando que su pareja fuera sincera con él.

 

El silencio dominó la habitación durante varios minutos. Orter no se movió de su lugar ni intentó quitarle la sábana a Mash, solo espero pacientemente a que algo sucediera. 

 

— Creo... — murmuró Mash, mientras finalmente se quitaba la sábana de encima. Aún cubría la parte inferior de su cuerpo, mientras que la parte superior estaba cubierta por una camisa que, a su criterio, no le quedaba del todo bien. — Creo que necesito ropa nueva, la que tengo… me queda apretada. — formuló después de varias interrupciones hechas por sí mismo. 

 

Orter asintió con comprensión mientras acariciaba el rostro de Mash, quien parecía evitar mirarlo directamente a los ojos, ya sea por sentir vergüenza o inseguridad por su propio cuerpo. 

 

— De acuerdo, si quieres, podemos salir juntos de compras mañana. — propuso, y Mash respondió con un rápido “sí”. — Bien, ¿quieres que salga un momento para que termines de vestirte? — preguntó, y Mash respondió con un nuevo “sí”. — Está bien, estaré en la sala por si me necesitas. — dijo Orter antes de levantarse, no sin antes darle un beso en los labios a Mash, quien correspondió tímidamente. — Gracias por todo lo que haces al traer al mundo a nuestros hijos. — murmuró al separarse, intuyendo que Mash necesitaba escuchar esas palabras para sentirse mejor consigo mismo.

 

Y realmente no se estaba equivocando con ello. 

 

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Tal como lo habían acordado, al día siguiente ambos salieron a buscar ropa nueva para Mash. Al principio, Mash estuvo algo cohibido, sin saber qué tipo de ropa escoger, pero después de recibir la ayuda de una empleada de la tienda y palabras de aliento por parte de Orter empezó a tener un poco más de confianza.

 

Su primera opción fue un conjunto de ropa cómoda que consistía en una blusa que estaba hecha de una tela suave y unos pantalones elásticos. Al probárselo, Mash notó cómo la tela se adaptaba correctamente a la nueva forma de su cuerpo. La empleada le recomendó probarse varias opciones más, incluyendo vestidos y camisas que pudieran ofrecerle la comodidad que tanto necesitaba.

 

Mientras recorrían la tienda, Orter se mostró muy atento y entusiasta, sugiriendo colores y estilos que creía que le quedarían bien a Mash. Le hizo varios cumplidos con cada atuendo que se probaba, recordándole de manera discreta que, a pesar de que su apariencia había cambiado, él seguía viéndolo con los mismos ojos de siempre.

 

Mash se permitió experimentar con diferentes estilos, con el objetivo de encontrar conjuntos que le gustaran y fueran cómodos para él y sus bebés. Optó por varios pantalones de maternidad que tenían una banda elástica, la cual se ajustaba a su barriga y una serie de blusas y camisetas de diferentes colores y texturas que le daban una sensación de ligereza.

 

Al salir de la tienda, Orter llevaba cinco bolsas repletas de ropa. Aunque Mash pensaba que era demasiada ropa para él, la única respuesta de Orter fue que en un momento como este solo se merecía lo mejor de lo mejor, y que tenía todo el derecho del mundo en ser mimado, por el simple hecho de estar gestando a dos maravillosos bebés. 

 

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— ¿Quieres pasar a la panadería? — Orter sugirió, pensando que sería buena idea supervisar a las empleadas e ir en busca de algo dulce para Mash. 

 

— Si, no me siento tan cansado. — Mash respondió con entusiasmo,  teniendo un mejor ánimo al de ayer. Orter asintió ante esto, y se dirigieron junto a la panadería,  no sin antes pasar por una farmacia. 

 

 

Mash parecía visiblemente confundido por esto, pero cuando Orter le preguntó si quería una crema para evitar las estrías e hidratar su piel, supo que su marido no podía pasar por alto absolutamente nada de lo que le pasaba, y que era mucho más atento de lo que él creía. 

 

— Les recomiendo esta crema para evitar las estrías, lo bueno de ella es que también hidrata la piel de maravilla. — fue la recomendación del farmacéutico,  siendo Mash él quien debía tomar la decisión de llevarla o no. 

 

— ¿Te parece bien esa o quieres que nos enseñe otras más? — Orter le preguntó, y tímidamente,  Mash respondió que eso le parecía bien.  — Entonces nos llevaremos esa. — dijo, y aquel hombre no dudó en embolsarla para entregársela a Orter. 

 

— Muchas gracias por su compra. — el farmacéutico dio sus agradecimientos junto con una pequeña reverencia ante ambos.

 

La pareja correspondió al gesto antes de salir de la tienda, Mash aún parecía un poco aturdido mientras que Orter se encontraba de lo más normal.  

 

— ¿Necesitas algo más? — le pregunto al menor, quien rápidamente negó como respuesta. Ya no faltaba mucho para llegar a la panadería, y Mash no quería que Orter lo siguiera consistiendo más ese día. 

 

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— Sean bienvenidos ambos. — la empleada a cargo de las demás y de la pastelería,  se apresura rápidamente a recibir a Orter y Mash, quienes ven con aprobación como la tienda parece bastante concurrida el día de hoy. — ¿Podemos ofrecerles algo? — pregunta,  y por primera vez en el día, Mash toma la iniciativa y pide un par de panecillos con crema para llevar.

 

Mientras se los traen a sentarse, necesitando descansar un poco sus pies, Orter permanece parado al hablar con la encargada, quien responde a sus preguntas con rapidez y seguridad, lo que le confirma a Orter que fue una buena idea dejarla ella a cargo. Así Mash puede descansar el tiempo que el desee, sin sentirse culpable por no abrir la panadería, y así poder concentrarse en sí mismo y en los bebés. 

 

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Notes:

Amo al matrimonio de estos dos.

 

Orter no dudaria en darle el mundo a Mash, y Mash no duda en que Orter sea capaz de hacer eso.

 

Ahora que lo pienso, Mash ni siquiera tiene la necesidad de trabajar, porque Orter siempre se la pasa dándole atención y mimos. 

Chapter 7: 🍄⏳ : Sexo en el embarazo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

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— ¿Te preocupa si es seguro tener relaciones sexuales durante el embarazo? — la pregunta de Meliadoul hace que el rostro de Mash se sonroje intensamente.

 

— Sí… Me he dado cuenta de que Orter y yo hemos dejado de tener intimidad desde que supimos que estoy embarazado. — ni siquiera puede mirar a Meliadoul a los ojos mientras habla, aunque sabe que ella jamás lo juzgará ni tomará a mal sus inquietudes.

 

— Bueno, Mash, tener intimidad durante el embarazo no es peligroso, siempre y cuando no haya riesgos significativos relacionados con el embarazo, y en tu caso, no parece que sea así. — respondió con calma y comprensión. — Tanto tu salud como la de los bebés es bastante buena, por lo que Orter y tú pueden intentar mantener intimidad si ese es el deseo de ambos. — continuó, tratando de contener una risita, ya que parecía que Mash iba a empezar a echar humo por la cabeza, como si fuese una chimenea. — Eso sí, es posible que tu libido sexual no sea como antes, así que no te preocupes si durante el acto no sientes las mismas emociones de antes.  — agregó, y como era de esperarse, Mash sucumbió ante la vergüenza, pero al menos sus dudas habían sido resueltas con éxito. 

 

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A Orter le sorprendió no encontrar a Mash en la primera planta de la casa. Lo único que vio fue la mesa elegantemente servida y la cena cubierta. Suponiendo que Mash estaba en la habitación, Orter subió a buscarlo allí, y lo que encontró lo dejó completamente boquiabierto.

 

Mash estaba sentado en la cama, vistiendo una bata de baño en lugar de su ropa habitual. Parecía algo nervioso, y su inquietud aumentó al verlo entrar.

 

— ¿Sucede algo? — le preguntó Orter, pero Mash no respondió. En lugar de eso, se acercó lentamente hacia él. Sus ojos no podían apartarse de su esposo, quien dejó caer la bata que llevaba puesta, revelando que la única prenda que tenía era la ropa interior.

 

— Yo… estaba pensando que podríamos… tener intimidad. — las palabras apenas salen de su boca, y el rojo parece ser ahora su nuevo color natural, pues su rostro está sumamente sonrojado. — Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hicimos. — murmura, y Orter tiene que luchar contra sus impulsos más bajos.

 

Porque debe admitir que ha extrañado sus encuentros íntimos con Mash, y le ha hecho falta tocar a su esposo hasta hacerlo llorar de placer. Ha hecho de lado sus propias necesidades por causa de la comodidad del menor, quien ahora se entrega a él en bandeja de plata. 

 

— ¿Estás seguro de esto? — aunque no quiere desaprovechar la oportunidad, Orter debe pensar nuevamente con la cabeza antes que con lo que tiene entre las piernas.

 

— Sí, yo quiero hacerlo. — la seguridad en su voz hace que la piel de Orter se erice, como el pelaje de un gato. — Lo consulté con la señorita Meliadoul después de que te fueras a trabajar, y ella dijo que es seguro tener relaciones y que no representa ningún peligro para nuestros bebés. Además… no quiero que te sientas descuidado, especialmente cuando has hecho tanto por nosotros. — lo último parece bajarle la creciente calentura a Orter, quien vuelve a poner los pies sobre la tierra. 

 

— Agradezco mucho tu gesto, pero no quiero que te sientas presionado a hacer algo con lo que no te sientas cómodo. — le dijo, y Mash simplemente negó con entusiasmo.

 

— Pero yo quiero hacerlo. — afirmó con seriedad. — Quiero volver a sentir tus manos sobre mi cuerpo, quiero experimentar esas sensaciones que nublan mi mente. — dijo, pero Orter no parecía estar del todo convencido, lo que lo hizo sentir muy decepcionado. — ¿Acaso ya no te resultó atractivo? — Mash no tiene tiempo para cuestionarse si es suficiente o no para Orter, debido a que esté lo carga con tanta facilidad para llevarlo a la cama, lugar donde es recostado con sumo cuidado. 

 

— ¿Puedes esperarme un momento? — el iluminado hace aquella singular petición, que Mash responde con ligero asentimiento. 

 

Sin pensarlo demasiado,  Orter se dirige al baño a tomar una rápida ducha, pues no desea estar sudoroso en lo que sería su primer encuentro en meses. Por su parte, Mash se encuentra nervioso y emocionado por lo que va a ocurrir, realmente creyó que Orter iba a declinar su oferta, pero ahora que la ha aceptado no puede evitar sentirse como mariposas revolotean en el interior de su estómago.

 

La espera no es demasiado larga, debido a que Orter regresa con una bata de baño puesta, mientras intenta secar  rápidamente su cabello. Una vez que parece estar lo suficientemente seco, se acerca a la cama, no sin antes dejar caer la bata que tiene puesta, y a diferencia de Mash, él sí se encuentra completamente desnudo. 

 

Mash pierda su mirada en el amarillo de los ojos de Orter, quien se acerca con lentitud a sus labios. Mash ni siquiera se da cuenta cuando Orter empieza a besarlo, el beso es tan casto e intenso que se olvida de cómo se respira por un breve segundo. 

 

Un gemido escapa de su boca cuando Orter muerde con poco fuerza su labio inferior, la sensación que esto le produce es más que suficiente para mandar una corriente eléctrica por todo su cuerpo. Mash vuelve a estremecerse cuando siente cómo una de las manos de Orter ha empezado a juguetear con su oreja derecha, siempre había sido sensible en aquella zona, desde que tiene memoria sucumbe fácilmente cuando alguien lo toca ahí, y dichas sensaciones parecen incrementarse cuando se dispone a tener sexo. 

 

— O-rter. — balbucea, cuando siente que el tacto en sus orejas está a punto de superarlo, y Orter sabe reconocer las señales, así que decide concentrarse en una nueva parte de su cuerpo. Aunque ahora, su nuevo objetivo parece ser sus regordetes pechos, Orter pasa con suavidad su lengua por el pezón izquierdo de Mash, quien gime tan fuerte que está seguro que pudo haber sido escuchado por toda la casa.

 

— Vaya, eso es nuevo. — la sonrisa maliciosa que Orter tiene en el rostro, no es más que un indicador para Mash, que sutilmente le dice que está a punto de perder la cabeza. 

 

Y no a formulado una hipótesis equivocada cuando Orter empieza a tocarlo, despertando una oleada de sensaciones que Mash no había experimentado desde hace mucho tiempo. Los toques de Orter son a la vez suaves y seguros, y cada movimiento parece estar diseñado para aumentar el placer de Mash. 

 

Orter toma su tiempo jugueteando con los pechos Mash, descubriendo lo susceptible que puede ser si los toca de forma adecuada. Mash, por su parte, se deja llevar por la experiencia, sin preocuparse por nada más que no sea la manera en que Orter lo toca. 

 

— Te extrañé. — murmura Mash entre jadeos, sus palabras se mezclan con los sonidos de placer que emite. 

 

— Yo también te extrañé. — le dice al oído, antes de continuar con su exploración. 

 

El iluminado divino retira lentamente la única prenda que su esposo lleva puesta, apreciando tanto el momento como la reacción de Mash al quedar completamente desnudo ante sus ojos. El miembro de Mash está completamente erecto; y en la punta, se observa un poco de líquido preseminal, que no es más que una buena señal. 

 

Posicionando una de sus manos sobre el miembro del otro, empieza a realizar suaves y constantes movimientos, los cuales consiguen que Mash se remueva en la cama y exprese abiertamente como se sienten. 

 

Orter tiene que contener una carcajada ante la inmensa cantidad de balbuceos que escapan de la boca de su esposo. Mash lo llama entre jadeos desesperados mientras le dice lo mucho que lo ama, después dice algunas incoherencias más que lo hacen disfrutar del momento. 

 

Cuando logra que Mash se corra en sus manos, procede a llevar un par de sus dedos humedecidos en lubricante, proporcionado por su confiable mesa de noche, a la entrada de su esposo. Mash, que aún se encuentra procesando su reciente orgasmo, solloza de placer cuando siente que esta siendo dilatado para recibir a Orter, que se toma su tiempo para que no pase ningún tipo de dolor cuando empiece a ingresar. 

 

Al principio llega a sentirse un tanto incómodo cuando el miembro de Orter roza su entrada, pero cuando empieza a avanzar no hace más que contener el aliento, entregándose totalmente al placer del momento.  Cuando por fin logra llegar a su objetivo, Orter espera un par de minutos antes de empezar a moverse. Sus movimientos son lentos, pero conforme avanza el tiempo empiezan a volverse más rítmicos y constantes. 

 

Mash se aferra a la espalda de su marido como le es posible, dejando marcas que seguramente se notaran más tarde, por el momento,  lo único que quiere es que Orter le destruya la mente a base de tanto placer, que no pueda formular ningun tipo de oración por lo que queda de la noche, obligando a su marido de cuidarlo y mimarlo mientras sus sentidos vuelven a ser los mismos de antes. 

 

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Notes:

Me imagino a Orter yendo a trabajar el día siguiente todo radiante y feliz porque después de casi cinco meses, volvió a tener relaciones íntimas con Mash.

 

Perdón si mis escritos más 18+ no son los mejores. :c 

Chapter 8: 🍄⏳ : Revelación de género 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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La felicidad de Orter tras aquel encuentro comenzó a hacerse más notoria. De hecho, al día siguiente, cuando tuvo que presentarse en la Agencia de Magia, tanto sus colegas como sus subordinados notaron que parecía más feliz de lo habitual.

 

008 se atrevió a decir: “ El maestro Orter sonreía cada vez que su mirada se fijaba en la fotografía de Mash-kun que tiene sobre su escritorio."

 

El único que tenía una idea de lo que pudo haber provocado su creciente felicidad fue Ryoh, quien simplemente mencionó que Orter estaba pasando por una segunda luna de miel. Los demás iluminados divinos no entendieron a qué se refería, así que no le prestaron mucha atención, suponiendo que era alguna de sus típicas tonterías. 

 

Sin embargo, las siguientes semanas no solo esos encuentros le produjeron felicidad, sino que también la revelación del género de sus bebés le proporcionó una nueva dosis de serotonina.

 

Durante su último control prenatal, Meliadoul les informó a Mash y a él que el género de los bebés ya estaba definido y les preguntó si querían saberlo en ese momento o si preferían hacer una fiesta de revelación de género para compartir la emocionante noticia en compañía de algunas personas más. 

 

La pareja discutió en silencio ambas opciones. Orter estaba dispuesto a aceptar cualquiera que Mash eligiera, por lo que el peso de la decisión recayó en sus manos.

 

— Bueno… — vaciló un poco, aún debatiendo qué opción tomar. — Creo que hacer una fiesta sería exagerado, ¿no? — le preguntó a Orter, quien supo reconocer lo que realmente deseaba.

 

— Para nada. Si quieres celebrar una fiesta para revelar el género de nuestros bebés, estaré encantado de que así sea. — Orter notó un brillo especial en la mirada de su esposo cuando dijo eso, por lo que supo que habían tomado la segunda opción. — Señorita Meliadoul. — dijo, mientras observaba cómo la rubia se apresuraba a escribir algo en un pedazo de papel antes de meterlo en un sobre que le extendió y que él tomó como si fuese un preciado tesoro. 

 

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Organizar la fiesta de revelación de género fue una tarea que Orter tomó muy en serio. Lo primero que hizo junto con Mash fue acordar la fecha de la celebración. Decidieron que el próximo sábado sería el día perfecto, ya que esperar demasiado podría convertirse en una tortura para ambos. 

 

Orter contrató a un organizador para que se encargara de los invitados, el lugar de la revelación y la forma en que descubrirían el género de sus bebés, asegurándose de esa forma que todo fuera perfecto. Aunque estuvo muy involucrado en las decisiones que se tomaban, se mantuvo al margen respecto al género de los bebés para no arruinar la sorpresa.

 

En los días previos a la fiesta, la emoción de Orter y Mash crecía con cada detalle que discutían. Aunque Orter y el organizador se encargaron de la mayoría de los preparativos, Mash no pudo evitar participar, especialmente en la selección del menú.

 

El organizador, un especialista muy reconocido en celebraciones para personas influyentes de la sociedad mágica, se aseguró de que cada aspecto de la fiesta fuera elegante y memorable, cumpliendo a la perfección con los gustos de sus clientes.

 

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El sábado llegó más rápido de lo esperado, trayendo consigo una atmósfera cargada de expectación. La “gran” fiesta se llevó a cabo en los jardines de una elegante mansión, un lugar encantado donde las flores florecían sin importar la temporada, creando de esa forma un paisaje de ensueño.

 

Los invitados llegaron puntualmente a la hora acordada, y la convivencia en el ambiente era fluida y amigable. Mash, que evidentemente era el centro de atención, vestía un traje azul oscuro con detalles dorados que combinaba perfectamente. Orter, que estaba siempre a su lado, lucía igualmente impecable, aunque era evidente que toda su atención estaba centrada en su esposo, a quien terminó perdiendo de vista cuando se fue a charlar con sus amigos. 

 

Orter bebía el contenido de su copa de vino, que era sin alcohol, mientras admiraba en silencio el panorama. Estar solo en un momento como este no le molestaba; al contrario, le daba la oportunidad de reflexionar sobre las muchas bendiciones que había recibido en los últimos años, siendo un ser afortunado por tener buenos amigos, un encantador esposo, quien en unos cuantos meses le daría a dos maravillosos hijos o hijas. 

 

— ¿Te la estas pasando bien? — Orter se da la vuelta para encontrarse con su hermano, quien por fin hizo acto de presencia en la fiesta. 

 

— De maravilla. — la respuesta del iluminado divino es breve, pero está cargada de una emoción que Wirth nota fácilmente, respondiendo también con una sonrisa hasta que un pequeño llamado de atención a su lado lo trae de regreso a la realidad. 

 

— Lo lamento. — el menor de los hermanos Mald se disculpa con su acompañante, ya que no ha asistido solo a la fiesta.

 

— Muchas felicidades por sus futuros hijos o hijas, Orter-san. — dice cordialmente Shuen Getsuku, inclinando ligeramente la cabeza hacia adelante.

 

— Gracias, pero no es necesario tanta formalidad; después de todo, ahora eres parte de la familia. — Orter agradece las palabras, aunque pide ser tratado con menos formalidad. Después de todo, Shuen ha decidido comprometerse con Wirth, y se espera que ambos se casen cuando el invierno comience, planeando una boda con estilo invernal.

 

El pelirrojo parece nervioso ante la mención de este simple hecho, tanto que Wirth se ríe al ver cómo su rostro se va tiñendo de rojo, solo para ser reprendido momentos después por su futuro esposo. Orter disimula una pequeña sonrisa que quiere aparecer en su rostro, pues la escena le parece bastante cómica. Al mismo tiempo, se siente agradecido por haber logrado arreglar su relación con su hermano menor, teniendo la oportunidad de ahora formar parte de su vida, a diferencia de antes, cuando ambos ignoraban la existencia del otro, todo por culpa de su estúpido padre, con quien había cortado lazos desde hace mucho tiempo. 

 

Quizás fue ver cómo Mash y Domina reconstruían su relación después de tanto tiempo lo que lo motivó a hacer lo mismo. Fue difícil, por supuesto, ya que no podía reparar tanto daño en un solo intento. Sin embargo, con la orientación adecuada —proveniente de sus ex aprendices revoltosos y de quien pronto sería su esposo—, logró establecer una relación más sana y estable con su hermano menor. 

 

— ¡Orter! — el iluminado divino giró instintivamente la cabeza, buscando a su esposo, quien lo había llamado.

 

— ¿Qué sucede, Mash? — le pregunta el mayor, una vez que se encuentra reunido con ellos.

 

— El organizador dice que ya es el momento. — comenta Mash, notándose emocionado por este gran acontecimiento, aunque la emoción no lo ciega al punto de ignorar a quienes están con su esposo. — Hola, muchas gracias por haber venido a acompañarnos. —  saluda cálidamente a la otra pareja.

 

Wirth y Shuen le devuelven el saludo con una sonrisa, aunque Shuen parece un poco intimidado por la presencia de Mash, quien, a pesar de su amable actitud, proyecta una fuerza tranquila que le resulta imponente.

 

— No podíamos perdernos un momento tan importante, ¿verdad? — responde Wirth, mientras lanza una mirada cómplice a Orter, quien asiente en silencio.

 

Mash asiente ante esas palabras, tomando suavemente la mano de Orter para que lo acompañe, no sin antes despedirse de los demás. Todos parecen darse cuenta de lo que está a punto de suceder, así que se acercan a una zona señalizada donde podrán presenciar el momento exacto en que se revelen los géneros de los bebés del matrimonio Madl.

 

Mash y Orter se acercaron a la mesa donde una caja adornada los esperaba. A pesar de su apariencia sencilla, esta no era del todo común. En lugar de abrir la tapa de la caja por medios convencionales, Orter levantó suavemente su mano libre y, con un movimiento casi imperceptible de su varita, susurró un hechizo que resonó en el aire como una melodía suave.

 

La caja comenzó a brillar con una luz cálida y etérea, y de ella surgieron pequeños destellos de magia que danzaban en el aire, formando diferentes patrones antes de dispersarse en todas direcciones. El jardín entero parecía cobrar vida; las flores vibraban y los árboles susurraban, como si la naturaleza misma estuviera participando en el momento.

 

Cuando la luz se disipó, dos figuras mágicas comenzaron a materializarse sobre la caja, flotando en el aire. Eran pequeñas representaciones etéreas de dos niños, hechas de pura energía mágica. Las figuras brillaban con tonos azules, moviéndose con gracia mientras giraban alrededor de Mash y Orter.

 

El asombro de los invitados fue palpable, ya que no esperaban una revelación como esta. Las figuras se acercaron al joven matrimonio y, con un movimiento juguetón, tocaron suavemente sus corazones antes de desaparecer en una nube luminosa que se dispersó en el aire, dejando tras de sí una sensación de calidez y alegría que envolvía a todos los presentes.



— Dos niños, vamos a tener dos niños. — repitió Mash, con una voz temblorosa por la emoción, mientras las lágrimas de felicidad corrían por su rostro. No tenía ningún tipo de preferencia sobre el género de sus bebés, así que recibió la noticia con alegría y gozo. 

 

Orter, aún maravillado por la noticia, envolvió a Mash en un cálido abrazo, en vago intento de calmar a su esposo, a pesar que él también tenía sus emociones a flores de piel, pero hizo su mayor esfuerzo para controlarse.

 

— Vamos a ser padres de dos maravillosos niños. — Orter le dijo al oído, teniendo aplausos y vítores como fondo, puesto que los invitados se sentían igual de emocionados que ellos. — Gracias por permitirme esta hermosa experiencia. — agrega, limpiando las lágrimas rebeldes que aún se desplazaban por las mejillas de su marido, quien no pudo hacer más que llorar de alegría por los próximos tres minutos, antes de ser colmados de mimos por sus invitados y por su amado esposo. 

 

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Notes:

Serán dos niñooooos.  *serpentinas volando por todos lados*

 

Ya falta poco para conocer a los bebés, del mismo modo, falta poco para terminar con este reto. <3 

Chapter 9: 🍄⏳ : Habitación del bebé

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Saber que tendrían dos hermosos niños llenó de dicha y alegría el corazón del matrimonio Máld. Sus seres más cercanos, deseosos de compartir esa inmensa felicidad, decidieron obsequiarles regalos útiles para sus bebés.

 

El regalo más extravagante que recibieron fue de Ryoh, quien les regaló una cuna doble para sus gemelos. Esta cuna, hecha de madera de nogal con un tono que recordaba al chocolate, destacaba por sus detalles pintados y tallados a mano, tan hermosos que ni la magia misma podría igualarlos.

 

Orter intentó rechazar el regalo en varias ocasiones, porque realmente lo intentó, pero terminó cediendo ante la insistencia de Ryoh y su esposa (quienes habían acudido juntos a su hogar para entregar el presente), aunque consideraba innecesario que otros cubrieran las futuras necesidades materiales de sus hijos, cuando él podía hacerlo perfectamente. Mash, por su parte, estaba encantado con el regalo. Tanto fue así que decidió obsequiar a Ryoh y su esposa varios panecillos con crema como muestra de agradecimiento por el maravilloso presente para sus bebés.

 

Y así sucedió con las demás personas que llegaban a la puerta de su hogar. Orter llegó a considerar si lo mejor sería mudarse sin decírselo a nadie, ya que la atención que estaban recibiendo se volvía cada vez más persistente y abrumadora. Aunque al final, después de varias charlas con Mash sobre cómo se sentía y qué no podían irse en un momento como este, Orter comprendió que si sus hijos recibían tantas atenciones antes de nacer, eso solo podía significar que estaban rodeados de personas buenas que querían contribuir de alguna manera a darles la bienvenida.

 

Y esto, también dio paso a un nuevo evento en este maravilloso y complicado proceso que era el embarazo.  

 

El cual podría resumirse como “la habitación de los bebés.”

 

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La planificación y decoración de la habitación de los bebés se convirtió en una tarea exclusiva para Orter y Mash. Ambos se tomaron una semana entera para decidir cómo querían que se viera el cuarto. Juntos eligieron una paleta de colores pastel para las paredes y decoraron el espacio con dibujos de panecillos con crema. También añadieron relojes de arena en igual número, los cuales se parecía mucho al que Orter tenía en su varita. Esto último fue un detalle que doblegó el corazón del iluminado divino, quien nuevamente se cuestionaba cómo había llegado a este increíble punto en su vida, donde ya no podía pedir o desear nada más, porque ya tenía una familia que amaba con toda su alma. 

 

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Al acomodar la cuna y los demás regalos, que fueron guardados en un ropero de tamaño considerable con detalles en color dorado y verde, que también había sido un obsequio, aunque en este caso de parte de Domina. Mash y Orter pudieron darse cuenta si necesitaban algo más o si debían darlo por cubierto,  enfocándose así en lo que realmente necesitaban. 

 

¿Y qué mejor lugar para conseguir lo que les hacía falta que una tienda especializada en artículos para bebés y el cuidado materno/paterno, tanto antes como después del parto?

 

Mash parecía haber encontrado un gran tesoro al momento que ingresaron al lugar, habían tantas cosas tanto para sus bebés como para el, que le terminó resultando difícil tomar al menos una decisión. 

 

¿Y quién mejor para ayudarlo que su esposo? Con quien recorrió todo el lugar tomándose su tiempo y decidiendo lo que podría resultar ser mejor para sus hijos. 

 

Al final de ese ajetreado día, terminaron llevándose más cosas de la que ellos supusieron, pero la sonrisa y la charla animada que Mash empezó cuando fue el momento de volver a casa terminó siendo más que gratificante para Orter, quien no podía esperar el momento en que pudiera recibir a sus hijos con mucho cariño y amor. 




Notes:

Hoy toco un capitulo corto, pero no se preocupen que los siguientes serán más extensos, porque se viene el gran momento!!!

Chapter 10: 🍄⏳ : Romper fuente & Contracciones & Parto &  Llegó el bebé 

Notes:

El capítulo de hoy está lleno de cosas interesantes, así que disfrutalo!!!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

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— Existe una alta posibilidad de que no llegues a las 40 semanas de gestación.  — escuchar aquellas palabras no era exactamente lo que Mash esperaba escuchar en su mensual cita médica con Meliadoul. 

 

— ¿A que se refiere con eso? — Mash pregunta evidentemente desconcertado, siendo tomado de las manos por Orter, quien supo al instante que necesitaba apoyo.  — ¿Acaso hay algo malo conmigo o los bebés? — agrega, y Meliadoul sabe que ha cometido un grave error al no escoger bien sus palabras.  

 

— No, tranquilo,  déjame que te lo explique. — se apresura a decir, antes que el malentendido siga creciendo con una bola de nieve. — Lo que sucede es que los embarazos múltiples no suelen llegar a las cuarenta semanas. — Meliadoul explica con voz calmada, tratando de tranquilizar a Mash, que aún parece estar nervioso. — Es bastante común que los bebés nazcan alrededor de las 36 o 37 semanas. Y esto no significa que algo esté mal, sino que tu cuerpo podría prepararse para el parto antes de lo esperado.

 

Mash asiente lentamente, tratando de asimilar la información. Orter le da un ligero apretón en las manos, mostrándole que está a su lado en todo momento.

 

— ¿Pero nuestros bebés nacerán bien? — pregunta Mash, sin poder ocultar del todo su inquietud.

 

— Si, en la mayoría de los casos, los bebés que nacen entre las 36 y 37 semanas están completamente desarrollados y sanos.  — le explico detenidamente. — Así que no te preocupes,  que solo te estoy diciendo esto porque quiero que estés preparado, para la posibilidad de que el parto ocurra un poco antes de lo que habías anticipado.

 

Mash respira aliviado por esto último, pero aún siente un ligero nudo en el estómago. La idea de enfrentarse al parto antes de lo planeado le genera un cúmulo de emociones que van desde el miedo hasta la emoción por conocer a sus bebés de una vez por todas. Orter, al notar la leve tensión en el rostro de su marido, se inclina y le da un suave beso en la frente.

 

— Estamos en esto juntos. — le dice en un susurro que solo ellos pueden oír. — No importa cuándo lleguen, estaremos listos para recibirlos. — con eso, la fuerza de Mash vuelve a ser instaurada, aunque el miedo aún se encuentra más latente de lo que él mismo quisiera admitir. 

 

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— Mash-san, por favor, permítanos limpiar por usted. — pidió una de las empleadas de la panadería, interrumpiendo el intento de Mash por ayudar. Aunque en realidad, lo hacía más para mantenerse ocupado y no pensar en que podría dar a luz en cualquier momento. — Orter-san nos pidió que no realizará ninguna actividad agotadora. — añadió la empleada, como si barrer el suelo de la panadería fuese una tarea imposible para él, estando ya en su semana número treinta y seis de gestación.

 

— Pero... — la duda se reflejaba en la voz del pelinegro, quien finalmente cedió ante la mirada suplicante de la mujer. Después de todo, ella solo cumplía con las órdenes de Orter, quien le había insistido en quedarse en casa mientras él resolvía un asunto urgente en la Agencia. Supuestamente, no le tomaría más de una hora y media, pero el tiempo prometido ya comenzaba a agotarse. 

 

Negándose a quedarse solo en casa o a pedirle a alguien que lo acompañara, Mash había decidido pasar ese tiempo en la panadería, creyendo que podría ayudar en algo para mantenerse distraído. Sin embargo, las empleadas no le permitían realizar ninguna tarea que consideraran agotadora para alguien en su condición.

 

— Muchas gracias. — le dijo cuando cedió. — ¿Le gustaría que le sirvamos unos panecillos con crema? — consulta, y en esta ocasión,  Mash acepta sin dudarlo demasiado.  

 

Es acomodado en una mesa por la encargada mientras que otra de las empleadas va en busca de sus panecillos con crema, que parecen tener más crema pastelera de lo normal, lo que le hace sentir una calidez en el pecho. Como si tuviera todo el tiempo del mundo, lo cual así era, empezó a comerse sus postres con calma, divagando en cosas que no parecían tener sentido entre sí, pero que fueron suficientes para distraerlo por un tiempo, hasta que sintió una extraña punzada justo en la zona baja de su vientre. 

 

Al principio creyó que solo se trataba de sus hijos pateandolo, pero esa misma punzada volvió a repetirse en cortos intervalos que le provocaron una rara sensación de dolor. 

 

— Mash-san, ¿se encuentra bien? —  una de las empleadas se acercó a él al darse cuenta de que algo no parecía andar bien. — ¿Necesita algo? — preguntó,  esperando a que él pelinegro resolviera su duda, pero este no pudo responderle debido a que una sensación de humedad proveniente de su parte baja lo dejó completamente sin palabras.  

 

Mash bajó la mirada, notando cómo un pequeño charco comenzaba a formarse en el suelo bajo sus pies. La realidad de lo que estaba sucediendo lo golpeó de repente, desatando una oleada de emociones que amenazaban con desbordarse.

 

— No... no puede ser... — susurró con voz temblorosa, lo que alertó aún más a la empleada, quien finalmente comprendió la situación.

 

— ¡Mash-san! ¡Ha roto fuente! — exclamó sin moderar su tono, provocando que varias de las otras empleadas se agitaran, tratando de encontrar la forma de ayudar en un momento tan crítico.

 

Mash luchaba por mantenerse sereno, pero el miedo y la ansiedad comenzaron a apoderarse de él. Todo estaba ocurriendo tan rápido, mucho más rápido de lo que había anticipado.

 

" Orter ", pensó de inmediato, necesitando desesperadamente que su esposo estuviera a su lado. Pero cuando intentó pedir que lo contactaran, una punzada de dolor, más intensa que las anteriores, le arrancó un gemido.

 

— Resista, Mash-san, vamos a ayudarlo. — le aseguró la empleada, tomando su mano con suavidad. — ¿Quiere que llamemos a Orter-san? — preguntó, como si hubiera leído el pensamiento del pelinegro.

 

Mash asintió débilmente mientras sentía cómo el dolor se intensificaba. Todo lo que deseaba en ese momento era que Orter estuviera allí con él.

 

La empleada dio rápidamente instrucciones para que alguien contactara a Orter, y a otra persona le pidió que se pusiera en contacto con la señorita Meliadoul, sabiendo que debían trasladar a Mash urgentemente a su clínica.

 

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Mash intentaba sostener la mano de Ochoa sin apretar demasiado, aunque no tuvo mucho éxito, ya que el joven con traje de cocodrilo no dejaba de quejarse y maldecir. Meliadoul no podía intervenir porque estaba ocupada preparando todos los implementos necesarios para recibir a los bebés en las próximas horas.

 

— Duele, duele, duele. — se lamentaba Ochoa, pero cada vez que intentaba soltarse, Mash no se lo permitía, y tampoco quería desafiar la orden de su maestra, quien le había advertido que no lo hiciera. — ¿A qué horas piensa venir Orter-san? — chilló, y como si sus súplicas hubieran sido escuchadas por Dios, la puerta se abrió de par en par, revelando a Orter, que entró con el rostro visiblemente agitado.

 

— ¡Orter! — exclamó Mash, soltando finalmente al pobre Ochoa, quien no perdió tiempo en huir del lugar.

 

— Perdón por tardar tanto. — se disculpó Orter en cuanto se acercó a la cama donde Mash yacía. Tomó ambas manos de su esposo, quien ejerció sobre ellas una fuerza que le habría roto los huesos a cualquier otra persona que no tuviera una mínima resistencia física.  

 

— No... no pasa nada... — susurró Mash entre jadeos, tratando de mantenerse fuerte. Pero las contracciones se estaban volviendo más intensas y frecuentes, lo que hacía que cada vez fuera más difícil mantener la calma.

 

Orter lo miró con preocupación, tratando de transmitirle toda la tranquilidad que podía ofrecerle en ese momento tan crucial.

 

— Estoy aquí, no pienso dejarte solo en esto. — le dijo con voz firme, a pesar del torbellino de emociones que lo sacudía por dentro. Ver a Mash en ese estado le hacía desear poder tomar su lugar, pero sabía que todo lo que podía hacer era estar allí para él y sus futuros hijos.

 

— Tengo miedo... — admitió Mash, dejando caer las lágrimas que había estado conteniendo. 

 

Orter, sin soltar sus manos, se inclinó para depositar un suave beso en su frente, tratando de ofrecerle un consuelo que, aunque parecía insuficiente, era lo mejor que podía darle en ese momento.

 

— Lo sé, pero vamos a salir de esta juntos. ¿Sabes por qué? Porque eres fuerte y has llegado hasta aquí y, estoy orgulloso de poder decir que eres mi esposo, y que gracias a ti estoy a punto de tener a dos hermosos hijos. — las palabras de Orter, están cargadas de amor y determinación, consiguieron que Mash cerrara los ojos por un momento, concentrándose en la voz de su esposo, tratando de encontrar fuerza en él. 

 

Meliadoul decidió darles espacio a la pareja hasta que consideró que era el momento adecuado para acercarse. Mientras tanto, les permitió brindarse el apoyo que tanto necesitaban.

 

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Después de un tiempo, Meliadoul se acercó para realizar una revisión a Mash, quien ahora parecía un poco más tranquilo, aunque el dolor de las contracciones seguía siendo evidente en su rostro.

 

— Mash, estás haciendo un excelente trabajo. — le dijo con suavidad. — Las contracciones están avanzando bien y tus bebés están progresando adecuadamente.

 

Mash, entre jadeos, la miró con ojos cansados pero agradecidos. Las palabras de Meliadoul parecieron ser un consuelo en medio del torbellino de emociones que lo envolvía. A pesar del dolor y el miedo, una chispa de esperanza comenzó a encenderse en su interior.

 

— ¿Cuánto tiempo falta? — logró preguntar, su voz temblando por la mezcla de dolor y ansiedad.Meliadoul tomó un momento para evaluar la situación antes de responder.

 

— Puede ser en cualquier momento ahora. — explicó. — Tu cuerpo está a punto de alcanzar la dilatación adecuada, así que estás haciendo lo que necesitas para traer a tus bebés al mundo.

 

Orter, sin apartar la vista de Mash, apretó sus manos con firmeza. Las palabras de Meliadoul parecían ofrecerle una dosis de calma.

 

— Estoy aquí, no estás solo en esto. — le repitió Orter, intentando brindar apoyo a su esposo.

 

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Las contracciones se hicieron más intensas, y Mash sintió cómo la realidad del momento se hacía más presente con el paso del tiempo. La habitación estaba llena de una atmósfera de expectación y nerviosismo mientras Meliadoul y unas cuantas enfermeras se preparaban para el momento crucial.

 

Finalmente, la tensión en el aire se rompió con el sonido de la primera de las contracciones más fuertes. Mash dejó escapar un grito ahogado, y Orter se inclinó aún más cerca de él, susurrándole palabras de ánimo. El dolor era casi abrumador, pero intentó mantenerse enfocado porque sus hijos lo necesitaban más que nunca. 

 

— Ya casi, Mash… Solo un poco más. — le animó Meliadoul mientras se preparaba para asistir el nacimiento.

 

Las luces en la sala parecían brillar más intensamente a medida que se acercaba el momento. El corazón de Mash latía con fuerza mientras el miedo y la emoción se entrelazaban en una experiencia que definiría como el comienzo de una nueva etapa en su vida.

 

Haciendo un esfuerzo final, el primer de sus bebés llegó al mundo. Mash sintió un alivio momentáneo cuando el primer llanto de su hijo resonó en la sala. Sin embargo, el cansancio y el dolor seguían siendo abrumadores, y la necesidad de concentrarse para el siguiente parto lo dejaba exhausto.

 

— ¡Es un hermoso niño! — anunció Meliadoul mientras el bebé era limpiado y envuelto en una manta. Mash apenas tuvo tiempo de observar antes de que la intensidad de las contracciones lo golpeara con fuerza nuevamente.

 

— Mash, sigue adelante, por favor. — Meliadoul lo animó a seguir, intentando mantener la calma mientras preparaba a su equipo para recibir al segundo bebé. — Solo un poco más, y habremos terminado.

 

Orter no se apartaba de la cama de Mash, sus manos sudorosas se entrelazadas con las de su esposo. La expresión de preocupación en su rostro estaba acompañada de palabras de aliento, pero la situación seguía siendo extremadamente tensa.

 

— Estoy aquí contigo. — le susurró Orter, con una firmeza que Mash intentó usar como fuente de fortaleza. A pesar de la presencia reconfortante de su esposo, Mash sentía cómo su cuerpo comenzaba a rendirse. La fatiga era casi demasiado para soportar, y el dolor parecía interminable.

 

— No puedo más… — murmuró Mash, con la voz rota por el agotamiento y por el sentimiento de no ser un buen padre al rendirse en un momento como este. 

 

— Sí puedes, Mash. Lo has hecho increíble hasta ahora. — insistió Meliadoul, preocupada con que Mash perdiera las fuerzas para seguir adelante. 

 

A pesar de todo, Mash luchaba por mantener la concentración. El dolor era agudo y penetrante, pero sabía que debía superar ese último obstáculo para traer al segundo de sus bebés al mundo.

 

Concentrando todas sus fuerzas, Mash gritó con intensidad para dar a luz a su otro hijo. El llanto del bebé llenó la sala con una mezcla de alivio y alegría. Exhausto y temblando, Mash pudo ver al recién nacido antes de que también fuera limpiado y envuelto en una manta.

 

Orter, con lágrimas en los ojos, se dirigió de inmediato a Mash para expresarle unas palabras de cariño. Sin embargo, notó que su esposo parecía perder la conciencia poco a poco, lo que lo preocupó de inmediato. Pidió ayuda urgente a Meliadoul, quien se había retirado brevemente para atender a los bebés.

 

Juntos intentaron mantener a Mash consciente, pero él estaba tan cansado que solo deseaba dormir, agotado por el esfuerzo y la emoción del momento.

 

Notes:

Por fin tenemos a los bebés con nosotros

¿Cómo creen que van a llamarse? ¿O como será su apariencia o si nacieron con una sola línea, dos o ninguna? 👀🍄⏳

Chapter 11: ⏳🍄  : Llanto & Amamantar 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

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El llanto es el primer medio de comunicación que las personas aprendemos. 

 

Desde el momento que se nace, es la primera manera en que se expresan los sentimientos. 

 

Escuchar ese primer llanto es tan maravilloso que, a menudo, se convierte en un momento inolvidable, cuando un nuevo ser llega al mundo, llorando con toda la fuerza que sus pequeños pulmones le permiten.

 

Orter jamás olvidaría cómo sus hijos lloraron al nacer, aunque tampoco olvidaría la forma en que Mash sollozo y sufrió para darlos a luz. 

 

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Orter observaba el rostro dormido de su esposo, quien llevaba un par de horas inconsciente tras haber dado a luz a sus amados hijos. La expresión en el rostro de Mash reflejaba el cansancio y el sufrimiento que había soportado durante horas, entregando todo su esfuerzo para traer a sus hijos al mundo.

 

"Pronto despertará", le había dicho Meliadoul en un intento de consolarlo, cuando Mash no mostró señales de despertar en las primeras horas. El corazón de Orter se estremecía ante la idea de perder a uno de sus seres más queridos. Por primera vez en mucho tiempo, sentí un miedo profundo de perder a la persona que le había dado todo sin necesidad de pedirlo.

 

Nunca le pidió a Mash tener hijos, pues creyó que eso era imposible entre ellos por ser "biológicamente" hombres. Pero al descubrir que Mash podía quedar embarazado y que esperaban a su primer hijo, su ser se llenó de una dicha indescriptible.

 

Mash le había dado todo a Orter sin que él tuviera que pedirlo. Por ello, Orter sabía que lo justo era darle todo a Mash a partir de ese momento. No importaba cuán pequeña fuera la intención, debía retribuir el gran sacrificio que su esposo había hecho para darle una familia.

 

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—Orter. — escuchó un débil llamado que lo hizo despertar de su ensoñación. — ¿Cómo están los bebés? — preguntó, antes de recibir un apasionado beso en los labios. Mash, aturdido por las hormonas y el cansancio apenas pudo corresponder al beso, aunque no era una mala manera de despertar. 

 

—Bienvenido de regreso. — lo saludó antes de darle la respuesta que tanto necesitaba. — Los bebés están bien, hiciste un gran esfuerzo para darlos a luz. — le dijo, y Mash se agitó débilmente.  

 

— ¿Y dónde están nuestros bebés? — preguntó nuevamente, observando con cuidado todo a su alrededor, pero sin encontrar nada que pudiera decirle dónde se encontraban sus bebés. 

 

— La señorita Meliadoul se los llevó después de su nacimiento a otra sala, dijo que los bebés necesitan unos cuidados especiales. — explicó, y antes de que el caos se formara volvió a hablar. — Pero están bien, solo que requieren vigilancia adicional por unas horas más. — continuó, notando el alivio de su esposo por lo último que acaba de decir. — La señorita Meliadoul está con ellos, asegurándose de que todo está en orden. — afirmó, acariciando suavemente el cabello desordenado de Mash.

 

Mash cerró los ojos brevemente, dejando escapar un suspiro de alivio. Quería ver a sus bebés, tocarlos, asegurarse por sí mismo de que estaban bien. Pero a su vez sabía que tenía que confiar en Meliadoul y en lo que Orter le decía. 

 

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— Quiero verlos… — murmuró Mash débilmente después de varios minutos en silencio. — ¿Dónde están nuestros bebés? — preguntó, como si hubiera olvidado la explicación que le dieron antes.

 

— Pronto lo harás, te lo prometo. — dijo Orter, inclinándose para besar nuevamente los labios de su esposo, esta vez con ternura.

 

El pelinegro asintió lentamente, aunque sus pensamientos seguían enfocados en sus hijos. Pasó un tiempo más antes de que Meliadoul ingresara a la habitación, empujando lo que parecía ser una gran cuna.

 

— Mash, qué bueno que ya despertaste. — dijo Meliadoul al verlo, acercando a los bebés que dormían plácidamente antes de hacerle una rápida revisión a Mash. — Parece que todo está bien, aunque te encuentras algo cansado y desorientado. — le informó, antes de tomar con cuidado a uno de los bebés y asi colocarlo sobre el pecho de Mash, dejándolo acostumbrarse antes de colocar al segundo.

 

— ¿Estos son nuestros bebés? — preguntó asombrado, tocando con cuidado el rostro de sus hijos, quienes habían nacido con dos marcas similares a las de Orter. 

 

Pero si se fijaba bien, podía notar cómo la punta de una manecilla de reloj se encontraba justo antes de que la línea terminara en sus mejillas. Siendo un tipo de marca bastante similar a la de Domina y a todas aquellas personas que supuestamente  eran su “verdadera” familia. 

 

— Son hermosos… — dijo simplemente,  y ninguno de los presentes podría argumentar lo contrario. 

 

Sus mejillas regordetas mostraban un ligero tono rosado, y el escaso cabello que tenían parecía ser de un profundo color negro como el suyo. Comenzaba a sentir curiosidad por el color de sus ojos, pero no quería arriesgarse a despertarlos, ya que lucían muy pacíficos mientras dormían. Sin embargo, esa tranquilidad no duró mucho, pues uno de sus hijos comenzó a moverse inquietamente, como si supiera que ahora estaba en presencia de sus dos padres.

 

Mash sintió una mezcla de emoción y nerviosismo cuando el pequeño comenzó a moverse en sus brazos. Las marcas en su rostro, similares a las de Orter, parecían resplandecer tenuemente en la suave luz de la habitación. Los ojitos del bebé, todavía cerrados, se fruncieron ligeramente antes de que su pequeño cuerpo se sacudiera ante el primer quejido el mismo emitió. 

 

— Parece que alguien está despierto. — comentó Orter con una sonrisa, inclinándose para acariciar la cabecita del bebé. Mash simplemente lo miró, con una expresión de asombro y un poco de incertidumbre.

 

El pequeño gemido se transformó rápidamente en un llanto, y el otro bebé pronto lo siguió, uniéndose a su hermano en una sinfonía de llanto que resonaba por la habitación. Mash sintió cómo su corazón se aceleraba al escuchar los llantos de sus bebés, sin saber exactamente qué hacer para poder calmarlos. 

 

Meliadoul, observando la situación, se acercó y habló con suavidad para darle lo que parecía ser una recomendación. 

 

— Mash, los bebés necesitan ser amamantados. — dijo, ayudándole a colocar al primero en una posición adecuada.

 

Mash dudó por un momento, todo estaba sucediendo tan rápido que apenas podía procesar lo que pasaba. Aunque había estado preparado para la idea de amamantar, ahora que el momento había llegado, se sentía un poco incómodo.

 

Con un ligero temblor en sus manos, guió a su bebé hacia su pecho. Cuando el pequeño empezó a succionar, una sensación de tirón lo sorprendió, haciendo que se tensara ligeramente. 

 

Orter notando su incomodidad y le acarició la mejilla con ternura.

 

— Lo estás haciendo muy bien, Mash. — le dijo en un susurro tranquilizador.

 

Mash caminando, tratando de enfocarse en lo más importante en ese momento, sus bebés necesitaban alimentarse, y él era el único que podía darles lo que necesitaban. A medida que el pequeño seguía alimentándose, Mash empezó a acostumbrarse a la sensación. La sensación ya no era tan incómoda como al principio, y poco a poco, el amor que le tenía a sus hijos le hizo superar ese sentimiento. 

 

Meliadoul sonriendo al ver cómo Mash empezaba a sentirse más cómodo. Con el mismo cuidado con el que le entregó al primer bebé, le dio al segundo, quien también comenzó a succionar con avidez, imitando a su hermano.

 

— Los dos tienen un peso adecuado y no presentan ninguna complicación, a pesar de haber nacido a las treinta y seis semanas. — dijo la mujer, una vez que la calma volvió a reinar en la habitación, donde el único sonido agradable era el de los bebés alimentándose. — Así que muchas felicidades, tienen dos niños muy saludables y fuertes. — comentario, siendo lo único que Orter y Mash esperaban escuchar en un momento tan feliz como ese. — ¿Y cómo piensan llamarlos? — les pregunto, curioso por el posible nombre de los bebés. 



Orter y Mash compartieron una mirada rápida, antes habían debatido entre una múltiple selección de nombres para sus hijos cuando por fin los tenían en brazos, y como si pudieran leerse el pensamiento, parecieron llegar a una conclusión sin ni siquiera decir nada. 

 

— Sus nombres serán Haru* y Sora*. — declaró Orter con seguridad, recibiendo un asentimiento aprobado de Mash y una sonrisa de felicidad de Meliadoul. 

 

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Notes:

Haru*:  Significa primavera.

 

Sora*: Significa cielo.

 

¡No puedo creer que si llegue a este punto en el fic!  Estoy muy orgullosa de mí misma, muchas gracias a ustedes por leerme. <3 

Chapter 12: ⏳🍄 : Postparto & Hormonas & Depresión & Apoyo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

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Regresar a casa después de pasar dos días más en la clínica junto a sus bebés fue lo mejor que le pudo suceder a Mash. Finalmente, se encontraba en su lugar seguro, donde podría descansar adecuadamente.

 

Durante su estancia en la clínica, sólo pudo recibir visitas fugaces por parte de sus familiares y amigos, debido a las recomendaciones de Meliadoul, quien le aconsejó limitar las visitas tras el parto por al menos un mes. Le explicó que tanto él como sus bebés necesitaban tiempo para adaptarse a sus nuevas vidas. Mash se sintió sumamente agradecido por esta recomendación, ya que no tenía ánimos para recibir a nadie. Lo único que realmente deseaba era pasar tiempo a solas con su esposo y sus hijos.

 

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Apenas podía creer que, entre sus brazos, se encontraban las vidas que habían crecido dentro de su vientre durante casi nueve meses. No sentía más que una profunda felicidad, e ingenuamente pensó que todo lo relacionado con el embarazo había terminado, y que lo único que le quedaba por hacer era prepararse mentalmente para ser un buen padre.

 

Sin saber que el caos estaba a punto de comenzar nuevamente.

 

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La cálida luz del sol se filtraba por la ventana del cuarto. Mash apenas podía mantenerse despierto durante más de tres minutos antes de volver a quedarse dormido. La cama se sentía demasiado cálida como para salir de ella; las sábanas lo retenían como si fuera un prisionero. Sin embargo, después de varios intentos, reunió el valor suficiente para levantarse.

 

Se estiró como un gato antes de ponerse de pie. Sus huesos crujieron y sus músculos se contrajeron al pasar de una posición a otra en tan poco tiempo.

 

Apenas tuvo tiempo de pensar  en lo que posiblemente haría el día de hoy, cuando el llanto de uno de sus bebés llamó su atención. Su cuerpo se movió por sí solo, llevándolo a la habitación de sus hijos, donde ya se encontraba Orter, tratando de calmar al mayor de los gemelos, quien parecía haber comenzado el día con el pie izquierdo.

 

— Ya Sora, no hay por qué llorar. — el iluminado divino arrullo a su hijo, quien no paraba de quejarse. 

 

—  ¿Quizás quiere tomar leche? — Mash se acercó apresurado, tomando al bebé de entre los brazos de Orter para después irse a sentar en una silla mecedora. 

 

Sin tener ningún tipo de cohibición, descubrió uno de sus pechos y guió al pequeño hacia este, solo para que segundos después, empezar a succionar como si no hubiera sido amamantado hace días. 

 

— Parece que tienes todo resuelto,  pero que afortunado soy al tenerte como mi esposo y padre de mis hijos. — el comentario de Orter hace sonrojar a Mash, quien mantiene la mirada fija en su bebé, para no ver a su marido a la cara. 

 

— Solo exageras. — respondió con evidente vergüenza, aunque debía admitir que se sentía bien al recibir ese tipo de comentarios. 

 

— Realmente no lo siento como una exageración,  así que no pienso parar de decirlo. — aseguró,  dejando un beso sobre la cabeza de su esposo y de su bebé. — Terminaré de preparar el desayuno, ¿te parece bien si te dejo solo por un rato? – le pregunta, y Mash no parece tener problema alguno con que tenga que irse, así que le permite retirarse con total calma.

 

Mash se acomoda mejor en la mecedora, entrecerrados los ojos por un momento mientras Sora seguía siendo amamantado. El silencio en la habitación, interrumpido solo por el suave sonido de su hijo succionando, le permitió relajarse, aunque fuera por un momento brevemente. 

 

Debido a que el otro bebé, que hasta entonces había estado tranquilo en la cuna, empezó a llorar, su llanto resonó por toda la habitación. El corazón de Mash se aceleró al escuchar el llanto de Haru, lo que lo hizo distraerse de su primer bebé, quien de un momento a otro comenzó a toser y a moverse inquietamente en sus brazos.

 

— ¿Sora? — Mash sintió el pánico apoderarse de él. Apartó a Sora de su pecho y vio cómo su pequeño rostro enrojeció mientras intentaba tragar. 

 

"Oh no, no, no…" Mash empezó a respirar más rápido, la sensación de pánico lo envolvía, haciéndole difícil pensar con claridad.

 

¿Debería atender a Haru que lloraba? 

 

¿O intentar ayudar a Sora a respirar mejor?

 

El llanto del otro bebé se hizo más fuerte, y Mash sintió como si el peso del mundo cayera sobre sus hombros. Quería gritar por ayuda, pero parecía haberse quedado sin voz, las lágrimas se asomaron en sus ojos mientras intentaba recordar lo que Meliadoul le había enseñado sobre cómo manejar situaciones como esta.

 

Sin embargo,  su mente se quedó totalmente en blanco, con el llanto desesperado de sus hijos resonando hasta en lo más profundo de su cabeza. 

 

 

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Los pasos apresurados de Orter se escucharon desde el inicio del pasillo, y no se detuvieron hasta llegar a la habitación de sus hijos. Le tomó una pequeña milésima de segundo entender lo qué pasaba, por lo que, se acercó a Mash para tomar a Sora entre sus brazos, quien aún luchaba por respirar. 

 

Orter comenzó a golpear suavemente la espalda de Sora, esperando que expulsara la leche. Su propio corazón latía con fuerza en sus oídos, bloqueando los sollozos de su segundo hijo y de su esposo. 

 

Finalmente, Sora soltó un pequeño eructo, seguido de una tos fuerte, y Orter casi se desmoronó de alivio al verlo respirar con normalidad. Pero el otro bebé seguía llorando a todo pulmón, utilizando su magia, atrajo con cuidado a su segundo hijo para calmarlos a ambos en sus brazos. 

 

Los bebés se calmaron mucho antes que Mash, quien aún permanecía sentado en la silla, cubriendo su rostro con sus manos, mientras balbuceaba palabras que Orter no podía escuchar. 

 

— Mash. — lo llamo, cuando dejó a sus bebés tranquilos, pero no dormidos, en la cuna, debido a que necesitaba acercarse a su esposo para ver lo que le sucedía.  — ¿Te encuentras bien? — preguntó,  y su esposo negó como pudo, haciendo solo un par de además, que Orter no logró descifrar del todo. 

 

Orter se arrodilló frente a Mash, tomando sus manos con cuidado para apartarlas de su rostro. Los ojos de Mash estaban llenos de lágrimas, y su cuerpo temblaba visiblemente. 

 

— Shhh, está bien, amor, estoy aquí. — Orter susurró, atrayendo a Mash hacia él en un abrazo protector. Mash se aferró a Orter, hundiendo su rostro en su pecho mientras sollozaba.

 

— Sora… Casi mato a Sora… Casi lo mato… — Mash murmuró entre lágrimas, su voz quebrada por el miedo y la angustia que había vivido. — Mi bebé… Mi bebé… — gimoteo, sin darle oportunidad a Orter de calmarlo, debido a que no paraba de llorar y estremecerse, como si hubiera visto a la muerte misma tratando de llevarse a su hijo. 

 

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Meliadoul fue convocada de emergencia en el hogar de los Máld para verificar cómo se encontraban los bebés después del susto sufrido. La mujer examinó con cuidado a Sora, quien estaba bastante atenta a lo que sucedía con esos hermosos ojos dorados , aunque no entendiera absolutamente nada. 

 

—  Sora se encuentra bien, lo que sucedió no fue más que un susto. — argumento, y la paz inundó el ser de Orter, Mash en cambio, no paraba de dejar de sentirse culpable. 

 

— Todo fue mi culpa. — balbuceo con su mirada fija en el suelo, mientras que pequeñas lágrimas caían sin control de sus ojos. 

 

— No, no lo fue, solo se trató de un accidente. – Orter intentó calmarlo,  pero la culpa que Mash sentía era más grande que el apoyo que su marido trataba de darle. 

 

— ¿Pero qué hubiera pasado si no llegabas a tiempo? — le preguntó alterado, casi alzando la voz pero hizo el esfuerzo de contenerse para no asustar a sus hijos. 

 

Ya les había fallado lo suficiente y no quería seguir lastimándolos. 

 

— Mash, no puedes pensar así. — dijo Meliadoul con suavidad, sentándose frente a él. — Ser padre no significa ser perfecto en todo momento. Todos cometen errores, incluso los padres más experimentados. — le aseguró,  sintiendo mucha pena por el pelinegro. — Lo importante es aprender de los errores para poder seguir adelante. 

 

Mash, aún con la mirada perdida en el suelo, no parecía convencido. Su mente estaba atrapada en la posibilidad de lo que pudo haber sucedido. La imagen de su bebé luchando por respirar no dejaba de repetirse en su cabeza, atormentandolo como si fuese algún tipo de castigo. 

 

— Pero... no soy lo suficientemente fuerte... — murmuró, su voz apenas se escuchaba. — No puedo hacer esto.  — dijo con el cuerpo temblando, como si estuviera a punto de colapsar. 

 

– Mash…

 

— No merezco ser padre si no puedo cuidar bien de mis hijos. — dijo Mash, interrumpiendo a Orter, quien intentaba acercarse a él, solo para ser rechazado cruelmente. — No puedo… simplemente no puedo… — sollozó, antes de perder el control de su respiración y sucumbir nuevamente a la desesperación, aunque sus bebés ya no estaban en peligro.



Orter llevó a Mash a otra habitación para que estuviera más cómodo mientras su crisis de ansiedad se desataba. No quería estresar ni asustar a los bebés, aunque no se preocupó demasiado por ellos, sabiendo que estarían bajo el cuidado de Meliadoul, quien era más que capaz de mantenerlos a salvo.

 

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Mash lloró y se despreció a sí mismo con intensidad, empapando las sábanas de la cama con lágrimas, al igual que la camisa de Orter, quien permaneció a su lado en todo momento, hasta que el agotamiento finalmente llevó a Mash a un breve descanso.

 

Orter bajó rápidamente para reunirse con Meliadoul, quien lo esperaba con una expresión tensa, mientras sus bebés permanecían tranquilos, totalmente ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor. 

 

— Esto no es normal, ¿verdad? — preguntó de inmediato, mientras la mujer dudaba en cómo responder.

 

— Tengo la teoría de que las hormonas lo están haciendo actuar así. — dijo finalmente, tras tomarse un momento para dar su opinión. — Mash aún se encuentra en la etapa del postparto, y las hormonas producidas tras el parto están en su punto más “crítico”, por decirlo de algún modo. — habló, y Orter no hizo más que escucharla atentamente a la vez que tomaba asiento. — El miedo, la ansiedad y los ataques de pánico son un resultado de este desequilibrio hormonal, que debería regularse con el tiempo. Sin embargo, si después de cierto periodo Mash no muestra mejoría, podríamos estar ante un caso de depresión postparto. — escuchar esto último no fue nada agradable para Orter, quien temía por la salud mental de su marido. 

 

—¿Y qué puedo hacer? — preguntó, esperando que al menos hubiera algo que pudiera hacer para aliviar la tensión que Mash estaba soportando.

 

— Estar atento a él y brindarle todo el apoyo posible, eso es lo más importante. — respondió Meliadoul con firmeza. — Sin respaldo, es muy probable que el estado de Mash se deteriore rápidamente, lo cual podría ser muy peligroso tanto para él como para los bebés, que ahora más que nunca lo necesitan. 

 

Las palabras de Meliadoul resonaron en la mente de Orter, quien no podía concebir cómo un pequeño incidente podía poner en riesgo uno de los momentos que se suponía sería de los más felices de su vida tras el nacimiento de sus hijos.

 

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En los días siguientes, Orter se dedicó a cuidar tanto a sus hijos como a su esposo. Afortunadamente, los bebés eran tranquilos y no le demandaban demasiado, lo que le permitía centrarse en Mash, quien parecía haber decaído emocionalmente desde aquel suceso.  

 

Mash evitaba estar solo con los bebés; el miedo de que algo similar pudiera volver a suceder lo paralizaba. Ya no los tomaba en brazos como antes, y el único contacto que mantenía con ellos era durante la lactancia, un momento que se había convertido en una dura prueba para él.

 

Cada vez que alimentaba a sus hijos, Mash terminaba llorando y pidiendo perdón. Orter tuvo que recordarle muchas veces que era una buena persona, que jamás haría nada para lastimar a sus hijos, a quienes amaba tanto, o más, que él.

 

Meliadoul también comenzó a visitar la casa con más frecuencia, ofreciendo apoyo psicológico tanto a Mash como a Orter, quien necesitaba alguien con quien hablar, ya que la carga que llevaba sobre sus hombros se volvía cada vez más difícil de soportar.

 

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Todo parecía mejorar y empeorar al mismo tiempo; había días buenos, pero también días malos. Sin embargo, la situación alcanzó un nuevo punto cuando, en plena madrugada, Orter se despertó sobresaltado por el sonido de un llanto.

 

Inmediatamente notó la ausencia de su esposo en la cama, por lo que salió de entre las sábanas y fue a buscarlo en la habitación de los bebés. Sin embargo, estos se encontraban solos y dormían plácidamente, como si nada del exterior pudiera perturbar sus sueños. 

 

Desesperado, Orter recorrió la casa hasta encontrar a Mash en la terraza. El pelinegro estaba sentado en el suelo, abrazándose las piernas, en un intento de sofocar su llanto.

 

— Mash... — lo llamó Orter, acercándose lentamente a Mash, quien al levantar la vista tenía los ojos enrojecidos e hinchados por tanto haber llorado. 

 

— Tuve una pesadilla. — confesó Mash, antes de que Orter pudiera preguntar qué ocurría.

 

— ¿Sobre qué? — le preguntó mientras se sentaba a su lado.

 

— Soñé que él se llevaba a los bebés, y yo no podía hacer nada para detenerlo. — respondió Mash entre sollozos. Orter se quedó sin palabras, sin saber cómo reaccionar; pues lo último que esperaba era que su "supuesto" suegro atormentara a su esposo en sus sueños. — Lo vi arrancarles el corazón, diciendo que lo usaría en lugar del mío. — agregó, con un temor palpable en su voz que hizo que Orter lo abrazara de inmediato. — ¿Por qué tiene que pasar esto? — susurró, intentando esconder su rostro en el pecho de Orter, pero él no se lo permitió; en su lugar, lo obligó a mirarlo a los ojos.

 

— No lo sé, de verdad quisiera encontrar algún hechizo que pudiera liberarte del miedo que sientes. Desearía poder cargar con una parte de tus temores, para ayudarte a sentirte mejor. — dijo, a la vez que acariciaba suavemente el rostro del otro. —  Pero mientras lo encuentro, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti y nuestros hijos. No importa cuánto tiempo te lleve recuperarte, siempre estaré a tu lado cuando más me necesites.

 

Mash cerró los ojos, sintiendo las cálidas manos de Orter sobre su piel, y dejó que las lágrimas que aún le quedaban rodaran por sus mejillas. A pesar del terror que sentía, el simple hecho de tener a Orter a su lado le proporcionaba un alivio temporal. 

 

Como si fuera un cálido rayo de luz en medio de una profunda oscuridad. 

 

— No quiero que nada les pase a nuestros hijos… — murmuró Mash, su voz apenas se escuchó en un susurro.

 

— No les pasará nada, te lo prometo.  — replicó Orter con firmeza y seguridad. — Siempre estaré al pendiente, así que nada ni nadie les hará daño mientras yo esté aquí.

 

El pelinegro asintió levemente, tratando de creer en lo que Orter le había dicho, debido a que el recuerdo de su pesadilla aún lo hacia temblar de miedo, y aunque sabía que estaba en el mundo real, donde Orter era su protector, no podía deshacerse de la sensación de peligro inminente que se había aferrado a su corazón. 

 

— ¿Por qué no volvemos a la cama? —  el iluminado divino sugirió. —  Mañana será un nuevo día, y podemos empezar de cero, aunque esta vez lo haremos más juntos que nunca. 

 

Mash dudó por un momento, pero asintió. 

De la mano de Orter, se levantó del suelo de la terraza, antes de entrar de nuevo a la casa. Mash lanzó una última mirada al cielo estrellado, buscando un consuelo que sabía no encontraría ahí, pero al menos, con Orter a su lado, tenía una razón para seguir adelante.

 

Mientras regresaban a su habitación, Orter no soltó la mano de Mash en ningún momento, y Mash, aunque agotado y emocionalmente destrozado, sintió un pequeño atisbo de esperanza. Sabía que, con Orter a su lado, podría enfrentar cualquier cosa, incluso las sombras que lo acechaban en sus sueños.

 

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Notes:

Que no se note que escribir angst es de lo que mas me gusta.
No me gusta hacer sufrir a Mash, pero cuando es necesario entonces no tengo de otra.

Muchas gracias por leerme y perdón por la tardanza, pero la universidad y el trabajo están consumiendo de mi.

Chapter 13: ⏳🍄  : El bebé no duerme  

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El estado de salud mental de Mash había mejorado notablemente desde aquella conversación en la azotea con Orter. Poco a poco, empezó a perder el miedo y pudo pasar más tiempo con sus hijos, quienes parecían felices de recibir más atención de su parte.

 

Para Orter, era reconfortante ver a Mash tomar en brazos a sus hijos, ya fuera para arrullarlos o simplemente porque deseaba estar cerca de ellos. Su corazón se llenaba de dicha cada vez que presenciaba estas escenas, un alivio en contraste con aquellos momentos en los que Mash rechazaba a los bebés y prefería mantenerse alejado de ellos.

 

Cuando finalmente pudieron recibir visitas, el estado anímico de Mash había mejorado significativamente, lo cual fue un alivio, ya que no deseaba que los demás lo vieran tan demacrado y deprimido.

 

Aunque sus visitantes podían notar el cansancio en él, en gran parte debido a que los bebés comenzaban a llorar por las noches y no se dormían con facilidad, Orter también se veía agotado. Aquellos que los visitaban empezaron a sentir cierta compasión por la pareja, entendiendo que lidiar con dos bebés era mucho más difícil que con uno solo.

 

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— Se ven terribles. — comentó Wirth sin pensar, antes de recibir un rápido golpe en la espalda de Shuen, quien inmediatamente pidió disculpas por la imprudencia de su futuro esposo.

 

— Está bien... — intervino Orter, quien, ni en sus días más intensos en la Agencia, se había visto tan demacrado. —  Los bebés han estado un poco activos durante las noches, y simplemente no hemos podido descansar bien. — añadió, tratando de contener un bostezo frente a sus invitados, consciente de que era una falta de educación.

 

— ¿Y qué tal si descansan ahora mismo? — sugirió Domina, quien también estaba de visita, causando miradas confusas entre todos.

 

— ¿Y qué hay con Sora y Haru? —  preguntó Mash, con su segundo hijo en brazos, quien parecía haber descubierto sus manos y no dejaba de mirarlas y jugar con ellas.

 

— Nosotros podemos cuidarlos. — respondió Domina de inmediato, hablando tanto por sí mismo como por la pareja que lo acompañaba, que no parecen tener ningún inconveniente con cuidar a los bebés por un rato. 

 

Mash miró a Orter con una mezcla de duda y cansancio. Sabía que ambos necesitaban de un pequeño descanso, pero la idea de dejar a Sora y Haru, aunque fuera por un rato, le generaba cierta inquietud. No obstante, la mirada cálida de Domina y la expresión de confianza de Wirth y Shuen lo tranquilizaron un poco.

 

— Podríamos intentarlo. — dijo Mash, acariciando suavemente la mejilla de Haru, Orter simplemente asintió,  siguiendo sus deseos sin ni siquiera oponerse. 

 

Antes de entregar a los bebés, Mash los amamantó para que estuvieran llenos y pudieran dormir tranquilos. Así, se aseguraría de que ambos tuvieran más tiempo para descansar.

 

Cuando los bebés estuvieron satisfechos y se les sacó el aire, Sora fue entregado a Domina, quien lo recibió cálidamente en sus brazos. Haru terminó en los brazos de Shuen, quien parecía encantado con la tarea, mientras Wirth observaba a ambos bebés con una mezcla de asombro y ternura.

 

— Descansen. — dijo Domina, seguro de su tarea de cuidado. — Que los bebés están en buenas manos. 

 

Orter asintió, sintiendo cómo el peso de las últimas semanas empezaba a aflojarse de sus hombros. Tomó la mano de Mash y lo condujo hacia la habitación de ambos. Mash, aunque algo nervioso al principio, se dejó llevar, permitiéndose por fin un momento de tregua.

 

Al acostarse en la cama, Mash recostó la cabeza en el sobre el pecho de Orter, cerrando los ojos. Orter rodeó a Mash con un brazo, y por primera vez en mucho tiempo, ambos se sintieron en paz, aunque eso no quitaba el hecho de que amaban intensamente a sus hijos. 

 

— Que descanses bien. — fue lo último que Mash susurró antes de entregarse al mundo de los sueños, y Orter pareció seguirlo minutos después. 

 

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En la sala, Domina, Wirth y Shuen mantenían la mirada fija en los bebés, quienes comenzaban a dormitar tras haber comido. Los pequeños bostezaban, buscando la mejor posición para acurrucarse en los brazos de sus tíos, quienes les permitían acomodarse cuantas veces fuera necesario.

 

— Se parecen mucho a Mash. — comentó Wirth de repente, acariciando suavemente la mejilla de uno de los gemelos.

 

Ahora, los bebés tenían un poco más de cabello, del mismo tono que el de Mash. Sus mejillas, rosadas y regordetas, mostraban que habían crecido adecuadamente para sus tres meses de vida. Sus ojos dorados eran idénticos a los de su padre gestante, y el único rasgo que compartían con Orter eran las marcas en sus mejillas, aunque ni siquiera eran exactamente iguales a las de él.

 

— Lo cual es bueno, porque ya hay suficiente con un Orter en el mundo. — bromeó, recibiendo de inmediato una mirada desaprobatoria de Shuen.

 

— No hables así de tus sobrinos. — lo reprendió Shuen, a lo que Wirth respondió con un “Lo siento”, aunque su tono dejaba claro que no era del todo sincero.

 

— A mí también me alegra que se parezcan a Mash. — intervino Domina, acomodándose mejor en el sofá mientras Sora encontraba la posición perfecta para dormir. — Se parecen mucho a cuando él era un bebé. — añadió, evocando en su mente el rostro de Mash durante su breve infancia juntos, omitiendo obviamente todas las veces que intentó acabar con él. — Aunque lo que realmente me sorprende es que sus marcas se asemejen a las mías. — dijo, señalando las pequeñas marcas que tenían forma de manecillas de reloj, siendo un detalle que no pudo evitar comentar.

 

— Supongo que es cosa de la genética, ¿no? — reflexionó Shuen, dejando a Domina pensativo, sin una respuesta clara a esa observación.

 

— Después de todo, Mash sigue siendo hijo de Innocent Zero. — añadió Wirth, mencionando directamente el nombre de la persona que casi destruyó el mundo mágico en su obsesión por convertirse en un ser inmortal. 

 

El comentario de Wirth sobre Innocent Zero hizo que un breve silencio se apodere de la sala. Domina, que normalmente mantenía una expresión imperturbable, se tensó visiblemente, debido a que no había pensando en su detestable padre desde hace varios años. 

 

Wirth, dándose cuenta de la gravedad de sus palabras, se apresuró a decir algo para arreglar el ambiente.

 

— Lo siento, no quise... — comenzó a decir, pero Domina levantó una mano, indicando que no era necesario disculparse. 

 

— No es culpa tuya. — respondió Domina en un tono más suave de lo habitual. — Pero es mejor evitar mencionar su nombre, especialmente cuando se trata de los bebés y Mash está cerca. — añadió, mientras miraba a Sora, quien dormía plácidamente en sus brazos, ajeno a las conversaciones que giraban en torno a su “verdadero” abuelo paterno.

 

— Lo importante es que Mash y Orter están haciendo un gran trabajo como padres. — Shuen comentó con una sonrisa, tratando de cambiar de tema. Wirth le siguió rápidamente la corriente, mientras que Domina parecía hundirse en pensamientos oscuros que estaban relacionados a su pasado. 

 

Su corazón se estremecía ante la simple idea de lo que podría haber sucedido si todo hubiera salido mal durante la guerra, o si su hermano menor hubiera permanecido con el resto de la familia en aquel lúgubre castillo. Él no había tenido una buena infancia, y estaba casi seguro de que Mash habría sufrido el mismo destino, o incluso uno peor. Su padre era una persona horrible, que lo había obligado a quitar la vida a personas inocentes solo para probar su lealtad y obediencia. 

 

Cada vez que pensaba en esas cosas, su estómago se revolvía, y una sensación de malestar lo invadía, como si hubiera comido algo pesado.

 

— ¿Domina? — Shuen llamó al pelirosa, quien había permanecido en silencio durante demasiado tiempo. — ¿Te encuentras bien?

 

Antes de responder, Domina miró a Sora y luego a Haru. Ambos bebés seguían dormidos, y una paz que no podía explicar se hizo presente en su corazón.

 

— Sí, lo lamento, solo me distraje un segundo. — respondió, volviendo a retomar la compostura,  debido a que no iba a permitir que sus fantasmas del pasado estropeen la gtan vida que esta teniendo ahora mismo junto a su hermano menor y sus dos pequeños sobrinos.  

 

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Notes:

Hola, que gusto estar aquí nuevamente para ustedes.
Muchas gracias por todo y espero que el capitulo sea de su agradado, que nos encontramos cerca de la recta final.

Chapter 14: ⏳🍄 : Cólicos & Extractor de leche

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

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Orter y Mash se despiertan desorientados, sin recordar por qué se habían acostado tan temprano, hasta que un llanto inconfundible los hace saltar de la cama. 

 

Por costumbre, se dirigen rápidamente a la habitación de los bebés para ver cuál de sus hijos está llorando. Sin embargo, al no encontrarlos allí, una creciente sensación de pánico y horror comienza a apoderarse de ellos. Mash está al borde de perder la compostura cuando escuchan pasos apresurados en el pasillo, lo que les recuerda que no están completamente solos en casa.

 

— ¿Qué sucede? — pregunta Orter, al salir al encuentro de Shuen, quien parece visiblemente asustado.

 

— Los bebés... lloran mucho, y no sabemos cómo calmarlos.  — el pelirrojo responde, evidentemente apenado por la situación. 

 

— Está bien, no pasa nada. — dice Orter, mientras Mash pasa de largo sin decir una palabra, concentrado únicamente en la necesidad de atender a sus hijos.

 

Al bajar, Mash se encuentra con una escena curiosa. Wirth y Domina parecen estar al borde del colapso; cada uno sostiene a un bebé en brazos, ambos llorando y retorciéndose inquietos.

 

— Shhh, tranquilo, cariño. — susurró el pelinegro, mientras decide tomar a Sora de los brazos de Domina, pues el pelirosa parece que está a punto de llorar también. Mash acuna a su bebé con cuidado, y no pasa mucho tiempo antes de que Orter aparezca para ayudar a su hermano con Haru.

 

Sin embargo, ningún tipo de arrullo parece calmar a los bebés. Preocupados, la pareja se asegura de que no tengan el pañal sucio. Haru efectivamente lo tiene, así que Orter se retira para cambiarlo. Pero Sora no parece tener el pañal sucio, por lo que Mash intenta amamantarlo, pensando que su llanto se debe al hambre.

 

Pero esto tampoco parece ser la causa del llanto de Sora, dejando a Mash con pocas opciones. Mash se sienta en el sillón con Sora en brazos, tratando de calmarlo mientras el bebé sigue llorando desconsoladamente. 

 

Desesperado por encontrar la causa del malestar, Mash empieza a repasar mentalmente las posibles razones: hambre, pañal, frío, calor. Todo parece estar en orden, pero Sora no parece querer dejar de llorar.

 

Entonces, Mash recuerda algo que Meliadoul le mencionó en una de sus consultas: los cólicos. Mash se apresura a colocar a Sora sobre su regazo, boca abajo, con la cabeza descansando suavemente en su antebrazo. Con movimientos lentos y circulares, comienza a masajear la pequeña barriga de Sora, tal como Meliadoul le enseñó. 

 

El llanto de Sora no cesa de inmediato, pero Mash no se rinde. Con paciencia y cariño, continúa masajeando, esperando que esto sea la solución al problema. 

 

— Tranquilo, Sora, papá está aquí, todo va a estar bien — murmuró Mash con una voz muy suave y tranquilizadora.

 

Orter regresa a la sala con Haru, quien ya parece más calmado tras el cambio de pañal. Así que se sienta junto a Mash, observando con preocupación el rostro tenso de su esposo. Sora sigue llorando, pero el tono de su llanto empieza a cambiar. Ya no es el grito desesperado de antes; ahora es más débil, como si estuviera cediendo al cansancio.

 

Finalmente, el llanto cesó por completo, dejando la sala en un ambiente de paz y tranquilidad.

 

— Lo sentimos. — dijeron al unísono los tres que se quedaron cuidando a los bebés, como una disculpa colectiva. Parecían cachorros mojados bajo la lluvia, esperando que alguien viniera a rescatarlos.

 

— Está bien, hicieron lo mejor que pudieron. — Mash los tranquiliza, a la vez que acomoda a Sora de mejor forma sobre su pecho.

 

— Supieron mantener la calma, lo cual es admirable. — Orter intenta animarlos, aunque sus palabras no parecen ser de mucha ayuda.

 

— ¿Cómo logran lidiar con situaciones como esta todos los días? — pregunta Wirth, aún abrumado por lo sucedido.

 

— Todavía estamos tratando de descubrirlo. — responde Mash, compadeciéndose de los demás, pues entiende perfectamente lo difícil que es manejar a un bebé llorando. Luego, dirige su mirada hacia su hermano. — ¿Domina? — llama, notando que su hermano parece estar perdido en sus pensamientos.

 

— Domina, ¿estás bien? — Shuen le toca con suavidad el hombro, intentando atraer su atención. Domina reacciona, pero lo hace con un inesperado sobresalto.

 

— ¿Eh? ¿Qué pasó? — pregunta confundido, como si lo que acaba de suceder fuera un producto de su imaginación para incómodo. Mash y los demás se dan cuenta de que la pequeña crisis con los bebés lo ha afectado más de lo que pensaban.

 

— Domina. — Mash vuelve a llamar a su hermano mayor, quien esta vez sí lo escucha. No hay necesidad de palabras para que Domina entienda lo que debe hacer; se sienta junto a Mash en el espacio libre a su lado. Como un acto reflejo, Domina apoya su cabeza en las piernas de Mash, asegurándose primero de no molestar ni a su sobrino ni a su hermano.

 

Orter se lleva a Wirth, Shuen y Haru fuera de la sala, dejando a los hermanos un momento a solas.

 

— ¿Te asustaste? — le pregunta Mash en cuanto se quedan solos. Domina no responde de inmediato, manteniéndose en un silencio que parece durar más de lo necesario.

 

— No me gusta escucharlos llorar. — admitió finalmente. —  Son bebés tan lindos y buenos… No deberían sentirse así.

 

— Lo sé, pero es inevitable que lloren; es su forma de comunicarse y crecer en este momento. — respondió el pelinegro, notando cómo la tensión en el cuerpo de su hermano empezaba a ceder poco a poco. — ¿Sabes? Yo también me asustaba mucho al principio, no sabía qué hacer para ayudarlos. — confesó, recordando con nostalgia los difíciles momentos de las primeras semanas de vida de sus hijos. — Pero no te preocupes, están bien, siempre lo estarán mientras estemos cerca de ellos. No hay razón para angustiarse. — aseguró con suavidad, Domina asintió lentamente, intentando aferrarse a las palabras reconfortantes de su hermano menor.

 

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🍼

 

— ¿Te pasa algo, Mash? — preguntó Orter a su esposo, quien llevaba un rato sosteniendo a uno de sus pechos con una expresión de incomodidad.

 

— Creo... que estoy produciendo más leche de la que Sora y Haru pueden beber. — dijo Mash, con las mejillas teñidas de un ligero rubor. — Lo cual es bueno, ¿verdad? La señorita Meliadoul mencionó que tal vez tendría que alimentarlos con fórmula si no podía producir suficiente leche, pero ahora... mis pechos me duelen por la cantidad excesiva de leche.

 

Orter escuchaba atentamente, y aunque intentó mantener una expresión seria para ayudar a su marido, no pudo evitar que pensamientos “intrusivos” invadieran su mente.

 

— Si quieres yo puedo… 

 

— No. — lo acortó al instante, como si leyera el pensamiento del mayor, aumentando solo el color rojo de su rostro. — No voy a dejar que bebas la leche. — afirma, por si no ha sido lo suficientemente claro, y una expresión de desilusión se plasmó en el rostro del iluminado divino, que tuvo que reunir todo su orgullo para seguir con la conversación. 

 

— Está bien. —  admitió, aceptando la derrota en una batalla, pero no en la guerra. — Creo que necesitas un extractor de leche. — sugirió, ya con una solución en mente. — Así podrás aliviar la presión, y podremos alimentar a los bebés sin que necesiten tomar directamente del pecho. — continuó. 

 

Mash asintió, aunque no estaba del todo convencido con la idea. 

 

— Si no me equivoco, creo que tenemos uno. — añadió Orter, antes de salir de la sala de estar y dirigirse a la habitación de los bebés, donde estaba guardado el extractor de leche que habían comprado “impulsivamente” durante su última visita a la tienda de productos para bebés y maternidad. Y de paso podría cerciorarse si los bebés se encontraban dormidos o si necesitaban de su atención. 

 

Pero Orter regresó solo con el extractor, así que tenían un poco más de tiempo para experimentar.  El mayor sacó de una caja mediana un extractor de leche manual, de esos que funcionan con una palanca que permite regular la succión según la intensidad con la que se desee extraer la leche. 

 

Orter lo inspeccionó brevemente, asegurándose de que todas las partes estuvieran en su lugar y funcionando correctamente.

 

— Aquí está. — dijo mientras se sentaba junto a Mash en el sillón. — No parece complicado de usar. — agregó, mostrando una pequeña sonrisa para intentar calmar cualquier duda que Mash pudiera tener. — ¿Quieres que te ayude? — preguntó Orter, recibiendo una respuesta vacilante de su esposo.

 

Mash asintió lentamente, para después acomodarse mejor en el sillón antes de desabotonarse con cuidado la camisa que llevaba puesta, dejando al  descubierto uno de sus pechos.  Orter se inclinó hacia él, colocando el extractor suavemente sobre el pecho de Mash. 

 

Sus movimientos iniciales eran delicados, casi irrelevantes, como si estuviera manejando algo sumamente preciado. Con una mano sostenía el extractor en su lugar, y con la otra empezó a accionar la palanca, creando una succión suave y constante.

 

Mash cerró los ojos, tratando de relajarse mientras sentía el tirón rítmico del extractor. No era doloroso, pero la sensación era extraña, y el hecho de que Orter estuviera tan cerca, observando cada reacción, hacía que se sintiera vulnerable.

 

— ¿Está bien? — susurró Orter, preocupado por la falta de respuesta de Mash.

 

— Sí, solo es… diferente. — respondió en voz baja, sintiendo cómo la leche comenzaba a fluir al recipiente del extractor. El líquido blanco llenando poco a poco el contenedor trajo una sensación de alivio al pelinegro. 

 

— Lo estás haciendo muy bien. — lo elogió Orter, notando cómo la tensión en el rostro de Mash empezaba a desaparecer. El ritmo constante de la succión parecía estar funcionando, y pronto el contenedor estaba casi lleno.

 

— Creo que ya es suficiente con ese pecho. — Mash dijo cuando empezó a sentir menos pesado el pecho con el que Orter estaba “trabajando”. Orter dejó de accionar la palanca y retiró el extractor con cuidado, colocando la tapa en el recipiente lleno de leche.

— ¿Quieres que haga lo mismo con el otro? — preguntó Orter, esperando una respuesta de Mash. — ¿O prefieres aceptar mi otra ayuda? — sugirió, aún intentando lograr su objetivo. Mash sintió cómo el calor subía de inmediato a su rostro; ninguna palabra salía de su boca, y la cercanía de Orter lo estaba poniendo demasiado nervioso.

 

Justo cuando intentaba responder, el llanto de uno de sus hijos resonó desde la segunda planta de la casa, disipando al instante la atmósfera de tensión.

 

— Voy a ver a los bebés... — dijo Mash, nervioso, antes de ponerse de pie y dirigirse a ver cómo estaban sus hijos. Orter, por su parte, se quedó unos segundos más, asimilando su segunda derrota consecutiva en tan poco tiempo.

Notes:

Hey! Aquí estoy nuevamente, espero que el capitulo de hoy sea de su agrado.
Vamos avanzando bastante bien con esta linda familia, lamentablemente, ya quedan pocos capítulos para terminar.
Asi que pienso dar mi mayor esfuerzo con lo que queda.

Gracias por siempre leerme. <

Chapter 15: ⏳🍄  : Papá canguro & Primera sonrisa 

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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— ¿Estás seguro de esto? — preguntó Mash, visiblemente nervioso por una razón bastante específica. — Puedes tomar mi turno si lo prefieres. — ofreció, aunque sabía que ya había recurrido a esa carta antes y no podía usarla de nuevo de forma consecutiva.  

 

— Lamentablemente, no. — respondió el otro con suavidad. — Porque acordamos que nos tomaríamos al menos un día al mes para nosotros mismos, sin tener que cuidar de los bebés. — agrega, y la expresión de Mash va desde el enojo hasta la tristeza por estar lejos de sus hijos. 

 

— ¿Pero qué pasará si los bebés tienen hambre? — preguntó Mash, tratando de encontrar una excusa para evitar lo inevitable.

 

— Entonces les daré un biberón con la leche que, amablemente, te extrajiste hace días. — respondió Orter, con calma. La respuesta no era lo que Mash esperaba, y se maldijo a sí mismo por no haber dejado que Orter probara su leche antes.

 

Antes de que Mash pudiera ofrecer otra excusa, alguien llamó a la puerta. El pelinegro sintió un escalofrío; sabía que habían venido por él y que no había forma que escapara.

 

— Por favor... — suplicó, pero Orter lo ignoró y fue a abrir la puerta.

 

— Pasen, por favor — dijo Orter, invitando a los amigos de Mash y su cuñado a entrar. 

 

— ¡Mash! ¡Buenos días! — saludó Lemon con entusiasmo, moderando su tono de voz para no sobresaltar a los gemelos, que también estaban presentes. — ¿Cómo están los bebés más lindos del mundo? — preguntó mientras se acercaba con cuidado a donde se encontraban los pequeños. Ambos bebés permanecían boca abajo sobre una colcha mullida, y antes de avanzar más, Lemon se detuvo para pedirle permiso a Mash para poder tocarlos.

 

— Adelante. — respondió con una sonrisa forzada, intentando ocultar su inquietud por salir a divertirse. Lemon se inclinó para observar a los bebés más de cerca, sus ojos brillando con ternura y una expresión de curiosidad por las personas que ahora se reunían alrededor de ellos. 

 

— ¡Son tan adorables! — exclamó suavemente, acariciando con cuidado la cabeza de uno de ellos. 

 

Mash trató de calmar su ansiedad al ver cómo sus amigos convivían con sus hijos. Cada uno de ellos respetaba el espacio de los bebés y no trataba de sobrepasarse con los límites permitidos. 

 

— No te preocupes, Mash. — Domina se acercó a su hermano para hablarle,  pues era bastante evidente que el contrario parecía poco convencido por salir. — Orter podrá encargarse sólo de los bebés. Tú solo... disfruta de tu día. — dijo, en busca de animar a su hermano, quien finalmente pareció ceder ante la idea, por mucho que le disgustara. 

 

Mash respiró hondo, sintiendo ahora una ligera punzada de culpa. Sabía que todos estaban allí para apoyarlo, pero seguía luchando contra la sensación de que estaba fallando como padre al no quedarse con sus hijos. 

 

— ¿Entonces nos vamos? — Lance preguntó, solo para darle un poco más de tiempo a Mash para que asi se acostumbrará a la idea de irse. 

 

— Que se diviertan. — Orter se despidió del grupo, una vez que llegó el tiempo en que deberían marcharse. Mash se acercó a él para darle un beso en los labios y susurrarle al oído que cuidara bien de los bebés es su ausencia. 

 

Mash también se despidió de sus hijos, abrazándolos con tanto amor como si fuese la última vez que los vería. Después de un par de minutos más entre despedidas y quejas, en la casa solo quedaron Orter y los bebés.

 

Los bebés no parecieron inmutarse ante la ausencia de Mash, lo cual Orter agradecía, porque no deseaba que ellos empezaran a llorar tan pronto.

 

Orter se tomó un momento para contemplar a los pequeños, ahora que estaban a su cuidado. Los gemelos permanecían tranquilos y acurrucados en la colcha; los ojitos de ambos empezaron a cerrarse lentamente, parecía que estaban a punto de tomar su siesta de la mañana.

 

El iluminado sonrió con ternura, sintiendo una mezcla de orgullo y felicidad por lo mucho que sus hijos habían crecido en estos últimos cinco meses. Con sus hijos finalmente dormidos, decidió aprovechar el tiempo que ahora tenía para realizar algunas tareas en casa.

 

Primero, recogió algunos juguetes y mantas que estaban esparcidos por la sala. Luego, siguió con las demás habitaciones de la casa, y se encargó de acomodar todo perfectamente para después volver a la sala.

 

Haru y Saro aún seguían durmiendo, así que se sentó en un sofá individual para después tomar un libro y empezar a leerlo. Dejó que el tiempo transcurriera con normalidad; los bebés se despertaron casi una hora y media después de haberse dormido.

 

Sus suaves quejidos alertaron a Orter, quien no dudó en abandonar la lectura de su libro para atender a sus hijos. Ambos bebés empezaron a gimotear a la vez, así que el iluminado divino tuvo que armarse de mucha paciencia para poder encargarse de ellos.

 

Tomó a ambos bebés en sus brazos y los llevó a su habitación, donde los colocó sobre un cambiador para reemplazar el pañal sucio por uno limpio. El cambio fue bastante rápido; Orter se ayudaba de su magia de arena para hacer más eficiente su trabajo.

 

Los bebés aún permanecían inquietos, así que supuso que tenían hambre. Preparó ambos biberones y colocó una almohadilla sobre el pecho de sus hijos para poder acomodar el biberón.

 

Los bebés empezaron a beber la leche de inmediato, llenándose el estómago con tan delicioso manjar que fue hecho exclusivamente para ellos. Orter les sacó el aire cuando terminaron y volvió a la sala con ellos; ahora no los recostó sobre la colcha sino sobre un portabebés para que pudieran estar sentados.

 

Les dio una sonaja a cada uno, y de inmediato, los bebés empezaron a jugar con ellas. Haru se llevaba a su boca la sonaja, intentando de algún modo chuparla por la cantidad de saliva que dejaba en ella, mientras Sora la hacía sonar a través de movimientos poco coordinados entre sí.

 

El corazón de Orter casi sufre un infarto ante la sobrecarga de ternura que estaba presenciando; sus hijos eran simplemente maravillosos y deseaba aprovechar el tiempo que tenía junto a ellos al máximo.

 

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A eso de las dos de la tarde, Orter preparó una pañalera en la que metió algunos pañales, toallitas, un par de cambios de ropa y, por supuesto, los biberones con los que podría alimentar a sus bebés si llegaban a tener hambre. Orter había decidido que era un buen momento para salir con los pequeños, quería tener un paseo al aire libre con ellos, para que su día no solo se basara en permanecer en casa.

 

Colocó a los gemelos en una cangurera que ajustó correctamente a su cuerpo; se aseguró de que estuvieran bien sujetos y cómodos. Mientras los acomodaba, uno de los bebés soltó un balbuceo, lo que hizo que Orter sonriera.

 

— ¿Están listos para su primera aventura con papá? — preguntó Orter en tono juguetón, aunque sabía que no recibiría respuesta. Los bebés, sin embargo, lo miraron con ojos brillantes, como si entendieran que algo emocionante estaba por suceder.

 

Salió de la casa con los gemelos a cuestas, sintiendo el cálido sol de la tarde sobre su piel. Se paseó tranquilamente por la calle, recibiendo miradas curiosas y llenas de ternura por cómo se veía cargando a sus hijos.

 

Inconscientemente, sus pies lo llevaron a la Agencia de Magia. La idea inicial era ir al parque un rato con sus hijos, pero ya que estaba ahí, podía entrar a saludar y después irse.

 

— Orter-san, sea bienvenido. — lo saludó amablemente quien se encargaba de recibir a la gente en la entrada de la Agencia.

 

— Muchas gracias. — respondió, devolviéndole el gesto de cortesía al hombre, quien no pudo evitar mirar fijamente a los bebés, quienes también lo veían con curiosidad. Pero Orter no se detuvo, siguió de largo recibiendo saludos y miradas de todos aquellos con los que se encontraba.

 

Tocó suavemente la sala de descanso de los iluminados divinos, suponiendo que a esa hora, sus colegas estarían tomándose un breve momento para recomponer fuerzas, y realmente no se equivocó cuando fue atendido por Ryoh, quien sonrió brillantemente al verlo.

 

— ¡Orter! — dijo o más bien exclamó de forma moderada por los bebés. — Nos honras con tu visita. — afirmó, dejando que el bastón del desierto ingresara a la sala junto a sus hijos, quienes inmediatamente se volvieron el centro de atención de todos.

 

— Pero qué lindos que están. — Sophia es la primera en dirigirse a sus hijos, quienes se concentran más que todo en la pila de libros que la iluminada divina carga equilibradamente sobre su cabeza. — Se siguen pareciendo mucho a Mash. — dice, siendo algo bastante común en quienes llegan a conocer a sus hijos.

 

— Y eso es bueno, ¿no? Porque no me imagino a un inocente bebé con la expresión molesta de Orter. — Renatus es quien se burla, habiéndose acercado también a contemplar a los bebés.

 

— Eso no es muy amable. — Tsurara habla entre temblores por el frío que siente, aunque cerca de los bebés puede percibir una extraña calidez que le es difícil explicar.

 

— No, realmente no lo es, pero no se puede esperar mucho de él. — Kaldo dice burlonamente, solo para conseguir quejas y reclamos por parte de Renatus.

 

— ¿Puedo cargarlos? — Rayne se hace espacio entre la multitud, quienes olvidan momentáneamente a los bebés para evitar que Renatus y Kaldo se peleen.

 

— Sí, por supuesto. — Orter acepta, tomando primeramente a Haru para dárselo a Rayne, que busca la forma adecuada de tomarlo entre sus brazos antes de recibir también a Sora. Ambos bebés no parecen tener problemas al ser cargados por un extraño, es más, parecen entretenidos por la apariencia de Rayne; ese cabello dividido en dos colores les llama poderosamente la atención a ambos, tanto que intentan alcanzarlo, pero sus manos son demasiado cortas para lograrlo.

 

— Tus hijos son muy varoniles. — Ryoh comenta, contemplando cómo los bebés aún intentan tocar el cabello de Rayne. — Has formado una hermosa familia, casi igual de hermosa que la mía. — Orter no sabe si dar las gracias por lo último o considerar el supuesto halago de Ryoh como una forma de alabarse a sí mismo, pero prefiere no darle demasiadas vueltas al asunto y asentir como si estuviera de acuerdo con sus palabras.

 

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Orter y los bebés se marcharon después de estar casi una hora con el resto de los iluminados divinos, quienes trataron de averiguar quién era la persona que más les llamaba la atención a los bebés. Se formó una especie de concurso extraño en el que cada uno de ellos tuvo la oportunidad de ganarse la simpatía de Haru y Sora.

 

Hasta cierto punto, fue divertido ver cómo seis adultos trataban de ganarse la simpatía de unos bebés, quienes dieron por ganador a Rayne. Sword Cane simplemente se acercó a ellos para que empezaran a estirar sus pequeñas y regordetas manos hacia él, en un nuevo y fallido intento de tocar su cabello.

 

Ahora, los tres se suponía que iban al parque a pasar el rato, pero Haru y Sora se estaban poniendo algo inquietos, así que Orter supuso que era momento de regresar a casa. Los tres hicieron una parada rápida en la panadería para llevarle algunos panecillos con crema a Mash; las empleadas, al ver a los bebés, trataron de contener la emoción y comportarse.

 

— Orter-san, sus bebés son hermosos. — dijo una de ellas, admirando los ojos dorados de cada uno de los bebés.

 

— Son idénticos a Mash-san. — dijo alguien más y Orter simplemente asintió, pues no tenía nada que discutir sobre lo que se decía. Sus bebés se parecían a quien él consideraba como el único amor de su vida, así que podía estar feliz sin importar qué.

 

— Lo son, y eso los hace más hermosos. — respondió Orter, solo para que las empleadas chillaran y se ilusionaran por conseguir una relación como la de sus jefes.

 

— Orter-san, aquí está su orden. — alguien lo llamó, entregándole una bolsa con los panecillos con crema que había pedido.

 

— Muchas gracias. — tomó la orden para después irse, no sin antes despedirse de forma cortés de las empleadas, quienes le pidieron de favor que saludara a Mash de su parte.

 

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El regreso a casa fue mucho más rápido de lo pensado, sin más paradas por hacer. Los tres ya se encontraban descansando en la sala; los bebés parecían tener sueño, así que Orter estuvo a punto de llevárselos a dormir, pero en ese momento, Mash y los demás llegaron a casa, faltando unos cuantos minutos para que fueran las cinco de la tarde.

 

— Haru, Sora. — Mash dijo, una vez que pudo estar junto a sus hijos, quienes parecieron recuperar toda su energía al ver a su otro padre. — Me hicieron mucha falta. — murmuró, tomando a sus bebés de los brazos de Orter para irse a sentar a la sala con ellos.

 

— ¿Cómo les fue? — Orter le preguntó al resto del grupo, o a lo que quedaba de ellos, puesto que Finn, Lemon, Dot y Domina habían decidido seguir a Mash a la sala.

 

— Bastante bien, al principio parecía incómodo, pero después se fue soltando. — Lance es quien se encarga de responder, y el alivio en el rostro de Orter parece bastante genuino.

 

— Muchas gracias por acompañarlo. — le dijo con sinceridad, pues le preocupaba que su esposo no pudiera relajarse.

 

— No es nada, fue bastante divertido salir como...

 

— ¡Orter! — un llamado repentino por parte de Mash interrumpe a Lance, quien junto a Orter se dirige hacia donde se encuentran los demás.

 

— ¿Sí? ¿Sucede algo? — Orter preguntó confundido, y su confusión solo aumentó más al ver cómo Mash intentaba contener las lágrimas.

 

— Se rieron. — el pelinegro susurró, tratando de controlarse para no arruinar el momento. — Haru y Sora se rieron. — volvió a decir, como si la primera vez no hubiese sido lo suficientemente claro.

 

Orter se quedó inmóvil por un segundo, asimilando lo que Mash acababa de decir. Luego, una sonrisa suave se dibujó en su rostro. Se acercó lentamente hasta quedar frente a Mash, donde los bebés seguían en su regazo, ambos con los ojos brillantes y curiosos.

 

— ¿De verdad? — preguntó Orter con su voz cargada de asombro.

 

Mash asintió; sus ojos todavía parecían llenos de emoción mientras acariciaba las mejillas de sus hijos.

 

— Sí, y quiero que lo veas. — Mash respiró hondo, intentando recuperar la calma, antes de empezar a hacer una serie de gestos y sonidos con su rostro, acercándose a Haru y Sora. Aplaudió suavemente, haciendo un sonido parecido al de una pequeña explosión, y luego infló las mejillas antes de dejarlas desinflarse de golpe.

 

Los bebés lo observaron por un instante, sus caritas llenas de concentración, como si estuvieran intentando comprender lo que su padre estaba haciendo. Luego, Sora soltó una risita suave, seguida por Haru, quien también empezó a reír, contagiado por la alegría de su hermano mayor.

 

El sonido de la risa de los bebés hizo eco por toda la sala; fue un sonido puro y melodioso que parecía iluminar el espacio entero. Orter sintió que su corazón se derretía al ver a sus hijos tan felices y a Mash tan contento.

 

Los demás, que habían quedado en silencio, fueron lentamente invadidos por una sensación cálida y reconfortante. Finn y Lemon intercambiaron miradas, sus sonrisas reflejando la misma ternura que sentían. Dot, por su parte, se apoyó contra el marco de la puerta, intentando disimular la emoción en sus ojos. Domina observaba desde un rincón, su expresión tranquila, pero los que lo conocían bien podían notar el orgullo y la felicidad en sus ojos.

 

Orter se arrodilló junto a Mash y se inclinó hacia los bebés, acariciando suavemente sus cabezas mientras ellos seguían riendo. Mash lo miró y, sin decir una palabra, le entregó a Sora para que también lo sostuviera.

 

— Son tan perfectos… — susurró Orter, sosteniendo a Sora con suma delicadeza; después de todo, era parte de los tesoros más grandes que tenía en su vida.

 

— Sí, lo son. — Mash respondió con voz suave, mientras abrazaba a Haru, sintiéndose feliz y dichoso por haber presenciado un momento como este.

 

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Notes:

Pero qué hermosa familiaaaaaaa.  😭

 

Voy a extrañar mucho a este par cuando el fanfic termine. 

Chapter 16: ⏳🍄 : Nuevas comidas & Gateando & Primeras palabras & Primeros pasos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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— Digan “aaaaah” — Mash intentó que los bebés abrieran la boca al mismo para darles de comer, pero Haru y Sora se negaban a cooperar. — Orter. — dijo, llamando desesperadamente a su marido, quien trata de contener una risa.  — ¿Por qué los bebés no quieren comer? — preguntó, perdiendo las esperanzas de comenzar una nueva etapa con sus hijos. 

 

La cual era comer algo más que no fuese leche, en su última visita medica, Meliadoul les había informado que iniciando el sexto mes de vida, podían empezar a darle de comer a los bebés. Cosas como papillas de verduras y frutas eran buenas opciones por las cuales empezar, pero su primer intento no estaba resultando como esperaban. 

 

— Permíteme ayudarte. — Orter se acercó con una sonrisa, observando cómo sus hijos seguían cerrando firmemente sus pequeñas bocas. Se agachó a su altura, buscando sus miradas curiosas y juguetonas.  — Tal vez están un poco confundidos. — dijo suavemente, tomando una pequeña cuchara con papilla de zanahoria. — Es la primera vez que ven algo diferente a la leche. — con paciencia, Orter trató de hacer que Haru se interesara por la comida, acercando la cuchara y haciendo pequeños ruidos para captar su atención.

 

Mash, que había estado observando con frustración, soltó un suspiro resignado, pero sabía que con frustrarse no conseguiría nada. 

 

— Vamos Sora, solo come un poco. — Mash le suplicó a su hijo mayor, pero este simplemente lo vio con indiferencia. Orter le dio una suave palmada en la espalda para que no se rindiera, después de todo, aun podían intentarlo.  

 

— Prueba haciéndolo como un juego. — Mash lo miró con una mezcla de duda para después asentir ligeramente. Volvió a intentarlo, esta vez girando la cuchara en el aire como si fuese un dragón. 

 

— ¡Aquí viene el dragón! — anunció Mash con entusiasmo. Haru y Sora lo miraron con ojos brillantes, fascinados por el movimiento inesperado. Haru fue el primero en abrir la boca, permitiendo que Orter le diera su primer bocado de papilla. Mash observó la escena con alivio y satisfacción, hasta que Haru hizo una mueca de desagrado, escupiendo gran parte de la comida.

 

— ¡Oh no! — exclamó Mash, pero Orter solo se rió en lugar de preocuparse. 

 

— Es normal, tienen que acostumbrarse al nuevo sabor.  — lo animó, tomando una servilleta para limpiar la boca de su boca de su hijo. — Así que no te preocupes, que lo están haciendo bien. — le dio un par de nuevas palmaditas en la espalda a Mash, quien decidió intentar de nuevo pero esta vez con Sora.

 

Después de unos minutos, ambos bebés habían probado un poco de papilla, aunque la mayor parte había terminado en sus baberos y en la silla comedor en la que estaban sentados. Mash y Orter intercambiaron una mirada,  ambos se veían cansados pero a la vez felices, después de todo, esto no era más que el inicio de una nueva aventura. 

 

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Ver cómo los bebés crecen tan rápido fue una revelación para Mash. De repente, comprendió que el tiempo pasaba a una velocidad alarmante y que debía aprovechar cada instante con sus hijos, quienes parecían crecer más rápido de lo que él deseaba.

 

Un ejemplo claro de este rápido crecimiento ocurrió una tarde tranquila, mientras Mash jugaba con Haru y Sora en la alfombra de la sala. Últimamente, los bebés se habían vuelto mucho más activos, y Mash notó que cada vez estaban más inquietos.

 

Haru, con su energía habitual, comenzó a balancearse hacia adelante y hacia atrás, como si estuviera calculando cómo moverse. Mash lo observó con atención, su corazón latiendo con anticipación.

 

— Vamos, Haru. — lo animó suavemente. — Tú puedes hacerlo.

 

De repente, Haru dio un pequeño empujón con sus brazos y piernas, avanzando unos centímetros. Mash contuvo el aliento, y sus ojos se llenaron de lágrimas de orgullo.

 

Justo en ese momento, Orter entró en la sala y vio cómo Haru repetía el movimiento, esta vez avanzando un poco más.

 

— ¡Está gateando! — exclamó Mash emocionado, volviendo su atención hacia Sora, que también parecía estar tomando valor para intentarlo. Con una sonrisa, Orter se arrodilló junto a Mash, y juntos animaron a sus hijos mientras estos comenzaban a explorar el mundo desde una nueva perspectiva. Sus hijos gateaban con torpeza, pero estaban llenos de entusiasmo por seguir intentándolo.

 

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— ¿Pero qué les pasa a los bebés? — preguntó una de las empleadas de la panadería, quien dejó de hacer sus tareas para concentrarse en Haru y Sora, que habían ido ese día junto con Mash a la panadería.  

 

— Se ven un poco serios, como si estuvieran molestos. — comentó otra persona, y Mash solo pudo asentir con desgano. Sus hijos habían llorado gran parte de la mañana después de que Orter se fue a trabajar. El Iluminado Divino casi pospuso su regreso oficial a la Agencia por un día más, pero fue Mash quien lo animó a irse, asegurando que los bebés se calmarían después de un rato. Y así fue, pero Mash tuvo que armarse de paciencia, ya que sus hijos sollozaban y se quejaban por no tener a su otro padre cerca.

 

— Lo único que necesitan es acostumbrarse a estar sin Orter por un rato. — Mash dijo, tratando de mantener la calma, aunque por dentro estaba agotado. 

 

Haru y Sora habían estado más inquietos de lo habitual, sus pequeñas caras se arrugaban de vez en cuando, y ningún tipo de sonrisa se dibujaba en sus labios.

 

Las empleadas de la panadería sintieron mucha pena por su jefe, quien parecía bastante estresado y cansado por haberse hecho cargo de sus bebés todo el día. Pero antes de que pudieran decir algo más, el sonido de la puerta abriéndose capturó la atención de todos, puesto que ya habían cerrado y no se esperaba que nadie entrara. 

 

— Bienvenido,  Orter-san. — las empleadas saludaron de inmediato al iluminado divino, quien también parecía estar un poco cansado, seguramente,  había tenido un día bastante duro en el trabajo, pero su expresión se suavizó al ver a Mash y sus hijos. 

 

Haru fue el primero de los gemelos en percatarse de su llegada. Sus ojos se iluminaron de inmediato, y dejó escapar un balbuceo emocionado que sonaba casi como una risa. Sora, al ver la reacción de su hermano, giró su cabeza hacia la dirección de la puerta y al instante, sus ojos brillaron de emoción.

 

— Baba… Baba… Baba… — balbuceó Haru extendiendo sus brazos en dirección de su padre, sorprendiendo de paso a todos los presentes. Aquella había sido su primera palabra, y fue un sonido tan tierno y lleno de cariño que hizo que el corazón de todos se detuviera por un segundo.

 

Orter, visiblemente conmovido, se acercó rápidamente a ellos, sonriendo con una mezcla de sorpresa y orgullo. Se agachó para estar a la altura de los bebés, extendiendo sus brazos para sostener a Haru, quien seguía repitiendo "baba" con entusiasmo.

 

— ¡Vaya! ¡Eso fue increíble! — exclamó una de las empleadas, mientras Mash miraba la escena con una sonrisa genuina.

 

— Parece que fuiste la primera palabra de Haru. — Mash comentó suavemente, sintiendo un alivio indescriptible al ver a sus hijos tan felices en los brazos de su marido. 

 

Orter miró a Mash con una mirada llena de amor y agradecimiento por haberle permitido vivir este momento. 

 

— Creo que el "baba" ha llegado para quedarse. — dijo con una risa suave, acariciando la cabeza de Haru y luego la de Sora, quien balbuceaba palabras ininteligibles pero igual de emocionadas que las de su hermano.  

 

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Si las primeras palabras de los bebés fueron para Orter, algo igual de especial sucedió ante los ojos de Mash tiempo después de aquel inesperado suceso.

El hecho ocurrió en la cocina, donde Mash preparaba la cena para recibir a Orter, mientras permitía que sus hijos gatearan por los alrededores. Mash dividía su atención entre lo que hacía y sus pequeños, quienes balbuceaban y se reían mientras se movían de un lado a otro.

 

Fue en un breve momento de distracción cuando la magia ocurrió. Haru, siendo el más aventurero de sus hijos, se apoyó sobre la isla de la cocina antes de intentar ponerse de pie. Ya lo había intentado antes, pararse mientras se apoyaba en algo, pero casi siempre caía sentado al suelo. 

 

Sin embargo, en esta ocasión no fue así, ya que logró mantener el equilibrio.

 

Si eso no fuese suficiente, Haru empezó a avanzar hacia adelante, buscando encontrarse con su padre, quien cortaba algunas verduras para agregarlas al caldo que estaba haciendo. Si Mash lo estuviera viendo, la tensión sería más que palpable en el aire, y seguramente hubiera caído al piso al estar recibiendo demasiada atención. 

 

Sora observaba detenidamente a su hermano menor; casi parecía que estaba conteniendo el aliento y trataba de no emitir ningún sonido que pudiera advertirle a su padre sobre lo que estaba sucediendo. Mash estaba sumergido en su tarea, concentrado en picar las verduras con precisión, cuando un leve ruido a sus espaldas llamó su atención.

 

Dicho ruido no era el usual balbuceo de sus hijos, sino un sonido diferente, algo que lo hizo detenerse por un instante, aunque no se volteo hacia atrás para averiguar de dónde venía ese sonido. Continuó cortando, pensando que era solo su imaginación o algún juguete de los bebés que había caído al suelo, pero entonces, sintió un tirón suave en su pantalón, seguido por un balbuceo que reconoció al instante. 

 

Al voltear la mirada hacia abajo, su corazón dio un vuelco al ver a Haru, de pie junto a él, aferrado a la tela de su ropa con una expresión de diversión en su carita. Sus pequeños ojos dorados brillaban con la emoción de lo que acababa de lograr, y Mash apenas podía creer lo que veía.

 

Haru, su pequeño aventurero, había dado sus primeros pasos sin que él lo notara. Mash dejó el cuchillo sobre la tabla de cortar y se agachó rápidamente para abrazarlo, temiendo que se tambaleara y cayera. Pero Haru no cayó; al contrario, soltó una risa alegre, triunfante, como si supiera que había hecho algo grande. Sora, quien había estado observando en silencio todo el tiempo, finalmente dejó escapar el aire que había estado conteniendo y gateó hacia su hermano y su padre, queriendo ser parte del momento especial.

 

— Mis bebes. — dijo, abrazando a sus hijos cuando Sora se unió a ellos, las lágrimas de emoción brotaban de sus ojos. A pesar de sentirse mal por no haber presenciado los primeros pasos de uno de sus hijos, la alegría de que Haru decidiera caminar hacia él era algo que no podía expresar con tanta facilidad. — Son tan asombrosos y geniales. — murmuró, besando con cariño las cabezas de sus hijos, quienes rieron infantilmente por las muestras de cariño que estaba recibiendo. 

 

Siendo este momento únicamente para él, aunque pensaba compartirlo con Orter cuando este regresara a casa más tarde, pero por el momento, se dedicó a disfrutar de sus hijos.

 

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Notes:

Nos queda un capitulo mas para terminar, muchas gracias a todos por formar parte de esto.

Chapter 17: ⏳🍄  : Primer cumpleaños

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Ha pasado exactamente un año desde que Haru y Sora llegaron a la vida de sus padres, transformando por completo su forma de ver el mundo. Porque ser padre no ha sido una tarea fácil, ya que no existe un manual que los guíe a medida que sus bebés crecen y atraviesan nuevas etapas, para las cuales no siempre estaban completamente preparados.

 

Habían atravesado días y noches difíciles, en los que sus bebés lloraban debido a cólicos, la aparición de sus primeros dientes o por enfermarse con facilidad. Para el matrimonio Máld, lidiar con el malestar de sus hijos era sumamente duro y devastador. Sin embargo, cada uno de esos momentos valió la pena cuando, al final del día, veían a sus hijos crecer sanos y felices.

 

Por eso, la celebración del primer cumpleaños de Haru y Sora fue un evento sin precedentes. Mash y Orter decidieron festejarlo en el mismo lugar donde habían descubierto el género de sus hijos, ya que ese sitio tenía un significado especial para ellos.

 

Las personas más cercanas a la familia Máld fueron invitadas y asistieron sin ninguna excusa al evento. Los bebés fueron el centro de atención, recibiendo numerosos y ostentosos regalos de los amigos de sus padres y de sus familiares más cercanos.

 

Sora y Haru fueron completamente mimados por sus tíos, quienes, en un momento dado, protagonizaron una competencia amistosa para ver quién se convertía en el tío favorito de los gemelos. Shuen intentó detener a su ahora esposo, pero la obstinación de Wirth por demostrar que sus sobrinos lo preferían a él por encima de Domina era un desafío que no podía rechazar.

 

Los espectadores observaban lo que ocurría con una sonrisa en sus rostros y se reían disimuladamente de quienes supuestamente eran unos adultos. Wirth, listo para seguir con sus jugadas, cargaba a Haru y lo hacía reír con cosquillas suaves, mientras Domina, no dispuesto a perder la competencia, sostenía a Sora en brazos, hablándole con una dulzura que pocas veces se veía en él en público. 

 

— Mira, Sora, soy claramente el mejor tío, ¿verdad? — el pelirosa, a la vez que le guiñaba un ojo a Wirth, quien le devolvió una mirada desafiante.

 

Shuen, observando a ambos, suspiró exasperado, aunque no pudo evitar sonreír. 

 

— ¿En serio? Esto es una fiesta para los bebés, no una competencia entre ustedes dos. — comentó, acercándose para tomar a Haru en sus brazos, liberando a Wirth de su misión temporal de ser sitio 'tío favorito'. 

 

— Todo es parte de la diversión. — fue lo que Wirth dijo, mientras le hacía una gesto dramático a Domina, quien frunció el ceño de forma exagerada, generando risas entre los presentes.

 

Mientras todo esto ocurría, Mash y Orter observaban desde una distancia prudente, sonriendo al ver cómo sus amigos y familiares interactúan con sus hijos. Mash mantenía su cabeza recostada en el hombro de Orter, no podía evitar sentirse abrumado por el amor que rodeaba a su familia. 

 

Habían tenido momentos difíciles, pero con la celebración de este día, les hizo recordar que todo lo que habían superado juntos terminó valiendo la pena  y que ahora mismo eran las personas más afortunadas del mundo. 

 

Orter, siempre atento, le dio un suave beso en la frente a Mash, rodeando el voluminoso cuerpo de su esposo en un cálido abrazo. 

 

— Lo logramos. — dijo, recalcando con emoción lo especial que era este día. — Un año entero... y mira todo lo que hemos construido. 

 

Mash asintió con los ojos ligeramente humedecidos por la emoción, así que tuvo que tomarse su momento antes de hablar. 

 

— Creo que no podría haberlo hecho sin ti. — respondió, tomando la mano de Orter con fuerza, quien le dio la vuelta para poder besarlo en los labios, expresando más con una simple acción que con las posibles palabras que saldrían de su boca. 

 

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La celebración se extendió hasta la llegada de la tarde, y los bebés, agotados tras tanto juego y atención, finalmente cayeron rendidos. Para Mash y Orter, aquella fiesta no solo conmemoraba el primer cumpleaños de sus hijos, sino también el cierre de una etapa. 

 

Porque pronto comenzarían una nueva, llena de desafíos y aventuras que enfrentarían juntos como padres.

 

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— Haru, Sora, alguien quiere conocerlos. — les dice Meliadoul con una brillante sonrisa en el rostro. La expresión de la mujer de cabello rubio les da la certeza de que todo ha salido bien.

 

Los gemelos, ahora con quince años, se levantan apresuradamente de sus asientos y siguen a Meliadoul con nerviosismo. A pesar de los años, ella no parece haber cambiado mucho. 

 

Al entrar en la sala de parto, ambos contienen el aliento por un momento, sin estar seguros de si deben avanzar o quedarse inmóviles por un poco más.

 

— Vengan, acérquense. — les dice Orter con una suave invitación. Y no hace falta que su padre lo repita; inmediatamente, los gemelos se acercan a la cama donde sus dos padres y su nueva hermanita se encuentran. 

 

— Es tan… 

 

— Pequeña. — Haru termina completando la frase que Sora estaba por decir, lo que causa que sus padres contengan una suave risa.  

 

— Son hermanos mayores, ¿qué les parece? — dice Mash con una sonrisa cansada, pero llena de calidez por tener a sus hijos con el. Orter, a su lado, mantiene sus manos entrelazadas, mirándolo con orgullo y alivio.

 

Haru y Sora observan a su nueva hermanita con mucho asombro. El pequeño cuerpo de la bebé parece tan frágil que ninguno de los dos se atreve a tocarla aún. La emoción de convertirse en hermanos mayores es palpable, pero hay un sentimiento de vacío en todos que los hace sentir incompletos. 

 

— Es hermosa, papá. — dice Sora en voz baja, su mirada se encuentra con la de Mash, quien parece estar recordando algo difícil del pasado.

 

Mash suspira de forma pesada, recordando un profundo dolor que pensó que había superado ya. Este no es su segundo embarazo,  si no que el tercero, pero el segundo jamas pudo llegar a terminó. 

 

Haru y Sora lo saben; aunque eran muy jóvenes cuando la tragedia sucedió, la pérdida  de un posible hermano o hermana dejó una marca profunda en la familia. Fue un aborto espontáneo que los tomó a todos por sorpresa y que sumió a Mash en una profunda depresión de la que tardó años en recuperarse. 

 

Ese dolor, aunque lejano, aún vive en los rincones del corazón de Mash, pero ver a su nueva bebé llena ese vacío con una luz que pensó que nunca volvería a sentir.

 

— ¿Está bien? — pregunta Haru, rompiendo el silencio con una inquietud genuina. — ¿Estás bien, papá?

 

Mash asiente, sintiendo como el llanto se hace cada vez más presente, pero lucha por mantener sus emociones bajo control. 

 

— Estoy bien. — responde, mientras acaricia suavemente la pequeña mano de su hija, que parece ser la viva imagen de Orter. — Ya esta todo bien.

 

Orter le da un apretón suave en la mano, como para recordarle que se encuentra presente y que este nuevo comienzo es una oportunidad única y milagrosa, porque desde que Mash sufrió aquel aborto le había sido imposible quedar embarazado de nuevo, lo cual aumentaba de forma considerable su depresión. 

 

— Y ustedes serán los mejores hermanos mayores que ella podría tener. — añade Orter con una sonrisa, mirando a Haru y Sora, quienes ahora observan a su hermanita con una confianza y el deseo de protegerla de todo aquello que quiera lastimarla. 

 

Meliadoul no hace más que observar desde la puerta, antes de retirarse silenciosamente, sabiendo que este momento íntimo le  pertenece a la familia Máld que hoy mismo de la bienvenida a su pequeño milagro. 

 

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Notes:

Bueno, llegamos al final.

Tengo emociones encontradas porque este trabajo fue de mis favoritos por realizar,  asi que muchas gracias por leerme.

 

Y espero que en algún momento podamos tener más contenido de mi parte sobre Orter y Mash. <3 

Notes:

El inicio es algo corto a mi parecer, pero conforme avancen los dias, ira aumentando la cantidad de palabras, asi que muchas gracias por leerme.