Work Text:
—¿Realmente crees que esto es una buena idea, Ritsu?
Mio me deja sin palabras con solo esa pregunta, mientras la criatura que llevo en mis brazos tirita por el frío que aún tiene, pese a que no he dejado de darle algo de mi calor corporal desde que la recogí. Mi instinto me hace replicar.
—Ay, por favor, Mio. Aún es un bebé. ¿Cómo pretendes que lo deje a su merced en la calle con este clima? ¡No puedo creer que puedas ser tan cruel!
Seguro se preguntarán qué fue lo que nos llevó a estar enfrentadas en este instante. Pues bien, todo comenzó hace una media hora.
La temporada de lluvias está siendo bastante intensa este año, por momentos siendo similar a cuando nos golpea un tifón. Por eso, aproveché un pequeño momento en que la lluvia cesó para salir a hacer algunas compras.
Recién salía del almacén, caían algunas gotas, pero aún nada de qué alarmarse, cuando vi una caja cerca de un bote de basura. Apreté los dientes cuando vi un par de ojos asomándose de ella con expresión entre triste y asustada.
—¿Cómo alguien es tan inhumano de dejarte aquí? —pregunto, acercándome a la caja. La criatura en su interior retrocedió asustada—. Cálmate, no te haré daño. Solo te llevaré a un lugar mejor.
Con delicadeza, tomé al pequeño ser en mis manos, acunándolo contra mi pecho para transmitirle mi calor corporal. Sentí que temblaba, y su temperatura estaba preocupantemente baja. Dentro de la caja no había nada que pudiera identificar su origen, apenas una pequeña bolsa con una ración de comida.
Tan rápido como pude, lo llevé a que lo revisaran, pero el lugar estaba cerrado. Timbré con reiteración, sin recibir respuesta alguna. Maldije para mis adentros estar en esta situación, decidiendo llevar al pequeño a casa. Sabía que Mio se enojaría, pero esto es una emergencia. Y así llegamos a la discusión con la que inicié mi relato.
Mio frunce el ceño al escucharme acusarla de ser cruel. Sé que exagero un poco con lo que dije, pero es la única forma de apelar a su sentimentalismo para salir victoriosa en esta situación.
—No se trata de que sea cruel o no, sino de afrontar la realidad, y la realidad es que no tenemos tiempo suficiente para cuidarlo como es debido.
—Espera, ¿por qué supones que quiero conservarlo? —pregunto. Mio levanta una ceja.
—Lo trajiste hasta acá en lugar de llevarlo a…
—Estaba cerrado, y nadie salió por mucho que llamé a la puerta. Lo traje acá para que esté en un lugar cálido y seco mientras busco el número del doctor.
Mio se sonroja, no sé si por vergüenza o por rabia al escucharme.
—Ya no soy una adolescente impulsiva —continúo—. Soy consciente de que nuestros compromisos, tanto individuales como con la banda nos impiden conservarlo. Y aún si tuviéramos el tiempo suficiente para cuidarlo, hablaría primero contigo para que tomemos esa decisión juntas.
—Ya entendí, lo siento. —Mio se dirige a nuestra habitación, regresando a los pocos segundos con una toalla—. Toma, sécalo. Yo iré a buscar el número del doctor Miyamoto.
Recibo la toalla con una sonrisa burlona, haciendo que Mio ruede los ojos. Envuelvo con ella a la pequeña criatura en mis brazos y comienzo a masajearla con cuidado. Sus temblores parecen amainar, lo que me hace sonreír. Parece que la salvé a tiempo.
—Ya llamé al doctor. Dice que vendrá por él en media hora —anuncia Mio, llegando con un plato con leche tibia—. Creo que esto bastará mientras llega.
—Vaya, mira quién se está preocupando por este pequeño ahora —hablo en son de burla, dejando al pequeño sobre el sofá.
—¿No puedes creer que no sea cruel en absoluto? —replica, acercando el plato a la criatura que, tras olerlo, comienza a tomarse la leche gustosa. Mio sonríe, y su mirada se torna maternal.
Tal como Mio había dicho, el doctor Miyamoto llega a la media hora. Debo admitir que me alegra verlo llegar con sus implementos y con un guacal para llevarse al pequeño. Sé que estará mejor bajo su cuidado, y que él facilitará que alguien de buen corazón y buena disposición pueda adoptarlo. Tras una revisión, él diagnostica que la criatura no presenta síntomas de hipotermia, lo que es una buena noticia, pero cuando llegue a la clínica, le hará algunos exámenes para descartar cualquier problema de salud que pudiera tener. También nos recomendó lavar y desinfectar todo con lo que hubiera tenido contacto, por las dudas.
Mio despide al doctor con cordialidad y suspira al cerrar la puerta. Yo recojo la toalla y el plato que usamos para darle cuidado al pequeño. Supongo que tendré que retirar el forro del cojín del sofá donde lo puse.
—Discúlpame por sacar conclusiones apresuradas, Ritsu —habla mi novia—. Fue un lindo gesto que rescataras a un cachorro de este clima. No debí regañarte por ello.
—Descuida, Mio. Admito que en el fondo sí deseaba poder conservarlo, pero, como dije, no es una decisión que vaya a tomar sin ti.
Mio sonríe, poniendo sus brazos en jarras.
—Vaya, has madurado bastante.
—Por supuesto —replico con altivez—. Ya tengo 33 años. No iba a quedarme con la m…
Mio silencia mi parloteo poniendo sus labios sobre los míos. Pese a lo que dije, ese suave beso me regresa a mis días de juventud, cuando me armé de valor y me le declaré. Y amo esa sensación que ella me provoca.
