Chapter Text
Bajó con delicadeza hasta la planta baja. Sabía que no tenía que hacerlo, que podía moverse con libertad por la casa, pero todavía era muy pronto para dejarlo ser. En su ser estaban impresos enérgicamente los mandatos de la vieja casa del grupo familiar. Ni siquiera valía la pena llamarlo así.
Para hacerlo peor, o mejor, dependiendo de la perspectiva, en esta casa ni siquiera había nadie que pudiera usar el peor trauma de la adolescente. Eso fue lo primero que le llevó a confiar en sus nuevas cuidadoras.
Todavía no podía decirlo con seguridad, pero algo de ellas le provocaba esa confianza o algo que no sabía nombrar por su corta edad, algo invisible que se hacía presente cada que ellas estaban en la habitación. La sensación se acentuó cuando llegó ahí por primera vez. Al cruzar el umbral de la puerta, esa peculiaridad de sus cuidadoras parecía llenar su propio hogar.
Pero esa misma sensación que le daba seguridad o confianza sobre las mujeres que la adoptaron, la incitaba a alejarse y esconderse de otras personas sin aparente razón.
En su lógica, dbía ser porque se movían o hablaban como su anterior Intendente alpha, porque antes que después se enteraban que esos adultos efectivamente eran alphas. La adolescente rubia asumía que su instinto personal se cuidaba de los alphas por las malas experiencias de los últimos años con ese cuidador negligente. Esa sensación había empezado hace unos meses, quizás un año, pero ahora se estaba acentuando bastante.
Así que haciendo un esfuerzo para no seguir caminando de puntillas, Adora por fin entró al comedor que se abría directo a la cocina. Lo que la hizo bajar fue el apetitoso aroma de la cena ya casi lista. El aroma aquí era mucho más intenso que en su habitación.
—¿Ya tienes hambre, cariño? —se escuchó una voz desde atrás, amable y sonriente.
Adora todavía se apenaba junto a cualquiera de sus nuevas cuidadoras.
—No… pero huele muy bien —procuró añadir al final para ser tan amable como se podía esperar.
—Gracias. Ya estará listo muy pronto. ¿Quieres ayudarme con la mesa?
—Sí, Mara —dijo muy rápido.
Mara, la omega más joven de la pareja que la adoptó, suspiró un poco.
Creían que Adora se estaba adaptando muy bien, pero era doloroso verla tan… dócil. A veces casi indefensa. Era una adolescente sin voz. Iba a la escuela, jugaba en su club, hacía sus tareas y cumplía con todas sus asignaciones sin rechistar, incluso cuando no supiera cómo resolver o hacer algo, ella sola se las arreglaba para cumplir.
Estuvo encerrada en ese feo lugar muchos años y todavía no sabían en realidad todo por lo que tuvo que pasar. Lo que sí sabían es que la apoyarían en cada paso. Y algo por seguro es que la disciplina fue férrea, pero el trabajador social que les estaba ayudando, no compartía toda la información. Por su parte, Adora tampoco parecía que les quisiera contar.
—¡Adora, ya se está haciendo tarde para la escuela! —llamó Mara desde la parte de abajo de las escaleras.
Tenía el abundante desayuno preparado, pero si Adora se seguía tardando, no podría comer adecuadamente.
—¡Ya voy! —le respondió la adolescente, un poco más brusco de lo que ya estaba acostumbrada la mujer.
—¿Te sientes mal? —preguntó Mara, después cuando Adora ya estaba sentada en la mesa.
La chica en vez de comenzar a comer de inmediato, como hacía todos los días, se detuvo a ver la comida con semblante serio, algo fruncido. Mara no sabía si buscaba algo o estaba juzgando la comida, algo que nunca había hecho.
—No —dijo seca. Pero de inmediato añadió —no… solo algo mareada. El tocino huele raro… creo.
Mara se inclinó hacia el plato que contenía el tocino frito, pero no le olió diferente.
—Está bien, Adora. Estoy usando otro aceite, quizás sea eso. ¿Pero no quieres comer otra cosa? Puedo preparar algo más.
—No, así está bien.
Adora hizo otra mueca apenas perceptible hacia el tocino y comió solo su avena esa mañana.
Era la primera vez en la vida que Mara debía enfrentarse al director de una escuela por algo que ella no había hecho. Y como ella misma fue una estudiante modelo, su experiencia personal tampoco ayudaba mucho. Pero estaba más sorprendida que molesta. Casi no podía creer lo que le contaron, de no ser porque tenía las pruebas enfrente de ella.
Adora estaba cubierta de sangre. O al menos su camisa. La sangre de la nariz de la otra chica.
Adora estaba sentada con los brazos cruzados y la mirada baja, más quieta de lo que Mara la vio jamás. Ni siquiera le devolvió el saludo cuando pasó a su lado e ingresó a solas a la oficina del director.
El hombre le contó sucintamente lo que pasó: durante el entrenamiento, una de las compañeras de Adora, golpeó a esta, todavía no sabían si fue accidental o intencionadamente. La respuesta de Adora fue rápida y brutal. Golpeó con fuerza en el estómago a la otra chica e inmediatamente le dio otro golpe, innecesario y fuera de lugar, en el rostro. Fue en ese momento cuando el entrenador llegó a ellas y la niña rubia parecía fuera de sí. El entrenador las separó y con sus fuertes palabras, Adora reaccionó y palideció al punto de ser necesario también llevarla a la enfermería.
—Perdóneme, pero tengo que preguntar ¿El entrenador es un alpha? —interrumpió Mara al director.
—No. El entrenador de turno es un hombre beta —respondió de mala manera, tal vez porque él mismo era uno. —Pero la casta del entrenador no tiene nada que ver con el comportamiento de Adora.
—Usted no lo entiende… el lugar en donde estaba Adora… —suspiró Mara, ojalá Adora no pudiera escuchar esto —todavía no sabemos todo lo que pasó en ese lugar, pero el sujeto que lo llevaba era un alpha abusivo.
La mirada del hombre se suavizó un poco. Adora no era una nueva alumna, pues llevaba todo el ciclo escolar ahí pero el hombre sabía un poco de su historia.
—Adora nunca había causado este tipo de problemas, bueno, ninguno en realidad. Y se lleva muy bien con todas sus compañeros. Los ayuda y hasta podría ser capitana del equipo si saliera de su caparazón —dijo el director para empezar otra vez —. Por eso me parece poco relevante la casta de su entrenador.
—Lo mencionó ya que me dice que Adora se puso mal cuando la reprendieron.
—Señora Grayskull, ya sabe que en esta escuela tratamos de no diferenciar entre castas, pero consideramos nocivo el pretender que no existen. Son dos puntos muy aparte a mi parecer. Por eso entiendo que usted tenga preocupación de que un alpha pudiera disparar una mala reacción en Adora y siguiendo esa línea de pensamiento, ¿usted misma se ha preguntado si la razón no es otra? —el hombre se puso de pie y Mara lo siguió con la mirada —¿Puedo preguntarle su casta?
—Soy una omega, igual que mi esposa —el tono de Mara fue serio, casi seco.
—Entonces usted está bien versada en el uso de supresores y otro tipos de terapias hormonales.
—Por supuesto que sí, nos ayudan a sobrellevar el celo —dijo sin tapujos.
—Comprensible y sensato. ¿Puedo preguntarle su opinión personal sobre los alphas? —el beta dejó de mirar por la ventana y regresó su mirada marrón a Mara.
—El que esté casada con una omega no me hace odiar a los alphas.
—Esa no fue mi pregunta, señora Grayskull.
Los dos se estudiaron intensamente unos segundos. Mara solo podía oler algo de estrés desde el hombre, pero su olfato no era tan fino como otros, apenas un poco más potenciado que el de cualquier humano beta.
—Creo que son personas capaces de bondad y maldad, como cualquier otro. No los creo unos seres presas de sus hormonas, instintos, casta o como quiera llamarlo. Pero también creo que nos falta educación a todos para entendernos mejor.
—Hasta hace unos años, se les daban clases separadas según su casta a los jóvenes, y me parece que usted todavía pudo ser parte de esa generación —dijo el hombre después de escuchar atentamente las palabras de la mamá que le tocaba atender hoy.
—Director, no tiene que andar con pinzas conmigo, puede hablar libremente —dijo Mara algo intranquila ya de esta actitud condescendiente.
—Está bien, señora, se lo agradezco. Lo diré abiertamente, no la cité específicamente por un castigo para Adora, que lo tendrá, pero lo que quiero tratar con usted es que ella muestra algunos síntomas de que será alpha.
—¿Síntomas? ¿Como si fuera una enfermedad?
—¡No, no! Claro que no. Signos, señales, no lo quise decir así. Pero desde el lado médico, esa es la palabra y no porque sea una enfermedad, la casta es una condición natural —dijo y volvió a sentarse —Antes de que usted llegara, hablé con algunos maestros de Adora.
El semblante de Mara se relajó y el beta pudo seguir, un poco más tranquilo también.
—Después de que ella pareciera estar más a gusto y abriéndose, la han notado retraída y con algo de genio. Sería lo normal en cualquier adolescente, pero ha tenido otras reacciones también. Me tomé la libertad de revisar su expediente completo y encontré que no se le ha realizado ninguna prueba de casta —terminó de decir pero la idea seguía flotando en el ambiente.
—No comprendo a lo que quiere llegar.
—Señora Grayskull, me parece que Adora podría ser una alpha camino al primer rut. Y si ella tiene tantos problemas con los alpha como dice, es incluso más imperante hacerle conocedora de su propia situación.
Mara enrojeció un poco a causa de la indignación.
—Adora tiene apenas trece años, es muy joven para realizarle cualquier prueba.
—Por favor, señora, escúcheme: he tenido revelaciones de casta desde los doce, una incluso a los once. Las niñas beta cada año parecen empezar a menstruar antes también, si me permite la comparación. Unos dicen que son las hormonas en la comida, la contaminación… o que simplemente siempre ha sido así pero hasta ahora se ha documentado y antes era un asunto personal íntimo y hasta tabú. ¿Usted no ha notado otros cambios en Adora?
La mujer entonces tuvo que recordar los mareos, los dolores de cabeza, la repentina sensibilización de Adora a ciertas comidas, o quizás olores debería decir. Ella siempre decía “huele”, no “se ve o sabe raro”. Jamás les contestaba mal, pero a veces parecía a punto de. Mara simplemente creyó que era la pubertad y Hope creía lo que ella creía en cuanto a Adora.
—Tal vez han existido… algunas cosas diferentes. Pero yo no recuerdo haberme sentido así antes de mi primer celo.
—Es diferente con las mujeres alpha… muchas hormonas contradictorias en el cuerpo, adaptarse es largo y complejo. Además de… ya sabe, la primer erección durante el rut.
Ciertamente era un detalle que no ocupaba la atención de Mara.
—¿Esta es solo su opinión personal? —tuvo que preguntar.
—No, claro que no. Después de revisar el expediente de Adora, hable con el médico escolar y el psicólogo. Creen que una prueba de casta podría eliminar muchas dudas… —el beta extendió un sobre marrón hasta Mara —aquí tiene la orden médica para realizarla, o puede hacerlo aquí mismo. De no arrojar resultados sólidos, entonces podremos enfocarnos en buscar otros motivos para la agresión infundada de Adora.
A Mara no le quedó más que apretar los labios mientras leía el pequeño conjunto de documentos dentro del sobre.
Cada minuto se extendía infinitamente y Adora no tenía otra cosa que hacer más que ver el tiempo pasar, marcado por las manecillas del reloj en el pasillo. No lograba discernir los sonidos tras la puerta, apenas el murmullo incomprensible de una plática continúa. Pero algo más le decía que Mara no estaba contenta, ni el director, algo más que no era solo su ansiedad usual. Algo que parecía estar en el mismo aire.
El estomago se le revolvía con esa sensación, además de la culpa avasalladora por haberle roto la nariz a su compañera.
Sintió el palpitante dolor del golpe recibido, sabía que su compañera solo erró y la golpeó a ella en vez del balón, pues las dos lo perseguían para tirar, pero el dolor dio pasó a una furia explosiva y repentina que Adora ni siquiera pensó cuando devolvió el ataque inesperado y siguió golpeando.
Añadido a su furia sin control, es que ella sabía pelear porque debía defenderse en el viejo lugar donde vivió, así que era fuerte. Tanto como para romper un poco la piel de sus nudillos. Pero no podía recordar la sensación de la nariz rompiéndose. Súbito dolor, furia explosiva y el pánico atenazante cuando las órdenes imperiosas del entrenador se abrieron paso hasta su mente.
El olor de la sangre era abrumante y eso la mareó, pero lo que de verdad la asustó fue el esperar que la voz no solo fuera sonido, sino la voluntad articulada de otro sobre ella, que la haría congelarse casi sin opción. Pero su entrenador no tenía tal capacidad y de todos modos Adora nunca lo había visto ordenar a gritos y él se calmó cuando ella se detuvo, pero entonces la niña vio de dónde salía tanta sangre y supo lo que cometió.
Ahora solo esperaba por el castigo ejemplar que estaba segura se avecinaba.
—Muchas gracias, director. Le informaré más tarde de cómo llevaremos esto —dijo Mara ya con la puerta de la oficina abierta.
—Estaré atento a su llamada, señora Grayskull. Buena tarde.
Entonces la omega cerró la puerta y su mirada primero se cruzó con la de la secretaria que estaba en su escritorio al otro lado del pasillo, después se giró para encontrarse con la imagen misma de la culpa y el miedo, la anticipación. El corazón se le rompió en ese momento.
—Adora, ven. Vamos a casa —dijo en voz baja y suave.
—¿A casa? ¿No vas a dejarme aquí? —preguntó con voz trémula y lágrimas brillantes.
Mara se arrodilló y se sostuvo de la silla donde Adora estaba encogida, sorprendida.
—¡Por supuesto que no! ¿Por qué te dejaría aquí? Vamos a casa, a platicar y ver cómo podemos resolver todo —le prometió.
—Mara, lo siento, lo siento. Yo no quería.
—Lo sé, mi amor. No estoy enojada contigo. Vamos —insistió después de abrazar a la niña que lloraba.
Fueron en un silencio denso todo el camino hasta la casa.
—Adora, ve a lavarte y cambiarte, después hablaremos de esto. Pero te prometo que no estoy enojada —le insistió otra vez.
El agua fría del lavabo se sentía bien sobre los nudillos magullados de la mano derecha de Adora. Solo tenía una pequeña herida en el nudillo del dedo medio, lo demás solo estaba un poco rojizo y adolorido. También tenía un ligero moretón en la mejilla, del golpe que la hizo perder la razón.
Bajó lo más pronto que pudo, ansiosa de conocer su destino. Y adolorida por estar tanto tiempo tensa.
Se topó con Mara sentada en la sala, con una taza de té de manzanilla en las manos. Lo podía decir por el aroma. A ella también le ayudó un poco a calmarse.
Ninguna de las dos quería empezar, pero Adora sabía que era su culpa, por lo que inspiró hondo y ya iba a disculparse otra vez, ofrecer todo lo que pudiera para compensar y, y… ¿y qué más podía hacer o decir?
—Adora, tengo que decirte varias cosas y no quiero que estés asustada. Nosotras no vamos a dejarte sola sin importar nada. ¿Me crees, verdad? —Mara se le adelantó y estiró las manos, después de dejar la taza, para tomar las más pequeñas entre las suyas, notando por vez primera la herida. —Cariño, no me dijiste que te lastimaste más. ¿Estás bien?
—No es nada… Yo no quería, no sé que pasó —empezó a decir rápido antes de que la pudiera interrumpir otra vez la mujer mayor—. Te juro que yo no sé lo que me pasó, no quería golpearla, no quería, en serio.
—Yo te creo, mi amor. Ese no es el problema. Tranquila. —dijo intentado calmarla.
Pero la mirada de Adora era algo escéptica si acaso.
—Eso no quiere decir que no debas disculparte con tu compañera y sus padres, o que no pasarás unos días en detención —intentó otra vez Mara.
Adora se apenó otra vez, pero al mismo tiempo se tranquilizó. Era justo, un castigo. Y si cumplía cabalmente tal vez de hecho no la harían dejar la casa y podría demostrar lo arrepentida y avergonzada que estaba.
—Está bien. Haré lo que sea. Yo no quería hacerle daño, pero lo hice —dijo la niña entre una especie de hipo.
Mara le preguntó lo que pasó y después de asegurarle que todo estaba bien, logró sacarle a base de varias preguntas y silencios largos su versión a Adora. Después de volver a asegurarle que todo estaba bien y tenía solución, fue a la mesa por un sobre. Mesa donde flores frescas y exquisitas buscaban alegrar el ambiente. Adora a veces la pasaba mal con el olor intenso de algunas o de otras flores, porque siempre había nuevas y frescas. No solo en la mesa, también al los lados de la pantalla, en las cornisas de las ventanas abiertas.
Flores y flores, una cosa más de las que disfrutaba y le gustaba en la casa.
El olor, sin embargo, hoy no era disfrutable sino abrumador.
Temerosa otra vez, de lo que ese sobre pudiera esconder, espero a que la adulta hablara sobre su castigo.
—Cariño, ¿sabes lo que es una prueba de casta? —preguntó Mara con cuidado, sentándose otra vez al lado de Adora, con el sobre entre las manos. Aquella le asintió en silencio —¿Alguna vez te han hecho uno?
—No —respondió pero se encogió para continuar —pero a veces alguien venía y nos decían que se la harían a los mayores… entonces nos mandaban a estar callados en nuestra habitación.
—Ya veo… Adora, el director quiere que te hagamos una, porque podría ser que has estado mareada y enojada, por tu primer celo o rut.
Mara de verdad intentó ser lo más suave posible, pero Adora jamás había llorado enfrente de ella tan rápido y con tanto sentimiento. Dejó que el sobre cayera para abrazar a su hija, que lloraba.
—No, cariño, no pasa malo. Adora… —pero no sabía qué decir. No sabía la razón exacta por la que ella pudiera estar llorando así. —Yo te quiero, no importa nada. Te amo, mi amor. No es algo malo. Y tú eres muy buena.
—¡No quiero ser un alpha! ¡No quiero! ¡No quiero ser como él! —dijo llorando más y rompiendo más el corazón de Mara.
—Tú nunca serás cómo él, mi amor. Tú eres buena y nuestra hija. Eres una niña tan buena, Adora. No importa si eres alpha, omega o beta, nosotras te amamos igual —trató de consolarla ya llorando también.
Adora lloró hasta que no pudo más y se quedó dormida entre sollozos cada vez más débiles, entre los brazos de su nueva mamá, que se quedo con ella todo el tiempo en el sillón. También cuando llegó Hope del trabajo y le contó en pocas y calladas palabras todo lo sucedido y lo que tenían que hacer. Además de la reacción de Adora.
Hope llamó al director y le dijo que Adora no iría a la escuela al día siguiente, pero ya le avisarían sobre cualquier cambio.
La niña lloró un poco más al siguiente día cuando no la dejaron ir a la escuela, volvió a asegurar que era buena y que no quería ser una alpha. Que quería ser una buena omega como ellas o sencillamente un beta. Rogó por no hacerse la prueba, prometiendo portarse mejor, ser más obediente, disculparse con todos y ser buena. Muy buena.
Pero no podían pasarlo por alto.
Era la recomendación médica y psicológica.
Tuvo que ser Hope la que se impusiera.
Pero eso provocó solo algo improbable y terrible para la niña, una rabieta que terminó en un explosivo “¡No!”, que detuvo en seco a las dos omegas.
Las dos se miraron entre sí, sorprendidas más que nada, pero cuando Adora se dio cuenta de lo que hizo y corrió a esconderse en una esquina y llorar más perdida que nunca, las dos pensaron con diferentes niveles de cinismo y desesperación que la prueba quizás ya no era necesaria.
Las dos eran omegas adultas, un alpha en plena revelación no debería de poder imponerse sobre ellas.
—¡No quiero, no quiero! ¡No quise! —lloraba Adora, sin hacerles caso. —¡Les prometo que no quise! ¡No sé cómo pasó!
Adora seguía llorando en la esquina, su cuerpo temblando con cada sollozo que intentaba sofocar. Mara se agachó a su altura, con el corazón encogido, pero sin acercarse demasiado, respetando su espacio. Hope observaba desde un par de pasos atrás, con los labios apretados, tratando de no intervenir demasiado rápido.
—Adora, mírame, por favor —pidió Mara con suavidad. Adora negó con un movimiento brusco, escondiendo el rostro entre las rodillas.
—No —susurró la niña, con voz rota—. No quiero que me miren. No quiero que me odien. No quiero ser… mala.
La última palabra salió como un grito ahogado, cargada de rabia y desesperación. Hope avanzó un paso, pero Mara levantó una mano, deteniéndose. Entonces, con paciencia, continuó hablando.
—Adora, cariño… no hay nada que puedas hacer o ser que haga que te odiemos. Te lo prometo. Pero necesitamos que confíes en nosotras. Déjanos ayudarte.
Adora levantó apenas el rostro, sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. La miró, incrédula, con una mezcla de esperanza y temor.
—¿Por qué? —preguntó con un hilo de voz—. ¿Por qué querrían ayudarme? Yo… yo no soy suya de verdad. Solo estoy aquí porque me encontraron.
El dolor en esas palabras fue como un golpe para ambas mujeres. Hope apretó los labios mientras Mara tragaba saliva, intentando contener sus propias lágrimas.
—Eres nuestra hija, Adora. No importa cómo llegaste a nosotras. No importa si fue el destino, una coincidencia o algo más —respondió Mara, su voz firme pero quebrada por la emoción—. Te amamos porque eres tú. Porque te hemos visto reír, jugar, aprender. Porque hemos visto lo buena y cariñosa que eres.
Adora volvió a negar con la cabeza, ahora con más fuerza.
—Pero no soy buena. ¡No soy buena! Si lo fuera, no habría golpeado a nadie. No estaría aquí llorando como una tonta. ¡No tendría miedo todo el tiempo! —gritó, su voz alzándose antes de romperse en sollozos más profundos.
Hope finalmente se acercó y se arrodilló al otro lado de la niña, sus ojos brillando con lágrimas que no intentó ocultar.
—Adora… ser valiente no significa no tener miedo. Significa enfrentarlo, aunque te duela. Y no estás sola en eso. Por favor, deja que te ayudemos. No podemos hacer esto sin ti.
Adora permaneció inmóvil por varios segundos, su respiración entrecortada llenando el silencio. Entonces, con movimientos torpes y vacilantes, extendió una mano hacia Mara, quien la tomó de inmediato, con una ternura que rompió aún más las defensas de la niña. Adora se lanzó al pecho de Mara, llorando de forma descontrolada, con los brazos rígidos, como si aún dudara si tenía derecho a ese consuelo.
—No quiero ser mala… —susurró entre sollozos— No quiero… pero no sé cómo dejar de sentir esto.
Mara la abrazó con fuerza, cerrando los ojos para contener su propio llanto.
—No tienes que saberlo sola. Te lo prometo, mi amor. Juntas lo averiguaremos.
Hope se unió al abrazo, rodeándolas a ambas. Aunque Adora no se relajó del todo, un pequeño temblor en sus hombros indicó que empezaba a ceder, permitiendo que el calor y el amor de sus madres comenzaran a filtrarse a través del muro que había construido.
Era la primera vez que sentía un abrazo de Hope.
Quizás de verdad, de verdad, la querrían aunque fuera un alpha.
Mara no dejó de acunarla y arrullarla entre sus brazos. Ni soltó su mano después mientras le sacaban sangre para la prueba en la clínica al día siguiente, porque no podía pensar en que todos sus compañeros la vieran en la escuela todavía.
Tampoco la dejaron sola mientras recibían el resultado y lloraba otra vez, perdida la última esperanza.
Notes:
Mañana mismo o al rato subo el siguiente cap jaja
Espero que no sea tan malo... el pasado de Adora no lo es, pero sí le afectó profundamente, y eso es lo único válido.
La verdad es que lo consulté varias veces con la historia y el personaje (síganme en mi delulu), pero no, el alpha sin nombre solo era un ser amargado e intolerante que no sé porque terminó trabajando con niños, y hacía total uso de su Voz para literalmente mantenerlos bajo control. Pero al menos no era un depravado sexual (yupi(/?)).
En fin, nos vemos pronto!
Chapter 2: No lo que imaginé
Notes:
Hola!
Henos aquí! Algo más cortó y sencillo.
Siento la hora, no pude quitar de mi agenda "hacer doomscroll hasta que sea hora de dormir, para empezar a hacer las cosas que quiero/necesito".
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Desearía tanto poder quitarse de la fila, pero no lo tenía permitido. Eran demasiados olores para ella y se sentía mal.
Olía a sangre, a miedo, estrés, alcohol. Todo eso opacaba los olores personales y naturales de todos en la fila y aquellos que los atendían. Solo era un círculo vicioso que servía para estresar y asustar más a todos.
La pequeña magicat ya estaba acostumbrada a todos esos olores, pero estar en un pequeño pasillo en espera de su turno con muchas otras personas lo empeoraba. No era su plan para un viernes en la tarde, pero fue cuando la “casa” pudo agendar a los niños a su cargo para las pruebas obligatorias de revelación cada seis meses.
Ya sabía el horrendo proceso de tener que esperar a que pudiera llegar a una silla donde tendría que portarse bien mientras una enfermera le rapaba parte del antebrazo para poder tomar una muestra de su sangre. Llevaba tres de estas pruebas ya, desde que cumplió doce y seguían sin gustarle nada.
No entendía cuál era el tema con la casta. ¿Qué más daba ser cualquiera de los tres? Eso no cambiaría que Catra no tuviera una familia. Ni que la trataron como a un perro callejero en el mejor de los casos.
Después de recibir sus resultados todo siguió como siempre, al menos para ella. No había quién pusiera alguna diferencia. Quizás era más bien la falta de resultados. En lo que respectaba a la casta, Catra seguía siendo solo una puberta magicat beta.
Nada cambió por los siguientes meses, quizás un año entero. Hasta que conoció a unas mujeres tan raras… decían que la querían adoptar a ella. Una aparente perfecta familia quería arruinar su vida, integrándola a ella.
Bueno, quizás por una vez Catra pudiera aprovecharse de algo bueno y escapar del lugar que la retenía. “Grupo familiar” la tierra bajo sus garras. Era más bien un campamento militar. Pero suponía que al menos tenía una cama y comida caliente. Podía ser mucho peor. Tal vez.
Ya podía decirlo por los olores, una alpha y una beta, después conoció a su “hermana mayor”, una omega. ¡Pero la detestaba! La chica era varios años mayor y no entendía el concepto de “espacio personal”. Catra solo quería que la dejara sola… hasta que un día ya no lo quiso tanto.
Entendía el anhelo por algún tipo de contacto, pero el único modo que conocía de reaccionar a ello era con las garras, violentando cuando le mostraban cariño y ternura.
Hasta que un día, Scorpia, la chica mayor, se acercó de nuevo en uno de sus abrazos invasivos y Catra en vez de repelerla solo se dejó hacer, todavía algo renuente pero sin rasguñar ese duro exoesqueleto, tan duro que soportaba sus potentes garras. Al menos un punto menos sobre el que no sentir culpa. Catra no podía herir a Scorpia por accidente tan fácil como a otros.
¡Scorpia estaba tan exultante de que Catra se dejara abrazar por una vez!
Y además en una ocasión muy especial. Era el cumpleaños número 16 de la magicat, es decir, que ya cumplía casi dos años con su nueva familia. Poco más de un año que dejó de temer que la fueran a devolver, como ya le había pasado una vez, y solo unos meses desde que aceptaba la presencia de quien insistía en llamarse su “hermana”.
Al menos podía darle crédito por su perseverancia incansable.
Mucho después, Scorpia le diría que solo era esperanza.
—Catra, creo que deberíamos ir a la clínica pronto —le dijo casi de la nada Escarlata.
Al ser una alpha, tenía un olfato ligeramente mejor que el de Linda, que era una beta. Pero también muchos más años de experiencia diferenciando olores que Scorpia.
—No me siento mal —dijo Catra llanamente, sin despegarse del lado de Scorpia en el sillón.
Su hermana parecía capaz de despegar, pero en esos dos años también aprendió un poco. Era más tranquila y menos efusiva, así podía estar mejor al lado de Catra.
—No es eso… creo que hueles un poco a omega. ¿No te has sentido diferente?
—¿Omega? —Catra preguntó al aire, para después fijarse mejor cómo se sostenía al lado de su hermana.
¿Por eso estaba… chípil? Ugh.
Es decir, ya tenía el conocimiento y la madurez para entender un poco lo que implicaba de verdad un celo omega. Parecía que sus pensamientos se reflejaron en su semblante porque Escarlata se rio y acercó más a las dos.
—¿Vamos a hacerte una prueba? —preguntó divertida la mujer mayor —Solo para estar seguras.
—Detesto esas clínicas —dijo Catra en su usual mal talante, pero se estrechó más en el sillón y al lado de Scorpia, que seguía exultante, aunque trataba de contenerse para no “espantar” a la magicat.
—Prepararé la cita lo más pronto posible entonces —dijo Escarlata otra vez, acomodando su largo cabello blanco con sus pinzas.
—¡Podríamos pasar tu celo acostadas viendo peliculas! —propuso emocionada Scorpia una vez que Escarlata salió de la sala.
—Nah. No lo creo, ¿no dicen que el primer celo es horrible? Ya quiero morirme solo de pensarlo —respondió Catra con su humor negro adolescente.
—¡No es tan malo! Cuando tomes los supresores, será solo como una gripe, pero sin la nariz sucia y sin calentura —entonces Scorpia enrojeció, —bueno, ya sabes de cuál calentura hablo, no de esa… de la otra.
Eso motivó a que Catra se saliera de su hueco, para mirar directamente a la mayor, con una ceja alzada, divertida y curiosa. Una combinación que Scorpia, pese a todo, había aprendido a asociar con catástrofe inminente. Eran pocas las cosas que provocan a un tiempo la diversión y la curiosidad en la magicat.
—Ajá. ¿Y tú has resuelto esa calentura sin supresores? —preguntó Catra en voz baja y provocadora.
—¡Una vez…! —admitió Scorpia entre más sonrojos.
—¿Solo una vez, en serio?
—Te digo que es muy sencillo pasarlo con los supresores.
—¡Pero entonces te gustaba ese alpha!
Scorpia no pudo detenerse porque Catra pocas veces se interesaba en sus cosas y era una oportunidad preciosa de conocerse mejor, pasar tiempo juntas, compartir algo que las dos tendrían en común, algo que la escorpioni siempre buscaba casi con desesperación. Siendo de especies distintas, Catra constantemente sosteniendo que ella no creció en una bonita familia, enfocándose en lo que las distanciaba y las volvía diferentes en lugar de buscar lo que las podría unir pese a tales vidas tan dispares.
Siendo una prueba personal y solo con Scorpia a su lado, durante esta prueba de casta, Catra no la pasó tan mal como lo recordaba de unos años atrás. Los resultados sólo confirmaron lo que Escarlata fue capaz de oler. Catra, una omega. Siguieron con los trámites propios de su primer celo. Los resultados ayudaron a calcular cuándo sería. Consiguieron el permiso de la escuela, los supresores indicados para un primer celo magicat y Escarlata se mantuvo bien apartada de ella los días más cercanos.
Catra se entristeció un poco cuando notó la diferencia. Pero Linda, una beta que poco era afectada por celos o ruts, le aseguró que era para facilitarle la experiencia, ya que la sangre no las unía y era mucho mejor evitar cualquier situación riesgosa o simplemente incomoda.
—Ella también se siente mal por esto, pequeña. Por eso me pidió recordarte que te ama con toda su alma, igual que yo, con todo nuestro corazón —decía Linda mientras le acariciaba con cuidado detrás de las orejas.
Scorpia era una vil mentirosa.
Esto era mucho peor que una simple gripa, involucrados o no los mocos.
No tenía fiebre, pero se sentía afiebrada. Le dolía la cabeza, por primera vez en la vida le dolían los pezones, parecía que cumplía con cada síntoma de libro sobre lo que podía ir mal o pesado durante un primer celo.
Además estaba la violenta y desconocida necesidad imperiosa de restregarse contra un alpha, contra otro cuerpo. Se sentía tan patética y avergonzada de ceder a las caricias frágiles que las pinzas de Linda le proporcionaban en cabeza y espalda. Ni de broma la podría pasar viendo películas con Scorpia. Se sentía mal, triste, necesitada y creía que por primera vez en la vida, de verdad, caliente, deseosa de otro cuerpo. Era infame.
—Tranquila, pequeña. Sabes que el doctor dijo que podíamos incrementar la dosis si no te sientes bien.
—¿De verdad alguien se puede sentir bien con esto? —gruñó.
Una risa seca y nerviosa se le escapó a Linda, de cabello negro y mucho más grande y gruesa que la misma Scorpia. Cualquier idiota pensaría que ella era la alpha y no Escarlata, más baja y delgada, no una pared de músculos.
—Yo no lo sé, mi niña. Pero la primera vez de Scorpia, ella también necesitó de un ajuste de la dosis.
Y sin fuerzas para esconder su malestar, Catra respondió con un maullido bajo que intentó ser un sonido de desdén.
—Quizás necesite tomar antes la siguiente… —admitió después de unos momentos de solo recibir largas y tranquilas caricias en su espalda.
—Claro que sí, cariño. Lo que necesites —le aseguró Linda mientras se inclinaba sobre el cuerpo encogido y se atrevía a darle un beso en la cabeza. —Solo serán unos días malos y mañana te sentirás un poco mejor, te lo prometo.
Catra esta vez sí logró bufar con escepticismo y Linda se rio un poco a su costa.
Notes:
Deseo que les haya gustado!
También quiero contar que a principios de año comenté en algún lado que esperaba llegar a las 800, 000 palabras publicadas este año! Y con este capítulo estoy a menos de 5,000 de lograrlo!
Lo que quiere decir que que incluso podría subir un poco más la apuesta! Vamos quizás por 825,000 en lo que resta del año.
Bonita noche!
Chapter 3: Primer Calor
Summary:
Adora enfrenta lo que ha temido desde hace meses.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Solo quería estar sola y desaparecer.
Dejar de estar enojada y asustada y triste.
Hace tres meses todavía era solo una niña, una adolescente quizás, pero ahora su verdadera naturaleza se revelaba en toda su potencia.
No se presentó en la escuela hasta la siguiente semana. Se disculpó con su compañera y familia, con el apoyo de Mara. Lo único bueno de eso, es que extrañamente su compañera en lugar de reprocharle, la perdonó fácilmente y desde entonces se le acercaba más y más cada día. Adora, un poco torpe haciendo amigos, al principio estaba apenada más que nada, pero la constante presencia de la otra chica pronto se volvió deseada y bienvenida. Se hicieron mejores amigas cuando antes Adora estaba segura que solo tenía “buenos compañeros”. ¡Ahora tenía no una amiga, sino una mejor amiga!
Por supuesto que Michelle se convirtió en el tema de conversación principal de Adora. Mara y Hope la miraban con indulgencia y más que satisfechas de verla tan emocionada. Se volvieron el duo favorito del equipo y eso ayudó mucho a que Adora al fin terminara de salir de su caparazón.
La vivaracha, inocente y voluntariosa personalidad despertaba lo mejor de Adora, que también estaba llena de energía pero se contenía para “portarse bien”. Ya no estaba tan nerviosa. La facilidad con la que Michelle la abrazaba, jugueteaba y a veces hasta “luchaba” también le ayudó mucho a Adora, que ahora también abrazaba más seguido a sus madres. Todo esto gracias a que Michelle ya tenía experiencia; era la menor de tres hermanos y uno de ellos era un alpha.
Apenas un par de meses después, Adora tenía la primer verdadera pijamada de su vida. Hope y Mara estaban más nerviosas que ella, pero los papás de Michelle, un fauno y una elfa, les aseguraron que entendían que el “evento” fue un accidente y les encantaría tener a Adora con ellos para cenar y pasar la noche, e incluso quizás invitarlas a ellas a desayunar el día siguiente.
Pero antes de que llegara la ansiada noche, Mara le aseguró a Adora que podía llamarle en cualquier momento e iría por ella, sin importar la razón. No haría ninguna pregunta, solo llegaría por Adora y después podrían solucionar cualquier cosa, si es que algo hubiera por arreglar.
No hubo necesidad de tales arreglos porque la noche estuvo llena de clichés cursis y amistosos y Adora estaba encantada, un poco tímida, pero realmente contenta. Las confidencias a la luz de una lámpara bajo las mantas en la habitación de Michelle no pudieron faltar. Fue entonces cuando Adora le contó sobre sus resultados del test y en su inocencia, la otra niña se emocionó mucho por su nueva mejor amiga.
La pequeña rubia no supo cómo decirle que ella no estaba emocionada para nada, en cambio, su silencio fue una invitación para que Michelle se explayara sobre lo maravilloso que era su hermano mayor, lo amable, fuerte y gallardo que era.
Fue la primer noche que Adora no lloraba, abrumada por las “sensaciones”, que poco a poco aprendía a interpretar como olores y lo que cada uno representaba. Por sobre todo, todavía temerosa de no tener control sobre su próximo rut.
Eso también fue una revelación en sí mismo.
Adora no estaba acostumbrada a que la gente hablara así de un alpha cercano. Se enaltecían a los alphas, por supuesto, pero su fuerza era signo de violencia y su Voz de control sobre otros. Sin embargo, Arturo venía a ser simplemente un muchacho que adoraba a sus hermanas y todavía jugaba con ellas. Era el único alpha de la familia y respetaba mucho a su padre omega.
Adora miraba al joven elfo con cuernos, pero sin pezuñas, con cierta aprehensión y la familia lo tomó en la mañana como su simple timidez y buenas maneras. Sin duda, la adolescente era una huésped ejemplar.
Las esposas omegas llegaron a tiempo para el desayuno y las dos compartieron silenciosa conversación cuando olieron al joven alpha. Pero no dijeron nada al ver que Adora estaba tranquila, aunque no lo perdía de vista. Ellas no lo mencionaron para nada y ella tampoco. Ni ese día ni después.
Mara y Hope no fueron las únicas en notarlo, también Michelle lo hizo, y como ella admiraba a su hermano, tal vez un poco demasiado, lo más natural es que su mejor amiga también lo hiciera. A lo mejor Arturo era tan notable que Adora desarrolló un crush. Y la niña estaba feliz de proveer.
Le contó a Adora todo lo que podía de Arturo, desde su Revelación hasta lo que hubiera desayunado ese día. Adora escuchaba atentamente, pero porque ella misma no sabía preguntar “¿cómo?”.
¿Cómo es crecer con un alpha que no intimida? ¿Que no usa su Voz para callarte cuando estás llorando? Y por otro lado ¿Cómo es? ¿Huele lo mismo que ella? ¿También se marea con ciertos olores que parecen nuevos? ¿Nunca siente que va a explotar de manera repentina porque algo sonó mal?
¿Cómo afrontar al especialista en alphas femeninas?
No, Adora no quería, pero Mara le aseguró que no la dejaría sola y que el médico era muy amable.
El consultorio estaba decorado con colores cálidos y suaves. Adora se sentó en una silla junto a Mara y Hope, sus manos nerviosas jugando con el dobladillo de su camiseta. Aunque estaba más tranquila respecto a su casta, todavía se sentía fuera de lugar. Cada vez que alguien mencionaba la palabra alpha , un nudo se formaba en su estómago, como si la palabra no le perteneciera.
Frente a ellas, el especialista, un beta de semblante amable y voz calmada, revisaba unas notas en su tableta antes de dirigirles una sonrisa.
—Gracias por venir hoy, Adora. Quiero que sepas que no hay respuestas incorrectas ni presión aquí. Mi trabajo es darte toda la información que necesites para tomar decisiones sobre tu salud y bienestar. ¿Está bien si empezamos con lo básico?
Adora asintió con la cabeza, sin mirarlo directamente. Mara le dio un pequeño apretón en el hombro para animarla.
—Bien —comenzó el especialista—. Como sabes, los alphas experimentan algo llamado rut . Es una respuesta biológica normal, parte de tu cuerpo ajustándose a las hormonas de tu casta. Para las alphas femeninas, los ruts pueden ser más intensos emocionalmente, porque suelen estar acompañados de un aumento en las emociones, además del deseo físico.
Adora tragó saliva, mirando finalmente al hombre.
—¿Eso significa que... perderé el control? —preguntó en voz baja.
Mara se sabía una cobarde en ese punto. No tenía el coraje para preguntarle a Adora si algo más pasó en la casa hogar, es decir, además de que el Intendente usara indiscriminadamente su Voz para controlar a los niños a su cargo.
El especialista negó con la cabeza, manteniendo su tono tranquilo.
—No. Pero puede sentirse abrumador, especialmente la primera vez. Es como cuando sientes mucha ira o tristeza: no es que pierdas el control, pero la emoción puede ser tan fuerte que necesitas tiempo y herramientas para gestionarla. Lo importante es que tú sigues siendo tú. Nada de esto te cambia como persona.
Mara y Hope asintieron a su lado, pero Adora seguía pareciendo inquieta.
—¿Y qué pasa si... si hago algo malo? —insistió.
El beta inclinó la cabeza, empático.
—Por eso estamos aquí. Los supresores son una opción para ayudarte a controlar esos cambios hormonales mientras te ajustas. No eliminan el rut por completo, pero pueden hacerlo menos intenso. También pueden darte tiempo para entender cómo tu cuerpo responde y cómo manejarlo.
—¿Y los contras? —intervino Hope, su tono más práctico.
El especialista tomó aire antes de responder.
—Es una excelente pregunta. Los supresores son seguros para la mayoría de las personas, pero como cualquier medicamento, tienen efectos secundarios potenciales. Pueden incluir cambios de humor, fatiga o dolores de cabeza. También es importante usarlos con responsabilidad: no son una solución permanente. Eventualmente, aprenderás a manejar tu rut de forma natural, si decides hacerlo.
Adora frunció el ceño, pensando. Las dos omegas tomaron por bueno que siguiera preguntando y no que estuviera llorando.
—¿Y si nunca quiero manejarlo? ¿Si quiero tomar supresores siempre?
—Es una posibilidad —respondió el especialista—, pero te recomendaría que primero los uses como apoyo, no como una solución a largo plazo. Parte de entender tu casta es aprender a convivir con estos cambios. No tienes que enfrentarlos sola, pero tampoco deberías evitarlos siempre. No significa que debas apresurarte; todo esto debe ocurrir a tu ritmo.
Adora miró a Mara y Hope, buscando apoyo. Ambas le sonrieron con calidez.
—Cariño, lo que decidas, nosotras estaremos contigo. No hay una forma "correcta" de hacer esto —dijo Mara.
—Exacto. Lo importante es que tomes decisiones informadas. Tu casta no define quién eres, pero aprender sobre ella te ayudará a sentirte más en control y más segura—el beta añadió.
Adora asintió lentamente.
—Entonces... si uso supresores ahora, ¿eso me dará tiempo para entenderlo mejor?
—Exactamente. Y siempre puedes cambiar de decisión más adelante. Esto no es definitivo —respondió el especialista.
Hubo un silencio breve. Adora jugueteó con su camiseta nuevamente, mordiéndose el labio. Finalmente, respiró hondo.
—Está bien. Creo que quiero intentarlo, al menos por ahora.
Mara la abrazó suavemente, y Hope le pasó la mano por el cabello.
—Estamos muy orgullosas de ti, Adora —le dijo Hope, con una sonrisa sincera.
—Además, recuerda que el rut es anual, a diferencia del celo de los omegas, que es cada dos o tres meses. Esto no quiere decir que será exactamente en el mismo día el siguiente año, pero puedes estar prevenida con una fecha cercana. —El beta se levantó para tomar unos folletos del mueble tras su escritorio —, los síntomas empezaran más o menos una semana antes, el rut en sí durará entre dos y cuatro días. Como es el primero, los efectos de las feromonas alpha tardará de una a dos semanas en bajar a niveles normales.
El especialista les entregó unas hojas con información detallada y les explicó el proceso para obtener y administrar los supresores, dejando claro que Adora podía regresar en cualquier momento para hacer preguntas o discutir cómo se sentía. Cuando salieron del consultorio, el sol de la tarde las envolvió con su calor, y Adora, aunque aún nerviosa, sintió un pequeño alivio. Por primera vez en meses, no sentía que cargaba con todo el peso sola.
El aire en la habitación se sentía pesado, como si cada partícula de oxígeno estuviera cargada con algo desconocido. Adora estaba sentada en su cama, los brazos cruzados sobre su pecho, tratando de ignorar las señales que su cuerpo le enviaba. Había empezado por la mañana, un leve calor detrás de su cuello, una inquietud que no podía explicar del todo. A lo largo del día, esa incomodidad se había transformado en una presión constante bajo su piel, un pulso extraño que no cedía, aunque había tomado los supresores a tiempo. Releyó por milésima vez el folleto, que ya tenía algunas partes borradas por el sudor de sus dedos y el continuo doblar y desdoblar. En un momento de intensa disociación, calor o simple “es demasiado”, incluso lo mordisqueó y ahora tenía unos hoyos en el medio.
Esto no es tan malo, pensó al principio, intentando convencerse a sí misma. Pero ahora, mientras la noche avanzaba y la casa estaba en silencio, sentía que las paredes se cerraban a su alrededor.
El calor era lo peor. No era un calor físico que pudiera combatir con un ventilador o una ventana abierta; era algo más profundo, era como tener sed o hambre, como querer respirar después de sumergirte. Pero no podía beber, comer o respirar, porque no sabía en realidad lo que su cuerpo pedía. Se pasó una mano temblorosa por la nuca y dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Estás bien, estás bien… —susurró para sí misma, abrazando una almohada con fuerza. Sabía que Mara y Hope estaban a solo unas puertas de distancia, pero no quería molestarlas. No quería demostrar que estaba asustada. Esto es lo que significa ser un alpha, ¿verdad?
Sin embargo, su mente traicionera le devolvía imágenes de lo que temía: perder el control, gritar, romper algo, hacer daño. Usar su Voz otra vez en un arranque. Era lo peor. No comprendía siquiera cómo usarla. Igual que no comprendía esa otra necesidad nueva de su cuerpo.
De repente, el impulso de levantarse y moverse la abrumó. Caminó de un lado al otro de la habitación, su respiración rápida, su corazón latiendo como si acabara de correr. Se miró las manos, temblorosas, y luego las apretó en puños. Sentía que una energía incontrolable se acumulaba dentro de ella, como una tormenta que amenazaba con desbordarse.
¿Y si no puedo manejarlo? ¿Y si soy exactamente igual a él?
Se detuvo frente al espejo, mirando su reflejo. Sus ojos estaban más brillantes de lo normal, su rostro ligeramente enrojecido. Parecía otra persona, alguien desconocido. Se apartó rápidamente, incapaz de soportar la imagen.
En ese momento, recordó las palabras del especialista: "Es como una ola. No puedes detenerla, pero puedes aprender a fluir con ella. Aceptarla."
Adora cerró los ojos y respiró hondo, tratando de aplicar lo que le habían enseñado en las sesiones. Parte de su castigo fue asistir con el psicólogo una vez a la semana por un mes. Pero después de poder hablar y desahogarse un poco, aceptó seguir asistiendo.
—No soy mala. No soy como él —susurró, una y otra vez, como un mantra.
Aun así, la presión no desaparecía. El calor no cedía. Se quitó la playera y se quedó en el pequeño bra de tela. Además de todo debía lidiar con la adolescencia normal y sus senos estaban creciendo a pasos agigantados. ¡Hace un mes todavía podía usar una camiseta y ya! Se recostó en el suelo frío, esperando que eso ayudara. No sabía cuánto tiempo pasó así, abrazada a sí misma, intentando ignorar la sensación creciente de necesidad, de lucha interna. Finalmente, el cansancio la venció, y cayó en un sueño intermitente, lleno de imágenes confusas y sentimientos contradictorios.
Cuando despertó, el sol ya se asomaba por la ventana. Todavía sentía los efectos del rut, pero algo era diferente. Había sobrevivido a la primera noche. No había perdido el control, no había hecho daño a nadie. Aparte de sed real y dolor generalizado, pero tolerable, no se sentía tan diferente a despertar después de un partido rudo. Tal vez el dormir en el suelo no fue la mejor idea.
Mara y Hope golpearon suavemente la puerta antes de entrar. Encontraron a Adora sentada en el suelo, su rostro cansado pero tranquilo. Mara se arrodilló a su lado, con una expresión mezcla de orgullo y preocupación.
—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó en voz baja.
Adora tardó en responder, su mirada perdida en el suelo. Finalmente, levantó la vista, sus ojos brillando con algo nuevo: una mezcla de vulnerabilidad y fortaleza. También literalmente destellando: otra prueba de su casta y el rut que atravesaba la que para Mara era todavía una niña pequeña.
—Fue… difícil. Muy difícil. Pero lo hice. No perdí el control.
Hope le sonrió, inclinándose para acariciar su cabello.
—Sabíamos que podías hacerlo, Adora.
Adora asintió, agotada, pero también un poco más segura de sí misma. Había enfrentado su mayor temor, y aunque aún le quedaba un largo camino por recorrer, había dado el primer paso. Y eso, para ella, significaba todo.
Desayunaron con ella en el suelo de la habitación, usando ellas mismas perfumes de hormonas. Cualquier cosa para hacerle más fácil la situación. Le recordaron lo importante que era que no olvidara tomar sus píldoras en horario y que pronto volverían a casa. Adora estaba excusada de clases, por supuesto, pero ellas todavía tenían que ir a trabajar.
—Adora, recuerda que cualquier cosa que necesites hacer para sentirte bien durante estos días, está bien y es normal —intentó explicar Mara justo antes de que ya tuvieran que irse.
Adora sentía crecer su cansancio y mal genio, pero todavía las palabras de su madre le causaron confusión y curiosidad más que frustración. ¿Qué le podía faltar por probar?
—Mara, si quieres yo puedo hacerlo —intentó Hope.
La mencionada se puso roja y nerviosa, simplemente no podía con eso.
—Sí, sí, por favor. Tú eres mucho más clara que yo… Estrellas, no puedo creer… es tan tonto de mi parte, pero no puedo… Hope, ¿qué haría sin ti? —dijo atropelladamente, la besó rápido en la boca y salió después de despedirse de Adora.
La niña todavía las miraba interrogativamente.
—¿Hay algo que no estoy haciendo bien? —le preguntó con timidez e inseguridad bailando en su tono a Hope.
—No, no. Pero Mara es algo tímida con ciertos temas y los niños. —Sonrió un poco —Ahora, Adora, este es un tema natural, pero también privado. Si te sientes incómoda, puedo proporcionarte otro medio para que conozcas la información —dijo Light Hope con tono profesional.
Adora ya sabía que cuando se trataba de explicar, es cuando más hablaba Hope, casi como sus profesores más “académicos”. Pero no entendía de lo que estaba hablando y se reflejaba en su rostro.
—Me refiero a la masturbación, Adora —clarificó la mayor.
Entonces Adora ya entendió porque Mara se apenó. Ella no estaba segura de querer tratar el tema con nadie. Aunque el especialista y su psicólogo abordaron el tema también, de manera clínica e impersonal.
—¿Sabes a lo que me refiero?
—¡Sí, sí! Nos han dicho algo en la escuela y el psicólogo… —se apresuró la adolescente a responder.
—Eso es bueno. Los cambios en tu cuerpo son naturales, aunque desconocidos para ti y puedes explorar tu cuerpo y las sensaciones como tú quieras. Nosotras entendemos que puede ser complicado, pero no hay nada malo o incorrecto en esto, Adora. En tu rut y el modo en el que tú lo experimentes.
Cómo Adora seguía abrumada de muchas maneras, no estaba segura si quería saber o no, pero no detuvo a su otra madre cuando se lanzó a una conversación instructiva sobre historia del rut, la masturbación y el aspecto social cambiante con las décadas. Al final, resultó que era bastante interesante.
Y agradeció que ya no fuera bien visto simplemente arrojar a un alpha primerizo a una casa de placer para que los omegas ahí lo “estrenaran” para la nueva etapa de su vida.
La luz tenue de la lámpara sobre su escritorio proyectaba sombras largas en la habitación, pero Adora apenas notaba el entorno. La incomodidad de la noche anterior había vuelto con más fuerza, envolviendo su cuerpo como un manto que no podía quitarse. Se había preparado mentalmente para lo que le esperaba, o al menos eso pensaba. Pero nada la había preparado para lo que sentía ahora. Ni siquiera la clase de historia de la mañana.
Pero empezaba a sospechar por qué Mara se preocupó de mencionarlo pese a su incomodidad.
El calor era más intenso, irradiando desde el núcleo de su cuerpo hacia cada extremidad. Adora había intentado beber agua fría, sumergir sus manos en el lavabo helado, pero nada ayudaba. Sus músculos dolían, no de cansancio, sino de algo más, como si estuvieran ajustándose, adaptándose.
Se pasó una mano por el cuello, la piel más caliente al tacto. Un ligero pinchazo la hizo detenerse frente al espejo. Fue entonces cuando lo notó.
Sus colmillos.
Habían cambiado.
No eran grandes ni exagerados, pero ahora estaban más pronunciados, afilados, como si hubieran estado esperando este momento para mostrarse. Abrió la boca, examinándolos con una mezcla de asombro y temor. Tocó uno con la punta de su dedo y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Es real. Esto es real. Tal vez por eso le dolía la cabeza, la cara... la mandíbula en especial. A lo mejor por eso uno de los folletos es sobre juguetes para morder. Pero Adora no era un perro.
Sus ojos brillaban también, no solo por el reflejo de la luz, sino con un leve resplandor plateado, casi sobrenatural. Era algo que había visto antes en otros alphas, pero verlo en sí misma la desconcertaba. Respiró hondo, apartándose del espejo y cerrando los ojos, tratando de calmarse.
El siguiente cambio fue más inesperado. Una presión incómoda comenzó a acumularse en su entrepierna y el calor se concentraba ahí. Adora se movió inquieta en la cama, tratando de acomodarse, pero la sensación solo empeoraba. Recordó las palabras del especialista sobre los cambios fisiológicos en los alphas femeninos durante el rut, pero experimentarlo en carne propia era mucho más intenso de lo que había imaginado.
Se levantó y empezó a caminar por la habitación, con las manos sobre sus caderas o frotando los brazos. Cada movimiento parecía hacerla más consciente de la inflamación en su clítoris, que ahora era imposible de ignorar. Era casi doloroso, pero sí extraño, como si su cuerpo estuviera demandando algo que ella no sabía cómo darle.
—Está bien, solo es un cambio. Esto es normal —se dijo en voz baja, intentando racionalizar lo que sentía. Pero las palabras sonaban vacías. No había forma de que esto se sintiera normal.
Finalmente, la ansiedad fue demasiada. Golpeó suavemente la pared, luego se dejó caer al suelo con un suspiro frustrado. El calor, los cambios, todo parecía demasiado. Cerró los ojos con fuerza, intentando concentrarse en algo, cualquier cosa que no fuera la confusión en su cuerpo. El pequeño bulto todavía no era visible a través de su pijama. Pero entonces, la puerta se abrió suavemente.
Era Mara. Llevaba una taza de té y su expresión era tranquila, pero al ver a Adora en el suelo, su rostro se suavizó con preocupación.
—Adora, cariño… ¿puedo entrar? —preguntó con cautela.
Adora asintió, sin mirar directamente a su madre adoptiva. Mara se sentó a su lado, dejando la taza en el suelo.
—Es… raro. Todo se siente raro —confesó Adora, con la voz quebrada.
Mara le pasó un brazo por los hombros, cariñosa, expeliendo sus tranquilizantes feromonas omega.
—Lo sé. Es difícil entender todo esto cuando es nuevo. Pero estás haciendo un trabajo increíble enfrentándolo. No tienes que manejarlo todo sola, ¿sabes?
Adora se encogió de hombros, aún demasiado avergonzada para explicar los detalles.
—Es que… mi cuerpo está cambiando y no sé si lo soporto. No quiero esto. —Se encogió un poco sobre sí misma. Al menos ya no seguía llorando.
Mara tomó un momento antes de responder, escogiendo sus palabras con cuidado.
—Tu cuerpo está encontrando su lugar, adaptándose. Es incómodo ahora, pero no significa que esté mal. Lo importante es que tú sigues siendo tú, Adora. Estos cambios no dictan quién eres.
Adora se permitió inclinarse contra Mara, dejando que su respiración se calmara.
—¿Y si no puedo con esto? ¿Y si siempre me siento así?
Mara acarició suavemente su cabello.
—Esto no es permanente, mi amor. Solo son unos días. Las primeras veces son las más difíciles, pero te prometo que cada día será más fácil.
El calor todavía estaba allí, y los cambios físicos no desaparecerían de la noche a la mañana, pero con Mara a su lado, Adora sintió que tal vez, solo tal vez, podría manejarlo.
Notes:
Gracias por leer!

AlexRD on Chapter 1 Thu 12 Dec 2024 01:53AM UTC
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MoonGrey on Chapter 1 Thu 12 Dec 2024 02:40AM UTC
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