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Cuanto mejor sea la primera impresión, peor será la persona

Summary:

Una burla del destino, mala suerte, la probabilidad del uno por ciento constantemente... quién sabe. El punto era, que Shishiba no se explicaba cómo siempre se encontraba a esa mujer tan extraña trabajando en todos lados.

(AU Shishiba arquitecto x Osaragi con varios trabajos de medio tiempo)

Notes:

La idea del fic es muy sencilla, cuando leí lo del fanbook me dio mucha risa que a Osaragi la despidieran de varios trabajos de medio tiempo. Luego pensé ¿y si Shishiba la encontrara trabajando en todos esos lugares como cosa del destino? Luego escribí esto y pasó de oneshot a varios capítulos.

(por cierto el título del fic es del episodio 12 de Gintama, siempre quise usarlo en algún fic)

Chapter 1: Un hombre pragmático compra un encendedor a sobreprecio

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

I.

 

Para Shishiba, la mejor vida era la vida sencilla. 

Esa siempre fue su meta desde que era un niño y tuvo el don de la autoconciencia. Aun así, al nacer en una familia que formaba parte de la élite política, no tuvo el privilegio de disfrutar dicha tranquilidad a temprana edad. 

Emanciparse de su familia para mudarse a Tokio y estudiar arquitectura fue una decisión que sus padres no tomaron bien, nada bien, de hecho. Pero él no quería seguir en ese ambiente. 

No porque todo se manejara con los intereses más retorcidos y egoístas, o porque ocurrieran atentados contra la vida de los funcionarios, sino por una razón honesta (si así podíamos decirle) y era que la política le aburría a morir

Hacía ya varios años que dejó Osaka. En la actualidad se ganaba la vida trabajando en diseño de planos con una empresa constructora, y si necesitaba dinero extra tomaba proyectos de forma independiente. Tenía lo suficiente para vivir en un departamento quizá no lujoso pero sí cómodo, en un área relativamente segura, con una rutina establecida que lo mantenía satisfecho. Como siempre deseó desde pequeño.

—¿Alguna vez te conté cómo conocí a mi esposa? 

Shishiba rodó los ojos y miró de soslayo al hombre de mediana edad que estaba sentado a su lado, en el asiento del copiloto. 

Sin embargo, librarse de sus padres vino con un precio (o más bien un tipo de acuerdo de paz para que lo dejaran irse): tener de sombra a un taciturno viejo a su lado llamado Satoru Yotsumura. La paranoia era una de las características más fuertes en su familia y creían que su vida corría peligro si estaba lejos de su protección en Osaka. Cuando Shishiba era menor de edad e intentó escaparse sin Yotsumura, él lo trajo de vuelta a casa en menos de media hora. Reconociendo su derrota, se resignó a tener a un viejo amargado de compañía al dejar su ciudad natal. 

Bueno, quizá esta no era exactamente la vida tranquila que él deseó de niño.

—No, ni una sola vez me has contado cómo conociste a tu encantadora esposa —le contestó Shishiba en un evidente tono de sarcasmo. Detuvo el auto al llegar a un semáforo en rojo y se estiró un poco. Era el final del día y solo deseaba llegar a su departamento a descansar. 

Yotsumura, por su parte, ni se inmutó ante su respuesta, buscando entre sus bolsillos su cajetilla de cigarros. 

—Sé que mi esposa no te cae muy bien… bueno tú tampoco le caes muy bien a ella —suspiró, jugando con el cigarro entre sus dedos—, pero hombre, cómo la extraño. 

El semáforo cambió a verde y Shishiba pisó el acelerador de forma suave. La noche era fresca y tranquila, un agradable día de marzo con buen clima. Si no fuera por sus lamentos de amor, Shishiba pensaría que era casi un día perfecto. 

—Ya sabes la solución —le dijo, mientras ignoraba su intento por hablar de su esposa—. Dile a mi familia que todo está bien, que mi nombre nunca ha sido relacionado con el apellido y que ya te puedes jubilar. Ganamos los dos.

El viejo comenzó a reírse de forma ronca ante sus palabras, lo que le provocó cierto enfado.

Shishiba no lo decía porque quisiera alejarlo y buscar la compañía de otras personas, de hecho, las relaciones sociales y amorosas le parecían complicaciones innecesarias. Lo que sí deseaba era su autonomía, y lo que tenía justo en ese momento de su vida era una ilusión de libertad. 

—Oye, no eres el único que necesita trabajar para vivir —le contestó el viejo una vez que terminó de reír—. Espera, tengo una idea, ¿qué tal si me pagas más que tu padre? 

—No molestes —siseó y apretó los puños en el volante. Sus ahorros, con suerte, eran quizá un poco más del cinco por ciento del dinero que tenía su familia. No quería ni saber la cifra de lo que Yotsumura recibía por su trabajo de guardaespaldas.

Yotsumura le sonrió y le dió una fuerte palmada.

—Mira, yo respeto que intentes hacer tu propio camino y no vivir de los millones de tu familia, una decisión estúpida, pero respetable —a pesar de la ligera burla, había honestidad en su voz—. Una vida privada es una buena vida, no digo que no, pero te falta convivir con más personas, ya sabes… gente de tu edad.

Shishiba no habló y siguió conduciendo. Solo quedaban unos pocos kilómetros más y sería libre de uno de sus tantos consejos de vida. 

—Aún eres joven, Shishiba —murmuró con el cigarrillo entre los labios, buscando algo más entre su pantalón—, deberías al menos salir con tus compañeros de trabajo, ir a bares, qué sé yo. En una de esas quién dice que no conoces a alguien especial.

Al siguiente semáforo en rojo, Shishiba dio un freno un poco más brusco de lo necesario. 

—¿Ahora me vas a dar la charla de encontrar el amor? 

—Nah —guardó el cigarro que había sacado de la cajetilla y lo miró de forma serena—. No tiene caso con ese carácter tan frío que te cargas. 

Shishiba entrecerró los ojos, pero se mantuvo callado. 

—Shishiba, ¿no tienes un encendedor? —hurgó más entre sus propios bolsillos, intentando encontrar algo que llevaba minutos buscando. 

—No fumo —respondió de forma escueta. 

—Qué bueno, es un mal hábito —el hombre se pasó la mano por el rostro y soltó un hondo suspiro—. Perdí el mío, ¿podemos pasar rápido a alguna tienda? 

El joven lo miró por el rabillo del ojo. Así al anochecer, cuando Yotsumura se recargaba perezosamente en el asiento y el pasar de las luces marcaban tenuemente sus arrugas, se hacía notable el paso del tiempo. Cada vez más cansado y cada vez más viejo, sin duda. Shishiba se preguntaba por qué se aferraba tanto a seguir trabajando para su familia, ya que con lo que había ganado durante años bien podría retirarse. Pero eran preguntas que prefería no hacerle. A veces era mejor no saber.

—Claro —le dijo Shishiba, desviándose un poco. 

Había una pequeña tienda de conveniencia cerca del edificio de departamentos donde él vivía. Una tiendita de una famosa cadena en Japón. Una vez el viejo le presumió que conocía personalmente al dueño, aunque él decía cosas así de inverosímiles todo el tiempo, era difícil creerle. 

—Sé un buen chico y cómpralo por mí —le dijo, dándole un gran billete como si fuera un niño pequeño—. Con lo que te sobre te compras lo que quieras. 

—Vaya, un guardaespaldas de primer nivel. 

Una vez estacionado el auto, se bajó, tomó el billete que le ofreció y se dispuso a entrar a la tienda. 

El lugar estaba solo, lo cual era curioso, pues las tiendas a esa hora tenían mínimo un par de personas. Tampoco estaban los trabajadores. No había siquiera música de fondo. Extraño. 

Shishiba dió un vistazo por todos los pasillos, y solo el ruido de sus zapatos resonaron en el lugar. Nada, ni un alma. Comenzó a impacientarse, él venía únicamente por un encendedor, ¿qué tan complicado podría ser conseguir uno? Además, al dejar la tienda sola, ¿a nadie le importaba que pudieran robar? 

A través de las grandes ventanas le hizo señas a Yotsumura de que el sitio estaba vacío, y justo cuando estaba a punto de irse escuchó que se abría una puerta. 

Tras un cartel que decía “solo personal autorizado”, apareció una persona cargando un montón de cajas, unas encima de otras. En una película cómica el personaje tendría problemas con una tarea así de irresponsable, pero esa persona en particular no solo conseguía cargar el peso con facilidad, sino que además lo hacía en perfecto equilibrio. 

Pasó a un lado de él y frente a un escaparate las dejó caer al suelo sin cuidado. Algo se escuchó romperse. Pero la chica (ahora veía que era una mujer) no parecía importarle. 

Se agachó, abrió la caja en silencio y comenzó a acomodar bolsas de frituras descuidadamente. Shishiba se quedó ahí sin decirle nada, mirando como ella lo ignoraba por completo para seguir poniendo bolsa tras bolsa en desorden.

Dio unos pasos hacia ella, carraspeó y así, al fin, ella levantó un poco el rostro y lo miró con unos extraños ojos oscuros.

—Vengo por un encendedor —le dijo Shishiba, a manera de explicar el propósito de su visita. 

Ante eso la chica torció un poco los labios. 

¿Por qué le ponía mala cara? Cobrarle no le llevaría mucho tiempo, después podría seguir con la diversión de andar cargando cajas y mal acomodar productos. 

—¿Me cobras el encendedor? —volvió a hablar para cortar el silencio.

Con una lentitud exasperante ella se levantó y dejó caer la bolsa en la caja abierta, se sacudió el pantalón de su uniforme y lo miró a él y después a la caja registradora. 

—No sé donde están los encendedores.

Su voz era pausada y suave, en otra situación más favorecedora tal vez le parecería agradable. 

—¿Quieres decir que ya no tienen o…?

—No —le interrumpió ella, con el mismo tono monótono—. Quiero decir que no sé dónde están.

—Ah. 

Silencio. 

¿Qué clase de servicio al cliente era ese?

Shishiba echó otro vistazo rápido al lugar. Dirigió su mirada hacia donde ella había observado unos minutos antes, cerca de la caja registradora, y le pareció ver que allí estaba lo que buscaba. Se acercó y confirmó que, efectivamente, había varios encendedores justo detrás, entre las cajetillas de cigarros y el alcohol.

—Bueno, parece que acá están —le dijo Shishiba mientras señalaba el lugar donde se encontraban—. ¿Me dices cuánto es, por favor?

Ante todo, los modales. 

Shishiba casi podría jurar que la escuchó chasquear la lengua por lo bajo, pero a ese punto ya le daba igual. Solo tendría que pagar un encendedor (que ni siquiera era para él) y podría irse al fin a descansar. Ni se molestaría en llevarse algo para cenar.

La chica murmuraba cosas mientras arrastraba los pies hasta la caja registradora. Ahora que le ponía más atención, notó que era una mujer alta, de una edad cercana a la suya. Y aunque por sus actitudes se notaba fastidiada, el tono de su voz no cambiaba mucho. 

—¿De qué color? —le preguntó ella sin mirarlo. 

—Cualquier color está bien. 

—Dime un color. 

Shishiba inhaló con lentitud para darse paciencia. 

—Verde —mencionó al azar. 

—No hay verde. ¿Azul está bien?

En serio en serio en serio ya quería irse. 

—Sí, perfecto. ¿Cuánto es? —le urgió poniendo el billete entre ellos, encima del aparador. 

Pero la chica miró el billete, después el encendedor y al último la pantalla que tenía delante. Presionó un par de botones con su dedo índice, con duda, y después miró la máquina con los ojos entrecerrados.

—El sistema no funciona —y por la forma en que lo decía, lo hacía sonar como si fuera culpa de él. 

Otro largo silencio. 

Si Shishiba quisiera medir su propia paciencia, en una escala del uno al diez, tal vez se situaría en el seis o el siete, pero definitivamente no más de ocho. Había pequeños detalles que lo hacían explotar, como encontrar cebollas en su comida cuando había pedido específicamente no incluirlas. Fuera de eso, se consideraba un hombre muy relajado. 

Pero con esta persona…

Suspiró una vez más.

—No sabes usar la caja —no era una pregunta. 

Ella parpadeó un par de veces y por segunda vez esa noche se tomó la molestia de verlo a la cara. 

No había ni una pizca de vergüenza o nerviosismo en ella, más bien la calma de alguien indiferente a su entorno. 

—No —respondió la chica. 

—Bueno, eso te dará problemas en tu trabajo —dijo en tono cansado. 

—El gerente tuvo que salir de emergencia. Es mi primer día.

—Comprendo. 

Mentira, no lo comprendía. Tampoco es que él quisiera entender la situación. No le importaba enterarse de las razones detrás de porqué ella hacía lo que hacía, solo quería zafarse del problema. Se estaba complicando más de lo necesario. 

—Mira —le dijo a la chica mientras dejaba el dinero y daba un paso atrás—. Solo toma el billete y dame el encendedor, estoy seguro que vale menos que eso.

Una solución, un acuerdo de paz. 

Ella tomó el billete con desconfianza y lo analizó con cuidado, confirmando si era auténtico o no. Shishiba movió el pie con impaciencia. 

—Sobrará dinero en el corte —murmuró mirando el billete, después lo miró a él, a la máquina que no sabía usar y finalmente a él otra vez—. Qué fastidio. 

Shishiba también estaba fastidiado, pero al menos él tenía la cortesía de disimular. 

—Bueno, en ese caso, ¿qué- 

—Da igual —lo interrumpió, y puso el encendedor delante de él con más fuerza de la necesaria—. Aquí tienes. Ya te puedes ir.

Debería sentirse aliviado, ¿no? Ya que al fin consiguió lo que venía a comprar. Sin embargo, por su actitud, parecía que ella le estaba haciendo un favor más que desempeñar su trabajo. Como si de los dos, fuera él quien se portó grosero. Ese pequeño detalle le dejaba una sensación amarga en el estómago.

—Qué amable, gracias —le dijo con sorna. 

—De nada, y por favor no regreses. 

—Ah, no pensaba hacerlo. 

—Excelente, adiós.

Era imposible hablar con ella.

Shishiba prefirió ya mejor callarse y rendirse porque esa situación tan absurda no llevaba a ningún lado, así que tomó el encendedor y se fue de ahí.

Cuando salió al estacionamiento en donde había dejado aparcado el auto, encontró que Yotsumura lo miraba atentamente, con los brazos recargados en la ventana y siguiéndolo con la mirada. 

—Sí que te tomó tiempo —le dijo el viejo, después miró detrás de él, como buscando a la persona dentro de la tienda—. No te imaginaba del tipo que se quedaría para hacer plática…

Shishiba no tenía la más mínima intención de tocar el tema. Estaba cansado, y muy fastidiado. 

—Aquí tienes tu encendedor —y se lo lanzó una vez se sentó en el asiento del piloto y cerró la puerta. 

—Qué humor —se quejó, aunque notándose obviamente divertido con la situación—. Oye, ¿no te compraste nada? ¿Dónde está mi cambio?

Se quedó unos segundos mirando hacia delante, inconscientemente dirigiendo sus ojos hacia la tienda, donde estaba ella. La vio a lo lejos tomar una bolsa de frituras, abrirla y empezar a comer. Ignorando las demás cajas pendientes por acomodar. Sin ningún atisbo de preocupación. 

Yotsumura miró hacia donde él estaba mirando. 

—Es linda —le mencionó y después lo observó a él. 

Shishiba ignoró su comentario y metió las llaves para echar andar el auto. 

—Es la última vez que compro algo por ti. Después te doy tu cambio —echó un vistazo por el retrovisor para empezar a salir y sintió la intensa mirada de Yotsumura sobre él—. ¿Qué?

—Nada —le respondió con una sonrisa disimulada, sacando un cigarro para prenderlo—. Solo me parece curioso. 

—¿Qué es curioso?

Se arrepintió al acto de haberle preguntado, porque ahora Yotsumura se daba aires de viejo misterioso mientras el auto se movía por la carretera. Con la ventana del copiloto abierta iba fumando y exhalando el humo al exterior. Siguió así por unos minutos, perdido en sus pensamientos, dándole un mayor dramatismo a su silencio. O quizá realmente había olvidado responder (cosas de la edad). 

—Digamos que todo esto me trae recuerdos —dió un largo suspiro nostálgico.

—Ah, eso. Debí imaginarlo. 

Bueno, qué esperaba de alguien como Yotsumura.

Finalmente aparcó el auto en el estacionamiento cerca del edificio donde vivía, el señor quedándose tan solo un piso debajo. Más que un guardaespaldas impuesto contra de su voluntad, a veces lo sentía como un invasivo niñero. No era el mejor momento para detenerse a pensar en eso, emocionalmente estaba agotado y no quería estresarse más pensando en lo exagerada que podría ser su familia. 

—Solo pienso… que sería interesante si volvieran a verse —le dijo Yotsumura quedándose fuera para seguir fumando—. No sé, es solo un pensamiento. Digámosle una corazonada. 

Shishiba cargó sus cosas y se fue directo a su departamento, sin responderle. No había nada más que hablar del asunto. 

Porque aquella persona era, sin lugar a dudas, una de las más extrañas que había conocido en su vida. Y él que se consideraba un hombre pragmático, decidió no volver a pisar esa tienda ni ninguna otra de la misma cadena. 

Siendo francos fue un poco obstinado de su parte haberse quedado tanto tiempo, cuando lo más razonable habría sido irse y ya. Buscar otra tienda. Posiblemente Yotsumura lo había pensado también.

Sea como sea, no tenía intención de cumplir los caprichos de un anciano y volver a hablarle. Lo cual sería sencillo de lograr. No es que fueran a ocurrir una serie de coincidencias ridículas que los obligaran a verse en contra de toda probabilidad. 

Es decir, si uno lo planeaba, ¿no era la vida bastante sencilla? 

 

Notes:

¿pueden creer que pasaron dos años desde que escribí algo? Estoy súper oxidada, leí mis fics viejos y pensé wow como podía escribir así. Pero saben qué no importa PORQUE AMO ESTA SHIP HARÉ MI MEJOR INTENTO

No en serio, el shishiosa me tiene del cuello, no sé ni como pero hace mucho no me daba un brainrot tan fuerte como para leer y escribir fics otra vez, al parecer ao3 nunca fue una etapa.

Seguiré trabajando en la traducción al inglés, deseenme suerte.

Chapter 2: ¡Aprovecha la promoción y compra una crepa por el precio de dos!

Summary:

Shishiba sigue con su vida como si nada (casi) y todo va más o menos bien, hasta que termina más o menos mal.

Una mujer misteriosa con un nombre misterioso, pero el mayor misterio de todos es cuando hacemos algo que va en contra de nuestra propia lógica. Ah... los enigmas de la condición humana.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

II.

 

Desde su encuentro incómodo habían pasado aproximadamente… quién sabe, quizá un par de semanas. Tal vez dos, tal vez tres, es más, seguramente ya un mes completo. 

El punto era que había quedado enterrado al fondo de su mente, y que para ese momento Shishiba ya ni se acordaba de ella (ni de su voz suave ni de sus grandes ojos oscuros). 

No, para nada. Cero. 

Bueno, quizá era cierto que cada vez que veía un anuncio de esa tienda, llegaba a su mente su recuerdo e inconscientemente fruncía el ceño. Aunque, a su parecer, esa era solo una coincidencia curiosa. Un reflejo en todo caso. 

Y así, con esa seguridad sobre la intrascendencia de su encuentro, Shishiba continuó con su vida tranquila. Sin ningún percance. Sin algo fuera de lo ordinario.

—Qué mala suerte tienes —dijo Yotsumura, mirando el restaurante de comida china frente a ellos que estaba cerrado—. Justo hoy tu restaurante favorito no abrió.

—Es el único restaurante de comida china al que vamos… y solo porque dices que conoces al dueño, supuestamente.

—Soy un hombre con conexiones. 

Shishiba rodó los ojos. Usualmente, a principios de cada mes, tenía antojo de mapo tofu y lo había vuelto su pequeña tradición comerlo en un pequeño local llamado La Tríada, recomendado y acompañado siempre por Yotsumura. Ya eran clientes tan habituales que los trabajadores los reconocían al instante. 

Pero ahora, por primera vez desde que se mudó a Tokio, lo encontró cerrado un fin de semana. Sin duda, extraño.

—Bueno, ¿conoces al dueño de otro restaurante de comida china? —preguntó Shishiba.

—Déjame pensar…

Mientras Yotsumura analizaba su gran repertorio mental, la puerta del restaurante se abrió y de ella salió una chica joven que Shishiba reconoció sin problema. Una joven bajita con un largo y llamativo cabello rojo que llevaba siempre peinado en una trenza, una mesera del restaurante. Al verlos dió un salto de sorpresa, pero se recompuso y los saludó.

—¡Ah, hola! ¡Qué gusto! Aunque sería mejor si pudiéramos atenderlos, creo —se notaba inquieta—. Hoy sí que ha sido un día… incluso mi padre tuvo que venir… 

—¿Está todo bien? —le preguntó Yotsumura, quien se puso serio al instante. 

—¡Sí, todo bien! —le respondió, agitando las manos frente a ella con una sonrisa nerviosa—. Perdón, no debería hablar de esto, mi padre me dijo que fuera discreta, aunque no entiendo por qué. Bueno, eh —se obligó a morderse la lengua—, regresen mañana y los atenderemos con gusto.

—Ya veo —murmuró Yotsumura. Conociéndolo, no dejaría pasar un asunto así—. Dime, ¿está tu padre ahora mismo en el local? 

—¡Sí! De hecho está hablando con… ¿el afectado? No sé si sea la palabra adecuada, digo, él se llamó a sí mismo una ‘víctima’, pero Wutang siempre exagera —se tapó la boca, como si hubiera dicho de más y le dió una rápida mirada a Shishiba. 

Fue ahí cuando presintió que de los dos, él era el menos indicado para escuchar. Así que fingió desinterés mirando su celular.

—Este… sí —continuó ella, bajando un poco el tono de voz—, mi padre está en el restaurante. Creo que le dará gusto verlo, señor Yotsumura. 

Con eso ya no pudo seguir fingiendo que alguien le escribía por mensaje. Se giró un poco para ver al hombre a su lado, quien le regresó la mirada como diciendo “qué te dije.”

—Muy bien, iré a saludarlo y comprobar que todo esté en orden —dijo Yotsumura, y le dió una leve palmadita en el hombro a Shishiba—. En un momento regreso. Cualquier problema ahí te encargas.

Shishiba lo miró extrañado.

—¿No es muy paranoico de tu parte? Quién va a-

Pero la risa de Yotsumura lo interrumpió a media frase.

—No te decía a ti, le decía a la señorita Lu Xiaotang.

—¿Ah?

Shishiba miró a la joven frente a ellos, que tenía las manos en la cadera y se veía completamente segura de sí misma.

—Sin problema, Sr. Yotsumura.

—Además —añadió el viejo, caminando hacia la puerta del restaurante—, nadie sería tan tonto para crear problemas en este territorio, mucho menos con la hija del jefe cerca. 

—Y soy experta en artes marciales—le reafirmó la pelirroja, levantando el pulgar.

Una vez que se fue Yotsumura, la chica lo miró a él y le sonrió de forma amigable. Pero de esas sonrisas que vienen acompañadas de un toque condescendiente, el que le darías a un infante si te lo dejaran a cargo. 

Entonces, supuso Shishiba, ir siempre al mismo restaurante de comida china venía con una razón detrás, más allá de la calidad del menú. Debió suponerlo… pero era imposible sospechar con un mapo tofu así de bueno. 

Dejando eso de lado, a Shishiba le aburrían las conversaciones casuales, y no sabía qué decirle a alguien que seguía sonriéndole de esa forma tan… ¿atenta? Pero de algo estaba seguro: era mejor no entrometerse.  

Muy bien, evitaría el tema. 

—Bueno…

—Te haces llamar Shishiba ahora, ¿cierto? —le interrumpió la chica, mirándolo con ojos brillantes, fue ahí cuando tuvo un muy mal presentimiento—. Seguro te preguntas cómo lo sé. Digamos que tu familia es bien conocida por mi familia.

Genial. Sencillamente genial. Nótese la ironía. 

—Tal vez… —le contestó con recelo, la verdad no tenía intención de tratar ese tema con ella.

—Y seguramente te mueres por saber lo que sucedió aquí —le dijo con muchísima energía.

Todo esto se estaba volviendo cada vez más extraño, ¿qué fue de ese acto sobre ser cautelosa? 

—No realmente.

Claro que ella ignoró su respuesta.

—Créeme que esto te va a interesar muchísimo, lo entenderás una vez que te lo cuente —carraspeó, y comenzó a hablar casi sin detenerse a tomar aire, para no darle oportunidad a Shishiba de contra argumentar—. Hace unas semanas contratamos a esta persona para que nos ayudara tomando las órdenes. Una mujer muy bonita por cierto. Aunque… intimidaba un poco a los clientes —se rascó la mejilla, intentando pensar cómo describirla mejor—, es seria y tiene una manera muy… particular de mirar, no sé cómo decirlo —chasqueó los dedos—. ¡Ya sé! Un poco como tú.

—¿Cómo yo? —no la estaba entendiendo del todo.

—Si, ya sabes, como si todo te diera igual. O te aburriera.

Se sintió ligeramente ofendido.

—No es-

—Como sea, eso no es lo importante —lo interrumpió, quitándole importancia—, la cuestión es que le costó mucho adaptarse. Aún así, después descubrimos que es buena en trabajos de fuerza física, ¡y buena en la cocina! —mientras más hablaba, más crecía su sonrisa—. Con mis compañeros era muy fría, excepto conmigo, y comíamos juntas en nuestra hora libre. Los demás la evitaban porque decían que daba miedo. Lo que no saben es que en el fondo es una chica muy dulce, lo juro.

—Te creo —en realidad le costaba imaginarla. Se preguntó internamente si sería ya muy tarde para cambiar de tema o irse sin más—. Suena como una buena persona.

—Una chica fuerte y hermosa, es una lástima que no la hubieras conocido, siento que se habrían entendido, no lo sé —suspiró—. Si tan solo hubieras llegado antes…

—¿Eso quiere decir que ya no trabaja aquí? 

—No —le contestó, y después añadió con un tono serio, dramático y misterioso—. De hecho, es por ella que cerramos hoy.

Shishiba nunca lo admitiría abiertamente, pero la curiosidad comenzó a picarle. 

Lu le dió un vistazo rápido a la calle para comprobar que seguían solos y continuó, ahora con voz más cautelosa:

—¿Alguna vez en el restaurante viste a un chico alto, de cabello negro y con un tatuaje aquí? —se señaló debajo de su ojo izquierdo—. Uno que siempre se sienta en una mesa cerca de la cocina. 

Intentó acordarse, en serio que lo intentó. Pero solo iba una vez al mes a ese lugar y la mayor parte del tiempo era sentarse a esperar la comida, ver su celular y escuchar las anécdotas de Yotsumura sobre su esposa y su hijo. 

—No, lo siento. 

—Bueno, él es… es un tipo que… bueno, es un viejo amigo de la familia. No digo que sea un mal tipo, si alguien te pregunta le dices que nunca dije eso, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Muy bien. Entonces digamos que este chico, desde que éramos niños, dijo que, eh —frunció la boca—, nos casaríamos de grandes. Porque mi padre conoce a su padre y son de buena familia. Es un buen sujeto. Pero estos últimos años él se volvió tan… —hizo unas señas extrañas con sus manos, como si fueran garras, como si intentara aplastar algo—, intenso con el tema. Esa es la palabra que buscaba: intenso. Demasiado. Me volvía loca, y no en el buen sentido. Igual nunca se lo dije porque no quiero herir sus sentimientos. Lo considero un amigo, ¿sabes?

—Ya —Shishiba se estaba comenzando a impacientar, ¿a dónde quería llegar con todo esto?—. Aunque no entiendo qué relación tiene él con la chica que ya no trabaja con ustedes. 

Ahí ella desvió la mirada y comenzó a jugar con su cabello. 

—Que quizá, puede ser, que tal vez… me quejé de Wutang con ella, y puede ser que quizá, tal vez, de forma un poquitito más exagerada de lo necesario. ¿Sí me estoy explicando?

—No.

—Da igual. El punto es que, creo que no medí bien mis palabras —después de decir esto fue evidente que se sentía culpable, por alguna razón—. Le dije que a veces Wutang me ponía incómoda con sus declaraciones de amor, y que no me gustaba verlo a diario. Ella me escuchó pero se quedó callada, y pensé que le dió igual. Hasta me dije ‘oye en serio debo estar exagerando y no es la gran cosa’ . Como sea…

Shishiba al fin sintió que entendía por dónde iba todo.

—Así que intentó hablar con él, me imagino.

—¿Hablar? —lo miró con desconcierto—. ¿Acaso no pusiste atención a todo lo que te conté? Tiene muchas virtudes, pero hablar… —sacudió la cabeza—. No estoy del todo segura de lo que pasó, pero sé que ella le dijo algo… algo sobre que me ponía incómoda y que se fuera y no regresara nunca. 

—Me parece que estuvo bien.

—Ajá. Si solo fuera eso —se tomó una larga pausa, intentando ordenar sus pensamientos—. Después ella le señaló la salida y cuando él se puso de pie y le gritó, quiso empujarla para hacerla a un lado… ahí ella le hizo una llave y lo tiró al suelo. ¡Bam! El golpe fue brutal. Se vio increíble —le confesó, con una alegría culposa—. Nadie jamás le había dicho algo a Wutang, porque es amigo de mi padre y tiene cierto… estatus. Ella lo hizo aun sabiendo eso. Creo que por poco le disloca el hombro. O tal vez sí lo hizo.

—Vaya —solo pudo decir. Estaba sorprendido. 

—Exacto —ella sonrió de forma resignada—. Pero resumiendo: se hizo un caos, mucha gente se asustó, Wutang gritó. Luego tuvimos que cerrar y pedir disculpas a los demás clientes. Le hablaron a mi padre, yo intenté explicar lo que había pasado, Wutang también, pero ella se mantuvo callada. Estuvimos así por casi una hora. En fin, mi padre solo le dijo que si renunciaba lo dejarían por la paz, pero no la dejó despedirse de nadie, ni de mí. Así que, pues, eso fue todo. Más o menos. 

Shishiba se quedó sin habla. Esa sí que había sido una historia. 

Aunque aún quedaba un tema pendiente: si el padre le había pedido a su hija que fuera discreta (suponiendo que Wutang tuviera cierta reputación que mantener) y aun así ella decidió contarle todo esto a él (un simple cliente) quien no era más que un conocido por Yotsumura y su otro apellido, era por algo.

En su familia había aprendido que muy pocas veces las personas hacían algo sin un motivo detrás, y la desconfianza era un rasgo familiar que seguía acompañándolo, muy a su pesar.

—¿Por qué me cuentas todo esto? —lo mejor era tocar el tema con franqueza.

Pero la pregunta no la tomó por sorpresa, parecía más bien que venía esperando que se lo preguntara. 

—Sé que conoces a alguien que es bueno consiguiendo información. En mi familia también la hay, pero se negarán si se los pido —después juntó las manos en forma de petición—. Por favor, dile que me ayude a contactarla. 

Cuando ella le mencionó “alguien que es bueno consiguiendo información”, Shishiba descifró sobre a quién se refería. Era un espía que había trabajado para su padre, recabando información clasificada sobre sus contrincantes políticos. 

Aún así, tenía casi un año sin saber de él. Tampoco sabía cómo encontrarlo. Era el tipo de persona que solo aparecía cuando nadie le llamaba. 

—No sé si pueda ayudarte, no tengo forma de hablar con él —le dijo, lo menos que podía hacer era ser honesto—. ¿Nadie del restaurante tiene su número?

Esto pareció desmotivarla muchísimo. 

—No lo tengo, porque ella me dijo que había roto su celular y compraría uno nuevo, tampoco sé dónde vive, no sé si tiene redes, no sé casi nada. Solo sé su nombre, o creo que es su apellido —sus manos se apretaron en un puño, evidenciando su aprehensión—, Por favor, señor ¿me ayudaría? Necesito hablar con ella y pedirle disculpas. Y darle las gracias.

Shishiba la miró con extrañeza, así que Lu agregó.

—Después de que ella se fue, me quedé a solas con mi padre y Wutang y me preguntaron si era cierto lo que dijo ella, sobre ponerme incómoda con él. Tomé valor y les dije cómo me sentía sobre eso del matrimonio y… ambos me pidieron disculpas —se tapó la cara—, me dijeron que no tenían ni idea. Me siento como una tonta. Solo no quería crearles problemas. Creo que ella intentó ayudarme porque yo no me atrevía y la despidieron. Ahora comeré sola en mis horas libres y todo porque me daba miedo tocar el tema…

Y siguió así murmurando más cosas, ahogadas entre las palmas de sus manos. Continuó así por largo tiempo, sin señales de terminar pronto.

Shishiba suspiró. 

—Está bien, está bien. Si lo veo le pediré que encuentre a esta persona por ti, aunque no prometo que sea pronto —para ser mediodía se sentía ya muy cansado—. Y no, no le diré a Yotsumura.

Ella bajó las manos de su rostro y se mostró sonriendo ampliamente. 

—¡Si la encuentras te daré gratis todo el mapo tofu que quieras! Sabía que podía contar contigo, eres una buena persona —hizo unas señas vagas señalando su rostro—, yo siempre te defendí y dije que tu exterior era pura fachada. 

Shishiba prefirió dejar ese comentario pasar. 

—Y a todo esto, ¿cuál es su nombre? Nunca lo mencionaste. 

—Ah, cierto —asintió y sonrió nuevamente—. Se presentó a sí misma como Osaragi. Maravillosa forma de llamarse, ¿no te parece? 

 

 

Osaragi.

Osa-ra-gi.

¿Por qué no podía dejar de darle vueltas a ese nombre? Estaba llegando a ser un poco molesto. 

Ya habían pasado varias semanas desde que le prometió (a medias) a Lu Xiaotang que le ayudaría. Tal vez… tal vez le estaba dando un poco el remordimiento de ofrecerle ayuda en algo con posibilidades mínimas de éxito. Empezando por tener que contactar al dichoso informante (ni idea de dónde estaba, o si estaba vivo incluso). 

¿Sería por eso que el nombre de Osaragi no dejaba de aparecer como un pensamiento intrusivo? Lo peor era que había algo en ese nombre, un algo que no sabía describir.  Como si una parte de él lo reconociera, un dejo de familiaridad, casi podría decirse-

—¡Shishiba! Qué mala cara tienes, ¿tuviste un mal día en el trabajo? —le preguntó Yotsumura. 

Shishiba rodó los ojos mientras se aflojaba la corbata y se quitaba el saco. A pesar de que tuvo que quedarse un par de horas extras, ahí estaba el viejo esperándolo justo en la entrada de su trabajo. 

Y en cuanto a su pregunta, la respuesta honesta: sí.

El cliente les había pedido cambios a última hora para el proyecto (que se convirtieron en horas extras para modificar los planos), y sus compañeros de trabajo estaban cada vez más y más insistentes en invitarlo a sus reuniones. Ah, y el nuevo supervisor encargado del dichoso proyecto era un completo idiota. 

Fue un día cansado. Pero Shishiba no tenía ganas de explicarle.

Dejando eso de lado, era extraño que estuviera esperándolo afuera, imitando a un padre que viene a recoger su hijo de la escuela. Normalmente lo encontraba durmiendo en el auto aparcado en el estacionamiento. 

—¿Qué haces aquí? —Shishiba no pudo evitar preguntar.

—¿Eh? ¿Así me saludas? Sí que tuviste un pésimo día… 

Había algo muy extraño ocurriendo en ese momento, ¿desde cuándo Yotsumura le saludaba con tanta energía? Y sonriendo, lo peor del caso. 

Shishiba no pudo evitar fruncir el ceño y preguntarse por un largo minuto si debería indagar en qué le pasaba, o solo ignorarlo. Pero antes de decidirse, Yotsumura recibió una llamada y se alejó. De hecho se alejó tanto de su campo de visión que desapareció en un parpadeo. 

Qué demonios estaba ocurriendo… 

Se encogió de hombros. No tenía energía para eso. 

Así que se fue caminando directo al área del estacionamiento donde dejó su auto estacionado, y usualmente Yotsumura lo esperaba ahí. Aunque ahora no debería estar, ya que se había ido y… ah, un momento, ahí estaba. 

Ya, en serio, qué demonios estaba pasando. 

Dio golpecitos en el vidrio de la ventana para despertarlo y asegurarse de que sí era Yotsumura y no un tipo extraño que se metió al auto a dormir.

Quien quiera que estaba dentro, se despertó dando un brinco por el ruido.  

—¿Qué te cuesta despertar a un viejo de forma más amable? —mencionó tallándose la cara al despertarse.

Y Shishiba lo analizó detenidamente, preguntándose si la gente a cierta edad podía dormirse en cuestión de minutos. 

—¿Qué hacías en la entrada del trabajo?

Yotsumura levantó una ceja y ahogó otro bostezo. 

—¿Qué hacía yo en dónde?

—Afuera de mi trabajo. ¿Y cómo es que llegaste antes que yo al auto?

—No entiendo nada de lo que estás diciendo, muchacho. 

Al principio lo miró como si estuviera diciendo puras idioteces, pero lentamente su expresión cambió, una gran revelación iluminándolo por dentro o algo así. 

—Ah, ya entiendo —se talló de nuevo el rostro, con ambas manos para despejarse.

—¿Ya entiendes qué cosa?

—Así que esta vez ese sujeto no mentía… —refunfuñó Yotsumura, ignorando su pregunta. 

Esta vez el viejo fue quien condujo el auto, mientras seguía farfullando cosas por lo bajo sin aclararle nada. Y Shishiba por puro orgullo decidió no volver a preguntarle qué estaba pasando y de qué tanto se quejaba. Además, ¿no le repetía una y otra vez el no hacerle muchas preguntas sobre el trabajo? Como sea. 

Pero después se dió cuenta de que se habían detenido en otro lugar que no era sus apartamentos, sino cerca de un centro turístico. Un lugar repleto de gente, con un callejón lateral que tenía varios puestos ambulantes de comida. 

Por suerte, esta vez Yotsumura le aclaró su duda. 

—Antes de estacionar el auto cerca de tu trabajo, pasé por aquí —le explicó vagamente, mientras sacaba su celular y buscaba un número entre sus contactos—. Y quise comprar una crepa, pero aún no tenían listo para prepararla así que la dejé pagada…

—Y quieres que vaya yo por ella —supuso Shishiba, con una profunda resignación.

—Ya sé que te negaste a hacer mandados, pero esto es más bien una recolección. Iría yo mismo, pero justo ahora tengo que hacer una llamada importante, ¿sabes? Urgentemente. 

—Ya, ya —masculló él, abriendo la puerta del copiloto. Estaba muy cansado para discutir. Y si la había dejado pagada, solo sería cosa de ir por ella y ya está, ¿no?, entre más rápido se desatendiera, mejor—. Solo dime qué puesto es y a qué nombre está. 

—Sí que te urge irte, ¿eh? —se burló, y después le señaló con el dedo un lugar a lo lejos—. Es la de allá, la que tiene un dibujo deforme de crepa. Diles que vienes por el pedido a mi nombre, no deberías tener problemas. 

—Ya.

Se había alejado apenas unos cuantos pasos, cuando la voz del viejo le hizo girarse. 

—Aunque, sabes qué —le gritó, sonriendo, poniéndose el celular en el oído esperando le contestaran la llamada—, si por alguna curiosa razón quieres quedarte un rato más y pedir algo para ti… puedo esperarte. Solo no te quedes platicando por más de media hora.

Shishiba no era especialmente fan de los postres ni de hablar en general, y eso lo sabían ambos. Probablemente se estaba burlando de él.

Pero, cuando estaba a unos metros del puesto de crepas, una verdad obvia le llegó al fin a la mente: Yotsumura tampoco solía comer dulces. Mucho menos algo como una crepa, es más, jamás se había parado a comprar un postre de un puesto de la calle. Ahí tuvo un mal presentimiento.

Dentro de la tienda se encontraban dos personas, uno que parecía ser un adolescente, de cabello corto y negro usando un cubrebocas. Y dándole la espalda a Shishiba, vio una mujer alta con el cabello negro atado en un moño.

Estaba listo para llamar la atención de ambos hasta que los escuchó hablar. Específicamente, cuando le escuchó a ella hablar. Un tono de voz suave y monótono, uno que le resultó vagamente familiar. 

Lo suficiente para dejarlo inmóvil en su sitio. 

—Ya te lo dije —habló el adolescente, con cierto toque de desgana—, yo me encargo de mantener este lugar limpio y tú de todo lo demás. 

—No me parece justo…

—Es lo que hacía mi hermano, además es hasta que regrese de sus vacaciones con su casi novio. Solo me pidió que no le prendiéramos fuego al lugar ni que hiciéramos enojar a los clientes.

—Entendido, señor.

—No me digas señor . Tengo como diez años menos que tú.

—No parece. 

—¿Qué estás insinuando? Ah —al fin reparó que había alguien más con ellos—, llegó un cliente.

La mujer de voz suave se giró por fin y la mente de Shishiba se quedó en blanco. Era curioso que aunque ella llevara un cubrebocas, fue suficiente con verla a los ojos (oscuros, grandes, ligeramente intimidantes) para poder reconocerla.

Mantuvieron la mirada por un segundo, cinco, diez. Tal vez más, tal vez menos. Ni idea. Pero ella no apartó los ojos, ni él tampoco. 

Seguía tan inexpresiva como aquella vez en la tienda, y le vino a la mente una metáfora de que “los ojos eran la ventana del alma”… lo que resultó ser una simple cursilería. Seguro la inventó alguien que no presenció unos ojos como esos.

En todo caso, ¿también lo habrá reconocido? No dejaba de verlo directamente, inmóvil y en silencio. Tal vez sí…

—Oye, ¿lo conoces? —le preguntó el adolescente a ella.

—No —le contestó la mujer, antes de por fin apartar la mirada. 

Ah. Tal vez no.

—¿Y nos va a comprar algo o solo se quedará viendo?

Shishiba carraspeó, incómodo. Definitivamente, era el cansancio y el calor del verano lo que le hacía comportarse de forma extraña. Sí, eso era.

—Solo vengo por un pedido —explicó—. A nombre de Yotsumura. Ya está pagado.

El chico parecía confundido. Pero ella no, de hecho lo observó más atentamente que antes. 

—Tú no eres el señor Yotsumura —su voz tenía un tono acusatorio. 

Shishiba arqueó una ceja. ¿En serio eso era un problema? 

—No —contestó lo obvio—. Pero dijo que dándoles su nombre sería suficiente.

Ella entrecerró los ojos. 

—¿Y cómo sé que no mientes? 

Esa pregunta lo desorientó. Incluso pensó, o más bien deseó desde lo más profundo de su corazón, que ella estuviera bromeando. Por desgracia, no parecía del tipo de persona que gastara esa clase de bromas. 

—¿Mentir en qué, exactamente? —le preguntó Shishiba, con un leve tono de burla.

Pero ella solo se encogió de hombros. 

—Necesito estar segura —le dijo sin más.

Vaya, ahora ella sí se tomaba el trabajo en serio.

—¿Y no te comentó que podría pasar alguien aparte de él por el pedido? —fue lo único que se le ocurrió preguntar. 

Ella se quedó un momento pensando, con una mano en el mentón. 

—Me dijo que podría venir a recogerlo un joven agradable y educado, pero no ha llegado nadie así.  

Se quedó sin palabras, otra vez. 

¿Se estaba burlando de él? ¿Lo decía en serio? ¿Lo recordaba y era su forma de desquitarse? ¿O solo era así su personalidad? Usualmente las personas no le eran tan difíciles de entender, pero con ella se sentía completamente perdido. 

En todo caso, el chico comenzó a reírse por lo bajo aunque intentara disimularlo con una tos. Shishiba había olvidado por completo que seguía ahí. 

—Bueno, pero —dijo el joven detrás de ella, llamando la atención de ambos—, tiene el nombre correcto, ¿no? 

—Sí, pero-

—Entonces debe ser cierto que lo conoce y lo envió a recogerlo.

Shishiba se sintió aliviado, al menos había alguien racional dentro de ese lugar. 

La mujer no le respondió de inmediato, se quedó mirando al adolescente, después miró a Shishiba y se volteó de inmediato. 

—¿Y si quiere robárselo al señor Yotsumura? —le preguntó al chico.

El joven estuvo a punto de reírse otra vez, pero cambió de actitud a último momento. A diferencia de ella, él no era tan inexpresivo, y era claro que se estaba divirtiendo. 

—Es una probabilidad, sí. 

Olvídenlo, no había nadie normal ahí. 

—¿Crees que no le alcance para comprar comida? —preguntó ella. 

—Pues su ropa y zapatos parecen caros —dijo el muchacho, y después añadió—. Tiene dinero, seguro que solo es un tacaño.

—Qué triste. 

A Shishiba le estaba dando un fuerte dolor de cabeza, se masajeó las sienes un momento mientras aquellos dos seguían hablando como si él no pudiera escucharlos. 

—¿Por qué intentaría robar una crepa? —Shishiba sentía que perdía el tiempo al tener que aclararlo—. No tiene ningún sentido. 

A pesar de que desde su punto de vista todo era obvio y simple, tal vez para ella no, porque seguía mirándolo en silencio y sin disposición a ceder.

Se veía bastante tranquila. O más bien indiferente. Inmutable.

Ojalá la telepatía fuera real.

El chico al fin intercedió: 

—Está bien, tienes razón, vamos a entregarte la crepa gratis y eso.

—No es gratis, ya está pagada —le recordó Shishiba. 

Pero el chico no pareció escucharlo

—Pero si más tarde viene el tal Yotsumura y resulta que no te conoce y nos llega exigiendo el pedido que te entregamos a ti… nosotros perderíamos dinero. Y como ella tomó la orden, sería ella quién tendría que pagarlo.

El cambio en el ambiente fue inmediato. Al terminar de hablar, aquella misma mujer que parecía ser tan indiferente a todo, se volteó bruscamente hacia el otro. 

Desde donde estaba no podía ver la expresión de ella, pero sí podía ver cómo él dio un ligero paso hacia atrás debido a la impresión, a pesar de estar ambos dentro de un espacio tan reducido. 

—Oye —y levantó el rostro, intentando ocultar su inquietud—, te recuerdo que el día de ayer te comiste dos crepas que aún no has pagado.

—Tenía hambre…

Oh, con que así sonaba enojada. 

—Pero esto es un negocio, ¿ok? No quiero problemas con mi hermano. Y tú tampoco deberías, ¿no fue él quien te contrató? Si se entera de esto…

Los hombros de ella se relajaron visiblemente, y bajó un poco la cabeza. 

—Pero necesito el dinero —ahora sonaba abatida.

El chico pareció decirle algo más, aunque esta vez bajó mucho la voz y la apartó un poco, así Shishiba no pudo seguir escuchando la conversación. Ella se limitaba a asentir.

Después de unos minutos incómodos, resignada y con expresión taciturna, sacó los ingredientes para preparar la crepa. Calentó la plancha frente a ella y empezó a batir la mezcla, todo esto en movimientos lentos y con la cabeza baja. 

Pues bueno, ahí estaba la dichosa crepa que Yotsumura le había pedido traer. Se podría hasta decir que por fin algo le salió bien.

—Oh —el chico se había acercado un poco para verla cocinar—. Es de las crepas más caras que tenemos.

Ella lo ignoró mientras se disponía a darle vuelta a la crepa. Lamentablemente no tuvo el suficiente cuidado y una parte se partió y salió volando hasta caer al suelo. 

—Es tu culpa —se apresuró a decir ella.

—Claro que no —le contestó él, frunciendo el ceño—. Espero que mi hermano no te lo quiera descontar también.

Shishiba pudo ver que ella apretó el puño en el mango de la espátula y en silencio volvió a preparar otra. Por un momento casi sintió pena por ella. 

Después se recordó que, a fin de cuentas, ella solo estaba haciendo su trabajo y él solo era un cliente recogiendo un pedido. Nada más.  

—¿Cuánto dinero te faltaba para comprar el celular que querías? —preguntó el chico, en un extraño intento de hacerle plática. 

Pero ella tan solo se encogió de hombros. 

Él chico continuó:

—¿No me contaste ayer que también necesitabas pagar la renta? —y le dirigió una breve mirada a Shishiba—. Espero te alcance después de que mi hermano tenga que recortar tu paga.

Ella suspiró de nuevo, mientras añadía grandes pedazos de fresa. 

—Ya casi no nos quedan fresas…

—Es porque te comiste casi todas en la mañana, no creas que no me di cuenta.

—Oh.

Shishiba la observó un momento, intentando descifrar algo, pero ella ya no volvió a regresarle la mirada. 

Un curioso cambio, la verdad. Si tomamos en cuenta que al principio se la pasó viéndolo directamente a los ojos.

Como sea. No era asunto suyo.

(Ella no dejaba de suspirar). 

Él se olvidaría del asunto.

(Ella se veía cada vez más desanimada).

Todos tenían sus propios problemas.

(Ella ya no quería verlo a los ojos).

Todo estaba-

—¿Cuánto es por la crepa? —¿qué?

Ella detuvo sus movimientos y parpadeó un momento, y lentamente volvió a dirigirle la mirada. Pero no dijo nada, así que el chico se apresuró a contestar en su lugar. 

—Dos mil… dos mil quinientos yenes —le dijo—, aceptamos efectivo y tarjetas de cualquier banco, ¿con qué vas a pagar? 

¿Eso solía costar una crepa? 

Pero Shishiba sacó su cartera y buscó una de sus tarjetas para dársela. El chico usando unos guantes de plástico, se apresuró a agarrarla y la pasó por la terminal antes de que pudiera arrepentirse. Una vez que fue cobrada una crepa de precio cuestionable, se quedó esperando a que ella terminara de prepararla. Mirando la nada con las manos en los bolsillos. 

Estaba cansado. Hacía calor. Quería irse de una vez. 

Y acababa de comprar una crepa que alguien más ya había pagado.

Había momentos en la vida donde a veces las personas hacían algo que no tenía sentido. En su propia experiencia, lo mejor era no buscarle un gran significado detrás. Solo seguir adelante. No pensarlo demasiado. 

Sí, así era. Fin del tema. 

En ese lapsus de intentar no pensar se dio cuenta (tarde) que ella le extendió la crepa ya lista en su dirección. Era grande y estaba adornada de mucha crema batida y bastantes fresas. 

En silencio él tomó la crepa en sus manos y ella volvió a su actitud de indiferencia. 

Lo que sea que ella estuviera pensando, sería siempre un misterio.

—Pues gracias —no había nada más qué decir.

—Pues de nada —le respondió ella en ese tono de voz tan particular. 

Pues eso era todo.

Se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a donde estaba el auto estacionado con Yotsumura, prometiéndose mentalmente no volver a ese lugar. Fue a solo unos pasos que vio a lo lejos como dicho anciano en realidad ya iba hacia él, quien al verlo se detuvo y alzó mucho las cejas. Observó lo que llevaba en las manos, a él y después detrás de él. 

—Vaya, tiene bastantes fresas —dijo Yotsumura señalando la crepa en sus manos. 

—Sí, lo que digas, toma —refunfuñó mientras se la ofrecía.

Para su sorpresa, Yotsumura se negó a tomarla y siguió caminando, sonriendo de forma complaciente. 

—Nah, es para ti —se veía de muy buen humor ahora—, parece que todo salió bien, eh. ¿Ya le pediste su número? O no sé si los jóvenes de ahora siguen pidiendo el teléfono…

Shishiba dio un traspié al escuchar eso, pero se estabilizó y aprovechó para aligerar el andar de sus pasos. 

El sol ya se estaba ocultando y cada vez más gente llegaba al lugar, los puestos se fueron llenando de gente, acompañado del sonido de sus voces y risas al fondo. Un calor bochornoso que iba menguando al caer el sol. 

Nada de esto fue percibido por Shishiba, lo único que iba sintiendo era una fría frustración dentro de él.

—¿Qué te hace creer que quería su número?

—¿Ah? —Yotsumura también detuvo su andar, a unos pocos metros del auto estacionado—. ¿No es la misma chica bonita de la tienda? Como la otra vez te quedaste tanto tiempo platicando con ella, pensé que ahora te animarías…

—No te lo puedo creer —esa noche sin duda tendría migraña.

—Entonces no le pediste su número —negó con la cabeza, la decepción de un hombre mayor que ve fracasar a los jóvenes—. Te tomaste más de media hora platicando con ella y aun así…

Con la mano libre Shishiba se tomó el puente de la nariz y se obligó a inhalar y exhalar aire con tranquilidad. Un hábito que se estaba volviendo recurrente. 

—A tu edad creerte un casamentero o una cosa así…

—Qué mala actitud tienes.

Yotsumura tomó el asiento de piloto y Shishiba no le quedó de otra más que ponerse en el de pasajero mientras seguía llevando en la mano una enorme crepa empalagosa.

—A menos que… —comenzó a murmurar Yotsumura, mientras ponía las llaves en la cerradura del auto—, haya malinterpretado la situación —se volteó a verlo de reojo y Shishiba solo rodó los ojos—. Mira, mira, no me puedes culpar. Jamás te quedas hablando con alguien por más de diez minutos. Y cuando la vi en ese lugar esta mañana, pensé que te alegraría volver a verla.

—Ya.

—Y ahora te volviste a quedar largo rato hablando con ella, cualquier persona que te conozca se confundiría…

—Mira —tomó toda la paciencia que le quedaba—, deja de hacer eso. No estoy buscando una pareja ni ahora ni nunca, no necesito ese tipo de complicaciones románticas. 

—¿Ah? ¿Y quién está hablando de romance? —se mofó él ahora—. No soy tan ambicioso contigo. Un nuevo amigo te caería bien. Desconfías de medio mundo, te quedarás solo así.

—Da igual —ya quería terminar la conversación de una vez. 

—Ah, los jóvenes de ahora —negó con la cabeza, decepcionado de su generación—. Y uno que solo intenta ayudar…

El guardaespaldas prendió al fin el auto y lo arrancó, alejándose de (esa mujer tan extraña) ese lugar. 

Shishiba durante el trayecto se quedó mirando la crepa entre sus manos. Al menos juzgando la decoración se veía bien, y estaba en papel de buena calidad, lo que le evitaba ensuciarse las manos. No obstante él no estaba acostumbrado a comer cosas tan dulces, dudaba que la crepa le fuera a gustar. 

—Por cierto, fueron bastante generosos con ese pedido —le dijo Yotsumura, refiriéndose al postre que llevaba—. Recuerdo perfectamente decirle que me vendiera la más sencilla y barata, no estaba seguro de que-

Shishiba apretó la mandíbula y dejó de escucharlo. 

Genial. Increíble. 

¿Cómo es que de nuevo las cosas no resultaron como él quería? ¿Qué clase de mala suerte podía atraer ella? Si volvía a sucederle algo así por tercera vez perdería la cabeza. 

Ahora tenía un postre a sobreprecio que no solía comer.

¿Por qué lo había pagado? Fue completamente estúpido e impulsivo de su parte. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué no podía dejar de pensar en-?

No. Daba igual. Lo hecho, hecho está. No ganaba nada dándole vueltas en la cabeza. 

La solución era sencilla: seguir con su vida y no volver a hacerle un favor a Yotsumura por lo que restaba de su vida.

Por su parte, el viejo seguía hablando consigo mismo.

—Usualmente mi intuición no falla…

Shishiba lo ignoró, él ya tenía otras cosas en qué ocuparse: como el nuevo proyecto del cliente indeciso y preguntarle a ese sujeto (si es que aparecía) si de casualidad podría encontrar a una persona llamada Osaragi

Finalmente mordió la crepa de forma distraída y el dulzor de la fresa llegó a su paladar, seguida de una sensación agradable y esponjosa. Suspiró y dio otra mordida. Muy a su pesar… la crepa estaba deliciosa. 

 

Notes:

para los que leyeron esto desde que lo publiqué: perdonen la tardanza! (˃̣̣̥ヘ˂̣̣̥)

lo que pasó fue que este fic sufrió un montón de reediciones desde ese bello día de abril donde sucedieron los capítulos del shishiosa, ahí tuve una revelación así de BOOM BAM y fue que estos dos están destinados a estar juntos NO IMPORTA QUE SUS ALMAS ESTÉN EN OTROS MUNDOS se van a encontrar Y juntar (porque lo digo yo). cómo podría actuar normal cuando ella le dijo "por favor, no vayas solo, llévame siempre contigo", y el otro pensó "no te dejaré morir, no te dejaré morir" eh?? exacto no se puede actuar normal.

me distraje, perdón. entonces, en principio esto iba a ser "algo ligero y episódico" tipo slice of life, saben cómo? así sin enfoque en el romance, peeero me entró el capricho y dije no no no, esto será slow burn ahora. tuve que hacer varios cambios para llegar al final que planeo, entonces no serán 5 capítulos (solo espero no más de 10)

si leyeron tooodo esto muchas gracias en serio o(╥﹏╥)o por suerte ya tengo planeados los siguientes caps así que la actualización no volverá a tardar tanto

me encantaría saber qué les pareció, muchas gracias por leerme!