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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-04-05
Updated:
2025-10-09
Words:
23,359
Chapters:
4/?
Comments:
15
Kudos:
105
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8
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2,232

Su Protector.

Summary:

Tras ser enviado al vacío por Gabriel, V1, se encuentra inesperadamente en un mundo desconocido. Al despertar en un callejón de una ciudad medieval, V1 descubre que su misión ha cambiado: ahora debe proteger a un joven llamado Natsuki Subaru.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: [The fire is gone]

Notes:

Como prometí, aquí tienen nuevamente el capitulo 1 reescrito. básicamente también hare los capítulos mas largos desde ahora por lo que tomara mas tiempo escribirlos.

Chapter Text

El ángel atacaba con una furia inquebrantable. Cada golpe de sus espadas celestiales caía con la fuerza de una tormenta divina, cada embestida era un relámpago de pura ira.

V1 lo sabía.

Lo había estado observando.

Cada movimiento, cada patrón, cada tajo santificado. Gabriel, a pesar de su poder absoluto, se volvía predecible.

Y eso sería su perdición.

Las espadas de luz descendieron en un arco devastador, pero V1 se movió con precisión milimétrica, esquivándolas con la velocidad de una bala. Su escopeta se alzó en respuesta, atrapando los filos con la bocacha antes de disparar a quemarropa. Una nube de metralla explotó contra la armadura inmaculada de Gabriel, haciéndolo retroceder por primera vez en todo el enfrentamiento.

Pero el ángel no se detuvo.

Con un batir de alas, se impulsó en el aire y giró con violencia, lanzando un aluvión de lanzas etéreas que cayeron como una lluvia de condenación. V1 reaccionó al instante, saltando hacia atrás y disparando su Whiplash , un cable de agarre que se aferró a una de las lanzas en pleno vuelo. Se impulsó hacia arriba, esquivando la andanada con una elegancia antinatural, y en medio del giro, cargó su Railcannon .

Una luz azulada comenzó a brillar en el cañón de su brazo.

Gabriel apenas tuvo tiempo de notar el peligro.

Un rugido sónico desgarró el aire cuando la descarga perforó el cielo, dirigiéndose directo a la cabeza del ángel.

El impacto fue devastador.

La energía atravesó su casco dorado, provocando una explosión de luz cegadora. Fragmentos de su armadura se desprendieron, destrozados por la potencia del disparo. Gabriel se tambaleó en el aire, pero antes de que pudiera reaccionar, una moneda dorada pasó a centímetros de su cabeza.

V1 ya estaba apuntando.

El disparo resonó.

El proyectil rebotó en la moneda, multiplicando su velocidad hasta convertirse en un relámpago de muerte. Impactó de lleno en el pecho del ángel, astillando su sagrada armadura con una precisión quirúrgica.

Un nuevo color se filtró en la pureza de su vestimenta.

Rojo.

El color de la derrota.

El ángel alzó la vista, si sus ojos estuvieran al descubierto, su mirada centellaria una una ira insondable. Pero algo más se reflejaba en sus movimientos.

Duda.

Por primera vez en su existencia, Gabriel dudó.

Su armadura parpadeó, la luz que la reforzaba fluctuando de manera errática antes de restaurarse con un brillo tenue. Apretó los dientes, elevándose más alto en el cielo.

V1 alzó su revólver para terminar la pelea.

Pero entonces, la voz de Gabriel resonó como un trueno divino.

¡Suficiente!

El aire tembló.

A su alrededor, lanzas de luz comenzaron a materializarse, flotando a ambos lados como heraldos de juicio. Cada una de ellas resplandecía con un poder abrumador, listas para caer como un diluvio sobre su enemigo metálico.

Ambos se quedaron en silencio.

El enfrentamiento se convirtió en un duelo estático, un momento suspendido en la eternidad. V1, con su revólver aún en alto, apuntando con una precisión letal. Gabriel, con sus lanzas preparadas, su divinidad ardiendo como un sol en su interior.

Y entonces, el ángel habló.

Su tono había cambiado. No era la voz de un guerrero, sino la de alguien que había comprendido algo demasiado tarde.

—He tenido… una revelación divina, máquina.

El filo de su voz tembló con un matiz desconocido.

—Una epifanía.

El aire se tornó pesado. Las lanzas flotaron inmóviles a su alrededor, como si dudaran en atacar.

—No puedo matarte de manera natural. —Los ojos de Gabriel se entrecerraron con una mezcla de furia y resignación—. A pesar de tus similitudes con los de tu especie, los superas en todos los aspectos. Eso te convierte en una amenaza mayor que cualquiera de ellos.

V1 apenas se movió.

El ángel levantó una mano.

En su palma, un bulto de energía oscura comenzó a formarse, pulsando con una intensidad que distorsionaba la realidad a su alrededor.

Los sensores de V1 se dispararon con advertencias de peligro extremo.

Algo estaba mal.

Muy mal.

—En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… —Gabriel cerró los ojos, su voz sonando como un decreto inquebrantable—, te destierro al frío y oscuro vacío.

Su brazo se movió en un instante, lanzando el cúmulo de energía como si fuera una esfera de juicio absoluto.

V1 no esperó.

Con un rugido mecánico, alzó su puño de acero y golpeó la esfera con toda su fuerza.

No ocurrió nada.

Por un momento, pensó que la había disipado.

Pero entonces sintió cómo su brazo desaparecía dentro del abismo negro.

Como si la realidad misma lo estuviera devorando.

Los sistemas de V1 se sobrecargaron con alertas y errores de cálculo. Intentó retroceder, pero el vacío lo jaló con la fuerza de un agujero negro.

No había escapatoria.

No había lucha posible.

Era demasiado tarde.

El mundo se distorsionó a su alrededor, y la oscuridad lo consumió.

La pelea había terminado.

Y V1 había perdido.

 

 


 

V1 solo podía ver oscuridad.

Sus pies no sentían nada. No había suelo, ni presión, ni gravedad. Solo un vacío infinito que lo envolvía por completo.

Había caído en la trampa del ángel.

Había perdido.

Estaba atrapado en un destino cruel, abandonado en un abismo sin fin.

A la distancia, podía ver estrellas. Pequeños destellos de luz en la inmensidad, parpadeando como testigos indiferentes de su fracaso. Pero estaban demasiado lejos.

Nunca llegaría a ellas.

El tiempo pasó. Quizás fueron minutos, horas, días, meses o años. No lo sabía. La nada no ofrecía respuestas.

Su mente, carente de estímulos, comenzó a llenarse de preguntas que jamás antes había considerado.

¿Cuál era su propósito?

Desde que despertó, su existencia se había basado en un solo instinto: matar. Despedazar todo lo que se interpusiera en su camino, consumir sangre como combustible, avanzar sin detenerse. Todo para no volver a caer en esa terrible oscuridad llamada muerte.

Pero… ¿había algo más?

Originalmente, su objetivo era destruir los Earthmovers , máquinas gigantescas que una vez moldearon el mundo. Pero ese propósito murió junto con la humanidad. Cuando los últimos rastros de la civilización se extinguieron, él fue activado… sin órdenes, sin un propósito claro.

Solo con hambre.

¿Significaba eso que su única razón de existir era matar? ¿O había algo más allá de la masacre?

Los pensamientos se esparcieron en su sistema como un error de código. No estaba programado para filosofar. Y, sin embargo, lo hacía.

Un parpadeo en sus sensores lo devolvió a la realidad.

Su fuente de combustible estaba al 7%.

Si no actuaba pronto, dejaría de funcionar.

No podía permitirlo.

Uno a uno, comenzó a desactivar los sistemas no esenciales. Los indicadores luminosos en su cuerpo se apagaron lentamente, consumiendo la menor energía posible.

Las luces en su ojo artificial se atenuaron.

Los circuitos de monitoreo secundario se apagaron.

Las funciones de reparación entraron en estado de suspensión.

Pero el tiempo no se detenía.

El tiempo pasó, y su mente, aún atrapada en el silencio absoluto, siguió cuestionándose mientras la muerte, disfrazada de tiempo, lo abrazaba poco a poco.

No quería morir.

No quería morir.

Él, que nunca fue fabricado para sentir, lo siente ahora.

Un terror desconocido lo invadía, algo más grande que cualquier enemigo al que se hubiera enfrentado.

No podía volver a ese abismo.

No podía.

Pero al final…

El último vestigio de energía se agotó.

Su cuerpo dejó de responder.

Y, sin alma que llorara su pérdida, sin nadie que recordara su existencia, V1 quedó flotando en el frío y eterno vacío del espacio.

 

 


 

Secuencia de arranque iniciada…

Secuencia de arranque lista.

FIRMWARE:
Última versión (2112.08.06)

Calibrando…

Se ha detectado un archivo corrupto codificado.

Decodificando…

Decodificación completada.

La calibración entra en conflicto con el nuevo archivo.

Nueva calibración requerida.

Calibración iniciada…



Estado del sistema actualizado:

  • ID de la máquina: V1

  • Localización: Desconocida.

  • Objetivo actual: ####???

Archivo decodificado.

"Sálvalo. Lo amo. Protégelo."

Objetivo actualizado:
Sálvalo. Protégelo.

Cargando información del objetivo…

Estado del objetivo: Natsuki Subaru – Localización desconocida.

Se ha detectado una anomalía en la fuente de combustible.

Analizando…

Análisis fallido.

.

….

L…a..o…

Lo amo…

Protegelo….

Sálvalo….

[000]

Las luces en el cuerpo de V1 se encendieron poco a poco, parpadeando hasta estabilizarse. Su sistema reiniciado registró una superficie sólida bajo su estructura. Mármol agrietado y piedra desgastada.

Estaba en tierra firme.

Eso no tenía sentido.

¿Se había estrellado contra un planeta? ¿O alguien había transportado su frío y metálico cuerpo hasta aquí? Ambas opciones parecían improbables. Sus sensores confirmaban que se encontraba en un callejón estrecho, entre muros de piedra erosionada por el tiempo.

Sus sistemas seguían procesando datos cuando notó algo aún más extraño:

Su calibración había cambiado.

Su estado mostraba alteraciones significativas.

Y lo más importante…

Su objetivo había sido reemplazado.

"Sálvalo. Lo amo. Protégelo."

El mensaje resonó en sus circuitos. Una voz desconocida se había infiltrado en su arranque, alterando su directiva de manera forzosa. Era imposible, pero había sucedido.

No solo eso.

Algo en su fuente de combustible… había cambiado.

No sabia que pero algo lo habia toqueteado y alterado cuando estaba indefenso.

V1 se levantó lentamente, sus servomotores reajustándose tras su letargo. Caminó fuera del callejón y observó su entorno.

Si tuviera pulmones, habría jadeado.

A su alrededor, una ciudad vibrante se extendía como un rompecabezas de piedra y madera. Personas transitaban las calles, algunas vestidas con ropajes simples, otras con armaduras relucientes. Comerciantes anunciaban sus productos en bulliciosos mercados, niños corrían y jugaban, y una extraña raza humanoide parecidas a animales que caminaban sobre sus dos piernas se mezclaba entre los transeúntes.

Humanos.

Estaban vivos.

La humanidad… ¿había escapado de la Tierra? ¿Había engañado a las máquinas, haciéndoles creer que se habían extinguido?

No.

Algo no encajaba.

La arquitectura era anacrónica. Las vestimentas, las estructuras, las herramientas… todo evocaba una época medieval. No había rascacielos, ni acero, ni señales de tecnología avanzada.

Entonces, V1 notó otra diferencia.

Podía ver todo con una claridad asombrosa.

Los robots, a excepción de los Sentrys y los Drones , solo podían procesar el mundo con cámaras optimizadas para la eficiencia: simples, funcionales, sin detalles innecesarios. Los humanos lo habían diseñado así, creyendo que era lo mejor.

Pero ahora…

Ahora podía ver más.

Cada grieta en los muros. Cada partícula de polvo flotando en el aire. El reflejo del sol en los adoquines gastados.

Por primera vez, maldijo esa característica.

Porque ahora entendía todo lo que le habían arrebatado.

Y, de alguna manera, tenía su encanto ver el mundo con más detalle.

Eso incluía a la multitud de personas que lo observaban con una mezcla de miedo e incertidumbre.

V1 notó cómo las miradas se clavaban en su figura metálica, susurrando entre ellos con creciente inquietud. Lo analizaban con recelo, con curiosidad, con una extraña fascinación que no terminaba de comprender.

V1 procesó la información en milisegundos. Sus sistemas de audio confirmaron que el idioma que hablaban era japonés. Qué conveniente. Antes, cuando deambulaba por el infierno, tener almacenados todos los idiomas en su base de datos había sido un lujo inútil. Ahora, al menos, podía entender lo que decían sin problemas.

—¿Qué es esa cosa?

—¿Será una raza de hombre bestia?

—No seas tonta. He oído que en Vollachia hay un humano de acero entre sus generales divinos. Tal vez sea un pariente.

—¿Deberíamos llamar a los caballeros?

—Mira sus alas… son majestuosas.

V1 giró ligeramente la cabeza, observando las placas metálicas que se desplegaban en su espalda. No eran alas, no en el sentido convencional. Eran extensiones de su diseño, un sistema de almacenamiento de armas avanzado, mecanismos de movilidad avanzada. Pero para ellos… parecían otra cosa.

El murmullo de la multitud aumentó. Más ojos se posaban sobre él. Más preguntas se formulaban.

El ángel lo había desterrado a este mundo… ¿o acaso no?

No parecía posible. Lo había lanzado al vacío, condenado a vagar en el frío abismo del espacio. No había atmósfera, no había gravedad, no había nada más que la incesante negrura y el silencio absoluto.

Entonces, ¿cómo había terminado aquí?

El pensamiento recorrió sus circuitos como una anomalía sin respuesta.

¿Cuánto tiempo había estado flotando en el vacío?

No tenía registros.

El tiempo, en la ausencia de estímulos, se volvía irrelevante. Sus sensores se habían apagado uno a uno para conservar la poca energía que le quedaba. No tenía forma de saber si habían pasado días, meses… o siglos.

Pero aquí estaba.

En un mundo completamente ajeno a todo lo que conocía.

 

Una luz parpadeante apareció en su interfaz.

Objetivo actual: Sálvalo. Protégelo.
Sujeto: Natsuki Subaru.

Calibrando GPS…

GPS calibrado.

De la nada, una flecha translúcida apareció frente a él, flotando en el aire como una proyección holográfica. V1 dio un paso atrás con ligera sorpresa, su cabeza mecánica girando levemente de un lado a otro.

Nadie más parecía notarla.

La multitud continuaba observándolo con miradas recelosas, pero nadie reaccionaba ante la flecha.

Sin más que analizar y con la confusión creciendo en sus sistemas, decidió seguirla.

Mientras caminaba entre la gente, notó cómo los transeúntes se apartaban a su paso, mirándolo con desconfianza. Algunos lo observaban como si fuera un animal exótico; otros, como una amenaza inminente.

Pero algo más llamó su atención.

En su interfaz, su barra de energía—o como él la llamaba, su "barra de vida"—había cambiado.

Un 10% de su reserva de combustible estaba ahora teñido de un leve tono morado, un color desconocido en su sistema. El resto, que marcaba un 30%, seguía siendo rojo, como siempre lo había sido desde su llegada.

Extraño.

Algo, o alguien, había alterado su núcleo. No solo su directiva había sido manipulada, sino también su fuente de combustible.

Sea lo que fuera, V1 tenía la certeza de una cosa:

El mismo fenómeno que había reescrito su misión… había dejado su huella en su interior.

Y ahora, lo estaba guiando directamente hacia Natsuki Subaru .

V1 caminó durante un buen rato, siguiendo la flecha sin desviarse ni cuestionarla.

Atravesó calles sin prestar atención al tráfico, avanzando sin inmutarse cuando carretas tiradas por extraños reptiles pasaban a toda velocidad. Los conductores apenas lograban esquivarlo, soltando maldiciones y gritos de advertencia, pero a él no le importaba.

Tenía algo más importante que hacer.

Finalmente, la flecha lo llevó hasta una amplia plaza con una fuente en el centro.

El agua reflejaba la luz del sol con destellos vibrantes, pero V1 no se detuvo a analizarlo. Simplemente siguió avanzando, confiando en la dirección de su indicador.

La flecha giró bruscamente hacia la izquierda.

V1 la siguió sin dudar, dejando atrás el bullicio de la plaza y adentrándose en una calle más estrecha. La guía continuó su camino hasta llevarlo directo a la penumbra de un callejón.

Y entonces, lo escuchó.

—¿Crees que esto es un juego? ¡Muere, maldito!

La voz era agresiva, rabiosa.

V1 se adentró más en la oscuridad y vio la escena:

Tres hombres estaban rodeando a alguien en el suelo. Pateaban con furia, descargando su violencia en el cuerpo encogido de un chico de cabello negro y ropa maltratada.

Pero lo que más resaltaba no era su condición, sino el leve resplandor morado que lo envolvía.

Natsuki Subaru.

Su objetivo estaba siendo atacado. Herido. Golpeado.

Eso era inaceptable.

Si quería respuestas, si debía cumplir su directiva… tenía que intervenir.

Su visión se desplazó instintivamente hacia su "inventario"—las alas en su espalda, donde almacenaba sus armas.

Muchos de sus equipos seguían ahí. Algunos habían desaparecido, pero aún tenía suficiente potencia de fuego.

Sin dudar, levantó su revolver.

No se molestó en apuntar demasiado.

Presionó el gatillo.

El disparo resonó en el callejón.

El proyectil atravesó el torso del hombre más grande y corpulento del grupo. La sangre brotó en una violenta explosión carmesí mientras el sujeto caía pesadamente hacia atrás.

Los otros dos se quedaron paralizados.

Para ellos, el tiempo pareció ralentizarse.

—N-No… nosotros solo… —balbuceó el más pequeño, un tipo con un peinado ridículo, tartamudeando con el miedo reflejado en sus ojos.

Pero el otro no lo escuchaba.

El de cabello blanco se agachó y agarró al herido.

—¡Ayúdame, idiota! —le gritó, desesperado.

Sin embargo, V1 ya no estaba prestándoles atención.

Su visor se enfocó en el chico en el suelo, analizando sus signos vitales, escaneando su estado.

El de cabello blanco lo notó.

Notó cómo aquella máquina de muerte había dejado de mirarlo a él… y se había fijado en Subaru.

Eso fue suficiente.

Los dos restantes no lo pensaron más.

Agarraron al herido y huyeron del callejón lo más rápido que sus piernas les permitieron.

Uno de ellos se llevaba un bonito agujero de recuerdo.

El callejón quedó en silencio.

El único sonido era el goteo irregular de la sangre que se escapaba del cuerpo del hombre caído, mezclándose con la suciedad del suelo.

V1 bajó lentamente el revolver.

Su mirada mecánica se fijó en el joven que aún yacía en el suelo.

Estado del objetivo: consciente, con signos de dolor moderado.

Subaru respiraba con dificultad, el pecho subiendo y bajando de manera errática.

Su cuerpo le dolía como el infierno, cada fibra de su ser gritaba por el abuso que acababa de recibir. Pero, de alguna manera, el miedo que había sentido momentos antes estaba desapareciendo.

Se atrevió a levantar la cabeza.

—Gh… ah…

Intentó moverse, apoyando las manos temblorosas en el suelo mientras se obligaba a sentarse. Su mente seguía nublada, pero tenía claro que alguien lo había salvado.

—Tú… —Su voz salió débil, casi como un susurro—. Gracias, amigo. Me salvaste de una buena paliza, ah supongo que realmente nunca hubo una chica bonita.

Levantó la vista.

Y se quedó helado.

Su expresión pasó del agotamiento a la pura incredulidad en cuestión de segundos.

El resplandor amarillo de los ojos de V1 reflejaba una luz fría y sin emoción, brillando en la penumbra del callejón.

Su cuerpo era una amalgama de acero y precisión.

Un torso pulido, hecho de una aleación metálica desconocida. Brazos medianos pero duros, diseñados para la eficiencia. Alas mecánicas, plegadas en su espalda, cargadas con un arsenal que no debería existir en este mundo, imitando a un ángel.

Una máquina.

Un robot.

Subaru parpadeó, convencido por un momento de que estaba alucinando.

—H-Hola?… —balbuceó, agitando las manos con nerviosismo—. ¿Qué… quien eres tú?

Silencio.

Subaru tragó saliva, intentando procesar lo que veía.

No era un caballero con armadura, ni una bestia con forma humanoide…

Era una máquina de verdad.

De esas que solo había visto en películas de ciencia ficción, como Terminator.

Se arriesgó a señalarlo con un dedo tembloroso.

—Tú… no eres humano, ¿verdad?

…segun V1, el idiota era de hecho, un idiota

V1 se quedó inmóvil.

Su visor analizó al chico, escaneando sus signos vitales nuevamente.

Estado: Leve conmoción. Nerviosismo detectado.

La directiva en su sistema se mantuvo firme.

Objetivo: Protegerlo.

Subaru, aún sin recibir respuesta, dejó escapar una risa nerviosa.

—Je… de todas las cosas raras que me han pasado, esto se lleva el premio mayor.

Finalmente, se sostuvo de una pared para ponerse de pie.

—Bien… ya que tú no hablas, supongo que me toca a mí presentarme. —Se limpió un poco el polvo de la ropa con un gesto algo torpe, como si eso pudiera arreglar el caos en su cabeza. Luego, como si estuviera tratando de relajarse, dio una pequeña inclinación de cabeza, seguida de una pose ridícula, casi cómica—. Me llamo Natsuki Subaru, hijo de Nakano y Kenichi Natsuki.

Una sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro, pero el joven no podía dejar de sentirse un poco incómodo, aún tenso frente al imponente robot que no dejaba de mirarlo con ese ojo amarillo, sin dar una respuesta verbal. El silencio era casi insoportable.

—Y… tú eres…? —preguntó finalmente, sin poder ocultar la curiosidad que comenzaba a crecer en su pecho.

V1 no respondió de inmediato.

No podía. Y realmente nunca lo había intentado. El concepto de conversación no le había sido necesario en su existencia, especialmente cuando estaba en medio de misiones en los confines de la oscuridad y el vacío. La comunicación nunca había sido una prioridad cuando lo único que importaba era encontrar combustible para seguir funcionando.

Sin embargo, tras unos segundos, V1 se movió ligeramente. Sin una palabra, apuntó a la placa metálica en su pecho, donde su nombre estaba inscrito con una tipografía simple, casi como si fuera una marca de fábrica.

Subaru frunció el ceño, inclinándose un poco hacia adelante para leer mejor la inscripción. La luz que emanaba del visor de V1 hacía que las letras brillaran débilmente en la penumbra del callejón.

—V1… parece un nombre en serie… —murmuró Subaru, ladeando la cabeza mientras cruzaba los brazos, como si eso le ayudara a entender mejor la situación.

El silencio persistió. El robot permaneció inmóvil, sin emitir ningún tipo de sonido o movimiento adicional. No había gestos, ni cambios en su postura, ni siquiera el mínimo zumbido mecánico que indicara que algo estaba ocurriendo en su interior. Solo ese brillo amarillo que lo observaba fijamente, como si no tuviera más propósito que simplemente estar allí.

Subaru tragó saliva, sintiendo la tensión en el aire.

—Eres… un tipo callado, ¿eh? —comentó, intentando aligerar un poco la situación. Pero el silencio solo parecía hacerse más denso, como una pared invisible entre él y la máquina.

Nada.

Subaru suspiró, llevándose una mano a la nuca, rascándosela ligeramente, como si intentara pensar en algo que pudiera romper la quietud que los rodeaba.

—Bueno, al menos podrías asentir o negar con la cabeza, ¿no? —dijo, más para sí mismo que para V1. La frustración comenzaba a filtrarse en su tono, aunque aún intentaba mantenerse calmo.

V1 se quedó en su lugar. Nada cambió.

—…O parpadear las luces, no sé, dame algo. —Subaru se exasperó un poco más, cruzando los brazos frente a su pecho, con los ojos fijos en la máquina que no se inmutaba.

Otra pausa.

Y entonces, como si el sistema de V1 finalmente hubiera considerado la sugerencia de Subaru, las luces del visor parpadearon una vez.

Subaru se quedó quieto por un segundo, sin saber cómo reaccionar. Era un avance, pero aún bastante limitado. Finalmente, apuntó al robot con el dedo, como si acabara de descubrir algo increíble.

—¿Eso fue un sí?

Otra pausa.

V1 parpadeó dos veces, sus ojos brillando suavemente.

Subaru frunció el ceño, incrédulo.

—¿Eso es un no?

V1 parpadeó una sola vez.

El joven entrecerró los ojos, intentando procesar la información.

—Espera, espera, espera… ¿estás usando un código de respuestas de sí y no? —preguntó, con un tono de asombro que lentamente se transformaba en incredulidad.

Una luz titiló.

—¿Es en serio? ¿Me estás tomando el pelo? —Se sintió un poco ridículo, pero el hecho de que una máquina estuviera respondiendo con simples parpadeos le parecía absolutamente surrealista.

Dos luces.

Subaru suspiró con una risa cansada, cerrando los ojos y negando con la cabeza.

—Genial, mi salvador es un robot mudo. —Se llevó la mano al pecho, tratando de calmarse mientras dejaba escapar un suspiro resignado. Todo esto era completamente absurdo.

Miró de nuevo a su salvador, que seguía allí, inmóvil y observándolo en completo silencio. Su postura era inquebrantable, su brillante visor amarillo clavado en él. Subaru sintió como si su presencia estuviera diseñada para imponer, para ser una pared inquebrantable de metal.

Se rascó la cabeza, algo perdido.

—Bueno… no tengo idea de qué eres ni por qué estás aquí, pero… me acabas de salvar el pellejo. Así que… gracias, supongo. —Dijo finalmente, sintiéndose algo avergonzado de su propio desconcierto.

Se cruzó de brazos, inclinándose un poco hacia adelante. La expresión en su rostro pasó de la confusión a una forma de agradecimiento más relajada, aunque todavía no entendía ni la mitad de lo que estaba pasando.

—¡Alto ahí, villano! —una voz clara y desafiante retumbó desde la entrada del callejón, como un eco que atravesó el aire denso de la ciudad.

Subaru se giró abruptamente al escuchar el grito, su cuerpo ya cansado y dolido por la pelea previa, su mente aún un tanto perdida. Frente a él se encontraba una chica con el cabello blanco como la nieve, que lo observaba con una intensidad que no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones.

—Si te detienes ahora, lo ignoraré —la chica aclaró, su tono más firme de lo que Subaru esperaba.

Subaru parpadeó un par de veces, aún aturdido por los últimos eventos.

—Así que devuelve lo que me robaste —dijo ella, sin vacilación alguna.

El chico, completamente confundido por el giro inesperado de los acontecimientos, hizo un ruido de incomodidad.

—¿Eh? —respondió Subaru, frunciendo el ceño mientras procesaba las palabras de la joven, todavía sin entender exactamente a qué se refería.

—Por favor, es importante para mí. Te daré lo demás, pero no puedo dejar que tengas eso. Sé bueno y devuélvemelo —rogó ella, casi con desesperación, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y súplica.

Subaru miró la chica sin comprender. Su mente todavía estaba en un torbellino, procesando los eventos de los últimos minutos. Había sido golpeado, rescatado por un robot, y ahora esta chica lo acusaba de robar algo, aunque él ni siquiera recordaba haber hecho tal cosa.

Pero mientras la conversación continuaba, Subaru comenzó a sentir el peso de su propio cuerpo, que ya no podía sostener. Los golpes que había recibido en la pelea comenzaron a hacer efecto, y la adrenalina que había mantenido su cuerpo en movimiento se desvanecía rápidamente.

Lo último que sintió fue una creciente presión en su pecho y una sensación de mareo. Antes de poder articular una palabra más, la oscuridad lo envolvió.

Se desplomó en el suelo con un golpe sordo, sus ojos cerrándose, y su cuerpo finalmente sucumbiendo al agotamiento.

La chica observó en shock cómo Subaru caía de golpe al piso. Parecía que algo en su ser no esperaba esta repentina reacción, y se quedó allí, parada en medio del callejón, mirando la escena en silencio.

Al mismo tiempo, el robot, que había estado a su lado durante todo este tiempo, permaneció inmóvil, de pie como una estatua metálica. El cuerpo de Subaru, tendido en el suelo, ya no era el único foco de atención. El extraño ser metálico que había permanecido oculto en la sombra de la acción se revelaba por completo ahora, con su brillante visor amarillo y su armadura de metal que reflejaba la tenue luz del callejón.

La joven inclinó la cabeza con confusión, sus ojos recorriendo el cuerpo del robot como si estuviera intentando entender lo que veía. Su rostro, antes serio, pasó a mostrar una mezcla de sorpresa y desconcierto.

—¿Ah? —repitió ella, replicando el mismo sonido de confusión que Subaru había hecho antes.

El silencio se hizo presente de nuevo en el callejón. La chica no sabía qué hacer ni cómo reaccionar ante el inesperado giro de los acontecimientos. Había llegado buscando una confrontación, pero lo que encontró fue mucho más complicado de lo que había anticipado.

 


 

Subaru recuperaba lentamente la conciencia mientras abría los ojos. Notó que estaba acostado de lado y que su cabeza descansaba sobre algo esponjoso y suave.

—¿Es el regazo de alguien? —se cuestionó a sí mismo, sintiendo el calor reconfortante bajo su mejilla.

—¿Ya despertaste? —una voz femenina lo sacó de su letargo. Subaru la reconoció al instante: era la chica que había aparecido de la nada justo cuando su cuerpo había alcanzado su límite.

Aún algo aturdido, murmuró:

—No creí que las piernas de las chicas lindas fueran tan peludas…

Las neuronas de Subaru hicieron cortocircuito, procesando sus propias palabras antes de que su rostro se transformara en una expresión horrorizada y, luego, en una de indignación.

—¡No, no lo son!

Movió la cabeza de golpe, revelando al verdadero dueño de aquellas piernas.

Una cara peluda de un gato sonriente, cómicamente grande, lo saludó con un brillo travieso en los ojos. Subaru sintió un escalofrío recorrer su espalda antes de incorporarse de un salto.

—Fue algo considerado que hicimos para que estuvieras cómodo hasta que despertaras —aclaró el felino con un tono alegre y juguetón, intentando imitar la voz de la chica que le había gritado.

—¡Primero, no hables en ese tono! ¡Nadie confundiría a un gato con la heroína! —protestó Subaru, negando con la cabeza rápidamente, alarmado y visiblemente molesto.

—Valió la pena hacerme más grande para verte feliz —dijo el gato, rascándose la cabeza con sus garras.

—¡No estoy feliz! … ¿Eh? —Subaru, aún irritado, finalmente notó a la chica que aparentemente lo había cuidado durante su inconsciencia.

Ella lo observaba fijamente con una expresión de severidad que contrastaba con su apariencia delicada.

—Lo siento. Te quedaste conmigo mientras estaba inconsciente —se disculpó Subaru, tratando de sonar sincero.

—No lo malinterpretes. Lo hice porque quería preguntarte algo. Intenté preguntarselo a tu… acompañante, pero ni siquiera se dignó a notarme —dijo la chica con un leve gesto de molestia antes de dirigir una mirada extraña hacia algo detrás de él.

Intrigado, Subaru se giró… para encontrarse cara a cara con V1.

—¡¡¡Desde cuándo estás ahí en silencio!!!? —exclamó, dando un respingo hacia atrás ante la sorpresa.

V1 simplemente lo observó en completo silencio antes de levantar su mano y hacer una señal de remolinos con su dedo en su cabeza.

El robot se estaba burlando de él con una clara señal de "estás loco, lol".

Subaru lo miró con incredulidad. ¡Su salvador metálico también era capaz de burlarse de él! Para su desgracia, parecía tener un sentido del humor bastante sarcástico.

—Sanarte y hacer que Puck hiciera de almohada hasta que despertaras fue por mi propio beneficio —la chica siguió hablando, ignorando completamente la escena anterior.

—Debes pagarme de la misma forma.

Subaru sintió una punzada de desánimo al escuchar que solo lo había cuidado y curado a cambio de algo.

—Parece algo normal, y lo haces sonar muy importante… —murmuró con una expresión cansada.

—En absoluto.

La chica se puso de pie y se acercó a él con determinación.

—Tienes alguna idea de quién robó mi insignia, ¿verdad? —preguntó con los brazos cruzados.

—¿Tu insignia? – dijo confundido subaru?

—Suena como una de esas placas que muestran tu organización o rango —comparó el chico, recordándole a las tarjetas de identificación de los gremios de aventureros en los isekai que había visto por internet.

—Tiene una joya en el centro y es de este tamaño —explicó, formando un círculo con sus dedos para ejemplificar.

Subaru parpadeó, completamente confundido.

—Lo siento. Por mucho que preguntes, no tengo idea.

La chica lo analizó por un momento antes de suspirar.

—Ya veo… entonces no hay remedio. Me dijiste que no sabes nada, pero me respondiste a cambio de que te sanara.

—¿Eh? —Subaru parpadeó varias veces, desconcertado.

—Tengo prisa, así que me retiro. Tus heridas ya debieron sanar. Pero para la próxima, no hagas nada tan peligroso como ir a callejones oscuros. 

Subaru sintió un ligero escalofrío ante la advertencia.

—No me preocupa… pero te advierto. Si te pasa de nuevo, no obtendré nada por salvarte. Así que no esperes mi ayuda.

Para Subaru, era obvio que sí le importaba. Su máscara de chica dura y fria no ocultaba ni la mitad de su preocupación.

V1, por su parte, simplemente pensó que era una chica boba.

Y, con eso, la chica se giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la salida del callejón, dejándolos a Subaru, Puck y V1 en completa soledad.

El gato se estiró con tranquilidad antes de hablar:

—Lo siento. No es muy sincera, pero no pienses mal de ella —dijo Puck con una leve sonrisa.

Subaru observó a la chica alejarse, perdiéndose entre la luz del mediodía.

—¿No es sincera? Eso es quedarse corto. Tenía prisa por encontrar lo que le robaron, pero aun así se detuvo a ayudarme…

Su expresión se tornó más seria.

—Incluso ideó esa excusa del "favor" para que no me sintiera en deuda, aunque soy un completo desconocido.

Guardó silencio por un momento antes de apretar los puños.

—Quien viva así…

Tomó su chaqueta y su bolsa antes de salir corriendo detrás de ella, dejando a Puck y a V1 atrás.

—…terminará desperdiciando su vida — declaró ahora con una energía renovada mientras acelera su paso, antes de frenar y darse la vuelta mirando a su salvador metálico.

—Por cierto, gracias, V1. Juro que algún día te lo agradeceré de forma apropiada —dijo Subaru, levantando un brazo en señal de despedida mientras trotaba de espaldas.

V1 lo observó en silencio mientras se alejaba. Era evidente que no lo iba a dejar solo, después de todo era su objetivo. Sin hacer ruido, el autómata comenzó a seguirlo, notando que Subaru apenas se daba cuenta de su presencia.

—Sabes, realmente no me tomaría bien que un cíclope de metal me siguiera así como así —escuchó una voz a su lado.

V1 giró su única óptica amarilla hacia la fuente del sonido. Allí, recostado sobre su "hombro", estaba el mismo gato parlante de antes, ahora en un tamaño mucho más pequeño, mirándolo con una sonrisa traviesa.

Puck entrecerró sus ojos brillantes mientras se acomodaba sobre el hombro metálico de V1, moviendo su esponjosa cola con un ritmo pausado.

—Hmm… No hueles a carne, ni siquiera a magia. —El pequeño gato inclinó la cabeza, observando la fría superficie de su nuevo asiento—. Pero tampoco eres completamente inorgánico, ¿verdad?

V1 no reaccionó de inmediato. Simplemente siguió caminando tras Subaru, sin darle mayor importancia al espíritu parlante.

—Ohh, ya veo cómo es —continuó Puck con un tono más travieso—. No eres de muchas palabras, ¿eh? ¡Está bien! Pero no creas que no me doy cuenta.

El gato se estiró perezosamente, usando su pequeña zarpa para golpear suavemente el casco de V1. Un sonido metálico resonó con claridad.

—Definitivamente no eres un golem, ni un autómata de magia como los que se veian en Vollachia antes de la bruja… pero tampoco eres solo una máquina.

V1 no hizo más que desviar su óptica amarilla hacia el felino por un segundo antes de volver su atención a Subaru.

—¿Eres algún tipo de espíritu artificial? —preguntó Puck, ahora con un matiz más serio en su tono.

V1 giró un poco su cabeza hacia él, como si estuviera procesando la pregunta.

Puck ladeó las orejas, sin apartar su mirada de la óptica única del robot. La ausencia de un núcleo de maná en V1 lo desconcertaba; aún podía detectar energía en él, pero no lograba determinar con exactitud su origen. Era como si el maná estuviera presente de manera errática, sin seguir las reglas convencionales de los seres vivientes o incluso de los espíritus artificiales.

—No tienes un alma, pero existes. No tienes un núcleo de maná, pero te mueves como si lo tuvieras… —El pequeño espíritu apoyó una pata sobre su hocico, su cola agitándose en un ritmo pensativo—. Hmm… Esto es un misterio…

V1 alzó una mano y con un movimiento brusco, dejó caer sus dedos en el costado del pequeño espíritu, haciéndolo rebotar en el aire por un instante antes de atraparlo de nuevo sobre su hombro.

—¡Oye! —Puck infló las mejillas, fingiendo indignación—. ¿Eso significa que no te interesa responderme o que te aburrió mi análisis?

V1 giró su mano en círculos junto a su cabeza, repitiendo el gesto burlón que le había hecho a Subaru antes.

Puck parpadeó antes de soltar una carcajada.

—¡Ohhh, así que sí tienes sentido del humor! Vale, vale, me agradas un poco más ahora… pero sigo sin confiar en ti del todo.

El robot no reaccionó, simplemente siguió caminando.

Puck, por su parte, siguió observándolo con ojos entrecerrados, su desconfianza latente, pero con una chispa de curiosidad cada vez mayor.

 


 

Mientras tanto, en el callejón que ahora no estaba tan vacío, un hombre se mantenía de pie con una postura firme. Su gabardina blanca, impecable y elegante, delataba su posición como caballero, mientras que su cabello rojo resaltaba como una llama en la penumbra del lugar.

Había estado dando un "paseo", o al menos así lo habría descrito si alguien le hubiera preguntado. Aunque, en realidad, era más bien un patrullaje encubierto. Y, durante su recorrido, había escuchado un estruendo inusual proveniente de aquel callejón.

Lamentablemente, en ese momento se encontraba resolviendo otro problema: un aparente incidente con carruajes enredados, provocado por algún individuo descuidado. Cuando finalmente terminó con aquel asunto, la inquietud persistente lo llevó hasta el callejón, siguiendo el eco lejano de lo que había sucedido.

Sus ojos escudriñaron la escena con atención hasta que algo en el suelo captó su interés. No era grande, pero era suficiente para reconocerlo al instante.

Sangre.

El caballero entrecerró los ojos, su ceño frunciéndose con seriedad.

Sin necesidad de más indicaciones, comenzó a caminar en la misma dirección por la que Subaru y su inusua protector habían partido.

 


 

V1 había estado siguiendo a la pareja sin mucho esfuerzo, caminando de un lado a otro con su paso inquebrantable. Para sus estándares de velocidad, esto ya se estaba volviendo aburrido. Sus sistemas estaban diseñados para moverse a velocidades absurdas, pero ahora estaba reducido a caminar tras un par de humanos en una ciudad medieval.

Eventualmente, la chica de "orejas cortadas" (como la había apodado al descubrir que aparentemente era de otra especie probablemente elfa. considerando que estaban en un mundo de fantasia o al menos eso estaba teorizando v1) y el idiota del que debía hacer de niñera llegaron a lo que parecía ser una tienda. V1 se posicionó en las escaleras del otro lado de la entrada, quedándose en total silencio, más por costumbre que por necesidad. No es que tuviera otra opción.

Y para su molestia, una vez más, ignoraron por completo su existencia.

—Estaba seguro de que podríamos encontrarla, pero esta ciudad es demasiado grande… —se quejó Subaru, frotándose la nuca con una expresión agotada.

—Es la capital de Lugunica, ¿ni siquiera sabes eso? —ella lo miró con incredulidad antes de darse cuenta de algo—. Eh… espera, no sé tu nombre.

—¡Oh, es cierto! No nos hemos presentado. ¿Lo hacemos? —dijo Puck desde la barandilla, moviendo la cola con entusiasmo.

—Sí, sí, presentémonos —asintió Subaru, dándose la vuelta con un aire teatral.

Repentinamente, adoptó la misma pose exagerada de antes, llevándose una mano al pecho y extendiendo la otra hacia el cielo, como si estuviera en medio de una actuación grandiosa.

—¡ME LLAMO NATSUKI SUBARU! ¡NO SÉ NADA Y NO TENGO NI DÓNDE CAER MUERTO!

El silencio se hizo presente por un momento.

—Uhum, uhum… —tosió Subaru, volviendo a una postura normal—. Mucho gusto.

Puck lo miró con ojos entrecerrados.

—Si lo dices así, solo das lástima… —comentó con un tono divertido.

El pequeño espíritu flotó en el aire y giró sobre sí mismo antes de aterrizar en la mano de Subaru.

—Yo soy Puck. Mucho gusto —dijo, moviendo su cola con alegría mientras usaba su diminuto cuerpo para simular un apretón de manos.

la chica pareció a punto de hablar, pero justo en ese momento, Puck la interrumpió. La medio elfa infló las mejillas en un puchero, claramente molesta.

—¡Espera! —exclamó Puck, alzando una pata—. ¡Falta tu amigo metálico! Él tampoco se ha presentado.

—¿Amigo metálico? —repitió Subaru, confundido.

En ese instante, sintió algo pesado apoyarse sobre su hombro.

Un escalofrío recorrió su espalda.

Con un grito ahogado, saltó hacia atrás, girándose solo para encontrarse de nuevo con la alta figura de V1, quien lo miraba en completo silencio.

El robot levantó una mano y saludó con una calma pasmosa, como si nada hubiera pasado.

Subaru lo miró con una mezcla de incredulidad y horror.

—¡¿Todo este tiempo estuviste ahí?! ¡Espera… nos estuviste siguiendo todo el tiempo?!

V1 simplemente asintió con entusiasmo, moviendo la cabeza de arriba abajo en una clara burla.

Subaru apretó los dientes.

—¡¿Te estás burlando de mí?!

El autómata negó con frenesí, moviendo la cabeza de un lado a otro con una velocidad absurda, claramente mintiendo descaradamente.

Puck, aún sentado en la mano de Subaru, se tapó la boca con una pata para reprimir una risita.

ella inclinó la cabeza, mirándolos con una mezcla de curiosidad y confusión.
—Sin duda, tu gran espíritu contratado es extraño. Normalmente, suelen tomar la forma de personas o animales. Además, nunca había escuchado de uno con su aspecto…

—¿Eh??? —emitieron Subaru y Puck al unísono, completamente desconcertados.

Subaru parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Puck, por su parte, ladeó ligeramente la cabeza, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo etéreo. Hasta ahora, había ignorado los rastros de maná en V1 porque carecían de la estructura de un espíritu común. Pero ahora que lo observaba con más detenimiento…

"Lia cree que es un Gran Espíritu… y aunque no lo parezca, sí tiene algo de maná en su estructura. Es tan pequeño que casi lo pasé por alto, pero… ahora que lo veo… es muy bueno ocultándolo. Más de lo que debería ser posible."

—Espera, ¿qué es un contrato? ¿Y qué es un Gran Espíritu? —preguntó Subaru, todavía intentando encajar la información.

La femina frunció el ceño, como si la pregunta la tomara por sorpresa.
—¿No lo sabes? Eres más extraño de lo que pensaba —suspiró—. Un espíritu es alguien que ha pasado a mejor vida y se manifiesta a base de maná. Normalmente, los espíritus recién formados no son muy listos, pero con el tiempo pueden desarrollarse más y eventualmente volverse Grandes Espíritus.

Subaru abrió la boca, pero la cerró de inmediato. Su cerebro intentaba hilar las piezas. Entonces, lentamente, giró la cabeza para mirar a V1.

—Espera… espera… —alzó un dedo tembloroso, su rostro torciéndose en una expresión de indignación—. ¡¿Me estás diciendo que tú fuiste mi trampa todo este tiempo?!

V1, que hasta el momento se había limitado a escuchar, parpadeó con su óptica amarilla y ladeó la cabeza, como si realmente estuviera considerando la acusación.

Si pudiera hablar, probablemente diría algo como: "¿Me estás echando la culpa por algo que ni siquiera sabía?"

Pero, como no tenía voz, se limitó a levantar ambas manos y encogerse de hombros de forma exagerada.

Puck observó la escena con una expresión entre divertida y recelosa. Algo en ese autómata no le terminaba de encajar. Un ser sin alma, sin núcleo de maná definido, pero con la capacidad de generar energía similar… Si de verdad no era un espíritu, entonces, ¿qué era?

—Aún no se ha presentado correctamente, ¿sabes? —comentó Puck, relajando un poco el ambiente.

—Oh, él no puede hablar —aclaró Subaru sin pensarlo demasiado.

V1 giró bruscamente su óptica amarilla hacia él con una expresión… ofendida, si es que un robot podía mostrar tal cosa. Un segundo después, levantó una mano metálica y le dio un sape en la cabeza a Subaru, quien soltó un quejido de indignación.

—¡Oye!

Ignorándolo por completo, V1 se volvió hacia la chica y extendió una pequeña placa metálica. Emilia inclinó la cabeza al recibirla, observando las marcas sobre la superficie.

—Lo siento, pero no sé qué es esto —dijo, levantando una ceja.

—Ahí dice "V1", es su nombre —intervino Subaru con aire de suficiencia.

El robot giró levemente la cabeza para mirarlo con una irritación casi palpable. No es que tuviera muchas formas de expresar su descontento, pero el mensaje era claro: "Podía haberlo dicho yo mismo, imbécil."

Un breve silencio se extendió entre los presentes. Subaru, Puck y V1 se quedaron mirando a la chica, esperando algo que ella parecía no comprender.

—¿Uhm… qué? —parpadeó Emilia, confundida.

—Falta que te presentes tú —dijo Subaru, inclinando la cabeza.

La joven pareció dudar por un momento. Su expresión se tornó ligeramente conflictiva antes de que, finalmente, exhalara un leve suspiro.

—Satella —respondió con voz neutral.

Puck, hasta ese momento juguetón y relajado, puso una expresión perpleja ante la mención del nombre. Subaru notó la reacción, pero antes de que pudiera preguntar, Emilia continuó:

—No tengo apellido. Solo llámame Satella.

—Ya veo… Satella… —repitió Subaru en voz baja.

Entonces, sonrió con naturalidad.

—Es un buen nombre.

Emilia lo miró, claramente sorprendida por la respuesta.

—Qué mal gusto… —murmuró Puck con una expresión de fastidio antes de bostezar y meterse entre el cabello de la joven.

—Bueno, sigamos buscando —dijo Subaru, renovando su energía.

Sin embargo, la mirada de Emilia seguía sobre él, con una mezcla de sorpresa e incredulidad.

Y así continuaron con su lenta búsqueda. Si V1 tuviera la capacidad de quedarse dormido por el aburrimiento, ya lo habría hecho hace mucho.

A este punto, en cuanto supieran dónde se encontraba ese estúpido cachivache, iría a toda velocidad solo para terminar con esto de una vez.

Para su creciente frustración, sus acompañantes parecían no compartir su sentido de urgencia. Se tomaban su tiempo con cada pequeño detalle, al punto de desviar la misión original solo para ayudar a una niña perdida a encontrar a su madre. Luego, en lugar de continuar de inmediato, decidieron detenerse en un puente. V1 los dejó hablar mientras él se acercaba al borde, observando el flujo constante del agua bajo sus pies metálicos.

Fue entonces cuando notó un cambio en su interfaz:

[Energía: 20%]

De inmediato, sus sensores se activaron. Giró bruscamente, buscando movimiento, buscando una amenaza ... y su mano se alzó, apuntando con su revólver.

Directamente a Satella.

Ni ella ni Subaru se dieron cuenta del cañón apuntado a su espalda.

Pero no apretó el gatillo.

¿Por qué?

Dudó.

Como lo hizo tantas veces en aquel vacío sin fin, en ese frío del espacio, entre golpes, entre juicios internos que ni siquiera una máquina debería tener.
¿Realmente valía la pena?
Todavía tenía algo de energía. La suficiente para encontrar a alguien que realmente tuviera que morir .

Dudaba mucho que su objetivo original —fuese quien fuese que lo había manipulado— le hubiese asignado el papel de niñera glorificada de una persona que claramente no necesitaba seguridad.

Y además… a pesar de que no quería morir...

¿Tenía él el derecho de quitarle la vida a alguien más solo para seguir viviendo?

Ya no lo sabía.
Y eso… eso lo asustaba.

Por ahora, se limitaría a matar únicamente en defensa propia, al menos hasta que pudiera responderse esa pregunta.

Su mirada se relajó. El arma bajó lentamente.

La conversación entre los otros dos terminó, aparentemente sin notar nada. Y tras una pausa tranquila, reanudaron la búsqueda.

V1 caminó detrás de ellos, silencioso, con su energía disminuyendo... y con una nueva duda consumiendo su mente.

Subaru había propuesto volver al sitio del robo, y aparentemente, ahora se dirigían allí. Sin embargo, en el camino, V1 notó algo.

Todos los miraban de reojo, e incluso parecían hacer lo posible por esquivarlos. Claro, era un robot en un mundo medieval, así que tenía sentido que llamara la atención… pero no lo estaban mirando a él.

Miraban a “Satella”.

Podía ver miedo, precaución y odio en esos ojos. Incluso notó a un hombre que parecía a punto de estallar de furia al cruzarse con ellos.

V1 movió ligeramente el brazo de Subaru, llamando su atención y asegurándose de hacerlo cuando Satella estuviera demasiado concentrada en el camino.

—¿Uh? ¿V1? ¿Qué ocurre? —preguntó el chico con calma mientras seguían avanzando.

El autómata señaló a la gente a su alrededor. Subaru, aparentemente ciego en estos temas, tardó en darse cuenta de lo que pasaba, pero eventualmente lo notó.

—Nos están… esquivando… —murmuró.

—Esas expresiones… Algo no va bien —agregó con cautela.

—Pero tampoco desconfío de Satella. Probablemente sea algo pequeño. —El chico ignoró el problema con un encogimiento de hombros.

V1, sin poder expresar su frustración verbalmente, simplemente se dio una palmada en la “frente”.

Sin más, continuaron su camino mientras el autómata se aseguraba de que nadie intentara hacer el equivalente a un linchamiento en medio de la calle. Eventualmente, llegaron al supuesto sitio del robo, donde un hombre intentó echarlos de su puesto de manzanas… Solo para descubrir que era el padre de la misma niña a la que Subaru y Satella habían ayudado.

Lo que los llevó a la situación actual.

—Debe ser esa tal Felt… una chica rubia, muy ágil, ¿no? Es conocida en los barrios ba—

Antes de que pudiera terminar su frase, V1, perdiendo completamente la paciencia, lo agarró por el cuello y comenzó a sacudirlo violentamente. La niña de cabello color estiércol que estaba sobre los hombros del hombre se aferró a su cabeza con un chillido.

—¡S-Suéltame, maldita cubeta loca de remate!

—¡V1, pero qué haces! —gritó Subaru, alarmado.

—¡Por Od Laguna! —exclamó la semielfa, estupefacta.

Finalmente, el robot lo soltó con brusquedad, tomó el dibujo espantosamente mal hecho que tenían de la supuesta ladrona y lo levantó, apuntando varias veces a la niña en los hombros del hombre. Luego, extendió su brazo y señaló en todas direcciones con una urgencia casi desesperada.

El hombre, recuperándose del sacudón, finalmente entendió lo que quería.

—¡E-Es por ahí! Siguiendo todo ese camino —dijo, señalando apresuradamente una de las calles.

V1 no perdió un segundo. Sin siquiera esperar confirmación, salió disparado a toda velocidad, corriendo y saltando ágilmente hacia los tejados, desapareciendo en cuestión de segundos.

Todos se quedaron completamente pasmados ante la escena.

—Eso… simplemente pasó —murmuró Subaru.

—Creo que… deberíamos seguirlo —sugirió Satella, aún con los ojos muy abiertos.

 


 

V1 continuaba su recorrido, sus pasos resonando en las ruinas de lo que alguna vez pudo haber sido un vecindario alegre. Las casas parecían a punto de derrumbarse, como si la ciudad estuviera dando su último suspiro. La atmósfera era opresiva, las sombras largas y los murmullos de la gente se desvanecían rápidamente en el viento. A lo lejos, un puñado de hombres se encontraba macheteando a una persona, lo cual especuló que era un espectáculo demasiado común en estos lugares.

Pero para V1, esto era apenas una distracción momentánea. Lo importante era la niña del dibujo, ¿dónde estaba? No podía dejar que se le escapara de nuevo. Su búsqueda no era solo una misión, era una oportunidad para no caer en tal aburrimiento otra vez. O al menos esa era su excusa.

A medida que avanzaba, algo llamó su atención. Un hombre cruzó su mirada. Y en ese instante, los dos se quedaron mirando fijamente, como si el destino hubiera decidido que ese fuera el momento. Un parpadeo y V1 ya estaba delante de él, sacudiéndolo con la rapidez de un rayo.

El hombre abrió la boca, sus ojos se desorbitaron. —¡AHHHHHHHHHHHHHHH!— gritó, claramente no acostumbrado a tener una máquina de metal a su alrededor. A V1 no le importó, estaba demasiado ocupado señalando el dibujo y esperando que el hombre cooperara.

Cinco minutos de gritos desgarradores, el hombre ya casi desbordado por el terror, soltó la sopa. “¡Está en el bar de Ron! ¡Ahí, en la calle del oeste!” dijo, casi sin aliento.

sin mas V1 dejo caer al hombre y volvió a correr, dejando al hombre aturdido.

 


 

Finalmente, había llegado al sitio. Para su infinita molestia (la cual ya era demasiada a estas alturas), los otros dos idiotas aún no aparecían. No se molestó en esperarlos. Simplemente avanzó con decisión, abriendo la puerta de una patada… o mejor dicho, destrozándola por completo.

La escena que se encontró dentro era extraña… para los estándares de un humano, al menos.

El bar era un desastre. Sangre salpicaba el suelo y las paredes, iluminadas por la tenue luz de las lámparas de aceite. Una mujer, vestida de manera tan ligera que rozaba lo indecente, se movía con la agilidad de un depredador, saltando de un lado a otro con dos dagas en mano. Su expresión era de pura diversión. Frente a ella, un hombre descomunal, casi un gigante, gruñía con los dientes apretados. A pesar de las profundas heridas que cubrían su cuerpo, todavía blandía su enorme maza con una fuerza aterradora.

V1 dio dos pasos hacia el interior. Su entrada violenta había captado la atención de todos.

La mujer se detuvo en pleno salto, sus dagas aún alzadas. El gigante también frenó, gruñendo con un hilo de sangre escurriendo por su labio. Mientras tanto, a un lado de la habitación, Felt yacía en el suelo, inconsciente.

Su óptica amarilla se enfocó en la escena, evaluando cada detalle. Luego, sin decir una palabra, giró la cabeza hacia la mujer, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad y diversión.

—¿Y quién podrías ser tú? —se burló, esbozando una sonrisa depredadora. Sus ojos chispeaban con algo que no era miedo, sino… emoción.

V1 no respondió. No lo necesitaba. En cambio, volvió su mirada al hombre. Algo en su rostro no encajaba.

Sus ojos estaban demasiado abiertos.

Sus músculos, aún tensos, temblaban con espasmos violentos.

Su brazo sangraba tanto que, en condiciones normales, ya debería haber colapsado. Y sin embargo, seguía en pie.

Su mandíbula… estaba desencajada.

Algo en su piel parecía moverse.

Entonces lo comprendió.

 

—JUICIO—

El mundo se torció.

No estaba en el bar. No estaba en la ciudad.

Estaba ahí otra vez.

La prisión de carne se abría.

—DEBIL—

V1 sintió el impacto antes de procesarlo. Minos Prime, el rey caído, había rasgado su propia jaula de músculos y huesos, liberándose en un destello de juicio y furia. Un instante después, su puño ya se había hundido en el pecho del autómata.

Su sistema intentó calcular la trayectoria del golpe. Intentó reaccionar. Intentó moverse.

No pudo.

El golpe lo atravesó.

Su estructura crujió. Los datos se corrompieron en una avalancha de fallos críticos.

[FALLA INMINENTE]
Error: Funciones vocales no encontradas. No se puede completar la tarea pedida.
FALLO DE PULSO

Su programación insistía en buscar algo que no tenía: un corazón. Un flujo sanguíneo. Algo que lo mantuviera de pie.

FALLO DE PULSO
SANGRE INSUFICIENTE
SANGRE INSUFICIENTE

Esto era distinto.

No era solo daño en su estructura. No era solo un fallo en el sistema.

Era miedo.

[PELIGRO: FUNCIONES BÁSICAS DAÑADAS]
(CAÍDA DEL SISTEMA INMINENTE)
(CAÍDA DEL SISTEMA INMINENTE)



.
.

NO QUIERO MORIR.
NO QUIERO MORIR.
NO QUIERO.

Y entonces, solo quedó desesperación.

Desesperación. Eso reflejaba la cara del gigante sangrante en el suelo.

Los puños metálicos de V1 se cerraron con fuerza. El robot podía notar con total claridad las expresiones de esas personas, lo que sentían. Sentían lo mismo que él alguna vez sintió.

Antes de que el gigante pudiera procesar siquiera que alguien había roto su pared, V1 hizo algo inesperado. Corrió hacia la asesina semi-desnuda y la embistió, sacándolos a ambos del edificio, rompiendo en el proceso la otra pared de la vieja choza. Fueron disparados hacia la calle.

V1 lanzó a la mujer al suelo, pero ella se levantó con una agilidad sorprendente.

—Sin duda me tomaste por sorpresa, cariño —dijo ella con una sonrisa juguetona, haciendo girar sus cuchillos mientras hablaba con un tono sensual—. No solo eso, interrumpiste mi baile con el gigante...

La mujer se inclinó hacia él, manteniendo la calma, mientras V1 se mantenía en silencio, esperando su movimiento.

—Pero lograste tomarme desprevenida... y ahora captaste mi atención. No tengo ni idea de qué eres, pero sin duda disfrutaré arrancándote las entrañas... —terminó con una sonrisa siniestra.

V1, sin hacer ni un sonido, la observó en silencio. Elsa, algo intrigada, inclinó ligeramente la cabeza, como si evaluara a su oponente.

—¿No te vas a presentar? Bueno... supongo que yo lo haré. Mi nombre es...

OBJETIVO DE COMBATE: Elsa Granhiert
"LA CAZADORA DE ENTRAÑAS"

Sin más, ambos se lanzaron el uno contra el otro. Elsa con sus dagas en alto, mientras V1 levantaba su Nailgun, listo para el enfrentamiento.

La calle estaba envuelta en una tensión palpable mientras V1 y Elsa se enfrentaban. La máquina, con sus pasos pesados, mantenía su postura firme, mientras Elsa, ágil como una sombra, giraba sus dagas con destreza. El aire se cargaba de la promesa de un enfrentamiento brutal.

V1 no tardó en levantar su nailgun , apuntando con precisión mecánica hacia la mujer. Elsa, con una sonrisa desafiante, saltó hacia un lado, esquivando la primera rafaga. La cual pasó a centímetros de su rostro, rasgando el aire con un zumbido mortal. En un abrir y cerrar de ojos, se lanzó al frente, sus cuchillos brillando bajo la luz de la luna.

Con la velocidad de un rayo, Elsa trató de perforar las placas metálicas de V1, apuntando a las partes más vulnerables de su diseño creyendo que era una armadura. Pero el robot, creado para soportar el caos, se movió hacia atrás con la rapidez de un depredador, esquivando sus ataques con una precisión sobrenatural.

Elsa gruñó de frustración. No podía dar por sentada esta cosa.

—¡Disfrutaré mucho del calor de tu interior! —gritó, mientras giraba en el aire, lanzando unas mini dagas con una rapidez que haría que la mayoría de los humanos cayeran de inmediato.

V1, sin embargo, respondió con una frialdad calculadora. Bloqueó un par de dagas con la parte metálica de su brazo, dejando que los proyectiles se estrellan contra su armadura. Después, en un movimiento fluido, apuntó nuevamente su nailgun , disparando un par de balas hacia Elsa, pero ella ya había saltado hacia un lado, usándolo como un impulso para girar y atacar desde una dirección inesperada.

Su hoja cortó el aire y, en un abrir y cerrar de ojos, logró raspar la superficie de V1. Un chispazo iluminó la oscuridad mientras la daga dejó una marca superficial en el metal, pero no fue suficiente. Elsa sabía que tenía que ser más astuta. No podía depender solo de la fuerza bruta.

V1, sin mostrar emoción, giró sobre su eje,cambiando y levantando su revolver para un disparo más certero. Elsa saltó hacia atrás, esquivando por poco el proyectil que pasó a través de su ropa, apenas tocando su costado. Pero esa cercanía le dio a Elsa la oportunidad que necesitaba. Se impulsó hacia adelante y con un rápido giro, apuntó a la parte de la articulación del robot.

—Que baile mas agradable —alago, mientras se lanzaba a atacar, sus dagas apuntando al único punto débil que había detectado: la parte inferior de la articulación de la rodilla.

V1, reaccionando con la velocidad de un depredador, extendió una mano hacia Elsa antes de que pudiera aterrizar. La atrapó por la muñeca con fuerza, deteniendo el ataque en seco. Elsa luchó contra su agarre, intentando zafarse, pero la fuerza del robot era abrumadora.

Sin embargo, V1 no pensó en la victoria aún. En un movimiento preciso y calculado, lanzó a Elsa hacia el suelo con una fuerza tal que hizo que el impacto resonara en la calle vacía. Elsa se levantó rápidamente, con los ojos brillando de rabia, mientras daba un giro elegante y sacaba otra daga, lista para continuar la lucha.

Pero en ese momento, V1 dio un paso hacia adelante, dejando ver que estaba decidido a acabar con la pelea de una vez por todas. Su óptica amarilla brillaba intensamente, y sin dar señales de cansancio, saco su arma mas grande en su arsenal.

La Rail Cannon

Elsa observaba, cautelosa, la nueva amenaza que se le presentaba. Dio un paso atrás, sus ojos fijos en V1, evaluando la situación con rapidez. La presión de la batalla era palpable, oprimía su pecho con fuerza, pero no se rendiría. No lo haría, no podía.

V1, en cambio, permaneció en silencio mientras revisaba su interfaz. Había algo extraño en la mujer frente a él: durante todo el combate, Elsa casi no había sangrado. Ya había comenzado a preguntarse si su propio cuerpo estaba fallando o si era algo relacionado con la falta de combustible. Miró la interfaz de nuevo: 15% de energía restante.

El robot centró su mirada en el suelo donde antes había estrellado a la mujer. Un charco de sangre, todavía fresco, reposaba allí, listo para ser aprovechado. Sin dudarlo, V1 se acercó al charco, y Elsa, al percatarse de sus intenciones, se tensó, sus ojos clavados en el movimiento del autómata.

En un parpadeo, V1 extendió uno de sus dedos metálicos hacia el charco. Elsa observó con una mezcla de incredulidad y sorpresa cómo el líquido desaparecía ante sus ojos, absorbido sin dejar rastro. El robot retrocedió ligeramente y observó su nueva carga de energía.

35% de energía.

Sin más tiempo que perder, V1 apuntó y comenzó a cargar la Rail Cannon, enfocando toda su energía en el objetivo frente a él. Elsa, inicialmente confundida, pronto se dio cuenta de lo que el robot planeaba hacer. Pero para cuando lo entendió, ya era demasiado tarde.

Una masa de energía pura, condensada en una pequeña esfera, se dirigía a su rostro a una velocidad asombrosa, casi en un abrir y cerrar de ojos. Solo quedaban 5 centímetros entre ella y el impacto, una fracción de segundo antes de que el caos se desatara.


Mientras tanto, Subaru y Satella habían estado vagando por los barrios bajos durante un largo rato. La semi-elfa, cansada de esperar y de recorrer sin rumbo, decidió pedir ayuda a los espíritus. Sin embargo, sus esfuerzos no dieron frutos, ya que las indicaciones que recibieron fueron vagas y poco claras: nada específico sobre dónde se encontraba Felt o el extraño amigo del chico con ojos rasgados.

—¿Dónde se habrá metido? —preguntó Subaru, mirando a su alrededor en busca de algún indicio de que V1 hubiera pasado por allí.

—No puede haber ido muy lejos —respondió Satella, mirando a su alrededor con la misma frustración.

Ambos continuaron caminando mientras Subaru intentaba mantener una conversación sobre temas cotidianos para aliviar el ambiente. Sin embargo, Satella apenas entendía lo que el chico decía, lo que solo aumentaba la incomodidad en el aire.

—Esto no está dando resultados —dijo la semi-elfa, ya cansada. Habían buscado por casi todos los lugares posibles, y el sitio les estaba dando escalofríos. Puck se había ido a dormir, y, aunque era capaz de defenderse por sí misma, no podía evitar sentirse inquieta por el lugar.

Subaru la miró, triste por no haber logrado recuperar la medalla de la chica antes de escuchar a un hombre pasar cerca de ellos.

—¡Ey, amigo! ¿Una chica llamada Felt vive por aquí? —gritó Subaru, tratando de ser amigable.

—¿Eh? ¿Felt? Por allá solo está el bazar del viejo Rom —respondió el hombre, soltando una pequeña risa—. ¿Felt les robó algo? Bueno, pueden negociar para recuperarlo. ¡Vivan fuerte! —les sugirió con una sonrisa antes de irse.

Tanto Subaru como Satella se miraron con una mezcla de confusión y desconfianza.

—¿Negociar? ¿Por algo robado? Eso me parece una falta de vergüenza —dijo Satella, haciendo un puchero.

—No te preocupes, pensaré en algo. Todo por una chica bonita —respondió Subaru con una sonrisa.

—Eres un papanatas, Subaru —dijo Satella, mirando al chico con algo de exasperación.

—¿Quién dice eso hoy en día? —preguntó Subaru, divertido por la reacción de la semi-elfa. Pero antes de que pudiera agregar algo más, una explosión a lo lejos los alarmó, sacándolos de su cómoda conversación.

Era en el lugar al que se dirigían: el bar de Rom.

—¡Vamos! —dijo Satella, reaccionando rápidamente y corriendo hacia la explosión.

—¡Sí! —respondió Subaru, siguiéndola con determinación.

[000]

V1 se acercó a lo que quedaba de Elsa, tirada en el suelo. Levantó la Railgun , listo para terminar el trabajo… solo para encontrarse, para su grata sorpresa, con la chica regenerándose de una manera completamente desconocida.

¿Alguna vez encontraste un dólar en el suelo, un juguete abandonado en la calle, o ganaste un concurso de “cliente número 100” en una tienda de comida rápida? Bueno, eso era exactamente lo que V1 sentía ahora mismo.

Esa mujer era, básicamente, una fuente de combustible infinito.
Y él necesitaba mucho combustible.

Sin más, cambió a su escopeta. Ya no había razón alguna para limitarse. Al principio lo hizo por la baja reserva de energía… pero ahora ella solucionaría ese problema. De manera bastante conveniente.

Elsa se levantó, completamente regenerada, sorprendida de que el ser de metal no la atacara mientras aún se encontraba vulnerable. Esa sorpresa le duró poco. Fue lanzada hacia atrás sin previo aviso: V1, a apenas unos pasos del lugar donde la “desnudista” yacía segundos antes, bajó su puño con brutalidad, impulsando los proyectiles de su escopeta justo sobre ella.

Elsa, sonrojada de pura excitación o del golpe, se lanzó hacia él solo para presenciar algo completamente inesperado: V1 saltando con una potencia abrumadora, alcanzando una buena altitud, y cayendo con toda su fuerza directamente sobre ella.

El impacto destrozó sus huesos y cubrió de sangre el cuerpo metálico del robot.

50% de energía.

V1 necesitaba más.
Quería más.

Retrocedió unos pasos del cuerpo aplastado de Elsa. A su lado, escuchó voces. Supuso que el dúo de “tonto y retonta” finalmente había llegado a la choza ahora medio destruida.

Un leve crujido interrumpió su análisis. Rápidamente, V1 retrocedió a una velocidad absurda, esquivando el kukri de Elsa que venía directo a su cuello.
La mujer sonrió de forma tonta, como si estuviera disfrutando del juego, y volvió a lanzarse sobre él… solo para encontrar una sierra girando adherida a la escopeta de V1, perforando su estómago y revolviendo sus entrañas.

Nuevamente, el cuerpo de V1 quedó cubierto de sangre.

80% de energía.

 


 

Finalmente, Subaru y Satella habían llegado al bar… y se encontraron con un auténtico desastre.
Dos personas heridas, la aparente ladrona —Felt— y un gigante. El edificio, casi completamente destruido. Y sangre.
Mucha sangre.
Era un milagro que el gigante aún estuviera con vida.

—¿¡Qué demonios está pasando ahí atrás!? —gritó Subaru, aunque su voz apenas si se escuchaba, tapada por los constantes ruidos de una brutal pelea al fondo.

Volteó la mirada hacia Satella, quien se encontraba curando al gigante y a la ladrona. Estaba demasiado ocupada salvando vidas como para prestarle atención. A los ojos de Subaru, era un ángel.

—Dudo mucho que me necesite ahora... Además, necesito comprobar si V1 necesita ayuda. Sea lo que sea que esté pasando allá atrás —se dijo a sí mismo.

Sin perder tiempo, salió por uno de los dos agujeros en la estructura destruida del bar.

Y lo que encontró fue una escena macabra.

V1 estaba estrellando la cabeza de una mujer contra el suelo, repetidas veces. Subaru juraría que el cráneo ya era casi visible. El robot estaba prácticamente bañado en sangre, provocando en él una mezcla intensa de miedo, asco... y un estremecimiento que no supo identificar del todo.

100% de energía

Finalmente, V1 detuvo su masacre. La mujer yacía en el suelo, su rostro completamente destrozado. Su capacidad de regeneración, al parecer, tenía un límite.
Uno muy feo.

—¿V-V1...? —Subaru se acercó con pasos lentos y temblorosos—. ¿Estás bien?

El robot no respondió con palabras. Simplemente levantó el pulgar.

—¿Quién es ella...? —preguntó el chico, tragando saliva mientras contemplaba el desastre.

V1 apenas iba a intentar responder, cuando una nueva voz interrumpió.

—Es Elsa Granhiert, la Cazadora de Entrañas.

El recién llegado llevaba una gabardina blanca que ondeaba levemente con la brisa nocturna. Su cabello era rojo como la sangre y sus ojos, de un azul sereno como el mar. Una espada de gran tamaño descansaba en su funda, colgando de su cadera con la misma tranquilidad que su tono de voz.

—Y parece que tu amigo logró derrotarla —añadió, observando el cuerpo ensangrentado con interés—. Aunque debo admitir que sus métodos fueron... algo brutales.

Subaru se estremeció al escuchar el título de la mujer. La Cazadora de Entrañas .
Tenía nombre de psicópata, pensó. Algo sacado de una leyenda urbana o de una novela de asesinatos. No pudo evitar compararla con Jack el Destripador, y eso solo hizo que el nudo en su estómago se apretara más.

Con la desconfianza pintada en el rostro, Subaru miró al extraño. Este suspiró ligeramente.

—Parece que debo presentarme. Mi nombre es Reinhard van Astrea. Pertenezco a la Guardia Real… y he venido por ella —dijo, extendiendo su mano hacia el cuerpo apenas moviéndose en el suelo.

Elsa aún respiraba. Con un agujero en la cabeza, su mano temblorosa se agitaba apenas unos centímetros.

—¿¡S-Sigue con vida!? —exclamó Subaru, a medio camino entre la pregunta y el grito, visiblemente alarmado.

Sin mediar más palabras, Reinhard se movió. En un parpadeo, apareció frente a V1 y Elsa, como si el espacio mismo hubiera decidido colaborar con su presencia. De la aparente nada, sacó unas esposas de metal brillante y se las colocó a la asesina inconsciente con una eficacia implacable.

—Elsa Granhiert —declaró con tono gélido—, estás acusada de múltiples asesinatos, así como de crímenes contra el Reino. Tu sentencia será determinada en un juicio justo.

Elsa, aún con el rostro a medio regenerar, forzó una sonrisa torcida mientras intentaba separar las muñecas.

—¿De verdad crees que unas simples esposas van a detenerme? Estás más que equivocado —masculló con sorna, y comenzó a tirar con fuerza…

...solo para que nada ocurriera.

—¿Eh…? —murmuró, confundida, mirando las esposas como si no pudiera creerlo.

Reinhard se limitó a mirarla, imperturbable.

—Quizás te preguntes por qué no puedes romperlas. Actualmente, una de mis Protecciones Divinas está activa: “Desactivación de Habilidades”.

Elsa abrió los ojos con sorpresa. Incluso V1 ladeó la cabeza, intrigado. Subaru dejó escapar un suspiro de alivio.

—Gracias, amigo. Al menos no tendremos que preocuparnos por ella ahora —dijo, relajando los hombros.

Reinhard parpadeó, como si no hubiera esperado la familiaridad. Luego, una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras miraba a V1.

—Aunque, para ser franco, dudo que te hubiera causado muchos problemas. Tu amigo aquí parece tener la situación bien controlada.

La mirada del Caballero Sagrado se posó unos segundos en el robot cubierto de sangre. No había juicio en sus ojos, ni temor. Solo respeto.
Y curiosidad.

—Creo que deberíamos ir adentro, revisar si Satella pudo curar al gigante —sugirió Subaru mientras observaba brevemente a V1, quien asintió con un leve zumbido metálico.

Apenas el nombre "Satella" salió de sus labios, Reinhard se detuvo en seco. Su expresión, por un breve instante, se tensó de forma casi imperceptible, pero tanto Subaru como V1 lo notaron.

—Señor Subaru... ¿de dónde o de quién obtuvo ese nombre? —preguntó Reinhard con una voz tranquila, pero cargada de cautela.

—¿Eh? Primero que nada, no me llames "señor", ¿sí? Somos amigos, además tampoco estoy tan viejo como para eso. ¿Y qué quieres decir con esa pregunta? —replicó Subaru, confundido por el tono del caballero.

Reinhard no respondió. En lugar de eso, sujetó con firmeza a Elsa y entró al edificio en ruinas, arrastrándola sin mayor esfuerzo. Subaru lo siguió, con V1 pisándole los talones.

Una vez dentro, la escena parecía haber cambiado: Satella —o Emilia— se encontraba sentada sobre una caja, respirando con agotamiento, observando a Rom y Felt, ahora inconscientes pero ya no gravemente heridos. La curación había surtido efecto.

Una voz profunda resonó detrás de ella, haciendo que casi se cayera del susto.

—¿Señorita Emilia?

—¿Reinhard? —respondió ella, girando con sobresalto.

—¿Se conocen? —preguntó Subaru, sintiendo un pinchazo de celos que no entendía ni quería entender. Pero algo más llamó su atención… Reinhard no la había llamado "Satella".

—¿Quién es Emilia? —insistió el chico, mirando a la semi-elfa con desconcierto.

Reinhard abrió la boca para explicar, pero fue interrumpido por la propia Emilia, quien bajó la mirada y levantó una mano para detenerlo.

—Lo haré yo misma.

Se acercó un poco a Subaru, con una mezcla de culpa y ansiedad en los ojos.

—Lo siento, Subaru. Te mentí... Mi nombre no es Satella. Es Emilia.

El silencio que siguió pareció eterno para ella. El corazón le latía con fuerza, esperando cualquier cosa: enfado, decepción, desconfianza...

—Oh… —dijo Subaru, bajando la mirada unos segundos.

Emilia sintió como si su pecho se comprimiera. Pero entonces, Subaru volvió a mirarla. Sonrió con esa naturalidad tan suya.

—Ese nombre también es bastante bonito.

La semi-elfa lo miró perpleja. No solo no estaba molesto… sino que además la había halagado. Su rostro se tiñó de rojo.

—¡Subaru, cabeza hueca! —gritó con torpeza, apartando la mirada, visiblemente sonrojada.

—¿Quién dice eso hoy en día? —

Chapter 2: [Teoría del Simulacro Emocional]

Summary:

Momentos de paz.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

A pesar de que la pelea —o mejor dicho, la masacre— había terminado, Subaru, Emilia y V1 aún tenían que esperar a que la chica, Felt, despertara para contarles dónde estaba la insignia robada.

—Eso fue… un poco brutal, ¿no crees? —comentó Subaru, mirando de reojo al robot, con un leve temblor en la voz.

V1 se defendió de la única forma que podía.

Negó con la cabeza.

Mientras tanto, Emilia —que, irónicamente, ahora estaba curando a Elsa bajo la atenta mirada de Reinhard— decidió sumarse a la conversación.

—No me gusta que esa mujer haya intentado lastimar a personas… incluso si fueran ladrones. Pero tú tampoco puedes ir por ahí golpeando a alguien de esa manera —le dijo, con un puchero tierno y una voz firme.

V1, de haber tenido cejas, habría levantado una con escepticismo.

¿Lo estaban regañando por golpear a una asesina demente que literalmente intentó destriparlo? — a pesar de no tener entrañas

Por un momento, su mirada se deslizó hacia Elsa, ahora medio inconsciente —gracias a que Reinhard consideró prudente dejarla así— con el cráneo aún reconstruyéndose. Luego volvió a mirar a Emilia.

Ugh… —Un gruñido atrajo la atención de todos.

Felt, tocándose la cabeza, los miró congelada, como un ratón acorralado. Pero apenas posó la mirada en el gigante que yacía a su lado, soltó un jadeo y corrió hacia él.

—¡Viejo Rom! —se arrodilló rápidamente junto a su cuerpo, antes de levantar la vista y fulminarlos con la mirada—. ¡¿Qué le hicieron, bastardos?!

—¿Nosotros?! —Subaru replicó con indignación, antes de alzar las manos y aclarar la situación:

—Tranquila, ya nos encargamos de tu atacante. Emilia te curó a ti y a tu amigo... pero tendrás que responder por lo que hiciste —añadió, mientras detrás de él, V1 cruzaba los brazos y se giraba levemente, enfurruñado. Le molestaba que él hubiera hecho todo el trabajo contra la fetichista de entrañas y aún así lo ignoraran.

—A menos, claro —añadió Subaru, suavizando su voz con una sonrisa tonta pero amigable—, que devuelvas lo que robaste.

Alzó la mano, esperando.

Felt lo miró. Tenía una expresión complicada, como si no entendiera del todo por qué la habían salvado… o por qué no estaban enfurecidos con ella. Después de unos segundos de duda, suspiró y sacó la insignia del bolsillo. Esta brillaba débilmente al contacto con su mano antes de atenuarse cuando fue entregado a subaru, un detalle que no pasó desapercibido para Reinhard, cuyos ojos se afilaron por un instante.

—¿Ves? No era tan difícil —dijo Subaru en tono juguetón, como si intentara levantarle el ánimo.

Felt miró a Subaru, claramente confundida por su comentario, pero no pudo evitar sonreír, aunque desconcertada.

—Vaya... supongo que debería agradecerte, Nii-san, a pesar de lo tonto que eres —dijo, con una mezcla de diversión y ligera burla.

—¿¡Qué se supone que significa eso!? —protestó Subaru, frunciendo el ceño y cruzando los brazos—. ¡Y no es solo nosotros! ¡V1 fue el que se encargó de patearle el trasero a esa Cazadora de Entrañas!

— Esa era la cazadora de entrañas?! — medio gritó y preguntó alarmada antes de notar algo.

—¿Qué clase de nombre es V1? —preguntó con una ceja levantada.

En ese preciso momento, una extraña presión se sintió detrás de ella. Felt se dio la vuelta lentamente, solo para encontrarse cara a cara con el ojo amarillo mecanico de V1.

—¡¿Qué diablos es eso?! —exclamó, saltando hacia atrás, claramente asustada por la aparición repentina.

V1 levantó la mano, saludando relajadamente, como si fuera lo más normal del mundo.

—Acostúmbrate —dijo Subaru con una sonrisa burlona—. A veces parece que le gusta hacer eso de aparecer de la nada. Jejeje.

Felt los miró por un momento, entre confundida y aterrada, antes de soltar una pequeña risa nerviosa.

—Eso no es... ¿normal? ¿Verdad?

Subaru se encogió de hombros con una sonrisa.

—Eh, no es tan malo una vez te acostumbras... aunque yo todavía me salto de vez en cuando.

Felt se quedó en silencio, observando a V1, quien seguía mirando hacia otro lado como si nada. Fue entonces cuando su mirada se dirigió nuevamente hacia el gigante inconsciente.

—¿Es... es tu familia? —preguntó Subaru, preocupado, mirando al gigante frente a ella.

—Algo así. El viejo Rom es lo único que tengo. Es como mi abuelo —respondió Felt, mirando con preocupación cómo el gigante respiraba dificultosamente.

—Ya veo, debes preocuparte mucho por él, por eso no... —comentó Subaru, antes de detenerse al ver la expresión de la chica. Ella solo asintió con la cabeza, sin decir nada más, y volvió a mirar al gigante.

—Creí que serían más duros conmigo... lo siento —dijo la chica, avergonzada.

—También deberías decirle a ella que guarde mejor esa insignia, para que no lo roben, Nii-san —comentó Felt, con tono bromista, señalando a Subaru.

—El hecho de que lo digas tan desvergonzadamente me desconcierta —respondió Subaru, sonriendo levemente, aunque confundido por la actitud de la niña.

—Oye, yo solo te advierto, Nii-san —replicó Felt, cruzando los brazos, como si fuera algo completamente normal.

Felt volvió su mirada hacia el robot nuevamente.

— Gracias por pelear con esa psicópata y salvar al viejo Rom, lo digo en serio.

Mientras tanto, Reinhard y Emilia observaban con una ligera sonrisa cómo la pequeña Felt intentaba, sin mucho éxito, patear la cabeza de V1, quien se mantenía completamente inmóvil, como si nada de lo que sucediera lo afectara. La niña saltaba y pateaba, pero su tamaño y su falta de fuerza no le permitían ni siquiera rozarlo. V1 simplemente giraba la cabeza con calma cada vez que Felt fallaba, como si estuviera evaluando cuánta energía gastaría si decidiera moverse.

Reinhard, observando la escena con curiosidad, se volvió hacia Emilia, quien lo miraba con una leve sonrisa.

—¿Los conoces, Lady Emilia? —preguntó, su tono casi demasiado profesional para una situación tan ligera, pero la pregunta tenía un toque de interés genuino.

—Solo a Subaru —respondió Emilia, pensativa, con su mirada algo distante, como si estuviera recordando cómo había llegado a conocer al joven. —Después de ayudarme y una pequeña confusión, se ofreció a ayudarme. La chica me robó la insignia, pero probablemente lo hizo por necesidad, supongo. —La semi-elfa miró al gigante inconsciente, que respiraba dificultosamente, y su expresión se tornó más seria.

—¿qué les ocurrirá?  — pregunto.

Reinhard observó con atención el rostro de Emilia, notando la preocupación en sus ojos.

—Oficialmente, como Caballero Real, no podría dejar pasar situaciones como esta, pero por desgracia, hoy no estoy de servicio —dijo Reinhard con una sonrisa cálida, algo irónica, como si no se tomara tan en serio el código que normalmente seguía.

Emilia soltó una pequeña risa al escucharle.

—Eres un mal caballero, ¿sabías? —dijo ella, burlándose de él con un toque de ternura en su voz.

Reinhard sonrió abiertamente, sin sentirse ofendido, algo común en él.

—¡Ey, Emilia! —subaru apareció de repente, con algo en la mano. Se acercó rápidamente, dejando el objeto cuidadosamente en las palmas de Emilia. —Aquí tienes.

Emilia miró la insignia con gratitud, casi como si la estuviera viendo por primera vez.

—Mi insignia... —murmuró, observando el artefacto, brillante y notablemente distinto bajo la luz del día. Sus dedos recorrían las inscripciones con delicadeza antes de mirar a Subaru—. Gracias, Subaru.

Subaru sonrió ampliamente, sintiendo una satisfacción genuina por la reacción de Emilia.

—Todo esto valió la pena solo por esa mirada —comentó Subaru, cerrando los ojos con una expresión exagerada mientras se llevaba una mano al "corazón", es decir, al pecho. Su tono era juguetón, como siempre.

En ese preciso instante, Reinhard, que hasta entonces había estado sonriendo de manera relajada, endureció su mirada. Su cuerpo, casi imperceptiblemente, adoptó una postura más tensa, como si una sombra de seriedad se hubiera cernido sobre él.

—Lady Emilia, quiero verificar algo. ¿Me permite? —dijo Reinhard, con una formalidad inusitada que hizo que Emilia frunciera el ceño ligeramente, sintiendo una leve preocupación.

—¿Uh? Bueno... —dijo Emilia, entregándole la insignia con una mezcla de incomodidad y confianza.

Reinhard se acercó con paso firme hacia Felt, quien, en ese momento, ya había dejado de intentar acertar un golpe al robot azul. V1, que al parecer, había encontrado una espada vieja y oxida entre las cosas de la choza para entretenerse, y ahora estaba balanceándola de manera torpe pero curiosa, con el estilo característico de alguien que no está acostumbrado a usar una.

—¿Qué quieres? —preguntó Felt, con una mirada que mezclaba suspicacia y cierto desprecio, mientras aún miraba al robot haciendo “malabares” con la espada. pues no entendía por qué el caballero estaba tan interesado en ella.

—¿Podrías sostener esto por favor? Solo será por un momento —le pidió Reinhard, con una sonrisa amistosa, pero que parecía desentonar con la mirada fija que tenía en ella.

Felt inclinó la cabeza, levantando una ceja, pero terminó tomando la insignia sin más, sin saber lo que eso implicaba. Su expresión era de pura indiferencia, como si no le importara en lo más mínimo lo que sucediera a continuación. La insignia brilló intensamente cuando tocó su palma, como si hubiera una energía oculta dentro de ella. Reinhard, al ver eso, dejó escapar un suspiro asombrado. Su rostro se tornó pálido, y una pequeña gota de sudor recorrió su frente. Sin pensarlo, tomó con firmeza el brazo de la chica.

—¡Oye, duele! ¡Suéltame! —protestó Felt, luchando para zafarse, sorprendida por la repentina fuerza de Reinhard.

—¿Cómo es posible? ¿Cómo te llamas? —preguntó Reinhard, ahora con voz temblorosa. La intensidad de su mirada era como un faro de inquietud.

—F-Felt... —respondió la chica, sin entender del todo qué estaba sucediendo.

—¿Y tu apellido? ¿Cuántos años tienes? —continuó Reinhard, con una urgencia en su tono que la chica notó por primera vez.

—No tengo apellido ni nada de eso. Tengo... creo que 15. No sé cuándo es mi cumpleaños. ¡¡Vamos, suéltame!! —gritó Felt mientras trataba de alejarse de la fuerte mano del caballero, la cual parecía como si fuera una cadena de hierro, completamente inamovible.

Emilia y Subaru, que hasta ese momento observaban la escena con curiosidad, notaron el cambio radical en el comportamiento de Reinhard. Emilia, ahora más seria, miró a Reinhard con una expresión preocupada, buscando una explicación.

—Emilia-sama, Subaru... me temo que no podré cumplir con mi promesa. Me la llevaré conmigo —dijo Reinhard, mirando a la semi-elfa y al joven con seriedad. Su voz era firme, aunque teñida de pesar.

—¿Puedo preguntar por qué? Si es por robar mi insignia... —dijo Emilia, frunciendo el ceño, visiblemente inquieta por la actitud de Reinhard.

—No es un delito pequeño. Pero es absurdo comparado con la gravedad de ignorar un crimen que está ocurriendo justo frente a mis ojos —respondió Reinhard, con un tono de voz que no dejaba lugar a la duda.

—Necesito que me acompañes, lo siento, pero no puedes rehusarte —añadió, sin titubear, como si su decisión ya estuviera tomada.

—¡No fastidies! ¡Cabeza de cubeta azul, ayúdame aquí! —gritó Felt, mirando a V1, quien la observó por un momento con total calma antes de responder con una leve inclinación de cabeza, como si no comprendiera completamente el dilema.

Reinhard, sin dar muestras de inestabilidad, colocó una mano firme sobre la cabeza de Felt, quien cayó inconsciente de inmediato. No hubo ni un grito, ni un intento de lucha, solo el peso de la situación apagando cualquier resistencia.

—Eso tampoco fue propio de un caballero —comentó Emilia, con una expresión de desaprobación, entendiendo que lo que Reinhard había hecho no había sido precisamente lo más ético.

—Procure no usar demasiado la fuerza. Emilia-sama probablemente la buscará dentro de poco. Espero que lo entienda —dijo Reinhard, entregándole la insignia a Emilia, quien la tomó con sorpresa. Luego, sin decir nada más, levantó a Elsa inconsciente sobre su hombro y cargó a Felt en sus brazos de forma que parecía un matrimonio llevado a cabo a la fuerza, comenzando a alejarse de la escena sin mirar atrás.

– eso fue… algo – subaru dijo aun sin procesar lo que ocurrió antes de dirigir su mirada hacia el gigante junto Emilia.

Ambos miraron al gigante, el cual comenzaba a recuperar el ritmo de su respiración. Aunque sus heridas aún eran visibles, al menos ya no parecía estar al borde de la muerte. Se removía levemente, como si tuviera sueños pesados, pero ya no se quejaba ni sudaba de dolor.

Subaru se acercó a V1 y le susurró en voz baja, como si temiera despertarlo:
—Oye, ¿puedes llevarlo a un lugar más cómodo? Que descanse un poco, ¿sí?

V1 lo miró por un segundo con su único ojo amarillo brillando con tenue intensidad. Sin decir palabra, cargó al hombre inconsciente con sorprendente delicadeza para su aspecto metálico. Lo llevó a una esquina de la choza, donde el suelo estaba más limpio y seco, y colocó una manta raída —que antes cubría una armadura polvorienta— sobre él. Luego, sin ningún gesto dramático, volvió a su posición inicial, como un perro guardián que ha cumplido su tarea.

Subaru observó la escena con una mezcla de incomodidad y ternura. Ese robot tenía una forma muy peculiar de interpretar la palabra “cómodo”.

Cuando regresó al centro de la habitación, encontró a Emilia y a V1 charlando... o, mejor dicho, Emilia hablando y el robot limitándose a escuchar con su eterna expresión estoica, apenas asintiendo de vez en cuando como si realmente comprendiera lo que decía. Fue un momento tan tranquilo, tan inusual, que Subaru se sintió fuera de lugar al interrumpir.

—…Eso fue algo —repitió, rascándose la nuca mientras tomaba asiento junto a ellos. Para un chico japonés “acostumbrado” a los trenes llenos y las tareas escolares – aunque técnicamente fue un Hikikomori así que no sería del todo cierto… –, toda esta jornada le parecía sacada de una novela de fantasía… o una pesadilla de bajo presupuesto.

—Lo fue… —respondió Emilia, dejando escapar un suspiro, pero antes de que pudiera continuar, pareció recordar algo—. ¡Oh!

Emilia lo miró con expresión culpable, como si acabara de recordar una deuda pendiente.

—Subaru, sé que te has esforzado muchísimo por ayudarme hoy… y no tengo mucho que ofrecerte para recompensarte. Lo siento —dijo, bajando la mirada, visiblemente apenada. El tono de su voz estaba lleno de gratitud sincera, pero también de frustración por no poder corresponderle.

Subaru se quedó mirándola por un instante. Emilia, con el cabello revuelto, el rostro cansado y la piel aún algo pálida, seguía irradiando esa ternura etérea que tanto lo había conmovido desde el primer día.

—Oh, no te preocupes, Emilia. De todos modos, no hice esto por una recompensa —dijo con su sonrisa habitual, alzando un dedo dramáticamente—. Ya estoy más que recompensado con poder estar al lado de un ángel como tú.

La elfa lo miró con sorpresa, antes de fruncir el ceño con un sonrojo evidente en sus mejillas.

—¡Deja de bromear conmigo! —exclamó, aunque su tono no era realmente molesto, sino más bien avergonzado, como si no supiera cómo manejar ese tipo de halagos.

Mientras Emilia y Subaru seguían intercambiando palabras —con él lanzando halagos y ella esquivándolos como si fueran flechas—, V1 se mantenía en silencio, observándolos desde unos pasos atrás. Su única óptica brillaba con una luz tenue, analizando la situación como si tratara de descifrar el comportamiento humano.

antes de notar las ojeras de subaru y recordar las necesidades básicas humanas.

De pronto, dio un paso hacia Subaru.

—¿Huh? ¿Qué pasa ahora? —preguntó Subaru, girándose hacia él.

V1 no respondió con palabras, porque nunca lo hacía. En su lugar, juntó las manos y las apoyó contra el lado de su cabeza metálica, inclinándola ligeramente mientras cerraba su óptica por un segundo. Una representación clara y cómica del clásico gesto de “dormir”.

Subaru lo miró parpadeando, sin entender al principio.

—¿Estás… actuando como si durmieras? —preguntó, antes de fruncir el ceño—. Espera, ¿me estás diciendo que yo necesito dormir?

V1 le apuntó con un dedo, luego volvió a hacer el gesto de dormir, repitiéndolo como si quisiera dejarlo bien claro.

Emilia se cubrió la boca con una mano para ocultar una risita.

—Creo que tiene razón, Subaru. No hemos parado desde que llegamos a la ciudad… y llevamos toda la tarde corriendo. Hasta yo estoy cansada.

—¡Pero si él no duerme! ¡Qué cara dura tienes, V1! —protestó Subaru, señalándolo—. ¡Tú vas por ahí descuartizando asesinas y ni siquiera te tomas un break para un bocadillo o una siesta!

V1 levantó los hombros, como si dijera: "No es mi problema."

Subaru suspiró y se llevó una mano a la cara, rendido.

—Okay, okay…Emilia perdon por molestarte pero tienes algún lugar donde podamos dormir porfavor – dijo juntando las manos en una imitación de súplica.

Emilia asintió con una sonrisa.

—Eso es algo que puedo hacer, puedo llevarlos al lugar donde me quedo, estoy segura que el dueño lo entenderá. Está un poco lejos, pero tengo transporte.

– Muchas gracias, realmente no quería tener que dormir en la calle – agradeció el chico inclinándose, poco detrás de el V1 lo imitó.

—¡Muy bien! —Subaru levantó un puño al aire como si acabara de tomar una decisión heroica—. ¡Vamos, equipo raro! A buscar camas, mantas… y tal vez una ducha. Porque honestamente, huelo a pelea y callejón.

V1 los siguió sin hacer ruido, aunque justo antes de moverse, volvió a repetir el gesto de dormir mirando a Subaru… solo para molestarlo un poco más.

—¡Ya entendí! ¡Voy, voy!

Subaru y Emilia comenzaron a caminar por el sendero iluminado tenuemente por la luz de la luna, intercambiando palabras suaves mientras el polvo del camino se arremolinaba a sus pies. El silencio entre ellos era cómodo, uno que solo se compartía después de una larga jornada.

V1 estaba a punto de seguirlos, sus mecanismos internos zumbando suavemente al activarse… pero se detuvo.

Un leve brillo captó su atención desde el interior oscuro de la choza. No era natural: era frío, metálico… reflejando apenas la luz nocturna que se filtraba entre los tablones de madera mal ajustados.

Giró su cabeza, como un ave mecánica calculando, y regresó al interior. Sus pasos no hicieron ruido.

Allí, descansando entre los escombros, estaban las dagas de Elsa. Cortas, delgadas, con filos oscuros como la propia noche. Las reconoció de inmediato. Reinhard debió haberlas ignorado o simplemente no las vio entre tanto caos. Aunque para V1, era difícil imaginar cómo alguien como él olvidaría algo tan... letal.

Se inclinó, levantó las hojas con cuidado. Las sostuvo frente a su único ojo, analizándolas. La forma, el peso, el equilibrio… eran armas diseñadas para matar, para cortar con precisión quirúrgica. V1 no tenía conciencia del significado simbólico que ellas cargaban, solo del hecho de que una herramienta útil no debía desperdiciarse.

Sin más, miro sus alas, guardando en esta ambas dagas en el interior con un movimiento rápido y eficiente.

Un arma es un arma, y nunca sabes cuándo hará falta una hoja extra.

Después, sin mirar atrás, salió de la choza y retomó el camino, siguiendo los pasos del dúo que se alejaba bajo las estrellas.

Y con eso, el trío se puso en marcha, dejando atrás la choza polvorienta y la primera noche de una larga lista de anecdotas que apenas comenzaba.


Para Ram, este día no podía ponerse peor.

Roswaal-sama le había ordenado acompañar a Emilia-sama a la ciudad. Según él, la semi-elfa deseaba dar un paseo, y por supuesto, no podía hacerlo sola: necesitaba protección. "Qué fastidio innecesario," pensó Ram en su momento, aunque no se atrevió a contradecir directamente a su amo.

El viaje en carroza fue corto y sin incidentes. Apenas llegaron, Ram se ocupó de dejar al dragón terrestre en manos de los cuidadores, junto con la carroza. No era una tarea difícil, pero sí una que prefería evitar. "Una criada de alto nivel no debería encargarse de tareas tan mundanas," murmuró para sí misma, con su habitual expresión de desdén.

Fue justo en ese lapso cuando Emilia desapareció de su vista.

Ram tardó unos segundos en notarlo. Miró a un lado, luego al otro, esperando encontrar la cabellera plateada de la semi-elfa brillando entre la multitud. Pero no, no estaba. Parpadeó una vez. Luego otra. Sus cejas se fruncieron apenas, en un gesto de silenciosa exasperación.

—Tsk… irresponsable.

No podía alzar la voz en medio de la ciudad, así que comenzó a caminar con paso firme, buscándola entre los puestos y callejones, preguntando con palabras mínimas a comerciantes y transeúntes. No obtuvo resultados. Las horas pasaban lentamente, y con cada minuto, su paciencia disminuía de forma proporcional.

No quería admitirlo, pero ya estaba cansada.

Después de todo, había caminado bastante, y aunque su expresión seguía serena como siempre, por dentro hervía de molestia. "¿Por qué siempre debo ser yo quien limpie los errores de los demás?" pensó, suspirando para sí misma.

Finalmente, se rindió.

—Volverá… eventualmente —murmuró con una resignación forzada, mientras regresaba a la carroza.

Tomó asiento con elegancia, cruzando las piernas con disciplina y apoyando el mentón en una mano. Se acomodó con dignidad, como si nada fuera fuera de lo común… aunque por dentro ardía.

Suspiró, mientras cerraba los ojos por un momento, deseando con todas sus fuerzas que alguien —quien fuera— trajera a Emilia de vuelta antes de que el sol se pusiera. No quería tener que pasar la noche dentro del incómodo carruaje.

Porque si no… bueno, quizás sí se pondría peor.

—¡Ram!!! —Una voz conocida rompió el silencio de la calle.

La oni abrió los ojos y se levantó de inmediato.

—¿Emilia-sama? —preguntó, mirando en la dirección de donde provenía el grito.

Y ahí, en medio de la penumbra que cubría las calles de la zona comercial, la figura de Emilia se reveló al dar vuelta en una esquina. Su cabellera plateada relucía bajo la tenue luz de las farolas. El alivio fue inmediato... aunque breve.

—Ram estaba preocupada, Emilia-sama. Debería haber dejado una nota, una pista, un pelo... algo —empezó a decir con tono contenido, pero no alcanzó a terminar la frase.

Porque junto a la semi-elfa, dos figuras que hablaban con ella, destacaban de forma absurda. Una en especial.

Un chico, de aspecto desaliñado, con ropa extraña que parecía haber sido reciclada de un vertedero, caminaba sonriente al lado de Emilia como si no estuviera completamente fuera de lugar.

Y junto a él... un ser metálico. Algo entre un golem y una aberración delgada mecánica. Su cuerpo de acero azul y óptica brillante generaba una presencia tan inusual que incluso los pocos transeúntes que aún quedaban preferían cruzar la calle antes de pasar cerca.

Ram parpadeó. Una, dos veces. Luego suspiró.

—...Me equivoqué. Las cosas pueden empeorar.

Su mirada se clavó en Subaru con evidente desaprobación.

—Emilia-sama no debería recoger vagabundos de la calle, por más lástima que den.

—¡¿Cómo que vagabundo?! —protestó Subaru, escandalizado—. ¡Soy un aliado de la justicia! ¡Un caballero moderno! ¡Un héroe casualmente mal vestido!

—Exactamente lo que diría un vagabundo… y uno loco —respondió Ram sin cambiar de expresión.

Emilia trató de interceder con una sonrisa incómoda.

—Vamos, Ram… él me ayudó, y también ese… eh… V1 . Han hecho mucho por mí hoy y no tienen donde quedarse.

Ram cerró los ojos por un instante, tomando aire como si reuniera fuerzas.

—¿Y también nos lo vamos a llevar a casa? En ese caso tendrá que hacérselo saber a Roswaal-sama —

Ram miró nuevamente analizando a los invitados de Emilia.

—¿Tendremos que ponerle una correa a la cosa azul? ¿O el héroe casualmente mal vestido se hará responsable de él ?

Subaru se giró a V1 buscando que este de su lado por los insultos hacia ellos, pero el robot solo alzó el pulgar a la criada.

—¡¿Por qué le dices que si?!

Ram se llevó una mano a la frente. Definitivamente se puso peor.


—Sin duda fue un día ajetreado, ¿no, V1? —preguntó Subaru, dejando escapar un suspiro.

El robot no respondió, como de costumbre. Solo giró ligeramente su cabeza en dirección al chico, con su único ojo amarillo parpadeando una vez… como si procesara la frase antes de simplemente asentir. O tal vez ni siquiera eso. Era difícil saberlo.

El carruaje avanzaba lentamente por el camino de regreso, sus ruedas crujiendo con un ritmo monótono que de alguna manera resultaba relajante. Al otro lado de la cabina, Emilia dormía plácidamente, recostada sobre uno de los bancos con una manta cubriéndola hasta los hombros. Su respiración era tranquila, su rostro relajado, y un par de mechones plateados le caían sobre la frente. Verla así, tan tranquila, hizo que Subaru sonriera por reflejo… aunque al mismo tiempo, le dolía todo el cuerpo.

Cada músculo parecía haber sido torcido, golpeado o forzado de alguna forma durante el día. Tenía el tobillo adolorido, los hombros tensos, y no podía esperar a desplomarse en una cama y dormir por tres días seguidos.

“¿Cómo puede estar tan fresco?” pensó mirando de reojo a V1, que permanecía completamente inmóvil, sentado en el rincón de la cabina como una estatua de acero. No mostraba señales de agotamiento. De hecho, ni siquiera parecía respirar.

Le daba envidia. Envidia pura.

—Tch… qué suerte la tuya. Sin dolor de pies, sin hambre, sin sueño… —murmuró Subaru en voz baja, cruzándose de brazos.

Aunque esa línea de pensamiento lo llevó de vuelta a la otra gran incógnita del día: V1.

“Ese robot…”

Era claramente una anomalía. Un automata, en un mundo donde la magia era la norma y la tecnología apenas alcanzaba el fuego. Y sin embargo, ahí estaba: de metal pulido, con armas desconocidas, movimientos precisos y una frialdad mecánica que ni siquiera el caballero pelirrojo de antes parecía poder igualar.

Pero lo que más le molestaba a Subaru era el nombre.

"V1." No era un apodo improvisado, ni tampoco algo sacado del idioma común de Lugunica. No, eso era inglés. Una abreviatura. Una designación en serie. "Version One", tal vez.

Y eso... solo podía significar una cosa.

—¿Tú también… vienes de otro mundo?

Lo dijo en voz baja, sin esperar respuesta. A fin de cuentas, V1 no hablaba, al menos no como los demás. Pero la posibilidad estaba ahí. Si Subaru había sido transportado desde Japón, ¿por qué no otro ser, uno hecho por manos humanas, traído desde un futuro lejano? Uno donde los robots eran creados para la guerra… o para matar.

Subaru tragó saliva, sintiendo un escalofrío.

“Esas explosiones…”
“La forma en que masacró a esos tipos en los callejones…”
“Y ese momento…”

Su memoria lo arrastró a la escena más desagradable del día. El rostro de aquella mujer seguía grabado en su mente. el agujero en su craneo…

—Tch…

Apartó la mirada, cerrando los ojos con fuerza. No quería pensar en eso. No ahora. No con Emilia durmiendo tan pacíficamente frente a él.

Pero había algo dentro de V1 que lo inquietaba. Una presencia latente.

“Si es como yo… ¿qué habrá tenido que pasar para terminar aquí? ¿Qué habrá dejado atrás?”

No sabía si lo compadecía o le temía. Tal vez ambas cosas.

Por ahora, solo podía agradecer que estuviera de su lado.

Sin más que hacer, comenzó a dormir con tal de tranquilizarse.

Subaru se acomodó contra la pared del carruaje, deslizando lentamente la cabeza hacia un lado mientras sus párpados pesaban más con cada segundo. El traqueteo rítmico de las ruedas, sumado al calor tenue que llenaba la cabina, era casi hipnótico. El cansancio acumulado, tanto físico como emocional, se derramaba sobre él como una manta invisible.

Por un instante, antes de que el sueño lo reclamara, alcanzó a mirar una vez más a V1. El robot seguía allí, impasible, vigilando a Emilia mientras el mundo pasaba afuera. Como una sombra metálica. Como un centinela sin descanso.

Subaru cerró los ojos, y el mundo se volvió más ligero, más borroso, hasta disolverse por completo en la oscuridad del descanso.

Fuera del carruaje, la noche avanzaba en silencio.


No había necesidad de dormir, pero permanecía quieto. El traqueteo constante del carruaje le resultaba... tranquilizador. Rítmico. Estable. Casi como el zumbido de un reactor funcionando sin anomalías. A su lado, la chica de cabello plateado respiraba con suavidad, dormida. Y frente a él, Subaru, con el cuerpo vencido por el agotamiento, se había dejado llevar al descanso.

V1 los observaba.

Podía ver cómo los músculos del chico temblaban apenas con cada bache del camino. Sus constantes vitales aún fluctuaban por el estrés residual. Pero estaba vivo. Ella también. Todos lo estaban.

Y eso... no tenía sentido.

Había necesitado combustible. su núcleo cuando estaban en ese puente estaba en un nivel bajo. El sistema interno había hecho sonar la alarma. En un entorno hostil y desconocido, sin infraestructura conocida, los cuerpos vivos eran un recurso viable.

La chica —Emilia— había estado lo suficientemente cerca.

¿Por qué no la había matado?

No había órdenes de protección activas para ella. Nadie había intervenido. Nadie lo había detenido. Técnicamente, en ese momento, ella era solo... sangre ambulante. Suficiente para mantenerse vivo una semana si no se dañaba.

Y sin embargo, no lo hizo.

Recordaba su rostro. Su mirada confundida y luego feliz... no de él, sino de lo que ocurría a su alrededor. Vulnerabilidad. Algo se activó dentro de su sistema. Una subrutina sin nombre. El objetivo de "preservación" cambió de sí mismo... a ella.

o al menos eso creía.

Pero eso no era un protocolo.

Y tampoco lo fue ayudar al gigante.

V1 nunca había visto caras detalladas, antes todo eran… pixeles, pero aun recordaba esa expresión. aunque no de él. Esa cara... de desesperación. De saber que el tiempo se agotaba, que el aire se vuelve denso, que el frío del metal ya no quema, sino que congela desde dentro.

Lo había sentido.

En algún punto de su existencia —si es que era una existencia—, V1 había estado solo en la oscuridad. Flotando. Sin dirección. Sin órdenes. Sin propósito. Consciente.

El espacio no era vasto y hermoso como muchos lo describían. Era silencio absoluto. Muerte sin forma. Y había estado ahí. Suspendido en la nada. Esperando un final que no llegaba, pero que tampoco cambiaba.

Hasta que algo lo jaló de vuelta. Una luz. Una explosión. Un salto. No sabía cómo, pero despertó en este mundo... medieval, primitivo, ridículamente arcaico.

Y en su interfaz, ese 10% restante de energía... ya no era verde. Era morado.

No correspondía a ninguna fuente que reconociera. No a solar, ni a fusión, ni a térmica. Y estaba... viva . Se movía. Se reponía lentamente, como si tuviera voluntad propia.

¿Era eso lo que lo trajo de vuelta? ¿Esa "energía"? ¿Y estaba relacionada con esa figura oscura que vio —o creyó ver— entre la distorsión cuando cayó aquí?

El 10% morado estaba silencioso ahora. Latía despacio, como un corazón.

Y aunque su sistema decía que no debía sentir nada...

...V1 tenía miedo de volver al abismo.

Por eso no disparó. Porque esa mirada asustada, esa súplica muda, le recordaba que estaba aquí . Que existía algo más que el vacío.

Incluso si era solo por un momento prestado.

 

Subaru soltó un bostezo y frotó sus ojos, todavía medio adormilado. Parpadeó un par de veces, acostumbrándose a la penumbra interior del carruaje. Frente a él, V1 permanecía como siempre: imperturbable, una estatua de acero vigilante en la semioscuridad. Si no fuera por los ocasionales destellos de luz que se filtraban en su visor, cualquiera juraría que estaba apagado.

Haaah… —resopló Subaru—. Esto es como dormir en una caja de madera llena de piedras puntiagudas. ¿Cómo no me rompí la espalda todavía?

Se estiró de nuevo, soltando un crujido audible de hombros y columna. Luego alzó la mirada hacia su silencioso compañero.

—Oye, V1 —dijo mientras lo señalaba—. ¿Ni siquiera duermes, verdad? Supongo que esa es una de las ventajas de ser una caja de metal con patas. Qué envidia…

V1 giró ligeramente la cabeza hacia él, emitiendo un leve zumbido, como si estuviera procesando la información.

—Pero sabes —siguió Subaru mientras se acomodaba de lado—, me siento raro llamándote así. V1… suena más a número de serie que a nombre. Como si fueras un producto, no una persona.

El chico bajó la mirada por un momento. Emilia seguía dormida, ajena a la conversación, a las dudas, a las inquietudes.

—Yo no sé si tú sientes algo o no, pero hiciste muchas cosas que no entran en una simple rutina de máquina. Protegiste a Felt y ayudaste al grandote contra esa maniaca.

V1 permaneció quieto, pero el visor de su cabeza vibró apenas, con una tenue luz morada en la esquina inferior.

Subaru levantó la vista hacia la ventanilla del techo, donde el cielo nocturno se abría como un mar negro tachonado de estrellas.

—Altair —dijo de repente—. Así te voy a llamar.

V1 no reaccionó al instante.

—Altair… es una estrella. En una vieja historia japonesa representa a un chico separado de su amada por un río celestial. Pero aún así… cada año, vuela a través de los cielos para verla. No importa cuán lejos esté.

Volvió a mirar al robot.

—Estás lejos de donde deberías estar, ¿no? Supongo que los dos lo estamos.

Con un gesto torpe pero sincero, Subaru le dio una pequeña palmada en el brazo.

V1 no respondió. Pero al cabo de unos segundos, levantó lentamente una mano y trazó un leve gesto en el aire: un triángulo con los dedos, apuntando al cielo, como si señalara algo más allá del techo de madera. Luego se quedó inmóvil otra vez.

Subaru sonrió con melancolía.

—Bienvenido al equipo, Altair.

Y así, en la penumbra tibia del carruaje, bajo la mirada dormida de una semi-elfa y el silencio estoico del mundo, una nueva estrella recibió su nombre.


— Ahhh, qué cómodo... —se hundió Subaru entre las sábanas de la enorme y mullida cama, como si fuera lo mejor que había sentido en días.

Finalmente, habían llegado a la mansión. A pesar de la noche, su tamaño la hacía imposible de ignorar, una silueta majestuosa que se alzaba entre la negrura con ventanas como ojos encendidos. Emilia se había despedido de ellos con una sonrisa tranquila, deseándoles buenas noches antes de desaparecer tras una de las muchas puertas. Fue Ram quien los guió por pasillos silenciosos hasta las habitaciones de invitados.

V1 giró ligeramente la cabeza para mirar al chico, ahora vestido con una bata blanca de algodón, mucho más limpia que su anterior conjunto. Recordó cómo la criada le había reprendido sin el más mínimo filtro al ver la suciedad de sus zapatos ensuciando el suelo inmaculado.

Le debería entregar a Ram sus harapos, Invitado-sama. Tiene que dejar de parecer un sucio vagabundo si quiere presentarse ante Roswaal-sama sin causar un infarto y asco visual… aunque de todos modos su cara ya causa nauseas—recordó la frase exacta de la chica con un tono cargado de desprecio elegante.

— Ahhh, bueno... Me voy a dormir. Deberías hacer lo mismo. Buenas noches, Altair . —dijo Subaru con una sonrisa somnolienta, antes de rendirse completamente al abrazo de las sábanas.

V1 permaneció de pie en la habitación, inmóvil como una estatua de metal. Observó el cuerpo dormido del chico durante varios segundos, su sistema analizando la escena en silencio. Un suspiro mecánico —casi imperceptible— pareció emanar de su estructura interna.

Los robots no duermen, maldito idiota... —pensó V1, con una mezcla de resignación y envidia imposible de expresar en su rostro metálico.

Ahora… ¿qué podía hacer?

 

Sin duda, no iba a quedarse quieto en un rincón como un florero de metal, y mucho menos quedarse viendo a Subaru dormir con la boca medio abierta. Dudaba mucho que al idiota le pasara algo en su estado actual.

 

Además, quedarse sin hacer nada simplemente no era una opción. Ya se había vuelto una especie de costumbre para él: moverse, explorar, matar, simplemente hacer algo.

 

Eh… de todos modos, podría explorar la mansión. Dudaba mucho que Orejas Cortadas se molestara.

 

V1 abrió la puerta sin hacer ruido y salió al pasillo con paso tranquilo, metálico. El corredor estaba envuelto en un silencio espeso, interrumpido solo por el eco sordo de sus propios pasos. Era obvio que los habitantes de aquel enorme edificio—comparable con un castillo, incluso para sus estándares—ya dormían.

 

No pudo evitar comparar los pasillos con los del barco del Ferryman.

 

Estuvo caminando por un rato, sin rumbo fijo, simplemente disfrutando del silencio. Pasó al lado de una pintura. Luego otra. Luego otra.

 

Y otra.

 

Y o—espera un puto minuto.

 

V1 giró de inmediato, con esa rigidez característica de sus movimientos. Miró el cuadro más reciente.

 

Era exactamente el mismo.

 

Su cabeza comenzó a trabajar al instante, analizando patrones, distribuciones, medidas espaciales. Todo cuadraba con una conclusión: estaba atrapado en un pasillo loop, una especie de trampa que lo hacía volver al mismo punto una y otra vez, sin importar hacia dónde se moviera.

 

Intentó correr. Nada.

 

Consideró romper una ventana para escapar, pero pensó en la semi-elfa y… no, no quería molestarla. No aún.

 

Qué irritante era esto. Para alguien como V1, que había vivido entre combates y caos desenfrenado, estar atrapado por arquitectura mágica se sentía como una ofensa personal.

 

Miró a su alrededor con expresión neutra (porque no tenía otra) y posó la vista en una fila de puertas a lo largo del pasillo. Tal vez...

 

Sin más, se acercó y abrió la primera puerta.

 

La habitación reveló una hilera infinita de estantes y libros polvorientos. Era una biblioteca.

 

...Bueno. Al menos no son más cuadros.

La biblioteca era vasta, desordenada y absurdamente alta. Estanterías que desafiaban la lógica arquitectónica se extendían hasta el techo, y el aire olía a papel antiguo, tinta y polvo arcano.

V1 avanzó con pasos suaves, escaneando el lugar. Sus sensores captaban mínimas fluctuaciones extrañas, y aunque no entendía del todo cómo funcionaban, le bastaba con saber que ese lugar era... especial.

Pasó junto a una mesa con tazas vacías de té, luego junto a una pila de libros que amenazaba con derrumbarse. Y entonces se detuvo.

Un ruido.

Un leve suspiro.

Un parpadeo lento, casi imperceptible, entre una montaña de libros mal organizados.

V1 se inclinó ligeramente.

Allí, sobre una improvisada “cama” hecha con más tomos que cojines, yacía una pequeña figura rubia, arropada por lo que parecía una capa rosada doblada como manta. Dormía profundamente.

Era una niña…

V1, curioso como siempre, se inclinó más.

Su rostro metálico se acercó lentamente, sin emitir un solo sonido más allá del leve crujido de sus piezas internas. Observó el rostro de la niña dormida a escasos centímetros.

Y en ese momento, la infante abrió los ojos.

Parpadeó.

La figura frente a ella no era humana. No era familiar. No tenía cara. Solo una fría y brillante superficie azul, Y un único ojo amarillo que la miraba fijamente sin pestañear.

—¿Q-QUÉ DEMONIOS…?! — gritó con una voz chillona y sobresaltada, en un tono entre el susto y la indignación.

Ella se levantó de golpe, solo para desequilibrarse con el borde de su "cama" y—

¡THUD!

—¡AAAAAH!

Cayó de espaldas directo al suelo, como un costal de panfletos mágicos.

V1 se quedó completamente inmóvil, su cabeza aún ligeramente inclinada, como si no hubiera hecho nada malo.

Ella resopló mientras se levantaba con dignidad, su cabello hecho un desastre y una vena palpitando en su frente.

—¡¿Qué clase de monstruo metálico se atreve a mirar a una dama dormir?! ¡Betty exige una explicación inmediata de hecho!

V1 al menos ahora sabía su nombre.

V1 alzó una mano lentamente y, con su dedo índice, señaló a la pila de libros, luego a sí mismo, luego giró el dedo en círculo hacia la habitación, como diciendo: "Explorando. Este lugar es tuyo. Lo lamento."

Betty lo miró en silencio, claramente intentando descifrar qué clase de estupidez intentaba decir.

—… ¿Un intruso mudo? ¿En mi biblioteca? ¿A estas horas?

V1 no se movió.

Betty se cruzó de brazos, aún sentada en el suelo, inflando las mejillas con frustración.

—… Si vas a irrumpir en la Biblioteca Prohibida, al menos trae pastel o algo.

V1 no sabía qué pensar. La niña lo miraba con una mezcla de indiferencia y fastidio, como si tener a un androide con un ojo amarillo a centímetros de su cara fuera lo más normal del mundo.

Extraño.

Ella desvió la mirada hacia un pequeño aparato que descansaba junto a su improvisada “cama” de libros.

—¿Ya va a salir el sol? —murmuró con tono irritado—. Mira lo que haces, hombre de metal desagradable. Deberías irte, supongo. Antes de que me provoques una migraña.

Sin previo aviso, levantó la mano con elegancia ofendida.

Y entonces, ¡FWOOOSH!

V1 fue lanzado como si lo hubiese empujado una fuerza invisible, volando por los aires sin siquiera alcanzar a procesarlo. Su cuerpo salió disparado fuera de la biblioteca, cruzando el pasillo como una bala...

...y ¡CRASH!

Se estrelló contra una ventana, rompiendo el cristal con un estrepitoso estruendo.

Desde adentro, Beatrice se cruzó de brazos, aún sentada en su trono de libros.

—...Que molesto supongo.

 

Era definitivo.

 

V1 ahora odiaba a los niños.

 

Sin decir una palabra, regresó por la ventana destrozada de un salto preciso. Sus pasos resonaban con firmeza en el pasillo silencioso mientras se dirigía con determinación hacia la puerta de la que lo había arrojado esa pequeña gremlin con complejo de noble.

 

Iba a tirar tan fuerte de esas coletas que la haría arrepentirse de cada página de cada libro que alguna vez había leído.

 

Abrió la puerta con un impulso.

 

Solo para encontrarse con un pequeño y polvoriento armario lleno de escobas.

 

 

Este mundo empezaba a ser una molestia.

 

Sin más que hacer, V1 suspiró internamente y volvió a adentrarse en la mansión.

 

V1 siguió caminando.

 

Ya no buscaba algo específico, simplemente caminaba para no pensar en lo absurdo del lugar. Aunque no lo sabía, su cuerpo emitía un leve aroma. No uno común. Era denso, dulzón y antinatural, como flores en descomposición. Algo que él no podía detectar… pero otros sí.

 

Dobló una esquina, absorto en la arquitectura imposible de la mansión, cuando sus sensores captaron un sonido apenas audible. Un roce. Una respiración contenida. El metal de su cuerpo crujió suavemente cuando se detuvo por completo.

 

Instantes después, algo salió disparado hacia él.

 

V1 apenas logró reaccionar, alzando el brazo para bloquear el golpe que venía dirigido hacia su cuello. Un fuerte impacto resonó, sacándolo ligeramente de equilibrio. El atacante, una figura veloz con un uniforme de sirvienta, retrocedió con los ojos fijos en él.

 

Tenía el cabello azul, un cuerno apenas visible en la frente… y en su mirada brillaba el instinto asesino.

 

—Ese olor… —murmuró con repulsión—. No sé qué clase de criatura eres, pero traes contigo el hedor de la Bruja.

 

V1 no respondió. Solo la observó, escaneándola en silencio. No conocía el término "Bruja", ni entendía la reacción de la chica, pero sabía leer lenguaje corporal. Y el de ella decía matar.

 

Rem se lanzó de nuevo.

 

Su maza apareció como un borrón, impulsada por una cadena que zumbaba en el aire. V1 se deslizó hacia un lado, la evitó por centímetros, y retrocedió de inmediato.

 

—No me importa si hablas —Rem dijo con frialdad—. No dejaré que algo como tú merodee por esta casa.

 

Otro ataque, otro golpe desviado, pero la fuerza detrás del arma era real. V1 empezó a calcular posibilidades. Podía contraatacar. Fácil. Pero la última vez que había molestado a alguien en este mundo, lo lanzaron por una ventana. Literalmente.

 

Además… algo en su código se revolvía.

 

No por la chica.

 

Sino por el nombre: Bruja.

 

¿Por qué ese término hacía que algo crujiera dentro de él?

 

Rem no se detenía. Para ella, él era un enemigo evidente. Y V1 empezaba a preguntarse si este "nuevo mundo" no tenía una forma muy retorcida de recibir visitas.

 

La cadena silbaba en el aire.

 

Rem atacaba con precisión letal, su maza girando como un cometa enloquecido. Pero V1 no era un blanco fácil. Con movimientos casi imposibles, se deslizaba entre los ataques como si el tiempo pasara más lento para él. Giraba, se agachaba, rotaba sobre su eje, sus propulsores internos ayudándole a reposicionarse cada vez que el espacio lo permitía.

 

Era un baile frío y sin ritmo.

 

—¿Eres un sirviente de la Bruja? ¿Un enviado? —Rem dijo con veneno en la voz, lanzando la cadena en un arco horizontal que V1 evitó inclinándose hacia atrás de forma inhumana.

 

CLANG.

 

La maza golpeó la pared, dejando una grieta.

 

V1 la miraba, no con odio, sino con una especie de… distancia. Como si aún evaluara si valía la pena hacer algo.

 

Rem, en cambio, no paraba. Su aliento se aceleraba. Su cuerno pulsaba con un leve brillo azul. El olor, esa peste repulsiva para ella, le hervía la sangre.

 

—¡RESPONDE! —gritó, lanzando su maza en una estocada recta.

 

Pero esta vez, V1 ya no esquivó hacia atrás.

 

Se acercó.

 

Avanzó a toda velocidad, deslizándose por debajo del arma, pasando por su costado. En un movimiento limpio, colocó su mano sobre la cadena mientras pasaba, arrancándola de la trayectoria sin aplicar fuerza letal. Solo… control.

 

Rem giró sobre sí misma, sorprendida, lista para usar su cuerno si era necesario—

 

—¿¡Qué está pasando!? —una voz clara resonó en el pasillo.

 

Ambos se detuvieron.

 

Emilia estaba al final del corredor, su largo camisón blanco flotando levemente al caminar, iluminada por la luz de la luna que entraba por la ventana rota. Tenía el cabello suelto, y sus ojos púrpuras estaban bien abiertos, confundidos y alarmados.

 

Rem respiraba agitada. V1 seguía en posición, aún sujetando la cadena.

 

—¿Rem? ¿V1? ¿Qué están haciendo...? —preguntó Emilia, dando un par de pasos más cerca—. ¿Por qué están peleando?

 

Hubo un largo silencio.

 

V1 soltó la cadena. No dijo nada, pero su cabeza se giró hacia Emilia, como reconociendo que, al menos ella, no lo había tratado como un enemigo.

 

Rem seguía tensa, pero bajó la vista, soltando el aire con fuerza.

 

—…Disculpe, Emilia-sama. Este… ser, huele fuertemente a la Bruja. No podía permitir que se moviera libremente.

 

Emilia entrecerró los ojos, miró a V1… luego a la ventana rota… luego a Rem.

 

—No ha hecho daño a nadie —dijo ella con firmeza—. Y no creo que esté aquí con malas intenciones. Además… no creo que el olor sea culpa suya, V1 me ha ayudado mucho mucho.

 

Rem bajó la cabeza ligeramente, sin dejar de mirar a V1 con cautela.

 

Emilia dio un paso más, ahora más cerca de ambos.

 

—V1, ¿estás bien?

 

V1 asintió con la cabeza. Luego, levantó una mano, señaló a la ventana rota… y luego a sí mismo, con un leve gesto de burla que solo un robot sin rostro podía transmitir.

 

Emilia soltó una leve risa, cansada.

 

—…Iré por Ram para que arregle eso mañana.

 

Y así, la tensión fue desvaneciéndose.

 

Aunque Rem aún miraba de reojo al extraño autómata, algo en la calma de Emilia la obligaba a confiar… al menos por ahora.

Pero eso no ocultaba la gran mirada de odio que Rem le lanzaba.

 

A cada paso que se alejaba, su ceño se fruncía más, los hombros tensos, los puños aún apretados. Esa cosa no solo olía… apestaba. No era solo una fragancia maligna; era como si la esencia misma de la Bruja se hubiera fermentado dentro de esa máquina.

 

Rem no podía entender cómo alguien tan amable como Emilia podía pasar por alto algo tan evidente. Cada fibra de su ser le gritaba que esa cosa no era de fiar.

 

V1 lo notó. Por supuesto que lo notó.

 

Ese tipo de odio era imposible de ignorar, el tipo de odio que solo una vez presenció en cierto ángel, incluso para alguien como él. Aunque no comprendía el motivo, sabía que ese brillo en los ojos era universal: instinto asesino.

 

Mientras las dos mujeres desaparecían en el pasillo, con Emilia volviendo a su habitación tras calmar la situación y Rem escoltándola como una sombra vigilante, V1 permaneció de pie, inmóvil.

 

Miró la cadena tirada en el suelo, la ventana rota que ahora dejaba entrar la brisa nocturna, y finalmente volvió a mirar al corredor vacío.

 

Este mundo…

 

Este estúpido, mágico y emocionalmente inestable mundo…

 

Cada día se ponía más desgraciado para él.

 

Notes:

entonces que opinan? la verdad siento que el capitulo es bastante apresurado, he intente agregar cosas pero simplemente no encajaban (al menos en mi opinion).

(P.D: Aun me sigo complicando con la personalidad y desarrollo de V1)

Chapter 3: [La mansión Miload]

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El Futuro.

Un concepto que muchos creen inmutable. Pero no lo es.
Es maleable, como la arcilla entre las manos del artesano correcto.
Un sendero con bifurcaciones infinitas… que solo unos pocos privilegiados son capaces de recorrer con la certeza de lo que hallarán.

Roswaal L. Mathers era uno de esos pocos.

Y sus ojos bicolores estaban fijos, no en una visión del porvenir, sino en su ausencia.

Los Libros de la Sabiduría, la gran obra de su maestra… la guía absoluta hacia un destino deseado. Sus páginas susurraban secretos, detalles, nombres, fechas, emociones. Pequeñas señales del futuro que debía cumplir para cumplir su cometido.

Pero algo no encajaba.

El libro había hablado de Subaru.
Había hablado de su llegada, de Emilia, de las rutas a seguir, de los obstáculos a eliminar…
Pero no decía nada sobre el ser que lo acompañaba.

Ni una palabra.
Ni un susurro.
Ni una mínima mención.

El “defensor” plateado.

Una cosa de metal, un ojo sin alma, silenciosa y despiadada. Una presencia que deformaba las líneas del destino como un guijarro arrojado a un estanque quieto.

—Hmmmm… interesante… muy interesante... — murmuró Roswaal, mientras releía por quinta vez la misma sección del libro, los dedos tamborileando sobre su tapa con ritmo nervioso.

A su lado, en pie y en silencio, estaba Ram. Sus ojos seguían clavados en el texto con una mezcla de disgusto y desconfianza. El aura del libro le resultaba repulsiva, como si exhalara un veneno que solo los cercanos a Roswaal podían tolerar por costumbre… o por deber.

—Ram, háblame de nuestro nuevo invitado plateado, si no es mucha molestia — pidió el conde con su voz habitual, melosa y teatral, como si la situación no le preocupara en lo más mínimo.

Ram se mantuvo firme.

—No hay mucho que decir. Su nombre es V1. Es callado, más que eso, silencioso. Probablemente fue quien protegió a Emilia-sama durante el incidente con los ladrones, ya que el otro acompañante no parece tener fuerza física notable. — Su tono era plano, sin emoción, pero sus ojos tenían un leve brillo de sospecha. Ella también había notado que esa cosa no era normal.

Roswaal asintió, entrelazando los dedos.

V1, pensó.
Un nombre carente de alma. Un nombre sin historia.
Como si no fuera una persona.

Y eso le inquietaba.

Contratar a Elsa Granhiert había sido complicado. Una mujer salvaje, peligrosa, visceral. Intentó matarlo apenas lo vio, y le costó más de lo que le gustaría admitir convencerla de trabajar para él. Aún con su habilidad mágica y experiencia, casi pierde un brazo en ese encuentro.

Pero la necesitaba, y la consiguió.

Sin embargo, no duró.

Fue derrotada.

Y no por Reinhard Van Astrea.
No por algún caballero legendario.

Sino por esa cosa.

Un ser desconocido, una criatura sin historia ni contexto, que había derribado a la Cazadora de entrañas como si no fuera más que una molestia. Roswaal entrecerró los ojos. Su lengua rozó apenas sus dientes.
Sí, era definitivamente una amenaza.

Pero también era una pieza.

Una pieza interesante.
Inesperada.
Peligrosa.

Y, quizás, utilizable… si sabía cómo moverla.

—Ram — dijo de pronto, girando la cabeza lentamente hacia ella —. Vigila de cerca a nuestro amigo de acero. Discretamente. No quiero sorpresas desagradables antes de tiempo. Y, por supuesto… todo sea por la seguridad de Emilia-sama — añadió con una sonrisa ladeada que no tocaba sus ojos.

—Entendido, Roswaal-sama — respondió Ram sin cuestionarlo. Dio media vuelta y salió, dejando la habitación sumida en su peculiar silencio opresivo.

El conde permaneció solo.

Los candelabros parpadeaban con llamas pálidas, como si temieran iluminar más de la cuenta. Roswaal cerró el libro lentamente, como quien guarda una reliquia prohibida, y apoyó la barbilla sobre sus manos cruzadas.

—Un intruso que el libro no menciona… o no puede ver — susurró.

La idea le fascinaba. Le aterraba.

Un forastero sin destino escrito… que podía alterar el suyo.

Eso no podía permitirse.

Si V1 se interponía en el camino hacia ella, hacia su maestra, su deseo, su razón de existir…

Entonces lo eliminaría.

Sin vacilar.

Como una hoja arranca una flor del tallo.
Como un rayo borra el cielo.


Todo sea por ella.

 


 

V1 observaba en completo silencio el rostro dormido del chico de ojos desagradables. El sujeto resoplaba, la boca entreabierta y una línea de saliva cayendo lentamente por la comisura de sus labios, como si la dignidad humana hubiera abandonado su cuerpo durante el sueño. De vez en cuando soltaba pequeños ruidos que no podía catalogar como ronquidos, gruñidos o simplemente murmullos sin sentido.

Durante toda la noche, el autómata se había dedicado a explorar la mansión tras el incidente con la maníaca del cabello azul. Por fortuna, no volvió a cruzarse con ella. No sabía si fue él quien la evitó instintivamente o si fue ella quien decidió mantenerse alejada, pero realmente no le importaba. Solo necesitaba memorizar la estructura de esta prisión de madera pintoresca y esperar el siguiente paso.

Y así, eventualmente, volvió a la habitación que compartía con el durmiente para verificar si había muerto en su sueño.

El chico seguía con vida.

Que bien, yipi.

Ahora, con los primeros rayos del sol colándose por la ventana, V1 se encontraba observándolo aún, como si intentara descifrar qué clase de criatura podía dormir de esa manera.

—Nooo… mamá, no quiero levantarme… dos horas más… zzzZ… — murmuró Subaru entre balbuceos, girando lentamente sobre la cama, abrazando la almohada con más afecto del que mostraba por su entorno.

V1, con el mismo enfoque que usaría para empujar un objeto defectuoso, extendió un dedo metálico y lo presionó dos veces sobre la frente de Subaru.

Nada.

Intentó una vez más.

Y otra.

Y otra.

Y otra.

Y en un mal cálculo, justo cuando el chico giró, su nariz terminó directamente en el camino de los dedos metálicos. El contacto fue inmediato y profundo.

¡SCHLK!

Dos fríos dedos de acero se hundieron en los orificios nasales de Subaru como si intentaran activarlo manualmente.

El resultado fue inmediato.

—¡¿GUAAAHHH?! ¡¿QUÉ DEMONIOS?! ¡SAL DE MI CEREBRO! — gritó Subaru mientras se retorcía como un pez fuera del agua, intentando despegarse de los dedos invasores. Su nariz parecía haber sufrido una emboscada quirúrgica.

V1, más sorprendido que avergonzado (aunque su lenguaje corporal simulaba algo muy parecido a la vergüenza), intentó levantar la mano... pero su reacción terminó arrastrando también la cabeza —y el cuerpo entero— de Subaru en el proceso.

CRASH.

Subaru, ahora atrapado entre los dedos de la muerte, gritaba como si estuviera siendo abducido por una entidad extraterrestre. V1 soltó la mano al instante y el chico cayó de la cama como un saco de patatas, aterrizando en el suelo con un sonoro golpe y una nueva serie de quejas.

—¡¿Qué te pasa, idiota?! ¡Eso fue una agresión! ¡Una invasión nasal de nivel militar! ¡Voy a necesitar terapia después de esto! — gritó Subaru mientras se sujetaba la nariz con ambas manos, ojos llenos de lágrimas.

V1, mientras tanto, dio un paso atrás, como si analizara si volver a intentar apagar al humano metiendo los dedos en las orejas sería más efectivo.

Tras varios segundos de caos, resoplidos, y amenazas juradas por parte de Subaru, la habitación volvió a calmarse… a duras penas.

—Nunca más vuelvas a hacer eso. ¡Perfectamente podrías haberme agrandado los orificios de la nariz! —gruñó Subaru, sobándose con ambas manos mientras hacía una mueca de dolor, sus ojos aún llorosos por el ataque matutino inesperado.

Se detuvo un momento, notando por fin los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana.

—Y aún es temprano... —murmuró con fastidio, entrecerrando los ojos—. ¿Por qué me despertaste, Altair? —preguntó, forzando el ceño y tratando de sonar menos irritado de lo que realmente estaba.

Para su sorpresa, V1 no respondió con una de sus miradas vacías o un simple movimiento mecánico. En cambio, con un movimiento perfectamente fluido, sacó de detrás de su espalda una libreta pequeña y un lápiz que no tenía idea de dónde había conseguido.

Subaru parpadeó.

—¿De dónde... sacaste eso? —preguntó, apuntándolo con un dedo, completamente desconcertado.

El autómata ya estaba escribiendo a una velocidad que dejaba el lápiz chillando contra el papel. Luego, sin dramatismo alguno, giró la libreta y le mostró al chico lo que había escrito con trazos limpios y nítidos en japonés perfecto:

[Por ahí. Y respecto a tu primera pregunta… sinceramente, no quería ser el único que se aburriera. Así que extendí mi sufrimiento hacia ti. De nada, por cierto.]

Subaru lo leyó en silencio, al principio sorprendido. No esperaba encontrarse con japonés en este mundo, aunque... tenía sentido. Si V1 era de otro mundo —suponía que sí, porque ¿qué más iba a ser?—, entonces podía venir del mismo lugar que él o de alguno similar. Fuera como fuera, esto al menos facilitaba la comunicación.

Cinco segundos después, la sorpresa en su rostro fue reemplazada por pura indignación.

—¡¿Y sólo por eso me metiste tus dedos en la nariz?! ¡¿Por aburrimiento?!

V1 respondió con calma. Rápidamente escribió otra línea y la giró hacia Subaru:

[...Eso fue un accidente, a decir verdad.
Pero no me arrepiento.
Fue gracioso.]

—¡¿"Gracioso"?! ¿¡Eres una especie de psicópata metálico!? —espetó Subaru, levantándose del suelo todavía sobándose la nariz, que seguía enrojecida como si hubiera peleado con un enjambre de abejas diminutas.

V1 bajó la libreta, inclinó levemente la cabeza y, si tuviera cejas, probablemente habría alzado una con diversión.

Subaru suspiró y se dejó caer de espaldas sobre la cama, mirando el techo.

—Genial... ¿Qué sigue? ¿Una ardilla parlante con un cuchillo?

V1 se limitó a anotar algo más en la libreta, y la levantó con calma:

[Eso suena entretenido, Avísame si ves una.]

—Ugh... —Subaru se giró boca abajo, enterrando la cara en la almohada para gritar contra el tejido—. ¡¡¡ESTO NO ES LA EXPERIENCIA ISEKAI QUE ESPERABA!!!

V1 simplemente se sentó sobre la silla más cercana, cruzando los brazos metálicos mientras veía al chico gritar de manera exagerada.

Dos minutos después, ambos caminaban por los largos pasillos de la mansión, con pasos que resonaban sobre los pisos perfectamente pulidos. Para su mala fortuna —al menos desde la perspectiva de V1—, terminaron entrando en el mismo pasillo maldito que el autómata había explorado la noche anterior.

V1 se detuvo abruptamente, señalando con un dedo afilado el corredor con una tensión casi paranoica.

—[Ese pasillo es una anomalía. Cíclico, posiblemente mágico.] —escribió rápidamente en su libreta y se la mostró a Subaru.

—¿Qué? ¿Una trampa? ¿Y por qué no mencionaste aquello? —protestó Subaru.

—[Culpa compartida. Tú tomaste la delantera.] —respondió el autómata, completamente impasible.

Lo que los llevaba a su situación actual.

—¡Debe ser esta puerta! —exclamó Subaru con una mezcla de esperanza y positividad, girando el picaporte con energía.

Apenas abrió la puerta, una corriente de aire lo golpeó de frente cuando V1, sin perder un segundo, se lanzó con velocidad supersónica hacia el interior de la habitación. Un rugido metálico de venganza escapó de sus parlantes.

—¡¡¡SUELTA LAS COLETAS DE BETTY AHORA MISMO!!!

El sonido de un estruendo seguido de gritos femeninos alarmó a Subaru, que dio un paso atrás.

V1 no iba a mentirse a sí mismo: durante su exploración nocturna, había intentado por todos los medios encontrar esa extraña biblioteca imposible. Su razón, además de la curiosidad, era la sed de revancha. Aquella niña maniaca lo había lanzado por una ventana sin provocación aparente. Y ahora, finalmente, había encontrado su escondite.

Subaru asomó con cautela, sólo para ver cómo V1 flotaba en el aire por un momento, antes de ser lanzado violentamente hacia la misma ventana… otra vez.

Un grito escapó de sus labios. Totalmente masculino. Sin ningún tono agudo. De verdad.

—¡¡Aaaah!! —chilló mientras se tiraba al suelo, esquivando por centímetros el cuerpo volador del autómata, que atravesó el marco de la ventana como una bala de cañón.

Dentro de la habitación, una niña vestida de rosa y cabello rubio en coletas se estaba acomodando tranquilamente el peinado. Sus ojos con forma de mariposa brillaban con orgullo.

—Nunca antes, en más de trescientos años de existencia, le habían faltado el respeto a Betty de esta manera, de hecho —murmuró con indignación, aunque sin perder su tono monótono característico.

Luego posó la mirada sobre Subaru, escaneándolo de arriba abajo con un aire entre desconfianza y genuina curiosidad.

—¿Y tú quién podrías ser tu, supongo?

Subaru tragó saliva, sudando baldes. Aquella niña diminuta (que aparentemente tenía 300 años) había mandado a volar a V1, una mole de acero que debía pesar unos cuantos cientos de kilos. Si le lanzaba una mirada demasiado intensa, probablemente también acabaría estampado en algún lado.

—M-mi nombre es Na-Natsuki Subaru. Perdón por mi amigo, él… suele ser muy hiperactivo —balbuceó con una sonrisa nerviosa, las manos alzadas en son de paz.

Y no mentía. Si algo había aprendido durante su estadía con V1, era que el autómata era igual de caótico que una tormenta. Solo que hecha de acero y energia.

La niña —Betty, aparentemente— frunció apenas los labios, cruzando los brazos con aire altivo.

—Espero que tu amigo hiperactivo no vuelva a intentar arrancar el cabello de Betty, de hecho —dijo con tono frío, dándose media vuelta y caminando hacia una estantería que no estaba ahí segundos antes.

Subaru, aún temblando, sólo pudo asentir y salir de la biblioteca.

Subaru suspiró antes de caminar hacia la ventana. Para su confusión, no había vidrios rotos. Asomó ligeramente la cabeza.

—Altair, ¿estás bien? —preguntó, buscando con la mirada el lugar donde había caído el robot.

Solo para sentir, de pronto, una mano posándose en su hombro.

—¡AHH!

—[¿Por qué gritas?] — apareció el texto en la libreta que el robot sostenía frente a él.

—¿¡Por qué grito!? ¡Tú deja de aparecerte así, eventualmente me darás un paro cardiaco!

—[Tampoco exageres] —

V1 comenzó a caminar hacia la puerta por la que había salido disparado. Aún no se había vengado adecuadamente. Su procesador no olvidaba.

Subaru, para la absoluta molestia de la GoPro azul, se interpuso en su camino con los brazos en jarras.

—¿Qué intentas hacer? —preguntó con la clase de sospecha que se reserva para los niños muy callados o los robots que acaban de ser eyectados por una ventana.

El autómata comenzó a escribir en su cuaderno con una furia casi artística. Al terminar, se detuvo, sacó un borrador de su espalda—Subaru ni siquiera preguntó por qué tenía uno ahí—y lo pasó por el papel con velocidad alarmante. Luego le mostró la libreta.

—[Elogiar a esa adorable niña por su sorprendente lanzamiento] —

Subaru juró que había leído sarcasmo en ese texto. No sabía cómo, pero estaba ahí. Impreso con tinta pura y pasivo-agresiva.

Al lado del mensaje, apenas visible por el borrado apurado, alcanzaba a leerse algo como:

"asegurarme de dejar calva a esa mocosa rubia".

—Mira, sé que no es bonito que te lancen por una ventana, pero no puedes alegar mucho después de todo, ¡tú le tiraste el cabello a esa pobre niña! Además... esa niña puede que sea…

Ay no.

—Mierda… puede que esa sea la hija del dueño de esta mansión —dijo Subaru, ahora visiblemente pálido.

La razón era simple: Subaru había consumido suficiente anime, manga y novelas ligeras como para saber cómo funcionaban los nobles en estos mundos. Si alguien siquiera tocaba a un aristócrata con el pensamiento, le caía la ley como si la hubieran escrito con un hacha.

—¡Coño, Altair! ¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamó, agarrándose la cabeza.

—[Cuando aún estabas dormido me lanzó por la ventana de la nada. Lo que hice fue una venganza bien merecida. Aún incompleta.] —

—Si nos mandan a la guillotina es totalmente tu culpa…

V1 se limitó a encogerse de hombros. O al menos, eso intentó. Sus hombros hicieron un leve clic, como si sus servos aún no comprendieran del todo el lenguaje corporal humano.

Después de ese pequeño incidente, ambos regresaron a la habitación.

Subaru estaba sentado en la cama, brazos cruzados, mirando al techo como si esperara que algo interesante ocurriera allá arriba. V1 permanecía apoyado contra la pared como si estuviera en huelga de movimiento.

Para Subaru, el aburrimiento lo estaba matando. No sabía exactamente qué hacer, y su único compañero de cuarto era más útil como cámara de seguridad que como compañía. Además, las consecuencias de su horario de sueño irregular finalmente habían venido a cobrar factura.

Sus párpados pesaban como si estuvieran hechos de plomo. Cada tanto, dejaba escapar un bostezo, estiraba los brazos, y luego miraba al robot como esperando que hiciera algo.

Nada.

Ya resignado, lo miró con cansancio.

—Ugh, ¿sabes qué? Me volveré a dormir…

—[¿Qué? No planeas dejarme solo así como así, ¿verdad?] —

El chico de ojos malvados se quedó viéndolo unos segundos sin decir nada. Luego, con lentitud, se metió bajo las sábanas.

V1 se quedo mirando a la oruga humana que ahora era subaru.

..

.

‘Hijo de puta’

 


 

La verdad era que Subaru no había podido dormir.

¿Cómo podría?

Su cerebro apenas alcanzaba a procesar todo lo que había ocurrido. Ayer, su vida entera había sido arrancada de raíz.

Primero fue isekai’d de la nada, sin advertencias, sin luces divinas ni profecías grandilocuentes. Solo un salto abrupto, sin motivo ni sentido. Luego, fue asaltado en un callejón mugroso como si el universo estuviera apurado por mostrarle cuán poca importancia tenía su vida. Y justo cuando pensó que todo había acabado, fue salvado. Por un robot. Una máquina.

Luego conoció a una chica. Una semielfa hermosa, amable… Y tan fuera de su alcance que dolía mirarla por mucho tiempo.

Aun en un ambiente hostil, ella había extendido una mano hacia él. Una mano temblorosa, escondida tras una fachada de hielo. Pero Subaru había visto el fuego detrás de esos ojos. Había sentido su bondad, aunque ella intentara enterrarla bajo capas de indiferencia. Y eso… eso lo había desarmado por completo.

¿Quién demonios arriesga su seguridad por alguien como él?

Nadie.

Nadie en su mundo, al menos.

Y por eso creyó que debía devolver el gesto. Que podía hacer algo. Que por una vez en su miserable vida, podría ser útil. Pero no lo fue.
La verdad lo golpeó con fuerza.

No fue útil.

Altair hizo el trabajo sucio. Altair fue el escudo, la espada y el grito en medio del caos. Subaru fue... ruido de fondo. Una sombra pálida que apenas se mantenía de pie mientras los demás actuaban.

Emilia había seguido al robot, había ayudado a las víctimas, había tomado decisiones.

Y él…

Él había estado ahí, temblando, parpadeando como un idiota.

Ni siquiera sabía si sus palabras habían significado algo. Si su presencia había tenido algún efecto en absoluto. Probablemente no. Probablemente habría sido mejor si se hubiera quedado tirado en el suelo.

La verdad era simple:

No era el protagonista.
Ni siquiera un secundario importante.
Era un bulto de carne con cara triste.

Y lo peor era que ya lo sabía.

Lo supo desde antes de llegar a este mundo.

Desde mucho antes.

Porque Natsuki Subaru era el mismo fracaso que siempre había sido.
 

Un cobarde.
 

Un parásito.
 

Un niño grande que se escondía tras excusas baratas y fantasías prestadas para no enfrentar su realidad.

Alguien que fingía cinismo para tapar la vergüenza.

Que usaba el humor como una venda para su mediocridad.

Un NEET encerrado en su cuarto con montañas de mangas sin leer y figuras de acción acumulando polvo. Un hijo que no pudo levantar la mirada cuando su padre le preguntó si quería salir a correr otra vez. Un chico que ignoró los platos fríos de su madre por vergüenza de sí mismo.

Un inútil y un espectador de su propia miseria.

Subaru apretó los dientes, sintiendo cómo una humedad ardiente empezaba a subirle por los ojos.

Se revolvió bajo las sábanas, dándose la vuelta, pero el colchón no era lo que le dolía. Era su propio reflejo, latiendo en cada rincón de su mente, recordándole que no importaba que: Siempre seguía siendo él. 

El mismo inútil de siempre.

Y tal vez —solo tal vez—, este mundo tampoco era una segunda oportunidad.
Tal vez solo era otra prueba más de que no merecía ninguna.

Solo podía ilusionarse de que no fuera así, que algún día se volvería útil. un héroe. espero que fuera el comienzo de algo bueno mientras dejaba que el sueño volviera a consumirlo.




























Notes:

Perdon si la escritura es perezosa y el capitulo algo corto, he estado ocupado con los estudios espero que puedan perdonarme.

Chapter 4: Servidor de discord Hispanohablante

Summary:

No es un capitulo me disculpo si estabas emocionado :(

Chapter Text

Hola buenas tardes días o noches, espero que se encuentren bien. primero que todo entrego una disculpa por la demora del próximo capitulo y segundo vengo a presentar un servidor.

La cueva de Od Laguna.

En este servidor podrán recibir adelantos, compartir ideas o fanfics escritos por ustedes y arte. Creo este servidor debido a la gran ausencia de servidores habla hispana de fanfics de re:zero. Espero que se unan y disfruten de su estadía :)

https://discord.gg/yGJyQtUJvP

 

 

Notes:

One-shot. si recibe apoyo tal vez lo siga escribiendo a menos que alguien quiera tomar la idea, en ese caso siéntete libre de usarla.