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Spy in his lab (and his heart)

Summary:

Robotnik estaba cansado que Walters enviara agentes a su laboratorio con la excusa de que necesitaba un asistente cuando, la realidad es que quería tenerlo controlado. Incluso cuando los echaban, seguían viniendo. Está vez era diferente pues había un agente que había llamado su atención.

Stone, un espía infiltrado, estaba decidido a cumplir con su último golpe: robar y matar a Robotnik. ¿Qué podría salir mal?

O

AU! Stobotnik donde Stone es un espía que consigue infiltrarse en el laboratorio de Robotnik, empiezan a convivir y a poner en prueba sus lealtades.

Notes:

¡Hola a todos! Aquí Garza que, tras leer 63826373 fanfics de nuestros old man toxics gay favoritos, se ha dignado a escribir uno.

No es broma que es el primer fanfics que escribo en años y el primero que de verdad termino. Lo que iba a hacer un one-shot cortito ha acabado siendo más de 19k de palabra y con pensamientos de hacer una segunda parte donde metería el +18

Sé que no hay muchos fanfics en español pero espero que le deis una oportunidad y os guste. Cualquier cosa a mejorar, siempre es bienvenido. (⁠.⁠ ⁠❛⁠ ⁠ᴗ⁠ ⁠❛⁠.⁠)

PD: si me ha fallado algún HT o recomendación, también bienvenido.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Acto 1. La calma antes de la tempestad.

 

La sonata n°14 “Moonlight” de Beethoven sonaba con fuerza por todo el laboratorio. El dueño de dicho lugar estaba sentado frente a los monitores, con los brazos apoyados en el escritorio y manos entrelazadas. Observaba atentamente una de las pantallas que grababa en exterior, viendo con una mirada de cazador a sus próximas presas: nuevos e inocentes agentes. Un grupo variopinto en el que había un poco de cada, con la ingenua esperanza de que algunos de ellos pudieran encajar en su territorio.

 

Solo bastó un movimiento en su mano enguantada para hackear el sistema y obtener todos los informes de los nuevos agentes sin censura, no como se lo enviaba Walters para no ir en contra de Recursos Humanos y su estúpida política de privacidad. Bah, como si eso fuera realmente importante aquí. Su laboratorio, sus normas. Y lo podrán llamar maniático pero no sería la primera vez que se cuela un espía y tenía que encargarse personalmente de él.

 

Uno de sus badniks creó una imagen tridimensional para enseñar los informes, pasando rápidamente entre ellos y dándole igual que esos mismos agentes estaban fuera esperando desde hace más de una hora. Hubo una ficha en la que se paró por más de un minuto, levantándose incluso para acercarse más al holograma.

 

Nombre: Aban Stone.

Nacionalidad: Libanés

Edad: 40 años.

 

Aparentemente, en su ficha no había nada destacable y es justamente ahí donde Robotnik empezó a sospechar. Todos los demás agentes que se atrevían a venir creyendo ser diferentes y mejores tenían a sus espaldas logros “importantes” pero ese tal Aban no. Un par de logros de cuando estuvo en el ejército, se fue y hace tres años que entró en la agencia por su cualidades. Nota mental: no quitarle la vista a Aban Stone. Con una sonrisa maliciosa, giró sus talones haciendo que su capa se moviera de forma teatral y caminó hasta la salida; ya era hora de saludar a sus nuevos y efímeros agentes.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Aban Stone estaba totalmente quieto, ajeno al nerviosismo que empezaba a cundir entre sus nuevos compañeros y no era para menos. Habían sido citados a la salida del laboratorio a las 7 de la mañana y con un rápido movimiento en sus ojos, vio la hora en su reloj: 8:25 de la mañana. Soltó un suave suspiró y miró la entrada del laboratorio, si ha esperado más de tres años para estar aquí, por unas horas no sé iba a impacientar. Era el último movimiento y su trabajo más largo hasta la fecha. “Entrar, ganarse la confianza del doctor, robar los planos y matarlo”. A simple vista podría parecer sencillo pero sabía que no lo era. Su equipo había intentado múltiples veces hacerse con la tecnología del doctor pero todos acabaron en fracaso. Este era el último movimiento, el que, si lo conseguía, se acabaría todos estos trabajos y al fin podría descansar; infiltrarse desde el interior sin llamar la atención. Un trabajo perfecto para Stone.

 

Divagando un poco sus pensamientos e ignorando las diferentes quejas y chismes de los otros agentes, escuchó como la puerta del laboratorio empezaba a abrirse con lentitud, dejando salir humo desde dentro y de ese humo emergió una figura vestida totalmente de negra que ondeaba su capa. Pura teatralidad para poner nervioso a los nuevos, supuso Stone. Él, en cambio, se quedó admirando…observando al doctor con tranquilidad, sin perder detalles a sus movimientos.

 

Por eso notó cuando movió sus dedos, fijándose entonces que sus guantes tenían diversos botones para controlar algo. De repente, unos drones redondos y blancos aparecieron ante sus ojos como si de un truco de magia fuera. ¿Cuándo se colocaron delante de ellos y en silencio? Incluso Stone no se dio cuenta pero lejos de enfadarse, se quedó admirando el dron. Era simplemente perfecto. 

 

El grito asustado que escuchó a su izquierda le hizo comprender que no todos estaban de acuerdo.

 

Acto 2. Bienvenido al infierno.

 

Si algo le gustaba Robotnik era el teatro y abordar su papel favorito, el villano. Sabía desde su niñez que el papel de protagonista, el ser aclamado y querido por todo el mundo no era para él. Todo el mundo lo odiaba y nadie quería estar con él, lo comprobó por la cantidad de veces que sus familias adoptivas lo devolvían al orfanato, así que adoptó con mucha facilidad el papel del villano. Un ser horrible, inaguantable e indeseable, que se pasaba su vida atormentando a los demás, interfiriendo en la vida del protagonista para hacerla un infierno. Un papel que no le costó mucho conseguir.

 

Por eso su sonrisa se agrandó cuando escuchó el grito asustado de uno de los agentes que estaban esperando su llegada. Accionó otro de los botones y el badnik que asustó a ese mismo agente le disparó un dardo tranquilizante en el cuello, cayendo al instante al suelo (no tenía ganas de volver a rellenar papeleo de Recursos Humanos por asesinato en su primer día).

 

— Buenos días, mis queridos agentes del mal.— dijo con una falsa amabilidad mientras dio varias palmadas. Los badniks restantes se alejaron de los agentes, colocándose junto a su creador —tú, tú y tú. —dijo señalando a tres agentes que aparentemente parecía al azar.— estáis despedidos. No me hace falta hablar con vosotros para saber qué la única neurona que tenéis la estáis usando para respirar. Y lleváos a ese de ahí.

 

Esos agentes iban a empezar a reclamar pero el pitido de unos de los badniks les hizo cerrar la boca y hacer lo que les ordenó. Los demás agentes observaron la escena con nerviosismos. La sonrisa del doctor se ensanchó hasta que se fijó en el agente que tanto había llamado su atención; la sonrisa desapareció y frunció ligeramente su ceño.

 

El agente Stone, lejos de parecer asustado o nervioso, se veía extrañamente tranquilo, hasta pudo ver un destello en sus ojos cuando el badniks pitó a los agentes. Si no fuera porque él, Ivo Robotnik, el hombre más inteligente del mundo, sabía que era un espía, podría haber visto admiración en los ojos extrañamente grandes del moreno. 

 

Desechó esos pensamientos a un lado y giró su cuerpo hacia la entrada del laboratorio. —A los que habéis pasado la prueba — giró su cuello para verlos de reojo, volviendo a su sonrisa maniática.— Bienvenido al infierno. Entrad y no me hagáis esperar que mi tiempo, a diferencia del vuestro, es invaluable.

 

Dentro del laboratorio todavía sonaba “Moonlight” y las luces estaban más tenue de lo normal, dándole al lugar un aspecto tétrico y sin vida. Robotnik iba por delante del grupo y aunque no los miraba, sabía bien el estado en el que se encontraban los agentes; los badniks no estaban solo para protegerlos sino también para monitorear las pulsaciones. Viendo cómo estaban, el propósito de todo este teatro estaba dando sus frutos: estaban asustados. Si todo esto seguía según su plan, en menos de una semana estarían todos fuera y por suerte, Walters tardaría un mes en recopilar nuevos agentes para repetir el proceso. El único que parecía tener calma era Stone pero para él tenía otros planes una vez que reconociera que es un espía.

 

Llegaron al laboratorio principal y Robotnik se colocó en su sitio, en la silla junto al escritorio principal. Una vez sentado, se cruzó de piernas y apoyó sus codos en ellas, entrelazando sus manos.

 

— Vamos a repasar las reglas de mi laboratorio, si es que vuestro cerebro del tamaño de un guisante puede digerir mis palabras.— todos los agentes, a pesar de ver algunas caras de disgustos por los insultos, se pusieron firmes.— 

 

Número 1. Os quiero aquí a todos a las 7 de la mañana, ni un minuto más. 

Número 2. Que estéis aquí no significa que tenéis permiso para todo el laboratorio. Un badnik os indicará donde podéis y donde no.

Número 3. No me molestéis.

 

Y con estás simples palabras, se giró para seguir con el plano que tenía a medias, ignorando a los agentes detrás suyo.

 

Los agentes se miraron mutuamente confusos porque, aunque bien dijo cuáles eran sus normas, no había dejado claro cuál era el trabajo que tenían que hacer. Una agente, mujer que se veía un poco más joven que el resto de sus compañeros, con cierta duda dio un paso hacia delante y carraspeó, queriendo llamar la atención del doctor.

 

— Disculpa, doctor Robotnik pero… —apenas pudo terminar de hablar cuando, sin poder reaccionar a tiempo, el doctor le lanzó un vaso con café sobrante, haciendo que esa agente se mojara entera. La mujer solo parpadeó, sin esperarse un ataque de ese estilo.

 

— ¿Es que vuestra inteligencia no es capaz de retener unas simples normas que hasta un infante de 3 años entendería? —murmuró Robotnik mientras se levantaba y se dirigía a la mujer que habló, la cual estaba entre un estado de shock y ansiedad— 

 

— Es…solo…que hacer. —apenas pudo conectar palabras para crear una frase coherente, temblando cuando Robotnik empezó a acercarse a ella.

 

Robotnik quiso acercarse a ella pero un movimiento a su derecha le llamó la atención. El agente Stone sacó de su chaqueta interior un pañuelo y se acercó a ellos. La mujer pensó que era para ella y relajándose un poco antes ese acto de caballerosidad, estiró la mano para coger el pañuelo cuando de repente, desapareció de su vista. El doctor bajó la vista, sorprendiéndose de que Stone empezara a limpiar las gotas de café del suelo con su pañuelo, justo donde él se iba a colocar. Lo hizo en silencio, con movimientos suaves y lentos, sin querer llamar la atención (aunque consiguió lo contrario) y una vez que terminó, volvió a colocarse en su sitio como si nada hubiera pasado.

 

Por unos instantes, se le olvidó lo que quería decirle a la mujer. La repentina acción del agente lo descolocó; no es la primera vez que tira un vaso con líquido a alguien y manchaba el suelo pero sí es la primera vez que alguien tenía el descaro de limpiar el suelo donde él iba a pisar como si le importara que se manchara. Con un “Humpf” se apartó de los agentes y volvió a su sitio, dándole las espaldas de nuevo.

 

— Ya os habrán dado alguna información los ineptos del departamento sobre el trabajo que tenéis que hacer así que shuf shuf.— con sus manos hizo el gesto de que se fueran y no dijo nada más.

 

Esta vez los agentes no hicieron ni el intento de molestar. Con pasos rápidos y silenciosos, huyeron del laboratorio y cuando salieron todos, las puertas se cerraron. En ese momento, la agente no pudo aguantar más y se echó a llorar, saliendo del lugar. Habían sido 8 agentes los que llegaron y en menos de 2 horas, quedaban 3 nada más. Los supervivientes se miraron unos a otros sin saber muy bien qué hacer, con la música aún resonando por todo el pasillo. Ese silencio digno de una película de terror se rompió cuando un badnik apareció antes ellos para indicarle el camino hacia las diferentes habitaciones del laboratorio.

 

Stone conocía el laboratorio como la palma de su mano gracias a mapas filtrados por otros espías y se dio cuenta, siguiendo al badnik, que había habitaciones que parecían que no existían. Eso, o estaban escondidas tras paredes falsas. Fuera lo que fuera, lo averiguaría tarde o temprano. Y esperaba más temprano que tarde viendo la reacción del doctor, el cual claramente se veía que no los quería ahí y estaba haciendo lo posible para echarlos. 

 

Con solo recordar al doctor, el agente se llevó una mano a su cara para pellizcarse el puente de la nariz. Si su misión era pasar desapercibido para robar los planos, ¿cómo es que se le ocurrió la fantástica idea de ser el único en moverse para limpiar el suelo? ¡Robotnik se había fijado en él! Pero saber que iba a pisar el café del suelo, manchando sus zapatos impolutos y por consiguiente, el laboratorio… “oh, vamos Stone. Es tu misión, deja de preocuparte por él”, se regañó a sí mismo y miró a su alrededor. Habían llegado a la sala de descanso, el final del recorrido del badnik.

 

— Espero que os haya gustado el recorrido.— dejó de sonar la voz robótica del badnik para dejar paso a la voz del doctor.— y bienvenidos de nuevo al infierno.

 

Acto 3. Primeros roces.

 

Primer día de trabajo superado.

 

Stone llegó a su apartamento y directamente se tiró en la cama, alzando los brazos lo suficiente para poder ver la hora en su reloj. 21:49. Lanzó un suspiro cansado y por mucho que quería quedarse en la cama, se tuvo que levantar. Su equipo estaban ansiosos por el informe de su primer día de trabajo como asistente de Robotnik. Con mucho pesar, recogió el portátil de su mesita de noche y caminó hasta el salón, sentándose en la mesa para empezar a escribir. Una vez abierto el bloq de notas, empezó a hacer memoría de lo ocurrido ese día.

 

“Cuando la ruta terminó y el badnik se fue, los agentes supervivientes se miraron unos a otros sin saber bien cómo proceder. El trabajo asignado era el de ser asistente del doctor Ivo Robotnik y ayudarle en lo que fuera necesario pero si él no necesitaba ayuda, ¿qué tenían que hacer? Y no es que tuvieran los ánimos de querer volver, temiendo convertirse en el objeto de la furia del doctor.

 

Stone, lejos de sentirse intimidado, volvió a sus pasos para dirigirse de nuevo al laboratorio principal y volvió a entrar. Vio que Robotnik ni se dignó a girarse para ver quien era el que entró y con pasos silenciosos, se colocó en una pared próxima al doctor aunque con distancia suficiente para que su presencia no molestara. Un trabajo que aparentemente podría parecer aburrido pero para Stone era perfecto, ¿qué mejor forma aprender sobre Robotnik que estando cerca suya, observándolo trabajar? Y por más que quisiera negarlo, desde el momento que lo vio sintió una extraña y genuina fascinación por el doctor; la forma de moverse, de hablar, cómo manejaba las herramientas en su dron y hacía apuntes. No había dudas, no había vacilación. Era como si el mundo girara en torno a su figura.

 

No supo cuánto tiempo estuvo cavilando hasta que Robotnik se levantó de su asiento y caminó hacia él, con las manos en su espalda. Stone no pudo apartar la mirada ni aunque quisiera, sintiéndose extrañamente atraído.

 

— Eres, cuanto menos, intrigante. ¿Por qué aceptaste este trabajo? — preguntó directamente Robotnik una vez se quedó a escasos centímetros del agente.

 

Parpadeó varias veces porque lo último que esperó fue que el propio doctor entablara conversación con él. Aun así, supo responder casi al instante. — Su trabajo es espléndido, doctor. Es conocido por todos por la grandeza de su tecnología y es un orgullo poder estar presente en todo el proceso.

 

Vaya…eso sonó sincero. Tan sincero que sorprendió al propio Stone y esperó que no se notara en su rostro neutral. Robotnik en cambio se quedó callado durante unos segundos, procesando las palabras del agente y sin previo aviso, agarró su mandíbula con fuerza, clavando sus dedos en la piel ajena.

 

— Que adulador… — susurró tan cerca que podía sentir el aliento del doctor en su piel. — ¿Y crees que eso es suficiente como para servirme? — sus dedos empezaron a acariciar las mejillas del agente y apenas pudo reprimir el creciente escalofrío en su espalda. — La mente humana no es capaz de asimilar la magnificencia de mi tecnología, ¿y tú te crees capaz de seguirme, con tu cerebro lleno de serrín?

 

— Su tecnología está por encima de cualquier saber humano, no creo que nadie sea capaz de seguir su razonamiento pero… — tuvo que callarse durante unos segundos cuando la presión en su mejilla bajó hasta su cuello.— ahora mismo soy su asistente y haré lo que sea para ayudarle en su propósito.

 

— Adulador y descarado. — apretó con fuerza el agarre en su cuello, como si esperara alguna reacción del agente. Cuando lo vio quieto, sin forcejear aunque se veía claramente que empezaba a quedarse sin aire, lo soltó. — A partir de ahora le quiero siempre aquí, a mi lado hasta que yo ordene lo contrario. Veremos si eres tan capaz como crees, adulador. 

 

Robotnik volvió a su escritorio y como si nada hubiera pasado, siguió con su trabajo. Stone dejó escapar un suave suspiro cuando recuperó su espacio personal y siguiendo las órdenes del doctor, enderezó su cuerpo y se quedó quieto en su sitio.”

 

Stone lanzó un quejido al aire mientras llevaba sus manos a la cabeza, encorvándose sobre la silla. ¿Qué diría en su informe? “Robotnik abusó de mí después de decir lo que probablemente sea lo más sincero que he dicho en mi vida y si lo repetía, no me quejaría” sería lo mismo que decir que habría fracasado como espía. Se cancelaría el trabajo y a la mierda los tres años aguantando tonterías en GUNs. No, tenía que pensar en otra cosa para escribir.

 

De repente, empezó a reír.

 

“Durante las siguientes horas transcurrieron tranquilas, con Stone observando en silencio como el doctor trabaja en diferentes trabajos a la vez como si eso fuera lo más natural del mundo. Cuando pasó lo que era el tiempo de descanso, los demás agentes se unieron a él en silencio para no perturbar la tranquilidad del momento.

 

Tranquilidad que duró poco.

 

De repente, Robotnik lanzó un grito de enfado y sin importarle la seguridad de los agentes, lanzó por ahí una llave inglesa (por suerte, esta vez no le dio a nadie). El ruido del metal chocando contra las paredes del laboratorio resonaron por toda la sala, creando tensión en los agentes. La primera idea de Stone fue ir a recoger la llave inglesa para entregárselo pero algo en la actitud de Robotnik le recordó a un volcán aparentemente durmiente; al más mínimo movimiento en falso, explotaría. Al parecer, no todos tenían el mismo entendimiento sobre la situación que él, ya que uno de los agentes sí que se movió para recoger la llave inglesa y con pasos indecisos, se acercó al doctor.

 

Con tanta lentitud que parecía que se movía a cámara lenta, Robotnik giró su silla hasta quedar en frente de ese agente con sus dedos tamborileando entre ellos. El agente se dio cuenta del grave error que había cometido demasiado tarde y sin poder retroceder, extendió la llave inglesa hacia el doctor. Robotnik aceptó la llave inglesa y sin moverse, giró su cuello para ver el dron con el que estaba trasteando.

 

— Agente Nelson, ¿no? —el agente simplemente asintió con la cabeza, temiendo mucho por su integridad física. — Quiero que mires esta preciosura atentamente y me digas, ¿sabrías cómo repararla?

 

— N-no, señor.

 

— Por supuesto que no.

 

Y silencio. Cualquiera pensaría que se quedaría ahí la cosa y ese agente Nelson podría retirarse pero Stone sabía lo que iba a pasar. No es que fuera adivino, solo observador: incluso tras las capas de ropa que llevaba Robotnik, podía ver la reciente tensión que se estaba acumulando en sus músculos, signos claro de la explosión que iba a ocurrir inevitablemente.

 

El volcán finalmente se activó.

 

Sin previo aviso y con un movimiento rápido, Robotnik giró la llave inglesa en su mano hacia arriba y golpeó con fuerza la mandíbula del agente. Este gritó de dolor, llevándose las manos a la zona dolorida y el doctor aprovechó para dar otro golpe con la llave inglesa en el estómago, consiguiendo que el agente se doblara de dolor. En ese momento, se levantó de la silla y bajó la mano que cargaba el objeto con fuerza hacia la cabeza ajena, parando el golpe justo antes de asestar el golpe de gracia.

 

— ¿Y tú fuiste elegido para ser MI asistente? No eres más que un intento de ser humano incapaz de hilar más de dos pensamientos juntos sin sobrecalentarse. No mereces ni llamarte humano y compararte con un animal sería insultarlos. —con el objeto en sus manos, pasó de su cabeza hasta su mejilla, dejando que sintiera el frío del metal. —No sirves para nada. Incluso si quisiera exprimir cualquier signo de inteligencia de tu cerebro, lo único que haría es perder el tiempo. Y aun así, la suerte está para los más tontos. Dale las gracias a Recursos Humanos y su estúpido papeleo sobre los derechos de los trabajador porque si fuera por mi… —con la llave inglesa, alzó la barbilla adolorida del agente. —ahora mismo tus seres queridos intentarían reconocer tu cadáver.

 

Todo aquel con sentido común estaría temblando de miedo ante la declaración de Robotnik. Incluso el agente más capacitado estaría temeroso, como el agente que estaba a su lado viendo la escena y no luchando con todas su fuerza para no sonreír como le ocurría a Stone. El doctor era simplemente imparable y se encontró a sí mismo fascinado. Algo en él estaba mal pero, ¿sinceramente? Le daba igual.

 

— Y vosotros, seres inferiores. —habló con un tono amenazador, girandose ahora para encarar a los dos agentes restantes— Como he comprobado que no sois capaces de pensar por vosotros mismos, me veo en la obligación de hacerlo.

 

Como si la agresión hacia el agente Nelson no hubiera pasado y con Robotnik claramente más tranquilo, empezó a organizar el trabajo. Cuando llegó el turno de Stone, fue un simple “tú te quedas aquí" para luego proseguir. Bueno, al menos consiguió su primer objetivo: estar al lado del doctor Ivo Robotnik.”

 

Sí, podría empezar por ahí. No pasaba nada si omitía información si con eso conseguía dar a entender que el primer día fue un éxito y podría seguir, ¿no?

 

Acto 4. Espía o no espía, esa es la cuestión.

 

Como Cenicienta al dar las 12 de medianoche, el agente que sobrevivió al día huyó del laboratorio cuando terminó su jornada laboral. Menos Stone, el cual se mantuvo durante un par de horas más para no perderle de vista; estúpida directora de Recursos Humanos que le prohibió bajo amenaza de quitarle parte de financiación si mandaba un badnik más para espiar a un trabajador las 24 horas. Aun así, tuvo que despedirlo a las pocas horas porque tampoco le apetecía rellenar papeleo para explicar el motivo del por qué hizo que un agente echara horas extras. Nunca les creían, por eso siempre tomaba la justicia por su cuenta.

 

Una vez se quedó solo, relajó su cuerpo y echó para atrás su silla para quedarse medio tumbado con una sonrisa en su rostro. Superó su anterior récord de echar a 6 agentes en menos de 24 horas. De 8 agentes, sólo quedaban 2 para poder quedarse a solas con Stone y entonces…

 

Apretó sus labios antes de volver a enderezarse en la silla, volviendo a sacar el informe que tenía de Stone y mirar su foto fijamente. Por un momento, una pequeña pizca de duda le asaltó, ¿y si no fuera un espía? —Oh, vamos Robotnik. ¿En serio te vas a dejar engañar por sus estúpidos y grandes ojos sinceros? —masculló en voz alta mientras su mente privilegiada de una memoría sin igual reproducía con exactitud su conversación con Stone. 

 

Está acostumbrado a recibir elogios por su inteligencia y su tecnología pero hasta un sordo sabría que eran todos falsos; son sólo intentos inútiles para caer en gracia y así conseguir al menos una centésima parte de su tecnología. Y Robotnik odiaba a todos esos elogiadores sin personalidad. 

 

Se encorvó en su escritorio, acogiendo en sus manos el dron que estaba arreglando ese día. —Espía o no, esa es la cuestión. —Imitó a la perfección la obra de Shakespeare “Hamlet”. —Todavía es muy pronto para decidir.

 

Aunque nunca aceptará que en su interior, muy muy en su interior, quería fallar.

 

Acto 5. Primer día de trabajo.

 

Stone se pasó las manos por la cara mientras entraba por las puertas del laboratorio, sin querer mirar el reloj aunque sabía la hora: 6 de la mañana. Tuvo exactamente 15 minutos para prepararse cuando recibió el mensaje media hora antes, ¡ni siquiera pudo para a desayunar o tomar un simple café! ¿Por qué lo había llamado tan temprano?

 

Cuando entró en el laboratorio se encontró al doctor donde lo vio la última vez, en la silla frente al escritorio y Stone no supo si había pasado toda la noche ahí. Robotnik se giró para ver al agente, frunciendo el ceño.

 

— Puntual como tiene que ser y vete acostumbrando porque puede pasar más veces. Es lo que tiene ser MI asistente. — dijo Robotnik con una sonrisa divertida en su rostro, mirando atentamente al rostro del agente. Estaba claro que esperaba la más mínima reacción.

 

Pero Stone supo enseguida que era un intento vano de buscar algún signo de malestar y Stone no iba a caer. Con simpleza dijo “como ordenéis, doctor” mientras sonreía y se colocaba en lo que se convirtió en su sitio. El doctor siguió con la mirada al agente, apretando sus labios haciendo que su bigote perfectamente rizado se moviera como si estuviera planeando su siguiente paso.

 

— Ya que estás por la labor de obedecer, ¡ve y tráeme un café con leche! Venga, shuf shuf. — echó a Stone con un gesto con las manos.— O serás culpable de que no termine a tiempo con mi nuevo proyecto.

 

Con un pequeño asentimiento de la cabeza y sin querer parecer muy ansioso, salió del laboratorio para ir a la sala de descanso, deseando poder llegar y tomar el café que tanto necesitaba para aguantar el día. Cuando llegó, lo primero que hizo fue prepararse un café solo y pensar detenidamente en la orden que le dio el doctor.

 

Un café con leche. Nada más. No podría ser tan complicado, ¿no?

 

Se equivocó.

 

Había vuelto al laboratorio con una humeante taza de café para el doctor, el cual recibió sin ni siquiera mirar a Stone y dio un pequeño sorbo. Casi de inmediato escupió la bebida y esta vez sí que se giró mientras se levantaba para encarar al agente.

 

— Una simple orden. ¿De verdad crees que esto es bebible? ¡Si lo que quieres es matarme, hazlo con un arma y no por un infarto por haber bebido el peor café de mi vida! —con cada grito, se iba acercando más hasta que Stone pudo sentir pequeñas gotas de saliva salpicando su cara.

 

— Doctor…usted me dijo un café con leche. —intentó defenderse Stone inútilmente porque lo que consiguió es que Robotnik se enfureciera más, dejando con fuerza la taza en el escritorio y cogiendo al agente por la solapa de su chaqueta.

 

— ¿¡Y no había más leche que la de vaca!? ¡Odio la leche de vaca!

 

— De hecho…

 

No terminó de hablar porque aunque aun lo agarraba, notó como aflojó la fuerza mientras lo miraba con una ceja alzada. Stone estaba maravillado por el doctor y lo transparente que podía ser con sus emociones; ya no estaba enfadado sino pensativo, hasta podía escuchar pequeños engranajes moviéndose en su cabeza mientras procesaba la información. Abrió ambos ojos con fuerza cuando llegó a una solución silenciosa y soltó con brusquedad a Stone, saliendo con rapidez del laboratorio. El grito que salió de Robotnik se pudo escuchar desde toda la instalación y Stone, sin dudarlo, caminó hacia el origen del grito.

 

Robotnik estaba apretando con fuerza la puerta del frigorífico, ¿¡quien se había bebido su último brick de leche de almendra!? A la mierda Recursos Humanos, en cuanto descubra al culpable va a desear no haber nacido. Caminó con prisas de vuelta al laboratorio, empujando a un lado a Stone haciendo que se chocara contra la pared y se sentó en su escritorio. Accionó varios botones y se reprodujo la grabación del día anterior de la sala de descanso.

 

¡Ahí estaba el culpable! Una sonrisa digna de un villano asomó en los labios del doctor mientras veía al agente Morris, justo el agente que quedaba junto a Stone, cogiendo del frigorífico el último brick de leche para prepararse su miserable café con leche.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Robotnik estaba medio acostado en su silla, tamborileando sus dedos con una sonrisa pura de satisfacción. A diferencia de Walters, quien estaba en la pantalla en una video llamada de brazos cruzados y frunciendo el ceño.

 

— Por dios, Robotnik. ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer? —murmuró Walter sin quitarle la vista al doctor, esperando que se pusiera serio.

 

— Sí, sí. No hace falta que me des las gracias por despedir al ladrón. —hizo un gesto con la mano como para quitar importancia al hecho de que usó al otro agente como conejillo de india para sus nuevas máquinas.

 

— ¿Despedir? ¡Casi lo matas! —gritó el comandante descruzando los brazos. —Los médicos no están seguros de si podrá caminar alguna vez

 

— Lo habría matado pero al final soy considerado y odio tener a los de Recursos Humanos merodeando por aquí.

 

Stone escuchó a Walters suspirar desde la pantalla y escondió una sonrisa divertida en su rostro. Todavía recordaba los gritos de terror del otro agente mientras recibía ataques de los badniks porque según Robotnik, su trabajo del día era “probar la nueva versión de sus bebés”. Lo que no fue tan divertido es la llegada de la ambulancia militar para llevarse el cuerpo inmóvil del agente Morris.

 

— Ni un día, Robotnik. No te han durado ni un día. ¿Qué hice para merecer este sufrimiento? ¿Sabes lo difícil que es encontrar agentes? ¡Otra vez tendré que buscar!

 

— ¿¡Qué!? No, no. —Ahí fue cuando el doctor se enderezó en su silla, señalando con un dedo a la pantalla en un gesto infantil. — ¡Todavía me queda uno! Agente Stone, ven aquí.

 

No tardó mucho en acatar la orden del doctor, poniéndose a su lado. Lo que no esperó es que, sin avisar, recibiera un tirón en su corbata y tuviera que agacharse hasta estar a la altura de Robotnik. Con la otra mano libre, agarró la mandíbula de Stone y giró su cabeza para que mirara a la pantalla.

 

— ¿Ves? No puedes mandarme otra cuadrilla hasta que acabe…digo, se vayan todos los anteriores. Y el agente Stone no se va a ir, ¿a que no? —Stone no pudo contestar pues lo hacía Robotnik moviendo su cabeza en negación. 

 

Walters terminó soltando un suspiro cansado porque discutir con un Robotnik agotaba toda su energía. Lanzó un grito triunfal cuando el comandante colgó la llamada y giró de nuevo el rostro de Stone para encararlo, con una sonrisa divertida en su rostro. Ahora que se quedaron a solas en su territorio, será cuestión de suerte que destapara la verdadera naturaleza de su agente…

 

Acto 6. Y la comida del día es…

 

Al cumplir el mes de trabajar con Robotnik, Stone recibió una carta de parte de Walter el cual lo felicitaba por ser el agente que más ha durado a su cargo junto a un cupón de 50$ para gastar en Olive Garden. El agradecimiento fue como si le pincharan por dentro porque sentía que no se lo merecía; él estaba ahí para robarle sus proyectos y posteriormente matarlo. Dejó la carta en un cajón olvidado, esperando así olvidarse también de la desagradable sensación que le provocaba esos mismos pensamientos.

 

Dejando a un lado eso, prefirió pensar en lo importante ahora: prepararse para el día. Metió el tupper de la comida que preparó ayer con su bebida y salió en dirección al laboratorio. Todo estaba siendo tan rutinario que hasta parecía doméstico y aunque Stone no quiera reconocerlo, adoraba su vida de ahora. “No, Stone. Deja de pensar así”, se regañó a sí mismo mientras dejaba sus cosas en el escritorio que Robotnik le asignó a las dos semanas de trabajar juntos y fue directo a sus cafés.

 

La mañana transcurrió con relativa calma, con el doctor escribiendo unas notas en su tablet mientras que Stone organizaba el trabajo. Conforme pasaban los días, parecía que Robotnik se estaba acostumbrado a la presencia de Stone y aunque seguía teniendo sus arranques de furia, ya no parecía que lo estaba intentando echar. Un logro del cual habría estado orgulloso si no fuera por la verdaderas razón por el cual aguantaba.

 

Negó con la cabeza y echó un vistazo a la hora en el reloj: la 1 de la tarde. De reojo, miró con una sonrisa divertida al doctor, quien casualmente dejó de teclear como si hubiera estado esperando esa hora. Sin perder la sonrisa, Stone se puso de pie y colocó su bolsita térmica en el escritorio para sacar el tupper de su comida.

 

— Doctor, vuelvo en 30 minutos. —anunció en alto Stone para que el doctor pudiera escucharlo pero no se movió de su sitio. Aún no.

 

— Humpf.— bufó Robotnik con claridad para que Stone, desde su escritorio, lo escuchara y se levantó para acercarse a él. — Tú y tu debilidad humana por tener que alimentarte, ¡mis robots son perfectos, con su durabilidad de 24 horas seguidas sin necesidad de paradas inútiles!

 

— Usted tiene toda la razón, doctor. —contestó como cada día, sin perder la sonrisa. — Le devolveré esta media hora como compensación.

 

— Eso espero, adulador. No vienes al trabajo solo para comer.

 

Se colocó frente a Stone y aunque su rostro estaba en dirección al agente, Stone notó como su vista se desviaba hacia abajo, justo donde había colocado el tupper. Como cada día, tenía que evitar mostrar lo mucho que le divertía cuando el doctor venía justo antes de comer a curiosear lo que traía. Las primeras veces que lo hizo dejó a Stone expectante  al siguiente movimiento que haría, como si estuviera planeando una broma cruel; trabajando con Robotnik, nunca sabías al 100% por donde tiraría. Conforme iban pasando los días y ver que lo único que hacía era rondar a su alrededor para ver que traía, se permitió relajarse y disfrutar de este pequeño momento.

 

Y ahora, como un gato curioso, estaba esperando y Stone no se hizo de rogar. Abrió el tupper de comida y Robotnik fue más descarado para mirar directamente hacia las albóndigas con arroz tan bien colocado que parecían sacadas de una revista. Stone negaría rotundamente que lo hace queriendo para presumir ante el doctor.

 

— Humpf. —volvió a bufar Robotnik mientras estiraba su bigote rizado. Ese análisis duró solo un minuto antes de que se diera la vuelta y volviera a sentarse en su escritorio para seguir con lo que estaba haciendo.

 

Stone se encogió un poco de hombros cuando terminó la inspección de Robotnik, recogiendo sus cosas para ir a comer a la sala de descanso con la tranquilidad de estar solo. Bueno, solo si no consideraba a los badniks que le seguían cuando salía del laboratorio.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

— Mierda, ya me pasé de nuevo.

 

Eran las 5 de la mañana y Stone estaba con delantal viendo la olla de tallarines al wok que acababa de hacer, poniendo sus manos en su cintura. Solía pasarse haciendo comida para tener sobra para la cena pero esta vez no había controlado, haciendo demasiada cantidad. Odiaba tirar comida pero tampoco le apetecía estar durante días comiendo lo mismo. Entonces, un pensamiento fugaz aparece por su mente y chasqueó los dedos como si hubiera tenido la mejor idea de su vida, sonriendo divertido. Iba a poner a prueba su teoría.

 

Con la misma rutina de siempre llegó la hora de la comida, sacando de su bolsa esta vez dos tuppers. Robotnik se levantó de su asiento quejándose de nuevo de la inutilidad del ser humano y la grandeza de su creaciones hasta que llegó al escritorio de Stone. Esta vez, sí que miró directamente hacia abajo y frunció el ceño por ver algo que no le cuadraba.

 

— Agente Sone…

 

— ¿Sí, doctor?

 

— ¿Por qué has traído esta vez dos? —señaló Robotnik a los dos tuppers, alzando su mirada para ver la cara sonriente del agente.

 

— Oh, es que hice mucha cantidad esta mañana y pensé que podrías querer.

 

— Humpf. —volvió a mirar hacia abajo y sin previo aviso, alzó la mano para agarrar la corbata de Stone y tirar con ella con fuerza. Menos mal que Stone estaba ya acostumbrado a esos arranques del doctor y puso sus manos en el escritorio antes de caer, salvando así su almuerzo. — ¿Desde cuando tu pequeña y vacía cabeza es capaz de pensar en algo más que no sea respirar? ¡Porque acabas de demostrar que nunca! ¿Crees que YO, el gran doctor Robotnik, quiere tú comida?

 

— Lo siento mucho, doctor.

 

— ¡Vete de una vez! Ya me has fastidiado el buen humor con tu idiotez. —lo soltó con brusquedad y volvió a su sitio mientras refunfuñaba sobre lo tonto que es Stone.

 

Por su parte, Stone se colocó bien su corbata y se llevó todo a la sala de descanso. Guardó uno de los tuppers en el frigorífico sabiendo que el doctor lo estaría observando y con toda naturalidad, empezó a comer.

 

Al día siguiente, una gran sonrisa de satisfacción apareció en los labios de Stone cuando fue a por los cafés diarios y vio su tupper vacío en el fregadero acompañado de unos cubiertos.

 

Acto 7. Una siesta no viene mal.

 

Stone había tardado no más de 5 minutos en ir y venir del servicio, dejando a un Robotnik tranquilo trasteando con su nuevo prototipo. Entonces, ¿qué había pasado para encontrarlo de pie, alterado y con todo tirado en el suelo? Tragó saliva cuando Robotnik giró su cabeza para mirarlo y con lentitud, hizo un gesto con la mano para que se acercara.

 

Sabiendo cual iba a ser su destino pero sin poder impedirlo, se acercó hasta el doctor hasta ponerse frente suya. Robotnik subió su mano enguantada hasta la nuca del agente y dejó una suave caricia que le provocó escalofríos, acallando un suave suspiro que amenazaba con salir. Dejó la mano ahí hasta que tiró de la nunca para bajar su cabeza hasta el escritorio con fuerza, justo al lado de la tablet. 

 

— ¡Malditos descerebrados! ¿Se creen que pueden abusar de mi tiempo como si no fuera valioso? ¡Mi tiempo es oro! —restregó el rostro de Stone por el escritorio varias veces.

 

— Ellos…no lo saben…

 

— ¡Pues claro que no lo saben, mononeuronal! —apretó con fuerza la cabeza de Stone contra el escritorio antes de soltarlo, soltando un bufido molesto. Fue en ese momento que el agente pudo respirar y al levantar un poco su cabeza, miró la tablet. Ahora lo entendía todo.

 

Robotnik empezó a pasear por todo el laboratorio. ¿¡Quienes se creían!? Sin aviso ninguno, le habían ordenado que terminara el proyecto de una semana en ese mismo días. ¡Como si no tuviera nada más importante que hacer! Los odiaba tanto que si no fuera por la financiación, habría acabado con cada uno de ellos.

 

— Agente Stone, ve preparándote. Esta noche va a ser muy larga.

 

Por mucho que se quejara de que Walters quisiera colocarle un asistente, al final tenía que reconocer que con Stone acertó. No hizo falta decir más para que Stone comprendiera lo que tenía que hacer y en un entendimiento silencioso, dejó todos los pendientes a un lado y bien organizado para concentrarse en el proyecto urgente. 

 

Odiaba equivocarse pero por primera vez en los tres meses que llevaban trabajando, pensó que sus especulaciones sobre que Stone era un espía es por su propia desconfianza hacia todo lo que le rodeaba. En vez de enfadarse por haberse equivocado en suposición, sintió un extraño alivio y eso lo puso aún peor; cuando pasó por al lado de Stone y llamó por su nombre, le dio un golpe en el estómago antes de seguir con un “¡Has tardado mucho en responder!”.

 

Las siguientes horas pasaron volando entre perfeccionar el prototipo y rellenando los informes correspondientes mientras contestaban a los correos del financiador. Stone se estiró en su escritorio con un largo bostezo pero con satisfacción de haber terminado un trabajo en tiempo record, quedando tan solo para terminar un último informe-resumen. Miró el reloj de su muñeca y se rascó los ojos cansado al ver que eran las 3:47 de la mañana. 

 

— Con lo que queda podemos hacerlo mañana, ¿no, doctor? —preguntó con voz adormilada mientras organizaba los papeles y miraba la lista en su tablet, esperando una contestación que nunca llegó.

 

El doctor nunca tardaba en contestar. Alzó su mirada y vio a Robotnik en su sitio de siempre, por lo que tuvo que escucharlo. Achacó su falta de contestación a que el doctor estaba concentrado en su trabajo y con un suspiro cansado, caminó hacia él esperando que está vez si le contestara aunque se llevara un golpe por interrumpirlo.

 

— Doctor…oh.

 

Lo que no se esperó es encontrarse al gran Doctor Robotnik hecho una bola en su escritorio, con los brazos cruzados y su cabeza apoyada en ellos completamente dormido por el pequeño rastro de baba que caía de sus labios. Stone podría jurar que era la primera vez que veía una expresión tan tranquila en el doctor y se permitió poder observarlo durante unos minutos, sacándole una sonrisa genuina a sus labios.

 

La sonrisa desapareció cuando cerró los ojos, deseando dejar todos esos estúpidos sentimientos a un lado. Al abrirlos, la mirada que se posó en el doctor era una carente de sentimientos que no reflejaba para nada el dilema en su interior. Maldita sea, se suponía que era un espía con una misión y ahí estaba él, sonriendo mientras veía a su objetivo dormido. Lo tendría que estar odiando ahora mismo, por todo el maltrato e insultos que recibía constantemente, por como violaba sus descansos y hacía que su vida girara en torno a él, como si no existiera nada más afuera.

 

La respiración de Robotnik seguía siendo tranquila y suave, con pequeños ronquidos. Estaba profundamente dormido. Ahora mismo, Stone podría sacar su cuchillo y acabar con la vida de Robotnik sin que él se enterase, robar todos los proyectos e irse antes de que nadie se diera cuenta. Fácil, ¿verdad? Un simple movimiento y toda esta falsa terminaría en un abrir y cerrar de ojos.

 

Sería tan fácil…

 

Robotnik abrió los ojos aturdidos por el sueño, parpadeando varias veces mientras enfocaba su vista hacia la hora. 4:56. No supo en qué momento se había quedado dormido y cuando intentó moverse, sintió un peso extra en sus hombros que confundió todavía más al doctor. Levantó su mano y palpó sus hombros, tirando ligeramente de la tela que cubría su cuerpo. ¿Desde cuando tenía una manta? No tenía recuerdo de haber cogido ninguna anoche. Alzó un poco su cabeza mientras pestañeaba, en un intento de despertarse y al mirar por su escritorio, divisó un post-it de color morado, reconociendo al instante su dueño. Tenía escrito un “Ya está todo terminado. Descansa, doc.” en él.

 

— Maldito necio, tonto, idiota… —murmuraba en voz baja Robotnik mientras se acurrucaba más en la manta, escondiendo su rostro entre sus brazos. 

 

Acto 8. Digno de una película.

 

Un cambio de escenario poco usual en el trabajo de Robotnik y Stone pero muy necesario también. Se encontraban en uno de los hangars ubicado en las afueras del laboratorio para el mantenimiento de una de las creaciones más recientes del doctor: MK78Q a petición del ejército. No era muy del estilo de Robotnik pero era igualmente su orgullo. Con una potencia destructora digna de su creador.

 

Cada uno se encargaba de una parte del robot, ajustando las piezas necesarias. Con el calor que hacía y añadiendo el trabajo duro, Robotnik dejó la gabardina para quedarse solo con una camiseta de cuello alto mientras Stone dejó su chaqueta y se remangó su camisa, dejando sus brazos al desnudo.

 

— Esos estúpidos militares, ¿cómo que no les gustó el diseño principal? Habrías sido una mantis religiosa preciosa y mortal, ¿verdad que sí, bebé? —acarició con ternura la placa de metal del robot, suspirando con nostalgia.

 

— Como siempre, usted tiene razón. Nadie está preparado para apreciar la maravilla de sus diseños. —contestó Stone con una sonrisa en sus labios. Adoraba escuchar al doctor referirse a su creaciones como hijos.

 

— No tienes que decir lo obvio, adulador. Pero algún día, secuaz, algún día les enseñaré el poder de mis máquinas. —se puso de puntilla para llegar a una zona alta que no alcanzaba para encajar mejor los tornillos.

 

— Y espero poder estar presente para verlo, doctor. —dijo Stone mientras se secaba el sudor de la frente y se giraba para ver a Robotnik. — ¿Necesita ayuda, doc?

 

— Sí, no, sí…joder, es que no llego.

 

Estaba tan concentrado en querer alcanzar la dichosa zona que no escuchó el “ahora voy” de Stone. Por eso, estaba más que justificado el pequeño grito de sorpresa que soltó cuando sintió unos brazos rodearle las caderas y alzarlo para después dar una pequeña patada.

 

— ¿¡Pe-pero qué haces, idiota!? —aunque se movía, Stone lo tiene sujeto con suficiente fuerza para no caerse.

 

— ¿No decías que necesitaba ayuda? Además… —lo alzó un poco más, sin poder esconder su sonrisa divertida. — No pesas tanto.

 

— ¡Pero qué insolente! —gruñó en alto Robotnik mientras bajaba su cabeza, frunciendo el ceño al ver su sonrisa. —En cuanto termine, prepárate para tu castigo. ¡No seré indulgente!

 

Con un pequeño bufido, Robotnik alzó su cabeza y empezó a encajar los tornillos. ¿Cuándo fue la última vez que alguien lo alzó en brazos? Fue remontándose cada vez más atrás, hasta llegar a su juventud…y nada. Podría jurar que nadie lo había hecho. Bueno, ahora podía saber cómo se sintió la mujer de la película que vio anoche, una comedia romántica que le ayudaba a tener ruido de fondo y tan tonto como para no desconcentrarlo. En ella, un hombre fornido y fuerte con el que estaba tonteando también la levantó sin mucho esfuerzo, al igual que hizo Stone con él. Stone claramente ganaba en fuerza, no era lo mismo levantar a una mujer que a un hombre adulto.

 

La escena empezó a desarrollarse en su mente sin poder evitarlo (un punto negativo de tener una mente privilegiada con una gran memoria) el cuál, el hombre no sólo alzó a la mujer en brazos sino que cargó con ella un buen rato. Humpf, estaba al 100% seguro que Stone podría hacer eso sin problemas con esos brazos trabajados que tenía. Luego, como suele pasar en todas esas películas, el hombre acabó encerrando a la mujer en una pared para proceder al acto que tanto repugnaba Robotnik, ¿qué tenía de divertido y placer pegar cuerpo con cuerpo, compartir fluidos y acabar sudoroso? Podría decir con orgullo que nunca había caído en algo tan vulgar. Sí, es posible que de joven había tenido cierto deseos que nunca llegó a nada pero, ¿quién iba a culparlo? Era joven y las hormonas les jugaban una mala pasada. Por suerte, ahora las tenía controladas al 100%.

 

O eso se creía él cuando de nuevo, su cabeza reprodujo la escena de la película con pequeños cambios.

 

Stone estaba cargándolo con los brazos en sus muslos, haciendo que Robotnik tuviera que rodearlo con sus piernas para una mayor comodidad. Lo guió hasta la pared más cercana del laboratorio con tanta facilidad como si cargara una pluma y apoyó su espalda contra ella, encerrándolo entre su cuerpo y la pared. Stone tensó sus brazos, haciendo que sus músculos se marcaran todavía más si se podía y Robotnik paseó sus manos por ellos, deslizando sus dedos por cada músculo, provocando pequeños escalofríos en el agente, el cual soltó un pequeño gruñido. Stone se apretó todavía más contra el cuerpo del doctor, sin dejar ningún tipo de separación entre los dos, sintiendo en su piel su aliento. No supo en qué momento entreabrió los labios, paseando su lengua por ellos para humedecerlos. Stone pareció entender aquello como una invitación pues empezó a inclinarse hacia ellos con lentitud y Robotnik, como si hubiera esperado toda su vida para esto, cerró los ojos.

 

— ¿Doc? ¿Doctor?

 

Con un sobresalto, regresó a la realidad jadeando. Parpadeó varias veces para enfocar los tornillos ya bien encajados en su sitio y luego bajó la cabeza, encontrándose con una mirada de preocupación del agente.

 

— ¿Estás bien? Creo que deberíamos parar... —murmuró Stone mientras bajaba poco a poco al doctor hasta dejarlo de pie frente suya.

 

— ¿Qué dices? ¡Claro que estoy bien! —farfulló Robotnik en un intento de aparentar normalidad.

 

— Doctor, tienes la cara roja. Es posible que hayas cogido una insolación y si es así, lo mejor sería parar para descansar.

 

Stone se acercó al doctor con evidente preocupación, demasiado cerca para el gusto de Robotnik porque de nuevo, su mente le jugó una mala pasada y empezó a reproducir la imagen de Stone estando tan cerca que sus pechos chocaban, con sus labios a punto de unirse. Hasta aun recordaba la sensación fantasma en su cuerpo. 

 

De un empujón, apartó a Stone y se llevó una mano a su rostro cada vez más rojo mientras respiraba con rapidez en pequeños jadeos. No le gustó ver la preocupación de Stone pero no podía permitirse que se acercara a él o se volvería loco.

 

— Tú…¡Tú sigue por aquí! ¡Me acabo de acordar que tengo algo que hacer!

 

No dejó que Stone preguntara de nuevo antes de salir corriendo del hangar, tropezando por el camino varias veces hasta llegar al laboratorio. Una vez dentro de la comodidad de su laboratorio, cerró la puerta y se apoyó contra ella, llevándose una mano a su pecho. Aún podía sentir el calor en su cuerpo, como le ardía con la ropa puesta y el corazón latiendo como nunca antes había hecho. 

 

No podía. Simplemente, prefería ignorar el hecho de que hace tan solo unos minutos había tenido una fantasía con su agente.

 

Acto 9. El café perfecto.

 

Hoy era lunes y como todos los lunes desde que Stone llegó al laboratorio, se encargaba de recibir todos los pedidos y organizarlos. En palabras de Robotnik: “un trabajo perfecto para un mono sin capacidad de pensar”, y Stone no se iba a quejar. Le gustaba estar al lado del doctor y asistirle pero tener un trabajo manual a solas le venía bien y más cuando tenía mucho en lo que pensar. Cómo no, su principal fuente de pensamientos es el excéntrico doctor quien estaba actuando aún más extraño si cabe. A simple vista parecía igual, con sus comentarios mordaces, golpes inesperados y trabajando pero Stone notó los cambios sutiles; tensión en sus hombros cuando se acercaba, miradas indiscretas cuando el doctor pensaba que no lo notaría y que rehuía cuando hacía contacto visual. Al principio pensó que hizo algo malo pero si fuera así, Robotnik no se callaría y se lo habría reprochado.

 

Soltó un pequeño suspiro, dejando todos esos pensamientos a un lado que le provocaba dolor de cabeza y se concentró en el que era su siguiente pedido: la leche del doctor. Para eso tenía que salir del laboratorio con una pequeña nevera ya que tenía prohibido la entrada al recinto por órdenes de Walters que, en boca suya, “era un proveedor exterior no registrado, por lo que no es seguro que entre”. Se habría reído en su cara. 

 

— ¡Eh, señor Stone! —saludó un señor mayor con una afable sonrisa. 

 

— Señor Joseph, es un placer verlo de nuevo. ¿Cómo está su mujer? —le devolvió el saludo con una de sus mejores sonrisas practicadas.

 

— ¡Como una mula! Mira que el médico le dijo que descansara pero no para, jaja —abrió su pequeño camión para sacar el pedido y entregárselo al Stone.

 

— Su mujer es muy activa, ¡ojalá llegar a su edad con esa energía! —cuando recibió el pedido, como solía hacer, lo revisaba en el mismo lugar.

 

Frunció el ceño cuando notó que pesaba un poco más de lo normal y supo al instante que había más de lo que pedía cada semana. Mientras el hombre estaba entretenido colocando bien su camión, Stone abrió la bolsa y revisó el contenido, alzando una ceja en señal de confusión cuando, aparte de ver los 6 litros de cada semana de leche de avena había dos bolsas de ¿leche de cabra austriaca?

 

— Creo que se ha confundido, señor Joseph.

 

— ¿Lo has visto? Nos han llegado nuevas, ¡la estoy regalando para que la probéis! 

 

— No sé si al doctor… —murmuró para sí mismo cuando el lechero pasó a su lado.

 

— ¡Que lo pruebe! Es perfecto para quien no le gusta la leche de vaca.

 

Stone no estaba seguro de sus palabras pero antes de que pudiera emitir otra queja, el hombre se había subido a su camión y se despidió de él con las manos, dejando al agente sólo con lo que podría ser la mejor idea del siglo o su sentencia a muerte.

 

.

 

Stone no se consideraba un experto en café pero desde que estuvo dos semanas trabajando de barita para una misión y ahora teniendo que preparar varios café al día para el doctor, podría decir que era versado en el tema y hasta se había tomado pequeñas libertades para hacer el café pues parecía que al doctor no le molestaba. Había decidido probar la leche de cabra, usando el vaporizador para darle una textura más cremosa y cuando terminó de preparar el café, se sintió orgulloso con su creación. Esperaba que a Robotnik le gustara o que al menos no se lo tirara encima.

 

Con el café en la mano, se dirigió al laboratorio y entró, viendo al doctor concentrado en unos planos. Con pasos silenciosos, se acercó al doctor y se colocó a su lado, estirando la taza de café hacia el contrario.

 

— Doctor, aquí tienes…

 

— ¡AH! —el grito asustado de Robotnik tensó a Stone y menos mal que tenía reflejos porque casi se le resbala la taza de las manos. Se giró para ver al agente alterado, con una respiración agitada y hasta podría jurar un pequeño sonrojo que llegaba a sus orejas.— ¡Te voy a poner un maldito cascabel! 

 

— Lo siento, doc. —pero no lo sentía realmente y se veía por la sonrisa, esta vez real, que se le escapó de sus labios. Le divertía (y a la vez preocupaba) lo absorto que se ponía el doctor cuando estaba tan metido en un proyecto. —Le decía que traía su café con leche.

 

— ¡Humpf! Te castigaría ahora mismo si no fuera porque no quiero que se enfríe el café.

 

Le quitó la taza de las manos y Stone se quedó quieto a su lado, queriendo ver la reacción del doctor ante el nuevo café. Ya había esperado que notara que había algo diferente por como frunció el ceño y acercó la taza a su rostro. Primero olfateó el café y Stone se guardó la para sí mismo comparativa con un gato receloso por la comida. Pareció que pasó la primera prueba cuando apartó un poco de su rostro, lo suficiente para poder llevar la taza a sus labios y dar un pequeño trago de prueba.

 

Stone tragó saliva. Era el momento decisivo.

 

La reacción inicial de Robotnik tras ese pequeño trago fue abrir los ojos con fuerza, observando el café que sujetaba en sus manos. Alzó su mirada hacia Stone. Parecía querer decir algo pero en vez de hablar, volvió a bajar su mirada hacia el café, rodeando la taza con ambas manos y se acomodó en su asiento para darle otro pequeño trago. Stone pudo jurar que escuchó un pequeño murmullo de satisfacción de los labios del doctor y dejó escapar el aire que, sin darse cuenta, mantuvo en su interior.

 

Sabía que tenía que volver a su escritorio para organizar las reuniones de la semana y los futuros proyectos pero no podía apartar la mirada del doctor. Rara vez veía al doctor quieto, sin trabajar en alguno de los muchos proyectos que tenía pendiente pero ahí estaba, acurrucado en su silla mientras bebía el café con lentitud como si de verdad estuviera disfrutando de la bebida y no como un simple chute de cafeína. A Robotnik tampoco le pareció importarle que estuviera quieto a su lado siendo improductivo así que decidió ser un poco egoísta y mantenerse a su lado, disfrutando del momento.

 

En ese instante, Stone comprendió que había fracasado como espía. Todos sus esfuerzos tirados a la basura por un objetivo y, ¿lo peor de todo? Que no se arrepentía de nada. 

 

Si le volvieran a dar elegir entre aceptar ser un espía para infiltrarse o no, tenía muy clara su respuesta. Ahora mismo, era incapaz de concebir un futuro sin Robotnik.

 

Acto 10. Soledad no tan deseada.

 

Domingo. Día favorito de Robotnik, ¿por qué? La respuesta es muy sencilla: estaba solo.

 

El domingo era el día de descanso de la gran mayoría de los agentes de GUN y entre ellos estaban los agentes asignados a sus laboratorios. Si había un grupo que conseguía sobrevivir durante una semana, no aparecían los domingos por lo que Robotnik estaría solo, tranquilo y planeando su nuevas jugadas para expulsarlos. ¡Hasta Walters también se iba! No había nadie que lo vigilara, lo que significaba poder trabajar tranquilo en sus proyectos más personales y secretos.

 

Entró en el laboratorio a las 8:00 de la mañana al ritmo de “It’s a Sin” de Pet Shop Boys. Con chasquidos en los dedos y al ritmo de la música, iba encendiendo las pantallas de los ordenadores y activaba a sus badniks, los cuales empezaban a moverse a su alrededor en el baile improvisado. El laboratorio se convirtió en su pista de baile, manejando la iluminación a su conveniencia, creando un espectáculo personal que solo su queridos robots tienen el privilegio de ver.

 

Cansado pero con energías renovadas, se sentó en su escritorio cuando estaba sonando el final de la música. — ¿Agente Stone? ¿Por qué tardas tanto? ¡Trae ya mi café! —gritó en alto para asegurarse de que su adulador le escuchara.

 

El silencio que vino después fue un recordatorio de que estar solo implicaba estar solo. Todo el buen humor que tenía tras su increíble actuación se fue al garete y dando una pequeña patada a la silla, salió del laboratorio hacia la sala de descanso. Estúpido Stone y estúpido día de descanso, ¿acaso lo necesitaba para un simple café? ¡Claro que no! Ya vivía antes sin Stone, puede hacerlo por un día.

 

El refunfuño le duró hasta que llegó a la sala de descanso y empezó a preparar el café, recordando que había cambiado su siempre leche de almendra por una de caba austriaca. Una vez terminado, le dio un rápido sorbo y frunció el ceño. Aunque los ingredientes eran los mismos…no sabía igual. No era el café de Stone.

 

— ¡Es solo un puñetero café! No te vas a creer especial por saber hacer un café. ¡Seguro que mis robots los harían mejor en menor tiempo! —se quejó a la nada, bebiendo el café de una sola sentada por el chute de cafeína y volvió a su laboratorio.

 

Se le había pasado un poco la rabieta y con energías renovadas gracias al café, empezó a trabajar en sus proyectos personales, una versión mejorada de sus badniks que podía abrir su carcasa y tomar forma de avispas mortales y asesinas. Para eso, con el proyecto en holográfico, trasteaba con el badnik que tenía en el escritorio. Había veces, sin querer, que estiraba la mano cuando le hacía falta un destornillador porque sin entender cómo, Stone siempre sabía lo que necesitaba sin hablar y cuando no sintió el peso del objeto en sus manos, fue otro recordatorio de que está solo y gritó en alto a sus robots para que trajeran lo que necesitaba.

 

— Ya le queda poco a esta preciosura letal. —murmuró Robotnik colocando bien una de las tablas de metal que serían las alas. —Puede esconderse como un badnik normal y corriente pero cuando se activa, se abre como una flor hasta tomar su forma de avispa, ¿sabes que en esa forma es un 30% más rápida y con una puntería más precisa? 

 

Sonrío con orgullo ante su creación, esperando un “eres magnifico, doctor.” con un tono sincero de admiración y esos ojos marrones grandes que brillaban a la más mínima cosa que hiciera…pero esas palabras nunca llegaron. Los hombros de Robotnik bajaron mientras soltaba un pequeño suspiro, mirando a su badnik a medio montar. Estaba empezando a odiar los domingos.

 

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Aunque Stone quisiera levantarse más tarde por ser su día de descanso, su cuerpo ya se había acostumbrado a levantarse a las 5:00 de la mañana. Hastiado, terminó por levantarse de la cama y se fue a la ducha para refrescarse, pensando en lo que haría el día de hoy. Salió del cuarto de baño con solo unos boxers puesto y fue a la cocina para prepararse el café de la mañana. Habiendo preparado el primero, fue al frigorífico para sacar la leche de cabra austriaca para calentarlo en la vaporeta como si fuera lo más normal del mundo y cuando abrió el frigorífico y no lo vio, frunció el ceño porque recordaba que aún quedaba para el día de hoy. 

 

Hasta que recordó que estaba en su casa y no tenía que preparar el café para el doctor. Con este desliz en su mente, empezó a reírse por lo bajo para no hacer mucho ruido, cogiendo la taza de café solo para beber. Se sentó en el sofá para beber el café con tranquilidad mientras veía el móvil y aunque siempre disfrutaba del silencio y la tranquilidad, por dentro lo estaba matando. No había zumbidos de máquinas encendidas, ni badniks volando a su alrededor, ni la voz del doctor maldiciendo a Walters o presumiendo de sus creaciones. Lo echaba de menos.

 

— Esto es insoportable… —murmuró para sí mismo Stone, dejando el móvil a un lado y observando a su alrededor. Esas 4 paredes que conformaban su apartamento empezaban a agobiarlo. 

 

Se terminó el café rápido y fue a su habitación para ponerse un chándal gris a juego con la sudadera. Se puso las zapatillas de deportes, su auriculares y salió a correr, intentando no pensar en lo que estaría haciendo el doctor en el laboratorio, ni en los muchos proyectos pendientes para la semana. Estaba en su día de descanso y es justamente para eso, para descansar.

 

La mañana lo pasó rápido entre correr durante 1 hora por el parque y luego ir al gimnasio cerca de su apartamento, al que iba a menudo cuando tenía tiempo (cada vez menos desde que empezó a trabajar con Robotnik hace casi 5 meses). Había conseguido aparcar al doctor a un lado de sus pensamientos pero volvió rápidamente cuando, sin querer, hizo de comer arroz con curry que daba justo para dos porciones porque en su cabeza, había pensado en las cantidades justas para guardar un tupper para Robotnik.

 

— Te estás volviendo loco, Stone. 

 

Entonces escuchó unos golpes en la puerta de su apartamento, lo que alertó a Stone. Dejando la comida a un lado, salió de la cocina con pasos silenciosos y cogió de un cajón del salón una pistola, acercándose a la puerta. ¿Que era un maniático? Puede ser, pero prefería evitar sustos. 

 

— ¿Quién es? —preguntó en alto Stone tras la puerta, colocado justo en el punto muerto por si abrían forzando la puerta y tener ventaja.

 

— Vamos, Rock. ¿Acaso no reconoces a tu viejo amigo?

 

Stone soltó un suspiro al reconocer la voz y bajó el arma pero la tensión de su cuerpo no se fue. Abrió la puerta, dejando entrar a un hombre de su edad alto, con el cabello corto y moreno y ojos afilados azules, con una sonrisa que no acompañaba a sus ojos. 

 

— ¿Pasa algo, Sky?

 

— Venga ya, ¿esas son formas de saludar a tu compañero? Me haces daño, Rock. —se llevó una mano a su pecho, disimulando el dolor.

 

El hombre al que llamó Sky se paseó por el apartamento como si fuera suyo, acercándose a la cocina guiado por el olor. Miró tanto el plato de curry ya emplatado como el que estaba guardado en un tupper y como si fuera para él, cogió una cuchara para probar el del tupper con un “mhm, tan bueno como siempre”. Stone apretó con fuerza sus manos, mirándolo como si pudiera saltar contra él y matarlo a puñetazos.

 

— Sabes a lo que vengo. —habló Sky desde la cocina, haciendo caso omiso a la mirada que le dedicaba el otro. — La misión. Llevas dos semanas sin informar y los chicos estan desesperados.

 

— Robotnik es una persona cautelosa. Si actuamos sin pensar, toda la misión habría sido para nada. —le contestó Stone sin una pizca de sentimientos en su voz y rostro, tan neutral como una roca.

 

— Sí, sí, Rock. Lo sabemos. ¿Pero 5 meses? Ni siquiera tú, el mejor espía que tenemos, has necesitado tanto tiempo. —Sky lo miraba fijamente, atento al más mínimo cambio de expresión. La sospecha estaba en su mirada.

 

— Esta no es una misión cualquiera.

 

— ¿Cuánto tiempo llevamos conociéndonos? ¿10 años? O más, incluso. —susurró el ojizaul mientras se acercaba a Stone, sin apartar su mirada.— Sé de lo que eres capaz.

 

— Si lo sabes, déjate de tonterías y dilo de una vez.

 

— Piensan que has fracasado. —dijo con dureza cuando se colocó frente a Stone, sin cortar en ningún momento el contacto visual. —Y actuarán en breve si no haces algo ya.

 

La expresión de Stone no cambió en ningún momento pero su corazón dio un vuelco ante esas declaraciones. Sabía que tarde o temprano iba a pasar algo pero esperaba poder extender el máximo tiempo posible para disfrutar el tiempo con Robotnik. 

 

— ¿Qué tiempo tengo?

 

Fue una pregunta monótono, carente de sentimientos pero Sky entre leyó algo por cómo alzó una ceja. — No lo sabemos. Puede ser mañana, la semana que viene… —pasó por su lado, colocando una mano en el hombro de Stone. —Incluso hoy mismo… —fue un susurro cargado de veneno que, junto con el apretón fuerte en el hombro, era indicios de una amenaza.

 

Solo cuando Sky se fue, cerrando la puerta del apartamento, Stone se apoyó en la pared más cercana y dejó escapar un suspiro cansado. Sentía la ansiedad recorrer todo su cuerpo ante la idea de que atacaran a Robotnik y que saliera dañado por su ineptitud. Otra ansiedad le atacó todavía más fuerte, ¿cómo reaccionaría Robotnik cuando descubriera su verdadera identidad?

 

Acto 11. La verdad no dicha.

 

Llegó el día siguiente y cuando llegó al laboratorio, empezó su rutina diaria. Robotnik nunca reconocerá que lo estaba deseando. Escuchó la puerta del laboratorio abrirse y con más rapidez de lo normal, giró su silla para ver a Stone entrar y esperó. Esperó y esperó pero nunca llegó el “Buenos días, doc” característico del agente. Como un cazador observando su presa, vió como Stone se dirigía con la mirada baja y pensativa hacia su escritorio, sin decir ni una palabra. Si la palabra preocupación estuviera en su diccionario, sería la definición precisa de lo que sentía pero él, Ivo Robotnik, jamás se había preocupado por otro ser humano así que no podía ser eso, ¿verdad? 

 

Frunció el ceño y con los dedos empezó a dar pequeños golpecitos en la silla, intentando llamar la atención del agente. Lo consiguió pues a los segundos y con pequeño respingo, Stone alzó la mirada hacia el doctor y le dedicó una pequeña sonrisa.

 

— Buenos días, doc. —saludó Stone tras unos segundos de vacilación, dejando su maleta en el escritorio.

 

— Humpf, al fin. — ya contento por recibir su saludo, se giró para volver de nuevo a su trabajo. — Llevamos 2 minutos tarde, ¡trae mi café!

 

Sin dar una respuesta hablada, Stone salió del laboratorio para ir a la sala de descanso. En su cabeza se reproducía una y otra vez su conversación con Sky, sin poder dormir apenas esa noche en busca de una solución para evitar que el doctor saliera herido y todos conducían a un mismo camino: decirle la verdad aunque eso significaba decirle al doctor que era un espía. Estaba seguro que acabaría en su muerte pero le dio igual si con esto conseguía salvar la vida a Robotnik.

 

Con las ideas más claras después del café, preparó el del doctor y volvió hacia el laboratorio. Caminó hasta colocarse a su lado, dejando la taza en el escritorio y no se movió de su sitio, tan tenso que hasta Robotnik se dió cuenta de ello.

 

— Lo que sea que se te pase por esa cabecita vacía tuya, dilo ya. Tenemos MUCHO trabajo que hacer. —refunfuñó Robotnik cogiendo su taza de café.

 

— Verás, doctor. Hay una cosa que…bueno, deberías saber… —Stone intentó que los nervios que crecían en su interior no impidieran su cometido.

 

— ¡Agh, Agente Stone! Habla. De. Una. Vez. No tengo tod-

 

El sonido de una videollamada interrumpió al doctor, el cual sin ni siquiera ver quien era el emisor de la llamada, descolgó y se giró hacia la pantalla visiblemente molesto. Walters, quien estaba detrás de la pantalla, alzó una ceja.

 

— Parece que alguien ha dormido con el pie izquierdo. —comentó con voz divertida, lo que irritó más al doctor.

 

— ¡Te odio! ¡Un día de esto te voy a matar! —gritó mientras se ponía de pie y señalaba la pantalla con un dedo.

 

Walters rodó los ojos, sin afectarle mucho la amenaza. —Hoy tienes que venir a la base. Vienen altos cargos del ejército para ver pruebas de los MK.

 

— ¿Y para eso tengo que ir yo? ¡Os dejé una guía de instrucciones para tontos!

 

— Han precisado que quieren ver también al creador. Te espero aquí en 1 hora.

 

Antes de escuchar más quejas del doctor, Walters colgó la videollamada. Esa acción cabreó más si cabe a Robotnik, quien golpeó con tanta fuerza el escritorio que casi tiró la taza de café al suelo si no fuera por los reflejos de Stone. La cantidad de blasfemia que soltó durante un minuto contra Walters difícilmente lo podría superar cualquiera y Stone se quedó ahí, quieto, con la palabra en la boca.

 

Robotnik se levantó de la silla y al pasar al lado de Stone, le dio un golpe seco en la tráquea haciendo que se encogiera en sí mismo, intentando conseguir algo de aire que perdió tras el golpe. — No tenemos todo el día, espabila y prepara todo para irnos.

 

—Sí, doctor.

 

Stone se recompuso rápido del golpe y sin perder más tiempo, hizo una lista mental de lo que necesitaba cargar en el coche para la prueba. Maldijo por dentro a Walters y a todos los militares por hacerle perder la oportunidad de hablar tranquilamente con Robotnik, sintiendo una opresión en el pecho. Solo esperaba que no durara mucho la prueba, llegar temprano al laboratorio y que el doctor no estuviera lo suficientemente enfadado por rodearse con imbéciles para poder hablar con él.

 

El recorrido entre el laboratorio y la base se hacía en 15 minutos en coche, tiempo suficiente para que Robotnik montara su pequeño concierto para, como dice él, relajar tensión y Stone simplemente tamborileaba sus dedos en el volante al ritmo de la música. Se permitió en este pequeño trayecto olvidar todos sus problemas y disfrutar el momento con Robotnik.

 

Cuando llegaron, había dos agentes esperándolos juntos a dos militares para guiarlos por el recinto. Robotnik salió del coche primero y le indicó a Stone que cogiera el maletín del maletero y sin esperarlo, empezó a caminar. No tardó mucho en colocarse tras el doctor, siguiéndolo a pocos pasos de distancia y con la cabeza gacha. Hasta para Robotnik, quien ignoraba los sentimientos de la gente porque no le interesaba, supo que algo le pasaba a Stone hoy. ¿Qué estaba preocupado? ¡Claro que no! es sólo que así, como está, era todavía más inútil porque no estaba concentrado. Sí, es eso mismo. No necesitaba un asistente incapaz.

 

Uno de los agentes que los había recibido estaba explicando los horarios de la reunión y las pruebas de los MKs, dónde se haría y cómo, algo que a Robotnik no le interesaba. Estaba susceptible hoy (no reconocería nunca que es por ver a Stone mal) y lo último que le apetecía era aguantar a Walters y a esos militares lameculos con la inteligencia de un mono. Hablando del rey de Roma, al cruzar por una esquina que conducía a la sala de reuniones, se encontró de lleno con Walters, frenando de lleno.

 

Algo golpeó su espalda.

 

Pegó un pequeño respingo y se giró con brusquedad para ver de dónde venía ese ataque hacia su persona pero lo que no se esperó es ver a su agente retrocediendo unos pasos con un “lo siento, doctor” saliendo en un murmullo de sus labios. Lo que sea que Walters le estaba diciendo desde atrás lo ignoró y como Stone hoy parecía incapaz de mirarlo, optó por llevar una mano a las mejillas ajenas y empujando el cuerpo de Stone hacia atrás hasta toparse con la primera pared que se encontró.

 

— Agente Stone… —siseó Robotnik alzando la cabeza de Stone. Ver sus ojos grandes, marrones y brillantes, con tintes de tristeza y las ojeras marcadas lo dejó sin habla durante unos segundos. Sintió un dolor en el pecho y se dio cuenta que era su corazón, que empezó a latir con fuerza. Era incapaz de procesar lo que estaba sintiendo en estos momentos y eso lo enfureció; odiaba no entender. Y esa furia se reflejó en el agarre, apretando con fuerza la mandíbula de Stone. — No sé qué te pasa hoy pero tienes que parar YA. No me sirves de nada con esa pequeña cabeza tuya desconcentrada.

 

— E-está bien doctor. No volverá a ocurrir… —habló como pudo Stone y aunque la presión menguó, el agarre seguía ahí. 

 

Robotnik iba a decir algo más pero una mano en su hombro lo despistó, girando para ver quien se le había ocurrido impedir su castigo a su agente. Cuando vio que era Walters, quien lo miraba con reproche por tratar así a un agente en público, gruñó por lo bajo y soltó con furia a Stone, caminando hacia la sala de reuniones. Walters soltó un suspiro cansado y tras lanzarle una mirada de compasión a Stone, siguió al doctor. Stone se masajeó la mandíbula para relajar un poco el dolor por el agarre, maldiciéndose a sí mismo por la torpeza de sus actos e intentó aparcar por el día el problema entre sus manos. Lo último que quería era afectar en el trabajo de Robotnik.

 

El resto de la mañana pasó con relativa calma si se obvia la cantidad de veces que Robotnik interrumpía la reunión para exclamar la poca inteligencia que existía en la sala o verborreaba sobre cómo sus máquinas estaban programadas para que hasta un niño de primaria sería capaz de manejarla pero el ejército solo metían a inútiles con el coeficiente intelectual más bajo del país. Stone se aguantaba la risa divertida por las cara que ponía cada uno de los integrantes de la reunión, los cuales aguantaban al doctor porque sabían que sin él, perderían poder militar.

 

Tras la reunión, todos salieron corriendo de allí, dejando en último lugar a Robotnik. Observó de reojo a Stone, que le dedicó una sonrisa divertida cuando se dio cuenta que lo miraba. — Humpf, vamos Stone. Queda lo más divertido del día. —declaró en alto con una gran sonrisa en sus labios. Que su buen ánimo volviera a la vez que el de Stone era una coincidencia. 

 

Las pruebas se hacían a las afueras de la base militar, en una zona desolada. Stone observaba con fascinación como todos se colocaban en medio círculo, con Robotnik en el medio. Como una estrella brillante, llenando el lugar con su luz propia mientras los demás, pequeños y patéticos, ansiaban un poco de su luz. Robotnik respondía a todas las preguntas con altanería y sonrisa burlona pero cuando se giró hacia Stone, el mundo pareció detenerse. Pocas veces veía al doctor sonreír tan amplia que le llegaba a sus ojos y que fuera exclusivamente para Stone lo llenaba de un orgullo que jamás había sentido. Atraído por la gravedad propia de Robotnik, se acercó a él y en una especie de referencia, alzó el maletín hasta la altura del doctor y lo abrió.

 

— Muy bien, mi adulador. —susurró en un ronroneo mientras se colocaba bien su guantes de control y alzaba en vuelo el mini badnik. — No me pierdas de vista, te encantará lo que vas a ver.

 

“Te veré siempre que me dejes, doctor.”, es lo que quiso decir Stone pero se tragó sus palabras, asintiendo con la cabeza y alejándose un par de pasos para dejar el protagonismo a Robotnik.

 

En su máxima expresión, Robotnik hizo que el mini badnik proyectara un holograma para explicar la ferocidad de sus creaciones para luego mostrarlo en vivo. Los MK ya estaban colocados en su lugar y alrededor de ellos, había diversos objetos de pruebas que pasaban desde barriles hasta tanques de guerra. Robotnik les dio la espalda y como si fuera una orquesta y él el director, empezó a mover las manos. La capacidad destructora de sus creaciones eran dignas de cada exclamación de sorpresa y elogio que escuchaba por detrás suya pero nunca consiguieron llenarlo por completo; esa gente solo lo querían por sus creaciones, no por él mismo. Nadie lo quería por él mismo y nunca lo harán.

 

Escuchó una voz a su lado y giró la cabeza, viendo a un asombrado Stone. “Eres impresionante, doctor”, fue lo que escuchó entre explosiones con una gran sonrisa que combinaba a la perfección con esos estúpidos y grandes ojos marrones, que brillaban con luz propia y Robotnik, como un polilla, se sentían atraídos a ellos. Por más que deseara acercarse a ellos, el temor de ser quemado era superior así que hizo lo único que se atrevía a hacer: observarlos y admirarlos en la distancia.

 

Terminó la presentación y con ello, todos los presentes se acercaron al doctor para preguntas más específicas como el coste de producción, posibles mejoras y utilidades en diferentes situaciones. Robotnik tardó exactamente 15 minutos en hartarse de todas las preguntas y mandarlos a la mierdas mientras se daba la vuelta para irse; Stone, por su parte, se dirigió a todos con una sonrisa encantadora y falsa comunicándoles que toda esa información les llegará por correo electrónico en breve, despidiéndose por el doctor y caminando a pasos ligeros para alcanzarlos.

 

— ¿Ves, Stone? Son como perros; dales un juguete y vienen corriendo meneando la cola. Me dan mucho asco. —escupió con veneno dirigiéndose a la salida, sabiendo que Stone lo seguía.

 

— Toda la razón, doctor. Solo aprecian la creación pero no a su creador. Ellos se lo están perdiendo por ciegos e idiotas.

 

— ¿Ah? ¿Es así, Stone? —dio un giro en sus talones para encarar al agente, quien sí tuvo el reflejo de siempre para pararse antes de chocar con él.

 

— ¡Por supuesto! Es todo un honor poder verlo trabajar y estar a su lado… —alzó demasiado la voz al principio y cuando se dio cuenta, sin parar de hablar fue bajando el tono. 

 

— Eso es. Todo un honor. —repitió en voz alta, saboreando las palabras en su labios.— ¿Y qué más, Stone?

 

— Verlo trabajar con tanta dedicación y pasión en sus proyectos, crear algo tan magnífico desde la nada…nunca nadie sería capaz de conseguir tal hazaña. —no supo en qué momento se cortó la distancia entre el Robotnik y Stone o quien lo hizo pero ahí estaba, uno frente al otro a solo un palmo de distancia. — Haría lo que estuviera en mis manos para ayudarlo. Estaría a su lado siempre que me lo permitieras…

 

Robotnik se mantuvo callado durante todo momento, disfrutando del sonido de la voz de Stone. Cuando se cortó la distancia entre los dos, bajó la mirada para ver mejor al agente y sintió un calor recorrer todo su cuerpo, empezando desde su rostro hasta terminar en el estómago. Era una sensación enfermiza que odiaba pero a la vez buscaba más.

 

— Mi adulador descarado… —murmuró para sí mismo aunque supo que Stone lo escuchó por cómo abrió los ojos de sorpresa. Tosió varias veces, llevando una mano a sus labios y se alejó varios pasos. — No esperaba menos, por eso eres mi asistente.

 

— Sí…es lo que soy. —Robotnik iba a replicar por lo estúpido que parecía repetir sus palabras pero ver su rostro lleno de determinación le calló.

 

— Humpf, vámonos de aquí ya o se me pegará la tontitis de los militares. —el comentario se ganó una risa divertida de Stone y él sonrió de vuelta.

 

Volvieron a retomar el caminó hasta la salida del recinto, donde tenían su coche aparcado. Como en la ida, fue Robotnik quien se encargó de poner la música para el camino y dejarse llevar por el ritmo, con un mejor ánimo que esta mañana. Stone sonrió también con más ánimo, sabiendo exactamente lo que tenía que hacer.

 

Llegaron al laboratorio y antes de que pudieran entrar, Robotnik volvió a girarse hacia Stone y alzó una mano hasta la altura de su pecho, empujando a Stone, el cual lo miró con una expresión de duda.

 

— Lo he estado pensando y aunque no sé qué te pasa, no estás al 100%.

 

— ¡Doctor! Estoy bien, puedo trabajar…

 

— Sh, Sh. No me repliques, agente. —volvió a subir su mano ahora a la altura de su cara, colocando un dedo sobre los labios ajenos. Mala idea sentir los labios de Stone tras sus guantes. Los retiró con rapidez.— ¿Y poner en peligro algunos de mis proyectos por tus descuidos? No lo pienso permitir. Hoy te vas a descansar y antes de que empieces a quejarte… Es una orden.

 

Stone se calló la réplica al apretar sus labios, haciendo un pequeño puchero demasiado adorable a la vista de Robotnik. — Está bien, doc…nos vemos mañana.

 

Robotnik sonrió con suficiencia y dándole varias palmadas en la mejillas ajenas, se adentró en los confines de su laboratorio. Stone, por su parte, se quedó quieto durante unos segundos antes de girarse para irse. Lo bueno de irse pronto, es que tenía todo el día para pensar en su siguiente plan.

 

Acto 11. La verdad 1.0.

 

Stone llegó a altas horas de la noche a su apartamento abriendo la puerta de un portazo, tirando el casco de su moto con fuerza hacia el sofá. Desde que llegó a su apartamento había intentando contactar con Sky durante una hora pero toda forma de contacto que él conociera estaban desconectados, lo que le dio mala espina. Sin pensarlo dos veces, cogió las llaves de su moto y fue visitando los distintos escondites que tenía por la ciudad pero todos estaban vacíos, como si nadie hubiera estado allí.

 

Cogió su teléfono en un intento vano de contactar pero de nuevo saltó una voz diciendo que el número que llamaba no existía. Ya estaban en movimientos y él no podía perder más tiempo; tenía que volver rápido al laboratorio para proteger al doctor. Fue a su habitación, más en concreto hasta su armario y abrió un cajón, tirando toda la ropa por el suelo para poder levantar fondo donde tenía escondida sus armas. No era mucho, una pistola y diferentes cuchillos, los cuales guardó en diversas partes de su cuerpo.

 

Volvió tras sus pasos y llegando a la salida, escuchó afuera unos pasos que pararon justo en la puerta de su apartamento, el ruido de unas llaves y cómo las encajaban en su puerta. No, no, no. Tuvo el tiempo suficiente para ir a la cocina y poder esconderse tras la isla. La puerta se abrió y como no tenía visión, se concentró tanto en las voces como en los pasos. Contó un total de tres personas.

 

— ¿Rock? Sabemos que estás aquí. No lo haga más difícil y sal de donde sea que estés.

 

No los podía ver pero sabía que había hecho indicaciones para registrar el apartamento por cómo se escuchaban pasos alejándose del sitio. Un tercero se quedó ahí, acercándose lentamente hasta la cocina. Estaba todo a oscuras y él tenía la ventaja de conocer el terreno, por lo que sacó uno de sus cuchillos escondido y esperó. Los pasos se pararon y Stone supo que estaba justo frente a la isla, así que con un rápido movimiento se impulsó hacia arriba y se lanzó, dejándole sin tiempo a reaccionar. El cuchillo fue directo a la garganta en un corte limpio, haciendo que se ahogara en su propia sangre. Stone agarró el cuerpo del que era su ex-compañero antes de caer para evitar ruido, dejándolo en el suelo con lentitud.

 

Uno menos. Caminó hasta el pasillo, quedándose escondido tras la esquina de la pared y miró hacia el pasillo, escondiendo su cabeza de inmediato. Los había escuchado girar, volviendo sobre sus pasos. Stone se fue arrastrando sobre la pared para quedarse escondido, casi aguantando la respiración.

 

— ¿Dónde estará escondido ese maldito traidor? ¡Eh, Red! ¿Red? — uno de los dos se adelantó por el silencio tras su llamada.

 

Stone no perdió tiempo. Nada más visualizó a su siguiente presa, se lanzó contra él en un intento de clavar el cuchillo en su cuello pero reaccionó rápido, moviéndose lo justo y necesario para recibir la herida en el hombro y gritó tanto de dolor como de sorpresa, alertando al que se quedó atrás. Genial, adiós al factor sorpresa. Recibió una patada en el estómago para apartarse de su ex-compañero, el cual gruñó de rabia.

 

— ¡Maldita sea, Rock! ¿Así es como piensas acabar con tantos años de camaradería? —escupió con rabia, preparándose para el ataque.

 

No contestó nada y sabiendo que esto iba para largo, se preparó mentalmente. Llovieron golpes entre los dos hombres, recibiendo algún que otro puñetazo en el estómago y costado, haciéndole escupir sangre. El sonido de un disparo le alertó y tuvo la suerte que justo en ese momento se movió hacia atrás, esquivándolo por los pelos. Sacó su propia pistola y disparó hacia esa dirección, consiguiendo darle en una de los muslos. En ese tiempo, contra quien estaba luchando aprovechó para abalanzarse contra Stone para tirarlo al suelo, tirando tanto su pistola como su cuchillo al suelo. 

 

Durante el forcejeo recibió varios puñetazos en la cara y mientras que con una mano intentaba pararlo, la otra luchaba contra sus fuerza para alcanzar el cuchillo escondido en su cintura. Cuando iba a recibir otro golpe en su rostro, consiguió sacar el cuchillo y con rapidez lo clavó directamente en el cuello, dándole igual que le salpicara la sangre y el cuerpo inerte cayera encima suya.

 

Con esfuerzo, empujó el cuerpo a un lado y se levantó con un quejido, mirando hacia el pasillo. El que quedaba ya no estaba ahí pero el rastro de sangre lo guiaba hacia él así que Stone recogió sus armas del suelo y con lentitud, empezó a seguirlo hasta llegar a su cuarto. La puerta estaba cerrada.

 

Stone se preparó para el ataque y abrió la puerta de golpe con una patada, entrando a la habitación. Frunció el ceño cuando no vio a nadie y fue gracia al pequeño ruido detrás suya que pudo reaccionar a tiempo y esquivar la puñalada, clavando su propio cuchillo en el brazo ajeno para desarmarlo. Durante esa fracción de segundo, Stone aprovechó para empujar el cuerpo ajeno en un placaje con su hombro hasta estamparlo contra la pared, emitiendo un quejido de dolor para luego reír a carcajada.

 

— Así que los rumores eran verdad. Pero, ¿sabes qué? Ya no nos hace falta. — escupió en la cara de Stone, mirándolo con una sonrisa cruel. — Tu querido doctor estará… 

 

No le dio tiempo a terminar cuando recibió un disparo a bocajarro en su frente, manchando la pared de detrás suyas tanto de su sangre como de sus sesos. Stone dejó caer el cuerpo al suelo, con la respiración agitada. Los habían estado siguiendo. Sabía que dejaron el laboratorio a solas unas horas y dejó al doctor solo durante el resto del día.

 

Sin pensarlo dos veces, corrió como nunca antes lo había hecho en su vida y cogió las llaves de su moto. La vida de su doctor pendía de un hilo y esperaba no llegar tarde.

 

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Desde que Robotnik volvió a su laboratorio, notaba algo diferente, como algo muy sutil hubiera cambiado pero revisando las cámaras, no vio nada raro. Lo achacó al cansancio de haber aguantado a los militares y que estaba solo de nuevo. No, no iba a ponerse de nuevo de mal humor, no cuando hacía sólo unos minutos estaba bien. Además, fue él quien le dijo a Stone que se fuera.

 

— Mis queridos bebés. —habló en alto y varios badniks se acercaron a su creador, dando vueltas a su alrededor. — Por culpa de esos estúpidos militares, me he retrasado con mi trabajo. ¿Nos ponemos a ello?

 

Los badniks parecían entenderlo, porque volaron a su alrededor con más rapidez y emitiendo pequeños sonidos, sacándole una sonrisa divertida. Así, la pequeña punzada que sentía al no tener al agente por ahí se mitigaba lo suficiente para que lo que quedara de día se hiciera más ameno.

 

Estuvo trabajando durante horas sin parar hasta que escuchó un pequeño zumbido y se apagaron las luces, encendiéndose de inmediato las de emergencias. Esto sí que alertó a Robotnik, quien se levantó de su silla mientras pulsaba botones de sus guantes para ordenar a sus badniks que le siguieran. Sus pasos rápidos y en eco eran lo único que se escuchaba en todo el laboratorio, incluso sus badniks no detectaban movimiento alguno, lo que le extrañó todavía más al doctor. ¿Habría sido un simple error? Si fuera así, Stone iba a saber lo que es Robotnik enfadado, ¡por no hacer bien su trabajo de revisión, se ha quedado sin luz!

 

Entró en la habitación donde tenía todos los contadores de luz para revisarlos cuando sus badniks giraron con rapidez hacia la entrada al captar un movimiento veloz. Robotnik miró hacia la salida, mandando dos de los 5 que había traído a revisar el pasillo pero otras vez, no vio nada. Se estaba volviendo loco. Dejó a esos dos en el pasillo y él volvió a dirigirse a los contadores de luz. Tras inspeccionarlos por unos minutos, supo qué era lo que había provocado el apagón de luz: los cables estaban cortados. Alguien había conseguido burlar su seguridad y ha entrado. 

 

No le dio tiempo a entrar en pánico cuando escuchó unos disparos a sus espaldas y antes de que pudiera girarse, alguien le dio un rodillazo en la espalda haciendo que se encogiera de dolor. Esa misma persona aprovechó para agarrar sus muñecas, forcejeando con el doctor hasta conseguir quitarle los guantes de control.

 

— ¡Maldita seáis! ¿Cómo osáis colaros en MI laboratorio? —en el forcejeo, consiguió colar un codazo en las costillas ajenas, consiguiendo liberarse. — Despedíos de vuestra miserable existencia a manos del gran Ivo Robotnik.

 

El que tenía delante suyo soltó un bufido molesto al escucharlo y se recompuso rápido del golpe, volviendo a lanzarse contra el doctor. A él se le unió otro más y por mucho que el doctor intentara defenderse, luego de recibir varios golpes estaba ya respirando con dificultad, llevando una mano a su dolorido costado. Un tercero se acercó a ellos, con una sonrisa burlona en su rostro.

 

— ¿Qué era lo que decías antes? —se burló mientras daba otro golpe haciendo que el doctor se arrodillara.

 

— Sois unos hijos de… —alzó la cabeza para maldecirlos pero otro golpe llegó más fuerte y perdió la conciencia.

 

Robotnik intentó abrir los ojos pero la poca luz que había le hizo daño, además que no ayudó para nada el dolor que recorría todo su cuerpo. Cuando intentó moverse, notó que no podía pues sintió algo que rodeaba su cuerpo y lo oprimía contra una silla. El recuerdo de la noche vino de golpe a su cabeza y el pánico que sintió fue suficiente para ignorar todas las molestias y abrir los ojos con fuerza, alzando la cabeza.

 

Había un total de 4 personas en el laboratorio hablando entre sí mientras tecleaban en su ordenador. Al intentar moverse, se dieron cuenta de que estaba despierto y uno de ellos, uno alto con ojos azules se acercó, de brazos cruzados.

 

— ¿La princesa al fin despertó?

 

— ¿Qué es lo que queréis, malditos imbéciles? — el insulto consiguió el recibir un golpe en su cara.

 

— Incluso así atado, tienes fuerza. Ahora entiendo a Rock. —el mismo que le pegó agarró por el cabello a Robotnik con fuerza, obligándole a levantar la cabeza. — Pero tampoco eres tan inteligente como dicen. ¿No es obvio lo que queremos?

 

Por un momento, Robotnik miró con confusión al hombre por mencionar a un tal “Rock” pero su expresión fue borrada rápidamente, dejando pasar a una de enfado. — ¡No toquéis mis proyectos con vuestras sucias manos! ¡Mis creaciones!

 

Recibió otro golpe más, gruñendo por lo bajo. —Gracias a ti nos haremos de oro pero no te preocupes. La fiesta sigue y falta todavía el invitado de honor.

 

Al principio no entendió a quien se refería y tuvo que notarse en su cara porque cuando el ojiazul lo miró, empezó a reír con fuerza, resonando por todo el laboratorio. Uno de sus compañeros se acercó al hombre y le susurró algo que Robotnik no pudo escuchar pero lo que se ve, era algo que estaba esperando el otro hombre pues lo soltó con fuerza y se mantuvo a su lado, con una pistola en las manos.

 

No tardó mucho tiempo en entender lo que estaba esperando pues no pasó ni un minuto cuando la puerta del laboratorio se abrió, dejando ver a un Stone herido y con sangre en su cuerpo (que Robotnik esperaba que no fuera suya). Pudo ver a Stone relajar un poco su rostro cuando lo vio para luego girarse hacia el hombre a su lado con puro odio.

 

— Has tardado menos de lo que esperaba, Rock. ¡Por eso eras nuestro mejor espía! No me ha dado tiempo a divertirme con él aun. —para dar más énfasis a sus palabras, con el cañón de la pistola acarició la mejilla de Robotnik.

 

Robotnik, en cualquier otro momento, habría soltado un comentario mordaz pero ahora mismo miraba con ojos muy abiertos a Stone. Rock. Quien fuera que sea. Era un espía. Había tenido razón al final. Habría deseado haberse equivocado por una vez en su vida.

 

Stone vio la expresión del doctor y se contrajo su rostro, teniendo que morder su labio inferior para evitar que temblara. — Es a mi a quien quieres al final, ¿no? ¡Suéltalo!

 

— Me das asco, Rock. —escupió Sky quitando el cañón de la pistola de Robonik, mirando con frialdad y odio a Stone. — Tantos años de amistad a la basura por…¿esto? Me has decepcionado.

 

Será por las heridas o por ver a Robotnik en ese estado pero no se dió cuenta cuando otro de sus ex-compañeros se colocó detrás suyo, agarrándolo por los brazos. Lo obligó a avanzar hasta quedar a pocos pies de distancia del doctor, quien tenía la cabeza agachada en un intento de procesar toda la información.

 

— ¿Te acuerdas del plan, Rock? Robar sus proyectos y matarlo. —susurró colocándose detrás suya, haciendo una señal al que lo agarraba. — Vas a cumplir con tu cometido y después, como Romeo y Julieta, te reencontrarás con él. Romántico, ¿no?

 

El pánico inundó a Stone mientras lo forzaban a levantar el brazo que tenía la pistola, apuntando con esta a Robotnik. Fue en ese instante que el doctor alzó la cabeza para mirar directamente a su agente. 

 

BANG.

 

Acto 12. La verdad 2.0.

 

— Entonces, doctor Robotnik. ¿Eso fue lo que pasó? ¿Que se colaron en tu laboratorio para robarte y si no fuera por el agente Stone, lo habrían logrado?

 

— No soy un maldito loro para repetir lo mismo una y otra ve- AUCH. —se quejó cuando la agente que trataba sus heridas de la cara fue más brusca de lo que debería.

 

El laboratorio ahora mismo era un caos de agentes de GUNs moviéndose de un lado a otro, asegurándose que el daño en las instalaciones era mínimo, comprobar que estuvieran todos los datos y recoger los cadáveres de los ladrones. También había un par de agentes con equipo médico para tratar las heridas de Robotnik, quien por suerte recibió el menor de los daños, tan solo unos moretones feos que duraría un par de semanas.

 

Giró su cabeza para ver de reojo a Stone, que estaba a unos metros de distancia. Sus heridas eran mucho peores que las suyas, desde cortes superficiales en la piel hasta una herida de bala en el hombro. Stone le pilló mirándolo y rápidamente la desvió. Ahora mismo no se sentía capaz de enfrentarlo.

 

— ¿De verdad que no existe grabación de la noche? —preguntó de nuevo el agente que tomaba notas sobre el incidente.

 

— Sólo estaban las luces de emergencia y mis badniks estaban desconectados, ¿cómo quieres que haya grabación, maldito mononeuronal? —y otro quejido de dolor salió de sus labios, mirando mal a la agente. Estaba seguro al 100% que lo hacía queriendo.

 

— Está bien, está bien. —el agente soltó un suspiro cansado, seguramente de tratar con el doctor. — Por el momento clausuramos el laboratorio para…

 

Robotnik cortó al agente alzando sus manos hasta su cara, sin llegar a tocarlo. — No. Lo que vais a hacer es limpiar cuanto antes este desastre y dejarme en paz.

 

— No es lo que Walters ha dich…

 

— ¡Me importa una mierda lo que diga Walter! Es una orden MÍA y la vais a acatar.

 

— S-sí, señor.

 

El agente entonces se alejó del doctor para comunicar la orden al resto de los agentes. Soltando un suspiro cansado, volvió a acomodarse en su asiento para dejar que la agente termine de tratar sus heridas. Otra agente diferente se acercó con unos papeles en manos y la sola mirada del doctor fue suficiente para empezar a hablar.

 

— Es un documento para la baja del agente Stone. Sus heridas son suficiente como para estar fuera de servicio por unas semanas y así podemos trasladar un sustituto.

 

De nuevo, Robotnik miró de reojo hacia Stone y como no le devolvió la mirada, se atrevió a fijarse mejor en como trataban sus heridas de forma superficial, sabiendo que tenían que llevarse a Stone para curar sobre todo la herida del hombro. La agente tosió varias veces para llamar la atención de Robotnik, esperando con impaciencia que firmara el papel.

 

— Vale, lleváoslo pero no quiero ni un agente más por aquí, y al que se le ocurra venir, que se despida de algunos de sus miembros en el mejor de los casos. —la amenaza fue dicha lo suficientemente alta para que los más cercanos lo escucharan mientras firmaba el papel.

 

Después de esto, ningún agente volvió a molestarlo más. Todos estaban trabajando con diligencia y rapidez porque estaban de acuerdo en una cosa: nadie quería estar cerca del doctor. La agente terminó de tratar sus heridas y tras darles varias indicaciones a Robotnik, se alejó de él para acercar a quien trataba a Stone. Hablaron entre ellas y luego a Stone, quien asintió con la cabeza lentamente mientras se levantaba con cuidado.

 

Robotnik notó la mirada de Stone y tonto de él, se giró para verlo. Se quedaron así durante unos segundos, como si Stone quisiera hablar por las veces que abría y cerraba la boca pero al final solo sonrió con tristeza, mirándolo con esos ojos grandes y brillantes. Robotnik también quería decirle algo pero las palabras se le atragantaron en su garganta y terminó desviando la mirada. Fue suficiente ese gesto para que Stone agachara la mirada y girara su cuerpo para seguir a las agentes.

 

A primera hora de la noche, ya tenía el laboratorio impecable y vacío, como si nunca hubiera pasado nada. Pero sí que pasó y en la mente de Robotnik se reproducía una y otra vez.

 

BANG.

 

Robotnik cerró los ojos al escuchar el sonido de la pistola y esperó la bala entrando en su carne para llevarse su vida. Contó 1, 2, 3, 4…pero la bala nunca llegó. Abrió los ojos de nuevo y vio a Stone con la pistola en la mano pero apuntando por encima de su cabeza y lo que ocurrió después pasó demasiado rápido.

 

Stone golpeó con su codo hacia la persona que lo agarraba por detrás, liberándose y al girar, colocó el caño de su pistola en el borde inferior de la mandíbula y disparó, matándolo al instante. Los demás reaccionaron rápido, abalanzándose contra Stone creyendo que siendo 3 contra 1 y ese uno herido, les daría ventaja.

 

Estaban muy equivocados. Stone pudo contraatacar cada uno de los golpes que recibía y por más golpes y cortes que recibía, parecía que su fuerza no menguaba. Uno de los que atacaban a Stone dejó un hueco libre que el agente aprovechó para sacar el último cuchillo que le quedaba y clavarlo en el pecho, perforando uno de sus pulmones. El otro, furioso por la muerte de su compañero, lanzó una serie de puñetazos a Stone que apenas pudo esquivarlo. En el último golpe consiguió moverse y esquivarlo a tiempo, dándole primero un golpe en el pecho y luego otro en la cabeza, haciendo que se arrodillara al suelo. Sin esperar la oportunidad del contraataque, Stone agarró la cabeza del caído y con un rápido movimiento se escuchó un crack en el cuello ajeno. 

 

Soltó el cuerpo al suelo sin miramientos, con la respiración agitada y de repente soltó un gruñido de dolor, llevando su mano a su hombro izquierdo. Sky estaba todavía ahí, de pie, con la pistola humeante en sus manos.

 

— ¿Por qué tenemos que terminar así, Rock? ¡Era nuestro último ataque! Prometimos jubilarnos todos juntos y disfrutar de la vida pero tú… — apretó los dientes con fuerza y se giró hacia Robotnik, quien lo miraba también. — ¡Tú eres el culpable! ¡Le has comido la cabeza a Rock!

 

— Es Stone… — murmuró en voz baja, consiguiendo que Sky volviera a mirarlo con sorpresa. — Mi verdadero nombre. Aban Stone.

 

El odio volvió a Sky quien rápidamente se giró para apuntar al doctor con su arma y antes de que le diera tiempo a disparar, una bala le atravesó la cabeza, cayendo al instante al suelo. Con la respiración agitada al ver que había estado a punto de morir otra vez, miró hacia la dirección del disparo. Stone tiró el arma al suelo y con pasos lentos, se acercó al cuerpo inerte de su ex-compañero, parándose a su lado unos segundos mientras observaba la sangre derramarse por todo el suelo, con una expresión ilegible.

 

Cuando pasó lo que pareció una eternidad para Robotnik, Stone se movió y cogió un cuchillo del suelo, limpiando la sangre en su propia ropa y se acercó a Robotnik. Cualquier persona normal, después de presenciar lo ocurrido, tendría miedo de Stone pero en su interior sabía que no había nada que temer. Era extraño después de saber que era un espía. 

 

Lo liberó de las ataduras que lo mantenía en la silla y se levantó de ella, mirando a Stone, quien esquivaba su mirada. La verdad había salido a la luz y Stone no estaba preparado para las consecuencias.

 

— ¿Te arrepientes…? — preguntó en un susurro Robotnik. Desde que lo vió de pie al lado del cuerpo de quien se llamaba Sky, esa pregunta le rondaba por su cabeza.

 

Esta vez Stone sí que lo miró. No había rastro del Stone salvaje que atacaba sin piedad. Solo esos ojos grandes y marrones que brillaban cuando lo veía.

 

— No.

 

Su respiración se agitó ante el recuerdo y negó con la cabeza. Hoy, ni siquiera sus proyectos serían incapaces de calmarlos así que salió del laboratorio. Camino por los pasillos silenciosos hasta el final, una puerta que abría tan pocas veces que hasta se olvidaba de su existencia. 

 

Una vez dentro, lo que se vió era una cama tamaño king, un armario y un escritorio. Su habitación personal. Conforme iba caminando hasta la cama, se fue quitando el abrigo y los zapatos, quedándose solamente con su pantalones y suéter negro cuando llegó a la altura de la cama. Movió las mantas para poder meterse en ellas y acurrucarse en sí mismo.

 

En la soledad de su habitación y bajo la protección de sus mantas, Robotnik permitió dejar salir toda la frustración que había retenido en su interior a modo de gritos furiosos mezclados con tristeza que opacaba por la almohada. Así, hasta el cansancio acumulado fuera suficiente como para dejarlo caer inconsciente, con un último pensamiento rondando por su cabeza… 

 

Stone.

 

Acto final. Lealtad

 

Pasó una semana desde el incidente y Robotnik no sabía nada de Stone.

 

Lo último que supo de él fue de Walters, quien se puso en contacto con él al día siguiente. Intentó convencerlo de poner otro agente como sustituto de Stone pero viendo el aspecto del doctor, entendió que no era el momento para sacar el tema. Le contó que habló con el agente Stone, informándole sobre lo ocurrido primero en su casa (ahora sabía Robotnik de donde venía sus heridas anteriores) como lo que pasó en el laboratorio, que coincidía exactamente a lo que Robotnik informó. También que, dadas las heridas sufridas en la pelea, estaría mínimo un mes de baja y que lo habían regresado a su apartamento una vez limpio de sangre y cadáveres.

 

No tendría que alegrarse por él y de que hubiera salido casi ileso, con pocas heridas tras revelarse que era un espía. Tendría que estar furioso, odiándolo hasta la muerte pero todo lo que encontró en su interior fue un vacío que ni sus badniks eran capaz de llenar del todo. Porque lo había intentado. Durante toda esa semana se dedicó exclusivamente a su trabajo, alimentándose a base de barritas nutritivas y caer inconsciente cuando el cansancio era superior a sus fuerzas. Su cabeza era un arma de doble filo y cuando creía que estaba bien, su mente rememoraba esa noche con lujo detalles y al terminar, todos sus pensamientos estaban fijos en Stone. El espía Stone.

 

Una risa nerviosa se escapó de sus labios, llevando una de sus manos a sus ojos. Claro que era un espía y no sólo porque había sospechado de él desde el principio. Era hasta lógico después de meses trabajando juntos, ¿quién en su sano juicio se mantenía a su lado por voluntad propia durante tanto tiempo? Era un ser horrible, inaguantable, indeseable. ¿Pensar que alguien como Stone, con sus cafés perfectos, sus ojos grandes y marrones brillantes, su sonrisa amplía y sus sinceras adulaciones hacía él serían reales? Siempre a su lado incluso después de todos los insultos que le dijo y cada golpes que recibió. Sin quejarse y entendiéndolo. Por un momento, un solo instante pensó que, tal vez, al fin había encontrado a alguien.

 

— Me dijiste que estarías conmigo, a mi lado. —murmuró una vez paró la risa, dejándose caer en su silla. — Y yo, como el mayor imbécil de todos, me lo creí…

 

Por eso prefería sus máquinas, perfectas y frías. Ellas jamás lo traicionaría y mucho menos les provocaría este dolor punzante en su pecho que no le dejaba respirar. Los humanos eran criaturas imperfectas y traicioneras y Stone no iba a ser la excepción del caso. Cuanto antes su cabeza y su pecho asimilara esta realidad, borrando la pequeña esperanza de que Stone realmente sí quería estar a su lado hasta tal punto de traicionar a sus compañeros sin remordimientos, antes podría volver a ser el mismo de siempre. El gran doctor Ivo Robotnik, sin emociones ni sentimientos como sus creaciones.

 

No supo en qué momento se había quedado dormido en la silla en una posición que de seguro ganaría más de un dolor de cuello pero uno de sus badnik empezó a golpear su hombro, despertándolo.

 

— ¿Pero a qué viene tanto alboroto…? —preguntó mientras se rascaba los ojos, en un intento de activarse.

 

Se activaron las cámaras que tenía colocadas en la entrada de su laboratorio y de un sobresaltó, se levantó de la silla, apoyando sus manos en su escritorio. Era Stone, podría reconocerlo incluso en la plena oscuridad de la noche. Su pregunta era, ¿qué hacía ahí? ¿Y por qué parecía estar en peor estado que la última vez que lo vió? Sin pensarlo dos veces, abrió las puertas del laboratorio de forma remota, viendo por las cámaras como Stone entraba al interior con pasos lentos.

 

Robotnik tragó el nudo que tenía en su garganta y se giró hacia la entrada, acercándose con pasos lentos a la salida. Cuando la puerta se abrió y visualizó el cuerpo de Stone, se quedó quieto mientras Stone entraba en la sala. En silencio, observó el cuerpo del moreno para descubrir que, efectivamente, estaba mal; su cuerpo presentaba varios cortes y moretones que estaba seguro que antes no tenía, además de un corte en su mejilla y la sangre que salpicaba por su ropa.

 

Tras un silencio prolongado, fue Stone quien lo rompió con un pequeño suspiro. — Éramos 12 en el equipo… 

 

— ¿Cómo? —preguntó sin llegar a entender del todo lo que quería decía, ladeando ligeramente su cabeza.

 

Otro suspiro salió de los labios de Stone y alzó la cabeza para ver al doctor, con expresión cansada en su rostro. Las ojeras marcadas eran indicio de que llevaba varios días sin poder dormir. 

 

— 3 en mi casa, 4 en el laboratorio…yo. —tragó saliva al tener que contarse él mismo, contrayendo su rostro en una expresión triste. — faltaban otros 4…

 

— Oh, Stone… — murmuró al comprender la totalidad de sus palabras, frunciendo el ceño.— Maldito insensato, ¿y con tus heridas has ido solo?

 

— ¡No me quedaba otra, doctor! —al notar como alzó la voz sin querer, apretó los labios en un intento de calmarse. — No podía contactar contigo. Me quitaron toda forma de contactar con el laboratorio. Tampoco podía decírselo a nadie porque sino… —se calló lo siguiente pero Robotnik supo lo que quería decir, bajando la mirada ante la triste realidad.— 

 

Robotnik lo miraba fijamente, buscando algún indicio de engaño propios de un espía pero solo veía al Stone de siempre. El mismo Stone que estuvo con él meses, con esos ojos grandes y marrones que parecían que solo lo miraba a él. Una pregunta le estaba rondando en sus labios y Stone pareció notarlo porque no dijo nada más.

 

— ¿Por qué lo has hecho? Estás herido. Podrías haberte ido o…

 

— Tenía miedo de que fueran a por ti otra vez. 

 

Robotnik abrió los ojos con fuerza por la sorpresa antes sus palabras, sintiendo como su pecho empezó a latir con fuerza. Estaba buscando desesperadamente algo que demostrara que Stone estuviera mintiendo y no que, de verdad, estaba preocupado por él. Sin saber por qué, eso le enfadó más que si le hubiera dicho otra cosa y reaccionó en consecuencia; alzó una de sus manos y colocó sus dedos en las mejillas ajenas, dándole igual si apretaba justo donde tenía el corte. Supo que le dolió a Stone por el leve quejido que soltó pero no hizo el intento de separarse, quedándose quieto.

 

— ¿Miedo tú, Stone? Planeaste robarme y matarme. —murmuró en voz baja mientras acariciaba con fuerza sus mejillas. — Pasaste todos los sistemas de seguridad, conseguiste colarte en mi laboratorio y quedarte a mi lado durante meses…confié en ti…

 

Robotnik notó cómo se contrajo el rostro de Stone, entreabriendo los labios y con los párpados caídos. Lo había humillado, golpeado, insultado. Había recibido golpes, disparos y cortes. Y fue la primera vez que vio una expresión de dolor en la cara de Stone. Maldijo su pecho por el pinchazo que sintió y sin darse cuenta, menguó la fuerza con la que agarraba sus mejillas sin soltarlo.

 

— Lo-lo siento, docto-

 

— ¡No quiero tus disculpas! Solo… no sé qué hacer. —tras gritarle en la cara a Stone, soltó con fuerza sus mejillas y retrocedió un par de pasos. 

 

Odiaba cuando todo lo que pasaba a su alrededor se le escapaba de sus manos, lo hacía sentir débil y vulnerable. Stone pareció darse cuenta de todo lo que estaba sintiendo Robotnik y recuperó la distancia que el doctor se alejó. Robotnik vio como se acercaba a él sin moverse, viendo como enderezaba su cuerpo en una mueca de dolor y colocaba ambas manos detrás de su espalda.

 

— Haré lo que me pidas, doctor. —habló todo lo claro que podía por sus heridas, demostrando determinación.— Si quieres que me entregue, lo haré. Si quieres que me vaya…también lo haré…

 

— ¿Y si…lo que quiero es que te quedes? —la pregunta fue hecha en un murmullo suave y bajo, como si temiera decir en alto sus sentimientos más profundos y lo que más intentaba esconder.

 

La pregunta sorprendió a Stone, quien abrió los ojos. La sorpresa no duró mucho y sintió como se relajaba sus músculos. La sonrisa que apareció en su rostro le llegó a sus ojos y Robotnik pudo jurar que era la sonrisa más bonita que había visto nunca.

 

— Sería todo un honor poder quedarme a tu lado.

 

Epílogo

 

En la gran pantalla que tenía en su laboratorio se veía a Walter, con los brazos cruzados y la cara tensa, frunciendo el ceño, mirando fijamente a Robotnik que, al contrario del comandante, estaba totalmente relajado en su silla, con las piernas levantadas y apoyadas en el escritorio.

 

— No puedo contigo, Robotnik. — se quejó sin dejar de mirarlo, frunciendo todavía más el ceño cuando la sonrisa del doctor creció. — Te di una semana de tranquilidad para que te relajaras después del ataque. Te ofrecí un agente para sustituir al agente Stone y que te ayudara. ¿Y así es cómo me lo pagas?

 

— ¿Qué más quieres, Walter? Estoy trabajando, cumpliendo con las fechas establecidas. —fue enumerando cada cosa que hacía mientras bajaba los dedos de la mano, mirando de reojo a un Walter cada vez más enfurecido.— Ah, y mejorando los prototipos. De nada, puedes estar contento de que el dinero del Tio Sam está siendo bien invertido. 

 

— ¡Sabes bien a lo que me refiero! ¿Sabes la cantidad de papeleo que estoy rellenando por culpa de tus caprichos?

 

Robotnik decidió dejar que Walter siguiera con su sermón sobre el derecho de los trabajadores, la directora de Recursos Humanos enfadada por incumplimiento y las múltiples excusas que había dado para defender tanto a Robotnik. Solo cuando se escuchó la puerta del laboratorio abrirse se calló, escuchando unos pasos acercándose por detrás con lentitud.

 

— Aquí tiene su café, doctor. —ofreció Stone con una sonrisa una vez se colocó a su lado. — Oh, buenos días comandante Walter.

 

— Tan puntual como siempre, Stone. —cogió la taza, llenando su cuerpo del olor del café recién hecho antes de darle un sorbo.

 

— Contigo también quería hablar, agente Stone. — habló Walter descruzando los brazos, observando el aspecto del agente.

 

El aspecto de Stone era, como mucho, presentable. Las heridas seguían ahí y hasta Walter podía jurar que había más que cuando lo visitó en la enfermería. Usaba un cabestrillo en el brazo donde tenía la herida de bala y tenía una gasa puesta en la mejilla.

 

— Todavía no estás en condiciones de trabajar y firmaste la baja médica, ¿me puedes decir qué demonio haces ahí, en vez de descansar?

 

— Oh, eso… ¿me aburría y no podía dejar al doctor solo sin su café? —dijo con un poco de duda y sin perder la sonrisa, mirando de reojo a Robotnik. Por lo que se ve, estaba complacido con su respuesta mientras daba otro sorbo a su café.

 

Walter se llevó una mano a su cabeza, preguntándose qué había hecho en su vida pasada tan mal para que ahora no sólo tenía que aguantar a un narcisista sociópata sino a un agente que lo único que hacía era cumplir con sus caprichos.

 

— Me vais a matar de un disgusto. —declaró en alto, teniendo que alternar la mirada entre el doctor y el agente. — Al menos estás yendo para que te revise el médico, ¿no, agente Stone?

 

— Ah, no hace falta. —intervino Robotnik antes de darle una oportunidad a Stone para que hablara. — Ya estoy yo, que para eso soy doctor también.

 

— No esa clase de doctor, Robotnik.

 

— Por supuesto. Tienes razón. —dijo dando otro sorbo y dejando unos segundos de pausa, dejando a un Walter sorprendido porque le diera la razón. — Soy MUCHO mejor doctor, con máquinas mucho más avanzadas. Se lo puedes decir tú mismo, Stone.

 

— El doctor Robotnik tiene toda la razón. —contestó sin perder la sonrisa, escuchando a Walter como los maldecía por lo bajo.— Trató mis heridas con más profesionalidad que las enfermeras del hospital.

 

— Lo habéis conseguido, ¡me rindo! Pero luego no vengas a quejarte porque Recursos Humanos han vuelto a ir a por ti. — con esto, Walter dio por terminada la reunión.

 

Ahora que había colgado y dejado a solas, Robotnik se permitió soltar una risa divertida por haber conseguido alterar al comandante mientras Stone tan solo sonreía. Sentía tan natural estar al lado del doctor como si lo fuera el respirar y cuando Robotnik se giró para mirar a Stone, supo al instante que estaba donde tenía que estar.

 

— Suficiente diversión por hoy. —dijo Robotnik mientras estiraba todo su cuerpo para arriba y bajaba las piernas del escritorio. — Hora de trabajar.

 

La comparativa entre el doctor y un gato adorable se lo guardó Stone en su interior.

 

— Por supuesto, doctor. ¿Necesitas que le ayude con algo?

 

— ¿En tu estado? Incluso un mono sin brazos haría mejor trabajo que tú. Bastante que consigues hacer un café decente. —se burló divertido, con la taza de café en sus labios.

 

Miró de reojo hacia Stone en busca de alguna molestia por sus palabras pero lo que vio fue una pequeña sonrisa en su rostro. Rápidamente la desvió de nuevo hacia la taza para evitar que un pequeño sonrojo que amenazaba con aparecer se notara y dio varios tragos largos a su café.

 

— Con que te quedes aquí, a mi lado, está bien.

 

— Siempre, doctor. 

Notes:

¿Ha sido un buen final? Espero que sí. Este último tramo ha sido, con diferencia, el más difícil de escribir (⁠ノ⁠`⁠Д⁠´⁠)⁠ノ⁠彡⁠┻⁠━⁠┻

Ha sido muy divertido escribirlos y contar como han sido su vida día a día. Todo comentarios bonitos son bien recibidos!

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