Chapter Text
Alicent sube con una sensación de pesar en su corazón, va caminando colina arriba sobre un caminó de guijarros de piedra negra pulida, parecen filosos.
Arriba la niebla no deja ver claramente a los presentes ni sus caras, aunque no creer que sean muchas personas, el silencio alrededor es sepulcral.
Llega a un círculo de piedras y al entrar en él, alguien prende fuego sobre estas, cerrando el círculo con llamas altas. Se sorprende. Al querer alejarse de las orillas alguien la sostiene de sus hombros y le habla. —Querida, has llegado—. Esa voz la conoce y se le hace extraña al oírla jovial pero siseante.
Antes de voltear a verlo, observa su ropa. ¿Porque está usando un vestido de manta? el tacto es áspero y nota que las mangas largas y amplias parecen estar llenas de sangre seca... La angustia sube por su pecho y la respiración se agita cuando su mente se da cuenta lo que esta pasando.
Al voltear hacia quien la sostiene, ve a Viserys, su versión joven pero con el hueco en la mejilla izquierda de cuando estaba ya enfermo.
Lleva una daga en la mano, (la que le saco el ojo a Aemond se da cuenta), ya corre de ella un hilillo fino de sangre. nota que Viserys tiene el corte en su labio profundo y desagradable, su sangre emana espesa y casi negra.
Cuando acerca la daga a su cara y le dice con esa voz jadeante y cansada — Tu turno querida.
Alicent quiere salir corriendo, pero no puede. Las llamas ganan altura y el agarre de Viserys en su brazo se hace de hierro.
Un aire fuerte agita su cabello y siente el calor abrazador que la acaricia peligrosamente. Viserys acerca la daga a su cara, cuando más quiere huir siente los pies más pesados, como si estuvieran clavados a la tierra. Cuando el filo va a tocar su labio… se despierta.
Su habitación está oscura, su mano toca su pecho donde su corazón late agitado. Se toca la boca y está limpia ilesa, está sudando por la sensación de calor del fuego persiste. La respiracion aun alterada. Pero está bien, está segura, en su alcoba. Intenta calmarse.
A su lado Cristón le habla adormilado para preguntar qué sucede. Ella voltea a verlo, desnudo el pecho y la sábana cubre el resto.
Le cuesta el mundo tragar la angustia al estar soñando una boda Valyria con Viserys y estar despierta, con Cristón a su lado y viuda...
Ni siquiera con Viserys muerto se siente en paz. Alicent se vuelve a acostar y el último pensamiento antes de volver a conciliar el sueño es “Malditos targaryen y sus costumbres paganas”.