Chapter 1: 00
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El lugar era extravagante, más de lo que esperaba. Hyunjin se preguntó por qué lo habían citado en un hotel de tal prestigio, conocido por recibir a celebridades y figuras influyentes. A su alrededor, personas vestidas con atuendos elegantes pasaban sin prestarle atención, el oro y el lujo decoraban cada rincón del primer piso. Pensándolo bien, quizás debería haber elegido un mejor atuendo... pero ¿A quién le importaba? Después de todo, no estaba allí para impresionar a nadie, lo habían contratado para fotografiar y grabar momentos para un documental sobre la vida de alguien.
Había llegado diez minutos antes de la hora acordada, quizá porque los nervios lo traicionaban. Conocer al protagonista del documental que filmaría no era cualquier cosa.
Bostezó sin molestarse en cubrirse y alzó la vista hacia una pantalla dónde un noticiero anunciaba con entusiasmo la llegada de las Olimpiadas, mencionando a los atletas que representarían a Corea del Sur.
Entonces, lo escuchó.
—Lee Felix participará en taekwondo representando a Corea del Sur.—Anunció el presentador.
Toda sensación de somnolencia desapareció al instante.
No importaba cuánto tiempo pasará, Hyunjin siempre estaba al tanto de los movimientos del taekwondista. Sonaba un acosador, obsesivo o incluso irracional, pero era su única forma de asegurarse de que estaba bien. Por mucho que deseaba verlo, sabía que no era apropiado.
Sin embargo, el destino parecía disfrutar de sus crueles juegos.
Como si la vida misma quisiera burlarse de él, la voz de su contratista lo sacó de su ensimismamiento, pero no venía solo.
Lee Felix estaba allí. En persona.
Su cabello rubio recogido en una media cola, algunas hebras cayendo sobre su rostro. La luz del vestíbulo acentuaba sus pecas esparcidas como estrellas sobre sus mejillas y su sonrisa... Esa sonrisa brillante que atraía todas las miradas. Vestía de blanco, un color que realzaba su presencia etérea, casi angelical.
Pero Hyunjin lo conocía demasiado bien.
Si bien tenía apariencia de ángel, había cosas que pocos sabían. Cosas que sólo Hyunjin había visto.
Después de todo, fue su ex.
—Felix.—Murmuró Hyunjin tras unos segundos de silencio, inclinandose en una leve reverencia.
—Hyunjin.— Respondió el otro con la misma formalidad.
Sería mentira decir que no le afectó escucharlo, porque, en realidad, lo estremeció. Amaba su voz profunda; siempre encontraba excusas para oírlo cantar o incluso para hacer que le susurrara al oído.
Se miraron por un instante que pareció extenderse en el tiempo.
—Supongo que... Eres a quién debo grabar en cada faceta de su vida.
—Sí. Me comentaron que contrataron a un buen fotógrafo, pero no pensé que serías tú.—Contestó Felix con una sonrisa que parecía inofensiva, aunque sus ojos decían otra cosa.— Espero trabajemos bien juntos.
El rubio tendió la mano en un gesto de cortesía, esperando que el otro la estrechará. Hyunjin dudó un segundo antes de corresponder el apretón.
Sus miradas se cruzaron una vez más.
Detrás de la aparente tranquilidad, en el fondo de aquellos ojos, se ocultaban secretos, de los cuales, tarde o temprano, saldrían a la luz.
Chapter 2: O1
Summary:
—Te extrañé.—Murmuró el albino sosteniendo el rostro ajeno entre sus manos.
Hyunjin inclinó su rostro, sus labios apenas rozando los ajenos.
—Y yo a ti más.—Respondió, acercándose hasta que sus labios volvieron a encontrarse.—Y voy a demostrártelo.
Una risa suave escapó de los labios del albino antes de que el beso se reanudará, esta vez con más profundidad. Se separaron brevemente y, en un solo movimiento, Hyunjin lo alzó con facilidad, sintiendo como el menor rodeaba su cintura con las piernas y su cuello con los brazos. Se besaban entre sonrisas, entrelazados en caricias desesperadas por fundirse el uno con el otro.
Notes:
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La lluvia golpeaba sin descanso los cristales, deslizándose en delgados hilos sobre la ventana empañada, creando una melodía rítmica y constante. La única fuente de luz era la tenue lámpara de la sala, que apenas alumbraba el interior del departamento. No era un lugar ostentoso ni grande, sólo lo justo para dos, necesario para ser un hogar.
La puerta se abrió con un leve chasquido, dejando entrar dos figuras que se deslizaban con familiaridad en la oscuridad. Una bufanda resbaló de sus manos y cayó al suelo, olvidada en la urgencia del momento. Sin necesidad de mirar, el pelinegro extendió la mano y encendió la luz, sin romper el beso que compartía con el albino, quién, entre caricias, intentaba despojarlo de su saco húmedo.
Se movían a ciegas, conociendo cada rincón del camino. Un jadeo se presentó entre ellos cuando sus labios se separaron apenas unos segundos para recuperar el aliento, tiempo suficiente para mirarse con intensidad, anhelo y complicidad, como si buscarán respuestas en la profundidad de sus ojos. Hyunjin cerró la puerta tras de sí, asegurándose de que la maleta quedará dentro, su pecho subiendo y bajando con cada respiración contenida.
Sin apartar la vista del otro, se deshizo de su saco y lo dejó caer sobre el sofá, mientras que Feliz, con una sonrisa ladeada, hizo lo mismo con su chaqueta, arrojándola al mueble sin preocuparse por su destino.
—Te extrañé.—Murmuró el albino sosteniendo el rostro ajeno entre sus manos.
Hyunjin inclinó su rostro, sus labios apenas rozando los ajenos.
—Y yo a ti más.—Respondió, acercándose hasta que sus labios volvieron a encontrarse.—Y voy a demostrártelo.
Una risa suave escapó de los labios del albino antes de que el beso se reanudará, esta vez con más profundidad. Se separaron brevemente y, en un solo movimiento, Hyunjin lo alzó con facilidad, sintiendo como el menor rodeaba su cintura con las piernas y su cuello con los brazos. Se besaban entre sonrisas, entrelazados en caricias desesperadas por fundirse el uno con el otro.
Hyunjin lo sostuvo con firmeza, cruzando la habitación con la única certeza de que esa noche sería larga.
Y la lluvia seguía cayendo, como un testigo silencioso del amor que aún ardía entre ellos.
*-*-*
Hyunjin abrió los ojos con lentitud.
Las luces tenues del sol se filtraban por las cortinas, coloreando un poco la habitación. Se giró hacia el otro lado de la cama, sólo para encontrarse, una vez más, con el vacío. Por supuesto, ¿Qué otra cosa podía esperar? El sueño todavía permanecía en su mente, tan vívido que por un segundo, llegó a pensar que era real. Los labios de Felix de los cuales probó, la calidez de su cuerpo, la forma que se reía con los ojos cerrados… Pero todo se desvanecía cuando abría los ojos cayendo en la realidad.
Se quedó en la misma posición por unos minutos más, mirando el techo, sintiendo como la tristeza se instalaba en su interior.
Seis años. Exactamente seis años desde que todo terminó. Y aún así, sus sentimientos por él persistían. Todo lo relacionado a Felix seguía colándose en su mente: en los rincones más pequeños del día a día, en los sueños que no podía controlar, en canciones que solía cantar y escuchar con él, incluso en las fotografías que nunca se atrevió a borrar.
Exhaló un suspiro y se sentó en el borde de la cama. Pasó una mano por su rostro, como si pudiera borrar con ese gesto el cansancio, la nostalgia o la soledad. Trabajar de forma independiente le daba cierta libertad, pero aún así, necesitaba avanzar para no terminar perdido en sus pensamientos.
Se levantó de la cama sin prisa. Se duchó, se lavó los dientes y se colocó un buzo cómodo, dejando el torso desnudo. La rutina no cambió durante esos años, pero se sentía pesada. Se sentó frente a su laptop y abrió los archivos de su última sesión, decidido a avanzar en las ediciones.
La fotografía era su refugio, su escape.
Fue entonces cuando vio la notificación que emergió en la esquina de la pantalla.
“El regreso de Lee Felix” El nombre lo sacudió, una corriente eléctrica recorrió por su cuerpo. Su mano no dudó en mover el mouse y hacer clic.
La publicación anunciaba su regreso a Corea del Sur después de un largo viaje en Australia. En ella, lo acompaña un vídeo dónde se mostró a Felix en el aeropuerto, rodeado de periodistas, saludando con la calma elegante que siempre portaba. Su sonrisa, aunque parcialmente oculta por la mascarilla, se revelaba la curva de sus ojos, en la expresión luminosa que amaba.
Hyunjin permaneció en silencio, observando cada movimiento del rubio con una mezcla de dulzura y melancolía.
Sin darse cuenta, ya tenía una sonrisa en su rostro.
—Tan lindo.—Susurró, pasando su mano libre por el cabello corto, casi rapado.
Una parte de él deseó, de forma irracional,tomar el teléfono, llamarlo y escuchar una vez más su voz. Sin embargo, recordó lo que ya sabía: Felix estaba comprometido. Había rehecho su vida, probablemente más feliz, más estable de lo que estuvo con Hyunjin.
Y Hyunjin… Todavía despertaba esperando que su lado de la cama no estuviera vacío.
Si su Felix era feliz, él también a pesar de que le dolía de que no era el hombre que estaba a su lado.
Volvió a mirar el vídeo una vez más antes de cerrar la pestaña y continuar con su labor.
Le esperaba un día largo.
*-*-*
Las calles de Seúl no habían cambiado ni un poco, o al menos, así lo sentía Felix mientras observaba por la ventana. no habían cambiado en un año para el rubio mientras veía por la ventana. El cielo gris acompañaba su estado de ánimo.
Un año fuera de Corea del Sur y todo parecía estar bien, hasta el día anterior.
No tenía licencia de conducir y lo intentó un par de veces, pero se rindió al final. Siendo honesto, tampoco tenía ganas de aprender a conducir.
—¿Qué tal el viaje?—Cuestionó el chófer sacándolo de sus pensamientos.—Te ves apagado.
—Sólo estoy cansado, Lino. No es nada.—Respondió, sin apartar la mirada del paisaje.
—Lixie… —Le llamó con el tono suave.—Te conozco bien. ¿Te peleaste con Kota?
—No, no es eso.—Esta vez giró su cabeza para verlo y soltó un suspiro largo, resignado.—Soñé con él de nuevo.
Minho no necesitó preguntar a quién se refería. Ya lo sabía.
—De todas maneras, ya no tiene sentido pensar en eso. No hay forma de que me lo cruce. —Añadió el rubio con una sonrisa falsa, intentando convencerse más a sí mismo que al pelinegro.—Y dime, ¿Cómo está Sungie?
—Está bien, te está esperando. Ha estado limpiando la casa como loco y compró todas las cosas que cree que te gustarán. Está emocionado de verte.
Felix rió suavemente al imaginar a su mejor amigo en ese estado. Jisung siempre exageraba, pero de alguna forma, eso lo reconfortaba. Lo había extrañado.
Fue gracias a Jisung que encontró un mánager en quién confiar, y por eso era reconocido mundialmente, no sólo por su talento y apariencia, también por su calidez y compromiso.
Al llegar, no se sorprendieron al ver a Jisung esperando en la entrada agitando los brazos con entusiasmo al otro lado de la reja. Apenas se bajó del auto, Felix fue recibido con un cálido abrazo, como si el tiempo no hubiera pasado. Minutos después, ya estaban los tres en el interior de la casa, sentados cómodamente en la sala, compartiendo el almuerzo entre risas y bromas.
Mientras masticaban con tranquilidad, Minho lanzó un comentario que se relacionaba al futuro de Felix.
—Por cierto, los directivos creen que sería una buena idea hacer un documental sobre ti.
—¿Eh? ¿Un documental? —Pronunció Felix, tragando antes de fruncir el ceño.—¿Sobre qué? ¿Mi vida? No tengo nada tan interesante como para eso.
—¿Cómo puedes decir eso?—Intervinó Jisung.—Lograste muchas cosas… Te ganaste el respeto de miles, personas que te admiran de verdad y por supuesto, eres un gran ejemplo. Eres influyente, incluso fuiste voluntario para UNICEF.
—Sí, pero no hago esas cosas para que me admiren… —Respondió Felix, sincero. — Lo hago porque me nace del corazón.
—¿Y sabes de dónde genera ingresos?
—Precisamente por eso, con esa misma influencia, podrías ayudar aún más.—Agregó Minho.—Si aceptas, tendrás más oportunidades de ayudar, más contratos. Con eso, tendrás más recursos para donar y apoyar las causas que te importan. Sólo tienes que ser tú mismo, no actúes como otra persona.
El rubio bajó la mirada, pensativo, considerando las palabras de su mánager. Siempre había intentado mantenerse fiel a sí mismo, pero la idea de exponer su vida privada ante las cámaras le generaba cierta inquietud. Aun así, debía ser valiente si eso aportaba algo bueno al mundo.
Finalmente asintió.
—Está bien, acepto. ¿Qué necesitan?
—Un director. — Respondió Minho mientras dejaba los palillos sobre el plato. —Es difícil encontrar que pueda cumplir los requisitos. Es decir, alguien que grabe, que tome fotos, que este presente en cada momento clave. No queremos a cualquiera que no entienda el concepto que buscamos.
—¿Tan complicado es?—Cuestionó Jisung, con las mejillas infladas de comida.—Felix ya parece una obra de arte, uno de los más guapos del país. ¿Qué más necesitan?
—No se trata de como se ve.—Explicó con el tono suave.—Necesitamos a alguien que vea más allá de lo que muestra… Que pueda capturar su esencia.
Jisung asintió, volviendo a centrarse en la comida con sus mejillas infladas como una ardilla y el rubio no pudo evitar sonreír ante la escena.
El tema laboral fue quedando atrás. Las risas se apoderaron del ambiente y pronto la conversación giró en torno a las anécdotas del rubio durante su estancia en Australia. Entre charlas, Jisung y Minho aseguraron que algún día visitarán a los padres de Felix.
Ninguno sabía que el destino les esperaba una sorpresa.
*-*-*
Era bastante temprano y, aún así, ya había movimiento en el edificio. La puerta del departamento de Hyunjin se abrió de golpe, seguido de un grito familiar que resonó en el pasillo.
—¡Hyung! ¡Es urgente!—Exclamó mientras cerraba la puerta tras de sí. Se quitó las zapatillas y se colocó las pantuflas de invitado.—Ah, cierto… Se levanta tarde.
Cruzó el pasillo hacia la habitación pero al verla vacía y no oír el habitual sonido del agua corriendo en la ducha, frunció el ceño. Era extraño. Sin embargo, después de años siendo amigo cercano de Hyunjin, sabía exactamente dónde buscarlo, había un lugar dónde solía perderse.
Se dirigió hasta el final del pasillo, dónde la puerta del estudio estaba entreabierta. el estudio que quedaba al final del pasillo y la puerta estaba entreabierta.
Hyunjin estaba allí, de espaldas, contemplando el cuadro que había presentado en una galería meses atrás. Aquel que se había negado a desprenderse, por mucho que insistieran en comprarlo. La pintura más íntima y poderosa que había creado.
El retrato era sutil, envuelto en tonos azules que transmitían nostalgia y calma. Y aunque para cualquiera sería una figura borrosa, sin rostro, sólo Hyunjin podía reconocerlo de inmediato.
Y Jeongin también.
No era un secreto entre sus cercanos que el rubio seguía siendo su musa. La fuente constante de inspiración que impulsaba su arte y se colaba en cada trazo, en cada sombra que plasmaba en el lienzo. Aunque no lo dijera en voz alta, aquellos que conocían bien al artista sabían bien quién habitaba en esa obra.
—Jeongin.—Murmuró de repente el mayor con la voz apagada haciendo que el nombrado diera un pequeño salto por la sorpresa.—¿Debería volver a Italia?
—Eso depende de ti.—Respondió, entrando con calma al estudio y se detuvo a su lado, observando la misma pintura que cautivaba al artista—Pero creo que deberías considerar las ofertas que te ofrecen aquí. Si ninguna te convence, siempre puedes volver a Italia… O viajar a dónde tu corazón te lleve.
Hyunjin soltó una risa seca, apenas audible.
—Mi corazón quiere ir donde está Felix.
Jeongin guardó silencio unos segundos.
—Entonces deja que te lleve el viento.—Soltó un suspiro.— Aunque no vine por eso.
—¿No?
—No, Changbin tiene un amigo en el gimnasio donde entrena.
—¿Y?
—Te lo menciono porque hay una oferta interesante. Están buscando a alguien que dirija un documental.
Hyunjin se giró ligeramente para mirarlo con una ceja alzada.
—Jeongin… Sabes que no soy director… No tengo eso en mi currículum.
—Tal vez no oficialmente… Están desesperados por encontrar a uno que entienda el concepto y me acordé de ti… Quiero decir… ¡Vamos! Mira tus trabajos.
Señaló sutilmente hacia las paredes del estudio dónde se alineaban varias obras, la mayoría de ellas capturando paisajes y figuras solitarias. Muchas, aunque él no lo admitiera, eran retratos disimulados de Felix.
—Haces todo el tiempo… Tomas fotos, grabas, editas… Tienes un buen ojo, sentido del ritmo y una sensibilidad que la mayoría envidiaría, que capta más allá de lo visible. ¿Qué más necesitas? Sólo intentalo.
Hyunjin guardó silencio unos segundos. Quería negarse pero los ojos brillantes de Jeongin, llenos de confianza y cariño, a quién consideraba como un hermano menor, le ablandó la resistencia. Soltó un suspiro resignado.
—... Está bien. Pasales mi curriculum.
—¡Genial!—Exclamó el menor, sin ocultar su emoción, mientras sacaba su celular para confirmarle a Changbin.
Ninguno de los dos imaginaba que ese documental no sería sobre cualquier persona.
Era sobre el taekwondista, Lee Felix, el primer amor de Hyunjin. Aquel que seguía existiendo en cada trazo azul.
Y sin que lo supiera, el destino ya estaba girando lentamente a su favor.
Notes:
Gracias por leer. Espero que les gusten.
Chapter 3: O2
Summary:
—¡Entonces dime por qué te cuesta tanto ahora! ¡¿Por qué te disgusta que me vaya ahora?! ¡¿Ah?!
—¡Porque es un fastidio que te vayas y yo tenga que esperarte! ¡No saber cuándo mierda vas a volver y ser los mismos de antes porque ya no lo somos!El silencio fue brutal. Las palabras flotaron en el aire como cuchillas. Hyunjin se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho y cuando sus ojos se encontraron con los de su amado, su corazón se rompió. El brillo cristalino en la mirada del menor lo hizo retroceder emocionalmente.
De nuevo había lastimado a su ángel.
Notes:
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El departamento dónde residía la pareja solía sentirse como un refugio cálido, lleno de buenos recuerdos y silencios que hablaban de su amor. Sin embargo, aquella tarde, el ambiente había cambiado. La tensión era palpable.
Hyunjin se encontraba sentado en la orilla de la cama, con la pierna encima del mismo mueble, con la espalda rígida y dedos entrelazados sobre las rodillas. Sus ojos, fijos en el peliplateado, reflejaban incredulidad.
—¿Qué?—Fue lo único que logró pronunciar, como si necesitará confirmar que no había escuchado mal..
—¿Qué de qué?—Contestó Felix con calma.—Te estoy avisando que iré a Estados Unidos.
—No… Eso no. ¿Me estás avisando sin siquiera considerar mi opinión?
—No es lo que quiero decir… Yo…
—Me lo diste a entender, Yongbok.
El peliplateado contuvo el aliento, mirando a su pareja. Sabía que la conversación tomó un rumbo conocido, uno que ya habían recorrido antes, muchas veces, y del cual salían cada vez un poco más rotos. Las peleas habían comenzado incluso antes de que Hyunjin regresara de Italia, pero desde su vuelta, se volvieron más frecuentes, más cargadas de desgaste.
—Hyunjin, es solo temporal. No me iré para siempre. Es la temporada de campeonatos.—Intentó explicar con un tono más suave.
—Apenas regresé y ya te vas. —Alzó la voz, dolido.—¿Siquiera pensaste lo que eso significa para mí?
—¡Por supuesto que lo hago! ¡Claro que lo hice!—Respondió Felix, poniéndose de pie— ¡No entiendo cuál es el problema!
Hyunjin soltó un suspiro pesado, llevándose una mano al rostro. Su frustración era evidente, y eso terminó enojando al menor.
—¡Estuve contigo cuando decidiste irte a Italia! ¡Estuve ahí en cada paso! ¡¿Por qué no lo haces conmigo?!
—¡Yongbok!—Se levantó también, con el ceño fruncido.— ¡Te he apoyado desde que estábamos en preparatoria!
—¡Entonces dime por qué te cuesta tanto ahora! ¡¿Por qué te disgusta que me vaya ahora?! ¡¿Ah?!
—¡Porque es un fastidio que te vayas y yo tenga que esperarte! ¡No saber cuándo mierda vas a volver y ser los mismos de antes porque ya no lo somos!
El silencio fue brutal. Las palabras flotaron en el aire como cuchillas. Hyunjin se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho y cuando sus ojos se encontraron con los de su amado, su corazón se rompió. El brillo cristalino en la mirada del menor lo hizo retroceder emocionalmente.
De nuevo había lastimado a su ángel.
—Felix… Lixie…—Arrepentido, intentó acercarse pero se detuvo al ver cómo Felix daba un paso atrás.—Yo no quería decir eso.
—Lo entiendo… —Susurró, levantando una mano con suavidad cómo pidiéndole espacio y evitar que el otro se acercará.— Pero ahora necesito estar solo.
—Felix, yo te amo.
—Hyunjin.—Sus ojos buscaron los suyos por última vez.—De verdad, lo digo en serio, no pongas más peso en eso ahora. Quiero estar solo.
El azabache asintió con dolor y aunque quería darle un beso en la frente, sabía que no era un buen momento, así que sólo se marchó sin decir nada más. Cerró la puerta detrás de él, dejando tras de sí un silencio cargado.
Felix cayó de rodillas al suelo, con el corazón roto y derramando lágrimas. Él lo amaba. Tanto que le dolía y lo peor de todo es que estaba dispuesto a perdonarlo por muy rota que estaba la relación.
Al anochecer, Hyunjin regresó a la habitación sin hacer ruido. Felix dormía de lado, de espaldas a la puerta y sus párpados hinchados hablaban por él. El mayor se acercó, rodeando para ver bien a su pareja, se arrodilló en el suelo y tomó la mano con cuidado, depositando un beso en el dorso.
—Jinnie…—Susurró Felix y el nombrado pensó que soñaba hasta que lo escuchó con más claridad.—Ven a la cama.
—No lo merezco… De verdad, lo siento.
Felix no respondió de inmediato. Sólo abrió los ojos, aún cansados y lo miró.
—Lo sé.—Dijo al fin, apenas audible y con una sonrisa triste.—Te amo, pero no quiero seguir peleando contigo.
—Tampoco yo.
—... ¿Tienes idea de cuánto te extrañe?—Soltó un leve suspiro.—Eres el motivo de porque me esfuerzo, así como tú me ves como tu musa. Por nuestro futuro.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro ante las palabras de su amado. Asintió en silencio y se metió bajo las sábanas, acomodándose detrás del menor. Lo abrazó por la cintura con esmero, procurando no lastimarlo.
Esa noche no dijeron nada más, dejaron que el silencio hiciera lo suyo, mientras sus cuerpos buscaban consuelo en medio del cansancio y no tardaron en quedarse dormidos.
*-*-*
Los rayos de luz atravesaron la cortina, acariciando el rostro con delicadeza, como si la mañana quisiera despertarlo con cuidado. El rubio abrió los ojos lentamente, aún envuelto en esa calidez que sólo existía en los recuerdos más felices.
Por un momento, no pensó. No tenía dudas ni confusión. Sólo había paz.
La silueta frente a él, de espaldas, le era familiar. El contorno de la espalda desnuda, el cabello cayendo ligeramente por el cuello. Ante la vista lo arrastró a un tiempo dónde no existían los vacíos, ni las heridas que tardaron años en cerrar.
—Hyunjin…—Murmuró, adormilado, como si su nombre fuera una oración que aún se le escapaba sin pensarlo.
Probablemente aún estaba somnoliento, pero no quería romper esa ilusión tan frágil. En su mente, todo era tan vívido: la forma en que Hyunjin lo abrazaba entre sueños, las caricias suaves a medianoche, la manera en que su respiración marcaba el ritmo de su tranquilidad.
Sin embargo, cuando tocó la espalda desnuda, se dio cuenta que algo no encajaba, era distinto.
Era como si su cuerpo conociera perfectamente a Hyunjin, incluso la textura de su figura, la forma de respirar, de cómo lo acariciaba.
La línea de los hombros, el tono de piel y hasta la respiración de la persona que estaba frente a él era diferente a Hyunjin.
Felix parpadeó los ojos para aclarar la vista, con el corazón latiendo a mil mientras la niebla del sueño comenzaba a disiparse. Y entonces cayó en cuenta, no estaba en su antiguo departamento, no era el mismo lugar dónde dormían abrazados bajo una manta. No era Hyunjin.
Era Kota, el hombre que actualmente compartía sus días, su prometido. El mismo que amaba a Felix con devoción.
El rubio apartó la mirada hacia el techo, sintiendo que algo dentro de él temblaba. Sentía culpa por haber pensado en su ex mientras dormía con su prometido, pero no sentía tristeza, sólo nostalgia. Era esa mezcla confusa de recordar lo que una vez fue y al parecer, todavía no olvidó por completo la marca que le dejó Hyunjin.
Un suspiro escapó de sus labios.
—Mierda…—Susurró.
Esta vez, no lloró como las anteriores veces después de la ruptura.
*-*-*
Esperaba no llegar tarde a la entrevista, y tenía entendido que el amigo de Changbin, Bang Chan, lo esperaría para presentarle al mánager encargado de la contratación.
Afortunadamente llegó justo a tiempo. Recordó la descripción que le había dado su amigo: Un chico de cabello negro, con un buzo gris y un gorro del mismo color. No fue difícil hallarlo, así que se acercó con pasos tranquilos.
—Buenas tardes, ¿Bang Chan, cierto?— preguntó haciendo que el nombrado alzará su cabeza y le sonriera que acentuaba los hoyuelos en sus mejillas.
—Sí, soy yo. ¿Hwang Hyunjin?
—Sí, así es. Es un gusto.
—Igualmente, por favor siéntate.—Le ofreció y Hyunjin asintió antes de tomar asiento frente a él.— Me comentaron que eres bueno en tu trabajo. Tenemos que esperar a que llegue el señor MInho.
—Claro. ¿Quieres echar un vistazo mientras esperamos al señor?
—¿Puedo?
El rapado asintió y le ofreció su carpeta con fotografías. Observó atento a la reacción ajena y no pudo evitar sentirse orgulloso al ver como los ojos de Bang Chan brillaban de sincera sorpresa.
—Wow, no entiendo mucho de fotografía, pero esas… Son impresionantes.— Admitió con genuino asombro.
—Es cierto.—Dijo una tercera voz, inesperadamente.
Ambos voltearon al mismo tiempo hacia atrás y Hyunjin dio un ligero sobresalto. El recién llegado había aparecido con una gracia felina, silenciosa, como si supiera exactamente cuándo irrumpir para sorprenderlos sin esfuerzo.
—Soy Lee Minho. Disculpa la demora.—Se sentó frente a ambos y tomó el portafolio que le entregó el mayor, echando un vistazo con calma hasta detenerse en una fotografía.— Veo que eres bastante bueno captando la esencia. Esta imagen…—Señaló una dónde flores secas que, a pesar de su naturaleza marchita, transmitía fragilidad y melancolía.—Significa algo. Es como si buscarás sentido en lo que fue, en lo que ya no está. Y aún así, lo retratas con belleza. Eso es exactamente lo que busco y efectivamente cumples todo.
Minho cerró el portafolio con cuidado y alzó la mirada.
—Creo que no es necesaria la entrevista. Tus fotos lo dicen todo.—Pronunció con una sonrisa profesional.—Estoy complacido con tu portafolio. Quiero que trabajes con nosotros.
El castaño extendió la mano con decisión. Hyunjin dudó un par de segundos y miró a Bang Chan, quién asintió dándole una mirada de aliento. El rapado sonrió apenas y correspondió el gesto del manager.
—También es un placer trabajar contigo. Espero cumplir las expectativas que tengan.
—No me cabe duda.—Dijo Minho y agregó como si fuera un comentario casual.— Y debo admitir que tiene razón sobre tu trabajo. Parece que te conoce bien.
Hyunjin parpadeó, ligeramente desconcertado por el comentario. Lo miró con una leve confusión que no pasó desapercibida. ¿Changbin? ¿Jeongin? Seguramente hablaba de uno de ellos. Eso explicaba todo.
O al menos, eso creía.
*-*-*
Felix se encontraba de pie, mirando distraídamente las luces de la ciudad a través de la ventana. El silencio era palpable en su departamento, sólo interrumpida por el ligero zumbido de la ciudad a lo lejos.
Kota había salido a entrenar boxeo y el rubio aprovechaba esos momentos de soledad, aunque en sus adentros, sentía una inquietud constante, consciente de lo que estaba por suceder.
El sonido de la puerta principal se abrió y Minho entró con calma y con la carpeta en sus manos. Felix no se inmutó, ya que el castaño le avisó que iba a su departamento. Sin decir nada, el mayor se acercó hacia él, dejando el portafolio sobre la mesa y entonces el rubio, inexpresivo, se giró para tomarlo.
—El trabajo del director está listo.—Anunció Minho con una sonrisa.
Felix abrió la carpeta, ojeando las fotos sin emoción alguna, pero con el brillo en la mirada mientras que el castaño se quedó de pie, frente a él, observando su reacción, pero el rubio no parecía tener intención de opinar, sólo miraba las fotos con el rostro impasible, como si nada le sorprendía.
—Este chico captó la esencia, Felix.—Comentó Minho esperando alguna reacción ajena.—Es justo lo que necesitábamos para el proyecto. Tiene el estilo que estábamos buscando. ¿No lo crees?
El rubio no contestó de inmediato. A pesar de tener las fotos en las manos, su mirada se perdió en una de las imágenes, reconociendo el mensaje en ella. Minho lo observaba, sintiendo que algo estaba fuera de lugar y no se equivocaba.
Finalmente, Felix murmuró sin apartar la vista.
—Buen trabajo, Minho. Sabía que podía contar contigo.
Minho frunció el ceño al notar el tono distante en la voz de Felix. Sabía que él ocultaba algo, no era el mismo de siempre, pero no insistió. Quizás lo mejor era esperar como siempre lo había hecho.
Unos segundos después de silencio.
—¿Estás seguro de lo que estás haciendo?—Preguntó mirando directamente al menor.
Finalmente, Felix alzó la mirada hacia su manager, manteniendo la misma expresión vacía en su rostro, aunque sus ojos brillaban con una chispa que Minho no alcanzó a comprender. Pronto, una sonrisa radiante apareció en la cara del rubio, como si estuviera orgulloso, haciendo que el otro diera un paso atrás sin saber qué decir.
—Lo estoy, Honnie.—Respondió con la voz determinada mientras cerraba la carpeta y se la devolvía al castaño.—Muy seguro, no te preocupes.
Minho no parecía convencido, sabía que Felix tenía cosas que ocultaba, pero nuevamente, no insistió. Si el rubio no quería hablar, no había nada que hacer. El castaño dejó la carpeta sobre la mesa, lanzándole una última mirada antes de dirigirse a la puerta.
—Si alguna vez necesitas hablar de esto, puedes llamarme o a Jisung.—Dijo Minho y el rubio asintió.—Nos vemos.
Felix agitó la mano en señal de despedida y cuando Minho salió del departamento, volvió hacia la ventana para observar la ciudad, los carros y personas eran diminutas a los ojos del rubio. Su mente era un desastre, atrapado en un mar de recuerdos y decisiones que lo había llevado hasta ese punto, pero no se arrepentía. Después de todo, él se aseguró de que así debería pasar.
Minho nunca se enteraría de lo que estaba pensando, ni debería saber el sueño que tuvo con Hyunjin.
Sólo quedaba confiar en la única persona que estaba de su lado, sin importar qué.
*-*-*
Era el día de conocer al fotógrafo, una cita profesional que, por decisión del manager, se llevaría a cabo en uno de los hoteles más elegantes de la ciudad. Felix sentía una extraña inquietud que no lograba calmar a pesar de que ya estaba acostumbrado a esos espacios.
Ni él sabía el porqué.
Pasó su mirada por el clóset, ojeando cada prenda con calma inusual. Finalmente, eligió un conjunto de Tommy Hilfiger que aún no había usado: un traje blanco marfil con bordes y botones dorados, un regalo del mismo diseñador tras su última colaboración. La camisa adornada con volantes al frente, aportaba un aire refinado que resaltaba aún más con los accesorios dorados que cuidadosamente eligió.
Se peinó con calma, alisando cada mechón hasta dejarlo perfecto.Separó dos delgados mechones a los costados, los trenzó y luego ató el resto de caballo en una media cola. Se veía como la protagonista sacada de un cuento de hadas, etéreo e inalcanzable.
El rubio optó por un maquillaje natural, que dejaba ver sus pecas y delineó ligeramente sus ojos acentuando la intensidad de su mirada. Cuando se puso el último anillo, su mirada se desvió hacia la pequeña caja, dónde guardaba una pieza especial: El anillo de compromiso.
La abrió y sostuvo entre los dedos el anillo durante unos segundos. No era que se sintiera avergonzado, ni arrepentido. Sin embargo, esa mañana no quería cargar con esa parte de sí mismo, como un recordatorio de que no estaba soltero. No mientras algo en su interior le decía que necesitaba despejar la mente.
Devolvió el anillo con cuidado y cerró la cajita para luego guardarla en el cajón sin una palabra.
Respiró hondo y alzó su mirada, encontrándose con su reflejo. Ahí estaba. El mismo de siempre, aunque con los ojos más cansados y entonces recordó los apodos que Hyunjin le decía: Mi hada, ángel, mi estrella.
Sacudió levemente la cabeza, desechando los recuerdos y salió de su habitación rumbo a la sala dónde Minho ya lo esperaba con las llaves del coche en la mano.
Durante el camino, ambos hablaron sobre las próximas competencias, entrenamientos, compromisos que venían. Después de todo, los Juegos Olímpicos estaban a la vuelta. Lo que más le gustaba era que Minho sabía cómo separar la vida personal y laboral.
Sin embargo, al llegar al hotel, algo en su pecho se agitó. Caminó detrás de su manager con paso tranquilo. Los zapatos resonaban contra el mármol lujoso del piso y sus ojos recorrieron con familiaridad el vestíbulo, sin darle importancia, pero pronto, algo le llamó la atención… Y entonces lo vio.
La figura de alguien viendo en una pantalla cercana una transmisión que hablaba sobre los atletas seleccionados para representar a Corea del Sur.
Era él.
Su corazón latió con furia, y por un momento se quedó estático.
La curva de su mandíbula, que solía recorrer con sus dedos sólo para sentirla. La forma en que su cuello se movía al tragar, tan familiar. El lunar debajo del ojo izquierdo que amaba besar cada vez que tenía oportunidad. Esos labios carnosos, de los que alguna vez fue adicto, mordidos entre risas y suspiros. El cabello, ahora rapado. Todo era diferente, pero inconfundible.
Sin poder evitarlo, un suspiro escapó de sus labios.
No lo esperaba. O al menos, eso se decía a sí mismo. Nunca se imaginó que esa reunión, aparentemente común, lo haría retroceder años atrás con sólo una mirada.
Y entonces sus ojos se cruzaron.
No hubo palabras. Sólo esa conexión silenciosa que nunca se rompió del todo. Y en su mente, los recuerdos comenzaron a aparecer. Como si un proyector invisible volviera a mostrarle momentos antiguos: El sol brillando, una libreta, los pinceles, besos.
Hyunjin lo llamó por su nombre e hizo una reverencia.
Y Felix, después de un segundo dónde se permitió sentir, sonrió. No por cortesía como a los ojos del rapado, sino porque le salió del alma.
—Hyunjin.—Respondió haciendo una leve reverencia, pero cálida.
Tantas cosas cambiaron. Sin embargo, al parecer, esa historia simplemente nunca tuvo un punto final.
Notes:
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Chapter 4: O3
Summary:
Literalmente era como ver a un ángel bajar a la Tierra. O mejor dicho, como ver al mismísimo sol personificado, caminando y riendo entre los mortales.
Era hermoso, era… Perfecto.
No en el sentido humano, sino en el tipo de belleza que sólo el arte pueda intentar capturar en una sola pincelada. Era como si fuera alguien sacado de un cuadro del Renacimiento, de esos que buscan pintar no sólo la forma, sino la esencia de la luz.
Notes:
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Chapter Text
AÑO 2015
Vaya comienzo de la preparatoria.
Primer día y ya sabía dónde se ubicaba su aula. Había llegado muy temprano, como si su subconsciente supiera que algo importante iba a pasar. Todo para ver en qué sección se encontraba.
En ese momento, tenía la barbilla recargada en una mano, el codo apoyado en el alféizar, mirando sin interés hacia el patio desde la ventana del segundo piso. Apenas estaban entrando unas cuantas personas, pero la mayoría eran del primer año, probablemente para lo mismo que Hyunjin.
El viento de primavera mecía los árboles, arrastrando consigo algunas flores caídas. El murmullo de las hojas rozando entre sí era casi hipnótico, una melodía que contrastaba con su aburrimiento. Si tan sólo pudiera estar en el aula de arte, con los pinceles en mano, quizás el día tendría más color. Sin embargo, todavía no sabía dónde se ubicaba y no le quedaba otra opción que esperar hasta que el tutor entregará formularios para los clubes.
Un bostezo escapó de él y justo cuando pensaba que nada interesante iba a pasar, escuchó un nombre extranjero.
—¡Felix!
Lo irónico era que la voz que lo llamó también tenía un acento extranjero, pero el chico que gritó claramente tenía rasgos coreanos. Por curiosidad, giró su cabeza hacia el nombrado.
Y entonces lo vio.
El chico corría por el pasillo del patio, con la mochila rebotando en su espalda, el cabello castaño brillando bajo el sol como si cada hebra estuviera hecha de hilos de oro. Ojos achinados y una gran sonrisa que parecía no caber en su rostro, sin vergüenza. Las mejillas ligeramente sonrojadas por la carrera, la risa escapando de su garganta como si fuera una melodía pura, espontánea, viva, la mejor para los oídos de Hyunjin siendo que tiene los oídos agudos. El uniforme estaba algo desordenado, la corbata torcida, pero todo eso sumaba al encanto natural que exudaba.
Hyunjin sintió que el mundo se hacía más lento, como si de pronto todo lo demás quedará en el olvido.
No estaba exagerando. Era como si en ese momento, el tiempo se hubiera detenido para que pudiera observar con detalle cada movimiento, cada gesto del chico que brillaba con una intensidad imposible de ignorar. Los bordes dorados del sol jugaban entre los pliegues de su ropa, enmarcando su figura en un resplandor cálido que le hizo contener la respiración.
Literalmente era como ver a un ángel bajar a la Tierra. O mejor dicho, como ver al mismísimo sol personificado, caminando y riendo entre los mortales.
Era hermoso, era… Perfecto.
No en el sentido humano, sino en el tipo de belleza que sólo el arte pueda intentar capturar en una sola pincelada. Era como si fuera alguien sacado de un cuadro del Renacimiento, de esos que buscan pintar no sólo la forma, sino la esencia de la luz.
Hyunjin se inclinó un poco más sobre el marco de la ventana, deseando acercarse esperando alcanzar al chico, que de alguna forma ya sentía estaba escapando de sus manos.
¿Quién es…? pensó curioso y con deseos de conocer al ser más hermoso que sus ojos hayan visto.
Y entonces lo supo.
No quería sólo mirarlo, ni sólo recordar ese momento. Necesitaba capturarlo, pintarlo. No porque fuera hermoso, aunque lo era, sino por lo que despertaba, por la esencia que transmitía.
Era la primera vez, en mucho tiempo, que sentía esa chispa, esa electricidad recorriendo por el cuerpo. Como si algo dentro de él se encendiera de nuevo. Estaba inspirado.
Sus ojos siguieron cada movimiento del chico, grabando cada gesto, cada carcajada, como si él fuera un tesoro a quién admirar. El castaño, llamado Felix, se encontraba riendo con sus amigos, gesticulando con las manos y hablaba con una alegría tan genuina, tan lleno de energía que casi dolía verlo y no ser parte de esa luz.
Y sin darse cuenta, Hyunjin ya tenía una sonrisa en su rostro.
Felix…
En ese entonces, Hyunjin no lo sabía, pero fue el comienzo de su historia. Ese día, en ese preciso instante, había encontrado a su musa.
Y su vida nunca volvió a ser la misma.
*-*-*
Los pasillos normalmente eran silenciosos y a Hyunjin le gustaba así. No era hora de receso, pero Hyunjin había terminado su cuadro de arte antes que el resto y decidió salir a despejar su mente. Caminaba sin prisa,mirando de paso dentro de otras aulas, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón
Justo cuando iba bajando las escaleras al primer piso, escuchó unas voces.
—¡Hey! ¡Te estoy hablando! ¿O es qué no sabes hablar coreano?
El tono del chico delataba sus intenciones. No era una conversación, era una amenaza. Un claro acto de intimidación.
—¿No te enseñaron? Deberías irte y nunca volver.
—¿Y cómo vas a sobrevivir? Te crees mejor que nosotros, lárgate de Corea.
Las palabras eran crueles, por supuesto, era xenofobia.
Hyunjin no era de esas personas que solían meterse en asuntos ajenos. No porque fuera desinteresado, si no porque preferiría evitar conflictos innecesarios. Sin embargo, había algo en ese momento, en esa escena, que no podía ignorar. Le enseñaron a no mirar hacia otro lado cuando alguien necesitaba ayuda.
Asomó la cabeza por la esquina y entonces lo vio.
Era él.
El chico de cabello castaño claro, ligeramente despeinado como si acabara de correr. A pesar de que este estaba cabizbajo, Hyunjin lo reconoció al instante.
Felix, su musa.
Estaba de pie, rodeado por tres estudiantes. Uno de ellos le daba golpecitos en el hombro, burlándose de él, los otros dos imitaban su acento de forma grotesca, soltando risas llenas de crueldad.
Hyunjin sintió un nudo apretarse en su estómago. Algo empezó a hervirle dentro del pecho, como si un fuego que desconocía se encendiera. Frunció el ceño, dispuesto a intervenir, a cruzar el maldito pasillo y poner fin a esa escena de una vez.
Eso era lo que planeaba.
Sin embargo, lo inesperado sucedió.
Ni siquiera alcanzó a dar un par de pasos más, cuando Felix alzó el rostro. No mostraba miedo. Nada en su expresión revelaba alguna debilidad. Sus ojos, aquellos que Hyunjin recordaba llenos de luz el primer día, ahora eran firmes, afilados como cuchillas. Como si debajo de esa apariencia angelical se escondiera algo más. Una fuerza oculta.
En un instante, Felix hizo un movimiento.
Fue tan rápido que Hyunjin apenas logró seguirlo con la mirada. Con un giro limpio, atrapó la muñeca del primero que lo empujó y lo tiró al suelo con facilidad asombrosa.
—Pero ¿Qué-?
Los otros dos intentaron sujetarlo, pero Felix se movió como si hubiera nacido para eso. Esquivó sin esfuerzo, giró sobre sí mismo y alzó la pierna en un movimiento tan preciso, tan fluido, que los otros dos cayeron al suelo sin siquiera entender como.
Sus movimientos hablaban por él. Era como si el taekwondo fuera su segundo idioma, uno que dominaba con la elegancia de un bailarín y la precisión de un guerrero.
Los tres agresores, aturdidos, supieron que no debían meterse con él. Y huyeron.
Mientras que Hyunjin seguía oculto a la vuelta de la esquina, paralizado, con los labios entreabiertos y el corazón latiendo como un tambor desbocado. ¿Cómo podía ser alguien con esa apariencia de ángel tener esa fuerza? ¿Cómo podía ser tan… extraordinario?
Necesitaba verlo y asegurarse de que no lo había imaginado.
Asomó la cabeza una vez más y lo vio.
Felix se encontraba recogiendo la mochila del suelo, con calma, como si todo aquello no hubiera sido más que una molestia menor. Luego se giró y se marchó, con pasos tranquilos, doblando la esquina hasta desaparecer de la vista de Hyunjin.
Y en ese momento, sin haber escuchado su voz de cerca, sin saber sus gustos, sin haber compartido una sola palabra. Hyunjin lo supo.
Estaba jodido. Porque ya sabía exactamente qué le pasaba.
Se había enamorado de Felix.
*-*-*
Era fin de semana, poco después del incidente en el pasillo. Desde aquella escena, Hyunjin no dejó de pensar. Esa noche, se encontraba acostado boca arriba en la cama, con la mirada perdida en el techo mientras frente a él, dos chicos gritaban concentrados en una partida de Play Station.
Los gritos y carcajadas eran lo único que llenaban la habitación, pero Hyunjin estaba completamente ausente, perdido en sus pensamientos. Tan desconectado que ni se inmutó cuando uno de ellos soltó una maldición al perder en el juego.
Y entonces, sin previo avisó, soltó la bomba.
—Me enamoré.
Sus dos amigos pausaron el juego al instante y se voltearon al mismo tiempo mirarlo. El menor, Jeongin, volteó a ver a su compañero de juego para comprobar si escuchó bien y por la expresión de Seungmin, parecía que pensaba lo mismo.
—¿Te enamoraste?—Cuestionó el menor con cautela, como si confirmar las palabras pudieran alterar la gravedad del momento.
—Hm. Es… Increíble. Deberían verlo. Es perfecto. Es un ángel, hermoso y sus…
—Ya, ya, nos quedó claro lo fuerte que caíste por él.—Lo interrumpió Seungmin, haciendo una mueca.—Pero ¿al menos has hablado con él?
—No.
—¿Y sabes su nombre?
—Sí, se llama Lee Felix. —Respondió sin dudar.—Desde que lo vi, no he dejado de pintar todo lo que tenga que ver con él.
—Oh, ¿Puedo verlo?—Preguntó Jeongin, con la curiosidad brillando en los ojos.
El mayor asintió y se levantó de la cama para dirigirse a la habitación contigua, la que sus padres le dejaron como estudio de arte. Seungmin aprovechó para hablar en voz baja.
—Jeongin.
—¿Qué? ¿No te da curiosidad? —Susurró el menor.—Seungmin, dime ¿Alguna vez lo viste así?
—No es eso, sólo… ¿No crees que es muy pronto para decir que está enamorado?
—Yo no sé de eso, pero lo hemos visto rodeado de chicas y ni una sola vez las miró dos veces.
—Buen punto. Veremos qué tanto le impresionó.
Poco después, el castaño regresó con un cuaderno especial, de esos que usa para acuarelas. Les entregó y los menores se acomodaron para ver el contenido y ambos se quedaron sin palabras por varios segundos, admirando las obras.
El dibujo era, sin duda, Felix.
Sin embargo, no era simplemente un retrato. Había algo en él que lo hacía parecer irreal. Las pecas estaban delineadas con una precisión que sugería familiaridad. El fondo lo enmarcaba como si fuera un ser de otro mundo. Casi etéreo, como si la luz lo atravesará.
—¿De verdad es él?—Preguntó Seungmin, con un dejo de duda.—No quiero ofenderte, pero… No parece real. Quizás exageraste un poco.
—Si lo vieras… No dirías lo mismo.
—Lo que quiere decir es que… Nos sorprende que de todas las personas, te gustará él… Quiero decir, es… Incluso más hermoso que las chicas que te rodeaban en primaria.
Hyunjin soltó una risa seca, ladeando la cabeza.
—Al comienzo pensé que era sólo admiración, hasta que lo vi en acción… —Una sonrisa tonta apareció en su rostro.—Es genial.
Jeongin intercambió una mirada con Seungmin quién simplemente se encogió los hombros.
—Entonces… Deberías hablarle, intentar acercarte, deberían empezar como amigos ¿no crees?
—Y quién sabe, tal vez, terminen siendo algo más. —Agregó Seungmin.
—Eso es imposible. —Hyunjin se volvió a recostar en la cama. —¿Se fijaría en mí? Somos dos chicos y no creo que vaya por ese lado, es decir, que le gusten los hombres.
—Pero podrán ser amigos, al menos.—Dijo Jeongin con suavidad.
Hyunjin resopló y volvió a mirar el techo en silencio. Jeongin dejó el cuaderno sobre la mesita de luz y volvió con Seungmin al juego. Sabían que el mayor necesitaba tiempo para pensar en qué hacer.
Y tal vez, reunir el valor para acercarse a su musa.
*-*-*
Los pasillos principales eran un caos durante la temporada de exámenes. Todos corrían de un lado a otro con apuntes en mano, memorizando fórmulas, vocabulario, reglas gramaticales. Para muchos era normal, era parte del proceso, pero para Felix era otra historia.
Lo intentaba, de verdad, pero el ruido y la energía que emanaba lo estresaba.
Así que optó por ir al último piso. No lo había hecho antes, no del todo. Sabía que algunos estudiantes se escondían allí para comer, o simplemente saltarse clases. Afortunadamente era hora de receso, ya que no era su intención meterse en problemas, sólo necesitaba aire. Un respiro entre toda la presión.
Empujó la pesada puerta metálica que daba a la azotea y una ráfaga de viento fresco le revolvió el cabello. El sol lo deslumbró de inmediato, obligándolo a alzar la mano para cubrirse los ojos. Parpadeó un par de veces y luego sonrió. Era justo lo que necesitaba.
Dio un par de pasos y se detuvo.
No estaba solo.
Había alguien más, sentado sobre una manta delgada. Un chico, piernas cruzadas, con una libreta de dibujo apoyada en las rodillas. Tenía audífonos puestos y movía la cabeza ligeramente al ritmo de una canción que Felix no podía oír. El sol de la tarde jugaba con su cabello castaño, dándole reflejos dorados que lo hacían parecer parte de una pintura antigua.
Era hermoso.
Y lo conocía. O al menos, sabía quién era el chico: Hwang Hyunjin. Era de su mismo año, pero diferente sección. Había oído su nombre, lo había visto pasar a su propio ritmo, siempre elegante. Algunos decían que era raro, otros que simplemente era distante. Sin embargo, viéndolo ahora, tan absorto, tan concentrado en su mundo y Felix no pudo evitar querer acercarse.
Lo hizo con calma, como si tuviera miedo de romper algo delicado. Tocó suavemente la baranda con una mano, sin hacer ruido, pero cuando estuvo lo suficiente cerca, el otro levantó la vista y sus ojos brillaron al reconocerlo, poniéndose un poco nervioso mientras se quitaba uno de los audífonos.
—Ah… ¿Te molesta si me quedo un rato?—Preguntó Felix, un poco inseguro de su coreano, aunque hizo su mejor esfuerzo.
Hyunjin le dedicó una sonrisa cálida al menor, como si la sorpresa se transformará en gusto.
—Para nada, hay espacio.
Felix le devolvió la sonrisa y se sentó a cierta distancia. El silencio que siguió no fue incómodo. El viento soplaba suave, agitando los bordes de la manta y se escuchaba de fondo el eco amortiguado de la escuela filtrándose por la puerta entreabierta.
Pasaron unos minutos, el menor miró de reojo al otro, curioso. Lo vio dibujar en el cuaderno con trazos lentos, casi perezosos como si no tuviera prisa.
—¿Qué dibujas?—Preguntó ladeando un poco la cabeza.
Hyunjin vaciló por un momento antes de girar su libreta. El dibujo era un conjunto de flores, pero no eran exactamente comunes. Había algo en ellas que parecían moverse, como si bailarán con el viento. No eran realistas, pero casi se sentían vivas.
Felix se quedó admirándolas más de lo que pensaba y eso hizo que el mayor tosiera suavemente, un poco nervioso, para llamar su atención.
—Son de un jardín que está cerca del auditorio.—Dijo Hyunjin con tono sereno, ni frío ni cálido, simplemente sincero. Era como si compartiera algo privado sin temer hacerlo.
—Son hermosas.—Comentó con sinceridad y una sonrisa se le dibujó.—De verdad, eres un gran artista.
El mayor bajó la mirada por un momento, nervioso, pero también ocultaba algo. Quería decir, pero decidió que lo mejor era guardar las palabras para sí mismo.
Agradecía que Felix no lo supiera, porque el corazón de Hyunjin latía con fuerza, además porque en su cuaderno estaban otros dibujos, ocultas tras la página que le mostró. Algunas flores, sí, pero la mayoría eran del chico que estaba a su lado: aquellas pecas que decoraban en diferentes ángulos, su sonrisa brillando en los márgenes, sus ojos capturados como si fueran estrellas. .
Sin embargo, no era el momento de mostrarlas.
—¿Puedo volver de nuevo?—Preguntó Felix, sin pensarlo y el mayor alzó el rostro con un pequeño sobresalto.—Si no te molesta, claro… Me pareces genial.
Hyunjin lo miró y por un segundo el mundo se detuvo.
Una sonrisa se formó en sus labios, suave pero radiante, como si acabarán de prender una vela dentro del pecho.
—Siempre que quieras, eres bienvenido.
Y fue entonces cuando Felix sonrió, sin contenerse. Brilló con esa energía suya tan libre. Por un instante, a los ojos de Hyunjin, parecía un ángel.
Y supo que de nuevo estaba perdido.
*-*-*
La mano de Hyunjin movía con fluidez, pero con rapidez, anotando todo lo que el profesor dictaba desde el frente. A pesar del bullicio que había en el aula, su concentración era impecable… Casi. Porque todo cambió cuando el profesor mencionó algo que hizo que su bolígrafo se detuviera de golpe.
—Como ya les mencioné el primer día de las clases, espero que recuerden. El próximo mes los proyectos serán en conjunto con la sección 1-D. Es una actividad importante, deben convivir y explorar entre ambos. Así que les asignaré sus compañeros de trabajo.—Anunció el docente, tomando las hojas y comenzó a nombrar a los estudiantes.
1-D.
Hyunjin apretó los labios en una línea recta y sintió el sudor aparecer en las manos.
Lo conocía bien porque allí estaba él. El chico de sonrisa radiante, el que había aparecido corriendo por el patio el primer día de clases, con la mochila rebotando a la espalda, el cabello brillando bajo el sol. Aquel momento seguía tan vivo en su memoria que casi podía escucharlo otra vez el grito desde el pasillo, el nombre que resonó en el aire y lo marcó sin saberlo.
—¡Felix!
Fue en ese momento, desde el segundo piso, apoyando el codo en el alféizar y la barbilla descansando en su mano que Hyunjin lo vio por primera vez. Esa risa libre, el cuerpo en movimiento como si flotara, esa imagen tan viva que parecía sacada de una pintura renacentista. En ese momento lo supo: quería capturar esa luz. Más allá de la inspiración que le provocó Felix, algo dentro de él despertó con un sentimiento inexplicable.
Desde entonces, lo observaba a la distancia, aprendiendo incluso su nombre en aquel primer encuentro sin necesidad de presentaciones. Hasta un par de semanas atrás cuando Felix apareció en la azotea y fue la primera vez que se dirigieron la palabra directamente.
Tres veces a la semana se veían en la azotea y lo que más le frustraba a Hyunjin era que no sabía que tema sacar, se sentía mal cuando Felix era el que más hablaba.
—Hwang Hyunjin estará con Lee Felix.
Hyunjin parpadeó, saliendo del trance.
¿Lo había escuchado bien?
Se incorporó un poco en su asiento, ignorando los murmullos de sus compañeros. Su corazón latía con fuerza, sintiendo una mezcla de incredulidad y emoción que le hizo olvidar por un momento que aún estaban en clase.
Estará haciendo un proyecto con Felix.
Después de meses dibujándolo en secreto, de guardar las acuarelas en su cuaderno como si fueran tesoros valiosos, ahora tendría la oportunidad de conocerlo realmente, de hablarle que no fuera un “hola, ¿qué tal?”, de compartir algo más que una mirada.
No podía creerlo.
Realmente intentó disimular, una pequeña sonrisa se formó en sus labios mientras miraba su cuaderno. Creía que los encuentros más importantes suceden cuando menos lo esperaban y, a veces, el destino era más generoso de lo que uno imaginaba.
*-*-*
Notes:
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Chapter 5: O4
Summary:
—Hey, Felix.—La voz del otro lado era suave, íntima, un susurro que le calmó. Sonaba un poco entrecortada, quizás por el viento o la señal, pero inconfundible. Una diminuta sonrisa se le dibujó al pecoso. Sólo ese saludo ya lo hacía sentir como si lo envolviera en una manta cálida.—Feliz año nuevo… Aunque supongo que allá ya estás en el futuro, ¿no?
—¡Sí! ¡Feliz año nuevo!—Contestó con tanta emoción que casi gritó.—Ah… Digo, gracias… Sólo faltan unos minutos para que sean las doce allá.
—Sí, falta poco… —Dijo Hyunjin con un tono que indicaba que estaba sonriendo.—¿Qué tal todo por allá?
—Hace mucho calor, creo que me voy a derretir en cualquier momento.—Ambos rieron.—Es raro, ¿Sabes? Siempre me la paso bien aquí, pero esta vez… Me siento diferente. Está mi familia, la comida, todo lo de siempre, es bueno… Pero…
—¿Pero…?
—Faltas tú.
Notes:
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Chapter Text
Pasaron un par de meses desde que comenzaron el proyecto y, gracias a eso, se acercaron. Terminaron el trabajo hace semanas, expusieron y todo. Pensaron que después de eso, dejarían de verse, pero el lazo que formaron no se disolvió. Al contrario, algo se había plantado entre ellos, y con el paso del tiempo, no hacía más que crecer.
Felix y Hyunjin empezaron a frecuentarse más allá del proyecto. A veces se cruzaban en los pasillos y se saludaban con una sonrisa, si no tenían prisa, se quedaban charlando de cualquier cosa, con tal de prolongar el momento. Otras veces, se esperaban en la salida con frases como: “¿Quieres caminar juntos?”, “¿Te ayudo con eso?” o “Tengo que mostrarte, ven conmigo” Siempre había alguna excusa para compartir tiempo.
De un momento a otro, empezaron a visitarse mutuamente en sus aulas durante el receso. Felix solía aparecer en la puerta de la clase del otro con una bebida en la mano, diciendo que le sobraba una, aunque claramente que la había comprado especialmente para él. Hyunjin, por su parte, dejaba algunos dibujos en la libreta de Felix cuando este se descuidaba: pequeñas flores, estrellas dispersas, e incluso una caricatura de ambos con sonrisas exageradas.
Un día compararon las manos. Fue un gesto tonto, pero Felix quería ese tipo de cercanía. Todo empezó con un “¿Tú también tienes dedos largos?” y, sin pensarlo demasiado, ya estaban con las palmas unidas con los dedos extendidos, midiendo uno contra el otro. Se rieron al notar la gran diferencia, Felix por lo grandes que eran las manos de Hyunjin y él porque las del menor le parecieron cálidas, casi reconfortantes. Ninguno tuvo intención de alejarse. Permanecieron así por unos minutos, disfrutando en silencio ese mínimo, pero significativo, contacto.
En una de las escapadas a la azotea, el viento soplaba con más fuerza de lo habitual. El cielo estaba nublado y parecía anunciar la llegada pronta del invierno. Felix se estremeció y frotó sus brazos mientras Hyunjin, que estaba frente al menor, lo observaba, sabiendo que ninguno llevaba abrigo. No lo pensó demasiado, se acercó y, con cierta timidez, rodeó su cuerpo con los brazos.
Felix no se movió, se quedó quieto por un segundo que pareció eterno, probablemente procesando lo que acababa de pasar. Luego apoyó la barbilla en el hombro de Hyunjin y cerró los ojos, dejándose envolver por la cercanía. Había desarrollado, sin notarlo, una especie de gusto por el aroma de Hyunjin.
Ninguno dijo nada. No hacía falta.
Ese abrazo significativo selló algo. No era una confesión, tampoco una promesa, pero sí un reconocimiento. Algo estaba creciendo entre ellos, alimentado por cada conversación, cada sonrisa, cada mirada que duraba más de lo necesario.
Y aunque no se atrevían a decirlo, ambos lo sabían.
Sin embargo, todavía no era el momento.
*-*-*
El año nuevo en Australia era caluroso, pero el cielo estaba despejado y brillante. El aire olía a mar y comida casera, la noche estaba cargada de risas familiares y música que sonaba desde los parlantes del patio. Felix llevaba rato sentado y descalzo sobre el césped, con su celular en las manos, viendo Instagram y desplazándose entre publicaciones de sus amigos coreanos que parecían disfrutar bajo capas de nieve.
Algunas le hacían gracia, pero no pudo evitar notar la ausencia. Cierta persona no había subido nada.
Hyunjin.
Era extraño pensar en él cuando estaba a varios kilómetros de distancia, pero al mismo tiempo, no lo era. La última vez que se vieron fue apenas unas semanas atrás, justo antes de que se fuera a Australia. Todavía recordaba el abrazo al despedirse, cómo se aferraron un segundo más de lo necesario.
En medio de toda la celebración, sólo quería hacer una cosa. Su corazón latía con fuerza, como si también supiera lo que debía hacer: desearle feliz año al chico que no había dejado de pensar desde que subió al avión.
Deslizó el dedo, cerrando Instagram y entrando a kakaotalk. Seleccionó su chat con Hyujin y comenzó a escribir.
“Feliz año nuevo, Hyunjin-ah. Espero que sea un buen año para ti y cumplas tus metas. ¿Es raro que empiece a extrañarte?”
Leyó el mensaje una y otra vez antes de enviarlo esperando que no fuera raro. Cuando lo hizo, sintió nervios. ¿Era demasiado directo? No lo sabía y antes de que pudiera arrepentirse, su celular vibró. Felix pegó un pequeño salto, sorprendido, y casi se le cayó el teléfono de las manos.
Era Hyunjin llamando.
—¡¿Qué-?!—Exclamó, nervioso.— Oh my God … Está llamando… Está llamando…
Respiró hondo un par de veces antes de contestar.
—¿Hola?
—Hey, Felix.—La voz del otro lado era suave, íntima, un susurro que le calmó. Sonaba un poco entrecortada, quizás por el viento o la señal, pero inconfundible. Una diminuta sonrisa se le dibujó al pecoso. Sólo ese saludo ya lo hacía sentir como si lo envolviera en una manta cálida.—Feliz año nuevo… Aunque supongo que allá ya estás en el futuro, ¿no?
—¡Sí! ¡Feliz año nuevo!—Contestó con tanta emoción que casi gritó.—Ah… Digo, gracias… Sólo faltan unos minutos para que sean las doce allá.
—Sí, falta poco… —Dijo Hyunjin con un tono que indicaba que estaba sonriendo.—¿Qué tal todo por allá?
—Hace mucho calor, creo que me voy a derretir en cualquier momento.—Ambos rieron.—Es raro, ¿Sabes? Siempre me la paso bien aquí, pero esta vez… Me siento diferente. Está mi familia, la comida, todo lo de siempre, es bueno… Pero…
—¿Pero…?
—Faltas tú.
El silencio del otro lado fue breve, pero se sintió como si pasará una eternidad. Felix comenzaba a arrepentirse de haberse lanzado y estuvo a punto de decir que era una broma, pero entonces escuchó la voz de Hyunjin, suave y clara.
—Quería decirlo por mensaje, pero creí que era mejor en una llamada… No me parece raro que me extrañes porque… También te extraño. Más de lo que pensé.
Felix sintió un cosquilleo nervioso en todo el cuerpo y una pequeña risa escapó de sus labios mientras alzaba la mirada hacia el cielo.
—¿En serio?
—Sí. Desde que llegaste a mi vida, las cosas se volvieron más… divertidos y brillantes. Simplemente me haces feliz, Felix.
—Hyunjin…—Murmuró, mordiéndose el labio inferior.—¿Quieres que me derrita por completo?
—Quizás un poco.—Bromeó el mayor, antes de quedarse en silencio unos segundos. —Felix, ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro. ¿Qué sucede?
—Cuando vuelvas… ¿Podemos vernos? No como “ah, qué casualidad, vamos a la misma preparatoria”, sino vernos de verdad. A salir, pasar tiempo juntos. Sólo tú y yo. Algo divertido.
—Sí… Me encantaría. De hecho, estaba pensando lo mismo.
—¿De verdad?
—¡Por supuesto! Hay muchas cosas que quiero decirte en persona, tantos planes que quiero que intentemos… Realmente me siento muy cómodo contigo. Y no sé si sea extraño, Porque… Siento algo y no quiero que acaben los momentos que compartimos.
—Entonces no lo dejemos que se acaben.
Y justo entonces, desde el otro lado de la línea comenzaron a oírse gritos, risas y el estruendo de los fuegos artificiales.
—Ahora sí.—Dijo entre risas.—Feliz año nuevo, Lixie.
—Feliz año nuevo, Jinnie.
Y aunque estaban en países diferentes, estaciones distintas, a miles de kilómetros, los corazones de ambos latieron como si se abrazaran por dentro. Uno era consciente de lo que sentía, el otro aún desconocía. Pero ambos sabían algo.
El nuevo año recién comenzaba, y con él, todo lo que estaba por florecer entre los dos.
Y así dieron la bienvenida al año 2016.
*-*-*
La película había terminado, pero ninguno de los dos tenía prisa por levantarse de sus asientos. Las luces del cine ya estaban encendidas, y la sala se iba vaciando lentamente, pero ambos seguían allí, en silencio, compartiendo el mismo aire, sin necesidad de hablar. Ese tipo de silencio solo se daba entre personas que estaban cómodas juntas.
Finalmente salieron del cine, caminando uno al lado del otro por las calles frías, rozándose los hombros, jugando con las manos como si fueran simples “amigos” divirtiéndose después de una tarde cualquiera. La ciudad brillaba con luces tenues, y el vapor de sus alientos salía en pequeñas nubes que parecían flotar entre ambos.
—Lixie.—Susurro Hyunjin tras una risa suave provocada por la anécdota que Felix acababa de contar.—Tengo una idea… Probablemente tonta, pero ¿Te gustaría hacer una pijamada? O sea, tú y yo. Solamente nosotros.
El pecoso se giró a mirarlo con sorpresa por la propuesta, pero no tardó en sonreír y esos ojos achinados por la risa hicieron que a Hyunjin se derritiera, adorándolos.
—¿En serio? ¡Estaba pensando en decirte lo mismo!—Se rió, contagiando al mayor.—Sentía que pasar sólo la tarde y la noche no era suficiente. Me dan ganas de seguir contigo, aunque estemos en silencio.
Hyunjin bajó la mirada, sonriendo con esa expresión que usaba cuando intentaba ocultar algo que le hacía feliz de verdad y asintió emocionado.
—Entonces ¿En tu casa? Ya le pedí permiso a mi familia antes de salir, por sí acaso. Sabía que estarías solo en tu casa y pensé en quedarme contigo.
Felix se enterneció, sintió que algo en su pecho se ablandaba, como si se derritiera despacio con la calidez de esas palabras. Para disimularlo, le dio un leve empujón en el hombro, riendo.
—Lo tenías preparado, tonto. Vamos, tengo mantas extra y películas malas para reírnos hasta que nos quedemos dormidos.
Caminaron hacia la casa de Felix, que, por suerte, quedaba a pocas cuadras. Al llegar, subieron directo a su habitación. Felix le ofreció una toalla limpia y un pijama, y Hyunjin se metió a la ducha mientras el pecoso comenzaba a preparar el cuarto: almohadas por todos los lados, películas listas, una luz cálida encendida y algunos snacks.
—Ya estoy.—Avisó Hyunjin al salir, secándose el cabello con la toalla.
Felix desvió su vista del celular y miró al mayor por unos segundos antes de asentir con una sonrisa, sintiendo como su corazón latía con un ritmo suave, pero firme, como si supiera algo que en su mente aún no terminaba de procesar. Se levantó con calma, tomó su pijama y una toalla, y antes de entrar al baño, le dijo a Hyunjin que se pusiera cómodo.
La ducha fue rápida, aunque el vapor le ayudó a despejar un poco de las ideas. Cuando volvió con el cabello húmedo y el pijama ya puesto, encontró a Hyunjin acostado entre las almohadas, envuelto en una manta con una expresión tranquila. Le sonrió apenas lo vio.
—Tu cuarto es más acogedor de lo que imaginé.—Comentó en voz baja.
Felix se rió mientras se acercaba, sentándose a su lado.
—Y eso que no viste mi colección de películas malas.
—Estoy preparado para todo.—Respondió el mayor, acomodándose mejor.—Bueno, casi todo.
Eligieron una película sin prestar demasiada atención, y la noche comenzó a fluir con la misma facilidad que las risas. Hablaron de todo y de nada, comieron golosinas, jugaron a adivinar, tomaron fotos con filtros absurdos que ambos sabían que jamás publicarían.
Ya eran casi las cuatro de la madrugada cuando el cansancio ganó, se acostaron en la misma cama sin decir nada, con las luces apagadas y el cuarto envuelto en un silencio cómodo. Ambos mirando en el techo, respirando al mismo ritmo. Por un momento, parecía que cada inhalación de uno era una exhalación del otro.
Felix fue el primero en girarse, sin pensarlo demasiado y el otro lo imitó poco después, como si sus cuerpos supieran lo que querían antes de que dijeran algo. No pronunciaron ninguna palabra, no hacía falta. Sólo se quedaron mirándose, con ojos entrecerrados por el sueño y una cercanía que parecía hecha a medida.
Los párpados les pesaban, pero la vigilia se alargaba sólo por la excusa de seguir sintiéndose cerca. Entonces, sin buscarlo, una mano rozó la otra debajo de las sábanas, era un roce torpe, tímido, que ninguno apartó. De poco a poco, la distancia se fue acortando. No tardaron en quedarse dormidos.
Y era exactamente dónde ambos querían quedarse, juntos.
Cuando amaneció, los rayos del sol se colaban entre las cortinas y pintó el lugar de un dorado suave. En medio de las sábanas revueltas, los encontró a ambos enredados, abrazados, como si hubieran buscado el calor del otro en medio de la noche sin darse cuenta.
Hyunjin tenía una pierna cruzada sobre la de Felix, un brazo rodeando su cintura. El pecoso, por su parte, estaba encogido contra el pecho del mayor, con la frente apenas rozando la tela de su camiseta. Se veían enredados, desordenados y en paz.
Los ojos de Felix se abrieron lentamente, pestañeando. Tardó unos segundos en ubicarse y cuando lo hizo, en vez de alarmarse por la cercanía, se relajó aún más y una sonrisa apenas visible apareció en sus labios.
—Buenos días.—Saludó con la voz ronca por el sueño.
Hyunjin tardó un poco más en reaccionar, pero al ver al chico entre sus brazos, sus facciones se suavizaron, admirando las pecas que parecían un mar de estrellas. Su respuesta fue una caricia para el oído de Felix.
—Buenos días, Lixie.
Y entonces, se dieron cuenta de algo. No había incomodidad, todo se sentía natural. No había apuro por alejarse, era como si hubieran estado esperando ese abrazo durante todo el tiempo que llevaban conociéndose.
Por primera vez, no dijeron nada ya que ambos entendieron que esa noche no sería la última.
*-*-*
Pasaron los meses en un abrir y cerrar los ojos.Todos parecían seguir con lo suyo, avanzando sin mirar atrás. O mejor dicho, todos menos Felix y Hyunjin.
Sobre todo, Felix.
No lograba quitar de su mente los momentos que compartió con él. Las pijamadas donde amanecieron abrazados y tan cómodos como si sus cuerpos hubieran nacido para encajar así,las tardes de videojuegos que terminaban en conversaciones profundas sobre la vida, los miedos, los sueños. Incluso se buscaban todos los días durante los recesos y sin necesidad de decirlo, caminaban juntos a casa.
Muchos notaban la cercanía, pero ninguno de los dos hablaba de su “relación” y tampoco parecía importarles. Sin embargo, Felix no dejaba de pensar en lo que sentía. Cada vez que escuchaba su nombre, su corazón latía con fuerza. Cada vez que lo veía aparecer por el pasillo con esa sonrisa que mataba a cualquiera que la viera y su cuaderno en la mano, se derretía por dentro.
Era la primera vez que sentía algo así. Y era por un chico.
Ese día en clase, Felix no podía concentrarse. Leía el mismo renglón una y otra vez, sin asimilar nada. Algo dentro de él empujaba como si su cuerpo supiera que su mente aún no lograba aceptar del todo. Estaba atrapado en ese torbellino interno cuando escuchó una voz que lo sacó de golpe.
—Hey, ¿Estás bien?
Era Wooyoung quién lo miraba con el ceño levemente fruncido.
—¿Puedo pedirte algo?—Preguntó sin pensarlo.
—¿Eh? Claro, ¿Qué pasa?
—¿Me puedes abrazar?
Wooyoung lo miró como si acabará de pedirle que resolviera un caso policial sin información.
—¿Qué?
—No es nada raro. Sólo… Hazlo.
—Felix—Esta vez su tono era serio.—¿Estás bien?
El pecoso soltó un suspiro, no sabía cómo explicarlo, sólo necesitaba comprobar algo, entender que sucedía con él.
—Confía en mí, ¿Si? Prometo no hacerte nada, es la única petición que haré.
Wooyoung accedió a pesar de no entender del todo. Se acercó y rodeó sus brazos por el cuerpo del pecoso en un abrazo apretado como los que se daban entre los amigos. Era cálido, cercano y familiar.
Sin embargo, Felix se dio cuenta.
No eran los brazos de Hyunjin. No estaban esos latidos acelerados que se sincronizaban a los suyos, ni la electricidad sutil que recorría su espalda cuando el otro lo abrazaba. No estaba la sensación de que el tiempo se detenía, que el mundo podía quedarse en silencio si estaban así, compartiendo un espacio. No estaba la paz, era como si su cuerpo supiera con quién y dónde debería encajar.
No era él.
Wooyoung se separó y lo miró con atención.
—¿Y? ¿Estás bien?
El pecoso respiró hondo y una media sonrisa apareció en su rostro, pero no llegó a sus ojos.
—Se siente diferente.
—¿Diferente cómo?
—No es como Hyunjin.—Bajó la mirada.
El silencio que se hizo entre ellos no fue incómodo sino de comprensión. Wooyoung lo observó unos segundos más antes de sonreír, entre burla y ternura.
—¿Recién te das cuenta de lo que sientes?
—Es que…—Se encogió los hombros, buscando las palabras adecuadas.—No… No pensé que fuera así. Sólo me gustaba estar con él y me parecía especial, eso es lo que pensaba… Pero…
—¿Pero?
—Lo extraño cuando no lo veo. Quiero contarle todo, desde lo importante hasta lo más tonto. Me dan ganas de buscarlo por cualquier excusa… Siento que quiero compartir cada parte de mi día con él. Todo tiene más sentido si está ahí.
El más alto lo miraba con ternura que pocas veces mostraba a su amigo.
—Entonces sí sientes algo por él.
Felix sonrió, nervioso, sintiendo que acababa de quitar un peso de encima, y al mismo tiempo tenía otro más grande.
—Sí. Se siente raro admitirlo.—Se mordió el labio inferior.—¿Qué hago ahora?
—Hmm—Se encogió los hombros.—No sé, empieza por no ignorarlo y si tienes miedo, recuerda que el que no se arriesga, pierde… Creo que era así el refrán.
—El que no se arriesga, no gana… Sí.
—Bueno, como sea, en cualquier momento…
Al mismo tiempo, la puerta del salón se abrió y ambos se giraron. Felix no necesitó preguntar quién era. Lo supo con sólo ver la silueta que apareció en la luz del pasillo.
Era Hyunjin, apoyado en el marco de la puerta, con su expresión suave y los ojos fijos en él.
—Hey, Lixie, ¿Vamos a la cafetería?
Felix miró de reojo a Wooyoung, quién ya le estaba haciendo señas para que se fuera. El pecoso tomó su billetera con una sonrisa y los ojos brillando de emoción.
—¡Vamos!
Wooyoung los observó alejarse, uno al lado del otro, caminando como si el mundo fuera sólo de ellos dos y no pudo evitar reír por lo bajo.
Ese par de tontos, pensó mientras la puerta se cerraba detrás de ellos.
*-*-*
Hubo momentos en los que casi sucedió.
Casi. Como aquella vez en la habitación de Hyunjin, viendo una película que terminaron ignorando por completo. Estaban tan cerca que compartían la misma almohada y los ojos de Felix admiraban cada parte del rostro del mayor, hasta que su mirada llegó a sus labios mientras reía bajito por alguna tontería. Hyunjin también lo miró de la misma manera, cómo si pensará exactamente lo mismo. Fue como si fueran polos opuestos atrayéndose. Ambos se inclinaron apenas y entonces el celular de Felix sonó. Se separaron de inmediato, nerviosos y el pecoso se disculpó mientras se levantaba para contestar la llamada. Al volver, siguieron viendo la película, pero ninguno prestó atención. Sus mentes estaban ocupadas por el suceso.
O cuando Hyunjin lo acompañó a casa y se quedaron de pie frente al portón, sin querer despedirse todavía. La noche estaba en silencio, y sus cuerpos tan cerca que podían percibir el calor del otro. El pecoso desvió la mirada, nervioso, pero Hyunjin le sostuvo el rostro con la mano, con delicadeza, como si se tratará de algo frágil. Sólo necesitaban un segundo… Sólo uno. Sin embargo, la puerta se abrió dejando ver a la madre de Felix, quién se quedó inmóvil al notar el ambiente, Murmuró una disculpa y se adentró rápidamente. Felix se despidió y la siguió..
Y ahora estaban en la azotea del colegio.
El viento les revolvía el cabello y el sol brillaba más que nunca, aunque el ambiente se sentía fresco, cómodo para ambos. Era su lugar secreto desde hacía más de un año, dónde iban a comer, a hablar, a compartir silencios sin que nadie los molestara. Ese día no hablaron mucho, estaban sentados muy juntos, tan cerca que sus dedos rozaban.
Felix fue el primero en girar su rostro y encontró al otro quién ya mirándolo.
No dijeron nada, sólo se miraron.
Lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido, comenzaron a inclinarse. No hubo risas esta vez, ni bromas para disimular lo obvio. Sus respiraciones se entremezclaron, las narices casi se rozaban. Hyunjin lo observó con una ternura palpable, como si estuviera preguntando sin palabras si podía dar ese paso.
Como respuesta, Felix no se apartó.
No hacía falta decir que ambos querían.
Acortaron la distancia y sus labios apenas se rozaron.
¡Ding, ding, ding!
La campana del receso sonó, rompiendo la burbuja que habían creado entre los dos. Sin embargo, esta vez no se separaron de golpe. Hyunjin soltó un suspiro frustrado y apoyó la frente en la de Felix, quedándose así por unos segundos.
—Lo siento… —Murmuró y se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos.—No quería que eso fuera incómodo.
Felix negó con una pequeña sonrisa.
—No, no tienes porqué disculparte. No hiciste nada malo.
—Eres un peligro, lo digo en serio.—Suspiró y Felix soltó una risa suave—De verdad, no sé qué sucede entre nosotros, pero… Lo hablaremos pronto. Ahora tenemos que irnos a nuestras aulas.
El pecoso asintió con una sonrisa tranquila, conteniendo todas las palabras que quería decir. Entre ellas, la más importante: que se había enamorado de Hyunjin. Ya no era ciego a lo que sentía, ni a cómo se complementaban. Y creía que esa era la razón de porque Hyunjin comenzaba a ser más atrevido.
—Pensaba lo mismo. Vamos.
Se levantaron, todavía estaban cerca mientras bajaban las escaleras rumbo a sus respectivos salones. El beso no ocurrió, pero ambos sabían que era inevitable.
Y cuando llegara ese momento, tendrían que hablar de lo que pasaba entre ellos, porque un beso, en su caso, lo cambiaría todo.
Notes:
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Chapter 6: O5
Summary:
Hyunjin sonrió. Su corazón latía tan fuerte y sus ojos reflejaron emociones.
—No me molesta.—Dijo en un susurro, pero audible para Felix.—Siempre y cuando se trate del único hombre que tengo frente a mí.
Felix se quedó sin palabras. Su estómago le dio un vuelco y su pecho se llenó de calidez. Sus ojos brillaron de esperanza y sus manos temblaron un poco. Se sintió liviano al saber que no era el único que se sentía así.
Sus rostros estaban cerca. El tiempo se volvió lento y la música de fondo se desvaneció por completo. Sólo eran ellos dos. Sus miradas, sus respiraciones y las emociones contenidas.
Notes:
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Chapter Text
31 de diciembre de 2016.
El bullicio de la fiesta, la cual organizó uno de los cercanos de Felix, se sentía lejano desde el balcón, decorado con luces que parpadeaban con suavidad, dónde Felix y Hyunjin se refugiaban. Adentro estaban sus amigos riendo mientras bailaban, la música resonaba y el conteo para el año nuevo estaba a punto de comenzar. Pero para ellos, el tiempo transcurría de manera distinta.
Era invierno, hacía bastante frío pero gracias a la manta que compartían y la cercanía de sus cuerpos sentados en un sillón de dos asientos, apenas lo notaban.
Hyunjin observaba las luces parpadeantes del balcón mientras intentaba controlar sus latidos acelerados de corazón. Sentía que esa noche marcaría un antes y un después. Desde hacía tiempo, Felix se había vuelto el centro de sus pensamientos, la chispa en sus días y el nudo en su garganta cada vez que intentaba entender lo que sentía.
A su lado, estaba Felix en las mismas condiciones. Le costó mucho convencer a sus padres para quedarse en Corea y pasar año nuevo con sus amigos, pero bastó mencionar que estaría con Hyunjin para que cedieran.
El corazón de Felix latía como fuerza en el pecho, sus dedos jugueteaban con el borde de la manta, visiblemente nervioso. Probablemente Hyunjin ya se había dado cuenta.
—¿Puedo preguntarte algo?—Dijo Felix rompiendo el silencio.
Hyunjin giró la cabeza hacia él con una sonrisa que hizo saltar el corazón de Felix.
—Claro, Lixie. ¿Qué pasa?
El menor dudo un momento y eso bastó para que el contrario se inclinará levemente hacia él, atento.
—¿Alguna vez has pensando en besar a una… mujer?
La preguntó tomó desprevenido al mayor. No porque no lo hubiera pensado antes, sino porque no esperaba que Felix fuera quién se lo preguntará, con esa mezcla de nervios y expectativa reflejada en sus ojos.
Por un momento, se preguntó si era tan obvio con sus sentimientos para hacerle entender que no era una broma, pero una sonrisa cálida se le dibujó en el rostro, enternecido por la expresión de Felix.
—¿Y eso?
—Sólo dime.—Pidió, sin apartar la mirada de él.
Hyunjin se tomó unos segundos para pensar.
—Supongo que lo he imaginado, sí. Es todo lo que esperan ¿Verdad?—Arqueó la ceja.—Pero nunca fue algo que deseará de verdad. No he sentido esa necesidad ni creo que fuera a pasar y ahora estoy seguro de que no lo necesito.
Hyunjin notó que Felix lo observaba con intensidad. El ruido de los demás en la sala parecía tan lejano.
—¿Y con los hombres?—Susurró el menor.
Fue en ese instante que todo se detuvo para ambos. Los gritos, la música, los fuegos artificiales de fondo, el año terminando. Nada de eso importaba. Sólo ambos, ahí, esperando que con la respuesta cambiará en su relación.
Hyunjin sonrió. Su corazón latía tan fuerte y sus ojos reflejaron emociones.
—No me molesta.—Dijo en un susurro, pero audible para Felix.—Siempre y cuando se trate del único hombre que tengo frente a mí.
Felix se quedó sin palabras. Su estómago le dio un vuelco y su pecho se llenó de calidez. Sus ojos brillaron de esperanza y sus manos temblaron un poco. Se sintió liviano al saber que no era el único que se sentía así.
Sus rostros estaban cerca. El tiempo se volvió lento y la música de fondo se desvaneció por completo. Sólo eran ellos dos. Sus miradas, sus respiraciones y las emociones contenidas.
Y entonces Hyunjin dio el primer paso, levantó su mano con delicadeza y la posó sobre la mejilla del menor. Felix no se movió, ni retrocedió y el otro se inclinó con suavidad, con la certeza de que ese era el momento. Lo había imaginado tantas veces, pero nunca pensó que de verdad pasaría pronto.
Ambos cerraron los ojos al mismo tiempo, y entonces sus labios se encontraron.
Primero fue un roce suave, tembloroso, lleno de emoción, de algo que se había esperado durante tanto tiempo. Luego, el mayor presionó un poco más y el beso se volvió más sincero que perfecto, torpe por la falta de experiencia, pero honesto. Cálido y real.
Para Hyunjin, besar a Felix fue como encajar por fin en el lugar al que pertenecía. Como si todas las miradas, los roces, las noches compartidas y las risas que no quería que acabarán eran piezas que lo conducían hasta allí. Él. Su ángel.
Felix, por su parte, lo sintió todo, el cosquilleo, la electricidad recorriendo su cuerpo, el alivio. Era como si al final hubiera encontrado algo que, sin saberlo, siempre estuvo buscando y esa respuesta estaba en sus labios.
Cuando se separaron apenas unos centímetros, se miraron con una mezcla de incredulidad, felicidad, y adoración.
Y entonces, se rieron.
—Feliz año nuevo, Jinnie.—Susurró Felix aún riendo.
—Feliz año, Lixie.—Respondió el otro, sin apartar la mirada.
Hyunjin lo miraba como si hubiera descubierto el universo entero en una sóla persona, adorando cada parte de Felix. Estaba perdido y completamente enamorado de él. adoraba cada parte de Felix, estaba completamente perdido y enamorado de él.
La risa de Felix se fue apagando. Bajó la mirada, deteniéndose en los labios de Hyunjin. Luego tomó su rostro con ambas manos y volvió a besarlo, ésta vez más lento, más profundo. El mayor correspondió de la misma manera, como si supiera exactamente como seguir ese ritmo. Como si su cuerpo y el del menor ya se conocieran, como si esa danza suave fuera algo que habían ensayado en sus anteriores vidas.
Los fuegos artificiales estallaban en el cielo y los gritos de “¡Feliz año!” inundaban la casa.
Sin embargo, en el balcón, sólo estaban ellos dos. Ninguno de los dos dudaban, se gustaban más.
Y el beso no era un impulso, era una promesa. El comienzo de algo y no había vuelta atrás.
*-*-*
El aula estaba casi vacía, con algunos estudiantes dispersos en diferentes lugares durante el receso. Las voces eran suaves, lejanas y no perturbaba el pequeño universo que compartían Hyunjin y Felix cerca de la ventana. El menor estaba sentado al borde del pupitre mientras que el mayor ocupaba la silla frente a él, mirándolo con una atención embobada.
—Tus manos son adorables.—Murmuró Hyunjin, tomando una entre las suyas, acariciando con delicadeza los dedos.
Felix sonrió con ternura, atento a cada acción ajena. No era la primera vez que Hyunjin lo hacía, pero aún así, lograba que su corazón latiera con fuerza.
—¿Seguro que no es una excusa para tocarme?
—¿Se nota?—Preguntó el mayor con una sonrisa divertida.
—Por supuesto, te aprovechas cada rato.—Bromeó Felix, alzando la otra mano para apartarle suavemente los mechones del rostro.—Tu cabello creció bastante.
—El tuyo también, te ves guapo así.
El menor dejó escapar una risa, negando con la cabeza.
—Tonto.
Los que se quedaron en el salón no parecían siquiera inmutarse. Era tan habitual verlos reírse, intercambiar roces suaves, echar miradas que hablaban más que las palabras. Varios asumían que eran pareja. Nadie se atrevía a preguntar directamente, pero ya lo daban por hecho.
Justo cuando Hyunjin iba a soltar otro comentario coqueto, uno de sus compañeros del club de arte apareció por la puerta.
—¡Hyunjin! ¿Puedes venir un momento? El profesor me pidió que te diera estos bocetos.
—Voy.—Respondió levantándose de mala gana.—No me extrañes, Lixie.—Le dijo esta vez a Felix, dedicándole una mirada cargada de dulzura.
—Ya empiezo a extrañarte.—Contestó con una sonrisa que hizo latir el corazón de Hyunjin un poco más fuerte.
Mientras el mayor se dirigía hacia la puerta, Wooyoung, quién había estado en una esquina del aula terminando la tarea, se acercó a Felix y se apoyó en la repisa de la ventana con aire despreocupado.
—Bueno, bueno… Amigo, ustedes dos están a un paso de firmar matrimonio.—Bromeó.
—¿De qué hablas?—Se rió Felix un poco apenado.
—¿Entonces?—Arqueó la ceja.—¿Ya son novios o qué?
La sonrisa de Felix se borró lentamente y bajó la mirada jugueteando con el borde de su manga.
—Aún no hemos hablado de eso.
Wooyoung lo observó en silencio por unos segundos antes de soltar una risa.
—La verdad, nadie pensaría que estás soltero, pero si alguien lo escucha… No dudará en lanzarse hacia ti. Te estás volviendo realmente guapo, ¿Sabes? Lo que le espera a Hyunjin.
Felix rodó los ojos, aunque en el fondo no le desagradaba del todo la idea de despertar un poco de celos en Hyunjin.
—Eso no va a pasar. No me interesa nadie más.—Dijo con seriedad.—Todo lo que hago, lo hago con Hyunjin. No podría imaginarme con otro que no sea él.
Wooyoung asintió divertido, justo cuando Hyunjin regresaba al aula con los bocetos en sus manos. Al verlo, no desaprovechó la oportunidad de molestarlo.
—Apurate, Hyunjin, si te descuidas, alguien más se va a llevar a Felix cuando menos lo esperes.
Hyunjin sólo le devolvió la sonrisa, aunque su mirada no parecía decir lo mismo y el único que lo notó fue Wooyoung, lo cual solo hizo que le divirtiera más la situación.
—No lo creo.—Respondió simplemente, con un tono bajo y cargado de una posesión apenas disimulada.
—Jinnie.—Llamó Felix, bajándose del pupitre una vez que Wooyoung se alejó.—Como es viernes, ¿Quieres quedarte a dormir en mi casa?
La sonrisa de Hyunjin se suavizó de inmediato al escuchar el apodo.
—Pensé que nunca lo preguntarías. Claro que sí.
*-*-*
Minutos antes.
—Ese chico con el que estabas hablando es Felix, ¿Cierto?—Preguntó su compañero del club mientras Hyunjin hojeaba distraídamente los bocetos.—Es muy guapo… Pensaba pedirle algunos consejos para acercarme a él… No sé, es totalmente mi tipo. ¿Crees que tenga alguna oportunidad?
Hyunjin detuvo sus movimientos por un segundo. Bajó los bocetos que tenía en las manos con calma, pero su mirada era muy fría.
—No tienes oportunidad.—Dijo con tono serio.—Yo soy el único para Felix.
El otro se quedó sin palabras. La seguridad en la voz de Hyunjin le tomó desprevenido. Bajó la mirada y asintió con torpeza.
—L-Lo siento, no quise incomodarte. De verdad.
El pobre quería desaparecer, así que dejó los bocetos a Hyunjin y se escabulló por la puerta como si huyera de una escena peligrosa.
Hyunjin soltó un leve suspiro y se tomó unos segundos para recomponerse antes de volver al aula, pero apenas cruzó la puerta, se encontró con la escena que no le hizo demasiada gracia.
Felix reía con Wooyoung, ambos relajados en una charla que parecía divertida. Sabía que eran amigos cercanos, incluso antes de que Hyunjin llegará, también era consciente de que el menor era naturalmente carismático, pero no por eso le agradaba verlos tan cercanos.
No era desconfianza ni inseguridad, era el simple hecho de no querer compartir ni una sonrisa, ni una mirada, ni un mínimo gesto de Felix con nadie más. Quería ser el único en provocar esas expresiones.
Y lo más irónico era que ni siquiera eran pareja. No lo habían formalizado, pero ya se sentían como si lo fueran desde hacía mucho tiempo.
Quizás eso hacía que el deseo de tenerlo por completo se sintiera aún más intenso.
*-*-*
Después de compartir un almuerzo tranquilo con la familia Lee, pasaron la tarde entre risas, tareas y coqueteos discretos en la habitación. Al caer la noche envolviendo todo con un velo cálido y silencioso en la ciudad. Las calles estaban tranquilas y por la ventana entreabierta del segundo piso se colaban ráfagas suaves, impregnadas con el perfume tenue de las flores que comenzaban a poblar los jardines.
Dentro del cuarto, iluminado apenas por la tenue luz de una lámpara, proyectando sombras cálidas en las paredes. Hyunjin y Felix compartían la cama, acostados de lado, frente a frente con la manta cubriéndolos hasta la cintura. No era la primera vez que dormían juntos, pero esa noche, la atmósfera se sentía diferente.
Felix tenía el cabello ligeramente despeinado y los ojos le brillaban bajo el reflejo de la lámpara, fijos en los de Hyunjin mientras que él lo miraba como si fuera una constelación entera envuelta en carne y hueso. Ambos estaban en silencio, pero no estaban incómodos.
—Lixie.—Murmuró Hyunjin rompiendo el silencio.
—¿Hm?
—¿Puedo decirte algo sin que parezca que te estoy presionando?
El menor frunció el ceño, preocupado por la pregunta.
—Siempre puedes decirme lo que sea, Jinnie.
Hyunjin suspiró y apretó los labios, buscando palabras que no traicionarán lo que sentía.
—He estado pensando mucho…. Sobre nosotros.—Dijo y notó como la expresión de Felix se suavizaba..—Sobre lo que tenemos y no quiero que sea algo pasajero. No quiero seguir fingiendo que sólo somos amigos cuando te miro y siento que no podría querer a nadie más.
Felix sonrió con ternura. No respondió enseguida, sólo alzó su mano y la posó en la mejilla del mayor, acariciándola con el pulgar, esperando que sus caricias pudieran aliviar las preocupaciones.
—No me molesta si es contigo, ya te lo dije antes.—Contestó en un susurro que parecía una promesa.—No me veo haciendo esto con otra persona. No me imagino queriendo despertar con otro. No después de lo que siento cuando estás cerca, tienes que ser tú.
Hyunjin cerró los ojos sintiendo como las palabras eran como un bálsamo, pero también como una herida recién sanada.
—Estoy cansado.—Admitió al fin.—Cansado de presentarme como tu amigo, cuando todo mi cuerpo y mi corazón quieren gritar que te quiero, que te adoro, maldita sea.—Su voz tembló ante las emociones que poco a poco se iban escapando de él.—Y me cuesta soportarlo cuando alguien se te acerca con otras intenciones. Me muero por tomar tu mano en público, por presumirte, por decir que eres mío, por besarte frente a todos. ¿Eso está mal?
Felix negó con la cabeza y se acercó, acortando la distancia que los separaban.
—No. Nada está mal. Yo también lo quiero, Hyunjin. Por el amor de Dios, desde hace mucho tiempo lo deseo, pero me daba miedo arruinar todo lo que hemos construido hasta ahora. Porque tú significas mucho para mí como para perderlo por un impulso.
—No es un impulso, Felix.—Tomó la mano que lo acariciaba y la cubrió con la suya.—No lo ha sido desde hace meses… Desde esa noche en el balcón… Desde el primer día, cuando te vi correr, me tuviste a tus pies. Todo lo que quiero, lo quiero contigo.
Los ojos del pecoso se humedecieron y su labio inferior tembló antes de que lo mordiera suavemente. Luego acercó su frente a la de Hyunjin, buscando esa conexión que sólo él le ofrecía.
—Y… ¿Estamos listos para hacerlo real? ¿Para estar juntos de verdad?
Hyunjin tragó saliva y asintió, incapaz de apartar los ojos de los suyos.
—Sí, porque eres tú. Y no creo que nadie más me haga sentir esa necesidad de quedarme. No quiero una relación con alguien más… No cuando ya tengo a la persona con la que quiero todo.
Felix se conmovió y esbozó una sonrisa.
—Entonces…—Rozó su nariz con la contraria.—Seamos novios.
El mayor no pudo contener la emoción. Una mezcla de alivio, amor, ternura y felicidad que le temblaban los dedos. Se inclinó y sus labios buscaron los ajenos, finalmente formando un beso.
Un beso suave, dulce, pero más intenso que todas los anteriores. No fue uno de deseo, sino de promesas selladas entre labios. Era la entrega completa de quienes eran y lo que serían a partir de ese instante.
Los dedos de Felix se enredaron en el cabello de Hyunjin, acercándolo más, como el temor inconsciente de que todo pudiera desaparecer si se separaban.
Cuando se alejaron por falta del aire, aún con los labios rozándose, rieron en voz baja, compartiendo la misma emoción que les palpitaba bajo la piel.
El menor se acercó hasta acurrucarse en el pecho de Hyunjin, rodeándolo por la cintura, dejándose arrullar por el tamborileo de los latidos de su corazón. Hyunjin lo abrazó con firmeza, bajando el rostro para dejar un beso en su cabello.
—Te quiero mucho.—Susurró Hyunjin.
—Yo también… Mucho.
Afuera, el aire tibio seguía entrando por la ventana abierta. Las estrellas parecían brillar más que nunca en el cielo. Y aunque el mundo no dejará de girar, esa noche, el pequeño universo compartido por ellos, todo se detuvo.
Felix y Hyunjin eran realmente el uno del otro. Abrazados, con el corazón latiendo lento pero fuerte, cayeron en los brazos de Morfeo, con la certeza de que al despertar, seguirán juntos.
*-*-*
El tiempo pasó volando. Su relación iba floreciendo con naturalidad. Ya no hacían esfuerzos por ocultar el cariño que se profesaban, las miradas cómplices, las caricias al pasar, los silencios cómodos que hablaban más que las palabras. Los demás lo notaron enseguida y aunque nadie lo dijo en voz alta, todos entendieron que por fin estaban juntos.
Ambos soñaban con compartir también el futuro. Habían hecho planes, deseando cosas, imaginando una vida juntos en la universidad. Por eso, se postularon a varias universidades, llenaron formularios, redactaron ensayos, se apoyaron mutuamente en cada paso. Era una promesa silenciosa de no separarse.
Y ahora estaban ahí, frente a sus respectivas laptops, con los corazones latiendo mientras esperaban los resultados.
—¿Listo?—Preguntó Felix, con una sonrisa.
—Lo estaré si tú lo estás.
—Lo estoy.
Accedieron a la página de resultados y, al mismo tiempo, el ambiente se volvió tenso. Se decepcionaron al descubrir que no habían sido aceptados en el mismo lugar.
—Lo siento, debí esforzarme más con mi ensayo.—Se disculpó Hyunjin.
—No, no digas eso. No es tu culpa. —Contestó el pecoso intentando buscar el lado positivo.—Aún tenemos que ver las ubicaciones ¿no? Mira. —Tecleó con rapidez, abriendo un mapa en otra pestaña.— Me aceptaron en la Universidad de Sogang y a ti en la Universidad Nacional de Seúl. Por lo que veo, hay una distancia de media hora entre ambas… ¿Qué dices?
Hyunjin negó con la cabeza, desanimado. Él había soñado con compartir los mismos pasillos, almorzar juntos entre clases, ir de regreso a casa tomados de la mano. Sabía que media hora no era el fin del mundo, pero también sabía que al estar ocupados, el cansancio y la rutina podría deteriorar lo que ahora parecía perfecto y no quería arruinarlo.
Observó el rostro de Felix y aunque el menor intentaba mostrarse tranquilo, Hyunjin lo conocía lo suficiente como para ver la tristeza reflejada en sus ojos.
—Felix, hay algo que quiero decirte.—Dijo con seriedad.
—¿Eh? ¿No escuchaste lo que acabo de decir?
—Sí, claro que sí.—Respondió con suavidad.—Justo por eso quiero hablar de esto.
El menor asintió, dándole espacio para continuar. Hyunjin tomó su mano y le dedicó una sonrisa nerviosa.
—Vivamos juntos.— Dijo sin rodeos. —Quiero y deseo que vivamos juntos.
Felix parpadeó, claramente sorprendido.
—¿Hablas en serio?
—Completamente, Lixie. Quiero despertar a tu lado, preparar las comidas contigo, verte estudiar medio dormido en el sofá. Quiero construir una rutina contigo, incluso las partes aburridas. Todas. Las quiero contigo.
Felix soltó una risa breve, conmovido. Se inclinó, tomó el rostro de Hyunjin ambas manos y lo besó con dulzura.
—Me encantaría… Pero ¿Cómo haremos para convencer a nuestros padres?
—Pronto cumpliremos dieciocho años. Y si lo planteamos bien, no como una locura romántica, sino una necesidad práctica… Puede funcionar.—Se giró hacia el mapa y lo señaló con la mirada.—Nuestras casas están lejos de ambas universidades. Necesitamos un punto medio, es decir, un departamento cerca, dónde podamos apoyarnos mutuamente.
—Hmm. Es lógico. Si lo presentamos como una decisión responsable, quizás no se opongan tanto… Supongo que compartir un departamento suena menos loco que “vivir juntos porque estamos enamorados”.
—Exacto.—Sonrió y se inclinó para darle un beso corto.—Y lo estamos, pero también somos conscientes. Podemos hacerlo bien. Estaremos bien, lo prometo.
El menor asintió con una sonrisa y sus ojos brillaban de emoción. Luego se lanzó sobre él, riendo con alivio y repartiendo besos en su rostro. Hyunjin los recibió entre risas, rodeando su cintura con los brazos, aferrándose a él como si fuera su hogar.
*-*-*
El día de la graduación finalmente llegó, pero Hyunjin no sentía la emoción que había imaginado. A pesar del parloteo a su alrededor, su mirada seguía buscando entre la multitud. Cierta persona aún no llegaba y su ausencia hacía que se sintiera incompleto.
Se encontraba esperando en la entrada principal de la preparatoria, apoyado contra una columna con los ojos pesados de cansancio y un bostezo escapó. Se cubrió la boca con la mano cuando de pronto un destello blanco atravesó su campo de visión.
Giró su cabeza por instinto y el aliento se le quedó atrapado en la garganta.
Era Felix.
No era su presencia lo que lo había dejado boquiabierto, sino el cabello. Totalmente blanco, casi plateado, como nieve fresca bajo la luz del sol. El contraste con su piel, con sus pecas, con sus ojos que siempre brillaban. Era tan impactante como hermoso.
—¿Qué?—Murmuró embobado dando un paso hacia él y alzó la mano para acariciar un mechón con suavidad.—¿Cuándo hiciste esto?
—Quería sorprenderte.—Sonrió con orgullo.—¿Te gusta?
Hyunjin no terminaba de procesar, sólo lo miró con una adoración que le hizo brillar los ojos.
—Cielos, me encantas.—Respondió antes de abrazarlo.—Estoy tan enamorado de ti. Loco por ti.
Felix rió bajito, apoyando la barbilla en su hombro.
—Me alegra saberlo.
Hyunjin lo separó apenas para tomar su rostro entre las manos y robarle un beso corto, lleno de ternura. Luego entrelazó sus dedos con los ajenos y, con una sonrisa traviesa, lo jaló.
—Vamos a graduarnos.
Y así corrieron juntos hacia el gimnasio entre risas y susurros cómplices, como si en ese momento, sólo eran ellos dos.
*-*-*
La mudanza comenzó apenas unos días después de la ceremonia de graduación. Para su alivio y sorpresa, los padres de ambos aceptaron la idea con más facilidad de la esperada. Confiaban en ellos. Eran responsables, brillantes y su decisión de compartir un espacio se veía menos como un capricho juvenil y más como el inicio de una nueva etapa.
Gracias al apoyo de sus familias, encontraron un departamento pequeño, pero acogedor, ubicado en una zona segura y tranquila, a mitad de camino entre sus universidades. Con cada caja abierta, con cada objeto colocado en su sitio, el lugar empezaba a sentirse menos como un departamento y más un hogar.
Les tomó un par de semanas dejar todo en orden. Y esa noche, por primera vez, sin tareas pendientes, se encontraban tumbados en la cama, ya en pijamas, recién bañados, mirando el techo entre conversaciones triviales y planes futuros.
—¿Sabes?—Comenzó Felix, rompiendo el silencio con una risa .—Me decepcionaste un poco.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Esperaba que tú fueras el que apareciera con el cabello rosado.
Hyunjin soltó una carcajada y se giró hacia él, arqueando una ceja.
—¿Rosado? Amor, estoy loco por ti, pero no tanto como para pintarle el cabello de chicle.
—Yo creo que te verías adorable.
—¿Sí? Pues ven aquí y convénceme.
Sin esperar más, el pelinegro se lanzó sobre él, rodando por la cama hasta quedar encima, provocando una explosión de risas. Felix forcejeó sin demasiado esfuerzo, sus manos empujando débilmente los hombros del otro. Podría detenerlo si quisiera, claro, pero con Hyunjin, nunca quería hacerlo. Era su lugar seguro, su debilidad y se derretía cuando estaba con él.
Las risas se mezclaron con sus caricias, con el roce de sus manos y el brillo en sus ojos. Cuando sus labios se encontraron en un beso, el ambiente cambió. Fue lento, profundo, lleno de algo que iba más allá del deseo. Una necesidad silenciosa de pertenecer, de entregarse sin barreras.
Hyunjin deslizó los dedos por la piel expuesta de Felix, y aunque se conocían desde hacía tiempo, algo en esa noche era diferente. Más íntimo, más real. Felix fue el primer en apartarse, lo miró con la respiración entrecortada.
—Jinnie…
—¿Demasiado?—Preguntó con una mezcla de preocupación y deseo en la voz.
Felix negó suavemente con una sonrisa.
—Soy tuyo… Y quiero entregarme por completo a ti.
El mayor lo miró como si el corazón se le fuera a explotar de tanta emoción contenida.
—¿Estás seguro?
—Estoy seguro de que es el momento y… Sólo te quiero a ti.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino cargado de emoción. Hyunjin bajó la cabeza y lo besó con ternura.
—Te amo, Felix.
—También te amo, Hyunjin.
Y en ese momento, todo lo demás desapareció. Las dudas, los miedos, el mundo. Sólo quedaron ellos, sus cuerpos encontrándose por primera vez de verdad. No fue apresurado, tampoco fue por impulso. Fue algo mutuo, profundamente emocional. Se exploraron con respeto, con ternura, memorizando cada rincón del otro en un vaivén lento, guiado por el cariño y la confianza que habían construido, entre promesas y amor.
Después, acurrucados bajo una sábana, con la habitación apenas alumbrado por la lámpara y el corazón latiendo, compartieron el silencio de los que ya no necesitaban palabras.
Felix tenía la cabeza apoyada en el pecho de Hyunjin, sus dedos dibujando círculos perezosos en su piel.
—¿Quieres pedir comida?—Preguntó—No quiero cocinar.
Hyunjin rió y besó la frente del menor.
—Si no pedimos algo, vamos a morir de hambre. Pero no me quiero mover.
—Yo tampoco.—Felix se acomodó aún más cerca.—Pero quiero tteokbokki.
—Entonces pediremos eso.
Hubo una pausa breve, antes de que el mayor preguntará en voz baja.
—Felix, ¿Estás bien?
—Sí.—Dijo el albino sin dudar.—Fue maravilloso porque eras tú. No sabía que habías estado aguantando tanto tiempo.
Ambos rieron con suavidad, abrazados por la calidez que compartían.
Había paz, amor. Y, por primera vez, todo parecía encajar perfectamente.
Notes:
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Hasta el próximo viernes.
Chapter 7: O6
Summary:
—¿Ese es tu tipo?—Susurró el albino al notar que su amigo lo miraja fijamente, sin parpadear.
—¿Qué? ¿Quién? ¿Yo?—Se apuntó con el dedo, nervioso, y soltó una risa torpe.—¡No! ¡No! ¡Para nada! O sea… Tiene un buen perfil, pero…
—Hola.—Interrumpió el recién llegado, girándose hacia ellos.—¿Ese asiento está ocupado?
—¡No! ¡Claro que no!—Contestó el peliazul rápidamente, tn brusco que casi derrama su bebida.—¡Puedes venir!El chico le sonrió, era el tipo de sonrisa que no necesitaba esfuerzo para parecer atractiva. Felix alzó las cejas, divertido y decidió dejarles espacio, bebiendo con calma mientras observaba.
—Gracias. Soy Minho, por cierto.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Habían pasado ya algunos meses desde que empezó el 2018 y Felix había comenzado su entrenamiento en la academia como taekwondista.
El sonido de los golpes secos contra las colchonetas resonaba por todo el lugar, rítmico, constante. El eco de las pisadas firmes del albino marcaba el compás de una coreografía feroz. Se movía con precisión envidiable, fluidez, casi como una danza que atrapaba a cualquier que lo viera. Pateaba con elegancia innata, esquivando cada ataque del oponente con reflejos rápidos, captando la atención de todos los presentes. Era el mejor de todos, no sólo peleaba; bailaba con fuego en los músculos y hielo en la mirada.
Sin embargo, entre un movimiento y otro, sus ojos se desviaban hacia las gradas.
Allí estaba Hyunjin, sentado en una esquina, inclinado hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Lo observaba en silencio, inmóvil, como si el mundo entero se hubiera detenido y el único que se movía era Felix. Era la misma mirada de siempre, la que brillaba cada vez que lo veía defender y atacar a su compañero. El albino nunca dejaba de sorprenderlo.
Cuando la práctica terminó, y el albino quedó de pie, jadeando, la camiseta empapada y pegada al cuerpo, el cabello alborotado por el sudor y el esfuerzo. Respiraba con dificultad, pero cuando alzó su mirada y lo vio, todo el cansancio en su cuerpo desapareció y brilló.
Literalmente brilló, como si su sonrisa encendiera el lugar entero mientras Hyunjin bajaba por las gradas, sin prisa, con la mirada fija en él.
El menor no lo dudó. Corrió hacia él, cruzando el tatami como un rayo, y lo abrazó con fuerza antes de besarlo con una intensidad que hizo que el corazón de ambos se acelerara. No hubo tiempo para palabras, sólo ese beso.
Hyunjin le sostuvo el rostro entre las manos con cariño, sin apartarse, sin importarle el sudor o las miradas ajenas. Porque a sus ojos, el albino era hermoso en todas sus formas. Sudado, agotado, sonriente. Era real, tan real que aún seguía creyendo que era un sueño.
El lugar entero pareció quedarse en pausa. Algunos se detuvieron, sorprendidos pero nadie se atrevió a romper la escena. Porque lo que veían era algo genuino. La forma en que sus cuerpos se encontraban como piezas hechas para encajar. La manera en que Hyunjin sonreía cuando se separaron apenas unos centímetros. El brillos de admiración en ambas miradas.
—Eres increíble cuando peleas, ¿Ya te lo dije alguna vez?—Murmuró el azabache, acariciando sus mejillas con los nudillos.
—No, pero gracias por decirmelo.—Respondió con la voz entre risas.—¿No te molesta que esté todo sudado?
—Para nada. Me encantas así.
—Estás exagerando…
—¿No recuerdas lo que hicimos anoche? Vaya, creo que tendré que-
El menor, sonrojado, le cubrió la boca con ambas manos antes de que pudiera seguir.
—¡Hyunjin! Basta. Ya entendí.
El mayor sólo río haciendo que sus ojos fueran como medialunas mientras lo abrazaba con ternura.
—De acuerdo, cariño… Ve a cambiarte, te espero aquí.
Felix asintió antes de inclinarse, dándole un beso rápido como promesa de que volvería pronto y corrió hacia los vestidores. Hyunjin regresó a su sitio, aún sonriendo, observador como el albino desaparecía por la puerta.
A lo lejos, uno de los entrenadores los miraba con los brazos cruzados, murmuró.
—Voy a aclarar una cosa, no tengo nada en contra de eso, pero preferiría que no lo hicieran frente a mí. Me hacen sentir demasiado solo.
—Concuerdo contigo.—Respondió otro a su lado.
Porque sí, cualquiera que los viera juntos lo entendía. Había algo en su forma de mirarse, de tocarse, de existir uno para el otro, que nada era falso. Una conexión tan poderosa que borraba todo el ruido del mundo. Una química que hablaba más fuerte que los prejuicios de cualquier sociedad, incluso en Corea.
Hyunjin y Felix se amaban y eso lo llenaba todo.
*-*-*
Era por la tarde y Felix se encontraba tirado perezosamente en el sofá con la mirada perdida en el techo, la mente en blanco. Un sonido lo sacó de su mundo y al voltear, notó el celular de su pareja vibrando sobre la mesa a su lado.
Lo tomó sin preocuparse mucho. No había secretos entre ellos, compartían contraseñas y rutinas.
El mensaje era de alguien llamado Seungmin. Recordaba escuchar ese nombre de Hyunjin, era uno de sus amigos que estudiaba en Estados Unidos. Sin problema, abrió el chat y respondió que era Felix, que su pareja había salido a comprar, pero que él mismo le pasaría la voz.
Siguió charlando un rato con Seungmin, que parecía necesitar contactar a Hyunjin con cierta urgencia. Cuando terminó la conversación, Hyunjin llegó al departamento con varias bolsas en las manos.
—Amor, Seungmin dijo que te llamará en la noche.—Avisó sin apartar la vista del celular de Hyunjin, entretenido con los vídeos de YouTube.—Parece que es algo urgente.
—Vale, gracias.—Dijo acercándose para inclinarse y darle un beso corto en los labios.—¿Quieres té? Compré el que te gusta.
—Sí, por favor.
El menor hizo un gesto con la boca, pidiendo más besos sin palabras haciendo reír a Hyunjin quién se los dió antes de dirigirse a la cocina.
Felix volvió su atención al celular, pero después de aburrirse de los vídeos, salió de la aplicación y empezó a curiosear la galería. No era la primera vez que lo hacía, pero esta vez algo le llamó la atención.
Una carpeta con un nombre peculiar.
My sunshine.
Al abrirla, su pecho se llenó de calidez y ternura. Era una colección entera de fotos suyas. Algunas eran él sonriendo frente a la cámara, posando con una taza entre las manos, sacando la lengua, guiños traviesos. Otras eran espontáneas como cuando se distraía mirando por la ventana, dormido en la cama con el cabello alborotado, completamente ajeno al lente. Imágenes captadas con amor.
Cuando Hyunjin volvió con las tazas de té, encontró al pecoso sentado con una sonrisa para sí mismo.
—¿Qué te causa tanta gracia?—Pregunto curioso mientras dejaba las tazas en la mesa.
El albino levantó la mirada y soltó una suave risa.
—Así que te gusta tomarme fotos cuando no me doy cuenta, ¿Cierto?
Le mostró la pantalla en dónde mostraba una imagen reciente, un Yeop Chagi perfectamente capturado, en pleno aire. Hyunjin parpadeó, siendo atrapado por el secreto.
—Así que… Encontraste esa carpeta.
—Sí.—Respondió volviendo a ver la foto.—Me veo bien… Pero el nombre de la carpeta es tan cursi.
El mayor se encogió los hombros, divertido y le quitó el celular con cuidado, dejándolo en la mesa antes de sentarse a su lado.
—¿Y qué?—Se inclinó hacia el menor con una sonrisa.—Eres mi musa, no puedo evitarlo.
Felix soltó una carcajada sintiendo como su corazón latía con fuerza ante la sinceridad de su novio.
—Tu musa, ¿Eh?—Le dió un beso rápido y añadió mientras agarraba el celular del azabache.—Pero tenemos pocas fotos juntos. Deberíamos tener más, no sólo mías. ¿Sabes?
—Bueno, pero cuando tengamos una cita, tomaremos más fotos.
—Puedes tomar ahora. Sólo tú y yo podemos verlas.—Le entregó el celular
Con eso, lo convenció. Hyunjin tomó su celular y abrió la cámara, se preparó para una selfie juntos. Lo que no esperaba era, que justo cuando presionó el botón, Felix le diera un beso en la mejilla.
—¡Lixie!—Protestó con una sonrisa cuando el menor salió corriendo.—¡No corras en la casa!
Pero ya era tarde. Felix zigzagueaba entre los muebles teniendo la ventaja de ser un deportista, pero Hyunjin no se rendiría tan fácilmente, lo persiguió entre risas completamente decidido a atraparlo.
En un movimiento rápido, Hyunjin lo tomó por la cintura, lo alzó con facilidad y lo dejó sobre la mesa del comedor.
—¡Te tengo!—Exclamó, jadeando, con los ojos brillando de emoción.
Felix seguía riendo, rodeando sus brazos por el cuello del mayor.
—¿Desde cuándo eres fuerte?
—Desde que empecé a ir al gimnasio. No puedo quedarme atrás.
—¿De verdad?—Entrecerró los ojos, con diversión.—¿Seguro que no es porque quieres cargarme?
—Puede que sea esa la razón.
—Eres un tramposo.—Susurró, rozando su nariz con la ajena.—Te has vuelto bastante bueno, Hyunjinnie.
—Todo vale si es para tener a mi musa.
No necesitó decir más, se inclinó y lo beso.
Felix correspondió el beso que se volvió más profundo, más urgente. Sus cuerpos se reconocían como si siempre buscarán, esperando que el momento fuera real. Las manos del albino se enredaron en el cabello del mayor y las de Hyunjin deslizándose por debajo de la camiseta, acariciando y explorando la espalda.
El ambiente se volvió más caliente. El mundo se detuvo entre suspiros y caricias.
Hyunjin se separó apenas para mirarlo con los ojos brillando, cargados de sentimientos.
—Te deseo, Felix.—Susurró, con la voz ronca.
—También te deseo, Hyunjin.—Respondió con un suspiro, acariciándole el labio inferior con el pulgar.—Hazme el amor.
Hyunjin no respondió, en cambio, lo volvió a besar y esta vez con más intensidad.
Pronto, las prendas fueron desapareciendo, una a una y ya no hubo espacio entre ellos. Sólo piel contra piel. Respiraciones entrecortadas, suspiros, gemidos suaves, caricias infinitas y lágrimas de emoción.
No hicieron más fotos ese día. Sin embargo, grabaron una de las memorias que ningun lente habría podido capturar. Una que ninguno de los dos olvidaría jamás.
*-*-*
Felix se había inscrito a un curso electivo titulado Neurociencia del comportamiento . Le llamó la atención desde que leyó de que leyó de qué se trataba, sobre todo por su extraña obsesión con el ASMR. Según su pareja, su voz tenía algo que lo relajaba y no era como si le encantará escuchar eso de parte suya.
Era el primer día de clase y había llegado con media hora de anticipación. El aula estaba casi vacía, salvo por un chico de cabellos azules, bastante llamativo, inclinado sobre su celular, aparentemente concentrado en algún juego.
Felix se acercó sin pensarlo mucho.
—Hola, soy Lee Felix.—Saludó con una sonrisa y el chico alzó la vista, sorprendido y pausó el juego.—¿Está ocupado el asiento?
—Hola. No, no está ocupado. Puedes sentarte.—Bloqueó la pantalla del celular.—Soy Han Jisung, un gusto conocerte.
—Lo mismo.—Le sonrió y se acomodó en el asiento mientras dejaba su mochila a su lado.—¿Eres de primer año?
—Sí, hace un par de meses empecé. Estoy en la carrera de Música, ¿Y tú?
Felix rió, sabiendo de antemano que su respuesta lo confundiría.
—No lo vas a creer, porque, no tiene nada que ver con el curso.
Jisung soltó una leve risa y se giró hacia él con una ceja alzada.
—Dímelo y lo sabré.
—De Terapia Física.
—¡¿Qué?!—Exclamó tan sorprendido que hizo saltar a Felix.—¡Juraría que eras de Comunicaciones! O de Música… ¡Quién sabe!
—Te lo dije, no lo creerías.—Se rió encogiéndose los hombros.—Seguro que te preguntas qué hago aquí.
—Sí, sí. Justo es lo que quería preguntarte.
—Pues, quiero entender porque mi pareja dice que mi voz lo relaja y, quién sabe, tal vez algún día termine haciendo ASMR.—Bromeó lo último.
—¡Vaya! ¡Tu pareja tiene suerte de tenerte! ¡Tiene razón! Tienes buena voz, es como…Suave pero clara. ¡Te lo apruebo!—Le guiñó.—Pásame tu número, me agradas.
El albino soltó una leve risa y asintió. Intercambiaron números sin pensarlo demasiado, como si fuera lo más natural.
Hablar con Jisung resultó increíblemente fácil. Era gracioso, brillante, lleno de energía contagiosa. En pocos minutos, ya estaban compartiendo anécdotas, quejas del sistema universitario y confesiones absurdas. Descubrieron que sus cumpleaños estaban apenas un día de diferencia y juraron celebrarlo juntos.
Todavía no lo sabían, pero ese era el inicio de una amistad que con el tiempo, se volverían inseparables.
*-*-*
Esa misma tarde, cuando finalmente tuvo tiempo libre, Felix se dejó caer en el sofá sin pensarlo mucho. Hyunjin ya estaba ahí, sentado y lo recibió rodeando el brazo por sus hombros sin decir una palabra.
—¿Cómo te fue hoy? ¿Hiciste amigos? —Preguntó con una ceja alzada.
—Bien y sí. Hice un amigo.—Respondió acomodándose contra el pecho ajeno.— Se llama Jisung. Es un caos, pero divertido. Creo que vamos a llevarnos bien.
—Ajá.—Hyunjin entrecerró los ojos.—Así que…. ¿Ahora tengo competencia? ¿Me vas a cambiar?
Felix alzó las cejas, incrédulo por lo que oía y luego soltó una carcajada.
—Por supuesto que sí. ¿No es obvio? Jisung es guapo, canta bien… Y seguro no hace berrinches como tú.
—¡Hey! ¡Yo no hago berrinches!—Exclamó el mayor quitando su brazo y girándose hacia el otro lado con fingida indignación.
—Oh, vamos, amor. Sabes que eres el único para mí.
—Me dijiste dramático.
—Y lo eres.—Dijo sin rodeos, mirándolo directamente. — Hyunjin.
El tono en su voz cambió, bajo, rasposo, con su acento australiano perfectamente marcado. Hyunjin se estremeció, no por el nombre, sino porque Felix sabía muy bien el efecto que tenía ese tono en él. No porque el menor le llamará por el nombre, sino el hecho de que se atrevió a usar la voz
—No es justo.—Se quejó, finalmente mirando al albino quién parecía divertirse.—Estás jugando sucio.
—¿Quién? ¿Yo? Claro que no.—Murmuró con fingida inocencia, trepando con facilidad al regazo del mayor. Sus manos se apoyaron sobre los hombros del mayor.—¿Y hay algo que pueda hacer para mejorar tu humor?
Hyunjin se inclinó, listo para besarlo, pero el albino ladeó el rostro justo a tiempo, esquivándolo haciendo que el mayor frunciera el ceño.
—Cariño, tienes que decirlo. No puedes simplemente hacerlo.—Provocó el menor, sin apartar la mirada.
—Sólo te quiero a ti.—Gruñó, haciendo reír al pecoso.
—¿Y?
—Quiero follarte.
—Te concedo el permiso de follarme .
—Maldición…
Hyunjin ya no pudo resistir, se inclinó de golpe y atrapó su boca en un beso profundo, uno de esos que sabían a deseo puro y a necesidad acumulada. Sus manos se colaron bajo la camiseta del menor, y ese simple contacto con la piel les encendió a ambos la sangre.
Como muchas veces antes, bastó ese simple beso para que todo lo demás se desbordara. Las manos se aferraron, las respiraciones se mezclaron, la ropa desapareció. El sofá fue testigo de cuerpos entrelazados, labios rojos por la fricción, suspiros que llenaban el silencio. Siempre parecía la primera vez, siempre querían más.
Entre risas y jadeos, se arrastraron hasta la habitación y lo hicieron de nuevo. Dos veces más.
Horas después, yacían desnudos bajo las sábanas, entrelazados en un abrazo tranquilo. Felix acariciaba la espalda de Hyunjin con calma, dibujando líneas invisibles con la yema de los dedos. El mayor tenía el rostro enterrado en el cuello ajeno, respirando con suavidad como si ese rincón fuera el único que importaba.
—Quiero que un día vengas conmigo a Australia.—Murmuró Felix.
El azabache alzó el rostro con cierta pereza, parpadeando con suavidad.
—¿Sí?
—Sí, quiero que conozcas a mis hermanas. Aún no las viste en persona y quiero que veas el lugar dónde crecí.
—Entonces iremos cuando podamos.—Dijo Hyunjin sin dudar.—Cuando esté listo, iremos juntos. Lo prometo.
Felix sonrió, cerrando los ojos mientras lo abrazaba más fuerte.
—Yo estaré listo cuando tú lo estés. Mis padres te adoran, sólo falta que mis hermanas te quieran.
—Espero caerles bien.
—¿Bromeas? Si supieran lo encantado que me tienes, te adorarán, de eso estoy seguro.
Hyunjin sonrió y se acurrucó aún más en el abrazo.
Y así, entre susurros y caricias, sellaron una promesa que iba más allá de kilómetros y países. Una de no soltarse, de caminar juntos y de cruzar el mundo si era necesario, siempre que el otro estuviera al final del camino.
*-*-*
—¿En serio tienes que ir? ¿No podías reprogramarlo?—Preguntó el albino con un leve puchero mientras lo miraba desde el sofá.
—Créeme que me encantaría ir contigo, bebé. De verdad.—Expresó mientras terminaba de acomodar su cámara dentro del bolso.—Pero sabes que no puedo hacerlo, sería dejar pasar una oportunidad importante.
—Lo sé.—Suspiró, viendo como el mayor iba de un lado a otro, revisando que no se le olvidará nada.—Pero quería bailar contigo.
—Podemos hacerlo para tu cumpleaños, ¿Está bien?—Colgó el bolso al hombro y se acercó al menor.—Te amo, Lixie.
—Yo también, Jinnie.
El mayor se inclinó para darle un beso corto y luego salió por la puerta, dejándolo con una mezcla de ternura y decepción.Tras suspirar una vez más, Felix se levantó para alistarse. Aún sin su pareja, tenía una cita con su mejor amigo.
El bar no estaba tan lleno como pensaron que estaría un viernes por la noche, pero el ambiente era acogedor, luces suave en tonos cálidos, música lo bastante tranquila para hablar sin gritar y una barra donde los baristas trabajaban con elegancia. Jisung y Felix habían planeado la salida hacía días. Incluso pensaron en invitar a Hyunjin para que lo conociera, pero el trabajo se le cruzó en medio.
—¡Hey! ¡Esto es más genial de lo que imaginaba!—Exclamó el peliazul, mientras se sentaba en uno de los taburetes con su vaso en la mano.—Pensé que íbamos a tener que gritar para hablar o algo así.
—¿Estás decepcionado?—Preguntó con una sonrisa, bebiendo su trago.
—Para nada. Aunque no prometo no hacer el ridículo si ponen reggaeton o rock.
Felix soltó una carcajada y al mismo tiempo, alguien apareció a su lado. No era cualquiera persona. El chico tenía una energía tranquila, de esas que se sienten incluso antes de que hable. Su rostro afilado parecía esculpido por los dioses y su expresión daba la impresión de que ya conocía el final de la historia. Vestía de negro, con una chaqueta de cuero que le daba un aire peligroso pero atractivo.
—¿Ese es tu tipo?—Susurró el albino al notar que su amigo lo miraja fijamente, sin parpadear.
—¿Qué? ¿Quién? ¿Yo?—Se apuntó con el dedo, nervioso, y soltó una risa torpe.—¡No! ¡No! ¡Para nada! O sea… Tiene un buen perfil, pero…
—Hola.—Interrumpió el recién llegado, girándose hacia ellos.—¿Ese asiento está ocupado?
—¡No! ¡Claro que no!—Contestó el peliazul rápidamente, tn brusco que casi derrama su bebida.—¡Puedes venir!
El chico le sonrió, era el tipo de sonrisa que no necesitaba esfuerzo para parecer atractiva. Felix alzó las cejas, divertido y decidió dejarles espacio, bebiendo con calma mientras observaba.
—Gracias. Soy Minho, por cierto.
—Soy Jisung.—Se presentó con una sonrisa nerviosa.—Ah, él es Felix.
El albino levantó su vaso a modo de saludo y se recostó en la barra, dejando que la conversación fluyera entre ellos. MinHo y Jisung comenzaron a hablar, primero por educación, luego entraron en confianza para bromear que hacían que el peliazul bajará la mirada con una sonrisa cada vez más evidente.
—¿Sueles venir por aquí?—Preguntó Jisung, apoyando la barbilla en la palma de su mano, mirándolo con interés.
Felix casi escupió la bebida y MinHo rió con sinceridad.
—¿Esa es tu forma de coquetear?
—Funcionó ¿Verdad?
—Lo suficiente como para no querer irme.
El albino decidió que ya tenía pruebas suficientes para molestarlo más tarde, así que se alejó un poco, revisando su teléfono y una sonrisa se le dibujó al ver un mensaje de Hyunjin.
“Amor, en una hora me desocupo. ¿Ya estás bailando encima de las mesas?”
Una carcajada escapó de sus labios mientras tecleaba.
“No, pero creo que Jisung está a un paso de invitar a su alma gemela a una cita, creo.”
Levantó la mirada un segundo y los vio más relajados, riéndose como si se conocieran desde hace tiempo. Felix se prometió contarle a Hyunjin todo con lujos de detalles. Especialmente cómo Jisung se sonrojaba cada vez que Minho le decía algo que no alcanzó a oír.
Otro mensaje de Hyunjin llegó.
“¿Quieres que pase por ti cuando termine?”
“Sí, por favor. No quiero volver solo”. Respondió sin dudar.
Felix pensó que lo mejor era mandarle un mensaje a Jisung, avisándole que Hyunjin lo buscaría más tarde y que no tenía que preocuparse por él. Era claro que había química con Minho y por cómo se miraban, no sería raro que terminarán siendo algo más.
Ver a su mejor amigo riendo así, con ese brillo en los ojos, le hacía feliz.
Notes:
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Chapter 8: O7
Summary:
—¿Qué pasa?—Preguntó con una sonrisa.—¿Todo bien?
—Te amo.—Susurró sin apartar la mirada.—Te amo muchísimo.Hyunjin entrecerró los ojos con una pequeña risa.
—Dejame adivinar.—Tarareó mientras dejaba los pinceles sobre la mesa a su lado.—Tenías tiempo libre y fuiste a la galería. Justo hoy, cuando te dije que ya exhibieron mis cuadros. ¿No?
Felix asintió, depositando un beso en la mejilla y Hyunjin se giró para abrazarlo por la cintura, acomodándose frente a él.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Días después de la salida al bar, Felix se encontraba en el sofá con el plato que Hyunjin le había preparado esa mañana. El mayor había salido temprano por una llamada urgente de su universidad, pero antes, se aseguró de que su pecoso tuviera algo delicioso que comer. Eso sólo confirmaba lo bien que lo conocía.
La tranquilidad fue interrumpida por el timbre. Felix dejó el plato junto a los palillos sobre la mesa frente al sofá y caminó a la puerta con curiosidad. Al abrir, se encontró con la sonrisa de su mejor amigo, Jisung, que alzó una bolsa con entusiasmo.
—¡Traje bocaditos! ¡Es momento de chismear!—Exclamó entrando sin esperar invitación.
—Como trajiste comida, no puedo rechazar tu entrada.—Rió mientras cerraba la puerta.—¿Quieres almorzar?
—Oh, no, ya comí y vine para pasar la tarde… Aunque parece que tú recién ibas a almorzar.—Dijo al ver el plato en la mesa una vez que se sentó en el sofá.
—Sí, pero podemos comer bocaditos mientras tanto.
Felix se acomodó al lado de Jisung y comenzó a comer lo que su pareja había dejado preparado mientras el peliazul comía los bocadillos. Entre risas, hablaron de muchas cosas. Jisung contaba animadamente sobre una tarea que casi entrega sin adjuntar y el menor solo negaba con la cabeza, divertido.
Cuando Felix terminó su almuerzo, degustó una de las galletas que su amigo mientras agarraba su vaso, se dio cuenta que estaba vacío.
—Voy a buscar refresco, ¿Quieres?—Preguntó levantándose.
—Claro, si tienes algo con gas, mejor.
Aprovechando que el albino fue a la cocina, se levantó para estirar las piernas. No tardó en detenerse frente a una de las paredes decoradas, donde varias fotografías enmarcadas captaron su atención. No eran cualquier tipo de fotos, la mayoría mostraban a Felix, capturado en diferentes luces y ángulos algunas riendo, otras sereno o completamente absorto en su mundo. Había un par en las que aparecía el menor junto a su pareja, abrazados, con los rostros cerca, como si el azabache se hubiera enamorado al instante de él.
Jisung sonrió encantado.
—Felix.—Llamó al escuchar los pasos acercarse, sin apartar la mirada de la pared.—Estas fotos son increíbles. Dime que fuiste modelo en otra vida.
El nombrado dejó los vasos en la mesa, giró hacia su amigo con una sonrisa y miró la galería.
—Todas son de Hyunjin. Él las tomó.
El peliazul giró apenas el rostro, aún contemplando una imagen dónde Felix aparecía con los ojos cerrados, bañado por la luz de la tarde.
—Wow… Tu pareja tiene talento, no lo voy a negar… Pero también tiene un buen gusto.—Le guiñó el ojo.— O sea, mírate. Yo también te haría una galería si fueras mío.
Felix soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—No digas eso o Hyunjin te mata. Es un poco celoso.
—¡Celoso debería estar yo! ¡Ustedes dos son guapos! O sea, en serio ¿Cómo hiciste? ¿Le salvaste la vida en otra vida o qué?
—No sé, según él, me vio en el patio y pensó “Ahí está el amor de mi vida”—Bromeó Felix.—Quizás me vio en acción o le gustó mi acento.
—O los tres cosas.—Suspiró Jisung mientras miraba otra foto en la que Hyunjin y Felix se reían abrazados, sin mirar a la cámara.
—¿Y tú?—Preguntó Felix volviendo al sofá.—¿Qué fue lo último con el chico del bar?
El peliazul lo siguió con una sonrisa traviesa, como si hubiera estado esperando esa pregunta. Tomó su vaso y bebió un sorbo.
—Intercambiamos números y ayer fuimos a caminar por el río.—Dijo viendo como Felix alzaba las cejas, interesado.—Solo caminamos, hablamos y terminamos comiendo helado en un banquito. Fue simple, pero se sintió increíble. Como si no necesitáramos más.
—Eso suena como el tipo de cita perfecta.—Dijo el albino, recostándose con la cabeza apoyada en su mano.—¿Van a seguir saliendo?
—Quedamos en salir otra vez, esta vez pienso invitarlo.—Confesó con una sonrisa tímida.—A mi manera, claro.
—Entonces cuando ustedes sean pareja, prepárate.—Lo apuntó con el dedo como advertencia.—Porque vamos a tener una doble cita.
—¿Sí?
—Sí, ¿No es genial? Hyunjin dijo que te quiere conocer y también al chico que te hace poner esa carita de enamorado.
—¡Felix!—Se quejó riendo.—¡No hago esa cara!
—¡Oh, sí que lo haces! ¡Sólo tendrías que verte al espejo!
—Bueno… Quizás un poco. Es que Minho me mira como si valiera la pena y eso es… Nuevo para mí.
Felix lo miró con ternura y le dio un golpecito en la pierna con el pie.
—Entonces está bien. En cuanto sean novios, tenemos plan de cita doble. Lo prometemos aquí y ahora.
—Hecho, pero sólo si me prometes contarme como atrapaste a Hyunjin que es talentoso, hermoso y que encima cocina.—Señaló el plato vacío.—Porque, bro , te ganaste la lotería.
El menor sonrió y volvió a mirar las fotos. Su corazón dio vuelco, como si las palabras de su amigo hicieran efecto en algo que ya sabía, pero siempre le gustaba volver a escuchar.
—Lo sé, Ji. Créeme que lo sé. No hice mucho, solo existía… La primera vez que lo vi, pensé que era el chico más guapo que he visto. Se me hacía raro que no saliera con alguien porque era muy popular.
—¿Entonces quedó flechado por ti?
—Él mismo lo dijo. Me vio en el patio y según él, se inspiró. Me dibujaba incluso antes de hablarme.
—¿Es artista?
—Sí, dibuja increíble. Como tenemos un departamento con dos habitaciones, una es para nosotros y la otra, su estudio.
—Vaya… Veo que eres la musa de Felix.
—Él mismo lo admite. Por cierto, fue aquí donde me lo dijo y bueno, hicimos…
—¡No! ¡Basta! ¡Ahí no más! —Gritó Jisung, tapándose los oídos.
Felix se rió fuerte ante la reacción ajena. Luego cambiaron de tema y entre risas, compartieron una tarde que quedará en su memoria por mucho tiempo.
*-*-*
La puerta se abrió y se cerró con un suave clic tras de sí y Felix, que yacía recostado en el sofá, levantó la mirada mientras aún saboreaba una de las galletas que sobró. Se incorporó de inmediato al ver a Hyunjin entrar quitándose la chaqueta con gesto cansado y el cabello ligeramente alborotado por el viento.
—Hola, amor—Saludó con una sonrisa.—¿Cómo te fue?
—Cansado.—Respondió el mayor, dejando el bolso en el perchero antes de acortar la distancia entre ambos.—Pero tenía muchas ganas de verte.
Se inclinó para depositar un beso en la frente del albino y luego se dejó caer a su lado con un suspiro. Felix se acercó un poco más, notando que había algo más detrás de su cansancio.
—¿Todo bien?
Hyunjin dudó por unos segundos y luego bajó la mirada.
—Me ofrecieron algo en la universidad. Algo importante.
—¿Qué cosa?—Preguntó ladeando la cabeza con curiosidad.
— Una beca para estudiar un semestre en Florencia, Italia. El programa de segundo año en artes es simplemente extraordinario.
Los ojos del menor se abrieron con sorpresa.
—¿Italia? Honey, that’s amazing. ¡Es increíble!—Exclamó, pero su entusiasmo se detuvo al ver que su pareja no compartía la misma emoción.—¿No estás feliz?
—Sí, o sea, lo estaría si no implicará estar seis meses lejos de tii.—Pasó una mano por su rostro, frustrado.—No quiero extrañarte todos los días. No después de todo lo que hemos construido.
Felix se quedó en silencio por unos segundos antes de extender su mano y entrelazar con suavidad los dedos del mayor sus dedos.
— Baby , te entiendo. De verdad, pero si esto es algo que te apasiona, no puedes dejarlo pasar sólo porque te da miedo. Por supuesto, el miedo va a estar, pero también voy a estar yo, aquí, esperándote. ¿Bien? Quiero verte cumplir cada una de tus metas, incluso las que te alejen por un tiempo de mí.
Hyujin lo miró con los ojos brillantes, profundamente enamorado.
—¿Y si te extraño demasiado?—Preguntó con un puchero.
—Entonces me escribes.—Dijo inclinándose para darle un beso corto.—Me llamas, me mandas fotos de todo lo que te inspire.—Le acarició el dorso de la mano.—Y estaba pensando ... Podríamos pasar navidad con tu familia antes de que te vayas. Sería la primera que compartiremos. ¿no? Y en año nuevo podemos alquilar una cabaña. Sólo tú y yo. Vino, comida, chimenea. ¿Qué opinas?
Felix alzó las cejas un par de veces con picardía y Hyunjin no pudo evitar sonreír.
—¿De verdad? ¿Pasaremos juntos navidad con mi familia y año nuevo sólo tú y yo?
—Sí. Con luces, regalos y tú usando ese horrible suéter navideño que odio, pero conmigo. Y quién sabe, tal vez empecemos el año sin ropa.
Hyunjin soltó una carcajada, contagiando al menor con su risa.
—De acuerdo, sólo porque quiero esa vida contigo.
Felix lo abrazó hundiendo el rostro en su cuello.
—Estoy orgulloso de ti, Jinnie. Va a ser difícil, sí, pero lo superaremos. Es emocionante.—Se separó un poco para mirarlo a los ojos.—Y sí, te voy a extrañar, damn , pero eso significa que te voy a amar aún más cuando regreses.
—Amarte menos sería imposible.—Susurró antes de robarle otro beso.—Te amo.
—Y yo a ti.
Sus labios se encontraron una vez más. Ambos sabían que los meses venideros serían difíciles, también confiaban en que su amor sería lo suficiente fuerte para resistir la distancia.
*-*-*
La galería estaba silenciosa, siendo bañada por la luz dorada de la tarde que se filtraba a través de los ventanales altos. El albino caminaba despacio entre los cuadros, con las manos en los bolsillos de su abrigo, observando cada trazo, cada matiz, cada sombra colgada en las paredes. Era la primera vez que veía la nueva exposición que se presentaba en la universidad de su pareja.
Sabía bien que Hyunjin llevaba meses preparando sus obras. Lo había visto quedarse hasta altas horas de la noche mezclando pigmentos, borrando trazos, empezando de nuevo. Él insistía en que no se trataba de una muestra personal, sino de una colección inspirada desde hacía tiempo. Pero, a medida que Felix avanzaba entre las pinturas, reconoció una que le pareció algo más íntimo oculto en cada pincelada.
No eran retratos suyos, no exactamente, pero su inconfundible esencia estaba allí.
El primer lienzo mostraba una figura de espaldas, difusa, casi etérea pero con pecas distribuidas como constelaciones sobre los hombros desnudos, Felix las reconoció al instante. El segundo cuadro era un paisaje donde, de manera sútil, se insinuaban unos ojos dorados que se fundían con la luz del atardecer. El tercero representaba una escena aparentemente sencilla, una figura albina sentada de perfil junto a una ventana empañada por el frío. Apenas se distinguían las pecas, pero destacaba era una en forma de corazón justo al lado del ojo derecho.
Bajó la mirada y se detuvo frente a una de las placas que más le llamó la atención.
“Your eyes”.
El lienzo mostraba solo una parte del rostro, oculto entre colores que intentaban disimular la identidad del modelo. Sin embargo, Felix lo supo de inmediato. A pesar del intento de anonimato, era él.
Y lo conmovió aún más la descripción junto a la obra:
“Hay días grises pero sus ojos son como el sol que ilumina todo mi alrededor y sus pecas son las estrellas en las que amo perderme. Quiero creer que algún día sentirás eso al mirar los ojos de la persona que te inspire a ser mejor”.
Sintió el corazón agitarse con furia, como si una mezcla de emoción, orgullo y amor lo envolviera de pronto y le subiera hasta la cabez. Porque allí, en cada trazo, en cada sombra y luz, en cada detalle, estaba él. Era como si Hyunjin hubiese pintado su alma.
Salió de la galería sin decir nada, con la necesidad urgente de ver a su novio.
Cuando llegó al departamento, fue directo al estudio. Todo seguía como siempre, el aire olía a pintura y café, mismo aroma que ya era parte del paisaje cotidiano. Hyunjin estaba de pie y de espaldas, frente a un lienzo grande y aún en proceso, con la camiseta manchada de pintura y las manos ocupadas. Estaba tan concentrado que no escuchó el clic de la puerta al cerrarse.
El albino no dijo nada. Se acercó en silencio y lo abrazó por la cintura, apoyando la barbilla en el hombro ajeno. Hyunjin sacó uno de los auriculares que llevaba puestos y giró el rostro para mirarlo de reojo.
—¿Qué pasa?—Preguntó con una sonrisa.—¿Todo bien?
—Te amo.—Susurró sin apartar la mirada.—Te amo muchísimo.
Hyunjin entrecerró los ojos con una pequeña risa.
—Dejame adivinar.—Tarareó mientras dejaba los pinceles sobre la mesa a su lado.—Tenías tiempo libre y fuiste a la galería. Justo hoy, cuando te dije que ya exhibieron mis cuadros. ¿No?
Felix asintió, depositando un beso en la mejilla y Hyunjin se giró para abrazarlo por la cintura, acomodándose frente a él.
—No sabía que se podía amar a alguien en tantas pinceladas.—Comenzó el menor.—No mencionaste mi nombre, pero yo estaba en cada cuadro… En diferentes formas.
—Claro, eres la persona que más amo. Y si algo quería transmitir con esa exposición a los demás, era precisamente que todos merecen amar así. ¿Lo logré?
—Sí, por eso estoy aquí.
—Cariño, no necesito inventarme musas, ¿Lo sabes?—Murmuró con una mirada cargada de ternura.— Porque te tengo a ti.
El menor lo abrazó por el cuello y lo besó con dulzura. En ese momento, comprendió que el arte de su pareja no sólo llenaba galerías, sino también su corazón. Porque si Hyunjin pintaba por amor hacia él, entonces Felix encontraría el modo de ganar medallas por Hyunjin.
*-*-*
Felix se movía por la cocina con una bandeja entre las manos, sus mejillas estaban un poco rojas por el calor del horno, pero eso no quitaba la emoción. Hyunjin lo observaba desde el marco de la puerta, apoyado con los brazos cruzados y una sonrisa embobada, de las que sólo surgía cuando miraba a Felix.
—¿Ya están listos?—Preguntó el mayor.
—Sí. Sólo deben enfriarse un poco, pero mira.—Levantó la bandeja con orgullo.—Brownies navideños con un ingrediente secreto que no puedo revelar. Es una receta familiar, heredad por mi abuela.—Con cuidado, dejó la bandeja en la mesa.—Si esto no conquista a tu familia como a ti, no sé qué lo hará.
—Amor, mis padres te conocen y te adoran.
—Pero es la primera navidad que paso con ellos por si te olvidas.
—Lo harás bien, tus brownies son la mejor forma de conquistarlos.
Cuando Feliz terminó de acomodar todo y se quitó los guantes, Hyunjin se acercó y el menor sin poder evitarlo, se lanzó a abrazarlo, robándole un beso cargado de afecto y ternura.
La casa de los Hwang estaba llena de luz, risas y el aroma reconfortante de la comida casera. Los adornos navideños colgaban por cada rincón, y el árbol de navidad resplandecía con tonos dorados, verdes y rojos, con decoraciones cuidadosamente colocadas por los padres de Hyunjin desde temprano.
Después de la cena, cuando las anécdotas y los brindis comenzaban a entrelazarse con las carcajadas, los brownies hicieron su entrada como el broche dulce de la velada. El primero en probarlos fue el señor, levantó las cejas al saborear el bocado y luego sonrió con los ojos entrecerrados, gesto que Felix reconoció de inmediato, era el mismo que tenía Hyunjin cuando algo le gustaba.
—Esto es buenísimo. ¿Lo hiciste tú, Felix?
El albino asintió con timidez.
—Sí, espero que les guste.
—¡Me encanta!—Exclamó la madre, tomando otro rápidamente.—Tienes que prometerme que volverás más seguido y que traerás los brownies contigo.
Felix soltó una pequeña risa, mirando a Hyunjin por un segundo antes de responder.
—Lo prometo, los traeré cada vez que venga.
—Por favor, ven más seguido.—Le pidió la señora con una sonrisa.
Hyunjin apretó la mano ajena bajo la mesa y se inclinó para susurrarle al oído.
—Te lo dije, te adoran.
—Parece que ahora olvidaron que tienen un hijo.—Bromeó.
—Y no me molesta.
El corazón del menor se llenaba de amor, como si en ese instante todo encajaba perfectamente.
La noche cayó, los padres se retiraron agradeciendo por la compañía y dejándoles el resto de la noche a solas, la casa se sumió en silencio. Entonces, Felix y Hyunjin subieron al balcón del segundo piso, envueltos en mantas y abrazados bajo el cielo invernal, estrellado y despejado.
El clima era frío, pero entre ellos, todo se sentía cálido.
—¿Ves eso?—El azabache señaló el horizonte justo cuando el primer estallido iluminó el cielo oscuro.
—Son fuegos artificiales.—Susurró, recostando su cabeza sobre el hombro del mayor.—¿Sabías que en Australia los usamos para despedir el año?
—Lo sé.—Dijo.—Pero este año quiero que los fuegos artificiales signifiquen algo más. Un nuevo comienzo.
Felix lo miró confundido por un segundo, hasta que lo vio meter la mano en el bolsillo de su abrigo y sacar una pequeña cajita de terciopelo azul, color favorito del menor. No dijo nada al principio, simplemente la abrió con delicadeza. Dentro, descansaban dos anillos plateados, delgados y simples pero elegantes, con un pequeño grabado interior.
El menor parpadeó, sin poder creerlo.
—¿Qué?
—No es una propuesta.—Se apresuró a decir Hyunjin, nervioso.—Quiero casarme contigo, claro que sí. Pero no ahora, todavía no… Esto es una promesa. Una promesa de que no importa la distancia, el tiempo, ni los lugares desconocidos que tenga que atravesar. Quiero que sepas que siempre volveré a ti, porque tú eres mi hogar. Que cada vida que me toque vivir, quiero compartirla contigo.
Felix sintió que el aliento se le atascaba en el pecho. Las lágrimas se acumularon en los ojos, brillando como cristales. Tomó el anillo, lo giró entre los dedos temblorosos y leyó el grabado en la parte interior.
“H&F”
—Hyunjin… —Su voz se quebró.—No tienes idea de lo que esto significa para mí. Me encanta. Es… Increíble.
El azabache sonrió con suavidad. Le tomó la mano con esmero y le colocó el anillo en el dedo, como si se tratará del gesto más sagrado del mundo. Luego, el menor hizo lo mismo, con movimientos lentos, saboreando cada segundo como si fuera lo más apreciado.
Entonces no pudo más.
Se lanzó a sus brazos, lo abrazó tan fuerte como pudo y lo besó como si su alma hablará en lugar de su boca, uno que decía: te elegí, te sigo eligiendo y te elegiré para siempre.
—Jinnie….—Susurró contra sus labios.—No puedo imaginar la vida sin ti. No importa dónde estemos, lo único que necesito es saber que me amas. Volvería por ti una y otra vez… Eso me basta porque tú también eres mi hogar.
Hyunjin lo abrazó con fuerza, apoyó el rostro en su cuello, respirando su aroma, cerrando los ojos como si fuera a memorizar ese instante para siempre.
—Entonces sigamos prometiéndonos…Hasta nuestro último suspiro de vida.
—Sí, hasta nuestro último suspiro de vida.
Sobre ellos, el cielo seguía en colores, pero ninguno lo miraba, porque en ese balcón, el mundo era sólo de ellos dos.
*-*-*
La cabaña era un refugio perfecto. Rodeada por el silencio blanco del invierno, el aire afuera era helado, pero por dentro, la calidez era real. No sólo lo que brindaba la chimenea chisporroteando en la esquina, sino la que se colaba en cada rincón con la risa de Felix y la mirada amorosa de Hyunjin.
Habían cocinado juntos desde la tarde. No era una cena cualquiera, no para ellos. Felix llevaba puesto un delantal con dibujos de soles, un regalo de Hyunjin, mientras preparaban un bistec al vino tinto, hasta puré de papas, verduras salteadas y una tarta de manzana que decoraron con crema batida en un juego de risas y cucharadas robadas.
—Pareciera que estamos viviendo en una película navideña.—Bromeó el mayor mientras el pecoso colocaba las últimas velas en la mesa.—Falta que alguien toque el piano en la esquina.
—Juro que me voy si empiezas a cantar “despacito”. Amo escucharte cantar, pero no la canción.
—No te vas ni aunque te eche… Pero, la canción es pegajosa.
—No y punto.
El menor le sacó la lengua y entre bromas, se sentaron juntos. Las velas encendidas, el vino hervido y el mundo reducido a ellos dos.
La cena fue deliciosa. Cada bocado estaba lleno de risas, de miradas silenciosas, de ese lenguaje compartido que no necesitaba palabras. Se dieron de comer con los dedos, jugaron con la crema de la tarta. Finalmente brindaron por los años que pasaron y los que aún vendrían.
Cuando la botella ya por la mitad y el reloj rozando la medianoche, terminaron sentados frente a la chimenea, envueltos en manta.
—¿Sabes? Siempre quise hacer un voluntariado.—Murmuró el albino, acurrucado en su pecho.
—¿Para ayudar?
—Sí, no sólo donar dinero, quiero dar mi tiempo. Estar, realmente estar.
Hyunjin asintió, acariciando su brazo con suavidad.
—Yo también, quiero enseñar arte, dibujar con niños, lo que sea para sacarles una sonrisa.
Felix sonrió, lo conocía y sabía que esas palabras eran de verdad.
—Eso es lindo… Supongo que compartimos el mismo sueño. Quiero ayudar, organizar y todo lo que necesiten. —Se incorporó un poco para mirarlo.—¿Lo hacemos juntos?
—Sí, juntos.
—Algún día.
Hyunjin alzó la mano, la apoyó en la nuca ajena y lo acercó hasta juntar sus frentes.
—Entonces es una promesa. Cuando tengamos tiempo, cuando estemos listos, lo haremos. Por los más necesitados.
Felix asintió y justo cuando sus labios se tocaron, los primeros fuegos artificiales comenzaron a estallar a lo lejos. Brillaban detrás del ventanal, reflejándose en los cristales como constelaciones.
—Feliz año nuevo, sunshine . —Susurró, con una sonrisa.
—Feliz año nuevo, amor.
Se besaron de nuevo, pero esta vez fue distinto. No por la forma, sino por lo que sentían. Tenía la calma de quién se sabe amado y la pasión de quién desea quedarse para siempre.
Las copas quedaron olvidadas en la mesa, las luces suaves titilaban. Terminaron acostados sobre las mantas gruesas extendidas frente a la chimenea. Hyunjin se inclinó sobre él y el menor lo recibió con los brazos abiertos, los ojos brillando.
—No hay mejor forma de empezar el año.—Murmuró antes de besar su cuello.
Felix se aferró a su espalda, inclinando la cabeza hacia un lado, dándole mejor acceso.
—Hazme el amor, Jinnie… Quiero empezar este año sintiendo que soy todo tuyo.
El azabache lo besó con ternura, pero no con timidez. Cada caricia era una confesión, cada jadeo una promesa. Felix estaba debajo de él, con las piernas rodeando su cintura, la cabeza hacia atrás, el cuerpo temblando, el alma ardiendo. Sentía su amor en cada centímetro, en cada respiración entrecortada, en cada mirada que parecía tocarle el corazón.
—Te amo tanto…—Jadeó Hyunjin rozando sus labios.
—Y yo a ti…
El fuego dibujaba sombras danzantes en sus cuerpos, iluminando cada trazo, cada roce, cada suspiro. En ese instante, no existía el tiempo, ni el reloj, ni la cuenta regresiva. Sólo ellos, fundiéndose, diciéndose con el cuerpo lo que el idioma a veces no alcanzaba.
Entre caricias, besos, movimientos entrecortados y suspiros mezclados, comenzó el 2019. La mejor manera de empezar el año era recordar que lo único que necesitaban estaba justo ahí, en los brazos del otro.
Notes:
Ahora sí, preparen sus pañuelos que el capítulo 8 será dónde el amor termina entre ellos. Sigan mi canal: https://whatsapp.com/channel/0029VbASNqNISTkIA8KaRj3F
Los sábados actualizo en Wattpad. Acá actualizo los viernes, pero el más adelantado está en Wattpad. Me pueden buscar como "Jardíndeflores05".
Chapter 9: O8
Summary:
—Quizás no lo sientas ahora, pero en algún momento lo harás. Porque ya nada se siente como antes y lo estamos forzando por todo lo que hemos prometido, Hwang Hyunjin.
Hyunjin negó con la cabeza, dolido.
—¿Y esas promesas no significan nada para ti? ¿Eso te parece forzado?
—Lo prometimos cuando aún éramos felices. Cuando estábamos muy enamorados.El silencio cayó como un invierno súbito. Hyunjin ya no intentaba contenerse, las lágrimas caían por su rostro. No entendía, o mejor dicho, no quería entender.
—No puedo creer que estés diciendo esto, Felix.
Felix sintió el corazón romperse en mil pedazos, hacerse polvo y convertirse en cenizas. Lo amaba. Lo amaba con todo lo que era, pero justo por eso, debía dejarlo ir, aunque eso significaba que iba a ser odiado por Hyunjin.
Notes:
Preparen sus pañuelos, después no digan nada que no advertí.
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Chapter Text
La terminal estaba llena, pero para Felix, todo se movía en cámara lenta. El sonido de maletas rodando, los anuncios de vuelos, las voces en distintos idiomas que se mezclaban. Nada era más fuerte que el latido constante en sus oídos, ni más pesado que el nudo en su garganta y el dolor punzante en su pecho.
Hyunjin estaba a su lado, con la mochila colgada al hombro y el pasaporte en una mano. En la otra, sostenía su celular. Llevaba puesta una chaqueta negra y gruesa, que Felix le había regalado.
—Seguramente allá estará lloviendo o hará frío.—Dijo guardando el celular y tomó la mano ajena.—Tendré que acostumbrarme al clima europeo y al horario.
El menor asintió, aunque era evidente que no escuchaba del todo. Su atención estaba en la pulsera trenzada en la muñeca de Hyunjin, la misma que él tejió días atrás, igual que la suya, diciendo que así tendría “una parte de la casa” con él. Desde entonces, Hyunjin no se la había quitado.
—Me vas a llamar, ¿Verdad?—Susurró apenas audible.
Hyunjin lo miró con ternura. Guardó el pasaporte en su bolsillo y llevó la mano hasta la nuca del pecoso, acariciándolo con suavidad.
—Te voy a llamar todos los días, amor. Y si no puedo, te mando un vídeo, una carta o un dibujo. Cualquier cosa, lo prometo.
—¿Y si te enamoras de una artista italiana? Ya sabes, con boina y guitarra…—Intentó bromear, pero su voz se quebró al final.
—Ya estoy enamorado, Lixie. Nada de lo que dices va a competir con las hermosas constelaciones que decoran tu rostro.—Acercó su frente a la del menor.—Nadie allá va a entender lo que significas para mí. Eres todo lo que necesito.
Felix se abalanzó a sus brazos, abrazándolo con fuerza, sin preocuparse por las miradas ajenas. No lloraba aún, pero sentía una opresión en su pecho, como si parte de él estuviera a punto de subirse a ese avión también.
—Te voy a extrañar, Jinnie.
—Y yo a ti. Sólo tenemos que aguantar seis meses y después podremos estar más tiempo juntos.
El menor asintió con la cabeza escondida en su cuello. Sabía que era lo correcto, él mismo lo había animado a aceptar esa oportunidad. Era un paso importante para la carrera de Hyunjin, y lo apoyaba con todo su ser pero no podía evitar desear que el vuelo se cancelará. Aún así, lo amaba demasiado como para atarlo o ser el obstáculo de sus suelos. Quería verlo volar.
“Última llamada para el vuelo con destino a Florencia” anunció la voz femenina y el azabache soltó un suspiro de fastidio.
—Tengo que irme, baby.
—Lo sé.
Se separaron lentamente. Hyunjin le tomó las manos y se inclinó para darle un beso, uno que prometía regresar pronto, que decía “ espérame ”.
—Te amo, Lix.
—Te amo más. Vete antes de que pierdas el vuelo.
Hyunjin sonrió. Sus ojos brillaban y lo soltó. Caminó hacia la fila de embarque y justo antes de cruzar el control, se giró una última vez y le lanzó un beso al aire. Felix le siguió la corriente atrapándolo con ambas manos contra el pecho, sonriendo con un nudo en la garganta.
Cuando la figura de Hyunjin desapareció, Felix se permitió llorar. Las lágrimas que había contenido desde que entraron al aeropuerto brotaron sin cesar. Lo iba a extrañar con cada parte de su cuerpo.
Sin embargo, en el fondo, sabía que valía la pena. Tenía que hacerlo brillar, dejarlo volar. Porque cuando llegará el día del reencuentro, su amor seguiría allí.
*-*-*
Felix dejó la mochila caer al suelo apenas entró al departamento. El dobok aún le pegaba al cuerpo, empapado por el sudor del entrenamiento. No había tenido tiempo de cambiarse , así que se quitó las vendas de las manos con lentitud. Su cuerpo le pesaba, los músculos le dolían, pero su corazón latía rápido por la emoción. Su entrenador le confirmó que sería titular en el próximo campeonato nacional.
Se duchó rápido para quitarse el sudor y el agotamiento físico, apenas comió algo y encendió su laptop. Ya eran más de las dos de la madrugada, pero la sola idea de verlo lo mantenía despierto.
La pantalla se iluminó revelando el rostro de Hyunjin. Llevaba una polera negra, el cabello alborotado y una sonrisa.
—Lixie, ¿Estás bien? Te ves cansado.—Preguntó con suavidad, con el tono preocupado. —Allá son las dos de la madrugada ¿No?
—Lo sé, estoy bien… pero necesitaba verte, te extraño.—Respondió forzando una sonrisa aunque los párpados le pesaban.
—¿Seguro?
—Sí, por supuesto. Estoy bien, todo se va cuando te veo.
Su respuesta convenció un poco a Hyunjin, quién emocionado por tenerlo frente, le contó sobre un proyecto artístico que consistía en hacer un mural junto a sus compañeros con temática social, los talleres, las ideas, la próxima excursión a Venecia para visitar museos. Sus ojos brillaban al narrar, movía las manos con entusiasmo, pero Felix, aunque intentó con todas sus fuerzas mantenerse despierto, empezó a pestañear más lento, a cabecear.
En algún momento dejó de responder y Hyunjin se quedó en silencio, observando a Felix con una mezcla de ternura y nostalgia.
Felix dormía con la cabeza ladeada, la respiración tranquila.
Una sonrisa triste curvó los labios del mayor.
—Sabía que estabas cansado…—Susurró.
Tomó una captura de pantalla de la videollamada. Quería guardar ese momento, aunque doliera, quería memorizar la paz del rostro que amaba, incluso si no podía tocarlo.
Aun así, algo dentro de él se contrajo. Sabía que el pecoso estaba empujando sus límites, que forzaba su cuerpo y ánimo para no perder un instante con él. Sabía que le mentía a veces, no por malicia, sino por amor. Para no hacerle sentir culpa por la distancia, para no mostrar cuán difícil era estar sin él.
Hyunjin deseó con desesperación poder cruzar esa pantalla y abrazarlo. Quería ser su refugio, su zona segura. No sólo palabras escritas o llamadas.
Todo lo que podía hacer ahora era hablar frente a la pantalla.
—Descansa bien, mi amor. Estoy aquí, siempre que me necesites.
Mientras que los minutos avanzaban, la imagen de Felix dormido seguía brillando en su pantalla. A pesar de que los separaba varios kilómetros, el amor se mantenía firme esperando el momento de volver a encontrarse.
*-*-*
Llevaban semanas sin más que fragmentos de voz entre llamadas interrumpidas y mensajes tardíos. Felix comenzó a viajar de país en país: Japón, Tailandia, y distintas ciudades de Corea del Sur. Su rostro aparecía en noticias deportivas, en artículos que lo llamaban “el australiano de oro” del taekwondo. Apenas era un universitario y ya lo veían como una promesa internacional.
Mientras tanto, Hyunjin seguía en Italia, terminando proyectos, dibujando hasta altas horas, escribiendo cartas que aún nunca enviaba, guardando bocetos con el nombre de su amado como si fueran relicarios.
Hasta que una noche lograron coincidir para una videollamada o al menos lo intentaron.
—No puedo seguir así, Felix.—Confesó Hyunjin al otro lado, con la voz tensa.—No hablamos mucho, casi no sé nada de ti. No sé dónde estás, ni sé si comiste bien, tampoco sé cómo estás de verdad…
Felix, con el cabello aún húmedo tras una ducha rápida en el hotel, se pasó una mano por el rostro. La señal era inestable y no estaba de buen humor. La diferencia horaria no ayudaba. El cansancio, entrevistas y traslados, mucho menos.
—Hyunjin, estoy haciendo lo que puedo. Pero tenemos nueve horas de diferencia, días sin dormir bien, estoy en torneos, entrevistas… Nada es fácil.
—No te estoy pidiendo que me des horas de tu tiempo, ni promesas imposibles. Quiero que al menos intentes decirme como te va, aunque sea por un mensaje. Algo que me recuerde que sigues conmigo—Respondió con la voz temblorosa.—Últimamente me entero de ti por las noticias de Corea. Siento que nos estamos alejando…
—¡¿Y crees que para mí estoy es fácil?! ¡Te extraño y no puedo hacer nada para evitarlo!—Su voz se quebró, por la impotencia.—No sé en qué momento empezamos a exigirnos estar perfectamente disponibles cuando apenas podemos dormir.
Hyunjin no respondió al instante. Sólo se escuchó su respiración entrecortada y luego su voz rota se hizo presente.
—Lo siento, no quiero pelear contigo… Es sólo que duele… Eso es muy difícil.
—Yo también lo siento.—Susurró bajando la mirada, sintiendo un nudo apretándole la garganta.—Lo siento, amor. De verdad, estoy cansado por todos los viajes… Pero te amo, te amo tanto que a veces me duele el pecho… No sé qué más hacer.
—Prométeme—Pidió el azabache con voz baja.—Que cuando todo esto pase, vamos a recuperar todo el tiempo juntos. Todo. Las risas, las siestas en el sofá, las mañanas enredados en la cama.
—Lo prometo. Todo lo que soy sigue contigo—Dijo con lágrimas en los ojos.—Hyunjin… ¿Me amas?
—Siempre. No lo dudes, eres mi debilidad y mi fuerza también.
A pesar de que no podían tocarse, que la distancia era un abismo y el cansancio un enemigo, ambos sonrieron. Porque incluso en el desgaste, días de ausencia y noches solitarias, el amor seguía ahí.
*-*-*
El vuelo se retrasó un poco, pero Felix no se movió ni un centímetro del lugar. Llevaba casi dos horas de pie en el aeropuerto, revisando la pantalla de llegadas cada cinco minutos, como si al mirarla pudiera hacer que el avión aterrizará antes. Cada rato estiraba su cuello con la esperanza de reconocer una silueta entre la multitud.
A pesar de que el clima exterior era caluroso, el aire acondicionado que corría por las puertas automáticas estaba frío y su chaqueta ligera no bastaba para cubrirse. Aun así, no pensaba moverse, no cuando estaba a minutos de volver a verlo.
Y entonces lo vio.
Hyunjin apareció entre la multitud con el cabello más largo, ondeando bajo el gorro de lana, con un saco como si estuviera preparado para el frío del aeropuerto y una bufanda apenas cubriendo el cuello. Caminaba empujando el carrito de su equipaje. Su mirada recorrió por el lugar con ansiedad hasta que vio al pecoso y sus pasos se aceleraron sin pensar.
—¡Mi amor!
Felix no necesitó esperar. Corrió hacia el mayor, sin importar la gente, el ruido y las miradas curiosas. Se encontraron justo en medio del pasillo, en un abrazo que tenía pendiente después de meses separados. Hyunjin lo envolvió con tanta fuerza que ambos sintieron, por un momento, que el mundo se detenía.
—¡Estás aquí!—Dijo el albino, aferrándose a su espalda, enterrando el rostro en su cuello, aspirando el aroma que tanto extrañaba.—Por fin estás aquí… Eres real.
—Estoy en casa, mi amor.—Susurró cerrando los ojos.
Es por eso que el aeropuerto era bastante conocido para los reencuentros que conmovían a los espectadores.
*
El taxi los dejó a dos cuadras del condominio porque la calle estaba cerrada por una pequeña feria de la que ninguno estaba enterado y aunque el conductor se disculpó, Hyunjin no parecía molesto en absoluto. De hecho, insistió en caminar diciendo que quería ver todo, saborear con cada paso de volver a su país natal y sobre todo, la presencia de Felix caminando a su lado.
El cielo oscuro parecía que iba a llover en cualquier momento, pero ninguno de los dos parecía notarlo. Caminaban con las manos entrelazadas, envueltos en una conversación cálida y fluida, como si intentarán recuperar todo lo que no pudieron decir en las últimas semanas por las horas de diferencia y falta de tiempo. Se miraban como si se encontrarán por primera vez, como si cada gesto y cada expresión mereciera ser memorizada.
Y entonces, empezó a llover.
No era una suave lluvia, sino gotas gruesas que caían sin cesar, empapándolos en segundos. Felix soltó un jadeo, alzando los brazos para cubrirse.
—¡Vamos a empaparnos! ¡Tenemos que correr al condominio!—Exclamó el menor, aunque la lluvia ya le pegaba el cabello a la frente.
—¡Déjate mojar!—Rió Hyunjin soltando su maleta, fue hacia la acera donde giró con los brazos extendidos hacia el cielo, empapándose más.
Felix lo miró entre divertido e incrédulo y no pudo evitar reírse también. Parpadeó levemente para quitar las gotas de sus ojos y se acercó hacia el otro. Afortunadamente, la calle estaba desierta, así que corrieron por los árboles del parque, bajo la lluvia, salpicando charcos, sus corazones latiendo como si fueran adolescentes enamorados.
De pronto, el mayor se detuvo, embelesado. Observó a Felix con devoción, su rostro cubierto de pecas brillaba bajo la lluvia, el cabello mojado le caía en mechones sobre los ojos y aún así no podía imaginar nada más hermoso. Felix tenía los ojos cerrados, sonriendo como un niño. En ese momento, Hyunjin se sintió tan completamente enamorado como la primera vez.
Se acercó hacia el pecoso y como si él hubiese sentido la intención en su pecho, abrió los ojos justo a tiempo. No dijeron nada. El azabache sostuvo su rostro entre las manos y lo besó.
—Te amo…—Susurró Hyunjin con los labios rozando los del menor.
—También te amo.—Rodeó su cuello con los brazos, pegándose aún más a él.
—Quiero hacerte el amor… —Sus palabras salieron cargadas de deseo, pero a la vez de ternura.
—Entonces—Susurró con voz temblorosa.—Vayamos a la casa y seré tuyo.
Ambos rieron, con esa risa que sólo se presentaba cuando se amaban profundamente. Recuperaron las maletas de Hyunjin, corrieron bajo la lluvia y subieron las escaleras del edificio casi resbalando. El guardia de seguridad los reconoció y sólo les dedicó una sonrisa cómplice.
Dentro del ascensor, las mojadas se pegaban a sus cuerpos, marcando cada curva, cada línea. Sin embargo, no estaban incómodos, estaban más emocionados.
—Parecemos un par de tontos…—Susurró el mayor apoyando la frente en la de Felix.
—Aún así…—Le dio un beso corto.—Eres el único con el que quiero ser tonto por el resto de mi vida.
—Entonces quédate conmigo, siempre.
—Siempre.
Cuando llegaron a su piso, caminaron con calma hacia el departamento tomados de la mano. Hyunjin sacó la llave para abrir la puerta y fue Felix quién tomó la iniciativa, lo besó antes incluso de cruzar el umbral, sellando entre labios lo que ya sabían, era la bienvenida.
*
La puerta se abrió con un leve chasquido, dejando entrar dos figuras que se deslizaban con familiaridad en la oscuridad. Una bufanda resbaló de sus manos y cayó al suelo, olvidada en la urgencia del momento. Sin necesidad de mirar, el pelinegro extendió la mano y encendió la luz, sin romper el beso que compartía con el albino, quién, entre caricias, intentaba despojarlo de su saco húmedo.
Se movían a ciegas, conociendo cada rincón del camino. Un jadeo se presentó entre ellos cuando sus labios se separaron apenas unos segundos para recuperar el aliento, tiempo suficiente para mirarse con intensidad, anhelo y complicidad, como si buscarán respuestas en la profundidad de sus ojos. Hyunjin cerró la puerta tras de sí, asegurándose de que la maleta quedará dentro, su pecho subiendo y bajando con cada respiración contenida.
Sin apartar la vista del otro, se deshizo de su saco y lo dejó caer sobre el sofá, mientras que Felix, con una sonrisa ladeada, hizo lo mismo con su chaqueta, arrojándola al mueble sin preocuparse por su destino.
—Te extrañé.—Murmuró el albino sosteniendo el rostro ajeno entre sus manos.
Hyunjin inclinó su rostro, sus labios apenas rozando los ajenos.
—Y yo a ti más.—Respondió, acercándose hasta que sus labios volvieron a encontrarse.—Y voy a demostrártelo.
Una risa suave escapó de los labios del albino antes de que el beso se reanudará, esta vez con más profundidad. Se separaron brevemente y, en un solo movimiento, Hyunjin lo alzó con facilidad, sintiendo como el menor rodeaba su cintura con las piernas y su cuello con los brazos. Se besaban entre sonrisas, entrelazados en caricias desesperadas por fundirse el uno con el otro.
Hyunjin lo sostuvo con firmeza, cruzando la habitación con la única certeza de que esa noche sería larga.
Y la lluvia seguía cayendo, como un testigo silencioso del amor que aún ardía entre ellos.
*-*-*
El gimnasio vibraba de energía ese día. Las colchonetas estaban marcadas por cientos de pisadas, el eco de las patadas contra los escudos resonaba como un ritmo familiar para el albino. Felix estaba empapado en sudor, con la respiración entrecortada, después de una ronda intensa de práctica. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando las manos en la parte trasera de sus caderas mientras intentaba calmar su pulso.
Entonces su entrenador se acercó con expresión seria, pero con un brillo de emoción en los ojos.
—Felix, ¿Puedes venir un momento?—Pidió señalando con la cabeza hacia la oficina acristalada que daba al área de entrenamiento.
El aludido asintió, tomándose el tiempo de secar el sudor del rostro con la toalla antes de seguirlo. Por el tono de su entrenador, intuyó que había buenas noticias y quería creer que no era nada malo. O al menos creía.
Se sentó frente al escritorio y miró al entrenador esperando que empezará a hablar de una vez antes de que la ansiedad lo comiera.
—Recibimos una llamada esta mañana.—Comenzó el entrenador, abriendo una carpeta.—Te quieren para el próximo torneo internacional en Estados Unidos, su estadía sería aproximadamente un mes. Incluye concentración, entrenamiento con el equipo oficial y los combates en la segunda mitad del programa.
Felix se quedó un momento en silencio, procesando la información.
—¿Un mes?
—Así es.—Respondió el entrenador, inclinándose ligeramente hacia delante con una sonrisa.—No es una decisión que debas tomar ahora mismo, pero quieren una respuesta pronto. Has demostrado constancia, disciplina y tienes un rendimiento admirable. Estás listo y si te soy honesto, creo que este es tu momento de brillar, pero eso ya depende de ti.
El albino bajó la mirada hacia sus propias manos. Sintió una presión en el pecho, no por miedo, sino por algo más profundo. Era el recuerdo de una voz familiar susurrando un “te extrañé” en la madrugada, de los brazos que por fin habían vuelto a envolverlo por las noches, del hogar que recién se sentía otra vez lleno de luz.
—Gracias por decírmelo. Lo voy a pensar.—Respondió con una sonrisa cortés, aunque sus pensamientos estuvieran en un caos.
Se levantó con calma, saludó a sus compañeros y caminó hacia el vestidor. Se cambió de ropa con movimientos automáticos. Miro por la ventana, notando que el cielo estaba nublado, teñido de un gris apagado. No parecía que iba a llover, pero el aire era lo suficientemente fresco.
Mientras cruzaba la entrada del gimnasio, su celular vibró en el bolsillo. Lo sacó sin pensar y al ver la notificación, su corazón se apretó.
“¿Ya saliste? Te extraño, pensé en ti todo el día. Te preparé tu comida favorita”.
Felix sonrió con tristeza. Podía sentir el amor en cada palabra escrita y a la vez, se sentía mal porque no estaba listo para decirle.
Guardó el celular, metió las manos en los bolsillos de su chaqueta deportiva y caminó lentamente hacia el paradero. Alzó la mano para pedir un taxi, con la mirada perdida en el horizonte gris.
Sabía que tenía que tomar una decisión. Sabía que lo que eligiera afectaría no sólo a él, sino también a su pareja, pero por primera vez, en mucho tiempo, tendría que pensar en sí mismo, en sus metas y en el sueño que había perseguido durante años.
Aún así, le dolía porque en lo más profundo, sabía que el mayor desafío no era el torneo, sino el momento en que tendría que mirarlo a los ojos y decirle que nuevamente estarán en una relación a larga distancia.
Sólo necesitaba tiempo para prepararse y decirle a Hyunjin. Sólo un poco más.
*-*-*
El departamento dónde residía la pareja solía sentirse como un refugio cálido, lleno de buenos recuerdos y silencios que hablaban de su amor. Sin embargo, aquella tarde, el ambiente había cambiado. La tensión era palpable.
Hyunjin se encontraba sentado en la orilla de la cama, con la pierna encima del mismo mueble, con la espalda rígida y dedos entrelazados sobre las rodillas. Sus ojos, fijos en el peliplateado, reflejaban incredulidad.
—¿Qué?—Fue lo único que logró pronunciar, como si necesitará confirmar que no había escuchado mal..
—¿Qué de qué?—Contestó Felix con calma.—Te estoy avisando que iré a Estados Unidos.
—No… Eso no. ¿Me estás avisando sin siquiera considerar mi opinión?
—No es lo que quiero decir… Yo…
—Me lo diste a entender, Yongbok.
El peliplateado contuvo el aliento, mirando a su pareja. Sabía que la conversación tomó un rumbo conocido, uno que ya habían recorrido antes, muchas veces, y del cual salían cada vez un poco más rotos. Las peleas habían comenzado incluso antes de que Hyunjin regresara de Italia, pero desde su vuelta, se volvieron más frecuentes, más cargadas de desgaste.
—Hyunjin, es solo temporal. No me iré para siempre. Es la temporada de campeonatos.—Intentó explicar con un tono más suave.
—Apenas regresé y ya te vas. —Alzó la voz, dolido.—¿Siquiera pensaste lo que eso significa para mí?
—¡Por supuesto que lo hago! ¡Claro que lo hice!—Respondió Felix, poniéndose de pie— ¡No entiendo cuál es el problema!
Hyunjin soltó un suspiro pesado, llevándose una mano al rostro. Su frustración era evidente, y eso terminó enojando al menor.
—¡Estuve contigo cuando decidiste irte a Italia! ¡Estuve ahí en cada paso! ¡¿Por qué no lo haces conmigo?!
—¡Yongbok!—Se levantó también, con el ceño fruncido.— ¡Te he apoyado desde que estábamos en preparatoria!
—¡Entonces dime por qué te cuesta tanto ahora! ¡¿Por qué te disgusta que me vaya ahora?! ¡¿Ah?!
—¡Porque es un fastidio que te vayas y yo tenga que esperarte! ¡No saber cuándo mierda vas a volver y ser los mismos de antes porque ya no lo somos!
El silencio fue brutal. Las palabras flotaron en el aire como cuchillas. Hyunjin se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho y cuando sus ojos se encontraron con los de su amado, su corazón se rompió. El brillo cristalino en la mirada del menor lo hizo retroceder emocionalmente.
De nuevo había lastimado a su ángel.
—Felix… Lixie…—Arrepentido, intentó acercarse pero se detuvo al ver cómo Felix daba un paso atrás.—Yo no quería decir eso.
—Lo entiendo… —Susurró, levantando una mano con suavidad cómo pidiéndole espacio y evitar que el otro se acercará.— Pero ahora necesito estar solo.
—Felix, yo te amo.
—Hyunjin.—Sus ojos buscaron los suyos por última vez.—De verdad, lo digo en serio, no pongas más peso en eso ahora. Quiero estar solo.
El azabache asintió con dolor y aunque quería darle un beso en la frente, sabía que no era un buen momento, así que sólo se marchó sin decir nada más. Cerró la puerta detrás de él, dejando tras de sí un silencio cargado.
Felix cayó de rodillas al suelo, con el corazón roto y derramando lágrimas. Él lo amaba. Tanto que le dolía y lo peor de todo es que estaba dispuesto a perdonarlo por muy rota que estaba la relación.
Al anochecer, Hyunjin regresó a la habitación sin hacer ruido. Felix dormía de lado, de espaldas a la puerta y sus párpados hinchados hablaban por él. El mayor se acercó, rodeando para ver bien a su pareja, se arrodilló en el suelo y tomó la mano con cuidado, depositando un beso en el dorso.
—Jinnie…—Susurró Felix y el nombrado pensó que soñaba hasta que lo escuchó con más claridad.—Ven a la cama.
—No lo merezco… De verdad, lo siento.
Felix no respondió de inmediato. Sólo abrió los ojos, aún cansados y lo miró.
—Lo sé.—Dijo al fin, apenas audible y con una sonrisa triste.—Te amo, pero no quiero seguir peleando contigo.
—Tampoco yo.
—... ¿Tienes idea de cuánto te extrañe?—Soltó un leve suspiro.—Eres el motivo de porque me esfuerzo, así como tú me ves como tu musa. Por nuestro futuro.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro ante las palabras de su amado. Asintió en silencio y se metió bajo las sábanas, acomodándose detrás del menor. Lo abrazó por la cintura con esmero, procurando no lastimarlo.
Esa noche no dijeron nada más, dejaron que el silencio hiciera lo suyo, mientras sus cuerpos buscaban consuelo en medio del cansancio y no tardaron en quedarse dormidos.
*-*-*
Felix entró al departamento arrastrando la maleta con torpeza. Aún llevaba la medalla colgando del cuello. Le pesaban los hombros, las ojeras marcaban el cansancio de los días sin dormir, de posar en las fotos, las entrevistas y los saludos. Sin embargo, sus ojos brillaban de emoción al saber que por fin podría verlo, volver a estar en brazos de su amado.
—¡Jinnie!—Llamó apenas cerró la puerta, con la esperanza de encontrarlo en el sofá o dormido entre pinceles y olor a óleo seco.
La única respuesta que recibió fue el silencio. El departamento estaba en orden, limpio, tranquilo, sólo la taza de café a medio tomar sobre la mesa de la sala fue la única prueba de que Hyunjin había salido hacía rato.
Felix suspiró y dejó su maleta en la habitación. Caminó hacia la cocina en busca de agua.
Justo cuando abrió la puerta del refrigerador, el celular de Hyunjin vibró sobre la barra. La pantalla encendida mostraba una llamada de un número internacional. Felix se acercó y reconoció el código.
Italia.
El pecoso alzó las cejas y atendió.
—¿Hola?
—È Hwang Hyunjin?
—No. I’m Felix. His partner. Can I help with anything?
Hubo un breve silencio en el otro lado de la línea y luego una voz educada, respondió en inglés.
—Ah… I thought it was him. We just wanted to confirm if he's absolutely sure he wants to turn down the offer. We know his decision was very emotional, and we'd like him to reconsider. He's a brilliant artist with a unique sensibility. It would be a shame if his personal life prevented him from taking this opportunity a second time. We admire him greatly.
Felix se quedó quieto, inmóvil en medio de la cocina, con el celular en la oreja. No sabía qué decir. La voz al otro lado parecía lejana, amortiguada por el estruendo de su propio corazón.
—I get it. Thanks for calling. I'll tell him.
Colgó y dejó el teléfono sobre la barra. Estaba tan emocionado de verlo de nuevo, pero ante la llamada todo le pareció confuso. Fue como si ese dispositivo hubiera soltado una bomba.
Hyunjin había renunciado a su sueño por él. Y Felix no quería eso.
Se dejó caer en una de las sillas, los codos apoyados en la mesa y las manos cubriendo el rostro. La medalla aún colgaba en su cuello, pero ahora ya no parecía un logro, se sentía como una cadena.
No se movió ni cuando escuchó la puerta abrirse.
—¡Lixie!—La voz de la persona que esperó por semanas volver a verlo se hizo presente. El azabache entró como una ráfaga de sol, corriendo hacia él.—¡Estás aquí! ¡No me dijiste que ya venías! ¡Mierda, estás tan…!
El albino se puso de pie justo a tiempo para ser envuelto en sus brazos.
—Estoy aquí.—Susurró escondiendo el rostro en su cuello.—Vine como sorpresa.
Hyunjin rió y se separó apenas para tomarle el rostro entre las manos, acariciando sus mejillas con ternura, sin notar el temblor en los dedos de Felix.
—Y me sorprendiste, baby. ¿Ganaste?
—Sí, gané.—Le mostró la medalla.
Hyunjin la tocó con delicadeza, como si fuera de cristal.
—Estoy tan orgulloso de ti.
—Es porque estás tú.—Murmuró, rozando su frente con la de él y luego lo besó.
Fue lento, largo, como si en ese beso quisiera esconder toda la tormenta que le atravesaba el pecho. Hyunjin suspiró contra sus labios.
—¿Estás bien, Felix?—Preguntó el azabache con el ceño ligeramente fruncido. — Te siento… Raro.
—No es nada… Sólo estoy cansado.—Sonrió forzadamente.—Quiero abrazarte. Así descanso mejor.
Hyunjin le creyó. Lo tomó de la mano y lo llevó a la habitación dónde se acomodaron bajo la manta. Felix apoyó la cabeza en el pecho ajeno, abrazando a Hyunjin, sintiendo el ritmo de su corazón, el calor familiar de su cuerpo.
Felix cerró los ojos, pero no podía dejar de pensar.
¿Cómo podía decirle? ¿Cómo decirle que ya sabía por la llamada? Que se había enterado que Hyunjin rechazó su sueño por él. Que, por más amor que hubiera, había algo injusto en eso. Que por estar a su lado, el artista más brillante que había conocido había dicho no a su oportunidad.
Y Felix no quería ser la razón de una renuncia. Su corazón se apretó. No por felicidad, sino por tristeza.
Minutos después, Hyunjin se quedó dormido a su lado con el rostro tranquilo. Felix sólo lo observó en silencio, acariciándole el cabello, las mejillas, los labios. Cada trazo que amaba tanto.
—Voy a convencerte…—Susurró, asegurándose de que Hyunjin no lo escuchará.—Voy a devolverte el camino, aunque no me lleve en él, pero no esta noche.
Con un beso en la frente, se prometió a sí mismo que no dejaría que ese sacrificio se hiciera eterno. Después, Felix cerró los ojos, aún abrazado a Hyunjin, sintiendo que la culpa comenzaba a ser más pesada.
Traducción:
—¿Hola?
—¿Es Hwang Hyunjin?
—No.Soy Felix. Su pareja. ¿Puedo ayudar en algo?
Un silencio se hizo presente en el otro lado de la línea y luego una voz educada, respondió en inglés.
—Ah… pensé que era él. Solo queríamos confirmar si está completamente seguro de rechazar la oferta. Sabemos que su decisión fue muy emocional, nos gustaría que lo reconsidere. Es un artista brillante, con una sensibilidad única. Sería una lástima que su vida personal le impidiera tomar esta oportunidad por segunda vez. Lo admiramos mucho.
Felix se quedó quieto, inmóvil en medio de la cocina, con el celular en la oreja. No sabía qué decir. La voz al otro lado parecía lejana, amortiguada por el estruendo de su propio corazón.
—Entiendo. Gracias por llamar. Le diré.
*-*-*
El cielo estaba cubierto por un velo espeso y blanco. Se acercaba la Navidad y con ella, Felix sabía que era el momento.
Afuera el murmullo del viento se colaba por las rendijas del edificio, revolviendo los árboles. Dentro del departamento, la atmósfera era tan tensa, como si la tristeza se hubiera instalado entre los muebles. Pero Hyunjin fingía que todo estaba bien.
Hyunjin se encontraba preparando té en la cocina. Era un gesto pequeño, cotidiano, uno que antes habría hecho a Felix sonreír. Pero ahora, sólo lo observaba desde la sala, con el corazón latiendo despacio, como si cada pulso doliera.
Sabía lo que iba a hacer. Lo había repasado en su mente mil veces, pero ahora que lo tenía frente a él, cada palabra parecía una traición.
—¿Quieres azúcar?—Preguntó el mayor desde la encimera.
—No, está bien así.—Respondió sin mirarlo.
Hyunjin se acercó con ambas tazas. Se sentó al lado del menor en el sofá y le ofreció una. Los dedos de ambos se rozaron y ese simple contacto bastó para que el estómago del albino se encogiera.
— Baby , te noto extraño últimamente.—Dijo con el ceño fruncido.—¿Todo está bien?
Felix asintió, pero no lo miró y Hyunjin soltó un suspiro.
—Lixie…—Dejó la taza en la mesa y se recostó contra el respaldo.—No quiero que sigamos distanciados. Yo… Yo sé que hemos tenido dificultades, que discutimos más de la cuenta, pero podemos solucionarlo ¿No?
El menor no respondió enseguida. Dejó su taza junto a la otra y se frotó las manos, como si quisiera borrar la culpa de la piel.
—También lo pensé.—Comenzó.—Pero hay momentos en los que… Siento que ya no somos los mismos que antes. Todo cambió desde que empezamos a viajar… Buscando crecer como persona.
Hyunjin lo miró como si las palabras le dolieran más que cualquier golpe. Como si no pudiera entender por qué sonaban a despedida.
—¿De verdad piensas eso?
Felix tragó saliva. No podía decirle la verdad, no podía arruinar la oportunidad que Hyunjin merecía. Así que eligió el camino más cruel: ser villano.
—Sí.—Mintió.—Ya no somos lo que solíamos ser.
Hyunjin se incorporó un poco, como si no creyera lo que oía.
—¿Es por qué discutimos, verdad? ¿Por eso vas a echar todo a la basura? ¡Felix, las parejas pelean! ¡Nosotros sólo estamos pasando por una etapa difícil!
Felix finalmente se atrevió a mirarlo. Con la expresión dura, pero sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
—Pero ya no es sólo eso.—Susurró.— Me estoy cansando. Me pesa y creo que a ti también… Sólo que no quieres admitirlo.
—¡Eso no es cierto!
—Quizás no lo sientas ahora, pero en algún momento lo harás. Porque ya nada se siente como antes y lo estamos forzando por todo lo que hemos prometido, Hwang Hyunjin.
Hyunjin negó con la cabeza, dolido.
—¿Y esas promesas no significan nada para ti? ¿Eso te parece forzado?
—Lo prometimos cuando aún éramos felices. Cuando estábamos muy enamorados.
El silencio cayó como un invierno súbito. Hyunjin ya no intentaba contenerse, las lágrimas caían por su rostro. No entendía, o mejor dicho, no quería entender.
—No puedo creer que estés diciendo esto, Felix.
Felix sintió el corazón romperse en mil pedazos, hacerse polvo y convertirse en cenizas. Lo amaba. Lo amaba con todo lo que era, pero justo por eso, debía dejarlo ir, aunque eso significaba que iba a ser odiado por Hyunjin.
—Lo siento.—Fue lo único que pudo articular con el nudo apretando la garganta.
Hyunjin se puso de pie, sin saber qué hacer con sus manos, con su cuerpo, con el vacío que de pronto se abrió en su interior.
—¿Eso es todo? ¿No hay nada más que decir?
Felix lo miró por última vez, deseando con todo su ser que supiera la verdad algún día. Que lo amaba más que nunca, pero no podía ser el obstáculo y dudaba que Hyunjin pudiera ser capaz de entenderlo más allá de su acto.
Se levantó, cada paso era una grieta más. Se puso frente a él y con todo el dolor escondido tras una pared firme.
—Terminemos.
Notes:
Bueno, nadaré en el mar de las lágrimas. El 28 sale el capítulo 9 en Wattpad como @jardindeflores05. El viernes 4 de julio sale el capítulo 9 en Ao3.
Por favor sigan a mi canal de whatsapp: https://whatsapp.com/channel/0029VbASNqNISTkIA8KaRj3F
Ahí subo algunos spoilers de ese fanfic, también los próximos fanfics que subiré.
Chapter 10: O9
Summary:
Felix sintió como la garganta se le cerraba. Quería decirle la verdad: Lo amaba más que a nada en el mundo, pero no quería ser el motivo por el que abandonaba lo que amaba. No quería que el arte se volviera el sacrificio de Hyunjin, porque él nació para ser artista.
Sin embargo, no lo dijo. En su lugar, bajó la mirada, dio un pasó atrás y tomó las maletas.
Hyunjin extendió la mano, como si pudiera detenerlo con un simple gesto.
—Lixie…
Pero el pecoso ya se estaba yendo y no miró atrás. Huyó.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El departamento se había vuelto apagado.
Desde que Felix dio por terminada la relación, Hyunjin había sido testigo de cómo cada rincón que su pareja y él compartían se iba vaciando lentamente. Vio como la ropa del albino desaparecía del armario, de las cremas en el baño dejaron de estar alineadas, cómo la taza blanca que hacía juego con la suya ya no descansaba en la encimera. Todo lo que formó parte del “nosotros” que habían construido, se reducía ahora a las maletas.
Hyunjin no pudo soportarlo más, se salió de la habitación.
No quería ver como Felix cerraba la cremallera por última vez.
Poco después, Felix apareció con las maletas listas. Se quedaron en silencio por un largo rato, mirándose hasta que el menor apartó la vista y el mayor rompió la calma.
.
—¿Estás seguro de esto?—Preguntó con la voz temblorosa.
Felix no respondió de inmediato. Bajó la mirada y respiró hondo como si con esa respuesta su vida fuera a partirse en dos.
—Sí.—Pronunció al fin, sin atreverse a mirarlo.—Me quedaré con Jisung mientras termino los papeles.
—¿Papeles?
—Sí. Continuaré los estudios en Australia.
—¿Australia?—Sintió como su corazón se estrujaba.—Me estás diciendo que… ¿Te vas del país?
—Sí.
—¿Y ni siquiera vamos a hablar de esto?
—Hyunjin…—Lo miró con tristeza.—Ya hablamos. Lo dijimos todo.
—¡No es cierto!—Exclamó Hyunjin con la voz rota.—Te recuerdo que fuiste tú quién habló. ¡Tú decidiste esto! Yo nunca estuve de acuerdo, ¡tú terminaste con nosotros!
El albino apartó la mirada de nuevo. Cada palabra lo destrozaba. Quería abrazarlo, acurrucarse en su pecho, pedirle que lo detuviera, que le suplicará una vez. Aún deseaba quedarse a su lado, porque era la persona que más calma le transmitía.
Sin embargo, no podía, porque sí se quedaba, Hyunjin jamás cumpliría su sueño.
—No iba a ser justo alargar algo que ya no tenía remedio, Hyunjin.
—¡Si lo tenía! ¡Se puede! ¡Nosotros estábamos bien, Felix! ¡Éramos tú y yo! ¿Lo recuerdas? La navidad con mi familia… Tus risas, los anillos. ¿Eso ya no significa nada?
Hyunjin dió un bocado de aire, sintiendo como la desesperación se enredaba en su garganta.
—Felix… Mi amor. ¿Qué cambió?—Susurró con voz desgarrada.—¿Qué cambió? ¿Qué fue lo que hice mal?
El albino apretó su puño alrededor de la asa de su maleta. Su corazón ya no se rompía, se pulverizaba más al verlo de esa manera.
—No hiciste nada mal.
—Entonces ¿Por qué? ¿Por qué te vas tan lejos? ¿Por qué te rendiste con nosotros?
—Yo… Ya no puedo seguir así.
—Felix, mírame… Dime la verdad. ¿Te vas por qué ya no me amas … o qué?
Ahí estaba la pregunta que podía cambiarlo todo.
Felix sintió como la garganta se le cerraba. Quería decirle la verdad: Lo amaba más que a nada en el mundo, pero no quería ser el motivo por el que abandonaba lo que amaba. No quería que el arte se volviera el sacrificio de Hyunjin, porque él nació para ser artista.
Sin embargo, no lo dijo. En su lugar, bajó la mirada, dio un pasó atrás y tomó las maletas.
Hyunjin extendió la mano, como si pudiera detenerlo con un simple gesto.
—Lixie…
Pero el pecoso ya se estaba yendo y no miró atrás. Huyó.
Hyunjin se quedó quieto en el centro del departamento, perplejo, con lágrimas brotando de sus ojos. Sabía, lo sabía con todo su ser, que Felix estaba mintiendo, pero le dolía más que no buscará solucionar los problemas de su relación.
Entendió desde que Felix se fue que ya no regresaría, que lo había perdido. Pero no sabía que Felix eligió ese camino porque lo amaba, porque quería verlo volar como un gran artista reconocido, que lo escucharan a través del arte.
Hyunjin se dejó caer de rodillas al suelo y cuando su cuerpo tocó el frío del piso, su llanto estalló, desgarrado, como si su alma entera se rompiera junto a su voz.
*-*-*
Habían pasado un par de semanas desde que Felix dejó el departamento, desde que creyó que estaba haciendo lo correcto.
Sin embargo, aún dolía.
Dolía cada mañana cuando abría los ojos y su cuerpo buscaba instintivamente la calidez de Hyunjin a su lado, abrazándolo. Dolía cuando se levantaba y preparaba café, sólo para ver una sola taza sobre la encimera. Dolía cuando revisaba su celular y no había mensajes nuevos, ni una notificación suya.
Y dolía aún más en las noches, cuando se sentaba al borde de la cama y no había nadie, ni una palabra de amor, ni una risa, ni el roce familiar de dos cuerpos que solían encontrarse incluso en sueños.
Era de madrugada y Felix se encontraba acostado de lado, en la cama del cuarto de invitados en el departamento de su mejor amigo, Jisung. Abrazaba una almohada con fuerza, en posición fetal, como si pudiera proteger su corazón con los brazos. Las lágrimas empapaban la almohada, sin sonido, sin lamentos. Sólo llanto roto de quien se había quedado sin voz de tanto sostener el dolor.
La puerta se abrió lentamente.
—¿Felix?—Era Jisung quién asomó la cabeza, con una manta envuelta sobre sus hombros y el cabello alborotado.
.
Felix no respondió, pero tampoco se movió cuando el peliazul se acercó y se sentó a su lado, con el mismo cuidado que se tenía ante un corazón roto.
—¿Quieres un abrazo?—Preguntó cauteloso.
El menor apenas asintió y eso bastó.
Jisung se recostó a su lado, lo cubrió con la manta y rodeó su cuerpo con los brazos. Lo atrajo hacia sí, sabiendo que aquel gesto no arreglaría, pero al menos podía aliviar un poco. Pasó una mano por su cabello, acariciándolo despacio, sin decir nada.
Apenas había pasado más de un año desde que se conocieron, pero era tiempo suficiente para saber que su mejor amigo no estaba bien. Que el sol que acostumbraba a brillar en su pecho ahora se escondía detrás de nubes negras.
El pecoso rompió a llorar otra vez, soltando unos sollozos. Esta vez, se giró y escondió el rostro en el pecho del peliazul, buscando refugio, como si eso pudiera ahogar el vacío. El cuerpo le temblaba por el esfuerzo de haberse mantenido fuerte demasiado tiempo. Por no haberle dicho a Hyunjin cuánto le dolía dejarlo, por haberse guardado todo.
—Lo extraño.—Susurró entre sollozos.—Jisung, lo extraño tanto que no puedo respirar.
Jisung tragó el nudo en la garganta y cerró los ojos. No estaba acostumbrado a verlo así. Felix siempre había sido el sol que iluminaba, el que hacía reír a los demás con su presencia.
—Lo sé.—Lo abrazó más fuerte.—Pero hiciste lo que creíste correcto. Y yo sé cuánto lo amas.
—¿Y sí me odia? ¿Y si… de verdad piensa que dejé de amarlo?
—Entonces es un idiota.—Respondió sin dudar.—Pero no creo que lo sea. Es Hyunjin. Es la persona que más te conoce. Tal vez ahora no entienda nada, pero en el fondo, te conoce.
Felix soltó un suspiro ahogado.
—No puedo dejar que él se quede por mí. Tiene que cumplir su sueño…No pudo ser yo quién se lo arrebatara.
Jisung no dijo nada más, sólo siguió acariciándole el cabello, dejando que Felix llorará lo que necesitará llorar. Y mientras sentía como el llanto del menor se calmaba poco a poco, sólo pensó una cosa. Que algún día, su mejor amigo volvería a brillar como lo hizo la primera vez que lo conoció. La misma vez que casi se quedó ciego de lo radiante que era su luz.
*-*-*
La lluvia golpeaba suave contra la ventana del departamento de Jisung. Felix removía su capuccino con la cucharita, sin llegar a beberlo. El vapor se escapaba sin ser notado, igual que el temblor apenas visible en sus dedos. La puerta se abrió y el pecoso salió de sus pensamientos al ver al peliazul quitarse la bufanda.
Jisung lo miraba con una mezcla de ternura y precaución. Felix lo notó.
—¿Y bien?—Forzó una sonrisa.—¿Qué pasó? Parecía urgente cuando me dijiste que tenías que contarme algo.
El mayor bajó la vista a sus propias manos, como si necesitará prepararse.
—Es sobre Hyunjin.—Apenas dijo el nombre, Felix sintió su corazón encogerse.—Fui a su departamento como me pediste, pero me dijeron que se fue a Italia. Parece que aceptó la beca.
Felix se quedó en silencio. No le sorprendía, lo había sospechado desde el principio, porque lo conocía bien. Sin embargo, escuchar las palabras, tan claras, tan firmes, fue como si el mundo perdiera nitidez por un momento.
—Se fue hace una semana.—Agregó.
El pecoso bajó la mirada hacia su taza y apretó los labios.
—Eso… Eso es increíble.—Logró decir, aunque su voz sonaba rota.—Siempre fue su sueño.
—Lo sé.
Felix tragó saliva y parpadeó rápido para evitar que sus ojos se llenarán de lágrimas. El pecho le ardía, como si algo dentro de él se hubiese convertido en polvo. La culpa, la tristeza, el amor, todo lo que había contenido durante meses empujaba por salir, pero él seguía aguantando.
—Yo… No sabía que ya lo había decidido. Pensé que aún lo estaba pensando… Que quizás aún no quería irse y que me pediría volver. Yo…
—Por lo que escuché, lo decidió porque necesitaba ser alguien y superarse.—Lo interrumpió.—Creo que lograste convencerlo.
Felix apretó de nuevo los labios y se llevó ambas manos al rostro, frotándose los ojos como si eso pudiera detener la marea. No lloraba, pero sabía que en cualquier momento lo haría.
—Que idiota soy.—Susurró.—Siempre supe que tenía que volar… Que no podía quedarse todo por mí… Aún así, duele. Me duele.
El peliazul se acercó, lo rodeó con un brazo y lo atrajo hacia él, dejando que Felix apoyará la frente en su hombro. No dijo nada, sólo lo sostuvo, lo dejó temblar en silencio.
—Está bien llorar, Felix.—Susurró el mayor.—Sé que estás orgulloso de él, pero también estás perdiendo una parte de ti. Nadie espera que seas de piedra porque no lo eres.
Felix negó despacio con la cabeza, aún escondido en el abrazo.
—No, no es así. No lo estoy perdiendo… Pero todo ha pasado demasiado rápido y no puedo seguirle el ritmo.
—Lo entiendo. Pero esto va a pasar. Todo este dolor, el vacío… va a pasar y tú vas a estar bien. Los dos lo estarán.
Felix cerró los ojos dejando que las lágrimas se escaparan, en silencio, rodando por sus mejillas. No hizo ningún sonido, sólo se aferró al abrazo de su mejor amigo como si fuera el último hilo que lo mantenía de pie.
—Estoy orgulloso de él.—Susurró para confirmarle a Jisung.—Lo estoy y no voy a detenerlo. Tiene que brillar.
Jisung no dijo nada, sólo le acarició el cabello con cuidado, en un gesto casi fraternal.
Y así se quedaron, en medio de la sala, con la lluvia marcando el ritmo del tiempo. Dos amigos, uno desmoronándose por amor, el otro sosteniéndolo con paciencia.
*-*-*
El aeropuerto tenía ese aroma inconfundible de siempre. Gente que llegaba, gente que se iba. Gente con prisa, gente con lágrimas.
Felix llevaba su maleta grande y una mochila. No había empacado muchas cosas, porque sabía que en Australia terminaría comprando más.
Jisung y, para sorpresa del menor, Minho estaban junto a él en la sala de embarque. El primero tenía los ojos ligeramente rojos, aunque fingía normalidad. El segundo, más serio, intentaba hacer bromas para animar a su pareja.
—¿Llamarás, no?—Preguntó Jisung, apretando el abrigo entre las manos como si así pudiera no romperse.
—Todos los días si quieres, pero sí, claro que voy a llamarte. Eres mi mejor amigo.—Respondió con una pequeña sonrisa.—Te lo prometo.
Minho se acercó y, sin muchas palabras, le tendió la mano al albino. Felix la estrechó y recibió dos palmadas en la espalda.
—Si el canguro nacional te trata mal, vuelves. Aquí eres bienvenido. ¿Lo sabes?
—Oh, qué sorpresa. Ahora me tratas bien.—Bromeó.
—Claro, eres una de las personas más importantes de mi novio.
—Buen punto.
El albino los miró a ambos, a sus dos amigos. A Jisung que lo había sostenido cuando sentía que se hundía y a Minho, que con el tiempo comenzó a apreciarlo por hacer feliz a su mejor amigo. Una parte de él sintió alivio porque Jisung estaría en buenas manos.
—Estoy feliz por ustedes… De verdad. Aunque me vaya, me alegra verlo así.
Jisung le tomó la mano y lo atrajo para abrazarlo por última vez. Esta vez fue más largo, como si quisiera transferir toda su energía para seguir adelante.
—Cuidate, ¿Sí? Si alguna vez sientes que ya no puedes más, recuerda que hay dos idiotas acá que siempre te van a recibir.
—Exacto, estamos para ti.—Repitió Minho.
Felix sintió el calor de sus amigos, las palabras de ambos lo calaron.
—Gracias por todo.
El último llamado a embarcar sonó por los altavoces. Felix soltó un suspiro, tomó su mochila, ajustó la chaqueta y los miró por última vez.
—Nos vemos pronto.
Caminó hacia la puerta sin volverse. No porque no quisiera, sino porque sabía que si lo hacía, no querrá irse. Cada paso lo acercaba al inicio de algo nuevo. A su tierra, a su familia y a él mismo.
Ya en su asiento, al mirar por la ventanilla, no pensó en lo que dejaba, si no en lo que quería construir. No sabía si volvería a ver a Hyunjin pronto, pero estaba seguro de que nunca volvería a amar a otra persona que no fuera él.
El avión despegó y mientras las luces de la ciudad se hacían pequeñas, Felix se sintió aliviado. Triste, sí, pero también lleno de algo que no sentía desde hace mucho tiempo. Nuevo comienzo.
*-*-*
A pesar de que el clima de Italia era diferente al de Corea, Hyunjin percibía cada vez como una extensión de sus días grises, aún sabiendo que eran más artísticos. Era como si el cielo supiera que flotaba sobre una tierra que inspiraba, incluso en su tristeza. Mantenía la ventana abierta en su departamento, sin importarle enfermarse, le gustaba ver como el viento movía las cortinas.
El celular vibró. Una videollamada entrante iluminó la pantalla. Era Seungmin.
Dudó por un momento antes de contestar.
—Hey.
— Hey. ¿Sobreviviste otra semana sin perder la cabeza? —Preguntó Seungmin desde su dormitorio en Nueva York, envuelto en una luz cálida y con su sarcasmo característico.
—Me alegra saber que aún te preocupas por mí.—Rodó los ojos el mayor.—¿Tú qué tal estás? ¿Todo bien allá?
—Sí, todo bien. Clases, ensayos. El mismo caos disfrazado de rutina. Aunque vi una clase de fotografía y… Quise hablar contigo.
—¿Fotografía? Nunca te imaginé del tipo con cámara.
—Y yo nunca te vi como el tipo que se traga las emociones en vez de pintarlas. Supongo que la vida siempre encuentra maneras de sorprendernos.
Hyunjin bajó la mirada. Sobre la mesa junto a él, había una libreta sin abrir, pinceles secos y una vieja cámara analógica que encontró en un mercado semanas atrás, y que aún no se atrevía a usar.
—Pero no es para mí —Añadió Seungmin. — Fue una idea espontánea, pero pensé que podrías intentarlo. ¿Has pintado últimamente?
—No, nada. Todo lo que quiero decir se me queda atorado en la garganta. Ni sé por dónde empezar.
Seungmin lo observó un rato más.
—Entonces no lo hagas. No todo necesita palabras. A veces basta con capturar luz. Hazlo a través de una lente. Congela eso que te pasa, lo que adoras, lo que te desvela.
El azabache frunció el ceño, sin entender.
—¿Qué?
—Toma fotos de lo que no puedes decir, Hyunjin. De lo que te duele, de lo que callas, de lo que sueñas. El arte no siempre nace del pincel. Hay veces que sólo necesitas un marco que encierre el silencio que no logras poner en voz alta.
—¿Y luego qué?
—Después lo sabrás tú mismo. Tal vez no quieras hacer nada con eso, pero al menos ya no las estarás cargando dentro. Convertirlas en algo así es también liberarlas.
Hyunjin miró la cámara de reojo.
—No sé si funcionará.
— Tampoco sabes si no lo intentas. —Se encogió los hombros.— No sé cómo lo llevas, pero el arte siempre fue tu refugio y también tu lenguaje. Demuestra que eres capaz.
Hyunjin suspiró y por primera vez en semanas, se sintió ligero.
—Gracias.
—No me agradezcas todavía. Hazlo cuando puedas respirar sin que duela. Si logras tomar una sola foto que se sienta como un suspiro tuyo, me la mandas. Así podré decirle a Jeongin que gané.
El mayor rodó los ojos, divertido. Se despidieron poco después, pues Seungmin debía asistir a una clase.
Cuando volvió el silencio, Hyunjin permaneció inmóvil durante unos segundos. Luego tomó la cámara analógica. Pesaba más de lo que recordaba, la cargó cuidadosamente, colocó el carrete nuevo que había comprado sin saber porqué, y salió al balcón.
No estaba con Felix y probablemente no lo estaría por mucho tiempo. Pero por primera vez, entendió que no necesitaba borrarlo para continuar. Quizás sólo debía transformarlo en algo que pudiera mirar sin romperse.
Ese mismo día, tomó su primera fotografía.
Una silla vacía al lado de la suya, con una taza de café a medio terminar. No decía “te extraño” pero lo gritaba sin necesidad de palabras.
Y sin saberlo, ese disparo marcaría el inicio del artista que el mundo conocería algún día. No sólo como pintor, sino como fotógrafo. Uno que supo capturar ausencias.
*-*-*
El verano en Australia se sentía abrasador, pero Felix ya estaba acostumbrado. Había crecido entre esos soles intensos, entre las veredas calientes de su ciudad natal, antes de que la vida lo llevará a Corea. Aquella mañana caminaba por la calle principal y entró a una cafetería. Pidió un frappuccino de fresa y se sentó en una de las mesas junto al ventanal. Con la otra mano, deslizaba por la pantalla, revisando las redes sociales sin mayor interés.
Aún tenía algo de tiempo antes del entrenamiento. Por ahora se permitió relajarse. Había aprendido a vivir en piloto automático que consistía en dormir, comer, entrenar, sonreír. Una rutina casi artificial.
Hasta que su celular vibró.
Era Minho. Tres imágenes acompañadas de un breve mensaje, probablemente escrito por Jisung desde el celular del mayor.
“Estoy en una galería nueva en Seúl con Minho. Mi teléfono murió, pero tenía que enviarte eso. El curador no quiso decirme quién es el autor, pero estoy seguro de que algunas partes hablan de ti — J”
Felix se quedó sin habla.
Abrió la primera imagen y el corazón latió con fuerza. Era un cuadro enorme, el cielo desbordado de naranjas quemados y azules violentos, como si la tormenta se hubiera congelado sobre el lienzo. Al borde de un andén, una figura solitaria se sentaba de espaldas, inmóvil, recortada contra el horizonte. No importaba cuánto se negara a admitirlo, reconocía esa escena. Reconocía esas pinceladas. Era de Hyunjin.
Amplió la segunda imagen y el temblor llegó hasta sus dedos.
Dos manos distintas, inconfundibles para el albino, sostenían margaritas. Había una foto antigua que aún conservaba, tomada cuando eran pareja, en la que sus dedos se entrelazaron sobre un campo de flores. Sin embargo, la pintura tenía salpicaduras difusas sobre los bordes. No eran errores, eran emociones. Lágrimas que no cayeron, sino que fueron pintadas para expresar su dolor.
La tercera imagen lo dejó sin aliento.
Era él, hasta el torso, sí, pero lo supo. La postura, la estructura del cuerpo, la esencia. Sin embargo, su rostro era un borrón deliberado, casi doloroso. Un grito de ausencia. Un mensaje claro: te veo, pero ya no te tengo.
Felix sintió un escalofrío recorrerle la columna.
Hyunjin aún lo amaba, de eso no le quedaba duda. A su modo, con los colores, con los silencios entre las pinceladas, le seguía hablando.
Felix no dudó en escribir a Jisung por medio del contacto de Minho:
“¿Están a la venta? —F ”
La respuesta de Jisung fue rápida:
“Sí, hay una lista de espera. Yo los separo y te los mando por encomienda. — J”
“Por favor. Las tres que me mostraste. No importa el precio, te pagaré — F”
“Al menos déjame pagar el envío ¿Si? Te llamo luego — J”
Ese día, Felix llegó al entrenamiento con las manos temblorosas. No sabía si Hyunjin había aprobado la exposición, si siquiera sabía que su obra estaría allí, visible para el mundo. Mucho menos, si quería que alguien como él la viera. Pero había algo inevitable en ese reencuentro: el arte los cruzaba, incluso cuando el amor parecía haber quedado atrás.
Porque aunque Hyunjin ya no estaba a su lado, seguía hablándole en el único idioma que compartían: el arte.
Tres semanas después, las obras llegaron enmarcadas, con sumo cuidado, a su departamento y Felix las colgó en la sala, en silencio. Nadie más sabía que eran suyas, nadie excepto él.
Era su manera secreta de decir que aún lo amaba.
*-*-*
Era 24 de diciembre. A escasas horas de la Navidad y a sólo días de que el 2019 llegará a su fin.
Hyunjin apagó las luces del pequeño estudio que rentaba en Florencia. La ciudad estaba llena de vida, con luces colgando entre callejones antiguos, música callejera y voces que brindaban, pero él eligió el silencio.
Había dicho a su familia que no podría pasar las fiestas en Corea del Sur, debido a sus compromisos académicos. Era una excusa, porque sabía que si regresaba, todo le recordaría a Felix. A las risas compartidas entre las paredes cálidas de la casa de los Hwang, a los abrazos frente al árbol navideño, a la certeza de que el amor les bastaba.
Cerró la ventana, encendió la lámpara de pie y se sentó en el suelo, con la espalda contra la pared y una manta envolviendo su cuerpo. Llevaba puesto un suéter que Felix siempre decía odiar, en broma, con ese tono burlón y cariñoso que le hacía sonreír incluso en los peores días.
Sus ojos se dirigieron hacia el cielo, visible a través del ventanal empañado. Nublado y sin estrellas. Sin Felix.
Le pesaba el pecho, como si todos los recuerdos insistieran en aparecer justo en la noche.Se suponía que esta Navidad la pasaría juntos en Australia. Felix lo había dicho un día, mientras cocinaban entre risas: “Vamos a Australia para la próxima Navidad. Quiero llevarte a la playa en diciembre”.
Hyunjin apretó los labios, sintiendo la garganta cerrarse.
—Australia, eh…—Susurró.
No lloró, pero sintió cómo se quebraba un poco más por dentro. Como si el aire ya no bastará. Se abrazó a sí mismo, intentando calmar el temblor que se extendía desde el pecho. Y por primera vez, odió la soledad.
Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, Felix estaba sentado en el borde del muelle solitario en la costa australiana. El mar estaba quieto, reflejando las luces lejanas de las casas. Tenía las piernas colgando, el celular en el bolsillo y las manos cerradas en puños sobre sus rodillas.
No había hablado con nadie en toda la noche. No podía. Había mucha gente, demasiada alegría que no se sentía real. Todo estaba bien, excepto la ausencia más brutal: Hyunjin.
Volvió a mirar el cielo. Estaba despejado, hermoso, salpicado de estrellas. Bello, sí, pero no significaba nada para él porque todo tenía sentido sólo cuando estaba con Hyunjin.
Y entonces recordó.
La primera llamada que compartieron en la madrugada, cuando todavía eran adolescentes con corazones vulnerables. La noche en que durmieron por primera vez en la misma cama. La voz temblorosa de Hyunjin diciéndole que lo amaba. Su primer “Yo también”.
Felix tragó saliva, el sabor del recuerdo le ardía. Todavía conservaba su número, podía marcar, podía escuchar esa voz y romperse, pero no lo hizo. Sabía que dolería más, que no estaba listo para deshacer lo poco de estabilidad que había logrado construir.
Se abrazó las piernas y apoyó la presente sobre sus rodillas. No lloró, pero en cada fibra de su cuerpo había un clamor sordo, un grito silencioso por volver a esos días en los que el amor los envolvía como el sol de invierno, dónde fue feliz con Hyunjin.
Notes:
Gracias por leer. Ya saben, el próximo viernes, sale el capítulo 10.
Sigan mi canal para más spoilers o actualización de nuevos fanfics: https://whatsapp.com/channel/0029VbASNqNISTkIA8KaRj3F
Chapter 11: 1O
Summary:
—Convierte todo de él en un museo.—Dijo ella de pronto.
Hyunjin la miró, confundido.
—¿Un museo?
—Una cápsula del tiempo para ti. No para el mundo, no para el público. Sólo hazlo para él. Nadie tiene que saberlo, sólo tú puedes conocer tus sentimientos. Muestra a los demás que el museo está hecho para la persona que amas que en algún momento conocerá. Quizás así consigas liberarte del amor que te consume.Hyunjin dejó escapar una pequeña risa amarga.
—Pero lo sigo amando, sé que me destruye por dentro, pero es la única razón por la que aún vivo.
—Entonces ámalo en cada pincelada. Ámalo en óleo. Ámalo en mármol, en lienzo, en arcilla. Que cada obra sea una carta que no pudiste enviar y deja que cada pieza lo diga por ti.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La alarma sonó antes del amanecer, pero Felix ya estaba despierto, con los ojos fijos en un punto perdido de la pared. El cuarto permanecía en penumbra, pero el silencio era total. Se incorporó con lentitud, estirando los brazos mientras inhalaba profundamente, como si cada movimiento ayudará a reunir las piezas de su voluntad.
Se colocó un buzo azul, se vendó las manos y ató su cabello, ahora teñido de negro, en una coleta baja. Al salir, el aire matutino le rozó la piel con una frescura que despertó sus sentidos.
El gimnasio estaba casi vacío cuando llegó. Se cambió por el dobok blanco y empezó su rutina. Los pies deslizándose sobre el tatami marcaban un ritmo casi hipnótico, los resoplidos de concentración, el golpe seco del cuerpo contra el aire, componían una sinfónica de precisión y constancia que lo mantenía anclado en el presente… O casi.
En medio de una patada giratoria, su mente traicionó la concentración y lo arrastró de vuelta a un recuerdo: el aroma a óleo seco impregnado el departamento mezclado al café y la voz suave de Hyunjin: “Baby, llegaste. Vamos a comer fuera”.
Parpadeó un par de veces y la imagen se desvaneció. El sudor resbaló por su mejilla.
—Shit… —Murmuró, dejando escapar el aire.
Terminó la sesión, se duchó rápidamente y fue directo a la universidad. Cambió el uniforme por su buzo habitual, cargando una mochila llena de libros, apuntes. Mientras tomaba su jugo de naranja, repasaba mentalmente las clases del día: anatomía, biomecánica, terapia manual.
En el aula, Felix era respetado por los demás. Un estudiante ejemplar que respondía con claridad y tomaba notas. Nadie habría adivinado que tenía el corazón roto.
Sin embargo, en los descansos, cuando se permitía unos minutos frente al mar, el recuerdo regresaba. Pensaba en Hyunjin y en la promesa de caminar por esas costas juntos, en las risas que se imaginó resonando entre las olas. Se preguntaba si él estaría comiendo bien, si habría dormido, si en algún rincón de su alma aún lo recordaba cuando mojaba el pincel sobre el lienzo.
A veces deseaba tener respuestas. Saber si todo aquello que compartieron aún vivía de alguna manera, pero no. En lugar de escribir o buscar, se limitaba a soltar un suspiro y girar sobre sus pasos, alejándose del mar.
Porque ahora, lo que tenía era el presente y aunque su corazón latiera por él, siguió adelante con su vida entrenando y estudiando.
*-*-*
Hyunjin humedeció sus manos manchadas de arcilla y exhalo, cansado pero satisfecho. El taller de cerámica era amplio, rebosante de mesas alargadas, herramientas desgastadas y estanterías repletas de figuras aún crudas esperando el fiego que les daría forma definitiva. Había aprendido a moldear con los dedos, a escuchar el silencio entre cada gesto, a dejar que el arte pronunciará las palabras que su voz aún no sabía enunciar.
Ese día, moldeaba dos manos entrelazadas. Aún sin detalles. Sólo la forma, la silueta, como si quisiera inmortalizar algo que nunca llegó a decir en voz alta, algo que dolía más en la ausencia que en la memoria.
—Otra pieza cargada de significado ¿Eh?—Le dijo su profesora al pasar, con la mirada atenta sobre la escultura naciente.
Hyunjin asintió en silencio, evitando alzar la voz que amenazaba con quebrarse. Se secó las manos con calma, pero no logró evitar que un recuerdo apareciera en su mente.
Felix con la ropa deportiva, saliendo de la habitación con el cabello revuelto, preguntando si le guardó el desayuno. Hyunjin respondió con un beso lento y ofreciendo un vaso de jugo de naranja.
Ese tipo de amor cotidiano. Tranquilo, cálido e irremplazable.
Cada obra suya terminaba siendo una ofrenda involuntaria a ese amor. A su sunshine.
Guardó sus materiales con calma y caminó hacia su clase de escultura. En el trayecto, el sol caía sobre los tejados antiguos de Florencia. En una esquina, un grupo de estudiantes cantaba. Hyunjin reconoció la melodía de inmediato.
“Felix amaría esa canción. Les habría pedido que la repitan para grabarla”, pensó el azabache con una sonrisa pequeña y triste.
No estaba roto. No del todo, sólo aprendía a vivir con el vacío.
No era olvido, era madurar.
Porque entendió que amar también era dejar que la vida siguiera su curso sin renunciar a lo que fue real.
*-*-*
Era un domingo cualquiera, pasado el mediodía. La pantalla del televisor iluminaba tenuemente el pequeño departamento de Felix, dónde Genshin impact, su más reciente vicio, proyectaba paisajes digitales de Liyue mientras su personaje completaba misiones. A su lado, estaba un bowl de cereal olvidado. Sus dedos se movían con rapidez sobre el mando, completamente absorto, hasta que el timbre interrumpió y lo hizo sobresaltarse.
Frunció el ceño, pausó el juego y se incorporó. Hasta dónde sabía, no esperaba visitas. Sus padres estaban ocupados con un nuevo proyecto de diseño de interiores, sus hermanas dijeron que tenían que ir a la biblioteca a estudiar. Todo apuntaba que tendría el día para sí mismo.
—¿Quién?—Murmuró mientras caminaba hacia la puerta.
Al abrirla, sus ojos se agrandaron de inmediato. Frente a él estaban Jisung y Misung con mochilas colgadas al hombro y sonrisas cómplices.
—¡Sorpresa! ¡Oh, vaya!—Exclamó Jisung, ahora castaño, alzando una bolsa repleta de snacks.—¿Nos dejarás pasar o nos tomamos la libertad de invadir?
—¿Q-Qué hacen aquí? ¡No me avisaron!—Felix abrió la puerta por completo, aún incrédulo pero con una sonrisa floreciendo en el rostro.
—Pues eso era lo divertido.—Rió Minho dejando pasar primero a su pareja.— Estábamos pensando y dijimos… ¿Por qué no ver a nuestro cangurito? Y aquí estamos.
Felix los abrazó uno por uno con fuerza antes de cerrar la puerta tras ellos. Por suerte, el departamento estaba bastante ordenado, salvo por algunos papeles dispersos en la mesa de la sala. Las cortinas estaban abiertas dejando entrar la luz veraniega.
—¿Cuándo llegaron?—Preguntó sentándose mientras los observaba acomodarse en el sofá de dos plazas.
—Eh, bueno… Hace un par de días…—Soltó Jisung, lanzando una mirada cómplice a Minho, quién apenas curvó los labios con picardía.
—¿Eh?—El menor alzó una ceja y luego sonrió al captar la indirecta—Oh, necesitaban su momento a solas, entiendo. Yo sólo salgo sobrando… Si quieren, me voy del departamento.
Los tres rieron mientras se acomodaban en la sala entre cojines, latas de bebida que Felix sacó de la nevera.
—¿Estabas jugando Genshin impact?—Preguntó Jisung al notar la pantalla.
—Sí, a veces es estresante, pero la jugabilidad lo compensa—Respondió el menor apagando el juego con un par de clics.
—Lo descargué una vez, pero olvidé la contraseña.—Se encogió los hombros.
—Típico de ti.
—Felix.—Intervinó el mayor de los tres.—¿Cómo estás llevando la vida de estudiante-deportista?
El pelinegro suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás, apoyándose en el respaldo del sofá.
—Intentando sobrevivir. Hay días que estoy tan agotado que ni reviso la agenda… Y luego tengo entrevistas, prácticas, tareas, la universidad… A veces no sé por dónde empezar.
Minho lo observó unos segundos antes de mirar a Jisung quién asintió con una sonrisa leve.
—¿Y si te ayudo?
—¿Ah?
—Lo digo en serio. Podría ayudarte a gestionar los horarios, programar entrenamientos, coordinar entrevistas, responder correos. Soy organizado y lo sabes. Tú sólo te concentras en tus estudios, entrenar y no morirte de hambre.
El pecoso parpadeó, entre sorprendido y aliviado.
—¿De verdad harías eso por mí?
—Claro. Eres nuestro amigo, te preocupas por nosotros, así que déjanos preocuparnos por ti. Déjate ayudar, Felix.
—Y yo haré los memes para promocionarte. También daré apoyo moral.—Añadió Jisung.
Felix río, conmovido y se acercó a abrazarlos al mismo tiempo.
—Gracias de verdad. No sabía cuánto lo necesitaba hasta que ustedes llegaron.
—Eso hacen los amigos.—Dijo Minho.
—Y las parejas cool.—Añadió el castaño, riéndose mientras entrelazaba sus dedos con los de Minho.
—¡Oh, vamos! ¡No se pongan melosos frente a mí!—Se quejó Felix, aunque su sonrisa delataba que estaba feliz.
Así, pasaron el resto de la tarde hablando, comiendo lo poco que Felix tenía en la alacena, turnándose entre consolas para jugar. Por un momento, todo el caos del mundo exterior se quedó fuera del departamento. Sólo eran ellos, como en los viejos tiempos, pero más fuertes, más maduros.
*-*-*
Italia siempre encontraba la manera de sorprenderlo.
Hyunjin caminaba por la galería como si flotará. Vestía una camisa blanca de lino, desabotonada hasta la mitad y aún tenía los dedos manchados de óleo seco, como si no pudiera desprenderse de lo que verdaderamente era. A su alrededor, las paredes blancas exhibían su obra más reciente: lienzos abstractos donde el color explotaba con furia contenida. Cada trazo que comenzaba con delicadeza pero terminaba en violencia. Había algo desordenado, pasional, casi desgarrador en cada pieza. Nadie sabía que todas ellas nacieron pensando en una sola persona.
Felix, su sol.
El nombre no lo pronunciaba, pero lo sentía en cada color que elegía, en cada textura que aplicaba con las yemas de los dedos. En los silencios entre trazo y trazo, en la forma en que el pincel se detenía en el aire antes de decidirse a tocar el lienzo.
Fue ahí, en esa misma galería, dónde ocurrió la sorpresa.
Ella llegó con un vestido negro ceñido al cuerpo, gafas oscuras a pesar de estar bajo techo y un aura que llenaba la sala sin necesidad de presentaciones. Era la famosa diseñadora Donatella Versace.
Hyunjin la observó con una distancia de quién no está acostumbrado al mundo de la alta moda. Fue ella quién acortó la distancia.
—Tu obra tiene hambre.—Dijo en italiano, enfocada en un cuadro dónde dos siluetas se rozaban sin llegar a tocarse.
El azabache parpadeó, sorprendido por el comentario.
—¿Hambre?
—De lo que no pudiste tener. Es lo que transmite. Hambre de intimidad, de respuestas, de tiempo perdido.—Se giró hacia él mientras se quitaba las gafas para mirarlo directo a los ojos.—Tu arte tiene cuerpo, pero necesita voz.
Hyunjin agradeció internamente haber estudiado italiano. No se quedó callado por no comprender el idioma, si no que por primera vez alguien veía más allá del color.
—¿Y esa voz es… La moda?
La rubia sonrió, como si esa respuesta fuera suficiente para confirmar lo que ya había decidido.
—Trabaja conmigo. Cuando estés listo. Ya sea como imagen o como artista. Quiero saber lo que sueñas cuando no puedes dormir.
Hyunjin no lo pensó demasiado y aceptó.
Semanas después, el azabache se encontró en una oficina repleta de telas, bocetos, botones dorados, cuero vegano, gasas y encajes. Compartía ideas, paletas de colores que mezclaban ocres y verdes secos, azules profundos como el cielo nocturno que miraba en silencio. En cada decisión, en cada textura seguía recordando a Felix. Diseñaba con Donatella, debatían sobre estructura y proporción, pero siempre había una constante, Hyunjin transformaba su amor en trazo, su duelo en diseño.
Una noche, luego de revisar muestras hasta entrada la madrugada, salieron a la terraza del edificio. Donatella sirvió dos copas de vino blanco y le entregó uno al azabache mientras contemplaba el cielo estrellado.
—No lo has olvidado ¿Verdad?
Él bajó la mirada.
—No. Si vuelvo, él intentará convencerme que lo olvidará. Y entonces, no habría sido mi decisión…
—Ya veo… —Asintió la rubia antes de beber un sorbo.—Pero si te quedas estancado esperando que regrese por ti, jamás vas a avanzar.
—No voy a mentir que lo espero cada día, pero estoy aprendiendo a vivir con su ausencia.
El silencio se alargó entre ellos, apenas siendo interrumpido por el murmullo lejano del tráfico y la brisa nocturna.
—Convierte todo de él en un museo.—Dijo ella de pronto.
Hyunjin la miró, confundido.
—¿Un museo?
—Una cápsula del tiempo para ti. No para el mundo, no para el público. Sólo hazlo para él. Nadie tiene que saberlo, sólo tú puedes conocer tus sentimientos. Muestra a los demás que el museo está hecho para la persona que amas que en algún momento conocerá. Quizás así consigas liberarte del amor que te consume.
Hyunjin dejó escapar una pequeña risa amarga.
—Pero lo sigo amando, sé que me destruye por dentro, pero es la única razón por la que aún vivo.
—Entonces ámalo en cada pincelada. Ámalo en óleo. Ámalo en mármol, en lienzo, en arcilla. Que cada obra sea una carta que no pudiste enviar y deja que cada pieza lo diga por ti.
El joven cerró los ojos, respirando hondo.
—Pero ¿Cómo haré el museo?
—Te ayudaré, seré tu patrocinadora. Me has ayudado en cada diseño y es lo menos que puedo hacer.
—Entonces… Quiero llamarla “Museum of the blue silhouette” Museo de la silueta azul. Porque así lo veo a él. Es como el cielo, lleno de matices. Felix es la calma más pura para mí. La imagen más etérea. Se ve… Perfecto cuando usa un tono claro del azul. Siempre fue el azul en todas sus formas.
La rubia sonrió y alzó la capa.
— Museum of the blue silhouette suena exactamente a él si lo describes de esa manera.
Brindaron en silencio. Hyunjin no dijo cuánto dolía hablar de él, pero esa noche supo que, aunque no pudiera olvidarlo, al menos había encontrado una forma de recordarlo sin romperse.
*-*-*
El gimnasio estaba más lleno de lo habitual esa tarde. El eco de los golpes, las respiraciones agitadas y los pasos veloces reverberaba entre las paredes como una sinfonía de esfuerzo. Felix acababa de terminar su rutina de estiramiento tras el entrenamiento y se disponía a salir, cuando un estruendo llamó la atención de todos.
—¡Ah, shit!—Gritó una voz masculina, seguido de un impacto sordo de un cuerpo contra las colchonetas.
Felix se giró al instante. Al principio, distinguió una pierna colgando fuera del borde y una mano levantada como si pidiera auxilio, pero al acercarse, se encontró con un chico desparramado boca arriba, ojos cerrados y la expresión de quién evaluaba silenciosamente los daños.
—¿Todo bien?—Preguntó Felix con una mezcla de diversión y preocupación.
—¿Qué crees tú? ¿Sobreviví o ya estoy en el cielo?—Balbuceó el chico, entreabriendo los ojos.—... Aunque, viéndote, quizás si estoy en el cielo.
Felix soltó una carcajada y le ofreció la mano.
—Tienes buen sentido del humor para alguien que casi se rompe el cuello.
—Tengo reflejos mediocres.—Respondió mientras se incorporaba.—Soy Jackson Wang, estudiante de intercambio. Mi primera semana, mi primer intento de hacer algo atlético y probablemente mi primera fractura. Supongo que nadie pensó en advertirme que también podría morir en el intento.
Felix rió y negó con la cabeza.
—Soy Felix Lee. De Taekwondo y estudiante de terapia física. Dime si te rompiste algo, puedo improvisar una evaluación rápida.
—¿También haces eso? ¿Qué no haces, chico prodigio?
—Dormir ocho horas, supongo.—Se encogió los hombros.
Jackson rió mientras caminaban juntos hacia la salida del área de colchonetas.
—Tienes cara de dormir poco y pensar demasiado. ¿Eres de esos que miran el techo a las tres de la madrugada preguntándose si se equivocaron en la vida?
—Más veces de las que me gustaría admitir.—Respondió el pecoso, con una sonrisa que no alcanzaba a esconder la melancolía.
Jackson captó el tono, pero no indagó. Tenía ese talento de leer entre líneas sin invadir. En lugar de eso, le dio un leve codazo amistoso.
—¿Y qué haces además de patear cosas? ¿Tienes tiempo libre o tu agenda está tan apretada como esos músculos?
—Entreno en la mañana y estudio en la tarde. Así que depende… ¿Por qué? ¿Estás pensando invitarme a una cita?—Bromeó el pecoso.
Jackson alzó las cejas, divertido.
—Vaya, pareces del tipo que se aprovecha si lo invitan.
—¿Y quién no? La comida gratis es lo mejor. Además, tengo una cita permanente con Genshin impact.
—Típico de gamers.—Chasqueó la lengua con fingida decepción.—¿Sabes que es menos complicado? Las buenas amistades. No exigen definiciones.
—¿Y eso es lo que estás ofreciendo? ¿Tu sabiduría emocional y caídas teatrales a cambio de mi amistad?
—Exactamente. Aunque cuidado, tiendo a bromear mucho. Soy tan heterosexual que me encantaría que mi novia me acompañe a ver partidos… El problema es que no tengo novia, así que compenso coqueteando contigo.
Felix negó con una sonrisa, divertido.
—Lo voy a tomar como un cumplido.
—Tómalo como quieras, Felix. Pero me agradas y eso es más raro que encontrar buen bubble tea fuera de Asia.
—Conozco uno bueno. Te llevaré.
—Gracias, acabas de salvar mi existencia.
Se cambiaron rápidamente en los camerinos y caminaron por el campus entre bromas livianas y preguntas cruzadas. Jackson hablaba mucho, pero no abrumaba. Su presencia era curiosamente tranquila y para Felix, que no había socializado muchoen meses, fue como un respiro inesperado.
Cuando llegaron a la tienda de bubble tea. Jackson se detuvo antes de entrar y lo miró con una sonrisa más sincera.
—Felix. ¿Sabes? Sé que no es mi incumbencia, pero déjame decirte algo.—Esperó su consentimiento y el azabache asintió con una sonrisa.—Hay personas que conocemos y se quedan ahí. Pero tú tienes la tristeza que me recuerda a los protagonistas de películas… Es como si estuvieras esperando a alguien, incluso si no sabes a quién.
El pecoso bajó la mirada, conmovido por la precisión de sus palabras.
—Quizás lo estoy…
—Bueno, no te apresures.—Le palmeó el hombro.—A veces, las personas que esperamos tardan un poco, pero llegan. O no llegan y descubrimos que no eran las que debíamos esperar.. De cualquier manera, mientras tanto, aquí estoy yo como amigo. No tengo consejos sabios, pero sí un excelente humor y momentos humildes.
Felix sonrió por primera vez en serio después de semanas.
—Gracias, Jackson.
—No hay de qué. Hasta que vuelva, estaré para lo que necesites, amigo.
—Vaya. Que conmovedor.—Bromeó Felix, dándole un par de palmadas.—Ahora entremos antes de que sea larga la cola.
Entraron a la tienda, ahora bastante cómodos para pasar el rato juntos. A nadie le habría pasado por la cabeza que gracias a esa amistad espontánea, llegaría alguien que será parte de la vida de Felix y el peligro para Hyunjin.
Notes:
El próximo viernes sale el capítulo 11. Por favor sigan mi canal para más actualizaciones: https://whatsapp.com/channel/0029VbASNqNISTkIA8KaRj3F
Chapter 12: 11
Summary:
—Entonces, querido diseñador con bonitos ojos… ¿Qué haces cuándo no estás salvando la industria de la moda?
—Doy críticas despiadadas de vestuario y sueño con trabajar en Bottega Veneta.—Cruzó los brazos, sin perder la compostura.—¿Y tú?
—Levanto pesas y me aseguro de que la persona se caliente bien antes del cardio. —Contestó con una sonrisa que tenía más de una intención escondida.
—Qué interesante. —Dijo Jeongin, clavándole la mirada como si descifrará un acertijo.Otra vez, se quedaron en silencio. La mirada de uno atrapada en la del otro. Era ridículo, casi gracioso, pero imposible de ignorar.
Notes:
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Chapter Text
La luz del mediodía en Milán entraba de forma oblicua por los ventanales del estudio. El aroma a tela recién planchada, cuero fino y café recién hecho se mezclaba con el aire cálido del salón privado. Hyunjin hojeaba unos bocetos, con un lápiz entre los dedos manchados de grafito y pigmentos de óleo aún en las uñas.
A su lado, Donatella revisaba unos documentos en silencio, con sus gafas descansando en la punta de la nariz.
—Estás distraído.—Dijo de pronto, sin levantar la vista.
Hyunjin la miró de reojo y esbozó una leve sonrisa. Sabía que con ella no podía fingir.
—Un poco.
—¿Por qué?
—Es que…—Bajó la mirada .—A veces pienso en alguien a quien dejé ir… No por falta de amor, sino porque creí que soltarlo era lo correcto.
Donatella dejó el bolígrafo sobre la mesa con suavidad, y por primera vez lo miró directamente. No dijo nada al principió, sólo lo observó con ese aire elegante de quién ha vivido más de lo que deja ver.
—¿Y crees que esa persona todavía piensa en ti?
—No lo sé… Pero quiero creer que sí.
Donatella sonrió con calidez.
—¿Y si te dijera que el universo es más pequeño de lo que creemos?—Comentó mientras tomaba su celular y deslizaba el dedo por la pantalla.—Que a veces, cuando uno crea desde el alma, el arte envía señales y esas regresan.
Hyunjin alzó una ceja, sin entender del todo, y la rubia le tendió el móvil mostrando un correo.
—Recibí esto esta mañana. Uno de mis colaboradores tiene una hermana que estudia en una universidad australiana y al parecer conoce a la persona que compró tus cuadros.
Hyunjin frunció el ceño, enfocándose en el mensaje. Era una especie de invitación a una ceremonia de graduación.
—¿La universidad…?
—Universidad de Sidney. Facultad de Ciencias de la Salud. La persona en la que piensas es estudiante de terapia física. Su nombre es Felix.—Lo dijo con cautela, como si temiera romper algo sagrado.—Está por graduarse. Es su último año y su rutina es agotadora, pero parece tener a alguien que lo ayuda a organizar sus días… Entrenamientos por la mañana, clases por la tarde, prácticas hasta la noche, pero sigue.
El corazón de Hyunjin dio un vuelco tan intenso que le dolió. Se recostó en la silla, dejando escapar un suspiro largo.
—¿Por qué me dices esto?
—Porque sé lo que es amar y no tener el valor de volver a tocar la puerta. Sé lo que es arrepentirse de no haberlo intentado.—Se inclinó hacia él.—No te estoy diciendo que corras y lo abraces en medio de su universidad, pero puedo ayudarte a llegar a él si es lo que quieres. Una invitación, un viaje, una excusa que no parezca desesperada.
Hyunjin se mordió el labio inferior. Escuchar el nombre de Felix aún le removía todo por dentro, su corazón seguía latiendo por él.
—¿Y si ya no quiere verme?
—Entonces, al menos habrás hecho lo que debías contigo mismo, pero si todavía hay una mínima posibilidad, no lo sabrás hasta intentarlo.
El artista permaneció en silencio por unos segundos. Luego cerró su cuaderno de bocetos y esbozó una sonrisa.
—¿Crees que aceptará que me presente en su graduación?
—Si no lo hace, me encargaré de que al menos se quede sin palabras cuando te vea vestido con uno de mis trajes.—Le sonrió con complicidad.—Ahora ve a tu clase de cerámica, imagino que es la siguiente. El mundo no se conquista en un sólo día, pero a veces, el amor sí.
Hyunjin rió y asintió antes de alistarse para la próxima clase.
*-*-*
Las cámaras disparaban sin parar. Los flashes iluminaban el cielo despejado del campus, y los aplausos vibraban en el aire con una energía contagiosa. Felix sonreía para las fotos, con la toga bien colocada, el birrete ligeramente inclinado por el viento y la medalla del esfuerzo colgando en su pecho. Estaba rodeado de compañeros, profesores, algunos familiares y sus amigos más cercanos.
Minho lo grababa con su celular mientras Jisung lloraba dramáticamente en el fondo, sacando carcajadas a quienes los rodeaban.
—¡Mi niño se nos graduó! ¡Ya es todo un fisioterapeuta!—Bromeó Jisung entre sollozos fingidos, abrazando al pelinegro con teatralidad.
Felix reía en ese abrazo, tratando de calmarlo. Se sentía feliz, sí, pero en algún rincón profundo de su pecho, una pizza no encajaba. Había soñado con ese momento incontables veces, pero en todas, había alguien más en el fondo de esas imágenes mentales. Una figura con ojos oscuros, manos manchadas de pintura y voz que siempre sabía calmar el alma.
Pero ese alguien no estaba allí y no iba a estar.
—¡Felix!—Una mujer de acento australiano que se acercó entre los presentes, con un ramo de margaritas frescas en mano.—Me pidieron entregarte esto.
—¿Eh? ¿Quién?
—No quiso acercarse, pero dijo que tú entenderías.
Felix la miró confundido, hasta que tomó el ramo con cuidado. Reconoció al instante el papel kraft doblado con delicadeza y una pequeña tarjeta escrita a mano: “Siempre supe que lo lograrías. Estoy orgulloso de ti. Felicidades.”
No tenía firma, ni florituras. Sólo palabras simples, pero él lo supo al instante. Esa caligrafía, esa voz entre las líneas… Era Hyunjin.
—¿Dónde está?—Preguntó con urgencia.
La chica sólo señaló con la cabeza hacia la salida del campus.
Sin pensarlo, Felix comenzó a correr. El birrete salió volando tras él y apenas escuchó a su mejor amigo gritar: “¡HEY! ¡¿A dónde vas?!”, pero no se detuvo. Bajó las escaleras, esquivó a estudiantes, familiares, fotógrafos y salió por la puerta principal con el corazón desbocado.
La brisa golpeó su rostro, caliente por la emoción, por el miedo de que ya fuera tarde. Miró hacía ambos lados, frenético, pero no había nadie. Sólo algunos padres tomándose selfies, taxis que llegaban y se iban, y el sol brillando impasible.
—Hyunjin…—Susurró.
Se quedó de pie allí, con el ramo apretado contra el pecho. Su mirada barría cada rincón, como si pudiera arrancar una silueta entre las sombras. No lloró, no hacía falta, pero algo dentro de él se quebró sin ruido, como una grieta fina en un jarrón antiguo.
Había estado cerca. Lo supo, lo sintió, pero no lo había visto.
Regresó despacio, con los pasos pesados y la garganta seca. A lo lejos, la música seguía sonando y la alegría de la graduación seguía retumbando como si perteneciera a otra persona.
Jisung y Minho lo recibieron con preocupación. No hicieron preguntas y Jisung sólo posó una mano en su hombro como diciendo que sabían que no estaba bien, pero que estaban con él pase lo que pase.
Felix se dejó caer en las escaleras del campus, observando el ramo entre sus dedos. Margaritas. Las mismas de ese cuadro que aún conservaba en su habitación. Dos manos distintas, cada una sujetando una flor como un pacto mudo entre almas que no habían sabido coincidir.
Su corazón seguía latiendo por él y por más que fingiera lo contrario, lo supo con una certeza irrevocable.
Hyunjin seguía siendo su motivo, la razón por la que vivía y sobre todo, su alma gemela.
*
Hyunjin se apoyó contra la pared exterior del edificio principal, con una gorra negra baja que cubría parte de su rostro y gafas oscuras para no llamar la atención. Vestía de forma simple, con una camisa de lino suelta y unos pantalones oscuros. Parecía cualquier visitante, algún pariente de los recién graduados, uno más entre tantos y eso le servía.
Había llegado desde el día anterior. No podía dormir, no cuando sabía que Felix estaba a punto de cerrar una etapa tan importante en su vida. No cuando sabía que una parte de él aún deseaba ser parte de todo eso… Pero no se acercó.
Desde la sombra que proyectaba el techo del acceso lateral, observó cada paso del azabache. Lo vio reír con sus familiares, con sus amigos, posar para las fotos, sostener el birrete con una mano mientras la otra sujetaba su diploma. Estaba radiante.
Hyunjin sintió un nudo en la garganta.
“Está feliz”, pensó con una mezcla de orgullo y dolor. “Lo logró… Lo hizo sin mí”.
Sus manos se cerraron con fuerza dentro de los bolsillos. En algún momento se obligó a mirar hacia otro lado, como si eso ayudará a aliviar el dolor que sentía en el pecho. Pero sus ojos siempre volvían a él, como si fueran imanes. A sus pecas, a su sonrisa, a su forma de caminar, a la manera en que sus ojos se entrecerraban cuando reía.
Era inevitable.
Sacó el ramo de margaritas que había comprado esa mañana. Eran simples, como las de aquel cuadro que pintó hace un par de años. Como las de aquel verano. Ató con cuidado una cinta beige y metió una pequeña tarjeta escrita con su puño y letra. Quiso decir muchas cosas, pero sólo escribió una línea.
Sabía que no podía acercarse. Que si lo hacía, podría volver a romper algo que apenas estaba entero. Así que buscó a cualquiera chica y, al encontrar una, le pidió que se lo entregará. Al principio, ella lo miró extrañada, pero aceptó.
Luego, él se quedó un rato más, como si la esperanza aún lo sujetará por dentro y entonces lo vio correr.
Con su toga abierta, el birrete volando. Felix corría con desesperación hacia la puerta principal, buscando entre la multitud. Su pecho subía y bajaba. Sus ojos estaban vivos, impacientes. Tenía las flores en las manos.
Hyunjin sintió que el corazón se le detuvo por un momento. Felix lo estaba buscando.
Dio un paso… Pero no pudo más. Se quedó quieto porque pensó que acercarse sería egoísta, porque pensó que Felix ya había comenzado una nueva vida y porque creyó que su presencia iba a remover heridas.
Así que se giró en silencio, con la gorra más baja y se alejó por la acera contraria, conteniendo las lágrimas que amenazaban con escapar. Cada paso le pesaba más, como si caminará sobre lava.
*-*-*
Hyunjin sostuvo el diploma entre sus dedos, mientras la otra mano reposaba en el bolsillo del abrigo beige que llevaba puesto. El viento italiano soplaba fuerte esa mañana, alborotándole el cabello y empujándolo hacia adelante, como si el destino mismo le susurrara que era hora de regresar. Había culminado su trabajo con Donatella y el desfile también.
Y así lo hizo.
Volvió a Corea con dos maletas llenas de recuerdos y tejidos, dejando el resto en manos de la diseñadora, quién prometió donarlo a quienes más lo necesitan. Para entonces, había asumido que Felix no regresaría. Había escuchado que se había establecido en Australia, considerando oportunidades laborales en aquel país. Pensó que podría empezar desde cero, sin temores, sin fantasmas que lo siguieran por cada estación del metro, sin pecas que lo visitarán en los sueños.
Se instaló en un pequeño estudio cerca del Río Han. Empezó a trabajar de forma anónima vendía obras bajo seudónimo “Sam”, colaboraba como diseñador gráfico para marcas independientes y ofrecía talleres privados de arte usando su nombre en inglés. Se negaba a aparecer en redes sociales. Su intención era borrar su rastro para que nadie pudiera encontrarlo.
Pero a pesar de todo, en secreto, aún seguía a Felix.
Fue en un noticiero deportivo donde lo vio. La bandera de Corea del Sur ondeaba con fuerza tras un combate impecable, y entre vítores y luces del gimnasio, el nombre de Lee Felix resonó con fuerza.
El corazón de Hyunjin se estremeció.
Allí estaba, de pie con su uniforme impoluto, el cabello negro recogido en un moño desordenado, con mechones sueltos enmarcándole el rostro y las pecas brillando como constelaciones.
Felix no se había quedado en Australia. Había viajado, había luchado en diferentes países.
—Corea…—Susurró con los codos apoyados en la mesa.—Así que volviste Corea…
Su garganta se cerró y una sonrisa de tristeza se dibujó en sus labios, mezcla de orgullo y dolor. Él lo conocía mejor que nadie. Sabía cuánto significaba ese momento para Felix. Lo había acompañado en noches interminables de entrenamiento, lo había abrazado tras derrotas silenciosas y había aprendido a consolarlo con paciencia y ternura.
Y ahora, el mundo lo ovacionaba.
Hyunjin cerró la laptop desde donde había seguido la transmisión y respiró hondo. Abrió su cuaderno de bocetos y empezó a dibujar sin pensar demasiado. Los trazos fluyeron como si fueran dictados por el corazón: La silueta de Felix mirando el cielo, destacando como siempre las pecas, formando una constelación.
No pudo más. Necesitaba salir para tomar aire.
Al otro lado de la ciudad, Felix salía de una tienda con una bolsa de compras. Llevaba puesta la capucha y un gorro azul cubriendo parte de su rostro mientras se dirigía a la estación de Hongdae. Su corazón latía con fuerza, como si presintiera algo. Había jurado no mirar atrás, pero algo dentro de él, se resistía a soltar del todo.
Y entonces ocurrió, se cruzaron.
En la estación de Hongdae, Hyunjin salía con un portapapeles bajo el brazo y Felix, con los audífonos puestos, entraba al tren. No se vieron, o tal vez sí, pero no se reconocieron por completo. Como dos constelaciones que ya no compartían el mismo cielo, pero aún seguían girando en torno al mismo centro.
Sin embargo, cuando Felix se giró para mirar el vagón desde adentro, lo reconoció.
El perfil inconfundible. La postura. El andar… Era su Hyunjin.
Estuvo a punto de correr para detenerlo, de gritar su nombre, pero las puertas ya habían cerrado.
—Hyunjin…—Susurró con el pecho oprimido.
Desde donde estaba, lo observó alejarse, impasible, como si hubiera pasado toda una vida caminando sin mirar atrás. Entendió que no era el momento adecuado y se sentó en el banco más cercano, conteniendo las lágrimas que amenazaban en salir de sus ojos.
*-*-*
La cafetería olía a café fuerte y pan recién horneado. Era un rincón discreto, escondido entre las calles ajetreadas y Felix había perdido la cuenta de cuántas veces Jackson lo había hecho reír en los últimos minutos.
—¡Vamos, admítelo! ¡Esa patada lo hiciste a propósito! ¡El tipo literalmente salió volando como si le hubieras lanzado el poder ancestral de tus antepasados!—Exageró Jackson entre carcajadas, removiendo su café con la cucharita.
El pelinegro soltó una leve risa, moviendo el hielo de su americano con la pajilla.
—No fue para tanto. Exageras.
—¡Claro que sí! Si hubieras estado en una película, sería épica… Cierto, a veces olvido que eres famoso.
—No soy famoso… Sólo hago lo que me gusta.—Respondió mirando por la ventana.—Yo sólo quiero hacer algo por el país dónde nacieron mis padres.
Jackson lo observó en silencio por unos segundos. Luego, con una sonrisa, cambió de tema.
—Por cierto ¿Tienes planes para este sábado?
Felix lo miró con curiosidad, alzando una ceja.
—¿Por qué? ¿Qué estás tramando?
—Una fiesta. Nada elegante, pero va a haber buena música, gente divertida y bastante comida. Algunos amigos míos irán y pensé que sería genial que fueras. Además, puedes traer a tus amigos si quieres. Sé que siempre estás con esos dos… ¿Minho y Jisung?
—Sí.—Sonrió con cariño al pensar en ellos.—Están ocupados, pero podría convencerlos. Me han ayudado mucho últimamente. Creo que necesitan distraerse también.
Jackson cruzó los brazos, satisfecho.
—Perfecto. Ellos, tú y yo. No te preocupes, no voy a hacer bromas raras frente a tus amigos… bueno no muchas.
—¿Eso significa que seguirás molestándome? Creo que Minho y tú se llevarán bien.
—Claro. ¿Qué sentido tiene ser tu amigo si no puedo molestarte? Minho ya me cae bien desde hoy.
Felix rodó los ojos, negando con la cabeza mientras contenía la risa.
—Está bien. Iremos a esa fiesta.
—Eso me gusta. Te mando los detalles luego, ¿Vale? Ni se te ocurra quedarte pegado a la pared como figura decorativa.
—No prometo nada.
Se despidieron poco después. Al salir de la cafetería, la brisa fresca de Seúl acarició el rostro de Felix. Sacó su celular y escribió un mensaje al grupo que compartía con Minho y Jisung.
“Oigan… Jackson nos invitó a su fiesta este sábado. ¿Se apuntan?”
Y mientras esperaba la respuesta, alzó la vista hacia el cielo con una extraña sensación de alivio. Aunque estaba aprendiendo a disfrutar del presente, en lo más profundo de su corazón, todavía había una parte que seguía mirando hacía atrás.
*-*-*
Hyunjin acababa de colocar las últimas cajas en su departamento. El lugar era sencillo pero funcional, tenía una cocina americana, una sala lo suficientemente amplia para su caballete y materiales, y tres habitaciones con ventanas por donde se colaba la luz de tarde. Una era su dormitorio, la segunda estaba destinada a visitas y la del fondo era su estudio. No era un loft artístico como el que tuvo en Florencia, ni el cálido refugio que compartió con Felix, pero ya comenzaba a sentirse como un hogar.
Se dejó caer en el sofá con un suspiro, cerrando los ojos apenas un momento antes de que el timbre lo hiciera saltar del susto.
Se levantó algo desconcertado ya que no esperaba a nadie.
Al abrir, se encontró con un chico apenas más bajo que él, de complexión fornida, con ropa deportiva y una bolsa en la mano.
—¡Hey! Hola, eres el nuevo vecino ¿Cierto?—Saludó el chico con una sonrisa amplia.—Vivo al frente, soy Changbin.
Hyunjin parpadeó, sorprendido por la energía desbordante.
—Ah, sí. Hola, soy Hyunjin.
—Te vi subiendo las cajas y pensé en pasar a darte la bienvenida.—Le tendió la bolsa.— Son bocadillos, están buenos, de los mejores.
Hyunjin no pudo evitar sonreír. Era raro que alguien se presentará con esa naturalidad.
—Gracias por la bienvenida. Aprecio el gesto.
Changbin asintió, se apoyó casualmente en el marco de la puerta y echó un vistazo fugaz al interior del departamento.
—¿Vives solo? ¿Trabajas desde casa?
—Sí, sí. Soy artista y vendo mis obras.—Respondió, sin entrar en más detalles.
—Oh, con razón tienes tantos lienzos.—Asintió con una sonrisa.—Yo soy entrenador personal y tengo un gimnasio a unas cuadras de aquí. Si algún día quieres moverte un poco o necesitas estirar la espalda después de estar horas pintando, ya sabes dónde encontrarme.—Señaló hacia atrás donde estaba la puerta de su departamento.
—¿Ofreces descuentos para vecinos?—Preguntó con tono bromista.
—Para vecinos guapos, sí.—Respondió y luego se rió al ver la cara de sorpresa de Hyunjin.—Relájate, sólo bromeo. No eres mi tipo de todas formas, pero mi broma viene con chispa.
Hyunjin soltó una carcajada más sincera de la que esperaba. El tipo era un caos, pero adorable.
—Gracias por venir a saludar. Ya no muchos hacen eso.
—Nah, a mí me gusta saber con quién comparto el pasillo. Si necesitas ayuda con cajas pesadas, una rutina para despejar la mente o simplemente comida decente que no sea ramen, toca la puerta.
—Lo tendré en cuenta, gracias.
—Nos vemos, artista. Bienvenido, nuevamente.
Hyunjin cerró la puerta con una sonrisa en los labios al verlo entrar a su departamento. Luego se giró para ver su nuevo espacio y, por primera vez desde que volvió a Corea, no se sintió tan solo.
*-*-*
El departamento de Hyunjin olía a óleo y café recién hecho. Era un día tranquilo, al menos hasta que Seungmin entró arrastrando a Jeongin por el brazo, casi empujándolo dentro. Hyunjin, acostumbrado a verlos juntos, no dijo nada.
—Hyunjin, trajimos pastel.—Anunció Seungmin desde la entrada mientras se quitaba los zapatos.
—¿Y este qué trae?—Refunfuñó Jeongin.—Me secuestró desde mi estudio con la excusa de “vamos a relajarnos”. No me dijo que era una junta social.
—Hola a ti también.—Respondió Hyunjin desde la cocina con una sonrisa divertida.— ¿Quieren café?
—Sí.—Respondieron ambos al unísono, mientras Jeongin dejaba su carpeta sobre la mesa.
En ese momento, se oyó el tintineo de unas llaves y la puerta se abrió otra vez. Era Changbin, con ropa deportiva, recién salido del gimnasio, con un bolso al hombro y el cabello todavía húmedo por la ducha rápida.
—¡Hey! Perdón por llegar recién. Me tomó más tiempo cerrar el gimnasio.—Saludó mientras se quitaba las zapatillas.
Hyunjin levantó la vista y asintió.
—Está bien, llegaste justo a tiempo. Te presentaré a mis amigos. Este es Seungmin.—El mencionado alzó la mano sin dejar de masticar el pastel.—Está haciendo sus prácticas de medicina. El otro es Jeongin, el diseñador de moda en formación. Y él, es Changbin, entrenador personal y me ha estado ayudando a mover muebles.
—¿Qué tal? Es un gusto conocerlos.
Jeongin alzó una ceja al ver a Changbin. No porque no fuera atractivo —que lo era, y mucho—, sino porque no esperaba que la energía del lugar cambiará tan rápido. Changbin tenía una presencia imposible de ignorar. Espalda ancha, sonrisa confiada y esa manera directa de extenderle la mano, sin apartar la mirada.
—Jeongin ¿Eh? Encantado de conocerte.
—Gracias. Supongo que igual.—Respondió, aceptando el gesto.
Se miraron un par de segundos más de lo necesario y Seungmin alzó las cejas, bebiendo café como si fuera un espectador privilegiado.
—Changbin, ¿Por qué lo miras como si fuera un delicioso postre?—Le preguntó claramente disfrutando la escena.
En vez de molestarse, Changbin soltó una risa.
—Es que… Es muy elegante, tiene unos ojos preciosos. ¿Siempre viene con ese aire como salido de Vogue?
—¿Y tú siempre entrenas la espalda? Porque, wow… Se nota.—Respondió alzando una ceja con descaro.
Hyunjin se atragantó con la risa. Seungmin sonrió con el borde de la taza en los labios. Ambos eran testigos de una tensión ardiente que acababa de surgir de la nada.
—Esto va a ser interesante.—Murmuró Seungmin.
Changbin dejó su bolso a un lado, estirándose.
—Entonces, querido diseñador con bonitos ojos… ¿Qué haces cuándo no estás salvando la industria de la moda?
—Doy críticas despiadadas de vestuario y sueño con trabajar en Bottega Veneta.—Cruzó los brazos, sin perder la compostura.—¿Y tú?
—Levanto pesas y me aseguro de que la persona se caliente bien antes del cardio. —Contestó con una sonrisa que tenía más de una intención escondida.
—Qué interesante. —Dijo Jeongin, clavándole la mirada como si descifrará un acertijo.
Otra vez, se quedaron en silencio. La mirada de uno atrapada en la del otro. Era ridículo, casi gracioso, pero imposible de ignorar.
—¿Seguro que no se conocen de antes?—Interrumpió Hyunjin con tono burlón desde el comedor.
—No… Pero a la vez sí. ¿No es aterrador?—Preguntó Jeongin volviendo a mirar a Changbin.
—Para nada.—Respondió
Y así, pasaron la tarde charlando entre risas. Hyunjin y Seungmin no tardaron en notar que el ambiente había cambiado. Algo estaba ocurriendo, algo eléctrico.
Cuando Changbin anunció que se tenía que ir a descansar temprano y Jeongin se despidió alegando que debía avanzar con unos diseños, ambos se intercambiaron números sin disimulo.
—¿Viste eso?—Susurró Hyunjin.
—Lo ví.—Respondió Seungmin con una sonrisa divertida.—En cualquier momento, serán pareja.
—No me sorprendería. Ni nos miró.
Ambos rieron y luego, pidieron pizza para cenar. Seungmin se quedó a dormir en la habitación de invitados.
*-*-*
La fiesta tenía ese aire desenfadado que sólo surgía cuando Jackson era el organizador. Risas, vacíos medio llenos, una playlist decente y el constante arrastre de zapatillas sobre el suelo. El lugar era amplio, un local alquilado exclusivamente para una celebración sin nombre.
Felix había llegado con sus dos amigos: Jisung y Minho.
—¡Felix!—Gritó Jackson desde el otro lado del salón haciendo que los tres voltearán hacia él.
—Iré con él.—Les avisó Felix.
—Llámame si necesitas que te rescate.—Le dijo Jisung con una sonrisa antes de desaparecer junto a Minho entre la multitud.
Felix se abrió paso entre la gente con cuidado hasta llegar a Jackson, quién lo esperaba emocionado, con un vaso medio lleno en la mano y acompañado por alguien más.
—¡Me alegra verte amigo!—Le dijo mientras le palmeaba el hombro.—¡Ven, quiero presentarte a alguien!
—¿Otro fan? Porque no firmaré camisetas gratis.—Bromeó.
—Idiota.—Soltó una carcajada.—No, en serio. Te presento a un amigo mío. Es Kota, un boxeador recién salido del horno, pero con mucho potencial.
Kota se rió al escuchar la introducción. Llevaba una camisa oscura de lino, algo desordenada y el cabello corto, teñido de rubio. No parecía alguien que acabará de salir de un combate, pero su postura y mirada lo delataban.
—Soy Kota.—Dijo, tendiendo la mano hacia él.—Encantado de conocerte y tampoco firmaría camisetas gratis.
Felix correspondió el gesto, sorprendido por la firmeza, pero sobre todo por la mirada honesta del otro.
—Felix. Ya te recuerdo. Vi un video tuyo el mes pasado, contra un rival coreano. Ganaste ese combate.
—Fue suerte.—Respondió, encogiendo los hombros, aunque su sonrisa mostraba lo orgulloso que estaba.
—No lo creo. A mí me pareció que fue una técnica pura.
Jackson se metió entre ambos con una sonrisa burlona.
—Bueno, bueno… ¿Están coqueteando o comparando puños?
—Tú cállate.—Dijeron los dos al mismo tiempo.
Se miraron sorprendidos por la sincronía y soltaron una carcajada.
—¿Lo ves? Si fuera gay, ya estaría saliendo contigo, Felix.—Agregó Jackson.—Pero lamentablemente para ustedes, amo demasiado a las mujeres.
Felix le dio un leve empujón con el hombro.
—Tú sólo amas oírte hablar.
Kota negó con una sonrisa divertida y bebió un sorbo de su vaso de agua con gas.
—¿Siempre son así?
—Sí, y va a empeorar.—Cruzó los brazos, curioso.—¿Estás en entrenamiento en Corea o sólo de paso?
—Estoy en rotación. Busco adaptarme, absorber estilos. Me hablaron bien de los entrenadores de aquí, así que estoy considerando quedarme por un tiempo. ¿Qué hay de ti? Tengo entendido que eres australiano pero representas a Corea del Sur.
—Oh, sí, vivo aquí. Sé que soy australiano, quiero representar a Corea en honor a mis padres.
Kota asintió, interesado, con un brillo nuevo en los ojos.
—Si no te molesta, ¿Podemos entrenar juntos algún día?
—¿Boxeo contra taekwondo?—Alzó una ceja, divertido.
—Puede salir una buena película de eso.
El pelinegro soltó una carcajada.
—Acepto.
Jackson los observó con una sonrisa divertida, murmuró que había visto a otros amigos suyos y se fue entre la gente.
La música continuó, las personas cambiaron de lugar, pero Kota y Felix no se movieron. Siguieron conversando como si el ruido alrededor no existiera, perdidos en su propio espacio compartido.
Notes:
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Chapter 13: 12
Summary:
Felix bajó su taza con cuidado y la dejó sobre una mesa cercana. El silencio que siguió fue distinto, uno lleno de posibilidades contenidas. Kota lo miraba sin prisa, con los ojos abiertos y sinceros. No lo presionaba, no exigía nada, pero si su mirada pedía algo, una señal, un intento.
Y fue ahí, justo cuando la mente de Felix le jugó su traición más conocida. Como una punzada aguda y dulce, lo invadieron varios recuerdos.
Otra navidad, el conteo regresivo y los labios de Hyunjin tocando los suyos entre risas. Los copos de nieve cayendo despacio sobre sus hombros. Las veces que demostraron su amor, los anillos de promesa que intercambiaron y del cual aún conservaba en algún lugar de su departamento.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El sartén chisporroteaba con el aceite caliente mientras Felix revolvía las verduras con calma. Llevaba una camiseta sin mangas y un short viejo, su cabello negro, recogido en un moño desordenado, los mechones caían con cuidado enmarcando su rostro. A su lado, Jisung picaba cebolla con una precisión exagerada, como si estuvieran en un concurso televiso.
—Pensé que no sabías cortar cebolla, pero vaya sorpresa…—Comentó el pelinegro, mirando de reojo al castaño.
—Me enseñó Minho.—Respondió con una sonrisa.—Inesperado, ¿Verdad? Incluso tú aprendiste a cocinar.
Felix sonrió, más por compromiso que por verdadera diversión. De fondo, una playlist suave llenaba el ambiente sin imponerse. Había una especie de armonía en la rutina compartida, en cocinar sin decir nada durante minutos, pero también había algo que Felix quería decir y Jisung lo esperaba con paciencia.
—¿Y sí sólo estoy confundido?—Soltó Felix, sin dejar de apartar la vista del sartén.
Jisung dejó el cuchillo sobre la tabla de madera y se limpió las manos con un paño.
—¿Confundido con qué?
—Con Kota.
El castaño lo miró un segundo antes de hablar.
—¿Otra vez?
—No es “otra vez”, es que… No lo sé. Es fácil hablar con él, no tengo que fingir nada… O sea, me escucha, me hace reír, pero cuando vuelvo a casa, pienso en Hyunjin. Siempre termino regresando a él, aunque sea sólo en mi cabeza.
Jisung suspiró, cruzando los brazos antes de apoyarse con familiaridad en la barra.
—Claro, era de esperar… Porque Hyunjin fue un amor de esos que marcan, pero eso no significa que no puedas tener otra historia.
Felix apagó el fuego y apoyó su cadera contra la encimera. Sus ojos se quedaron fijos en un cuadro de margaritas colgado en la pared. Aún no se atrevía a deshacer de la obra, era un ancla silenciosa que le recordaba que su relación con Hyunjin no había sido un sueño, que sí ocurrió, que existió.
—Lo que tuve con Hyunjin no se parece a nada… Es como que con Kota es más simple, como si no hubiera riesgos. Como si caminar junto a él fuera como avanza por un campo de flores, ¿Me entiendes?
—No del todo.—Dijo Jisung con un tono más amable.—Pero si no lo intentas, nunca vas a saber si ese campo de flores vale la pena.
—Precisamente por eso me da miedo.—Admitió el pelinegro.— No quiero usar a Kota para olvidarme de Hyunjin, eso sería cruel.
—¿Y qué puedes hacer? Te atrae ¿Cierto? Entonces al menos podrías intentarlo. Se nota que le gustas mucho.
—No es tan sencillo…
—Nunca lo es.—Le palmeó el brazo.—Pero te estás aferrando a Hyunjin, es como si, para ti, amar a alguien una vez significará estar encadenado para siempre… Como si aún le fueras leal, cuando él ya ha seguido con su vida como tú mismo me dijiste la vez que lo viste.
Felix no contestó. Se apartó de la encimera y se dejó caer sobre el sofá con un suspiro largo. Jisung lo siguió, dejando todo listo en la cocina.
—No quiero borrarlo.—Confesó en voz baja.
—No tienes que hacerlo, pero al menos podrías dejar de pensar en él todo el día.
Felix frotó su rostro con ambas manos. Parecía cansado, como si la idea de seguir adelante le resultará más pesada que la de quedarse estancado en los recuerdos.
—¿Qué hago entonces?
—Sal con él. Mira a Kota, concéntrate en él. Conócelo como si Hyunjin no estuviera detrás de ti como un fantasma susurrándote recuerdos.
—¿Cómo cuáles? —Preguntó con desconcierto.
—Por ejemplo… “Hyunjin tomaba esa botella de agua.” “Él no se habría reído con ese chiste” “Hyunjin no aprobaría esto”. Todo eso ya no forma parte de tu presente…¿Sí? Déjalo ir.
Felix rodó los ojos y negó con la cabeza, pero una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Tampoco exageres… Pero ¿Y si no puedo?
—Entonces te mando a comer caca.
Ambos estallaron en carcajadas. Y cuando las risas se desvanecieron, Jisung lo observó con ternura por unos segundos antes de abrazarlo con fuerza.
—Vas a estar bien. Te lo prometo.—Dijo Jisung.
Felix cerró los ojos, agradecido de contar con su mejor amigo, siempre firme a su lado.
*-*-*
Felix estaba sentado en la sala, solo. Hacía un rato que su mejor amigo se había marchado, después de almorzar en su casa. El silencio era cómodo, pero su mente no paraba. Recordó una y otra vez aquella conversación. Miró su celular y dudó por un instante, pero finalmente lo tomó y escribió.
“Hay una nueva cafetería cerca de dónde vivo, escuche que tiene muchas plantas. ¿Quieres ir conmigo mañana?”
Apenas dejó el celular a un lado, este vibró, haciéndolo dar un pequeño salto. No esperaba una respuesta tan rápida.
“Si eso se considera una cita, entonces acepto. ¿A qué hora?”
Felix sonrió y no por el tono coqueto, sino por la naturalidad con la que Kota se había ido integrando en su vida. Como si siempre hubiera estado en sus márgenes, esperando a ser descubierto. Le respondió que se verían a las diez de la mañana.
Al día siguiente, llegaron juntos a la cafetería. Era pequeña, pero acogedora, con una decoración ecléctica que parecía sacada de Pinterest. La música era suave, casi imperceptible y las plantas llenaban los rincones con una calidez orgánica y viva.
—Me gusta este lugar. Debería agradecerle a Jisung de recomendármelo.—Dijo Felix, admirando las flores que estaban a un lado de la mesa.
—Es un buen lugar, la verdad.—Bebió un sorbo de su café helado sin apartar la vista del pelinegro.—Y la comida también.
—Me alegra saber, no quisiera hacerte pasar un mal rato.
—Contigo nunca es un mal rato.
Felix se rió, genuinamente y negó con la cabeza.
Había algo extraño en ese ambiente, como si todo fuera nuevo y familiar al mismo tiempo. No era su primera vez saliendo juntos, pero sí, la primera vez en que ambos sabían, con claridad, que ya no se trataba sólo de amistad. Sin embargo, no dijeron nada, ni con palabras, ni con gestos demasiado evidentes. Todo estaba en los detalles, en la forma en que se miraban más de lo necesario, cómo las rodillas se tocaban sin querer bajo la mesa, o cómo las veces que ninguno decía nada, y aún así, no se sentía incómodo.
En la mesa de al lado, un par de chicas jóvenes los miraba con curiosidad. Felix fue el primero en notarlo.
—Nos están mirando.—Murmuró, fingiendo tomarle una foto al café con su celular.
Kota sonrió sin voltear.
—Déjalas. Seguro creen que somos amigos tomando un café y hablando de deportes.
—¿Y si no?
—Entonces que se lo guarden. Hasta ahora, todos piensan que somos amigos, que fuimos a la fiesta que organizó nuestro amigo en común. Entrenamos juntos y comparamos técnicas. No tienen por qué saber más.
Felix se recostó en su silla, aliviado. No porque le molestará ser visto con Kota, sino porque no quería tener que explicar algo que aún no tenía forma. Algo que apenas empezaba a nacer.
—Es raro, ¿no? Que la gente sepa tanto y al mismo tiempo, nada.
—Es un privilegio.—Respondió Kota.—Que nos miren y no vean lo que realmente somos.
—¿Y qué somos?
—Estamos conociéndonos. Lo demás, no importa ahora.
Felix sintió algo parecido a la paz. No una de esas que se siente definitiva, como cuando uno encuentra un hogar. Era más bien una pausa amable en medio del ruido. Una tregua entre lo que aún dolía y lo que tal vez podía sanar.
Entonces, ambos siguieron conversando, tranquilos. Sin prisas ni máscaras. Por primera vez en mucho tiempo, Felix se permitió relajarse sin preocuparse por lo que dirán.
*-*-*
La notificación llegó sola.
Una mención aleatoria en una cuenta de arte. Hyunjin no la seguía, pero el algoritmo sí. Al principio no le prestó atención. Estaba editando una sesión, sumido en la rutina de colores y ajustes de luz, pero su mirada se detuvo al ver un nombre familiar.
“Lee Felix y Miura Kota vistos juntos en Itaewon. ¿Dúo creativo o nueva pareja?”
El pulso se detuvo por un momento.
Dejó todo y abrió la publicación sin pensarlo. Era una foto capturada a través del vidrio de un restaurante. Felix estaba inclinado hacia Kota, con una sonrisa. No había contacto físico, no había nada, pero sus ojos estaban llenos de algo que Hyunjin no veía desde hacía mucho tiempo. Algo que solía ser suyo.
Se quedó quieto, respirando hondo. Bajó a leer los comentarios, confusos, como si todos quisieran adivinar algo que nadie podía confirmar:
“Seguro son amigos, ellos siempre se ven juntos”
“Creo que se conocieron por una fiesta”
“Se ven bien juntos, espero que sí sean pareja”
“Felix se ve feliz, eso es bueno”
“Felix se ve feliz”. Eso fue lo único que se quedó retumbando en su mente.
Hyunjin deslizó hacia abajo y vio otra foto, luego un video corto, grabado a escondidas. Ellos caminaban uno al lado del otro, riendo por algo que se habían dicho. Felix tenía los ojos cerrados, con una sonrisa amplia. Igual que antes, cuando reía con él.
La diferencia era que ahora su risa sonaba más libre.
Una parte de él quiso cerrarlo todo, bloquear las palabras, las imágenes, el mundo entero, pero no lo hizo.
—No, no puede ser cierto.—Soltó una risa nerviosa.
Siguió buscando. Quiso convencerse de que era sólo una coincidencia. Sin embargo, mientras más miraba, más real se volvía.
No había confirmación, nadie lo decía con claridad, ni siquiera ellos, pero Hyunjin lo sabía. Porque conocía a Felix, porque podía leer sus gestos como si aún lo tuviera frente a él. Porque había amado esa sonrisa tanto tiempo, que reconocía el momento exacto en que dejó de pertenecerle.
—Ya no soy parte de su historia.—Susurró.
El monitor seguía iluminando su rostro, estático. Las fotos de la galería abierta parecían burlarse de él. Arte, luz, sombra, todo lo que alguna vez había usado para capturar la belleza, ahora no servía para retener lo que había perdido.
No lloró ni gritó. Sólo se dejó caer sobre la silla, con el cuerpo agotado, como si algo se hubiese desmoronado en su interior de forma silenciosa. Y aún así…
—Si es feliz..—Dijo apenas audible.—Entonces está bien…
Sabía que mentía, pero era la única mentira que podía soportar.
*-*-*
El gimnasio no estaba lleno, pero tampoco vacío. Era media tarde, ese punto muerto entre la fiebre del mediodía y la avalancha de la noche. Algunos buscaban perder peso, otros tonificar su cuerpo y un par simplemente estaban ahí coqueteando descaradamente entre repeticiones.
—¿Vas a seguir mirándome así o vas a hacer tu última serie?—Bromeó Changbin, apoyado contra la barra del gimnasio.
Jeongin resopló, jadeando. El sudor le perlaba la frente, por el esfuerzo. Llevaba cuatro series de dominadas y Changbin, en lugar de motivarlo, parecía disfrutar torturarlo.
—Creí que ibas a ser amable conmigo.—Gruño entre bocanadas de aire.
—Esto es ser amable . Si fuera cruel, estarías haciendo peso muerto con una pierna.
Jeongin se dejó caer sobre la colchoneta, riéndose mientras se cubría el rostro con una toalla.
—Sabes que eso no cuenta como una cita ¿Verdad?
—¿No?—Changbin se sentó a su lado y le ofreció una botella de agua.—Porque llevo media hora intentando impresionarte con mis brazos.
Jeongin lo miró de reojo, con una sonrisa indescifrable. Era la misma que había ido apareciendo con cada mensaje intercambiado, con cada cena improvisada después del gimnasio, con cada videollamada en la madrugada que terminaban en risas. Había comenzado como algo casual, sin nombre, pero ambos sabían que había algo más creciendo ahí.
—Tus brazos son impresionantes.—Admitió Jeongin mientras tomaba la botella.—Pero me gustas más, cuando te ríes sin darte cuenta.
Changbin se quedó mirándolo por un largo rato con el rostro serio. Luego bajó la mirada, entrelazando sus dedos como si estuviera ensayando lo que quería decir.
—Jeongin...
—¿Mhm?
—No quiero que esto se quede en mensajes, entrenamientos y “nos vemos la próxima semana”.
Jeongin parpadeó y se acomodó, sin perder la calma.
—¿Quieres algo serio?
—Sí.—Respondió sin rodeos.—Me gustas. No sólo como alguien con quien entrenar. Me gustas como para saber cómo es tu rutina diaria, como para llevarte al cumpleaños de mi hermana y presentarte a mi familia. Me gustas como para no imaginarme haciendo esto con nadie más.
Jeongin sonrió con las mejillas rojas y los ojos brillando de emoción.
—Entonces hazlo.
—¿Qué?
—Llévame al cumpleaños de tu hermana y presentarme a tu familia. Llévame a dónde quieras, pero hazlo de verdad, porque yo también quiero algo serio.
Los ojos de Changbin brillaron como si acabará de ganar una medalla.
—¿De verdad?
—Muy en serio.—Asintió.
Changbin soltó una risa entre incrédula y feliz, y, sin pensarlo demasiado, estiró la mano y entrelazó los dedos con los de Jeongin. No fue un gesto grandioso, ni espectacular. Fue algo sencillo, pero justo lo que ambos necesitaban.
—¿Sabes? Podríamos hacer un poco de cardio extra.—Sugirió Changbin con una sonrisa ladina.
Jeongin arqueó una ceja, divertido.
—¿Ah, sí? ¿Aquí?
—Los camerinos suelen estar vacíos a esta hora…
Jeongin soltó una carcajada, pero no dijo que no. De hecho, se puso de pie y le lanzó la toalla a la cara.
—Vamos antes de que me arrepienta.
Jeongin entró primero a los camerinos, dejándolo atrás por un segundo. Changbin tardó en reaccionar porque no esperaba una respuesta tan inmediata, mucho menos que fuera afirmativa, pero no lo pensó dos veces y lo siguió.
Apenas la puerta se cerró, Changbin lo acorraló contra la pared. Se besaron como si llevaran días conteniéndose, como si el deseo acumulado se liberará de golpe. Las manos buscaban piel, los labios se encontraban una y otra vez entre jadeos, risas entrecortadas y caricias anheladas.
La ropa fue desapareciendo poco a poco, los límites también.
Esa tarde, los camerinos no sólo fueron testigos de un beso robado, sino del inicio de algo que ardía, que vibraba y que prometía quedarse.
El resto… Fue historia.
*-*-*
El aire de la mañana era claro y cálido. El sol recién salía entre los edificios, tiñendo el cielo con tonos anaranjados que se derramaba sobre la pista del parque como una pincelada olvidada. Felix corría con los audífonos puestos, pero no estaba escuchando música, sólo los llevaba por costumbre, como una barrera invisible entre él y el mundo.
Su respiración era rítmica. Las zapatillas golpeaban el suelo con constancia y cada paso lo hacía sentirse más vivo. Corría de nuevo, no por obligación, ni para escapar de algo. Corría porque se lo pedía, porque extrañaba esa sensación de ligereza, de libertad, de avanzar sin pensar en el destino.
A unos metros detrás de él, Kota lo seguía. No con el mismo ritmo, pero lo suficiente para alcanzarlo con la mirada.
—¡Hey!—Gritó el rubio desde atrás.—¡No me dejes tan atrás, atleta profesional!
Felix miró por encima del hombro, conteniendo una sonrisa. Bajó la velocidad hasta que quedó al lado del otro.
—Perdón.—Dijo entre risas.—Supongo que me emocioné.
—Lo noté, pero está bien. No te disculpes.—Le dio un ligero empujón con el hombro.—Me gusta verte así. No te veía tan concentrado como ahora.
—Es raro, extrañaba eso.
—¿Competir?
—No, extrañaba correr.—Respondió.—Sentir que avanzo, aunque no sepa bien hacia dónde.
Kota no dijo nada, pero lo miró de reojo. Con esa calidez tranquila con la que siempre lo trataba, no exigía, no invadía, sólo estaba. Y esa paciencia suya, esa forma de quedarse, era algo que Felix valoraba más de lo que sabía poner en palabras.
Corrieron un rato más en silencio, hasta que se detuvieron bajo la sombra de un árbol. Kota se alejó a comprar agua y regresó poco después, ofreciéndole la botella mientras Felix secaba el sudor con la camiseta.
—¿Estás listo para el campeonato del sábado?—Preguntó Kota, mientras se sentaba a su lado.—Estaré ahí para apoyarte, si no te molesta.
El pelinegro sonrió un poco más sincero esta vez.
—Gracias por venir conmigo, de verdad.
—No hay de qué.
Felix bebió un sorbo de agua y luego alzó la vista. Observó a otros corredores pasar frente a ellos, como siluetas borrosas. Y entonces lo sintió, una punzada leve en el pecho, tan sutil como persistente. Kota estaba ahí, apoyándolo, animándolo, siendo todo lo que podía ser.
Sin embargo, en algún rincón de su mente, uno que aún no lograba cerrar del todo, se preguntó cómo sería si Hyunjin estuviera en su lugar. Si fuera él quién lo acompañará, si lo esperará al final de la pista con una sonrisa cálida, con esa mezcla de orgullo y ternura que sólo él sabía conjugar. Si le entregará la botella de agua, como si fuera el gesto más natural del mundo. Si aún pudiera mirarlo sin que doliera.
Se frotó las manos, inquieto y miró al cielo.
No estaba listo para volver a Hyunjin pero tampoco sabía cómo dejar de esperarlo.
*-*-*
La navidad había llegado envuelta en luces doradas, aromas a canela y villancicos en cada rincón de la ciudad. El departamento de Kota estaba decorado con discreción, pero con evidente cariño. Una guirnalda de luces rodeaba la ventana y un pequeño árbol adornado con esferas rojas y blancas, se alzaba junto a la mesa.
Felix estaba de pie frente a la repisa, observando las llamas artificiales de la chimenea encenderse y apagarse en la pantalla del televisor, como si buscará calor en algo que no quemaba.
—¿Quieres ponche?—Preguntó Kota desde la cocina, con un suéter navideño.
—Sí, gracias.—Respondió Felix sin dejar de mirar las luces que se reflejaban en el cristal de la ventana.
Estaban solos. La noche era tranquila y fuera de las paredes, la ciudad celebraba en grande, pero dentro el ambiente era más íntimo y silencioso.
Kota se acercó con dos tazas humeantes y le ofreció una. Había puesto música baja, melodías suaves, instrumentales, adornadas con campanillas que parecían caminar de puntillas por el aire. Felix aceptó la taza, tomó un sorbo y dejó que el dulzor tibio le recorriera el pecho.
—¿Sabes qué falta?—Dijo Kota de repente, mirando hacia arriba.
Felix levantó la mirada y vio un pequeño muérdago colgando del marco de la puerta. Se quedó quieto por unos segundos, sin reaccionar, y luego regresó su vista hacia el rubio quién sonrió un poco avergonzado.
—No me digas que lo colgaste a propósito…
—Es navidad. Dicen que trae suerte.
Felix bajó su taza con cuidado y la dejó sobre una mesa cercana. El silencio que siguió fue distinto, uno lleno de posibilidades contenidas. Kota lo miraba sin prisa, con los ojos abiertos y sinceros. No lo presionaba, no exigía nada, pero si su mirada pedía algo, una señal, un intento.
Y fue ahí, justo cuando la mente de Felix le jugó su traición más conocida. Como una punzada aguda y dulce, lo invadieron varios recuerdos.
Otra navidad, el conteo regresivo y los labios de Hyunjin tocando los suyos entre risas. Los copos de nieve cayendo despacio sobre sus hombros. Las veces que demostraron su amor, los anillos de promesa que intercambiaron y del cual aún conservaba en algún lugar de su departamento.
—Tres… Dos… Uno…—Susurró involuntariamente.
Kota frunció el ceño, sin entender pero no preguntó. Felix parpadeó, sacudiendo la cabeza, para volver al presente. Cuando levantó la mirada, los ojos del rubio seguían ahí, esperándolo.
Sabía que no era Hyunjin y que nunca lo sería, pero Kota estaba frente a él con el corazón expuesto y Felix estaba cansado de seguir huyendo de lo que le dolía. Vivir como el alma partida en dos ya no era opción. Decidió intentarlo.
Se inclinó hacia adelante y rozó los labios de Kota con los suyos. Fue un beso breve, tranquilo, como si supiera que el amor no siempre empezaba con fuegos artificiales, sino con pequeñas decisiones.
Cuando se separaron, Kota le sonrió y entrelazó sus dedos con los de él. Felix volvió a mirar el muérdago y en su pecho, los recuerdos de aquellas navidades con Hyunjin seguían ardiendo, silenciosos, como la llama que se niega a extinguirse, incluso en medio del invierno.
Notes:
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Chapter 14: 13
Summary:
Se sentía incompleto como si lo que acababan de compartir, el cuerpo, el calor, la cercanía, hubiera sido sólo la mitad de lo que alguna vez sintió. Como si su alma aún recordará otra voz, otra piel, otra forma de amar.
Hyunjin.
No apareció como un fantasma, ni como una herida que sangraba. Su nombre cruzó su mente como una brisa helada, suave, pero inevitable. Como si su alma aún recordará lo que era decir “te amo” con el cuerpo entero, sin miedo, sin reservas. Como si el eco de otro amor, uno más luminoso y caótico, aún viviera en su interior.
Giró el rostro hacia Kota, quién dormía con una expresión tranquila y Felix supo que él nunca lo haría llorar, que no iba a romperle el corazón, ni desaparecer, ni herirlo con un adiós desesperado. Kota era paz y Hyunjin era todo lo contrario.
Pero Hyunjin lo hacía sentir vivo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Las revistas deportivas no tardaron en hacer eco de lo evidente. Las fotografías salpicaban las portadas con la precisión de una herida bien dirigida, Felix y Kota, juntos en eventos, combates, entrenamientos. En una de ellas, el pelinegro intentaba pasar desapercibido bajo un gorro y una mascarilla, mientras apoyaba a Kota desde las gradas. En otra, era Kota quien lo acompañaba tras bastidores luego de un torneo de taekwondo.
“Lee Felix, el taekwondista que representa a Corea del Sur, confirma relación con el boxeador japonés, Miura Kota. Llevan medio año juntos.”
El titular se repetía en casi todos los portales deportivos y revistas de farándula. En las fotos, ambos aparecían de la mano, con sonrisas cuidadas, serenas. Kota irradiaba esa calidez que lo caracterizaba. Felix, en cambio, sonreía como si se esforzará en convencerse.
—Es como dicen, decidimos confirmar que estamos juntos desde hace seis meses. —Dijo Felix, frente a los medios con su voz tranquila pero ensayada.— Es serio, pero preferimos mantener los detalles en privado. Somos deportistas de diferentes países..
Kota lo miraba con admiración, con esa mirada que decía “lo tengo todo”. No hubo besos ni gestos exagerados, sólo las manos entrelazadas como una verdad simple y demoledora.
A kilómetros de distancia, en un departamento donde las cortinas apenas dejaban entrar la luz. El sonido de una llave girando en la cerradura fue lo único que rompió el silencio. Seungmin entró con paso cansado, con el conocimiento de la noticia que se viralizó.
Dejó la mochila junto a la puerta y caminó por el pasillo hasta el estudio, dónde una débil luz titilaba tras la rendija.
Tocó dos veces.
—Está abierto.—Gruño una voz ronca desde dentro.
El lugar era un desastre emocional hecho espacio físico, lleno de hojas arrugadas, pinceles secos, latas vacías. En el medio, sentado en el suelo como si se le hubiera acabado el mundo, estaba Hyunjin.
El cabello alborotado, el rostro inexpresivo y los ojos que alguna vez fueron fuego y ternura, ahora eran sólo un pozo profundo de cansancio. Sostenía una botella medio vacía de soju como si fuera lo único que lo mantenía en pie. Frente a él estaba un cuadro de tonos azules.
—Lo vi.—Dijo Seungmin, cerrando la puerta tras de sí.
Hyunjin no contestó. Sólo se sirvió otro trago y lo bebió de un sólo golpe. Su silencio pesaba más que cualquier grito.
—Hyunjin…
—¿Están felices? ¿Eso dicen las noticias?—Preguntó con una risa amarga.
El menor se encogió los hombros. Caminó hasta él y se dejó caer a su lado.
—Dijeron que era serio, que tienen medio año juntos y que lo querían mantener en privado.
Hyunjin rió otra vez, una carcajada rota que sonó más a llanto ahogado que a burla. Se frotó el rostro con la mano libre, como queriendo arrancar el dolor de la piel.
—¿Qué tiene él que no tenga yo?—Susurró, dejando el vaso sobre el suelo.—Pensé que iría a buscarme luego de darle flores…
Su voz se quebró apenas terminó de hablar y junto a ella, las lágrimas comenzaron a deslizarse sin resistencia. La pregunta no iba para Seungmin, por supuesto, sino para sí mismo, o tal vez para un fantasma.
—No creo que nadie pueda tener más de lo que tú le diste.—Respondió el menor mirando la obra.—Pero a veces… La gente no elige lo que le hace feliz, elige lo que le parece seguro.
—Yo fui el primero que creyó en él. El primero que vio cómo brillaba cuando ni él lo sabía. Yo lo amé tanto que dolía… Y aún así, lo dejé ir porque me lo pidió. Y ahora está ahí, con otro mientras yo estoy aquí, esperándolo y bebiendo como idiota, con el corazón hecho polvo.
—Porque aún lo amas que no estás dispuesto a seguir adelante y eso te destruye. Él, quizás porque tiene miedo, o porque cree que no puede volver atrás.
El silencio volvió, denso, como un segundo idioma entre ellos. Sólo el suave susurro del viento llenaba el espacio.
—Sinceramente no sé qué es lo que tiene Kota.—Añadió Seungmin.— Pero si sé algo, estoy seguro. He visto las fotos, he visto como era Felix contigo y con él. Y te juro que, Hyunjin, Felix no brilla con Kota como brillaba contigo. Hay luz, pero no hay fuego.
Hyunjin apretó los labios, dejando escapar un sollozo que no pudo retener más.
—¿Entonces por qué está con él?
—Quizás porque es más fácil estar con alguien más simple.
El mayor soltó un suspiro, secando las lágrimas y alzó la vista, viendo la silueta azul que reconocería sin importar cuántos años pasarán.
La noche siguió su curso, Hyunjin se quedó en silencio, la mirada perdida, con los recuerdos apretándole el pecho como una cuerda vieja que nunca se rompía del todo. Seungmin permaneció a su lado, sin hablar, ofreciéndole compañía aunque no pudiera darle consuelo y el mayor realmente lo agradecía.
*-*-*
La noticia sobre la relación entre Felix y Kota ya no era el centro de atención. Las redes se habían movido, como siempre lo hacen, hacia otras celebridades, nuevos escándalos, sonrisas que admirar. Sin embargo, para Hyunjin, el eco no se desvanecía. No importaba cuántos días pasarán, ni cuántos titulares nuevos surgieran, el ruido se había vuelto interno, persistente.
Estaba ahí, entre los hilos de su día a día, en la cafetería que Felix solía pedir, en la calle donde algunas vez caminaron tomados de la mano, en el sonido de la risa de alguien más.
El dolor había aprendido a esconderse bien. No era ya una herida abierta, sino un susurro constante en el pecho, una presión que no dejaba de recordarle lo que había perdido.
Y por eso, cuando Jeongin le contó que había decidido mudarse al departamento de Changbin, Hyunjin sólo suspiró y le sonrió con alivio.
—Gracias.—Le dijo sin que el menor entendiera muy bien por qué.
El departamento de Changbin era más amplio que el de Jeongin. Tenía paredes claras, muebles que parecían robados de una revista y una atmósfera de hogar estable que contrastaba con el caos emocional en el que Hyunjin solía habitar. Cuando las noches eran demasiado largas, cuando los recuerdos lo lastimaban, llegaba sin avisar. No necesitaba hacerlo, porque Jeongin siempre lo recibía con una sonrisa y Changbin sólo le palmeaba la espalda como diciendo “quédate el tiempo que necesites”.
—¿Otra vez con las canciones tristes?—Bromeó Jeongin desde la cocina una tarde, revolviendo las verduras en una sartén.
—¿Tengo otra opción?—Respondió, tirándose al sofá como si fuera el único lugar seguro en todo Seúl.
Changbin apareció desde el pasillo, secándose el cabello con una toalla.
—Hicimos té. Hay uno de lavanda, ideal para almas rotas y poetas como tú.
Hyunjin soltó una risa suave y asintió.
Las noches seguían siendo las más crueles. Era cuando el recuerdo de Felix se volvía más real, más nítido, como si su mente eligiera esa hora para traer de vuelta cada detalle, cuando los labios del pasado parecían más reales que su presente. Recordaba cómo se reía, cómo sus dedos lo buscaban en la oscuridad, cómo hacían el amor como si fueran a romper.
Sin embargo, en el departamento de Changbin, con Jeongin tarareaba mientras cocinaba y Changbin perdía una y otra vez en Mario Bross, había algo que dolía menos. No se iba, pero se volvía más soportable.
Una noche, sin darse cuenta, Hyunjin se quedó dormido en el sofá y Jeongin dejó una manta sobre él.
—No tienes que fingir que estás bien cuando vengas.—Susurró Jeongin, como si el silencio fuera una capa que no quería romper del todo.
Hyunjin apenas se movió, murmurando sólo un “Felix” entre sueños, como si incluso dormido, su corazón se negará a soltarlo del todo.
Y nadie lo obligó.
Porque cuando estaba despierto, tampoco hablaban de Felix. A veces, la mejor compañía era la que no forzaba conversaciones, sino la que simplemente se quedaba. Que no quería salvarte, sino acompañarte hasta que el dolor dejará de gritar tan fuerte.
Y entre risas espontáneas, maratones de películas tontas y cenas improvisadas. Hyunjin no sanaba del todo, pero al menos tenía dónde respirar sin ahogarse en medio de los recuerdos. Y eso era suficiente.
*-*-*
La tarde en Seúl estaba envuelta en un tono ámbar, como si el sol se hubiera rendido por fin al peso del día y quisiera acariciar con dulzura los edificios que ya no parecían tan fríos. La luz atravesaba la ventana del departamento de Felix, tiñendo las paredes de tonos dorados. Había silencio, sólo interrumpido por el leve murmullo de la ciudad.
Felix no esperaba visitas. Había sido un día tranquilo y lo último que imaginaba era escuchar el timbre, dos veces, con una pausa precisa en cada sonido.
Frunció el ceño, curioso, mientras se dirigía a la puerta. Estaba descalzo, llevaba un buzo ancho y el cabello, ahora rubio, en un moño desordenado. Cuando la abrió, la sorpresa le levantó las cejas.
—¿Bang Chan?—Preguntó, incrédulo, pero sonriendo.
—¡Hey, Felix!—Respondió el otro con una sonrisa.—Así que sí vives aquí. Casi me pierdo, pero supongo que mis instintos siguen funcionando.
Felix no lo pensó dos veces y lo abrazó. Lo hizo con una fuerza inesperada, con el pecho apretado y los ojos ligeramente cerrados. Era uno de esos abrazos que sabían a casa, a navidades en Australia, a veranos con olor a sal y a secretos de infancia susurrados entre risas. Chan lo sostuvo con la misma intensidad, como si se reencontrará con una parte de sí mismo que había dejado en pausa por demasiado tiempo.
—¿Cuánto ha pasado? ¿Ocho años?—Dijo Felix al separarse, aunque sus manos aún no se soltaban del todo los brazos del otro.
—Casi siete, en realidad. —Respondió Chan con la voz suave.—Desde que te quedaste más en Corea y yo me iba y venía con mis padres, pero ahora me mudé oficialmente a Seúl. Trabajo nuevo. La familia te extraña.
—Yo también los extraño… Tendré que visitarlos en diciembre… —Lo miró un momento más, como si aún no creyera que estaba ahí.—Por cierto, pasa.
Chan entró al departamento, dejó caer la chaqueta en el respaldo del sillón y se acomodó sin pensarlo dos veces. Soltó un suspiro largo, del tipo que llevaba muchas cosas en el alma.
—¿En qué estás ahora? Lo último que sé es que estabas en la universidad estudiando criminología. —Preguntó Felix mientras cerraba la puerta.
—Soy detective ahora. Me asignaron a la división de investigaciones especiales…—Se encogió los hombros como si eso no fuera la gran cosa.—Cosas aburridas, no te preocupes.
Felix alzó una ceja, divertido.
—Eso no suena nada aburrido, primo.
—Depende de cuántos informes tengas que leer por día.—Bromeó y luego entrecerró los ojos para observarlo mejor.—¿Y qué hay de ti? Te ves bien… Diferente, pero bien.
El rubio no contestó de inmediato. Miró por la ventana un momento, viendo cómo el cielo se volvía en tonos anaranjados. Las sombras crecían lentamente sobre los edificios, como si todo se volviera más íntimo, más frágil. Respiró hondo.
—Estoy intentando estar bien.—Respondió con sinceridad y luego le ofreció una sonrisa.—¿Quieres té, café o galletas?
—Galletas.—Dijo Chan con emoción.—Si son las de chocolate con almendra, me darás diez años más de vida.
Ambos rieron y el ambiente se volvió más liviano, como si el tiempo no hubiera pasado entre ellos, como si fueran de nuevo esos adolescentes en la playa, sin preocupaciones más grandes que elegir quién iba por helado.
El menor llevó galletas en un plato pequeño, junto a dos vasos de refresco. Se sentaron en el sillón, hombro con hombro y comenzaron a hablar de cosas sencillas, de sus padres, de la última vez que vieron juntos la nieve y de cómo les costó acostumbrarse a no tener al otro cerca.
—Me sentí muy solo cuando llegué acá.—Admitió el rubio.—No sabía como seguir, ni cómo llenar el espacio que me dejó Australia. Era más fácil cuando estabas conmigo.
—Yo también te extrañé.—Le sonrió.—Pensé siempre que eres capaz de todo ¿Lo lograste, cierto?
—Sí, pero perdí una parte…
Chan levantó la mirada y lo observó en silencio, entendiendo de quién hablaba. No hablaron de Hyunjin, pero no era necesario. El rubio sabía que Chan lo intuía, que entendía que todavía habían heridas que dolían, aunque ya no sangrarán.
Y en medio de la conversación, hubo algo reconfortante. Como si el hecho de que Chan estuviera allí significará que algo en su vida todavía tenía raíces firmes. Que no todo se había desmoronado, que todavía había familia, hogar, alguien que recordará quién fue él antes de que el mundo lo cambiará.
Felix ya no se sentía tan perdido.
Sólo eran dos primos compartiendo galletas, risas y memorias. Por ahora, eso le bastaba.
*-*-*
El reloj marcaba casi las once de la noche cuando la conversación entre Felix y Chan tomó un giro más íntimo. Las galletas y el refresco habían desaparecido casi sin darse cuenta, como si el tiempo hubiera decidido acelerar su paso entre confesiones y risas. El mayor hablaba de su trabajo, de los rastros invisibles que dejaban los crímenes, de las largas horas persiguiendo respuestas en medio del caos. El menor, en cambio, hablaba de sus entrenamientos, de la rutina que lo mantenía en pie, de los trotes al amanecer que llenaban su cuerpo de vida, aunque su alma siguiera tambaleándose.
Sin embargo, en algún punto, el brillo en los ojos de Felix se fue apagando. Su silencio se volvió más pesado y Chan lo notó.
—¿Estás bien?—Preguntó con suavidad.
Felix no respondió de inmediato. Bajó la mirada, entrelazando los dedos y tragó saliva. El calor que aún quedaba en su pecho no era el de la compañía, sino el de una culpa que nunca lo había dejado del todo.
—A veces creo que sí, que estoy bien. Me levanto temprano, corro, entreno, como bien… Salgo con amigos, me divierto, parezco feliz…Pero luego… Hay noches como esta… Noches en las que pienso en Hyunjin—Confesó finalmente Felix con la voz rota.—En cómo lo dejé, como me alejé de alguien que me dio tanto y me pregunto si alguna parte de mí merecía todo eso… Su amor, su entrega, incluso su tristeza.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino profundo. El tipo de silencio que sólo se comparte con alguien que realmente te conoce. Chan se inclinó hacia él, sin invadir, sólo estando cerca.
—¿Te arrepientes?
El rubio negó con lentitud, sin levantar la cabeza.
—No me arrepiento de estar con Kota si es lo que piensas, me gusta cómo me hace sentir, es amable, me escucha, me cuida, pero tampoco dejo de sentir que traicioné algo sagrado que tuve con Hyunjin.
Chan lo observó con una calma casi paternal. Luego habló con la voz tranquila.
—A veces, cuando una historia no termina bien, creemos que todo lo vivido se convierte en una deuda, pero no lo es. Lo que tuviste con Hyunjin fue real y también lo que estás viviendo ahora. No compares, Felix, sólo elige. Si estás aquí con Kota, es porque una parte de ti quiere seguir adelante, y está bien. No tienes que negarte lo que estás viviendo por temor a deshonrar lo que ya pasó. No puedes seguir atormentándote con el pasado. No si quieres darle una oportunidad real al presente.
Felix respiró hondo y cerró los ojos por un momento, como si intentará tragar el nudo que tenía atorado en la garganta.
—¿Y si aún lo extraño?
—Lo harás.—Dijo el mayor con una media sonrisa.—Pero eso no significa que tengas que detenerte.
Esa frase quedó suspendida en el aire como un susurro necesario. No buscaba borrar el dolor, sólo darle un lugar donde existir sin consumirlo.
Más tarde, cuando Chan se despidió con un abrazo fuerte y cálido, prometiendo volver pronto, Felix se quedó solo en la sala, mirando la puerta cerrada durante largos segundos, como si esperará que volviera a abrirse. La ciudad seguía vibrando tras los ventanales. El murmullo de los autos, el sonido lejano de una sirena, la vida misma girando allá afuera mientras él se preguntaba si algún día lograría dejar de mirar hacia atrás sin que le doliera el pecho.
*-*-*
Pasaron un par de días desde aquella conversación con su primo cuando Felix decidió que pasaría la noche en el departamento de Kota. Había salido tarde, pero le aseguró por mensaje que Minho lo dejaría en la entrada. Kota respondió con un simple “Te espero”.
Al llegar, se despidió del mayor con la promesa de verse al día siguiente para la entrevista pendiente. Subió con paso cansado, con el bolso colgando de un hombro y las ideas enredadas en la cabeza.
El departamento estaba a oscuras, silencioso. Un leve aroma a lavanda flotaba en el aire, mezclado con la colonia discreta que usaba Kota. Supuso que ya estaría dormido, así que caminó en puntillas hasta la habitación. lo que supuso que su pareja estaba en la habitación.
La luz del pasillo apenas alcanzaba a delinear la figura sobre la cama. La chaqueta de Kota colgaba de una silla cercana, y sobre las sábanas, su pareja dormía de lado, con una mano extendida sobre la almohada vacía del otro lado de la cama.
Felix se detuvo en la entrada. Observó la escena en silencio, como si intentará memorizar, como si buscará en esa imagen la respuesta a una pregunta que ni él mismo sabía formular.
No sabía si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto, pero sí sabía que quería intentarlo.
Se acercó con cautela, se sentó en el borde de la cama y tras unos segundos, se deslizó a su lado. Su mano viajó con lentitud por la espalda de Kota, dibujando un gesto íntimo que hablaba más que cualquier palabra. El movimiento bastó para que el otro abriera los ojos, aún somnoliento.
—¿Todo bien?—Murmuró, con voz ronca.
Felix no respondió, sólo lo besó con la fragilidad de quien teme romper algo. Con la ternura de quién se atreve a mirar hacia adelante sin negar el pasado. Era un beso lleno de preguntas, pero también de decisiones.
Kota respondió sin prisa, sin exigir explicaciones. Lo abrazó como si entendiera, como si el lenguaje de los cuerpos fuera suficiente esa noche.
Y en esa noche silenciosa, Felix decidió dar un paso. No como quien olvida, sino como quien elige seguir.
*-*-*
Las sábanas estaban desordenadas, aún tibias por el calor de los cuerpos que compartían algo más que la piel. La lámpara junto a la cama arrojaba una luz dorada, tenue, como si supiera que debía respetar la intimidad que flotaba en ese espacio. No era una escena de pasión, sino de algo más hondo, más incierto. Un intento, una pausa en medio del torbellino.
Felix estaba recostado de lado, con los dedos entrelazados sobre su pecho desnudo, mirando el techo como si buscará respuestas entre las sombras que se dibujaban ahí. Escuchaba la respiración de Kota a su lado, acompasada, cálida y segura. La ciudad vibraba allá afuera, ajena al mundo detenido entre esas cuatro paredes.
—Te amo.—Dijo Kota de pronto, como si la ternura le hubiera escapado del pecho, sin filtros, sin miedo. Lo decía de todo corazón, como quien no espera una respuesta exacta, sólo honestidad.
El corazón del rubio se contrajo. Giró el rostro y lo miró. Kota tenía los ojos abiertos, suaves, llenos de ese amor paciente que no exige y entonces, Felix sonrió.
Pero fue una sonrisa ensayada, una que había usado antes, una que sabía mentir.
—Yo también te amo.—Susurró y al inclinarse para besarlo, lo hizo con delicadeza, como si sus labios intentarán compensar lo que su voz no pudo dar.
Después del beso, se recostó de nuevo y cerró los ojos. Allí, en el silencio que le siguió, supo que algo no estaba bien.
No era Kota. No era la noche. Era él.
El “te amo” que acababa de pronunciar flotaba dentro de su pecho sin llegar a enraizar, como una semilla plantada en tierra que no era la suya. Lo había dicho porque quería creerlo, porque deseaba que fuera verdad, pero en el fondo sabía que algo dentro de él se resistía.
No estaba mintiendo del todo. Lo quería, le importaba, le gustaba como Kota lo cuidaba, cómo lo hacía reír, lo hacía sentirse seguro. Sin embargo, algo dentro de él se removía, se encogía.
Se sentía incompleto como si lo que acababan de compartir, el cuerpo, el calor, la cercanía, hubiera sido sólo la mitad de lo que alguna vez sintió. Como si su alma aún recordará otra voz, otra piel, otra forma de amar.
Hyunjin.
No apareció como un fantasma, ni como una herida que sangraba. Su nombre cruzó su mente como una brisa helada, suave, pero inevitable. Como si su alma aún recordará lo que era decir “te amo” con el cuerpo entero, sin miedo, sin reservas. Como si el eco de otro amor, uno más luminoso y caótico, aún viviera en su interior.
Giró el rostro hacia Kota, quién dormía con una expresión tranquila y Felix supo que él nunca lo haría llorar, que no iba a romperle el corazón, ni desaparecer, ni herirlo con un adiós desesperado. Kota era paz y Hyunjin era todo lo contrario.
Pero Hyunjin lo hacía sentir vivo.
Su pecho se oprimió. No de culpa, sino de nostalgia, porque Kota era suficiente para sanar, para sostenerlo, para avanzar, pero no para llenar cada rincón de su alma y aún así, Felix se acercó, le acarició el cabello con cuidado, como si ese gesto pudiera decir lo que sus palabras no podían.
No era lo mismo. No era un amor que incendiará, pero tampoco era mentira. Era otra manera de querer. Más tranquila, más madura y menos fuego.
Lo miró un momento más, intentando que su corazón se quedará quieto, que no buscará en los recuerdos que aún dolía. Se prometió no herirlo, se prometió al menos intentarlo.
Y cuando cerró los ojos, no lloró, pero tampoco sonrió.
Notes:
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Chapter 15: 14
Summary:
—No digas eso.—Suplicó, estirando la mano para tomar la ajena, pero Felix la retiró antes de tiempo.—¿Hice algo mal?
—No, tú no. Yo soy el que está roto… Nunca debí empezar esto, porque desde el principio estuve atrapado en el pasado...—Lo miró con honestidad.—No espero que me perdones por lo que hice. Sólo… Necesito sanar algo de mí antes de seguir adelante.Kota no respondió. Las lágrimas le corrían silenciosas por el rostro mientras lo miraba, inmóvil. Felix sintió que cualquiera palabra extra sería cruel así que se levantó.
—Te deseo lo mejor… Y lo siento, de verdad.
Chapter Text
La luz que entraba por las cortinas no era cálida. Era una de esas luces matutinas que desnudaba la verdad, que marcaba el polvo suspendido en el aire, que señalaba los errores en la piel, que delataba las huellas que nunca debieron existir.
Hyunjin despertó con la cabeza palpitando como si fuera a partirse, la boca seca y un vacío familiar alojado en el pecho.
Tardó unos segundos en reconocer dónde estaba. No era por la cama, sino por los objetos ajenos que lo rodeaban, paredes que no eran suyas, sábanas de un color diferente a las que usualmente usaba, una habitación sin historia para él.
Giró su cabeza y vio a la chica que estaba a su lado, desnuda, durmiendo de lado, ajena al torbellino en su mente. No la conocía. No sabía su nombre, ni de dónde venía, ni a dónde iba.
Sintió náuseas, no porque estuviera ella, sino por sí mismo.
Se levantó con cuidado, como si cualquier ruido pudiera delatar algo más que la resaca. Recogió su camisa del suelo, buscando en los bolsillos su celular. Eran casi el mediodía y la pantalla estaba saturada de mensajes. Se vistió lo más rápido posible y fue al baño.
La noche anterior se le escapaba entre fragmentos, las risas, el alcohol que quemaba más de lo normal, besos que no supieron a nada y en algún punto, el momento en que aceptó la cercanía física con alguien que no veía, que no sentía, que no era Felix.
No era él mismo y debía dejar de pensar en el amor de su vida.
En el espejo del baño encontró un reflejo que no lo complació, el cabello alborotado, cuello marcado por recuerdos que no quería conservar y en los ojos, la mirada extraviada de quien quiso sentir algo y terminó siendo menos.
Se enjuagó la cara con agua fría, como si pudiera borrar el tacto de otra piel.
Cuando salió, ella ya estaba despierta, vestida, sentada al borde de la cama y poniéndose un arete. Ella, al notar su presencia, lo miró con indiferencia.
—No tienes que decir nada.—Empezó la castaña.—Sólo fue sexo. No busco nada más y estoy segura de que tú tampoco.
El pelinegro parpadeó, sorprendido de escuchar exactamente lo que pensaba y asintió.
—Gracias por dejarlo claro.
La misteriosa le devolvió el gesto y Hyunjin supo que era momento de irse. Se inclinó en una leve reverencia y salió del cuarto alquilado.
La tarde le golpeó el rostro con un aire tibio que no consiguió limpiar lo que sentía. Caminó sin rumbo por unos minutos, con la certeza de que su piel aún conservaba el olor de alguien que no amaba.
Se prometió que no volvería a involucrarse con un desconocido, que no volvería a vaciarse así porque, al final de todo, había aceptado que su piel siempre recordaría a la persona que no podía tener, pero también, en lo más profundo, reconoció otra verdad.
Algún día iba a enamorarse de nuevo.
*-*-*
Las luces del set eran intensas, casi agresivas para cualquiera que no estuviera acostumbrado, pero Felix ya no parpadeaba ante ellas. Había aprendido, entre entrevistas y sesiones de fotos, a sostener la mirada intimidante, a camuflar el temblor de las manos cuando algo en el ambiente le recordaba que, por dentro, aún no estaba bien.
En la esquina, su manager, Minho, lo observaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Reconocía el brillo profesional del rubio, pero también la sombra que lo acompañaba. Lo había visto crecer como taekwondista, perseguir sus metas con perseverancia hasta convertirse en embajador de Louis Vuitton. Un título que abría puertas y que, para Felix, significaba poder donar más a quienes lo necesitaban.
—¡Vaya se ve increíble!—Exclamó el fotógrafo.—Última toma, con la chaqueta cerrada, por favor.
El rubio obedeció sin esfuerzo, como si hubiera nacido para posar. El set olía a perfume caro, a tela recién planchada, a ambición, pero Felix no buscaba nada de eso. Estaba allí por una buena causa, no por gloria y pocos sabían en qué usaría el dinero que recibiría.
Apenas el fotógrafo dio por terminada la sesión, Minho se acercó con una botella de agua.
—Te dejaré descansar un par de horas. Después tendrás una entrevista corta para Vogue Korea. Sólo quieren algunas palabras sobre tu carrera.—Y bajó la voz.—Y evita mencionar tu vida amorosa. ¿Bien?
Felix bebió un sorbo y asintió.
—No tengo mucho que decir, de todos modos.—Respondió con un tono neutro, impecablemente vacío.
Minho lo miró por un segundo más de lo normal, intuyendo que algo había ocurrido entre Felix y Kota, pero decidió callar.
En cuanto Felix entró a la habitación, los estilistas se acercaron para retirarle el vestuario, forzó una sonrisa.
—Gracias por su trabajo, pero prefiero hacerlo yo.
Cuando finalmente se quedó solo y la máscara cayó. Apoyó sus manos sobre el borde de la mesa y se miró en el espejo. El rostro que le devolvía la mirada no era el del chico que llegó por primera vez a Corea, ni del joven que se había enamorado por primera vez. Ahora veía a alguien roto, escondido bajo el traje impecable de un hombre reconocido, un nombre que resonaba en eventos, revistas y portales deportivos. Alguien que inspiraba a otros, pero que no podía inspirarse a sí mismo.
En el fondo de sus ojos, todavía vivía una sombra que ninguna luz de estudio podía borrar, porque por mucho que le dijeran que brillaba, él sabía que su verdadera luz venía de una llama que se había encendido aquella navidad en que tuvo su primer beso, cuando aún creía que podía tenerlo todo con Hyunjin.
Apretó los labios, se cambió de vestuario y respiró hondo. Tenía que estar listo para la entrevista. El mundo lo esperaba, aunque él no quisiera estar allí.
*-*-*
La tarde comenzaba a vestirse de oro pálido tiñendo cada rincón del departamento de Felix con una luz suave, como si incluso el sol supiera que ese era un día distinto. El silencio reinaba, salvo por el leve zumbido del aire acondicionado y el golpeteo metálico de una cucharita contra el borde de una taza.
Había decidido tomarse el día libre, algo poco habitual para él, pero necesario. Llevaba semanas enterándose en el trabajo para no pensar, para no dejar que su mente vagará hasta lugares peligrosos, hasta él. Kota estaba ahí, presente en su vida, pero no en su corazón, y en la soledad de sus pensamientos, la comparación con Hyunjin se colaba como una sombra obstinada.
Con el cabello recogido en un moño desordenado y una camiseta ancha que le rozaba los muslos, caminaba descalzo por el piso de madera. El short dejaba ver la piel bronceada de sus piernas. En el sofá, revisaba sus redes sociales, masticando distraídamente gajos de manzana, cuando el sonido familiar de la contraseña irrumpió en la calma.
Jisung apareció como siempre cuando tenía algo que no podía esperar para contar.
—¿Te interrumpo?—Preguntó aunque ya estaba dejando una carpeta azul sobre la mesa.
—Depende.—Respondió con una sonrisa.—Si esa carpeta son las propuestas, entonces sí.
Jisung se sentó frente a él, cruzando una pierna sobre la otra.
—No exactamente. Es algo diferente, lo revisé con Minho y creo que vas a aceptar.
El rubio alzó una ceja, masticando aún un pedazo de manzana. Jisung abrió la carpeta con una lentitud calculada, como si quisiera alargar el momento.
—Te han llamado de UNICEF. Quieren que seas embajador y no es una simple colaboración de imagen. Es una propuesta completa, tendrás giras, visitas, participación activa en programas, es un proyecto serio. Te eligieron a ti, Felix y quieren que vayas al voluntariado en Laos.
El nombre “UNICEF” cayó sobre él como un rayo en medio de la calma. Su mano se quedó suspendida en el aire y su corazón dio un vuelco.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí, es de verdad. Está todo en esa carpeta.—Respondió señalando los documentos.
Felix se incorporó lentamente, como si moverse demasiado rápido pudiera romper algo frágil. Caminó hasta la ventana, la misma que solía usar como escape cuando se sentía abrumado, encerrado, la misma desde la cual solía mirar las luces de Seúl y preguntarse si él seguía pensando en su historia.
—No es sólo mi sueño.—Susurró y se mordió el labio inferior.—Ambos soñábamos lo mismo.
Jisung no necesitó preguntar a quién se refería.
El silencio que siguió pesaba como el agua de un río que arrasaba memorias. Felix apoyó la frente contra el vidrio frío, observando cómo el sol se deslizaba por los tejados de la ciudad. Y entonces, como un reflejo inevitable, apareció un recuerdo de Hyunjin.
En su memoria, ambos sentados frente a la chimenea envueltos en una manta, disfrutando el calor que emanaba en un día frío.
“Entonces es una promesa. Cuando tengamos tiempo, cuando estemos listos, lo haremos. Por los más necesitados”.
Fue una conversación sincera, sin cámaras, ni testigos. Sólo dos chicos soñando lo mismo y creyendo que el mundo les pertenecía. Felix sintió una punzada en el pecho. No era dolor, sino de ausencia. El tipo de vacío que deja lo que alguna vez fue tan real que parecía eterno.
Se giró hacia su mejor amigo. Sus ojos estaban brillosos, pero no lloraba. Había aprendido a contener las lágrimas, a controlar sus emociones.
—Voy a aceptar.—Dijo aunque su voz tembló un poco.
Jisung sonrió con orgullo, pero a la vez estaba preocupado por su mejor amigo, lo conocía más que nada.
—Estás haciendo por una buena causa. Recuerda siempre eso.
El rubio regresó al sillón y acarició la carpeta azul con las yemas de los dedos, como si fuera un objeto sagrado. Cerró los ojos por un momento y en ese instante pensó que tal vez, en algún lugar, Hyunjin aún lo miraba. No desde la distancia, sino desde ese rincón silencioso del alma donde se guardan los primeros amores, los verdaderos, los que duelen, pero también impulsan.
Jisung no dijo nada más, sólo se levantó y fue a prepararle té, dándole ese espacio que Felix necesitaba. Sabía que algunas cosas no necesitaban respuesta, sino respeto.
Y así, bajo la luz dorada y cálida del atardecer, el rubio comprendió que a veces, los sueños se cumplen incluso si el amor que los inspiró ya no está a su lado para verlos hacerse realidad.
*-*-*
El restaurante tenía paredes de ladrillo a la vista, luces cálidas colgando sobre cada mesa y una música instrumental de piano que no hacía más que acentuar la tensión en el estómago de Felix. Era uno de sus lugares favoritos en Seúl, no por la comida sino por el silencio que ofrecía entre plato y plato, como si incluso los cubiertos supieran respetar las emociones que nadie se atrevía a decir en voz alta.
Esa noche, el rubio había decidido que pondría fin a la relación. Se lo había confesado a Jisung el día anterior y ahora se encontraba frente a Kota, quien, por su parte, parecía particularmente inquieto. Revisaba su reloj más de lo normal, forzaba sonrisas que no llegaban a sus ojos y mantenía la espalda demasiado recta.
—¿Tienes todo listo para Laos?—Empezó la conversación Kota.
—Sí… —Respondió girando el tallo de su copa entre los dedos.—Minho me ayudó con los permisos y ya tengo todas las vacunas…Kota, tengo que hablar contigo.
—No, permíteme a mí hablar primero.
La voz de Kota tenía un matiz de determinación que descolocó a Felix. El boxeador sonrió con dulzura, luego hizo una seña al camarero, quién se acercó rápidamente con una pequeña caja negra. Felix parpadeó, miró a su pareja y sintió que el aire se volvía espeso.
—No quiero que te vayas sin saber que te amo.—Dijo Kota, con voz firme.—Han pasado casi dos años desde que empezamos, y aunque al inicio fue confuso, tú me diste luz. Me enseñaste a ser paciente, amor. Me mostraste otra forma de vivir. Felix, quiero casarme contigo.
La cajita se abrió. Dentro, un anillo de plata pulida, sencillo, coronado con un pequeño zafiro que brillaba con la misma calidad que el cielo despejado. Felix lo observó y, por un momento, pensó en el mar de Australia, ese que imaginó de niño como un refugio al que huir.
Sin embargo, lo que sintió no fue alegría. Fue un nudo en la garganta, una mezcla de culpa y tristeza. Los ojos se le humedecieron, pero parpadeó, ahogando todo. Levantó la mirada y supo que no podía dejar pasar más tiempo.
—Kota… Lo siento, pero no puedo.
La expresión de Kota se quebró en segundos, del brillo a la confusión y luego al dolor.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Eres demasiado bueno para mí. Un buen hombre… Y yo no te merezco.
—No digas eso.—Suplicó, estirando la mano para tomar la ajena, pero Felix la retiró antes de tiempo.—¿Hice algo mal?
—No, tú no. Yo soy el que está roto… Nunca debí empezar esto, porque desde el principio estuve atrapado en el pasado...—Lo miró con honestidad.—No espero que me perdones por lo que hice. Sólo… Necesito sanar algo de mí antes de seguir adelante.
Kota no respondió. Las lágrimas le corrían silenciosas por el rostro mientras lo miraba, inmóvil. Felix sintió que cualquiera palabra extra sería cruel así que se levantó.
—Te deseo lo mejor… Y lo siento, de verdad.
Hizo una reverencia antes de salir del restaurante. Afuera, la noche se sentía fría, y aunque sabía que había hecho lo correcto, el peso en su pecho no disminuía. Nunca había visto a Kota llorar así, y la imagen lo acompañó todo el trayecto en taxi hasta su departamento.
Al llegar, se dejó caer sobre la cama. Quería creer que el viaje a Laos le ayudaría a recomponerse, a encontrar algo de paz. Mientras guardaba su pasaporte en la mochila de mano, un papel doblado llamó su atención. Lo sacó y, al desplegarlo, vio el dibujo que Hyunjin le había hecho una vez. Un trazo de su silueta dormida, con la fecha escrita en una esquina.
Sonrió apenas, una curva diminuta en sus labios, antes de guardarlo de nuevo en una carpeta. Se acercó a la ventana y observó el amanecer asomándose sobre los edificios. La ciudad despertaba, y él quiso creer que, de alguna manera, también estaba naciendo otra vez.
O eso esperaba.
*-*-*
Hyunjin no esperaba que el video lo golpeará tan fuerte.
Estaba solo en su departamento, un domingo en la tarde, con las luces apagadas y la laptop apoyada en sus muslos. Había hecho clic en el enlace sin pensar mucho. Una nota de UNICEF destacó el trabajo de su nuevo embajador en Laos. Pensó que tal vez lo vería unos segundos y luego pasaría a otra cosa.
Sin embargo, ahí estaba Felix con una camiseta blanca simple, el cabello rubio recogido, el rostro limpio, sin una gota de maquillaje, dejando a la vista sus constelaciones de pecas y una sonrisa que no sólo iluminaba la pantalla, sino que le encendía un recuerdo que creía dormido.
Lo vio cargar cajas, agacharse para abrazar a niños descalzos, organizar actividades, reír como si nada en el mundo tuviera más importancia que ese momento. Como si todo su ser estuviera diseñado para dar.
Hyunjin se quedó inmóvil, enamorándose otra vez de él.
Porque no era sólo que Felix fuera hermoso. Era que él lo conocía. Sabía que ese brillo en sus ojos no era actuación ni protocolo. Lo había visto antes, en las madrugadas compartidas viendo documentales, en las conversaciones de voz baja sobre sueños imposibles, en el modo en que planeaban sus futuras donaciones.
—Ese era nuestro sueño…—Murmuró, con la mirada fija en la figura del rubio, que ahora limpiaba con cuidado la comisura de los labios de un niño.
Y sintió una punzada. Justo en ese lugar del pecho dónde la respiración se vuelve más corta. No eran celos, era ausencia. Una tristeza silenciosa, como una nota de piano que se mantenía en el aire mucho después de que el dedo se hubiera levantado de la tecla.
Estaba orgulloso de él, de lo que había logrado, de cómo su presencia ahora expandía más allá de cualquier escándalo o titular, pero también dolía porque Hyunjin no estaba ahí. No era parte de ese capítulo. No ser quien le sostuvo la mano en el vuelo, ni quién compartía la comida, tampoco dormir bajo un cielo diferente, contando las mismas estrellas que ellos habían prometido ver algún día.
Pausó el video. La imagen quedó congelada. Felix riendo con un niño a cuestas, la luz del sol dibujándole un halo dorado.
Hyunjin levantó la mano y, con la yema de los dedos, acarició la pantalla como si tocará algo frágil que podía romperse.
—Lo hiciste…—Susurró, la voz apenas un hilo. —Ojalá lo hubiéramos hecho juntos…
Y, por primera vez en meses, se permitió cerrar los ojos y sintió paz al recordar sus momentos con Felix.
*-*-*
El gimnasio al que Bang Chan se había inscrito no quedaba precisamente cerca de su nuevo departamento en Seúl, pero lo prefería así. Era una excusa para caminar, despejar la mente antes de sumergirse en casos, interrogatorios y largas noches en la oficina. Desde que había llegado a Corea, todo se sentía un poco distante. Aterrizar en una ciudad donde nadie te esperaba podía ser desorientador, hasta que conoció a alguien como Changbin.
No es que no disfrutará la compañía de Felix, pero él estaba en Laos y Chan no tenía a nadie más.
Conoció a Changbin entre sacos de box y bromas. No hicieron falta más de dos entrenamientos para que el vínculo se fortaleciera. Más tarde descubrió que era el dueño del gimnasio.
Changbin era cálido, accesible, y sobre todo, auténtico. Era fácil hablar con él sin sentir que había que fingir.
—Mañana vienen dos personas.—Le dijo una tarde, mientras ambos terminaban su rutina de espalda.
—¿A entrenar?—Preguntó con tono despreocupado.
—No exactamente. Uno es mi novio, el otro es su amigo. A veces se nos une para cenar.
Chan asintió, pensando que sería una visita más.
Sin embargo, al día siguiente, al entrar, los vio. Estaban sentados en una esquina del gimnasio, sobre una colchoneta de estiramiento. Changbin ya estaba con ellos.
Uno de los chicos, de ojos rasgados como el fenec y una sonrisa amplia, parecía irradiar una calidez. El otro… Era diferente, más reservado y tenía los brazos cruzados con la mirada fija en algún punto. Su postura era relajada pero alerta. Como si observará sin juzgar, como si estuviera acostumbrado a estar en lugares ajenos sin perder la calma.
—Chan, te los presento.—Dijo Changbin, acercándose.—Él es Jeongin, mi novio. Y este es Seungmin, nuestro amigo.
—Mucho gusto.—Saludó Chan, estrellando la mano de Jeongin.
—Igualmente, Changbin me contó que consiguió un buen amigo.
Fue entonces cuando Chan miró a Seungmin más cerca y algo se le quedó atascado en el pecho.
—Un placer.—Murmuró Seungmin con una ligera inclinación de cabeza.
—¿Entrenas también?—Preguntó curioso, notando que Jeongin sí llevaba bolso.
—No, sólo vine a acompañarlos, luego cenaré con ellos.—Respondió y desvió la vista hacia el ring donde dos chicos empezaban a boxear.
La conversación terminó ahí, pero lo que quedó flotando no fue indiferencia, sino un silencio cómodo, casi íntimo, como si se conocieran de antes.
Chan volvió a sus ejercicios, pero mientras lanzaba golpes al saco de boxeo, no pudo evitar que su mirada se desviara a la banca. Ahí estaba Seungmin, revisando su celular, ajeno y sereno, mientras Jeongin y Changbin entrenaban con las mancuernas.
Era raro en él distraerse así. Las primeras impresiones no solían importarle, pero esa, sabía que iba a recordarla.
Cuando terminó, mientras bebía agua y se secaba con la toalla, la curiosidad lo traicionó.
—¿Seungmin siempre los acompaña?—Le susurró a Changbin cuando estuvieron solos.
—Al que miras mucho, sí.—Respondió con una sonrisa ladeada y le dio un codazo cómplice.—Pero si quieres saber su tipo, no creo que seas tú, detective.
—Yo no dije nada… Sólo preguntaba.—Replicó Chan, aunque su voz lo delató.
De camino a los camerinos, giró una última vez. Seungmin seguía ahí, tranquilo, como si el mundo no tuviera prisa. No había hecho gran cosa, y aun así, Chan sabía que se iba a acordar de esa mirada indiferente durante mucho tiempo.
*-*-*
Cuando todos estaban listos para irse, Jeongin hablaba animadamente con Changbin, comentándole sobre un nuevo restaurante que quería probar. Seungmin que había estado mayormente en silencio durante toda la visita al gimnasio, anunció que esperaría afuera.
—Nuevamente, un gusto.—Murmuró hacia Chan, ajustándose la gorra antes de girar sobre sus talones.
Bang Chan lo vio alejarse con esos pasos tranquilos que parecían medir el tiempo. Algo, un impulso más fuerte que la prudencia, lo empujó a reaccionar.
—¡Espera!—Llamó, medio corriendo hacia el menor, mientras esquivaba una pesa mal colocada que casi lo hace tropezar.
Seungmin se detuvo, claramente sorprendido. Se giró, alzando una ceja con la misma expresión que mezclaba curiosidad y un ligero escepticismo.
—¿Si?
Chan sintió que la garganta se le cerraba. No tenía nada planeado, y aún así, las palabras salieron antes de que pudiera frenarlas.
—Sólo… Pensé que, no sé, podrías darme tu número. Para hablar o algo así.
El silencio se alargó. Desde atrás, Jeongmin y Changbin giraron a mirarlos, con esa atención descarada de quién estaba a punto de presenciar un momento interesante. Chan sintió que el calor le subía al cuello, como si estuviera en un interrogatorio pero sin guion.
—¿Para hablar de qué?—Preguntó, con un deje de burla que no ocultaba del todo su interés.
—Ah… ¿Gimnasios? ¿Perritos?—Improvisó y hasta él mismo sintió lo patético que sonaba.
Seungmin lo sostuvo con la mirada, y entonces, como si el muro que lo protegía dejará entrever una grieta, dejó escapar una risa baja, breve, pero suficiente para que el corazón de Chan diera un vuelco.
—No doy mi número así como así.—Dijo con una sonrisa, ladeando la cabeza.—Y menos a tipos que apenas conozco.
Antes de que Chan pudiera recuperar la dignidad caída al suelo, el menor le dio una palmadita en el brazo. Un contacto breve pero bastó para que su piel lo recordará.
—Pero buen intento, Bang Chan.
Se giró y se fue. Chan lo siguió con la mirada, incapaz de ocultar una sonrisa torcida que le nacía sola.
—Ay, no… Me gustan los chicos difíciles.
Changbin, que se acercaba con una botella de agua, lo miró de reojo.
—Te lo advertí. Seungmin no es fácil.
—Eso lo hace peor.—Susurró Chan, sin apartar la vista de la puerta.—Ahora no sólo quiero su número, quiero todo de él.
Jeongin soltó una carcajada mientras se acercaba.
—Buena suerte. Llevo toda la vida conociendo a Seungmin, y muchos se rindieron antes de llegar lejos.
—Entonces…—Dijo Chan con seguridad.—Estoy listo para cruzar todos los obstáculos.
Mientras Changbin y Jeongin se despedían, Seungmin los esperaba unos metros más allá, revisando su celular. La luz de la calle resaltaba la línea de su mandíbula, el arco perfecto de sus labios. Chan sintió que esa imagen se le tatuaba en la memoria.
Y en ese momento decidió, con la firmeza de alguien que no solía rendirse, que iba a conquistarlo.
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Chapter 16: 15
Summary:
“Te encontré”, murmuró, casi sin darse cuenta, mientras su corazón latía más fuerte que nunca. Las palabras no eran necesarias. La sonrisa en su rostro lo decía todo.
El auto siguió avanzando lentamente, casi como si dudará en marcharse, mientras Hyunjin subía al vehículo de su amigo Felix apoyó la frente contra el vidrio, cerró los ojos y dejó que su corazón siguiera golpeando fuerte.
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Chapter Text
El sol comenzaba a descender detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados que parecían incendiar el horizonte. El calor húmedo se pegaba a la piel como una segunda capa, pero Felix apenas lo notaba.
Estaba sentado en el suelo de tierra, rodeado por un grupo de niños que, entre risas y gritos de emoción, trataban de encajar las últimas piezas de un viejo rompecabezas. Se inclinó, con cuidado, guiando con paciencia los pequeños dedos de una niña para que encajará una pieza que completaba el ala de un ave en la imagen. Había en su rostro una serenidad que no mostraba en público, un brillo en los ojos que sólo aparecía en momentos así. Sentía que en ese lugar, lejos de todo, podía ser él mismo. Sin cámaras, sin contratos y sin promesas que lo ahogaran.
La encargada del voluntariado apareció caminando con paso firme, pero con una expresión seria. Llevaba en las manos un sobre doblado que no entregó de inmediato.
—Felix.—Comenzó con un tono suave, lo suficiente para que el mencionado levantará la mirada. —Necesitas regresar a Corea.
Él alzó la ceja, desconcertado.
—¿Ahora?
Ella asintió, tragando saliva.
—Es urgente, eso es lo que dicen. Es importante que estés allá lo antes posible.
Felix se quedó en silencio unos segundos. Sus ojos se desviaron hacia los niños, que acababan de colocar la última pieza del rompecabezas y lo celebraban como si hubieran ganado una medalla. Sonrió, pero en el pecho sintió un nudo apretarse, como si algo invisible comenzará a cerrarse sobre él.
Ese mismo día, mientras empacaba sus pertenencias, metió con cuidado en la maleta los dibujos que le habían regalado los niños. Cada objeto que guardaba parecía pesar más de lo que debería y lo admitía, no quería irse. Lo peor era que no sabía exactamente porque temía tanto volver.
*-*-*-*
El vuelo de regreso fue una eternidad de pensamientos que chocaban unos con otros. Miraba las nubes pasar por la ventanilla, pero su mente estaba en todas partes menos ahí. ¿Y si le había pasado algo a su mamá? ¿A su papá? ¿A sus hermanas? ¿A su primo? Incluso pensó en Kota, pero ellos habían terminado por el bien de ambos. Al menos así, empezaba a sentirse él mismo otra vez.
Sin embargo, cuando llegó a Corea y antes de que pudiera orientarse, lo recibieron una pared de flashes y micrófonos ansiosos por su respuesta a las preguntas.
—¡Felix!—Una voz gritó por encima del bullicio.—¿Qué tiene que decir sobre su relación con Kota?
—¿Es cierto que siguen juntos?
—¿Qué opina de su hospitalización? ¿Es verdad que planean casarse?
Felix se quedó congelado en medio de la multitud. Sintió cómo las palabras “hospitalización” y “casarse” se incrustaban en su mente. Su respiración se agitó, como si acabará de recibir un golpe.
—¿Hospitalización? —Susurró para sí mismo, pero nadie lo escuchó.
Un brazo lo sujetó con firmeza. Era Minho, apartando con fuerza a los periodistas, ayudado por el personal de la seguridad, guiándolo hacia una salida lateral. No hablaron hasta que estuvieron dentro del auto.
El sonido del motor y el golpeteo suave de la lluvia contra el parabrisas llenaban el silencio. Felix observaba las luces de la ciudad pasar a toda velocidad.
—Minho…—DIjo al fin.—¿Qué significa todo eso? ¿Casarme? Estoy seguro de que te pedí que le dijeras al director que Kota y yo habíamos terminado. ¿Y cómo terminó en el hospital? ¿Y que tiene que ver conmigo?
Minho mantuvo la vista en la carretera.
—El director te lo explicará.
—No.—Negó, con un tono que no admitía rodeos.—Necesito saberlo ahora.
El mayor dudó por un segundo y su agarre en el volante se tensó.
—No puedo. Lo siento, Felix.
El silencio volvió, pero esta vez era más pesado, más asfixiante. Felix apoyó la frente contra el cristal, sintiendo que con cada kilómetro que avanzaban, se acercaba a algo que no quería enfrentar.
*-*-*-*
La oficina del director siempre había sido un lugar incómodo para Felix, pero esa tarde se sentía como una sala de juicio. Park Jin-Young lo recibió de pie, con las manos detrás de la espalda y una mirada impenetrable, pero con una sonrisa tan fina que parecía cortante.
—Felix, me alegra que volvieras tan rápido. Tenemos una situación delicada.
El rubio cruzó los brazos, enarcando la ceja.
—Escuché que Kota está en el hospital. ¿Por qué no se me informó antes?
Park Jin-Young dejó de sonreír, mirándolo con frialdad.
—Porque no hay tiempo para sentimentalismos. Vas a volver con Kota.—Soltó sin rodeos.—Por el bien de la imagen de ambos.
Felix lo miró como si hubiera escuchado una broma de mal gusto. El calor de la rabia le subía por el pecho.
—¿Perdón?
—No hay otra opción. Cómo escuchaste, volverás con él. La imagen está vinculada y, ahora mismo, cualquier escándalo podría costarnos demasiado.
—¿Por la imagen?—Su voz subió apenas un tono.— ¿Y qué hay de mi felicidad? ¿Mi estabilidad? Terminé con él para encontrarme a mí mismo, para…—Se detuvo antes de que pudiera decir más.—Aún así yo…
El director lo interrumpió, con la voz afilada como vidrio.
—Kota intentó suicidarse.
El mundo de Felix se encogió en un segundo. Sintió un hueco repentino abrirse en el estómago, robándole el aire. Había luchado por ser libre, para no vivir con culpa y había fallado.
—¿Qué?
—Está vivo, por si te interesa.—Se encogió los hombros.—Pero frágil. No quiero perder los ingresos que cubren los daños recientes ni dejar que se destruya lo que hemos construido y tú puedes evitarlo. Si quieres seguir con tus donaciones y proyectos, coopera. Sacrifícate y por eso debes quedarte con él.
Felix lo miró sintiendo que cada palabra era un grillete cerrándose en su cuello y muñecas. No era sólo presión mediática, tampoco era una petición. Park Jin-Young, el director de la empresa, le estaba dando una orden disfrazada de obligación moral.
Cuando salió de la oficina, Minho estaba apoyado en la pared del pasillo. Al verlo, Felix ya no pudo contenerse. Caminó hacia él con pasos torpes y apenas estuvo lo suficientemente cerca, se dejó caer contra su pecho.
—No puedo…—Susurró con la voz rota, y las lágrimas empezaron a deslizarse por su rostro.
Minho lo abrazó con fuerza, como si intentará sostenerlo entero mientras el mundo se derrumbaba a su alrededor. No dijo nada, y esa ausencia de palabras fue lo único que no lo aplastó.
*-*-*-*
El pasillo brillaba con un blanco demasiado intenso que casi dolía a la vista. El olor a desinfectante se mezclaba con un leve rastro metálico que Felix prefería no identificar. Sus pasos resonaban suaves, pero en su cabeza retumbaban como golpes secos. El peso le pesaba, sentía que cargaba todo el mundo encima.
La puerta de la habitación estaba entreabierta. La abrió con cuidado y lo primero que vio fue a Kota, recostado contra la cabecera, con la piel más pálida de lo que recordaba y ojeras profundas que el maquillaje no podría disimular. Aún así, sus labios se curvaron en una débil sonrisa en cuánto lo vio entrar.
—Felix…—Su voz era ronca, como si no hubiera hablado en todo el día.—Pensé que no vendrías.
Felix cerró la puerta tras de sí, caminando despacio hasta la cama. Sintió una mezcla de sensaciones. La memoria de lo que un día había sentido por él, el peso de todo lo que había pasado y, encima de todo, la sombra de Hyunjin cruzando su mente.
—Creo que sabes por qué estoy aquí.—Respondió, ya que después de todo no estaba ahí por decisión propia.
Kota lo miró con una intensidad que lo incomodaba, como si buscará en sus ojos algo que ya no estaba ahí.
—Cuando desperté… Pensé que tal vez…—Apretó la sábana entre los dedos.—Que tal vez ya no te importo…
Felix quiso sugerir que buscará ayuda para que dejará de depender de él, pero en lugar de eso, respiró hondo y se sentó en la silla junto a la cama. Su mirada se perdió un segundo en la ventana, evitando la de Kota.
—Me casaré contigo.—Dijo, directo como quien arranca una venda rápido.
Kota parpadeó, sorprendido y la tensión en sus hombros se relajó un poco.
—¿De verdad?—Preguntó, con alivio en la voz.
—Pero…No esperes que te ame como si nada hubiera pasado. No puedo fingir que no.—Se detuvo, tragando saliva, sintiendo que cada palabra que pronunciaba, se iba ahogando.—No puedo fingir que no cambiamos.
Un silencio denso llenó el espacio. Kota lo observaba, evaluando esas palabras como si quisiera protestar, pero no tenía derecho. Al final, bajó la mirada.
—Me conformo con eso…—Dijo en voz baja.—Sólo… No me dejes otra vez.
—A cambio… —Vaciló, sabiendo que era arriesgado decir eso sin el consentimiento de Park Jin-young, pero necesitaba hacerlo.—Busca ayuda profesional.
—Está bien, lo haré si eso significa que te quedarás conmigo.
Felix lo miró entonces, y esa súplica le atravesó el pecho como una daga. No porque quisiera quedarse, sino porque sabía que no podía irse sin causarle otra herida. Se sintió atrapado, como si la habitación se hubiera cerrado sobre él.
—Bien… Cuando te den alta, me iré a Australia… Sólo para visitar a mis padres y contarles de nuestro compromiso.
—Me parece bien… No sabes lo mucho que me alegra…
—Otro punto que considerar, el vivir juntos, será en mi departamento. Me encargaré de que mi manager se comunique con el tuyo. Se encargará de confirmar nuestro compromiso y la mudanza.
—Felix…
—Bueno, volveré mañana. Que descanses.
Se levantó, posó una mano breve en el hombro de Kota, un gesto más de compromiso que de cariño y salió antes de que las lágrimas que contenía pudieran delatarlo.
El pasillo estaba igual de blanco que antes, pero ahora parecía más largo como si quisiera alargar su huida. Mientras caminaba, pensó que Hyunjin merecía verlo luchar por su libertad y, sin embargo, estaba atándose de nuevo, por culpa, por presión, por todo menos amor.
El aire frío de la noche lo recibió como un golpe. Felix salió del hospital con las manos hundidas en los bolsillos, la cabeza baja y la respiración pesada. No podía recordar cuándo había sido la última vez que algo lo había hecho sentirse tan vacío después de haber roto con Hyunjin.
La calle estaba desierta, sólo algunos autos pasaban de vez en cuando, proyectando luces que se deslizaban sobre el asfalto húmedo. Un vehículo estaba frente a él, era Minho quién lo esperaba dentro. Así que se adentró sin decir una palabra más y el mayor lo entendió.
Felix apoyó la frente contra la ventana fría y cerró los ojos.
La imagen de Kota en la cama, con esa voz quebrada, todavía lo perseguía, pero como una sombra inevitable también apareció, Hyunjin. El que lo había visto reír, que lo miraba como si lo entendiera sin necesidad de palabras. Ese era el rostro que quería tener frente a él y no el que había visto hace unos minutos.
Se mordió el labio, intentando contener un temblor. La promesa de matrimonio le pesaba en el pecho como una piedra y sabía que no era por amor, sino por obligación, por culpa, por chantaje disfrazado de “lo correcto”.
“¿Qué hay de mi felicidad?” se había atrevido a preguntar al director horas antes. Y la respuesta había sido tan fría como el aire que respiraba ahora en pocas palabras: No importa.
Sintió cómo las lágrimas, tibias y traicioneras, le resbalaban por las mejillas. Minho, a su lado, no dijo nada, dejándolo pasar por ese torbellino de emociones. El menor se limpió con la manga de la chaqueta, frustrado, como si borrar esas lágrimas pudiera borrar también la sensación de estar atrapado, pero no podía. No mientras las cadenas no fueran de hierro, sino de decisiones que otros habían tomado por él.
Sacó su teléfono. La pantalla iluminó su rostro y por un momento su pulgar dudó sobre el contacto que más quería marcar, aunque no estaba seguro si era el mismo número.
Podría llamarlo, podría decirle todo, pero ¿Para qué? No podía ofrecerle nada más que promesas rotas.
Guardó el celular de nuevo. Respiró hondo, intentando recomponerse y se obligó a mirar por la ventana. Cada segundo que pasaba lo sentía como si se alejará más de lo que realmente quería pero no veía una salida.
Sin embargo, en algún lugar de su interior, una voz pequeña y persistente le decía que no importaba cuán lejos se alejará, Hyunjin siempre iba a estar ahí, en su corazón.
Esa noche, Felix se quedó solo en su habitación después de que Minho lo dejará en su departamento. Las luces de la ciudad se filtraban por la ventana, dibujando sombras en las paredes. Se apoyó en el cabecero de la cama y abrazó sus piernas con la mirada perdida.
Pensó en Hyunjin, en su sonrisa, en la forma en que lo miraba como si pudiera verlo realmente. Había esperado encontrarlo algún día y poder decirle que lucharía por él para volver a estar juntos, pero ahora esa promesa se sentía lejana, imposible.
El peso en su pecho era insoportable. No sólo había cedido ante la presión, también había renunciado a lo que más quería. Se dio cuenta que no tenía elección y lo único que podía hacer era sacrificar su propia felicidad por una causa, aunque eso significará vivir en una mentira.
Las lágrimas cayeron sin que pudiera detenerlas y en la soledad de esa habitación, comprendió que el sacrificio no siempre es heroico. A veces era una condena silenciosa.
*-*-*-*
El gimnasio estaba casi vacío. Era esa hora sagrada entre el cierre del turno de la mañana y el inicio de la tarde, cuando la luz natural, que entraba por los ventanales bastaba para iluminar todo. El único sonido era el zumbido constante de una caminadora… Y el crujir descarado de una bolsa de papas.
—Jeongin, eso está prohibido aquí.—Masculló Seungmin, girando hacia el chico que, sin un ápice de culpa, masticaba sentado sobre una máquina de abdominales.
—No para mí.—Respondió con una sonrisa descarada.—Privilegios de ser el novio del dueño, ¿Quieres una?
Seungmin negó con la cabeza mientras se sentaba en la banca. Fue entonces cuando escuchó unos pasos rápidos que ya se le hacían familiares. Bang Chan apareció por la puerta, sin perder el aliento, como si hubiera corrido desde el otro lado del planeta sólo para llegar hasta él.
—Llegas tarde.—Dijo Seungmin sin mirarlo directamente.
—Estaba… preparándome.—Respondió recuperando la compostura mientras se acercaba.
—¿Preparándote para hablar conmigo o para no tropezar con la mancuerna como la vez pasada?
Jeongin soltó una carcajada tan fuerte que casi se atraganta con sus papas y Chan ignoró el comentario, dio un paso más cerca.
—¿Entonces es un…?
Seungmin resopló y se giró para mirarlo.
—Una salida. No una cita.
El mayor parpadeó incrédulo ¿Lo había escuchado bien?
—¿Cómo?—Preguntó, sin poder ocultar la sonrisa que ya amenazaba con desbordarse por su rostro.
—Una salida, no una cita.—Repitió con la voz neutra.—No me hagas repetir de nuevo, Bang Chan.
—¡Se logró!—Exclamó Jeongin.—Sabía que mi intervención daría frutos.
—Esto fue culpa tuya.—Masculló Seungmin.
—No.—Corrigió el menor de los tres.—Esto fue gracias a mí. He tenido que aguantar tres semanas escuchando a este hombre decir “sólo quiero conocerlo, ¿Es mucho pedir?” y luego suspirar como si fuera una colegiala enamorada.
Bang Chan se giró hacia él, indignado.
—¡Hey!—El acento australiano se hizo tan evidente que Seungmin no pudo evitar mirarlo.—¡No estaba suspirando de esa forma! Sólo… Estaba respirando, ajá.
—¿Mientras mirabas su Instagram que conseguiste gracias a mí?—Jeongin alzó una ceja.
Chan sintió que no podía con el menor porque entre más decía, más expuesto estaba. Se giró hacia Seungmin, bajando un poco la voz.
—¿Aceptaste por mí o para que Jeongin dejará de torturarte?
—Acepté porque ya me cansé de que me atosiguen los dos. Tú con tu “¿Y si tomamos un café?” y Jeongin con su “Vamos, hazlo por el bien del guion”. ¡Por el amor de Dios! ¿Qué guion, Jeongin?
—¡El de la romántica!—Contestó doblando la bolsa vacía.
Chan dio un paso más, acortando la distancia entre ellos y Seungmin se tensó, sin apartar la mirada del mayor.
—Entonces… ¿Puedo pasarte a buscar el viernes?
—No. —Respondió sin pensarlo.—Digo… Puedo ir solo. Si te atreves a llevar flores, me voy.
—¿Y sí es una sola flor?
—Si es roja, no volverás a saber de mí.—Dijo sin inmutarse a la sonrisa de Chan.
—¿Y si es azul?
—Estoy empezando a arrepentirme de aceptar.
—Muy tarde.—Dijo Jeongin alzando su mano, la cual sostenía su celular.—Ya lo prometiste. Tengo la prueba grabada.
Seungmin giró lentamente la cabeza hacia él.
—¿Me grabaste?
—Para el recuerdo.—Respondió, encogiéndose de hombros.—Y para cuando tengan hijos, quiero decir, perros. Mascotas, lo que sea.
El mayor estalló en carcajadas mientras Seungmin lo fulminaba con la mirada.
—Esto no es una historia de amor.
—Claro que sí, es sólo el comienzo.—Susurró Chan.
Jeongin silbó y aplaudió. Chan le guiñó el ojo a Seungmin antes de salir corriendo, justo a tiempo para esquivar la zapatilla que Seungmin se había quitado para lanzársela.
*-*-*-*
La luz de la mañana entraba por las ventanas de la habitación de Hyunjin. Normalmente ese lugar era un desastre, ropas en el suelo, tazas abandonadas y papeles por todas partes, pero, en las últimas semanas, todo estaba en orden.
Y esa mañana, despertó distinto.
Salió de la ducha con una toalla, colgando de los hombros, el cabello aún húmedo y enmarañado. Se detuvo frente al espejo del baño y se miró por un largo momento, como si estuviera reconociéndose por primera vez en semanas.
Sin pensarlo demasiado, abrió el cajón y sacó la máquina de afeitar que había comprado hacía poco. La encendió y el zumbido llenó el silencio de la casa.
Los mechones comenzaron a caer, ligeros, hasta cubrir el lavabo y el suelo. Cuando terminó, pasó las yemas de los dedos por la cabeza recién rapada. Se veía diferente. No era magia, pero tal vez sí un primer paso para empezar de nuevo.
Esa misma tarde, Jeongin, Changbin y Seungmin aparecieron en su puerta, como siempre, sin previo aviso. Ellos no visitaban, ellos irrumpían.
Hyunjin abrió la puerta y los tres se quedaron congelados. Literalmente.
—Pero ¿Qué carajos…?—Empezó Changbin, dando un paso atrás como si hubiera visto un fantasma.
—¿Qué te pasó?—Jeongin lo miró con los ojos más abiertos que lo normal, apuntándole con el dedo.
Seungmin, en cambio, lo miró por unos segundos en silencio. Luego, frunció el ceño, inclinó un poco la cabeza.
—De acuerdo, me sorprendiste, pero no te queda mal.
—¿No les avisé?—Bromeó Hyunjin, encogiéndose de hombros mientras volvía hacia el sofá como si nada.
—No, Hyunjin, no avisas ni cuando vas a comprar leche, menos que te vas a rapar… Como si fueras un monje budista, pero moderno.—Dijo Jeongin y se desplomó a su lado.
—¿Te sientes bien?—Peguntó Changbin con una mezcla de preocupación y curiosidad.
Hyunjin asintió. Se llevó la mano a la cabeza rapada y sonrió con un dejo de melancolía.
—Tal vez necesitaba cambiar eso.
Nadie hizo preguntas, lo entendieron a la primera. El ambiente se quedó en silencio hasta que un cojín le dio de lleno en la cara de Hyunjin.
—Bueno, al menos ya te puedes peinar el cabello.—Soltó Jeongin, con una sonrisa divertida.
Hyunjin soltó una risa suave, una que no se escuchaba desde hacía tiempo. En ese momento, rodeado de esos tres amigos tan distintos entre sí, pensó que tal vez no estaba nada mal salir más seguido con ellos.
*-*-*-*
El reloj en la pared parecía más lento cuando Felix estaba en casa sin sesiones de fotos, sin entrenamientos, sin nada más que esperar.
Habían pasado un par de meses desde lo de Kota. Tal como le dijo aquella noche, después del alta médica, se anunció que se casarían y que ahora vivían juntos en el departamento de Felix. Hacía apenas unas semanas que él había regresado de Australia, tras visitar a su familia, y todavía tenía fresco aquel sueño que le contó a Jisung después de que Minho los dejará solos.
Estaba sentado frente a su laptop, leyendo el mismo correo por quinta vez. Era de Minho, fechado hacía tres días con el asunto: “Seguimos buscando”.
Nada nuevo. Nada concreto.
Se pasó una mano por el cabello y dejó caer el cuerpo contra el respaldo del sofá. No imaginaba que encontrar a un director creativo fuera tan complicado. Felix sentía que todo estaba en pausa. No sólo los proyectos, también su creatividad, como si esperará un permiso para salir de nuevo.
Él sabía perfectamente quién era la persona que encajaba con lo que Minho buscaba.
—¿Alguna novedad?—Preguntó Kota desde la cocina, sacando frutas del refrigerador.
Felix soltó un suspiro recordando que ya no vivía solo y convivir con Kota estaba siendo más difícil de lo que había pensado.
—Es sólo trabajo. Estamos buscando a alguien que cumpla los requisitos.
Kota se rió por lo bajo, cortando una manzana.
—Entiendo, probablemente deban buscar a un poeta, no a un fotógrafo.
“ Hay uno que no sólo es fotógrafo, también es un poeta no profesional” pensó el rubio cerrando la laptop.
—Nadie logra lo que Minho y yo queremos. No es que lo hagan mal, pero tiene que haber algo que te haga sentir que lo hicieron con el corazón, que sacaron la mejor parte de esa persona.
—Tal vez…—Dijo Kota, sin mirarlo.— Estás esperando encontrar algo que ya conociste antes, sin darte cuenta.
Felix se giró, sorprendido. Kota seguía centrado en sus manzanas, sin notar que sus palabras habían alterado el corazón del pecoso.
—Como sea, Kota, ¿Ya fuiste a buscar ayuda?—Preguntó para cambiar el tema y vio que el boxeador se detuvo.—Kota.
—De acuerdo, de acuerdo. Iré mañana, lo prometo.
—No prometas nada. No quiero promesas, sólo hechos.
Antes de que Kota pudiera responder, Felix se levantó con la laptop en la mano.
—Iré a la habitación, tengo que hacer una llamada con Minho.
Era una excusa, pero no podía seguir compartiendo el mismo aire. Hasta ahora, seguía pensando que había sido un error ceder, pero recordó las sonrisas de los niños en el voluntariado de Laos, y eso valía más que su amor por Hyunjin.
Se dejó caer sobre la cama y se quedó mirando el techo.
*-*-*-*
Hyunjin salió del estudio con el cuerpo cansado y el cuello tenso, pero fue la lluvia que lo detuvo en seco. Fina, constante y sin la más mínima intención de detenerse. Rebuscó en su mochila y no encontró paraguas. Claro que no. Nunca lo llevaba cuando no revisaba el clima y ese día simplemente había salido.
Soltó un suspiro. Por un momento pensó en esperar, pero cuando las gotas le rozaron las pestañas, su cuerpo se movió antes que su mente. Dio el primer paso, luego el segundo y después corrió.
Corrió sin importarle el pavimento resbaladizo, ni el peso de la ropa húmeda pegándose a su piel. Sólo corrió y dejó que una risa se le escapará sin permiso. No era una carcajada, sino ese tipo de risa suave que parecía disfrutar la lluvia.
Porque lo recordó. Porque una vez, cuando estaba enamorado, también había corrido bajo la lluvia, de la mano de Felix, con los zapatos empapados y el corazón a punto de explotar. Y esta vez, al recordarlo, no dolió. Ahora estaba solo, pero no se sentía vacío. Había belleza también en esa soledad breve, en permitirse mojarse, en dejar que el único contacto con el mundo fuera la lluvia.
Se detuvo bajo un paradero viejo, con el techo oxidado, en una calle que ni siquiera reconocía. Cerró los ojos un momento y respiró hondo.
Entonces lo vio.
Un carro negro, de ventanas polarizadas, avanzaba un poco lento por la pista. No había muchos autos a esa hora y por eso llamó su atención. No sabía explicar por qué, pero algo en ese vehículo lo hizo quedarse quieto.
Y justo en ese momento, otro auto se detuvo bruscamente frente al paradero. Era el de Changbin. La ventana del copiloto se bajó y apareció la sonrisa amplia de Jeongin.
—¡Hyunjin!—Gritó.—¡Sube, idiota! ¿Otra vez no revisaste el pronóstico del clima?
Hyunjin parpadeó, echó un último vistazo al carro oscuro que seguía su camino, doblando en la esquina sin revelar nada. Se acercó al auto de sus amigos.
—Estás loco.—Rió Jeongin mientras Changbin estiraba su brazo para abrir la puerta trasera.—Entra antes de termines con los boxers empapados. Pensamos que ya estabas en casa de Seungmin.
Hyunjin sonrió y subió al auto sin pensarlo.
—¿Llevan ramen?—Preguntó mirando la bolsa a su lado, mientras aceptaba la toalla que le ofrecía Jeongin.
—¿Qué crees?—Bufó Changbin.—Claro que llevamos ramen y cerveza. Secas también el asiento.
—Sí, papá.—Bromeó.
El motor rugió y el coche se alejó, dejando el paradero atrás, la calle empapada y la silueta del carro negro. Hyunjin no se giró a mirar atrás. El recuerdo de Felix seguía vivo, pero esa noche pertenecía a otra parte de su vida. Al presente.
*-*-*-*
—Señor Felix.—Dijo el asistente del manager, desde el asiento del conductor.—Me ha llegado un mensaje del señor Minho. Dice que si seguimos sin encontrar a alguien adecuado, va a terminar contratando a un fotógrafo que, por lo menos, sepa capturar la esencia, aunque no tenga experiencia dirigiendo.
Felix estaba sentado en el coche, con la cabeza recostada contra el vidrio. Sus párpados pesaban, pero la vibración del motor y el golpeteo tenue de la lluvia lo mantenían despierto. Abrió los ojos lentamente, se enderezó y miró al chofer.
—Bueno.. Supongo que no hay otra opción. —Respondió con un suspiro que parecía más cansancio del alma que de la voz.
Volvió a dejar que su mirada se perdiera en la ventana. Afuera, la ciudad se desplegaba como una película en blanco y gris, con luces distorsionadas por la lluvia. Pero su mente no estaba ahí, seguía atrapado en un ciclo interminable de recuerdos. Cada calle que pasaba, cada giro, cada ruido parecía llenar el vacío que no sabía cómo cerrar.
Y entonces, algo irrumpió en esa monotonía.
Una figura. Una silueta.
Era él.
Su Hyunjin.
El rubio sintió un golpe seco, como si el aire se hubiera encogido a su alrededor. Sus manos se cerraron con fuerza contra el asiento, las uñas hundiéndose en la tela, mientras observaba como el azabache corría bajo la lluvia. No era una carrera desesperada, sino un avance sereno, seguro, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Y mientras lo veía, una sensación extraña, pero dolorosamente familiar, lo invadió, como si el mundo a su alrededor se hubiera desvanecido por completo.
—Baja la velocidad.—Le dijo al chofer, su voz apenas en un susurro, pero cargada de urgencia.
El coche empezó a desacelerar y Felix sintió que cada segundo parecía estirarse y partirse en mil fragmentos. No podía apartar los ojos de Hyunjin, quién corría con esa calma que siempre lo había caracterizado, su figura recortada contra el fondo de neblina y luces difusas, el agua resbalando por su cuello, por el filo de sus pómulos. Algo en el rostro de Hyunjin, algo en la forma en que se movía, hizo que el rubio se sintiera como si, por fin, hubiera encontrado lo que había estado buscando todo este tiempo.
Hyunjin había cambiado, tenía los hombros más anchos, músculos más definidos, el cabello rapado resaltando con crudeza. Y aún así, Felix lo reconoció con la certeza con que se reconoce un latido.
Felix, sin darse cuenta, levantó una mano y la apoyó en la ventana, acariciándola suavemente con los dedos. No era un gesto consciente, pero lo hizo como si intentará alcanzar a Hyunjin, como si ese simple contacto con el cristal pudiera acercarlo un paso más hacia él. En sus ojos se mezclaban la nostalgia y una chispa temblorosa de esperanza.
Finalmente, Hyunjin llegó al paradero, deteniéndose bajo un techo oxidado y respiró profundamente. Una sonrisa pequeña y relajada se dibujó en su rostro. Felix observó esa sonrisa tan familiar, tan reconfortante que para él significaba hogar .
Y fue en ese preciso momento cuando lo entendió todo.
Nunca dejó de amarlo y una llama encendió. Quería luchar.
Era como si, en algún lugar profundo de él, Felix hubiera estado esperando este momento, esperando a Hyunjin. Todos los años que pasaron, todas las oportunidades que pudieron estar juntos, las distancias que se interpusieron entre ellos, no cambiaron lo que sentía. Siempre lo había amado.
Siempre había sido Hyunjin.
Una sonrisa apareció en su rostro, tan espontánea. Era una sonrisa tonta, cargada de amor que ni siquiera intentó ocultarla, porque en ese momento, no importaba más. Hyunjin estaba allí, al alcance de su mirada y eso era todo lo que necesitaba.
“Te encontré”, murmuró, casi sin darse cuenta, mientras su corazón latía más fuerte que nunca. Las palabras no eran necesarias. La sonrisa en su rostro lo decía todo.
El auto siguió avanzando lentamente, casi como si dudará en marcharse, mientras Hyunjin subía al vehículo de su amigo Felix apoyó la frente contra el vidrio, cerró los ojos y dejó que su corazón siguiera golpeando fuerte.
—Ya tenemos director.—Anunció.
El asistente del manager no respondió, pero volvió a acelerar suavemente, sin decir nada.
Notes:
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Chapter 17: 16
Summary:
—¿Crees que debería buscar a otro director?
—Por el momento, no.—Jisung se movió para sentarse en su regazo, rodeando su cuello con los brazos. Minho lo abrazó automáticamente por la cintura, acercándolo más.—Lo mejor es que hables con Felix primero. Pero prométeme algo, no te enojes con él por tomar decisiones sin ti.Minho lo observó en silencio por unos segundos hasta que una sonrisa cansada le curvó los labios.
—De acuerdo, pero parece que disfrutas del drama que se va a armar.
—¿Yo? ¿De qué hablas?—El menor fingió inocencia, aunque sus ojos brillaban divertidos. Se inclinó para darle un beso.—No entiendo lo que pasa por la mente de Felix, pero… Ojalá no vuelva a pasar como la vez anterior. Ellos juntos son increíbles.
—Nosotros somos mejores.—Lo apretó contra su pecho y lo besó en la frente.— O sea… Ni siquiera hemos pasado por lo que ellos pasaron.
—Minho.—Susurró Jisung con una mezcla de ternura y advertencia.
Notes:
Un pequeño fragmento de Jeongin y una parte de Misung, here.
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Chapter Text
La noche era silenciosa, salvo por el murmullo bajo de la televisión encendida. Felix permanecía en el sofá, inmóvil, con la mirada fija solo en su celular sobre la mesa. Lo observaba como si, por pura voluntad, pudiera hacerlo vibrar… Como si el nombre que pesaba tanto en su pecho fuera aparecer en la pantalla sin que tuviera que provocarlo.
Sabía que Kota estaba durmiendo pero ya no podía seguir esperando.
Tomó el celular, marcó de memoria un número que ya estaba grabado en sus huesos y lo llevó a su oído.
— ¿Felix? —Respondió la voz grave de Bang Chan al segundo timbre.— ¿Todo bien?
El rubio inspiró despacio. En la televisión, “Diario de una pasión” iluminaba la sala con destellos azules y dorados. Justo en ese momento, la escena mostraba a los protagonistas besándose de manera agresiva bajo la lluvia. Igual que él y Hyunjin, una vez. No pudo evitar sentirlo como una señal.
—Necesito que me ayudes con algo.—Dijo, poniéndose de pie y caminando hacía el balcón, buscando la privacidad que el aire frío de la noche le ofrecía.—Necesito que investigues todo lo que puedas de Hyunjin.
Hubo una breve pausa del otro lado de la línea.
— ¿Hyunjin? —Repitió Chan, con una mezcla de sorpresa y precaución.— ¿Te refieres a tu ex?
—Sí, a él.
No hubo respuesta inmediata. Felix escuchó el crujido de la silla girando y, luego, el clic de una laptop encendiéndose.
— ¿Qué buscas exactamente?
—Todo.—Respondió sin titubear.—Sé que es artista y toma mejores fotos, pero no sé si llegó a ser profesional. Quiero saberlo todo, su trabajo actual, dirección, con quién vive, qué hace… Incluso si está trabajando en algún lugar.
— Bien, nos reuniremos este fin de semana en la cafetería cerca de mi trabajo.
—Gracias.
Cortó la llamada y se quedó un momento en silencio, observando el cielo nocturno. Las estrellas parpadeaban, lejanas e inalcanzables, pero su deseo era claro, que llegará pronto el día y que su plan funcionará.
Para él, no había otra opción. Era Hyunjin o nadie.
*-*-*-*
El encuentro fue justo como Chan había dicho, una cafetería discreta, a dos calles de la oficina. El murmullo de la gente, el aroma a café recién molido, todo se sentía rutinario salvo por la tensión que se respiraba en la mesa del rincón. El mayor pidió té verde, relajado, mientras Felix ni siquiera tocó su chocolatada. Tenía las manos entrelazadas sobre la mesa, los dedos inquietos, la mirada fija en la carpeta que su primo acababa de dejar frente a él.
—No tuve que investigar tanto.—Comentó Chan con naturalidad, abriendo la carpeta con calma.—Resulta que su vecino y amigo es Changbin. Lo conocí hace unos meses en el gimnasio al que empecé a ir. Nos hicimos cercanos rápido.
Felix lo miró con incredulidad, como si le costará procesar lo que oía.
—¿Y nunca se te ocurrió contarme eso?
—No sabía que el vecino de mi amigo era ese Hwang Hyunjin. Sólo me hablaba de “mi vecino artista”. Además nunca fui a su casa.—Se defendió Chan con un encogimiento de hombros.
Felix quiso replicar, pero sus palabras se quedaron atoradas cuando Chan deslizó hacia él una fotografía. Era una toma borrosa, pero inconfundible, era Hyunjin en la entrada de un edificio, con la mochila al hombro, bufanda oscura enredada en el cuello y el cabello rapado que dejaba al descubierto unas facciones que Felix conocía demasiado bien.
Las yemas de sus dedos rozaron la foto con una delicadeza instintiva, casi como temiera borrarla. Una sonrisa suave le apareció en los ojos y Chan lo observó en silencio unos segundos antes de hablar.
—Tiene una rutina tranquila. Trabaja como fotógrafo, vende algunas obras cuando puede y hace freelance. No tiene redes personales públicas, pero firma bajo seudónimo en varios proyectos. Es reservado. Sale poco, salvo cuando acompaña a Changbin al gimnasio los fines de semana.
—¿Y vive con alguien?—Preguntó el menor con voz más baja de lo que pretendía.
—No. Vive solo. Changbin está justo al frente, con su pareja.
El hecho de que viviera solo le atravesó el pecho como un suspiro que nunca llegaba a salir. Podría parecer un dato sin importancia, pero en la mente de Felix era una buena noticia. No debía sentirse así, pero lo hacía. Nostalgia, alivio, emociones que recorrían su cuerpo, un deseo que no había logrado sofocar por más años que pasarán.
—Bien.—Dijo finalmente, rompiendo el silencio, como si acabará de tomar una decisión.— Entonces necesitamos un plan. Uno que no lo asuste, que no lo haga pensar que eso lo busqué. Tiene que ser natural.
El mayor arqueó una ceja dándole un sorbo a su té.
—¿Qué quieres hacer exactamente?
Felix inspiró hondo, el corazón latiendo con fuerza sólo de imaginarlo.
—Quiero que parezca una coincidencia. Una casualidad, quiero verlo sin que sospeche que lo planeé. Y justo ahora estamos buscando director creativo y tiene que ser él. Nadie más.
El silencio entre ellos se cargó de algo distinto. Chan lo estudió con detenimiento, como si midiera no por las palabras de Felix, sino el peso real detrás de ellas. Finalmente asintió.
—Podría funcionar, aunque no sé si Changbin va a cooperar tan fácilmente.
—¿Crees que aceptará? —La ansiedad en la voz de Felix era evidente.
—No te involucraré. Haré que Changbin se lo mencione a su pareja y, a través de él, llegue a Hyunjin.—Chan sonrió de lado, recordando algo.—Changbin me contó una vez que Jeongin es muy cercano a su vecino. Fue gracias a Hyunjin que se hicieron pareja.
Felix frunció el ceño.
—¿Por qué me suena el nombre de Jeongin?
Chan desbloqueó el teléfono y buscó hasta dar con un perfil que Felix reconoció de inmediato: Seungmin, con quién había hablado un par de veces por llamada cuando aún era pareja de Hyunjin.
—Aquí… —Giró el móvil para mostrarle una foto de Seungmin posando junto a un chico de sonrisa amplia.
Felix entrecerró los ojos, reconociendo el rostro en cuestión.
—Ah, claro. Jeongin, el otro amigo de Hyunjin. Lo recuerdo vagamente.—Alzó la mirada hacia su primo.—Entonces te lo dejo en tus manos.
—Perfecto.—Respondió Chan, guardando su celular con calma.— Pero me vas a pagar ¿verdad?
El menor soltó una pequeña risa irónica, como si necesitará un respiro entre tanta tensión.
—Por supuesto, es tu trabajo después de todo.
Cuando volvió a mirar la fotografía, sobre la mesa, sintió que el tiempo se contraía a un sólo punto, Hyunjin. Estaba a un paso de volver a cruzar su camino, pero también a un paso de abrir una herida que jamás terminó de cerrar.
El plan tenía dos posibles finales, y aunque lo sabía, se permitió tener un poco de esperanza. Quizá, sólo quizá, Hyunjin volvería a caer en la trampa que el destino, esta vez con ayuda de su primo, le estaba tendiendo.
*-*-*-*
El gimnasio estaba en su hora más tranquila. Un par de personas levantaban pesas sin apuro y Jeongin, al fondo, sorbía descaradamente el ramen picante en un rincón, ignorando por completo el letrero que estaba a su lado y decía: “Prohibido comer”.
Changbin lo observaba desde la recepción, incapaz de regañarlo. Cada vez que lo veía así, con esas mejillas infladas y ojos brillantes, se le escapaba una sonrisa tierna. Era inútil, estaba completamente flechado por el menor.
Fue entonces cuando se abrió la puerta principal de golpe.
— Damn! ¡Qué fastidio!—Exclamó Chan entrando sin aliento, dejando a un lado su mochila y se desplomó en el primer banco libre.
Changbin, que estaba acomodando las botellas de agua, alzó una ceja y se acercó.
—¿Pasó algo en tu trabajo? ¿O no salió bien en tu cita con Seungmin?
Chan lo miró ofendido, especialmente por la segunda opción.
—Nada de eso. Al contrario. Me fue bien… Creo. Sólo es cosa de familia.—Se pasó la mano por el cabello.—Estoy ayudando a mi primo a encontrar director, pero ninguno lo convence. A este paso terminarán buscando un fotógrafo que entienda lo que quieren ellos.
—¿Por qué no lo hacen desde ya?—Rió Changbin, apoyándose en el mostrador.—Sería más fácil contratar a un fotógrafo.
—Es serio.—Rodó los ojos.—Necesitan a alguien con talento real. Los directores que recomendé no sirven para ellos. Si siguen así, acabarán tomando fotos con el celular y usando un filtro vintage para fingir que hay profundidad emocional.
Changbin soltó una risa nasal, divertido.
—¿Y no especificaron qué tipo de fotógrafo? ¿De moda, arte, bodas? Tengo un amigo que se dedica a eso, pero no sé si es lo que busca tu primo.
—Según lo que me dijeron es que necesitan a alguien que entienda lo invisible, que trabaje bien bajo presión, que sepa lo que es sentir… Creo que se inclinan más en lo último.
Hubo un breve silencio, roto únicamente desde el fondo por el sorbo escandaloso de Jeongin. Changbin hizo una mueca pensativa.
—Creo que mi amigo podría ayudar en ese caso.
Chan lo miró con los ojos brillando de interés, aunque intentó contenerse. Por dentro celebraba, el anzuelo había funcionado.
—¿Hablas en serio?
—Claro. Es mi vecino.
—¿El artista del que me hablaste el otro día? ¿También es fotógrafo?
—Sí. Aunque no es cualquiera… Es particular, muy reservado. No suele aceptar trabajos, pero si los toma, los transforma en poesía. Aunque claro, eso depende de cómo evalúa él las propuestas.
—¿Me lo puedes presentar? ¿Cómo se llama?
Changbin se cruzó los brazos, midiendo sus palabras. No quería exponerlo tan a la ligera.
—Jeongin es quien tiene más cercanía con él. Puede hablarle, pero no te prometo nada, no es fácil convencerlo.
—¿Hablan de Hyunjin?—Interrumpió de pronto una tercera voz sobresaltando al entrenador.
Chan giró bruscamente hacia el rincón, encontrándose con Jeongin que los miraba con expresión inocente mientras masticaba con calma, ajeno a los planes en la mente del mayor.
—¿Qué?—Preguntó Jeongin, después de tragar los fideos.—¿Por qué se quedaron callados?
—Se llama Hyunjin, ¿cierto?—Chan fingió como si apenas lo hubiera escuchado por primera vez.—¿Podrías ayudarme a convencerlo de aceptar el trabajo? Llevamos mucho tiempo buscando un director creativo para el proyecto de mi primo.
—Hasta dónde sé, no tiene experiencia como director creativo.
—No, no es necesario. Sólo buscan a alguien que pueda grabar, tomar fotos, pero con significado.
Jeongin sonrió apenas, bajando la vista hacia su ramen.
—Sí, él podría hacerlo. Pero… Todo depende de Hyunjin y de lo que quiera responder.
Chan asintió con una sonrisa agradecida, aunque por dentro celebraba en silencio. La primera parte del plan estaba funcionando. Ahora todo dependía de la decisión de Hyunjin.
*-*-*-*
La luz de la tarde se filtraba por las ventanas del estudio de Minho con una calidez engañosa. Afuera hacía frío, pero dentro, Felix apenas lo notaba. El celular descansaba sobre la mesa, vibrando de vez en cuando con mensajes de Minho, que estaba de compras con Jisung, mientras el rubio hojeaba los últimos portafolios que habían recibido.
Suspiró por quinta vez, cerró la carpeta y se frotó los ojos. Ninguno de esos fotógrafos lograba capturar lo que buscaban, lo que realmente necesitaban. Aún seguía esperando una respuesta.
De pronto, el celular vibró de nuevo, pero esta vez, no era un mensaje, era una llamada. Felix retiró las manos de su rostro y miró la pantalla. Era Chan.
—Yeah?—Contestó sin mucho ánimo.
— Lo logramos, Felix.
El rubio frunció el ceño, su corazón acelerándose de golpe, como si una esperanza guardada demasiado tiempo quisiera salir.
—No me digas… ¿Lo convencieron?
—Sí, Changbin y Jeongin hablaron con él. Me acaban de escribir, aceptó la entrevista con Minho.
Felix se quedó en silencio. No supo qué responder al instante. Era como si hubiera estado conteniendo el aire durante semanas, esperando algo improbable, y ahora, de pronto, se volvía real.
—¿De verdad?
—De verdad. Sólo falta que me digas cuándo será la reunión. Ah, y me dijo que ya envió el currículum
—Perfecto, gracias por todo.
—Cuando quieras.
Felix colgó la llamada y sus ojos bajaron a los portafolios que reposaban sobre la mesa. Una sonrisa se le escapó sin remedio. Los apiló a un lado, y al abrir la laptop, actualizó la bandeja de entrada. Ahí estaba, un nuevo correo.
Sabía que Minho confiaría en su criterio, en ese sentido, ambos eran igual de exigentes. Así que imprimió el currículum y lo guardó en una carpeta, listo para que su mánager lo revisará con calma y le diera una oportunidad.
Hwang Hyunjin.
La sonrisa de Felix se ensanchó al ver la foto adjunta. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que hablaron, pero estaba convencido de que, desde que lo vio bajo la lluvia, algo dentro de él había vuelto a encontrar sentido.
Iba a arriesgarse.
Los gestos de Hyunjin, su silueta, la manera en que parecía no encajar y, al mismo tiempo, pertenecer a cada rincón que tocaba… Todo eso era lo que necesitaba.
El rubio dejó la carpeta sobre el escritorio y pegó una nota adhesiva en la portada: “Por favor, reúnete con él. Mi primo lo consiguió”.
Ahora, sólo quedaba esperar.
*-*-*-*
Minho acababa de llegar al departamento que compartía con su pareja. Se quitó la chaqueta y la colgó en su gancho habitual, dejando escapar un suspiro satisfecho. A pesar del agotamiento, tenía una sonrisa dibujada en su rostro, lo único que deseaba era caer en los brazos del amor de su vida.
Jisung estaba desparramado en el sofá, viendo un anime de patinaje artístico mientras devoraba galletas. Al notar la presencia de Minho, se giró y lo recibió con los brazos abiertos.
—¿Y esa sonrisa?—Preguntó con una ceja alzada, dándole un beso corto.—¿Al fin encontraron un buen director?
Minho se acomodó a su lado, dejándose caer en el sofá.
—Sí, aunque en realidad no tiene experiencia, pero revisé su trabajo, tiene algo especial. Sabe leer las emociones en una imagen, como si la cámara fuera parte de él. Es justo lo que necesitábamos, Felix tiene un buen ojo para estas cosas.
—¿Y cómo se llama?—Preguntó Jisung con curiosidad mientras cogía una galleta y se la llevaba a la boca.
—Ah, su nombre es Hyunjin. Hwang Hyunjin.
Jisung se atragantó de inmediato. Tosió con fuerza, golpeándose el pecho, mientras Minho se inclinaba preocupado para palmear la espalda.
—¡¿Cómo?! ¡¿Hyunjin?!
Minho frunció el ceño, desconcertado.
—¿Lo conoces? No me digas que…
—¡Amor! ¡Es el ex de Felix! ¿No te dije como se llamaba?
—¿Qué?—Se quedó congelado.—¡Nunca pensé que fuera el mismo Hyunjin! O sea, ¿Por qué Felix me recomendaría…?
Jisung abrió los ojos, igual de sorprendido que él. Si bien Felix había mencionado a Hyunjin, claramente no pensó que tenía la necesidad de verlo una vez más. ¿Cómo terminaron en esa situación?
—No entiendo… ¿Qué gana con eso? —Murmuró el menor.
—Chan tampoco me lo dijo.
—Tal vez ni sabía….—Hizo una mueca pensativa.—Pero, ¿Y si lo planearon juntos? Felix siempre dijo que Chan era el único en quién confiaba.
Minho se dejó caer contra el respaldo del sofá, cruzando los brazos. Había una chispa de duda en su mirada.
—¿Crees que debería buscar a otro director?
—Por el momento, no.—Jisung se movió para sentarse en su regazo, rodeando su cuello con los brazos. Minho lo abrazó automáticamente por la cintura, acercándolo más.—Lo mejor es que hables con Felix primero. Pero prométeme algo, no te enojes con él por tomar decisiones sin ti.
Minho lo observó en silencio por unos segundos hasta que una sonrisa cansada le curvó los labios.
—De acuerdo, pero parece que disfrutas del drama que se va a armar.
—¿Yo? ¿De qué hablas?—El menor fingió inocencia, aunque sus ojos brillaban divertidos. Se inclinó para darle un beso.—No entiendo lo que pasa por la mente de Felix, pero… Ojalá no vuelva a pasar como la vez anterior. Ellos juntos son increíbles.
—Nosotros somos mejores.—Lo apretó contra su pecho y lo besó en la frente.— O sea… Ni siquiera hemos pasado por lo que ellos pasaron.
—Minho.—Susurró Jisung con una mezcla de ternura y advertencia.
El mayor no respondió. En lugar de eso, lo besó, lento, profundo, como si quisiera borrar cualquier duda que flotará entre ellos. Jisung no se resistió, al contrario, lo rodeó con más fuerza, dejándose guiar. Minho lo levantó en brazos sin romper el beso y lo llevó hasta la habitación, dónde entre risas y caricias, se entregaron el uno al otro, no con la pasión de un escape, sino con la certeza de que su amor era sólido, cálido y verdadero.
*-*-*-*
Minho llegó sin previo aviso, como tantas veces cuando algo le removía por dentro. Tocó la puerta del departamento con dos golpes secos, pero ni esperó a que le abrieran. Felix, que ya lo presentía, le abrió con una taza de té caliente en una mano, como si se hubiera preparado para este momento.
—Hola, hyung.—Saludó con calma, usando la formalidad que reservaba para cuando la situación era seria.
El mayor no devolvió el saludo. Entró sin decir nada, caminando directamente hacia el ventanal del living, desde dónde la mañana apenas iluminaba el ambiente gris.
—Tienes suerte de que Kota no está aquí ahora mismo.—Avisó Felix cerrando la puerta con suavidad .
—Era él ¿Cierto?—Preguntó, sin voltear a verlo.—Desde el inicio lo tenías planeado.
El rubio caminó hacia la cocina y se apoyó con tranquilidad en la encimera, dándole un sorbo a su té.
—Desde que lo vi bajo la lluvia… Supe que tenía que ser él quien grabará mi documental. Es él o nadie.
Minho finalmente giró. Sus ojos eran serios, pero no estaba enojado. Sólo estaba cansado, un peso que venía arrastrando desde hace tiempo.
—¿Por qué no me lo dijiste? Te habría ayudado…
El rubio soltó una risa corta, nasal y negó con la cabeza.
—Más que ayudarme, habrías intentado detenerme. Y yo no quería que nadie me detuviera.
El silencio surgió, apenas roto por el murmullo lejano de los autos y el silbido sordo del agua caliente que olvidó apagar.
—¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?—Preguntó Minho, con voz baja.—Estás abriendo una herida que tú mismo causaste. Jisung estuvo ahí desde el comienzo y aunque yo no conozco todos los detalles de tu anterior relación, vi cómo vivías después. Siempre parecía que una sombra te perseguía.
Felix bajó la mirada, consciente y vulnerable.
—Lo sé.
Minho se frotó el rostro, frustrado. No era eso lo que quería transmitir, así que se acercó hasta quedar frente a él.
—Sin embargo… También veo algo distinto ahora. Quiero verte brillar, Felix. El mismo que Jisung conoció y del que me contaba. Últimamente lo estás haciendo. Tienes energía, propones ideas, incluso sonríes más. Estás vivo, más vivo que nunca desde que te conozco.
Felix apretó la taza entre las manos, con los ojos vidriosos.
—No lo busqué, hyung… Realmente no… Sólo pasó. Lo vi y sentí que todavía había algo… No sé si es nostalgia o dolor… Pero no puedo ignorarlo y mientras esté ahí, no voy a poder seguir como si nada… Quiero hablar con él, quiero entenderlo…Sobre todo, quiero sentirme vivo.
Minho suspiró, luego posó una mano firme sobre el hombro del menor.
—Escúchame bien, Felix. No estoy aquí para prohibírtelo. Sólo necesitaba asegurarme de que sabes lo que estás haciendo y que… Pase lo que pase, no te apagues otra vez. Jisung te quiere mucho y nosotros no soportamos verte de nuevo decaído.
El menor lo abrazó. No solía hacerlo, pero esta vez le nació de forma sincera, como un agradecimiento silencioso.
—Gracias, hyung. Gracias por preocuparte… Si vuelvo a romperme, sabré como recomponerme.
—Y si no sabes…—Sonrió con ternura.—Estamos aquí para ayudarte a recoger los pedazos.
Se separaron y Felix sonrió antes de invitarlo a tomar asiento, colocando una nueva taza frente al mayor mientras la tetera chillaba reclamando atención.
—Haré que funcione…—Susurró el rubio, como si quisiera convencerse.—Prometo que no voy a cruzar la línea.
Minho arqueó una ceja, incrédulo. Ambos sabían que era una mentira.
—¿Me lo estás diciendo a mí o a ti mismo?
Felix rió apenas, nervioso.
—Tal vez a los dos… No voy a mentir que estoy nervioso por tener que verlo mañana…
—Vaya, ni siquiera con Kota eres así.
—Ni me lo recuerdes, tuvimos otra discusión…
El mayor entendió con sólo esa frase. Ya no había mucho más que agregar. En lugar de presionar, cambiaron de tema, organizando los últimos detalles para el día siguiente. Minho le recomendó usar el traje de Tommy Hilfiger que le habían regalado, mientras Felix asentía distraído, con la mirada fija en el vapor que subía de su taza.
Lo que ninguno dijo en voz alta era lo evidente, ese reencuentro lo cambiaría todo.
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Chapter 18: 17
Summary:
—No estoy intentando ser falso.—Dijo con un dejo de frustración.—Sólo quiero controlar lo que se ve de mí. Es como un escudo ¿Está mal pedir eso?
Hyunjin bajó la mirada por un momento y dijo con voz suave.
—No está mal pedirlo.—Alzó la mirada hacia el rubio, buscando con la de Felix.— Pero tú nunca necesitaste uno para demostrar que eres capaz.
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Chapter Text
La sala de juntas estaba envuelta en ese silencio tenso que sólo se siente cuando alguien nuevo entra a un equipo consolidado, peor que era alguien que llegaba sin experiencia como director creativo.
Hyunjin llegó puntual. Vestía con un estilo casual y a la vez formal, lo suficiente para ser profesional pero sin perder esa esencia artística que siempre lo caracterizó. Era como si la luz misma supiera exactamente cómo tocarlo, rodeándolo de un aura etérea que lo hacía imposible de ignorar.
Felix ya estaba ahí, junto con Minho y algunos directivos. Fingió no mirarlo pero su cuerpo lo traicionó, el pulso le aceleró, el aire se volvió más denso, y de pronto todo su ser recordó que su mente llevaba años intentando enterrar.
La reunión transcurrió con calma. Hyunjin hablaba poco, pero aportaba lo necesario. Presentó referencias, explicó su propuesta visual con serenidad y precisión. No miraba directamente a Felix, pero cada palabra que pronunciaba parecía cuidadosamente escogida, como si temiera que una sola sílaba traicionara sus emociones.
Al finalizar, acordaron verse al día siguiente para visitar las locaciones. Los directivos se quedaron hablando con Minho sobre temas de logística, y uno a uno comenzaron a salir de la sala.
Felix notó cómo Hyunjin guardaba sus materiales en un portafolio. Dudó por un momento, tragó saliva y finalmente dio un paso hacia él.
—Hyunjin.—Lo llamó, con una voz tan baja que sonó más como una confesión que como un saludo. Era la segunda vez en años que volvía a pronunciar ese nombre frente a él.
El mayor detuvo sus movimientos y levantó la mirada. Su expresión era tranquila, casi imperturbable, pero sus ojos delataban un torbellino de emociones que Felix se sintió abrumado.
—¿Sí?
Felix respiró hondo.
—Pensé que ibas a renunciar luego de saber que el proyecto se trataba de mí.—Su voz sonó más sincera de lo que esperaba.—¿Por qué aún así te quedaste? Tenías todo el derecho de irte.
Hyunjin sostuvo su mirada por unos segundos. Luego, esbozó una leve sonrisa triste, pero suave.
—Porque mereces ser admirado y respetado por Corea del Sur.
—¿Eh?—Parpadeó, confundido.—¿Qué..?
—Siempre supe que llegarías lejos.—Dijo Hyunjin mientras colgaba su mochila al hombro.—Y si este documental será visto mundialmente, entonces debo esforzarme. Al parecer ningún fotógrafo que no sea yo conoce tu esencia, tus mejores ángulos. ¿No es esa la razón por la que me contrataron? Además, sería poco profesional de mi parte mezclar mis emociones y el pasado con mi trabajo.
Felix sintió que algo dentro de él se resquebrajaba, como una flor marchitándose al sol, lentamente.
—Yo…
Sin embargo, no pudo articular más una palabra porque Hyunjin ya se estaba alejando.
—Nos vemos mañana, Lee Felix.—Dijo sin voltearse, con las manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón.
Felix se quedó quieto, observando su silueta alejarse hasta desaparecer por la puerta. Una parte de él quería correr tras él, detenerlo, decir lo que no pudo. Otra, en cambio, lo mantenía clavado al suelo, temeroso de abrir heridas imposibles de cerrar.
Justo cuando sus pasos titubearon hacia la salida, una voz lo frenó.
—Nos vamos.—Dijo Minho con firmeza, aunque ambos sabían que era sólo una excusa.—Almorzaremos en mi casa.
El menor apretó los labios, resignado y asintió en silencio, pero sus ojos volvieron una vez más hacia la puerta por donde Hyunjin había desaparecido, como si en cualquier momento fuera a regresar.
*-*-*-*
La noche había caído sobre Seúl con una serenidad engañosa. Desde el balcón del departamento de Jisung, las luces de la ciudad titilaban como si danzarán al compás de los suspiros de quienes, como Felix, no sabían cómo seguir adelante.
El rubio había decidido quedarse a dormir y ahora estaba sentado en el sofá del balcón, con una taza de té caliente entre las manos, la mirada perdida en el reflejo de los faroles sobre el ventanal. Jisung, a su lado, que lo observaba en silencio. Ya lo conocía demasiado bien, sabía que había momentos en los que no hacía falta hablar, sino simplemente esperar.
—Lo vi.—Dijo finalmente Felix, sin apartar la vista del cristal.—Hoy vi a Hyunjin.
El castaño alzó apenas las cejas, pero no respondió.
—Sabía que eventualmente pasaría.—Continuó.—Yo mismo provoqué que sucediera… Pero no pensé que fuera posible. Sabía que lo iba a ver pronto, pero no pensé que… Me afectará tanto.
El silencio que se formó entre ambos no era incómodo, sino profundo, casi necesario. Jisung bebió un sorbo de té dándole espacio a Felix para que siguiera.
—Quería verlo.—Admitió con un suspiro que le arrancó un poco del peso que llevaba cargando.—Quería saber cómo estaba, si seguía tomando café, si aún usaba el mismo perfume, si todavía caminaba con esa… Postura suya, con las manos metidas en los bolsillos delanteros… —Soltó una risa breve y triste.—Y todo eso sigue igual… Sólo que hay algo más…—Giró la cabeza hacia su mejor amigo.—Hay algo en sus ojos que no había visto en mucho tiempo… Pero parece que aprendió a sostener el dolor sin que se le note, como si se lo hubiera tragado todo y seguir adelante.
—Felix…
—Me rompió.—Susurró, con la voz quebrada.—Sus palabras me rompieron. Yo pensé que podríamos… Llevarnos bien, al menos ser amigos, pero no. Lo vi y mi corazón reaccionó antes que mi cabeza. Sentí que volvía a tener quince años, que estábamos ese día en la azotea, escuchando música y riéndonos sin miedo… Como si nada malo pudiera pasarnos.
—Felix. Mírame. —Repitió el castaño, esta vez colocando una mano sobre su hombro, ganando la atención del menor.—Tienes que tener cuidado. No dejes que las emociones te dominen, sobre todo en el trabajo. Lo que tuviste con Hyunjin fue hermoso, lo sé. Te vi enamorado de él, pero ahora estás comprometido con Kota y el mundo lo sabe. Si te dejas arrastrar, podrías arriesgar tu carrera, todo por lo que luchaste junto a Minho.
Felix bajó la mirada, apretando la taza entre sus dedos hasta que dolió.
—Pero es que todavía lo amo.—Susurró, con los ojos llenándose de lágrimas.—Aún lo amo, Jisung. Nunca dejé de hacerlo, ni siquiera un sólo día… Sé que me equivoqué, sé que fui yo quién lo dejó y me fui por otra opción que creía correcta, me convencí de que lo nuestro debía quedarse en el pasado. Cuando Kota me propuso matrimonio, entendí que no estaba bien. Lo único que quiero es tener a Hyunjin de vuelta a mi vida. Sé que no es sano, lo sé… Pero no puedo dejarlo ir. Y lo peor es que yo mismo me lo busqué, ahora todos saben que estoy comprometido, incluso él.
—También tengo parte de la culpa.—Murmuró Jisung.—Te animé a seguir con Kota…
—No.—Negó el rubio, con amargura.—Yo debí saberlo desde el principio, no debí estar con Kota cuando aún amo a otro.
El silencio volvió, pesado pero necesario. Jisung sonrió con ternura y abrió los brazos. El menor dejó la taza en la mesita frente a ellos y se dejó caer contra el pecho de su mejor amigo. El castaño acarició suavemente su cabello, ofreciéndole el único refugio posible de la tormenta.
—¿Y ahora qué harás?
Felix respiró hondo.
—No lo sé, pero no quiero seguir mintiéndome. No quiero seguir pretendiendo que puedo vivir sin él cuando ni siquiera sé cómo respirar si está en la misma sala que yo. No sé qué hacer con Kota, no quiere terminar el compromiso.
—Déjamelo a mí. Hablaré con Minho, te prometo que encontraremos una salida.
Felix cerró los ojos, sintiendo que al menos ahí podía soltar el peso de su pecho.
—Gracias por estar siempre conmigo. Te amo.
—Yo también.
Ambos permanecieron así, en silencio, mirando el cielo despejado. Las estrellas brillaban con una intensidad particular aquella noche, y Felix no pudo evitar pensar que, en algún lugar de la ciudad, Hyunjin las estaría mirando también. Él siempre decía que le recordaban a las pecas del rubio.
*-*-*-*
La sala de juntas estaba nuevamente abierta, iluminada por una luz blanca intensa, que hacía que todo se viera clínico, casi irreal. Los documentos estaban apilados con precisión sobre la mesa, las pantallas proyectaban imágenes de locaciones, vestuarios y referencias de maquillaje. La conversación fluía con la habitual seriedad profesional, hasta que se desvió hacia un punto inesperado.
—Disculpen.—Hyunjin rompió el ritmo, hojeando la lista de cosméticos preparada para Felix.—¿Quién organizó eso? No entiendo la necesidad de usar base y corrector.
—Yo lo pedí.—Dijo Felix, con naturalidad.—Quiero suavizar las pecas.
El silencio cayó como un vidrio roto. Todos los presentes se miraron, sin saber si intervenir. Hyunjin, sentado al otro extremo de la mesa, alzó la vista hacia el rubio. Su rostro permaneció neutral, pero en sus ojos había algo imposible de esconder.
—¿Suavizar?—Repitió en voz baja, pero firme.—O sea, ¿Quieres que las borren?
—No que las borren.—Se apresuró a responder Felix, consciente de esa mirada clavada en él.—Sólo que no se noten tanto. No quiero que se distraigan. En sí, el enfoque debe ser la historia, no mi rostro.
—Pero tu rostro es parte de la historia, Yongbok .—Dijo sin perder la calma, aunque su determinación se volvió como un muro invisible entre ellos.
El menor se estremeció al escuchar su nombre. Hacía tiempo que no lo oía con ese tono de voz.
—Tus pecas cuentan algo.—Continuó el rapado dejando la hoja sobre la mesa con cuidado.—Son reales, son tuyas. Son parte de tu identidad. No hay razón para esconderlas o suavizarlas.
Felix apartó la mirada, apretando los labios.
—No todos quieren mostrar cada detalle de su rostro como símbolo de orgullo, Hwang Hyunjin.
—Y no todos entienden que esconderlos es otra forma de rechazo hacia lo que uno es.—Le respondió sin titubear, aunque por dentro sintió un golpe extraño al escucharlo decir su nombre completo de esa manera.
El aire en la sala se volvió tenso. Los directivos intercambiaban miradas, incómodos, sin saber que hacer y el asistente de Minho carraspeó suavemente sin atreverse a intervenir. Fue Minho quién rompió el momento, recostándose en su silla con una calma calculada y alzando una ceja.
—Está bien, basta.—Dijo con esa autoridad que no necesitaba alzar la voz para imponerse.—Ambos tienen puntos válidos. Felix, entiendo que tengas derecho sobre cómo mostrar tu imagen, pero Hyunjin tiene razón en una cosa importante. Si este documental pretende mostrar la verdad, no podemos moldear lo que creemos que es aceptable.
Felix apretó la mandíbula. Quiso defenderse, pero también sabía que Minho no lo decía para minimizarlo, sino porque lo conocía demasiado bien.
—No estoy intentando ser falso.—Dijo con un dejo de frustración.—Sólo quiero controlar lo que se ve de mí. Es como un escudo ¿Está mal pedir eso?
Hyunjin bajó la mirada por un momento y dijo con voz suave.
—No está mal pedirlo.—Alzó la mirada hacia el rubio, buscando con la de Felix.— Pero tú nunca necesitaste uno para demostrar que eres capaz.
Ese comentario desarmó al rubio. No sabía si lo decía como director creativo, como profesional, o como la persona que alguna vez le sostuvo la cara entre las manos y le besó cada peca como si fuera una constelación.
Felix no dijo nada más. Fingió concentrarse en las notas de su tablet, aunque apenas podía leer una sola palabra.
Minho miró a ambos y respiró profundo.
—Sigamos con las siguientes partes y luego veremos qué hacer con respecto a las luces, no las pecas de Felix ¿Les parece?
El equipo asintió. El trabajo continuó, pero el silencio entre Hyunjin y Felix no desapareció. Ya no era el silencio cómodo de dos cómplices, sino una muralla invisible, aunque aún no lo suficiente alta como para que ninguno de los dos pudiera escalarla, si se atreviera.
*-*-*-*
Hyunjin estaba sentado en el sillón, con la vista perdida en el balcón. Desde su piso alto, la noche en Seúl se extendía como un tapiz de luces parpadeantes. No eran las estrellas, pero en ese momento, quiso creer que lo eran.
— ¿Y entonces se molestó contigo? —Preguntó Jeongin desde el otro lado de la línea, la voz amplificada en altavoz.
—No sé si fue molestia.—Respondió, cruzando los brazos.—Fue más bien… Frustración. Dijo que quería cubrirse las pecas, que no quería que distrajeran y yo no pude evitar decirle que eran parte de su identidad… ¿Estoy exagerando?
— ¿Y tú cómo te sentiste cuando lo dijo?
El pelinegro vaciló por un momento, hasta que el suspiro se le escapó.
—Dolió.—Admitió en voz baja.—Y también me molestó. Es sólo que… Eran mis favoritas, Jeongin. Sus pecas siempre lo fueron y hasta hoy las sigo admirando, sólo que no lo hago muy obvio. Aprendí de memoria la forma exacta en que se distribuían sobre su nariz, como una pequeña galaxia que sólo aparecía bajo el sol cuando reía. A veces las contaba una a una para dormirme cuando estábamos juntos —Sonrió amargamente.—¿Y ahora quiere borrarlas? ¿Por qué tendría que cubrirse cuando él es la constelación que más amo mirar?
Jeongin guardó silencio unos segundos antes de hablar, con cautela.
— Wow, me sorprende que aún con todos esos sentimientos, no hayas cruzado la línea.
—¿Qué puedo hacer?—Se recostó, rindiéndose a la fatiga.— Me conformo con verlo de lejos. Quizás algún día lo supere si sigo trabajando con él.
—... Bueno. Sobre lo que me estás diciendo, tal vez no es sólo vanidad…O sea, puede que hay algo más, que las pecas le recuerdan demasiado a ti.
Hyunjin frunció el ceño.
—¿A mí?
— Sí. O sea, piénsalo. A veces uno se cubre aquello que más amó, porque también es lo que más duele. Tal vez tapar las pecas fue su forma de no verte más cada vez que se miraba al espejo, porque son las que más amas… Creo que me comentaste que amabas besar sus pecas ¿no? Y puede que eso es lo que recuerda Felix de ti.
Hyunjin sintió que el corazón se le hundía como una piedra en el estómago.
—¿Crees qué…?
— No lo sé, Hyunjin. No sé lo que piensa Felix porque no lo conozco, pero tú sí. Pero si quieres saber de mi parte, entonces sólo te diré que tal vez aún no se perdona por haberte dejado, que empezó a cubrir sus pecas y se volvió una costumbre… Un escudo como él dice.
El silencio se hizo por un momento y Hyunjin tragó saliva, sintiendo que la garganta se le cerraba.
—Yo las extraño.—Confesó en voz baja.—Todavía lo hago y verlo ahí, con esa expresión me hizo recordar todo lo que dejamos sin decir… Lo mucho que lo amé y lo mucho que todavía lo sigo amando.
— Lo sé, Hyunjin… No sé qué va a pasar entre ustedes trabajando juntos, pero si el destino los cruzó después de años, quizás intenta decirte algo. Sólo asegúrate que no se vuelva a repetir.
Hyunjin levantó la mirada al cielo oscuro. Un puñado de estrellas brillaba débilmente, perdidas entre el resplandor de la ciudad.
—Las pecas no deberían doler, pero lo hacen.
— Es porque siempre las miraste como si fueran estrellas. Cuando te alejan de la galaxia que amabas, la oscuridad pesa más.
El mayor soltó una risa seca.
—No sabía que eres poeta.
— Vete a la…
—Pero gracias.—Lo interrumpió antes de que el menor pudiera insultarlo. —De verdad, gracias.
— Vete a dormir. Mañana tienes otra reunión ¿No? Vamos a ver si sobrevives a la semana sin que nadie note que tus sentimientos siguen latentes.
—No prometo nada.—Bromeó Hyunjin, colgando con un suspiro.
La llamada terminó, pero la ciudad seguía brillando, frente a él. Hyunjin levantó la vista al cielo apenas estrellado, y pensó que, aunque Felix intentará cubrir sus constelaciones, él aún sabía exactamente dónde se encontraba cada una.
*-*-*-*
El cielo estaba cubierto de nubes tenues que dejaban entrever la luna como si jugara a ocultarse detrás de un velo. Desde el departamento, las luces de la ciudad parecían lejanas, apenas un murmullo en la nube.
Jisung estaba sentado en el alféizar de la ventana de la habitación, con las piernas cruzadas y un tazón de helado derritiéndose lentamente entre sus manos. Miraba hacia la calle con los ojos ausentes, como si buscará respuestas en el asfalto oscuro. El silencio lo estiraba entre las paredes, hasta que Minho, apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados, decidió romperlo.
—¿Estás bien?—Preguntó finalmente el mayor, acercándose con pasos suaves.
El menor tardó en responder. Apenas asintió con la cabeza, pero su expresión lo traicionaba, las cejas tensas, los dedos tamborileando contra el tazón. Finalmente, dejó el helado a un lado y entrelazó los dedos, nervioso.
—Es por Felix. —Murmuró sin levantar la mirada.—Estoy preocupado por él… Se vio distinto la vez que vino aquí.
Minho frunció el ceño y rodeó la cintura ajena con un gesto protector.
—¿Distinto cómo?
Jisung mordió su labio inferior antes de hablar.
—Como si el pasado le hubiera golpeado en el estómago… Y lo peor es que intentaba disimularlo, pero yo lo conozco, amor. Cada vez que habla de Hyunjin, algo se enciende y a la vez se rompe dentro de él.
Minho suspiró, entendiendo al instante.
—Sí, lo noté también. Cuando lo vi cerca de él, brillaba, pero era un brillo extraño, como si caminara sobre hielo delgado. No decía nada, pero su mirada lo decía todo.
Los hombros de Jisung se hundieron un poco y bajó la mirada, con un nudo en la garganta.
—Es que yo estuve ahí, ¿Sabes?—Dijo en un hilo de voz.—Cuando lloraba por Hyunjin, cuando seguía hablando de él después de todo… Y yo fui quién insistió en que intentará salir con Kota. Creí que lo ayudaría, pero al final sabía que no iba a funcionar. Ahora que Hyunjin volvió, no sé si Felix podría soportar otro final.
Minho apretó con suavidad la mano de Jisung, entrelazando sus dedos con firmeza.
—No lo dejaré solo.—Aseguró, mirándolo a los ojos.—Te lo prometo, cariño. Estaré pendiente de él, de verdad. No dejaré que se caiga sin que lo sostengamos.
Los ojos del menor se humedecieron un poco, aunque se resistió a dejar escapar las lágrimas. En cambio, esbozó una pequeña sonrisa, temblorosa, pero llena de amor, esa que sólo reservaba para Minho, como si supiera que todo iba a estar bien cuando él hablaba con esa calma tan firme.
—Gracias, amor.—Susurró, inclinándose hacia él.
Le dio un beso, como una promesa silenciosa de confianza. Minho le acarició la mejilla con el pulgar al separarse, observándolo como si fuera la criatura más hermosa del mundo.
—Tú te encargas de cuidar mi mundo.—Dijo Minho.—Y yo me encargaré de cuidar a los que tú amas.
El menor apoyó la frente en su pecho, cerrando los ojos mientras dejaba que el calor del abrazo derritiera poco a poco la tensión acumulada.
—Entonces no tengo miedo.—Dijo en un susurro.
Y se quedaron así, abrazados bajo la luz difusa de la luna. Afuera, la ciudad seguía su curso caótico, pero ahí dentro, entre ellos, había un refugio. Porque aunque el reencuentro de Hyunjin y Felix prometiera remover viejas heridas, Minho y Jisung recordaban que el amor, incluso frágil, podía ser la fortaleza más sólida.
Notes:
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Chapter 19: 18
Summary:
—¿Por qué no sales?—Preguntó Hyunjin, sin pensar, mirando cómo las gotas caían sobre los escalones mojados.
El rubio giró un poco el rostro, sorprendido. Se veía algo nervioso al encontrárselo ahí.
—Minho me dijo que lo espere, va a recogerme en el auto. Me dijo que no quiere que me moje.—Respondió con una pequeña sonrisa.
Hyunjin soltó una risa baja, seca, más irónica que cruel.
—Qué mal que te limiten.
—No es eso… —Intentó defenderse.—Sólo…
—Te están limitando, Felix.—Dijo y luego bajó la mirada, como si fuera sólo un comentario más, pero no lo era. Su voz bajó y se volvió suave.—Quiero decir, tú solías disfrutar la lluvia cuando estábamos juntos.
Notes:
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Chapter Text
El estudio estaba casi listo. Las luces perfectamente calibradas; las cámaras alineadas como soldados en formación. Los asistentes corrían de un lado a otro con perchas y telas, ajustando el fondo según las indicaciones del fotógrafo. Entre el murmullo constante, Hyunjin revisaba las hojas con los horarios y las combinaciones de vestuario, conocimiento que adquirió gracias a su colaboración con Versace, mientras su equipo le mostraba las propuestas finales para la sesión con Felix.
—Entonces, blanco, negro y rojo.—Informó uno de los asistentes, hojeando sus notas—El azul fue descartado.
Hyunjin alzó la vista de golpe. Sus ojos se clavaron en el asistente como si acabará de decir un disparate monumental.
—¿Descartado? ¿Por qué?
—Según el análisis de colorimetría, el azul no le favorece.
Hyunjin dejó las hojas a un lado con un movimiento seco, casi desafiante.
—¿Y qué?—Replicó con firmeza. Su voz cortó el aire y luego giró hacía el resto de las estilistas—¡Hey, ustedes! Quiero vestuarios de todos los tonos azules. Todos. Me encargaré personalmente de que Felix luzca tan hermoso que nadie se atreva a cuestionarlo.
El silencio cayó de inmediato. Hasta los que estaban al fondo detuvieron lo que hacía para mirarlo. Nadie esperaba semejante reacción. No era un grito, tampoco un arrebato, pero su convicción no dejaba espacio a debates. Era el Hyunjin perfeccionista, sí, pero había algo más detrás, algo más profundo imposible de controlar.
—Pero el director de la empresa aprobó la paleta según el informe…—Intentó explicar una de las estilistas.
Hyunjin dio un paso al frente, bajando un poco la voz, como si hablara más para sí mismo que para los demás.
—No, Minho y Felix me contrataron por algo, ellos confían en mi visión artística. Si quiero azul, se usará azul.—Sus manos se apretaron.—Y que sean todos los tonos azules, especialmente como el cielo nocturno del campo, ese que le hace brillar la piel como si tuviera estrellas.
Las palabras quedaron flotando en el aire. Los asistentes intercambiaron miradas. Algunos entendieron a medias el trasfondo, otros no, pero nadie se atrevió a objetar, todos obedecieron.
Mientras el equipo se dispersaba para rehacer el orden del vestuario, Hyunjin se quedó un momento en silencio, junto a su cámara. Pasó la mano por el lente con cuidado, como si alistara un pincel antes de crear una obra irremplazable.
Sabía que no debería haberse involucrado tanto. Que ese no era el tipo de fotógrafo que debía ser ahora. Profesional, indiferente, pero era imposible serlo cuando se trataba de Felix.
Felix no era sólo un modelo, ni el taekwondista mundialmente reconocido. Tampoco era simplemente un rostro frente al lente. Era su historia, su primer amor, su todo.
Aunque el mundo dijera que el azul no le favorecía, podrían tacharlo de error en un informe técnico, pero Hyunjin jamás lo aceptaría. No podía negarle ese color.
Porque para él, Felix había sido siempre eso. Un cielo azul, inalcanzable, pero imposible de dejar de mirar. Además, era el color favorito del pecoso y era injusto quitar ese color por una tontería.
*-*-*-*
Felix llegó puntual al estudio, vestido con una elegancia sencilla, el cabello recogido en un moño desordenado que dejaba escapar algunos mechones. Su serenidad era calculada, como una máscara que llevaba bien puesta. La puerta se cerró tras él y al dar apenas unos pasos dentro, sus ojos recorrieron los percheros.
Y entonces lo vio.
Una serie de prendas en tres colores que acostumbraba a ver, pero también estaba azul.
Azul.
Se detuvo de inmediato. Frunció el ceño, confundido y señaló una de las camisas celestes con detalles plateados en los puños.
—¿Azul? ¿Eso no estaba descartado?—Preguntó en voz baja, pero lo suficientemente firme como para que todo el estudio lo escuchara.
Una de las estilistas, algo nerviosa, se acercó con una sonrisa amable.
—Sí, originalmente era así, pero el señor Hwang pidió que se incluyera. Dijo que se encargaría de que te vieras tan bien que nadie podría criticarlo.
Felix no respondió. sus dedos acariciaron la tela, ligera pero intensa, mientras un nudo se le formaba en la garganta.
Sólo una persona sería capaz de decir algo así. Sólo una persona se atrevería a desafiar una indicación técnica, de ignorar un informe de colorimetría, a romper las reglas, simplemente porque entendía lo que ese color significaba para el menor.
Hyunjin.
Como si el nombre resonará en su cabeza, como si el simple hecho de ver ese color encendiera una alarma en su pecho, volvió a mirar la camisa. Era un azul profundo, como el de las noches dónde habían caminado sin decir nada, dónde los silencios eran cálidos, donde las pecas en su rostro eran galaxias que Hyunjin adoraba trazar con la mirada.
Se tragó las emociones, cerró los ojos por un momento y sonrió con nostalgia. Hyunjin siempre encontraba formas de hacerlo sentir visto incluso cuando todo lo demás se desmoronaba.
Y aún así, no debía sentirse así. No podía, porque ambos no eran pareja, no después de todo lo que había pasado. Él mismo había elegido el camino de la distancia y merecía cargar con esa condena.
—Felix, estás en la primera ronda.—Avisó uno de los técnicos.
Lo ayudaron a cambiarse y cuando salió del camerino con el conjunto azul completo, la sala entera pareció detenerse. El color lo envolvía, realzaba el tono de su piel, hacía brillar su cabello y dibujaba constelaciones sobre sus pecas. No necesitaba filtros. Era él, tan radiante, inalcanzable como siempre, inevitable.
Todos lo vieron y comprendieron lo que Hyunjin buscaba mostrar.
Caminó al set, sus ojos se movieron con discreción, buscando una presencia y ahí estaba Hyunjin, tras el lente, concentrado, pero no tanto como para no mirarlo.
Sus ojos se encontraron por un segundo. Un instante suficiente para que Felix sintiera que el corazón se le detenía. Había tanto que quería decir, tanto que aún ardía en su pecho. El deseo regresó con fuerza, salvaje e ilógico, como un impulso imposible de controlar. Quiso besarlo, quiso correr hacia él.
Pero no lo hizo, porque no quería armar un escándalo y mandar toda su carrera al desagüe.
Minho estaba ahí, sentado en un rincón, observando cada movimiento del rubio. Cuando vio las primeras tomas en el monitor, aplaudió satisfecho.
—Hyunjin tiene razón. El azul te queda increíble. Te ves brillante.
Felix sintió que se quebraba un poco por dentro.
—Sí…—Susurró y alzó la mirada hacia el fotógrafo.—Es alguien que sabe cómo hacerme ver bien.
Minho no necesitaba preguntar a quién se refería y Hyunjin, en cambio, fingió no escuchar, aunque cada palabra golpeaba directo en su pecho.
Mientras las luces se encendían y Hyunjin daba instrucciones desde detrás de la cámara, la sesión comenzó. Felix posó, giró y sonrió, pero no para la lente. Lo hacía para él, para quién aún conocía cada rincón de su alma.
Y, por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba volviendo a respirar.
*-*-*-*
Felix despertó más temprano de lo habitual por un ruido cerca de la puerta. Sin embargo, no se movió, esperó hasta que el silencio volviera a adueñarse del apartamento. Entonces se levantó arrastrando los pies hacia la cocina en busca de su desayuno. No esperaba encontrar una nota sobre la encimera.
“Nos vemos pronto. Me fui a Japón por los torneos. Sé el mejor. Te amo”.
El papel venía acompañado de un dibujo torpe de una margarita. Felix lo arrugó con brusquedad y lo lanzó al tacho antes de abrir el refrigerador. Se conformó con un jugo de naranja, intentando ignorar el malestar que le había dejado aquel mensaje.
Ese mismo día, Minho pasó por él. Lo esperaba afuera del edificio, con lentes oscuros y un vaso de café en la mano. Hyunjin ya estaba en la parte trasera del auto, revisando los equipos, acomodando cables, cargadores y baterías con meticulosa obsesión que lo caracterizaba.
—¿Listo para sudar?—Preguntó Minho con media sonrisa mientras lo veía subir al auto.
—No tengo opción, de todas maneras, es mi deber.—Respondió, abrochándose el cinturón.
—Además, es lo que más amas. El acuerdo era que el documental debía ser real. No creo que te quejes apenas entrenes.—Añadió Hyunjin sin mirarlo, con ese tono sutil que Felix reconocía al instante: a veces nacía de una idea, otras de un impulso que luchaba por no escapar.
—Buen punto.—Concedió Minho, encendiendo el motor.
Llegaron al dojo con puntualidad. El mismo lugar dónde Felix había entrenado años atrás seguía teniendo paredes de madera, olor a tatami viejo y transpiración. Había sido remodelado pero aún conservaba la esencia de algo vivido y tradicional. La luz entraba en haces dorados por las rendijas de las ventanas superiores, tiñendo el polvo en el aire de una calma espectral, como si fueran partículas de memoria.
Felix se cambió en silencio. El uniforme blanco caía con elegancia sobre su cuerpo, resaltando la tensión de sus hombros y la curva de su cuello, despejado gracias al moño desordenado de su cabello.
Hyunjin preparaba el trípode mientras lo observaba desde el monitor de la cámara. Minho se había ocupado de instalar luces, cuidando que la estética documentar no se rompiera.
Y entonces Felix empezó a moverse.
Cada giro, cada patada, cada respiración agitada golpeaba directo al pecho de Hyunjin. Lo había visto así antes, no detrás de una cámara, sino con la palma en su espalda y los labios en la clavícula.
Recordó la primera vez que lo esperó después de una práctica, con una botella de agua en la mano y el corazón temblando. Felix había salido igual que ahora, con el cabello húmedo pegado a la frente, la piel perlada de sudor, los brazos tensos de esfuerzo. Aquella vez no se contuvo, lo besó sin permiso, incapaz de esperar más.
Recordó también cuando lo ayudaba a estirar, sus manos recorriendo lentamente por los muslos ajenos mientras preguntaba “¿Aquí te duele?” y la respuesta de Felix, con los ojos cerrados y un suspiro entrecortado: “Te necesito”.
Lo grababa, sí, pero también lo revivía.
A través de la cámara, Felix parecía casi irreal. Había un brillo en su piel, una intensidad en su mirada mientras daba vueltas, respiraba agitado, lanzando gritos de concentración. Era tan hermoso que dolía. Etéreo, como si no perteneciera al mundo.
Y de pronto, Felix giró hacia él sin querer. Sus ojos se encontraron, sólo por un segundo. Sólo una fracción mínima de segundo pero fue suficiente para que Hyunjin bajará la cámara.
El cuerpo le temblaba. Lo sabía. Era estúpido pensar que algún día podía superarlo.
—¿Estás bien?—Preguntó Minho desde atrás.
—Sí.—Mintió.—Sólo necesito ajustar la cámara.
Pero la verdad era otra. Hyunjin estaba perdiendo el aire porque incluso sin tocarlo, sin hablarle tan seguido, sin más que esa imagen en la pantalla, su cuerpo lo recordaba todo aunque intentará negarlo.
Las veces que lo tomó sobre la cama con sábanas revueltas. Las veces que se quedaron desnudos sobre el suelo, riendo después de un estiramiento “inocente” que acababa en besos urgentes.
La vez que Felix lo miró con lágrimas en los ojos y le dijo cuánto lo amaba.
Y ahora, allí estaba, frente a él. Con el mismo cuerpo, el mismo sudor, el mismo jadeo que conocía de memoria, pero con otro anillo en el dedo.
Hyunjin apretó la mandíbula. Subió la cámara otra vez, dio una instrucción a Minho que bajará la luz de un lado y fingió concentración.
Por dentro, se deshacía.
Al otro lado del lente, Felix seguía brillando, sin saber que alguien lo amaba aún con cada gota de sudor, con cada golpe que lanzaba al aire, con cada cicatriz invisible que dejaba en el alma de quién lo grababa.
*-*-*-*
El reloj marcaba las 6:47 p.m, cuando Hyunjin cerró el último archivo del día. Las luces cálidas del estudio se apagaron poco a poco, como si también anunciarán que la jornada había terminado. Llevaba más de cuatro horas ajustando el contraste de los retratos, editando pequeños clips de Felix girando en cámara lenta, los mismos que había grabado días antes en el dojo. Cada vez que le daba pausa, su rostro quedaba suspendido en el aire, como si el software mismo se negara a dejarlo ir.
Empacó sus cosas sin prisa la laptop, el disco duro y sus audífonos. El estudio quedaba en una esquina olvidada de la empresa, justo como le gustaba, lejos del ruido, lejos de miradas curiosas. Al abrir la puerta, lo primero que notó fueron las gotas deslizándose por los ventanales del pasillo y luego lo escuchó: La lluvia.
No era un aguacero, pero sí de esas lluvias constantes que se sienten más en la nuca y la espalda que en los pies. Caminó por el pasillo largo y vacío hasta llegar al hall principal. Y entonces lo vio.
Felix.
Estaba de pie en la entrada del edificio, encogido en su chaqueta grande, las manos enterradas en los bolsillos y el cabello rubio un poco más oscuro por la humedad en el aire. Daba pequeños pasos, impacientes, como si estuviera aburrido, pero también como si esperara algo.
Parecía un niño.
Un niño esperando a alguien que le prometa que la vida no se le va a escapar.
Hyunjin sintió una punzada en el pecho. Esa ternura dolorosa que nunca podía controlar. Caminó despacio, con la mochila colgada de un hombro, y al pasar junto a él notó algo un detalle.
Felix no tenía paraguas ni siquiera parecía dispuesto a cruzar la puerta.
—¿Por qué no sales?—Preguntó Hyunjin, sin pensar, mirando cómo las gotas caían sobre los escalones mojados.
El rubio giró un poco el rostro, sorprendido. Se veía algo nervioso al encontrárselo ahí.
—Minho me dijo que lo espere, va a recogerme en el auto. Me dijo que no quiere que me moje.—Respondió con una pequeña sonrisa.
Hyunjin soltó una risa baja, seca, más irónica que cruel.
—Qué mal que te limiten.
—No es eso… —Intentó defenderse.—Sólo…
—Te están limitando, Felix.—Dijo y luego bajó la mirada, como si fuera sólo un comentario más, pero no lo era. Su voz bajó y se volvió suave.—Quiero decir, tú solías disfrutar la lluvia cuando estábamos juntos.
El silencio cayó tan rápido como la lluvia misma.
Hyunjin sintió cómo su propia respiración se suspendía un segundo después de haber pronunciado. Se maldijo por no haber medido sus palabras, por haber permitido que el recuerdo se le escapara por la lengua. Por haberlo dicho justo así “cuándo estábamos juntos.”
No esperó respuesta.
—Nos vemos.—Fue lo único que dijo antes de girarse y seguir caminando, sin mirar atrás.
No vio cómo el pecoso se había quedado inmóvil, con los ojos más abiertos de lo normal, cómo si las gotas que caían ahora también fueran memorias.
Y lo eran. Porque de pronto, Felix recordó.
Recordó la vez que pasearon por el parque cerca del departamento dónde vivían, en lugar de correr a cubrirse, Hyunjin lo tomó de la mano y lo arrastró al medio de la pista vacía, girando como dos tontos en medio de una tormenta veraniega. Recordó sus risas mezcladas, las zapatillas empapadas, los besos con sabor a agua y libertad. El calor de sus cuerpos abrazados mientras todo lo demás goteaba a su alrededor.
Recordó lo libre que se sentía con él. Con Hyunjin nunca tuvo miedo de mojarse. Con Hyunjin se lanzaba primero y pensaba después.
Y ahora estaba ahí, de pie, inmóvil, obedeciendo órdenes que nadie le pidió que cuestionara. Estaba esperando un auto para evitar mojarse. No supo cuánto tiempo pasó mirando la lluvia, pero sí supo que algo dentro de él, algo pequeño, acababa de romperse… O tal vez, de despertar.
*-*-*-*
Las gotas de lluvia caían como una cadencia suave, constante, como si el cielo estuviera llorando en silencio. Felix ya no estaba en la entrada dónde Hyunjin lo había dejado minutos antes. Ahora estaba afuera, bajo la lluvia, con los hombros levemente caídos, el cabello mojado pegado al rostro y una sonrisa pequeña curvando apenas sus labios. No era una sonrisa alegre, ni de cortesía. Era una sonrisa de memoria, de nostalgia, de algo que se había colado entre la conversación y se había instalado en el pecho como una espina dulce.
No recordaba la última vez que sintió la lluvia en la piel. Siempre iba con paraguas, con prisa, corriendo para no mojarse, cubriéndose por reflejo. Desde que Hyunjin se fue de su vida, había dejado de hacer cosas que solían ser pequeñas ceremonias de libertad entre ellos y recién ahora se daba cuenta.
Un auto negro se detuvo frente a él. Minho se bajó del vehículo en cuanto lo vio, con el paraguas en mano y expresión entre molesta y confundida. Caminó con paso rápido hacia él.
—¿Felix? ¿Qué haces? ¿Por qué estás afuera? Te dije que esperarás adentro.—Dijo mientras lo cubría con el paraguas y lo examinaba con la mirada, sorprendido de verlo empapado.
El rubio lo miro. Sus ojos parecían más claros bajo la lluvia, casi translúcidos.
—No sé, sólo me quedé aquí.—Murmuró y luego alzó la vista, como si apenas estuviera entendiendo lo que acababa de hacer.
Minho frunció el ceño, más curioso que molesto.
—¿Estás bien?
—Sí.—Sonrió, más amplio esta vez, pero aún con esa melancolía arrastrada.—O eso creo.
Minho lo observó en silencio. Había algo diferente en él, algo que nunca había visto en el tiempo que lo conocía. No era sólo que estaba empapado. Era como si hubiera una grieta abierta en su pecho y la lluvia lo estuviera limpiando por dentro.
—¿Entonces por qué esa cara?
Felix suspiró, bajando la mirada hacia los charcos que se formaban en la acera.
—Porque olvidé cómo era vivir.—Dijo en voz baja, como si le costara reconocerlo incluso para sí mismo.
Minho no dijo nada, sólo lo miró, esperando pacientemente.
—Creo que en el momento de que Hyunjin mencionó como era yo, como disfrutaba la lluvia antes…—Trató de no estremecerse al repetir su nombre en voz alta.—Fue como si algo me sacudiera… Así era yo, vivía las cosas con intensidad, me reía sin pensar, bailaba cuando llovía, me dejaba llevar por muchas cosas como alguien libre, pero desde que empecé con Kota no lo hacía. Me convertí en alguien que se esconde, que busca encajar en algo que ni siquiera me hace feliz.
El paraguas tembló ligeramente en la mano de Minho.
—Felix…
El rubio levantó la vista, y por primera vez, desde que se mojaba en silencio, habló con toda la sinceridad que guardaba, con la garganta apretada y los ojos vidriosos.
—Minho, sé que sabes que todavía lo amo. Aunque no debería, aunque haya pasado el tiempo y lo haya involucrado hasta el punto de que yo podría armar un escándalo por estar atado a un compromiso que sólo me condena a la infelicidad.—Tragó saliva, la voz quebrándose.—Pero cuando lo veo, cuando me habla, incluso cuando me molesta con esas cosas que sólo él entiende, me siento más yo. Mi corazón nunca dejó de pertenecerle.
El silencio cayó, roto únicamente por el golpeteo de la lluvia contra el paraguas.
—¿Y qué vas a hacer con eso?—Preguntó Minho finalmente, con calma.
—No lo sé.—Sonrió tristemente.—Sólo… No quiero olvidar lo que sentí. No quiero volver a cubrirme de la lluvia para fingir que soy alguien respetable. Quiero recordar cómo era sentir.
Minho se acercó un poco más, inclinando el paraguas hasta cubrirlo mejor. Lo miró con cariño, y aunque le dolía ver a su amigo tan vulnerable, también comprendió que ese momento era necesario. A veces, reconocer lo que duele es lo único que permite sanar.
—Vamos.—Le dijo.—Vas a tener un resfrío si sigues aquí.
Felix asintió y antes de entrar al auto, miró una vez más hacia la calle vacía. Allí donde Hyunjin se había ido. Allí dónde todavía sentía que quedaban partes de él. Y mientras se sentaba en el asiento del copiloto, con la ropa empapada y el corazón latiendo de nuevo, supo que había dado el primer paso hacia algo que ni él mismo sabía si podría controlar, dejarse sentir otra vez.
Notes:
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Chapter 20: 19
Summary:
Jisung lo abrazó más fuerte por el cuello, con la voz teñida de calma.
—¿Y tú, Min? ¿Alguna vez lo has visto brillar así desde que lo conociste? Porque yo sí, cuando estaba con Hyunjin.
Minho desvió la mirada, incómodo.
—Desde que Hyunjin empezó a trabajar con nosotros, brilla… Sí.—Admitió en voz baja.—Pero eso no significa que deban involucrarse otra vez.
Jisung lo miró cansado pero comprensivo.
—Amor… No se trata de involucrarse. Se trata de sentir y aunque no lo digas, tú también sabes que Felix no tiene la culpa de nada, sigue amando a Hyunjin, está cansado de ser infeliz, está cansado de fingir que no le importa. Sé que lo has visto sonreír cuando está con Hyunjin.
Notes:
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Chapter Text
El auto avanzaba por calles empapadas, y el ruido de los neumáticos contra el asfalto húmedo sonaba más intenso que el silencio entre ellos. Dentro del vehículo, reinaba un calor tibio, pero Felix aún temblaba. La toalla que Minho le había tendido descansaba sobre sus hombros, con algunos hilos deshilachados rozándole el cuello. Sus ojos se perdían en la ventana, siguiendo las gotas que descendían en carreras desordenadas, como si cada una tuviera un destino propio.
Apoyó la frente contra el vidrio, sintiendo el frescor del cristal. Afuera, las luces de la ciudad titilaban como faros borrosos, mientras que dentro de sí todo se revelaba con dolorosa claridad.
Recordó.
Ese mismo día, años atrás cuando la lluvia los sorprendió. El recuerdo le llegó con una nitidez cruel. Iban de camino al departamento de Hyunjin, en una noche parecía a esa, dónde la ciudad parecía tranquila. Hyunjin había insistido en caminar, sin prever que la lluvia los atraparía. Se empaparon entre risas, se besaron con labios húmedos y las prendas pegadas al cuerpo.
Luego terminaron entrelazados entre sábanas en la cama, con las ventanas empañadas y la lluvia como música de fondo. Las manos de Hyunjin eran lentas y firmes, aunque a veces temblorosas, como si cada parte de él supiera que no quería olvidar ese momento nunca. Se lo hicieron el uno al otro como si fuera una promesa. Como si el mundo pudiera acabarse después y no importará.
Felix tragó saliva, apartando la mirada del vidrio empañado. Sintió una punzada en el estómago.
—Minho…—Susurró.
—¿Hm?—Respondió sin apartar la mirada del camino.
—¿Podrías dejarme hablar a solas con Hyunjin mañana en el estudio?
El silencio se alargó. Minho giró ligeramente el rostro, lo miró por el rabillo del ojo y luego volvió la vista al frente.
—No.
Felix parpadeó, incrédulo.
—¿Por qué no?
—Sabes perfectamente por qué. Tienes una imagen que cuidar. No puedo darte libertad para hacer lo que quieras y, mucho menos, dejarte a solas con él.
—No va a pasar nada. Nadie va a sospechar.—Dijo con voz tensa, girándose un poco hacia él.—Estamos trabajando en el documental. Si hablamos, pensarán que es por el proyecto.
Minho tensó la mandíbula.
—Precisamente porque sé cómo son ustedes cuándo están solos, no puedo confiarme.
Felix bajó la mirada. Las luces del tablero iluminaban sus pestañas húmedas. Sintió como algo se comprimía en su pecho. Había una humillación silenciosa en tener que pedir permiso, y una aún más amarga en recibir una negativa.
—¿Sabes qué es lo que más me duele?—Murmuró.—Que tenga que fingir que no hay historia entre nosotros. Que todo el mundo lo vea únicamente como “el artista” o “el fotógrafo del proyecto”. Sé perfectamente que es reconocido en otros lugares, pero yo lo he visto llorar, reír, colapsar, temblar, dormir abrazado a mí.
Minho no respondió.
—Minho… Lo siento.—Susurró.—Desde el comienzo debí rechazar volver con Kota, así no te verías obligado a lidiar con todo lo que sucederá si me sigo involucrando con Hyunjin.
El silencio en el carro se volvió pesado.
—Felix.—Empezó MInho, un poco más suave.—Entiendo que aún sientas algo por él. Lo entiendo más de lo que crees, porque así me pasa con Jisung… Pero no puedo permitir que ustedes se reúnan en secreto porque tú y yo sabemos que ustedes siempre hay algo cada vez que se miran… Lo menos que quiero es que tu carrera se vea arrastrada a un escándalo, y con ello, tu oportunidad en los Juegos Olímpicos. Si fuera otro país, quizás sería distinto, pero estamos en Corea del Sur.
Felix asintió con lentitud, sin mirarlo. Su reflejo en el vidrio lo hacía parecer más joven, más frágil. Casi como un niño castigado.
—Está bien.—Susurró.
Minho suspiró, pero no dijo nada más.
El resto del camino transcurrió en un silencio denso. La toalla resbaló un poco de los hombros de Felix, pero no la acomodó. El agua ya se había secado de su piel, pero la sensación de vacío seguía instalada como una humedad difícil de quitar.
Felix apoyó la cabeza en el asiento, cerrando los ojos. Lo único que deseaba era hablar con él. Sentir que todavía podía acercarse sin que el mundo lo reprendiera por ello, pero por ahora, sólo tenía la lluvia, los recuerdos y el hueco que se hacía más grande cada vez que se le negaba su propia historia.
*-*-*-*
Las horas nocturnas del gimnasio solían ser tranquilas, casi desiertas, pero los fines de semana siempre había más gente de la que Changbin esperaba. Aún así se sentía satisfecho de tener su negocio creciendo, confiaba plenamente en su personal, lo que le permitía disfrutar de pequeños momentos libres, como aquella llamada con su novio, quien había preferido quedarse en casa trabajando en un proyecto de diseño.
—De verdad, no lo entiendo, Jeongin. Tu estilo es muy… Exótico. Esos pantalones estampados me dan ganas de quemarlos.—Habló en voz baja mientras caminaba hacia las máquinas, con su celular pegado al oído.
— ¡Es que no sigues las tendencias de moda! —Gritó Jeongin desde el otro lado de la línea con un tono indignado.— ¡Es normal ver un jean con estampas! ¡Son geniales!
—Tienes suerte de que te amo, de que eres mi pareja, porque, de lo contrario, ya habría puesto tus “looks” como advertencia visual en la entrada del gimnasio.
La carcajada de Jeongin resonó a través del altavoz.
—Admítelo, me quieres ver en tu gimnasio.
—Tienes razón, quiero verte, pero tengo que esperar que todos se vayan para cerrar.—Miró hacia un lado y reconoció a alguien.—Cariño, nos vemos en la casa. Acabo de ver a Hyunjin.
—Salúdalo de mi parte, nos vemos.
—¿Te cuesta decir lo mucho que me amas?
Jeongin colgó sin responder. Changbin se rió y guardó el celular en el bolsillo mientras se acercaba a las caminadoras dónde se encontraba Hyunjin con los auriculares puestos y con la mirada al frente, el rostro perlado de sudor, corriendo a un ritmo constante, abstraído en un mundo propio.
—Hyunjin.—Llamó Changbin con tono tranquilo.
Nada.
—Hyunjin—Insistió, un poco más alto.
Ni una reacción. Hyunjin seguía trotando, completamente ajeno al mundo, demasiado hundido en sus propios pensamientos.
Changbin alzó una ceja y respiró hondo.
—¡Hyunjin!
El grito resonó por el gimnasio como un rugido inesperado. Hyunjin por fin reaccionó con un respingo tan brusco de tal manera que sus pies se cruzaron por puro reflejo. Se giró a medias, confundido, los auriculares salieron volando de sus orejas y en ese instante fatal, el universo decidió no cooperar con su equilibrio.
—¡Ah, mierda!—Exclamó Changbin al ver que se tambaleaba.
Trató atraparlo del brazo, pero en el reflejo absurdo de su subconsciente, su mano terminó estirándose hacia la cabeza del otro, como si intentará agarrar los mechones que no existían y con esa acción, fue tarde para evitar el accidente. Hyunjin resbaló, perdió el control de sus piernas y se cayó. La caminadora, implacable, lo escupió como si no fuera gran cosa. Su cuerpo se deslizó hacia atrás con una gracia trágica, terminando en el suelo, con una pierna torcida bajó de él, la otra estirada.
Changbin se quedó congelado con la mano aún estirada.
—Wow…
Pocos habían sido testigos del desastre, pero los suficientes como para que algunos no lograran contener las risas. Hyunjin, desde el suelo, permaneció inmóvil unos segundos, más derrotado por la humillación que por la caída.
—Estoy bien… —Murmuró.—Pero, si pueden, llamen una ambulancia para mi dignidad.
Changbin se agachó para ayudarlo a levantarse, mordiéndose la lengua para no soltar una carcajada.
—Te llamé tres veces y no me escuchaste las dos primeras.
—Era fácil que me tocarás el hombro, no gritar como si estuvieras anunciando el apocalipsis.—Gruño Hyunjin, recogiendo sus auriculares.
—Es una lástima no haberlo grabado. Jeongin se habría divertido.
—Es más seguro que lo subirá a Tiktok…
—Ese jovencito obsesionado de ser el más moderno.
Ambos soltaron una carcajada y aunque Hyunjin seguía avergonzado, no pudo evitar reírse de sí mismo mientras cojeaba levemente rumbo al banco.
*-*-*-*
Las luces frías del gimnasio se reflejaban en los espejos que cubrían toda la pared. Los últimos clientes comenzaban a retirarse, dejando a solas al dueño del lugar con su vecino. Mientras esperaban, Changbin estaba en su última serie de su rutina de pierna, cuando notó que Hyunjin estaba callado desde hacía varios minutos.
Era extraño. Normalmente Hyunjin hablaba incluso cuando no tenía que hacer repeticiones. Comentaba lo mal que dormía, que quería raparse otra vez, o que había soñado con un perro que hablaba en italiano, pero ese día, estaba ensimismado, con los labios entreabiertos y las cejas fruncidas, como si su mente estuviera muy lejos del lugar en el que sus músculos aún trabajaban.
—¿Estás bien?—Preguntó Changbin, dejando caer la barra y sentándose a su lado.
Hyunjin tardó unos segundos en reaccionar. Parpadeó, bajó la mirada a sus propias manos y luego se frotó el cuello con una toalla blanca.
—Yo iba a regresar para disculparme por lo que dije, pero lo vi bajo la lluvia.
—¿Felix?
El más alto asintió.
—Lo vi caminar hasta que terminó empapado… De pies a cabeza y fue como volver al pasado, a cuando todo era más sencillo. Cuando sus sonrisas eran sólo para mí.—Se quedó en silencio unos segundos.—No sé si fue por la lluvia, por el brillo en sus ojos o porque por primera vez después de mucho tiempo lo vi sonreír como antes… Pero mi corazón estalló.
Changbin lo observó en silencio, luego bebió un sorbo de su botella de agua y se cruzó los brazos.
—Amigo, no quiero sonar cruel, pero sabías lo que implicaba trabajar a su lado. ¿Por qué aceptaste aún sabiendo que era Felix?
Hyunjin tomó aire y luego lo soltó con una mezcla de resignación y cansancio.
—Probablemente me esté engañando al decir que sería poco profesional renunciar después de unos días trabajando, pero la realidad es otra… Incluso si me rompe el pecho todos los días verlo, no quiero alejarme. Quiero estar presente y verlo directamente como triunfa en su carrera.
—¿Y tú? ¿Cuándo vas a brillar tú?—Preguntó Changbin directo.—Porque no creo que sea sano verlo iluminar el mundo mientras tú te consumes en su sombra.
—No me importa.—Su voz salió con una honestidad cruda.—Realmente no me importa. Él fue y sigue siendo mi musa. Sin él, no tengo razón para seguir pintando. Prefiero vivir en las sombras de su luz que vivir en un mundo sin él.
Changbin se le quedó mirando por largo rato. Conocía a Hyunjin desde hace unos pocos años, pero no lo suficiente como Jeongin a Hyunjin. Sabía lo terco, lo apasionado y lo imprudente que podía ser, pero también sabía que cuando se enamoraba, lo hacía con todo, con los huesos, con la piel, con cada centímetro de su ser, aunque dudaba que hubiera otra persona que lo hiciera sentir así de la misma manera.
—Sigues amándolo, ¿Verdad?
Hyunjin sonrió. No con alegría, sino con una especie de rendición melancólica.
—Nunca dejé de hacerlo. Ni aunque él estuviera comprometido con otro que no sea yo.
—¿Y qué vas a hacer?
—Nada.—Suspiró.—Quizás es un poco tonto de mi parte, pero realmente espero que algún día vuelva a estar conmigo.
Changbin soltó un suspiro largo y negó con la cabeza.
—Eres un idiota romántico sin remedio.
—Si estuvieras en mi lugar, ¿Podrías seguir adelante sabiendo que Jeongin está comprometido con otra persona?—Preguntó con suavidad.
Changbin lo miró con una expresión que se endureció por segundos pero luego desvió la vista y se levantó.
—Vamos, tengo que cerrar el gimnasio.
Hyunjin asintió y lo siguió en silencio. Pero por dentro, su corazón aún latía, recordando la vez que lo vio en la lluvia con una sonrisa. Deseó, con todo su ser, volver a tocarlo aunque fuera sólo una vez más.
*-*-*-*
El reloj del pasillo marcaba las nueve de la noche y la lluvia insistía en golpear los ventanales del departamento. Minho estaba recargado en la encimera de la cocina, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa, mirando como las gotas se deslizaban por el vidrio en hilos irregulares.
De pronto, escuchó un ruido en la puerta principal.
—No me gusta.—Murmuró Minho.
—Oh, vaya, ni un beso de bienvenida.—Ironizó el castaño, entrando la bolsa de snacks y una botella de té verde.
—Perdón, cariño.—Susurró, rodeándolo por la espalda en un abrazo.—Es sólo que… Es sobre Felix.
—¿Qué pasa con él?—Preguntó, girándose para mirarlo sin romper el contacto de sus brazos.—¿Todo bien?
—Es sólo que él quiere hablar con Hyunjin a solas.—Soltó un suspiro.—No me parece una buena idea. No está pensando con la cabeza, sino con el corazón y ya sé cómo es Felix cuando está a solas con él.
Jisung lo abrazó más fuerte por el cuello, con la voz teñida de calma.
—¿Y tú, Min? ¿Alguna vez lo has visto brillar así desde que lo conociste? Porque yo sí, cuando estaba con Hyunjin.
Minho desvió la mirada, incómodo.
—Desde que Hyunjin empezó a trabajar con nosotros, brilla… Sí.—Admitió en voz baja.—Pero eso no significa que deban involucrarse otra vez.
Jisung lo miró cansado pero comprensivo.
—Amor… No se trata de involucrarse. Se trata de sentir y aunque no lo digas, tú también sabes que Felix no tiene la culpa de nada, sigue amando a Hyunjin, está cansado de ser infeliz, está cansado de fingir que no le importa. Sé que lo has visto sonreír cuando está con Hyunjin.
—Aún así… No sé si me parece correcto. Tú mismo me dijiste que Felix lo dejó para que siguiera su carrera. Se rompió en mil pedazos por él.
—Y cada uno de sus pedazos sigue amándolo.—Le sonrió suavemente.—¿Te puedo decir algo que nunca te conté?
—¿Qué cosa?
—Cuando fui por primera vez al departamento dónde vivían ellos… Estaba lleno de fotografías. No como esas que se cuelgan para aparentar… No, eran íntimas, eran reales… Era como si Hyunjin hubiera fotografiado a Felix cada vez que lo miraba con amor y lo hubiera dejado impreso en papel. Lo juro, me sentí como un intruso en un lugar que no podía entender.—Tragó saliva.—Sentí envidia porque nunca nadie me había mirado…Hasta que volviste a invitarme a salir y darme cuenta que eres tú quien me mira de la misma manera que Felix miraba a las fotos que Hyunjin tomó para él.
Minho no dijo nada, sólo seguía mirándolo.
—A veces uno quiere cuidar a las personas que ama alejándolas del peligro, pero otras veces, sólo necesitas dar un paso al costado y dejarlas elegir a quién quieren, aunque tú pienses que están equivocadas. Felix merece ser feliz otra vez, sin que lo aten al compromiso que no quiso.
El silencio se instaló. Minho lo observaba como si fuera la criatura más maravillosa que había visto en su vida. Recordó a Felix bajo la lluvia, las palabras que dijo, había algo distinto en su postura: Una mezcla de esperanza temblorosa y decisión frágil. Como alguien que estaba al borde de romperse de nuevo.
—Quiero protegerlo.—Dijo Minho finalmente.
—Entonces déjalo elegir. Déjalo hablar con él. Deja que él decida a quién necesita. Aunque no te elija a ti, ni a mí. Aunque decida volver a Hyunjin.
El aire quedó suspendido entre ambos y luego, con un suspiro largo, Minho asintió.
—Sólo espero que Felix no salga más roto de lo que ya está.
Jisung sonrió, acercándose para unir sus frentes, antes de sellar la conversación con un beso. Minho correspondió con la misma suavidad. Por testarudo que fuera, ambos querían lo mismo: Ver a Felix feliz otra vez.
*-*-*-*
Felix abotonaba su camisa con una lentitud que delataba lo nervioso que estaba. El reloj marcaba más de lo necesario y aún no decidía si debía usar perfume o no. Llevaba quince minutos arreglándose como si fuera a una cita, aunque ya había repetido más de una vez en voz alta que no, que no lo era. Que sólo iba a trabajar como cualquier otro día.
Pero no era cualquier otro día.
Apenas se miró al espejo, lo supo.
La camisa blanca que llevaba resaltaba el tono de su piel y su cabello, cuidadosamente recogido en una media cola, parecía casi demasiado perfecto para un turno de rutina. Sus labios tenían un leve brillo de bálsamo y se había asegurado de no tener ojeras visibles.
Tragó saliva. Se sintió tonto, ridículamente tonto pero no podía evitarlo.
Estaba por llamar a Minho para preguntarle si ya iba en camino, cuando notó que tenía un mensaje pendiente.
“He hecho arreglos de horario por ti. Pedí a los del staff que llegarán a las 10 de la mañana. Hyunjin no sabe, así que te encargaré de avisarle. Es tu momento”
Felix parpadeó y luego volvió a leer.
Una, dos, tres veces.
Sintió cómo algo se encendía dentro de su pecho, una especie de vértigo dulce. Era como si le hubieran concedido una segunda oportunidad que nunca se atrevió a pedir, pero que había deseado en silencio durante tanto tiempo que casi había dejado de creerla posible.
Hyunjin no lo sabía, no lo estaba esperando y, sin embargo, estaría allí. A unos metros, en un espacio sólo para los dos. Esta vez, no sería por accidente, ni una coincidencia, ni una trampa del destino. Esta vez, alguien había construido el puente que él ya no sabía levantar.
Le temblaron los dedos al guardar el celular, su corazón estalló al imaginar su rostro cuando lo viera.
Tomó su abrigo sin revisar si llevaba todo en los bolsillos. Bajó las escaleras con pasos apresurados, como si su cuerpo no supiera si huía o corría hacia algo. El aire húmedo de la ciudad lo envolvió al salir del condominio, pero no sintió frío.
Pidió un taxi con los dedos aún torpes y nerviosos. Mientras esperaba, se detuvo en la vereda y respiró hondo. Se tocó el pecho, como si necesitará recordarse que estaba vivo, que aquello era real, que iba a estar a solas con él. No como el ex que se guardaba todo, ni como el hombre que nunca lo superó, ni como el chico que lloró por su ausencia. Iba a verlo como alguien que lo amó y aún lo seguía amando
Ya no podía negarlo. Quería romper las cadenas de la infelicidad.
El taxi llegó y subió sin pensarlo dos veces. El trayecto se le hizo corto, casi irreal, como si la ciudad entera se apartará para que llegará más rápido. Mientras el auto avanzaba, Felix miró por la ventana sin realmente ver, porque su mente ya estaba en otro lugar. En ese estudio dónde seguramente Hyunjin ya se encontraba, sin saber que alguien iba directo hacia él.
Un lugar dónde su corazón aún palpitaba por su nombre.
Chapter 21: 2O
Summary:
Hyunjin lo sostuvo con la mirada durante un largo rato. Luego avanzó hacia él, reduciendo la distancia entre ambos. Felix no retrocedió, al contrario, permaneció firme, expectante.
—La verdad tampoco lo sé del todo, ¿Por qué no renuncié? Pensé que lo haría, que era lógico, que sería más fácil evitarte que sostener esta cámara frente a ti otra vez, pretendiendo que no me afecta.
—Hyunjin…
—Pero me quedé… Porque sabía que, si alguien debía hacer este trabajo, era yo. Nadie más podría captarte como yo lo hago.—Hizo una pausa.—Y tú lo sabes. Eres consciente, ¿no?Felix frunció ligeramente el ceño.
Notes:
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Chapter Text
Hyunjin entró a la sala de reuniones con el café recién comprado aún humeante entre las manos. El silencio de la empresa a esa hora de la mañana le resultaba extrañamente reconfortante. El aire acondicionado daba una brisa suave en lo alto y los rayos de sol entraban sesgados por las persianas semiabiertas, dibujando líneas doradas sobre la mesa de madera.
Se sentó en una de las sillas, dejó su mochila al lado y se acomodó el abrigo. Aún pensaba que los demás llegarían pronto, como cada semana. No tenía motivos para imaginar algo diferente… O eso creyó.
El sonido de pasos apresurados en el pasillo interrumpió sus pensamientos. La puerta se abrió con suavidad y, al levantar la mirada, lo vio.
Felix.
Ambos parpadearon, como si ninguno hubiese previsto encontrarse con el otro tan pronto, tan cerca. Felix fue el primero en hablar.
—Minho me pidió que viniera solo.—Dijo, deteniéndose frente a la mesa sin quitarle los ojos de encima.—Tuvo que encargarse del staff y me pidió que te avisara que la reunión se retrasará un poco.
El mayor asintió lentamente, sin despegar los labios de la taza que sostenía. Tragó un sorbo de café, aguantando el ardor que le quemó un poco la lengua.
—Está bien.
No preguntó más. No cuestionó por qué Felix estaba allí en lugar de Minho, ni por qué no le habían avisado antes. Quizás porque en el fondo ya intuía la respuesta, o porque temía escucharla. O tal vez, simplemente, porque no le importaba. Lo único que importaba era que Felix estaba allí, a solas con él.
Ambos se sentaron y entre ellos se instaló un silencio prolongado pero no incómodo. Hyunjin mantenía los dedos entrelazados alrededor del vaso, observándolos como si fueran un refugio, mientras Felix paseaba la mirada por la sala , evitando sostenerla demasiado tiempo sobre él, aunque sus ojos siempre terminaban regresando a los suyos.
—¿No vas a tomar fotos hoy?—Preguntó Felix de pronto, rompiendo la quietud con una voz tan suave.—Ya que estamos en la empresa y tienes el equipo…
Hyunjin alzó la vista, sorprendido y lo miró por unos segundos, como si buscará alguna intención pero no la encontró. Sólo a Felix, con esa sinceridad desarmante que a veces dolía.
—Supongo que podría.—Cedió el más alto.—No tengo nada pendiente y hay buena luz a esta hora… Podrías ayudarme a montar el fondo, si quieres.
Felix sonrió y asintió, con un brillo en los ojos del que Hyunjin no pudo apartar la mirada. Por un instante, ambos recordaron los días en los que eso era normal. Cuando ayudarse no era una excepción, sino una rutina, cuando no necesitaban permiso para estar cerca.
—Gracias.—Dijo Hyunjin, con voz más baja, como si se estuviera acostumbrando de nuevo a hablarle.
Se levantaron casi al mismo tiempo y mientras caminaban hacia los pasillos, sin prisas, sin necesidad de llenar el silencio. Había algo en sus pasos que no era del todo distante. Una posibilidad apenas dibujada, como si el universo les hubiera dado cinco minutos más para recordar cómo era estar juntos sin tener que huir de ello.
*-*-*-*
Caminaban a paso lento, como si ninguno de los dos supiera con certeza hacia dónde se dirigían, pero tampoco parecía importarles llegar pronto. Felix hablaba mientras señalaba con la mano algunos lugares, su voz resonaba como un eco suave en los pasillos amplios.
—Esa es la sala de descanso… Y más allá están las oficinas. No hay mucho que ver en ese piso, pero a veces lo decoran según la estación. La primavera pasada pusieron farolitos.—Dijo con una risa baja.
Hyunjin lo escuchaba con atención, sin interrumpir. No necesitaba hacerlo. Su cámara descansaba entre sus dedos, colgando a la altura del pecho, y cada cierto tiempo sin avisar, levantaba el lente para capturar algo. A veces de una lámpara decorativa. Otras, del movimiento de la sombra de Felix sobre la pared, un instante fugaz que merecía permanecer.
Llegaron a una de las puertas laterales de vidrio que daban al jardín de la empresa. Felix la empujó con suavidad y una ráfaga de aire fresco entró junto al murmullo de las hojas.
—Este es mi lugar favorito.—Murmuró.
Hyunjin lo siguió al exterior. El jardín estaba meticulosamente cuidado, diseñado para quienes buscaban un respiro. Arbustos recortados, bancos de madera clara y flores en tonos vibrantes se desplegaban bajo la luz dorada del sol. Un sendero de piedras serpenteaba hacia una pequeña fuente discreta en el centro.
Felix caminó unos pasos, girando el rostro como si quisiera absorber con los ojos todo lo que lo rodeaba. Sus hombros se relajaron y entrelazó las manos tras la espalda.
El azabache en ningún momento apartó la vista de él y alzó la cámara.
Click.
Felix se inclinó para mirar unas flores violetas que crecían cerca del sendero. Su cabello rubio cayó con el gesto y la luz del sol iluminó su perfil.
Click.
Hyunjin bajó lentamente la cámara, como si no quisiera perturbar el momento. Lo que lo tenía hechizado no eran las flores, sino la manera en que Felix las contemplaba.
—¿Te gustan?—Preguntó el menor, sin mirarlo aún.—Las flores.
El mayor dio un par de pasos y se situó a su lado. Observó las mismas flores por un momento, pero terminó mirando al rubio. Las palabras escaparon antes de que pudiera contenerlas.
—Me gusta más cómo las miras tú.
El rubio giró hacia él, sorprendido. Sus labios se entreabrieron, aunque no articuló nada al principio. Luego apareció una sonrisa suave, de esas que nacen cuando alguien se siente visto en lo que nunca muestra.
—Siempre dices cosas así.—Susurró.
—Se me escapan cuando estoy contigo.—Confesó Hyunjin.
—¿Y eso es malo?
—No sabría qué responder… Lo que no entiendo es qué buscas al hablarme de esta forma.
—Bueno… Somos compañeros de trabajo. Sería raro que estemos los dos solos sin hacer nada ¿no?
Hyunjin bajó la vista, pero sus labios se curvaron apenas, como si en su silencio aceptará las palabras de Felix.
El viento movió ligeramente las ramas de un cerezo al fondo. Unos pétalos descendieron flotando hasta posarse junto a ellos. El rubio levantó la mirada y alzó la mano para atrapar una, sonriendo con la inocencia de un niño. Hyunjin tomó una última foto, no de las flores, sino la expresión que mostró Felix que parecía iluminar ese momento de calma.
Y por un instante, aunque ninguno lo dijera en voz alta, se sintieron nuevamente al borde de algo que habían perdido y que, quizás, aún no era tarde para encontrar.
*-*-*-*
Regresaron a la sala por donde habían salido, con el aire aún fresco del jardín pegado a la piel. El murmullo de pasos sobre el piso flotaba entre ellos, pero ninguno decía nada al comienzo. Era como si ambos estuvieran retrocediendo unas horas antes del momento que compartieron.
Una vez dentro de la sala, el silencio adquirió un peso diferente. Las sillas vacías, el proyector apagado, las carpetas alineadas en la mesa de reuniones. Todo parecía estar igual que antes.
El rubio no soportó más, se giró y lo miró. Su voz salió con una honestidad brutal, como si llevará rato empujándola hacia afuera.
—No entiendo, Hyunjin. ¿Por qué decidiste quedarte?
—Ya te lo dije, sería poco profesional irme.—Respondió alzando una ceja.
—Sé que crees que eso me convencería, pero te conozco… Sé cuando mientes.
Hyunjin lo sostuvo con la mirada durante un largo rato. Luego avanzó hacia él, reduciendo la distancia entre ambos. Felix no retrocedió, al contrario, permaneció firme, expectante.
—La verdad tampoco lo sé del todo, ¿Por qué no renuncié? Pensé que lo haría, que era lógico, que sería más fácil evitarte que sostener esta cámara frente a ti otra vez, pretendiendo que no me afecta.
—Hyunjin…
—Pero me quedé… Porque sabía que, si alguien debía hacer este trabajo, era yo. Nadie más podría captarte como yo lo hago.—Hizo una pausa.—Y tú lo sabes. Eres consciente, ¿no?
Felix frunció ligeramente el ceño.
—¿Consciente de qué?
Hyunjin dio un paso más y se inclinó hacia el rubio.
—De que sólo yo puedo hablar a través del lente cuando se trata de ti.
La tensión se apoderó de ambos, pero no con incomodidad. Era ese fuego latente que nunca se había extinguido. Felix entreabrió los labios, buscando una respuesta. Su respiración se volvió más rápida, suficiente para delatar la tormenta que llevaba dentro.
Y justo cuando estaban a unos centímetros, se escuchó el sonido de la puerta abrirse.
—¡Hey!—Saludó una voz.—Siento por la demora. Hubo un lío con el staff…
Era Minho.
Entró con una carpeta bajo el brazo, seguido de un par de asistentes, cargando una energía completamente fuera del lugar. Sin embargo, apenas entró, se detuvo en seco. Felix lo miraba con una expresión de molestia, como si hubiera irrumpido en medio de una escena importante. Minho se quedó quieto, evaluando el ambiente como un animal que percibe peligro latente, notando la cercanía de Felix y Hyunjin.
—Uhm… ¿Todo bien?—Preguntó Minho tenso.
Felix no respondió, limitándose a entrecerrar los ojos como si pudiera maldecirlo con la mirada. Hyunjin, en cambio, se alejó un poco y se giró hacia otro lado, ocultando lo que sus ojos revelaban. Volvió a alzar la cámara, pero no para grabar, sino para revisar las fotografías capturadas en aquel breve paseo.
—Bueno… Tenemos que preparar el equipo. En diez minutos empezamos. —Anunció Minho.
—Perfecto.—Murmuró el menor, aunque en su tono de voz había resignación.
Hyunjin no dijo nada más, pero mientras se acomodaba junto a su equipo, sus dedos temblaban apenas. El simple pensamiento de que Minho los hubiera sorprendido al borde de un beso lo puso nervioso. Era consciente del peligro de estar a solas con Felix, pero aún más de que, pese a todo, lo único que quería era volver a arriesgarse.
*-*-*-*
La jornada había sido larga, pero Felix no parecía agotado. De hecho, parecía todo lo contrario, sus ojos tenían un brillo particular, como si el hecho de respirar el mismo aire que Hyunjin le devolviera energías que no sabía que le quedaban. Estaba revisando unas fotografías en las pantallas del estudio cuando una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.
—Así que aquí es dónde harán parte del documental.—Preguntó Bang Chan, acercándose con sonrisa ladeada y su mochila colgada de un solo hombro.
Felix alzó su mirada, sorprendido. No esperaba verlo ese día, pero la visita le alegró aún más.
—¡Hyung!—Exclamó, acercándose para abrazarlo.—Pensé que íbamos a vernos más tarde con Jisung y Minho.
—Quería sorprenderte.—Respondió Chan, dándole un leve golpe en el hombro.—Además, me dijiste que querías mostrarme cómo te va con el proyecto.
—Sí, claro… Justo estamos terminando esta parte. Vamos afuera que creo que están grabando en el jardín.
Chan asintió con una sonrisa. Estaban por salir a recorrer el espacio de filmación cuando, al fondo del pasillo, una silueta delgada apareció. Llevaba la cámara colgada al cuello, los lentes de sol sobre la cabeza y las mangas arremangadas hasta los codos.
Era Hyunjin.
Felix miró hacia su primo sin decir nada pero su leve asentimiento fue más que suficiente para dejar claro que había logrado lo que quería.
Hyunjin se detuvo al notar su presencia. Sus ojos pasaron de Chan a Felix, como si evaluará la situación con la cautela de quién ha aprendido a no suponer demasiado.
—Hola.—Saludo Hyunjin, con una leve sonrisa.
—Hola.—Respondió Chan, ladeando un poco la cabeza.—Hace tiempo que no te veía… Veo que lograste pasar.
—Sí, pero… ¿Cómo conoces a Felix?—Preguntó desviando la mirada hacia el rubio.
—Ah, es que somos primos y lo estaba ayudando.
—Ahora que lo recuerdo… Seungmin creo que te mencionaba.
Chan parpadeó, confundido. Felix lo miró de reojo, esperando una explicación.
—¿Mencionó algo de mí? ¿Está interesado?—Preguntó emocionado el mayor.
—No diría eso… Es más… Dijo y cito “El amigo de Changbin me anda molestando, su nombre es Chan. Jeongin lo apoya y quiere que sigamos saliendo ".—Se encogió los hombros.—Yo entendí que trataba de zafarse de ti.
Felix bajó la cabeza, conteniendo la risa. Chan se llevó una mano a la nuca.
—Vaya, no sabía que pensaba así de mí.
—Es difícil llegar a su corazón, así que…—Hizo una mueca.—Será tu decisión si rendirte o seguir.
El silencio fue breve, pero no incómodo. Era más bien denso, como si flotara algo que ninguno se atrevía a decir todavía.
—¿Y algún consejo?—Preguntó Chan, rascándose el cuello.—Sobre Seungmin.
Hyunjin se lo quedó mirando un momento. Sus ojos brillaban de esa forma en que lo hacían cuando estaba evaluando una pintura muy antigua, con cariño y recelo.
—Bueno, creo que debes intentar más seguido. No te rindas y sólo te diré un dato que es lo que más le gusta Seungmin. Béisbol.
Chan asintió despacio, procesando la información.
—Gracias… Supongo.
—Suerte.—Dijo Hyunjin, con una sonrisa que le nacía cuando encontraba algo interesante.
Después de eso, Hyunjin se despidió con una leve inclinación y siguió su camino, la cámara balanceándose contra su pecho. Chan lo siguió con la mirada hasta que desapareció por la puerta lateral.
—Así que… ¿Se quedó?—Preguntó Chan en voz baja.
Felix no contestó de inmediato. Miraba el espacio vacío donde Hyunjin había estado segundos antes, sintiendo el peso del presente superpuesto con todo lo que una vez fue.
—Sí.—Susurró y miró a su primo.—Se quedó por mí.
Y aunque no hubo más palabras, Chan lo entendió porque había visto en la mirada de Hyunjin lo mismo que tantas veces notó en la de Felix: la huella de un amor que nunca dejó de arder.
*-*-*-*
Minho caminaba por los pasillos de la empresa con pasos rápidos. Había terminado su parte de la jornada hacía un rato y se suponía que debía ir a recoger a Felix, pero por alguna razón, algo le impedía.
Y cuando vio al rubio, lo supo.
Felix estaba de espaldas en uno de los camerinos, agachado sobre una banca baja, acomodando papeles doblados, una botella de agua, sus auriculares, un cuaderno algo desgastado. Su mochila estaba abierta y sus manos se movían con rapidez, como si intentara hacer algo mecánico para no pensar demasiado.
Minho se apoyó en el marco de la puerta y lo observó durante unos segundos. Y en ese silencio, todo encajó. La charla con Jisung el día anterior, las ausencias de Felix incluso cuando estaba presente, la forma en que parecía esperar algo, o alguien, en cada respiro.
—Felix.
El otro alzó la cabeza al instante.
—Oh, Minho.
—Hm…—Respondió entrando a los camerinos.—Estaba buscándote.
—¿Pasó algo?
—No… O tal vez sí, depende de ti.
Felix frunció el ceño. Se enderezó y se colgó la mochila con un tirón rápido, como si esperara más instrucciones, acostumbrado a eso. Minho cruzó sus brazos y suspiró.
—Sólo por hoy.—Dijo con firmeza.—Sólo por hoy deja que pase lo que tenga que pasar, pero, por favor, ten cuidado, Felix.
El rubio se quedó quieto, como si aquellas palabras lo hubieran golpeado en lo más hondo.
—¿Estás seguro?—Preguntó, intentando ocultar la emoción que le asomaba en los ojos.
—No estoy del todo de acuerdo.—Admitió Minho, resignado.—Pero vi como lo miraste. Fue como si alguien hubiera vuelto a encender las luces por dentro de ti. Y lo entendí. Jisung tenía razón. Sólo por eso te estoy dejando ir con Hyunjin.
El menor lo miró en silencio, los dedos apretando una de las correas de su mochila. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien lo veía sin juzgarlo, además de Jisung.
—Gracias.—Murmuró.
—Anda, ve antes de que cambie de opinión.—Sonrió apenas.—Pero Jisung y yo estaremos para ti si no puedes solo.
Felix rió, nervioso, antes de asentir y salir corriendo de los camerinos. Minho negó con la cabeza, resignado, pero una sonrisa se le dibujó.
*-*-*-*
Del otro lado del edificio, Hyunjin acababa de guardar su cámara con cuidado. El espacio dónde habían trabajado comenzaba a vaciarse y la luz de la tarde teñía de ámbar los ventanales. Cerró el bolso, dejando escapar un suspiro leve.
Tomó el ascensor hasta la planta baja y cuando llegó a su destino, caminó hacia la entrada principal con pasos tranquilos, pero se detuvo cuando lo vio.
Felix estaba allí.
Apoyado junto a la jardinera de la salida, esperándolo. La luz caía sobre él como en una fotografía ya tomada. La sonrisa de Felix, esa que parecía haber dormido en su rostro por años, volvió a despertar. Y esa simple curva bastó para que Hyunjin sintiera algo cálido en el pecho.
Hyunjin también sonrió.
Se encontraron sin hablar. Felix avanzó un paso, Hyunjin otro. Era como si un hilo invisible hubiera estado esperando entre ellos todo ese tiempo, esperando este momento para tensarse otra vez.
Chapter 22: 21
Summary:
—¿Felix…?—Dijo una voz somnolienta, rasposa por el sueño.—Te quiero mucho, pero ¿Sabes la hora que es?
Felix tragó saliva ya que no sabía por dónde empezar. Su voz no quería salir, sintió que si hablaba, la mínima palabra lo rompería.
—No sé qué hacer… —Dijo finalmente, en voz baja, temblorosa.—No puedo dormir… No dejo de pensar en él.
Al otro lado del teléfono, Jisung no dijo nada por unos segundos y Felix alcanzó a escuchar el ruido de las sábanas, suponiendo que se estaba levantando de la cama para dejar a Minho descansar.
—¿Estás bien? ¿Estás en tu casa, verdad? Minho me dijo que ibas a ver a Hyunjin.
—Sí… Estoy en mi casa.—Contestó Felix, llevándose una mano al rostro.—Ya no puedo más con este compromiso… Kota parece que salta las sesiones de terapia o no sacó cita con el personal profesional… No quiero seguir con él. No quiero fingir ante todos que somos la pareja perfecta.
Notes:
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Chapter Text
Hyunjin sabía que no debía estar sonriendo, pero cada vez que veía a Felix brillando, su corazón se estremecía como si fuera la primera vez. Se permitió un segundo, sólo un segundo, para admirar el resplandor de sus ojos antes de hablar.
—¿Minho te dejó solo otra vez?—Preguntó Hyunjin.
El rubio se encogió los hombros, pero su sonrisa no desapareció. Al contrario, se ensanchó como si quisiera saborear el momento.
—No.—Negó con un leve movimiento de cabeza y su voz sonó tan clara que a Hyunjin se le heló la sangre.—Esta vez vine por ti. Te estaba esperando, Hyunjin.
El silencio que siguió fue breve, pero cargado. El tipo de pausa que hacía temblar el aire, como si las palabras hubieran abierto un lugar dónde respirar era más difícil.
Hyunjin parpadeó, incapaz de reaccionar de inmediato. Miró a su alrededor, como buscando un testigo, alguien que lo sacara de esa ilusión peligrosa, pero estaban solos. Tan solos que la verdad de las palabras de Felix parecía aún más devastadora.
No esperaba encontrarlo, menos de que lo estuviera esperando.
—¿A mí?—Repitió, apenas con un hilo de voz, quebrada por lo que no podía controlar.
No quería creerlo, no quería ilusionarse otra vez. Felix estaba comprometido, y él había aprendido a recordarse cada día que lo suyo había quedado atrás, que lo que tuvieron no era más que una chispa destinada a terminar, pero escuchar aquello lo hacía tambalear.
—Sí.—Confirmó Felix.—Quería caminar contigo. Por ese parque de ahí.—Señaló con la cabeza hacia la avenida arbolada, dónde la luz del atardecer se filtraba dorada entre las copas verdes, bañando el sendero de grava.—¿Vamos?
—Felix, ¿Y qué hay…?—Intentó, buscando una salida.
—No digas nada más.—Lo interrumpió firme, pero suplicante.—Por favor… ¿Vamos?
Hyunjin tragó saliva. Tenía excusas listas. Algo sobre la edición pendiente o sobre una llamada que debía hacer, cualquier cosa que lo protegiera de caer otra vez en esa herida abierta. Sin embargo, todas se borraron cuando Felix dio un paso hacia él, y le tomó del antebrazo con naturalidad, como si nada se hubiera roto entre ellos, como si todo siguiera igual.
Ese contacto sencillo, esa cercanía tan familiar, lo derrumbó.
—Vamos, no es tan tarde.—Dijo con esa voz baja que lo hacía temblar, como si supiera que con ese tono lo convencería.—O si prefieres, caminamos en silencio. Sólo… Acompáñame, por favor. No quiero estar solo.
Y antes de que Hyunjin pudiera negarse, ya estaba avanzando junto al rubio.
Los pasos fueron inseguros al principio, torpes, como los de dos desconocidos que intentan bailar una melodía olvidada pero pronto se ajustaron, como si los cuerpos recordaran lo que la memoria se empeñaba en negar. Hyunjin no se atrevía a mirarlo, no del todo, se conformaba con sentirlo cerca, escucharlo respirar con calma, observar cómo sus ojos se detenían en las flores al borde del camino, como si todavía pudieran encontrar belleza en medio de tanto caos.
—Felix…—Murmuró el más alto, en su último intento de resistirse.
Pero no pudo, no cuando Felix lo miró con esa sonrisa tan honesta, tan desarmante, que le arrancó una a una todas las defensas que había construido. Y mientras sus sombras se alargaban sobre la vereda, Hyunjin pensó que quizás podría dejarse llevar un poco más.
*-*-*-*
A Hyunjin le dolía caminar a su lado como si nada hubiera pasado. Como si no hubieran compartido una vida, una cama, una historia. Dolía más que cualquier herida abierta el no poder tomarle la mano, aunque sus dedos estuvieran tan cerca, a sólo un movimiento de distancia y, al mismo tiempo, a un abismo inalcanzable. Sin embargo, aguantó el impulso de estirarse, de sujetarlo, de aferrarse como antes, aunque cada paso se sintiera como caminar sobre cristales.
Avanzó en silencio, hasta que el peso en el pecho se volvió insoportable.
—Felix… ¿Por qué me esperaste?—Su voz salió baja, como si temiera la respuesta.—Te hubieras ido con Minho.
El silencio se prolongó unos segundos, hasta que Felix giró el rostro hacia él. Su voz tembló al hablar como si cada palabra tuviera peso.
—No… Yo no quería… O sea, yo quería esperarte, quería verte, Hyunjin. Intentar llevarme bien contigo después de tanto tiempo y sentí que debía hacerlo.
El mayor lo miró con incredulidad y dolor. ¿Cómo podía decir aquello con tanta calma? ¿Cómo podía hablar de “llevarse bien” cuando todavía tenía sentimientos hacia él? Aún lo amaba, pero antes de responder, una gota fría le rozó la mejilla y otra se deslizó por su rostro cuando alzó la mirada.
Felix no se movió, sólo levantó el rostro hacia el cielo y cerró los ojos, dejándose empapar. Cuando Hyunjin estuvo a punto de sugerir que buscarán refugio, el menor comenzó a reír. Una risa suave, luminosa, como si el mundo no estuviera roto. Como si la lluvia, en lugar de arrastrarlo, lo estuviera liberando.
Hyunjin lo contempló, paralizado, con un nudo en el pecho. Esa imagen se grabó en lo más profundo de su ser., Felix bajo la lluvia, los ojos cerrados y la sonrisa curvando sus labios. Ese era el chico del que se enamoró, el que transformaba lo gris en colorido, el que encontraba luz en plena tormenta.
—No pienso lo mismo que tú sobre “llevarnos bien”.—Murmuró, con la voz quebrada.—No puedo ser tu amigo, no puedo fingir que me basta con eso… Que no me duele tenerte cerca y no poder abrazarte… No después de todo.
El menor abrió los ojos y lo miró con esa ternura que desgarraba.
—Lo siento…—Se mordió el labio inferior, afectado por las palabras.—Lo siento por pedirte algo imposible, Hyunjin…
—No, no digas más…
—Hyunjin… Sólo quiero pedirte una cosa.—Le suplicó.—Sólo por hoy… ¿Podemos abrazarnos?
Hyunjin dudó por un segundo. Un segundo dónde se le rompieron mil certezas, dónde el corazón le gritó que no debía, que aquello lo desgarraría más después, pero ya estaba roto. Y si ese era el último momento con él, quería que fuera real. Sólo atinó a asentir.
El menor no perdió el tiempo y se lanzó a rodearlo por la cintura. En ese abrazo, algo se quebró.
Fue un abrazo lleno de todo lo que no se habían dicho. Tembloroso, desesperado. Con los ojos cerrados y los cuerpos pegados como si pudieran reconstruirse, como si en ese contacto hallarán refugio.
Hyunjin cerró los ojos, aspirando el perfume que tanto había añorado, sintiendo el calor que había buscado en las noches más frías. Ahí estaba la persona que aún amaba con cada fibra de su cuerpo, incluso con aquellas que habían intentado olvidarlo.
Y Felix, en ese abrazo, lo supo. Supo que nadie, ni siquiera Kota, lo haría sentir de esa manera. Nadie llenaría su pecho de paz y vacío al mismo tiempo. Nadie le haría temblar sólo con un simple roce, porque sólo Hyunjin podía. Sólo él.
Bajo la lluvia, se aferraron el uno al otro y aunque creían que ese momento podría no repetirse, lo vivieron como si fuera el último. Como si sus corazones hubieran vuelto a encontrarse.
*-*-*-*
Después del abrazo que parecía corto para ambos a pesar de que estuvieron por un largo rato, se tuvieron que separar porque la lluvia no daba tregua. Felix entrecerró los ojos, observando a Hyunjin.
—De verdad… Me alegra verte de nuevo.—Sus labios temblaron.—Y gracias por el abrazo.
Hyunjin no respondió al instante, sólo lo miró como si quisiera grabar cada trazo de su rostro en la memoria. El impulso fue más fuerte, llevó la mano a su nuca y lo atrajo. El menor no se movió, se dejó llevar.
El beso llegó, pero no a sus labios como el rubio esperaba. Fue en la frente, suave, reverente como una confesión muda de amor. Ese gesto lo conmovió hasta las lágrimas. Felix alzó la mirada buscando más, pero Hyunjin se apartó y comenzó a alejarse.
—Hyunjin…—Susurró.
Sin embargo, no se volteó, dejando al rubio en medio de la lluvia.
Felix lo entendió, por eso no corrió tras él. Dio media vuelta antes de que su corazón lo traicionará y entró al edificio. Subió al ascensor, sintiendo que las gotas caían por cada paso que daba, acompañada por su respiración aún entrecortada.
Al abrir la puerta de su departamento, vio a Kota en la sala, con una taza entre las manos, sorprendido.
—¿Felix? ¿Por qué estás empapado?—Dejó la taza a un lado y se acercó rápidamente.
Felix parpadeó, visiblemente confundido y antes de que Kota pudiera tocarlo, dio un paso hacia atrás.
—Pues está lloviendo, era evidente que me iba a mojar.—Se encogió los hombros.
Kota se apresuró a buscar un par de toallas limpias del armario para entregarle al rubio. Felix sintió un nudo en el estómago, no porque sintiera culpa, sino por la devoción de Kota que le resultaba pesada.
El taekwondista aceptó las toallas y se secó el cabello en silencio, evitando su mirada. Kota sonrió débilmente antes de alejarse, dándole espacio. Debería agradecerle por el gesto, pero ni una palabra salió de su boca.
Kota se sentó en el borde del sofá.
—¿Todo bien?
Felix sintió su corazón latir con fuerza como si hubiera corrido kilómetros. Aún tenía el olor de Hyunjin en la piel, en los brazos, en la ropa húmeda, aún percibía el calor en su frente dónde el mayor depositó un beso.
—Me voy a bañar.—Fue su respuesta.
Kota estaba a punto de decir algo más, pero Felix, sin mirarlo, se dirigió hacia el baño, dejando que el único sonido presente fuera la lluvia golpeando contra la ventana.
Y ahí, en medio de esa calma que encontró en el baño, con el agua resbalando por su cuerpo, Felix comprendió lo que había intentado negar tantas veces, que no importaba cuán correcto era seguir con Kota, no podía. Cuando se trataba de Hyunjin, todo su interior se estremecía de forma distinta, como si su alma lo reconociera antes que su mente.
Sabía que no era justo lo que estaba haciéndole a Kota, pero no podía evitarlo.
Hyunjin era su tentación. Su herida y su cura. Su único destino.
*-*-*-*
Hyunjin logró detener un taxi que lo condujo hasta el condominio dónde residía. El trayecto se le hizo eterno, como si cada segundo prolongara la herida recién abierta en su interior. Cuando por fin llegó a su piso y abrió la puerta del departamento, la chaqueta empapada se le pegaba al cuerpo, pesando tanto como sus pensamientos.
Apenas dio un paso dentro, no esperaba encontrarse con Jeongin y Changbin en la cocina.
—¡Hyunjin! Pero ¡¿Qué te pasó?!—Exclamó Jeongin, dejando a medias el vaso de agua que estaba llenando.
Changbin, que lavaba los platos, se giró al escuchar el alboroto. Al ver a Hyunjin empapado de pies a cabeza, sin siquiera molestarse en cubrirse, soltó una pequeña risa.
—¿Saliste a nadar en la calle o qué?
—¡Changbin!—Lo regañó Jeongin.—Ve por las toallas, deben estar en el armario del baño.
Hyunjin permaneció inmóvil, de pie en la entrada, mientras el agua goteaba desde su cabello hasta el parquet. Tenía las manos en los bolsillos, los labios levemente partidos por el frío, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos que reflejaban un dolor insondable, una tristeza contenida que calaba más profundo que la lluvia.
Changbin volvió con un par de toallas y se las puso en los hombros sin decir nada. El gesto silencioso fue lo único que lo movió a avanzar unos pasos.
—¿Qué hacen aquí ustedes? —Preguntó Hyunjin.
—Bueno, como tardabas tanto, vinimos a comprobar que siguieras vivo… —Respondió Jeongin, cruzándose de brazos.—En fin. ¿Qué pasó?
Hyunjin cerró los ojos, dejando que el recuerdo lo asaltará. La imagen de Felix brillando bajo la lluvia, riendo como si la tormenta fuera un juego. Ese recuerdo lo desarmaba, lo dejaba sin aire.
—Me lo encontré.—Dijo, abriendo los ojos.—A Felix…Mejor dicho, él me estaba esperando.
—¿Qué?—Preguntó Jeongin sorprendido.
El más alto asintió con un movimiento cansado y fue a sentarse al sofá, empezando a secarse el cabello lentamente.
—Quiso caminar conmigo, hablar… Insistió en que quería llevarse bien conmigo después de tanto tiempo. Cuando empezó a llover, en lugar de buscar refugio, lo miré. Lo vi disfrutar de la lluvia como si le perteneciera. disfrutando de la lluvia. Fue ahí cuando me di cuenta que no podía. No podía conformarme con sólo ser su amigo.
El silencio que siguió se impregnó de esa confesión. En la mente de Hyunjin seguía brillando esa risa, pura, bajo un cielo gris.
—Por eso te quedaste bajo la lluvia.—Dijo Jeongin más como una afirmación que como una pregunta.
—No pude irme. Cuando me pidió que lo abrazará, lo hice. Además, le dejé un beso en la frente.
—¡¿Qué hiciste qué?!—Exclamaron Changbin y Jeongin al mismo tiempo, incrédulos.
Hyunjin se pasó la toalla por la cara, ocultando el rubor que le ardía en la piel.
—Fue un impulso ¿De acuerdo? Y después me fui.
Ninguno de los dos supo qué responder. Changbin intercambió una mirada con Jeongin, que sólo se encogió de hombros en silencio.
—¿Saben?—Continuó el artista.—No quiero ilusionarme con lo que pasó. Me aterra pensar que todo fue sólo un arranque de nostalgia. Un momento fugaz para él y nada más.
Changbin frunció los labios antes de sentarse al lado de Hyunjin.
—No conozco a Felix—Dijo con calma.—Pero si fue él quien te buscó, si fue él quien pidió ese abrazo… Quizás esa fue su manera más silenciosa de confirmar lo que siente. Quizás era su forma de asegurarse de que aún es real… Al menos eso creo yo.
—¿Y qué pasa si no es así? —Susurró Hyunjin, con los ojos cargados de dudas.
El mayor de los tres se inclinó hacia atrás, dejando caer la cabeza en el respaldo mientras que el menor iba de nuevo a la cocina a beber agua.
—Pues, si sólo fue nostalgia.—Concedió Changbin luego de unos segundos.—O tal vez buscaba confirmar que sigue teniendo un lugar en ti. Que aún ejerce un efecto imposible de borrar.
Hyunjin no replicó. No intentó defenderse ni defenderlo, pero en el fondo, una voz insistía que Felix no era así, que no lo buscó por costumbre ni por capricho, sino porque algo en su corazón seguía latiendo por él. Y aunque no pudiera probarlo, aunque el miedo lo consumiera, Hyunjin eligió aferrarse a esa fe silenciosa.
*-*-*-*
Eran las dos y media de la madrugada. Todo en el departamento estaba sumido en un silencio, apenas interrumpido por el zumbido pausado del aire acondicionado y el golpeteo constante de la lluvia contra los ventanales del balcón. Felix estaba sentado en el suelo de la sala, con las piernas cruzadas y la espalda apoyada sobre la pared, justo al lado del cristal frío. El celular reposaba entre sus manos, y su mirada permanecía fija en la pantalla, viendo el nombre de Jisung en su lista de llamadas recientes. Llevaba varios minutos así, dudando, conteniéndose, como si presionar aquel botón fuera a desatar una tormenta dentro de él. Finalmente, sus dedos se movieron por pura necesidad y marcó.
Una. Dos… Al tercer timbre, la llamada se conectó.
—¿Felix…?—Dijo una voz somnolienta, rasposa por el sueño.—Te quiero mucho, pero ¿Sabes la hora que es?
Felix tragó saliva ya que no sabía por dónde empezar. Su voz no quería salir, sintió que si hablaba, la mínima palabra lo rompería.
—No sé qué hacer… —Dijo finalmente, en voz baja, temblorosa.—No puedo dormir… No dejo de pensar en él.
Al otro lado del teléfono, Jisung no dijo nada por unos segundos y Felix alcanzó a escuchar el ruido de las sábanas, suponiendo que se estaba levantando de la cama para dejar a Minho descansar.
—¿Estás bien? ¿Estás en tu casa, verdad? Minho me dijo que ibas a ver a Hyunjin.
—Sí… Estoy en mi casa.—Contestó Felix, llevándose una mano al rostro.—Ya no puedo más con este compromiso… Kota parece que salta las sesiones de terapia o no sacó cita con el personal profesional… No quiero seguir con él. No quiero fingir ante todos que somos la pareja perfecta.
Jisung lo escuchó en silencio, dándole espacio para desbordarse.
—Me siento asfixiado. —Continuó Felix y la voz se le quebró.—No debí aceptar cuando me amenazaron, pero… No quiero perjudicar la carrera de Minho… Sé cuánto se ha esforzado por conseguir patrocinadores…
—Felix…—La voz de Jisung se suavizó.—¿Qué sucedió con Hyunjin?
—Nos abrazamos por mi petición y él… Me besó la frente… Yo pensé que me iba a besar en la boca… Lo deseaba.
La confesión se le escapó sin filtros, como si su alma estuviera pidiendo que sucediera.
—Debo estar loco por desear eso… Pero lo que me dijo me hizo pensar que… Quizás aún siente algo por mí. Porque dijo que no podía ser mi amigo, que no le bastaba eso. ¿Por qué me duele cada vez que lo veo? Porque es él con quién quiero compartir el resto de mi vida… Siempre fue Hyunjin, Jisung.
—Lo sé.—Dijo Jisung, por fin.—Felix, lo sé. He estado contigo desde la universidad ¿Recuerdas? Te he visto enamorarte más de él, llorar por él, salir con Kota y si no fuera porque te animé, no habrías aceptado salir con él.
Felix rió entre dientes, pero fue una sin alegría, áspera, como un eco roto.
—No fue así… Fue porque creí que con Kota todo sería más simple. Con Hyunjin era como arder en llamas… Es diferente el concepto y yo quería algo que no doliera tanto. Pensé que salir con alguien maduro me salvaría. No pensé que sería de esa clase de persona.—Se mordió el labio inferior, sintiendo el sabor metálico de la ansiedad.—Quizás estoy desesperado por volver a lo único que realmente me hizo feliz… Volver a ser yo mismo, como cuando estaba con Hyunjin…
—Felix, escúchame… —Dijo con calma.—No importa cuánto te esfuerces, ni cuántos kilómetros pongas de por medio… El amor no desaparece, sólo se queda dormido un tiempo y, cuando lo ves, se despierta.
Felix dejó que las lágrimas cayeran libremente esta vez, sin contenerse. No valía la pena fingir fortaleza.
—Sentí que el mundo se caía cuando lo abracé…—Susurró.—Fue como si mi cuerpo recordará que ahí era dónde pertenecía. Su calor… Su olor, todo volvió. ¿Sabes? No sentí culpa por ser feliz un momento. Deseaba que no me soltará nunca, deseaba sentir sus labios… Todo.
Al otro lado de la línea, Jisung apretó los labios. Era difícil escuchar a su mejor amigo quebrarse así, pero lo era aún más al saber cuánto tiempo había guardado todo aquello dentro de sí.
—Felix, ven más tarde a mi casa… No tienes que hablar más hoy. Sólo ve a dormir, si puedes, pero ven después de tu trabajo ¿Si? Vamos a hablar todo esto juntos.
—Gracias…—Sorbió la nariz.—Gracias por escucharme.
—No hay de qué… Te amo ¿Bien? Ve a descansar, Lix.
—También te amo… Bye.
La llamada se cortó y Felix se quedó ahí, en el suelo, con la cabeza apoyada en la pared. Miró hacia la lluvia que seguía cayendo sin descanso. No tenía fuerzas para ir a la habitación de su prometido.
Cerró los ojos y dejó que el cansancio lo empujará lentamente hacia el borde del sueño. En su mente, Hyunjin apareció con su sonrisa y sus ojos achinados.
Lo vio tomando su mano en medio de la noche en una calle concurrida, bajo un árbol navideño con luces colgando. En ese momento, se había inclinado para besarlo y con la voz temblorosa, susurrándole cuánto lo amaba. El mismo hombre que, en la cabaña, le miró con tanto amor mientras lo hacía suyo. Las veces que sostuvo entre las manos al rostro de Felix, que en ese entonces era platinado, para llenarle besos que hacían reír a ambos.
Felix abrió los ojos lentamente y una sola frase le atravesó el pecho como una daga.
Soy un idiota por seguir amándolo.
Notes:
19 capítulos para que el fanfic culmine. (Sin contar las 5 extras).
libt (Guest) on Chapter 3 Sat 17 May 2025 10:27PM UTC
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Jimirai on Chapter 3 Sat 14 Jun 2025 01:18PM UTC
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Paradoxum on Chapter 7 Sat 14 Jun 2025 01:08PM UTC
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Jimirai on Chapter 7 Sat 14 Jun 2025 01:18PM UTC
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NeptuneZone on Chapter 14 Fri 08 Aug 2025 12:52AM UTC
Last Edited Fri 08 Aug 2025 01:30AM UTC
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NeptuneZone on Chapter 15 Mon 11 Aug 2025 06:30PM UTC
Last Edited Mon 11 Aug 2025 06:40PM UTC
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Sumi (Guest) on Chapter 15 Thu 18 Sep 2025 02:56AM UTC
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Jimirai on Chapter 15 Thu 18 Sep 2025 04:00AM UTC
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NeptuneZone on Chapter 15 Thu 18 Sep 2025 12:21PM UTC
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Jimirai on Chapter 15 Fri 19 Sep 2025 01:06AM UTC
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NeptuneZone on Chapter 15 Thu 18 Sep 2025 12:19PM UTC
Last Edited Thu 18 Sep 2025 01:52PM UTC
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Sumi (Guest) on Chapter 21 Thu 18 Sep 2025 03:05AM UTC
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