Chapter 1: Multitudes
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El viaje hasta esas tierras había sido realmente agotador, pero no había querido contradecir a su jefe, el beta solía hacer cosas inusuales más a menudo de lo que le gustaría, teniendo la cantidad justa de victorias y pérdidas; haber ahorrado una pequeña fortuna había sido un proceso lento y hecho de múltiples trueques a lo largo de los años.
—Cuarenta talentos y te quedas con la cordillera occidental para lo que sea que te guste tanto.
Todos alrededor sabían que los hijos de Husham no habían tenido los mismos logros que sus antecesores, uno que otro siempre eran vistos en la taberna; la hija menor, la única alfa, se decidió por una vida ascética emigrando a Egipto; y el mayor, apenas había sido casado con un alfa, quien resultó ser un rebelde que lo asesino antes de huir al otro lado del Jordán.
Solo había sido cuestión de tiempo antes de que el patriarca y su esposa llegaran al borde de las deudas.
—Es una hermosa vista del amanecer.
—Pero no puedes comerte el amanecer —Ni tampoco los recuerdos ni los rezos.
—Créeme lo sé —Como si hubiera terminado de prepararse mentalmente, se giró hacia el beta —¿Cuál es tu linaje?
Fue una forma curiosa de establecer jerarquía, sin aromas envolventes, solo el viejo alfa frente al usurero qué quería sus tierras.
—Estamos aquí para hablar de precios, no de familia ni historia.
—Esto tiene que ver con mi familia –Tenía los brazos cruzados —¿Cuál es tu tribu?
Hadad, su jefe, mantuvo la voz tranquila, aunque era evidente que estaba orgulloso de que el perfume le hubiera hecho pensar al anciano que era alfa.
—Simeón.
Ayer era de Juda, y la semana anterior de Benjamin. Pero asumió qué Husham reconocería las ramas cercanas de su linaje si se adjudicaba la misma tribu.
—Estas tierras han pertenecido a la tribu de Rubén durante cuarenta generaciones. Y no voy a cederlas al hermano pequeño —Impregno su voz con cierto desdén. Hadad había tenido razón al decir que el hombre aun ostentaba los valores arcaicos, no mucha gente hablaba de sus genealogías a menos que quisieras estudiar la Tora o endulzar su linaje para un buen matrimonio.
—Podemos hablar de nuestros ancestros todo lo que quieras, pero no pondrá un plato en la mesa de tu familia —Centro de nuevo el tema.
Recibió una oferta al instante: —Cincuenta y cinco talentos.
—Cuarenta y cinco. Y Mis sirvientes los ayudarán a mudarse...
Escarbar, cada negociación consistía en escarbar y cerrar los puntos débiles, cada vez más profundo.
—¿Qué es lo que quieres con estas tierras? Es todo roca, casi nada crece aquí —Y ahí estaban las verdaderas preguntas.
—Así es —Levanto ligeramente la barbilla con una mirada inquisitiva —Pero lo que si crece ¿Qué pasa con eso?
Husham entrecerró los ojos —¿Todo lo que crece?
—Eventualmente...
—Muere.
Judas, quien permaneció callado hasta ese momento, sabía que era momento de aportar:
—Queremos excavar tumbas de estas rocas, para la clase media.
—¿Tan lejos de la ciudad?
El hombre mayor apenas si volteo a verlo, buscando la respuesta en el supuesto alfa empresario, aun así, continuo:
—Solo los ricos pueden tener tumbas cerca de la ciudad —Atisbo fugazmente la aprobación de su jefe —, y cada vez más personas de clase media mueren con deudas tributarias.
Enormes y dolorosas deudas que solían dejar en la ruina a sus seres queridos.
—Sin dinero para un entierro apropiado estas familias abandonan a sus seres queridos en las tumbas de los pobres —agregó.
—Queremos brindarles una solución asequible, incluso si está lejos, es mejor que un pozo con otros huesos en descomposición —Sonaba bien, en la posada donde se quedaron la noche anterior y ahora que las decía en voz alta, aunque no se sentían honestas como en ese entonces.
"Un hombre tan apegado a sus raíces apreciaría una causa noble como la de dar espacio a los que se iban" Hadad le enseñó.
Husham chasqueo la boca —¿Qué nos impide a mis hijos y a mi tallar las tumbas?
Ahora era turno de su jefe para disipar las alternativas:
—¿Por qué no lo hicieron? ¿Tienes las herramientas? ¿La experiencia? —Acompaño su discurso con sus manos engrandeciendo el trabajo que implicaba.
Por la forma en que bajo la mirada, no era así.
—El capital para contratar mano de obra y decenas de picapedreros.
Era increíble como algunos patriarcas, alfas y betas, podían verse tan intimidantes, pero enflaquecer cuando tocaban el punto correcto, simplemente guardar silencio ante sus debilidades; para él en específico, su manada.
—Cincuenta talentos...
—Cuarenta y siete —Hadad no iba a perder la oportunidad —, última oferta.
—Cuarenta y nueve —añadió Husham con una fuerza renovada —, quizás encuentres cobre y plomo cuando excaves.
—Dije cuarenta y siete —determinó con ese tono que llamaba a la retirada estratégica —, hablaremos mañana cuando cambies de opinión.
El desgaste, la idea era cansar a Husham con insistencia y argumentos qué apelaran a sus valores; ofreciendo un precio medianamente elevado por lo que parecía poca cosa.
—Aguarda —Tampoco está seguro si fue la perspectiva de hacer el camino de regreso una vez más, pero Judas tenía muchos más motivos en pro de dar un valor más apropiado a las tierras del hombre que su jefe había descartado —Tiene razón...
Esta fue la segunda vez que el alfa anciano reconoció su presencia.
—... la tierra podría valer más si hay algo debajo como él dice; cobre o... sal, no se equivoca.
Pudo ver un destello de verdadera molestia en su jefe, pero como siempre, lo torcería en su favor.
—Nuestro negocio tiene la reputación de hacer las cosas de la manera correcta —Apretó la correa de su bolsa donde llevaba los talentos, un gesto qué pasaría por enojo, pero auguraba más su presentimiento por descargarse de ella —, podría pagar unos talentos más, aunque es poco probable que haya algo valioso bajo de toda esta roca —enfatizo en "poco probable" recordándole qué esto no era parte del plan.
Le dieron su tiempo al mayor para que lo pensara. Esta vez fue evidente como la nostalgia nublaba sus ojos.
—Todo esto pertenece a la tierra prometida, sin importar como luzca para ti.
—Cuarenta y nueve —Hadad se apresuró a responder —, más de diez años de salario Husham —Engrandeció nuevamente con sus manos —Elaboremos los pactos.
Judas casi flaquea al ver como el alfa se llevaba una mano al rostro ocultando lo que claramente eran años desbordados por la mala suerte y las pésimas decisiones.
—¿Qué sucede? —Su jefe insistió al verlo dudar.
—Esa palabra... pactos. Me hizo pensar en la promesa a Abraham a Moisés —Hubo un pequeño tirón que podría asemejarse a una sonrisa —, y todas las otras promesas...
—Puedes hablar con tu rabino sobre eso —Hasan mantuvo la calma, impasible ante la debilidad del alfa —, por ahora cerremos los pactos y brindemos por un trato justo para todos.
Eso era todo, su jefe le hizo un gesto para que estuviera atento al desvanecimiento del legado de Husham con tres simples golpes de su bastón.
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Judas lo entendía, de verdad que lo hacía. Pero en los años que había sido aprendiz aun sentía que no terminaba de ajustar la lógica de ganancias que Hadad predicaba en su trabajo.
Ver al patriarca de una familia que fue tan respetada, soltar una lagrima por su tierra, había hecho temblar una parte de sí mismo.
—Eso fue perfecto.
Su jefe tendía a inclinarse hacia adelante cuando quería halagar o hacer sentir que la otra persona tenía el control —, hiciste tu parte tan bien —No importaba cuál de las dos fuera esta vez.
Se quedo observando el vaso de vino, intacto en medio de la taberna.
—Y mi cara de molestia es la mejor que he hecho. Sófocles, Eurípides, Esquilo, matarían por actuar como nosotros —Bebió un sorbo.
—Eso fue... una especie de tragedia —Una que aún le sabía amarga y pegajosa en la boca.
—Para él —Golpeó la mesa con su copa —, para nosotros fue un triunfo. Todas las tragedias tienen ganadores y perdedores.
Fue curioso como a veces Hadad se las daba por erudito, aun cuando se hubiera educado en tragedias helenistas para poder comerciar con los gentiles, no parecía terminar de entender a profundidad las obras de las que hablaba.
Esta era una cadena de mentiras que se sustentaban unas a otras, en un equilibrio enfermizo que parecía prender sobre su cabeza cada vez más amenazante.
—Él menciono los minerales potenciales —Pero el beta apenas se daba cuenta —Si y luego tu reconociste la posibilidad de que haya sal y sin regalar nada reconocí el valor y terminamos pareciendo buenas personas —Casi se le va el aliento.
—Mm —Judas asintió.
El ligero aroma de almendras quemadas, propio de él, se mezcló con el humo de las lámparas de aceite, dibujando su malestar en el aire.
—Compramos una mina de sal por el precio de un terreno en el campo...
—¿Viste sus lágrimas? —Soltó, reconociendo la culpa punzando en su pecho.
Su jefe pareció desconcertado unos segundos.
Bajo la cabeza levemente, Judas ya había recibido algunas reprimendas cuando era joven, sus anteriores patrones le habían recordado que debía guardarse sus quejas para su casa.
—Es normal. Las personas se apegan a la tierra — Sin embargo, Hadad, no gustaba del conflicto y siempre buscaba apaciguar.
—¿Y luego qué? ¿Nos crecen cayos en los ojos?
—Tranquilo, hicimos la mejor compra de nuestras vidas.
Tenía razón, sabía que no podía quejarse demasiado, incluso tenía una parte de la propiedad y ganancias aseguradas, aunque no creía que pudiera volver a quejarse sobre cómo sus familiares disolvieron el patrimonio de sus padres.
—O tu una ganancia de una tierra que no sabía que era tan valiosa —Pero era inevitable lastimarse con las espinas de ese rosal.
—No tendrá que trabajar otro día en su vida.
Judas intentó pensar en el anciano descansando tranquilo con su esposa, cumpliendo su rutina de ir a la sinagoga y ayudando a los hijos que le quedaban, lo que haría cualquier padre.
—Sabes, cuando te traje como mi aprendiz nadie menciono que no tenías sentido del humor.
—Si tengo sentido del humor...
—Estas a punto de convertirte en un hombre muy rico, cuando los mineros encuentren la sal seremos como reyes...
—¿Reyes de qué? —negó —Solo hay un rey verdadero en el cielo; y todos los demás, incluso Cesar, disfrutan de ilusiones de poder y riqueza —Era inevitable —, tarde o temprano todo seremos polvo.
Lamentaba un poco no haber continuado con sus estudios, tal vez tendría mejores argumentos que poner sobre la mesa.
—Ahí está el sentido del humor —Hadad soltó aire después de darle un sorbo a su bebida —Oye, no soy inconsciente ¿De acuerdo? Yo sé que es solo correcto.
Judas ni se inmuto, reconocería la labia descarada donde fuera.
—Pero hay muy pocas oportunidades de salir adelante en este mundo...
—¿Oportunidades? —bajo la voz —, fue un engaño calculado.
Listo, lo había dicho. Había llamado estafador a su jefe.
—Y no... No se sintió bien.
Cumplir con el papel de omega solidario había dado impresiones variadas a lo largo de los años, Hadad siempre decía que la gente era más amable cuando aparentaban ser hermanos, parientes, incluso un matrimonio, según conviniera a la situación.
—Usamos lo que Dios nos dio. Y ahora tenemos más opciones, viviremos mejores vidas —Le tocó el pecho buscando su mirada —, mayor devoción —Sonrió como si supiera lo que Judas deseaba —, termina tu trago.
—El hombre fue formado de la tierra y eventualmente regresa a ella —cito, desesperado por sentir algo de sentido en esas palabras.
Hadad casi puso los ojos en blanco.
—El tiempo intermedio... —Lo que estaba haciendo ahora —, tiene que haber más en la vida que eso.
—Eres huérfano y poeta.
—Dije que no me llamaras así —Apretó los dientes ante la condescendencia.
—Hey, de acuerdo lo siento —Levanto las manos en rendición —, la semana fue larga, solo... Tomémonos un descanso.
Recibir una disculpa era mucho más de lo que podría esperar de la mayoría de alfas, por otra parte, Judas no sabía bien porque de pronto sostenía estos pensamientos como estandartes clavados contra una tormenta.
—Lo que necesito es una vida de la que pueda estar orgulloso —Alzó la voz —¿No quieres hacer algo que realmente importe? Y sea recordado a lo largo de la historia.
La pregunta era lo suficientemente directa para crear expectativas, Hadad había sido por mucho, la persona que lo había salvado de acabar en el barrio rojo cuando él y su hermana terminaron su poca dote pagando impuestos y deudas. Incluso podría atreverse a decir que había una parte del beta que le gustaba, la que yacía debajo de toda esa necedad monetaria.
—Oye, aprecio tu ambición, enserio —Judas desvío la mirada, un poco decepcionado —, veo potencial en ti, lo veo todos los días —El beta reviso en su bolsa y puso algo en la mesa.
—Mn.
—Aquí tienes un adelanto.
Fijo su vista en la bolsita, había creído que era un paquete de hierbas con mirra, de los que se usan para el aceite bloqueador.
— Tomémonos unas semanas para descansar y salir a caminar hacer algo nuevo.
Eran... monedas, las peso solo con su mano calculando el salario de al menos dos meses.
—¿De verdad?
—¿Por qué no? —Hadad sostuvo su copa —, tú eres quien dijo que hay más en la vida que ganar dinero.
No era para nada usual qué le confiaran tanto dinero a un omega, aunque fuera su parte. El grado de confianza para tal acto solo era propio de hermanos o matrimonios.
—Gracias —suaviza la mirada —, no sé qué decir.
Ahí estaba ese destello de humanidad, el cariño que tal vez se estaba imaginando, ese algo que lo había mantenido a lado de Hadad durante todo este tiempo.
—Acaba tu trago.
Bueno, tal vez solo necesitaban tiempo.
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Le he pedido al vecino que escriba esto por mí, así que no juzgues demasiado al Señor Jairo por su letra.
Querido hermano, no he sabido en un tiempo sobre ti, me ha sorprendido tu última encomienda, tus sobrinas agradecen profundamente los nuevos materiales para sus estudios.
He deseado que aprovechemos el buen tiempo y hagamos un viaje a Kerioth, puedes invitar también a tu patrón, el templo estaría feliz de bendecirlos.
Es propicio que antes de Rosh Hashaná honremos a nuestros padres.
Espero saber sobre tus negocios.
No olvides mantener a Dios en tu corazón.
Nos vemos pronto hermano.
…
Esta carta era uno de los motivos por los que regreso a Genesaret, su viaje por el río Jordan lo relajaron lo suficiente como para no pensar demasiado en los pecados del mundo, sus pecados.
Iba a ir a verla en cuanto se estableciera cómodamente para todo el trabajo que vendría más adelante. Su hermana aún vivía en una de las propiedades menores que apenas pudo recuperar de todo el proceso de herencia; al ser ella una beta, lo necesitaba como dote cuando su cuñado insistió en casarse, a pesar de lo que se decía en su manada, bendito sea ese sujeto.
— Hey ¿Qué es lo que quieres hacer? Aún faltan varios días para que lleguen los trabajadores —Hadad había argumentado que, por motivos prácticos, era mejor rentar una pequeña casa en conjunto, así mantendría las cuentas y el dinero en una sola caja.
Se sorprendió a si mismo aceptando fácilmente, incluso cuando el dueño los miraba como si quisiera ver que había debajo del collar de lino en su cuello, fue molesto.
—No lo sé, supongo que ir al mercado... —No quito la mirada de las monedas qué contaba sobre la mesa, una parte ahorro y otra para sus gastos del mes —, tal vez ir a la feria que organizaron a las afueras, hay bastantes peregrinos.
Estaba recostado en uno de los muebles con una espiga en la boca —Déjame adivinar, quieres ver si alguien trae higos.
Judas se preguntó si realmente era así de predecible.
—¿Puedes juzgarme por disfrutar de algunos "placeres de la vida"?
Saborear dátiles y aceitunas provenientes de gentiles no era una razón por la que el templo lo condenaría, siempre y cuando las lavara muy bien.
—Entonces tienes suerte —Se levantó con un impulso —, me cruce con varios cuando venía para acá —, escupió y se froto las manos antes de buscar en las bolsas que no se había dignado a tocar desde que llegó la noche anterior.
—Perfecto —Judas quitó algunas monedas del montón de "comida".
Hadad puso sobre la mesa la bolsa revelando pequeños tarros y atados.
—Estos no son ingredientes comunes —Recorrió con cuidado el recado.
El beta se sentó a su lado, le tomo la mano y de algún lugar de su túnica sacó una granada que puso en su palma.
—¿De dónde sacaste esto? —alzó la voz. Sorprendido al aparecer algunas más sobre la mesa y otra bolsa con uvas.
—Eran para unos romanos ricos que viven al norte, pero el hombre no se pudo resistir a la oferta que le hice —Ahí estaba el empresario incluso a pequeña escala.
—Esto es un desperdicio, ni siquiera te gusta la frut... —
Y ahí estaban sus higos.
—Solo cómelo y cállate —Le dio una palmada en la espalda antes de extraer el cuenco con almendras y ponérselo en el pecho recostado de regreso.
Judas abrió uno por uno los frascos viendo aceites, dátiles y miel. Su trabajo le había llevado a dar probadas de la vida lujosa, solo lo suficiente para mantener viva su imaginación.
—¿Porqué?
Hadad apenas hizo un ruido.
—Esto costó al menos una semana del salario de un albañil ¿Qué ganaste con esto?
Era difícil pensar que no hubiera un trato mejorado oculto aquí.
—Me ofendes, no solo pienso en ganancias —Fue irrisorio qué lo dijera con tanta convicción, incluso frunció el ceño y cruzó los brazos al ver que Judas ocultaba su diversión volteando el rostro.
—Te conozco Hadad —No pudo resistirse a dar una mordida a la fruta —, si no quieres, no me digas, eventualmente aparecerá en las cuentas.
Jugoso, dulce y aromático. Tendría que llevarle unas a sus sobrinos y podrían usar la miel para un día de campo. Busco sus cuadernos para anotar y dividir, metiéndose de nuevo en la labor que más le gustaba, ignorando el ruido de algo siendo arrastrado.
—Estas feliz.
Judas apenas levanto la vista del papel. Hadad había cambiado de lado en el mueble y ahora lo podía ver de frente.
—Supongo que si —Se encogió de hombros, otra mordida —, aún hay mucho que hacer antes de hallar la sal.
Los trabajadores vendrían directamente de Samaria y tendrían que arreglar un lugar para que se quedarán, la comida, las herramientas, etc. Tal vez podrían aprovechar a los peregrinos para que llevarán los alimentos y de paso cercaran con su presencia los límites del terreno.
—Judas.
—¿Sí?
—¿Has pensado en lo que vas a hacer después de todo esto?
—¿Ser rico? —Suspiro —, probablemente ir a pedir perdón al templo y ofrendar una buena parte cada Sabbat.
En realidad, no sabía que ahora en ese momento, solo rezaba para aun tener algo de consciencia y la convicción para hacer algo realmente importante con todos los recursos a su alcance.
Hadad se levantó y se paró a su lado, esperando que se girara.
—¿Qué?
—Deja eso —No estaba enfadado, pero si determinado —Nos vamos.
—¿A dónde?
—A la taberna, necesito un trago.
Aunque deseó replicar, no le venía mal salir un momento, tampoco estaba demás obedecer a su jefe.
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Ambos estaban sentados en la barra de la taberna.
—¿Cuantos días?
—Unos cinco tal vez, regresaré lo más pronto posible y dejare todo listo.
Hadad termino su copa y pidió que le sirviera más.
—No soy un tirano, puedes ir con tu hermana —Sonrió —, dale mis saludos.
Judas asintió: —Eres mejor que muchos alfas en ese aspecto.
—Disculpa, soy mejor que muchos alfas en TODOS los aspectos —Levantó las manos —, es decir, mírame: guapo y bien vestido, esta tela es de la más alta calidad... —Le empujó a la cara un pedazo de su manga, Judas lo alejo entre risas.
—Se lo preguntaré a tu pareja —Ocultó su boca tras el vaso —, si algún día la tienes.
Hadad desvío la mirada durante un instante, lo suficiente para ver sus hombros tensarse y cuadrar la postura; una advertencia brillo ante Judas.
—Sabes, yo...
—Me dijiste que quizá podríamos colaborar con alguna causa justa —Se apresuró con lo primero que se le vino a la mente, el beta quedo congelado con sus dedos golpeando la madera rítmicamente.
—¿Yo dije eso?
—Lo mencionaste el día que compramos las tierras "Mayor devoción" ¿Recuerdas?
Hadad lo pensó unos segundos, se irguió y se aclaró la garganta:
—Bueno, no nos adelantemos, podríamos donar de dinero para obras civiles lejos de la ciudad, eso nos sumaria muchos puntos con las manadas alrededor.
—No, no... —Intentó recordar, necesitaba algo que no se sintiera como un plan a largo plazo.
—No te tortures, tienes buen ojo para las oportunidades, ya hallarás algo —Apoyó su brazo en la barra y miro alrededor.
Y como si el cielo se abriera a la peticiones de un simple pecador, se quedaron en silencio escuchando a la mesa más cercana.
—Tenemos medidas para el control de multitudes.
—Y podemos apartar a algunos de nuestros hombres para que ayuden a los pastores a mantener a los animales acorralados al otro lado de la montaña.
—Mi pastora me contó sobre sus planes, no me gustan los predicadores ni las multitudes. Ni siquiera están ofreciéndose a pagar por el uso del espacio.
Este era el dueño de un enorme terreno cerca al mar, Judas nunca había hablado directamente con él, ya que era muy cauteloso y reservado sobre sus socios.
—No tenemos mucho dinero que ofrecer...
—Quizá podemos obtener un préstamo.
—¿Quizás? —Ese tono nunca era una buena señal, era evidente que estaban a dos frases de perder el trato.
—En nuestro grupo tenemos expertos en negociación.
Mal argumento ¿Por qué no los trajeron? A menos que fuera un omega, era lo preferible.
—¿Por qué no los trajeron?
El grupo se quedó callado mirándose entre sí, sabiendo que eran unos completos inútiles. Miro a su jefe, quien estaba de acuerdo, le hizo un gesto hacia este desastre, él levantó levemente las cejas con intriga.
—¿Conoce algún pastor vecino al suyo?
—¿Conoce algún pastizal vecino similar al suyo con quien podamos hablar...?
—Oigan —El dueño empezó a recoger sus cosas —, solo vine porque ella dijo que pagarían mi trago si los escuchaba y lo hice...
—¿Has pensado en la asociación de productos? —Hadad habló, tan ágil y preciso como siempre.
Todos se giraron hacia él.
—Si... este hombre es tan importante como dicen y el sermón es tan significativo como predice...
—Simplemente no me interesa un profesor vagabundo.
Eso le sonaba familiar a Judas: —Es el hombre que ha sanado a muchos ¿De quién hemos oído hablar? — Había rumores no solo en Galilea, su viaje por Samaria le había dado muchos más cuentos que sospechaba estaban exagerados, pero aun así era fascinante.
—Si —alzó la voz el joven mejor vestido del grupo, un beta con leve aroma a plantas silvestres y rastros de sal, probablemente había pasado mucho tiempo en el campo con su maestro.
Tenía preguntas, pero apenas volvió a abrir la boca lo interrumpieron.
—Piensa en todos los peregrinos que lo ven como algo más que un maestro. ¿Cuántos me dijiste? ¿Cientos? —Su jefe actuó con sutileza, desglosando el discurso —¿Quizás miles?
—Multitudes —El joven lo entendió y se apresuró a continuar el acto.
Ahora era su turno: —Miles de personas que tuvieron experiencias que cambiaron sus vidas en tus tierras y que pudieron ver milagros.
Esperaba que fuera verdad, aunque ninguno de los hombres expectantes pudiera contrariarlo ahora, sin perder el trato.
—¿Qué pasa cuando esos peregrinos vayan al mercado por provisiones? — continúo el beta con movimientos explicativos de sus manos —, todos esos viajeros asociaran tus productos con las sensaciones que tuvieron ese día. —continúa —, vendrán de todas partes, tus productos:
—Tu leche, tu queso, tu lana... —insistió el que tenía el cabello más largo y rizado.
Hadad, como el empresario de corazón que era, detecto el clavo final: —Tu nombre será el único nombre en el que confiaran.
Para su suerte, el dueño no cuestionó la intromisión de dos extraños, quienes estaban viendo en directo como se convencía.
—¿Multitudes? —preguntó recibiendo un asentimiento en respuesta y la mirada ansiosa del grupo. Estos hombres iban a comerse la mesa en cualquier momento.
—Está bien.
Hadad le dio un atisbo con un claro "¿Y te atreviste a dudar de mí?"
—Si encuentro algo de basura, los demandare, por daños y perjuicios.
—Tienes nuestra palabra, lo dejaremos mejor de lo que lo encontramos.
—Bien —El dueño se levantó y se fue, esta era la señal también para desaparecer. Su jefe dejo unas monedas sobre la barra.
—No puedo creerlo —exclamó Santiago.
—Conseguimos el lugar, creo que conseguimos el lugar — Tadeo estaba más emocionado con cada palabra.
—Lo hicimos —enfatizó Bartolomé con la voz cerca de gritar.
—¿Como podemos agrade...?
Pero en cuanto buscaron a la pareja, el dueño ya estaba recogiendo el pago de dos sillas vacías.
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Al salir al mercado, no pudo contener la sensación de haber actuado casi de forma destinada, ni siquiera lo habían planeado y funcionó de maravilla, esto fue mucho mejor que dar ofrendas al templo.
—¿Lo ves? —Hadad puso una mando en su espalda —, no te he llevado a la ruina. La vida es una negociación.
—Tenías razón, tenías razón —Podían usar estas habilidades para mejores cosas.
—Las oportunidades están en todas partes mirándonos a la cara —A veces olvidaba que su jefe había vivido más que él —. La diferencia entre nosotros y la mayoría es que tenemos herramientas para aprovecharlas.
—Si, estoy aprendiendo... —No solo eso, se dio cuenta de algo importante.
—Y préstame atención —Hadad lo volteo para estar de frente, bastante cerca —, no quiero estar en el negocio para siempre, solo quiero ganar lo suficiente para tomar mis decisiones.
Y podía verlo, creerle en realidad, tanto como Judas deseaba un significado en su vida.
Sintió la mano en su hombro, por encima de él collar de lino, más cálida que nunca —Soy como tú, creo que hay más en la vida que ofertas y títulos.
Y tal vez, solo tal vez, podría intentarlo juntos.
Asintió y Hadad siguió avanzando.
—¿Sabes que sería realmente interesante?
—¿Qué? —Judas se dio cuenta que su voz salió más suave.
—Ver al predicador en persona, he oído mucho de él.
—Me alegra oírte decir eso —Una agradable sensación de ansias surgió desde su pecho —, yo también quiero verlo.
—Dejemos todo listo entonces, seguro ya nos llegarán noticias.
***********************************************************************************************************Y tenía razón, no mucho después llegaron folletos y rumores sobre el lugar y la hora. Fue una suerte que reservaran previamente los alojamientos para los trabajadores dada la cantidad de gente que llegó las horas previas.
Multitudes, habían dicho.
***********************************************************************************************************El día del sermón Judas procuro usar los aceites bloqueadores más fuertes que pudo comprar y ropa cómoda para estar en medio de tantas personas, asumió qué también asistirían guardias romanos y algunos fariseos, dado el revuelo alrededor de este maestro.
—Esto es incluso más grande de lo que pensé —Hadad había estado especialmente entusiasmado, hoy no iba con monedas en su bolsa, pero si con varias de las frutas sobrantes de su último trueque, que de forma sorpréndete fue legítimo.
"No quiero que te cuelgues solo por comer unos dátiles" dijo de la forma más dramática posible mientras Judas reflexionaba sobre las intenciones del beta.
—Tenía un presentimiento —Miró a todas partes, había un cosquilleo agradable en los lugares que la brisa rozaba su piel.
—Quiero verlo.
—Quiero encontrar un lugar donde podamos escucharlo —Busco con la mirada, sintiendo la variedad de aromas sutiles de toda la gente.
—Vendré a buscarte —Hadad le toco el hombro por quinta vez ese día —, no tardaré. Ve si hallas a uno de sus seguidores, uno de los hombres que vimos, diles que podemos ayudar, claramente lo necesitan —Elevó su mirada entre las personas.
—Claro.
No tardó mucho en ver que su jefe encontró a alguien, probablemente otro de los seguidores del rabí.
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Entonces ahí estaba, intrigado y contento por partes iguales, un buen humor extendiéndose a medida que se acercaba el momento.
—Esto es increíble —pensó en voz alta. Era muy parecido a las fiestas en Jerusalén.
Vio a una pareja pasar cerca: —Oh disculpe... —Detuvo al hombre que caminaba junto a una mujer ciega —¿Sabe dónde puedo pararme para escucharlo?
—Para escuchar al maestro de Nazareth.
—¿Nazareth? —Los rumores eran ciertos.
—Él realiza milagros —El hombre era mayor que él, un alfa de aroma rasposo qué cubría cálidamente a su compañera, hablo con tanta esperanza que podría adivinar qué habían venido a pedir uno para ella.
—Dicen que él podría ser el elegido —Ella hablaba con seguridad y tranquilidad, como si fuera un hecho cualquiera.
Judas fue cauteloso en cuanto a los milagros, pero no dudaba de los sermones.
—No queremos perdernos ni una palabra —continuó el alfa—¿Porque mejor no nos sigues?
—Muy amable, gracias —Le hicieron un gesto para avanzar, pensó un segundo en Hadad, pero no lo tenía a la vista.
La mujer volvió a hablar, aunque no se dirigía a él: —Sabes, hoy es uno de esos días en los que definitivamente es mejor ser ciega y no sorda.
Iban subiendo la pendiente, sin importar si salían de la dirección correcta.
—Disculpe, si vamos a escuchar al maestro ¿porque se desvían del camino? —preguntó, esperanzado de que no fuera ella quien iba guiando.
—Solo vamos a saludar a algunos viejos amigos antes del espectáculo —aclaró el hombre.
—No es un espectáculo Barnabi —Ella lo regaño.
—Lo fue en la casa de Zebedeo.
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Así que ya conocían a estas personas, Judas supuso qué fue suerte o Dios guiando su camino, no iba a cuestionarlo, estaba muy cerca de la cima.
—Escuchamos que un tipo contaría chistes en la ladera de una colina —dijo Barnabi.
—No son chistes —La respuesta fue dada por un hombre que vestía seda clara y brillante, contrastado con su actitud seca y directa.
De repente, un grupo de gente se acercó a saludar a la pareja que lo había guiado, alegres de ver a sus amigos.
Judas pensó si debería irse o solo esperar, apretó la correa de su bolso y ya estaba buscando alguna forma de escabullirse.
—Aguarda...
Reconoció al beta de aroma silvestre.
—... eres tú. El hombre de la taberna.
Judas intento sonreír, pero estaba muy rígido por los nervios, estaba en el espacio de una manada.
—Solo los estaba siguiendo —Se acercó cauteloso —, no se lo qué estoy haciendo aquí.
El beta le hizo un gesto con la mano para llevarlo detrás de la gran carpa —Ven aquí, ven aquí, por favor quédate —Llamó a un hombre del grupo.
—Oye Simón —Señaló a Judas —, es el hombre que nos consiguió el monte.
Era un alfa, ni siquiera tuvo que estar cerca para saberlo, probablemente el patriarca por la forma en que el aroma a pescado fresco y sal de mar flotaba libremente alrededor e impregnaba sutilmente a los miembros de menor rango. Fue abrumador durante un instante.
—Convenció al terrateniente qué valía la pena —explicó.
—Ahaha bien hecho.
Contento con su aprobación, el beta los dejo solos, se preguntó si este sería el maestro.
—Soy Simón —Le ofreció la mano.
—Judas —La acepto y sonrió.
—Bienvenido Judas —asintió —estoy seguro que adoraras este sermón.
—No me lo perdería —Observó alrededor entusiasmado por lo que pasaría, el sujeto se veía agradable y si no se equivocaba, era el tipo de líder protector, no era del tipo que echaría a un omega desconocido de su presencia.
La intriga y expectativas solo aumentaron cuando le dio unas palmadas antes de alejarse.
Judas se dio cuenta de su error al asumir que Simon era a quien escucharía, cuando este anuncio en voz alta que era hora de empezar.
Vio a los seguidores formarse en dos filas para abrirle el paso a un hombre.
Por un instante, la brisa, los árboles, las aves, los sonidos y murmullo detrás del telón parecieron silenciarse ante su presencia.
Judas se quedó detrás del beta silvestre, lo suficiente para ser respetuoso, pero aun así ansioso por lo que estaba pasando.
El hombre tenía el cabello largo y barba, rodeado por una tela azul que lo hacía notorio contra el ambiente grisáceo de las rocas. Alto, fuerte y de buen aspecto, fácil de clasificar como un alfa, aunque su naturaleza interior no pudiera definirlo con exactitud.
Emanaba esta aura iluminada qué anonadaba a todos a su alrededor, sin necesidad de aromas o voces de mando, incluso Simón estaba embelesado por esta presencia mientras abrazaba a lo que pensó, era su esposa.
Judas no sabría definir que le provocaba, pero si sabía que estar ahí era una bendición de Dios. Quien era él después de todo, un pobre omega huérfano qué deseaba hacer de su vida algo importante.
Es así que, solo un pequeño instante bastó, una mirada; y su corazón palpito con tal fuerza que pudo sentir la bendición y el amor del cielo en su ser.
Chapter 2: El momento frente a mi
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El sermón se extendió durante la tarde, agradablemente fresca y templada sin inconvenientes, como si el clima también obedeciera a la conveniencia del Rabí; al terminar, la gente se levantó despacio, cada quien a su ritmo.
Judas se quedó parado con una sensación ingrávida en todo su cuerpo, las horas pasaron como un borrón reconfortante cuyas palabras aún resonaban en su cabeza.
"Y dejen ya de buscar tesoros en la tierra, que la polilla y el óxido destruyen, y ladrones minan y hurtan, mejor busquen sus tesoros en el cielo, donde la polilla no puede destruir y lo ladrones no mina y hurtan, porque donde este su tesoro, ahí estará también su corazón."
¿Sería así? Ya se había dado cuenta del salto en su pecho cuando se dejaba envolver por las palabras, una sabiduría que llenaba el vacío y le daba un sentido al mundo, de pronto todo estaba claro.
Reaccionó cuando se dio cuenta que el beta silvestre estaba parado delante de él, lo detuvo antes de que fuera con sus compañeros.
—Disculpa.
—¿Sí? Dime.
—Ah... Bueno, hicieron un excelente trabajo y me pregunta si... Era posible que...
No encontraba las palabras apropiadas para sus intenciones, mientras tanto, el otro cruzó los brazos, algo impaciente.
—Estas actuando raro. ¿Quieres una recompensa? Porque como oíste no tenemos...
—¡No! No, no. Al contrario, me gustaría ayudarlos más —Asintió con la esperanza de que entendiera a que se refería.
—Aja —Lo analizó de pies a cabeza —. Supongo que podría hablar con el Maestro.
Por Dios, sí. La expectativa revoloteo desde su estómago.
—Te lo agradezco, yo... —Su vista se enfocó por encima del hombro del hombre, se dio cuenta que muy a lo lejos, lo estaban buscando —… volveré en unos minutos.
—Si, está bien.
Judas bajo por la colina varios metros, alcanzando a notar las túnicas azules de Hadad, quien lo reconoció por encima de la gente.
―Judas.
―Hadad ―Estiró la mano y sostuvo el brazo de su jefe.
―Te perdí ― Le toco el hombro ― ¿Los encontraste?
―Me quede con sus seguidores ―explicó echando un vistazo a la cima.
― ¿Viste la mirada de esas personas? ―Su impresión era palpable, como cuando descubrieron la mina de sal ―. Nunca vi gente tan conmovida.
Oh si supiera.
―Eso de poner la otra mejilla y buscar los tesoros en el cielo me pareció algo ingenuo ―replicó en una aclaración aparte ―, pero este hombre tiene talento.
No creía que fuera talento, sino más bien un don divino.
―No yo… nunca vi algo parecido.
―Te imaginas si vendiera para nosotros —La rapidez con la que podía proyectar sus planes era algo que Judas siempre quiso imitar, viendo lo más conveniente, usándolo para mejorar las cosas, sintió pena por todo lo que aún le faltaba aprender.
―Hadad.
― ¿Y porque no recibieron ofrendas? Podrían vivir como reyes…
―Me voy con ellos ―Listo. Lo había dicho, tan rápido como enderezar un hueso roto.
Su jefe se giró hacia él, su expresión pasó por varios puntos de conflicto mientras lo procesaba.
― ¿Qué?
―Ya me voy… ―Se le hizo un nudo en la garganta, las almendras se filtraron suavemente para transmitir calma, se forzó a continuar ―Renuncio… me voy con sus seguidores ―Bajo levemente la cabeza, esperando.
Sin embargo, el beta elevó las cejas incrédulo, como si acabará de escuchar una broma.
― ¿A dónde?
―No lo sé ―Tampoco le importaba ―. Hasta el fin de la tierra. A donde este mensaje deba ser escuchado.
Fue capaz de ver la realidad asentándose en los hombros de Hadad, aunque era difícil saber lo que pasaba por su cabeza.
―Te demandare.
Judas arrugó las cejas, un poco indignado, aunque no fue difícil hallar una respuesta.
―Renuncio a mis acciones.
―Lo demandare a él.
Claramente esperaba que sonara como una amenaza, pero Judas sabía que nunca prosperaría.
―No hay nada que puedas arrebatarle que tenga valor para ti.
Absolutamente nada, Hadad nunca podría entender de los tesoros en el cielo, la justicia divina, del amor y la fe tan grande que un hombre sería capaz de pedir el bien de su enemigo.
Contuvo el ruido de satisfacción que luchaba por salir de su garganta cada vez que pensaba en la sabiduría del Rabí, en esa pacifica aura y las preguntas que surgían con su existencia en la tierra.
―Entonces ¿Qué tiene que ofrecerte? —El beta como mucho, se veía confundido y hasta cierto punto, dolido.
Pero Judas podía percibir la preocupación debajo de todo: confirmar que le importaba, más allá de sus ambiciones, le hizo sonreír con sincero cariño.
No pudo resistirse a abrazarlo, aun estando en público, buscando transmitir todo su agradecimiento. No le importo que el beta, aturdido por el acto, no respondiera al contacto. Judas se alejó sosteniendo sus brazos, no existían palabras adecuadas para despedirse, por lo que dejo caer sus mejores deseos.
―Suerte Hadad.
Sería suficiente, esperaba verlo de nuevo en algún momento, pero no sabía si sucedería. Se dio media vuelta y se alejó de regreso a la cima sin volver la cabeza
No pensó en lo que dejaba atrás, Hadad se quedó mirando cómo la brisa jugaba con el manto de su aprendiz, el mismo que uso el día que lo llevo a su primer viaje, hasta que el caminar de la gente y la distancia lo convirtieron en una mancha azul, y luego en nada. El hombre aún incrédulo y confundido, apretó la correa de su bolsa, necesitaría sentarse una horas en la taberna antes de darse cuenta que su aprendiz y futuro socio lo había abandonado.
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Si le hubieran preguntado, desde lejos, el hombre que estaba tan preocupado por registrar las palabras, era un beta. Pero el aroma del loto egipcio hablaba más de un omega refinado, alguien que debería vivir entre sirvientes, frutas y guardias romanos peleando por su atención.
―Pude escribir muchas de las cosas nuevas que dijiste, pero no todas ellas —Sin embargo, su tono de voz y severidad le gritaba a los alfas qué no era ningún tonto, tal vez un poco ingenuo, pero más seguro de sí mismo que lo que su postura aparentaba.
―Está bien― La voz del Rabí era amable, aunque ligeramente ronca por todo el esfuerzo―, las diré de nuevo y luego las discutiremos.
Cruzó cauteloso el espacio de la manada, había cierta reverencia a medida que se acerca a la roca donde el Maestro estaba sentado.
―Reconocí algunas ideas de mis estudios del rabí Hillel.
―Maravilloso, Mateo ―respondió, con esa clara pero sutil variación en la voz de alguien que no quería ser grosero despidiendo a su interlocutor.
―Sobre lo que dijiste de reconciliarte con tu hermano, puedes elabora…
―Mateo ―pronunció directo y paciente ― ¿Podríamos hablar de esto en otro momento?
Judas se planteó volver sobre sus pasos y esperar a que Simón o Natanael lo presentarán.
―Tengo hambre y me gustaría charlar con nuestro nuevo amigo.
Ambos se giraron hacia él, casi pudo regodearse con la atención, aunque no evitó que quisiera hacerse más pequeño bajo la atención de ese hombre.
―Oh lo siento, regreso después ―Ya se estaba retirando con una mano en el pecho, hacía mucho tiempo que no se sentía azorado por estar en un lugar.
―No, no, no, descuida ―El Maestro le dedico la misma deferencia que a su discípulo ―. Reuniré a todo el grupo dentro de un rato. Me gustaría hablar contigo.
Apretó la correa de su bolsa, pensando si debería entregar monedas como donación ahora que podía hablar con él. Busco ayuda en el otro omega, pero este estaba atento a la siguiente orden de su Rabí.
―Mateo ¿Ayudarías a Santiago y a Juan a reunir a los otros?
― ¿Ahora?
El Maestro asintió, llevándose un pedazo de comida a la boca.
Judas pensó fugazmente si el hombre acababa de usarlo como excusa para que su discípulo lo dejara tranquilo.
―Mateo ―Lo llamó, dejando intrigado a ambos ―. Gracias por ayudarme.
Mateo sonrió, adoptando una actitud más suave ―Si Rabí —Incluso le dio un atisbo positivo antes de irse.
Finalmente se acercó al espacio del Maestro, quien siguió dando bocados a su comida.
― ¿Y?
Y ahí estaba Judas, sin saber que decir y algo hipnotizado por los indicios de aroma que percibía a su alrededor.
―Soy Judas, de Kerioth.
―Shalom Judas ―El hombre extendió su mano y la estrecharon; su mano era áspera como el de un carpintero, artesano o albañil, un escalofrío le recorrió desde ese brazo.
―Shalom ―Suspiró.
―Te vi antes de salir a hablarle al pueblo. Luego te note...
¿Era menta? No, no... Mirra y oliva, tal vez. También un toque de canela... no era algo muy exótico, más bien conocido y reconfortante.
Tuvo que soltar el aire ―Fue maravilloso ―Abrió sus ojos dándose cuenta que lo pensó en voz alta, rogó al cielo que su respuesta pudiera disimularse.
―Gracias ―Su tono era serio y quería creer que esa mueca era una sonrisa ―. Luego Natanael me hablo de...
Judas inhalo de nuevo con todo el disimulo del que fue capaz. El aroma flotaba suavemente alrededor suyo sin ser agresivo o territorial; le evocaba el aceite qué usaron para bendecir su casa en la última pascua qué pasó con su manada familiar. Un toque de felicidad floreció en su alma por al recuerdo, fue breve y lo suficientemente aislado como para darse cuenta de la ausencia del tono adicional que lo delataría como alfa, beta u omega.
—... no es fácil de impresionar.
―Ah…―Asintió, hizo un esfuerzo por articular lo que el otro dijo, al parecer Natanael interpretó correctamente sus intenciones ―Asistí a Beth Midrash, pero mi padre murió antes de que pudiera seguir a un Rabí y me quedé en casa a trabajar…
Judas decidió que tenía que concentrarse, el Maestro no parecía impresionado.
―Me gustaría seguirte.
― ¿En verdad? ―Tenía un tono escéptico, casi condescendiente. ¿Todos sus discípulos serían gente educada y especial?
―Por supuesto ―aseguró ―, tal vez no sea un soldado en batalla, pero tengo conocimientos financieros que me gustaría usar para esparcir tu ministerio tanto como me sea posible… ―Fue abierto y honesto, no ocupaba ningún truco de negocios para esto.
―Yo asistí a Beth Midrash, y luego…
De repente, el Maestro soltó una carcajada y el alivio le dejo respirar de nuevo.
―Te oí la primera vez.
Las sorpresas no paraban con este hombre; sabio, amable, respetuoso y con sentido del humor. Tal vez Hadad se refería a esto...
―No requiero eso de mis seguidores. De hecho, serias uno de los pocos.
Oh, eso fue un consuelo.
―Solo requiero lo que los otros Rabís, que quieras ser como yo ―Su voz reverbero profunda y evocadora en su cabeza, como si jugará con una voz de mando y una de llamada propia de alfa y omega respectivamente.
―Claro ―Estaba dispuesto a jurar en este punto.
―Pero eso va a ser mucho más difícil conmigo que con otros rabís, te lo aseguro ―Atrapó su mirada con intensidad ― ¿Estas listo para hacer cosas difíciles?
¿Lo estaba?
Judas había pasado por varias vicisitudes qué le enseñaron lo cruel qué puede ser la vida para un omega con su aroma, desde los principios fundamentales de su pueblo, hasta el trato que recibía de la mayoría al notar que iba por la vida sin una red de apoyo sólida.
―Me parece que tú vas a cambiar el mundo… Y yo quiero ser parte de eso. Estoy dispuesto a hacer sacrificios.
Se permitió reflexionar ¿No acababa de abandonar la perspectiva de una vida cómoda y segura? Hadad lo perdonaría, pero no había vuelta atrás ¿No es así?
―Y lo he hecho. Estoy acostumbrado a perder.
Ahora ya no importaba, él era el dueño de sus decisiones. En consecuencia, el Maestro pareció reconocer y considerar ese ímpetu y determinación.
―Lo haré ―reitero, convenciéndose una vez más ―. Si, estoy listo para ellas.
Esperaba haber convencido al hombre sobre la firmeza de su fe, de lo comprometido que estaba su corazón a esta causa, si se lo permitía.
―Lo veremos ―La sentencia fue acompañada por esa mueca severa qué precedía a una resolución serena.
Judas casi pudo sentir físicamente la confianza que recaía sobre él. Volvió a inhalar sintiendo el pacífico aroma que emulaba aceite de unción: canela, mirra, oliva y casia. Solo porque podía.
El Maestro se llevó un pedazo de fruta a la boca.
―Bien ―continuó ―El significado de tu nombre ―pidió.
―Oh… aja… “Alabado sea Dios” —Un regalo de su abuela.
―Si… con tus manos ―El Maestro enfatizó con la suya, se escuchaba más animado por algún juego de palabras que el omega no estaba captando ― ¿Vas a alabar a Dios?
―Todos los días.
¡Lo que hiciera falta! Se esforzó para que una nota de petricor acompañara su entusiasmo.
―Bien, en ese caso Judas… ―Tomo impulso dejando su plato a un lado y acercándose a él, tanto que levanto la cabeza para lo que venía ―, sígueme.
Eso fue todo, su sangre llegó con fuerza a su rostro y su mente se quedó flotando en esta nueva realidad, embotado por la maraña de emociones que le llegaron de golpe.
―Gracias Rabí ―Se inclinó mostrando su cuello, no había vergüenza ni culpa en mostrar sumisión y respeto, no cuando la mano de este hombre santo estaba sobre él declarando su protección, el momento pudo haber durado menos que un parpadeo y mil años.
―Todos están aquí Rabí ―Los interrumpieron.
De repente tenía una pared de aromas mezclados abrumándolo, tuvo que hacerse a un lado para no estorbar la vista a sus discípulos mientras se recuperaba.
No se perdió la fugaz y adversa mirada de uno de ellos cuando recibió una palmada de apoyo de su nuevo líder.
Era evidente que todos se sentían orgullosos del sermón y lo expresaron aplaudiendo hasta el punto que vio al Maestro llevarse una mano al rostro y sonreír ligeramente avergonzado.
―Muy bien ―Aun así, siguieron aplaudiendo ―. Ya, de acuerdo suficiente ―Se escuchó de nuevo esa carcajada, pero ahora corta, profunda y gruesa.
―Bien, solo quiero agradecerles a todos por este día maravilloso ―El Maestro lucia satisfecho con toda su manada. Alzó la mano llamando a la pareja que llevó a Judas directamente con los discípulos antes del sermón: ―Bernabé, Shula. Adelante, por favor. ¿Aprobaron el sermón?
―Un poco largo…
Oh, entonces no había sido casualidad toparse con ellos.
―…pero efectivo.
―Fue maravilloso ―dijo Shula.
―Pues, hicieron su parte al propagar la palabra. Eso es vital en nuestro ministerio ―Junto las manos y señaló ―. Un agradecimiento especial a Natanael, Tadeo y Santiago, por su apoyo al conseguir el terreno y preparar todo tan pronto.
Los reconoció de inmediato, ahora era evidente que era betas, contentos al ser exaltados por su líder y sus compañeros con aplausos.
―Sé que todos les ayudaran a limpiar antes de irse. Y tengo que hacerles un anuncio también ―Apoyó su mano en el hombro del omega ―. Algunos ya pudieron conocerlo, pero para los que no, este es Judas de Kerioth. Judas me ha pedido que sea su Rabí y quiere contribuir con sus talentos a nuestro ministerio.
Esta era su presentación oficial ante la manada, un destello de felicidad lo recorrió al verlos, su instinto omega se regocijaba ante la protección y el hogar que aquel grupo prometía.
―Una petición que le he concedido con gusto. Así que démosle la bienvenida a Judas ―declaró.
Aunque no conocía los nombres de todos, las sonrisas cálidas de las mujeres y las miradas de aceptación lo envolvieron. Inclinó la cabeza en agradecimiento, buscando fugazmente al Maestro, por si acaso, como quien verifica un refugio.
―Bien, estas semanas han sido un viaje interesante. Hemos hecho un buen trabajo y aún nos queda más por hacer en el futuro, pero por ahora, vamos todos a descansar ―Señaló a la pareja de la segunda fila ―En especial tu Simón. Tienes que ir a casa.
Oh entonces la omega era su esposa. ―Después de que la alegría de que te hubieras ido acabara, Edén hasta te ha comenzado a extrañar, así que ustedes dos descansen ―La pareja sonrió dulcemente entrelazada y los demás rieron con picardía, no pudo evitar notar que el Rabí se demoró en ellos, solo un segundo de más.
―Acérquense todos, todos, todos ―Los llamó alzando las manos y se armó un semi circulo a su alrededor donde algunos lo imitaron abrazando a quienes tenían más cerca.
El Maestro rodeó su cuello y el de otro de sus discípulos apoyando el brazo sobre sus hombros, acercándolo a su calidez. Judas contuvo el aliento al sentir cómo lo estaban marcando con el aroma familiar, traspasando incluso el bloqueador, una marca silenciosa de su nueva pertenencia a la manada.
―Todos serán capaces de resolver entre ustedes como seguir en contacto para poder reunirnos de nuevo, pero por ahora, voy a orar por ustedes.
La oración fue solemne y breve, el Rabí le hablaba de forma personal a cada uno, deseando que la gracia de Dios cayera sobre ellos.
Cuando las palabras cesaron y Judas abrió los ojos, se dio cuenta de lo cerca que estaba del rostro del Rabí.
―Los vere a todos muy pronto, gracias ―Con la misma solemnidad y calma con la que había dado su sermón, retiro su contacto dando por finalizado el momento.
Cuando volvió la vista hacia el otro discípulo, este le sonrió con buena actitud, un "Bienvenido" no fue dicho, pero si articulado en el gesto.
Así es como su nueva realidad se asentó; estaba tan ansioso por participar qué no lo dudo cuando Natanael lo llamo para que ayudara a desmontar la estructura.
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Natanael, Santiago "el menor" y Tadeo, porque la mayoría ya lo llamaba así y no valía la pena inventarle un apodo como a Ziz. Todo eso lo aprendió mientras recogía la basura y buscaba los puntos de amarre de las telas en la estructura.
—Y él es ¿Mateo? —pregunto al notar que el omega daba vueltas y vueltas profundamente concentrado en sus papeles, murmurando y escribiendo sus ideas.
Natanael hecho un vistazo.
—No es nada convencional ¿No es así?
No, ni siquiera se preocupaba de que otros sintieran su estado de ánimo, “concentrado” si le preguntaban; un aroma tan exótico como el loto solía atraer problemas si no sabias manejarlo.
—Era un republicano...
—¡Natanael! —Santiago lo regañó, pero Judas no juzgó.
—Oye, todos aquí tenemos un pasado —Se acercó alguien e hizo que todos se giraran —Yo me llamo Felipe, Judas ¿No? —El beta dejo caer un montón de ramas para fogata al suelo antes de extenderle la mano y estrecharla.
—No dejes que estos betas te intimiden —Felipe bajó la voz—. Mateo es entrañable… cuando no te mira como si hablaras en otro idioma ―Busco entre las personas con una mano sobre los ojos —, y Juan… estoy seguro que apreciaran a otro omega cerca, aunque no sé dónde está…
A Judas casi se le cae el alma, levanto su muñeca cerca de su rostro para olfatear, asustado de que hubiera acabado el efecto del bloqueador.
—¿Enserio preguntas? Juan debe estar con el Maestro, como siempre —dijo casualmente —. A los omegas les gusta eso del contacto y la aprobación, ¿no? ―Natanael recibió una palmada en la nuca por parte de Tadeo.
—¡Basta! Pareces un fariseo hablando de impuros —luego, miró a Judas con una mirada de disculpa y algo de vergüenza.
―De acuerdo, lo siento.
Judas mantuvo una expresión serena respirando hondo, deleitándose fugazmente con la idea de empujar a Natanael accidentalmente por una zanja. No era la primera vez que escuchaba ese tipo de comentarios y no sería la última. Incluso a Hadad se le escapó uno delante de él al inicio de su relación, y le había costado no escupirle el vino en la cara.
―Perdónalo por favor, se cayó cuando era niño y ahora no puede cerrar la boca como se debe ―Felipe le hizo una mueca a Natanael quien puso los ojos en blanco antes de volver a su tarea —. Pero si eres un omega ¿No?
Antes de que Judas pudiera responder, el alfa sobre la escalera intervino: —Que buen ojo, yo nunca lo hubiera adivinando.
—Es porque tienes la nariz embotada de Cálamo, metete al río y ya verás como mejoras Ziz —Le gritó de regreso, incluso se acercó para sacudirle la escalera, haciéndolo jurar. Los demás rieron, pero Judas contuvo el aliento, a pesar de la tensión anterior, ¿Era normal en el grupo que un beta se burlara así de un alfa? o tal vez Felipe solo era un atrevido.
—¿Y quién es Andrés? —interrumpió con timidez entre las risas.
—Oh, es el hermano de Simón —explicó Natanael —, te iremos presentando al resto, puedes preguntar.
—También me serviría de mucho si me explicaran cómo funciona entre todos.
—Ah, no te preocupes por eso —dijo Santiago —, la mayoría tenemos un estatus igualitario, nuestro Maestro insiste en que ocupamos una función, no un estrato; dice que no hay primeros ni últimos.
—¿Así?
—Claro, hasta que Simón decide algo y todos obedecen —Felipe se cruzó de brazos con tono sarcástico —, con ese carácter que se trae, al menos se ha relajado últimamente.
—Es cierto —Natanael sostenía la escalera mientras Ziz bajaba —, que no te confunda su buen humor, es solo porque su esposa está cerca.
Tenía sentido que su aroma fuera tan penetrante y fuerte que le recordaba a los alfas pesqueros de Kerioth, algunos tan territoriales que podías adivinar a quien pertenecía un barco solo olfateando.
—¿Y las mujeres?
—María, Ramah y Tamar ―señalo al grupo ―, ella es una gentil.
Probablemente de Egipto, por sus joyas, supuso qué si el Maestro la aceptaba estaba bien. Aunque no podría decir mucho de ellas hasta que se acercaran, por lo pronto, parecían un sub grupo del principal.
—Por cierto, tenemos un acuerdo no hablado de que fingir que no sabemos que Thomas está enamorado de Ramah.
—Le señalaron al hombre de capa roja qué no dejaba de mirar a la señorita mientras guardaba los tarros y platos con tal brusquedad y nervios que cualquiera podía adivinarlo.
—De acuerdo —Asintió —. ¿Y la mujer mayor?
Ziz se iluminó. "—¡Es la Eema del Maestro! —Su voz se quebró como la de un cachorro que echaba de menos a su madre —, a veces nos acompaña y cuida de todos.
Fue una grata sorpresa, ya pensaba en el Maestro como el Mesías, el gran líder que liberaría a su pueblo, era difícil imaginarse que alguna vez gateó entre ollas y rezos infantiles, que también podría tener su propia familia, un padre, una tribu, un origen, un...
—O... Oigan —La pregunta le ardía en la garganta como un sorbo de vino agrio—, no quiero sonar grosero o inconsciente. Pero...
—Adelante.
—No escuche el nombre del Rabí.
Felipe abrió los ojos hacia Ziz y los betas se miraron entre sí en silencio, fue tan abrupto que Judas pensó que acababa de faltarles el respeto, incluso Mateo se detuvo para juzgarlo.
Las carcajadas retumbaron.
—¿Decidiste seguir a alguien de quien no sabes ni el nombre? ―Felipe se apoyo sobre sus rodilla intentando respirar.
—Tu tampoco lo sabias al inicio.
—¡Idiota!
― ¡Tu más!
—Todos lo son.
—Ya basta, están molestándolo —Ziz intento disimular su diversión tras una voz severa y madura, pero su aroma lo delataba completamente.
Judas apretó los puños, sintiendo cómo el calor subía por su cuello. No era el ridículo lo que le quemaba, era más bien esa complicidad, incluso Mateo se había retirado cubriéndose la boca con los hombros temblando levemente; esperaba poder participar con el tiempo.
Ziz le puso una mano en el hombro: ―Se llama Yeshua, Judas. Yeshua de Nazaret—
Interesante, el nombre resonó en su pecho como un tambor. Nazaret. Un pueblo tan insignificante que ni siquiera Hadad creía que valiera la pena intentar un negocio en el lugar. ¿Cómo había surgido Él de allí?
Las cosas se calmaron y volvieron al trabajo de desarmar.
—¿A dónde irán ahora? ―preguntó Judas, observando cómo Natanael desataba las cuerdas de la carpa con movimientos expertos.
—Ya oíste al rabí, a descansar.
—Nos quedaremos en Cafarnaúm un tiempo —Ziz sostuvo los palos en cuanto perdieron el sostén de sus bases.
Judas asintió, calculando mentalmente. Tendría que recoger sus pertenencias… en la casa rentada, o tal vez no, podría vivir sin algunas tunicas y cuadernos ¿No?
—Te sugiero que, si tienes asuntos en Genesaret, los resuelvas y te abastezcas. Cuando el Maestro dice "vamos", no hay tiempo para empacar.
—Lo haré —susurró Judas, imaginando cómo sería dormir bajo las estrellas con este grupo —¿Podría quedarme con ustedes hoy? Quiero visitar a mi hermana antes de empezar con todo esto.
—Claro. Seguro hallaremos lugar.
Esa tarde en Cafarnaúm, los discípulos se dividieron en distintas residencias. Andrés, quien haría un viaje de último minuto, cedió su casa a Felipe y Judas.
Por la noche, en la pequeña vivienda, Judas se acomodó en un rincón mientras Felipe encendía una lámpara. El beta hablaba sin cesar, de las parábolas del Maestro, de los milagros, de aquel mensaje lleno de esperanza para su pueblo. Estaba impresionado, en serio esperaba poder ser testigo de más muestras mientras era parte del más importante ministerio de la historia.
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Al día siguiente, Judas tomo sus cosas y aviso a la manada que volvería al anochecer o en la mañana del día siguiente.
El viaje se hizo un poco más corto ya que unos comerciantes lo llevaron en su carreta después de que se enteraron que venía con el Maestro.
Bueno, no mintió.
Para medio día, se dio el lujo de buscar algo de comida en lo que se dirigía a su casa. Ya se imaginaba la cama y la fresca sombra, cosa que era usual después de desaparecer a veces por meses de su residencia, incluso le pareció entrañable qué sus vecinos lo vieran llegar solo para murmurar sobre lo escandaloso que era para un omega vivir solo; pero si se atrevía a traer a alguien, era un libertino sin moral.
Cuando finalmente cerró la puerta detrás de si, inhalo profundamente, el ambiente estaba seco y templado conservando su quietud; un pequeño refugio de paz.
Él había escogido este barrio por lo tranquilo y alejado que estaba del camino de los pastores, los comerciantes o cualquier barullo que atravesara el pueblo, donde fuera difícil que un negociante descontento o una pastora de mal carácter pudiera tomar represalias del pobre aprendiz.
Entro a su habitación y se detuvo, sobre su cama aún estaban mantas y ropas del último nido que había armado.
Por primera vez desde la colina, se le presentó una posibilidad que no considero con cuidado. Suspiro, tendría que hablar con Mateo o Juan para que le dijeran como pasaban sus celos durante los viajes, porque dudaba mucho que tuvieran el presupuesto para medicinas apropiadas o cuartos de aislamiento. Trago convenciéndose de que lo resolvería y se concentró para buscar en su armario.
Escogió las vestiduras más resistentes y abrigadas que tenía, y mientras las lanzaba sobre la cama el leve aroma de la menta le llamó la atención, levantó la vista hacia la ventana. Se dio cuenta que la sirvienta, qué venía debes en cuando, había regado la maceta donde tenía la planta de su Eema logrando que reviviera, sonrió con cariño.
Busco sus ahorros, papeles, algunas herramienta y utensilios, haciéndose un total de tres bolsas.
El peso de su equipaje jalaba sus hombros y le plantaba en la tierra, su respiración tembló por un momento, en serio estaba haciendo esto, iba a aventurarse por primera vez con una manada nómada.
¿Qué dirían sus padres? dos betas qué lo criaron entre aromas dulces, con miel y calor, lana y seda, le dejaron escoger el estudio sobre el trabajo y le habrían asegurado un hogar cómodo si es que la desgracia no hubiera cortado sus vidas de tajo.
Se detuvo en la puerta, la nostalgia lo atacó más fuerte que nunca; regresó en sus pasos y tomó la maceta.
Se despidió, tal vez por última vez de ese lugar, y cerró con llave.
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La casa de su cuñado se veía mejor que en su última visita, olía a pan de higo y leche dulce, habían quitado las baratijas y refaccionado las paredes, incluso vio ollas nuevas y tendederos donde las niñas colgaban las telas teñidas.
―Veo que trabajan duro.
Su hermana se giró desde la olla donde estaba revolviendo los pigmentos.
—Estas aquí —Su rostro se iluminó al verlo.
Sus sobrinas dejaron lo que hacían y corrieron a abrazarlo.
—Miren lo grandes que están —La mayor ya casi le llegaba al hombro y la pequeña olfateo entre sus túnicas curiosa como solo un cachorro lo era.
—Eema, Dod trajo regalos —Ya estaban husmeando en sus bolsillos.
—¡Eh! Guarden sus manos —Les ordenó al hacerse espacio para atrapar a su hermano en un abrazo —. No esperaba verte tan pronto ¿Por qué no avisaste? Te hubiera preparado una habitación —Se alejo lo suficiente para mirar disimuladamente alrededor y hacer una pequeña mueca, no había querido lavarse el aroma de la manada.
—No estaré por mucho tiempo —Devorah entorno los ojos.
—¿Esta todo bien?
Judas quito lentamente las manos de su hermana de sus hombros.
—Deberíamos hablar —Intento sonreír, ahora mismo desearía poder endulzar más las almendras a su alrededor. La rodeo y busco la mesa al otro lado del patio para dejar la maceta y descolgarse sus bolsas.
—Niñas, continúen, vuelvo enseguida —La percibió a sus espaldas con la misma mirada inquisitiva de su Abba.
—Escucha...
—Dime por favor que te dejaste de tonterías y trajiste a Hadad contigo —Se sentó —, el sujeto no me agrada del todo, pero no voy a negarle mi bendición, hasta ya lo tenía hablado con un Rabí, es un viejo amigo de mi esposo, podría estar disponible para fin de mes ¿Sabes?
Judas parpadeo, no muy sorprendido, pero si un poco ofendido.
—¿Qué? ¿Hablaste con...? No, olvídalo. No.
—¿Qué hizo? Podría perdonarle qué sea un idiota, tú también podrías. A menos que se haya conseguido una beta en tu cara y te haya dejado, en ese caso ¿Cómo se atreve? Maldigo su nombre y el de sus hijos...
—¡Devorah! —La regaño antes de que dijera algo más vergonzoso —, no es nada de eso.
—¿Entonces?
—Yo lo deje.
Ella se congeló, incluso arrugando la nariz.
—¿Qué?
Se sentó frente a ella y le explico lo mejor que pudo todos los eventos, remontándose incluso a los pensamientos que tenía sobre su trabajo, el cómo llego a la colina y finalmente como el Maestro lo había aceptado en su manada.
― ¿Por qué tengo un mal presentimiento sobre esto? ―Su expresión había pasado de intrigada a molesta, como si estuviera escuchando las tonterías de un cachorro.
―Fue lo que dijiste cuando entre en la compañía minera ―Judas tenía su cabeza apoyada en su mano sobre la mesa.
―Y ahora la estas dejando y no solo eso...
―Mi vida no puede ser solo dinero —agregó rápidamente.
―Contigo nunca deja de tratarse de dinero ―Devorah estaba tan segura, creía conocerlo, pero él solo estaba pensando en mejorar su situación, sobrevivir a lo largo de los años.
―Oye sé qué crees que pudiste haber gastado la herencia de Abba de mejor manera…
―Sin duda, la casa en la que invertiste no ha subido de valor ―Negó con las manos juntas sobre la mesa.
Judas puso los ojos en blanco conociendo sus culpas, en ese entonces no tenía la astucia y la mirada crítica para saber mejor; sin embargo, ahora iba a hacer lo correcto ¿No?
―Por eso estoy aquí. Necesito que cuides algo por mí, bueno de hecho, son dos cosas ―Puso una de sus bolsas sobre la mesa, saco el rollo, pero no se sentía bien, sus manos temblaron al empujarlos hacia ella.
Aun cuando confiaba en su hermana, no podía evitar recordar todas las peleas con los notarios para que finalmente sellaran la legalidad de su propiedad.
―Son las escrituras de mi casa ―murmuró.
― ¿Qué?
―No sé cuándo volveré, o si… volveré.
Judas apretó las manos sobre la mesa, sintiendo el sacrificio agriar lo poco que se filtraba de su aroma, pero lo había prometido ¿No? Hacer cosas difíciles ante un futuro incierto.
Devorah olfateo el aire, reconoció la culpa y el desasosiego en él, compartiéndolo sin saber que decir.
― Todo mundo está hablando sobre tu Rabí ¿Sabes? ―Optó por ser calmada y razonable.
Oh si, Yeshua había llegado a más gente de lo que imagino.
― ¿Qué es lo que dicen? —Se ánimo.
―Demasiado para ser cierto ―Sonrió incomoda ―, escuche que convoco a cientos.
―Miles —reafirmó ―No… no lo supe en ese momento, pero el día previo, ayudé a sus discípulos a asegurar el terreno. Dios actuó por medio mío Devorah… Eso… nunca había pasado antes ―Una señal tan clara y divina, todo arreglado para estar en el momento y lugar adecuado.
― ¿Cómo ganarás dinero? No sabes hacer más —demandó saber con el mismo tono que el viejo Dod uso para justificar muchas de sus tonterías.
Dolió, porque era verdad; y, aun así, un omega con estudios a medias, vagos conocimientos de oficios físicos y que solo sabía contar el dinero, era digno de ser parte de esta misión.
―Les ayudare con lo poco que tienen, les buscare benefactores, adeptos. Muchos ministerios y rabís son ineficientes. Y este es el ministerio más importante en la historia de nuestro pueblo ―explicó con total seguridad ―. Difundir su mensaje, construir un imperio como el Romano. Necesitaran mis habilidades.
―Judas, esto es un gran riesgo.
―Si.
Lo era, uno bastante real, más que aspirar el aserrín de un carpintero, el riesgo de derrumbe de un minero, o la intoxicación de un artesano de joyas; su instinto de supervivencia adoptó la voz de su hermana:
―A Roma no le gustan los predicadores populares. Siempre los encarcelan.
Un escalofrío paso por su espalda al imaginar una celda como en la que ahora estaba Juan el bautista, aun así, un pensamiento rectifico su mente.
―Creo que él es el Mesías.
Devorah retrocedió en su silla, como si se hubiera vuelto loco, pero aun así continuó escuchándolo.
―Estoy casi seguro de eso…
Ella bufó.
―Muchos han proclamado ser el Mesías ¿Sabes que les ha pasado?
―Siempre es el peor escenario contigo ―aseveró ―, sabes que a sus seguidores no… siempre… los matan.
Fue inevitable recordar algunas de las ejecuciones públicas que vio cuando era un cachorro, el aroma chamuscado que flotaba durante días por el mercado, las manchas de sangre que el polvo tardaba semanas en cubrir, ella también las estaba imaginado.
Sin embargo, no iba a dejar que el miedo lo alejara de esta oportunidad.
Extendió sus manos para tomar las de ella.
― ¿Y si él es el ungido, hermana? Entonces no lo mataran.
Las profecías hablaban del reino de Dios, el mismo Rabí lo dijo, toda esta opresión e injusticia hacia su pueblo acabarían; y él podría verlo, ser parte, aunque hoy no pudiera convencer a su hermana.
―Él va a derrotar a los romanos y nos va a liberar.
―No quiero perderte, Judas. Eres todo lo que tengo en el mundo ―Su voz tembló, si ella tuviera un aroma más evidente, Judas flaquearía ante su tristeza.
―No, no, no, tienes a esposo, tus preciosas hijas…
―No, sabes… sabes de que hablo —Se limpio el rostro.
Bajo la mirada, una vieja culpa le oprimió el pecho; él había decidido no adherirse a la pequeña manada de su hermana, no quería ser una carga ni ser obligado a cumplir con el deber de su género.
―Eres el último omega con nuestro apellido. Si algo malo llegara a pasarte… la línea de los Iscariotes se rompería y el apellido familiar seria olvidado.
Negó.
Ya pidió perdón por eso, Devorah lo entendió, así como ahora comprendería que no iba hacerlo retroceder.
Judas se paró: ―Pase lo que pase, sé que Adonai me ha separado por alguna razón que aún no conozco ―Su mente se ilumino ante el recuerdo de la voz del Rabí llamándolo ―. Tengo que seguirlo.
Tomo sus cosas sin fuerzas para seguir discutiendo, ella rodeo la mesa y por un momento pensó que no lo dejaría irse, pero solamente lo abrazo, apretando su túnica hasta que sus nudillos se blanquearon, Judas no se resistió, apretó de regreso antes de tener el valor de alejarse cuando ella le tomó el rostro.
―Abba y Eema te amaban muchísimo. Haznos sentir orgullosos ―Sus ojos eran brillantes.
―Lo haré.
Lo volvió a abrazar, de alguna forma podía sentir el fantasma del aroma de su Eema en ella.
Ahora era más consciente de lo necesario que era soltar todo, del peligro, de lo mucho que la amaba y cuanto le hubiera gustado ser más prudente y escéptico, tal vez así se quedaría a su lado.
Judas se alejó manteniendo la calma.
―Y ah… ¿Podrías mantener con vida la planta de menta de Eema, por favor?
―Si ―Se limpio las lágrimas.
―Requiere un toque gentil, el cual yo no poseo ―Le sonríe, Devorah estaría bien.
―Ahora vete de aquí, ve a seguir a tu Rabí ―Tenía la voz quebrada y triste, pero era optimista.
Judas se cargó sus cosas.
―Solo espero que estes en lo correcto —agregó ella, con ese tono petulante de sabelotodo.
―Así es ―Le apretó la mano ―Ya verás.
Era hora de irse.
Puede que las dudas o miedos bailarán burlescas detrás de su cabeza, pero como siempre, no iba a dejar que interfiriera en sus decisiones.
―Judas…
Él se volteó ante el llamado.
―…Procrear un hijo hubiera sido más fácil que cambiar tu vida entera para hacer este viaje peligroso.
Judas dejo caer los hombros sosteniendo la correa de su bolsa, no iba a justificar eso con una respuesta.
―Shalom shalom Devorah ― Se despidió.
―Shalom amado Hermano.
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EXTRA:
Andrés estaba bastante ansioso por lo que sea que vería en las celdas, el lugar de por sí ya era oscuro y lúgubre, el aire olía a humedad y desgracia.
Joana le pagó al soldado y se aseguró de que no hablara sobre su visita.
Busco entre las celdas hasta una que estaba en la esquina, sentado en la sombra mirando al techo, estaba el Bautista.
― ¿Juan?
El beta parpadeo unos instantes como si pensara que escuchaba voces y el fantasma del aroma a olivo cortara la inmundicia del metal oxidado.
― ¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien? —Verlo entero e intacto en lo que cabía, era un verdadero alivio, aunque no pudo evitar notar lo pálido de su piel y los ojos hundidos por el desvelo.
Juan se convenció de que no era una visión, inhalo y exhalo con la sed raspando su garganta.
― ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quién permitió esto? —Se dio cuenta de la presencia de Joana.
―Nadie, hay poco tiempo —advirtió la mujer.
Entonces Juan lo aprovecharía: ―Voy a estar bien ―Camina hacia los barrotes percibiendo el ácido malestar de su ex discípulo ―Piénsalo de esta manera, nunca antes había dormido en un palacio —bromeó.
Andrés quiso tomar el intento por lo que era, solo que no podía con los barrotes entre ellos.
―Pero ¿Qué estás haciendo aquí? —reitero.
―He estado tan preocupado, orando por ti a diario —Pedía por su bienestar, su salud y porque Herodes se olvidará de él y lo soltaran.
―Tienes un nuevo Rabí ahora ―Fue una orden ―. EL RABÍ Enfócate en él. Que yo espero poder hacerlo pronto también ―Pero no estaba funcionando, Andrés estaba tan triste que el aroma a granadas podridas en vinagre se coló pegajoso en su garganta, necesitaba un momento para pensar.
―Vino a mi angustiada cuando Herodes me arresto —Señaló a Joana —. Y no para ayudarme, estaba furiosa porque no delate el adulterio de su esposo cuando acuse a Herodes ―Sonrió con orgullo ―. Resulto buena pupila.
Pudo comprobar que ella había logrado hablar con su primo, experimentando esa magia y paz que sus palabras le traían al mundo, el mensaje solo era una excusa, ella sería valiosa para el ministerio del cielo. A su vez, junto a Andrés le hablaron del sermón y la cantidad de personas que asistieron, fue emocionante saber que ahora eran miles los que escucharon al Mesías.
—¿Cuántos son ahora? En el grupo.
—Doce, se nos unió uno después del sermón.
Oh, a su primo siempre le había entusiasmado la idea de tener una manada propia, con todos los miembros afectuosos y en paz. Sus propios hermanastros habían sido demasiado lejanos y renuentes a su alrededor desde que quedo claro que no era un humano común.
Se alegraba por él, al menos Joana se había asegurado de hacérselo saber.
―Juan… ¿Qué podemos hacer por ti? ¿Co.… cómo te ayudamos? ―La voz de Andrés desfalleció en una simple pregunta.
―Estas ayudándome con lo que me dices.
―Ya sabes de que hablo —insistió.
No hubiera querido hacerle esto, a nadie en realidad, su misión en la vida siempre había estado por delante de todo consejo o advertencia, ni siquiera se dio el lujo de una “vida normal” durante un tiempo como lo hizo su primo, pero no lo enviaba. No cuando había tenido el cariño de Andrés en su vida.
Lo llamó para hablarle de cerca entre las rejas, tenía que dejarle un consuelo firme a lo que atenerse.
―Ven aquí.
Joana dio un paso atrás mirando a otra parte.
―No tengas miedo ―Fue contundente ―. Las profecías de Isaías, Jeremías, Miqueas, Jezabel. ÉL ha sido enviado a proclamar la libertad a los cautivos ¿Y qué más?
―A abrir las prisiones de aquellos que están atados ―Andrés no olvidaría las profecías, su convicción era tan fuerte como su agarre en los barrotes.
―Si. Esta prisión no es nada, ahora que él llego. ¿Confías en eso?
El omega cerró los ojos, hubo un leve temblor en sus hombros.
―Lo… estoy intentando.
―Andrés…―bajo la voz ―. En todo lo que dijo a esas miles de personas, había algo solo para ti. Para lo que estas viviendo —Confiaba en que su primo sabía de todo este dolor que atosigaba a su discípulo —. Siempre es así ¿Qué fue? Algo que se quedó resonando contigo —hablo despacio, dándole tiempo para pensar.
―"No te preocupes, tu… ¿Puedes agregarle una hora a tu vida estando ansioso?" ―La voz del hombre temblaba, la primera lagrima fue suficiente para que a Juan se le apretara el corazón.
―Eso suena como él. ¿Qué más?
―"Busca primero el reino de Dios y su justicia Divina."
―Aún más lógico.
Esperaba que así fuera, lo creía, porque sería injusto dejar que cualquiera de sus seguidores, especialmente Andrés, lo siguiera al final de su camino.
Le había pedido a Yeshua de forma sutil que viniera a Maqueronte solo para tener la oportunidad de verle una vez más, porque solo Él entendería la contradicción entre deber y humanidad.
―Si quieres ayudarme Andrés ―Buscó su mirada para asegurarse de dejarlo claro ―, si quieres ayudarme… escúchalo bien, ve a casa y haz lo que dice. Eso es lo que quiero.
El omega aun soltaba lágrimas, pero intentaba contenerse.
― ¿Entiendes?
Andrés asintió en el silencio y quietud de la prisión cuyas paredes se sentían opresivas y frías a su alrededor.
Tendría que bastar, es todo lo que Juan podía hacer en su posición, aun así, se dio el lujo de poner su mano sobre el cuello de Andrés para expresarle su cariño, todo lo que nunca pudieron decir.
―Hare que Joana te saque de aquí, para que no te unas a mí.
No hubo un adiós explícito, la beta alejo a Andrés con cuidado, al frio de la noche donde solo quedaba el vacío que Juan llevaba años enseñándole a llenar con fe.
Al escuchar el eco del metal, Juan cayó de rodillas, contento por esta oportunidad y desgarrado por lo que se hacía cada vez más evidente.
No se había equivocado al ver la inseguridad de Yeshua y su intento por evitar que fuera a la Corte de Herodes.
Oró en silencio por Andrés, para que tuviera la fuerza de seguir adelante; pidió por sí mismo y por su primo, imaginándolo frágil como él ante las profecías que dictaban su destino, para que, en su convicción ciega por servir a Dios, las flechas no atravesaran su corazón como a él cuando pensaba en el aroma del olivo junto al río Jordán.
Notes:
Este capítulo si costo un poco más que él primero ya que, transcribir los dialogos es algo pesado. Pero irse fijando en los detalles que suceden en planos de fondo es divertido y me da espacio para incluir escenas.
He pensado bastante en los detalles de la dinamica omegaverse para este mundo, no estoy dejando nada al aire. No sé si habra un tercer capítulo pronto, pero me gustaria indagar en como se relaciona el grupo con Judas, ya que no se ve mucho de eso en la serie.
Por otra parte, no estaba segura de agregar la escena en la prision, pero me parece que es un buen paralelismo para lo que pretendo.
En fin, gracias por leer, espero que les guste.
Chapter 3: Dos por dos. Parte 1
Notes:
https://www.youtube.com/watch?v=WYx6MsHWRng&list=RDWYx6MsHWRng&start_radio=1
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
A Judas no le faltaba imaginación para maldecir a los comerciantes. No creía que "La carreta está demasiado pesada" fuera una argumento válido para empujarlo en medio del camino durante la madrugada.
¡Les estaba pagando!
Era una excusa dado que el imbécil hijo mayor del dueño de los burros, intento invadir su espacio acercarse con preguntas entupidas y, en respuesta recibió un escupitajo en la cara.
No valía la pena.
Hacía frío, el cielo apenas comenzaba a clarear y los pájaros trinaban entre los árboles y arbustos. Tenía hambre y las figuras de los primeros pastores y sus rebaños se veían lejanos desde donde estaba.
"Cosas difíciles" sonó en su cabeza, lo hizo bajar los hombros cansado.
Optaría por hacer como las aves y recolectar los frutos del camino, así se ahorraría una comida hasta el mediodía, tenía la corazonada que, a partir de ahora, iba a tener que regresar a los viejos trucos del hambre.
Logró ver un desvío del camino principal que pasaba por varios parches de vegetación, si lo atravesaba rápido, tal vez podría conseguir incluso más comida y ofrecerla a sus compañeros. Tomó un respiro de valor y trato de no imaginar nada negativo, el suelo era escabroso y lleno de piedras, algunos charcos de la última llovizna aún quedaban esparcidos alrededor creando algo de lodo donde las alimañas se escondían.
Fue bajando por una colina con la vista bloqueada por los arbustos tan o más altos que si mismo, las ramas creaban sombras demasiado oscuras en algunos puntos.
De repente escucho un crujido, tan pequeño y frágil pero cuyo origen era indescifrable.
"Podrían ser aves" se dijo a sí mismo.
Sin embargo, al sonido se le unieron el crujir de ramas y una roca chocando con otra en alguna parte, fue inquietante.
Se detuvo unos segundos evaluando su situación, no era muy común cerca de las ciudades, pero se sabía de bestias qué buscaban ganado, ya fueran lobos, jabalíes o algo más rápido. Devorah solía decir que al padre de un tío lo despedazaron en la noche, por eso, ningún cachorro debía explorar solo más allá de los pastizales y los campos donde los campesinos cosechaban.
Era eso o algún bandido esperando entre la maleza.
No hubo más ruido por un tiempo, tampoco detectó respiraciones contenidas o un aroma neutralizante. Decidió avanzar, más atento y recordando que un cuchillo estaba envuelto al fondo de una de sus bolsas.
Logro relajarse los suficiente como para empezar a recolectar la fruta; aunque fue inevitable que mirara por encima de su hombro cada vez con más urgencia, metió su mano disimuladamente en la bolsa tratando de tantear.
Otro crujido.
Ya no podía ignorarlo, lanzo una corta suplica. Y al instante algo provocó que una bandada de pájaros se elevará entre graznidos, luego las ramas se sacudieron delatando la presencia de una amenaza.
Su corazón comenzó a latir rápido, buscó entre sombras, pero el viento hizo que los sonidos y los aromas se revolvieran a su alrededor. Tenía que alejarse cautelosamente, dejo caer sus cosas y trato de mantener la vista detrás suyo, pero el chillido asustado de algún animal detonó el pánico y finalmente olvido cualquier consejo sobre no salir corriendo en una situación así.
Idiota, no debió intentar atravesar los arbustos, estos atraparon su túnica y lo desorientaron, escuchó el pedazo de tela rasgándose mientras luchaba por avanzar. Una ráfaga helada le pego en la piel empeorando su situación, si hasta podía escuchar pasos acercándose hacia el agujero de espinas donde se metió.
En un último intento, logró sacar el brazo hacia la libertad y se escabulló con toda la fuerza de la que fue capaz. Terminó tropezando sobre tierra, polvo y algo de lodo manchando sus manos al evitarse el golpe en su rostro. Aun así, boca abajo, estaba listo para defenderse.
Pero no, había luz, no del sol, eran las llamas de una fogata cercana que destellaba en sus últimos instantes de vida.
La posibilidad de estar siendo perseguido por un bandido era mucho peor que la de un animal salvaje.
Aun así, se sentó sobre sus rodillas intentando regular su respiración; reconoció lo signos de un campamento: una tienda y varias herramientas esparcidas alrededor, ningún objeto valioso, ningún cofre llamativo o telas exóticas.
—Judas.
Se cayó hacia atrás por la velocidad a la que giró.
En menos de un segundo, pensó en todas sus opciones, lanzar tierra, levantar la roca qué sentía en su mano o hacer un escándalo y fingir que estaba poseído.
Todo eso murió cuando la figura oscura parada se acercó al tenue resplandor.
—¿Rabí? —No era fácil ver su rostro, cargaba con un montón de ramas y llevaba un manto que rodeaba sus hombros; con una calma ceremoniosa, se acercó a la fogata y se inclinó para removerla dejando la madera a un lado.
—No temas.
—No, no... Yo estaba...escapaba porque... —Las ramas desde donde vino se agitaron, se puso alerta al igual que el Maestro, quien, le hizo un gesto para que se mantuviera en silencio.
Desde el suelo, vio cómo se acercaba lentamente al matorral abriendo con cuidado entre las ramas.
Judas se irguió con la piedra elevada sobre su hombro, nervioso y atento para cualquier señal; apenas tomaba impulso cuando se revelo la pequeña gran bestia. El borrego se sacudió tambaleante, miró al Maestro y dio un balido que espanto a otro grupo de aves.
—No creo que pueda hacerte mucho daño —dijo con la media sonrisa mal disimulada.
—Emm —Tragó con la garganta seca dejando caer la roca —, no me di cuenta.
La cría baló con fuerza hacia él.
—Supongo que él tampoco te hizo eso —Le señaló la ropa.
Bajo la vista dándose cuenta de lo sucia y rajada que estaba en algunos lugares, sus manos no estaban mejor.
—Límpiate un poco, tengo agua por allá.
—No, no quiero molestar, no sabía que estaba aquí —Miro al suelo sintiéndose estúpido.
—Lo suponía, solo le dije a Mateo donde estaría —Se acercó con gentileza al borrego y logró que no se alterara al cargarlo, se veía tan pequeño en sus manos qué casi podría parecer un juguete con vida —Límpiate.
Esta vez se apresuró para obedecer, en medio, dio sus rezos de mañana y trato de espabilar su consciencia, había dormido muy poco a lo largo del viaje.
Ahora que tenía una fuente de luz un poco más fuerte, se dio cuenta que tenía manchas rojizas qué no salían.
—¿Te lastimaste?
Judas levantó la vista hacia el Rabí, estaba sentado con el animal en su regazo dándole de comer lo que parecía cebada.
—Estaba recolectando moras, tal vez las estrujé cuando salí corriendo —Buscó una roca para sentarse frente a las brasas y frotar sus manos. Escucho crepitar, tomó una de las varas y trato de alimentar mejor el fuego, una llama broto de golpe reavivando la fogata.
―Muy bien.
Judas hincho el pecho, vio como el animalito había tenido suficiente y ahora buscaba algo que beber, le alcanzó un poco de agua al Maestro antes de volver su vista hacia la fogata, en silencio.
Mientras la carreta subía por una pendiente, Judas se preguntó muchas cosas, entre estas, estaba el propio Rabí como esta figura que guiaba y encantaba con una especie de “no sé qué” divino, no podía imaginarse a alguien manteniendo ese perfil todo el tiempo; sin embargo, el hombre sostenía al borrego con la delicadeza y amabilidad de quien ve a sus ovejas no como rebaño, sino como animales de compañía.
Se le ocurrió entonces, a su cansada y exaltada cabeza, que dejara fluir las primeras palabras que surgieron ante la escena: — ¿No es la vida más que alimento? ¿Y el cuerpo más que vestido? Miren las aves del cielo que no siembran ni ciega, ni recogen en graneros, aun así, el padre celestial las alimenta.
El Maestro parpadeó lentamente levantando su mirada: —Lo recuerdas —Por primera vez, lucia impresionado.
—No sería un buen discípulo si no prestará atención.
—No necesitas serlo para guardar mis palabras en tu corazón —Se veía tan serio y solemne incluso cuando el borrego pataleo persiguiendo el cuenco vacío.
Aun le faltaban muchas más por escuchar.
—Rabí —Empezó con cuidado —¿Por qué acampas fuera de la ciudad? ¿Ninguno de tus discípulos puede darte alojamiento?
La mirada fugaz e intensa qué recibió, le provocó un tirón de culpa, tal vez fue demasiado atrevido, así que solo espero.
Fue cuando cayó en cuenta que, hasta el momento, no había sentido ningún tipo de aroma particular provenir del Maestro, no era tan inusual cuando el frío paralizaba la producción de feromonas, pero siempre quedaba un rastro.
—Mi Padre en el cielo... —Estaba seguro de que había una explicación importante y aleccionadora a continuación, pero el borrego balo antes de saltar al suelo y acercarse a la fogata. Le arrancó un jadeo de ternura antes de responder: —¿Tengo más derecho yo de dormir bajo un techo junto al fuego qué las personas que esperan por mí, fuera de la ciudad?
—¿No somos nosotros más indignos que pecamos y luchamos por un lugar propio? —La fuerza de la costumbre hizo que su boca replicara buscando voltear la situación. Se retrajo de inmediato al ver el ceño fruncido del otro —. Si me lo permitieras, podría negociar un lugar entre los peregrinos.
—¿Piensas pedirles que donen partes de sus tiendas y equipajes?
—No sería diferente a lo que hice para asegurar las tierras.
Por un momento pensó que el Rabí lo estaba considerando, era difícil saberlo.
—¿Piensas que debería ocultarme entre mis seguidores?
—NO, no, ¿No? —Lo último que quería era decirle que hacer —, no creo que seas el tipo de Rabí pide —Junto sus manos y desvío la mirada, una brisa le dio en la espalda haciéndolo temblar.
Se hizo un silencio que peso en la cabeza de Judas
—Pidan y se os dará —El Rabí se estiró para acariciar la cabeza del borrego —, yo no quiero más de lo que me corresponde, lo que sea voluntad de mi Padre.
El Maestro tomó impulso antes de levantarse, alcanzó con cuidado al animal y se lo entrego a Judas sin preguntar, este bailo en sus brazos antes de darse cuenta que estaba siendo rodeado por un manto.
Parpadeo confundido antes de que otra ráfaga le hiciera acurrucarse mas estrecho entre la tela encerrando el calor del animal en su pecho.
—Vamos a buscar tus cosas, estoy seguro que hay alguien que también lo está buscando a él.
Tardó un poco en seguirlo, un poco aturdido al percibir con suavidad la canela en la tela. Ambos estaban rodeando los matorrales cuando sorprendió a Judas con una pregunta:
—¿Qué dijo tu hermana sobre todo esto?
—Estaba muy preocupada por... —que lo encarcelaran o mataran —... mi seguridad.
El Maestro miraba alrededor las manos en su espalda, muy cerca de parecer un paseo casual.
—Eres el último omega de tu familia, tiene sentido.
Judas entrecerró los ojos pensando si en algún momento mencionó dicha información.
—No entiendo lo que me estas tratando de decir Rabí.
El hombre soltó aire.
—Les he dicho a los otros que lo que fueron antes de este momento no importa, no mientras experimenten su nueva vida como se debe.
Bueno, Judas estaba ahí ¿No? Sucio y cansado, pero atento.
—¿Dudas de mi compromiso?
Era eso, tenía que ser, porque no sabría que pensar si este Maestro de repente, le recordara su “deber familiar”.
—Eso es algo que demostraras con el tiempo. Lo que quiero que entiendas hoy, es que entre mis discípulos, nadie espera nada del otro más de lo que su espíritu prometió al ministerio del cielo.
Judas se quedó pensando, ¿Un estatus igualitario para todos? Eso era imposible, un alfa se acomodaría naturalmente por encima de los omegas, y los betas buscaría un lugar en medio dependiendo de su función en la manada. Incluso los gentiles estaban mediados por esa norma.
—Pero Rabí...
—Tus padres eran ambos betas ¿Verdad?
Fue un cambio abrupto, una respuesta demasiado directa para una discusión que ni siquiera había empezado.
—Si, lo eran.
¿Qué sabía él de manadas? Si la suya había carecido de estatus marcados, y era débil ante la naturaleza de tíos y tías alfas incuestionables.
—Pero se esforzaron en darme lo que necesitaba, un aroma familiar, educación y libertad para elegir.
Se aseguro que el Maestro fuera consciente de la amargura traspasando su bloqueador.
—Estoy seguro de que así fue. Y me alegra que lo defiendas con tanta convicción ―Solo había serenidad en cada palabra, evitando cuidadosamente ofenderlo, lo cual fue extraño y refrescante por partes, no mucha gente le guardaba ese tipo de respeto a los omegas.
Espero para ver si continuaba, pero el hombre se desvío a mirar entre los arbustos.
—Si buscas en la parte baja podrías encontrar las moras qué los pájaros no ven —señaló.
¿Moras? ¿Aves? Simplemente se quedó sin palabras.
El borrego se estremeció durante un segundo antes de cerrar los ojos de nuevo.
—Rabí.
—Ah, seguro que a los demás les gustaran estas, excepto a Simón, suelen gustarle las cosas agrias —Recolectó algunas y las sostuvo en su mano mientras avanzaban.
—Rabino.
—La que distribuye la comida suelen ser Ramah o María, dáselas a ellas cuando encuentres cosas en el camino.
Dejo caer sus hombros: —Si Rabí.
—Y no temas que bestias nos ataquen en el campo, Ziz sabe cómo ahuyentarlas —Miró al animalito en sus brazos —, aunque sean así de peligrosas.
Judas apretó los labios, se negaba a darle la satisfacción de saber que le hizo gracia.
La luz del sol daba poco a poco claridad a las sombras, más adelante pudo ver desparramadas por el suelo sus bolsas, no muy lejos se escuchaba las pisadas de animales y las ordenes de los pastores.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca para recuperar su equipaje, se dio cuenta del problema con las manos ocupadas, pero antes de que pudiera maniobrar para cargarse al menos una bolsa, el Maestro ya las había levantado sobre sí mismo; le dirigió una mirada qué no permitía objeción y señaló el camino de regreso. Una vez más, decidió no cuestionar.
Le siguió la marcha, no lo sintió como una condescendencia, hacia mucho que no percibía un gesto amable por lo que era.
—Rabí.
—¿Mn?
—¿Porque me dices todo esto?
Se tomó su tiempo para contestar, más ocupado viendo los primeros rayos de sol acariciar las colinas.
—Porque debes conocerlos y dejar que te conozcan.
Recorrió el manto con un movimiento de su hombro antes de responder: —Me integraré, solo necesito tiempo para saber en qué puedo ayudar.
—No Judas —Uso esa voz casi espectral que hablaba de autoridad —. Dijiste que te han dado todo lo que necesitabas, ahora Adonai ha decidido darte lo que deseas, solo debes aprender a verlo con nuevos ojos.
—Lo que deseo… —murmuró como una pregunta para sí mismo, confundido, tan lejos de lo que el Maestro precisaba enseñarle.
Entonces se escucharon llamados no muy lejanos, desde el otro camino aparecieron dos figuras medianas, unos niños envueltos en pieles, probablemente para ocultar su olor vulnerable de cachorro, pero con los pies llenos de tierra al estar descalzos.
No tardaron mucho en notar la presencia de ambos.
—¡Allá hermano! Ese hombre lo tiene —El más pequeño señaló a Judas.
—Espera, no corras —El otro lo atrapó y levantó para ponerlo detrás de él.
Escucho la risa ronca del Rabí —¿El borrego es suyo?
—¡Es de Abba! —grito el menor retenido. El otro estiraba el cuello para revisar.
El animal se movió al reconocer las voces de sus dueños, peleó un poco antes de que Judas pudiera colocarlo en el piso.
—¡Ven! ¡Ven!
—Espera Josue —Ahora el niño olfato el aire de forma grosera, como si buscar el origen de algo asqueroso en lugar de solo estar reconociendo.
—No tienes que temer, pensábamos devolverlo —informó el Maestro. Aun así, el niño no dejaba de dirigirle una mueca desconfiada sin dejar de abrazar a su hermanito.
Judas tuvo que tomar la iniciativa y empujar al borrego.
—Llévatelo y ponle una cuerda que lo até a su madre —recomendó de cuclillas frente a los cachorros.
El mayor echaba miradas inquietas al Maestro mientras el menor batallaba para cargar al animalito en sus hombros.
—¿Quién es? —Le pregunto a Judas.
—Soy su Rabí —respondió desde atrás.
—Es el predicador del que nos habló Abba —señaló el menor —, no deberías seguirlo.
—¿No? —Judas ya se estaba preparando para alguna impertinencia infantil —¿Por qué lo dices?
El cachorro se acercó mirándolo fijo a los ojos, pero antes de que pudiera decir algo, el sonido de los pasos del adulto lo alertó, tomó la mano de su hermanito y salieron corriendo como liebres ante el lobo entre risas nerviosas.
Se perdieron entre la vegetación.
—Eso fue extraño —Se enderezo, apretujando a su alrededor la tela áspera, a tiempo para sentir la presión cálida, firme y pesada en su hombro; como una piel de animal en invierno, necesaria pero inexplicablemente íntima.
—Su madre murió por culpa de un alfa rabino que la convenció de que rezar y ofrendar al templo curaría su enfermedad y la de sus hijos mayores.
Judas no sabía que era más llamativo, que el Maestro supiera todo eso o que no le importara el contacto directo; no era como en la colina donde lo estaba marcando como parte de la manada, aquí era deliberado, como el aroma a mirra y canela dulce qué parecía envolverlo como la manta a su alrededor.
—Por eso lo protege —murmuró Judas—. Es lo único que le queda —Se esforzó por no dejar vacilar su voz.
—Así es —Acarició sobre la tela antes de soltarlo —, tu también has buscado durante tanto tiempo.
A lo lejos pudieron ver a los niños reuniéndose con un hombre sentado entre las ovejas, el pastor los abrazo y continuaron moviendo al rebaño. Era una escena encantadora, muy rural e idílica, aun sabiendo que no tenían madre, se imagino que el Rabí tendría un gesto solemne, pero al voltear, no perdió detalle de la alegría resplandeciente, un disfrute muy emocional.
—¿Qué es Rabí? ―Esperó una lección, una parábola, pero el Maestro solo señaló la ciudad, donde el humo de los hogares se iba al cielo al igual que sus oraciones.
—He ahí a tus nuevos hermanos, Judas.
Observó y entendió que no se refería simplemente a los muros, ni a las casas; sino a los rostros que lo habían recibido aplaudiendo en la colina.
— Los que ayer fueron extraños, hoy son tu sangre. Los que no comparten tu aroma, comparten tu camino. Porque en mi manada, el último será primero, y el perdido, hallado.
Judas recibió cada palabra como lo que eran, sabiduría y mensaje, algo especial para él.
Por primera vez en mucho tiempo, el dolor sordo de la orfandad se desvaneció y las ansias de ser visto se apaciguaron.
Apretó la tela a su alrededor, sintiendo como el cachorro que alguna vez fue, por fin llegaba a su hogar.
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La vida en manada empezó tranquila, Felipe roncaba un poco y le dejo la mesa para limpiar antes de irse al mercado, pero al regresar le trajo una manta extra y agua del pozo.
La mañana siguiente se levantó con el sonido de crujidos, voces apagadas y el polvo picando su nariz. Cuando se sentó sobre la improvisada base de pajas, vio que una esquina del techo estaba siendo manipulada, provocando qué un pedazo del entramado cayera sobre la cama vacía de Felipe.
—Buenos días.
Andrés había regresado y parecía de mejor humor, ya no cargaba con la expresión de desgracia a punto de ocurrir.
—¿Qué sucede?
—Es esta cosa, se deshizo en la última época de lluvias —Agarro y sacudió con fuerza una de las vigas para probar su estabilidad.
Judas tosió polvo, abrió la ventana y salió para ver que sucedía. Felipe sostenía la escalera mientras Andrés revisaba el agujero y quitaba la paja seca.
—¿Necesitan ayuda? —Se acercó y por primera vez reconoció el leve tono a vinagre qué impregnaba toda la casa, la marca de propiedad que el omega seguramente estableció durante la madrugada, tan notoria que podría compararlo con la fuerza de su hermano, pero sin ser tan abrumador, no necesitaba pretender fuerza.
—Ayúdame a sostener esto, tiembla demasiado.
Judas se apoyó contra la madera y Andrés agradeció ahora que podía usar las dos manos.
—Lamento el inconveniente, Felipe me dijo que te vio tiritando —dijo mientras golpeaba con una piedra otra sección —. Simón me prometió que lo repararía cuando solucionáramos el tema de los impuestos.
—¿Y qué sucedió? —preguntó el beta.
—Conocimos al Maestro, nos ayudó a saldar nuestras deudas —Hizo fuerza para empujar otra sección que se despedazo dentro la casa —. A partir de ahí, seguirlo se volvió prioridad.
Podía estar de acuerdo, el rabí tenía este encanto que ocupaba todo pensamiento al punto de que tu vida terrenal parecía insignificante. Sin embargo, le llamo mucho la atención la historia detrás de los impuestos.
—¿Les dio dinero?
—Es una historia muy larga, para resumir, lleno nuestras redes con la mejor pesca que he visto en mi vida, eso pagó todo lo que debíamos y sobro un poco para empezar nuestro viaje —Andrés hablaba maravillado, un milagro visto en primera fila. Judas ansiaba estar ahí.
—Eso suena a él —Felipe rio.
—Fue increíble, Simón se convenció sobre la verdad del Mesías, Juan y Santiago tampoco pudieron resistirse, incluso Mateo lo vio.
Las ansias aumentaban, al parecer el Maestro los había escogido y acarreado con sus propias pruebas, una parte de él quiso compartir que había tenido también un momento de revelación personal, pero él le había pedido que no revelará su ubicación por el momento.
Andrés bajo de la escalera.
—Bueno, ya está —Sacudió el polvo de sus manos —, no hay excusa. Debemos repararlo.
—¿Qué hago? —Se ofreció al instante.
—Yo y Felipe iremos por ramas y arcilla, seguro Simón tiene otros materiales y las oz para cortarlas. Pero tuve que vender mi rodillo la última vez que estuve aquí, así que puedes pedir prestado uno a la casa de Zebedeo.
Si la memoria no le fallaba, Felipe le había dicho que era el padre de Santiago y Juan.
—Está bien, si me indicas donde esta.
Le dieron instrucciones bastante detalladas para que no se extraviara en la ciudad. Entró un momento para buscar una de sus bolsas y se detuvo a pensar si debería colocarse otra dosis del bloqueador. Tal vez podría preparar más o comprarlo cerca de la villa romana si lograba escabullirse en la tarde, de todas formas, necesitaba ahorrar; decidió que era suficientemente efectivo por ahora.
—Vuelvo enseguida.
—Tomate tu tiempo, nosotros veremos si Edén preparo comida extra y te traeremos algo.
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Tuvo que atravesar varias calles y dar un par de vueltas en el mercado antes de que un grupo de pescadores le confirmaran que había más de una tienda de telas y que debía girar en la segunda para llegar a la casa de Zebedeo.
Para cuando estuvo en la entrada, percibió la presencia de todos los miembros de la familia, pero antes de llamar a la puerta, Santiago la abrió en su camino de salida.
—... ya veras... —Estaba hablando con alguien antes de notar su presencia.
—Oh... —Se quedo mirando unos segundos antes de reaccionar —. Judas ¿Verdad?
—Shalom.
—Shalom Judas.
Fue bueno encontrarse primero con él, le agradaba, un alfa amigable y protector, no era del tipo territorial que marcaba cada esquina de su casa, pero si dejaba que el aroma de cedrón dejara rastro en cualquiera que se le acercara.
—Andrés me dijo que podía pedir prestado un rodillo para reparar el techo y...
—Oh si, sé de eso, se quejó bastante mientras estábamos en Samaria.
No le sorprendió, probablemente Simón no escucho el final de eso.
—¡Tenemos un invitado! —gritó al interior.
—No hace falta que...
—Iré a buscarlo ¿Ya comiste algo? Entra, Eema está preparando rollos de canela —Le dio una palmaditas en el hombro —, no tardaré.
Judas asintió, no espero que el aire se espesara mientras el alfa pasaba a su lado, espero a que Santiago desapareciera en la esquina para soltar el aire, se llevó una mano al pecho; no era nada personal, solo que nunca le gusto el aroma de esa planta en particular.
Se giro hacia la puerta, llevándose la sorpresa de que alguien ya estaba parado observándolo.
—Shalom.
Lo vio de arriba hacia abajo —... Shalom.
Entonces... Este era Juan.
Felipe le había contado que el Maestro llamaba a los hermanos "Hijos del trueno" y por la forma en que se rio al decirlo, esperaba un hombre más tosco y feo, quizás incluso grosero.
Al contrario, este era un omega alto, de rizos oscuros, de ojos redondos y llamativos. El trabajo duro le había moldeado el cuerpo, pero no demasiado como para que se perdiera la esbeltez típica de su género. Aunque en su opinión podría mejorar su postura.
Y luego estaba ese aroma a miel mentolada flotando alrededor, dejando en evidencia que el hombre estaba cómodo, contento y feliz en su hogar.
El reconocimiento duro unos segundos, Judas quiso retroceder un paso al recordar que este fue el sujeto que le dio una mirada cautelosa cuando el Maestro lo presento, una muy similar a la que tenía ahora.
—¿Quién es, hijo? —La voz masculina provenía desde el interior y pareció espabilar al otro.
Entonces la desconfianza se convirtió en hospitalidad y Juan incluso sonrió.
—Entra, ven.
Judas también reaccionó y decidió que no conocía lo suficiente a nadie como para empezar a sacar conclusiones negativas.
Llego a una cocina bastante amplia, en la mesa estaban Thomas y un hombre mayor, un beta qué supuso, era su padre, ambos los saludaron antes de que Juan le ofreciera un asiento.
—No te he visto antes con los muchachos.
—Él es nuevo —Thomas estaba picando pedazos de la masa recién horneada, empujó la bandeja y el frasco de miel de dátil hacia él como una invitación.
—Yeshua lo escogió después del sermón —Juan puso un vaso con jugo frente a él antes de apoyar su espalda contra la pared con su propia porción de comida —, ayudó a Natanael y los otros betas a negociar un terreno.
Judas se aclaró la garganta: —En realidad, yo le pedí al Maestro unirme a ustedes —Agradeció a sus anfitriones y acompañó el desayuno con una breve oración.
No presto atención al juego de miradas qué el beta y su hijo se dieron mientras Thomas observaba intrigado.
De repente, pasos apresurados levantaron algo de polvo cuando una mujer entró en la habitación, era alta, fuerte y sostenía su falda para no tropezar.
—Por Adonai ¿Acaso no son capaces de vigilar el fuego? Está empezando a quemarse.
—Nadie lo sabría querida.
—¿Y dónde está Santiago?
—Ya volverá —Juan estaba ocultando el plato en su espalda mientras mordisqueaba con rapidez.
La mujer de espaldas, sacó de su horno varios rollos de canela, parecía inmune al rojo vivo de la bandeja que coloco sobre el mueble; una vez que se limpió la frente, olfateo el aire ruidosamente hasta girarse, vio a Judas y soltó el aire en un jadeo de sorpresa.
—¡Juan! ¿Por qué no me avisas? —Le lanzó el trapo qué uso para limpiarse —Y tú no dices nada Zebedeo.
Judas no pudo evitar encogerse de hombros ante el arrebato, observo alrededor, el esposo se rio de su hijo y Thomas miraba a otra parte sin darle ninguna pista de cómo actuar.
—No sabes cuanto me alegro de que haya otro omega en el grupo —Muy pronto, la mujer estaba demasiado cerca —¡Ay, qué ojos! Como el cielo despejado.
Podía reconocer esa mirada, la había visto en todas las alfas ancianas que pensaban que Hadad era un sin vergüenza por llevar a cuestas una pareja sin marcar. Apretó la boca, a sabiendas qué no podría ser directo en casa ajena.
—Espero no le moleste que pida prestada una herramienta, Andrés me envió —Uso la voz más firme y formal qué pudo, advirtiendo fugazmente al único par omega en la habitación que estaba incomodo.
—Toma lo que necesites, ya sabes dónde estamos, puedes hablar con mis hijos.
—Eema... —Su hijo tenía una mueca tensa pero cuidadosamente no agresiva.
—¿Qué? Hay que ser buenos con la manada ¿No lo dice tu Rabí?
―Y también con los invitados.
―¿Qué estas tratando de decir cachorro insolente…?
―Cariño, Salome ¿Por qué mejor no nos cuentas que dijo tu amiga? ―Zebedeo no perdió ni un poco de compostura mientras desviaba la conversación.
La alfa, porque no podía ser otra cosa, conecto rápidamente y continuo con su diatriba.
―Vio a Santiago ayer rondando en el mercado y quiso saber si los muchachos habían regresado, quiere que los envié para que trabajen con su esposo en el campo, pero yo le recordé que ya tenían algo mejor que hacer, no cualquiera puede decir que sus cachorros son discípulos cercanos del Mesias…
Juan desvió la mirada y Thomas pareció tomar nota del hecho con una burla modulada en silencio “Cachorro consentido”
―Y luego comenzó a quejarse de los peregrinos y como habían acaparado el río donde lava su ropa, no quise discutir más cuando sentí el humo.
Judas frunció el ceño, ellos estaban sentados cerca al horno y no habían percibido nada mas que el calor de los leños.
―Mi esposa tiene un gran olfato, su cocina nos ha salvado cuando la pesca no era buena, incluso los romanos querían contratarla para que detectara contrabando, pero nosotros somos fieles a nuestro pueblo ―explico Zebedeo con orgullo y cariño.
―¿Incluso sabe cuándo los frutos están maduros? ―dijo Thomas curioso.
―Así es como supe a que te dedicabas antes, las uvas impregnan tu ropa como si la hubieras lavado en un cántaro de fermento.
Se sabia que algunas personas tenían este tipo de dones, aunque las posibilidades aumentaban cuando la madre gestante era una mujer alfa, se preguntó si sus hijos ocultarían algún atributo similar.
Salome estaba cerca colocando las nuevas piezas sobre la mesa para que se enfriaran, pero en cuanto se inclinó para mover un plato, hizo una mueca con la nariz dirigiendo sus ojos hacia él.
—Oh cariño, ese bloqueador va a perder su efecto en menos de quince días, no deberías mezclar azufre y betún, deberías regresar al burdel para pedir otra receta antes de que comiencen a viajar.
—¡EEMA! ―Juan palideció.
La habitación entera quedó congelada.
—¿Qué? ¡Es verdad! —Salomé se enderezó, irritada por el arrebato de su hijo—. Los romanos se lo dan a sus esclavos extranjeros para que no distraigan a los clientes. Ahora estas en un lugar mejor jovencito, mereces que te ayuden.
Intentó no juzgar a la mujer, no cuando era una conclusión lógica a su situación, pero estaba completamente alejado de la verdad.
Si, Judas tenía un aroma fuerte y raro, demasiado, al punto que tuvo que contactarse con personas dentro de un burdel romano para conseguir la receta de un bloqueador fuerte y eficaz, por muy amoral qué se viera o doloroso que se volviera a largo plazo. Solo así podía trabajar, solo así podía ser autosuficiente y evitarse el destino de los omegas arrastrados desde los confines del mundo en contra de su voluntad.
Se levantó empujando la mesa ante la familia, apretó los puños e inhalo profundamente. No hallaba palabras que no fueran respuestas mordaces, así que amarró su enfado como a un rehén y se dirigió a la salida.
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No se cuestionó demasiado cuando su instinto lo llevó al límite de la ciudad, ahí donde las tiendas se acinaban entre familias cuyo oído los había traído hasta ahí, incluso desde tierras lejanas. Era tantos como para qué los arbustos de moras se volvieran demasiado atractivos, los cachorros, viudas y omegas ya tenían en sus manos varias canastas, los vio mientras daba vueltas entre la vegetación, lo más seguro es que el Maestro buscara otro lugar más tranquilo.
Dejo caer los hombros un poco decepcionado, aun así, decidió que no estaría mal dar un paseo entre la gente mientras buscaba la entrada por la que había salido.
Era inevitable pensar en la capacidad de captación qué tenía el mensaje del rabí. Solo viajo a Jerusalén una vez durante Pesaj, cuando era un niño, y entonces, los fariseos ya luchaban entre sí para ser escuchados por la gente.
_... la ley es ojo por ojo y diente por diente, pero yo les digo, no resistan al que es malo, a cualquiera que te golpee la mejilla derecha, vuélvele también la otra mejilla..._
Supuso que era apropiado tener este tipo de memorias aleatorias si el Maestro no estaba, aunque esa parte en específico lo hacía sentir hipócrita, pidiendo por un camino espiritual pero siempre inclinado a la retribución vengativa.
¿Podían juzgarlo? Siempre aguantando los desplantes, decepciones y prejuicios; todo por haber nacido omega.
Ni siquiera su hermana se había salvado de su ira, una pelea en la que no se hablaron durante varios días, antes de que finalmente acordaran no interferir en la vida del otro más allá de sus límites.
Se detuvo abruptamente cuando un grupo de niños paso corriendo delante de él, todos no más altos que dos codos. Observó a su alrededor, había llegado hasta el extremo sur del campamento donde las tiendas lucían mas delgadas y dejaban espacio para que los animales se acurrucaran a dar calor.
―Debí pasar la puerta sin darme cuenta.
Dio media vuelta, apegándose al muro para evitarse otro error. El ruido del gentío retumbaba detrás de las paredes, lo cual contrastaba bastante con la tranquilidad a su alrededor.
Demasiado tranquilo.
La gente que estaba sentada hablaba entre murmullos, otros estaban cubiertos hasta el rostro y pudo percatarse que había algunas miradas demasiado interesadas hacia él.
Apresuro el paso.
La mala vibra no disminuyo ni cuando regreso a la zona concurrida.
¿Sería tanta su mala suerte?
Ahora que lo pensaba, no traía nada valioso encima, incluso había olvidado la herramienta.
Intentó voltear disimuladamente solo para creer por momentos que al menos estaba viendo la misma figura detrás de cada tienda que dejaba atrás.
No iba a subestimar ninguna corazonada, por el momento tenía que seguir avanzando y tratar de ingresar a la ciudad, si no funcionaba, se arriesgaría a entrar en la Villa romana para desanimar a quien sea que estuviera molestando.
Camino con paso seguro pero rápido, hizo lo que pudo para evadir a cualquiera que obstruyera su camino, fuera o no apropósito.
Aún cuando logro pasar el torreón de vigilancia, pudo percibir como se le acercaban. No iba a arriesgarse a llamar la atención de los romanos; si los bandidos desistían sin ser vistos, Judas recibiría el castigo por distraer a los guardias.
Tuvo que improvisar, buscando entre calles algún sector con más personas para mezclarse, sin embargo, acabo en una calle cuyo aroma delataba la ausencia de habitantes por al menos algunos meses desde que alguien marco la puerta con una quis de brea.
Se metió en una casa vacía, se apoyó cerca de una ventana intentando controlar su respiración.
Sus perseguidores no tardaron en hacerse presentes, eran dos, ambos cubiertos hasta el rostro con capas desgastadas que los camuflaban muy bien entre los peregrinos. Caminaron lento, inspeccionando, olfateando e inclinándose entre los espacios oscuros de las otras viviendas.
Judas logró ver que llevaban entre sus ropas unas dagas largas, bastante pulidas. Armas qué no cualquiera tendría.
Por Adonai, estos no eran bandidos comunes, tenían la complexión de alfas, pero sus aromas estaban enturbiados por un sellador hecho con aceite de cálamo.
¿Zelotes?
Contuvo la respiración, pensando en distintas formas de defenderse, la piedra en la esquina, la tela vieja colgada, gritar con todas sus fuerzas, todo vino a su cabeza en los segundos que vio las sombras acercarse.
—¡Ustedes! ―El grito fue una llamada desde un lugar alto —No deberían estar en este lugar. ¡No se muevan!
Los hombres ya habían empezado a correr incluso antes de que se escuchara el metal desenvainado, el metal y el enfado pasaron cerca iniciando la persecución.
No fue hasta que el silencio regreso que pudo soltar el aliento llevándose una mano al pecho. Miró a todos lados antes de dar un paso en la calle, su mano rozo la mezuzá rota en el marco, intento reconocer si había algún rastro de los bandidos, pero de nuevo, estaba muy bien oculto.
Camino con prisa, pero al girar la esquina debajo de los techos de un atrio, chocó con la espalda de alguien.
Tan nervioso como estaba, casi se hecha a correr de no ser porque el alfa fue más rápido en descubrirse el rostro.
—Tranquilo, no voy a hacerte daño.
Ziz mostró las palmas, espero a que Judas lo reconociera, mirando de arriba hacia abajo, no pudo ocultar el pequeño cuchillo qué colgaba de su cinturón.
—Tu...
De nuevo… el cálamo.
—No deberías andar solo, menos fuera de una ciudad que no conoces, hay mucha gente extraña y peligrosa.
―¿Cómo quienes? ¿Tus amigos zelotes?
Su boca fue más rápida que su mente, Ziz dio un paso atrás por el asombro; tampoco era tan difícil de deducir. Aún así, una parte de él reaccionó a la culpa y desasosiego en el rostro del alfa.
—Entonces es verdad. ¿Los demás saben de esto?
Era indignante, un criminal, un asesino entre los discípulos del Rabí.
—Todos conocen mi pasado —habló con calma, como si quisiera asegurarse que ese hecho quedara muy claro —, el Maestro no hizo diferencia alguna cuando me llamó a seguirlo.
Judas bufó, no podía creer que este sujeto, el alfa qué había sido amable y divertido con los betas, fuera del tipo que ocultaba cadáveres bajo su cama, literal y metafóricamente.
—¿Nadie te lo dijo?
—No —Y realmente habría sido útil y necesario decirle que tenían más que un ex cantante, un ex republicano y pescadores en el grupo —, de todas formas ¿Por qué están aquí? ¿Tú los llamaste?
—Están siguiéndome, seguro te vieron hablando conmigo en el monte y pensaron que podrían usarte de rehén.
Excelente, su hermana cantaría un "Te lo dije" si se enteraba.
—¿Por qué? ¿Acaso tu Orden no espera también al Mesías?
Aunque supuso que no bastaría con decir "Lo encontré amigos, fin de la espera, bajen sus armas"
—Ahora soy parte de esta manada, el Rabí se deshizo de mi daga antes de que hiciera algo irreversible.
Judas levantó una ceja, escéptico.
―¿Te desarmo?
―No, se deshizo de mi daga ―insistió ―, yo se la di y él la tiró al río ―Levantó una mano, tal vez para hacer un gesto, pero Judas retrocedió en automático, Ziz cerró los ojos y cruzo sus brazos ―. No he matado a nadie ¿De acuerdo?
Aun así, no le gustaba para nada, pero si había convencido al Maestro...
—¿Tu llamaste al guardia? ―demandó saber.
—Encontrarlos de frente sería contraproducente.
Al menos no era un bruto, supuso que de esto hablaba el Rabí sobre tener un pasado, así que relajo sus manos y trato de no forzar su bloqueador.
—Hoy fui yo, pero mañana podrían ser Felipe, Andrés o el mismo Maestro. ¿Qué harás entonces?
Los hombros de Ziz cayeron.
—Si soy honesto, aún no lo sé.
Judas hizo una mueca, la desesperanza y culpa del alfa le sabían muy mal en la boca.
—Será mejor que pienses en algo ―Afilo la mirada ―, por lo pronto yo les diré a los demás ―Se arreglo la bolsa.
—Espera —Lo atrapó del brazo paralizando a Judas —, te pido que no lo comentes, no todavía.
—¿Y que si se lo digo al Rabí? ¿Vas a amenazarme?
Para este punto, los alfas solían enfadarse y responder la afrenta con cierta violencia, pero Ziz mantuvo la calma.
—No, iría contra de lo que quiero ser ahora. Estoy aquí para defender.
Las palabras se retorcieron en sus entrañas, su sinceridad rozaba lo anormal y hacia temblar los cimientos de Judas. Se tomó unos segundos para procesarlo, el hombre había sido tan amistoso y servicial desde el inicio; incluso ahora, retiraba su mano como si solo tocarlo hubiera sido una ofensa grave.
Bueno, esta era su familia ahora, supuso qué de estar en lados opuestos, buscaría la misma comprensión. De eso se trataba ¿No?
—Bien, pero debes buscar una solución pronto.
Ziz asintió con firmeza, pero luego hubo una mirada extraña, algo tonta.
—¿Qué? —soltó serio.
Esta vez sonrió con burla: —El Maestro, a veces también usa esa palabra.
― ¿Cuál?
―"Pronto"
Ahí estaba de nuevo, una especie de significado del que no tenía ningún contexto, era frustrante. No iba a perder más el tiempo.
—No, espera, lo siento —Ziz lo siguió con paso ligero —, deja que te compense.
—¿Por ser un posible rehén?
—Te comprare lo que quieras —Reviso a tientas la bolita en su cinturón —, mientras no cueste más de 10 lepton.
Judas se detuvo en seco para ver a los ojos al alfa, hablaba en serio.
Hadad a veces le hacía la misma oferta, pero primero se habría declarado en banca rota antes que atreverse a sugerir una cantidad tan miserable, no pudo con la ironía y dejó que la carcajada brotara desde su estómago.
Por Adonai, en serio que no se arrepentía de su decisión.
—¿Qué? —Ziz acompañaba su confusión con alivio.
—Nada, no te preocupes. Vámonos.
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Ziz le contó sobre su hermano, sus padres, su primera y última misión con la Orden y como es que unirse a la manada le había dado un vuelvo completo a todo lo que creía. Nunca había escuchado a un alfa admitir tan abiertamente sus pecados y tampoco arrepentirse al respecto.
—¿No?
—No, de no ser así, no habría conocido al Maestro.
Al parecer, al Rabí no lo detenía ningún Shabat cuando se trataba de hacer milagros.
—¿Y tú? ¿Qué hacías antes del sermón?
—Llevaba varios años siendo aprendiz de un beta dentro de una empresa minera —Correspondió contando con detalle todo el dilema moral que había estado experimentando previamente, incluso se remontó más atrás pasando por un resumen de la historia de su manada familiar.
—A veces pienso que todo esté asunto esta tan calculado por el Rabí, él me dijo que buscaba llamar específicamente mi atención cuando curó a mi hermano.
—Somos parte de algo grande.
En algún momento el mercado se acabó y salieron hacia los muelles.
—Quiero preguntar algo, pero no sé si te moleste.
—Adelante —No creía que hubiera algo que Ziz pudiera decir que estuviera fuera de lugar para este punto.
—Bueno, este sujeto... Hadad ¿Nunca te pidió...? ―Gesticuló con sus manos, intentando representar los esponsales.
—No ―afirmó tragándose cualquier vacilación ―, aunque a mi hermana le hubiera encantado.
—¿Y a ti?
Judas agradecía haber tenido la oportunidad de mantenerse independiente, a veces fingiendo ser obtuso, aunque no negaba que la idea bailó en su cabeza como una salida segura ante cualquier adversidad.
—Me gustaba ―admitió ―, tal vez me hubiera acostumbrado, pero no lo amaba.
Aunque muy en el fondo, muy por debajo de todo ese espíritu y ganas de vivir a su manera. Estaba esa necesidad de una familia, un deseo que al parecer el Rabí había logrado entender aquella madrugada.
Ziz asintió dándole espacio para continuar si lo deseaba o pasar el tema si no.
De repente, escucharon que llamaron a Simón Ziz desde atrás.
Entre los pescadores qué cargaban sus barriles, primero apareció la cabeza de Natanael seguido de Juan.
—¡Hey! —El rostro del beta se alegró al notarlo —. Justo íbamos a preguntar si te había visto.
Ziz elevó una ceja hacia él, Judas solo se encogió de hombros.
Juan se acercó con un tono de voz sereno y ligeramente cauteloso: —Si, los muchachos ya no supieron nada de ti desde la mañana.
Cierto, se supone que lo estaban esperando, se llevó una mano a la cabeza por la vergüenza.
—Debería hablar con ellos...
—No te preocupes, Andrés hizo sentir lo suficientemente culpable a Simón y logró que cumpliera su palabra —explicó Natanael con esa inquietante insolencia a la que estaba empezando a acostumbrarse.
—Se ocupó de todo —agregó.
—Pero se quedó debiendo algunas monedas por los materiales —El beta se dirigió a Ziz —, monedas qué te llevaste.
Judas dio una mirada fugaz al alfa y se adelantó junto a Juan.
—Los dejamos para qué lo resuelvan ¿Me acompañas? No quiero perderme de nuevo.
—Eh... Claro.
Se alejaron rápidamente entre el gentío. Le pareció divertido ver como última instancia a Ziz con expresión de traición, como si ambos no se lo hubieran gastado todo en comida, el pensamiento lo acompañó un rato antes de que le recordaran que no estaba solo.
—Quería disculparme.
Judas giró su cabeza tan rápido que casi tropieza —¿Por qué?
—Por Eema —El toque mentolado de su aroma se hizo mucho más dominante, incluso pudo percibir el matiz chamuscado de la ceniza —, tiende a ser imprudente y sacar conclusiones apresuradas...
—No necesitas disculparte por alguien más —Aún que fuera su madre, ningún omega debería ser escudo de la insensibilidad de un alfa.
—No tiene malas intenciones, mi hermano quiere compensarlo en su nombre.
—¿Lo hará? —Elevó su duda un poco más fuerte de lo que debería.
―Por supuesto, no es la primera vez que tiene que dar compensación, lamenta que te haya hecho sentir incomodo, todos lo hacemos… digo, apenas te uniste… Santiago no quiere que te lleves una mala impresión y…
―Juan, entiendo, solo déjalo.
Por favor, cuanto menos lo discutieran, más fácil seria olvidarlo.
― ¿Estás seguro?
―Tu no tienes nada que ver, además, hasta donde sé, vamos a pasar mucho tiempo solo los doce ―Y no iba a ser nada agradable que iniciaran con el pie izquierdo.
Pudo olfatear el alivio en el otro.
—Eso me recuerda, esta noche Simón nos espera en su casa, cenaremos todos juntos ―Su humor estaba renovado, lo cual contrasto bastante con lo que acababa de anunciar. Judas abrió mucho los ojos, la perspectiva de estar frente a toda la manada a la vez se le hizo intimidante, tuvo que respirar hondo.
—No sé dónde está la casa.
—Andrés te traerá, o si quieres puedo enviar a Santiago…
—No, no hace falta —Se quedó pensando —¿Estará el Maestro?
La curiosidad inicial bailo en su mente mezclado con ciertas ansias, todo se sentía más seguro si podía confiar en la reconfortante presencia del Rabí.
Al parecer, Juan pensaba algo similar, ya que hubo una suave y dulce expresión que acompañó a una mirada hacia el borde de la ciudad.
—No lo sé, si Simón lo encuentra, es probable.
Realmente esperaba que así fuera.
Notes:
Me di cuenta muy tarde que en realidad se escribe "Zee" y no "Ziz". ¿Voy a cambiarlo? No, asi se queda. XD
Algunas aclaraciones, en este omegaverse, alfas y omegas presentan tres matices en sus aromas: el dominante, el negativo y el especial. He estado haciendo mi tarea y al parecer, el tema de los aceites era muy importante en la Judea del siglo I, al menos a nivel religioso, no podias ir por la vida ungiendo donde sea y cuando sea.
Además, el tema del cortejo era practicamente inexistente, las personas se casaban por medio de matrimonios arreglados y acuerdos con los padres, lo cual me da carta libre para establecer convenciones sociales desde el omegaverse.
Se que estoy dejando algunas cosas ocultas, pero tengo una razón, lo prometo.
La parte 1 y 2 se supone que eran un solo capítulo pero la dinámica se me hizo tan interesante que termino alargandose hasta que porfin alcance la escena del canon.
Si tienen preguntas, levanten la mano.
Chapter 4: Dos por dos. Parte 2
Notes:
https://www.youtube.com/watch?v=mBlLBBT4A7s&list=RDmBlLBBT4A7s&start_radio=1
LYRICS: https://www.youtube.com/watch?v=obmO1zFWnWw&t=41s
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Afuera, sobre la mesa y en las paredes estaban herramientas de pescador, y un par de remos de donde colgaban varias redes, todas bailando al viento nocturno a punto de volverse quebradizas por la falta de uso.
Andrés golpeó la puerta con confianza, Felipe se hizo a un lado, los tres vieron a Edén abrir la puerta.
—Bienvenidos muchachos —La ráfaga de calor y especias podría llamar a todo un regimiento romano por la buena comida que auguraba. También, había un ligero tufo de incienso neutralizante para aminorar el impacto de los aromas en la habitación.
—Dime que usaste la receta de tu Eema —comento Andrés.
—Tienes suerte ―Le guiño un ojo a su cuñado.
Judas escuchó las voces y risas incluso antes de cruzar la puerta. Tal vez fue su imaginación, pero juraría qué algunas conversaciones se detuvieron mientras Simón se acercaba a recibirlos; él y Felipe bajaron la cabeza, el alfa asintió dándoles la bienvenida, le dio unas palmadas a su hermano y señaló la mesa.
—Quítense los zapatos, la comida ya esta lista.
Todos se movieron, supuso qué encontraría algún lugar al final. Natanael le paso un taburete y espero a que todos se acomodaran. Como se esperaba, Simón y una silla para Eden estaban en la cabecera, ella a su derecha y Andrés a la izquierda. Lo inusual fue a partir de ahí, todos se revolvieron sin importar la jerarquía, más preocupados de mantener sus conversaciones.
—Siéntate acá —Juan lo llamó mientras empujaba a su hermano para hacerle un espacio en medio.
Se sentó con cautela esperando que tal vez alguien se opusiera, pero no ocurrió nada.
Edén, con la ayuda de Ziz, empezó a colocar los platos.
—Hacía mucho tiempo que no pescábamos —comentó Simón en voz alta.
—Había olvidado que ustedes lo hacían —María, a pesar de ser alfa, siempre parecía incomoda cada vez que se veía rodeada por todos —¿Dónde está Mateo? ―preguntó tímidamente después de dar un recorrido por cada rostro.
Natanael y Felipe miraron alrededor.
—Creo que se queda con sus padres ¿Le avisaron?
Judas no perdió detalle de la mirada de reproche que le dio Edén a su pareja.
—Yo puedo ir por él.
—No, siéntate Thomas, ya es bastante tarde —dijo Simón.
Juan se acercó a su oído para susurrar:
—A Simón no le agrada Mateo porque casi nos arruina al coludirse con los romanos.
—Algo me contaron… ―Aunque no se sabía la historia completa.
Santiago le toco el hombro antes de murmurar también: —Simón tampoco es tan inocente. ¿Ves ese corte en su oreja? —Se acercó para señalar —, se lo hizo el romano al que casi nos entregó.
—¿Ustedes?
—Nosotros y el grupo de pescadores, larga historia.
Fue intrigante, se preguntaba si el Maestro sabía de todo esto y aun así permitió que tomara el control de la manada en su ausencia. Hasta el momento, no fue testigo de ningún castigo o humillación y aunque no parecía capaz, Judas tendría que permanecer atento a las advertencias de su carácter tosco y territorial.
Aun así, no pudo dejar de notar las sonrisas y miradas dulces que le dirigía su esposa cada que pasaba a su lado, como un cachorro joven enamorado.
—Aquí tienes —Edén puso un plato frente a Santiago y otro se lo entrego en sus manos antes de tocar el hombro de Judas —Ese es para ti, me dijo que lo cocinara sin especias para que tu pudieras colocártelas.
Santiago le puso el pescado en frente.
Hasta donde Felipe le explico, la cena era el fruto y exhibición del trabajo de Simón, Santiago y Andrés. Una demostración que no habían podido hacer en mucho tiempo dado que, en su camino por la intemperie, quienes solían recolectar la comida eran Natanael, María, Ramah y Thomás.
Juan le hizo un gesto, animándolo a que aceptará la comida. Esta era la disculpa por lo sucedido con su madre, la presa más grande, después de la de Simón, de la pesca para la manada.
Un nudo se hizo en su pecho dejándolo sin palabras.
En ese momento Ziz había terminado de servir y se sentó frente a él con su propio plato, se dio cuenta del acto, pero antes de que pudiera comentar algo, Simón llamo la atención de todos.
—Antes de comenzar, como corresponde, es necesario dar las gracias, hubiera querido que Yeshua nos acompañará, pero como ya saben, cuando no quieren que lo encuentren, nadie lo hará. Así que agachemos la cabeza para orar.
Todos siguieron al alfa, repitiendo las palabras y agregando alguna personales entre susurros.
Judas pidió por el Rabí, porque, cualquiera sea el lugar donde estuviera, también disfrutará de una cena caliente y bien servida. Incluso se entretuvo imaginando que el mismo le daba un plato como Santiago acababa de hacerlo, algo que viniera de su trabajo y su habilidad, se atrevió a imaginarse como sería si el Maestro devolviera el gesto especiando y partiendo un pedazo para él.
El "amen" lo trajo de regreso a la realidad y al deber que estaba frente a él, escuchó a Santiago soltar el aliento de alivio cuando acercó el plato y empezó a comer. El aroma a cedro se hizo bastante fuerte a su lado, tuvo que contenerse para no cubrirse la nariz, solo hizo el gesto disimuladamente distraído de acercar el plato con incienso mientras alcanzaba las verduras.
Levantó la vista un momento y se dio cuenta que Ziz lo veía todo y se estaba burlando con disimulo.
Judas hubiera querido quitarle la satisfacción de la cara aventándole la espina del pescado. Pero se conformó con una mirada desafiante.
El alfa siguió picando su comida con toda la tranquilidad del mundo, incluso le señaló con la mirada más lejos en la mesa, ahí donde Tamar y María habían puesto a Ramah en el costado junto a Thomas.
Ambos betas conversaban entre risitas y miradas qué encenderían todas las velas de una sinagoga.
No entendió bien que es lo que quería que viera, hasta que Ziz le señaló disimuladamente a Santiago. Judas partió la cabeza del pez con tanta fuerza que el crujir del hueso llamó la atención de Juan.
—¿Necesitas ayuda con eso?
Iba a negarse, pero sintió la atención inquieta a su lado, así que se le ocurrió algo mejor.
—Es bastante grande, tal vez podrían ayudarme a partirlo en partes —Antes de que Santiago hiciera un movimiento, empujó el plato hasta Ziz —¿Lo harías?
Muy grande, y muy fuerte el ex Zenote, reducido a partir la comida del recién llegado, el omega autoindulgente dentro de Judas se estaba retorciendo de satisfacción a la espera de una reacción.
Pero el alfa mantuvo su serenidad, le dirigió una mirada qué gritaba "Necesitas más que eso para molestarme", no tomo los utensilios ni los cuchillos, en cambio saco su pequeña navaja y la limpio con parsimonia antes de proceder.
No todos prestaban atención a la escena, pero Simón en la cabecera no pudo evitar soltarle un comentario a Andrés antes de señalarlos.
—Míralos, parecen cachorros.
Andrés elevó una ceja aún con un bocado de pez en su boca, notó qué Santiago miraba con cierta intensidad a Ziz. Aunque, más curiosidad le provocaba el hecho de que Judas se había quitado esa nerviosa timidez con la que los rondaba desde que se conocieron, y parecía tener tanto control como Mateo cuando se trataba de sus anotaciones.
—¿No deberías internevenir?
—¿Porqué? —Se llevó un pedazo de pan a la boca — Es divertido.
Andrés inclino la cabeza viendo como Ziz le devolvía el plato a Judas con la misma actitud sobria qué usaba en sus ejercicios matutinos.
—Tal vez.
Edén se inclinó por delante y puso en la mesa tres monedas. Los hombres la observaron sorprendidos.
—¿Quieren apostar?
—No puedes —dijo su marido.
—¿Por qué no? Es mi dinero —Enfatizó con el ceño fruncido.
Simón se rio negando: —No puedes apostar con alguien que no tiene la misma cantidad ―Se refirió a si mismo.
—Yo tengo... Un dracma —dijo Andrés rebuscando en su bolsa.
—Que así sea —Ella retiró las monedas y la parte de su cuñado —¿Que dices, cuñado? ¿Qué pasará?
Se giraron hacia la escena, ahora Santiago parecía interesado en hacerle conversación a Judas, pero era evidente que el omega tenía la espalda rígida y daba miradas hacia todas partes en busca de ayuda mientras picaba su plato.
—Espera, quiero comprobar algo ¡Juan! —Le hizo un gesto para que se acercara.
El hombre se fastidio por ser sacado de lo que sea que estuviera haciendo ahí y rodeo la mesa hasta la esquina de la cabecera.
—¿Qué? —dijo agachado.
—Observa —le hizo un gesto hacia la escena a discusión —¿Qué está tratando de hacer?
Se quedaron mirando unos segundos, Ziz le alcanzaba un vaso con vino a Judas, añadiendo algo a la conversación ajena; lo que fuera, causo risa por parte del omega dejando un poco irritado a Santiago.
—Oh bueno —En su voz se notaba la diversión y burla —, sospecho que solo es la novedad ¿Quién soy yo para detener a mi hermano mayor? Ese es tu trabajo —Se dirigió a Simón, este hasta saco el pecho aclarándose la garganta.
—Yo digo que Ziz tiene más posibilidades ―declaró.
Juan afilo la mirada sin una malicia real, pero si cómicamente ofendido por el honor de su familia.
― ¿Qué? Tienes que admitir que el sujeto es tan intenso como tú cuando se deja llevar por sus… pasiones ―Se burló llevándose el vaso a la boca ― ¿O me equivoco? ―Buscó acuerdo con su esposa.
Andrés le puso una mano sobre el hombro a Juan: —No te preocupes, yo estoy seguro que Santiago será el primero en declararse.
—Para apostar necesitan dinero —dijo Edén apretando el brazo de su marido.
—Se que mi amada esposa me prestara un poco.
—Asumes mucho —Paso sutilmente su brazo por encima para dejar las monedas sobre la mesa, mantuvo el contacto visual con el alfa de forma juguetona causando que los dos omegas se pusieran los ojos en blanco antes de interrumpir.
—¿Tu que dices, cuñada?
Los que la conocían podían decir que Edén era el tipo de mujer piadosa cuya fe, no solo en Adonai, sino en sus seres queridos, podía encaminar sus almas; la prueba viviente era Simón.
No soltaría juicios sobre una persona sin tener un presentimiento seguro al respecto.
Mientras se cerraba la apuesta, al otro lado de la mesa, Natanael y Felipe rieron bastante fuerte de lo que sea que Tadeo y Santiago el Menor hubieran dicho, llamando la atención de todos.
—Simón ¿Tendrán uvas en alguna parte? —pregunto Felipe.
—Ah... Tal vez ¿Por qué?
—Ramah nos habló de un juego...
Ella abrió los ojos dándole golpecitos en el brazo a Thomas.
—Si, si ¿Recuerdas? Para separar los racimos.
—Suena interesante —dijo Simón Ziz.
—Creo que mis hermanos dejaron unos racimos el otro día —Edén se levantó de la mesa, su bolsita tintineo con su botín del día.
Juan volvió a su lugar mientras pedía qué explicaran la dinámica.
Thomas respondió: —Se trata de adivinar si una uva va a ser dulce o agria sin probarla, yo y Ramah podemos saberlo solo con verlas, pero la mayoría puede averiguarlo oliendo y tocando.
La anfitriona puso dos cuencos sobre la mesa, uno cerca de los betas. Thomas cerró los ojos, Ramah tomó una de las uvas y la colocó sobre su palma abierta, indicando con un gesto a los demás que esta era una mala. Él la rodeo con sus dedos delicadamente.
—¿No vas a olerla? —Felipe intervino.
—¿Cómo huele una uva dulce de todas formas? —preguntó Santiago.
Thomas sonrió —Esta es agria.
Simón miro a su esposa con una ceja incrédula, el beta jugador se dio cuenta y le aventó la fruta para que la probará, en menos de un segundo la mueca en su rostro reveló que tenía razón y todos se rieron.
—Andrés toma una, Ziz cierra los ojos y veamos si adivinas —Ramah imito la acción con sus manos.
—¿Y yo cómo sabre que es dulce?
—Por eso no debe ver, Thomas y yo se los diremos con un gesto.
Así comenzaron las rondas.
Andrés termino escogiendo otra agria, Ziz le dio una agria a María, ella le dio una dulce a Tamar, y así fueron intercalando hasta que llego a Natanael.
—Creo que ya entiendo, las dulces son más duras —Observó la que Tadeo le había dado —, esta lo es —Entonces se la llevó a la boca, todos se rieron al ver su rostro arrugarse antes de que la escupiera.
Judas estaba seguro que solo la amplia experiencia de dos viticultores podría darles esa habilidad solo con la vista, pero el aroma de la maduración exacta era tan sutil que dudaba qué ningún omega o alfa sin entrenamiento, o que no fuera Salome, pudieran sentirlo. En cambio, si existía una reacción inconsciente, tal como sucedió cuando Juan vio por encima del hombro la fruta de Thomas durante el ejemplo: así es como acertó a ciegas la primera vez, calculando el equilibrio de la miel y menta a centímetros de su origen.
Eso hablaba muy bien de las habilidades de esos dos para sus negocios, sospechaba que incluso tendrían un olfato mucho más fino que el beta promedio.
Siguieron con las rondas.
Simón se comió la fruta que Edén le dio, contento de que fuera dulce, aunque se hubiera equivocado. Señaló alrededor:
—¿Quién falta?
—Yo quiero intentarlo —pidió Judas, esperando que Juan se ofreciera, pero Santiago ya tenía estirada la mano pidiendo que cerrará los ojos.
Está bien, no pasa nada, recibió la fruta en su palma y fingió investigar palpando. En realidad, presto atención al cedrón, este se hizo ligeramente más intenso y penetrante, luego más suave, dejando entre ver el segundo matiz arcilloso y salado.
—Contrólate hermano.
No fue el único que noto esa inmensa variación.
—Si es así, yo podría adivinar solo con olfatear los nervios de Andrés —comentó la voz de Tadeo.
—Yo lo supe porque María a veces huele a narciso cuando está contenta —Tamar comentó sin pudor recibiendo una pequeña amonestación de Ramah.
—Lo dejan demasiado fácil —dijo Judas abriendo los ojos decepcionado —. Es dulce —Le aventó la fruta a Ziz para que se la comiera, este no peleó y confirmó la adivinanza.
Se giró hacia el otro lado esperando que Juan le alcanzará otra uva.
—Cállense todos, Ramah, no me digas que es, quiere que se la pongamos difícil —proclamó el omega con una sonrisa desafiante y divertida hacia Judas.
—Eso es trampa amigo —Le advirtió con una soberbia hilarante y pendenciera.
—Entonces hagamos algo —Thomas se levantó tomando el cuenco —, ya que descubrieron el truco, yo le diré la respuesta solo Judas y los demás podrán preguntar directamente.
El omega se emocionó, incluso le dio unos dos bocados grandes a su pescado antes de que el beta intercambiara lugar con Juan y le hiciera un gesto bajo la mesa sobre la fruta que tenía en frente.
—Entonces —Ahí estaba la uva, a la vista de todos —¿Dulce o agria?
Todos la analizaron expectantes.
—Pero... ¿No debería quitarse el bloqueador? —Natanael recibió un pequeño empujón de Felipe.
Judas se tensó durante un instante ¿Sería esta un truco? Thomas había estado presente en el incidente de esa mañana.
—Mejor preocúpate de hacer preguntas inteligentes —intervino Simón invadiendo la mesa con su voz, hubo un silencio cortante hasta que se inclinó —¿Es agria?
Judas no pudo resistirse a reír nervioso.
—¿Es el trago del matrimonio agrio como norma?
—Lo es —Edén alzó la voz —, cuando el marido no escucha ni obedece —Hubo una risa general, aunque Andrés se detuvo al ver la cara de su hermano.
La siguiente fue Tamar: —¿Es la uva dulce como tu aroma?
Eso fue deliberadamente invasivo, pero no podía espera menos de una gentil.
—Es tan dulce como las flores que crecen junto al Nilo.
María se aclaró la garganta: —¿Qué diría Mateo al respecto?
—Probablemente te hablaría de estadística y se quejaría por no poder sentir su aroma —respondió Andrés —¿Si me como esta uva, sentiré que Dios me ha bendecido? —Su pregunta fue intrigante.
—Solo si eres un pájaro hambriento en la madrugada.
Fue ambiguo, los pájaros escogían las más dulces, pero uno hambriento se conformaría con lo que sea.
—Vamos amigos ¿Qué preguntaría el Maestro si estuviera aquí? —Juan se apoyó en la mesa.
—Dinos tú, su sabiduría te ha tocado de forma especial "hijo del trueno" —Se burlo Felipe.
Fue la primera vez que Judas notó como algunos se miraban entre sí con la misma complicidad qué se formaba al mencionar a Thomas y Ramah.
—Si insisten... Si le ofrecieras esta uva a Yeshua ¿Qué crees que pensaría de ti?
Ahí estaba de nuevo, esa mirada analítica qué escondía a un omega más artero de lo que aparentaba.
Judas tuvo que pensar, Hadad le había enseñado que jamás dejara dar un paso directo a respuestas cerradas cuando aún no llegaban donde querías, solo que no importaba lo que dijera, si no era honesto, la manada lo sabría cuando acabará el juego.
"Yeshua los llamo mis hermanos"
Entonces ¿Qué haría si se tratara de su hermana?
Y ahí obtuvo su respuesta.
—Me la ofrecería, porque el Rabí no se siente digno de disfrutar más allá de los que lo siguen. Y yo se la ofrecería a Mateo, por no ser grato para algunos, pero tal vez este la rechazaría y se la daría a quien fuera bueno con él, como María y ella se la daría a Ramah y así hasta que la uva se pudriera y ahí sí, podríamos estar seguros de que esta agria.
Edén le cerró la boca a su confundido marido antes que Simón Ziz soltara la risa más despreocupada qué le habían escuchado hasta el momento.
—Creo que no podrías haberlo dicho mejor —Santiago apartó su plato, puso toda su atención en la fruta—, una última pregunta, si esta fuera el último alimento sobre la mesa ¿Quién en esta sala merece la uva? Ya sea dulce o amarga.
Impresionante, ya iban dos caminos cerrados y aún no terminaban el pescado.
—Yo escogería a Juan —Se inclino para verle —, no hay camino equivocado si piensas que haría el Maestro.
Se regocijo de ver como el rostro del omega se tornaba rojo y la timidez dispersó cualquier signo de astucia.
Simón silbo y la mayoría molesto un poco a Juan con bromas.
Judas no era idiota, ni siquiera tuvo que ser directo para acertar, las implicaciones eran lo verdaderamente interesante. Y aunque una parte de él sintió un deje de injusticia por estar en segundo plano junto a Mateo, el Maestro había sido claro respecto a que las jerarquías no eran motivo de peleas. Lo aceptaría, viviría con ello.
Sin embargo, en cuanto Juan estiró la mano para alcanzar la uva, Judas se adelantó tragándosela de inmediato, provocando muchos ojos abiertos.
―No he probado ninguna hasta ahora ―Se justificó.
Vio como Ziz inclino la cabeza negando y analizando, había visto algo similar cada vez que su hermana no tenía palabras para regañarlo.
—¿Y si era dulce? —preguntó Santiago el menor con voz suave.
Judas volvió a su comida indiferente y Thomas respondió por él.
—Creo que nunca lo sabremos.
********************************************************************************************************La cena terminó poco tiempo después.
Judas estaba esperando que Andrés terminara de hablar con su hermano mientras Felipe y Natanael ayudaban a Edén a limpiar.
Simon Ziz se sentó a su lado en cuanto Juan llamó la atención de su hermano para discutir algo con Thomas.
—Supongo que debo agradecerte por no comentar lo de antes.
—No lo hagas, aún estoy decidiendo si me agradas —No lo miro directamente, era más interesante ver a los betas pelear por el orden de los cuencos y platos.
Ramah paso junto a las mujeres despidiéndose de Thomas y los otros, ellas se irían más temprano para ayudar a Zebedeo con su nuevo negocio de aceite.
—Tú te estas quedando aquí ¿No?
El alfa asintió: —En la habitación libre, con Natanael, donde vivía su suegra.
Edén también había mencionado hermanos, así qué supuso qué Simón no solo cargaba con el liderazgo de esta manada.
La puerta se abrió y cerró advirtiendo del frío de la noche, Judas buscó en su bolsa el manto que recibió de Yeshua y se rodeó con él. Este ya no tenía el aroma de entonces, pero le recordaba la paz de aquella madrugada.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Ya lo estás haciendo —Suspiró.
—Eres bueno leyendo a la gente, nadie habría podido estafarte ¿Por qué alguien como tu iría tras promesas espirituales?
Judas lo pensó un momento y explicó con calma.
—Creo que todos a nuestra manera, en el fondo, esperábamos al Mesías.
Ziz asintió de acuerdo, reconociendo la doctrina de su anterior Orden: —Yo lo supe porque curó la parálisis de mi hermano ¿Tú cómo te disté cuenta?
Tuvo que detenerse a pensar con cuidado esa pregunta, tal vez el momento en que le vio por primera vez, con toda la gracia y sabiduría que esparció en el monte; tal vez sus palabras; tal vez la forma en que él lo recibió sin esperar que fuera un discípulo letrado y espiritual, solo pidiendo su compromiso.
—No lo sé —Fue su resolución —, aún no —Judas sabía que no era un santo, como mucho, un pecador con el corazón hambriento.
En ese momento, Felipe acabó con sus asuntos y llamó a Andrés.
—¿Nos vamos?
—Si —Judas le dio una última mirada a Ziz.
Se despidieron de Simón y cuando iban pasando junto a los hermanos Trueno, escucho a Juan interrumpir su conversación.
—Ese es... ―Alzó la voz.
El grupo, incluido Santiago, esperaron que completará la frase.
Los segundos eran como pasos lentos y pesados sobre las rocas, reconoció esa aversión del primer momento, cuando Yeshua lo presentó al grupo.
Una parte de él se preguntó, de forma mezquina, que pasaría si dejara entrever su aroma, si se atreviera a empañar el manto que Juan parecía conocer muy bien.
—¿Juan? —Su hermano lo empujó suavemente.
—¿Sí? —Judas se divirtió presionando, esta sería su pequeña venganza por lo de esa mañana — Te pusiste pálido ¿Te sientes bien?
—Vámonos a casa, no vaya a ser que te enfermes —Santiago envolvió a su hermano con otro manto y lo atrajo más cerca de una lampara.
Judas, Felipe y Andrés continuaron su camino.
Ya fuera de la casa, la vieja red seguía colgada, pero ahora parecía estar apretando aún más enredada los remos, como si se ocuparán de que el viento no los derribara de su frágil apoyo.
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Convivir con los muchachos se fue haciendo más natural con los días, siempre metidos en uno u otro detalle que mejorara un poco más la estancia, cambios ingeniosos para salar la comida con menos sal, conservar más tiempo el pan o trucos para alejar a ciertos insectos de las ropas.
Y una mañana, Simón los volvió a llamar a su casa.
Judas pensó por un minuto que se habían equivocado de casa cuando el rastro de oliva y mirra le llego desde afuera.
El Maestro los estaba esperando y fue a él, a quien todos presentaron respeto mientras se acomodaba alrededor de la mesa, esta vez Judas alcanzó un lugar justo de frente, estaba tan feliz por la sorpresa que no se percató qué Santiago y Ziz se sentaron a sus costados.
―Bien seguramente ya se enteraron de que la villa de tiendas está creciendo con rapidez al este de Cafarnaúm ―Él y Simón estaban en la cabecera sobre asientos más altos que la mayoría ―. Es una multitud que nos ha seguido desde la montaña y que ahora quiere escuchar más.
¿Y porque no querrían? Las palabras de este hombre eran mágicas y te llenaban de paz el corazón.
―Sus números crecen día a día así como las sospechas de Roma —Era bueno saber que el Maestro estaba consciente del peligro —De hecho, Ziz me informo esta mañana que… algunos miembros de su antigua Orden también llegaron aquí.
Judas se giró hacia el alfa, en realidad no esperaba ese movimiento, incluso podría decirse que fue deliberado, pero Ziz no dio ni un signo de suficiencia o altanería, solo estaba ahí, de acuerdo con el Rabí, sabiendo que hizo lo correcto, sin miedo a ser juzgado.
―Hasta parecería que conformamos… un ejército …Maestro― destacó Andrés.
―Bueno es un modo de ver las cosas…― Se torno ligeramente serio ―, el otro modo de verlo es a mi modo.
La oliva se hizo más fuerte, acaparando las notas de canela y mirra, hasta ese momento es que Judas percibió que no había ningun incienso neutralizador.
Simón tosió con fuerza: ―El correcto ¿No es verdad?
―Si Simón.
Judas no pudo evitar notar que el Maestro tenía esta manía por juntar las manos y jugar con ellas; le recordaba a los compañeros que inventaban señas para recordar las escrituras mientras aun estudiaba, incluso se balanceada hacia adelante y atrás por momentos desvelando su inquietud latente.
―Hay personas así en todas las regiones. No son un ejército… aun no. ―Levantó la vista al frente y luego a su izquierda de forma fugaz ―Necesitan ser rescatadas y ustedes van a ayudarme a rescatarlas.
Una pequeña ebullición de roca caliente y Cálamo llamo su atención, al parecer el alfa a su derecha se sintió aludido y palmeo la mesa listo para la acción.
―Sera un rescate diferente Ziz ―Le aclaró el Maestro ―. No es sostenible para mi hacer toda mi predica, las sanaciones y el ministerio ―explicó numerando los hechos ―. Los llame aquí a casa de Simón, y gracias Edén por el asilo.
La omega le sonrío cálidamente mientras seguía entregando bebidas alrededor de la mesa y a los sentados fuera de ella. Fue interesante notar lo hábil que era la mujer para ser invisible y ágil.
―Porque nuestro ministerio seguirá creciendo y queremos que crezca hasta el fin de las eras ―El rabí señalo al vacío, aunque era seguro que podía ver mucho más allá de las paredes de la habitación ―. Habrá muchos más seguidores y como los que no están aquí, todos tendrán trabajos y responsabilidades, la mayoría serán discípulos, estudiantes.
Entonces apretó sus manos, fue obvio que estaba a punto de decir lo que sea que lo ponía tenso y por la forma que los observó a todos, estaba temiendo sus reacciones.
―Pero elegí a estos doce como mis apóstoles.
Y ahí estaba. Incluso Judas tuvo que detenerse a procesarlo, el desconcierto era palpable en cada nota de aroma sobre la mesa, Simón y su sal de mar flotaban débiles en un limbo.
A su izquierda, Santiago fue el primero en reaccionar con voz grave y sería: ―Nos estas enviando...
―Apóstoles es lo mismo que un mensajero… ― La voz metódica explico desde atrás.
―Se lo que eso implica Mateo ―El alfa ni siquiera se volteó ―, por eso pregunto.
Judas también tenía sus dudas, no sobre el mandato, sino por todo lo que implicaría ¿Iniciaría pequeñas sucursales del ministerio? Los fariseos funcionaban así, con el centro en Jerusalén ¿Había llegado justo a tiempo para una expansión? Pero... ¿Con que recursos?
El Rabí mantuvo la sabia serenidad hacia Santiago: ―Serán mis lideres ―declaró ―, y para la misión que les tengo, es mejor que se dispersen y no se concentren en un solo lugar.
Entonces sí, era expansión. Una nota de miel quemada le llegó y pudo ser testigo de la expresión ligeramente boba y preocupada de Juan.
―No… no lo entiendo ―dijo Andrés.
―Yo me iré a casa, a Nazareth por un tiempo y mientras este allá los voy a mandar en todas direcciones de dos en dos, específicamente con el pueblo judío.
Era la primera vez que veía a Andrés tan inseguro, sudando.
― ¿En todas direcciones Rabi? ―preguntó Thomas, petrificado.
―Si, pero no con los gentiles, aun no. Ya llegara ese momento —Entonces levantó la voz proclamado su faceta de líder religioso —. Vayan por las ovejas perdidas de la casa de Israel, como Josué llevo a las doce tribus hasta la tierra prometida, a su paso ustedes dirán "El reino de Dios está al alcance" ―Señalo solemnemente al cielo, con energía― y mientras estén en esta misión, sanaran a los débiles y a los enfermos ungiéndolos con aceite, exorcizaran demonios y van a…
Se detuvo, percatándose que cada mirada en el salón era una flecha de angustia, con los ojos abiertos y confundidos como niños que miran el fuego por primera vez. El único que no parecía querer una recapitulación era Ziz.
― ¿Que? ¿Por qué están viéndome así?
Bueno, tal vez el Rabí esperaba una pelea y no le extrañaría, con lo contradictorio qué a veces resultaba sus nuevos hermanos.
―Ah… ―Mateo tomó aire, inquieto, se tocó el oído ― ¿Quieres repetir eso una vez más?
Por segunda vez, vio como el Maestro daba esa expresión de cariño y paciencia hacia el omega, ni una pizca de enojo por tener que repetirse.
― Los voy a mandar de dos en dos, proclamando a su paso que el reino de Dios está al alcance, curar enfermos, expulsar demonios...
Edén se paralizó un momento de espaldas a Judas, probablemente mirando a su marido. Simón pensó rápido y se inclinó a preguntar: ― ¿Qué tan pronto tenemos que irnos?
El Maestro le dio un golpe en la rodilla con el puño de forma amistosa: ―Esa palabra otra vez, ya llegare a eso.
―Espera, curar a los enfermos…―Al parecer Felipe era capaz de sonar consternado.
―…expulsar demonios ―completó Tadeo.
El Rabí aclaró su voz, ahora si, como una orden: ―Mientras estén en esta misión, les concedo esa autoridad, algún día la tendrán todo el tiempo.
¿Qué? ¿Todo el tiempo? Cómo... ¿Siempre? Ni siquiera había visto un milagro en regla y ¿Se supone que los hará el mismo?
Natanael con un pedazo de comida en su boca: ― ¿Me perdí de alguna ceremonia?
Juan parecía preguntarse lo mismo.
― Es esta ―dijo con simpleza.
Todos quedaron expectantes mientras Natanael se veía a su mismo.
— No me siento diferente ¿Me veo diferente?
― No tienen que sentirse diferentes para hacer cosas grandes.
―Con todo respeto Rabí ―Juan alzó la voz, abatido ―, apenas somos estudiantes, aun no estamos calificados ¿Por qué nos necesitas para la misión?
Excelente, cuestionando los designios del cielo, Judas bebió de su jugo, y aunque no le gustó para nada el tono con el que le hablo al Maestro, tenía un punto.
―Él no nos necesita, nos quiere ―Ziz explicó, dando en el clavo, ya que el Maestro se lo reconoció.
―Muy bien, Juan, si necesitara lideres religiosos o calificados para mi ministerio, no los habría elegido.
Entonces el Maestro era perfectamente consciente de que sus decisiones parecían hechas en nombre de la aleatoriedad: ― ¿Ya entienden de que hablo?
― ¿Podemos volver a la parte de curar enfermos por un segundo? ―Felipe intervino, su mente aún estaba atorada en ese punto de la conversación.
―No llevaran nada en su viaje más que un báculo ―El maestro lo ignoró en pro de continuar ―, sin bolsa, ni pan, ni monedas, tampoco la comida de Salomé —Señaló a Juan y Santiago quienes vieron sus sueños despedirse en la lejanía.
Hubo un aire de canela dulce qué pretendía apaciguar: ―Usen sandalias y no lleven una segunda túnica.
― ¿No podemos llevar un cambio de ropa? ―preguntó Santiago el menor, tímido y serio.
―Hasta los filósofos vagabundos llevan una segunda túnica ―dijo Mateo con el ceño fruncido.
―Si, así es ―confirmo el Rabí ―, y quiero que se distingan de los cínicos, también llevan bolsas de mendigos para que les regalen monedas de oro y plata y ustedes no harán eso. Han recibido sin pagar, así que darán sin cobrar.
Nadie le había hablado a Judas sobre esta filosofía, aunque debió intuirlo cuando se negaron a recibir donaciones en el monte.
―En cualquier ciudad o villa a la que entren, investiguen quien es digno y ahí está su partida, y si alguno no los recibe o no escuche sus palabras, sacúdanse el polvo de los pies y salgan de esa casa o ciudad, no pierdan su tiempo.
Tadeo levantó su mano para hablar: ―Dijiste... si alguien no escucha nuestras palabras, cuales siendo exactos ¿Qué debemos enseñarles?
―Lo que hayan escuchado de mí.
Oh no, esto se ganaba por confiarse.
―Yo solo he escuchado un sermón. ―Judas se sentía intimidado por toda la situación.
―Escuchaste el mejor ―Natanael le dijo, aunque terminó ganándose un gesto bastante evidente por parte del Maestro "¿Así? ¿El mejor? " estaba escrito en los ojos y arrugas a su alrededor, le recordó a Judas que Él también tenía un carácter.
―Bueno, no lo tomes a mal, todos son grandiosos ―El beta se llevó una mano al pecho, Thomas le golpeó el brazo como tantos lo hacían cuando el hombre abría la boca demás.
Su Maestro no insistió en el tema y sonrió, relajando la situación.
―Ese mensaje no solo era para los miles que estuvieron ahí, es para todos los que quieran escucharlo desde hoy hasta el fin de las eras. ¿Cómo lo entenderán preguntan? Gran duda, gracias por preguntar. Ustedes les dirán. Y los lugares a los que irán muy pronto los visitaré. Ustedes prepararan el camino para mi llegada y se aseguraran de que más gente esté lista para escuchar la buena nueva. Los milagros que hagan con la autoridad de Dios darán prueba de mi ministerio.
Más allá de que estos designios sonaran razonables y eficientes, fue gracioso que lo formulara como una pregunta auto respondida, el Maestro tenía cierta habilidad y predilección por las figuras retóricas; Judas se preguntó si, de no ser por su papel de Mesías, habría sido un gran literato, abogado o juez.
―Imagina que tenemos una mala racha ―Santiago no perdió la gravedad en su voz, su aroma envolvió su hermano ―, en varias ciudades y nos rechazan varios días ¿Cómo comeremos?
― ¿Y si todo sale mal? Igual… que sucedió con Juan ―dijo Andrés con voz suave y dolorida, Judas no había preguntado hasta ahora, pero sospechaba que la visita a Maqueronte implicaba más de lo que ninguno quería comentar. Era entendible que el Rabí cambiara su semblante ante la mención de su primo.
―Quiero que escuchen con atención ―Observó a cada uno ―. No teman a los que matan el cuerpo pues no mataran su alma.
―Dices… que quizá muramos ―Ahora Juan sonaba asustado, provocando que varios miembros se estremecieron fugazmente, aunque no quedó claro si fueron sus palabras o su angustia.
Espero, pero el Rabí apretó sus manos con la mirada baja.
Incluso la ligereza del loto egipcio de Mateo pareció secarse ante la perspectiva de morir.
El Maestro evitaba mirarlos, enfrentando el hecho como un capataz bondadoso que despide a los empleados necesitados porque su jefe así lo dice. Un jefe... O Padre que parecía hablarle a través de la luz de la ventana.
―Llegara un momento en el que todo se complicara mucho más ―Mira a Judas durante un instante, rememorando las palabras sobre “hacer cosas difíciles” ―, cuando la persecución sea una parte presente de este ministerio, cuando llegue el momento, todos seguirán mis pasos y entenderán lo que en verdad significa entregar su vida.
Se creo una especie de ambiente lúgubre acompañado por el tono de mirra qué anuló brevemente cualquier signo de duda, solo silencio, no existían palabras para esta profecía insinuada.
―Tengo más que enseñarle al respecto, mientras tanto, este viaje, no presentara ese riesgo —Cedió ofreciendo ese consuelo, fue un alivio superficial para la mayoría.
Judas no había podido mover su espalda, ya le dolía por lo rígida, preocupado de que el Maestro viera debilidad en él.
―Rabí, tengo una inquietud ―intervino Thomas ―, dijiste que vas a enviarnos de dos en dos…
―Si, Ramah, Tamar y María se quedaran aquí en Cafarnaúm, darán su apoyo en las finanzas del ministerio, también se ocuparán de la villa de tiendas afuera de la ciudad y Zebedeo se ocupará de su bienestar. Mateo nos ha cedido su antigua casa desinteresadamente, servirá como la nueva morada para ellas.
Algunos parecían convencidos y otros, tal vez sentían injusto que ellas no participarán.
―Aun no logro entender esto ―Natanael andaba más perdido que un cabrito dentro de un rebaño ―, quieres que salgamos de aquí, sin defensas, ni comida, ni asilo ―sonaba disgustado ―, visitando tierras extrañas…
―Dijo que no tengamos miedo―intervinó Andrés.
―Miedo no es algo que puedas frenar ―respondió Thomas.
―Entonces yo voy con Ziz ―Natanael se apresuró con la autoridad de quien invoca el “yo lo vi primero”.
Si se trataba de escoger, Judas estaba listo para aferrarse a Felipe o Santiago el menor, apenas diese la orden, evitaría a cualquier alfa y sus delirios de orientación intuitiva, los betas eran más razonables.
―Tal vez sea yo quien corra el mayor riesgo ―le explicó Ziz sin dejar de ver su comida.
―Bien ―El beta insistió.
― ¿Y que le paso a la confianza? ―se quejó Tadeo.
―Escúchenme, cálmense ―alzo la voz Simón―. Si tienen dudas reales hablen uno a la vez.
Todos se miraron entre sí, listos para volver a discutir, amedrentados por la proyección de sí mismos tirados en el camino, sin abrigo y con heridas; como apostaba que Santiago estaba imaginando a su hermano, incluso lo creería capaz de desobedecer la orden de no alimento.
―Yo tengo una duda ―Judas levantó la mano.
―Que rápido ―dijo Simón entre dientes, pero le hizo un gesto para que hablara.
Por el contrario, el Maestro elevó la mirada complacido por su interés.
―Es más una inquietud de hecho, ya… ―Se apretó las manos tratando de hallar una voz segura ―… saben que soy nuevo pero, Rabí me gustaría regresar de nuevo a lo que estabas diciendo respecto a no llevar comida o… ropa y confiar en… los que estaremos educando ―Temía qué esto resultará ofensivo, pero la vocecita en su cabeza no se callaría si no lo sacaba ―Perdóname, pero no podemos confiar en todos por igual ―Espero, buscando cualquier signo de desaprobación en la mirada del Rabí, no detecto ninguno y ganó algo de confianza ―, desarrolle algunas ideas para poder generar ingresos que puedan ayudar al ministerio de un modo sostenible ―retiró sus manos de la mesa, estaba bastante entusiasmado, deseaba esa oportunidad, pondrían todo su empeño en qué resultará bien.
―Te lo agradezco Judas… enserio ―Ahí estaba de nuevo, ese misterioso tono grave qué emulaba una complacencia ambivalente, ni alfa, ni omega, solo el mensaje en profundidad. Dominaría cualquier sala sin esfuerzo ―. Pero al menos para este viaje, quiero que entiendan lo que significa, confiar en el Padre que mora en el cielo ―Señalo con su palma hacia arriba ―, al igual que los que los rodean y los a los que servirán.
Confiar, el Maestro les pedía confiar, como las aves en el camino, o el borrego perdido. Judas apretó los labios cohibido.
―El alimento, Santiago. Y sus vidas, Juan ―Se escuchaba reverente, solemne ―A esto me refiero con “seguir” y ser líder.
Y hablando de eso...
―Maestro aun si no es para este viaje, creo que es buen momento para designar a alguien que maneje los pocos recursos que tenemos o lo que sea que consigamos ―Simón se inclinó de nuevo, no para ser discreto, ya que todos lo escucharon; era un gesto de respeto previo a presentar sus propias inquietudes.
― ¿Tienes a alguien en mente?
Felipe se apresuró a responder: ―Yo nomino a Mateo, obviamente es el más experimentado entre nosotros —El omega se retorció incomodo a su lado.
―Pues créanlo o no, considero que es… prudente ―Simón arrastró la resignación desde la garganta.
―Lo siento, no estoy cómodo tratando con dinero de nuevo. Formalmente me niego ―Es lo más fluido y seguro que Judas le ha escuchado decir hasta ahora.
―Un simple "no" habría funcionado ―Juan ahogó sus palabas en su vaso.
―Pues No ―Mateo fue tajante, divirtiendo a Felipe a su lado ―Nomino a Judas.
Judas levantó la mirada de donde la había clavado en el cuenco de fruta y se giró hacia Mateo.
―Su experiencia resultara mejor ―agregó.
No iba a mentir, sinceramente no esperaba mucho más después de su reciente intervención, la esperanza se renovó cuando Él le enseño una sonrisa que tenía un "Mira nada más ¿Ya vez?" implícito en el movimiento de sus cejas.
Ni siquiera prestó atención al hecho de que Simón estaba claramente conteniendo sus propios juicios; puede que el ex recaudador no le agradará, pero era inevitable pensar que alguien tan rígido y correcto con los números era mucho más confiable que una cara bonita astuta.
―Yo… ―No importaba, incluso Mateo confiaba en él incondicionalmente, aunque lo conocía menos que a los demás ―, lo acepto ―Se acomodó en el asiento―. Lo que sea por ayudar.
―Hecho ―Simón cerró el convenio un poco enfurruñado.
―De acuerdo ―Pero El Maestro tenía la última palabra ―, en primer lugar: Simón y Judas al Norte, a Cesárea de Filipo.
Así como Simón sintió el cambio de humor en Edén, Judas pudo sentir como sus compañeros se pusieron alertas al nombramiento de los pares.
―Andrés y Felipe, al Este a Naveh. Natanael y Tadeo, al sur a Perea. Juan y Thomas, al suroeste a Joppa...
Juan elevo su copa hacia Thomas, ya era la segunda vez que el beta demostraba ser cercano a la familia, incluso se ganó una intensa mirada de advertencia por parte de Santiago.
―Santiago, mayor y menor…
Todos se rieron.
― ¿Qué? ¿Es enserio? ―Simón reaccionó irritado.
―Oigan, pueden sacar provecho ―señalo el Rabí con la calma y confianza que aún le costaba al alfa a su lado ―. El humor, desarma al mundo ―continuo ―. Al Oeste, a las planicies de Sharon. Mateo y Ziz…
El omega, nombrado por segunda vez, parpadeó apresuradamente, como si acabaran de ponerle un problema contable demasiado complejo… o una daga al cuello. Juan analizó a Ziz con desconfianza, todos acompañaron esa expresión de fatalidad inminente.
El alfa se dio cuenta y transformó su rostro, perpetuamente templado, hacia la confusión: ―¿Qué?
Eran claras las reservas de Simón: ―Rabí, ¿Estás seguro al respecto? Un Zelote y a… ya sabes.
Bueno, no era sorpresa para nadie la aversión qué tenía la Orden por Roma y cualquiera que los apoyará, Judas también había escupido a los pies de un recaudador en el pasado, pero había procurado mantener la neutralidad dentro del grupo, en todo lo que le fuera posible, para adaptarse.
El Maestro tomo aire antes de anunciar: ―Quiero que vayan a Jericó. Se que es cerca de Samaria, van a estar bien.
La manada intercambió miradas, resignados y curiosos, el morbo los tenía en el vilo de decir o no, lo obvio. Por la forma en que el Cálamo se exacerbo, el alfa estaba empezando a sentirse paranoico.
―Ziz, todos están reaccionando al hecho de que viajarás con un cobrador ―Por el contrario, descubrió que el Rabí era el tipo de persona que prefería que la verdad doliera y lo hiciera rápido.
― ¿Qué?
―No te habíamos dicho de la ocupación previa de Mateo.
― ¿Es un publicano? ―Eso sonaba como una acusación con tonos a traición, ese cambio fue satisfactorio de forma personal, Judas lo encontró divertido el hecho de que al fin Ziz perdiera un poco de su afable serenidad.
―No es más publicano de lo que tú eres Zelote.
Y ese había sido un golpe bajo por parte del Maestro, en serio se estaba esforzando por mantenerse serio, aunque sospechaba que la almendra ya era lo suficientemente fuerte a través del bloqueador.
―Escúchenme, ninguno de ustedes es lo que era ―Sentenció con la voz de un alfa sin perder la cadencia sabia y divina ―, recuerden eso ¿De acuerdo?
Incluso Simón bajo la mirada ante ese poder.
―Y Ziz, tu y Mateo serán capaces de recordarlo mejor que cualquier otro, tengo mucha confianza. Ustedes dos harán y dirán cosas grandes, porque tienen un pasado. Se que puedo contar con ustedes.
Mateo había cortado completamente su aroma. Le tuvo un poco de lástima, la perspectiva de tener a un asesino perfectamente entrenado como compañero de viaje no era agradable. En el otro extremo, tener que convivir con la única persona que le podía limar la paciencia, tenía que hacer un daño a la cordura.
Ziz, no probo más comida.
―Muy bien. Ya tienen cosas que asimilar. Tomen el día y hagan lo que tengan que hacer ―El Rabí se dirigió a su segundo, quien asintió ―. Les daré algunos otros detalles mañana, pediré a Simón que los traiga. Shalom amigos.
Todos respondieron, pero ninguno estaba más tranquilo que el momento donde les dijeron que viajarían sin comida, dinero o abrigo. La mayoría se paró a coordinar con sus parejas.
Bueno, no tenía nada en contra de Simón, lo conocía muy poco en realidad, pero habría preferido no ir con un alfa y mucho menos con el único casado.
Por Adonai...
Consideró saludable y apropiado hablar con Edén al respecto, pero cuando se le acerco, estaba teniendo una discusión entre murmullos con su marido. No fue su intención escuchar, pero pudo deducir más o menos cual era el problema.
Inhalo profundamente, si hablaba con el Maestro tal vez conseguiría algo de tiempo y podría pedirle sus notas a Mateo.
Se sorprendió de ver que Thomas se le había adelantado, le tocó esperar quieto en un rincón. El beta apenas hacia contacto visual con el Rabí, claramente nervioso por lo que sea que estuviera solicitando, pero alzó la vista en cuanto recibió la respuesta, fue asombroso ver la alegría pintarse en el rostro del Maestro, no era como la paciencia cariñosa o la complacencia; se emparejaba más a un hombre recibiendo buenas noticias, de hecho, le guiñó un ojo a Thomas.
Luego se abrazaron y pudo ver sonreír al hombre en lo que reconocía su espera. Poco después despidió al beta y dejó que el suave aroma sagrado le diera entrada para acercarse.
—Ah... —Olvido lo que venía a decir.
—Va a pedir la mano de Ramah ¿Qué te parece?
—Me alegro por él —Escupió sin mucha gracia. Aún se sentía bastante intimidado por la presencia de alguien que claramente estaba por encima de todo y todos —Maestro...
—No necesitas llamarme todo el tiempo así, ya sabes mi nombre ¿No? —Elevó las cejas.
Ay no... ¿Quién diablos abrió la boca? Atrapo la mirada de Ziz, quien se giró de inmediato, supuso qué no solo le habló de la Orden.
—No se siente correcto.
Él soltó aire antes de regresar al punto: —¿Qué es lo que querías preguntar?
—Ah, sí... Es que... no es que cuestione tu decisión de enviarme con Simón. Pero creo que no es el momento apropiado para él y su esposa.
—¿Ellos te dijeron eso?
—No —Tampoco iba a admitir que escuchó a escondidas —, pero los hermanos de Edén dejaron fruta en su casa recientemente, ella usó este incienso para cubrir el dulzor de su aroma desde hace días y esta algo molesta porque alejarás a su pareja por meses con otro omega...
—Ella va a entrar en celo.
—Así es y sospecho que esperaba la compañía de su esposo —Era un poco vergonzoso hablar del tema, pero tampoco deseaba tener a un alfa gruñón y terco ahogándolo con su aroma; era seguro que uno iba a terminar cansándose y estrangulando al otro con sus tzitzit mientras dormía.
Yeshua observó a la pareja por encima de su hombro, el leve rastro de sal y pescado podrido les llego como una confirmación.
—Es razonable evitarle ese sufrimiento a Edén, si Simón me lo pide, pueden partir después.
—Él no lo hará —alzó la voz de forma automática, dio un paso atrás —, quiero decir, es mi petición.
Yeshua demostró curiosidad con el mismo interés tenso de la primera vez que hablaron.
—No puedo partir a Nazaret hasta que los haya despachado a todos.
Tenía sentido, como líder era su deber velar por la seguridad y buen viaje de cada miembro.
—Se cuidarme solo, me quedare con las mujeres y ayudar, también me pondré al día con las enseñanzas, estaré listo en la predica.
—Yo sé que sí, pero...
—Quieres irte a casa ¿Verdad?
El Maestro se quedó paralizado un segundo antes de dejar caer los hombros.
Yeshua era un hombre grande, apostaría a que sometería sin problemas a Simón en una de esas peleas de las que le hablo Andrés; junto al halo espiritual y la enorme consciencia de sus palabras, daban la impresión de que este hombre era imperturbable.
—Hay alguien a quien deseo visitar, probablemente sea la última vez que pueda.
Esta declaración dejó entrever que, pese a su fortaleza, existía una dulzura suave que ya había demostrado con Mateo, le había permitido a Andrés y tal vez le concedería a Edén pese a sus propios deseos de partir.
—Rabí... te respetan demasiado, no vendrán a ti, tampoco me lo permitirán a mí ―Era obvio que Simón dejaba que solo su esposa le pisara el cuello y a la vez hablara en su nombre.
Espero, un tanto ansioso por quizás haber cruzado la línea, otra vez, hallando acuerdo consigo mismo sobre respetar la resolución del Maestro, sea cual sea.
No vio desdén ni reproche, solo el ceño fruncido pero una curva suave en sus labios, más parecido al recuerdo que al análisis.
—Veremos que sucede, aún queda el resto del día —Alzó la mano y la dejo caer pesada en su hombro —, no te preocupes.
Dicho esto, se despidió, tan grácil y sabio como siempre, y se fue de la casa.
Judas se quedó con las últimas palabras y el aroma del aceite de unción flotando pacíficamente a su alrededor, decidió que haría sus preparativos, solo por si acaso.
No vio cuando Santiago el menor salió corriendo detrás del Maestro, ni como Juan frunció el ceño cuando paso por su lado.
Notes:
¿Ubican la maldición de AO3?
ES REAL
No voy a entrar en detalles pero aún tengo un tic en el ojo por las cosas inesperadas y graves que sucedieron una sobre otra en tan poco tiempo.
Enfade a la deidad equivocada o no sé, solo seguí escribiendo por amor al arte, a la ship y porque mi orgullo era demasiado grande como para rendirme.
Esto se volvio un "slow born", sorry not sorry.
Sere directa, si no hay kudos, no hay capítulo 5, es mi venganza >>>:3
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Por otra parte, dado que Juanito es el discipulo amado, es natural que haya una rivalidad velada, incluso aca en ao3 hay muchos mas fanfics con él y no quiero >:3 Pero yo apuesto más por la calidad que cantidad, así que, espero les guste.
Disfrutenlo 7u7 pecadoras.
Chapter 5: Si tienes fe
Summary:
Esta vez, desde la perspectiva de Yeshua.
Notes:
https://www.youtube.com/watch?v=vuorfScuIh4&list=RDvuorfScuIh4&start_radio=1
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Contrario a lo que sus seguidores pensaban, Yeshua no lo sabía todo, ni conocía a todos, mucho menos iba por la vida adivinando cuantas moras se habían usado para el banquete de una noche.
Bueno, a lo largo de su vida existieron conocimientos que absorbió con facilidad, su mente solo hizo el trabajo de darles sentido a medida que iba avanzando en sus estudios, en su comprensión sobre sí mismo y su misión.
Aun así, lo que desconocía, lo que iba sucediendo en su camino, se presentaba en una mezcla de revelaciones abstractas qué le tomo años aprender interpretar.
Hacía meses, cuando aún no contaba con todos sus discípulos, su madre se había sentado con él junto al fuego en una de tantas noches acampando en la intemperie. Lo recordaba como una buena jornada en general, mejor que otras; lo cual le dio la oportunidad a la omega de iniciar una conversación aparentemente casual.
—¿Cómo sabes que debes llamarlos? —Intentaba no mostrarse tan interesada mientras picaba de su plato con la mano —¿Los ves en tu cabeza? ¿Cómo con las escrituras?
Yeshua se rio, listo para rodear el tema y darle algo que pensar durante los siguientes meses. Solo que, esa noche se sintió diferente, un poco más afable, tal vez porque había pasado de pocos a muchos en menos de lo que imagino.
—No, son sensaciones —explicó, aunque la realidad fuera inefable cuando se trataba de inspiración divina —, no veo sus rostros, solo es un presentimiento...
—Aja —Ella tenía esta mirada inquisitiva que le gustaba creer que le heredó — ¿Y cómo es ese “presentimiento”?
Era difícil darle forma, así que recurrió a lo que siempre le había funcionado, los ejemplos:
—Cuando llegamos a Cafarnaúm, yo no busque a “Lilith la prostituta poseída”; yo vi un ave atrapada, vi una flor de narciso oculta bajo el aroma de la inmundicia y el dolor, un rostro oculto bajo cabellos oscuros —Esa descripción no le hacía justicia a la enorme ola de desesperación que existía en ella, la necesidad de que alguien tomara su mano e invocara su nombre, era agobiante, como el retumbar de una enorme campana qué le había dado un pequeño dolor de cabeza cuando pasaba en frente de la taberna donde finalmente la encontró.
—¿Y qué tal con Simón?
Oh, ese era un caso muy distinto, pudo sentir la conexión a través de su primo y a su vez por medio de Andrés, lo de Simón había sido muy claro y tremendamente profético: —Hay una enorme red, como ninguna que se haya hilado, extendiendo sus brazos en el mar, pero ningún pez se asoma; se puede escuchar los truenos acercándose aun cuando el agua la ahoga, cuando cae el primer trueno, las manos se estiran saliendo de la oscuridad y se sujetan de ella para salir a la superficie. La tormenta es terrible y sacude una pequeña barca vacía que nunca ha tocado la costa desde que zarpo.
Su Eema inclino la cabeza imaginando la escena.
—Supongo que no debo tomármelo literal.
Yeshua asintió, no era fácil en la mayoría de las ocasiones, siempre reuniendo pistas de su ambiente, emparentando acciones y aromas, solo para descubrir que a veces Adonai era dolorosamente literal.
—¿Y qué hay de Mateo? Estoy segura que tampoco lo viste venir.
Yeshua se llevó una mano a la barbilla meditándolo, había tenido sus sospechas desde el momento que vio al omega parado en la caseta con esa mirada de ingenuidad inteligente.
—Escuche monedas, muchas cayendo en bolsas de cuero, el rasgueo de una pluma sobre el papiro y el aroma de la casa que teníamos cuando era niño —Y también conflicto, una guerra entre lealtades provocada por los intereses de un pueblo ajeno, una familia partida.
—¿Egipto?
—Si, el jardín qué las mujeres solían cuidar por las tardes.
María elevó las cejas algo sorprendida.
—Admito que sabía lo difícil que sería para los otros aceptarlo, pero no pude resistirme a enseñarle el camino.
En especial desde lo que paso con Nicodemo, decidió ser mucho más cuidadoso a la hora de alinear las señales, no quería volver a causar el enorme dolor que dejó en el hombre al ponerlo en esa situación.
—Ya lo superaran, con el tiempo —Ella siguió picando su comida —¿Y Juan?
Se dio cuenta que ella ocultaba un deje de sonrisa detrás de su plato.
—Ese era tu plan desde el inicio ¿Verdad?
Ella tragó: —¿No puede una madre preguntar? ¿No es mi hijo la esperanza del pueblo judío?
—Si, del pueblo, todos en general —Aunque no hallaba nada de malo en que su madre especulará, a veces temía que le terminará haciendo más daño que bien en el futuro. Aun así, no se negó a complacerla.
—Escuché abejas, un panal tranquilo cuya miel alimenta amablemente a todos a su alrededor, hay un aroma horneado, la canela es fuerte y alguien la reparte en una mesa; y hay dos niños mirando el cielo durante una tormenta, sin miedo, como si entendieran el poder de esta; uno de ellos, el menor, recorre los pasillos de una sinagoga, toca los rollos con su mano mientras se escucha el eco de una voz leyendo las escrituras.
—Oh.
—¿Estas decepcionada?
—No, mi hijo es bueno, nunca me decepcionaría —Ella puso una mano en su mejilla con cariño.
Yeshua agradecía infinitamente qué de todas las mujeres, fuera ella la elegida para ser su madre, de la misma manera que José fue su padre. Las manos firmes y dulces de quienes lo guiaron hasta que pudo hallar su camino, si hubiera estado en su poder, le habría dado a María todo lo que deseaba.
—¿Sigues pensando en doce?
—Serán doce, así lo ha designado mi padre en el cielo.
Y lo agradeció, una manada llena de hombres buenos, sus amigos, cada uno tan diferente y especial a su manera. Era inevitable que se preocupara por ellos, de la misma manera, deseaba hacerles la vida un poco más fácil, aunque las circunstancias no siempre se lo permitían.
Pensaba en eso mientras despedía a Simon Ziz y Mateo.
Luego seguían Andrés y Felipe.
A un lado, Judas miraba hacia la ciudad a la espera de su compañero.
―Llegara pronto, no te preocupes ―Le dijo Andrés.
Yeshua ya intuía lo que sucedía, miro un instante al cielo, la pregunta lanzada con facilidad, y la respuesta llegaba corriendo hasta el cruce de caminos.
El alfa estaba agitado, su rostro lleno de conflicto y duda, su reticencia era evidente a medida que se acercaba a Yeshua.
—Maestro ― inhaló perturbado ―, por favor —Una vez delante, se dejó caer de rodillas —, Edén está muy mal, el doctor dijo que este calor es más fuerte que otros…
Su hermano se inclinó para ayudarlo a pararse. Felipe y Judas miraban la escena en silencio.
—No estoy negando la misión, solo necesito un par de días, hasta que pueda comer sola.
Yeshua observó, aunque rara vez recibía alguna explicación del Padre, nunca dejo cuestionar como una forma de hacer notar sus propia voluntad. Tomó de los hombros a Simón tratando de que el potente aroma de la sal dejara de agriarse a su alrededor.
—Serénate Simon, puedes cuidar de tu esposa.
La luz y esperanza se encendieron en los ojos del alfa, agradeció como un niño al que dejan salir solo por primera vez y corrió de regreso a la ciudad.
—Ni siquiera se despidió —Se quejo Andrés.
—Su amor es grande y su instinto se ha enlazado a este, protegerá a su familia con su propia vida —dijo a sabiendas que el corazón de Simón no solo era fuerte —. Y ustedes, ya es hora de que se vayan.
—Si Rabí —Felipe se acercó a Judas para guiarlo del hombro.
—No, él esperará en la ciudad.
Los tres se miraron entre sí, el par designado estaban inseguros de dejar solo al omega.
—Estaré bien ―aseguró Judas.
Fue maravilloso ver que ya existía un lazo que los uniera de esa manera, se despidieron con un abrazo y Yeshua los bendijo para que su camino fuera bueno.
Ambos se quedaron mirando unos minutos mientras Felipe y Andrés desaparecían en el camino.
De repente escuchó a Judas soltar aire.
—¿Querías ir con ellos?
—Gracias por dejarlo quedarse.
Hablaron al mismo tiempo, agazapando las palabras hasta hacerlas inentendibles.
—Lo siento, primero tu Maestro.
Judas siempre tenía este tono reverente y respetuoso que haría pensar a cualquiera que el omega hablaba con un príncipe. No era inusual, ya que el mismo Simón, al inicio, hizo la promesa de seguirlo con la misma deferencia. Lo curioso era, que contrastaba bastante con el retrato que Ziz le había dado de un hombre agudo y perspicaz; aunque vio un poco de él por su latente inclinación a ofrecer respuestas, aunque no se las hubieran pedido.
—¿Cómo te ha recibido la manada? —Comenzó el camino de regreso hacia la ciudad.
—Me los has ofrecido como familia y trato de verlos como tal ―tarareó —, aunque hay noches en los que considero ponerle una mordaza a Felipe, ronca demasiado en las madrugadas.
Yeshua elevó una ceja, pudo ver como Judas se retorcía arrepentido.
—No es en serio… no...
—El humor desarma al mundo, ya te lo dije. No necesitas contenerte —Y no solo hablaba de pensamientos como esos, quería saber que ocurría debajo de la constante y sutil nube de almendras, único signo que se filtraba del bloqueador.
Se dio cuenta que Judas se le quedo mirando con una mano ajustando el lino en su cuello.
—¿Tengo algo en la cara?
—No —Sonrió —, es solo que no te pareces a ningún Rabí qué haya conocido antes.
—Espero que eso sea bueno.
—Lo es.
Siguieron caminando en silencio.
Yeshua no pudo evitar darle vistazos ocasionales, Judas no hacía gestos como Natanael, tampoco mantenía una mirada severa y dura como Simón o Ziz, o fruncia el ceño como Mateo; en su lugar, los pensamientos eran develados en pequeñas micro expresiones y movimientos de sus ojos.
—Tu mente está llena de muchas ideas —Yeshua no pudo resistirse, durante la reunión vio el entusiasmo y la esperanza, aun así, se obligó a sobrepasar las pretensiones en beneficio de otra causa. Judas era muy adaptable, tal vez como producto de lo poco que conocía de su pasado.
—Si, hay varias cosas que he pensado para el negocio de aceite... —
Y ni siquiera había pasado un día.
—... hay algunos sanadores que llegaron atraídos por la gente y es probable que necesiten reabastecerse, también podríamos usar las herramientas con otras hierbas y hacer trueques para conseguir jarrones y venderlo como un perfume, también esta una receta...
—Estoy seguro que Zebedeo podría tomar nota —Odiaba interrumpirlo, Judas probablemente nunca había sido tomado en serio a lo largo de su vida, la manada era el nuevo terreno donde marcar su presencia. Y aunque le pareciera conmovedoramente entrañable, Yeshua tenía el deber de mantener un equilibrio bajo los principios de su ministerio.
—Aunque no sé qué tanto pueda lograr en unos días, pero haré mi mejor esfuerzo.
—Mientras tengas en mente que nuestro objetivo es la gente sin importar su origen, no la influencia en su actuar; todo lo que hagas será bendecido.
Era eso lo que le faltaba, Judas necesitaba comprender que los recursos llegarían en la medida que fueran necesarios, por eso existía la misión, era un ejercicio de confianza que todos necesitaban internalizar.
Y aunque personalmente hubiera preferido que Mateo llevara las cuentas, creía que su negativa era una señal para que también él confiara en su nuevo Apóstol.
Mientras tanto, vio como Judas escudriñaba sus palabras en silencio, intentando darle profundidad a lo que a veces si era literal.
—Me recuerda a algo que dijo un maestro cuando aún estudiaba —Tomo aire — "Mira a la gente a los ojos, observa si el Ner Tamid se refleja y sabrás si puedes confiar en su fe"
La visión llegó de inmediato, un hombre viejo cuyos problemas personales habían influenciado en su enseñanza: —El rabino Absalon no fue el mismo desde que su amor de juventud le traicionó al convertirse en un gentil y huir a Grecia, probablemente su intención no era ser tan tajante. Pero si tenía razón en algo...
—¿En qué?
—Cuando tienes a Dios en tu corazón, esa llama perpetua brilla a través de la mirada, no solo la refleja.
Así como él cielo claro de Galilea, unos ojos limpios y llenos de fe habían sido una de las señales con las cuales reconoció a Judas para invitarlo a seguirlo. Un poco más difícil de lo que fue con Tadeo o Nicodemo, pero en ninguno de los casos hubo un salto en sus latidos cuando los vio por primera vez.
Su Eema no le hizo ningún comentario, ni entonces ni después, hasta ella sabía que finalmente tenía a su manada completa.
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Durante su vida en Nazareth, muy pocas veces tuvo la oportunidad de conocer viviendas qué realmente fueran lujosas, su propia casa había sido construida por su Abba antes de que él naciera, pequeña, acogedora y cálida. Luego sus medios hermanos llegaron y estuvieron acinados unos sobre otros hasta que José pudo costear una ampliación.
Yeshua no conocía y tampoco deseaba la comodidad terrenal.
Esta era de las pocas oportunidades que se le presentaron para conocer una casa verdaderamente cómoda.
Tocó la puerta y espero.
Era uno de los barrios más bonitos y cercanos a la villa romana, también el más seguro, se podía escuchar el metal de armaduras marchando constantemente.
—Maestro —María abrió la puerta, ella sonrió, pero bajo la mirada, tal parece que aún no superaba su último incidente —Shalom.
—Shalom María. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto —Se hizo a un lado —¿Hay algo en lo que podamos ayudar?
Yeshua recorrió el lugar con la vista, había varios muebles cubiertos con telas y algunos tapices bastante exquisitos y claramente importados. Tendría que felicitar a Mateo por su buen gusto.
—Debido a mi retraso, me veo en la necesidad de avisar a mi Eema, no quiero que se preocupe, así que necesito unas monedas para el mensajero.
María cerró la puerta y se quedó unos segundos pensativa, el azafrán y el narciso parecían luchar entre sus dudas.
—¿Sí?
—Ah, no... Es solo... No importa.
—Dime.
Ella se aclaró la garganta con una pequeña sonrisa: —Es que, pensé que siendo tu... No necesitabas...
—¿Dinero?
—Si, exacto.
A veces le gustaría poder leer mentes directamente, solo para confirmar que sus discípulos lo imaginaban como un hombre etéreo que se alimentaba de espíritu y dominaba los elementos como los dioses paganos. Se cruzó de brazos manteniendo a raya su impulso sarcástico.
—Se te olvida que fui artesano —Carpintero, albañil y una vez sirvió de ayudante en Egipto.
—Si, si, es solo... —Hizo ademanes caóticos con sus manos —, olvídalo, solo me confundí… ¡Ramah! ¡El maestro está aquí! —Le gritó a la otra habitación.
Una cabeza con velo se asomó, más contenta y relajada qué la alfa presente.
—Excelente ¿En qué podemos ayudar?
—Necesito algunos leptón para enviar una carta.
La beta se esforzó por recordar: —Creo que dijo que la bolsa estaba sobre su cama. Iré a revisar, entra, aquí hay más sol y puede sentarte.
Yeshua ingreso a una especie de taller improvisado, alrededor tenían varias ramas de olivo atadas en racimo; ollas al fuego; cuencos con otras plantas, rosas, dientes de león, lavanda... y varias vasijas, algunas selladas y otras vacías.
El lugar era un cóctel de aromas similar al de una perfumería.
Estaba seguro que Mateo tendría algo que decir sobre el desorden armónico establecido en medio de su sala.
—Veo que ya han dominado el lugar ―comentó satisfecho.
—Si, nos hubiéramos podido acomodar en una sola habitación, pero nos daba pena desperdiciar las otras —María respondió mientras sacudía y doblaba mantas no muy lejos.
Muy pronto, el tintinear de una bolsita anunció el regreso de la beta mientras contaba las monedas.
—Son 4 leptón más un extra por si acaso.
—Gracias Ramah.
—No hay de que.
La beta lo rodeo para revolver una olla del cual se extendía un fuerte hedor a cálamo.
—¿Qué es lo que tienen ahí? —Se dejó llevar por su curiosidad, hacia el conjunto de frascos sellados junto a la mesa.
—Ah, es un pequeño regalo para nuestros hermanos, cuando regresen de su misión —Ramah mantuvo esa sonrisa simpática mientras probaba otro de los mejunjes.
—Santiago estaba bastante preocupado por Juan —María explicó —, dijo que su... "Tiempo de impureza" es muy irregular y temía qué al salir sin ningún tipo de medicina, podría atraparlo en el peor momento.
—Su celo, María, llámalo como es —intervino la beta —. Estamos usando una receta diferente, muy específica para cada persona—Se acercó a la mesa para poner los frascos encima con delicadeza.
—Para Juan, para Edén cuando se recupere y este es de Mateo —Se limpió las manos en la falda —, nos faltan Andrés y Judas —Los que ya estaban terminados habían sido sellados con cera.
—Es muy considerado, estarán felices por los obsequios.
Ramah y María intercambiaron miradas, ambas dejando percibir su agradecimiento en el aire.
Yeshua asintió, les dedico una mirada dulce y busco un lugar para sentarse.
—Por cierto, no he visto a Judas… o a Tamar ―La leve presencia de la alfa era fácil de captar por encima del polvo y las alfombras, por el contrario, el omega casi no dejaba rastro.
Ramah se inclinó hacia los cuencos tomando algunas hojas para agregarlas a la mezcla.
—Ambos fueron... Oh, allá están —Señaló a través de la ventana a las dos figuras qué se acercaban a la casa.
María se apresuró a abrir la puerta.
—¿Cómo les fue?
Cada paso era arrastrado por Tamar, soltó un gruñido antes de dejar caer al suelo la canasta llena de alimentos; Judas, que entro detrás de ella, le dedico una mirada viciosa mientras recogía los vegetales y se los entregaba a María.
—Mucho sol y muchas familias ―Tamar se quitó la banda de su cabello y se pasó una mano por el rostro ―. Todos querían un poco y un soldado tuvo que intervenir para que no nos robaran lo del mercado.
—Te advertí que primero fuéramos a los campamentos y luego al mercado —Contó las monedas sobrantes y las apilo sobre un mueble —. Incluso separarnos hubiera sido una mejor idea —Judas se cruzó de brazos, María interpuso su cuerpo para que se calmara un poco.
La alfa buscó una silla y se dejó caer, respiraba profundo llenando su cabeza de paciencia.
—No pienso discutir contigo omega, hay Zelotes sueltos por ahí, no quiero que te asalten y luego se enfaden conmigo.
—No pedí una escolta —Depositó con fuerza su bolsa sobre una mesa.
—Entonces debiste irte con los otros.
—Oigan... —María alzó la voz, sería y sensata —, contrólense, no se ve nada bien que discutan frente al Rabí.
Fue una lastima que lo hiciera notar, estaba disfrutando de la honestidad.
El cambio fue inmediato, los involucrados enderezaron su postura, siguieron la mirada de María y lo vieron apoyado en una mesa del cuarto contiguo.
—Shalom a los dos —Se acercó a paso lento.
Debía reconocerle a Tamar qué se había adaptado bien a la vida con la manada, independientemente de a quien le perteneciera su corazón y su fe, agradecía qué fuera respetuosa, ofreciera su amistad a las mujeres y colaborará con el ministerio. Que de pronto chocara cabeza abiertamente contra Judas era refrescante.
—¿Paso algo grave con los peregrinos?
–No, no. Fue algo...
—No quisieron recibir comida de mí ―Tamar se señaló ―, así que él tuvo que entregarla, los demás lo vieron y la gente comenzó a rodearnos —Se cruzó de brazos —, no había suficientes raciones para todos, se enojaron y elevaron la voz.
Con cada palabra el omega se giraba hacia ella con mil dagas en sus ojos.
Yeshua intervino antes de que dijera algo.
—Te agradezco mucho Tamar, por preocuparte por la seguridad de mis discípulos.
Ella levantó la cabeza orgullosa y más apacible que antes, incluso le dirigió una mirada de suficiencia a Judas, quien no se aguantó las ganas de poner sus ojos en blanco.
Yeshua no pudo evitar relajar los hombros y soltar una pequeña carcajada ligera.
—Entonces —Se acercó a la puerta juntando sus manos— ¿Alguien tiene hambre?
María, quien había estado organizando los vegetales levantó la cabeza con interés.
—Falta mucho para que la comida esté lista —Aun así, ella frunció el ceño con la pregunta en la mente.
—Lo sé, lo sé. Pero creo que se merecen un descanso por su esfuerzo, sé que debieron empezar muy temprano.
—Ese tono me es familiar —Ramah desde el taller, no dejaba de revolver con una sonrisa mal disimulada.
―Creo que yo también lo reconozco ―Tamar mostro una sonrisa de lado.
Judas hizo repaso la expresión en cada una de las mujeres, era clara su confusión, aunque no tardo en ponerse al día.
Ahora todas miradas iban hacia Yeshua, se frotó las manos y separó los pies creando expectativa, incluso vio a Tamar contener el aliento. Y con un movimiento rápido alcanzó la perilla de la puerta para abrirla.
Zebedeo aún tenía la mano en alto y sostenía las tiras de bolsas en su hombro con la otra. Lo invito a entrar y el beta saludo a todos, aunque encogió los hombros al darse cuenta que todos lo veían con atención.
—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
—No, llegas justo a tiempo ―Le aseguró mientras le ayudaba a quitarse el peso.
María rio con nervios antes de acercarse para ayudar y Ramah negó con una sonrisa hilarante.
—Que gusto verte.
―Oh lamento no haber traído nada anoche, mi esposa decidió cocinar toda la carne para que mis muchachos se llenaran muy bien la barriga antes de su misión. No es queja ―Le dijo a Yeshua ―, pero apuesto que Juan extrañara su casa mas de lo que dejara ver.
―Muchas gracias Zeb ―María se dio cuenta que eran varios cuencos con abundantes legumbres y panes aun tibios.
—Es para ustedes, espero que el Rabí también se quede, traje suficiente para una legión.
—Claro que si —No iba a negarse a una comida caliente —¿Lo envía Salomé?
—Recién salido de su cocina —Se río —, eso me recuerda. ¡Tú!
Judas había estado intentando retirarse sutilmente por el pasillo.
Yeshua vio a Zebedeo tomar una de las porciones de la bolsa y acercarse al omega. No quiso interrumpir así que se dedicó a ayudar a María a ordenar la comida en platos.
—Huele muy bien —gritó Ramah desde lejos.
Gachas de cebada, aceitunas, dátiles, moras, queso y un pan con pasas, un autentica exhibición de la generosidad de aquel matrimonio, aunque Yeshua tuvo que contenerse para no hacer una mueca por las pasas.
Judas pareció aceptar lo que sea que hubiera en su cuenco y le dio un asentimiento al beta.
—Bueno, yo me retiro —Zebedeo junto sus manos satisfecho por su obra del día —Shalom.
Tamar lo siguió afuera, anunciando que iría a buscar agua y comería más tarde; en el caso de Ramah, ella debía estar pendiente de las ollas así que comería en la otra habitación.
Judas se sentó con la porción que le había dado Zebedeo en su regazo, lo desenvolvió lentamente, una pieza de carne, pan de trigo, higos y un pedazo de Libum. Levantó la vista hacia María, ambos preguntándose de donde habían obtenido la receta.
—Me parece que le caíste muy bien a Salome —comentó Yeshua. La mujer era una de esas madres con carácter fuerte y protector, consentidora y algo intensa en sus maneras. No le había extrañado para nada que Juan y Santiago a veces evitaran involucrarla con los demás por la libertad que se tomaba para decir lo que pensaba.
Judas hacía de nuevo esos gestos con sus ojos, como si un juicio determinante se diera en su cabeza: —Si, puede ser —Sonrió débilmente, con poca convicción.
Yeshua frunció el ceño, sabiendo que se estaba perdiendo de algo, busco una pista en María, pero ella negó.
― ¿Esta todo en orden? ―Se arriesgó a ser más directo.
Juda levanto la vista —¿Eh?... sí...creo que me he integrado mucho más los últimos días, aunque no he tenido mucho tiempo para convivir con todos.
Ahí estaba de nuevo, esa deferencia mesurada y la sutil evasión del tema, Yeshua le seguiría el hilo.
—¿Qué piensas hasta ahora? De tu hermanos...
—Creo que todavía me falta conocerlos más —dijo mirando alternativamente a María.
—No te preocupes por mí, llevo más tiempo conociendo a los muchachos, no creo que haya algo malo que puedas decir que no sepa ya —Asintió, el toque de narciso floto con ligereza alrededor como una invitación a la confianza. Yeshua le agradeció con un gesto.
—No voy a... No hay nada malo…
―No es lo que escuché ayer en el camino ―Yeshua murmuró sin mucha intención, lo suficiente para que solo Judas le oyera.
En respuesta, el omega mordisqueo el pan de centeno intentando mirar hacia otra parte.
Fue curioso y divertido, tanta reticencia le recordaba a la terquedad de Simón, pero saltando con ligereza hacia la timidez de Andrés.
Entonces vio sobre la mesa la bolsa a medio desparramar, unos pergaminos qué reconoció como papeles de la libreta de Mateo, una tela que envolvía un pequeño paquete, un frasco con vinagre y unas avecillas de arcilla muy bien elaboradas.
—¿Qué trajiste? —señaló.
Judas le siguió la mirada con un pedazo de comida en la boca.
—Quiero estudiar, ponerme al día, lo demás son los ingredientes que le faltan a Ramah —Ya se estaba levantando cuando María se le adelantó.
—Yo se las llevó, quédate y come.
Volvió a sentarse un poco confundido, se dio cuenta que quedaron a solas y desvió la mirada.
Yeshua observó su propio plato y apartó el pan de pasas.
—¿Lo quieres? No me gustan en realidad, pero no se lo digas a Zebedeo ―Le ofreció con la mano en alto, un poco mas incomodo con cada segundo que Judas le observaba incrédulo, como si no creyera que él fuera capaz de expresar un disgusto tan banal.
Finalmente, el omega levantó la mano aceptando la cortesía: —Si, gracias Rabí.
La reacción inicial le dijo menos de lo que pudo observar mientras Judas le daba una mordida al pan, disfrutándolo mucho más que lo haría al probar el Libum.
Hasta poco antes, Yeshua había pensado que integrar a Mateo iba a ser lo más complicado en cuanto a relaciones dentro de su familia; Simón no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, pero al menos, Mateo siempre era abierto con él, expresando sus preocupaciones y pensamientos, dando la posibilidad de mediar y de acercarse al omega.
Aquí, Judas, era todo lo contrario. Educado para ser convenientemente complaciente, costaba mucho que bajara la guardia.
Vio las aves de nuevo y tuvo una idea.
—¿Tú las conseguiste? —Se levantó para examinarlas.
—Si, son silbatos. Pensaba hacer trueques con ellos de regreso, pero tuvimos que volver corriendo.
—Están muy bien pintados, ni siquiera tienen rajaduras.
—¿Le gustan los silbatos Maestro?
Yeshua soltó aire elevando fugazmente los hombros.
—Cerca de mi casa en Nazareth había un arroyo, solía jugar ahí con otros niños. Un sabath me quede modelando gorriones en el barro y un adulto me vio; se lo dijo a mi Abba y él vino a regañarme —Suspiró —, yo sabía que, si dejaba esas figuras ahí, al día siguiente estarían arruinadas, desee con todas mis fuerzas qué salieran volando… y así lo hicieron.
Judas parpadeó, su total atención puesta en la historia.
—Ya me habían dicho que no te importa romper el Sabath.
—Yo no sabía que era sábado —respondió con honestidad —, como tampoco entendía porque había sucedido aquello.
—¿No lo sabias? ― Abandono su plato, su curiosidad fue lenta y cuidadosa en cada palabra, un misterio velado que acababa de descubrir al acercarse.
“¿Crees acaso que siempre fui lo que soy?”
—No al inicio —Tomó con cuidado otra de las piezas y la envolvió con sus manos —, todavía me faltaba mucho ―relató, insuflando toda la solemnidad que provenía de aquella energía que solía fluir por su cuerpo en momentos como estos ―, pero mi Padre celestial me acompañó en cada paso, incluso ahora, me siento maravillado por su poder.
Judas bajo la vista hacia sus manos, Yeshua las descubrió lentamente, dándole la oportunidad de ver como sus ojos se llenaban de asombro y soltaba un jadeo.
El ave aleteaba mirando a los seres qué la rodeaban, fue breve, un pequeño milagro que salió volando por la ventana.
Y entonces lo sintió, la exaltación y la efervescencia, una nota de almendras que se hizo más fuerte de lo usual, fue inesperado.
—Era un... Y salió así... Viva ―Contó las piezas varias veces solo para asegurarse de que no estaba alucinado.
Yeshua nunca se cansaba de ver las reacciones de quienes presenciaban un milagro por primera vez. Los aromas de las personas siempre soltaban un matiz casi mágico divino que le recordaba mucho a la presencia de su Padre, un placer personal que se vio potenciado cuando, en un roce inconsciente, Judas levantó una parte del bloqueador y un breve rastro del aroma oculto se filtró.
—Toma una —ordenó sin pensar.
—Yo, pero... —La duda no duró mucho bajo su influencia. Judas escogió otro de los silbatos.
—Ahora cúbrelo, pero no lo estrujes —Yeshua no estaba siendo muy sensato, pero se dejo llevar por ese presentimiento que solía presionarle el pecho en momentos clave. Le tocó levemente el dorso de su mano para guiarle, sintió el temblor en el movimiento y como volvía a buscar el autocontrol.
—Así como tu fe te llevo a seguirme, confía en ella para que Adonai actúe a través de ti.
Judas levantó los ojos, tan brillantes y claros por la esperanza inquieta.
—Pero... —Tragó ansioso —, no soy digno.
—No te habría aceptado si no lo fueras —No perdió el contacto visual en ningún momento, aun temía y necesitaba ayuda antes de que volviera a cerrarse.
“Un empujoncito, como con todos sus discípulos”
El poder del cielo lo recorrió hasta el alma de su intermediario.
El primer sonido fue un trino, las manos del omega dejaron de temblar con el primer aleteo, las elevó como si aun creyera que vería un silbato. El pajarito aún tenía los mismos diseños en sus plumas, una mirada vivaz y daba saltitos cortos probando sus alas.
—Esto...
El ave salió volando junto a una ráfaga de aire que empujó algunos objetos alrededor de la ventana, otra prueba que se iba al cielo, libre y verdadera.
―Esto es lo que harán en mi nombre, allá en tierras lejanas, porque yo les doy esa autoridad ―Yeshua unió la idea como una forma de aprovechar su propio arrebato.
Judas empezó con cortos jadeos y luego una risa real, una carcajada qué nunca había escuchado y provenía del brillo que Yeshua sabía qué solo él percibía en las personas; su fe, su alegría y confianza.
Fue inevitable acompañarlo, intentando no prestar demasiada atención a la forma en que las almendras se hicieron dulces.
Le observó, finalmente abierto y receptivo. Por detrás, María los miraba en silencio, preguntando con los ojos que es lo que había pasado.
Yeshua negó, cada quien merecía su propio momento y este había sido solo para ellos dos.
Notes:
Datos:
/El Libum era un pastel de la antigua Roma, similar al Panetón actual, usado como ofrenda votiva a los dioses. Se elaboraba con harina, queso, huevos y miel, mezclándolos hasta obtener una masa que posteriormente se cocía en un horno. Estaba adornado con hojas de laurel./
Si, fue un mensaje con doble sentido por parte de Salome.
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Espero que les haya gustado el capitulo :D
Chapter 6: Shaná Tová
Notes:
Jesus Remembers Joseph
https://www.youtube.com/watch?v=bBWCby-K5QA&list=PLyeDtwi-6M86hLycZU-zn040vb8hAYawB&index=8
𝗦𝗼𝗻𝗴 𝗼𝗳 𝗦𝗼𝗹𝗼𝗺𝗼𝗻 / 𝗦𝗼𝗻𝗴 𝗼𝗳 𝘀𝗼𝗻𝗴𝘀 ᴀɴᴄɪᴇɴᴛ ʟᴏᴠᴇ ᴘᴏᴇᴍ בִּקַּשְׁתִּיו, וְלֹא מְצָאתִיו
https://youtu.be/P01vuvN8Pw0?list=RDP01vuvN8Pw0Cantares 3:1-5
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
FLASHBACK-En algún lugar de Nazareth
El olor de la madera siempre había sido parte de la casa en Nazareth, no solo por el oficio de su padre, sino porque este era el aroma familiar con el que su él, su Eema y Abba convivían como marca de unión.
―Él me ha enviado para sanar los corazones quebr… quebranta… ―Un niño de no más de diez años estaría sentado en la esquina del taller intentando pronunciar las palabras de un pergamino prestado.
― ¿Los que...? ―José apenas levantó la vista del tallado en el que trabajaba.
―A los quebranta… ―Yeshua lamentaba haber iniciado algo tarde su educación y lidiar con la frustración de no poder modular ciertas palabras demasiado complejas de su propio idioma.
―Pronúncialo, todas las letras ―Su padre insistió.
―…quebran…ta…tados ―Frunció el ceño revisando las letras una y otra vez, se preguntaba si era realmente necesario tener que aprenderse todo esto.
―Bien, ahora, dilo rápido.
―Q… branteados.
―Quebrantados ― José corrigió―Ahora, en una palabra.
Yeshua volvió a las palabras, se preguntó porque era tan difícil ahora, cuando en Egipto había logrado descifrar la escritura con la facilidad de un erudito.
―Quebran…tados ―Soltó de golpe ― ¿Qué significa? ―Se apresuró, prefería que su Abba le explicara a intentarlo de nuevo.
―Un corazón que se rompió ―José usó ese tono similar al de un maestro, su mirada solemne ―. Pero no el corazón en tu pecho, sino lo que te pone feliz o triste. Un “corazón roto” significa estar triste o dolido. Una persona que requiere ayuda.
Esas palabras harían eco durante años, se volverían parte de su convicción e identidad a lo largo de su ministerio.
―Continua ―ordenó su Abba.
―Para pro… proclamar libertad...
―Bien, escucha ―José detuvo repentinamente su trabajo y tomó un clavo ―Sostén esto por mi ¿Sí?
El cachorro parpadeo confundido: ― ¿Te ayudare? ― Dejó a un lado el pergamino y se levantó de la silla.
―Si, ven.
―Muy bien, eso es ―José puso sobre la mesa dos maderas que se cruzaban―. Necesitas aprender a hacer esto bien ―Fue casi una orden, a su vez, balanceo un martillo demostrando el movimiento ― Todos los hombres de nuestra familia pueden clavar esto con un solo golpe… Tal vez dos.
Yeshua le había visto hacerlo a su medio hermano, aunque se había golpeado la mano un par de veces antes de lograrlo.
―Te permitiré dos golpes en tu primer intento.
Yeshua levantó la vista y asintió nervioso.
―Ahora, tu no vas a ser siempre un carpintero como yo, tu podrás trabajar la piedra, tal vez metal y otros materiales ―explico el adulto.
―¿Por qué Abba?
―Porque, no hay mucha madera alrededor ―Elevó las manos señalando el pueblo ―, este es un lugar de roca y caliza ―Suelta una pequeña risa con esa expresión impetuosa ―, me equivoque de trabajo ¿No crees?
Yeshua en realidad no lo percibía, a su padre le iba bastante bien siendo el único carpintero en el pueblo, aunque supuso que le iría mejor si algunas familias no los evitaran.
―Vamos, no debes usar todo el brazo para martillar ―José repitio el gesto en el aire ―. Solo esta parte ―Señalo su antebrazo ―, golpea desde el codo, así tendrás más control ¿Vez?
El niño afirmó.
―Ahora, yo sostendré el clavo para que no te lastimes y tu golpea ―Le dio el martillo mientras colocaba el clavo justo en media unión. Yeshua observó la herramienta, probando su peso con ambas manos.
― ¿Y si te lastimo la mano?
―Oh, tú tienes gran talento como tu Abba ―Le dio un toque en el hombro transmitiendo esa esencia de seguridad ―Vas a estar bien, adelante.
El crio realmente esperaba que si, apretó los labios y vio el clavo, apuntando. Probó el martillo varias veces antes de levantarlo en alto. El instante entre su decisión y el golpe fue fugaz, José soltó una queja mientras sacudía su mano y el cachorro dejo caer el martillo retrocediendo varios pasos, horrorizado, culpable. Estaba a punto de correr por su Eema cuando José se volteó y dio una carcajada mostrando su mano ilesa.
El cachorro cerró los ojos sintiéndose ridículo.
―Estoy jugando ¿Sí? Mira que bien lo hiciste ―Su Abba señaló el clavo ―, a la mitad, muy bien.
Como si eso no le hubiera evocado la idea de que atravesó una mano, arrugo la nariz al darse cuenta que exudaba angustia y miedo. De repente sintió que le rodeaban el hombro.
―Oye, lo lamento ¿Sí? Tu tonto Abba no lo pudo evitar ― Lo acercó a un medio abrazo con l mano frotando su hombro.
Él sabía que su padre era dado a este tipo de bromas inofensivas, por lo general no era un problema, pero Yeshua había estado susceptible desde que, meses atrás, en un arranque de ira, había maldecido a un compañero; un niño que tenia la boca demasiado grande y la convicción de que no existiera adulto que pudiera molestarlo por ser quien era su padre, aún así, no había dinero que curara la inexplicable y repentina enfermedad que acabo con él pequeño insolente, antes de que Yeshua regresara a sus clases después del Shabat.
―Quedo muy bien ― Lo animó acompañado por el dulzor de madera cortada
No estaba seguro de si su Abba lo sabía, tal vez si, por la forma en la que lo retuvo y dejo que se apretara contra él. Sea como fuere, recibió una larga charla de su Eema sobre ser consciente con los deseos que se expresan.
―Yeshua.
Levantó la cabeza, alerta.
―Tengo algo muy especial que mostrarte. Ve por esa caja de allá, en la esquina ―Le señalo.
El menor necesitó sus dos brazos para tomar las tasas de cuero en los costados, era bastante pesada, pero logró entregarla a su Abba quien la puso en la mesa.
―Gracias hijo.
José tenía había hecho la caja poco después de que regresaran de Egipto, la habían usado para guardar herramientas, piezas o cuidar algunas entregas delicadas, pero no recordaba la última vez que le habían permitido ver dentro.
No hubo un misterioso crujir ni mayor ceremonia ante el contenido: ―Escucha con cuidado, estas son la brida y el freno de una mula. Yo sé que ya las has visto antes, pero esta es muy especial ―Se las presentó al niño con ambas manos, sentándose para estar a la misma altura.
―Miles de años atrás, cuando nuestra gente fue liberada de la esclavitud, uno de nuestros ancestros, de la gran tribu de Judá, uso esta misma brida y freno para guiar a su mula cargada de provisiones desde Egipto ―Hizo estas caras ligeramente exageradas, como siempre hacia cada vez que relataba hechos de su linaje. No tardó en notar a su esposa, la maravillosa mujer que le habían encomendado cuidar.
―Por supuesto, la mula eventualmente murió y todo quedo perdido en el desierto―José continuó ―, pero… esto estaba en su mano cuando logró escapar y lo conservó. Los hombres de esta familia se lo han ido heredado por cuarenta generaciones, como una remembranza del sometimiento. Pero aún más importante Yeshua, como remembranza de nuestro caminar libre hacia la tierra prometida.
El niño asintió suavemente, había pensado que tal vez se trataba de alguna escritura, otra de esas señales que debían llegar a su vida. La simpleza de su Abba y las memorias de su tribu no tendrían sentido hasta que fuera mucho más mayor.
―Es vieja y no es muy bonita ―su voz era suave como una caricia nostalgica ―. Pero un día mi padre me la heredo a mí, como hoy te la heredo a ti ―La acerca a su pecho y luego la extendió hacia el niño.
Yeshua vio la brida y luego a José, existía algo ahí, un presentimiento, el "algo" que solía llenar su cabeza de visiones confusas y palabras sin lenguaje, el entendimiento de lo superior.
La voz de su Abba prosiguió: ―Solíamos decir… "¿Quién sabe? Quizá uno de nosotros la use algún día"
Las imágenes llegaron como titilos de la primera estrella: una puerta enorme, el aroma de palmas y cantos lejanos inentendibles. José notó el cambio en la mirada de su cachorro, dándole unos segundos para sí, y llamándolo de nuevo a la realidad con el tono paternal de su voz alfa.
―Se que no planeas tener hijos. Así que, terminara su trayecto contigo, pero no dejare esta tierra sin habértela dado ― Reafirmó su ofrecimiento y esta vez espero a que la tomara.
―Gracias Abba ―El rostro redondo, las manos pequeñas examinando el objeto y los brillantes ojos cafés hechos para ver el mundo de otra forma; Adonai lo formo con la intención de evocar una profunda ternura y asombro a quien lo observara el suficiente tiempo.
―Yeshua ―José buscó las palabras, nunca muy seguro de si lo que hacía o decía era lo correcto.
El futuro, a pesar de sus designios, era incierto; sin embargo, este cachorro era importante más allá de cualquier habladuría que implicara los dudosos lazos de sangre.
― Yo sé que no soy tu padre del mismo modo que los padres de tus amigos. Ya lo hemos hablado antes ¿Recuerdas?
Yeshua asintió cerrando los ojos.
―Pero… el privilegio y la bendición de ser tu guía de vida aquí en la tierra, por el breve tiempo que se me concedió, ha sido el mayor honor y regalo que pudiera recibir ―dijo con seguridad y fe. Pero en especial amor, José amaba al niño con la misma intensidad que a sus otros cachorros.
―Ven aquí hijo mío ―Lo abrazó ―, rezo por haberlo hecho bien para ti.
FIN FLASHBACK
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Lo había hecho, sobre la tierra, no pudo tener un mejor padre; aun cuando pasaron por momentos difíciles y los días de José hubieran terminado antes de verlo cumplir con su destino.
Ahora estaba frente a su tumba, con la mirada divagando en el hecho de que algunas flores blancas habían crecido alrededor de la gran roca desde su última visita, su fragancia intensa y dulce, imposibles de ignorar.
― ¡Yeshua! ―
La voz lo llamaba entre la oscuridad, apretó las manos, recordando que aún sostenía el pedazo de pergamino bajo su manga.
―Aquí estoy Eema.
Ella, al verlo, corrió a abrazarlo, tan fuerte como solo una madre podría. Él correspondió con la misma vehemencia, cerrando los ojos con fuerza.
Lázaro llego detrás sosteniendo una antorcha.
― ¿A dónde te llevaron? Me asuste tanto ―Ella se alejó con el rostro atravesado por el miedo.
―Tranquila, te dije que estaría bien ―dijo más como una forma de apaciguar la situación ―Todavía no es el momento ―Uso la parte más suave de su voz, mientras ella comprobaba con sus manos que estuviera bien, las lágrimas brillan en sus ojos.
―Gracias ―dijo a Lázaro, no solo por el favor que le hizo ese día, sino por la honesta amistad e imperturbable lealtad.
―Aquí está todo, también algo de comida ―Le entregó su equipaje.
―Oh bien.
Fue una bendición que Lázaro previera qué no habría tiempo de cenar después de este incidente. Metió la mano buscando, sintió el pan caliente, la bolsita con contenido delicado y al fondo rozó con las tiras de cuero, lo tomó y extrajo la brida con su freno.
Aquí estaba, el regalo de su Abba.
―Buen pues… eso fue interesante ―El tono de su amigo era animado a pesar de todo, aunque puede claramente estaba confundido e impresionado por lo que presenció. Contrataba bastante con las lágrimas silenciosas de su Eema, aun procesando el susto.
― ¿No se te ocurrió contarme antes de hoy? ―insiste, ya que no le ha respondido.
No es que quiera ocultarle cosas especialmente a Lázaro, pero nunca podía estar del todo seguro de cómo la gente reaccionaria a sus palabras, el hecho de haberse revelado ante la gente con la que había crecido ya era aterrador de por sí.
―Todavía no era el momento ―No levantó la vista.
―Tendrás oportunidad de contarme un poco más estos días ―Le ofreció como una salida, no iba a darle la espalda como la gente en la sinagoga, pero si quería saber que estaba ocurriendo.
Casi se le escapa un bufido, el amor ciego de Lázaro por sus amigos era tan significativo, eran por personas como él que iba a valer la pena.
― ¡Bien! Bueno, avísame.
―No te preocupes.
Entonces se giró hacia su madre, toco sus hombros intentando transmitir algo de consuelo por medio de su aroma.
―Tenía que decir lo que dije hoy ―La vio asentir con los labios apretados ―, sé que fue aterrador, pero incluso ellos debían oírlo.
―Yo sé —Parecía más calmada, lo que le ayudo a procesarlo.
No es que Yeshua hubiera deseado hacerse una paria en su propia tierra, pero su Padre celestial al parecer tenía unas cuantas cosas más que enseñarle en su propio hogar.
― ¿Por qué viniste aquí? —Su Eema se aclaró la garganta.
Él suspiro, la tumba seguía ahí, como escenario de despedida.
―Quería verlo una última vez.
María asintió en silencio.
―Ya no volveré aquí…
―El siguiente Rosh Hashanah, ven a Betania ―Lázaro declara, como si con esas palabra pudiera asegurar su presencia.
Otro año más para la humanidad, solo que este sería especial, porque ellos serían salvos, así lo había decidido su Padre en el cielo. Aunque a veces se preguntaba, que habría deseado su Abba José.
―Eema, creo que también deberías marcharte ―advierte con cuidado ―, hasta que las cosas se calmen. Diles a los muchachos que pueden ir a Betania ―Lázaro ya había dado un paso hacia la omega dispuesto a ayudar.
―Marta y María estarán muy emocionadas.
Su madre apretó el manto alrededor de su cuerpo, no protesto. Aunque claro, era ineludible saber lo que las bridas significaban.
―Estaba recordando el día que me la obsequio —mencionó con un dolor sordo en el pecho, evocando el cómo fue sentirse seguro en sus brazos.
―Aun me acuerdo —dijo María, con una sonrisa en las palabras.
―Ahora ya no hay marcha atrás ―Anuncio más recompuesto ―. No después de lo de hoy.
―Lo sé.
El silencio en medio fue solemne, sagrado, como si estuvieran viendo la enorme piedra cerrarse por primera vez, el primero de muchos eventos que habrían de encaminar su vida hacia su misión en la tierra.
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Lázaro y Yeshua se quedaron esperando en una encrucijada del camino mientras su Eema iba por Marta y María, algo de equipaje y dejaba una nota a sus hermanos. Ambos eran solo un punto de luz en medio de la interminable oscuridad del campo.
—Yeshua —Su amigo había estado teniendo distintas expresiones acordes a los pensamientos que le cruzaran la cabeza, ahora exhibía una seriedad superficial ante su curiosidad.
Bien podría difuminar su atención hacia la roca a borde del camino.
—Yeshua —Llamó una vez más.
—Si, Lázaro —Supuso qué no existía forma de eludirlo para siempre.
—¿Qué es lo que paso?
Una pregunta bastante inesperada para el testigo de primera mano.
—¿Aun tienes ojos Lázaro?
—No, no, no me refiero a lo de la sinagoga, que pudo terminar peor. Intuyo que no es la primera vez que te amenazan de muerte —Tragó saliva dándose tiempo a buscar las palabras —Esto es distinto... estas distraído, la última vez, todos nos sorprendimos al saber que pasaste una temporada en el desierto sin decírselo a nadie.
Yeshua no pudo evitar reírse para sí mismo antes de elevar la mirada y sonreír: —Tienes razón.
El alfa siempre había sido muy perceptiva, su instinto llevándolo a unir los puntos de forma inconsciente, no era nada raro que le fuera tan bien en los negocios.
—… tal vez puedas ayudarme.
Lázaro se enderezo, su mano apretando la antorcha, parecía listo para saltar una barda y robar las frutas del vecino.
—Creo que comenzó poco antes de venir a Nazareth...
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FLASHBACK DIAS ANTES
Supuso qué no habría una respuesta de su Eema a la carta, al menos hasta que el retraso fuera demasiado evidente. Miró al cielo unos segundos, la tentativa entre la coincidencia y evento designado a veces era tan difusa que Yeshua simplemente lo dejaba ser sin cuestionarse mucho, le ahorraba dolores de cabeza.
Mientras caminaba a través del mercado, se tomó el tiempo de absorber el ambiente, la vista, los olores, las voces y la sensación del polvo levantado por carretas y transeúntes. Le gustaba imaginar que podría ser una rutina, caminando en paz por la ciudad y preocupado por cosas cotidianas.
De repente, entre las sensaciones, pudo reconocer sal y el cedro, no le tomo mucho tiempo ver al alfa qué iba de un puesto al otro con urgencia. Intrigado, se acercó.
—Simón.
El hombre salto retrocediendo un paso al sentir el toque en su hombro.
—Maestro...lo siento —Estaba encapuchado, con las manos y la mitad del rostro envueltos en vendas aromatizadas con hierbas neutralizantes, ansioso porque la gente alrededor se diera cuenta del tufo dulzón de su esposa.
—¿Esta todo bien?
—Deje a Edén dormida, ya no hay provisiones, el doctor solo dejo un frasco de medicina —Siguió revisando las verduras de un puesto mirando de reojo al mercader distraído con otro cliente, las metió en una bolsa que llevaba bajo la túnica—, tengo que correr a su casa para pedir más ―dejó las monedas sobre la mesa y se aparto para buscar otro puesto.
Por lo general, una pareja marcada no debía estar separada en períodos de angustia; más que nada porque el vínculo, tan único de cada caso, solía atraerlos de alguna manera para compartir el sufrimiento.
—¿Así de mal? —Yeshua se puso a su lado, Simón se aparto un paso para no tocarle.
—Desde que la conozco usaba bloqueadores suaves y estuvo bien. Esto es nuevo ―dejo caer los hombros con un jadeo.
—Es nuevo para ti —agregó, le puso una mano en la espalda para que caminara lento mientras le transmitía serenidad en su aroma —Ella estará bien, ve con Ramah, ella ayudará.
Simón levantó la mirada como si la revelación fuera conocimiento místico que Yeshua revelaba.
—Rabí...
—Hallarás lo que necesites, no te preocupes.
El cedro se transformó en algo suave, menos salado, y la mirada de su discípulo se relajó un poco.
—Gracias ―dio un par de vueltas más en el mercado intentando no rozar a nadie, pagando con rapidez y paso rápido, luego, se encamino hacia la dirección que Yeshua le señalo, despidiéndose con una mano levantada.
El Maestro lo vio irse, contento de haber ayudado, calculando que tal vez tardaría al menos media hora en regresar.
Tomó el camino hacia la zona residencial de la ciudad; el aroma de incienso de los vecinos lo recibió como preámbulo a la casa en período de Niddah.
Algunos lo vieron pasar, no dándole mayor importancia hasta que se acercó a la puerta.
—¡Esa casa es impura! —Alguien gritó como advertencia.
Yeshua tocó de nuevo.
Tuvo que esperar un poco, los pasos suaves y tímidos precedieron a algunos objetos cayendo descuidadamente, el dulzor meloso se hizo ligeramente más fuerte en ese punto, la madera chirrió cuando una pequeña rendija dejo ver parte del rostro de Edén.
—Rabí —murmuró con voz cansada —. No puedo recibirte.
—No te preocupes, solo será un momento —Ella dio un paso atrás a punto de cerrar, pero Yeshua se adelantó tocando el marco. Edén se congeló, sintiendo como el abrumador calor era dispersado por el aroma de la manzanilla, dio un respiro lleno de alivio y control.
—Yo, yo... necesito un momento.
—Te espero.
No era su intención entrar a la casa, solo ofrecer algo de compañía y alivio a la omega, así que fue a sentarse cerca de una de las ventanas, donde las redes colgaban inertes y enredadas, se entretuvo con éstas en lo que Edén abrió el postigo a su lado.
—Por un momento pensé que se iría ―Ahora llevaba el velo, los ojos aun hundidos por el cansancio y la voz ronca ―. Simón...
—Me lo encontré en el mercado —Aclaró antes de que Edén tuviera oportunidad de mentir —, estaba muy preocupado por ti.
Ella relajo los hombros, desde la oscuridad sacó un incensario recién encendido con una mezcla muy concentrada de hierbas, luego cruzó los brazos apoyándose sobre el alfeizar.
—Le dije que no saliera, pero olvide abastecer la casa antes de todo esto —Inhalo, ansiosa de aire fresco y lucidez.
—Nadie lo verá, puedes estar tranquila.
Edén sonrió, en sus ojos había confianza.
—Rabí —comenzó —, creo que Simón no te lo ha dicho, estamos tratando de tener cachorros.
Yeshua asintió: —Lo intuía —pronunció, un toque amargo provino de un lugar misterioso, influyendo en su entendimiento, una señal —, es lo más lógico para ustedes.
Siguió ocupando sus manos con las redes, procesando lo que significaba.
—Simón está muy entusiasmado ―Su voz se elevó, la sonrisa provenía desde su alma ―, será un alivio tener una parte de él en casa mientras viaja con la manada.
Viajes largos, semanas, a veces meses. Podía comprender la soledad, mucha gente sospecharía incluso, Edén era un omega cuya fe en Adonai y su esposo era grande, pero su corazón aún no había sido puesto a prueba.
—Tú también eres parte de esto Edén, te lo dije, Adonai tiene planes para ti ― Yeshua no se atrevió a levantar la mirada, pero se mantuvo sereno.
La felicidad se esparció en la casa y hacia afuera, notó el brillo resplandeciente en su alma, la esperanza que le daba paz en las noches que miraba el cielo sola, la que tendría que reconstruir durante muchas más en contemplada añoranza.
—De pequeña siempre desee una familia grande, Simón quiere niñas y omegas, sospecho que sería el tipo de padre consentidor, es débil a los ojos grandes y quejidos falsos.
—¿A Simón le gustan los niños? —No quiso sonar incrédulo.
—Algunos niños —Edén señaló —, cuando eran cachorros, llevaba a Andrés en su espalda a la playa, al mercado o a la sinagoga; Santiago solía molestarse porque Juan lo veía y también quería que lo cargarán.
—¿Lo consiguió?
—Tuvieron que turnarse, Santiago se sintió celoso después porque Juan prefería a Simón.
Eso provocó una suave risa cómplice entre ambos, a ella por el recuerdo y Yeshua por la imagen mental de los actuales adultos que no eran muy diferentes.
―Al menos ahora no se muerden ni se esconden los juguetes ―agregó ella torciendo el labio en una media sonrisa.
Yeshua hizo una mueca arrugando la nariz.
―No me digas ―Edén no pudo contener su diversión más allá de cubrirse con una mano ―, son unos inmaduros…
Yeshua podía estar de acuerdo. Santiago y Juan a veces tenían demasiado carácter y le tocaba aplacarlos; en cambio, Simón estaba tan ansioso por liderar y proteger que se olvidaba de analizar las consecuencias.
—Me imagino que sería más fácil controlar a tus propios cachorros ¿Verdad Rabí? —soltó entre risas, aunque no tardo en darse cuenta que Yeshua parecía sorprendido y algo confuso —Lo siento ¿Dije algo mal?
—No, no, para nada —La vio apretando el borde de la ventana algo tensa —, no estoy acostumbrado a que nadie que no sea mi madre me mencione el tema.
Edén inhalo con fuerza varias veces para calmarse, no hablo durante unos segundos, apoyando su sien en el marco de madera, el exabrupto la había cansado.
Yeshua volvió a los nudos de la red, teniendo bastante claro que el tema sin duda sería escabroso en el futuro para esa familia; ignorando la punzada provocada a su propia mente.
—Parece que esas redes te dan más problemas que mis preguntas, Rabí.
Él levanto la vista fugazmente: —Siempre se resisten al principio. Pero con paciencia...—Tomo de un hilillo y lo tiro con ligereza, ante sus manos, el galimatías desordenado se desbarató y expandió libre.
—Eso fue... ¿un truco? —Edén elevó sus cejas desde la quietud de su postura.
—Tal vez no sepa pescar como Simón, pero si manejar objetos finos —recogió las redes y las envolvió lo mejor que pudo para dejarlas a un lado. Fue metódico, lento, como si el que necesitara un momento fuera él.
—Me despido Edén, espero que lo que sigue, sea llevadero —Fue sincero.
Ella agudizo los ojos, el efecto de la manzanilla comenzaba a desaparecer.
—Shalom Rabí.
FIN FLASHBACK
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PRESENTE, CAMINO A BETANIA
Marta se arropo con fuerza el manto alrededor de sus hombros, dio un paso más cerca de la antorcha qué sostenía su hermano.
—¿Quieres otro? —Lázaro ofreció con la mano ya puesta en su bolsa.
—No, no quiero que se enrede si tenemos que correr.
El alfa hizo una mueca, frente a ellos iba su hermana María quien les dio una vistazo sobre su hombro.
—Todo estará bien, llegaremos a Betania para el anochecer —Yeshua tenía a su madre abrazada por encima de los hombros, los fuertes vientos habían hecho que su único abrigo saliera volando hacia la oscuridad y recordó que el suyo propio estaba en otras manos.
—No creo que la gente estuviera tan enojada para tener que irnos de noche, es peligroso —replicó la beta con sensatez.
—Si Yeshua dice que estaremos bien, así será hermana —María tenía el paso ligero y el espíritu de quien no puede dormir porque acaparó diez horas el día anterior.
—Descansemos en Perea, esta vieja necesita una buena comida para mantener el ritmo —Su Eema finalmente dejó de tiritar.
El grupo avanzó los suficientemente rápido como para recorrer las calles del lugar incluso antes de que alguna posada estuviera abierta. Tocaron al menos cuatro puertas antes de que un amable omega les abriera y les ofreciera algo de leche fresca y pan.
—Dormiremos pocas horas ¿Podrían conseguirnos algún transporte mientras tanto? —pidió Marta mientras las otras revisaban la habitación qué alquilaron.
—No se preocupen —Yeshua asintió desde la mesa —, Lázaro conseguirá algo.
Se ganó una mirada de su amigo quien, en un acto de venganza a pequeña escala, tomó el último pan y se lo llevó a la boca.
—Shalom muchachos —las mujeres se despidieron.
Entonces Yeshua y Lázaro quedaron conversando solos en el comedor, tal vez extenderían algunas mantas junto al fuego si es que la leche dulce hacia efecto.
—¿Qué es eso?
Yeshua levanto la vista y siguió la mirada hacia sus equipajes en la esquina.
—Bolsas, tuyas, mías… de tus hermanas.
—No, lo que sobresale allá ―Lázaro señalo.
—¿El odre de mi Eema?
Lázaro apretó los labios y un toque ácido de su aroma lo persiguió mientras rodeaba la mesa y levantaba el macuto de Yeshua, debajo de la tapa de cuero, se deslizo un objeto que quedo colgando enredado con otros objetos.
—Oh, eso —Estiró los brazos para recibirlo y desatar la cuerdecilla, no le tomo mucho tiempo y lo acomodó sobre la mesa.
—¿Un juguete?
—No... es un silbato ―enseñó.
—Para niños... —Su mirada presionó a Yeshua.
—No está cocido.
—Entonces, no es un juguete.
—No, es un silbato.
Lázaro elevó una ceja, el objeto yacía puesto entre ambos, ofensivo y declaratorio, rasgado el ambiente con su existencia.
—Sigue así... y no me va a importar que seas más alto.
La amenaza le dio gracia a Yeshua, lo suficiente para mostrar los dientes y desviar la mirada, hizo un gesto para restarle importancia, terminando el contenido de su vaso. Pero Lázaro no iba a desistir.
—Pensaba que no eras un sentimental —expresó, apoyándose contra la pared, examinando cada reacción en Yeshua.
—¿Y que si ahora lo soy?
—No, no lo eres ―Entornó los ojos―. Regalaste todos tus juguetes a los 12 años y te deshiciste de las herramientas de tu Abba apenas lo enterraron.
—Una memoria brillante, sin duda.
—Tu no guardas recuerdos —Extendió su mano para levantar la pieza de arcilla —Entonces ¿Qué es esto?
Yeshua observó el avecilla, modelada con esfuerzo, pero tosca en su resultado, pintada con el mismo cuidado, pero funcional, con un trinar inexistente entre las aves reales dadas su deficiencias. Las dos incisiones que hacían de ojos, ya no parecían tan vacías, no cuando la luz del fuego le creaba una expresión de asombro, como si Lázaro fuera el gigante que iba a juzgarla.
—Un regalo.
Su amigo acercó el ave a su rostro y la olfateo, nunca sabría si llego a percibir algo, pero su expresión pasó a ser interesada de una forma burlesca.
—¿Tu manada?
—Uno de los doce, sí.
No era nada raro que los miembros inferiores de la jerarquía hicieran ese tipo de obsequios, se consideraba una forma de unión comunal que reafirmaba los lazos. Sin embargo, Yeshua solo había sido testigo de esas interacciones relacionadas a alimentos e intercambio de servicios; resultaba más práctico ya que no podían ir cargando peso muerto durante sus viajes.
Cuando levanto la vista, Lázaro ya escogía sus palabras.
—Tu Eema nos habló de uno de tus omegas —Ocultó su expresión detrás de su vaso mientras dejaba el ave a un lado ―. Sonaba bastante convencida.
Yeshua desvío fugazmente la mirada hacia la habitación, incluso imaginaba lo que podría haber dicho.
—No es lo que piensas.
El alfa se rio en voz alta dando golpecitos en la mesa.
—Oh Yeshua —Le palmeó el hombro —, no creí que fueras ese tipo de hombre.
Por un instante tuvo el impulso de corregir las ideas que su amigo se estaba formulando, pero explicarle los meses de contexto alrededor de Juan sería una conversación frívola y poco digna para un miembro querido de su manada que no estaba presente.
—La persona que me lo dio ―enfatizó ―, lo hizo como agradecimiento, antes de que los despidiera —De todas formas, Lázaro no necesitaba nombres para ayudarlo con sus preocupaciones actuales —, no quise que pensara que no valoro sus esfuerzos —Después de todo, Judas aun no estaba aclimatado a los largos viajes para ver el valor de un equipaje ligero.
—Por supuesto —Lázaro asintió —, nadie debe darse cuenta.
—Lo dice el alfa que no ha buscado el matrimonio bajo la excusa de casar primero a sus hermanas.
—Oye... Yo no tengo la culpa de que ellas aun no quieran pareja.
Yeshua elevó las cejas devolviéndole el escepticismo.
—Además, no es lo mismo —continuó —, tú eres el Maestro, pero no eres responsable de sus futuros, ellos decidieron que tu serias su hogar cuando decidieron seguirte a través del desierto.
—Eso también conlleva responsabilidad —admitió —, cada uno tiene sus propios problemas y complejos, es... agotador procurar encaminarlos a todas horas.
Yeshua se sorprendió a si mismo soltando aquellas palabras, como si hubieran estado ahí listas para caer en cuanto tuvieran una red de seguridad.
Su amigo lo examino ocultado mal el deje de compasión, suspiró.
—Te he visto negarte muchas cosas en tu vida, no solo por tu familia —refiriéndose a lo económico —, siempre me pareció que luchabas contra algo, ahora veo el que—pronunció con cuidado, encogió sus hombros ante el recuerdo de la turba en la sinagoga.
Yeshua inclinó la cabeza con una sonrisa triste, Lázaro había probado ser un amigo fiel, digno de su confianza.
—¿Tú me crees?
Ahí estaba la pregunta más importante, ambos se conocían de toda la vida, él mejor que nadie podría refutar su divinidad. Pero a pesar de todo, Yeshua estaba asustado, Lázaro conocía a su persona como el hijo de un carpintero, el amigo de infancia y compañero de estudios, cómplice de travesuras y chivo expiatorio para sus bromas; “El Mesías” no era para todas las personas.
—Bueno...― comenzó con tono escéptico ―. Explicaría muchas cosas... —Se paso la mano por la nuca evitando su mirada.
Espero, dándole tiempo para aclararse.
—... Supongo que sí. Pero desearía que te equivocaras, que fueras otro loco más.
—No necesitas fingir —Yeshua elevó las cejas intrigado.
—No es eso, es que... —Puso ambos brazos sobre la mesa señalando los hechos —... si eres el Mesías, significa... que no eres como todo el mundo, según esa lógica, la gente debería bajar la cabeza y ofrecer sumisión al verte pasar, tus enemigos... Roma irá tras de ti... Lo mencionaste, un profeta no dirá mucho antes de que todo arda.
Yeshua tragó y humedeció sus labios: —Como dije, no he venido a derrotar a los Romanos, el reino de mi Padre está más allá de los poderes terrenales.
—¡Solo escúchate! —Le dio un vistazo al cuarto donde descansaban sus hermanas —, temo que pierdas tu perspectiva.
Solo había una perspectiva, la que le había acompañado desde que se dio cuenta que las señales estaban ahí y la voz de su Padre viviría siempre detrás de su cabeza, pero Lázaro; hablaba como si fuera un hombre atormentado por voces.
―…― No espero tal reacción, pero supuso que la negación era mejor que ser empujado por un barranco.
―Hey ―Lázaro busco su mirada ―, sea lo que sea que estes pensando, detente. Dije que te creo ―Trato de imprimir en su aroma toda la familiaridad y desespero que le provocaba qué su amigo se quedara en blanco ante lo que no parecía captar.
― ¿Entonces?
—Yeshua —pronunció firme, buscó a su alrededor, finalmente tomó la avecilla y la equilibro en su palma para exhibirla frente a sus ojos—, mira esto y dime donde encaja en tu plan divino ¿Eh?
El fantasma del aleteo hizo eco en su mente ante lo que su viejo amigo esperaba demostrar. "Solo es fe" quiso decirse, nueva, brillante, ardiente y maravillosa, como la de cualquiera a quien lograra tocar el corazón con el poder de su Padre. No era nada más.
Le quito el ave y coloco sus brazos sobre la mesa.
—Creo que ese es el punto.
—¿Eh? —Ahora el alfa tenía la misma expresión que en la sinagoga.
El silencio precedió al valor antes de exhibir los hechos.
—Hay una profecía...
Lázaro jadeo desconcertado: —De acuerdo, si vas a dar un sermón te recuerdo que no soy uno de tus discípulos.
Recibió una mirada severa, levantó las manos para dejarlo continuar.
—Muchas de las cosas que sé ... O se me revelan, no llegan como un pergamino envuelto y listo para la lectura. Entender lo que pasa alrededor, "escuchar" es el primer paso, para todos en realidad.
—Tiene que ver con lo que me contabas ―afirmó, tentativo.
Yeshua asintió, sus manos estaban ocupadas haciendo girar el ave. El gesto encendió la curiosidad de Lázaro lo suficiente para que arrinconara su silla más cerca.
—Tenemos hasta que ellas despierten ―murmuró.
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FLASH BACK NAZARETH
―... Se cómo te sientes, pero también sabes que debo hacer la voluntad del que me manda
―Del que nos manda ―dijo ella en paralelo.
Yeshua y su madre guardaron silencio con la comida aun sobre la mesa.
Nunca era fácil.
Pedirle la caja era una de las señales que María no esperaba vivir, no tan pronto.
Pero la inevitable cuenta regresiva en su pecho se hacía más latente con cada paso, cada movimiento o giro de eventos que atravesaba. Y ahora, esta sensación se mezclaba con sus propios cuestionamientos, no hacia su Padre celestial, sino a asuntos mas mundanos. Hubiera querido hablarlo con su Eema apenas llegó, pero pudo percibir su necesidad de estar sola cuando ella insistió en levantar los platos, cuando esquivo sus atención y aguanto un leve sollozo.
José habría sabido que hacer, la abrazaría, le daría un beso en la frente y le diría algo reconfortante para que supiera que lo había hecho bien, siempre lo hacía bien.
En cambio, Yeshua tenía su pequeña habitación, subiendo la escalera qué crujía, recordándole qué ya no era el cachorro ágil que llegaba a la copa de los árboles. Sonrió al ver a las ovejas que nombro un par de años atrás, una especie de mascotas no sacrificables de momento.
Ver su habitación era nostálgico, recordó a su hermano mayor reclamando porque él se quedó con la cama que su Abba había armado para unos mercaderes que jamás vinieron a recogerla.
―Se siente tan pequeña —Apoyó su mano entre la tela y paja.
Parecía tan lejano, nadie había esperado qué el muchachito delgado de palabras intensas y constante cuestionamiento, necesitará de solo un invierno para ser grande, ancho y fuerte.
Se giró hacia la caja, la puso en su regazo y la abrió con reverencia, ahí estaba el último obsequio de su padre, la brida y el freno, intactos en el tiempo.
―Pronto…― Murmuro, cómodo en la expectativa, seguro en su camino.
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El festival se dio en la ladera de una colina, la música se expandía en el aire como los aromas dulces y frescos de la alegría y la celebración, incluso podían verse a sacerdotes disfrutando del festejo.
Yeshua llegó cargando su macuto en la espalda junto a su madre.
―Mira esto ―Ella tenia una preciosa sonrisa llena de entusiasmo.
―Sabes, no sé cuándo fue la última vez que celebre Año Nuevo en Nazareth.
―Cuatro años. Pero ¿Quién lleva la cuenta? —María lo hacía, siempre pendiente al tiempo ―Seremos pobres, pero celebramos mejor que en las ciudades en las que has estado.
Ambos llevaban cuencos con comida cubiertos con telas.
―Eso no lo niego, es bueno estar en casa.
Antes de que pudieran decidir qué hacer, se cruzaron con Dinah y Rafi. Saludos, risas y abrazos, era realmente grato el reencuentro.
―… no sabía que vendrías. Una disculpa —Dinah no lucia avergonzada, sino más bien tímida.
― ¿Por qué?
―Seguro que tendrás preguntas sobre la boda, sin duda ―Rafi intervino.
—Oh.
La última vez que los había visto fue precisamente en su boda, uno de los lugares más públicos en los pudo iniciar su ministerio.
―Le conté a varias personas sobre lo que paso ―contó Dinah ―. Aunque algunos ya lo habían oído.
―Si, no te sorprendas si alguien se termina el vino a propósito solo para ver qué haces.
Rafi no parece menos convencido que en aquel entonces, le alegraba que hubiera una buena voluntad ante los hechos, podría ser que, con el tiempo, entendieran que no solo fue un favor de bendición fortuita.
―Bueno, eso fue para una ocasión especial.
―Lo sé, lo sé ―Dinah aseguro con vehemencia ―Oh, que gusto verlos a ambos.
Pero antes de que pudiera pensar más en aquello, le taparon los ojos desde atrás.
―Me preguntaba a qué hora te iba a ver.
Yeshua giró, Lázaro se veía mucho mejor que la última vez, más robusto, alegre, el aroma a carne cocinada y menta flotando alrededor en combinación al ambiente festivo y abundante. Se abrazaron.
―Oh ¡Shalom!
―Shalom Lázaro.
―María, Marta, que gusto verlas ―Se acercó a ellas intentando transmitir calidez ―. Ya paso un tiempo.
―Shalom.
―Shalom.
Rafi y Dinah se encargaron de recibir la comida y buscar un lugar para su madre, mientras tanto, Lázaro aprovecho para llevárselo rodeando sus hombros con el brazo.
― ¡Hay muchas cosas de que hablar! ¿Cuánto tiempo te quedaras?
Yeshua soltó aire: ―Ah, no tanto. Simplemente volví por un par de cosas, quería ver a mi madre, celebrar un poco. Asistir al servicio ―Esperaba que fuera así, que este no fuera otro paso a interpretar.
―Pero ahora que estamos aquí, podrás quedarte otro poco, quizá ―insistió ―Me quedaré en un lugar increíble, deberías venir ―Se aseguro de que la sugerencia fuera una invitación directa, Lázaro nunca había dudado en compartir con Yeshua.
―Tal vez.
―Pues… ―Lo tomó de los hombros ―, te ves grandioso.
―Gracias ―Esperaba que sí, no quisiera que su madre se diera cuenta de los días de ayuno para que los discípulos pudieran repartirse un plato extra.
―Al parecer el trabajo de Rabí empieza a tratarte bien —Bailo entre el sarcasmo y el halago —. Pero aún no tienes casa ¿eh?
―Tengo lo que necesito.
Con el tiempo, Lázaro se volvió inconsciente del tono místico con el que Yeshua hablaba de certezas.
―Dile eso a la pareja con la que te juntes ―Se río en voz alta ―. Hace años trate de que se uniera a mí en la empresa de Betania ―relató a sus hermanas, quienes iban detrás ―. Rechazo mi oferta, solo quería ser carpintero ―dijo con la simpleza de quien no lo entiende incluso en el presente ―. Bueno, primero quiso ser carpintero, y luego, un Rabí.
Y en paralelo hubo una serie de trabajos, desde construcción hasta artesano por el camino, no se quejaba, había visto mucho de las ciudades en su continuo ir y venir; conociendo a las personas, cada rostro, cada espíritu, cada mirada, hasta dar con Tadeo.
―Ah, no me necesitaba, obviamente.
―Pero nos hubiéramos divertido mucho.
―Cierto —se dio cuenta que la joven menor no dejaba de sonreírle.
Marta y María tenían una considerable diferencia de edad con Lázaro, en especial María, quien siempre sería una omega pequeña para los ojos que la vieron crecer.
―Debo darte crédito. Nunca te rendiste, hiciste lo que querías hacer. Y convertirte en el Rabí que eres ¿aun con falta de estudios? Sorprendente ―Puede que Lázaro parecía escéptico y buscará provocarlo, pero nunca había sido malicioso, solo era su forma de ser.
― ¿En verdad estás haciendo milagros? ―María interrumpió con entusiasmo.
―María, modales ¿Quieres? ―Marta le llamó la atención.
―Solo pregunte.
Marta y Lázaro se vieron uno al otro en común acuerdo.
―Perdona a mi hermanita por ser… ella ―El alfa no era severo ―Pero es su costumbre. Pone en palabras las cosas que estamos pensando.
Podía intuirlo, había un brillo inocente alrededor de ella que hablaba de ilusión candorosa. Ni un regaño de su hermano podía detenerla, se recompuso rápidamente al darse cuenta que Yeshua la observaba.
― ¿Es verdad lo que escuchamos? —Lázaro agrego también preguntas sobre los rumores, sus milagros, para terminar en la pregunta indirecta: ― ¿Eres el más grande Rabí que haya existido?
Yeshua sintió el pulso en sus oídos, estaba esa sensación de proximidad, debía prestar atención.
―Bueno, aún queda mucho trabajo por hacer —No era mentira.
―Sigues siendo humilde. Eso me encanta —Lázaro le palmeo la espalda.
―También escuche algo que muchos dicen y que tu no has negado…
―María, ahora no ―Marta fue determinante, como beta no percibía la dulzura exaltada de las rosas alrededor de su hermana.
Su amigo se ocupó de desviar la atención: ―Yo, tenía una duda y puedo contártela en privado, si quieres —murmuró.
Yeshua ya se imaginaba de lo que se trataba, pero antes de que pudiera responder, Lázaro abrió los brazos saludando.
― ¡Rabí Benjamín! Leah, shalom.
― ¡Shalom! ―La voz de Leah era de genuina sorpresa y dulzura ―Lázaro llegaste, Yeshua bienvenido —La beta llevaba un cuenco junto al hombre mayor.
―Leah que gusto verte ―Yeshua conocía a la mujer desde joven, siempre había sido muy abierta y amorosa con la personas alrededor, su personalidad hacía que la gente quisiera transmitirle gratitud en sus encuentros.
―Rabí Benjamín ¿Cuánto tiempo ha pasado? ―No tanto así con su viejo maestro, con quien mantuvo sus reservas a lo largo de los años en pro de un equilibrio respetuoso.
―Yeshua ―El aroma a tierra del desierto seco metafóricamente el césped alrededor.
―Bueno, muchos están muy emocionados por tu visita, Yeshua. Se ha hablado tanto —Leah no perdió tiempo para llenar ese espacio.
―Justo estaba diciéndole eso ―respondió Lázaro ―. Todo el mundo habla de la gran historia de éxito de Nazareth. Y ya no se refieren a mí.
El comentario provocó risas variadas.
― ¿Y que es has escuchado Leah? ―Lázaro parecía decidido a mantener el tema, Yeshua intento que se calmara negando con disimulo, pero la beta estaba encantada de que le preguntaran, sin importarle que el Rabí Benjamín estuviera justo a su lado.
―Oh, toda clase de rumores. Que se convirtió en un Rabí muy popular y que miles se han reunido a oírlo hablar, que incluso está haciendo milagros. Los chismes, claro, también llegan ―Su sensatez la hizo descartar rápidamente lo que sonaba demasiado increíble ―. Hasta Hanna me dijo, que te has proclamado como el Mesías y yo dije: no el humilde Yeshua que conocí.
Yeshua desvió la vista hacia la gente, se preguntó si más personas tendrían la misma postura, creyéndolo incapaz; el viejo amigo, el hijo del carpintero, el humilde Yeshua. Comenzaba a entender que es lo que su Padre quería que hiciera aquí.
―… toma unas manzanas con miel, te ves muy delgado, que dirán los omegas qué te vean—Leah retomo su actitud servicial.
―Manzanas con miel, claro. Por un gran año nuevo ― Tomó un pedazo y se lo llevó a la boca.
―Que estos días, previos al Tishrei, sean dulces como esta comida —Leah sonrió con complicidad —. Y que este año nuevo nos regocijemos con familia, amigos y amor... —primero miro a Lázaro, quien tenía escrito un "Eso no va a pasar" en el rostro. Yeshua disfrutó de molestar a su amigo casi tanto como el sabor de las manzanas.
—Hablando de eso —Leah le tocó la muñeca qué sostenía el pedazo de fruta —, tengo unas primas que están buscando desposorios para sus hijas ¿No te gustaría que te las presente? Ahora que te va tan bien.
Fue el turno de Lázaro para disfrutarlo.
—No creo que sea propicio —Le devolvió el toque retirando delicadamente su mano y la oferta —, no es digno de ningún conyugue ser cortejado y luego estar atado a vagar por el camino sin ningún tipo de seguridad.
—Tonterías, con tu popularidad seguro recibes muchas donaciones...
―Rabí Benjamín ―Lázaro decidió que era suficiente ―, tal como menciona Leah y con toda la emoción por la visita de Yeshua ¿No sería el hombre prefecto para leer la escritura y compartir la instrucción en el servicio nocturno?
Agradecía la intervención, pero no estaba seguro de que esta fuera una mejor alternativa.
―Es una gran idea, estabas diciéndome que no estabas preparado aun para… ―Ella apoyó.
El Rabí intentó explicar: ―Pues... estaba planeando que esta noche…
―Bueno, ya él ya es un Rabí ahora.
Yeshua consideró decir algo, pero se contuvo, viendo cómo se daban los hechos.
―Si ya me enteré ―Como si no hubiera estado presente en toda la conversación.
―Se que no era su alumno favorito —Era poco, Lázaro sabía que casi lo habían expulsado un par de veces ―, y sé que no asistió a Bet Midrash, que enseña como Rabí usando su estilo, y que es…
―Tranquilo Lázaro. Ya lo entendió.
Yeshua podía ver como las ideas flotaban rabiosas en la faz rígida del alfa mayor.
―Celebraremos la creación del mundo hoy, y está bien. Pero esta noche, en Rosh Hashaná, seremos más serios.
―Si, a usted nunca le gusto la diversión por anticipado —Ni el dinero ni la edad le habían quitado la boca grande a su amigo, se parecía a su hermana —. Pero por mucho que amemos sus interpretaciones, Rabí, seria increíble si todos pudieran ver lo mucho que Yeshua a aprendido de sus enseñanzas. Tal vez aliente a los niños a perseguir un camino similar ¿No?
Leah y Yeshua se miraron el uno al otro, a sabiendas qué el Rabí Benjamín siempre fue débil al reconocimiento.
―Yeshua ¿Tu que dices?
“¿Ahora quieres mi opinión?”
―Ah, lo haría con mucho gusto —respondió —, si es que el Rabí Benjamín esta cómodo.
―Supongo que puede ser valioso escuchar lo que Adonai te ha revelado en las escrituras Yeshua ―Era un reto velado, una advertencia solemne, como cuando los sacaba al atril para que recitaran de memoria las escrituras.
Al menos podía decir que en ese aspecto fue un alumno ejemplar, siempre con la mirada fija hacia su Maestro mientras las palabras fluían desde los profetas a su boca.
― ¡Ya está hecho! ―dijo Lázaro ―Que sabio y humilde es usted, Rabí Benjamín. Todo el mundo lo agradecerá.
El hombre mantuvo el perfil templada, aun cuando se veía correr a su aguda mente por detrás en silencio.
―Ah Yeshua ¿Crees que puedas preparar algo de gran impacto en tan poco tiempo?
Ya había quedado claro el mensaje entonces, habría un enorme impacto para el servicio.
―Ya veré.
―Que nervios.
Lázaro se lo llevo entonces, para seguir disfrutando de un día maravilloso.
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El atardecer llego más rápido de lo que le hubiera gustado.
El servicio había sido encantador, independientemente de que el Rabí Benjamín tuviera nociones tan estrictas, había sido enviado a Nazareth por un motivo, era bueno para la estructura.
La lectura de la Tora terminó y se tocó el Shofar.
―Gracias por ese canto de penitencia y descanso ―dijo el Rabí ―. Y ahora, para la lectura del Haftará, está con nosotros Yeshua, hijo de José...
Él asintió, desde la columna cercana, rodeado con un talit. Mientras se acercaba al atril, la gente lo reconoció animada.
―…Era uno de mis estudiantes en la clase de Tora y he escuchado informes… realmente positivos de sus jornadas rabínicas ―Sus palabras, estaban teñida de un orgullo académico, como si fuera digno de regocijarse en el éxito de su estudiante, aunque tal vez fuera así.
―Gracias, Rabí Benjamín ― Yeshua tomó el lugar en medio de la sinagoga. El shamash vestido de blanco, no tardó en traer el rollo, sostenido con extremo cuidado, y dejarlo en el atril con reverencia.
―No es fácil disertar en frente del Rabí más prominente de Nazaret ―empezó Yeshua ―, pero haré lo que pueda...
Quería creer que no era el único en sentir la extraña contención alrededor del Rabí, el aroma a pergamino y tierra flotaba inerte en el lugar donde había estado el alfa, una marca de territorio muy sutil.
―... Y estoy seguro de que, si se me pasa una palabra o dos, alguno de ustedes va a hablar ¿No?
―Oh descuida ―Contestó Lázaro con los brazos cruzados, esperando desde un costado.
Cuando Yeshua se concentró en el rollo, se dio cuenta que este tenía algunas esquinas sobresaliendo, toco sus labios y luego al atril, antes de abrir con cuidado las escrituras.
―Una... lectura ―No solo una, en medio, saltaron retazos más pequeños, papel amarillento y bordes desgastados, fragmentos guardados improvisadamente por quien sea que estuviera revisando el rollo previamente. Podía sentir como el jovencito encargado entraba en pánico al darse cuenta de su error, Yeshua se giró haciéndole un gesto para que no se acercara, que todo estaba en orden. Tomó entre sus manos varios retazos delicados, captó fugazmente la calma inusual del Rabí Benjamín ante tal error.
Yeshua no se resistió entonces a darle lo que quería, eligió uno apoyándolo contra el rollo y comenzó, lento, solemne, con aquella voz detrás de su cabeza susurrándole.
—"Porque así dice Adonai:
El que vendrá a sanar los corazones quebrantados hallará su reposo en un lecho de espinas.
Uno será instrumento de luz, y el otro, víctima de su propia entrega.
La corona de aceite amargo destilará sobre las sienes del Rey,
y el que busca a ...’"
—Ese no es el escrito del profeta Isaías —El Rabí no soportó y se acercó a regañar al shamash.
—No, no lo es... —Yeshua se quedó sin aliento, leyendo la última frase, abajo de todo estaba la nota de procedencia.
"Copia recuperada de Seforis, resguardada por los jasidim, perteneciente a textos Salomónicos. Incompleta"
Intentó recordar si alguna vez había estudiado esta profecía, muchos textos habían pasado por sus manos durante su juventud, pero estaba seguro de que recordaría este. Miro al cielo, confundido y azorado.
—No hace falta — Yeshua se giró con los papeles en mano para entregárselos al muchacho —, solo fue un error.
El Rabí enderezó la espalda y regreso dignamente a su lugar. El servicio debía continuar y Yeshua tenía que concentrarse en sus palabras.
Ahora sí, con el ojo sobre el rollo:
―” El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el señor me ha ungido para predicar la buena nueva a los pobres. Me ha enviado a curar los corazones quebrantados, a proclamar la libertad de los cautivos y a regresarle la vista a los ciegos…”
FIN FLASHBACK
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—Sabía que querías darme una patada en cuanto lo sugerí. ¡No lo habría hecho de saber en que acabaría! —dijo Lázaro.
Yeshua subió a la carreta las bolsas de María y Marta, le dio una sutil mirada al otro, confirmando que aún quería darle ese golpe.
―Eres todo un caso ¿Sabes?
―Lo sé ―responde contento, mientras ajustaba las amarras de los burros.
—Te encantaba verlo enfadado casi tanto como a mi —Se detuvo —, aunque no como ayer... Va a ser incómodo la próxima vez...
—Yo no volveré a Nazareth —Yeshua declaró, su amigo no quiso contradecirlo de inmediato, espero a que terminaran de acomodar todo. Dentro de la posada escucharon los cuencos y murmuros de las mujeres que ya estaban despiertas.
—Todo esto para decirme que decidiste quemar el puente hacia tu propio hogar —Lázaro bajo la voz, apoyando la espalda sobre el borde de la carreta.
“Yo no lo decidí”
—Era la voluntad de mi Padre.
Lázaro negó: —Esa frase seguro volvió loco a José.
Yeshua dio una sonrisa qué se hizo triste a medida que se acercaba a su lado y también recargaba su peso, con la mirada baja y sus manos jugando con el hilo de su manga.
—No te preocupes, seguro Aaron y Rafi lo superaran, y si no, tú y tu madre estarán en Betania para el siguiente Rosh Hashaná —Le puso una mano al hombro —, conoces a Leah, no le cerraría la puerta ni a un leproso en la puertas de la muerte.
—A ti no te la cerraría.
—Hey... ¿Qué insinúas?
—Nada, nada —Yeshua hizo un gesto y suspiro —, tu amistad es una bendición en mi vida ―Tal vez sonaría demasiado serio y solemne, pero quería expresar la enorme gratitud que le tenía.
Lázaro congeló su expresión durante unos segundos, sin saber que decir.
—Si, por supuesto ¿Qué harías sin mí? —Se aclaró la garganta —¿Qué acaso el Mesías no puede tener las mismas cosas que un hombre normal? —Esto provocó una leve risa en Yeshua mientras negaba —. Habló enserio —Lázaro buscó su mirada —, me tiene a mí, a mis hermanas, a tu Eema, tuviste a tu Abba, tienes una manada, a tus seguidores de todas partes —Amplio los brazos —, y algún día, cuanto te bajes de tu nube, hasta podrías buscarte una pareja.
—Tal vez tengas razón ―admitió con los labios apretados.
—Ya vez, mantente positivo —Inclino la cabeza hacia el macuto del que sobresalía el colgante, Yeshua siguió negando, pero ahora con un fastidio fraternal —Ah, se me olvidaba ¿Qué decía el resto de la profecía?
—Era un retazo incompleto, solo Adonai sabe dónde este la otra mitad.
—Bueno, el final de ese retazo entonces.
Yeshua contemplo darse la vuelta e ignorarlo, pero Lázaro molestaría el resto del camino si no le daba lo que pedía. Miró alrededor como si alguien fuera a juzgarlo mientras se inclinaba para buscar entre sus cosas.
—No puedo creerlo ¡Te lo robaste!
—Baja la voz —Nadie iba a extrañarlo, le era más útil a él que a cualquier estudiante de la sinagoga.
—Dámelo —Lázaro ni siquiera espero a que terminara de desenrollarlo.
En ese momento, su Eema y María aparecieron en una charla animada, Marta detrás de ellas contando el cambio.
—¿Están listas?
—Claro.
Yeshua ayudo a las mujeres a subir.
—¿Nos vamos? —llamó a su amigo.
Lázaro tenía el ceño fruncido, enfocado en las palabras.
—Si, en un minuto.
Lázaro camino lentamente hasta que Yeshua le ofreció la mano para subir, el viaje a Betania no tendría más sorpresas. Los meses siguientes, serían tranquilos, otorgados para que Yeshua pudiera meditar, pensar y dilucidar el significado de aquellas palabras:
“Porque así dice Adonai:
El que vendrá a sanar los corazones quebrantados,
hallará reposo en un lecho de espinas.
Uno será instrumento de luz, y el otro, víctima de su propia entrega.
La corona de aceite amargo destilará sobre las sienes del Rey,
y el que busca a su amante entre las calles angostas no hallará paz,
hasta que el sacrificio sea consumado.”
Notes:
No he abierto la biblia en años, menos para acabarme de leer uno de sus libros, si de pronto hallo referencias interesantes, quiero integrarlas a la historia. Durante el proceso de escribir hice busquedas y aprendí algunas cosas sobre la tradición Judia ¡Es importante! ya que así aprovechamos la información y dsifrutamos de algunas adaptaciones hacia el omegaverse:
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- Las leyes de Niddah, en el judaísmo, regulan la pureza familiar durante el período menstrual de la mujer. Se prohíben las relaciones sexuales entre marido y mujer durante este tiempo, que comienza con la menstruación y termina con la inmersión de la mujer en la mikve (baño ritual). Además, se establecen restricciones al contacto físico y a la cercanía entre marido y mujer durante este período, aunque el alcance de estas restricciones puede variar entre diferentes comunidades judías.(En este caso, voy a traducirlo directamente al celo omega, el alfa puede o no pasarlo con su pareja pero si decide hacerlo, no debe salir del hogar porque la "impureza" se aplica tambien a este)
- Sobre los desposorios, El judaísmo de esa época daba mucha importancia a la familia y a la continuidad de la descendencia, por lo que el matrimonio era visto como un deber y una responsabilidad.
- La Haftará (הפטרה en hebreo) es una porción de los Profetas (Nevi'im) del Tanaj que se lee en la sinagoga después de la lectura de la Torá (Pentateuco) en Shabat, festividades y días de ayuno. Normalmente, la Haftará guarda una relación temática con la parashá (lectura semanal de la Torá) que la precede. La palabra "Haftará" significa "despedida" o "separación", y su lectura marca el final de la parte de lecturas del servicio.
- Shamash se refiere al asistente o servidor, sus responsabilidades pueden incluir: Preparar y organizar los servicios religiosos. Cuidar la limpieza y el mantenimiento del edificio de la sinagoga. Ayudar con la lectura de la Torá. Es una especie de "hombre para todo" en la sinagoga.
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Espero les este gustando el fic ¡Hasta la proxima! Si es que lo logro. :D

jessirana24 on Chapter 1 Sat 17 May 2025 05:29AM UTC
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Emma_Dore on Chapter 1 Wed 21 May 2025 05:34AM UTC
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Aniki1713 on Chapter 1 Sun 18 May 2025 07:29AM UTC
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Emma_Dore on Chapter 1 Wed 21 May 2025 05:35AM UTC
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lindasusany on Chapter 1 Wed 21 May 2025 05:18AM UTC
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Emma_Dore on Chapter 1 Wed 21 May 2025 05:39AM UTC
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Fresas_Bg on Chapter 1 Sat 24 May 2025 06:02PM UTC
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Aniki1713 on Chapter 2 Fri 23 May 2025 10:24AM UTC
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jessirana24 on Chapter 2 Fri 23 May 2025 07:14PM UTC
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jessirana24 on Chapter 3 Wed 25 Jun 2025 05:53AM UTC
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Chuchu_Rumin on Chapter 4 Tue 15 Jul 2025 03:44AM UTC
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yahhh!!! (Guest) on Chapter 4 Thu 18 Sep 2025 05:50AM UTC
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Emma_Dore on Chapter 4 Wed 01 Oct 2025 02:49AM UTC
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jessirana24 on Chapter 5 Mon 21 Jul 2025 06:18AM UTC
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Emma_Dore on Chapter 5 Tue 22 Jul 2025 12:42AM UTC
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Chuchu_Rumin on Chapter 5 Mon 21 Jul 2025 06:47PM UTC
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Emma_Dore on Chapter 5 Tue 22 Jul 2025 12:47AM UTC
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Chuchu_Rumin on Chapter 5 Tue 22 Jul 2025 06:09PM UTC
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Chuchu_Rumin on Chapter 6 Sat 23 Aug 2025 02:08PM UTC
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Emma_Dore on Chapter 6 Wed 01 Oct 2025 02:50AM UTC
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Lovely_2817 on Chapter 6 Wed 01 Oct 2025 02:11AM UTC
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Emma_Dore on Chapter 6 Wed 01 Oct 2025 02:42AM UTC
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Lovely_2817 on Chapter 6 Fri 10 Oct 2025 09:41PM UTC
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