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La Reencarnación de las Constelaciones

Summary:

Naruto murió en la pelea final contra Sasuke. Al menos, sabía que derrotó a Kaguya, Madara y Obito; por lo que podía irse en paz.

Kurama no pensaba igual, usó su vida para salvar la de su mejor amigo humano. Rompió el espacio-tiempo para intentarlo y atrajo la atención de una diosa. Una diosa que camina entre mortales para protegerlos de los ambiciosos Dioses Olímpicos; respondió al deseo de Kyuubi.

La próxima vez que despierta Naruto, es un niño de nuevo, está en un mundo muy diferente al suyo y el Chakra, y Kurama, ya no existen. Esperanzado por una nueva vida, decide vivir en paz, pero eso no es posible con la llegada de Mitsumasa Kido para llevarlo al Orfanato Kido. Aún así, conoce a varios niños con los que forja una profunda amistad, o más bien una familia, antes de ser enviado al Santuario, ubicado en un lugar remoto de Grecia. Todo con el propósito de convertirse en un Santo de Athena y regresar a su nueva familia.

A Naruto le esperan grandes batallas, pero no se rendirá y luchará hasta el último gramo de su fuerza para proteger a su familia.

No es necesario tener conocimiento de Naruto o Saint Seiya.

Notes:

¡¡¡BIENVENIDOS A ESTA HISTORIA!!!

Espero que le den una oportunidad a esta historia, me he esforzado bastante en escribirla por bastante tiempo. Espero que sea de su agrado.

Puede que algunos personajes estén un poco fuera de su historia original, o personalidad, pero fue un ajuste necesario. ¡Lo juro!

Todos los derechos, tanto de Naruto como Saint Seiya, les pertenecen a sus respectivos creadores y empresas:

Naruto: Mazashi Kishimoto y Pierrot.
Saint Seiya: Masami Kurumada y Toei Animation.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Prólogo

Chapter Text

En la Era del Mito, en la que los dioses griegos aún caminaban entre los mortales, un mundo repleto de Guerras Santas entre la Diosa de la Sabiduría y la Guerra y Poseidón y Hades, luchando por el destino de la Tierra: existió un Santo de Athena que se destacaba entre los Santos de Athena. No solo por el hecho de ser un simple Caballero de Bronce, si no también por su valentía y el deseo de proteger la paz en la Tierra. Su gran espíritu, protegido por la Constelación del León Menor, y su armadura de Bronce, brillaba como una estrella en el firmamento, marcando su destino como el campeón de la diosa de la sabiduría.

En las sombras del inframundo, donde Hades tejía sus siniestros planes, surgió un Juez imponente, un espectro cuya presencia era un presagio de tragedia. Sus ojos fríos reflejaban la oscura esencia del reino de los muertos, y su Cosmos, imbuida de la misma esencia, estaba destinada a juzgar a aquellos que desafiaban el orden divino.

En el punto culminante de su conflicto, el Caballero de León Menor y el Juez del Inframundo se enfrentaron en una batalla que desafió los límites del tiempo y el espacio. La energía cósmica y el cosmos ardían mientras ambos guerreros se lanzaban furiosos ataques. En un giro trágico del destino, sus golpes finales se encontraron simultáneamente, y la luz y la oscuridad se consumieron mutuamente.

La paradoja resultante sumió la armadura del León Menor en un sueño profundo, mientras que la Sapuris, destrozada por la batalla, del Juez del Inframundo quedó confinada en las entrañas del Campo Elíseo por la eternidad. La leyenda de su confrontación perduró, y la constelación del León Menor permaneció en silencio, aguardando el momento en que un nuevo héroe surgiría para despertar su poder dormido.

Los dioses del Olimpo observaron en silencio, conscientes de que el ciclo de la guerra y la paz nunca terminaría. La historia se convirtió en un mito entre los caballeros, transmitido de generación en generación, recordando a todos que, incluso en la muerte, la luz y la oscuridad estaban entrelazadas, y la chispa de la esperanza siempre podría renacer en un nuevo portador de la armadura del León Menor.

Chapter 2: Capítulo 1

Notes:

¡Bienvenidos al primer capítulo oficial de esta historia!

Por favor, denle una oportunidad a esta historia. Después de todo, es un tributo a ambos animes ya que marcaron mi infancia. Trato de mantenerme lo más fiel posible al material original, tanto personajes como elementos, con algunos ajustes necesarios.

Los capítulos tendrán un promedio de 3000 a 5000 palabras por capítulos. En caso de mayor cantidad, daré una advertencia.

Todos los derechos, tanto de Naruto como Saint Seiya, les pertenecen a sus respectivos creadores y empresas:

Naruto: Masashi Kishimoto y Pierrot.
Saint Seiya: Masami Kurumada y Toei Animation.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

Capítulo 1

En el Valle del Fin, un lugar ubicado a varios kilómetros de Konoha, donde una alta y enorme cascada se unía al río. A cada lado del agua cristalina, dos poderosas e imponentes estatuas del antiguo Shodaime Hokage, Senju Hashirama, y Uchiha Madara; se alzaban con miradas feroces y el sello de ternero en sus manos. Retratando el inicio de una legendaria batalla entre ambos Shinobis de las primeras Eras de las Aldeas Ocultas: donde cambiaron el paisaje del mismo lugar, que una vez fue un bosque. Sin embargo, había cráteres de una lucha joven, y otra actual que dejaron huellas en las paredes del valle. A los pies de la cascada, dos figuras, apenas capaces de mantenerse en pie, se acercaban para finalizar la batalla con sus Jutsus característicos.

Del lado de la estatua de Hashirama, se acercaba corriendo un joven de cabello tan rubio como el sol y alborotado. Con piel canela por entrenar largas horas bajo el sol, ojos azules y cejas delgadas; poseía un rostro masculino con definitorias líneas en sus mejillas. Eran seis marcas de nacimiento, que se distribuían uniformemente a cada lado, como si fueran bigotes. Al otro lado, con la estatua de su antepasado detrás, estaba otro chico de la misma edad. De cabello azabache, con algunos mechones largos enmarcando su rostro y que la parte trasera se disparaba. Cejas finas fruncidas la mayor parte del tiempo, integradas a un rostro anguloso. Sus ojos eran distintos: su ojo derecho de color rojo con un patrón único, una forma de una estrella roja y otra más pequeña negra dentro; por otro lado, su ojo izquierdo era de color plateado con anillos y pequeños tomoes en cada línea.

Ambos chicos tenían un pasado escabroso. Uzumaki Naruto, huérfano desde su nacimiento, era el Jinchuriki del Bijuu más poderoso de los nueve: el Kyuubi. El rubio nunca conoció a sus padres, que se sacrificaron por él y por la Aldea el día en que nació. Obligado al ostracismo por los aldeanos, se vio empujado a vivir solo en un departamento, y aprender a cuidarse por sí mismo. Una infancia dura y complicada, con solo su sueño de convertirse en el líder de Konoha para apoyarse y empujarse a sobrevivir día a día. Por otro lado, Uchiha Sasuke conoció y se crio con su familia, una infancia bastante normal y tranquila. El azabache admiró a su hermano mayor desde que tenía memoria; hasta los siete años. Cuando su hermano asesinó a su familia con la errática idea de protegerlo, decidió que se vengaría por ello. Vivió solo en su casa familiar tercamente, torturándose con los recuerdos del pasado y ahogándose en el odio infundado a su hermano.

Crecieron como antítesis del otro. Mientras Naruto creció como un alma salvaje pero amable y brillante; Sasuke se oscureció y se entregó al amargo odio para asesinar a su hermano mayor. Fue capricho del destino que terminaran en el mismo equipo Gennin, donde pasaron incontables misiones como compañeros y amigos, siendo rivales jurados del otro y hermanos implícitos. En el punto de inflexión de la vida, a la edad de doce años, cada uno tomó su propio camino y sus respectivos maestros.

Ahora, a la edad de diecisiete años, estaban cara a cara y listos para terminar con años de separación. Naruto estaba usando lo último de su Chakra y de su amigo Kurama, el Kyuubi, para usar su característico Jutsu: el Rasengan. Por otro lado, Sasuke empujó el Chakra obtenido a través de la marca de luna, ubicada en su palma izquierda, para realizar su Jutsu Raiton que aprendió de Hatake Kakashi: el Chidori. A dos pasos de un enfrentamiento colosal entre ambos, extendieron sus brazos para chocar con el contrario, buscando terminar con esto. Un todo o nada.

Sin embargo, el choque exprimió más de ellos de lo que podían proporcionar. Seguir manteniendo sus Jutsus en tales estados de salud, era riesgoso. Estaban en sus últimas por haber luchado una guerra contra, prácticamente, una diosa. El delicado equilibrio entre mantener el enfrentamiento y empujar más allá, era difícil de lograr y exigente. Como si el tiempo se detuviera para ambos chicos, sus ojos cansados se cruzaron y miles de palabras irradiaban de ellos; pero incapaces de expresarlas. Jadeaban por el esfuerzo acumulado, casi inconscientes y apenas parados sobre sus pies.

¡Detente, Naruto! —suplicó desde el interior, Kurama—. ¡No podrás mantenerte por más tiempo, y no tengo más chakra para apoyarte!

Lo sé, Kurama —concedió mentalmente, Naruto—. ¡Pero no puedo detenerme cuando ya estoy tan cerca!

¡Idiota! ¿De qué servirá arriesgar tu vida de esta manera, si no puedes disfrutar de lo que lograste? —trató de razonar el Bijuu zorro—. ¿Qué hay de tu sueño de ser Hokage?

Naruto hizo una mueca mental, eso había sido un golpe bajo, pero a Kurama no parecía importarle para nada. No obstante, el rubio no podía detenerse cuando, literalmente, su objetivo de casi toda la vida estaba frente a él. Había dedicado años para lograr cumplir su promesa: regresar a su amigo, a su hermano, a Konoha. No podía detenerse… no ahora. Prefería arriesgar su existencia misma para lograr cumplir su palabra, incluso sacrificando sus metas personales. Después de todo, él era así. Como le enseñó Haku, en Nami no Kuni, se entrenó hasta llorar, sudar y sangrar para proteger a sus seres queridos.

El rubio empujó más cuando sintió que retrocedía un milímetro, a pesar de que su cuerpo quería rendirse. Sasuke gruñó por el esfuerzo, cada vez más enfurecido al ver la inquebrantable voluntad de su viejo amigo, su único amigo. Los Jutsus de ambos parpadeaban por el esfuerzo de mantenerse en la realidad, y, sin que los chicos supieran, comenzaron a absorber lo que estaba al alcance: la vida misma de los jóvenes Shinobis. Como sanguijuelas, los Jutsus absorbieron la resistencia y el chakra de las puertas internas que todo ser vivo posee, incluso del corazón.

Kurama, dentro de su Jinchuriki, agitaba sus nueve colas de forma errática para encontrar una solución. No permitiría que el chico testarudo, y cabeza hueca, sacrificara su vida y existencia misma por un Uchiha que solo le importaba el poder. Quería demasiado al rubio para permitirlo, incluso si nunca lo admitiera en voz alta. Repasó frenéticamente en su memoria longeva, sus incontables años de vida debían servir para algo más que solo destruir. El tiempo se acababa, y el Bijuu lo sabía. Los latidos del corazón de Naruto disminuían y aumentaban sin control, como si luchara contra el precio del Jutsu, pero no iba a resistir por mucho tiempo. Ambos Shinobis cayeron al suelo: sufriendo por el colapso de sus cuerpos a un nivel más allá que el agotamiento severo de Chakra, sintiendo las secuelas de largas horas de pelea. Los Jutsus, sin poder obtener más poder, se cancelaron casi al mismo tiempo.

¿Ku… Kurama? —preguntó con la vista nublándose, Naruto.

Espera un segundo, mocoso. Estoy buscando algo para salvarte —pidió el Bijuu.

Fue… un honor… ser tu amigo… —Naruto apenas era capaz de transmitir ese pensamiento— , zorro apestoso .

Resiste un segundo más, Naruto —suplicó la criatura.


En una dimensión alterna, donde las reglas del mundo se rigen de otra manera y distintos dioses la protegen: una diosa se encontraba en su panteón, observando los diferentes mundos. Poseía un cabello castaño ondulado y ojos azules, vestida con una túnica griega y un cinturón de cuero ornamentado con cadenas de oro. Su mano derecha sujetaba el báculo dorado de la Victoria, Nike, y en su mano izquierda su famoso escudo. Athena, la Diosa de la Sabiduría y la Guerra, estaba aprovechando de una oportunidad otorgada por su padre divino antes de que renaciera nuevamente en la Tierra para luchar por el bien.

La Tierra era un lugar que amaba con todo su corazón, pero sobre todo a los humanos; criaturas creadas a semejanza de los dioses. Por encima de todo, sus voluntades para preservar ante las dificultades y penurias. Aún puede recordar cuando su padre le otorgó derecho sobre la tierra, no estaba contenta ese día, pero cuando convivió y vivió como una humana aprendió a amarlos por los seres imperfectos que eran. El día que sus tíos decidieron apoderarse de la tierra, se juró a sí misma que los protegería y les daría la oportunidad de ser mejor que nunca.

Pero una guerra no puede lucharse por sí sola, tuvo que reconocerlo. Empujada a vivir en el frágil cuerpo de una humana, Athena apenas era capaz de luchar en su totalidad y la protección de su armadura no era suficiente. No dispuesta a renunciar, decidió darles la oportunidad a selectos humanos que serían capaces de ejercer la fuerza que está en todos los seres vivos: el Cosmos. Sin embargo, luchar con solo ello no sería productivo, los vistió con armaduras de distintas clases: Bronce, Plata y Oro; de la más débil a la más fuerte. Ropaje de materiales especiales y bendecidos con una constelación guardiana del firmamento; para potenciar a su ejército. Gracias a ello, aunque la primera Guerra Santa contra Poseidón fue sangrienta; los humanos prevalecieron y se fortalecieron más.

A través del tiempo, su misma esencia fue cambiando por la influencia de los humanos, y cuando regresaba al Olimpo; entendía cada vez menos a su familia divina. Por lo que atesoraba cada vida de reencarnación y ansiaba la próxima, incluso si olvidaba su memoria. Era comprensible que se sorprendiera cuando, desde una dimensión alterna, vio el destello de un desgarro en el mismo tiempo y espacio. Curiosa, un sentimiento tan humano, por el extraño fenómeno que era capaz de rasgar la delgada capa divisoria de los mundos; empujó un poco de su consciencia para saber qué ocurría. Athena se sorprendió bastante al encontrar a una criatura de nueve colas, desesperada por lograr algo.

Con su autoridad divina, descubrió que esta criatura estaba tratando de salvar la vida de un humano mientras realizaba una extraña secuencia de manos. Mirando a través de los recuerdos del chico, fácil de acceder por su decadente estado; entendió lo que estaba sucediendo. Por lo que entendía, Naruto, sencillo de aprender el nombre, estaba tratando de detener el odio que reinaba en su mundo. Luchando contra una aspirante a diosa y batallando contra su mejor amigo, que consideraba su hermano, para que regresara a casa. Un acto valeroso y heroico, perteneciente a un alma genuinamente gentil.

A medida que la vida del joven se iba acortando cada vez más y más, recuerdos de su pasado eran accesibles para la diosa. Pudo apreciar gran parte de sus años anteriores a esta lucha, su determinación a cumplir con sus palabras y promesas. Un joven muy influyente, a pesar de su torpeza por la falta de una guía adulta en su vida, y prevaleciente. Sin embargo, era una lástima que una vida tan joven, y con un gran futuro por delante, se desvaneciera como partículas en el espacio y un recuerdo lejano en el tiempo. Tampoco podía ignorar a la criatura que estaba tratando de ayudar al chico en un acto de puro cariño y aprecio. Nunca se perdonaría si lo hiciera, no después de vivir como humana por tantos años.

Decidida a ayudar a este humano y esta criatura, alzó a Nike y golpeó el suelo. Poco a poco, tomó una forma más corpórea y dejó de vagar como un aspecto astral. Se acercó al cuerpo derribado del joven, por quien se atravesó el espacio y tiempo; y tocó la frente del rubio con gentileza para introducir una infinitésima parte de su Cosmos. Con tristeza, entendió que no podía salvar un cuerpo muerto: su alma apenas podía mantenerse en este plano y todo era por la criatura que estaba dando su vida a cambio. Ninguno de los dos podría sobrevivir si no tomaba una decisión ahora mismo.

—Lo salvaré, pero no sobrevivirás —se dirigió a la criatura, conectándose a la mente con ayuda de su Cosmos—. ¿Estás de acuerdo con ello?

¡Solo salva al mocoso! —gruñó la criatura.

—Un noble sacrificio que no dejaré que se desperdicie —dijo la diosa.

Con su Cosmos, guio el alma del joven al plano terrestre como una esfera amarilla que se reposó en su palma. Era brillante y cálida. Athena se viró a la criatura de nueve colas, que se desvanecía como humo de forma paulatina, y le otorgó una pequeña sonrisa. El zorro gigante relajó su postura y parecía aliviado, mostrando una sonrisa llena de dientes afilados pero cariñosa. En pocos segundos, la criatura desapareció del plano terrestre, como si nunca hubiera existido.

La diosa se apartó del cuerpo inerte y se dirigió al otro, el cual poseía las mismas heridas que el rubio. Dejó a Nike en el suelo y realizó el mismo procedimiento que en el primer joven, pero descubrió que había llegado tarde y que su alma había abandonado su cuerpo hace unos segundos; soltó un suspiro resignado ante ello. No obstante, cuando se iba a separar del chico, descubrió el rastro de un Cosmos poderoso, pero que no podía identificar del todo porque el dueño había borrado el rastro de forma muy cuidadosa. Apretando los labios de incertidumbre, Athena se apartó y recogió a Nike; mientras miraba su alrededor cautelosamente.

Hubiera querido expandir su Cosmos y perseguir este rastro sospechoso, pero su tiempo se iba acabando y corría el riesgo de quedarse atrapada en este espacio-tiempo en una débil forma; algo que podría colapsar el universo mismo. Además, el sacrificio de la criatura sería inútil. Dedujo, mientras regresaba a su cuerpo divino acompañado por el alma del humano, que esta diminuta brecha había sido realizada por el poder del zorro y como su ancla se desvaneció, se estaba cerrando. Fue un viaje corto y sencillo a su mundo, o dimensión.

El alma seguía posada en su palma, tan quieta y brillante como la primera vez. Sin embargo, eso no duró mucho tiempo y comenzó a perder su brillo y color, al igual que su calidez. La diosa frunció el ceño, no dispuesta a renunciar a esta alma; y usó su Cosmos divino para mantenerlo atado a este mundo. A medida que la esfera recuperaba su resplandor y calor, dedujo que el alma estaba tratando de regresar a su mundo para unirse a la tierra de los muertos, pero que no podría encontrar el camino y desaparecería. Si tal cosa ocurriese, podría nunca volver a reencarnar.

—No dejaré que te desvanezcas —murmuró en voz baja.

Para mantener a esta alma en este plano y dimensión, tendría que usar una minúscula parte de su Cosmos. Esencialmente, sería bendecir al humano y poseería una poderosa Cosmoenergía. Algo arriesgado porque podría volver su Campeón, cuando este era Pegaso; su padre Zeus podría enfurecerse y quitarle el derecho a la Tierra. Pero no se detendría, lucharía para mantenerlo el tiempo necesario y dejar que el alma reencarnase como parte de este mundo. Dejó a Nike, que retomó su pequeña forma divina y la miró en silencio, y usó ambas palmas para acunar esta vida. Athena cerró los ojos y dejó que su Cosmos divino alimentara esta alma.


—Es hora —dijo la diosa Athena.

Habían pasado cinco días. Mantener el alma en este plano y dimensión había sido más duro de lo que había imaginado Athena en un principio. Era debido a una poderosa atracción de volver a su mundo original, como si el chico hubiera representado más que solo un valiente joven. El primer día, tuvo que evitar que se desvaneciera en el instante que no le prestaba atención. En el segundo día, el delicado equilibrio de otorgarle su Cosmos divino y no quemarlo, por la fragilidad de ella, hasta que no fuese nada. El tercer día, cambiar lentamente la esencia del alma para que pudiera aferrarse a este mundo: un proceso que sólo finalizará cuando se una a un cuerpo real. El cuarto día, fue darle la propiedad del Cosmos, ya que esta alma estaba compuesta por otra energía que alteraba con facilidad el equilibrio. El quinto día, lo estabilizó por completo y ya había formado un cuerpo adecuado para el niño, capaz de soportar el poderoso Cosmos influenciado por el divino.

No solo eso, ya era casi la hora de que Athena reencarnara en la Tierra como había sido establecido. El chico tardaría unos días más en unirse al cuerpo que había creado, por lo que la diosa llegaría antes y eso favorecería al joven. Su Cosmos guiaría al chico a la Tierra correctamente; después de todo, se habían vinculado como Diosa y Campeón para mantener el alma anclada. El cuerpo que contendría esta alma era una copia al carbón de su cuerpo original. Athena deducía que, cuanto más se pareciese al original, más fácil sería el acoplamiento. Sin embargo, el nuevo recipiente contenía ciertas restricciones: lo protegería de su propio Cosmos y evitaría que los otros dioses se percataran de que tenía otro campeón. Después de todo, ella tenía sus propias restricciones; a diferencia de sus tíos divinos.

—Nike —llamó a la diosa menor, que se posaba en su hombro derecho—, guíalo en mi ausencia, por favor.

La diosa menor, una amiga fiel a Athena, asintió mientras sostenía el alma estabilizada con sus dos manos. Por otro lado, la Diosa de la Sabiduría y la Guerra, comenzó a brillar y su cuerpo se encogía para transformarse en una esfera dorada. Como si fuera una estrella caída, la esfera salió disparada del panteón y se dirigió a la tierra; era hora que Athena volviera a reencarnar para proteger a la Tierra y los humanos. Nike volvió su mirada al alma que reposaba en sus palmas, que expulsaba un Cosmos casi tan cálido como el de su amiga. La diosa de la Victoria se dirigió al pequeño cuerpo de un bebé, el recipiente ya estaba listo para recibir el alma, envuelto en una tela blanca con un nombre bordado en una esquina: Uzumaki Naruto.

Aunque el cuerpo respiraba por sí solo, parecía una muñeca apenas viva. Por lo tanto, cuando el alma se fusionó con su nuevo recipiente, el bebé tomó su primera bocanada de aire real en este mundo. Encontrando un ancla física: uniéndose al círculo de la vida de esta dimensión y perteneciendo a la cadena de reencarnaciones venideras. Nike, con una mirada bastante interesada, extendió su dedo índice y tocó la delicada mejilla rellena decorada por tres marcas de nacimiento. La diosa menor se asombró cuando la mano pequeña y regordeta de Naruto atrapó su dedo, maravillándose por la increíble fuerza que puede poseer un ser tan diminuto como este. No dolía, ni sería capaz de lastimar a nadie, pero generaba una presión que demostraba que era real y que estaba vivo.

Como estaban en el Olimpo, el plano divino, un cuerpo humano creado por una diosa en este lugar, no necesitaría alimentarse y todas las funciones básicas que podría necesitar un niño se mantendrían suspendidas. Era como si el bebé permaneciera en el mismo estado que estaba antes de la fusión con el alma, como un coma. Cuando regresara a la Tierra, esto se invertiría y sería como cualquier otro ser vivo, por lo que no corría ningún peligro. Sin embargo, Nike tenía que vigilar que el proceso de acoplamiento se realizara con éxito y usar su propio Cosmos para ayudar en cualquier altercado improvisto.

Una preocupación comprensible, pero innecesaria, que se demostró cuando el proceso terminó al tercer día y el alma se había asentado en su nuevo cuerpo. Nike decidió que era hora de dejarlo unirse con la humanidad, ella tenía que regresar con su amiga y seguir cumpliendo como su fiel confidente. La diosa menor chasqueó sus dedos y el bebé fue rodeado por el Cosmos divino y pronto salió disparado de la misma forma, en la misma dirección, que hizo Athena cuando llegó su hora. Confiaba en que el niño llegaría sano y salvo a la Tierra. Ella misma fue rodeada por el Cosmos divino y viajó con destino a su amiga, como una estrella caída.

Notes:

Espero que les haya gustado el primer capítulo de esta historia. No duden en dejar su opinión y sugerencia, siempre que sean constructivas.

Me disculpo por cualquier error ortográfico o gramatical, pueden indicarme para corregirlo, por favor.

Nos vemos la próxima semana. Tengan una buena semana y cuídense.

Chapter 3: Capítulo 3

Chapter Text

No puede discernir cuándo comenzó a recordar su pasado. Fue como si siempre hubiera estado ahí, pero inalcanzable, como si necesitara un clic para que todo encajara. Recuerda haber estado luchando contra su mejor amigo, su hermano en todo menos la sangre y la palabra, Uchiha Sasuke; en el Valle del Fin. Aún puede acordarse del agonizante dolor causado por su Jutsu característico y la falta de Chakra para proporcionarle energía. Nunca creyó que algo así sería posible para él, o sentir esa deficiencia; cuando siempre fue una batería inagotable de Chakra. Todavía puede escuchar el murmullo inentendible de Kurama rogando, a su modo, que se detuviera o moriría. Cuando su consciencia se apagó, y aceptó su final, no fue como la llama de una vela sacudida por un fuerte viento, era como si estuviera dormido y no sentía nada.

Uzumaki Naruto, el Shinobi, fue consciente de su alrededor una mañana, se había despertado mientras refregaba sus ojos y casi entró en pánico al no reconocer su alrededor. Era una situación extraña, y él había estado en muchas, donde su consciencia trataba de encajar con el breve conocimiento que podía tener un niño de tres años y el de un adolescente de diecisiete años. No sabía cómo había llegado a este mundo, ni por qué conservaba su memoria cuando era más fácil seguir viviendo como un inocente niño que aprendía del mundo que lo rodeaba. Hubiera sido más sencillo que mantenerse cuerdo después de vivir una guerra y el hecho de que había muerto, al punto que ni Kurama podía curarlo. Por lo que recurrió a las enseñanzas que Jiraiya le había taladrado en su cabeza, comenzó a hacer una lista de lo que sabía:

  1.   Vivía en un mundo donde los Shinobis no existían.
  2.   No existe el Chakra.
  3.   Por más que conserve la apariencia de su cuerpo de niño, este era distinto al original. La falta de los conductos de Chakra y la ausencia el sello de Jinchuriki, era la prueba
  4.   Este mundo no estaba plagado de guerras.
  5.   Había más tecnología que en su mundo.
  6.   Y era un huérfano, otra vez.

Parecía un giro cruel del destino ser empujado a vivir la vida de un huérfano, por segunda vez; parecía que su suerte que tanto lo caracterizó se acabó. Aunque era muy diferente el trato de su mundo con este: mientras que en Konoha no había sido querido desde su nacimiento, fue echado a la calle del orfanato a la tierna edad de cuatro años y obligado a vivir solo en un departamento deprimente. Aquí, sin embargo, aunque no era odiado por los adultos a su alrededor, tampoco era amado más allá del cuidado promedio de los cuidadores, como los otros niños. También, tenía una cama decente, comida bastante buena y niños que no lo detestaban, incluso lo admiraban como un hermano mayor, o un cómplice para bromas inocentes. Y todavía… todavía extrañaba su mundo, a sus amigos y por lo que había luchado con uñas y dientes.

Las vagas memorias que una mente infantil pudiera obtener no crearon un conflicto de personalidad o existencial como podría haber esperado Naruto. Por lo que realizó su rutina diaria: se lavó los dientes y la cara; despertó a los otros niños de la habitación que compartía con algunas amenazas de bromas a los más tercos para levantarse; ordenó la habitación con sus compañeros de cuarto y bajó para desayunar. Luego, salió al patio y solo se dedicó a disfrutar lo que no pudo hacer en su vida anterior, jugar con los niños y preocuparse por no ser atrapado en el escondite o la mancha. Una experiencia refrescante, no tenía que inquietarse por no poder llegar a final de mes o que su reserva de ramen escaseaba.

Había días, como hoy, donde algunas parejas venían en busca de adoptar niños. Los huérfanos se emocionaban ante la posibilidad de obtener una familia y personas a la que llamar padres, una ilusión que se esperaba de estos niños. En cambio, Naruto que estaba acostumbrado a una vida de independencia, aunque nunca conoció lo que era depender de alguien, no se interesaba por ser, o no, adoptado. Si bien algunos interesados trataban de adoptarlo, perdían el interés cuando él mismo no parecía atraído por ello. Algo extraño, considerando que un infante Naruto quiso ser querido por un adulto. Y, aunque nadie lo quisiera admitir, su apariencia occidental causaba que los japoneses promedios no insistieran en la adopción.

Los trabajadores del orfanato les pidieron que se arreglaran un poco, y los niños corrieron emocionados para vestirse con las mejores ropas que donó la Fundación Graad. Naruto fue más tranquilo, pero burlándose amistosamente de algunos niños; mientras le señalaba lo que debían arreglar para una buena apariencia. El niño rubio nunca creyó que terminaría comportándose como un hermano mayor casi responsable, resaltando la palabra casi; él podría jurar que Sakura se desmayaría si lo viera actuar de esa manera cuando su persona era la representación de la irresponsabilidad

El antiguo Shinobi se vistió con una remera naranja y un simple pantalón corto de color blanco, ni siquiera se esforzó en peinar su rebelde cabello y bajó al primer piso. Ya había un grupo de niños, que lo saludaron con nerviosismo y emoción, formados uno al lado del otro para ser visibles y no tapar a un compañero. El orfanato Himeji se esforzaba por enseñarles los valores correctos como la solidaridad o el compañerismo, entre otros, y los criaba como niños educados y amables; lo que generaba un gran aumento de adopciones. Naruto se paró al lado de un niño mayor que él, quien parecía apenas capaz de contener su emoción y no rebotar como un resorte inagotable. Si le preguntara al niño por qué guardar su energía, este declararía que las personas buscaban a huérfanos capaces de comportarse y no muy energéticos.

Llegaron el resto de los huérfanos, todos vibrando de emoción, y los trabajadores se encargaron de arreglar algunos niños distraídos, tratándolos con mucho cariño. Naruto apreciaba la amabilidad de estos adultos, que siempre lo trataban como cualquier otro y sin ningún rastro de odio o rencor. El director Fumikage salió de su oficina, vestido con un traje gris y corbata celeste, con los brazos cruzados detrás de su espalda; parecía tan contento como siempre que recibía a parejas interesadas.

Esperaba a una pareja sencilla, como las demás que atravesaron aquellas puertas de madera, padres entusiasmados con conseguir al miembro faltante de su familia ya que les arrebataron, de alguna manera u otra, las posibilidades de concebir. En cambio, ingresó un hombre alto y canoso, vestido con un tradicional kimono que solo los ricos y viejos hacían, acompañado por dos guardaespaldas y un mayordomo calvo de traje azul. Naruto y el resto de los niños tomaron doble toma, cualquiera que tuviera acceso a internet, o a un televisor, conocía al anciano. Kido Mitsumasa, fundador del Imperio Kido y la Fundación Graad; había ingresado al orfanato Himeji. Fumikage dio un paso adelante para recibir al importante empresario, tan sorprendido como los demás por la inesperada visita.

—¡Señor Kido! —exclamó sorprendido, Fumikage—. No esperaba su visita.

—¿Estás diciendo que el señor Mitsumasa tiene que hacer una cita? —cuestionó furioso, el mayordomo.

—Tranquilo, Tatsumi —dijo con advertencia, Mitsumasa—. Es agradable saber que mi dinero no está siendo tirado a la basura.

—¡Por supuesto! —Fumikage pareció escandalizado— Nunca me atrevería a derrochar el dinero que nos brindó tan amablemente, señor Mitsumasa.

—Me gustaría que conversáramos en privado, señor Fumikage —dijo el empresario—. Tengo una propuesta interesante para usted.

—¡Adelante, por favor! ¡Siempre será bienvenido! —pidió el director.

Y así, Mitsumasa y sus hombres, siguieron al director del orfanato. Naruto no parecía muy interesado en escuchar a escondidas, como muchas veces hizo antes, entre los adultos sobre el posible trato. Posiblemente, y más que seguro, trataría sobre algo que involucraría al edificio de la estancia, tal vez relacionado con la donación de la Fundación Graad o algo así. Por lo tanto, el rubio solo se encoge de hombros y se deja arrastrar por los otros niños, que buscaban seguir jugando en lo que resta de la tarde; no pudo evitar captar las miradas desanimadas de los otros huérfanos.

Corrieron, se escondieron y treparon los árboles hasta el llamado de una cuidadora, era la hora de la cena. El tumulto de niños atravesó el patio del establecimiento para llegar al comedor, ansiosos por conseguir un plato luego de toda una tarde de juegos. Se sentaron ruidosamente, algunos hablando de alguna serie, otros de un juego y pocos de actividades como la pintura o lectura que ofrecía el orfanato. Naruto disfrutaba de este caos, sintiéndose parte de ello como nunca le fue permitido en su mundo, esta era la razón de porque no quería abandonar Himeji. Seguirá extrañando a sus viejos amigos, a su aldea y a su sueño; pero no cambiaría este nuevo inicio, un comienzo que no estaba manchado por el estigma de Jinchuriki.

Fue casi al final de la cena, cuando los viejos sentidos de Naruto se alborotaron y gritaron que estaba siendo vigilado. Se giró sobre su eje para la entrada del comedor, Mitsumasa estaba parado junto al director, y aunque podría confundirse que el empresario miraba a todos los niños; el rubio estaba seguro de que lo miraba a él específicamente. El huérfano miró con el ceño fruncido al hombre, como si lo interrogara desde su lugar, pero Mitsumasa solo dio un barrido por toda la habitación y se alejó acompañado por Fumikage.

—¡Muy bien, niños! ¡Hora de ir a dormir! —declaró un cuidador—. No olviden dejar sus bandejas en el sector designado. También recuerden que mañana es el día de limpieza general.

Todos los niños, incluyendo a Naruto, gimieron ante la noticia de que mañana se realizaría la actividad menos favorita: limpiar. Arrastrando los pies, como si eso retrasara el día siguiente, subieron a sus habitaciones. Naruto bromeó con algunos niños y les preguntó si querían jugar a los “ninjas” mañana en la tarde; algunos estuvieron de acuerdo, otros no.

Al día siguiente, los cuidadores ya estaban despertando a un grupo selecto de niños que ayudarían en las cocinas para preparar el desayuno para todos. El día de limpieza era una vez al mes y las tareas se daban al azar. Nadie podía escapar de los deberes, pero todos los niños lo odiaban con pasión; a menos que estuvieras enfermo. Naruto y sus compañeros de habitación fueron los designados a levantarse para preparar la comida de hoy, se levantaron con rostros enfurruñados y todavía dormidos, tropezando un poco con los de adelante por el sueño.

Mayu, la cocinera principal del orfanato, ya los esperaba con una gran sonrisa, y Naruto se preguntó cómo podía tener tantas energías a esta hora; el antiguo Shinobi estaba considerando, seriamente, que la mujer era un demonio. Mayu era una mujer regordeta, de cabello negro corto, rostro redondo y una sonrisa bonachona que abultaba sus mejillas; además de poseer una habilidad para la cocina impresionante. «Creo que los Akimichi hubieran amado su cocina de la misma manera que amo el ramen de Teuchi y Ayame», pensó Naruto. La cocinera no perdió tiempo en darle órdenes para comenzar el desayuno: todos tenían un área específica y el rubio estaba encargado de pelar las papas. Mayu siempre se encargó en la parte de las hornallas y lugares de manipulación de fuego.

Tardaron alrededor de una hora y media para preparar la cantidad necesaria para niños en crecimiento. Llegó el grupo de niños que se encargaría de preparar las mesas y limpiar los trastes sucios, mientras que Naruto y su grupo servirían la comida. Era una tarea que podía volverse aburrida y monótona, sino fuesen niños que prefieren jugar entre ellos y sus grandes imaginaciones. Cuando la mayoría de los huérfanos aparecieron por la puerta, el sol ya estaba en el horizonte, aclarando el cielo, y todos se sentaron a comer. Al terminar el desayuno, el rubio marcó su tarea como cumplida en un tablero de actividades, exclusivo para hoy.

Aunque era un día que todos los niños detestaban, la recompensa por cumplir las tareas era poder ver televisión y películas alrededor de las siete de la tarde, un poco antes de la cena. No es que los cuidadores prohibieran que los huérfanos vieran televisión, pero el orfanato restringía su uso para que disfrutaran del día jugando, u otras actividades recreativas. Por lo tanto, incluso el niño menos cooperativo, se esforzaba para cumplir con sus asignaciones para disfrutar de un largo maratón de películas y series.

—¡Naruto! —gritó una niña, emocionada.

—¿Qué pasa, Rei? —preguntó, dejando su bandeja.

—¡Hoy publican el nuevo capítulo de la serie Transformers! —chilló ella.

—¿¡En serio!? —saltó igual de emocionado—. ¡Al fin podremos ver a Optimus Prime luchando contra Megatron! Espera… Has usado de nuevo la computadora sin permiso, Rei. Si se enteran no podrás usarla en tu día asignado.

Rei, una niña de cabello marrón y ojos grises, tuvo la decencia de parecer avergonzada por ser atrapada, pero se desvaneció al siguiente parpadeó y siseó para callar a Naruto. La chica pertenecía a su mismo grupo de edad y era bastante apegada al rubio, tan traviesa como él y fanática de Transformers; al punto de romper reglas para poder saber un poco más. Siempre que tenía noticias de su serie favorita, saltaba sobre las puntas de los pies para demostrar su emoción y chillaba, sin romper los tímpanos como una Shinobi de cabello rosado, cada vez que se enteraba que saldría un nuevo capítulo.

—¡Niños, no se atrasen o su tiempo para mirar televisión se acortará! —advirtió un cuidador.

Los dos niños se miraron a los ojos, Rei con demasiada alerta de que hayan escuchado que usó la computadora indebidamente, y Naruto nervioso por haber delatado a su amiga de forma involuntaria. Pero el cuidador solo alzó una ceja y se cruzó de brazos, esperando a que se dieran la vuelta para seguir con sus deberes, sin delatar si escuchó algo o no de la conversación. Ambos huérfanos asintieron al unísono y giraron sobre sus pies para mirar su siguiente tarea; gimieron al ver que tendrían que limpiar la entrada del orfanato. Su grupo ya tenía los elementos de limpieza, listos para terminar cuanto antes.

Mientras limpiaban la entrada, Naruto se detuvo al barrer cuando notó un coche negro en la esquina de la calle, los vidrios polarizados impedían ver si había alguien dentro o solo estaba estacionado en el lugar. Sin embargo, si se concentraba, creyó ver la silueta de una persona por un segundo; pero como estaba debajo de la sombra de un árbol tuvo que descartar ese movimiento. Aún lo vigiló todo el tiempo que estuvo barriendo, esperaba que no fuera un secuestrador de niños, pero nunca estaba demasiado seguro. Terminaron de limpiar y barrer toda la entrada, volvieron al edificio para marcar otra tarea terminada y ya era hora del almuerzo.

—Nos toca limpiar… —dijo Kaito, leyendo la lista para los demás— después del almuerzo.

—Ugh, ¿por qué? —gimió Naruto, odiando su próxima tarea.

Kaito solo palmeó su hombro derecho como consuelo, aunque odiara esta tarea con todo su ser. El chico era tres años mayor que Naruto y Rei, por lo que asistía a la escuela pública y sabía leer, siempre dispuesto a enseñarle a quienes estaban interesados. El orfanato enseñaba a leer y contar en el nivel básico, pero no se esforzaban mucho para enseñarlo y esperaban a que iniciaran el colegio con el que tenían un convenio. Naruto tuvo una suerte increíble, este país usaba el mismo lenguaje que su mundo por lo que no necesitaba aprender un nuevo idioma. El rubio no quería imaginar la tortura que sería con la ausencia de su Jutsu favorito: Kage Bunshin, para aprender más rápido.

Mientras fregaba los platos junto a Kaito; Rei y Giren sacaban y guardaban los restos de comida en una bandeja, que luego iría a parar con perros callejeros, y evitar que se desperdiciaran u obstruyeran la cañería. Naruto se decia a la mente que esto era un sacrificio necesario para la noche, que esta era su última tarea y podría ver una buena película; una actividad que nunca pudo disfrutar en su mundo porque estaba demasiado ocupado entrenando. Como el silencio era demasiado denso, Giren comenzó a tararear una melodía muy popular y que todos los niños conocían, por lo que fue normal y comprensible que terminaran cantando y… casi armando un falso concierto como si ellos fueran la banda. Sí, para el rubio valía la pena.

Poco después de marcar la última tarea, Naruto leyó el resto de las actividades y agradeció no tener que limpiar las habitaciones, había algunas que eran terroríficas de ingresar. Todos los niños parecían agotados, pero entusiasmados por la siguiente actividad. Se movieron a la habitación de computación, donde los cuidadores ya tenían el lugar casi preparado; el rubio y su grupo eligieron el montón de almohadones y edredones. Nadie sabía qué películas iban a reproducir, lo que aumentaba la anticipación, y no existían discusiones por cuál ver. Un método sencillo, pero agradable que evitaba fricciones innecesarias.

El proyector ya apuntaba a la pantalla complementaria del aparato, un dispositivo que impresionó al antiguo Shinobi como tantos otros. La película fue una dedicada para los niños, trataba de una numerosa familia de 101 dálmatas y cómo una mujer obsesionada por el pelaje de los cachorros los secuestraba; pero lograron salvarse. Fue bastante emotiva, Naruto no admitirá que lloró a moco tendido cuando lograron salvarse los perritos, nunca lo hará porque los hombres no lloran. La siguiente, se trató de un par de gemelas que no se conocían hasta un campamento y se intercambiaban para conocer a sus padres; bastante divertida con las ocurrencias y travesuras de las niñas. La última película, los huérfanos fueron bastante vocales al enterarse que la maratón estaba llegando a su fin; fue de un joven que viajaba al pasado y trataba de regresar al futuro sin alterar la línea del tiempo.

Se fueron a dormir entre bostezos, aunque aún quedaban niños tan activos que no parecían dormirse nunca, y Naruto se durmió apenas tocó la almohada; fue un día entretenido.


Pasó alrededor de un año cuando la vida de Naruto fue sacudida. Había estado jugando con sus amigos a los ninjas, inspirado en su vida anterior, y luchando en una pelea super épica, en su imaginación y la de los niños, cuando el director del orfanato se acercó a él. El juego se detuvo y el rubio recibió miradas preocupadas de su grupo, pero este no estaba nervioso porque no hizo ningún problema y sus bromas eran demasiado inocentes para recibir un castigo duro.

Fumikage tuvo la decencia de asegurarle que no estaba en ningún problema, pero que necesitaba hablar con él en privado, y lo guio a su oficina con una sonrisa. Al entrar, descubrió que el mayordomo calvo, que parecía haber chupado un limón, de Mitsumasa estaba parado en la habitación. Naruto se preguntó cuán distraído tenía que estar para no notar el ingreso del hombre al establecimiento, aunque se trató de justificar que preocuparse por eso no tenía sentido en un mundo sin guerras ni Shinobis. El director le pidió amablemente que se sentara, lo cual hizo sin objetar, y este lo miró con una sonrisa amable.

—Te presento a Tokomaru Tatsumi: es el Mayordomo Principal del señor Kido —dijo el director.

—¿Kido Mitsumasa? ¿El que dona al orfanato? —preguntó, Naruto.

—Más respeto, niño —siseó Tatsumi a su lado—. El generoso señor Mitsumasa tuvo el tiempo para presentarle una oportunidad única.

—¿Oportunidad? —cuestionó, molesto, el rubio.

—Lo explicaré —interrumpió Fumikage, antes de que Tatsumi explotara por ser interrumpido—. La Fundación Graad, creada por el señor Kido, ofrece la oportunidad de beneficiar a un gran número de orfanatos en Japón y alrededor del mundo. Para poder ser elegidos, se hizo un sorteo hace un tiempo y los que salieron ganadores serían beneficiados por la Fundación Graad.

—¿Pero no tiene una donación directa del señor Mitsumasa? —preguntó curioso, Naruto.

—Sí y no, pero no te preocupes por ello —tranquilizó el director—. Fuimos uno de los ganadores del sorteo y seremos financiados directamente por ellos, podremos conseguir un lugar más grande y personal apto; de esa manera no tendremos que delegar a otros huérfanos a otros orfanatos.

—¿Por qué me cuenta todo eso? —Naruto va directo al asunto, si sólo se tratase de eso, no puede entender porque le explicaría esto.

—Se trasladará a un niño selecto de cada orfanato para asistir al Orfanato Kido, para asegurar un puesto en la Fundación, de otra manera no se otorgará este benefició y se seleccionará otro orfanato —explicó Fumikage—. El rango de aceptación para un niño es de cuatro años, y solo aceptan varones.

—Pero también está Giren o Akito, incluso Eiji —Naruto frunció el ceño.

—Deberías callarte y aceptar lo que te ofrecen, niñito —murmuró en voz baja, Tatsumi.

—El señor Kido parecía interesado en ti, Naruto —dijo el director, con un rostro cansado—. Por lo que fuiste el primer seleccionado.

—¿Y-yo? —se señaló a sí mismo, incrédulo.

—Así es, niño —afirmó harto, Tatsumi—. Prepara tus maletas, nos iremos de inmediato. El señor Mitsumasa no le gustan los retrasos.

Naruto apretó la mandíbula, furioso por la decisión que se le estaba imponiendo sin pedir su acuerdo o no. Buscó los ojos del director, que poseían ojeras pronunciadas, y este le suplicó que aceptara por el bien del Orfanato Himeji. El rubio tenía muchas ganas de destrozar todo, le estaban quitando el lugar que lo aceptó y lo hizo parte de él, su eje estaba fuera de lugar y no había nada que detuviera este cambio. Por un momento, detestó no ser un adulto para evitar aceptar, pero el cariño que le tenía al director y a Himeji, lo detuvo. Sabía que Fumikage sentía culpa y dolor cada vez que tenía que derivar a un huérfano a otro orfanato por falta de espacio, el hombre amaba a los niños porque los consideraba sus hijos. Resignado, asintió con la cabeza y Fumikage parecía agradecido, pero dividido entre cambiar de opinión. Tatsumi al captar su afirmación se paró y caminó a la salida, no sin antes gruñirle que lo estaría esperando en la entrada y que más le valiera aparecerse; o se arrepentiría si tenía que buscarlo.

El director lo acompañó a su habitación, consolándolo con un apretón suave en el hombro y ayudándolo a preparar su mochila con sus pertenencias. Tomó sus cuatro conjuntos de ropa, una grulla de papel que le regaló Kaito de una de sus tareas escolares y el cuadro de foto que dejaba en su mesita de luz compartida. Se trataba de una foto del Orfanato Himeji, todos los huérfanos estaban parados con una sonrisa a la cámara y con los cuidadores formados detrás de ellos; era una tradición del lugar hacerlo cada año nuevo. Si alguien viera el álbum del orfanato, notaría las nuevas adiciones y la ausencia de otros, pero todos estaban felices con los constantes. La impresión le recordaba a la imagen del Equipo 7, pero le tenía más cariño a la de esta vida.

—Naruto —llamó el director, parado en la puerta—, ven un segundo.

Curioso, cerró el cierre de su mochila y la colgó en su hombro, sabiendo que ya había terminado de juntar sus pertenencias; y se acercó al director. El hombre seguía teniendo un rostro dividido, pero torcido para no mostrar su conflicto, sin mucho éxito. Tenía un pedazo de tela blanca en su mano, Naruto frunció el ceño porque sentía que la conocía de algún lado, pero no estaba seguro, y alzó la vista para interrogar a Fumikage. El director se lo extendió y esperó a que lo agarrara. El rubio jadeó cuando vio su nombre bordado en una esquina.

—Cuando llegaste, estabas envuelto en esta tela —explicó Fumikage, con una mirada perdida en sus recuerdos—. La conservamos de la misma manera en que lo hacemos con todos; para entregárselos el día en que se irán de Himeji, Incluso aquellos que deben irse por mayoría de edad.

Las lágrimas cayeron de los ojos ultramarinos, mientras el dueño repasaba el bordado con su pulgar, y sorbió ruidosamente sus mocos. Fumikage se arrodilló y lo abrazó con fuerzas, tratando de consolarlo y susurraba varias disculpas por empujarlo a esta situación; Naruto correspondió la acción y se acurrucó en el pecho del adulto. Duraron un minuto cuando decidieron separarse, el director limpió el rostro con su pañuelo personal y acomodaba ligeramente algunos mechones.

El huérfano tomó respiraciones profundas para volver a recuperar la compostura, ni siquiera se avergonzó por largarse a llorar como un niño, porque quería demasiado este lugar para no reaccionar y siempre fue muy emocional con las personas que quería. Dio un último vistazo a su habitación compartida: dos cuchetas de tres camas, un armario enorme para compartir, una cómoda para guardar ropa interior, donde cada cajón tenía un rotulador con nombre; dos mesitas de luz que compartían tres niños y un baúl para juguetes. Las paredes tenían un suave color beige, decoradas con miles de dibujos infantiles; cortinas blancas y los muebles de color marrón oscuro. Naruto no pudo evitar mirar su cama, la de la cucheta cercana a la puerta y al suelo; poseía sábanas blancas como todas las demás y colchas livianas de color naranja. Se encontraba perfectamente tendida, como las restantes, pero esta noche no se desarmaría por su dueño, quedaría así hasta que un niño llegara y necesitara un lugar para dormir.

Bajaron las escaleras, cruzándose con algunos cuidadores que descansaban y le lanzaron una mirada comprensiva y triste por igual, le dieron un comentario reconfortante para animarlo y dijeron que siempre lo recordarían. Hubo uno, que le tenía mucho cariño a Naruto por sus travesuras, que le dijo que, cuando fuera mayor, no se olvidara de visitarlos y que siempre lo recibirían con los brazos abiertos. Tomó todo el autocontrol del rubio para no largarse a llorar por segunda vez, pero le prometió a cada persona que se encontraba que los visitará en el futuro. Al salir del edificio, todos los niños ya estaban formados para despedirlo con rostros llorosos, Rei era quien más lloraba y suplicaba que no se fuera; Kaito y Giren le desearon buena suerte, mientras contenían sus lágrimas.

No abrazó a ninguno de ellos, Naruto sabía que si lo hacía no se iría del orfanato Himeji y lucharía con uñas y dientes, literalmente, para no irse. Sin embargo, esta era una oportunidad para todos, por lo que no actuaría de forma egoísta e iría al Orfanato Kido; nunca se perdonaría si no lo intentaba por los demás. Acompañado por Fumikage, que le dio espacio para despedirse de sus amigos, se encaminaron al coche donde esperaba Tatsumi; quien tenía un rostro de irritación. Antes de que el rubio diera un paso más cerca al vehículo, el director lo detuvo y se agachó frente a él una vez más.

—Así como lo dijo Iwao, siempre serás recibido y tendrás un espacio para ti —dijo con una mueca que podría ser una sonrisa—. Estoy pidiendo demasiado, sé cuánto te gusta estar aquí. Si quieres renunciar puedes hacerlo ahora, nadie te culpará si perdemos el beneficio de la Fundación Graad.

—No —rechazó el rubio, con el corazón en la garganta—. Estoy bien, sé que Himeji lo necesita. No hubieras aceptado de otra forma.

—A veces, es fácil confundirte con un adulto, Naruto —Fumikage le acarició la cabeza con cariño—. Estamos muy orgullosos de haberte recibido, tienes un gran futuro por delante y nunca te rindas.

—¡Nunca! —exclamó con firmeza— ¡No romperé mi promesa porque ese es mi nindo!

Fumikage solo suspiró aliviado y se levantó de su posición, listo para despedir al niño. Tatsumi ya parecía a punto de acelerar la despedida, pero Naruto se acercó y abrió la puerta sin decirle una palabra a nadie. Mientras el coche se encendía, todos los niños y cuidadores del orfanato estaban afuera agitando sus manos en despedida. Cuando el vehículo arrancó, el rubio miró por la ventana trasera y grabó a fuego el recuerdo del Orfanato Himeji; prometiéndose que regresaría sin importarle cuánto le tomara para cumplir su promesa. Si pudo esperar cuatro años para llegar a su viejo amigo Sasuke, podía esperar más años para regresar.


Tardaron una hora y media en llegar a la Mansión Kido. Tatsumi solo tuvo que apretar un botón en la puerta y las rejas principales se abrieron. Naruto observó con sorpresa los jardines y el gran terreno, podía ver el edificio principal imponente al final del camino. A medida que avanzaba, encontró otros edificios de tres o cuatro pisos donde salían y entraban los sirvientes; un establo lleno de caballos y ponis; un gallinero y un corral para otros animales de granja. Se detuvieron en uno de los edificios secundarios de tres pisos, tenía un cartel enorme que decía: Orfanato Kido. «El lugar donde me quedaré de ahora en adelante», reconoció Naruto con el ceño fruncido y esperó a que el auto se detuviera para bajarse. Tatsumi bajó del vehículo que siguió avanzando, y lo tomó del hombro con fuerza para empujarlo al orfanato que lo cuidaría hasta que fuera mayor de edad.

Adentro, descubrió que no era el único niño en el edificio, todos huérfanos al igual que él, y parecían tener alguna noción de qué hacer. Hubo un niño de cabello rubio sucio y ojos verdes, que se acercó de inmediato al Mayordomo Principal y lo reverenció de una manera que incomodó a Naruto. Tatsumi ignoró al niño como si no fuera nada, y empujó a Naruto a otro pasillo; mientras parecía que quería estar en otro lugar que ahí. El antiguo Shinobi miró por encima de su hombro al chico y se preguntó qué había hecho él para recibir un rostro de molestia. Caminaron por un corto pasillo a la única puerta, donde el cartel de Enfermería estaba a un costado; Tatsumi tuvo la decencia de tocar antes de ingresar, aún tratando al rubio como si fuera un juguete.

—Doctor Yuuki, traje al siguiente niño —dijo Tatsumi.

—Ya veo, puedes retirarse, señor Tokomaru —pidió el Doctor, quien miraba unos papeles.

—Buena suerte —se despidió el mayordomo.

—Ahora —dijo el Dr. Yuuki—. Bienvenido al Orfanato Kido, soy Yuuki Arata, pero te dirigirás a mí como Doctor Yuuki.

—¿Uh? Doctor Yuuki —habló vacilante, Naruto—. ¿Qué hago aquí?

—Bueno, debemos realizarte una serie de estudios para comprobar que estás en excelente salud, entre otras cosas, y después podrás acomodarte en una habitación —respondió distante el doctor—. Sígueme por aquí. Y trata de hacer caso, cuanto menos te resistas más rápido podremos terminar.

El Doctor Yuuki era un hombre de avanzada edad, de cabello gris corto, barba recortada en candado; ojos violetas, alto y desgarbado, de hombros anchos y piel blanca con arrugas por la edad. Vestido con un pantalón de vestir negro, camisa blanca y bata de doctor, con un estetoscopio alrededor de su cuello y unas lapiceras en su bolsillo del corazón. Al menos, el doctor no empujó a Naruto por una puerta como Tatsumi, pero mantuvo una distancia respetable para ser alcanzado por el niño.

Detrás de la puerta blanca, encontraron una habitación grande y espaciosa con diversas divisiones para dividir los espacios para diversas máquinas. Naruto trató de no inquietarse ante la apariencia de la sala estéril, que le recordaba a los laboratorios de Orochimaru solo que más iluminados y sobre la superficie. El doctor le pidió que dejara su mochila en un perchero y le pidió que se sentara en la camilla; el rubio acató la orden y se subió. El Doctor Yuuki tomó un portapapeles y un lapicero, para acercarse a él mientras arrastraba una silla de ruedas. Comenzaron con preguntas básicas, como el nombre, la edad, si era alérgico a un alimento o algo y la vista. Luego tomó el estetoscopio y escuchó su respiración profunda y ligera, junto a las palpitaciones del corazón.

—Muy bien, solo falta la altura y el peso —dijo mientras anotaba—. Párate en la balanza sin las zapatillas, luego te mediré con una cinta métrica.

Sintiéndose como un experimento bajo la mirada del Dr. Yuuki, Naruto se subió a la balanza sin sus zapatillas; escuchando los murmullos contemplativos del hombre, quien dijo que tenía un peso bastante saludable a comparación de algunos huérfanos. Luego sacó una cinta métrica de su bolsillo, usando la punta del pie para sostener la oreja metálica y alcanzar la altura de su cabeza. El rubio notó que parecía unos diez centímetros más alto que en su vida anterior a esta edad, dedujo por una alimentación balanceada y constante; a diferencia de cuando vivía en Konoha y no sabía realizar sus compras. Al menos, se consoló, sería más alto que antes.

Realizaron otras pruebas, como revisar los oídos y los dientes. Sin embargo, cuando llegaron a tener que sacar un poco de sangre para otros estudios, Naruto se puso increíblemente pálido porque odiaba las agujas. El Dr. Yuuki lo notó, pero no dijo nada y le prometió que no dolería. Tragando grueso, el rubio extendió su brazo, vigilando cómo el médico colocaba un elástico para cortar la circulación y buscaba la vena con dedos hábiles. El hombre le ofreció desviar la vista si le daba mucha impresión, pero no queriendo verse como débil el chico apretó los dientes y no apartó la mirada. La aguja se ingresó con  un pequeño piquete, que no molestó para nada, y la sangre fue extraída con rapidez. Naruto comenzó a temer a las inyecciones cuando recibió una dosis de vacunas en Konoha, pero como las enfermeras le hicieron dolor con saña; nunca más quiso volver a ver una jeringa y detestó el hospital desde aquella vez.

Los tubos de ensayo se etiquetaron con su nombre, el doctor explicó que en unos días tendría los resultados para ver si necesitaba algún medicamento o tratamiento para curar algún problema. Después, le entregó un frasco de plástico y señaló una puerta, le pidió explícitamente que orinara dentro del recipiente y que cuando terminara se lo diera con la tapa bien cerrada; si no sentía ganas de ir al baño tendría que tomar toda el agua que se necesitara para ir al baño. Naruto tardó unos segundos en hacerlo, sintiendo que sus mejillas se enrojecían con la idea de que un desconocido viera su orina. Cuando Tsunade era su médico de cabecera y era cercana a ella, no sentía tanto pudor. Fue colocada en una heladera especial, donde alcanzó a ver que había otro cinco más, y su sangre a un lado también.

—Realizaremos una resonancia magnética para ver tu cerebro —dijo el Doctor Yuuki, guiándolo a un compartimiento.

—¿¡M-mi cerebro!? —chilló con angustia.

—Sí, te prometo que no te dolerá y solo necesito que te acueste en esta camilla —señaló a su costado—. Escucharás un ruido fuerte girar a tu alrededor, pero es normal y no es invasivo; tardará unos treinta minutos. Solo relájate y respira hondo, trata de no moverte mucho.

Naruto tragó saliva, mirando con miedo el aparato gigantesco con una camilla conectada a una entrada circular. Se acostó y miró con aprensión las luces blancas del techo. El doctor tecleó un botón y la cama ingresó a la máquina, le dijo que se iría por unos minutos para iniciar el proceso, pero que estaría atento si algo ocurría o si necesitaba hablar. El rubio agradeció de no sufrir claustrofobia por el reducido espacio, aunque se puso nervioso cuando escuchó la voz del Dr. Yuuki por un parlante que le informaba que el proceso estaba empezando y que los ruidos se escucharían en un segundo. Si no fuese por la advertencia, Naruto hubiera salido disparado cuando escuchó el sonido extraño girando a su alrededor y el proceso tendría que haberse reiniciado.

Después de media hora, el chico soltó un suspiro de alivio cuando el doctor le informó que el estudio había concluido y que esperara un segundo para salir. El hombre regresó y con un botón la camilla se retiró de nuevo, dándole un chupetín por portarse muy bien. Los estudios habían terminado, por lo que ya podía retirarse y que una persona lo guiaría a su nueva habitación; también de que si algo extraño salía en los resultados de sangre y orina sería llamado de regreso. Naruto rezó para que todo saliera bien y no tuviera que meterse a esa máquina nunca más en su vida.

Al salir de la enfermería, que parecía un hospital en miniatura, una mujer de mediana edad lo estaba esperando con un rostro serio. Era alta y de piernas más largas que su torso, piel ligeramente morena, ojos marrones y cabello azul oscuro; vestida con un vestido de sirvienta. La mujer solo señaló el pasillo y comenzó a caminar, sin preocuparse por si la seguía o no, antes de hablar sobre el lugar y sus reglas:

—Bienvenido al Orfanato Kido —dijo con voz monótona—. El lugar cuenta con 235 habitaciones, 150 para huérfanos y el resto para los cuidadores y otros encargados del lugar. Hay un comedor en el piso principal, una cocina que solo está accesible para la hora de comida, una sala de estar para relajarse, una biblioteca, una sala de computación que se necesita reserva para su uso, algunas habitaciones fueron remodeladas para utilizarse como salones de clases y baños públicos. Hay mapas y carteles por los pasillos, por si se llega a perder. 

» El orfanato se rige por estrictos horarios, se espera que todos los huérfanos sigan al pie de la letra; o enfrentarán castigos que dependen de las reglas infringidas. No se permite pelearse en los pasillos. No se puede acceder a la cocina y sacar comida sin permiso. No puede colarse en la habitación de un cuidador o empleado. La cena será a las ocho y las luces se apagarán a las nueve de la noche. Se despertarán a las siete de la mañana para comenzar con sus deberes.

—¿Deberes? —interrumpió, Naruto.

—Sí, deberes —le lanzó una mirada aguda—. Cada niño tiene un itinerario a seguir en los próximos días; tiene un cronograma en su habitación junto a un libro de reglas. Como decía: se despertarán a las siete de la mañana para comenzar sus deberes, y asistir a sus clases. La regla más importante y principal, que acatarán, o serán castigados severamente: siempre deberán respetar a la honorable señorita Kido Saori, nieta del señor Mitsumasa. Se dirigirán a ella con el debido estatus y obedecerán todas sus órdenes sin objeción.

Subieron unas escaleras al segundo piso, Naruto hizo una mueca mientras iba escuchando la orden respecto a la nieta de Mitsumasa, y suplicó por nunca cruzarla en su camino. En la pared vio un enorme mapa que señalaba todas las habitaciones del orfanato, entendiendo que este piso eran las habitaciones de los niños huérfanos. Se detuvieron en una puerta con el número de latón y su nombre abajo en rubro; el rubio tuvo muchas ganas de reír a la ironía de su vida al ver el número. El 9 parecía burlarse de él, como si le recordara que fue el Jinchuriki del noveno Bijuu.

—Aquí —la mujer le tendió dos llaves plateadas—. Se espera que no pierdan sus llaves, pero tienes una de repuesto por si ocurre esa situación; guárdala en tu escritorio. También te encargarás de mantener ordenado y limpio tu habitación, se revisará todos los días para mantener el orden, sino habrá un castigo.

Naruto ya estaba asfixiándose bajo las reglas del Orfanato Kido y ni siquiera llevaba un día. La mujer no se despidió de él, ni esperó un saludo, y se dirigió a las escaleras para ir al piso de abajo. El chico entró a la habitación individual, ya no tendría que compartir espacio, aunque no le molestaba, y se detuvo para analizarla. Las paredes eran de color beige, cortinas blancas, cama de una plaza con sábanas blancas y edredones marrones; un armario pequeño, pero decente; una cómoda, una estantería de libros que ya estaba ocupado y un escritorio de madera bajo la ventana. Bastante sencillo y pulcro, pero acogedor. El rubio tiró su mochila a la cama y se acercó a la ventana para abrirla, encontrando un pintoresco paisaje de los jardines; el viento se sintió agradable en su rostro.

Se apartó de la ventana y miró a su escritorio, gimiendo ante el folleto de su cronograma del mes y el libro de reglas. Lo leería más tarde, decidió Naruto, dejándose caer en la cómoda cama y cerró los ojos.

Notes:

Esta historia es un tributo, por así decirlo, a ambos fandoms que marcaron mi infancia: Naruto y Saint Seiya. Les pido que le den una oportunidad, ya que me esforcé por mantener los elementos importantes de cada anime y manga. Por supuesto, hay algunos cambios menores, que se realizaron con la esperanza de rellenar algunos huecos de guion a estas grandes historias.

Espero que les haya gustado, no duden en dejar alguna opinión o sugerencia constructiva y un kudo. ¡Nos vemos en el próximo capítulo!

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