Chapter 1: Pròlogo
Notes:
Mientras escribìa estaba escuchando un Ost de Vinland Saga llamado "Somewhere else", recomiendo escucharlo para màs disfrute ¿o tristeza?
https://youtu.be/l3jmDt_qYUE?list=RDl3jmDt_qYUE.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Estaba muriendo: su mejor amigo, su primo, su hermano.
Sus pulmones colapsaban, ahogados en sangre, mientras tosía en medio de un enfrentamiento planeado para poner fin a un sufrimiento que se había extendido durante años. Finalmente, Shisui observó cómo Itachi, con toda su fuerza de voluntad, caminaba hasta quedar frente a su hermano menor. Le dio un último toque en la frente, acompañado de un: "Lo siento, Sasuke... esta es la última vez", y luego se desplomó, muerto.
Sasuke, el hermano menor de Itachi —su "primo bebé" y su "otro hermano"—, con la mirada atónita, esperaba que los dedos de Itachi se adentraran en sus cuencas para robarle los ojos. Pero, tras escuchar las últimas palabras del mayor, él también se derrumbó... vivo.
Shisui vislumbró entonces una comprensión profunda de la tristeza, pero sobre todo, de la soledad. Antes de perder la conciencia, Sasuke comprendió que ahora era verdaderamente el último Uchiha vivo; que su último lazo familiar se había desvanecido. En lo más profundo brotaba una tristeza por la última persona que amó y lo dejó… para ser reemplazada por un odio nacido del amor más profundo, un amor que quizás jamás volvería a sentir en lo que le quedaba de vida.
El cadáver de Itachi mostraba una sonrisa tranquila, a pesar de todo. Feliz de no tener que sentir más esa opresión en el pecho. Feliz por poder descansar. Pero, sobre todo, feliz por haber asegurado un futuro —seguro, y quizás mejor— para Sasuke.
—¡Ja! ¡Él juraba! Seguro, tal vez… ¿pero mejor? ¡No! —pensó Shisui—. Itachi hizo lo que pudo, con lo que se le dio, con lo que se le permitió... y Shisui lo sabe.
Porque aunque ahora Sasuke era fuerte y tenía lo necesario para mantenerse a salvo, eso no garantizaba que viviría bien. Los últimos ocho años le habían dado tiempo de sobra para observar, y Sasuke, definitivamente, no vivió muy bien que digamos. Shisui dudaba que su vida fuera a mejorar ahora. Estaba tan sumido en su dolor y trauma que eso le impedía forjar lazos duraderos, o incluso pasar un solo día sin pensar en tiempos mejores.
Durante el enfrentamiento, lo invadió esa impotencia a la que ya estaba acostumbrado: la de no poder hacer nada. Sentía la presión de lágrimas fantasmales queriendo salir, pero era incapaz de derramar alguna. Solo quedaba el recuerdo de cuando su corazón aún latía. De cuando tenía uno.
Sus pensamientos gritaban maldiciones contra Danzō, contra los otros dos ancianos ineptos y contra el Hokage: blandos, fácilmente manipulables. Si tan solo pudiera apretar esos cuellos arrugados con sus propias manos después de torturarlos... Hacerles pagar por traicionar su confianza, la de la aldea y la del clan. Pero, más importante aún, por arruinar la vida de sus dos seres más queridos.
Arrodillado entre los dos cuerpos —uno vivo, otro muerto—, colocó una de sus manos transparentes sobre el pecho que aún latía, y la otra sobre una mejilla que se enfriaba cada vez más rápido bajo la lluvia.
—Si tan solo no hubiera saltado...
Sabía que no habría servido de nada. No con ese veneno tan potente que, en ese momento, hacía incurable su cuerpo.
—¡Si lo hubiera sabido! —pensó.
Lo había pensado muchas veces. Si lo hubiera sabido... ¿qué habría hecho? No contra el clan, ni contra la aldea...
Con el Sharingan activado, grabó lo que creyó sería la última imagen de sus primos juntos. No quería olvidar nunca lo que les habían hecho. Quería que esa imagen quedara tan arraigada en su alma como lo está el Sharingan desde el momento en que despierta.
Una voz que sonó como varias dijo algo. Una voz que no solo resonaba en ese lugar, sino también dentro de él. Y entonces... puntos negros nublaron su visión.
—Los dioses son caprichosos, tan amables como crueles —recordò, con una voz que sonaba familiarmente como la de su tía Mikoto, contándoles historias a sus hijos y a su sobrino sobre las deidades Uchiha.
—Si hubiera sabido el horrible plan de Danzō... ahora sé lo que habría hecho.
—Ciertamente los dioses son crueles, tía... Mira lo que me hacen ver. Para luego, al final... hacerme volver.
Recordó ese día en el acantilado sobre el río Naka, justo antes de que su visión se desvaneciera: el que creyó que sería su último atardecer, teñido de rosados y naranjas. El calor del sol sobre su piel, la brisa templada equilibrando la temperatura, el susurro de los árboles de Konoha —plantados por el Primer Hokage— y el grito desesperado de Itachi al clamar su nombre.
Todo lo que vino después...
Todo lo que supo...
Notes:
Tuve un momento de inspiración. Espero que hayan disfrutado este pequeño inicio. Aún no sé cuantos capítulos tendrá esto, estoy escribiendo sobre la marcha. XD
Chapter 2: Capítulo 1
Chapter Text
La corriente del río lo arrastró. Intentó contener la respiración, aunque sabía que lo inevitable iba a suceder. Inhaló una bocanada de aire que solo llenó sus pulmones de agua helada. Ardía. La desesperación que sintió al asfixiarse lo hizo luchar inútilmente contra la corriente, nadando con movimientos erráticos. Sus extremidades comenzaron a entumecerse, debilitadas por el veneno en su cuerpo, intensificado por la rápida pérdida de sangre que brotaba de las ahora vacías cuencas de sus ojos.
Pasó años de su niñez nadando en ese río. ¡Diablos! Él mismo le enseñó a nadar a Itachi. Pero ahora, la desesperación lo hacía olvidar toda esa práctica. El miedo a morir —que no sintió al saltar desde el acantilado— se manifestaba ahora. Por primera vez, deseaba vivir. Pero ya era tarde. No se lo permitieron.
La aldea lo había traicionado, y dolía. Podía sentir lo que su clan sentía. Más que descontento... ira. Ira hacia una aldea a la que le dieron todo, a la que amaban profundamente, tanto que les resultaba imposible abandonarla, aunque fuese lo más fácil: tomar sus cosas e irse.
Sus extremidades dejaron de agitarse. Su cuerpo comenzaba a fallar, a apagarse. Ya no podía moverse en absoluto. Todo se volvió oscuro. Solo quedaba su conciencia, su alma preparándose para partir.
Entonces sintió un golpe seco en la cabeza. Al parecer, había chocado contra unas rocas al caer. No lo sintió en su carne, pero sí lo percibió con su alma.
Permaneció estática, como si flotara en la nada. No pertenecía a nada, no veía ni sentía nada. Solo... existía . Así permaneció por un breve lapso.
Despertó. Seguramente estaba en las Tierras Puras, donde se supone que moran sus ancestros junto a los Dioses, según contaba la tía Mikoto. Ahora era su turno de estar con ellos.
Veía el cielo azul, lleno de nubes. Estaba acostado. Se incorporó. Las Tierras Puras... se veían sospechosamente iguales a la parte baja del Valle del Fin y al bosque que rodea Konoha. Eso no podía ser. Tía Mikoto lo describía como una dimensión en constante expansión, con una bóveda celeste que cambiaba de color en degradado, llena de estrellas —normales y fugaces—, sin una sola nube. Un paraíso con la naturaleza más hermosa imaginable, donde las almas flotaban como luces o tomaban forma espiritual, y la energía de los Dioses las bañaba y protegía.
— Sigo vivo... —pensó. Una chispa de esperanza lo recorrió.
¡Puedes verlo!
Pero no debería. Danzō le arrebató su ojo derecho, y él mismo había entregado el izquierdo a Itachi. Esa chispa murió al instante.
—Estoy muerto... No estoy en las Tierras Puras. Estoy muerto —se dijo.
Sintió la urgencia de entrar en pánico, pero era un shinobi. Se levantó, observó a su alrededor y luego miró hacia abajo para evaluar su situación.
Sus manos... sus brazos... todo su ser era translúcido, con un tenue resplandor que revelaba su espiritualidad.
En el suelo, yacía su cuerpo físico. La visión le resultó horrenda. Había terminado en la orilla del río. Estaba húmeda, la piel más pálida de lo que un Uchiha podría ser. Ya mostraba signos de livor mortis. Los párpados estaban hundidos sobre las cuencas vacías. La sangre que había brotado de sus ojos había sido lavada de su piel y desteñida de su ropa por el agua. Su cráneo presentaba un leve hundimiento, probablemente por el impacto con las rocas. Se preguntó cuántos huesos tendrían rotos si había golpeado más cosas en la caída por la cascada del Valle del Fin.
No era la peor vista. Había estado en campos de batalla y había visto cuerpos en estados mucho peores. Sin embargo, ese era su cuerpo.
Se sintió extraño al verso así. Si pudiera vomitar, lo haría. Ni siquiera podía respirar. Ya no lo necesitaba.
—¡Joder! ¿Qué pasa conmigo ahora? —se dijo, llevándose las manos al cabello espiritual y despeinándolo.
No podía simplemente dejar su cadáver ahí, tirado. No se sintió cómodo con la idea.
Intentó moverlo. Las manos de su cuerpo espiritual atravesaban su cuerpo físico como si no existiera.
—Entonces ¿qué? ¿Lo dejo pudrirse a la intemperie? ¡Merezco un entierro digno! —exclamó, frustrado.
Enfurecido por su situación, se sentó junto a su cadáver. Solo quedaba esperar... esperar que alguien lo encontrara. Y por los Dioses, que no eran agentes de Raíz , los de Danzō, seguramente enviados a comprobar su muerte.
A juzgar por el livor mortis y considerando la puesta de sol que vio antes de saltar desde el acantilado, debían haber pasado ya más de dos horas desde su muerte. El sol estaba en lo alto: probablemente era el día siguiente.
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Danzō no estaba del todo satisfecho. El mocoso Uchiha del Shunshin había logrado escapar. Los cinco agentes de Raíz que habían llevado con él lo persiguieron, pero regresaron con las manos vacías. En este momento, tenía otros diez agentes buscando en los alrededores.
Horas atrás, Danzō golpeaba el suelo con su bastón, impaciente por tener en su poder el ojo faltante. Bajo las vendas del lado derecho de su rostro, el nuevo ojo —recién adquirido— ya se adaptaba con naturalidad, gracias a las células de Hashirama que componían el tejido de su cuenca ocular.
A lo lejos, una explosión interrumpió el silencio. Supuso que se trataba del Susanoo.
Poco después, solo dos agentes regresaron con vida: sus guardias personales, Fū Yamanaka y Torune Aburame.
—Y bien? —preguntó Danzō, sin molestarse en ocultar su impaciencia.
Fū negó con la cabeza.
Danzō chasqueó la lengua con fastidio.
—De todas las formas, no durará mucho, Danzō-sama —comentó Fū, intentando aplacar la tensión.
—Mis Rinkaichū lo alcanzaron antes de que manifestara una extraña estructura espectral impenetrable —explicó Torune—. ¿Por qué? Porque impediría que el objetivo escapara con vida una segunda vez, comprometiendo los futuros planos de Danzō-sama.
Ambos estaban arrodillados sobre el césped frente al anciano.
—Nos retiramos.
Los tres desaparecieron, rumbo al cuartel subterráneo secreto de Raíz —la "Danzōcueva", como algunos ANBU se atrevían a llamarla cuando creían que ni él ni sus agentes estaban escuchando.
Recordar aquello le hizo torcer los labios con asco. No podía reprenderlos sin aumentar las sospechas de que Raíz seguía operando, a pesar de las órdenes del Hokage de desmantelarla. Los ANBU, como todos los shinobi que han visto y experimentado demasiado, son paranoicos.
Al llegar a la base, Danzō convocó a diez de sus mejores agentes y les dio una orden directa:
—Buscan el cadáver de Shisui Uchiha. Tráiganlo con el ojo izquierdo intacto.
Ya acostado en su cama, Danzō repasaba lo ocurrido. Desde que el Hokage permitió que Shisui se involucrara, supo que ese mocoso sería una piedra en el zapato, un obstáculo para sus aviones... aunque lo hiciera sin saberlo.
La gota que colmó el vaso fue el Kotoamatsukami, un poder tan valioso, tan peligroso, a punto de ser desperdiciado en unos traidores Uchiha para mantener una lealtad falsa.
Eso ya no iba a ser un problema. Ahora que poseía ese poder, podía influir directamente en la mente de quien quisiera y moldear la Konoha de sus sueños.
Pronto, sus agentes traerían el ojo faltante, que serviría como reemplazo si el actual dejaba de funcionar, o como material para su futuro implantado en su brazo derecho.
—Jejeje... —rió con satisfacción, justo antes de quedarse dormido. Todo marchaba según lo planeado.
Lástima que, para Danzō, la mañana no empezaría con buenas noticias.
Toda la noche y parte de la mañana, sus agentes buscaron sin éxito el cuerpo. El rastro terminaba en un acantilado. Intentaron investigar con discreción en el complejo Uchiha, pero todo indicaba que Shunshin no Shisui no había regresado, y nadie parecía haber notado su ausencia.
Lo que Danzō no sabía era que una entidad poderosa, aunque silenciosa, en el complejo Uchiha, había sentido su presencia.
Ahora, frente a él, estaban los causantes de amargarle el día. Se había levantado con buen humor, y sin embargo... ¿diez de sus supuestas armas más afiladas no pudieron rastrear a un shinobi moribundo?
Los miraron entrecerrando su ojo.
—Todos irán a reeducación. Serán evaluados para corregir sus fallos como shinobi.
—Qué decepción —pensó.
Al menos Torune se aseguró de que el engendro Uchiha terminara muerto. De otro modo, habría desatado el avispero en potencia que eran los Uchiha... y la situación con la aldea no estaba para provocarlos más .
—Es una lástima... dejar que un ojo tan poderoso se pudra en un cadáver desaparecido —murmuró para sí mismo en su oficina.
Planeaba dar el cuerpo de Shisui a Orochimaru como parte del pago anticipado a su encargo...
No dejaría que ese pensamiento arruinara más su día. De todos modos, pronto tendría más cuerpos... más Sharingan... más materia prima.
Pronto.
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Quiere llegar a casa pronto, encerrarse en su habitación y llorar bajo las mantas de su cama... lo que le queda de vida. No le gusta decir groserías. Su madre lo ha criado para ser un niño educado, y como buen niño de mamá, ha seguido cada una de sus enseñanzas.
Pero la situación es una mierda.
Shisui, su hermano mayor, se ha quitado la vida. El clan y la aldea están a días de matarse entre sí por el poder. Y Sasuke, su dulce e inocente pero últimamente muy molesto hermanito, no ha hecho más que acosarlo cada vez que puede para entrenar y aprender "jutsus asombrosos de su hermano".
En este momento, no quiere ver a nadie. Solo quiere estar solo.
Salta de árbol en árbol, usando chakra para ir más rápido. Así, Itachi regresa a casa antes de que sus padres vuelvan de la reunión del clan en el santuario Nakano. Quiere evitar que su padre... o tal vez su madre (no está seguro de cuál sería peor) note su alteraciones y le pregunte. En este momento, no podría mantener su fachada estoica frente a nadie.
Afortunadamente, Sasuke no está en casa.
"Una pequeña misericordia de los Kami", suspira.
Sus padres no lo dejaron solo en casa a diferencia de cuando él tenía la edad de Sasuke. Debe estar en casa de su abuela, como siempre que sus padres salen y él está en misión fuera de la aldea.
Seguramente su madre ya sabe que ha regresado. Desde el momento en que pisó el complejo Uchiha debe haberlo sentido. Ella sabe que está en casa, y que no piensa asistir al resto de la reunión del clan. Tendrá que hablar con su padre tan pronto lo vea, y decirle que llegó tarde por la misión. Asegurará que cuando regresaron todos estaban dormidos. Preguntará a su esposa, y ella asentirá sin delatarlo.
Fugaku no es un shinobi sensorial.
"Otra pequeña misericordia de los Kami", piensa, mientras entra al baño de su habitación.
Se quita la ropa antes de ducharse. La sangre tiñe el agua mientras desciende por su cuerpo hasta el suelo. Aprovecha para lavar su uniforme ANBU después de enjabonarse. Cuando termina, deja la ropa corriendo sobre el tubo de la cortina.
Ya con el pijama puesto, se sienta en la fría baldosa del baño, encogiéndose sobre sí mismo como si quisiera desaparecer. Dobla las rodillas contra el pecho, las abraza con fuerza, y apoya la frente sobre ellas, ocultando el rostro del mundo. En esa postura pequeña y cerrada, parece contenerse entero dentro de su propio silencio, como si buscara refugio en su cuerpo.
Es una costumbre que adquirió después de unirse a la ANBU. Lo hace cada vez que vuelve de una misión de asesinato, antes de irse a la cama.
Odia esto. La sangre en su cuerpo, que jura seguir sintiendo aún después de frotarse con la esponja durante minutos. El olor metálico que lo impregna, marcándolo como asesino. Las imágenes de sus víctimas desangrándose.
Su mente está llena de escenas de crímenes, grabadas en alta definición por su Sharingan. Son imposibles de olvidar. Son la materia prima de sus pesadillas.
En algún momento, escucha la voz emocionada de Sasuke preguntando si Itachi ya llegó. Lo dice tan alto que se oye por toda la casa. Luego, lo oye correr por el primer piso, seguido de un silencio arrepentido... y pasos tranquilos hacia la habitación contigua.
Su padre debe haberlo hecho callar con una mirada de reprimenda por un comportamiento que es "todo menos Uchiha". Su madre habrá dicho que Itachi aún no ha llegado y que Sasuke debe irse a dormir porque mañana tiene clase en la academia.
Los pasos de sus padres no se escuchan ni se sienten. Nunca lo hacen. Como corresponde a un shinobi de alto nivel.
Itachi lo toma como una señal para salir del baño e irse a la cama.
"¿Qué era lo que quería hacer? Ah, sí... llegar a casa, encerrarme en mi habitación... ¿Qué sigue?... Hora de llorar bajo las mantas de la cama."
Se siente como un loco hablando consigo mismo en su mente. Tal vez está siendo un poco dramático. En fin, el drama corre por las venas de los Uchiha.
Acostado, mira por la única ventana de su habitación. La luna está en fase gibosa creciente. Cada noche brilla más. Pronto será luna llena.
Shisui solía colarse por esa ventana. Itachi no se molestaba. La dejaba abierta a propósito. Ansiaba ese momento en que su primo lo sostenía en las noches difíciles, lo arrullaba, le sobaba la espalda con una mano mientras lo abrazaba.
Itachi podía dormir en paz entonces.
Shisui alejaba las pesadillas.
Ahora, nunca más volverá a ver a Shisui entrar por esa ventana. De ahora en adelante solo le esperan pesadillas eternas. Incluso su último recuerdo de él forma parte de ellas.
Ha pasado tiempo desde la última vez que tuvo una. Comenzaron después de que su padre lo llevara al campo de batalla, hacia el final de la Tercera Gran Guerra Ninja. En ese entonces, era solo el hermano menor de Shisui.
Pero durante esos años, las pesadillas no eran un gran problema.
Desde antes de la guerra, pasaban las noches juntos.
Con su madre muerta durante el parto y el tío Ryuji constantemente enviado a misiones por las tensiones que precedieron al conflicto, Shisui prácticamente vivía con sus tíos. Con Itachi.
Luego, el tío Ryuji fue gravemente envenenado durante la guerra. Quedó incapacitado para usar chakra y tuvieron que retirarlo del servicio activo.
Shisui volvió a vivir con su padre, felizmente retirado, en su propia casa.
Las pesadillas regresaron sin Shisui a su lado.
Entonces nació Sasuke, e Itachi también se convirtió en hermano mayor. A medida que crecía, Sasuke comenzó a escabullirse a su cama en medio de la noche.
Aprendió de Shisui cómo ser un buen hermano mayor. No de la misma forma, claro. Pero aprendió a cuidar y proteger a Sasuke.
A diferencia de las suyas, las pesadillas de Sasuke eran simples: miedos inocentes de un niño que aún no conocía la crueldad del mundo. La sola presencia de Itachi bastaba para darle sueños felices.
Una noche, Shisui se coló por la ventana diciendo que lo extrañaba.
—Ya somos mayores —murmuró Itachi, avergonzado.
—Nunca se es demasiado mayor, primito —respondió Shisui entre risas, mientras se metía bajo las sábanas.
Itachi le dijo que no habría una segunda vez.
Hubo una segunda.
Una tercera.
Una cuarta.
Y mucho más.
También lo extrañaba. Y lo amaba.
Shisui aún no sabía nada de las pesadillas.
Incluso con los años, Itachi seguía siendo un hermano menor mimado por Shisui. Mientras él estaba, las pesadillas eran llevadas.
Una mañana, Sasuke amaneció entre ellos. Los tres estaban enredados en las sábanas. Estaba seguro de que la baba en su camisa no era suya.
A veces pasaba así. En lugar de dos, eran tres.
En la seguridad de su habitación, Itachi se permitió llorar. Recordó cada momento feliz que compartió con Shisui, hasta que no pudo más y se quedó dormido.
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Tuvo la sensación de que alguien se acercaba.
Efectivamente, de entre los árboles del bosque emergió Itachi. Por un instante, Shisui pensó que podría tratarse de un agente de Raíz.
¡Menos mal se equivocaba!
Itachi había estado buscando el cuerpo de su primo desde temprano. Al despertar, la idea de revisar los alrededores del río Naka surgió en su mente, y ni siquiera después del desayuno desapareció. Si es que quedaba algo en algún lugar.
Shisui le había dicho que Danzō no confiaba en su plan de utilizar el poder del Kotoamatsukami sobre los ancianos del clan Uchiha... y le robó el ojo derecho. Itachi dudaba que Danzō se detuviera ahí. Estaba seguro de que también intentaría hacerse con el izquierdo.
Se adentro en el bosque bajo el acantilado del río Naka con atención, alerta a cualquier rastro. Si los agentes de Danzō estaban por ahí, lo más probable era que también anduvieran merodeando en busca del cuerpo si es que no lo hicieron ya anoche.
Era un secreto a voces en ANBU que, años atrás, el Hokage había sorprendido a Danzō actuando sin su autorización: dando órdenes directas a la subrama bajo su mando, Raíz, sin haberlo informado previamente. Desde entonces, el Hokage había ordenado disolver esa división, y cualquier operación encubierta debía pasar primero por el comandante general de ANBU.
La búsqueda lo había llevado hasta el Valle del Fin. Si no encontraba nada ahí, se rendiría. Ir más allá saldría del perímetro cercano a la aldea, y por la tarde tenía una misión programada. Ya era mediodía; Si quería almorzar, debía regresar pronto.
A lo lejos, divisó las cabezas de las estatuas colosales esculpidas en la cascada: un monumento a la última batalla entre Hashirama y Madara.
Se posó sobre la cabeza de Madara y revisó en un segundo el paisaje inferior con su Sharingan.
Se congeló.
Una figura yacía en la arena, a orillas del agua.
Podría haber usado su recién desbloqueado Mangekyō para ver más de cerca, con detalle... pero perdería tiempo y usarlo para esto la primera vez...
Se adentró rápidamente en el bosque, rodeando el acantilado hasta llegar a la parte más baja, donde desembocaba la orilla.
Se detuvo al verla de cerca. No se atrevía a dar un paso más.
¿Y si no ha muerto?
Dio un paso lento. El corazón le latía con fuerza, pesado. En su mente, como un eco lejano, imaginó lo imposible:
Shisui se incorporaría de golpe, frotándose la nuca con esa sonrisa tonta y encantadora.
—Lo siento, Tachi... te asusté bastante ayer, ¿verdad?
Tal vez se reiría.
Tal vez diría que todo fue un malentendido.
Que lo fingió todo por una misión.
Que nunca pensó que Itachi lo buscaría así, con tanta desesperación.
Que todo estaba bien.
Pero no.
La imagen desapareció tan rápido como llegó. Como una gota de agua en un fuego que ya no arde.
Shisui no se iba a levantar.
No iba a disculparse.
No iba a sonreír jamás otra vez.
Itachi supo, con la certeza de que atraviesa el alma como una cuchilla:
Eso no iba a pasar.
Nunca más.
Dio otro paso. Luego otro. Sus pies apenas tocaban el suelo húmedo mientras avanzaba hacia él, como si algo en su interior se negara a aceptar lo que sus ojos ya sabían.
El cuerpo estaba ahí. Inmóvil. Desnudo de chakra. Hueco de alma.
Itachi se arrodillo a su lado sin pensar. Ni siquiera sentí el golpe de sus rodillas contra la arena fría. Todo su cuerpo temblaba, pero no de miedo. Era algo más profundo. Más oscuro.
Con manos cuidadosas, casi temerosas, extendiendo el brazo y rozó la piel del hombro de Shisui.
Estaba fría.
No como una brisa fresca, no como el agua del río...
Fría como el mármol. Fría como la muerte.
—Shisui... —susurró su nombre con una voz que apenas reconocía como propia.
Se inclinó sobre él, con movimientos lentos, casi rituales. Lo rodeó con los brazos y lo atrajo contra su pecho.
El cuerpo de su primo se sentía liviano, casi frágil. Tan distinto al calor firme que recordaba, a esa calidez que lo arropaba en las noches en que ni el fuego bastaba. Apretò los dientes. El aire le quemaba en los pulmones.
Y lloró por segunda vez.
Sin que nadie lo viera.
Sin contenerse.
Sin pensar en ser fuerte.
Lloró con la cara escondida en el cabello mojado de Shisui, temblando, deshaciéndose en lágrimas que se mezclaban con la sangre seca, con el agua del río, con todo lo que no había dicho.
—Perdóname... —murmuró entre sollozos ahogados—. Perdóname por no detenerte. Por no haber sabido. Por no... haber estado.
Sus dedos temblorosos acariciaban la nuca rígida, como si pudiera reconfortarlo incluso ahora. Como si el amor bastara para revertir la muerte.
Pero no bastaba.
Nada bastaba.
Muy cerca, aunque imperceptible a los ojos de Itachi, alguien observaba.
A pocos pasos, había permanecido sentada, una figura espiritual permanecía inmóvil.
Shisui.
Su forma era translúcida, apenas un reflejo, una sombra entre el mundo y lo que está más allá. Pero su mirada... su mirada estaba viva. Cargada de tristeza, de dulzura, de esa pena infinita que solo sienten los que parten dejando atrás lo que más aman.
No dijo nada.
No pudo.
Sólo lo miré.
A su pequeño Tachi, hecho un ovillo en la orilla del río, abrazando un cuerpo que ya no podía devolverle el calor.
Se movió para arrodillarse en silencio junto a él, invisible. Extendió una mano como si pudiera tocarle el cabello y calmarlo como antes.
Su mano atravesó el aire.
No importó.
Shisui sonrió con tristeza.
Y susurró, aunque nadie pudiera oírlo:
—Estoy contigo, Tachi... siempre lo estaré.
Luego, Shisui lo vio recomponerse tan rápido de sus emociones como solo un Uchiha puede hacerlo.
Itachi dio un paso atrás, creando distancia, y Shisui supo lo que iba a pasar antes de que su primo siquiera formara los sellos.
El jutsu bola de fuego, característico del clan.
Los Uchiha, por naturaleza, son resistentes al fuego. Aquellos que despiertan el Mangekyō y dominan las llamas negras de la Diosa Amaterasu se vuelven inmunes a cualquier llama. Es parte de la bendición otorgada a su linaje. Pero esa inmunidad se pierde al morir.
Shisui solo había sido del primer tipo.
Su cuerpo tardaría más en reducirse que el de una persona normal, con o sin una pira funeraria.
Itachi invocó el fuego más potente que pudo generar, decidido a acelerar el proceso.
Tuvo que realizar el jutsu tres veces, inhalando grandes cantidades de aire para mantener activa cada bola de fuego el mayor tiempo posible para no desperdiciar chakra generando más jutsus de lo necesario.
Cuando las llamas se extinguieron, lo único que quedó era un lecho de arena calcinado.
Itachi recogió varios puñados con sus propias manos, caminó sobre el agua, y los dejó caer uno a uno para que se hundieran.
Si alguien llegaba a pasar por ahí y notaba el color distinto de la arena, quizás se preguntaría qué había ocurrido.
Una vez removida toda la arena más oscura, la mezcló con el resto y la aplanó con los pies.
—Ahora no habrá rastros... —susurró.
No rezó por el alma de Shisui. Eso informaría a los dioses. A su madre.
Desde la distancia, Shisui observaba en silencio.
Estuvo satisfecho.
Itachi había quemado su cuerpo como dictan los ritos funerarios del clan: Fuego para honrar, fuego para purificar y fuego para liberar.
Mucho mejor eso a que sea enterrado por algún don nadie que pasará por ahí. O, peor aún —los dioses no lo quieran— que los gusanos y demás animales se dieran un festín con su carne, pudriéndose al descubierto.
O que los agentes de Danzō lo encontraran...
Shisui no sabía qué era peor.
Cuando Itachi se dispuso a marcharse, él lo siguió.
Siempre había sido así.
Sus mayores preocupaciones eran —y seguirían siendo— Itachi... y claro, por extensión, Sasuke.
Ahora que ya no le quedaba nada más que hacer, suponía que se dedicaría a cuidarlos...
Como un alma en pena.
Mientras corrìa tras él, como tantas veces en vida, Shisui supo que aún tenía un propósito. Aunque ahora caminara sin cuerpo, sin voz... aún era su sombra.
Chapter Text
Itachi se movía como una sombra.
Shisui lo seguía.
Deslizándose sin sonido, corría detrás de su primo como una presencia espectral, apenas consciente de su cuerpo ya ausente. Era como volar: ligero, sin carne ni hueso, y sin poder sentir el viento sobre su piel.
Itachi se dirigió directamente hacia la casa de Shisui. Nadie lo vio entrar; usaban la ventana trasera, la que tantas veces Shisui había utilizado cuando no tenía ganas de toparse con su padre.
Además... ¿qué ninja por encima del nivel genin no prefiere entrar por las ventanas en lugar de las puertas?
Nada había cambiado.
Ni los zapatos perfectamente ordenados junto a la entrada.
Ni el marco torcido con la foto de su padre, cuando aún era joven.
Ni el aroma a incienso viejo, mezclado con polvo, que nadie había limpiado desde la mañana anterior.
El cuarto estaba intacto.
Pero no estaba vivo.
Itachi se quedó de pie unos segundos, contemplando la habitación.
Shisui se colocó a su lado.
—Este lugar... —susurró, sin voz, sin aire.
Observó cada rincón.
La estantería con pergaminos viejos, las cajas con herramientas para mantenimiento de armas, la almohada donde descansaba tras entrenar hasta el agotamiento.
Ese era su hogar. Su refugio. Su espacio.
Y ya no le pertenecía.
—No debería estar aquí.
No de esta forma —.
Mientras Itachi lidiaba con sus propios pensamientos, Shisui aprovechó para recorrer la casa. Ya no podía sentir chakra —ni en vida había sido sensorial—, pero deseaba saber si su padre estaba en casa. Lo dudaba: Itachi no habría entrado si hubiera sentido alguna señal.
No planeaba volver. Si ahora podía ver a su padre por última vez, que así fuera. Y si no... al menos esperaba no verlo derrumbarse cuando le dijeran que el único hijo que le dejó su esposa había muerto.
Atravesó paredes, habitación por habitación. Luego recordó que podía atravesar también el suelo. Bajó al primer piso.
Nada.
Nadie.
Volvió con Itachi. Atravesó la puerta de su habitación y se detuvo al verlo sentado frente al escritorio, con un trozo de papel entre las manos.
Leyó por encima de su hombro.
Una nota falsa, escrita imitando su letra gracias al Sharingan:
Estoy cansado de mis deberes...
no hay futuro para los Uchiha ni para mí...
ya no puedo seguir por este camino...
El papel temblaba entre los dedos de Itachi. No por miedo, sino por el peso de lo que significaba.
Un adiós premeditado. Un disfraz necesario. Una mentira para proteger una verdad más amarga.
—No fue suicidio... no del todo —, pensó Shisui con amargura.
Pero eso era lo que todos debían creer.
Itachi colocó la nota sobre el escritorio, con sumo cuidado. La alineó con precisión milimétrica al borde. Su mirada se quedó fija en las letras, como si pudiera oír la voz de Shisui pronunciándolas.
—Lo siento, aniki —murmuró, apenas audible—. Esto es lo mejor que puedo hacer por ti.
Shisui lo miró en silencio.
No sentía rencor.
No lo culpaba.
Pero dolía.
Dolía ver su habitación usada como escenario de su muerte.
Dolía que Itachi cargara con ese peso.
Dolía no poder decirle que estaba ahí, justo detrás de él, cuidándolo como siempre.
Porque, aunque su cuerpo no podía cruzar esa puerta...
Su alma ya lo había hecho.
Y no pensaba irse todavía.
.
.
.
Al llegar y cruzar el umbral de la puerta principal, Itachi se anunció como siempre en casa con un:
—Estoy de vuelta.
Su madre bajó las escaleras con un suave:
—Bienvenido a casa, cariño.
Y se detuvo. Parpadeó, atónita, como si pudiera ver algo en él.
Itachi se puso un poco nervioso, aunque su entrenamiento como ninja no le permitió mover ni un solo músculo que lo delatara.
Detrás de Itachi, Shisui estaba distraído.
Se había quedado imaginando una escena distinta: una en la que Itachi no escribía la nota falsa y, luego de unos días, al notar su ausencia, todos lo buscaban, contemplando incluso la posibilidad de que hubiera abandonado la aldea. Enviarían rastreadores tras él.
—¡Qué desastre!
El primer Uchiha renegado desde Madara. Los ancianos del clan escupirían sangre de rabia.
Sacudido por esa imagen absurda, volvió a la realidad... y se encontró con unos ojos negros clavados en él.
Ambos se miraron durante unos segundos.
¿Es cosa suya o su tía se ve más radiante desde la última vez que la vio?
—Oh, no.
—¿Pasa algo, madre? —preguntó Itachi, completamente ajeno a lo que ocurría tras de sí.
Sabe que ella no puede leer mentes ni ver recuerdos sin el Sharingan... pero su subconsciente le susurra: ¿Y si sí...?
Ella salió de su aturdimiento momentáneo e improvisó con rapidez:
—No pasa nada, cariño. Solo recordé que no has almorzado. Dejé tu comida tapada en la mesa.
—Te lo agradezco —respondió él en voz baja.
Mientras Itachi se dirigía a la cocina, y antes de tener que compartir espacio con su tía, Shisui se giró... y salió corriendo, atravesando la puerta principal.
Corrió por el complejo sin importarle nada, atravesando a varios familiares en el camino.
Qué bueno que no podía sentir ni una pizca de cansancio.
Cuando llegó a la parte más concurrida de la aldea, se detuvo.
—¿Por qué no se me ocurrió esto antes?
Su tía técnicamente es humana... por ahora. Así que no se supone que pueda verlo, ¿verdad?
Pero eso es solo apariencia. Sigue siendo una Diosa en todo lo que importa.
Siente la necesidad de palmearse la cara. Lo hace.
Los dioses residen en las Tierras Puras, junto a las almas de quienes en vida no obraron con malas intenciones...
Así que tiene sentido que puedan verlos.
No puede huir de su tía para siempre si quiere quedarse observando lo que pasa con sus primos. Tarde o temprano, tendrá que responder la pregunta que, obviamente, ella le hará.
Ya pensará en algo.
Al prestar atención a las calles, nota que no es el único ser espiritual translúcido por ahí... y acaba de palmearse la cara en público.
—¡Qué vergüenza!
Se hace una nota mental de estar más atento. Se ha confiado demasiado con eso de que es invisible para los vivos. Tampoco pensó que podría no ser el único fantasma en Konoha.
—Oh, no. Uno se me está acercando. Lo siguiente será: "Bienvenido al club de fantasmas konohianos" o algo así...
—Eres nuevo —dijo una voz femenina.
Era una chica que parecía menor que él. Cabello corto y castaño, liso, con marcas moradas en las mejillas.
—Quiero decir, no nuevo tú. Solo nuevo en esto —Lo señaló de arriba a abajo con una mano—. Te hemos visto por ahí. Eres ese otro Uchiha prodigioso del que a veces habla la gente.
Él asintió con la cabeza. No sabía qué decir.
—¿Cuál es tu historia?, ¿cómo fue? —lo miró expectante. Y antes de que él pudiera responder, decidió contar lo suyo—. Soy Rin. Morí a finales de la Tercera Guerra. Sigo pendiente de mis padres y a veces vigilo a mi compañero de equipo... Todos aquí tenemos algo que nos preocupa lo suficiente como para no haber ido aún a las Tierras Puras.
Rin vestía ropa casual: una falda larga púrpura y una camisa negra sencilla de mangas cortas.
—No pareces una kunoichi —comentó Shisui.
—Tú sí, claramente. Supongo que es lo que llevabas al morir.
—Sí, bueno... En un momento no estaba, y al siguiente... simplemente apareció así —se encogió de hombros. No entendía a qué quería llegar, pero lo hizo pensar.
Si ella murió en la guerra, ¿por qué parecía una civil...?
—¿Podemos cambiar la ropa? —preguntó.
—En realidad, lo que ves como ropa no lo es exactamente. Somos almas. La forma espiritual que proyectamos refleja cómo nos veíamos en la vida. Si te concentras, puedes cambiarla a voluntad —dijo.
Y para demostrarlo, su cabello creció de golpe. Su falda cambió de color varias veces, hasta volver al púrpura. Luego su cabello volvió a acortarse.
—También puedes parecer más joven, pero no más viejo de lo que fuiste al morir. O puedes adoptar una de tus vidas pasadas... si las recuerdas.
—No creo... No lo sé. Nunca lo pensé.
Rin tomó una de sus manos con delicadeza.
—Está bien. Eres nuevo en esto. No tienes que recordarlo todo al instante. Algunos tardan años en recuperar memorias de vidas anteriores.
—Gracias. Yo... —dijo, y recuperando el ánimo, le regaló una de sus sonrisas joviales—. ¿Todavía quieres saber qué me pasó?
Ella asintió y soltó su mano.
—Solo si estás listo.
—Me llamo Shisui Uchiha. Un anciano consejero quiso robarme los ojos y deshacerse de mí. He aquí el resultado.
—¿Un consejero del Hokage, dices? Bueno, no eres el primero. Y, por lo que sabemos, no serás el último. Esos ancianos parecen inmortales.
A su alrededor, varios fantasmas comenzaron a acercarse. Algunas luces flotantes tomaron forma.
Y no solo eran almas humanas. También había animales.
—La mayoría deben ser mascotas —pensó.
—Ese Danzō otra vez haciendo de las suyas —murmuró un anciano.
—¿Cómo dijiste que te llamas, Uchiha? —preguntó una señora.
Pronto, él y Rin se vieron rodeados por un grupo de almas en pena, parados en medio de una calle llena de vivos que iban y venían, atravesándolos sin notarlos.
Shisui esquivaba a cada uno instintivamente.
—Soy Shisui. Un gusto conocerlos, supongo.
Vio una caja de madera contra una pared fuera de una tienda y decidió sentarse. El grupo lo siguió.
—Genial. No hay mucho más que hacer como fantasma aparte de cuidar a los vivos... y chismear, pensó.
Él se encontraba ahora en la misma situación.
Seguro Itachi ya almorzó y se fue a esa misión que mencionó hace unos días. Si recordaba bien, tenía otras cuatro esta semana.
Los demás fantasmas comenzaron a presentarse al mismo tiempo. Captó algunos nombres entre los más cercanos.
—Es raro ver a un Uchiha por aquí. Esas almas no suelen salir del complejo. Igual, desaparecerán a los pocos días —comentó la señora de antes, Suzuki, como si hablara consigo misma.
Shisui la oyó.
—¿Significa eso que yo también desapareceré pronto? —¿Qué quieres decir? — Dijo en su lugar.
—Algunos paseamos de vez en cuando por el complejo Uchiha. Es un lugar tranquilo para los muertos que no quieren ser notados por otros como nosotros. A veces nos cruzamos con uno recién fallecido... pero a los pocos días se van a las Tierras Puras.
Nos evitan. No sabemos cómo lo hacen.
Nadie ha podido preguntar cómo pueden irse sin haber resuelto sus pendientes.
La señora Suzuki lo miró con intención.
—Eres el primer Uchiha no vivo en años que viene hasta aquí. ¿También te irás a las Tierras Puras? ¿Sabes cómo?
Shisui cree tener una idea. Sospecha que su tía tiene algo que ver.
—Lo siento. No sé de lo que hablas, pero veré si puedo averiguarlo.
—No hay problema. Solo somos curiosos. No tienes que decir nada si es secreto de clan —añadió con algo de desdén—. Igual, si reencarnamos, lo olvidaremos todo.
Y tenía razón.
El anciano de antes —Yun— volvió a intervenir:
—Niña, ¿el padre de tu amigo no tuvo también un lío con Danzō?
—¿Quién? —preguntó Shisui, interesado.
—Sakumo, el padre de mi compañero de equipo. Seguro lo conoces. No es mucho mayor que tú. Se llama Kakashi —le dijo Rin.
Por supuesto que sabía quién era.
—Eres la que mató —dijo, más como una constatación que como una pregunta.
Algunos fantasmas hicieron muecas de asco. Rin bajó la mirada.
—No fue con intención, ¿sabes? En realidad, lo usé para suicidarme. Larga historia.
Por las caras de los otros, todos conocían esa historia.
—Escuché cosas sobre el Colmillo Blanco —continuó Shisui—. Unos dicen que fue un héroe. Otros usan su historia como advertencia de no quebrantar las leyes shinobi.
Cuentan que se suicidó por vergüenza.
Yo habría hecho lo mismo para salvar a mis compañeros. ¿Dónde entra Danzō en eso? —.
Rin pareció leer sus sospechas.
—Fue un suicidio... pero es más complejo.
Un joven de unos veintitantos, llamado Kaoru, habló:
—En aquel entonces, yo hacía guardias ANBU en reuniones del consejo. El Tercer Hokage quería que Sakumo lo sucediera.
La tensión con las otras aldeas crecía. Sakumo era un héroe de la Segunda Guerra.
Hiruzen creía que un rostro más joven debía guiar a la aldea en el conflicto que se avecinaba.
Estaba cansado. No quería comandar otra guerra.
Homura y Koharu sugirieron enviarlo a misiones diplomáticas para aumentar su prestigio. Danzō agregó que sería aún mejor si el futuro Hokage era reconocido por apaciguar conflictos antes de que estallaran—.
Yun continuó:
—La opinión pública lo adoraba. Hasta esa última misión. La más importante.
La guerra no había comenzado formalmente, pero las aldeas ya se atacaban de forma encubierta.
Sakumo fracasó... y fue la chispa —.
—Solo los involucrados sabían que él estaba al mando —añadió Kaoru—, pero a los pocos días, la gente ya hablaba. Lo culparon. Incluso sus compañeros lo criticaron. Y ya sabes lo que pasó después.
—Otros candidatos al puesto han terminado muertos. Los más afortunados son simplemente descartados. Quién sabe qué calumnia llegó a oídos del Hokage para que los consideraran no aptos —suspiró Rin—. Hay cosas peores.
Shisui frunció el ceño. Quería oírlas.
Hace unos meses, si alguien le hubiera dicho que los altos mandos conspiraban contra sus propios ciudadanos por ambición más que por el bien de Konoha, lo habría dudado.
Ahora, no tanto.
—Creo que me gustaría escuchar esas cosas —dijo, con una sonrisa traviesa.
Los fantasmas a su alrededor se entusiasmaron.
—Pero antes, tengo una conversación pendiente. Quiero un momento a solas antes de reunirme con alguien.
—Por supuesto —dijo Rin. Se giró y aplaudió—. Se acabó la charla. El chico nuevo necesita espacio.
Algunos se despidieron. Otros simplemente se disolvieron en una luz, como si fueran luciérnagas flotando, y se alejaron.
—Gracias —dijo Shisui.
Rin abandonó su forma espiritual, convirtiéndose también en una luz que se perdió entre la multitud.
—Tengo que aprender a hacer eso... —murmuró Shisui, antes de marcharse a un lugar más tranquilo.
Necesitaba reunir fuerzas y ordenar sus palabras.
Antes del anochecer, iba a hablar con su tía.
Antes de que llegaran su tío y sus primos.
O antes de que ella saliera a buscarlo.
Notes:
Es posible que demore un poco subiendo el próximo capitulo. :)
Depende de mi tiempo y pereza para escribir.
Chapter 4: Capitulo 3
Notes:
1. Engawa: Es el corredor cubo que rodea el perímetro exterior de una casa tradicional japonesa, proporciona un espacio para caminar y observar el jardín, también sirve como una zona de transición entre los espacios interiores y el interior natural.
2. Seiza: Postura tradicional japonesa de sentarse, arrodillado con los glúteos apoyados en los talones y la espada recta. Es una práctica común en Japón para ocasiones formales, artes marciales como el karate y el aikido, y la ceremonia del té.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
De pie frente a la residencia principal del clan, Shisui se encontraba nervioso. Con base en lo poco que había experimentado desde su muerte, tenía preguntas sobre su estado, y llegaba a la conclusión de que no quería ocultarle nada a su tía si ella decidía presionar.
—Al mal paso, dale prisa —se dio valor y entró.
Mikoto estaba en la cocina, sirviendo dos tazas de té en una bandeja. Sintió su mirada sobre ella y se giró. Él alzó una ceja.
—Imaginé que vendrías.
Sin decir más, se dirigió al engawa, con él siguiéndola en silencio. Ella se sentó en seiza, y él dejó que sus piernas colgaran por el borde. La bandeja fue colocada entre ambos.
—No estoy triste por tu muerte. Me entristece que esta vida te haya sido tan corta, pero sé que no es el fin.
Los ojos de Mikoto dejaron de ser oscuros. Una pupila azul, rodeada por un iris aún más claro y una rara flor blanca en el centro, le devolvieron la mirada.
—¿Qué son esos ojos?
—Tienes muchas vidas por delante, Shisui. Y si me dejas, puedo ayudarte a estar en paz... a llegar a las Tierras Puras.
—Decidí quedarme. No quiero dejar solos a tus hijos.
Shisui estaba hipnotizado por sus ojos. Ella aceptó su decisión: podía ver la firmeza en su alma.
—Se llaman Tenseigan. Son los ojos de los dioses. Hace mucho, los humanos los llamaban "los ojos de la reencarnación —respondió su pregunta no dicha, y tomó un sorbo de té. Shisui la imitó con el suyo.
—¿Puedes leer mi mente con ellos?
Ella soltó una risa moderada.
—Ojalá pudiera. No tendría que preguntarte qué pasó para que terminaras así. Esta mañana sentí intrusos no deseados en el complejo. No hicieron nada más que merodear en secreto. Imagina mi sorpresa cuando, una hora después, te vi con ese aspecto.
—Prefiero no hablar de eso —dijo Shisui—. Pero no me negaré si no me dejas pasarlo.
El color de los ojos de Mikoto brilló más intensamente. Una de sus manos se posó sobre la mejilla de Shisui.
—¿Alto, cómo hace eso...?
—Shisui —la firmeza en su voz indicaba que no aceptaría un no por respuesta.
—Me suicidé —soltó, rápido.
Mikoto lo miró intensamente, sin retirar la mano.
—¿Te suicidaste? No lo creo. Te conozco. Amas la vida. Disfrutas demasiado de ella.
—Está bien. Técnicamente me asesinaron, pero en parte también fue un suicidio. Me dejé caer de un acantilado con el cuerpo envenenado.
Con eso, dio otro sorbo a su taza.
La mano de Mikoto bajó al hombro, y Shisui sintió como si lo apretara levemente.
—¿Quién? —espetó.
Shisui esperaba no provocar un desastre con lo que estaba a punto de decir (aunque no creía que lo hiciera. No era el primer Uchiha en morir a manos de otros, y que él supiera, ella no había hecho rodar cabezas por cada muerte del clan). Pero no tenía dudas de que ella sería perfectamente capaz de quemar la aldea hasta los cimientos si lo deseaba.
—El anciano Danzō Shimura.
Su rostro se ensombreció.
—Ese maldito... ¿¡cómo se atreve a tocar a uno de mis niños!? Los hijos de mi linaje juran proteger este pedazo de tierra llamado Konoha... ¿y eso es lo que reciben de los altos mandos, que dicen velar por el bienestar de todos?
Hace siglos, habría dejado estallar su temperamento. Ahora, solo cerró los ojos un segundo, respiró... y su rostro volvió a ser sereno. O tal vez no tanto, porque su sobrino tenía una mueca de preocupación.
Su mente buscaba razones.
—Quería tus ojos. Y escapaste —no era una pregunta. Ató los hilos con rapidez—. ¿Por eso merodeaban intrusos por el complejo, como si buscaran algo?
La ambición de ese viejo bastardo es tan profunda que emana de su cuerpo. Lo juro... las pocas veces que me topé con él, podía sentirlo. Su alma hace mucho que no tiene una pizca de pureza—.
Shisui asintió.
—Sí... Él dijo que no valía la pena desperdiciar el poder de mi Mangekyō en traidores...
Mikoto abrió los ojos y alzó las cejas.
—¿¡También cree tener derecho a decidir cómo nuestro clan debe usar la bendición otorgada por nuestra familia divina!? Espera... — ¿Quieres decir que Danzō sabe del posible golpe de estado? Por lo tanto, el Hokage también debe saberlo... ¿y tú ibas a usar el poder del Kotoamatsukami contra tu propia familia?
Ella frunció el ceño.
Shisui da otro asentimiento.
—No me importa si rompía una regla del clan. Esta es nuestra aldea. Juramos protegerla cuando recibimos el hitai-ate. Es nuestro deber informar sobre cualquier peligro inminente.
Mikoto asintió lentamente, con una mirada difícil de leer.
—Ya veo. Siempre pensé que te estabas involucrando demasiado con la aldea desde que decidiste no unirte a la Policía. No te culpo por traicionarnos... al igual que todos fuera del clan, fuiste manipulado. Caíste en el adoctrinamiento de Konoha.
Retiró su mano del hombro ajeno. El brillo en sus ojos se atenuó.
—¿Traición...?
No es que hubiera revelado todos los secretos del clan o explicado en detalle cómo ocurriría el golpe. Sí los delató, pero solo porque intentaba encontrar una forma de evitar que el clan o la aldea salieran perjudicados.
—No es traición si al final logras salvarlos a ambos.
Intentó tomar otro sorbo de té, pero se dio cuenta de que durante la conversación lo había bebido casi sin pausa hasta acabarlo. Miró la taza de su tía... prácticamente seguía igual de llena.
—¿De qué hablas, tía? Nadie me manipuló. Elegí dar mi vida por esta aldea. Eso también incluye al clan —dijo, sinceramente confundido.
Ella casi resopló con ironía.
—Eres inteligente. Una esperaría que te dieras cuenta... ¿Qué pensaste que era la Voluntad de Fuego? ¿Por qué crees que vas a la academia? Todo lo importante lo aprendiste en el clan y la practica con el equipo genin.
—Hay shinobi provenientes de familias civiles que aprobaron el examen y se convirtieron en ninjas competentes —replicó él, de inmediato.
—El examen lo pasa cualquiera que sepa lo básico. Los maestros solo hacen entrenamientos parciales y te estudian psicológicamente para que los jōnin sensei puedan moldearte como la herramienta que la aldea necesite.
Hizo una pausa.
—Las muertes en los equipos genin son, casi en su totalidad, de nacidos en familias civiles. Si no tienen talento... a menos que el jōnin sea lo suficientemente competente como para centrarse en ellos, o que algún otro shinobi se tome la molestia de enseñarles, solo entonces sobrevivirán lo suficiente para volverse chūnin.
—Eso no puede ser...
Cada palabra de Mikoto le calaba hondo.
—Las clases se centran más en retratar a los shinobi como héroes, enseñarte a idolatrar al Hokage, a ser patriótico. Porque la gente que adora su nación está más dispuesta a morir por ella.
Mikoto lo observaba mientras Shisui absorbía la información con una mezcla de incredulidad y desazón.
—Este sistema fue creado por el Segundo Hokage. Una de las razones por las que desconfiaba del clan Uchiha... y por eso nos encargó la Policía Militar. Porque nos negábamos a criar hijos que siguieran ciegamente a la aldea.
Desde pequeños les inculcamos que el clan es lo primero. El amor, el vínculo que nos une como familia y con quienes se ganan nuestra lealtad... eso, para nosotros, es más importante que cualquier otra cosa—.
—Tobirama pensó que, de ese modo, nadie externo al clan podría verse influenciado por nuestras creencias. Por eso nos aisló.
Shisui bajó la mirada.
—Pero no fue solo adoctrinamiento lo que me llevó a contarle al Consejo sobre el golpe. También fue por los inocentes. Los shinobi no van a esperar a que saques al consejo del poder: pelearán en las calles si hace falta. ¡Los civiles se verán involucrados! ¡Muchos morirán!
—Los humanos mueren y se matan entre sí todo el tiempo —respondió Mikoto con indiferencia—. Incluso si lo evitas ahora, ¿puedes asegurar que otro clan no se rebelará en el futuro? Los grandes conflictos surgen constantemente, en todas partes.
—¿No te importa? Va a haber una guerra en cuanto las demás aldeas huelan la sangre del conflicto —Shisui siseó.
Mikoto lo entendía.
Una guerra civil prolongada debilitaría tanto a Konoha que sería la causa perfecta para el inicio de una nueva Gran Guerra Ninja. Las demás aldeas, que aún guardaban rencor, no desaprovecharían una oportunidad como esa.
—No me importa —dijo.
Shisui no podía creer lo que oía.
—Para un dios, solo importan dos cosas: sus creyentes y sus propios deseos. El clan forma parte de ambos. Por eso me importan.
Shisui había escuchado muchas veces que los dioses son caprichosos: de sacerdotes, de ancianos... incluso de su tía. Nunca se había molestado en entenderlo del todo. Pero ahora sí lo entendía.
Y eso lo aterraba.
Cada vez que Mikoto lo decía, no era una figura retórica. Era una advertencia sembrada desde la infancia: el clan al que los Dioses Uchiha se vinculan es una extensión de sus deseos. Si esos deseos cambian, pueden abandonarlo o destruirlo, sin remordimiento alguno.
—¿Sabes...? Hace un tiempo, casi cometo el error de apelar a ti para que detuvieras el golpe —admitió.
En las últimas reuniones del clan la había observado. Nunca mostró rechazo ni aprobación al plan. Pensó que, si Itachi lo sugería, tal vez ella podría interceder.
Al final lo desestimó, por respeto a su neutralidad. Ella era la diosa patrona del clan. Todos esperaban que siempre estuviera de su lado. Y él creyó que amaba tanto al clan como a la aldea en la que había crecido.
—¡Resulta que simplemente era muy buena ocultando sus emociones! Igual que Itachi... ¡Todo este tiempo ha estado de acuerdo con el golpe!
—Ahora sabes que me habría dicho que no —respondió ella—. ¿Por qué me pondría del lado de una aldea que solo nos ha marginado?
Cuando Madara propuso fundar la aldea junto a los Senju, se suponía que seríamos acogidos. Que la confianza y la lealtad serían mutuas. Igual que con los clanes que se unieron después. Pero Hashirama nos atrapó con ilusiones y promesas vacías.
—¿Qué se puede esperar de un hombre que no tiene una pizca de divinidad...?
—Lástima que el clan no lo vio a tiempo. Madara lo supo en cuanto Hashirama lo traicionó al casarse con esa zorra, Mito. ¿Por qué una aldea que terminó siendo completamente monopolizada por los Senju no haría lo mismo con el clan Uchiha?
—Eso fue hace décadas. Los Senju están prácticamente extintos. Todavía podemos fortalecer los lazos con la aldea. Cambiar su percepción sobre nosotros. Y—
Mikoto alzó la mano con la palma hacia él, en un gesto de silencio.
—Solo de nombre. Su sangre corre diluida por las venas de más de la mitad de la población. Está en todos los clanes... menos en el nuestro.
—De la misma forma en que sellaron la alianza con los Uzumaki. Y ¿qué pasó con ellos? Los descartaron a la primera oportunidad. Su último vástago corre marginado por la aldea.
— El último vestigio de mis queridos Kushina y Minato.
—Los Uzumaki no hicieron más que ser demasiado poderosos. Temidos por los enemigos de Konoha... y por sus aliados también. ¿Qué crees que nos depara a nosotros? Un clan igual de poderoso, con prejuicios acumulados y acusado falsamente del incidente del Kyūbi. Razones me sobran para quemar Konoha.
A Shisui le queda claro:
Su tía... odia la aldea.
Y eso significa que el resto de su familia divina probablemente también la odia. Konoha ya no está en la gracia de los dioses Uchiha.
Y eso... es peor que cualquier guerra.
—Si tanto deseas destruir Konoha... ¿por qué no has manifestado tu apoyo al golpe de estado? Estoy seguro de que el clan estaría extasiado si los lideraras.
La aldea no tendría oportunidad contra los Uchiha si un dios —o varios— se les uniera.
—No puedo. Hace muchos siglos se estableció la única ley divina:
Los dioses solo pueden intervenir en asuntos triviales o personales, nunca en eventos trascendentales para la humanidad.
—Ya veo... Puedes tocar el destino de un hombre, pero no el curso de una nación.
—Puedo ver el alivio que sientes por tu amada Konoha —espetó Mikoto.
"Amada" le salió casi como veneno.
—No te equivocas —admitió Shisui. Luego, con voz más baja e indecisa—:
Dijiste que no me culpabas... ¿Todavía estoy en tu gracia?
Su tía suspiró.
—Todavía te amo. Estoy algo molesta contigo, pero no lo hiciste con malas intenciones.
Y mi verdadero enojo es con la aldea.
Eso lo tranquilizó. Por un momento pensó en no hacer las preguntas que rondaban su mente, dejar la conversación hasta ahí. Pero...
—Está bien. Ahora que ya hablamos de mi muerte... Tengo preguntas que—
—Una última cosa —lo interrumpió ella—. ¿Sabes si encontraron tu cuerpo? ¿O fuiste a buscar a Itachi de inmediato sin asegurarte?
—No te preocupes, tía. Me aseguré de que nadie lo encuentre.
Ella levantó una ceja inquisitiva.
No iba a mencionar la participación de Itachi. Si lo hacía, ella haría preguntas que no podría responder sin revelar su estado como agente doble. Y Itachi es su esperanza para resolver esta crisis de forma pacífica.
—Antes de morir por el veneno del esbirro de Danzō, me lancé al Naka. Mi cuerpo ya debe haber desembocado en el mar. Es inútil buscarlo.
—Eso me tranquiliza. Al menos ese ladrón de ojos no se salió con la suya.
Shisui tragaría saliva si pudiera.
Solo una pequeña mentira a medias...
Al menos uno de sus ojos está a salvo.
El otro... solo puede confiar en que Itachi encuentre una forma de solucionarlo.
—¡Joder, qué frustrante es no poder hacer nada para ayudar y tener que esperar a que otros lo hagan todo!
—Entonces, ¿qué tienes en mente? —preguntó Mikoto mientras bebía el té olvidado. Una de las comisuras de su boca se crispó, y de inmediato dejó la taza en la bandeja.
—Ah... el té se enfrió — Notò Shisui.
En algún momento de su conversación apasionada, ella lo había dejado en la bandeja. Ya no valía la pena beberlo. Ofrecerle té había sido una táctica obvia para relajarlo y hacerle hablar. En parte, había funcionado para ambos, aunque ella apenas había dado un par de sorbos.
—Lo primero que noté es que nadie puede verme, pero tú sí. Supongo que es porque tu verdadera naturaleza predomina —dijo él.
Ella asintió.
—Tras los ojos negros que siempre ves, están mis verdaderos ojos.
—¿Como una capa de genjutsu?
—No. Los genes Uchiha dictan que los ojos físicos sean negros. Mi Tenseigan es espiritual, se manifiesta desde que nazco. Es así como el clan reconoce mi encarnación. En las Tierras Puras predomina lo espiritual... y aquí predomina lo físico. Y en cuanto pasan los primeros minutos tras el nacimiento, dejo que mis verdaderos ojos queden relegados a un segundo plano.
—Así que siempre están ahí, activos, porque son parte de tu alma. Y mientras el alma no se separe del cuerpo, siguen ocultos —concluyó él.
—Sí.
A diferencia del Sharingan, que se activa, el Tenseigan se revela.
—El Tenseigan, aunque puede ser otorgado físicamente como bendición, no se vuelve parte del cuerpo físico cuando un dios encarna, aunque su alma se fusione con ese cuerpo en la concepción. Tampoco puede ser heredado por hijos mortales pues sus almas no son 100% divinas.
—El Sharingan, en cambio, se plasma en el alma en cuanto se activa por primera vez. Originalmente no era así, pero después de que tu ancestro recibiera nuestras bendiciones... tuvo que serlo.
¿De qué otra forma canalizaría poderes divinos de origen espiritual? El Sharingan necesita ser tanto espiritual como físico—.
Shisui no tardó en intentar activar su Sharingan. Efectivamente, el mundo se volvió más nítido, detallado, y el movimiento de las manos de su tía se volvió fácil de anticipar.
Pero no logró acceder al Mangekyō.
—Esa canalización requeriría mucho gasto de chakra en un humano normal —explicó Mikoto—. Pero los Uchiha descienden de dioses. Para ellos es más fácil, y el gasto de chakra es mínimo.
—¿Cómo es posible si no tengo chakra? ¿Y por qué no puedo activar el Mangekyō?
—El chakra es la combinación equilibrada de energía física y espiritual. Cuando estás vivo, necesitas ambas. Pero ahora solo tienes energía espiritual.
Puedes activar el Sharingan porque también está ligado al alma. Pero no puedes usar técnicas si no puedes combinarla con energía física—.
—Entonces... nada de genjutsus —pensó con tristeza—. Sería demasiado bueno causarle un par de sustos a los vivos con un genjutsu sin origen visible.
—En cuanto al Mangekyō: el Sharingan original no tenía esa forma. El Mangekyō es una evolución otorgada por los dioses.
Un símbolo de que fuiste bendecido y cumples las condiciones para manifestar sus poderes.
Una vez muerto, ya no lo necesitas. ¿Quién podría hacerte daño ahora? ¿A quién necesitas proteger en las Tierras Puras?—.
—Solo que... no estoy en las Tierras Puras. ¿Y si necesito proteger a los vivos?
—Por eso sigues aquí. No quieres dejar ir esas preocupaciones que deberían aquejar solo a los vivos —le reprochó ella con dulzura—. Poder acceder a esos dones y usarlos contra los vivos alteraría el equilibrio entre la vida y la muerte.
— Por eso cuando dejó de ser solo una bendición, el Mangekyō fue vetado espiritualmente— Shisui no debe saberlo, ninguno de sus descendientes Uchiha debe. Ese fue el consenso al que llegaron los dioses.
—Está bien, entiendo —dijo él, desactivando su Sharingan.
—Lo siguiente es: ¿cómo puedes tocarme?
—No siento la temperatura ni la textura de tu piel... pero sí percibo algo posado sobre mí.
Cuando estuve en las calles de la aldea, una chica fantasma pudo tocarme, pero las personas pasaban a través de ella.
Yo tampoco puedo tocar nada; atravieso todo—.
Su tía apartó la bandeja de té a un lado, asegurándose de que no interfiriera entre ambos, y se giró completamente en su dirección, indicando que hiciera lo mismo. Ella seguía en seiza, él se sentó con las piernas cruzadas, frente a frente.
—Puedo manejar las energías a voluntad. ¿No te parece que brillo un poco más que otras personas?
Él asintió.
—Es una parte de la energía espiritual de mi alma que logra filtrarse fuera de mi cuerpo. Si hago esto...
Los ojos de Mikoto brillaron con más intensidad. En su mano, la energía espiritual se condensó como una membrana, un delgado guante de luz blanca translúcida que cubría su piel.
Apoyó la mano sobre la de Shisui, no la atravesó.
—Lo siguiente es importante, porque vas a pasar mucho tiempo entre los vivos.
Puedes tocarlos. Ellos no se darán cuenta—.
Mikoto colocó ambas manos sobre su regazo.
Shisui frunció el ceño.
Extendió las manos hacia los brazos de su tía...
Como era de esperarse, sus dedos traslúcidos los atravesaron sin dificultad.
—Paciencia. No dije que lo intentaras
—No tiene sentido... Estoy aquí sentado, ¡pero nada me sostiene! ¿Cómo es que no atravieso el suelo, pero sí todo lo demás?
Mikoto sonrió con paciencia, como quien ha vivido demasiado tiempo.
—Porque tu alma está anclada por la energía natural.
Shisui ladeó la cabeza, intrigado.
—¿La misma energía que se usa para entrar en Modo Sabio?
—Exactamente. Aunque, en tu estado, la relación con esa energía es distinta.
—¿Cómo?
—Cuando un alma queda en el umbral entre el plano físico y el espiritual, como tú ahora, incluso sin cuerpo físico, su forma responde a ciertas leyes. Tu alma reconoce este espacio como "habitable" porque el plano espiritual no está completamente desconectado del físico.
La energía natural fluye por todo lo que existe. Tu forma se adapta a ese flujo, creyendo en la ilusión del peso y la orientación. El suelo, la gravedad... son ideas que tu conciencia acepta como reales.
La resonancia de tu energía espiritual con la natural del entorno te sostiene. Por eso no atraviesas el suelo—.
Extendió una mano hacia el piso del engawa.
—Pero los objetos... la materia viva... requieren algo más.
—Entonces... es como flotar, pero sin flotar —reflexionó él.
—¿Y por qué atravieso todo lo demás?
—Porque aún no sabes cómo sintonizar tu energía espiritual con la natural. Solo al lograr ese equilibrio podrás tocar lo que desees—.
—¿Cómo se logra?
Mikoto se acomodó como si fuera a meditar.
—Con presencia, Shisui. Y con deseo verdadero. No lo confundas con fuerza de voluntad.
Primero necesitas dejar de pensar como un cuerpo vivo. Olvida la sensación y movimiento de músculos y huesos. Ahora eres flexible. Pero tu alma todavía tira hacia lo que perdiste. Hasta que aceptes dónde estás, no podrás armonizarte con el entorno—.
Shisui bajó la mirada. Entendía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Aún tenía impulsos: usar chakra, moverse con shunshin, evitar chocar con gente. Se extrañaba cuando no sentía sus extremidades como antes.
—Está bien —dijo, finalmente.
—Cierra los ojos. Imagina que tu alma es una hoja flotando en la superficie de un lago. No luches contra la corriente. Fluye.
Shisui obedeció. No empujó contra el mundo: se dejó llevar por él.
Al principio, no sintió nada. Luego, algo... cálido, suave. Como un zumbido en el pecho.
—Eso es. Esa vibración es el pulso de la energía natural. Un lenguaje que no se habla con palabras.
Ahora piensa en tocarme. Sin fuerza ni intención. Como si ya formaras parte de todo.
Ya no eres la hoja. Eres otra corriente de agua, fluyendo junto a mí—.
Ella acercó su mano a la suya.
—No te concentres en ti.
Siente lo que hay en mí. No mi chakra. No mis emociones.
Solo la vibración que me envuelve—.
Shisui abrió los ojos, manteniendo la conexión. Estiró la mano. Esta vez, sus dedos no la atravesaron del todo. Era como tocar niebla densa. No era sólido, pero ya no era "nada".
—¡Lo logré... un poco!
—Intenta de nuevo —lo alentó ella—. Conectar. Esa es la diferencia entre atravesar algo y formar parte de algo—.
Cerró los ojos otra vez. Respirar ya no era necesario, pero el gesto lo ayudaba a centrarse.
Esta vez no pensó en carne o forma.
Pensó en energía que fluye hacia energía, sin colisionar, sin ignorarse.
Una conexión sutil y silenciosa.
Al abrir los ojos, notó que sus dedos ya no la atravesaban.
Su mano descansaba sobre la de Mikoto.
Ella sonrió.
—Eso es. Requiere práctica... pero ya lo entendiste.
No por nada eres un prodigio, Shisui
—Una vez que lo domines, practica pensar en un sentimiento y transmitirlo. Los vivos lo percibirán como un presentimiento... o una sensación.
—Eso suena útil. Tengo otras dos preguntas. En la aldea vi algunos fantasmas que flotaban como luces brillantes y tomaban forma a voluntad.
—Eso es sencillo —dijo Mikoto. Sus ojos brillaron y, con un simple toque de su dedo en la frente de Shisui, el mundo le dio vueltas. Su visión cambió por completo.
—¡Vaya! ¡Esta es la visión de 360º! Con razón es tan difícil golpear a un Hyūga...
—Esa es tu verdadera forma como alma. Para regresar a ella, debes moldear tu energía.
Haz de cuenta que vas a concentrar una esfera de chakra entre tus manos, pero en vez de eso, reúne y condensa tu energía en el pecho mientras imaginas que eres una esfera de luz—.
Shisui lo intentó. Dio vueltas flotando por el lugar, salió al patio y regresó.
—Podría acostumbrarme a esto —dijo, mientras giraba alrededor de su tía con agilidad.
Mikoto soltó una pequeña risa mientras él flotaba como un niño feliz. Finalmente, volvió a posarse en el aire frente a ella, sin tocar el suelo.
Ella le dio otro suave toque, y sus ojos dejaron de brillar. Shisui regresó a su forma anterior.
—No olvides esa sensación —le indicó—. Cuando quieras volver a tu forma espiritual, suelta la energía condensada y piensa en esa percepción de moldearte como desees.
—Lo tendré en cuenta cuando practique.
Una chica ya me había dicho que podía cambiar mi apariencia con solo concentrarme. Me gustaría no llevar siempre la misma ropa. ¿Es parecido a moldearse al dejar de ser una esfera?—.
—El mismo principio. Concéntrate en aquello que quieres cambiar y usa tu imaginación.
Shisui cerró los ojos y se concentró en su frente, donde sabía que tenía la marca del hitai-ate con el símbolo de Konoha. Se imaginó su rostro como lo veía cada mañana en el espejo, sin esa placa.
—Muy bien, ya puedes abrir los ojos —dijo Mikoto, observando con una expresión satisfecha.
—Claramente no le gusta el símbolo de Konoha —pensó él con cierta ironía.
Llevó la mano a su frente: ya no sentía la forma del metal allí.
—En algún momento, no necesitarás cerrar los ojos para hacer todo lo que te enseñé hoy.
—Gracias, tía. Por cierto, antes de que se me olvide, quería comentarte que...
Antes de terminar su frase, escucharon la voz de Fugaku anunciando su llegada desde la entrada. Mikoto con sus ojos ya negros en un parpadeo se levantó de inmediato del engawa y fue a recibir a su esposo.
—¿Estás sola? —le arqueó una ceja—. Creí haberte oído hablando.
—Sola con mis pensamientos, esposo —respondió ella con una sonrisa.
Shisui los oyó, curioso, y se asomó desde el pasillo.
—Fantástico... las tendencias chisme fantasmal ya se me están pegando.
Mikoto le estaba haciendo ojitos a su marido, ignorando por completo su presencia.
La expresión de Fugaku se ensombreció levemente, y su voz sonó más profunda de lo que Shisui recordaba.
—Sasuke no volverá de la academia antes de las seis. ¿Itachi?
—No regresará hasta más tarde en la noche —respondió Mikoto, acercándose a él hasta apoyarse en su pecho. Ambos de pie en la sala.
Fugaku colocó sus manos en sus caderas con naturalidad.
Shisui abrió los ojos como platos.
—¿Qué carajos está pasando?
Ni en sus sueños más raros imaginó ver a su tío con una expresión que no fuera severa.
—Te deseo, Koto-chan —le susurró Fugaku, mordiéndole suavemente la oreja.
—Llévame a la habitación, querido —ronroneó ella.
Los ojos de Fugaku brillaron como un adolescente enamorado.
Se agachó, sus manos varoniles subieron por las piernas de Mikoto y, levantándola por los muslos, ella se colgó de él, rodeándolo con brazos y piernas.
Shisui casi...
Casi activa el Sharingan del susto.
Esa fue su señal clara para irse de la casa inmediatamente.
A estas alturas, su tía ni recordaba que su sobrino favorito —según él mismo— estaba en la sala.
Mientras la amorosa pareja subía por las escaleras, Shisui pensaba en silencio:
—...Pensé que mi tío era demasiado serio, que evitaba toda diversión. Resulta que la única diversión que le interesa es la del dormitorio.
Y mi tía, tan tranquila y recatada... ¡es atrevida en secreto!—.
¡Qué dichoso lecho matrimonial!
Hay cosas que uno no necesita saber sobre su familia.
Esto le pasa por metido.
—Definitivamente es hora de buscar aire fresco... espiritual o no.
Notes:
1. No pensé que todo el capítulo se me fuera escribiendo la conversación entre Shisui y Mikoto. Mi plan original incluía esa escena y otras más, pero tendré que dejarlas para el próximo capítulo.
2. El Tenseigan, si lo recuerdan, es ese Dōjutsu que aparece en la película "The Last", y que pueden despertar los Ōtsutsuki que viven en la Luna usando el Byakugan de los Hyūga. Sin embargo, en este fanfic no va a funcionar de esa manera. Más adelante, en otro capítulo, explicaré ese asunto con más detalle.
3. Recientemente leí "Shinra Tensei", escrito por @multifandom_fanfic_writer en AO3. De su secuela (Banshō Ten’in) tomé inspiración para escribir la conversación entre Mikoto y Shisui sobre el adoctrinamiento de Konoha. Me gustó mucho cómo se planteó la ideología de la Voluntad de Fuego como una forma de adoctrinamiento. Siempre he pensado que eso de considerar a la aldea como una gran familia —con el amor, la paz, la cooperación y la protección como pilares— tiene una doble lectura. Kishimoto hizo un gran trabajo mostrando esa perspectiva en la que los personajes de Konoha creen que son los buenos, mientras también revela cómo son realmente las cosas desde el punto de vista de quienes no viven allí.
4. Dejen sus comentarios. Me encantaría saber qué opinan sobre el rumbo que está tomando la historia, qué creen que va a pasar y qué les gustaría que ocurriera.
Chapter 5: Capitulo 4
Chapter Text
Su tía le había hablado con fuerza. Por no decir "Nada más que la verdad"
Es cierto que la aldea no ha sido la mejor en su trato hacia los Uchiha. En parte, él cree que la desconfianza infundada por el Segundo Hokage se ha mantenido viva y se ha fomentado debido al secretismo del clan respecto a sus poderes y orígenes. La gente tiende a temer y desconfiar de aquello que no puede comprender.
Es un secreto a voces que, hasta su muerte, el Segundo Hokage conservaba cierto recelo por la muerte de sus hermanos durante la guerra de clanes. A eso se sumaba lo que él llamaba "el extraño misticismo de los Uchiha con el Sharingan". Después de la fundación de la aldea el Segundo Hokage dedicó tiempo a estudiar el Sharingan, aunque su investigación fue detenida por el Consejo Uchiha y se perdió.
Si bien todos los clanes se reservan el derecho de no revelar el funcionamiento de su Kekkei Genkai, junto con las técnicas desarrolladas dentro del clan —estén o no ligadas al dōjutsu—, con el paso del tiempo muchos clanes fueron flexibilizando esa postura. Incluso clanes tan reservados y tradicionales como los Hyūga o los Aburame han revelado cierta información mínima a los altos mandos sobre el funcionamiento básico de sus técnicas.
El clan Uchiha, sin embargo, es demasiado orgulloso.
Shisui entiende que valoren profundamente su dōjutsu, y que hay cosas que es mejor mantener solo dentro del clan. Revelar demasiado podría generar aún más temor.
Pero si al menos compartieran información sobre las etapas más básicas del Sharingan —el de una o dos aspas—, podrían incitar algo de confianza. En lugar de eso, la poca información recopilada por la aldea proviene de observaciones externas: antiguos registros Senju tras sus batallas, o más recientemente, lo que se ha aprendido del Sharingan trasplantado de Kakashi. El clan nunca ha emitido un comunicado oficial.
Con el tiempo, la existencia de una segunda evolución del Sharingan se perdió para las nuevas generaciones, siendo un antiguo cuento Senju en lugar de un hecho. Pero con el caso de Kakashi y la negativa del clan a hablar del tema —exigiendo únicamente la devolución del ojo— surgieron especulaciones sobre poderes prohibidos, sumamente aterradores atestiguados por los Senju en el pasado. Algunos señalaron a Madara Uchiha como prueba de esa supremacía, al ser capaz de rivalizar con el poder casi divino del Primer Hokage.
El incidente del Kyūbi solo pareció confirmar esas sospechas en el imaginario colectivo.
Además, el clan tiende al rencor.
Si al menos pusieran algo de voluntad... en lugar de esperar que sea la aldea quien cargue con todo el peso de la reconciliación... Si fueran más accesibles, si interacturan más allá del mínimo indispensable fuera del complejo. La mayoría de Uchihas ni siquiera mantienen cercanía con sus antiguos compañeros de equipo. Una vez ingresan a la Policía Militar, se distancian poco a poco, volcados en sus nuevas funciones con su familia extendida.
Terminan cruzándose apenas con los que alguna vez llamaron camaradas.
Esa distancia, en su opinión, hace que sea más fácil caer en el rencor... y luego, en la llamada "maldición del odio".
Entre todos los rumores sobre los Uchiha, este es el más famoso, y curiosamente también fue un término acuñado por el Segundo Hokage.
No es del todo descabellado: el clan se centra en el amor. Y el amor, junto al odio, son dos caras de una misma moneda.
Pensándolo bien...
¿No es Tobirama el principal culpable de todo?
Shisui casi rueda los ojos. ¿Cómo no se le ocurrió antes?
Y ahora, con todo ese tema del adoctrinamiento del que su tía le abrió los ojos... eso también fue creación del Segundo Hokage. De hecho, prácticamente todo el sistema actual de la aldea fue diseñado por él.
Si tomamos en cuenta que las demás aldeas copiaron en gran parte el modelo de Konoha, ¿no sería más correcto decir que el Segundo Hokage moldeó el mundo ninja tal como lo conocemos hoy?
—Vaya... qué admirable —pensó con sarcasmo.
Su mente empezó a divagar.
Volviendo al tema del adoctrinamiento... debería haberle contado a su tía sobre Itachi.
Si alguien ha sido afectado profundamente por ese adoctrinamiento, es él.
Fue Itachi quien informó al Hokage por primera vez sobre el posible golpe, luego de descubrir que el clan estaba siendo vigilado mediante cámaras ocultas desde edificios cercanos al complejo.
Dejará que su tía crea que fue él quien los delató primero.
De todas formas, Shisui, que llevaba más tiempo en ANBU, ya había estado considerando hacerlo (al menos èl lo dudo antes de correr a hablar con el Hokage).
Pero cuando Itachi le dijo lo que hizo fue él quien completó la información ante el consejo y quien decidió hacerse cargo.
Hizo un juramento a la aldea.
Se preocupa por todos sus habitantes.
Pero sobre todo, no estaba dispuesto a dejar que Itachi cargara con ese peso él solo.
Si Mikoto piensa que él fue el único agente doble, entonces Itachi aún tiene una oportunidad.
¿Está mal seguir teniendo esperanza?
¿Esperar que los altos mandos no abandonen al clan a la primera señal de tensión?
¿Es posible el cambio?
¿O debería Shisui elegir a su familia extendida por encima de la aldea... y olvidarse del resto?
Como buen Uchiha entrenado en genjutsu, sabe manipular la mente.
Y la mejor manipulación es la que te hace creer que lo implantado fue elección propia.
¿Son realmente suyas las decisiones que tomó? ¿O son impulsadas por ese adoctrinamiento?
¿Acaso esas críticas internas a su propio clan son también parte de ese condicionamiento?
¿Está buscando culpas en el clan solo para contrarrestar la fuerza de las palabras de su tía?
Tal vez sí.
Ahora recuerda lo que ella dijo sobre los jōnin sensei moldeando herramientas para la aldea.
Pero... eso es lo que siempre ha sido un shinobi: un arma con sentimientos.
¿No es hipócrita decirlo? ¿Acaso no es lo mismo que el clan y su tío Fugaku hacen con Itachi?
¡Qué hipocresía!
¿No cuenta si lo haces por el clan en vez de por la aldea?
Se lo guardará para mencionarlo la próxima vez que hablen a solas.
Al llegar a las afueras del complejo, se detuvo a mitad de camino entre este y el resto de la aldea.
Itachi tardaría horas en volver. Shisui decidió esperar a que el pequeño Sasuke pasara por allí para medir el tiempo mientras practicaba lo que su tía le enseñó.
El cielo estaba bañado en colores intensos: naranjas y amarillos encendidos, justo antes del ocaso. Son las cinco de la tarde. Se detendra a las seis.
Dejó atrás todos los pensamientos.
Se sentó mirando un árbol cercano, en posición de meditación.
—Está bien... concentración... presencia... deseo verdadero —se repetía mentalmente, tal como Mikoto le había enseñado.
Cerró los ojos. No tenía pulmones, pero el gesto de inhalar lo ayudaba a centrarse.
Visualizó su energía espiritual flotando sobre un lago, rozando la superficie sin romperla.
—No empujes. Conecta...
Estiró la mano hacia el tronco. No intentó tocarlo con fuerza. Se concentró en el flujo de energía natural que recorría el árbol, en la vibración del entorno.
Dejó que la suya la acompañara.
Su mano lo rozó. No lo empujó, no lo atravesó.
Lo sintió.
Con confianza, apoyó por completo la palma.
—¡Lo logré! —exclamó, y luego miró a su alrededor— Bueno... no es que alguien pueda oírme.
.
.
.
Tal como Shisui esperaba, a las seis en punto, dando brinquitos y tarareando animadamente como el niño feliz que era, pasó su primito Sasuke rumbo al complejo Uchiha.
La esfera de luz en la que se encontraba se transformó: Shisui volvió a su forma espiritual.
Condensar y soltar su energía una y otra vez para cambiar de forma resultaba más agotador que hacerse tangible.
En una hora de práctica, ya no necesitaba concentrarse todo el tiempo para evitar atravesar la materia, y el cambio de una visión binocular a una omnidireccional ya no le resultaba tan confuso.
Tal vez, la próxima vez, sería hora de intentar transmitir emociones a los vivos.
Caminó por la aldea. Varios fantasmas lo saludaron en el camino y él les devolvió el gesto.
La noticia de su muerte debió propagarse rápidamente entre los espíritus de Konoha.
Estuvo a punto de contarle a su tía lo que decían sobre los fantasmas Uchiha, que desaparecían a los pocos días de morir. Aunque aseguraban que era mera curiosidad, pensó en pedirle permiso para hablarles de ella. Tal vez alguno quisiera acudir a ella e irse a las Tierras Puras tras años de vagar entre los vivos.
¿Se negaría?
A ella no le importaban los vivos, pero ellos ya estaban muertos.
¿Tendrían oportunidad?
¿O su desprecio también se extendía a los muertos?
—Ni estando muerto me agradaría Danzō, aunque ya no pudiera hacer de las suyas...
Tal vez fue mejor que su tío apareciera justo en ese momento antes de que pudiera decírselo.
Si hubiera querido ayudar a esos fantasmas, se habría acercado por su cuenta desde hace años puesto que puede verlos.
Se dirigió al Bosque Senju, hasta toparse con el muro que marcaba el límite de la aldea. Lo atravesó.
A las afueras, en la espesura, estaba la entrada secreta de ANBU.
Solo aquellos que han estado en ANBU saben junto a que àrbol està la trampilla oculta en el cesped. Shisui se acostò sobre ella a esperar que llegase el Equipo Ro al que pertenece Itachi.
El bosque fuera de las murallas era mucho más espeso que el interior.
Durante el día, la luz se filtraba por todos lados y aún era posible ver algo del cielo,
pero de noche, todo estaba oscuro.
No se veía ni una estrella, y apenas la luz lunar lograba filtrarse entre las copas de los árboles.
Los sonidos de los animales lo hacían espeluznante, aunque no alcanzaba el terror absoluto que emanaba el Bosque de la Muerte.
Pasaron varias horas antes de que el agente Perro —a quien reconoció como Kakashi— se agachara frente a su rostro para abrir la trampilla. Shisui dio un salto, incorporándose de inmediato.
En algún momento había entrado en un estado tan profundo que su mente quedó en blanco, atento solo al ambiente, sin pensamientos, sin sensaciones... como dormido, pero despierto.
Asumió que eso era lo más parecido a dormir que podía experimentar ahora.
Se suponía que no debía poder sentir la llegada de los ANBU, entrenados como estaban para pasar desapercibidos.
Pero estaba tan disociado que, incluso con los ojos abiertos, no los percibió...
hasta que el capitán ANBU de su primo estuvo, literalmente, encima de él.
—¡Joder, qué susto!
No dejaría que volviera a pasar.
La próxima vez sería bajo sus términos, no en cualquier sitio, ni de cualquier forma.
Se unió a su primo, siguiendo a su equipo por los túneles subterráneos.
Estos túneles, conocidos solo por los altos mandos, conectaban todos los puntos clave de la aldea, y estaban protegidos por trampas activables para evitar intrusos no autorizados.
Atravesaron toda la aldea bajo tierra hasta llegar al cuartel principal, ubicado dentro de la montaña que sostiene los rostros de los Hokages. Sin embargo, en la bifurcación que conducía a la torre del Hokage, otro agente los detuvo.
—Hokage-sama solicitó ver al agente Comadreja apenas regresara.
Al igual que Shisui, debió haber estado horas esperando, sentado en el banco instalado precisamente para los agentes que esperan a sus compañeros por el motivo que sea.
Estos bancos estaban colocados en las bifurcaciones que conectaban con distintas divisiones ANBU u oficinas importantes.
Itachi asintió. Su capitán le hizo una señal de despedida y el equipo siguió adelante.
El agente lo guió hasta una sala de reuniones sin ventanas, con solo dos cojines violetas. Era evidente que el Hokage deseaba privacidad.
—Espera aquí un momento —dijo el agente, y cerró la puerta tras de sí.
Itachi se acomodó en el cojín más cercano a la puerta. Shisui se sentó a su lado.
—Sabes, estoy seguro de que la falta de noticias mías es lo que provocó esto—comentó Shisui, sabiendo que no podía ser escuchado.
Itachi permaneció impasible.
—También crees que es eso, ¿verdad? Se suponía que debía informar en cuanto terminara la reunión con el clan... ya sabes.
Pasaron unos minutos. El Hokage no llegaba, e Itachi comenzó a mover un dedo índice con ansiedad sobre su rodilla.
Shisui continuó hablando al aire, como si su primo pudiera oírlo.
—Faltan... ¿qué? ¿Dos horas para la medianoche? Pudo haber esperado hasta mañana.
La puerta se abrió tras ellos, dando paso al Hokage.
Shisui giró la cabeza para ver al anciano entrar, fumando su pipa.
Itachi no volteó, pero el dedo dejó de moverse.
Shisui se imaginó que, tras la máscara, su primo arrugaba la nariz por el olor.
Una vez le dijo cuánto lo detestaba, y Shisui le confesó que él aguantaba las ganas de toser cada vez que Hiruzen soplaba humo al frente.
—No sabes lo feliz que estoy de no poder oler esa cosa —murmuró.
El Hokage activó un sello de privacidad y tomó asiento en el cojín frente a Itachi.
—Puedes retirar tu máscara.
Hiruzen lo miró por unos segundos en silencio, la pipa en su mano expulsando una voluta perezosa hacia el techo de piedra. El ambiente era denso, no por el humo, sino por la gravedad del momento. Su ceño fruncido y los ojos entrecerrados no dejaban lugar a dudas: estaba molesto.
—Itachi —empezó con voz baja pero firme—. Quiero que me expliques por qué no he recibido noticias de Shisui. Envié a otro agente por él, pero solo tú acudiste a mi llamado.
Hiruzen había esperado pacientemente, pero no solo el tiempo y la situación apremiaba. El equipo ANBU que lideraba Shisui llevaba demasiado tiempo sin su capitán.
Itachi lo miró directamente a los ojos. No hubo vacilación en su respuesta, pero tampoco frialdad. Solo la serenidad contenida de quien había aceptado una carga que no podía compartir.
—El plan falló, Hokage-sama. No pudo usar el Kotoamatsukami.
Shisui ha muerto —.
El anciano entrecerró aún más los ojos. La pipa tembló ligeramente en su mano.
—¿Y cómo sucedió esto?
— El señor Danzō intervino. Lo citó horas antes de la reunión con el clan. Intentó quitarle el ojo antes de que pudiera ejecutar el jutsu.
El intento fue certero. Shisui fue envenenado en el proceso...—.
Shisui, a su lado, apretó los puños, pero no dijo nada. Solo observó la reacción del Hokage.
—Esa es una acusación muy grave, Itachi —espetó el Hokage—. ¿Estás seguro?
—Lo estoy. —Itachi mantuvo la mirada, sin retroceder un milímetro—. No fui testigo del momento exacto, pero encontré a Shisui moribundo. Me lo explicó antes de morir. También me encargué de la evidencia, tal como sería su deseo. Nadie lo encontrará.
El Hokage cerró los ojos, conteniendo el enojo. Shisui vio cómo sus labios se apretaban hasta formar una línea tensa. La pipa crujió ligeramente en su mano por la presión de los dedos.
—¿Y el otro ojo?
—Desapareció con el cuerpo —mintió Itachi con una calma imperturbable.
Shisui alzó una ceja.
—¿Así que ahora ocultamos información al Hokage? —pensó juguetonamente, intentando aligerar el ambiente en su mente.
—No puedo creer que Danzō haya hecho algo así sin consultarme —dijo el hokage con amargura, abriendo finalmente los ojos—. Él sabía lo crucial que era ese dōjutsu. ¡Confié en que esperaría instrucciones!
Shisui resopló.
Shisui resopló con frustración, el Hokage debería saberlo mejor. —¿Instrucciones? Como si Danzō esperara permiso alguna vez...
—¿Por qué no me informaste en cuanto ocurrió?
Lo primero que a Itachi le pasó por la mente fue:
—No estaba listo. El dolor era demasiado.
No podía permitirme desbordar emociones.
Aún me duele, más de lo que admito.
Preferiría no hablar de esto nunca, Hokage-sama
—.
Pero dijo:
—Porque Shisui me pidió que lo mantuviera en secreto del clan. Su deseo era evitar que el conflicto entre los Uchiha y la aldea estallara. En ese momento... consideró que el silencio era el mal menor.
—Y tú respetaste su decisión. —El Hokage asintió, como reconociendo un peso que él también compartía—. Lo comprendo... Pero esto no quedará así. Hablaré con Danzō personalmente.
—Hokage-sama, si Danzō sufre represalias ahora, se revelara el robo de linaje.
El cuerpo de Itachi a su lado se tensa como una cuerda y Shisui sabe de inmediato que Itachi está dispuesto a borrar esta conversación de la memoria del Hokage, a cambiarla.
Shisui se muerde el labio de los nervios.
—No te preocupes, entiendo que debo evitar que la verdad tras la muerte de Shisui se convierta en el catalizador del golpe de estado. Danzō cometió traición al actuar en contra de mi voluntad y eso será todo lo que se revele al público.
La tensión en Itachi se disipa y los nervios de Shisui disminuyen.
El anciano se levantó lentamente del cojín. Parecía más viejo que antes. A Shisui le pareció que la postura le pesaba más que el cuerpo.
—Lamento mucho tu pérdida, Itachi.
Puedes tomarte mañana y el fin de semana para descansar.
Informaré a tu equipo de tu ausencia—.
Lo miró significativamente. El "seguirás vigilando al clan durante esos días" estaba implícito.
Guardó la pipa en su túnica y caminó hasta la puerta. Justo antes de salir, se detuvo con la mano en el marco.
— Shisui fue un shinobi leal, valiente. Y merecía algo mejor que esto.
Cerró la puerta tras de sí.
Itachi permaneció en silencio. Shisui también. Durante un instante solo los envolvió el eco sordo de la puerta al cerrarse.
—Gracias, Itachi —murmuró Shisui, aunque supiera que su primo no podía escucharlo—. Mentiste por mí... y cumpliste parte de tu promesa al proteger mi otro ojo.
Itachi se puso de pie y salió de la sala sin mirar atrás.
Shisui lo siguió, unos pasos detrás.
La última orden del día del Hokage a sus guardias ANBU, antes de retirarse a descansar, fue clara: Escoltar a Danzō a su oficina mañana a primera hora.
.
.
.
La noche se había asentado sobre Konoha con una quietud engañosa.
En el interior del complejo Uchiha, la oscuridad era profunda, espesa, como si el silencio se hubiera solidificado entre las paredes.
Mikoto se removió por tercera vez entre las sábanas, con pensamientos persistentes.
Había cerrado los ojos, había intentado respirar con calma, pero su mente no dejaba de repasar las revelaciones del dìa.
Su sobrino, recién fallecido, traicionado por la aldea.
Su pobre hermano mortal no tardará en enterarse.
Primero perdió a su padre, Kagami, luego a su hermana mayor Ryoko, y a su sobrino Obito. Después, a su amada esposa...
Y ahora también ha perdido a su único hijo.
Ella sabe lo que es perder a un hijo. Ha tenido muchos, la gran mayoría mortales.
Aun teniendo el consuelo de volver a tenerlos en sus brazos en las Tierras Puras, el tiempo que pasa en este plano sin verlos es doloroso.
Acarició la mejilla de su esposo dormido. Finalmente, se sentó. La cama crujió con suavidad.
Caminó descalza en silencio por el pasillo, envuelta en un fino haori blanco, hacia las habitaciones de sus hijos, casi como si lo hiciera por inercia.
Era un hábito que nunca ha perdido con ninguno de sus hijos desde que eran bebés: confirmar que estaban bien, que seguían respirando, que el mundo no se los había llevado todavía.
Primero se asomó a la habitación de Sasuke.
La puerta estaba entreabierta.
El niño estaba completamente esparramado sobre la cama, una pierna fuera del colchón y el rostro hundido en la almohada.
Sus suaves ronquidos escapaban entre labios ligeramente abiertos.
Bajo uno de sus brazos, abrazado con la misma devoción con la que un guerrero sostiene su espada, estaba su inseparable dinosaurio de peluche.
Mikoto sonrió sin poder evitarlo. Su corazón se alivianó.
Luego caminó hasta la habitación de Itachi, abriendo la puerta con cuidado.
La habitación, como siempre, estaba impecablemente ordenada.
Las sábanas no mostraban una sola arruga.
Su hijo dormía de lado, con la postura tranquila de quien ha aprendido desde niño a no mostrar vulnerabilidad.
Pero algo captó su atención.
Flotando junto a su rostro, suspendida apenas a unos centímetros de la almohada, había una esfera de luz.
No iluminaba la habitación, solo brillaba lo suficiente para ser notada por quien supiera lo que era.
Mikoto entrecerró los ojos.
La energía que emanaba de la esfera era tan inconfundible como la sonrisa del joven que solía irrumpir en su cocina para robar mochi.
Como la sonrisa de su padre mortal en esta encarnación
—Shisui... Kagami... —susurró, con un nudo en la garganta.
Un alma tan joven. Su primera vida también fue corta. Esta segunda lo fue un poco más.
Solo se quedó de pie en el umbral, observando a su hijo dormir, mientras la esfera de luz que era Shisui flotaba pacíficamente a su lado.
Cuidándolo incluso en la muerte, como le dijo que haría.
Shisui no pudo separarse del muchacho al que había prometido proteger desde la infancia.
No hizo ningún gesto. No interrumpió el descanso.
Mikoto llevó una mano a su pecho. Esa simple imagen era tan dolorosa como tranquilizadora.
—Gracias —murmuró, casi inaudible.
Cerró la puerta con cuidado y salió hasta el engawa.
El aire de la madrugada le acarició el rostro con un frío inesperado para una noche de verano.
Había llovido un poco. Las piedras del sendero aún brillaban por el agua, y la madera del corredor crujía bajo los pies.
La luna, hermosa como siempre, brillaba tras la barrera protectora que cubre el complejo. Pocas luciérnagas danzaban sobre los arbustos del jardín.
Se sentó sobre los tablones de madera, abrazando sus rodillas contra el pecho.
El aroma de las flores nocturnas flotaba en el ambiente, mezclado con la humedad.
Desde su primera encarnación, aprendió a sentir como lo hacen los humanos: dejando fluir emociones y permitiendo que los sentimientos se formaran a partir de ellas.
Sin embargo, hace mucho dejó de lidiar con ellos solo como una divinidad. Ya no los extingue al instante —como un soplo que apaga una llama— cada vez que resultan inconvenientes.
Ahora los deja existir... pero sin renunciar del todo al control que su naturaleza divina le otorga.
Hay momentos como el de esa tarde, cuando ocurre un acontecimiento muy sensible —como con Shisui—, en los que apacigua el sentimiento de inmediato sin descartarlo, optando por la razón.
Sin embargo, a medida que la conversación avanzó, se permitió sentir.
Dejó que la emoción de odio se filtrara en su voz a propósito, para hacerle entender su punto a Shisui.
Aquí, sola, mirando el jardín húmedo, se permitió tristeza.
Y expresó algo de ella: unas pocas lágrimas cayeron por sus mejillas.
Su pobre sobrino... Su más reciente Otō-san...
Su ceño se frunció. Pensó con amargura en Danzō.
Aquel hombre nunca le agradó, ni cuando lo conoció en su juventud ni después.
Como divinidad, siempre ha confiado en sus instintos, y con el paso de los años comprobó que tenía razón: el alma de Danzō se volvió tan impura que incluso sin tocarlo —y estando en un cuerpo físico— ella podía sentirlo.
Puede ver un patrón: en ambas vidas, el Mangekyō de Shisui manifestó el poder de los Kotoamatsukami.
Comenzó a sentir ira, el odio emergiendo...
Lo apaciguo de inmediato antes de que pudiera tomar forma. En su lugar, eligió la reflexión.
Los poderes del Mangekyō son un secreto fuera del clan.
Que se sepa qué habilidad específica puede manifestar un usuario debe evitarse mientras sea posible, y aún más evitar usarlos frente a otros.
Las razones son muchas: su origen divino, la magnitud de su poder, la reacción humana ante lo que consideran amenaza y, por supuesto, los intentos de robo de linaje.
Eso último es lo que no la deja dormir.
Tanto en la muerte de Kagami como en la de Shisui estuvo Danzō involucrado.
Shisui tenía el Mangekyō desde los ocho años, pero Danzō no fue tras él hasta ahora. ¿Por qué?
La respuesta le parece evidente: porque hasta entonces no sabía que Shisui podía manifestar el poder de los Kotoamatsukami.
Hasta que compartió su plan con el consejo y Danzō lo atacó antes de que pudiera asistir la reunión del clan.
En el caso de Kagami, desde niño fue muy cercano a su maestro y a su equipo genin, al punto de considerarlos una segunda familia.
Kagami ayudó al Segundo Hokage a espaldas del clan en su investigación secreta sobre el Sharingan.
Aun si no reveló los secretos de su Mangekyō, es posible que se haya visto obligado a usarlo en alguna misión como último recurso.
Eso explicaría por qué Danzō tenía conocimiento de ello.
Pero el que se haya apresurado a intentar robarlo antes de que se "desperdiciara" con el clan...
Le dice que Danzō sabía que ese poder solo puede usarse una vez cada diez años.
Y eso —si Kagami nunca lo reveló— solo puede saberlo alguien que ya lo haya usado.
Después de la muerte del Segundo Hokage, Danzō y Kagami partieron en una misión.
Ella aún recuerda las palabras de Danzō al llegar a su casa de infancia con el pergamino que sellaba el cuerpo de su Otō-san.
Lo escuchó de pie, detrás de su Okaa-san, que intentaba contener las lágrimas al recibir el pergamino.
Danzō explicó el fracaso de la misión, el ataque enemigo, que Kagami destruyó sus ojos con un kunai previendo que ninguno de los dos sobreviviría y que el enemigo se quedaría con sus cuerpos.
Sin embargo, Danzō apenas logró salir con vida y regresar.
En este momento, desearía estar en aquellos tiempos en que los dioses podían hacer su voluntad sobre los humanos como se les antojara.
Haría que todos en la aldea conocieran la venganza de Amaterasu, empezando por Danzō.
Lo que no le gusta es que, incluso si no puede tocar la aldea —porque eso alteraría el destino de una nación y, por ende, el equilibrio mundial con las demás— tampoco puede tocar a Danzō.
Al ser una figura política importante, cualquier acción contra él ya no sería personal, y las consecuencias no serían triviales.
Fue lo mismo hace tantos años con el Segundo Hokage.
Tuvo que dejarlo ir con una advertencia, como matriarca del clan, a pesar de que mató no solo a uno de sus hijos, sino a varios miembros de su familia durante la guerra de clanes. A pesar de que usó a Kagami en sus investigaciones. A pesar de que convenció al Primer Hokage de matar al último hijo que le quedaba en su encarnación anterior.
Sí, ella extraña profundamente aquellas épocas. Fue en esos tiempos, libres de restricción, cuando ocurrió el primer gran acontecimiento que vinculó a todos los dioses de la tierra con un solo mortal y con su descendencia.
Hace ya un milenio, cuando el único lazo que unía a ella y a su familia divina con ese linaje humano era una gracia concedida, una bendición otorgada como recompensa.
No había herencia espiritual, ni semidivinidad.
La conexión era aún externa, sagrada pero ajena... no nacida en el alma.
Fue la mayor bendición que los dioses otorgaron jamás.
Y sin embargo, en aquel entonces, seguía siendo solo eso: una bendición que era revocable. No una esencia enraizada en la estirpe.
