Chapter 1: Prólogo.
Chapter Text
Los orígenes de la Danza de los Dragones.
Por el Maestre Wyllas Tarly, año 297 A.C.
No es equivocado afirmar que el reinado del rey Viserys Targaryen, primero de su nombre, fue un punto de inflexión para la familia Targaryen y los Siete Reinos. La Danza de Dragones, guerra civil provocada por los dos hijos mayores del rey antes mencionado justo después de su muerte, es la primera prueba de ello. Y aunque Viserys Targaryen tuvo un reinado en su mayoría pacífico, se le hace responsable no solo de la danza, sino también de los hechos que la precedieron.
El primero de estos fue la muy controvertida decisión de nombrar como heredera a su hija primogénita, la princesa Rhaenyra, tras la muerte de su primera esposa, la reina Aemma, y de su hijo recién nacido. Esta decisión dejó muy descontenta a la mayor parte de la nobleza del reino, quienes no veían con buenos ojos a una mujer como gobernante o aquellos que preferían a otro candidato al trono.
Aún así, el nombramiento de Rhaenyra Targaryen como princesa de Dragonstone podría haber sido aceptado con el tiempo, a pesar de lo controvertida que era la figura de la princesa, y los muchos problemas que se presentaron en su camino, si el rey Viserys hubiera tomado acciones firmes para asegurar la posición de su hija ante el reino y la corte. Pero entonces, el rey tomó la segunda decisión cuestionable que hoy en día se reconoce como una de las causas directas de la guerra.
Tomó una segunda esposa.
Alicent Hightower, hija de la entonces Mano del Rey Otto Hightower, es una figura tan controvertida como la princesa Rhaenyra. La segunda reina no tardó en darle hijos varones al rey, y por lo tanto la pregunta sobre quién debería suceder a Viserys Targaryen se volvió un tema profundamente controversial desde el primer aliento del príncipe Aegon, El Verde.
Los muchos anales y crónicas sobre el reinado de Viserys Targaryen y los relatos conservados de personajes clave de la época, coinciden en que fue la negligencia del rey la que llevó a la casa Targaryen, -y, por extensión, al reino- al punto de no retorno.
La incapacidad del rey de ejercer autoridad y control sobre su primogénita, así como su temperamento impulsivo y el hecho de no haberla instruido adecuadamente en política y gobierno, se consideran motivos fundamentales de las decisiones que tomaría en el futuro. Al mismo tiempo, el abandono casi total hacia los hijos nacidos de su segundo matrimonio ha llevado a muchos historiadores a responsabilizar al rey por las deplorables acciones que estos terminarían por cometer años más tarde.
A fin de cuentas, como una vez dijo Lord Joffrey Arryn: “Los hijos son el reflejo de lo que han sido sus padres.”
Aun así, en las mentes de muchos en los Siete Reinos, aún persistía una esperanza.
Durante mucho tiempo, y antes de la muerte de la reina Aemma, el heredero al trono más probable fue el hermano menor del rey: el príncipe Daemon Targaryen. Considerado por muchos como la mejor opción para ocupar el trono, incluso por encima de su hermano mayor. Daemon Targaryen parecía tener todo lo necesario para ser un rey apto: el amor y la admiración del pueblo, el respeto de los nobles y lo que algunos consideran más importante: una familia estable.
Todos, por supuesto, sabemos que el príncipe Daemon Targaryen estaba casado con su amada esposa, Rhea Royce, con quien fue padre del impresionante número de catorce vástagos, todos ellos jinetes de dragones. Los cuales tuvieron matrimonios ventajosos y prestigiosos con descendientes legítimos.
No estaríamos errados al afirmar que de ellos descienden la mayoría de las grandes familias del reino.
Para muchos, el príncipe Daemon era, sin lugar a dudas, una opción más adecuada como gobernante que los descendientes del rey Viserys. Algo que posiblemente el propio rey reconocía, si hemos de interpretar como una señal su decisión de mantener a su hermano menor como el siguiente en la sucesión después de su hija.
No pasó desapercibido para nadie que el rey nunca nombró a Jaehaerys Velaryon, primogénito de la princesa Rhaenyra, como príncipe heredero después de su madre. Tampoco alteró la sucesión para colocar a los hijos de su segunda reina por encima de su hermano menor.
El bufón enano Champiñón, en su muy cuestionada crónica, afirma que esta decisión se debía al hecho de que el rey consideraba ciertos los rumores de bastardía que rodeaban a 3 de los cinco vástagos de Rhaenyra Targaryen. El enano también declara en su crónica que el rey creía que los hijos de su segunda esposa no eran dignos de ser sus sucesores debido a lo poco que la reina lo complacía en la cama.
Por supuesto, tales hechos no están confirmados y, como la mayoría de los relatos del bufón, son generalmente descartados como puras especulaciones y falsedades.
Otros, como el maestre Orwyle en sus memorias, afirman que la razón del rey de mantener a su hermano en la sucesión al trono provenía del temor.
El príncipe Daemon poseía un poder político y económico inigualable, estaba unido a la mayoría de grandes casas del reino mediante alianzas matrimoniales de sus hijos e hijas, y poseía bajo su control directo la asombrosa cantidad de dieciocho dragones.
Por tanto, creer que el rey le temiera a su hermano no era algo exagerado.
Aun así, y aunque figuras como Otto Hightower pudieran afirmar lo contrario, el príncipe Daemon jamás actuó contra su hermano mientras éste vivía.
Contrario a lo que se pueda esperarse, lo cierto es que durante diez años sirvió como su Maestro de Leyes, hasta que renunció al cargo en el año 113 a. C. Más tarde, se mantuvo al margen de la mayoría de los conflictos de la corte del rey, incluso cuando hacerlo supusiera una ventaja para él y nunca mostró favoritismo hacia ninguno de sus sobrinos.
Cuando llegó el extraño a reclamar el alma del rey Viserys, el príncipe Daemon instó a sus sobrinos, la princesa Rhaenyra y el príncipe Aegon, -quienes ya habían levantado coronas y se las habían colocado en sus cabezas- a resolver sus diferencias mediante un Gran Consejo, y no llamar a los estandartes.
Sin embargo, ambos hijos del rey hicieron caso omiso al consejo de su tío, y arrastraron a los siete reinos a una breve pero cruenta guerra que dejó el reino en un estado vulnerable. En consecuencia, ambos perdieron poco a poco cada uno, aliados, familia, poder… y finalmente, la vida.
Chapter 2: Alicent.
Notes:
Recuerden que esta historia empieza diez años después de la boda de Rhaenyra y Laenor.
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Alicent.
Primera luna del año 126 A.C.
Rhaenyra llevaba ya una noche entera dando a luz.
Alicent se sentó en su solar mirando al jardín desde su ventana con una copa de vino en la mano mientras despedía al sirviente que le informaba que la heredera al trono aún no había traído al mundo a su nuevo bastardo.
Alicent no podía creer que Viserys, aun con todas las pruebas, aún se aferrara al hecho de que su hija no era más que una ramera. Todo el reino lo sabía, no había ningún rasgo proveniente de Valyria en esos niños. Cabellos marrones, ojos marrones, calcos en cada sentido a Harwin Strong en ellos. Su apariencia gritaba su ilegitimidad sin importar lo valyrio que fueran sus nombres.
Y ya las personas ni siquiera podían fingir no verlo.
No cuando nacieron las dos hijas de Laenor Velaryon, las únicas que Rhaenyra le dio, y eran copias de su padre. Incluso Laenor Velaryon, que declaraba suyos a los bastardos, no podía seguir actuando como si no supiera nada.
Laena y Rhaenys, eran las únicas hijas legítimas de ese matrimonio.
El heredero de Driffmark era lo suficientemente inteligente como para saber que entre más tiempo pasan los niños en la corte a mayor escrutinio se verían sometidos, por eso abogaba por el hecho de enviarlos a ser pupilos en familias aliadas. Pero Rhaenyra no quería ni oír hablar de eso. Se aferraba a sus hijos, especialmente a los bastardos, con toda su fuerza y como siempre hacía caso omiso a las palabras de su legítimo esposo.
Alicent no pudo evitar una sonrisa cargada de ironía.
Rhaenys Targaryen jamás le había ofrecido una palabra amable, ni siquiera una cortesía fingida. Siempre distante, altiva, como si el hecho de que Alicent llevará la corona fuera una ofensa personal, un robo al destino de su hija. Y, sin embargo, los Velaryon habían jugado su carta más alta por la corona… y ahora recogían las sobras de su propia ambición.
Laena nunca sería nada más que la dama de Runnestone, princesa solo de nombre, y se pudriría en el valle de Arryn. Laenor estaba en la capital, humillado por su esposa y criando a los bastardos, con solo dos niñas para reclamar su sangre. Al final el nombre Velaryon estaba destinado a Lucerys, el bastardo, antes que a la sangre de Corlys y Rhaenys.
Alicent suspira.
Los dioses se movían lentamente, pero a todos les llegaba su merecido.
Alicent pensó entonces en sus propios hijos.
Aegon y Aemond seguramente estaban en el campo de entrenamiento, con el lord comandante Harold instruyéndolos en la espada, algo en lo que Aemond destacaba por encima de su hermano mayor. Helaena estaba en sus habitaciones pues se había negado a salir desde la mañana y nada pudo hacerla salir, Alicent había renunciado a llamarla luego de ver que este era uno de sus días malos. Y Viserys, su hijo menor, estaba en Oldtown, con su padre y hermano cuidándolo.
A Alicent se le rompía el corazón al pensar en su hijo distanciado, pues lo echaba de menos terriblemente. Pero era mejor para él ser un escudero y convertirse en un gran caballero en el futuro. Oldtown sería un buen lugar para él y la presencia de un príncipe no sería nada despreciable. Después de todo, había que mantener a raya toda la influencia Florent que traía la madre del joven Lyonel.
El sonido de las campanas hizo suspirar a Alicent y tomarse de una vez el resto de su copa.
Había nacido.
Alicent llamó a una sirviente y tomó el regalo que se había obligado a preparar con todo el desprecio que sentía por Rhaenyra y los suyos.
“Lleva estos obsequios a la princesa y su hijo” ordenó la reina “Diles que quiero verlos y saludar él bebe en persona”
La sirvienta asintió y Alicent esperó.
Muchos la acusarían de cruel por mandar a llamar a Rhaenyra nada más dio a luz, tal vez así lo fuera. Pero Alicent no podía tolerar que alguien tan impío, tan maldito, como para ser capaz de traer bastardos al mundo y declararlos príncipes no fuera castigado.
Que Rhaenyra sufriera dolor como castigo por sus pecados y por sus acciones contra el honor de la familia real era lo menos que merecía.
Que la corte y el reino la presenciarán desfilar por el castillo con su bastardo y fueran testigos de su transgresión, era necesario. Para que así tal vez por fin aprendiera la lección y no volviera a intentar engañarlos a todos.
Cuando Rhaenyra entró, lo hizo apenas de pie, sostenida por Laenor Velaryon, mientras cargaba al bebe, con Harwin Strong caminando tras ellos.
Viserys como siempre saludo a su hija con cariño. Alicent no podía evitar preguntarse internamente si la enfermedad de Viserys, esa que llevaba más de diez años corroyéndolo, le había quitado el razonamiento.
Rhaenyra sonrió, claramente contenta por la obvia preferencia de su padre hacia ella, y Alicent contuvo un suspiro. Años atrás creyó ingenuamente que su esposo amaría a sus hijos con ese mismo fervor, pero la última década la había curado de esas nociones ridículas.
Pero no importaba.
Ella podía amar a sus hijos lo suficiente, ellos no necesitaban las sobras de cariño de Viserys.
Cuando fue el momento, Alicent tomó al bebe.
“Es un hermoso niño” dijo Alicent suavemente, sonriendo con falsedad cuando noto la piel clara y los pequeños rastros de cabello marrón del pequeño “Felicitaciones”
Alicent levantó la vista y se encontró con todo el odio de Rhaenyra. No dudo en devolvérselo, con todo el desprecio que sentía por ella la miró fijamente.
“Gracias, su alteza” dijo Laenor Velaryon con voz tensa.
“Es idéntico a Jaehaerys y Lucerys” comentó Alicent viendo como ambos tenían expresiones tensas y como Harwin Strong se negaba a mirarla
“¿Cómo se llama?” preguntó finalmente.
“Aegon” dijo Rhaenyra como si fuera una sentencia “Aegon Velaryon” Alicent resistió el impulso de reír.
Por supuesto que sí, porque ni eso podía respetar la ramera.
Como si ponerles nombres valyrios ocultara la bastardía de esos niños.
Alicent le sonrió a Rhaenyra con burla antes de llevar al niño a Laenor, quien se veía realmente incómodo sosteniéndolo.
Así era mucho más claro el inexiste parecido entre ambos.
“Sigue intentándolo querido” dijo Alicent dulcemente “Si tuvieron suerte una vez, tal vez el próximo varón se parezca a ti”
Laenor Velaryon la fulminó con la mirada, pero a Alicent poco le importó.
Este hombre no era mejor que Rhaenyra.
Larys había descubierto la verdad para ella. Laenor era un desviado, que llevaba a hombres a la cama y que mantenía un amante bajo el techo de la casa de su hermana.
Que Rhea Royce y su esposo permitieran que un hombre así sirva en su casa y tolerarán un romance como este solo demostraba a la reina lo que ya sabía. Eran unos pecadores, adoradores de dioses falsos y que solo conspiraban en contra Alicent y sus hijos.
Y con todo dicho, Alicent los despidió de su presencia.
Chapter 3: Cassandra
Notes:
Solo un recordatorio de que esta historia se actualizará cada dos domingos.
Y recuerden que estos hechos suceden 10 años después de la boda desastrosa de Rhaenyra
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Cassandra.
Primera luna del año 126 A.C.
Cuando el maestre de su infancia trajo el cuervo para que Cassandra lo leyera, la mayor de las Cuatro Tormentas no pudo evitar fruncir el ceño. Inconscientemente, su mano viajó a la enorme redondez de su vientre mientras observaba el sello de la familia real.
Con un suspiro Cassandra abrió el mensaje y se encontró haciendo una mueca de desprecio. Rhaenyra Targaryen lo había hecho otra vez, Cassandra no debería sorprenderse.
La heredera al trono, quien se supone es la futura reina, a pesar de que ya tiene a cerca de la mitad del reino en su contra por ser mujer, se comportaba de una manera tan errónea. De cinco hijos, tres eran ilegítimos y todo el maldito reino lo sabía.
Cassandra resopló.
Pobre de su primo Laenor.
Cassandra era una corresponsal constante con su primo Velaryon, consideraba a Laenor un amigo, sabía que el heredero de Driffmark no quería otra cosa que el bienestar de los niños. Tanto sus propias hijas, a quienes adoraba, como los que no lo eran. Les tenía un profundo cariño a todos.
Es por eso que estuvo dispuesta a aceptar su propuesta de acoger a uno de los niños, ya sea Lucerys o Jaehaerys, en Bastión de Tormentas. Sabía que su padre, de poder negarse lo haría, pero no había mucho que Borros Baratheon pudiera hacer desde la cama donde yacía atrapado.
Él ya no tenía el poder en las Tierras de las Tormentas, Cassandra lo hacía.
El control de Bastión de Tormentas era suyo desde esa maldita cacería. Solo a su padre, terco e inflexible como solo él podía ser, se le ocurría pensar que permanecer en el bosque de caza mientras se desata una de las tormentas por las que su reino era famoso, y esperar a que pase era mejor que apresurarse a refugiarse en al menos, la casa de algún campesino.
Los truenos —como era de esperar—, asustaron a los animales, las tiendas de campaña no estaban hechas para soportar los peligrosos vientos y el suelo húmedo hacía casi imposible desplazarse.
Dos días después de la tormenta, Cassandra abrazó a su madre cuando ésta se derrumbó al ver cómo traían a su padre casi muerto de regreso al castillo. Su padre apenas sobrevivió, pero perdió una pierna y las secuelas fueron tales que nunca más podrá levantarse de su cama. Su madre estaba tan mal en ese momento, que había dado a luz prematuramente a su hermana pequeña Floris, y el Extraño casi se las lleva a ambas.
Desde ese momento, y a la tierna edad de diez y dos, Cassandra como la primogénita tenía el deber de ser la Heredera y Regente de Bastión de Tormentas.
Su padre se había llenado de rabia.
Todos sabían que él esperaba poder tener un quinto hijo, un varón al que heredar el reino.
Al final, eso no sucedió.
“¿A quién tengo que matar por poner esa expresión en tu hermoso rostro?” preguntó desde la puerta su esposo, con su característica sonrisa.
Aunque Cassandra sabía que él no estaba bromeando completamente.
Después de todo, se decía que su esposo era quien más se parecía a su padre de entre todos sus hermanos.
Cassandra aún recordaba cómo terminó casada con el amor de su vida.
Debido a su condición precaria, su madre temía que alguien intentara usurpar a Cassandra o intentar llevarse a Maris, Ellyn o Floris, por lo que decidió que Cassandra tenía que casarse y entre más rápido y mayor estatus tuviera su esposo, más ventajoso sería.
Por suerte, y por primera vez en toda la historia, el reino tenía exceso de príncipes.
Su madre había hecho la oferta, preocupada de ser rechazada por el Príncipe Daemon y Lady Rhea. Pero se sorprendieron cuando ellos aceptaron sin necesidad de persuadirlos.
Cassandra no se enteraría hasta después de la boda que era porque todos ellos ya sabían desde hace un tiempo quién era ella, y con quien se casaría.
Simplemente estaban esperando.
Él la estaba esperando.
Casarse con Daemion fue lo mejor que le había sucedido en su vida.
El Príncipe de las Tormentas —como ahora era conocido su esposo—, se había convertido en su espada y escudo, y la había protegido a ella, a su madre y sus hermanas, desde el momento en que llegó a su castillo. Cassandra se enamoró de inmediato, y lo amó aún más cuando él decidió esperar a que ella fuera mayor antes de consumar los deberes maritales.
Daemion también le ayudó a aprender a gobernar, algo en lo que la educación de Casandra había carecido por completo gracias a que su padre nunca pensó entregarle las riendas de su hogar ancestral.
“Cass, mi amor, ¿estás bien?” preguntó su esposo, preocupado. La Dama de Bastión de Tormentas se dio cuenta entonces de que no había contestado su pregunta.
Cassandra suspira.
“Estoy bien, amor” le aseguró, Daemion la miraba preocupado. “Lee esto” le extendió el mensaje.
Daemion leyó la carta e inmediatamente hizo una mueca. Era curioso como todos los Dragones de Bronce ponían exactamente la misma expresión, cuando de la heredera al trono se trataba.
“Así que lo hizo de nuevo” dijo Daemion con un toque de burla e ironía. “No vamos a aceptar su oferta ¿verdad?”
Cassandra negó con la cabeza mientras colocaba una mano en su vientre. Solo faltaban dos lunas.
“En absoluto” declaró Cassandra con firmeza.
Estaba dispuesta a recibir a cualquiera de los niños como pupilo por su relación con Laenor y su amistad, pero no consideraría nunca casar a una de sus hermanas o a su hijo o hija con uno de los hijos de Rhaenyra.
Su indulgencia no llegaba tan lejos.
Daemion se acercó y depositó un beso en la frente de Cassandra.
“¿Te he dicho lo hermosa que estás hoy?” dijo su esposo sonriendo. “Estás incluso más brillante que una montaña de oro.”
Cassandra puso los ojos en blanco.
“No es brillo, es sudor” dijo Cassandra un poco secamente, amaba a su hijo, pero entre más avanzaba el embarazo más difícil era hacer las cosas básicas.
Daemion soltó una carcajada mientras le ayudaba a ponerse de pie.
Se abrazaron suavemente, Cassandra no podía realmente sentirse molesta cuando estaba con Daemion, demasiado feliz como para poder hacerlo.
Caminaron juntos hasta los sillones, todo el tiempo Daemion la sostuvo entre sus brazos. Algo que Cassandra aprendió muy rápido sobre su esposo era que él era muy táctil, y prefería expresar sus sentimientos de esa manera a hablar de ellos. Esto claro, una vez superaron la incómoda etapa de su matrimonio donde Cassandra era demasiado joven y Daemion se negaba siquiera a darle un beso que no fuera casto.
Lo amaba, pero fueron dos años muy extraños.
Afortunadamente, una vez que fue mayor, Cassandra solo necesito muy poco para llevar a Daemion a donde quería. De repente, los besos castos desaparecieron, y solo quedaron las marcas que su dragón reclamándola. Ahora tenía un bebé en su vientre, prueba de que Daemion la deseaba tanto como ella a él, que la amaba con la misma intensidad.
“Tengo buenas noticias” dijo Daemion acariciando la mejilla de Cassandra, la Dama de las Tormentas levantó la vista. “Mis padres regresaran de Pentos la próxima luna” ella sonrió.
Adoraba a sus buenos padres. Lady Rhea fue quien se encargó de ayudar a educarla en el gobierno cuando recién se casó con Daemion y el Príncipe Daemon junto a Daemion quienes se aseguraron de que no hubiera traidores entre los sirvientes y los guardias de Bastión de Tormentas.
“Tendremos que ir a verlos a Runnestone” dijo Cassandra.
“Mi amor, darás a luz en más o menos dos lunas. No pienso permitir que salgas de la seguridad de los muros de este castillo” declaró Daemion con firmeza. Mirándolo a los ojos Cassandra vio que no era un juego.
“Son tus padres, Daemion” argumentó Cassandra. “Sería muy maleducado no saludarlos.”
Su esposo suspiró y la besó suavemente.
“Les enviaré una carta y los invitaré para que estén aquí en el nacimiento de nuestro bebé, pero no viajaremos a Runnestone hasta que hayas tenido a nuestro hijo a salvo” dijo Daemion finalmente.
Cassandra suspiró y cedió.
Daemion era sobreprotector, Cassandra sabía que no ganaría esa discusión.
Notes:
Aclaraciones:
Cassandra Baratheon nació en el año 111 A.C. (15 años recien cumplidos)
Daemion Targaryen nació en el año 103 A.C. (22 años, a solo unas pocas lunas de cumplir 23)
Llevan poco más de tres años casados.
Maris Baratheon nació en el año 113 A.C. (13 años)
Ellys Baratheon nació en el año 116 A.C. (9 años y pronto cumplira 10)
Floris Baratheon nació en el 122 A.C. Actualmente tiene casi cuatro años.
Dato curioso.
Daemion ha sabido quien es su futura esposa desde que es un niño. Es el mejor amigo y confidente de Daeron, por lo que es el primero en enterarse de cada chisme.
Chapter 4: Anuncio
Summary:
Un anuncio especial
Chapter Text
Hola!!!.
Ya esta publicado Harrenhal, un one shot especial para esta serie.
Porfavor vayan y conozcanlo y dejenme sus opiniones y comentarios
Chapter 5: Salaena
Notes:
Hola!!
¿Me extrañaron?
Me alegra verlos nuevamente. Quiero preguntarles algo ¿Les gusto en one-shot Harrenhall? ¿Les gustaria que hubiera mas? Cuentenme en los comentarios.
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Salaena.
Primera luna del año 126 A.C.
Salaena despertó en el fuerte y cálido abrazo de su esposo, acurrucándose más cerca en busca de calor.
En su mente, las imágenes que la habían invadido en sueños persistían una y otra vez. El impulso de buscar papel y pintura para darles forma era intenso.
Pero Salaena sabía que no debía dejarse llevar.
Cuando era niña, podía pasar varias horas perdida en sus visiones y materializarlas hasta que salieran de su mente por completo. La alejaba de la realidad, algo que Salaena ya no deseaba.
Amaba su presente, no quería perderse ni un momento. Su esposo y sus hijos eran aquello que más amaba, fuera de sus padres y hermanos, y Salaena se negaba a perderse cualquier cosa por estar perdida en sus visiones.
Desde muy pequeña supo que Cregan era su destino. Desde el principio, lo vio en sus sueños desde su infancia, pintó los muros y pasillos de Invernalia más veces de las que podía contar. Saltó de alegría el día en que lo conoció, hace tantos años en la boda doble de Aemon y Baela.
El día que se casaron, Salaena dejó en un cofre cerrado todos sus pinceles. No podía seguir perdiéndose en el futuro, no cuando tenía el presente para vivir.
“¿Por qué estás despierta?” preguntó Cregan con voz ronca, haciendo que Salaena temblara ligeramente.
“Tengo un oso a mi lado”, se burló la princesa con una sonrisa. “Hace demasiado calor para dormir” añadió, riendo cuando sintió a Cregan enterrar el rostro en su cuello y hacerle cosquillas con la barba.
“Un lobo” dijo Cregan, levantando la vista y atrapando a Salaena con sus intensos ojos grises, “No un oso, amor mío. Tu esposo es un lobo, no lo olvides.” Salaena se sintió cálida por todo el cuerpo.
Ambos se besaron con fuerza.
Como siempre, besar a Cregan era mejor que cualquier cosa que sus sueños pudieran evocar. Nada se comparaba con la forma en que sus labios la devoraban con hambre y ternura, ni la manera en que sus cuerpos se unían y el mundo desaparecía.
Solo se separaron un momento, antes de que el deseo los envolviera de nuevo y los impulsará besarse otra vez, robándole el aliento hasta que sus cuerpos les exigieron aire con desesperación.
Cregan la consumía; cada beso, cada caricia suya la reclamaba como el lobo que era. Su esposo era el dueño de cada uno de sus suspiros y anhelos, y él lo sabía, si la sonrisa orgullosa y llena de suficiencia decía algo.
“¿Mi princesa tiene frío?” preguntó Cregan en un susurro divertido.
“A tu lado, nunca.” contestó Salaena con un suspiro.
En ese momento, ambos perdieron cualquier vergüenza y dieron rienda suelta a sus deseos. Retomaron los juegos apasionados de la noche anterior y se perdieron en la piel del otro. Salaena solo pudo dejarse llevar por la pura euforia y dicha de ser reclamada por Cregan; por el absoluto deleite que era ver a su normalmente tranquilo y serio esposo liberar al lobo interior y tomarla por completo.
Y no fue hasta más tarde, cuando estaban muy agotados, satisfechos, felices y prácticamente flotando, que Salaena pudo recuperar el hilo de sus pensamientos.
“Mis padres han decidido volver de Pentos” anunció Salaena, con la voz ligeramente ronca. “La carta debería llegar en cuestión de días” Cregan suspiró.
“Tendremos que llevar a los niños a verlos” dijo su esposo, “Tus padres los malcrían” se quejó ligeramente sin aliento.
“Bernard también” replicó Salaena con una sonrisa tonta en su rostro, “Sé que fue tu tío quien le regaló ese arco a Rickon”
Cregan sonrió. Salaena adoraba esa sonrisa.
“Rhaenyra ha dado a luz a un hijo” dijo Salaena suavemente, viendo a Cregan fruncir el ceño.
“Ya sabíamos que lo haría” dijo su esposo finalmente.
“Querrá casar a este hijo con nuestra Serena” dijo Salaena conteniendo una mueca. Ella, al igual que sus hermanos y hermanas, consideraba a Rhaenyra su enemiga; no quería ni siquiera que se susurrara algo relacionado a ser aliados de ella.
“Sobre mi cadáver” declaró Cregan con fuerza.
Salaena asintió.
Era culpa suya que Cregan despreciara a la heredera al trono y sus hijos, pero Salaena no podía encontrar en ella sentirse culpable.
Salaena había dejado escapar, sin planearlo realmente, ante Cregan y Bernard del posible destino de Sara, la hermana menor de su esposo. Decir que los dos hombres Stark estaban furiosos por el futuro de la niña que ambos adoraban era poco, la idea de verla quedar embarazada del hijo ilegítimo del hijo mayor de Rhaenyra solo para morir dando a luz era inaceptable para ambos.
Es por eso que Sara fue comprometida con un Karstark desde la infancia, alentada a enamorarse de su futuro esposo y del norte, y así asegurarse de que nunca se dejara atrapar por el encanto de Jaehaerys Velaryon.
Y Salaena estaba feliz por ello.
A diferencia de lo que muchos pudieran creer, y eso incluye a varios de los antepasados de su familia, lo cierto era que el futuro y el destino estaban lejos de estar escritos. La misma familia Targaryen eran la prueba fehaciente con Daenys la Soñadora, que predijo la destrucción de Valyria y su familia se salvó gracias a ello, pero todos parecían haber olvidado que el solo hecho de huir de Valyria ya había cambiado el futuro que Daenys predijo.
Nada estaba escrito en piedra, eso era algo que tanto Daeron como Salaena, como los soñadores de su familia, aprendieron hacía mucho.
“Tenemos que levantarnos” dijo Salaena finalmente, lo que provocó que Cregan se aferrara a ella, “Tienes que hablar con Lord Bolton, y Jon y Serena se despertaran en cualquier momento y exigirán mi presencia” le recordó.
“Que los Otros se lleven a Bolton” masculló Cregan. “Y nuestros hijos pueden esperar, fuiste mía primero.”
“Vamos, mi amor” persuadió Salaena.
“Bien” suspiró Cregan con resignación. Salaena observó desde su cama como su esposo se ponía de pie, admirando su fuerte y sólido físico, sabiendo de primera mano lo que era ser sostenida por él.
En este momento, Salaena podía entender a su madre y por qué al final le dio a su padre catorce hijos. Salaena sólo tenía tres, pero le daría a Cregan cien más, si eso significaba poder pasar todas sus noches y días con él.
Comprendía por qué su madre pasó por el embarazo tantas veces; no había mejor sensación que llevar en el cuerpo el fruto del amor compartido con tu pareja.
Más tarde, mientras se reunía con sus hijos, Salaena recordó una escena particular de sus sueños. Un niño pequeño, apenas mayor que sus propios hijos, mirando asustado al desagradable hombre que terminaría con su vida mientras su madre gritaba sollozante que se detuvieran. Ese niño no había nacido aún, pero Salena no podía evitar sentirse abrumada por el horror de la situación.
El futuro no estaba escrito, lo sabía, pero tenía el horrible presentimiento de que ese momento sucedería de todas formas. Al final el dolor de una madre era algo terrible y peligroso y la venganza era la búsqueda, retorcida eso sí, de justicia por ese dolor.
Ojo por ojo.
Pariente por pariente.
Hijo por hijo.
La guerra estaba en camino, Daeron y Salaena lo habían previsto durante casi todas sus vidas, y sería el escenario perfecto para que el dolor, el resentimiento y la venganza crecieran sin control.
Sintiendo un escalofrío Salaena colocó un beso en la frente de cada uno de sus hijos.
Ella no iba a permitir que ellos salieran lastimados, los protegerá con todo su poder.
Se Acercaba el Invierno , Y Salaena Recordaba que ante todo era un Dragón y que por ello podía traer Sangre y Fuego sobre todos sus enemigos.
Notes:
Aclaraciones.
Salaena Targaryen (105) casi 21 años.
Cregan Stark (106) 20 años.
Se casaron en el año 120, y tiene tres hijos:
Rickon Stark (122) casi 4 años
Serena Stark (124) casi 2 años.
Jonel Stark (125) menos de 1 añoUn Pov. Que me moría por agregar, la pequeña vidente de los Dragones de bronce ya no es tan pequeña.
Salaena en su infancia estaba constantemente distraída, Daeron y Helaena también para el caso. Es algo que creo que los videntes, especialmente los jóvenes, sufren. Porque al ser tan jóvenes no pueden evitar dejarse llevar por las visiones.
A diferencia de Helaena, Salaena y Daeron tienen una familia amorosa que les ayuda a superar las visiones y profecías y les ancla al presente. Por lo que perderse en las visiones no es tan constante para ellos.Esto hace que el caso de Helaena sea más triste, porque ella no tiene esa red de apoyo ni ese ancla y a veces es mejor para ella perderse en el futuro que estar en su presente.
Ahora Cregan y Salaena, ellos son los novios de la infancia por excelencia. Se aman mucho y a su familia.
En este mundo Bernard nunca intentó usurpar a Cregan, por lo que el señor de Winterfell ama a su tío como si fuera un segundo padre. Y el norte es más próspero porque en la guerra de los Stepstones los Stark ayudaron a tomar Myr, se llevaron mucho vidrio y también expertos en forjarlo. Recuerden que en las Stepstones viven muchos ex-esclavos que antes fueron obligados a trabajar en Myr y que los Stark y el norte tienen una participación en el manejo de las islas.
El norte no ha superado a los Lannister o los Tyrrell, pero su riqueza y poder no son nada despreciable y ya no dependen tanto del sur.
Chapter 6: Rhaenyra
Notes:
¡¡Hola a todos!!
¿Adivinen que?
¡¡Hoy es mi cumpleaños!!Disfruten el capitulo y pasense a las notas finales para una sorpresa.
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Chapter Text
Rhaenyra.
Primera luna del año 126 A.C.
Una vez, su madre le contó que los hijos tenían una forma de poner todo en perspectiva. La Princesa Heredera de los Siete Reinos descubrió que eso era cierto mientras observaba a su hijo más joven, Aegon, dormir en su cuna.
No por primera vez, Rhaenyra deseó que su madre estuviera allí para verla y aconsejarla. Lastimosamente, no era posible.
Aegon era su quinto hijo, su tercer príncipe, y aunque Rhaenyra lo amaba con todo su corazón, no podía evitar lamentarse. Por un instante, se preguntó si había algo mal en ella, si quizás estaba maldita.
Ninguno de los cinco niños que trajo al mundo se parecían a ella, ninguno heredó de ella el más pequeño rasgo. Todos llevaban la apariencia de sus padres, lo que ponía a Rhaenyra en una situación difícil.
Jaehaerys , Lucerys y ahora Aegon eran copias exactas de Harwin. Rhaenyra lo detestaba. No es que le desagraden sus hijos —a sus ojos, no había seres más hermosos—, sino porque lamentaba la posición en que los había puesto. No era tonta. Sabía que muy pronto los rumores y las habladurías alcanzarían los oídos de sus hijos, y que, por más veces que Laenor los reclamara, eso no siempre sería suficiente.
Solo sus gemelas, Laena y Rhaenys —y cómo detestaba los nombres que Laenor les dio— eran hijas de su esposo. El nacimiento de Lucerys fue la gota que colmó la copa para Laenor, y Rhaenyra había estado demasiado ciega para verlo.
Ninguno de los dos se quería, por eso Rhaenyra había sido reacia a quedar embarazada cuando Laenor le exigió un hijo después de Jaehaerys. Pero fue descuidada, cuando quedó embarazada le dio esperanzas a Laenor y luego las rompió cuando Lucerys nacio pareciendose a su hermano mayor.
Laenor se alejó después de eso. No volvió a tocarla por mucho tiempo y los rumores en la corte no hicieron más que crecer. Rhaenyra aun no sabia que llevó a Laenor a volver a pedir un hijo, pero sabía que no podía negárselo, no cuando probablemente era la única forma de evitar que él se marchara Driffmark y la dejara a su suerte. Así nacieron las niñas, tan Velaryon como su padre… y la prueba irrefutable de la ilegitimidad de sus otros hijos.
Laenor no volvió a tocarla después de que nacieran las niñas, dejó claro que ellas eran lo único que le interesaba. Su desprecio por Rhaenyra no había hecho más que crecer, y no importa cuántas veces ella intentara reparar ese puente: solo recibió un hombro frío o su espalda de plano.
Rhaenyra tenía que agradecerle, al menos, que no hubiera abandonado a los niños.
La princesa debía admitirlo: Odiaba todo.
Odiaba las miradas, los susurros, odiaba que se atrevieran a cuestionarla. Odiaba cómo se burlaban a sus espaldas. Odiaba a sus hermanos menores por tener la apariencia Targaryen que sus hijos no poseían. Odiaba a Laenor por no apoyarla. Odiaba al Concejo Pequeño por permitir que Alicent se uniera a las reuniones. Y, por encima de todo, odiaba a Alicent.
Una vez creyó que nunca podría detestar a nadie como a la Perra de Bronce, pero su madrastra había superado ese umbral hacía mucho.
Por un momento Rhaenyra se permitió lamentarse.
Las cosas serían diferentes si Daemon estuviera a su lado. Si él la hubiera elegido, habría sido el padre de sus hijos. Entonces nadie podría cuestionar su derecho al Trono, nadie se atrevería a mirarla, señalarla o juzgarla. Alicent —maldita fuera a los Siete Infiernos—, tendría que tragar su veneno.
En ese momento, sus hijos mayores entraron a sus habitaciones. Jaehaerys tenía una mirada molesta, mientras que Lucerys intentaba contener sus lágrimas. Rhaenyra se sintió alarmada de inmediato. Algo, o alguien, había lastimado a sus hijos.
“¿Qué sucede?” preguntó la princesa. Ninguno de sus hijos contestó.
“ Jaehaerys ” llamó la voz de Laenor desde la puerta, con los brazos cruzados. Dos niñeras lo acompañaban, cada una sostenía a una de las hijas de Rhaenyra. “Quédate aquí con tus hermanos” ordenó Laenor.
“Sí padre” respondió su primogénito con voz sumisa.
Rhaenyra abrió la boca para insistir, pero Laenor la interrumpió:
“Tenemos que hablar, Rhaenyra. Ven” ordenó, con un tono que no dejaba lugar a discusión.
Interiormente, Rhaenyra se sintió furiosa. Odiaba que él le hablara de esa forma, pero en éste momento no podía hacer o decir algo contra Laenor ni mucho menos contradecirle. No cuando él aún estaba furioso con ella por haber quedado embarazada de Aegon.
Rhaenyra acompañó a Laenor hasta una habitación vacía y esperó a que cerrara la puerta.
“¿Quieres decirme qué está pasando?” exigió Rhaenyra.
Laenor se cruzó de brazos.
“Los niños están castigados” anunció. “No pisarán el Dragonpit por las próximas semanas. Tendrán lecciones extras y su tiempo de juego ha sido eliminado hasta que lo considere necesario.”
“¿¡Por qué!?” bramó Rhaenyra, furiosa.
Laenor le contó lo que había descubierto cuando regreso de llevar a volar a las gemelas en Seasmoke: sus hijos, junto a Aegon, se burlaron de Aemond con una broma con un cerdo alado en el Dragonpit. Laenor no dudó en castigarlos a todos, devolvió a Aegon y Aemond con Alicent y luego fue a regañar con aún más severidad a los hijos de Rhaenyra.
Como si sus hijos tuvieran la culpa.
“¡Son niños!” protestó Rhaenyra. “¡Fue solo una broma tonta!”
Laenor puso los ojos en blanco.
“¡Son príncipes!” replicó Laenor, irritado. “¡No permitiré que actúen así! ¡No toleraré un comportamiento tan vulgar!”
“¡Estás siendo ridículo! ¿Con qué derecho te atreves a castigarlos? Tú no eres…”
Rhaenyra se detuvo. Su voz murió en su garganta al ver la furia en los ojos de Laenor.
“¿No soy QUÉ ?” preguntó, en un susurro helado. “¿Su padre? ¿Eso es lo que ibas a decir?”
Rhaenyra trago saliva.
“¿Acaso crees que ese hecho me exime de disciplinarlos?” continuó, sin esperar una respuesta.
Rhaenyra trago saliva, vacilante.
“Laenor…”
Rhaenyra intentó cambiar el rumbo de la conversación, pero el Heredero de Driffmark no lo permitió.
“Déjame dejar una cosa clara, princesa Rhaenyra” dijo Laenor, con frialdad. “En el momento en que forzaste mi mano y me hiciste reclamarlos, también me entregaste toda la autoridad sobre ellos. Si eres demasiado arrogante para educarlos correctamente o enseñarles disciplina, no me importa. Yo puedo hacerlo. Como su padre, es mi derecho. No permitiré que el nombre Velaryon sea sinónimo de vergüenza, ni que lo arrastren más de lo que ya está.”
Rhaenyra ardía de furia. Sin pensarlo, no se detuvo antes de levantar la mano y abofetear a Laenor.
“¡No te atrevas!” escupió. “¡Mis hijos son príncipes!, ¡Todos y cada uno! ¡No te atrevas a insinuar que son una vergüenza! ¡Son lo mejor que le ha pasado a tu familia! ¡Es gracias a MÍ, que tienes un heredero! “ clavó el dedo en su pecho. “Porque no eres lo suficientemente hombre para hacerlo tú mismo.”
Rhaenyra jadeaba, furiosa y fulminó a Laenor con la mirada.
Pero a Laenor no pareció importarle.
“Los niños no son el problema aquí, Rhaenyra” dijo Laenor, con calma glacial. “El problema… eres tú.”
Y luego de esa declaración Laenor se fue y la dejó sola.
Rhaenyra no pudo evitarlo, grito de furia.
Notes:
Rhaenyra Targaryen: (97) tiene casi 29 años.
Laenor Velaryon: (93) casi 33 años.
Jaehaerys Velaryon: (117) 8 años, está por cumplir 9 años.
Lucerys Velaryon: (119) 6 años, faltan unos meses para los siete.
Rhaenys y Laena Velaryon: (122) 2 años, a tres meses de cumplir 3 años.
Aegon Velaryon: (126) pocas semanas.
Laenor se toma más en serio la vida en la corte, y está bastante presente en la vida de todos los niños. En consecuencia es muy consciente de cómo todos hablan de ellos, y los rumores sobre los niños. Laenor intenta cuidarlos pero su choque constante con Rhaenyra lo hace difícil.
Laenor no quiere que los niños estén en la corte donde son acusados y burlados por Alicent y su facción, y quiere enviarlos a acoger en otras casas del reino, pero Rhaenyra no quiere separarse de ninguno de sus hijos.
Ahora la sorpresa:
¡¡NUEVO ONE-SHOT!!
Un Reino Bruñido en Bronce.
El Au que tanto me han pedido ya está disponible en esta serie, así que vayan a verlo y espero disfruten.
Chapter 7: Rhea
Notes:
Hola!! Hemos vuelto con una nueva actualización.
Gracias a todos los que me felicitaron por mi cumpleaños, gracias por todo su apoyo.Espero que lo disfruten.
Mis queridos lectores, tengo una petición para ustedes:
Que vayan a mi one-shot, Un Reino Bruñido en Bronce y respondan las siguientes preguntas.¿Qué parte les gusto más?
¿Cuál fue su personaje favorito?
¿Qué momento los sorprendió más?
¿gritaron en algún momento? ¿Cuál?
¿Cuál fue la frase que más les gustó?
Y por último: dejen su opinión, qué pensaron cuando leyeron las partes que más les gustaron.Se que suena mucho, pero es importante para el desarrollo de la parte 2.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Rhea.
Segunda luna del año 126 A.C.
Caraxes aterrizó con un rugido, el eco llegó desde los dragones de sus hijos. Rhea miro las murallas de Runnestone con una sonrisa llena de cariño. Amaba viajar con Daemon y disfrutaba mucho de su tiempo con su esposo, pero una gran parte de su corazón siempre permanecerá con su castillo ancestral y sus piedras viejas.
Daemon —como de costumbre—, la ayudó a bajar con cuidado del lomo del dragón, en un movimiento tan frecuente que Rhea ni siquiera tenía que pensarlo.
Estaba feliz de estar en casa y encontrarse con sus hijos nuevamente. Solo había pasado una luna desde que vio a los cuatro más jóvenes, quienes los acompañaron a Pentos, pero habían regresado un poco antes.
“Al fin en casa”, Rhea soltó un suspiro.
“Y mira eso, no está en llamas”, señaló Daemon, con una falsa sorpresa. Había sido una broma recurrente para la familia. Una parte de Rhea, tal vez sus instintos maternos, no dejaba de creer que si dejaba a sus hijos sin supervisión durante mucho tiempo, serían capaces de incendiar algo. Tenían dragones y la sangre de Daemon, ella no dudaba de sus capacidades.
“No cantemos victoria tan pronto”, bromeó Rhea. “Nuestros nietos también están aquí, después de todo.”
Su esposo soltó una carcajada, sus ojos brillando de risa mientras se dirigían al castillo. Caraxes conocía su camino hasta el nido, Rhea sabía que iría por su cuenta pronto. De inmediato, fueron recibidos por los guardias quienes se inclinaron ante ellos, y una vez estuvieron en el patio principal, llegaron los pasos apresurados de sus hijos.
Rhaelle, siempre la más rápida de sus hijos menores, fue la primera en llegar y abrazarlos. Seguida de cerca por sus hermanos y sus nietas mayores.
Uno a uno, Rhea recibió abrazos cálidos de sus hijos. Estar con su familia era, sin lugar a dudas, la mejor de las sensaciones. Nada se comparaba con el cálido abrazo de su descendencia y las palabras de bienvenida de su familia.
“Bienvenidos a casa. Runnestone es vuestro, madre, padre” saludo Laena, siempre la anfitriona perfecta, no tardó en enviar a todos a prepararse para el banquete de bienvenida. Por lo que Rhea se liberó de los abrazos y saludos de su familia.
Lo primero que hizo, una vez descanso del viaje, fue reunirse con Laena y Aemon, y ponerse al día con los asuntos de Runnestone. Puede que en los últimos años, poco a poco, fue delegando poder a sus hijos, pero seguía siendo la Dama Gobernante de Runnestone.
Tal y como esperaba, todo se mantenía en buenas condiciones, por lo que Rhea tenía poco que hacer más allá de oficializar los documentos con su sello personal.
“¿Hay nuevas noticias?”, preguntó. Laena frunció el ceño con furia ante el recuerdo.
“Rhaenyra ha tenido otro hijo”, escupió la hija de Corlys Velaryon. “Un niño muy parecido a los dos hijos mayores de la princesa, lo llamó Aegon. ”
Rhea suspiró.
Un familiar sentimiento de irritación se abrió paso a través de ella, y por un momento, no pudo ocultar su desprecio hacia la Heredera al Trono.
Primero Alicent, y ahora Rhaenyra.
¿Cuál era la obsesión por robar los nombres de los hijos de Rhea?
Alicent nombró a su primogénito Aegon, incluso cuando el Aegon de Rhea ya había nacido. Más tarde, Rhaenyra nombró al primero de sus hijos ilegítimos Jaehaerys, a pesar de que el menor de todos los hijos de Rhea se llamaba así. Después, y como si no fuera suficiente, Alicent nombró a su segundo hijo Aemond, con solo una letra diferenciándolo del Aemon de Rhea.
Y ahora, Rhaenyra le pone a su hijo menor: Aegon .
“La primera vez es casualidad, dos veces es coincidencia, pero la tercera es un patrón y pura estupidez”, Rhea no pudo evitar decir con ironía.
Su opinión sobre la heredera al trono nunca había sido la mejor, y sus acciones durante los últimos años no lo habían mejorado en lo absoluto.
Todo el reino era consciente de las indiscreciones de Rhaenyra, esos niños eran tan parecidos a Harwin Strong que no había forma de negarlo. Sabía que a Laena le frustraba mucho que su hermano estuviera atrapado en esa situación: criando hijos que no eran suyos y siendo públicamente humillado por ello.
Por otro lado, Rhea sabía que al Heredero de las Mareas en realidad le gustaban sus hijastros. En sus visitas y cartas, hablaba con cariño de ellos y cómo progresaban, él nunca se refería a sus hijos como algo más y no toleraba ninguna burla hacia ellos.
Pero Laenor no toleraba a Rhaenyra.
La pareja, que en un principio había sentido indiferencia mutua, ahora no se soportaba. Lo único que evitaba que Laenor se fuera a Driffmark, eran los cinco niños. Puede que solo dos sean de su sangre, pero Laenor se preocupaba por todos ellos y se negaba a dejarlos desprotegidos en la corte.
“Va ser difícil mantener a todos estos Aegon organizados”, se quejó Aemon. “Ya era bastante malo solo con nuestro Aegon y Aegon el verde, ¿Cómo llamarán a ese?”
“El fuerte”, espetó Laena con desprecio.
Rhea decidió cambiar de tema por el bien de su buena hija.
“¿Algo más?”, preguntó Rhea.
“Bueno, Rhaegar escribe que su buen padre y buen hermano aún lo odian, pero el estado de nuestras inversiones en Puerto Gaviota están bien” respondió Aemon.
“Bueno, tal vez no lo odiarían, si no hubiera decidido casarse con Lysa sin el permiso de nadie”, ironizó Rhea.
Habían pasado siete años, pero una parte de ella nunca superaría del todo el hecho de que Rhaegar decidiera casarse sin decirle nada. Rhea amaba a su hijo, con toda su alma y su corazón, pero al igual que el resto de sus hermanos, encontró la manera de causarle dolores de cabeza.
Laena y Aemon se miraron divertidos.
“Daemion se disculpa por no venir a recibirlos, pero Cassandra está por dar a luz y él se niega a dejarla salir de Bastión de Tormentas”, declaró Laena con una sonrisa.
Rhea también sonrió, contenta por pasar a temas más alegres y felices, por tener otro nieto a quien mimar.
“Daemon y yo iremos a Bastión de Tormentas pronto” les comentó Rhea. “Queremos estar allí para cuando nazca él bebé.”
Su hijo mayor asintió entendiendo. En la última década, y con los matrimonios de sus hijos, se había hecho común que Rhea y Daemon viajaran de un reino a otro para visitarlos.
En Runnestone, permanecieron Aemon y Rhaegar, ambos preparándose para sus futuros roles con sus respectivas familias:
Aemon y Laena tenían cuatro hijos: las gemelas Daena y Rhaena, Daemon el menor, (porque Aemon no tenía creatividad con los nombres) y el pequeño Rhaegar (otra vez, Aemon escogió el nombre.)
Rhaegar y Lyssa solo tenían dos hijas: Rhea la pequeña (por que sus hijos no podían pensar en nombres, mejores al parecer) y Amara que era la favorita del esposo de Rhea, al ser idéntica a su abuela.
En Runnestone, también permanecían Aegon, Rhaelle, Baelon y Jaehaerys, pues aún eran jóvenes para dejar la casa de su familia, aunque eso cambiaría en unos pocos años. El resto de sus hijos vivían con sus respectivas parejas, y por lo tanto, ya no los veían tanto como antes.
“¿Dónde está Aerion?”, preguntó Rhea.
“Estuvo visitando a Alyssa hace una luna, pero se fue a explorar las Tierras de la Corona, ha habido avistamientos de Twilight en la Bahía de Aguasnegras” respondió su heredero.
Rhea asintió con un suspiro.
Aerion era su hijo más aventurero. El chico admiraba mucho a Corlys y su mayor deseo era recorrer todo el mundo conocido en su dragón.
Había empezado por Westeros.
Además, usaba su fachada como príncipe viajero y sin responsabilidades para espiar a otros. Rhea aún no estaba segura de cómo fue que Rhaegar terminó convertido en un Maestro de Susurros no oficial y Aerion en su principal espía.
Estaba orgullosa de ambos, pero realmente deseaba que no se pusieran en peligro.
Más tarde, cuando Rhea volvió a ver a Daemon, él regresaba de ponerse al día con el entrenamiento de sus hijos y nietos. Rhea no dudaba de que los niños estaban ansiosos por mostrarle cuánto habían aprendido mientras estaban fuera.
“¿Qué te preocupa?”, indagó Daemon, Rhea levantó la vista de las cartas de sus espías.
“La capital”, informó Rhea con un suspiro. “La salud de tu hermano ha empeorado.”
Daemon puso una expresión tensa antes de suspirar.
“Se veía venir”, respondió su esposo. “Nadie sabe que en los siete infiernos tiene, no se si es una enfermedad o si es un veneno. Pero sea lo que sea, está consumiendo su vida”
Rhea deseo poder decirle que todo estará bien. Pero no se rebajaría a mentirle a Daemon, no sobre Viserys. Puede que no se hayan hablado en los últimos diez años, y que las cosas estén amargas entre ellos… pero seguían siendo hermanos y Daemon aún se preocupaba por él.
“Laenor me escribió en secreto y me pidió que no le dijera nada a Laena. Al parecer, alguien intentó asesinarlo hace poco y está preocupado por su seguridad y la de todos los niños. Me dijo que ni siquiera está seguro de que estén a salvo en Driffmark debido a lo cerca que está de la capital”, ante las palabras de Rhea su esposo hizo una mueca.
“¿Laenor sabe quién fue?, ¿Rhaenyra, Alicent o alguien más?”, cuestionó Daemon
“Laenor no lo sabe, pero sospecha de todos. Personalmente, creo que Rhaenyra no se atrevería. Acaba de tener a otro hijo de Harwin Strong, necesita que Laenor lo reclame como a los otros. Alicent tampoco lo haría, Laenor es lo único que impide que Lucerys sea declarado heredero de Corlys, lo cual le daría a Rhaenyra más poder”, explicó Rhea mirando a su esposo. “No puedo estar segura, pero creo que fue Vaemond.”
Daemon la miró sorprendido.
“¿Lo haría? ¿Mataría a su sobrino?”
Rhea se encogió de hombros.
“Estará enojado con Laenor y Corlys por los hijos de Rhaenyra. Se cree con el derecho a tener Driffmark y tiene los medios. Lo hicimos muy rico después de las Stepstones”,explicó Rhea y se acercó a su esposo. “Enviare un mensaje a Daeron, con él llegando pronto a las Stepstones, podrá decirnos si Vaemond va a ser un problema.”
“¿Y si lo es?”, inquirió Daemon curioso.
“Entonces lo quitamos de enmedio”, declaró Rhea, lo que le ganó una mirada de aprobación de parte de Daemon. “Y ni siquiera tenemos que preocuparnos de que nos falte un Velaryon para gobernar en las Stepstones. Tenemos a los primos de Laenor, Adam y Alyn, que no serán niños por mucho tiempo.”
“Recuerdame, ¿cuándo se convirtió en nuestro problema el funcionamiento de la Casa Velaryon?”, se burló Daemon.
“Cuando tuvimos cuatro nietos mitad Velaryon”, le recordó Rhea.
“Todo sería más simple si los bastardos de Rhaenyra no estuvieran de por medio”, comentó Daemon con cansancio.
Rhea suspiró.
“¿Cuándo hemos tenido suerte con respecto a Rhaenyra?”, señaló la dama de Runnestone de forma retórica. “Tu sobrina, consciente e inconscientemente, siempre encuentra la forma de ser un estorbo en nuestro camino.”
Daemon tenía una mirada molesta, probablemente pensando en todos los problemas que su sobrina había causado.
“Para ser tan buena como un obstáculo. Realmente no es muy inteligente”, comentó en voz baja Daemon. “Solo mira el desastre que ha hecho con sus hijos. Uno pensaría que habría sabido mejor que embarazarse tres veces de su amante y desfilar sus bastardos en las narices de todo el reino.”
“¿Qué harías tú si estuvieras en su situación?”, preguntó Rhea, curiosa.
“No tener a los niños cerca”, contestó Daemon de inmediato, antes de suspirar. “O si estuviera muy apegado a ellos, casaría a los niños con las niñas. ¿Por qué Rhaenyra, sabiendo que está en problemas con los Velaryon por la legitimidad de sus hijos, no ha pensado en comprometer a sus dos hijos mayores con la gemelas?, no lo sé. Son Targaryen, al fin y al cabo”, ante las palabras de Daemon, Rhea se rió.
“Laenor no la deja”, resumió, lo que le ganó una mirada curiosa de Daemon. “Laenor quiere casar a una de las niñas con nuestro nieto Rhaegar y entregarles Driffmark.”
“¿Cómo demonios sabes eso?”, preguntó Daemon a lo que Rhea levantó la carta que estaba leyendo.
“Porque me envió una carta solicitando que interceda por su hija con Aemon para que nuestro hijo considere aceptar un compromiso”, aclaró Rhea, sonriendo.
Daemon le devolvió la sonrisa.
Porque de llevarse a cabo el compromiso, de casarse el pequeño Rhaegar con una de las gemelas Velaryon, entonces Driffmark no podría oponerse a ellos cuando llegara el momento de hacer su movimiento.
Notes:
CLARACIONES:
Aemon Targaryen (N.98) 27 años, cerca de cumplir 28.
Laena Velaryon (N.96) 29 años, cerca de cumplir 30.
Se casaron en el año 113 A.C. y tienen 4 hijos:
Daena y Rhaena (N. 114) 11 años, casi 12, gemelas.
Daemon (N.119) (el menor) 6 años, casi 7.
Rhaegar (N.122) 3 años, casi 4.Aemon escogió los nombres de sus hijos: los nombró por su padre y por su hermano favorito. Baela no estaba feliz y Aemon recibió un golpe por ello.
Laena no estaba impresionada, pero lo ama así que realmente no puede enojarse con él. Se supone que todos los nietos de Rhea y Daemon, de sus hijos varones al menos, deben llamarse Royce pero Rhea manipulo a viserys para dejar que sus hijos usaran los apellidos de Rhea o Daemon en sus nietos como quisieran o lo cambiarán a uno diferente si les convenía y después de lo que sucedió diez años atrás hay muy poco que viserys pueda hacer contra Rhea.
Por lo tanto los hijos de Aemon llevan el apellido Targaryen y los de Rhaegar llevan el apellido Royce.¿Adivinan por qué? Cuentenme en los comentarios.
Rhaegar Targaryen (N.100) 25 años, por cumplir 26.
Lyssa Graffton (N.103) 23 años.
Se casaron a escondidas después de conocerse solo tres semanas en el año 119 A.C. y tienen 2 hijas:
Rhea (N.119) 6 años, casi 7.
Amara (N.123) 3 años.Un poco de contexto:
En este universo Laena ha estado en Westeros siempre, nunca ha vivido en Pentos, solo ha ido por breves visitas, por lo tanto Laena ha presenciado directamente como es la vida de su hermano. Ver a Laenor ser burlado y humillado la enfurece, y por eso no puede encontrar en ella simpatía por Rhaenyra o por los hijos de ésta.
Rhaegar: Lyssa Graffton es la hija menor de Jon Graffton, a quien Rhaegar conoció luego que llegara a puerto Gaviota para reunirse con lord Graffton. Como todos los que leen esta historia desde la primera parte Jon Graffton es un persona poco querida para Rhea y Daemon ademas de sus hijos, y de hecho es sospechoso de un intento de asesinato a Rhea. Por eso Rhaegar fue a esa reunión con la firme intención de molestar a Graffton y si era posible causarle un pequeño accidente que podría traer consecuencias más graves en el futuro.
Pero… conoció a Lyssa.
Ella tenía 15, casi 16 años en ese momento. Lyssa es alguien muy dulce, pero también bastante mimada por el hecho de que es la única hija, es inteligente y astuta y aunque algo caprichosa no llega a ser mezquina o cruel. Ama las canciones y las historias con fuerza.
Rhaegar encontró su ingenio divertido y a ella misma hermosa. El no tardó en seducirla, ella había crecido con cuentos y canciones, así que un príncipe la persiga fue como un sueño hecho realidad. Ambos no tardaron en enamorarse el uno del otro, por lo que se fugaron y se casaron en un bosque de dioses no muy lejos de Runnestone.
Rhea casi se desmaya cuando se enteró. Y Jon Graffton casi sufre un infarto. Al final fingieron que sus hijos estuvieron comprometidos por mucho tiempo y aunque todos vieron la mentira nadie se atrevió a decir nada. Aun asi Jon no soporta a Rhaegar, pero adora a sus nietas.Por último:
La casa Velaryon: hay que entender la posición de los velaryon. Desde el momento en que Aegon conquistó la Casa Velaryon ha sido de las más importantes del reino. Son prácticamente la casa hermana de la casa Targaryen.
Luego Corlys fue e hizo sus viajes, el hombre no solo se hizo famoso y creó una leyenda, sino que convirtió a los velaryon en los más ricos del reino. Creó la mayor flota del reino, su riqueza y poder nunca dejaron de crecer.
Entonces Rhaenys se unió a la familia y trajo Dragones.
Por eso quien gobierna la casa Velaryon controla la riqueza, el poder y la flota. Ahora mismo Corlys controla todo, su esposa e hijos tienen dragones, pero Corlys es viejo tarde o temprano su edad lo va a alcanzar. El heredero natural es Laenor, pero el mismo no tiene heredero claro. No cuando se supone que es Lucerys que no parece un velaryon por ningún lado. Están sus hijas, pero son unas bebes. La siguiente en la línea es laena, pero Laena está casada con Aemon, darle driffmark sería entregarle el poder a Daemon, o al menos eso creen.
Vaemond quiere lo que cree que le corresponde. El detesta que Corlys acepte a Lucerys y los otros niños.
Mientras tanto Rhea y Daemon tienen Planes y lo mejor para ellos es que el poder de la casa Velaryon este en el mejor de los casos de su parte, o más realistamente no en su contra.Y con eso, termino mi charla gracias por leer mis divagaciones.
Chapter 8: Alanys
Notes:
¿Cómo están?
Vamos con un nuevo capítulo y un nuevo personaje.Un recordatorio de que ahora contamos con nuestra cuenta de tiktok, con el mismo nombre de mi cuenta y que tenemos allí videos sobre esta serie.
Gracias a mi amiga hikari y a mi editora y amiga Sam, por animarme a seguir adelante.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Alanys.
Segunda luna del año 126 A.C.
No había mejor sensación que volar en un dragón. Skyrunner atravesaba el cielo mientras Alanys se aferraba con fuerza a Daeron y a su pequeño Rodrik. Por un momento, se permitió mirar hacia atrás, donde la figura de Pyke se hacía cada vez más pequeña.
El recuerdo de la conversación con su padre aún le molestaba.
Él no estaba contento de que Alanys y su esposo partieran hacia los Stepstones con su pequeño Rodrik. No cuando la sola presencia de Daeron y su dragón mantenían a raya a los ambiciosos tíos y primos de Alanys.
Pero eso no importaba.
Alanys se había visto prácticamente obligada a permanecer en Pyke debido a lo frágil que quedó su salud luego de dar a luz. Fue un parto difícil, y Alanys sospechaba de juego sucio por parte de sus parientes. Después de todo, no era sorda a las conspiraciones de sus hermanas, primas y tías, ni ciega a las miradas llenas de deseo dirigidas a su esposo. Pero Alanys ya se había recuperado, y le había rogado a Daeron que la llevara lejos de Pyke.
Su maravilloso esposo le concedió el deseo.
Alanys no se quedaría en las Islas de Hierro. No permitiría que impusieran a su pequeño hijo en ese camino viejo y enfermizo, ni que lo convirtieran en un saqueador. Rodrik navegaría, si, —era su derecho de sangre como el hijo de una dama de la Casa Greyjoy—, pero que la condenarán si permitía que su hijo fuera un seguidor más del Dios Ahogado.
“Esa es Fair Isle”, le señaló Daeron por encima del viento.
Cuando Alanys la vio, quedó sorprendida. Era la primera vez que visitaba la isla, y verla desde el aire era impresionante.
“Se ganó el nombre”, comentó con una sonrisa.
“Tú eres más bella”, replicó Daeron descaradamente.
Alanys soltó una carcajada. A veces no podía creer que estuviera aquí.
Dos años atrás, era solo una más de las muchisimas hijas de Theon Greyjoy, cuyo único consuelo eran sus habitaciones en lo alto del castillo de Pyke y los libros que la mayoria de los hombres de su familia rechazaba.
Entonces, una mañana, vio a un dragón sobrevolar la isla en medio de una tormenta.
La lluvia caía con fuerza, el viento sacudía los puentes entre las torres. Hubo un estruendo, que Alanys confundió con trueno, pero que cuando levantó la vista, lo vio.
Nadando entre nubes negras, el jinete y su dragón se abrían paso como si estuvieran luchando contra el mismísimo cielo. Por un momento, las nubes los envolvieron y creyó haberlo imaginado todo… hasta que emergieron de nuevo.
El dragón rugía, mientras el jinete gritaba órdenes imposibles de distinguir en el trinar del cielo.
Alanys solo pudo observar boquiabierta cómo el príncipe Targaryen se batía a duelo con la tormenta desde su enorme montura.
Fue absolutamente impresionante.
Pero al final, el mal tiempo obligó al príncipe a aterrizar. Daeron fue un invitado bien recibido a su castillo, admitiendo estar viajando alrededor de los Siete Reinos cuando quedó atrapado en medio de la tormenta.
Su padre no fue sútil al ordenarles a todas sus hijas —tanto de roca como de sal— que sedujeran al príncipe.
Alanys presenció, durante semanas, cómo el Príncipe Daeron esquivaba a sus hermanas. Ninguna de ellas logró colarse en sus habitaciones o seducirlo para que él tomara su virtud. No sería hasta después que Alanys descubriría que su esposo hacía trampa; sus dones le permitían conocer todos los planes, y no dudaba en esquivarlos como si de un juego se tratase.
Para él, lo era.
Alanys estaba tan desconcertada, —y francamente divertida—, por la forma en que Daeron se salvaba de las trabas de sus hermanas, que no se dio cuenta cuando empezó a rondarla con otras intenciones. En retrospectiva, no fue una coincidencia que ella fuera la única de sus hermanas que tuvo más de una conversación con él.
Daeron la sorprendió con un beso y fueron descubiertos por su padre, que prácticamente los obligó a casarse. Pyke se rodeó de dragones cuando toda la familia de Daeron asistió a la boda.
Ceremonia que se realizó en la tradición de los Dioses Antiguos, para furia de su padre y deleite de Alanys que no quería tener nada que ver con el Dios Ahogado.
No fue hasta la boda que comprendió como Daeron lo había hecho todo a propósito.
El tonto tenia suerte de que ya estuviera enamorada de él, o lo habría lanzado por uno de los puentes.
El embarazo de Alanys fue casi inmediato, lo cual no sorprendía a nadie realmente, aunque casi muere dando a luz. Lo que obligó a los recientes padres a permanecer por más tiempo del que hubieran querido en Pyke.
Como ventaja, Alanys pudo ver como Daeron ponía algo de sentido común en las cabezas duras de Dalton y Veron. No era mucho, pero cualquier avance, por poco que fuera, era un milagro tratándose de sus hermanos menores.
Volaron por la costa oeste hasta que Rodrik empezó a moverse incómodo. En ese momento descansaron en un campo abierto donde solo estaban los tres.
“No creo poder superar nunca que estábamos volando”, comentó Alanys mientras amamantaba a su hijo.
Su esposo le sonrió y se recostó en el suelo, mientras el enorme cuerpo de Skyrunner les proporcionaba sombra.
“Acostúmbrate”, dijo Daeron en ese tono suyo que indicaba un futuro que solo él podía vislumbrar. “Te llevaré a volar a todas partes. Viajarás más que cualquier Hombre de Hierro jamás hará.”
“No le digas eso a mis tíos. Probablemente querrían matarme”, bromeó Alanys distraídamente.
Daeron se irguió e invadió su espacio personal.
“Yo mataré a cualquiera que intente siquiera pensar en hacerte daño”, declaró su príncipe, con una pequeña sonrisa llena de promesas.
Alanys sonrió y se inclinó a besarlo con cariño, con cuidado de no incomodar a su hijo.
Amaba que él la amara tanto.
“¿Daeron?”, preguntó Alanys con una sonrisa. “¿Cuál es la verdadera razón para ir a los Stepstones?”
Su esposo la miró fingiendo ignorancia, pero al final soltó un suspiro de resignación.
“Lo que dije es cierto. Mi padre volvio de Pentos a Runnestone con mi madre. Alguien tiene que reunirse con Ser Vaemond”, dijo Daeron.
“Y…”, insistió Alanys, intuyendo que había algo más.
“El hermano de la Serpiente Marina ha estado actuando sospechoso y me han pedido que averigüe por qué. Además de eso voy a reunirme con los Rogare”, dijo su esposo con un suspiro. “Ya sabes que reunieron el poder restante después de la guerra y se declararon los nuevos dueños del ahora Principado de Lys.”
Alanys asintió.
“Bueno, resulta que Myr ha estado moviendose para intentar rehacer la triarquía. Tyrosh esta manejado, pero es mejor tener a Lys de nuestro lado. Por suerte, los Rogare están muy interesados en unirse a nuestra alianza, pero ya sabes…”
“El Trono de Hierro y los suyos no pueden saberlo todavía”, terminó Alanys con un suspiro.
Tantos secretos, tantos movimientos, trama tras trama. Si no estuviera casada con Daeron, y si no lo amara con locura… Alanys estaba segura de que estaría aterrorizada por él y su familia.
Admitía que estaba muy impresionada con sus buenos padres y lo mucho que habían logrado. Ellos, de forma sútil, se habían ido apoderando del reino prácticamente sin oposición; un matrimonio a la vez, un acuerdo comercial tras otro, enjaulando a sus enemigos hasta que no les quedaba más opción que rendirse.
Por otra parte, había otra cosa que la incomodaba de toda esa trama…
“¿Puedo preguntarte algo, Daeron?”, interrogó Alanys, curiosa.
Él asintió.
“¿Me escogiste por conveniencia?”
Daeron la miró desconcertado, antes de soltar una carcajada. Alanys lo fulminó con la mirada hasta que dejó de reír. De repente, se sintió muy nerviosa por su respuesta.
“Amor mío”, dijo, acercándose y acariciando su mejilla. “Mi Alanys, mi dulce Dama de Hierro”, le dio un beso en su mejilla y luego en su frente. “He estado soñando contigo desde que tengo siete onomásticos”, le susurró al oído. “He contemplado cientos de momentos, a cientos de personas, y fueron tus ojos los que me persiguieron incluso despierto.”
Alanys lo miró, paralizada por la intensidad de sus ojos violetas. Era como aquella vez en que la aprisionó contra la pared y le robó el aliento, —y el corazón—, con un apasionado beso.
“Alanys, te he amado desde que soy un niño”, continuó Daeron. “Cuando crecí, mis noches estaban llenas de tu sonrisa, de ti, en lo alto de la Torre de Pyke mirando al horizonte, queriendo huir. No tienes idea de cuántas veces quise poder hablarte, cuántas veces deseé tocarte”, la acercó, y en un movimiento, ella estaba sentada en su regazo. “Sabía que eras más joven que yo, así que me mantuve lejos, y esperé y esperé… Pero luego, vi un destello de ti y nuestro hijo, y supe que no podía seguir esperando. Me inventé una excusa, fui y volé frente a ti en medio de una tormenta…, intentando impresionarte.”
Alanys soltó un leve jadeo mientras su hijo, el fruto de todo su amor con Daeron, se liberaba de su pecho, completamente saciado.
“No quiero que dudes nunca, amor mío”, susurró Daeron en su oído. “La única razón por la que fui a Pyke, fue por ti.”
Alanys asintió sonrojada, demasiado asombrada para hablar.
Siete días después estaban en las Stepstones. Un lugar al que solo sus tíos, padre y hermanos habían viajado antes. Era impresionante ver a la gente ir de un lado a otro entre las islas, los muelles estaban llenos de movimiento.
Nunca pensarías que poco más de una década atrás, el lugar era simplemente un nido de piratas.
Rodrik parecía fascinado con todo lo que veía y tocaba, y Alanys no cabía en sí de la curiosidad. Quería conocer cada rincón, visitar cada muelle y encontrarse con todos los amigos de Daeron y su familia.
“¿Te gusta, mi amor?”, preguntó su esposo, mientras caminaban hacia el fuerte principal en Bloodstone. A su alrededor todos hacían reverencias, los trataban como si fueran reyes.
“¡Me encanta!”, declaró Alanys fascinada por la vista.
“Nos quedaremos unos meses así que será que te acostumbres”, aseguró Daeron.
Ser Vaemond Velaryon los esperaba en la entrada con el pan y sal.
Se parecía a Laena, pensó Alanys, pero Ser Vaemond no tenía nada de la alegría y encanto de su sobrina. El hombre no oculto su desagrado cuando escucho el apellido de Alanys, pero ella no le reprochaba ese hecho. Sus parientes no eran personas agradables.
Notes:
Aclaraciones.
Daeron Targaryen (N:103) 22 años casi 23
Alanys Greyjoy (N:109) 16 años casi 17.
Rodrik Targaryen (N:125)
Se conocieron de forma oficial en el año 124 en Pyke y se casaron pocos meses después. Permanecieron en las Islas de Hierro después del nacimiento de Rodrik debido a la salud de Alanys.Daeron es el diplomático de la familia, por eso es quién más viaja después de Aerion. Ha estado enamorado de Alanys desde que es un niño y tuvo su primera visión de ella. También es astuto y como digno hijo de Daemon sabe encantar a una mujer sin problemas, la pobre Alanys no tuvo oportunidad.
Entonces…
Casa Greyjoy:
Victarion Greyjoy (fallecido) es el anterior Lord, fue quien estuvo en el gran concejo de harrenhall. Al morir dejo todo a su hijo mayor sobreviviente Theon y puestos de alto rango en la flota de hierro a sus hijos menores Donnel y Euron. Sus hijos de sal murieron antes que él.
A sus hijas, de roca y sal, las casó.
Theon Greyjoy, actual señor de Pyke, tiene 3 hijas de roca entre su primera y segunda esposa, siendo Alanys la segunda. Con su segunda esposa tuvo a sus hijos y herederos Dalton y Veron. Además tiene al menos 9 hijas de sal con diversas mujeres.Estamos en una era en que las tendencias saqueadoras de los Greyjoy no los han arruinado, por lo que son bastante ricos a pesar de todo. Aun así, los greyjoy no son los más respetables y Alanys se salva simplemente por que al ser mujer es ignorada por casi todos.
Chapter 9: Daemon
Notes:
Hola a todos!!!
Un nuevo capítulo, una nueva aventura.
Gracias por todo su apoyo hasta ahora.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Daemon.
Segunda luna del año 126 A.C.
Bastión de Tormentas era un espectáculo para la vista. Daemon podía admitir a sí mismo que el imponente castillo era impresionante.
Por supuesto, sería un día frío en los Siete Infiernos antes de reconocerlo ante Borros Baratheon.
O Rhaenys, para el caso.
Daemon y Rhea fueron recibidos por un Daemion casi frenético y una Cassandra muy sensible. Era un poco desconcertante ver a su buena hija –que siempre había sido segura y desafiante, incluso a los diez y dos– quien se había convertido en una mujer que honraba a su título de Dama de las Tormentas, romper en llorar mientras los abrazaba.
Pero, de nuevo, Daemon sabía de primera mano cuán sensibles se ponían las mujeres durante el embarazo. Rhea y él pasaron por esa experiencia suficientes veces.
Saludó con un asentimiento cortés a Lady Elenda y a las tres hermanas menores de Cassandra, las restantes de las Cuatro Tormentas, quienes –como era de esperar– estaban más interesadas en los hijos de Daemon que viajaban con ellos.
Daemon ya había dado advertencias claras a sus hijos sobre su conducta: los juegos estaban permitidos, pero no toleraría un mal comportamiento mientras esperaban el nacimiento del hijo de Daemion y Cassandra.
Rhea siempre decía que sus tres hijos más jóvenes –Aegon, Baelon y Jaehaerys–, heredaron de Daemon la inclinación al caos y la destrucción. Y Daemon ni siquiera podía negarlo. Cuando eran pequeños se hicieron famosos por destruir sus juguetes, y al crecer no cambiaron mucho: gastaron más que una pequeña fortuna en reparaciones de adornos, muebles, puertas y ventanas de Runnestone en los últimos cinco años.
Daemon aún recordaba cuando tuvo que disculparse con Jeyne Arryn porque los muchachos destrozaron una estatua en el Nido de Águilas.
Él, un Príncipe de la sangre, disculpándose.
Lo peor era que no lo hacían a propósito. Cada desastre había sido puramente accidental: se exaltaban demasiado jugando o se olvidaban de considerar las cosas frágiles a su alrededor.
Rhaelle, por su parte, aunque era mimada y caprichosa a niveles excesivos –y allí Daemon asume toda la culpa– pero era un ángel en comparación con sus hermanos. Actualmente, su hija menor parecía animada con la idea de pasar tiempo con las tres muchachas. No tenía mucha compañía femenina fuera de sus sobrinas, las hijas de Aemon y Rhaegar, en Runnestone. Daemon y Rhea habían buscado darle una compañera como Lyra lo fue para Baela, pero desistieron cuando cada posible dama de compañía resultaba ser un intento de Alicent o Rhaenyra para enviar un espía a su casa.
Esa era una de las razones por las que Rhaelle estaba tan mimada. Era la última hija soltera que le quedaba a Daemon, podía consentirla todo lo que quisiera; no la iba a soltar fácilmente.
Ya era bastante malo que estuviera a punto de comprometerse con ese advenedizo chico Tully.
Dos días más tarde, Daemon encontró a su quinto hijo en el borde del patio de entrenamiento, mientras supervisaba a Aegon, Baelon y Jaehaerys.
“Entonces, ¿vas a explicarnos por qué tú y Cassandra parecen a punto de enloquecer?”, indagó Daemon.
Daemion suspiró.
“Borros”, declaró su hijo con un tono agotado. “Está siendo… difícil últimamente, peor de lo habitual. Lady Elenda intenta ayudar, pero no ha parado de repetir que debemos prepararnos para lo peor: sobre nombrar a Maris como heredera en caso de la posible muerte de Cassandra o del bebé… o ambos. Y mi esposa…” suspiró con fastidio y la mirada al suelo, “No está muy tranquila con eso.”
Lo que probablemente significaba que estaba al borde de un colapso. Y Daemion, sin duda, le seguiría.
“Y tú tampoco”, señaló Daemon, a lo que su hijo asintió.
“No estaba tan preocupado antes. Pero ahora es diferente, padre” replicó con tono grave, “No dejo de sentir este… miedo. Solo quiero que todo termine y que el bebé nazca, pero al mismo tiempo no lo deseo, porque me aterroriza que ocurra una tragedia.”
Daemon asintió, comprendiendo.
“Pocos días antes de que nacieran Aemon y Baela, tu madre llamó a William, el maestre, al viejo mayordomo y a mí a su oficina, y nos mostró su última voluntad y testamento”, recordó, con los brazos cruzados y la mirada lejana.
Daemion lo miró sorprendido, pero Daemon continuó: “Esa fue la primera vez que me enfrenté al hecho de que el parto podía ser fatal. Ese mismo día, a solas, Rhea me obligó a jurar que, si llegaba a morir mientras daba a luz, yo antepondría el bienestar de nuestros hijos, su herencia y Runnestone por encima de todo.”
“¿Lo hiciste?”, preguntó Daemion en voz baja, con la mirada agitada.
“Lo hice”, confirmó Daemon. “En ese momento no amaba a tu madre, pero amaba a tus hermanos, incluso si todavía no hubieran nacido. Un par de años después, tu madre quedó embarazada de Rhaegar y su salud era muy delicada. Yo no lo sabía, pero, debido a varios problemas y complicaciones, tu madre estaba bajo mucho estrés,” agregó con una sonrisa amarga, “Yo mismo era parte del problema.”
Suspiró.
“Sus síntomas eran tan fuertes que la enviaron a reposo en cama por completo por su seguridad. Entonces llegó tu abuelo Yobert… y casi mata a tu madre.”
“¡¿Qué?!”, gritó sorprendido su hijo. Daemon ya estaba negando con la cabeza y su sonrisa se volvió cínica.
“Rhea lo negará, porque ama demasiado a su padre, aunque ese bastardo no lo merezca. Pero lo cierto es que tu abuelo fue contra todas las recomendaciones y no dejó que Rhea tuviera paz ni reposo absoluto. Yobert fue al Bosque de Dioses con Rhea y William, a pesar de que tu madre no debía esforzarse ni enojarse, y procedió a imponer su voluntad, aunque sabía que ni Rhea ni William estarían contentos con sus decisiones. Lo siguiente que pasó fue una pelea a gritos que se escuchó por casi todo el castillo, y Rhea terminó desmayada. Por un tiempo, temimos que perdiera a Rhaegar”, dijo Daemon con voz tensa y apretó los puños.
“Yo… no lo manejé bien. Me enoje tanto que ataque a tu abuelo y tuve que ser contenido por William y otros cinco de los guardias.” añadió, con rabia y frustración en cada palabra.
Su hijo lo miró con los ojos abiertos y la boca abierta, Daemon se encogió de hombros, sacudiéndose el recuerdo.
“No fue mi mejor momento”, admitió Daemon, “Solía tener muy mal temperamento y estaba estresado, preocupado por tu madre. Por otro lado, tu abuelo tenía una habilidad casi sin igual para hacerme enojar. Probablemente debería haber pensado mejor las cosas. Yobert me despreció hasta el día de su muerte, después de todo.” dijo con resignación.
“Entonces… ¿debería golpear a Borros, y decirle a Elenda y Cassandra que hagan un testamento?”, dijo Daemion mirándolo con escepticismo. “Sabes padre, no creo que eso funcione para calmar las preocupaciones de mi esposa.”
Daemon no dudó en levantar la mano y darle un golpe en la cabeza a su hijo, divertido.
No importaba que Daemion fuera un hombre adulto a punto de tener su propio hijo, él seguía siendo su padre.
“Lo que quiero decir”, recalcó Daemon, ignorando los quejidos de su hijo. “Es que las preocupaciones que tú y Cassandra sienten son normales. Todos los padres pasamos por ello. Es parte de la vida”, dijo Daemon, “No dejes que esas preocupaciones te consuman y estarás bien. Además, puedo asegurarte que sostener a tu hijo te hará olvidar todo, incluso a ti mismo.”
Daemion suspiró.
“Es fácil decirlo para ti. Tú y mi madre hacen que parezca sencillo”, se quejó su hijo. “Además, madre siempre ha salido bien de la cama de parto.”
Daemon resopló.
“Hijo, eres consciente de que tu nacimiento y el de Daeron casi mata a tu madre, ¿verdad?”, Daemion lo miró atónito y Daemon se encogió de hombros. “Sangrado excesivo, tu madre se desmayó, el maestre y la partera tuvieron que empujarte a ti y a tu hermano fuera de su vientre a la fuerza. Estuvo inconsciente diez días y frágil durante varias lunas más.”
“No tenía ni idea”, murmuró Daemion, afectado. “¿Cómo es que nunca nos hablaron de esto?”
“Y a pesar de eso, tu madre y yo tuvimos otros ocho hijos después de ti y Daeron”, dijo Daemon con un suspiro. “Las mujeres, hijo, son mucho más fuertes de lo que puedes creer, y resisten más que cualquier muralla de un castillo. Ahora mismo, solo tienes que mantenerte junto a Cassandra y estar allí, al final, será ella quien hará la parte más dura del trabajo.”
“¿Por qué me consuelan tus palabras?”, preguntó Daemion con un brillo molesto en la mirada.
“¿Crees que es la primera vez que tengo una charla como esta?”, preguntó Daemon, con un toque de burla. “Todos tus hermanos han sido iguales. La verdad es que ustedes, hijos míos, los dragones de bronce, son iguales inquietos por naturaleza . Ponlos en un campo de batalla y se destacan, póngalos al lado de un lecho de parto y, sin falta, todos ustedes empiezan a temblar.”
Daemion lo negó indignado, pero ambos sabían que era cierto. Daemon sonrió en desafío.
Por lo menos, ahora su hijo se concentraría en demostrar que Daemon se equivocaba, en lugar de asustarse por el futuro.
No dudaba que ver a Daemion frenético no ayudaría a Cassandra a sentirse mejor. Lo mejor era que Daemion volviera a su habitual yo seguro de sí mismo para que Cassandra tuviera una preocupación menos.
Si Daemon tenía que pinchar un poco el orgullo de su hijo, no le importaría. Al fin y al cabo, él era su padre.
Cuatro días después, Daemon era abuelo nuevamente. Royce Baratheon llegó con una fuerte tormenta soplando afuera, con la apariencia de su madre y los ojos de su padre.
El pequeño gritó a la par del trueno, anunciando su llegada a gritos. El maestre, la partera, Rhea y Elenda, todas estaban de acuerdo de que era un niño sano y crecería para ser fuerte y sano.
Cassandra estaba a salvo y pocas horas después, amamantaba a su hijo y lo presentaba ante sus familiares.
Cuando escuchó el nombre que su hijo escogió, Daemon solo pudo sacudir la cabeza ante la confirmación de lo que ya sabía, todos sus hijos eran niños de mamá.
Los súbditos de Cassandra, que habían venido por el nacimiento del heredero, se regocijaron por el pequeño Royce Baratheon, el hijo de la tormenta y el dragón. Estaba seguro de que pronto habría una canción sobre eso rondando por allí.
Y Daemon tuvo el placer de ver a Borros Baratheon perder su habitual rudeza y amargura al ver a su primer nieto. De pronto, él aún Señor de Stormlands parecía a punto de llorar de alegría, pero también de alivio.
No le sorprendió cuando tres días después, Borros finalmente murió.
Notes:
Aclaraciones.
Royce Baratheon existe en el canon, pero yo le he dado nuevos padres y un nuevo futuro.
Ahora…
Daemon ha madurado mucho. Recuerden que para este momento Daemon tiene más de 40 años, y si bien en la serie nos mostraron que no aprendió nada en esa década que pasó lejos aquí es muy diferente. Tenemos un daemon que sabe ser padre, pues es lo que ha hecho desde que tiene 17 años.
Por otro lado vemos las personalidades de los dragones de bronce más jóvenes, quienes en la entrega anterior eran solo bebes pero ya han crecido.
Y por último…
Este capítulo tiene uno de los mayores cambios del canon. Por favor comenten sus predicciones para el futuro que me entusiasma leer sus opiniones e ideas.
Chapter 10: Tyland
Notes:
Hola!!!
Bienvenidos de vuelta.Advertencia⚠️: Menciones de sexo con menores de edad.
En este capítulo se habla sobre una relación sentimental entre dos hombres con una diferencia de edad de más de 10 años. Si bien ambos personajes son adultos (33 y 20 años), se menciona el hecho de que la relación empezó cuando el mas joven tenía 16 años. Así que lean bajo su propio riesgo.
Gracias por todo el apoyo.
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Chapter Text
Tyland.
Segunda luna del año 126 A.C.
Para Tyland, las reuniones del Concejo Pequeño eran uno de los momentos menos favoritos del día.
En un principio, cuando asumió el honor de ser Maestro de Barcos, parecía una posición prestigiosa y codiciada, después de todo, había sido asiento del mismísimo Corlys Velaryon, un hombre cuyos logros marítimos todavía hacían suspirar a los cronistas. Por eso, ser elegido para el puesto no solo era un reconocimiento sino una especie de prueba donde tenía que demostrar, una y otra vez, que era algo más que simplemente un sustituto.
No se engañaba a sí mismo. Era el segundo hijo, no podía cambiar eso. No importaba que hubiera nacido el mismo día que Jason: su hermano era el Señor de Occidente, y Tyland debía forjar su propio camino. Otros en su lugar estarían amargados, enmascarando resentimiento durante toda su vida. Tyland no. Él amaba a su hermano… aunque fuera un idiota y si tenía que hacerse un nombre, sería como algo mas que el otro Lannister.
Ser el Maestro de Barcos le daba la oportunidad de dejar su nombre en la historia. En teoría. Para él, era la oportunidad de demostrarse ser algo más.
Pero había algo que no previó al llegar a la corte. Y es que se vería obligado a ver –o más bien, sufrir– de primera mano las interminables disputas entre la Reina y la Princesa Heredera. No es que fuera indiferente a la política actual, pero la combinación de orgullo, capricho y egos reales tenía un efecto… un poco agotador para cualquier espectador.
Quién pensaba que las mujeres nobles de tan alto estatus sabían mantener la calma…, claramente nunca se toparon a Rhaenyra Targaryen y Alicent Hightower en pleno ejercicio de su inexistente diplomacia. Envidiaba a esa persona.
Si solo fueran discusiones privadas, podría pasarlas por alto. Pero el Rey, probablemente con la mejor intención para mantener la paz entre su esposa e hija –y fallando espectacularmente–, decidió arrastrarlas al Concejo Pequeño. Así, ambas tenían una participación activa en el gobierno del reino.
Justamente ese era el problema.
Para el reino, y sobre todo para los pobres inocentes como Tyland, condenado a no poder volverse sordo mientras compartían el aire con esas dos mujeres.
Por supuesto, el Maestro de Barcos conocía bien la desgracias de los parientes indeseables. En Occidente, donde la mayoría de las familias nobles estaban emparentadas con los Lannister en algún grado, muchos de los primos no se soportaban: en casos extremos, se odiaban a muerte. Un ejemplo perfecto: los Lannister de Casterly Rock y los Reyne de Castamere.
Ese día, tanto la Reina como la Princesa parecían particularmente descontentas, y eso no auguraba nada bueno. Si lo que susurraban sus informantes eran correctos, ninguna de ellas estaría complacida con las noticias que llegaban desde la Tierra de las Tormentas.
Tyland suspiró resignado, preparándose para otra ardua e interminable jornada de disputas inútiles. Había un nuevo heredero: Royce Baratheon. Justo a tiempo, por cierto, ya que Lord Borros finalmente descansaba de su sufrimiento.
Personalmente, él consideraba que ya era hora. Lord Baratheon llevaba tiempo confinado a una cama tras su caída, lo que, para un hombre como él –rudo, mordaz, orgulloso, arrogante, inculto, desagradable y cualquier otro adjetivo negativo que uno pudiera imaginar– probablemente era peor que la propia muerte.
El problema, al menos a ojos de la Reina, la Princesa y muchos de sus partidarios, era que Daemion Targaryen había tenido un heredero y con una hija de un Señor Supremo. Las Tierras de la Tormenta se habían unido a la mitad del reino que tenían a un descendiente de Daemon Targaryen y Rhea Royce como futuro gobernante. Eso debilitaba la influencia de ambas mujeres, aunque su ira no se debía sólo a la política: también era más… personal.
Rhaenyra Targaryen estaba enamorada de su tío. Un secreto a voces en la corte, gracias a la propia Reina y confirmado cada vez que la Princesa explotaba ante la menor mención de Rhea Royce o sus hijos. Por otra parte, Alicent Hightower guarda un odio a los Royce que venía de hace una década, desde que Rhea Royce la hiciera sentirse insignificante… irrelevante.
Lo cual, pensándolo bien, no era tan difícil, considerando que la Reina no tenía talento para impresionar.
Lord Lyonel, la Mano del Rey, abrió la reunión en ausencia del Rey, quién no se sentía en condiciones ese día. El primer tema sobre la mesa fue el estado de los cofres reales, un asunto que se extendió de forma innecesaria, principalmente porque el cada día más anciano Lord Lyman tomó la palabra, y, sinceramente, debería haber dejado el puesto hacía varios años. Medio sordo y desesperadamente testarudo, aún conservaba cierta habilidad para administrar el dinero, aunque Tyland no podía evitar pensar que sus capacidades habrían sido más apropiadas para el reinado del Rey Jaehaerys que al del Rey Viserys.
Entonces, finalmente fue el turno de Tyland de hablar.
“Hemos recibido noticias desde las Stepstones”, anunció el Maestro de Barcos, captando de inmediato la atención de Ser Laenor. “Ser Vaemond informó que la delegación de Nueva Myr está descontenta con los términos ofrecidos.”
Nadie parecía tener una respuesta coherente, lo cual no era sorprendente. Después de todo, la autoridad del Rey en las Stepstones era prácticamente ilusoria. Quienes en realidad gobernaban ahí, eran Corlys Velaryon y Daemon Targaryen.
“Myr no debería ser tan arrogante”, intervino el Heredero de las Mareas. “Fueron derrotados. No tienen ningún poder sobre las Stepstones.”
“El príncipe Daeron dice lo mismo”, señaló Tyland. “Afirma que, si Myr no acepta los términos, entonces las negociaciones terminarán por completo.”
“¿Con qué autoridad?” Intervino Lord Jasper, el Maestro de Leyes. “¿Acaso planea el príncipe emular a su padre y enemistarnos otra vez con la Triarquía?”
Tyland se obligó a no sonreír con sorna. Todos conocían el desagrado del actual Maestro de Leyes hacia el príncipe Daemon, un resentimiento sin duda heredado de los tiempos en que Lord Jasper fue protegido de Ser Otto Hightower y de la interminable serie de comparaciones que tuvo que soportar. Al fin y al cabo, Daemon Targaryen había sido un Maestro de Leyes excepcional… y todavía no aparecía nadie capaz de siquiera acercarse al legado que dejó atrás.
“La Triarquía no puede darse el lujo de enemistarse nuevamente con nosotros”, replicó Ser Laenor. “Su poder solo se extiende a Myr, su flota está severamente reducida y carecen del capital económico necesario para recuperarse por completo.” Había un deje de satisfacción en la voz del hijo de Corlys Velaryon.
Tyland entendía, Ser Laenor debía estar bastante orgulloso de su participación en la guerra de las Stepstones.
“¿Y qué tienen que decir Lord Corlys y Daemon a esto?” Preguntó la princesa Rhaenyra. Con falsa inocencia, como si no estuviera desesperada por noticias sobre su tío.
“Aún no hemos recibido noticias de Lord Corlys” informó Tyland “En cuanto al príncipe Daemon… ha decidido dejar todo en manos de su hijo, él tiene su plena confianza. En este momento está ocupado, celebrando su nieto más reciente y no intervendrá en este asunto”
“Uno pensaría que estaría más pendiente de sus conquistas”, intervinó la reina con un tono ligeramente mordaz. “Pero, al parecer, en la última década todo lo que ha hecho el príncipe es viajar con su esposa.”
“Si me permiten mi opinión”, intervino el Gran Maestre. “El príncipe Daemon y Lady Rhea parecen más ocupados en los asuntos de su familia. El gobierno de Runestone actualmente recae en su mayor parte por el príncipe Aemon y el príncipe Rhaegar. Runestone Harbor está en manos de Ser William Royce, y Dragonport, está al menos nominalmente, bajo la autoridad del príncipe Aerion.”
Un resoplido escapó de los labios de la princesa.
“Aerion es un vagabundo por los Siete Reinos. Dudo mucho que haga algo parecido a gobernar-”, dijo la princesa Rhaenyra.
“Algo que apoya lo dicho por Su Majestad la Reina”, se apresuró a replicar Lord Jasper. “Dejar una ciudad en manos de un príncipe caprichoso e irresponsable solo prueba que el Príncipe Daemon no solo evita sus deberes, sino que además carece de juicio para delegarlos en alguien capaz y competente.”
Tyland miró al hombre. Siempre había considerado a Lord Jasper un perro de la reina: molesto por cómo ladraba a quien su ama indicaba, pero ahora lo encontraba particularmente detestable.
“No todos los príncipes nacen con vocación para gobernar”, comentó la reina, con un tono de ironía que no se molestó en ocultar. “Algunos solo heredan el título… y los errores de sus padres.”
“¡¿Cómo te atreves?!” estalló Rhaenyra, golpeando la mesa con la palma abierta. Las copas tintinearon y el Gran Maestre se encogió en su asiento.
La tensión se hizo espesa como el aire antes de una tormenta. Tyland, en silencio, lamentó no haber pedido que le trajeran vino antes de que todo se desmoronara. Tuvo que obligarse a no mostrar su creciente irritación.
La conversación se había desviado y dudaba que retomaran el tema de las Stepstones. Incluso cuando el chisme favorito de la corte había surgido: Los Dragones de Bronce, especialmente cuando la Reina y la Princesa no tardaron en lanzarse puntadas entre ellas.
El hermano menor del Señor del Oeste entendía. Había algo innegablemente fascinante en Daemon Targaryen y Rhea Royce, un magnetismo que transmitieron a sus hijas e hijos. Tyland no era inmune a ello –lejos de eso, en realidad–, podía admitirlo internamente. Pero realmente deseaba que el Concejo Pequeño sirviera para algo más que chismear sobre el hermano del Rey y su familia.
“El punto”, enfatizó el Maestre, “es que no podemos esperar una intervención del Príncipe en este ni en otros asuntos. Él y su esposa parecen haber dado un paso atrás en la política y el gobierno. Están más preocupados por asegurar el futuro de sus hijos.”
“¿Asegurar el futuro?”, volvió a interrumpir Lord Jasper con una mueca de desprecio. “Supongo que así llamamos ahora a la multitud de matrimonios políticos que han tejido en los últimos años. Con todo respeto, Gran Maestre, no parece que se hayan retirado de la política, cuando están tan decididos a casar a un hijo o hija con cada gran casa del reino. Ya tienen a los Arryn, los Velaryon, los Graffton, los Blackwood, los Baratheon, los GReyjoy, los Tarly y los Tyrrell ¡¿Quién sigue?!” golpeó la mesa con el puño. “¡Es indignante que no se haya hecho algo al respecto! ¡No se debe permitir que el príncipe Daemon continúe acumulando poder de esta forma!”
Oh Lord Jasper, si supieras…
Tyland suspiró y vio a Ser Laenor rodar los ojos. Por un momento, percibió la amargura en los rostros de la Reina y la Princesa. Todos sabían de las envenenadas relaciones entre las tres ramas de la Casa Targaryen. En el pasado, el Rey quiso casar a su hija mayor con el príncipe Rhaegar, pero fue rechazado. Más tarde, buscó comprometer al príncipe Aegon el Verde, con la princesa Rhaelle, y de nuevo el príncipe Daemon se negó.
Unos años atrás, cuando Lord Borros sufrió su lamentable caída y la situación en las Tierras de la Tormentas era crítica, la Reina propuso casar a Lady Cassandra con el príncipe Aemond. Pero Lady Elenda tenía otros planes y decidió comprometer a su hija con Daemion Targaryen. El resultado: el recién nacido Royce Baratheon.
Y como olvidar aquel enredo con los Tyrell y los Tarly…
No era conveniente, ni para la Reina ni para el resto de los Hightower, que Maekar Targaryen estuviera casado con la única hermana del aún sin hijos Lord Tyrell. Sin contar que la princesa Daenys se convirtió en la nueva Lady Tarly. En comparación, el príncipe Viserys, el hijo menor del Rey y la Reina, está siendo acogido en Hightower, pero su peso en la complicada política del Dominio era mucho menor.
“Mi señor”, intercedió la Mano del Rey, intentando aplacar al exaltado Maestro de Leyes, “entiendo sus preocupaciones. Pero el príncipe Daemon tiene la libertad para casar a sus hijos, y jamás ha dado motivos para sospechar de planes nefastos.”
Lord Jasper parecía a punto de replicar, pero fue interrumpido con las palabras en la boca.
“Ya dejó clara su opinión, mi señor” se adelantó la princesa Rhaenyra. “Poco o nada se puede hacer. Mi tío hará lo que quiera, como siempre lo ha hecho.”
“Esa, desgraciadamente, es una de sus mayores cualidades… si es que se le puede llamar así” replicó la Reina, mirando a la Princesa debajo de sus pestañas. “Supongo que la libertad de hacer lo que quiera es un privilegio de los que nunca han tenido que gobernarse a sí mismos.”
Todos en la mesa fingieron no escuchar el aguijón oculto en esas palabras; como era habitual, se hicieron los tontos, aunque estaba claro que aquella era, sin dudas, una acusación hacia la Heredera al Trono.
.
Al caer la tarde, Tyland se encontró disfrutando del vino mientras manejaba los informes traídos por la Flota Real y la Flota de Dragonstone en su oficina. Esta última, debería estar bajo el mando de la princesa Rhaenyra o, en defecto, de su esposo. Pero ella carece del interés, y su consorte del poder.
Otro ejemplo de un matrimonio brillante, ironizó Tyland, dando otro trago. Consideraba la amarga relación y dudaba de que alguna vez se pusieran de acuerdo.
“Realmente trabajas demasiado”, dijo la figura en la entrada del pasadizo, sobresaltado a Tyland hasta casi derramar su copa. Su corazón dio un vuelco cuando reconoció esa voz; como siempre, no se le ocurrió avisar cuándo aparecería.
“Alguien tiene que hacerlo”, replicó Tyland con un suspiro, dejando todo a un lado; sabía que no trabajaría más ese día. “¿Y tú? ¿negocios… o placer?” añadió con un tono sugerente.
Su amante sonrió con esa travesura que conocía bien, y el brillo malicioso en sus ojos era evidente incluso bajo la capucha. El corazón de Tyland se aceleró sin su permiso y un calor se extendió por su pecho. Era desconcertante lo mucho esos pequeños detalles podrían alterarlo. Cada gesto, cada mirada, solo reforzaba lo que ya sabía: amaba profundamente a este impertinente.
“Ambos, en realidad”, respondió, acomodándose en su regazo, “Soy multitarea.”
Y se lanzó a sus labios.
Tyland sonrió, dejándose envolver en sus besos. Su amante tenía la habilidad de volverlo loco con solo unas pocas palabras.
“Ya está hecho, cariño. La querida Cerelle saltó de alegría cuando supo de su futuro prometido”, murmuró al oído, mientras su amado mordía ligeramente su mandíbula.
Eran noticias satisfactorias. Saber que el futuro de su sobrina estaba asegurado lo llenaba de alivio.
Tyland no dudó en volver a besarlo, lo amaba tanto.
No mucho después, llevó a la cama, recordándole con cada caricia, cada roce entre sus cuerpos, cada marca intercambiada, intentando recordarle cuánto le había extrañado en las lunas que estaba lejos.
Más tarde, cerca de la hora del lobo, Tyland depositó besos suaves en la espalda de su amor.
“¿Estás feliz?” Preguntó Tyland suavemente.
“Estas a mi lado” respondió su corazón con los ojos cerrados. “¿Cómo no ser feliz?”
Su amante tronó un beso en su mejilla, la parte más posesiva y primitiva de él estaba satisfecho con su respuesta.
“Te amo” murmuró Tyland al oído del más joven. Su hermoso amante masculló una respuesta a medias entre palabras, luchando contra el sueño.
Probablemente Tyland debería preocuparse por el hecho de que, en el momento en que su amante aparecía, estuviera dispuesto a dejarlo todo por una persona trece años menor. Pero descubrió que no le importaba. Incluso si era un tonto, era feliz.
“Me intoxicas, soy adicto a ti”, susurró Tyland al oído de su amado. “Encontraría la manera de matar a todos en este castillos si me lo pidieras.”
“Solo tienes que hablar”, murmuró su amante somnoliento, correspondiendo su promesa. “Y haré arder a todos.”
Tyland lo besó por última vez y finalmente durmió.
.
Habían pasado casi seis años, y Tyland aún recordaba aquel día con perfecta claridad. Acababa de convertirse en Maestro de Barcos, y esa noche se dirigió a la Calle de Seda para recoger a Jason. Su hermano gemelo estaba ahogando en el burdel la frustración por el rechazo de la Reina ante un compromiso entre el príncipe Aegon y Cerelle.
Una figura encapuchada chocó con él, seguida por dos asesinos dispuestos a matarlo. Tyland, casi por reflejo, defendió al entonces muchacho de quince onomásticos, y sin saberlo, marcó su destino. Esa noche quedó oculta solo para ellos, juraron no volver a hablar de ello, pero ninguno de los dos lo olvidó.
Un año entero. Ese fue el tiempo durante el cual Tyland fue… cortejado a falta de una mejor palabra. Regalos, cartas, encuentros “casuales” que, en realidad, no tenían nada de azar, hasta que finalmente cedió.
Realmente, no es como si hubiera tenido otra oportunidad.
Era muy difícil para él negarle nada a Aerion Targaryen, el impresionante hombre que amaba, en especial cuando lo miraba con esos ojos morados brillantes, traviesos, inteligentes y astutos.
Notes:
Pequeño concejo:
Familia real: Viserys Targaryen, Alicent Hightower, Rhaenyra Targaryen, Laenor Velaryon.
Mano del rey: Lyonel Strong.
Maestro de leyes: Jasper Wylde.
Maestro de Barcos: Tyland Lannister.
Maestro de susurros: Larys Strong.
Maestro de la moneda: Lyman Beesbury.
Lord comnadante: Harold Westerling.
Gran maestre: Orwyle.Maekar Targaryen está casado con Margery Tyrell. Se conocieron en un torneo en el año 124, Margery tenía 14 años y Maekar 18. Poco después el anterior acuerdo, todavía no firmado, de Margery con Alan Tarly se canceló y se casaron antes de que finalizara el año. Aún no tienen hijos.
Daenys Targaryen está casada con Alan Tarly. Se conocieron en el año 124, poco después el acuerdo de Alan para casarse con Margery Tyrell se canceló. Ellos se casaron en el año 125 cuando Daenys tenía 16 años y Alan 26. Aún no tienen hijos.
(Si se lo preguntan. Si, Daenys y Maekar, fueron quienes intervinieron para que no se consolidara un compromiso entre Alan y Margery)
Aerion Targaryen mantiene una relación comprometida con Tyland lannister. Se conocieron en el año 120, cuando Aerion tenía 15 años y Tyland 28, y un año después se hicieron pareja.
Un vistazo al manejo de los siete reinos y como se las arreglan en Desembarco del rey.
Espero que les haya gustado, comenten todas sus opiniones, pensamientos e ideas.
Chapter 11: Alyssa.
Notes:
¡Hola a todos!!
Me alegro mucho estar de vuelta con un nuevo capítulo.
Disfrútenlo
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Alyssa.
Cuarta luna del año 126 A.C.
Bajando la escalera principal de Raventree Hall, Alyssa se sujetó su vestido en un puño para contener su enojo y evitar tropezar por su paso acelerado. La princesa hizo caso omiso a los guardias y sirvientes que se inclinaban ante ella mientras avanzaba, estaba demasiado enojada para pensar en otra cosa que no fuera encontrar a su hijo.
No se molestó en ir a sus habitaciones o a las aulas, conocía muy bien al niño que dio a luz y solo existía un lugar donde pasaba la mayor parte del tiempo.
El campo de entrenamiento.
Tal y como esperaba, su hijo estaba recibiendo lecciones de arco con su tía, quien claramente era superior en ese arte en particular.
Había pocas personas mejores que Aly con el arco.
Alyssa (no) le gustaría conocer a quien superara a su cuñada cuando del manejo de una arco y flecha se trataba. Ni siquiera su madre, siendo tan buena cazadora, tenía la destreza y precisión de Aly Blackwood.
Un destello de diversión llenó a la princesa.
Se había convertido en un hecho interesante y gracioso que las tres mujeres más importantes de la Casa Blackwood tuvieran nombres tan parecidos. Las tres Alys:
Alys Blackwood, lady Blackwood por sangre.
Alyssa Targaryen, lady Blackwood por matrimonio.
Y Alyssane Blackwood, la única hija de Samwell y Alyssa, y por lo tanto, otra lady Blackwood.
Los pobres Samwell y Ben estaban completamente superados en número.
Aly estaba guiando los movimientos de Ben. Le indicaba la posición correcta que debía adoptar para que su flecha alcanzara el blanco, como tenía que mover los brazos y como debía apuntar. Aun asi estaba claro que el disparo no fue tan efectivo, pues la flecha término fuera de la marca, y la princesa vio a su hijo hacer una mueca frustrada.
Aun así, y como era típico de Ben, no dejó que su fallo bajara su ánimo. Nuevamente levantó el arco y tenso la flecha, escuchando con atención las instrucciones de su tía, y con una mirada llena de concentración dejó volar su disparo.
No dio en el blanco, pero casi.
Ben tenía una expresión de júbilo y Aly aplaudió satisfecha.
Con solo ver a su hijo, se le formó una sonrisa.
Oh, su precioso niño, hizo que el corazón de Alyssa se llenará de amor, ternura, orgullo y un toque de ira. Lo amaba, con todo su corazón y su alma, pero… sus travesuras le sacaban de quicio a veces. Hizo una mueca.
“¡Benjicot Blackwood!”, gritó Alyssa sabiendo el efecto que tendría. Su hijo odiaba su nombre completo y había exigido ser llamado Ben desde siempre. Los únicos que lo llamaban por su nombre completo eran Samwell y Alyssa cuando estaba en problemas.
En los cuales estaba. Y muchos.
Su pequeño hijo se giró a verla alarmado, lo que hizo que Alyssa lo señalara con el dedo y le ordena venir a su lado con el mismo gesto.
Su pequeño Ben trago saliva y caminó hacia ella lentamente. Casi con cautela, él sabía que ella no estaba contenta y la miraba como si de un hombre condenado yendo hasta el verdugo se tratase.
“¿Sí, madre?”, preguntó su hijito de siete onomásticos, casi ocho, agitando su cabello negro con su mano. Si Alyssa no lo conociera, se dejaría llevar por sus adorables mejillas gorditas y sus ojos morados encantadores.
Pero tras ese rostro angelical se escondía un verdadero alborotador. Alyssa culpaba a su propio padre y al ejemplo que su reputación y leyenda forjaron, por ello. Ben admiraba a su abuelo y no quería otra cosa que hacer honor al legado de su familia.
“Hijo mío”, comenzó Alyssa en el tono más calmado que pudo reunir. “¿Quieres explicarme por qué mi padre ha enviado, para ti, una espada peculiarmente llamada BrackensBane?”
Por un momento, su hijo destelló su entusiasmo y deleite por el regalo. Sus ojos brillaron de felicidad e incluso dio un pequeño salto y un grito de jubilo, antes de recordar por qué exactamente estaba en problemas.
Entonces su hijo se enderezo y la miró con su mejor cara de inocencia.
Ben se aclaró la garganta, nervioso.
“¿Tal vez el abuelo Daemon tiene un sentido del humor retorcido?” se aventuró, intentando parecer inocente.
Alyssa arqueo una ceja.
Su hijo suspiró y se rompió bajó la mirada.
“Bien… es posible que en su última visita yo le haya pedido… un arma”, murmuró su hijo lentamente. Alyssa se cruzó de brazos: “Y sí. Yo… puedo haber insinuado que la usaría contra Tytos Bracken… y su padre…, y parientes.”
Alyssa suspiró y cerró los ojos mientras se apretaba las sien con los dedos.
Sabía a qué se estaba apuntando cuando se casó con Samwell, pero realmente desearía que su propio padre no alentara a Ben. Como cada uno de sus parientes y antepasados antes que él, Benjicot tenía grabado en su sangre el odio por los Bracken.
Alyssa lo entendía, ella nunca perdonaría a Amos Bracken, heredero de Stone Hedge, por intentar hacer que Samwell apostará la mano de Alyssa en duelo cuando aún estaban comprometidos. Pero realmente deseaba que su hijo, su pequeño corazón, no estuviera pidiendo espadas con el propósito específico de matar a las personas que odiaba.
¿Por qué no podían ser juguetes? ¿O ropa? ¿O perros? Incluso un caballo de caza sería mejor.
Ben aún tenía edad para que le gustaran los caballeros de madera, o tal vez una silla de montar nueva para su pony. Pero por supuesto, no sería el padre de Alyssa si no fuera un facilitador para sus nietos.
Era ridículo, la forma en que su padre cumplía los caprichos de sus nietos. Desde caballos dornienses para Daena y Rhaena, armaduras nuevas para Arthur y Daemon, los hijos de Baela, ahora Ben tenía una espada y Alyssa no quería saber que había enviado para los pequeños de Salaena, o para el hijo de Daeron o el recién nacido hijo de Daemion.
Alyssa suspiró de nuevo.
“Vuelve a tu lección de arco, más tarde hablaremos de las muchas razones por las que no debes pedirle espadas a tu abuelo sin permiso”, dijo Alyssa finalmente, más tarde haría que repasará sus lecciones y le quitaría tiempo de entrenamiento. Tal vez incluso le aria estudiar la estrella de siete puntas como castigo.
al final no tenía el corazón para ser demasiado estricta con sus hijos.
Ben era su adoración y Alyssane su bebé, le costaba mucho ser estricta con ellos.
La cuarta hija de los dragones de bronce dio la vuelta y regresó al solar de su esposo donde vio a Samwell aún admirando la espada.
“Tu padre tiene un muy buen gusto en espadas, cariño. Ésta está forjada por herreros Qohor, mira la fuerte empuñadura, la forma de la hoja… el peso equilibrado… y su forja-” explicó detalladamente su esposo asombrado.
Ella no estaba sorprendida, Ben tenía que haber heredado su lado marcial de alguien y definitivamente no fue de Alyssa.
“Ben no la va a usar” declaró Alyssa de inmediato, interrumpiendo sus divagaciones. Su esposo se enderezó, igual que su hijo minutos antes, temiendo un regaño y rápidamente intentó llegar a su lado bueno.
“Tienes razón. Tu padre sobreestimó cuán alto sería nuestro hijo. Me temo que la espada es demasiado grande para él. Pero creo que en tres o cuatro onomásticos podrá blandirla sin problemas”, respondió su esposo con una sonrisa emocionada.
Alyssa puso los ojos en blanco. Intentó.
Samwell debió notar su descontento, por que dejó la espada a un lado y abrazó a Alyssa con fuerza y colocó un beso en su cabello.
“Tiene siete onomásticos”, se quejó tercamente Alyssa, enterrando la cabeza en el pecho de Samwell.
“Puede tener treinta y aún será tu bebé”, le recordó su esposo con una sonrisa.
Alyssa era perfectamente consciente de que a veces podía ser un poco controladora y sobreprotectora con Ben. Era consecuencia de cómo casi lo pierde cuando era apenas un bebé por la fiebre. Más tarde, perdió dos niños mientras aún estaban en su vientre, lo que la hizo aún más preocupada por su primogénito.
El nacimiento de su pequeña Alyssane el año anterior, había sido casi un milagro. El maestre había dicho después de su segundo aborto que no era probable tener otro hijo.
Un destello familiar de tristeza y amargura la invadió. Era un poco patético que una de las hijas de Rhea Royce - la mujer que trajo tantos hijos a este mundo - tuviera tantos problemas con la fertilidad.
Su madre dio a luz catorce hijos, nunca perdió uno solo, tuvo varios pares de gemelos. Y Alyssa no podía evitar sentirse como una mujer defectuosa comparada con ella.
Era consciente de que sus pensamientos no eran buenos. Su madre había sido quien más la apoyó en su momento más difícil, quien sostuvo su mano.
Además, no es como si Alyssa fuera infértil.
Tenía dos hijos que amaba - Benjicot y Alyssane eran lo que más amaba en el mundo- Estaba viva y podía ver a sus hijos crecer, tenía un esposo maravilloso que la adoraba y tenía una familia amorosa que incendiaria el mundo por ella Alyssa sabía que era afortunada, porque otras mujeres de su familia nunca conseguirían ni siquiera la mitad de ello.
Solo tenía que recordar eso y su ánimo se levantaba.
Fue su situación lo que le había llevado a cuidar de sus hijos un poco en exceso. Por ello, ahora no podía evitar preocuparse ansiosamente por sus pequeños todo el día. Alyssane siempre estaba con ella, Samwell o Aly, y a la princesa le estaba costando un poco aceptar que Benjicot estaba creciendo.
“Pero BrackensBane, ¿en serio?”, cuestionó Alyssa separándose mientras Samwell soltaba una carcajada.
“Es muy apropiado”, replicó su esposo y la besó suavemente, antes de repetirlo esta vez con más insistencia. “¿Te he dicho lo hermosa que eres cuando cuidas de nuestros hijos?”
Alyssa se sonrojó de inmediato.
Samwell sabía qué efecto tenían los cumplidos en ella.
“No intentes distraerme”, advirtió Alyssa. “La visita de Rhaelle a Riverrun será pronto y no quiero que nuestro hijo se bata a duelo contra Tytos Blackwood sin razón.”
“Estoy seguro de que habrá una razón” dijo Samwell.
Alyssa puso los ojos en blanco.
Por supuesto.
A los ojos de Samwell, era prácticamente una certeza que los Bracken harían algo que inevitablemente les disgustaría.
Daemon Targaryen (M) Rhea Royce.
- Baela Targaryen [N.98] (M) Joffrey Arryn [N.97].
- Daemon Arryn [N.114]
- Arthur Arryn [N.114].
- Aemon Targaryen [N.98] (M) Laena Velaryon [N.96].
- Daena Targaryen [N.114]
- Rhaena Targaryen [N.114]
- Daemon Targaryen [N.119]
- Rhaegar Targaryen. [N.122]
- Rhaegar Targaryen-Royce [N.100] (M) Lyssa Graffton [N.103].
- Rhea Royce [N.119].
- Amara Royce [N.123]
- Alyssa Targaryen [N.102] (M) Samwell Blackwood [N.103].
- Benjicot Blackwood [N.118]
- Alyssane Blackwood [N.125]
- Daemion Targaryen [N.103] (M) Cassandra Baratheon [N.111]
- Royce Baratheon [N.126]
- Daeron Targaryen [N.103] (M) Alanys Greyjoy [N.109]
- Rodrik Targaryen [N.125]
- Salaena Targaryen [N.105] (M) Cregan Stark [N.106]
- Rickon Stark [N.122]
- Serena Stark [N.124]
- Jonel Stark [N.125]
- Aerion Targaryen [N.106]
- Maekar Targaryen [N.107] (M) Margery Tyrrel [N.111]
- Daenys Targaryen [N.109] (M) Alan Tarly [N.99]
- Aegon Targaryen [N.113]
- Rhaelle Targaryen [N.113
- Baelon Targaryen [N.114]
- Jaehaerys Targaryen [N.114]
Notes:
Alyssa Targaryen (24 años) está casada con Samwell Blackwood (23 años) se casaron en el año 118 cuando ella tenía 16 años y el 15.
Tienen dos hijos.
Benjicot Blackwood nacido en el año 118 (7 años, casi 8)
Alyssane Blackwood nació en el año 125 (1 año)Aclaraciones.
Datos curiosos:
1.cuando planeé este trabajo olvidé por completo que Aly la negra se llamaba Alyssane. Aquí le cambié el nombre porque quería que Alyssane fuera el nombre de la hija de Alyssa.
2.Dudé mucho si agregar los problemas de fertilidad de Alyssa. Pero al final me di cuenta de que no todo es perfecto. Este es el mundo de ASOIAF, aquí incluso los que son felices tienen problemas.Comenten sus opiniones e ideas, diganme hasta ahora, cuál ha sido la familia de los dragones de bronce que mas les ha gustado.
Chapter 12: Aerion
Notes:
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Chapter Text
Aerion.
Cuarta luna del año 126 A.C.
Riverrun no era el castillo más bonito o el más impresionante que alguna vez vio Aerion –y vaya que había visto muchos–, pero eso no le quitaba su encanto.
Por lo menos Rhaelle parecía nada más que encantada con la vista de los ornamentados muros que un día gobernaría, pensó con alivio. Su hermanita estaba entusiasmada con su futuro hogar, e incluso parecía sentir cierto aprecio por su futuro esposo.
Por su parte, el muchacho de los ríos se ponía tan rojo como su cabello en el momento en que la adorable Rhaelle le sonrió gentilmente, lo cual no era realmente una sorpresa.
Rhaelle tenía el mismo encanto desbordante que el resto de sus hermanas. Su madre constantemente aseguraba que todas lo heredaron de su padre, y si la mitad de las historias que Aerion escucho fueran ciertas, completamente cierto.
Curiosamente, su padre afirmaba que todos sus hermanos, incluyendo el propio Aerion, heredaron de su madre un aura casi mística que atrae a otros.
Aerion no sentía atracción por las mujeres, pero tenía que admitir que todas sus hermanas eran absolutamente hermosas. Aunque considerando a su madre, que incluso cuando ya tenía más de cuatro décadas, seguía siendo devastadoramente hermosa, era algo natural que sus hermanas fueran tan bellas.
El príncipe se sentó junto a Alyssa, ambos actuando como chaperones para los prometidos que conversaban en una mesa del jardín cercana.
“¿Cómo estuvo la Capital?” pregunto Alyssa con una sonrisa.
Si la gente revisaba los registros oficiales de su último recorrido, entonces se vería que lo más cerca de la Capital que llegó fue Duckensdale. Por supuesto, no era la completa verdad.
Aerion siempre quiso viajar, siempre quiso ir más allá del Valle de Runnestone y el Valle de Arryn. Admiraba a Corlys Velaryon por la forma en que exploró el mundo en su barco y deseaba hacer lo mismo a lomos de su dragón. Había empezado con los Siete Reinos.
Y si podía ayudar a su familia en el proceso actuando como informante. Bueno… no era más que útil ser multitarea.
“Más fea que antes”, contestó Aerion a su hermana. El príncipe errante, como a la gente le gustaba llamarlo últimamente, se acercó un poco más a su hermana mayor. “Parece que la disputa de la Alicent y Rhaenyra finalmente alcanzó a los niños.”
Alyssa suspiró con tristeza.
Aerion sabía que para su dulce hermana, la idea de que niños pequeños se vieran arrastrados a las disputas familiares era desalentadora. El príncipe no se había dado cuenta antes, cuán protegidos estaban sus hermanos y su ingenuo yo. Sus padres los defendieron con garras y dientes, e intentaron les dieron libertad y elecciones propias, no sintió que les impusieron sus decisiones y nunca los usaron para intrigar.
Realmente, fueron afortunados.
“¿Qué tan malo es?” preguntó Alyssa, haciendo una pequeña mueca.
“Bueno, el nacimiento del hijo más pequeño de Rhaenyra ha agitó las cosas”, explicó Aerion, inclinándose un poco más cerca. “Alicent ha hablado con el Rey, pero él hace oídos sordos ante la verdad, como siempre.”
Alyssa asintió, pensando en su tío-rey.
“Por supuesto, la reina está usando el nacimiento del niño para recalcar cuán equivocado está al tener a Rhaenyra como heredera. Rhaenyra, por su parte, responde exhibiendo el mal comportamiento de Aegon el Verde. El chico tiene diez y cuatro y lo único de lo que parece preocuparse es en cuanto vino puede beber y en cuantas sirvientas y putas puede follar.”
Aerion señaló eso último con un poco de desprecio.
Era un príncipe mimado, eso no era algo que pudiera negar, pero su padre le inculcó –así como a todos sus hermanos–, responsabilidad y disciplina. Su padre nunca permitió que desperdiciaron su tiempo en vino o mujeres (u hombres, en caso de Aerion).
Los dragones de bronce fueron criados con amor, de su madre, su padre y su familia, nunca tuvieron carencias o necesidades, pero sus padres jamás dejaron que eso los convirtiera en manzanas podridas.
Así que ver a Aegon Targaryen, el verde, ser el epítome de príncipe desvergonzado, inútil, además de ser poco más que un desperdicio de espacio era absolutamente detestable.
“Laenor ha estado intentando educar mejor a los hijos de Rhaenyra, pero después de una disputa con la princesa sobre la disciplina, Rhaenyra parece decidida a excluir a Laenor”, continuó Aerion acordando volver al tema. “Laenor me contó que en solo una luna los niños empezaron a desafiarlo e ignorarlo, y que Harwin Strong pasa más tiempo con ellos ahora que nunca.”
Alyssa negó con la cabeza.
“Eso solo empeorará las cosas para Rhaenyra”, comentó su hermana.
“Si bueno, ya lo está haciendo” comentó Aerion. “Los rumores corren por todas partes. Los dos bandos están a una disputa de batirse a duelo en los pasillos de la fortaleza roja. Y luego, está el asunto de Criston Cole.”
Ante la mirada curiosa de su hermana mayor, Aerion bajo un poco la voz: “Una criatura de Alicent, un perro de ataque que ha sido nombrado instructor de combate de todos los príncipes, y no ha tardado en mostrar a qué lado apoya, además de que no tiene reparos en poner los pecados de madre y padre en los niños.”
Alyssa suspiró.
“Se veía venir” dijo Alyssa con una mueca mientras cerraba los ojos frustrada.
Oh, dulce y comprensiva su hermana, antes había expresado su compasión por esos niños cuyo único pecado fue nacer con la coloración equivocada.
“Y eso no es todo, Larys Strong ha estado conspirando, la maldita rata escurridiza, y todo indica que quieren traer a Otto Hightower de vuelta a la corte”, gruñó y golpeó la mesa sin poder evitar mostrar su furia y Alyssa cubrió su mano, mirándolo con comprensión.
Su hermana era la única a la que le había contado sus razones para odiar al segundo hijo de la actual Mano del Rey.
Aerion ni siquiera se lo había dicho a sus padres.
Había tenido solo diez y cinco cuando casi muere, y fue una casualidad –o el destino, si quería ser poético– que Tyland y sus guardias estuvieran cerca y lo salvaran.
Casi seis años después, Tyland y él aún eran fuertes y aunque tenían problemas como la distancia o el continuo secreto de su relación, Aerion sabía que se amaban.
No tenia como probarlo, pero lo sabia, Larys Strong estaba trás aquel intento de asesinato en su contra. Que curioso, que los asesinos lo persiguieran por todo el Lecho de Pulgas y la Calle de Seda, solo tres días después de que descubriera por accidente al pie de zambo torturando a algunas pobres almas.
Aerion sabía que si sus padres se enteraran de sus sospechas, Larys desaparecería en la oscuridad. Pero el príncipe no quería eso, no estaría satisfecho hasta que él mismo sea quien mate a esa rata.
Sin mencionar que para hablarles de Larys Strong y su rencor, Aerion tendría que hablarles de Tyland y su relación con él. Algo que no había mantenido cerca de su pecho en los últimos seis años.
No se avergonzaba de Tyland. De poder hacerlo, Aerion gritaría su amor por él desde las murallas.
Aún así, pararse frente a sus padres y admitirles que mantenía una relación con otro hombre, era… difícil. Y eso, sin mencionar a sus hermanos y hermanas.
Sabía que lo aceptarían. Su familia lo amaba y nada cambiaría eso. Además, probablemente ya lo sepan o sospechen.
Aerion aún recordaba el incómodo momento cuando su padre lo llevó a un burdel y no pudo aceptar la compañía de ninguna de las mujeres que se le ofrecían pero él aún no estaba listo para que alguien más que Alyssa lo supiera con certeza.
“Por último”, continuó Aerion obligándose a no pensar en cómo hablaría con sus padres. “Las reuniones del Concejo Pequeño son todo menos productivas. Rhaenyra y Alicent se contradicen cada vez más; Tyland se queja de que apenas pueden hacer algo con el Rey tan pasivo y su salud tan deteriorada, mientras la reina y la princesa viven en constante desacuerdo.”
Se quedaron en un silencio pensativo.
“¿Cómo estaba Tyland?”, preguntó su hermana de repente, con una sonrisa burlona.
Aerion sintió su rostro calentarse, pero se negó a sentirse nervioso o apenado.
“Muy feliz de verme”, respondió Aerion con certeza y una ceja arqueada, haciendo que su hermana soltara una carcajada.
Notes:
Entonces…
Ya sabemos el futuro de uno de los Dragones de Bronce más jóvenes, Rhaelle ya tiene prometido.Diganme que piensan del capítulo y comenten que les pareció más interesante del capítulo y que creen que se viene para el futuro.
Chapter 13: Laenor
Notes:
Bienvenidos de vuelta. Este capítulo será un poco largo, así que espero que lo disfruten.
Un aviso: Laenor dice groserias. Este hombre se crio entre marineros asi que tiene un lenguaje que escandalizaria a tu abuelita.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Laenor.
Sexta luna del año 126 A.C.
Laenor había estado en los puertos durante toda la mañana, hablando con algunos de los hombres de su padre sobre los asuntos de las Stepstones, cuando uno de sus guardias en la Fortaleza Roja entró corriendo.
De inmediato, Laenor se alarmó.
“¿Qué sucedió?”, exigió saber el Heredero de Driffmark.
El guardia se acercó temeroso, mirando a los capitanes que lo rodeaban con cautela.
“Fuera”, ordenó Laenor a todos y cuando se quedó a solas con el guardia, le exigió: “Habla ya, ¿qué pasó?”
El guardia tragó saliva.
“Hubo un… incidente con… los príncipes, Mi Señor”, titubeó el hombre.
Laenor suspiró. No le iban a gustar esto, estaba seguro.
Se giró para mirar al caballero y cruzó los brazos sobre su pecho en visible frustración.
“¡Habla! ¡Me dirás absolutamente todo lo que pasó y no omitas nada!”, exigió Laenor.
El hombre de Velaryon se estremeció al ser el objetivo de este dragón marino, pero reunió todas sus fuerzas para seguir su orden.
“Fue en el campo de entrenamiento, Mi Señor”, empezó el guardia, “Ser Criston Cole estaba instruyendo hoy a todos los príncipes, y al principio fue bien, pero entonces… emparejó al príncipe Aegon con el príncipe Jaehaerys y…”
Laenor apretó los dientes y se cubrió los ojos con una mano, tratando de alejar el intenso dolor de cabeza que se aproximaba.
Maldijo a la madre de Crispin a los Siete Infiernos en su mente.
Jaehaerys y Lucerys no eran sus hijos, pero crió a ese niño: lo cargó en sus brazos, lo vistió, le enseñó sus nudos y la vida en altamar. Algo que no pudo hacer con Adam y Alyn, a pesar de desearlo mucho. Laenor amaba a todos sus hijos, de sangre y nombre.
Lamentaba que Jae y Luce no fueran de su sangre. Lo había intentado varias veces. Incluso el día de su boda arruinada, intentó cumplir su deber. Pero para ese entonces, Jaehaerys ya crecía dentro de Rhaenyra, y él no sabía.
No lo manejo bien, admitió que no estuvo bien enfrentarse a Rhaenyra cuando acababa de dar a luz, recriminandole su engaño, reclamando su venenoso orgullo y acusandola de prostituirse, pero su furia al caer en esa vil trampa, fue enorme.
El hecho de que Rhaenyra no hubiera mostrado arrepentimiento alguno, solo sirvió para incrementar su ira. Había sido una época miserable, al punto en que considero seriamente irse a Driffmark y dejarla abandonada en la corte cada vez más verde.
Fue su amor, Joffrey, quien finalmente le hizo entrar en razón y le recordó que el Rey tendría su cabeza si actuaba en contra de Rhaenyra; por otra parte, su padre Corlys Velaryon incluso podría desheredarlo antes de tener que admitir públicamente que Laenor fue engañado, humillado, y con él, la Casa Velaryon.
Más tarde, su mismo corazón se ofreció a enseñarle a estar con una mujer, lo que le llevó a conocer a Marilda en una taberna en Spicetown. La hija de uno de los mejores constructores de barcos al servicio de su padre, astuta, audaz pero buena de corazón –sin mencionar que era excelente en el manejo de los barcos–, y aunque no podría compararse con su Corazón, fue una agradable amistad que resultó en el pequeño Adam.
Luego Laenor arruinó aún más su ya de por si mal matrimonio, al exigir a Rhaenyra un hijo y fue tan tonto como para confiar en la promesa de la Heredera al Trono. Rhaenyra fue realmente astuta y manipuladora, al poner todo a su favor durante todo el embarazo de Lucerys. Laenor esperó con ansias a su heredero, su hijo de sangre. La colmó de regalos, se introdujo en la política de la corte, la apoyo en cada disputa con la Reina, la defendió de sus detractores, llegó al punto de que se insertó por la fuerza en el Concejo Pequeño para respaldarla y así, evitar que los Verdes tomaran el control del Reino.
Entonces llegó el día, su hijo llegaría al mundo, espero y espero afuera de las habitaciones de parto, ¿tendría los ojos de su madre? ¿el cabello de su hermana? esperaba que no hubiera complicaciones, esperaba que su bebé estuviera sano y… sólo para sentirse destrozadamente traicionado cuando sostuvo en sus brazos al segundo hijo del caballero jurado.
Laenor no quería ni ver a Rhaenyra. En ese momento la odio, la odio, odio tanto, quiso denunciar tal acto ante el Alto Septon y anular su matrimonio, maldito sea el Rey, maldita sea su hija puta, y malditos sean los planes de su padre.
Al final, su padre lo convenció de no hacerlo (amenazó con quitarle lo que más apreciaba, Joffrey y Adam).
Su Corazón había sido quién le señaló que no podía dejarse vencer de Rhaenyra, no cuando la Casa Velaryon estaba en juego.
Fueron Joffrey y Marilda –quién se había convertido en una verdadera amiga, además de la madre de su hijo–, quienes lo consolaron cuando creyó que él y su debilidad era el problema. Alyn vino al mundo poco después, fue una luz al final del sombrío camino de su vida.
Laenor sabía que no podía dejar a sus niños a su suerte. Pero para cada tormenta, una maniobra.
Tenía un primo, hedonista borracho, lleno de deudas, que solo amaba el vino, pero con el nombre Velaryon, por lo que Laenor sólo tuvo que pagar sus deudas y hacerlo casarse con Marilda. Su primo saldría de las deudas, su amiga estaría protegida y los niños tendrían su apellido.
Dicho primo, irónicamente llamado Adam, no vivió mucho luego de ganar una gran suma, por lo que Marilda era ahora una viuda rica y sus hijos, sus herederos.
Con las fuerzas renovadas, lo intentó de nuevo. Fue, sin duda, una de las peores, sino la peor, de sus peleas que ha tenido con Rhaenyra. Ninguno de los dos tuvo reparos en sacarse en cara cada falla y cada insulto.
Rhaenyra le reprocho su relación con Joffrey, su incapacidad de complacerla carnalmente, sobre su debilidad ante otros hombres, el insoportable control que tenía su padre sobre su vida, su aversión al conflicto directo, la preferencia de su familia por su hermana, y lo francamente horrible esposo que había sido para ella.
Y Laenor no tuvo reparos en recriminarle el nacimiento de los niños, su arrogancia, su ineptitud como princesa, su reputación de prostituta, incluso su gordo dragón. Quería lastimarla, derrotarla, devolverle el golpe, que sangrará tanto como él. Entonces golpeó directo a su orgullo, el fracaso que más dolía: Daemon Targaryen.
Hubo gritos, objetos lanzados y destrozados, se dieron sus últimas advertencias y al final, un último intento de mantener paz entre ellos y salvar la tenue alianza entre sus familias.
Cuatro lunas de exclusividad. Ni ella ni Laenor estarían con sus respectivos amantes durante ese tiempo, y poco tiempo después, Rhaenyra quedó embarazada, finalmente, de sus princesas, Laena y Rhaenys, y Laenor por fin sintió que había ganado algo bueno de ese desdichado matrimonio.
Y luego Rhaenyra tuvo a Aegon y Laenor recordó por qué la detestaba tanto.
“… El enfrentamiento no terminó bien, Ser Criston no fue el instructor más atento”, el caballero hizo una mueca, intentando no subestimar la situación, Laenor le hizo un ademán con la mano para que siguiera: “El príncipe Aemond y el príncipe Lucerys también se enfrentaron y también fue malo”, el hombre tragó saliva con nerviosismo, “Entonces… Ser Harwin intervino en nombre de los príncipes Jaehaerys y Lucerys.”
Laenor resistió el impulso de gritar y golpear la mesa con fuerza.
Maldita sea Rhaenyra, y malditos sean sus amantes.
Esos dos hombres no habían sido otra cosa que una espina sangrante en el costado desde su matrimonio con la princesa. Harwin, quien engendró a los niños que Laenor reclamaba como suyos, y Criston, quién fue una sombra constante durante los últimos diez años porque Rhaenyra simplemente no podía evitar acostarse con él.
Como si eso no fuera suficiente, ninguno de ellos disimulaba su obsesión por Rhaenyra.
Realmente, ¿qué tenía de especial esa mujer?
Laenor llevaba diez años a su lado y cada uno fue peor que el anterior.
“…Ser Criston dijo algunas cosas, hicieron que Ser Harwin… bueno, creo que fue algo sobre la fuerza de los príncipes Jaehaerys y Lucerys”, continuó el hombre, Laenor sintió la furia recorrerle y levantó una ceja, desafiando al hombre a decir algo más sobre ese asunto, “Los dos lucharon Mi Señor y solo la presencia del Rey calmó la situación, la princesa Rhaenyra ha pedido que regrese a la Fortaleza Roja lo más pronto posible.”
Laenor asintió y despidió al hombre.
Por los dioses, como extrañaba a Joffrey.
Su amante estaba en Runestone y Laenor no había podido visitar el lugar desde antes del nacimiento de Aegon.
Cuando llegó a la Fortaleza Roja, fue perseguido por miradas y susurros en cada pasillo. Estaba claro que esta pelea pública de esos malditos idiotas solo había cimentado en las mentes de las personas una sola idea, una certeza.
Harwin Strong era el padre de los hijos varones de la princesa.
Laenor maldijo en su mente, con los puños apretados y temblando todo el camino hasta que llegó al solar privado de Rhaenyra y la vio consolando a su amante.
La ira que sentía con las dos personas frente a él no tenía comparación.
Laenor entró y sin mediar palabra, golpeó a Harwin Strong directo en la cara. Incluso si le dolía la mano, no le quito la breve satisfacción que le llegó.
“¡¿Qué haces?!” gritó Rhaenyra, alarmada.
A Laenor no podía importarle menos.
“¡¿Tienes alguna idea de lo que has hecho?!”, chasqueó a Harwin, ignorando rotundamente a Rhaenyra.
Harwin Strong no contesto, mantuvo su mirada en el piso.
Él era consciente del daño que había causado. Todos habían sospechado y murmurado sobre la paternidad de los niños, temerosos de decirlo en voz alta, pero ahora Harwin les había dado prácticamente una confirmación. Levantó el brazo para un nuevo contacto.
Rhaenyra jalo el brazo de Laenor.
“¡Basta Laenor!”, ordenó furiosa, “¡No es culpa de Harwin!”
Eso solo hizo crecer la furia del Heredero de Driffmark.
“¡¿No es su culpa?!” acusó Laenor a la mujer a la que se veía obligado a llamar esposa, “¡Es completamente su culpa!, ¡No tenía que reaccionar, pero lo hizo! ¡Básicamente gritó su reclamo a los Siete Reinos y más allá con cada puto golpe!”
Rhaenyra parecía a punto de escupirle fuego.
“¡Fueron Criston y Alicent! ¡Ellos provocaron todo!", siguió defendiendo, Laenor puso los ojos en blanco.
“¡No importa!”, respondió Laenor fulminando a la tonta Heredera al Trono con la mirada, enfrentandola.
“¿No lo entiendes Rhaenyra?”, cuestionó Laenor colérico, “Mantuviste a éste imbécil cerca. Hiciste que fuera fácil para todos en el reino compararlos y nunca pensaste en las consecuencias de tus errores, que hacerlo más de una vez. Ahora mismo puedes pararte en la torre más alta de este castillo y declarar que soy el padre de esos niños y ni siquiera un ciego sordo ingenuo lo creería.”
Rhaenyra había palidecido.
“Lo lamento”, susurró Harwin finalmente, Laenor se giró a verlo como si fuera el ingenuo del que hablaba. “Lamento mis reacciones. Pero tú no estabas allí, no viste como se burlaban de ellos. Sé que estuvo mal, pero no podía quedarme de brazos cruzados mientras mis–”
“¿Tus QUE?”, lo interrumpió Laenor con frialdad, tal vez sí era así de estúpido. Harwin permaneció en silencio. “No eres nadie, Harwin Strong, para ellos no eres nadie.”
“Harwin solo los protegía, como es su deber, como deberías ser”, intercedió Rhaenyra.
Laenor le dedicó su mirada glacial.
“Déjame ser claro Rhaenyra: Me importa tres montañas de mierda de dragón a qué pobre imbécil decidas meter en tu cama. Nunca te he reprochado o impedido revolcarte con éste, con Criston Cole, y cualquier otro, si quieres”, se burló molesto.
Boquiabierta e indignada, Rhaenyra iba a hablar pero Laenor no la dejó: “Debido a las circunstancias he reclamado a los niños como míos. Ante todas las leyes soy su padre. Algo que harías bien en recordarle a Harwin. Por más que lleven tu sangre, Harwin, es mi nombre el que llevan, es mi casa la que reclaman, y eso significa que soy el único que tiene derecho a luchar por ellos”, las manos de Harwin se apretaron en puños, pero a Laenor no le importo y se acercó, cara a cara le soltó: “No me importa que quieras. Te irás. ¡A Harrenhall, al Muro o a los Siete Infiernos!, no importa realmente. Te irás y nunca volverás a acercarte a los niños.”
“¡Son mis hijos!”, reclamó Harwin, “¡Soy su padre! ¡No puedes impedirme estar cerca de ellos! ¿No es suficiente no poder reclamarlos?”
“No”, respondió Laenor secamente, “Dejemos una cosa clara Harwin, tú no eres su padre. Yo soy. Tu solo eres el hombre que se revuelca con su madre.”
“¡Es suficiente, Laenor!”, exigió Rhaenyra, interponiéndose entre ellos, colocando sus manos en el pecho de su amante. “Harwin tiene derecho a sus sentimientos. Puede que no te guste, pero él es su padre. Tú no tienes derecho a expulsar a Harwin, es mi espada jurada.”
Laenor levantó una ceja y luego resopló.
“Que así sea”, dijo el heredero de las mareas finalmente. Laenor suspiro con una repentina y fría calma llenándole. “No pienso jugar más este juego Rhaenyra. A partir de este momento estás sola. ¿Quieres mantener esta farsa?, pues hazlo sola, o con tu amante, o con un jodido perro de la calle, porque ya no cuentas conmigo”, sentenció Laenor dándose vuelta para salir.
Pero cuando abrió la puerta Laenor se congeló, un repentino pánico lo llenó. La puerta no estaba segura. Allí parado y llorando silenciosamente estaba Jaehaerys, mirándolo con el corazón roto.
¿Cuánto habrá escuchado?
Notes:
Retomamos el canon y vemos las consecuencias del incidente en el campo de entrenamiento desde la perspectiva de Laenor.
Finalmente una aclaración:
El matrimonio de Rhaenyra y Laenor está lejos de ser bueno. Tenemos a dos personas que son incompatibles en el ámbito romántico obligadas a unirse en contra de su voluntad. En este mundo Rhaenyra y Laenor nunca acuerdan llevarse bien, por otro lado laenor no esta de luto por su amante, sino que mantiene una relación solida con el por más de diez años.
Rhaenyra, por su parte, no siente cariño o preocupación por laenor. Ella está acostumbrada a tener lo que quiere y el matrimonio no será un impedimento para ello.Ahora los niños…
Laenor no era feliz cuando nacieron. No cuando él esperaba un heredero suyo. Aprendió a amar a jaehaerys y lucerys, los quiere como si fueran suyos, pero eso no cambia el hecho de que al principio estaba furioso.Adam y Alyn son otra historia. Son el resultado directo de que Laenor no maneja bien el nacimiento de Jaehaerys y Lucerys. Actualmente están registrados como primos lejanos de laenor, cuando son sus hijos bastardos. Laenor no los ve mucho, pero se asegura de que estén bien y tengan todo lo que necesitan, Joffrey hace lo mismo.
Para los que se sorprendan o no lo recuerden: Joffrey Corbray es bisexual. En la segunda parte se menciona que encuentra atractivos tanto hombres como mujeres, y cuando estaba soltero gustaba de ir a un burdel o dormir con las sirvientas, pero que en el aspecto de mantener una relación estable y romántica solo las ha tenido con hombres. Por eso es Joffrey quien le muestra a Laenor, quien hasta entonces, tenía una desastrosa vida sexual con Rhaenyra, como debería estar con una mujer.
Marilda, aventurera como es, aceptó ayudar. Durante un tiempo ella fue amante de ambos y es pura suerte que Adam y Alyn sean de Laenor y no de Joffrey.Ahora les pido que comenten y me digan que piensan, ¿están sorprendidos? Cuentenme que les gusto en los comentarios.

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