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Beautiful Boy

Summary:

Dos historias son contadas en paralelo, una ambientada en la década de los 2000 y otra en la de 2020.

César Huerta de 18 años tiene que lidiar con las complicaciones de un embarazo a temprana edad teniendo un padre presente-ausente y el antecedente de una relación abusiva.

Pablo Alfonso de 14 años tiene que lidiar con la reciente separación de sus padres y el experimentar nuevas cosas en su vida durante una etapa tan complicada como lo es la adolescencia misma.

Ambos tienen algo en común, el lazo sanguíneo.

𝘊𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴, 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘢𝘴 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰.

𝘌𝘭 𝘮𝘰𝘯𝘴𝘵𝘳𝘶𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢 𝘪𝘥𝘰, é𝘭 𝘦𝘴𝘵á 𝘩𝘶𝘺𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘺 𝘵𝘶𝘴 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵á𝘯 𝘢𝘲𝘶í...

Notes:

𝘊é𝘴𝘢𝘳 𝘏𝘶𝘦𝘳𝘵𝘢 𝘹 𝘜𝘳𝘪𝘦𝘭 𝘈𝘯𝘵𝘶𝘯𝘢.

⚠️𝘛𝘞: 𝘌𝘮𝘣𝘢𝘳𝘢𝘻𝘰 𝘢𝘥𝘰𝘭𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘺 𝘷𝘪𝘰𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 (𝘱𝘴𝘪𝘤𝘰𝘭ó𝘨𝘪𝘤𝘢 𝘺 𝘧í𝘴𝘪𝘤𝘢).

☾: Capítulos en torno a los 2000.

𖤓: Capítulos en torno a la época actual.

Chapter 1: 𖤓 Divorcio

Chapter Text

—Todo cambió... Cuando te vi, de blanco y negro a color me convertí. Y fue tan fácil, quererte tanto... Algo que no imaginaba —un pequeño quejido interrumpió en su canto y se asustó notablemente cuando el peso en sus brazos se revolvió sobre estos, haciendo que por inercia lo alejara ligeramente de su pecho—. Shhh... No llores, porque me espanto y no sé exactamente qué hacer —murmuró el adolescente alto y delgado sentado al lado de una cama de hospital, sosteniendo a un recién nacido, mirándolo como quien mira un atardecer perfecto o una luna llena brillante entre la oscuridad.

Para César el ver a su pareja cantarle esa canción a su hijo alteró por completo la química de su cerebro en un dos por tres... ¿En qué momento pensó que el chavo que un día conoció cerca de la prepa sería el padre de su hijo?

Uriel Antuna y César Huerta.

Aquellos que figuraban un intento de "matrimonio" perfecto.

Perfecto/imperfecto.

Pues, a la edad de tan sólo 18 años, habían decidido vivir juntos.

Más que decididos, se habían visto prácticamente obligados por los padres tanto de César como de Antuna que se negaban a que un hijo "fruto de su calentura" naciera teniendo a ambos padres estando separados.

Antuna amaba a Huerta, y Huerta sin pedos amaba a Uriel, eran el uno para el otro desde que se conocieron meses atrás en la parada del camión.

Pero era lógico que al ser tan jóvenes y cargar con responsabilidades tan de adulto tuvieran problemas. Problemas que iban y venían, afortunadamente todo comenzó a ser distinto con la adaptación por parte de ambos... Y cuando se enteraron de la llegada de un pequeño él, las cosas se volvieron un mar de emociones para los dos.

Algo nuevo, aterrador y maravilloso para los dos.

—Ahorita que ya se quedó tranquilito, te puedo decir que tiene tus mismas cejitas negras, lindas... Preciosas —Huerta sonrió ligeramente ante el comentario de su "esposo" que aún sostenía a su bebé entre sus brazos.

Pablo Alfonso Antuna Huerta.

Nacido el 22 de Julio de 2007 a las 5:27 am.

Dos Kilos 200 gramos.

39 centímetros.

Todo era perfecto al inicio, sin embargo un amor tan jóven como el de ellos era fácil de acabar... Y por supuesto que dolía, dolía como la chingada.

Ciudad de México, 2022.

Todo era silencio en el aula de 3-A, exceptuando el persistente sonido de un lápiz rayando una hoja de papel.

Alfonso Antuna sonrió ante su creación y se mordió el labio inferior para evitarse reír.

Le tocó el hombro al adolescente sentado frente a él que volteó a mirarlo ligeramente por encima del hombro.

Y de inmediato, Antuna extendió la hoja para mostrarle a su amigo su dibujo... Un tanto peculiar.

Christian TAMBOR

Decía en el encabezado y en la parte de abajo un dibujo de su profesor de Cívica y ética.

Con su cabeza pero el cuerpo de un tambor con una corbata puesta, dos manos y dos piernas de palito.

Santiago, su mejor amigo, siempre le decía a Pablo que definitivamente tenía talento para el dibujo.

Ojalá lo ocupara para otro tipo de cosas.

—Eres un pinche imbécil —murmuró Trigos mientras que Alfonso se aguantaba las ganas de reír.

Eran la parejita de amigos indestructibles e inseparables de la secundaria diurna número 202.

Y también eran el par más listos del grupo, la dupla maravilla en clase y los favoritos de sus profesores; sin embargo cada que tenían clase de cívica, ambos se ponían un poquito... Insoportables.

Y eso le molestaba a Tabó.

Peor aún, cuando se trataba de un día de exámen.

—Ese par de atrás —la voz gruesa frente a ellos les cambió hasta el color de la piel—. ¿Estando en nivel secundaria no saben lo que es guardar silencio? Están en un exámen.

—Guárdalo —murmuró Santiago.

—¿Por qué?

—Alfonso, guarda esa cosa —instó.

—¿Qué cosa? —intervino Tabó con intriga.

—Te dije.

—Dame eso, Antuna.

—No, no, es mi exámen, todavía no lo acabo.

—Estás jugando, ese no es problema mío, dame esa hoja.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Porque no.

—Alfonso, te voy a dar tres segundos para que me la des o te saco del salón y mando a llamar a tus papás.

—Profe —Tabó al observar que nomás Poncho se negaba a darle la hoja, se acercó hasta la mesa del menor y arrebató las hojas de respuesta tanto de Alfonso como de Santiago.

Dándose cuenta que Alfonso no tenía ni la mitad respondida, y que en la parte de atrás había un dibujo.

Antuna sólo entrecerró los ojos con vergüenza cuando vió la cara roja de su profesor.

—Quiero ver a sus papás mañana en la mañana, y es una orden —señaló Tabó llevándose las hojas de ambos jóvenes y señalándoles la puerta, haciéndolos salir del salón.

Salieron en silencio y la puerta se cerró tras ellos.

Trigos se sentó en el pasillo algo molesto y Alfonso se sentó junto a él sin saber qué decir con precisión.

—¿Estás enojado? —preguntó para no quedarse en silencio.

—Mi papá me va a matar —dijo Trigos colocando ambas manos sobre su cabeza.

—Neh, pero si Julio es súper buen pedo ¿De qué hablas?

—Sí, pero mi papá Tuti no wey, enojado es otro pedo, es terrible —soltó en completo pánico—. Mínimo tus papás son chidos, los míos no tanto —agregó.

—Mi papá Antuna sí, mi papá César ni de pedo.

—Claro que sí, siempre que voy nos prepara frutita bien rica.

Una vez más ese silencio, pero fue ahora Santiago quien decidió intervenir.

—Y como van con lo de...

—No quiero hablar de eso —interrumpió Poncho de golpe.

Divorcio.

Esa palabra que ya lo tenía harto en las últimas semanas.

Ya estaba acostumbrado a que sus padres no vivieran juntos más, ¿Pero por qué se tardaron tantos años en decidir divorciarse?

Para él lo más lógico era, si no se amaban más ¿Por qué no se divorciaron desde que dejaron de vivir juntos?

Pues no.

Su papá Uriel lo seguía amando un montón...

—César, tú fuiste el que escogió esta vida, y eras más que feliz con ella hasta que un día dijiste "No" —recriminó Antuna.

Alfonso no había una noche desde los 10 que no viera a sus padres gritarse y pelear todo el tiempo, cuando él fingía dormir.

—Yo estaba en mis 18, yo no me quería juntar, quería seguir estudiando ¡Apenas estaba en la puta preparatoria!

—¿Crees que yo no quería seguir estudiando? Maldita sea César, estaba en mis plenos 18 ¡Me quedé en la maldita universidad! Tú sabes lo mucho que yo deseaba estudiar ciencias políticas.

—Te recuerdo que no fui yo quien te obligó a todo esto.

—¿Estás seguro que no lo hiciste? —Huerta se sentía avergonzado por la forma en la que su esposo decía esas palabras.

Como si Antuna hubiera sido obligado a estar para él y su hijo.

Así que entre toda su ira, vergüenza y decepción, atinó a abofetear a Antuna.

—¡No puedo creer que ahora debo conocerte por el resto de mi maldita vida! —gritó con odio haciendo a Uriel retroceder en la habitación.

—No tienes que hacerlo si no quieres.

—Tienes toda la razón... No quiero hacerlo.

Esa había sido la última vez que Alfonso había observado a sus padres juntos.

A sus ojos, la vida a los 11 marchaba completamente diferente.

—¿Y a dónde está papá ahora? —preguntó Pablo una noche que vió a su padre llorar en la habitación.

César de inmediato se limpió los ojos y se encogió de hombros.

—No lo sé —se limitó a responder y Poncho subió a la cama para sentarse junto a su padre.

—¿Por qué se dejaron de querer? —una vez más las palabras de Alfonso eran como dagas directo al corazón de César.

No era mal intencionado, el niño realmente tenía dudas.

—Quizás cuando seas más grande lo entiendas —dijo acariciando el cabello del menor—. Es loco que algo así haya ocurrido porque... Literalmente me enamoré de tu padre a los dos segundos de haberlo visto —contó nostálgico, sintiendo una vez más las lágrimas venir—. Y en realidad nunca voy a dejar de amarlo a pesar de que ya no tenga sentido —murmuró pegando a su hijo en un abrazo, cerca de su pecho.

Y esa también había sido la última vez que Alfonso había escuchado a su padre hablar con amor de su otro padre.

—Apenas y alcancé a llegar Ponchis, súbete —un hombre de rizos y barba definida con un uniforme de Mifel saludó a Alfonso cuando este se subió al carro—. Demasiado tráfico y el jefe que no me dejaba salir —intentó hacer plática sin embargo su hijo sólo miró por la ventana—. Sí, hola papá, me da gusto verte —comentó de manera sarcástica.

—Me fue bien —fue lo único que dijo sacando su teléfono.

Apenas Huerta lo vió sacar el dispositivo, no dudó en quitárselo.

—¡Oye! —recriminó.

—No pasamos suficiente tiempo como me gustaría como para que el poco tiempo que estemos juntos lo pases con esa cochinada.

—Mi abuelito Jaime me contó que eras igual.

—Claro que no.

—¿Le preguntamos ahorita que lleguemos?

—Oye, no me retes —apuntó y Antuna resopló—. Sólo quiero saber sobre tu día.

—Bien —se despegó la mochila del pecho para abrir los cierres y sacar de ella un papel—. Tienes junta mañana con el maestro de cívica.

—¿Un reporte? Alfonso, tú nunca me habías dado quejas.

—Siempre hay una primera vez.

—Poncho, no puedo mañana, sabes que trabajo.

—Entonces llámale a mi papá Uriel y que vaya él —ese nombre le cambió el rostro, Alfonso conocía cómo funcionaba.

—Ni de chiste, ya veré cómo le hago pero yo voy —abrió la guantera y arrojó ahí el reporte.

Y fue lo último que se habló en el auto al menos hasta que llegaron al que antes era el hogar de César, en el que vivió con su padre Jaime antes de que ocurriera lo que ocurrió...

Chapter 2: ☾ Los Nueve Círculos del Infierno

Summary:

La divina comedia y sobre todo los nueve círculos del infierno que se mencionan en dicho texto, se vuelven un tema de sumo interés durante la clase del profesor Lema; pero sobre todo se vuelve un tema de sumo interés para César Huerta, quien se pregunta si entre esos círculos habrá un lugar para las personas como él... Los masoquistas, los que aguantan todo únicamente por migajas de amor.

Chapter Text

...En octubre de 2006 estás escuchando la cadena de radio juvenil más grande del mundo, los 40 101.7 XEX-FM transmitiendo con 100 mil watts, desde radiopolis, Distrito Federal.

El sonido de una batería comenzó a sonar en el radio del camión.

⟨¡Ay, ay, ay!

¡Ay, ay, ay!

Me he enamorado de una chica banda

Me he enamorado de su negra piel

Pelos pintados, flexibotas negras

Y es de las morras de la secu 23...⟩

César miraba a su alrededor, a la gente que subía y bajaba del camión; miraba el reloj de la muñeca, movía el pie al sonido de la música y de vez en cuando, miraba por la ventana en espera de llegar a la parada del camión antes de correr hasta la preparatoria.

Iban tarde, la clase de literatura universal comenzaba exactamente a las 12:10 pm y el señor Gustavo era ligeramente estricto con ese punto.

Según él, el aprendizaje y la actitud comenzaba desde los buenos hábitos, y la puntualidad era uno de ellos.

El camión se detuvo y Huerta miró la ventana.

—Ya, corre. — el de rizos tomó de la mano al chico en el asiento de al lado y lo jaló para levantarlo del asiento.

— ¿Que corra? Pero si vos fuiste el que me hizo acompañarte hasta allá. — de un brinco bajaron del camión cuando este estaba a punto de avanzar, haciéndolos tropezar un poco. — ¿Por qué corremos? — preguntó Juan Ignacio mirando a su amigo.

—Porque son 12:05.

—Ajá sí ¿Y? Es Lema, no jugués, no va a pasar nada si llegamos tarde, no entramos todo el día a la escuela.

—Pero literatura si me gusta. — el semáforo tardaba en cambiar a rojo y César miró su reloj una vez más. —Ay ya, chingue su madre.

— ¡César Saúl!— gritó Dinenno cuando César lo jaló de la mano para hacerlo cruzar la avenida, donde un taxista les pitó.

Al estar del otro lado de la avenida se miraron, respirando agitados y se empezaron a reír.

Eran mejores amigos, imposible que César no amara con su alma a ese cabrón.

Después de todo, él había convertido en puma a Dinenno cuando llegó a México.

Llegaron al lugar de rejas azules y entraron mostrándole rápido su credencial al guardia, corrieron por los pasillos haciendo sonar sus mochilas mientras reían, ya ni siquiera entendían por qué lo hacían, pero eran de esas compañías que te hacían sentir tan cómodo que disfrutabas todo.

Al detenerse frente al salón, tomaron aire y empujaron con cuidado la puerta entreabierta del aula, asomando ligeramente sus cabezas.

— ¿Podemos pasar?— preguntó haciendo que el silencio en el aula terminara y cual búhos, todos pusieron los ojos sobre el de cabello rizado.

—Adelante. — fue lo único que alcanzó a puntear el profesor antes de volver de lleno al pizarrón, o lo que sea que estuviera haciendo.

Huerta y Dinenno tomaron asiento en los pupitres de atrás, aquellos donde se sentaba con Alan desde que entraron a la preparatoria número 1.

— ¿Las conseguiste?— preguntó Mozo recargándose en sus codos para acercarse tras el hombro de César.

— ¿Tú qué crees tonto? Toma. — de su mochila sacó un libro y lo abrió para sacar de entre sus páginas dos estampas. —La de Cristiano Ronaldo y Jared Borgetti para ti. — musitó entregándolas a Mozo quien sonrió. —La de toda la selección argentina para Danonino. — entregó a Ignacio que asintió y la levantó. —Y la de Kikín Fonseca para mí.

—Al fin vamos a poder terminar de llenar el álbum del mundial.

—Es increíble, pero si hubiera sido ustedes la neta ni llegaba.

— ¿Por qué?— preguntó Juan.

—Se va a poner a hablar de...

— ¿Alguien me puede decir qué es esto de acá?— preguntó el profesor señalando una especie de cono que con tanta dedicación se puso a dibujar.

—De eso. — murmuró Mozo a sus dos amigos.

El Toro levantó la mano y ya la mayoría sabía que iba a decir alguna mamada.

Pero aún así, Lema se arriesgó a tomarlo en cuenta.

—Dígame señor Fernández.

—Es un trompo. — algunos rieron y otros como el grupito de Dinenno, Mozo y Huerta, rodaron los ojos.

—Me encantaría que lo que dijo hubiera sido una broma, lastimosamente lo conozco y sé que no es así.

Dinenno al fondo levantó la mano.

—Dígame señor Juan Ignacio.

—Son los círculos del infierno, los 9 del libro que nos hizo leer.

—Finalmente alguien que me pone atención. — aplaudió a ambas manos y Dinenno asintió. —Son los 9 círculos del infierno según Dante Alighieri, ¿Alguien de acá me recuerda de qué libro es esto? — Toro una vez más levantó la mano. —No, vos no. — le señaló el profesor y la mayoría rió.

—La divina comedia.

—Exactamente. — señaló a César quien respondió. —En la divina comedia se nos muestran los círculos que atraviesa Dante en su viaje, comenzando en la parte alta con el vestíbulo del infierno donde se paseaban aquellas almas de quienes en vida no fueron más que intrascendentes, indecisos, inútiles. — comenzó a relatar y la mayoría se dedicó a hacer todo menos ponerle atención. — En el primer círculo están los no bautizados, en el segundo círculo tenemos a los lujuriosos...

—No pues ya valí. — se escuchó al fondo y Huerta miró a Fernández que se sentaba del otro lado del salón, con un gesto de asco.

—Una más Gabriel y te juro que te saco. — señaló haciendo que la clase mirara al susodicho. —En el tercero tenemos la gula, después la codicia, la ira, la herejía, la violencia, el fraude y al último tenemos la traición; en esta última se encuentran personajes como Caín quien recordemos mató a su hermano Abel...

César sintió su teléfono vibrar, y al sentarse al fondo del aula se sintió con total libertad de tomarlo para mirar el mensaje.

[Pollö <3]

Te veo afuera de la prepa, tkm

Huerta sonrió ilusionado y miró la pantalla de su Sonic Ericsson W800.

Desde que Briseño había entrado a la universidad no se veían y le emocionaba saber sobre su novio.

Aquél que le texteaba cada que se acordaba, pero al parecer a César aquello no le importaba del todo.

Comenzó a teclear para responder pero un carraspeo lo detuvo.

— ¿Sería tan amable de entregarme ese teléfono, señor Huerta?— preguntó el profesor extendiendo la mano al adolescente que resignado simplemente se lo entregó. —Gracias. — el hombre colocó el celular en el bolsillo de su pantalón y volvió de nuevo al frente.

—Me pregunto en qué circulo se va a quedar tu wey. — le dijo Mozo y Huerta simplemente apretó los labios.

Desde que tenía memoria, Antonio Briseño, su novio, jamás lo había tratado tan mal... Al menos hasta la vez donde "accidentalmente" lo había golpeado después de una fuerte discusión.

Antonio ya no lo había vuelto a hacer desde esa vez, así que, César consideraba que él definitivamente había cambiado... Lo había hecho, cambió para bien.

"En el vestíbulo del infierno." — pensó para sí mismo de manera intrusiva y ante tal pensamiento, negó.

La clase corrió, y después de ese pensamiento César no tuvo la mente en paz, sintiéndose incluso en cierto grado ansioso.

El timbre señalando el final del día, sonó.

—Me van a entregar un ensayo sobre los 9 círculos del infierno de Dante, y pensar en algún personaje literario y explicarme en qué circulo debería estar y por qué. Es todo de mi parte por hoy, que tengan un lindo resto de día jóvenes. — todo el grupo se puso de pie dispuesto a salir, incluyendo a Mozo y Dinenno.

Sin embargo cuando Huerta hizo lo mismo fue detenido por Lema.

—Señor Huerta ¿Puede venir un minuto?

—Te esperamos afuera. — le dijo Mozo a lo que el de cabello rizado asintió.

Una vez el aula se encontraba vacía, César se sentó en la banca frente al escritorio.

—Un pajarito me contó que no has estado entrando a tus clases. — mencionó.

—Sólo fue hoy.

—Y ayer, y antier también. — dijo. — ¿Ocurre algo?— Huerta sólo negó. — ¿Estás seguro?

«No.»

—Sí. — respondió. —Le prometo que no volverá a pasar. — Lema asintió y de su bolsillo sacó el celular que antes le había confiscado a Huerta.

—Quiero que sea la última vez que te veo sacando esta cosa en mi clase ¿Me escuchaste?— preguntó Gustavo devolviendo el teléfono a César.

—Se lo juro. — respondió el menor tomándolo. —Nos vemos el lunes. — se apresuró a decir y salió tan pronto como pudo del aula para irse con sus amigos que lo esperaban en los pasillos.

—Y con el de mate vimos planos y sus dominios, en serio que no entiendo nada de esta chingadera, estoy hecho un desmadre. — contó Mozo mostrando sus apuntes y Dinenno lo miró.

—Pues yo ahí maso le entendí, si querés un día de estos nos juntamos en casa del chino y te explico. — respondió Ignacio a Alan que le sonrió.

—Me encantaría.

César se detuvo centímetros antes de sus amigos, notando que tenía un montón de mensajes e incluso un par de llamadas de su novio.

[Pollö <3]

Hola?

Cesar.

No eres ni capaz de contestar un mensaje??

Llamada perdida

q ases o porque no contestas?

?!?!????

Llamada perdida

Sabes q olvidalo

No voy a perder mi tiempo yendote a ver, nisiquiera lo valoras

Adios

No era la primera vez que Antonio le hacía un berrinche por no responder un mensaje, solía hacerlo todo el tiempo y eso hacía sentir a César demasiado culpable.

—No, no, no. — dijo comenzando a teclear para responderle a su novio mientras caminaba en dirección a donde estaban sus amigos.

— ¿Qué pasó César? ¿Siempre si va a pasar por tí el pollo?

—No, ya no. — respondió intentando no sonar triste. —Me dijo que siempre sí tuvo su última clase y pues ya no le daba chance de llegar, le queda lejos.

—En serio no te entiendo César. — Alan negó un poco y Huerta lo miró. —Te trata de la chingada y aún así le sigues y le sigues permitiendo ser parte de tu vida.

—Es algo complicado. — se limitó a responder César acomodándose la mochila en los hombros.

—No es complicado, sólo eres un pinche necio que no quiere entender que Antonio no te quiere.

—Sí lo hace, simplemente está ocupado. — respondió con negación.

— ¿Y lleva ocupado desde que entró a la uni? Ni un sólo día ha sido capaz de verte y cuando te ve, te trata re mal. — agregó Dinenno al comentario de Mozo.

—Nos vemos el lunes. — apretó los labios un poco y caminó rápido a la salida.

"¿Habrá un circulo en el infierno para los masoquistas?"— se pensó una vez mas de forma intrusiva y se puso a llorar en espera de la llegada del camión.

Chapter 3: 𖤓 Una Distracción para Poncho

Summary:

Tras ser citado en la escuela por el "mal comportamiento" de su hijo, César recibe la recomendación de su amigo y del profesor de su hijo acerca de meter a Poncho a una actividad extracurricular.

¿El fútbol es buena opción?

Chapter Text

—Es raro, ¿No? Digo, jamás nos habían mandado a llamar por alguna queja, mi motorcito y Ponchito son muy bien portados. — Huerta escuchó la voz del padre del mejor amigo de su hijo a un lado suyo y parpadeó. — ¿César?

—Sí... Te estaba escuchando, pero he estado un poco disperso. — sacudió un poco su cabeza bajo la atenta mirada del hombre a su lado.

—Te entiendo, al inicio es difícil cuando te separas teniendo un hijo de por medio, pero después todo se vuelve mas fácil. Cuando conocí a Julio todo en la vida de Santi y la mía mejoró. Y por Alfonso no te aflijas, es normal que te ocurran este tipo de cosas con él, por la edad y lo que está pasando. — dijo. —A lo que Santi le ayudó demasiado fue ponerlo a hacer alguna actividad extra por las tardes ¿No crees que a Poncho le funcione también?— el sonido de la puerta abriéndose los interrumpió.

—Adelante, pueden pasar. — ambos padres de familia asintieron y se pusieron de pie para entrar. —Lo siento, pero yo pedí estrictamente que acudieran a la reunión los padres de los involucrados. — dijo Christian deteniendo a César en la entrada.

—Soy su papá. — respondió simple el de cabello chino. —César Huerta, el papá de Alfonso Antuna. — agregó.

—Oh dios, en serio lo siento tanto señor Huerta, es que usted luce tan... Joven, creí que era el hermano mayor de Alfonso. — señaló a César de pies a cabeza.

—Ay no, no diga eso. — respondió ligeramente apenado.

—Lo digo en serio, no es la primera vez que los alumnos creen que son más astutos que un viejo como yo y traen a sus hermanos.

—Puedo asegurarle que mi hijo no es uno de esos chicos.

—Seguro que no. — respondió mirando de nueva cuenta a César, haciendo a ambos sonreír.

— ¿Y qué? ¿No hay halago también para mí?— intervino en esa cálida interacción un hombre que se cruzó de brazos.

—Por supuesto que sí señor Del Prete, usted también luce muy bien el día de hoy.

—Sí, ya lo creo. — respondió Gustavo, el padre de Santiago.

Ambos padres tomaron asiento frente al escritorio de Tabó.

—Bueno, el motivo de esta reunión es porque el día de ayer durante el examen sus hijos estaban...— se detuvo algo apenado. —Se estaban riendo de esto. — jaló el cajón de su escritorio y de este sacó una hoja. —Y sinceramente lo considero como una falta de respeto a mi persona.

Gustavo tomó la hoja y se aguantó las ganas de reír, siendo seguido por la mirada de Tabó.

—Perdón profesor.

— ¿Y quién fue el que lo dibujó?— preguntó César intrigado y Christian dió vuelta a la hoja, mostrando así que esta pertenecía a Alfonso.

—Y si el dibujo lo hizo Alfonso, ¿Cuál es el motivo del llamado de atención a Santi?— preguntó Del Prete. —No es por nada pero considero innecesario llamarnos a ambos cuando es claro que mi motorcito no hizo nada.

—No, lo único que hace es seguirle el juego en sus payasadas a Alfonso. — mencionó Tabó. —Lo que necesita es hablar con él y pedirle que no se distraiga en clase cada vez que Alfonso le enseñe algo.

—Claro, tenga por seguro que hablaré con él. — dijo Gustavo. —Entonces, si eso es todo ¿Me puedo retirar?

—Adelante señor Del Prete.

—Gracias. — Tuti se despidió de César y salió del aula, dejando completamente solos a Huera y Tabó.

—Bien, y en cuanto a Alfonso, señor Huerta; no hay queja por parte de otros profesores, Pablo ha tenido un buen rendimiento en todas y cada una de sus materias, pero el problema es conmigo, siempre está demasiado inquieto y se la pasa bromeando con el joven Santiago.

—Hemos estado... Viviendo situaciones familiares un tanto complicadas en los últimos días pero, le prometo que hablaré seriamente con él cuando vuelva del trabajo.

—Mire señor Huerta, no busco una represalia para Ponchito, pero quizás lo que su hijo necesite es practicar algún deporte por las tardes, mantenerse ocupado o distraído. — comentó. —Quizás no lo sé ¿Fútbol? ¿A Alfonso no le gusta el fútbol? Tengo un conocido que trabaja para la escuela de fútbol de pumas, y quizás le interesaría meter a Pablo a prácticas por las tardes.

Y falta, pues la neta sí le hacía.

Mientras la reunión entre Tabó y Huerta se llevaba acabo, el grupo de 3-A estaba en educación física con el maestro Ramírez.

Sólo había dos cosas para las que Alfonso era malo: Para hablar con las niñas, y para los deportes.

Un silbatazo sonó en el patio y los niños dejaron de hacer la actividad de estiramiento.

—De acá pa' acá fut, de acá pa' acá voli, ¿Sí? Ustedes pónganse de acuerdo de quienes juegan qué. — señaló el maestro las dos mitades de la cancha y volvió a silbar.

—Voli no, la última vez la mano me quedó bien hinchada. — dijo Santiago sacudiendo la mano derecha.

—Bueno, entonces fut. — propuso Poncho.

—Mi motricidad no da para tanto. — Trigos negó.

—Pues es que tenemos que hacer algo o sino Ramírez nos va a empezar a chingar.

— ¿Y ustedes qué?— preguntó un adolescente de cabello castaño haciendo a Trigos y Antuna dejar de hablar. — ¿Juegan fut?

—Obviamente. — mintió Antuna.

—Una reta ¿O se te arruga?

—Jamás, échala.

—Tú ni sabes jugar fútbol ¿Qué haces?— le dijo Trigos entre dientes.

—No voy a dejar que un pendejo como Guzmán me humille.

—No friegues Alfonso.

— ¿De qué juegan?— interrumpió Alan Guzmán una vez más.

—Yo de defensa y Santiago de portero. — eran las únicas posiciones que Alfonso conocía, entonces eso fue lo que dijo.

— ¿De portero? Ponte tú. — se quejó Trigos recibiendo de Alfonso un codazo.

—Órale pues, acomódense a ver si es cierto.

Pues no, obviamente no era cierto.

No llevaban ni 20 minutos jugando y ya iban como 10-0.

Alan se cagaba de risa cada vez que un gol caía en la portería de Trigos.

Guzmán lanzó un cañonazo, según Alfonso, había brincado para taparlo con el pecho.

Pero el madrazo, le dió en la cara.

Al menos el balón no entró.

—Tantas formas de defender tu arco y decides esto. — se burló el castaño. —Pero bueno, cada quien la tapa como quiere. — una parte del grupo se rió mientras Alfonso estaba tirado en el suelo, medio viendo borroso y Santiago checándolo.

Cuando lo pudo poner de pie, se lo llevó al baño.

—Somos malos con ganas, somos un imán de balonazos. — dijo Santiago mientras mantenía a Alfonso con la cabeza hacia atrás y un taponcito de papel en su fosa nasal.

—Ese puto Alan se está ganando unos madrazos, no pierde la oportunidad de siempre estar jodiendo. — mencionó molesto.

—Si bueno, preferiría que no te metieras en problemas ya, estamos a punto de salir de la secu, ¿Qué tal te expulsan y adiós sueño de la prepa 9?— le dijo Trigos haciendole reflexionar. —Ese Alan... Lo que tiene de bonito, lo tiene de pendejo. — murmuró, y a pesar de que Alfonso lo escuchó decir eso, no dijo absolutamente nada más.

Más bien se quedó pensando en lo completamente opuesto que era con sus padres.

Hasta donde él sabía, su papá César y su papá Uriel, eran los más fans del fut, y lo sabían jugar.

No como él, que era un troncote...

Chapter 4: ☾ Goya

Summary:

Lo que se suponía debía ser un gran recuerdo junto a su mejor amigo, se torna en algo horrible gracias a la presencia inesperada del "Pollo", su novio.

Chapter Text

César golpeó un par de veces la mesa de la sala con la goma del lápiz, en el canal de MTV estaba el unplugged de Tu recuerdo de Ricky Martin mientras que, aún tenía los ojos puestos sobre el título en la portada.

«Los 9 círculos del infierno según Dante Alighieri, ensayo de literatura.»

Aunque quisiera, Huerta no podía dejar de pensar en Antonio y en que este, no le contestaba las llamadas, estaba prácticamente desaparecido.

"César tenía la culpa de que Briseño fuera así."

"Siempre la tenía."

—Pumas juega el domingo —mencionó César quien estaba sentado en el sillón, abrazado de su novio.

—Ajá sí ¿Y? A mí qué me importa tu equipo chico —soltó Briseño con desdén.

—Pues que quería saber si me querías acompañar a CU para el partido.

—A ver no, espérate —Briseño se separó de Huerta para mirarlo—. No estarás pensando que voy a aceptar ¿Verdad? Porque obvio necesitarías estar bien mal de tu cabeza si crees que voy a ir a ver jugar a tus gatas —dijo como si nada, sin darse cuenta que esos comentarios claramente lastimaban a César—. Además —dijo—. Mi rebaño sagrado juega el sábado, juegan el clásico tapatío y obviamente si ganan me voy a poner una pedota ¿Qué te hace pensar que me voy a querer parar temprano para acompañarte a un juego todo aburrido? Estás mal de tu cabeza, César —agregó con tono de burla para así negar.

Esas palabras y todos los problemas que durante la semana tuvo con Antonio lo tenían mal, el único momento donde se pudo olvidar de esas cosas fue cuando Ignacio lo acompañó a metro Hidalgo por las estampitas del mundial.

No encontraba otra manera de dejar a un lado el dolor.

Pero ya no tuvo tiempo para pensar en eso, las llaves entrando por la cerradura de la puerta principal lo sacaron de sus pensamientos, por lo menos unos segundos.

—Vengo muerto —dijo una voz masculina que lanzó su saco al sillón de la sala.

—Hola pa —saludó César desde la mesa.

—Quita tus cuadernos y tus cosas de ahí porque voy a comer —pidió Jaime y se estiró ligeramente sobándose la espalda baja.

Huerta asintió sin reproche y comenzó a recoger la mesa.

Muy pocas veces el hombre tenía en cuenta que podía llegar a ser grosero con su hijo sólo por el estrés de su trabajo.

—Día pesado César, lo siento —dijo el mayor caminando a donde su hijo para alborotarle los rizos.

—No te preocupes pa ¿Cómo te fue?

—Bien, creo. Mucha gente, ya sabes que es viernes y muchos cobran o hacen depósitos —respondió caminando a la cocina.

Jaime Lozano trabajaba como cajero bancario, no ganaba la gran cosa pero al menos si lo suficiente como para tener a su hijo bien.

—Oye —soltó Huerta llevando los platos a la mesa—. Estaba pensando que el domingo podíamos ir a CU... —comentó recargándose en la silla del comedor—. Pumas y Monarcas juegan a las 12.

—Hijo no lo sé, esta semana no me pagaron completo.

—Sólo... Me gustaría poder ir al Olímpico como antes le hacíamos, cuando no te traían de esclavo en ese horrible lugar.

—Ese horrible lugar y mi esclavitud te pagan todo lo que tienes Saúl, así que no quiero que insistas ¿Sí? —no discutió más, Jaime era un hombre firme con sus decisiones y un "no" es un no.

Al terminar la cena no se habló más del tema, César subió a su cuarto y se puso a checar Facebook en la compu.

[Ignacio DanöniNnö]

Adivinen kn ira por primera vez a un partido de pumas al olímpico!?⟩

[ceSsaaar H.] k chido! Tardes mágicas en CU pásatela padre Nenno

[Ignacio DanöniNnö] Nada nada, vos venis con migo :)

[Ignacio DanöniNnö] ¿Qn mejor que otro pumista que me muestre las tarde mágicas de CU?

Un mensaje le llegó a César al celular y lo miró de inmediato, una foto de los boletos para el partido de Pumas vs Monarcas en el olímpico.

Definitivamente el domingo sería el mejor día de su vida.

Pero por mientras, el sábado por la noche, vió algo en su Facebook.

[Älann herMoÖzo]

Awebo, ganaron mis chivas <3

Huerta leyó el mensaje en el muro de su amigo y sonrió.

Quizás Briseño con esto estaría de mejor humor y chance le mandaba mensaje.

No pasó.

—Una, dos, tres. ¡Goya! ¡Goya! ¡Cachun, cachun, ra, ra! ¡Cachun, cachun, ra, ra! ¡Goya! ¡Universidad! —exclamaron Huerta y Dinenno mientras sacudían la mano empuñada.

—¡Esto es increíble, me encanta!­ —exclamó Ignacio con emoción, por primera vez pisaba el Olímpico y estaba lo que le sigue de feliz.

Incluso se había pasado toda la noche anterior practicando el himno.

Y después de 90 minutos de partido y el agregado, pumas le ganó 1-0 a Monarcas.

Nada ni nadie le podía quitar esa felicidad a César.

O al menos eso era lo que creía.

Cuando salieron del olímpico, sintió que alguien de entre la multitud lo jaló fuerte del brazo.

—Hola mi chinito —un muy marcado aliento a alcohol fue lo primero que lo recibió—. ¿Te perdiste de camino a tu casa? —preguntó apretando el agarre en el brazo del más bajo.

—Oye César ¿Todo bien? —Ignacio no se quedó callado, haciendo que Briseño quitara los ojos de Huerta para pasarlos al argentino.

—¿Quién es este wey y qué haces con él? —preguntó Antonio señalando a Dinenno.

—Me llamo Ignacio, soy amigo de César.

—Me vale madre como te llames.

—Antonio —murmuró César algo apenado.

—Vámonos rápido —dijo apretando con menor intensidad el brazo de César, claramente Dinenno lo notó.

—Calma, te portás como una bestia —Juan intentó tomar a Briseño pero recibió un manotazo por parte de este.

—Tú no me toques wey —respondió agresivo—. No te quiero volver a ver cerca de César, porque él es mío —le advirtió amenazante.

—César no es un objeto.

—Te vale madres —Briseño lo empujó por el pecho con ambas manos y se giró hacia Huerta para apretarlo de la muñeca—. Tú, camínale —lo llevó casi a rastras al estacionamiento del estadio.

Por el hombro de su novio, vió como Dinenno negó con decepción y se dió la vuelta comenzando a caminar.

Antonio abrió la puerta del carro y casi casi lo aventó dentro de este.

—¿Qué estabas haciendo con ese cabrón?

—Es mi amigo, es mi amigo —dijo repetidas veces—. Sólo venimos a ver el partido nada más, no estábamos haciendo nada.

—¡Ya cállate! —Briseño le soltó la muñeca y César vió las marcas que le dejó—. A ver Saúl, tu novio soy yo, y el que te recoge y te lleva a donde vayas soy yo.

—Te pedí venir al estadio y me dijiste que no.

—Entonces si yo no te acompaño a algún lado, tú no vas y se acabó —dijo—. ¿Entiendes o no? ¿Si te entra en tu pinche cabeza eso o no? —con violencia le picó a César repetidas veces la sien.

—¡Antonio que te pa-! —pero ni siquiera lo dejó terminar.

Una bofetada se lo impidió, una que tomó a César por sorpresa.

—¡No me vuelvas a decir que qué me pasa! ¡Tú Cesar, tú eres lo que me pasa! —gritó fuerte en el carro.

Antonio no le había puesto la mano encima desde la vez que se pelearon en una fiesta.

Sintió que la cara le ardió, giró rápido el rostro con la mano apoyada en la mejilla y apretó los labios para evitarse llorar.

Briseño en un intento estúpido por "enmendar su error" abrazó rápido a César y le acarició el cabello rizado.

—Perdóname —musitó más tranquilo y Huerta sentía que el corazón se le saldría del pecho—. Pero es que tú me haces enojar y sabes que eso no me gusta —Antonio se separó de él y le acarició el rostro a César que simplemente miró otro lado—. Si ya no me haces enojar te prometo que te voy a cuidar.

César sentía tanto miedo y a la vez tanta impotencia de no decir nada, sólo lloraba en silencio, ya se estaba cansando de siempre llorar en silencio.

—Te lo voy a compensar, mi amor ¿Sí? Perdóname por favor —le tomó la mano y dejó un beso en el dorso de esta.

Antonio todo el camino intentó ser meloso, dando besos en el cuello de César durante los semáforos rojos o acariciándolo de forma tierna.

Hasta que llegaron a casa de Briseño.

—¿Qué hacemos en tu casa? —preguntó Huerta.

—Pues no sé —se encogió de hombros—. He estado pensando que pues, llevamos casi año y medio y nunca hemos tenido relaciones.

El tema sobre las relaciones sexuales cohibía a César.

Pues prácticamente Antonio había llegado para ser su primero en todo.

Su primer novio, su primer beso, su primer salida con un hombre... Y por ende sentía que también tenía que ser su primera vez aún cuando ni siquiera se sentía seguro de ello.

—Es que... Quiero demostrarte lo mucho que me importas y cuánto te amo —mencionó el más alto mirando con lujuria a César.

Eso hacía sentir a Huerta tan asqueado.

Sin embargo él había prometido no hacerlo enojar, aunque eso implicara tener relaciones con él por obligación.

Chapter 5: 𖤓 La Niña Nueva

Summary:

Una niña llega al salón casi a finales del tercer año, Poncho la ve lindísima.
Santi la ve como una amenaza.

Chapter Text

—Christian Tambor. — murmuró el hombre de cabello cano mirando la hoja en su mano para negar y cubrirse la boca.

—No es gracioso, papá. — señaló Huerta colocando dos tazas sobre la mesa.

—Perdón pero no esperes que me moleste por algo así, es demasiado absurdo.

—Quizás Gustavo tenga razón, con todo lo del divorcio, necesita mantenerse ocupado por las tardes.

— ¿Y lo vas a meter a jugar fútbol?

—No lo sé, tal vez lo haga.

—Tu hijo jamás ha tocado un balón, ni siquiera por equivocación.

—Pues puede aprender. — sugirió. —Nunca se sabe, tal vez podría ser ese su fuerte.

—Su fuerte es el dibujo, lo sabrías si tan sólo estuvieras con él.

—Oh no, tú eres la persona menos indicada para decirme que no paso tiempo con mi hijo.

—Bueno, entonces bajo ese supuesto tú no hagas lo que yo hice. — mencionó Lozano bebiendo de su taza.

—Afortunadamente él no me heredó una cosa rara de la que me deba preocupar ¿No?— soltó sin pensar mientras dejaba la tetera en la cocina.

Un silencio incómodo inundó la sala.

—Lo... Siento, sabes que no quise decir eso.

—Fue hace años ya, eso no importa. — negó. —Pero aún así tienes algo que a ese niño no le has contado.

—Y no lo haré, ese tipo nunca tuvo cabida en la vida de mi hijo, él no es relevante y no es su papá.

—Espero que hayas quemado la carta entonces. — dijo poniendo a su hijo nervioso.

—Sabes pa, ya me tengo que ir o se me va a hacer tarde. — mencionó Huerta empujando la silla. —Uriel va a pasar por Alfonso a la secundaria y lo va a llevar a comer, yo paso por él aquí a las 7:30 como de costumbre... Que haga la tarea. — pidió y Jaime simplemente asintió con la taza de café en las manos.

Huerta salió de la casa para conducir al trabajo.

—Al menos no te quedó marca. — Santiago tocó con cuidado la nariz de Alfonso antes de sonreír.

Todos se sentaron en su lugar pues el profesor de español ya estaba a la espera del grupo.

Y no solamente él, sino también una niña de ojos marrones, cabello sujetado con una pinza y el uniforme de la secundaria con el dobladillo de la falda por arriba de las rodillas.

Una vez todos en sus lugares, Salvio los llamó.

—Bueno chicos, sé que es algo un poco inusual recibir alumnos en el tercer año pero siempre hay una primera vez, así que me gustaría que le dieran la bienvenida a Kiana Angélica Palacios Hernández. — señaló el profesor a la chica que saludó únicamente con un movimiento de dedos.

"No mames, qué guapa."— se pensó Pablo en cuanto la vió.

Y conociendo a los buitres de sus compañeros, sabía que no fue el único que lo hizo.

—Toma asiento en cualquier lugar que encuentres libre Kiana, mañana los reacomodarán cuando te pongan en las listas. — pidió y la chica bajó el pequeño nivel que había al frente para caminar a un lugar. —Ah y por cierto, necesito que te quites eso que tienes en los dientes.

—No puedo. — se limitó la castaña antes de sentarse en la parte trasera.

— ¿Cómo dijo?

—Dije que no puedo, están puestos con adhesivo fotopolimerizable, necesitaría ir al dentista para hacerlo. — señaló mostrando las piezas en sus colmillos.

—Pues tendrás que ir a que te los retiren.

—Amm no, ¿Sabe cuánto costó ponérmelos?

— ¿Y sabes lo que te costará si me sigues respondiendo? Un reporte, así que no discutamos más y saca tu libreta. — cuando Salvio volvió al pizarrón, Kiana rodó los ojos y se agachó a sacar una libreta de su mochila.

—Definitivamente ella es todo lo que mi papá Cesar odiaría. — comentó Alfonso completamente absorto por la belleza de Kiana.

— ¿En serio crees que una niña como ella te haría caso?— y tras su hombro, la voz de Santiago se hizo presente.

— ¿Por qué no? Culero no estoy. — dijo girándose a ver a su amigo.

—No es eso, me refiero a que pues ella se ve muy popu y nosotros todos tetazos.

—Ese nunca ha sido impedimento, tengo el carisma y sé que con eso fácil le gano a cualquier otro wey que se le quiera declarar. — mencionó muy seguro de sí. —Verbo mata carita, ahí está Lara, el wey no está guapo y se carga una seguridad que hasta da envidia.

—Hola. — los dos giraron al ver como el pelón ya andaba al ataque hablándole a la nueva.

—Hola.

—Alfonso, comienzo a creer que realmente algo malo está pasando contigo o que de chiquito te le caíste a tu papá

—Gracias, tú también me caes bien. — le respondió con sarcasmo.

A la hora de salida, cumpliendo y en forma, Antuna estaba ahí para Alfonso.

—A la madre ¿Qué te pasó en la nariz?— preguntó Uriel mirando que esta estaba ligeramente hinchada. —Te pareces al novio feo de tu tío Santi. — dijo con una mueca.

— ¿A Henry?

—Ese mero. — señaló Uriel comenzando a caminar. — ¿Qué te pasó?

—Fútbol, eso fue lo que me pasó. — respondió. —La quise hacer de salva balones y nomás no la arme.

—Ya me di cuenta. — dijo sarcástico. —Con una paleta de hielo de las colorix ahorita se te baja lo inflamado.

—Eso espero, no puedo llegar así mañana a la escuela.

— ¿Por qué no?

—Lo que pasa es que...— se detuvo un poco apenado, y Uriel se percató de eso.

—Qué se me hace Monroy, qué se me hace. — dijo con burla. —Te gusta una niña ¿Verdad?— preguntó a lo que Alfonso apretó los labios.

—Se llama Kiana, y es nueva. — contó. —Esa niña es otra onda, no es como las demás que van en mi salón, está bonita y tiene unas cosas en los dientes.

— ¿Sarro?

—No, ¡Papá!

—Ya perdón. — rió haciendo sonreír ligeramente a su hijo. — ¿Qué tiene entonces?

—Unas como joyitas todas raras, dijo que se las pusieron en el dentista.

— ¿Así como las de los raperos?

—Ándale, así mero.

—Entonces en definitiva es bien diferente.

—Y quiero hablarle pero, no sé cómo. — dijo.

—No creo que a tu papá eso le guste mucho, ya sabes cómo es él, todo perfeccionista y quisquilloso.

— ¿Siempre fue así?

—De todos los años que lo conozco, sí, básicamente sí.

— ¿Y cómo le hiciste para ligarte a mi papá?— fue la pregunta que soltó, tomando por sorpresa a su padre.

— ¿Perdón?

—Sí, cómo le hiciste o qué le dijiste, si siempre fue tan "quisquilloso" como dices.

—Pues en realidad yo no hice nada, solito cayó.

—Ya pa, es neta.

—Y te respondí en serio, lo único que tuve que hacer fue pagarle un pasaje porque no traía dinero para el camión. — se encogió de hombros con una mueca y se sentaron en las bancas de la parada del camión.

— ¿Y ya?

—Sí, el resto es historia.

—Sí, sí, déjame adivinar, una de la que no tienes ganas de hablar ¿Verdad? Mi papá también me aplica la misma.

—No es eso, pero es que aún no es tiempo.

La cuestión era que la historia en sí, era más compleja que sólo un pasaje para el camión.

Chapter 6: ☾ Chino Huerta y el Prisionero de la ESIME

Summary:

Una tarde de sexo sin consentimiento fue la cosa más asquerosa que César pudo vivir, lo único que buscaba era el consuelo en las palabras de su mejor amigo.

Dinenno sin tener conocimiento de lo que había ocurrido, cuelga sin más esa llamada con la promesa de hablar de ello en la escuela.

Chapter Text

Humo de cigarro y una lágrima fugaz que corrió por su mejilla era de lo más visible y decente en la habitación.

César se sentía tan sucio, sentía que ni siquiera bañarse le quitaría la sensación de las manos de Antonio tocando su cuerpo, sentía que nada se lo podría quitar.

Antonio por otro lado acababa de apagar el cigarro que tenía entre los labios y se dedicó a guardar silencio y mirar a Huerta detalladamente.

Sonriendo al verlo levantarse desnudo de la cama.

— ¿A dónde vas?— preguntó no tanto porque le interesara, sino sólo porque sí.

—Pues... A mi casa, me tengo que ir ya a mi casa o mi papá se va a preocupar.

—No cabe duda que todavía eres un bebé. — negó. — ¿Cuántos años tienes ya César? No inventes. — dijo intentando sonar divertido.

Huerta no le tomó mayor importancia, únicamente se siguió colocando la ropa.

—Ah, y espero que no estés pensando que yo te voy a llevar a tu casa. — habló Briseño después de unos segundos en silencio. —Sigo bien crudo y me cansé con la cogida de ahorita, ya estás grande, ya te puedes ir tú solo. — añadió sin respuesta alguna de César. —Y también espero que no te me vuelvas a perder en el camino y te andes yendo por donde no ¿Eh?— musitó Briseño haciendo que Huerta apretara ligeramente los labios. — ¿Oíste?

—No, no va a volver a pasar.

—Así me gusta amor ¿Ves cómo no es tan difícil tenerme contento?— le dijo sentándose en la cama para acercarse a tomarlo de la mano y dejar un beso en su dorso. —Te quiero bien guapo mañana eh, que voy a pasar por tí a la escuela.

— ¿En serio?— eso le iluminó los ojitos a Huerta.

Esos ojitos cansados y llenos de dolor, esos que aún creían en las palabras de Antonio.

—Claro, pero eso sí, si me vuelves a hacer tu mamada de no contestarme los mensajes, olvídate ¿Entendido?— César asintió casi sumiso. —Espero que con este castiguito hayas entendido que a mí no me vas a hacer eso.

César terminó de vestirse en la habitación y pasó al baño para lavarse la cara, tomando de uno de los cajones del lavabo la loción de Antonio para echarse tres disparos de esta.

Quería oler a él... Como si Briseño lo hubiera abrazado y no como si le hubiera hecho lo que le hizo.

Una vez listo volvió a la habitación del pollo, percatándose que este se había quedado completamente dormido, y con cuidado, se acercó a besarle la mejilla.

—Te amo...— musitó pero Briseño estaba dándole la espalda.

Dió un trago amargo y así, salió de la casa y se encaminó a la parada del camión.

Afuera ya se estaba oscureciendo, de la casa de Briseño a la suya calculaba por lo menos una hora y cachito en transporte, pero no importaba.

Huerta siempre se limitaba a minimizar las cosas con tal de siempre sentirse un poco mejor.

Y mientras esperaba el camión, sacó su celular para hacer una llamada.

—Bueno... ¿César?— una voz gruesa respondió del otro lado.

—Hola Juan... Sí, soy yo.

—Decíme amigo ¿Qué pasa?

—Quería pedirte una disculpa por lo de hace rato... No debí. — no pudo terminar de hablar ya que Dinenno lo interrumpió.

—Oye no estoy enojado con vos César, pero la verdad me sacó mucho de onda todo lo que pasó y que no le dijeras nada a tu novio. — Huerta tragó saliva con pesar ante lo dicho. —Quizás no sea el más experimentado ni el mejor dando consejos pero... Deberías pensar en dejarlo, no está bien cómo te habla y te trata... Y si eso era todo, te voy a colgar, estoy con Alan en su casa viendo una peli y no creo que sea bueno dejarlo esperando, hablamos mañana de eso ¿Va?

—Va. — respondió y escuchó que la llamada se colgó. —Va. — repitió entrecortado y se quitó el celular de la oreja para guardarlo en la bolsa de su pantalón.

Sería mentira si César dijera que no lloró gran parte del camino.

Y antes de entrar por la puerta de su casa se tomó un respiro y se limpió los ojos sin tallarlos, para que su padre no pudiera notar que había estado llorando.

Una vez estuvo listo, introdujo la llave por la cerradura y con cuidado abrió la puerta evitando hacer ruido.

—Ya llegué. — rápido se subió los peldaños de la escalera en cuanto cerró la puerta.

—César Saúl. — llamó Lozano desde la cocina y el chico no accedió a ir. — ¡Saúl! — el grito esta vez fue mucho más fuerte, obligándolo a retroceder en las escaleras y así, encontrarse con su padre. — ¿Ya viste la hora?— señaló el reloj. —Son 7:30 pm Saúl ¡Estaba preocupado por ti! ¿Y tú que estabas haciendo? Seguramente con tus amiguitos Dinenno y Mozo haciendo quién sabe qué cosas, o peor aún, con el famoso "Pollo" o como le digan.

—Saliendo del estadio Antonio pasó por mí y fuimos a comer y jugar FIFA 07 a su casa. — se limitó a decir. —No entiendo por qué tanto escándalo, como si hubiera llegado oliendo a alcohol o a algo peor, nomás estaba con un amigo. — Lozano lo miró ligeramente incrédulo mientras que Huerta evitaba hacer contacto visual con su padre.

—César, espero que me estés contando la verdad.

—Yo nunca miento. — se apresuró a decir. —Y si ya es todo, me voy a subir a mi cuarto, porque tengo tarea y aparte me voy a bañar, con permiso. — no se habló más, César en cuanto pudo corrió rápidamente por las escaleras hasta su cuarto y cerró la puerta poniéndole el seguro.

Dejándose caer al suelo con la espalda recargada en la puerta para así poder llorar finalmente y no únicamente a medias como llevaba haciendo.

Se preguntaba ¿Por qué este tipo de cosas le pasaban a él?

"Potter ¿Qué haces rondando de noche por los corredores?"

"Soy sonámbulo."

"Qué parecido tan extraordinario tienes con tu padre, él era también excesivamente arrogante y se lucia por todo el castillo."

— ¿Entonces no vas a hablar mañana con él sobre lo que pasó?— susurró Mozo interrumpiendo la escena entre Snape y Potter en la película.

—No, no le veo el caso. — se limitó a decir Dinenno quien rodeaba a Alan entre sus brazos.

— ¿Y no se te hace eso como mala onda con él?— preguntó. —Nachito, el chino te quiere mucho, ¿No crees que lo que más necesita en este momento es hablar con alguien?

—Yo sé que lo que ocurrió saliendo del estadio no fue culpa de César, pero...- Mozo pausó la película en el justo momento en que Snape le pedía a Harry mostrarle lo que tenía en los bolsillos. — ¿Qué hacés?— preguntó Dinenno ante el acto de Alan. —Oye, quedamos que ibas a ver el prisionero de azkaban si yo veía con vos el clásico tapatío, no la pausés que todavía le falta y se va a hacer más noche. — intentó tomar el control de la mano de Alan pero este lo levantó dejándolo lejos del alcance de Dinenno.

—Una película de Harry Potter es irrelevante al lado de lo que le pasó a tu mejor amigo el día de hoy, Ignacio. — dijo Alan ciertamente molesto.

—Pues sí, sé que César es más importante pero ¿Qué querés que haga? Antonio es un imbécil.

—Ni siquiera me menciones su nombre, no sé cómo en algún momento lo pude llamar mejor amigo. — dijo furioso. —Tenemos que hablar con César porque lo suyo con ese wey no puede seguir, es una pinche plaga en su vida.

— ¿Y qué sugerís? Alan, César ya no es un niño...

—Pues no, pero necesita apoyo. — interrumpió. —Creí que eso era lo que brindaban los psicólogos ¿No?— musitó. —Apoyo.

Ignacio soltó un poco de aire y asintió.

Porque la vida no tenía por qué ser así a los 17, ni a los 18... Ni nunca.

Chapter 7: 𖤓 Pescuecitos

Summary:

La botana favorita de Huerta son los pescuecitos de pollo, pero no cuando tienen valentina.

Chapter Text

—Pues está F ¿No? Como dicen ustedes los chavos. — una voz adulta dijo y Alfonso frunció el ceño.

— ¿F?

—Pues sí, ¿No? Así dicen los morritos cuando se ponen tristes, o como que la situación pues está... F.

— ¿Desde cuándo decimos eso?

—Ay no sé Alfonso, tengo treinta y cinco, la neta no sé cómo hablan los morros. — le respondió el hombre que salió bajo el carro, con su uniforme lleno de aceite de auto. —Pero pues échale ganas, chance y la conquistas.

—Qué ánimos. — murmuró Poncho con sarcasmo.

—Pues si tu jefe pudo con tu papá y eso que estaba bien pinche feo, tú que estás galancillo no creo que no puedas.

—Cámara pendejo, te estoy escuchando. — señaló Antuna.

—Dime que no. — musitó haciendo a Ponchito reír.

—Ya, mejor dime si va a quedar o no va a quedar, sino pa' ya empezarnos a ir porque se va a hacer más tarde y ya sabes cómo se pone el chino cuando no le respetamos los horarios.

—Pues si no son enchiladas wey, tenme paciencia. — el Shaggy se limpió las manos con un trapo que sacó del bolsillo de su pantalón y lo lanzó a la mesita donde Alfonso hacía su tarea.

El trapo que en algún momento Pablo asumía que había sido blanco cayó sobre su libro de historia, lo quitó de este con sus dedos índice y pulgar para ponerlo a un lado.

—Pues eso tiene que estar ya, se me va a hacer tarde para ir a dejar a Alfonso y su papá se va aponer bien loco, si ya lo conoces.

—Pues qué, chinga, lo pones en cintura con unos besos y ya. — mencionó bromista subiendo de arriba abajo sus cejas.

—Wuuu. — cantoneó Alfonso haciendo bulla y Antuna lo miró para volver a Martínez.

—Ya we, ya estuvo.

—O aplicas la de cuando se conocieron.

—Joaquín, ya.

— ¿Cómo se conocieron?— preguntó Ponchito intrigado.

— ¿Cómo que esa aún no te la sabes mijo?— preguntó Joaquín. —Pues si es cultura general. — añadió. —Resulta que el muy galán de tu jefe le pagó un pasaje del camión y el metro a tu papá, que porque al chino lo habían asaltado ¿No?

—Mhm. — se limitó a decir.

—Se pasaron el facebook y ya luego tu papá le pidió que se vieran. El destino se encargó de todo lo demás y pues... Por eso tú estás aquí. — Uriel carraspeó haciendo que su hijo dejara de mirar a Martínez.

—Creo que es mejor que ya nos vayamos porque se va a hacer tarde. — interrumpió. —Recoge tus cosas y despídete para que ya nos vayamos Poncho, por favor. — el menor miró por un momento a su padre para seguido mirar al Shaggy que se encogió de hombro con una mueca.

Realmente aún ni siquiera era tan tarde, pero se oscurecía temprano y aparte, Uriel tenía planeado pasar al Pollo Loco a comprarle la cena a su chamaquito y a su ex esposo.

Uriel en los últimos años pensaba que ojalá el carácter de César fuera tan lindo como su carita.

—Son casi las 8 de la noche, Carlos. — Alfonso miró a César mientras que Uriel lo tenía sujeto por los hombros.

—Sí ya sé, yo también uso reloj. — intentó bromear el más alto, siendo esto algo inútil.

—Metete a la casa Alfonso. — ordenó el rizado.

—Pero pa...

— ¿No oíste o qué? Te dije que te metas. — dijo en un intento de no sonar molesto.

Por supuesto que falló.

Alfonso se despidió de Uriel y cabizbajo entró a la casa.

—Trajimos de cenar. — mencionó Antuna mostrando una bolsa de papel y una bolsa plástica con pescuecitos de pollo. —Como disculpa por la hora. — Huerta solamente asintió tomando de las manos de Antuna las bolsas. —Y te compré pescuecitos. — señaló la bolsa plástica que César sostenía en la mano derecha. —No creas que no me acuerdo que son tus favoritos. — Huerta se impidió sonreír, aunque ya estaba a nada de hacerlo cuando se percató de algo.

— ¿Los chupaste?— preguntó en cuanto abrió la bolsa.

—Es que ya le habían echado la botanera cuando me acordé que no te gustaba. — respondió apenado y César amarró la bolsa.

—No te preocupes, esos cómetelos tú. — le dijo antes de devolverle la bolsa a Antuna que asintió. —Buenas noches Uriel. — le dijo y seguido de ello, cerró la puerta de la casa.

—Buenas noches mi chinito. — murmuró sin oportunidad alguna y soltó un pesado suspiro para así girarse e irse de la casa de su ex suegro.

Huerta tragó saliva y se mordió ligeramente el labio inferior, sentía que quizás había sido demasiado duro con Uriel... Pero también sentía que no podía permitirse ser débil frente a él, y en realidad frente a ningún hombre, nunca más.

— ¿Es neta que no fuiste capaz de invitarlo a cenar?— escuchó la voz de su hijo en un tono de reproche. —Te pasas. — el menor negó y subió a su habitación.

Por esta noche, César y Alfonso se quedarían en casa de Jaime.

César por su parte no podía sacar a Uriel de su cabeza, mientras daba vueltas en el sillón de la sala en plena madrugada.

Y Alfonso no dejaba de pensar en Kiana, y un plan para intentar acercarse a ella.

Él vivía de la prueba y error.

—Y sólo mírame, con esos ojitos lindos...— Trigos al entrar al salón por la mañana se topó con su mejor amigo sentado en su lugar, cosa que lo sacó de onda.

—Alfonso. — llamó siendo ignorado.

—Que con eso yo estoy bien... Hoy he vuelto a nacer...— cantó Antuna en voz muy baja.

— ¡Poncho!— Trigos habló de forma más fuerte y sacudió a Poncho por el hombro.

Obviamente a Antuna le sacó un pedote.

— ¡Ay Santiago! ¿Qué quieres?— preguntó quitándose uno de sus audífonos.

—Que me des chance, me voy a sentar.

—Yo creo que eso no se va a poder.

— ¿Cómo que no se va a poder?

—Lo que pasa es que decidí que a partir de hoy, yo me voy a sentar en tu lugar.

—No te puedes sentar ahí sin mi permiso, es la banca que he usado desde que empezamos tercero.

—Ay ya Santiago por el amor de dios, son bancas. — renegó colocándose de nueva cuenta el audífono bluetooth en el oído y volvió la vista a su libreta.

Trigos por supuesto también miro ahí.

«Kiana:

♡ Me gusta la idea de tí, pensando en mi :)) ♡»

Trigos suspiró al leer aquello y se resignó a sentarse en el que antes era lugar de Poncho.

Pero no sólo se resignó a eso.

«¿Serían distintas las cosas con Poncho si tan sólo él fuera una chica?»

El timbre anunciando el inicio de clases sonó y el día para los jóvenes de la secundaria #202 comenzó, todos en la espera de una hora en común.

La hora del receso.

Ante aquel timbre a las 11:00 am que indicaba la hora del descanso, todos los alumnos de 3-A salieron rápido del salón, a excepción de unos cuantos, entre ellos la tan dichosa Kiana Palacios, el amor imposible de Ponchito.

—Kiki ¿Nos acompañas a la cooperativa por unas galletas?— preguntó Karina Rodríguez, una de las más populares del salón, desde la puerta del aula al ver a Palacios sola en su banca.

Kiana no dudó en aceptar la invitación, lo que ella más necesitaba en este momento era volver al nivel de popularidad que tenía en su anterior secundaria.

—Pues ven. — llamó con un movimiento de cabeza y rápida cual ráfaga, Kiana se puso de pie y se fue hasta el pequeño grupito de chicas.

Karina, Nicolette y Sabrina.

Cuando finalmente el salón quedó por completo vacío, con sumo cuidado Alfonso se adentró a él.

Cuidando que absolutamente nadie fuera a verlo.

Falló, como podrás imaginar.

— ¿Qué haces?— una vez más Santiago lograba espantarlo.

—Shhh baja la voz. — siseó gateando por el piso hasta la mochila de Palacios. —Voy a hacer algo que si a mis papás les funcionó, ahuevo que a mí también. — dijo.

—Kiana se va a dar cuenta de que le estás robando el dinero.

—Pues no tendría por qué enterarse si alguien no va con el chisme.

—A mí ni me interesa. — se cruzó de brazos y se encogió de hombros.

— ¿Ah no? Y si no te interesa ¿Entonces por qué estás aquí?— preguntó sentándose de piernas cruzadas en el suelo.

—Porque me parece tonto lo que eres capaz de hacer por una niña. — Alfonso rodó los ojos.

—Eso lo dices porque a ti nunca te ha gustado nadie, no sabes nada de la vida.

—Pues te equivocas. — dijo.

—Además. — objetó. —No estoy haciendo nada malo, el dinero al final de cuentas se lo voy a regresar, ni me lo voy a quedar. — mencionó antes de seguir en su búsqueda del monedero de Kiana dentro de su mochila, mientras vigilaba la puerta.

—En serio que me sorprende hasta dónde puedes llegar por esa niña que para empezar ni siquiera conocemos, ni mucho menos sabes si ya tiene novio. — numeró contando con los dedos. — ¡Es más, ni sabes nada de ella!— negó. —Dudo mucho que para que tus papás se conocieran, tu papá Uriel le haya hecho eso al señor César.

—Shhhh. — siseó cuando logró sacar de entre las cosas de Kiana su cartera de flores.

Si tan sólo la forma de cómo César y Uriel se conocieron hubiera sido un simple asalto, quizás las cosas hubieran sido más sencillas en el futuro.

Chapter 8: ☾ Asalto

Summary:

Huerta ve como un mecanismo de defensa el excluirse de sus amigos para no sentirse observado ni cuestionado, sin embargo esto le traerá más problemas que beneficios.

Chapter Text

—Ya, no inventen, no deberían dejar que un pendejo y un mal rato nos arruinen esta amistad. — Mozo decía al tiempo que perseguía a Ignacio por las canchas.

—Ya te dije que no estoy molesto. — dijo visiblemente molesto.

Desde que llegaron a la escuela en la mañana se toparon con que César le había cambiado a Lisandro el lugar porque "no veía", siendo que se llevaba sentando en ese pinche lugar desde que habían entrado a la prepa.

Secundando que en clase de biología, César se había salido, dejando a Mozo y Dinenno botados con una exposición que les valía una cuarta parte de la calificación.

Dinenno estaba que no lo calentaba ni el sol.

— ¿Entonces?

— ¡Que no entiendo por qué carajos hace todo esto!— exclamó. —Después de lo de ayer ya, me marca me dice que lo disculpe, le digo que lo hablamos hoy y lo que hace es que se cambia de lugar y nos evade. — agregó. —Simplemente no entiendo.

— ¿Crees que el pollo lo haya manipulado?— preguntó Mozo antes de cubrirse la boca. —Cómo lavado de cerebro o algo así, no manches...

— ¿Qué decís, Alan? Es obvio que nos está evitando porque no quiere tener la charla incómoda, hace eso todo el tiempo, como el día que ese hijo de puta le pegó en la fiesta de...— ya no continuó pues el siseo de Mozo y la presencia de César acercándose a ellos se lo impidió.

—Y hablando del rey de roma. — dijo Mozo mientras que ambos miraban a Huerta acercarse a ellos.

—Hola. — saludó apenas pudiendo sostener la mirada en sus amigos.

—Qué milagro, hasta que te acuerdas que tienes amigos ¿Dónde habías estado? No nos hablaste en todo el día, nos aplicaste la ley del hielo. _ fue Alan quien habló primero.

—Tampoco exageres, no es para tanto. — Mozo se cruzó de brazos y Dinenno miró a otro lado. _ ¿Sigues enojado?— salió de la voz de César y por instinto Ignacio rodó los ojos.

— ¡Que no estoy enojado!_ exclamó ligeramente harto. —Ya te parecés a Alan, ni siquiera tendría por qué estarlo. — al ver que su amigo tenía un semblante triste, se detuvo. —Lo siento César, no quería hablarte así. — agregó. —Pero no entiendo cómo querés que reaccione a que literalmente nos dejaste morir solos cuando teníamos que exponer y además no nos hablase en casi todo el día.

—Lo siento... He tenido mucho sobre que pensar y... Sobre eso quiero preguntarles algo.

— ¿Qué pasó?

—Es algo medio estúpido, igual y ni al caso pero...

—César. — llamó Ignacio y Huerta tomó aire.

—Ustedes alguna vez han... ¿Tenido relaciones? Ya saben, su primera vez. — ante la pregunta Dinenno abrió los ojos en par con algo de sorpresa.

—No, obvio no, mi mamá dice que soy re chico para esas cosas. — el argentino negó.

—A ver no, tampoco, ya tenemos 17, no somos unos bebés. — intervino Mozo.

—O sea que vos ya lo hiciste.

— ¡No! - respondió Mozo completamente apenado. —No, todavía no pero pues... Yo digo que es muy común que pase entre chavos de nuestra edad.

— ¿Pero por qué lo preguntás?— indagó Dinenno curioso. —Acaso pasó algo con...

—No, no pasó nada Ignacio, sólo fue una pregunta. — dijo molesto. —Lo que pasa es que una prima me contó que ya lo había hecho con un chico, pero... Pues que la verdad no le había gustado para nada, que le había dolido demasiado y que se sentía como... Sucia. — soltó con un gesto de asco y Mozo y Dinenno se miraron.

Ambos sabían que César estaba mintiendo... Pero no querían hacerlo sentir mal.

—Quizás simplemente no era la persona. — mencionó Alan. —O el momento.

—Igual deberías hablar con ella para que le cuente a sus papás y hacerle saber que pues no es su culpa, que si no le gustó no pasa nada y ya está. — le dijo Dinenno. —Hacéle saber que alguien está para ella.

César asintió ligeramente ante lo dicho por Ignacio y entonces, sintió la bolsa de su pantalón vibrar.

[Pollo <3]

Sal que te estoy esperando

Tienes 5 min o me voy

Apurate

—Oigan. — llamó Huerta captando la atención de sus amigos. —No creo entrar a las últimas horas hoy.

— ¿Cómo? ¿No vas a entrar a literatura?— preguntó Juan y ante la duda Huerta negó.

—Lo que pasa es que también me he estado sintiendo medio mal de la panza, por eso me salí en la clase de biología y pues... Me quiero ir antes para tomarme algo.

—Si querés te podemos acompañar a la enfermería, para que no te perdás la clase.

—No Ignacio, no quiero, me quiero ir a mi casa, quiero descansar ¿Okey?— respondió con molestia. —Me avisan qué dejan de tarea ¿Sí?— dijo ya más tranquilo a lo que Alan asintió pero Ignacio no muy seguro lo miró. —Los veo mañana. — se despidió con un choque de puños y caminó rápido hasta la puerta de la escuela.

—Te juro que hay algo de acá que no me gusta nada. — Dinenno miró el pasillo por donde su mejor amigo se fue y Mozo con una mueca se recargó sobre el hombro del más alto, mirando en la misma dirección que él.

César salió de la escuela y caminó hasta donde estaba el auto de Briseño estacionado.

La forma en la que Huerta aún miraba a Antonio era... Bonita, aún a pesar de todo lo miraba con amor.

—Podemos ir al cine... A ver la alianza del mal, salió hace tres días y escuché que está buena. — Antonio simplemente parecía ignorar a César.

Como si de un día a otro Huerta se volviera para Briseño una persona totalmente desconocida.

Huerta se quedó callado parte del camino que a decir verdad, fueron a lo mucho unos 5 minutos.

El letrero de Motel Caban fue lo primero que César leyó, y la poca felicidad que aún había dentro de él, se desvaneció, volviéndose en terror.

—Te vas a quedar aquí en el carro y ahorita yo salgo por tí, esta madre es sólo para mayores de edad y como todavía no tienes ife va a ser un pedo, pero no te preocupes yo ahorita me las arreglo. — dijo. —Mientras ponte bonito. — se acercó rápido a besarle la frente y se desabrochó el cinturón para salir del auto.

Huerta sentía el estómago hacérsele chiquito y su corazón latir deprisa.

Antonio volvió por él aproximadamente unos 10 minutos después y Huerta se sentía tan apenado, tan vulnerable... Tan observado.

—Creí que me habías sacado de la escuela para hacer algo diferente. — musitó de brazos cruzados mirando la habitación.

—Pues qué tonto. — respondió Briseño quitándose la sudadera. —Ahora vas, quítate la ropa que tenemos el tiempo contado y un ratote ya sabes que yo si me tardo.

—No. — Huerta no supo bien si lo dijo o lo pensó, pero cuando esa palabra salió de su boca ya no hubo retroceso.

— ¿Qué dijiste?

—Dije que no, no me voy a quitar la ropa... No estoy listo. — la habitación del motel se inundó en un silencio incómodo, uno que terminó cuando Briseño soltó algo de aire y negó.

César sentía más miedo del que ya tenía anterior a eso.

—Escúchame bien, César. — habló de forma que hizo sentir a Huerta desconcertado. —Ya me tienes ¡Harto!— gritó con ira, haciéndolo brincar del susto. — ¡Siempre es lo mismo contigo, todo el puto tiempo, nunca estás listo!— mencionó. —Ayer no creo que hayas pensado lo mismo si hasta gritabas mientras te estaba cogiendo.

— ¡Estaba gritando porque me dolía!— Antonio como el día anterior, golpeó fuertemente a César.

— ¿Sabes cuantas morras de la ESIME quieren que me las coja? Y tú aquí haciéndote del rogar, de verdad que qué poca madre tienes. — César comenzó a sentir un pánico inmenso inundando su cuerpo mientras se dejaba la mano en la mejilla. —Así que o te quitas la puta ropa y me complaces o entonces...— César se quedó en silencio esperando el trágico final. —Entonces me largo y te dejo aquí.

No podía ser sólo así... Sabía que había algo detrás.

—No me la voy a quitar. — repitió.

—Perfecto. — dijo sintiendo que todo ahora se estaba saliendo de sus manos. —Pero pues, ya me hiciste pagar, entonces que mínimo valga la pena. — César comenzó a respirar rápido cuando sintió a Briseño cerca de él. —Un oral y no te pido más. — esas palabras le provocaron unas náuseas enormes al más bajo.

—No, pero es que...

— ¡Es que nada!— golpeó la mesita al lado de la cama, asustando al rizado. —Si no te parece entonces págame los 350 que ya me hiciste gastar y a la chingada.

—Sabes que mi papá no me da tanto dinero...

—Mi papá, mi papá ¡Ya me tienes harto! Ya no eres un maldito niño chiquito, córtate ese puto cordón con tu papá ¡Eres ya un hombre!— mencionó bien especifico silaba por silaba. — ¿Y sabes qué? Yo no quiero andar con un niño cuando la vida de universitario me está esperando allá afuera. — cuando Huerta creía que lo golpearía una vez más, Briseño sólo fue hasta la mochila de César y comenzó a hurgar en ella.

— ¿Qué haces?

—Voy a agarrar el dinero que es mío, y me voy a largar.

—No, no puedes hacer eso, ese es mi dinero. — intentó acercarse a Briseño pero este giró levantándole la mano a César, pretendiendo claramente golpearlo una vez más.

— ¡Quítate si no quieres que te meta un chingadazo!— exclamó y Huerta se quedó quieto en su lugar.

Antonio vació toda la mochila de Huerta hasta que lo vió.

—Por favor Antonio es mi dinero para la semana, por favor no. — a Briseño solamente le basto un empujón por el pecho para tirar a César a la cama del motel.

—No quiero que me vuelvas a buscar... Al menos hasta que madures y me demuestres que ya no eres un bebito de papá. — se guardó los billetes en la bolsa del pantalón y sin más salió de la habitación dejando a César completamente solo en ella.

La vida no era más que un golpe tras golpe, y ya se estaba cansando de ello.

Chapter 9: ☾ Un pasaje pal camión

Summary:

Uriel Antuna tiene muy arraigada la creencia de que cuando a su equipo le va bien, a él le va bien.

Y casualmente un día antes de conocer a César, la máquina gana su partido.

La racha de buena suerte sigue intacta.

Chapter Text

—...mejor yo me echo una chela y chance enchufo una chava, chambeando de chafirete me sobra chupe y pachanga. — tarareó al ritmo de la música, en su cabeza repasaba una y otra vez lo que vió en clase, y a la altura del puesto de periódicos, saludó. —Buenas tardes Don Martín.

—Buenas tardes Uriel, otra vez ganó la súper máquina. — el hombre como cada tarde, le extendió el periódico a Antuna.

El chico había agarrado de su padre Carlos la maña de leer el periódico, lo único que no le pudo heredar era el amor que el hombre le tenía al Club Guadalajara.

"Es que a mí sí me gusta lo bueno, pa". Decía cuando su papá le preguntaba por qué el Cruz Azul.

—Ya cuatro fechas seguidas sin perder, este año se viene la novena. — le dijo haciendo chonguitos con los dedos.

—Ojalá hijo, ya nos urge una buena, caray. — Uriel sacó una moneda para pagar el periódico y el hombre mayor se persignó con la moneda antes de echarla en la latita.

—Nos vemos mañana Don Martín.

—Órale hijo, con cuidado. — Antuna asintió volviendo de nuevo a su música, la que se vió interrumpida una vez más, esta vez, por una llamada entrando a su teléfono.

Chingada madre.

Bebote

— ¿Bueno?— preguntó colgándose los audífonos de diadema del discman en el cuello para así responder.

—Qué pedo mi Uri ¿Qué andas haciendo?

—Estaba escuchando música hasta que alguien me interrumpió. — dijo. — ¿Para qué soy bueno?

— ¿Cómo que para qué imbécil? Ya ni la muelas, ¿Ya vienes?

En la madre.

—No, no friegues ¿Ahorita? Santiago, vengo saliendo de los cursos.

—Pues toma el camión y te jalas al metro para Polanco, no seas mamón, ándale. Ya habíamos quedado con Jurado y con el Shaggy.

—Pues sí, ya sé que ya habíamos quedado pero...

—Pero nada, no seas así y ven para acá.

—Aghhh. — se quejó Antuna en una rabieta. —Váyanse a la chingada.

—Sí, me puedo ir a donde quieras pero ya muévete. — la llamada se colgó y Uriel se despegó el teléfono de la oreja para mirar la pantalla.

—Me puedo ir a donde quieras pero muévete. — arremedó infantilmente. —Pinche Bebote.

Todo emputado soltó aire por sus fosas nasales y se volvió a poner los audífonos, comenzando a caminar hasta la parada del camión que lo llevaría al metro para así, ir directo a casa de su mejor amigo en todo el mundo entero.

Santiago Giménez.

O bebote, como le decían Jurado, Shaggy y él.

Sus ex compañeros del CETIS e íntimos amigos.

Comenzó a mirar por las calles, aquellos promocionales del pasado mundial que ya estaban todos desgarrados y pintados.

Se rió de forma bien estúpida cuando vió a Torrado con cuernitos pintados y unicejas en ese promocional de Coca-Cola.

Uriel iba tan absorto en su pedo que cuando llegó a la parada no supo qué madres ocurrió.

Sólo supo que a alguien vió, y en corto hasta la carita le cambió.

Se sintió como cuando vió que la estampita de Lionel Messi le salió en el sobre.

Nomás para que topes el boom que fue para este wey a nivel cerebral el ver a ese chico sentado en la banquita en espera del camión.

Mientras que para el chico con jersey del cruz azul y el comienzo de "Día de enero" de fondo, la vista era más que linda; para el chico de cabello rizado sentado en la banca, era distinto.

César tenía los ojos clavados en el suelo mientras movía de un lado a otro el pie con desesperación pensando qué hacer.

No quería llamar a sus amigos, moría de vergüenza con tan sólo pensar en la idea de decirles lo que pasó.

Absorto también en sus pensamientos, hasta el momento en el que sintió una mirada nerviosa sobre él.

—Buenas tardes. — se animó Antuna a saludar al joven de rizos para así sentarse junto a él en la banca.

—Hola. — saludó muy apenas haciendo a Uriel mirarle, haciéndolo percatar de las marcas en su brazo, como si alguien lo hubiera tomado muy fuerte.

Antuna no dejó pasarlo por alto.

— ¿Estás bien?— Huerta no supo reaccionar ante esa pregunta, solamente Alan y Juan se preocupaban por él.

—No. — negó. —Lo que pasa es que me asaltaron. — soltó la mentira y se mordió el labio para desviar la mirada. —Y no tengo para mi pasaje, pero ya estoy consiguiendo aquí con los puesteros, les dije que les voy a pagar mañana, yo paso diario por aquí entonces...— mencionó abriendo su mano, ahí Antuna pudo observar que el rizado tenía unas cuantas monedas en ella. —Pero aún no acompleto. — dijo y rió un poco.

Era una de esas risas que sueltas en un momento donde todo está de la chingada pero ya no hay más que hacer.

Ambos adolescentes quedaron en silencio en la vacía parada del camión.

⟨Y aunque parezcas despistado
Con ese caminar pausado
Conozco la razón que hace doler tu corazón
Por eso quise hacerte esta canción.⟩

—No te preocupes, si quieres yo te pago tu camión. — dijo sin siquiera pensarlo dos veces y el chico a su lado lo miró.

—No, cómo crees ¿Cómo te lo pagaría?

—Tú no te preocupes por eso, la vida se va a encargar de reunirnos después y pues ya ahí me lo pagas. — respondió.

— ¿Seguro? Es que de verdad no quiero molestar...

—No, es neta, no pasa nada. — dijo sin titubear.

—Gracias.

El camión no tardó mucho en llegar, y en cuanto este estuvo frente a ellos, se subieron.

Encontrando milagrosamente asientos juntos y que estaban vacíos.

— ¿Y para dónde vas?— preguntó Uriel con total libertad.

—Para el metro.

— ¡Qué chido! Yo también voy para allá. — respondió el chico. —Por cierto, ni me he presentado, vas a pensar que qué culero soy. — aquello hizo a Huerta negar con una risita. —Me llamo Uriel. — extendió la mano en intención de un saludo formal, César miró la mano contraria.

—César. — correspondió el saludo.

—Tienes un nombre bien chido, como que hasta le combina a tu cara. — dijo antes de sonreír ligeramente.

Y bien apenadote después de la cosa tan lanzada que le dijo a Huerta, se quedó callado.

Ambos estaban tímidos, y eso era obvio.

— ¿Le vas a cruz azul?— se animó esta vez Huerta.

— ¿Cómo?

—Sí digo, por el jersey.

—Ah sí, sí le voy... De hecho ahorita voy a ir a casa de un amigo para ver la repetición del juego, es que ese día del partido no lo pude ver porque tenía curso entonces no llegaba. — contó. —El Shaggy trabaja y Jurado y Santiago no hacen nada, pero ese día salieron... O sea no entre ellos, sino con sus morras. — agregó. — ¿Tú también le vas?

—No, obvio no. — negó hasta con cierto disgusto. —Mi corazón azul, mi piel dorada. — respondió antes de sonreír, cerrando los ojitos.

Uriel ya andaba bien enculado.

—Nos ganaron. — dijo.

—Ese día fui al estadio.

— ¿Apoco andabas en el azul?

—Obvio.

—Yo también, fui con mis amigos.

—Qué loco, igual y hasta en una de esas me viste.

—Nha, no hay manera.

— ¿Por?

—Unos chinitos y unos ojitos así de brillantes como los tuyos jamás los hubiera olvidado, por eso te puedo decir que no te vi. — el corazón sintió que le latió macizo, sintió exactamente igual que cuando apenas comenzaba con Briseño.

Y ese duro golpe de realidad lo bajó de su nube.

«Si eso hizo Antonio ¿Qué no sería capaz de decirle un wey que apenas conoció?»

César no quería volver a pasar por la misma historia una vez más.

—Perdón si lo que te dije te incomodó. — escuchó decir, y reaccionó. —Pero a veces me cuesta mucho guardarme lo que pienso de la gente, igual si tienes problema no lo haré, es más, si quieres ya cierro mi bocota y...

—No te preocupes. — interrumpió. —No me molesta, al contrario... Me parece muy lindo de tu parte, créeme que jamás voy a olvidar al wey que me sacó de un apurote. — con duda y desconfianza tomó la mano de Uriel quien sin chistar accedió. —Gracias otra vez.

Porque la vida era como la espuma, por eso había que darse como el mar.

Estaba chavo, Dinenno y Mozo no se cansaban de recalcárselo y al fin de cuentas, no todos los días conoces a un chavo tan lindo y amable como al que le estaba tomando la mano.

Después de todo César dudaba que volviera a verlo alguna vez de forma casual.

Así que durante todo el camino no dejaron de tirarse el perro de forma directa, a Huerta le gustaba lo bonito que era que alguien te mirara con deseo pero no de manera morbosa.

Y a Uriel le había gustado César.

Pero al igual que Huerta, pensó que era un rato y nada más.

Pobres, pobres mensos.

—Oye, antes de que te vayas. — César detuvo a Uriel de la muñeca antes de que este caminara a los andenes. — ¿Me pasas tu facebook? Digo, para mantenernos en contacto y te pueda pagar lo del camión y lo del metro, ya sabes. — se encogió de hombros haciendo a Uriel regalarle una media sonrisa.

Se descolgó un aza del hombro y abrió la mochila, sacando de ella una libreta y del fondo de la mochila una pluma roja.

Se recargó en una de sus manos y así comenzó a escribir.

[BruUjitÖ Antüna] y un pequeño corazón acompañado de una carita feliz era lo único escrito al reverso de la nota, y cuando giró la vista solamente observó a Uriel guiñarle el ojo y sonreírle antes de subir al vagón que pasó dirección cuatro caminos.

Por esta única ocasión, César no se fue en el primer vagón del metro que pasó.

Chapter 10: 𖤓 Pubertad

Summary:

La llegada de la pubertad vuelve a Poncho un perfecto mentiroso.

¿Aficionado del fútbol?

¿Jugador como lateral derecho?

Pero si César aún recordaba a su hijo como un bebé que bailaba las canciones de Tatiana.

Chapter Text

—Bye nenas, nos vemos mañana. — Karina, Nickie y Sab se despidieron de Kiana con un beso en la mejilla, dejando a Palacios sola frente al portón amarillo de la secundaria, se descolgó una de las azas de la mochila y comenzó a buscar.

—No inventes. — Kiana revolvió toda su mochila de pies a cabeza en busca de algo y Alfonso estaba ahí en espera de hacer su acto triunfal.

Y le tiró un paro el hecho de que a Kiana se le haya caído el suéter de la escuela.

—No puede ser. — murmuró la chica que se agachó a recoger la prenda y justo al mismo tiempo, Poncho hizo lo mismo.

—Toma. — Antuna extendió el suéter verde a Kiana.

—Gracias. — respondió la más baja tomando aquella prenda de las manos de Alfonso. —Tú vas en mi salón ¿No? Eres de esos niños que participan en todas las clases, ¿Eres Trigos?

—Eh nop, soy el que se sienta atrás.

—Antonio. — chasqueó sus dedos y Antuna negó.

—Me llamo Pablo Alfonso Antuna.

—Con el puro Ponchito estaba bien. — detuvo Kiana. —Digo, así me aprendo más rápido tu nombre. — agregó.

—Y... ¿Vienen por tí?

—Cero. — respondió. —Me voy en transporte pero, tengo un problemón.

— ¿Por?

—Creo que alguien del salón me robó mi dinero.

— ¿Cómo que te robaron el dinero?

—Mi monedero no está en ninguna parte, ya lo busqué en todas las bolsas de mi mochila y no aparece.

—A lo mejor se te cayó en el patio a la hora del receso ¿No compraste nada?— Palacios negó.

—Lo que me choca es que ahora me voy a tener que regresar caminando a mi casa.

— ¿Vives lejos?

—Algo. — resignada, cerró su mochila y se la colgó.

—Si quieres te puedo llevar. — propuso haciendo a Kiana mirarle. —Mi papá siempre me pasa a recoger, si quieres le puedo pedir que te acerque a donde tu nos pidas.

— ¿Neta harías eso?

—Sí, no tengo problema.

—Pero no molesto a tu papi ¿Verdad?

—Para nada, créeme que él preferiría llevarte a dejarte caminar sola, eso es muy peligroso. — Kiana le regaló media sonrisa.

—Bueno va. — respondió.

Ya la armó.

César no tardó mucho en llegar a la escuela a decir verdad, pero el poco tiempo que tuvieron a solas mientras esperaban, los aclimató.

—Hola. — saludó Huerta desde la ventana del auto, viendo a su hijo con una niña parada a su lado. —Buenas tardes. — saludó a la chica quien correspondió con un "buenas tardes" algo rápido.

— ¿Podemos llevar a Kiana a su casa?— fue lo primero que dijo Poncho. —Lo que pasa es que le robaron su dinero y... No tiene como regresarse.

Sí, recuerdos.

— ¿Cómo que le robaron el dinero?— su instinto lo hizo reaccionar rápido. — ¿Pero tú estás bien? ¿Te hicieron algo?— Alfonso como que se sacó de onda por aquella reacción por parte de su padre, al contrario de Kiana que tranquilamente, negó.

—No, no me hicieron nada afortunadamente, lo que pasa es que cuando salí de la escuela busqué mi monedero y me di cuenta que no lo traía, entonces me encontré a Ponchis en el portón y me dijo que, si no tenía problema, podían acercarme a mi casa. — explicó. —Ya que si causo inconveniente puedo pedir dinero prestado y...

—No. — interrumpió. —No es necesario ¿Kiana?— preguntó a lo que la chica asintió. —Nosotros encantados de llevarte a casa.

Palacios sólo sonrió en agradecimiento y Antuna le abrió la puerta trasera del auto para que pudiera subir.

Una vez dentro, la conversación fluyó.

— ¿Te gusta el fut?— preguntó Palacios como una manera de continuar la conversación que habían comenzado antes de subir al carro.

—Pff obvio. — musitó haciendo a Huerta hacer un gesto de incredulidad al escuchar aquellas palabras de su hijo.

—Uh... Entonces me imagino que lo sabes jugar. — inquirió.

—Por supuesto que lo sé jugar, sería una falta de respeto que me guste y no lo juegue.

—Tienes toda la boca llena de razón. — señaló. — ¿Y de qué posición juegas? Yo por ejemplo en mi equipo soy la delantera y no es por presumir pero... También soy la capitana de mi equipo. — agregó.

—Qué chido...— murmuró Alfonso anonadado.

No nada más era carismática y bonita, sino que también era líder.

—Yo juego de defensa. — alardeó, Huerta sólo lo miró como sacado de onda, pero por el gesto que hizo Poncho, supo que le tenía que seguir la corriente.

—Órale que cool, ¿Y eres central, lateral izquierdo o derecho?— miró una vez más a su padre, esta vez en busca de ayuda.

—Por derecha. — gesticuló discreto.

—Derecha. — se apresuró a decir.

—Eres como Cancelo con el City. — dijo Kiana.

—Sí, creo.

— ¿Y a qué equipo le vas?— preguntó. —Yo le voy al américa.

—Yo tam...— Huerta interrumpió las palabras de su hijo con un carraspeó y una mirada asesina. —Digo que yo también le voy a uno de los grandes...— la rescató. —Le voy a pumas.

—Bueno, algún defecto debías de tener. — suspiró Kiana y César rodó los ojos.

Para sorpresa de Poncho, resultaba que Kiana y él tenían bastantes cosas en común (A excepción de la mentira del fut), a ambos les gustaba dibujar, Kiana le contó que en su otra escuela tenía a una amiga quien le daba clases de dibujo.

Le dijo que a veces solía extrañar a Mauleón y que hablaban por teléfono.

A los dos les encantaba Bad Bunny y ver Coraje el perro cobarde.

Y la más grande de las coincidencias, es que también sus padres se estaban separando.

Kiana tenía que ser su novia sí o sí.

—No lo molesto más, si quiere me puedo dejar aquí, ya solamente camino. — señaló la chica la entrada del metro.

— ¿Segura Ki?

—Sip, estoy segura, créame que lo que menos busco es generarles algún inconveniente.

—Para nada nena.

Aún así el auto se detuvo para que de este Kiana pudiera bajarse.

—Nos vemos mañana en el salón Poncho, y en serio muchas gracias por haberme traído, siempre voy a estar agradecida. — le dijo la chica desde fuera del auto.

Se despidió también del padre de Antuna y cerró la puerta del carro.

Fue ahí que Alfonso pensó un poquito mejor las cosas, y que chance lo que hizo estaba mal como Santi le dijo.

—Espérame tantito. — dijo de pronto antes de que su papá pensara en arrancar, de la bolsa de enfrente de su mochila sacó ese monedero de flores, lo metió a la bolsa de su pantalón y abrió la puerta del auto para salir de este.

—Kiana. — la voz de Alfonso la detuvo de seguir su camino y giró a mirarlo.

— ¿Qué pasó?— Antuna dió un par de pasos hasta estar frente a ella y con toda la pena del mundo, sacó el monedero de Palacios de la bolsa de su pantalón escolar.

—Yo fui el que agarró tu monedero. — extendió aquel frente a Kiana que lo tomó en silencio. —No tengo excusa, quizás hasta vas a pensar que soy un pinche loco o algo así pero... Realmente no soy malo, sólo soy un tonto que no sabe hablar con las niñas y creí que si hacía esto tendría la excusa perfecta para hablar contigo... Y la tuve, claro; pero, no sé, no se sintió bien ser así de deshonesto. — habló con total arrepentimiento. —Y entiendo que no me quieras volver a hablar, de verdad; sólo te pido que no me vayas a acusar en la escuela, el dinero está completo, lo puedes contar.

Pero muy al contrario a lo que Alfonso pudo pensar, Kiana sólo rió un poco.

—No te considero como nada de lo que me acabas de decir. — negó.

— ¿Ah no?— preguntó con total sorpresa.

—Nop, al contrario, de hecho lo considero tierno. — aquellas palabras de Palacios le quitaron un peso de encima. —Sólo pudiste acercarte a saludarme normal y ya, no soy tan mamona como me veo. — dijo. —Pero me parece lindo que hayas hecho eso solamente para hablarme. — se acercó con cuidado y depositó un beso en la mejilla de Poncho.

Antuna sintió que hasta las puntas de las orejas se le ruboraron.

—Nos vemos mañana, Ponchis. — le dijo al separarse y así, se giró para seguir con su camino.

A Antuna no le quedó de otra mas que aguantarse las ganas de gritar y brincar como un loco, se dió la vuelta y volvió al carro, todo ante la mirada de Huerta.

— ¿Me vas a decir que fue eso?— se giró a mirar a su hijo quien ahora se pasó al asiento de copiloto. —Traes a una niña para llevarla a su casa, de repente juegas de lateral derecho y resulta que eres como Cancelo en el City. — César molestó a su hijo para así reír. — ¿Quién eres y qué le hiciste a Ponchis?

—Sólo estoy... Creciendo, es esa cosa tonta de la pubertad.

—Oh sí, la pubertad claro. — le dijo Huerta para mirarlo de reojo. — ¿Eso que vi que hizo fue un besito en el cachete?

— ¡Papá!

—Ya, ya, sólo estaba preguntando, era duda. — se encogió de hombros para así seguir el camino a casa. — ¿Alguna otra cosa que hayas cambiado por la "pubertad"? No lo sé, ¿Te hiciste un tatuaje o un arete?— César realmente estaba internamente muerto de la risa viendo como su hijo se ponía todo rojito de la cara.

¿Pubertad? Huerta aún recordaba cuando Alfonso bailaba la canción de La Ranita de Tatiana.

Si quería remontarse a esos recuerdos sólo le bastaba volver a una tarde cualquiera de 2008 en casa de su padre, con su pequeño Ponchito de un año y meses sosteniéndose de los sillones mientras miraba los videos infantiles que Huerta le ponía en el DVD, pero sobre todo, su canción favorita.

Aquella que comenzaba con las páginas de un libro mostrándose en pantalla y el sonido de un acordeón, apenas la agudeza de un oído pequeño como el de Poncho escuchaba aquello, se emocionaba.

— ¡La lanita!— exclamó el pequeño extendiendo uno de sus brazos, señalando de esta manera la pantalla de la tele.

—Sí mi corazón, es la ranita. — respondió Huerta peinando el copetito de Poncho. — ¿Cómo baila la ranita mi amor?—  preguntó. —Brinca, brinca y...

—Vanta la amita. — el pequeño Ponchito se meneaba al ritmo de la canción mientras alzaba una de sus manos para moverla, se sostenía del sillón con la otra y sacaba su lengüita.

— ¿Otra vez ya anda bailando mi ranita?— preguntó la voz de Uriel quien llegaba a casa, como cada tarde, con esa ropa sucia y manchada de grasa.

Pero era a lo más que podía llegar con la prepa terminada y sin ningún tipo de conecte, únicamente el de su mejor amigo con uno de sus tíos en su taller mecánico.

También recordó que Antuna siempre llegaba a casa con algún regalito para Poncho y para él... Y en algún punto de su historia sin siquiera pensarlo, todo aquello se perdió.

—Pa. — la voz de su ahora adolescente lo regresó a su realidad.

—Dime. — preguntó mirando el camino.

—Quiero que me metas a entrenar fut. — habló decidido haciendo a su padre mirarle.

— ¿Tú a fut?— preguntó en un intento de adivinar si es que había oído mal. — ¿Estás seguro?— cuestionó. —No preferirías no sé, ¿Algún taller de dibujo o pintura?

—Nop, estoy completamente seguro de que quiero jugar fútbol.

—De acuerdo, como tú digas. — y a su mente volvió una vez más lo que Tabó le había dicho en aquella reunión, y por supuesto que lo iba a tomar en cuenta.

Chapter 11: ☾ El Cuarteto Maquinola

Summary:

Muy al estilo de "Summer Nights" de "Grease", Uriel le cuenta a sus amigos sobre el chico que conoció en la parada del camión.

Mientras que, Huerta le miente a su padre sobre por qué se fue de clases tan temprano.

Chapter Text

—Pues a mí me parece romántico. — soltó el rubio apartando su vista del juego para ponerla en su amigo.

— ¡Gol!— exclamó el pelilargo que se levantó de un salto del sillón y empuñó la mano en el aire. —Pinche portero me la peló. — Jurado por su parte le pintó dedo.

—Ah, hombres. — musitó Giménez.

—Pero si tú también eres hombre. — señaló Uriel confundido.

—Sí pero no soy así, digamos que a mí si me preocupa escuchar a mis amigos y sus sentimientos.

— ¿Quién dijo que no lo escuchamos?— habló el pelilargo. —Mira te puedo hacer un resumen detallado de todo lo que el brujo nos dijo. — comenzó a hablar mientras elegía nuevo equipo del FIFA. —Salió temprano del curso, hoy les dieron un pinche repaso aburridísimo sobre cálculo diferencial, de hueva. — dijo. —Después pasó al puesto de don Martín pa' comprar el periódico y en eso le marcaste para decirle que le cayera para ver la repetición del juego.

—Repetición que por cierto no estamos viendo por su culpa. — interrumpió Santi recargándose en la barra de la cocina.

—Esta reta y ya wey, te lo juro por esta. — Shaggy hizo cruz con el dedo pulgar e índice de la mano izquierda y la besó. —Bueno ya... Entonces cuando llegó a la parada lo vió, al hombre más pinche guapo de toda la galaxia y al padre de sus futuros hijos, dueño de sus quincenas.

—Eh, yo no dije así. — ahora quien interrumpió, fue Uriel.

—No pero ya nomás eso te faltó. — dijo. —Bueno, vió a un wey chinito, guapo y que le contó que le iba a los pumas.

—Al rato no nos vayas a salir con que te cambias de equipo por amor eh. — dijo Sebas comenzando con la partida. —Eso se ve mal, nosotros somos el cuarteto maquinola, hasta la muerte.

—Cómo crees Sebas, eso es bien villamelón y primero muerto que cambiarme a los pumas. — dijo haciendo un escalofrío.

—Bueno hombre, déjenme proseguir. — pidió Martínez. —Ya entre plática y plática llegaron al metro, se bajaron juntos y antes de que el brujito pudiera irse, el morro le pidió su Facebook y ya, ahí murió.

— ¿Y por qué no se lo pediste tú primero?— cuestionó Jurado. —La mera neta dudo que el wey ese te vaya a buscar.

—Me cae que qué bueno que son mis amigos, imagínense que no.

—Tú no le hagas caso a Sebas, está medio pendejo. — musitó Santi. —Seguro hoy mismo te manda la solicitud, vas a ver.

Y casi casi del otro lado de la ciudad, César hasta sintió que le zumbaron los oídos.

El adolescente de rizos ya había metido la llave en la cerradura, decidido completamente a entrar a su casa, al menos hasta que se dió cuenta que adentro había alguien y ese alguien estaba escuchando Aire Soy de Miguel Bosé.

Y únicamente conocía dos personas que amaban esa canción con su vida.

Su abuelita Ana Bertha y su papá.

Pero la cosa era que su abuelita vivía en Morelos y no tenía la llave de la casa.

Valió gorro.

Cuando Huerta se retractó e intentó sacar la llave fue muy tarde, la puerta se abrió en corto.

Frente a él, estaba Jaime.

— ¿Qué haces en la casa tan temprano?— fue lo primero salido de la boca del de rizos.

—Qué curioso que los patos le tiren a las escopetas, fíjate. — respondió Lozano haciéndose a un lado para que su hijo pudiera entrar.

—No es eso pero... Pues normalmente nunca llegas temprano a la casa. — musitó.

—Pues hoy sí porque resulta que Juan Ignacio me marcó muy angustiado diciéndome que te saliste de la escuela a las 12 porque te sentías mal, que te notaba raro y llamaba para saber cómo estabas. — le dijo cerrando la puerta. —Pedí permiso de salir antes del trabajo para venir a ver cómo se siente mi hijo y resulta que llego a casa y nada que está. — empezó Lozano y César dejó la mochila en el sillón. —Digo "bueno, quizás hay tráfico", y pues no, da la casualidad que mi hijo termina llegando a casa a la hora de siempre, como si hubiera salido normal de la escuela. — terminó. —Entonces ¿Hay forma en que me expliques qué pasó?

—Lo que pasó fue que me dolía el estómago desde la mañana entonces preferí venirme a la casa, pero saliendo de la escuela mientras iba caminando a tomar el camión me asaltaron y me quitaron todo mi dinero, no tenía cómo regresarme y tuve que pedir prestado, por eso me tarde. — mintió.

Lozano solamente lo analizó con la mirada y notó que su teléfono estaba guardado en la bolsa de su pantalón.

— ¿Y ese celular?— preguntó. —No vas a creer que soy tan tonto para creerte que te asaltaron y nada más te quitaron el dinero. — Huerta lamió su labio inferior con nerviosismo y miró la bolsa de su pantalón, antes de volver la vista a su padre.

—Lo que pasa es que todo fue muy rápido pa, fue lo primero que me pidieron y pues así pasó, fue todo muy movido. — atinó a decir.

Haciendo salir de la boca de su padre un "Mhm" incrédulo.

—Te sales temprano de la escuela, te asaltan y no te quitan el celular. — enumeró dando vueltas por la sala. — ¿De verdad he sido tan mal padre contigo y te he mal educado de esa manera para que me mientas?— le dijo en un tono de decepción a lo que su hijo sólo bajó la mirada. —Sóplame.

— ¿Qué?

—Quiero que me soples, porque si no te gastaste ese dinero en alcohol quiero que me digas entonces en que te lo gastaste.

—Papá, te estoy diciendo la verdad. — Lozano se acercó a oler el aliento de Huerta, dándose cuenta que no olía a ni una gota de alcohol.

—Entonces me vas a decir en este momento en qué te gastaste todo el dinero que te di para la semana.

—Ya te dije que me asaltaron. — Lozano lo analizaba de arriba hacia abajo, sin creer ni una sola palabra del menor. César odiaba aquello. — ¿Por una vez en tu vida me puedes creer? ¡Soy tu hijo!— exclamó al borde del llanto.

—De seguro te fuiste a gastar el dinero con ese pendejo escuincle del "Pollo" ¿No?— preguntó haciendo a César sentir como si su corazón se detuviera. —Sabes que ese imbécil no es santo de mi devoción pero tú te aferras en querer salir y encajar con él, y sabes que me choca.

— ¡Para empezar yo ya ni soy amigo de ese wey, y ya te dije que me asaltaron entonces allá tú si me quieres creer o no, ese no es mi problema!— exclamó dejando a su padre con la palabra en la boca, arrebató la mochila del sillón y se subió a su habitación.

Azotó la puerta y la cerró con seguro.

— ¡A mí no me vas a estar azotando la puerta, cabrón!— exclamó Jimmy en dirección escaleras arriba. —Saúl, ábreme esa puerta. — dijo comenzando a golpear la misma.

—Vete, déjame solo. — respondió recargado en la puerta.

—Has estado de un humor insoportable y ya me cansé de que me quieras ver la cara de menso, así que ahorita mismo me vas a abrir esa puerta y vamos a hablar. — no se dijo nada más.

La casa se inundó en un profundo silencio, claro, aún con las canciones de la radio vieja de su papá.

Huerta sentía el estómago revuelto, tenía miedo, tenía impotencia... Se sentía desprotegido aún cuando su padre estaba afuera en espera de que le abriera la puerta.

Lozano tomó aire y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la madera.

—Flaquito, yo sé como es tener 17 y querer encajar. — comenzó a hablar y Huerta también se sentó en el suelo. —Cuando tenía tu edad hice unas cuantas cosas de las que no me siento orgulloso, y no quiero que te pase lo mismo.

—Como embarazar a mi mamá. — se animó a responder.

—Sí, bueno...— Jaime se removió en su lugar y juntó ambas manos. —No me arrepiento de eso porque si no jamás te hubiera conocido.

—Pero estaban muy chavos cuando pasó, ¿A veces no sientes que hubiera sido mejor para ustedes el nunca haberme tenido?— la pregunta desconcertó a Jaime, tanto que sólo entreabrió la boca.

—No, no hubiera sido mejor... Me gusta la vida que tengo, tal y como la tengo y tal y como pasó. — mintió ligeramente en esta última parte. —César, hijo, ¿Sí sabes que puedes confiar en mí para contarme todo lo que te esté pasando?

—Sí... Lo sé.

— ¿Alguien en la escuela te está molestando?— preguntó. —Porque si es así, sabes que yo estudié en la misma escuela y conozco a varios profesores, si quieres puedo ir a hablar con ellos y...

—No. — fue rápido al decir. —Nomás se está poniendo medio pesado el quinto semestre, es por eso que he andado de insoportable pero nada más. — mintió.

— ¿Estás seguro?

—Seguro, pa. — una vez más se quedaron en silencio y Jaime se puso de pie.

— ¿Ya me puedes abrir la puerta?— César soltó un corto suspiro y se puso de pie igualmente, quitando el seguro de la puerta para abrir la misma y finalmente, abrazar a su padre.

Aún cuando las cosas se ponían difíciles y parecía que no habría escapatoria, Jaime siempre estaría ahí para él.

Chapter 12: 𖤓 Receso

Summary:

Poncho cambia a Santiago y la posibilidad de chingarse un arroz con leche en el recreo, por el placer momentáneo de juntarse con la niña nueva y sus amigos populares.

Chapter Text

Pero se durmió tarde haciéndose bien pendejo.

Antuna ya tenía la mano bien entumida de escribir rápido, y es que se le había olvidado que informática le tocaba a primera hora y bien confiado dejó la tarea para hacerla después.

Santi todavía no llegaba, así que le tuvo que pedir la tarea al pedante de Pablo Bennevendo.

Cómo le caía mal ese wey.

Poncho estaba concentradísimo en lo suyo, el salón ya casi estaba vacío pues la mayoría ya se había salido para caminar al salón de cómputo que estaba en el edificio de enfrente, Pablo ya lo había apurado y le había dicho que si no llegaba a tiempo para la clase y se quedaba sin entregar su tarea, lo mataba.

Safaera estaba full en sus audífonos, eso lo ayudaba a ser más rápido.

—Oye Poncho. — la mano puesta sobre su mesa con ese diseño de uñas lo hizo levantar la vista rápido de su cuaderno, para así mirar arriba y quitarse un audífono.

—H-hola. — respondió tartamudeando ligeramente, Kiana rió un poco.

—Quería saber si hoy te juntabas con mis amigas y conmigo en el recreo, también viene Alex de 3-E.

—Eh...— sintió que se enmudeció y Palacios sólo le miraba en espera de su respuesta. —Sí, sí quiero. — Kiana medio sonrió haciendo a Poncho ponerse nervioso.

—Bueno, entonces nos juntamos al rato. — el timbre sonó y la chica salió del aula para dirigirse a su taller.

—Veo que tu malévolo plan funciono. — la voz de Trigos lo hizo girar.

—Pues...— Poncho colocó lo último en su cuaderno y lo cerró para tomar el suyo y el de Bennevendo. —Sí, y no.

— ¿Por qué?

—Funcionó porque logré que nos fuéramos juntos.

—Mhm.

—Y no, porque no resistí más y le devolví el dinero. — aquello hizo fruncir el ceño a Trigos. —Le dije que no sabía cómo hablar con ella y que eso fue lo que se me ocurrió, me disculpé ¿Y adivina qué? ¡Me dió un beso en el cachete!— le contó emocionado a su mejor amigo que sólo asintió.

—Oh...— respondió Trigos. — ¿Y eso qué tiene?— ambos salieron del aula para encaminarse a su taller.

— ¿Cómo que qué tiene wey? Kiana, Kiana Palacios me besó el cachete, no mames lo tiene ¡Todo!— Santiago rodó los ojos y negó.

—Ay Ponchis... Haces mucho show por un beso en el cachete, son besos. — dijo simple y se encogió de hombros. —Es como si yo agarrara y te hiciera así. — Santi frenó la caminata y lo tomó de la cara con su mano, de esta forma lo giró para acomodarle un besote tronado en la mejilla. — ¿Ya viste? Un beso más, un beso menos, eso no significa nada. — le dijo después de soltarlo.

Y aunque Poncho no sabía por qué, sintió rarito en la panza.

—No por eso ya van a andar. — Santi le sonrió un poco antes de encogerse de hombros y caminó el tramo que faltaba para así entrar al salón.

«¿Será que te pueden gustar los niños y las niñas al mismo tiempo?»

—Ah... No sé César ¿Fut?— preguntó. —Como que no me late, el otro día que pasé a recogerlo a la escuela salió con un fregadazo en la nariz, la traía toda hinchada, me acuerdo que hasta le dije que se parecía a ese pinche wey feo que trae el Santi.

— ¿Henry?— preguntó Huerta del otro lado de la línea.

—Ándale, a ese wey. — César soltó una pequeña risita que rápido ocultó.

Pero de cualquier forma, Uriel la notó.

—Entonces. — carraspeó. — ¿Qué piensas? Yo digo que hay que meterlo, a la cantera de pumas.

— ¿Qué?— preguntó en un sobresalto. —Con todo respeto, considero que es una pérdida total de dinero.

— ¿Te parece una pérdida de dinero invertir en una actividad recreativa para tu hijo?

—No, sólo digo que, ¿Por qué tiene que ser a fuerzas en la cantera de pumas? No sé, inscríbelo a una escuela común y corriente de fut, es más, mándalo a jugar a los llanos.

— ¿Qué? No voy a mandar a Poncho a jugar a los llanos, ahí se juntan los borrachos.

—Pues nosotros jugábamos ahí y, aprendimos más de la calle que lo que pudimos haber aprendido en una de esas escuelas. — respondió. —Además, es sólo una actividad de un rato, para que se entretenga en las tardes y en los fines de semana, no se va a hacer profesional.

—Bueno, ¿Y tú qué sabes?

—Sólo pregunto ¿La actividad es para tí o para Alfonso? Te juro que ni a él lo siento tan reacio en la decisión de a dónde mandarlo a jugar como a tí.

—Eres imposible. — negó.

—Bueno, entonces no entiendo por qué me pides mi opinión si vas a terminar haciendo lo que tú quieras. — dijo dándole una mordida a su barrita de granola.

—Yo no dije que iba a hacer lo que yo quiero.

—Sí, básicamente sí desde el momento en el que me dijiste que soy imposible.

—Mira Uriel ¿Sabes qué? Ultimadamente el niño va a jugar fut y no importa a donde lo mande.

— ¿Ves?— señaló. —Me acabas de dar la razón.

— ¿Sabes? Te voy a colgar, estoy súper ocupado en mi trabajo y no puedo seguir perdiendo mi tiempo en una llamada que no va a llegar a nada.

—Sí claro, porque al parecer tú eres el único que está ocupado en su trabajo como cajero y no el pobre paramédico que tiene 15 minutos como máximo para comer.

—Pues que te aproveche el desayuno, Mr. Importante. — Huerta no le dió más tiempo a Uriel de siquiera refutarle o decirle algo, simplemente colgó la llamada y dejó el teléfono sobre su escritorio.

—Dios. — musitó Antuna haciendo la cabeza hacia atrás y llevando sus manos al rostro. — ¿Por qué?— se dijo a sí mismo y deslizó las manos de su rostro, encontrándose a su compañero recargado en el marco de la puerta.

—Yo por eso no me caso.

—No lo hagas si no eres lo suficientemente maduro para ello, Rodri. — aconsejó Uriel observando a su amigo entrar por la puerta. —Es muy difícil.

—Es que ustedes si se pasaron de verga, wey. — respondió. —Se embarcaron bien chavos, pinches matrimonios por eso ya no duran, cabrón.

—Es difícil sostenerlos, 11 años nomás nos duró la luna de miel.

— ¿Y cómo se siente tu chavito?— preguntó sentándose a su lado. —La ha de estar pasando feo.

—Quien sabe, las veces que me ha tocado estar con él pues la verdad yo lo veo tranquilo.

—Pues sí pero mentalmente es un desmadre, y más para la edad que tiene ahorita. — agregó Huescas. — ¿Qué tiene? ¿Unos 14?

—Sí, ya mero cumple los 15, una semana antes de su salida de la secundaria.

—Ya está bien grande. — mencionó Rodrigo. —Si todavía me acuerdo cuando iba en sexto que lo trajiste aquí al hospital para un trabajo que le dejaron en la primaria, estaba bien chiquito. — mencionó haciendo sonreír a Uriel.

—Me acuerdo que fue dos semanas antes de dejarme del chino.

—Chale. — dijo Huescas. —Eso del amor está muy cabrón.

—Muy, muy cabrón. — añadió Uriel para así comenzar a jugar con sus dedos.

Huescas pensaba que Poncho la estaba pasando mal.

Mientras que Poncho estuvo parte de la mañana únicamente lanzándose miraditas con la niña que le gustaba.

Antuna andaba en otro pedo.

Y Santiago ya estaba hasta la madre de que cada que le hablaba a su amigo, este solamente lo ignoraba o se la pasaba en las nubes.

Pero su punto de quiebre, fue a la hora del receso.

— ¿Me acompañas a la cooperativa?— Santi preguntó sin embargo la vista de Poncho estaba con la mirada puesta en Kiana que salía del salón. —Vi que otra vez ya venden pay de limón ¿Vas a querer o te compro un arroz con leche?— Trigos mostró el billete en sus manos en espera de que su amigo volteara.

Y lo hizo.

— ¿Te molesta si hoy no nos juntamos?— preguntó quitando la vista de la puerta para mirar a su amigo.

— ¿Cómo?

—Lo que pasa es que Ki me pidió que si me podía juntar con ella y sus amigas. — comentó.

—Pero... ¿Con quién me voy a juntar yo?

—Pues, no sé... Te puedes juntar con Pablo, se ve buena onda.

— ¿Por qué no les preguntaste si me podía juntar con ustedes también?— indagó ciertamente bajoneado.

—No sé Santi, no se me ocurrió. — respondió despreocupado. —Pero si quieres le puedo preguntar, chance y dice que sí. — Trigos solamente suspiró y negó.

— ¿Sabes qué? No te preocupes, vete con ellos, yo puedo buscar con quien juntarme.

—Ay, no te pongas así.

—No me estoy poniendo de ninguna manera. — Santi sólo se encogió de hombros. —Pero últimamente siento que todo era mejor entre nosotros cuando no te portabas como un pendejo por querer encajar con una niña. — Trigos tomó su lunch y salió rápido del salón, pasando justo al lado de Kiana.

La chica frunció el ceño para mirar a Poncho, como preguntándose qué había ocurrido.

Poncho se encogió de hombros y negó.

¿Realmente estaba siendo un pendejo?

Chapter 13: ☾ Vale Vergara

Summary:

Por primera vez, César se sincera y le cuenta a Dinenno lo que ocurrió con el Pollo la tarde después del estadio.

Aunque no con lujo de detalle.

Chapter Text

⟨Este es un son dedicado
A todos los que les gusta el reggae
Que me disculpen...⟩

Me Vale Vergara de Molotov era lo que Huerta escuchaba en sus audífonos.

Con la vista pegada a su libreta de matemáticas mientras hacía dibujitos un tanto sin sentido, esperando a que el profe Palacios o "El Pikolín" como le apodaban, llegara al salón.

Iba tarde, ya casi daban las siete y cuarto, y ni sus luce del profe.

—Sigue raro. — musitó Mozo jugando con sus plumas sobre la banca.

A la distancia, Dinenno y él miraban a César quién contrario a lo que se había hablado el día anterior, se había vuelto a sentar en el lugar de Lisandro.

—Wey no entiendo, creí que habíamos quedado bien.

—Dale tiempo, estoy seguro que algo pasó, quizás no la esté pasando de lo mejor.

—Pues sí, pero eso no le da derecho de aplicarnos la ley del hielo, se supone que somos amigos, que somos un equipo y que nos apoyamos en todo.

—Quizás en el descanso lo intercepto y hablamos, dale Mozi no te pongás así.

La vista de los dos adolescentes se puso al frente cuando el maestro se hizo paso dentro del aula, algo agitado, seguro había tráfico.

—Buenos días jóvenes, me van guardando todo lo que tengan encima de las bancas...

—No mames. — soltó Mozo.

—Les voy a hacer una pequeña prueba sobre lo último que hemos visto, para ver si es cierto que han estado estudiando. — todos soltaron sonidos de inconformidad e incluso algunos un "Nooooo".

—Pero apenas hicimos el examen departamental, profe. — se quejó Fernández levantando la mano al fondo.

— ¿Sí? Bueno, ojalá le hubiera preguntado para que gustoso lo escuchara, lamentablemente no lo hice señor Fernández. — Palacios se encogió de hombros sin importancia alguna. —Viene todo lo de la unidad III de funciones exponenciales y logarítmicas y de la IV hasta la localización de puntos en la recta numérica. — dijo, Huerta aún seguía con los audífonos puestos y la mirada hundida en su libreta.

Pikolín no lo dudó ni un segundo y golpeó la banca de César con la mano para que este le pusiera atención.

—Dije que guarden sus cosas. — habló con voz fuerte y el rizado se quitó los audífonos. —Ya que si no le interesa también tiene la opción de retirarse, señor Huerta.

—Perdón. — musitó guardando todo lo que estaba encima de su mesa, dentro de su mochila.

Mozo y Dinenno se miraron entre sí y volvieron la vista al frente.

Cuando todo el salón estuvo en completo silencio, Palacios habló.

—Van a sacar únicamente lápiz, goma, sacapuntas y pluma de tinta azul, si no tienen no me interesa, me la consiguen a ver cómo le hacen. — algunos comenzaron a murmurar preguntando si alguno tenía, pero el hombre frente a ellos llamó una vez más su atención. —La consiguen ahorita, que estoy hablando yo. — todos guardaron silencio. —Van a tener 50 minutos para responder, en cuanto acaben se salen, si de plano no le entienden una chingada nomás vienen y me lo dejan en el escritorio, y ya no hacen el ridículo intentando responder algo que ni ustedes mismos comprenden. — varios se miraron por la frialdad en las palabras del profesor. —Ah pero eso sí, mínimo le ponen su nombre para saber a quién voy a tronar. — Palacios comenzó a repartir las hojas banca por banca.

Cuando César tuvo las suyas, muy apenas le dió una ligera hojeada.

Lo miró por unos minutos, agarró su pluma azul y en el apartado del nombre escribió; solamente para, segundos después, guardar de vuelta la pluma dentro de la mochila y tomar la hoja.

—Y pueden empezar...— mucho antes que Alejandro diera el "Ahora", César dejó sobre el escritorio la hoja en completo blanco.

Todos nomás se quedaron callados.

—Oigan, si pensé que me iban a tirar la toalla pero tampoco me imaginé que fuera a ser tan rápido, jóvenes. — Huerta agarró su mochila, se puso los audífonos y se salió del salón cerrando muy cuidadoso la puerta.

Todo esto, mientras era seguido por la mirada del grupo.

— ¿Alguien más? ¿O mínimo lo van a intentar?

—Algo le está pasando. — habló Alan.

—Te dije. — agregó Dinenno.

—Pues bueno chavos, ¿Que están esperando? Dale, a trabajar. — dió un par de aplausos y así, todos pusieron su vista en el exámen.

Tenía como hora y media libre, evidentemente el huevonazo de Pikolín no les iba a dar tema terminando el exámen, ya lo conocía, sabía como era.

Y la verdad por eso tampoco se quedó a hacer su prueba, la neta no por burro, César era muy inteligente, pero sencillamente no tenía cabeza para quedarse en el salón.

Sentía las miradas de Juan y Alan hundidas en su nuca, sentía que todas las personas podían percibir en él sus defectos, que todo mundo sabía lo que le había pasado en días anteriores con Briseño, que todo mundo lo juzgaba.

Así que se fue a sentar a pastos.

El lugar estaba vacío, era obvio ¿Qué clase de wey iría a la escuela para saltarse la primera clase? Si podía cómodamente quedarse a dormir en su casa.

Huerta no podía seguir con el pretexto sobre sentirse mal porque su padre no le creería aquello y lo llevaría al médico sólo para descubrir que no tenía absolutamente nada malo.

Así que fingir enfermedad, no era opción.

Se quitó la mochila y la dejó a un lado suyo, se hizo bolita recargando su espalda en el tronco de uno de los árboles del lugar, abrazó sus rodillas y suspiró.

Sentía que muchas cosas estaban pasando al mismo tiempo en su vida y eso era bastante abrumador.

También se sentía solo, y era raro porque, aún no teniendo tantos amigos como los que por ejemplo tenía su "ex novio", al final de cuentas tenía amigos... Y tenía un padre, quizás su madre murió pero, después de todo, Huerta no estaba creciendo solo.

«¿Quizás la vida se pone así de difícil cuando tienes 17?»

César estaba harto de pensar, deseaba aunque sea unos minutos poder apagar su cerebro y dejar de hacerlo.

Pero parecía incluso imposible eso.

Solamente suspiró, cerró los ojos y apoyó su cabeza en el tronco de aquel árbol.

Sintió el frío viento golpear sus mejillas para así entrar por su nariz, el clima al menos se sentía rico.

Y entre sus vagas ideas y sus tontos pensamientos, Eres Para Mi de Julieta Venegas se comenzó a reproducir en su discman.

Ese disco era su favorito.

Lo había quemado con el propósito de hacer un disco con diversas canciones que amaba.

Tenía escrito con plumón permanente negro "De mi para mi".

Y con esa canción, Huerta lo recordó a él.

Al chico tan lindo que conoció en la parada del camión.

¿Oziel?

¿Miguel?

¡Uriel!— recordó.

Y de a poco abrió los ojos para dirigir su mirada a la mochila, rebuscó en ella el papelito que aquel chico le había entregado.

Sonrió por el BruUjitÖ Antüna y el corazón y carita feliz plasmada sobre el papel con esa tinta roja, de todo lo que ocurrió ayer había olvidado por completo llegar a buscarlo para enviarle una solicitud, tal vez hoy volviendo de la escuela sería lo primero que haría.

El rizado no midió del todo en qué momento paso tanto tiempo, lo supo cuando después de un rato vió a Ignacio a lo lejos caminar hacia él.

Sabía que tarde o temprano tendrían la charla, sin embargo no se sentía preparado.

—Hola. — saludó. — ¿Podés creer que el cajetudo de Pikolín sólo dejó la prueba y cuando terminó se fué con mucha prisa? — preguntó. —A veces me pregunto cómo llegó a ser profe. — Huerta simplemente no podía hablar, bueno más bien, no quería. —Dale chinito, si vos tenés un problema conmigo está bien, pero al menos espero no metás al Mozin en esto, el pobre se la sobrepiensa todo el tiempo, lo conocés. — simplemente silencio. —Dale, no me podés evitar el resto del año, o hasta salir de acá. — César no aguantó más, se puso de pie y agarró su mochila para intentar huir.

Fue estúpido.

—Me estás jodiendo. — soltó Dinenno.

—No quiero hablar, ando medio enojado contigo, es eso.

— ¿Conmigo?— preguntó. —Por lo menos me podés decir ¿Por qué?

— ¿Para qué le marcaste a mi papá para preguntarle por mí?— dijo. —Me dió una cagada por tu culpa.

— ¿Mi culpa?

—Por dios Ignacio, era obvio que no me iba a ir a mi casa saliendo de aquí. — el tono en la voz de César se iba elevando un poco.

—Yo qué iba a saber que no fuiste a tu casa si no me dijiste nada, sabés que siempre que se trata de mentir nos coordinamos.

—Pues sí, pero si fueras mi verdadero amigo no le hubieras ido con chismes a mi papá.

—No son chismes, César, me preocupás.

—Pues estoy bien ¿No me estás viendo?— Huerta extendió sus brazos y se miró. —Estoy completo, no me está pasando nada.

—Es obvio que lo que tenés no es exactamente algo físico. — y las palabras de Juan resintieron en él. —Te fuiste con él, ¿A que sí?

—Eso no te importa.

—Me importa César Saúl, porque sos mi amigo, porque me preocupás. — Huerta no le dijo nada. —Ah, y dejáme decirte que sos una mierda para mentir ¿Creíste que Mozi y yo no nos íbamos a dar cuenta?

— ¿De qué hablas?

—Sobre que la "prima" de la que nos contaste no es una prima, claramente sos vos. — César sintió la cara ponérsele al rojo vivo.

—No sé de qué hablas. — dijo.

—Él...— las palabras a Juan le costaban fluir por sí mismas. —Antonio... ¿Antonio te obligó?

— ¿Qué?

—La forma en la que lo contaste fue... Fea, César, fue horrible.

—No sé de qué hablas, yo nada más les estaba contando de un familiar. — instó.

—César si vos no me dejás ayudarte tampoco es que pueda hacer mucho. — César suspiró sintiendo un vacío en su estómago, sus ojos simplemente dejaron de ver a Ignacio y bajaron al suelo.

—Decíme ¿Él te obligó? Porque si fue así te juro que lo mato.

—No Juan, él no me obligó ¿Okey? Yo lo hice porque quise. — mintió.

—Vos dijiste que dolió.

—Pues sí pero, es normal.

—No, no es normal que te duela.

— ¿Y tú cómo sabes si nunca has tenido relaciones?— cuestionó.

—Bue, pues no pero, mi mamá ha hablado un montón sobre eso conmigo y estoy re seguro que no debería doler.

—Pues qué ingenuo porque vaya que duele.

La gente comenzaba a salir de sus aulas, así que pronto dejarían de estar solos.

César buscaba terminar ya con la conversación.

—Terminó conmigo porque me negué a tener relaciones sexuales con él... Se acabó. — musitó haciendo a Dinenno abrir de lleno los ojos. —No me ha buscado y yo tampoco lo he buscado, así que asumo que al fin se acabó.

No le contó sobre el dinero, ni sobre el chico nuevo.

Tenía miedo aún sobre el qué dirán de él.

Juani con ese corazón tan dulce que tiene, únicamente lo abrazó.

A lo mejor en un futuro cuando su vida fuera mejor, chance y le contaba bien bien lo que pasó.

Pero mientras, una vez más volvía a rectificar que no estaba solo.

Chapter 14: 𖤓 Crash

Summary:

Poncho experimenta de primera mano lo que significa un corazón roto.

¿Lo curioso?

El responsable no fue precisamente una niña.

Chapter Text

— ¿Viste que pumas entró a repechaje?— preguntó sentándose a la mesa para desayunar.

—Algo así leí el otro día. — respondió colocándole el plato de cereal justo al frente.

—Va a jugar contra chivas, seguro sacamos a esos pendejos. — afirmó con seguridad haciendo que César le mirara con los ojos ligeramente entrecerrados.

— ¿Y de cuando acá sabes qué pasa en la liga?

—Es que has de cuenta que ayer en el receso me junté con Kiana y sus amigas, también con los novios de sus amigas, Alejandro y "Jack". — dijo entre comillas. —Ese es como que pocho, a él le gusta más el béisbol. — contó. —Aparte es más chico, él va en segundo. — agregó. —La cosa es que estábamos hablando sobre fútbol y resulta que Alex le va al américa igual que Kiana, entonces me andaban contando que ellos van top, piensan que igual y hasta puedan quedar campeones pero yo digo que no, igual y en una de esas pumas da la sorpresa.

—Ay hijo, si yo fuera tú la verdad ni me ilusionaba. — Huerta hablaba al tiempo que le preparaba el lunch. —La última vez que vi a pumas ser campeón fue cuando...— se detuvo de golpe. —En 2011.

—Cuando te casaste con mi papá. — corrigió. —No entiendo por qué te causa tanta incomodidad decir algo que pasó.

—Porque no me gusta hablar de eso, es todo. — echó el sándwich a la bolsa de plástico y cerró el tupper con fruta. —Y por cierto, no me has contado nada de Santi estos días. — dijo como cambiando el tema. — ¿Cómo está?

—Bien, me imagino. — respondió en tono evidentemente decaído, comenzando a jugar con el cereal que nadaba en el plato. —Creo que está enojado conmigo.

— ¿Y eso?— preguntó metiendo la comida a la mochila de su hijo. — ¿Se pelearon?

—Es que ¿Ves que te dije que me junté con Kiana y sus amigos?— César respondió con un "Mhm". —Pues se enojó porque lo dejé solo.

—Claro, yo también me hubiera enojado si mi mejor amigo me deja solito en el receso. — respondió Huerta. —Poncho, esta "cool" querer andar con una niña y todo eso, pero creo que también deberías pensar en Santiago.

— ¿Cómo?

—Sólo imagina cómo te sentirías si fueras tú a quien van desplazando poco a poco por una niña. — de pronto la simple idea de Santi saliendo con una niña le hizo tener una sensación caliente en el pecho.

Como aquella vez en primer año cuando esa tal "Andy" andaba tras Santi, pero Trigos jamás la peló.

—Pues enojado. — soltó y sin pensarlo dos veces ya se encontraba frunciendo de poco el ceño.

—Entonces ahí está la respuesta. — apuntó César. —Lo que yo siento y, quizás no me pediste del todo mi opinión... Es que tal vez deberías buscar la manera de incluirlo a tu nuevo círculo de amigos. — se encogió de hombros y se recargó en una de las sillas del comedor. —Quién sabe, a lo mejor y hasta se hace amigo de una de las amiguitas de Kiana y... Pasa algo. — Huerta dió un golpecito en el hombro de su hijo y se dió la vuelta dirigiéndose a la cocina. —Ahora desayuna o llegamos tarde.

Poncho se lo pensó únicamente unos segundos, sacó su celular y le envió un mensaje a Kiana y uno a Santi.

"Oye, estaba pensando algo, te parece si te cuento en la escuela?"

Total ¿Qué podría salir mal de todo eso? Al final, fue idea de su papá, su papá César no miente.

— ¿Lo inscribiste?— fue lo que soltó Uriel sosteniendo el teléfono entre su oreja y su hombro mientras recogía los desechos de la parte trasera de la ambulancia.

Esa mañana había sido ligeramente desastrosa y medianamente sangrienta.

—Sí, lo hice. Empieza a partir del próximo lunes, de 3:00 pm a 7:00 pm, por si alguna vez tienes tiempo de pasar por ahí y recogerlo. — respondió Huerta cómodamente a la par que revisaba algunos estados de cuenta en la computadora.

—Sólo...— Antuna suspiró. — ¿Para esto me marcaste?

—Sí, bueno, claramente no lo hice para saber cómo estabas.

«Mentira»

—No entiendo para qué marcarme si nada más me vas a restregar en la cara que no tomaste en cuenta mi opinión y lo terminaste inscribiendo a esa cosa.

—Por supuesto que la tomé en cuenta.

«Doblemente mentira»

—Sólo te llamé para que sepas mi decisión y que estés al tanto de la situación.

— ¿De verdad? Muchísimas gracias por el detalle Saúl, no sabes cuánto lo aprecio. — respondió con un sarcasmo evidente.

—Considero que no hay mejor lugar para Poncho que ese, y justo entrenar en casa de su equipo favorito. — Uriel sólo chasqueó la lengua.

— ¿Su equipo favorito o el tuyo?

— ¿Puedes creer que en la mañana me contó que pumas estaba en repechaje?— cambió el tema.

—Uri ¿Crees que puedas ayudarnos con uno de los pacientes...?— una voz femenina interrumpió la conversación.

Huerta intentó escuchar más allá pero fue imposible, como si Uriel hubiese puesto el teléfono bajo algo.

—Claro que sí Peni, no te apures, en un momento voy. — escuchó ya más cerca la voz de Antuna. —Mira César, no sabes cuánto me encantaría seguir platicando contigo mientras escucho cómo mientes para justificar tu decisión, pero estoy ocupado ¿Te molesta si cuelgo? Puedo llamarte más tarde si quieres...

—Para nada, de todas maneras no es como que quería seguir platicando contigo, sólo... Quería contarte sobre Poncho y el fútbol. — un pequeño silencio inundó la llamada. —Cuídate, adiós. — sin permitirle decir absolutamente nada, César colgó la llamada dejando, más bien, casi aventando, el celular al lado de la computadora y se masajeó el puente de la nariz.

«Uri»

La única persona desde que César tenía memoria, que recordaba que llamaba a Antuna de esa forma, era él.

Y no solamente era el hecho de que le hubiese llamado "Uri", era el tono, ese pinche tono lleno de dulzura en la voz.

Y era de una mujer.

Quizás estaba pensando demasiado o a lo mejor estaba estresado por el trabajo, o por las cuentas, o por básicamente ¡Todo! Pero sentía que una inmensa ira le atacaba el corazón.

¿Cabía la posibilidad de que fueran celos?

Imposible.

César Saúl no podía sentir celos si se supone que ya no ama más a Carlos Uriel.

¿O sí?

—No sé qué tan buena idea sea esto. — Santiago salía del salón junto a Poncho.

Alfonso, poniendo en práctica el consejo de su padre, decidió juntar a su mejor amigo y a sus ahora "nuevos amigos".

—Créeme Santi, les vas a caer bien, sólo... Pues no seas tan penoso, sígueles el rollo. — Antuna animó frotando el hombro de Trigos y los dos llegaron a ese pequeño espacio en las jardineras donde el grupo solía juntarse.

— ¡Qué onda Mike!

— ¡Qué onda Zendiwi!— correspondió Poncho el saludo de Alejandro de una forma tan natural que a Santiago extrañó.

Como si Alfonso y Alejandro fueran amigos de toda la vida, cuando únicamente se conocían de un recreo atrás.

—Qué onda. — saludó de manera menos carismática a Santi, chocándole el puño.

Las chicas solamente saludaron sacudiendo su mano.

El ambiente la neta sí se sentía bien pinche rarote.

—Entonces. — Kiana carraspeó un poco la garganta. —Samuel, ¿No?

—Me llamo Santiago.

—Santi, sí, claro, lo siento. — se corrigió Palacios. —Poncho nos ha contado demasiado de tí.

—Ni tanto por lo que veo, sino al menos se sabrían mi nombre. — murmuró por lo bajo y se dedicó a soltar un poco de aire.

Intentó pensar en seguir los consejos de Poncho, así que sólo... Pues les siguió el rollo.

Buscó algún tema de conversación que no fuese tan "ñoño", vió entonces que de la mochila de Zendejas colgaba un llaverito del américa.

Ahuevo.

— ¿Le vas al américa?— preguntó a lo cual Alejandro sólo chifló en afirmación.

—Pues si ya hasta aposté con Ponchito a que los pumas no pasan de la repesca y que el ame corona. — se acercó a jalar a Poncho para hacerle "cerillito" en la cabeza.

—Estás loco. — Poncho se alejó del agarre de Zende y lo empujó por el pecho.

— ¿Y tú a quién le vas?— preguntó Kiana en un intento de incluir a Santi.

— ¿Yo? A ninguno, a mí no me gusta el fútbol. — respondió. —Y qué curioso porque hasta donde sabía, a Alfonso tampoco le gusta, es más, ni siquiera sabía que le iba a pumas.

—Es que... Pues no te gusta, no puedo ponerme a hablar de fut con alguien al que no le gusta.

—Ah, ya...— respondió tajante.

El ambiente se estaba manifestando un tanto incómodo.

—Pues... Mi papá le va a los pumas. — habló Santi de repente ante el silencio. —Bueno, mi otro papá, mi papá-papá le va a Atlas. — soltó con un tono absurdo. —Él dice que le va al que gane, pero de Atlas le gustan los colores del uniforme, además ellos entraron directo. — contó.

— ¿Cómo? ¿Tienes dos papás?— preguntó Karina.

—Eh, sip, tengo dos papás. Mi papá Julio y mi papá Tuti.

—Eso debe de estar súper chido, bueno, me imagino. — habló Palacios.

La atención del grupo se estaba desviando a Santi.

A Zendejas no le gustaba no ser el centro de atención en algo.

—Pues no sé qué tanto la verdad, pero ahorita viéndolo bien, pues como que si se le nota que tiene dos papás. — Alejandro dijo.

Trigos la captó de inmediato, se olía por donde iba el asunto.

—Sí. — le respondió. — ¿Sabes algo? A tí también se te nota que le vas al américa. Eres petulante, odioso, insoportable... Sí Alex, se te nota.

—Santi. — musitó Poncho antes de mirarle y negar.

— ¿Saben qué? Creo que fue mala idea venirme a juntar con ustedes, mejor me voy para que ustedes sigan hablando tranquilos lo que queda del receso. — pero Zendejas era mecha corta, no iba a dejar escapar a Santi así como así.

—Tienes razón, fue muy mala idea el que te juntaras con nosotros en el receso.

—Alex...— musitó Sabrina a su novio.

—Es más ¿Por qué no te vas a juntar con alguien más como tú?

— ¿Alguien como yo?— preguntó.

—Ya sabes bro, alguien más como... Rarito.

— ¡Alejandro!— dijeron al unísono las chicas presentes.

Sin embargo eso no detuvo a Zendejas.

—Alguien como por ejemplo no sé, Bennevendo, son así tal para cual, es más, hasta deberían ser novios. — Trigos sintió que sus ojos se abrieron un poco más de lo normal ante las palabras de Alex, y sus mejillas se coloreaban. —Deberías buscarte nuevos amigos porque claramente tú ya no encajas con mi bro.

— ¿Cuál es tu problema?— señaló Kiana. —No mames Alejandro, vete de aquí. — pidió a lo que Sabrina sin pensarlo tomó a Zendejas del brazo para alejarlo del lugar.

Sólo Karina, Jack, Nicki, Kiana, Poncho y Santi se quedaron en las jardineras.

Todo se volvió jodidamente incómodo.

—En serio lo lamento mucho, no le hagas caso a Alex, sólo estaba jugando...— se animó Palacios a hablar.

—No, no lo estaba. — mencionó Trigos. —Ustedes son exactamente iguales a él, son cortados por la misma tijera, por eso son amigos. — Santi miró a Poncho. —En algo sí tenía razón Alex y es en que tú y yo ya no encajamos porque claramente no soy igual a tí...Y qué lastima que no dijeras nada aún sabiendo que tú también tienes dos papás al igual que yo. — Poncho se quedó mudo. —Y que sabes que de hecho ese fue el motivo por el que nos hicimos mejores amigos... Neta que-. — Trigos no pudo decir nada más, sólo arrebató su mochila del suelo y se fue.

Poncho nunca se imaginó que experimentaría su primer corazón roto de esta forma.

Porque él se imaginaba que sería con una chica, tal vez con su primer novia, quizás con Kiana... Sin embargo su primer corazón roto, estaba siendo con su mejor amigo.

A lo mejor si te pueden gustar las niñas y los niños... «Pero quizás no al mismo tiempo ¿O sí?»

Chapter 15: ☾ Mátenme porque me Muero

Summary:

Al ritmo de Caifanes, Uriel se encuentra con que el niño chinito de la parada le mandó solicitud de amistad en facebook, mientras que las cosas se ponen color de hormiga entre su hermano y él.

Chapter Text

—Y esto fue ¿Qué hago yo? De las Ha*Ash. Hoy es jueves 3 de noviembre del año 2006, estamos a 25 grados aquí en el DF, parcialmente nublado y sin probabilidad de lluvia, seguimos aquí en su cadena de radio favorita, son las 13 con 45 y esta canción que es un clasicazo de Caifanes se titula "Mátenme porque me Muero", los dejamos con más música.

Antuna miraba la ciudad desde la comodidad del asiento pegado a la ventanilla del camión, como no tuvo cursos ni el primero ni el dos, el curso de hoy se llevó más tiempo de lo debido.

Además, fue a la parada del camión donde conoció a César, esperanzado a volverlo a ver, siendo esto de nada útil puesto que no logró hacerlo a pesar de quedarse ahí como 20 minutos.

⟨Cuando me muera y me tengan que enterrar
Quiero que sea con una de tus fotografías
Para que no me de miedo estar abajo
Para que no se me olvide como es tu cara.⟩

«Qué especifico» pensó. «Puta madre, no, si sueno bien intenso, el Shaggy tiene razón, por eso no me pelan» sacudió un poquito la cabeza para alejar esas ideas que le inundaban la mente, y cuando miró nuevamente a la ventana se dió cuenta que ya se había pasado del lugar de donde bajaba.

—Puta madre. — musitó en voz baja, se levantó de su asiento y pidió permiso para poder pasar. — ¡Bajan!— Antuna chifló desde el fondo del pesero haciendo al mismo detenerse.

Uriel se bajó y caminó de vuelta las dos cuadras que se pasó por ir en la lela pensando cuanta cosa.

Por la hora que era, pensaba que chance su carnal ya estaba en la casa, que su hermanito ya mero se iba a la primaria y que su jefa estaba terminado la comida.

Al llegar a la casa, abrió el zaguán y se adentró a la morada con aquel rico olor a bistec.

«De seguro andan haciendo bisteces en salsa verde» pensó.

—Qué hubolas chato. — saludó. —Pero si te pusiste bien buzo, chaparro. — Uriel le frotó el cabello a su hermano que degustaba el pan de muerto y, que ante el tacto de la mano de su hermano mayor sobre su cabello, sólo se encogió de hombros y rió. — ¿Dónde está mamá?

—En la cocina. — respondió señalando en dirección al lugar en la casa, con la boca llena de azúcar.

En la tele estaba Ventaneando, otra vez estaban hablando de que Niurka se separó de Bobby Larios. «Ya chole» pensó.

Y eso por un momento también le hizo reflexionar: « ¿Por qué es que no todos los amores duran para siempre?»

Un ejemplo era el de sus papás.

A pesar de que Uriel veía que aún vivían juntos, sentía que su amor ya no era el mismo.

Él por su parte soñaba con una vida y un matrimonio distinto, pero también pensaba: « ¿Dos hombres juntos? »

Para él eso sonaba a una locura, no habría forma de que algo así llegara a ocurrir en un país como México.

Quizás cuando él fuera presidente, las cosas serían distintas.

Y aquello lo animó.

—Qué onda jefa, ya llegué. — saludó Antuna a su madre con un beso mejilla con mejilla.

—Qué bueno flaquito, ahorita que dejes tus cosas te vas a lavar las manos para que comamos.

—Si ma. — respondió.

— ¿Cómo te fue en tus cursos?

—Bien, hoy checamos toda la parte de literatura y bien poquito de historia, ya sabes que pa' esas cosas si soy bien malo.

—Igual deberías pedirle ayuda a Kevin, ya ves que pa' eso es re bueno mi Tatito. — dijo la mujer.

—No ma, ahorita no puedo, ando súper ocupado con los exámenes, los finales. En la escuela traen un relajo. — fue lo único que dijo el menor sin apartar la vista de los libros que reposaban sobre la mesa del comedor.

Uriel vivía en una casa pequeña cerca de la Noria, su familia la conformaba su mamá Bertha, su papá Carlos y sus dos hermanos.

Kevin de 17 e Isaac de 10.

Uriel era el hermano menos favorito de Kevin sin alguna razón aparente, aunque si se miraba entre líneas, era como si simplemente Kevin no quisiera a nadie de la familia a excepción de su padre, con quien compartía su afición por las chivas.

Kevin buscaba superarse, no ser uno más del montón, odiaba que sus padres "solaparan" la mediocridad de su hermano mayor y le tuvieran tanto favoritismo cuando él hacía todo lo posible académicamente para sobresalir.

Estaba a punto de terminar la vocacional, estudiaba en la 9, la Juan de Dios Bátiz.

No como Uriel, que estudió en un CETIS culero y además no se quedó en la universidad en su primer intento.

—No te preocupes we, sabes que no necesito de un pinche prepotente que se cree mucho porque estudia en el poli, soy mejor que eso.

— ¿Mejor?— finalmente Kevin levantó la vista de sus libros para girar a mirar a Uriel. —Si fueras mejor no necesitarías de mi ayuda cuando soy un año más chico que tú.

—No la necesito.

—Niños a ver ¿Qué les pasa?— regañó Bertha interponiéndose entre sus hijos. —Tú ya vete a dejar tu mochila y a lavarte las manos y tú recógeme tu tiradero de la mesa ¿Sí?— ordenó la mujer.

Uriel y Kevin sólo se miraban con molestia.

—Son hermanos, parecen pinches gallos de pelea, se supone que se deben de querer.

La comida no fue más que un rato de tensión entre Uriel y Kevin mientras Isaac veía Bob Esponja y comía.

Uriel, como de costumbre, llevó a su hermano menor a la primaria y luego regresó a casa para completar o repasar algún tema que vió en el curso.

¿Y por qué no? También ocupaba el poco internet que tenían para hacerse wey un rato en su facebook.

—Préstame la compu Tato, la ocupo. — Uriel se adentró a la habitación que compartía con sus hermanos, viendo a Kevin sentado en el escritorio frente a la computadora.

— ¿Para estudiar o para hacerte wey en tu facebook?— preguntó sin apartar la vista del monitor.

—A ti qué te importa en que la voy a ocupar.

—Me importa porque yo si estoy haciendo algo importante.

—No estás haciendo ni verga Tato, estás jugando buscaminas y solitario, che teto. — señaló y finalmente, su hermano lo miró.

—Por lo menos invierto mi tiempo libre en algún juego que me haga ocupar mi cerebro, no en las tontas "redes sociales".

—No eres mejor ni más interesante por hacer ese tipo de cosas eh we, es más, hasta te ves odioso.

—Prefiero ser odioso pero ser un tipo lleno de conocimientos a ser "divertido" y ser un mediocre como tú comprenderás. — respondió Kevin y Uriel frunció el ceño.

Ya estaba hasta la madre, hasta la madre de no entender por qué el niño con el que jugaba videojuegos y compartía momentos hace unos años ahora se había convertido en lo que era actualmente.

—Al chile ya estuvo suave wey. — Uriel jaló a Kevin por el cuello de la playera, haciendo girar la silla donde el menor estaba sentado. —Me vas a decir cuál es tu pedo.

—Deja de estar chingando Uriel, te voy a acusar con mi papá.

—"Te voy a acusar con mi papá."— arremedó. —No sea puto, cabrón, y aprenda a resolver las cosas y a hablar de frente.

— ¿Quieres que hable de frente? Pues te hablo de frente, wey. — como pudo se soltó del agarre de Uriel y se levantó de la silla. —No soporto vivir en este pinche lugar rodeado de gente ignorante, ya nada más estoy esperando a terminar la universidad para largarme de este pinche lugar, yo si quiero ser alguien, yo si quiero destacar.

— ¿Por qué hablas así de nosotros, Kevin? Somos tu familia. — Uriel intentó tomarlo, esta vez de una manera más tranquila sin embargo su hermano se negó.

—Y me caga, me caga vivir rodeado de puros conformistas que no quieren progresar, a veces siento que nací en la familia equivocada.

— ¿Quién te metió toda esa cagada en la cabeza, Tato?

— ¡Ya deja de decirme Tato!— exclamó. —Ya no tengo 5 años Uriel, ya soy un hombre... Además, pinche apodo todo... ¡Todo naco!— soltó sin más y arrebató sus cosas de la mesa para salir de la habitación y azotar la puerta.

La preparatoria era una cosa demasiado complicada, y lo era aún más cuando la gente con la que te rodeas es pura pinche gente pretenciosa, tal como a Kevin le estaba ocurriendo.

Estaba chido querer destacar, sí, Uriel quería hacer lo mismo, sabía que la situación afuera estaba cabrona especialmente con el presidente electo de ese sexenio.

Antuna quería estudiar ciencias políticas, ser acá, un hombre de tacuche, importantísimo, que hiciera un cambio en su país y para eso estudiaba un chingo, para ser alguien mejor en la vida y ayudar a sus papás y a sus hermanos.

Pero su hermano lo estaba haciendo realmente por las razones equivocadas.

Antuna soltó un suspiro, uno de dolor por las palabras de su hermano.

Sabía que tarde o temprano tendría que hablar con él nuevamente por lo ocurrido, pero definitivamente no sería hoy, no era el momento.

Se sentó frente a la compu y antes de comenzar con sus deberes decidió abrir su facebook un rato para distraerse, al abrirlo una notificación adornaba su muro.

[ceSsaaar H. Te ha enviado una solicitud de amistad.]

Entró con ilusión a aquel perfil y se dió cuenta que era él, el chico del camión al fin le había mandado la solicitud.

Dió click en la foto de perfil, definitivamente era él, aquella linda sonrisa y los rizos lindos lo delataron por completo, los ojos cafés y sus bonitas pestañas.

Uriel rápido sacó su celular y le tomó foto a su monitor para por fin enseñarle a sus amigos al chico de quién se enamoró, sin saber que del otro lado, César hacía exactamente lo mismo con las fotos de Antuna desde su computadora.

⟨Cuando me muera y me tengan que enterrar
Quiero que sea con una de tus fotografías
Para que no me de miedo estar abajo
Para que no se me olvide como es tu cara...⟩

Chapter 16: 𖤓 Ya No Se Junta Contigo

Summary:

Santiago es un pobre tonto enamorado que cree que jamás será correspondido, en los baños se encuentra con un niño de su salón con el que pocas veces ha cruzado palabra, Pablo Bennevendo.

Él le propone presentarle personas más maduras, gente más pensante y más como él.

¿Será que tienen lo que Poncho no tenía?

Chapter Text

—Tener hermanos no está tan cool. — dijo Kiana. —Tengo una hermana que es más chiquita que yo pero es un súper fastidio. — apretó los labios un segundo. —Bueno, a veces, tiene sus momentos. — a Poncho poco parecía interesarle dicha conversación, pues únicamente miraba por el patio en busca de Santiago. — ¿Tú no tienes hermanos?— Poncho negó, volviendo de pronto a la conversación.

Únicamente quedaban Kiana y él juntos, luego del pleito, Kiana decidió que sería buena idea separar a Poncho del resto de sus amigos, quedarse únicamente ellos dos en busca de calmar las aguas.

Jamás pasó por la cabeza de Palacios que tal vez Poncho quería buscar a Santiago para hablar con él.

Y Poncho, tampoco sabía decir que no.

—Soy hijo único, mis papás pues... Se están divorciando. Sinceramente no me gustaría que mi papá César se volviera a casar con absolutamente nadie y tuviera un hijo, guácala, no diría que es mi hermano. — soltó con recelo tan sólo de imaginarlo.

—Te entiendo, a mí tampoco me gustaría que mi mamá tuviera un hijo con otro señor. — dijo Kiana en busca de reavivar la conversación.

Se habían quedado sin mucho que decir luego de que Alfonso le relatara brevemente sobre sus padres, sobre la condición médica de su papá y cómo es que él no la había heredado.

— ¿Y tus papás tienen hermanos?— Poncho negó.

—Bueno, mi papá César es hijo único, y mi papá Uri...— se detuvo unos segundos. —Tiene dos hermanos, pero casi no los veo. Isaac es el más chiquito, me acuerdo que lo ví el día de la boda de mis papás; también cuando cumplí cinco años y... Creo que ya. Y a Kevin que es el de en medio, pues, siempre me dijo que él no era mi tío, nunca entendí específicamente a qué se refería, pero por lo que llegué a escuchar una vez creo que es porque no se llevaba bien con mi papá. Lo poco que sé de él es que es maestro de mate, una cosa así. — contó. —Yo crecí viendo a los mejores amigos de mi papá como mis tíos, mi tío Joaco y mi tío Santi. — ese nombre le bajó los ánimos de nueva cuenta.

Porque Poncho soñaba con que los hijos de Santi pudieran decir de él que eran sus sobrinos, o viceversa.

Pero así como estaban las cosas ahorita, pensaba que era algo difícil.

«Y si en vez de tío ¿Me dicen papá?» Antuna comenzó a divagar una vez más mientras Kiana seguía hablando.

—Poncho. — la voz femenina y el toque en el hombro lo hicieron volver.

—Perdón, me fui tantito.

—Si me di cuenta. — Palacios sonrió y Poncho medio correspondió. —Te pregunté por tus abuelitos.

—Ah, mis abuelitos. — Antuna carraspeó un poco y se removió. —De mi papá Uri pues... Está mi abuelita Bertha y mi abuelito Carlos, a ellos tampoco los visito mucho porque viven en Durango. Los he visto bien poquitas veces, cuando mis papás se casaron solamente fue a la boda mi abue Bertha, mi abue Carlos estaba como enojado, como que aún no procesaba bien bien todo lo que te conté. — Kiana oía atentamente y asentía. —Mi papá César solamente tiene papá, mi abuelito Jimmy, con él paso todo el tiempo, toda la tarde. Él me quiere muchísimo y es más, hasta tengo fotos con él desde que nací.

Aunque Kiana y Poncho parecían tener una charla agradable, realmente Antuna no dejaba de pensar en Santiago, en que lo habían herido y sobre todo, en que él no hizo absolutamente nada al respecto más que quedarse callado como un cobarde.

Trigos por su parte, se fue a encerrar a los baños y mucho antes de que la campana sonara, el chico salió sólo para encontrarse a su compañero de clases, Pablo Bennevendo, lavándose las manos y acomodando su cabello frente al espejo.

—Ese Poncho es súper tarado, no entiendo por qué te juntas con él. — fue lo que dijo el chico haciendo a Santiago extrañar.

En todo el tiempo que llevaban compartiendo aula, fueron pocas las veces que Trigos recordaba una interacción con el más alto.

— ¿Por qué lo dices?— Bennevendo se encogió de hombros.

—Luego luego se le ve. — respondió. —Vi lo que pasó hace rato con él y su grupito de pendejos, ese Zendejas me cae lo que le sigue de mal. — cerró la llave y se secó las manos con una toallita de papel. —Yo por eso no me junto con nadie de aquí.

— ¿No tienes amigos?— sin querer, Santiago le empezó a seguir la plática.

—Claro que tengo. — dijo sencillo. —Pero son mayores que yo. Sinceramente los weyes de secundaria son unos pendejos, por eso prefiero juntarme con los del CETIS de aquí cerca, ellos son súper buena onda y además se nota que son personas maduras y pensantes. — Santi no estaba del todo convencido. —Si quieres te los puedo presentar. — se encogió de hombros y Santi sólo apretó los labios. —La verdad es que Poncho y tú tienen cero en común, tú eres un chavo tranquilo que no se mete con nadie, ¿Y te digo algo? Siento que hasta eres mucho más inteligente que ese wey. — le dijo regalándole una sonrisa. —Pero como veas. — Pablo salió del baño dejando a Trigos en soledad.

Dejándolo aún más confundido de lo que ya se sentía respecto a los sentimientos que tenía por Poncho.

Porque a Santiago, realmente le gustaba Antuna, y le gustaba mucho.

Pero simplemente sus caminos no estaban destinados a permanecer juntos, porque era obvio que a Poncho no le gustaban los niños.

Así que a lo mejor, un cambio de aires podrían hacerle bien.

Empezando, por ya no sentarse más cerca de Poncho.

Y Poncho como pudo logró zafarse de Kiana para entrar al salón, buscando a Trigos para hablar con él. Para desgracia de Alfonso, esa ya no fue tarea fácil, porque al entrar al aula se llevó la no muy grata sorpresa de que las cosas de Santiago no estaban más donde habitualmente estaban, sino que ahora estaban frente a la banca de Bennevendo.

Y el ojo le brincó de estrés cuando vió a Pablo y a Santiago entrar al salón risa y risa, pasándolo completamente de largo como si el wey no existiera.

Para la hora de la salida Alfonso ya mero se acababa la pluma de tanto y tanto que estuvo rayando atrás de su libreta, se sentía emputado pero ni siquiera podía reconocer exactamente por qué.

Así que tomó su mochila y caminó al lugar de Santiago para hablar las cosas de una vez por todas y disculparse, que todo volviera a la normalidad.

—Santi ¿Nos vamos juntos?— preguntó haciendo detener a Bennevendo y a Trigos en su intento de salir huyendo del salón. —Hoy mi papá Uri viene por mí, mi tío Joaco ya le arregló el coche así que te puede pasar a dejar a tu casa si quieres.

—Stop, Antuna. — detuvo Pablo colocando su mano frente a Poncho y este sólo le miró con el ceño fruncido. —Santi no tiene tiempo para esas tonterías, nosotros tenemos algo mucho más importante que hacer.

— ¿Por qué hablas como si fueran amigos de toda la vida?

—Porque es mi amigo. — interrumpió Santi. —Así que si nos disculpas, tenemos que salir ya para poder alcanzar el camión, así que... Si Alfonso, stop. — Bennevendo le miró y ambos rieron antes de salir rumbo a la parada del camión que los dejaba frente al CETIS.

Lo que Poncho estaba a punto de hacer estaba mal (Pero al menos no tan mal como lo que hizo con Kiana, así que eso le quitó la culpa).

Decidió seguir a Santiago y Pablo como todo un stalker y con cautela se coló en el mismo camión que Santiago y Pablo para poder conocer cuál era esa cosa tan "importante" que tenían que hacer.

Y el destino, fue una prepa fea y descuidada llena de weyes en la entrada.

—Qué onda mi bro. — a la lejanía vió a Pablo chocar sus manos con un montón de weyes, mientras Santiago permanecía a su lado.

— ¿Traes compañía o qué, maestro?— uno de esos chicos preguntó a Bennevendo quien asintió. —Y qué, ¿No vas a presentar?

—Es un chavo que va conmigo en la escuela, es buen pedo.

Fernando, Mateo, Emiliano.

Nombres y presentaciones que realmente a Poncho le importaron poco, al menos hasta la de un wey en específico.

Porque no es que Alfonso tuviera el ego tan alto, pero consideraba a los weyes que estaban ahí (Incluyendo a Bennevendo) como weyes nada agraciados, sin embargo el morro que estaba presentándose en ese momento, al chile si se le hizo guapo.

—Hola, yo me llamo Miguel Ángel Carreón, prefiero que me digan Mickey. — Poncho sólo frunció el ceño observando la interacción entre el joven frente a su mejor amigo. —Aunque bueno, tratándose de tí me puedes decir como quieras...— Miguel invitó a Santi a decir también su nombre.

—Santiago, o Santi... O como me quieras llamar.

—Entonces si te quisiera llamar "Bonito", ¿Está bien?— el comentario fue con el propósito de crearle a Santiago un momento no muy cómodo, Trigos sintió la carita ponérsele rojita y Carreón rió. —Estoy jugando eh, Santi me parece perfecto.

Su teléfono vibró, haciéndole dejar de observar la escena y cuando se fijó, un chingo de llamadas perdidas y mensajes de su papá estaban plasmados en la pantalla de aquel dispositivo.

Además del pinche regaño que le iba a meter su papá Uriel, Alfonso se acababa de llevar el peor sabor de boca de sus largos 14 años de vida.

«Dicen que Mickey tiene lo que Poncho no tenía.»

Chapter 17: ☾ Cada Quien Con su Cada Cual

Summary:

Las sagradas escrituras del fútbol establecen que:

Chivas andan con chivas, azules con azules, wilas con wilas y pumas con pumas.

A César y a Uriel, eso les importa poco.

Chapter Text

—Cuando dijiste que era chino yo me imaginaba que era de los que tenían los ojitos rasgados. — dijo Shaggy. —No que literalmente era de los que se parecían a los que vienen en el negrito bimbo, wey. — Martínez golpeó a Uriel en el hombro y este medio sonrió.

Saliendo de los cursos del viernes se fue en corto a la casa de Santiago.

Desde que le aceptó la solicitud a César se la pasó platicando con él toda la bendita tarde.

Y también cambió su foto de perfil por una... Menos vergonzosa.

Giménez le hizo un pedote por eso mismo, parte de, era el motivo de la reunión en casa del ojiverde.

Sebastián arrebató el teléfono de la mano de Martínez para poder mirar mejor la foto que Uriel les mostraba del chico del que se había enamorado.

—Yo más bien siento que se parece a cepillín. — Jurado como que se rió y sus amigos lo miraron. —Pues qué, en su foto de perfil sí se parece. — se encogió de hombros como medio regañado e hizo un pucherito devolviéndole el teléfono a Antuna.

—Pero a ver, no cambiemos el tema. — interrumpió Santi. —Tú rompiste una regla, wey. — señaló y tanto Shaggy como Jurado lo miraron. —Sabes que en esta amistad hay dos reglas, no creas que no me di cuenta de lo que hiciste.

— ¿Qué hizo?— Santiago enseñó la pantalla de su teléfono, mostró una foto que tomó a su compu, la foto de perfil de Uriel ahora era una foto suya frente al espejo. —Blasfemia. — musitó Martínez. —Puto el que deje el fut por un amor, y puto el que no le vaya al azul, ¿Y tú ya estás rajando en la primera tan rápido?

— ¡Claro que no!

—Wey, quitaste la foto del cuarteto maquinola porque de seguro te dió pena que la viera ese morro. — dijo Santiago de manera acusatoria.

— ¡No fue eso!

—Te voy a andar creyendo yo, che rajón. — fue ahora Shaggy quien habló.

—Es neta we, no fue por eso. — mintió. —Pero si lo dices así hasta me haces sentir como un pinche traicionero.

—Nhe, traición es ser del américa y andar con uno de chivas. — intervino Sebastián.

—O peor. — dijo Shaggy. —Ser de chivas y andar con alguien de pumas. — los tres hicieron un gesto y soltaron un "Tsss".

—Eso está muy extremo wey, dudo muy cabrón que alguien de pumas se atreva a andar con alguien de chivas.

—Siempre hay un pinche enfermo we, no lo dudes. — los tres asintieron.

Y en efecto, en esa misma ciudad y en ese mismo momento, los "enfermos" en cuestión platicaban con César.

—A ver, déjame ver si entendí. — Mozo detuvo la conversación con una de sus manos y Huerta se calló. —El pollo te cortó. — César asintió. — ¿Así nomás?

—Supongo que se cansó. — respondió encogido de hombros.

Los tres estaban en la habitación de César, el chino los había invitado a su casa después de la escuela para aventarse el maratón de partidos desde las 3:00 de la tarde y hasta las 10:30, chance y hasta se quedaban a dormir.

—No, a ver es que tú no conoces a los weyes como él, un wey así no se rinde tan fácil.

—Alan. — Juan le miró mal apartando la vista del San Luis vs Pumas y Alan optó por ya mejor callarse el hocico.

—La verdad me da mucho gusto que por fin se hayan mandado a la goma... ¡Al fin eres libre!— Mozo abrazó a César y el rizado sonrió, correspondiendo a su amigo.

—Y no solamente pasó eso. — Alan y César se separaron, mirando a Dinenno. —Contále. — Mozo le miró.

—Conocí a... Un chavo. — Alan entreabrió la boca y miró a Juan antes de volver de nuevo con Huerta.

— ¿Tan rápido? Digo, no es malo, al contrario, me parece espectacular wey, pero... ¿Cómo lo conociste?

— ¿Ves el día que me fui temprano de la escuela?

— ¿El día que andabas de berrinchudo?

—Vete a la chingada, ya no te voy a contar nada.

—Ya wey, no seas mamón. — le dijo en un tono fresísima y se sentó de piernas cruzadas encima de la cama, apoyó su rostro sobre la palma de su mano y recargó los codos en sus piernas. —Cuenta.

—Pues me asaltaron.

— ¿¡Qué!?— pegó el grito en el cielo. — ¿Cómo que te asaltaron? ¿Lo ves Nenno? 11 pinches letras I-n-s-e-g-u-r-i-d-a-d. — deletreó. —No sé por qué tus papás escogieron aquí para vivir.

—Dale Mozi, dejálo hablar. — pidió Dinenno y Alan exhaló para así pedirle a Huerta que continuara.

—Bueno, todo está bien, no tienes de qué preocuparte. — le dijo. —Entonces como me dieron baje con mi lana, porque era lo que estaba más al alcance. — aclaró. —No tuve de otra mas que ponerme a conseguir con los puesteros de ahí cerca, no acompleté mucho entonces me fui a la parada del camión y ahí lo conocí, él me dió para mis pasajes y toda la onda, súper lindo. — resumió.

—Perdón, y por qué no se te ocurrió no sé... ¡Llamarnos a nosotros!— exclamó. —Lo qué hiciste fue súper peligroso, debiste llamar a tu papá. — dijo.

—Alan, no pasó nada, estoy bien.

—Pero pudo haber pasado.

—Mozi. — Dinenno le llamó la atención y simuló como que cortaba su cuello con una de sus manos.

Alan suspiró resignado.

—Es él. — y ahí, sacó la fotografía que le había tomado a la foto de perfil de Uriel, y otro par que se robó también de su perfil.

Dinenno y Mozo se acercaron a ver, siendo Alan quien intentó contener su típica risa burlona, la cuál César notó de inmediato.

—Sólo... Es un mal ángulo. — quitó su teléfono y lo guardó.

—Un mal ángulo, ajá. — Mozo rió y Dinenno le golpeó el hombro. —Pues a ver, feo no está. — dijo. —Pero como que no se sabe tomar fotos, y además que pésimos gustos tiene, le va al cruz azul.

—Ugh, me omitiste esa parte de que era hincha de la máquina. — mencionó Dinenno con un gesto.

—Eso no importa. — César negó.

—Duh, claro que importa. — interrumpió Mozo. —Es como una traición indirecta a tus principios, es como cuando anduviste con el naco del pollo que tristemente, le va a las poderosas chivas rayadas del Guadalajara, y tú le vas a los pumas. Bueno mira, hasta Molotov escribió una canción de rivalidad entre esos weyes y la final del clausura 2004 terminó calientita por lo mismo. — dijo. —Está en las sagradas escrituras: Chivas con chivas, azules con azules, wilas con wilas, gatitos... Pumas. — corrigió ganándose una mala mirada de Dinenno y Huerta. —Pumas con pumas, es ley de vida wey.

—Ajá, pero pumas y azules no tienen una rivalidad tan marcada como con las borregas... Las chivas. — Mozo sólo rodó los ojos.

— ¿Eso pensás de la gente que se pone de novio sin ser hincha del mismo equipo? Sos re bobo. — Dinenno le dijo con molestia y resopló.

—Miren, esta conversación no es para saber si la gente de diferentes equipos pueden andar entre sí, solamente era para... Mostrarles a Uri. — habló el chino al ver que la conversación se estaba desviando.

—Ay sí "Uri". — se burló Alan.

Los tres voltearon cuando escucharon el típico canto de gol proveniente de la pantalla del televisor del cuarto de César.

Pumas ya había anotado el primero, gol de Ignacio Scocco al 75'.

—Chuta, tu wey ha de andar bien contento, ya metieron gol las gatitas. — soltó Martínez mirando la tele para después mirar a Uriel.

—Ya te dije que no es mi wey. — respondió Antuna con molestia y cerró la botella de coca-cola después de servirse en el vaso.

—Yo opino que deberías mandarle un mensaje. — sugirió Santi.

—No recomendado, el morro ni le respondió. — objetó Shaggy desde el sillón.

—Seguro estuvo ocupado, te recuerdo que el chavo estudia. — dijo. —Uh, ya sé, deberías preguntarle dónde estudia y así se vuelven a ver. — mencionó como una opción y antes de que Uriel pudiera abrir la boca para hablar, una vez más Shaggy metió su cuchara.

—Wey, obvio no. — respondió inclinándose ligeramente en el sillón.

— ¿Por qué no?

—Se va a ver bien pinche intenso, total, si el morro ese lo quiere ver entonces que él le pregunte.

—No le vas a hacer caso a este, ¿Verdad? El Shaggy no pesca ni una mugre gripe ¿Hace cuánto no tienes novia?

—Para tú información y para que no se te olvide, yo traía más pegue que un chicle cuando íbamos en el CETIS.

—Exacto corazón, traías, del tiempo pasado ¿Cuándo fue la última vez que tuviste algo serio con alguien?

Antuna estaba ciertamente hasta la madre de siempre guiarse por lo que sus amigos decían, muy pocas veces había tomado decisiones por su propia cuenta así que le hizo caso a su corazón.

Le escribió a César sin importarle si era intenso o no, eso a estas alturas le importaba poco.

—Ya. — dijo de pronto cuando se giró en la silla frente a la computadora de Santiago.

Haciendo a sus tres amigos mirarle.

— ¿Ya qué, pendejo?— preguntó Jurado.

—Le mande mensaje.

—No mames. — respondió Joaco. —Acabas de cavar tu tumba.

La realidad era que no, el mensaje fue visto y respondido de inmediato.

[BruUjitÖ Antüna]: estas viendo el juego de pumas? Mui bueno, iso golaso scocco

[ceSsaaar H]: Idolo ¡! Cuando tenga un hijo lo voy a llamar Ignacio

[BruUjitÖ Antüna]: real ¿??

[ceSsaaar H]: Naaaaa estoi jugando haha, pero buen juego
[ceSsaaar H]: Y manana la maquinaaaaa

[BruUjitÖ Antüna]: monumental! lo kieres ver con migo?

[ceSsaaar H]: De vdd?

[BruUjitÖ Antüna]: claro!

—Eres un lanzado hijo de la chingada. — los cuatro se quedaron sentados frente a la computadora, esperando el mensaje de César.

— ¿Qué le digo?— preguntó Huerta totalmente en blanco mirando el monitor de su computadora.

Alan y Dinenno ya ni estaban pelando el partido con tal de ver lo que su amigo se escribía con aquel cruzazulino.

— ¡Decíle que sí!— dijo Juan.

— ¡No!— exclamó Alan. — ¿Y si es un tratante de blancas y te quiere secuestrar?

— ¿Siempre sos tan de irte a los extremos?

—Perdón pero a mí si me da miedo este pinche lugar lleno de delincuencia.

—Le voy a decir que sí. — comenzó a escribir en el teclado de la computadora.

Y el mensaje para Uriel, llegó.

[ceSsaaar H]: Me gustaria, nos reunimos en el metro? :)

—Te dije. — dijo Santi levantando ambas cejas triunfante y Shaggy rodó los ojos.

[BruUjitÖ Antüna]: abajo del reloj, 10 de la manana

[ceSsaaar H]: Me late, ahí te veo :)

Uriel por primera vez en su vida, concretó una cita sin hacerle caso a sus amigos, y resultó funcionarle muchísimo más.

Chapter 18: 𖤓 La Invitación

Summary:

Poncho ve la fiesta de Toti, su compañero del salón, como una oportunidad inigualable para recuperar la amistad de Santiago.

La cosa ahora radicaba en que su papá César lo deje asistir.

Chapter Text

—En serio que te pasas de vivo, Pablo Alfonso. — Uriel dijo mirando el camino, Poncho venía sentado en la parte trasera del carro, su mochila en el asiento del copiloto y él con la vista pegaba en la ventana del carro. —ocho pinches llamadas y ni una me contestaste, de en balde cargas el chingado teléfono siempre, hasta parece que naciste con él pegado en la mano y ni así fuiste capaz de responderme. — continuó y Poncho solamente tragó saliva. —Hubiera sido el chino, imagínate, él si es capaz de marcarle hasta a la policía, ya sabes como es.

— ¿Le vas a decir?— preguntó y Uriel se frenó ante una luz roja.

—No. — se giró a decir. —No, no le voy a decir. Pero tú si me vas a decir qué chingados estabas haciendo tan lejos de la escuela, muchachito. Ya ni avisas ni nada, parece que tu papá y yo estamos pintados. — regañó. —No creas que no me ha contado todo lo que has hecho en la escuela eh, me dijo que dibujaste a tu maestro y que te reprobaron el examen de cívica, y que además te has puesto bien contestón con él y fíjate, todavía de eso te va a premiar llevándote a entrenar a la cantera de pumas. — la luz del semáforo cambió. —Neta que a veces se pasa de noble tu papá.

—Creo que Santi ya no es mi amigo. — le dijo sintiendo un nudo en la garganta, bajó de nueva cuenta la mirada y Uriel frunció el ceño para así mirarlo por el retrovisor.

— ¿Trigos? ¿El güerito que su papá es el señor ese mamón que una vez dijo que no quería que diéramos tacos de guisado en la kermes que porque a su hijo no le gustaban esos?— Poncho asintió aguantándose una pequeña sonrisa ante el recuerdo. —Ajá, y eso qué tiene que ver con que te hayas ido hasta el CETIS.

Poncho le relató el contexto completo de lo que había acontecido en los últimos días, omitiendo las partes donde se sentía ligeramente confundido con sus sentimientos por Trigos.

Uriel ya no estaba molesto, lo comprendía porque después de todo, él también tuvo esa edad.

— ¿Sabes algo? Una vez alguien muy sabio me dijo que uno no merece que le pasen cosas malas. — dijo Antuna captando la atención de su hijo. —Uno nomás es víctima de sus malas decisiones, y, considero que en tu caso la mala decisión fue no haber defendido a Santiago de los comentarios que tu nuevo círculo de amigos le hicieron. — Poncho bajó la mirada, sintiendo vergüenza en cierta parte porque su papá tenía razón. —Ahora él buscará hacer nuevos amigos y siento que está bien. — eso hizo molestar a Poncho.

—No, no está bien.

— ¿Y por qué no?

—Porque son mayores que él y porque además son unos pendejos.

—Cht cht cht, relajáte y controla tu léxico. — le dijo Antuna y de a poco, Poncho sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

Ni siquiera fue por la forma en la que su papá le habló.

Fue literalmente por todo.

Uriel cerró los ojos y suspiró.

Detuvo el auto frente a su edificio y giró para ver a su hijo.

—Sé que es difícil tener tu edad, sientes todo como un ataque a tu persona y que es el fin del mundo, pero no funciona así. — le dijo. —No sabes cuánto hubiéramos dado tanto tu papá como yo por poderle platicar a nuestros papás lo que estábamos pasando... Así que te agradezco por tenerme la confianza para contármelo. — Poncho se sorbió la nariz y asintió. —Todavía estás chiquito hijo, no manches, tienes 15, a esa edad yo estaba viendo cómo eliminaban al cruz azul del torneo... Otra vez. — dijo haciendo reír al menor. —Los amigos van y vienen, no son duraderos, ve tu papá y yo los amigos que conservamos todavía de la infancia. Yo nomás al Shaggy y a Santi, y tu papá muy de vez en cuando que sabe de Dinenno y de Alan. — Alfonso asintió. —Pero eso sí, también tú debes aprender a reconocer cundo la estás regando. — (el burro hablando de orejas). —Ya mejor deja de pensar en eso, deja esas cosas en la escuela y ya agarra tus cosas y vamos a dejarlas al depa, ¿Qué quieres hacer?

Aunque Alfonso insistió a César dejarle faltar al siguiente día a la secundaria para poder quedarse en casa de Uriel, el chino fue firme en su decisión de decir que primero va lo que deja.

—Ni modo mijo, ya sabes que el jefe manda. — Alfonso chance si hizo su berrinche, pero ni pedo.

Al menos fue a comer, medio hizo tarea y pasaron a casa de su tío Santi un rato antes de volver a casa de su abuelito Jimmy.

Uriel se sabía ese camino al derecho y al revés, lo único que había cambiado con el paso de los años era el color de las fachadas de las casas, nada más.

Después de que su padre lo dejara en casa de su abuelito «Tarde una vez más», César le dijo que se quedarían «Otra vez» a dormir en casa de su abuelito Jimmy.

Poncho estaba sentado en el sillón de la sala cuando vió que había un mensaje de WhatsApp en su teléfono, picando el mismo para abrirlo.

3-A el mejor grupo de la 202 😎

̴~R. López: Hola compañeros! Ya no les alcance a decir en el salón pero quería invitarlos a mi fiesta de 15, es el sábado 14 de mayo, les paso la ubi del TotiFest, culo el que no vaya (Si va a haber alcohol pero shhh)

📍Ubicación

̴~Benne: Trigos y yo nos apuntamos 📝

¿Podemos llevar a alguien?

̴~R. López: máximo 2 invitados por persona chavos, no quiero mi casa echa un desmadre porque ahí si me matan

Mañana me confirman para darles la invitación

Después de leer los mensajes apagó la pantalla de su celular, avivando la molestia que sentía y que dejó atrás durante la tarde; porque seguramente Santiago iría a la fiesta con ese imbécil que conoció afuera de la prepa, así que ni de pedo podía perdérsela, el tal "Mickey" tenía que saber cuál era su lugar, y ese definitivamente no era al lado de su mejor amigo.

Lo difícil ahora, era el permiso.

—Un amigo de la escuela cumple años el sábado. — comenzó Poncho mientras César se lavaba los dientes.

—Mhm. — musitó manteniendo el cepillo en su boca, haciéndole saber a su hijo que lo escuchaba.

—Y mandó un mensaje al grupo de nuestro salón. — mencionó con la intención de generar plática antes de soltar su pregunta.

—No sabía que tenían un grupo. — le respondió después de escupir la pasta.

—Sí, ya tiene rato que lo tenemos. — dijo. —Y mandó un mensaje para decirnos que le iban a hacer una fiesta por sus 15, ya sabes. — Huerta se enjuagó y escupió. —Dijo que era algo pequeño, nomás nosotros los del salón y algunos amigos suyos.

—Ajá.

—Y pues quería saber si podía ir. — al fin preguntó.

—No. — fue conciso en su respuesta, tomando a Poncho por sorpresa.

—Bien, voy a replantear la pregunta otra vez porque a lo mejor fue medio brusco. — Poncho carraspeó. — ¿Me das permiso por favor de ir a una fiesta?

—Amm. — tomó aire y apretó los labios. —Mhm-mhm. — negó.

—Ándale. — dijo alargando la e y juntó las manos.

—No, estás muy chiquito para andar yendo a fiestas, pregúntale a tu abuelito cuántos años tenía yo cuando fui a mi primer fiesta. — Poncho miró a Jaime quien pasaba por el pasillo.

—17, creo. Y eso fue porque era la de su cumpleaños, ni modo que no fuera. — César miró a Poncho apretando los labios y se encogió de hombros.

—Así que hasta los 17 vas a poder ir a una fiesta, y eso sí, sin tomar una sola gota de alcohol. Porque yo conozco a los chamaquitos de tu edad, no creas que no tuve 15 también.

—Ay, ándale pa, todo mi salón va a ir, ni modo que sea el único que no vaya.

—Pablo Alfonso, empiezas entrenamientos el lunes, y si quieres ser un jugador disciplinado y toda la onda, debes comenzar desde ahorita.

—Ah, el Alexis Vega juega pedote y juega bien. — se quejó.

César se giró a mirarle.

—No entiendo cómo empezaste a aprender tan rápido cosas de fútbol, pero de todas maneras mi respuesta es no. — dijo. —Fin de la discusión.

—Pero Santiago va a ir.

— ¿Santi Trigos?— Poncho asintió repetitivamente. —Lo dudo, ya sabes cómo es de especial su papá.

— ¡Te lo juro!— exclamó. —Es más mira, hasta lo escribió en el grupo. — Poncho estaba tan metido en querer convencer a su papá en dejarlo ir que mostró el mensaje en el chat, olvidando lo que estaba escrito en la parte de arriba "(Si va a haber alcohol pero shhh)".

Huerta leyó abriendo ligeramente más los ojos y asintió.

—Si no tenías permiso de asistir a esa fiesta, con esto tus posibilidades se redujeron a -10. — devolvió el teléfono y Poncho releyó el mensaje.

Cerró los ojos con fuerza tirando la cabeza hacia atrás y dijo en voz baja "que pendejo soy".

Chapter 19: ☾ Amigo Mío

Summary:

Uriel con la ayuda de su mejor amigo Santiago organizan una fiesta de cumpleaños para César.

Sin embargo Huerta odia las fiestas, pues un acontecimiento ocurrido un año atrás en su fiesta de cumpleaños número 17, fue el que le cambió por completo la vida.

Chapter Text

Que César y Uriel miraran el juego de Cruz Azul vs Toluca no era un mal plan, si tan sólo Antuna le hubiese especificado a Huerta que si lo verían, pero acompañados de Sebastián, Santiago y Joaquín.

Además de que Huerta se chutó completo el peor partido de la jornada 16, ni siquiera tuvo chance de platicar de absolutamente nada con Uriel porque a lugar al que fueran, lugar al que iban sus amigos a acompañarlos.

Al medio tiempo César le propuso ir a la tienda por una botana, y luego luego Sebastián y Shaggy se apuntaron a ir.

Parecía que el único cuerdo y pensante del lugar, era Santiago Giménez, uno de los mejores amigos de Uriel.

—Los hombres son raros. — le dijo de pronto. —Dales chelas y un partido horrible y son felices. — Huerta solamente ladeo la cabeza.

— ¿No le vas a cruz azul tú también?

—Pues sí, pero seamos honestos, el juego estuvo de hueva. — bebió de la lata de refresco y Huerta asintió, viendo de nueva cuenta a Uriel sentado en el sillón, absorto en la tele, olvidando completamente que César estaba literalmente ahí.

Ahora había más sentido de por qué Antuna no planeaba sus citas él solo, era un reverendo pendejo en cuanto a citas se trataba.

Sin embargo ni siquiera eso hizo ni por un segundo hacer querer huir al chino, eventualmente las salidas siguieron organizándose hasta que se convirtieron sólidamente en muy buenos amigos.

Uriel cuando salía temprano de los cursos esperaba a César para llevarlo hasta su casa.

No únicamente a la parada ni al metro, Uriel realmente invertía su tiempo y dinero para llevar a César hasta su casa.

Algo que absolutamente nadie más había hecho por él, y aquellos lindos actos que Antuna hacía por Huerta, se veían reflejados hasta en su comportamiento.

César estaba más activo en clase, era menos irritable y contestón, siempre estaba de buen humor.

Fue así por lo menos las primeras semanas, hasta un días antes de su cumpleaños número 18; Uriel le tenía una sorpresa.

—Una fiesta.

— ¿Una fiesta?— Uriel asintió. — ¿Para quién?

—Para César.

— ¿El chino? ¿Dónde se supone que le vas a hacer una fiesta al chino?

—Estaba pensando y... Pues tú eres el que la mayoría del tiempo tiene la casa sola.

—Estás pendejo si piensas que te voy a soltar a ti mi casa para una fiesta.

—Ándale, quiero hacerle una sorpresa por su cumple. — insistió.

Santi no le podía decir que no a su mejor amigo y menos después de verlo tan ilusionado con el tal César.

— ¡Está bien!— exclamó. —Pero más te vale salir de esa pinche fiesta más besuqueado que niñito dios en ultima posada, o si no te olvidas de mi amistad. — señaló.

—Eres el mejor, pinche bebote.

—Ya sé, pero no me gusta mucho presumir. — dijo con aires de grandeza haciendo reír a Uriel.

Y uno de los días que Uriel pasó por Huerta a la prepa, le dijo.

—Tú, en casa de Santi, hoy, a las 8.

— ¿Me van a poner la repetición de cómo eliminaron a pumas de la liguilla? Porque te recuerdo que a cruz azul lo eliminaron también y de una forma más humillante que a nosotros. — le dijo mientras caminaban a la parada del camión.

Uriel cargaba su mochila en un hombro y la de César en el otro.

— ¿Qué? No, no, no es para eso.

— ¿Entonces?

—Sólo ve ¿Vale? Paso por tí al metro.

—No lo sé, no sé si confiar en ti.

— ¿Por qué no confiar en mí? Si soy a todo dar. — ambos se sentaron a esperar el camión. — ¿O Alan ya te hizo igual de miedoso y especialito que él?— preguntó arrimándose en el asiento para golpear hombro con hombro.

—Tarado. — dijo sonriendo.

Ese mismo día por la noche Antuna pasó a recogerlo al metro para que juntos pudieran llegar a la casa de Santi

La sonrisa en el rostro del chino desapareció cuando vió las luces de la casa apagadas, y desde ahí supo deducir perfectamente de lo que se trataba, porque un mismo recuerdo de una casa de luces apagadas le amargó la vida un año atrás.

Porque de repente en vez de sentir que venía con Uriel, sintió que venía con Briseño, y que venían discutiendo porque el pollo se negaba a ir a una "Estúpida fiesta de mocosos".

Que la casa no era la de Santi sino la de Alan.

César odiaba las fiestas desde su cumpleaños número 17 un año atrás.

Porque fue, la primera vez que Antonio lo golpeó.

Y para desgracia suya, no fue la última...

—Ahora quien nos va a apoyar tomando la batuta de cantante en el karaoke es...— Ignacio metió la mano al jarrón para sacar de él un papelito. — ¡Guille, subí para acá!— el momento se llenó de bulla y César, sentado justo a un lado de Memo intentando bajarle la peda, lo detuvo.

—Memote no mames, apenas y puedes caminar. — le dijo el rizado. —No vas a subir así ¿O sí?

— ¿Por qué no? Yo estoy perfecto, tú nomás exageras. — se levantó y caminó al "escenario" que era más bien la sala de la casa de Alan.

Pidió la canción y entonces, comenzó a cantar.

—"Amiga mía, lo sé, sólo vives por él que lo sabe también, pero él no te ve como yo, suplicarle a mi boca que diga que me ha confesado entre copas. Que es con tu piel con quien sueña de noche..."

Todos en la fiesta vitoreaban mientras César únicamente miraba a Guillermo.

Porque Huerta sabía perfecto que esa canción se la estaba cantando a él, y se la cantaba con un jodido sentimiento que le destruía por dentro al de rizos.

Briseño se desapareció a media fiesta, lo dejó solo como siempre acostumbraba, Huerta decidió entonces quedarse junto a Guillermo Martínez, su mejor amigo desde la secundaria, un chico alto, delgado, sencillo y carismático.

Un chico que adoraba con el alma.

Pero, que no adoraba de la misma manera en la que Memo lo adoraba a él.

—Ya dame el sí...— murmuró el chico recargado en el retrete, Huerta limpiaba su boca llena de vómito.

—Guillermo, estás mega borracho, no sabes lo que estás diciendo.

—César, tú sabes que me gustas un chingo, me has gustado desde primero de secundaria y he esperado a tener una oportunidad contigo.

—Memo, yo tengo novio. — fue lo único que pudo decir.

Memo asintió resignado y apartó la mano de Huerta de su cara.

— ¿Por qué él?— preguntó haciendo a César por primera vez en 7 meses cuestionarse aquello.

« ¿Por qué Antonio?»

—Neta César ¿Por qué ese wey? Ni siquiera es buena gente, es un pinche pendejote, ni te quiere. — las palabras de Guillermo le calaron los huesos.

Ni tiempo le dió de responder, la puerta del baño se abrió de golpe, haciéndolos brincar a los dos del susto.

—Con que aquí andabas. — dijo Briseño. —Encerrado en el baño con este wey, ¡Andas de piche perra!— exclamó a lo que Huerta rápido se paró del suelo y negó.

— ¡Bájale de huevos pendejo porque él no está solo!

—Tú vete a la verga. — a Briseño sólo le bastó empujar a Martínez para devolverlo al suelo y tomó de la muñeca a Huerta hasta sacarlo del baño.

— ¡No estábamos haciendo nada!— decía mientras que el pollo lo arrastraba por la sala hasta llevarlo fuera de la casa.

Nadie se dió cuenta del espectáculo pues estaban lo suficientemente entretenidos en lo suyo.

«Nadie los oye.»

— ¡No, obvio no estaban haciendo nada porque llegué yo!— exclamó. —El hijo de puta te estaba cantando sus pinches canciones patéticas ¿Crees que no lo ví?— preguntó, aún sosteniendo y aplastando hasta morir la muñeca de César. — ¿Por qué no le dijiste que tienes novio?

—Le dije, le dije que tenía novio. — intentó zafarse del sofocante agarre en su mano. —Por favor Antonio, suéltame.

—Claro que te voy a soltar, pero un madrazo, eso es lo que te voy a soltar para que aprendas a no andar de puto facilón.

Y lo hizo.

«Nadie los ve.»

Pensar en eso le hizo sentir su corazón palpitar a mil, sus pies y los de Uriel caminaban en sintonía hasta la puerta de la casa.

Y ahí frente a la puerta, también pensó que ese día fue la última vez que supo algo de Guillermo, de su mejor amigo.

—Felices 18, Chinito. — la suave voz de Antuna susurrando cerca de su oído y su cálido brazo rodeando tras su cuello lo hizo soltar aquellos terribles recuerdos.

Porque pollo ya no estaba más en su vida, ahora solamente era Uriel Antuna, y no necesitaba más.

Las luces de la sala se encendieron y todos soltaron un « ¡Feliz cumple!»

No eran muchas personas a decir verdad.

Estaban Dine, Mozo, Santi, Joaco, Sebas, algunos cuantos chicos de su salón como Licha, también estaban algunos amigos de Uriel como Jorge y Gerardo.

Realmente era una reunión pequeña.

Las mañanitas cantadas por Cepillín comenzaron a sonar y eso hizo reír a Huerta.

Porque seguramente esa había sido idea de Jurado.

Y la fiesta comenzó.

— ¿Y esto qué es?— preguntó Dinenno cerca de la mesa donde estaba la botana y la bebida.

Un garrafón de electropura con contenido blanco dentro.

—Es agua bendita. — respondió Shaggy. —Tú tómale we, no es veneno. — entregó el vaso que se había servido y también se sirvió uno. —Saludcita. — chocó su vaso con el de Dine y entonces, ambos bebieron.

«Mal.»

— ¡Esto está de huevos!— gritó Dinenno. — ¿De huevos? ¿Huevos? Así se dice ¿No? Huevos... Huevos ¿Por qué huevos? — preguntó con confusión. — ¿Qué tienen acá con los huevos? Los usan para todo.

Ninguno vió en qué momento Juan Ignacio se puso así, todos estaban metidos en lo suyo, algunos bailando, otros bebiendo, conversando y saliéndose a fumar.

Pero cuando menos se dieron cuenta, Juan Ignacio ya estaba hasta las manitas.

— ¿Qué hiciste, pendejo?— preguntó Uriel a Joaco quien mantenía el borde el vaso entre sus dientes, observando a Dinenno todo pinche loco.

—Yo nada wey, yo solamente le dije que tomara, no que se fondeara todo. — dijo.

La fiesta se mantenía ambientada por la música, entre reggaetón, pop, y una que otra de desamor para amenizar, cada uno se iba rotando para escoger la música mientras que Mozo intentaba evitar que Dinenno siguiera tomando.

—No, ya te dije que no. — musitó apartando la mano de Dinenno de un manotazo para que no tomara el vaso.

—Sos re aburrido, te parecés a mi papá. — le dijo y en un descuido de Mozo porque Jurado le habló, Juan Ignacio tomó el vaso y se desapareció.

— ¿Quién pone?— preguntó Santiago y en un dos por tres, Joaquín ya estaba parado junto a él.

— ¡Quiten al Shaggy de la bocina!— gritó Jurado recibiendo de Santi un muy ligero codazo.

Joaquín por su parte nomás le hizo la Britney señal y siguió en su tarea de buscar la canción.

Porque ya deducían qué iba a poner.

Seguramente una cumbia, o alguna de rock en español como la de "Amores lejanos", o alguna mamada como la de "Enfermera", él y sus rolas todas rancias.

Pero no, muy contrario a lo que pudieran pensar sus amigos que pondría, se mandó la canción de Al Pasar de Kabah.

—No mames Joaco, pues si no estamos en casa de tu mamá. — le dijo Santi.

—Cállate el hocico, cómo denotas tu carente gusto musical.

—Uy, qué finas formas de hablar.

—Es que me enseñó tu mamá. — le respondió a Sebastián.

El ritmo comenzó a sonar en las bocinas y Uriel y César se miraron divertidos.

Porque brincaron de estar oyendo La botella de Mach & Daddy a... Esto.

— ¡Esa le re encantaba a mi mamá!— exclamó Dinenno y Jurado volteó a ver a Shaggy, extendió una mano como señalando.

— ¿Ya viste? ¡Gusto de señora!

—Ya deja de estar chingando. — Martínez empujó el rostro de Sebastián y se fue a servir agua del garrafón.

⟨Al pasar
Busco tu boca, la quiero besar
Para sentirte a mí alrededor
Y darte un poco de mi amor.⟩

Dinenno cantaba la canción con entusiasmo y Mozo solamente le miraba con la boca entreabierta.

Alan también sabía lo que le gustaba, le gustaba Juan desde que el argentino llegó a la escuela.

¿Y cómo no?

Juan Ignacio era diferente al resto de los chicos de su generación. Él era inteligente, guapo y un chico con consciencia.

El tipo ideal para cualquier mujer pero sobre todo, el ideal para Alan.

Aún cuando Dinenno seguramente sólo lo mirara quizás como un amigo.

En medio de la canción, Juan miró por unos segundos a Alan, Mozo le sonrió inconscientemente a lo que Dinenno sonrió de vuelta, mostrando esos colmillitos suyos que fascinaban tanto al mexicano.

Esta fiesta iba a ser algo completamente diferente que la de un año atrás.

Chapter 20: 𖤓 El Plan

Summary:

Poncho con la ayuda de su tío Santiago y el novio de su tío, Henry, arman el plan perfecto para que pueda escaparse a la fiesta de Toti y así remediar las cosas con Santi.

Chapter Text

— ¡Chavos, pónganme atención!— exclamó Toti captando la atención de toda el aula de 3-A. —Gracias. — dijo. —Como les comenté en el grupo de whats, mañana es mi fiesta de 15, el súper TotiFest. — mencionó. —Así que los que vayan a asistir, pasen por sus invitaciones. — la bolita se comenzó a juntar alrededor del escritorio y Poncho se escabulló.

Al menos hasta que sintió que alguien le tocó el hombro.

Al girar, se encontró con nada más y nada menos que Kiana Palacios.

Peinada con esos chonguitos con pelitos parados y ese flequito que la castaña acomodaba para que de una u otra forma le quedara perfecto.

—Ya tienes invitación. — no supo si aquello fue pregunta o afirmación. —Porque si vas a ir ¿Verdad?

—Eh...

—No me digas que no, de verdad tienes que ir. — Poncho desvió su mirada a la puerta del salón, viendo como Santi se acercaba a la misma, sosteniendo una invitación en su mano.

—Yo te aviso, ¿Va? Te mando mensaje, ya me tengo que ir.

Poncho intentó ignorar a Kiana durante todo el día incluyendo en el receso, Antuna no había tenido de otra más que irse a meter a los baños de hombres para pasar todo el descanso en completa soledad.

No entendía cómo pasó de querer estar con Kiana a básicamente de un día a otro no quererlo hacer más, y no es que Palacios le cayera mal, pero su objetivo actual era que Santiago no le dejara de hablar.

— ¡Santi!— Trigos giró cuando escuchó su nombre salir de la boca de Poncho y después rodó los ojos. —Santi. — volvió a decir más cerca suyo.

— ¿Qué quieres?

—Te...Te quería preguntar que si saliendo vamos a la casa de mi abuelito para hacer la tarea de Salvio. — Alfonso dijo pero Santiago solamente se encogió de hombros.

—Perdón Poncho, pero pensé que el trabajo lo ibas a hacer con Kiana, entonces... Pues yo voy a hacer pareja con Bennevendo. — algo dentro del pechito de Alfonso se apachurró.

«Se apachurro más de lo que ya estaba.»

—Yo... Sí, qué menso, obviamente iba a hacer la tarea con ella, es mi mejor amiga. — resopló un poco y se cruzó de brazos.

« ¿Tú mejor amiga? Wow, eres realmente patético Alfonso, es como si te dieran una moneda por cada vez que dices algo estúpido.» se dió un golpe mental ante aquellas palabras.

Pues aún cuando verbalmente Trigos no expresó nada, lo conocía totalmente, Santi le soltó ese gesto de desagrado que siempre hacía cuando alguien decía algo estúpido, por ejemplo, cuando Emilio Lara participaba en clase.

— ¿Qué onda Ruruu? ¿Ya nos vamos?— escuchó la voz de Pablo quien se apresuró a llegar hasta donde el par conversaba y rodeó a Trigos por detrás del cuello con uno de sus brazos. —Para que terminemos rápido y así te dejo tiempo para ya sabes. — Santiago sonrió y codeó a Bennevendo por lo bajo.

—Nos vemos el lunes, Alfonso. — se despidió Trigos y así caminó hasta el portón en compañía de Pablo con quien comenzó a charlar y juguetear.

«Alfonso. Auch, eso definitivamente debió doler.»

Salió de la escuela y en el camino a casa escribió un mensaje a Palacios.

Ki

~Poncho: Hola! ¿Hacemos el trabajo juntos? Ya sabes, la aburrida tarea de salvio 🙄🙄

~Ki: Sorry Ponchis, pero de hecho el trabajo lo voy a hacer con Sab, creí que ibas a trabajar con tu amigo Sam, pensé que ya se habían arreglado, con eso de que me dejaste sola de repente por irlo a buscar.

~Poncho: Se llama Santiago

~Ki: Any way, entendiste el punto, so... I'm so sorry

Pero igual nos vemos en la fiesta de mañana, metí la invitación a tu mochila

Poncho abrió el bolso delantero de la misma y vió la invitación metida ahí.

«Era afirmación.»

— ¿Y por qué viene tan callado el peque de la casa?— preguntó de pronto el hombre en el asiento del copiloto, mirándolo a través del retrovisor.

—Ya ni la muelas mano, ni porque te compramos un BonIce. — dijo la voz que conducía.

—Es que...— musitó. —Lo que pasa es que va a haber una fiesta mañana, de un compañero de la escuela.

—Cosi... ¿Tu primer fiesta?— Santiago, su tío, y la pareja de su tío, Henry, se miraron entre sí enternecidos.

César pidió a Santi el favor de recoger a su hijo de la secundaria, pues a él se le imposibilitaría, y de Uriel, ni hablar.

—Es la primera a la que me invitan, regularmente siempre paso desapercibido. — dijo. —Y neta quiero ir pero...

—Pero tu papá no te dió permiso. — dijo rápido.

Poncho lo miró como diciendo "Ay wey, ¿Cómo sabe?"

—Bebé, llevo conociendo a tu papi desde mucho antes de que tú nacieras, claro que sé como es. — dijo. —Es una pena porque estás en la edad perfecta para ir a una fiesta. Yo amaba hacer las fiestas, ¿Te conté que yo organicé la fiesta de cumpleaños número 18 de tu papá César?

—Si tu tío no hubiera hecho esa fiesta, probablemente tú no hubieras nacido. — Santiago le golpeó a Henry el hombro y soltó un "Josué" con tono de regaño.

—Guácala, guácala, guácala ¿Cómo me borro eso de la cabeza?— preguntó Poncho cerrando los ojos y colocando ambas manos a los lados de su cabeza.

—Así decía yo mijo, así decía yo. — dijo Henry una vez más y Giménez lo miró mal.

Abrió los ojos de a poco e hizo un escalofrío fingido.

—Ay Ponchis, ojalá hubiera una forma de que pudieras ir a esa fiesta, sería una experiencia única y qué mejor que vivirla antes de irte a la prepa. — Santi hablaba mientras miraba al frente. —Tu papi Uri me dijo que te quieres ir a prepa 9 ¿No?— preguntó girando a mirarle y fue en ese momento cuando a Poncho se le ocurrió una excelentísima idea.

—Yo...— musitó de pronto haciendo que su tío le mirara arqueando una ceja. —Con lo que dijiste, se me acaba de ocurrir una idea de cómo podría asistir a esa fiesta sin que mi papá se entere. — Giménez captó de inmediato y negó.

—Ah no, a mí ni me mires, no quiero broncas eh Alfonso.

—Ándale tío Santi, de mis tíos tú eres en el que más confía mi papá, eres el más responsable, consiente y organizado. Jamás sospecharía de ti.

— ¿Me estás haciendo la barba?— preguntó con una ofensa fingida.

—A mí me huele a que si te la está haciendo. — se metió Henry.

—No. — Poncho negó. —Pero seamos honestos, mi tío Joaco no es opción para esto, de seguro se le olvidaría.

—Buen punto.

—A mi tío Dinenno no lo veo desde que regresó de Argentina por lo de su maestría, y de los hermanos de mi papi Uri ni hablar. — dijo. —No son opción.

— ¿Y cuál es tu plan?

—Le vamos a decir a mi papá que me van a llevar a un parque, a Six Flags si quieren. — Giménez asentía mientras escuchaba. —Y vamos a calcular el tiempo para que yo regrese, la fiesta dice que es a las 5 y sinceramente no creo tardar mucho, así que más o menos como a las 8:00 que vayan a recogerme y así él pasa por mí a casa como a las 8:40.

— ¿De verdad piensas que vas a ir a una fiesta como las de los niños de primaria donde te dan bolsa de dulces y rompes una piñata?— preguntó el novio de su tío y Poncho lo miró. —O sea, ¿En serio crees que porque la invitación dice que la fiesta empieza a las 5:00 es porque de verdad empieza a las 5:00?

—Pues sí... ¿No? Digo, ¿Por qué pondrían un horario que no van a respetar?— Santi y Henry compartieron una mirada de ternura para mirar de nueva cuenta a Poncho.

—Tienes que dejarlo ir, tiene que empezar a darse cuenta de cómo funciona el mundo o la preparatoria lo va a malear bien gacho. — le dijo Henry y Santi asintió.

—Le voy a decir a tu papá que iremos a Six Flags y que te quedas en mi casa, que pase por ti a primera hora del domingo.

— ¿Y por qué hasta el otro día?— cuestionó.

—Ponchis, hay cosas que no comprendes aún, pero de las que te vas a dar cuenta mañana. — dijo frotando su hombro. —Tú confía. — musitó.

Llegando a casa de su abuelito se apuró a hacer la tarea para tener el fin libre, porque ni pedo, le tocó trabajar con Lara, el cabrón más balagardo de su generación, pero fue el único wey sin pareja para el trabajo y además mandó mensaje al grupo preguntando quién no tenía con quien trabajar.

Ni modo que le dijera que no, total, ya estaba aprendiendo a no ser un ojete.

Terminó de editar la presentación en canva y agarró su celular para ver su Insta.

Y lo primero que le brincó en su inicio, fue una foto de Santi y Bennevendo, pasando el rato en el mismo parque donde ellos solían ir a pasar el rato.

Y se agüitó porque se dió cuenta de lo horriblemente reemplazable que era.

"¿Sabes algo? Una vez alguien muy sabio me dijo que uno no merece que le pasen cosas malas. Uno nomás es víctima de sus malas decisiones, y, considero que en tu caso la mala decisión fue no haber defendido a Santiago de los comentarios que tu nuevo círculo de amigos le hicieron."

Las sabias palabras de su padre volvieron a él.

Estaba decidió a mañana remediar las consecuencias de sus malas decisiones, así fuera lo último que tuviera que hacer.

Chapter 21: ☾ Siete Minutos en el Paraíso

Summary:

Sabritones, música dosmilera y noventosa, aguas locas, besos, confesiones y jugar a la botella, fueron ni más ni menos que los protagonistas de la fiesta de cumpleaños número 18 de César Huerta.

Eso, y las extrañas náuseas que llevaban atormentadolo desde hace semanas atrás.

Chapter Text

La pegajosa tonada de Can't Get You Out of My Head se desvanecía al tiempo que entraba a la cocina a sacar un par de chelas del refri.

César estaba ciertamente callado desde una rato para acá, no quería comer sabritones (Y entendible, porque qué asco), no quería de las aguas locas que prepararon y por ende, lo más que le quedaba a Uriel ofrecerle, eran chelas de las del refri.

Cerró la puerta del refrigerador con el pie mientras en las manos sostenía el par de botellas de vidrio.

— ¡Brujo!— exclamó una vocecita peculiar que lo hizo girar. —Justo a vos estaba buscando.

— ¿A mí?— Dinenno asintió.

—Nos debemos una charla.

—Una charla de...

—De mi chinito, claro está. — dijo. —Se nota que vos estás re flechado del chino. — aseguró haciendo a Antuna tragar saliva. —Sos tremendo malo para disimular, Alan y yo ya nos dimos cuenta. — Uriel no dijo nada, nomás sentía que de la cara se había puesto rojo rojo. —Eh pero dale, no te pongás nervioso, está bien, nos caes bien. — dijo. —Aprobaríamos totalmente que intentés liarte con él, sos buen tipo. — continuó. —No sos como el imbécil del pollo. — Uriel ladeó ligeramente la cabeza para mirarle.

— ¿Quién?

—Ups, creo que no debí decir eso. — Juan se cubrió la boca con su mano libre. —Pero da igual, ya te dije de cualquier forma entonces allá va. — Uriel dejó las cervezas sobre la barrita de la cocina y se recargó en la pared para escuchar con atención. —César estuvo de novio con un pelotudo de mierda, le decíamos el pollo. — comenzó. —El hijo de puta lo trataba como el orto, es un grado más grande que nosotros y lo conocimos porque se hizo amigo de Alan cuando Mozi tuvo su etapa de jugar americano con el equipo de la prepa. — Uriel sólo asentía. —La cuestión es que el pollo le bajó sol, luna y estrellas a César y entonces él cayó rendido a los pies de ese bastardo. — dijo. —Empezaron a andar y bue, duraron como año y medio más o menos... Pero de verdad que era tremendo hijo de puta con él, lo lastimó de cuantas formas te podás imaginar.

—No entiendo Juan ¿Por qué me estás contando sobre esto?— preguntó y se cruzó de brazos.

—Porque confío en que vos no serás la misma mierda que ese pelotudo, que vos realmente querés al chino y... Porque ya te dije, no sos tan discreto como pensabas, sos re obvio, matador. — sin medir su fuerza, golpeó el hombro de Uriel y Antuna nomás soltó un quejidito. —Vas por el todo a ganar. — Dinenno no dijo más y cual Bambi cuando aprendió a caminar, salió de la cocina dejando a Uriel solo.

Después de unos cuantos minutos salió y se topó con César.

— ¿Dónde estabas?— preguntó el rizado.

—Yo... Estaba en la... Cocina.

—Ah, vale. — respondió. Ambos se quedaron en silencio, pero no uno incómodo, sino uno tranquilo pues ambos estaban escuchando la música. —Oye ¿Tú sabes quién es el niño?— entre Peligroso Pop de Plastilina Mosh y el desastre que los invitados tenían, Santiago vió a su primo cerca de la mesa de las aguas locas.

Rápido se acercó ahí.

— ¡Tahi, te dije que te quedaras arriba, te presté el play wey ¿Qué más quieres?!

— ¡¿Qué es esto?!— el primo de Santi señaló ignorándolo totalmente. — ¡¿Le puedo tomar?!— preguntó agarrando un vaso que rápidamente el mayor le arrebató.

— ¡Estás loco Tahiel, deja ahí!

— ¡¿Qué es?!

— ¡Es agua de sabor, pero es para nosotros!

— ¡No seas ojete bebote, nomás te pedí un vaso, no medio garrafón; ni que fuera tu amigo ese el argentino!— dijo. — ¡Dame!— intentó quitarle el vaso a Giménez, pero este se negó. — ¡De seguro no me quieres dar porque tiene piquete!

— ¡Claro que no! ¡Ya estás diciendo puras tonterías!

— ¡Pues si no tiene, entonces dame!

— ¡Que ya te dije que no!

— ¡Entonces le voy a decir a mi tío que estabas tomando en la casa con tus amigos!— amenazó. ¡Tú sabrás!— sentenció levantando las manitas y el ruido de la música disminuyó, permitiéndoles hablar mejor.

—Neta que eres peor que un dolor de muelas. — Santiago entregó el vaso a Tahiel quien sonrió satisfecho de lograr su cometido. —Pero pobre de ti donde se te suba porque te mato ¿Oíste?

Pronto comenzó una nueva canción, una que sirvió para seguirle dando cuerda a Dinenno.

— ¡No quiten esa canción!— gritó Dinenno. — ¡Alan, vení para acá!— Mozo quien estaba cerca de la mesa donde estaban las aguas locas nomás se señaló. —Sí, pelotudo, estoy hablando con vos.

Hola que tal, cómo te va
Que frase más vulgar
Con la que me voy a presentar...

— ¡Aguante Miranda, carajo!— gritó Ignacio dándole tremendo trago al vaso y Alan solamente le seguía el ritmo.

— ¿No toman muy seguido?— preguntó Antuna de pronto.

—Dinenno jamás en la vida. — rió viendo a su mejor amigo bailando en compañía de Alan, el más bajo se veía sumamente apenado mientras se intentaba mover al ritmo de Ignacio.

— ¿Y tú?

— ¿Yo?— dijo haciendo a Antuna sonreír. —No, yo casi no, no me gusta.

—Pero es tu cumple, no nos vas a dejar tirados con las chelas y las aguas ¿O sí? — preguntó acercándole una de las botella de cerveza que sacó del refri y que César tomó de la mano de Uriel.

—Está bien, pero nada más una porque si llego crudo a mi casa, mi papá me turbo mata.

—Una nomás. — dijo Uriel y destapó ambas botellas con un encendedor que se encontró sobre la mesa. —Salud, por tu bienvenida a la vida adulta.

—Salud, porque uno solamente cumple 18 una sola vez en la vida. — ambos chocaron los cervezas antes de dar un trago.

Y cuando giraron la vista hacia en medio, la gente bailaba sin embargo ni Dinenno ni Mozo parecían estar cerca.

Huerta y Antuna sólo se miraron, se encogieron de hombros, y sonrieron con gracia.

Entre tragos y conversaciones, un asco repentino atacó a César.

Fue como algo que llegó de repente, como cuando te llega olor a perro muerto y te dan unas náuseas horribles.

—Voy al baño. — dijo sintiendo ese espesor en su garganta y rápidamente dejó la botella sobre la mesa antes de casi casi salir corriendo al baño de la planta baja.

Topándose con una no muy placentera vista.

— ¿Interrumpo?— preguntó Huerta aguantando las arcadas y tapándose los ojos ante la escena.

Mozo estaba sentado sobre la tapa del retrete, cargando en su regazo a Dinenno mientras se besaban de la manera más cerda e inhumana posible. Mozo estaba metiendo mano bajo la playera de Ignacio y Dinenno, lo tenía sujeto de la nuca.

La imagen era medio cagada para César pues Alan era exactamente 11 centímetros más bajo que Juan.

—Pendejo. — soltó Alan al ver a César abrir la puerta. —Métete y cierra la puta puerta.

— ¿Por qué?

—Porque no queremos que nadie vea, güey. — habló esta vez Dinenno.

—Créanme que esto no es secreto para nadie, ya todos lo sabíamos, hasta parece que los únicos que no se habían dado cuenta eran ustedes. — la confesión de Huerta dejó boquiabierto a Mozo. — ¿Por qué no se suben al cuarto de los papás de Santi a terminar lo que sea que estuvieran haciendo y dejan el baño libre? Me estoy zurrando. — mintió.

— ¡Boludo, qué asco! Con eso le bajás la libido a cualquiera. — Dinenno se removió de encima de Mozo, dejando ver algo abultado en el área de la entrepierna del pantalón de Alan.

Huerta bajó la mirada y la subió rápido al rostro de Alan quien se cubrió.

— ¿Sólo con unos besos?

—Cállate wey. — respondió apenado y tomó a Dinenno de la mano, así ambos salieron del baño para tomar la sugerencia de Huerta.

Una vez César estuvo solo por completo, puso seguro y se recargo frente al lavabo.

Si bien no acostumbraba a tomar, tampoco era como que dar unos cuantos tragos a una cerveza le fuese a causar mal a esa magnitud.

Además, no era la primera vez, llevaba con náuseas desde aproximadamente una semana atrás, pero usualmente eso le pasaba sólo en las mañanas y aquello se lo atribuía a la gastritis, quizás era su mala alimentación o sus nervios de siempre.

Cerró los ojos y agachó un poco la cabeza, preparándose para volver el estómago en cualquier segundo, lo sentía venir.

Pero la puerta fue tocada.

—Ocupado. — apenas y alcanzó a decir y tragó duro.

— ¿Estás bien?— la voz de Uriel del otro lado lo hizo abrir los ojos.

Huerta alcanzó a estirar la mano para quitar el seguro de la puerta, topándose con la imagen de Antuna quien hizo de nueva cuenta su pregunta.

—No sé... No me siento bien. — respondió sintiendo como el oleaje asqueroso de las náuseas se pasaba un poco, haciéndolo expulsar aire.

— ¿Quieres irte a tu casa? Le puedo pedir prestado su carro a Santi y si quieres te llevo. — señaló la puerta pero Huerta tomó su mano para bajarla.

El rizado negó y Uriel entró por completo al baño cerrando así la puerta.

—No, no me quiero ir... Y tampoco quiero que te molestes por eso, es una tontería.

—No me molesta, y para nada es una tontería, eres mi amigo y pues... Me gustaría que siempre estuvieras bien. — le sonrió tímidamente a lo que César correspondió.

Era solamente el silencio del baño y ellos dos mirándose uno frente al otro.

La verdadera bulla era afuera, con El Teléfono de Héctor el father y Wisin & Yandel.

Afuera traían un caos con la música, todos tenían un gusto bastante variado.

— ¿Dónde está el cumpleañero?— Giménez pasó frente a la puerta del baño y tocó.

—Ya te están buscando. — murmuró Uriel.

— ¿Estás ahí?— Santi volvió a preguntar y tocó una vez más la puerta con un par de golpecitos.

—Sí, aquí estoy. — dijo.

—Vale, pues apúrate a lo que sea que estés haciendo y vienes a la sala, porque...

—Vamos a jugar ¡7 minutos en el paraíso!— exclamó Santi aplaudiendo y la mayoría de los chicos de la casa gritaron y soltaron sonidos con burlas.

—Qué puto. — soltó Martínez recibiendo en respuesta la jetota de Santiago.

— ¿Empezamos?— preguntó Jurado y la botella vacía comenzó a girar entre el grupo de adolescentes.

El juego estaba especialmente organizado por Santiago con el objetivo de hacer cumplir a Uriel su promesa de que tenía que salir más besuqueado que niñito dios.

Así que para nada fue sorpresa que cuando César giró la botella, esta chocó "accidentalmente" en la pierna de Sebastián haciendo que la misma se detuviera justo frente a Uriel.

—Pero son dos hombres. — dijo Dalia, una de las amigas de Uriel.

—Pues bien por ellos si quieren jugar a las manitas calientes. — respondió Santiago antes de rodar los ojos y voltear a mirar a Uriel y César. —Vayan. — indicó con un movimiento de cabeza y los dos se miraron antes de levantarse y entrar al armario.

Solamente iluminados por la luz que se colaba entre las rendijas del mismo.

—Y entonces... ¿Cómo estás?— preguntó Uriel haciendo a César reír. —Oh, te pregunto bien, no le hagas así porque me chiveo.

— ¿Qué estoy haciendo?— se encogió de hombros y se puso las manos tras la espalda. —Yo no estoy haciendo nada, es más, ni quién te esté pelando.

—No me estás haciendo nada... Nomás me estás viendo con tus ojitos.

—Nimodo que te vea con la mano.

—No seas menso, César.

—Oh pues, ya.

Yo quisiera de Reik sonaba afuera, y Antuna sabía que eso sólo pudo ser obra de Giménez.

— ¿Te gusta Reik?— preguntó Antuna, un completo asusta viejos.

—Me gustan otras cosas además de Reik.

— ¿Por ejemplo?

—No sé. — Huerta dió un paso frente a Antuna quien se paralizó.

Sin embargo como el caballero (y pendejo también) que era, retrocedió ese paso, no buscaba incomodar a César y menos después de lo que Dinenno le había contado en la cocina minutos antes.

La tensión entre ambos era tal, que se sentía como si ambos pudieran escuchar el corazón del otro latir con ímpetu.

Y César no aguantó más haciéndolo decir, y preguntar, lo que dijo.

— ¿Por qué haces todo lo que haces por mí?— preguntó Huerta mirando el rostro de Uriel desde la oscuridad.

O al menos intentándolo.

—No entiendo qué quieres decir. — se hizo el tonto.

—Eres dulce, eres atento, caballeroso en cierto aspecto, eres... Vaya, eres el tipo ideal con el que cualquier mujer quisiera salir pero... Sólo te comportas así conmigo. — respondió. —No entiendo.

Afuera seguía Reik, ya no llevaban la cuenta de cuántos minutos tenían dentro pero por la duración de la canción, llevaban maso como tres minutos, ya casi se acababa.

—Porque uhm... César, no sé si es un poquito obvio pero, creo que me gustas. — soltó el pequeño secreto y de inmediato sintió la cara caliente por la pena.

Todo se tornó en un ligero silencio, uno que prontamente se acompañó con Soñé de Zoé.

—Y... S-sé sobre lo del pollo. — aquel nombre saliendo de la boca de Uriel le hizo volver las náuseas que creía desaparecidas. —Mira no te enojes, ya sabes que Juan esta hiper pedo, en serio no fue su intención, solamente se le salió decirme. — César tomo aire mirando al techo del armario y lo sacó con brusquedad antes de llevarse las manos a la cara. —Descuida, no pienso aprovecharme de ello para presionarte ni obligarte a nada, y entiendo que no sientas lo mismo por mí, está bien que no lo hagas, yo...— toda la palabrería de Uriel fue interrumpido por las manos de César tomando a Uriel por las mejillas.

—Está bien. — respondió de golpe.

— ¿Cómo?

—Está bien...— repitió.

— ¿Qué significa "está bien"?

—Yo... No lo sé. — musitó apartando cuidadosamente sus manos del rostro de Antuna. —O al menos no bien bien. — Uriel apretó los labios.

Porque esperó cualquier tipo de respuesta por parte de César, incluso hasta que lo rechazara y lo dejara ahí completamente solo.

Pero no esperaba un "Está bien" como respuesta.

Y eso lo hizo sentir confundido.

—Y su tiempo se acabó amigos, ya, afuera, afuera, afuera. Es una pena tener que interrumpirlos en...— la sorpresa se la llevó Santi cuando abrió la puerta y se dió cuenta que César y Uriel sólo estaban de pie uno frente al otro, sólo de pie y nada más. —...lo que sea que estuvieran haciendo. — completó y Uriel se hizo a un lado para dejar salir primero a César. —Okey...— musitó Santi siguiendo a los adolescentes con la mirada quienes salieron de la pequeña habitación y volvieron a su lugar.

El plan no salió precisamente como Giménez tenía previsto, entonces no tuvo de otra más que seguir con el juego.

Jorge entró con Dalia.

Gerardo con Ximena.

Santi con Jurado.

Y por los huevos de Dinenno, Alan y él entraron a continuar lo que el envidioso de Santi no los dejó hacer en la cama de sus papás.

De entre tanto y tanto que se tardaban, César se puso de pie y fue inevitable que Uriel lo siguiera con la mirada.

El rizado hizo un movimiento con la cabeza, un indicativo para Antuna de que lo acompañara.

Uriel accedió en corto.

Su punto de reunión fue la cocina.

Hoy extrañamente muchas cosas estaban pasando en la cocina.

—Perdóname por lo de hace rato, es que no supe qué responderte... Me saqué mucho de onda.

—Oye, no te preocupes... Y como te dije, pues la neta no me gustaría que te sintieras obligado a nada o algo así, yo nomás quise ser honesto con lo que sentía. — Huerta lo interrumpió una vez más.

Pero esta vez no fue con sus manos tomando su rostro, sino más bien, con un corto beso en los labios de Antuna.

Uno cálido pero rápido.

Uno robado.

Cuando se separó, miró los ojitos brillosos de Antuna quien entre abrió ligeramente la boca.

—No quiero sólo ser un pasatiempo, Chinito...

—No lo serás. — aseguró con firmeza y tomó de la mano a Uriel. —Sólo... Tiempo al tiempo. — agregó.

—El wey del que me habló Dinenno... Fue un ojete contigo ¿Verdad?— preguntó de la nada.

—Ojete es poco. — respondió. —Un culero con una "C" grandota. — dijo en forma de chiste y rió, dándole la confianza a Uriel de reír también.

Huerta se sentó sobre la barra de la cocina de Santiago y comenzó a jugar con sus manos.

—Pero al menos ya no me puede lastimar. — agregó.

—Y aunque pudiera... Hasta crees que yo lo iba a dejar. — aquellas palabras dichas por Uriel le hicieron levantar la vista de sus manos para así mirarle.

De pie frente a él, colocando sus manos al costado de la barra pero no tan cerca para no tocarlo.

—Fuiste bien valiente al haberlo mandado a la chingada, chinito... Ese pedo es de admirar.

—Claro que no. — respondió ligeramente avergonzado, apartando la mirada de Uriel.

—César, es neta. — dijo Uriel, recuperando la mirada de chinito.

Esos ojitos brillosos y bonitos que César poseía y que Uriel adoraba.

—Y si yo te hubiera conocido mientras todavía andabas con él, la verdad es que yo lo hubiera abierto a la chingada del camino. — la voz tan segura de Antuna hizo estremecer a César.

— ¿Apoco?— fue lo único que pudo salir de los labios del rizado.

Huerta y Antuna solamente se veían una y otra vez a los ojos, hasta que Uriel no aguantó más y se acercó a besar a su chinito.

Fue mejor de lo que imaginó, porque por alguna razón la conexión que tuvo con los labios contrarios y el compás en el beso fue de otro pinche planeta.

Al menos Antuna para este punto ya había logrado más que Jesús Navarro, él ya estaba besando a su "Yo quisiera", lo había logrado.

Casi como pidiendo permiso paseó sus dedos por la cintura de César y Huerta tomó su mano por completo para depositarla firmemente en esta.

Lo que tuvieron que hacer en sus 7 minutos en el paraíso llegó tarde.

Pero a final de cuentas, llegó.

Chapter 22: 𖤓 Papel Estraza

Summary:

Poncho sale de su burbuja y se da cuenta de que las fiestas adolescentes no son precisamente un ambiente muy cálido, al llegar se encuentra con un escenario aterrador que involucra a Santiago.

Chapter Text

⟨Baby, extraño los polvo' al frente 'el parque
Que me muerda', que me arañe', que me enmarque'
Se acabaron los condone' en el minimarket...⟩

—Ay por dios. — Santiago bajó los vidrios del carro sólo para mirar la casa toda llena de luces y que hasta los vidrios tronaban de lo fuerte que estaba la música.

Poncho sólo se sordeó desde el asiento trasero del carro, fingiendo que esas canciones no eran de dios como si esa rola no la cantara a todo pulmón con los audífonos puestos.

Sin embargo la letra de la canción era lo que menos les importaba y asustaba, por dios, tanto Henry como él crecieron escuchando música como Amor con la Ropa de Sir Speedy o Quiero Darte de Johnny Prez.

Les espantaba más bien que una fiesta así pudo ser organizada por un menor de edad.

Pero como los buenos tíos que eran, tenían que dar de todos modos el ejemplo.

—Una de dos, o el niño es huérfano o de plano le vale madre a sus papás. — soltó Henry acercándose a mirar. —Me acuerdo que cuando nosotros estábamos chavos escuchar canciones de Calle 13 era sinónimo de delincuencia. — Santiago asintió en respuesta y Poncho únicamente frunció el ceño y ladeó ligeramente la cabeza.

—Me acuerdo que hasta censuraban el video de Atrévete-te-te ¿Te acuerdas?

«Pinches referencias de señor.» pensó Poncho.

—Okey Poncho, cualquier cosa ya tienes mi número y tienes el de Henry. Ya sabes: cero alcohol, cero drogas y cero cigarro ¿Me oíste? — Poncho asintió ante las palabras de su tío. —Lo más importante de esto es que te diviertas y te la pases padre ¿Sale? Pasamos por tí a las 11.

Alfonso sólo fijó la vista en la pantallita del carro viendo que apenas eran las 7:30, ya estaba oscuro debido al cambio de horario y entonces se preguntó « ¿Qué chingados voy a hacer en tanto tiempo?»

Se despidió de su tío Santiago, de Henry, y salió del carro; los mayores sólo lo observaron adentrarse a la residencia.

—A esta edad son...— Henry negó y subió de nueva cuenta el vidrio del carro. —Pero tranquilo, es un niño muy responsable y bueno, sabrá conocer los límites, esta fiesta le va a servir muchísimo.

—Eso espero. — Henry lo abrazó por encima de los hombros.

— ¿Ponemos música? — preguntó y Santi asintió. —Tengo una mejor idea, ¿Unas cheves estacionados en el Oxxo y música?

—Te veo lento. — le respondió Santi con ánimo antes de dar un beso en sus labios.

Rastaman-Dita se reprodujo en caliente en el radio del carro, ambos estaban a punto de tener su propia fiesta, como cuando eran adolescentes.

Después de dar algunos golpes a la puerta principal (porque se dió cuenta que el timbre de la misma no servía), esta se abrió dejando ver a Rodrigo y todo el ambiente tras él.

— ¡Hola!— saludó lo suficientemente fuerte para que su voz se escuchara por encima de la canción al fondo.

— ¡Qué onda Poncho!— respondió Rodri haciéndose a un lado para dejar entrar a Antuna. —Qué show, pensé que no ibas a venir. — dijo entre todo el escándalo. —Pásate, Ki te está esperando. — Poncho miró hacia el lugar al que Toti le señaló y se encontró con la castaña que conversaba cómodamente con su grupo de amigas.

—Oye Toti, ¿Sabes dónde está Santiago?

— ¿Quién?

—Santiago. — repitió y Toti nomás lo miró extraño. —Trigos, mi amigo.

—Ah ya, creo que si se quién. — dijo. —Se subió a la azotea con Bennevendo y otro wey, creo que es de prepa, chance se subieron a fumar.

Poncho abrió los ojos ante la naturalidad en el comentario de su compañero de clases.

—Mira, subes las escaleras del fondo y giras a la derecha, al lado de donde hay un cuarto hay una puertita de vidrio y ahí es. — le dijo y cuando Poncho estuvo dispuesto a irse, Toti le jaló el hombro. —Eh, pero primero tomate algo, no seas aguado.

—Ahorita. — le respondió cerca del oído y cuando se giró tomó un suspiro y rodó los ojos.

Siguió las indicaciones de López y llegó justo al lugar donde le dijo, encontrando justo lo que no quería encontrar.

—Ya está mega pedísimo. — vió a Bennevendo y el chico misterioso de la prepa, él sostenía a Santi por la cintura evitando que su amigo se acercara de más a los barandales y pudiera caer.

—Es un nene wey, no chingues. — Carreón le dió una calada a su cigarro antes de reír y devolverle el mismo a Pablo.

—Cosi wey, ojalá vieras la clase de teto que es en la secu, neta que da risa. — Poncho frunció el ceño.

Él no se equivocaba en decir que ellos eran unos pendejos.

—Cuánto vas a que le quito lo teto. — Santi solamente recargó su cabeza en el hombro de Carreón, el contrario sólo miró a Trigos y sonrió. —Va a estar facilísimo, le gusté en cuanto me vió. — Bennevendo sacó el humo de cigarro de su boca y devolvió el mismo a Miguel Ángel. —Y la neta lo entiendo, ninguna morra ni wey se resistiría a tanto.

—Cálmate tú, galán. — Bennevendo rodó los ojos y Carreón rió.

—Santi. — Miguel Ángel movió su hombro haciendo que la cabeza se Santi se moviera también.

—Mhm. — musitó.

—Vamos adentro ¿Tienes ganas?

—Dormir, sí, sí tengo ganas. — balbuceó apenas audible y Pablo y Carreón rieron.

—Pedísimo wey ¿Y qué se tomó? ¿Como dos fourloko?

—Está out. — Bennevendo hizo una seña como de que cortaba su cuello con la mano. —Ya vamos adentro a recostarlo o algo, pobrecito. — en cuanto Poncho vió que los tres volverían dentro, decidió irse a meter al cuarto donde deducía, llevarían a Santi.

Cuidar a Trigos en este momento, era lo primordial.

—Voy a bajar por otro traguito. — dijo Bennevendo. — ¿Te quedas con él? — señaló.

—Si no me quedo yo ¿Quién?

—Va, bajo y vuelvo. — dijo Pablo y a como pudo, Poncho vió a Carreón llevar a Santiago a la habitación, recostando a Trigos en la cama de la misma en completa oscuridad.

Alfonso sólo atinó a quedarse en el suelo a un lado de la cama sin hacer ningún tipo de ruido.

Fue ahí que Miguel cerró la puerta y con seguro.

Eso bastó para crearle dudas a Poncho.

—Ya estamos solitos y ahora si nadie nos va a poder molestar ¿Sabes?— musitó y se subió a horcajadas de Santiago, entonces, comenzó a repartir besos por toda la cara de Santi.

—No, déjame. — murmuró moviendo su rostro hacia los lados mientras fruncía el ceño al sentir el rose de los labios de Carreón sobre su rostro y cuello.

— ¿Por qué? ¿Me vas a salir con que no quieres? No mames, me estabas arrimando tu culo mientras me bailabas dos mil 16, ¿Y te vas a hacer el difícil?

—No, no quiero. — balbuceó. —Déjame en paz.

—Sí, si quieres.

—No puedo. — dijo.

— ¿Por?

—Tengo la cosa que te conté. — Miguel detuvo los besos.

— ¿Qué cosa?

—Mi papá Tuti...— dijo. —No quiero.

—Santiago no sé de qué putas estás hablando, pero la neta me vale madre. — le respondió Carreón y comenzó a besarlo una vez más. —La neta si me calenté machín cuando te pegaste a mi hace rato. — Miguel bajó la mano hacia la cremallera de Santiago, con evidentes intenciones de meterle mano.

Poncho se estaba cagando de miedo, no sabía cómo dejar de ser un cobarde y defender a su Santi, así que lo que hizo fue escabullirse hasta la puerta y comenzar a golpear la misma buscando hacer el mayor ruido posible para posterior a ello, abrirla.

Eso por supuesto sacó de pedo a Carreón quien se levantó para salir de la habitación, pensando que se trataba de Bennevendo o alguien más; fue en ese momento que al salir, Poncho le puso seguro a la puerta.

Sentía que el corazón le iba a trepar hasta la garganta y salírsele por la boca.

—Santiago. — Poncho se encaminó hasta Santiago quien seguía recostado en la cama.

—Ya te dije que no quiero. — musitó.

—Santi soy yo, soy Poncho. — susurró jalando a Santi por ambos brazos para levantarlo de la cama. —Nos tenemos que ir de aquí, estás lo que le sigue de pedo, tu papá te va a matar.

Encendió la luz de la habitación y solamente de esa manera pudo ver mejor a Santiago.

Trigos tenía los ojitos brillosos y las mejillas rosadas, era idéntico a ver un ángel. A Poncho le había costado por mucho tiempo aceptar que le gustaban los hombres.

Sin embargo, ahora que tenía a Santi frente a él y de esa manera, estaba seguro de no tener más dudas al respecto.

Poncho se declaraba el hombre más homosexual del mundo, incluso mucho más que sus padres y eso ya era decir mucho.

—Te ves muy... Muy bonito. — dubitó ligeramente de sus palabras. —S-siempre lo has sido pero simplemente hoy, te pasaste de lanza. — Santi apenas y luchaba por mantener erguido el cuello y los ojos abiertos. —Cualquier mujer se queda corta a comparación de tu belleza... No mames. — por supuesto que Alfonso se sentía con total libertad de decirle todo eso porque estaba seguro que su amigo poco recordaría sus palabras, incluso en este mismo segundo luego de habérselas dicho.

— ¿Por qué me miras tanto? ¿Me quieres besar?— preguntó parpadeando un poco.

—Sí, pero no me gustaría hacerlo bajo estas condiciones. — respondió y comenzó a quitarse su chamarra para colocarla sobre los hombros de Trigos. —Mejor vámonos, ya afuera le marco a mis tíos para que vengan por nosotros. — Santiago asintió torpemente la cabeza y con el apoyo del hombro de Alfonso se puso de pie.

Poncho abrió la puerta e, intentando pasar desapercibido, arrastró a Santi hasta la puerta principal de la casa para así ambos salir.

— ¿A dónde vas?— la voz de Toti lo hizo voltear. —Bro, llegaste hace menos de una hora, no chingues.

—Tengo que sacar a Santiago de aquí ¿No estás viendo cómo está?— preguntó señalando a Santi.

—Who?— preguntó López.

—Santiago, Santiago Trigos, lleva siendo cuadro de honor desde primero. Literalmente ha sido nuestro compañero desde que entramos a la secundaria, ¿Cómo que "Who?"?— preguntó con toda la molestia del mundo.

Porque ya estaba harto de que nadie reconociera a su amigo, que siempre fuera ubicado por segundas personas y no por quien en realidad era.

«Vaya, lo entendió.»

—Pues que vengan sus papás por él o algo, tú quédate...— cuando López lo agarró del hombro, Poncho se zafó de su agarre con molestia.

—Mejor deberías de fijarte qué tipo de gente dejas entrar a tu casa, porque ese tal "Mickey" amigo de Bennevendo es toda una ficha. — le respondió. —Ya vámonos Santi. — su amigo que se quedó sentado en los escalones cerca de la puerta se puso de pie y una vez más apoyado del hombro de Poncho, salieron de casa.

—Pinche mamón wey. — musitó Toti.

Fuera de casa Poncho comenzó a marcarle a su tío sin obtener respuesta alguna del mismo.

En su quinto intento se rindió y guardó su teléfono.

—Santi, cerca de aquí vi un Oxxo, vamos allá por un café para ver si eso te baja la borrachera, y de paso le marco a mi tío otra vez a ver si contesta.

—Mhm. — asintió Trigos y con ayuda de Poncho caminaron alrededor de 20 minutos hasta el lugar.

Durante el camino, Poncho hacía preguntas para saber si dentro de su borrachera había una pequeña partecita consiente en Santi.

Al llegar, Alfonso entró rápido por un café y unos chicles de menta para intentar disimular aunque sea un poquito el olor. Salió y entregó el café a Trigos al menos hasta que escuchó de un auto estacionado en el lugar el sonido de música y voces conocidas.

—...En el mundo existen muy buenas ideas, hay Don Quijotes y Dulcineas, hay sexo en el baño, sexo en la cama sexo sin ropa, sexo en pijama.

—A ver espérame. — Santi medio asintió dándole un sorbo al café, sentado desde la banquetita fuera de la tienda y Poncho se acercó al carro.

« ¿Es el carro de Henry?» Se preguntó a sí mismo y tocó el vidrio de la ventana, mismo que comenzó a bajar con lentitud.

—"Hay gente que odia y gente que quiere, en este mundo hay mucha gente pero, pero, pero ¡No hay nadie como tuuuuuuú...!" No mames. — soltó Martin y se cubrió la boca con la mano donde no tenía una lata de cerveza.

Alfonso solamente abrió los ojos con ligera sorpresa, Giménez pausó la música.

— ¿Qué haces aquí?— fue lo primero que preguntó Santiago al ver a su sobrino de pie al lado del auto.

—Ah, no mucho. — respondió con calma. —Sólo les llamé unas cinco veces y caminé desde casa de Toti hasta aquí con un adolescente borracho para comprar un café. — volteó a mirar tras suyo y fue ahí que los tres vieron que Trigos ya se había vaciado el café en el pantalón. —Chinga'o. — musitó. — ¿Nos llevan a la casa?— preguntó girándose de nueva cuenta a ver a los dos adultos.

Cambiaron No Hay Nadie como Tu por As It Was y comenzaron a conducir a casa.

— ¿Qué hacemos? El niño si se ve muy mal. — preguntó Giménez girando a ver a su pareja quien mantenía la vista en el camino.

—Yo me la curaba masticando papel estraza. — Poncho y Santiago lo miraron con un gesto y el ceño fruncido.

— ¿Qué es eso?— preguntó Poncho.

— ¿El papel con el que envuelven las tortillas?— mencionó como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Henry Josué, ¿Dónde vamos a encontrar una tortillería abierta a esta hora?— señaló la pantallita del carro que marcaba casi las 9 de la noche. —Y sobre todo y más importante, no voy a poner a un niño de 15 años a masticar papel, le puede hacer daño.

—Estás hablando de un niño que dentro de su organismo tiene un chingo de cheve, el papel créeme que es lo menos que le puede dañar la salud.

—De hecho, era fourloko. — corrigió Poncho.

—Eso es peor aún, no manches. — dijo ahora con preocupación.

— ¿Entonces?

—Ni pedo, que se vomite.

— ¿Qué?

—Es la única forma de que se le baje.

—Se supone que su papá iba a ir por él. — interrumpió Poncho con preocupación. —O al menos eso alcancé a leer en sus notificaciones del celular.

— ¿Le checaste el cel? Qué chismoso. — dijo Henry y Poncho rodó los ojos.

—No te preocupes, yo ahorita le llamo a sus papás y les explico que se van a quedar en mi casa, tranqui, lo vamos a solucionar ¿Vale?— Santi intentó tranquilizar.

—Me siento mal. — dijo Trigos de pronto.

—Ah no, ábrele la ventana, no me va a vomitar el carro un niño que ni de mi familia es.

—Josué. — regañó Giménez.

—Oh, pues qué ¿Tú lo vas a lavar?— el camino a casa continuó y Trigos cayó medio dormido como un tronco, recostado en el pecho de Poncho que solamente observaba que todo marchara bien con su amigo.

—No entiendo cómo pudieron ser tan maldosos para hacerle eso a un niño y de manera tan intencionada. — mencionó Santiago con molestia. —En mis tiempos lo más alocado que pudimos hacer fue darle de tomar aguas locas a un niño de 13 y eso para mí fue simplemente el límite, a fecha de hoy aún no me perdono haberle hecho eso a Tahiel. — dijo Giménez y negó.

Mientras los adultos conversaban, Poncho miraba a su amigo dormir, repasó una vez más en su cabeza lo que ocurrió con Miguel y en lo que probablemente hubiera ocurrido si él no hubiera estado ahí.

Abrieron tantito la ventana porque el carro apestaba a alcohol, menta y un chingo de café.

Al cabo de un rato más llegaron a casa de Giménez. Trigos no aguantó mucho y en cuanto bajaron del vehículo, vomitó todo el alcohol que su sistema absorbió a lo largo de la tarde-noche, y cuando terminó, Poncho lo llevó al sillón de la sala para recostarlo.

Desde el umbral que separaba la cocina de la sala, Henry y Giménez miraron la escena.

—Míralo, es tan lindo y tan noble... Me recuerda muchísimo a Uri cuando estábamos chicos. — musitó Santiago mirando a su sobrino acariciar el cabello de su mejor amigo mientras el menor tenía la cabeza metida en el bote de basura. —Lo están educando tan bien... Me cuesta creer que en serio se estén separando. — dijo con cierto toque de melancolía y su pareja lo rodeó entre sus brazos para así frotar su hombro.

Poncho era ciertamente igual de caballeroso y de estúpido que Uriel, no había duda que eran padre e hijo.

Chapter 23: ☾ Bulimia

Summary:

Luego de desmayarse a mitad de una presentación, el profesor Darío tiene la sospecha de que lo que Huerta podría tener es un trastorno alimenticio, sin embargo eso está un poco alejado de la realidad.

Chapter Text

—Ya no lo vuelvo a hacer. — apenas alcanzó a decir antes de mirarse al espejo y luego de ello, se agachó directo al lavamanos, comenzando a arquear.

Porque realmente no es que Huerta se hubiera alcoholizado al mismo nivel que Dinenno, pero si es verdad que tomó un poquitito más de la cuenta.

«Esas putas aguas locas estaban ricas pero mortales» y sólo de acordarse del sabor, volvió una vez más a las arcadas.

—Oye ¿Ya te sientes mejor?— volvió a escuchar ese sonido tan pinche asqueroso, haciéndolo dejar una mueca de desagrado en su rostro. —Simón, ahorita que salgas hablamos. — Uriel se quitó de la puerta del baño y pasó por la sala directo a la cocina para servirle un vaso de agua a César.

—No inventes hijo, el chino ni chupó tanto ¿Por qué anda vomitando? Ya ni el Danonino, ese wey se mamó como un cuarto del garrafón él solo. — dijo Martínez con una mueca cuando vió a Antuna pasar.

—No, solamente amaneció con una cruda mega mortal. — le respondió Mozo mirando a Dinenno, tumbado en el sillón de la sala todo somnoliento y apestando a alcohol.

—No tengo ni idea, pero si sigue así lo voy a llevar a su casa, ya me está preocupando.

—No va a querer. — dijo Alan. —Si su papá se da cuenta que tomó, le va a meter una cagotiza.

—Entonces le voy a ir a comprar algo, mínimo para que se sienta mejor. — dijo.

Mozo asintió y cómodamente tomó el control remoto como si estuviera en la sala de su casa, prendiendo el televisor y cambiándole al canal de las estrellas.

—Dale, bajále el volumen a la tele ¿Acaso me querés reventar la cabeza?— Dinenno se hizo escuchar descubriéndose un poco la cabeza, con los ojitos chiquitos en una línea.

—Osh, qué genio. — musitó Alan llevándose uno de los sabritones ya todos tiesos a la boca, para masticarlo con dificultad. —Por eso si no saben, no tomen. — se acercó a palmearle el hombro a su... ¿Novio? Quien únicamente frunció el ceño y se cubrió con la manta hasta la cabeza una vez más.

—Nadie quiere ver un Toluca vs Pachuca, Alan. Apaga la tele. — pidió César quien acababa de salir del baño; fundiéndose en el sillón, dejando desparramado todo su cuerpo para colocarse una mano sobre la panza.

Uriel había subido al cuarto de Santi por sus cosas, para salir a la farmacia a traerle a César unas pastillas para alivianarle el malestar.

Un difenidol y un suero de manzana, con eso la armaban.

—Voy a la farmacia y de paso a la tienda ¿No quieren que les traiga algo?— preguntó desde el umbral de la puerta al tiempo que veía a todos repartidos en los sillones y sillas de la sala.

—A mí. — se apresuró a decir Shaggy. —Anótale. Unos doritos diablo, una fanta, unas gomitas ya sea de las de pingüino o las de dientecitos, esas están bien cagadas. — Uriel sólo le miraba completamente serio. —Uh, ¿Y sabes qué más? Una maruchan de habanero ¡Ay papá!— se saboreó y Uriel meneó ligeramente la cabeza como negación mientras le miraba con un gesto.

— ¿Y una chela no se te ofrece?— dijo con sarcasmo.

—Paps ¿Te vas a poner espléndido? Excelente, tú sí que sabes ser un buen anfitrión.

—Animal, es obvio que lo que te dijo fue sarcasmo. — le señaló Jurado y Antuna sacó de la bolsa de su pantalón las llaves de la casa de Santi únicamente para arrojar las mismas a Martínez.

—Pues cámara, acompáñame.

—No, no mames. — se quejó.

—El que quiere azul celeste que le cueste ¿No? No seas pinche huevón.

—Hijo de tu puta madre. — se levantó del sillón.

—Yo te puedo acompañar si quieres. — dijo César sentándose bien en el sillón.

—Nel, tú apenas y te puedes mover sin antes querer vaciar el contenido que todavía ni está en tu estómago. Así que tú te vas a quedar aquí nomás sentado, viéndote bonito y podrido al mismo tiempo. — Huerta frunció el ceño ante la clase de "halago" tan raro que Uriel le dió.

Shaggy arrastrando los pies salió de casa con Uriel y comenzaron a caminar por las calles de la colonia de Santiago.

De los cuatro amigos, Giménez era el más pudiente, vivía en Polanco con sus padres y sus dos hermanas, era el único varón y además, el hijo mayor.

Sin embargo a sus papás no les gustaba mucho vivir en el distrito, tenían una casa en Cuernavaca en la que pasaban más tiempo pero a Santi no le agradaba la idea de vivir ahí, así que básicamente, Santi estaba más tiempo solo que acompañado de su familia.

Y claro, sus amigos se la pasaban ahí metidos en la casa y muy de vez en cuando, alguno que otro familiar de Santiago.

—Oye we, yo te quería preguntar desde ayer en la noche. — dijo Shaggy haciendo que Uriel le pusiera total atención. — ¿Qué onda contigo y el chino?

— ¿Qué onda con qué?— se hizo el tonto.

—No te hagas wey, pues qué onda en sus 7 minutotes en el paraíso.

—Pues... Normal.

— ¿No te le declaraste?

—Nop. — negó.

— ¿Ni un beso ni nada?— Uriel negó.

—Eres bien intrigoso, cabrón. — se quejó Uriel buscando terminar con esa conversación mientras entraban a una farmacia del ahorro.

—Es que no mames, literalmente Santiago organizó todo ese desmadrito para que te pudieras agarrar al chino. — agarró el suero, las pastillas y después de pagar, siguieron hablando.

—Si te cuento algo ¿Prometes no decir nada?­­— Shaggy asintió.

Prácticamente Uriel se sinceró con todo: lo que se habló, lo que Dinenno le dijo; conjuntó absolutamente todo lo ocurrido en la fiesta y el acuerdo con César sobre seguirse conociendo para concretar una relación, cosa que a Martínez la verdad no le convención del todo.

—No sé wey, la neta ese pedo no me late. — ambos sentados fuera de la tienda, ya listos para regresarse a la casa.

—No digas tus cosas, Joaquín.

—Es de verdad wey, un vato que ya experimentó su primer relación maricona al chile no siento que sea de fiar, y menos cuando terminó como te contaron, al chile ese pedo no me late.

—Joaco...

—Mira, como dirían los charolastras de la película que vimos el otro día: "haz de tu culo un papalote". Si te quieres dar pues qué chingón por ti wey, tú date, sólo quiero que sepas que la neta tengo un mal presentimiento, alguien no olvida tan rápido.

«Rápido se olvida, mas no se perdona.»

—...entonces no sé si Rosario o Cancún, extraño Rosario ¿Sabés? Además también hay lindas playas.

—Pero ninguna como Cancún eh, no compares. — ambos rieron un poco y Huerta parecía disperso, incluso a ojos de sus amigos, desinteresado de la conversación.

Ya estaban en su última semana de clases antes de las vacaciones de invierno, dos semanas luego de la fiesta de 18 años de César.

Uriel, como todos los días, seguía yendo por Huerta a la prepa, se besaban ocasionalmente y eso les hacía sentir maripositas en la panza.

Hoy no era uno de esos días donde César quería sentir maripositas, así que horas antes de salir de la escuela le llamó a Uriel para pedirle que no lo recogiera, no estaba de humor.

— ¿Y a ti a dónde te gustaría ir en las vacaciones?— incluyó Dinenno en la conversación y Huerta se encogió de hombros.

—N-no sé, no he pensado mucho en eso.

—Oye, ¿Te sientes bien? Desde hace rato te noto como raro. No te peleaste con Uriel ¿Verdad?— preguntó Alan.

—No, todo entre nosotros va bien. — dijo. —Y estoy bien, nada más estoy cansado. — se frotó un ojo y se estiró sobre el pupitre.

Mozo como que lo miró de reojo cuando volvió a su postura recta en la silla y notó algo.

—César.

—Mande.

—Tienes...— Alan le señaló la nariz y Huerta frunció el ceño.

Se pasó el dedo corazón por la zona, notando sangre.

—No mames. — soltó sacado de onda y tiró la cabeza hacia atrás.

Rápido Ignacio sacó papel que tenía en su mochila y entregó un poco para que Huerta se pusiera un taponcito en la fosa nasal sangrante.

—Estoy bien. — repitió cuando vió a sus amigos preocupados.

—Buenas tardes, jóvenes. — el profe Darío, el maestro de educación para la salud, apareció cruzando el umbral y de inmediato el aula guardó silencio. —Vamos a comenzar con sus presentaciones porque lamento decirles que vamos atrasados con los temas. — sacudió la muñeca y miró el reloj en la misma, dejando sus cosas sobre el escritorio. —De los cuatros jóvenes que van a pasar al frente a hablarnos sobre los temas de la sexualidad en los adolescentes de la unidad IV, les pido de favor que solamente se tomen 10 minutos por tema. Estamos cortos de tiempo y aún nos faltan para las siguientes clases los temas de los problemas sociales del adolescente, el derecho a la salud y la salud en México, entonces ¿Quién va primero?

«Las cosas serían más sencillas si usted diera el tema en lugar de que nosotros le hagamos la chamba.» pensó Huerta y se quitó el taponcito de papel una vez notó que ya no salía sangre de su nariz.

El primero en pasar a exponer fue Juan Ignacio, hablando sobre la función sexual.

Por supuesto se volvió experto en el tema luego de la fiesta de 18 de César, así que resultó fácil terminar la exposición.

El siguiente fue Licha, hablando sobre la paternidad responsable; y más que una exposición, fue un anecdotario sobre la vida de Lisandro y cómo es que él no tenía papá.

«Ahora muchas cosas cobraron sentido.»

El embarazo no deseado, fue el tema para Huerta.

—Adelante Saúl, te escuchamos.

Tuvo una introducción algo floja sobre qué era la adolescencia y las edades que abarcaba, principalmente se enfocó en dar números y estadísticas para rellenar la exposición y que no se notara que la hizo un día antes.

—...y bueno, en el año 2003 aproximadamente el 11% de los nacimientos registrados en México fueron correspondientes a progenitores de entre los 15 a los 19, y pues esto representa a mi parecer un problema.

— ¿Y a qué crees tú que se deba todo esto?— interrumpió el profesor para preguntar.

—A la presión. — respondió sin titubear.

Esos recuerdos volvieron de golpe a su mente.

Algo que estaba volviendo a su cabeza de unos días atrás.

— ¿Cómo?

—A sentirte presionado para hacerlo, ya sea por tu propia pareja o por tu círculo de amigos. — Nayely levantó la mano al fondo.

—Dígame señorita Bolaños. — indicó Verón.

—Influye yo creo también tu entorno, ¿No? Tipo, si tus papás no te pelan o no están, pues es muy fácil que puedas hacer ese tipo de cosas. — el comentario lo sintió muy personal.

—Pues yo siento que no es tanto eso, es cosa de cada quien, total, es bien fácil andarle abriendo las patas a cualquiera. — Toro como siempre, no podía faltar con sus comentarios tan desubicados.

—Hey. — llamo Verón.

—Yo digo que nadie te presiona para hacer absolutamente nada que no quieras, a final de cuentas uno decide con quién se mete y con quién no, como dijo Toro.

—No tienes absolutamente idea de nada, Ale. — Mozo respondió al comentario de su compañera.

—No te preocupes Mozi, tú no tienes que preocuparte de ese tipo de cosas, si es que sabes a qué me refiero. — Fernández simuló que se clavaba un puñal en el pecho. —Con suerte solamente te tienes que cuidar de que nadie te pegue nada raro, porque embarazar a una mujer lo veo difícil.

—Me cuesta entender como alguien como vos llegó tan lejos en la vida con una mentalidad tan pobre. — defendió Dinenno.

—Uy sí, su novio ya brincó a defenderlo.

— ¡Oigan!— Darío exclamó y todos lo miraron.

Todo estaba ocurriendo muy rápido, Huerta se sentía cansado y la cabeza le dolía, así que mientras toda la clase discutía, él simplemente se desplomó directo al suelo.

— ¡Chino!— exclamó Dinenno cuando vió a su amigo estrellarse en el piso del aula y todos se quedaron en silencio.

A César no le tomó más de unos cuantos minutos y unos torundazos con alcohol para despertar.

—Qué onda César, ¿Te apagaron las luces o qué?— escuchó decir a la voz de Verón quien chasqueó sus dedos frente al chino.

—No sé, de repente me sentí muy cansado. — dijo con voz débil y parpadeó de a poco.

—Uy, pues aguas César, que así empiezan unos y luego se enteran de que están panzones. — Fernández bromeó y César le miró frunciendo ligeramente el ceño, aún en el suelo. —Era hablarnos del tema, no traernos ejemplo y todo. Ahí está Kevin del 214 que se dió de baja por eso mismo.

—Tú únicamente abres la boca para decir estupideces ¿Verdad?— soltó Mozo con enfado ayudando a Dinenno y a Lisandro a levantar a César.

—Qué genio.

—No jodas. — murmuró Dinenno negando y chino ya estaba de pie.

La clase de educación para la salud dió por terminada, Huerta se salió al baño sin decirle absolutamente nada a nadie y Verón sólo lo miró con desconcierto.

—Oigan. — Alan y Dinenno se volvieron cuando Darío los llamó. — ¿Puedo hablar con ustedes? Aprovechando que César no está.

—Claro, díganos. — dijo Juan.

—Ya que veo que ustedes dos son muy unidos a Huerta, me gustaría preguntarles si, no sé, ¿Saben si tiene algún problema personal? Su rendimiento en clases no está siendo el mismo, todo el tiempo lo veo cansado, pálido, siempre se queda dormido o a veces ya ni siquiera entra, al menos en mi materia tiene más faltas de las que debería.

—Sinceramente nosotros también lo hemos visto raro, pero tampoco es que nos diga mucho, según él está bien. — le dijo Alan.

—No quiero sonar como un fatalista pero, después de lo que pasó hace rato y luego de su estado anímico actual, siento que pudiera tratarse de algún trastorno relacionado con lo alimenticio, se ve algo mal...

Después de una corta conversación con el profesor y que este tuviera que retirarse porque tenía que dar otra clase en otro grupo, Dinenno y Alan se quedaron con mayor desconcierto del que ya tenían.

— ¿Y si Verón tiene razón?— soltó de pronto Mozo con incertidumbre. — ¿Qué tal que si tiene esa enfermedad donde no comes, te vas a vomitar al baño y te la pasas viéndote al espejo? Porque no sé tú cómo lo veas pero eso se la ha pasado haciendo desde su fiesta de 18.

—No... No hay forma, eso les pasa a las chicas comúnmente y César es un hombre.

—Esas cosas te distorsionan, ya no respetan... Yo digo que deberíamos decirle a su papá y que lo lleve al doctor, aunque se enoje ni modo, es por su bien.

—Esa tampoco es una forma de ayudarlo, sólo hará que lo oculte más y no confíe en nadie

—Bueno, experto es cosas de la cabeza ¿Qué sugiere?

Y mientras Dinenno y Alan pensaban en una manera de ayudar a su amigo, el amigo en cuestión divagaba sentado en el retrete de uno de los baños de la escuela.

Miraba la puerta rayada y pasaba su dedo siguiendo los dibujos en ella.

"Christian del 514 se come los mocos"

"Fuera porros de la UNAM"

"Chinga tu madre Felipe Calderón"

"Escribe quién te gusta:

Wendy #208

K̶e̶v̶i̶n̶ ̶d̶e̶l̶ ̶2̶1̶4̶"

"Puto maricon"

Recordó entonces ese viejo rumor que se esparció por la preparatoria sobre Kevin Álvarez del 214 cuando iban apenas en segundo semestre.

La gente decía que el motivo por el que tanto Kevin como su novio Brian se habían dado de baja del plantel, fue porque la directiva se enteró que Kevin estaba embarazado.

Decían que los cacharon haciendo sus cosas atrás del edificio A.

Pero después de todo, esos eran únicamente rumores.

A Huerta solamente le bastó navegar en un par de sitios web al llegar a casa y dejar unas cuantas preguntas anónimas en Yahoo! Respuestas para sentir terror autentico de lo que según él, eran "rumores".

[Saúl Lozano]: ¿De alguna manera los hombres pueden quedar embarazados?

[Luis Fuentes]: ¡Vaya! Finalmente alguien que se pregunta esto. Hola, la respuesta es SI, sí se puede aunque es una condición demasiado difícil entre nosotros. Soy un hombre de 24 y recientemente di a luz a mi primer bebé, yo nací con una condición llamada histerplasia y es una condición en la que por alguna razón se forma dentro de nosotros un útero. No conozco el motivo de tu pregunta Pero si tienes alguna otra pregunta relacionada no dudes en escribirme aquí>>> saludos

—Putísima mierda. — musitó César leyendo la respuesta y se pasó una mano por el rostro

Si eso resultaba ser cierto, estaba metido en un pedo.

Chapter 24: 𖤓 Reencuentro

Summary:

Una persona de su pasado, vuelve inesperadamente a la vida de César luego de casi 16 años.

Chapter Text

Santiago no fue a la secundaria.

No se había conectado a Facebook ni a WhatsApp.

No le llegaban los mensajes y tampoco publicaba nada en su muro desde el sábado en la tarde.

Estaba castigado.

— ¡Eres una mala influencia para nuestro hijo, de verdad que es increíble lo que fuiste capaz de hacer, debería decírselo a tu padre!— exclamó Del Prete hecho una furia viendo a Santiago más podrido que vivo, con la cabeza metida en el bote de basura.

Era algo bastante estúpido el pensar que literalmente "Don Perfección Del Prete" iba a aceptar que su motorcito lindo se quedara a dormir en otra casa que no fuera la suya.

Obviamente se olió que las cosas estaban mal, así que luego de amenazar a Giménez de acusarlo por secuestro si no le decía donde tenían a su hijo, Gustavo llegó junto a su esposo Julio para recoger al menor.

Ahora Poncho temía por ser acusado por Del Prete por algo que él ni siquiera había hecho.

—Bueno jóvenes, vayan a su descanso y ahorita le seguimos. — se hizo notar Tabó cerrando así el libro y todos comenzaron a guardar sus cosas para salir a sus merecidos minutos de descanso.

Poncho estaba solo.

Bueno, no solo-solo.

—Alfonso, ¿Podemos hablar?— y la voz de Kiana frente a él lo hizo levantar la vista.

Si Poncho se quería sincerar sobre algo con alguien, ¿Qué mejor que hacerlo con quien empezó todo?

—Yo también quiero hablar contigo. — ambos salieron hasta unas bancas ligeramente alejadas del resto de los demás en el patio, algo privado para poder conversas a gusto.

—Bien, empieza tú. — Poncho tomó asiento al lado de Kiana, preparado para hablar.

—Kiana, no me gustas. — Palacios solamente se le quedó viendo. —Si bien la primera vez que te vi me pareciste súper linda...— se detuvo. —No me mal interpretes, no es que no seas linda, por supuesto que lo eres, solamente que eso jamás me había ocurrido con otra mujer, jamás en la vida. — habló lo suficientemente rápido para parecer que decía un trabalenguas. —Creo que hace unos días únicamente me gustaba la idea de tener una novia porque jamás he tenido una pero es que... Simplemente no me veo saliendo contigo. Eres increíble, eres inteligente y eres lo que cualquier chico quisiera pero...— se detuvo e infló su pecho con una bocanada de aire. —Creo que me gusta Santiago. — Kiana solamente lo miró con los ojos bien abiertos antes de soltar un "Wow" como respuesta.

—Bien, de las dos cosas que me dijiste solamente coincidimos en una. — logró decir.

— ¿También te gusta Santiago?— se apresuró a preguntar, frunciendo el ceño.

—Me refiero a que definitivamente tú tampoco me gustas. — interrumpió. —Y me alegra saber que es mutuo.

— ¿Qué?

—Mira, eso de robarme el dinero fue realmente ingenioso, te lo juro, pero... Al igual que tú, yo también medio fantasee con la idea de salir con un hombre porque por años me dijeron que eso era lo más "normal" y lo más común. Que la mujer y el hombre fueron creados para complementarse los unos a los otros y toda esa basura. — dijo. — ¿Te digo algo? A mí no me gustan los niños. — Poncho le miró y Kiana se encogió de hombros. — ¿Recuerdas a Sabs?— y Poncho abrió los ojos. —Es realmente linda. Really, really pretty. — dijo. —Es una pena que salga con alguien como Alex. — hizo una mueca y después rió un poco. —Yo antes estudiaba en un colegio religioso y el motivo por el que llegue aquí a mitad de curso fue porque me cacharon besándome con Nati.

— ¿Tu amiga la que dibuja?— Kiana guardó una pequeña sonrisita y asintió.

—Poncho, de los dos tú eres el que la tiene muchísimo más fácil, no creo que tengas que figurar ser algo que no eres, tus papás son gays, no creo que te vayan a odiar si les dices que te gustan los hombres. — continuó. — El motivo por el que anduve tan de chicle contigo en estos días es porque en realidad me caes bien. Eres un chavo lindo, auténtico... Y no un pendejo del montón como con los que solía juntarme. — agregó. —El día en que hicieron sentir mal a Santi... Realmente me di cuenta que a lo mejor tenía razón con lo de que "todos estábamos cortados con la misma tijera". — le dijo entre comillas. —En algún punto la verdad si nos portamos a la mejor medio mala onda, digo, nunca me pude aprender su nombre. — y Kiana rió. —Pero sobre todo tú te portaste feo. — le picó en el pecho y Poncho la miró. —Es tu mejor amigo, y si quieres tener algo con él, supongo que lo más propio es que lo busques después de la escuela y hablen sobre... Todo. — aconsejó Palacios.

Porque Poncho siempre pensó que hablar con una mujer únicamente podía ser para obtener una relación con ella, sin embargo jamás se planteó que podría ser para ganarse una amiga.

Ahora eran un par de prepubertos que se dieron un sincero abrazo, ambos sabiendo que ahora que alguien más conocía sobre su orientación, igual y ya podían ser más libres.

— ¿Cómo te fue en la escuela? Bebé. — fue lo primero que Huerta preguntó cuando vió a su hijo subir al carro.

—Creo que bien. — respondió y no dijo más.

Hoy ninguno de los dos tenía ánimos de conversar.

Poncho ya sabemos por qué.

Y César porque como cada mañana, tuvo una de esas peleas que le disgustaba tener con Uriel.

Porque Antuna había prometido pasar a dejar a Poncho a los entrenamientos pero a mera hora le avisó que no podía.

— ¿Listo para tus entrenamientos?— Poncho únicamente soltó un "mhm" desinteresado, pues luego de haber actuado impulsivo, para él perdía todo el sentido del mundo haberse metido al fut.

Después de pasar a comer, cambiarse y medio hacer algo de tarea, se fueron a la cancha.

—Mucha suerte mi niño, eres increíble en todo lo que haces. — le dejó un beso en la mejilla y Poncho apretó los ojos.

—Papá...

—Nada de quejas, sigues siendo mi bebé y lo serás hasta que seas mucho mayor. — Poncho rodó los ojos en protesta y luego de despedirse de César se adentró al lugar de entrenamiento.

Un hombre alto los recibía en la puerta, cuando Huerta tuvo intención de marcharse el hombre habló impidiéndoselo.

—Hola buenas tardes ¿Usted es papá de...?— y cuando el hombre levantó la vista del porta hojas que tenía en la mano, cruzó miradas con César.

Unos ojos cafés que hace años no miraba, y que estaba seguro que podría reconocer en cualquier lado.

— ¿Memo?— fue lo que Huerta apenas pudo decir, ligeramente boquiabierto ante el sujeto frente suyo.

Alguien a quien conoció alguna vez perfectamente como la palma de su mano.

Ya no tenía esos tres pelitos a los que llamaba bigote, ni ese cabello medio largo o ese cuerpo flaquito que César sentía que si lo abrazaba, lo quebraba.

Ya no era Memito o Memin.

Era Guillermo... Memote.

Ahora era alto, relativamente fornido, el cabello corto y una barba mejor que la que tenía a los 15.

Se notaba que su playera de Pumas le quedaba justa, sobre todo en los brazos.

— ¿César?— preguntó con voz grave a lo que Huerta sólo medio sonrió. —No puede ser... Eres tú. Hace un chorro que no te veía, no inventes, te ves igualito.

—Me gustaría poder decirte lo mismo que tú pero no, has cambiado muchísimo. — atinó a decir admirando una vez más a quien presumió alguna vez de ser su mejor amigo en la escuela secundaria. —En el buen sentido, claro. — Guillermo sólo le sonrió en respuesta y seguido de ello habló.

— ¿Y qué te trae por aquí? ¿Apoco practicas fut con los niños?— bromeó y Huerta negó.

—Traigo a mi hijo a entrenar.

—Oh...— musitó. —Bueno, de algo así me enteré en Facebook hace unos años, no sabía que eras casado.

—De hecho yo...

—Te... ¿Casaste con Briseño?— y oír ese apellido después de tantos años, le revolvió el estómago.

—No, para nada. — Huerta negó de inmediato. —No sé nada sobre él desde hace como 16 años, ni idea qué será de su vida. — dijo. —Me casé con alguien más pero, ya sabes, a veces las cosas no funcionan como a uno le gustaría.

— ¿Qué quieres decir?

—Me estoy amm... Divorciando o eso, eso creo. — habló intentando explicarlo.

—Wow. — soltó. —Veo que ocurrieron muchas cosas en todos estos años que no supe de tí.

—Desde...

—La fiesta. — completó Guillermo. —Sí, esa bendita fiesta.

—Realmente creo que no hay mucho que contar, fue un embarazo adolescente un año después de la fiesta y luego... Me casé. — contó. —Trabajo como cajero bancario igual que mi papá. Poncho, mi hijo, está cerca de salir de la secundaria y le gusta el fútbol. Creo que es una manera sencilla de resumir lo que ha sido de mi vida en estos últimos 16 años desde la última vez que nos vimos.

—De verdad me asombra en serio oír todo eso César, sinceramente jamás creí que fueras a formar una familia, siempre que hablábamos de ese tema te portabas tan indiferente y eso era tan tonto. — ambos rieron ligeramente y Memo continuó. —Y ahora verte después de tantos años trayendo a tu hijo a entrenar fútbol, parece algo demasiado loco.

— ¿Qué te puedo decir? A veces cuando uno es menor dice cosas estúpidas en las que no piensa.

—Vaya que sí. — respondió y luego de eso, un pequeño silencio se formó, únicamente dejando en el ambiente el sonido de los niños que jugaban y tonteaban en la cancha mientras esperaban a que el entrenamiento comenzara. —Y... ¿Quién es tu hijo? — preguntó de pronto Guillermo antes de girar la vista a la cancha.

—Es Pablo Alfonso Antuna, el niño de allá. — señaló a su hijo que muy apenas lograba patear el balón sin antes enviarlo hasta el espacio.

—Es...— y se retuvo las palabras en la garganta.

Y César ya sabía qué quería decir.

Que era igual a Antonio.

—Seguramente debe ser igual a su padre. — asintió antes de carraspear. —Mira, si... Te casaste con Antonio, no te voy a juzgar ¿Sabes? Con el tiempo aprendí lo difícil que resultaba para tí poder soltarlo y-.

—No. — interrumpió César. —No me casé con Antonio, no ganaría absolutamente nada con mentirte, ese asunto terminó hace muchísimos años ya. — le respondió. —Casi un año después de la fiesta conocí a mi ex esposo Uriel, todo pasó muy rápido y luego quedé embarazado. — contó breve. —Considero que Poncho es una mezcla de ambos.

—Lamento que te sintieras con la necesidad de darme una explicación...

—No fue una molestia, después de todo somos mejores amigos. — y eso confundió un poco a Guillermo que medio sonrió y levantó una ceja. —Quiero decir, fuimos... Fuimos mejores amigos, básicamente ya nada es igual, somos personas completamente diferentes de lo que fuimos a los 15.

—Tienes razón, no somos los mismos. — le dijo. —Hemos cambiado mucho. Tú eres un padre de familia y yo un simple entrenador de fuerzas básicas.

—Siento que he hablado mucho sobre mí, ¿Qué hay de tí? La última vez que nos vimos fue muy rara, ni siquiera me diste alguna explicación.

—Bueno uhm. — soltó algo de aire y se cruzó de brazos, luego se encogió de hombros. —Necesitaba alejarme de todo, creo que aferrarme a tí estaba lastimando mi tonto corazón adolescente. — y Huerta sintió culpa, que Guillermo no lo viera hace más de 10 años no significaba que no entendía como se sentía. —No me mal entiendas, jamás fue tu culpa y considero que fue algo que nunca entendiste. — sonrió. —Tuve la oportunidad de formarme futbolísticamente en Celaya cuando mi familia y yo nos fuimos a vivir allá y, me di cuenta que jugar no me gustaba tanto como dirigir. — continuó. —Pero de igual forma lo tenía que hacer. Luego me fui a Puebla y finalmente regresé a vivir aquí a la ciudad hace apenas como año y medio, sinceramente lo necesitaba.

—Nunca nos buscamos...

—Yo... Sí lo hice. — y Huerta frunció el ceño. —Fue por eso que descubrí que tenías un hijo, cuando me enteré fue como... Wow. ¿Sabías de eso?— preguntó.

—Historia larga: me enteré sobre una enfermedad que curiosamente mi papá me heredó, lo supe cuando ya tenía como dos meses de embarazo, y desde ahí pasé los meses más difíciles de mi vida.

—Imagino que sí, pero, también puedo ver que todo rindió frutos. — ambos miraron a Poncho que, había dejado de jugar para mirarlos.

Con esa cara enfadada que siempre tenía.

—Guillermo, fue realmente bueno volver a hablar contigo... Lo digo en serio, pero, necesito irme a...

— ¿No te quedas al entrenamiento?— preguntó. —Muchos padres lo hacen.

—Me encantaría pero en serio tengo cosas que hacer.

—Igual y podemos intercambiar números y pues no sé, reunirnos a tomar algo algún día.

—S-sí, sería una buena idea.

Intercambiaron sus contactos y Huerta se marchó.

Guillermo se planteó que a partir de ese momento, haría lo que en secundaria no pudo.

Ganarse el corazón de Huerta, porque realmente, jamás lo pudo olvidar.

Chapter 25: ☾ Histerplasia

Summary:

César descubre que tiene una extraña enfermedad hereditaria de la que su padre nunca le habló y que ahora, acaba de cambiarle por completo la vida.

Chapter Text

Hola Saúl! Muchas gracias por tomarte la molestia de enviarme un correo :)

Como te comentaba en las respuestas, si, nosotros como hombres tambien podemos gestar vida dentro de nosotros Pero para ello debes de contar con una condición tan rara como lo es la " histerplasia" . No te voy a mentir, la verdad es que pasar este proceso siendo hombre es una total travesia, somos pocos hombres en el mundo y especificamente en este pais con una condicion asi, si tienes duda te recomendaria acudir con tu medico de cabecera para que te realice analisis pertinentes y sobre eso sepas tomar la decision correcta. Saludos cordiales y un abrazo, suerte.

—No sé vos pero ese nombrecito me suena a cuento. — le dijo Dinenno apartando la vista del ordenador. — ¿O me vas a decir que vos te vas a creer esa cagada?— César, quien lo miraba mientras se comía las uñas, simplemente se encogió de hombros.

Luego de haber leído esa información de dudosa procedencia le pidió a Ignacio que fuera a su casa.

No es que Mozo no fuera su amigo, pero digamos que a veces solía ser un poco... Fatalista.

Ignacio consideró que quizás no era precisamente lo que César necesitaba en estos momentos.

— ¿Y qué tal que es en serio?

—A mí me suena a que es menuda chorrada. No te podés comprar lo que te dijo un desconocido tras un perfil de Yahoo!, la puta madre. — respondió y se levantó de la silla. —Tenés que ir a un médico que lo que vos necesitás son vitaminas y suplementos, que te alimentás tan mal que por eso son los desmayos.

— ¿Y las náuseas? ¿Y los vómitos constantes por las mañanas? ¿Y el cansancio?— cuestionó. —Esos son síntomas típicos de... Eso. — musitó con discreción.

—Más de lo mismo. — le dijo. —Llevás una rutina de mierda y todo lo que sentís te lo guardás, seguro que es eso.

—Debería hacerme una... Una de esas cosas.

— ¿Cuál?

—Esa donde le haces pipí encima y te dicen si estás o no estás.

— ¿Una prueba casera? ¿Y de dónde pensás vos que nos la vamos a sacar? ¿Del orto?

—Tú me dijiste que tu primo estaba en tu casa por vacaciones. — sugirió discretamente y se encogió de hombros. —A lo mejor él nos puede ayudar.

— ¿El Pussetto? Ni en pedo.

A final de cuentas Dinenno terminó cayendo ante la insistencia y preocupación de César, de cierto modo, aquella información que leyeron tal vez podría no ser tan equivoca, pero preferían sacarse la duda de una vez.

— ¿Qué hacemos acá?— preguntó el mayor de los tres deteniendo el auto frente a la farmacia. —Dijeron que querían que los llevara al cine.

—Nacho, tal vez te mentimos un poquito. — respondió Dinenno asomándose entre los asientos del piloto y copiloto.

— ¿Otra vez tenés la sinusitis?

—Nacho, discreción te pido.

—Bueh, entonces decíme qué hacemos estacionados afuera de una farmacia.

—Pues...— César miró a Dinenno como suplicándole no decir la verdad. —Tenés que ayudarnos con una mega bronca.

— ¿Querés comprar forros? Yo tengo en la guantera por si...-. — Pussetto abrió la misma pero Juan lo detuvo.

—No, ya no es una cuestión de forros, considero que de hecho para eso ya es tarde. — dijo remarcando un poco las últimas palabras antes de mirar a César. —Necesitamos una prueba de embarazo.

—Chucha. — soltó Pussetto. —La re contra cagaste Juan. ¿Quién te embarazó?

— ¿Que qué?— soltó Dinenno con las orejitas rojas, Pussetto solamente se cagó a carcajadas y golpeó el volante.

—Bah, es obvio que la prueba no es para vos, hermano. Sos menudo trolo, como si no te hubiera visto ya con ese niño Mozo. — agregó al comentario. —Quiero pensar entonces que la prueba es para vos. — señaló mirando por el espejo retrovisor a César.

—Y-yo...

—Su novia y él creen que tal vez ella está embarazada, entonces César necesita una prueba para sacarse de la duda. — intervino Dinenno, salvando a su mejor amigo.

—Ya. Y si César la embarazó ¿Por qué no va él mismo a comprarla?

—Porque digamos que César es algo... Penoso.

— ¡Qué va! ¿Penoso? Si fuera penoso el pibe no hubiera metido la poronga dónde no debi...-.

— ¡Nacho!— exclamó Dinenno rojo rojo de la cara ante el comentario de su primo.

—Ya va, dame el dinero. — Huerta extendió el billete y Pussetto lo arrebató. —Mirá que para pretender ser papá, sos demasiado pelotudo todavía. — abrió la puerta de mala gana y al salir la azotó.

—Si supiera todo completo, yo creo que estaría más encabronado.

—Vos solo te estás sugestionando chino, seguramente fue una broma de mal gusto que alguien se re inventó en la red, no todo lo que te lees ahí es real.

—Ojalá...

Ese mismo día por la tarde luego de realizarse la prueba de embarazo siguiendo las instrucciones en la caja, César no volvió a tocar ni su teléfono ni su computadora.

Pues ambos estaban llenos de mensajes por parte de Dinenno preguntando por el resultado que le arrojó aquella prueba casera.

Y también, estaba repleto de mensajes de Uriel preguntando si estaba todo bien entre ellos y cuestionando el porqué de su ausencia.

Huerta solamente miró una vez más las rayitas rojas en la prueba y simplemente se negó a que el resultado de esta pudiera ser ese... Porque era una locura, porque cosas así no le pasan normalmente a la gente. O quizás, si le ocurrían a personas como él.

— ¿Otra vez no va a venir?— preguntó Alan mirando a la banca vacía frente a él.

Al siguiente día por la mañana, Huerta no se presentó a la prepa.

—Creo que no. — respondió Dinenno mirando también al lugar vacío y sólo soltó aire por la nariz.

Porque entonces supo, gracias a la ausencia de César, el resultado de la prueba.

⟨¿Quién te escribía a ti versos? Dime niña, ¿Quién era? ¿Quién te mandaba flores en primavera? Con amor las recibías, como siempre sin tarjeta Te mandaba a ti un ramito de violetas...⟩

El camión pasó por un tope que hizo brincar a César en su lugar, ya iba medio vacío pero al menos ya casi llegaba al doctor.

Le hizo creer a su papá que se iba a la escuela, pero en vez de tomar el camión que lo llevaba al metro, tomó el que lo dejaba cerca de aquel consultorio que recordaba concurría seguido cuando era pequeño y se llegaba a enfermar.

Era el doctor más de confianza que tenían.

El doctor Ergas, recordaba.

Bajó del camión y caminó unas cuantas cuadras hasta estar frente al lugar.

Sacó una de las fichas para consulta, era la 10 así que probablemente le tocaría pasar entradas las 12.

No le importaba mucho si eso le implicaba llegar aunque sea una hora más tarde a casa y llamar a su padre con la excusa de que se le había hecho tarde jugando con sus amigos.

La sorpresa fue que el doctor Ergas no era más el médico en ese consultorio, que se había cambiado de lugar y que de hecho ya hasta tenía base en el IMSS.

Así que el título en la pared "Stephanie Ribeiro" se lo dijo todo.

—Buenos días, toma asiento. — pidió la mujer sin levantar la vista de unas hojas en su escritorio. Sólo el tic-tac del reloj en la pared les acompañaba. —Cuéntame qué es lo que te aqueja.

—Creo que yo... Amm, bueno, no sé exactamente cómo decirlo.

—Estamos en confianza, no te preocupes.

—Quiero saber qué significa esto exactamente. — deslizó el objeto plástico envuelto en papel sobre el escritorio.

Desenvolvió el mismo con delicadeza, como si este fuese de porcelana.

Fue hasta ese momento que la doctora lo miró con precisión.

La doctora Ribeiro supo entonces que estaba frente a una grave situación.

—Bueno... ¿Alguna vez habías escuchado hablar sobre la histerplasia?— escuchar mencionar ese nombre específico le puso los pelos de punta.

—Algo así. — respondió.

—Bueno mira, te voy a dar una hoja para que te hagas unos estudios en los laboratorios de aquí cerca, unos de sangre y un ultrasonido.

—Y eso cómo... ¿Cómo para qué?

—Necesito descartar que tengas la histerplasia, y para eso son los exámenes.

— ¿Pero qué es eso exactamente? O sea... M-me voy a morir o...

— ¿Has tenido relaciones sexuales recientemente?— y la pregunta lo paralizó.

Un montón de ideas se le empezaron a meter en la cabeza: un embarazo como lo leyó en internet o hasta que incluso aquello fuera una enfermedad de transmisión sexual que Briseño le contagió.

—Hace como... Como unos dos meses, creo. — dijo nervioso.

—Fue con una mujer o... No sé, ¿Cabe la posibilidad de que haya sido con un hombre?

«Puta madre, puta madre ¡Putísima madre!»

—Y-yo...— Huerta sentía que el corazón se le botaría pronto del pecho.

Se sentía ansioso, se sentía al borde.

—F-fue con un hombre, p-pero fue sólo una vez, yo solamente estaba experimentando, é-él...— Stephanie lo detuvo.

—Lo que yo creo, es que puedes estar embarazado. — soltó con la voz más tranquila del mundo

Sin embargo denotaba cierto toque de preocupación.

—Q-que...

—César, sé que suena como algo absurdo, yo lo sé. — intentó decirle como para calmarlo. —Mira, la histerplasia es una enfermedad que en el 88% de los casos puede ser heredada... ¿Sabes si alguien en tu familia la tiene? ¿O si alguna vez la has escuchado nombrar de algún tío o de tu papá? En casos muy raros esta se hereda genéticamente del padre al producto. Y si ese no es el caso, la otra alternativa es que te hayas atascado el cuerpo de hormonas tú solito pero... César, no creo ¿O me equivoco?

Pagó la consulta luego de haber salido 11:16 am, al menos no era tan tarde así que le daba tiempo de hacer lo que tenía que hacer.

Salió con la hoja que la médico le dió donde le indicaba realizarse dichos estudios, sin embargo Huerta sólo optó por hacer bolita aquel papel para meterlo muy en el fondo de su mochila.

No tenía caso hacérselos, ya deducía cuál sería el resultado, simplemente le parecía una pérdida total de dinero que para empezar, no tenía; así como también de tiempo.

Tiempo.

Tiempo era lo que le hacía falta para poder digerir una noticia como esa y también, lo que necesitaba para buscar en casa algún papel, acta o fotografía que le dijera si su enfermedad era heredada o qué chingados fue lo que ocurrió.

Tomó el camión de vuelta a casa, y tan pronto como colocó un pie dentro de la habitación de su padre se dispuso a abrir todos y cada uno de los cajones que existieran en los muebles.

De entre la ropa en el ropero, las cajas bajo la cama... Y debajo del colchón.

Y entonces, ahí lo encontró.

Un folder enorme de tonalidad rosa transparente.

Lo tomó entre sus manos y tragó saliva.

Él tenía conocimientos sobre el contenido de aquel folder, eran los papeles importantes, los que su padre nunca le dejaba ver porque "los podía maltratar", y aún estúpidamente jamás tuvo la curiosidad de indagar en ellos ni una sola maldita vez.

Al buscar todo con tanta prisa, una foto terminó por caer del folder, una que le revelaba todo sin necesidad de indagar más.

La tomó y leyó la esquina inferior de la fotografía donde estaba escrito con plumón:

"Madre: Jaime Lozano"

"Padre: Saúl Huerta"

« ¿Madre? »

—No mames. — se dijo así mismo y se cubrió la boca con una de sus manos.

"03/12/88"

"César Saúl Huerta Lozano"

Era una foto de quien deducía era él de bebé, siendo cargado por Jaime quien sonreía, usando una ropa tan de hospital y con unas cosas conectadas al dorso de la mano.

Literalmente se acababa de enterar gracias a esa foto, de que la vida, se le había jodido.

Que tal vez, estaba condenado a vivir la misma vida que su padre.

Y eso lo sobrepasó.

Pero no lo iba a permitir.

Dejó fuera del folder las fotos, los demás documentos que encontró después de ponerse a buscar como loco, y los llevó a su habitación. Tomó su celular e hizo la llamada que jamás en la vida pensó tener que volver a hacer... Pero era importante, pensó que a lo mejor ahora ya era distinto.

— ¿Hola? Sí ,soy yo, quiero verte. — dijo. —Las cosas fueron horribles la última vez pero... Necesito verte con urgencia, por favor.

Chapter 26: 𖤓 Santi-Party

Summary:

Luego del famoso TotiFest y todo lo que ocurrió ahí, alguien hace público en el grupo de WhatsApp de los de 3-A un video vergonzoso de Santiago.

Poncho sabe a la perfección quién es el responsable aún antes de ver el grupo.

Chapter Text

⟨...Ay, amor
Es una tortura, perderte
Yo sé que no he sido un santo
Pero lo puedo arreglar amor
No sólo de pan vive el hombre
Y no de excusas vivo yo...⟩

Movía la cabeza al ritmo de la música mientras estaban parados en el tráfico.

Eran las 7:45 pm y apenas conducían de vuelta a casa luego del entrenamiento de Alfonso.

Poncho no dijo ni una sola palabra desde que salió del lugar y sólo se dedicó a subirse al carro, era algo ya muy común en el adolescente, ya se encontraba en esa edad.

Sin embargo Huerta se sentía ciertamente extraño, pues, hacía mucho tiempo que no sentía una mirada tan tensa clavada sobre su nuca desde los años dónde Alan y Dinenno lo miraban en clase por comportarse raro.

Así que el que su hijo sólo lo mirara en silencio desde los asientos traseros, lo hacía sentir exactamente igual que en esa época.

—Y... ¿Cómo dices que te fue?— preguntó dándole un par de golpecitos rápidos al volante con sus dedos índice y medio mientras mantenía sus manos sobre este.

—Normal. — respondió Poncho.

Huerta sólo asintió, tenía la sensación de que su hijo estaba esperando el momento para soltar una pregunta.

— ¿Tú conoces a mi entrenador?

«Sí, ahí estaba la pregunta.»

—Nou. — mintió descaradamente.

Pero si Poncho le preguntó fue por algo.

—Qué raro. — respondió. —Porque yo los ví platicando muy a gusto en la entrada, hasta se quedaron ahí un rato.

—Bueno, es normal porque... Eres nuevo y tu entrenador necesitaba darme algunos puntos importantes por ser tu tutor y... Eso. — desvarió ligeramente en la espera de no ser descubierto.

—Mmm. — soltó y asintió. —Qué raro fíjate, porque todo el entrenamiento se la pasó pendiente a qué hacía y luego me dijo que cómo estabas tú. — mencionó y miró a la ventana del carro. —Así, tal cual "¿Cómo está tu papá?"— imitó con una voz gruesa.

— ¿Guillermo te preguntó eso?— cuestionó con sorpresa y miró a su hijo.

—Mhm. — se limitó a responder. —Y qué raro, hasta te sabes su nombre...

—Bueno pues, tú ganas. — suspiró. —Si lo conozco. Guillermo y yo solíamos ser mejores amigos en secundaria, tan unidos como Santi y tú. — dió vuelta a la izquierda mientras que Poncho lo escuchaba. —Naturalmente el tiempo pasó y pues dejamos de vernos. — continuó. —Entonces cuando te dejé en el entrenamiento, me llevé la sorpresa que era él y pues ya, nos pusimos a platicar.

—Mmm ya. — respondió y recargó su cabeza en la ventana del carro. —Y me imagino que si sabe que eres casado ¿No?— César se frenó de golpe ante la luz roja del semáforo y entonces se quedaron en silencio. — ¿Pa...?

—No creo que sea correcto hablar de esas cosas contigo porque... P-porque eres un niño.

—Ya no soy un niño, tengo casi 15 años.

Ante la nula respuesta de su padre, Poncho no hizo más que deducir cosas.

Y molestarse por esas cosas.

Porque quizás le mintió a su padre, pero era la única manera de poderle sacar la sopa sobre su entrenador, los vió muy juntos y eso no le gustaba.

Al llegar a casa, Poncho subió a bañarse y un mensaje llegó al teléfono de Huerta.

~Antuna.

Hola.

Lamento haber fallado al no poder llevar a Ponchis a su entrenamiento, pero mañana paso por él a la escuela. Espero su entrenamiento haya sido de lo mejor, pero esa información ya me encargaré mañana yo de sacársela a ese chingado chamaco berrinchudo !!

Huerta rió.

~Antuna: Tengan una bonita noche, descansen ❤

Su corazón se estrujó un poquito al leer esas palabras.

Porque Huerta aún recordaba cuando estas salían de la boca de Antuna cada noche antes de dormir.

Desde su embarazo y hasta las últimas semanas de lo que fue su matrimonio.

Entonces un mensaje más apareció en su pantalla de bloqueo.

~Guillermo

Hola! Espero estés teniendo una linda tarde - noche, me dió muchísimo gusto volver a verte, espero poder hacerlo más seguido 😉

Mientras un dilema se formaba en la cabeza de Huerta, Poncho vivía uno peor en la suya.

« ¿Sincerarse con Santiago?»

Después de un buen baño y una corta consulta de 15 minutos con su almohada, lo decidió.

Le enviaría a Santiago un mensaje donde le confesaría lo que sentía y la inmensa necesidad que tenía por hablar con él sobre ello.

Lo redactó con la inspiración de A Mí de Rels B, la canción favorita de Trigos.

Y cuando lo tuvo listo, ya no estuvo tan convencido.

Lo intentó borrar pero en vez de eso, el muy baboso por los nervios le picó a "enviar".

—No. — murmuró cuando vió el mensaje reflejado en el chat, con ese reloj que marcaba que aún no se enviaba y estaba en espera.

Miró la barra de su teléfono viendo que no tenía internet.

—No, no, no, no. — intentó borrarlo pero este marcaba un error debido a la falta de red.

— ¡Papá!— escuchó gritar desde el cuarto de su hijo.

—La casa no mide 500 metros, Alfonso. Perfectamente puedes venirme a decir lo que necesitas. — gritó de vuelta y volvió la vista a los papeles en la mesa.

Tan pronto como dijo aquello la puerta de la habitación de Poncho se abrió y este salió de ella para dirigirse a su padre.

—No hay internet. — soltó como si fuera la peor noticia del mundo.

— ¿Y?

— ¿¡Y!?— preguntó. —Le mandé el mensaje más importante de mi vida a alguien y ahora ese mensaje está en un limbo, ni se manda ni se puede borrar, y ya me arrepentí.

_Se suponía que este mes le tocaba a tu papá pagarlo, quéjate con él. — respondió.

— ¿Y cómo me quejo con él? ¡No hay internet!

—Me dijo que mañana pasaba por tí a la escuela, ahí te quejas y de paso lo acompañas a pagar.

—Pásame datos. — Poncho intentó agarrar el teléfono de Huerta pero este lo tomó rápido.

El mensaje de Guillermo aún estaba sin responder y seguía ahí en la pantalla de bloqueo.

— ¡No!— Poncho lo miró raro.

— ¿Escondes algo?— se intentó asomar para fisgonear pero Huerta guardó el celular en la bolsa de su pantalón.

—No, nada, pero ya es tarde y tienes que dormir, lo que sea que tengas que decirle a esa persona, puede esperar a mañana en la escuela.

Alfonso se resignó con frustración y regresó a su habitación.

Cuando Poncho llegó a la escuela a la mañana siguiente, recordó entonces que ahí si había wifi gratis, entonces sacó su celular dispuesto a conectarse a la red para borrar el mensaje.

Ya estaba haciendo aquello justo cuando vió a Santi cruzar el portón de la escuela.

— ¡Santiago!— exclamó Poncho captando la atención de su ex- mejor amigo.

El castaño claro sólo se giró a mirarlo.

Poncho pudo notar que Santi tenía los ojitos irritados, signo de que había llorado.

—Oye... ¿Estás bien?— preguntó, Santi solamente se encogió de hombros. —Quería hablar contigo.

—Mira Alfonso, si te vienes a burlar de mí y a decirme alguna tontería como "te lo dije", ahórratelo ¿Sí? Ya sé que esos weyes únicamente me agarraron de su menso para empedarme y reírse de mí.

—Santi, yo... Jamás me burlaría de tí ¿Por qué dices eso?

—Pues ya lo hiciste una vez, no me sorprendería que quisieras hacerlo de nuevo.

—Santiago, yo jamás me burlé de tí...

—No me defendiste y dejaste que tu amiguito Zendejas dijera todas esas cosas sobre mí, así que... Sólo, déjame en paz.

Trigos se adentró al aula y tras él, Poncho.

Le pareció extraño que cuando ambos entraron al salón, todas las miradas se dirigieran a Santi y los murmullos comenzaran.

—Qué rollo, Santi-party. — saludó Toti acercándose a abrazar a Trigos. — ¿Cuándo organizamos la próxima para volverte el alma de la fiesta?— varios rieron por el comentario y Trigos nomás lo miró.

— ¿D-de qué hablas?

— ¿No viste el vídeo que subieron de tí al grupo del salón? Se volvió súper popular, ya hasta stickers salieron. — soltó a Trigos para sacar su teléfono y comenzar a buscar.

— ¿Cuál video?

—No pues ¿Cómo te vas a acordar? Si estabas mega borracho mi Santi, qué barbaridad.

— ¿De qué hablas?— Toti rodó los ojos y al fin le mostró a Santi el video que alguien grabó de él perreandole de la manera más obscena a Mickey.

Sus mejillas se tornaron híper rojas y unas ganas de llorar inundaron su cuerpo.

—Asumo que en la escuela entera no ha de tardar en volverse popu... Y luego en las redes. Santiago, ¿Qué rollo? Pasaste de ser un mocoso don nadie a ser una súper estrella, aunque claro, por las razones equivocadas. — todos rieron y la respiración de Santiago se volvió agitada, salió corriendo del salón empujando en el acto a Poncho.

Alfonso se conectó a la red de la escuela y tan pronto como lo hizo, abrió el chat del grupo del salón.

Ahí, vió que Bennevendo había subido un video para luego de 5 minutos borrarlo.

"Lo siento chicos, grupo equivocado 🤭"

La sangre de Poncho hirvió con rabia.

—Cabrón. — musitó y al girar para salir e intentar buscar a Santi, vió al mismísimo Pablo entrar al salón.

— ¿Qué? ¿Soy o me parezco?— preguntó el más alto. —Quítate, me estor...— no lo dejó hablar, Poncho sin pensarlo lo empujó tan fuerte como pudo.

Gracias a que lo tomó por sorpresa, Bennevendo cayó directo al suelo.

—Uhhh. — sonó por lo bajo.

— ¿Qué te pasa? Estúpido.

— ¿Por qué hiciste eso?

— ¿De qué hablas?

—No te hagas pendejo, sabes de qué hablo. — señaló. —Exhibir así a Santiago. — Pablo rodó los ojos y negó.

— ¿Ahora sí muy tu amigo?

—Te vale madre.

—Mira, fue un accidente ¿Va? Deja de tomarte todo tan personal.

—No sabía que un accidente era empedar a un niño con la compañía de alguien mayor.

Al menos algo le tiró paro a Poncho para que no lo suspendieran más días como a Bennevendo.

Y fue el hecho de no ser él quien tiró el primer putazo en la pelea.

Bennevendo se lo madreó, sí, pero tampoco se fue limpio.

—Tienes suerte de estar en una buena situación escolar, o de lo contrario te hubiéramos suspendido más tiempo. — el subdirector Marcelo regañó a Poncho sentado en las sillas del pasillo, esperando a que su padre fuera por él para hablar con el director Efraín. —Tienes tiempo para reflexionar lo que hiciste y que estuvo mal. — el hombre salió dejando a Poncho sentado en soledad.

Por la puerta de vidrio sólo veía a Santiago sentado enfrente del director y a Julio asintiendo mientras sostenía al menor por los hombros.

Poncho sentía que todo esto era su culpa, porque si jamás se hubiera juntado con Kiana y su grupito, Santi jamás se hubiera molestado y se hubiera hecho amigo de Pablo.

Chapter 27: ☾ Tú y Yo Nos Vamos a Comer un Pollito

Summary:

César se reúne con Antonio para darle la noticia de que está esperando un hijo suyo.

Chapter Text

Sólo dos camiones y sus pies le bastaron para llegar a estar frente a la entrada de esa universidad.

Siempre tuvo curiosidad sobre donde estudiaba, solamente conocía la escuela mediante fotos, pues Antonio siempre le daba largas para llevarlo, o sencillamente se rehusaba a dejar que él estuviera cerca de esta.

Entonces, que por llamada Antonio le dijera que podían verse fuera de su universidad, le dió indicios de que las cosas no podían ser tan malas ya.

Levantó la vista del suelo en cuanto escuchó a Briseño despedirse del poli de la entrada, ahí mismo lo vió saliendo por el portón mirando a todos lados, sólo para al final tomarse la molestia de mirar a Huerta y regalarle un saludo corto levantando sus cejas.

Huerta tomó una bocanada grande de aire que le permitía contenerse de las inmensas náuseas que sentía.

La última vez que lo vió, fue hace exactamente tres meses.

No quería verlo una vez más, pero tenía que saberlo.

—Órale, ya sabía yo que tarde o temprano ibas a dar tu brazo a torcer. — Briseño lo miró de arriba abajo antes de sonreír. —Pero no creí que te fueras a tardar tanto. — agregó tomando a Huerta por la barbilla. —Hasta te pusiste más chulo. — César de un movimiento se apartó de la mano de Antonio quien sólo lo siguió con la mirada.

—Necesitamos hablar.

— ¿Para qué soy bueno?— preguntó sentándose al lado de César.

—No sé qué tan buena idea sea hacerlo aquí.

—Uy, asústame panteón. — dijo. —Chale, pues ni que me fueras a decir qué. Nomás dilo y ya. — el menor únicamente negó. — ¿Qué? ¿Te da pena que te oigan diciéndome que siempre si te arrepentiste de haber sido un mal agradecido conmigo y que te hago falta?— preguntó poniendo su mano sobre el muslo de César.

Briseño vió el rostro de Huerta y el terror que reflejaba en este.

—Cálmate, estoy jugando. — rápido quitó su mano y miró al poli en la puerta. —Pero tienes razón, chance no es buen lugar, vente, conozco uno más chido.

Lo llevó a un parque a unos 10 minutos de la escuela, el camino fue silencioso con uno que otro comentario incómodo sobre cómo había sido su vida después de su ruptura.

Ninguno a ciencia cierta se atrevía a mencionar lo que había ocurrido la última vez que se vieron, como si aquello simplemente no hubiera pasado.

Huerta y Briseño pasaron frente a una cancha de fut, un hombre practicaba tiros a portería con un peque de entre 7 y 9 años, que César deducía, era el hijo de aquel hombre.

Y pensó por un momento, borrándose los miedos de la cabeza, en lo lindo que sería hacer lo mismo con su futuro hijo.

—Ya ahora sí, cuéntame para qué me querías ver. — dijo Antonio una vez sintió que estaban en completa soledad. —Porque déjame te digo que me regañaron por salir a contestarte, así que espero valga la pena.

Eso lo bajó de su nube y lo volvió de golpe a lo que era su realidad.

—Es algo rápido... Pero es importante.

—Ya deja de darle tanta pinche vuelta y desembucha. — soltó ya fastidiado.

Los nervios se lo estaban comiendo vivo.

—Descubrí que tengo una enfermedad. — musitó con el llanto atorado en la garganta.

Antonio lo miró de arriba abajo y asintió.

—Se llama histerplasia, fui al doctor porque desde hace muchísimas semanas me estoy sintiendo mal.

—No pues... Qué mal pedo por tí César, ojalá te recuperes pronto. — fue lo único que mencionó. —Pero pues, sin afán de ofender ¿A mí qué me importa? Digo, si solamente me buscaste para decirme que estás moribundo, sinceramente no sé qué esperas que te diga. Tú y yo ni somos nada ya, te lo dejé bien claro la última vez que nos vimos.

—Realmente...— dijo cortando su voz. —Realmente si es algo que debería importarte, incluso más de lo que imaginas.

— ¿Por qué...?— Huerta sacó de esta manera la prueba, con la mano temblando en un claro signo de terror.

—Estoy esperando un hijo tuyo. — musitó en voz sumamente baja, entrecortada.

Antonio se puso pálido, tomando la prueba y apretando la misma entre su puño, después miró a César.

—Yo creo que tú piensas que yo nací ayer ¿Verdad?— aquel tono de voz preocupó a Huerta.

De pronto Briseño soltó al suelo la prueba y se levantó de la banquita del parque, sin permitirle a Huerta poder hacer lo mismo, tomándolo con una sola mano por las mejillas.

—Escúchame bien, pendejo. — dijo agitando el rostro de César. —No sé con quienes te fuiste a meter en el tiempo que no estuvimos juntos, pero a mí no me vas a enjaretar tu chingadera.

—Suéltame por favor, me estás lastimando. — pidió intentando librarse de las manos de Antonio pero este solo empujo con brusquedad la cara de Huerta.

— ¡Esa cosa no es mía!— exclamó.

—Eres la única persona con la que he estado. — Antonio se tapó los oídos y apretó los ojos.

Todo esto tenía a Huerta atareado, porque de todas las cosas que recordaba de Antonio, no recordaba nunca haberlo visto alguna vez de ese modo.

Porque no se sentía como si estuviera enfadado, sino que más bien se sentía como si tuviera terror... Como si quisiera esconder su miedo tratando de parecer enojado.

Debajo del hombre que se creía fuerte y un don juan, realmente había un niño con miedo.

Uno muy pendejo.

—Antonio...— intentó hablar César, acercándose a Briseño quien se quitó las manos de los oídos y abrió los ojos sólo para empujar una vez más a Huerta, esta vez tirándolo al suelo.

—Escúchame bien, la vida no es una pinche telenovela donde con un hijo las cosas se resuelven. — dijo. —Yo lo único que quería contigo era pegarte una cogida y ya, no esto. — Huerta no tenía palabras para describir el asco que sentía. —Así que si por tu pendeja cabeza pasó que yo me iba a hacer responsable de tu chingadera, olvídate. — negó. —Olvídate, porque eso no va a pasar. — repitió esta vez para mirarlo. —Así que agarra tu chingadera y lárgate a tu casa porque en mi puta vida te quiero volver a ver... No me interesa saber de tí ni de tu porquería. — señaló. —Pídele a tu amiguito Juan Ignacio que se haga cargo, seguramente es de él... Sí, ahuevo tiene que ser de él, siempre se la pasaban muy juntitos, ¿Es más? ¿Por qué no le pides al estúpido de Guillermo que se haga cargo? De seguro el muy imbécil sería feliz de cuidar de él, siempre estuvo de arrastrado contigo.

—No entiendo cómo puedes decir esa clase de cosas. — apenas pudo decir, tragando algo de saliva. —Es tu hijo...

— ¡Ya cállate!— gritó Briseño sintiendo que todo se salía de sus manos, y lo último que pudo hacer, fue dar una patada a César, aún en el suelo. — ¡Ese bastardo no es mío!

— ¿Qué te pasa?— exclamó llevándose las manos al vientre. — ¡Eres un pendejo!

—Y tú eres un puto facilote que pensó que ya la había armado ¿Pero que crees? Ya te chingaste. — le dijo mientras Huerta sólo sentía ligero dolor en el área dónde Briseño lo había golpeado. — ¡Agarra tu puta prueba y lárgate si no quieres que me encargue de que pierdas a tu chingadera!

Realmente lo decía en serio, veía ese odio en los ojos de Antonio. Así que Huerta agarró del suelo la prueba llena de tierra y con ayuda de la banca se puso de pie, sólo para marcharse sin mirar atrás.

¿Por qué pensó que las cosas serían diferentes?

Antonio no cambió, nunca lo haría.

Estaba destinado a ser un grandísimo hijo de puta toda su vida.

Entonces las horas comenzaron a transcurrir.

Dieron la 1, 2...

Huerta ya no tenía la noción del tiempo pues había apagado su teléfono.

Gran parte del día se quedó llorando en el metro mientras la gente solamente lo veía al pasar y uno que otro le preguntaba si estaba bien o necesitaba ayuda.

« ¿Ayuda?»

A menos que tuvieran una máquina del tiempo para poder volver a 2005 e impedirle que conociera a Antonio, no había absolutamente nada que la gente pudiera hacer por él.

Agotado física y mentalmente, volvió a casa. Ya eran las 7:50 de la noche, su papá había llegado aproximadamente desde hacía casi 2 horas.

¿Si lo regañaba? Ya no le importaba, no le interesaba.

De igual forma, para él, su vida ya había acabado.

La puerta crujió al abrirse, la luz de la sala estaba encendida, la tele apagada y la radio tenía una canción viejita de esas que le gustaban a su papá, una de Juan Gabriel. Por último notó a su padre levantándose del sillón de la sala para caminar hacia él.

— ¿Qué chingados pasa contigo?— gritó Lozano al ver a Huerta cruzando la puerta de la casa. —Estoy cansándome de tus pinches desplantes e indiferencia ¿Cuál es tu problema?— la furia en Jaime incrementó cuando César solamente comenzó a subir las escaleras. — ¿A dónde vas? Cabrón. — exclamó comenzándolo a seguir. —Estuve angustiado toda la puta tarde. Les marqué a tus amigos y ¿Qué crees? Me dijeron que no fuiste a la escuela ¿A dónde chingados te largaste toda la tarde y por qué llegaste hasta ahora?— y mientras el regaño ocurría, Huerta sacó de bajo sus almohadas todas las cosas que encontró en ese folder.

Se quedó dándole la espalda a Jaime y hasta que el mayor lo jaló por el hombro fue que finalmente se vieron cara a cara.

— ¡Te estoy hab...!

— ¿Por qué me dijiste que mi mamá se había muerto y que los del registro habían puesto los apellidos al revés?— preguntó Huerta sosteniendo entre su mano una foto. —Esta no es mi mamá Elena. — musitó.

—César...

—Hoy me enteré que estoy embarazado. — soltó con toda la amargura que lo inundaba y un gran peso cayó sobre los hombros de Lozano.

Sintió que un enorme agujero se formaba en su estómago.

—La cochinada que tienes es hereditaria y nunca me dijiste. — mencionó con un nudo en el estómago, Huerta se sentía al borde. — ¿Por qué nunca me dijiste que tenías histerplasia?

— ¿Cómo que estás embarazado?— apenas y la voz le pudo salir. —Tienes apenas 18 años, Saúl. — lo tomó por los hombros pero César retiro sus manos de ahí.

—Te odio. — ese comentario salió desde el fondo de su corazón, fue dicho con todo el sentimiento, fue un "Te odio" simplemente auténtico.

—No digas eso, César. — mencionó con la voz quebrada y negó. —No me digas eso, por favor...

— ¡Te odio!— repitió esta vez en grito. — ¡Te odio porque tú sabias que yo tenía esto y aún así decidiste tenerme!— recriminó Huerta mientras Jaime lo miraba en silencio. — ¡Y sólo te limitas a quedarte callado y no decirme nada!— gritó más que enfurecido. — ¡Te odio!- repitió insistentemente pero Lozano muy lejos de enojarse, tomó a su hijo para acercarlo hasta su pecho y dejarlo liberar su llanto.

—Perdóname tanto, hijo. — murmuró sintiendo como de a poco el llanto se le acumulaba. —Perdóname, por favor. — cerró los ojos y con cuidado besó los rizos de Huerta.

Porque él más que nadie, entendía la etapa tan dura por la que estaba a punto de pasar su hijo... Afortunadamente, él no estaría solo.

Chapter 28: 𖤓 La Caída del Héroe de la Noche

Summary:

César se entera de que Poncho fue sin permiso a la fiesta de Toti.

Chapter Text

—Pablo Alfonso Antuna. — mencionó el hombre sentado frente a ellos mientras miraba el expediente del menor que, a comparación de muchos de los que estaban ahí, estaba casi vacío. —Recientemente su... ¿Marido?— preguntó y Uriel asintió. —Vino a platicar con el profesor de Cívica y ética de Alfonso debido a un incidente que implicaba a Alfonso, a su amigo Santiago y un dibujo de burla hacia el docente Tabó.

Poncho se guardó una pequeña risa ante el recuerdo de aquella "obra de arte".

Efraín levantó la vista del expediente y miró al niño quien apretó los labios.

—Anterior a ello, Alfonso no había tenido absolutamente ningún problema de conducta, incluso ha sido reconocido en diversas ocasiones por su alto rendimiento académico.

Uriel sólo escuchaba, pues, a pesar de no vivir más con él y César, siempre ha estado consciente sobre el pequeño geniecito que era su pequeño Poncho.

—Hasta ahora. Porque vamos, entiendo un dibujo de burla, creo que ambos adultos aquí presentes también tuvimos 15 años e hicimos algo similar.

Y a la cabeza de Uriel llegó el recuerdo de cuando en secundaria le hacía gestos a los maestros cuando se volteaban, y cuando volvían la vista a él, Antuna se ponía serio, provocando risas en sus compañeros.

Lo chistosito es una cualidad que Poncho definitivamente no adquirió de César, sin embargo, lo inteligente si fue algo que le sacó a Huerta.

—Pero señor Antuna, comprenderá que llegar a una instancia como los golpes es hablar de algo ya más delicado, quizás fue en defensa propia o no, pero considero que las discusiones no se resuelven así.

—Tiene razón, nosotros nunca le hemos enseñado a Poncho ese tipo de cosas. — y Poncho levantó una de sus cejas para mirar a su padre.

«"Y si alguien te dice algo de que tienes dos papás y te está moleste y moleste con lo mismo, le metes sus buenos catorrasos ¿Va que va?"»

«"¡Va!"» exclamó Poncho de 5 años que chocó las manos con Antuna hincado a la altura de su hijo.

«"Pero no le vayas a decir a tu papá que yo te dije eso."» Poncho asintió y se llevó el dedo índice a los labios para musitar un "Shhhh" que Antuna imitó.

—No quisiera asumir o entrometerme demasiado pero... No sé, quizás podría tratarse de alguna situación en casa que esté influyendo en el comportamiento desinteresado y problemático de Alfonso, actualmente. — Poncho solamente desvió la mirada al suelo y Antuna acarició el hombro del menor. —Mire señor Antuna, no soy quién para entrometerme en esos asuntos de índole personal, pero sugiero que busquen algún tipo de ayuda su esposo y usted para apoyar a su hijo. — Uriel asintió.

—Créame que lo haremos, director.

—Usted tiene tres días para reflexionar sobre lo ocurrido. — señaló a Poncho y el menor asintió. —Y usted, para hablarlo con su esposo. — señaló ahora a Uriel. —Créame que no nos gustaría que este tipo de comportamientos se vuelvan aún más habituales en Alfonso, y menos ahora que estamos tan cerca de la graduación y de que su hijo llegue a lo que es el nivel preparatoria. No nos gustaría que esto interfiriera en su preparación.

—Tenga por seguro que no será así, hablaremos personalmente con Alfonso sobre su comportamiento y buscaremos una solución. — el director Efraín asintió y le pidió a Poncho salir un momento de la oficina.

Después de un par de minutos, Uriel salió del lugar y se llevó a Poncho de la escuela, tomándolo por el hombro.

—Bueno mira, me pareció lo más sensato que me llamaras a mí pero pues... No manches hijo, ¿Cómo le vas a explicar a tu papá que te suspendieron tres días porque te peleaste con otro niño?— preguntó mirando a su hijo por el espejo retrovisor.

Con el putazo en su pómulo y la mirada puesta en la ventana.

Poncho nomás se encogió de hombros.

—Mi papá tiene que entender que fue algo que hice porque era necesario.

—Pues si mijo, pero tampoco era necesario que llegaran a los golpes.

—Bennevendo ya se estaba pasando de lanza con Santiago.

— ¿Pues qué ese tal Santi es manco o por que no se pudo defender?— preguntó y Poncho no respondió.

Después reflexionó la pendejada que salió de su boca.

—O sea, yo también he defendido a tu papá. — habló. —Y en numerosas ocasiones aunque él no lo reconozca. — dijo. —Pero en nuestro caso era distinto porque nosotros ya éramos una pareja, era mi novio y yo lo tenía que proteger... Y este chamaco Santiago no es tu novio ¿O sí?

A poncho lo salvó el hecho de que una llamada entrara al celular de su padre.

—En la torre. — dijo preocupado y Poncho se asomó a ver, viendo que se trataba de su otro papá.

—No le contestes.

—Ay si tú, "no le contestes". ¿Y luego que le digo?— esperó unos segundos más para poder responder y entonces lo hizo. — ¿Bueno?— Poncho se acercó más para poder oír. —Sí, si estoy con él... ¿Por qué? — Alfonso no lograba oír algo destacable, así que intentó acercarse aún más. —Que te dijo ¿Quién?— Uriel cerró los ojos y se los frotó con su mano libre. —Sí, simón, ya vamos para allá... Ahorita nos vemos. — colgó el teléfono y lo dejó sobre el tablero del auto.

— ¿Qué te dijo?— preguntó con cierta angustia.

—Solamente te voy a decir que si piensas andar con ese Santi, te sugiero que te pienses bien el suegrito que te vas a echar al hombro. — Poncho entonces sintió que las orejitas se le pusieron rojas. —Su papá le marcó a tu papá y ya le fue con el chisme de todo. — remarcó perfectamente bien la última palabra. — ¿Cómo está eso de que te lo llevaste a una fiesta?

En - la - madre.

A grandes rasgos intentó resumir aquella anécdota, pero entre más avanzaba, más veía en el rostro de su padre como al llegar a casa la bomba iba a estallar.

Y así fue.

Cuando vieron a César en la casa, esperándolos para que les explicara cómo estuvo eso de la famosa "fiesta" a la que NUNCA le dieron permiso de asistir, supieron que estaban metidos en pedos.

Al chino, Alfonso si le tuvo que explicar de manera más detallada.

Sobre la pelea con Santiago, del plan para asistir a la fiesta, de la fiesta y lo que ocurrió con Carreón y Trigos y sobre la pelea con Bennevendo.

Aunque claro, omitiendo sus sentimientos por Santiago.

Todo para que simplemente la conversación terminara con un rostro que Poncho no pudo interpretar en su padre y un:

—Estás castigado. — le dijo sin más luego de oír la versión de su hijo.

Aún después de lo que le confesó, de lo que vió en la fiesta.

—Una por mentirme, y dos por haber sido suspendido. — Poncho solamente extendió los brazos e hizo un gesto de desaprobación.

— ¿No escuchaste todo lo que acabo de decirte? Es como si simplemente fuera invisible, no entiendes lo que digo.

—Fuiste a una fiesta sin mi permiso.

— ¿Crees que eso es importante luego de decirte que casi le hacen algo malo a Santiago? Si yo no hubiera estado ahí probablemente algo muy malo hubiera ocurrido.

—Me mentiste, y no nada más eso, sino que también pusiste en riesgo tu integridad. — Poncho simplemente estaba que no se lo creía.

Y Antuna de pie cerca de la puerta, menos.

—No quiero verte, por favor ve a tu cuarto. — pidió sin agregar absolutamente nada más.

—Eres un tirano. — musitó Poncho con la voz quebrada y dió la vuelta hasta su cuarto para así encerrarse.

El profundo silencio de la casa le inundó la mente a Huerta.

Estaba cansado, estaba confundido, al mismo tiempo se enorgullecía del niño tan valiente que criaron pero también tuvo terror por Santi.

Muchas cosas ocurrieron a la vez.

Y como casi siempre, la voz de Antuna apareció.

—Respeto la manera en como crías a Poncho, pero creo que estás siendo injusto.

— ¿Injusto dices? Uriel, Poncho nos mintió, dijo que iría al parque con sus tíos ¿Y sabes qué es peor? Que Santiago se prestó para esa mentira, él sabía sobre esto y no nos dijo nada.

— ¿Sabes por qué Poncho hace cosas a espaldas nuestras? Porque tú no dejas de cuidarlo y sobreprotegerlo todo el tiempo.

—Todo lo que hago es porque lo amo.

—Amar no es sobreprotegerlo, César. En el fondo sigues siendo el mismo niño con miedos que conocí en la parada del camión, sigues pensando que alguien le va a hacer daño.

—Solamente no quiero que le pase lo que a mí, quiero que él esté bien.

—Poncho es un niño muy fuerte, él va a estar bien.

Una nueva pelea estaba comenzando a surgir.

—Si no te parece la manera en como estoy llevando a cabo la crianza de nuestro hijo, entonces quizás deberías llevártelo a vivir contigo ¿No crees?

—Sabes que eso no se puede.

— ¿No se puede o no quieres?

—Maldita sea César, tengo un trabajo demandante.

—Yo trabajo y cuido a Poncho, no me vengas con estupideces.

— ¡No son estupideces!— exclamó. —No es lo mismo tener un trabajo aburrido donde pasas 8 horas sentado solamente revisando estúpidos estados de cuenta, haciendo llamadas y realizando depósitos y cobros, a estar de pie más de 8 horas tratando de salvar vidas. — gritó con enfado. —No es mínimamente igual.

Los humos se calentaron, comenzaron a sacar cosas del pasado (como ya era costumbre), y todo terminó con Huerta corriendo a Uriel de la casa.

—No quiero volver a verte, ¡Lárgate!— los empujes comenzaron y de esta manera César sacó a Uriel de casa, llorando en el acto.

Poncho sólo miraba desde el umbral de la puerta, algo escondido.

Todo para él, acababa de volverse enteramente su culpa.

Chapter 29: ☾ Agua que No has de Beber...

Summary:

A pesar de que Antonio fue demasiado claro con César sobre no hacerse responsable del hijo que está esperando, busca la manera de seguirle arruinando la vida a Huerta.

Antuna se entera de que el chavo que le gusta, está esperando un hijo.

Chapter Text

⟨Ni el oscuro del pavimento
Ni lo limpio de los suelos
Quita tu verruga
Que llevo dentro
No tengo porqué cederte
Yo sin ti ya no siento nada
Rómpeme en cachitos bajo la almohada...⟩

"¿Quién es el papá?" esa maldita pregunta que su padre le hizo, no lo dejaba en paz.

Al menos Lozano respetó el hecho de que su hijo no quisiera hablar sobre ello, así como tampoco le habló sobre su orientación sexual.

Fue hasta ese momento que Lozano entendió que el mantenerse tan ocupado en el trabajo, intentando otorgarle una buena vida a César, le negaba al mismo tiempo conocer a su hijo y lo que le gustaba hacer.

«¿Esto tuvo que pasar para que llegara a sentarse a platicar conmigo?» pensó Huerta durante el camino.

No tenía ganas de ir a la escuela pero fue estrictamente obligado por su padre quien, como nunca en la vida hacía, se encargó de llevarlo hasta la prepa.

Únicamente para que Huerta repitiera la misma maldita rutina de los últimos días.

Que se sentara alejado de Dinenno y Mozo, que no les hablara ni los viera a la cara.

Juan Ignacio contrario a sus principios de ser un pacifista que le da su espacio a los demás, ya estaba harto de lo mismo.

Así que en una de esas escapadas que Huerta se daba del salón cuando se hartaba de las clases, Dinenno decidió seguirlo para finalmente encararlo sobre absolutamente todo.

César se enjuagaba el rostro en el lavabo, y al mirarse al espejo pudo ver el reflejo de Juan tras él.

— ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me estás siguiendo?— preguntó de mal humor.

Como siempre.

—Vengo a hablar, ¿No es obvio?

—No tenemos absolutamente nada de qué hablar, ¿Qué querría hablar yo contigo?— preguntó Huerta intentando evitar a su amigo, queriendo huir del baño, sin embargo Ignacio lo tomó del brazo antes de si quiera pensar en marcharse. —Déjame en paz.

—No, no te voy a dejar en paz porque sos mi amigo y porque me preocupás. — César se soltó del agarre de Dinenno. — ¿Qué pasó con lo de...?

—Nada, no pasó nada. — respondió antes de que Ignacio pudiera hacer la pregunta completa.

—Chino...

—Saca tus conclusiones, si me acompañaste por una prueba y al siguiente día no vine a la escuela, ¿Tú por qué crees que fue? Ignacio.

Y los dos giraron la vista cuando vieron a Mozo entrar al baño, completamente serio y algo confundido.

— ¿Qué?— apenas pudo preguntar.

—Alan...— Dinenno intentó tomar a Mozo por el hombro, pero este sólo se apartó.

— ¿Por qué tu sabías sobre esto y yo no? ¿Por qué le contaste sólo a él? Creí que éramos amigos... ¿No?

—No queríamos preocuparte de algo de lo que no estábamos seguros, vos te tomás personales todos los problemas y no queríamos que este fuera algo que te atormentara.

—Pude haberles ayudado... Quería estar en la discusión, saber cómo poder ayudar a César... Son mis amigos.

Huerta no aguantó más, simplemente explotó.

— ¿Quieres estar en la discusión? Perfecto, aquí tienes tu tema de discusión. — soltó con molestia. —Estoy embarazado, ayer me enteré que mi papá no es mi papá sino que más bien es mi mamá y que la porquería que hizo que naciera es hereditaria ¿Contento? ¿Eso era lo que querías saber? Y ahora que lo sabes ¿Qué vas a hacer? ¡Nada! Ninguno de los dos puede hacer nada porque estoy ¡Jodido!— exclamó dejando a sus amigos atónitos. —Estoy jodido...— musitó con la voz más baja y entrecortada.

No, quizás ni Dinenno ni Mozo podían hacer algo al respecto... Pero si estaban ahí para apoyarlo.

Lo abrazaron y se quedaron ahí un buen rato intentando consolar a su amigo.

Sólo para después de unos minutos salir del baño y sentarse en las jardineras para hablar mejor sobre la situación y qué era lo que Huerta pensaba hacer con el bebé.

—No me lo voy a quedar, eso es obvio. — habló limpiándose los ojos y Alan y Juan se miraron. — ¿Qué voy a hacer yo con un bebé? Todavía tengo un buen de cosas por hacer.

—Opino que te lo tomes con calma... Que te lo pienses mejor. — sugirió Mozo acariciando a Huerta por el hombro. — ¿Y ya le contaste a Uriel? ¿Crees que se quiera hacer responsable?— esa pregunta le cayó de golpe.

Porque había olvidado por completo todo el tema de Uriel.

—Porque... Si es de Uriel, ¿Verdad?— preguntó Alan, César sólo miró a otro lado. —César Saúl...

— ¡No!— exclamó. —No, no es de él. Es de Antonio.

—Puta madre...— musitó Dinenno al escuchar eso.

—Con él ni cuento, es un hecho. — negó. —Y Uriel no tiene por qué involucrarse en esto, es una chamba que no le toca.

—Pero también deberías hablarlo con él, no es justo para el pobre que sólo le des el cortón así sin más, debe saber por qué vos no querés seguir saliendo con él. — Huerta asintió algo aturdido, tenía tanto que hacer y tanto que pensar.

—Pinche Pollo. — el de ojos claros negó mirando la determinación en el rostro de su amigo. —La neta no entiendo por qué te pones a rogarle a ese pinche apretado cuando hay viejas más buenas en la escuela. Ahí está Karlita Martínez, la que está con nosotros en fundamentos de programación, ella casi casi te anda ahí aventando el calzón para que la peles y tú ahí vas de rogón con el pendejo del chino.

—No le vuelvas a decir así. — Briseño harto reclamó a Brizuela, su mejor amigo de la uni. —Y el motivo por el que voy a hablar con él es por otros pedos, yo ya ni muerto regreso con él. — dijo. —Pero tampoco voy a permitir que me arruine la vida. — Isaac no comprendía del todo a lo que su amigo se refería, sin embargo lo siguió.

⟨Me he quedado solo, y así
No planeaba vivir
Me he quedado solo y sin ti
Es tan fácil volverse loco
Estoy tocando fondo
Me niego a estar sin ti...⟩

—Eres bien exagerado, sólo no te ha respondido en dos días. — Juan Pablo devolvió los audífonos a su agüitado compañero de cursos y negó. —Me sorprende cómo pescaste algo siendo tan putísimo intenso.

—No lo entiendes porque a ti no te persiguen ni los zancudos. Nosotros conectamos desde la primera vez que nos vimos en la parada del camión ¿Tú qué vas a saber de eso?— respondió Antuna de mala gana, colgándose los audífonos en el cuello.

Dos días, llevaba dos días sin tener contacto de absolutamente ningún tipo con César, y eso sólo lo dejaba pensando.

« ¿Qué tal que regresó con el famoso Pollo?»

« ¿Y si nada más lo usó?»

—No mames, lo intenso. — le dijo Vigón. — ¿Si tanto lo extrañas por qué no lo vas a ver a su escuela? El morro estudia por aquí ¿Qué no?

—Quizás no me quiere ver.

— ¿Y? Chingue su madre wey, tú ve y lo encaras, le preguntas qué se trae, si se va a armar algo entre ustedes o si mejor que ahí muera. Uno debe de tener iniciativa, no puedes jugártela de adivino toda tu vida. — Uriel asintió y se decidió tras las palabras de su amigo.

Iría a buscar a César a la salida de la escuela.

— ¿Lo vas a llamar?— preguntó Dinenno saliendo de la escuela junto a César y Mozo.

—Chance. La verdad tienen razón, él no tiene por qué pagar los platos rotos de esta mierda.

—Tranqui chino, vas a ver que todo se va a acomodar a tu favor. — Juan Ignacio intentó darle tranquilidad pero entonces Alan habló.

—O no. — le picó el hombro a César para que mirara en su dirección.

Los tres viendo a Antuna de pie a menos de un metro suyo, el más alto comenzó a caminar hacia ellos cuando notaron su presencia.

—Fuck. — musitó Alan.

— ¿Uriel?— preguntó Huerta. — ¿Qué haces aquí?

—Tenemos que hablar. — Dinenno lo codeó por lo bajo e hizo un movimiento con los ojos.

—Sí... Tienes razón, tenemos que hablar, pero, no aquí. — Uriel asintió, ya se olía que algo malo estaba pasando.

Y sí, realmente algo muy malo estaba a punto de pasar.

—Mira nada más. — la voz conocida hizo a Huerta voltear, encontrándose con Briseño y su característica sonrisa cínica. —Bonita chingadera con la que me vine yo a encontrar... Pues si ya debía suponer yo que nada más me estabas viendo la cara de pendejo, si quien sabe desde cuando te hablas con este wey. — señaló a Uriel quien lo miró mal.

« ¿Ese wey era el famosísimo "Pollo"?»

—A ver wey, cuida tu boca y no le vuelvas a hablar así a César.

—No sé cómo te puedes poner a defender a un wey que no sabes de seguro ni con quienes se ha metido.

—Eso no es cierto, sabes que yo solamente he estado contigo. — dijo Huerta pero Uriel lo detuvo de la muñeca antes de que el de cabello rizado se lanzara a Briseño.

—Pues así como fácil olvidas... Mira, apenas ayer me estabas diciendo de tu problemita y hoy te veo con este idiota. — Uriel también estaba a punto de perder el juicio. —Porque si ya te dijo ¿No?— preguntó con malicia en la mirada pasando los ojos de Huerta a Antuna.

—Antonio, por favor...— pidió Dinenno.

— ¿Ya te contó?

— ¿Contarme qué?— preguntó mirando por el rabillo del ojo a Huerta y luego a Briseño.

—Mira... Muy bebito de papá pero me saliste cabrón, si de seguro como no pudiste conmigo ahora buscas enjaretarle a tu escuincle a este pendejo ¿Verdad?

— ¡Antonio, ya cállate wey!— intervino Mozo en la discusión.

— ¡Pues ni madres que me callo!— exclamó. — ¡Ni tú ni nadie me va a callar!— agregó. —Este cabrón. — mencionó señalando acusatoriamente a Huerta. —Está esperando un bebé.

Juan Ignacio y Alan solamente cerraron los ojos con resignación.

—Y el muy idiota creyó que me iba a poder atrapar con eso pero ni madres. Así que si lo quieres, pues te lo quedas con todo y paquete. — empujó a César haciéndolo casi tropezar al suelo, siendo detenido por Antuna que lo tomó por los hombros. —Y tú. — señaló a Huerta. —Ni me vuelvas a buscar porque yo mismo me encargo de deshacerme de tu hijo.

— ¡Ya estuvo cabrón, ya deja de amenazarlo!— cuidadosamente Antuna tomó a César para ponerlo tras suyo, como un símbolo de protección. —A últimas el niño ni es tuyo, hijo ¿Cómo ves?— encaró a Briseño quien a pesar de ser visiblemente más alto que él, no se intimidó. —Yo no te tengo miedo. — negó. —Así que si nada más viniste a esto ya te puedes retirar a la chingada. — le señaló extendiendo el brazo y Antonio lejos de enojarse, le sonrió.

—Eres un pendejo. — Antuna soltó aire intentando contenerse ante las provocaciones. —No sabes en el pedo en el que te acabas de meter.

—Exacto, el pedo es mío, y si no me vas a dar para mantenerlos pues llégale. — tronó los dedos aún con la mano extendida.

—'che naco. — podría decirse que esa fue la última vez que Antonio y César se vieron.

Briseño y Brizuela se fueron, después de que un montón de gente presenciara tan incómodo momento.

— ¿Qué están viendo culeros? ¿No tienen nada que hacer en sus casas o qué? A chingar a su madre. — exclamó Mozo viendo al montón de gente que comenzaba a murmurar y de a poco, se fueron esparciendo.

—César. — Juan lo llamó pero Huerta sólo lo detuvo, indicándole que se retiraran.

Alan le musito un "vámonos" para así tomarlo de la mano y apartarlo.

Antuna seguía dándole la espalda al chino, sólo inmóvil.

—Uri...— César estaba hecho un mar de lágrimas, aunque Antuna no quería, giró lentamente para mirar a César.

— ¿Cuándo me ibas a contar sobre eso, César?— preguntó finalmente sin querer conocer la respuesta.

Tenía miedo.

—Por eso quería hablar contigo...

—Si yo no te hubiera venido a buscar hasta tu escuela, ¿Hubieras hablado conmigo de todos modos?— preguntó y Huerta se quedó en silencio. —Perdón César, pero...— Antuna apenas y pudo apretar sus labios para encogerse de hombros. —No sé qué decirte. — completó antes de sacudir ligeramente su cabeza para así retroceder entre la gente y hacerse uno con la calle.

Cuando pudo corrió, corrió y lo hizo bastante lejos.

Estaba seguro que lo que sentía por Huerta era amor... Pero un hijo, era mucho.

Chapter 30: 𖤓 A Mí

Summary:

Poncho está cumpliendo su castigo por pelearse con Bennevendo.

Santiago se escapa de la escuela y lo va a buscar hasta su casa para hablar con él sobre un mensaje que Poncho le envió y olvidó borrar.

Chapter Text

"La perfección no existe."

"¿Uh?"

"Eres hermoso como eres, Coraje. Con todas tus imperfecciones lograrás lo que quieras, te lo juro por Dieguito Maradona."

La tele se apagó de pronto y Poncho frunció el ceño para después girar el cuello a un lado, viendo a su padre.

—No estás de vacaciones, te recuerdo que estás castigado. — fue lo que dijo y Poncho sólo se desparramó en el sillón y rodó los ojos. —Por algo te quité el teléfono, no lo hice para que te entretuvieras viendo la tele. — dejó el control en la mesa del comedor y caminó a abrir la cortina, afuera ya empezaban a querer salir los primeros rayos del sol.

Eran 7:20 am y ya estaba cerca de salir rumbo al trabajo, sabía que el tráfico afuera era infernal.

—Te voy a dejar cosas que hacer para que no te aburras, no te preocupes. — habló. —Empezando por lavarme los trastes.

Poncho hasta eso no tenía una queja de ello, después de todo en esa casa únicamente vivían su papá y él, así que no ensuciaban mucho.

Malo si lo hubiera mandado a pasar su castigo a casa de su abuelito Jaime.

Él agarraba un traste para cada cosita mínima que fuera a hacer.

—Vas a recoger tu cuarto, vas a barrer, trapear y también vas a limpiar los muebles. Te vas a bañar y después te pones a estudiar o a ver qué más haces. Al rato paso por tí para llevarte a tu entrenamiento.

—O sea, no puedo salir a ningún lado, ¿Pero si tengo que ir a eso? — preguntó con cierta molestia.

—Tienes responsabilidades, algo a lo que por cierto te recuerdo, tú me pediste que te inscribiera. Suficiente tuviste con no haber ido ayer después de lo que pasó.

—Ya no quiero ir.

— ¿Sí? Lamentablemente no te estoy preguntando, Pablo Alfonso. Así que vas a hacer todo lo que te dije y preparas tus cosas para el fut, cuando pase por ti ya tiene que estar todo listo.

—Sólo quieres que vaya por ese wey. — murmuró según él, poco entendible.

— ¿Qué dijiste? — preguntó volviéndose a su hijo.

—Nada. — respondió levantándose del sillón, siendo seguido por la mirada de su padre.

Y sólo se fue a su habitación sin decir más.

César se apresuró y antes de salir de casa subió a la habitación de Poncho para despedirse.

—Ya me voy a trabajar, la comida se queda en el horno para al rato que te dé hambre. — habló pero nadie respondió. —Si sabes que te quiero... ¿Verdad? — preguntó y una vez más el silencio. —Pórtate bien, nos vemos al rato. — fue lo último que agregó dando un par de golpecitos a la puerta y bajó para así salir de casa.

Poncho sólo lo vió marcharse desde la ventana del cuarto y cerró la cortina.

¿Estaba siendo cruel? A lo mejor, pero bueno, a esa edad eres un estúpido.

Se quiso volver a dormir un ratito porque aún era temprano, pero como su cuerpo estaba acostumbrado a que para esa hora ya estaba despierto pues ya no se pudo. Nomás daba vueltas y vueltas en la cama, centrando finalmente su mirada en el reloj de su cuarto que le indicaba que eran apenas las 8:30.

El sonido de algo golpeando a su ventana lo sacó de onda, no creyó que fuera lluvia porque el día se veía soleadón como para que fuera a llover. No quiso darle importancia sin embargo ese ruido persistió una vez más, orillándolo a levantarse de la cama y asomarse a su ventana.

Teniendo una vista... Bueno, qué vista.

— ¿Santiago? — Trigos sólo saludó sacudiendo su mano. — ¿Qué haces aquí? C-creí que no me querías volver a ver después de lo de ayer y todo lo que ha pasado. Aparte, ¿No deberías estar en la secu?

—Si me dejas pasar, te cuento. Haces muchas preguntas y no es muy cómodo andarte ventilando las respuestas aquí afuera. — miró a los lados y después volvió la vista a Poncho. — ¿Me abres?

Al wey no se lo dijeron ni dos veces, el cabrón andaba como lobo domesticado.

Bajó para abrir la puerta de la casa dejando así entrar a Santiago, y para mayor comodidad de ambos (Según él), fueron a la habitación de Poncho.

—Y... ¿Pa' que soy bueno? — preguntó sentado frente a Santi.

—Vine a ver cómo estabas, chula madriza te metió Bennevendo. — dijo pasando sus dedos cerca del moretón de Poncho que se quejó un poco tras el tacto. —Me hubiera gustado estar ahí para ayudarte, no eres muy bueno que digamos en eso de las peleas.

— ¿Quién te dijo que me peleé?

—Más bien quien no me dijo. — respondió. —Toda la escuela se enteró. — agregó. —Pero a que no sabes quien fue la que me mandó mensaje para relatarme con lujo de detalle lo que pasó.

Él ya tenía en mente quién, pero quería que Trigos se lo dijera.

—Kiana, sí, Kiana Palacios. — Antuna acertó en su suposición. —Y no sólo eso, sino que también me pidió disculpas por lo de la otra vez. En realidad ni siquiera ella tendría por qué hacerlo, jamás me hizo nada. — contó. —Mi problema es con ese estúpido de Alejandro, neta ¿Cómo pudiste ser su amigo? Qué pedo, Poncho. — después de decir aquello se rió por el tono en el que salieron esas palabras, como de manera medio fresa, y eso hizo sonreír a Poncho.

Prontamente ambos quedaron en silencio.

—No entiendo Santi... ¿Te fuiste de pinta sólo para venir aquí y preguntar cómo estaba?

—Bueno, no exactamente. — le dijo Santi y carraspeó. —Recibí un mensaje tuyo.

El mensaje.

Chinga tu madre EL MENSAJE.

— ¿Soy como un hechicero que te robó el corazón? — preguntó riendo y Poncho se empezó a poner bien chapeado de la pena. — ¿Qué eso no es un pedazo de "A mi" de Rels B?

—Y-yo...— Trigos le impidió hablar, colocando su dedo índice sobre los labios de Poncho.

— ¿Por qué no me lo dijiste en persona?

—Porque cuando lo iba a hacer... Estabas en la fiesta con el idiota de Bennevendo y con el otro wey.

—Me estabas viendo mucho. — respondió mirándolo.

— ¿Cómo?

—No recuerdo muchos detalles de lo que ocurrió ese día. Pero si hay algo que recuerdo... Es haberte preguntado por qué me mirabas tanto.

—Luego me preguntaste que si te quería besar. — se sintió con total libertad de decir y de inmediato Santi también empezó a ponerse rojito.

— ¿E-en serio? — Poncho asintió. —No sé por qué dije eso, yo realmente... Pues ni siquiera he dado mi primer beso, qué pena. — giró el rostro a otro lado para evitar encontrarse con la mirada de Poncho.

—Yo menos. — le confesó ganándose la mirada de Trigos.

— ¿No? — Antuna negó sacudiendo exageradamente la cabeza. —Hmm, qué raro, creí que en todo este tiempo que llevabas siendo amigo de Kiana la habías llegado a besar aunque sea una vez.

— ¡No! — exclamó impresionando a Santi. —Quiero decir, no, eso nunca. Soy de los que cree que el primer beso debe ser algo único, algo especial.

—Sólo pensaba, con eso de que Kiana te gustaba mucho. — le comentó con un tipo de indignación y de nuevo miró a otro lado.

Poncho le tomó por la barbilla y lo giró para al fin mirarse cara a cara.

—No me gusta Kiana. — habló. —Creo que... Creo que me gustas tú.

Trigos escuchó al fin después de tantos años de amistad las palabras que deseó escuchar, salidas de los labios de Alfonso, su sueño se estaba volviendo realidad.

—Y quería hablar contigo de eso, quería pedirte disculpas por lo que hice, sé que estuvo mal y que fui un tonto... Bueno, tonto no, tonto se queda corto, me porté como un pendejo. Es sólo que estaba...

Y torpemente y sin ningún tipo de idea sobre cómo, Santiago besó rápidamente a Poncho en los labios.

Fue un movimiento rápido, incluso brusco... Sus narices chocaron, Trigos estaba lleno de nervios.

—Créeme que me quedó claro en tu mensaje, tonto. — dijo y rió un poco con pena. —Yo también quisiera disculparme por no dejar que hablaras conmigo, fui muy inmaduro, es sólo que estaba celoso de Kiana y...— Poncho ahora devolvió el beso, siendo menos brusco en el acto que Santi y llevando una de sus manos a la mejilla de Trigos en busca de prolongar el beso.

No sabía cómo, sólo estaba dejándose llevar recordando algunas escenas en esas ridículas películas de amor que a veces pasaban en el 7 o en la gente que a veces veía que se besaba en el metro.

Sus dientes chocaron una que otra vez debido a la descoordinación, pero al separarse supieron que fue un éxito.

Porque ambos sentían lo mismo... Porque ambos acababan de dar su primer beso.

Porque sí, se dió cuenta que sí era posible que te gustaran los niños y las niñas al mismo tiempo, pero que actualmente, era más de niños.

Era más de Santi.

Sólo rieron apenados por lo tontos que se sentía, luego empezaron a reír porque sí, porque la risa de Santi contagiaba a Poncho y viceversa.

Se dejaron caer sobre la cama, Santi dejó la mochila en el suelo de la habitación de Antuna y Poncho seguía en pijama.

Se pusieron al corriente sobre las cosas que habían ocurrido los días que no se hablaron, mientras de vez en cuando jugueteaban con sus dedos y se tomaban de las manos.

Santi le contó que después de la fiesta lo castigaron y lo tenían vigilado casi 24/7, pero que gracias a su primo Héctor que es médico, encontró la manera de poder irse de pinta para verlo. Gracias a un justificante médico.

Poncho le platicó que también estaba castigado y que ahora entrenaba fútbol.

Trigos prometió que cuando le levantaran el castigo, iría a verlo a un partido. Sólo eso pudo levantarle el ánimo respecto a no querer ir a entrenar.

Platicaron, y platicaron, y platicaron.

Eran sólo dos enamorados conversando, unos que ya se conocían de tiempo atrás pero que ahora que se habían confesado, se sentían distintos.

— ¿Te parece si mañana vamos a una plaza o un parque? Total, mañana temprano no tengo nada que hacer.

Que hacer

¡Quehacer!

— ¡En la madre! — se sentó rápido sobre la cama.

— ¿Qué? — se apresuró a preguntar Santi al ver a Poncho tan angustiado.

— ¡El quehacer! — dijo. —Mi papá me va a matar. — Santi miró el reloj en su muñeca.

—No manches Poncho, ya me tengo que ir, mi papá va a pasar por mí y si no me encuentra en la escuela, me mata. — ambos se apresuraron. Santi a recoger su mochila y medio darle una arreglada a su pelo, y Poncho a empezar a escombrar su cuarto.

— ¿Pero si vamos mañana?

—Obviamente, ya le pedí a mi primo que me hiciera justificantes para mis faltas de aquí al viernes.

—Ájale, puro familiar influyente en los Trigos, eh.

—Obvio. — soltó levantando los hombros y Poncho sonrió.

No quiso verse tan lanzado, pero simplemente no se pudo contener, dió un rápido piquito en los labios de Santi y Trigos sólo los apretó una vez se separó.

—Nos vemos mañana. — le dijo tímido.

—Te espero. — Trigos miró la puerta y camino ahí, una vez cerca de esta, se regresó para abrazar a Poncho y dejarle un besote tronado en el cachete.

— ¡Adiós! — se apresuró a decir y al fin salió de la habitación y de la casa.

Simón, así se siente el amor adolescente.

Chapter 31: ☾ La Vaca y el Becerrito

Summary:

Uriel habla con sus amigos para contarles la gran noticia, todos están de acuerdo que echarse esa responsabilidad al hombro únicamente le traerá problema.

Pero sin importarle nada, toma al toro por los cuernos y visita a Huerta.

Chapter Text

—Yo lo sabía. — fue lo primero que salió de su boca luego de escuchar a Uriel hablar.

—Wey, por favor no empieces, no es lo que necesita escuchar. — intervino Santi.

— ¡Yo te lo dije! — señaló a Uriel.

—Agh.

—Te dije que a mi ese pedo no me latía. "Vamos a ver como salen las cosas y tiempo al tiempo" ¡Pendejadas! — exclamó. —Para mí que el wey ya sabía que estaba panzón y nomás te estaba verbeando pa' no quedarse como el perro de las dos tortas. Con razón andaba guacareando, si ya se me había hecho raro que se pusiera así cuando ni tomó tanto.

—Ya cállate Shaggy, nada que ver. — defendió Giménez.

—Me dijo que se acababa de enterar. — respondió Antuna.

—Pues si no es pendejo, obvio no te iba a decir que ya sabía desde antes. — se metió Jurado a la conversación mientras mantenía la vista pegada a la pantalla de la tele.

—Él no es así. — negó Uriel.

— ¿Él no es así? Lo defiendes como si lo conocieras de hace mucho cuando tiene apenas un mes que se toparon en la parada del camión. Después de lo que pasó hoy, creo que ya te puedes dar una idea de cómo es.

—Eso no lo define, deja de sonar tan macho, Joaquín. — interrumpió Santi.

—Suenas igual a él. — fue lo único que pudo decir Uriel.

— ¿A quién? — preguntó Jurado.

—Igual que el puto de su ex novio, suenas exactamente igual, juzgándolo y diciendo tus mamadas. — soltó dirigiéndose a Joaquín con coraje. —Mira, lo que menos necesito es que vengas y me llenes la cabeza de esa mierda.

—Ah, ¿Entonces qué quieres? ¿Que aplaudamos y nos quedemos sentados viendo cómo te rompe el corazón un wey así? No señor, no quieres esa mierda para tu vida.

— ¿Y tú cómo sabes que no la quiero? — preguntó Uriel levantándose del sillón.

— ¿Qué mamada estás diciendo?

—Quizás y si quiero esa responsabilidad y pedirle que sea mi novio. — Shaggy regresó el trago de refresco que se había tomado, al wey hasta casi se le sale por la nariz.

—No digas mamadas. — fue lo que pudo decir mientras tosía y agarraba una servilleta para limpiarse. —Si quisieras esa responsabilidad no te hubieras ido de ahí, sino que te hubieras agarrado tu par de huevitos para hablar con el chino... Pero tú y yo sabemos que no la quieres.

—Además, estás viendo que no tienes ni en qué caerte muerto ¿Y todavía quieres andar de novio con el chino y hacerte cargo de un hijo ajeno? Me cae que a veces si te pasas bien de vivo. — negó Sebas con una sonrisita incrédula.

—La neta es que el chino si me gusta bien, y al chile sí, me porté como un ojete dejándolo ahí parado afuera de la prepa y echándome a correr como un vil cobarde... Eso no es de hombres, me vi bien mal. — Santiago asintió escuchando. —Pero me agarró en blanco, me sacó de onda. — agregó. —Y es más, por ahí bien dicen que el que quiere a la vaca quiere también al becerrito.

— ¿Sí, baboso? ¿Qué tal que para cuando su bebé ya tenga el año ya no están juntos? Y mientras tú ya lo registraste con tu apellido y todas las de la ley.

—Achis ¿Y por qué no habríamos de durar tanto?

—En verdad que tú piensas que la vida es muy fácil, pero la verdad es que está bien imbécil carnalito, las cosas no funcionan como crees. — Uriel solamente rodó los ojos. —La neta no estoy de acuerdo wey, no.

—A últimas el motivo por el que decidí contarles esto no es para pedirles su opinión, solamente lo hice porque pues son mis amigos.

—A ver, en primera tu ni chamba tienes hijo, apenas estas en cursos para entrar a la universidad y si decides echarte al hombro ese pinche paquete, te vas a chingar los planes. — dijo Martínez. —Ah, y además otro pequeño detallito, ¡Tus papás ni saben que eres puñal! ¿Qué crees que van a decir cuando les llegues y les digas "Que hubo pa, no nada más soy puto sino que además embaracé a mi novio"? Te van a echar de patitas a la calle. — chasqueó los dedos frente a Uriel. —Neta que ni por más grande le piensas tantito wey, no se te prende el foco.

—Mira Uriel, si yo te puedo dar mi opinión, yo te recomendaría que no te tomaras tan a la ligera algo como esto. — habló Santi acercándose a Uriel que bajó la mirada. —Entiendo que puedas sentir un montón de cosas por el chino, pero hacer algo como lo que quieres hacer es... Complicado, es una responsabilidad muy grande.

—Pero tampoco lo quiero perder. — musitó sintiendo un nudo en la garganta.

—Considero que realmente lo perdiste desde el momento en que te enteraste que lo empanzonó otro wey. — dijo Jurado.

—Tú cállate el hocico, Sebastián. Nada más hablas para decir puras mamadas, igual que este. — señaló a Shaggy quien sólo negó y volvió a beber nuevamente de su vaso de refresco. —Uri, piensa bien lo que quieres hacer, no te presiones... Tienes todavía unos meses para pensarlo, además ¿Qué tal que César ni se lo quiere quedar? — consoló Santiago acariciando el hombro de Uriel.

—No tengo nada que pensar, yo ya sé lo que quiero. — musitó. —Pero me da miedo que no me resulte. — agregó. Giménez hizo una mueca y finalmente, lo abrazó.

Hasta ese momento y como nunca solía hacerlo, Uriel soltó su lado más humano.

Uno que se permitía llorar y sentir, porque uno no se podía hacer el fuerte todo el tiempo.

Porque estaba enamorado y le rompía el corazón pensar que a lo mejor no podría formalizar una relación con Huerta, porque sonaba tonto quizás... Pero él sentía mucho por el chino.

⟨Y sé también
Que yo te puedo lastimar
Perdóname
Sé que me suelo equivocar
Si mi vida ha de continuar
Si otro día llegará
Si he de volver a comenzar
Será por ti...⟩

Las lágrimas escurrieron mientras lloraba hecho bolita en su cama, con los audífonos puestos y el volumen a tope.

Se sentía en verdad destruido, pensando en Uriel y en como probablemente... No, en como realmente había roto su corazón.

No había parado de llorar pensando en eso, tampoco dejaba de pensar en Uriel y todo lo que sentía por él, no dejaba de pensar en que Briseño podía llegar a hacerle daño a Antuna, a él o incluso a su bebé... Y sobre todo, no dejaba de pensar en todo aquello que englobaba a su bebé.

Porque imaginar que un bebé, que dentro de unos meses estaría a su completo cuidado, se estaba formando dentro suyo, en serio lo aterraba.

Apenas un mes atrás Uriel le estaba confesando sus sentimientos durante una fiesta para después besarse mientras estaba sentado sobre la barra de la cocina de Santiago, y ahora... Ahora era esto, un manojo de emociones, de tristeza y de ansiedad.

Juan Ignacio le dijo que eso no era bueno para el bebé, sin embargo a estas alturas del partido no le interesaba mucho, sólo quería despertar de entre su llanto y ser él una mañana de 2005 en la preparatoria.

Cuando únicamente eran Dinenno, Mozo y él.

Cuando no había un Antonio Briseño en su vida.

Cuando todo era más fácil.

Entonces fue ahí que abrió los ojos, encontrándose con su realidad y con su celular vibrando sobre su mesa de noche.

Se pasó una mano por los ojos y respiró hondo para intentar responder.

[uRii <3]

Su corazón latió de prisa cuando observó el nombre registrado en esa llamada, no quería responder, en serio que no... Pero simplemente no se resistió, no podía vivir así.

—Bueno...

—Hola, chinitos.

—Uri. — soltó con un pucherito y una vez más las ganas de llorar le inundaron el alma. —Por favor perdóname, yo quería decirte todo, no sabía qué hacer, sentí muchísimo miedo y...

—Asómate a la ventana. — fue lo único que dijo y Huerta se sorbió la nariz.

— ¿Qué?

—Lo que oíste, que te asomes a la ventana. — César no comprendió muy bien, pero entonces la llamada se colgó.

No creyó que fuera una broma, Uriel no le haría eso.

Así que se levantó de la cama y a paso lento se acercó a la ventana sólo para abrir la misma y asomarse.

Sí, ahí estaba.

Su príncipe azul.

Literal.

— ¿Uriel? — preguntó desde la ventana de su cuarto.

El mencionado únicamente sonrió mostrando las arruguitas que se formaban en las comisuras de su boca.

— ¿Qué haces aquí?

— ¿Estuviste llorando?

—Una pregunta no se responde con otra, tonto. — dijo y se limpió los ojos con la palma de la mano.

Eso hizo sonreír a Antuna.

— ¿Puedes bajar?

—Aún no me dices que haces aquí.

—Te digo pero solamente si bajas.

César lo pensó, pero después de todo no podía ser algo malo, literalmente Uriel Antuna estaba ahí... Lo había ido a buscar aún cuando no tenía la necesidad.

Huerta bajó y salió de casa para encontrarse con Uriel frente a frente, César se sentía tímido, se sentía temeroso. Y Antuna se sentía como un completo idiota luego de haberse ido sin dar explicación alguna.

—Yo-. — pero Antuna ni siquiera lo dejó hablar, lo agarró de la cintura y lo jaló atrayéndolo a él, atrayéndolo como si fuera la galaxia misma hacia un planeta orbitante.

Proporcionándole un beso que a César lejos de aclararle las dudas, solamente le incremento aún más y más las mismas.

—Uri...— musitó cuando se separaron y colocó las manos sobre los hombros de Antuna.

—Si algo me enseñaron bien mis jefes durante mis casi 19 años de vida, fue a nunca desentenderme de una responsabilidad. — y en cuanto Huerta escuchó eso, frunció de a poco el ceño.

—Pero...

—Nunca. — repitió Uriel, tomando así la mano de César. —Entonces con esto quiero decir que, para mí lo más sensato, es pedirte que seas mi novio. —Huerta se quedó en silencio total. —César Saúl... ¿Quieres ser mi chavo? 

Chapter 32: 𖤓 Hasta Contar a Mil

Summary:

Más queriendo que sin querer, Poncho suelta la sopa sobre el hombre que pretende a su padre, Uriel ahora se siente amenazado.

César se decide por fin a tomar la decisión más importante de su vida.

Chapter Text

"Puedo comprender un poco como se siente... Creo que todos alguna vez tuvimos 15 y quisimos salir y experimentar, debes soltarlo un poco. Si uno no se tropieza, entonces jamás aprenderá a que ese no es el camino, ¿Entiendes? Yo sé que lo amas, me doy cuenta en como lo proteges, sin embargo amarlo no es sobreprotegerlo, se nota que tu niño es muy listo."

Las palabras de aquella llamada telefónica por la mañana volvieron a él y antes de tomar de la perilla la puerta, suspiró, y entonces tocó.

—Adelante —alcanzó a escuchar, y así abrió la puerta.

—Hola —saludó muy apenas y Alfonso correspondió con un flojo "Hola"—. ¿Podemos hablar? —Poncho levantó la vista de su libro y miró a su papá—. Estás... Un poco menos castigado que la última vez.

—¿Qué?

—Te voy a devolver el teléfono y al menos por hoy, no vas a ir al entrenamiento.

—¿Gracias?

—Lo que hiciste estuvo mal, sí, de eso no tengo absolutamente ninguna duda. Se supone que somos un equipo, una familia, y que no me dijeras esto antes...

—Te pedí permiso para ir a la fiesta, no me dejaste ¿Qué se suponía que tenía que hacer? —Poncho interrumpió y César asintió.

—Tienes razón, no tengo excusa —respondió—. Pero después de hablar con distintas personas, me di cuenta que... Tal vez debo comenzar a dejar de sobreprotegerte, digo, ya mero vas a entrar a la prepa y yo no puedo andar detrás de tí todo el tiempo.

Esa confesión por parte de su padre lo hizo arquear una ceja.

—¿Personas? ¿Quiénes?

—Tu abuelito y uh-.

—Y ese wey —agregó sentándose sobre la cama—. Mi papá te dijo exactamente lo mismo pero qué, ¿A él no lo tomas en cuenta por ser él?- preguntó con coraje—. Dile a ese tal "Guillermo" que no se meta en lo que no le importa.

—¿Por qué estabas escuchándonos? Sabes que eso está mal.

—Bueno, estaban casi casi gritándolo, sorpresa que no se hayan enterado hasta los vecinos.

—Estás siendo muy grosero —señaló.

—Es que... —se contuvo, sin embargo no pudo más—. ¿Cómo para ti está siendo todo tan fácil? Como si no estuviera ocurriendo nada.

—Eso no es cierto.

—¿Ahora ya le cuentas a ese wey nuestros problemas aquí en la casa? —preguntó—. ¿Qué sigue después? ¿Lo vas a querer invitar a comer aquí?

—Pablo Alfonso —reprendió.

—¿Por eso te quieres divorciar de mi papá?

—Eso no tiene nada que ver.

—Yo... Vi cómo lo veías —dijo—. Yo sé cómo es esa mirada.

—¿Qué puedes saber tú de eso? Eres un ¡Niño!

—¡Basta ya! —exclamó—. Deja de limitarme siempre a ser "solamente un niño", deja de creer que no tengo voz ni voto en las decisiones o que a mí no me pasan cosas, tú no eres el único que la está pasando mal —se quejó, soltando finalmente sus frustraciones—. ¿Sabes si quiera que el director Efraín le pidió a mi papá que hablara contigo sobre alguna situación que pudiera estar pasando en casa? —preguntó—. No, no lo sabes porque lo único que te interesa a tí es solamente estar en conflicto con mi papá y estarme regañando, no te importa absolutamente nada más.

—Sabes que eso no es verdad, sabes que yo me preocupo por tí.

El timbre de la casa sonó, y ambos se miraron en silencio.

—Nos vemos al rato —Poncho dejó su libro sobre la cama y agarró su mochila para así pasar a un lado de su padre y salir del cuarto.

Uriel había llegado por él.

César se quedó solo, caminó hasta la cama de Alfonso y se dejó caer en esta, sólo teniendo en mente un par de cosas: Una decisión definitiva, y una persona que podría ayudarlo.

—Y... ¿Cómo está tu papá? —preguntó aquello Antuna mientras sacaba el carro de donde lo había dejado estacionado.

Salió temprano y pasó por Poncho para llevarlo a comer, preguntar por su estado de ánimo, a ver si ya no estaba tan apachurrado.

—Pues... —Poncho quitó la vista de la ventana para mirar a su papá—. Hay un wey que se llama Guillermo, es mi entrenador de fut —dijo—. Y me choca porque se nota que le gusta mi papá.

—¿Cómo que le gusta? —preguntó intentando no sonar exaltado.

—El otro día, cuando fue mi primer entrenamiento, los vi platicando —contó—. Resulta que son muy amigos de infancia ¿Puedes creer que mi papá hasta se atrevió a compararlo con mi relación de amistad con Santi? —preguntó con molestia—. Y mientras platicaban, yo vi que ese wey le hacía ojitos, y lo veía con su pinche carita de menso, así —Alfonso apoyó su rostro sobre sus manos para aletear las pestañas y sonreír estúpidamente.

—No te creo, no pudo ser tan descarado.

—Te lo juro, lo vió con una cara que dios, me dió tanto coraje. - negó frunciendo sus prominentes cejas y miró de nueva cuenta a la ventana—. ¿Y sabes qué es lo peor? —agregó—. Que a mi papá parece que también le gusta.

«Chin.»

—¿Qué?

—Lo sé, es ridículo, y además está bien feo, el wey pareciera que es mayor que mi papá pero no, resulta que son de la edad. De verdad que me parece algo increíble que a mi papá le guste.

Ahora todo el tema del divorcio, le comenzaba a dar sentido.

—Puto tráfico —musitó para si mismo luego de pitar y César se recargó en la ventana para después frotarse el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar.

Estaba estresado.

Estresado era poco después de todo el asunto sobre el triángulo Uriel-Poncho-Memote, y sobre todo por la cuestión el divorcio, eso era el acabose, lo tenía hasta la madre, y también lo tenía confundido... ¿Era acaso lo que realmente quería?

Si se ponía serio, Huerta no había pensado ni dimensionado bien las cosas desde el último gran pleito con Antuna que fue el desencadenante de tan apresurada decisión. Llevaban casi tres años sin vivir juntos y sin ser ya una pareja, ¿Por qué apenas le había entrado la espinita de querer llevar el asunto a lo legal?

Mientras César divagaba sobre todo lo que estaba ocurriendo, una pequeña tonadita pegajosa se coló en el radio del carro, conocía esa maldita canción a la perfección...

—Hay un chingo de tráfico, escuincles —Lozano pitó y soltó aire por la boca—. No vamos a llegar.

—Si llegamos pa, nos salimos con tiempo de la casa, si se hace —habló Huerta.

—Qué pinche calorón —soltó Uriel abanicándose el rostro con el folleto del portabebés que llevaba ahí tirado en el piso del carro desde que lo habían colocado—. Vele nomás la cara al gordo, está bien chapeado —llamó Uriel haciendo al chino mirar a Poncho.

—¿Tienes calor papi? —preguntó—. Vamos a abrir tantito la ventana para que te entre airecito, pero tampoco tanto porque no te me vayas a enfermar —el rizado se estiró a abrir muy poquito la ventana del carro, este apenas y avanzó unos cuantos centímetros.

"Hoy es dominguito rico de diciembre 2009 y seguimos con más música aquí en la cadena de radio juvenil más grande del mundo, los 40 101.7 XEX-FM transmitiendo con 100 mil watts, desde radiopolis, DF. Esto fue Causa y Efecto de Paulina Rubio... ¿Pero qué les parece si ahora vamos con una de las canciones más sonadas del momento? Un tema surgido del álbum homónimo de la banda Jotdog, esto es «Hasta contar a Mil.»"

—¡Uh, esa canción es buenísima! —exclamó César estirándose entre el asiento del piloto y el copiloto para subir el volumen de la radio del carro.

—No le subas tanto porque Ponchito se me saca de onda —habló el mayor.

—A Alfonso le encanta esa canción ¿Verdad que sí gordo? —preguntó al bebé de 2 años y 5 meses que asintió manteniendo su juguetito en la boca—. Uriel, me vas a hacer segunda —señaló.

—Tú nomás di rana y yo salto.

—¿Lanita? —preguntó Ponchito.

—No príncipe, esa ranita no —dijo Uri.

La canción comenzó, siendo Huerta el que cantó primero.

—"Desde que te fuiste ya no quiero comer, pues no me alimenta nada... Desde que te fuiste ya no puedo soñar, y es que duermo despierta." —señaló a Uriel quien agarró el biberón de Poncho para simular un micrófono.

—"Tengo el corazón anoréxico de amor, y el amor lo atormenta... Me tiembla el cerebro, me tiembla la razón, y tú me tranquilizas."

—"Desde que te fuiste no puedo respirar, pues tus demonios me asfixian... Desde que te fuiste ya no puedo hablar, pues enmudeces mi vida." —cantó Huerta.

—"Piensas que dominas y controlas el calor, que me quema el alma, luego me lastimas y quieres pedir perdón... Y nunca te arrepientes." —cantaron a coro y Lozano los miraba por el espejo retrovisor.

—Bien pinches lurias tus papás, Pablo, ¿Cómo los ves?

—"Oh..."

⟨Y es que sabes que yo
Me mataría por ti
Y volvería a nacer
Reencarnaría en ti
Te construiría un altar
Para rezar por ti
Luego te haría el amor
Hasta contar a mil...⟩

César apagó el radio ante el inminente recuerdo de esa tarde con su ex esposo.

La tarde donde fueron juntos al estadio azul para presenciar la final del torneo entre Cruz azul y Monterrey (misma que obviamente Cruz azul perdió).

¿En qué momento dejaron ir todo aquello que fueron? ¿Por qué habían dejado de ser una familia?

Quizás, la edad había influido... Fueron una pareja muy joven, quizás fue eso.

Decidió no pensar más, fijó la vista en el camino y condujo a aquel lugar donde sabía que encontraría lo que necesitaba, lo que le hacía falta.

Consuelo, apoyo, y desahogo.

La última vez que pisó aquel edificio en la Roma fue en la inauguración del consultorio de su mejor amigo, aproximadamente unos 5 años atrás.

Justo el año en que Ponchito pasaba a 5to de primaria y él cumplía 6 años de matrimonio con Uriel.

Ahora era gracioso porque, el motivo por el que estaba ahí, era para buscar ayuda para terminar con ese mismo matrimonio.

También 5 años atrás fue la última vez que vió a su mejor amigo, pero que no se frecuentaran no significaba que dejara de apoyarse el uno al otro. Sin embargo César siempre fue de guardarse los problemas, pero en esta ocasión, ya no se pudo hacer el fuerte como toda su vida lo hacía.

El sonido de un teléfono inalámbrico sonó en la recepción y la rubia de un acento argentino atendió la llamada, indicándole a César que esperara mientras ella respondía. Una vez libre, hablo.

—Buenas tardes, bienvenido ¿Primera vez? —César sólo negó—. Dígame entonces en qué le puedo ayudar.

—Vengo a hablar con Juan Ignacio Dinenno.

—El Doctor Dinenno no tiene citas disponibles para el día de hoy, si gusta puedo agendarle alguna en un espacio libre de la siguiente semana —sacó de debajo del pequeño escritorio una agenda y comenzó a buscar—. Tenemos libre el miércoles de la próxima semana a las 14:00 hrs, ¿Le parece bien?

—No, no me refería a hablar tipo... Una cita —negó—. Soy un amigo de años, su mejor amigo —dijo—. César Huerta —agregó—. Intenté comunicarme con él pero los mensajes no le llegan, estaba de paso y vine.

—Sí, la señal acá suele ser re mala a veces —bromeó—. Pues mire, Dinne está en consulta, termina aproximadamente a las... —miró el reloj en su muñeca—. 7:30 ¿Gusta esperar?

Claro que eso haría, esperarlo.

Chapter 33: ☾ Huevos de Confeti

Summary:

Dos mil siete es un cambio de aires para Huerta y Antuna, quienes no sienten que las cosas vayan para mejor en sus vidas desde que Uriel le confesó a sus padres que es gay y no sólo eso, sino que también va a ser papá.

Chapter Text

Febrero...

Aún con el gélido clima que trajo la entrada de diciembre y después de las fiestas del Guadalupe - Reyes, Huerta volvió a la escuela a principios de mes con poco más de los tres meses de gestación.

No solamente el último semestre de Huerta en la preparatoria comenzaba, sino también un año nuevo los abrigaba y les permitía dejar atrás todos aquellos dolores vividos en 2006, el 2007 estaba señalado en sus calendarios como el año predilecto porque además, sería el año donde tanto Uriel como César se convertirían en padres primerizos.

Aunque dos días antes Cruz Azul perdió contra Monterrey y parecía ser un mal presagio, Pumas logró vencer un día después a Jaguares.

Así que por así decirlo, estaban a michas.

— ¡César!— exclamó Dinenno con felicidad al abrazar a su mejor amigo. —Toma, les traje un regalo, uno para Alan y uno para vos, sé que casi no pudimos hablar pero es que la señal en casa de mi abuela era menuda cagada. — Ignacio explicó al tiempo que sacaba de su mochila el recuerdito para César.

Una pequeña casita colorida con el letrero de "Rosario, Argentina" mismo lugar del que Ignacio era natal.

—Los re extrañé. — abrazó una vez más a su amigo quien correspondió.

Pocos minutos transcurrieron para que Mozo llegara también, trayendo de igual forma obsequios para sus amigos.

—Fuimos a Guadalajara a casa de mi prima Caro y miren, les compré algunas cositas. — Alan sacó de su mochila un montón de souvenirs, desde llaveros e imanes hasta pequeñas botellitas de lo que César deducía era tequila. —Estas no, porque le hacen daño al bebé. — murmuró muy por lo bajo y Huerta apenas y pudo sonreír. — ¿Y a tí cómo te fue en las vacaciones? ¿Cómo pasaron navidad y año nuevo? Lo último que supimos fue que Uriel te pidió ser su novio, por fin. — y esas preguntas por parte de Mozo detonaron en Huerta un repentino llanto que se volvió desconsolado, tanto, al punto que se tuvieron que saltar la primer clase del día para tranquilizarlo.

Porque es que mientras para Alan e Ignacio sus vacaciones fueron fantásticas excursiones por lugares turísticos, para Huerta sus vacaciones fueron una total pesadilla.

Comenzando por el hecho de que Uriel y César se vieron obligados a vivir juntos.

Todo, por varios factores, uno de ellos el hecho de que Jaime se enterara que su hijo ya tenía novio...

—Es que los corrieron. — chilló Cesar hecho un completo mar de lágrimas y Uriel sólo le frotaba el hombro.

—Tranquilo mi amor, sólo es una peli.

— ¿Y si a nosotros nos hacen eso?

—Tu papá no sería capaz de correrlos de la casa, además, ya estoy consiguiendo un buen trabajo, algo también para que pueda seguir yendo a mis cursos y prepararme para darles una mejor vida. — le acarició el cabello a César quien se sorbió la nariz y asintió.

— ¿Me prometes que nunca vamos a ser así?— preguntó con el llanto atravesado en la garganta. —Que por más difíciles que se pongan las cosas, nunca nos vamos a gritar y a pelear.

—Te lo prometo. — besó el dorso de la mano de su pareja y le regaló una sonrisa.

¿Fue una mala idea que Uriel llevara a César a ver "En Busca de la Felicidad" al cine?

Simón, tal vez si fue una muy mala idea, pues los miedos que de por sí ya traía el chino, solamente incrementaron con eso, así como las emociones que las traía a flor de piel.

— ¿Qué haces afuera? No me avisaste que salías. — escucharon la voz mayor tras ellos y en putiza voltearon. — ¿Quién es él? — preguntó señalando a Uriel quien se quedó bien calladito. —Te estoy hablando ¿Qué no me vas a responder?

—Pa...

— ¿Él es el papá del bebé que estas esperando?— ninguno tenía idea de qué decir. —Dime César ¿Él es el papá de tu bebé?

Uriel y Huerta se miraron en silencio y al voltear de nueva cuenta a Lozano, finalmente ambos asintieron.

Jaime se rascó tras la oreja y soltó un suspiró.

—Métanse a la casa, necesito hablar con ustedes.

El interrogatorio duró más de dos horas, Uriel nomás miraba impaciente el reloj pensando que ojalá fuera a alcanzar el metro, sino ya se había chingado.

— ¿Y entonces qué van a hacer?— preguntó de entre tanto.

—Mire señor Lozano, el chino y yo ya tomamos la decisión de quedarnos con el bebé. Cada quien va a vivir en su casa, al menos en lo que consigo algo medio estable, yo apenas y tengo la prepa pero le juro que le estoy echando ganas para poder entrar a la uni y darle una mejor calidad de vida a César y al bebé.

—Lo dices muy sencillo, como si las cosas fueran así.

—Lo sé, sé que no son así...

—No, no lo sabes. — interrumpió. — ¿En serio ustedes piensan que es como en las telenovelas y películas que con el poder del amor la vida se resuelve?— preguntó. —Están mal.

—Pues tú me criaste estando solito y lo lograste. — habló César, llamando la atención de su padre. —No veo por qué entre Uriel y yo no podemos hacer lo mismo.

—Me voy a esforzar mucho para que los dos tengan la vida que se merecen, se lo juro. — fue ahora Uriel quien habló.

Después de todo, la plática terminó tan tarde que Uriel se tuvo que quedar a dormir en la casa de César al menos por esa noche, llamó a su casa inventando que se iba a quedar con Santi y que a primera hora regresaba a la casa.

Eso le hizo saber a Lozano que los padres de aquel chico no sabían sobre la situación que estaba enfrentando.

—Te vas a quedar aquí en la sala y a ti te quiero dormido a las 12 a más tardar, pobre de ti donde me levante y te vea todavía aquí con este chamaco. — señaló a lo que Huerta asintió.

Se despidió y subió a su cuarto, dejando a los dos adolescentes en la sala.

—Me condiciona como si me pudieras dejar embarazado. — rió un poco bajoneado y se recargó sobre el hombro de Uriel.

—Te juro que las cosas van a cambiar para bien, se los juro. — Uriel entonces se apoyó sobre la cabeza de Huerta.

...Y después vino la cena navideña en casa de Uriel, apenas cuatro días después de que Jaime se enterara sobre quién era el padre del bebé que César esperaba.

Tal parecía, Uriel no encontró un mejor escenario posible para confesarles a sus padres que era gay y no nada más eso, sino que además su gay novio se encontraba de semanas de gestación.

Así que la bomba explotó.

—No tienes que hacer esto. — César miró con miedo a Antuna antes de mirar la fachada de la casa de Uriel.

Viendo el zaguán que adornaba la entrada, lleno de lucecitas de colores y una corona navideña.

—Sí, si tengo que. — respondió. —Porque si me quiero hacer responsable lo tengo que hacer desde un inicio y con todas las de la ley. — agregó. —Además, si tu papá ya lo sabe ¿Por qué los míos no?

Soltó de la mano a Huerta y sacó las llaves de la casa para así abrir la puerta.

Sus padres ya lo estaban esperando, les dijo que tenía que ir a recoger a alguien al metro y llegaba, sin embargo Uriel jamás específico de quién se trataba.

— ¡Ya llegué!— exclamó cerrando la puerta de la casa y César miró a su al rededor.

—Hasta que por fin, ya te estábamos esperando para que nos presentaras a...— su madre se detuvo al mirar con detenimiento al chico junto a su hijo. — ¿Y eso?— preguntó Bertha.

Uriel indicó a César que se fueran a sentar a la mesa del comedor, el rizado únicamente lo siguió y sus padres hicieron lo mismo con la mirada.

—Buenas noches. — apenas y pudieron saludar los padres de Uriel.

Un "Buenas noches" fue devuelto por parte de César, con mucho terror en la voz a decir verdad.

—Hijo, pensamos que ibas a invitar a tu amiguita Gaby, la de los Valenzuela.

—Gabriela fue mi amiga en la primaria, mamá, supéralo.

—Bueno amor, a nosotros nos dijiste que ibas a invitar a una persona muy especial, si ibas a venir con un amigo esperábamos que fuera Santiago o Sebastián, o ya de plano Joaquín... Pero a este muchachito jamás lo habíamos visto.

—César no es mi amigo. — soltó y bajo la mesa, escabulló su mano hasta la de Huerta, el rizado la apretó con fuerza. —César es mi novio. — dijo firme, ya no había marcha atrás.

—Es una broma, ¿no?— preguntó su madre. —Para día de los inocentes todavía faltan 4 días.

—No mamá, no es una broma. — respondió. —Siempre me han gustado los hombres, pero jamás se los había dicho. — confesó. —Él se llama César Saúl y es mi novio, llevamos 3 semanas pero, nos conocemos desde hace dos meses.

—Qué clase de puta broma es esta, Carlos. — al fin habló su padre. —Déjate de estupideces.

—No pa, no es ninguna estupidez. Si su papá ya sabe que él y yo somos novios, no entiendo por qué se los tengo que ocultar a ustedes.

—Así que no nada más te bastó con ser un burro, sino que aparte nos saliste maricón. — habló su hermano Kevin recargado en el umbral que daba a las escaleras.

César soltó de inmediato la mano de Uriel y miró a otro lado.

Era ahora o nunca.

—No y no nada más eso. — dijo a lo que César miró y negó. —Voy a ser papá. — al fin dijo con valentía. —César está esperando un hijo mío.

No los sacaron a patadas a ambos sólo porque fueron muy piadosos, pero los gritos en la casa fueron escuchados hasta por los vecinos. Uriel apenas y pudo sacar unas cuantas cosas de su cuarto y de esta forma, ambos se fueron a vivir a la habitación de César luego de que el papá de Uriel lo corriera de casa en vísperas de navidad.

Para año nuevo la familia Antuna Romero "recapacitó", pidiendo a Uriel pasar el año nuevo con ellos pero SIN compañía alguna.

Aunque Uriel no quiso hacerlo, César insistió que lo hiciera pues de cualquier forma Huerta no estaría en la ciudad, pasaría el año nuevo en casa de su abuelita cerca de Cuernavaca y no quería llevarlo pues, a palabras suyas, sería "demasiado".

Uriel partió a Durango de donde era su familia y César a Morelos.

Sin imaginar que ambos se la iban a pasar bien culero.

⟨Lo que vi no era un sueño, era real
Santa Claus le dió un beso a mamá
Y ella muy feliz, hablándole de mi
En el oído...⟩

Toda la familia paterna de Uriel estaba reunida en el patio de la casa de su abuelita, con la bocina a todo volumen y con los primos reunidos con la ya tradicional tronadera de cuetes, las espumas en lata y los huevos de confeti.

Todo hasta el momento parecía de ensueño, ni se notaba que hace una semana tanto Bertha como Carlos habían corrido a su hijo mayor de la casa, todos estaban conviviendo de lo más normal.

—No mames Uriel, le cayó confeti a mi ensalada de manzana. — habló mirando el contenido en el vaso de plástico, todo lleno de papelitos de colores.

—Isaac, deja de decir groserías. — regañó su padre al menor.

—Pues es que el Uriel, pa. — respondió con enojo a lo que el mayor de los Antuna se rió.

La risita se le acabó en cuanto alguien también le estrelló semejante huevazo en la cabeza.

— ¡Toma!— Tato exclamó y no bastándole con haberle estrellado el huevo, también aprovechó para agarrarlo del cabello y agitarlo.

Sin embargo, el mayor de los Antuna sintió la saña en ese vergazo proporcionado por su hermano menor, se lo estrelló con odio.

Y al chile si se ardió ¿Y qué?

Empezaron una guerra de huevazos, y poco a poco los madrazos que se daban fueron escalando al punto donde sus primos y hermano (con quienes jugaban) quedaron totalmente excluidos de la actividad, ahora sólo eran Kevin y Uriel golpeándose con odio.

Y de repente pasaron de eso, a empezar a decirse sus verdades.

—Puto salvaje naco, como solamente tú sabes serlo. — dijo Kevin después de estrellarle el huevo cerca de la sien a Uriel.

— ¡Pues este puto salvaje si sabe pegar, y no nada más dar de manazos como tú!— exclamó.

—No me voy a rebajar contigo, yo soy mucho más en la vida que saber pelear, pero bueno, qué puedo esperar de alguien que apenas y terminó la prepa.

—Al menos yo sé hacer cosas por mi cuenta y no dependo de que mis papis me resuelvan todo, o qué ¿Ya le dijiste a mis papás que te piensas ir de la casa para no volver nunca una vez que ellos te terminen de pagar la carrera?

— ¿Y tú ya les dijiste a todos que no nada más eres puto sino que además embarazaste a tu noviecito fenómeno?— le respondió bien ardido luego de que su hermano confesara lo que tiempo atrás le contó en un ataque de ira.

Todo en el patio de la casa de la abuelita de Uriel se tornó un silencio pero pasado de verga.

Se sentía hasta como si se hubiera muerto alguien.

—Te prohíbo que le vuelvas a llamar a César de esa forma porque el bebé que está esperando es tu sobrino te guste o no.

Esas palabras sólo le reafirmaron a la familia lo que Kevin dijo.

—Esa porquería no es mi sobrino, yo no quiero de familia a un pinche maricón, naco y además pendejo. — soltó de la forma más hiriente que encontró. — ¿Qué no te enseñaron educación sexual? ¿No conoces los pinches condones? Eres un pobre m-e-d-i-o-c-r-e. — Antuna se calentó, haciéndolo perder la cabeza, lanzándose a los golpes con su hermano.

Todas las tías y su madre comenzaron a gritar, los primos menores asustados soltaron sus lucecitas de bengala al suelo gritando igual cuando vieron a los dos adolescentes agarrándose a vergazos en el piso.

Los tíos y su padre los separaron, todos estaban en shock.

—Súbete a la casa. — ordenó Carlos a Uriel.

— ¿Por qué chingados me voy a subir yo si el pendejo que empezó su desmadre fue Kevin?

—Que te subas a la puta casa, te estoy mandando yo ¡Muévete!— gritó de nueva cuenta Carlos y Antuna arrojó los cartones de huevo al suelo con ira.

La conversación terminó en un sólido "Esto no va a funcionar, y la única manera de darle paz y equilibrio a la familia es que te alejes por un tiempo, intentamos que funcionara pero simplemente no le vemos ni pies ni cabeza... Pasado mañana te pasamos a dejar a casa de tu... Lo que sea, y no te queremos cerca de la casa, por favor."

No, no solamente Uriel se la estaba pasando mal, César también lo hacía...

Era como la séptima vez sin mentir que se servía la ensalada de manzana que su abuelita preparaba, faltaban unos cuantos minutos para que dieran las 12 campanadas y al fin pudieran cenar, ciertamente Huerta ya estaba muriendo de hambre.

—Chinito, eres un pocito sin fondo, corazón. — Ana Bertha, su abuela, pellizcó la mejilla de César. —Guarda espacio para la cena ¿Apoco te va a caber?— preguntó curiosa y eso únicamente ocasionó que la familia comenzara a hacer bromas con el físico de César.

Bromas quizá en su mayoría "inocentes", sin embargo para Huerta aquellas tenían mucho peso tomando en cuenta su estado actual.

Se fue a sentar a una de las sillas en el patio, quería excluirse de todo sin embargo sus primos no se lo iban a permitir.

—Chinitos, ¿Jugamos?

—No Tavo, ahorita no. — respondió desde la silla de plástico. —Juega con Alo, yo de aquí los veo.

—Ándale chinito, es que sin ti no es igual. — le dijo con un puchero.

—Ya oíste a tu primo, chaparrin. — habló Jaime apareciendo detrás de César para acariciar su hombro. —Jueguen ustedes e igual y en una de esas se anima el aguafiestas este. — revolvió los rizos de su hijo y Huerta sólo asintió, los niños se alejaron y se fueron a jugar. —Sabes que lo que te dijo tu abuelita no fue mal intencionado ¿Verdad?— musitó cerca de su oído y Huerta asintió. —Te ves bien, no tienes nada, no te ves diferente ¿Sí? Deberías irte a jugar tantito con tus primos, ¿O te sientes mal?

—No pa, me siento bien. — Jaime le acarició el hombro y volvió a la mesa con el resto de sus tíos.

Se levantó de la silla y salió a la calle para jugar con sus primos, estaban jugando fut.

Mala idea.

Porque un niño cuando juega fut no mide su fuerza, y menos cuando se atraviesan sin avisar cuando está pateando el balón.

— ¡César!— exclamó preocupado poniendo su trago sobre la mesa y levantándose de prisa de la mesa para ir hacia su hijo.

—Auch. — sólo decía Huerta tocándose el abdomen y doblándose un poco por el dolor.

— ¿Estás bien?— musitó Jaime cerca de su hijo. —Oye ¿Te sientes bien?— lo tomó del brazo y con su mano libre alcanzó una de las sillas cercanas para que su hijo se pudiera sentar.

—Chinitos, perdón, perdón, perdón. — pidió repetidas veces su primo menor y unos cuantos se acercaron a la escena.

—Tengan más cuidado, no pueden estar jugando así. — dijo Lozano con un poco de molestia.

— ¿Qué se traen? Pues si nomás le dió con el balón, fue un accidente. A lo mucho le sacó el aire, no se va a morir. — respondió la madre del pequeño Tavo.

Lozano y su cuñada se empezaron a armar de palabras mientras que Huerta los veía desde la silla.

No soportaba más, quizás estaba siendo exagerado, dramático, tonto o infantil.

Sólo se levantó con cuidado y entró a la casa casi llorando, se metió al baño y de inmediato fue seguido únicamente por las miradas de primos y tíos, y su padre que se levantó para ir a buscarlo.

— ¿Qué les pasa?— musitó la matriarca de la casa y miró extrañada la escena.

Antes que César pudiera cerrar la puerta tras él, Jaime lo detuvo.

—César, ¿Estás bien? Hijo, un golpe de esos puede ser muy peligroso. — Huerta hipó un poco y se llevó de nueva cuenta la mano al vientre. — ¿Te pegaron muy fuerte?— César alcanzó a negar a lo que Jaime cerró la puerta. — ¿Qué tienes entonces, corazón?— preguntó y de a poco el rizado sólo de sentó con cuidado en la tapa de la tasa del baño.

—Me siento como un fenómeno, como si todo mundo me observara, como si todos lo supieran. — respondió entre el llanto.

—Nadie se va a enterar si no quieres. — murmuró Lozano. —Absolutamente nadie, ni tu abuela, ni tus tíos tienen por qué enterarse sobre el bebé, ni de Uriel, ni nada ¿Sí?— preguntó y César asintió. —Te entiendo, yo también me sentí así al principio cuando me enteré de ti y de que ahora estabas conmigo. — comenzó a contar. —Es difícil al principio, te sientes observado... Pero te juro que no es así. — mencionó tomando la barbilla de Huerta para mirarlo a los ojos. — ¿Estás seguro que estas bien?— el rizado apenas y asintió. —Tenemos que ir a un médico ya ¿No crees?— preguntó, Cesar negó.

—No, aún no, al menos hasta que Uriel regrese de con su familia, quiero que él nos acompañe. — Lozano soltó un suspiro y asintió.

Se quedaron ahí un rato más, Jaime buscaba tranquilizar a su hijo pero de pronto, lo escucharon.

Toda la pirotecnia afuera y a toda la familia gritar « ¡Feliz Año Nuevo!»

Jaime se asomó por la ventana del baño para ver el exterior y César habló.

—Lo arruiné. — musitó. —Ahora por mi culpa ya no pudimos estar con la familia.

—Eso no importa. — respondió y retiró la vista de la ventana para volver a su hijo. —Estamos nosotros tres, no puedo pedir más familia que esa. — un pequeño puchero que indicaba llanto, se alojó en los labios de Huerta quien abrazó a su padre. —Feliz año nuevo, mis bebés. — acarició el cabello de su hijo y se aguantó las ganas de llorar. —Por un año lleno de alegrías, por un año bendecido con este bebé.

Pero como bien se dijo, 2006 se quedaba atrás con todo y las cosas que ocurrieron, 2007 era una nueva cara de la moneda para todos.

Chapter 34: 𖤓 Abrázame Muy Fuerte

Summary:

Poncho con la ayuda de Santi, está dispuesto a hacer todo lo posible para volver a ver a sus padres juntos ¿La respuesta? Viene casi como por arte de magia en el video de bodas de sus padres, aquel que le revela parte de lo que ocurrió ese día de 2011.

Chapter Text

—No me digas que por fin te animaste a meterle una demanda —dijo—. No es por nada pero recuerda que no importa los años, a ese hijo de la chingada lo puedes ver preso sin problemas —Alan dió vuelta en su silla giratoria, manteniendo su celular en la oreja.

—No es sobre él —respondió Huerta—. Yo... Voy a divorciarme de Uriel.

—¡¿Qué?! —exclamó—. No, no, no, eso no puede ser posible ¿Cómo que te vas a divorciar? —preguntó—. ¿Ignacio lo sabe?

—¿Y quién crees que me dió tu numero si no él? —silencio—. Mira, eres el único abogado de lo familiar que conozco y que sé que me puede ayudar.

—Primero trago ácido antes que prestarme para que le firmes el divorcio a Uriel. No, no, y no.

—Pero eres mi amigo, se supone que tienes que estar conmigo, no en mi contra.

—Sí, pero también soy amigo de Uriel, básicamente somos compadres.

—Pero me conociste a mi primero —respondió con indignación.

—Debe haber un buen motivo del por qué quieres un divorcio —fue lo que Mozo dijo tras la línea—. Y espero que sea uno muy bueno —se sirvió un poco de whisky en el vaso y le dió un trago antes de hacer un pequeño gesto—. Así que te escucho.

—Me encantaría extenderme durante una llamada para contarte por qué me quiero divorciar, lamentablemente eso no es posible porque se supone que estoy trabajando. ¿Qué te parece si mejor nos reunimos en algún lado para platicarlo?

—Tengo libre hoy en la noche. ¿Sigues viviendo donde mismo? Tengo ganas de ver al Ponchis, al chaparrón no lo he visto desde... —y se detuvo—. Ya sabes, la maestría de Dinenno en argentina —y carraspeó un poco.

—No han hablado desde entonces.

—No hay mucho que hablar —soltó de pronto—. Después de terminar la carrera pues ya, nos apartamos.

—¿Se apartaron o los apartaron? —silencio.

—¿Qué te contó?

—No mucho —respondió Huerta—. A tus papás siempre les costó aceptar lo que eres —y Mozo una vez más se quedó en silencio—. También me contó sobre ella —le dijo de pronto, dejando en un amargo silencio a Alan—. Una chica en tu vida... ¿En serio?

—Ximena es... Diferente, es especial.

—Ay, Alan...

—Oye, esta llamada no fue para hablar sobre mi vida sino para hablar de la tuya —cambió el tema como se le daba a la perfección—. Entonces paso a tu casa más al rato, adiós —y entonces colgó.

Después de la reunión entre Dinenno y Huerta donde se contaron varias verdades, entre ellas la de la separación de César y Uriel y también sobre la ruptura de Alan e Ignacio, Huerta le pidió a Ignacio el contacto de Alan.

Si iba a llevar algo así a lo legal, al menos quería hacerlo con alguien de su plena confianza.

—Es que simplemente no, no y no, me rehúso a que mi papá intente salir con otro que no es mi papá Uri —negó mientras que Santi lo veía dar y dar vueltas en el cuarto mientras esperaba a que su sopita se enfriara.

Era otro de esos días donde Santi se fue de pinta para pasar tiempo con Poncho mientras este estaba castigado. 

—Bueno, pero es que no puedes hacer nada, si tu papá se la pasa chido con el tal "Memote" pues nimodo.

—No vuelvas a decir eso, jamás —sentenció señalando a Trigos con el dedo índice—. No sé qué tenga que hacer, pero de que vuelvo a ver a mis papás juntos, los vuelvo a ver juntos.

—Pues a menos que te inventes una máquina del tiempo o un aparatito que te hipnotice y te llene la cabeza de recuerdos, dudo mucho que algo así vaya a ocurrir —Santi agarró un poco de maruchan con el tenedor y se la metió a la boca.

—Recuerdos... —musitó Poncho—. Ahuevo, guapo, eres un chingón —se acercó a Santi para besarle la frente y salió del cuarto.

—Ay ora —musitó Trigos sacado de onda y ladeó la cabeza.

Unos cinco minutos después, Poncho regresó al cuarto sosteniendo entre sus manos una cajita negra.

—¿Y eso? —preguntó Santi acomodándose sobre la cama.

—Es el video de la boda de mis papás, chance y si lo veo encuentro algo que pues pueda hacer que se conecten, como una canción o un recuerdo especifico, algo que les recuerde por qué es que decidieron unir sus vidas.

—Mira, si nomás tienes la cara —Poncho entrecerró los ojos y negó, Santi medio rió.

Bajaron a la sala, aún tenían tiempo antes de que Santi se tuviera que ir a su casa y antes de que Huerta volviera del trabajo.

Poncho sabía que en la casa había un reproductor de esas madres, pero seamos honestos, nadie usaba ya esas cosas, así que tuvo que buscarse un tutorial de cómo se usaban.

Después de averiguar cómo se hacía, puso el vhs y ahora sí, empezó su "película".

La intro tenía la canción de Espacio Sideral de Jesse y Joy, una canción melosa y dosmilera; todo estaba plagado de fotografías que parecían haber sido tomadas con una calculadora, tenía una tipografía horrible y llena de colores chillones y brillitos.

De entre todos esos detalles, Poncho también se dió cuenta de que muchas de las fotos eran de esas que no estaban en los álbumes.

Por ejemplo, fotos de sus papás cuando jóvenes, fotos de cuando incluso él aún no había nacido.

Como esa de sus padres sentados en el sillón de la sala en la casa de su abuelito Jaime, Uriel tenía a César entre sus brazos y parecían muy felices; o la de una cosa sin forma y en tonos blanco y negro, sabía que esa era su ecografía, quizás podía tratarse de la primera.

Santi y Poncho sólo miraban en silencio aquella pantalla y algo en el pechito de Poncho se empezó a llenar de algo.

De nostalgia.

—No inventes, tus papás se veían súper chicos —le dijo Trigos mirando la pantalla.

—Pues si mis cálculos no fallan, tenían veinte y veintiuno —señaló.

Al tratarse de una boda entre dos personas del mismo sexo, y que apenas para ese año estaba siendo considerada como "legal", realmente no hubo mucho que grabar en el registro.

Apenas y unas cuantas tomas de César y Uriel firmando las actas, de los testigos, y de Ponchito, ahí, todo pinche inquieto y escandaloso siendo callado cada cinco minutos por su abuelito.

Eso hizo reír a Santi y a Poncho.

Luego hubo tomas en el salón de fiestas después de la firma de actas en el registro, Ponchito estaba en primerísima plana chingándose un taco de mole.

—¿Este eres tú? —preguntó Santi señalando al pequeño vestido de blanco.

—Efectivamente, estás viendo a la versión mía más decente que vas a conocer en toda tu vida.

—Poncho, estabas bien lindo... Mi vida —chilló mirando al pequeño que jugaba en el patio mientras sostenía firmemente el taco en su mano—. Si me lo preguntas, me parece una verdadera pena que tus papás no tuvieran otro hijo, les salen bien bonitos —Poncho rodó los ojos y sintió las mejillas calientes—. ¿Es un taco de mole? —preguntó.

—Soy chingón desde los dos, yo ya le entraba a todo.

—Y lit tus papás te enseñaron a comer de todo —le dijo Trigos y cuando Poncho volteó a mirarlo, Santi le alcanzó a dar un piquito antes de acurrucarse de nuevo en sus brazos.

Y entonces la parte más fundamental llegó, aquella que le daría a Poncho la respuesta para reconciliar a sus padres.

El baile de bodas.

—¿Crees que a nosotros nos puedan armar una coreografía chida para A mi de Rels? —preguntó y Trigos sólo negó con algo de pena antes de pegarle en el hombro.

Poncho vió a su tío Shaggy haciéndola de DJ, llamando a los novios para que pudieran bailar.

"A la pista, a la pista, con el dorsal número siete, el novio, Carlos Uriel Antuna" varios soltaron gritos y aplausos y entre el humo de la máquina salió Uriel, saludando a los invitados. "Del otro lado, tenemos con el dorsal número doce al otro novio, César Saúl Huerta" el grito de Dinenno fue el que más se escuchó y algo chiveado, Huerta salió de igual forma que Uriel, saludando también. "Ahora sí maestro, a lo que nos truje chencha, en este día tan especial para mis dos amigos, quiero que por favor le demos un fuerte aplauso y dejemos a los novios bailar su respectivo vals, esto es Abrázame Muy Fuerte."

Una vez mas los gritos y aplausos no se hicieron esperar, después de ello llegó el silencio, apenas con los sonidos de niños jugando y uno que otro sonido de coches afuera del salón.

Los novios se tomaron de las manos, se acercaron, Uriel tomó a César de la cintura y César le puso las manos sobre los hombros, se empezaron a mover al ritmo en cuanto la música comenzó.

Poncho y Santiago estaban en silencio, casi como conteniendo el aire, ambos miraban en la pantalla a Uriel y César, a los padres de Poncho; tan jóvenes y llenos de amor que ahora para ojos de Poncho sólo eran un par de adultos que se habían dejado llevar por el pesar de los años, de las peleas... Pero que en el fondo, estaba seguro que seguían ahí, que ese amor seguía, porque una cosa como esa, no podía simplemente desvanecerse de un día a otro.

...Abrázame muy fuerte amor, mantenme así a tu lado

Yo quiero agradecerte, amor, todo lo que me has dado

Quiero corresponderte de una forma u otra a diario

Amor, yo nunca del dolor he sido partidario

Pero a mí me tocó sufrir cuando confié y creí

En alguien que juró que daba su vida por mí

Abrázame que el tiempo pasa y ese no se detiene...

Mantenían los ojos cerrados y las frentes pegadas, y de vez en cuando, se decían alguna que otra cosa al oído mientras César reía apenado y ocultaba la cabeza entre el cuello y el hombro de Uriel.

Era como algo divino... Sólo ellos dos en el centro de la pista, con la nítida luz bañándoles a ambos, con la gloriosa voz de Juan Gabriel acompañando el momento que seguramente iban a recordar por el resto de sus vidas; porque la canción era muy suya, muy perteneciente al momento, eran ellos detenidos en el tiempo sin importar nada más y eso era lo que lo volvía divino.

Abrázame muy fuerte amor...

Y cuando la nota final llegó, todos comenzaron a aplaudir, las luces se encendieron de inmediato y César desvió la mirada a otro lado pues estaba llorando al igual que Uriel.

Poncho se coló en la escena cuando se echó a correr hacia donde estaban sus papás y ambos lo tomaron en brazos para reunir a la familia en un emotivo abrazo.

"¡Un fuerte aplauso para este par de tortolitos enamorados, chingao!" nuevamente todo se inundó de ruido y aplausos, la cámara se acercó a enfocar mejor a César y Uriel quienes se limpiaban un poco los ojos y besaban la mejilla de Ponchito.

En el vídeo siguieron mostrándose imágenes sobre la fiesta, los invitados en la mesa y luego de ello un corte medio raro, como si un video hubiera sido sobrepuesto en el video ya grabado.

"¿Por qué estás grabando?" preguntó César intentando tapar la cámara.

Por la fecha en la esquina inferior de la pantalla, Poncho y Santi se dieron cuenta que el video era de un día después al de la boda.

"Necesitábamos documentar este momento."

"¿Cuál? ¿El de Pumas jugando una final?"

"Tengo un presentimiento."

"¡Pa!" exclamó Poncho de pronto sosteniendo entre sus manos un chamyto, mismo que extendió a César. "¿Me lo ambres?" pidió.

Santi rió y se recargó en el hombro de Poncho.

"¿Por qué?"

"Pofavol."

"Ándale, así sí." César le quitó el pedacito de aluminio de la tapa y le entregó la bebida al menor quien se retiró tranquilamente para seguir jugando en su carrito.

En el vídeo se notaba que había varios cortes, además de que Uriel digamos que era un poco pésimo para aquello que involucraba grabar, tenía un pulso de maraquero fatal.

"Por el bien de pumas, el Morelia nos tuvo que eliminar, porque lo que les íbamos a hacer en la final, no tiene nombre." César giró la cámara para burlarse de Antuna y de nuevo volteó a grabar el partido en la tele.

Y en una de esas, el gol del equipo favorito de su padre, cayó.

"¡GOL!" gritó Huerta brincando de felicidad y besó su playera.

"¡No mames!" exclamó igualmente Uriel con felicidad al ver a su pareja feliz. "Minuto 26' que golazo de... ¿Quién fue?" preguntó.

"Paco Palencia" respondió aún con esa sonrisa dibujada en su rostro, lleno de alegría de saber que en muy pocos minutos su equipo se convertiría en campeón.

El final del partido llegó y con ello la entrega de trofeo para Pumas al coronarse campeones.

"¿Cómo te sientes al respecto de que Pumas quedó campeón?" preguntó Uriel tras la cámara y la sonrisa de César se ilumino antes de besarle la mejilla a Poncho que estaba ahí sobre su regazo.

"Nos casamos ayer, Pumas quedó campeón y este año Pablo cumple tres años, no inventes, este es mi año dorado" la cámara se detuvo quedando únicamente la televisión con la pantalla en una tonalidad azul y el silencio de la casa.

—Mi papá siempre decía que se casaron el año que Pumas quedó campeón... Me decía que 2011 fue su año dorado —musitó muy apenas.

Santi sólo acarició por el hombro a Ponchito y recargó su cabeza sobre el mismo.

—No entiendo por qué no podemos volver a ser eso... Una familia bonita.

—Porque como dijo José José... El amor acaba, Ponchis —respondió Santiago.

—Nel —negó y miró a Santi—. Yo sé que el amor no se ha acabado porque a mi papá Uriel se le iluminan los ojos cuando ve a mi papá, se le iluminan machín. Y sé que a mi papá César le pasa igual, nomás que les falta un empujón.

Entonces, una idea se le vino a la mente.

—Y tú me vas a ayudar.

Chapter 35: ☾ Cambio de Hábito

Summary:

Huerta tiene que pensar qué sigue con su vida académica ahora que está próximo a terminar la preparatoria, y Uriel tiene que resignarse a trabajar y quitarse la espinita de lo que pudo ser, y no será.

Chapter Text

—Buenos días a todo el alumnado y personal de trabajo de la Escuela Nacional Preparatoria número 1, me complace darles la bienvenida a este ciclo escolar… Como ya saben, este es el último estirón para los de sexto semestre antes de partir a lo que es la universidad. Ya sea que decidan seguir perteneciendo a esta la máxima casa de estudios en México, o bien, que decidan seguir su camino en otras escuelas superiores...

El ya tradicional discurso de bienvenida estaba siendo dado en el auditorio de la escuela, el director Sánchez buscaba siempre reunir el mayor número de alumnos posibles para el discurso, y César, Dinenno y Mozo no estaban realmente en condiciones de entrar a sus clases, así que acudieron al auditorio como normalmente no hacían.

—Como un apoyo de orientación vocacional por parte de la universidad, representantes estudiantiles de las diferentes facultades de ciudad universitaria se reunirán en esta preparatoria con la finalidad de que ustedes, alumnos de sexto semestre ¿Y por qué no? Para los jóvenes de segundos y cuartos, comiencen a formar un proyecto de vida encaminado a lo que será su trabajo por el resto de sus vidas. En este momento se les están pasando a entregar unos folletos para que el día de mañana ubiquen más o menos donde van a estar localizados los stands de cada una de las facultades —Huerta musitó un mínimo “Gracias” en cuanto recibió aquel folleto y entonces lo hojeó junto a Dinenno y Alan, sentados a sus costados.

—Pues yo estaba pensando aplicar para derecho en CU, así que esto me queda perfecto —dijo Alan—. Me maman las leyes y todo ese pedo.

—Yo estaba pensando en psicología —dijo Juan.

—Osh, eso era obvio.

—¿Y vos, César? ¿En qué pensás?

—Yo… —musitó—. Aún no lo sé con exactitud, quizás mañana lo sepa.

—A lo mejor —animó Mozo.

Y mientras la bienvenida se llevaba a cabo en el auditorio, Huerta puso los ojos sobre la facultad de arquitectura.

César estaba buscando a qué se quería dedicar.

Mientras que Uriel, ya se estaba resignando a dedicarse… A lo que era actualmente.

—Cambiar una bujía es lo más fácil y lo principal para ser un buen mecánico —dijo—. Son como nuestros mandamientos. “No le confiaras tu carro a un pendejo que no sepa cambiar una bujía.” —dijo Joaquín como imitando una voz grave y abrió la parte donde estaba el motor—. Lo primero que vas a hacer, pues es ubicar donde está esta madre ¿Verdad? Porque si no pues como…

De repente Uriel se perdió mirando la pared del taller mecánico de Don Carlos, el tío de Joaquín.

Detalló varios posters viejos y uno que otro calendario.

Mismos que eran probablemente igual de viejos que los posters, y todos tenían el mismo factor en común.

Mujeres híper chichonas.

Uriel no entendía en específico qué era lo que a los hombres les atraía tanto de las mujeres… Aunque bueno, viendo los posters no es que hubiera mucho que entender.

La primera vez que Uriel se cuestionó que las mujeres no eran su fuerte, fue sentado frente a la tele a sus trece años mientras veía La Hora Pico.

Esas mujeres voluptuosas entre cada corte no lo hacían babear como a todos sus compañeros pajeros de la secundaria.

No, a él lo que le gustaba era… Bueno, un poco diferente.

“Me duele mucho decírtelo, Roxana, porque… Tú nunca me has fallado, eres una persona increíble y pienso que…”

“¿De qué hablas, Roberto? Por favor ¿De qué hablas?

“Roxana… No soy feliz contigo.”

Y esa música dramática de telenovela se hizo presente.

El motivo por el que Uriel veía esas telenovelas con su madre, era porque le gustaban los protagonistas, especialmente los de Amigas y Rivales… Soñaba un día hacerse de novio a un Roberto de la O, o a un Ulises, pero ya transformado.

Pero eso sólo se quedaba como… Pues eso, un sueño.

—Cámara carnal ¿Me estás poniendo atención? —su mirada entonces dejó de ver ese calendario de Gloria Trevi del ’97 para mirar a Joaquín.

Mismo que viajó la vista al calendario y luego a Uriel.

—Qué andas viendo, qué andas viendo; si a ti ni te gustan de esas —y le otorgó un zape completamente confianzudo.

—¿Por qué no la han cambiado? —se limitó a preguntar—. Es del año del caldo, es de hace 10 años.

—Pues es que estábamos esperando a ver quién nos preguntaba —respondió regalándole una sonrisa divertida que Uriel correspondió a aquel comentario sarcástico—. Ya deja de preguntar mamadas y ponme atención que hoy si tenemos un chingo de chamba —le aventó la llave de bujía y Antuna la cachó—. Ahora sí, una vez que localizas donde…

[Ya sali, nos vemos alrato, besos <3]

Miró el mensaje recién enviado una vez más y guardó el celular en la bolsa de su pantalón, caminando detrás de sus amigos quienes se detuvieron y lo miraron.

—¡Apúrale que no vamos a alcanzar! —exclamó Mozo y de nuevo se giró para seguir caminando a un lado de Ignacio.

Aquellos que ahora eran uña y mugre y que sin querer admitirlo, ya tenían lo suyo.

César les siguió el paso fuera de la escuela hasta que los tres estuvieron frente a un carrito de raspados.

—Buenas tardes ¿Me da uno de grosella? Por favor —pidió Alan—. ¿Y tú de que vas a querer? —preguntó a Dinenno quien lo pensó unos segundos.

—¡Limón! —respondió.

—Y otro de limón, por favor.

—Claro que si joven.

—¿Tú de qué vas a querer, chinitos? —se giró a preguntar a su amigo de rizos.

—No, yo no quiero, gracias Alan.

—No seas payaso, te estoy invitando yo.

—No, no es por eso, es que la verdad siento como un nudo en la panza, no me pasa ni la saliva, amanecí con mucha nausea y es hora de que todavía no se me quitan —dijo.

—Pues ni hablar, ya será para la otra —dijo resignado.

—Mire, le paso el de limón —el hombre del carrito extendió el raspado y Alan lo tomó.

—Gracias —dijo—. Toma Dine — se lo ofreció al más alto quien lo tomó.

—Gracias —respondió con esa sonrisita tonta que delataba lo estúpidamente enamorado que estaba, haciendo a Alan corresponder.

Y César sólo miraba aquello con curiosidad, porque no entendía ¿Cómo se tardaron tanto en darse cuenta de lo que sentían? Por dios ¡Se notaba hasta la luna!

El raspado de grosella fue entregado y una vez que Alan pagó, ahora sí, empezaron a caminar.

—¿Y qué onda? ¿Uriel va a pasar por ti? —preguntó Mozo a César quien no despegaba la vista del suelo.

—No, no puede, está trabajando.

—Ah, cierto —respondió—. Algo así como en el taller mecánico del tío de uno de sus amigos, ¿No?

—Ajá —dijo corto, realmente lo que menos tenía era ganas de hablar.

—¿Quieres que te acompañemos a la parada? —preguntó Juan Ignacio escabullendo su mano al antebrazo de Alan para así abrazarlo—. O si quieres al metro, como te sientas más cómodo.

—Me gustaría irme solo —respondió—. No es personal, neta que no —agregó—. Pero con eso de la plática que nos dieron hace rato sobre la universidad, como que necesito tiempo a solas para pensar qué es lo que voy a hacer —dijo—. Neta no es por mala onda.

—Sí, entendemos… Las cosas ahorita pues ya van a ser un poco distintas, bueno, más referente a ya sabes, el bebé y eso —habló Alan—. Entendemos que todo quizás sea más complicado ahora.

—Pero igual nos gustaría que sepas que vos no estás solo ¿Sí? —César con una pequeña sonrisa apretando los labios asintió.

Se acercó a abrazar a sus amigos y después de despedirse, se fue caminando a la parada del camión, con aquellos audífonos puestos y su música que lo acompañaba.

Que lo ayudaba a pensar.

En cuanto paró el camión y se subió, escogió sentarse en la parte trasera y en cuanto lo hizo apenas y cerró los ojos unos segundos, en sus audífonos se reprodujo Me Pregunto de Belanova, entonces los abrió y miró por la ventana.

Y una nostalgia inminente lo golpeó.

Recordó aquellos días donde Uriel pasaba por él a la preparatoria y lo llevaba hasta la puerta de su casa, de camino le compraba una nieve y, sin que nadie se diera cuenta, le robaba besos en el cachete y rozaba sus manos, como si quisiera tomarla y no apartarla nunca de la suya, y esa nostalgia se acentuó aún más cuando miró a su lado el asiento vacío en el camión, ese asiento que debía estar ocupado por alguien y no simplemente ahí, solo.

En el metro le ocurrió lo mismo, pero César sabía perfectamente que ahora era distinto, que Uriel estaba ocupado, por y para ellos.

Y eso lo hacía sentir peor.

Llegó a casa, sola, como de costumbre.

Sin embargo ahora su rutina era distinta, porque en vez de llegar a su casa a hacerse wey viendo la tele o a adelantar tarea mientras esperaba que llegara su papá para comer, ahora César llegaba a casa para preparar la comida, para limpiar su reguero y el de Uriel en el cuarto, para dormir un rato de lo terriblemente agotado que lo dejaba todo en las últimas semanas y, si le daba tiempo, adelantaba algo de tarea o al menos lo que se tuviera que entregar para la primera hora.

Y de ahí, esperar a que su novio y su padre llegaran de sus respectivos trabajos, el que siempre llegaba primero, era Jaime.

—Hola, hola —saludó el hombre que entraba por la puerta, César apenas y saludó con un flojo “hola” mientras se tallaba los ojos, no supo a qué hora se quedó dormido, pero aprovechó que había sobrado comida de un día antes para así no hacer nada y descansar un ratito.

Un ratito que se volvieron unas tres horas.

—¿Cansaditos? —preguntó acercándose al sillón donde su hijo ya se había sentado.

—Maso —respondió y luego bostezó—. No entiendo por qué me siento así, y eso que duermo pues bien dentro de lo que cabe.

—Es normal, a mi también me pasaba —dijo—. ¿Comiste? —César negó—. ¿Y eso?

—Estaba esperando a que llegaran Uriel y tú.

—No está bien que te mal pases por esperarnos.

—Es que no me da hambre —Lozano entrecerró los ojos como con incredulidad de las palabras de su hijo y se sentó a su lado.

—¿Cómo te fue en la escuela? —Huerta rodó los ojos, como pensando.

Y es que omitiendo la parte donde sus amigos lo tuvieron que llevar al baño para intentar tranquilizar su incontrolable llanto, no es que realmente César tuviera mucho que contar.

—Bien —respondió con brevedad—. Las típicas clases, los mismos maestros, mismas caras… Todo igual —dijo—. El director nos dió la bienvenida y nos dijo algo sobre que iban a poner stands de diferentes universidades de CU para que fuéramos viendo más o menos qué carrera nos gustaría estudiar.

—¿Ah sí? —preguntó—. Eso está súper padre, ojalá en mis tiempos hubieran hecho algo así.

—Estuve pensando y… Cuando termine la prepa yo creo voy a aplicar mi pase reglamentario para la facultad de arquitectura en CU —dijo seguro de sí—. Ya estuve checando y tengo demasiadas oportunidades.

Jaime miraba la ilusión en el rostro de su hijo, que no era capaz de desmentirle aquello, sin embargo, tenía que ser consiente.

—Chino, si sabes que desde el momento en el que te enteraste de tu condición y sobre todo de tu embarazo, las cosas ya no van a ser iguales ¿Verdad? —preguntó a lo que su hijo frunció el ceño y miró.

—¿Cómo?

—Cuando yo me enteré que estaba esperándote, mi vida no volvió a ser igual —comenzó a decir—. La vida se vuelve más difícil y los sueños que uno tiene, especialmente los relacionados a la vida académica, se vuelven ya algo difíciles de cumplir —aquello dicho por Jaime se reflejó en el rostro de Huerta con tristeza—. No digo que es imposible, amor —dijo frotando el cabello rizado de César—. Pero va a ser un poquito difícil, te va a costar a lo mejor más trabajo que a los demás chavos de tu generación, porque no solamente vas a ser tú, va a ser tu bebé —Huerta sólo suspiró con desánimo—. Pero si tú te crees capaz de lograrlo, adelante, sabes perfectamente que yo siempre voy a estar para ti, para apoyarte en todo lo que decidas.

Y la duda que llevaba rondando por su cabeza desde hace un buen rato, al fin encontró el momento perfecto para externarla.

Porque desde el bebé, Jaime y él se habían vuelto más unidos.

—Hay… Algo que he estado pensando mucho, bueno, desde lo del bebé y eso —dijo.

—¿Qué cosa?

—¿Cómo era él? —preguntó—. Mi papá.

Hablar de Saúl, el padre de César, era un tema que no tocaba desde muchos años atrás, desde que supo que César venía en camino.

—¿Nos parecemos? —y esa pregunta de parte de Huerta, le hizo sentir más llevadero el asunto.

—Bastante, de hecho —respondió enrollando uno de los bucles del cabello de su hijo en uno de sus dedos—. Bueno —soltó algo de aire con brusquedad y Huerta se acomodó perfectamente en el sofá, haciéndolo llevarse una de las manos a su vientre delgado.

Él quería escuchar con atención sobre su otro padre.

—Fue aproximadamente por finales de los 80’s —comenzó a relatar—. Una época alocada entre los chavos, yo tenía diecisiete y tu papá dos más que yo, él ya estaba en su primer año de universidad, estudiaba turismo porque decía que un día iba a viajar mucho mucho —contó con ligera nostalgia en la voz y César acomodó su cabeza en la almohada sobre el regazo de su padre—. Se llama Saúl.

—¿Me pusiste el nombre de mi papá?

—Sí, me gustaba mucho su nombre —respondió—. Me lo presentó uno de mis mejores amigos de la prepa, Ryota —agregó—. Verte me recuerda mucho a él, tienen hasta el mismo carácter —sonrió provocando lo mismo en César.

—¿Y qué pasó? Me refiero a ¿Qué pasó con él? ¿Se fue? —Lozano se encogió de hombros.

—Después de tener lo nuestro no supe más sobre él, lo último que supe gracias a Ryota fue que si cumplió su sueño de viajar muy lejos —Jaime continuó con las caricias a su hijo—. Poco después me enteré que estaba embarazado de ti y las cosas no fueron tan para mejor —Huerta oía—. Me tuve que salir de la prepa porque para mí ya era insostenible poder cubrir lo evidentemente obvio, estaba siendo muy juzgado en la escuela, y bueno, preferí terminar las cosas por santa paz. Tu abuela me apoyó muchísimo y poco después de que nacieras conseguí un trabajo.

Trabajo.

El miedo constante que aquejaba a Huerta.

—Yo también necesito uno, y con urgencia —dijo con la mirada perdida en la nada.

—Yo no diría que con urgencia —habló Jaime, volviendo a su hijo a la conversación—. No es igual tu condición y la mía, tú tienes al papá de tu bebé contigo y pues después de todo, la verdad es que Uriel es chambeador, ha cumplido hasta ahora.

—Sí, pero… No me hace sentir muy bien que él se haga responsable de todo.

—¿Y por qué no? —la respuesta le quemaba en la garganta.

Sin embargo César era consciente de que no podía revelar aquello, que sería un secreto con el que quizás se iría a la tumba.

—Yo… No siento que sea justo —apenas y pudo decir—. Fue responsabilidad de ambos.

—Pues si te hace sentir mejor, un trabajo tranquilo podría ser opción al menos durante tus primeros meses, pero esos sí, nada de descuidarme la prepa —advirtió—. Ya te falta poco y eso te va a abrir muchas más puertas, así que mejor enfócate en eso y ya después en buscar un trabajo.

Pero aún así, César no se sentía tranquilo.

La puerta se abrió muy ligeramente, el reloj ya marcaba casi las 9:30 pm, la casa estaba en silencio y apenas el sutil sonido de la noche se desbordaba por los pasillos de la casa de su suegro.

Uriel venía molido, Shaggy no le mintió cuando dijo que tenían mucho trabajo, para ser su primera semana ya se sentía bien puteado, y apenas era el comienzo.

—Chinito ¿Qué haces despierto a esta hora? —preguntó—. Ya es tarde y luego en las mañanas no te quieres parar —Uriel se acercó a su novio, sentado en la mesa del comedor; le dió un beso y acarició ligeramente su cabello.

—Estaba checando algo mientras esperaba a que llegaras —respondió.

—¿Algo de qué? —preguntó jalando la silla del comedor para sentarse, viendo el periódico entre las manos de su novio y más o menos ya se olía de qué se trataba.

—Ya sabes, un trabajo —dijo bajo, casi como con vergüenza—. Me puse a buscar y mira, estaba pensando que chance aquí estaría bien —giró el periódico, señalando con el marcador la parte circulada—. Es una zapatería que está cerca de metro Hidalgo, puede que chicle y pega ¿Qué opinas? —Uriel apartó el periódico y tomó con ambas manos el rostro de César, sólo para acariciar con suavidad sus mejillas con los pulgares.

—Chinito, ¿Por qué andas con eso de conseguir chamba? —preguntó—. ¿No confías en mí?

—No, Uri. No es que no confíe en ti —Huerta tomó entonces las manos de Uriel para apartarlas de su rostro y colocarlas sobre la mesa, acariciando los dorsos contrarios con suavidad—. Pero no es justo que tu tengas que cargar con todos los gastos de… Esto —dijo—. A veces siento como que… A lo mejor y te precipitaste demasiado.

—¿De qué hablas?

—Podías pedirme ser sólo tu novio, no tenías por qué inventar todo eso sobre que el bebé es tuyo.

—¿Inventar? —preguntó—. Yo no me inventé nada. Este bebé es mío —dijo llevando una de sus manos al abdomen de César, acariciando el mismo con su dedo pulgar.

—Uriel, sabes de lo que hablo.

—Padre no es el que engendra, sino el que cría, y si tú me lo permites, quiero formar parte de su vida, no va a ser fácil pero tampoco quiero que sea algo fugaz… Porque yo lo siento aquí en mi pecho —se llevó el dedo índice al pecho, señalando cerca de donde está su corazón—. Algo aquí me dice que todo nos va a salir chido, nomás es de esforzarse un poco. No sé mucho de tu pasado, pero no necesito saberlo para saber que te amo y que quiero estar con ustedes.

 

Los hábitos estaban comenzando a cambiar… Pero aquel de amarse, no pensaba cambiar al menos en un buen rato.