Chapter 1: ¿Los hijos de quien?
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El director Crowley abrió la puerta de su oficina con la esperanza de encontrar un instante de tranquilidad antes de comenzar su larga y muuuy agotadora jornada en la que necesitaba ser lo más amable posible para que el curso de las cosas siguiera siendo excelente. Pero apenas giro la perilla y, se quedó congelado.
—¿Qué en el segundo cuervo, que esta pasando aquí?
Su oficina estaba patas arriba. Libros tirados por el suelo, tinteros derramados, plumas esparcidas como si un huracán académico hubiera arrasado el escritorio, los cuadros de los siete grandes esparcidos y pintarrajeados. Pero lo más desconcertante no era el caos físico, sino el origen del mismo: al menos una docena de niños pequeños correteaban por la habitación, gritando, riendo, pintando las paredes o jugando a perseguirse. Uno intentaba meterle fichas de ajedrez al pico de su cuervo decorativo, otro se colgaba de las cortinas, y una niña pelirroja con un moño azul parecía dar órdenes a otros dos, como si estuvieran jugando a "La Corte Real".
—¡¿Pero quiénes son ustedes?! —exclamó Crowley, agitando los brazos— ¡¿Dónde están sus padres?!
Nadie respondió. O más bien, fue completamente ignorado por cada uno de aquellos misteriosos pequeños que habían vuelto suya la oficina del director. Crowley se llevó las manos a la cabeza. No podía creer lo que estaba mirando. Uno de los niños, de cabello rubio y expresión intensamente seria, estaba disciplinando a otro que había volcado tinta sobre la alfombra. Otro, con cabello flameante de color azul y un gesto sombrío, jugaba en silencio con piezas mecánicas. Había uno que se parecía peligrosamente a... ¿Vil? ¿Rook?
Un sudor frío le recorrió la espalda. Tomó su teléfono y, con voz temblorosa, contactó a Mozus Trein.
—Mozus, por favor, convoca a todos los líderes de dormitorio. Inmediatamente. Tenemos una situación...
***
Los líderes llegaron uno a uno, sin entender la urgencia hasta que cruzaron la puerta de la oficina del director. Lo primero que se encontraron fue el sonido: un bullicio incesante de risas, llantos y pasos desordenados. Lo segundo, la imagen de un grupo de niños desparramados por toda la estancia como si fuera su sala de juegos personal o una guardería improvisada ya que vieron algunas mochilas y objetos personales que fácilmente podrían identificarse que se trataba de cosas de infantes.
—¿Qué... demonios es esto? —murmuró Leona, con los ojos entrecerrados.
—¡QUIERO ORDEN! —grito Riddle, alzando el cetro que llevaba consigo— ¡ORDEN, HE DICHO, O HABRÁ CONSECUENCIAS!
Pero los niños apenas le dedicaron una mirada antes de seguir a lo suyo. Cuatro niñas estaban sobre el escritorio del director, teniendo una fiesta de té junto aun ¿huevo?, mientras dos niños intentaban atrapar la araña que estaba en una esquina del techo. Leona gruñó. Literalmente. Un rugido grave y amenazante emergió de su garganta, llenando la habitación con una vibración animal. Varios niños se detuvieron. Algunos palidecieron. Y otros comenzaron a llorar por lo aterrador que había sido.
—Buen trabajo —dijo Idia con tono seco, sin despegar la vista de su tableta—. Aplausos para el rey de la selva.
—Al menos ya se callaron —respondió Leona.
—Sí, pero ahora están llorando —lamentó Azul, mientras intentaba proteger un jarrón de cristal que un niño intentaba trepar.
—Es lo normal a su edad —dijo Vil, con tono resignado. Su mirada se desvió a un rincón, donde un pequeño león con cabello rubio y pestañas largas estaba acostado en el suelo. Se acercó con prisa y lo levantó en brazos—. Este está dormido... o eso espero.
Crowley se aclaró la garganta, alzando la voz por encima del alboroto. —Dado que claramente varios de estos niños tienen un parecido inquietante con ustedes y con ciertos estudiantes de la academia, voy a asumir con razonable certeza que existe un vínculo familiar... por lo tanto, será su responsabilidad devolver a cada niño con su respectivo "padre".
—¿"Padre"? —repitió Malleus, frunciendo el ceño— ¿A qué te refieres con eso?
Crowley tragó saliva y murmuró con tono grave. —Al principio pensé que eran versiones alternas de nuestros estudiantes, quizá resultado de un hechizo temporal... Pero tras observarlos detenidamente, y por ciertas peculiaridades genéticas que no pueden ignorarse, temo que nos encontramos ante una visita del futuro.
Todos lo miraron en silencio creyendo que se trataba de una broma. Sin embargo, Vil miró detenidamente al pequeño cachorro de león en sus brazos, se parecía mucho a León y podía jurar que también a Rook; y al mirar a un chico de cabello verde no pudo evitar compararlo con Trey, al igual que la niña pelirroja que estaba sirviendo el té a otras tres niñas y al extraño huevo que les acompañaba.
—¿Estás diciendo..? —comenzó Vil, con voz apenas audible.
—Que estos niños podrían ser, con alta probabilidad, sus futuros hijos —asintió el director, cruzando los brazos—. Y no, no es una broma. Aunque ojalá lo fuera.
***
La oficina de Crowley, aún en ruinas parciales por la incursión infantil, había alcanzado un breve estado de calma gracias a la intervención salvadora de Trey, Jade y Lilia, quienes habían improvisado una merienda para los pequeños invasores. Ahora, niños y adultos compartían un momento de silencio... o al menos, uno relativo, con el crujir de galletas y el sorber de zumo como banda sonora.
Vil se había sentado en un sillón desvencijado con un niño dormido entre sus brazos. El pequeño tenía el cabello rubio como el sol, con una ligera ondulación en las puntas, orejas redondeadas con una pelusilla suave como la de un cachorro de león, y unas pestañas tan largas que incluso en sueños parecían una obra de arte.
—No hace más que dormir —murmuró Vil, alisándole el cabello con delicadeza, aunque su ceño fruncido no se disipaba—. Y ronronea.
—Sin duda alguna —dijo Leona, de brazos cruzados—. Ese cachorro es mío.
—¡Oh là là! —canturreó Rook, inclinándose para observar al pequeño con atención—. Es cierto que el niño tiene orejas de león, pero su rostro... ah, magnifique! Me recuerda a ti, Vil, cuando tenías apenas seis años. Tan precioso y perfecto.
Vil entrecerró los ojos, ofendido, pero curioso. —No digas tonterías. Si acaso, se parece más a ti con esas malditas pecas —respondió, señalando las diminutas marcas que cruzaban la nariz del niño.
—No me insultes —rió Rook, con una mano dramáticamente en el pecho—. Va ser difícil saber si el segundo padre eres tú o yo, mon amour.
Cerca de ahí, Jamil alzó una ceja al observar a una niña sentada con las piernas cruzadas, masticando un trozo de fruta con gran concentración. Tenía la piel canela, cabello blanco sujeto con trencitas adornadas con pequeñas cuentas doradas, y abrazaba un peluche de tigre de un modo demasiado familiar.
—Esa niña —dijo, señalando con la barbilla,— es tuya, Kalim. Sin duda.
Kalim se giró y, al ver a la pequeña, sus ojos brillaron. —¡¡¿¡De verdad?!?!! ¡Siempre quise tener una niña! ¿Cómo creen que se llame? ¿Algo como Luz del Desierto? ¿Joya del Sol? ¿Qué dicen?
—Podemos simplemente preguntar —sugirió Jamil, seco como siempre—. Ahora que están tranquilos, tal vez nos entiendan.
Lilia se rio mientras terminaba de repartir porciones de pastel. —No todos tienen que hablar para saberse de quién son. Por ejemplo —dijo, señalando con su cuchara—, ese rubio que está sentado al lado de ese huevo es claramente hijo de Sebek y Silver. Y el huevo... bueno, es obvio que es hijo de Malleus.
Todas las miradas se giraron. Efectivamente, un niño de cabellos rubios y ojos verdes estaba vigilando atentamente un huevo de gran tamaño, por su expresión podía notarse que los genes de Sebek estaban altamente presentes, pero manteniendo una belleza tranquila e inocente como Silver.
—... ¿Un huevo? —susurró Azul, incrédulo.
Malleus se acercó con solemnidad, como si presenciara una revelación profética. —No esperaba tener un heredero tan pronto —dijo, con voz grave.
Lilia se rio, con una mano sobre el pecho. —A mí me alegra saber que tendré otro pequeño al cual cuidar. Será un buen hermanito para Silver ese huevo.
Mientras tanto, Azul fruncía el ceño mirando a dos infantes de cabello castaño, uno de cabello de fuego y un cuarto que parecía una versión diminuta de Ortho, aunque había una enorme diferencia que se encontraba en que el niño llevaba ropa puesta, y parecía ser el más grande del resto de los infantes.
—¿Y estos? —preguntó Azul—. No son míos, ¿verdad?
—No, claro que no —respondió Jade sin dudar—. Aunque ese —señaló al humanoide— no es un niño cualquiera. Es... como Ortho. Un humanoide mágico.
Leona soltó una carcajada. —¡Ja! ¡Eso confirma que uno es del rábano! No lo veo teniendo hijos de forma tradicional.
Idia, que había estado en silencio detrás de su tablet, chasqueó la lengua. —¿Y qué los hace pensar que ninguno de estos niños es mío?
—Porque eres tú. Y porque probablemente esos cuatro —señaló Vil con el mentón— son de Shamato y Ortho. Especialmente el pequeño humanoide. Y la niña. Y el niño castaño. Y el pelifuego. Cuatro. ¿Entendiste?
Jamil se unió a la burla con un toque de sarcasmo. —Vaya, cuatro pequeños herederos. El legado Shroud y Unmei está asegurado. Una casa llena de prodigios.
Idia se quedó boquiabierto. —¡No! ¡No es posible! Unmei y Ortho no pudieron tener cuatro...
—Mira bien —intervino Jade, con voz serena—. Todos comparten rasgos. Los iris rojo y amarillos. El cabello castaño y de fuego azul. Son de ellos, Idia.
Trey, que hasta entonces había estado repartiendo zumo, se detuvo al observar al más pequeño del grupo calamidad. Tenía el cabello largo con tonalidad azul y pequeñas llamas moviéndose, piel muy clara, y orejas alargadas como el de las hadas.
—Esperen —dijo—. Fíjense en ese. El más chico. Tiene orejas puntiagudas. Eso quiere decir que es un hada.
Idia levantó la cabeza como un rayo. —¡¿Tengo un hijo?! ¡¿TENGO UN HIJO?! ¡JA! ¡Lo sabía! ¡Lo supe todo el tiempo!
Vil resopló con elegancia. —Sí. Un hada. Felicidades. Tuviste un hijo con Lilia, al parecer.
Idia se congeló. —¿¡Qué!? ¡No! ¡NO! ¿¡Qué insinúas!?
Lilia solo sonrió mientras alzaba una copa de jugo. —Tenemos un hijo muy lindo, Idia. No puedo esperar a que Silver conozca a su hermano menor.
Idia simplemente dejó caer la cabeza sobre la mesa con un quejido agónico. —Díganme que mi lindo e inocente hermanito no tuvo hijos con ese extrovertido.
Trey se agacho a la altura del cuarteto, aun disfrutando de su merienda lo que llamaba la atención de Trey ya que el humanoide incluso estaba bebiendo jugo como si eso no fuera a afectarle los circuitos.
—Hola, ¿puedes decirme quienes son sus padres? —pregunto, con la familiaridad de saber tratar con niños.
—Evangeline, Astreus y yo somos hermanos —respondió el humanoide, sonriendo—. Nuestros padres son Ortho Shroud y Shamato Unmei.
Y el alma de Idia comenzó a ascender al cielo al escuchar la respuesta clara del infante.
***
La escena ya era casi enternecedora. Los niños, habiendo comido y liberado energía lo suficiente, se mostraban más calmados, algunos comenzando a acurrucarse con el huevo-sama y el cachorro de león rubio para intentar dormir, otros entretenidos con bloques de construcción improvisados con libros viejos de reglamento escolar.
Crowley, al fin respirando con algo de dignidad. —¡Bien, bien, mis brillantes estudiantes y miembros ejemplares de la academia! Ya que hemos identificado... en su mayoría... a estos encantadores visitantes del futuro, procederé a emitir un comunicado oficial. Después de todo, sería inhumano no mostrar cierta... comprensión ante semejante situación.
—¿Eso significa que podemos faltar a clases? —preguntó Leona de inmediato, ya estirándose como si estuviera en una hamaca.
—¡Naturalmente sí! —exclamó Crowley, hinchando el pecho como si fuera el héroe del día—. Soy un hombre amable, sabio y compasivo. Por lo tanto, todos quedarán exentos de asistir a clases mientras se encargan de cuidar a sus respectivos hij... esteeeh... futuros descendientes.
No pareció haber objeción alguna, incluso por parte de Riddle ya que parecía más interesado en cuidar a su pequeña pelirroja.
—...Excepto durante los exámenes —añadió Crowley con una sonrisa—. En esas instancias, los niños serán llevados a una guardería especial.
Vil levantó una ceja con sospecha. —¿Y quién será el responsable de esa guardería?
Crowley adoptó su mejor tono de voz institucional, ese que usaba cuando fingía que todo estaba bajo control. —Por supuesto, los líderes y sublíderes de dormitorio que no tengan exámenes en ese momento.
De pronto, la niña de cabello blanco con trencitas y piel canela se acercó a Kalim, tirándole suavemente de la manga mientras lo miraba con grandes ojos brillantes.
—Papá... —susurró—. Quiero ir al baño.
Kalim se congeló por un segundo, sonrojándose hasta las orejas. —¡S-sí, claro! ¡Vamos, pequeña! ¡Yo te llevo!
Sin pensarlo dos veces, la levantó en brazos como si fuera un ramo de flores preciosas y corrió hacia la puerta... solo para tropezar con una silla y tambalearse.
—¡Kalim! —exclamó Jamil, sujetando el respaldo del sillón antes de que cayera—. Por las arenas del desierto, déjamela a mí. No puedes ni llevarla al baño sin tropezarte.
—¡Pero es mi hija! —protestó Kalim, aunque ya le estaba entregando la niña a Jamil como si fuera porcelana.
No muy lejos, el niño humanoide con circuitos brillantes y ojos dorados se acercó tranquilamente a Lilia, tomándole la mano con confianza.
—Tío Li —dijo con tono claro y robóticamente tierno—, Edén se comió algo del suelo otra vez.
—¿¡Qué?! —preguntaron varios al unísono.
Todos giraron hacia donde el pequeño niño de orejas puntiagudas, Edén, estaba recostado de espaldas, tomándose el estómago y riéndose como si acabara de descubrir el mayor chiste del universo o si estuviera en medio de un viaje astral lleno de revelaciones. A su lado, un niño de cabello verde, arrodillado con las manos juntas, lo observaba con auténtica preocupación.
—Tal vez no debiste comer ese hongo —comentó con voz dulce y razonada.
Jade se acercó con una expresión inusualmente suave en el rostro, los ojos ligeramente entornados por la ternura. —Vaya... Sin duda alguna, ese niño es mío... Con Trey.
Trey, que estaba recogiendo los restos de la merienda en silencio, se giró bruscamente con las mejillas al rojo vivo. —¿¡Eh!? ¿¡Perdón!? ¡N-no digas cosas así tan tranquilo!
—Pero míralo —insistió Jade, señalando con elegancia—. Tiene tu nariz. Y ese aire de "déjame ayudarte aunque estés cubierto de baba venenosa". Muy tú. qué adorable, ¿or qué no tenemos otros seis?
Trey carraspeó, frotándose la nuca. —¿No deberías estar ayudando al niño que se acaba de tragar un hongo del piso?
—Lo haré en seguida —dijo Jade, ya inclinándose junto al pequeño Edén—. Mira, te enseñare a como tratar a alguien envenenado.
El niño peliverde que se parecía a Trey miro muy atentamente lo que Jade hacía, meterle los dedos a la boca a Edén para hacerlo vomitar.
Vil chasqueó la lengua con una mueca de fastidio. —Esto es un circo.
—¿Y tú qué esperabas? —musitó Leona desde el suelo, ya acostado con un cojín bajo la cabeza—. Es NRC.
Chapter 2: Alta etiqueta
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El comedor provisional del dormitorio de Heartslabyul lucía inusualmente animado esa mañana. No por una fiesta del té oficial, ni por una inspección de los cinco mandamientos de Riddle... sino porque el líder del dormitorio estaba enseñando pacientemente a una niña de mejillas redondeadas y cabello rojo ensortijado a usar correctamente el cuchillo y el tenedor. U gesto de paciencia que ni con los de primer año había mostrado jamás, y temían que la linda niña o el pequeño peliverde terminaran llorando y muy asustados al ver la verdadera cara del tirano dictador.
—Así, con firmeza, pero sin levantar los codos —instruyó Riddle, demostrando él mismo con un gesto pulcro y exacto—. Y no cortes todo el panecillo de una vez, cariño. Solo lo que vas a comer. La moderación es elegancia.
La niña asintió con seriedad, imitando sus movimientos sin perder de vista ni un solo detalle. Hasta alzaba el meñique cuando levantaba la taza de té, bebiendo en pequeños tragos y colocando la taza sobre su pequeño plato, como toda una pequeña damita de sociedad.
Ace la miraba con los ojos entrecerrados. —Es increíble que una niña tan linda y tan educada pueda ser hija de Floyd. O sea.. ¿la viste? ¡No grita! ¡No muerde! ¡No amenaza con arrancarte el hígado si le pides la sal!
Deuce, sentado al otro lado de la mesa con el niño peliverde a su lado, observó en silencio por un momento antes de agregar.
—Yo... le veo un parecido tenebroso a Jade, más que a Floyd. Es el tipo de calma que asusta. Mira esos ojos. Parece que te analiza antes de morderte.
La niña los escuchó, sorbió su té con una elegancia aterradora y parpadeó una vez. Sin emoción. Ace se inclinó hacia Deuce y murmuró con tono travieso.
—¿Y si..? ¿Y si en el futuro Riddle le fue infiel a Floyd? Digo... solo digo.
—¡ACE! —exclamaron Deuce y Riddle al unísono, uno horrorizado y el otro completamente escarlata.
—¡Qué falta de respeto y decoro! —vociferó Riddle, alzando ligeramente su cetro— ¡No digas estupideces frente a nuestra pequeña invitada!
—Solo digo lo que todos están pensando —farfulló Ace, cruzando los brazos.
Trey entró justo a tiempo con una bandeja de panecillos recién horneados, el delantal todavía manchado de harina. Suspiró al escuchar los ecos del conflicto, y miró como el pequeño niño peliverde bajo de su silla para ir a ayudarlo. No sabía como ambos niños habían sido criados, pero el ver al niño siendo tan cooperativo, no podía dejar de pensar en sus hermanos.
—¿De nuevo con teorías ridículas a media mañana? ¿No tienen clase ya? —pregunto Trey.
Ace hizo un puchero. —¡Eso es lo injusto! ¿Por qué nosotros sí tenemos que ir a clase si todos los demás están de niñeros felices?
Riddle alzó una ceja, ya calmándose mientras ayudaba a su hija a limpiarse los dedos con una servilleta de lino. —Porque Trey y yo tenemos DOS grandes responsabilidades —dijo con aire digno—. No podemos simplemente ausentarnos como si esto fuera un día de campo.
—Además —añadió Trey, colocando la bandeja sobre la mesa—, alguno tiene que hacer sus almuerzos y evitar que alguien los alimente solo con dulces.
Luego, se acercó al niño de cabello verde musgoso, que intentaba alcanzar su taza de leche con la punta de los dedos. Lo alzó con facilidad y lo sentó sobre una pila de libros sobre "etiqueta y cocina de la reina de corazones".
—Vamos a tener que conseguir sillas más altas —comentó con una sonrisa apacible mientras le acomodaba una servilleta al pequeño—. O una mesa más baja.
—Yo voto por lo segundo —murmuró Ace—. Menos esfuerzo.
—Tú solo votas cuando se trata de huir de las responsabilidades —respondió Riddle sin mirarlo.
La niña de Riddle, entretanto, estaba corrigiendo la postura de su padre, estirando su pequeño brazo para bajarle el codo.
—¡No tan recto, papá! —le dijo con dulzura—. Dijiste que la elegancia también se ve natural.
Trey soltó una risa suave. —Parece que ya aprendió demasiado bien.
Ace la señaló con una sonrisa burlona. —Eso confirma mi teoría. Esa niña claramente sacó el gen de la tiranía.
—ACE TRAPPOLA —repitió Riddle con tono glacial.
—¡Ya me voy, ya me voy! —saltó Ace, tomando su mochila— ¡No hace falta que saques el cetro otra vez! ¡No hay que decapitar a nadie!
***
La luz que entraba por las ventanas de Pomefiore era suave, delicada, casi como una caricia sobre las telas de terciopelo y los cojines bordados en oro. En medio del salón principal, donde usualmente se discutían temas de moda y ensayos de pasarela, reinaba ahora un inusual silencio... roto solo por el suave ronquido de un pequeño niño dormido boca abajo sobre el pecho de Leona. No se había despertado por más que Vil lo intentara, parecía incluso acostumbrado a los movimientos y a que lo trasladaran de un lado a otro como si fuera una pequeña muñeca de trapo.
Rook, de pie a su lado, observaba al niño con devoción artística, los ojos brillando como si contemplara una pintura renacentista.
—Ah, quel spectacle exquis// que esquicito espectaculo... —murmuró—. La forma en que reposa, con los labios apenas entreabiertos, el cabello rubio alborotado como una corona silvestre... ¡es la delicadeza encarnada! ¡Una escultura de ternura! No cabe duda, tiene algo de ti, Vil.
—¿De mí? —pregunto Vil, aun inconforme ya que solo veía rasgos de Rook en el pequeño león—. ¿Tú viste cómo duerme? Boca abajo, con la cara pegada al pecho de Leona, la boca abierta y babeando como un cachorro. Exactamente como tú después de una cacería.
Rook se rio sin molestarse, encantado con la comparación. —¡Mais oui! Quizá por eso lo encuentro tan encantador. Aunque admito que, incluso babeando, hay algo de nobleza en sus facciones.
Vil rodó los ojos, pero no apartó la vista del niño. Había algo hipnótico en cómo ese pequeño león dormía, acurrucado en el pecho de Leona como si no existiera otro lugar en el mundo. Leona, por su parte, estaba extrañamente tranquilo. Sentado en un sillón amplio y hundido entre almohadones, acariciaba con un dedo la mejilla del niño dormido sobre él. Su expresión no tenía nada de la apatía habitual; al contrario, algo suave, casi nostálgico, brillaba en sus ojos verduscos, le recordaba como Cheka dormía con él cuando era más pequeño, incluso el como el león tenía su colita entre sus piernas le recordaba a su sobrino.
—Es raro... —dijo en voz baja—. Duerme como si no tuviera otra cosa que hacer.
El niño se removió con un suave bostezo, frotando la nariz contra el pecho de Leona antes de estirarse con un suspiro. Tenía una vocecita tan pequeña que apenas sonó cuando murmuró algo ininteligible entre sueños, estaba buscando a Vil, a su madre, la primera persona que veía cuando despertaba de una muy buena siesta.
—Ah —dijo Vil, incorporándose con elegancia—. El príncipe ha despertado. ¿No tendrá hambre?
—Oh, sin duda —añadió Rook, ya yendo hacia la cocina contigua— ¡Déjenme prepararle algo ligero! Un poco de fruta, panecillos suaves...
—No exageres —resopló Leona, levantándose con un bostezo propio, sin soltar al niño—. Recién se está despertando y ya se está quedando dormido otra vez... ¡Eh, no! —le dijo al niño, que ya comenzaba a relajarse de nuevo—. Ni se te ocurra dormir otra vez. Ya despertaste, aguanta hasta que anochezca.
El niño gimió suavemente, en protesta, pero se aferró más a Leona, con la cabeza escondida en su cuello. Vil exhaló con una mezcla de fastidio y ternura.
—Voy a revisar su mochila, tal vez haya algo que nos diga quien de los dos te dio ese pequeño, y cómo se llama.
Se acercó hacia la pequeña mochila del niño, bordada en tonos verdes y azul petróleo. Al abrirla, encontró varias prendas cuidadosamente dobladas, una botella de agua con tapa en forma de orejas de elefante... y un pequeño gafete laminado. Vil lo tomó con cuidado, leyéndolo con atención.
—Aquí está —murmuró—. Su nombre es Caspian. Y también hay números de contacto... y los nombres de sus tutores.
—¡Magnifique! —exclamó Rook desde la cocina, con un cuenco de frutas ya en la mano—. ¿Quiénes son sus orgullosos padres?
Vil tardó un momento más de lo necesario en responder. Su mirada se quedó fija en el borde del gafete, luego en la manta que también venía en la mochila: de color lavanda, bordada con pequeñas plumas de pavo real, pétalos dorados... y tres iniciales entrelazadas que correspondían a los apellidos de los tres.
—Somos los tres.
—¿Qué? —preguntaron Rook y Leona al unísono.
Vil asintió lentamente, bajando el gafete. —Los tres somos sus padres. Al parecer quien lo dio a luz... fui yo.
Un segundo de silencio. Luego, Rook dejó el cuenco sobre la mesa con más suavidad de la esperada.
—Oh là là... —susurró, llevándose una mano al pecho—. El pequeño príncipe realmente es el fruto de nuestro amor, ¡No puede haber nada mejor que eso! ¡Mi dulce príncipe eres tan hermoso como tus padres!
Caspian se removió en sus brazos, murmurando entre sueños. —¿Mamá? —agacho sus orejas al ver a Leona—. Mamá...
Vil no pudo contenerse al ver los ojitos del niño llenarse de lagrimas al no verlo. Su corazón se encogió en el pecho sin su permiso.
—Por el Gran Espejo —murmuró, tomando en brazos a Caspian—. No tienes que llorar, aquí estoy... entiendo que no te guste ver una cara tan horrible al despertar.
***
Los pasillos de Diasomnia resonaban con una melodía suave, tarareada por su príncipe con una voz grave y serena. Malleus caminaba con calma, acunando en brazos un gran huevo que había llegado con el resto de infantes, que brillaban débilmente a la luz verde del castillo. Lo sostenía como si fuese un tesoro antiguo, tarareando una canción de cuna de su tierra natal, la melodía que mejor recordaba y esperaba que le pudiera servir al ser dentro del huevo para poder descansar y seguir fortaleciéndose.
El ritmo de sus pasos lo llevó hasta la sala común del dormitorio, donde encontró a Sebek y Silver sentados frente al niño rubio, en completo silencio. Los tres estaban en un raro estado de quietud. Nadie hablaba. Nadie se movía. Solo se miraban fijamente.
Malleus inclinó levemente la cabeza. —¿Ocurre algo? —preguntó con suavidad, deteniéndose frente a ellos— ¿No están bien con cuidar a su hijo, Sebek? ¿Silver?
Silver se removió en el asiento, visiblemente incómodo. —No es eso... solo... me cuesta creer que... tuve un hijo. Me disculpo, Malleus-sama. No sabía que necesitaba... cuidarme mejor.
Sebek bajó la cabeza al instante, lleno de dramatismo contenido. —Yo también me disculpo, joven amo. No tengo excusa alguna. Me dejo llevar por mi calentura. Aceptaré cualquier castigo que considere justo.
Malleus soltó una risa profunda y amable. —No hay castigo alguno. Aunque me temo que ambos están exagerando.
—¿Yo hice algo mal..? ¿Por eso se disculpan mis papás? —pregunto el niño, con bastante muestra de inocencia.
—Oh, no, pequeño —respondió Malleus con una sonrisa relajada—. Solo son nuevos en esto. —volvió a mirar a Sebek y Silver, con una ceja arqueada— ¿A caso no saben cómo nacen los humanos?
Ambos se pusieron rojos de inmediato al recordar la platica de Lilia en donde fue lo más explicito posible para no dejar ni un solo detalle sin ver o pronunciar, recordando que incluso les enseño a como colocar un condón con una berenjena, un plátano e incluso con una sola mano, porque según Lilia, debían preverse de todo y disfrutar de los placeres carnales sin vergüenza alguna.
—¡N-No con tantos detalles, Waka-sama! —protestó Sebek.
Malleus simplemente sonrió más y colocó el huevo con cuidado sobre la mesa de té, envolviéndolo en una manta tejida para evitar que el frio le llegase. Se agachó un poco para quedar a la altura del niño rubio.
—¿Cómo te llamas, niño?
El niño sonrió, encantado por la atención. —Me llamo Stephan Zigvolt.
Malleus asintió con aprobación. —Un nombre hermoso. Te sienta bien. Dime... ¿sabes cómo se llama este huevo?
Stephan lo miró con dulzura, y luego negó con la cabeza. —Él aún no tiene nombre. A diferencia de sus otros dos hermanos.
Malleus frunció suavemente el ceño, curioso. —¿Sus otros dos hermanos?
Stephan asintió. —Sí. Cuando la reina dio a luz... fueron tres huevos, pero solo dos eclosionaron hasta ahora. Primero Mey-sama, luego tras tres años Meret-sama —dijo, señalando el huevo—. Huevo-sama aún no se despierta. Mamá dice que cada uno tiene su tiempo.
Sebek se puso de pie de golpe, la mano en el pecho y los ojos brillando de emoción. —¡Tres príncipes! ¡No esperaba menos del joven amo! Tres descendientes dignos del linaje real. ¡Juro protegerlos con mi vida!
—¿Y dónde están Meret y Mey ahora? —preguntó Silver, preocupado— ¿No deberíamos ir a buscarlos?
Stephan negó con la cabeza. —No hace falta. Ellos siempre están con su mamá. La Reina.
—¿Mamá? —repitió, con una mezcla de sorpresa y genuina curiosidad— ¿Quién es esa persona?
Stephan sonrió, a punto de revelar algo que podría causar otro resurgimiento de una especie de flores raras que les gusta la magia, pues quien había desposado al príncipe del Valle de las Espinas, y dio a luz tres huevos... no había sido otro más que Rollo Flame. Mismo que estaba en ese momento lidiando con dos dragones que no lo dejaban ni un solo momento a solas, y ya estaba buscando la manera de deshacerse de ellos, de no ser por su director que lo puso a cuidarlo ya que creía que eran niños perdidos de la Familia Real Draconia. Pero no solo Meret y Mey habían aparecido fuera de NRC, había unos mellizos en RSA, sacando de sus casillas al vicelíder del dormitorio del Jardín de las Maravillas, que no era el padre... pero se estaba haciendo cargo ya que el responsable de aquellos dos infantes se había escapado con las tartaletas de limón del líder de dormitorio.
Chapter 3: Copia directa
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La sala principal del dormitorio de Ignihyde, usualmente silenciosa y cargada de códigos binarios flotando en monitores con todo tipo de gráficos, cuentas regresivas, anuncios del prefecto del dormitorio y demás cosas que no podían tratarse en grupo, era ahora un campo de juego. Lilia aprovechando su energía inagotable, corría entre estanterías y sofás como un joven estudiante, seguido por cuatro pequeños cargados de pequeñas risas.
—¡Te atrapé, Tío Li! ¡Te atrapé!
—¡Ja! ¡Demasiado lento! ¡Intenten otra vez!
El pequeño humanoide se deslizaba con increíble agilidad entre muebles, mientras una niña castaña intentaba sujetar a Lilia por las piernas, sin éxito. Detrás de ellos, los dos niños restantes, uno castaño y el otro de cabello ardiente, reían y corrían en círculos intentando alcanzar a Lilia y atraparlo cuando pasaba sobre o a lado de ellos.
Idia, por su parte, yacía desplomado sobre uno de los sillones del vestíbulo, el cabello desordenado, los ojos como dos líneas vacías.
—¿Por qué..? —gimió— ¿Por qué dije que podíamos traerlos aquí un momento? ¿Por qué los perseguí durante cuarenta minutos? ¿Qué he hecho para merecer esto..?
El zumbido de los propulsores anunció la llegada de Ortho, quien entró al dormitorio con su portapapeles flotante y un aura de eficiencia absoluta, había concluido otro día más de clases, y había escuchado que habían llegado niños a la escuela, aunque sin un propósito claro, e imagino que seguramente la gran amabilidad del director tenía que ver con ello. Su concentración estaba en sus últimos apuntes, hasta que sintió como alguien corrió entre sus piernas, lo que hizo que toda su atención se fijara de inmediato al ver el desastre que lo rodeaba.
—¿¡Lilia!? ¿Nii-san? ¿¡QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ!?
Idia levantó apenas una mano desde el sofá, sin fuerzas para moverse. —Los... niños... Lilia quiso que jugaran... mi error... acepté.
Ortho se giró hacia los cuatro pequeños y, al ver al niño humanoide, casi idéntico a él, y a la niña castaña con los iris rojos, se tensó por completo.
—¡¿Qué te dije sobre clonar personas, Idia!?
—¡¿QUÉ!? ¡Yo no cloné a nadie! —Idia se enderezó de golpe, con los pelos erizados— ¡¡Juro por todos los sistemas operativos de STYX que yo no fui!! ¡¡Aparecieron de la nada!!
Un golpe metálico resonó desde la pared. Ambos se giraron justo a tiempo para ver cómo una rejilla de ventilación se abría y, con el cuerpo medio atorado entre tornillos y cables, apareció Shamato, con el rostro manchado de polvo y telarañas atrapadas en su cabello.
—Hey... ¿por qué el elevador sigue fallando? —preguntó, mientras salía con esfuerzo del ducto—. Me quede atrapado entre el cuarto y quinto piso.
—¡Baja de ahí! —ordenó Ortho.
—¡Estoy bajando, estoy bajando!
Shamato cayó de golpe... justo sobre el sofá donde aún estaba Idia.
—¡AY! ¡Mi espalda, Cassandra! —se quejó Idia, aplastado bajo el peso de Shamato.
—Ups... lo siento, Idia-sama—dijo Shamato, sin molestarse mucho en moverse—. No es como que no estés acostumbrado.
Entonces escuchó las risas y pasos rápidos de los niños a su alrededor, y sus ojos se iluminaron al ver al niño humanoide trepando un mueble con una sonrisa idéntica a la de Ortho.
—Aaaw, por los astros... ¿Eso es una mini copia de Ortho? ¡Está adorable! —y se puso de pie, buscando que el infante fuera a sus brazos—. Ven, ven...
—No es una copia —masculló Idia desde abajo—... o al menos... hasta donde yo sé.
Shamato tomo al niño en brazos, era bastante alto como un niño de nueve años, lo cual no le molesto lo pesado que estaba, y escaneó visualmente la sala, hasta que sus ojos se encontraron con los dos niños castaños aferrados a las piernas de Lilia. Ambos lo miraban con curiosidad.
—Ah... —dijo con fingida casualidad—... ¡¡¿Por qué me clonaron también?!!
—¡¡¿QUÉ?! ¡¡YO NO CLONÉ A NADIE!! —gritó Idia— ¡Y aunque lo hubiera hecho, ¿por qué querría una copia de alguien insoportable, demente y caótico como tú!?
Shamato ladeó la cabeza con una sonrisa divertida. —¿Tal vez por lo carismático? ¿Por lo encantador que soy? ¿Por mis increíbles habilidades con las que conquiste el corazón de tu hermanito?
—Voy a mandarte al Tártaro si sigues... —bufó Idia— ¿Y por qué todos me echan la culpa? ¿Acaso creen que tengo una fábrica de niños escondida debajo de mi escritorio?
Ortho ya estaba masajeándose las sienes, visiblemente más calmado, pero frustrado. —Necesitamos sentarnos todos y analizar esto. Algo está pasando con estos niños. No vinieron del vacío. Y claramente no son proyecciones mágicas... ni tampoco son simples copias.
Lilia, sujetando a los tres niños que ahora querían subirse a su espalda, se rio con fuerza. —¿Y si simplemente son nuestros futuros? —dijo con tono travieso—. A veces, los hilos del tiempo se enredan por gusto. Shamato podría confirmarlo.
—¡No, no, no! —exclamó Idia—. Nada de hilos del tiempo. ¡Eso es peor que clonación mágica!
Shamato froto su mejilla contra la del pequeño humanoide, causando que sonriera. —Tú eres muy lindo, ¿Cómo te llamas?
—Eos, ¿ya se te olvido, papá? —respondió el niño, con dulzura.
—Oooow, tienes un hermoso nombre —y más lo lleno de cariño—. Momento... ¿papá?
Miro al niño con mayor atención, tomándole la muñeca para tener un mejor contacto con su hilo de vida, sintiendo que había varias hebras que lo conformaban, pero... no tenía corazón, al menos no uno como el de Ortho, y en su lugar había una IA programada.
Bajo con cuidado al niño. —¡¿quién quiere leer un truco de magia?!
De inmediato, los demás niños dejaron de lado a Lilia en cuanto el castaño hizo aquella proposición, rodeándole y sentándose a su alrededor, como si se tratara de alguna clase de costumbre que ya tenían. En cuanto Shamato llevó sus manos al pecho y las aparto, una esfera brillante salió, eso le dio a Idia y a Ortho el mensaje de que Shamato iba hacer uso de su don para ver que era o es lo que llevo a los niños a NRC, años atrás de sus épocas correspondientes.
—Este... es el Ojo de las Moiras —anunció, girando la esfera en su mano—. Más poderoso que un oráculo, más claro que un adivino.
—Con ello ves presente, pasado, futuro —respondió el niño castaño de iris amarillos.
Shamato se sorprendió, pero de inmediato se figuro una sonrisa en sus labios antes de arrojar la esfera al aire y esta se expandiera, emocionando a los niños que pudieron ver un cielo estrellado con auroras y formaciones irregulares de constelaciones.
—Veamos... —Shamato cerro los ojos.
Mientras buscaba el paradero de cada niño, dejo que las ilusiones se trataran sobre dinosaurios, fiestas y celebraciones que captaron mejor la atención de los pequeños. Cuando termino su investigación, tuvo mareo, lo normal por mirar tanto diferentes tiempos tan rápido y a la misma vez. Shamato se inclino hacía adelante, tomándose del estomago y su mano cubrió su boca, haciendo un ruido ahogado que termino en una carcajada ruidosa.
—¡¡Te embarazaron con un té!! —y volvió a reír, poco a poco haciéndose su rostro rojo por la falta de aire—. Por Hera... aah... con un té... jajaja...
—¿Enloqueció? —pregunto Lilia.
—Enloqueció desde que tuvo ese don —respondió Idia, cada vez más sin paciencia.
***
La noche había caído. Los niños cenaban tranquilamente en la habitación de Shamato, reunidos alrededor de una mesa de trabajo que pertenecía al mangaka con quien el castaño compartía la habitación. Era el único lugar lo suficientemente amplio y ordenado como para que cupieran todos sin riesgo de electrocutarse, pisar un panel sensible o provocar una sobrecarga mágica. El lado del compañero de habitación de Shamato estaba ligeramente desordenado, pero nada que impidiera acomodarse.
Sobre la mesa, platos con sándwiches de queso fundido y vasos de leche caliente hacían compañía a los murmullos de los niños. El pequeño Eos, bebía con ambas manos, ojos atentos a todo, mientras Astreus, Edén y Evangeline hablaban entre ellos, a veces entre risas, a veces en susurros extraños, como si compartieran secretos que aún no pertenecían a ese mundo.
Ortho miraba a todos con atención, sin dejar de escanear sus signos vitales. Finalmente, se giró hacia Shamato, que estaba sentado en el suelo, recostado contra la pared, comiendo su sándwich como si fuera una noche cualquiera.
—Ojito... —dijo Ortho— ¿Qué fue exactamente lo que viste en el futuro?
Shamato tragó y respondió con naturalidad. —Eos es el mayor. Él ya hablaba con claridad y tiene como.. ¿qué serán? ¿ocho años, tal vez nueve? Astreus fue el segundo. Es producto de una materialización onírica.
Idia levantó una ceja desde su silla. —¿Materialización onírica?
—Un sueño que se vuelve real —explicó Shamato, como si hablara de clima—. Literalmente nació de uno de mis sueños. —volvió a morder su sándwich—. Por eso se parece también a Ortho, pero no puedo revelar más detalles del futuro... regla sagrada.
Ortho se quedó procesando la información. Lilia sonreía, fascinado porque Edén era él único que comía con mucho gusto la comida que había preparado, incluso repetía llenando su plato y poniendo un poco en el sándwich que el castaño había preparado.
—¿Y Edén? —preguntó con tono divertido.
Shamato miró su sándwich y soltó una risa baja. —Producto de un té.
—¿Un té..? —repitió Idia, entre confundido y horrorizado.
—Larga historia, podre molestarte con más gusto ahora —dijo Shamato, aún sonriendo—. Y Evangeline... ella fue producto de partenogénesis. Es la más pequeña.
—¿De ti? —pregunto Lilia.
—Sí, ¿o a caso conoces otra especie que puede reproducirse a voluntad sin necesidad de segundos? —dijo, sarcástico—. Y... bueno. Lo importante es que los cuatro son del futuro.
—¿Y los demás niños? —preguntó Lilia— ¿Stephan? ¿Huevo-sama?
—También son del futuro —dijo Shamato, un poco más serio—. Pero no sé con certeza cómo llegaron aquí. Tengo una sospecha, pero necesito tiempo para confirmarla.
Idia se dejó caer hacia atrás con un suspiro. —Entonces... vamos a tener que cuidarlos hasta averiguar cómo devolverlos a su tiempo.
—Parece que sí —asintió Ortho, pero su tono era emocionado—. Y no me molesta. De hecho, quiero estudiar el gear que lleva Eos. Parece de una generación mucho más avanzada que cualquiera que yo haya diseñado.
Idia miró a Eos, que ahora masticaba distraídamente con la mirada perdida en las fotos pegadas del techo.
—Ese equipo... está a años luz de lo que le he creado a Ortho. Definitivamente es tecnología del futuro.
—Yo no sé de tecnología, pero se ve lindo —añadió Lilia, acariciando la cabeza de Edén, que le daba bocados a su sándwich con las mejillas infladas —miró el reloj—. Ya casi es hora de dormir. Idia, ¿te molesta si Edén se queda contigo?
Idia frunció el ceño. —¿A mí? ¿Por qué yo? ¡No me siento seguro cuidando un niño extrovertido!
Edén rió en ese momento, como si hubiera entendido el comentario.
—Ya viste... —dijo Idia con resignación.
—No quiero que vea el enorme desastre de mi habitación —dijo Lilia, fingiendo vergüenza—. Mi habitación no es apta para un niño tan lindo y pequeño como el nuestro.
—Y tú y yo también tenemos que pensar en dónde dormirán los nuestros —comentó Ortho, volviéndose hacia Shamato con voz seria—. Me preocupa que mis cables de carga no sean compatibles con los conectores de Eos.
—Tienes razón —dijo Shamato, mirándolo—. Eos es quien más cuidados necesita. Su sistema está muy avanzado. Supongo que también requerirá protocolos de seguridad... y monitoreo constante mientras duerme.
—Tal vez haya algo en sus mochilas —sugirió Lilia—. ¿Recuerdan? Todos los niños tenían mochilas cuando llegaron. Tal vez ahí haya algo útil para su cuidado.
Ortho se levantó enseguida. —¡Buena idea! Voy por ellas.
Mientras él salía corriendo al pasillo, Idia murmuró. —No puedo creer que tengamos que hacer inventario de mochilas de niños del futuro como si esto fuera un simulador parental de supervivencia.
—Y eso que aún no llega el cambio de pañales. —comentó Shamato, aunque por las edades de los niños, ninguno usaba pañal.
Idia palideció. —¡NO DIGAS ESAS PALABRAS!
***
La habitación del líder de Scarabia estaba tranquila. El vapor del baño aún flotaba en el aire mientras Kalim se sentaba en el borde de la cama, con una toalla sobre los hombros y otra más pequeña entre las manos, con la que secaba cuidadosamente el cabello blanco y ondulado de la niña sentada frente a él. La pequeña reía bajito, como si las caricias le hicieran cosquillas, con un peluche de tigre apretado contra el pecho.
Kalim la miraba con una mezcla de ternura y nerviosismo. Cada vez que sus ojos se posaban en ella, su piel canela, sus ojos brillantes, la sonrisa que parecía suya reflejada en un espejo más pequeño, su corazón latía con fuerza.
Desde la puerta, Jamil observaba en silencio. Apoyado contra el marco, sus ojos lo decían todo: estaba analizando la escena, midiendo las emociones de Kalim, evaluando los riesgos... y preguntándose en qué momento su vida se convirtió en una guardería de viajes temporales. Entró con un carrito rodante donde llevaba la cena servida: pan caliente, ensalada, dulces de dátil y leche de coco para ambo Al-Asim.
—Mañana déjamela a mí —dijo con tono firme mientras colocaba el carrito junto a la cama—. Tú ve a clases.
Kalim lo miró con sorpresa. —¿Qué? No, no, quiero encargarme de ella.
—Kalim, no sabes de dónde viene. No sabes cuánto tiempo estará aquí. Y no sabemos ni siquiera cómo llegó. Es peligroso. Déjame encargarme yo.
La niña los miró a ambos, con su peluche en brazos. —¿No puedo pasar el día con mi mamá? —preguntó con voz suave.
Kalim se congeló. Una gota de sudor le bajó por la sien mientras sonreía con torpeza. —¡Claro que sí! ¡Por supuesto que puedes! —respondió, pero luego bajó la mirada, rascándose la nuca con la toalla—. Solo que... hmm... no sé quién es tu mamá. Entonces... eh...
Se giró hacia Jamil, con una expresión de duda absoluta.
—¿Jamil? ¿Eres tú su mamá?
Jamil lo miró con los ojos entrecerrados, el ceño fruncido en esa mezcla perfecta de “estoy perdiendo la paciencia” y “¿en serio, Kalim?”.
—¿Yo? ¿Parezco su mamá, Kalim?
—¡Podrías serlo! —dijo Kalim a la defensiva—. Yo...
—Soy tu mayordomo —interrumpió Jamil—. No tu cónyuge reproductivo.
Antes de que la discusión subiera de tono, la niña interrumpió con voz clara. —Mi mamá es Yuu.
Ambos se quedaron en silencio. Jamil la miró con incredulidad, no había nada en aquella pequeña que pudiera decir que Yuu estaba implicado, y aunque eso lo descartaba como padre y posible consorte de Kalim... no le gustaba para nada la situación, sentía celos a pesar de que siempre rechazo a Kalim.
—¿Y-Yuu? ¿Nuestro Yuu? —pregunto Kalim, avergonzado.
La niña asintió, sonriendo con inocencia. —Sí. Mamá siempre me cuenta cuentos antes de dormir. Tiene una voz muy bonita. —abrazo su peluche—. También a mis demás hermanos. Mamá es muy fuerte, puede cargarnos a los siete a la vez.
Kalim se puso rojo como una granada madura. Se tapó el rostro con ambas manos, riendo de nervios.
—¡No lo puedo creer! ¿Yuu... y yo...? Quiero decir... no está mal, ¡es una gran persona! Pero... ¿en qué momento..?
Jamil se cruzó de brazos, frunciendo los labios. —Ahora tengo más preguntas que respuestas. Y eso ya es decir bastante.
Kalim miró a la niña con dulzura, aunque la vergüenza aún le colgaba de las mejillas. —Bueno, supongo que... veremos qué podemos hacer, ¿sí? No sé si Yuu tendrá tiempo ahora mismo, pero... seguro querrá verte.
La niña abrazó su peluche con fuerza y asintió feliz.
—Por cierto, ¿Cuál es u nombre? —pregunto Kalim.
—¡Zuri Al-Asim!
Kalim se emociono, le parecía un nombre muy bonito y que quedaba bien por el cabello blanco puro de la pequeña. Pero el saber el nombre, parecía que solo más le amargaba la boca a Jamil.
Chapter 4: Demonios en la Corte de los Milagros
Chapter Text
El eco de pasos resonaba por las antiguas catacumbas bajo Noble Bell College, donde el aire era espeso y olía a humedad, incienso viejo y pintura acrílica de la barata. Las piedras del suelo vibraban levemente con cada queja sofocada que escapaba de entre los labios apretados de Rollo.
—¡Aléjense! ¡No soy su madre!
Los dos pequeños dragones, uno de escamas esmeralda y el otro de un tono azul profundo con cuernos cortos, simplemente lo seguían con entusiasmo inquebrantable, uno colgado de su manga, el otro abrazado a su capa. Soltaban risitas agudas, tropezaban con sus propias piernitas, y lo miraban como si él fuese su sol personal.
—Mamá... —canturreaba uno, revoloteando detrás de él.
—¡Tú! ¡Calla! ¡Y tú también! ¡Ni se te ocurra escupir fuego de nuevo!
Rollo descendió más profundamente, siguiendo las marcas talladas en el reverso de un extraño medallón que tenía. Tras cruzar un arco cubierto de raíces secas, el ruido lo envolvió. Carcajadas. Música. Zapateos sobre la piedra. Marionetas colgando del techo. Y una gran tela roja ondeando desde lo alto, con letras doradas que proclamaban:
“La Corte de los Milagros”
Era el refugio secreto de la asociación estudiantil más indisciplinada y artística del colegio: un lugar donde lo absurdo era norma y la belleza, una provocación. Al centro del caos, rodeado de telas, pinturas y marionetas de cuerda, Clopin giraba sobre sí mismo, guiando un grupo de estudiantes en una función improvisada. Llevaba su capa multicolor y un sombrero aún más ridículo que la semana pasada. Pero en cuanto vio a Rollo, se detuvo. Su rostro se volvió solemne.
—Oh, ciel... —susurró con una sonrisa enigmática—. Tenemos visitas... ¡Tenemos visitas, caballeros de la corte!
Los estudiantes se apartaron. El ambiente cambió. Rollo, con ojeras marcadas y la paciencia triturada como incienso sobre brasas, avanzó al centro.
—No estoy de humor para tus dramas, Clopin. Vengo a... proponer un trato.
Clopin alzó una ceja. —¿Un trato? ¿Con la Corte? ¿Tú?
—Sí. Si tú y tu... teatro infernal se encargan de estos demonios... —dijo Rollo, alzando con desdén su capa y revelando a los dos pequeños dragones colgados de sus piernas—... olvidaré todas sus infracciones del trimestre. Incluso la función prohibida en la torre de astronomía.
Clopin se agacho para ver a aquellos dos niños, le recordaban mucho a Malleus Draconia. —¿“Demonios”..?
—¡Tómalos! —gruñó Rollo, sacudiéndose los niños de encima— ¡Me están volviendo loco! No sé de dónde salieron, no sé por qué me siguen, pero ya es tu responsabilidad.
El dragón azul cayó sentado en el suelo con un quejido. El esmeralda extendió una garra hacia él. —M-mamá... ¿no vas a quedarte?
Rollo ya les daba la espalda. —No. Se van a quedar con el bufón.
Y con un giro de capa que probablemente ensayó cientos de veces frente al espejo, se alejó por el mismo pasillo por el que había llegado. Los niños comenzaron a llorar. Sus sollozos rebotaron contra los muros antiguos, quebrando el corazón de algunos estudiantes presentes. Clopin bajó la mirada... luego extendiendo las manos hacia ellos.
—Shhh, shhh, mes petites écailles. No lloren. Están en la Corte ahora... y aquí, les prometo, ¡se divertirán como en ninguna otra parte!
Los niños levantaron la vista, aún con lágrimas. Pero el brillo de los títeres, los colores, las risas, y el sombrero de Clopin comenzaron a captar su atención. El dragón esmeralda se aferró a su capa, mientras el azul jugueteaba con un títere de campanitas.
—Vamos a pintar su tristeza... —cargo a ambos niños en sus brazos—. Luego vamos a ir a visitar a un gran amigo mío, seguro él sabrá en donde esta su padre...
***
En el extenso dormitorio del Jardín de las Maravillas, donde los rosales cantaban al viento y las fuentes expulsaban pompas con perfume a té, en medio de un claro, una silla victoriana había sido adaptada como improvisada celda para Che’nya, amarrado con lazos mágicos de color carmesí, sus orejas gachas y su cola de gato enredada en sí misma. Frente a él, de pie, con una expresión que podría hacer temblar a los mismísimos tronos del País de las Maravillas, Lewis respiraba con paciencia desgastada.
—Por doceava vez, Che’nya... ¿quién es la madre de esos niños?
A unos metros, los mellizos de cabello naranjado, con las mismas orejas redondeadas y sonrisas chuecas que Che’nya, se divertían pintando rosas blancas con el amable Carden, quien les proporcionaba pinceles, frascos de tinta y les permitía elegir colores sin reglas: una rosa negra, otra a rayas, otra con lunares rosados.
—¡Ya te lo dije! —respondió Che’nya con voz temblorosa— ¡No tengo nada que ver con esos niños! ¡Soy inocente, Lewis! ¡Completamente inocente! ¡Y sin antecedentes parentales!
Lewis apretó el puño y lo golpeó contra su otra palma, dejando un sonido seco en el aire. —Última advertencia. Si no hablas, te haré otro de bonito corte de cabello.
Los ojos de Che’nya se agrandaron de terror. —¡Nooo! ¡No otra vez! ¡La última vez tardé tres semanas en parecerme a mí mismo! ¡Ayudaaaa!
Carden golpeó la mesa de jardín con su mazo de juicio, haciendo saltar una rosa morada. —¡Orden! ¡Orden, caballeros! —declaró con voz firme, sin perder la compostura—. Este interrogatorio ha durado lo suficiente. Es evidente que no obtendremos nada más aquí.
Lewis ni siquiera lo miró, aún con el ceño fruncido. —No me importa. No necesito ayuda para distinguir lo que es cierto y lo que no.
—Lo sé —respondió Carden con tono calmo—. Pero esta no es una opción. Es una orden del Rey de Corazones.
Lewis giró lentamente la cabeza hacia él. —¿Qué dijiste?
Carden se mantuvo firme. —¡He dicho!.. Estos niños... —señaló a los mellizos, ahora riendo mientras pintaban sus propias caras—... no son del todo normales. Lo sabes. Yo lo sé. Debemos llevarlos a NRC. El oráculo de Ignihyde nos dará respuestas.
Lewis apretó la mandíbula, pero no replicó. Finalmente soltó un gruñido bajo y se dio vuelta hacía los dos pequeños felinos anaranjados, haciendo de menos que tendría que volver a bañarlos antes de salir, porque tal vez no eran sus hijos... pero no toleraba que estuvieran sucios.
—¡Ustedes dos! —llamó a los niños—. Vayan por sus mochilas. Haremos un largo viaje. Caminando.
Los mellizos chillaron emocionados y corrieron entre arbustos parlantes y fuentes saltarinas.
—¿Eso significa que soy libre? —pregunto Che'nya, volviendo a sonreir.
Lewis, sin girarse, extendió la mano y lo jaló arrastrando la silla. —No. Tú también vienes. Y pobre de ti si te escapas otra vez y me dejas con esos demonios que son tus hijos con una completa desconocida.
Che’nya chilló mientras aún estaba atado. —¡Injusticiaaa! ¡Mi pequeño Rey, controle a la oruga!
***
Las puertas de la entrada central de Night Raven College se abrieron con un chillido metálico. A cada paso, los ecos de sus pies se mezclaban con el ritmo alegre de unos pasos menudos: los dos pequeños dragones que correteaban a su alrededor, revoloteando con alas aún torpes, chillando y lanzando chispas de fuego sin control de sus bocas.
Lewis se giró hacia Clopin. —Oye, Bufón... ¿estos dos adorables son tuyos, o de alguien más?
Clopin ni lo miró, solo exhalo cansado. —No. Son de Rollo Flamme —resopló con resignación—. Aunque, tal parece que ambos vinimos a buscar a nuestro colaborador.
Lewis abrió la boca para decir algo, pero una queja interrumpió su pensamiento. Su pequeña maldición porque Carden lo había mandado a acompañar al felino desnaturalizado y ver que los mellizos se encontraran bien durante todo el camino.
—¿Es realmente necesario que yo vaya? —preguntó Che’nya, arrastrando las palabras mientras era empujado hacia adelante con una cuerda encantada que Lewis sostenía firmemente. Sus manos seguían atadas con un hechizo, y su sonrisa ladeada no ocultaba su incomodidad.
—Sí, lo es —respondió Lewis con voz seca—. A menos que tengas algo que decir sobre la identidad de la madre de tus hijos.
Che’nya sonrió más ampliamente... y desapareció en un parpadeo, dejando atrás unas sonrisa que también termino por desvanecerse. El felino sabía perfectamente quien era la madre de ambos pequeños gatos anaranjados, pero como su relación era secreta... no quería terminar decapitado por cierta persona en cuanto lo supiera.
Lewis se quedó mirando el espacio vacío con la cuerda colgando inerte de su mano.
—¡Cobarde insoportable..!
Los mellizos, ajenos al enfado de Lewis, dieron un giro sobre sí mismos entre risas. —¡Nuestro papá es un mago! —cantaron, tomándose de las manos mientras giraban.
Clopin soltó una carcajada baja. —Oh, no cabe duda de que lo es.
Pero su atención se desvió al escuchar otras voces infantiles aproximándose. Al voltear, distinguió una figura conocida: Trey, avanzando con calma y una cuerda en la mano, seguido por varios niños que la sujetaban como si jugaran a ser vagones de un tren. Todos marchaban en fila, entonando un “chú-chú” animado, mientras uno de los pequeños trataba de mantenerse dentro de los cuadrados de las baldosas del piso.
—Trey-san —llamó Lewis, aliviado.
Trey se detuvo al verlos. —Lewis. Vaya... es una sorpresa encontrarte. ¿Todo bien?
Lewis soltó un bufido, señalando a los mellizos que intentaban treparle por el pantalón. —Diría que no. Necesito tu ayuda con esto.
Trey miró a los niños que iban con Lewis y Clopin, y luego a los suyos. Una sonrisa cansada apareció en sus labios.
—Así que... ustedes también recibieron visitas del futuro.
—¿Del futuro, dices? —Clopin miró de nuevo a los dragoncitos— ¡Con razón esos dos llamaban “mamá” a Rollo!
Lewis cruzó los brazos. —Al menos no fue algo peor. Aunque aún estoy disgustado. Che’nya no se hace responsable de sus hijos, y parece más interesado en desaparecer que en explicar lo que ocurre.
Trey se inclinó un poco para observar mejor a los mellizos, que ahora estaban buscando la manera de unirse al trenecito entre Beryl, el niño de cabello verde, y Scarlett, la niña pelirroja... los cuales parecían conocerse entre los cuatros.
—¿Estás seguro de que son hijos de Che’nya?
Lewis asintió, aunque no del todo convencido. —Sí. Hasta ahora, todas las pistas apuntan a él. Lo saben los niños... y lo demuestra su cara cada vez que le menciono a la madre.
Clopin, acariciándose la barbilla con gesto pensativo, añadió con tono más serio. —Y estos dos dragoncitos... probablemente sean de Malleus Draconia. No hay duda.
Trey se quedó en silencio por un momento. Observó a su grupo, al de ellos, y al pasillo que llevaba hacia la sala donde se había montado un salón improvisado para poder cuidar a los niños ahí.
—Esto se está poniendo serio —dijo al fin—. Vengan conmigo. Llegaron justo a tiempo.
Lewis asintió, finalmente aliviado de estar en manos de alguien sensato. Clopin, en cambio, sonrió con una reverencia exagerada, como si la verdadera función estuviera por comenzar.
***
La guardería improvisada dentro de Night Raven College era una mezcla de alfombras de colores, cojines flotantes y paredes encantadas que proyectaban nubes suaves para mantener a los niños tranquilos. A pesar de todo eso, el ambiente parecía a punto de explotar.
Riddle, con las mejillas encendidas y las cejas fruncidas, observaba con una expresión que rozaba lo escandalizado a los dos niños pelinaranja que jugaban sentados entre bloques y libros que cantaban al abrirse.
—Se parecen demasiado... —murmuró Riddle, entrecerrando los ojos.
Trey, a su lado, asintió con los brazos cruzados. —Eso mismo pensé cuando los vi. Especialmente la niña. Se parece a las hermanas de Cater.
Riddle se acercó lentamente, como si no creyera del todo lo que veía. Se arrodilló frente a los pequeños, que lo miraron con una sonrisa.
—¿Cómo se llaman? —preguntó Trey con voz amable.
La niña fue la primera en responder, con una voz dulce pero segura. —Claris Diamond.
—Y yo soy Archel Diamond. —respondió el niño.
El silencio fue absoluto por un instante. Trey soltó un resoplido de incredulidad. Riddle apretó los puños con fuerza, su rostro poniéndose más rojo que el chaleco de su uniforme. no podía creer lo que veía, que Cater... precisamente Cater, se hubiera metido con su mejor amigo, claro que Cater también era su amigo, pero... el felino había llegado primero.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe. Cater apareció sonriente, cargando en brazos a un niño que dormía profundamente con una manta bordada de plumas color pavo real.
—¡Entrega especial! —canturreó, mientras dejaba con cuidado a Caspian sobre un cojín mullido.
Pero en cuanto vio la cara de Riddle, su sonrisa se borró. Y sin esperar explicación alguna, salió disparado por la puerta en dirección contraria.
—¡¡CATER DIAMOND!! —gritó Riddle, saliendo disparado detrás de él.
—¡Ay no..! —suspiró Trey, y fue tras Riddle corriendo por el pasillo como un padre cansado que ya prevé el caos.
El sonido de los pasos desapareció poco a poco, mientras los niños también hacía bullicio, gritando animadamente para que Cater huyera y o fuera alcanzado por el tirano rojo, incluso Scarlet animaba a Cater.
***
Tras un cuarto de hora, Lewis se encontraba al fondo de la sala, con los brazos cruzados, mirando con visible fastidio cómo Clopin había improvisado un escenario de marionetas con tela de colores y títeres encantados que cantaban en coro. Los niños reían sentados en círculo, completamente absortos por la historia "del campanero".
—Esta es la historia de un hombre... y un monstro
Narraba Clopin, usando un titaré con la apariencia de un juez montado en un caballo, sin ser muy explicito en la historia en como los padres del campanero habían muerto y... había sido acogido por lastima por el juez de la Ciudad de las Flores, brindándole un hogar. La puerta se abrió nuevamente, esta vez de forma tranquila.
Shamato entró, siendo su primera impresión el ver precisamente eso, la pequeña hobra con la que Clopin tenía entretenidos a todos, peleando con un títere muy parecido a él, mismo que golpeaba cada vez que le interrumpía.
Lewis bufó desde el rincón. —Ya que estás aquí, tal vez quieras ayudar de verdad. Los niños necesitan entretenimiento decente, no eso.
Shamato, entre risas, estiró los brazos. —¿Y si le mostramos a los niños lo que es verdadero entretenimiento?
Lewis entendió a lo que se refería Shamato, miró a su alrededor buscando los materiales que podrían funcionarle, y tal parecía que aquella habitación antes había sido ocupada como una bodega, por la cantidad de materiales que había.
***
El títere en forma de campanero tomo una cuerda, tirando con fuerza para hacer sonar varias campanas.
—Las campanas, cantan... retumbando en Notre Dammee...
Clopin sostuvo la nota, hasta que sus pulmones no pudieron más. Los niños estaban más que felices con aquella interpretación, incluso Caspian se había mantenido despierto y aplaudía con gran esmero.
Las luces bajaron, los niños se asustaron y Clopin quedo completamente desconcertado, hasta que se ilumino el pequeño escenario en donde había llevado a cabo su actuación, apareciendo alguien en toga larga y una mascara de la tragedia griega.
—Todo esto me hace recordar la gran tragedia griega —el enmascarado hizo una pose dramática al inclinarse a un lado—. Mejor déjenme que les cuente la historia de un gran héroe... uno que lo tenía todo...
Con un solo chasquido las luces se volvieron anaranjadas, y la mascara dejó ver el rostro de Shamato, quien empujo con la cadera a Clopin mientras la música manifestada por su don comenzó a resonar, junto a imagenes del Gran Héroe de Tebas, mostrando también su versatilidad al utilizar tres tonos diferentes de voz para interpretar diferentes momentos en la vida del héroe.
***
Shamato, envuelto en una capa oscura, sostenía un escudo que mostraba la figura esculpida de una majestuosa medusa. En su otra mano, una espada de utilería, se arrodillo en una pierna, continuando con su interpretación musical.
—¿Quién inventó a los gladiadores? —pregunto, con su voz en tono agudo, como el de una mujer, señalando con la espada hacia la derecha.
Los niños se alzaron como si estuvieran en un estadio, levantando las manos, saltando sobre los cojines y gritando.
—¡¡Hércules!!
Shamato sonrió, orgulloso. Envainando de nuevo la espada en su cinturón improvisado, flexionando su brazo hacia su rostro con el puño cerrado.
—¿Quién es un líder con honores? —volvió a cambia su voz por una más raposa y masculina.
—¡¡¡Hércules!!! —gritaron todos, al unísono, como una verdadera legión infantil.
Incluso los más tímidos, como Stephan y Beryl, se animaban a repetir el nombre entre risas. Al fondo de la sala, Lewis cruzaba los brazos, frunciendo los labios. Observaba con una mezcla de admiración, fastidio y algo más escondido... ¿envidia? Tal vez. Después de todo, Shamato estaba captando toda la atención como si fuera el protagonista de una gran epopeya escolar. Pero entonces, los ojos de Lewis se desviaron hacia una mesita redonda que había en la esquina, con una tetera al borde del hervor, varias tazas decoradas con conejos y relojes, y una caja de música cubierta de polvo. Sus labios se curvaron en una sonrisa lenta. Sabía exactamente qué hacer para recordarle a Shamato y Clopin porque era un trilogista digno de la inspiración de las musas.
Sacó de su bolsillo un silbato de latón, elegante y algo anticuado. Lo sopló con un pitido corto y agudo que de inmediato captó la atención de todos los niños. Shamato se detuvo, bajando la espada. Los niños se giraron hacia el nuevo centro de atención.
Lewis caminó hacia el frente con paso elegante, como si desfilara por una pasarela. —Es bien sabido... —empezó, en tono misterioso—, que cada uno de nosotros tiene un solo cumpleaños al año...
Se detuvo junto a la mesa, y levantó una taza vacía con teatralidad.
—¡Pero tenemos trescientos sesenta y cuatro días para celebrar algo aún más especial..!
—¿¡El qué!? —gritó Evangeline, con los ojos bien abiertos.
—¡Un no-cumpleaños! —respondió Lewis, levantando los brazos.
—¡El mío! ¡Hoy es mi no cumpleaños! —dijo Scarlet, aplaudiendo.
—¡El mío también! —añadió Archel.
—¡Y el mío! —dijeron otros, uno tras otro, hasta que la sala entera vibraba con voces emocionadas.
Lewis puso una mano en su pecho, fingiendo sorpresa. —¿En serio? ¿Todos... ustedes? ¡Qué pequeño es el mundo para haber tantas coincidencias!
Sin esperar confirmación, hizo un gesto teatral y extendió una mano hacia la mesa. Con un pequeño destello de su magia, el mantel se elevó por el aire y se volvió a posar suavemente... revelando una gran fiesta de té encantada: platillos danzantes, tazas que giraban solas, pastelillos que aplaudían, y una tetera que servía por sí sola.
Los niños gritaron de emoción, aplaudiendo y corriendo hacia la mesa. Lewis sopló el silbato una vez más y, con una reverencia exagerada, comenzó a cantar con voz alegre:
—¡Feliz, feliz no-cumpleaños, a ti... a tú... a ti! ¡Feliz, feliz no-cumpleaños, que tengas un gran festín!
Shamato se echó a reír al ver el despliegue, incluso sus hijos parecían más atraídos por la fiesta de té que por sus narraciones heroicas. Bajo del escenario, acercándose a Clopin para susurrarle algo al oído, algo que Clopin estaba en total acuerdo porque tampoco le gustaba perder, mucho menos frente a Lewis y Shamato.
—¿Qué es? ¿Qué es? —canto Shamato, como si hubiera música acompañándole—. Hay luces de color.
Clopin arrojo destellos de luces. —¿Qué es? Parece de algodón.
Shamato hizo aparecer nieve también por medio de su magia, cuando su bolígrafo brillo para traer aquella magia.
—¿Qué es? ¿A caso miro bien o estoy perdiendo la razón?
***
A lo largo de las últimas horas, Clopin, Lewis y Shamato habían desatado una competencia de creatividad tan feroz como ridícula, pasando por más escenarios que una compañía teatral en gira mundial.
Los niños chillaban de alegría en medio de una decoración navideña mientras bolas de nieve artificial flotaban en el aire. De pronto, una ráfaga mágica lo transformaba todo en un bosque oscuro, con telarañas flotando y búhos parlantes que hacían de coro. Luego, la escena cambiaba de nuevo: una casa encantada con puertas mágicas llenas de encanto en cada una de sus habitaciones. Los niños seguían cada escena con los ojos muy abiertos y sonrisas deslumbrantes.
Y como si el delirio no tuviera fin, al centro del escenario los tres avanzaban al ritmo de guitarra trompetas. Allí estaban, con sombreros de charro y zarapes multicolores. Los tres avanzaban con pasos de desfile, marcando el ritmo con los pies y sacudiendo los flecos del zarape y las maracas que llevaban consigo.
—Tres felices cuates que portan zarapes... con galoneados sombrerooosssss...
Shamato mantuvo la nota final con una fuerza casi innecesaria. Fue entonces que la puerta se abrió con un golpe seco. Vil apareció en el umbral, estaba ahí con el único propósito de recoger a Caspian, sin imaginar que vería una de las míticas interpretaciones de los trilogistas. No dijo nada, hacerlo solo causaría que reanudaran su pequeña competencia con un combate de magia para decidir de una vez quien de los tres posee más talento.
La música se detuvo tras un rato. Una guirnalda cayó del techo lentamente. Vil no oculto su impresión criticona al ver a los tres adultos disfrazados y a la guardería convertida en una mezcla entre película navideña y festival folclórico.
—Con ustedes... —dijo con tono seco, pero contenido— los Trilogistas.
Los niños aplaudieron con fuerza. Una lluvia de confeti explotó en la esquina de la sala. Shamato, Clopin y Lewis se dejaron caer dramáticamente sobre los cojines, jadeando.
—Me duele la garganta... —musitó Clopin, con el sombrero tapándole media cara.
—¿Qué ideas les quedaban? —preguntó Lewis con el tono de quien ya se entregó a la derrota—. Me quedaban dos... —admitió mientras se abanicaba con su zarape.
Clopin levantó una mano y declaró, casi como si diera su testamento. —Solo una más... y me habría retirado.
Shamato sonrió, estirándose los brazos con aire triunfal. —¡La victoria es mía! A mí me quedaban tres, y puedo improvisar diez más incluso sin Ortho presente —dijo con fingida modestia.
Vil, desde la puerta, suspiró. —Son como niños grandes... —comentó, acercándose para tomar a Caspian que dormía dentro de una caja de sombreros, envuelto en un zarape.
Shamato estiró una mano hacia Vil, aún tumbado. —¿Ya acabaron las clases?
Vil asintió, acurrucando al pequeño león en sus brazos. —Vine porque se acerca la hora de almorzar.
Lewis pareció entrar en un especie de transe, recordando de golpe que él era el vicelíder de su dormitorio. —Mierda... ¡El té de la tarde!
Se quito el zarape y el sombrero, arrojándolo antes de salir corriendo, con la esperanza de que Carden no se le hubiera ocurrido buscar en la alacena de la cocina... o que alguno de los residentes de su dormitorio terminaran intoxicados por hervir mal la combinación de flores y raíces para el té de la tarde.
—¡Corre! ¡Aún llegas! —grito Shamato, riendo.
Clopin también se quedo pensando, pero como estaba tan acostumbrado de que Rollo lo pusiera a limpiar las escaleras con un cepillo o a pulir el suelo con un trapo, que ya no le importaba, se había divertido bastante ese día.
—¿Revancha? —pregunto Clopin, levantando su puño.
—Revancha —Shamato golpeo su puño con el de Clopin—. Los jueces serán mis hijos y mi sobrino.
—¡¡¿C-cómo que tienes hijos?!!
—Tres, de hecho —exhalo—. Vil, si quieres puedes irte, yo me quedo con los niños hasta que vengan por ellos.
Chapter 5: ¡Felices sueños!
Chapter Text
La luz cálida de la lámpara de noche llenaba la habitación de Vil con un brillo suave y dorado. La colcha estaba cuidadosamente extendida, y sobre ella, Rook acomodaba con esmero al pequeño Caspian, aún con las mejillas húmedas tras un baño tibio y relajante para quitarle todo lo que el pequeño llevaba encima después del pequeño espectáculo que vivió el pequeño en la guardería. Su cabello rubio claro caía como plumas sobre la frente, mientras Rook, con una toalla, le secaba suavemente las pequeñas orejitas de león que se agitaban con cada toque, como si al pequeño cachorro no le gustara que le tocaran las orejas o fuera muy cosquilludo en esa zona.
—Oh, mon trésor... —susurró Rook con dulzura, reprimiendo una risita cuando el niño sacudió la cabeza con fuerza—. Eres todo un encanto.
Caspian lo miró con esos ojos grandes y violetas, idénticos a los de Vil, parpadeando sin emitir palabra alguna. Rook se inclinó a su altura, tomándole una mejilla con la yema de los dedos, la apretó con ligera fuerza, escuchando un quejido y un gruñido por parte del pequeño, lo que confirmaba que no era mudo. Ya lo había escuchado hablar, pequeñas palabras, totalmente claras y bien articuladas, pero seguía sintiendo que... era su culpa que Caspian no hablara como los demás niños.
—¿No tienes nada que contarme, petit prince?
Caspian negó suavemente con la cabeza. Luego, con esfuerzo, intentó quitarse la bata de baño, luchando contra las mangas como si fueran enemigos dignos de una batalla. Rook rió, tomando la prenda con delicadeza para ayudarlo.
—Será un secreto entre nosotros, ¿sí? —le dijo en voz baja, guiñándole un ojo mientras lo vestía con una pijama afelpada—. A mí también me costó hablar cuando era pequeño. Nadie te va a presionar.
En ese momento, la puerta se abrió con suavidad. Vil entró con un vaso de leche caliente, cubierto con tapa y popote decorado con una estrella.
—Ya casi es hora de dormir —anunció, dejando el vaso sobre la mesita de noche.
Leona entró poco después, bostezando ampliamente y rascándose la cabeza. Sus pasos eran pesados, pero sus ojos estaban puestos en el niño.
—¿Otra vez va a quedarse aquí a dormir?
—Sí —respondió Vil con tono firme—. No pienso cargarle a Rugie la responsabilidad de levantarse cada vez que Caspian tenga hambre o necesite ir al baño. Tú duermes como piedra.
—El niño apenas habla. A lo mucho, dice una que otra palabra suelta —gruñó Leona, rascándose la nuca.
Caspian, como si hubiera escuchado su nombre, estiró las manos hacia Vil, pidiendo el vaso. Vil se lo entregó con cuidado, observando cómo el niño bebía con entusiasmo, su pequeña cola moviéndose a los lados como señal de comodidad. Parecía que de verdad había esperado mucho para poder beber algo, pero como el niño no hablaba les costaba saber cuando tenía hambre o sed, siendo un logro el que supiera indicar cuando quería ir al baño.
—No deberíamos presionarlo para que hable —dijo Rook con suavidad, sentándose a su lado mientras acariciaba el cabello del pequeño—. Habrá un momento para ello. Él sabrá cuándo.
Vil asintió lentamente, pero su expresión seguía preocupada. —Aun así, no estaría de más llevarlo con un especialista. Solo para asegurarnos de que todo está bien.
—No es necesario —respondió Rook, con una voz tan firme como calmada.
—Sí lo es —intervino Leona, su tono más serio que antes—. En la Savana... cuando un cachorro no hablaba, decían que estaba maldito o enfermo. Muchos eran abandonados. No quiero que le pase nada parecido.
Sus palabras, aunque pronunciadas con intención de protección, hicieron eco en la habitación. Caspian se detuvo a medio sorbo. Sus orejitas se bajaron lentamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Y entonces, soltó el vaso, que por suerte no se derramó gracias a la tapa, comenzando a llorar, como si algo en aquellas palabras hubiera hecho temblar una cuerda invisible dentro de él. Rook se sintió aun más culpable, pero no sabía como tratar aquel temas con sus novios, que el hecho de que Caspian no hablara se debía a algo hereditario de él, porque Rook siendo un niño tardo en hablar por su cercanía e interacción con animales más que con humanos o especies que usaran palabras para comunicarse.
—¡Oh, no, no! —exclamó Rook, alzándolo en brazos de inmediato—. Mon petit, escúchame... no es lo que quisimos decir.
Vil se levantó de golpe, claramente arrepentido de no haber intervenido antes. —Caspian... nadie te va a abandonar.
Leona apretó los puños y tomo de los brazos de Rook al niño, meciéndolo y limpiando sus regordetas lagrimas que se acumulaban en sus ojos. Poco a poco, el temblor en los hombros del pequeño se detuvo. Sus sollozos se calmaron mientras su manita se aferraba a la tela de la ropa de Leona, ocultándose en su pecho.
—Quiero a mamá —dijo el niño, su voz completamente rota.
Vil exhalo, tomando en brazos a Caspian y arropándolo en sus brazos con su manta bordada con la que había llegado con ellos. Los cabellos rubios del niño fueron peinados con delicadeza por las manos de Vil, incluso cuando estaban los tres, apretados en la cama, con el pequeño en el pecho de Vil sin conciliar en absoluto el sueño.
—Va ser una noche larga —comentó Vil.
***
La habitación de Riddle estaba invadida por el suave tarareo que Floyd repetía como un mantra, acunando en sus brazos a una pequeña figura dormida. Scarlet, con su cabello pelirrojo, respiraba con calma, con una mejilla ligeramente apoyada en el hombro de su padre. Aun dormida, se notaban las pequeñas escamas rojas que decoraban el borde de su rostro, brillando bajo la tenue luz de la lampara en forma de rosa, aquellas escamas parecía un símbolo característico en híbridos, Beryl, el hijo de Trey y Jade también las tenían, aunque sus escamas eran más de un color verde a diferencias de las de Scarlet, de un color rojo.
Floyd se acercó a la cama. Se inclinó y, con suavidad inusual en él, depositó a la niña en el centro del colchón. Riddle ya esperaba a un lado, con una manta cuidadosamente doblada. Se acercó en silencio y cubrió a la niña, asegurándose de que sus bracitos quedaran dentro. Observó por unos segundos la forma en que Scarlet se acurrucaba, sus dedos aferrando el dobladillo de la colcha.
Entonces, en voz baja, se dirigió a Floyd. —¿Piensas quedarte esta noche?
—Jade también se quedará aquí —respondió con naturalidad, dejando caer el cuerpo sobre la otra mitad del colchón, como si fuera su habitación desde siempre—. No quiero dejarte toda la tarea si Scarlet se despierta otra vez. Ya te la dejé anoche y dijiste que no dormiste nada.
Riddle se acomodó al borde de la cama, mirando a la durmiente con una mezcla de ternura y sorpresa. —Me sorprende lo serio que te estás tomando esto.
Floyd sonrió, con esa media sonrisa suya. —Es que es nuestra niña —respondió—. Y adoro esas escamas rojas que tiene en su carita. Se parece mucho a ti, ¿Cómo no voy a quererla y cuidarla?
Riddle sintió el calor subirle a las mejillas. Se inclinó hacia Floyd y, como si ya no hicieran falta más palabras, lo besó suavemente en los labios. Un gesto que llevaba desdela mañana guardando ya que no quería que Scarlet los viera besando; como los padres de Riddle no mostraban ese tipo de afecto frente a él, sentía que era indebido que una niña de escasos 6 o 7 años llegara a verlos haciendo eso, aunque también quería mostrarle a la niña que desde casi de haberse conocido Riddle y Floyd... se amaban, había amor entre ellos y fue lo que llevó a que ella naciera.
—Gracias... por ayudarme con nuestra hija —susurró, apenas separándose.
Floyd se estiró como si el mundo entero le diera pereza. —Mmm... no me agradezcas todavía~
Un suave movimiento interrumpió su broma. Scarlet, todavía medio dormida, giró sobre su costado, murmurando con la voz más pequeña.
—¿Papá..?
Floyd respondió de inmediato, tomándola con cuidado y llevándola contra su pecho. —Aquí estoy, Pececito. No te preocupes. ¿Qué quieres?
La niña lo abrazó sin abrir los ojos del todo. —Tengo frío...
Riddle ya estaba poniéndose de pie, caminando hacia el baúl de mantas extra. —Tal vez esta cama es demasiado grande para ella sola —dijo, sacando otra manta de lana gruesa y regresando—. Aunque ahora que estás aquí... no creo que tenga frío mucho tiempo.
Floyd sonrió mientras acomodaba a Scarlet entre ambos, asegurándose de que quedara bien tapada y fuera de cualquier incomodidad, como el era pelear por las cobijas, ella tendría sus propias mantas. Riddle la cubrió con la segunda manta, luego se acostó del otro lado, mirando cómo la niña ahora dormía abrazada a Floyd como si él fuera su escudo contra el mundo.
—Buenas noches, Scarlet —murmuró Riddle.
—Buenas noches, mi pequeña princesa —añadió Floyd.
Scarlet no respondió, ya profundamente dormida.
***
El silencio envolvía los pasillos de Diasomnia. Desde la distancia, Stephan observaba a Lilia caminar, llevando en brazos a los pequeños Meret y Mey, ambos profundamente dormidos, aferrados a su "abuelo" como si fueran pétalos cerrados de una flor nocturna, mientras Malleus caminaba a su lado, llevando en brazos muy protectores a aquel huevo enorme del que no se despegaba e incluso comenzaba a integrar a las actividades con los demás infantes, como si el huevo estuviera consciente.
Stephan no decía nada, pero en su mirada se escondía un anhelo, quería ir a la cama siendo llevado en brazos por alguno de sus padres, pero incluso teniéndolos con él... sentía que no era igual, que había una enorme brecha de distanciamiento y algo de frialdad, pero solo se debía a la inexperiencia de aquellos dos en cuanto a cuidar a un niño.
Sebek, al notarlo, respiró hondo y dio un paso hacia él, inclinándose para levantarlo con facilidad.
—Es hora de dormir, Stephan —declaró, con tono firme, pero una calidez.
Stephan no protestó, solo se acomodó con suavidad en su pecho. Silver, caminando a su lado, lo miró con atención esa expresión triste, sentía que estaba fallando en la tarea de cuidarlo, ya que había visto al resto de niños, todos estaban felices cuando fueron recogidos de la guardería, pero Stephan... el parecía muy decaído en cuanto se planto frente a Silver, como si esperara algo, una bienvenida calidad... que no hubo.
—Tal vez un baño lo ayude a relajarse antes de dormir... y algo de leche caliente. —sugirió Silver.
—Perfecto —respondió Sebek con rapidez—. Yo me encargaré del baño. Tú ve y prepara la leche.
***
Más tarde, en la habitación de Silver, Stephan terminaba de abotonarse una pijama color verde olivo que colgaba holgadamente sobre su figura delgada. Sebek estaba agachado revisando sus pantuflas tras haber preparado la cama para el menor, ya que le habían dejado esa cama sin las mil alarmas de Silver, mientras Silver dormía en una habitación contigua que estaba desocupada.
—En cuanto termines tu leche, irás directo a la cama. Dormir bien es parte de un entrenamiento correcto.
Stephan asintió con un gesto dócil, pero algo en su rostro revelaba incomodidad. Jugaba con sus dedos, evitando mirar a Sebek directamente.
—¿Pasa algo? —preguntó Sebek, con el ceño ligeramente fruncido.
El niño dudó antes de hablar. —Es que... extraño estar en casa. Y siento que estoy siendo una molestia para ustedes.
Sebek se mostró visiblemente sorprendido. Luego, frunció los labios con seriedad y se arrodilló frente al niño.
—Tú nunca vas a ser una molestia, Stephan. Entiéndelo bien.
Justo en ese momento, la puerta se abrió. Silver entró, pero su rostro estaba visiblemente lleno de culpa y vergüenza, pues se había quedado dormido mientras la leche estaba hirviendo.
—¿Y la leche? —preguntó Sebek al notar sus manos vacías.
Silver bajó la mirada. —La quemé. Toda la botella... era el último litro y no me di cuenta hasta que el fondo se estaba carbonizando.
Sebek se levantó de golpe. —¡¿Un litro entero?! ¡¿Sabes cuántos niños duermen hoy en Diasomnia?! ¡Y tú vas y lo arruinas todo!
—Sam ya cerró —respondió Silver con voz baja, sincera—. Mañana compraré más. Lo siento.
Stephan levantó una mano tímida. —Papá... Padre... no tienen que preocuparse... Yo no bebo leche antes de dormir. Así no tengo que levantarme en la noche para ir al baño. —luego bajó la mirada y añadió, con un hilo de voz—... Pero sí me gustaría dormir con ustedes esta noche. Me da miedo estar solo.
Hubo un breve silencio. Sebek entrecerró los ojos. —Debes aprender a dormir solo, Stephan. Es hora de dejar de tener miedo por cosas tontas.
El niño bajó la cabeza, dolido. Silver, sin pensarlo dos veces, se arrodilló frente a él y le acarició la mejilla.
—Dormirás conmigo esta noche. No hay nada malo en tener miedo. A veces incluso los adultos lo sentimos —luego miró a Sebek— ¿O acaso tú no dormías conmigo cuando eras pequeño?
Sebek se quedó estático, abriendo los ojos con alarma. —¡Eso no es lo mismo! ¡No me avergüences delante del niño!
Stephan soltó una risita. Su sonrisa era ligera, pero auténtica. Aquella interacción era a lo que estaba acostumbrado en casa, esa calidez en la relación caótica y casi experimental de sus padres.
—Papá es muy malo con padre —comentó Stephan, aun manteniendo una sonrisa.
—¿Tú crees? —pregunto Silver, ingenuo.
—Yo creí que estaban enojados conmigo, pero siguen siendo los de siempre —el pequeño rubio tomo las manos de Silver—. Ya quiero dormir, ¿podemos dormir juntos los tres?
Sebek y Silver se miraron, las pocas veces que habían compartido la cama no había sido exclusivamente para dormir, y las camas de los alumnos de segundo año eran angostas, iba a ser difícil que pudieran dormir los tres, sin embargo... ver la sonrisa de Stephan hacía que dejaran de pensar en la comodidad y aceptaron la petición del niño.
Chapter 6: Es nuestro...
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La habitación de Cater estaba iluminada solo por la suave luz de una lámpara de escritorio que teñía de rojo las paredes decoradas con postales, fotografías y tiras de luces apagadas. Sobre la cama, los mellizos Claris y Archel escuchaban con atención a su padre, que, sentado al borde del colchón, les contaba un cuento:
—... Y entonces, la chica persiguió al conejo blanco, cayendo por un agujero que no terminaba nunca... Y cuando abrió los ojos, estaba en un mundo de cabeza, donde los gatos hablaban, las cartas caminaban, y nada, nada era lo que parecía —concluyó Che’nya, haciendo un gesto dramático con las manos, provocando risas suaves de los pequeños.
Cater entró a la habitación justo en ese momento, frotándose el cabello mojado con una toalla.
—¿Siguen despiertos? —preguntó con una sonrisa mientras se acercaba.
—¡Aun no es hora de dormir! —declaró Claris, acurrucándose entre las almohadas—. Pero quiero saber... ¿Cuándo vamos a regresar a casa?
Archel, recostado sobre el regazo de Che’nya, miró hacia él con expresión preocupada. —¿Papá se va a ir otra vez? ¿Es porque hizo algo malo?
Che’nya se echó a reír suavemente y abrazó a Archel con una mano, frotando su mejilla con la del niño de forma cariñosa. No tenía idea de como sería su vida de casado con Cater, pero al parecer, por lo pequeños comentarios de los niños, ellos solían hacerse bromas, entre ellas el que Cater lo echara de la habitación o lo hiciera dormir en la casa del árbol en el jardín de atrás, pero solo cuando Che'nya lograba sacarlo de sus casillas.
—Nada de eso, chiquitín. —dijo Che'nya—. No me puedo quedar porque el tirano rojo aún está muy enojado con nosotros, y si no regreso pronto, Lewis va a hacer una tragedia más grande que la del Sombrerero. Pero eso no tiene nada que ver con ustedes, ¿de acuerdo?
Cater suspiró, dejando caer la toalla sobre el respaldo de su silla. —De todas formas, ya es muy tarde... y el camino a RSA es largo —miró a Che’nya, pensativo— ¿Por qué no te quedas a dormir aquí esta noche?
Los niños se incorporaron emocionados, aplaudiendo con energía.
—¡Sí! ¡Queremos dormir con nuestros papás!
Che’nya sonrió con ternura y asintió. —Entonces es un trato. Pero ahora... —le tendió el libro de cuentos a Claris—. Mi niña... ¿Podrías leer el final? Estoy seguro de que tú lo contarás mejor que yo.
Claris tomó el libro y asintió. —Esta bien.
Mientras los niños se acomodaban con el libro, Cater y Che'nya salieron con cuidado, cerrando la puerta sin hacer ruido. Había un tema del que debían discutir, el mismo por el que Lewis estaba esperando al felino para ponerlo a pintar las rosas por mentiroso y por el que Riddle estuvo persiguiendo a Cater por todo el campus, en búsqueda de cortarle la cabeza por meterse con uno de sus más cercanos y mejores amigos.
***
Ya en el pasillo, Cater se cruzó de brazos, ligeramente avergonzado.
—No puedo creer que... vaya a tener dos hijos tan adorables. Son... mucho, mucho más tiernos de lo que jamás imaginé.
Che'nya, con su típica expresión traviesa, se acercó y lo rodeó por la cintura. —Eso es porque sacaron lo encantador de ti, calabacita. Ya no hay escapatoria, nos atraparon con la evidencia más fuerte que existe.
Cater exhaló lentamente, desviando la mirada. —Lo sé... Antes de que Riddle me persiguiera por todo el campus, ya tenía el presentimiento de que nos habían descubierto.
Che'nya soltó una risita antes de inclinarse para besar suavemente los labios de Cater. Quería escalar un poco más, acariciar su cintura por debajo de la ropa, pero se contuvo, no porque estuviera en Heartslabyul, sino por aquellos dos pequeños felinos de cabello anaranjado que se parecían mucho a él.
—La próxima vez yo te salvaré del tirano rojo, te lo prometo.
—¿Tú? ¿Salvarme? —pregunto con sarcasmo—. No puedes ni ganarle a una oruga sin terminar enredado en tu propia cola.
Che'nya bajó sus orejas de gato, poniendo cara triste. —Las orugas... son mucho más poderosas de lo que parecen.
Y un escalofrió recorrió su espalda, erizando su pelaje. Sentía que Lewis estaba pensando en el, en el castigo sin necesidad de un juicio o la intervención de Carden. Había mentido, no porque le diera vergüenza o supiera de antemano lo homofóbico que Lewis era, sino... porque su relación era completamente privada, no negaba que estaba saliendo con alguien siempre que estaba en RSA, aunque cambiaba cuando estaba en NRC, en donde negaba todo tipo de relación romántica porque no sabía que tan mal o bien Riddle y Trey se lo tomarían. Cater estaba completamente de acuerdo en tener aquella relación fuera del conocimiento general de sus más cercanos, a excepción de su familia, en donde ya sabían que Che'nya, ese gato que aparecía de la nada en el jardín y a veces almorzaba con ellos en la mesa, era la pareja de Cater.
Cater soltó una carcajada ahogada y se inclinó para abrazarlo por el cuello. —Bueno... Si al menos puedes dejar de meterte en problemas, quizá considere hacer público en Magicam que somos... novios.
Los ojos de Che'nya se iluminaron como si hubiera ganado el premio mayor. —¡¿De verdad?! ¡Aunque tengamos ya dos hijos y todo!
—¡No te emociones tanto! —Cater se sonrojó, apartándose un poco—. Solo dije “considerar”.
Che’nya se llevó la mano al pecho, fingiendo dramatismo. —Eres tan cruel... ¿Cuándo podré llamarte mi novio con todas las letras? ¿Cuándo tengamos un tercer hijo? ¿O será hasta el cuarto?
—¡¿Qué?! ¡No, no, no! ¡No tenemos que llegar tan lejos!
Cater intentó empujarlo con ambas manos, pero Che'nya lo sujetó con fuerza, frotando su mejilla con la suya.
—Calabacita, por un beso tuyo... yo cruzaría el País de las Maravillas de cabeza.
***
El viento azotaba las copas de los árboles con un silbido agudo. Las cortinas de la habitación danzaban perezosas bajo la tenue luz de las velas mientras Rollo, recostado en su cama y envuelto en un largo camisón blanco, pasaba una página de su libro de botánica mágica con la atención de quien pretende ignorar el mundo. Estaba buscando una forma de alimentar dragones, brebajes para la garganta quemada a causa del fuego, y el como curar la mala muda de escamas ya que se acercaba el invierno en La Ciudad de las Flores, y quería estar prevenido en caso de que Clopin no hiciera bien su trabajo de cuidar a aquellos dos niños que le recordaban a alguien en particular.
Una sombra pasó veloz frente a la ventana.
—Llegas tarde —dijo Rollo sin alzar la vista, marcando la página con el dedo.
La ventana se abrió de par en par, dejando entrar el viento nocturno junto con la presencia imponente de Malleus. Su capa ondeaba, y en sus brazos traía un enorme huevo, tan oscuro como la medianoche. A sus pies, dos niños dragón, Mey y Meret, corrieron emocionados hacia la cama.
—¡Mamáaa! ¡Nos divertimos mucho! —gritó Mey, saltando sobre las mantas.
—¡Clopin hizo títeres! ¡Y había una fiesta de no cumpleaños! —añadió Meret, trepando por el costado del colchón.
Rollo apenas sonrió. Cerró el libro con calma, dejándolo sobre su regazo, mientras acariciaba con cariño las cabecitas de los niños.
—Espero que se hayan comportado —dijo en voz baja, su tono más resignado que molesto.
Malleus, aún de pie, observó la escena con suavidad. Luego se acercó lentamente a la cama, colocando el huevo con delicadeza sobre una de las muchas almohadas esponjosas que adornaban el lecho de Rollo.
—¿Ya sabías que son nuestros hijos, verdad? —preguntó con una sonrisa ladina.
Rollo bufó. —No es difícil notarlo... tienen tu horrible parecido. —Miró a los niños con un gesto de fingida desesperación—. Pobres criaturas.
Malleus se rió, grave y cálido, inclinándose hacia Rollo como si buscara robarle un beso. Pero Rollo alzó una mano con rapidez, cubriéndole la boca.
—No te confundas. Aún te odio —dijo con la voz firme, pero su mano tembló levemente al contacto con los labios de Malleus—. Solo los tolero porque me recuerdan a... mi hermano.
—¿A él? —preguntó Malleus en un susurro, sin apartarse.
Incluso cuando los pequeños, que estaban llenos de energía y no controlaban sus habilidades como dragones, lo desesperaban por ese mismo caos de su joven vida; Rollo se preocupaba por ellos, porque a parte de ser demonios ante sus ojos, venía y reconocía la inocencia en sus acciones, y aunque aun no podía aceptar la idea de aquellos dos... junto al huevo, eran sus hijos, no podía simplemente echarlos aun pozo e ignorar que existían.
—¿Cuándo vamos a visitarlo? —Mey, interrumpió.
Rollo carraspeó. —Otro día. Ahora... es hora de dormir.
—¿Podemos dormir contigo, mamá? —preguntó Meret, ya acomodándose junto a su almohada favorita.
Rollo suspiró y apartó las mantas con resignación, haciendo espacio para ambos niños.
—Iré a buscar ropa para que se cambien.
—No es necesario —intervino Malleus, haciendo un leve movimiento con los dedos.
En un segundo, la ropa de los pequeños se transformó en cómodas pijamas verdes y negras, bordadas con símbolos característicos del Valle de Espinas. Los niños dieron vueltas, encantados, mientras el huevo permanecía tibio y quieto entre las almohadas.
—Supongo que ya debería marcharme —dijo Malleus con un deje de nostalgia.
—¿Piensas dejarme solo con dos niños y un huevo?
—No quieres que me quede —respondió, mirando el huevo intacto en la cama—. No veo por qué forzar mi presencia.
—¡Son nuestros hijos! —Rollo se sentó, molesto—. Y necesitan de ambos padres. No me puedes dejar esto solo a mí. ¡Deberías dar el ejemplo con tus acciones maritales!
Malleus se acercó en silencio. Tomó con cuidado el rostro de Rollo, con los dedos bajo su barbilla, y con la otra mano lo abrazó por la cintura, atrayéndolo con gentileza.
—¿Me estás invitando a pasar la noche, Flamme? —preguntó con una sonrisa suave.
Rollo no respondió, salvo por un suspiro pesado mientras su expresión permanecía severa... pero el leve sonrojo en sus mejillas lo delataba. Le gustaba esa expresión que el líder de Diasomnia mostraba, esa forma tan segura de sonreír, casi con arrogancia que le hacía enfadar aun más.
Desde las mantas, Meret comentó con total inocencia. —Papá es muy lindo con mamá.
—¡Sí! ¡Beso! ¡Beso, mamá! —añadió Mey, dando palmaditas sobre el colchón.
Rollo ocultó el rostro con una mano. —¡A dormir, demonios! ¡Ya mismo!
Malleus soltó una carcajada baja, y antes de que Rollo pudiera evitarlo, dejó un beso en su frente, murmurando.
—Buenas noches... querida esposa.
Rollo no respondió, pero tampoco lo apartó. Incluso le permitió dormir en su cama con la excusa de que quería que el extraño huevo se mantuviera a salvo en caso de que alguno de los niños se moviera por la noche, pero la realidad fue... que esa noche, Rollo es mantuvo abrazando aquel huevo, nutriéndolo con su magia sin saber, apareciendo un brillo en su interior que mostraba la silueta de un pequeño dragon enrollado, que continuaba durmiendo bajo la protección y amor de sus padres.
***
En la habitación de Idia, el caos reinaba. Las luces azules parpadeaban al ritmo de los saltos de Edén, quien rebotaba una y otra vez sobre la cama como si fuera una pista de salto olímpico, y era porque Lilia le había perdido no alejarse de mamá, lo que significaba permanecer en aquella desorganizada habitación, en donde el único espació libre en donde podía jugar era la cama.
—¿Por qué los unicornios no vuelan si tienen cuerno? ¿Los dragones sueñan con dulces? ¿Sabes qué pasa si uno se come una estrella? —preguntaba Edén sin detener su movimiento ni un segundo.
Idia, con el cabello crispado y las ojeras cada vez más marcadas, se sostuvo la cabeza con ambas manos, murmurando en voz baja.
—Esto no puede estar pasando. Le di leche tibia. ¡Con canela! Eso tiene que hacer dormir a los niños en todas las películas...
Pero no. Edén parecía más despierto que nunca, como si la leche hubiera sido un hechizo de energía. Siguiendo con mil preguntas de las que ninguna Idia sabía darle una respuesta lógica, y estaba esperando ansiosamente que su hijo se quedara dormido, pensando en darle más leche o algo de jarabe especial para hacerlo dormir. Incluso estaba considerando seriamente robarle aquellas gomitas con las que Shamato podía conciliar el sueño cuando era atormentado por pesadillas, solo para que Edén por fin se durmiera y lo dejara jugar tranquilamente en linea.
Finalmente, al borde del colapso social, Idia lo levantó en brazos con expresión resignada.
—Bien. Plan de escape beta activado.
Con pasos arrastrados y Edén en brazos, Idia se dirigió al pasillo principal, bajando por las escaleras ya que el elevador... seguía fuera de servicio. Al llegar al piso donde estaban las habitaciones de los de segundo año, encontró a Ortho con una llave mágica en una mano y una esfera de control suspendida flotando frente a él.
—Ortho. Toma. —Idia le dejó a Edén sentado en sus piernas como si dejara una bolsa de papas.
—¿¡Qué haces!? —exclamó Ortho con el ceño fruncido— ¡No puedes solo dejarme a Edén como si fuera una entrega especial de madrugada!
—Tengo cosas importantes que hacer —se excusó Idia—. Y Lilia tiene que presentar mañana su exposición de métodos de medición mágica. ¡No puede cuidar a Edén esta noche!
—¡Y yo estoy ocupado reparando el elevador! —replicó Ortho, señalando los paneles flotantes a medio abrir.
—Entonces déjaselo a Unmei —propuso Idia, con voz nasal—. Un niño más no debe ser mucho si ya tiene tres. ¡Qué son cuatro, después de todo!
Ortho estaba claramente irritado. —¿Tú tienes idea del trabajo que es cuidar a tres niños? ¡¿Ahora quieres que tenga cuatro?! ¡No es solo dividir galletas en partes iguales!
En ese momento, una vocecita dulce resonó desde el pasillo. —¡Edééén! ¡Ven a jugar con nosotros~! —llamó Evangeline, con tono cantarín.
Edén miró a Idia, agitando los pies desde las piernas de Ortho. —Mamá, ¿Puedo ir con mis primos?
Idia lo miró en silencio por unos segundos... y luego asintió. —Sí, sí. Ve, diviértete. Desaparece un rato, por favor...
Edén bajó feliz, corriendo por el pasillo. —¡Gracias, mamá~!
—Eso sigue siendo tramposo —espetó Ortho, cruzándose de brazos—. Si Shamato y yo cuidamos a Edén, mañana te toca a ti cuidar a Astreus, Eos y Evangeline. Los tres.
Idia se congeló. —¿Tres? ¡¿Los tres?! No. No, no, no. ¡Yo con suerte puedo sobrevivir a uno! A lo mucho podría con Eos.
—¿Por qué Eos? —preguntó Ortho, entrecerrando los ojos.
—Bueno... porque se parece a ti. Y es callado. Y... no hace tantas preguntas.
—¡Eso es injusto! —reclamó Ortho, ofendido—. Astreus también es tu sobrino. Y Evangeline... Aunque su método de nacimiento fue de una sola carga genética... ¡ella es mi hija! ¡Y por ende, tu sobrina también!
—¡Eso no la hace menos peligrosa! —chilló Idia—. Tiene los genes de un perro rabioso y los de un dramático con bipolaridad.
—Me sorprende la buena imagen que tienes de Calipso-san —Ortho puso los ojos en blanco—. Pero te sorprenderías de lo tranquilos y educados que en realidad son. Especialmente cuando no sienten que los están evitando.
Idia hizo una mueca, claramente incómodo. —... Táctica evasiva fallida. Genial.
—Nii-san...
Idia sintió un escalofrió, un verdadero temor de hacer enojar a Ortho—. N-no dije nada, ¡No hay evidencia!
—Mañana es tu turno. No hay discusión —sentenció Ortho, ya regresando a los comandos flotantes.
—...¿Y si solo cuido a Eos y uno de los otros dos?
—No. Los tres. Buenas noches.
Idia suspiró, derrotado, y murmuró mientras se alejaba. —Voy a tener que programar un asistente emocional antes de dormir...
Chapter 7: Pésimos niñeros
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El día amaneció tranquilo, demasiado tranquilo para los estándares de NRC. Idia cumplía, con expresión derrotada, la promesa que había hecho la noche anterior: cuidar a los tres pequeños, Astreus, Eos y Evangeline, por una jornada completa. Por algún desvarío del destino o castigo divino, se encontró en la guardería junto a Leona, Floyd y Sebek, rodeado de más infantes de los que jamás habría tolerado voluntariamente.
Pero el destino no se conformó con eso.
—No puedo creer que me dejé chantajear por una niña —murmuró Leona, mirando con resignación la tacita de porcelana que sostenía entre los dedos, apenas más grande que su palma.
En la mesita baja, Evangeline encabezaba una reunión de té con una elegancia espeluznantemente genuina. A su lado, Scarlet, Claris, Zuri y Caspian fingían beber el líquido inexistente mientras conversaban sobre "asuntos importantes". Incluso el enorme huevo, cuidadosamente decorado con un sombrero de sol y un rostro improvisado con marcador y maquillaje, tenía asignado su lugar.
Idia, sentado con resignación en un cojín, llevaba dos coletas desordenadas a los lados de la cabeza. Las niñas lo habían peinado mientras "el té se hacía", mismo destino que había sucedido con Floyd, quien llevaba muchas calcomanías en el rostro y un pañuelo atado simulando ser un accesorio para el cabello.
—Era imposible evadirla. Por sus venas corre la persuasión disfrazada de palabras bonitas —declaró Idia, fingiendo sorber su taza vacía.
—Se nota que es hija de Manta-senpai y Clione-chan —comentó Floyd entre risas, recostado contra una pared, con una cinta rosa colgando del cuello como trofeo de guerra.
—¡No es nada de Ortho! —estalló Idia, las puntas de su cabello chispeando con frustración.
—Hablar de otros en su ausencia es de muy mala educación —intervino Scarlet con voz firme, haciendo que Floyd elevara una ceja impresionado.
—Gracias por tu atención... —murmuró Sebek, cabizbajo, mientras Zuri le colocaba con cuidado una diadema floreada y un poco de rubor en las mejillas—. Pero no creo que esto sea apropiado para un guerrero.
—Ridículo —bostezó Leona, cruzando las piernas mientras una bufanda rosa decoraba su cintura.
—Lo dice el que está usando un tutú rosa —murmuró Idia con veneno apenas disimulado.
Leona gruñó. —Puedo irme ahora mismo y dejarte a ti cuidando a las niñas.
—No me tientes —respondió Idia.
Caspian tironeó de la túnica de Leona. —Agua —dijo con voz suave.
—¿Por qué ese niño no habla más? —preguntó Floyd, frunciendo el ceño.
—Tal vez tenga problemas de desarrollo del lenguaje —sugirió Sebek, preocupado—. No parece simplemente timidez.
—O tal vez sólo no le gusta hablar con extraños —suspiró Idia, observando las orejitas de león de Caspian—. Aunque si te parece mucho cuidarlo, puedo tomar tu lugar a cambio de que tú cuides a "molestia 1" y "molestia 2".
—¿Por qué no los llamas por lo que son? —se burló Leona, dándole una botella de agua a su propio hijo—. Tus sobrinos.
—No me importa la magia usada para crear a “cosa 1”, para mí no son mis sobrinos. Y mucho menos “cosa 2”. A lo mucho, Eos, porque yo supervisé su fabricación —Idia desvió la mirada.
—¡Eso es grosero! —le reprendió Sebek con severidad—. Estás siendo un pésimo ejemplo.
—Sólo digo lo que todos piensan.
—No —intervino Floyd, mirando con seriedad inusual—. Dices lo que tú quieres creer.
—¡No es verdad!
Leona sonrió con malicia. —Entonces, si no hay favoritismo... ¿por qué estás cuidando a "cosa 2" y no a "cosa 1" ni al "rabanito 2"?
Idia se quedó en silencio. Lentamente, sus ojos recorrieron la habitación... y el pánico comenzó a apoderarse de su rostro.
—¿Dónde están los demás?
El silencio se volvió ensordecedor. La puerta de la guardería estaba entreabierta, el viento movía la cortina con inocente indiferencia. Hacía falta el resto de niños, a los que habían dejando durmiendo sobre camas improvisadas, jugando con bloques o coloreando, ahora ninguno se encontraba con ellos, salvo las niñas y Caspian, que parecía que había corrido un maratón solo para llegar con su padre a por un poco de agua.
—¿Dónde están los demás infantes? —repitió Idia, poniéndose de pie de golpe.
Sebek buscó con la mirada frenéticamente. —¡Stephan! —llamó, caminando rápido entre los cojines— ¿Dónde estás, Stephan?
Unos segundos después, el grito de Evangeline rompió el aire como una alarma. —¡La misión ha comenzado, comandante Zuri! ¡Huida en proceso!
Las niñas, incluso Caspian salieron corriendo, dejando a Huevo-sama en la mesa con los "adultos responsables". El té solo había sido la forma de distraerlos mientras los niños eran los primeros en escapar, aunque Caspian si había regresado porque para él era más importante tomar agua que ayudar a los niños a huir de la supervisión de los adultos.
—¡Oh, por los cielos..! —murmuró Idia, saliendo corriendo de la guardería, con su cabello en llamas— ¡Cosa 2, ven acá!
—¡Riddle-senpai va a decapitarnos a todos! —Sebek chilló al borde del colapso nervioso— ¡Y tú serás el primero, Idia Shroud!
—¡¿Por qué yo primero?! ¡Leona-shi fue el que dejó la puerta abierta!
—¡No es momento para bromas! —Sebek ya estaba con medio cuerpo afuera de la guardería, gritando el nombre de todos los niños desaparecidos como si fuera un general a punto de entrar a una guerra— ¡¡SCARLET!! ¡¡EVANGELINE!! ¡¡BERYL!! ¡¡STEPHAN!!
—Y que nadie olvide al huevo —agregó Floyd señalando el huevo que seguía intacto frente a la mesa y con su taza de té.
—¡Si Orthose entera! ¡Me arrastrará vivo! —Idia se tiró del cabello— ¡¡Agh, odio a los niños...!! ¿¡Por qué se reproducen todos como si fueran Gremlins!?
***
Los pasos resonaban por los pasillos como si una estampida se hubiese liberado. Voces infantiles llenaban los corredores, carcajadas descontroladas, gritos de emoción, y también algunos chillidos nerviosos de quienes no esperaban que sus juegos llegaran tan lejos. Edén lideraba la rebelión como un general diminuto, agitando un banderín improvisado con una servilleta rosa mientras corría descalzo, seguido por Claris, Zuri, Stephan, Eos, Caspian, Scarlet y Beryl.
—¡Evangeline dijo que somos libres! —gritaba Edén con determinación mientras doblaban una esquina.
—¡Eso no dijo! ¡Solo quería más galletas! —protestaba Eos desde atrás, pero nadie lo escuchaba.
Mientras tanto, en la intersección del segundo piso, Ortho y Lilia hablaban tranquilos hasta que una ráfaga de color y sonido pasó corriendo junto a ellos.
—¿Acaso son... todos los niños? —preguntó Ortho, parpadeando con incredulidad.
—¡Oh, Edén! ¡Liderando a su tropa! ¡Estoy tan orgulloso! —Lilia soltó una risa melodiosa mientras se giraba para unirse a la persecución sin dudarlo— ¡Así se forja un espíritu rebelde!
—¡Lilia! ¡Esto no es un desfile de independencia! —protestó Ortho, volando tras los niños, activando sus propulsores de gravedad para ir más rápido.
A la escena se sumó Trey, que al ver pasar la marea de infantes con sombreros de papel, se frotó las sienes y suspiró con resignación antes de empezar a correr también. No podía creer la energía y la organización de los niños, se habían formado en dos grupos para despistar a los adultos en cada vuelta de esquina que daban, no había nadie que no hubiera participado, incluso los dos pequeños dragones estaban corriendo, trepando por ahí y estornudando de vez en cuando algo de fuego.
—¡No pueden correr por los pasillos! ¡Van a terminar lastimándose!
Uno por uno fueron atrapando a los fugitivos. Trey atrapó a Scarlet con una manta como red improvisada. Ortho capturó a Claris con una maniobra suave en el aire, y Lilia se arrojó cual artista de circo sobre Zuri, ambos rodando por el suelo con risas y cosquillas. Edén, acorralado por Trey y Sebek, se rindió dramáticamente.
—¡No me lleven! ¡El sol me mata! —exclamó cayendo de rodillas.
Uno a uno iban cayendo, hasta que solo uno seguía libre... Archel... Ese pequeño felino anaranjado que, en cuanto vio la persecución formarse, había activado su habilidad para desaparecer, riéndose entre los planos de existencia. Se aparecía solo para hacer burlas, cruzar puertas cerradas o lanzar confeti robado de una fiesta anterior.
—¡Lo voy a atrapar! —gritó Floyd, divertido, saltando desde una mesa— ¡Este pez no se me escapa!
—¡Es un niño, Floyd! —le recordó Riddle desde la puerta, completamente agotado— ¡Un niño!
En medio de un destello, Archel volvió a aparecer justo frente a una esquina del pasillo, pero no dio dos pasos cuando algo invisible lo sujetó por el torso y lo levantó del suelo con delicadeza.
—¿Y a dónde ibas tú con tanta prisa? —preguntó una voz juguetona mientras poco a poco iba apareciendo la silueta de un gato sonriente.
Archel abrió los ojos con asombro. —¡Papá!
—Haciendo travesuras, ya veo —sonrió Che’nya, dejando que el pequeño se sentara en su brazo como si no pesara nada.
En ese momento, el resto del grupo llegó al final del pasillo, exhaustos, sudorosos y con restos de maquillaje, brillos y cintas en el cabello. Ya ni se habían dado cuenta en que momento otros se habían unido para capturar a los niños faltantes.
—¿Quién se supone que debía cuidar a los infantes? —pregunto Vil, indignado porque su fijador de cabello le dejó un desastre por el sudor.
—Idia-senpai —respondió Silver—. Stephan, te pedí que no salieras de la guardería.
—Pero yo solo seguí a Edén para traerlo de regreso —se justifico, con lagrimas en los ojos—. También a Mey y Meret, solo quería ayudar.
—¡TAMBIÉN ESTABAS HUYENDO! —declaro Sebek— ¿SABES LO PREOCUPADO QUE ME TENÍAS CUANDO NO TE VI? ¡NO TIENES JUSTIFICACIÓN STEPHAN! ¡LO QUE HICISTE ESTUVO MAL!
Las lagrimas en los ojos de pequeño rubio comenzaron a acumularse, soltando un pequeño lamento en cuanto Silver, compadecido, lo abrazo y lo levanto en brazos.
—Zuri, estoy decepcionado contigo —dijo Jamil, tomando la oreja de la pequeña para tirar con fuerza—. No sabes los problemas que causaste, a cuantos metiste en problemas por tus tontearías, tienes que ser más consciente.
—Aunque tengo que reconocer la organización que impusiste, Evangeline... —dijo Ortho, conteniendo su enfado—. También estas en problemas, los tres... no hay justificación en sus acciones.
***
Riddle fue el primero en actuar en cuanto regreso al dormitorio con los "pequeños de Heartsbyul", que venían siendo cuatro: Archel, Claris, Beryl y Scarlet, siendo los primeros dos quienes no tuvieron regaño, Cater de enterarse no le dio mucha importancia y justifico que solo eran niños queriendo jugar un poco más.
—Scarlett Leech. —dijo Riddle con tono tan firme que el aire pareció enfriarse.
La pequeña, aún con su tiara de papel mal pegada y restos de betabel pintando sus dedos, bajó la mirada con un leve puchero.
—... ¿Sí, papá?
—¿Me explicas por qué abandonaste la guardería? —llevó una mano a su pecho—. Fui claro contigo, no ibas a salir de esa habitación a menos de que tu padre o tíos fueran a recogerte, ¿cuál es la justificación de tus acciones?
Scarlett miró a Floyd por ayuda, pero su otro padre ya se había echado hacia atrás en la silla, riéndose con orgullo.
—Solo quería divertirse, estar encerrado todo el día en una pecera es aburrido~ —dijo Floyd mientras le revolvía el cabello con afecto— ¡Eso es mi chica! Estoy muy orgulloso de ti, mi princesita-
—Tú fuiste parte del problema. —declaro Riddle.
—Yo no hice nada—respondió con aquel tono aburrido característico—. No puedes regañarla, no hizo nada peligroso, Kingyo-chan.
—Alguien debe ser el adulto responsable —volvió a declara el enano—. Scarlett, estás castigada por el resto de la semana, sin dulces, sin pasteles, directo a la cama a las 8 en punto —sentenció Riddle.
***
Zuri se mantenía en silencio con los brazos cruzados, mirando a Jamil con la barbilla en alto mientras él caminaba de un lado a otro frente a ella, visiblemente tenso.
—¿Sabes cuántos informes tuve que firmar para justificar que siete niños desaparecieran de la guardería? —preguntó con el ceño fruncido— ¿Y que tú eras la que lideraba la operación?
—Solo queríamos salir... —replicó Zuri en voz baja.
—¡Hay horarios para que salieran! —volvió a levantar la voz—. Lo sabes perfectamente, y lo que hiciste fue algo horrible, metiste a muchos niños en problemas.
—No los obligué. Solo sugerí que había un mundo más allá del aula. Ellos aceptaron. Fue democrático.
—Democráticamente desastroso —murmuró Jamil, pasándose una mano por el rostro.
Fue entonces cuando Kalim apareció, con una gran sonrisa en el rostro y una mandarina en la mano.
—¡Hola, hola! ¡¡Ya me contaron qué fue lo que hizo Zuri!! —dijo, con tanto orgullo que Jamil estaba más molesto—. Me dijeron que organizó un escape digno de las historias de los antiguos genios.
Jamil se giró, horrorizado. —Kalim. Esto no es para celebrar. Se salió con la suya, metió al resto de los niños en problemas, y tú deberías...
—¿Darle un castigo? —Kalim lo miró sorprendido— ¡No, no! Jamil... ¡Mira qué liderazgo! ¡Qué carisma! ¡Podría ser embajadora! ¿No ves el potencial de mi pequeño sol?
Jamil apretó los labios, visiblemente frustrado. —También podría haber causado una evacuación. O peor, una auditoría.
—¿Y si hacemos una fiesta? —propuso Kalim, ignorando por completo la protesta— ¡esto merece celebración! ¡Mi hija es una gran líder!
Jamil se cubrió los ojos con una mano y suspiró tan hondo que parecía invocar paciencia de una dimensión superior.
—Entonces... ¿no estoy castigada? —pregunto la niña.
—¡Claro que no! ¡Vamos a escribir todo el plan para conservarlo en los archivos familiares! —dijo Kalim, emocionado—. ¡No puedo esperar para contarle a mi padre esto!
Jamil murmuró para sí mismo. —Voy a renunciar. Lo juro. Esta vez sí.
***
Lilia sostenía a Edén de una pierna, cabeza abajo, mientras el niño reía sin parar. —¡¿Encabezaste una rebelión?! ¡Eso es de familia! ¡Estoy tan orgulloso que quiero llorar!
—¡Papá! ¡Fue glorioso! ¡Hicimos un código y todo! ¡Y Archel desapareció y nadie pudo atraparlo!
—¡Perfecto! Pero ahora tendrás que escribir un manifiesto. —dijo con seriedad mientras lo giraba lentamente—. “La revolución según Edén”.
—¿Puedo poner dibujos? —preguntó entusiasmado.
—Obligatoriamente.
Ortho, a un costado, se cruzó de brazos mirando todo el caos con el ceño fruncido. —No deberíamos estar fomentando esto. Fue una fuga de masa infantil coordinada. Y ni siquiera tenían permisos.
—Ni zapatos, en algunos casos —añadió Sebek, limpiando chocolate de la frente de Eos.
—Evangeline al menos pidió galletas educadamente —dijo Shamato desde su silla, mientras sostenía a la niña, que ya estaba dormida, acurrucada contra su pecho—. Aunque luego empezó a repartirlas como sobornos...
—¡No fue un soborno! ¡Fue una inversión de confianza! —dijo Astreus, él había sido el de la idea de las galletas, pero uso a su hermana para encubrir el soborno.
—Sigue siendo soborno —repitió Shamato— ¿Y donde se metió el tío y padre del año?
—Mi hermano aun debe cumplir lo prometido, —dijo Ortho, ya sin mucha confianza de dejar a sus hijos con su propio hermano.
—También hace falta Silver y Stephan —señalo Lilia, notando que Sebek apretaba más el seño.
***
Silver encontró a Stephan escondido detrás de la gárgola en la habitación de Malleus, con las rodillas abrazadas contra el pecho y la cara enterrada entre los brazos. Stephan sollozaba en silencio, tan pequeño y encogido que parecía que el mundo le pesaba encima.
—Stephan... —dijo Silver con suavidad, agachándose a su lado.
El niño no respondió. Silver se sentó lentamente junto a él, permitiéndole sentir su cercanía sin presionarlo. Tras un momento, extendió los brazos y Stephan, como si hubiese estado esperando ese gesto, se lanzó a ellos con un sollozo más alto que el anterior. Se acurrucó en su regazo con fuerza, aferrándose a su túnica como si temiera que lo soltaran.
—¿Te lastimaste? —susurró Silver, envolviéndolo con ternura—. Vamos, te llevare a la enfermería para que te revisen si algo te duele.
Stephan lloró largo rato, hasta que su voz se quebró en murmullos entrecortados. —Padre... me gritó... —dijo con dificultad, todavía encogido contra su pecho—. Y... y yo solo quería que Meret y Mey no se lastimaran...
Silver acarició su espalda con calma, haciendo suaves círculos con los dedos. —Lo sé... lo sé, mi amor. Sebek no quería gritarte. Solo se asustó. A veces no sabe cómo manejar lo que siente, pero no fue tu culpa.
Stephan negó con la cabeza sin levantarla. —¡Sí fue! Siempre le molesto...siempre. —sus manos apretaban la tela del uniforme de Silver—. A Meret no le grita así... a Mey tampoco... a Edén... ¡a Edén lo deja jugar donde quiera! Pero a mí no... a mí no me quiere...
Silver sintió que el corazón se le apretaba en el pecho. Con cuidado, alzó al niño para tenerlo mejor en brazos, como cuando Lilia hacía eso mismo con él al estar triste, y le acarició el cabello con dedos lentos y constantes.
—No digas eso, Steph. No es cierto —dijo con voz dulce y suave—. Sebek te quiere. Mucho. Lo que pasa es que Meret y Mey todavía necesitan que estén más encima de ellos, y Edén a veces se mete en cosas peligrosas. Pero eso no significa que tú no seas importante.
Stephan levantó el rostro, con los ojos hinchados y la nariz roja. —¡Sí significa! —replicó con un hilo de voz—. No me quiere. Nunca me ha querido. No como tú... tú me si quieres.
Silver se inclinó y besó su frente, apretándolo con más fuerza contra su pecho. —Escúchame bien —susurró con ternura—. No hay nadie en el mundo como tú. Tú eres nuestro sol de otoño, Steph. A veces callado, a veces travieso, pero siempre brillante. Sebek no sabe decirlo bien... pero yo sé que te quiere. Yo sé cuánto se le ilumina la mirada cuando dices algo inteligente. Cuánto se preocupa cuando te caes. Solo... es torpe para demostrarlo.
Stephan no respondió de inmediato. Su respiración temblaba aún, pero se había calmado un poco. —¿De verdad?
—De verdad —aseguró Silver, frotando su espalda con cariño—. Pero si alguna vez dudas, si alguna vez sientes que no puedes con todo eso... yo estoy aquí, siempre. Te amo, Stephan. Cada parte de ti. Siempre lo haré.
Stephan asintió, bajito, y escondió de nuevo la cara en el pecho de su padre.
Chapter 8: Hermanos mayores
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La habitación estaba apenas iluminada por la lámpara de escritorio que Jade había inclinado hacia el libro abierto sobre la cama. Beryl estaba acurrucado a su lado, con la mirada fija en las ilustraciones de hongos de todas formas y colores: algunos tenían sombreros en forma de campana, otros parecían corales terrestres, y un par emitían un tenue resplandor azulado en medio del follaje pintado.
A Beryl le encantaba los hongos, no era muy diferente a Jade en ese aspecto, aunque conservando una tranquilidad que a Jade le hacía desear tener otro pequeño más, por lo menos para que Beryl disfrutara ser el hermano mayor como Jade lo disfrutaba con Floyd, aunque tenía más la imagen de que Beryl sería como Trey en cuanto a ser hermano mayor.
—Este de aquí —señaló Jade con una sonrisa, rozando la página con la punta del dedo— se llama Mycena chlorophos. Crece en lugares muy húmedos y tiene una bioluminiscencia natural. ¿Ves cómo brilla en la oscuridad?
—Mamá... —murmuró Beryl, con los ojos muy abiertos— ¿Podemos ir al bosque a verlos algún día? ¿Acampar y buscarlos por la noche?
Jade ladeó la cabeza con ternura y, sin decir palabra, lo rodeó con los brazos y lo atrajo hacia sí. Frotó su mejilla contra la del niño, suave como si quisiera memorizar la textura.
—Quizá mañana —respondió con voz baja y apacible—. Pero esta noche está lloviendo, y no tenemos el equipo adecuado para acampar bajo la lluvia. ¿Te parece si lo dejamos para una noche despejada?
—Mmm... está bien —asintió Beryl, aunque con algo de decepción—. Pero solo si vamos de verdad después.
—Lo prometo.
En ese momento, la puerta se abrió suavemente y Trey asomó la cabeza. Traía una bandeja con un vaso de leche tibia y un pequeño sándwich partido a la mitad. Al ver a Beryl tan despierto, sonrió con afecto.
—¿Aún no quieres dormir, Beryl?
—¡No! —exclamó Beryl entusiasmado— ¡Mira, papá! ¡Mamá me estaba mostrando hongos que brillan en la oscuridad!
Trey se acercó, dejó la bandeja sobre la mesita y se sentó al borde de la cama. —¿Brillan como luciérnagas?
—¡Mucho más bonito! —dijo Beryl, abriendo los brazos como si pudiera abarcar todo un bosque mágico—. Tienen un brillo similar a la llama en el pecho de Eos.
—No creo que sean tan brillantes —Trey rió con suavidad y le entregó el sándwich—. En cuanto termines de cenar, te vas directo a dormir, ¿sí? No es bueno que estes despierto después de las nueve.
—¡Sí! —asintió el niño, tomando la mitad del sándwich y dándole un gran mordisco— ¡Está muy rico! ¡Papá es el mejor chef!
Masticó felizmente un momento antes de abrir ligeramente el panecillo y asomar la mirada entre las hojas verdes.
—¿Tiene doble queso?
Trey se acomodó un poco sobre la cama, quitándose las gafas y dejándolas a un lado. —Sí. Pensaba fundirlo, pero luego le puse lechuga y... bueno, sería una combinación terrible, así que mejor así.
—¡Me gusta así! —afirmó Beryl con la boca llena, y Jade le limpió suavemente la comisura de los labios con una servilleta.
Beryl terminó su sándwich en un par de mordidas más, y aunque insistía en que no tenía sueño, su cuerpo comenzó a relajarse contra el pecho de Jade, quien lo sostenía con un brazo mientras pasaba las páginas del libro con el otro. Sus pestañas temblaban cada vez más lentamente, hasta que, sin notarlo, su respiración se volvió profunda y pausada.
—Ya cayó —susurró Trey con una sonrisa, acomodando una manta sobre el pequeño cuerpo dormido.
Jade lo observó en silencio unos segundos, como si quisiera grabar esa imagen en su memoria: Beryl con los labios entreabiertos, una manita sobre su estómago, su cabello verde revuelto entre las sábanas, solo le faltaba los lentes y podría ser una linda copia de Trey con pequeñas escamas al reedor de su rostro.
—Se parece tanto a ti —murmuró Jade, acariciando suavemente los rizos de su hijo—. Sobre todo cuando duerme. Le cuesta levantarse mucho~
Trey bajó la mirada, sonrojado, y negó suavemente con la cabeza. —Estás exagerando.
—No lo hago. Nuestro hijo es hermoso —dijo Jade, bajando la voz aún más—. Nee Trey, quiero uno hijo más, ¿qué tal tener 7? Ooow vamos~
—¿Otro? ¡Jade..! Beryl solo está de visita. Todavía falta mucho para pensar en eso.
—Podríamos irlo pensando... o mejor dicho, podríamos ir practicando —susurró Jade, con una sonrisa peligrosa en los labios mientras se inclinaba hacia él, lo bastante cerca como para rozar su nariz.
—¡Jade! —reclamó Trey en un murmullo urgido, empujándolo ligeramente con el hombro— ¡Está Beryl en la habitación!
—Dormido —replicó Jade, riendo entre dientes—. Y eso no te detuvo cuando Floyd estaba en la cama de al lado aquella vez...
Trey se cubrió el rostro con una mano, absolutamente encendido. —¡Eso fue una vez! ¡Y él roncaba tan fuerte que ni cuenta se dio!
—No me quejo —Jade sonrió aún más, dejando un beso fugaz en los labios de Trey—. Solo digo que tienes una forma muy encantadora de tomar la iniciativa. Me encanta cuando dejas de ser el serio vicelíder de dormitorio~
—¿Te puedes comportar por una noche? —preguntó Trey, a medio camino entre la desesperación y el cariño, mientras intentaba ocultar la risa que le temblaba en la garganta.
Jade se recostó lentamente, aún sosteniendo a Beryl, con una expresión de falsa resignación. —Eres malo conmigo... eso me gusta~
***
—¡¡QUIEEEROOO UN HERMANOOOO MEEENOORR!! —gritaba Edén a pleno pulmón, tirado en el suelo del pasillo de Ignihyde, dando patadas al aire como si estuviera poseído por un demonio invisible— ¡TODOS TIENEN UNO! ¡NO ES JUSTO!
Idia lo miraba desde la puerta con un control de videojuegos a medio sostener entre los dedos temblorosos.
—¿¿Q-qu-qué hago?? ¿¿Dónde está el manual para esto?? ¡¡¡Esto no venía en el DLC de ser papá!!!
—¡UN HERMANO! —gritó Edén otra vez, golpeando el suelo con los puños cerrados— ¡QUIERO UN HERMANITO PARA JUGAR! ¡QUIERO UNO! ¡QUIERO UNO!
Idia, pálido como una sábana y en modo pánico absoluto, apretó un botón al azar en el control, como si eso pudiera activar una solución milagrosa para calmar o silenciar a su hijo que estaba llamando la atención de muchos residentes. Nada pasó. Solo se encendió el horno de su habitación.
—¡Liliaaaaaaa!
Unos segundos después, Lilia flotó hasta el pasillo, con una taza de té en una mano y su habitual expresión de diversión serena.
—¡Ooooh~! ¡Eso sí que es energía! —canturreó, observando a Edén en el suelo.
—¿¡Qué hago!? —susurró Idia, medio escondido tras la puerta— ¡Me está haciendo una performance completa del apocalipsis por un hermano menor! ¡¡¡NO SÉ HACER OTRO HIJO, LILIA!!
—Bueno, bueno~ —rió Lilia, agachándose para observar más de cerca a Edén, que ahora hipaba entre los gritos—. No tuve este problema con Silver. Aunque supongo que es diferente cuando creces rodeado de primos que son hermanos entre sí. Tiene sentido que quiera vivir eso también.
—¡Entonces ayúdame a explicarle que los bebés no son como los Tamagotchi! ¡¡NO PUEDO DARSELO Y YA!!
Lilia se giró hacia Idia, sonriente. —Podrías intentarlo —dijo, con un brillo juguetón en los ojos—. Aunque eso requeriría cierto... trabajo en equipo con cierto novio que tienes enfrente.
Idia chilló en voz baja, hundiéndose más detrás del marco de la puerta. —¡¡LILIAAAAA!!
Edén, ajeno al caos emocional de su padre, seguía gritando con voz desgarrada. —¡¡¡QUIERO UN HERMANOOOOR!!! ¡¡O NO ME MUEVO NUNCA MÁAAAAAS!!
***
Las negociaciones de Idia fallaron, Edén tenía bastante terquedad y parecía que no habría nada que lo convenciera de ceder. Lilia tenía la idea de que tal vez, Edén solo quería pasar tiempo con Silver, ya que después de todo eran hermanos, y su berrinche se había originado de la envidia de ver a otros hermanitos jugando juntos en la Guardería.
Lo llevó a Diasomnia, en donde le explico un poco la situación a Silver para que pudiera tomarse un poco de tiempo para jugar con su hermano menor.
—¡QUIERO UN HERMANOOOOO MEEEENOOOORRR! —gritó Edén otra vez, las mejillas húmedas por las lágrimas, con el cabello revuelto y el alma claramente rota en mil pedazos infantiles.
Silver miró la escena y enseguida se acercó a Edén con expresión suave y la voz tan tranquila como siempre.
—¿Edén? —dijo con una sonrisa amable, agachándose junto al niño— ¿Por qué no vienes conmigo a jugar un rato? Lo que tú quieras: espada de madera, escondidas, o hasta un castillo de almohadas. ¿Qué te parece?
Edén bajó el volumen de sus berrinches lo suficiente para mirarlo con los ojos rojos y el mentón tembloroso.
—¿Solo jugar..? —preguntó con voz entrecortada, como si esperara que eso no fuera suficiente— ¿Y luego qué?
—Luego te prepararé una merienda —añadió Silver—. Y si quieres, podemos invitar a tus... nuestros primos también.
Sebek se cruzo de brazos mientras observaba la escena con una mezcla de incomodidad y lógica rígida. Pero para él era natural que el niño se comportara así, justificando que los "genes de Idia" eran una problemática, pero al ver los ojitos rojos de Edén, no podía dejar de pensar que Lilia pudo haber sido así de niño.
—Hmph. Si tanto alboroto va a calmarse con juegos, no veo por qué no incluir a todos. —se giró hacia Stephan, que venía caminando detrás, más callado de lo normal—. Stephan. ¿Quieres jugar tú también?
Stephan se detuvo. No respondió. Su manita se cerró en un puño, bajó la cabeza y, en lugar de mirar a Sebek, dio un paso hacia Lilia y tomó su mano. Luego se escondió detrás de él, como si su sola presencia lo protegiera.
Sebek frunció el ceño, confuso. Lilia, por su parte, bajó la mirada hacia Stephan con dulzura, acariciando su cabecita.
—Estoy feliz de ver que mis dos hijos se lleven tan bien —comentó con voz suave, entrelazando los dedos con los del niño escondido tras él—. A pesar de su diferencia de edad, Stephan, tú también... —tomo al niño en brazos—. Ve a jugar con tu tío para ver si se calma.
Stephan no respondió, solo se recostó sobre el hombro de Lilia, sin querer ver a Sebek por lo sucedido la última vez, seguía algo dolido y más porque Sebek seguía siendo bastante frío con él, tratándolo a veces como un soldado que contrastaba con la dulzura y calidez de siempre.
—¡Pero no es justooo! —gimió de nuevo Edén, su berrinche resurgiendo con nueva fuerza— ¡Eos tiene un hermano y una hermana! ¡Mey tiene dos también! ¡Y Claris tiene UNO! ¡¿Y yo quééééééééééé?! ¡¡YO QUIERO UN HERMANITO MEEEENORR TAMBIÉN!!
Idia, desde la puerta, murmuró algo como “Ay no, otra vez no”, mientras se aferraba al marco. Conservando su distancia porque le daba miedo que Edén activara los aspersores contra incendios de la habitación.
Lilia se puso serio, su tono volviéndose más firme pero sin perder la ternura. Debía marcar ya un limite antes de terminar volviéndolo un consentido.
—Edén... tener un hermano menor no es algo que simplemente se pide como un juguete nuevo. —se inclinó un poco hacia él, con voz clara, dejando a Stephan de pie—. Cuidar a un bebé requiere muchísimo tiempo, atención, paciencia. Y tanto tu papá como yo estamos muy ocupados últimamente... Si tuviéramos otro niño, quizá ya no tendríamos el mismo tiempo para estar contigo, leer contigo, escucharte hablar de tus juegos o jugar contigo antes de dormir.
Edén frunció los labios y sus lágrimas se detuvieron por un momento mientras lo pensaba. —Pero... yo quiero un hermano —dijo, limpiándose la cara con la manga de su suéter.
—Así no funciona, —suspiró Lilia—. Todos los bebés necesitan mucho cuidado... incluso tú lo necesitaste cuando eras más pequeño.
—¡Pero ya crecí! ¡Y ahora puedo ayudar! ¡Podemos ser tres y... y yo puedo enseñarle cosas! ¡Como hacer reír a mamá cuando se enoja! ¡O cómo esconderse de Sebek cuando grita! ¡¡PUEDO HACERLO!! —gritó, volviendo a llorar, aunque ahora con una mezcla de entusiasmo y desesperación.
Silver lo abrazó despacio, sin presionarlo. —Edén soy un terrible hermano, si la causa por la que quieres un hermano a parte de mí es porque no paso tiempo contigo... yo lo siento mucho.
Edén se abrazó a Silver con fuerza, sollozando. —Nii-chan no tiene nada que ver, yo quiero ser como tú —apenas contuvo el llanto—. También quiero enseñarle cosas como tu me haz enseñado.
Mientras tanto, Sebek miro de reojo a Stephan, que aún mantenía una distancia prudente de él, casi delatando que lo estaba evitando.
—¿Estás aún molesto? —preguntó con torpeza, bajando un poco la voz.
Stephan no respondió.
***
Al regresar al dormitorio, Idia apenas había salido del elevador cuando Edén salió corriendo aun con el llanto contenido en sus ojos. Edén esta frustrado porque Silver se había quedado dormido y ya no hubo forma de despertarlo, por lo que solo habían jugado muy poco a diferencia de otras veces, en su tiempo futuro.
Idia avanzó en silencio por el pasillo, deteniéndose frente a la sala común. Allí estaba Shamato, sentado en el suelo con Edén en su regazo. El niño tenía los ojos enrojecidos y aún un poco hinchados por el llanto, pero ahora reía bajito mientras jugaba con un muñeco que el castaño parecía haberle obsequiado. Shamato le hablaba en voz baja, casi como si estuviera contándole un secreto que solo los dos podían entender. Edén, ya más tranquilo, se acurrucó contra él y lo abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su cuello.
Idia se quedó quieto, la mano aferrada a su teléfono ya que estaba a nada de llamar a Ortho, pero no lo hizo. Algo dentro de él se contrajo. No era celos, no exactamente. Era una sensación más compleja, como un eco de duda mezclado con alivio. Shamato tenía esa manera tan natural de conectar con los niños, en especial con Edén.
Lilia apareció a su lado sin hacer ruido. Observó la escena en silencio, con una media sonrisa serena.
—Está bien —murmuró—. No está mal que recurra a otros cuando necesita consuelo.
—Lo sé —Idia respondió en voz baja, como si temiera interrumpir el momento—. Solo... a veces siento que él necesita algo que yo no sé cómo darle. Aun no estoy listo para cuidar un niño.
Lilia lo miró de reojo, adivinando lo que pasaba por su mente. —Ven —le dijo—. Hablemos un momento. No me gusta cuando te atormentas porque no puedes hacer lo que otros si.
Ambos se alejaron en dirección al cuarto de Idia. Al cerrarse la puerta tras ellos, la calma se instaló. Idia se dejó caer sobre el borde de la cama, frotándose el rostro con ambas manos. Su voz salió apagada.
—¿Debería... considerar de verdad lo que dijo Edén? —preguntó— ¿Tener otro hijo? Porque no sé si puedo. Ahora no puedo y lo reconozco. Tener a Edén cerca... no me gusta porque no se tratar con su enorme energía.
Lilia se sentó a su lado, paciente. —Edén no lo pidió con malicia. Pero tal vez si sea un capricho porque... no estamos pasando tiempo con él —coloco su mano sobre la de Idia—. Nuestro hijo se la pasa más con sus primos y tíos, aunque sean su familia no es igual a la propia.
—Ortho sabe mejor como tratar con él —Idia bajó la mirada, el cabello azul cubriéndole parte del rostro—. Yo no le tengo paciencia, Lilia. Tú lo sabes. Y... ¿Y si no soy suficiente?
—Idi, eres un estudiante... —respondió Lilia con suavidad—. Eres aun muy joven, no estas preparado y, si en el futuro tenemos a Edén es porque ya tienes la seguridad de formar una familia conmigo.
Hubo un breve silencio. Idia tragó saliva. —Tienes razón... aunque aun no sabemos porque están llegaron aquí.
—Ortho tiene sus hipótesis —respondió Lilia, levantándose para darle u beso en la frente—. Pero no sabemos hasta cuando Edén, nuestro hijo estará con nosotros y cuando lo volveremos a ver, disfrutemos un poco de tiempo con él, ¿quieres? Prometo no dejarte solo con él.
Idia soltó una risa tensa, breve. —Lo dices como si fuera a morderme.
—Se cree vampiro, puede pasar.
Chapter 9: Rapto
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La sala de la guardería estaba sumida en un silencio, interrumpido solo por el suave zumbido del aire acondicionado y los suspiros de los pequeños dormidos. Las cortinas dejaban pasar una luz tenue, y sobre las colchonetas, los niños descansaban profundamente. Algunos abrazaban peluches como si fueran tesoros; otros dormían con los brazos y piernas en posiciones imposibles, pero extrañamente cómodas para ellos. Incluso Silver se había quedado dormido, con Stephan acomodado en sus piernas como su almohada personal, mientras Kalim, a su lado, también dormitaba, su sonrisa serena aún presente entre sueños. A ellos dos les había tocado ser los niñeros de la guardería para la hora del almuerzo y la hora de la siesta de los pequeños, no habían tenido complicaciones, mucho menos con hacer almorzar al pequeño león durmiente, los dragones que escupían sin querer fuego, o proporcionarle energía eléctrica al androide que incluso podía comer cosas solidas y liquidas.
Sin embargo, el jugar con ellos y encargarse de que estuvieran cómodos los había también agotado, la música también los había mecido y quedaron completamente dormidos en la labor de niñeros.
La puerta se abrió con cuidado. Floyd asomó la cabeza con una sonrisa, como si estuviera entrando en territorio enemigo. Cerró la puerta con suavidad y se deslizó entre las camas, observando con curiosidad los rostros dormidos de cada niño, hasta que sus ojos se posaron en la pequeña pelirroja que buscaba.
—Ah, aquí estás, mi pececito —susurró con tono cantarín.
Tomó en brazos a Scarlet, que se removió apenas al sentir el cambio. Floyd la acomodó contra su hombro, asegurándose de que siguiera dormida. Pero unos ojos se abrieron más allá. Eos, alerta incluso en la siesta, alzó la cabeza con expresión soñolienta.
—¿A dónde te la llevas? —preguntó en voz baja, frotándose los ojos.
Floyd sobresalto. —Ah... Eres Raya-chan... —acarició la espalda de su pequeña—. Vamos por un helado. ¿Quieres venir?
Eos dudó, mirando a su alrededor, como buscando a sus cuidadores, pero los vio dormidos con el resto de los niños.
—Tengo que avisar... No quiero que mis papás se preocupen.
Floyd se agachó un poco, manteniendo a Scarlet bien sujeta. —Tranquilo, Raya-cha. Vas conmigo, tu tío Floyd. Todo va a estar bien. Prometo regresarte~
Eos bajó la mirada. Dudó un segundo... pero luego asintió con timidez. En su tiempo, Floyd se había autoproclamado "tío", su tío y el de sus hermanos por la buena relación que la anguila mantuvo, incluso tras la graduación, con Ortho y Shamato. No era de extrañar si alguna de las dos anguilas lo cuidaban, estaba familiarizado aunque le parecía extraño verlo tan "joven", aun a pesar de conservar su gran energía.
***
Así, unos minutos después, Floyd salía de la guardería con Scarlet aún medio dormida contra su hombro, Eos caminando a su lado , y Beryl también en brazos de su tío. El plan original de Floyd había sido llevarse a su hija y sobrino, que se divirtieran un rato con él porque estaba aburrido, pero como Eos se había despertado... no podía darse el lujo de dejar un testigo presente en la escena, por eso se lo había llevado también.
El calor de la tarde los recibió con un cielo despejado. Floyd los llevó directo a una heladería decorada con luces de colores y vitrinas llenas de sabores brillantes. Los ojos de los tres niños se iluminaron al ver los helados: uno azul con chispas de caramelo, otro con forma de gatito, y uno que cambiaba de color con la temperatura de la lengua al probarlo.
—Pidan lo que quieran —dijo Floyd, echando un brazo por encima del respaldo de la banca mientras los niños señalaban los sabores—. Hoy la cartera de Jade invita.
Después del helado, el paseo continuó por el centro comercial. Floyd caminaba con paso despreocupado mientras los niños brincaban de vitrina en vitrina. Beryl se detuvo en una tienda de dinosaurios de peluche. Eos encontró un libro ilustrado de constelaciones que pidió ver. Y Scarlet se llenaba las muñecas con miles de accesorios brillantes.
***
Cuando Floyd tuvo suficiente del centro comercial, llevó a los niños al puerto, una parte alejada donde los barcos no se acercaban y era más una zona establecida para poder nadar y practicar clavados artísticos.
Al estar en la orilla, Floyd noto que ninguno de los tres niños entraba al agua, se quedaban mirando sus reflejos, sin notar que lo que los niños en realidad estaban viendo eran los caracoles de la orilla que se estaban alimentando de musgo marino. Floyd se desvistió, dejo todo echo bolas junto a una de las sillas públicas y algunas otras cosas que había comprado en el centro comercial, buscaba entrar al agua y tal vez... enseñarle a su hija y sobrino a nadar, aunque tenía su duda de si aquellos dos podían respirar bajo el agua o tan siquiera transformarse en anguilas, más allá de las escamas coloridas en los rostros que tenían.
—Nee Musgo-chan —Floyd tomo a Beryl y lo levanto como un oso de peluche— ¿Sabes nadar?
—No, aun no mi ma... aaah!!
Floyd sin piedad alguna lo arrojo a lo profundo del agua, notando que el niño si termino por nadar, todo asustado, pero había nadado... o flotado, dejando al descubierto que si tenía una forma de anguila, su piel era verde, un tono más claro que el de los Leech, lo que delataba que Beryl era un hibrido.
—Ugh... ¡¡MAMÁ!! —gritó Beryl, asustado y llorando.
—No te arroje tan lejos, no seas llorón como tu padre —se quejó Floyd, mirándolo con desgano.
Floyd miró a Eos que estaba desconcertado y también lo levanto, aunque por su enorme peso no puso hacer mucho.
—Nonono, yo no puedo entrar al agua —alerto Eos, con miedo—. Haré corto circuito.
Floyd lo soltó, haciéndole creer que no lo iba a arrojar al agua, pero sus planes terminaron siendo: empujarlo, Eos cayo al agua, pero por suerte termino dentro de una burbuja de aire que las olas arrastraron mar adentro.
—¡¡Le voy a decir a mis papás!! —grito Eos, golpeando la burbuja sin conseguir romperla.
Scarlet se reía, mirando en donde habían acabado aquellos dos, lloriqueando y quejándose. —Ja, eso les pasa por bobos.
—Nee Princesita, ¿no vas a entrar también al agua? —pregunto Floyd, con una voz dulce hacía su pequeña.
Scarlet asintió. —¡Si, quiero nadar!
***
La noche había caído sobre el campus y el dormitorio Scarabia hervía en tensión. Kalim, con los ojos vidriosos y la respiración agitada, recorría los pasillos con desesperación, su voz quebrándose cada vez que llamaba el nombre de su hija. Todo su dormitorio se había movilizado, incluso otros estudiantes se habían unido a ayudar a buscar a la niña que había desaparecido después de que Floyd... se le olvidara cerrar la puerta de la guardería, y como no había cámaras en aquella zona, no se sabía quien o hacía donde la pequeña se había ido o si alguien se la había llevado.
—¡Zuri! ¡Zuri, por favor, responde! —gritaba, la voz rota por la angustia.
Jamil, que intentaba mantener la compostura, se acercó y le puso una mano en el hombro a Kalim, buscando mantenerlo en pie.
—Los otros tres ya fueron localizados —informó en voz baja—. Floyd los tenía con él. Están a salvo. Riddle ya lo esta regañando.
Kalim alzó la mirada, esperanzado por un instante. —¿Zuri estaba con ellos?
—No... Aún no la encontramos. He preguntado por todo el campus. Nadie la ha visto.
El corazón de Kalim se rompió. Dejó caer las rodillas al suelo, cubriéndose el rostro con las manos. —No... no puede ser... —sollozó— ¿Y si le pasó algo? ¿Y si se perdió de verdad? Jamil, ¿y si no la vuelvo a ver nunca?
—No digas eso —replicó Jamil, arrodillándose a su lado—. La encontraremos. Zuri es lista... Pero entiendo que estés asustado.
***
¿Y donde estaba la pequeña albina? En el salón común de Onboro. Zuri se encontraba sentada entre Yuu y Grimm, rodeada de muñecas y animalitos de peluche que había traído en las varias vueltas que había dado en Scarabia sin haber sido vista por nadie, algunos de los muchos regalos que Kalim le había dado. Reía bajito mientras peinaba a una de sus muñecas, completamente ajena al revuelo que había causado. Porque nadie se había tomado la molestia de ir a Onboro a verificar si la niña estaba ahí o no.
—También tengo un tigre, un pavo real, un mono... —relataba la pequeña.
Yuu, que intentaba mantener la cordura, casi se atraganta con el té que tenía en mano. Aun no terminaba de aceptar la noticia, tenía una hija... una hija con el Sol de Scarabia, Kalim Al-Asim, y la pequeña había ido a buscarle porque le extrañaba mucho.
Grimm soltó una carcajada. —¡Esto es increíble! Y no parece mala idea... ¡Viviré como rey ahora que serás esposo de Kalim!
Zuri abrazó su peluche de tigre con fuerza. —Tío Grimm vive con nosotros, se pelea mucho con Copito —refiriéndose a su tigre—. Tío Grimm suele cuidarme con mis hermanos.
—¿Cuántos hermanos tienes tú exactamente? —pregunto Yuu, temiendo la respuesta.
—Conmigo... ¡somos ocho! —respondió Zuri con una sonrisa orgullosa.
Yuu palideció. —... Ocho... ¿Ocho niños?
Grimm rodó por el suelo, riendo como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo— ¡Ja! ¡Vas a estar ocupado, Yuu! ¡Más te vale darme pastel cada vez que te ayude a cuidarlos o no cuentes conmigo!
Zuri miró su peluche, se notaba decaída. —Mamá... ¿Cuándo vamos a regresar a casa? Jamil-san... ¿Cuándo volvió a hablar con papá?
Yuu se mostró confundido. —¿De que hablas? Ellos son muy unidos aunque Jamil es muy mandón y dice que no son amigos.
Zuri negó con la cabeza. —No, ellos no se hablan... Jamil-san... él se había ido al mar, eso dijo papá —explico la pequeña—. Nana Najma también lo ha dicho, ¿por qué ellos no se quieren?
—Bueno... no lo sé —mintió, atrayendo a la pequeña hacía él—. No siempre todos pueden ser amigos o serlo por siempre.
La puerta del dormitorio se abrió de golpe, la voz de Kalim se filtró con enorme desesperación llamando nuevamente a su pequeña hija, sin importarle haber asustado a Yuu y Grimm, que pensaron que estaban siendo invadidos... nuevamente.
Kalim no lo pensó, y se lanzó a abrazar a Yuu y a Zuri a la vez, con lagrimas de alivió en su rostro al ver que si, los fantasmas no le habían mentido y la pequeña estaba en Onboro, sana y salva.
—Zurii~ aaah —lloraba Kalim, abrazando más que a nada a Yuu—. No vuelvas hacer eso, no sabes lo angustiado que me tenías.
Yuu se avergonzó, no sabía que palabras tenía que decir o si debía molestarse porque no le habían informado de que había llegado su hija, al menos una de sus hijas, del futuro sin una razón aparente.
***
Cuando las cosas se tranquilizaron, Kalim se quedo en Onboro, mirando a Zuri dormir en la cama abrazando a Grimm, que se había vuelto en contra de su voluntad un oso de peluche, pero la pequeña le gustaba dormir con él, incluso oliendo a atún de aceite barato.
—Kalim ya no llores —susurró Yuu, usando un pañuelo para limpiarle el rostro—. Ella ya esta durmiendo, esta bien. Cuando me encontró no me separe para nada de nuestra hija.
Kalim seguía llorando. —Estaba preocupado, ¿qué tal si la secuestraban?
—Yo la iría a rescatar —prometió, tomando las manos del peliblanco— ¿Crees que no podría? Me he enfrentado a 7 overblot... unos con ayuda, pero he podido con lo que Crowley no puede.
—Aun así, ¿y si tú te lastimas? —preguntó, mirando como sus manos estaban entrelazadas.
—Bueno, te vas a asegurar que tenga la mejor asistencia medica ¿no? —bromeo, sonriendo para intentar tranquilizar a Kalim.
Kalim le soltó de las manos y se lanzó a abrazarle, aun con algunas lagrimas de preocupación cayendo por su rostro, aunque su corazón estaba por fin en calma. Su hija estaba con Yuu, y el camarón no parecía estar para nada molesto con que ellos dos al final quedarían juntos, haciéndose la promesa de que buscaría el modo posible para que Yuu fuera feliz en Twisted Wonderland.
Chapter 10: Interferencia
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El anuncio llegó esa mañana: todos los involucrados con los niños debían reunirse en Ignihyde. Según Ortho y Shamato, finalmente habían hallado una posible manera de devolverlos a su tiempo. La noticia llenó de ansiedad y esperanza los pasillos del campus. Aunque algunos aun no querían despedirse de aquellos pequeños, pero como posiblemente era una visita como con los Tsum Tsum, debían entender que los niños debían volver, porque no solo estaban lejos de sus tiempos de origen sino, que muy posiblemente sus versiones adultas estarían llenas de preocupación por no dar con el paradero de sus pequeños.
Silver, sin embargo, no pudo asistir, como algunos estudiantes más. Tenía que presentar su proyecto de investigación y no podía postergar la clase. Así que Sebek, decidido, tomó la responsabilidad de llevar a Stephan a Ignihyde por su cuenta. Solo para informarse, ya que en el mensaje, Ortho especifico que solamente tendían la teoría y apenas iban a realizar las pruebas de ensayo para ver si estaban en lo correcto.
El niño caminaba a su lado en silencio con el mismo porte que Silver, pero mucho más retraído. Sostenía con fuerza contra su pecho un peluche de ardilla confeccionado con retazos de tela de distintos colores, algo deshilachado en una oreja. Había sido de Sebek de su pequeño viaje y participación cuando acompaño a Epel a su pueblo, y se lo habían dado a Stephan para que le hiciera compañía en las noches, solo que el niño termino muy aferrado a ese peluche.
Al entrar al elevador del dormitorio, Stephan se apartó de Sebek con cuidado, colocándose en la esquina opuesta del ascensor. No levantaba la vista, y cada movimiento parecía evitar cualquier roce con su padre.
Sebek lo observó con el ceño levemente fruncido, recordando la última vez que habían interactuado... y cómo, en su frustración, le había gritado, sintió el peso de la culpa en el pecho porque le había gritado a un niño, a su propio hijo que solamente estaba siendo... el mismo.
—¿Hasta cuándo vas a seguir enojado conmigo? —preguntó, tratando de sonar firme pero sin dureza.
Stephan no respondió. Solo abrazó con más fuerza su peluche.
—Ignorar a tu padre cuando te habla es de muy mala educación —añadió Sebek con ese tono que usaba cuando reprendía a los de primero.
El silenció siguió. Y luego, apenas audible, como un susurro tembloroso, Stephan se animo a hablar, más que nada porque no quería que Sebek le volviera a gritar.
—Tú eres el que está enojado conmigo...
—¡¿Qué?! ¡No estoy enojado contigo! —exclamó, alzando la voz sin querer.
En ese momento, el elevador tembló ligeramente. Un rechinido mecánico vibró por las paredes y de pronto todo se detuvo con un golpe, las luces se encendieron y apagaron y el motor dejó de zumbar. De nuevo el elevador estaba presentando fallos, gracias a que Idia no había dejado que Ortho terminara de dar el mantenimiento por ponerlo a cuidar a Edén.
—¡Tsk! —Sebek apretó el botón de ayuda varias veces— ¡¿Qué clase de seguridad tienen en esta torre?! ¡Responda alguien!
La falta de respuesta solo alimentó su frustración. Golpeó el panel una vez, luego otra. Maldijo en voz baja. En la esquina, Stephan se hizo pequeño, retrocediendo con su peluche hasta acurrucarse en el rincón. Sus ojos estaban bien abiertos, llenos de miedo. Se mordía el labio porque le daban mucho miedo los lugares cerrados y oscuros.
—Stephan... —Sebek bajó un poco la voz, notando su reacción—. No te asustes, esto es solo un malfuncionamiento menor...
Pero Stephan no reaccionó.
—Stephan —llamó de nuevo, intentando sonar más cercano.
Y entonces, el pequeño estalló. —¡Tú nunca me has querido!
Su voz resonó como un trueno en el espacio cerrado. Sebek se quedó congelado.
—T-tú... —intentó decir algo, pero Stephan continuó.
—¡Siempre me gritas! ¡No me tratas como a tu hijo! —gritó entre lágrimas— ¡Me tratas igual que a los soldados de tu batallón!
Sebek abrió la boca. Cerró los ojos. Algo en su interior se quebró.
—¿Voy... voy a ser General? —murmuró, sorprendido de lo que acababa de escuchar.
Pero al mirar las lágrimas rodando por las mejillas de su hijo, esa curiosidad se desvaneció. Lo único que pudo sentir fue un dolor profundo y una vergüenza.
—... Oh, Stephan... —susurró, cayendo de rodillas frente a él. Abrió los brazos con cuidado—. Ven aquí, por favor.
Stephan no se movió. Su pecho subía y bajaba con rapidez, luchando por calmar su llanto.
—Tienes razón —dijo Sebek, y esta vez su voz tembló—. He sido horrible contigo. No sé cómo... cómo fui capaz de tratarte así en el futuro. No sé nada de lo que está por venir, pero si eso es lo que ves en mí... si ese soy yo... entonces no merezco que me llames padre.
El silencio lo envolvió unos segundos.
—Pero intentaré recordarlo. Intentaré no ser así. Haré lo que sea para que seas feliz, Stephan. Te lo prometo. Te juro que intentaré cambiar... por ti.
Lentamente, Stephan alzó la mirada. Sebek mantenía los brazos abiertos, su postura humilde, sin rastro de orgullo ni dureza. Finalmente, con pasos cortos, el niño se acercó. Cuando cayó en sus brazos, Sebek lo abrazó con fuerza.
—Perdóname, no era mi intención gritarte ese día —murmuró—. Solo estaba muy preocupado cuando no te vi. Si te hubiera pasado algo, no me lo hubiera perdonado.
Stephan hundió la cara en su pecho, aún sollozando bajito. Pero esta vez, no lo apartó.
—Perdón, papá.
—No pasa nada, solo no pienses que te odio.
***
La mayoría ya se encontraba reunida en una de las salas de reunión, expectante ante lo que Shamato y Ortho habían preparado.
—¿Qué es lo que han descubierto? —preguntó Vil, acariciando la espalda de Caspian que dormía contra su hombro.
Shamato, con una tableta holográfica en mano, asintió antes de hablar. —Después de una larga consulta con mi don y fragmentos de recuerdos... hemos descubierto quién trajo a los niños a este tiempo.
Fue Ortho quien añadió con naturalidad. —Fue Ron.
La confusión se extendió como un eco, no había ni un solo niño que llevara aquel nombre y los niños no habían hecho nunca mención de él, como paso con Meret y Mey que habían terminado con Rollo al llegar.
Riddle frunció el ceño, confundido. —¿Ron? ¿Quién es Ron?
—El huevo —respondió Shamato.
—¿El... huevo? —repitieron varios a coro, entre ellos un estupefacto Floyd.
Vil arqueó una ceja, incrédulo. —¿Cómo puede un huevo causar una distorsión temporal?
—Todos los niños parecen tener entre seis y nueve años —comenzó a explicar Shamato—, pero en realidad, todos vienen del mismo año. Nacieron con ligeras diferencias en cuanto a años, a excepción de dos. Fue Evangeline quien nos dio la pista.
Rook inclinó la cabeza con interés. —¿Y cómo fue que esa pequeña iluminó el misterio?
—Ella tiene una diferencia de entre 17 y 20 años con varios de los otros niños —respondió Ortho—. Y fue la única que nos conto que sus hermanos suelen llevarla al Festival del Conejo Blanco. A partir de ahí comenzamos a investigar.
Shamato retomó la palabra. —Llegamos a la conclusión de que Ron y Evangeline son los más pequeños. Al no convivir tanto con los demás por la evidente diferencia de edad, Ron desarrolló el deseo de haber eclosionado antes y crecer con todos.
Lilia se adelantó ligeramente. —Entonces... si esa era su intención, ¿por qué no los volvió niños en su propia época? ¿Por qué enviarlos al pasado?
—Ese era el plan —explicó Shamato con serenidad—, pero al ser todavía un niño, su magia se descontroló. El hechizo salió mal. En lugar de hacer que todos retrocedieran a sus edades más tiernas en el presente, los envió físicamente al pasado... y a él lo encerró dentro del huevo. Varios de los niños tienen recuerdos fracturados por esa misma razón.
Trey, con expresión pensativa, intervino. —¿Con esa información... se puede hacer algo para devolverlos?
Shamato asintió. —Sí. Pero necesitamos que Ron eclosione.
—¿Por qué tiene que salir del huevo? —pregunto Kalim.
—Intentamos deshacer el hechizo, pero la magia fue absorbida. —Ortho respondió con tono técnico—. Al rastrear a dónde fue, descubrimos que toda fue canalizada directamente hacia el huevo.
Lilia cruzó los brazos, frunciendo el ceño con preocupación. —Los huevos de dragón necesitan magia para eclosionar. —revelo, recordando lo que paso con Malleus—. Es probable que Ron esté consciente dentro del huevo, absorbiendo magia del entorno para poder salir.
—Eso creemos —confirmó Ortho—. Mientras no eclosione, no hay forma de devolver a los niños a su tiempo. Ni sus cuerpos, ni sus recuerdos estarán completos hasta que eso suceda.
—¿Cuánto tardó en eclosionar el huevo del principe en el futuro? —pregunto Sebek.
—Diecisiete años. —respondió Shamato, ensalivando sus labios—. La mayoría de la magia fue dirigida a Mey... Luego, Meret recibió lo suficiente para nacer unos años después. Ron fue el último... tuvo que esperar.
Riddle apretó los puños. —Entonces lo único que necesita es magia. Lilia, hazle saber eso a Malleus. Debe ser consciente de lo que su descuido como padre causó. Es su hijo... y lo dejó esperando diecisiete años para nacer.
—Se lo haré saber —dijo Lilia, sabiendo que disfrutaría mucho con la manera en que tendría que hacerse.
***
Tras la reunión. Eos se había tropezado jugando y tenía un pequeño raspón en la pierna de su cuerpo metálico. Nada grave, pero su carita se veía afligida, más por vergüenza que por dolor, porque el raspón se veía y como su cuerpo no era como el de los humanos, sabía que tendría esa marca a no ser que remplazara la superficie o toda la pieza completa, que consistía en su articulación de bola, una pieza difícil de imprimir y que encajara bien. Ortho se inclinó a su lado con ternura, sacando una calcomanía adhesivas: una pequeña estrella de colores pastel.
—Vamos a ver... —dijo mientras la colocaba con cuidado sobre el raspón—. Listo, no hay nada grave, y mira... tienes una nueva decoración, como un lunar.
Eos se secó la cara con la manga de su camiseta y bajó la mirada. —Lo siento... no quería dañar mi gear —murmuró.
Ortho le revolvió suavemente el cabello. —No tienes que disculparte por eso, Eos. Estabas jugando. Solo debes disculparte si haces algo que realmente nos preocupe mucho... o si lastimas a alguien. Pero esto no fue nada malo, ¿sí? Fue un accidente.
Eos asintió con timidez. —Está bien. Tendré más cuidado.
Ortho coloco otra calcomanía más, una de un caramelo azul en la mejilla de su hijo mayor.
—Mientras no pierdas piezas, ¡juega tanto como quieras! —respondió Ortho con una pequeña sonrisa—. Y a la siguiente que Floyd te arroje al agua... electrocútalo, por algo te dimos un desfibrilador.
El niño sonrió, una apenas perceptible y tierna sonrisa. Si había acusado a Floyd de sus malos tratos, que lo uso como pelota junto con Scarlet y que no lo había sacado de la burbuja hasta que una de sus partes mecánicas se había zafado por accidente.
—Esta bien... Gracias, papá.
—De nada, ahora ve a colorear un rato con tu hermano, ya casi es hora de dormir.
Eos asintió y volvió corriendo hacia Astreus, que lo esperaba con una caja de crayones abierta y una hoja medio coloreada en tonos chillones. Eos se dejó caer a su lado y retomó su dibujo como si nada hubiera pasado.
Shamato se acercó entonces, con dos vasos de leche en las manos. Le tendió uno a Ortho mientras observaba a los niños.
—Ese tiene anticongelante —le avisó, ya que Eos era de cuidados especiales por tener un gear avanzado—. No te acostumbres... o vas a estar impaciente cuando Eos este en fase de desarrollo —bromeó con una sonrisa suave, aunque en su tono había algo de ternura real.
Ortho tomó el vaso y miró a Eos, luego a Astreus, que estaba intentando colorear un pato de color morado con rayas verdes.
—Es imposible no encariñarse con ellos —respondió, mirando el vaso de leche—. Son niños muy felices. Muy... energéticos. Y, no sé, me siento orgulloso de que, a pesar de que Evangeline es mucho más pequeña que ellos, sus hermanos la integren como si siempre hubiera estado con ellos. La cuidan, la incluyen... Es lindo.
Shamato soltó un suspiro largo. —Todo tiene su tiempo... Lo que hizo Ron, también lo hizo por ella —dijo en voz baja—. Esta es la única forma de ver a nuestros tres hijos conviviendo como niños, juntos... al mismo tiempo.
Ortho no respondió, pero su mirada se quedó fija en la escena frente a ellos, aunque Evangeline se había quedado dormida, estando ahí, a unos cuantos pasos de sus hermanos, envuelta en una pequeña manta y acompañada por la muñeca de trapo de Shamato. El castaño se acercó a los pequeños y les dio a cada uno su vaso de leche, recordándole a Astreus que no podía beber del vaso de su hermano mayor.
—¿A que sabe el anticongelante? —pregunto Astreus, mirando su propio vaso de leche.
—A C2H602 —respondió Eos, con un tono monótono, casi mecanizado mientras bebía.
Astreus hizo un gesto de desagrado que era por su confusión al no entender el raro hablar de su hermano mayor.
—¿Qué es eso? —volvió a preguntar.
—Etilenglicol, un compuesto soluble en agua y de sabor dulce —volvió a responder Eos.
—Pero tú no lo debes beber Astreus —advirtió Shamato—. Tu hermano lo necesita ya que su cuerpo almacena líquidos especiales y no regula muy bien la temperatura.
—¿Y Evangeline también lo tiene que beber?
—No, mi estrellita —respondió, acariciándole la mejilla—. Lo que pasa es que tu hermano tiene un cuerpo especial, él necesita cuidados constantes, pero puede hacer casi las mismas cosas que tú y tú hermana, ¿me entiendes?
Ortho decidió entrar en la conversación, aun muy impresionado por el avance en la tecnología que Idia había desarrollado y no terminaba de descubrir. Con los pequeños márgenes de error en su diseño, debido a que había detectado que las articulaciones de las manos eran tan frágiles que se desprendía regularmente, pero Eos parecía tan acostumbrado que simplemente tomaba su mano y la volvía a meter en la articulación, y sus hermanos tenían mucho cuidado de no jalarle de las manos por ese mismo detalle. Incluso cuando Astreus y Evangeline se peleaban por la atención de su hermano, lo sujetaban de cada brazo y hacían una especie de tira y afloja, llamando a Eos "Nii-chan" y quejándose por "preferir jugar con el otro".
Ortho se puso de pie y fue hacía Evangeline, tomándola en brazos y cargándola para acomodarla delicadamente contra su pecho, cuidando que no fuera a quemarse con la llama que salía de su pecho.
—Voy a llevar a Evangeline a acostar —dijo, acomodando los mechones castaño que cubrían el rostro de la pequeña— ¿Astreus, aun no tienes sueño?
—¡No, yo seguiré despierto!
Y después de unos 15 minutos, Astreus también estaba siendo llevado en brazos de Ortho para ir a la cama, con su pequeño puño apretando algo inexistente y ando pequeño suspiros. Al dejarlo en la cama, solo faltaba Eos, pero él dormía al suspender su actividad y fuera conectado a la electricidad cuando su batería bajara al 20%, hasta entonces, al pequeño pelifuego pasaba el rato con Shamato, leyendo, algo que parecía gustarle mucho a pesar de tener un libre uso de internet aunque a veces leía sin verificar la fuentes.
Al dejar a Astreus en la cama, se quedo un rato con ellos, casi como si les cuidara el sueño, pero en realidad quería pasar lo más posible de tiempo con ellos ya que el tiempo de convivencia estaba pro concluir, y le gustaba muchos que aquellos dos parecieran pequeñas copias del castaño, aunque uno no tenía los iris rojos y los problemas de visión.
—Descansen.
Chapter 11: Feliz regreso
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La luz tenue del salón principal de Diasomnia se filtraba por las vidrieras verdes, tiñendo el suelo de reflejos esmeralda. El ambiente estaba silencioso, roto solo por el crepitar del fuego en la chimenea y el suave murmullo de los presentes.
Rollo permanecía de pie, con las manos entrelazadas frente a sí, observando el gran huevo situado sobre un pedestal cubierto de mantas y almohadas para que estuviera cómodo y protegido en caso de que se le ocurriera moverse, o que por accidente terminara cayendo. Había escuchado toda la historia... y aún así, no sabía cómo actuar. Como era humano, no estaba lo suficiente convencido de que él, lejos del clan de la noche, pudiera hacer algo para que el huevo eclosionara.
—No sé... —murmuró, rompiendo finalmente el silencio—. No sé cómo darle magia para que eclosione. Y aunque lo haga... ¿realmente servirá de algo ahora?
Malleus, erguido junto al pedestal, giró lentamente la cabeza hacia él. Su mirada era calmada, pero en el fondo se percibía un peso de culpa. Tres huevos habían nacido y solamente dos eclosionaron con ligera diferencia de años, no quería imaginar lo solo y puesto aun lado que Ron debería sentirse, que mientras sus hermanos estaban en asuntos oficiales, él se quedaba solo en el castillo, teniendo ocasionalmente visitas, y al parecer una única amiga, Evangeline.
—Lo único que sabemos —respondió con voz grave—, es que los huevos de dragón necesitan magia para nacer. No importa de quién provenga... Pero si en el futuro tardó diecisiete años, no puedo asegurarte que vaya a ser algo rápido.
—¿Y si... intentamos un encantamiento conjunto? —propuso Silver, con un libro de magia a a mano—. Si la magia está siendo absorbida por el huevo, entonces toda la que enviemos debería ir directamente a él. Podría ayudar a acelerar el proceso.
Malleus lo miró en silencio unos segundos, evaluando la idea. Finalmente, negó con suavidad.
—Podría funcionar... pero no quiero poner a nadie en riesgo. No conocemos los límites de esa absorción.
En ese momento, Lilia, que sostenía a Mey subida sobre sus hombros, se adelantó con una sonrisa traviesa que no ocultaba su interés real en la conversación.
—Tal vez... no necesitemos a todos. —se inclino hacía atrás, causándole una sonrisita a Mey—. Si rompemos los encantamientos que cubren a Mey y a Meret... ambos son príncipes con una reserva mágica considerable. Dos dragones más podrían marcar la diferencia.
—Eso podría servir... —dijo Rollo, pensativo—. Con dos dragones adicionales, la energía debería ser más que suficiente para ayudarlo a eclosionar.
Malleus fue a tomar el huevo, se sentía caliente y con presencia magia, disipando sus dudas de si Ron estaba consiente o no dentro del huevo. Ahí estaba, buscando magia para poder salir de su espacio claustrofóbico.
***
Las medidas de seguridad en Diasomnia se colocaron, ningún residente debía acercarse a las torres o balcones, por lo menos hasta que se dictara que ya era seguro, y por si a caso, solo la planta baja era el único sitio seguro.
Los dos pequeños dragones fueron cuidadosamente depositados en el suelo, fuera del dormitorio, el único espacio abierto con el que se contaba, mientras Rollo abrazaba el huevo con mucho cuidado, observando a los dos pequeños dragones, no quería admitir que eran lindos con su cabello negro y enormes ojos verdes, y al mirar al huevo, quería imaginar que también tenía esa apariencia o por lo menos... que tuviera algo más de él, una cabellera blanca que lo hiciera diferenciarse de sus hermanos, a los que ya quería reprender por ser tan desconsiderados con su hermano menor, porque después de todo, la culpa la habían tenido aquellos dos, a percepción de Rollo.
—Quédense quietos —dijo Malleus, estirando su mano hacía aquellos dos dragones.
En cuanto la magia de Malleus se manifestó, los pequeños comenzaron a flotar entre pequeños brillos, pero rápidamente aquella magia fue absorbida por el huevo, que brillo y mostro en su interior la silueta de un pequeño dragón dormido. También Rollo pudo sentir como su magia estaba siendo absorbida, y abrazo el huevo, con miedo y ligeramente temblando.
Cuando los pequeños volvieron a bajar al suelo, era evidente que el hechizo no había servido para nada, seguían con sus tiernas edades.
—Tal parece que si tendremos que hacer el hechizo en conjunto —dijo Malleus, mirando como Mey y Meret gateaban y se ponían de pie—. No veo cambios.
—Informare al resto de dormitorios —dijo Lilia, una sonrisa enternecida—. Estare en Ignihyde, probablemente ahí se vaya a necesitar ayuda.
***
Las mismas medidas se llevaron a cabo con el resto de dormitorios, que aunque no lo hicieron a la par, la magia estaba siendo filtrada por el huevo que Rollo no dejaba de sostener. En Hearslabyl, el jardín del laberinto tuvo un remolino de pétalos y hojas sobre Achel, Claris, Scarlet y Beryl. El huevo obtuvo una pequeña grieta y la apariencia de aquellos niños regreso. La princesita roja tenía una estatura superior a la de Riddle, pero seguía siendo bastante bajita a lado de Beryl, de quien los estudiantes comenzaron a cuestionar si no se trataba de una copia por el enorme parecido con Trey.
—Oh por... —Jade parecía el más conmovido, yendo a abrazar a su hijo—. Mi pequeño musguito, eres tan alto como papá, y por suerte no eres miope.
Scarlet se tomo de la cabeza. —Esto no es... la fiesta de té.
—¿Cómo llegamos a Heartslabyul? —pregunto Beryl, y al ver a sus padres y tíos, entro en pánico— ¡Estan super jóvenes! ¡¿Esto hizo el berrinche de Ron?!
—¡Les dije que no lo hicieran llorar! —grito Archel, tomando a su hermana y zarandeándola.
—¿Yo si le estaba prestando atención! —respondió, también zarandeando a su hermano de la ropa, hasta que los dos se dieron un cabezazo de frente.
—Oigan, tranquilos —dijo Cater, viendo que sus genes no estaban en ninguno de esos dos felinos—. Nosotros estamos bien, pero ustedes...
—Fueron los afectados —respondió Riddle.
—¿Por qué no nos sentamos un momento y lo hablamos? —pregunto Trey, incomodo porque Jade no soltaba a Beryl.
***
En Scarabia, el resultado fue similar. Un remolino de arena rodeo a Zuri cuando Kalim utilizo su magia. La pequeña se transformo, mostrando que era una de las más grandes en edad, entre el resto de niños.
—¿Dónde estoy? —pregunto, al no reconocer el lugar.
—¡¡Zuri!! —Kalim se lanzo a abrazarla.
La joven mujer al verlo, creyó que se trataba de uno de sus hermanos, pero al ver ahí a Camarón y a Jamil, en especial a Jamil... supo de inmediato que no estaba en casa, mucho menos en el cumpleaños de Ron a la que había sido invitada con su familia.
***
En Pomefiore, cuando el hechizo se rompió, Caspian no le dio el más mínimo interés en saber lo que había pasado, sus recuerdos estaban mejor que el del resto, y como ex-líder de Pomefiore, sabía exactamente en donde esta, deduciendo que "el lagarto llorón" lo había mandado al pasado por no querer jugar con él.
—Por sus expresiones, supondré que no fui el único enviado al pasado —dijo Caspian, bostezando—. Y la alfombra esta llena de polvo.
Vil se arrodillo, tomando el rostro de Caspian para limpiarlo con un pañuelo húmedo. —No te muevas, tienes tierra en la cara.
—¡Son mis pecas!
***
En Ignihyde, hubo un ligero contratiempo, Edén y Astreus habían regresado a la normalidad, y juntos se pudieron a intentar restablecer los datos de Eos. Idia por curiosidad miraba la gran destreza de su hijo al poder acceder a seguridad con reconocimiento de voz, pero al mismo tiempo estaba algo molesto porque seguramente usaba eso para actividades peligrosas.
—No creo que... —Idia intento meter su mano, y Edén le dio un manotazo.
—¡¿Quién es el experto?! ¡¿tú o yo?! —cuestiono el enano, retomando la modificación del código.
Astreus estaba a lado, con su propia pantalla accediendo a los código encriptados. —Por suerte esto ya había pasado antes, —relato—. Solo toma 5 minutos que su IA restablezca conexión.
Las pantallas virtuales de ambos primos se cerraron a la par que Eos volvía a abrir los ojos y la llama en su pecho comenzaba a brillar al igual que su cabello.
—Datos restablecidos —su voz fue monótona—. Hola, soy Eos Shroud.
Astreus le dio un golpe en la frente, como si eso ayudara a restablecer su memoria. —Así se acortan los 15 minutos que le toma reaccionar.
—¡Auch! —Eos se tomo de la frente— ¿Qué demonios paso?
—¡¡No digas esas palabras frente a Evangeline!! —gritaron los primos a la par.
Ortho se rio. —Eos, cuida tu vocabulario frente a tu hermana, aunque muy seguro aprendiste eso de tu tío Idia.
—¿Porque demonios me metes a mi? —cuestiono Idia, notando que también había dicho la palabra, poniéndose rojo de vergüenza— ¡Eso lo pudo aprender de cualquiera!
—Por suerte, nuestro pequeño vampiro no salió con tu horrible vocabulario —bromeo Lilia.
***
El último de los contra hechizos fue en Diasomnia, esta vez con Sebek y Silver participando. Las grietas en el huevo eran cada ve más numerosas y aquel último hechizo consiguió que Ron pudiera liberarse del cascaron. En los brazos de Rollo estaba un pequeño de cabello blanco, no era un bebé, pero sintió como había crecido poco a poco hasta tener aquella apariencia de ocho años.
Stephan fue el primero en recuperar su apariencia, teniendo una larga cabellera rubia con cabello lacio; Meret fue el siguiente, retrayendo sus alas al momento de haber de haber tocado el suelo, después Mei hizo algo similar, aunque su rostro mostraba su indignación por no haber podido contraatacar el hechizo de su hermano menor.
—Esto es indignante —Mei apretó sus manos sobre sus brazos cruzados—. Ron, esta es la última vez que tus caprichos...
Malleus interrumpió. —¿Vas a castigarlo? ¿a tu propio hermano, que solo buscaba pasar tiempo con ustedes?
Meret se tomo de la barbilla. —Bueno, para eso hicimos la fiesta de cumpleaños —suspiro, ladeando la cabeza aun lado—. Pero no le estábamos prestando atención.
—¡Eso sigue sin justificar que usara magia e implicara a todos! —grito Mei, trayendo consigo algunos truenos.
Ron lloriqueo, abrazándose y ocultando su rostro en el pecho de Rollo, no quería ver a sus hermanos a la cara, mucho menos cuando el mayor de los tres estaba trayendo truenos, que era lo que más le asustaba.
—¿Ya estas feliz? —cuestiono Rollo, hacía su hijo mayor—. Hiciste llorar a tu hermano, un niño, ¿qué clase de hermano eres si le gritas y no haces nada por entenderlo?
Mei se sintió regañado, más viniendo de la versión joven de su madre, y al mirar a Ron llorado, sintió culpa, porque la fiesta se supone que era un motivo de celebración y convivencia, eso lo había planteado con Meret. Que todos incluyendo familiares y amigos, estuvieran y recrearan las celebraciones de cuando eran todos unos niños, pero en su lugar... lo había dejado jugando con Evangeline, y él fue a atender otros asuntos, incluso cuando había dado su palabra de "nada de asuntos de la realeza por un día".
—Yo también cometí el error —hablo Stephan, avergonzado—. Tarde mucho preparando a los caballos y en traer el pastel.
—Stephan, no creo que eso tenga nada que ver —dijo Meret, sonriendo.
—Entonces, tal vez sea porque lo deje con Evangeline en el río cuando Edén se cayo del árbol por intentarse dormir como murciélago.
—¡No puede ser por eso! —Meret levanto la voz—. Aunque admito que también cometí errores, hacía mucho que no veía a Caspian, y sus regalos de Sunset Savana eran interesantes.
—Más bien, ya no podías esperar a besuqueártelo detrás de las cortinas.
Interrumpió otra voz, la de Astreus que iba llegando, Caspian que también estaba llegando, le tapo la boca a Astreus, jalándolo hacía él, buscando la manera de ahogarlo.
—Creo que ya estamos todos~ —dijo Claris, con voz cantarina— ¿Alguien sabe cuanto tiempo llevamos fuera? Tengo un lanzamiento de cosméticos al que participar.
—Yo tengo que alimentar a mi masa madre —hablo Beryl, preocupado—. No me preocupa tanto si mi padre la vea, pero si mi madre le da de comer... de nuevo, seguro la va echar a perder.
—Se supone que yo debería estar en una reunión de negocios —comento Zuri, maravillando más a Kalim.
—Nos iremos en cuanto Ron deje sus berrinches y se disculpe con todos nosotros —declaro Mei, aun manteniendo una expresión molesta.
—¿Vas a seguir con eso? —cuestiono Rollo, aun con el niño en brazos—. Solo escucho que todos tienen cosas que hacer, no los culpo pero... ¡¡USTEDES PAR DE DEMONIOS!! ¡¿CÓMO SE ATREVEN A IGNORAR A SU HERMANO Y HACERLO LLORAR?!
—Oh, no... ya se metieron en problemas con su madre —dijo Malleus, disfrutando del pánico en los rostros de sus hijos mayores.
—¡¡Rooonnn!! —Evangeline corrió hasta Rollo, muy animada y sin notar lo que pasaba a su alrededor— ¡Muchas gracias! Pude jugar muchísimo con mis hermanos sin que me trataran como princesa.
A Eos y Astreus les pareció aquello como un golpe en lo más bajo. Miraron a Scarlet, la causante de que ellos trataran con mayor delicadeza a su hermana, ya que la pequeña tirana no para de decir que eran unos trogloditas con la pequeña.
—¿Qué me miran a mí? —cuestiono Scarlet, llevando una mano a su pecho.
Rollo bajo con cuidado a Ron, hasta poder estar con la pequeña Evangeline, y de nuevo su mirada furtiva y al borde de incinerar a alguien, se poso sobre los dos dragones.
—¿También por eso van a castigar a su hermano? —cuestiono, ambos dragones bajaron la cabeza—. Hizo algo bueno por alguien, y... ¡¿QUIEN LES DIO LA AUTORIDAD PARA REPRENDER A SU HERMANO?!
—¡Perdón! —y más bajaron las cabezas.
Ron apretó la mano de Rollo, su rostro aun tenía una cuantas lagrimas, lo que ocasiono que Malleus no pudiera resistirse más. Tomo al pequeño en sus brazos.
—Lo siento —dijo, con su pequeña voz—. Yo solo... quería convivir más con ustedes, porque... no eclosione antes...
—No es nada... —dijo Caspian, sintiéndose más vivo—. Para ser sincero, volver a ser un niño fue increíble, hacía mucho que no dormía 17 horas consecutivas.
—Bueno, volver a tener un algoritmo fue desesperante pero... —Eos detuvo sus palabras, antes de abrazar a Edén y Astreus por detrás de los hombros—. Me divertí mucho, nunca fuimos a la misma guardería así que será una memoria que guardare preciadamente.
—¡Si! Poder ver a los Trilogistas será algo de lo que podre molestar a Lewis-san cuando lo vuelva a ver —dijo Archel, impaciente—. Nunca me lo imagine siendo tan serio y hablando como robot sobre moral.
—Sin contar que poder ver la torpeza de mis padre... —Beryl se llevó la mano al pecho, exhalando de alivió—. Me hace sentir mejor.
—O ver esa etapa de la que tanto cuentan en las noches —dijo Zuri, mirando a Jamil y a Kalim—. Aunque en el futuro ya no sea igual, ahora entiendo porque mi padre sigue recordándolo con tanto respeto... a pesar de haberse alejado.
—¿No están enojados? —pregunto Ron.
—Para nada, solo que fue una pena que no pudieras estar —comentó Edén—. Pero te prometo que en cuanto volvamos, jugaremos y te enseñare donde encontrar los gusanos más deliciosos en el Valle de las Espinas.
—Te enseñare algunos trucos para mejorar tu puntería con la magia —dijo Scarlet—. No hay nada mejor que apuntar hacía el cuello... o apretarlo.
—Tal parece que es momento de partir —dijo Riddle, mirando a su pequeña que ya había crecido—. Creo que no puedo decir que me siento orgulloso, porque... lo estare.
—Vamos Ron, yo te llevo —Meret estiro sus brazos hacía su hermano—. Y perdona, ya sabes que tengo la cabeza en otro lado, no quería hacerte sentir solo.
Ron paso de los brazos de Rollo a los de Meret, dando otra pequeña disculpa tras abrazarlo del cuello. No había palabras que pudieran acompañar debidamente la despedida, era un hasta luego. Sin embargo esos abrazos y pequeños besos no se hicieron esperar, en especial en Kalim que no paraba de elogiar que su pequeña estaba poniendo en alto el apellido Asim, y Camarón pidiéndole no meterse en asuntos que involucraran overblot's.
Rook fue el que no quería soltar a Caspian, comparándolo una y mil veces con la belleza del sol debido a su melena rubia, Vil lo felicito por el enorme cuidado que tenía con su cabello, aunque aun esas pecas le estaban molestando; y Leona... le revolvió la melena, felicitándolo por saber informarse rápido de la situación en la que había terminado.
Todos los que habían llegado del futuro se reunieron en un circulo, dando una última mirada a las versiones jóvenes de sus padres, llevando consigo a Ron y Evangeline en brazos, que eran los que se despedían moviendo sus pequeña manitas, al desaparecer... Crowley apareciendo haciendo su gran entrada dramatica.
—¡Mis estimados manzanos! me complacer decir que encontré una forma de devolver a los niños a sus tiempos.
—Muy tarde nya~ —dijo Che'nya, a los hombros de Cater—. Se acaban de despedir.
—¡¿Qué?! ¡¿Y porque nadie me aviso?!

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