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Viendo el Arco 6 en el Teatro de la Desesperación

Summary:

El elenco de "Viéndolo Morir una y otra vez" reacciona al Arco 6 de Re:Zero.
¿Qué es lo que pensará el elenco de Re:Zero al reaccionar al mejor Arco?, ¿los consumirá la desesperación? o podrán mantenerse fuertes a pesar de los horrores que sufría su querido amigo, mientras cierto Guardian trama algo entre bastidores...

Notes:

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Chapter 1: El Caballero Sin Nombre (PRÓLOGO)

Summary:

Tras la dura victoria en Priestella, la alegría en el Teatro se desvanece cuando Subaru menciona a Julius… y Emilia no lo recuerda. La revelación sacude al campamento de Anastasia: Julius ha sido borrado por Gula. El orgullo del “Mejor Caballero” se rompe, y la comparación con Subaru, quien ha logrado lo imposible pese a su maldición, lo hunde en la desesperanza.

La tensión crece en todos los bandos. El odio hacia Gula se intensifica, y cada campamento comienza a trazar planes para su caída. Mientras tanto, el Guardián anuncia un nuevo Arco, dejando claro que el sufrimiento aún no termina.

Anastasia, destrozada por la pérdida y su impotencia, encuentra fuerza en el ejemplo de Subaru. Porque si él no se rinde, ¿por qué habría de hacerlo ella?

Una nueva tormenta se avecina… y todos deberán estar listos.
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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

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Chapter Text

El Caballero Sin Nombre (PRÓLOGO)

Aunque al inicio en el Teatro reinaba la euforia y alegría por la victoria que habían tenido en contra del culto de la bruja en Priestella, a pesar de haber tenido algunas perdidas y lamentos como la muerte definitiva de "Theresia Van Astrea", la anterior Santa de la Espada.

Nada podría compararse con la gran sorpresa y desesperación que lleno al Teatro al final del Arco 5, especialmente al campamento de cierta princesa comerciante de gran codicia. Unas simples palabras bastaron para romper por completo con su espíritu, "¿Julius es amigo tuyo, Subaru?", palabras dichas por una ya muy conocida semi elfa de cabello plateado.

Estás simples palabras generaron que el corazón de la princesa comerciante y de todo su campamento diera un vuelco completo, emociones mezcladas entre la rabia, la tristeza, el deseo de venganza; fueron las que atormentaron la mente de todo el campamento de Anastasia, aunque principalmente esto afectó a cierto caballero, él llamado "Mejor Caballero", estaba completamente destrozado, culpándose constantemente por su propia debilidad, una debilidad que había estado mostrando constantemente en estas visualizaciones. Él había destrozado a golpes y humillado a un joven de cabello negro solamente por puro orgullo, había fallado en su misión de proteger a Subaru en el ataque a Betelgeuse, y ahora, había fallado en su tarea de subyugar a "Gula", fallando únicamente por haberse dejado llevar por sus emociones y por su propia debilidad. Realmente era un total fracaso como caballero y "amigo".

Julius:"Si que soy un gran idiota, ni siquiera te llegó a los talones Subaru..." Murmuró el abatido caballero.

En su mente Julius se culpaba constantemente por su incapacidad de ser de utilidad. Subaru, un adolescente, él cual no tenía poder alguno, además de su terrible maldición llamada "El Regreso de la Muerte", había logrado en poco más de una año, mucho más que el proclamado "Mejor Caballero", Subaru había liderado la subyugación de la "Ballena Blanca", había derrotado al Arzobispo de la Pereza, había subyugado al "Gran Conejo", y como si no fuera suficiente, pudo detener completamente el ataque del culto de la bruja a Priestella, derrotando al Arzobispo más fuerte, y permitiendo la captura de la Arzobispo de la Ira. Realmente Subaru no solo era merecedor del titulo de "El Héroe de Priestella", sino que también de "El Mejor Caballero".

Mientras estos pensamientos atormentaban la mente de Julius, el resto del teatro tenía una idea bastante clara, "Gula tiene que morir", fue el pensamiento que tuvieron todos al unisonó de la escena.

Ricardo apretaba sus dientes con furia solamente contenida por los 2 trillizos que se acurrucaban en su regazo. Anastasia casi vomitó de la impresión, conteniendo sus profundas emociones debido a la ayuda de Echidna.

El resto de los campamentos empezaron a formular planes para poder contrarrestar a Gula, para así poder asesinarlo de una vez por todas.

Entre está tormenta de emociones negativas, la voz de su sexy Guardian resonó por todos los rincones del teatro.

"Vaya, parece que el final de este episodio si que estuvo fuerte"

Algunos miembros del elenco apretaron los dientes con furia ante el tono divertido y desinteresado del Guardian, incluso Anastasia estuvo apunto de reclamarle por su comportamiento cuando el Guardian la interrumpió cortantemente.

"Se que están un poco cansados y con sus emociones algo fuera de control, así que les daré un pequeño descanso de 1 hora, cuando esté tiempo pase, tendrán que volver al Teatro para que reciban de parte de su amable y guapo Guardian nuevas indicaciones"

Al instante en el que él Guardian dejó de hablar la pantalla se apagó estrepitosamente, las luces del Teatro se pagaron y puertas que daban a la zona trasera del Teatro aparecieron como si fuera por arte de magia.

El ambiente de la habitación seguia siendo sombrío, el elenco estaba completamente callado, incluyendo a Priscilla, la cual se abstuvo a dar sus sarcásticos comentarios solamente por un poco de respeto hacia el caballero de cabellera púrpura.

Después de unos minutos de profundo silencio, como si de un funeral se tratara, los primeros miembros del elenco empezaron a abandonar la habitación, siendo estos el campamento de Emilia, los cuales estaban muy preocupados por el como Subaru tendría que volver a sufrir la perdida de un ser querido.
Después de ellos, el resto de campamentos también abandonaron la habitación, siendo el último campamento en abandonar la sala del Teatro, el campamento de Anastasia.

La mayoría volvió a sus respectivas habitaciones, aunque algunos miembros del elenco pasearon por los aparentemente infinitos pasillos del Teatro, intentando despejar su mente de todo lo que habían visto; puede que al menos en este Arco, Subaru no tuviera que morir muchas veces, y prácticamente casi todo había salido bien. Aunque la incertidumbre sobre el Arzobispo de la Gula no dejaba de atormentar sus ya muy cansadas mentes. Este Arzobispo era un peligro constante que podría hacer que olvidarán y tratarán tal cual a extraños a sus seres más queridos, y para rematar tenían que lidiar no solo con un Arzobispo, sino que con 3 Arzobispos igual de peligrosos, ellos si que eran un auténtico dolor de cabeza.

Los miembros que se encerraron en sus habitaciones simplemente durmieron, intentando conseguir un simple escape a la dura realidad que les iba a tocar afrontar.

En los primeros 20 minutos del descanso dado por él Guardian, algunos se mantuvieron distantes, como, Julius, Priscilla, Al y Wilhelm. Otros se consolaron en la compañía de sus seres queridos, un claro ejemplo de este comportamiento seria la obsesiva opresión que estaba recibiendo cierto joven de cabello negro por parte de algunas damiselas.

El silencio fue cortado repentinamente en la sala donde se reunía el campamento de Emilia por la suave voz de una chica Oni de cabello azul.

Rem:"Pensé que esto ya había acabado...". Susurro Rem con gran tristeza reprimida debido al sufrimiento de su héroe.

El campamento de Emilia desconcertado por sus palabras le preguntaron directamente.

Emilia:"¿A qué te refieres Rem?". Preguntó Emilia con una voz cargada de duda y algo de preocupación por lo que quisiera decir Rem.

Rem:"Por lo que dijo el Guardian al final del último capítulo, y por el como terminó dicho capítulo me hace pensar que habrá otro Arco más Emilia-sama".

El aliento de todos en la habitación se cortó por lo que implicaba el tener otro Arco más; cada Arco seguía un patrón, en todos los Arcos que habían visto por lo mínimo Subaru moría 3 veces.

Otto:"En todo caso de que en realidad haya un sexto Arco, tal vez Natsuki-san no tenga que morir tantas veces como en los primeros Arcos, ya vimos en este Arco que Natsuki-san se ha vuelto mucho más capaz que lo que era antes, por lo cual no creo que se enfrente a algo que le cause muchos problemas". Dijo Otto con esperanza en su voz, él realmente esperaba que Subaru no tuviera que sufrir más de lo que ya ha sufrido.

Frederica:"Lo que dice Otto-sama tiene sentido, Subaru-sama se ha convertido en alguien completamente capaz de sobrellevar situaciones casi imposibles de afrontar; sinceramente no creo que a Subaru-sama le toque enfrentar algo más complicado que el abatir a todos los Arzobispos del pecado al mismo tiempo". Exclamó Frederica con elegancia apoyando la idea de Otto, ella creía fervientemente que, sea lo que sea que le toque enfrentar a Subaru, él podrá superarlo, y con suerte no tenga que morir más veces.

El campamento de Emilia asintió ante la coherencia de las palabras de Frederica y Otto, ya que, realmente, ¿Subaru tendría que enfrentar una situación más difícil que el enfrentar a todos los Arzobispos del pecado ala vez en una ciudad, que prácticamente era una gigante trampa de agua?, una situación como esa sería realmente difícil de superar.

Mientras tanto el campamento de Crusch y Felt se reunieron para discutir sobre lo que habían observado.

Felt:"Necesitamos encontrar una manera de acabar con esos idiotas de Gula, y rápido". Exclamó Felt con una rabia apenas contenida en su voz.

Reinhardt se abstuvo de reclamar a su dama por su lenguaje inapropiado, debido a la importante situación a debatír.

Crusch:"Lo único que hemos visto que puede repeler la autoridad de la Gula, es que uno de los Arzobispos intente comer a alguien que este usando un nombre falso, esto generaría un gran dolor al Arzobispo, pero ya vimos en las visualizaciones que incluso cuando estaba debilitado, pudo resistir un ataque directo de esa arma". Dijo Crusch, recopilando toda la información importante que habían podido obtener a lo largo de los episodios.

Reinhardt:"Creo que lo más óptimo sería tender una trampa a Gula con alguien que este usando un alias, para después de que esté debilitado pueda darle el golpe final, y les puedo asegurar que ha diferencia de mi confrontación con "La Cazadora de Entrañas", está vez me aseguraré de que esté bien muerto". Afirmó Reinhardt con gran seguridad y una determinación que ardía claramente en sus ojos debido a su deseo de vengar a su amigo Julius por lo visto en la pantalla.

Felt asintió, orgullosa por la determinación mostrada por su caballero. "Realmente me agrada que Rein sea más expresivo ahora con lo que realmente siente; otra cosa más que le tengo que agradecer al hermano mayor". Pensó Felt.

Felix:"Aunque el plan funcione, eso solo nos aseguraría que eliminemos a una de las Gula, y con ese cebo del nombre falso ya usado, seguramente el resto de Gula se pondrán en alerta, y serán muchos más cautelosos con el uso de su autoridad nya~". Razonó Felix, ocasionando que el ánimo recién ganado de Reinhardt se desmoronara en cuestión de segundos, provocando una mirada asesina de Felt dirigida al chico Femboy.

Crusch:"Lo que dijo Félix también es un punto crucial para tratar, lo mejor seria trazar un plan que nos permita acabar con las 3 Gula de un solo ataque, de lo contrario perderemos nuestro elemento sorpresa". Apoyó Crusch a su caballero, él cual estuvo muy agradecido, ya que la mirada de Felt se había suavizado notablemente.

Felt:"Entonces como carajos se supone que debemos formular un plan tan milagroso que nos permita tal hazaña". Espeto Felt con algo de irritación en su voz debido a su falta de opciones.

Crusch:"Ese es el asunto, si no logramos formular un plan con esas características dudo mucho que podamos afrontar adecuadamente a las Gula". Dijo Crusch, flaqueando ligeramente en su respuesta, realmente la irritaba el no tener opciones para actuar.

La mente de Reinhardt hizo *Click, recordando algo crucial que habían estado ignorando por su rechazo a dicha idea, pero no se le ocurra otra cosa más que les pudiera ayudar a formular un plan efectivo.

Reinhardt:"Las visualizaciones..." Dijo Reinhardt con voz baja, pero lo suficientemente fuerte para que todos los presentes lo escucharán.

A todos se les cortó la respiración al saber lo que esto significaba, las visualizaciones habían sido un útil medio de información, pero, al gran costo de ver sufrir a Subaru, alguien a quien todos consideraban un verdadero héroe; incluso Félix pensaba esto, a pesar de su rechazo inicial al joven de cabello negro, gracias a las visualizaciones más recientes su pensamiento respecto a él, empezó a cambiar gradualmente, hasta que empezó a admirarlo, su valentía, su determinación inquebrantable, su corazón de oro, todos estos factores habían influenciado en que Félix respetará profundamente a Subaru, por lo cual la idea de verlo sufrir solamente por la idea de "obtener más información", le parecía bastante repugnante, causando que frunciera el ceño ligeramente en contra de Reinhardt por haber sugerido la idea, pero prefirió escuchar primero lo que Reinhardt tenía que decir.

Reinhardt:"Aunque parezca que sea una idea completamente repugnante, cuyo pensamiento yo comparto por igual, no creo que tengamos mejores opciones para obtener más información sobre la Gula, aunque volvamos a nuestro mundo, es muy probable que no exista ningún registro acerca de Gula, a menos de que deseemos ir a "La Atalaya de las Pleyades". Razonó Reinhardt, haciendo abuso de sus bendiciones divinas para poder decir todo lo que quería transmitir sin sentir asco en el intento.

Crusch:"Me gustaría agregar que según las últimas palabras que nos dijo el Guardian seguramente estamos obligados a ver otro Arco más, queramos o no, por lo cual, aunque me disguste la idea, lo mejor será intentar recopilar la mayor cantidad de información posible". Apoyó Crusch a Reinhardt; sea que quieran o no, igualmente se verán obligados a observar más capitulos de la horrorosa tortura que sufre constantemente su querido amigo, e incluso para otras personas en la habitación, considerado posible amante.

Felt:"¡¡Ashhh!!, Está bieeeen, si realmente no tenemos más opciones, supongo que esa estúpida pantalla de mierda será nuestra única opción". Declaró Felt conteniendo su furia por la idea de ver sufrir a su hermano mayor por un poco de información.

Reinhardt:"Felt-sama, lenguaje por favor". Reinhardt volvió a sus viejas costumbres y decidió reprender a su dama por su excesivo uso de insultos.

Felt:"¡Vé a qué te cojan Rein!". Dijo Felt, le decepcionó levemente que Reinhardt volviera a su forma anterior de ser.

El campamento de Anastasia se mantuvo en un silencio sepulcral, realmente no sabían cómo proceder ante lo que acababan de observar. Su querido amigo/caballero, Julius había sido derrotado y borrado de la existencia por Gula.

Anastasia acariciaba a los 2 trillizos que se habían quedado dormidos en su regazo debido al excesivo estrés que les había causado la visualizacion, Ricardo intentaba ordenar sus ideas, moviendo freneticamente su bestial pie de arriba a abajo.

Anastasia aunque aparentaba mantener la calma, en su interior estaba completamente destrozada, solamente mantenidose estable debido a la ayuda de Echidna, su querido espíritu en forma de bufanda de zorro ártico.

Echidna:"Ana, esto no es tu culpa, tienes que dejar de lamentarte por lo que viste en la pantalla, no sabemos que es lo que ocurrió en la batalla entre Julius y Gula para determinar si realmente podrías haber hecho algo, además, eso no ha pasado aún, puedes intentar evitarlo". Dijo Echidna con una voz suave y maternal, la cual resonaba en la mente de la abatida Anastasia.

Anastasia:"Puede que tengas razón con lo último, pero estamos contra las cuerdas, apenas y tenemos algo de información sobre la Gula, además de que cuando salgamos de este teatro nos encontramos en Priestella, lo cual nos deja con muy pocas opciones para actuar, incluso con la ayuda de Natsuki-kun la situación no creo que mejore mucho a lo que vimos en las visualizaciones". Razonó Anastasia en su mente para refutar el argumento de Echidna.

Echidna:"Pero si te derrumbas ahora no podrás hacer nada más adelante, en este justo momento tu caballero y familia te necesitan, si no actúas o intentas algo para mejorar la situación, todo por lo que has trabajado con tanto esfuerzo se derrumbara en cuestión de horas". Refutó Echidna al argumento de su autoproclamada hija, esperando que así Anastasia entre en razón y unifique a su campamento una vez más.

Anastasia:"Pero... ¿Realmente podré sobrellevar la situación después?". Transmitió Anastasia su preocupación a Echidna, con una gran melancolía, cualquiera que pudiera oír sus pensamientos, pensaría que no se parece en nada a la Anastasia Hoshin que es una princesa comerciante avariciosa, y candidata al trono de Lugunica, lo que verían sería a un simple cachorrito asustado por el futuro.

Normalmente Anastasia no caería tanto en su desesperación, ya que normalmente suele ser excelente para sobrellevar las situaciones complicadas, pero debido a las visualizaciones vistas en este Teatro, su confianza se fue deteriorando poco a poco, viendose superada totalmente por un joven de cabello negro con ojos aterradores, pero que le transmitían una extraña calidez y comodidad, pero le rompía el corazón el verlo sufrir horribles muertes una y otra vez, solo por intentar conseguir el amor de una semi elfa, extrañamente para Anastasia, desconocía totalmente el porque se sentía de esta forma al ver sufrir a Subaru, un sentimiento que no podía describir, no era un sentimiento como el que tenía por Julius, el cual era una gran amistad y confianza mutua, o el tipo de amor que sentía por los trillizos y Echidna, o por el cariño que le tenía a su padre adoptivo Ricardo, era un sentimiento verdaderamente desconocido para la princesa comerciante.

El ver sufrir a Subaru y luego ver la derrota de su caballero, destrozaron toda su muy bien construida fachada; pero dentro de ella resonaba algo constantemente, "No te rindas", está idea se le fue implantada por sus años de vagabunda en los barrios bajos de Kararagi, y reforzada al ver la determinación del chico de ojos aterradores, él cual nunca se rendía sin importar que obstáculos se le pusieran enfrente, realmente ese chico había tenido un gran impacto en ella.

Echidna:"No te preocupes, lo afrontaras como siempre lo haces y superarás este obstáculo, al fin y al cabo eres mi increíble hija "Anastasia Hoshin". Declaró Echidna con orgullo en su voz.

Anastasia:"Lo haré, si él nunca se rindió entonces yo tampoco lo haré" Declaró Anastasia con determinación en su mirada.

Echidna:"¿Él?". Preguntó Echidna juguetonamente a su hija adoptiva.

La cara de Anastasia se volvió roja al notar el error en su declaración.

Anastasia:"NO DIJE NADA". Respondió Anastasia rápidamente a Echidna.

Echidna:"jejejeje, si como si yo fuera tonta, pero al menos "él", parece ser que te dio la motivación que te faltaba, por lo que me alegro mucho". Dijo Echidna aprobando la influencia que había obtenido el chico de cabello negro en su hija.

"Atención a todos, el descanso termino, es hora de que regresen al Teatro para el anuncio que tengo que darles"

Resonó la voz del Guardian por todo el Teatro y las habitaciones.

Todo el elenco se alistó para encarar sea lo que sea, que el Guardian quisiera decirles, tomaron una gran bocanada de aire y regresaron al Teatro...

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:
Espero que les guste este prólogo, estuve escribiéndolo a las 3 am e intente respetar lo mejor posible la personalidad del elenco, pero es muy complicado el crear tantos diálogos.
Si hay fallos espero que me perdonen, es la primera vez que escribo algo con verdadera intención de que sea atractivo para la vista y lectura.
Si se preguntan que paso con Al y Priscilla, pues ambos simplemente caminaron por el Teatro XD, no se me ocurrió que colocar para esos dos, pero les aseguro que para el siguiente capítulo intentaré mejorar las interacciones.
Cualquier recomendación pueden escribirla aquí, estaré leyendo sus mensajes, MUCHAS GRACIAS!!
Autor:" Jostincolors72"
Fecha:02/05/2025.
PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 3119

Chapter 2: El Teatro Vuelve a abrir el Telón (CÁPITULO: 1)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

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Chapter Text

El Teatro Vuelve a abrir el Telón (CÁPITULO: 1)

Todo el elenco se había vuelto a reunir en el Teatro en cuestión de 5 minutos, algunos estaban mas animados, como Garfiel, él cual realmente esperaba que su Capitán no tuviera que sufrir más; Garfiel había sido convencido por las palabras de su hermana y hermano de que su Capitán va a superar cualquier obstáculo que se le presente.

Beatrice a pesar de haber estado en silencio durante todo el descanso, se sentía muy reconfortada con la idea de que su increíble contratista ya había pasado la peor parte, y que de ahora en adelante, todo será mas sencillo.

Roswaal estaba expectante por las interesantes noticias que iba a recibir del Guardian, mientras que Ram lo acompañaba a su lado con un poco de miedo apenas visible, ella  no quería ver sufrir mas a Barusu, pero según las palabras de su amo Roswaal, lo más probable es que ese "anuncio importante", del que tanto se jactaba el Guardian, sea realmente la noticia de que tendrán que ver otro Arco más de las tortuosas aventuras del joven de ojos aterradores.

Wilhelm estaba agotado mentalmente, a pesar de haber intentado despejar su mente de todo lo visto en el Teatro, él realmente no podía hacerlo, había presenciado el como su nieto, al que tanto había llamado monstruo e insultado incontables veces en el pasado, asesino sin un ápice de pena a su propia abuela. Theresia, ella era por quien Wilhelm decidió blandir su espada, con quien compartió tantos años llenos de felicidad, había sido destrozada por una pequeña niña vestida con una suave tela blanca, con moños azules en algunos sitios de su ropaje, esa simple niña había transformado a el amor de su vida en un cascaron vacío, el cual cumplía ordenes para el Culto de la Bruja en contra de su voluntad, y para rematar, su nieto le había dado un ultimátum a toda esperanza que pudiera haber albergado de intentar desesperadamente salvar a su esposa. La mente de Wilhelm estaba hecho un embrollo, toda esta situación había sido muy difícil de digerir para el legendario "Demonio de la Espada", él cual ahora se veía completamente abatido y desanimado.

Ricardo y los trillizos se animaron mucho al ver el cambio de actitud que tuvo Anastasia, volvieron a recuperar su vieja confianza y actitud cómica, si su jefa podía sobrellevar esta situación, ellos también iban a intentar hacerlo con una sonrisa.

Priscilla estaba expectante por observar como el mundo que siempre le favorecía, le brindaba un espectáculo visual igual de agradable que, el haber visto al joven de cabello negro abatir a todo el Culto de la Bruja en tan solo 3 intentos. El mundo siempre la favorecía, así que ese espectáculo de ver al joven triunfar de nuevo estaban asegurados por el propio mundo.

Al se sentía algo cansado, algunas miradas de sospecha se habían posado sobre él debido a algunos diálogos en el episodio de "Los Resultados de la Batalla por Priestella", tenia que estar mucho mas alerta para lo siguiente que seria revelado por esa infernal pantalla, realmente no quería que nadie descubriera su secreto, ni su dama, ni mucho menos el maldito Santo de la Espada.

Cuando todos los miembros del elenco se habían sentado y despejado de sus intrusivos pensamientos, la voz de cierto Alcaide de voz cómica resonó en toda la habitación.

"Parece ser que el descanso realmente les hizo bien, me alegro por ustedes" 

Crusch: "Sera mejor que se deje de juegos señor Alcaide, necesitamos saber cual será esa "noticia importante", de la que tanto nos ha hablado". Desafío Crusch con voz firme y autoritaria, dando a transmitir una idea que todos los miembros del elenco compartían.

"Vaya, si que han recuperado tanto las energías que ya hasta quieren morder la mano que les da de comer"

Ese sarcástico comentario del Guardian genero que algunos fruncieran el seño, pero se contuvieron por su propio bien, ya que no sabían de que podía ser capaz el Alcaide.

"Esta bien, esta bien; creo que ya los hice esperar demasiado, aunque creo que todos ya saben de que se trata mi pequeña noticia..."

Algunos se estremecieron ante la confirmación de sus peores miedos...

"Ustedes, mi querido elenco va a tener  que..."

La tensión en el ambiente era tan tensa que esos simples segundos parecían minutos.

"¡Ver las desaventuras de su querido compañero Natsuki Subaru en el Arco 6!"

Con estas simples palabras a todos se les apretó ligeramente el corazón, no querían ver al joven de ojos aterradores sufrir más de lo que ya sufrió, pero no desaprovecharían esta oportunidad para recabar información, y así facilitar el empinado camino que Subaru había decidido recorrer.

"No se relajen aún, eso no es todo lo que les voy a decir"

Lo dicho por el Guardian desconcertó notablemente al elenco, el cual ya se había empezado a recomponer del choque de emociones.

"Tendremos nuevos miembros para el elenco, los cuales los acompañaran para ver las tragedias que ha sufrido su héroe favorito"

"¿Nuevos miembros?" se preguntaron mentalmente todos al unisonó, desconocían a quien el Guardian podría traer para acompañarlos en las visualizaciones, aunque rápidamente una joven princesa comerciante se adelanto al resto del elenco y pregunto:

Anastasia: "Señor Guardian, ¿podemos saber a que miembros nuevos va a traer?". Pregunto Anastasia con expectativa a la respuesta del Alcaide.

"Todo a su debido tiempo pequeña zorra avariciosa, aunque puedo revelarles que 2 de los nuevos miembros que se integraran al elenco serán Meili y Hetaro"

El campamento de Anastasia, aunque al inicio se ofendieron gravemente por el comentario tan insultante del Guardian a su Dama, después se sintieron reconfortados de que el pequeño Hetaro, se le uniera para hacerles compañía, al fin y al cabo, era el único miembro de su campamento que no había sido transportado a ese infernal Teatro.

Cierta sirvienta del campamento de Emilia, que vestía su característico moño rojo, desconocía como sentirse al respecto, después del ataque de Elsa y Meili a la mansión, Petra y Meili habían estado dialogando poco a poco a lo largo del año en que la niña asesina había estado encerrada, Petra había empezado a considerarla de nuevo una amiga, pero lo visto en este Teatro le había dejado con una gran confusión, Meili, a pesar de no haber asesinado directamente a su héroe, ella le había causado mucho dolor psicológico, destrozando el autoestima de su querido Subaru, por esto no quería perdonarla, pero al tomar esta posición, ella estaría siendo muy hipócrita, ya que su propio campamente le había causado mucho mas dolor a su héroe que esa pequeña niña asesina; llegando a una conclusión, Petra decidió darle una oportunidad de redimirse, para que así, Meili le sea de ayuda a su héroe en el futuro.

"Con todo esto dicho, supongo que podemos comenzar con las visualizaciones, ya que los nuevos miembros del elenco, además de lo que ya mencione, serán traídos después del primer capitulo"

Todos asintieron ante las palabras del Alcaide y esperaron que la pantalla volviera a encenderse una vez mas.

La Pantalla se encendió y proyecto un titulo, "Arco 6: El Corredor de los Recuerdos".

Mimi:"¿El corredor de los recuerdos?, ¿y eso que puede significar jefecita?". Pregunto Mimi con una voz infantil y cargada de duda.

Otto:" Es verdad, será mejor analizar muy bien el titulo de este Arco, ya que cada Arco tiene algún tipo de pista en su titulo, y no creo que este sea la excepción" Razono Otto a todo el elenco.

Crusch:" El Corredor de los recuerdos, mmm... ¿Talvez tenga que ver con algo relacionado a la Gula?" Susurro Crusch con miedo e incertidumbre en su tono, su declaración había sido los suficientemente audible para que los miembros de su campamento y otros campamentos más cercanos a su asiento pudieran escuchar su especulación, la cual les causo escalofríos; la Gula era un problema andante, y la idea de tener que verlo tan pronto al final del anterior Arco les causo un profundo mareo a algunos miembros del elenco.

Anastasia:" Verdaderamente no se si quiero ver a esa basura tan pronto...". Dijo Anastasia con voz suave, para que solo los miembros de su campamento la escucharan, aunque esto causo que Julius se volviera a auto responsabilizar por haber perdido en contra de la Gula.

Emilia:" O talvez podría ser que el titulo nos quiera dar a entender que Subaru va a encontrar una forma de revertir el estado de bella durmiente, así devolviendo sus recuerdos a todos". Exclamo Emilia con esperanza en su voz, al fin y al cabo, su caballero había logrado hazañas mucho mas desafiantes.

Priscilla:" Sigue soñando medio demonio, no se si lo has notado, pero parece ser que el mundo esta en contra de tu pequeño caballero, por lo cual, Mi ser divino especula que ese titulo tiene que estar relacionado explícitamente con los Arzobispos de la Gula". Declaró Priscilla con confianza en su voz, además de su orgullo característico.

Lo dicho por Priscilla rompió con las esperanzas de todos de un Arco pacífico, era verdad que su mundo nunca se lo había puesto fácil al joven de cabello negro, pero aun así querían mantener la esperanza de que la balanza del destino se inclinaría almenos una vez a su favor, sin la necesidad de se brutalmente asesinado.

Rem:" Subaru-kun...". Susurro para si misma, ella realmente no quería ver sufrir mas a su querido héroe, pero si el destino le deparaba algo tan cruel a su Subaru, pues ella lo confrontaría con la frente en alto, dispuesta a salvar a su héroe al igual que él la salvo a ella de su propio autodesprecio.

Al:" Bueno creo que lo mejor será dejarnos de tanta chachara y observar la MALDITA pantalla, enserio, ¿Empezaron a crear teorías todas fumadas con solo ver el Titulo?". Declaro Al a todo el elenco, ganándose algunas mirada furiosas, aunque él pronto recibió su merecido, con un golpe estruendoso por parte de Priscilla que dejo un notable doblez en el casco de Al, este ultimo se calmo y bajo la cabeza como un cachorrito arrepentido, causando la satisfacción del resto de miembros del elenco.

La Pantalla se reanudo y comenzaron las visualizaciones.

La escena se tenia lugar en una sala de reuniones, donde estaban reunidos todos lo candidatos Reales y la mayoría de los miembros de sus respectivos campamentos.

"En primer lugar, en nombre de la ciudad de Priestella, gracias a todos por sus extraordinarios esfuerzos para proteger nuestro hogar. Las palabras no pueden expresar nuestra gratitud".

Como representante de la administración de la ciudad, Kiritaka Muse hizo una profunda reverencia.

Ante él se encontraban los candidatos reales y sus diversos seguidores que habían participado en la defensa de la ciudad. En total, había unas cincuenta personas reunidas para el informe posterior a la acción. Por supuesto, cada grupo tenía algunos asientos vacíos, al igual que Otto y Garfiel también estaban ausentes del lado de Emilia. Pero aun así, la mayoría de los implicados se habían reunido.

En medio de esa ilustre reunión, el primero en responder fue Subaru. "La gratitud es muy apreciada, pero hiciste bien en salir sano y salvo, Kiritaka. Oí que te llevaron cuando Sirius atacó la Compañía Musa..."

"Estaba decidido a morir allí yo mismo. En verdad, si el Arzobispo hubiera tenido la intención de matarme, seguramente estaría muerto desde hace mucho tiempo".

"¿Sirius no tenía intención de matarte?" Subaru no fue el único al que aquello agarro desprevenido. Casi la mitad de los presentes parecían sorprendidos. Esperando a que se calmara la oleada de murmullos, Kiritaka asintió con una mirada confusa.

"Mi vida misma es la prueba de que ella no tenía intención de matarme. Por supuesto, también ayudó la enérgica lucha de mis subordinados y los Colmillos de Hierro de Dama Anastasia, pero..."

"Pero eso no es suficiente para escapar de un Arzobispo".

"Ciertamente". Kiritaka bajó los ojos con disgusto ante la conclusión de Subaru.

Subaru podía comprender dolorosamente bien ese sentimiento de impotencia. El autorreproche era como un veneno que carcomía el corazón.

La noticia también sorprendió a los miembros del elenco, "¿Porque un Arzobispo tan desquiciado como Sirius perdonaría la vida a alguien?", pensaron con confusión. A lo largo de la visualizaciones habían presenciado con sus propios ojos lo tan desquiciado que Sirius Romanee-Conti podía ser, por lo cual no le encontraban sentido a que perdonara la vida de Kiritaka, lo único que se les ocurría es que lo necesitaban con vida par conocer la ubicación de los restos de Tifón, la Bruja del Orgullo.

Roswaal se estremecía en su asiento por la curiosidad, en verdad que su maestra le había pegado algunos malos hábitos.

"Pero, ¿por qué Sirius te dejó vivir? Si ese fuera el caso, podría simplemente no haber atacado..."

"Es porque era el último miembro del Consejo de los Diez que quedaba, ¿no?"

"¿Eh?" Liliana, que por una vez se había comportado, respondió a la pregunta de Emilia. Al darse cuenta de que había llamado la atención de la sala, Liliana agitó las manos torpemente.

"Es decir, si todos los miembros del consejo murieran, entonces nadie sabría la ubicación delos restos de la bruja, ¿verdad? Así que se lo llevaron porque no podían dejarle morir...¿verdad, Lady Priscilla?"

El elenco asintió ante la idea propuesta por la energética Liliana, al fin y al cabo no le encontraban otra razón lógica a que el Culto de la Bruja dejara con vida a Kiritaka.

"Tonta. No me metas en esto. Y no son más que suposiciones. No podría empezar a conocerlas maquinaciones de aquellos que, además de sus tendencias imbéciles, están poseídos por un frenesí tan loco."

"¡¿Eeeeeh?! ¡¿Vas a tirar la escalera abajo ahora?!"

Anastasia: "Parece ser que Priscilla-san no cambia sin importar que, realmente eres muy cruel, ¡Oh, gran todo poderosa Diosa!". Se burlo Anastasia con un tono juguetón, causando las risas de algunos miembros del elenco.

Priscilla:" La frase "Aunque el mono se vista de seda, mono se queda", te queda como anillo al dedo zorra astuta". Espeto Priscilla con desdén, causando que Anastasia frunciera ligeramente en seño con irritación al recordar su pasado como plebeya.

Priscilla se abanicaba, ignorando obviamente la mirada de Liliana mientras escrutaba la habitación con sus ojos carmesí antes de suspirar lánguidamente.

"Intentar comprender los pensamientos de esa clase es una pérdida de tiempo. Si tiene tiempo que perder en reflexiones tan sin sentido, entonces piense en un medio de extraer la respuesta de la propia Arzobispa".

"No puedo decir que no entienda de dónde viene..." Anastasia se llevó la mano a la mejilla en respuesta a la extrema opinión de Priscilla.

"...Pero si te soy sincera, estoy en contra de mantener vivo a ese arzobispo. Es una lacra... Sería mejor acabar con ella cuanto antes".

Félix:" Pero acabar con la Arzobispo nos dejaría sin opciones para poder curar a Crusch-sama". Declaro Félix en contra de lo que había declarado la Anastasia de la pantalla.

Otto:" Puede que tengas un punto, el tener a la Arzobispo podría ayudarnos a tener una cierta ventaja, pero el riesgo a correr es demasiado grande debido a su autoridad, con ella podría liberarse fácilmente de su celda y generar caos en medio de la capital". Intento razonar Otto, pero Félix seguía negándose a la idea, en todo caso de que lo ocurrido en la pantalla pasara de verdad, necesitaría a esa escoria con viada para poder obtener toda la información necesaria para salvar a su Dama.

El elenco estaba completamente dividido en opiniones sobre lo visto en la pantalla, pero a petición de Emilia, decidieron seguir observando, ya que no tenían la información adecuada para armar un debate en plena sala.

"-¡Pero entonces no nos quedará ninguna pista!"

Ferris reaccionó con vehemencia ante la propuesta de Anastasia. Era una objeción natural teniendo en cuenta su posición y los problemas que debía resolver. Crusch no estaba presente en la reunión porque aún sufría la maldición de sangre de dragón que le había infligido Lujuria. Sirius era la única pista potencial que les quedaba sobre cómo deshacer esa maldición.

"Me siento mal por la duquesa Karsten, pero no puedo imaginar ninguna razón por la que Ira supiera algo de Lujuria. Es una tontería".

"¡Eso es sólo una suposición! No actúes como si fuera un hecho".

Ferris alzó la voz al rechazar la conclusión de Anastasia. No era más que un argumento emocional de Ferris, pero Anastasia reconoció que era una proposición difícil de aceptar, así que no intentó discutirla. 

Al:" Parece ser que el gato Femboy tampoco cambia mucho del de la pantalla, al que esta aquí". Se burlo Al, generando algunas miradas de desprecio por parte del campamento de Crusch.

"¿Me permite?"

Como los ánimos seguían encrespados, Subaru levantó la mano.

"No creo que intentar aprender algo de Ira esté necesariamente condenado al fracaso. Pero también entiendo la preocupación sobre lo que podría pasar si intentamos mantenerla convida".

"¡Ahórrame el juego de equilibrios! ¡¿De qué lado estás, Subaru?!"

"No creo que esto tenga que ser un debate tan acalorado. En el peor de los casos, no me importa tomar cada pedacito del negro desastre que está hiriendo a Lady Crusch si puedo absorberlo todo".

"...Hah..."

Ferris se quedó boquiabierto ante la propuesta extrema de tratar la aflicción de Crusch que Subaru acababa de sugerir. Mientras tanto, varias otras personas también miraban a Subaru asombradas...

"Subaru". Emilia le fulminó con la mirada. "Ese es absolutamente el último recurso. Tienes que cuidarte mejor..."

"No es que quiera especialmente un tatuaje de aspecto desagradable. Pero Crusch es una dama y sabemos que al menos puedo disminuir su dolor".

Al:" Gato maullador poco mordedor...". Sin finalizar de hablar, Al recibió un fuerte golpe en el estomago por parte de su Dama, el cual le quito el aire y le dio a entender que sus chistes no eran bienvenidos en esta situación.

Crusch:" Subaru-dono..." Susurro Crusch con las mejillas enrojecidas debido al gesto que el chico de cabello negro estaba dispuesto a hacer por ella. Aunque Félix sintió un poco de celos, decidió que Subaru se merecía todo el cariño de su Dama por lo mucho que había hecho por ella, e incluso, que estaba dispuesto a hacer.

Al contrario por parte del campamento de Emilia, Subaru se gano algunas miradas preocupadas, ya sabían de antemano que el caballero de ojos aterradores tenia su autoestima por los suelo, por lo que se propusieron a hacer que se valore mucho mas y vea lo increíble que es Natsuki Subaru; siendo esta idea tomada principalmente por una Semi Elfa, y una chica oni de cabello azul.

"Lo que intento decir es que no tenemos que apresurarnos a llegar a una conclusión en un sentido u otro por Lady Crusch. Puedo entender la ansiedad, pero si se da el caso, podemos usar mi espalda o trasero o lo que sea para ayudarla. Eso es todo".

Mientras hubiera algo que pudiera hacer, Subaru no quería limitarse a sentarse y mirar. Sobre todo, respetaba a Crusch y le debía mucho. Si era posible, quería ayudarla como fuera. Si aliviar su carga significaba introducir ese extraño contagio en su propio cuerpo, entonces sería un pequeño precio a pagar.

"Ferris, siéntate. Por el momento, el señor Subaru tiene razón".

"...Lo sé... Lo sé..."

Tocando el hombro de Ferris, Wilhelm le pidió que mantuviera la calma. Ferris tenía los ojos húmedos y parecía a punto de decirle algo a Subaru, pero al final se sentó sin decir nada más

Félix se sintió profundamente avergonzado por ser tan agresivo con el chico de ojos aterradores, el cual, solo quería ayudar a su Dama, aunque sea poniendo en riesgo su propio cuerpo de forma permanente.

La idea de reforzar el autoestima de Subaru se reforzo con los últimos diálogos del mismo, "Enserio necesitan quitarle lo Emo al Bro", pensó Al para si mismo.

Crusch se sentía cada vez mas impactada por los fuertes sentimientos que le causaba escuchar que Subaru se sacrificaría de tal manera por ella; sus emociones eran una mescla de tristeza por el chico, y claro esta, un amor que se reforzaba cada vez mas por cada pequeña cosa que el chico de ojos aterradores hacia por ella.

En cualquier caso, la tensión se había relajado un poco, pero la situación en sí no había cambiado realmente.

"Sin embargo, seguimos sin tener un consenso sobre cómo debemos tratar al arzobispo, y todo gracias a que la última persona que habría esperado que capturara vivo a un cultista se pasea de vuelta con uno a cuestas".

Anastasia volvió a dirigir su mirada a Priscilla. Priscilla no le hizo caso, sacó su abanico del pecho y lo utilizó para cubrir sus labios burlones.

"¿Crees que su vida o su muerte es responsabilidad mía? No me hagas reír, zorra. Fue algún plebeyo que buscaba a la cantante quien la recuperó del cauce donde la hundí. No era asunto mío".

 "En ese caso, ¿por qué no está ya muerta?"

"Me ha malinterpretado gravemente. Yo blandí mi espada con la intención de matarla. Sin embargo, si a pesar de ello no murió, eso significa que el hecho de que no muriera por mi mano me beneficia, así que simplemente me abstuve de intentar matarla por segunda vez."

"...Haaah, eso apenas tiene un retorcido tipo de sentido".

Anastasia renunció a intentar discutir con la teoría favorita de Priscilla sobre cómo funcionaba el mundo. La lógica de Priscilla era difícil de entender para cualquier otra persona. Era dudoso que incluso los más cercanos a ella, como Al o Schult, la entendieran del todo.

Priscilla:" Es obvio que plebeyos como todos ustedes nunca entenderían el pensamiento de una Diosa como yo". Declaro Priscilla con orgullo adornado su voz.

Garfiel:" Diosa de pacotilla ha de ser...". Susurro Garfiel por su propio bien, no quería enemistarse con alguien tan intensa como Priscilla.

Anastasia:" ¿Se supone que ese argumento tiene algún ápice de lógica?, me parece que tu orgullo nubla completamente tu visión objetiva del asunto". Declaro Anastasia con desgana, se estaba empezando a cansar de discutir con Priscilla, "Seguramente ahora me va a llamar zorra ¿Cierto?", pensó para si misma.

Priscilla:" Calla zorra, una rata de alcantarilla como tu nunca entenderá a Mi ser Divino". Espeto Priscilla con rabia.

En su mente Anastasia pensó, "Lo sabia, esta tipa se esta volviendo un poco predecible con el paso del tiempo".

El resto del elenco se abstuvo a comentar algo respecto a la situación, para así no comenzar un largo debate que no desencadenaría en nada relevante.

Mientras tanto, había una diferencia de opiniones dentro de otra facción.

"Con su permiso, estoy en contra de ejecutar a Ira. Está, por supuesto, la cuestión relativa a Lady Crusch, pero esta es también una oportunidad única para el reino, una oportunidad de interrogarla y aprender más sobre el Culto de la Bruja".

"...Yo digo que la maten de una vez. Esos tipos son unos pedazos de mierda. No creo que se pueda hablar con ellos, y probablemente no se pierda nada matándolos antes de que puedan intentar algo." "Lady Felt..."

Felt:" En esto tengo razón, esos cabrones son impredecibles, y el riesgo de capturarlos podría hacer que todo se valla a la mierda". Declaro Felt con firmeza su opinión.

Al igual que su contraparte en la pantalla, Reinhardt reprendió a su Dama. 

Reinhardt:" Felt-sama, por favor controle su vocabulario". Declaro Reinhardt causando que Felt apartara la mirada con desdén.

Felt:" ¡¡Ash!!, como sea, parece que aquí hay pobres damitas que no aguantan un poco de insultos". Dijo Felt, causando que Reinhardt se ría por la actitud de su Dama, esto ultimo sorprendió a Felt, ella esperaba que Reinhardt la volviera a reprender, pero en cambio rio como un niño inocente, "Hermano mayor, si que influyes en las personas, y almenos en mi opinión, es para bien", pensó Felt.

"Seré claro, esto no es la típica discusión sólo porque no me gusta que me digas lo que tengo que hacer".

Reinhard y Felt no estaban de acuerdo en cómo manejar a Ira. Felt tendía a estar en desacuerdo con Reinhard dijera lo que dijera, pero esta vez no se trataba de simple rebeldía. Los instintos de Felt le decían que no dejara vivir a Ira.

"No obstante, la custodia del arzobispo debe confiarse al reino. Debería ser transportada rápidamente a la capital y entregada a los Caballeros de la Guardia Real".

"Claro, pero eso también es muy peligroso, ¿no? Se trata de un arzobispo. No tenemos ni idea de lo que podría intentar hacer".

"Si esa es su preocupación, entonces yo mismo escoltaré a Ira a la capital. En el improbable caso de que el Arzobispo intente algo, yo debería ser el más indicado para encargarme de ello."

"No negaré eso, pero ¿Qué hay de Felt? Su campamento tiene algunos heridos, ¿verdad?¿Se separarían ustedes dos, o...?"

"-Si Reinhard va, entonces yo también. Esta vez no hay remedio".

No fue otro que Reinhard el que pareció más sorprendido por la declaración de Felt. Probablemente esperaba que le dejaran colgado ya que había discrepado con su señora. 

Felt:" ¿Enserio crees que soy alguien tan mala?". Preguntó Felt a Reinhardt con una duda creciente, "¿Talvez ella estaba siendo demasiado ruda con él?", pensó Felt.

Reinhardt:" Aunque su actitud tiene algunos aspectos a mejorar, yo decidí jurarle lealtad a usted Felt-sama por su firme personalidad, una actitud que a mis ojos, es la indicada para que Lugunica prospere". Afirmo Reinhardt su profundo aprecio por su Dama, tranquilizando a Felt.

Felt:" Realmente eres un idiota Rein...". Dijo Felt con voz firme, causando que Reinhardt bajara levemente la cabeza, aunque Felt no había terminado de hablar:

Felt" Pero eres mi idiota". Declaro Felt con una sonrisa radiante, levantando el puño en el aire y mostrándoselo a Reinhardt, él cual entendió el mensaje de su Dama y choco los puños como signo de una unión que nunca se romperá.

Todo el elenco a excepción de Priscilla, se sintió conmovido por esta tierna interacción.

Reinhardt:" Estaré a su lado Felt-sama, hasta el final de mis días, y proclamare con orgullo su nombre cuando ascienda al trono de Lugunica, eso es una promesa, mi Dama". Exclamo Reinhardt con gran seguridad en sus palabras, generando una gran sonrisa en el rostro de Felt.

Felt:" Más te vale que no adquieras el habito del hermano mayor de romper tus promesas, si eso sucede te pateare". Declaro Felt en tono juguetón, aunque sonó como amenaza, tanto ella como Reinhardt tomaron estas palabras con mucho cariño.

Mirándole, Felt le frunció el ceño.

"No te equivoques, imbécil. No estoy de acuerdo contigo, pero no puedo dejarte solo así".

"¿No puedes... dejarme solo?"

"Si no lo entiendes, intenta preguntárselo a tu corazón. Porque el mío seguro que no es lo suficientemente blando para responder".

Sacando su pecho relativamente poco desarrollado, Felt le sacó la lengua a Reinhard. Parpadeando ante su reacción, Reinhard acabó asintiendo nervioso.

Nadie más que ellos dos podía entender el verdadero significado de aquel intercambio, pero a Subaru le pareció que la decisión de Felt era un alivio para Reinhard.

Felt:" Él hermano mayor enserio que sabe como entender a las personas". Dijo Felt con una voz ligera y amable, algo poco común en la ex ladrona; junto a su declaración, Reinhardt asintió con orgullo.

Rem:" Él héroe de Rem siempre has sido bueno con las personas, sin importar que tan violentas sean". Declaro con un dejo de culpa, ella había lastimado múltiples veces a su héroe, tanto física como psicológicamente, y eso nunca lo iba a olvidar, lo recordaría y enmendaría sus errores, para darle a su héroe su tan deseado "Final Feliz".

Al:" ¿Entonces porque Bro no se amigo con Regulus?". Dijo Al con un tono de burla a la declaración de Rem.

Rem:" Como dije, el héroe de Rem puede amistarse con todas las PERSONAS, a lo que usted se esta refiriendo Al-sama, es a un monstruo". Finiquito Rem con una respuesta perfecta, humillando totalmente a Al, él cual decidió de hacer de oídos sordos por el bien de su propio orgullo.

"...Muy bien. Entonces, ¿Qué hay de Lachins, Camberley y Gaston?"

"Lachins y Gastón están heridos, y Camberley está deprimido después de haber sido engañado por tu padre, así que haz que vuelva a nuestra casa y cuida de ellos dos por ahora".

Reinhard asintió respetuosamente mientras Felt elaboraba rápidamente el plan para su tripulación.

"Está decidido, entonces". Felt dio una palmada. "Reinhard y yo arrastraremos al arzobispo a la capital. Sin quejas, ¿verdad, orejas de gato? ¿Dama roja?"

Ferris asintió a regañadientes, y Priscilla ignoró tranquilamente la confirmación, sin registrarse como "dama roja".

En cualquier caso, el hecho de que Reinhard supervisara el traslado hizo que Sirius se preocupara mucho menos. Sólo quedaba por ver si un especialista de la capital podía sacar alguna información más útil de aquel monstruo.

"Como representante de la ciudad, ¿tiene alguna objeción, señor Kiritaka?"

"Ninguna. Puede que sea el representante de la ciudad, pero un arzobispo está por encima demi nivel salarial. Si la capital y la guardia real nos la quitan de las manos, esa parece ser la solución ideal".

El asunto de Sirius había quedado zanjado. Y con eso, Kiritaka continuó:

"Sin embargo, aún tenemos otros asuntos problemáticos entre manos. Las víctimas del Culto de la Bruja en los alrededores de la ciudad..." 

Debido a la más reciente euforia que había reinado en la sala del Tetro, casi todos habían olvidado la difícil situación en la que se encontraban sus versiones de la pantalla, el Culto de la Bruja había sido echado de la ciudad con éxito gracias a Subaru, pero aun quedaban muchos problemas y heridos que dejo el culto como su firma de asistencia a la Gran Ciudad de las Puertas de Agua.

Garfiel:" El Capitán si que esta en una situación muy jodida...". Espeto con irritación Garfiel; Frederica deseaba reprender a su hermano por su lenguaje, pero se abstuvo debido a que ella también se sentía abrumada por la difícil situación que se presentaba en la pantalla.

Frederica:" Espero que realmente todo sea más tranquilo desde ahora, tenga mucha suerte Subaru-sama". Deseó Frederica al Subaru de la pantalla para que OD le destinara un futuro mas brillante que lo visto últimamente.

"La gente-mosca y los sin nombre, las víctimas de la Lujuria y la Gula" Anastasia retomó donde se habían quedado las melancólicas palabras de Kiritaka.

Todos en la sala se quedaron en silencio. Las moscas y los sin nombre eran los asuntos más espinosos que había que tratar. Para simplificar, se referían a todas las víctimas de Lujuria como "moscas", pero...

"No son sólo moscas; muchas se han transformado también en otras criaturas. Hay demasiadas para enumerarlas..."

"Obra de esa terrible mujer. Todas han sido transformadas de forma grotesca". Había una horrible realidad más allá de las turbias palabras de Kiritaka.

Todos los supervivientes del interior del edificio gubernamental habían sido transformados por la malicia de Lujuria. Uno en un dragón negro, docenas en moscas. Y no se sabía cuántos más había todavía por la ciudad.

"Ferris, la magia curativa no va a hacer nada por los afectados, ¿verdad?"

"...Sí, así es. Ni siquiera yo puedo curarlos. Ni siquiera es realmente una cuestión de curación. Fueron reconstruidos en criaturas completamente diferentes. La curación puede arreglar heridas y tratar enfermedades. Pero no puede hacer nada con la transformación... Lo siento". 

Ferris respondió disculpándose a la pregunta de Reinhard, con una pena horrible llenándole los ojos.

Sólo verlo así era desgarrador. La causa no era sólo el estado de Crusch. Los sucesos de Priestella habían infligido innumerables heridas terribles en el corazón de Ferris.

El elenco apretó los dientes con ira apenas contenida, dirigida específicamente a Capella, la Arzobispo de la Lujuria, un total monstruo sediento del amor del mundo, el cual no tiene ni un ápice de piedad.

Garfiel:" Desearía haber sido yo quien peleara contra esa perra, no seria la primera vez que me toca pelear a muerte con una perra loca de amor turbio". Declaro Garfiel con Furia entonada en su voz, deseaba poder vengar a todas las pobres victimas que habían sucumbido ante el poder de ese monstruo.

Al:" Como si tu pudieras haberlo hecho mejor, a saber cuantos intentos me tomo el chistecito de enfrentarme a la Arzobispo de la Lujuria". Susurro Al con un dejo de desprecio en su voz, dirigido totalmente al rubio demi humano, él cual de manera indirecta lo había llamado inútil en batalla.

Priscilla:" ¿Dijiste algo Aldebaran?". Pregunto Priscilla con un poco de curiosidad sobre lo que perturbaba la mente de su bufón.

Al: "¡¡No es NADA princesa!!". Respondió Al rápidamente con nerviosismo en su tono, enserio que no quería revelar su secreto ante todos, especialmente cuando están tan enfocados en odiar a los portadores de Autoridades del Pecado.

Priscilla:" Bueno, lo dejare pasar por ahora, pero tendrás que darme masajes durante toda una semana por guardarme secreto". Finiquito Priscilla con el castigo que su bufón tendría que cumplir al salir de este Teatro.

Una sensación de impotencia podía llevar fácilmente a alguien a la desesperación. Y la desesperación era una aflicción fatal. 

Lo mismo ocurría con las personas que se habían perdido a sí mismas-.

"Los transformados en insectos repulsivos seguramente desean morir. Si no hay un plan para devolverlos a sus formas anteriores, entonces la decisión misericordiosa es concederles ese deseo."

"...Priscilla, eso es..."

"Silencio, plebeya. El idealismo respaldado por nada más que palabras no tiene ningún valor. Lo que se necesita es un plan de acción para abordar realmente la situación. Si eso no se puede proporcionar, entonces les concederé misericordia por mis propias manos". 

Raramente la mayor parte del elenco asintió positivamente ante la idea de Priscilla, ya que esas pobres personas estaban sufriendo el peor destino imaginable, y al no tener opciones claras para revertir su estado actual, lo mas lógico era poder darles un merecido descanso de su sufrimiento.

Aunque una Semi Elfa no compartía la misma idea, creia que esas personas podían volver a la normalidad, así que deseo en silencio para que sus versiones en la pantalla no tomen una decisión precipitada que atormentaría a su querido caballero.

Priscilla respondió a la respuesta refleja de Subaru con una mirada feroz y una opinión aún más feroz. Pero, por una vez, no tuvo argumentos. 

Por mucho que le doliera, ella decía la verdad. 

Las palabras por sí solas no cambiarían nada. Y la persona allí más sincera sobre las víctimas del poder de la Lujuria era Priscilla, la persona que tenía la determinación de ensuciarse las manos por su bien.

Así que-

"-Por favor, espere. ¿Puede dejarme este problema a mí?"

"¿Lady Emilia?"

Todas las miradas se volvieron hacia Emilia, que levantó la mano al interrumpir la conversación.

Emilia victoreo en voz baja, su versión en la pantalla había pensado en la solución correcta, una que no pondría mas cargas sobre su querido caballero.

Priscilla:" ¿Cómo osas contradecirme medio demonios?, ¿Cuál es la brillante idea que a tu repugnante versión de la pantalla se de ocurrió?". Espeto Priscilla con furia, ¿una medio demonio de cabello plateado se atrevía a dirigirle la palabra?, eso si que era algo petulante y completamente repugnante a los ojos de la Matriarca Vollachiana.

Crusch:" También tengo curiosidad sobre lo que se le puedo haber ocurrido Emilia-san, ¿Podría comentárnoslo?". Pregunto respetuosamente la Condesa de cabello verde, un claro contraste con el tono agresivo de Priscilla.

Emilia:" ¿Recuerdan la batalla de Subaru, Reinhardt-san y yo en contra de Regulus?" Pregunto amablemente la Semi Elfa para dar a entender su idea.

Priscilla:" Déjame adivinar, ¿Vas a usar el mismo truco barato de congelarlos para que su cuerpo perdure sin cambios en su mente, no es así semi demonio?". Formuló Priscilla su predicción con una gracia Divina.

Emilia:" Exactamente Priscilla-san, me parece que es la mejor forma para que podamos buscar una solución a sus transformaciones sin tener que matarlos o dejarlos sufrir." Respondió Emilia con una voz tan angelical, que si Subaru estuviera despierto y la hubiera escuchado, lo mas seguro es que estuviera alabando a su EMT durante horas sin parar.

Priscilla:" Tengo que admitir que la solución es medianamente buena, pero si fallas al momento de congelar a las moscas, terminaras matándolas de igual forma, lo cual es lo mas seguro que ocurra al ser tu una semi demonio". Se burlo Priscilla del plan recién formulado por Emilia.

Garfiel:" ¡JA!, estoy mas que seguro de que la princesa lo lograra al primer intento y te cerrara la boca". Declaro orgullosamente Garfiel en contra de la Matriarca Vollachiana, habiendo perdido el recelo de confrontarla.

Priscilla:" Ya veremos plebeyos, ya sea que consigan este pequeño triunfo o no, estoy segura de que el mundo los castigara por haberse atrevido a retar a Mi Divinidad". Espeto Priscilla con aun más burla en su tono, aunque con un poco de furia por el atrevimiento del medio demonio y el gato callejero.

"Ja," Priscilla resopló provocativamente mientras envolvía sus brazos bajo su voluptuoso pecho. "Interesante. ¿Y qué tiene que proponer una medio demonio? ¿Puede satisfacerme su respuesta?"

"No sé si le satisfará. Y no tengo un método que pueda resolver el problema inmediatamente".

"Hmph, ¿entonces qué harás? ¿Algunos de sus lloriqueos patentados? ¿Cree que eso puede  salvar a esas personas que están en este mismo momento sufriendo? ¿Crees que sus corazones pueden aguantar el tiempo que necesites para encontrar alguna respuesta?".

Priscilla se mantuvo firme en su postura de que era un problema de tiempo. ¿Hasta qué punto era perjudicial transformarse físicamente en algo extraño y ajeno? Sinceramente, Subaru, que había experimentado la muerte muchas veces, no podía ni empezar a imaginar el miedo y la desesperación que sentían aquellas personas. Pero podía entender la lógica de que cuanto más tiempo pasaran así, más morirían sus espíritus.

"Por lo tanto, les concederé misericordia antes de que eso ocurra. Entonces, ¿Cuál es su propuesta?"

"-Creo que puedo ganar el tiempo necesario para buscar un método para que se restablezcan".

"¿Qué?"

"Puedo dormir en hielo a las personas que han sido transformadas. Acabo de hacerlo hace un rato, así que creo que también puedo hacerlo por ellos... ¡No, sé que puedo hacerlo! Por favor, déjeme encargarme de esto".

Felt:" ¡Yo creo que la hermana mayor puede logarlo y cerrarle la boca a esa perra presuntuosa". Apoyó Felt la idea de Emilia, ya que, con lo que vieron con las esposas de Regulus, Emilia verdaderamente puede darles paz sin matarlos para poder ganar tiempo y buscar una solución, aunque aun había una duda que le pesaba a Felt, "¿Cómo o donde obtendrán dicha solución?, y no creo que el hermano mayor este tan loco como para ir a la maldita Torre de Las Pléyades por dicha solución", pensó Felt.

Priscilla:" A las ratas les encanta cantar como si fueran pájaros cantores, realmente nadie en este sucio Teatro sabe su lugar". Critico Priscilla el comportamiento infantil de Felt.

Al:" Princesa, realmente no quiero involucrarme con Reinhardt, ¿Podría controlar un poco sus comentarios, por favor?". Rogó Al a su Dama, él no quería que el Santo de La Espada se metiera en sus asuntos, y por consecuente descubriera su secreto.

Con un rápido y letal golpe a la entrepierna de Al, Priscilla le dio su amable respuesta ante su comentario constructivo.

Priscilla:" Me abstendré a dialogar con ustedes plebeyos, parece ser que no saben apreciar la presencia de una Diosa, así que ese será su castigo". Declaro Priscilla con una arrogancia incalculable.

Al:" M-M-Muc-has gra-cias princesa...". Logro decir Al desde el suelo, el amable golpe de su Dama seguramente condeno a toda su descendencia.

Priscilla:" ¡Mph!". Con ese ultimo gruñido de su parte, la Matriarca Vollachiana se callo, para dar paso a que las visualizaciones continúen.

Emilia se levantó, mirando no sólo a Priscilla, sino alrededor de la habitación. Mientras todos parecían atónitos ante su propuesta, Subaru chasqueó los dedos.

"¡Bien! ¡Almacenamiento criónico! Podemos ganar algo de tiempo con eso!"

"¿Ponerlos a dormir? ¿En hielo...? ¿Es eso posible? ¿No van a morir congelados?"

"¡No pasa nada! ¡Yo misma dormí unos cien años en hielo antes!"

"¡¿Cien años...?!"

La orgullosa declaración de Emilia provocó un caos innecesario. Pero en cuanto escuchó su sugerencia, Subaru se dio cuenta de los méritos del plan casi al instante. Y no sólo eso, sino que ella también había pensado en un medio de utilizar su poder de forma afirmativa, lo que era una feliz coincidencia en lo que a Subaru se refería.

Era cierto que no era una verdadera solución al problema de fondo, pero podía darles algo de tiempo para buscar una respuesta mejor. Al menos, no tener un límite de tiempo tan inmediato les permitiría idear más planes posibles. 

"Y..."

 En el peor de los casos, a Subaru se le ocurrió una posible solución. Podría matar a Capella y robar el Factor Bruja de la Lujuria. 

Subaru poseía actualmente los Factores Bruja de Pereza y Avaricia. Así que si era capaz de reproducir el poder de Lujuria como podía reproducir el efecto de Providencia Invisible, entonces podría ser capaz de devolver a esas personas a su forma original. 

Por supuesto, aún era hipotético ya que ni siquiera había reproducido aún los efectos del Factor Bruja de la Avaricia. Pero al menos era una posibilidad. Valía la pena intentarlo, aunque sólo fuera por eso.

Beatrice:" No creo que sea bueno que el Subaru de Betty siga absorbiendo mas Autoridades del Pecado, supongo". Finalmente hablo Beatrice, la cual abstuvo a solamente observar sin hacer ningún comentario debido a que no lo había considerado necesario hasta ese momento.

Emilia:" ¿A que te refieres Beako?". Pregunto Emilia, aunque ya sabia parcialmente cual seria la respuesta, ya que estas "Autoridades", generaban mucho daño tanto físico, como psicológico a sus portadores.

Beatrice:" A que si el Subaru de Betty sigue absorbiendo Factores de la Bruja no sabemos que es lo que pueda pasar, ya que la mayoría de los portadores que han existido hasta lo que yo se, supongo; solo habían podido retener un Factor de la bruja, por lo cual, que el Subaru de Betty pueda soportar 2 Factores ya es un milagro en si, claro esta que el Subaru de Betty es compatible con todos los Factores de la Bruja, pero puede que su mente no soporte el seguir adquiriendo mas Autoridades, supongo.". Beatrice dio su opinión ante la arriesgada medida que quería tomar su tonto contratista, ella hará todo lo que este en su poder para que su Subaru no tenga que volver a absorber otro Factor de la Bruja.

Rem:" ¿Entonces, si el héroe de Rem sigue obteniendo Autoridades del Pecado va a volverse loco?". Pregunto Rem con preocupación palpable.

Las Damas interesadas en el joven de cabello negro se preocuparon profundamente ante esta posibilidad, él era un completo héroe, y caballero en toda la regla de la palabra, por lo que, el imaginarse perdiendo de esa forma al hombre que aman les destrozo el corazón...

"¡¡¿Espera, al hombre que amo?!!". Pensó Anastasia, poniéndose roja como un tomate, preocupando a los miembros de su campamento, pero generando risitas juguetonas por parte de Echidna.

Beatrice:" Bueno, es solo una posibilidad, pero será mejor prevenir que lamentar, supongo". Declaro Beatrice calmando un poco a los miembros del Teatro.

Emilia:" Exacto, será mejor evitar que eso ocurra, así que cuento contigo Beako". Exclamo Emilia abrazando a Beatrice.

Beatrice:" ¡¡Solo el contratista de Betty puede llamar a Betty de es forma, Y SUELTAME!!". Grito Beatrice, haciendo pucheros adorables, el cual era el objetivo de Emilia al molestar a la Gran Espíritu.

Al:" Bien basta de juegos, a este paso no acabaremos este capitulo nunca, así que cálmense, ¡¡MOTHER FUKERS!!" Dijo Al para intentar acabar la larga conversación y retomar las visualizaciones, aunque la ultima frase la dijo en un idioma del que todos los miembros del elenco desconocían, por lo cual se salió con la suya, riendo internamente de que su pequeño juego no le haya costado otra esterilización por parte de su Dama.

Priscilla:" ¿Qué dijiste Aldebaran?". Pregunto Priscilla en un tono cortante.

Al:" ¡¡NADA MI QUERIDA PRINCESA, SOLO ALABE SU INSUPERABLE BELLEZA!!". Se sobresalto Al por el inesperado comentario de su Dama.

Priscilla posteriormente golpeó de nuevo la parte baja de Al, dejándolo sin aire.

Priscilla:" ¿Quién te ha dado el derecho de hablar a mi nombre, bufón?". Espeto Priscilla con un marcado desdén en cada palabra.

Al:" *Solloza". Al se retorció en el piso y se lamentó por no formular una mejor excusa; a ojos del resto del Teatro, parecía que había recibido su merecido, así que se calmaron y las visualizaciones se reanudaron.

"¿De qué se preocupa, señor Kiritaka? Está bien, ¿verdad? Déjela intentarlo".

"¿L-Liliana?"

Mientras Subaru se perdía en sus pensamientos, la discusión había seguido avanzando. Kiritaka estaba reflexionando sobre la proposición de Emilia cuando Liliana le dio una palmada en la espalda. Rasgueó rítmicamente su lyulyre mientras le animaba.

"Si Lady Emilia llegaría tan lejos, ¡seguro que es una propuesta con posibilidades de éxito!".

"Por supuesto, me gustaría creer en ello. Pero hay muchas vidas en juego en este tema. Sin ningún otro miembro del consejo, no puedo llegar a una conclusión tan simplemente..."

"¡No debe preocuparse! ¡Lady Emilia no fallará! ¿Y por qué, me pregunta? ¡Porque las grandes personas cuyos nombres están destinados a quedar en la historia son aquellas que superan precisamente este tipo de desafíos! ¡¿Qué obstáculos?! Así es como se hacen los cuentos que emocionan y encantan a todo el mundo!

 La sala se llenó de música mientras la obsesionada por los cuentos Liliana hinchaba su pecho plano con todas sus fuerzas. 

Emilia se sintió muy agradecida por el apoyo brindado por la a sus ojos, simpática cantora, la cual siempre era muy enérgica y eufórica, incluso en las situaciones mas difíciles.

Priscilla pensó internamente que necesita tener a esa cantora como su segunda bufón.

Rem:" Liliana-sama es siempre muy amble". Declaro Rem con ternura en su voz dirigida a la joven cantora.

Emilia" ¡Exacto!, Liliana siempre es muy amable". Dijo Emilia con agradecimiento hacia la joven cantora.

Beatrice:" Aunque le ha causado varios problemas al Subaru de Betty, supongo, ¡¡Mph!!" Contradijo Beatrice con desdén hacia la molesta cantora.

Realmente no era más que idealismo sin fundamento, pero había una extraña especie de persuasión en su teoría favorita. Y al parecer tampoco era sólo Subaru quien pensaba así, porque Priscilla no tardó en esbozar una sonrisa.

"Esa es una afirmación bastante atrevida, cantante... En el caso de que su juicio sea erróneo, ¿Qué hará? ¿Y si el esbozo de la historia que tanto le gusta está equivocado?".

"Entonces ofreceré mi propio cuello. Liliana sólo es tan buena como su palabra".

Respondió Liliana sin vacilar, realmente impávida ante la pregunta de Priscilla. Al oír esa respuesta casi refrescantemente jactanciosa, Priscilla asintió.

"Muy bien, entonces. Perdonaré tu palabrería y detendré mi mano misericordiosa. A cambio..."

"Por favor, déjemelo a mí, yo me ocuparé".

Estaba muy lejos de la confianza en sí misma o de la seguridad, pero Emilia apretó los puños con fuerte determinación. 

"Hmph", resopló Priscilla. "Hazlo si puedes: demuéstrate digna de ser mi oponente".

Garfiel:" ¡¡JA!!, Ya veras cuando la princesa te enseñe una lección de humildad" Se jacto Garfiel de su señora en contra de la Matriarca Vollachiana.

Priscilla simplemente ignoró los maullidos del gato callejero, como si no fuera mas que un molesto mosquito que le zumbaba al oído, tarde o temprano, aplastará a dicho mosquito.

Priscilla puso fin al tema con esas poderosas palabras. La cuestión de las víctimas de Lujuria había quedado zanjada. Sin embargo, el hecho de que esto no fuera suficiente para solucionarlo todo hablaba de la terrible situación a la que se enfrentaba la ciudad.

El gran problema restante era igual de difícil, si no más.

"Pasando a las víctimas anónimas que se han encontrado hasta ahora... se cree que son obra de Gula".

Esa declaración patéticamente vaga por sí sola era una prueba de lo diabólico que era el poder de Gula. Varias víctimas sin nombre habían sido encontradas alrededor de la ciudad después de que la batalla concluyera.

La razón por la que se referían a ellas tan vagamente era porque no había nadie que pudiera confirmar sus identidades.

Las víctimas de la Gula tenían sus nombres y sus propias existencias borradas de la memoria de todos los que les conocían. Además, por lo general, tampoco tenían conocimiento de sí mismos, por lo que no había ni una sola pista sobre quiénes eran en realidad.

Había ciertas condiciones -uniformes, entorno y similares- que podían servir para adivinar una identidad básica, pero eso era todo lo que tenían para seguir adelante.

"La fuerza de la Gula y la falta general de información fueron nuestra perdición. Y debido a eso, hay víctimas por toda la ciudad..." 

Julius se estremeció ante la mención de Gula, quien lo había derrotado y humillado totalmente, realmente detestaba a esos Arzobispos mas que al resto de cultistas; ellos eran unos cobardes que se jactaban de su borrado de memorias, batallando de manera cobarde, siempre siendo cubiertos por mas monstruos de su mismo calibre.

El estomago del "Mejor Caballero", dio un vuelco, y las ganas de vomitar le amenazaron con votar todo, pero se abstuvo a ello, tenia que redimirse por ser tan débil, orgulloso y patético, tenia que remendar todos sus fallos a su "amigo", Natsuki Subaru.

Anastasia se sintió algo oprimida, pero su platica anterior con Echidna le dio las fuerzas que necesitaba para afrontar la realidad, tenia que derrotar a las 3 Gula sea como sea, de no ser así, posiblemente seria el final para alguno de los 5 campamentos a manos de estos monstruos.

Con determinación renovada, el campamento de Anastasia decidió confrontar el futuro, con todas sus fuerzas, desafiaría al destino, al igual que lo había hecho cierto joven de cabello negro.

Los múltiples arzobispos confirmados de Gula. Debido a esa falta de información, los grupos que lucharon contra Gula sufrieron terribles pérdidas, y como resultado hubo muchas más víctimas de las esperadas.

Uno de los peor parados fue el gran hombre bestia sentado con las piernas cruzadas junto a Anastasia- "-"

"No me pongas esa cara patética, hermano. La he cagado, pero sigo vivo.

Teniendo en cuenta lo que pasó, es un milagro que sólo me costara un brazo".

Al notar la mirada persistente de Subaru, Ricardo se sacudió el muñón del brazo derecho. La venda estaba empapada en sangre. Había sido uno de los Glotones quien se lo había llevado. Ricardo había conseguido desalojar al enemigo de la torre de control según lo previsto, pero había regresado sin un brazo.

No habían podido recuperar su brazo amputado, y la magia curativa no podía volver a hacer crecer un miembro perdido.

Al:" Parece ser que ese tu de la pantalla no va a poder disfrutar de una buena paja después de la batalla, hermano" Al intento formular una broma para aligerar el ambiente, aunque a cambio, se llevo miradas asesinas de todos los miembros del campamento de Anastasia, a excepción de Ricardo.

Ricardo:" Es un pena total, pobre de mi amigote ¿Quién podrá defenderme?". Ricardo le siguió la corriente a Al, hablando en un tono dramático, aunque, su chistecito no le agrado mucho a los miembros de su campamento.

Anastasia:" Puedes repetirme, ¿Dónde esta el chiste en que te degollén un brazo entero?". Dijo Anastasia con un tono mas gélido que el hielo, haciendo que Ricardo se arrepintiera de su broma y se disculpara inmediatamente con su jefa. "Ana-Bo realmente da miedo cuando se pone seria", pensó Ricardo.

Los trillizos también le dieron su respectiva reprimenda a su padre adoptivo, debido a la estupidez de chiste que acababa de hacer

Había sufrido la grave herida protegiendo a un camarada en medio del combate, lo que sin duda era el tipo de cosas que Ricardo haría. Aunque el propio Ricardo no pudiera recordar el hecho de que lo había hecho.

Y Subaru atormentó accidentalmente a cierto caballero con la mirada.

"Tengo algo importante que discutir con todos- ¿Hay alguien que reconozca al tipo que está a mi lado?"

Julius se preparo mentalmente para lo iba a preceder a esta escena, sus compañeros de armas, amigos y compañeros, lo tratarían como a cualquier otro extraño cualquiera, y lo que mas le dolía era la reacción que tendría su Dama al verlo. ¿Qué vería?, a su caballero proclamado como "El Mejor Caballero", o a su verdadero yo, un inútil egocéntrico que solo sabe hablar, mas no actuar; realmente estaba aterrado ante la idea.

El silencio llenó la sala. El silencio no se debía a la confusión ante la pregunta. Era porque cada uno de ellos adivinó adónde quería llegar y miró al hombre desconocido que estaba junto a Subaru.

Y el silencio reinante fue respuesta suficiente a la pregunta.

"¿De verdad no hay nadie? Alguien con siquiera un atisbo de familiaridad..."

"Ya basta, Subaru. Déjalo estar".

El propio caballero detuvo a Subaru, que no podía soportar que no hubiera respuesta alguna. El apuesto hombre lucía una sonrisa sombría y solitaria mientras negaba con la cabeza. Era un rostro familiar para Subaru, pero no había nadie más en la sala que lo recordara.

Era algo que el caballero ya había aprendido dolorosamente bien cuando se reunió por primera vez con todos. La razón por la que Subaru le había convocado a esta reunión de todos modos era porque su capacidad para recordar a Julius era atípica, y esperaba que las personas más cercanas al caballero tuvieran una reacción diferente. Pero-

-el pesado manto de silencio contaba la historia dolorosamente bien.

Nadie recordaba a Julius Juukulius, el Mejor Caballero.

Su existencia había sido borrada de la memoria de todo el mundo.

Aunque estaba medianamente preparado para lo que venia, el verlo con sus propios ojos le destrozo el corazón, nadie además de Subaru podía recordarlo, él había sido borrado de la existencia, y de no ser por Subaru, no hubiera tenido a nadie que lo ayude. En verdad que era patético, ahora se estaba aferrando a quien golpeo, humillo, e insulto, como si fuera un asqueroso parasito.

Julius: "El Mejor Caballero", Jah... no soy mas que un simple chiste sin gracia...". Se insultó a si mismo el Mejor Caballero, o en su mente, "El Mayor Imbécil", no había podido hacer nada por su cuenta y ahora estaba pagando los platos rotos.

Anastasia:" Julius...". Susurro con voz casi inaudible, su mente intentaba buscar una forma de reconfortarlo, de asegurarle que todo estaría bien, pero esas declaraciones serian muy hipócritas, ya que ni ella misma las creia. "¿Que harías tu Natsuki-kun?", pensó con añoranza.

"Pero también es diferente de las otras víctimas de la Gula".

Apretando los dientes, Subaru señaló a Julius mientras miraba alrededor de la sala. Una vez más, Subaru era la excepción a la regla y era capaz de recordar a las víctimas de la Gula.

Sin embargo, eso no era lo único que hacía diferente a Julius. "Él es Julius. Julius Juukulius. Estoy seguro de que puede adivinarlo, pero es una de las víctimas anónimas de la Gula. Pero aún está consciente".

Antes, a todas las víctimas de la Gula se les comían sus propios recuerdos, como a Crusch, o seles comían sus nombres y recuerdos, como a Rem.

Sin embargo, a Julius sólo le habían comido su nombre, lo que le convertía en un tipo de víctima diferente.

"¿Así que él es una excepción? Olvidado por todos, pero puede recordarse a sí mismo...¿Estaba conectado con alguno de los que estamos aquí?"

Ferris miró a Julius con sorpresa.

"Eso parece". Reinhard asintió. "Por lo que parece, él... Julius es un caballero de considerable habilidad. Estoy seguro de que Ferris y yo le conocíamos al menos. Muy posiblemente, éramos más íntimos. Amigos, incluso".

"...Como mínimo, los contaba a los dos entre mis amigos"

Esta ultima interacción entre los 3 amigos caballeros, los había hecho sentir completamente asqueados, el como trataban con tanta indiferencia a su querido amigo les rompía de corazón, si no fuera por Subaru, sabría OD lo que hubiera pasado con Julius.

Félix:" Julius-kyun yo-". Félix intento reconfortar a su amigo caballero, pero la mane de Reinhardt se lo impidió.

Reinhardt:" Tenemos que darle su espacio, debe ser muy duro para él, el tener que digerir tanta información y posibilidades a la vez". Dijo Reinhardt en un tono tranquilizador al chico gato.

Félix:" Pero yo-". Félix reflexiono unos cuantos segundos, y respondió, "Esta bien, confiare en tu juicio Reinhardt-kyun", Dijo finalmente Félix con un tono de voz mas calmado.

Reinhard y Ferris pusieron cara de preocupación al ser llamados amigos por alguien a quien no podían reconocer. Y era doloroso mirar a Julius, que aceptaba con triste resignación que su reacción era comprensible.

Subaru no sabía cuándo se conocieron los tres. Nunca había oído ningún detalle sobre cómo había crecido su amistad, cómo habían llegado a ser algo más que meros colegas. Pero sin duda habían sido amigos.

Había existido un vínculo claro entre ellos. Y ahora no quedaba ni rastro de él."...Maldita sea..." 

Cuando a Rem le robaron su nombre y nadie se acordó de ella, Subaru había pensado que no había nada más triste que eso.

Pero Julius estaba allí para experimentarlo.

Ser abandonado por el mundo, completamente solo. El sufrimiento no era algo que debiera compararse.

Pero lo que Julius estaba viviendo calificaba como una tragedia desgarradora.

"...Tampoco son sólo dos amigos".

Anastasia habló de repente, tras haber presenciado el desgarrador primer encuentro de los amigos.

Había una amable consideración en su mirada mientras se tocaba el pañuelo que llevaba al cuello. Acariciando la piel de zorro blanco, miró a Ricardo.

"Fue el señor Julius quien trajo aquí a Ricardo cuando estaba herido. Me extrañó un poco cuando se levantó y desapareció justo después, pero... así fue, ¿verdad?".

"Lady Anastasia..."

El recuerdo de ser tratado como un extraño por el señor al que había jurado servir con su espada y el imposible segundo primer encuentro entre dama y caballero... Había una intensa devoción en la voz de Julius.

Al inicio, todo el elenco lamento la tragedia que había sufrido Julius, pero algunos miembros mas perceptivos notaron algo importante en las escenas posteriores, escenas sobre un persona en especifico, Anastasia Hoshin.

Wilhelm:" Disculpe Anastasia-sama, ¿Podría hacerle una pregunta?". Pregunto Wilhelm con voz autoritaria, a pesar de haberse mantenido callado hasta el momento, las ultimas escenas habían sacado de su trance de recuerdos al "Demonio de la Espada".

Anastasia:" Claro, aunque no comprendo el motivo para detener la visualización, creo poder responde una simple pregunta". Dijo Anastasia, con algo de nerviosismo rondando por su mente, "¿Porque el Demonio de la Espada querría hacerle una pregunta tan de repente?", esta idea rondo por su cabeza contantemente haciéndola sudar frio.

Todo el elenco se centro en la conversación entre el Demonio de la Espada, y la princesa comerciante, generando mas dudas entorno a los que querría preguntar Wilhelm.

Wilhelm:" Podría responderme, el porque su yo de la pantalla actúa con tanta naturalidad al interactuar con Julius-sama". La pregunta del Demonio de la Espada fue directo al grano, generando un tenso silencio entre el anciano y la comerciante.

Antes de que la princesa comerciante pudiera responder, otra voz interrumpió a los dos debatientes.

Al:" Yo también tengo mis dudas desde cierto episodio, por lo cual me gustaría también formular mi propia pregunta". Declaro al con un tono gélido y desafiante, muy diferente al aura que solía desprender normalmente, la cual solía ser parecida a la de un bufón, aunque aquí parecía mas bien un demonio.

Ante la interrupción de Al, Wilhelm frunció ligeramente el seño, pero después le invadió la curiosidad de que es lo que hacia que Al actuara de manera tan seria.

Al:" Te he estado investigando desde hacia un tiempo atrás, Anastasia Hoshin, y según lo que he observado y se con certeza, es que tu no deberías poder usar magia, debido a que tu puerta esta rota de nacimiento; por lo que, respóndeme Anastasia Hoshin, ¿Cómo es que usaste magia de fuego en contra de Capella en episodios anteriores". Al formuló su pregunta con la gracia de un asesino, acertando en todos los puntos débiles de su rival, y lo que hacia que estas dudas se intensificaran, era el silencio sepulcral que rodeo a Anastasia.

A pesar de su sentimiento de inutilidad, Julius se levanto de su asiento y se interpuso entre los interrogadores y su Dama.

Julius:" ¿Qué es lo que ustedes están insinuando?". Pregunto Julius con un tono cortante.

Al:" No lo se, es por ello que le pregunto a tu pequeña Dama, ¿O es que la gran Anastasia Hoshin necesita esconderse tras un inútil de ego inflado?". Al ataco verbalmente, si contenerse en su formulación de palabras. 

Julius:" ¡¡O paras ahora o juro que lo lamen-!!". Julius fue interrumpido por la mano de su Dama la cual se poso sobre su hombro, en señal de que retroceda y deje que ella se encargue.

Anastasia:" Bien, supongo que este interrogatorio ya ha llegado demasiado lejos, y lamento decir esto, pero tendré que negarme a darles una respuesta a sus preguntas". Declaro Anastasia con voz firme e impenetrable.

Wilhelm:" ¿Podría saber el motivo de su negación, Anastasia-sama?". Pregunto el Demonio de la Espada para intentar presionar a la joven comerciante.

Anastasia:" Es simplemente por cuestiones de secretos internos de mi campamento Wilhelm-san, y no quiero que siga presionando si no es mucha molestia". Anastasia corto rápidamente todo intento a refutación.

Wilhelm y Julius volvieron rápidamente a sus asientos, y la atmosfera en el Teatro se calmo ligeramente, aunque de pie, frente a Anastasia, aun estaba Al, con emociones imperceptibles debido al uso de su casco, lo rodeaba una aura de hostilidad que alerto a los miembros del campamento de Anastasia, aunque la misma Anastasia los ínsito a que se mantuvieran en sus asientos.

Al:" No has respondido a mi pregunta...". Hablo Al con una voz suave, casi como un susurro, pero cargada de hostilidad.

Anastasia:" Y no lo hare, así que espero que esa sea suficiente respuesta para ti "Aldebaran". Al pronunciar la ultima frase, Al se vio notablemente alterado y enfurecido, aunque se abstuvo de causar mas revuelo y volvió a su asiento junto a Priscilla.

Casi todo el elenco estaba muy confundido  debido a las mas recientes interacciones entre los miembros de distintos campamentos. Cada campamento tenia opiniones dividas, el campamento de Crusch estaba algo confundido, y con una desconfianza intensa naciendo en su interior, dirigida a Anastasia. El campamento de Felt se mantuvo neutral, aunque a Reinhardt no le gusto para nada la forma en la que Al trato a una candidata Real, y a su abatido amigo caballero, manteniendo la compostura de ir y romperle la cara a Al, solamente por sus protecciones Divinas en contra de emociones negativas. El campamente de Emilia, el cual estuvo completamente ajeno al disturbio, no sabia que pensar, puede que Anastasia se halla aprovechado algunas veces de su Subaru, pero también lo había ayudado mucho cuando él lo necesitaba, pero el resto de campamentos, a su particular modo, también habían ayudado al chico de ojos aterradores tan querido por el campamente de la Semi Elfa, por lo que decidieron mantenerse neutrales ante la confrontación de campamentos. A Priscilla le divirtió mucho el disturbio causado por su bufón, así que se abstuvo de darle un castigo, en cambio solamente disfruto del Show que el Mundo había preparado para su entretenimiento. El campamente de Anastasia estaba un poco confundido y pensativo sobre cuales eran los "secretos internos", de los había hablado su Dama, aunque decidieron no cuestionarla mas, y solamente mantenerse alerta a las acciones del resto de campamentos, para así evitar un ataque sorpresa.

La tensión se podía sentir en el aire del teatro, y cunado todos los miembros del elenco estaban listos para reanudar las visualizaciones, una sexy y fuerte voz resonó en las paredes de todo el Teatro.

"Uy, Valla, parece ser que tienen algunos conflictos entre manos, y no me gustaría tener que estar pausando las visualizaciones cada 5 escenas, si continuamos con el ritmo actual, estoy mas que seguro que perderé toda mi guapura cuando acaben de ver este Arco"

Algunos suspiraron pesadamente ante la arrogancia de su Guardian, a veces era realmente molesto e inoportuno.

"Por lo que les daré un descanso de 30 minutos para que arreglen sus diferencias, reorganicen sus ideas, y estén mentalmente estables para continuar con las visualizaciones, hasta eso, que descansen bien mis pequeñas marionetas de entretenimiento"

Todo el elenco frunció el seño ante la noticia dada por su Alcaide, y decidieron seguir sus ordenes a regañadientes, si iban a terminar con este Arco, necesitaban primero resolver sus problemas, ya que si no pueden lidiar con sus propios problemas, ¿Cómo van a ayudar a Subaru con los suyos? 

FIN DEL CAPITULO: 1 (PARTE: 1)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Ufff, esto si que fue duro de escribir, llevo unas 6 horas sentado en mi escritorio con la mano tan destrozada como si fuera pajero, pero bueno creo que valió la pena y pude entregar un capitulo mas aceptable que el anterior.

El escribir a Al y Anastasia fueron mis parte favoritas, aunque creo que necesito mejorar mas las interacciones para así poder meter mas personajes en los debates.

También me pueden escribir cuales son los personajes que quieran que meta como nuevos miembros del elenco principal, cuando acabe de escribir el CAPITULO: 1, los integraré, los mas mencionados serán los que se unirán al elenco :)

Cualquier mensaje de apoyo o critica constructiva es bienvenido :D

Por favor déjenme sus recomendaciones en los comentarios, los estaré leyendo, y espero que me apoyen con este pequeño proyecto que inicie por mi amor a Re:Zero, gracias por el apoyo, aquí su autor "Jostin", espero que este Fic dure mucho tiempo y pueda completarlo, aunque si a veces no puedo concretar los plazos de entrega de 1 semana, por favor perdonarme, el colegio conlleva mucho tiempo, por lo cual puede que en algún momento no respete la fecha de entrega, pero tarde o temprano tendrán un nuevo capitulo!!

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:02/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 10688

Chapter 3: Momento de Reconciliación, Adiós a la Desesperación (DESCANSO: 1)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Momento de Reconciliación, Adiós a la Desesperación (DESCANSO: 1)

Los miembros del elenco se agruparon en sus campamentos, cada uno de ellos con el objetivo de poder formular un plan que les ayude obtener la tan ansiada "reconciliación", por la que él Alcaide había detenido las visualizaciones.

El primer campamento en idear un plan para solidificar las relaciones entre los miembros del elenco, fue el campamento de Emilia.

Otto: "Bueno, al parecer, cualquiera que sea el secreto que Anastasia oculta, ha sido el detonante de este conflicto". Otto decidió reunir toda la información que habían obtenido durante la acalorada discusión que tuvo lugar en la sala del teatro.

Emilia: "Además, parece que Al tiene algún tipo de conflicto con ese secreto". Continuó Emilia, siguiendo la línea de ideas.

Beatrice:"¿Que es lo que se supone que debamos hacer con esa información, supongo?". Espeto Beatrice con irritación en su tono, la interrupción de las visualizaciones la habían hecho enfadar notablemente, todo por culpa de una princesa comerciante, y un idiota con casco.

Otto:" ¡Pues para eso estoy yo Beatrice-sama!". Declaró Otto con orgullo en su voz.

Beatrice:" ¿Y tú quien eras, supongo?". Preguntó Beatrice con indiferencia ante la respuesta que le fuera a dar el joven de aspecto ordinario que tenía frente a ella.

Otto"¡¡SOY OTTO, su Ministro de Asuntos Internos!!" Respondió el comerciante con gran irritación en su tono, ¿Por qué siempre tenían que humillarlo de esta forma?.

Frederica:" No se preocupe Otto-sama, Beatrice-sama solamente está jugando; ahora puede continuar con lo que quería decirnos". Frederica decidió ayudar al pobre comerciante de su campamento, el cual a pasear de su gran corazón, había sido objeto de burlas por parte de los miembros de su campamento, algo que la hacía sentir, hasta cierto punto, enojada.

Otto:" ¡Gracias Frederica-san, de no ser por ti seguramente algún día terminarían confundiéndome con un saco de boxeo!". Agradeció Otto a su salvadora, Frederica siempre lo apoyaba cuando las burlas hacia su persona, se intensificaban más de lo normal, un gesto que apreciaba mucho.

Garfiel:" Bien, entonces ¿Cuál es el plan, hermano Otto?". Pregunto Garfiel con expectación ante la respuesta de su hermano jurado.

Otto:" Bueno, lo mejor que podemos hacer es dividirnos en grupos para poder conversar con cada uno de los campamentos, después cuando tengamos ese apartado listo, podremos saber cuales son sus puntos de vista, y con base en eso, podremos encontrar una manera pacifica de resolver este conflicto y reanudar las visualizaciones". Explico Otto su plan de una manera para que todos los miembros de su campamento lo entiendan; claro que no era el plan mas brillante y desarrollado, pero esto era lo que mejor se le pudo ocurrir.

Rem:" ¿Y cuales serán esos grupos Otto-san?". Pregunto Rem con preocupación, no le gustaría dejar a su héroe con el payaso que yacía sentado cómodamente en una esquina de la habitación.

Otto:" ¡Lo tengo todo pensado Rem-san!. Primero, Emilia-sama se encargara de dialogar con Felt-sama, además de que llevara consigo a Natsuki-san. Segundo, Garfiel se encargara de convencer a Priscilla-sama, al fin y al cabo, Priscilla-sama valora la fuerza encima de todo lo demás, por lo que Garfiel es la mejor opción para lidiar con su impredecible personalidad. Tercero, Rem-san y Ram-san, ustedes se encargaran de convencer Crusch-sama, por lo que sé, ustedes tiene una amigable relación con ella gracias a la cacería de la "Ballena Blanca", por lo que les será sencillo dialogar. Cuarto, yo y Frederica nos encargaremos de convencer a Anastasia-sama, después de todo, soy un comerciante, y los comerciantes nos entendemos entre nosotros...". Parecía que Otto iba a continuar con su explicación, pero fue detenido por cierto rubio demi humano.

Garfiel:" Solo tengo dos dudas antes de que termines, hermano Otto, ¿Por qué yo tengo que encargarme de esa perra presunciosa?, y... ¿Por qué necesitaría llevar a mi hermana contigo para dialogar con la zorra comerciante?". Interrogo Garfiel con una voz áspera y gélida, haciendo que la respiración de Otto se corte por completo.

Otto estaba paralizado ante la imagen amenazante de su hermano, pero por suerte, cierta sirvienta demi humana acudió en su rescate.

Frederica:" Yo me encargaría de que Otto-sama no se sintiera amenazado de ninguna forma por parte del campamento de Anastasia-sama, además de que soy muy buena tratando con conversaciones difíciles, y aunque Otto-sama sea un increíble comerciante, normalmente es pésimo con la socialización". Declaro con un tono sereno, además de acompañado con su característica elegancia de una mujer madura.

Garfiel:" Bueno... si tu lo dices hermana". Garfiel decidió guardarse sus comentarios para si mismo, al fin y al cabo, lo que menos quería hacer era amenazar a su querido hermano Otto.

Emilia:" Bien si no hay ninguna objeción, podemos comenzar a dirigirnos a nuestros objetivos". Hablo Emilia en un tono alto y firme, digno de una gobernante; seguramente Subaru estaría orgulloso.

Ram: "Solo una cosa, Emilia-sama, ¿está segura de que puede cargar por sí misma con Barusu?". Preguntó Ram a su señora.

Emilia:" ¡Aunque no lo parezca Ram-san, soy muy fuerte!". Declaro Emilia inflando su muy bien dotado pecho con orgullo.

Ram:" Si usted lo dice entonces no tengo mas obje-". Ram estaba apunto de finiquitar con la conversación, pero fue detenida por la adorable voz de cierto espíritu contratado.

Beatrice:" ¡¡Si mi contratista va a ir, entonces yo también iré, supongo!!". Grito Beatrice e hizo una pequeña rabieta infantil.

Otto se acercó con cautela a Beatrice, la cual seguía con su rabieta.

Otto:" Beatrice-sama, lamento decirle esto, pero la necesito para que vigile a Roswaal, si él nos sabotea de alguna forma, puede que todo el plan se vaya cuesta abajo". Susurro Otto al pequeño oído de Beatrice, generando algo de incertidumbre en el resto de los miembros de la sala.

Beatrice:" Debido a su pacto, él no puede sabotearnos de ninguna forma, supongo". Respondió Beatrice a la preocupación del comerciante.

Otto:" Eso es cierto, pero aquí dentro del Teatro, casi todas las condicionales impuestas por maldiciones y Autoridades del Pecado han sido eliminadas, nada nos asegura que como consecuente, el pacto de Roswaal también se halla visto afectado". Expreso Otto en voz baja su inquietud.

Beatrice intento refutar los argumentos del joven comerciante, pero ni siquiera ella estaba segura de como seria el actuar de Roswaal si su pacto fuera roto, así que a regañadientes, y con el tiempo del descanso pasando rápidamente, decidió que solo por esta vez, se separaría de su contratista.

Beatrice:" ¡Ashh!, esta bien, supongo que lo hare". Dijo finalmente Beatrice para alegría de Otto.

Otto:" ¡Bien, con todo esto zanjado, dirijámonos hacia nuestros objetivos!, a y Garfiel, recuerda controlar un poco tu vocabulario por favor". Declaro Otto con gran determinación, aunque lo ultimo lo dijo en un tono tímido.

Garfiel:" Esta bieeen, Mi asombroso yo se controlara un poco; aunque recuerda no pasarte de la raya con mi hermana". Dijo Garfiel en respuesta mientras salía de la habitación.

Otto sudo frio, pero rápidamente se calmo. Después de que todo el plan halla sido explicado, los miembros del campamente de Emilia se dirigieron a sus respectivos objetivos, a excepción de Roswaal, Petra y Beatrice; esta ultima no le quito ni un solo segundo el ojo al teatral payaso.

PERSPECTIVA: CAMPAMENTO DE FELT

Felt y Reinhardt se encontraban en su habitación, conversando sobre cuál podría ser el secreto que Anastasia intentaba ocultar con tanto empeño. Gracias a las visualizaciones, habían comprendido que Anastasia Hoshin era una persona muy reservada y reacia a hablar sobre sí misma. Por esa razón, hasta ahora no la habían confrontado ni cuestionado directamente. Sin embargo, la forma en que reaccionaron Wilhelm y Al despertó en ellos el deseo de encarar personalmente a la princesa comerciante, con la esperanza de resolver sus dudas.

De pronto, alguien llamó a la puerta. Felt se levantó rápidamente para abrir, pero Reinhardt la detuvo con gentileza; no quería que su dama realizara tareas tan mundanas. Él mismo se acercó a la puerta, se detuvo unos segundos por la incertidumbre y finalmente la abrió.

Al otro lado estaba Emilia, acompañada de un Subaru inconsciente, a quien la semi elfa llevaba en brazos al estilo de una princesa. Sin duda, si Otto o Garfiel presenciaran aquella escena, se burlarían durante horas de su querido hermano de ojos aterradores.

Reinhardt:" Emilia-sama, ¿Hay algún inconveniente que quiera atender personalmente con Felt-sama?". Pregunto Reinhardt con sorpresa por la repentina visita de la semi elfa.

Emilia:" ¡Sí!, me encantaría conversar de un asunto contigo y Felt-chan". Confirmó la semi elfa con una voz llena de amabilidad, la cual hizo que Reinhardt accediera sin hacer más preguntas.

Emilia acomodó con delicadeza al dormido Subaru sobre la cama de la habitación. Tanto la cama como el dormitorio en sí podían describirse como dignos de la más alta realeza. Era un espacio amplio, equipado con todos los servicios básicos que alguien podría necesitar para vivir allí cómodamente durante varias semanas.
A pesar de no contar con ventanas, la habitación estaba iluminada por candelabros distribuidos a lo largo de las paredes, cuya luz cálida aportaba una atmósfera de elegancia y comodidad. Al menos, el Guardián sí se había preocupado por asegurar su confort.

Felt:" ¡Hermana mayor!, no esperaba que me hicieran una visita". Hablo Felt con gran alegría en su tono por ver a su hermana mayor.

Emilia:" También es un gusto para mi Felt-chan, aunque realmente me gustaría platicar contigo sobre algo mas mundano, ahora mismo necesito conversar seriamente sobre un asunto". Dijo Emilia con un tono de completa formalidad, dicho tono no fue del agrado de Felt, pero al ver la seriedad en el rostro de su hermana mayor, decidió dejarlo pasar.

Felt:" Esta bien, dime lo que quieras decirme hermana mayor, Ah y por cierto, ¿Por qué trajiste al hermano mayor como si fuera una damisela durmiente, si hubiera visto tal escena desde otra perspectiva, hubiera pensado que el hermano mayor al fin triunfó en la vida". Contesto Felt con una pregunta algo avergonzante para la semi elfa, aunque ella no entendía a que se refería con "Al fin triunfo en la vida", ¿Acaso ser llevado de esa forma tan vulnerable podría ser una especie de recompensa para su caballero?, dejo que el pensamiento se perdiera en el aire y decidió responder a la pregunta de Felt antes de proseguir con su conversación.

Emilia:" Lleve a Subaru conmigo por recomendación de Otto-san, dijo que era para mantenerlo protegido de cualquier disturbio". Respondió con total honestidad a la pregunta de la ex ladrona.

Reinhardt:" ¿Qué clase de disturbios, Emilia-sama?" Pregunto Reinhardt con algo de preocupación en su voz, enserio no quería que nada le pasara a su indefenso amigo dentro de este infernal Teatro.

Emilia:" Supongo que Otto-san se refería a la tensión que se armo entre Anastasia-san, Wilhelm-san y Al-san". Supuso la semi elfa con algo de incertidumbre en su voz.

Reinhardt:" Comprendo". Respondió Reinhardt algo mas calmado.

Felt:" Bien, ahora cual era el motivo de tu vista hermana mayor, me encantaría pensar que era porque me extrañabas, pero debido a la forma en la que hablaste, me dice que es algo serio". Felt decidió ir directo al grano para no andarse mas con rodeos.

Emilia se puso seria y adopto una postura elegante, dicha postura la había aprendido gracias a sus largas horas de estudio, era una postura para un debate diplomático; aunque este pequeño detalle solo lo había notado Reinhardt.

Emilia: "Me gustaría contar con su ayuda para aliviar la tensión que se ha generado entre los campamentos. Si esta polémica no se resuelve, estoy segura de que, de una forma u otra, terminará afectando a Subaru". Finalmente, Emilia expresó aquello que tanto deseaba transmitir.

Felt pensó en lo que había dicho Emilia, realmente no quería que su hermano mayor terminara perjudicado por esta tontería, pero si se involucraba, ella y su campamento posiblemente terminarían en el fuego cruzado.

Felt:" Hermana mayor, aunque me encantaría ayudarte y-". Felt se vio interrumpida por cierto caballero de cabello rojo.

Reinhardt:" Lo haremos". Finiquito Reinhardt.

Felt:" ¡¡¿Espera, Qué?!!, ¡Rein, si nos involucramos, seguramente saldremos mal parados de esta situación!". Expreso Felt su desacuerdo ante la precipitada declaración de su caballero.

Reinhardt:" Lamento tener que estar en desacuerdo con usted en esta ocasión Felt-sama, pero yo realmente deseo resolver este problema de raíz, si dejamos que esto siga como esta ahora, lo mas seguro es que igualmente nos acabe afectando tarde o temprano, además, usted misma me dijo que sea más avaricioso, así que eso haré". Hablo Reinhardt con gran determinación en su mirada, realmente deseaba corregir todos sus errores, y hacer algo en compensación por su inutilidad.

Felt medito por un momento las palabras de su caballero, "Hermano mayor, has influido tanto en Rein que hasta ya entro en su fase rebelde, realmente eres increíble", pensó para si misma, y decidió coincidir con la idea de su caballero.

Felt:" Muy bien hermana mayor..." Inicio Felt con algo de drama en su respuesta.

Emilia y Reinhardt estaban tan expectantes a su respuesta que esos segundos parecieron transformarse en minutos, e incluso, para la sobre desarrollada mente de Reinhardt, parecieron horas.

Felt:" !Lo haremos, cuenta con nosotros para hacer recapacitar a esos tres idiotas!". Declaro Felt en un tono alegre.

Con esto dicho, Emilia, Reinhardt y Felt salieron de la habitación, decididos a confrontar a los principales responsables de los recientes problemas que aquejaban al Teatro.

PERSPECTIVA: CAMPAMENTO DE  CRUSCH

Debido a las visualizaciones del Arco 4, las dos hermanas oni se habían distanciado significativamente, todo por culpa de una sola persona: Roswaal L. Mathers. Un mago de aspecto excéntrico, vestido como un payaso, cuya especialidad parecía ser la manipulación para alcanzar sus propios objetivos, sin importar a quién tuviera que herir en el proceso. Al menos, eso era lo que pensaba Rem.

Ram, por otro lado, tenía sentimientos divididos hacia su maestro. Lo amaba sinceramente, pero no podía ignorar que muchas de sus acciones habían causado conflictos entre las personas que más apreciaba. El más afectado por sus maquinaciones era, sin duda, Natsuki Subaru: un joven de cabello negro cuyo único deseo era algo simple y sincero-un "final feliz".

Sin embargo, ese deseo había sido destruido, pisoteado y pulverizado por múltiples monstruos disfrazados de humanos. Y entre ellos, estaba Roswaal.

Rem y Ram avanzaban a paso apresurado, sin dirigirse la palabra, a la habitación donde se encontraban reunidos los miembros del campamento de la Duquesa Karsten, al llegar a la puerta, quién decidió tomar la iniciativa y llamar a los residentes de la habitación, fue Rem.

Los miembros del campamento de Crusch permanecían en un silencio reflexivo, intentando encontrar una forma de afrontar el conflicto que, involuntariamente, se había desarrollado entre su grupo y el de cierta chica avariciosa.

Repentinamente, el sonido de un toque elegante y fuerte resonó por la habitación, sacándolos de sus pensamientos.

Félix se dirigió rápidamente hacia la puerta, con cierta incertidumbre sobre quién podría estar tocando y por qué. Al abrirla, se encontró con dos sirvientas de cabellos de distinto color, de pie frente a él, esperando expectantes las primeras palabras que salieran de su boca.

Rem:" Es un placer Félix-sama, la razón de nuestra visita es para dialogar con Crusch-sama sobre un asunto que compete a Emilia-sama, y a todo su campamento". Rem decidió tomar la iniciativa e ir directo al grano.

Félix le dirigió una mirada inquisitiva a su señora, al recibir un asentimiento por parte de Crusch, claramente con el mensaje de: "Déjalas pasar", Félix obedeció la orden de su Dama y se aparato de la entrada de la habitación, como señal para que las inesperadas invitadas ingresen.

Rem y Ram se inclinaron respetuosamente al unisonó ante la candidata real, la cual solo rio tímidamente por el gesto de formalidad que había mostrado su antigua compañera de armas, y les incito a que tomaran asiento.

Rem y Ram:" Es un placer, Crusch-sama". A pesar de que ya no eran tan cercanas como antes de las visualizaciones, aun mantenían ciertas costumbres de antaño, como el hablar al unísono de su gemela.

Crusch:" El placer es todo mío, ¿Tienen algún asunto que tratar con mi persona?". La Duquesa Karsten decidió adoptar una postura de autoridad frente a las dos gemelas Oni.

Ram:" Si, estamos aquí en representación de Emilia-sama". Respondió Ram con su característica voz sin emociones.

Wilhelm:" ¿Emilia-sama no pudo venir por su propia cuenta, hay algún motivo para ello?". Debido al mas resiente disturbio que hubo entre los miembros del elenco, en el cual él fue parte fundamental, Wilhelm había empezado a adoptar una postura más preventiva ante posibles amenazas.

Rem:" Emilia-sama tenía que dialogar con miembros de otros campamentos, así que nosotras fuimos asignadas para conversar con Crusch-sama respecto a un tema que mantiene preocupada a nuestra Dama". Respondió Rem con gran serenidad y respeto hacia el viejo espadachín, a la vez que revelaba parcialmente el motivo de su visita.

Wilhelm:" Comprendo, lo siento si mi actitud es un poco rígida". Se disculpo el "Demonio de la Espada", realmente no quería adoptar tal postura ante el campamento del chico al que consideraba como su segundo nieto, pero los últimos debates lo habían puesto en alerta máxima.

Ram:" No se preocupe Wilhelm-sama, comprendemos que ahora mismo usted, y su campamento están en una situación difícil, por lo cual es normal ser mas preventivos". dijo Ram en comprensión a la actitud del viejo espadachín.

Wilhelm inclino su cuerpo respetuosamente y se coloco de pie al lado de su Dama, al otro lado estaba Félix, él cual tenia gran curiosidad sobre lo que las sirvientas tuvieran que decir.

Crusch:" ¿Cuál es dicho asunto?". Pregunto Crusch, aunque ya sabia parcialmente cual seria la respuesta de las sirvientas.

Rem:" Queremos llegar a un acuerdo entre todos los campamentos para que no haya lugar a más problemas como el que tuvo lugar en la visualización de hoy". Finalmente, Rem declaro lo que tenia que decir.

Crusch:" ¿Y como seria exactamente dicho acuerdo?". Pregunto Crusch con expectación ante el acuerdo que había formulado el campamento de Emilia para mantener estables las relaciones entre los miembros del elenco durante las futuras visualizaciones.

Rem:" Lo que tenemos previsto es...". Rem hizo una pequeña pausa para generar incertidumbre en la Duquesa, y finalmente completo su frase. "Compartir los secretos más importantes de cada campamento, si no hay secretos entre nosotros eso aligeraría la carga de las visualizaciones y nos permitiría confiar entre nosotros". Finiquito Rem con su idea.

Félix:" ¡Espera un momento!, ¿No es eso demasiado extremo, y que nos aseguraría que los demás campamentos digan la verdad, o siquiera que accedan ante tal idea?". Expreso su preocupación ante lo que podría implicar tal acuerdo.

Crusch: "Es posible que, si el acuerdo se concreta tal como lo han planteado, resulte muy beneficioso. Sin embargo, también deben tener en cuenta que los demás campamentos guardan secretos que realmente no desean revelar". La duquesa Karsten expresó su opinión respecto al plan propuesto por Rem.

Rem:" Por eso mencioné los más importantes. Puede que no me haya expresado bien. Permítame presentar mi idea de nuevo."

Rem se aclaró la garganta y prosiguió:

Rem: "Queremos que se revelen únicamente aquellos secretos que puedan representar un peligro en el futuro. En cambio, los secretos que cada campamento considere imposibles de compartir, podrán mantenerse en el anonimato". Así, Rem reformuló su plan con mayor precisión.

Wilhelm: "Aunque su plan sigue sin ofrecernos garantías de que los secretos más peligrosos realmente salgan a la luz". Argumentó Wilhelm, expresando su duda sobre la eficacia del plan propuesto por la sirvienta de cabello azul.

Rem: "Comprendo su duda respecto a nuestro plan, pero no se nos ocurre una mejor opción. Extorsionar a los miembros de otros campamentos, evidentemente, no es una alternativa viable. Esto es lo mejor que he podido idear. La eficacia del plan depende, en gran parte, de la confianza que podamos depositar en la otra parte. Y aunque sé que no es fácil, realmente creo que esta es la mejor forma de resolver no solo el conflicto actual, sino también los que puedan surgir en el futuro". Dijo Rem con esperanza en la voz. Estaba decidida a confiar en los demás, del mismo modo en que su héroe había confiado en ella, incluso después de haberle causado tanto dolor.

Un profundo silencio se alzo en la sala, cada uno de los ocupantes de la habitación necesitaban pensar muy bien cual seria su próximo movimiento. Después de 2 minutos de un meditativo silencio, la Duquesa Karsten hablo:

Crusch:" Teniendo en cuenta nuestras opciones actuales, no veo otra forma que confiar en su plan, así que espero que puedas considerar en confiar en nosotros Rem-san, porque almenos por mi parte, deposito toda mi confianza en ti". Finalmente declaro la Duquesa, con una voz llena de amabilidad hacia la sirvienta que anteriormente le había salvado la vida.

Los ojos de Rem brillaron en felicidad, a pesar de su inutilidad, había logrado persuadir a la implacable Crusch Karsten. Ram miro a su hermana de reojo, un gran orgullo se instalo en su pecho al ver la confianza que había ganado Rem gracias a Subaru. "Realmente considerare tratarte un poco mejor Barusu", pensó Ram con una pequeña sonrisa formándose en su rostro.

Crusch:" En resumidas palabras, se podría decir que tenemos una nueva alianza, jeje~". Dijo tímidamente.

Rem:" ¡Sí!, ¡Muchas gracias, Crusch-sama!". Declaro Rem felizmente.

Ram:" Bien, con esto acordado, lo siguiente será reunirnos con el resto, seguro que también debieron de haber acabado con su parte" Hablo Ram con un tono ligeramente más alegre.

Cuando todos los ocupantes de la habitación comenzaron a salir para reunirse con los demás miembros del elenco, Ram se detuvo por un instante. Se giró, miró a Rem con una amplia sonrisa en el rostro y dijo:

Ram: "¡Bien hecho, Rem!"

Luego, sin añadir más, retomó su paso.

Rem se quedó completamente petrificada.
¿Su increíble hermana... la había felicitado?

A pesar de todos los conflictos que habían tenido lugar entre ellas, Rem deseaba sinceramente reconciliarse. Ese pequeño gesto le dio esperanza. Esbozó una leve sonrisa y, con renovado ánimo, siguió adelante.

PERSPECTIVA: CAMPAMENTO DE  PRISCILLA

Priscilla estaba sentada, rebosante de orgullo, en un majestuoso asiento digno de una emperatriz. Los bordes estaban finamente labrados en oro puro, con delicadas incrustaciones de rubíes y zafiros que brillaban bajo la luz de la sala. El espaldar, alto y ligeramente curvado, estaba bordado a mano con hilos de plata y seda escarlata, formando intrincados patrones que representaban dragones imperiales y flores de loto-símbolos de poder, gracia y linaje antiguo.

El asiento, acolchado con terciopelo rojo profundo, no solo ofrecía comodidad, sino que proyectaba una presencia imponente. Las patas del trono estaban esculpidas en forma de garras de león, como si la silla misma guardara celosamente a su soberana. En la parte superior del respaldo, se alzaba un emblema dorado con la insignia de su casa, reluciente como una corona colocada en el mobiliario.

Aquella silla no era simplemente un objeto decorativo; era una declaración de autoridad, una extensión de su identidad. Y Priscilla la ocupaba como si el mundo entero le perteneciera-con la barbilla en alto y una mirada que exigía reverencia sin pronunciar palabra.

Ese Teatro realmente podía ofrecerle todo objeto material que deseara, y eso lo aprovecho al máximo para resaltar su superioridad.

A sus pies estaba un hombre con vestiduras extrañas y un caso en la cabeza, a pesar de estar en una postura de subordinación absoluta hacia su Dama, el aura que lo rodeaba, contrastaba mucho con su posición en la sala, peligrosa ira era el sentimiento principal que Priscilla percibía salir de su bufón personal.

Repentinamente alguien tocó bruscamente la puerta de la habitación, lo que causo que Al se pusiera en alerta, y que Priscilla frunciera el seño notablemente ante la interrupción de su descanso.

Priscilla:" Aldebaran, ve y abre la puerta, me encantaría observar quien es el asqueroso plebeyo que se atrevió a tocar la puerta de la habitación de una Diosa". Ordenó Priscilla mientras sacaba su característico abanico de su exuberante pecho, abanicándose posteriormente.

Al obedeció la orden de su Dama, aunque en su mente murmuró con fastidio: "No me llame así, princesa."

Se acercó a la puerta de la habitación y la abrió. Al otro lado se encontraba un chico rubio de rasgos demi-humanos, cuya expresión irradiaba una clara hostilidad.

Al: "¿Qué es lo que quieres, amigo?" Inició la conversación con una pregunta vaga y cargada de fastidio, claramente molesto por tener que trabajar durante su hora de descanso.

Garfiel:" ¿Esta la perra de tu señora allí dentro?". Respondió Garfiel con otra pregunta, habiendo ignorando el consejo de Otto de controlar su lenguaje.

Al:" En primer lugar, no llames a la princesa de esa manera, y segundo, la princesa no esta recibiendo visitas, y yo tampoco estoy de humor ahora mismo, así que agradecería que te marcharas, amigo". Dijo Al en un tono neutral.

Garfiel:" Lo siento "Amigo", pero no puedo regresar con las manos vacías, así que, aunque te niegues, esa perra vendrá conmigo". Retó Garfiel en un tono amenazador.

Con la tensión creciendo en el aire entre el guerrero y el demi-humano, una voz cargada de arrogancia resonó en la habitación, cortando el ambiente como una daga. Su tono altivo no buscaba calmar la situación por gentileza, sino para evitar que una trifulca innecesaria estallara entre esos dos idiotas, como ella misma los consideraba.

Priscilla:" Aldebaran, deja que el plebeyo entre y diga lo que tenga que decir". Interrumpió Priscilla.

Al con desgana, llevo a Garfiel al centro de la habitación, donde su Dama estaba presente, sentada en su ostentoso trono.

Priscilla:" Y bien, ¿Qué es lo tan importante que tienes que decir, por lo cual incluso interrumpiste mi descanso, plebeyo?". Dijo Priscilla con voz burlona y desafiante, aunque le halla molestado inicialmente la interrupción del chico demi humano, ella estaba segura que este evento era cosa del mundo, un evento destinado para su completa diversión.

Garfiel:" Mi increíble yo vino aquí para convencerte para de que tú, y el idiota con casco acepten un acuerdo por parte de la princesa". Declaro Garfiel sus intenciones, con furia en su tono, no le agradaba tener que lidiar con Priscilla.

Priscilla:" ¡JA!, ¿Y porque Mi ser Divino aceptaría un acuerdo que venga de parte de una semi demonio?". Se burlo Priscilla con gran orgullo y desprecio en su voz.

Garfiel apretó los dientes con furia ante el comentario ofensivo de la Matriarca Vollachiana a su princesa.

Garfiel:" ¿Ni siquiera vas a oír lo que tengo que decir, perra presuntuosa?". Desafió Garfiel en un tono amenazador.

Priscilla:" Voy a dejarte algunas cosas muy claras, gato callejero."

Espetó con desdén, su voz rebosante de superioridad. Los insultos del demi-humano le habían resultado especialmente ofensivos.

"Primero: si lo que vienes a decirme es tan irrelevante como aceptar tu ridículo acuerdo, será mejor que te largues de inmediato.
Segundo: ¿acaso en tu pequeño cerebro de animal rastrero cabía siquiera la más efímera idea de que aceptaría algo proveniente de una medio demonio?
Y por último: tú, plebeyo maltrecho... ¿realmente te crees tan importante como para faltarme el respeto en mi propia habitación? Parece que tu orgullo no conoce límites, gato callejero."

Priscilla concluyó su declaración con el ceño marcadamente fruncido, cada palabra cargada de veneno y desprecio.

La tensión en la habitación incremento de un solo tirón, la Matriarca Vollachiana y el Escudo del campamento de Emilia estaban sumidos en una profunda lucha de miradas, hasta que finalmente el rubio demi humano decidió hablar:

Garfiel:" ¡Tch!, Muy bien, responderé a cada una de tus preguntas, perra". Dijo finalmente el Escudo del campamento de Emilia.

Priscilla espero con una sorpréndete paciencia a la respuesta del demi humano, algo raro dada la acalorada discusión que acababa de ocurrir.

Garfiel: "Criticar sin escuchar es propio de imbéciles... y quiero remarcar que tú caíste justo en eso, princesita."

Su tono era firme, directo y lleno de provocación.
"Si realmente esperas recibir aunque sea una mínima muestra de respeto de alguien que no sea ese imbécil con casco, será mejor que cambies esa actitud tan odiosa.
Además, desestimar un acuerdo solo por venir de una semi elfa... eso no es arrogancia, es estupidez."

Garfiel hizo una breve pausa. Su mirada se cruzó con la de Priscilla, desafiante y ardiente, y entonces continuó:

"Yo soy  Garfiel  Tinsel, también autoproclamado  Tigre Maravilloso , el Escudo del campamento de la princesa y mi Capitán. Y si quieres saber hasta dónde llega mi orgullo... te digo que me alcanza hasta la punta de los colmillos."

Así concluyó su declaración el orgulloso Tigre, sin bajar la mirada ni un instante.

Priscilla escuchó con atención cada palabra que salía de la boca de Garfiel. No lo interrumpió ni una sola vez, manteniéndose en completo silencio hasta que él finalizó su declaración.
Durante unos segundos, la Matriarca Vollachiana permaneció en silencio, observándolo fijamente.

Entonces, para sorpresa de Garfiel, sus labios se curvaron en una sonrisa inesperadamente reconfortante. No era burlona, ni sarcástica, sino una expresión genuina... aunque solo lo suficiente como para dejarlo confundido.

Lo que Garfiel no sabía era que acababa de superar su prueba.

Garfiel:" ¿Eh?". Logro decir torpemente el confundido Tigre.

Al entendió inmediatamente que el rubio demi humano había superado la prueba de su dama y asintió en comprensión, aunque aun estaba un poco preocupado por lo que ese "acuerdo" tuviera que tratar, mantuvo la calma y se dirigió al lado de su Dama.

Priscilla:" Muy bien plebeyo, ya que me has demostrado una exquisita muestra de tu orgullo. Yo Priscilla Barielle, accedo al acuerdo que esa chica semi demonio elaboró". Declaró con orgullo la Matriarca Vollachiana.

Garfiel aún confundido por lo que acababa de ocurrir, simplemente asintió y desvió la mirada.

Garfiel" Bueno... en ese caso sígueme, Priscilla". Dijo torpemente el Escudo del campamento de Emilia.

Todos los ocupantes de la habitación la abandonaron a paso lento y se dirigieron al punto de reunión acordado.

PERSPECTIVA: CAMPAMENTO DE  ANASTASIA

El campamento de la princesa comerciante se encontraba en alerta máxima ante cualquier intruso. No querían que los miembros de otros campamentos continuaran hostigando a su Dama, quien, en ese momento, estaba sentada en el borde de la elegante cama de su habitación. A su lado estaban Mimi y Tivey, acurrucados mientras recibían caricias maternales de la joven comerciante.

Tras las recientes visualizaciones y las tensas confrontaciones con representantes de otros campamentos, todos en el grupo de Anastasia estaban profundamente preocupados. La curiosidad sobre el secreto que su Dama guardaba con tanto recelo los consumía lentamente, pero el deseo de apoyarla superaba cualquier duda que pudieran albergar. Sabían que, si ella no hablaba, era porque sentía que debía cargar sola con esa carga.

Cada uno de los miembros del campamento estaba estratégicamente posicionado, cuidando los puntos clave del área, listos para actuar al menor indicio de peligro. Incluso Julius, quien hasta hace poco se había consumido en el autodesprecio, había dejado atrás sus fantasmas para enfocarse por completo en proteger a la mujer que le dio una razón para luchar, y por quien daría gustosamente su vida.

Ricardo, firme y en constante vigilancia, no dejaba de recordar las palabras de Al. La amenaza hacia su Dama y el insulto hacia su amigo aún le ardían en el pecho, y sabía que no se lo perdonaría fácilmente.

Mientras tanto, los trillizos permitían que su Dama les acariciara la cabeza, no solo para reconfortarla, sino también para transmitirle, sin palabras, que estarían allí para ella cuando decidiera abrirse. Sabían que, cuando llegara ese momento, ella compartiría con ellos esa carga con la que había estado cargando.

De pronto, alguien toco la puerta de la habitación, Ricardo y Julius se pusieron en posición de ataque, listos para remeter contra quien quisiera dañar a su querida Dama.

Ricardo abrió la puerta lentamente, con cautela, sus sentidos alertas ante cualquier amenaza. Pero, en un instante, algo en el ambiente lo hizo reaccionar: abrió la puerta de golpe y alzó los puños, listo para asestar un golpe sin vacilar.

Sus colmillos asomaron mientras su mirada feroz recorría a quien se encontraba al otro lado, preparado para defender a su Dama sin dudar ni un segundo.

Otto:" Buen día, quería poder hablar con- ¡¡ESPERA, AHHHHHHH!!". Otto había sido emboscado bruscamente por Ricardo de un momento a otro, él estaba listo para que el campamento de Anastasia estuviera en alerta, pero no esperaba que fueran tan agresivos, y valla que lo comprobó de la peor forma.

Ricardo al darse cuenta de a quien había embestido, se levanto rápidamente y le tendió una mano al pobre comerciante, lo que Ricardo no sabia era que Otto se desmalló del miedo.

Ricardo:" Uhh... ¿Perdón?". Dijo torpemente Ricardo a la sirvienta que lo miraba con una mirada digna de un asesino en serie, lo cual hizo que se le erizara el pelaje.

Frederica usó todos sus años de experiencia -y su paciencia entrenada- para contenerse y no propinarle un certero golpe en la entrepierna a Ricardo, con la esperanza de que así recapacitara.
Sin decir una sola palabra, se acercó al inconsciente Otto, lo alzó con facilidad sobre su espalda y, con pasos firmes, ingresó en la habitación.

Con total naturalidad, depositó al pobre comerciante desmayado sobre la lujosa cama, justo al lado de Anastasia, quien aún permanecía sentada, visiblemente sorprendida.
En realidad, no solo ella: todos los presentes quedaron atónitos ante la inesperada visita y la repentina entrada de Frederica, quien no mostró ni un atisbo de intención de explicar lo ocurrido.

Anastasia:" Uhh... ¿Frederica-san, cual es el motivo por el cual viniste a mi habitación?". Logro decir la princesa comerciante, con un poco de miedo en su tono debido a la mirada asesina que Frederica les había dirigido a cada unos de los presentes en la escena.

Frederica se mantuvo en silencio ante la pregunta de Anastasia, algo que no era propio de la elegante sirvienta, causando que la princesa comerciante sudara frio del miedo. Después de unos eternos minutos de silencio, cuando Frederica comprobó que Otto estaba empezando a recobrar la conciencia, Frederica le hablo a los presentes:

Frederica:" La razón de nuestra "pacífica" visita, era para poder dialogar algunos asuntos con Anastasia-sama, en representación de nuestro campamento". Declaro finalmente Frederica después de unos agobiantes 5 minutos de profundo silencio.

Anastasia:" ¿Y cual seria el tema a tratar, Frederica-san?". Pregunto Anastasia, aun con algo de miedo dirigido a la sirvienta demi humana.

Frederica:" De ello se va a encargar Otto-sama". Dijo en un tono firme, pero recuperando su característica elegancia, la cual se había desvanecido levemente en sus primeras palabras a la princesa comerciante.

Al instante en el que Frederica acabo de hablar, un abatido Otto se despertó, y se levanto lentamente de la cama para sentarse en el borde de la misma.

Otto:"... ¿Qué es lo que ocurrió?...". Logro decir el pobre comerciante.

Frederica:" Solamente el ataque de un perro rabioso, Otto-sama". Hablo Frederica con un inusual tono alegre y amable en su voz, a pesar de haber dicho tan hirientes palabras.

Ricardo se estremeció en su lugar, quería refutar lo dicho por Frederica, pero no se sentía con el derecho de hacerlo, así que se quedo callado con la cabeza mirando hacia abajo.

Otto:" ¿Perro rabioso, a que te refieres Frederica-san...?". Pregunto débilmente el comerciante.

Frederica:" No es nada, Otto-sama. Lo importante es que ahora usted está bien."

Expresó su alegría con una sonrisa cálida, aunque su gesto -decorado por una hilera de afilados dientes- solía provocar más miedo que alivio en la mayoría de las personas.

Sin embargo, Otto era la excepción.
Lejos de asustarse, se sintió extrañamente reconfortado por la sincera expresión de Frederica. Un tenue rubor se dibujó en sus mejillas, incapaz de disimular la emoción que le provocaban tanto sus palabras como su presencia.

El resto de los ocupantes de la habitación sintieron ternura por la interacción de la tierna pareja, aunque cierto espíritu con forma de zorro, estaba soltando risitas y comentarios en la mente de Anastasia, los cuales la hicieron sonrojarse profundamente, aunque nadie en la habitación lo notó.

Otto:" ¡Muy bien, b-bueno lo que le queríamos d-decir, Anastasia-sama, es que queríamos hacer un acuerdo con usted y su campamento!". Dijo nerviosamente el avergonzado comerciante. "Garfiel me va a matar", era el pensamiento que le carcomía la mente en esos momentos.

Anastasia: "¿De qué tipo de acuerdo estamos hablando, Otto-san?"
Recuperando rápidamente la compostura, la joven comerciante dejó atrás su comportamiento anterior y adoptó su habitual postura de negociadora. Su mirada se volvió aguda, y su tono -amable pero firme- revelaba que, en ese instante, había dejado de ser simplemente una princesa sentada en una cama y había retomado su papel de estratega implacable.

Otto se puso algo rígido ante el repentino cambio de actitud de la princesa comerciante, aunque se recupero rápidamente y adopto la misma compostura que su contrincante.

Otto:" El acuerdo tiene el sencillo propósito de aligerar la tensión que ha habido últimamente entre usted y el resto de campamentos, por lo cual creo que le interesaría". Comenzó Otto, formulando de manera estratégica cada palabra, para así sonar lo más convincente posible, ya que él sabia que la menos beneficiada de este acuerdo, seria la propia Anastasia.

Anastasia:" Dejémonos de rodeos, Otto-san, ¿Cuáles son los detalles del acuerdo?". Dijo Anastasia cortantemente para que Otto valla directo al grano, así impidiendo que el comerciante decore su acuerdo con palabras bonitas.

Otto se sintió acorralado por un breve instante, "Realmente no la llaman "Princesa Comerciante por nada", pensó para si mismo, y rápidamente formulo su respuesta a la pregunta de Anastasia.

Otto:" El acuerdo será de la siguiente forma, cada campamento tendrá que revelar los secretos que se consideren que son muy peligrosos para todos, Reinhardt-san y Crusch-sama serán quienes verifiquen que toda la información dada sea verídica". Declaro Otto, mirándola fijamente a los ojos con desafío.

Anastasia:" Y bien, ¿Cómo se supone que tu acuerdo aligerara la tensión entre nuestros campamentos exactamente, Otto-san?". Expreso Anastasia su duda en un tono infantil claramente fingido.

Otto pensó por un momento para si mismo, y luego prosiguió con su respuesta; el negociar con la "Princesa Comerciante" realmente le resulto una tarea complicada.

Otto:" Bueno... con este acuerdo de honestidad, estoy casi seguro de que Al-san y Wilhelm-sama estarán más que satisfechos con sus dudas ya resueltas". Dijo el comerciante.

Anastasia:" ¿Y donde esta el chiste del acuerdo, Otto-san?, al fin y al cabo, eso daría igual a que yo hubiera revelado mi importante secreto ante todos en la sala del Teatro". Contra argumentó la princesa comerciante, ya que este acuerdo le parecía absurdo al no brindarle ningún beneficio real.

Otto: "Ahí es donde recae un punto importante del acuerdo..."

Declaró con un tono triunfante, cruzando los brazos mientras dirigía una mirada segura a la princesa comerciante. Anastasia lo observó con creciente interés, la chispa de curiosidad brillando en sus ojos.

Otto: "Usted será quien decida qué secreto revelar. Y, en caso de que elija no hacerlo, solo deberá ofrecer una breve explicación de sus motivos... y con eso, el asunto queda zanjado."

Concluyó su propuesta con una mirada desafiante, dejando claro que no temía negociar en los términos de su interlocutora.

Anastasia pensó brevemente para si misma, y después de unos segundos hablo:

Anastasia: "Muy bien, Otto-san, tienes un trato. Aunque aún me queda una última duda..."
Se inclinó ligeramente hacia adelante, su tono cargado de interés genuino, pero también de perspicacia.
"¿Cómo piensas convencer al resto de los campamentos en los escasos veinte minutos que nos quedan del descanso que nos otorgó el Guardián?"

Sus palabras no eran una objeción, sino una prueba. Quería ver hasta dónde llegaban la astucia y la determinación del comerciante frente a ella.

Otto sonrió con superioridad, lo que causo que los labios de Anastasia se curvearan hacia arriba. "Realmente tienes compañeros increíbles, Natsuki-kun", pensó para si misma mientras miraba a Otto.

Otto:" Los miembros de mi campamento seguramente ya terminaron de convencer al resto de campamentos de estar de acuerdo con mi plan". Declaro Otto con orgullo y confianza en sus compañeros.

Anastasia:" En ese caso, confiare en tu palabra Otto-san". Dijo Anastasia con amabilidad.

Frederica: "Si ya todo está acordado, por favor, síganme a la sala de reuniones que nuestro campamento ha preparado como punto de encuentro."
Su voz, serena y firme, rompió el breve silencio que se había formado tras el acuerdo.

Aunque no había participado activamente en la negociación, por dentro, Frederica no podía evitar sentirse impresionada. Siempre había confiado en que Otto lograría su cometido, pero presenciarlo con sus propios ojos fue todo un espectáculo.
La seguridad en su postura, la mirada victoriosa que aún sostenía... era imposible no admirarlo.
"Realmente es increíble", pensó para sí, "y no solo como comerciante."

Al unísono con las palabras de Frederica, todos los presentes en la habitación comenzaron a prepararse. Sin necesidad de más indicaciones, se pusieron en marcha con determinación, saliendo en orden hacia la sala de reuniones. Cada paso que daban era una declaración silenciosa de que el momento de las palabras había llegado a su fin: ahora era tiempo de decisiones.

PERSPECTIVA: SALA DE REUNIONES

Otto, Frederica y los miembros del campamento de la princesa comerciante cruzaron el umbral de la sala de reuniones. El ambiente en el interior estaba cargado de tensión y expectativa: todos los representantes de los distintos campamentos ya se encontraban reunidos, cada uno ocupando su lugar como piezas en un tablero cuidadosamente dispuesto.

Una leve sonrisa de orgullo se dibujó en el rostro de Otto al contemplar la escena. Ver a todos sus compañeros allí, dispuestos a buscar una solución pese a las diferencias, le llenaba el pecho de una sincera gratitud. En ese momento, supo con certeza que, sin importar el resultado, ya habían logrado algo valioso: estar todos bajo el mismo techo, dispuestos a escuchar.

Emilia:" ¡¡Otto-san, Al fin llegaste!!". Emilia noto la entrada de Otto y compañía a la habitación, y una gran alegría la inundo, "Seguro que Subaru estaría orgulloso", pensó para si misma.

Garfiel:" Ya era hora hermano Otto, incluso mi Asombroso yo empezó a pensar que fracasaste, ya tenia algunas burlas preparadas". Dijo Garfiel en tono sarcástico, en realidad él ya sabia que su hermano lo iba a lograr sin tener problema alguno.

Frederica le dedico una mirada un tanto agresiva a su hermano, él cual se sorprendió por ello, era verdad que no era muy apegado a su hermana, pero aun así, ella nunca le había dedicado una mirada tan severa.

Otto:" Tengo que admitir que yo también dude de mi mismo durante esta negociación, pero por suerte todo salió bien". Respondió Otto al comentario de su hermano, siendo completamente ignorante de la mirada asesina que tenia la mujer detrás de él.

Otto se aclaro la garganta para empezar a hablar, y todos los miembros del elenco se levantaron de sus asientos en señal de comprensión de lo que estaba por ocurrir.

Otto:" Muy bien, primero que nada, quiero agradecerles a todos por haber aceptado nuestro pequeño acuerdo, espero que mis compañeros ya les hallan explicado en que consiste el acuerdo, de no ser así, por favor pregúntenme, soy todo oídos". Declaro Otto en un tono que resonaba con seguridad, y hasta cierto punto, autoridad.

Priscilla alzo la mano y Garfiel bajo la cabeza avergonzado, había acabado tan sorprendido por el repentino cambio de actitud de Priscilla que se había olvidado de explicarle los términos del acuerdo.

Otto:" ¿Cuál es su duda Priscilla-sama?". Pregunto Otto con respeto en su voz.

Priscilla:" El plebeyo al cual enviaste a buscarme, nunca le explico a Mi ser Divino sobre los términos de dicho acuerdo". Explico Priscilla su situación, haciendo que todo el campamento de Emilia le dedicara una pesada mirada a Garfiel, él cual solo poso su vista, aun más fija en el suelo de la habitación.

Otto: "Muy bien. Los términos del acuerdo son simples: cada campamento deberá revelar aquellos secretos que puedan considerarse peligrosos para los demás."
Explicó brevemente, su voz resonando con firmeza en la sala, con la intención de disipar la última duda que aún rondaba en la mente de la Matriarca Vollachiana.

Al escuchar los términos con claridad, Al no pudo evitar estremecerse. Un escalofrío recorrió su espalda, y una punzada de arrepentimiento se instaló en su pecho.
"Debí intervenir..." pensó con amargura, recordando la conversación entre su Dama y el rubio demi-humano.
Ahora que las cartas estaban sobre la mesa, el peso de su silencio comenzaba a sentirse como una traición involuntaria.

Anastasia:" Muy bien, ¿Cómo comenzamos con esto Otto-san?". Pregunto Anastasia para romper el hielo.

Otto: "Primero, ya que fuimos nosotros quienes los hicimos venir hasta aquí, revelaremos un secre-"
Se interrumpió a sí mismo de pronto, su expresión se transformó en una mezcla de frustración y resignación.
"¡Espera un momento! ¡¡Pero si gracias a esa maldita pantalla ya no queda ningún secreto por ocultar!!"
Exclamó, llevándose una mano a la cabeza mientras maldecía internamente a la dichosa pantalla, culpable de haber expuesto tanto de sus vidas y pensamientos ante todos.

Los ocupantes de la sala se rieron del cómico comportamiento del comerciante, mejorando el ambiente de la habitación.

Crusch:" jejeje~ No te preocupes Otto-san, comprendemos su situación, así que como compensación, mi campamento comenzara". Declaro la Duquesa Karsten entre risas por la tonta personalidad del comerciante.

Todos se sentaron en sus asientos, expectantes a lo que la Duquesa tuviera que revelar.

Crusch:" Ya que mi campamento no tiene ningún secreto peligroso, supongo que la mejor manera de proceder será revelando otra clase de secreto..". Conforme iba pronunciando las ultimas palabras, el tono alegre de la Duquesa decayó, Félix se preocupo notablemente, ya teniendo una idea de lo que su Dama estaba por revelar.

Tomo un fuerte respiro y comenzó a hablar:

Crusch: "Como todos los presentes ya sabrán, yo tenía una relación muy cercana con el príncipe Fourier Lugunica. Él era una persona realmente increíble en cada pequeña cosa que hacía."
Suspiró con melancolía antes de continuar.

"Cuando me enteré de que era una candidata al trono de Lugunica, un solo pensamiento me atormentaba: venganza.
Quería vengarme del dragón divino Volcanica por su inacción ante la enfermedad que devastó a la familia real. Mi única motivación para subir al trono era romper el acuerdo que nos ata a él.
Claro, adorné esa furia con palabras bonitas como: 'Lo hago para que el país se independice y así nuestra fuerza se solidifique', pero la verdad... era una excusa. Era egoísmo, puro y simple."

"Pero al llegar a este Teatro... comprendí algo que cambió mi visión por completo. Aprendí que dejarse llevar por la venganza y las emociones negativas es la forma de cobardía mas repúgnante que existe.
Natsuki Subaru fue quien me enseñó eso.
Un hombre débil -aparentemente-, pero que jamás permitió que las injusticias lo consumieran. Si él puede seguir adelante, enfrentando tormentas con determinación y coraje, ¿Por qué yo tendría que continuar con mi absurdo deseo de venganza?
Eso sería una traición al sacrificio de un hombre tan increíble."

La voz de Crusch se volvió más firme, cargada de una renovada convicción.

"Por eso, hoy hago una promesa: de ahora en adelante, mi propósito para aspirar al trono de Lugunica será proteger -con espada y escudo- a todos los habitantes del reino... y, por consecuente, a Natsuki Subaru."

Al concluir su declaración, la Duquesa fue recibida con una oleada de respeto silencioso. Su caballero no pudo evitar que una lágrima de orgullo surcara su rostro, mientras Wilhelm asintió solemnemente, reconociendo las palabras que honraban a quien tanto admiraban.
El resto del elenco comprendió el peso que Crusch había cargado en silencio, y uno a uno, le ofrecieron palabras de apoyo, liberando finalmente el corazón de la duquesa de la carga que tanto la había atormentado.

Emilia:" Realmente aprecio que quieras proteger a Subaru, Crusch-san". Dijo Emilia con amabilidad en su tono, ella había ganado cierto aprecio por la Duquesa Karsten.

Crusch:" Muchas gracias, Emilia-san". Respondió la Duquesa a la muestra de cariño de la semi elfa.

El ambiente en el Teatro había mejorado mucho, incluso más que con el tonto descuido de Otto.

Felt:" Está bien, no seré yo quien se quede de brazos cruzados después de que la Duquesa fuera tan honesta". Declaró Felt con una voz llena de energía.

Todos los miembros del elenco se giraron para ver a la pequeña princesa ex ladrona, la cual puso un pie sobre la mesa como si fuera un acto de rebeldía, e inflo el pecho con orgullo, aunque no tuviera mucho de lo que presumir.

Reinhardt se sintió orgulloso por la confianza que demostraba su Dama, era una escena que grabaría en piedra en su perfecta memoria.

Felt:" El secreto más impactante de mi campamento es...". Empezó Felt con gran determinación en su voz, pero de repente se detuvo y miro para todos los lados, lo cual desconcertó a todo el elenco, especialmente a Reinhardt.

Felt:"Nuestro mayor secreto es...". Continuo Felt con duda en su voz, de repente agarro a Reinhardt y lo acerco bruscamente a ella, y dijo: "Oye Rein, ¿Tenemos algún secreto?", la pregunta de su Dama hizo que Reinhardt suspirara levemente, en ocasiones su Dama hablaba antes de pensar.

Reinhardt:" Lamento informar que, lamentablemente nuestro campamento no tiene ningún secreto de gran relevancia para los presentes en la sala" Reinhardt decidió finiquitar el asunto, sin poner excusas o decir cosas sin relevancia para hacerlos pasar como "secretos".

La repentina declaración de su caballero hizo que Felt se pusiera roja de la vergüenza que le causaba el asunto, rápidamente se escondió detrás de Reinhardt, hundió su cabeza en su espalda y empezó a murmurar algunos insultos sin destinatario. La escena era muy tierna así que los presentes en la habitación se abstuvieron a presentar una queja por la descuidada declaración de la ex ladrona, todos menos cierta Matriarca Vollachiana.

Priscilla:" Era de esperar que una rata de los barrios bajos no tuviera nada que esconder, al fin y al cabo las ratas solo pueden ondear entre la basura". Espeto la Matriarca Vollachiana sin un ápice de piedad, Felt quería protestar, pero la vergüenza que sentía en ese momento superó sus ganas de discutir.

Priscilla:" Ya que la rata de los barrios bajos al fin aprendió cual es su lugar, Mi yo Divino continuará con las revelaciones". Declaró Priscilla con orgullo en su voz, además de una gran satisfacción por la humillación que había recibido la ex ladrona.

Al comenzó a sudar frío al imaginar el peor de los escenarios: su Dama, la altiva y despiadada Priscilla Barielle, ordenándole que revelara un secreto personal. Solo pensar en ello lo hizo tragar saliva con dificultad.
Estaba casi completamente seguro de que negarse no sería una opción válida... o segura.

No, claro que no lo era.

Negarse a una orden directa de su Dama no significaría solo recibir un grito o, en el mejor de los casos, un violento puntapié en la entrepierna -el cual ya había experimentado y definitivamente no quería repetir-. No, esta vez lo más probable es que esa negativa marcara su fin.

Literalmente.

"¿Moriré decapitado...? ¿Envenenado...? ¿O me hará tragar cuchillos mientras baila sobre mi cadáver?", pensó, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la espalda.

Miró de reojo a Priscilla, que aún no había dicho nada, pero cuyo elegante y peligrosamente afilado abanico reposaba en su regazo, casi como una amenaza silenciosa.
Solo esperaba que, por algún milagro, su Dama no tuviera el más mínimo interés en su pasado.

Priscilla, sentada con la espalda recta y el mentón en alto, notó la evidente incomodidad de su caballero. La manera en que sus ojos evitaban mirarla directamente, y el leve temblor en su mano, le resultaron tan patéticos como comprensibles.
Un suspiro cargado de desaprobación se escapó de sus labios pintados con el más profundo escarlata.

Si ella no podía sostener la frente en alto ni ante un simple pasado, ¿Cómo podría el mundo seguir inclinándose ante ella como debía?

No. Si alguien iba a hablar por el campamento Barielle, sería ella.
Solo ella.
Como debía ser.

Se puso de pie lentamente, el suave crujido de sus ropajes reales llenó el silencio, como si la misma sala se preparara para escuchar algo que no se había pronunciado en siglos.

Su abanico, tan elegante como letal, se abrió con un gesto perfecto y luego descendió mientras su voz, cargada de arrogancia divina rompía el aire:

Priscilla: "El secreto que Mi Yo Divino revelará... será sobre mi pasado."

Un murmullo cruzó la sala.
Incluso Al alzó la mirada con sorpresa, sin saber si sentirse aliviado o aún más preocupado.

Priscilla: "Mi nombre no fue siempre Priscilla Barielle. Nací como alguien sin nombre, sin linaje, sin valor a los ojos de este podrido mundo. Fui criada en una tierra sin ley, donde la muerte era tan común como la miseria. Pero incluso entre los parias, yo brillaba.
Era evidente. Mi existencia era demasiado magnífica para aquel entorno. Lo supe entonces y lo confirmo ahora: el mundo entero se equivocó al relegarme a la sombra."

Dio un paso adelante, sus ojos como rubíes brillando con fuego puro.

"Fue mi voluntad la que me sacó de la oscuridad, la que me elevó hasta este trono, y la que seguirá guiándome hasta lo más alto. No hay vergüenza en haber nacido en la miseria. La verdadera vergüenza sería haberme quedado allí, ocultando esa parte de mí por miedo.
Y si alguno de ustedes considera eso un defecto...". Esbozó una sonrisa arrogante dirigida al resto de ocupantes de la habitación, "...entonces su opinión vale tanto como el polvo bajo mis sandalias."

La sala quedó en silencio unos segundos. Incluso los más orgullosos no pudieron evitar mirar a Priscilla con una mezcla de respeto y cautela.

Aunque la Matriarca Vollachiana había aparentado haber dicho la verdad, en realidad solo disfrazó su declaración convenientemente para burlar las Protecciones Divinas de Crusch y Reinhardt, los cuales se trataron el engaño de lleno. Ella no iba a revelar un secreto tan importante al completo, ni aunque el propio Dragón Divino se lo pidiera.

Incluso Otto, acostumbrado a negociar con palabras, se quedó sin argumentos.

Y Al... bueno, Al solo agradeció mentalmente no haber sido el blanco de ese discurso.

Emilia:" Debió de ser muy duro para ti Priscilla-san, lamento mucho que hallas tenido que pasar por tanto". Expreso Emilia su humilde opinión ante la revelación del pasado de la Matriarca Vollachiana.

Priscilla:" No necesito tu lastima semi demonio, si buscara consuelo en una semi demonio como tú, eso si que seria caer aun mas bajo que una rata de los barrios bajos". Espeto Priscilla con su característico tono agresivo dirigido a la semi elfa, aunque esta vez, había una pequeña sonrisa escondida detrás de su abanico, una clara muestra de lo contradictorio de sus palabras respecto a sus emociones.

Garfiel:" Parece ser que no eras tan perra después de tod-". Garfiel fue interrumpido por un fuerte golpe a su cabeza.

Quien proporcionó dicho golpe no fue nadie más ni menos que Frederica.
Llevaba rato aguantándose las ganas de reprender físicamente a su hermano menor por sus constantes comentarios hacia Otto, pero ahora tenía la excusa perfecta.

Con precisión y firmeza, descendió su mano sobre la cabeza de Garfiel, dejando un claro chichón rojo y palpitante como lección.

Frederica se sintió satisfecha.

Garfiel:" ¡¿Y eso porque fue?!". Pregunto Garfiel mientras se sostenía la cabeza, con una expresión que transmitía claramente su dolor ante la violenta reprimenda de su hermana mayor.

Frederica:" ¿Realmente necesitas preguntar, Garf?". Dijo cortantemente con un tono ligeramente gélido dirigido a su pequeño hermano, el cual se estremeció del miedo.

Otto: "Frederica-san, creo que exageraste un poco... Sé que Garfiel a veces puede actuar como un idiota irrespetuoso, que siempre se burla de mí, además de que nos causa algunos problemas con otros campamentos...". Otto se cruzó de brazos, suspiró profundamente, y agregó con el ceño fruncido, "¿Sabes qué? Que se joda."

Concluyó finalmente, al recordar la interminable lista de situaciones incómodas y conflictos en los que Garfiel lo había metido durante las visualizaciones. Por primera vez, Otto decidió no disculparlo internamente.

Garfiel se sintió un poco herido por las palabras de su hermano, pero al pensarlo mejor, realmente le había causado muchos problemas, por lo cual se resigno a escuchar con la cabeza baja.

Otto:" Muy bien, el único campamento que falta por hablar es...". Otto dirigió su mirada a la princesa comerciante y prosiguió, "... su campamento Anastasia-sama". Finalizo Otto con voz firme.

Anastasia guardó silencio durante algunos segundos, y luego declaró con voz firme y elegante:

Anastasia: "Muy bien. No seré yo quien actúe como cobarde y oculte la verdad. Hacerlo sería un grave insulto para todos los aquí presentes."

Mientras hablaba, buscaba mantener la compostura. En su interior, se repetía para sí misma: "Espero estar a la altura de lo que viene, Natsuki-kun", intentando calmar su corazón acelerado.

Anastasia: "Creo que, para que todo esto tenga sentido, tendré que hacer como Priscilla-san y contar mi historia... hasta el punto actual."
Desvió la mirada un instante, sintiendo el peso de cada palabra que estaba por decir.

Los más sorprendidos por su decisión fueron los miembros de su propio campamento. Anastasia siempre había sido hermética respecto a su pasado. Pero la influencia de cierto joven de cabello negro, junto a las valientes confesiones de Crusch y Priscilla, le dieron el valor necesario para hablar. Respiró hondo, y con la ayuda de Echidna serenando sus emociones, se preparó para compartir la verdad.

Anastasia: "Mi historia comienza en Kararagi, en una ciudad olvidada por muchos y recordada por pocos. Nací entre trapos sucios y el olor rancio del mercado... No conocí a mis padres, y para cuando aprendí a caminar, ya debía aprender a robar para comer. No era astuta por naturaleza, sino por necesidad. En ese mundo, la compasión es un lujo, y yo nunca pude permitírmelo."

Sus palabras calaron profundo entre los presentes. Mimi y Tivey la miraban con una mezcla de tristeza y admiración. Julius mantenía su mirada firme, pero sus puños estaban cerrados.

Anastasia: "Mi historia no es un drama conmovedor lleno de tragedias visibles. Es más bien una sucesión de decisiones frías... y solitarias. Desde muy pequeña supe que nadie me protegería, por lo que si quería algo, tenía que construirlo por mí misma. Fui moldeando mi camino, paso a paso, hasta volverme lo que soy hoy. No por caridad, sino por necesidad."

Hizo una breve pausa, mientras su mirada recorría los rostros atentos de todos los presentes. Mimi, Tivey y Ricardo la observaban con una mezcla de sorpresa y preocupación. Julius, sin decir nada, estaba completamente centrado en ella.

Anastasia: "Pero incluso una mente calculadora, como muchos me han llamado, tiene límites. Cuando mi cuerpo comenzó a fallar, cuando empecé a sentir que todo lo que había construido podía desmoronarse en cualquier momento, tomé una decisión que oculté incluso a mis más cercanos."

La comerciante desató con cuidado el pañuelo blanco que adornaba su cuello. En ese instante, una suave voz surgió desde él, calmada, elegante y profundamente analítica.

Echidna: "Buenas noches a todos. Soy Echidna... el espíritu artificial que Anastasia-chan contrató hace años."

Al revelar el nombre de Echidna, el elenco quedó petrificado ante el peso de esas palabras. Echidna, la Bruja de la Avaricia, ella había sido una de las principales promotoras del sufrimiento de Subaru en el Arco 4.

Esto generó múltiples miradas, tanto despectivas como conmovidas por la historia de la princesa comerciante.

Los miembros del campamento de Anastasia esperaron en silencio a que su dama continuara con su explicación, confiando plenamente en ella.

Cierto espíritu contratado tuvo sentimientos encontrados ante la mención de ese nombre. Echidna era tanto su creadora como la responsable de todo su sufrimiento durante los 400 años que se vio obligada a recluirse en la biblioteca prohibida, esperando la llegada de una persona que ni siquiera existía.

A Beatrice, a pesar de todo el dolor que había sufrido, podía soportarlo. Pero lo que no podía tolerar... era el daño que su "Madre" le había causado a su querido e increíble contratista.

Beatrice: "...No eres ella, ¿Verdad?". dijo en voz baja, con sus ojos celestes fijos en la figura blanca que flotaba junto a Anastasia.

Echidna: "No. No soy tu madre, Beatrice. Pero si me lo permites... me gustaría ser tu hermana."

Beatrice parpadeó, sorprendida por la suavidad en la voz de Echidna. Su expresión pasó de tensión a una mezcla de duda y desconcierto. No respondió de inmediato, pero su cuerpo dejó de temblar.

Anastasia: "Quiero aclarar que mi espíritu, Echidna, no es la Bruja de la Avaricia. En cambio, es un espíritu artificial creado por ella. Posiblemente, como un intento fallido de crear al espíritu perfecto."

Sus palabras estaban cargadas de honestidad, lo cual mostraba su compromiso a la revelación de un secreto que, hasta ese momento, había resguardado con uñas y dientes.

Esta declaración despejó gran parte de las dudas del elenco, aunque algunos como Reinhardt, Al, Crusch, Emilia, Garfiel, Ram y Beatrice se mantuvieron alerta.

Garfiel frunció el ceño, visiblemente incómodo.

Garfiel: "¿Y cómo demonios sabemos que no estás mintiendo, zorrita? Si eres creación de esa bruja... ¿Qué impide que compartás sus mismas intenciones?". Espeto Garfiel con desdén y desconfianza en su voz.

Ram: "Tch, estoy de acuerdo con la fiera. Este espíritu dice no tener voluntad propia, pero eso ya lo oímos antes, y terminó manipulando a cierto idiota que tengo que cuidar". Declaró Ram en su tono sarcástico habitual, aunque se mantuvo preventiva ante las intenciones del espíritu.

Echidna: "Lo comprendo. Dudar es natural. Pero la voluntad que poseo es completamente mía. Fui creada con conciencia, pero nunca compartí la obsesión ni los planes de mi creadora. Anastasia-chan puede dar fe de ello". Se defendió el espíritu zorruno con gran serenidad.

Emilia, que había permanecido en silencio, observaba a Echidna con una mirada serena pero firme.

Emilia: "Lo importante no es cómo naciste... sino qué eliges hacer con eso. Si Anastasia confía en ti, entonces yo también puedo intentarlo". Dijo Emilia con voz algo indecisa, pero firme en sus ultimas palabras, ella realmente quería empezar a ver a las personas tal cual su caballero lo hacia, tal vez de esa manera, ella podría ser almenos un poco tan increíble como él.

Anastasia: "Oculté esta verdad porque sabía que podría generar desconfianza. ¿Quién confiaría en alguien que comparte cuerpo y conciencia con un espíritu que puede influir en sus decisiones? Pero después de ver la honestidad de Crusch-san... y la valentía de Priscilla-san al hablar de su pasado... comprendí que este no es momento de esconderse. No si queremos construir algo juntos". La princesa comerciante hablo con total honestidad, conmoviendo a varios miembros de la habitación, especialmente a cierto caballero que se estaba carcomiendo en el autodesprecio.

Echidna: "Yo solo deseo lo mejor para Anastasia-chan. No tengo intereses ocultos ni una voluntad superior a la de ella". Complemento Echidna las palabras de su hija adoptiva para aportar credibilidad.

Ante tales palabras, Julius cerró los ojos y asintió. Ricardo suspiró aliviado. Mimi y Tivey corrieron a abrazar a su dama, y más de uno en la sala bajó la mirada, conmovidos por la confianza que había depositado en ellos.

Beatrice, aún mirando a Echidna, finalmente murmuró:

Beatrice: "...Quizás... sí eres distinta. Quizás eres solo... una más de nosotras." Entonces, para sorpresa de todos, Beatrice agregó con un hilo de voz casi tímido:
Beatrice: "...bienvenida a la familia, supongo." Finiquito el pequeño espíritu con algo de rubor en sus adorables mejillas, sin duda, si Subaru hubiera visto tal escena, hubiera estado alabando a su querida Beako gracias a su inmensa ternura por horas sin parar.

Echidna sonrió, no con labios, sino con una calidez perceptible incluso sin forma humana.

Echidna: "Gracias, Beatrice. Eso significa mucho para mí". Se alegro de que alguien igual que ella la aceptara como parte de su familia.

El elenco finalmente se calmó completamente y decidió confiar en la palabra de la princesa comerciante.

Echidna se acerco a Anastasia y le susurro en un tono un poco juguetón:

Echidna: "Estoy segura de que Subaru estaría muy orgulloso. Fuiste muy valiente, Ana."

Sus palabras reconfortaron visiblemente a la joven, y por primera vez en mucho tiempo, Anastasia Hoshin se sintió libre de toda carga.

Después de que las declaraciones fueron hechas, los miembros del elenco aprovecharon los minutos restantes del descanso para dialogar e interactuar entre ellos. Este pequeño espectáculo de revelaciones realmente había fortalecido la confianza que comenzaba a construirse entre todos.

Cuando la euforia estaba en su punto máximo, la molesta voz del Guardian resonó en todo el Teatro.

"Parece ser que ya resolvieron sus diferencias, les felicito, hasta me dan ganas de darles un dulce por el buen trabajo"

Todos fruncieron el seño ante las sarcásticas palabras del Alcaide.

"El descanso termino, es hora de que empiece la diversión; será entretenido observar sus rostros llenos de desesperación por lo que están por ver, les advierto que este Arco no será como cualquier otro que  hallan  visto, ¡Buena suerte mis pequeñas marionetas!"

El elenco quedo petrificado ante el significado de las palabras que su Alcaide les había dirigido, ¿Realmente esto podría ponerse peor?, la idea les hizo sudar frio, y posteriormente a que el Guardian pronunciara las ultimas palabras, los miembros del elenco salieron ordenadamente de la habitación con expresiones ilegibles, se dirigían nuevamente a la sala donde una gran pantalla se cernía al centro de la sala, todos ocuparon sus asientos y esperaron pacientemente a que las visualizaciones se reanudaran.

FIN DEL (DESCANSO: 1)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Soy yo, su queridísimo autor con otra actualización para el Fic, este capítulo realmente fue un reto de escribir, especialmente por el exceso de personajes e interacciones que tuve que integrar, pero me siento satisfecho con el resultado.

Quisiera agregar que la próxima actualización de la historia será para la próxima semana, quiero reeleerme el Arco 6 de Re:Zero para así tener la mente fresca al momento de escribir el resto de los capítulos y entregarles el mejor resultado posible.

Además quisiera agradecer por el apoyo que ha estado recibiendo este Fic, no esperaba que tanta gente se interesará por mi FanFic, lo que yo pensaba era que iba a tener 5 o 10 lectores a los mucho, el tener más de 240 me hace querer entregarles capítulos dignos de su apoyo, realmente, muchas gracias.

Estaré leyendo ideas para nuevos miembros para el elenco principal, lo que ya están confirmados son: Shaula (del final del Arco 6), Meili, y Hetaro, agradecería mucho que me dieran sus recomendaciones para nuevos integrantes, de no ser así, continuaré la historia solamente con los anteriormente nombrados.

Cualquier sugerencia para la historia es bienvenida, los leeré con todo gusto, Hasta la próxima semana, ¡¡y no me olviden fácilmente!!

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:03/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 11225

Chapter 4: El Interludio al Sufrimiento (CAPÍTULO: 1 PARTE: 2)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El Interludio al Sufrimiento (CAPÍTULO: 1 PARTE: 2)

El elenco ya estaba ubicado en sus respectivos asientos, algunos reunidos entre los miembros de sus campamentos, otros acaparando el espacio personal de cierto joven de cabello negro, aunque estos últimos eran en su mayoría damiselas interesadas en el muchacho.

"Ya que todos ya están reunidos en la sala, retomaremos las visualizaciones desde donde las dejamos, ¡Buena suerte mi pequeño elenco!"

Resonó la voz del Alcaide en toda la sala, algunos miembros del elenco ya empezaban a hartarse de la sarcástica y desinteresada voz de su Guardian.

La pantalla volvió a encenderse en una fuerte luz tenue, y las infernales visualizaciones fueron reanudadas.

La escena retomaba su curso en la sala de reuniones, donde todos los campamentos se habían congregado una vez más. El tema era tan delicado como urgente: los recientes ataques del Culto de la Bruja. De todos los crímenes cometidos, los más devastadores seguían siendo las víctimas de los Arzobispos de Gula y Lujuria.

En medio de aquel ambiente tenso, Anastasia conversaba con un caballero que había sido relegado al olvido. La conversación entre ambos retomaba justo en el punto donde las visualizaciones habían sido abruptamente interrumpidas.

"Fue el señor Julius quien trajo aquí a Ricardo cuando estaba herido. Me extrañó un poco cuando se levantó y desapareció justo después, pero... así fue, ¿verdad?".

"Lady Anastasia..."

El recuerdo de ser tratado como un extraño por el señor al que había jurado servir con su espada y el imposible segundo primer encuentro entre dama y caballero... Había una intensa devoción en la voz de Julius.

Al oírlo, Anastasia recuperó el aliento.

"-Todos, tengo una proposición".

Con los ojos de Julius clavados en ella, Anastasia volvió a centrarse en el tema en cuestión

Mimi:" ¿Un proposición?, ¿A que se refiere la jefecita?". Mimi ladeo la cabeza con curiosidad, esbozando gran ternura con sus gestos.

Tivey:" Lo más probable es que a Anastasia-sama se le haya ocurrido algún plan para poder solucionar el problema de Gula y Lujuria". Declaro Tivey con gran orgullo en su voz, él realmente creia que su jefa podía elaborar un plan para cualquier situación, a pesar de lo precaria que esta sea.

Félix:" ¿Pero que plan podría ser factible en esa situación?". Pregunto Félix con duda en su voz.

Crusch:" Yo también tengo mis dudas al respecto, pero creo que la pantalla nos lo revelara a su debido tiempo, será mejor que continuemos viendo". Crusch decidió finiquitar con las innecesarias especulaciones del elenco que no llegarían a nada.

"¿Una proposición?" respondió  Kiritaka . "¿Qué tipo de proposición podría ser, dado este desarrollo?"

"Todos tienen el mismo problema general, ¿verdad? La  gente transformada  por la Lujuria y la gente sin nombre por la Gula. Pero los Arzobispos han desaparecido sin dejar rastro, y dudo que confiesen y nos digan cómo arreglar las cosas. Estamos atascados".

"¿Qué sentido tiene sacar eso a colación ahora...?" Ferris hizo una mueca.

"La razón por la que saca el tema es porque se le ha ocurrido algo, ¿verdad?".

Emilia ladeó la cabeza hacia Anastasia.

"Así es". Anastasia se encogió de hombros.

"No tiene sentido preguntar a esos desagradables arzobispos. En ese caso, ¿por qué no preguntar a alguien más que pueda saber la respuesta?"

Emilia:" ¿Anastasia-san, sabes a quien se podría estar refiriendo tu yo de la pantalla?". Pregunto Emilia con una voz suave.

Anastasia:" Para serte sincera, no tengo ni idea". Respondió la princesa comerciante, ni siquiera ella misma sabia a que podría estar refiriéndose en ese momento su yo de la pantalla.

Reinhardt: "Creo que tengo una vaga idea de a quién podría estarse refiriendo Anastasia-sama..." murmuró el Santo de la Espada, con un dejo de duda en su voz.

Su susurro, aunque suave, no pasó desapercibido para Felt, quien se giró de inmediato hacia él, arqueando una ceja con curiosidad:

Felt: "¿Ah, sí? ¿Y qué esperas para soltarlo, Rein? No me digas que ahora te da por hacerte el misterioso". Felt decidió cuestionar a su caballero para sacarle respuestas.

Reinhardt: "Todo a su debido tiempo, Felt-sama. Lo que tengo en mente no son más que conjeturas por ahora". Respondió con serenidad el Santo de la Espada, sin apartar la vista del centro de la sala, insinuando con su tono que prefería no adelantar juicios sin pruebas claras.

Felt resopló con fastidio, pero cruzó los brazos y volvió a mirar hacia la pantalla con un leve bufido.

Felt: "Tsk, siempre tan recto... Deberías aprender a soltar un poco, ¿sabes?". Espeto Felt ante la actitud de su caballero.

"¿Alguien más que podría saber... como alguien que sabe muchas cosas?"

"Sí, exactamente. Hay alguien que encaja perfectamente con esa descripción en este país. Alguien que sabe muchas cosas".

"...No querrá decir..."

Reinhardt:" Y creo que estuve en lo correcto". Le hablo Reinhardt en voz baja a su Dama, para que solo ella lo oyera.

Felt:" A ver, escupe Lupe". Respondió Felt con algo de impaciencia.

Reinhardt:" Lo más seguro es que quieran preguntarle...". Reinhardt dudo por un segundo, pero después prosiguió con su declaración, "... al Gran Sabio en persona". Finalmente, Reinhardt dijo lo que quería decir.

Felt:" ¿A quien?". Felt desconocía quien era este tal "Gran Sabio".

Reinhardt:" Felt-sama, ¿Acaso usted desconoce quien es el Gran Sabio?". Pregunto Reinhardt algo sorprendido por la ignorancia de su Dama ante uno de los personajes más importantes de la historia de su país.

Felt negó con la cabeza y dijo:

Felt:" Ni puta idea". Hablo Felt con sinceridad, aunque su mal lenguaje ocasionó que Reinhardt la reprendiera como de costumbre.

Reinhardt: "El Gran Sabio... es uno de los tres héroes legendarios que sellaron a Satella y evitaron que el mundo se sumiera en la destrucción. Se dice que poseía un conocimiento casi absoluto sobre todo lo que existe, y que ese saber quedó resguardado en la Atalaya de las Pléyades, una inmensa torre que guarda los secretos del pasado."

Hizo una breve pausa, y su tono se volvió algo más sombrío.

Reinhardt: "Una vez fui enviado allí para buscar una cura para la familia real... pero fracasé. La torre está protegida por una barrera tan poderosa que ni siquiera pude acercarme" Reinhardt resumió lo mejor que pudo los datos más relevantes de ese personaje tan importante para la historia de Lugunica.

Felt chasqueó la lengua y se cruzó de brazos, sin molestarse en ocultar su escepticismo.

Felt: "Creo que entendí lo esencial... pero si ni tú pudiste acercarte a esa torre, ¿Cómo cree esa comerciante que lo va a lograr? Suena más a capricho que a estrategia, algo que no es propio de ella". Felt dejo a relucir sus dudas respecto al supuesto plan de Anastasia de llegar a la Atalaya de las Pléyades.

Reinhardt:" Desconozco como es que piensa lograrlo, pero a mi parecer ese es el plan que va a sugerir Anastasia-sama". Reinhardt decidió cortar con la conversación y continuar viendo las visualizaciones.

La afirmación principal de Anastasia provocó un ronco murmullo en algún lugar de la sala.

Sin embargo, a diferencia de todos los demás, Subaru no tenía ni idea de lo que ella estaba insinuando.

Si había alguien que sabía cómo deshacer los poderes de los arzobispos...

"Oye, no sé de qué estás hablando, pero deja de andarte con rodeos y  escúpelo  de una vez".

Felt, que tenía el mismo nivel de comprensión que Subaru, fulminó con la mirada a Anastasia.

"Lo siento, lo siento". Anastasia hizo una mueca. "Me refiero a Shaula, él Sabio".

Otto:" ¡¡¿Acaso estas loca de remate!!?, ¡¿Sabes lo peligroso que es aventurarse a las Dunas de Arena de Augria?!". Otto grito ante la estupidez sugerida por la supuestamente "astuta" princesa comerciante.

Ricardo:" ¡Oye!, controla tu tonito al hablarle a la jefa". Ricardo decidió intervenir ante el arrebato de Otto.

Frederica:" Usted no esta en posición para hablar, Ricardo-sama". Frederica dijo esto con un tono tan gélido como el hielo, obviamente seguía algo resentida por lo que Ricardo le había hecho a Otto en el descanso anterior.

Ricardo se estremeció ante la mirada asesina de la criada de la casa Mathers, su pelaje se erizo del miedo y decidió quedarse callado por el bien de su propio pellejo.

Otto: "¡Recurrir a la Atalaya de las Pléyades debería ser un último recurso, cuanto mucho! ¿Te haces una idea de cuántas veces Natsuki-san podría... podría morir por ir a un lugar tan peligroso?!"

Las palabras salieron disparadas con fuerza, pero al segundo Otto se arrepintió. Su mirada se desvió hacia Anastasia, que se había estremecido visiblemente. El solo imaginar a Subaru enfrentando ese lugar-solo, herido, muriendo una y otra vez-le quebraba el alma.

Un par de lágrimas comenzaron a acumularse en las comisuras de sus ojos, su expresión temblaba, al borde de romperse por completo.

Pero antes de que el silencio se hiciera insoportable, una voz suave la sostuvo.

Echidna: "Estoy contigo, Ana-chan. Pase lo que pase, no estás sola."

La calidez en la voz del espíritu la ancló. Anastasia apretó los labios, contuvo el temblor en su pecho, y asintió, recuperando algo de compostura. Aunque el temor persistía, su determinación brilló débilmente a través de sus lágrimas

Julius: "Será mejor que mantengamos la calma".

El caballero se adelantó un paso, interrumpiendo con cortesía pero firmeza. No iba a permitir que se faltara al respeto a su Dama, aunque comprendía bien la angustia del comerciante. Sin recurrir a confrontaciones innecesarias, su voz sonó clara y serena:

"Otto-san, entiendo perfectamente cómo se siente. Pero sería apresurado responsabilizar a Anastasia-sama por una decisión tomada por su contraparte en la visualización. La mejor manera de avanzar es evitar peleas entre nosotros. Ese tipo de comportamiento solo alimenta el entretenimiento del Guardián... y fortalece su control sobre esta situación."

Sus palabras resonaron con lógica y honor, como una reprimenda suave pero innegable.

Otto bajó la mirada un instante, respiró hondo, y finalmente asintió con resignación.

"Tienes razón, Julius-san. Me dejé llevar... No ganaríamos nada con pelearnos ahora". Aun seguía algo irritado ante la propuesta de la comerciante, pero era verdad que el tener confrontaciones era lo que menos quería en ese momento.

La tensión en el ambiente se disipó apenas un poco, pero fue suficiente para evitar que la conversación se desbordara en caos.

Reinhardt:" Así que realmente tenia razón, eh...". Él sabia que no podría acompañar a Subaru en esta aventura debido a su decisión de escoltar a Sirius a la Capital del Reino, lo cual le generaba gran incertidumbre sobre lo que le depararía al joven de ojos aterradores.

Felt: "No te preocupes, Rein. Tenemos que mantenernos firmes por el bien del hermano mayor. Si nosotros nos venimos abajo con tan poco, sería un insulto al enorme sacrificio que él ha hecho por nosotros. ¡Así que levanta la cabeza, y prométeme que vas a dar lo mejor de ti, Rein!". Declaro Felt con voz firme y con su característica energía.

Reinhardt se mostró sorprendido al principio por las palabras de su Dama, pero de inmediato comprendió el mensaje que ella intentaba transmitirle. Una cálida sonrisa se dibujó en su rostro mientras inclinaba ligeramente la cabeza, con respeto y afecto.

Reinhardt: "Felt-sama... sus palabras son tan sabias como las de una auténtica Reina."
Su voz, cargada de cariño, resonó con una sinceridad que no dejaba espacio a la duda. ¿Podría desear una Dama mejor? Definitivamente, no.

Reinhardt: "Daré todo lo que esté en mi poder. Le aseguro que no la decepcionaré, ni a usted, ni a Subaru. Seré digno del honor de llamarme su caballero... y del privilegio de ser amigo de un hombre tan increíble como él. Es una promesa."

Sus ojos azules brillaban con determinación, reflejando la luz de una esperanza renovada. En su mente, una única promesa se repetía con fuerza inquebrantable:

"No sufrirás más, Subaru."

Felt:" ¡Así se habla Rein!, mas te vale cumplir con esa promesa". Felt se sintió profundamente orgullosa de la renovada confianza de su caballero, claramente no era el mismo Reinhardt del inicio de las visualizaciones, y eso la hacia sentir muy feliz.

Reinhardt asintió y volteo la cabeza en dirección a la gran pantalla que se cernía en medio del Teatro.

Beatrice:" Subaru... espero que todo salga bien y no tengas que sufrir más por mi incompetencia como tu espíritu, supongo...". Beatrice había desarrollado un gran sentimiento de insuficiencia gracias al Arco anterior, en el cual ella había fallado totalmente como su espíritu contratado, o almenos eso era lo que ella pensaba, ya que nadie mas la culpaba por ello.

Emilia:" Beako...". Emilia quería desesperadamente consolar a la pobre espíritu, pero no sabia que palabras usar o como actuar, realmente su caballero era mucho mejor que ella en todos los aspectos, "Subaru eres increíble", era su pensamiento constante desde que llego a ese infernal Teatro, finalmente ella se abstuvo a actuar, y volteo la vista hacia la pantalla.

"¿Eh?"

Felt ladeó la cabeza, arrugando la cara pensativa.

Subaru fruncía el ceño con la misma confusión.

"En el Reino de  Lugunica ", intervino Julius, "hubo una vez tres grandes campeones que lograron una gran hazaña. El Santo de la Espada, el Señor del Dragón y el Sabio. Se les conoció como los tres héroes".

"Los tres héroes..."

"Cierto. Y uno de ellos es el Sabio, Shaula. El guardián del conocimiento que prevé todo lo que sucederá en este mundo".

Continuando con la explicación de Julius, Anastasia suavizó su expresión en una sonrisa.

Anastasia estaba debatiéndose internamente el porque ella sugeriría una idea tan peligrosa, realmente no lo comprendía, ¿Qué beneficio daría tomar tal riesgo?

Emilia:" Solo espero que Subaru no tenga que sacrificarse mucho por nuestro bienestar". Esta declaración era mas para si misma que para alguien más, su caballero podría ser la persona más increíble del mundo, pero su autoestima no podría peor, lo cual la preocupaba profundamente.

Rem:" Subaru-kun... ". Rem no pudo hacer nada más que pronunciar su nombre, ese simple gesto la reconforto profundamente, ya que era el nombre de su increíble héroe.

Ram:" Más te vale sobrevivir, tonto Barusu".

Garfiel:" ¡JÁ!, Él Capitán lograra conseguir la ayuda del Sabio sin problemas, de eso Mi Increíble yo esta más que seguro".

Otto:" Natsuki-san siempre se levanta hasta conseguirlo, estoy seguro que esta vez no será la excepción."

Beatrice:" ¡El contratista de Betty puede lógralo todo, supongo!".

Reinhardt:" No hay mejor caballero que tú, Subaru"

Crusch:" Puedes lograrlo, Subaru-dono".

Por el Teatro llovían palabras de apoyo, dirigidas específicamente al joven dormido en la sala, solo había una persona que no estaba tan segura con las declaraciones hechas por el resto de miembros del elenco.

Félix: "Así que realmente planean adentrarse en las Dunas de Arena de Augria..."

La voz del chico gato fue apenas un susurro, cargado de una mezcla de preocupación y resignación.

No sabía qué pensar. Una parte de él se revolvía ante la idea de ver a Subaru sufrir nuevamente. Había presenciado ya demasiadas veces cómo aquel chico se desmoronaba y volvía a levantarse, sangrando y roto. Pero...
Otra parte de él -más fría, más brutal, más sincera- no podía evitar pensar: "Si alguien tiene que romperse y sufrir, que no sea ella."

El pensamiento le repugnó. ¿Realmente era tan miserable como para desear que Subaru cargara con el dolor, solo para que su Dama no lo hiciera?

Tal vez sí. Tal vez siempre lo había sido.

Pero no se retractó. No desvió la mirada ni tragó sus palabras.
<<Si Subaru tenía que morir para que Crusch viviera... entonces, que así fuera.>>

Anastasia miró alrededor de la habitación con sus pálidos ojos azul verdoso.

"La Atalaya de las Pléyades, al otro lado de las Dunas de Augria, en el extremo oriental de  Lugunica . El legendario Sabio que allí se recluye podría conocer las respuestas que intentamos encontrar". Declaro con voz firme a todos los presentes.

Los miembros del elenco fruncieron ligeramente el seño ante lo que significaba adentrarse a tal lugar, pero tenían plena confianza en Subaru y sus capacidades, por lo cual nadie hizo comentarios ante la confirmación del plan de la princesa comerciante.

La escena cambio y se enfoco en un cuarto en el cual, un Otto muy malherido descansaba en una de las camas de la habitación.

"Dicho sin rodeos, estoy en contra". Declaro  el comerciante  herido.

"...Bueno, tenía el presentimiento de que lo estarías".

Subaru rio irónicamente mientras se rascaba la mejilla ante el contundente rechazo de Otto

Otto:" Vaya que si que no hay muchos cambios en mi pensamiento, a pesar que él yo de ahí no sabe de la habilidad de Natsuki-san". Razono el comerciante ante el interesante dato, o mejor dicho, era interesante solamente para una criada demi humana que escuchó con mucha atención lo que él decía.

Garfiel: "El hermano Otto es tan preventivo que incluso apostaría a que, si pudiera, le pondría una correa a Subaru para que no se meta en más líos por su cuenta." Gruñó el chico bestia con una mezcla de burla y admiración, cruzando los brazos.

"Pero bueno, no lo culpo... después de todo, el Capitán tiene un talento especial para lanzarse de cabeza al peligro". Concluyo Garfiel con una afilada sonrisa.

Otto se abstuvo de contradecir lo que Garfiel había dicho; después de todo, no estaba del todo equivocado. En cambio, prefirió concentrarse en una tarea mucho más urgente:
contener a la criada semi-humana que ya se preparaba para lanzarse encima de Garfiel, seguramente con la intención de romperle la cara.

Frederica, con una ceja temblando y el labio crispado, murmuraba amenazas entre dientes mientras Otto se aferraba a su brazo como si su vida dependiera de ello.

Otto: "¡Por favor, Frederica-san, piense en la paz temporal que hemos logrado!", suplicó, sudando frío.

Frederica decidió calmarse por sugerencia de Otto, ella no quería causarle problemas al comerciante así que se resigno a darle un merecido castigo a su hermano menor, y se sentó en su puesto con gran elegancia.

Petra:" Frederica nee-sama a veces da mucho miedo". Dijo con algo de sudor en el rostro ante el arrebato de su maestra.

Frederica:" ¡Nueva lección Petra-chan!, cuando alguien es tan descerebrado como para no entender con palabras sin importar cuantas veces se lo repitas, destrózalo". Declaro la sirvienta demi humana, con un tono que parecía juguetón, pero que transmitía una gran aura asesina.

Petra se estremeció ante las palabras de su maestra, pero contrario a lo que uno pensaría, la pequeña sirvienta tomo nota de lo que Frederica había dicho.

Garfiel estaba sentado despreocupadamente con los brazos entrelazados detrás de su cuello, sin saber de la que se había salvado.

Las maltrechas piernas de Otto aún dolían a la vista, pero había sido trasladado del refugio  aun  hospital en condiciones, donde recibía un tratamiento atento propio de alguien que había trabajado tan duro para resolver la crisis que atenazaba a la ciudad.

Esta escena hizo que los miembros del elenco se estremecieran notablemente ante las destrozadas piernas de Otto, cortesía de Rui Arneb, una Arzobispo del Pecado de la Gula.

Frederica juró internamente que haría sufrir a ese monstruo disfrazado de niña pequeña, que desprendía arrogancia por todo su ser y le había hecho daño a una persona tan importante para ella.

Ésas fueron sus primeras palabras tras escuchar lo que se discutió en la reunión que se había perdido. Y era la reacción que Subaru había esperado.

Porque Otto  Suwen  conocía bien a Subaru Natsuki.

La mayoría de la gente parecía  sobrevalorarle , pero Beatrice, Otto y quizá  Patrasche  eran los únicos que realmente tenían una evaluación sólida de él.

Posiblemente Ferris también, aunque no estaba realmente en posición de fijarse mucho dado el asunto con Crusch.

Así que Subaru sabía desde el principio que Otto estaría en contra.

Anastasia: "No sobrevaloramos a Natsuki-kun. Solo estamos diciendo los hechos... y Natsuki-kun es, sin lugar a dudas, la persona más increíble que existe". Declaró con una voz cálida, cargada de sincero cariño, que contrastaba con su habitual tono calculador y sereno.

La sala quedó en silencio por un breve instante antes de que varios asintieran con firmeza, confirmando lo evidente.

Emilia, Beatrice, Otto, incluso Crusch y Reinhardt, quienes rara vez expresaban emociones tan abiertamente, compartían ese sentimiento. Subaru había tocado sus vidas de formas que no podían explicar con palabras.

Pero no todos reaccionaron de inmediato. El campamento de Anastasia, por el contrario, permaneció congelado.
No porque no creyeran en las palabras de su Dama... sino porque estaban demasiado atónitos por la manera en que las había dicho.

Julius, especialmente, bajó ligeramente la mirada, sorprendido, confundido, quizás un poco celoso.

"Subaru... ¿Qué le hiciste a mi Dama?", pensó, aunque ya conocía la respuesta. Anastasia había cambiado.

Últimamente, no era muy buena ocultando sus verdaderos sentimientos... y en ese momento, esos sentimientos eran imposibles de ignorar.

Echidna:" Parece ser que mi querida hija finalmente empozo a hablar con el corazón envés de con la cabeza". Echidna se burlo de su hija, a ella realmente le gustaba molestarla con este tipo de asuntos.

Anastasia se sonrojo ligeramente e hizo pucheros ante el comentario de su madre adoptiva.

"Pero ya que me conoce tan bien, deberían conocer mi respuesta".

"...Dejando a un lado a Lady Emilia, ¿ Beako  no se enfadó también?"

"Mi  Beako  es linda incluso cuando está enfadada".

Beatrice:" ¡Mph!, Eso es obvio, Betty es la mejor espiri-". Beatrice se corto a si misma a media declaración, aun estaba muy afectada por lo del Arco anterior, esa herida seria algo difícil de sanar.

Emilia:" Beako...". Emilia seguía sin saber como ayudar al desconsolado espíritu, por lo cual decidió que usaría el próximo receso para aligerar las cargas que llevaba Beatrice encima.

Otto se llevó la mano a la frente, exasperado. Subaru le miró las piernas.

"Así que tus piernas van a estar fuera de servicio durante un tiempo, ¿no?".

"Será difícil dado el estado de las cosas en Priestella. Hay demasiadas bajas, así que los sanadores tienen que hacer un  triaje  de todos. Al parecer, el señor  Kiritaka  está trabajando para reunir a todos los sanadores que pueda encontrar en las ciudades vecinas, pero..."

"¿Pero cuando las piernas están tan mal, sólo los sanadores de alto nivel pueden hacer algo realmente?"

"Si, pero Ferris tiene las manos ocupadas cuidando de Lady Crusch".

Crusch se sentía invadida por una punzada de culpa.
Había bajado la guardia ante Capella... y por ello había sufrido consecuencias devastadoras.
Ahora, no solo ella pagaba el precio, sino también aquellos que le eran más queridos. Especialmente él... el chico de ojos determinados y alma incansable.

Subaru, quien estaba dispuesto a aventurarse a la temida Atalaya de las Pléyades, un lugar del que incluso los héroes hablaban con cautela, solo para encontrar una cura que pudiera devolverle lo que ella había perdido.

Félix, su más fiel aliado, también había concentrado todos sus esfuerzos en atenderla... y aunque eso le conmovía profundamente, no podía evitar pensar que estaba acaparando más de lo que merecía.

Y, en el fondo, lo sabía: Subaru no lo hacía solo por ella.
Lo hacía por Rem.

Ese pensamiento dolía. No por celos, ni por envidia, sino por la cruda realidad de que ambos compartían un mismo dolor.

Y Crusch lo entendía. Porque si pudiera devolverle a Subaru todo lo que había perdido... también lo haría sin pensarlo.

Ferris estaba totalmente descartado, dado lo precaria que era la situación de Crusch. Y todos los demás sanadores estaban ocupados intentando tratar a los pacientes de toda una ciudad.

"Mientras tanto, nuestro especialista en curación está fuera corriendo por la ciudad y deja a su superior aquí en un estado lamentable".

Garfiel  no estaba allí. El especialista en curación de la facción de Emilia estaba utilizando magia curativa en las piernas de Otto a intervalos regulares, pero pasaba el resto de su tiempo ayudando a reconstruir la ciudad.

Siempre fue un chico de buen corazón, así que no resultaba especialmente extraño verle por ahí ayudando a la gente necesitada, pero-.

"Probablemente haya otra razón. Mientras no se esfuerce demasiado, creo que está bien".

Mimi: "¡Garf es el mejor chico que pueda existir! ¡Solo el mini jefe puede competir con la gran solidaridad de Garf!"
Exclamó Mimi con orgullo desbordante, inflando el pecho como si estuviera hablando del héroe más grande del mundo.

Garfiel, por su parte, se quedó paralizado unos segundos, con las mejillas ardiendo de vergüenza.

Garfiel: "Tch... no digas tonterías, Mimi...". Gruñó desviando la mirada, visiblemente incómodo. No porque no apreciara las palabras, sino porque en su interior no se sentía digno de esa comparación.

Compararlo con su capitán, con Subaru, le parecía una exageración absurda.
A sus ojos, el "Capitán" era alguien en un nivel completamente distinto... alguien que caminaba hacia adelante aun cuando todos retrocedían. No había punto de comparación. Y Garfiel lo sabía mejor que nadie.

Mimi:" ¡Para Mimi no es una tontería, es solamente una expresión de mi gran amor por ti, Garf!". Parecía ser que Mimi no se iba a rendir hasta que Garfiel cediera, y esto Garfiel lo sabia muy bien, Mimi era la chica mas hiperactiva que había conocido en toda su vida-aunque no es como si hubiera conocido a más chicas que Ram, Rem y Mimi-Garfiel suspiro profundamente y respondió:

Garfiel:" Lo que tu digas, enana...". Respondió Garfiel con voz entrecortada y algo suave, además de que estaba completamente avergonzado por la innecesaria atención que se había ganado gracias al pequeño acto de Mimi.

Ricardo y Tivey aun estaban acostumbrándose al nuevo enamoramiento de Mimi, aunque lo aceptaran y le dieran su consentimiento a Garfiel, este tipo de interacciones seguían siendo algo difíciles de digerir para el padre/hermano sobreprotector que era cada uno.

Anastasia, por su parte, soltó una risita elegante al ver la tierna interacción entre Mimi y Garfiel. Había algo encantador en la forma genuina en que esos dos se relacionaban, tan libre y sincera.

Ella también deseaba, en el fondo, poder tener ese tipo de cercanía con cierto chico de mirada intensa y aterradora. Pero sabía que, por ahora, lo más sensato era abstenerse. Primero debía comprenderlo mejor, conocer sus heridas, sus sueños, y lo que verdaderamente albergaba en su corazón.

Ese joven de cabello negro ya tenía a tres personas que competían abiertamente por su afecto, cada una con sus propias razones y cicatrices.
Anastasia no pensaba rendirse. Haría lo que estuviera en su mano, sin forzar nada, para convertirse en una opción digna... para ser alguien que él pudiera mirar no con preocupación o cautela, sino con cariño verdadero.

Después de todo, ella no era alguien que se retirara de una carrera solo porque ya había otros en la pista, su avaricia era inmensa y esa era la principal razón por la cual Echidna se le acercó hacia tantos años atrás.

"Es  Garfiel ; él mismo sacará el tema dentro de poco, cuando esté preparado. Y Mimi está con él. Eso también debería ayudarle a refrenarse un poco, para que no se pase de la raya".

"A pesar de lo que parece, Mimi tiene una buena comprensión de lo que ocurre a su alrededor. Supongo que es una hermana mayor para él".

"Creo que quieres decir que es una mujer para él. Pero de cualquier forma..."

La expresión de Otto se tensó y Subaru se enderezó al encontrarse con la mirada de Otto.

"-Aún tenemos que recuperar el Tomo de la Sabiduría del Maestro Dardos. Tendré que permanecer en Priestella. Pero mi postura respecto a este plan es firme, aunque mi objeción al final sea una pérdida de tiempo".

Ram dirigió una mirada gélida y penetrante al joven comerciante, quien se estremeció visiblemente. Ram no necesitaba gritar para imponer miedo: su sola presencia bastaba para helar la sangre.

Ram: "Será mejor que te deshagas de esa basura de libro. De lo contrario, puede que mi magnífico ser considere darte de comer a los Ulgrams del bosque."

Su tono era más severo de lo habitual. Y lo más alarmante: no sonaba como una amenaza vacía. Ram era perfectamente capaz de llevarla a cabo si lo consideraba necesario.

Frederica: "Será mejor que ni lo pienses, Ram-san. Estoy del lado de Otto-sama, y si tienes algún problema con él, tendrás un serio problema conmigo también."

Lo dijo con su típica elegancia, pero un aura intimidante emergía con cada palabra. La tensión subió como la espuma, y nadie parecía lo bastante valiente (o temerario) como para interponerse entre ambas sirvientas.

Otto, consciente del peligro, tragó saliva y alzó las manos con calma diplomática.

Otto: "Entiendo tu preocupación, Ram-san. Pero creo sinceramente que podríamos usar el Tomo de la Sabiduría para un bien mayor. Destruirlo por una posibilidad... sería un desperdicio."

Intentó sonar razonable. Pero sus palabras fueron como gasolina al fuego.

Ram: "¡¿Una posibilidad dices?! ¿Sabes lo que tuvimos que hacer para arrebatarle ese libro infernal a Roswaal-sama? ¡Y ahora tú vienes a querer restaurarlo! ¿¡Te falta un tornillo, comerciante!?"

La furia era tal que el aire parecía vibrar. Ram no solo estaba molesta: se sentía traicionada.

Roswaal: "~Por mi parte no me importariaaaa que restauraran el librooo~". El Marques hablo con su característico tono teatral.

CALLATE !"

Todo el teatro estalló al unísono. Nadie, absolutamente nadie, quería escuchar más delirios de ese bastardo.

Entonces, la calma volvió en forma de una voz serena:

Anastasia: "Tal vez haya una forma de resolver este conflicto."

Todos giraron la vista hacia la comerciante, que había estado pensando en una solución desde hacía rato.

Ram: "¿Y cuál sería esa forma, Anastasia-sama?"
Aunque usó el título con respeto, su tono era frío como el hielo.

Anastasia: "¿Qué tal si dejamos el Tomo bajo la custodia de Natsuki-kun?"

Ram: "¿Y eso en qué cambia el hecho de que ese maldito libro seguirá intacto?"

Anastasia: "Fácil. Natsuki-kun es la persona más confiable para mantenerlo a salvo. Además, con su astucia, es probable que pueda sacarle provecho en su viaje. Así evitamos que Roswaal-san lo recupere y, al mismo tiempo, ganamos una herramienta poderosa repleta de información."

Habló con tranquilidad, segura de que su propuesta era la más equilibrada. Y además, en el fondo, esperaba que eso ayudara a Subaru a no tener que... morir otra vez.

Ram: "Tsk... Está bien. Confío en el juicio de Barusu. Sé que no será tan idiota como para entregar ese libro a cambio de un par de Appas."

Resopló, pero finalmente cedió. Anastasia sonrió para sí misma. Victoria diplomática.

Otto soltó un suspiro largo. No le gustaba nada verse atrapado entre conflictos, y menos entre aliados. Internamente, agradeció a Anastasia por haberlo salvado de un destino posiblemente doloroso y lleno de mordidas.

Mientras tanto, Roswaal maldecía en silencio. Había intentado recuperar el libro en múltiples ocasiones, incluso había tratado de sacarlo disimuladamente del bolsillo de Otto. Pero desde que se supo que el Tomo podía restaurarse, Otto no lo soltaba ni para dormir.

Todos se calmaron y voltearon la vista hacia la pantalla.

"No seas tan quisquilloso. No se trata sólo de ti.  Garfiel  se va a quedar para proteger la ciudad y ayudar en la recuperación. No espero que los  cultistas  ataquen de nuevo, pero es una posibilidad".

Sería propio de ellos fingir una retirada sólo para volver asaltando como una ración extragrande y doblemente frita de maldad.

El elenco se estremeció ante la sola posibilidad. Nadie allí deseaba volver a cruzar caminos con uno de esos lunáticos del Culto, pero los hilos del destino rara vez se preocupaban por los deseos de sus marionetas. Y, como siempre, parecía que el más afectado por sus crueles caprichos sería cierto chico de cabello negro.

Sin embargo, Subaru no era el único en guardia contra eso.

Todos los implicados estaban siendo precavidos. Los  cultistas  eran así de peligrosos y ponían nerviosos a todos, estuvieran allí o no.

"Sin embargo, resulta que necesitamos más ojos para observar cómo se desarrollan las cosas. Una vez que se me curen las piernas, yo también investigaré algunas cosas. Así que..."

"Sí, lo sé. Por favor, ten cuidado, ¿vale?"

Subaru guiñó un ojo mientras le robaba la línea a Otto.

Otto suspiró pesadamente y volvió a tumbarse lentamente en la cama.

"Lo siento", añadió Subaru con una sonrisa preocupada. "Iré a reunirme con ese sabio con la princesa comerciante como guía".

A todo el elenco le enterneció la sincera interacción entre los dos hermanos jurados. La mayoría compartía el mismo deseo: que su querido amigo -o en algunos casos, su interés amoroso- tuviera la mejor de las suertes en su peligrosa travesía hacia las Dunas de Arena de Augria.

Beatrice: "Realmente espero poder serte de ayuda en esta ocasión, mi querido contratista... supongo". La pequeña y orgullosa bibliotecaria murmuró estas palabras en voz tan baja que parecían solo para sí misma. Sin embargo, cierta semi elfa con oído agudizado logró captar el susurro sin problemas.

Emilia no dijo nada, pero en su interior tomó nota. Pensó que necesitaba hablar seriamente con Beatrice. Si ni siquiera ella -tan fuerte, tan testaruda, tan orgullosa- podía evitar caer en el auto desprecio, entonces cierto chico de cabello negro iba a tenerlo aún más difícil.

Por su parte, Anastasia se mantuvo en silencio, pero su determinación ardía con intensidad tras sus ojos amatista.

Anastasia: "Te ayudaré con todo lo que tengo, Natsuki-kun. Te lo prometo". Se juró a sí misma que allanaría su camino lo más posible. Si podía evitar que Subaru se expusiera al más mínimo riesgo, lo haría sin dudar.

La escena cambio para ver a Subaru parado enfrente de una puerta, la cual denotaba un aura poco agradable.

Subaru llamó a la puerta para ser cortés.

"-Entre".

Hubo una respuesta silenciosa desde el interior.

Era una voz que sonaba familiar, pero abatida, lo que disgustó a Subaru.

La persona en cuestión era el proclamado "Mejor Caballero", o al menos eso era antes de ser borrado de la existencia y memoria de todas las personas, cortesía de Gula.

"Ah, eres tú".

"¿Esperabas a otra persona?"

"Es una sensación extraña, pero ver tu cara es todo un alivio".

"¡Gah, bngh!"

Al entrar en la habitación, a Subaru le entraron literalmente arcadas con lo primero que dijo Julius.

El campamento de Anastasia se mantuvo firme ante la escena. Aunque, en esa realidad, habían olvidado por completo a su querido amigo y caballero, hicieron un juramento solemne en nombre del Dragón: evitarían a toda costa que ese trágico destino se repitiera.

Julius: "Esta vez no te defraudaré, amigo Subaru".
Sus palabras no eran solo una promesa, sino una declaración de guerra contra el destino. El Mejor Caballero daría todo de sí. Y si eso no bastaba... sabía que Subaru no lo dejaría atrás.

Mientras tanto, los tres campamentos que se habían unido antes del inicio de las visualizaciones del Arco 6 -Felt, Crusch y Emilia- compartieron un mismo objetivo: acabar con Gula. La destructiva sinrazón de esa autoridad había dejado cicatrices demasiado profundas como para ser ignoradas.

Al, por su parte, cruzado de brazos y con cara de fastidio, decidió tragarse todos sus comentarios ácidos y bromas incómodas. Después de todo lo que había soltado hace un rato, sabía que lo mejor era mantenerse en silencio... aunque eso lo matara de aburrimiento. Las visualizaciones, para su gusto, estaban yendo demasiado lentas.

Con cuatro campamentos armados de determinación y promesas que resonaban como decretos, el elenco entero volvió su atención a la pantalla. La historia aún no había terminado, y el destino de muchos todavía colgaba de un hilo.

La escena se reanudó en la conversación de Subaru y Julius.

A pesar del comentario, fue considerado con Julius al cerrar la puerta tras de sí.

Cerrar la puerta en silencio era lo menos que podía hacer por las personas que dormían allí.

"Aunque sería mucho más fácil si realmente se despertaran por el ruido".

"Si pudieran, ¿revelaría usted algún gran acto y les despertaría con un estruendoso aplauso? Esa sería una habilidad valiosa... No sabía que podía odiar a Gula más de lo que ya lo hacía".

"Ja".

Apartándose de aquella risa desinflada, Subaru miró alrededor de la habitación a toda la gente que yacía en camas sencillas.

Dichas camas estaban dispuestas de forma ordenada, pero no era en absoluto una escena tranquila.

No estaban durmiendo. Eran las personas que habían quedado atrás: olvidadas de los recuerdos, amuralladas de la vida cotidiana, seres incompletos que no estaban muertos, pero tampoco realmente vivos.

La escena en pantalla provocó una reacción unánime entre el elenco: disgusto absoluto. Aunque el horror de lo que veían les helaba la sangre, también les inspiró un profundo respeto por aquellos guerreros olvidados. El poder de la Gula era, sin lugar a dudas, uno de los más temibles... solo imaginar ser borrados de la memoria de sus seres queridos bastaba para hacerlos estremecer.
No lo permitirían. Bajo ningún concepto.

Los más determinados a aplastar a ese enemigo eran, sin sorpresa, quienes habían sentido su devastador toque de forma más directa.

Rem: "Vas a pagar por robarme un año entero junto a mi héroe, maldita basura de cultista". Su voz, aunque calmada, estaba impregnada de un odio helado que no dejaba lugar a dudas: Rem quería justicia... y venganza.

Crusch: "Por mi nombre y autoridad como Duquesa de la Casa Karsten, declaro formalmente que mi campamento emprenderá una búsqueda incansable para eliminar a esas alimañas conocidas como Arzobispos de la Gula". Su declaración, firme como una orden militar, resonó con fuerza en todo el teatro. Nadie dudaba de su determinación, y su campamento la contempló con admiración renovada.

Julius: "Y yo, Julius Juukulius, proclamado "El Mejor Caballero", juro por mi honor que acabaré con ese maldito engendro. Es mi forma de redimirme ante Natsuki Subaru, mi querido amigo". Cada palabra suya era una promesa grabada con fuego. Anastasia, desde su sitio, no pudo evitar esbozar una orgullosa sonrisa.

Con el ánimo renovado, el elenco reafirmó su decisión. No dejarían que esos fanáticos de la Bruja quebraran su voluntad. Subaru les había enseñado algo vital: que la determinación, más que cualquier espada o hechizo, era el arma más poderosa frente a la adversidad.

"Julius, sé que no soy quien para hablar, pero no deberías esconderte aquí".

"No importa cuánto mires; no vas a recordar de repente. Podría ser una querida hermanita... alguien a quien consideraras tu otra mitad, pero seguirías sin acordarte".

Subaru no intentó ofrecer ningún consuelo barato.

Julius estaba sentado en la esquina de una de las camas más cercanas a la pared. Había una pena que no podía ocultar en su expresión.

Sus ojos amarillos estaban clavados en el rostro de la persona que yacía en la cama.

El muchacho esbelto de largo cabello morado -uno de los sin nombre que habían caído en coma- no aparecía por ninguna parte en los recuerdos de Julius. Pero sí sabía el nombre del chico.

"Joshua... Juukulius..."

Julius ya había comenzado a sospecharlo desde el Arco anterior: su querido hermano, Joshua Juukulius, había sufrido el mismo destino fatídico que él... había sido borrado de la existencia.
Sin embargo, a diferencia del Julius que veían en la pantalla, Joshua no había desaparecido por completo. Él seguía allí... pero sumido en un profundo coma inducido.

El corazón de Julius latía con fuerza, palpitando de forma dolorosa. La culpa y el auto desprecio amenazaban con invadir nuevamente su ya quebrantado corazón.

Entonces, una delicada mano se posó en su tembloroso hombro. Al girarse, Julius encontró la serena mirada de su Dama. Anastasia le ofreció una suave sonrisa mientras le daba unas reconfortantes palmaditas en el hombro, susurrando con una voz cálida y gentil:

Anastasia: "Todo estará bien, Julius. No fue tu culpa. Podemos evitar ese final... solo mantente fuerte, ¿sí?" Sus palabras, tan suaves como el pétalo de una flor, lograron calmar el tormento interior de Julius, al menos por el momento. Inspiró hondo, cerró los ojos un segundo y luego, con renovada firmeza, los volvió a abrir.

Se lo prometió a sí mismo: protegería a su hermano menor. Ese muchacho que tantas veces lo había admirado, que lo había colocado en un pedestal casi imposible de alcanzar... Julius haría que esas exageradas palabras fueran reales.

Esta vez, sí sería "El Mejor Caballero".

La escena se retomó con Subaru respondiendo a la afirmación de Julius.

"...Sí..."

"Es algo extraño. Por lo que has dicho, hay más que suficientes puntos en común para creer que realmente es mi hermano de carne y hueso, y sin embargo no tengo ni el más mínimo fragmento de recuerdo de un hermano menor."

Julius cerró los ojos, sin dejar que el dolor que sentía se reflejara en su rostro.

Julius se estremeció solo de pensar en la idea de tratar a su hermano menor como si fuera un completo desconocido.
Joshua lo había idolatrado desde que era un niño, lo había elogiado hasta el cansancio, siempre con esos brillantes ojos de admiración sincera... ¿Y él iba a responderle con olvido y desconcierto?

Solo imaginarlo le causaba náuseas.
A ojos de Julius, ese futuro era repugnante, imperdonable.
Pero también sabía que no todo estaba perdido. Apretó los puños con decisión y, en silencio, se prometió a sí mismo cambiar ese futuro a cualquier costo, incluso si para ello tenía que desafiar al mismísimo destino o a los designios de los Dioses.

Fue entonces cuando una pequeña voz irrumpió con entusiasmo:

Mimi: "¡Me da mucha pena por Joshua-nee-san! ¡Sus discursos incómodos sobre Julius eran muy divertidos para Mimi!" La espontaneidad de la chica bestia logró lo impensable: disipó, aunque fuera ligeramente, la pesadez en el ambiente.

Anastasia, que había estado observando atentamente a todos los presentes, aprovechó el momento para recuperar el impulso.

Anastasia: "Todos daremos nuestro mejor esfuerzo para acabar con ese idiota... ¿verdad?"

Hubo un breve silencio... y entonces:

"¡SÍ!"

El grito al unísono resonó con fuerza en el Teatro, como un juramento colectivo, como una llama de determinación compartida.

Todos estaban listos.
Todos querían eliminar al Arzobispo de la Gula,
y esta vez, nadie se detendría.

La única razón por la que conocía ese nombre y su relación era porque Subaru se lo había dicho.

Entre el número de víctimas inconscientes y sin identificar  del  poder de Gula, Joshua era el único al que Subaru podía identificar. Las otras más de treinta víctimas dormían sin que nadie se preocupara por sus destinos.

Comparado con eso, Joshua era quizá un afortunado, ya que aún tenía un hermano mayor que pensaba en él.

Aunque el hermano mayor al que tanto había admirado no pudiera recordarle. Aunque sólo fuera una hueca impresión de amor fraternal. Olvidado, sin recordar, todo lo que quedaba era el hecho de su pérdida. Todo lo que quedaba era dolor-

"...Maldito sea todo..."

Ya debería haberlo sabido. Ya lo había aprendido.

Julius: "Muchas gracias, Subaru... por cuidar tanto de mí, y de mi hermano menor." Julius pronunció esas palabras con una sinceridad profunda. No había orgullo en su voz, solo gratitud pura.

El deseo de devolver todo lo que Subaru había hecho por él lo impulsaba. Para lograrlo, tendría que volverse más fuerte... más digno del título que tanto peso tenía sobre sus hombros.

Crusch: "Lo más sensato al volver a nuestro mundo será evacuar la ciudad de inmediato y evitar tragedias de este calibre."

El elenco entero asintió con firmeza ante las palabras de la Duquesa Karsten.
Aunque estaban atrapados temporalmente en ese misterioso Teatro, sabían que el tiempo pasaría, y eventualmente regresarían.
Cuando lo hicieran, tendrían una ardua tarea: repeler el ataque del Culto de la Bruja sobre Priestella, proteger a sus seres queridos, y lo más importante... evitar que cierto chico de cabello negro siguiera cargando solo con el peso del mundo.

Ya no dejarían que Subaru muriera más por su propia indulgencia.

Julius continuo con su monólogo interno:

Todos y cada uno de los Arzobispos eran imperdonables, una acumulación de la peor malicia posible.

Y no había ninguno peor que Gula, que profanaba cada vida que tocaba, atropellando a cada ser que encontraba.

El poder de la Gula era la peor y más repugnante habilidad del mundo.

Todos los presentes estuvieron de acuerdo con las palabras del Julius en la pantalla: Gula era un completo monstruo con piel de niño.
Si seguía con sus borrados, el elenco sabía mejor que nadie que lo que les esperaría sería una completa destrucción, causada por ese desagradable Arzobispo.

Beatrice: "Esas malditas alimañas no saben hacer nada mejor que arruinar la vida de las personas, supongo..." Espetó la pequeña espíritu, con desdén marcado en su voz.

Rem: "Concuerdo totalmente con usted, Beatrice-sama." Respondió con frialdad.
Rem, la criada de la mansión Mathers, sentía una gran ira contenida hacia el Arzobispo que no solo le había arrebatado todo, sino que además había sumido a su héroe en un abismo de sufrimiento inhumano.

Garfiel: "Le enseñaremos a ese pequeño demonio lo que es el verdadero sufrimiento... así no querrá volver a abrir la boca para devorar a nadie nunca más."
El crujido de sus nudillos acompañó la amenaza, como preludio a la tormenta que desataría llegado el momento.

Anastasia: "Tenemos que estar muy bien preparados para cuando volvamos. De no ser así, solo seremos una carga para Natsuki-kun. Y no creo que nadie aquí presente quiera eso, ¿o sí?"

La princesa comerciante dejó caer su voz con firmeza. Su tono no era acusatorio, pero sí lo bastante agudo como para sacudir a cualquiera que todavía dudara.
Era hora de empezar a prepararse para el infierno que los esperaba en la Ciudad de las Puertas del Agua.

Garfiel:" ¡JÁ!, Yo, Garfiel Tinsel, lo daré todo por mi Capitán!".

Otto:" Natsuki-san puede ser muy imprudente a veces, así que yo, Otto Suwen, seré el cerebro que le permitirá a Natsuki-san lograr sus objetivos".

Beatrice:" ¡Yo intentare ser la mejor espíritu que el Subaru de Betty pueda desear, supongo!"

Emilia:" No permitiré que mi caballero siga destruyéndose de tal forma, así que también daré todo lo que este a mi alcance para que Subaru consiga su tan deseado "Final Feliz".

Rem:" ¡Yo daré todo de mi para mi héroe!"

Y así, las promesas para proteger al chico de cabello negro siguieron llegando como una cascada sin fin. Uno a uno, cada juramento fue pronunciado con el corazón en la mano, y cuando el último de ellos hubo terminado, todos, al unísono, retomaron sus asientos, aguardando en silencio la reanudación de las visualizaciones.

La voz del caballero olvidado resonó con melancolía:

"Pero respiran. Sin duda están vivos. Es algo misterioso".

"Así es. Pero no comen, no van al baño, no necesitan bañarse. Y no sonríen..."

"Y tampoco se lamentan de ser olvidados... Ese punto al menos podría ser una bendición".

"¿Una bendición...?"

Subaru alzó las cejas ante eso. Julius le miró, el borde de sus labios se suavizó ligeramente.

"Si no se dan cuenta de que han sido olvidados, no tienen que experimentar la ansiedad y el miedo de ser dejados atrás. Que se rompan a la fuerza los lazos con personas que una vez estuvieron tan unidas...  golpea  bastante duro".

Los miembros del elenco entendieron parcialmente el razonamiento del Julius de la pantalla, aunque no compartían su idea en absoluto. El ser olvidado, o vivir en un mundo donde nadie sabe quién eres, ni siquiera tus propios seres queridos o familiares, podía ser una experiencia devastadora. Sin embargo, lo que estaba equivocado en la afirmación del Mejor Caballero era la ilícita comparación con las víctimas de la Gula. No sería justo para ninguno de los afectados, ni para Julius, ni para aquellos que ahora descansaban plácidamente, incapaces de levantarse.

"Subaru, olvidar y ser olvidado... ¿Qué crees que es peor?"

La voz de Subaru se atascó en su garganta ante aquella pregunta tan punzante. No porque no tuviera una respuesta. La respuesta era obvia. Lo que le hizo callar no fue la sorpresa, sino la rabia. Rabia contra Julius sentado allí con esa sonrisa cínica en la cara. Un torrente interminable de ira bullía en su interior.

"Como si yo lo supiera.  Contrólate  y deja de  revolcarte  en la autocompasión".

"¿Subaru...?"

"¡Ambos son destinos de mierda y miserables! ¡¿Pero qué te da el derecho a tratar de clasificar el sufrimiento?! ¡¿Vas a  enfurruñarte  en él para siempre?! Parece que te crees el imbécil más desgraciado del mundo. ¿Quieres hacer un concurso conmigo? Puedo decirte ahora mismo que no vas a ganar".

Julius se quedó sin habla ante la furiosa reacción de Subaru. Sus ojos se abrieron de par en parante el repentino arrebato y fue incapaz de responder. Subaru fulminó con la mirada al silencioso Julius, apretando los dientes, aún respirando con dificultad.

Los presentes se sorprendieron ante la reacción histérica de Subaru a la pregunta de Julius. Es cierto que muchos pensaban de manera similar al joven de cabello negro, pero no esperaban que Subaru fuera tan directo... Aunque, pensándolo bien, Subaru siempre ha sido la persona más directa del mundo. No solo era valiente y determinado, sino también alguien a quien se le escapaban las palabras con total libertad.

Emilia: "Creo que tendríamos que decirle a Subaru que, en algunas ocasiones, no es muy bueno expresarse de esa manera..." dijo suavemente la semi elfa.

Garfiel: "Para mí, el Capitán hizo lo correcto. Es mejor dejar muy claro lo que piensas, a que la otra persona piense que te estás compadeciendo de su desgracia", declaró orgullosamente el escudo del campamento de Emilia.

Ram: "Como siempre, esos tres idiotas no pueden dejar de hablar en las peores situaciones. Y el peor de todos es Barusu. Ni siquiera tuvo un poco de empatía con alguien que prácticamente lo ha perdido todo. Bueno, no sé qué más se podía esperar del idiota de Barusu... Y tú no te quedas atrás, Otto", soltó Ram con su tono característico. Agregó a Otto en la ecuación de insultos, solo porque le guardaba resentimiento desde su más reciente interacción.

Otto: "¿Por qué a mí?", exclamó Otto, claramente desconcertado. No era del tipo de personas que soportaran fácilmente los fuertes y directos comentarios de Ram.

Frederica le dirigió una mirada severa a la criada de cabello rosado, pero se abstuvo de actuar. Al fin y al cabo, no tenía sentido intentar convencer a Ram de nada.

El elenco se tranquilizó, y las visualizaciones continuaron.

"Deja de parecer tan patético. Sé que es duro para ti, que todos te han olvidado y que no tengas a dónde ir. Pero... pero no quiero verte tan malditamente patético".

"Pero todos me olvidaron".

En los ojos de Subaru había una intensa furia ardiendo  mientras que se  llevaba la mano al pecho. Igual que hizo una vez antes.

"Sé exactamente lo fuerte que eres. Aún recuerdo como me avergonzaste. Aunque todos los demás lo hayan olvidado".

Su respiración se había vuelto agitada, y la sensación de la sangre subiendo a su cabeza se negaba a calmarse. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se sintió así de furioso? Debió de ser durante su enfrentamiento con Regulus. Subaru se quedó atónito al darse cuenta de que ni siquiera había pasado un día entero. ¿Cuántos años de vida iba a  quitarle  Priestella por todo ese estrés?

Mientras esos pensamientos sin sentido cruzaban por su mente-

"Ja-ja-ja..."

"¿Ah?"

Al igual que el Subaru en la pantalla, el elenco quedó atónito ante la reacción de Julius. Esperaban que, debido al constante auto-desprecio que mostraba el caballero olvidado, él se derrumbara ante las duras palabras del chico de cabello negro... pero en cambio, ¿se estaba riendo?

Esa era, sin duda, la reacción que menos esperaban. Julius, a pesar de su situación completamente precaria, había empezado a reír. Algunos miembros del elenco incluso llegaron a pensar que había perdido la cabeza por completo. No obstante, aquellos que conocían mejor el efecto que Subaru solía tener en las personas, sabían que esa risa no era signo de locura, sino de alivio. Alivio por las palabras de Subaru que, aunque duras, también eran profundamente reconfortantes.

Reinhardt: "Incluso cuando pareces insultar a la gente, logras alcanzar su corazón con gran gracia. Me siento honrado de que me consideres un amigo, Subaru", dijo el Santo de la Espada, aunque aquellas palabras eran más para sí mismo que para cualquier otro oyente.

Julius: "A veces eres muy idiota, Subaru... pero sabes, me agrada mucho ese lado de ti", murmuró también para sí el proclamado Mejor Caballero.

"Ja-ja... No, me lo han vuelto a recordar. Realmente eres todo un hombre..."

Cuando la sorpresa de Julius se desvaneció, la diversión empezó a ocupar su lugar. Subaru se asombró de aquella reacción mientras Julius seguía riendo. Y finalmente, tras respirar  ho ndo-

"Sí, es cierto. No es como si me hubieran dejado atrás todo y todos".

"No te han dejado atrás; es sólo como una ventaja de tres caballos, pero sigues en cabeza".

"¿Realmente son sólo tres?"

"¡No me hagas  patearte  el trasero! ¡Soy totalmente diferente a antes ahora que tengo a Beako conmigo!"

Julius empezó a recuperar su antiguo humor cuando Subaru le dio la espalda y escupió ante ese comentario. Julius esquivó con elegancia el escupitajo volador.

"Ya veo". Julius hizo una reverencia. "Entonces permítame estar a la altura de esa fanfarronada tuya".

"...Más te vale. Espero una gran actuación que deje a todos boquiabiertos cuando recuperen la memoria".

Subaru bajó el pulgar ante la actitud pomposa de Julius, y el Mejor Caballero, al que sólo Subaru recordaba, sonrió con elegancia ante aquella provocación de mal gusto.

"-Entonces, en primer lugar, tendré que hacer todo lo posible para sorprenderte a ti, que aún me recuerdas".

Y con eso, se armó de valor para acompañar a Subaru a la Atalaya de las Pléyades.

Julius: "Espero no fallarte esta vez, Subaru". Declaró el Mejor Caballero con gran añoranza en su voz. Quería serle de utilidad a su querido e imprudente amigo, y esta vez, no pensaba dejarlo solo.

Beatrice: "Será mejor que ese pequeño viaje tuyo no le cause problemas al Subaru de Betty, comerciante". Retó Beatrice, con la mirada fija en la princesa comerciante. Si su querido contratista sufría a causa de la codicia de esa joven, ella se aseguraría de devolverle el favor por igual.

Mientras tanto, Anastasia se debatía mentalmente el por qué de haber sugerido ir a la Atalaya de las Pléyades. Al fin y al cabo, ella siempre había sido de lo más precavida, así que no encontraba sentido alguno a tomar un riesgo tan temerario.

Echidna, por su parte, tenía una leve sospecha de que probablemente esa idea no fue de Anastasia, sino suya. Esa posibilidad la hizo estremecerse en sus adentros. La única razón por la cual ella querría ir a ver al Gran Sabio sería porque algo realmente malo le hubiese pasado a su querida hija adoptiva.

Mientras madre e hija se debatían internamente sobre las causas de aquella peligrosa proposición, el resto de los miembros del elenco permanecieron en silencio, cada uno lidiando con sus propios pensamientos e inquietudes ante lo que se avecinaba.

Garfiel apretaba los puños, frustrado por no poder ayudar directamente al "Capitán" en ese momento. Petra, sentada a su lado, miraba fijamente la pantalla, con una expresión de preocupación impropia para su corta edad. Incluso Al, usualmente tan cínico y desinteresado, había guardado silencio por más tiempo del habitual, el nombre "Atalaya de las Pléyades" le provocaba un extraño nudo en el estómago.

Ram, con los brazos cruzados, no decía nada, pero su mirada estaba fija en Subaru. Aunque le costara admitirlo en voz alta, le preocupaba el bienestar de ese idiota. No por él, si no por Rem, quien estaba apenas recuperándose de los estragos de Gula.

Crusch, en cambio, observaba con ojos agudos, memorizando cada detalle de la proyección como si pudiera usarlos más adelante. Esa era su manera de proteger a los suyos, anticipando los peligros incluso antes de que se manifestaran.

Emilia sostuvo con fuerza la mano de Beatrice. No dijo nada, pero su mirada decidida lo decía todo: no permitiría que Subaru muriera de nuevo, ni que cayera presa de la desesperación como en los viejos tiempos. Había prometido estar a su lado, y esa promesa no se rompería por nada del mundo.

Wilhelm, sentado con porte firme, cerró los ojos un momento. No conocía del todo a Subaru, pero comprendía bien lo que significaba caminar voluntariamente hacia la muerte por el bien de otros.

Admiraba esa voluntad.

Y mientras la atmósfera del teatro se llenaba de silenciosos juramentos, el Guardián, desde lo alto, los observaba en silencio, complacido. Aquel grupo disonante, dividido por bandos, ahora se unía con un objetivo en común: proteger al muchacho de cabello negro, su héroe silencioso.

"Esto va a ser entretenido"

Hablo para si mismo el cínico Guardian, el cual esperaba pacientemente a que la diversión comenzara.

Cuando la pantalla parpadeó una vez más para anunciar la continuación de las visualizaciones, todos retomaron asiento sin pronunciar palabra. La calma era apenas una pausa antes de la tormenta, pero estaban listos.

Todos lo estarían.

La escena cambio, enfocando a Subaru y Anastasia conversando en la misma habitación en la que todos los campamentos se habían reunido escenas atrás.

"Julius viene con nosotros".

"Bien. Es un alivio".

Anastasia sonreía mientras Subaru cerraba la puerta tras de sí.

Era el lugar de reunión en el refugio, donde los actores principales se habían reunido hacía unas horas atrás. Todos los que habían participado, hacía tiempo que habían regresado a sus bases para prepararse para la siguiente misión. No quedaba nadie en la sala, salvo ellos dos.

"¿Hmm? ¿Por qué me estás mirando?"

Anastasia había estado esperando a alguien en aquella sala, esperando a Subaru. No era como si hubiera podido saberlo con seguridad. Pero había tenido la sensación de que ella estaría allí. Ya que según sus cálculos, ella no debería tener ningún lugar donde quedarse que le pareciera cómodo.

"Emilia, yo, Beako, Julius y tú. Ya somos cinco los que nos dirigimos a la Atalaya de Las Pléyades".

"Qué manera más brusca de decirlo. Pero está bien. Teniendo en cuenta nuestra relación, no me importa ese nivel de-"

"-Corta la farsa."

"Tú no eres Anastasia. Ahórrate la actuación".

Al elenco se le cortó la respiración ante la declaración del chico de cabello negro. Si quien estaban viendo en la pantalla no era Anastasia, entonces... ¿Quién era tal impostora?

Rápidamente, algunos miembros del elenco comenzaron a hacer conjeturas. Sin embargo, quienes más se acercaron a la verdad fueron los miembros del campamento de la princesa comerciante. Ellos teorizaron dos posibilidades principales: o bien quien se encontraba ante ellos en lugar de su querida Dama era la repugnante Arzobispa del Pecado de la Lujuria, Capella Emerada Lugunica, un monstruo sin corazón capaz de tomar la forma de cualquier persona y replicar su voz a la perfección; o bien se trataba del espíritu del que habían adquirido conocimiento recientemente, ya que este había insinuado que podía tomar control del cuerpo de Anastasia.

La atmósfera en el teatro se volvió densa, cargada de silencio y miradas que se cruzaban con creciente ansiedad. Cada quien parecía querer hablar, pero se contenía, como si pronunciar palabras pudiera alterar de forma irreversible lo que estaban presenciando.

Julius frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Ricardo, por su parte, apretó los puños, un gesto poco común en su despreocupada figura.
Ricardo: "Sea quien sea... si le hizo algo a Ana, juro por mis colmillos que lo va a pagar caro".

Echidna, aún compartiendo cuerpo con Anastasia, desvió la mirada hacia un costado, apretando los labios con tensión. Ya no podía seguir negando las posibilidades que cruzaban su mente.

La duda solo creció y creció en sus corazones. Aunque nadie comentó nada en voz alta, todos decidieron que pronto recibirían una explicación por parte del pelinegro.

Subaru apoyó la espalda contra la puerta, bloqueando la entrada mientras hacía la acusación en tono venenoso.

La sonrisa juguetona de Anastasia se congeló. Su elegante y contenida sonrisa se desvaneció y ladeó la cabeza lentamente. Y entonces sus ojos se entrecerraron de forma hechizante.

"Vaya, qué sorpresa. ¿Cómo sabías que no era Ana?".

El cambio de tono fue inmediato. Esta voz obviamente no era la de Anastasia.

Era agresivamente amable y excesivamente familiar, pero en el fondo, su voz era hueca. La entonación de la voz era la misma que la de Anastasia, pero sonaba apagada en un nivel fundamental.

Subaru apretó la mandíbula ante aquella evidente transformación, apretando los dientes una vez que se dio cuenta de que su sospecha había sido correcta. Preferiría haberse equivocado.

"Si quieres ocultarlo, entonces deberías interpretar mejor el papel. Es cierto que Anastasia es la más realista de las candidatas, pero aún así se estremecería si alguien tan cercano a ella sufriera el tipo de herida que sufrió Ricardo. Como mínimo, ella no habría actuado tan carente de emoción".

"Esa es una evaluación bastante dura, pero saber que la humanidad de Ana es la forma en la que usted vio a través de mi subterfugio no es sorprendentemente una mala sensación... Pero ser atrapada una y otra vez de esta manera es un poco  embarazoso ".

"¿Una y otra vez? ¿Había alguien además de mí?"

"Priscilla  Barielle . Ella me llamó zorra. Da miedo".

Algunos miembros del elenco se sorprendieron al darse cuenta de que Priscilla había descubierto que la Anastasia que estaban viendo había sido, todo el tiempo, una impostora.

Muchos pensaban que el hecho de que Priscilla llamara "zorra" a Anastasia era un insulto en sí mismo -y, siendo honestos, eso parecía lo más lógico-. Incluso varios miembros del elenco habían empezado a usar ese término de forma despectiva hacia la princesa comerciante cuando sentían que la situación lo ameritaba.

Sin embargo, al oír nuevamente la palabra "zorra" y darse cuenta de que no se trataba exactamente de un insulto -o al menos, no del todo-, una verdad incómoda empezó a revelarse. Aquella palabra había sido una pista sutil, cuidadosamente sembrada por la Matriarca Vollachiana: una pista sobre la verdadera identidad de quien controlaba el cuerpo de Anastasia en la visualización. No era otra que... Echidna.

El campamento de Anastasia se puso en alerta ante la evidente suposición. ¿Quién más, si no Echidna, tendría la forma de un zorro? Las dudas afloraron como pétalos de una rosa cubierta de espinas en la mente de todos los presentes. Los murmullos comenzaron a resonar por la vasta sala del Teatro, y la confianza que el espíritu había ganado hasta ese momento se desmoronaba con rapidez preocupante.

Beatrice, por su parte, se sentía traicionada. Había llegado a considerar a Echidna como a un hermano, como a un miembro de su familia. Pero, al igual que con Puck, parecía que ese espíritu había jugado con su confianza, usándola para su propio beneficio. Beatrice apretó sus pequeños puños. Necesitaba aprender a juzgar mejor a las personas... no podía permitirse más errores garrafales que pusieran en peligro la seguridad de su querido contratista.

Echidna, permanecía en silencio. Sabía que no podía justificar del todo sus acciones... no sin antes explicar las posibles circunstancias. Sin embargo, al sentir cómo las miradas desconfiadas del elenco comenzaban a caer sobre ella como lanzas afiladas, la hizo tensarse de pies a cabeza.

El elenco decidió acabar de ver la explicación del pelinegro antes de acorralar por respuestas al pequeño espíritu con forma de zorro ártico.

"Ella otra vez, eh..."

Subaru hizo una mueca cuando la imagen de Priscilla pasó por su cabeza.

Sinceramente, el bando de Priscilla era el más ilegible de todas las facciones de candidatos.

Priscilla en sí misma era un misterio, no hacía falta decirlo, pero el secretismo de Al también había cruzado una línea esta vez. Probablemente sabía mucho, mucho más de lo que decía.

Pero Subaru también estaba seguro de que no soltaría la lengua aunque se enfrentara a él.

Algunas miradas desconfiadas se dirigieron al hombre con vestiduras extrañas y casco.

Al se estremeció en su asiento debido a que una de esas miradas desconfiadas le pertenecía al mismismo Santo de la Espada, Reinhardt Van Astrea. Al rezó interiormente para que se dejara el tema de lado, y para su suerte, nadie dijo nada.

"...Bueno, pueden esperar. El problema ahora eres tú haciéndote pasar por Anastasia. Yo-"

"Si sospecha que  soy la  Arzobispo de la Lujuria, está muy equivocado. Primero debería corregir ese malentendido".

Con esto dicho, estaba más que confirmado que quien se había apoderado del cuerpo de Anastasia era: Echidna.

La falsa Anastasia interrumpió para rechazar la teoría esperada, encogiéndose de hombros cuando la mirada de Subaru se hizo más aguda.

Cuando sospechó por primera vez que Anastasia había sido sustituida, la explicación obvia era Lujuria. Capella podía transformar su forma y su voz libremente, así que no le resultaría tan difícil cambiar de lugar con Anastasia.

Por supuesto, no pensaba aceptar sin más esa respuesta, pero...

"Entonces, ¿Quién eres y qué intentas conseguir?"

"-Mi nombre es Echidna." --.

El caos se desató ante el simple nombre. Ya no quedaban dudas: Echidna se había apoderado del cuerpo de Anastasia, y ahora todos querían saber por qué.

Julius dio un paso al frente, su voz tan afilada como su mirada.

Julius:" Responda en este instante, ¿Cuál es el significado de todo esto?". Preguntó el Mejor Caballero en un tono autoritario que denotaba su postura.

Mimi y Tivey, al unísono, no tardaron en alzar sus voces:

Mimi y Tivey: "¡Sí! ¿Qué le hiciste a la jefecita/jefa?". Aunque usaron palabras distintas, el tono fue el mismo: angustia mezclada con indignación.

Ricardo cruzó los brazos y se inclinó hacia adelante, su mirada tan amenazadora como el rugido de una bestia:

Ricardo:" Será mejor que no te quedes callada y abras la boca para dar una buena explicación, zorra".

El pequeño espíritu zorruno fue el blanco de todas las miradas. El ambiente estaba cargado, y nadie tenía paciencia para juegos.
Anastasia, por su parte, tenía una vaga idea de lo que podía haber llevado a que ella misma permitiera a Echidna tomar el control de su cuerpo. Pero lo que no comprendía era por qué, hasta ese punto de la visualización, no habían vuelto a intercambiar lugares. Ese detalle la inquietó. Un escalofrío recorrió su espalda.

Echidna ordenó sus pensamientos antes de hablar. Su voz, aunque suave, portaba una calma inquietante.

Echidna:" Déjenme explicar... ". comenzó, y tras una breve pausa, continuó, "Cuando una situación pone en peligro la seguridad de Ana, ella y yo cambiamos de lugar para que yo pueda resolver el problema y mantenerla a salvo. Durante ese lapso de tiempo, su conciencia se hospeda en su Odo, para protegerla mejor. Hasta ahora, hemos hecho esto al menos tres veces". Explico el espíritu intentando sacar a flote los puntos mas relevantes.

Los presentes escuchaban con atención. El tono de Echidna no parecía defensivo, sino casi resignado.

Echidna:" Lo que me resulta extraño -añadió con seriedad- es que aún no hayamos vuelto a cambiar de conciencias. Algo debió haber sucedido para que me viera forzada a permanecer en su cuerpo. Pero pueden creerme cuando les digo que todo lo que he dicho... es verdad."

Todas las miradas se dirigieron entonces a Reinhardt y Crusch, buscando un veredicto sobre la veracidad de sus palabras.

Ambos asintieron.

Crusch fue la primera en hablar, su voz firme pero teñida de duda.

Crusch:" Dice la verdad... o, al menos, esta versión de ella lo cree sinceramente."

No bajaría la guardia. Había aprendido, con sangre y errores, que los embusteros más peligrosos eran los que mezclaban sus mentiras con verdades impecables.

Reinhardt, más sereno, complementó:

Reinhardt:" Cabe la posibilidad de que algo haya sucedido fuera de escena, que forzara a Echidna a quedarse en el cuerpo de Anastasia-sama. Pero... quisiera oír su opinión, Anastasia-sama."

La princesa comerciante meditó su respuesta con cuidado. Amaba a Echidna, y confiaba en ella más que en nadie - o al menos así era antes de ver el viaje de cierto chico de cabello negro-. Pero si se equivocaba en sus palabras, podía arrastrar al caos a todo su campamento. Respiró hondo, y finalmente habló:

Anastasia: "Yo confío plenamente en la palabra de Echidna. Gracias a ella he podido sobrevivir hasta ahora. Como ya todos saben, mi puerta está rota, y no puedo absorber el maná del ambiente para vivir. Echidna ha estado ayudándome con eso, sin pedirme nada a cambio." Los ojos de Anastasia se suavizaron, y su voz se volvió cálida, " La quiero mucho. La considero como una madre por todo lo que hemos pasado juntas. Y estoy segura de que ella siente lo mismo. Así que mantendré mi postura."

La comerciante alzó la barbilla con orgullo y concluyó:

Anastasia:" Yo, Anastasia Hoshin, deposito mi total confianza en el espíritu artificial Echidna."

Sus palabras fueron un ancla emocional. Aunque seguían existiendo dudas, la sinceridad en su voz calmó parcialmente los ánimos.

Aun así, el elenco no podía bajar la guardia. Especialmente el campamento de Anastasia, que, por decisión de su Dama -y a regañadientes-, decidió dejar el asunto de lado... al menos por ahora.

Estarían alerta. Después de todo, si ese espíritu estaba fingiendo lealtad y solo esperaba el momento justo para mostrar los colmillos, ellos serían los primeros en recibir la mordida. Su confianza en Echidna se había reducido... a cero.

----.

---------"¿Qué acabas de decir?"

"...¿Eh?"

La farsante había ladeado la cabeza y respondió a la pregunta de Subaru con naturalidad. Y el eco de esas sílabas borró todos los pensamientos de la mente de Subaru, él cual sintió cómo se le secaba dolorosamente la boca.

Subaru se quedó helado, olvidándose de respirar.

Mientras estaba aturdido, la falsa Anastasia volvió a hablar.

"-Me llamo Echidna. En cuanto a mi procedencia, bueno, soy un espíritu artificial".

"...Ah..."

"Sinceramente, dada la situación actual, es comprensible que suponga que me he apoderado del cuerpo de Ana. Por eso me resistía a decir la verdad antes. Pero ver que callarlo sólo ha despertado sospechas innecesarias, me recuerda una vez más que las mentiras son realmente malas. Es en verdad lamentable".

Subaru seguía encerrado mientras la farsante seguía parloteando.

Sus palabras le entraban por un oído y le salían por el otro, mientras se negaba a apartar la vista del extraño espectáculo que tenía delante.

Un tono de mediana edad, una forma de hablar tortuosa e indirecta. Todo se parecía a esa bruja.

"Qué broma de tan mal gusto. ¿Eres Echidna...?"

Ese era el nombre de la Bruja a la que Subaru se resistía a referirse bajo ninguna circunstancia.

La Bruja que invitaba a sus huéspedes a su fiesta de té con palabras dulces y amables mientras los convertía en marionetas que obedecían su voluntad.

La manifestación de la curiosidad en busca de todas las posibilidades que no podía ver por sí misma. El nombre de alguien, de quien había estado tan seguro de que no tendría que volver a oír.

"¿Cuándo tomaste la forma de Anastasia...? No, más importante aún, ¿Cuándo te volviste capaz de moverte libremente por el exterior...? ¡¿Fuiste tú quien preparó todo esto con los  cultistas ?!"

"¿Eh? Hmm, espera un segundo, no esperaba una reacción tan fuerte..."

"¡Cállate! ¡Nunca sale nada bueno de dejarte hablar! ¿Qué planeas esta vez...? ¡¿Qué pretendías que hiciera?! ¡Mierda! ¡¿Estuve bailando en la palma de tu mano otra vez?!"

"¿ P-podrías  calmarte, por favor? Sospecho que ha habido un grave malentendido".

Volviendo en sí, Subaru se abalanzó ferozmente sobre Anastasia-no, Echidna.

Echidna se abrazó a sí misma, dando un paso atrás, sintiendo el peligro del arrebato de Subaru.

Parecía estar a punto de intentar estrangularla.

Los miembros del campamento de Anastasia se alarmaron de inmediato al ver el intento de agresión de Subaru contra su Dama en la visualización. Aunque su impulso fue el de protegerla, todos sabían que no podían culpar al chico de cabello negro. Después de todo; él no conocía el contexto que ellos habían adquirido apenas unos minutos antes.

Echidna. Si alguien hubiese proclamado ese nombre como suyo antes de las revelaciones recientes en el descanso dado por su Guardian, ellos mismos habrían reaccionado con igual o peor agresividad. Antes de conocer al espíritu zorruno, ese nombre solo podía referirse a la Bruja de la Avaricia, la responsable de una de las mayores pesadillas en la vida de Subaru. ¿Cómo esperar que él no reaccionara así?

Aun comprendiendo su reacción, Ricardo y Tivey le dedicaron al Subaru dormido -aquel que descansaba pacíficamente rodeado de damiselas protectoras- una mirada cargada de desdén. No le harían nada ahora, pero tampoco iban a perdonar fácilmente la agresión, por más justificada que pudiera parecer.

Al notar esto, tres pares de ojos se posaron sobre los demi-humanos con una intensidad gélida.

Emilia, Crusch y Rem les lanzaron miradas asesinas, como si advirtieran: "Un solo paso en falso y ustedes serán los siguientes."

Rem, con voz suave pero firme, fue la primera en hablar.

Rem: "Subaru-kun no lo sabe... él solo esta muy alterado por la situación."

Crusch añadió, sin apartar la mirada de Ricardo:

Crusch:" Entiendo su molestia, pero no permitiré que se le juzgue con injusticia."

Emilia, dando un paso adelante, sentenció con tono firme pero sin alzar la voz:

Emilia:" Y aunque se equivoque, siempre estará rodeado de personas que creen en él, no permitiré que le hagan daño a mi caballero en mi presencia."

Anastasia, por su parte, no intervino. No por falta de intención, sino porque su mente estaba absorta en el inestable estado de su madre. Cada palabra, cada escena proyectada en esa pantalla, podía desgarrar aún más el frágil equilibrio entre ambas.

Julius, de pie con una expresión que mezclaba tristeza y resolución, murmuró para sí mismo:

Julius:" Espero que no actúes imprudentemente esta vez, Subaru."

El Mejor Caballero no pudo evitar que sus palabras tuvieran un dejo de súplica. El conflicto que se gestaba en su corazón era demasiado pesado para silenciarlo. ¿Qué haría si tuviera que elegir entre su lealtad a su Dama... o su amistad con Subaru?

Ya sabía la respuesta.

Y eso le dolía más de lo que quería admitir.

Julius bajó la mirada, con los puños cerrados a los costados.

Julius:" Si llego a levantar mi espada contra ti, Subaru..."

Guardó silencio. Nadie debía oír el final de esa frase, ni siquiera él.

El ambiente en el teatro era sofocante. El elenco entero contenía la respiración. El siguiente movimiento del Subaru en la pantalla sería decisivo. Si atacaba... si decía algo imperdonable... si seguía viendo a Echidna como una enemiga y no como lo que en verdad era para Anastasia...

Todo podría cambiar.

La tensión era tan densa que se podía cortar con un cuchillo. Ya nadie veía la pantalla con simple curiosidad: ahora todos estaban al borde del abismo emocional.

Las visualizaciones iban a continuar.

Pero el destino de las relaciones entre los presentes... pendía de un hilo.

¿"Calmarme"? ¡No hay forma de que me calme! ¡Cuántas veces crees que voy a caer en ese acto amable, pedazo de bruja de mierda! ¡¿Qué hiciste con Anastasia?!"

"Te agradecería que me ahorraras el trato de mente maestra del mal. En primer lugar, nunca he tenido la intención de hacerle daño a Ana. Llevo con ella más de diez años. En todo caso, la considero como de la familia".

"El titulo de la mente maestra del mal te encaja a la perfección... Espera, ¿más de diez años?".

Los ojos de Subaru se abrieron de par en par  con abierta  sospecha. Si había pasado tanto tiempo, eso significaba que Echidna había estado yendo y viniendo del santuario todo lo que quiso.

Era obvio cuando pensaba en ello.

Todo eso de que Echidna no podía salir de su tumba era algo que había oído de ella y, sin embargo, lo había aceptado sin más. A pesar de que había sufrido tanto por confiar en su dulce palabrería, ¿cuán ingenuo era?

"¿Tan agradable es engañar y manipular a la gente para tu propia diversión?"

"...Bueno. No puedo decir que esperara este nivel de animosidad. Lo había sospechado cuando te vi paseando con Beatrice, pero parece que conoces muy bien a mi creador".

"¿Conocer bien? Mal argumento".

A medida que la ira de Subaru se  intensificaba , la actitud de Echidna se volvía cada vez más fría.

Sinceramente, esa actitud también le estaba enfadando aun más. Estaba llegando al punto  en que  cualquier cosa que hiciera Echidna le enfurecía.

"Sea lo que sea lo que hayas planeado, no me engañarás.  Usar a esos   cultistas  para-"

"-Espíritu Artificial".

"...¿Qué...?"

"Parece que estás dolorosamente ligado por mi nombre, pero sospecho que sería un poco más fácil para nosotros hablar si te centraras un poco más en la otra mitad de mi presentación".

Diciendo esto, Echidna se sentó en una silla e hizo un gesto a Subaru para que tomara asiento también.

Rechazando el gesto en silencio, dio vueltas a esas dos palabras en su boca.

"¿Está diciendo que tu también eres un espíritu artificial? ¿ Cómo  Beako? ¿Tú? ¿Un espíritu artificial? ¿Tú?"

"La respuesta no va a cambiar por muchas veces que preguntes. Para explicarlo mejor, mi forma real es esta bufanda de zorro que suele llevar Ana. Así que los he estado observando a todos ustedes todo el tiempo".

Sentada en su silla, se pasó la mano por la elegante bufanda de piel de zorro blanco que llevaba enrollada al cuello.

Subaru arrugó la frente, reflexionando sobre aquella  dudosa afirmación .

El elenco comenzó a serenarse poco a poco, aunque la hostilidad de Subaru no parecía disminuir del todo. Aun así, el joven de cabello negro al menos se había resignado a escuchar las explicaciones de Echidna. La pequeña espíritu, envuelta en su usual calma inquietante, agradeció profundamente ese mínimo acto de contención por parte del chico.

El campamento de Anastasia, sin embargo, no apartaba los ojos del espíritu zorruno. La desconfianza aún palpitaba con fuerza en sus corazones, como una espina que no podían arrancarse.

Anastasia:" Menos mal que Natsuki-kun es tan razonable en los momentos importantes..." Suspiró la princesa comerciante, dejando entrever el alivio en su voz. "De no ser así, habría estallado una guerra en este mismo teatro."

Echidna: "Lo siento, Ana... Te he estado causando demasiados problemas últimamente. " La voz del espíritu era baja y melancólica, mientras se acurrucaba con más fuerza alrededor del cuello de su querida hija.

Anastasia: "No te preocupes" Respondió con una sonrisa suave, acariciando la cabecita del espíritu. "Siempre estaré de tu lado, hasta el final." Respondió con firmeza, dejando en claro que su confianza no se quebraría tan fácilmente, por más dudas que flotaran a su alrededor.

Echidna:" Realmente espero que esto no pase a mayores..." El tono melancólico de su voz denotaba una añoranza difícil de describir. No quería que esto acabara mal, ni con Ana, ni con Subaru, ni con los lazos que ambas partes habían construido con tanto esfuerzo.

Un silencio denso volvió a caer, no por incomodidad, sino por lo que vendría después. Las visualizaciones continuarían... pero nadie sabía qué mostrarían ahora.

Antes de que la imagen en la pantalla volviera a moverse, Julius desvió la mirada por un instante hacia Echidna. Aunque su rostro permanecía sereno, sus ojos no ocultaban el juicio que ardía detrás.

Julius:" Causas demasiadas complicaciones para ser un espíritu." La frase no fue dirigida a nadie en particular, pero todos entendieron a quién se refería. No había odio en su voz... pero sí una severidad inquebrantable.

Ricardo gruñó suavemente, sin quitarle la vista a Echidna, mientras Mimi le acariciaba la cabeza a Hetaro, que parecía estar inquieto.

Mimi:" Si pasa algo raro, ¡yo le morderé la cola a ese espíritu!" Aunque hablaba con tono infantil, sus colmillos mostraban que no era una amenaza vacía.

Rem, aún cerca de Subaru, susurró sin apartar los ojos de la pantalla:

Rem:" Por favor, Subaru-kun... que tu corazón no se cierre ahora." Su voz estaba llena de añoranza.

Todos sabían que lo que ocurriría a continuación marcaría el curso de las futuras revelaciones. Y mientras tanto, el espíritu zorruno se aferraba a su lugar, rogando internamente que las decisiones de ese futuro no destruyeran el presente que habían construido.

Subaru pensó:

Echidna, o por el bien de la discusión y la distinción, la llamare "Foxidna"

La tensión aún no se había disipado por completo, pero, en medio de aquel ambiente cargado de sospechas y emociones cruzadas, algo inesperado ocurrió.

Echidna, que hasta ese momento había mantenido una actitud seria y reflexiva, de pronto se removió ligeramente sobre los hombros de Anastasia y murmuró con un leve tono juguetón:

Echidna:" ...Oye, Ana. ¿Puedo pedirte algo extraño?"

Anastasia, desconcertada por el repentino cambio de ánimo de su madre adoptiva, ladeó ligeramente la cabeza.

Anastasia:" ¿Extraño en qué sentido?"

Echidna:" Quiero que empieces a llamarme como lo hizo Subaru... Foxidna."
Su voz se tiñó con un deje de emoción infantil, como si ese nuevo apodo fuera un trofeo valioso que acababa de ganar.

Anastasia parpadeó un par de veces, sorprendida.

Anastasia:" ¿Foxidna...? ¿De verdad quieres que te llame así?"

Echidna asintió vigorosamente, su pequeña cola zorruna agitándose con entusiasmo.

Foxidna:" ¡Sí! Me gusta cómo suena. Tiene algo de ternura, algo de ironía, y sobre todo... algo que no tiene nada que ver con ella." La última palabra fue pronunciada con una sombra de rencor. Nadie necesitaba aclarar a quién se refería. Para ese espíritu, ese apodo no solo era un cambio de nombre: era una declaración de independencia.

Anastasia, tras una breve pausa, sonrió.

Anastasia:" Está bien... Foxidna." Su voz fue suave, cómplice, y por un instante el lazo invisible entre ambas pareció brillar con más fuerza.

Ricardo, que había estado escuchando la conversación con una ceja levantada, chasqueó la lengua.

Ricardo:" Hmpf, si al menos eso ayuda a distinguirte de la bruja esa, bienvenida sea Foxidna." Exclamo en un tono sarcástico.

Mimi se rio con ganas.

Mimi:" ¡Suena como el nombre de una heroína enmascarada con orejas esponjosas!"

Julius, por su parte, suspiró con resignación.

Julius:" No estoy seguro de si eso mejora la situación o la vuelve más ridícula..."

Crusch, sin embargo, entrecerró los ojos.

Crusch:" Un nuevo nombre no borra una naturaleza... pero puede marcar una intención distinta."

Beatrice cruzó los brazos, aún reacia a perdonar, pero no pudo evitar soltar un susurro casi inaudible:

Beatrice:" Tsk... Foxidna suena mejor que "zorra traicionera", supongo."

El elenco entero compartió miradas, algunas aún tensas, otras empezando a relajarse ante el giro inesperado.

Foxidna, por su parte, se acurrucó felizmente en el cuello de su hija.
Por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía un nombre que realmente le pertenecía.

Había cierta verosimilitud en la afirmación de Foxidna de que era un espíritu artificial.

Ya que la Bruja de la Avaricia, Echidna, había creado otros espíritus artificiales.

Beatrice era uno de esos espíritus artificiales y ella era la única cosa buena que Echidna había hecho en toda su vida.

Beatrice:" Subaru..." El susurro escapó de sus labios con un cariño melancólico, casi como si temiera que decirlo en voz alta pudiera profanar el momento. Sus pequeños dedos se apretaron con fuerza contra su vestido. Las palabras del Subaru de la pantalla, cargadas de ternura y respeto, calaron hondo en el corazón del espíritu.

"Yo... no soy digna de eso, en absoluto", pensó, mordiéndose el labio.
Ella, que tantas veces se había refugiado en la soledad, que había abandonado a Subaru cuando más la necesitaba... ¿Cómo podía merecer siquiera un gramo de esa devoción?

Emilia, sentada a unos pocos asientos de distancia, no pasó por alto la expresión quebradiza en el rostro de Beatrice.

Emilia:" Beako..."

Sus ojos violetas se entornaron con determinación.

Emilia:" Después de esto hablaremos, ¿sí? Te guste o no."

No pensaba quedarse de brazos cruzados viendo cómo su amiga se auto aniquilaba con pensamientos oscuros. Había aprendido, gracias a Subaru, que las heridas del alma también necesitan cuidados... y abrazos.

Roswaal, en cambio, mantenía una postura completamente diferente. Sus manos enguantadas descansaban sobre su bastón, pero sus nudillos estaban tensos, blancos por la presión. Su rostro, habitual portador de una sonrisa pintada, era ahora un lienzo de desagrado.

Roswaal:" Cuánta imprudencia... cuánta... ignorancia..." Murmuró por lo bajo, su mirada clavada como un cuchillo en el Subaru inconsciente, como si quisiera atravesarlo con solo su furia.

Roswaal:" Querida maestra... no permitiré que las palabras de un mocoso insolente manchen su memoria." Su voz era baja, peligrosa, como una tormenta que aún no se desata.
"No hoy... pero pronto. Muy pronto..."

Rem, por su parte tenia su propia línea de pensamiento:

Rem:" Subaru-kun no habla con odio... sino con dolor." Ella entendía esa diferencia, y sabía que el dolor solo nacía de quien alguna vez había admirado, querido o confiado.

Beatrice bajó aún más la cabeza.

Beatrice:" ¿Entonces por qué... por qué me sigue viendo con tanto afecto...?" Su voz era apenas un susurro, perdido en el eco del teatro, pero aquellos con los oídos y corazones sensibles no tardaron en entender su conflicto.

Emilia le tomó suavemente la mano.

Emilia:" Porque Subaru ve la luz que tú te niegas a aceptar."

Y en ese momento, Beatrice se sintió un poco menos sola.

"¿Estás un poco más dispuesto a escuchar lo que tengo que decir?"

"...Siempre que sea una historia creíble".

Subaru levantó un dedo mientras miraba fijamente a Foxidna.

Era una mala jugada lanzarse al ataque sin ninguna posibilidad de negociar, pero tampoco quería bajar la guardia. Eso era lo máximo a lo que estaba dispuesto a ceder.

"En primer lugar, me gustaría resolver su malentendido. Ha mostrado una desconfianza muy
presuntuosa hacia mí, pero si no me equivoco, eso no va dirigido a mí, sino a: 'Equidna'. Creo que ése es el punto en el que usted y yo no coincidimos".

"...Continua..."

"Es algo sencillo: la Echidna que usted conoce es una entidad totalmente separada de mí. No tengo conocimiento de otra Echidna que no sea yo misma. Aparte de saber que soy un espíritu creado artificialmente y que mi nombre es Echidna, no recuerdo nada sobre cómo llegué a ser."

"¡Y hemos terminado aquí!"

Subaru golpeó la mesa con la mano, cansándose de seguir con la farsa.

El elenco se golpeó la cabeza con la palma de la mano al unísono del arrebato de Subaru, a veces él podía ser demasiado tonto.

Ram: "No sé qué más se podía esperar del idiota de Barusu, como dicen, el que nace idiota vive como idiota". Ram espetó con desdén en su voz, Barusu era un completo idiota.

Reinhardt: "Solo espero que pueda calmarse a tiempo y comprender que lo que dice la espíritu es verdad, evitando así cualquier conflicto innecesario". Reinhardt expresó con una voz sorprendentemente suave, su preocupación era tan clara como contenida.

Felt: "Sehh, espero que el hermano mayor no haga ninguna tontería o se deje llevar por sus emociones". Felt habló con genuina preocupación en su voz, no quería que se desencadenara una guerra interna entre las facciones de candidatura real.

Foxidna observaba con atención, deseando internamente poder convencer al testarudo e increíble chico de cabello negro. De eso dependería todo.

No estaba seguro de qué esperar, pero todo lo que obtuvo fue esa débil historia de tapadera poco propia de Echidna.

En otras palabras, el punto clave era que ella afirmaba haber perdido sus recuerdos.

¿Y qué valor tenía escuchar algo así?

"Esa es una respuesta hiriente. Transmití los hechos y la información clave en una declaración breve y directa. ¿Qué hay de malo en ello?"

"¡Esa actitud! ¡Como si no entendieras cómo se sienten las personas con las que tratas! Eso es propio de Echidna".

"Me atrevería a decir que entiendo que desprecies a mi creador".

Había ido mucho más allá de la ira; había puro odio brillando en los ojos de Subaru.

Al ver eso, Foxidna sacudió lentamente la cabeza.

"¿Podría por favor considerar por un momento, si yo realmente fuera la Echidna que usted conoció, entonces por qué revelaría ese hecho aquí y ahora? Si supiera que eso rompería cualquier posibilidad de hablar con usted, no habría ninguna razón para hacerlo, ¿verdad?".

"...La explicación de que tu eres del tipo de persona que disfrutaría haciendo eso es una respuesta en sí misma".

"Si sus pecados son tan profundos, entonces no hay nada que pueda decir. Mi creador fue realmente terrible".

La expresión amarga de Foxidna era una que Subaru nunca había visto en el rostro de
Anastasia.

Pero cuando empezó a hablar realmente con ella, él mismo empezó a darse cuenta
de las rarezas.

Es cierto, no era lógico.

Y si utilizo ese argumento, entonces nunca se hubieran acabado las sospechas-.

El elenco se alivió al ver que el Subaru de la pantalla empezaba a unir los hilos para hallar la verdad, lo cual les quitó un enorme peso de encima. Si Subaru hubiera hecho algo en contra de Anastasia, todo el campamento de la princesa comerciante habría hecho retumbar la tierra para conseguir venganza, y el evitar dicho enfrentamiento era todo un alivio.

Anastasia: "Natsuki-kun siempre tan listo". Anastasia comentó con una sonrisa suave en los labios, contradiciendo su propia declaración anterior sobre la supuesta estupidez del chico de cabello negro; pero bueno, el amor podía hacer que alguien pensara de manera irracional.

Foxidna se alegró en sus adentros, realmente quería llevarse bien con Subaru, no solo por el interés que tenía su hija en el muchacho, sino ya por un genuino interés propio. Gracias a las visualizaciones, había empezado a considerarlo como alguien que podría formar parte de su pequeña familia.

El campamento de Emilia soltó un suspiro colectivo de alivio. La tensión que habían tenido que soportar anteriormente era totalmente insoportable, y el más afectado por dicha presión fue cierto comerciante de cabellos plateados, quien estaba tan exhausto que parecía haber corrido una maratón. Aunque cierta criada demi-humana le daba palmaditas en la espalda para reconfortarlo, lo cual causaba un gran alivio para el frágil estado emocional del comerciante.

No muy lejos, Garfiel observaba con una mirada asesina la interacción entre su hermana y su hermano jurado. En sus adentros resonó el pensamiento de "Traidor". Otto tendría que darle muchas explicaciones en el próximo descanso.

"Supongamos, por el bien del argumento, que tu no eres la misma Equidna que yo conozco. Entonces, ¿Cómo sabías que Beatrice es un espíritu artificial? Es un hecho demasiado conveniente para saberlo cuando supuestamente has perdido la memoria".

"Lo supe cuando la vi, es todo lo que puedo decir. Como un sentido que capta a otros espíritus artificiales".

"Beatrice nunca mencionó nada sobre ti. ¿Por qué no se fijó en ti, entonces? ¿Estás
tratando de llamar estúpida a mi querida Beako?"

"Imagino que se habría dado cuenta si alguna vez me hubiera visto activa o hablando. Aparte de eso, no me sorprendería que no se diera cuenta.  Soy un ser incompleto  en muchos aspectos en
comparación con un espíritu normal".

"¿Incompleto?"

"Soy incapaz de contraer un contrato con un humano. También me resulta difícil utilizar magia para defenderme. A cambio, soy buena ocultando mi presencia. Aunque mi confianza en eso último ciertamente ha recibido una paliza después de todo esto".

Subaru sintió algo raro en la forma en que Foxidna bajó la mirada y en cómo su voz se volvió menos enérgica.

Lentamente, se dio cuenta de la implicación detrás de lo que ella estaba diciendo.

Si ella también es un espíritu artificial, entonces- "El espíritu artificial que exigieron-"

"Bien podría haber sido yo, no Beatrice".

Ana estaba preocupada por la decisión de no  revelárselo  a todos ustedes. La culpa de eso es mía. Fui yo quien la detuvo. Permítanme disculparme".

Foxidna bajó la cabeza mientras Subaru recordaba la conversación que había mantenido con Anastasia antes de la batalla decisiva con los arzobispos.

Foxidna sintió una gran presión en su pequeño pecho, una mezcla de dolor y culpa que la atravesaba con fuerza. Le dolía profundamente su aparente incompetencia e inferioridad en comparación con sus hermanos espirituales, quienes parecían más completos, más sabios y más útiles que ella. Y para rematar, no podía dejar de pensar en cómo había retenido a Anastasia en ese futuro alterno. Su sobreprotección, aunque nacida del amor, había evitado que su hija creciera como persona y enfrentara sus propios dilemas. Ese pensamiento la golpeó como una daga en el corazón. Inconscientemente, estaba repitiendo el error de Puck con Emilia, una relación de dependencia que había dañado a ambas partes. Foxidna no quería eso. No con Ana.

Foxidna: "Los polluelos deben abandonar el nido algún día". Murmuró en voz baja, con resolución en su mirada, mientras su cola se enroscaba con nerviosismo. Quería ser mejor madre, una que acompañara sin atar, una que protegiera sin asfixiar.

Beatrice observó en silencio al pequeño espíritu zorruno. Había algo en su expresión, en su postura encogida, que le resultaba familiar. La confusión emocional, la inseguridad... era como verse a sí misma en un espejo distorsionado. Aún no sabía del todo cómo sentirse respecto a Echidna-o más bien, Foxidna-pero algo dentro de ella empezaba a ceder.

Beatrice: "Tal vez mereces otra oportunidad... Foxidna, supongo". Beatrice murmuró con voz baja, cargada de una tímida esperanza, mientras sus dedos jugueteaban con las puntas de su trenza. El nombre le sonaba más genuino, más... humano. Como si marcara un nuevo inicio.

Anastasia   lo había apartado para hablar de una discusión importante, y parecía estar obsesionada con el tema del espíritu artificial y parecía insegura sobre algo.

"¿Anastasia estaba insegura sobre si  contármelo  o no?"

"Porque usted dijo que guardar secretos sólo ayudaría al enemigo. Ana luchó mucho con eso".

Esa reacción le pareció un poco inesperada a Subaru.

Había pensado que Anastasia era del tipo que no dudaría en ocultar información si le resultaba ventajosa. Y a la hora de la verdad,  ella se  había guardado algo sobre el espíritu artificial.

Anastasia se estremeció ante el tono gélido con el que Subaru había pronunciado sus últimas palabras. El dolor en su corazón fue inmediato y desgarrador. A medida que procesaba la intensidad de esa emoción, se dio cuenta de lo que realmente le afectaba: no quería que el hombre al que amaba, al que había llegado a considerar un aliado y amigo, la mirara con tal desprecio. Esa idea la repugnaba, pero comprendió que lo peor de todo había sido su propia falta de confianza en él. En ese preciso instante, reconoció que su versión de la pantalla había cometido un grave error, un error que ella no cometería. El no confiar en Subaru había sido su peor fallo, y lo corregiría.

Anastasia: "No cometeré el mismo error... Natsuki-kun". Su voz tembló ligeramente, casi como un susurro. Sentía el peso de sus propias inseguridades y decisiones pasadas, pero ahora tenía una claridad inquebrantable.

Foxidna observó a su hija adoptiva con ojos brillantes de sorpresa. La revelación de Anastasia le llegó como una ráfaga. Era un sentimiento que no esperaba escuchar, pero que sin duda le causó una extraña sensación de satisfacción. Era un giro inesperado, pero entendió que, de alguna manera, ese proceso interno de su hija le permitiría madurar, y, quizás, incluso acercarse más al chico de cabello negro.

Foxidna: "Así que es eso...". Pensó para sí misma con una pequeña sonrisa nostálgica, aunque se mantuvo en silencio para no intervenir. Sabía que esos pensamientos eran solo de Anastasia, y no permitiría que nadie más los conociera.

Anastasia: "Pero debo hacer las cosas bien... sin más dudas". Anastasia se dijo a sí misma con una nueva determinación, a pesar del dolor que sentía al pensar en cómo sus acciones habían afectado a Subaru. Sabía que el camino hacia él sería complicado, pero estaba lista para enfrentarlo.

"¿Así que sacas el tema ahora porque has terminado todos los preparativos que necesitabas para  apoderarte  de Anastasia?"

"Y por último, volvemos a este tema... Ya lo he dicho antes, ni una sola vez quise
apoderarme del cuerpo de Ana. No quería que algo así ocurriera".

"Si no te gusta, entonces  devuélvele  su cuerpo. Vuelve a entrar en el pañuelo de una vez".

"Me encantaría, pero ya no puedo".

Subaru frunció los labios ante aquella respuesta tan poco convincente.

El ambiente en la sala estaba cargado de tensión, el aire se había vuelto denso mientras los miembros del elenco se preparaban para recibir las respuestas que, al fin, liberarían o condenarían al espíritu que había tomado control del cuerpo de Anastasia. La espera había sido larga, y el tiempo se sentía como un peso que les aplastaba el pecho. Especialmente los del campamento de la princesa comerciante, cuyos ojos estaban fijos en la pantalla, anticipando la respuesta de Foxidna con gran ansiedad.

Anastasia, en su interior, sentía la presión de la situación. Foxidna no se había pronunciado aún, y la falta de palabras la había dejado con el corazón agitado. Pero ella sabía que este era el momento en que se definía todo, el momento en que las dudas se resolverían. Sin embargo, al igual que su gente, también estaba temerosa de lo que podría escuchar.

Sinceramente, no era una historia digna de consideración.

Era infundada y demasiado
conveniente para Echidna. ¿Quién creería algo así tan fácilmente?

Pero eso hacía a Foxidna aún más creíble. No podía  imaginarse  a Echidna arriesgando algo en una apuesta tan grande.

" Dime , en detalle, ¿Cuál es exactamente el estado en el que se encuentra Anastasia?"

Los miembros del campamento de Anastasia se asomaron al borde de sus asientos hasta que casi se cayeron, este era el momento decisivo, una mala declaración podría arruinarlo todo.

Levantándose de la puerta, Subaru indicó que estaba dispuesto a escuchar la historia de Foxidna.

Ella enarcó ligeramente las cejas, sorprendida, cuando él se sentó lentamente en el asiento que ella le había ofrecido antes.

"¿Así es como haces felices a las mujeres? Es difícil saber el sexo de los espíritus artificiales, pero teniendo en cuenta que Beatrice es hembra, probablemente yo no..."

"¿Podemos acabar con esto de una vez?"

Petra, con su inocente curiosidad, observó a Foxidna y, sin comprender del todo la insinuación del espíritu, hizo un comentario al respecto, lo que podría haber sido algo trivial para ella, pero que claramente tocó una fibra sensible en el ambiente. Sin embargo, Frederica, rápidamente y con una sonrisa gentil, intervino para suavizar el momento.

Frederica: "Petra, es mejor no enfocarse demasiado en esos detalles ahora, no es algo de lo que debas preocuparte a tu edad". Frederica dijo esto con un tono calmado, intentando desviar la atención de la pequeña, mientras lanzaba una mirada discreta hacia Foxidna, consciente de la presión que la situación había generado.

Por otro lado, Anastasia apretó con fuerza la bufanda de zorro que llevaba alrededor de su cuello, un gesto tan sutil como decidido, pero que fue suficiente para hacer que Foxidna sintiera un escalofrío recorrer su ser. La sensación de estar bajo el escrutinio de la princesa comerciante, con la ira apenas disimulada en sus ojos, era palpable. A pesar de la suavidad de la respuesta de Anastasia, Foxidna entendió perfectamente el mensaje: "No intentes nada que no te hayan pedido".

En ese momento, Foxidna transmitió una respuesta rápida y silenciosa a su hija, usando la conexión mental entre ellas.

Foxidna: "No te preocupes Ana, no haré ningún acercamiento de ese tipo a Subaru", se apresuró a transmitirle, intentando calmar la creciente tensión que sentía en su pecho. Aún así, podía percibir la rabia sutil de su hija a través de la conexión, tan firme y clara como siempre. Anastasia asintió, el mensaje sin palabras que se transmitió fue inconfundible: "Más te vale que así sea."

Foxidna tragó saliva, sin atreverse a responder más, y se concentró en la pantalla.

"Lo siento, sólo estaba un poco conmocionada de que esto de alguna manera terminara con usted dispuesto a escucharme de verdad".

Ese intercambio se sintió extrañamente similar a hablar con la verdadera Echidna, pero disculpándose por el error, Foxidna comenzó a hablar con una expresión seria en su rostro.

"Hablando sin rodeos, estoy utilizando el Odo de Ana como medio para mí posesión, he sobrescrito su conciencia con la mía. En la actualidad, puedo controlar libremente su cuerpo, y también puedo utilizar magia con la Puerta defectuosa de Ana".

"¿La Puerta de Anastasia es defectuosa?"

Los miembros del elenco aún no entendían completamente a dónde quería llegar la espíritu, y eso los frustraba profundamente, ninguno de ellos estaban listos para andarse con rodeos, pero ese espíritu si que sabía cómo hacer que se les acabará la paciencia.

Anastasia se estremeció en su asiento ante la mención de su puerta rota, eso siempre había sido un serio problema para ella, le debía la vida a Echid-Foxidna por haberle salvado la vida con su retención de maná, pero no le agradaba para nada que se mencionara dicho defisis de la princesa comerciante, y especialmente le desagradaba que Subaru conociera dicho defisis, no quería mostrarse tan vulnerable ante él.

"Ese es un aspecto clave de nuestra relación especial. Mencioné antes que soy defectuosa como espíritu y no puedo formar un contrato, ¿verdad?"

"...Lo hiciste. ¿Así que no es como si Anastasia fuera una usuaria espiritual o algo así?".

Recordando ese intercambio anterior, Subaru se aclaró a sí mismo que él y Anastasia estaban en situaciones diferentes. Ambos eran compañeros de espíritus artificiales -Beatrice y Foxidna pero sus asociaciones adoptaban formas diferentes.

Asintiendo, Foxidna continuó:

"Ana tiene su Puerta defectuosa desde su nacimiento. Como imagino que sabrá, la Puerta es un órgano que absorbe el maná atmosférico y sirve para liberar el maná que se acumula en el cuerpo. En el caso de Ana, la función de absorción es la que no funciona. Está en un estado crónico de privación de maná. De hecho, usted conoce a alguien con el problema opuesto, cuya Puerta no puede liberar maná, ¿verdad?".

"No puedo decir que sí..."

"Eso es sorprendente. Él descendiente del Santo de la Espada. No puede expulsar maná de su cuerpo. En su caso, absorbe una cantidad anormal de maná, aunque parece que todo lo utiliza para aumentar sus capacidades físicas, por lo que no se causa ningún daño."

"...Reinhard".

Reinhardt sintió una punzada de vergüenza recorrerle el pecho al escuchar la mención de su defecto. La expulsión constante de maná era un tema doloroso para él, una herida abierta que había aprendido a esconder bajo el peso de su título como Espada Santa. Se suponía que debía ser perfecto, un modelo a seguir, y sin embargo... ahí estaba esa imperfección con la que había cargado desde niño.

Sumido en sus pensamientos, no notó la pequeña figura que se acercó a su costado hasta que sintió un leve golpe. Para él, que podía resistir armas bendecidas y magias de nivel avanzado, fue como una caricia. Giró la cabeza y se encontró con los ojos intensos de su Dama, Felt, que lo observaba con el ceño ligeramente fruncido.

Felt: "Deja atrás esos pensamientos, Rein, ¿O me vas a decir que ahora te vas a culpar por algo que contrajiste de nacimiento y no estaba para NADA en tu control?". Felt habló con voz enérgica, pero con un dejo de enojo que sólo mostraba lo mucho que le importaba.

Reinhardt: "...". El Santo de la Espada guardó silencio por unos segundos, hasta que asintió lentamente. "Para nada, Felt-sama, dicho problema no es culpa mía". Reinhardt pronunció esas palabras con voz firme, aunque su corazón todavía temblaba ligeramente.

Felt: "¿Ves? No es tan difícil no odiarte a ti mismo todo el tiempo". Dijo cada palabra con una sonrisa en el rostro, satisfecha por haber hecho entrar en razón a su testarudo caballero.

Reinhardt le devolvió la sonrisa, sintiendo cómo la culpa comenzaba a aflojar su agarre sobre su pecho. Esa simple interacción le había aliviado más de lo que esperaba.

"Gracias, Subaru", pensó con gratitud genuina, reconociendo que, sin las palabras y enseñanzas indirectas del joven de cabello negro, quizás nunca habría dado ese pequeño paso hacia la aceptación.

Con renovada serenidad, volvió la mirada hacia la pantalla, preparado para afrontar lo que viniera.

Se enteró del inesperado problema que tenía Reinhard por el comentario de Foxidna.

Era cierto que el propio Reinhard había dicho que no podía utilizar la magia. Subaru no había profundizado mucho en el asunto, pero aparentemente era por esto.

"Es una condición similar a la mía después de que rompí mi Puerta al sobrecargarla, ¿eh? En mi caso, Beako absorbe el maná, así que me las arreglo sin ninguna ruptura, aunque..."

"En su caso, agota el maná con sólo vivir... Sin embargo, para Ana, la cantidad de maná que absorbe es insuficiente. Por eso, sólo puede utilizar su maná interno para la magia, y una vez que se agota, la única opción es agotar Odo, el fundamento de la vida."

"Por eso Anastasia no puede utilizar la magia, y por eso tampoco puede contraer con un espíritu, ya que requiere un suministro de maná..."

Subaru empezaba a comprender la situación que rodeaba a la Puerta de Anastasia, pero también había una parte que seguía sin tener sentido.

"Pero eso no se va a arreglar de repente mientras estés tomando prestado su cuerpo. ¿No es ese poco de maná que ella tiene lo que la mantiene corriendo?"

Algunos miembros del elenco fruncieron el ceño con dudas visibles en sus rostros tras escuchar el último comentario del Subaru de la pantalla. Era cierto que Foxidna había salvado a Anastasia, y que su retención de maná había permitido mantenerla con vida pese al defecto de su Puerta, pero eso no bastaba como justificación.

Seguía sin estar claro por qué el espíritu con forma de zorro no había devuelto el control a la princesa comerciante, incluso cuando ya no había una amenaza directa. Esa falta de acción levantaba sospechas entre los presentes.

Crusch entrecerró los ojos con desconfianza, mientras su mente analizaba cada palabra e implicación, preguntándose si había algún motivo más oscuro detrás de las intenciones del espíritu.

Julius permanecía en silencio, pero su mandíbula estaba tensa. Aunque su lealtad seguía firme con Anastasia, no podía negar que su juicio hacia Foxidna empezaba a tambalearse.

Incluso Otto, con sus nervios habituales, se inclinó hacia Emilia y murmuró con incomodidad:

Otto:"¿No crees que eso suena... extraño?".

La atmósfera se volvió tensa de nuevo, a la espera de una respuesta más concreta que justificara por completo las acciones del espíritu.

"...La única razón por la que recurrimos a algo que le restara vida fue porque, para empezar, estaba en una situación muy peligrosa. Por supuesto, lo hablé con Ana de antemano y obtuve su permiso antes de tomar el mando. Y aparte de eso, usted no tiene derecho a decir nada al respecto".

La Matriarca Vollachiana se había cansado de mantenerse callada por tanto tiempo, y los constantes desvaríos del espíritu en la pantalla la estaban sacando de quicio.

Al notarlo, Al sudó frío al ver la furia que se cernía sobre su Dama.

Priscilla: "¡Hey, tú!, espíritu de quinta, ¿podrías dejar de andarte con tantos rodeos y dar una explicación clara? De no ser así, Mi Yo Divino se asegurará de que tú y tu princesa comerciante de pacotilla paguen el precio". Priscilla espetó con furia apenas contenida.

Foxidna: "Lo lamento, Priscilla-sama, pero no tengo conocimiento sobre lo que la yo de la pantalla se está refiriendo, tengo una vaga especulación al respecto, pero claro, no pasa de eso: una especulación". Respondió el espíritu con tono sereno y tranquilo, no quería que las cosas se descontrolaran por la personalidad explosiva de la Matriarca Vollachiana.

Priscilla: "En cuyo caso, no creo que tengas inconvenientes en compartir con nosotros dicha especulación, ¿o me equivoco?". Desafió Priscilla esbozando una sonrisa burlona.

Felt estaba harta de la actitud de Priscilla, ella había empatizado con la Matriarca cuando esta reveló su historia, pero su odio hacia su actitud seguía muy marcado en su interior; aunque por esta vez Felt estuvo de acuerdo en una cosa con Priscilla: quería respuestas, y las quería ya.

Foxidna se volteó para mirar de reojo a Anastasia, y al recibir un asentimiento de su parte, ordenó sus pensamientos de la manera más entendible posible, y prosiguió con su teoría:

Foxidna: "Creo que sé parcialmente por qué mi versión de la pantalla está tan empecinada con ir a la Atalaya...". Comenzó con voz suave, quería decir esto de la mejor forma posible para no generar malentendidos. Después de pensarlo unos segundos, continuó: "Lo más probable es que algo debió salir mal con el intercambio de conciencias entre Ana y yo, por lo cual quedé imposibilitada de volver a mi cuerpo y cederle el suyo a Ana; cuando no se me ocurrió nada para poder solucionar el problema y dejar de succionar años de vida de Ana... decidí que mi mejor opción sería convencerlos a todos para ir a contactar con el Gran Sabio, Shaula, en la Atalaya de las Pléyades...". Foxidna finiquitó con voz algo quebrada y arrepentida.

Priscilla: "En resumen, solamente decidiste que era buena idea proponer ir a la Atalaya de las Pléyades porque en tu pequeño cerebro de espíritu de quinta no cabía la más mínima idea de que esa era una opción impensable, vaya, parece ser que de tal dueña, tal espíritu". Se burló Priscilla, disfrutando de la desesperación del espíritu.

Algunas miradas maliciosas se dirigieron al pequeño espíritu, sobre todo de las personas más cercanas al chico de cabello negro. Por lo bajo susurraron, "Si algo le pasa a Subaru, lo pagarás muy caro, espíritu". No permitirían que su ser querido sufriera más horrorosas muertes solo por el capricho de un espíritu desesperado.

Foxidna, al notar las miradas y escuchar ligeramente los susurros, bajó la cabeza, y cobardemente, decidió resguardarse nuevamente en el cuello de Anastasia como una bufanda de zorro ártico.

La princesa comerciante estaba sumida completamente en sus pensamientos como para notar la incomodidad de su madre. Si algo realmente había pasado con su intercambio de conciencias, que le impidió volver a su cuerpo, lo mejor sería recopilar la mayor cantidad de información posible para no tener que recurrir a medidas tan drásticas como adentrarse a las Dunas de Arena de Augria.

Julius, por su parte, mantuvo la guardia en alto, cada pequeña revelación de esa pantalla le hacía dudar cada vez más de las verdaderas intenciones del espíritu.

El elenco se calmó lo suficiente al cabo de 5 minutos para poder reanudar con las visualizaciones, aunque ahora sus ánimos estaban muy mal.

Había una feroz determinación en sus ojos, dejando claro que nunca cedería en ese punto, aunque sólo fuera eso. Aunque no tuvieran un contrato oficial, era una promesa que seguía vinculando a Anastasia y a Foxidna. Al igual que el contrato entre Subaru y Beatrice era sólo suyo.

No le correspondía a Subaru hacer comentarios ni emitir juicios.

"Tomar prestado el cuerpo de Ana es un acto de desesperación. Soy un espíritu de consumo particularmente bajo y ni una sola vez he cargado a Ana con mis necesidades de maná".

"¿Ah, sí? En mi caso, Beako tiene que agarrarme de la mano tres veces al día para conseguir suficiente maná".

"La segunda y tercera vez probablemente sean sólo porque quiere agarrarte la mano. Pero es bonito que se lleven tan bien".

Beatrice se sintió feliz ante el comentario de Foxidna, y un poco avergonzada de que hubieran descubierto sus verdaderas intenciones. No estaba acostumbrada a que alguien notara sus esfuerzos emocionales, ni mucho menos a ser reconocida por ellos.

Sentada en el regazo de su contratista, Beatrice se giró levemente y abrazó a Subaru con gran cariño, apoyando su frente en su pecho. No quería que ese momento acabara, y mucho menos deseaba ver a su querido contratista sufrir más muertes horribles. En su pequeño corazón, deseaba protegerlo con todas sus fuerzas, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios miedos.

Al ver la pequeña sonrisa de Beatrice, Emilia se sintió muy reconfortada, como una madre que ha logrado que su hija coma sus vegetales. Un suave alivio se instaló en su pecho, y decidió que esa noche hablaría con Beako, no como amiga ni como aliada, sino como familia.

Foxidna soltó una risita, igual que la bruja que Subaru conocía.

Ver el cuerpo de Anastasia superponerse al de Echidna era una sensación aterradora. Quería que Anastasia volviera a la normalidad lo antes posible. Tanto por su propio bien como por el de Julius, que ya estaba en una situación bastante dolorosa.

Julius se sintió reconfortado de que Subaru se preocupara por su bienestar, al fin y al cabo, él también lo hacía. Aunque ya no compartieran el mismo vínculo de antaño, esas palabras le recordaron que, en algún rincón del corazón del joven, aún quedaba un espacio para él. Una tenue calidez recorrió su pecho, disipando momentáneamente la amargura que lo acompañaba desde su aparente desaparición del mundo.

"¿Es la primera vez que tomas prestado su cuerpo?"

"No, ésta es la cuarta vez. Pero es la primera vez que hay algún problema para volver. Nunca me había pasado antes, así que no tengo ni idea de cuál puede ser la causa... He dejado de ser capaz de extraerme de su cuerpo. Como resultado, la conciencia de Ana duerme en las profundidades de su Odo".

Tocando su pecho, el espíritu habló como si fuera allí donde se encontraba el Odo.

El elenco sintió que se les escapaba un gran peso de encima al tener la confirmación de que Foxidna decía la verdad. Los más reconfortados fueron los miembros del campamento de Anastasia, los cuales soltaron un largo y profundo suspiro de alivio, como si hubieran estado conteniendo la respiración durante horas.

Ricardo dejó escapar una carcajada ligera.

Ricardo: "Je, lo sabía, nuestra jefa no se juntaría con alguien malo". Dijo con una sonrisa aliviada, mientras cruzaba los brazos con satisfacción.

Pero en cambio, Foxidna se sentía muy inquieta ante aquella confirmación. Si su teoría era realmente cierta, entonces, ¿Qué le depararía el futuro? ¿Cómo se suponía que superaría una adversidad tan complicada como quedar atrapada sin cuerpo propio? Al unísono de sus pensamientos, un nombre cruzó su mente con fuerza y claridad: Natsuki Subaru.

Alguien que, físicamente y mágicamente, era mucho más débil que ella. Pero que, en cuestiones de mentalidad, coraje y voluntad, nadie podía superarlo. Ese chico, que tantas veces había enfrentado muertes horribles, pérdidas desgarradoras, y que aun así seguía caminando sin rendirse... si él podía hacerlo, ¿por qué ella no?

Foxidna cerró los ojos, como si sellara un pacto interno.

Foxidna: "No me acobardaré más". Pensó con firmeza. Ya no se escondería, ya no permitiría que sus miedos dictaran sus acciones.

Foxidna lucharía. Por sí misma. Por Anastasia. Por la pequeña familia que empezaba a formar.

"Me sorprendió que pudieras ver a través del hecho de que no soy Ana. Pero también me sentí un poco aliviada... No me gustaba la idea de que ella pudiera ser copiada tan fácilmente".

Por primera vez, Subaru pudo estar totalmente de acuerdo con lo que decía Foxidna. Era imposible que alguien replicara perfectamente a otra persona. Ella no podía convertirse en Anastasia. Eso fue un alivio para Foxidna y también para Subaru.

"...Estoy segura de que hubo muchas otras personas que pensaron que era raro. Aunque no pudieran declararlo inmediatamente en el acto con convicción, estaba segura de que la gente que la conoce mejor se daría cuenta enseguida".

"Y sin embargo, personas sin tanta conexión como, usted y Priscilla Barielle, fueron las únicas que vieron a través de ella. ¿Puede explicarlo?"

"Ricardo y los gatitos están muy ocupados con lo que les ha pasado en este momento. Y lo mismo ocurre con Julius".

Los ojos de Foxidna se entrecerraron.

Aquella reacción le pareció sospechosa a Subaru, pero pudo entenderlo después de oír lo que vino a continuación.

"Tenía la sensación de que podría ser así, pero ¿Julius es realmente el caballero de Ana?... El poder de Gula es realmente aterrador. Incluso despojando de mis recuerdos a un ser antinatural como yo".

Julius se estremeció ligeramente desde su asiento al escuchar la mención a su derrota a manos de la Gula. Aquello siempre sería una espina clavada en lo más profundo de su alma. El peso de haber sido vencido, olvidado, arrancado del mundo... era un recordatorio constante de su fragilidad, de su insuficiencia. No importaba cuánto se esforzara, ese error estaba allí, grabado con fuego en su orgullo. Lo aceptaba como lo que era: un castigo por su propia debilidad.

Pero antes de que esos pensamientos pudieran hundirlo más, sintió una suave caricia en su cabello.

Anastasia, sentada a su lado, lo observaba con una leve expresión de comprensión en el rostro. Había visto el dolor asomar en los ojos de su caballero, y sin pensarlo, su mano se alzó para reconfortarlo como lo haría con un amigo herido, o un hermano al que apreciaba profundamente.

El contacto fue tan inesperado que Julius casi saltó de la sorpresa, sus mejillas se tiñeron de un leve rubor. Pero inmediatamente después, una ola de calidez se extendió por su pecho, apagando los pensamientos oscuros que lo consumían.

Julius: "Gracias, Anastasia-sama..." Murmuró en voz baja, apenas audible, pero lleno de gratitud sincera.

Realmente, en sus ojos, nadie más que Anastasia Hoshin merecía el título de Reina de Lugunica.

De repente, Subaru levantó la cabeza.

Por fin comprendió por qué Foxidna había sacado a colación al famoso Sabio durante la reunión y por qué les había sugerido ir a la Atalaya de las Pléyades.

"Amo a Ana".

"No pasé más de una década con ella a pesar de la falta de contrato por simple curiosidad. Nunca lo he experimentado personalmente, así que no puedo asegurarlo, pero me siento como un guardián o quizá como una familia para ella. Quiero que esté tan sana -y lo que es más importante- tan feliz como sea posible".

Foxidna abrazó el cuerpo de Anastasia mientras miraba a Subaru. Sus palabras eran tranquilas, desprovistas de emoción humana, pero aún parecía haber una especie de amor en su forma de hablar y de abrazar el cuerpo de Anastasia.

Igual que cómo Puck amaba a Emilia, y cómo Beatrice amaba a Subaru. Foxidna parecía sentirlo mismo hacia Anastasia-.

"Entonces esa es la verdadera razón por la que querías conocer al Sabio".

"Correcto- Honestamente, no siento nada en particular por las víctimas de la Gula y la Lujuria. Sólo quiero saber cómo devolverle el cuerpo a Ana. Y con gusto los utilizaré a todos ustedes para lograrlo".

Ese último comentario proyectado en la pantalla hizo que varias miradas maliciosas se clavaran de inmediato sobre el pequeño espíritu de zorro ártico. Las sombras de la desconfianza se alargaban más allá del campamento de Emilia y Subaru. Incluso quienes habían empezado a perdonarla, volvieron a fruncir el ceño. Pero para sorpresa de Foxidna, esta vez una nueva figura se unió a la desaprobación: su querida hija, Anastasia.

La princesa comerciante no necesitó decir una palabra al principio. Con una sonrisa serena y los ojos cerrados, parecía tan inofensiva como siempre. Sin embargo, el aura que exhalaba era helada, sofocante. Una presencia casi tangible, cortante como una cuchilla bien afilada. Incluso Priscilla, acostumbrada a dominar cualquier escenario con su presencia, se sintió ligeramente intimidada. Solo ligeramente.

Anastasia apretó el agarre sobre su bufanda de zorro con tanta fuerza que Foxidna tembló en su interior. Luego, con una voz dulce y cargada de veneno, habló:

Anastasia: "Así que utilizarás a Natsuki-kun como un simple peón, ¿no es así? O al menos eso dijo tu yo de la pantalla. Me gustaría que me dieras una explicación... querida madre".

Foxidna tragó saliva. El pelaje se le erizó al instante. El sudor comenzó a recorrerle la espalda pese a no tener un cuerpo completamente humano. Las emociones humanas todavía eran un terreno ambiguo para ella, pero ahora entendía con claridad una de las más básicas: el miedo.

Foxidna: "Bueno... jeje..."

Soltó una risita nerviosa, intentando aligerar la tensión, pero eso fue un error garrafal. El aura de su hija se intensificó al punto que Foxidna sintió como si le hubieran puesto una espada en la nuca. Así que decidió dejarse de rodeos.

Foxidna: "¡Nunca volveré a considerar usar a Subaru para mis propios objetivos personales, lo juro por el Dragón!"

El grito casi salió como un chillido, rompiendo el silencio del lugar como un trueno. A muchos les pareció más un reflejo de autoconservación que una declaración de principios, pero otros percibieron la sinceridad en su promesa desesperada.

Anastasia asintió lentamente, con una calma escalofriante.

Anastasia: "¡Así me gusta! Ahora, cuando salgamos, solo tendrás que disculparte con Natsuki-kun."

Y entonces, su tono cambió.

Anastasia: "Ah... y una cosa más..."

Abrió los ojos.

Ojos azules. Muertos. Fríos como un abismo sin fondo. La sonrisa seguía ahí, pero ahora nadie la confundía con calidez.

Anastasia: "Querida madre... no vuelvas a siquiera pensar en usar a Natsuki-kun, ¿sí?"

Cada palabra goteaba con veneno suave y silencioso, el tipo que mata lentamente pero sin dejar rastro.

Foxidna asintió violentamente, sin emitir una sola palabra. Anastasia se relajó al instante, soltando su agarre de la bufanda. El espíritu por fin pudo respirar con normalidad, su alma temblando aún por el susto.

Nunca más volvería a cometer ese error. Había puesto en duda el valor de alguien capaz de arriesgarlo todo por amor. Y eso, en el mundo de los humanos, era imperdonable.

"¿Tiene alguna prueba de que el Sabio sabrá cómo revertir las cosas?"

"Ninguna en absoluto. Pero si es el Sabio de quien se dice que ve a través de todo y tiene conocimientos sobre todos los asuntos, entonces al menos hay una posibilidad. Y siempre elegiré la opción con más probabilidades de éxito. Nada más y nada menos".

Subaru tragó saliva. Sin duda era una conclusión egoísta y ególatra. Pero Foxidna tenía sus razones y la determinación de actuar con decisión para lograr sus objetivos. No había duda de ello.

En ese caso, había algo que Subaru tenía que confirmar-.

"¿Puedo confiar en que realmente sabes cómo llegar a la Atalaya de las Pléyades?"

Esta simple y llana pregunta hizo que el elenco palmeara su cabeza casi al unísono ante la estupidez cometida. Todos habían interrogado duramente a Foxidna por la posesión del cuerpo de Anastasia, pero nadie se había detenido a cuestionar lo más importante: ¿Cómo era posible que ella supiera llegar a la Atalaya de las Pléyades? Esa torre era famosa por ser inalcanzable incluso para los más poderosos, incluido Reinhardt van Astrea, y sin embargo, ese pequeño espíritu hablaba de ella con tanta certeza como si supiera exactamente el camino.

El silencio fue inmediato, incómodo y cargado de vergüenza. Las miradas se desviaron, los labios se apretaron y algunos carraspeos llenaron el ambiente en un intento por romper la tensión.

Emilia bajó la mirada, sintiéndose tonta. Observó a Subaru, aún profundamente dormido, y sintió un nudo en el pecho. Si él hubiese estado consciente, probablemente habría hecho esa pregunta desde el principio.

Emilia: "Subaru... siempre notas esas cosas. Deberíamos haberte escuchado incluso sin que hablaras."

Beatrice soltó un bufido, claramente irritada con todos, pero más que nada consigo misma.

Beatrice: "¡Una pregunta tan básica!, en verdad... ¿Cómo pudieron todos pasarla por alto? ¡Qué desconsiderados en verdad, supongo!"

Ram entrecerró los ojos y suspiró con fastidio.

Ram: "Demasiada tensión, demasiadas emociones... Nos dejamos llevar como novatos."

Julius se llevó una mano al rostro con elegancia, pero su gesto no ocultaba la culpa que sentía.

Julius: "Una omisión imperdonable... Está claro que nos centramos demasiado en lo superficial. Y yo el primero."

Garfiel rechinó los dientes, claramente molesto.

Garfiel: "Tch, esa zorrita nos distrajo con sus evasivas, y todos caímos redondos. Pero eso no explica cómo demonios sabe entrar."

Reinhardt mantuvo la calma, como siempre, pero su expresión era seria.

Reinhardt: "Ni siquiera yo he podido encontrar una forma de acceder a la Atalaya. Si ella tiene esa información... entonces la situación es aún más preocupante de lo que imaginábamos."

Foxidna, acurrucada aún como bufanda en el cuello de Anastasia, comenzó a temblar ligeramente al sentir las nuevas miradas cargadas de desconfianza y sospecha.

Anastasia no dijo nada, pero su mano se cerró un poco más sobre el suave pelaje del espíritu. Las preguntas verdaderas apenas estaban comenzando.

Y mientras Subaru seguía durmiendo, ajeno a lo ocurrido pero aún presente como ancla emocional del grupo, su figura seguía recordándoles por qué debían seguir adelante y, esta vez, hacer las preguntas correctas.

El elenco, a excepción de Anastasia fulminaron con la mirada a Foxidna en busca de respuestas, la espíritu lo pensó por un rato y respondió:

Foxidna:" Creo que lo mejor será dejar que mi versión de la pantalla lo explique, seria un desperdicio de tiempo dar la misma explicación dos veces". Hablo Foxidna intentado sonar lo mas calmada posible.

El elenco frunció ligeramente el seño en respuesta, pero entendieron a lo que se refería el espíritu con forma de zorro, así que a regañadientes voltearon su vista a la enorme pantalla en busca de respuestas.

"Por supuesto".

"Se supone que tu coartada es que no tienes recuerdos. Entonces, ¿Cómo sabes el camino a la torre, a la que nadie más sabe llegar? No tiene mucho sentido, ¿verdad?"

"Sé lo que sé. Si me pides algún tipo de prueba, entonces no estoy seguro de lo que pueda decir... pero si tuviera que ponerlo en palabras, supongo que porque es mi destino llegar a ese lugar".

"¿Tu destino? ¿Quién decidió eso?"

"Mi creadora, supongo".

Las sospechas de Foxidna eran la peor respuesta posible en lo que a Subaru se refería. Era difícil no creer que Echidna era quien la había creado, y Echidna era el tipo de idiota que grabaría el camino a la Atalaya, y nada más que en la memoria de un espíritu artificial.

Lo que significaba que había algo relacionado con Echidna esperando en la Atalaya de las Pléyades.

Ese hecho le ponía nervioso a la vez que le hacía albergar esperanzas sobre el conocimiento del Sabio, que esperaba allí.

"¿Estás dispuesto a creerme?"

Foxidna preguntó esto cuando se quedó en silencio, llegando a su conclusión. Subaru dudó en asentir, suspirando profundamente antes de contestar:

"Creer es una palabra fuerte, pero por el momento, lo comprendo. Tienes tu propia meta y estás haciendo lo necesario para alcanzarla. Y ese objetivo y esas acciones no están reñidos con nuestro objetivo".

"Ambos tenemos nuestras propias preguntas que hacer al Sabio, así que trabajemos juntos para llegar a dichas respuestas. Es lo natural".

"Déjalo. Cuando lo dices así, suenas mucho más sórdido".

"Eso es grosero".

Foxidna se sintió muy reconfortada por la bonita interacción que había tenido con el chico de cabello negro en la visualización. A pesar de la constante desconfianza que este le había dirigido en distintos momentos, pudo notar con claridad que el muchacho, incluso herido y agotado, seguía actuando con una gentileza desarmante.

Para alguien como Foxidna, que todavía luchaba por entender el complicado mundo emocional de los humanos, aquello había sido abrumadoramente valioso. El chico tenía un corazón enorme, uno que no buscaba juzgar únicamente, sino entender.

Subaru estaba seguro de que cualquier conversación más con Foxidna en el cuerpo de Anastasia iba a volverle loco. Pero de cualquier forma, el camino hacia la Atalaya de las Pléyades sería largo.

Las Dunas de Augria, donde se encontraba el Sabio, estaban ubicadas en las regiones más orientales del mapa, y tendría que viajar con Foxidna todo el camino.

"Por cierto, esto es sólo para satisfacer mi curiosidad, pero... usted parece saber bastante sobre mi creador. ¿Quién era Echidna?"

El campamento de Emilia se estremeció ante la simple pero pesada pregunta. Los recuerdos que poseían de Echidna eran todo menos agradables, impregnados de traición, manipulación y heridas profundas difíciles de cerrar.

La más afectada, sin duda, fue la pequeña Beatrice. Al escuchar el nombre de la Bruja de la Avaricia, bajó la cabeza con vergüenza. Su diminuto cuerpo tembló apenas perceptiblemente mientras su expresión se tornaba sombría. Había caído por completo en la trampa de su madre, aferrándose a una imagen falsa, a una ilusión construida para su propio aislamiento. Le había causado un gran dolor a su querido contratista por su obstinación en negar la verdad, por negarse a aceptar que "esa persona" nunca existió realmente, que solo fue una herramienta más en un cruel experimento.

Roswaal, en cambio, sonrió con una mezcla de melancolía y satisfacción. Para él, revivir los recuerdos con su amada maestra era como reencontrarse con una parte esencial de sí mismo. Aunque sabía cuán oscura podía ser Echidna, también la adoraba por esa misma razón. La evocación de su imagen no le causaba dolor, sino un cariño retorcido, casi reverencial.

Mientras una parte del grupo se encogía ante el peso del pasado, otra lo abrazaba como una llama que todavía arde en el rincón más oculto de su corazón.

"¿Qué...? Claro, supuestamente no quedaba mucho de ella en los registros".

Subaru arrugó lacara ante la inesperada pregunta de Foxidna. Repasando las historias, se contaba que la Bruja de la Envidia destruyó a todas las demás Brujas de los Siete Pecados Capitales y no quedó ninguno de sus nombres.

Por eso, las únicas personas que harían la conexión entre el concepto de Bruja y Echidna eran las personas que tenían una conexión directa con la facción de ella-Emilia.

"-Nuestra puntuación en las relaciones no es lo suficientemente alta como para que hable de ella contigo. Te diré más una vez que tenga una mejor idea de si puedo confiar en ti".

"Ambos tenemos nuestros secretos. No hay quejas, ¿verdad?

No era sólo una venganza obstinada. Mientras Foxidna se contuviera con él, él haría lo mismo.

Al oír eso, Foxidna abrió bien sus redondos ojos.

"...No seas así. Eres demasiado valioso para andar jugando así de mezquino. Estoy lastimada, herida digo".

Ajustándose su bufanda blanca de piel de zorro, Foxidna volvió adoptar el estilo habitual de hablar de Anastasia.

La Matriarca Vollachiana asintió levemente ante la afirmación de que algunos secretos eran mejor dejándolos ocultos. Ella, más que nadie, sabía cuánta verdad había en esas palabras. Durante el descanso anterior, les había mentido con absoluta naturalidad acerca de su pasado, disfrazando cada detalle con medias verdades y mentiras tan pulidas que ni siquiera las protecciones divinas de la Lectura del Viento de Reinhardt y Crusch fueron capaces de detectar la falsedad. Había desafiado la lógica del mundo y salido ilesa... por ahora.

Sabía que ese maldito teatro tenía una fijación por desenterrar secretos, y que posiblemente en algún punto su verdad también sería proyectada ante todos. Pero incluso así, Priscilla Barielle estaba convencida de una cosa: sin importar cuántas verdades salieran a la luz, el mundo giraría según su voluntad. Ese pensamiento la reconfortaba. Que revelaran todo si querían, ella lo convertiría en su espectáculo personal.

Una sonrisa llena de expectación se dibujó en su rostro. Sin previo aviso, alzó el pie y golpeó a Al por simple diversión. El pobre caballero cayó al suelo del teatro con un quejido ahogado, llevándose las manos a la entrepierna. Unas lágrimas brotaron debajo de su casco, temblando de dolor y humillación mientras se revolcaba como pez fuera del agua.

Al : "¿Qué fue lo que hice esta vez...? ¿Respirar? ¿Estar demasiado cerca...? ¿O solo existir...?". Pensó para si mismo el hombre abatido.

Priscilla desvió la vista con indiferencia tras su travesura. A sus ojos, el caos y el dolor también eran formas válidas de arte.

Ya veo. Realmente es una buena actuación. Pero...

"La entonación cuando hablas no es exacto...Y tu acento de Kansai es demasiado suave. Es demasiado realista comparado con los otros acentos de Kararagi de los que he oído".

"¿Demasiado realista?"

Tomándose a pecho el antipático consejo de Subaru, Foxidna intentaba sinceramente corregir los aparentes problemas, pero no era algo que se pudiera corregir tan fácilmente.

Finalmente, suspiró, con los hombros caídos al darse por vencida. Y las preguntas que Subaru tenía para Foxidna terminaron por el momento.

Anastasia se sintió algo celosa de la impostora que veía en la pantalla, le molestaba que su cuerpo hubiera disfrutado de un momento tan cercano y juguetón con el chico de cabello negro, cuando ni siquiera ella misma había tenido la oportunidad de vivir algo así. Deseaba que ese tipo de interacción pudiera ser suya, pero el destino parecía demasiado cruel, y un instante así no parecía que fuera a ocurrir pronto.

El resto de las damiselas interesadas en Subaru hicieron un adorable puchero de envidia ante la aparente suerte de la princesa comerciante en la visualización. Todas ellas, cada una con su manera de quererlo, deseaban poder tener momentos como ese, más frecuentes, más íntimos, con el hombre que amaban. Aunque no lo dijeran en voz alta, el deseo se reflejaba claramente en sus miradas cargadas de afecto y anhelo.

La cuestión de cómo devolverle el cuerpo de Anastasia dependería de lo que aprendieran del Sabio. Pero lo que sí podía decir era-

"No le digas a Julius ni a nadie que estás tomando prestado el cuerpo de Anastasia".

"...No me importa, pero no esperaba que dijeras eso".

"Sé que es egoísta proponer esto, pero no quiero causar más conflictos en este momento ya super precario. Debo advertirte que los demás no son tan comprensivos como yo. Será un problema si se ponen zancadillas por ello".

Si Ricardo o Mimi y sus hermanos se enteraban, podrían intentar detenerlos por preocupación por el cuerpo de Anastasia.

Si eso significaba tener que renunciar a ir a la Atalaya, perderían la única pista que tenían para ayudar a las víctimas de la Gula y la Lujuria, y eso sería problemático de una forma totalmente nueva.

"Si vamos a la Atalaya y averiguamos cómo arreglar todo para las víctimas de la Lujuria y la Gula y cómo resolver sus problemas y los de Anastasia, entonces todo irá bien. Si todo sale bien, entonces no podrán quejarse, e incluso si lo hacen, no tendremos que escucharles".

"Como dijo Hoshin, mientras las cuentas cuadren, bien está lo que bien acaba".

Como de costumbre, no podría decirlo mejor que Hoshin aunque lo intentara.

Con eso, Subaru respiró aliviado ahora que la conversación por fin había llegado a su fin.

Los miembros del campamento de Anastasia se sintieron un tanto resentidos al verse excluidos de tan crucial información, un sentimiento que se hizo más notorio al recordar que uno de los suyos -cierto caballero de cabello púrpura- sí había sido elegido para formar parte del viaje a la Atalaya. Para el resto, sin embargo, la sensación de haber sido dejados de lado no era algo fácil de digerir, incluso si entendían que sus reacciones podían parecer imprudentes a ojos de los demás.

Ricardo chasqueó la lengua con clara molestia, cruzando los brazos con expresión contrariada.

Ricardo: "No me agrada mucho ser dejado de lado, ¿saben? Por lo menos creo que hubiera sido buena idea incluirnos en el viaje a la Atalaya." Su tono era bajo, pero cargado de un resentimiento mal contenido.

Foxidna, sin alterarse por la queja, contestó con una voz clara y firme, manteniendo su elegancia aunque con un toque de severidad.

Foxidna: "Eso solo nos habría retrasado. Llevar más personas a la Atalaya implica asumir más riesgos. Aunque yo conozca el camino y el método para acceder, no tengo forma de prever todos los peligros del trayecto. Sería más contraproducente que beneficioso."

Tivey, claramente preocupado, intervino con cierto temblor en su voz. No quería desafiar directamente a la espíritu, pero tampoco podía silenciar su ansiedad.

Tivey: "En cuyo caso... por lo menos pudieron llevar a un estratega adicional. Puede que el jefe sea excelente improvisando, pero incluso él necesita apoyo. Un solo error podría..."

Foxidna giró ligeramente la cabeza hacia él, sin perder su compostura, pero clavando una mirada seria.

Foxidna: "¿Y a quién hubiéramos llevado? Tú estabas en muy mal estado debido al daño compartido por tu Protección Divina durante el asedio a Priestella. No había otra persona de absoluta confianza, salvo Subaru. No podíamos arriesgarnos a llevar a alguien más."

Las palabras de Foxidna hicieron que Tivey bajara la cabeza en resignación. Entendía que tenía razón... y por eso mismo, su impotencia le corroía aún más.

Ricardo gruñó entre dientes, molesto pero sin argumentos. La frustración se le notaba en la mandíbula apretada y el rabo inquieto que golpeaba el suelo.

Fue entonces cuando Reinhardt, con la autoridad que le caracterizaba, intervino para calmar los ánimos antes de que el debate escalara.

Reinhardt: "Por ahora, será mejor no entrar en discusiones innecesarias. Nuestra prioridad debe ser terminar este capítulo. Hay que mantener la compostura y prepararnos para lo que está por venir."

Sus palabras fueron como una suave campanada de realidad. El elenco, al escucharlas, bajó la cabeza lentamente, absorbidos por un amargo sentimiento colectivo.

Todos sabían que las visualizaciones habían sido interrumpidas demasiadas veces con excusas variadas, todo con tal de evitar enfrentar lo que intuían: Subaru iba a morir. Repetidas veces. Lo sabían en lo más profundo de su ser. Ya fuera durante el viaje a la Atalaya de las Pléyades o por el ataque de las temibles Mabestias que habitaban en las Dunas de Augria... el sufrimiento era inevitable.

Pero incluso con ese temor en el pecho, decidieron mantenerse firmes. Debían honrar el dolor del pelinegro. Mostrar debilidad ahora sería como menospreciar las cicatrices que él había cargado en silencio. Así que alzaron la cabeza, todos y cada uno de ellos, decididos a enfrentar ese futuro y, si era posible, impedir que ese epílogo se convirtiera en un círculo interminable de dolor.

La pantalla volvió a iluminarse con un suave resplandor. La visualización se reanudó. Y los corazones de todos latieron al unísono: iban a llegar hasta el final.

Había existido la posibilidad de que quienquiera que se hiciera pasar por Anastasia estuviera tramando algo malicioso y que allí tuviera que desarrollarse una última pelea. Pero, afortunadamente, no había tenido que utilizar el seguro que había contratado.

"Por cierto, Natsuki-kun".

"¿Hmm?"

"Hay alguien más a quien también quieres preguntarle al Sabio el cómo ayudar, ¿verdad?"

Subaru se detuvo mientras se daba la vuelta para salir de la habitación. Su corazón dio un salto al oír esas palabras.

Mirando hacia atrás, Foxidna sonreía con la cara de Anastasia, pero su tono se deslizó hacia su propia voz durante un breve instante.

"Hay otras personas con el mismo tipo de síntomas que la bella durmiente aquí, ¿verdad? Y sería mejor tener un ejemplo que mostrarle al Sabio para preguntarle cómo ayudarles, ¿verdad?".

"Eso es..."

"Vamos a pasar por la finca del marqués Mathers de todos modos, ¿no? Tienes que prepararte para el viaje e informar sobre lo de ir a la Atalaya, después de todo. Y tienes a tu Bella Durmiente esperando allí".

"No creo que haya nada malo en ello. Todo el mundo se va a salvar, así que sólo es cuestión de quién es el primero en salvarse. Nadie te culparía por ayudarte a ti mismo".

Por alguna razón, la voz calmada de Foxidna sonaba muy parecida a la de un diablo ofreciendo un trato.

Entendió a dónde quería llegar. Definitivamente había una parte de él que quería hacerlo, pero no se atrevía a responder en el acto.

"Rem..."

Todo lo que pudo hacer fue murmurar su nombre.

Rem sintió un ligero pinchazo en su pecho al escuchar que su héroe, Subaru, se preocupaba por ella. Esa pequeña muestra de cariño la hizo sentir, aunque por un breve instante, un remolino de felicidad. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una inquietud la carcomía. La idea que la falsa Anastasia había propuesto en la visualización le provocaba una gran angustia, pues lo que más temía era convertirse en una carga para su querido héroe en un momento tan crucial.

Rem había sido una carga en el pasado, lo sabía muy bien. Esa culpa la atormentaba, recordándole los momentos en los que había causado dolor y sufrimiento a Subaru. Aunque esos episodios parecieran pequeños comparados con lo que se avecinaba, la incertidumbre sobre lo que les esperaba en la Atalaya de las Pléyades la sumía en una creciente ansiedad. Si llegara a ser un lastre en ese peligroso viaje, no podría perdonarse jamás, pues ello significaría que su heroico Subaru sufriría más, incluso podría llevarlo a la muerte, algo que ella no podía permitir bajo ninguna circunstancia.

Con su delicada mano presionando suavemente sobre su pecho, Rem cerró los ojos un momento. La imagen de Subaru, tan valiente y decidido, apareció en su mente, y, sin poder evitarlo, una oración silenciosa brotó de su alma.

Rem: "Por favor... que no sufra más. Que su viaje sea lo más fácil posible... aunque sé que la Atalaya de las Pléyades es un reto que nadie debería tomar a la ligera...". Su voz más suave que un susurro suplicó.

Sabía que sus deseos podían sonar fantasiosos, incluso ingenuos. Pero en ese momento, en su pequeño rincón del mundo, todo lo que anhelaba era la tranquilidad para Subaru, y que él pudiera afrontar esa horrible travesía sin más tragedias.

La escena cambio a Subaru parado en la salida de la habitación.

"-No tienes muy buen aspecto, Subaru. ¿Estás bien?"

Tras salir de la habitación y caminar unos pasos, se oyó una voz a su espalda.

Deteniéndose, Subaru respiró hondo y luego asintió.

"Estoy bien. Siento haberte preocupado. También siento haberte llamado por loque resultó no ser nada".

"No me importa. Lo que más importa es que no haya ningún problema... ¿Sería mejor que no preguntara por lo que pasó?"

"Sí, supongo que lo mejor sería que hicieras como que no te enteraste de nada".

Subaru se encogió de hombros mirando a Reinhard, quien se había movido a su lado.

Antes de ir a hablar con Foxidna, le había pedido a Reinhard que esperara fuera por si pasaba algo. Era totalmente posible que la sospecha que sentía sobre que la Anastasia falsa se debiera en realidad a Capella; así que decidió comprar el mejor seguro de vida que pudiera permitirse antes de enfrentarse a esa posibilidad.

Afortunadamente, la pelea que le preocupaba nunca se materializó, pero el Santo de la Espada Reinhard seguramente había oído la conversación en la habitación: que Anastasia estaba siendo habitada por Foxidna.

Reinhardt se sintió genuinamente honrado al escuchar que Subaru lo había considerado su "seguro de vida". Que su querido amigo confiara en él al punto de confiarle prácticamente su vida ante la hipotética Arzobispo de la Lujuria, lo lleno de orgullo, aunque no pudo evitar que una expresión infantilmente radiante se le dibujara en el rostro. La sonrisa era tan pura y sincera que desentonaba con la habitual compostura del Santo de la Espada, y eso no pasó desapercibido para su Dama.

Felt: "Jejeje~ Tienes la expresión de un niño pequeño al cual le compraron su juguete favorito, Rein, ¡solo falta que proclames al hermano mayor como tu segundo abuelo!"

Al terminar su burla, Felt estalló en carcajadas al ver cómo el inquebrantable Reinhardt Astrea se sonrojaba como un adolescente atrapado en una travesura. En ese instante, el Santo de la Espada no parecía más temible que un gatito mimado.

La risa de Felt fue contagiosa y al mismo tiempo reconfortante. Mientras las risas se atenuaban, Reinhardt volvió a la calma gracias a sus Protecciones Divinas, pero el comentario no se le fue tan fácil de la cabeza. Su mente, siempre disciplinada, empezó a considerar con seria lógica la idea. No sentía que eso restara valor alguno a su vínculo con su abuelo Wilhelm, pero... ¿Qué otra figura encajaba tan naturalmente en el espacio que Subaru había empezado a ocupar en su corazón? Para él, Subaru ya era parte de la familia Astrea en todo menos en sangre. Y si debía darle un rol acorde, "abuelo" no sonaba tan disparatado.

Felt, al notar el inusual silencio de su caballero, entrecerró los ojos con sospecha. Cuando su mirada se cruzó con la de Reinhardt y captó el brillo pensativo en sus pupilas, no pudo evitar volver a reír.

Felt: "¿No me digas que realmente lo estás considerando? Bueno, si ese es tu deseo, Rein, qué le vamos a hacer... pfff... ¡jajajajaja!"

La carcajada fue aún más sonora que la anterior, pero estaba teñida de afecto. Para ella, que Reinhardt se permitiera esos momentos de ternura y broma era un lujo poco común, y aunque lo picara sin piedad, en el fondo lo disfrutaba.

Reinhardt, por su parte, sentía cómo el calor de ese instante se quedaba grabado en su alma. No importaba cuán dura fuese la batalla por venir, mientras tuviera recuerdos así, tendría la fuerza para seguir adelante. Y una vez que Subaru despertara de su largo y doloroso sueño, pensaba hacérselo saber con total sinceridad: que lo apreciaba, lo admiraba, y que le agradecía desde lo más profundo de su ser.

Sinceramente, a Subaru le gustaría mantener las cosas en silencio para no causar revuelo, pero afortunadamente-

"Desgraciadamente, no pude oír la conversación en el interior, así que no puedo contarle a nadie lo que se habló. Aunque me lo pidiera Lady Felt".

"Gracias"

Dio las gracias a Reinhard, que comprendió lo que pensaba y se adelantó a la discusión.

Pensándolo bien, la presencia de Reinhard le había salvado constantemente desde que llegó ala ciudad.

Obviamente, estaba todo el asunto del rescate de Emilia, pero también había sido de gran ayuda poder recurrir a él en situaciones como ésta.

"Si no fuera por ti, habría habido muchas más situaciones peligrosas, y probablemente no habría podido salvar a Emilia. En serio, te estoy agradecido, Reinhard".

"Permítame que le diga lo mismo. Además, si he podido ser su fuerza, entonces ha sido un honor servirle; con más razón, sin embargo, le pido que sea prudente."

"Sí, lo sé. Queda un largo camino por delante, y más que nada..."

Subaru entrecerró los ojos cuando Reinhard bajó la voz, y la sonrisa abandonó el rostro del Santo de la Espada. Estaba claro lo que preocupaba a Reinhard. Desde-

"...son las Dunas de Augria, que ni siquiera tú has podido pasar".

"Dicho así, suena bastante desalentador".

No estaba tratando de hacer una broma. Era sólo una pesada verdad que pesaba sobre el asunto.

Las Dunas de Augria, al este de Lugunica, eran supuestamente una guarida de viciosas bestias demoníacas, un mundo infestado de monstruos que el Santo de la Espada Reinhard había intentado, y fracasado, cruzar una vez.

El elenco se sintió inquieto al captar ese para nada pequeño detalle. A pesar de que Foxidna afirmaba saber cómo llegar a la Atalaya, nadie podía ignorar el hecho de que incluso alguien como Reinhardt Van Astrea, el hombre más fuerte del mundo, había sido incapaz de acceder a ese lugar. La sala se sumió en un breve silencio cargado de incertidumbre, como si todos trataran de encontrar una explicación lógica al aparente sinsentido.

Reinhardt, al verse nuevamente como el centro de esa duda tácita, bajó la cabeza con una ligera sombra de vergüenza nublando su expresión. El recuerdo de aquel fracaso lo había atormentado más de lo que permitía mostrar. Sin embargo, aquella debilidad no lo iba a definir. Cerró los ojos por un instante, y el eco de una promesa hecha en un momento de vulnerabilidad cruzó su mente como un rayo de luz en la oscuridad. La promesa que le había hecho a su Dama: nunca más dejarse vencer por sus errores, luchar hasta el final y alcanzar con orgullo el ideal que representaba su título como Espada Santa.

Al alzar la vista, la determinación volvía a arder con fuerza en sus ojos. Ya no era el guerrero perfecto que se creía en su juventud, sino uno que conocía la derrota... y por eso mismo, uno más fuerte.

Felt lo observó de reojo, notando el cambio sutil en su postura, el leve temblor de sus dedos que ya no venía del temor, sino del fuego renovado en su alma. Y no pudo evitar sonreír con satisfacción.

Felt: "Tsk, parece que mi terapia a base de sarcasmo, gritos y golpes de realidad finalmente dio frutos. Buen chico, Rein. Ahora sólo te falta aprender a sonreír sin parecer que vas a decapitar a alguien."

Aunque lo dijo en tono de burla, su orgullo era sincero. Había visto a Reinhardt luchar contra sus propios demonios en silencio por mucho tiempo. Y ahora que daba un paso adelante, ella no necesitaba más pruebas: su caballero estaba listo para todo lo que el futuro les deparara.

Y el Sabio, Shaula, de quien se decía que lo sabía todo, vivía en el extremo más alejado de ese desierto-.

"Hace dos años, cuando el rey y el resto de la familia real cayeron enfermos, partí hacia la Atalaya de las Pléyades en busca de una cura por orden del consejo... Pero fracasé".

Había un poderoso sentimiento de vergüenza en la voz de Reinhard al hablar de su falta de habilidad.

Probablemente no había combinación más extraña que Reinhard e impotencia, lo que hablaba de lo mucho que lamentaba lo ocurrido y de lo mucho que se tomaba a pecho su fracaso.

"No importaba lo lejos que fueras, la torre nunca parecía acercarse. Eso es lo que dijiste, ¿verdad?".

"...Lo más probable es que fuera una especie de barrera. Y fui incapaz de superarla".

Todos los miembros del elenco reflexionaron seriamente ante esta nueva información. Si realmente existía una barrera alrededor de la Atalaya, eso explicaba por qué ni siquiera alguien como Reinhardt había podido acceder. Aun así, algunos no pudieron evitar preguntarse cómo era que Foxidna planeaba superar semejante obstáculo. Sin embargo, la pequeña espíritu no les dirigió palabra alguna, ni siquiera una mirada. Su expresión lo decía todo: estaba exhausta de tantos eventos seguidos, y simplemente no tenía energía ni ganas de seguir interactuando. Su habilidad social, en ese instante, había descendido a cero.

Emilia observó la pantalla con ojos llenos de nostalgia y preocupación. Con voz suave, como si quisiera que sus palabras alcanzaran el lugar donde Subaru dormía, susurró:

Emilia: "Solo te deseo un placentero viaje, mi valiente y tonto caballero." Su tono reflejaba la esperanza de que él regresara con vida... y también el anhelo de poder acompañarlo algún día.

Beatrice bajó ligeramente la cabeza, aferrando con firmeza una punta de su vestido.

Beatrice: "Espero que esta vez yo te sea de ayuda, Subaru, supongo." La desconfianza que aún sentía hacia sí misma no había desaparecido del todo, pero en su mirada brillaba una determinación creciente. Quería redimirse, demostrar que podía proteger a su querido contratista.

Wilhelm cruzó los brazos con firmeza, sus ojos llenos de orgullo y respeto al ver la determinación del joven.

Wilhelm: "Estoy más que seguro de que Subaru-dono encontrará una manera de sobreponerse a dicho desalentador problema. Al fin y al cabo, siempre lo ha hecho." No era una simple opinión, era una convicción forjada por cada acto que había presenciado del muchacho.

Al, que hasta ese momento había estado en silencio, se animó a hablar con su habitual tono despreocupado:

Al: "Sehh, seguro que Bro saldrá victorioso."

Pero debajo de ese comentario aparentemente despreocupado, se escondía un intento desesperado por limpiar, al menos un poco, la manchada reputación que arrastraba desde Priestella.

Priscilla, por supuesto, no fue ajena al tono sarcástico con el que su caballero había hablado. Sonrió con desdén, tomó su abanico y le propinó un buen golpe en la quijada, sin decir ni una sola palabra.

Al se tambaleó un poco hacia atrás por el impacto, y mientras se sobaba con suavidad la zona afectada, pensó con resignación que, al menos esta vez, el golpe no había ido directo a la entrepierna. Eso, para él, ya era una pequeña victoria.

Al final, no se había encontrado a tiempo una forma de tratar la enfermedad que aquejaba a la familia real, y por eso se había producido en primer lugar la selección para el trono en la que participaban todos los candidatos reales.

Crusch sintió cómo se le empequeñecía el corazón al recordar todo lo ocurrido con Fourier. Aún le dolía en lo más profundo del pecho, pero decidió mantenerse firme, sosteniéndose en los recuerdos de cierto chico de cabello negro que le había enseñado a no rendirse ante la pérdida.

Félix sonrió con orgullo al ver la determinación de su Dama por superar el pasado. Sus ojos brillaron con un dejo de emoción mientras murmuraba con suavidad:

Félix: "Ese es el espíritu, Crusch-sama. Siempre tan fuerte... aunque a veces también tienes derecho a llorar un poco, ¿nya~?". Susurro mas para si mismo, asegurándose de que nadie lo escuchara.

"Y ahora precisamente, por fin encontramos una forma de atravesar el desierto".

"Si... si hay que creer a Lady Anastasia, entonces sí".

Se corrigió a sí mismo en consonancia con su promesa a Subaru. Leyendo entre líneas, sin embargo, estaba preguntando si podían confiar en la declaración de Foxidna.

Durante la reunión con todos, Foxidna había afirmado con confianza que podía hacerles pasarla barrera.

Para bien y para mal, el hecho de que "Echidna" estuviera acechando en algún lugar entre bastidores de todo aquello daba credibilidad a esa declaración. Sólo quedaba saber si se podía confiar en la propia Foxidna o no.

Y aunque no podía sentirse seguro, Subaru ya había llegado a una respuesta provisional para sí mismo-.

"Obtendremos resultados... no voy a poner excusas".

Subaru disipó con una sonrisa la preocupación de Reinhard.

Los ojos de Reinhard se abrieron ligeramente ante esa respuesta, pero asintió.

"Además, tú también ten cuidado. Incluso sólo pensar en enviar a Sirius de vuelta es una locura. No dejes que Felt haga nada imprudente".

Felt hizo un tierno puchero y exclamó con los brazos cruzados y la ceja fruncida:

Felt: "Hermano mayor tonto".

A Reinhardt le agrado mucho dicha tierna escena que se desarrollaba ante sus ojos.

"Ciertamente. Sin duda se quejará, pero me aseguraré de que Lady Felt tenga cuidado".

La expresión de Reinhard se suavizó al pensar en la dama a la que servía.

Al ver que la sonrisa volvía por fin al rostro de Reinhard, Subaru entrecerró la mirada ante el cambio en la relación entre ambos.

Al principio, Felt y Reinhard parecían totalmente enfrentados, pero ahora, aunque todavía no trabajaban al unísono, sin duda avanzaban juntos. Y aunque teóricamente eran sus oponentes, ese pensamiento hacía a Subaru extrañamente feliz.

Felt infló con orgullo su pecho plano ante el comentario de su hermano mayor y habló con una sonrisa satisfecha:

Felt: "¡JA! Hubiera sido mejor que Rein actuara de esta forma desde el inicio y no como un ser divino y perfecto".

Reinhardt: "Supongo que, en efecto, mis conductas pasadas han incurrido en ciertas disonancias con sus preferencias personales, Felt-sama. Procuraré en adelante adaptar mis acciones de forma más consonante a sus deseos".

El Santo de la Espada entonó sus palabras con una elegancia serena, deliberadamente enrevesada, pues conocía muy bien el efecto que esto causaba en su Dama. Lo hizo únicamente para contemplar su inevitable reacción, como si fuera un niño travieso deleitándose con la molestia de su madre.

Felt: "¡Deja de usar ese tonito molesto y palabras complicadas!".

Tras su exclamación, Felt se cruzó de brazos e hizo un puchero tan adorable que bien podría haber desarmado a un ejército entero.

Reinhardt había logrado su misión.

Pero al mismo tiempo- "Reinhard, ¿estás bien?"

-Subaru se sorprendió por la facilidad con la que esa leve sensación de que algo no iba bien acudió a sus labios en forma de pregunta.

Reinhard parecía igualmente sorprendido, pero parpadeó con sus ojos azules.

Reinhardt ladeó la cabeza con torpeza tras escuchar las palabras de Subaru. Sabía que él no lo veía como un arma, a diferencia de la mayoría de las personas que lo rodeaban, pero aun así le desconcertaba profundamente que el chico de cabello negro se preocupara genuinamente por él. Estaba acostumbrado a que todos asumieran que siempre estaba bien, que su perfección bastaba para anular cualquier necesidad de consuelo o apoyo. Solo su Dama había sido capaz de ver a través de esa impecable fachada. Y ahora, también lo hacía Subaru.

Ese pensamiento bastó para que el cerebro del Santo de la Espada se desconectara momentáneamente, perdido en una confusión cálida e inusual.

Tras reflexionar un momento, Reinhardt esbozó una sonrisa, no una de cortesía o deber, sino una sonrisa genuina dirigida a su proclamado "abuelo".

Felt, quien lo observaba de reojo, sintió una sensación extraña al notar aquella mirada soñadora en los ojos de su caballero. ¿Qué le transmitía esa expresión? ¿Seguridad? ¿Felicidad? ¿Orgullo? ¿Admiración? No lograba descifrarlo del todo, y ese desconcierto la hizo apartar la vista con torpeza, mientras un suave rubor florecía en sus mejillas.

"...Es una pregunta bastante vaga".

"Ah, no sé muy bien cómo decirlo, pero... Supongo que han pasado muchas cosas con tu abuela, ¿eh?".

Sólo se le ocurría una cosa para explicar la extraña sensación que le producía Reinhard.

Había oído decir a Wilhelm que se habían arreglado las cosas con la abuela de Reinhard, la anterior Santa de la Espada, que supuestamente había muerto hacía quince años. Pero Wilhelm no había mencionado nada sobre ningún dolor que Reinhard hubiera sentido.

Wilhelm frunció notablemente el ceño con una melancolía densa al recordar la escena de su nieto asesinando a su abuela sin mostrar el más mínimo remordimiento. Esa imagen lo había devastado por dentro, sacudiendo incluso las bases de su juicio pasado. Por un instante, se preguntó si realmente había tenido razón al llamar monstruo a Reinhardt tantos años atrás.

Decidió bajar la cabeza y dejar de pensar en ello. Había visto claramente que, aunque el Reinhardt en la pantalla no mostró emoción alguna al cometer aquella terrible acción, el Reinhardt presente en el teatro había quedado completamente destrozado. Esa diferencia lo decía todo. A ojos de Wilhelm, quedaba claro que su nieto había construido una fachada con la que pretendía encarnar el ideal de un monstruo justo, alguien que podía cargar con lo inhumano para no comprometer lo humano de los demás.

Giró lentamente la mirada hacia él, y al ver aquella expresión soñadora y determinada en los ojos del muchacho -una mirada que no veía desde antes de que todo se fuera al carajo-, sintió cómo su corazón era golpeado por una poderosa oleada de orgullo. No, Reinhardt no era un monstruo. Era su nieto, y se aseguraría de que lo supiera en cuanto su Guardián les brindara el próximo descanso.

Era natural que hubiera sentido una conmoción imposible de expresar con palabras al saber que su abuela había vuelto a morir.

Reinhard era el Santo de la Espada más fuerte, pero no es como si su corazón estuviera hecho de acero.

Pero Reinhard sacudió la cabeza, deshaciéndose de la preocupación de Subaru.

"Estoy bien, Subaru. Terminé de despedirme de la abuela, así que estoy bien".

"Ya veo... Bueno, si tú lo dices".

Subaru retiró su preocupación. No podía decir con seguridad lo que Reinhard estaba sintiendo, pero si iba a decir que estaba bien, entonces no había nada más que Subaru pudiera hacer.

Sin embargo...

"Si alguna vez necesitas un hombro en el que apoyarte y no puedes hablar de ello con Felt, dímelo. Somos amigos, ¿verdad?"

"...Entendido. Si alguna vez llega ese momento, me aseguraré de hacerlo, amigo".

Subaru levantó ligeramente la mano, dejando esa última nota mientras intentaba no alterar demasiado a Reinhard.

Reinhard se detuvo un momento, y luego sonrió irónicamente y asintió.

Asintió, así que probablemente esté bien.

Al igual que su contraparte en la pantalla, la sonrisa de Reinhardt se ensancho notablemente.

Felt lo miro de reojo por un segundo, y luego aparto la mirada rápidamente para que Reinhardt no lo notara.

Después de todo, Reinhard era el tipo de hombre que cumplía sus promesas, a diferencia de Subaru.

Este comentario hizo que Emilia hiciera un adorable puchero. No le gustaba en absoluto que su caballero no cumpliera sus promesas, y quizá, solo quizá, esa era la única cosa que realmente no le agradaba de él.

La escena cambio para enfocarse en Subaru caminando sin rumbo por las calles de la destruida Priestella, un claro recuerdo de la ardua batalla que había transcurrido allí.

"¡Ah, Subaru! ¿A dónde habías ido?"

"Oh, Emilia-tan. Lo siento. Tenía un montón de cosillas de las que ocuparme".

Emilia y Beatrice lo encontraron y se apresuraron a acercarse a él.

"He oído que fuiste a ver al señor Ju, quiero decir, a Julius, pero me preocupé cuando fuimos a comprobar en la habitación del hospital y no estabas allí".

"Sí fui a visitarle, pero tiene esa expresión deprimente en la cara, por mucho que mire a las víctimas. Así que no fue exactamente un cambio de ritmo, pero al menos un cambio de escenario".

"¿En serio? El señor Julius tiene una cara bonita, aunque..."

Emilia negó con la cabeza ante la afirmación de su yo en la pantalla. Aunque reconocía que Julius era atractivo a ojos del público general, para ella no existía nadie en su vida que pudiera igualar a Subaru. Ni en belleza, ni en lealtad, ni en voluntad, y mucho menos en determinación. Tal vez los únicos que se acercaban ligeramente eran Geuse y Madre Fortuna. Subaru era, sencillamente, increíble. Y gracias a este Teatro, Emilia finalmente comprendió que lo que sentía por él... era amor.

"Argh, ¿tú también piensas eso, Emilia-tan?"

"Ah. ¡Pero tu cara también es bonita, Subaru! Hay algo en ella que destaca cuanto más la miras".

"¡Gah! Esa no ha sido tu mejor salvada, ¿sabes?".

Emilia le dedicó una severa mirada a su versión en la pantalla por la ofensa hacia su caballero. Sentía que había sido una falta de respeto hacia Subaru, alguien a quien valoraba profundamente. Sin embargo, en el fondo, no podía negar que una parte de ella también habría disfrutado de burlarse un poco de él. Después de todo, sus reacciones cómicas eran tan naturales y encantadoras que siempre lograban sacarle una sonrisa.

Emilia se corrigió rápidamente, pero aunque cambiara la forma de decirlo, seguía siendo básicamente el mismo punto.

Subaru hizo una pequeña mueca cuando Beatrice le agarró de la manga.

"¿Hmm?"

"Subaru". La voz de Beatrice era tranquila. "Llama a Betty si estás por hacer algo peligroso. Noes seguro dejarte ir solo. La idea es desconcertante".

"...Tengo que decir que cada vez siento más lo mismo por ti. Eres tan tierna que empiezo a preocuparme por si te secuestra un extraño con caramelos".

"¡Betty no es un espíritu tan cursi! No te burles de mí!" respondió Beatrice indignada, golpeando a Subaru en el costado una y otra vez. Él la levantó para su sorpresa y empezó a caminar junto a Emilia.

Beatrice esbozó una pequeña pero soñadora sonrisa, deseando poder tener más de esas interacciones sinceras con su querido contratista. Le encantaban esos momentos, aunque, claro, los deseaba sin que implicaran un ciclo de muertes para Subaru. Ese último pensamiento ensombreció su rostro y bajó ligeramente la cabeza con tristeza, algo que no pasó desapercibido para Emilia.

Para sorpresa del espíritu, la chica semi elfa se inclinó con ternura hacia ella y comenzó a acariciarle la cabeza con suavidad, acompañando el gesto con delicadas palmadas que se repetían en un ritmo reconfortante. De vez en cuando, incluso le desordenaba juguetonamente el pelo. Beatrice quiso reprocharle, con la intención de decir que solo Subaru tenía permiso para hacer eso... pero no pudo. Algo cálido creció dentro de ella por la atención sincera de Emilia. Un leve rubor se dibujó en sus mejillas y, sin decir nada, decidió continuar mirando la pantalla mientras se dejaba envolver por el consuelo de esa inesperada pero bienvenida cercanía.

"¿Qué pasa, Emilia-tan?".

De repente, se dio cuenta de que Emilia le miraba mientras caminaban.

"¿Tan extraño es verme jugar con Beako?".

"No, a estas alturas es totalmente normal. Además, el deber de un contratista es cuidar de su espíritu. Abrazar a Beatrice también es tu trabajo".

"Pero en ese caso, ¿no se desmorona un poco esa idea cuando se trata de Puck y tú? La verdad es que no recuerdo haberte visto cuidando de él".

"¡No te metas en líos! Y también hice muchas cosas por Puck mientras tú no mirabas. Cepillarle el pelo, cortarle las garras, dormir abrazado a él..."

Emilia bajó la cabeza con melancolía, sintiendo cómo una punzada amarga le atravesaba el pecho. Su querido padre, Puck... alguien que en su momento representó calidez y refugio, ahora se revelaba como una figura que la había limitado y lastimado más de lo que quería admitir. Alguien que, al final del día, solo la había visto como un bonito premio que cuidar cuando le convenía. No solo la había hecho dependiente al restringirle sus recuerdos, sino que también había herido profundamente a su querido caballero, al chico que más amaba en este mundo.

Aunque debía reconocer que Puck la había salvado y protegido durante años, eso no borraba los daños. No podía seguir justificándolo, no esta vez. Él tendría que pagar por sus acciones, no con una simple disculpa como la que había aceptado de Roswaal en el pasado, sino con una verdadera redención. Emilia haría que suplicara de rodillas por el perdón, haría que entendiera el peso de lo que había hecho. Y más aún, tomaría una decisión clara: ya no sería ella quien necesitara un guardián. No, sería Subaru. Subaru era quien realmente necesitaba apoyo, compañía, y protección. Ella se aseguraría de que Puck se convirtiera en su guardián, no en el de ella.

Con aquella resolución bien arraigada en su corazón, Emilia alzó la mirada, sus ojos brillando con una nueva determinación. Haría que Puck pagara.

Era discutible que Emilia fuera un buen modelo de cómo cuidar de un espíritu. Aun así, el rostro de Emilia era brillante y alegre mientras hablaba de Puck.

-Un colgante de cristal incoloro colgaba de su cuello. Era del mismo diseño que el que nunca se había quitado antes de separarse de Puck. Al notarla mirada de Subaru, Emilia tocó el cristal con sus delgados dedos.

"Aún no hay suficiente maná acumulado para que Puck salga, sólo tengo que ser paciente un poco más. Después de todo, mi vínculo con Puck nunca se rompió, incluso después de todo".

"Todo gracias al duro trabajo de Beako, y también deberíamos estar agradecidos a Kiritaka por su generosidad".

Originalmente habían tenido la intención de negociar con Kiritaka por la piedra, pero él amablemente se la había dado a Emilia como agradecimiento por salvar la ciudad.

Con ello, habían logrado el objetivo original que se habían propuesto alcanzar en Priestella.

Sin embargo, también habían conseguido muchos otros objetivos de peso mientras estaban allí.

-Y Subaru se quedó pensando si habría podido hacer algo para que las cosas salieran mejor.

El elenco negó con la cabeza al unísono, casi como si estuvieran rechazando una blasfemia. Subaru siempre era excesivamente humilde respecto a su propio valor, incapaz de ver el peso real de sus acciones y sacrificios. Pero todos allí, sin excepción, habían aprendido a través de cada revelación en ese Teatro que Subaru merecía cada una de las alabanzas y títulos que le habían sido otorgados por sus hazañas. Y no solo eso: sentían que incluso eran insuficientes. No existían palabras que pudieran abarcar por completo todo lo que aquel chico de cabello negro había hecho y merecía.

Subaru era un verdadero héroe. Un héroe distinto a Reinhardt, pero no por debajo de él. Mientras que Reinhardt era el ideal inalcanzable que brillaba como una estrella, Subaru era el héroe que caminaba entre sombras, dispuesto a abrazar el dolor una y otra vez con tal de que nadie más sufriera. Su valor no residía en la fuerza, sino en la inquebrantable voluntad de levantarse, una y otra vez, sin importar cuán herido estuviera.

Conmovidos por esa verdad irrefutable, todos en el lugar juraron internamente que, una vez que salieran de ese Teatro, harían que Subaru supiera cuánto lo querían, cuánto lo valoraban, y cuán profundamente agradecidos estaban por tenerlo en sus vidas.

"Eh, mira ahí, Subaru".

"¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo...?"

Subaru se dio la vuelta cuando Emilia le pinchó de repente en el hombro. La expresión de Emilia se suavizó mientras señalaba, y siguiendo su mirada, él recuperó el aliento.

A lo lejos, podían ver las cicatrices de la batalla que ahora marcaban los barrios de Priestella. Erala obra de los cultistas, de las Mabestias desbocadas y de los duros combates en los que Subaru y todos los demás habían participado.

Y en medio de aquella escena maltrecha, había un chico y una chica cogidos de la mano y corriendo por la calle. Los rostros de ambos eran familiares, y había alivio e incluso una sonrisa en sus caras.

"Luzbel y Tina..."

Los dos niños que habían sido puestos en peligro por las maliciosas acciones de los cultistas.

El elenco sintió una profunda felicidad al ver a los dos niños en pantalla. A pesar del caos, el dolor y la destrucción provocados por los cultistas del culto de la bruja, esos dos pequeños habían perseverado. Eran la viva prueba de que, en medio de la oscuridad más espesa, la luz de Subaru había logrado abrirse camino. Gracias a él, sus sonrisas se mantenían intactas. Gracias a él, su inocencia no había sido completamente arrebatada. Aquello era una victoria silenciosa pero poderosa, una que hablaba más alto que cualquier batalla: la salvación de un futuro.

Crusch miró la escena con una ternura inesperada en su rostro, y con voz suave, llena de afecto, dijo:
Crusch: "Eres increíble, Natsuki Subaru".
Ese joven había logrado llegar hasta lo más profundo de su antes gélido corazón, y la calidez que ahora sentía era prueba de ello.

Rem asintió con una sonrisa luminosa, segura de sus palabras, y con una confianza inquebrantable declaró:
Rem: "El héroe de Rem es insuperable".

Emilia, por su parte, no pudo evitar que su voz se llenara de cariño y dulzura, con un calor tan genuino que parecía capaz de derretir cualquier hielo:
Emilia: "Mi tonto caballero siempre se esfuerza al máximo".

Petra, con una sonrisa infantil y una energía contagiosa, exclamó con todo el corazón:
Petra: "¡Subaru-sama es y siempre será increíble!".
La adoración en sus ojos era tan pura como conmovedora.

Anastasia observó en silencio, susurrando para sí misma con una expresión serena:
Anastasia: "Natsuki-kun, en serio que me gustaría que nos entendiéramos mutuamente, así sabría que eres incluso más formidable de lo que aparentas".
A diferencia del resto de las damiselas enamoradas, no buscaba declarar abiertamente sus sentimientos. Prefería atacar por sorpresa y robarles al chico de cabello negro, con la frialdad estratégica de una comerciante... aunque, para su pesar, el plan tenía un pequeño fallo: la mayoría ya había notado lo que sentía por él. En términos simples, había fracasado rotundamente en ocultar sus emociones.

Beatrice, con una mirada cargada de cariño y orgullo, sintió alivio al ver que su contratista podía por fin respirar, aunque fuera por un instante. Ese momento de paz, de reconocimiento, era lo mínimo que él merecía tras tanto sufrimiento.

Subaru ya había visto varias veces sus muertes, sus lágrimas y sus serias luchas. Ver a los dos niños que tanto había deseado salvar corriendo de la mano por las calles...

Había habido innumerables tragedias en Priestella, y quizá era imprudente permitirse alegrarse por el hecho de que sólo ellos dos estuvieran sanos y salvos, pero-

"Pero eso es lo que tú, y yo, y todos los demás conseguimos".

El elenco asintió con orgullo.

"Estoy seguro de que pensaste en montones y montones de cosas que yo ni siquiera puedo empezar a imaginar, y estoy segura de que siempre te preocupas por tomar la decisión correcta".

Las mejillas de Subaru se tensaron ligeramente ante el comentario de Emilia mientras lo miraba.

La discusión con Foxidna pasó por su mente, al igual que el malestar por el camino hacia la Atalaya donde esperaba el Gran Sabio, y la vacilación y la duda que sentía sobre la elección que pronto se vería obligado a tomar.

Los ojos púrpura de Emilia se entrecerraron al mirarle, mientras él mantenía todo eso oculto en su corazón.

"Está bien si no quieres hablar de ello todavía. Siempre y cuando prometas decírmelo una vez que hayas decidido qué hacer. Y que realmente hablarás de las cosas conmigo cuando estés en apuros".

"¿Promesa?"

"Por supuesto, una promesa. Una de esas cosas que eres bueno haciendo, pero terrible manteniendo, ¿verdad?"

"Vaya, no todos los días sacas el sarcasmo".

Aunque se había ganado esa crítica mordaz, teniendo en cuenta lo que ocurría con la mayoría de las promesas que hacía con Emilia. Sonriendo suavemente, Emilia le tendió el meñique.

Al verlo, levantó a Beatrice por encima de su hombro, en brazos de bombero. Ella empezó a dar patadas con las piernas y a gritar indignada:

"¡¿Qué estás haciendo?!" mientras él rodeaba con su meñique el de Emilia.

"Con el meñique, júralo. 'Si miento, me tragaré mil agujas' ".

"Pinkie promise, lo juro".

Al se rio internamente al entender la referencia, o mejor debería decir: Re:ferencia.

Al esbozo una tonta sonrisa que provoco que su Dama lo mirara con una mirada asesina, por lo cual Al se encogió de hombros, y como si fuera un niño pequeño, bajo la cabeza.

Le soltó el dedo. Ella seguía con el dedo extendido mientras le sonreía.

"¿Cuántas agujas son ahora?"

"Bueno, ahora. No creo que haya llegado a diez mil".

"Entonces asegúrate de que sigues así, por favor".

Subaru asintió. No había forma de que esa respuesta tranquilizara a Emilia. Y no era por eso por lo que ella le había hecho prometer.

Esa promesa era una advertencia para él.

Nadie le culparía.

El elenco se conmovió profundamente al observar la interacción del chico de ojos aterradores con el espíritu y la semi elfa por la que tanto se había sacrificado. Aquel breve pero cálido instante, lleno de afecto genuino, mostraba una faceta de Subaru que muchos de ellos ya amaban, pero que ahora podían valorar aún más. Era un joven que daba todo de sí, y aun así encontraba el tiempo y el corazón para regalar sonrisas sinceras a quienes amaba.

La buena vibra comenzó a rondar por todo el Teatro como una suave brisa en primavera. Había risas, pequeñas sonrisas tímidas, carcajadas abiertas y comentarios que, aunque triviales, llenaban el aire de una calidez acogedora. Las conversaciones se habían vuelto mucho más ligeras en comparación con los momentos iniciales de la visualización, donde las tensiones dominaban cada rincón.

Felt dio un pequeño codazo a Reinhardt mientras reía.

Felt: "Si actúas muy adorable como ese tonto Subaru, tal vez también te acaricie la cabeza, Rein".

La burla le arrancó una risita, mientras Reinhardt desviaba la mirada ligeramente sonrojado, sin saber si sentirse halagado o humillado.

Rem se recostó suavemente sobre Emilia, que aún tenía los ojos brillantes por la escena anterior.

Rem: "Subaru-kun realmente brilla cuando está rodeado de quienes ama, ¿no crees, Emilia-sama?".

Emilia asintió sin pensarlo mucho, con una sonrisa suave y nostálgica.

Emilia: "Sí... su calidez siempre encuentra cómo alcanzarnos, incluso en los momentos más oscuros".

Otto suspiró exageradamente mientras miraba la escena con los ojos entrecerrados.

Otto: "¡Haaah~! Si tan solo ese tonto también tuviera un poco de consideración con sus amigos varones".

Garfiel, que lo escuchó, soltó una carcajada ruidosa.

Garfiel: "¡El jefe nos quiere a su manera, hermano Otto! Solo que su forma es estamparse por nosotros contra un dragón si es necesario".

Beatrice, aún sentada junto a Emilia, escondió su rostro, pero no pudo ocultar la leve sonrisa que se le escapó.

Beatrice: "Ese tonto no sabe cómo no darlo todo, en realidad, supongo...".
Su voz era baja, pero cada palabra estaba llena de ternura.

En ese momento, el Teatro no era una prisión ni un juicio. Era un espacio en el que el calor de los lazos entrelazados entre todos brillaba con una intensidad suave, envolvente. Y aunque sabían que lo peor aún no había terminado, en lo más profundo de sus corazones, todos deseaban que momentos como ese nunca acabaran.

Las últimas palabras de Foxidna resonaron en sus oídos

Aparentemente, nadie le culparía. Pero, ¿era eso realmente cierto?¿Perdonaría alguien a Subaru Natsuki por aprovecharse de las circunstancias?

El elenco estuvo en desacuerdo ante esas palabras, para ellos, Subaru no tenia ni que preocuparse por dichas preguntas, él lo había dado todo, y eso era lo que contaba.

"Encontraré una respuesta. Antes de que volvamos a la mansión".

Aún así, supongo que es de esperar de alguien con el mismo nombre que esa bruja, pero ella dio de lleno en el punto más débil de mi corazón.

"No tengo muchas ganas de esto..."

"¿Has dicho algo?"

"Nada importante. Sólo estaba pensando que puedo azotar el trasero de Beako todo lo que quiera llevándola así".

"¡¿Qué acabas de decir?! ¡Baja a Betty en este instante! ¡Con suavidad, como a una delicada flor!"

"Ja, ja, ja."

"¡¡¡Deja de reírte mientras azotas a Betty!!!"

Beatrice hizo un pequeño puchero, pero aunque no le gustaría que le azoten el trasero, le gusto mucho tener este tipo de interacción cómica con su querido contratista, esbozo una tierna sonrisa y sus ojos recuperaron parte de su perdido brillo.

Todavía cargando a Beatrice mientras hacía azotes, Subaru siguió a Emilia mientras caminaba hacia delante.

Miró hacia atrás, como si quisiera participar en la diversión.

Aunque tenga esta suerte... esta bendición...Subaru se sintió asqueado por las profundidades de su propia codicia, pero aún así se encontró deseando que hubiera una chica más que pudiera estar allí con ellos también.

Con eso, el telón cayó finalmente sobre la batalla de Subaru Natsuki en Priestella.

-Va a pasar un momento tranquilo antes de seguir adelante con la siguiente historia de llegar a la Torre del desierto.

La visualización terminó.

FIN DEL CÁPITULO: 1

La pantalla y las luces se apagaron; el elenco se mantuvo en sus asientos por un pequeño tiempo, pero después se levantaron cada uno a su propio ritmo, estaban decididos a dejar la sala del Teatro para disfrutar de su merecido descanso cuando una molesta voz resonó por todos los rincones del Teatro.

"Vaya, así que ya acabaron con el capitulo, ¡Felicidades!, hasta incluso me entraron ganas de obsequiarles una estrellita"

Su Alcaide habló con su característico sarcasmo y burla en su tono de voz, algo que molesto a varios miembros del elenco.

Garfiel:" ¿Qué es a lo que quieres llegar?". Garfiel con poca paciencia, decidió ir directo al grano.

"¡Cuanta rudeza!, cálmate gatito o si no te arrancare los bigotes de un tirón"

Garfiel se puso rojo de ira, pero decidió contenerse a hacer algo imprudente, al fin y al cabo, dentro de ese Teatro solamente el Alcaide era la completa definición de autoridad.

"Bien, ya que todos se calmaron, déjenme darles un pequeño anuncio"

El elenco se estremeció ante las palabras del Alcaide, siempre que tenia un "anuncio", no deparaba nada bueno...

"¿Recuerdan que a inicios de este capítulo les había comentado que iba a traer a nuevos integrantes para el elenco?"

Hicieron memoria y recordaron las palabras de su Guardian, debido a las ultimas emociones que habían reinado en el Teatro, se habían olvidado completamente de ello.

Anastasia:" Ve directo al grano y no te andes con rodeos". Decidió hablar Anastasia para terminar con eso e irse a dormir, no tenia mucho interés en los nuevos integrantes, o al menos por el momento.

"Esta bien zorra, en ese caso, quiero anunciarles que ya aliste la llegada para los nuevos integrantes, así que, ¡Diviértanse mis pequeñas marionetas!"

Al unisonó de que las palabras del Guardian se acabaran de pronunciar por el mismo, una fuerte y tenue luz blanca segó a todos los presentes, y tres figuras de no muy diferentes tamaños aparecieron ante sus ojos, los nuevos integrantes habían llegado...

FIN DEL CAPITULO: 1 (PARTE: 2)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

UFFF, Eso si que fue intenso de escribir, estuve 6 horas durante 4 días escribiendo este Capítulo, y espero que les guste porque ando con un dolor de espalda que no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Bueno, agradezco el apoyo que ha estado recibiendo el Fic últimamente, y me disculpo por tardar tanto en sacar este Cap, jejeje~.

Al día de hoy 9 de Mayo, el Fic ha recibido 1,300 lecturas!!, Muchas gracias!!.

Estaré leyendo sus comentarios y acepto que me den ideas para los siguientes Caps, ya que si que se viene lo complicado de escribir, jeje, pero bueno, también quiero decirles que me tomare un pequeño descanso y el Cap "Un Viaje a las Dunas de Augria", va tener que ser retrasado. Me disculpo por ello.

Quiero recalcar que toda crítica u opinión es bienvenida.

Bueno nos vemos la semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:09/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 28977

Chapter 5: La Calma antes de la Tormenta (DESCANSO: 2)

Summary:

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>
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La Calma antes de la Tormenta (DESCANSO: 2)

FIN DEL  CÁPITULO : 1

La pantalla y las luces se apagaron; el elenco se mantuvo en sus asientos por un pequeño tiempo, pero después se levantaron cada uno a su propio ritmo, estaban decididos a dejar la sala del Teatro para disfrutar de su merecido descanso cuando una molesta voz resonó por todos los rincones del Teatro.

"Vaya, así que ya acabaron con el capitulo, ¡Felicidades!, hasta incluso me entraron ganas de  obsequiarles  una estrellita"

Su Alcaide habló con su característico sarcasmo y burla en su tono de voz, algo que molesto a varios miembros del elenco.

Garfiel:" ¿Qué es a lo que quieres llegar?". Garfiel con poca paciencia, decidió ir directo al grano.

"¡Cuanta rudeza!, cálmate gatito o si no te arrancare los bigotes de un tirón"

Garfiel se puso rojo de ira, pero decidió contenerse a hacer algo imprudente, al fin y al cabo, dentro de ese Teatro solamente el Alcaide era la completa definición de autoridad.

"Bien, ya que todos se calmaron, déjenme darles un pequeño anuncio"

El elenco se estremeció ante las palabras del Alcaide, siempre que tenia un "anuncio", no deparaba nada bueno...

"¿Recuerdan que a inicios de este capítulo les había comentado que iba a traer a nuevos integrantes para el elenco?"

Hicieron memoria y recordaron las palabras de su Guardian, debido a las ultimas emociones que habían reinado en el Teatro, se habían olvidado completamente de ello.

Anastasia:" Ve directo al grano y no te andes con rodeos". Decidió hablar Anastasia para terminar con eso e irse a dormir, no tenia mucho interés en los nuevos integrantes, o al menos por el momento.

"Esta bien zorra, en ese caso, quiero anunciarles que ya aliste la llegada para los nuevos integrantes, así que, ¡Diviértanse mis pequeñas marionetas!"

Al unísono de que las palabras del Guardián se terminaron de pronunciar, una intensa pero tenue luz blanca cegó momentáneamente a todos los presentes. Tres figuras, de distintos tamaños pero claramente más pequeñas que el resto del elenco, aparecieron ante sus ojos. Los nuevos integrantes habían llegado...

La luz fue desvaneciéndose lentamente, revelando a tres niños pequeños.

El primero de ellos era un niño de aspecto demi-humano felino. Su cabello anaranjado se alzaba con energía juvenil, y vestía una túnica blanca decorada con bordados dorados, propia de los mercenarios del Colmillo de Hierro. El campamento de Anastasia lo reconoció al instante. No había duda: era Hetaro Pearlbaton.

La segunda figura era una niña con un pijama azul claro, decorado con delicados bordes blancos en forma de curva. Su cabello azul oscuro estaba recogido en una trenza, adornado por una vincha en forma de flor enroscada. Las miradas se endurecieron al identificarla. Era Meili Portroute. Aunque no estaban seguros de qué hacía allí, su presencia les causó incomodidad, recordando los conflictos pasados.

Y entonces la tercera figura se reveló.

Era una niña con una larga cabellera rubia atada en una coleta alta, ojos azul oscuro brillando con una inocencia engañosa, y dientes afilados que le daban un aire salvaje. Su vestido blanco parecía acentuar la aparente pureza de su figura. Pero el elenco contuvo el aliento. La atmósfera se volvió tensa, incluso hostil. Lo que veían no era una simple niña...

Era Rui Arneb, la Arzobispo de la Gula.

Los murmullos cesaron. La temperatura del Teatro pareció bajar de golpe. Las acciones de Rui no se habían olvidado: las piernas destrozadas de Otto, el rescate final de Ley... Cada recuerdo era un peso en los corazones de quienes estaban presentes.

La alegría por Hetaro y Meili se desvaneció, sus presencias opacadas por el terror absoluto que provocaba la tercera niña. Todos la miraban como si de un espectro se tratara.

Reinhardt fue el primero en reaccionar. Se levantó con violencia, su mirada ardía con una furia silenciosa. En un instante cruzó el espacio que lo separaba de Rui, el puño cargado de intención, no con deseo de matar, pero sí de detener cualquier posible amenaza.

Sin embargo, justo cuando el golpe estaba por impactar...

Una fuerza invisible lo detuvo.

El Santo de la Espada quedó suspendido, con el puño temblando a centímetros del rostro sonriente de Rui. Su cuerpo entero vibraba de tensión contenida. No era magia, ni era fuerza física. Era la autoridad del Guardián, que sin siquiera decir palabra, había marcado un límite inquebrantable.

"Lo siento señor mil Protecciones Divinas, pero dentro de mi Teatro no se permite la violencia"

La voz del Alcaide resonó por todos los rincones del tenso Teatro. Quien había detenido a Reinhardt había sido su Guardián, el cual invocó una especie de cuerdas negras con aspecto retorcido, semejantes a raíces de un árbol muerto, que surgieron desde el suelo para detener por completo el avance del Santo de la Espada. Estas se enrollaron firmemente alrededor de su cuerpo, neutralizando cada uno de sus movimientos con una precisión abrumadora, para luego arrastrarlo sin contemplación de vuelta a su asiento, como si el Teatro mismo reclamara orden ante la amenaza de caos.

Emilia: "¡¿Qué significa esto, Guardián?!". Gritó Emilia con clara desesperación en su voz, la incredulidad y el miedo latiendo en su pecho. Su supuesto "Guardián" había transportado a la maldita Arzobispo de la Gula junto a ellos, dentro de este santuario que se suponía debía proteger a Subaru.

"Cálmate Emilia-tetas grandes, Spica es completamente inofensiva, ¿Acaso no la están viendo?"

Contradijo el Alcaide con un insulto y tono burlón en su voz.

Otto:" ¡ELLA ME PULVERIZO LAS PIERNAS, ¿QUE INOFENSIVO HAY EN ESO?!". Otto dejo en claro su descontento, hablando con un tono un tanto marica.

"Bueno yo veo tus piernas intactas así que no te quejes y actúa como hombre por una vez"

Otto se puso rojo de furia y humillación por las palabras de su Guardián. La impotencia le quemaba por dentro, el solo recuerdo de lo que esa Arzobispo le había hecho lo hacía temblar de rabia. Era como si su dolor fuera tratado como una simple broma por parte de quien supuestamente debía protegerlos.

Frederica, notando el temblor en los hombros del joven comerciante, decidió acariciar con suavidad su cabeza en un gesto de reconfortante apoyo. Aun así, su mirada se volvió afilada como cuchillas al fijarse en la pantalla -como si fuera el mismo Guardián quien estuviera allí reflejado-, dejando en claro que no toleraría otro insulto hacia Otto.

Reinhardt: "No es momento para sus retorcidas bromas, Guardián, a quien trajo usted es alguien capaz de eliminar a una persona de la existencia por completo, no es un tema con el cual bromear". Reinhardt habló con un tono serio y cortante, su voz cargada con una mezcla de indignación y miedo por la seguridad de todos los presentes. Sabía que no podía permitir que se bajara la guardia, no con un monstruo como Rui entre ellos.

"Cálmate  Reinhaks , la razón por la que dije que Spica no es una amenaza es porque ella prácticamente esta invalida"

El elenco se extrañó ante la mención de ese desconocido nombre otra vez. "¿Spica?, ¿no se llamaba Rui?", se preguntaron intermitentemente los miembros del elenco, incapaces de ignorar la disonancia entre lo que sabían y lo que se les estaba presentando. La confusión comenzaba a asentarse, generando una tensión aún mayor en el ambiente del Teatro.

Anastasia, manteniendo la compostura pero visiblemente intrigada, entrecerró los ojos y cruzó las piernas con elegancia mientras analizaba cada palabra del Guardián. No le gustaban los juegos con identidades ni los misterios mal explicados, especialmente cuando se trataba de individuos peligrosos.

Anastasia: "¿A qué se refiere con inválida, Guardián?". La princesa comerciante decidió intervenir con firmeza y hacer la pregunta crucial, en nombre de todos los presentes. Su tono fue sereno, pero en el fondo latía una chispa de desconfianza.

"Pues que está invalida, prácticamente la niña está tonta si quieres que lo diga con palabras más sencillas"

El elenco ladeó la cabeza con creciente curiosidad. ¿A qué se refería su Guardián? ¿Cómo un Arzobispo iba a ser tonto? El único que cuadraba con esa descripción de idiota completo era Regulus Corneas, pero más allá de él -y por lo visto en las visualizaciones- Rui Arneb no les había parecido para nada estúpida. Más bien, les resultaba increíblemente astuta, calculadora y peligrosamente precavida.

Ram, con su eterna expresión de superioridad, decidió dar un paso al frente para "aclarar" la situación, aunque en su tono se notaba más burla que ayuda.

Ram: "Lamento informarle, señor Guardián, que Garfiel y Otto son muy idiotas como para entender a lo que se está refiriendo. Si no le importa, ¿podría explicarse mejor para que estos dos descerebrados entiendan?". Su voz despectiva cortó el aire con precisión quirúrgica.

Otto y Garfiel se voltearon indignados para mirarla, pero Ram simplemente giró la cabeza con elegancia y desdén, negándose a devolverles siquiera una mirada. Resignados, ambos soltaron un suspiro y aceptaron con pesar su papel de chivos expiatorios.

Cierta sirvienta de cabello rubio, que había permanecido en silencio hasta ese momento, estaba apretando con fuerza desmedida su larga falda. "Juro que la voy a matar", pensó para sí misma con furia creciente, mientras una vena palpitante se marcaba en su frente.

"Está bien, ya que Otto y Garfiel no lo entendieron, se los explicaré lo más resumido posible... "

Felt:" ¿Por qué tendrías que resumirlo?, solo di todo y ya, así te ahorras más problemas". Intento razonar Felt, pero su Guardian era muy obstinado respecto a sus decisiones.

"Sera resumido porque de no ser así, me estaría perdiendo de mucha diversión a futuro cuando mi pequeña pantallita les muestre los acontecimientos que llevaron a que la temible Arzobispo de la Gula quedé... así"

Priscilla: "Concuerdo contigo, plebeyo de poca monta, lo mejor será priorizar mi diversión sobre lo que estos descerebrados deseen". Declaró la Matriarca Vollachiana con una mezcla de arrogancia y un orgullo altivo que irradiaba en cada palabra.

Garfiel: "¿Puedo estrangularla, hermano Otto?". Preguntó el escudo del campamento de Emilia con total seriedad, sus colmillos apenas visibles y su ceño marcado con frustración.

Otto: "Te juro que eso es lo que deseo en este momento, pero contrólate, Garf. En algún momento tiene que recibir su merecido". Respondió Otto con un suspiro tembloroso, mientras uno de sus ojos se entrecerraba por la furia apenas contenida.

El elenco entero le lanzó una mirada cargada de furia a la Matriarca Vollachiana, una que podría hacer temblar a cualquier persona con un mínimo de sentido común. Sin embargo, ella simplemente los ignoró, como si fueran insectos zumbando cerca de su trono. Con elegancia teatral, Priscilla comenzó a abanicarse con aire altanero, disfrutando el malestar ajeno. Para ella, esos plebeyos no eran más que piezas en el tablero de su entretenimiento, objetos útiles solo para su capricho.

"Ahhhhh... De no ser porque tienes un buen par de melones, ya te habría expulsado de mi Teatro hace mucho tiempo  atrás  Prisca"

Priscilla desvió la mirada con enojo apenas contenido. Su orgullo le impedía gritar, pero la verdadera razón por la que no alzó la voz era aún más preocupante: temía que su dicharachero Guardian se fuera de boca suelta y revelara su bien oculta mentira. Apretó el abanico con fuerza, conteniéndose.

Crusch: "Será mejor que se explique rápido, ya hemos perdido bastante tiempo con sus constantes rodeos, Guardian". La voz de la duquesa fue firme, casi cortante, como el filo de una espada que no admitía evasivas. Para ella, la conversación se había extendido más de lo necesario.

Tras pronunciar esas palabras, Crusch fijó su mirada en la pequeña niña rubia que, hasta ese momento, se había mantenido completamente en silencio. Rui solo observaba su entorno, como si aún intentara procesar su repentino traslado a ese desconocido Teatro. Su expresión era serena, casi vacía, pero eso no tranquilizaba a nadie.

Meili y Tivey, en cambio, yacían inconscientes sobre sus respectivos asientos, razón por la cual no habían emitido ni un solo sonido desde su aparición. Sin embargo, lo que encendía las alarmas del elenco era que ambos niños estaban a escasos pasos de distancia de Rui Arneb, la portadora de la Gula. El peligro no solo era inminente, sino que ya estaba entre ellos.

"Está bien, la pequeña Spica es inofensiva debido a que perdió totalmente sus recuerdos, por lo cual actúa como lo haría cualquier niña"

Algunos miembros del elenco se rieron internamente, pensando en la irónica justicia que estaba recibiendo Rui. "Karma", pensaron, pues la niña que había jugado con las memorias y destinos de otros, ahora había perdido las suyas propias. Era difícil no sentir cierto alivio ante esa ironía.

Tivey, aún algo aturdido por su llegada y sin comprender del todo la situación, miró a su alrededor y luego a Rui con curiosidad.

Tivey: "¿Y cómo es que ocurrió eso?". Preguntó con una expresión genuina de interés, sin saber bien qué esperar.

Rem, con el mismo sentimiento de desconcierto que la mayoría del elenco, no pudo evitar unirse a la búsqueda de respuestas.

Rem: "Cierto, ¿Cómo esa monstruosidad terminó de esa forma?". La criada de cabello azul lo dijo con la voz llena de intriga, sus palabras, aunque suaves, estaban impregnadas de una curiosidad que competía con la preocupación. La situación de Rui había despertado más dudas que respuestas, y los miembros del elenco deseaban comprender cómo una figura tan temible había acabado tan despojada de sí misma.

"Ya he revelado demasiada información para mí gusto, así que arreglen  se las  con la información que les di. Bueno su apuesto y sensual Guardian se retira, ¡adiosito!"

Al unisonó de sus palabras y con el sonido de un fuerte chasquido de dedos, una luz blanca los envolvió, y al abrir los ojos se encontraban afuera del Teatro en la sala de reuniones del descanso anterior.

Las miradas se fijaron rápidamente en la niña de larga cabellera rubia que tenían enfrente.

Reinhardt se apresuró rápidamente a apartar a Meili y Hetaro de la supuesta Arzobispo, cuando los dos niños están "a salvo", Julius dio un paso hacia la niña y habló con un tono firme y autoritario:

Julius: "Arzobispo del pecado de la Gula, Rui Arneb, será mejor que conteste algunas preguntas que deseo hacerle".

La niña rubia ladeó la cabeza torpemente, lo cual generó una oleada de rabia por parte del elenco, "Está niña solo se está burlando de nosotros", pensaron colectivamente.

Su ira solo crecía gradualmente hasta que una pequeña y débil voz resonó:

Rui: "Spi... Sp... Spica... Rui... No...". Logró decir la niña con dificultad al hablar.

Rem: "¿Spica?, ¿No es así como la llamó el Guardian?". Preguntó Rem generalmente.

La niña nombrada Spica dirigió su mirada a Rem, y un repentino brillo apareció en sus ojos azules.

Rem notó esto y sintió repulsión por la niña, ella era un Arzobispo del culto de la bruja, y eso no lo iba a olvidar por nada del mundo, aunque ahora pareciera vulnerable, en algún momento esa niña podría atacarles por la espalda.

Spica: "¡Mamá!". Dijo la niña con voz infantil y torpe.

Seguido a su declaración- la cual dejó a varios miembros desconcertados-, la niña nombrada Spica se abalanzó con una velocidad sobrehumana hacia Rem, tumbándola por el impacto.

El elenco se alarmó y rápidamente se acercó a Rem, pero lo que vieron dejó a todos con la mandíbula caída...

La temible Arzobispo de la Gula... estaba abrazando y restregándose contra Rem, emitiendo sonidos extraños que parecían transmitir algo de afecto.

Rem: "¿Eh?". Logró articular la criada con un tono desconcertado.

Spica: "¡Mamí!". Dijo la niña, sorprendiendo aún más a Rem.

Rem: "¿Mamá? ¿A qué te refieres?". Preguntó Rem mientras intentaba levantarse y apartar a la niña, pero su agarre era mucho más fuerte de lo que había anticipado.

Spica: "¿Euh?". La niña pronunció palabras irreconocibles, acompañadas de un tono de duda en su voz.

Ram: "¡¿Puedes hablar o quieres que te enseñe a hablar a golpes, sucia Arzobispo?!". Ram comenzó a perder la paciencia al ver cómo la presunta Arzobispo de la Gula seguía obstruyendo a su hermana.

Spica: "¡Aah!". La niña emitió un sonido lleno de temor, y rápidamente se escondió detrás de Rem, quien ya había logrado sentarse tras la embestida de Spica.

Otto: "¿Esta realmente es la misma Arzobispo que vimos en la visualización?". Otto empezó a dudar de su propio juicio al ver a la supuesta Arzobispo escondiéndose como una niña asustada.

Garfiel: "No te dejes engañar, hermano Otto, después de todo, es una Arzobispo de quien estamos hablando". Espetó Garfiel con un tono intimidante, advirtiendo que no podían bajar la guardia.

Rem siguió intentando apartar a Spica, pero la niña se aferró aún con más fuerza a cada intento de forcejeo por parte de ella.

Tivey: "En verdad, parece solo una niña...". Dijo Tivey mientras recostaba a Hetaro en un mueble en la esquina de la habitación.

Reinhardt: "Es raro ver a una Arzobispo tan vulnerable, me resulta incluso algo repugnante".

Julius: "Concuerdo". Apoyó la opinión de Reinhardt respecto al comportamiento de la presunta Arzobispo.

Félix: "Es algo raro de ver, pero no hay que bajar la guardia, nya". Félix se mantenía en máxima alerta, sin permitir que esa cosa se acercara a su preciosa Dama. Si era necesario, drenaría el mana de la Arzobispo hasta matarla antes de que el Guardian tuviera oportunidad de intervenir.

Spica: "Euh... Aah". Spica expresó esos sonidos mientras le sacaba la lengua a los caballeros, quienes fruncieron el ceño ante tal atrevimiento.

Rem: "¡Suéltame de una buena vez!". Rem ya estaba cansada de intentar apartar a la niña a la fuerza, por lo que intentó gritarle para que la soltara.

Spica reforzó su agarre en su supuesta "madre" y comenzó a ronronear, tal como lo haría un gato.

Al: "Esto me da emociones encontradas...". Susurró Al para sí mismo, la escena le transmitía una ternura indescriptible.

Priscilla miró con curiosidad a Spica, quien seguía restregándose cariñosamente con su "madre". Sin embargo, pronto apartó la mirada con desdén; esa escena solo la aburría enormemente. Decidió agarrar a Al del casco y marcharse hacia su habitación.

Al intentó forcejear suavemente, pero se rindió. En realidad quería ver más de esa escena, pero no quería arriesgarse a perder la cabeza.

Algunos miembros del campamento de Emilia intentaron jalar a Spica para que soltara a Rem, pero todos sus intentos fueron inútiles. La niña se aferraba a la criada como si le fuera la vida en ello.

Spica seguía acurrucándose con su "madre" cuando algo llamó su atención. Dirigió su mirada hacia un chico de cabello negro que estaba recostado en un mueble junto a Meili y Hetaro. Spica esbozó una gran sonrisa, lo cual desconcertó a los ocupantes de la habitación. Todos se pusieron en guardia, preparados para cualquier posible ataque de la niña.

Finalmente, Spica soltó a Rem, quien pudo relajarse por fin, dejando escapar un largo suspiro.

La niña de cabello rubio dio un salto que tomó desprevenidos a todos. Desapareció de su campo de visión hasta que la voz de Rem los alertó:

Rem: "¡Aléjate de Subaru-kun, maldita fanática de la bruja!". Con las fuerzas que le quedaban, Rem logró gritarle a la niña.

Spica se sintió algo confundida por la agresión en el tono de su "madre", pero por el momento tenía cosas más importantes que atender.

La niña se acercó al chico dormido hasta quedar prácticamente frente a él. La respiración de los ocupantes de la habitación se agitó por la preocupación de lo que Spica pudiera hacerle a Subaru.

Emilia intentó usar su Arte de la Marca de Hielo, pero fue completamente inútil. El Guardian ya había desactivado todas sus habilidades previamente.

Beatrice: "¡No te acerques al contratista de Betty, supongo!". Al no poder usar su magia, lo único que Beatrice podía hacer era gritarle a la niña, aunque esta hizo oídos sordos a sus amenazas.

Spica se colocó encima de Subaru, usándolo como asiento, mientras se acercaba progresivamente a su rostro.

De haber sido una situación normal, probablemente Ricardo hubiera gritado algo como "¡La magia del Lolimancer!". Pero este definitivamente no era el momento adecuado para bromas.

Reinhardt intentó acercarse, pero temía lastimar a Subaru si intentaba actuar contra la Arzobispo. Así que se resignó a observar, sintiendo una gran impotencia.

Todos miraban lo que iba a hacer la niña, sin poder mover un dedo para detenerla. La sensación de impotencia se apoderó de ellos. Si no podían proteger a Subaru en un lugar aparentemente seguro, ¿Qué podrían hacer por él en una batalla real? Ese pensamiento cruzó por la mente de todos mientras Spica se acercaba más y más al rostro de Subaru.

Spica: "¡Uau!". Dijo la niña mientras abrazaba fuertemente a Subaru, como si fuera su propio padre.

El elenco quedó atónito. No sabían qué hacer ni qué decir acerca de la situación. Esa "Arzobispo" les parecía cada vez más un tierno gatito que, de alguna forma, un Arzobispo del pecado.

Los ocupantes de la habitación estaban desconcertados sin saber cómo proceder respecto a Spica, quien seguía fuertemente abrazada a Subaru.

Félix: "¿Y qué hacemos? Gracias al Guardián, no podemos hacerle nada a esa mocosa". Félix rompió el silencio con una pregunta crucial, sin disimular su frustración.

Anastasia se llevó un dedo a los labios, pensativa, buscando idear un plan que pudiera ser viable.

Wilhelm: "Tal vez lo mejor sería que Rem-san se encargue de vigilar a la Arzobispo. Spica parece estar muy apegada y encariñada con ella". El viejo espadachín dio su opinión con su característica calma y elegancia.

Crusch: "¿Está seguro de eso, Wilhelm-sama? Recuerde que Rem-san no tiene el mejor historial con los Arzobispos de la Gula". Crusch expresó su preocupación, con el ceño fruncido.

Ram: "También estoy en desacuerdo, Wilhelm-sama. Mi hermana ya ha sufrido demasiado por culpa de esos malditos cultistas". Su tono se tornó agresivo, no por falta de razón, sino por la creciente angustia que sentía por Rem.

Wilhelm: "Entiendo su preocupación. Sin embargo, gracias al Guardián, todos nosotros -incluyendo a la Arzobispo- tenemos prohibido hacernos daño". Argumentó con firmeza, manteniendo su porte imperturbable.

Ram: "Entonces, ¿por qué tiene que ser mi hermana la que se quede con ese monstruo? Si nadie puede hacernos daño, no veo la necesidad de que Rem esté pegada a ella". Alzó la voz, frustrada por lo que consideraba una decisión injusta.

Wilhelm: "¿Acaso estaría usted dispuesta a permitir que una Arzobispo vague libremente por el Teatro sin ningún tipo de supervisión?". Replicó con seriedad.

Ram chasqueó la lengua, irritada. No quería que usaran a su hermana como niñera de un peligro viviente, pero tampoco podía negar el riesgo de dejar a Spica sin vigilancia. Estaba atrapada entre dos malas opciones.

No muy lejos, Rem observó el conflicto en silencio. Viendo la indecisión de su hermana, respiró hondo y, con una expresión resuelta en sus ojos azules, se dirigió directamente hacia Spica. Desde su perspectiva, la niña aún se aferraba a Subaru como un parásito. Se acercó en silencio, sin que los demás notaran su movimiento, ya que seguían inmersos en el debate.

Spica, al notar a su supuesta "madre" acercándose con paso firme, se incorporó rápidamente del regazo de Subaru y se enfocó por completo en ella.

Rem no dudó. Con un solo movimiento rápido, levantó a la niña en brazos, como si estuviera rescatando a una princesa en apuros.

Spica: "¡Eeah?!". Exclamó la niña, completamente sorprendida, mientras un leve rubor se extendía por sus mejillas.

Ram: "¡¿Pero qué estás haciendo, Rem?!". Gritó al ver de pronto a su hermana cargando en brazos a la Arzobispo con total naturalidad.

Rem: "He tomado una decisión, querida hermana. Rem se encargará de que esta cultista no vuelva a causar problemas a Subaru-kun". Su voz era firme, pero serena, sin un atisbo de vacilación.

Ram: "P-Pero R-Rem...". Balbuceó, con la voz entrecortada, sin saber cómo responder.

Rem: "No te preocupes, hermana. Rem se encargará. Solo confía en mí, ¿puedes?".

Ram desvió la mirada, abrumada por la culpa de haber dudado de su hermana. El ambiente se tensó por un instante mientras meditaba su respuesta. Finalmente, tras un largo suspiro, asintió con resignación.

Rem hizo una suave reverencia hacia los presentes y abandonó la habitación, llevando a la niña rubia en brazos.

Los ocupantes de la habitación permanecieron en silencio durante varios minutos, sumidos en sus propios pensamientos respecto a la Arzobispo.

El campamento de Emilia fue el primero en retirarse, llevándose consigo a Meili y a Subaru, lo cual provocó que Anastasia hiciera un pequeño puchero de molestia.

El resto de los campamentos también abandonaron la sala gradualmente, hasta que la sala de reuniones quedó completamente vacía.

PERSPECTIVA: FELT Y REINHARDT.

La ex ladrona y su caballero se dirigieron a sus habitaciones tras el caos que supuso la llegada de Spica al Teatro.

Reinhardt guió a su dama hasta la cama de su habitación. Apenas entraron, Felt se dejó caer de cabeza sobre el colchón, soltando un suspiro tan pesado que parecía cargar con dos mundos sobre los hombros. Reinhardt, al verla, no pudo evitar sonreír con cierta torpeza ante el gesto infantil, pero genuino, de su Dama.

Con delicadeza, el Caballero del Dragón se sentó al borde del lecho, sus ojos azulados reflejando una mezcla de preocupación y deber. Sabía que debían hablar de lo ocurrido.

Felt, captando la intención de su caballero, se reincorporó lentamente y se acomodó en el centro de la cama, con los brazos y piernas cruzados, dispuesta a escuchar. Su mirada, afilada pero curiosa, se clavó en él.

Reinhardt asintió ligeramente y, con un dejo de pesar, comenzó a hablar:

Reinhardt: "Felt-sama, entiendo sus preocupaciones... pero mientras estemos dentro de este Teatro, no hay mucho que podamos hacer". Habló con la cabeza algo gacha, avergonzado por su aparente inutilidad dentro de ese lugar.

Felt suspiró con suavidad, comprendiendo perfectamente a lo que su caballero se refería. Mientras estuvieran bajo el yugo del Guardian, poco podrían hacer contra esa Arzobispo. Entonces, una idea se asomó en su mente.

Felt: "¿Y qué tal si intentamos sacarle información sobre su Autoridad y la de sus hermanos? Eso nos serviría un montón para el ataque que caerá sobre Priestella cuando salgamos de este tonto Teatro". Propuso con entusiasmo, moviendo las manos para remarcar su sugerencia.

Reinhardt: "El problema es que la Arzobispo apenas ha podido pronunciar unas cuantas palabras. Parece... imposibilitada en cosas básicas como la comunicación e incluso la madurez". Respondió con seriedad, mirando directamente a su dama para que comprendiera mejor su punto.

Felt chasqueó la lengua con fastidio. Esa Arzobispo no les iba a servir de nada. Solo había aparecido para arruinarles la vida.

Felt: "¡Ashh! ¡Que se vayan al carajo! Esta situación sí que es una total mierda. No podemos hacer nada para sacarle información, y solo podemos quedarnos sentados como niños obedientes mientras esa maldita Arzobispo está intacta, sin recibir lo que se merece". Exclamó llena de ira, su voz vibraba con furia apenas contenida.

Reinhardt entendía a la perfección cómo se sentía su dama. Si pudiera, él mismo habría partido en dos a esa Arzobispo con su propia espada. Pero bajo las reglas del Guardian, hacer justicia por su cuenta era imposible.

Ambos quedaron en silencio durante varios minutos, simplemente disfrutando de la presencia mutua como un refugio temporal ante la tormenta que vivían.

Finalmente, Felt rompió el silencio con una broma inesperada:

Felt: "Sabes... me imagino al hermano mayor adoptando a esa Arzobispo solo por su ternura. Al fin y al cabo, es el Lolimancer". Comentó con una sonrisa juguetona y los ojos entrecerrados de picardía.

Reinhardt soltó una leve risa por lo bajo. Aunque absurdo, el apodo tenía sentido, y hasta cierto punto, le causaba gracia.

Reinhardt: "Seguro que lo mismo se aplicaría para Meili-chan. Por lo que vimos, no parece que la hayan castigado severamente por su intento de asalto a la facción de Emilia-sama. Tal vez simplemente se limitaron a dejar que Subaru usara su habilidad para conquistar lolis, y así evitaron medidas más radicales". Habló cerrando los ojos con una sonrisa tímida, mientras un leve rubor se asomaba en su rostro. No estaba acostumbrado a bromear, pero si era por su Dama, lo intentaría sin dudar.

Felt se volteó bruscamente hacia Reinhardt, con los ojos abiertos como platos. En un millón de años no se habría imaginado a ese caballero haciendo bromas.

Felt: "¡JAJAJAJAJA!". Soltó una carcajada tan fuerte que se abrazó el estómago, completamente sorprendida.

Reinhardt ladeó la cabeza, desconcertado, sin entender qué había causado semejante risa.

Felt, al ver la expresión confundida de su caballero, intentó calmarse lo suficiente como para hablar.

Felt: "B-bueno, es que pfff... ¡Nunca imaginé al G-gran Reinhardt Van Astrea haciendo bromas tan malas y con una formalidad que parecía que estuvieras redactando un informe o-oficial! ¡¡JAJAJAJA!!". Dijo antes de estallar de nuevo en carcajadas. Le resultaba tan hilarante como adorable que Reinhardt bromeara manteniendo su lenguaje caballeresco.

Reinhardt se sonrojó con fuerza al comprender lo que su dama quería decir, e intentó justificarse como pudo.

Reinhardt: "Y-yo solo estaba aplicando las normativas reales de los caballeros... nada más que eso, F-Felt-sama". Murmuró mientras desviaba la mirada, intentando disimular su vergüenza.

Felt contuvo otra carcajada y lo miró con una sonrisa burlona.

Felt: "Sí, sí... claro. Estoy segurísima de que si Crusch estuviera aquí, su Protección Divina del Viento revelaría todas tus mentiras, Rein". Dijo mientras gesticulaba dramáticamente, señalándolo con el dedo mientras se acercaba cada vez más.

Reinhardt no supo cómo contradecirla, así que optó por ignorarla. Pero Felt no le iba a dejar escapatoria tan fácilmente.

Se acercó aún más y comenzó a pellizcarlo juguetonamente. Aunque Reinhardt no sentía dolor debido a su resistencia sobrehumana, decidió seguirle el juego. En un parpadeo, desapareció de su campo de visión.

Cuando Felt se dio cuenta, ya estaba suspendida en el aire, cargada como una princesa en apuros. Su rostro se tiñó de rojo al instante.

Felt: "¿Q-qué haces, idiota?". Preguntó, sonrojada, intentando golpearle la cara.

Reinhardt esquivó con gracia. Cuando ella intentó otro golpe, él le sujetó la mano con delicadeza, lo que la dejó aún más sorprendida. Luego, la colocó con suavidad en el suelo.

Recordando los beneficios otorgados por el Guardián -crear objetos a partir de su memoria-, Reinhardt materializó el vestido amarillo que Felt había usado durante la ceremonia de la Selección Real. Al verlo, Felt quiso escapar, pero fue demasiado tarde: ya lo tenía puesto.

Felt: "¿Eh?". Exclamó de nuevo, esta vez con un rubor más intenso, casi temblando de la vergüenza.

Reinhardt, sin perder la compostura, hizo aparecer un antiguo tocadiscos que recordaba gracias a su Protección Divina de la Memoria Perfecta. Colocó con cuidado un disco de vinilo y una melodía suave empezó a llenar la habitación.

Reinhardt: "¿Me permitiría esta pieza, Felt-sama?". Preguntó con elegancia, guiñándole un ojo con esa formalidad suya que tanto la molestaba -y encantaba- al mismo tiempo.

REPRODUCE: Dmitri Shostakovich - The Second Waltz

Felt intentó patearlo, pero Reinhardt esquivó su golpe con maestría y le tomó ambas manos, provocando que el rubor de la chica se acentuara aún más.

Con movimientos seguros, el caballero empezó a bailar con ella, guiándola con precisión a cada compás. Al principio Felt se resistió, pero poco a poco fue cediendo. La música, el ambiente y la calidez del momento derritieron su voluntad combativa.

Bailaron durante un largo rato, mezclando pasos elegantes con algunos movimientos caóticos y frenéticos más propios del estilo callejero de Felt. Pronto, ella empezó a disfrutarlo de verdad.

En el tramo final de la canción, se miraron fijamente a los ojos. Bailaron el último tramo con una coordinación perfecta, Reinhardt sosteniéndola firme con cada paso veloz y preciso. Finalmente, culminaron con una última figura y la música se detuvo.

Agitados, con el pulso acelerado, ambos respiraban profundamente. Felt se dejó caer de espaldas sobre la cama, aún sonriendo.

Felt: "¡Eso fue muy divertido! ¿Qué tal si lo hacemos otra vez, Rein?". Dijo con entusiasmo, sus ojos brillando como los de una niña emocionada.

Reinhardt rió suavemente y asintió con la cabeza.

Reinhardt: "Sería un placer ser su pareja de baile, Felt-sama". Respondió con una reverencia elegante, ya preparándose para la siguiente pieza.

Felt se incorporó de un salto, tomó la mano de su caballero y, sin decir más, volvieron a bailar. En esa habitación, en medio del caos del Teatro, la relación entre Reinhardt y Felt floreció un poco más.

PERSPECTIVA: OTTO Y FREDERICA.

A diferencia del resto de los miembros de su campamento, el comerciante y la elegante criada de melena rubia decidieron tomar un desvío, optando por recorrer el Teatro por su cuenta. Otto había sugerido que un poco de aire fresco podría despejar sus pensamientos, mientras Frederica, con una sonrisa leve, simplemente aceptó caminar a su lado, sin decir mucho.

Garfiel, al notar que se separaban del grupo, frunció el ceño con evidente desconfianza y se dispuso a protestar. Sin embargo, no llegó muy lejos: Mimi se le adelantó, saltando frente a él con una energía contagiosa. Con un brillo travieso en los ojos, lo tomó del brazo y declaró que quería un "tour personalizado" del Teatro. Garfiel intentó resistirse con torpes excusas, pero la determinación-y fuerza-de la pequeña demi-humana fue superior. Lo arrastró con firmeza por los pasillos, y aunque el joven guerrero seguía mascullando que no era momento para tonterías, su rostro se teñía de un leve rubor. Para Mimi, ese paseo era claramente una cita.

Mientras tanto, Otto y Frederica se detuvieron frente a una puerta sencilla. No parecía distinta a las demás, pero algo en ella los llamó. Al abrirla, el mundo pareció transformarse ante sus ojos.

La habitación común desapareció, dando paso a un vasto y sereno jardín florido. El aroma dulce del néctar flotaba en el aire, y la suave brisa mecía los pétalos con una armonía casi irreal. Otto parpadeó asombrado, reconociendo de inmediato la similitud con el jardín de la Mansión Mathers. No obstante, había algo más aquí... algo especial.

La luz del lugar parecía más cálida, los colores más vívidos, y cada flor parecía estar dispuesta con cariño y propósito. No era solo una réplica, era un recuerdo revestido de magia. Frederica respiró profundamente, dejando que la nostalgia le llenara el pecho. Por un instante, ambos se quedaron en silencio, rodeados por un ambiente que evocaba hogar, paz... y una extraña sensación de intimidad.

Otto tragó saliva, sin saber bien si dar un paso más. Algo en ese jardín le decía que no solo habían entrado en una habitación, sino en un rincón profundo de sus corazones.

"Esto será interesante"

Hablo el Guardian para si mismo mientras preparaba el escenario para que sus marionetas bailaran a su gusto.

Los dos se adentraron lentamente, respirando el aire puro y floral. El silencio los envolvía, solo interrumpido por el murmullo del viento y el crujido de la hierba bajo sus pies.

Otto fue el primero en romper el silencio.

Otto: "Estoy algo asustado por las palabras del Guardián... ¿Acaso Natsuki-san no puede descansar y vivir feliz al menos por un tiempo?". Las palabras se deslizaron con suavidad, como un suspiro. Era más un desahogo que una pregunta.

Frederica, a su lado, lo escuchaba con atención. Sus ojos color esmeralda, brillantes bajo la luz del jardín, reflejaban comprensión.

Frederica: "Sé que nos esperan tiempos difíciles... pero estoy segura de que Subaru-sama podrá sobrellevarlo. No... nosotros podremos sobrellevarlo. ¿Y sabe por qué estoy tan segura, Otto-sama?". Su tono era dulce, juguetón incluso, como si intentara aliviar la tensión del momento con un toque de calidez.

Otto inclinó la cabeza, sorprendido por su seguridad.

Otto: "¿Por qué, Frederica-san?". Preguntó con curiosidad genuina, aunque también un poco nervioso.

Frederica esbozó una cálida sonrisa y, sin previo aviso, extendió su dedo y lo apoyó suavemente en el pecho del joven comerciante, lo que provocó que se sobresaltara ligeramente. Otto levantó la vista, cruzando su mirada con la de ella.

Frederica: "Porque... Subaru-sama te tiene a ti. Y tú eres el comerciante más increíble que haya conocido, Otto-sama... incluso más que la propia Princesa Comerciante". Dijo con firmeza, sin apartar los ojos de él.

Otto se sonrojó intensamente y desvió la mirada, presa de un nerviosismo abrumador.

Otto: "B-b-bueno, s-supongo que en algo tenía que ser b-bueno, jejeje~...". Soltó una risa torpe, completamente rojo y con una expresión boba en el rostro.

Frederica no pudo evitar sonreír ante esa reacción. Para ella, era adorable. Pero aún tenía algo más que decir.

Frederica: "No... no solo eres buen comerciante, Otto...". Esta vez, no usó ningún honorífico. El cambio hizo que Otto se sorprendiera de inmediato. Ella lo miró a los ojos con seriedad. Otto dio un paso atrás por instinto, pero enseguida avanzó otro hacia el frente. No iba a huir.

Las hojas de los árboles caían lentamente a su alrededor. Las flores danzaban al ritmo del viento. La luz se volvía más intensa y anaranjada, rozando el rosa, envolviendo sus rostros con un resplandor cálido y suave.

Frederica respiró profundamente y habló.

Frederica: "Tú eres increíble. La persona más increíble que haya conocido. A pesar de todas las dificultades que enfrentaste en tu vida, siempre las sobrellevaste con una sonrisa... una sonrisa que reconforta. En la mansión, siempre me ayudas, incluso cuando eso te trae críticas. Y cada vez que me hablas, siento una calidez que no puedo explicar. Durante todas las visualizaciones, no he dejado de pensar en ese sentimiento extraño... desde la primera vez que nos vimos. No te inmutaste por mis rasgos demi humanos, cuando la mayoría lo hace. Eso me hizo feliz. Trabajas duro, luchas por tus metas, y nunca dejas atrás a los que consideras amigos. Caminas junto a ellos, por el camino más difícil, porque así eres tú: alguien amable, que reconforta, que guía, que levanta a los demás. Por eso... y por tantas cosas más que no sé poner en palabras, yo... te amo, Otto Suwen. Gracias... por ser tan increíble".

El viento sopló fuerte, levantando una lluvia de pétalos que envolvió a la pareja como en una danza mágica. Otto permanecía en silencio, abrumado. Su mirada se cruzó con la de Frederica, que brillaba con una mezcla de timidez y valor.

Él no respondió de inmediato. Repasó sus palabras, su mirada, su voz. Luego, comenzó a recordar todo: sus primeras interacciones, lo adorables que le habían parecido sus dientes, lo mucho que lo impulsaba a mejorar cada día. Cada gesto, cada momento, cada sonrisa compartida. Frederica había sido una constante en su vida, una presencia cálida que jamás quiso perder.

Y ahora entendía por qué.

Con el corazón latiendo con fuerza, Otto levantó la vista, tragó saliva y, finalmente, respondió:

Otto: "Yo también te amo, Frederica Baumann. Eres incluso más increíble de lo que yo podría ser".

La luz del atardecer brillaba intensamente sobre ellos. Ambos, con las mejillas sonrojadas, se miraban fijamente. No necesitaban más palabras. Lo habían dicho todo.

Era una felicidad pura, honesta, y ambos sabían que harían lo que fuera para protegerla.

"Muy bieeen, a veces un poco de romance en medio de la devastación puede resultar algo entretenida, ¿No es así, amiga mía?"

La figura del Guardian era la de un hombre de mediana edad, el cual vestía un elegante smoking de color negro acompañado con una corbata y camisa blanca, su rostro era indistinguible, opacado por la fuerte oscuridad del espacio en el cual se encontraba. Otra entidad estaba amarrada con cadenas de un intenso color blanco fosforescente, dicha entidad intentaba romper sus ataduras, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles, y el Guardian esbozo una burlona sonrisa.

"¡Cuanta agresividad!, haces que me estremezca, Satella, pero no dejare que interrumpas mi diversión; mis queridas marionetas miraran hasta el ultimo de los Arcos existentes para mi propio disfrute, y tú tendrás que verlo todo desde la segunda fila, espero que no te moleste, HAHAHAHA"

Satella apretó los dientes con rabia, quería poder asesinar a la entidad arrogante que tenia frente a ella, pero él le había tendido una trampa que la había dejado imposibilitada.

Satella:" ¡¡FOMALHAUT!!". Grito Satella con gran furia en su voz.

"¡Vaya!, ¡Parece ser que al fin te aprendiste mi nombre, Satella, ¡Que alegría, que honor, que dicha!"

Fomalhaut se burlo de Satella una vez más antes de desaparecer en una nube negra, dejando a la pobre bruja encerrada en ese espacio vacío, en el cual solo había una pequeña luz que transmitía las visualizaciones para ella.

PERSPECTIVA: CAMPAMENTO DE ANASTASIA.

El campamento de la princesa comerciante estaba reunido en la habitación de Anastasia -A excepción de Mimi que había ido por Garfiel, y Julius, a quien Anastasia había encomendado de vigilar a Spica-, esperando el despertar de cierto niño gato que había sido traído por su Guardian.

Tivey estaba algo enfurruñado con Mimi por no quedarse para cuando Hetaro despertara, pero lo dejo pasar, al fin y al cabo no hay nada ni nadie que pueda entender la mentalidad de esa niña.

Tivey suspiro cansadamente ante esa realización.

Anastasia tenía su mirada fija en Hetaro - el cual estaba cómodamente recostado en la cama de la habitación-, la princesa comerciante tenía muchas cosas en la cabeza, no sabía porque su Guardian había tenido la osadía de traer a una Arzobispo al Teatro, estuvo varios minutos dándole vueltas al asunto, pero al no llegar nada, decidió que no había nada por hacer, la mentalidad de su Guardian seguía siendo un misterioso enigma para ella.

Un ligero movimiento por parte de Hetaro hizo que los ocupantes de la habitación centraran su atención en él.

Hetaro abrió los párpados lentamente, desorientado. No sabía dónde estaba. Apenas podía distinguir su entorno, y su cuerpo se sentía torpe y pesado. Se incorporó con cuidado y se apoyó contra el respaldo de la cómoda cama. Aún con la visión nublada, se frotó los ojos, buscando claridad.

Y entonces, cuando finalmente pudo ver con nitidez... lo primero que apareció frente a él fue la enorme cara de Ricardo, pegada a la suya, mostrando sus colmillos en una sonrisa amplia que, a los ojos del niño gato, parecía la de un Ulgarme hambriento.

Hetaro: "¡AAAAAAHHHHHHHHHHHH!"

El chillido del trillizo retumbó en toda la habitación mientras se pegaba instintivamente al respaldo de la cama, sacudiendo la cabeza y frotándose los ojos frenéticamente, intentando convencerse de que aquella monstruosa dentadura no era real.

Cuando su visión volvió completamente, encontró a su Dama y a su hermano Tivey reprendiéndole a un muy arrepentido Ricardo, quien tenía la cabeza y la cola bajas, encorvado como un perro regañado.

Tivey: "¡¿Estás bien, hermano?!", preguntó con genuina preocupación.

Hetaro: "¿Q-qué está pasando...?", murmuró con la voz cansada, aún sintiendo los efectos de la súbita descarga de adrenalina.

Ricardo: "Lo lamento mucho...", se disculpó con un tono bajo, cabizbajo y con las orejas gachas.

Hetaro todavía no comprendía del todo la situación. Supuso que Ricardo solo había intentado jugarle una broma pesada, razón por la cual su Dama y su hermano estaban regañándolo. Trató de aligerar el ambiente.

Hetaro: "No se preocupen, no fue para tanto", dijo mientras se rascaba la cabeza, algo avergonzado.

Entonces desvió la mirada hacia los alrededores, notando por primera vez los detalles del lugar. Aquella habitación no se parecía en nada a las del hotel en Priestella... ni siquiera recordaba haberse acostado allí. ¿Dónde estaba exactamente?

La expresión de Tivey se volvió seria al notar su confusión. Dudaba sobre cómo empezar a explicarle todo a su hermano, así que comenzó a hablar con torpeza.

Tivey: "Hetaro, eh... bueno, verás..."

Hetaro alzó una ceja inquisitivamente al ver a su gemelo divagar sin rumbo.

Pero entonces, como era de esperarse, Anastasia decidió intervenir. Su tono era calmado, pero su declaración, implacablemente directa.

Anastasia: "Fuimos raptados por una entidad misteriosa llamada 'el Guardián'. Nos trajo hasta aquí para mostrarnos, a través de una enorme pantalla, el camino que Natsuki-kun recorrió para llegar hasta donde está... y el que aún le queda por recorrer. Natsuki-kun posee una habilidad -o más bien, una maldición- llamada 'Regreso de la Muerte', que le permite volver en el tiempo cada vez que muere, reiniciando en un punto de guardado. Hasta ahora ha muerto 17 veces, sin contar las que vendrán.

No ha usado esta habilidad para su beneficio personal, sino para ayudarnos a todos, cargando en su espalda nuestros destinos para evitar que suframos un final trágico. Su vida se divide en 'Arcos' dentro de este mundo, pero en realidad, él viene de otro lugar... un mundo llamado Japón, del cual fue transportado por Satella hace un año.

Tú estás despertando justo para el inicio del Arco 6, que transcurre en un posible futuro. Por cierto, el resto de las candidatas al Trono y sus seguidores también están aquí. Eso es todo lo esencial. Espero que lo proceses con precisión y, lo más importante, que recuerdes: Natsuki-kun no es nuestro enemigo."

Al terminar, la princesa cerró los ojos con elegancia y un gesto tranquilo.

Los demás ocupantes de la habitación quedaron boquiabiertos. La falta de sutileza de su Dama los había tomado completamente por sorpresa.

El cerebro de Hetaro intentaba procesar lo que acababa de escuchar. ¿Regresar en el tiempo? ¿Japón? ¿Mundos paralelos? ¿Su Dama hablando con cariño sobre alguien que no fueran ellos?

Demasiadas preguntas. Y las respuestas venían como una avalancha.

Hetaro.exe ha dejado de funcionar.

Humo comenzó a salir metafóricamente de su cabeza, mientras su rostro quedaba congelado en una expresión boba, totalmente aturdido.

Foxidna, viendo la escena, suspiró y transmitió su pensamiento a su hija por telepatía:

Foxidna: "Creo que esta vez te pasaste, hija..."

Anastasia: "Lo mejor era ser directa", respondió mentalmente con firmeza.

Foxidna: "...Bueno", contestó con resignación, apartando la mirada.

Tivey y Ricardo se encargaron de explicarle todo a Hetaro con más calma y paciencia. Al final, el pequeño trillizo entendió lo básico, aunque seguía procesándolo con lentitud.

Anastasia, notando la atención que se llevaba Ricardo, hizo un pequeño puchero: "Mi explicación tampoco estuvo tan mal..."

Foxidna desvió la mirada una vez más, suspirando profundamente. Por primera vez, no estaba de acuerdo con la forma de actuar de su hija.

Ya más centrado, Hetaro finalmente formuló otra pregunta.

Hetaro: "Bien... creo que ya entendí todo... más o menos. Pero, ¿Dónde estamos ahora? ¿No habían dicho que había una 'ventana gigante' donde veíamos esas visualizaciones del minijefe?"

Ricardo: "Estamos en medio de un descanso", explicó con voz animada. "Son momentos que el Guardián nos da para procesar lo que hemos visto. ¡Ah! Y no es una ventana, aparentemente se llama 'pantalla', en el mundo del minijefe."

Hetaro asintió lentamente.

Hetaro: "Ya veo... Jamás habría imaginado que el minijefe se hubiera sacrificado tanto por nosotros. Es una persona completamente distinta al niño inmaduro que hizo el ridículo durante la ceremonia de la selección real..."

Anastasia: "Natsuki-kun ha evolucionado mucho. Es valiente, determinado, amable, comprensivo, guap-"

Antes de que pudiera terminar, Foxidna le puso una pata sobre la boca, evitando que su hija se delatara aún más.

Hetaro se quedó helado. ¿Su Dama... actuando como una adolescente enamorada? La idea era tan inconcebible que ni se dio cuenta de la presencia de Foxidna hasta entonces.

Tivey se acercó y le susurró con una sonrisa:

Tivey: "No te preocupes, hermano. Aunque no lo parezca... el jefe le ha hecho mucho bien a la mentalidad de la jefa."

Hetaro alzó una ceja, pero no discutió. Después de todo, confiaba plenamente en el juicio de su hermano más sabio: Tivey.

Y así, Hetaro se unió al elenco. Un nuevo miembro más para presenciar la historia del chico que carga el peso del mundo sobre sus hombros.

PERSPECTIVA: PETRA Y MEILI.

Petra había llevado arrastrando a Meili hasta una de las habitaciones del Teatro para hablar por su cuenta con la niña dormida sin interrupciones cuando se despierte.

Se quedó mirando pensativamente a Meili, la niña que alguna vez consideró su amiga, pero que después los llevó a una trampa mortal de la cual Subaru la rescató.

Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al recordar ese momento. Subaru era un verdadero héroe a sus ojos, uno que merecía todo lo que tenía e incluso más. Seguido de este pensamiento, volvió a mirar a Meili. Durante las visualizaciones se había decidido a darle una segunda oportunidad, pero no era tan fácil como sonaba; perdonar a alguien que le había causado la muerte misma a su ser más querido hacía que su corazón estuviera en constante contradicción entre el perdón y el rencor.

Un pequeño movimiento por parte de Meili hizo que Petra saliera de sus pensamientos y centrara toda su atención en ella.

Meili abrió lentamente los ojos, algo aturdida, pero gracias a su entrenamiento con Elsa pudo recuperarse más rápido de lo normal. Miró a su alrededor y se encontró con la fija mirada de Petra. Se miró el cuerpo y vio que ya no tenía sus vestiduras de confinamiento. Empezó a sudar frío y un pensamiento cruzó su mente.
"¿Acaso me están echando de la mansión?, ¿por eso enviaron a Petra a decirme las malas noticias porque yo la considero una amiga?, ¡No es justo! ¡Yo tenía que vengarme de esos desgraciados por asesinar a Elsa! Con su muerte iba a obtener el perdón de Madre... ¿Qué hago ahora?, piensa, piensa, ¡PIENSA!"

Su mente se volvió un total embrollo. Estaba confundida por estar vestida con su ropa habitual y tener a Petra delante de ella con una expresión indescifrable.

Meili: "P-Petra-chan, jajaja~, ¿c-cómo has estado? Uhhmm... P-podrías por favor pedirle al resto que no me eche de la mansión, ¡si lo hacen Madre me va a matar!" Intentó razonar desesperadamente con la joven sirvienta de cabello anaranjado.

Petra seguía con su mirada algo perdida por sus propios pensamientos y sentimientos respecto a la llegada de Meili al Teatro.

Finalmente se levantó del suelo donde había estado arrodillada mientras observaba a la paranoica Meili. Le extendió la mano indicándole que la tomara. Meili, aún con dudas, tomó la mano de la criada. Sudaba de pura desesperación, no quería desaprovechar la oportunidad de vengarse de los asesinos de Elsa, pero se estaba quedando sin opciones.

Meili: "E-espera, Petra-chan, no necesitan expulsarme de la mansión, ¡me mantendré pacífica en todo momento, lo juro! Solo quiero un refugio al ludo de Madre, por favor no me hagas esto..." Su voz se quebraba cada vez más por la impotencia de no encontrar una solución. Algunas lágrimas empezaron a caer de sus ojos al recordar escenas traumáticas de Madre torturando a otros niños de la organización. El cómo ella los convertía en moscas o montones de carne hizo que empezara a marearse y tener ganas de vomitar. Su cuerpo se volvió flácido y casi se desploma al suelo.

Petra la vio con algo de asombro. Meili, hasta antes de llegar a ese Teatro, había tenido una personalidad un tanto arrogante y confiada, pero lo que veía ante sus ojos contradecía totalmente la imagen que se había hecho de ella meses atrás. ¿Acaso esa tal Madre era tan terrible para que una asesina sádica como ella temblara de esa forma? Hasta cierto punto, Petra pensó que era una especie de castigo divino por haber hecho sufrir a su héroe. Así que, por diversión propia, se quedó callada para profundizar la desesperación de Meili.

Finalmente, Meili rompió a llorar. No quería volver con Madre sin resultados, no quería sufrir el trágico destino que había visto a otros sufrir, no quería decepcionar la memoria de Elsa, su querida hermana, pero se le habían acabado las opciones. Meili se desplomó nuevamente al suelo y empezó a patalear y golpear la elegante alfombra de la habitación con total desesperación y agonía.

Meili: "¡¡NO QUIERO VOLVER ALLÍ!! ¡¡ELLA ME TORTURARÁ!! UN DESTINO MUCHO PEOR QUE MORIR... ¡¡INCLUSO LA IDEA DE MORIR SUENA A PIEDAD EN COMPARACIÓN DE LO QUE MADRE HARÁ CONMIGO!! ¡¡POR FAVOR NO HAGAS ESTO, PETRA-CHAN!! ¿¡ÉRAMOS AMIGAS, VERDAD!? ¡LAS AMIGAS NO SE ABANDONAN ENTRE SÍ! AYÚDAME, POR FAVOR, p-por favor... y-yo... no quiero volver allí..."

Finalmente, Meili se rompió por completo a los pies de una sorprendida Petra. No esperaba que la niña se quebrara de esa forma, y lo que había sido algo de disfrute por su desesperación se transformó en una profunda preocupación. Ni se podía imaginar lo que tuvo que ver Meili para acabar en ese estado tan lamentable.

Petra se agachó y la abrazó fuertemente. Eso era lo que Subaru haría. Le empezó a acariciar la cabeza y a darle palmadas en la espalda, a lo que el llanto de Meili empezó a calmarse.

Los labios y manos de Meili temblaban profundamente. Algunas lágrimas aún permanecían en las comisuras de sus ojos, pero sintió algo de esperanza cuando Petra la abrazó. Tal vez aún había un camino...

Petra: "Perdón por no explicarme bien, Meili-chan, pero la razón de que estés aquí no tiene nada que ver con tu expulsión de la mansión Mathers." Empezó a explicar tomando de los hombros a Meili para que la viera directamente a los ojos, buscando inspirar confianza en la destrozada niña.

Meili aún no entendía a lo que se refería Petra, pero asintió con la cabeza en señal de que continuara.

Petra: "Mejor dicho, ni siquiera estamos en la mansión Mathers para empezar..."

Ante esta declaración, Meili se echó un poco hacia atrás. No sabía a qué se refería, pero no le agradaba para nada estar fuera de la mansión. Su respiración se volvió agitada. Petra notó esto y tomó sus manos para calmarla, algo que sorprendentemente funcionó. Meili se tranquilizó lo suficiente para seguir escuchando.

Petra: "Ahora mismo estamos en un lugar llamado 'Teatro'. Fuimos raptadas por una entidad que se hace llamar Guardián. Hemos estado aquí por varias semanas viendo algunas... cosas. Pero eso lo explicaré con más detenimiento después. Ahora mismo debes saber que no estás en peligro, Meili. Estamos bajo la protección del Guardián, así que esa tal Madre no podrá hacerte nada mientras estemos aquí."

Meili digirió lentamente las palabras de Petra. Aún no comprendía muy bien algunas cosas, pero decidió esperar a que hablara con mayor detenimiento y detalle.

Petra, al ver el gesto de Meili, continuó con su explicación, apretando el agarre de sus manos:

Petra: "En este lugar vemos mediante una ventana gigante algo llamado 'visualizaciones', las cuales nos muestran el camino de Subaru-sama hasta su punto actual, y un poco de posibles acontecimientos del futuro."

Meili procesó lentamente la información. Tenía muchas preguntas por hacer, pero desistió de la idea; ahora mismo no sería de mucha utilidad hacerlas. Miró a Petra indicándole que prosiguiera.

Petra: "Subaru-sama tiene una habilidad llamada 'Regreso de la Muerte', con la cual puede volver atrás en el tiempo a un punto determinado. Con eso ha podido hacer frente a muchas adversidades, incluyendo a Elsa..."

La boca de Meili se abrió en negación. Empezó a ladear la cabeza de un lado a otro. No podía creer lo que escuchaba. ¿Acaso ellas habían intentado ganar una batalla que ya estaba decidida por el propio destino? Se negaba a aceptar la idea de que su querida hermana muriera por alguien con intentos ilimitados.

Petra, al ver la expresión de Meili, entendió parcialmente sus emociones en ese momento. La acercó y le dio un abrazo más fuerte. Sabía que, aunque a sus ojos Elsa era un esperpento de la sociedad que tenía muy merecido su destino, a ojos de Meili, Elsa era la única familia que había tenido en toda su vida.

Meili lloró suavemente en el hombro de Petra, empezando a murmurar entre sollozos el nombre de su difunta hermana.

Después de varios minutos de oír los lamentos de Meili, Petra decidió proseguir con su declaración.

Petra: "Subaru-sama ha vuelto de la muerte hasta ahora dieciséis veces. Él se ha sacrificado en cuerpo y alma por nuestro bienestar y-"

Meili: "¡¿Se supone que lo acepte así nomás?! ¡Por su culpa perdí a mi única familia! ¡No tengo nada, Petra! ¿Entiendes? ¡NADA! Lo perdí todo, y lo peor de todo es que ahora Madre me busca y no sé qué hacer... ¡¡TODO ESTO ES UNA MIERDA!!"

Más lágrimas aparecieron en sus ojos esmeralda. La desesperación se calaba por todo su cuerpo, haciéndola temblar.

Petra entendió esto y acarició suavemente la cabeza de Meili. Esta última se quedó un buen rato callada, sin saber qué decir.

Petra: "¿Qué tal si nosotros somos tu nueva familia?"

Le susurró Petra al oído de la devastada niña.

Meili abrió los ojos de par en par y fijó su mirada en la de Petra. La sirvienta la miraba con compasión y ternura, una mirada que solo había recibido por parte de Elsa.

Meili: "¿Cómo?"

Preguntó secándose las lágrimas con su manga.

Petra: "Estás perdida y no sabes qué hacer. Tu hermana, aunque fuera tu única familia hasta ahora, cometió muchos errores y sufrió por ello. Pero yo ni Subaru-sama te dejaremos atrás."

Meili frunció ligeramente el ceño y dijo:

Meili: "¿Cómo estás tan segura de eso? ¡Solo Elsa había cuidado de mí! ¡¿Cómo ustedes se atreven a querer ocupar su lugar?! ¡¿Acaso han hecho algo por mí hasta ahora?!"

Gritó desesperada con la visión nublada por nuevas lágrimas.

Petra la miró fijamente, apretó aún más el agarre en sus manos y habló:

Petra: "¿En serio piensas eso, Meili-chan?"

Preguntó ligeramente mientras cerraba los ojos con una sonrisa formándose en su rostro.

Meili no entendía a lo que se refería Petra, así que aumentó la intensidad de su expresión, pero sin hacer ningún reclamo.

Petra: "¿Acaso Subaru-sama no ha estado cuidándote fervientemente hasta ahora?"

Preguntó con una voz cálida, preparando sus próximas palabras con antelación.

Meili: "¿A qué te refieres?"

Preguntó entrecerrando los ojos con duda.

Petra sonrió aún más y declaró finalmente abriendo los ojos, dejando ver un hermoso brillo impregnado en ellos, como joyas zafiro relucientes.

Petra: "Subaru-sama te ha estado cuidando con toda la delicadeza y dedicación, tal cual padre a su más preciada hija. Te ha elaborado peluches constantemente mientras tenía una sonrisa en su rostro y estudiaba cuidadosamente tu reacción para saber lo que te gustaba y lo que no, para complacerte. Él escribió libros provenientes de su tierra natal para que no te faltara entretenimiento, escribiendo cada uno con la precisión y dedicación de un artesano preparando su obra maestra. Incluso decoró tu habitación con tus colores preferidos, confeccionó ropa a mano, y mejoró constantemente su habilidad en la costura para estar a la altura de tus expectativas. Dime Meili-chan, si eso no es amor... ¿acaso qué lo es?"

Meili se sorprendió por las palabras de la criada. Hasta ese momento no había considerado el tiempo y dedicación que ese joven de ojos aterradores le había dedicado a su cuidado. Incluso nunca la había recluido totalmente y siempre le dio la opción de salir por su cuenta si ella lo deseaba.

Emociones contradictorias empezaron a forjarse en lo más profundo de su corazón. ¿Acaso realmente ese joven podría ser su familia? Era el pensamiento que aquejaba su mente en esos momentos. Pero al recordar cada acto que el chico de cabello negro había hecho por ella, todo el año que habían compartido juntos, hizo que la respuesta se volviera clara en su mente en cuestión de algunos minutos.

Petra la miraba con expectación y le extendió la mano mientras preguntaba:

Petra: "¿Nos dejarías ser tu familia, Meili-chan?"

Dijo mientras la miraba cálidamente con una suave sonrisa.

Meili la miró por un momento, se secó las últimas lágrimas que estaban estancadas en sus ojos, y finalmente declaró:

Meili: "Sería un honor, Petra-chan. ¡Muchas gracias!"

Declaró mientras tomaba la mano de Petra y la acercaba a ella para darle un fuerte abrazo, siendo correspondida por la sirvienta. Este acto no tenía intenciones ocultas, solo una fuerte liberación de sus demonios internos y una despedida a su querida hermana. Aceptaría esta oferta única en la vida y viviría finalmente feliz con personas que la apreciaban y no la miraban como un monstruo o un arma, sino como una niña que deseaba vivir en plenitud.

Meili: "Adiós, Elsa..."

Susurró suavemente en gesto de despedida a su querida hermana, que la apoyó en las buenas y en las malas, y que finalmente le permitió conocer a personas que la apreciaban a pesar de todo.

Petra explicó con más detenimiento cada cosa importante que la niña necesitaba saber antes de las visualizaciones.

Meili se integró finalmente al elenco.

PERSPECTIVA: REM Y SPICA.

Una sirvienta de cabello azul y una niña de alargado cabello rubio salieron de una habitación, dejando al resto del elenco atrás.

La sirvienta llevaba a la niña entre brazos, mientras esta se tocaba los dedos con timidez, insegura sobre cómo actuar.

Detrás de ellas habían dos figuras que las observaban con detenimiento, eran: Julius y Félix, quienes habían sido enviados por sus respectivas Damas para mantener un ojo puesto en la presunta Arzobispo de la Gula, a la vez que interpretaban el papel de armas secretas para la criada Oni.

Cuando Rem y Spica se alejaron lo suficiente, Rem se dirigió a su habitación privada, ignorando a sus observadores y sentó a Spica en la cama para hablar con ella. Aunque Spica no era muy elocuente, la criada de cabello azul cerro la puerta con seguro y Rem se sentó a su lado con la elegancia que le daban sus años de experiencia como sirvienta.

Spica examinó detenidamente la habitación. Era un dormitorio simple, sin lujos, con apenas los muebles necesarios para subsistir.

Rem la observó con severidad. Aquel brillo de curiosidad en los ojos de la niña no bastaba para engañarla. Por muy inocente que pareciera, sabía lo que era en realidad. "Rui Arneb, la Arzobispo del Pecado de la Gula..." No podía verla más que como una criatura monstruosa y repugnante, una amenaza disfrazada de niña.

Pero cuando Spica terminó de explorar con la mirada, se arrojó de repente al regazo de Rem, dejando escapar pequeños sonidos adorables, similares al ronroneo de un gato.

Rem, a regañadientes, comenzó a acariciar su cabello. Aunque la ternura del gesto era evidente, sus ojos seguían cargados de desconfianza.

Spica, animada por la respuesta de su "madre", se aferró aún más a ella, envolviéndola con sus brazos y piernas, acomodándose en su regazo.

El rostro de Rem se tiñó de un leve rubor, y su expresión severa se suavizó por un instante.

Sus pensamientos eran un torbellino. Dentro de ella se enfrentaban dos fuerzas: el rechazo profundo hacia lo que representaba la niña y la creciente ternura que su conducta infantil despertaba.

Spica alzó la mirada, acercó su rostro al de la sirvienta y unió sus frentes con dulzura. Luego, la abrazó más fuerte.

Rem desvió la vista, insegura. Comenzaba a dudar. ¿Era realmente posible que esta criatura fuera un arzobispo?

Recordó lo visto en las proyecciones del Teatro. Su mente evocó la imagen de Betelgeuse Romanee-Conti, a quien siempre había odiado. Y sin embargo, descubrió en él a un hombre que había perdido su humanidad intentando proteger aquello que amaba. Tal vez... tal vez esa niña había atravesado el mismo infierno.

Volvió a mirar a Spica. La pequeña le sonrió con dulzura, dejando ver sus afilados colmillos. Aquel gesto, lejos de provocarle temor, le encogió el corazón. Una calidez inexplicable la invadió y, sin poder evitarlo, sus instintos maternales afloraron.

Acercó su mano con suma delicadeza y empezó a acariciar los suaves cachetes de la niña. Luego, deslizó sus dedos hacia su cabello, peinándolo con esmero.

Una sonrisa apareció en el rostro de la sirvienta. En su mente, deseó poder compartir ese momento con su héroe.

Rem susurró con anhelo mientras acariciaba la cabeza de la niña.

Rem: "Subaru-kun...".

Al oír ese nombre, Spica alzó la cabeza y miró a su madre. Una sonrisa iluminó su pequeño rostro mientras exclamaba con entusiasmo:

Spica: "¡P-p-papá!".

Los ojos de Rem se abrieron con asombro. Y, tras unos segundos de silencio, comprendió al fin. Su héroe había salvado a esa niña. En este Teatro todo era posible. No era descabellado pensar que su Guardián hubiera traído una versión futura de Rui Arneb, una versión redimida... salvada por Subaru.

Rem habló con alegría, y sus mejillas se tiñeron de rojo mientras las lágrimas caían sin contención.

Rem: "¡Subaru-kun!".

Spica respondió abrazándola con aún más fuerza, y por primera vez, sin ataduras, sin máscaras, Spica Natsuki se unió al elenco.

Los dos observadores le dedicaron una cálida sonrisa a la pareja de madre e hija que estaban dentro de la habitación, Julius le indico a Félix para volver a sus respectivos campamentos y el chico gato accedió haciendo una reverencia al caballero de cabello purpura antes de partir por caminos separados.

PERSPECTIVA: EMILIA Y BEATRICE.

Emilia y lo que restaba de su campamento - ya que Otto, Frederica, Rem y Garfiel habían tomado su propio camino-, se dirigieron a su habitación designada.

Emilia vio de reojo a Beatrice, finalmente ella tendría esa seria platica que tanto había postergado por las visualizaciones.

Emilia:" Ram-san, ¿Podrías dejarme un tiempo a solas con Beako?". Pregunto Emilia con calidez en su voz.

Ram lo pensó un poco, pero rápidamente respondió:

Ram:" Claro, Emilia-sama". Seguido de esto salió junto con Roswaal de la habitación.

Roswaal desvió un poco la mirada hacia Beatrice, "Espero que puedas hacer algo por ella, Emilia-sama", pensó internamente, él deseaba que su pequeña hermana pueda vivir feliz y sin remordimientos.

La puerta se cerro cuando la criada de cabello rosa y el Marques de ojos monocromáticos salieron de la habitación, dejando a Emilia y Beatrice solas para que puedan conversar.

Un incomodo silencio se apodero de la habitación, hasta que una pequeña pero tierna voz hablo para romper el hielo.

Beatrice:" Bueno... ehmm... ¿Qué es de lo que querías hablar con Betty, supongo?". Preguntó la pequeña espíritu con voz baja y tímida.

Emilia recostó a Subaru en la cama de la habitación, y lo arropó con las cobijas de la misma.

Emilia:" De lo que quería hablar es... sobre ti Beako". Declaro la semi elfo bajando un poco el tono de su voz, lo que hizo que Beatrice se estremeciera ligeramente.

Beatrice:" Creo que ya me lo esperaba, supongo...". Respondió Beatrice con la cabeza baja.

Emilia miro por un instante que las manos de Beatrice temblaban, así que se dejo de rodeos y fue directo al grano:

Emilia:" Beako, no deberías culparte por las tragedias de Subaru, eso no es lo que él querr-". Emilia fue interrumpida por un repentino grito por parte del espíritu.

Beatrice:" ¡¡ESO YA LO SÉ TONTA, SUPONGO!!". Seguido del grito, lagrimas empezaron a bajar por sus mejillas mientras alzaba la mirada para encarar a Emilia. "¡¡SIMPRE LO DICEN, TANTO TÚ COMO EL CONTRATISTA DE BETTY LO DICEN; QUE BETTY NO TIENE QUE CULPARSE, PERO ¿COMO PODRÍA HACER ESO?, YO LE HE CAUSADO MUCHO DOLOR AL SUBARU DE BETTY, NO LO HE PODIDO PROTEGER DE NADA, Y SOLO HE SIDO UN ESTORVO PARA ÉL, ¿COMO ALGUIEN RACIONAL PODRÍA SOPORTAR A UN ESPIRÍTU TAN INUTIL COMO YO?, SOLO EL SUBARU DE BETTY PUEDE, Y AÚN ASÍ NO PUEDO DEVOLVERLE NI UNA FRACCIÓN DE LO QUE ÉL SACRFICO POR MI; !POR NOSOTROS!, Y ESO ME FRUSTRA HASTA MÁS NO PODER, INCLUSO DENTRO DE ESTE TEATRO FUI TOTALMENTE INUTIL Y NO PUDE PROTEGER A MI CONTRATISTA DEL AGARRE DE ESA ARZOBISPO, SI DENTRO DE UN LUGAR TAN SEGURO COMO ESTE NO PUDE PROTEGERLO, ¡¡¿COMO PUEDO SIQUIERA HACERME LA IDEA DE PROTEGERLO DE LA ATALAYA DE LAS PLEYADES?!!". Parecía ser que Beatrice quería decir más, pero finalmente rompió en llanto y se derrumbo de rodillas al suelo, las lagrimas cayeron al unísono de sus tristes gemidos, Beatrice finalmente se había roto.

Emilia observo la escena impotente sin saber que hacer, simplemente se quedo paralizada en el lugar en el cual estaba parada, algunas lagrimas empezaron a aparecer en las comisuras de sus ojos.

Emilia:" ¿Eh?". Logro decir la semi elfa antes de derrumbarse de rodillas al suelo al igual que Beatrice, las palabras de la pequeña espíritu habían calado hasta lo más hondo de su ser, el sentimiento de insuficiencia lleno su cabeza por completo, "¿Qué hago ahora?", fue el pensamiento que paso por su mente en ese momento.

Las dos se derrumbaron a llorar a mares, sentimientos contradictorios rondaban por su mente, no querían dejarse romper, pero sus emociones eran mucho más fuertes que cualquier deseo que tuvieran.

Emilia:" ¿Q-que es lo que harías t-tu S-Subaru?". Pregunto con una voz baja y completamente quebrada por su llanto.

El silencio reino en la habitación después de esa pregunta, ninguna de las dos estaba en un estado favorable para poder entablar una conversación, y así se quedaron por un buen rato, los minutos pasaban, pero parecían horas para las dos, querían recomponerse pero no sabían como, "Si tan solo pudiera escuchar su voz, seguramente tendría el valor...", era el pensamiento que rondaba por sus cabezas, pero ellas sabían muy bien que un milagro así no ocurriría, así que solo permanecieron en un silencio sepulcral...

"¡No me rendiré, no importa cuantos intentos me tome, yo llegaré a mi final feliz!"

Resonó una voz conocida por las dos ocupantes de la habitación, alzaron la vista y se voltearon a ver al chico dormido en la cama del cuarto, él seguía impasible, con una respiración rítmica y una expresión serena, nada había cambiado; entonces, "¿Acaso fue una alucinación?", pensaron ambas chicas intentado buscar una respuesta a la voz que habían escuchado.

Intentando recordar algo útil, se les vino a la cabeza la única persona en ese Teatro que podría hacer algo así... El Guardian.

Emilia:" ¿Guardian, esta usted cerca?". Pregunto la semi elfa con los ojos ocultos por su flequillo y con un tono tan gélido que podría congelar hasta el mismo Sol.

"¡Vaya, Vaya!, Así que me descubrieron, que peeenaa; ¡pero deberían de haber vito la expresión en sus rostros!, hasta yo me conmoví de la falsa de esperanza que pude ver en su expresión durante un segundo, HAHAHA!"

La molesta y vanidosa voz del Alcaide resonó en la habitación, haciendo que la melancolía de Beatrice y Emilia se convirtiera en furia ciega dirigida a su "Guardian".

Beatrice:" ¡¿ACASO TE PARECE GRACIOSO, SUPONGO?!". Gritó Beatrice con clara furia en su expresión y tono de voz.

Emilia no hablo, pero su expresión decía más que mil insultos, ella estaba verdaderamente enojada, si hubiera podido habría disparado decenas de estacas de hielo hacia la prominencia de la molesta voz.

"Tal vez lo disfrute un poquito... ¡NAH!, ¡Lo disfruto a más no poder!"

La temperatura de la habitación empezó a bajar drásticamente, Emilia aunque no pudiera usar su magia de hielo, aun podía controlar la temperatura del entorno según sus emociones, y ella no podría estar más enojada por la sádica burla de su Guardian.

Emilia:" ...Retráctate...". Susurro con una voz llena de intenciones asesinas.

"Perdón no te escuche, parece ser que se me metió un poco de tu patético hielo a mi oído, HAHAHA"

Emilia quería congelar hasta la muerte al autor de esa molesta voz, realmente lo deseaba, su impotencia subió a tal grado que empezó a apretar sus puños tan fuerte que sus uñas se clavaron a la palma de sus manos haciéndolas sangrar a chorros.

Beatrice lo único que podía hacer era apretar los dientes con furia, juró que mataría a ese desgraciado, pero era solo una promesa por la emoción del momento, ya que en el fondo sabía que no podría hacer nada para lastimar al Guardian...

"¡Enserio que ustedes dos son muy entretenidas!, sus expresiones de desesperación son un deleite para mi exigente paladar, ¡¡Espero que puedan solucionar su problemita antes de que acabe el descanso porque la desesperación apenas acaba de comenzar!!"

De un momento a otro sintieron que la presencia del Guardian había desaparecido, soltaron un suspiro cargado de desdén y se callaron...

Después de un largo rato, una voz hablo:

Beatrice:"... No podemos dejar que ese tipo se salga con la suya, supongo...". Dijo Beatrice con voz baja y un tono gélido.

Emilia:"... ¿Cómo se supone que hagamos eso?, al fin y al cabo es del Guardian de quien estamos hablando...". Respondió la semi elfa mirando de reojo a la pequeña espíritu que empezaba a levantarse de su lugar.

Beatrice se giro lentamente hacia Emilia, la miro a los ojos, y finalmente hablo:

Beatrice:" Destruyendo su diversión, supongo". Con un brillo vengativo en sus ojos de mariposa hablo a la desconcertada semi elfa.

Emilia:" ¿Eh?". Fue el único sonido que escapo de su boca debido al desconcierto, volteo la mirada completamente a Beatrice y la miro con un dejo de curiosidad por lo que tuviera que proponer para vengarse del Alcaide.

Beatrice:" Ese idiota se jacta de nuestro sufrimiento, es como un súcubo de emociones negativas, por lo que Betty propone que no caigamos en su sucio juego, si él hizo acto de presencia en esta habitación era para reforzar nuestras emociones negativas, así que haremos totalmente lo contrario a lo que ese desalmado desea, ¿Tu que piensas, supongo?". Propuso la pequeña espíritu y extendió su mano a la semi elfa.

Emilia no comprendió de inmediato a qué se refería Beatrice. Las palabras de su pequeña compañera resonaron en su mente como un eco difuso, pero tras un breve silencio, lo entendió con claridad.

El "Guardián" no los había reunido en ese Teatro para apoyar a Subaru. No, su verdadero propósito era otro: disfrutar del sufrimiento ajeno, deleitarse con la desesperación de quienes observaban impotentes el destino cruel de un ser querido. Su "Alcaide" no era un protector ni un guía. Era un ente retorcido, un ser despreciable que se regocijaba en el dolor y la tragedia.

Esa realización encendió una chispa en su interior.

Sin decir una palabra, Emilia tomó con firmeza la mano de Beatrice y se puso de pie. Sus ojos amatistas brillaban con una determinación renovada, una llama ardiente que parecía desafiar la oscuridad misma.

"No permitiré que siga jugando con nuestras emociones." Pensó con fuerza.

Ya no era la misma chica que se perdía en la confusión y el miedo. Emilia no volvería a caer en los juegos mentales del Alcaide. Esta vez, superaría cualquier dificultad que se interpusiera en su camino. No importaba cuán sombrío fuera el futuro, ella estaría allí, junto a Subaru, como su apoyo inquebrantable.

Porque ese era el camino que Emilia había elegido seguir.

"Tsk... Mehh.. ¿Qué más da?, sigo teniendo muchas más marionetas con las que jugar y deleitarme, incluso si osan desafiarme, estoy más que seguro que no aguantaran lo que se aproxima"

La voz de Fomalhaut resonó en un espacio envuelto por una oscuridad absoluta, un lugar donde la luz no existía y el tiempo parecía haberse detenido. Allí, solo dos presencias se encontraban: él, el Guardián, y Satella, la Bruja del Fin.

La figura del Alcaide se materializó brevemente entre las sombras, su silueta apenas visible bajo la negrura que lo envolvía como un manto. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, cargada de malicia y desprecio.

Satella lo observaba con furia contenida, sus ojos como abismos rebosaban odio y un dolor antiguo, tan profundo que amenazaba con consumir todo a su alrededor. Pero Fomalhaut no parecía afectado por esa mirada; al contrario, parecía deleitarse con ella.

"Siempre tan dramática..."

Sus palabras se desvanecieron con un eco cruel, y antes de que Satella pudiera decir una sola palabra, su figura se disipó en la oscuridad, como si nunca hubiera estado allí.

De nuevo, el silencio gobernó ese lugar olvidado del mundo, pero la rabia de Satella ardía como una llama perpetua, silenciosa... pero imparable.

PERSPECTIVA: EL TEATRO.

"¡Muy bien mis queridas marionetas!, su descanso ha terminado, regresen a la sala del Teatro cuanto antes para continuar con las visualizaciones"

La voz de Fomalhaut retumbó en cada rincón del Teatro, clara y resonante como una campana en medio del silencio.

Desde el sector de la princesa comerciante, Anastasia apareció con su elegante porte habitual, flanqueada por Julius, él cual tenía una mirada tranquila, y Tivey, él cual estaba ocupado conteniendo a su hermano para que no asesinara a Garfiel por acaparar a su querida hermana.

En otra esquina, los miembros del campamento de Crusch entraron en fila ordenada. La duquesa encabezaba el grupo, su expresión serena como siempre, mientras Félix caminaba a su lado, jugueteando con su cola.

El sector de Priscilla no pasó desapercibido. La mujer pelirroja se acomodó con teatralidad sobre su sillón, abanicándose con gracia, y su sonrisa altiva desbordaba desdén hacia todos los presentes.

Priscilla: "Qué espectáculo tan vulgar... Espero que al menos el plebeyo del Teatro tenga la decencia de entretenernos debidamente". Comentó mientras cruzaba las piernas, su tono regodeándose en cada palabra.

Mientras tanto, el grupo de Emilia llegó con notable menos gente de lo habitual. La mitad de sus miembros se habían separado por caminos diferentes.

Garfiel entró arrastrando los pies, con los colmillos apretados por la molestia. Sobre su espalda iba Mimi, aferrada como una garrapata alegre.

Mimi: "¡No quiero bajarme, Garf! ¡Eres mucho más cómodo que una silla!". Exclamó con una risita contagiosa.

Garfiel: "Tch... Bájate de una vez, mocosa. No eres una bandita para pegarte a Mi Increíble yo así nomás". Refunfuñó, pero no hizo nada por sacarla, causando que un muy alterado Hetaro apretara los dientes con rabia.

Petra y Meili se acercaron discretamente a sus asientos. La pelirroja intercambió unas palabras con Emilia mientras Meili se encogía tímidamente a su lado.

Meili asintió, en silencio, sin saber cómo reaccionar a esa calidez tan ajena para ella.

Por otra parte, Frederica y Otto entraron tomados de la mano, sus pasos sincronizados y tranquilos. El ambiente se volvió tenso cuando Garfiel los vio.

Garfiel: "..."
Su mirada se tornó feroz al ver a su hermano jurado tan cerca de Frederica. Solo la firme presión de Mimi en sus hombros impidió que estallara.

Mimi: "¡Garf, no arruines el teatro! ¡O el Guardian te conviertirá en puré de hombre lobo!". Le susurró divertida, aunque con cierta seriedad tras sus palabras.

Garfiel finalmente ceso sus intentos por arremeter contra Otto y suspiro con pesadez.

Cerca del final, Rem entró acompañada de una pequeña niña rubia que causó un murmullo casi inmediato entre los presentes. Spica, aferrada a la mano de Rem, caminaba con timidez mientras las miradas ajenas la atravesaban.

Varios espectadores no ocultaron su repudio ante la presencia de la Arzobispo de la Gula con aspecto de niña. Pero Rem la protegió con firmeza, colocándose delante de ella.

Rem: "No teman. Ella no es una amenaza... no mientras esté conmigo". Aseguró con una sonrisa cálida, sin permitir que el juicio de los demás afectara su tono.

El resto del campamento aceptó sus palabras a regañadientes. La desconfianza seguía latente, pero nadie se atrevió a contrariarla abiertamente. Las reglas del Teatro eran claras y la paciencia del Guardián estaba visiblemente al límite.

Por otro lado, la entrada más escandalosa fue, sin duda, la del campamento de Felt. Reinhardt avanzó con la ex ladrona sentada sobre sus hombros, como si fuera la gran ganadora de algún torneo callejero.

Felt: "¡Mírenme bien, gusanos! ¡Así es como entra una verdadera reina!". Gritó entre risas, alzando los brazos con arrogancia mientras Reinhardt caminaba con total naturalidad, sin inmutarse.

Reinhardt: "Por favor, Felt-sama, tenga cuidado de no perder el equilibrio". Dijo con serenidad, como si llevarla a cuestas fuera parte de su rutina diaria.

Felt: "¿Equilibrio? ¡El mundo debería girar a mi alrededor, Rein! ¡Jaja!". Replicó entre carcajadas, disfrutando de la atención.

Priscilla le dedicó una mirada severa a la ex ladrona por dicho comentario que claramente hacia referencia a ella.

Una vez todos estuvieron en sus lugares, algunos aún mascando tensiones internas, la voz de su Guardián volvió a sonar, ahora más grave, más solemne, casi como si el mismísimo telón del destino estuviera por abrirse:

"Entonces... ¡Que se levante el telón una vez más! El pasado de Natsuki  Subaru  se reanudará ante sus ojos. Prepárense para la verdad... o para ser quebrados por ella para mi propio disfrute, ¡Suerte mis pequeñas marionetas!"

Emilia y Beatrice le dedicaron una mirada llena de odio a la pantalla, asimilando como si fuera su Guardian quien estaba tras ella.

Finalmente la pantalla se encendió y el siguiente capítulo de la vida de Natsuki Subaru se retomó...

FIN DEL (DESCANSO: 2)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Este ha sido uno de las capítulos mas divertidos de escribir, jejeje~.

Bueno he incluido a Spica como nueva integrante y decidí aplazar la llegada de Shaula para un descanso posterior, espero que no les moleste la decisión.

Muchas Gracias a todos los lectores de este Fic, a día de hoy llevamos 3.000 lecturas, gracias por el apoyo.

Bueno estas notas serán más rápidas que de costumbre, no tengo mucho que agregar, pero espero que me dejen sus recomendaciones en los comentarios para incluir más ideas en el próximo capítulo.

Todas las críticas son bienvenidas!.

Bueno nos vemos este fin de semana con el nuevo capítulo, que la pasen bien!!, su autor de confianza, Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:14/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 13022

Chapter 6: De vuelta a la Mansión Mathers (CAPÍTULO: 2)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

De vuelta a la Mansión Mathers (CAPÍTULO: 2)

"Entonces... ¡Que se levante el telón una vez más! El pasado de Natsuki  Subaru  se reanudará ante sus ojos. Prepárense para la verdad... o para ser quebrados por ella para mi propio disfrute, ¡Suerte mis pequeñas marionetas!"   

Emilia y Beatrice le dedicaron una mirada llena de odio a la pantalla, asimilando como si fuera su Guardian quien estaba tras ella.

Finalmente la pantalla se encendió y el siguiente capítulo de la vida de Natsuki Subaru se retomó...

En la pantalla aparecieron unas letras, formando el titulo del capítulo: EN EL CAMINO 

Algunos miembros del elenco intentaron sacarle algunas teorías a dicho titulo, pero no daba mucho de que pensar, así que se resignaron y continuaron viendo.

Spica por su parte estaba algo inquieta en el regazo de Rem, la cual estaba intentando mantener a la pequeña niña lo menos aburrida posible, como lo haría una autentica madre.

La escena enfoco a Julius, Subaru y Beatrice conversando junto a una fogata. 

Los ojos de Spica se iluminaron al ver a su "padre" en la pantalla, aunque hizo unos pequeños pucheros de envidia al ver a la pequeña espíritu sentada en el regazo de su "padre".

Rem acaricio maternalmente el cabello de la pequeña, algo que la calmo y Spica actuó más tranquila debido a la comodidad de las caricias de su madre.

Crusch: "Parece que las visualizaciones retomarán justo desde el punto en que partieron de Priestella hacia la mansión Mathers, para prepararse antes del viaje a las Dunas". Observó la duquesa con atención, captando el detalle del hilo narrativo que se reanudaba.

Emilia: "¡A mí también me parece bonito ver cómo Subaru y Julius-san interactúan más abiertamente!". Comentó con una sonrisa algo forzada; aunque sus palabras eran amables, aún cargaba la tristeza por el accionar de su Guardián durante el descanso anterior.

Hetaro: "Aunque, por lo que me contaron, las circunstancias de esa interacción no son precisamente las mejores...". Murmuró el trillizo, con un dejo de tristeza reflejado en su voz al pensar en su amigo.

El elenco entero bajó la mirada, un velo de melancolía cayendo sobre ellos al recordar la amarga realidad de ese Julius: uno que solo podía interactuar con Subaru porque él era la única persona en todo el mundo que aún lo recordaba.

Anastasia, por su parte, observó en silencio a la inusual pareja. Hasta antes de entrar a ese Teatro, jamás habría imaginado a su caballero y a Subaru compartiendo momentos juntos. Y, sin embargo, ahora esa cercanía le resultaba conmovedora. Fue un pequeño regalo inesperado para su corazón. Volvió a mirar la pantalla, con una mezcla de nostalgia y afecto brillando en sus ojos.

"-En realidad no soy el hijo legítimo de la casa Juukulius".  

Varios miembros del elenco se sorprendieron profundamente ante la afirmación del caballero olvidado. Julius era actualmente uno de los mayores referentes de la familia Juukulius, por lo que sus palabras resultaban chocantes: nadie esperaba que él mismo negara ser hijo de dicha familia.

Félix: "¿A qué te referías con eso, Julius-kyun?". Preguntó juguetonamente el Femboy, ladeando la cabeza con falsa curiosidad, ya que él ya sabía del pasado de su amigo, pero quería molestarlo para aligerar el ambiente.

Julius reflexionó por un momento antes de responder. Su mirada se desvió brevemente hacia la pantalla, como si buscara la mejor forma de decirlo sin caer en las burlas de Félix o repetir lo inevitable, y finalmente contestó:

Julius: "Creo que lo más adecuado es que mi versión en la pantalla se encargue de explicar ese asunto. Sería contraproducente repetir la misma historia dos veces". Respondió con elegancia, aunque con una sonrisa ligera en los labios.

Félix hizo un pequeño puchero al escuchar la evasiva.

Félix: "A veces eres muuuuy aburrido, Julius-kyun". Murmuró con voz baja, claramente decepcionado porque sus planes fueron frustrados por la elegancia de Julius.

Julius soltó una leve risa ante el comportamiento de su amigo felino y volvió su atención hacia la pantalla, esperando el desarrollo de los eventos.

Sentado formalmente en el suelo frente a la hoguera, Julius murmuró esas palabras con un tinte sombrío en los ojos.

 Subaru escuchaba mientras peinaba a Beatrice, mientras ella se sentaba en sus rodillas. Como espíritu artificial, su cuerpo estaba siempre inmaculado y en óptimas condiciones. Aun así, Subaru consideraba una parte importante de su vínculo el cepillarle siempre el cabello antes de acostarse. Le permitía profundizar su conexión con su preciada compañera mientras charlaban tranquilamente sobre cómo les había ido el día.

"Entonces, ¿por qué elegiste este momento exacto para soltarnos una revelación tan masiva?" 

"Mis disculpas. Sólo pensaba que si dejaba pasar este momento, no estaba seguro de cuándo tendría otra oportunidad".

Subaru frunció el ceño mientras Julius respondía, sin parecer tan arrepentido como sugerían sus palabras. Era el tipo de reacción que podía interpretarse fácilmente como altanería. Eso ola actitud relajada propia de estar entre amigos.

"Entonces, por no ser el hijo legítimo, ¿quieres decir...?"

"En el sentido de que no soy hijo directo del actual jefe de la casa Juukulius. Alviero Juukulius, el actual jefe, es mi padre adoptivo. Mi padre de sangre es su hermano menor, Klein Juukulius. Cuando mi padre falleció, mi familia actual me acogió". 

El campamento de la princesa comerciante abrió ligeramente la boca ante la revelación, aunque la propia Anastasia no se mostró particularmente sorprendida. Gracias a su vasta red de contactos, ya conocía parcialmente estos detalles del pasado de su caballero. Sin embargo, le parecía algo irrespetuoso que esa pantalla revelara interacciones tan personales entre Julius y el joven de cabello negro. Aun así, con el paso del tiempo dentro de ese Teatro, ya se había acostumbrado —al menos en parte— a que las visualizaciones invadieran su privacidad sin ningún tipo de reglamento.

Mimi: "Eso explicaría por qué no eras tan apegado a Joshua-san... después de todo, no estaban relacionados por sangre". Comentó con las cejas ligeramente caídas, comprendiendo el peso de lo que eso implicaba.

Julius desvió la mirada, avergonzado. Nunca había sabido cómo relacionarse correctamente con su hermano... o mejor dicho, con su hermanastro. Joshua lo tenía en alta estima, lo admiraba sinceramente, pero él no se sentía digno de recibir tales elogios. Por ello, lo único que podía hacer era lamentarse en silencio.

Al, que observaba la escena con genuina curiosidad, decidió tomar nota en una pequeña libreta que había creado gracias a los beneficios otorgados por el Guardián. Con su única mano, escribió con rapidez una frase clave.

"Esta información me puede ser útil en el futuro..." Pensó, anticipando posibles conflictos derivados de sus propias acciones durante el caos en Priestella.

"Ya veo... Ah, entonces eso significa que tienes dos padres y dos madres", comentó Emilia.

Los ojos de Julius se abrieron de par en par por un momento. Casi parecía asombrado por la idea, pero luego su expresión se suavizó ligeramente.

"Así es". Asintió, aún sonriendo.

Los miembros del elenco llegaron a una conclusión con la afirmación dicha por la semi elfa en la visualización: Emilia es tonta.

A pesar de todo, hubo un pensamiento compartido que cruzó las mentes de algunos presentes: si Subaru estuviera despierto y hubiese visto ese momento, sin duda habría pasado un buen rato alabando con entusiasmo la ternura infantil de Emilia, como si ese tipo de comentarios no hicieran más que reforzar su adoración por ella.

"¿Qué?¿He dicho algo extraño?".

"No, en absoluto. En todo caso, fue la esencia de Emilia-tan. Muy E M T".

"Lo siento, no tengo ni idea de lo que estás hablando".

Subaru hizo una mueca mientras Emilia hacía pucheros. Estaba prácticamente enfurruñada.

Sin embargo, no intentaba ser sarcástico ni nada por el estilo. Si era sincero, su forma de pensar completamente inocente y naturalmente amable había sido increíblemente conmovedora, y Julius probablemente pensaba lo mismo.

Por eso estaba jugando con su flequillo como siempre.

Emilia, aunque a veces no entendía los "Subarismos" que su caballero usaba al hablar, siempre encontraba consuelo y alegría en ellos. Sabía que cada palabra salida de su boca, por extraña que sonara, estaba impregnada de un cariño genuino, de un aprecio que no necesitaba traducción. Eso bastaba para hacer que su corazón se acelerara y casi olvidara las burlas constantes del Guardián.

Varias damiselas presentes que también albergaban sentimientos hacia el joven de cabello negro hicieron pucheros llenos de envidia. Después de todo, Subaru no usaba con ellas ese tipo de modismos cargados de afecto; los reservaba solo para la semi elfa.

Crusch desvió la mirada hacia el techo del Teatro, con el entrecejo levemente fruncido. Un tenue rubor se extendió por su rostro. Por muy racional y serena que fuera, no pudo evitar pensar, aunque fuera en voz baja para sí misma, que también quería un apodo especial... uno dicho con esa calidez única que caracterizaba a Subaru.

Petra, en un intento por apaciguar su propio fastidio, estiró los brazos para abrazar a su maestra, buscando consuelo. Sin embargo, al girarse, se dio cuenta de que Frederica no estaba a su lado. Confundida, la buscó con la mirada por todo el Teatro, y la encontró acurrucada junto a cierto comerciante de cabello ceniciento. Al verlos así, el puchero de Petra se volvió aún más marcado, y terminó cruzándose de brazos, cerrando los ojos con un suspiro de indignación.

Anastasia, por su parte, no disimuló ni un poco la envidia que sentía. Su mirada se clavó en la semi elfa con un puchero y un rubor creciente en sus mejillas. Se recostó bruscamente contra el espaldar de su asiento y comenzó a acariciar a Foxidna con algo de rudeza para aplacar su frustración romántica.

"Cuando haga mi movimiento, él será mío", pensó con una sonrisa orgullosa asomando en su rostro.

Foxidna solo suspiró con pesadez ante la tontería que había invadido a su hija desde que se enamoró de ese chico.

Rem, en cambio, no sintió ni un ápice de envidia. Ella ya tenía un apodo especial, "Rem-rin", y además, estaba por delante de Emilia en algo mucho más profundo. Ya había formado una familia con Subaru. La prueba viviente de ello descansaba tranquilamente en su regazo: una pequeña de cabello rubio que se acurrucaba contra su pecho. Con una sonrisa tranquila, Rem acarició a Spica con ternura. La niña respondió con algunos sonidos adorables, y la criada no pudo evitar sentirse victoriosa mientras volvía su mirada a la pantalla.

La luna estaba oculta por unas escasas nubes, por lo que la hoguera era lo único que iluminaba su entorno.

Mirando a su alrededor, a los rostros reunidos, Subaru volvió a sorprenderse de lo extraño que era el grupo.

Dejando atrás la Ciudad de la Puerta del Agua, su grupo había puesto su miras en los confines orientales del mundo.

Su objetivo era contactar con el Sabio que se rumoreaba residía en las lejanas Dunas de Augria. Encontrarse con el sabio omnisciente y afamado héroe les daría la oportunidad de recibir algo de sabiduría.

Incluso la recopilación preliminar de información hacía pensar que se trataba de un viaje increíblemente difícil.

Augria era un hervidero de peligrosas bestias demoníacas e invadida por un aterrador miasma que acechaba la tierra.

Más que nada, lo que hacía que sonara como el lugar más infernal del mundo era...

"Un infierno que ni siquiera Reinhard consiguió atravesar... Como dijo el propio hombre, esa frase te hace perder toda esperanza en cuanto la oyes".

Se trataba del mismo Reinhard que, por lo que se veía, había regresado vivo de la luna. El hecho de que no pudiera atravesar aquellas dunas arenosas hizo sentir a Subaru como si estuvieran apunto de desafiar algo que los humanos nunca estuvieron destinados a superar. 

La preocupación del elenco se agudizó al recapitular el destino al que Subaru estaba por dirigirse: la Atalaya de las Pléyades. Aquel lugar infame hacía temblar incluso a los más fuertes, una torre inalcanzable incluso para el mismísimo Santo de la Espada.

"En serio que esa frase te hace perder toda esperanza", pensaron todos al unísono. Nadie en el Teatro podía imaginar cómo su querido amigo lograría superar semejante adversidad.

Reinhardt, por su parte, no se dejó arrastrar por el autodesprecio que lo invadía cada vez que se enfrentaba a sus propias limitaciones. Esta vez, en lugar de hundirse, decidió reunir toda la información posible para poder ayudar a Subaru. Un brillo de determinación encendió el azul profundo de sus ojos, tan firme como pocas veces se lo había visto.

Felt, que ya estaba mentalmente preparada para soltarle una buena reprimenda por su acostumbrado complejo de insuficiencia, se quedó en silencio al ver cómo su caballero procesaba lo que ocurría. Aquello la tomó completamente por sorpresa.

Esbozó una pequeña sonrisa y, sin decir nada, alzó la mano para revolverle suavemente el cabello a Reinhardt. Él, sorprendido al principio por el gesto inesperado, terminó por aceptarlo con una sonrisa tranquila, cálida, distinta a las que acostumbraba mostrar. 

"Eso sólo significa que tenemos que hacer lo imposible. Esta es una misión de rescate, no una misión suicida".

Por muy desesperadas que parecieran las probabilidades, tendrían que encontrar la manera de perseverar. El propósito de este viaje era dar esperanza a todas las personas a las que les habían robado su futuro, concederles el derecho a volver a tener un mañana.

"Tu cara da miedo, Subaru".

Cuando empezaba a darle vueltas a ese sombrío pensamiento, sintió un codazo en la mejilla. 

Era Beatrice, que estaba apoyada con todo su cuerpo contra su pecho. Jugueteando con su pelo, le miraba cariñosamente con esos ojos suyos tan característicos.

"Si te vas a preocupar tanto que se te hace papilla la cabeza, entonces mejor céntrate en nuestro pellejo. Si no, la adorabilidad de Betty se echará a perder".

"¿De qué estás hablando...? ¡Santo cielo, es verdad! ¡Puedo ver cómo tu ternura se evapora en el aire!"

"¡No es verdad! ¡Qué grosero! ¡Betty está tan encantadora como siempre!"

Ella infló las mejillas y saltó de su regazo.

"Sólo bromeaba", dijo Subaru riendo.

Beatrice: "¡Hmph! El Subaru de Betty debería tener mayor consideración por Betty y no burlarse de ella, supongo". La pequeña espíritu se cruzó de brazos con un leve bufido. Su intención no era quejarse en serio, sino aligerar un poco el ambiente y despejarse de los pensamientos pesimistas que la rondaban.

Petra: "Subaru-sama a veces es algo descuidado en esos aspectos, jeje~". Río con suavidad, apoyando la declaración de su amiga con ternura en la voz.

Meili: "El hermanito es un tonto en ocasiones". Dijo con los ojos cerrados, ladeando la cabeza de un lado a otro con falsa resignación, claramente sin ninguna mala intención.

Spica: "¡Uah!". Soltó ese sonido mientras alzaba el brazo hacia arriba, imitando la pose característica de su "padre", con una energía que provocó una sonrisa en más de uno -aunque a algunos aún no les agradaba la niña-.

Rem observó la travesura de su hija con una mezcla de ternura y orgullo. Le parecía adorable la forma en que Spica intentaba parecerse a Subaru, como si en su pequeño mundo no hubiera figura más grande que él.

Entonces, ante la escena de las cuatro niñas, cierto mercenario de aspecto canino no pudo resistirse a hacer un comentario:

Ricardo: "¡EL PODER DEL LOLIMANCER!". Gritó a todo pulmón, arrancando carcajadas en buena parte del Teatro. La tensión se rompió al instante, y una atmósfera más liviana se adueñó de la sala.

Las cuatro pequeñas protagonistas de la burla hicieron un puchero sincronizado, hinchando ligeramente las mejillas, pero al final decidieron no responder para no echar más leña al fuego de las bromas.

Beatrice no se dejó convencer y fue directa hacia Emilia, quien le hacía señas para que se acercara.

Se apoyó en el pecho de Emilia mientras ésta sonreía.

"Emilia, ya es hora de irse a la cama. Estar despierta toda la noche es malo para el cuerpo".

"Así es. ¿Por qué no duermes conmigo esta noche como castigo porque Subaru fue malo?".

"Un castigo adecuado".

Las dos estaban totalmente de acuerdo en que Subaru era el malo.

Beatrice se frotó los ojos con sueño mientras Emilia la cogía de la mano. Ella miró a Subaru mientras se llevaba a la niña.

Emilia y Beatrice esbozaron una sincera sonrisa al ver la divertida interacción que acababan de presenciar en la pantalla.

"Ojalá todo fuera así de alegre todo el tiempo", pensaron ambas con un dejo de anhelo, mientras dirigían la mirada al chico de cabello negro que yacía dormido a su lado. O en el caso de Beatrice, debajo de ella, cual almohada humana elegida por derecho ancestral.

A pocos asientos de distancia, Anastasia apoyó un dedo en su mentón mientras murmuraba una idea con total seriedad... o al menos eso parecía.

Anastasia: "Hmm... tal vez, si le ofrezco a Mimi como soborno, acepte una cita...". La princesa comerciante frunció los labios, orgullosa de su plan tan bien calculado. Foxidna, sin embargo, simplemente suspiró con una mezcla de fastidio y compasión.

Foxidna: "Ni en mil contratos permitiré que se acerque con ese propósito a esa pobre criatura", pensó, revolviendo la cola con resignación.

Julius miró de reojo a su Dama, algo incómodo por la escena. Aún no lograba acostumbrarse a la nueva dinámica que su Dama había adoptado respecto a Subaru.

Ricardo, al oír los murmullos de su hija adoptiva, no pudo evitar reír internamente. Le agradaba ver cómo Anastasia empezaba a dejarse llevar un poco más por sus sentimientos en lugar de solo por la lógica.

Mientras tanto, Tivey y Hetaro se miraron mutuamente con una expresión entre pánico y resignación.

Hetaro: "...¿Le diré yo o le dices tú que no puede regalar a Mimi?"

Tivey: "...Si tú sobrevives, yo me encargo del funeral."

Ambos suspiraron al mismo tiempo, encogiéndose de hombros con la esperanza de que Anastasia olvidara ese "plan" tan rápidamente como lo había concebido.

Y Mimi, ajena al destino que casi le había sido asignado, seguía tarareando alegremente mientras jugueteaba con el cabello de Garfiel.

Después de verlas volver al carruaje del dragón, Julius tomó la palabra.

"Esas dos juntas son encantadoras".

"Parecen las mejores amigas, ¿verdad? Hace poco más de un año, eran muy diferentes".

"Es difícil de creer... ¿en un solo año? Si estuviste involucrado, supongo que es posible"

El elenco asintió en confirmación. Ya todos habían aprendido de primera mano el poder que tenía Natsuki Subaru para cambiar a las personas... y siempre para bien.

Al desvió la mirada hacia Subaru, quien seguía dormido, rodeado por las atentas miradas de varias doncellas. Bajó la vista por un instante y se tocó el brazo mutilado, sumido en un pensamiento fugaz: "Con tanto apoyo... Bro puede llegar a ser un problema".

Priscilla, por su parte, soltó un suspiro leve y se resignó a esperar que la pantalla mostrara algo digno de su atención. Hasta entonces, se limitó a observar con elegancia sus uñas mientras se abanicaba con estudiada indiferencia.

Subaru se rascó la mejilla mientras Julius le miraba, con un brillo en los ojos. No se podía negar que la presencia de Subaru formaba parte de ello, pero sintió que reconocer ese hecho sólo parecería egocéntrico, así que cambió rápidamente de tema.

"Entonces, sobre lo que decías antes...".

"¿Te refieres a mi familia?"

"Cierto. Emilia es un poco cabeza hueca, y Beako fue lo bastante considerada como para no decir nada, pero hablar del pasado en una situación como ésta es..." 

Emilia hizo un pequeño puchero y tomó la mano de Subaru con delicadeza. La calidez de su palma adormecida le brindó algo de consuelo, como si así pudiera reconectarse con él aunque siguiera dormido.

Varios miembros del elenco desviaron la mirada al ver el gesto, algunos con tristeza, otros con resignación, pues sabían lo que le sucedería a esa misma mano en momentos claves por venir.

Beatrice, por su parte, se limitó a darle un leve golpe en el hombro a su contratista, en represalia por el comentario imprudente de su versión en la pantalla. No fue un golpe real, más bien un recordatorio simbólico de su fastidio. Al hacerlo, alzó la barbilla con orgullo y se bufó con un "Hmph" victorioso antes de volver la vista al frente con renovado aire de dignidad.

Felt, que observó de reojo la escena, susurró para sí con una sonrisa irónica:

Felt: "Parece que las niñas del grupo se están turnando para marcar territorio... qué problemón te armaste, dormilón".

Anastasia también lo notó y acarició con ritmo distraído la cabeza de Foxidna.

Anastasia: "Si no me apuro, se me adelantarán. Necesito una estrategia de mercado más agresiva...". Murmuró, mientras su expresión se tornaba pensativa y ligeramente competitiva.

Foxidna: "Lo que necesitas es dignidad" Respondió con un suspiro pesado, aunque su tono sonaba más cansado que molesto.

Ricardo soltó una pequeña carcajada desde su asiento.

Ricardo: "Nunca pensé que vería a mi Dama compitiendo por un muchacho con una semi elfa y una niña... El mundo se está volviendo loco, sí señor".

Julius simplemente suspiró, ya resignado, mientras apartaba la mirada con la esperanza de que esta comedia romántica no se le fuera de las manos.

"Lo sé. Lo siento si he añadido otra carga".

Interrumpiendo a Subaru mientras luchaba por sacar las palabras, Julius sacudió lentamente la cabeza.

Al ver cómo actuaba, Subaru hizo una mueca interna, como si hubiera mordido algo especialmente amargo.

Debido al poder del Arzobispo de la Gula, el recuerdo de Julius -el propio nombre de Julius había sido borrado del mundo.

El hecho mismo de que existiera fue arrancado de las mentes de todos los que alguna vez lo conocieron.

Era la tercera forma en que se manifestaba esta aflicción, similar y a la vez diferente de Crusch, que había perdido sus propios recuerdos, y de Rem, que había sido olvidado por todos y había caído en un profundo letargo, perdido en la memoria.

Crusch y Rem bajaron la cabeza al recordar todo por lo que el chico de cabello negro había pasado por su bienestar. Aunque sabían que en las visualizaciones aún no había logrado cambiar sus condiciones, no le guardaban ni un ápice de resentimiento. Ambas lo comprendían profundamente... sin embargo, sabían también que el propio Subaru jamás se permitiría culpar a nadie más por el sufrimiento ajeno que no fuera él mismo. Ese era su mayor defecto, y a la vez, su mayor virtud.

Felt: "Oye, Rein, ¿Qué tal si hacemos de psicólogos para el hermano mayor?", dijo con una sonrisa pícara mientras le guiñaba un ojo a su caballero.

Reinhardt: "Sería un placer ayudar a la mentalidad de Subaru junto a usted, Felt-sama", respondió con amabilidad y una ligera reverencia, aunque en sus ojos se notaba un brillo genuino de determinación.

Con ese juramento sellado de forma tan inusual, el chico dormido podía esperar una intensa sesión de charlas emocionales apenas despertara. Tal vez no lo sabía aún, pero ya tenía a varios trabajando por su bien, incluso antes de que pudiera abrir los ojos.

En un rincón más discreto, un anciano espadachín observaba todo en silencio. Sus ojos, marcados por las batallas y el tiempo, brillaban con emoción contenida al ver el cambio en su nieto. Por fin Reinhardt comenzaba a dejar atrás el peso inútil del autodesprecio. Aquel avance, pequeño pero firme, dibujó una sincera sonrisa en el rostro del viejo guerrero.

Esa sonrisa no iba dirigida solo a Reinhardt, sino también a dos figuras más. Una, el joven Subaru, a quien había llegado a considerar como a un nieto. La otra, Felt, la única capaz de hacer tambalear el alma del Espadachín Divino con palabras crudas y certezas molestas, y lograr que se pusiera en movimiento.

Wilhelm: "¿Estarías orgullosa, Theresia?", murmuró con anhelo, su mirada alzada hacia el techo del Teatro como si pudiera atravesarlo y llegar hasta el cielo mismo.

Tras unos segundos de silencio, bajó la mirada con suavidad y se acomodó su uniforme de mayordomo. Luego, con solemne tranquilidad, volvió a fijar sus ojos en la pantalla, dispuesto a seguir observando los destinos entrelazados de aquellos jóvenes a los que ya estimaba tanto.

Subaru estaba dolorosamente familiarizado con ese sentimiento de desesperación que suponía estar aislado del resto del mundo. 

Cuando Subaru moría y el tiempo retrocedía, siempre regresaba con recuerdos de un mundo que nadie más podía conocer.

Más de una vez perdió los lazos que había construido con tanto esfuerzo.

Incluso sus amigos de la mansión Roswaal le habían olvidado antes.

Los miembros del campamento de Emilia bajaron la cabeza con vergüenza. Aunque sabían que aquellas situaciones no estaban bajo su control —debido al Regreso por la Muerte—, el peso de haberle causado tanto dolor a su querido compañero aún los atormentaba.

Emilia apretó con más fuerza la mano de Subaru y se hizo una promesa a sí misma: dejaría de ser tan inútil y, por fin, lo ayudaría a cargar con todo el sufrimiento que había estado ocultando detrás de una sonrisa.

Beatrice se aferró al espaldar —el cual era el pecho de Subaru— para sentir su calor corporal. Era una sensación que amaba profundamente, ya que significaba que su querido contratista seguía con vida. A pesar de las atrocidades que habían presenciado en el Teatro, ese simple detalle le traía una alegría inmensa.

Rem abrazó a la pequeña Spica con la misma fuerza con la que se abraza a un peluche. La niña no se resistió; de hecho, disfrutó mucho del gesto. La criada de cabello azul se juró a sí misma que lo daría todo para que su querido héroe pudiera alcanzar, de una vez por todas, un final feliz. Y, quizás, poder formar con él esa tan ansiada familia. Una calidez le llenó el pecho, y profundizando su abrazo con Spica de manera amorosa.

Ram, por su parte, se prometió internamente que intentaría dejar de insultar y menospreciar tanto al chico de cabello negro. Él había hecho demasiado por ella, tanto directa como indirectamente: salvó a su hermana de su complejo de inferioridad, permitió que su amo se libere del yugo de la Bruja de la Avaricia, e incluso le dio una nueva oportunidad a cierto chico semihumano de cabello rubio.

Roswaal aún no podía perdonar completamente a Subaru por sus blasfemias contra su querida maestra, pero reconocía que el chico ya había sufrido más de lo necesario. Así que, resignado, decidió no actuar más en su contra —aunque, en parte, cierta apuesta también lo ataba—. Optó por ser más indulgente con él. Al fin y al cabo, si Emilia ganaba la Selección Real, él podría obtener la sangre del dragón y así cumplir su anhelo de traer de vuelta a Echidna. Desvió la mirada hacia Ram, quien permanecía con los ojos cerrados, absorta en pensamientos que ni él podía adivinar. Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro maquillado. Le agradaba ver que su querida Ram seguía a flote gracias a Subaru y sus sacrificios. Y eso... eso le hacía feliz.

Petra, por su parte, tomó la mano de Meili, quien mantenía la cabeza gacha de arrepentimiento. Gracias a las explicaciones de Petra, la niña comprendía que había sido la causa de la muerte de alguien que la cuidó con tanto cariño durante un año entero, pese a todos los problemas que ella misma le había ocasionado. Petra volvió la vista al chico dormido y lo miró con una dulzura juvenil que solo ella podía expresar. Él era su héroe, y nada cambiaría eso. Con esa firme resolución, cerró los ojos y sonrió con calidez.

Otto entrecerró los ojos, atrapado por la culpa de no haber podido ayudar más a su hermano jurado. Sin embargo, una suave caricia en su cabello lo sacó de sus pensamientos. Al voltear, descubrió a Frederica, quien se había acercado a él y continuaba acariciándolo con ternura, provocando un profundo rubor en las mejillas del comerciante.

Frederica: "No te preocupes, lo has hecho muy bien, Otto". Le susurró con una voz suave y tranquilizante.

Aún le costaba acostumbrarse a que Frederica dejara de llamarlo de forma formal, pero, al fin y al cabo, ahora eran pareja. Supuso que eso hacía natural el cambio.

Otto: "Gracias, Frederica. Lo tendré en cuenta". Respondió, desviando la mirada por el nerviosismo que le provocaba tener el rostro de su pareja tan cerca.

La criada de cabello rubio se dio cuenta de ello y, juguetona, se acercó aún más, provocando que Otto se ruborizara todavía más. Con un aire burlón y cariñoso, colocó uno de sus dedos sobre los labios del comerciante y le guiñó un ojo.

Otto.exe dejó de funcionar.

Garfiel: "¡ESA ES MI HERMANA!". Gritó con fuerza, aunque Mimi aún lo mantenía firmemente sentado.

Chasqueó la lengua con resignación. "Tendré que acostumbrarme", pensó. No le agradaba demasiado que su hermana y su hermano jurado empezaran a salir, pero no podía hacer nada al respecto.

Mimi, notando el disgusto de Garfiel, pegó su mejilla a la de él y comenzó a restregarse como un gato cariñoso. Garfiel intentó apartarla, pero la determinación de la pequeña era abrumadora. "Las chicas enamoradas dan miedo", pensó, recordando no solo a Mimi, sino a todas las escenas románticas que habían presenciado en el Teatro. Suspiró y se sumió en sus pensamientos.

Recordó cómo él y su Capitán fueron enemigos en un principio, y cómo, de no ser por él, jamás habría salido del Santuario. Siempre le estaría agradecido por haberlo rescatado aquella vez. Y ahora era su turno de devolverle todo lo que su Capitán había hecho por él, para evitarle más dolor del que ya había cargado en su vida.

Uno a uno, los miembros de la facción de Emilia hicieron sus propias promesas y juramentos. Todos deseaban ser útiles al joven de cabello negro, para evitarle más muertes dolorosas y solitarias.

Y no solo ellos. También el resto del elenco, especialmente Anastasia y Crusch, hicieron sus propios votos en silencio, con la firme decisión de procurar el bienestar de Subaru.

"Es difícil relajarse contigo mirándome así, Subaru. Si tienes algo que decir, ¿Por qué no lo dices?"

"Eres... Tch, eres una verdadera molestia, ¿Lo sabías?". Subaru apartó la mirada.

Una vez que muestro un poco de preocupación genuina por él, esto es lo que obtengo. Así es el "mejor caballero".

Julius rió torpemente. A veces olvidaba que su querido amigo de cabello negro podía actuar como un tsundere en ciertas ocasiones... una actitud que, con toda probabilidad, había imitado de cierta sirvienta de cabello rosado. Aun así, esa mezcla de brusquedad y afecto era parte del encanto de Subaru, y el caballero no podía evitar encontrarlo entrañable.

Anastasia, por su parte, observaba detenidamente cada una de las interacciones entre su caballero y Subaru. Tomaba nota mental de todo... ¿para futuros planes estratégicos? ¿O tal vez para algo más personal? Difícil saberlo con exactitud. Aunque la sonrisa en sus labios era demasiado afilada como para no levantar sospechas.

Foxidna, finalmente, se resignó. Con un suspiro entre dientes, se dejó caer sin ceremonia en el regazo de la comerciante enamorada, abandonando todo intento de persuasión hacia su "hija". Acariciando su propio cabello con fastidio, murmuró algo ininteligible sobre las desventajas de dejar que los sentimientos humanos se metieran en asuntos de lógica.

Pero en el fondo, incluso ella empezaba a acostumbrarse —aunque refunfuñando— a todo ese cálido caos que Subaru arrastraba como una tormenta benévola a cada rincón del Teatro.

Cuando Subaru se había encontrado en una situación similar, recuperarse él solo había sido una tarea desesperada. Precisamente por eso comprendía lo increíble que era que Julius lo hubiera conseguido solo.

Pero le fastidiaba admitirlo, así que se limitó a resoplar desdeñosamente.

"Lo único que quiero hacer es presentar una queja. No saques ese tipo de cosas de la nada. Arruina el ambiente. Y de todas formas no es algo que debas contarme".

"Eso no es cierto. No es nada particularmente especial. Reinhard y Ferris lo saben, y es de conocimiento común entre los demás caballeros. Lady Anastasia también lo sabe, por supuesto. O debería decir, ella lo sabía".

"Es algo que todo el mundo sabía. Probablemente por eso quería que usted también lo supiera. Aparte de mí, usted es la persona de este mundo que mejor me conoce ahora".

Al elenco aún le costaba acostumbrarse al hecho de que Julius se hubiera vuelto algo dependiente de Subaru, debido a que él era la única persona en el mundo que lo recordaba. Sin embargo, hasta cierto punto lo entendían. No podían ni imaginarse el dolor y la desesperación que debió sentir el Julius de la pantalla al darse cuenta de que ninguno de sus seres queridos ni camaradas de armas lo recordaban.

Algunas miradas se desviaron con severidad hacia cierta niña de cabello rubio. Spica, al notar esas miradas, apartó la vista con una mezcla de resignación y culpa. No sabía con certeza por qué la miraban de esa forma tan dura, pero sí tenía claro que debía mantenerse fuerte, tal como se lo había prometido a su "padre" en Vollachia.

Rem, al ver el rostro asustado pero determinado de su "hija", la cubrió con sus brazos, protegiéndola del escrutinio público. Ese gesto no pasó desapercibido para cierta Matriarca, quien detectó de inmediato una oportunidad para divertirse a costa de los demás.

Priscilla: "¿Acaso vas a defender a esa asquerosa criatura, sucia mucama?". Preguntó con desdén mientras cruzaba las piernas y abría su abanico con elegancia.

Wilhelm: "Debo admitir que yo también siento cierta curiosidad al respecto. Si no es mucha molestia... ¿Podría explicarnos el motivo, Rem-san?". Apoyó la inquietud de Priscilla, aunque más por su propia intriga que por compartir su tono. A Wilhelm no terminaba de agradarle la idea de convivir bajo el mismo techo con una Arzobispo.

"Esto se pondrá bueno~"

Resonó la voz del Guardian en una habitación donde solo había la luz de una ventana que daba a parar a una vista panorámica del Teatro.

Una figura atada de manos atrás del Guardian lo miraba con ira mientras forcejeaba ligeramente con sus cadenas, ya casi se había resignado a intentar romperlas.

Fomalhaut se rio de su tonto intento de escape y volvió su vista a la brillante ventana, con expectación brillando en sus ojos.

Rem fijó su mirada en la Princesa del Fuego, y la fulminó con los ojos. No le agradaba en absoluto el trato que se le estaba dando a Spica, pero tampoco podía ignorar la razón detrás de esos juicios. Lo peor era que no sabía cómo explicarles la conclusión a la que había llegado durante el descanso, ni por qué protegía y apreciaba tanto a la niña.

Spica, al ver el conflicto interno reflejado en el rostro de su madre desde el pequeño espacio entre sus brazos, decidió actuar.

Con un saltito, se subió a la parte superior del respaldo del asiento frente a ella, inhaló profundamente y exclamó:

Spica: "¡AAU!". Gritó, imitando la pose característica de su padre.

Lejos de calmar la situación, varias miradas se intensificaron. Aquellos presentes no estaban complacidos con que esa niña intentara parecerse a Subaru, a quien consideraban un héroe. A ojos de muchos, Spica no era más que un monstruo vil con aspecto infantil.

La pequeña retrocedió, y lágrimas comenzaron a formarse en las comisuras de sus ojos. No sabía cómo lidiar con la hostilidad del ambiente. Aunque era lista, no sabía cómo actuar con la misma valentía con la que su padre enfrentaba las dificultades. Bajó la mirada, regresó a su asiento y trepó al regazo de Rem, escondiéndose entre los pliegues del vestido de sirvienta para huir de las miradas punzantes.

Al ver la escena, la sonrisa de Priscilla se ensanchó con deleite. Aquello era justo de su agrado: un espectáculo en toda regla.

Priscilla: "¿Ahora te vas a esconder como una inmunda rata de alcantarilla? Bueno, Mi Yo Divino no podía esperar más de una sucia niña cultista". Dijo, abanicándose con gusto mientras miraba con desdén a la criada que intentaba protegerla.

Rem sentía que se ahogaba. Todas las miradas estaban fijas en ella, y no encontraba una manera de defender a Spica sin parecer insensible frente a las víctimas que habían sufrido a manos de la Gula. Cerró los ojos con fuerza, como si así pudiera organizar mejor sus pensamientos.

Crusch observaba todo con una mezcla de resignación y duda. No sabía si debía dirigir una mirada severa a la niña o abstenerse. Después de todo, en este Teatro había aprendido que muchos de esos "monstruos" antes fueron humanos... y algunos de ellos incluso personas nobles, como Betelgeuse.

La duquesa bajó la mirada por un instante y reflexionó. ¿Qué haría Subaru en una situación así? Sabía que el chico podía ser imprudente, pero también que, cuando era necesario, pensaba con más claridad y empatía que nadie.

Después de meditarlo un buen rato, finalmente tomó una decisión. Se levantó de su asiento y se dirigió hacia la niña de cabello rubio.

Spica, al ver el avance de la Duquesa Karsten, se estremeció y se aferró aún más a Rem, buscando huir de la realidad. En su mente se repetía una y otra vez la misma pregunta: "¿Qué fue lo que hice?". No recordaba haberle hecho daño a nadie allí presente.

Rem se puso en guardia ante una posible arremetida de Crusch. Estaba lista para proteger a Spica a toda costa. Al fin y al cabo, su héroe seguramente había sacrificado mucho para salvarla.

Cuando Crusch estuvo a solo unos pasos de la sirvienta y la niña, extendió la mano... ¿y en ella había un dulce?

Gracias a los beneficios otorgados por el Guardián, la duquesa había creado un pequeño caramelo de su infancia: un bombón de chocolate con un envoltorio rosa.

Rem y Spica intercambiaron una mirada incrédula, luego ambas centraron su atención en el gesto de la duquesa. Fuera lo que fuera, era mejor que un intento de agresión.

Crusch: "No me malinterpreten. Aún sigo disgustada con la pequeña Spica. Pero prefiero que mantengamos una neutralidad mínima antes que estar en constante tensión. Y eso va para todos. Por favor, mientras duren las visualizaciones, mantengamos la calma. Cuando el Guardián nos otorgue otro descanso, entonces podremos actuar de otra manera. Pero ahora, lo mejor es no fomentar más conflictos". Declaró con firmeza mientras dejaba el regalo en manos de Spica y volvía a su asiento junto a Subaru.

"Buehhh, Que aburrida señorita cabello de brócoli, arruinas la diversión, ¿No opinas lo mismo Satella?, ¿O es envidia quien esta en el control ahora~?"

Fomalhaut se volteo para mirar a la figura encadenada mientras usaba a la brillante ventana como soporte para apoyarse con la espalda.

La figura solo lo miro sin decir palabra alguna, ni siquiera emitió algún sonido o quejido, solo un silencio pleno y absoluto.

Fomalhaut entrecerró los ojos con aburrimiento y volvió a girarse en dirección a la ventana.

"No necesitas ser tan parlanchina"

El elenco comprendió el mensaje y, tras breves intercambios de miradas, decidieron acatar su recomendación. El momento para desahogarse llegaría eventualmente.

Priscilla chasqueó la lengua con disgusto, a punto de desquitarse con su bufón...

Pero Al estaba inusualmente serio. El aura que lo envolvía destilaba una hostilidad latente, perceptible únicamente para la Matriarca Vollachiana. Intrigada y divertida por el cambio en su bufón, decidió posponer su castigo... al menos por ahora.

Spica contempló el chocolate por unos segundos y luego miró a su madre, buscando una señal. Rem asintió con suavidad, comprendiendo lo que la niña quería hacer. Con una gran sonrisa, Spica devoró el dulce completo, envoltorio incluido, lo que sorprendió levemente a Rem... hasta que recordó que Spica representaba a la Gula. En retrospectiva, no era tan extraño.

Con el ambiente finalmente calmado, el elenco volvió a centrar su atención en la pantalla.

Tras decir eso con voz suave y tranquila, Julius se levantó.

Cepillándose suavemente las piernas, el mejor caballero miró a Subaru, que seguía sentado junto al fuego.

"Ya es hora de que descanse. ¿Y tú?"

"Yo... voy a vigilar un poco más. Es un camino seguro, pero aún así es mejor tener a alguien vigilando".

"Entendido. Entonces descansaré primero". 

Con esas palabras de despedida y una tranquila inclinación de cabeza, Julius abandonó el fuego y regresó al carruaje.

Solo con sus pensamientos, Subaru miró fijamente las llamas y se tocó la pierna derecha: la cicatriz de la herida que había recibido en Priestella, el dibujo negro que no desaparecía. 

"...¿Qué fue eso...?"

Fue suave, casi indignado.

No sabía si se refería a Julius o a sí mismo, pero en cualquier caso, un extraño sentimiento de fastidio se había quedado atrapado como un pequeño hueso alojado en su garganta.

"Agh, maldita sea. ¿Qué soy, un estúpido? Sí, supongo que lo soy..."

Rascándose la cabeza, desahogó su fastidio. No iba a mejorar nada, pero tampoco se atrevía ano decir nada.

El elenco recordó con el ceño fruncido cómo esa cicatriz había aparecido en el brazo y la pierna derecha de su querido amigo, y la autora de dicha marca no era nadie más ni menos que: Capella, la Arzobispo de la Lujuria.

Petra: "Capella...". Susurró la pequeña sirvienta mientras se agarraba el brazo derecho.

Meili se estremeció al escuchar ese nombre, el nombre de "Madre", quien había causado tanto dolor a docenas de niños pertenecientes a su asociación de sicarios.

Petra, al notar el agitado estado de Meili, le tomó la mano con delicadeza y se acercó para decirle en voz baja:

Petra: "No te preocupes, Meili-chan. Estamos aquí para protegerte".

Gracias a su gran intuición, Petra pudo darse cuenta de que la mención de dicha Arzobispo generaba una inquietud profunda en Meili. Solo se preguntaba, en silencio, si la "Madre" de la que tanto hablaba la pequeña ex asesina era en realidad Capella. Por ahora, dejó de lado esos pensamientos y se concentró en reconfortarla.

A Meili le gustó el gesto cariñoso de Petra. Ese simple acto le generó, inesperadamente, una gran calma. Así que lo aceptó con los brazos abiertos y se dejó llevar por la emoción.

En otra parte del Teatro, Reinhardt y Felt se miraron fijamente antes de que la ex ladrona hablara con tono firme:

Felt: "El hermano mayor en serio que necesita mejorar su autoestima. Rein, desbloquea la Protección Divina de psicología". Dijo mientras se cruzaba de brazos y cerraba los ojos con convicción.

Reinhardt asintió e imitó la pose de su Dama, tal cual un niño pequeño que quiere parecerse a su madre.

Reinhardt: "Se lo pediré a Od Laguna de inmediato cuando salgamos de este Teatro, Felt-sama".
Aunque su dialecto fue formal, el tono que usó fue grave y sobrio, lo que provocó unas pequeñas risitas por parte de Felt.

Felt palmeó la espalda de su caballero y, mostrando los dientes, dijo:

Felt: "¡Sí que has metido todo un cambiazo, Rein, estoy orgullosa!".
Al terminar su declaración, su sonrisa se ensanchó aún más y le guiñó un ojo al caballero de cabello rojo.

Reinhardt se sonrojó un poco, pero le gustó mucho el comentario de su Dama. Así que, por una vez en mucho tiempo, Reinhardt se sintió algo orgulloso de sí mismo.

Subaru miró fijamente al fuego de la fogata cuando una voz le llamó.

"-No hace falta que te culpes tanto, ¿sabes?".

Era una voz elegante y reservada que venía de detrás de él.

Subaru dejó de rascarse la cabeza. Girándose lentamente, vio a una chica con las manos entrelazadas a la espalda.

"Es difícil saber cómo debo llamarte en este momento...".

"Puedes llamarme Anastasia ahora y en cualquier otro momento también. Si no lo haces, será un problema para mí".

Al elenco —y específicamente al campamento de Anastasia— aún le costaba acostumbrarse a que el cuerpo de su Dama estuviera bajo el control de Foxidna, por lo que les incomodó un poco verla hablar de manera tan similar a su líder, como si se tratara de un doppelganger.

Julius: "Creo que me va a costar un buen tiempo acostumbrarme...". Dijo el caballero mientras arqueaba ligeramente la espalda hacia delante, con un suspiro cargado de resignación.

Tivey: "No eres el único...". Complementó el trillizo, cerrando los ojos y bajando las cejas con visible incomodidad.

Foxidna, por su parte, simplemente desvió la mirada sin decir palabra alguna, evidentemente fastidiada por el ambiente.

Anastasia nunca había visto cómo su madre usaba su cuerpo, así que sintió una mezcla de curiosidad y ligera incomodidad al observar cómo la imitaba. Le pareció que aún le faltaban ciertos matices para perfeccionar su actuación, justo como había señalado Subaru en el episodio anterior. Asintió levemente para sí misma al llegar a esa conclusión... hasta que se dio cuenta de que había pensado exactamente lo mismo que Subaru.

Y entonces...

Hizo la sonrisa más estúpida que cualquiera pudiera imaginar, mientras un hilo de baba descendía por la comisura de sus labios.

Foxidna solo suspiró, resignada, y bajó la cabeza, ya sin ánimos de intentar defenderse o justificar a su hija.

La primera mitad de lo que dijo tenía un tono totalmente distinto al de la segunda. Casi como si la persona que hablaba hubiera cambiado en medio de la oración.

Por supuesto, la voz en sí era la misma en todo momento.

Pero la legítima controladora de ese cuerpo ya no tenía realmente el control.

"Echidna..."

"No estoy especialmente apegada a mi nombre, pero no puedo negar que siento un poco de resistencia a que me llamen así, Natsuki".

La mujer cuyos pálidos ojos azul verdosos le miraban entrecerrados era Anastasia Hoshin. O almenos, el cuerpo pertenecía a la candidata real. Sin embargo, había alguien más dentro. Otra cosa.

En estos momentos, su cuerpo estaba siendo ocupado por el pañuelo de zorro blanco que envolvía su cuello: el espíritu artificial Echidna. Era como una broma de mal gusto.

Un espíritu artificial con el mismo nombre que la Bruja dela Avaricia se unía a Subaru y compañía en su viaje, mientras seguía negando que ella fuera dicha bruja. Su presencia era un dolor de cabeza.

Foxidna bajó la mirada en silencio, sus ojos opacos reflejaban una mezcla de tristeza contenida y resignación. Las palabras que Subaru había pronunciado en la pantalla, duras y directas, le atravesaban el pecho como pequeñas cuchillas. No podía decir que no le dolieran—porque lo hacían, profundamente—pero al mismo tiempo, entendía el porqué.

El chico de cabello negro tenía todo el derecho a desconfiar de ella. Había heredado la carga de tener el nombre de su creadora: La Bruja de la Avaricia e incluso sus propios gestos eran sospechosos. Foxidna lo sabía: no podía esperar que Subaru simplemente aceptara su existencia como si fuera una amiga de confianza.

Sin embargo, lo que más le dolía no era el juicio en sí... sino que, aunque entendía el motivo, no podía evitar sentirse rechazada. Una parte de ella, la más humana, deseaba que él no le dirigiera ese tipo de mirada.

Respiró hondo, como si con eso intentara empujar hacia abajo el nudo que se le formaba en la garganta. Luego, cerró los ojos con serenidad fingida.

Foxidna: "Me disculparé con él... cuando despierte". Murmuró en voz baja, apenas audible, pero lo bastante clara como para que quienes estaban cerca la oyeran.

Esa promesa flotó en el aire del Teatro, suspendida entre el remordimiento y la esperanza.

"Me gustaría que no desconfiaras tanto de mí. Ya he explicado antes que esta situación tampoco es lo que yo quería. Incluso acepté el trabajo de actuar como tu guía en este peligroso viaje".

Lo que decía era cierto. El éxito de su viaje dependía de su guía. Sin ella, no tenían ninguna esperanza de sobrevivir al infierno que obligaba incluso a Reinhard a someterse.

A pesar de reconocerlo, Subaru no podía superar el hecho de que ella compartiera el nombre de cierta bruja.

"Aun así, mi postura es que nunca se puede confiar en tu creador. Créeme, confiaría en ti si pudiera. Sería más fácil de esa forma".

"Caramba. Mi creador, al que ni recuerdo, debe de haberte hecho mucho daño".

El elenco recordó con pesadez todo el ciclo de muertes que Echidna le había ocasionado a Subaru, todo el dolor tanto mental como físico que había sufrido a causa de su infinita codicia, algo que no le iban a perdonar a esa detestable bruja.

Beatrice solamente miro abajo, con la cabeza gacha por la vergüenza, por el dolor que su "madre" le había causado a su querido contratista.

Foxidna solo se limito a negar que ella fuera su creadora y decidió aferrarse aún más a su nueva identidad: Foxidna, un nombre que el chico de cabello negro le había dado, aunque no fuera por apego o cariño, a ella le gustaba mucho el detalle.

Roswaal solo cerro los ojos con repudio.

"Ninguno de ustedes puede entender la magnificencia de mi maestra".

Pensó para si mismo mientras recordaba con una sonrisa todos los momentos felices que había compartido al lado de su querida maestra, solo tenia que esperar a que Subaru convirtiera a Emilia en la Reina y todo lo que había hecho en esos 400 años habría valido totalmente la pena.

"De todos modos, no te alteres tanto. Da miedo".

Cuando él entrecerró los ojos con suspicacia, Foxidna mostró la expresión habitual de Anastasia y le sacó la lengua antes de darse la vuelta.

Emprendió el camino de vuelta al carruaje, probablemente planeando dormir.

"Tampoco deberías quemar tanto el aceite de medianoche, Natsuki. Sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que tiendes a preocuparte por cada pequeña cosa".

"...Dices una de las cosas por las que resulta que me preocupo".

"Olvida entonces que he sacado el tema".

Foxidna se encogió de hombros ante su respuesta sarcástica y finalmente se marchó. Pero Subaru realmente necesitaba cambiar de marcha. Iba a llamarla accidentalmente Foxidna en algún momento.

Necesitaba acostumbrarse a referirse a ella como Anastasia.

"Ahora tengo aún más cosas que ocultar. Esta es la forma equivocada en que deben ir las cosas".

Al elenco aún le sorprendía la facilidad con la que Subaru podía ocultar cosas, tanto emocionales como secretos. Aquella capacidad para fingir normalidad, incluso estando roto por dentro, no les resultaba nada agradable.

Ellos querían que el chico tuviera la confianza suficiente para compartir sus cargas, que dejara de tratar de cargar solo con todo el peso del mundo sobre sus hombros, como si eso fuera lo correcto.

Crusch: "Me encantaría poder ser parte de tu fuerza, Subaru-dono". Dijo con voz serena, mientras un brillo de esperanza se formaba en sus ojos. Un leve rubor adornó sus mejillas y su expresión se suavizó al contemplar la figura dormida del chico.

Félix, que había estado observando en silencio, miró de reojo a su Dama. Frunció el ceño con una mezcla de celos y resignación antes de desviar la mirada, cruzándose de brazos. No podía evitar sentir envidia de cuánto había influido ese chico en la mentalidad y el porte de Crusch.

Emilia: "Subaru debería cumplir sus promesas con la misma destreza con la cual miente". Hablo con un puchero mientras se cruzaba de brazos, frunciendo el entrecejo con visible molestia.

Una risa leve recorrió la sala tras el comentario de la semi elfa, pero pronto el elenco se sumió en sus propios pensamientos. La pregunta era inevitable:

¿Quién más en esa habitación tenía más secretos que ocultar?

El silencio se volvió denso, como si cada uno comenzara a revisar su conciencia. Entonces, una voz desinteresada rompió la tensión:

Al: "Bro las tiene domadas a todas". Soltó mientras dejaba caer los hombros y hacía un gesto con el brazo, fingiendo indignación.

Ricardo: "¡Tanto damas como lolis no se salvan del jefe, JAJAJA!". Rugió el hombre de aspecto canino con una carcajada, apoyando el comentario del guerrero sin brazo con un golpe en la rodilla.

La atmósfera cambió de inmediato. Las risas y los chistes sobre "el Lolimancer" y su inexplicable capacidad para atraer a tantas Damas de la Selección Real recorrieron la sala, contagiando incluso a los más serios.

Desde su sitio, Priscilla observó de reojo con interés. Ocultando su boca tras su abanico, dirigió una mirada penetrante a Al, que se había recostado contra el respaldo de su asiento y soltaba un suspiro que sólo ella alcanzó a oír. La Matriarca Vollachiana sonrió con sorna.

La forma en que su bufón se mostraba tan suelto, tan casual... y sin embargo tan lleno de secretos, la intrigaba profundamente. Estaba ansiosa por ver qué otras verdades saldrían a la luz.

Subaru vertió agua en la hoguera y la apagó.

Volviendo al carruaje estacionado a un lado del camino, empezó a tumbarse en el asiento que era su cama.

Emilia y todos los demás ya estaban durmiendo dentro, así que tuvo cuidado de no hacer ruido mientras se tumbaba. 

"Parece que ahora tienes aún más cosas en la cabeza".

"...¿Estabas despierta?".

Justo cuando se tumbó en el asiento, una voz le llamó. Al abrir los ojos, vio a Beatrice con el pelo suelto de pie junto al asiento.

"No se te puede ocultar nada, ¿verdad?".

"Esa es una mala costumbre tuya. Deberías compartir tus preocupaciones con Betty. Betty es mucho más atenta que tú".

"...Sí, así es. Ven aquí".

Apretándose en el asiento para hacer algo de sitio, se deslizó cerca para que pudieran acurrucarse juntos.

Beatrice era la única que conocía la profundidad de las preocupaciones de Subaru. También era la única otra persona del viaje que sabía que Anastasia y Foxidna habían cambiado de lugar.

El problema era Echidna, a la que había estado llamando Foxidna para distinguirla de la bruja. Era un espíritu artificial como Beatrice, y juraba que no tenía intención de hacer daño a Anastasia.

Hablar de ello a los demás estaba destinado a causar confusión y tal vez alarma. Pero Subaru también necesitaba mantenerse en guardia. Así que, como solución de compromiso, había compartido el secreto con Beatrice.

Teniendo en cuenta los complicados sentimientos de Beatrice hacia Echidna, él habría preferido no involucrarla con otra persona que compartiera ese nombre, pero...

"No te preocupes por cosas sin sentido. Deberías ser tú mismo y pedir ayuda. Además, alabo tu juicio al acudir primero a Betty".

El elenco asintió en silencio ante las palabras de la Beatrice de la pantalla. Todos compartían la misma resolución: Subaru necesitaba confiar sus penas a sus seres queridos, dejar de cargar solo con un sufrimiento que ninguno de ellos estaba dispuesto a seguir ignorando.

No querían que el chico de cabello negro siguiera desmoronándose por intentar soportar más de lo que podía. No otra vez. No mientras ellos estuvieran ahí.

Emilia se volvió hacia él con ternura. Subaru yacía dormido a su lado, tan vulnerable, tan distante del peso que le aplastaba cuando estaba despierto. Apretó con fuerza su mano entrelazada y le acarició el cabello con delicadeza. En sus ojos brillaba una decisión inquebrantable: quería ser alguien en quien él pudiera confiar por completo. No importaba cuánto le costara... lo lograría.

Spica observó aquella escena con una chispa de celos brillando en sus grandes ojos. El afecto entre la semi elfa y su "papá" despertaba algo en su interior, algo que no entendía del todo, pero que la incomodaba.

Rem, que notó la expresión de su hija, le apretó cariñosamente los cachetes como un gesto juguetón para reconfortarla. El efecto fue inmediato: Spica soltó una risita y se abrazó aún más fuerte a la espalda de su madre, buscando consuelo en su calor.

Rem no pudo evitar reír suavemente también. La inocencia de Spica era como un bálsamo que aliviaba incluso las heridas más profundas. En momentos como ese, el Teatro dejaba de ser un lugar de tensión... y se volvía hogar.

Buena escuchando y encantadora. Subaru sonrió torpemente ante aquel cumplido. Lo único que podía hacer era estar agradecido.

Beatrice infló el pecho con orgullo al escuchar el comentario elogioso de su contratista en la pantalla.

Beatrice: "No hay mejor espíritu que Betty, supongo". Su voz sonó con seguridad, pero en su interior, aquellas palabras cariñosas lograban calmar la tormenta que había estado sintiendo últimamente. Todo el autodesprecio acumulado, intensificado por los juicios de su Guardián, se disipaba aunque fuera un poco gracias al reconocimiento de Subaru.

Emilia, conmovida por el orgullo repentino de su pequeña amiga, le acarició la cabeza con suavidad. Beatrice apartó la mirada con rapidez, cruzando los brazos con fingida indiferencia. Sin embargo, no protestó por el gesto... y Emilia, atenta como siempre, notó el rubor que se formaba en las regordetas mejillas de la diminuta espíritu.

La semi elfa sonrió con picardía. En un instante, aprovechando la vulnerabilidad de su amiga, llevó las manos a sus mejillas y comenzó a apretarlas con ternura.

Beatrice: "¡¡Suelta a Betty, supongo!!" gritó, agitando los brazos con energía y lanzando patadas al aire como un gato enojado.

Emilia: "Es que eres muy tierna, Beako". Respondió entre risas, soltando finalmente los cachetes de la espíritu mientras reía con dulzura y satisfacción.

Beatrice le dedicó una mirada furiosa, aún con las mejillas encendidas por el rubor, y luego declaró con indignación:

Beatrice: "¡Es obvio que Betty es la más adorable del mundo, supongo! ¡Y solo el contratista de Betty puede llamarla Beako, supongo!" Exclamó con vehemencia mientras desviaba la mirada y fruncía el ceño en un puchero adorable.

Emilia le devolvió una sonrisa cálida y se recostó elegantemente en su asiento, con renovada energía por haber disfrutado de un momento de dulzura con la siempre arisca Beatrice.

"No puedo seguir preocupándome eternamente. Mañana por fin iremos de visita a casa". 

Acariciando la cabeza de Beatrice, se preparó para el primer punto de control de su viaje.

Su objetivo final era llegar a la Atalaya del Sabio, pero su grupo se detenía en la mansión Roswaal para preparar la siguiente etapa del viaje e informar de todo lo que había sucedido.

Sin embargo, había otra razón para pasar por allí-.

"No es una parada habitual...".

En el gran esquema de las cosas, era una razón trivial, casi risible. Pero para una persona pequeña como Subaru Natsuki, era algo que encerraba una poderosa esperanza.

Se trataba de un importante desvío para reunirse con alguien querido en el largo, largo camino que tenía que recorrer antes de poder reencontrarse finalmente con ella, en el sentido más verdadero.

FIN DEL CAPÍTULO: 2 EN EL CAMINO

La pantalla se apago y las palabras dichas por Subaru quedaron sueltas en el aire.

El elenco ya sabía perfectamente para qué era ese supuesto "desvío" hacia la mansión Mathers. Nadie en esa sala dudaba de la verdadera razón: todo era por cierta bella durmiente. Una que, a diferencia de su contraparte del Teatro, aún seguía sumida en un profundo letargo sin aparente final: Rem.

La criada de cabello azul apretó con más fuerza el pequeño cuerpo de Spica contra su pecho. La niña la miró con leve incertidumbre, ladeando la cabeza con una inocencia que desarmaba. Quería reconfortar las penas de su madre, pero si no las conocía... poco podía hacer.

Rem, en su silencio, solo podía rezar. Rezar para no ser una carga para su querido héroe. Las Dunas de Augria ya eran un desafío casi imposible por sí solas... y si encima tenía que cargar con ella, una durmiente sin poder alguno, ese tormentoso viaje podía volverse aún más cruel.

Atrapada en esa espiral de culpa, una voz suave y ligera le habló desde muy cerca.

Spica: "M-m-mamá, ¡¡Uua, Eueh, Aauhh!!". Balbuceó con energía, sonidos sin sentido para la mayoría... pero para Rem, que la conocía como nadie, era un mensaje claro: no estaba sola.

Spica levantó la cabeza, la miró directo a los ojos y con sus diminutos dedos le agarró los cachetes con una ternura desarmante. Rem, sorprendida, solo pudo dejar que unas lágrimas cayeran por sus mejillas. La sonrisa sincera de Spica se hizo aún más amplia al verlas, y rápidamente usó sus dedos para secarlas con esmero.

Rem: "M-muchas gracias, hija". Dijo entre lágrimas, con el alma enternecida. Aquellas simples palabras hicieron brillar los ojos de la pequeña, quien fue abrazada con aún más fuerza por su madre.

Desde la distancia, Ram observaba la escena en silencio. Aún no entendía del todo por qué su hermana había decidido adoptar como hija a una antigua Arzobispo del Pecado... pero al ver la manera en la que esa niña lograba consolar a Rem con tanta devoción, decidió no decir nada. Por ahora, no haría preguntas.

Total, esa niña le había volado las piernas a Otto... y sinceramente, Otto no valía tanto.

Otto, por su parte, miraba la escena con una mezcla de sentimientos que no sabía cómo ordenar. Aún le temblaban los recuerdos de lo que esa "Rui" le había hecho en las visualizaciones. Le había volado las malditas piernas. Pero al ver esa escena tan cálida entre madre e hija, sus pensamientos se convirtieron en un completo embrollo.

Frederica notó el cambio en su expresión y, sin decir palabra, le tomó la mano con firmeza. Ese simple gesto logró calmar su corazón. Otto sonrió levemente. Había asuntos más importantes en su vida que preocuparse por el pasado... y su mayor prioridad era clara: Frederica.

Garfiel, mientras tanto, clavó la mirada en la pareja formada por su hermana y su hermano mayor honorario. No estaba para nada cómodo con lo que veía. Su mente no podía evitar llenarse de argumentos para exigir explicaciones. Quería discutir seriamente esa relación. Pero justo cuando se levantaba para ir hacia ellos, algo lo sujetó del cuello con fuerza.

Mimi: "¡No creas que te escaparás tan fácilmente, Garf! ¡Mimi no lo permitirá!" Exclamó la pequeña demi-humana mientras lo empujaba de vuelta contra su asiento, rodeándole el cuello con sus brazos para acto seguido... morderle la oreja con descaro.

Garfiel: "¡¿Qué carajos crees que haces, enana?!" Rugió con un notable rubor en sus mejillas. El gesto lo había desconcertado... y delatado.

Mimi: "¡Marco mi territorio!" Declaró orgullosa mientras se señalaba con una sonrisa triunfante, sacando pecho.

Garfiel: "¡Mi increíble yo no es propiedad de nadie!" Replicó con fuerza mientras trataba de zafarse de la demi-humana que se le había trepado al cuello.

Mimi: "¡Ahora sí lo es!" Sentenció con satisfacción, mientras finalmente lo sometía por completo.

Garfiel, ya rendido, solo gruñó frustrado, resignado a que escapar no era una opción.

El resto del elenco, que comenzaba a relajarse entre risas por la escena, fue interrumpido de golpe cuando la pantalla se encendió una vez más, mostrando con fuerza el título del siguiente capítulo...

CÁPITULO: 3 UN MOTIVO PARA TRAERTE.

Con esas letras, la pantalla volvió a reanudarse, y el elenco se preparo para lo que seguiría en las infructuosas aventuras de Natsuki Subaru...

FIN DEL CAPITULO: 2

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Bueno, este ha sido un capítulo algo corto, pero con esto damos inicio oficialmente al Acro 6, me he estado releyendo la Novela otra vez para el Fic, y Puta Madre que buena escritura.

Este fin de semana se me hizo algo ocupado por los proyectos de mi colegio, así que tuve que aplazar el capítulo para hoy envés del Sábado como había dicho, jejeje~

También me gustaría hablar un poco más en estas notas, usualmente solo digo algunas palabas genéricas y me retiro, pero en esta ocasión tengo algo mas de tiempo, así que ¿Por qué no disfrutar un poco y contarles sobre mi vida?.

He estado trabajando muy arduamente en los capítulos últimamente, e incluso he pedido algo de ayuda para mejorar la redacción, nunca imagine que el haber participado en algunos concursos de escritura en el pasado me iban a servir para escribir un Fan Fic, jeje. Aunque me alegro mucho del apoyo que he estado recibiendo de su parte y también de otros autores como: @TOBIAS714, quien es un escritor muy habilidoso y respetuoso a mi opinión, y tengo que admitir que he tomado algunas ideas de su Fic, pueden revisarlo si quieren, él también esta haciendo un "reaccionando" al Arco 6, y su estructura de personajes es muy buena.

Tengo pensado el tomarme algunas libertades creativas en algunos aspectos para poder sentirme más a gusto escribiendo, últimamente se me ha hecho algo pesado acabar con los capítulos, así que quiero de alguna manera "liberarme", del estrés contenido.

Me gustaría saber sus opiniones respecto a como he estado llevando el Fic hasta ahora, he intentado tomar en cuenta la mayoría de sus ideas propuestas, aunque me complico un poco debido a que no se escribir muy bien...

Como ultimo me encantaría celebrar que hemos logrado 4.500 lecturas!!, Muchas Gracias por el apoyo!!

Bueno nos vemos la semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:18/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 10378.

Chapter 7: Pláticas con cierto Payaso Molesto (CAPÍTULO: 3)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Pláticas con cierto Payaso Molesto (CAPÍTULO: 3)

CÁPITULO : 3 UN MOTIVO PARA TRAERTE.  

Con esas letras, la pantalla volvió a reanudarse, y el elenco se preparo para lo que seguiría en las infructuosas aventuras de Natsuki Subaru...

El viaje de Priestella a la Mansión Roswaal duró aproximadamente diez días.

Ir a la Ciudad de las Puertas del Agua les llevó más o menos el mismo tiempo, así que  había pasado  casi un mes desde que partieron. 

No había habido ningún trabajo que les mantuviera alejados de la mansión tanto tiempo antes, por lo que en realidad fue un poco emotivo para Subaru el volver.

Anastasia: "Ahora que lo pienso... durante el año que pasó desde la liberación del Santuario hasta la batalla en Priestella, ¿Natsuki-kun no había tomado ningún desvío para ir a otro lugar que no fuera la mansión Mathers?". Preguntó la princesa comerciante, dejando ver un destello de genuina curiosidad en su mirada. Quería conocer más sobre ese chico de cabello negro que tanto había influido en su entorno.

Emilia: "En realidad, a excepción de su campo de entrenamiento, Subaru nunca fue más lejos de la aldea Arlam en ese año—". Comenzó a explicar la semi elfa de cabello plateado, pero fue interrumpida sin contemplaciones por otra figura del Teatro.

Ram: "Barusu no tenía a nadie a quien visitar aparte de Rem, así que nunca tuvo la necesidad de ir muy lejos de la mansión. El caso de Priestella fue especial porque involucraba a Emilia-sama. Solo por eso el lujurioso de Barusu decidió salir de su zona de confort". Espetó la criada con su tono habitual, cargado de sarcasmo y desdén, aunque en sus palabras podía adivinarse una pizca de verdad... y quizás también un poco de burla afectuosa.

Anastasia, como si esperara justo ese tipo de detalle, sacó con tranquilidad una pequeña libreta de debajo de su vestido, una libreta refinada que claramente había sido elaborada con los beneficios y tecnología proporcionados por su Guardián. Con una sonrisa satisfecha, comenzó a anotar con rapidez lo dicho por la criada.

"Todos me aman".

Resonó la voz teatral de Fomalhaut en el espacio repleto de oscuridad mientras hacia unas poses estúpidas para cada palabra.

Satella solo veía la escena con los ojos entrecerrados, desando poder darle un buen puñetazo en el rostro de esa molesta figura.

Anastasia: "Muchas gracias, Ram-san. Esto va a serme de mucha ayuda, jeje~". Dijo con una risita ligera mientras escribía con entusiasmo.

Foxidna, envuelta como una bufanda blanca alrededor del cuello de su hija, inclinó ligeramente el cuerpo y le susurró al oído con suspicacia.

Foxidna: "¿Y eso de qué te va a servir exactamente?".

Anastasia: "Ya lo verás... paciencia, querida madre, paciencia...". Respondió la joven comerciante con un tono travieso en la voz, sin levantar la vista de su libreta.

Foxidna solo suspiró con resignación y volvió a enroscarse cómodamente en torno al cuello de su hija, tomando nuevamente su forma de elegante bufanda de zorro ártico.

"¡Subaru!"

"¡Oh,  Petra-gh , whoa!"

Bajando del carruaje, Subaru dio las gracias al conductor mientras una chica vestida de sirvienta salía corriendo de la mansión y lo envolvía en un abrazo volador.

Luchando por atraparla, exhaló un suspiro de alivio mientras le daba unas palmaditas en la cabeza.

Algunas damiselas hicieron un leve puchero ante el gesto de la sirvienta de cabello anaranjado, claramente celosas del repentino acercamiento que había hecho su versión en la pantalla. Aunque entre los presentes no todos compartían la misma reacción...

Ram: "¡Hmph! Esa no es la actitud que debe tener una sirvienta, mocosa". Comentó con frialdad, cerrando los ojos con desdén mientras cruzaba los brazos con aire de superioridad.

Petra: "P-pero...". Murmuró en voz baja, jugueteando con sus dedos mientras bajaba la mirada, incómoda.

Ram: "Sin peros. Solo acepta las consecuencias como una sirvienta ejemplar". La reprendió sin compasión, haciendo algunos gestos con la mano para enfatizar su punto.

Petra, derrotada, bajó aún más la cabeza. Sabía que no había mucho qué discutir. Después de todo, muy pocos —aparte de Roswaal y Rem— podían contradecir con éxito la palabra de Ram.

En ese instante, una voz pequeña pero directa se dejó oír entre los gemelos demi humanos:

Hetaro: "Pero por lo que me han contado... ¿acaso la señorita de cabello rosado no era la más inútil de las empleadas?". Preguntó con inocencia, ladeando la cabeza hacia su gemelo, como si hablara del clima.

Tivey: "B-bueno...". Intentó responder, pero su voz se apagó de inmediato al notar que la criada de cabello rosado los había escuchado. Y lo peor: les estaba clavando una mirada que parecía poder atravesar acero. Un sudor frío recorrió su espalda mientras su garganta tragaba saliva con dificultad. Aquella mujer era un tema serio cuando se enojaba.

Ram: "¿He oído algo de su parte, pequeños gatos?". Preguntó con una sonrisa tensa, sin apartar su mirada asesina de ellos.

Tivey: "¡N-nada! ¡Solo que usted es la mejor empleada de la Casa Mathers! Jeje~". Se apresuró a decir, agitando las manos frenéticamente mientras una risa nerviosa escapaba de sus labios, muy alejada de su habitual porte tranquilo y formal.

Hetaro: "Pero si tú dijiste que la señorita de cabello rosado era una p—". El comentario fue bruscamente interrumpido por la rápida mano de Tivey, quien cubrió la boca de su hermano en un abrir y cerrar de ojos.

Tivey: "¡Jejeje~!". Soltó entre dientes, rogando por que Hetaro no dijera nada más.

Ram los observó por un segundo más, luego simplemente suspiró y murmuró con cierto fastidio:

Ram: "Lo dejaré pasar... solo porque no quiero provocar un motín ahora mismo". Concluyó antes de acomodarse en su asiento con aire digno, como si hubiera hecho una gran concesión.

Frederica por su parte solo le dedico una pequeña mirada despectiva a la sirvienta de cabello rosado por criticar a su pupila, y luego se volteo para tumbarse en el regazo de Otto, a lo que el comerciante solo desvió ligeramente la mirada, y con un rubor en su rostro empezó a acariciar el cabello de Frederica, a lo cual la sirvienta solo ronroneó tal cual un gatito adorable.

En el mundo completamente lleno de penumbras, el Guardian se burlo con desdén:

"¡JA!, Como si yo fuera a permitir que  una  pecho plano acabara con mis marionetas"

Satella:" Cierra la boca...". Hablo con voz ronca, mientras su cabeza se mantenía gacha.

Fomalhaut boletó su mirada intrigado por el repentino insulto de su prisionera.

"Vaya, vaya, así que cierta personita al fin se digno a hablar"

Satella levanto la mirada lentamente, sus ojos purpuras denotaban una negrura espeluznante y un presagio de lo que pasaría si se liberara de sus ataduras, una cosa que claro que Fomalhaut no iba a permitir.

Fomalhaut se acerco a paso lento hacía su prisionera, se puso de cuclillas y con su mano tomo la barbilla de Satella para que lo mirara directo a los ojos.

Satella intento negarse, pero sus fuerzas habían sido mermadas a cero, así que no tuvo más opción que mirar a su captor directamente a los ojos.

Fomalhaut esbozó una sonrisa burlona y después mientras se acercaba aún más a Satella, declaró:

"Dime, ¿Quién esta al control ahora?,  Satella  o la Bruja de los celos?"

Pregunto con falsa inocencia mientras ladeaba la cabeza para apoyarla sobre la palma de su mano.

El silencio inundo a la sala, solo había un sepulcral y llano silencio que envolvía a las dos figuras ocupantes de la sala, los labios de la prisionera se mantuvieron sellados a pesar de las provocaciones del Alcaide.

Fomalhaut se levantó decepcionado, se giro y caminó lentamente hacia la gran ventana de luz que se encontraba en el frente de la sala oscura.

"Puede que ahora te resistas, pero pronto el juego se tornara a mi favor, y tú no podrás hacer nada para evitarlo".

Satella alzó la vista, su mirada estaba cargada de un gran ansia de sangre, sus ojos se oscurecieron cada vez más, hasta que finalmente se desplomo de cara al suelo- o al menos lo que parecía ser el suelo, ya que todo era solo oscuridad-.

Fomalhaut le dedico una ultima mirada a su prisionera, y después se volvió para mirar las reacciones del elenco, mientras una siniestra sonrisa se formaba en sus labios.

"No me asustes así, Petra. Ha pasado un mes, pero veo que estás de buen humor".

"Ha pasado tanto tiempo. Estoy muy contenta... Estoy segura de que fue difícil para usted, maestro Subaru. Estaba preocupada después de que llegara la carta. No estarás fingiendo estar bien cuando en realidad estás herido, ¿verdad?"

"Eso hace cosquillas".

El pelo castaño rojizo de Petra se mecía de un lado a otro mientras comprobaba si Subaru tenía alguna herida.

Subaru hizo una pequeña mueca mientras todos los demás salían también del carruaje.

"Vamos, Petra. Es hora de trabajar, antes de que Ram se enfade contigo".

"... Okaaay . Cuéntamelo todo más tarde".

Con eso, Petra se alejó, pero esa mirada de sospecha  dirigida a al  héroe recién llegado nunca abandonó sus ojos. Ella no parecía confiar en Subaru en lo absoluto.

Para ser justos, su plan original era encontrar unos cristales mágicos, y en lugar de eso acabaron luchando contra el Culto de la Bruja en una batalla masiva que arrasó toda la ciudad.

El recuerdo de la batalla por Priestella contra el Culto de la Bruja cruzó las mentes de varios. Había tanto momentos gloriosos, como el discurso heroico de Subaru que inspiró a toda la ciudad a no perder la esperanza, como recuerdos amargos de muerte y destrucción, cortesía de los Arzobispos que actuaban por simple capricho.

Crusch: "Aún me resulta extraño que todas las tragedias más devastadoras de nuestro mundo terminen sobre los hombros de Subaru-dono". Comentó la duquesa, con una clara preocupación velada en su voz.

Ram: "Supongo que Barusu es un imán para los problemas". Soltó con su habitual tono mordaz, olvidando por completo la promesa de moderarse con respecto a Subaru.

Rem: "Pero el héroe de Rem siempre saldrá victorioso. Aunque carezca de fuerza física, su determinación es algo que nadie podría igualar". Dijo con seguridad mientras acariciaba suavemente la cabeza de Spica.

Felt: "La determinación del hermano mayor es más potente que un espadazo de Rein". Declaró, cruzándose de brazos e inflando con orgullo su pequeño pecho.

Julius: "Creo que eso es exagerar un poco, Felt-sama...".

Felt: "¡Es más potente y punto!".

Priscilla observó la escena con visible desdén. Se abanicó con parsimonia antes de soltar su comentario:

Priscilla: "Inmunda rata de los barrios bajos, ¿Acaso estás subestimando a tu propio caballero? Qué bajo has caído, incluso para una rata". Se burló con elegancia envenenada mientras cruzaba las piernas con aires de realeza.

Felt apenas la miró de reojo, entornando los ojos con fastidio antes de volver a centrarse en la pantalla.

Felt: "Vete a coger, perra. Te hace falta".

Priscilla se irguió con furia, claramente dispuesta a responder con algo más que palabras, pero se detuvo al notar que una severa mirada proveniente de Reinhardt se clavaba sobre ella. Con un largo y frustrado suspiro, se hundió de nuevo en su asiento, abanicándose con mayor agresividad. "El mundo les hará pagar por esta calumnia", pensó mientras reprimía su rabia.

Felt giró la vista hacia Reinhardt y, con una sonrisa de oreja a oreja, le extendió el puño:

Felt: "¡Buena actuación, Rein!". Susurró cómplice.

Reinhardt, tímidamente, alzó su mano y chocó el puño con el de su Dama. Aunque en otro tiempo se habría negado a participar en algo tan infantil, Reinhardt había cambiado. Ahora deseaba disfrutar, aunque fuera con pequeñas bromas, junto a la energía inagotable de su Dama.

Con una leve sonrisa, el caballero de cabello rojo se acercó para susurrarle:

Reinhardt: "A la perra de Priscilla-sama hay que mandarla a que se la cojan".

Ese susurro desató en Felt una carcajada explosiva, tanto que varias miradas se dirigieron hacia ella. Pero no podía evitarlo. Ni en un millón de años habría imaginado a Reinhardt diciendo algo semejante, así que simplemente se dejó llevar y siguió riendo a carcajadas.

Mientras tanto, Reinhardt se giró hacia la pantalla con una ligera sonrisa y murmuró con tranquilidad:

Reinhardt: "Misión cumplida".

La escena volvió a centrase en el monólogo de Subaru.

Aunque Subaru alegara su inocencia en el asunto, no era sorprendente que ella se negara a creerle. Mientras pensaba eso, Petra saludó a los invitados con un discurso practicado.

"Bienvenidos, honorables invitados. Soy una criada al servicio de la mansión Roswaal, Petra Leyte. Por favor, permítanme mostrarles la mansión después de su largo viaje".

Julius estaba ayudando a Anastasia a bajar del carruaje, y ambos parecían impresionados por la elegancia de su presentación.

Emilia y Beatrice parecían casi orgullosas de ella.

"Vaya, qué pequeña más digna. Casi quiero contratarla yo misma".

"En efecto. Es casi como una persona totalmente diferente de la chica que saltó sobre Subaru".

"...Disculpas por esa vergonzosa exhibición".

Las mejillas de Petra enrojecieron mientras Anastasia y Julius sonreían. Al observar esa reacción.

Garfiel: "¡JA! La pequeña Petra es casi tan buena escondiendo sus emociones como el Capitán". Rió Garfiel mientras se palmeaba la rodilla con sorna.

Emilia: "No sé si eso es bueno o malo...". Comentó la semi elfa, algo incómoda. A Emilia no le gustaba bromear con temas que tocaran los secretos de su caballero.

De repente, Mimi dio un salto y se agarró del cabello de Garfiel, imitando a Remy de Ratatouille. Sin dudar, empezó a tirar con fuerza del pelo del rubio a modo de castigo por su comentario.

Mimi: "¡Este es tu castigo, Garf!".

Garfiel: "¡Suelta mi cabello, enana!". Rugió mientras intentaba desesperadamente quitársela de encima, pero el agarre de la pequeña era mucho más fuerte de lo que parecía.

El elenco estalló en risas ante la escena. La interacción fue tan tierna como ridícula, y Petra, algo sonrojada, se sintió culpable al ver que todo eso había comenzado por su reacción. Mientras tanto, Meili soltó una risita burlona a su lado.

Meili: "Tontita". Dijo con una sonrisa ladina, haciendo que el rostro de Petra se encendiera aún más de vergüenza.

En uno de los extremos de la sala, una sirvienta demi humana habló mientras su largo cabello dorado era acariciado por cierto comerciante de cabello ceniciento.

Frederica: "Creo que aún tengo algunas cosas que enseñarle a mi pupila, jeje~". Reflexionó en voz alta, tomando nota mental mientras se acomodaba en el regazo de su pareja.

Otto: "Bueno, creo que no estás en una muy buena posición para criticar, Rica. Al fin y al cabo, también te dejaste llevar por las emociones". Comentó el comerciante, con una sonrisa astuta, defendiendo indirectamente a la pequeña sirvienta enamorada.

Frederica: "Eres malo, Ot-chan". Fingió estar dolida mientras se acurrucaba aún más junto a él.

Por cierto, tanto Otto como Frederica habían empezado a llamarse con apodos cariñosos... por influencia directa de cierto chico de cabello negro.

El poder Natsuki rompe fronteras.

"Ya veo. Entiendo por qué la gente ha empezado a llamarte el  Lolimancer "

Ante dicho comentario, dos miembros específicos del elenco estallaron en risa. Obviamente se trataba de Al y Ricardo, que, a pesar de sus diferencias y roces, aún compartían el mismo sentido del humor.

Al decidió dejar de lado, por un momento, su actitud fría y calculadora para simplemente dejarse llevar. Habría mejores situaciones en las que planear, pero esta claramente no era una de ellas.

Ricardo y Al: "¡¡¡DIJO LA FRASE!!! ¡¡¡VIVA EL LOLIMANCER!!!". Gritaron a todo pulmón.

Acto seguido, Al se subió en la punta del espaldar del asiento que tenía al frente y comenzó a bailar, mientras cantaba un armonioso coro improvisado:

POSDATA DEL AUTOR: (Canción pedorra hecha con IA XD)

Al:
"~En la torre más lejana, entre libros y té,
vive un mago curioso con un gusto muy... cliché.
No invoca dragones ni controla el rayo,
¡prefiere compañeras que miden metro y algo!

¡Oh, Lolimancer, señor del moe!
Con un grimorio rosa y un plan que nadie ve.
Te rodean las lolis, con magia y pudor,
y aunque el mundo murmure... ¡él jura que es amor!

Su círculo arcano son juegos de té,
y hechizos que suenan a '¡Nyan!' y 'desu ne~'.
Pero no te equivoques, tiene poder,
aunque sus invocaciones vayan al kinder.

Dicen que el consejo lo quiere juzgar,
pero él con voz firme se vuelve a excusar:
'¡La edad es un número, el alma es la flor!'
...y Reinhardt lo mira con cierto horror.

¡Oh, Lolimancer, duende del kawaii!
Tu ejército canta y nadie dice "aquí".
Aunque el gremio murmure que hay que intervenir...
tus lolis te siguen... ¡hasta el fin!" 

Finalizando su improvisada canción, Al remató con unos pasos de baile exagerados, haciendo poses dramáticas para cada verso. Incluso incluyó a Reinhardt en su ostentosa presentación, a lo que el Santo de la Espada solo suspiró, aunque con cierta diversión en sus ojos.

Ricardo lo acompañó felizmente, creando un pequeño ukelele con ayuda de la magia del Guardián para ambientar mejor el espectáculo del guerrero sin brazo.

Y así, el ambiente del Teatro cambió por completo. Incluso Priscilla se entretuvo con lo sonora y pegadiza que resultó la canción. Aunque no lo admitiría jamás, los pasos de baile le parecieron ingeniosos y estaba, en secreto, algo orgullosa de su fiel bufón.

Las risas se multiplicaron por por doquier, y el buen ambiente reino, pero una molesta voz resonó:

"Es hora de ponerle fin a la canción, incluso el Autor se puso a hacer que los versos rimen, por un carajo".

Todos (al unísono): "¿Autor...?".

"¡No hay que romper la cuarta pared, y con eso mi diversión! ¡Dejen de hacer el tonto y pasen a la acción! ¡Me lleva! ¡Otra vez me puse a rimar!".

Emilia y Beatrice querían seguir con la comedia solo para molestar al Alcaide, pero se abstuvieron al ver que el resto del elenco comenzaba a volver a sus asientos. A regañadientes, ellas también hicieron lo mismo.

"Para que quede claro, Petra no es tan joven, e incluso si dejara pasar esa clasificación errónea, Beako es la única domada, así que no te hagas una idea equivocada".

"Betty no solo se limita a escuchar todo lo que dices, Subaru. Nadie ha domesticado a Betty".

Subaru respondió mordazmente a la broma de Julius, sólo para ser corregido bruscamente por Beatrice.

"Además, ni siquiera hay tanta diferencia entre Betty y Pet... Espera. ¿ P-Petra  has crecido un poco, supongo? ¡Y tú pelo también es un poco más largo...!"

"Ha pasado un mes entero, después de todo. Soy una niña que crece. Cada vez soy más alta, y si no me corto el pelo, por supuesto que me quedará más largo. Pero sigues siendo así de pequeña".

"¡¿Cómo puede ser...?!"

Beatrice temblaba mientras Petra sonreía y la abrazaba.

Beatrice volteó su mirada hacia Petra, preguntándose para sí misma si los humanos realmente podían cambiar tanto en un tiempo tan efímero como lo es un mes. Claro, para ella, un mes podía percibirse como solo un grano de arena dentro del inmenso desierto que era su existencia como espíritu.

Petra, al notar la mirada de su amiga, solo le guiñó un ojo y le sacó la lengua juguetonamente, a lo que Beatrice apartó la vista con un tierno "¡Hmph!" antes de volver a mirar la pantalla para continuar observando a su querido contratista.

Por su parte, Emilia rió para sí misma al ver que Beatrice se llevaba bien con Petra. Debido a su trabajo del último año, no había podido notar muy bien cómo se había desarrollado la relación entre esas dos niñas, pero ver ese tipo de interacción por parte del orgulloso espíritu solo le hizo sonreír con ternura.

Anastasia, por su parte, volvió a tomar nota sobre los comportamientos de Beatrice.
"Si se gana a la hija, se gana al padre", pensó con picardía, y con ese pensamiento se dispuso a anotar con entusiasmo.

Foxidna no pudo hacer más que suspirar, ya se estaba acostumbrando...

"Debería hacerles pasar antes de que la señorita Ram se enfade..."

"-Si querías evitarlo, deberías haberte esforzado un poco más."

"¡Eep!"

El elenco rezo internamente por el bienestar de la joven criada, Ram era todo un lobo en disfraz de oveja...

La cara de Petra palideció cuando una voz familiar llegó desde detrás de ella.

Una segunda criada salió de la mansión, haciendo que la más joven se estremeciera de miedo: era Ram.

Sus ojos rosados clavaron a Petra en su sitio durante unos largos instantes antes de volver lentamente la mirada hacia Subaru y los demás.

"Justo cuando pensaba que tu trabajo había ido mejorando y quizá merecías algún reconocimiento... Qué decepción".

"Lo siento... Umm, ¿Pero qué era eso de mi trabajo...?"

"Sí. Iba a decir que te has vuelto mejor cocinando y más cuidadosa con la limpieza y mejor lavando la ropa, y que te levantas antes que yo".

"¡Quizás deberías echar un vistazo a tu propio trabajo!" 

Ram: "¡JA! Barusu no sabe lo mucho que Ram trabaja. Solo por eso merecería una fuerte reprimenda por tal insolencia hacia mi perfecta figura". Ram hizo su característico gesto de desdén antes de cerrar los ojos con orgullo.

Rem: "En ocasiones no estoy muy de acuerdo contigo, hermana...". Dijo Rem mientras entrecerraba los ojos, con un dejo de desaprobación.

Spica: "Aau...". Spica solo imitó los mismos movimientos de su madre e intentó copiar su forma de hablar, aunque sin mucho éxito.

La criada de cabello rosa desvió la mirada con un leve rubor y se sentó con los brazos y piernas cruzados, un acto completamente impropio de una sirvienta ejemplar. El elenco solo pudo suspirar resignado, ya acostumbrado a la peculiar personalidad de Ram.

Mimi, por su parte, solo pudo pensar para sí misma: ¿Cómo es que Garfiel se había enamorado de semejante inútil...? ¿Tal vez ella también debería empezar a ser improductiva? Se quedó rumiando la idea mientras meneaba la cola con curiosidad.

Garfiel solo suspiró al notar que la pequeña niña gato sobre su cabeza estaba tramando algo. Y por la expresión de su rostro, definitivamente no era nada bueno...

¿Cuánto podía superar a una criada veterana a una chica que apenas llevaba un año de criada? Incluso teniendo en cuenta lo rápido que Petra podía aprender cosas nuevas, si el listón estaba tan bajo, superarlo no significaba gran cosa. 

Ram:" Estúpido Barusu". Ram solo apartó la mirada con desdén mientras fruncia aún más el ceño, algo que a Roswaal le pareció un tanto adorable.

Petra por su parte se sintió alagada por las palabras de su héroe, pero sabía que le iba a caer una buena reprimenda por parte de Ram más tarde por tales pensamientos, solo pudo rezar por su bienestar.

Ram resopló ante el arrebato de Subaru.

"¿Qué sentido tiene dudar de uno mismo? No tengo más  que confianza  en mí misma y las más altas expectativas para mí".

"Eso es lo único de ti que realmente respeto".

Subaru se asombró de la brusquedad con que lo anunció.

Emilia palmeó el hombro helado de Petra mientras decía:

"Gracias por venir a conocernos, Ram. ¿Ha ocurrido algo en la mansión mientras estábamos fuera?"

"No ha habido ningún problema. Estoy segura de que todos tienen muchas noticias que compartir. ¿Han muerto  Garf  y Otto?"

"¡¡¡NO ESTAMOS MUERTOS!!!", gritaron al unísono el comerciante y el escudo del campamento de Emilia tras el comentario venenoso de la criada de cabello rosa. Ram les dirigió una mirada rápida y respondió con indiferencia:

Ram: "¡Hmph! Pues sería comprensible y razonable que dos inútiles como ustedes terminaran bajo tierra por alguna estupidez. De no ser por Barusu, esa afirmación sería más que correcta". Espetó con un simple gesto de mano.

Garfiel y Otto tragaron tierra ante la crudeza del comentario. No esperaban que fuera tan cruel... aunque, para vergüenza propia, a Garfiel le gustó un poco aquella agresividad. Lamentablemente, eso no pasó desapercibido para Mimi, quien sonrió con malicia mientras comenzaba a tramar algo. Garfiel tragó saliva con preocupación; sabía que eso no podía traer nada bueno.

Sin embargo, cierta sirvienta de cabellos rubios no pensaba quedarse de brazos cruzados mientras Ram se salía con la suya.

Frederica: "Debo recordar que de no ser por Garf y Ot-chan, tu querido maestro nos habría condenado a todos... especialmente a Subaru-sama, quien se habría convertido en su marioneta personal". Razonó con la elegancia que solo años de experiencia podían otorgar. Ram bajó la mirada, sintiendo una punzada de culpa. ¿Cómo se suponía que debía responder a eso?

"Marionetas jeje~"

Hablo Fomalhaut con una sonrisa tonta, tenía una rara afición por las marionetas.

Satella solo pudo apartar la mirada con algo de asco por la escena.

Ram: "Y-yo...". Por primera vez en mucho tiempo, la orgullosa criada se quedó sin palabras ante la mirada fulminante de Frederica.

Mientras se hundía en sus pensamientos, una mano palmeó su espalda con firmeza. Al levantar la mirada, vio que el autor de ese gesto no era otro que Roswaal. Aunque no le dirigía la vista directamente, el gesto hablaba por sí solo: no quería verla decaída.

Ram se sonrojó notablemente. Tomó aire, y con un rubor adornando sus mejillas, respondió:

Ram: "Debo reconocer que Barusu es útil en ocasiones... y que le tengo una gran deuda por permitirme salvar a mi maestro. Pero Barusu... es Barusu".

Y... volvió a usar el nombre del chico de cabello negro como insulto. El elenco se llevó la mano a la cabeza al unísono. Ingenuamente habían pensado que, por una vez, Ram cedería por completo. Claramente, se equivocaron.

Por su parte, Anastasia anotó algo más en su libreta, lo que hizo que Foxidna se tensara de inmediato.

"La criada de cabello rosado debe morir."

Al levantar la mirada, Foxidna contempló cómo el lápiz que sostenía su hija estaba visiblemente deformado por la presión, y su sonrisa... no podía ser más perturbadora.

Foxidna desvió la mirada con resignación y pensó: "El cobarde siempre es el que sobrevive." Y con eso, decidió que Ram se cuidara sola... más le valía.

"¡No vayas a matarlos! ¡Qué cosas dices con esa cara tan seria!"

Otto: "Gracias, Natsuki-san". Dijo el comerciante mientras una pequeña lágrima dramática descendía por su mejilla.

Garfiel: "Gracias, Capitá—". El rubio iba a imitar el agradecimiento de su hermano jurado, pero una repentina jalada de cabello lo hizo estremecerse.

Mimi: "¡Ataque Loli!". Exclamó mientras comenzaba a ahorcarlo y tironear con saña sus cabellos.

Garfiel: "¡¿P-pero qué carajos crees que haces, enana?!". Rugió el demi-humano mientras luchaba por tomar aire.

Mimi: "Adiestrarte". Respondió con una sonrisa tan tierna como perturbadora. Estaba aplicando todo lo que había aprendido sobre él en las últimas visualizaciones.

Garfiel intentó liberarse desesperadamente, pero lo que realmente lo aterrorizó fue darse cuenta de que empezaba a disfrutar el maltrato que recibía de la pequeña demonio.

Mimi rió internamente mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en sus labios.

Hetaro y Tivey, que observaban la escena desde sus respectivos asientos, no pudieron hacer más que mirar con incredulidad. Sabían que Mimi podía hacer locuras con tal de conseguir lo que quería... pero, ¿hasta este punto?

Ambos se miraron entre sí, luego suspiraron con resignación. Solo podían desearle suerte al chico gato... la iba a necesitar.

Ricardo contemplaba la escena con una sonrisa lobuna formándose entre sus colmillos. "Bien hecho, Mimi. ¡Enséñale quién manda!", pensó entre risas.

Julius simplemente suspiró. No quería ni imaginar cómo iba a desarrollarse todo eso.

Anastasia, por su parte, tachó discretamente una línea en su lista de ideas.

"Ofrecer a Mimi como regalo para una cita con Subaru."

Esa idea estaba oficialmente descartada. La niña era demasiado agresiva.

Foxidna suspiró aliviada al ver a su hija tomar esa decisión. Sentía que, al menos por ese lado, su seguridad estaba garantizada.

Garfiel: "Jejeje~". El escudo del campamento de Emilia comenzó a reír con torpeza, embobado por la satisfacción de ser tratado de esa manera. Mimi solo sonrió aún más, satisfecha. "Misión cumplida", pensó.

Ram dirigió una rápida mirada a la inusual pareja felina, y luego soltó un suspiro cargado de decepción.

Ram: "Sabía que solo eras un cerdo pervertido, Garf". Se cruzó de brazos y apartó la mirada, completamente indignada.

Otto simplemente le deseó buena suerte a su hermano jurado mientras forzaba una sonrisa tensa.

Frederica... bueno, a ella no pudo importarle menos. Ya conocía los hábitos masoquistas de su hermano menor; después de todo, se había enamorado de Ram. El abuso que estaba recibiendo le pareció casi anecdótico.

Mimi cerró los ojos por un momento, como si estuviera meditando con suma concentración... hasta que algo apareció en sus manos.

Una correa para perros.

Sin perder tiempo, la pequeña demonio la tomó con firmeza y, con movimientos precisos, la colocó en el cuello de Garfiel. Él solo pudo emocionarse aún más.

En ese punto, el elenco entero dejó de ver la escena como algo tierno... y comenzó a sentirse profundamente incómodo.

Uno a uno, todos apartaron la mirada y fingieron no ver nada. Era por el bien de su salud mental.

Mimi continuó su "adiestramiento" con gran dedicación y entusiasmo.

Y Garfiel... bueno, él solo tenía una sonrisa boba mientras era maltratado por la enana.

"Esto se ha vuelto muy incómodo... ¿No lo crees?".

Le hablo Fomalhaut a la figura encadenada a sus espaldas, ella solo lo miró un momento y después desvió la mirada con desinterés.

"Es fácil ver a través de un hombre sin compostura. En tu caso, está tan claro que
prácticamente hay un agujero y tus entrañas se están filtrando, así que deberías tener cuidado.
Ser superficial y vacío es lo peor".

"Vas a herir seriamente mis sentimientos, así que ¿Podrías parar? Además, recibiste nuestra carta, ¿verdad?".

Ram se encogió de hombros mientras Subaru le susurraba.

Habían enviado una carta antes de su partida de Priestella. Si habían compartido el contenido con Ram, entonces ella debería saber por qué habían vuelto a la mansión.

Ram levantó el dedo.

"Tranquilo. He oído la historia del maestro Roswaal. Tiene asuntos con Rem y la cárcel de la mansión. Aunque..."

Los ojos de Ram se entrecerraron misteriosamente.

"Los preparativos de ambas cosas fueron tarea de Frederica y Petra, no mía".

"¿Por qué pareces engreída por eso?"

Incluso después de un mes separados, Ram era la misma de siempre.

Ram: "¡JA! La eterna ternura y belleza de Ram son incomparables con las cualidades básicas de Barusu. Claramente, solo está mostrando su profunda envidia hacia mi perfecto ser". Declaró con orgullo, haciendo un gesto magnánimo con las manos como si estuviera presentándose ante una multitud de admiradores.

El elenco solo suspiró con resignación ante la clara demostración de que Ram nunca va a cambiar. O al menos, eso parecía.

Por otra parte, dos sirvientas, una de cabello rubio y la otra de cabello anaranjado, se miraron desde extremos opuestos de la sala. No hicieron falta palabras. Sus expresiones, y el tiempo compartido en servicio, fueron suficientes para comprenderse a la perfección, como si compartieran la legendaria "Sinestesia" de Ram y Rem.

Lo que ambas pensaron fue simple, directo... y cruelmente honesto: Ram necesita trabajar más y ser menos perezosa.

A ese paso, hasta Betelgeuse se sentiría orgulloso de semejante sirvienta.

La escena cambio al interior de la mansión, donde una disputa entre campamentos se estaba desarrollando. 

"Bueno. Bienvenidos de nuevo. Me alegro de su regreso a salvo".

Roswaal saludó al grupo mientras se sentaba en el sofá del salón.

El elenco frunció el ceño al ver la repugnante cara del payaso. Solo contemplar su sonrisa engreída les provocaba náuseas profundas, algo comprensible: estaban viendo el rostro de un auténtico monstruo.

Roswaal, lejos de inmutarse, profundizó aún más su sonrisa. Después de mucho tiempo, decidió volver a ser parte de las pláticas regulares del elenco. Quién sabe... tal vez incluso obtuviera jugosa información con solo causar tensión con su presencia.

Roswaal: "Me siento taaan halagado de recibir sus taaaan apreciables miradas, ¡Vaya dicha~!". Expresó el Marqués con voz teatral y amanerada mientras realizaba poses dramáticas.

Wilhelm: "Le agradecería que se sentara y no perturbara la vista de los aquí presentes con su asqueroso rostro, Roswaal-sama". Respondió el viejo guerrero con total frialdad. Ante eso, el payaso fingió un dolor desgarrador, llevándose una mano al pecho y haciendo gestos exagerados mientras replicaba:

Roswaal: "¡Vaaaaya! ¡Cuánto daño me han causado sus hirientes palabras, señor Demonio de la Espada~!".

Antes de que el Marqués pudiera continuar con su acto, otra voz le cortó de lleno, cargada de desprecio.

"En serio, cierra la maldita boca, payaso de cuarta. Mis grandiosos oídos se están abrumando con tanta mierda que sale de tu sucia boca".

El Guardián había decidido intervenir. La constante palabrería del Marqués estaba arruinando su diversión al interrumpir las visualizaciones.

Roswaal dirigió su mirada a la gran pantalla, como si pudiera ver más allá de ella, directamente al ente detrás de todo.

Roswaal: "No hay por qué seeeer taaan agresivos, Guardian-sama~". Dijo con su tono teatral de siempre.

"¡Agradezco lo de 'sama', pero aún así cierra el culo!".

Ram se levantó de su asiento de golpe, lista para encarar al Alcaide por haberle faltado el respeto a su maestro. Fulminó la pantalla con la mirada y se puso en posición de ataque, pero una mano enguantada detuvo su avance.

Roswaal negó con la cabeza mientras miraba a su fiel sirvienta. Le indicó que sería una pérdida de tiempo enfrentar al Guardián, alguien que reinaba por encima de todos ellos... incluso del Santo de la Espada.

Ram bajó la mirada con disgusto, le dedicó una última mirada fulminante a la pantalla y regresó a su asiento obedeciendo a su maestro.

En el espacio oscuro y plagado de sombras, Fomalhaut se llevó una mano a la frente, irritado por la interrupción. Tras soltar un largo suspiro lleno de teatralidad, alzó la voz:

"¡Muy bien! Con ese problema zanjado, es hora de retomar las visualizaciones... ¡Y por favor, dejen de interrumpir cada cinco putas escenas!".

El elenco se acomodó en sus asientos, desviando la mirada de la pantalla con cierto reparo. Algunos se sintieron incómodos por el vocabulario del Guardián, pero no podían hacer nada al respecto. Solo se encogieron de hombros... y continuaron.

Subaru y Emilia no pudieron evitar mirarse el uno al otro cuando vieron la sonrisa de Roswaal llena de maquillaje de payaso.

"...Emilia-tan, no habrás escrito nada extraño en la carta, ¿verdad?".

"Uhm, no lo creo, pero... ¿Quizás sea porque hiciste algo que le hizo feliz? Quiero decir, tú y Roswaal tienen esas conversaciones secretas de vez en cuando..."

"¿Yo? Prefiero gastar mi tiempo y mi dinero en ti y en Beako y en Petra y en Frederica y en Patrasche y, supongo, en Ram".

La sirvienta de cabello rosa solo giró la cabeza con desdén antes de declarar:

Ram: "Obviamente, Ram merece parte del salario del inútil de Barusu. Es lo mínimo que una bella dama como yo debería recibir por su arduo trabajo". Espetó con una voz cargada de orgullo.

El elenco suspiró con pesadez. "¿Arduo trabajo? Sí, cómo no...", pensaron varios al unísono en sus cabezas.

Por su parte, las otras dos sirvientas mencionadas solo se sintieron profundamente halagadas por aparecer entre las prioridades del chico de cabello negro. Petra, en particular, no pudo evitar sonrojarse notablemente, arrastrada por sus sentimientos hacia Subaru.

Beatrice, en cambio, infló el pecho con orgullo al haber sido mencionada en segundo lugar por su querido contratista. Para ella, aquello tenía un gran valor.

Emilia solo bajó la mirada con un sonrojo tímido adornando sus mejillas. Ser mencionada como la primera en las prioridades de su caballero la tomó por sorpresa, aunque en el fondo... ya se lo esperaba.

Anastasia... solo hizo un puchero y anotó algo más en su libreta.

"Eso podría considerarse bastantes nombres de mujer, supongo".

Al fondo del Teatro, Al suspiró con algo de envidia. Él no había tenido la suerte de su hermano con las mujeres, y eso le frustraba hasta cierto punto...

Al: "Tch... ¿Qué tiene ese idiota que no tenga yo, eh?". Murmuró entre dientes mientras cruzaba los brazos y se recargaba contra el respaldo de su asiento.

Observaba cómo las chicas se sonrojaban, suspiraban o se inflaban de orgullo solo por ser mencionadas por Subaru, mientras él, a pesar de su propio carisma y habilidades, apenas si lograba captar una mirada de respeto.

Al: "Ni una sonrisa, ni un guiño... y eso que yo tengo mi propio encanto de tipo experimentado, ¿No?". Se quejó en voz baja, aunque lo suficientemente fuerte como para que Priscilla lo escuchara.

Priscilla, sentada con la gracia de una reina en su trono improvisado, apenas giró el rostro hacia él, arqueando una ceja con desdén.

Priscilla: "Lo que tú posees es un talento inigualable... para autocompadecerte. Patético". Su voz fue como una daga bañada en seda, cortante y elegante.

Al no dijo nada. Solo dejó caer la cabeza hacia atrás con un suspiro aún más pesado. Definitivamente, no era su día.

"¡Sería vergonzoso mostrar ese tipo de gratitud diaria a Otto y Garfield, ya que son compañeros!".

Beatrice parecía exasperada mientras Subaru le ponía la mano en la cabeza y se unía a Emilia en la confusión.

Por cierto, la razón por la que no incluyó a Rem fue para evitar disgustar a los demás, pero aún así se arrepintió de haberla dejado fuera.

La criada de cabello azul esbozó una tierna sonrisa ante las palabras de su héroe. Ya le había parecido un poco raro que él no la incluyera entre su lista de prioridades —aunque fuera una lista sobre en quién usar su salario—, pero esas recientes palabras lograron que volviera a llenarse de orgullo por ser la número dos en su corazón. Y tal vez, gracias a cierta niñita que tenía sentada en su regazo... podría aspirar al primer puesto.

Spica solo sonrió ante la mirada decidida de su madre, una mirada que ella amaba tanto.

Otto y Garfiel, por su parte, solo se rieron entre dientes por lo tsundere que era su hermano jurado respecto a sus emociones con sus compañeros de campamento.

Garfiel: "Jajaja, el Capitán puede ser todo un pícaro, pero la influencia de Ram le ha caído perfecto para poder ocultar sus verdaderos pensamient—". Antes de finalizar su declaración, Mimi apretó el agarre del collar y luego le susurró al oído:

Mimi: "¿Quién te dio permiso para hablar? ¡Ahora baja la cabeza como un buen gatito!". Susurró con orgullo, aún manteniendo su agarre en la correa.

Garfiel: "¡Ni lo pien—!". Otra vez fue interrumpido por Mimi, quien apretó aún más el agarre del collar que le había puesto.

Mimi: "¿Y bien?". Preguntó con picardía en su tono.

Garfiel: "Lo que usted diga, jefecita". Dijo mientras esbozaba una tonta sonrisa por el maltrato.

Ram, al ver esto, solo pudo decir una vez más:

Ram: "Garf es un completo pervertido". Luego se cruzó de brazos, algo desconcertada sobre cómo sentirse respecto a la nueva relación que el chico estaba formando con la pequeña demonio. Pero rápidamente borró dichos pensamientos de su mente y volvió a adoptar su postura autoritaria y orgullosa.

Otto solo suspiró. Ya no sabía qué sentir respecto a su hermano masoquista.

Rápidamente Subaru apartó ese pensamiento de su mente para hacer una pregunta punzante.

 "A juzgar por esa sonrisa, debes estar tramando nuevos trucos desagradables. ¿Estoy en lo cierto, Roswaal?"

"Qué reacción tan exagerada. Todo lo que he hecho es mostrar lo feliz que estoy de ver que están sanos y salvos después de preocuparme por su seguridad. Difícilmente podrías encontrar algún problema en eso, ¿verdad?".

Roswaal cerró un ojo, mirando fijamente a Subaru con su ojo azul.

"Este último año, he tenido seeeveros cambios de opinión. Mi cooperación es algo que hay que celebrar en lo que respecta a Lady Emilia, ¿no?"

"Supongo que sí. Sí. Gracias, Roswaal".

Emilia aceptó el descarado auto reconocimiento de Roswaal con su generosidad de mente abierta.

Alver cómo Roswaal sonreía y agitaba la mano con despreocupación, Subaru no pudo evitar preguntarse exactamente cuán digno de confianza era realmente este hombre. 

Beatrice: "La respuesta correcta sería cero, supongo. Ese payaso no se merece nada de confianza". Espetó la pequeña espíritu mientras se cruzaba de brazos y se acomodaba en el regazo de su contratista.

Un pensamiento cruzó la mente de Emilia al unísono de la escena: "Cuando acabe este capítulo, le pediré un vaso con agua a ese idiota del Guardián para poder lavarme la boca por haber agradecido a semejante animal". Después de eso, cerró los ojos con enojo contenido dirigido al Marqués.

Roswaal, por su parte, solo sonrió con burla ante las miradas furiosas que el elenco le estaba dedicando.

Anastasia volvió a anotar algo en su libreta...

"Deshacerme del payaso para que Natsuki-kun esté más tranquilo."

Por primera vez en mucho tiempo, Foxidna estuvo de acuerdo con la idea de su hija, aunque aún faltaban por pulir varios detalles si querían deshacerse del Marqués.

Ram solo le dedicó una mirada cargada de desdén a los miembros del elenco por faltarle el respeto con sus infructuosas miradas a su maestro.

"Es una pérdida de tiempo intentar comprender lo que está pensando. Esa rareza suya que le hace actuar como lo hace, es aún más inconmensurable que la tuya, Subaru".

"Eso ha sido una observación un poco vaga".

La ambigua apreciación de Beatrice casi la hizo sonar como una anciana divagadora. Cogiéndole la mano, entró en el salón junto con Emilia.

Beatrice: "¡Beatty no es ninguna anciana, hmph!". Se cruzó de brazos frunciendo el ceño mientras hacía un adorable puchero.

Emilia solo miró a la pequeña con una ternura apenas contenida. Tenía muchas ganas de abalanzarse y abrazar a Beatrice con todas sus fuerzas, pero se contuvo con una gran dosis de fuerza de voluntad.

Le resultaba sospechoso que Roswaal estuviera de tan buen humor. Al mismo tiempo, parecía una apuesta segura que Roswaal estuviera realmente contento de verles regresar.

Habiendo perdido su tomo de la sabiduría, eran cruciales para lograr su objetivo.

Ram: "Aunque ese asqueroso libro no está tan perdido como pensábamos, ¿O no, comerciante?". La criada fulminó con la mirada al joven de cabello ceniciento.

Otto tragó saliva con fuerza y respondió al ataque verbal con una mezcla de resignación y frustración:

Otto: "¿En serio, Ram-san? Vamos, ya tuvimos esta conversación... y lo arreglamos, ¿recuerdas?". Intentó razonar, pero la criada simplemente apartó la mirada con un audible y orgulloso "¡Hmph!".

Frederica le dirigió una rápida mirada cargada de desprecio a la hipócrita criada de cabello rosa. En su opinión, Ram no tenía la autoridad moral para criticar a su querido Ot-chan.

Wilhelm: "Será mejor que nos concentremos más en las visualizaciones. He notado un poco de humo saliendo por los bordes de la pantalla, y algo me dice que la paciencia del Guardián está al límite". Declaró con tono serio el Demonio de la Espada, señalando con un gesto sobrio la humareda que se elevaba del lado derecho de la gran pantalla.

"¡Hasta que al fin alguien se dio cuenta! Esto se está haciendo eterno. ¡Solo miren y dejen de interrumpir cada dos minutos!"

Emilia: "¿Y si no queremos?". La semi elfa respondió con tono burlón, alzando una ceja mientras sonreía con descaro.

"¡Tú calla, inútil! Si siguen interrumpiendo, habrá consecuencias. Y serán explícitamente para su querido amigo de cabello negro".

La amenaza del Guardián dejó al elenco con la respiración contenida. La idea de que una entidad tan poderosa como el Alcaide pudiera herir a Subaru sin que ellos pudieran hacer nada para evitarlo, los paralizó.

Reinhardt: "Comprendo su enojo. Pero, ¿Cuál sería la gracia si no compartiéramos nuestra humilde opinión sobre lo que estamos viendo, Guardián?". Dijo con firmeza el Santo de la Espada, poniéndose de pie y colocando una mano sobre su corazón.

Felt sintió su corazón acelerarse ligeramente al ver la confianza con la que su caballero hablaba. A pesar del momento, no pudo evitar sonrojarse apenas.

"¡Ashh! ¡Bien, que así sea! Pero no se demoren tanto. A este paso, cuando lleguemos al Arco 9, ¡A todos les habrán salido canas!"

Después de eso, todos regresaron a sus asientos y fijaron la mirada nuevamente en la gran pantalla, intentando no provocar más la ira del Guardián... por ahora.

"En ese caso, sería de gran ayuda que fueras un poco más cooperativo". 

"Lograrás lo que te propongas con o sin mi ayuda. Y porque tengo fe en tus capacidades, me estoy esforzando en las áreas donde tu fuerza no puede llegar. Una relación verdaderamente justa, ¿No te parece?".

"Sí, en serio, da ese toque de picante RPG: un personaje ayudante que no está realmente disponible para ayudar la mayor parte del tiempo".

Era un tropo estándar de los juegos, que los personajes con poderes excesivos sólo se unieran al grupo para combates muy específicos. 

El elenco ladeó la cabeza con curiosidad, y luego giraron la mirada hacia Beatrice con expectación, ansiosos por una explicación sobre el misterioso mundo de su querido amigo.

Beatrice suspiró, entre resignada y orgullosa. Ya se preparaba para hablar cuando cierto guerrero manco se adelantó, interrumpiéndola con total desfachatez.

Al: "Un RPG es una especie de juego de rol. Tú eliges el papel de tu personaje, y junto a otros jugadores te embarcas en una aventura fantástica. Se podría decir que Lugunica encajaría en ese tropo de mundo fantástico... solo que mucho más peligroso que lo que se muestra en un videojuego". Explicó con palabras simples, asegurándose de que todos pudieran entender, ganándose de paso una mirada curiosa y ligeramente orgullosa por parte de su Dama por haber tomado la iniciativa.

Beatrice: "¡Oye! ¡Esa era mi línea, supongo!". Protestó la pequeña espíritu, agitando sus brazos en el aire con visible irritación.

Al desvió la mirada hacia ella con teatralidad, y con la gracia propia de un rey, alzó su única mano con una burla elegante.

Al: "Bueno, las lolis ya tuvieron su momento de brillar. Es hora de que los verdaderos conocedores del mundo de Bro hablen". Dijo, adoptando una pose dramática mientras se tocaba la parte superior del casco con solemnidad exagerada.

Beatrice se cruzó de brazos e hizo un puchero aún más pronunciado mientras se acurrucaba con indignación en el regazo de su querido contratista. Necesitaba calmar su creciente frustración.

Anastasia, por su parte, se mordió el labio con cierta molestia. Su pequeño plan había fallado: quería aprovechar la situación para interactuar con Beatrice y, con algo de suerte, comenzar a llamarla "Beako", como lo hacía Subaru.

Crusch: "Comprendo... El mundo de Subaru-dono en verdad es un lugar muy extraño. Aun con tantos detalles, me cuesta imaginar con claridad cómo se vería su hogar". Comentó la Duquesa Karsten mientras apoyaba un dedo sobre sus labios, pensativa.

Félix observó ese gesto con deleite. Le pareció tan adorable que decidió grabarlo en fuego en su memoria.

Beatrice: "El mundo del Subaru de Betty es un lugar fuera de toda comprensión, supong—". No alcanzó a terminar su declaración cuando Al volvió a interrumpirla.

Al: "En realidad, aquí tienen varias fotos para que se hagan una mejor idea. Incluso incluí algunas imágenes de RPGs, para que les resulte más fácil de visualizar". Gracias a los beneficios del Guardián, Al utilizó lo que quedaba de su memoria de su antiguo mundo para proyectar imágenes con gran precisión. Aunque no recordaba del todo su vida anterior, sí conservaba vívidas imágenes de lugares famosos y populares.

Beatrice infló aún más las mejillas, su rostro enrojecido por la ira. Estaba claro que ese tipejo se estaba entrometiendo a propósito solo para provocarla. Aun así, se resignó a no darle más atención.

El resto del elenco se acercó para observar las imágenes. En ellas se podían apreciar la Torre Eiffel en París, las Pirámides del Desierto, el centro de Tokio, una polémica imagen de las Torres Gemelas —al fin y al cabo, Al fue transportado antes del accidente—, y algunas ilustraciones de RPGs antiguos en 8 bits.

Los presentes contemplaron cada foto con asombro, maravillados por las bellezas y grandezas del mundo del chico de cabello negro. Al, por su parte, se cruzó de piernas y colocó una mano en la barbilla, alzando la cabeza con orgullo. Al fin estaba recibiendo la atención que tanto anhelaba, y además, ganándose poco a poco la confianza del elenco... quizás así pudieran olvidar lo ocurrido en Priestella.

Priscilla se resignó a castigar a su bufón por su desbordante orgullo, solo porque las imágenes le habían parecido fascinantes. Con un suspiro elegante, se acomodó en su asiento y empezó a abanicarse con los ojos cerrados.

Reinhardt: "Esto es muy hermoso, Al". Dijo el Santo de la Espada mientras sostenía una de las fotos con ambas manos. Un brillo de estrellas adornaba sus ojos azules.

Al: "¡Aja!". Hizo un gesto altivo, henchido de satisfacción.

Felt: "¡Esto sí que es muy bello!". Exclamó con emoción mientras trepaba por la espalda de su caballero para ver la misma imagen. Era una vista de un inmenso océano, algo que no existía en su mundo.

Al: "¡Aja!". Repitió con la misma pose orgullosa.

Wilhelm: "Debo reconocer que estos 'RPGs' se ven bastante entretenidos". Comentó el Demonio de la Espada mientras sostenía una imagen de un juego de aventuras centrado en espadas, lo que dejaba clara su preferencia.

Al: "¡Aja!". Y volvió a posar con confianza.

Anastasia sacó su bolígrafo y comenzó a anotar los lugares que más se asemejaban a Kararagi. En su mente, un sitio que le recordara a casa podía provocar nostalgia en Subaru... y, con suerte, sería el lugar perfecto para una cita. Esbozó una sonrisa maliciosa mientras un suave rubor teñía sus mejillas. Foxidna, resignada, solo se palmeó la cabeza con su pata.

Tras un buen rato admirando las imágenes, el elenco volvió a sus respectivos asientos, dispuestos a continuar con las visualizaciones. Aprovechando que la conmoción se había calmado, Priscilla se inclinó ligeramente para susurrarle a su bufón una pregunta en privado:

Priscilla: "¿Se puede saber por qué hiciste tal acto? Hace apenas unas horas no querías ni que pronunciara tu nombre, empeñado en esconderte de la mirada del Santo de la Espada". Preguntó la Matriarca Vollachiana mientras se abanicaba con elegancia y lo observaba de reojo.

Al: "Bueno... las cosas cambiaron cuando Reinhardt fijó su mirada en mí, a pesar de intentar pasar inadvertido, princesa. Por eso decidí parecer lo más colaborativo posible para ganarme el favor del resto de los campamentos". Respondió el guerrero manco mientras cruzaba las piernas con aparente calma.

Priscilla lo observó con detenimiento, analizando sus gestos en busca de alguna mentira. Al no notar nada sospechoso, simplemente volvió a mirar hacia la pantalla y replicó:

Priscilla: "Ya veo... espero que tengas algo en mente, porque tu simple actuación de ahora y la canción de antes no te evangelizarán. Eso, Mi Yo Divino te lo asegura".

Al: "Comprendo, princesa. Pero el juego aún no termina...". Una tenue aura siniestra volvió a rodearlo, generando una sonrisa expectante en el rostro de Priscilla.

Dio la casualidad de que Roswaal siempre observaba desde la distancia cómo se llevaba a Subaru hasta el límite absoluto para poder obtener pruebas de la capacidad de Subaru de regresar de la muerte para cambiar el propio destino.

Era astuto y alguien con quien Subaru no podía permitirse bajar la guardia. Esa apreciación seguía siendo la misma. 

El elenco volteó la mirada hacia Roswaal. Algunas de esas miradas estaban cargadas de recelo, ira, desprecio o cautela... y, muy raramente, una de ellas mostraba un atisbo de cariño. Por supuesto, la autora de esa singular mirada no era otra que Ram.

Roswaal rió suavemente al notar esos ojos sobre él. Aún le costaba comprender cómo alguien como ella podía haberse enamorado de un monstruo como él. Por eso mismo, daría todo de sí: para comprender ese amor, para redimirse ante él... y, al mismo tiempo, alcanzar su objetivo y reunirse con su querida maestra.

"Así que, ¿No es hora de que nos presentes?"

"Ah, perdón, perdón. Roswaal, hemos traído algunos invitados. ¿Puedes hacerles sitio?"

"Eso he oído. Aún así, ésta es una asamblea bastante intrigante".

Roswaal se levantó e hizo un gesto a los invitados que estaban en la entrada de la sala para que tomaran asiento en el sofá mientras él se desplazaba a un sillón cercano.

"Sean bienvenidos. Han recorrido un largo camino. No habíamos podido hablar así desde la ceremonia".

"En efecto, y tampoco es que tuviéramos la oportunidad de hablar mucho allí, así que supongo que ésta es la primera vez".

Anastasia sonrió y recibió el diplomático saludo de Roswaal con una respuesta igualmente diplomática.

La ceremonia a la que se referían era la celebrada en el palacio real para honrar a Emilia, Crusch, Anastasia y todos sus seguidores por su trabajo en la matanza de la ballena blanca.

Tuvo lugar después de los sucesos del Santuario, con la presencia de representantes de las tres facciones.

Hay que tener cojones para presentarse a eso con cara seria después de todo lo que ese payaso hizo.

Crusch recordó aquel momento con un toque de cariño. A pesar de que esa batalla le había costado sus recuerdos, internamente seguía debatiéndose entre su identidad actual y lo que alguna vez fue antes de perder la memoria. Sin embargo, de algo estaba completamente segura: de sus sentimientos por aquel chico de cabello negro.

Él había cabalgado con valentía contra la Gran Ballena Blanca, una criatura que infundía terror incluso con una simple mirada. Aun así, Subaru tragó ese miedo y, con la posibilidad latente de tener que reiniciar todo su avance desde cero, fue al frente e inspiró a las tropas paralizadas por el pánico. Mostró ser un verdadero líder... un auténtico héroe. Gracias a su ingenio, lograron identificar el engaño de la Ballena y, con trabajo conjunto, la derribaron y la eliminaron tras cuatrocientos años de terror.

Crusch no descansaría hasta poder devolverle todo aquello... y mucho más.

Anastasia, por su parte, recordó esa ceremonia con una apreciación discreta pero sincera. Jamás hubiera imaginado que el chico que se humilló ante todo el Reino durante el inicio de la Selección sería el mismo hombre que conquistaría su frío y calculador corazón. Sus actos heroicos, sus sacrificios, su terquedad y sus principios... todo eso fue lo que los salvó a todos, a ella incluida.

Mientras tanto, en otras partes del Teatro, algunos murmullos resonaron con un desprecio apenas disimulado hacia el Marqués de aspecto de payaso.

"Sí que hay que tener huevos para tener la cara de hipócrita que él tiene", pensaron varios de los autores de aquellos comentarios mordaces.

Roswaal simplemente ensanchó su sonrisa. Le agradaba que su presencia sembrara el caos. Eso le permitía hacer pequeñas jugadas con el simple poder de sus palabras.

Ram, como si respondiera con fastidio a la atmósfera que se formaba, solo suspiró y murmuró:

Ram: "Ninguno de ustedes puede entender la guapura de Roswaal-sama". Un ligero rubor se extendió por sus mejillas.

Si alguien más que Roswaal hubiese escuchado esa declaración, probablemente habría vomitado del asco... o se habría echado a reír a carcajadas.

El Marqués, por su parte, solo suspiró y volvió la mirada hacia la gran pantalla, justo cuando el alboroto de murmullos comenzaba a apagarse.

En cualquier caso, era la primera vez que él y Anastasia se veían cara a cara desde entonces, y sus saludos incluyeron un poco de tanteo. 

Anastasia:" Y ojalá fuera la ultima...". Susurro con desdén apenas disimulado mientras fruncia el seño, Foxidna solo asintió ante el comentario de hija, ella compartía su desprecio por ese asqueroso payaso.

La conversación pasó entonces al tema principal: informar de lo que había ocurrido en Priestella. 

"He leído su carta. Otto y Garfiel se están recuperando de sus heridas, pero aun así, parece que el coste de enfrentarse al Culto de la Bruja fue bastante bajo..."

Otto: "¡Muchas gracias, Roswaal-sama! No sabía que prácticamente casi perder las piernas era un 'coste bajo'". Espetó el comerciante, con evidente sarcasmo en su voz.

Roswaal volteó la mirada hacia él con una sonrisa elegante y venenosa.

Roswaal: "Tú mismo lo dijiste, querido Otto... 'casi'."

Tras eso, soltó una carcajada burlona, teñida de teatralidad.

Otto frunció el ceño con fuerza y le dirigió una mirada cargada de puro odio, pero antes de que pudiera decir algo más, el suave toque de Frederica lo contuvo. Ella tomó su mano con firmeza y calidez.

Otto: "Ahhh... gracias, Rica". Murmuró con una sonrisa cariñosa, permitiéndose relajar un poco.

Frederica: "De nada". Respondió con voz tranquila, sin soltar su mano. No parecía que planease hacerlo pronto...

Wilhelm: "Aunque no me agrada coincidir con el Marqués...". Dijo el viejo guerrero con voz grave y controlada, "...debo admitir que el precio a pagar por ese enfrentamiento pudo haber sido mucho más alto, de no ser por la intervención de Subaru-dono. Especialmente por la presencia del Arzobispo de la Avaricia..."

Todos en el elenco fruncieron el ceño al unísono. El solo nombre bastaba para enturbiar el ambiente: Regulus Corneas.

Un auténtico monstruo, oculto bajo la máscara de la rectitud. Usaba a mujeres como herramientas desechables, las convertía en sus "esposas", y las mantenía vivas solo como fuente de sustento para su repulsiva Autoridad: El Corazón de León. Una habilidad que habría sido indescifrable de no ser por los conocimientos provenientes de las "estrellas" de Subaru... otra razón más para agradecerle.

Ahora, con ese conocimiento, podrían prepararse para acabar con él fuera del Teatro. Y entre todos los presentes, la que más esperaba ese momento... era Emilia.

El elenco asintió lentamente, compartiendo por una vez una opinión con el Marqués Mathers. Luego, uno a uno, volvieron su mirada a la pantalla.

"Sí, gracias al trabajo realmente duro que hicieron los dos... En realidad, también es gracias a todos los que estaban en el pueblo. Subaru y Liliana, también".

"¿Por qué nos has mencionado a Liliana y a mí de repente?".

Probablemente porque estaban en la categoría de no combatientes. No porque fueran particularmente similares.

"Bueno, dejando a un lado la timidez de Subaru... Lady Anastasia, fue usted quien invitó a Lady Emilia a Priestella. ¿Tiene algo que decir al respecto?".

"Lamento el incidente. Si me pide que me disculpe, estoy preparada para ofrecerle una disculpa adecuada. Sin embargo..."

"Sin embargo, Lady Emilia ya lo ha rechazado, estoy seguro."

"Después de todo, es el Culto de la Bruja quien estaba actuando, así que ellos son los responsables. Anastasia no tiene ninguna responsabilidad por lo que hicieron. Y aún así conseguimos lo que fuimos a hacer allí".

Emilia se tocó el colgante que llevaba al cuello cuando Roswaal la miró.

Un reluciente cristal mágico reposaba allí, reuniendo fuerzas para el gran espíritu que aún dormía profundamente.

La razón por la que habían ido a Priestella era conseguir un cristal mágico que pudiera ayudar a Puck. 

En cuanto a ese objetivo concreto, el viaje a Priestella había sido un éxito.

Emilia bajó la cabeza al recordar cuánto había hecho sufrir a su caballero, solo por su egoísmo de querer recuperar a Puck. Durante tanto tiempo, había creído que no podía avanzar sin él, aferrándose al vínculo que compartían... sin pensar en lo mucho que eso había herido a Subaru.

Pero ahora, esa ansiedad que solía oprimirle el pecho ya no estaba. Lo que antes consideraba amor o necesidad, ahora se le revelaba como una carga mal enfocada, una que había puesto sobre los hombros del chico que más había hecho por ella.

Puck le había causado un gran dolor a Subaru. Y por ello... ya no merecía su protección incondicional. No esta vez.

Lo que merecía era un juicio justo. Y ella se aseguraría de que así fuera. No habría indulgencia.

Con esa resolución firme grabada en su corazón, Emilia alzó la mirada, sus ojos color amatista reflejando una determinación que antes no poseía. Se acomodó en su asiento y dirigió la vista a la gran pantalla, lista para presenciar lo que vendría. Con ganas de verdad. Con sed de justicia.

"Además, el hecho de que casualmente estuviéramos allí en el momento adecuado podría serla razón por la que pudimos derrotar al Culto de la Bruja. Si es así, eso sería mérito de Anastasia-".

"Obviamente eso va mucho más allá de lo que estaba considerando, así que déjelo así".

Anastasia hizo una pequeña mueca ante la perspectiva previsora de Emilia y la detuvo.

"¿En serio?".

Por alguna razón, Anastasia pareció aliviada cuando Emilia ladeó la cabeza.

Por supuesto, toda esa frase no era más que un empujón preventivo de Roswaal.

De hecho, había bastantes posibilidades de que el ataque del Culto de la Bruja a Priestella estuviera dirigido principalmente a la facción de Emilia. Roswaal era perfectamente consciente de ello, ya que se había mencionado en la carta.

Emilia bajó la cabeza con vergüenza. Por su culpa, muchos habitantes de Priestella podrían haber sufrido terriblemente. Todo por ser una semi elfa de cabello plateado. No era que se avergonzara de su apariencia—de hecho, cierta persona de cabello negro amaba con sinceridad cómo se veía—y ese pensamiento bastaba para calmar, aunque fuera un poco, el peso afligido de su corazón.

Félix le dirigió una mirada dura, cargada de reproche. En su mente, la posibilidad de que su Dama hubiera caído bajo la maldición de Lujuria a causa del caos desatado le hacía hervir la sangre. Pero antes de que pudiera decir algo, la mano de Crusch se posó sobre su hombro. Ella negó con la cabeza con suavidad, transmitiéndole sin palabras que no debía culpar a Emilia por lo sucedido. La expresión de Félix vaciló. Se mordió el labio con frustración y regresó a su asiento, reconociendo en su interior que era injusto señalarla. Sabía que el ataque del Culto no había sido culpa de Emilia, pero su impotencia lo hacía buscar culpables, aunque fuera momentáneamente.

Beatrice, que había estado observando en silencio, notó el leve temblor en los dedos de Emilia. Sin decir palabra, extendió su pequeña mano y la posó sobre la de la semi elfa. Emilia la miró con sorpresa, y entonces la pequeña espíritu habló en voz baja:

Beatrice: "Si estuvieras deprimida, el Subaru de Betty podría deprimirse aún más... y no quiero que pase eso, supongo".

Sus mejillas regordetas se tiñeron de rojo mientras apartaba un poco la mirada.

La sonrisa de Emilia floreció con ternura, y estrechó con más fuerza aquella pequeña mano. Ahora tenía ambas manos ocupadas: la izquierda sujetando la de Subaru, y la derecha con la de Beatrice. El calor que fluía de ambos la envolvía poco a poco, ahuyentando las sombras de la culpa.

Por un instante, sintió que todo estaba bien. Que era amada. Que no estaba sola.

Y ese sentimiento... era algo que nunca, jamás, querría soltar.

CONTINUARA...

FIN DEL CAPITULO: 3 (Parte: 1)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Bueno, este ha sido un capítulo muy divertido de escribir, especialmente por la canción de Al, aunque quise escribirla yo mismo, decidí apoyarme de una IA para que sonara mejor, y mierda que si sonó mejor, al menos para mi jeje~

He estado esta semana cargado de trabajos, por lo que se me complico un poco la escritura de este capítulo, pero por entregarles su capítulo semanal movería mar y montañas >:)

Estos últimos días he estado teniendo algunos problemas de espalda (por escribir 10 mil palabras por capítulo), así que espero que haya valido la pena......... auch.

He estado intentando hacer una buena mezcla entre reacción del elenco e interacción, aunque si creen que meto muchas interacciones háganmelo saber para si poder mejorar en ese aspecto.

Y quiero decir que ya he llegado al Volumen 22 de mi releída de la Novel ligera de Re:Zero, y Shaula que personaje más God, estoy muy ansioso de escribirla jeje~

No los entretengo más, espero que duerman bonito, acá en Cuenca hace un frio que ya parece Gusteko y son las 8:37pm.

Bueno nos vemos dentro de unos días, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:21/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 10190.

Chapter 8: Guerras Silenciosas del Corazón (CAPÍTULO: 3 PARTE: 2)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Guerras Silenciosas del Corazón (CAPÍTULO: 3 PARTE: 2)

El ambiente en el Teatro estaba más calmado, por lo cual la escena se reanudó:

"Las acciones del Culto de la Bruja son suyas. Todos podemos estar de acuerdo en que son lo peor y seguir adelante. Las otras facciones lo han aceptado, y tampoco es que no se haya ganado nada en la lucha".

"Matar a un Arzobispo y capturar a otro. Es sin  duda es un  magnífico resultado. Sin embargo, esos  cultistas  no tienen sentido de la colaboración ni de la solidaridad. Aunque sólo quede uno, el peligro sigue siendo el mismo".

"No puedo discutir eso...".

El Culto de la Bruja era más un lugar de reunión de lunáticos que cualquier tipo de organización formal. Por eso, no era como si la Gula o la Lujuria fueran a detener sus atrocidades sólo porque la Avaricia e Ira hubieran sido derrotadas.

El elenco frunció el ceño al escuchar la mención de los últimos Arzobispos restantes. Gracias a las visualizaciones que el Teatro les ofrecía, ahora sabían qué clase de horrores enfrentarían una vez que regresaran al mundo real. Sin embargo, aún persistían muchas dudas sobre cómo combatir a Gula y Lujuria sin provocar un desastre colateral a gran escala.

Por lo que habían visto, Capella, la Arzobispo de la Lujuria, parecía ser prácticamente inmortal. Su capacidad de regeneración era monstruosa, y además podía alterar la forma de su cuerpo, engañando y confundiendo a sus oponentes sin esfuerzo. Un enemigo verdaderamente atroz y formidable.

Luego estaba Gula... o mejor dicho, los Gula. Tres Arzobispos compartiendo el mismo pecado, cada uno tan peligroso como el otro. Su aterradora habilidad les permitía devorar no solo los recuerdos de una persona, sino también su existencia misma. Si no fuera por Subaru, tanto Rem como Julius habrían sido olvidados para siempre, condenados a vivir como completos desconocidos para todos, incluso sus seres más queridos.

Al recordar esto, tanto el caballero como la criada de cabello azul bajaron la cabeza en silencio, sintiendo el peso del vacío que una vez los envolvió. Pero no estaban solos. Spica, con una ternura inocente, acarició la espalda de Rem, mientras Anastasia, sin pronunciar palabra, posó su mano sobre el hombro de Julius. Ambos gestos fueron cálidos, sinceros... y profundamente reconfortantes.

En ese momento, una resolución se formó en sus corazones.

"Aunque tengamos que ver a Subaru sufrir en esta pantalla... no permitiremos que sufra en nuestra realidad."

Esa promesa silenciosa los unió. Y con ella en mente, alzaron la vista hacia la pantalla con una renovada convicción: defenderían a su querido amigo, quien ya había soportado demasiado dolor por culpa de todos ellos. Recolectarían toda la información posible, y se asegurarían de que el sacrificio de Subaru no fuera en vano.

"De todos modos, tenemos una idea que podría solucionar eso".

"Y esa es la razón por la que parten hacia la Atalaya del Sabio. Es un camino bastante peligroso. ¿Tienen alguna razón para creer que tendrán éxito?".

Roswaal era uno de los líderes del reino. Ni que decir, que era consciente de que Reinhard ya había intentado antes cruzar las Dunas de Augria sólo para fracasar.

El caballero de cabello rojo bajó ligeramente la mirada, luchando en silencio contra la sombra persistente del autodesprecio. Pero en ese instante, sus ojos se desviaron hacia su Dama. Ella no le dijo nada, no necesitaba hacerlo. Su expresión, serena pero decidida, hablaba por sí sola. Aquella mirada determinada fue suficiente para recordarle la promesa que le había hecho: dejar de culparse por todo.

Con ese pensamiento, Reinhardt alzó la vista.

No permitiría que los sentimientos de insuficiencia lo dominaran. No ahora. No mientras tuviera una razón para seguir adelante.

Volvió a mirarla de reojo... y entonces, una pequeña sonrisa -honesta, suave, genuina- se dibujó en sus labios. Después de todo, ella era la persona más importante para él...

"¿Espera qué?", se preguntó de repente, sobresaltado por su propio pensamiento. Un ligero rubor apareció en su rostro, pintándole las mejillas con un calor inesperado.

Su mirada volvió nerviosamente al frente, intentando ocultar la vergüenza que lo había tomado por sorpresa. Pero por dentro... ese pensamiento seguía palpitando con fuerza.

Entre el miasma alucinógeno y las innumerables y peligrosas bestias demoníacas, era natural preguntarse cómo iban a conseguir atravesar aquellas barreras.

Subaru simplemente echó un vistazo a la carta que tenían preparada para esa cuestión.

"Ahí es donde entro yo. Afortunadamente, resulta que conozco un camino secreto que nos llevará a la atalaya del Sabio. Así es como podemos tener éxito".

"Aunque me pida que confíe en usted... Algo como una ruta secreta a través de las Dunas seguramente alcanzaría un precio bastante alto por parte de cualquier comprador. ¿Por qué  resulta que usted  y sólo usted está en posesión de ella?".

"Soy una comerciante, así que por supuesto el dinero es importante. Pero hay cosas que el dinero no puede comprar. Y esto de aquí es una de esas cosas. ¿Podemos estar de acuerdo en eso?".

Anastasia, o más bien Foxidna, estaba igualando a Roswaal punto por punto. A pesar de que era una farsante haciéndose pasar por Anastasia, sus palabras poseían una fuerza misteriosa, una fuerza que incluso  sobrecogía  a Subaru, que conocía la verdad.

Anastasia: "Vaya madre, parece que me sabes imitar muy bien, ¿eh?". Comentó la princesa comerciante en tono juguetón mientras acariciaba con cariño a su querida madre.

Foxidna: "Bueno, esos diez años que hemos pasado juntas no han sido en vano, jeje~". Respondió entre risas, mientras continuaba el jugueteo, enroscándose aún más en el cuello de su hija como una bufanda viva.

Anastasia cerró los ojos con calidez. Disfrutaba profundamente de poder mostrarse más abierta con su madre, sin la necesidad de esconder su vínculo ante los demás. Era un verdadero alivio para su corazón poder actuar con naturalidad y ternura frente al resto del elenco.

Foxidna le lanzó una mirada suave, rebosante de afecto, y se acurrucó con más fuerza, como si quisiera protegerla del mundo entero.

Julius observó la escena de reojo. Para él, era todo un honor poder ver a su Dama tan libre y expresiva. Estaba acostumbrado a su lado frío y calculador, el que mostraba ante los nobles y mercaderes, pero este nuevo matiz de Anastasia -más humano, más emocional- le resultaba reconfortante. Aunque, claro, sabía que esa faceta estratégica no había desaparecido. Anastasia la utilizaría cuando fuera necesario.

Lo único que aún le incomodaba... era esa extraña obsesión que ella tenía con Subaru.

Enfrentándose a toda la fuerza de la mirada de Anastasia, Roswaal cerró un ojo.

"Ahora entiendo cómo alguien tan joven puede dirigir una empresa tan grande. Es todo un reto superar a alguien tan mundano sólo con palabras. Imagino que Lady Emilia ya habrá aceptado su propuesta".

"Siento haber decidido algo así por mi cuenta".

"No lo bastante como para dejar de tomar decisiones tan precipitadas sin consultar a los demás. Pero está bien. Usted es quien elige tomar el camino espinoso. Y ese camino es el que seguramente se decidirá a seguir también".

Anastasia suspiró resignada. No le agradaba en lo absoluto recibir cumplidos de un payaso tan asqueroso como Roswaal. El Marqués, por supuesto, no tardó en notar la mirada incómoda que le dirigía la princesa comerciante, y como respuesta, le guiñó un ojo con una burla tan teatral como molesta.

Anastasia solo chasqueó la lengua con fastidio y sacó la lengua en un claro gesto de asco, dejando claro lo que pensaba de aquel gesto.

Roswaal parecía poco entusiasmado con la propuesta de Anastasia, pero al fin y al cabo ahí residía su interés. Si Emilia elegía el camino más difícil, entonces los obstáculos que Subaru tendría que superar serían, naturalmente, aún mayores.

Para Roswaal, ésa era la esperanza que había sustituido a su tomo de sabiduría.

El elenco frunció el ceño ante lo que el Subaru de la pantalla había pensado. Algunas miradas, cargadas de desdén, se clavaron en el Marqués, pero él solo volvió a guiñarles un ojo con descaro, repitiendo el mismo gesto burlón que antes le había dedicado a Anastasia. Luego se llevó la mano al pecho y realizó una reverencia exageradamente teatral, como si disfrutara cada segundo de la tensión que generaba.

Los integrantes de las distintas facciones intercambiaron miradas de fastidio. Decidieron que era una pérdida de tiempo enfurruñarse con el payaso en ese momento. Ya tendrían su oportunidad. Una vez que salieran de ese Teatro, se encargarían de hacerle rendir cuentas... cada quien a su manera.

"Básicamente, despejaremos el como se llame desierto con la guía de Anastasia. Esa es nuestra decisión".

"Las Dunas de Augria. Apréndete el nombre de una vez".

Intervino Julius con un suspiro mientras Subaru confiaba en su vaga memoria para hacer una afirmación audaz.

El campamento de Emilia solo soltó un pequeño suspiro y mostró expresiones con una sonrisa tonta. A veces Subaru podía ser muy ignorante en ciertos temas, tanto que ni siquiera sabía cómo llamar a uno de los lugares más peligrosos de su mundo.

Beatrice: "El Subaru de Betty necesita una reeducación para no hacer declaraciones tan garrafales, supongo". Dijo la pequeña espíritu mientras se cruzaba de brazos, indignada por la estupidez de su contratista.

Emilia: "No tienes que ser tan dura, Beako. Subaru es solo un poco-". Antes de poder completar su defensa, otra figura la interrumpió sin piedad.

Félix: "¿Un idiota?". Interrumpió con voz burlona el Femboy desde unos asientos atrás de donde estaba sentada la semi elfa.

El chico gato se ganó algunas miradas severas de ciertas Damas, incluyendo la mirada filosa de Crusch, por lo que solo desvió la vista y rió torpemente antes de hacerse bolita para escapar del escrutinio público.

La princesa comerciante vio una pequeña brecha de oportunidad para intentar acercarse a Subaru, y claramente decidió tomarla.

Anastasia: "¿Qué tal si yo me encargo de reeducar a Natsuki-kun? Soy tan buena maestra como comerciante. ¿Qué opinas, 'Beako'?". La princesa fue a por todas, incluso usando el apodo característico de la gran espíritu.

Beatrice se volvió hacia Anastasia y le respondió con el ceño ligeramente fruncido al notar las verdaderas intenciones detrás de esa oferta:

Beatrice: "No te entregaré al Subaru de Betty por una falsa promesa, comerciante. Betty puede enseñarle por sí misma a su contratista. Además... ¿Quién te dio permiso de llamarme Beako, supongo?". Fulminó las intenciones de Anastasia yendo directo al grano, como solo ella sabía hacerlo.

Anastasia retrocedió con elegancia y se puso a usar toda su capacidad mental para convencer a la obstinada Beatrice. "Si no me encargo de Beatrice, no tendré oportunidades con Natsuki-kun", pensaba con frustración mientras analizaba el tablero. Finalmente, su mente hizo clic: tenía una jugada.

Anastasia: "No tienes que ser tan agresiva, Beako. Solo quería ofrecer mi humilde apoyo a la educación de Natsuki-kun. Además, no solo puedo darle una buena formación y culturalización de nuestro mundo, también puedo brindarle apoyo económico si lo necesita. El tipo de respaldo que le permitiría vivir una vida tranquila y segura... ¿O acaso estás en contra, Beako?". Formuló su jugada con habilidad, posicionando sus piezas con maestría para doblegar el orgullo de la pequeña guardiana.

La gran espíritu intensificó su mirada, claramente irritada, aunque tras unos segundos en silencio, la idea de tener un respaldo tan influyente como el de Anastasia no le parecía del todo mala... pero su orgullo no iba a ceder con facilidad.

Beatrice: "¡Hmph! El Subaru de Betty estará muy tranquilo con Betty a su lado. No necesita la ayuda de ninguna comerciante, supongo". Espetó mientras cerraba los ojos con dignidad herida.

Otto solo suspiró ante el comentario mientras bajaba ligeramente la cabeza.

Anastasia entrecerró sus ojos azul marino con cierta indignación. No esperaba que esa pequeña fuera tan obstinada. Sin embargo, respondió con un golpe bajo, cargado de precisión:

Anastasia: "Bueno, hasta el momento no has hecho un muy buen papel como protectora de Natsuki-kun a mi parecer. Por eso me ofrezco como una carta de emergencia. Si Natsuki-kun tuviera dificultades, y no solo en su educación, podría serle de gran ayuda gracias a mis conexiones en Lugunica y Kararagi". La comerciante la retó con la mirada. Beatrice intentó responder, pero los recuerdos de sus fracasos como protectora retumbaron con fuerza, debilitando su orgullo, justo como Anastasia había calculado.

Beatrice: "...Bueno, supongo que puedes ser de ayuda, comerciante... acepto". Dijo en voz baja, con una vergüenza que le oprimía el pecho.

Emilia, al ver la escena, se volvió hacia Anastasia con expresión seria. Frunció el ceño ante el golpe bajo que acababa de presenciar y no dudó en reclamarle:

Emilia: "¿No crees que fue muy bajo usar el autoestima de Beatrice en su contra, Anastasia-san?". Preguntó con un tono claramente molesto.

Anastasia simplemente ignoró sus palabras, cerrando los ojos con una sonrisa de victoria. Para ella, solo importaba una cosa: acercarse a Subaru, sin importar el costo. Aun así, la mirada de Emilia no flaqueó. Exigía una respuesta. Y la princesa comerciante, triunfante, decidió dársela:

Anastasia: "Bueno, aunque admito que mi comportamiento respecto a los sentimientos de la pequeña Beako no fue el más compasivo, he de decir que ustedes han hecho cosas similares más de una vez. Como cuando reprocharon a Rem-san por haber asesinado a Natsuki-kun durante su bucle en la mansión. Lo que hizo la sirvienta estuvo mal, sí, pero ninguno de ustedes pensó en cómo se sentía ella en ese momento. Solo buscaron defender sus propios sentimientos sin considerar los ajenos. Incluso usted, Emilia-san, intentó matarla... así que no veo nada de malo en mis acciones más allá de velar por el bienestar de Natsuki-kun".

Emilia bajó la cabeza con vergüenza ante esas palabras. El recuerdo le pesó en el pecho. Sin decir nada más, se volvió a su asiento, cabizbaja y derrotada por la crudeza de la comerciante.

El silencio se adueñó del lugar. Priscilla le dedicó a Anastasia una mirada divertida mientras se abanicaba, Crusch la observó con severidad, y Felt maldijo en voz baja al ver a su hermana mayor humillada. Pero nada de eso importaba a Anastasia. Había conseguido su objetivo y debilitado la voluntad de su competencia.

Foxidna se acercó al oído de su hija y le susurró con cierto tono de advertencia:

Foxidna: "No tuviste nada de piedad con esa pobre chica. ¿Estás segura de cómo estás llevando esta situación? Podrías ganarte muchos enemigos, y no creo que Subaru se encariñe mucho contigo si sigues con esa postura".

Anastasia respondió con una pequeña sonrisa y una chispa astuta en los ojos:

Anastasia: "Natsuki-kun no tiene por qué enterarse. Mientras esté dormido, puedo tomar cada oportunidad para debilitar el espíritu de la competencia. Ese es el plan que he estado desarrollando, querida madre". Le guiñó un ojo con complicidad.

Foxidna: "¿Si ese era el plan, entonces para qué la libreta y los apuntes?". Preguntó ladeando la cabeza, curiosa.

Anastasia: "Necesitaré conocer bien a Natsuki-kun en todos los aspectos cuando decida ir directamente a por él. Pero para eso, primero tengo que deshacerme de la semi elfa y del resto, al menos lo suficiente como para tomar la delantera. Después... no serán problema".

Foxidna:" ¿Estas segura de que Subaru estará bien con eso? Ya vimos que rechazo a la sirvienta, y eso que no he visto una declaración de amor tan elaborada en mi vida... además de que su amor por la semi elfa es algo que nunca he visto en comparación". Expreso sus preocupaciones mientras las enlistaba punto por punto.

Anastasia:" Primero que nada, en lo que todos se equivocan es en una cosa, Natsuki-kun no rechazo a Rem-san, en realidad ella rechazo a Natsuki-kun para luego ella ser rechazada, pero a fin de cuentas ella lo rechazo primero".

Foxidna:" Bien, ¿Y a donde quieres llegar con eso?".

Anastasia:" Que yo no seré tan ingenua como esa criada, y tomare la oportunidad cunado se me presente, en cuanto a lo de la semi elfa... ya veré como lo manejo, debe haber algún modo con el cual superar la obsesión de Natsuki-kun por ella, pero aun tengo tiempo para eso".

Foxidna solo pudo suspirar. Luego volvió la vista hacia Emilia, aún derrotada, y por un momento pensó que tal vez su hija sí podría tener una oportunidad... si jugaba bien sus cartas. Aunque el camino que estaba tomando era sin duda el más resbaladizo.

"¡Vaya, no esperaba que unas simples palabras de ignorancia de Subaru desembocaran en algo tan entretenido!"

La chica encadenada volvió su mirada hacia el autor de aquella molesta voz. Lo extraño fue que, en ese mismo instante, la fuerza de las cadenas que la mantenían cautiva pareció intensificarse, como si su prisión reaccionara directamente al desarrollo del Teatro.

Aquello la llevó a cuestionarse cómo funcionaba realmente ese escenario maldito, y qué vínculo tenía con las ataduras que la aprisionaban. "Tal vez las emociones negativas de esas personas... fortalecen el control de ese idiota...", razonó con amarga lucidez. Su mirada se desvió de nuevo hacia donde estaba el Guardián, pero para su sorpresa, ya no se encontraba allí.

Fue entonces que lo sintió.

Demasiado cerca.

Al girar su rostro en otra dirección, se encontró cara a cara con la mirada torcida de Fomalhaut, a solo unos centímetros de distancia. Una sonrisa grotesca deformaba su rostro, una mueca de demencia y diversión que se estiraba de oreja a oreja.

"Así que descubriste cómo funciona mi pequeño Teatro, ¿eh? Bueno, eso solo te serviría si pudieras hablar con ellos. Pero, lamentablemente... no puedes. Qué pena~."

Exclamó con un tono falso de preocupación, rebosante de burla y locura, como si su lengua danzara al borde de la sátira más cruel.

Satella: "Muérete...". Murmuró con voz ronca y cargada de rabia, escupiendo a ese rostro desagradable que invadía su espacio.

"Ya quisieras, lunática, pero el telón está por anunciar un nuevo acto. Y su presentador estará  muy  presentable cuando eso suceda, JAJAJAJAJA."

La carcajada retorcida del Alcaide resonó en sus oídos, mientras la mirada de Satella lo fulminaba con un odio tan profundo que parecía quemar el aire entre ambos.

Satella: "Subaru...". Su voz apenas fue un susurro, cargado de desesperación y deseo.

Él era su única esperanza. Si tan solo pudiera despertar... quizás entonces podría advertirle, comunicarse con él mediante su Autoridad, si es que aún le quedaba ese vínculo. Pero eran solo esperanzas vagas, ecos de un deseo que se ahogaba entre cadenas y silencio.

La escena volvió a reanudarse, enfocando a Julius.

El caballero estaba sentado junto a Anastasia y había escuchado en silencio hasta ahora, pero volvió su mirada intelectual hacia Roswaal.

"Imagino que estará bastante preocupado, Marqués Mathers. Sin embargo, hay mucha gente en la ciudad de Priestella que actualmente sufre física y mentalmente las depredaciones del Culto de la Bruja. Le ruego que nos permita llevar a cabo esta tarea, para que nuestras acciones aquí puedan conducir a su salvación."

"Qué porte tan elegante. Teniendo en cuenta que no está en mis recuerdos, supongo que usted es una de esas víctimas, ¿no?".

El hecho de que no conociera de nada a Julius fue suficiente para que Roswaal comprendiera la situación.

Julius desvió ligeramente la mirada cuando Roswaal le apoyó la mejilla.

"El malestar de ser olvidado por la gente debido a la autoridad de Gula, de ser dejado atrás por el resto del mundo. Buscando una débil esperanza por tu propio bien... No necesitas adornarla con tópicos sobre ayudar a los demás, ¿Sabes?".

"-Ngh. Nunca actuaría basándome en un interés propio tan mezquino".

"No te estoy criticando. Es algo natural. La gente siempre se desespera más por su propio bien que por el de los demás. No hay por qué negar la sensación de satisfacción y logro, o incluso el sentimiento de superioridad que produce salvar a otros por el camino mientras te salvas a ti mismo."

Las mejillas de Julius se tensaron cuando la sonrisa de bufón de Roswaal se hizo más profunda.

"Tanto más cuando las probabilidades de que otros también se salven son bastante altas si usted consigue salvarse a sí mismo. Usted tiene una causa justa y está actuando. No hay necesidad de sentir tales remordimientos de conciencia".

El elenco fulminó con la mirada al Marqués en la pantalla; les desagradaba notablemente el comportamiento que había adoptado ese hipócrita, intentando hundir a los demás en su propia visión distorsionada del mundo y de las personas.

El caballero al que se refería la escena solo apretó los puños, la rabia dirigida tanto hacia el Marqués como hacia sí mismo. Las palabras de ese hombre lo habían obligado a confrontar una pregunta dolorosa: ¿eran todos realmente tan egoístas? ¿Incluso él? ¿Incluso su Dama? No podía ignorar la escena que había presenciado entre Anastasia y Emilia... y sí, había visto cómo su Dama imponía sus intereses sin reparo. Eso dolía.

Desde su lugar, Ram echó una discreta mirada de reojo a su maestro. Con timidez contenida, extendió su mano y, sin decir palabra, tomó con ternura uno de los dedos de la enguantada mano del Marqués.

Roswaal la miró de soslayo. Los ojos de la doncella estaban cubiertos por su flequillo, pero un leve rubor decoraba sus mejillas. Era un gesto simple, pero cargado de sinceridad. El payaso, tras una breve pausa, aferró ligeramente el dedo que ella le ofrecía. No dijo nada, pero el leve apretón fue suficiente para hacer que Ram bajara aún más la cabeza, apretando los labios en una sonrisa apenas contenida. Ella solo quería estar allí para él... incluso si él aún no lo merecía del todo.

En otro rincón del Teatro, cierta niña de cabello azul se inclinó hacia una sirvienta peli naranja y le susurró con voz baja:

Meili: "Creo que el ambiente está algo tenso, Petra-chan."

Petra: "Esto suele pasar de vez en cuando... Tienes suerte de no haber estado aquí cuando le cayó mucho odio a la pobre Rem-sama." Respondió con una sonrisa algo forzada, intentando apaciguar las preocupaciones de su amiga mientras sus ojos se deslizaban con inquietud por el escenario.

Meili: "Hmmm... Ya veo. Pero aun así no me agrada mucho el ambiente actual. Se parece a cómo nos tratábamos en mi antigua organización con 'Madre'. En realidad, solo solía hablar con Elsa... y con unas pocas personas más. Aunque siempre fui más apegada a Elsa-onee-san."

Su voz se apagó un poco al final, teñida de nostalgia. Pese a todo lo oscuro, el cariño que sentía por aquella mujer era real. Elsa la había protegido, la había escuchado, la había hecho sentir importante. Para Meili, ese vínculo era imposible de borrar.

Petra no respondió de inmediato. Miró de reojo a su amiga, insegura. Sabía que Elsa había sido crucial en la vida de Meili, pero también era imposible olvidar todo el dolor que esa mujer había causado... a Subaru, a ella, a Frederica, a tanta gente.

Apretó los labios, luego se inclinó un poco para apoyarle la frente en el hombro, en un gesto silencioso de comprensión.

Petra: "Me alegra que alguien te haya querido de verdad, Meili... Aunque eso no me impida seguir odiándola un poquito." El susurro fue tan suave que apenas lo escuchó, pero Meili sonrió.

Meili: "Supongo que está bien. Yo también tengo gente a la que odio un poquito... pero aún así la quiero."

Y por primera vez en lo que parecía una eternidad, ambas rieron suavemente. En medio del Teatro, donde el odio y la sospecha se enredaban como humo espeso, ese pequeño rincón compartido entre dos niñas se sentía casi como un refugio.

"......"

El Guardián se quedó en silencio, con la mirada clavada en la inmensa pantalla donde todavía flotaban los ecos de resentimiento que él mismo había provocado. No dijo nada, pero un leve giro de su rostro lo delató: estaba mirando de reojo a su prisionera.

Satella lo notó.

Y lo sintió.

Las cadenas que la ataban gimieron levemente, un crujido apenas perceptible pero claro para ella. El tirón constante que mantenía sus extremidades encadenadas aflojó por un breve instante, como si algo en el equilibrio del Teatro se hubiera fracturado.

Una chispa se encendió en su mente.

Satella: "Así que tenía razón..." El pensamiento se formó con frialdad cristalina. No era solo suposiciones o corazonadas. Si el elenco se mantenía unido, si sus emociones dejaban de alimentar la desesperación que el Guardián tanto disfrutaba, entonces su prisión comenzaría a ceder.

Porque era eso lo que las sostenía: el caos, la discordia, la desconfianza entre ellos.

Fomalhaut, sin embargo, no la miraba ya.

Desvió lentamente su rostro hacia la gran ventana de luz que dominaba el escenario, una apertura suspendida en el vacío que parecía absorber todos los colores del Teatro. Su expresión perdió por un instante esa locura traviesa, deformándose en una mueca extraña, casi... pensativa.

"......"

No dijo nada. Solo permaneció allí, en silencio, como si una verdad que había evitado enfrentar finalmente se abriera paso hasta él. Como si algo dentro del escenario que él mismo construyó comenzara a salirse de su control.

Porque si los sentimientos del elenco podían quebrar las cadenas...

...¿Entonces qué significaba eso para él?

¿Acaso su obra maestra comenzaba a fracturarse?

¿Y si el telón no caía como él deseaba, sino que... era arrancado?

Su sonrisa regresó, pero no con la misma seguridad de antes. Ahora tenía un matiz inquieto, tenso.

"Heh... Qué molestos pueden ser los actores cuando olvidan seguir el guion."

Pero ni siquiera él creía ya del todo en sus propias palabras.

"-Es suficiente, ¿No cree, Marqués Mathers?".

Deteniendo a Julius mientras se debatía en cómo responder, Anastasia se encaró en su lugar con Roswaal. Sonreía con elegancia y ladeó la cabeza con encanto.

"Sinceramente, yo tampoco lo recuerdo. Pero aun así, aparentemente es mi caballero, y no es demasiado agradable ver cómo se juega con él por algo que no puede evitar".

"¿Aunque los recuerdos hayan desaparecido, la relación entre dama y criado permanece...?"

Anastasia: "Sinceramente, usted es muy molesto, Roswaal-sama, ¿no podría ahorrarse esos comentarios para usted?". Preguntó la princesa comerciante con el ceño fruncido por los comentarios dirigidos a su caballero.

Julius: "No se preocupe por ello, Anastasia-sama, esos comentarios no significan nada para mí, en serio". Habló el caballero al centro de la situación mientras tocaba tranquilizadoramente el hombro de su enfurruñada Dama.

Anastasia negó con la cabeza y le respondió con firmeza:

Anastasia: "No, Julius-kun, no dejaré que las intenciones de mi caballero sean denigradas por un payaso hipócrita". Declaró la princesa comerciante mientras fulminaba con la mirada al Marqués.

Roswaal tenía la idea de ignorarla... pero cierta sirvienta de cabello rosa no iba a permitir que aquellos comentarios quedaran suspendidos en el aire sin cobrar factura.

Ram: "Le agradecería mucho que no hable de hipocresía, Anastasia-sama, especialmente después de haber usado a mi hermana como ejemplo para atacar a Emilia-sama, cuando usted también condenó a mi hermana sin considerar sus sentimientos en su momento". Respondió la criada mientras se cruzaba de brazos, sus ojos rojos fulminando a la princesa comerciante con un rencor apenas contenido.

La atmósfera se tensó aún más. Ricardo observó en silencio, con el ceño fruncido, sabiendo que su Dama no estaba exenta de errores. Mimi, en cambio, se aferró al brazo de Garfiel con preocupación, deseando que la tensión acabara pronto, por su parte este ultimo solo desvió la mirada con algo de vergüenza por al escenita que armo con el collar.

Anastasia se quedó callada. No sabía cómo responder a esa acusación. Había tenido suerte de que Emilia no hubiera usado ese argumento en su contra durante la discusión anterior, pero no iba a rendirse tan fácilmente. No podía. Al igual que quería proteger a Subaru, tampoco quería dejar atrás a quienes le tendieron una mano en primer lugar, y entre esas personas estaba Julius, su caballero.

Anastasia: "Comprendo que mi comportamiento anterior haya sido algo controversial, pero aun así, y a pesar de mi propia hipocresía, no dejaré que el Marqués Mathers le falte el respeto a mi caballero con sus comentarios indeseados". Respondió con la elegancia propia de una noble mientras hacía un sutil gesto con la mano para que Foxidna se enroscara en su brazo como signo de altitud y advertencia. Su querida madre podría intervenir en cualquier momento. Ese era su mensaje.

Foxidna, por su parte, no dijo nada, pero abrió lentamente sus ojos y sonrió con picardía. Su sola presencia bastaba como advertencia implícita.

Ram fulminó con la mirada a Anastasia, quien solo sonreía con gran elegancia, pero una mano suave sobre su hombro hizo que se tranquilizara. Era la mano de su maestro. Acto seguido, Roswaal alzó la voz y respondió con su típico tono teatral.

Roswaal: "Compreeeendo su enojo, Anastasia-sama, pero deeeebe comprender que mi yoooo de la pantalla tenía también sus proooopias intenciones al cuestionar a su caballeeeeero". Dijo mientras se colocaba una mano en el pecho y cerraba un ojo.

Anastasia: "¿Y cuáles serían esas intenciones, si se me permite saber?". Arqueó una ceja, dudosa a la vez que formulaba su pregunta.

Roswaal: "Bueeeeno, supongo que mi versioooon de la pantalla quería conoceeeer mejor cómo era su caballeeeero en situaciones apretadas". Terminó su declaración mientras alzaba una ceja juguetonamente, un gesto que a Ram le pareció curiosamente tierno.

Ram desvió ligeramente la mirada, reprimiendo una sonrisa suave. Aunque no aprobaba todas las decisiones de su maestro, no podía evitar que ciertos gestos suyos le causaran ternura.

Anastasia procesó lentamente la declaración del payaso, comprendiendo sus intenciones. Conocer con quién trataba era una buena jugada, al fin y al cabo seguían siendo rivales en la Selección Real. Suspiró, bajó ligeramente la cabeza en una breve inclinación para dar fin a la discusión, y se sentó nuevamente.

Roswaal solo se acomodó en su lugar y sonrió con aparente victoria mientras daba una pequeña palmada en la cabeza a la criada de cabello rosa como recompensa por su lealtad. Ram, aunque ruborizada, no rechazó el gesto.

Anastasia, resignada, acarició a su querida madre espíritu para recuperar fuerzas. Luego abrió su libreta, la misma en la que había estado escribiendo últimamente, y anotó con determinación entre líneas de perfecta caligrafía:

"Necesitaré refuerzos para deshacerme del payaso..."

Foxidna la observó de reojo... y no pudo evitar soltar una risita silenciosa.

"Eso parece. Tampoco puedo decir que lo entienda del todo. Pero el tiempo que pasé con Julius mientras viajaba hasta aquí no fue tan malo... y además...".

Anastasia señaló el sofá frente a ella.

"Y también evitará que tu facción se separe, ¿verdad?".

"-Vaya, vaya".

Roswaal se encogió de hombros ante la indicación de Anastasia, es decir, ante Subaru, que estaba a punto de explotar.

No era chocante que Subaru estuviera a punto de estallar de ira, pero incluso Emilia y Beatrice estaban de los nervios.

Garfiel: "Es obvio que el Capitán va a estar enfadado si ese payaso solo habla puras estupideces". Gruñó mientras se cruzaba de brazos con aire amenazante.

Ram: "Bueno, tú dices estupideces más grandes, pervertido Garf. Además, el maestro es muy sabio, solo que no lo saben comprender". Declaró con un tono chocante, levantando los brazos y haciendo un gesto de fingida duda dirigido a los que criticaban a su maestro.

Garfiel: "¡E-espera! ¡Ya te dije que no soy ningún pervertido! Solo actué así por... ¡c-circunstancias!". Protestó, con la voz algo nerviosa y un leve rubor en sus mejillas, revelando que esas "circunstancias" eran, efectivamente, su peculiar debilidad por ciertos castigos. "Además, ese payaso... ¿Qué tiene de sabio? Solo nos ha estado causando problemas. Su única habilidad es que tiene contactos con los ricachones del país. De no ser por eso, el Capitán se habría deshecho de él hace mucho tiempo".

Ram: "¡Ja! Barusu se desharía hasta de una montaña de oro con tal de comprar dos appas a cualquier idiota al azar. Y sí, eres un pervertido, Garf, no lo puedes negar". Sentenció mientras cerraba los ojos con expresión altiva y se cruzaba de brazos.

Garfiel desvió la mirada, frustrado. Quería debatir la opinión de Ram respecto a su Capitán, pero su propia vergüenza por la escena reciente con Mimi le cerró la boca. A su lado, la chica felina solo sonrió con picardía, claramente satisfecha con el trato al que había llegado: había accedido, tras varias súplicas de Garfiel, a quitarle la correa... a cambio de sentarse en su regazo durante el resto de la proyección. Para ella, había sido una victoria completa.

Ram, al notar la humillación de su compañero y la sonrisa satisfecha de Mimi, simplemente hizo un gesto magnánimo con la mano, como si le concediera perdón por pura generosidad, antes de voltearse con aire triunfal hacia la pantalla.

Al ver eso, Roswaal levantó la mano como en señal de rendición.

" Muy bien, me equivoqué. Simplemente estaba señalando que la perspectiva también existe".

"Le estabas acosando porque sí. No nos fastidies".

"Por tu actitud, parece que hay algo más que unos días compartidos entre ustedes dos".

Roswaal cerró un ojo, encontrándose con la aguda mirada de Subaru con su ojo amarillo. Luego se lamió los labios como si viera a través de Subaru.

"De nuevo, tú eres el único que lo recuerda. Al igual que con Rem".

"Aunque no tengo ni idea de por qué".

"Esa es la prueba de que eres especial. Deberías cuidarte de ello. Hay muchos que no pueden tener eso por mucho que lo deseen".

La última parte la murmuró en voz baja, sólo para sí mismo, y no llegó a oídos de Subaru. Sólo Beatrice tenía una mirada pensativa.

Con ese intercambio, Subaru dejó escapar un pesado suspiro.

"El resto es como mencionamos en la carta. La prisión de la mansión y..."

"Rem".

"Qué decisión tan audaz. Aunque te resistas a sacarla a relucir".

"...Puede que haya una forma de despertarla. Voy a arriesgarme. Es lo natural, ¿no?"

"Es sorprendente que la elija como primer sujeto para ese posible método. Te gusta fingir ser egoísta, pero en realidad eres terriblemente auto castigador. ¿No hay algún lugar en tu corazón o algún rincón de tu mente que te diga que no tienes derecho a salvarla primero?".

Subaru se quedó en silencio cuando Roswaal dio en el clavo. Se había estado preocupando durante todo el viaje sobre si llevar a Rem con ellos.

No porque quisiera evitar despertarla, sino porque si había alguna posibilidad de despertarla, quería que ocurriera lo antes posible.

Pero eso era diferente a que Subaru Natsuki se salvara.

En Priestella, había mucha gente además de Subaru experimentando el mismo tipo de sufrimiento. Entonces, ¿por qué le tocó a él ser el primero antes que a todos ellos?

La sirvienta de cabello azul frunció el ceño con tristeza ante el pensamiento interior de su héroe. Sabía que él se culpaba por todo, incluso por cosas que estaban completamente fuera de su alcance... pero de vez en cuando, él también debería ser un poco egoísta, velar por sí mismo, preocuparse por su propio bienestar. No tenía por qué destruirse para mantener a flote a los demás.

Aquellas palabras no eran nuevas. Habían sido dichas también por cierta bruja, la misma que le había otorgado esa atroz maldición de muerte... y sin embargo, comenzaban a cobrar más y más sentido en su mente. Era como si el eco de aquella voz cargada de dulzura y fatalidad estuviera intentando abrirle los ojos. Y esta vez, Rem no la iba a ignorar.

Spica, al notar la expresión de su madre, decidió darle pequeños toquecitos en la mejilla para sacarla de sus pensamientos. Para su sorpresa, el gesto fue efectivo. Rem parpadeó, y al mirar a la niña sentada en su regazo, respondió con una pequeña venganza: le tocó suavemente uno de sus regordetes cachetes.

Spica: "Uau, Euaa, Aaue". Expresó con una sonrisa abierta, soltando sonidos adorables al ser acariciada.

Rem alzó la vista, con el corazón un poco más liviano. La breve interacción le había devuelto energía. Apretó suavemente a la niña contra su pecho con ternura, y se prometió a sí misma que haría todo lo posible para que su héroe se permitiera vivir... que se permitiera sentir por sí mismo. Lo incentivaría a ello. Ya no permitiría que él se olvidara de su valor por salvar a los demás.

Era algo que él necesitaba.

Era algo que ella también necesitaba.

Ese sentimiento de culpa le había hecho dudar hasta el último momento, pero-.

"Si eso es lo que quieres decir, entonces ya hablé con Subaru sobre eso, así que no hay problema".

"...Eso es aún más sorprendente".

Emilia habló en lugar de Subaru cuando éste se quedó callado. Roswaal la miró dubitativo mientras hinchaba el pecho y luego le guiñó un ojo.

"Quizá no me corresponda a mí decir esto, pero sería bastante inconveniente para usted que Rem despertara, ¿No es así, Lady Emilia? Se mire como se mire, Subaru tiene sentimientos bastante fuertes hacia la chica. Incluso podrían rivalizar con sus sentimientos hacia usted..."

Las chicas mencionadas por el manipulador payaso se giraron en sus asientos para fulminarlo con la mirada. Incluso Spica, sentada sobre las piernas de Rem, imitó el gesto con notable indignación. Roswaal, con aires de diversión, solo cerró los ojos y dejó caer los hombros con despreocupación, en un claro gesto burlón hacia las dos que lo miraban con odio.

Rem: "Espero que algún día a usted se le caiga el pito, Roswaal-sama". Declaró con un tono gélido, tan sereno como helado, pero lo que más sorprendió a los presentes fue la sinceridad con la que pronunció aquel deseo. Excesivo... o tal vez no tanto.

Spica: "¡¡Ueaaa!!". Rugió la pequeña, imitando con las manos un polémico gesto en el que parecía romper una ramita. Aunque todos sabían que no era precisamente una rama lo que representaba.

Roswaal soltó una risita juguetona ante las duras palabras de su antes fiel criada, que ya no parecía tenerle la misma devoción.

Emilia, por su parte, se sumió en sus pensamientos. El cómo reaccionaría Subaru al despertar de Rem era una pregunta que la acosaba desde que llegó a ese misterioso Teatro. Para ser sincera... preferiría que no sucediera. Sabía que ese pensamiento era egoísta, pero no podía evitarlo. Le daba miedo. Temía la fuerza del cariño de Rem, su capacidad en el romance, su entrega sin condiciones. Y si Subaru despertaba y veía a Rem primero, si todo su corazón se volcara en ella... Emilia no estaba segura de cómo se sentiría al respecto.

Sumida en esas ideas, apenas notó cómo la pequeña Beatrice apretaba suavemente su mano. Emilia alzó la vista, algo confundida, y vio cómo la pequeña espíritu se giraba hacia ella con un leve sonrojo y decía con la mirada apartada:

Beatrice: "No tienes de qué preocuparte, semi elfa. El Subaru de Betty te tiene como la número uno en su corazón, ¿recuerdas? Así que solo debes procurar honrar ese puesto, y será suficiente... supongo", murmuró en voz baja, con un sonrojo más intenso que delataba su nerviosismo.

Emilia soltó una suave risa y desvió la mirada hacia el chico dormido a su lado. Subaru tenía una expresión tranquila, serena, completamente distinta a las que había mostrado en ese escenario de sufrimiento y desesperación. Verlo así era enternecedor. Su corazón dio un pequeño vuelco y, sin pensar mucho, llevó una mano a sus labios, tocándolos con dulzura antes de inclinarse hacia él y susurrar:

Emilia: "Te amo, Subaru".

Con ese susurro, se giró nuevamente, una pequeña sonrisa asomando en las comisuras de sus labios. De pronto, todos los miedos y preocupaciones se desvanecieron: el peligro del Guardián, el ataque verbal de Anastasia, incluso su inseguridad respecto a Rem. Todo se disipó como migas frente a la certeza de su amor por su querido caballero.

En un rincón apartado de la habitación, un guerrero de rostro oculto bajo un casco formulaba sus pensamientos en silencio:

"Si logro acabar con Bro de alguna manera, todos los campamentos que giran en torno a él colapsarán uno por uno. Y entonces... la princesa ganará, ¿Tal vez un sello funcione? Tendré que pensarlo muy bien".

Así se decía Al, mientras un plan comenzaba a tomar forma en su mente. Si tenía éxito, el precio valdría completamente la pena con tal de ver a su Dama sentada en el trono. Un lugar que, para él, solo ella merecía.

Priscilla, completamente ajena a los pensamientos conspiradores de su caballero, se abanicaba con lentitud. Bostezó sin disimulo, pues a su juicio, el inicio de ese Arco había sido francamente tedioso. Indigno de sus exquisitos estándares.

"Sí, probablemente sea cierto. Imagino que si Rem despierta, Subaru pasaría todo su tiempo con ella durante algún tiempo. Incluso podría dejar de preocuparse por mí".

"No, eso no es...".

Subaru podía decir con seguridad que eso no era cierto. Era imposible que sus sentimientos hacia Emilia flaquearan.

Pero el hecho de que se preocupara mucho por Rem tampoco era mentira. Y Emilia tenía razón. Si Rem despertaba, sin duda le dedicaría mucho tiempo, compensando el año que habían perdido.

Pero aun así, Emilia le había dicho que estaba bien.

La semi elfa sintió una punzada de melancolía ante la confirmación silenciosa de sus dudas. Era innegable que Subaru amaba a Rem... casi tanto como la amaba a ella. Esa certeza le dolía, aunque intentara convencerse de que no debía sentir celos. Pero no estaba sola. El pequeño calor que le llegaba desde la mano que Beatrice aún le sostenía le recordó que no debía rendirse.

No esta vez.

Subaru había sido quien le había mostrado un mundo distinto. Uno más cálido, más brillante, lleno de posibilidades. Antes de conocerlo, solo había visto sombras y rechazo, la constante oscuridad de ser señalada por sus rasgos élficos, por parecerse a alguien que todo el mundo temía. Pero Subaru... él había creído en ella desde el principio.

Y por ese milagro que le había regalado, Emilia no pensaba quedarse atrás.

No iba a dejar que el miedo o la inseguridad la detuvieran. Lucharía por el corazón de ese chico torpe y testarudo que, sin saberlo, le había cambiado la vida.

Y esta vez, lo haría con todo lo que tenía

"Si Subaru le presta mucha atención, tendré que esforzarme para que vuelva a fijarse en mí. Sería un problema si Subaru desapareciera, así que no importa lo linda que sea Rem o lo especial que sea ella para él, le convenceré de que se quede conmigo también".

"¡¿E-Emilia-tan?!"

La Emilia sentada en el Teatro asintió con firmeza, como si hubiese escuchado el eco de sus propios pensamientos de una versión futura de sí misma. Había convicción en su mirada, una luz que antes titilaba con dudas, pero que ahora ardía con decisión. Ella también amaba a Subaru. Y no se dejaría vencer por el miedo ni por la competencia.

Mientras tanto, cierta criada de cabello azul, sentada a pocos asientos de distancia, también había comprendido la situación. Sus ojos se entrecerraron con una mezcla de determinación y afecto. Aceptaba el desafío. Esta vez, no se contentaría con quedarse en segundo plano. Rem pelearía, con el corazón en la mano, para llegar al primer puesto en el corazón de su héroe.

Y no estaba sola.

Desde su regazo, una pequeña niña de cabello rubio, con una expresión inocente pero chispeante de picardía, alzó ambos brazos y exclamó con su típica energía inentendible, como si anunciara una declaración de guerra.

Spica: "¡Ueeaa! ¡Auuaa!"

Quizás nadie entendía exactamente lo que decía... pero para Rem, esas palabras eran más que claras.

Tenía el apoyo de su pequeña hija. Su familia.

Y juntas, lucharían por el mismo milagro.

A un lado, lejos de las miradas cruzadas y las emociones que latían como tambores de guerra en los corazones de Rem y Emilia, cierta Duquesa de cabello verde y porte inmaculado se mantenía en silencio, con la mirada baja y pensativa, como si buscara respuestas entre las sombras del suelo.

Crusch Karsten no era una mujer dada a ensoñaciones románticas. Su corazón, forjado entre batallas, responsabilidad y principios inquebrantables, rara vez se permitía el lujo de latir por alguien más allá del deber. Pero en este Teatro, donde los sentimientos quedaban expuestos con brutal honestidad, había empezado a ver al chico de cabello oscuro con otros ojos.

No como el aliado útil o el guerrero desesperado que había conocido en el pasado... sino como el hombre que, a pesar del dolor, del miedo y de las derrotas, siempre avanzaba. Un hombre que despertaba admiración... y algo más.

"¿Seré siquiera una opción en su corazón?", pensó mientras entrelazaba los dedos sobre su regazo. Era consciente de que sus posibilidades eran pocas. Las conexiones entre Subaru y las otras chicas estaban ya profundamente formadas, hiladas con afectos, lágrimas y promesas compartidas.

Aun así, Crusch era una Karsten.

"Lucharé, pero lo haré con honor... y respetando a quienes comparten el mismo deseo. No me rebajaré al veneno de la envidia, ni usaré mis ambiciones como armas contra ellas. Si debo pelear por un lugar en su corazón... que sea como soy, con dignidad."

Sus ojos verdes se alzaron con decisión, reflejando la luz de la pantalla como una esmeralda pulida por el fuego. No buscaría arrebatarle el amor a nadie, pero tampoco ignoraría lo que había estado creciendo en su pecho.

A su modo, silenciosa y serena, Crusch también se había unido a la guerra de corazones.

En otro extremo del Teatro, mientras las miradas y emociones se cruzaban en una maraña silenciosa de sentimientos, Anastasia tomó con calma su característica libreta de apuntes y comenzó a escribir. Su pluma se movía con precisión meticulosa, capturando cada gesto, cada suspiro, cada mirada cargada de deseo que intercambiaban la semi elfa y la criada azul.

Sus ojos celestes destellaban con una mezcla de lógica calculadora y un tenue brillo de emoción contenida. No había lugar para autoengaños: Anastasia sabía perfectamente dónde se encontraba en esta guerra de corazones. No era la primera, ni siquiera la segunda en el corazón de aquel muchacho de cabello oscuro. Pero eso no significaba que fuera a rendirse.

"No cometeré los errores que ellas cometieron"

Escribió sin dudar, sus pensamientos volcando tinta sobre el papel con una pasión silenciosa.

"Enmendaré los errores que yo misma ya causé. Y lo llevaré hacia un final feliz... incluso mejor del que jamás haya imaginado."

Sus dedos acariciaron la cubierta de la libreta como si sellaran una promesa, mientras Foxidna, enroscada sobre su brazo, alzaba la cabeza y la miraba con un brillo de orgullo en sus ojos de espíritu. Anastasia no retrocedería. No cuando ya había apostado su corazón.

Estaba dispuesta a todo... incluso a entregarse en cuerpo y alma.

Después de todo, en las guerras más importantes, las armas más poderosas no eran las estrategias o la influencia, sino el amor decidido... y la voluntad de no dejarlo escapar.

"Esa es mi determinación y lo que he decidido. Nadie se quejará de que Subaru se salve. Así que está bien. Despertemos a Rem".

Emilia apoyó con su peso la decisión de Subaru.

Subaru jadeó y le temblaron un poco las rodillas ante lo que sonaba mucho a confesión.

La semi elfa en el Teatro bajó la mirada apenas un instante, con un leve sonrojo adornando sus mejillas al ver que, en cierto modo, se había confesado. Aunque no había sido en voz alta ni directamente frente a él, esas palabras inocentes que su "yo" futura le había ofrecido al Subaru dormido seguía vibrando en su pecho como una melodía suave.

Pero tras ese pequeño momento de timidez, suspiró y se obligó a serenarse. Esa escena no era más que una posibilidad, una visión del futuro que aún podía moldear. "Puedo hacerlo mejor... más sincero, más mío." pensó con determinación, acariciando con los dedos la mano de Beatrice, quien permanecía a su lado como su silenciosa pero firme escudera emocional.

No muy lejos, Wilhelm se permitió una breve risa, apenas un murmullo nostálgico que se escapó entre los pliegues de sus recuerdos. A pesar de conocer los sentimientos profundos que su Dama, la semi elfa Emilia, abrigaba por ese joven de voluntad férrea, el viejo espadachín no pudo evitar sentir admiración por la conexión que se gestaba en la pantalla.

Wilhelm: "Una relación forjada entre fuego y ruina... pero también entre esperanza y sacrificio." meditó mientras un elegante vaso de vino aparecía en su mano libre, como si el mismo Teatro le rindiera homenaje a su sobria dignidad.

Wilhelm alzó ligeramente el vaso, inclinándolo hacia la pantalla en un brindis silencioso.

Wilhelm: "Fino". Murmuró con serenidad, cerrando los ojos en un gesto casi ceremonial.

Félix, sentado un par de asientos más allá, no pudo evitar soltar una risita ligera ante la solemnidad del anciano.

Félix: "Nyahaha~ Viejo Will, ni que estuvieras en una cata de vinos del Castillo Real. Pero bueh, supongo que un brindis por el amor no está mal~"

El ambiente alrededor de ellos quedó suavemente teñido de esa mezcla de respeto, ternura y risa que solo puede nacer de los amores sinceros... y de las guerras silenciosas del corazón.

Emilia ya había dicho cosas que sonaban cariñosas muchas veces. Pero incluso entonces, todas estaban todavía en el terreno de sólo una especie de suave atracción-.

"Ya sea conmigo, con Rem, con Beatrice, con Petra y Patrasche, o Frederica y Ram, ¡o incluso Otto y Garfiel !Quiero que Subaru sea muy, muy feliz".

"Al final había un dragón de tierra y un par de chicos mezclados".

Al: "¡Hey! Patrasche es la mejor waifu para Bro, ¿Qué tonterías piensan?". Espetó con fingida indignación, aunque en el fondo... tal vez no tan fingida.

Ricardo, siempre dispuesto a unirse a una buena broma, ladeó la cabeza con diversión y gruñó entre risas.

Ricardo: "Exacto, el mini jefe no sabe lo que es una buena chica". Comentó con una sonrisita burlona.

Ese fue su error.

Una corriente helada lo atravesó. Lo supo incluso antes de girarse: esa mirada... el tipo de mirada que ni una docena de fieras en celo podría igualar en intensidad. Ricardo tragó saliva y giró lentamente la cabeza, topándose con los ojos de Anastasia, que brillaban con un fuego gélido. Sus manos entrelazadas crujieron como ramas secas siendo quebradas, una sonrisa decoraba su rostro, pero en nada era cálida.

Anastasia: "¿Acaso yo no soy una buena chica, Ricardo?". Preguntó en un tono dulcemente letal, mientras sus pupilas parecían abrir un portal directo al mismísimo abismo.

Ricardo sintió que el pelaje se le erizaba hasta en las patas traseras.

Ricardo: "B-bueno, u-usted es claramente la m-mejor opción, p-pero-"

Anastasia: "¿Pero?". Inquirió, cortándolo de forma quirúrgica. La locura sutil en su voz era peor que cualquier grito.

Ricardo: "¡N-n-no es eso! ¡S-solo dec... era una broma! ¡Sí! Una total y llana bromitita, jeje~". Chilló como un cachorro acorralado mientras apartaba la mirada, sintiendo que el suelo temblaba bajo sus patas.

Anastasia: "Más te vale, perro."

Derrotado, el hombre bestia bajó las orejas y la cola, resignado, como cachorro que sabe que se ha orinado en la alfombra y ya no hay perdón posible.

Pero si Ricardo fue aplastado por una sola mirada... lo de Al era otra historia.

Una tras otra, las miradas más hostiles del Teatro se centraron en el guerrero manco, quien sudaba a mares mientras mantenía una expresión desafiante. Sabía que no podía mostrar debilidad. Si pretendía llevar a cabo su plan de acabar de alguna forma con Subaru para que su Dama ganara la selección, estas miradas serían solo la primera de muchas pruebas de fuego.

Al: "Vamos~ ¿Acaso les arde? Solo dije la verdad y nada más que la verdad". Dijo, cruzando su brazo contra su pecho, ladeando la cabeza con dramatismo como si estuviera en una obra de teatro barato.

El silencio que siguió fue asesino.

Luego, como si un guion macabro se activara, flotaron los comentarios en el aire como cuchillos lanzados con precisión.

"Ojalá Priscilla lo castre."

"Bufón de cuarta."

"Qué bueno que le dejaron sin mano para la paja."

"Un perro es más educado que él."

"Tonto."

"Inútil sin remedio."

Al no respondió. Solo soltó un largo suspiro y desvió la mirada. Si pensaban que eso lo iba a detener... que lo intentaran.

Priscilla, por su parte, lo observó con un atisbo de curiosidad. Había algo en ese bufón suyo que despertaba cierta inquietud e interés. ¿Qué se traía entre manos -o entre mano, en su caso-? Nadie lo sabía, pero ella lo averiguaría. Y mientras se abanicaba con indiferencia fingida, no pudo evitar sonreír.

Al fin, algo medianamente entretenido.

Subaru no pudo evitar intervenir a pesar de la mezcla de vergüenza y algunas otras emociones que sentía.

Pero Beatrice, que estaba sentada a su lado, le pinchó en el costado. Al mirar, se dio cuenta de que Beatrice tenía una expresión de indignación en la cara.

"Después de tanto tiempo, Betty no se quejará de lo voluble que eres... Pero mantén siempre una mano abierta. Ese es el privilegio especial de Betty".

"Eres ridículamente adorable...".

"Naturalmente. La ternura de Betty resuena en todos los ámbitos".

La Beatrice del Teatro solo asintió con orgullo mientras se acomodaba en el regazo de su querido contratista con aires de superioridad claramente marcadas en su expresión llena de orgullo.

Beatrice:" No hay nada más adorable que Betty, de hecho". Declaro mientras se cruzaba de brazos.

Emilia la miró de reojo y respondió con el pensamiento: "Confirmo", aflorando en su mente.

Subaru no podía hablar por los dioses y diosas que gobernaban la tierra y los cielos, pero ciertamente resonaba con fuerza en su corazón.

Con Emilia y Beatrice dándole todo su apoyo, Subaru podía dedicarse a despertar a Rem sin reocupaciones.

Ya no había dudas.

"Lo siento por ser tan querido por todos, Roswaal. Parece que nos llevaremos a Rem con nosotros".

"Estoy bastante sorprendido por todos ustedes... pero hagan lo que quieran. En primer lugar, nunca tuve la intención de detenerteeee".

El elenco ladeó la cabeza torpemente, sincronizados por la confusión compartida. ¿Acaso su objetivo no era detenerle? Esa pregunta flotó en la mente de todos mientras la escena seguía su curso, descolocando sus expectativas. Dudosos, como guiados por un mismo impulso, giraron lentamente sus miradas hacia el engreído payaso que los observaba con una sonrisa ladina, ya anticipando las dudas que sus acciones generarían.

Roswaal, siempre preparado para el drama, abrió los brazos como si recibiera una ovación invisible antes de responder con su usual tono arrastrado:

Roswaal: "Bueeeno, supongo que mi versioooon de la pantalla solo quería que Subaru-kuuuun reafirmara su determinacióooon ante esa ideíta tan peligrosaaa~". Su voz era una mezcla entre burla teatral y falsa inocencia, mientras movía las cejas con ritmo dramático.

Felt entrecerró los ojos, claramente poco convencida, pero dejó caer los hombros con resignación.

Felt: "Eso tiene sentido viniendo de ti... aunque solo porque eres un tramposo con complejo de director". Dijo con fastidio, rascándose la nuca mientras Reinhardt, de pie junto a ella, la observaba con atención.

En un gesto casi inconsciente, el Caballero Sagrado imitó el suspiro y el movimiento de hombros de Felt, ganándose una rápida mirada fulminante por parte de la chica. Ella le dio un ligero codazo sin mucha fuerza.

Felt: "¿Qué haces copiándome, idiota?".

Reinhardt solo rio suavemente, sin poder disimular su diversión ante la interacción.

Reinhardt: "Lo siento, Felt-sama... pero a veces me es inevitable seguirle". Respondió con un tono cálido que hizo que la rubia desviara la mirada con un ligero sonrojo que intentó disimular tras una mueca.

La tensión del momento se disolvió un poco entre los pequeños roces y excentricidades del Teatro, aunque nadie olvidaba del todo la amenaza que se cernía sobre todos... ni los hilos invisibles que aquel bufón, aún sonriente, parecía mover con tanta soltura.

"¡¿Entonces qué sentido tenía hacer esa pregunta?!".

"Sólo para asegurarme de que entiende lo que está haciendo, por un exceso de consideración. También fui grosero con el caballero sin nombre de allí".

Julius:" No tenia porque llamarme de esa forma...". Dijo mientras suspiraba con pesadez.

Hasta el final, Roswaal se negó a dejar sus bromas burlonas.

Sin embargo, Julius sacudió la cabeza y miró hacia Subaru y Anastasia.

"No, me llamo Julius Juukulius. En este momento, puede que Subaru sea la única persona queme recuerde, pero soy un caballero de la guardia real del reino de Lugunica. No soy tan inmaduro como para que algo así haga vacilar mi corazón".

Diciendo esto, se deshizo magníficamente de las terribles provocaciones del desagradable mago.

Tivey: "¡Bien hecho, July, ponlo en su lugar!". Exclamó con entusiasmo mientras le daba una palmada rápida pero enérgica al hombro del caballero de cabello púrpura. La sonrisa que mostraba era genuina, orgullosa del desempeño de su amigo.

Hetaro, en cambio, no compartía del todo el entusiasmo. Cruzado de brazos y con una ceja alzada, chasqueó la lengua con burla juguetona.

Hetaro: "Exacto, bien hecho 'July'~". Repitió con énfasis burlón, alargando el apodo como si fuera un nombre ridículo sacado de una novela cursi. "¿En serio pensaste que eso engañaría a alguien? ¿'July'? ¿En qué estabas pensando, hermano?", soltó con una risa baja recordando lo contado por su gemelo del apodo usado por el caballero en la batalla contra la Ballena Blanca.

Julius se llevó una mano al rostro, frotándose entre las cejas con resignación. Sabía que el nombre no era precisamente brillante, pero tampoco esperaba que lo recordaran con tanto detalle... ni que lo usaran como objeto de burla.

Julius: "Fue una decisión rápida en un momento de presión. No era mi intención hacer de ello una identidad permanente". Respondió con tono sereno, pero claramente incómodo por el recuerdo. Luego miró de reojo a Hetaro con algo de reproche contenido. "Además, no es muy noble burlarse de un caballero".

Hetaro levantó las manos, como disculpándose, aunque no pudo evitar reírse un poco más.

Hetaro: "¡Está bien, está bien! Solo digo que si vas a inventarte un nombre secreto, al menos que suene genial... como, no sé, 'Espadachín Carmesí' o 'Caballero Espectral'... algo con más presencia, ya sabes".

Tivey: "¡A mí sí me gusta July!". Replicó, cruzando los brazos con terquedad infantil. "Es corto, fácil de recordar y suena amable. Como Julius, ¡pero más adorable!".

Julius se tensó aún más ante el comentario, mientras un leve rubor se formaba en su rostro.

Julius: "Preferiría que no lo hicieras sonar tan... adorable, Tivey".

De fondo, Anastasia apenas pudo contener una risita elegante detrás de su pequeña mano.

El ambiente se relajó un poco con aquella interacción ligera, una bocanada de aire fresco entre las tensiones del Teatro. Aunque la guerra por el corazón de Subaru se libraba con intensidad, algunos vínculos fraternos y bromas entre amigos todavía lograban abrir espacio para sonrisas auténticas.

"...Aunque ahí estuviste un poco tembloroso".

"¿De qué lado estás? Me siento casi como si me acabaran de apuñalar por la espalda".

Sin embargo, Subaru y Julius tuvieron un pequeño y tranquilo intercambio entre ellos al final.

Julius sonrió con algo de felicidad al ver esa escena en la cual interactuaba tan naturalmente con su querido amigo, algo que el deseaba que pasara de igual forma en su mundo cuando salgan de ese Teatro.

Con esa promesa en el aire, Julius sonrió con espectación por un brillante futuro junto al chico de ojos aterradores.

Terminada la discusión, abandonaron el salón.

"Bueno, me pregunto si eso me convierte ahora en uno de sus amiguitos. ¿Qué te parece?" .

"Obviamente no", fue el pensamiento colectivo que rondó en la mente del elenco ante la juguetona declaración del polémico payaso.

Ram:" Si usted lo desea Roswaal-sama, entonces así será aunque se nieguen a ello, su palabra es ley". Comentó la sirvienta de cabello rosa mientras cerraba los ojos con orgullo por la magnificencia de su querido maestro.

Roswaal:" Creo que solo estaba jugando con la pequeña Beatrice con esa declaración, Ram". Argumento el Marques mientras se rascaba la mejilla con algo de fingida timidez por el gesto de su empleada, aunque lo apreciaba en secreto.

En otro lado del Teatro, cierto masoquista frunció el seño ante la escena de Ram y Roswaal que tenía frente a él.

Garfiel:" ¡Puff! Ese payaso ni buenos chistes tiene integrado, no entiendo lo que le ve Ram". Gruñó mientras desviaba la mirada con envidia, pero sus sentimientos ante la interacción de esos dos fueron tan evidentes que cierta chica de pequeño tamaño se dió cuenta de inmediato de lo que él pensaba al respecto.

Mimi dió un pequeño salto desde el regazo de Garfiel hasta llegar a su cuello para sorpresa de este último, la pequeña saco rápidamente una correa de bajo sus prendas y la colocó con gran maestría alrededor del cuello del chico demi humano.

Garfiel:" ¡Oye! ¡Habíamos llegado a un acuerdo! ¡¿Qué crees que estás haciendo, enana?!". Rugió mientras forcejeaba contra el agarre de la correa a la que había sido atado por Mimi, quién después de confirmar la firmeza de la correa asomó su rostro desde arriba del hombro de Garfiel para poder decirle al oído juguetonamente:

Mimi:" ¡Pues Mimi se arrepintió! Si el acuerdo incluye tener que verte babear por otra chica mientras tienes a la hermosa Mimi abandonada en tu regazo, ¡Entonces Mimi reafirmará su dominio sobre Garf!". Declaró mientras levantaba la cabeza y reía con aires de maldad, algo que asustó a Garfiel, más por el significado de sus palabras que por verdadero miedo.

Garfiel:" E-espera no tienes que hacer una loc-". Antes de poder terminar con su ruego sintió como la correa le apretaba la garganta con fuerza, haciéndole perder el aire y jadear con algo de emoción por el maltrato recibido.

Mimi sonrió al ver que su adiestramiento estaba funcionando, y apretó incluso más la fuerza de la correa para placer del masoquista de Garfiel.

Garfiel:" Jejeje~". Solto una risita algo incómoda para la mayoría.

Después de esto, las pocas personas que estaban atentos a la interacción de estos dos felinos, voltearon la mirada hacia otro sitio por la incomodidad que les producía ver dicha escena masoquista.

Ignorante de lo que pasaba a sus espaldas, cierta espíritu miraba la escena con emociones encontradas, tenía algo de cariño por Roswaal debido a sus interacciones con su cuerpo de hace cuatro siglos, pero él había cambiado drásticamente al chico generoso y curioso que era en antaño, ahora no era nada más que un ególatra obsesionado con el amor de una mujer que no corresponde a sus sentimientos, y curiosamente esa mujer era su supuesta 'madre' que la había condenado a pasar siglos enteros esperando a una persona inexistente en una biblioteca cubierta de libros viejos y polvo.

La pequeña espíritu miro de reojo al Marqués quien estaba sentado algunos asientos atrás de ella, y después volvió su vista a la pantalla con algo de espectación por el como se desarrollaría una interacción entre ellos dos.

Con ese pensamiento en el aire, Beatrice volteó su mirada a la pantalla y la escena se reanudó.

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 3 (Parte: 2)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Bueno gente, he acabado este capítulo como celebración por el cumpleaños de mi madre 🎉🎉.

Además de eso en este capítulo me he tomado varias libertades para escribir a ciertos personajes mientras le daba algo de Lore al Teatro con mi Guardian: Fomalhaut.

Espero que les guste el Lore que he estado construyendo tras bastidores para poder meter más drama a la vaina :)

También quería agregar que este capítulo lo escribí soloe n un día, así que... Auch.

Dejando eso de lado, me gustaría saber el como están recibiendo los últimos capítulos, he adaptado hasta ahora 24 páginas del volumen 21 de la Novela de Re:Zero con el inicio del Arco 6, por lo cual considero que he estado siguiendo un ritmo algo lento, si esto les incomoda pueden escribirmelo para poder tomar algunas medidas y recortar los próximos diálogos en su gran mayoría para avanzar mucho más rápido con la novela.

Por cierto, también quiero comentar: ¿Qué que tal he llevado a Anastasia en este capítulo?, creo que exageré un poco sus emociones por lo que él resultado no me gustó mucho... Pero Anastasia sigue siendo la Best Waifu B)

Por cierto ¿Que les parecería una reescritura del prólogo?, considero que no fui muy bueno al momento de redactarlo en comparación al resto de capitulos, así que si lo desean, me rompere la espalda para hacerlo ;D

Si tiene alguna recomendación pueden dejarmelo en los comentarios, porque literal leo cada uno de ellos, sin excepción jeje~

Bueno nos vemos dentro de unos días o una semana, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:24/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 10776.

Chapter 9: Conociendo a la Domadora de Mabestias (CAPÍTULO: 3 PARTE: 3)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Conociendo a la Domadora de Mabestias (CAPÍTULO: 3 PARTE: 3)

Ignorante de lo que pasaba a sus espaldas, cierta espíritu miraba la escena con emociones encontradas, tenía algo de cariño por Roswaal debido a sus interacciones con su yo de hace cuatro siglos, pero él había cambiado drásticamente del chico generoso y curioso que era en antaño, ahora no era nada más que un ególatra obsesionado con el amor de una mujer que no correspondía a sus sentimientos, y curiosamente esa mujer era su supuesta 'madre' que la había condenado a pasar siglos enteros esperando a una persona inexistente en una biblioteca cubierta de libros viejos y polvo. 

La pequeña espíritu miro de reojo al Marqués quien estaba sentado algunos asientos atrás de ella, y después volvió su vista a la pantalla con algo de expectación por el como se desarrollaría una interacción entre ellos dos.

Con ese pensamiento en el aire, Beatrice volteó su mirada a la pantalla y la escena se reanudó.

"Bueno, me pregunto si eso me convierte ahora en uno de sus amiguitos. ¿Qué te parece?"

"... Ahórrale  a Betty esas declaraciones tan desagradables. Suena casi como si lo dijeras  enserio , lo que es un pensamiento aterrador".

"Nunca he sido tan inconstante como para presionar asuntos en este cuerpo, sin embargo."

"También has sido una mujer. Supongo que eso es suficiente para que Betty esté en guardia".

Al momento de esa declaración, algunos recuerdos relacionados con Julia Mathers se precipitaron con fuerza en la mente del veterano espadachín. Wilhelm no lo mostró en su rostro, pero por dentro, el impacto fue tan certero como un filo bien dirigido.

Nunca, ni en mil años, habría imaginado que Julia, esa mujer fuerte, elegante y enigmática que había conocido en sus años más jóvenes, no era más que un simple recipiente para el alma del Marqués Roswaal, el mismo payaso que ahora se sentaba tan cómodamente a unos asientos de distancia.

Una parte de él se sintió profundamente traicionada.

Todos esos momentos que compartieron, esas conversaciones cargadas de significado, los gestos sutiles que para él fueron reales... ¿Acaso no fueron más que parte de un juego calculado por alguien que solo perseguía la sombra de una bruja perdida? ¿Solo una herramienta más para seguir la senda hacia un amor imposible?

La idea le revolvió el estómago. Apretó con fuerza el puño que descansaba sobre su pierna, intentando contener la oleada de emociones que le atravesaban como cuchillas. Wilhelm era un caballero forjado en años de batallas y pérdidas, pero no por eso su corazón estaba a salvo de heridas.

Le echó una mirada a Roswaal, tan decorativamente teatral como siempre. Ese rostro pintado ocultaba una crueldad insidiosa, y ahora sabía que su arte no se limitaba a manipular el presente... también había mancillado el pasado.

Wilhelm: "Incluso mis recuerdos... incluso a Julia...". Pensó, con un tono más amargo del que hubiera querido admitir.

No alzó la voz. No gritó. Solo llevó la copa de vino a sus labios y bebió un sorbo lento y elegante, como si con eso intentara ahogar el sabor del engaño que aún lo quemaba desde adentro. Luego, la dejó reposar suavemente sobre el apoyabrazos, mientras cerraba los ojos por un instante.

Wilhelm: "Patético". Murmuró en voz baja, no por sí mismo... sino por el hombre que había convertido el amor en una herramienta más.

Félix, sentado cerca, notó el gesto y la sombra que se posaba sobre el semblante del anciano.

Félix: "¿Will-kyun?". Preguntó con suavidad, notando el cambio en su usualmente sereno semblante.

Pero Wilhelm negó con la cabeza con un gesto leve, como si con eso bastara para sellar el dolor que, aunque no lo mostrara, lo había alcanzado hasta el fondo del alma.

La sonrisa de Roswaal se acentuó cuando Beatrice mantuvo la compostura mientras jugaba con su pelo.

Era un hábito que había adquirido cuando necesitaba algo que hacer con las manos. Eso  o era  señal de que se estaba enfadando.

Beatrice:" Yo tiraría más por la segunda, ese payaso es muy molesto, supongo". Espeto con algo de recelo dirigido hacia el Marques.

Roswaal solo ignoro el comentario de la pequeña espíritu, pero Ram en cambio le dedico una sebera mirada a la pequeña sentada en el regazo de cierto chico de cabello negro.

Ram:" Ignorantes". Susurro mientras cruzaba las piernas.

"Ese hábito tuyo nunca cambia. Pero parece que tus sentimientos sí lo han hecho. No me atrevo a mover tan fácilmente la cola por otra persona como tú puedes hacerlo. Estoy celoso".

Beatrice: "Y yo no me atrevo a aferrarme a un amor de hace cuatro siglos mientras uso a mis progenitores como meros recipientes para un alma sucia y podrida, supongo". Declaró dejándose caer de hombros, con enojo vibrando en cada palabra.

Roswaal: "Si no maaaal me equivooooco, tú también estuviste esperando a 'esa persona' por máaaas de cuatro siglos, al igual que yoooo, ¿me equivooooco?". Respondió el Marqués con una sonrisita burlona mientras cerraba un ojo en un gesto juguetón que solo sumaba a su carácter detestable.

Beatrice volteó un poco la mirada, mordiendo apenas el interior de su mejilla con molestia, pero luego replicó con fuerza renovada:

Beatrice: "¡Ja! Pero Betty ya no está esperando a esa persona, mientras que cierto payaso solo ha podido ver a la mujer por la que ha cometido mil y un atrocidades a través de esta pantalla. De no ser por eso, seguro tendrías que esperar otros cuatro siglos más para siquiera verle la cara en una foto, de hecho". Soltó con mordacidad evidente mientras se acurrucaba orgullosa en el pecho de Subaru, como si marcara con ese gesto su victoria absoluta sobre el Marqués.

Roswaal frunció el ceño, por primera vez sin una sonrisa en el rostro. El golpe había sido directo, y mucho más certero de lo que esperaba de una criatura que solía vivir en cuentos de hadas. Su expresión teatral se resquebrajó, apenas por un momento, revelando la herida en su ego.

Mientras tanto, Ram solo rodó los ojos con discreción.

"Nadie tiene buen gusto en este Teatro... si Beatrice-sama considera al inútil de Barusu como esa persona, entonces ya no se puede confiar ni en el juicio de los espíritus". Pensó, antes de permitir que una pequeña sonrisa burlona se formara en su rostro, dirigida al espíritu que ahora se sentía tan victoriosa.

"Comparada contigo, que nunca pudiste tocar a mamá a pesar de tu determinación, Betty puede coger la mano de Subaru, lo que es mil veces mejor. No conseguirás  hacer enojar  a Betty".

Beatrice solo asintió con orgullo ante la declaración de su yo de la pantalla.

"Mírate. Realmente te has vuelto muy decidida".

Roswaal estaba sentado mientras Beatrice se colocaba frente a él, poniéndolos a la altura  delos  ojos.

Empezaron a saltar chispas, pero de repente, la expresión de Roswaal se suavizó.

"Derrotó a un arzobispo. Ahora debería ser el segundo dentro de Subaru".

"...Debería haber otros candidatos además de Subaru".

"Pero ninguno de ellos estaba tan cerca como él ni se solapaba. Guarda las aburridas pretensiones para otro".

"-Betty no le dejará hacer más que esto".

El elenco frunció el ceño al comprender el verdadero peso detrás de las palabras del Marqués. Subaru ya poseía dos Autoridades del Pecado: Envidia y Pereza. Pero la versión de Subaru que veían en la pantalla... también había adquirido Avaricia, tras haber sido el más cercano a la muerte de Regulus Corneas.

Ese hecho los inquietó.

El miedo se apoderó de sus pensamientos. Las Autoridades no eran simples herramientas o regalos: eran fragmentos del abismo, ecos de deseos corruptos que moldeaban incluso a los más firmes. Temían por la estabilidad mental de su querido amigo, temían que su esencia se fragmentara bajo la presión de tantas fuerzas oscuras operando al unísono.

Cierto alivio llegaba con el conocimiento de que Subaru era compatible con todas las Autoridades, lo que disminuía el riesgo de una corrupción total... pero no lo anulaba. Y ninguno de ellos estaba dispuesto a apostar el alma de Subaru por esa delgada esperanza.

Anastasia: "¿Qué podría ser lo mejor para Natsuki-kun?". Murmuró, su voz apenas audible, como si la pregunta fuera más una súplica dirigida a sus propios pensamientos que una interrogante para el grupo.

Foxidna, atenta al leve temblor en el tono de su contratista, se enroscó suavemente alrededor de su cuello. Sus suaves mechones etéreos acariciaron la piel de Anastasia, transmitiendo una calidez reconfortante que calmó un poco la agitación en su pecho. Era un gesto silencioso, maternal y firme, que hablaba más que mil palabras.

Anastasia suspiró despacio. Aunque la duda permanecía, por ahora se dejó sostener por ese breve consuelo.

Había una tranquila resolución en su voz cuando respondió a Roswaal.

"Betty pertenece a Subaru, así que Subaru seguirá siendo Subaru".

Miró fijamente a Roswaal mientras decía eso y luego se volvió hacia la puerta.

Se había quedado atrás para discutir las cosas, pero decidió que no debía hablar más que eso.

"Beatrice" .

Gritó Roswaal mientras se alejaba.

Ella se detuvo pero  no se  volvió.

"Quiero que seas feliz. Eres como una hermana pequeña para mí. Me importas mucho".

"...Ese no es el pensamiento más atractivo. Y no tanto como te preocupas por mamá, supongo".

"Eso es el amor después de todo, ¿no?".

Beatrice no respondió. El sonido de la puerta abriéndose y luego cerrándose fue lo único que rompió el silencio.

La Beatrice del Teatro bajó la cabeza tras escuchar lo último dicho por Roswaal. ¿En verdad él se preocupaba por ella? ¿La consideraba familia? ¿O era solo otra de sus tantas artimañas para manipularla... y de paso mantener vigilado a Subaru, al ser ella su espíritu contratado?

No tenía respuestas. No sabía en qué creer. Así que solo suspiró con resignación y, con algo de estrés acumulado, se dejó caer perezosamente sobre el pecho de su contratista. No dijo nada más.

Roswaal, por su parte, desvió la mirada. Aquellas palabras proyectadas por su versión en la pantalla... sí, eran sinceras. A pesar de los roces, él apreciaba genuinamente a Beatrice. Le encantaría reconstruir su relación. Pero, si lo obligaran a escoger entre ella y su maestra... la respuesta sería obvia. Trágicamente obvia. Y si bien deseaba conservar ambos vínculos, no le temblaría la mano al priorizar su objetivo, sin importar el costo.

En otro rincón del Teatro, cierta ex ladrona se recostó en el espaldar de su asiento con los brazos tras la cabeza, estirándose con pereza.

Felt: "Ahhh... Esto está siendo algo un poco tedioso, ¿No lo crees, Rein?". Comentó sin mover un solo músculo. Tenía que recuperar energía después de ver a un idiota tan grande como Roswaal durante varios minutos.

Reinhardt posó la mirada sobre la imagen despreocupada de su Dama. A sus ojos, era una escena adorable. Parecía una niña haciendo un berrinche silencioso. Pero a él le encantaban esos berrinches.

Reinhardt: "Supongo que así es, Felt-sama. Hasta que empiece lo entretenido... ¿Le gustaría un postre?". Ofreció con su típica elegancia, acompañando sus palabras con un suave gesto de la mano.

Felt ladeó la cabeza con curiosidad, intrigada por la repentina propuesta.

Felt: "¿Postre?". Preguntó, abandonando por fin su postura perezosa, dejando que su energética personalidad asomara nuevamente.

Reinhardt: "Recuerde, Felt-sama, que el Guardián nos brindó el beneficio de crear cualquier cosa a partir de la memoria". Su tono fue juguetón, casi como si la estuviera llamando tonta con elegancia.

Felt frunció el ceño.

Felt: "¡Claro que lo recuerdo! ¡No me trates como tonta, Rein! Pero que yo sepa solo podíamos crear objetos, no comida... como el acordeón que usó Ricardo para esa tonta canción con el tipo raro del casco... no me acuerdo cómo se llamaba". Añadió, moviendo las manos con énfasis al hablar.

Reinhardt: "Bueno, gracias a mi Protección Divina del Deseo Perfecto, a diferencia del resto, yo puedo crear cualquier objeto... incluido alimento. La bendición del Guardián, combinada con la de Od, me lo permite".

Felt abrió mucho los ojos al escuchar eso.

Felt: "¡¿Enserio?! ¡¿En ese caso podrías hacerme un helado o algo así?! Me encantaría algo dulce para quitarme la amargura de ver a esa verruga vieja en cuerpo de joven". Murmuró con burla hacia el Marqués Mathers, hablando directamente al oído de Reinhardt. El caballero soltó una breve y suave risa ante el jugueteo de su Dama.

Reinhardt: "Sus palabras son orden, Felt-sama".

En cuanto terminó de pronunciar esas palabras, un gran helado apareció en el reposabrazos de la ex ladrona. Ella se relamió los labios con expectación. Era un típico helado de fresa, decorado con colorantes rojo y amarillo -aunque Felt se preguntó cómo demonios el helado tenía esos colores-. Estaba servido en una tarrina redonda de cristal, adornada delicadamente en el borde.

Dos cucharas cayeron suavemente encima.

"¿Dos?", se preguntó con recelo mientras pasaba la mirada del postre a su caballero. Reinhardt ya sostenía una cuchara y se la ofrecía, mientras con la otra tomaba una pequeña porción de helado de su lado.

Felt tomó la cuchara algo dudosa, pero al mirar el postre más detenidamente, se percató de un detalle: ¿Acaso no eran también sus colores representativos?

Rojo para ella. Amarillo para él.

Se sonrojó al instante.

Reinhardt: "¿Hay algún problema, Felt-sama?". Preguntó al ver el rubor en su rostro.

Felt cerró los ojos y respondió apresuradamente:

Felt: "¡N-no es nada! ¡Ejem! B-bueno, sol-". Se detuvo de golpe al sentir algo que le levantaba el flequillo. Abrió los ojos. Era la palma de Reinhardt. Estaba demasiado cerca. Su reacción fue automática: intentó golpearlo de forma repentina, pero como buen Espadachín Santo, Reinhardt esquivó el ataque con gracia y atrapó su muñeca con una delicadeza casi insultante.

Sintió un frío repentino en los labios.

Abrió los ojos de par en par: su caballero, sonriendo dulcemente, le había metido una cucharada de helado en la boca. El rubor en su rostro se intensificó violentamente.

Felt: "¡¿E-eres idiota o qué?! ¡E-está muy frío!". Gritó, mientras le daba golpecitos en el hombro que no lograban moverlo ni un centímetro.

Reinhardt: "Jaja~ Perdóneme, Felt-sama. Pero la expresión que puso fue muy graciosa. Lamento mi pequeña jugada, jaja~". Dijo entre suaves risas. Una imagen insólita de él que, apenas unos días atrás, hubiera parecido imposible.

Felt se cubrió la boca con una mano, claramente avergonzada por la osadía de su caballero. Sin embargo, tras esa mano se escondía una pequeña sonrisa. Le alegraba ver a Reinhardt más suelto, más humano, más feliz... ¡pero no con ella!

Felt: "T-tonto...". Murmuró, desviando la mirada mientras se metía otra cucharada de helado con un tierno puchero.

Reinhardt rio otro poco y volvió a centrarse en su parte del helado, manteniendo su usual elegancia.

El ambiente era, en una palabra, enternecedor. Ambos comían en silencio, ajenos al ajetreo del Teatro, compartiendo un momento que, aunque simple, estrechaba su vínculo sin necesidad de palabras.

Sin embargo, un pensamiento cruzó la mente de Felt.

¿Con qué cuchara me dio de comer el helado...?

Se giró bruscamente para mirar la cuchara con la que su caballero comía. Y entonces lo comprendió.

Su rostro se volvió aún más rojo -si es que era posible- al ver cómo Reinhardt, con toda tranquilidad, se metía otra cucharada del lado amarillo del helado... con la misma cuchara.

Desvió la mirada de inmediato, tamborileando los dedos en su flequillo con nerviosismo. Pero de vez en cuando, furtivamente, lanzaba una pequeña mirada a su caballero, sintiendo cómo las mejillas le ardían.

Así, entre helado compartido y sonrisas robadas, la relación entre Dama y Caballero se estrechó un poco más. Ninguno dijo una palabra... pero ambos sonreían con una calidez sincera, teñida del más inocente rubor.

*NOTA DEL AUTOR: (Amigo, esto me dio un exceso de dulzura  el escribirlo  que incluso tuve que poner una nota aquí,  Diosss , estuvo muy entretenido de escribir!!)*

Después de eso, no hubo más que decir entre Roswaal y Beatrice.

"¿Fue  bien  tu conversación con el maestro?".

"Más o menos igual que siempre. Puedes adivinar cómo va con él. Dejé a Beako allí como alguien que podía hablar libremente con él, así que imagino que reflexionará un poco sobre lo que ha hecho".

"Ya veo. El maestro no puede enfrentarse a Lady Beatrice después de todo".

Frederica se tapó la boca con la mano y sonrió con elegancia.

Tras terminar la discusión con Roswaal en el salón, se había encargado de guiar a Subaru y a los demás mientras se dirigían al ala este de la mansión.

Con ello, Subaru se había reunido con las tres criadas de la mansión.

La sirvienta de aspecto feroz, con un hermoso y largo pelo rubio y un traje de sirvienta pulcramente arreglado, saludó a Anastasia y a Julius de forma impecable antes de dirigirse a Emilia.

Otto se sonrojo un poco ante la bella imagen de su ahora pareja, quien aún seguía recostada en su regazo como un tierno gatito, él estaba seguro que de no ser por las constantes intervenciones de Mimi, Garfiel ya le hubiera dado una paliza... Pero esos eran problemas para el Otto del futuro.

El comerciante se acomodo en su asiento mientras reanudaba sus caricias al cabello rubio de Frederica, quien ronroneaba como un gato cuando su dueño llega a casa.

"¿Fue Garf de utilidad para todos durante su viaje? Le di instrucciones detalladas antes  departir , pero no pude evitar preocuparme de que pudiera haberles causado algún problema".

"No tiene por qué preocuparse. Garfiel trabajó muy duro durante el viaje. Se está portando bien y se está recuperando junto con Otto ahora mismo... ¿creo? Al menos espero que lo esté. Le pedí que descansara".

"Siento que mi tonto hermanito te haya preocupado".

Garfiel:" ¡Y yo espero que tengan una buena explicaci-!". Mientras intentaba discutir con su hermana, fue agarrado del cabello con fuerza por el fuerte agarre de las pequeñas manos de Mimi.

Mimi:" ¡Nop! Ahora Garf tranquilo o saco la correa". Le susurro al oído mientras esbozaba una siniestra sonrisa.

Garfiel tembló ligeramente no queriendo hacer otra escenita de su masoquismo frente a todos así que se cruzo de brazos y se quedo callado para gusto de la pequeña Demi humana.

Emilia no pudo tranquilizar del todo a Frederica, que se disculpó en nombre de su familia.

En última instancia, aunque Petra, Ram, Roswaal y Frederica estaban preocupados por Garfiel, no cabía duda de que había habido algún tipo de cambio en su estado de ánimo mientras estuvo en Priestella.

Le habían herido y había utilizado eso como trampolín para seguir creciendo.

En todo caso, era el tipo de desarrollo que se esperaba de un chico de quince años, en lo que a Subaru se refería.

Garfiel sonrió con orgullo ante las palabras de su Capitán. Recibir algún tipo de reconocimiento por parte de la persona a la que más admira era, sin duda, todo un honor para él. Su pecho se hinchó ligeramente, como si quisiera grabar esas palabras en su memoria para siempre.

Este pequeño detalle no pasó desapercibido para cierta princesa comerciante, quien, sin perder el tiempo, volvió a sacar su libreta y escribió con rapidez:

"Tal vez pueda usar a Mimi para ganar la confianza de Garfiel. Con él de mi lado, sería más fácil acercarme aún más a Subaru. Otto no sería un problema si Garfiel lo presiona usando su relación con su hermana."

Foxidna, que estaba a su lado, echó un vistazo de reojo a la libreta y soltó una pequeña risa. Al parecer, su hija estaba desarrollando una astucia bastante prometedora.

"Parecía que Garfiel tenía muchas cosas que hacer...".

"¿Había algo que quisiera mencionar, maestro Subaru?".

"No, nada por mi parte. Sinceramente, no es algo de lo que deba hablar yo mismo".

Al notar la mirada significativa de Subaru, Frederica le interrogó, pero él se limitó a encogerse de hombros como respuesta.

Ignorando su pregunta, pudo imaginar lo que podría estar pasando por la mente de Garfiel.

Había cierta familia que había llamado la atención de Garfiel en Priestella -especialmente un hermano y una hermana de pelo rubio y ojos verdes que se parecían a Frederica y Garfiel.

Los dos hermanos voltearon la mirada al ver la escena. Algo en ella removió algo profundo dentro de ellos. Luego se giraron para mirarse mutuamente, como si compartieran un pensamiento sin necesidad de palabras. Había algo muy importante que tendrían que hacer una vez que salieran de ese Teatro.

Garfiel: "Aunque ella no nos recuerde...". Empezó con una voz algo ronca, conteniendo la emoción. Mimi, que lo acompañaba, decidió no decir nada. Notaba la seriedad en el rostro del rubio demi humano, y prefirió simplemente apretar con fuerza su pequeña manita sobre la de él.

Frederica: "Aunque haya forjado una nueva vida...". Completó la sirvienta con la cabeza ligeramente gacha. Otto, que había estado acariciando con suavidad su espalda, detuvo el movimiento. Adoptó una expresión más seria y se retiró un asiento, dándole espacio. Sabía que ella lo necesitaba.

Ambos hermanos cerraron los ojos por un instante. No hicieron falta más palabras entre ellos. Un mismo pensamiento afloró en sus corazones, sincronizado con la escena que aún se desarrollaba frente a ellos.

"Volveremos a ser una familia... Mamá."

La conexión entre ellos y Garfiel seguramente también se aplicaba a Frederica.

Pero eso era algo que Garfiel debía compartir con Frederica y  Ryuzu , los miembros de su familia.

"No diré nada. Subaru Natsuki se irá con cara de tranquilo".

Garfiel y Frederica le agradecieron en silencio a Subaru por tener en consideración sus sentimientos, él era en verdad una gran persona.

"Claro, claro, hablando de Garfiel, había unos niños con los que se llevaba muy bien en Priestella. Esos niños y-"

"¡Emilia-tan, no hagas que mi monólogo se eche a perder!".

Subaru detuvo frenéticamente a Emilia antes de que su natural cabeza hueca arruinara su intento de actuar con suavidad.

Garfiel y Frederica intercambiaron una mirada, soltando un leve suspiro con resignación. La escena frente a ellos era clara: Emilia seguía siendo, en muchos aspectos, una niña encerrada en el cuerpo de una adulta. Sus reacciones impulsivas, su terquedad suave y ese modo casi inocente de buscar atención... todo lo confirmaba.

Frederica ladeó la cabeza con una leve sonrisa cansada, mientras Garfiel simplemente murmuró algo como "tch..." bajo su aliento, sin tono de burla, solo con la aceptación resignada de que así era su princesa.

Mientras tanto, Emilia hacía un ligero puchero, inflando sus mejillas mientras pellizcaba suavemente la cara dormida de Subaru. No le gustó mucho que, incluso soñando, él se atreviera a llamarla "cabeza hueca".

El resto del elenco no pudo evitar reír suavemente ante la escena. Era tan inocente, tan Emilia, que se volvía imposible tomarla con seriedad en ese tipo de momentos.

Aunque... no todas las presentes se dejaron llevar por el encanto.

Algunas damiselas en particular -entre ellas Crusch, Anastasia, y una que otra con una leve sonrisita en los labios- tomaron nota mental de aquello. No era que estuvieran celosas, o al menos no lo admitirían en voz alta, pero definitivamente aprendieron cómo no debían actuar... o al menos, no todo el tiempo.

Después de todo, si querían acercarse al chico de cabello negro, necesitaban tener algo más de elegancia, madurez o picardía. Pero claro... juguetear un poco de vez en cuando tampoco estaba mal, especialmente si eso lo hacía sonrojarse como un tomate.

Y con ese pensamiento flotando entre varias de las presentes, un aire de pequeñas estrategias silenciosas comenzó a colarse en el ambiente del Teatro...

Frederica parecía recelosa, pero Julius requería su atención.

"Sra. Frederica, lamento interrumpir su agradable conversación, pero ¿Es ese el lugar que hay más adelante?".

"Sí, señor. Esta es la prisión señorial, como la ha llamado el maestro Subaru".

Meili entrecerró los ojos, divertida, mientras soltaba una pequeña risa que apenas se escapó de sus labios. "¿En serio le habían llamado a eso prisión?", pensó con tono burlón, aunque teñido de ternura. Le parecía tan ridículo que casi le provocaba cariño. Subaru podía ser increíblemente idiota a veces, y esa era una de esas veces.

Aquel "encierro" que describía no se parecía en nada a una prisión real. Para ella, más bien, parecía un sitio que cualquier niño en su situación habría envidiado: un lugar cálido, lleno de afecto, donde nadie gritaba ni golpeaba, donde los monstruos quedaban fuera... un lugar seguro. Tan seguro que, por un instante, incluso el monstruo que aún habitaba su memoria -Madre- parecía lejano. Lejano, pero nunca ausente.

Ese pensamiento fue suficiente para empañar su expresión. La sonrisa se desvaneció poco a poco, reemplazada por una melancolía oscura, profunda. Sus ojos se nublaron apenas, y el leve temblor de sus dedos delató que aquel recuerdo todavía tenía garras en su alma. Aquel terror que Subaru y los suyos le habían ayudado a enfrentar, no desaparecería tan fácilmente.

Petra, que no había dejado de observarla, notó de inmediato el cambio. Sin dudarlo, extendió su mano y tomó la de Meili, apretándola con suavidad pero con firmeza. Ese simple contacto hizo que la ex asesina girara la cabeza sorprendida, con los ojos algo abiertos y la boca entreabierta por la confusión. Ladeó ligeramente la cabeza, preguntándose en silencio por qué.

Petra la miró con determinación y dulzura.

Petra: "¿Por qué esa expresión, Meili-chan? Puedo tomarte de la mano porque somos familia, ¿lo recuerdas?". Su voz fue cálida, sin titubeos. Como si su convicción fuera tan inquebrantable como el lazo que intentaba construir.

Meili parpadeó un par de veces. Ese gesto le pareció tan... absurdo y cálido al mismo tiempo. Recordó, con un leve rubor, la escenita que había montado frente a Petra durante uno de los descansos anteriores. Se había descontrolado. Había gritado, llorado, expuesto cosas que debían permanecer enterradas. Y aun así... Petra estaba ahí. Sosteniéndola.

Meili: "C-claro que lo recuerdo... P-Petra-onee san...". Su voz salió con tartamudeos involuntarios, reflejo del desconcierto que sentía ante tanta bondad repentina, pero también con un hilo de sincera gratitud.

Petra solo sonrió, una sonrisa triunfante pero tierna, como si acabara de anotar un punto importante en un juego que solo ellas dos entendían. Sin soltar su mano ni por un segundo, continuó mirando hacia la pantalla, pero su agarre se mantuvo firme, cálido, como una promesa silenciosa. Meili no volvió a mirar hacia abajo. Tampoco soltó la mano.

Por primera vez en mucho tiempo... sentía que podía confiar en ese calor.

En otra parte del Teatro, apartada de la tierna escena entre Petra y Meili, algunos miembros del elenco tenían preguntas para los integrantes del campamento de Emilia.

Crusch: "¿A qué se refiere Frederica-san con 'prisión'? Si se puede saber, claro está, Emilia-san". Preguntó la duquesa con una mirada curiosa, cruzando los brazos mientras evaluaba a la semi elfa con atención.

Anastasia: "A mí también me gustaría saber de eso". Añadió la princesa comerciante mientras volvía a sacar su libreta. Esta vez, sin embargo, Foxidna la observó con sospecha.

Foxidna: "¿Acaso quieres encerrarlo en una prisión para ti sola o que? ¡Jajaja!" Bromeó la pequeña espíritu, soltando una carcajada ante su ocurrencia. Pero su risa cesó en seco, como si le hubieran cerrado un grifo, cuando notó que su hija desviaba la mirada y empezaba a juguetear con su cabello, visiblemente nerviosa.

Foxidna: "No vas a hacer eso, ¿verdad...?" Preguntó, sintiendo una gota de sudor recorrer su forma etérea.

Al instante, Anastasia volvió a guardar su libreta bajo su vestido mientras soltaba una risita.

Foxidna había detenido un plan que podría haber resultado MUY problemático...

Emilia: "Hmm... bueno, ese lugar es la habitación de Meili". Pensó por un momento en cómo formular su respuesta, pero al final se resignó a ser honesta.

"¿Eh?" fue el sonido generalizado que emitieron varios oyentes ante aquella revelación.

Priscilla: "¿Acaso me estás diciendo que ustedes, idiotas sin cerebro, mantuvieron a alguien que intentó asesinarlos dentro de su propio hogar? Bueno, no sé qué esperaba de una semi demonio. Mi divino yo se siente incluso más decepcionado de su interminable estupidez". Declaró la Matriarca Vollachiana, atando cabos con rapidez mientras lanzaba su juicio sin miramientos.

El campamento de Emilia le dedicó una mirada severa, especialmente cierta sirvienta de cabello anaranjado. Sin embargo, aunque a regañadientes, varios reconocieron en silencio que, en cierto modo, Priscilla tenía razón. Era peligroso tener a Meili viviendo con ellos, incluso en una habitación aislada. Todos recordaban haberle pedido a Subaru que ejecutara a la niña o que al menos la entregaran a los caballeros del Reino, pero él se negó. Dijo que eso no era lo correcto. Así que durante un año entero, Meili vivió con ellos... en una supuesta "prisión" que, en realidad, ni siquiera era vigilada.

Emilia: "B-bueno, Subaru estaba en contra de deshacernos de Meili-chan, y yo lo apoyé en su momento..." Bajó un poco la voz, pero al ver a Meili siendo reconfortada por Petra, encontró la fuerza para afirmar lo que pensaba. "...Y no me arrepiento de ello. Considero que Meili-chan podrá expiar sus errores trabajando para mi campamento. Ese sería el castigo más eficaz, sin recurrir a métodos que solo nos harían igual de monstruosos que los monstruos que alegamos combatir".

Colocó una mano en su pecho mientras se levantaba de su asiento. Una tenue luz descendió desde lo alto del Teatro, iluminándola como si el Guardián quisiera darle énfasis a su declaración. Aunque probablemente solo lo hacía para que se viera más épico... y nada más.

Priscilla: "Si consideras que eso es lo correcto, pues espero que no te arrepientas en el futuro. Que tu pequeño cachorro no muerda la mano que le da de comer, traicionándolos a todos vosotros. Pero ese no es problema mío. Así que suerte, semi demonio". Respondió con un dejo de precaución. No le agradaba Meili, y no lo ocultaba.

Emilia se sorprendió por el tono. Esperaba algo más hiriente o condescendiente. Pero la respuesta de Priscilla había sido... mesurada. Una advertencia, sí, pero sin saña gratuita. Sonrió con sincera gratitud por aquel pequeño cambio de actitud.

Emilia: "Lo tomaré en cuenta, Priscilla-san. No tiene nada de qué preocuparse". Dijo con un brillo esperanzador en los ojos.

Ese brillo hizo que Priscilla retrocediera apenas un paso, solo perceptible para Al, que la miraba de reojo.

Priscilla no respondió. Se limitó a abanicarse con elegancia, aunque una sonrisa apenas perceptible se escondía detrás del abanico. Le agradaban las personas con valor, con orgullo y determinación. Era uno de los motivos por los cuales había fijado su atención en aquel plebeyo de cabello negro. Y ahora... veía que no era el único recurso valioso de ese campamento.

"Ya veo. Así que ese plebeyo no es el único útil de su campamento. Esto puede ser interesante", pensó, cerrando los ojos con una expresión de satisfacción.

Frederica: "Bueno, creo que ya hablamos demasiado. Supongo que una imagen vale más que mil palabras. Propongo que continuemos con la visualización para no perder más tiempo". Propuso la criada demi humana, volviendo al regazo de Otto. Este gesto provocó un pequeño gruñido al otro lado de la sala por parte de Garfiel, quien la miró de reojo con el ceño fruncido.

El elenco lo comprendió. Poco a poco, todos dirigieron su atención de nuevo hacia la pantalla, preparados para ver cómo continuaba la historia.

"¿Así que la persona en cuestión está aquí, entonces? Esperemos que la discusión se desarrolle bien".

"Es un poco una moneda al aire, diría yo. Sinceramente, si conseguimos algo remotamente útil, lo llamaría un éxito".

Julius parecía estar rumiando algo mientras Subaru se rascaba la mejilla y daba su mejor valoración de la situación.

Aunque él mismo lo había sugerido, Subaru no esperaba gran cosa, ya que no se sabía si la persona a la que habían venido a ver estaría dispuesta a ayudar.

Meili pensó para sí misma que, seguramente, en esa situación ella tal vez habría aceptado con la intención de acercarse más a Subaru y compañía. Y tal vez, solo tal vez... hacerles pagar por lo que le hicieron a su querida hermana.

Aunque ahora ya no pensara de ese modo, no podía decir lo mismo de su versión en la pantalla, así que solo pudo rezar en silencio para que no ocurriera lo peor...

Mientras estos pensamientos rondaban por la cabeza de la pequeña ex asesina, el resto del elenco se preguntaba internamente, "¿En serio esa niña aceptaría tal cosa de las personas que mataron a su hermana?", ese pensamiento hizo que algunos dirigieran una sigilosa mirada a la niña de cabello azul con algo de intriga, pero a su vez precaución por lo que pudiera ocurrir.

"Pero está bastante unida a ti, así que debería estar dispuesta a contarnos muchas cosas, ¿Verdad?".

Preguntó Emilia.

"Aunque no se cuánto influirá ese nivel de afecto en la conversación... Ah, ya estamos aquí".

Mientras Subaru  refrenaba  el optimismo de Emilia, la comitiva llegó a su destino.

De pie frente a la escalera que conducía al subsuelo, Anastasia arrugó la frente.

"No es precisamente el lugar más acogedor que he visto".

Meili: "Solo por fuera, por dentro es el paraíso en el cual cualquier niño quisiera estar". Dijo en voz baja, aunque su declaración fue escuchada por Petra, quien hizo un pequeño puchero en señal de acuerdo. No podía evitar sentir algo de envidia por la atención que Subaru le prestaba a Meili.

Petra: "Tienes toda la razón, Meili-chan". Respondió con un leve matiz de envidia en la voz, a lo que Meili solo hinchó el pecho con orgullo mientras esbozaba una gran sonrisa.

A simple vista, parecía cualquier escalera corriente que condujera a un sótano, pero Foxidna era tan impresionante como de costumbre y notó el sutil cambio de ambiente.

Los zorros eran caninos, así que quizá algún olor la puso alerta.

De cualquier forma, el aura que flotaba en el aire no tenía en realidad nada que ver con el olor.

"¿Es miasma? No, parece diferente, pero tampoco puedo decir  quesea  una sensación agradable".

"Ésa es el aura que desprende la persona que está retenida en esa habitación. Yo le  guiaré  dentro, así que por favor, tenga cuidado con los pies".

Frederica tomó la delantera bajando por la oscura escalera a la que se asomaba Anastasia, y Subaru y los demás la siguieron rápidamente bajo tierra.

Al llegar abajo, sus pasos sonaron más fuertes en el suelo de piedra.

El fresco aire subterráneo les heló los pulmones cuando Frederica abrió la robusta puerta de metal al final del pasadizo.

Wilhelm: "Parece ser un lugar cuanto menos poco acogedor por su aspecto exterior. Le hace justicia al nombre de 'cárcel' dado por Subaru-dono". Comentó el viejo espadachín mientras se acomodaba con elegancia el cuello del traje de mayordomo.

Ante esa observación, varios miembros del campamento de Emilia intercambiaron miradas cómplices y sonrisas contenidas, como si compartieran un chiste silencioso que el resto no entendía. La reacción colectiva desconcertó por completo al veterano espadachín.

Wilhelm: "¿Pasa algo, si me lo permiten saber?". Inquirió con una ceja alzada y un tono cortés, aunque su mirada estaba claramente teñida de intriga.

Garfiel: "¡No es nada, anciano!". Respondió el chico bestia mientras enseñaba sus afilados dientes en una sonrisa traviesa que le recorría el rostro. El tono despreocupado y burlón dejó aún más perplejo a Wilhelm, que intentaba adivinar el motivo de aquella actitud sin encontrar explicación lógica.

Otto: "Lo verá en seguida, Wilhelm-sama". Comentó el comerciante de cabello ceniciento, dirigiéndole una sonrisa cargada de picardía a su hermano jurado. Para sorpresa de Otto, el anciano no respondió con frialdad ni desdén, sino con una mirada neutral, algo confusa, pero sin rastro de molestia. Era un raro momento de tregua entre ambos.

A unos asientos de distancia, Crusch llevó una mano a su mentón mientras fruncía levemente el ceño. Sus ojos color esmeralda se entrecerraron con sutileza, demostrando que, al igual que su leal mayordomo, no entendía del todo la fuente del misterio que causaba tanta ligereza entre los amigos más cercanos del joven Natsuki Subaru.

Anastasia, en cambio, permaneció en silencio con una leve sonrisa en los labios. Había cerrado su libreta momentos atrás, pero ahora la volvía a abrir sin escribir nada. Solo apoyó la pluma sobre el papel, pensativa. Su intuición le decía que esa "prisión" no debía de ser lo que aparentaba. Conociendo a Subaru, un chico cuyo corazón estaba tan desbordante de compasión que a veces rayaba en lo ingenuo, era evidente que no habría permitido que Meili sufriera ni siquiera en castigo. Incluso si ella había atentado contra su vida repetidas veces, él había demostrado en múltiples ocasiones que no cargaba rencores por lo sucedido en sus bucles.

Eso, aunque preocupante en ciertos aspectos, era también una de las facetas que más le enternecían... y fascinaban.

Sin poder evitarlo, su mirada se desvió hacia el dormido Subaru. Estaba a escasos metros de distancia, recostado junto a Emilia, con la cabeza ladeada hacia un lado y los labios entreabiertos como un niño exhausto. Anastasia suspiró en voz baja mientras una sombra de ternura cruzaba su mirada.

Anastasia: "Siempre vas por el camino más difícil, ¿no es así?". Murmuró para sí, cerrando la libreta y dejándola descansar sobre su regazo. Al escucharla, Foxidna la miró de reojo con curiosidad, aunque prefirió no decir nada esta vez.

Había una tensión casi palpable cuando la puerta metálica crujió al abrirse-.

"¡Guau, guau! Te voy a  comeruu !".

Kyaaah ! ¡Sálvame! ¡ Nooo !".

Gah-ha-ha , suplica todo lo que quieras, pero nadie va a venir a salvarte!".

"¿Eh?", fue la reacción general del elenco, cargada de sorpresa e incredulidad. Solo el campamento de Emilia y cierta princesa comerciante se mantuvieron impasibles. Para Anastasia, aquello no hizo más que confirmar sus sospechas: la supuesta prisión no era más que un lugar cálido y cómodo, uno muy distinto a lo que cualquier persona imaginaría al oír esa palabra.

Por su parte, Meili se puso roja como un tomate al ver lo que estaba ocurriendo en la pantalla. Había esperado aparecer sentada, quizás aburrida o mirando por la ventana, pero aparentemente nadie le había avisado de la llegada de sus visitantes en aquella escena. El resultado fue una situación tan vergonzosa que la pequeña solo pudo llevarse las manos a la cara, cubriéndose los ojos en un intento desesperado por esconderse del mundo.

A su lado, Petra la observó con una mezcla de burla y resignación. La sonrisa pícara que le dedicó no dejaba lugar a dudas.

Petra: "Bueno, al menos ahora todos sabrán lo cómoda que estás ahí dentro". Comentó con ligereza mientras daba pequeños toquecitos en las mejillas ardientes de su amiga.

Meili no respondió, solo soltó un quejido apagado desde detrás de sus manos, deseando poder cavar un agujero y desaparecer en él. El resto del elenco apenas estaba procesando lo que veía, pero para algunos, las piezas empezaban a encajar.

Una luz brillante brilló desde el interior de la habitación y pudieron oír una voz aguda.

Había una única figura pequeña dentro de la habitación, una niña de espaldas a la puerta.

Tenía varios peluches dispuestos a su alrededor y jugaba con muñecas en ambas manos.

Hacía diferentes voces, interpretando los distintos papeles de su pequeña historia.

"No, estoy segura de que vendrá. El príncipe  promi ... ¿Hmm?".

La niña se levantó de su asiento, agarrando la muñequita al sentir que algo no iba bien.

Entonces se giró lenta y nerviosamente y vio a Subaru y a todos los demás de pie en la entrada de la habitación.

Meili: "T-trágame tierra". Susurró en voz baja mientras se hacía bolita, acurrucándose con brazos y piernas y meciéndose suavemente de arriba abajo. El movimiento tembloroso de su cuerpo era una muestra clara de la vergüenza extrema en la que estaba sumida.

En otra parte del Teatro, ignorando la escena casi enternecedora de la niña tambaleándose como si montara un caballito de feria, cierto espadachín veterano entrecerró los ojos con una expresión mezcla de sorpresa y resignación. En su rostro se formó una pequeña, casi tonta sonrisa.

Wilhelm: "Vaya... me había olvidado de que hablábamos de Subaru-dono. Teniendo en cuenta que mencionaron que esta era la habitación de la pequeña Meili, debería haber supuesto que algo así pasaría". Comentó con serenidad el Demonio de la Espada, mientras un ligero rubor se extendía por sus mejillas.

Félix: "¡¡Nyajaja!! ¡Puede que tus palabras digan una cosa, pero tu rostro dice otra, viejo Will! Estás completamente avergonzado, ¿A que sí? Vamos, dame una sonrisita, nya~". El chico gato no perdió la oportunidad de burlarse, apuntando con dedo juguetón a la expresión del viejo espadachín, lo que provocó que el sonrojo de Wilhelm se intensificara ante la atención repentina.

En medio de las risas contenidas del elenco, dos figuras se miraron con intensidad desde extremos opuestos del Teatro. Como si hubieran ensayado esa sincronía, ambos asintieron con seriedad antes de levantarse de sus asientos. Tomaron una gran bocanada de aire y...

Al y Ricardo: "¡¡EL PODER DEL LOLIMANCER LO HIZO DE NUEVO!!". Gritaron al unísono con una potencia que hizo eco en todo el Teatro.

El estallido de carcajadas no se hizo esperar. Algunos aplaudían, otros se sujetaban el estómago, y varios más intentaban contenerse sin éxito. En medio de todo, Meili se hundió aún más en su asiento, completamente roja por la atención desmedida que acababa de recibir.

Meili: "¡T-tonto hermanito!". Gruñó entre dientes, con la voz apenas audible. Solo Petra, que estaba a su lado, pudo escucharla claramente y no pudo evitar soltar una risita incómoda por la situación de su amiga.

Al: "¡¡Ninguna loli se resiste al encanto de Bro!! Ya sean sirvientas, mercenarias, asesinas o cantoras, el poder del Lolimancer trasciende fronteras". Acompañó su declaración con gestos dramáticos, señalando a algunas de las chicas más jóvenes del Teatro, lo que provocó que varias de ellas hicieran pucheros o desviaran la mirada con fastidio fingido.

Ricardo: "¡Jajaja! Ahora no me sorprendería que el Sabio resultara ser una loli y el mini jefe la conquiste. ¡Jajaja!". Dijo entre carcajadas, golpeándose una rodilla con sonora diversión ante la idea absurda.

Al: "¡No deberías invitar a la suerte, compañero, o podría hacerse real! ¡Jajaja!". Agregó el guerrero manco entre carcajadas.

El ambiente del elenco mejoró notablemente. Las risas llenaban el lugar, y el grupo se permitió disfrutar por un momento de la ligereza, mientras las aludidas respondían con expresiones divertidas o indignadas por la exageración de los comentarios.

Pero en otro espacio, más allá de ese Teatro repleto de vida, dos figuras permanecían envueltas en penumbra. Sombras profundas se arrastraban a su alrededor como si intentaran sofocar la luz. Satella estaba encadenada, de pie, con la mirada fija en la figura frente a ella: Fomalhaut.

La bruja tiró con fuerza de sus cadenas. Notó que se habían debilitado, pero no lo suficiente como para romperse. Su expresión se torció en una mezcla de frustración y odio.

"¡Hahaha! ¿En serio creías que una euforia tan leve rompería con mi Autoridad? Debes estar de broma... ¿Acaso te comiste a algún payaso en los últimos siglos, Tella? ¡Hahaha!"

La risa del Guardián retumbó como un eco burlón en los oídos de la prisionera. Satella respondió con una mirada tan cargada de odio que, de haber podido, habría reducido al hombre frente a ella a cenizas. Pero no bastaba. Había sido ingenua. Una emoción no era suficiente... aún faltaba una última pieza. Una ficha invisible en ese gran tablero que Fomalhaut había dispuesto con esmero.

"Bien, es hora de terminar con tanta alegría. Ya dejé que los niños jugaran, pero ahora es tiempo de los adultos".

Satella solo pudo dedicarle una última mirada desdeñosa antes de que, de repente, un bozal se materializara en su rostro, sellando toda posibilidad de hablar. El Guardián, sin perder el ritmo, tomó un micrófono que surgió de la nada y, con voz melódica y provocativa, se dirigió al elenco.

"¡Hola, hola! ¡Mis pequeñas marionetas! Ya he dejado que se diviertan lo suficiente, ahora es hora de que la diversión sea para mí. Así que terminen rápido lo que sea que estuvieran haciendo y continúen con las visualizaciones... o habrá consecuenciaaaas~"

La molesta y sexy voz del Guardián se extendió por toda la sala, y de inmediato dos figuras lo miraron con evidente disgusto. La semi elfa de cabello plateado y el espíritu de Yin fruncieron el ceño con fuerza, incapaces de ocultar el odio dirigido a quien acababa de hablar.

Anastasia: "Bien, supongo que hasta aquí llegó la fiesta. Aunque me hubiera gustado continuar... El Guardián no parece estar de humor paciente hoy, jeje~". Comentó con torpeza la princesa comerciante, tratando de mantener su compostura habitual.

El resentimiento del campamento de Emilia hacia Anastasia aún era palpable, como un aire espeso que se sentía sin necesidad de palabras. Pero nadie dijo nada. Podían esperar al siguiente descanso. Por ahora, debían retomar el hilo de las visualizaciones.

Así, el ambiente comenzó a calmarse. Las risas se desvanecieron poco a poco, y las expresiones alegres dieron paso a miradas más serias. Y en algún rincón oculto entre las sombras, una bruja encadenada sintió con impotencia cómo sus cadenas se reforzaban nuevamente, haciéndola fruncir el ceño. Aquello era algo que no le gustaba en lo más mínimo.

Sus ojos grandes y redondos se abrieron de par en par y su boca se quedó abierta.

Su pelo azul oscuro colgaba y su rostro sencillo y adorable enrojeció gradualmente.

" H-hey . Cuánto tiempo. ¿Cómo te ha ido?".

Subaru decidió actuar como si nada y levantó la mano para saludarla.

Meili:" Hermanito tonto". Volvió a repetir con un rubor en su rostro por la vergonzosa escena que la había hecho pasar.

Miró hacia los demás, intentando que no dijeran nada. Pero-

"Qué linda eres, Meili

"Qué linda eres, Meili. Yo solía hacer lo mismo con los muñecos de nieve...".

"¡Ustedes, grandes malvados! ¡ Argh ! Da igual!".

El elenco entero se palmeó la frente al instante. Emilia... sí que era una gran tonta, con todo el peso de la palabra.

La semi elfa de cabello plateado ladeó la cabeza, visiblemente confundida. En su rostro se dibujaba una expresión de inocencia pura mientras se llevaba un dedo a los labios, pensativa. No entendía por qué incluso Beatrice había reaccionado así.
"¿Qué hice mal? Solo dije algo honestamente...", pensó con desconcierto.

Beatrice: "Eres una tonta, supongo". Le dijo la pequeña espíritu con los ojos cerrados y una nota de lástima en la voz. No por desprecio, sino por compasión. Le dolía un poco que su contratista, tan bondadoso, se hubiera enamorado de semejante animal.

Emilia: "¡¿Eh?! ¿Qué hice mal?". Preguntó frenéticamente, con la mirada saltando de un lado al otro del elenco, buscando respuestas, casi con desesperación.

Priscilla: "Sería más fácil decir qué no hiciste mal, semi-demonio". Sentenció la Matriarca Vollachiana, abanicándose con impaciencia. Estaba visiblemente molesta. Durante un instante había considerado que la semi elfa podía ser una rival digna, pero la propia escena proyectada por el mundo le había demostrado lo contrario: era una estúpida sin remedio.

Aún sin entender el juicio unánime de los presentes, Emilia buscó con la mirada algún rostro comprensivo. Se volvió hacia Meili, pero la niña evitó su mirada con un notable puchero en el rostro, los brazos cruzados con fuerza. Tampoco ahí halló consuelo.

Anastasia sacó su libreta con un gesto lento, casi perezoso, y empezó a escribir con aire desinteresado.

"Puede que Emilia no sea tan buena competencia como creí..."

Foxidna, que leía la nota por sobre el hombro de su hija, asintió con la cabeza sin una pizca de duda. Estaba completamente de acuerdo.
Emilia era tonta. Muy, muy tonta.

Naturalmente, como Emilia no captó el mensaje y dijo inmediatamente lo primero que se le ocurrió, la niña  implosionó .

"Vamos, Meili. Hemos dicho que lo sentimos".

"No puedo oírte".

"Ya he dicho que no quería ser mala, ¿verdad? Vamos, Meili".

"Como quieras."

Emilia:" En serio, ¿Qué hice mal?". Preguntó con algo de urgencia en su tono mientras entrelazaba los dedos y hacia un gesto de ruego al elenco, pero absolutamente todos desviaron la mirada y la ignoraron.

Meili estaba sentada en medio de la habitación abrazando a una de sus muñecas y enfurruñada, dejando a Subaru y a los demás que la habían molestado allí de pie,
incómodos.

Meili:" Se lo merecen". Gruñó en voz baja mientras se acurrucaba en el regazo de Petra, recibiendo algunas de las míticas palmaditas en la cabeza por parte de la criada.

Subaru quería hablar con ella, pero sería difícil mientras siguiera resistiéndose a cualquier intento de calmarla.

Julius preguntó:

"Srta. Frederica, ¿Habló con ella de antemano sobre nuestra venida?".

"No, el maestro Subaru dijo que sería una larga historia así que hablaría con ella directamente él mismo..."

"Subaru..."

Y en ese instante, todos comprendieron con claridad que el verdadero culpable de aquella bochornosa situación no era la semielfa, sino el chico de cabello negro. Algunos, murmurando por lo bajo, perdonaron a Emilia con cierta indulgencia. Otros, en cambio, decidieron no hacerlo, movidos más por capricho o simple antipatía que por lógica.

Meili, por su parte, le dedicó una mirada dura, casi letal, al chico que yacía dormido en la habitación. Sentía una mezcla de vergüenza, rencor y la clara necesidad de venganza por haberla hecho pasar por semejante humillación frente a todo el elenco.

Meili: "Le daré una patada en los gemelos". Dijo con una expresión cargada de malicia, los ojos entrecerrados y una tensión evidente en el cuerpo, como si estuviera esperando el momento oportuno para ejecutar su venganza.

La criada de cabello anaranjado, soltó una risa incómoda ante la amenaza de su amiga. No podía evitar sentir lástima por su amo, especialmente si Meili cumplía con lo que acababa de declarar.

Petra: "¿Es completamente necesario, Meili-chan?". Preguntó con voz suave pero preocupada, intentando en vano persuadirla y proteger a Subaru de una dolorosa represalia.

Meili: "Lo es". Respondió sin titubear, con una firmeza que cerró toda posibilidad de negociación. Su mirada no se apartaba del rostro dormido de Subaru, cargada de juicio y determinación.

Petra solo pudo suspirar con resignación. Sabía que no tenía forma de detenerla. Así que simplemente bajó la mirada y pensó con un dejo de pena: "Suerte, Subaru-sama...", dejando al pelinegro a merced del castigo de su amiga ofendida.

"¡No quería que fuera así! ¡Pensé que sería mejor de este modo, eso es todo! ¡Maldita sea! Si hemos llegado a esto, entonces...".

Subaru no negaría que su plan inicial se había vuelto en su contra, pero se negó a asumir toda la culpa.

"Por fin...", pensó el elenco al unísono, dejando escapar un pequeño suspiro colectivo de alivio. Al menos esta vez, Subaru no se estaba culpando por el ladrido de un perro callejero. Era un progreso. Pequeño, pero progreso al fin y al cabo.

Sin embargo, ese alivio no evitó que la intriga creciera entre los presentes. ¿Qué tendría preparado el chico de cabello negro para convencer a Meili? ¿Un discurso emocional? ¿Una disculpa dramática? ¿Alguna sobrada idea salida de su mente torcida?

Incluso la propia Meili, a pesar del enojo que aún sentía, ladeó la cabeza con desconfianza. Sus ojos entrecerrados y el leve fruncimiento en su ceño dejaban claro que estaba dudosa. No por falta de ganas de patearlo, sino porque quería saber con qué se atrevía a sobornarla esta vez.

Rápidamente decidió jugar su última carta.

Había estado trabajando en ella durante el
viaje en carruaje de vuelta de Priestella-.

"Mira, Meili. Te he traído un regalo de nuestro viaje, ¿Puedes animarte? Es un nuevo diseño, un peluche de panda caído".

¡"-!  Waaah , ¡qué bonito!".

Al ver el peluche blanco y negro que Subaru sostenía, a Meili se le iluminaron los ojos de repente.

Al igual que su versión en la pantalla, la niña de cabello azul en el Teatro extendió las manos con un brillo de anhelo en los ojos, intentando inútilmente alcanzar el peluche que le estaban entregando a su contraparte como soborno. Un muy buen soborno, según su propia opinión.

Meili: "El hermanito es cruel pero justo". Declaró en voz alta con aire solemne, como si acabara de presenciar una sentencia divina.

Al levantó una ceja bajo el casco al escuchar la frase. Le resultaba sospechosamente familiar, aunque dudaba que la niña supiera realmente de dónde venía. Aun así, no pudo evitar soltar una risilla divertida.

El elenco entero suspiró con una mezcla de ternura y alivio al ver aquel lado infantil de la ex asesina. Era mucho más agradable ver a una niña embelesada por un peluche que a una lunática que comanda temibles Mabestias para despedazar víctimas. Algunos incluso pensaron, aunque fuera solo por un momento, que Meili se veía... adorable.

En el último año, Subaru había estado ayudando en varias tareas, y sus habilidades para la costura habían aumentado espectacularmente.

Por fin era capaz de hacer peluches y ropa de mujer.

Aunque algunos aplaudieron con sinceridad por la mejora de su amigo en las habilidades de costura, cierta sirvienta de cabello rosa no iba a abstenerse de lanzar sus clásicos comentarios sarcásticos.

Ram: "¡Hmph! Es obvio que Barusu mejoró en esa habilidad con el único propósito de poder apaciguar sus lujuriosos deseos confeccionando la ropa de bellas damiselas". Espetó mientras hacía un gesto de "alto" con la mano, como si pretendiera bloquear cualquier defensa en favor del chico.

Ram dirigió una mirada a su hermana antes de añadir, con su habitual tono seco:

Ram: "Rem, por favor, no le defiendas".

Rem: "Ahora no, hermana...". Respondió la criada de cabello azul, con los ojos entrecerrados y un suspiro, claramente harta del humor ácido de su hermana, el cual se había acentuado aún más desde que llegaron al Teatro.

Spica: "Eueh...". Expresó la pequeña niña de cabello rubio, imitando los gestos y tono de Rem de forma adorable, como si fueran dos reflejos distorsionados en un espejo.

Ram solo desvió la mirada con dignidad herida y se resignó a hacer más comentarios, consciente de las miradas que su hermana y la ex Arzobispo del Pecado le estaban lanzando. Aunque no lo admitiría en voz alta, incluso ella sabía cuándo debía retirarse... por ahora.

La ropa de Meili y todos los peluches y muñecas con los que jugaba mientras estaba encerrada habían sido todos hechos a mano por Subaru.

Felt: "Así que al hermano mayor le gusta mucho tratar con niños... es algo un poco divertido de pensar, ¿O no, Rein?". Comentó la ex ladrona mientras se metía la última cucharada del enorme bol de helado que su caballero había preparado minutos atrás.

Reinhardt: "Subaru es una persona muy peculiar, especialmente en lo que respecta a su habilidad para atraer niños". Habló el caballero con serenidad mientras señalaba con su cuchara al chico dormido a unos asientos de distancia.

Felt: "Sí, es algo un poco raro cómo logra atraer a tantos niños-". Empezó a decir, pero se vio interrumpida por su propio caballero.

Reinhardt: "Y creo que yo aprendí de esa magnífica habilidad, Dama mía". Bromeó mientras le guiñaba un ojo y la señalaba con la cuchara del helado.

Felt se sonrojó al captar el significado oculto de sus palabras.

Felt: "¡¿Q-qué insinúas, idiota?!". Espetó mientras su rubor se intensificaba peligrosamente.

Reinhardt: "Lo que usted crea, Felt-chan". Continuó bromeando, esta vez usando el sufijo de manera deliberada mientras desviaba la mirada con fingida inocencia.

Felt se puso errática al instante por el cambio de "-sama" a "-chan". Lo sintió como una burla personal.

Felt: "¡¡D-deja de decir tonterías!!". Gritó mientras lanzaba un puñetazo directo a su rostro. Grave error. No había aprendido la lección.

Reinhardt esquivó con maestría el golpe y sujetó su muñeca en un solo movimiento, haciendo que la chica se sonrojara aún más.

Entonces, una intensa luz brotó de su otra mano, cegando momentáneamente a la joven. Al desvanecerse, una camiseta apareció en su palma. El Santo de la Espada le dedicó una sonrisa cargada de ternura... y travesura.

En un abrir y cerrar de ojos, Reinhardt le puso la camiseta a su Dama. Al bajar la mirada, Felt leyó el estampado:

"Propiedad Van Astrea".

Junto a las palabras había una caricatura de Reinhardt sacando la lengua y guiñando un ojo.

Felt: "¡¿Q-qué te pasa?!". Chilló, quitándose la prenda rápidamente. Pero apenas lo hizo, Reinhardt le colocó otra encima. El ciclo se repitió varias veces hasta que la rubia quedó exhausta de tanto forcejeo.

Con un profundo sonrojo y sin más energía para gritar, golpeó suavemente el hombro de su caballero. Hacía un puchero adorable mientras fruncía el entrecejo, mirándolo fijamente a los ojos.

Reinhardt le devolvió la mirada y, con una sonrisa burlona, le sacó la lengua, igual que en el estampado de la camiseta. Felt desvió la mirada, aún roja, pero finalmente extendió la mano con timidez.

Reinhardt aceptó el gesto con una tierna sonrisa.

Ambos quedaron de la mano, con sus respectivos rubores adornando sus rostros. Lo que comenzó como un simple juego... se estaba transformando en algo más. Y ninguno de los dos parecía querer detenerlo.

Desde un rincón, Wilhelm observaba la escena en silencio. En su mirada brillaba un dejo de orgullo.

Quizá, después de todo, Reinhardt también había encontrado a alguien por quien dar la vida con honor, tal como él lo hizo tantos años atrás.

Con una leve sonrisa, el anciano desvió la mirada con respeto. Ese era su momento... y él no pensaba interrumpirlo.

"Uf, haciéndome sacar mi arma secreta tan rápidamente. Hablando de una princesa
problemática... ¿Qué pasa?".

"...No, sólo me maravillaba la profundidad de tu preparación".

"Creo que estoy más perturbada que otra cosa. ¿Beatrice, luego Petra, y ahora esto? No tienes mucha excusa para esto, ¿Verdad, Natsuki?".

"¡Lo has entendido mal! ¡No reúno niñitas porque quiero!".

Al y Ricardo se miraron mutuamente con una sonrisa tonta, pero como ya habían hecho su escenita unos minutos antes, decidieron abstenerse de hacer otra broma sobre lolis... solo por un tiempo, claro está.

Ram: "Es obvio que Barusu está tratando desesperadamente de ocultar su perversión por las niñas pequeñas, ¡Pero qué poco honor! La verdad no sé qué más esperaba de alguien como Barusu". Declaró la criada mientras alzaba la cabeza con orgullo. Algunas miradas cargadas de emociones conflictivas se posaron en ella, pero Ram solo las ignoró con la gracia propia de una sirvienta... para una vez que actuaba como una sirvienta de verdad.

Rem soltó un suspiro y decidió consolarse con el suave cabello de Spica, quien accedió con mucha alegría ante el gesto.

El elenco decidió finalmente ignorar a la criada de cabello rosado; no tenía sentido intentar hacerla entrar en razón. Era una pérdida de tiempo que ya habían aprendido a las malas en ese Teatro.

Anastasia tomó otra hoja de su libreta -un hábito algo monótono al que se había acostumbrado- y escribió mientras presionaba con fuerza el lápiz en su pequeña pero mordaz mano:

"Ram tiene que caer".

Foxidna asintió, algo cansada de la molesta personalidad de la criada de cabello rosa.

De repente, el título de Lolimancer empezaba a parecer demasiado real, pero Subaru quería afirmar que se debía a algún tipo de extraña fuerza exterior que no tenía nada que ver con él.

En cualquier caso, tras adquirir el nuevo peluche -un panda que estaba caído por el calor- el humor de Meili mejoró rápidamente mientras se lo frotaba contra la mejilla.

"¡Ummm, um, sí! ¡Me he decidido! Voy a llamar a éste gato oso gigante".

"Vaya nombre para un peluche...", pensó el elenco al ver la gran inocencia que demostraba Meili en ese instante, una imagen abrumadoramente distinta de la sádica asesina que habían presenciado hace apenas dos arcos. Para algunos espectadores, el contraste era difícil de procesar.

Ricardo: "Esa niña actúa completamente diferente a lo que vimos hace unas semanas. Si me hubieran dicho, antes de llegar aquí, que era la pupila de la famosa 'Cazadora de Entrañas' y que era igual de peligrosa que ella, me habría reído sin dudarlo ni un momento... pero ahora... es algo un poco más difícil, jeje~". Comentó el guerrero lobuno mientras se rascaba la cabeza, algo apenado por el comentario que acababa de soltar.

Foxidna: "Al menos en mi caso, puedo percibir el aura asesina que exuda la niña... pero he notado que esa aura se ha reducido notablemente desde que llegó aquí". Dijo la espíritu mientras usaba su pata para señalar a la pequeña ex asesina sentada al fondo del Teatro.

Anastasia: "Interesante, cuanto menos...". Habló en voz baja, esbozando una sonrisa cargada con su típica elegancia de comerciante.

Meili les dedicó una rápida mirada y asintió levemente ante su confirmación. Parte de su trabajo como Domadora de Mabestias para "Madre" había consistido en perfeccionar una actitud que imitara a la de una niña común y corriente, un disfraz perfecto para engañar a sus objetivos y convertirlos en presas fáciles. Aunque, claro, ese truco no había funcionado con Subaru, quien gracias a sus incontables intentos podía desmantelar su pequeña artimaña con inquietante facilidad.

"Así que una traducción directa de panda. Aunque eso va directo a su naturaleza".

"...Oh, ¿Cuándo entró, señor?".

Ignorando los comentarios de Subaru sobre su sentido de la nomenclatura, Meili ladeó la cabeza de forma inquisitiva.

Al parecer, estaba dispuesta a dejar lo pasado en el pasado y fingir que no había pasado nada.

Subaru estaba perfectamente de acuerdo.

"¿Qué quieres decir, Meili?¿Por qué de repente...?".

"Sí, ha pasado como un mes, ¡¿No?! No te sentiste sola mientras estuvimos fuera, ¿verdad?".

"¿En realidad no? Era Petra la que se sentía sola sin ti cerca. Eres tan malo, señor... Oh, ¿Nuevas caras?".

Cuando Subaru interrumpió a Emilia, que no podía leer una situación en su vida, evitaron por los pelos volver a enfadar a Meili.

El elenco soltó un largo suspiro, habían contenido la respiración por un momento ante la posibilidad de que la tonta semi elfa hablara de más, causando problemas innecesarios otra vez. Pero, por suerte, el Subaru de la pantalla logró cerrarle el hocico a tiempo antes de que dijera alguna estupidez impulsada por su infinita inocencia e ignorancia.

Priscilla: "Por fin la semi demonio supo cuándo cerrar su detestable boca, gracias a la intervención de mi nuevo bufón. Tal vez deba recompensarlo cuando despierte, por tan oportuno acto ante mi divino ser". Sentenció la Matriarca Vollachiana mientras se abanicaba con profunda arrogancia.

Emilia, en lugar de responder, desvió la mirada e ignoró a la burlona Priscilla. Había aprendido con el tiempo que si le daba cuerda, la conversación se alargaría innecesariamente sin llegar a nada.

La Matriarca frunció el ceño ante el descaro de la semi demonio que se encontraba a unos asientos por debajo. Con desdén, Priscilla desvió la mirada y empezó a abanicarse con más fuerza, claramente molesta.

Priscilla: "Usaré a Aldebarán para desquitarme por esto...". Susurró con una voz cargada de odio, mientras el guerrero mencionado temblaba visiblemente ante el significado de aquellas crueles palabras.

Ya apaciguada, la joven estaba ocupada colocando sus muñecas en una estantería cuando posó su mirada en Anastasia y Julius.

La expresión de Anastasia se suavizó al ver cómo la niña cambiaba tan rápidamente.

"Es apropiado para una niña de su edad. Comparada con Mimi, la forma en que lleva a la gente es francamente linda".

"...Esa es ciertamente una forma de decirlo. Deberíamos estar agradecidos a Mimi".

Mimi: "¡Obviamente deberían estarlo, Mimi es la más fuerte!". Declaró con orgullo mientras colocaba sus pequeñas manos en la cintura, adoptando una pose digna de una heroína de cuentos.

El campamento de Anastasia —y cierto chico de cabello rubio que los acompañaba— alzó una ceja mientras entrecerraban los ojos con claro reproche ante la declaración exagerada de la pequeña niña.

Tivey: "Supongo que nuestra hermana no tiene remedio, ¿O no, Hetaro?". Comentó con resignación mientras se cruzaba de brazos y ajustaba su monóculo con un suspiro leve.

Hetaro: "Puede que Mimi sea algo imperativa... pero eso es parte de su encanto". Respondió con una sonrisa tranquila, claramente acostumbrado a las excentricidades de su hermana.

Tivey: "Ya suenas como la sirvienta de cabello azul cuando habla de su supuestamente 'perfecta' hermana". Añadió en tono burlón, dándole un leve codazo en el hombro a su gemelo.

Hetaro: "¿Acaso me estás llamando inútil? Compararme con esa criada es igual a decir eso, ¡Jajaja!". Se mofó mientras acomodaba su peinado de forma exagerada, intentando imitar el flequillo recto de la sirvienta en cuestión. Aquello provocó una carcajada inmediata en Tivey.

Tivey: "Nahh, eso sería caer muy bajo, mi querido hermano, ¡Jajaja!". Continuó con la broma... hasta que la risa desapareció de golpe de su rostro, al notar cómo Hetaro cambiaba de expresión bruscamente.

"..."

"..."

Tivey: "¿Está detrás mío... cierto?". Murmuró con los hombros desplomándose y el rostro empalidecido por el terror.

Lentamente, giró la cabeza y confirmó sus peores temores: a escasos metros de él, de pie y con los brazos cruzados, se encontraba una figura temida por muchos... La sirvienta de cabello rosado, con una expresión que mezclaba juicio y sentencia.

Ram: "Firmaste tu sentencia de muerte, gato...". Declaró con una calma aterradora mientras estiraba la mano con lentitud, como una pesadilla hecha realidad.

Tivey intentó zafarse con todas sus fuerzas, pero fue inútil. En cuestión de segundos fue atrapado y alzado por la formidable criada, mientras sus quejas se perdían en la desesperación.

Tivey: "¡¿Por qué yo?! ¡¡Hetaro fue quien empezó, ve por él, no por mí!! ¡Nyoooooo!". Gritaba mientras se debatía inútilmente, envuelto en una soga y llevado al hombro como si fuera un saco de papas.

Con elegancia cruel, Ram lo colocó bajo su asiento, exactamente donde se apoyan los pies, y sin titubear se sentó sobre su asiento, acomodando sus piernas sobre el pequeño demi-humano como si fuera un simple reposapiés. Tivey se retorcía en vano, hasta que finalmente se rindió, bajando la cabeza y aceptando su destino como escabel viviente.

Ram sonrió con altanera satisfacción.

Hetaro, por su parte, solo pudo santiguarse en silencio. Se había salvado por un hilo... del mismísimo infierno.

Hetaro: "Hasta la vista, hermano". Musitó mientras apartaba la mirada de la escena humillante.

Anastasia: "Bueno... ¿Él se lo buscó, no?". Preguntó con el ceño levemente fruncido, acompañando sus palabras con una sonrisa entre divertida y apenada.

Julius y Ricardo: "Absolutamente". Declararon al unísono mientras se cruzaban de brazos, como si hubieran visto este tipo de castigos antes... y hubieran sobrevivido para contarlo.

La dama y su criado compartieron un momento de extraña comprensión. Mientras tanto, los ojos amarillos de Julius escudriñaban la habitación.

"Aún así, me imaginaba un entorno más duro para algo llamado prisión... Esto es bastante diferente de lo que me había imaginado".

El elenco asintió con la cabeza, ya que habían tenido una idea similar a la del caballero de cabello púrpura.

"Es una chica joven, y no es que queramos hacerla sufrir... pero tampoco podemos dejarla salir sin más, así que es complicado".

Los ojos de Emilia cayeron al suelo mientras murmuraba con pesar.

La pequeña Meili sintió que su corazón daba un pequeño vuelco por las palabras de la amable semi elfa. Ese tipo de trato... solo lo había recibido en contadas ocasiones, y la mayoría de ellas habían venido de parte de su difunta hermana Elsa. Por eso, ahora le resultaba un tanto incómodo recibir afecto tan abiertamente, tan constantemente. Aun así, no podía decir que le disgustara... al contrario, lo disfrutaba. Lo disfrutaba muchísimo, desde lo más profundo de su corazón.

Todo eso era gracias a su hermana, quien, de una forma u otra, le había permitido conocer a estas personas tan distintas a los monstruos con los que había crecido. Y también se lo debía a Subaru, quien, a pesar de haber sufrido tanto por su culpa, no solo no la rechazó, sino que le tendió una mano, le ofreció un lugar lejos del yugo de 'Madre'. Les estaba profundamente agradecida a ambos.

Petra, al ver la expresión tranquila y sonriente de Meili, no pudo evitar sentir una oleada de afecto por ella. Sin pensarlo mucho, se aferró a la pequeña domadora y le dio un abrazo cálido y fuerte. El gesto tomó por sorpresa a Meili, quien parpadeó un par de veces con evidente desconcierto. Sin embargo, pronto una sonrisa genuina floreció en su rostro, y con cierta torpeza, devolvió el abrazo con entusiasmo. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía protegida... y querida.

Petra: "Eres parte de la familia ahora, así que ya no estás sola, ¿De acuerdo?". Dijo con un tono firme y lleno de cariño.

Meili bajó la cabeza, ocultando un poco su rostro ruborizado, pero asintió con lentitud. En el fondo, deseaba que esos momentos pudieran durar para siempre.

Mientras tanto, los espectadores observaban la escena con un sentimiento agridulce en el pecho. Incluso personajes normalmente reservados como Julius desviaron la mirada con un toque de respeto, reconociendo la carga de pasado que ambas niñas llevaban.

Ricardo se rascó la mejilla con una sonrisa orgullosa, y murmulló para sí:

Ricardo: "Esa pequeña está cambiando... y para bien".

La relación entre aquellas dos hermanas juradas parecía marchar viento en popa. Pero... en lo profundo del Teatro, cierta figura de intenciones cuestionables no estaba dispuesta a dejar que ese tipo de paz durara demasiado.

"Tal vez sea hora de que el Teatro dé un giro para el siguiente episodio. Será interesante ver sus expresiones de desesperación cuando llegue la hora de la verdad. ¡HAHAHAHA!"

La carcajada del Guardián retumbó por todo el espacio sin dueño, una risa hueca, sin compasión, resonando entre las paredes invisibles del abismo que rodeaba al Teatro. El eco llegó hasta un rincón envuelto en sombras, donde una figura encapuchada yacía de rodillas.

Satella lloraba.

Las lágrimas caían en silencio mientras observaba la proyección de ese futuro oscuro que Fomalhaut tenía planeado para ellos. Sus manos temblaban, y apenas podía sostenerse en pie.

Satella: "No...". Susurró con voz quebrada, tan débil que parecía desvanecerse junto al murmullo de las tinieblas.

La figura del Guardián permanecía a su lado, con una sonrisa perversa dibujada en su rostro deformado por la oscuridad.

"Esto va a ser divertido..."

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 3 (Parte: 3)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

¡Buenas, buenas! He estrenado este capitulo un poco más antes de lo esperado gracias al anuncio de la cuarta temporada de Re:Zero, VAMOOOOSS!!

¡Buenas, buenas! He estrenado este capitulo un poco más antes de lo esperado gracias al anuncio de la cuarta temporada de Re:Zero, VAMOOOOSS!!

Bien... ¿Qué tal les pareció el como lleve la relación de Felt y Reinhardt?, intenté desarrollarlos lo mejor posible para mi poca capacidad, pero creo que di un resultado aceptable, pero eso lo juzgan ustedes, claro esta.

Puede que esta semana sea lago complicada para mi, así que en todo caso de no sacar el segundo capitulo semanal, espero me perdonen y comprendan, jeje~

También quería preguntarles el que les gustaría ver a futuro; como el secreto del Guardian, el como funciona el Teatro, interacciones que deseen ver y demás.

Con esos asuntos zanjados nos vemos en esta semana si Dios es grande, o en todo caso la siguiente, que tengan buena noche!!

Bueno nos vemos dentro de poco, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:26/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 11408.

Chapter 10: Un Inhóspito Jardín sin Dueño (???)

Summary:

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-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Un Inhóspito Jardín sin Dueño (???)

CONTENIDO EXTRA: LORE EXTENDIDO DEL TEATRO.

El campamento de Emilia se dirigía a la ciudad de las Puertas del Agua: Priestella.

El viaje había sido muy tranquilo hasta el momento. El ambiente alrededor del carruaje, impulsado por Patrasche, transmitía una sensación de diversión. Dentro del vehículo, las risas fluían naturalmente... hasta que:

NOTA DEL AUTOR: (Fragmento tomado del 'Viéndolo Morir una y otra vez' original de:  Reactionist )

Garfiel: "¡Capitán!"

La atmósfera cambió de repente cuando Subaru dejó de lado su falso ceño fruncido por la interacción con Otto y corrió hacia la ventana.

Subaru: "¡¿Qué pasa ahí fuera, Garf?!". Gritó angustiado, mientras se asomaba por la ventana con una mirada penetrante.

Emilia sujetó rápidamente a Beatrice con fuerza y se aferró al apoyabrazos cuando el carruaje se detuvo de golpe.

Patrasche: "¡KRAAAAAAAAAAA!". Rugió la dragona negra que tiraba del carruaje, clavando las patas en la tierra al intentar frenar bruscamente. Sus ojos estaban fijos en algo del exterior.

Emilia: "¡Subaru! ¡¿Qué pasa?!". Gritó la semi elfa, temblando mientras se aferraba a la silla. De repente, el carruaje se llenó de una luz brillante, y una voz resonó tan clara y fuerte que parecía surgir desde lo más profundo de sus mentes.

"Es hora de que el Teatro vuelva a abrir el telón. Espero que estés preparado... Candidato a Sabio...".

Emilia: "¿Qué...?". Apenas susurró, conmocionada y confundida, sin comprender a quién se refería la voz ni por qué le hablaban.

Antes de que pudiera hacerse más preguntas, la luz se volvió aún más intensa, como si blanqueara por completo su mundo.

Garfiel: "¡Capitán! ¡No veo nada!"

Otto: "¡Natsuki-san, espera!"

Beatrice: "¿Qué está pasando, supongo?"

Patrasche: "¡KYAAAAAAAA!"

PERSPECTIVA: EL TEATRO

Mientras la luz inundaba el carruaje, Emilia solo podía oír los gritos de sus compañeros, impotentes ante algo completamente fuera de su control.

Una vez que la cegadora claridad se desvaneció, los miembros del campamento de Emilia y otros participantes de la selección real se encontraron en un mismo lugar: una gran sala con iluminación tenue, rodeada de filas de asientos dispuestos en círculo. Poco a poco, los "raptados" comenzaron a aparecer, observando con asombro la enorme pantalla que se alzaba en el centro del recinto. La pregunta era inevitable: ¿Qué estaba por suceder...?

PERSPECTIVA: SUBARU NATSUKI

Después de ser tragado por una brillante luz de tono blanco, Subaru, con sus usuales ojos intensos, intentó frotarse los párpados, inquieto por lo que acababa de ocurrir. Sin embargo, al intentarlo, descubrió con horror que no tenía manos. Trató de abrir los ojos, pero su visión simplemente existía, sin conexión sensorial. No podía sentir nada. Su mente estaba en blanco.

Miró a su alrededor buscando respuestas, pero lo único que halló fue un vasto espacio sumido en sombras y penumbra. Allí no llegaba el sol; no lo había hecho en años, décadas, tal vez siglos. Era un lugar que supuraba muerte y miseria en cada rincón.

Quiso ver su cuerpo, pero al bajar la mirada solo encontró una masa de oscuridad amorfa. No tenía brazos, ni torso, ni piernas, ni rostro... ni boca. Nada. Solo conciencia. Un vacío que parecía extenderse hasta el infinito.

Sus emociones empezaron a alterarse cuando distinguió a lo lejos una figura femenina. Una mujer con un largo velo negro estaba sentada, abrazando sus piernas con ternura. Al verla, Subaru sintió un torrente de emociones incontrolables: amor, devoción, ternura, una necesidad desesperada de acercarse y protegerla... pero sabía que no eran suyas. Eran sentimientos que se le imponían, que se imprimían como cicatrices sobre su conciencia. Y eso lo repugnaba.

¿Tan patético podía ser, que incluso ahora estaba perdiendo el control de sí mismo?

La mujer se levantó de pronto con visible emoción y comenzó a acercarse con ansias a su figura inmóvil. Subaru deseaba corresponder a esa cercanía, pero no tenía cómo. No podía moverse. Solo esperaba, impaciente, que ella llegara a él y calmara aquella necesidad impuesta.

Pero justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, una brecha de luz se abrió bajo los pies de la mujer. El suelo comenzó a resquebrajarse. La realidad misma empezó a distorsionarse.

Satella: "¿Ehh...?". Murmuró con molestia, extendiendo sombras desde el suelo. Manos sombrías emergieron como almas en pena para contrarrestar al intruso que había interrumpido su anhelado reencuentro. Sin embargo, para su sorpresa, nada funcionó. La grieta seguía creciendo, destrozando la realidad a su alrededor. Por primera vez, pánico genuino apareció en el bello y antes impasible rostro de la mujer.

"¿Crees que eso funcionará, Tella? ¿O debería decir Envidia? A saber cuál está al mando ahora. ¡HAHAHAHA! Pero basta de charlas, es hora de que empiece el show...".

Al compás de esa burlesca voz, varias cadenas resplandecientes emergieron de la fisura y se enredaron alrededor del cuerpo de Satella, atrapándola.

Quería salvarla. Quería ir tras ella, luchar por ella, morir por ella... pero no podía. No tenía cuerpo. Solo pudo mirar, impotente, cómo esa mujer —fuente de tanto deseo forzado— era arrastrada como un animal encadenado dentro de la grieta de luz.

Satella: "¡¡GRRAAAAAHHHH!!". Rugió con furia salvaje, como una bestia acorralada.

Subaru solo pudo observar... con tristeza, melancolía y, de forma inquietante, expectación.

"Así que tú también estás aquí, ¿Eh? Bueno, no serás un problema si te quedas donde estás. Tengo cosas que hacer... y esta Yandere fanática tuya será algo difícil de domar. Así que no te veré en un buen rato. Al menos, no hasta que te necesite para el paso final... ¡Hasta entonces, ten una buena vida! Mientras dure, claro está... ¡HAHAHAHA!".

La figura se dirigió directamente a él mientras la mujer de cabello plateado era devorada por la luz, luchando desesperadamente por liberarse.

Procesé lentamente sus palabras. No sabía exactamente dónde estaba, pero estaba claro que no era un buen lugar. Y eso me angustiaba... especialmente por mis amigos. ¿Y si estaban lejos? ¿Y si les pasaba algo y yo no estaba ahí para ayudarlos?

No permitiría que eso pasara otra vez. No como ocurrió con Rem...

Me sumí en una tristeza profunda mientras intentaba apartar la vista de la gran fisura luminosa. Pero no podía. No tenía control alguno. Y esa figura lo sabía perfectamente.

"Bueno, tengo cosas que preparar. Adiós, Natsuki Subaru.".

Con esa despedida, la voz desapareció tan rápido como había llegado. Como si se dispusiera a ejecutar un plan... uno que, por mi propio bien, no debía conocer. Y eso me aterraba.

La fisura de luz desapareció por completo. Contra todo pronóstico, el mundo a mi alrededor comenzó a transformarse.

Un rayo de esperanza brilló en mis ojos. Por primera vez en ese lugar, podía sentir que... tenía ojos.

¿Ya había estado aquí antes?

Un agudo dolor atravesó mi cabeza, como si un fragmento vital de mí hubiera sido arrancado con violencia. Un vacío. Melancolía. Tristeza. Y con ellos, mis emociones anteriores —amor, anhelo, ternura— fueron reemplazadas por culpa e insuficiencia. Sentimientos que, para ser sinceros, encajaban mejor conmigo.

El entorno mutó, revelando un inmenso jardín repleto de plantas marchitas. Un paisaje donde la vida parecía haber sido un error. Un lugar tan desolador como yo mismo.

Pero Subaru Natsuki ya había probado la muerte en carne propia. No se había acostumbrado, pero había aprendido a resistir... un poco más que antes.

Y ahora, por fin, tenía un cuerpo.

Su forma se había reconstruido con pequeñas luces que aparecieron después de que la figura misteriosa se desvaneciera junto con la mujer encapuchada. Por primera vez desde su llegada, Subaru podía moverse.

Y lo primero que hizo fue caminar... en busca de respuestas.

Subaru: "¿Dónde carajos estoy? Tengo el presentimiento de que he estado en un lugar así antes, pero aun así no recuerdo nada parecido... ¿Tal vez sea algo similar a la fiesta de té de Echidna...? Por ahora lo mejor será revisar bien mi entorno. Tal vez me encuentre con el resto por los alrededores".

Con ese pequeño monólogo concluido, el chico de cabello negro comenzó a explorar algunos sectores del inhóspito jardín floral sin vida. El aura que exudaban las flores e implementos del entorno era tétrica e incómoda a su parecer, y por ello intentaba caminar con el mayor cuidado posible, temiendo que una simple imprudencia pudiera desencadenar algo terrible.

Tras varias horas de búsqueda sin éxito, Subaru se rindió y subió a una colina algo apartada, con la esperanza de descansar. Al parecer, las flores, a pesar de su apariencia poco confiable, no tenían ningún efecto negativo sobre su cuerpo. De lo contrario, ya habría estado muerto.

Recostado en el suelo, empezó a analizar la poca información que había reunido sobre aquel lugar, más allá de su sobrecogedora estética de flores muertas.

Subaru: "A ver... hasta ahora pude observar que, cada cierto tiempo, en una zona aleatoria del jardín las flores se levantan y forman una especie de remolino floral... o lo que sea eso. Tengo que tener cuidado con eso e intentar descifrar un patrón, si es que existe. También las flores no parecen ser tóxicas; si lo fueran, ya estaría más que muerto. El cielo parece estar atrapado en una noche eterna. No hay luz, más allá de la que proyecta la luna. Todo está completamente desolado, como si el sol se hubiera olvidado de este lugar...".

El chico se llevó una mano a la mandíbula y frunció el ceño, pensativo. Aunque sus palabras no estaban dirigidas a nadie —después de todo, seguía completamente solo—, su necesidad de verbalizar lo que pensaba era casi instintiva.

Subaru: "Bien... creo que estoy jodido".

Chasqueó los dedos y acompañó su resignación con un gesto ridículo de manos, probablemente en un intento torpe por animarse a sí mismo... sin éxito alguno.

Pasadas unas cuantas horas más, vagando sin rumbo por el interminable jardín, finalmente descubrió una anomalía: una gigantesca quebrada abría sus fauces entre las flores, dirigiéndose hacia un abismo donde ni siquiera la luna se atrevía a iluminar. Subaru, consciente de que lanzarse sin preparación sería una estupidez, se recordó a sí mismo lo que Beatrice habría dicho en su lugar y decidió prepararse con más cuidado.

Subaru: "Ahhh... ¡Qué daría por sostener la mano de mi querida Beako en este momento!".

Con eso dicho, se puso manos a la obra como todo un hombre. Recogió un puñado de ramos de rosas marchitas y las enroscó en forma de espiral, creando una especie de antorcha improvisada que encajaba perfectamente en la palma de su mano. Con paciencia, fue recortando poco a poco las espinas con las uñas para no cortarse como un idiota.

Usando un conjunto de pétalos secos como yesca, y vertiendo un poco del agua que aún llevaba consigo sobre la base para evitar que el fuego se propagara más de la cuenta, logró encender su creación valiéndose de los escasos conocimientos que tenía tras años de ver películas de supervivencia durante su vida como hikikomori.

Con la antorcha casera encendida, Subaru inhaló profundamente y descendió hacia la quebrada con el mayor cuidado posible. Le tomó horas, pero consiguió bajar sin sufrir heridas. Justo cuando alcanzó terreno firme, una tormenta floral estalló violentamente en la zona donde había estado momentos antes.

Subaru: "Fiuhhh... parece que mi suerte está mejorando".

Sonrió nervioso mientras observaba con algo de temor la danza frenética de pétalos a pocos metros de él.

Frente a sus ojos se abría un camino recto que desembocaba en una cueva. Subaru, decidido a salir de ese lugar y reencontrarse con sus amigos, tragó saliva con algo de miedo, y se adentró valientemente.

De no ser por la antorcha que había improvisado, Subaru estaba seguro de que habría muerto en ese descenso. Las pequeñas brechas y resquebrajamientos ocultos entre la penumbra habrían significado una caída fatal. La cueva era sorprendentemente húmeda, en contraste con el jardín seco del que provenía, y agradeció ese cambio de ambiente, al menos por ahora.

Subaru: "Este lugar parece no tener fin... ya me estoy hartando de esta mierd— ¡¡Wuaaaaaaaa!!".

Sin darse cuenta, había pisado una roca resbaladiza y cayó por una de las grietas. Cerró los ojos, esperando el dolor... esperando el final... pero no pasó nada.

Al abrirlos, se encontró en una especie de caverna sumida en sombras. Un lugar inquietantemente similar al que había despertado al inicio. Parecía un cementerio de aventureros, un refugio de almas en pena atrapadas entre la vida y la muerte.

Subaru: "Ok... esto ya parece película de terror. Lo único que falta es que aparezca un payaso con un globo rojo...".

Como si el mundo se burlara de él, un conjunto de globos rojos empezó a emerger de la oscura superficie de la caverna.

Subaru: "¡¡Gyaaaaahh!! ¿¡Pero qué carajos?! ¡¡Solo estaba de broma!!".

Gritó con voz aguda y salió corriendo, intentando escapar de la aterradora y creciente marea de globos. Cuando el primero impactó contra una estalagmita, estalló con fuerza, confirmando que no eran inofensivos. Lo peor vino después: una lluvia de estalactitas comenzó a desplomarse desde el techo con fuerza letal.

Subaru alzó la vista. Lo último que alcanzó a ver fue una estalactita a centímetros de su rostro, cayendo sin piedad. El impacto desfiguró su cara, arrancando trozos de carne y hueso, y partiendo su cuerpo a la mitad con una violencia grotesca. El olor de la sangre empapó la caverna, que quedó en un tétrico silencio...

Hasta que todo se desvaneció.

Y la realidad se reescribió.

Negándose a dejarlo morir.

<<Regreso de la Muerte>>.

Volvió a abrir los ojos y su respiración estaba agitada por el repentino cambio de escenario: había regresado al campo de flores, justo en el instante exacto en el cual estaba a punto de adentrarse en la gran quebrada.

Subaru cayó de rodillas mientras se sujetaba el estómago con fuerza.

Subaru: "Arghh... casi había olvidado cómo se sentía morir, ¡Carajo!...". Logró decir mientras se tapaba la boca con fuerza, intentando reprimir unas incontrolables ganas de vomitar.

Poco a poco, el pelinegro se incorporó, procesando con lentitud el peso de su más reciente muerte.

Subaru: "Ser partido a la mitad, ¿Eh? Al menos es una muerte más rápida que ser comido vivo por esos malditos conejos".

Intentó burlarse de sí mismo para aliviar el ánimo, pero la soledad lo invadía, y unas profundas ganas de llorar brotaron hasta las comisuras de sus ojos. Aun así, las reprimió. Había superado retos más difíciles que un simple campo floral, y no iba a dejarse vencer tan fácilmente. No sin pelear.

Se levantó con algo de dificultad, con las rodillas temblorosas por el impacto emocional de su muerte anterior. Pero, como si el mundo se burlara de él, las flores a su alrededor comenzaron a moverse frenéticamente. Algunas incluso fueron arrancadas del suelo, elevándose hacia el cielo.

Subaru sudó frío ante lo que esto significaba... La tormenta floral se avecinaba.

Torpe, intentó correr, pero había reaccionado demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos, fue suspendido en el aire junto al resto de flores secas, elevándose a gran altura por las violentas corrientes que lo arrastraban como a un muñeco de trapo.

Subaru: "¡Grhhh! ¡Mierda! ¡¿Moriré de nuevo?!". Gritó mientras era sacudido violentamente en todas direcciones, siendo cortado por las múltiples flores y espinas que flotaban con él. Podía sentir cómo partes de su piel se desgarraban, pero recordó un detalle que hacía aún más aterradoras estas tormentas: ninguna flor caía después de esas tormentas.

Desesperado, intentó descender, pero la fuerza del viento era mucho mayor que sus inútiles intentos por sobrevivir. Incluso llamó a la "Providencia Invisible", pero esta se desvaneció inmediatamente, incapaz de resistir aquella tempestad.

Sin esperanza, Subaru cerró los ojos con resignación. Como si el propio campo de flores respondiera con crueldad, el viento cesó de repente... solo para generar al instante una violenta ráfaga que desintegró todas las flores y espinas en el aire.

Y a Subaru también.

Sintió cómo su piel era arrancada de un solo tirón, mientras múltiples ráfagas cortaban su cuerpo. Su ropa fue reducida a trizas. Cayó desde lo alto, completamente expuesto, los músculos y algunos huesos al aire. Intentó cerrar los ojos, pero ya no tenía párpados. Fue forzado a observar cómo su cuerpo impactaba directamente contra el suelo.

Al hacerlo, su cráneo se partió por completo, esparciendo su contenido con un sonido grotesco. Su cuello se quebró, deformando su postura al caer. Lo único que quedó fue una amalgama irreconocible de carne. Apenas una prueba de que alguna vez hubo una persona allí.

Y con ese último pensamiento en el aire... Subaru Natsuki volvió a morir.

<<Regreso de la Muerte>>.

Subaru: "¡¡ARHHHHH!!". Gritó con todas sus fuerzas al regresar a la vida.

Volvió a abrir los ojos con terror, desplomándose al suelo y gritando como un desquiciado. No se dio cuenta de que la antorcha aún encendida en su mano había caído sobre el campo de flores, encendiendo una reacción en cadena.

Las llamas lo rodearon en cuestión de segundos, devorando su carne poco a poco. Sus ojos estallaron por la presión del calor, y el pelinegro se llevó las manos al rostro en un intento desesperado por apaciguar el dolor. Pero el destino no sería tan compasivo.

Su piel se quemó mientras las ráfagas de la tormenta floral volvieron, apagando el fuego a la fuerza y arrancando lo que quedaba de su cuerpo carbonizado. Ciego, sin piel, sintió cómo su carne viva era azotada por los vientos, dejando sus vísceras expuestas.

Se aferró a una última chispa de vida, hasta que fue lanzado al suelo con violencia.

El impacto final lo desfiguró por completo.

Sólo quedaron restos chamuscados e irreconocibles, de los que emanaba un hedor insoportable.

Así, Subaru Natsuki murió... una vez más.

<<Regreso de la Muerte>>.

Subaru se despertó agitado, mientras se tocaba desesperadamente todo el cuerpo, a la par que jalaba de sus cabellos con fuerza, arrancando algunos de ellos.

El chico de cabello negro no pudo evitar expulsar todo el contenido de su estómago mientras se retorcía en un dolor fantasma.

Subaru hubiera seguido hundiéndose en su propia miseria, hasta que recordó que el goce de la tormenta floral lo consumiría gota por gota, así que con las pocas fuerzas que le quedaban, se arrastró lentamente entre sus propios vómitos hasta llegar al borde del precipicio.

El pelinegro volvió la vista hacia atrás. Su expresión se volvió una de completo terror cuando vio que la tormenta estaba por empezar y que algunas flores ya habían sido arrancadas. Dio un último vistazo hacia el vacío frente a su mirada y se lanzó a último momento para evitar la tormenta floral.

Subaru caía por el precipicio boca arriba, mientras veía con algo de esperanza cómo la tormenta floral comenzaba a envolver el campo sin que él fuera su víctima. Pero dicho sentimiento se esfumó tan pronto como vino, al sentir que el peso de su cuerpo lo hacía caer a gran velocidad por la inmensa quebrada. Sin tiempo para reaccionar, cerró los ojos aceptando morir de nuevo.

Sintió cómo la fuerza del impacto estremecía todo su cuerpo, haciéndole soltar un quejido por el intenso dolor.

Abrió los ojos: se encontraba tendido en el suelo con todas sus extremidades quebradas tras la caída. Subaru intentó moverse, pero su cuerpo no lo obedeció. Lo más probable era que se hubiera roto la columna vertebral o que simplemente no podía moverse por completo.

Movió con desesperación su mirada hacia todos los lados que su visión le permitió. Respiró entrecortadamente. Su cuerpo estaba bañado en un charco de su propia sangre mezclada con el polvo que levantó su caída.

Subaru no podía hacer nada más que esperar que el cálido manto de la muerte lo envolviera de nuevo.

Se desangró lentamente mientras el frío de la eterna noche que envolvía al jardín le congelaba el cuerpo. Era raro, pero sentía que cuando el desangrado lo congelaba, su cuerpo se negaba a morir. Sin embargo, eso no hacía que su dolor desapareciera; más bien lo aumentaba con cada minuto que pasaba.

Quería gritar, pero su voz no salía. Quería salir corriendo, pero su cuerpo no lo obedecía. Lo único que podía hacer era llorar y rogar internamente por una ayuda que nunca llegaría.

Estaba solo...

Logró ver con sus ojos llorosos cómo algunos insectos y ratas se le acercaban con curiosidad. Le dieron pequeños toques y, al no notar ningún signo de aparente vida, determinaron que el chico tendido allí en el suelo estaba muerto.

Subaru miró y con horror cómo varios insectos entraban por su boca, devorando su lengua y garganta; por su nariz, causándole un profundo dolor; y en sus oídos, sintiendo cómo sus tímpanos eran destrozados. Perdió la capacidad de oír lo que pasaba, lo que solo hacía que su terror se profundizara todavía más.

Algunas ratas le mordieron las manos y piernas, dejándolas solo como muñones de carne. Después, se desplazaron hasta llegar a su estómago.

En un instante, Subaru juró ver, antes de perder los ojos, que los insectos y ratas se estaban dando un festín con su cuerpo, con varios agujeros abiertos, hasta que vio su estómago despidiendo líquidos y ácidos. Al perder su audición, ahora solo podía guiarse por su sistema nervioso.

Subaru gritaba mentalmente, sentía el estómago sangrar. Los insectos llegaron a su interior, empezaron a devorar lentamente cada uno de sus órganos. Cada mordida lo hundía en un mar de infinito dolor.

"Quiero morir...".

Fue el pensamiento que resonó en su mente a la par de las mordidas de los invasores.

"Quiero morir, duele mucho, mátame de una vez, ya no puedo más, solo mátenme, déjenme morir... ¿Realmente soy tan patético, Eh?" La desesperación lo inundó, y solo se dejó llevar por el dolor.

"Morder, morder."

Perdió un poco de voluntad.

"Morder, morder."

Su humanidad desaparecía.

"Morder, morder."

Fomalhaut rió.

"Morder, morder..."

Y su vida se apagó...

"..."

<<Regreso de la Muerte>>

Subaru: "¿Eh?". Murmuró torpemente al mirar a su alrededor. Una antorcha descansaba en su mano, y se encontraba a escasos pasos del precipicio.

Unas enormes ganas de llorar lo invadieron. Sus piernas fallaron cuando el recuerdo de su última muerte volvió con fuerza demoledora. Una que superaba incluso la crueldad del Gran Conejo.

Su visión se volvió borrosa mientras su mente era invadida por fragmentos de esa tortura; el dolor aún le recorría el cuerpo. Pero al sentir el viento arremolinarse, sacudió su mente, se obligó a respirar con calma y se puso de pie, determinado a lanzarse otra vez... aunque esta vez, con un plan.

Corrió hacia el borde y saltó en el último segundo, esquivando por un suspiro la tormenta floral que se desató tras él.

Mientras caía a gran velocidad, activó su "Providencia Invisible", usando una de sus manos espectrales para amortiguar el impacto. Logró reducir el daño, aunque su cuerpo rodó violentamente por el suelo helado que marcaba la entrada a la caverna de su primer bucle.

Subaru se incorporó con esfuerzo, sacudiendo el polvo de su ropa. Pero no tenía tiempo para quejas.

Subaru: "Vaya suerte la mía... La antorcha se apagó por el polvo. Y con otra tormenta floral allá afuera, escalar no es opción, así que...". Comentó mientras dejaba caer la antorcha apagada y enfocaba la vista en la entrada de la caverna.

Subaru: "Esto puede salir mal, pero afuera solo hay muerte. Esta es mi única pista...". Afirmó, tembloroso. El miedo lo ahogaba, pero el deseo de reencontrarse con sus amigos ardía aún más fuerte.

Dio el primer paso con determinación.

El interior era tan oscuro como lo recordaba, empeorado ahora por la falta de luz. Caminaba con extremo cuidado, tratando de no repetir la caída en el hoyo que lo había matado en otro bucle.

Subaru: "¡No se ve un carajo! ¡Agh, qué molesto!". Se quejó, avanzando entre la humedad y el silencio que casi le arrancaba la cordura.

Tras avanzar un tramo, una gigantesca puerta de metal se alzó frente a él. Rodeada de antorchas encendidas, su imponente figura tenía grabados de centauros envueltos en llamas.

Subaru: "¡Whoa! Es como la entrada a una mazmorra con jefe final... ¡Qué épico! Aunque con mi suerte, lo mejor sería dar media vuelta y—".

Un grupo de murciélagos se abalanzó sobre él, obligándolo a retroceder y abrir la puerta de golpe.

Subaru: "¡Malditos bichos del demonio, déjenme en paz!". Gritó sacudiéndose con desesperación. Una duda lo atravesó: "¿Desde cuándo hay murciélagos aquí?". Como si respondieran a su pensamiento, las criaturas se elevaron... y estallaron en llamas.

Con horror, Subaru observó cómo caían envueltos en fuego hasta quedar reducidos a cenizas.

Buscó al responsable, con el corazón en la garganta. Solo había dos opciones: alguien que lo salvaba... o algo peor.

Y entonces lo vio.

Una monstruosidad de cinco metros surgía desde la sombra. Tenía el cuerpo de un caballo, pero su torso superior era humanoide, coronado por un único cuerno en el lugar donde debería haber cabeza. Su melena, una línea de fuego viva, ardía a lo largo de su columna.

"¡Bwaaaa!"

El rugido se asemejaba al llanto combinado de decenas de bebés.

Subaru cayó de espaldas, temblando, y se cubrió la boca para evitar gritar. La criatura arrastraba una espada negra por el suelo, como si buscara algo.

Con rapidez, Subaru recogió una piedra y la arrojó lejos. La bestia reaccionó de inmediato, corriendo hacia el sonido y desatando llamas a su paso.

"Es ciego... No tiene ojos. Se guía por el sonido". Razonó, mientras se ponía de pie con sumo cuidado.

Lanzó otra piedra aún más lejos, y el centauro corrió tras ella con la espada llameante. Subaru aprovechó para acercarse a la puerta con pasos lentos y silenciosos. Pero la criatura ladeó la cabeza. Subaru se congeló, temiendo lo peor.

La espada volvió a raspar el suelo, impaciente. Subaru pensó rápido.

"¡Vamos, vamos... ¡piensa!... ¡Eso es!". Ideó mientras tomaba varias piedras. Las arrojó en diferentes direcciones y, en cuanto estas impactaron, corrió hacia la salida.

"¡¡Bwaaaaahh!!"

El centauro alzó su espada, la envolvió en llamas, y de un solo golpe pulverizó todas las rocas.

Subaru: "¡¡Carajo!!". Gritó al ver su plan desmoronarse.

Ya descubierto, no le quedaba más que huir.

"¡¡Bwaaaaah!!"

La bestia conjuró una gigantesca bola de fuego en la punta de su espada y la disparó justo hacia él.

Subaru corrió con todas sus fuerzas. La arena lo frenaba, pero saltó en el momento justo, escapando de la explosión por un suspiro.

Subaru: "¡¡Jajaja, toma eso, idiota!! ¡¡Ese es el estilo Natsuki!!". Gritó con su pose icónica, desafiante.

Otra bola de fuego pasó silbando a su lado.

Subaru: "Ups... ¿No estarás enojado, verdad...?".

"¡¡¡BWAAAAAAAHHH!!!"

Subaru: "Supongo que eso es un si...". Murmuró resignado, dejando caer los hombros.

La bestia cargó con furia. Subaru huyó con el alma en los pies. La puerta fue derribada de una embestida, y el centauro invocó tres brazos adicionales desde su torso, comenzando a lanzar hechizos ígneos.

Subaru esquivó los dos primeros, pero el tercero lo impactó con su onda expansiva, arrojándolo por los aires hasta que cayó por una fisura en la caverna.

Subaru: "¡¡Me lleva la chingada!!". Gritó durante la caída.

El centauro se acercó al borde y disparó un último hechizo, pero Subaru logró esquivarlo en parte al aterrizar, aunque su brazo quedó gravemente quemado.

Subaru: "¡¡Aghhh!!". Gritó sujetándose la herida.

Observó el entorno, reconociendo el lugar: era la sombría caverna de su primer bucle.

Subaru: "T-tengo que salir de aquí antes de que—".

Pero al voltear, se encontró con uno de los globos rojos.

Paralizado por el miedo, soltó un suspiro al ver que no explotaba... hasta que lo hizo.

La explosión le destrozó el rostro. Gritó con desesperación, su piel quemada y la sangre corriendo en torrentes. Se cubrió la cara con las manos en un intento fútil de protegerse, pero otro globo explotó a su espalda, dejando su columna vertebral expuesta.

Uno a uno, los globos comenzaron a aparecer y explotar. Gritos. Sangre. Carne chamuscada. Un brazo mutilado. El otro colgando, con hueso al descubierto. Las piernas, inútiles.

Subaru cayó al suelo con un golpe seco. Intentó arrastrarse con el hombro dislocado, dejando un rastro de sangre y carne quemada.

Levantó la cabeza con su único ojo apenas colgando... vio otro globo frente a él. Este tenía una sonrisa dibujada torpemente con marcador.

El globo giró lentamente, revelando una palabra:

"KBOOM!!"

Y explotó.

El cráneo de Subaru fue destruido por completo. Fragmentos de cerebro y fluidos quedaron esparcidos por el suelo.

Finalmente, Subaru Natsuki murió.

<<Regreso de la Muerte>>

Al regresar a su punto de guardado, el chico de cabello negro apenas logró sostenerse el rostro con manos temblorosas, desbordado por una desesperación indescriptible. Sin pensar demasiado, arrojó la antorcha que llevaba hacia la quebrada.

Subaru: "¡Blwegh!". Terminó vomitando con violencia, desplomándose de rodillas mientras su cara caía justo sobre el líquido repugnante que acababa de expulsar.

Ni siquiera tuvo fuerza para levantarse antes de que la tormenta floral volviera a desatarse. Los pétalos secos, arrastrados por ráfagas cortantes de viento, lo destrozaron una vez más sin piedad. Su cuerpo se convirtió en un amasijo irreconocible de carne, sangre y dolor.

<<Regreso de la Muerte>>.

Esta vez Subaru se abrazó a sí mismo con terror, temblando mientras permanecía en cuclillas. Intentó repetir su acción anterior y lanzó la antorcha hacia la quebrada, pero esta solo cayó al borde del precipicio.

Subaru: "E-esto es demasiado, y-yo—". Quiso hablar, pero un puñado de pétalos muertos, elevados por el inicio de la tormenta, se le colaron por la boca.

Comenzó a toser y a rasgarse el cuello, intentando desesperado sacar las flores que se le habían metido en la garganta, pero la tormenta floral no esperó. Un viento rugiente lo levantó en el aire, y justo entonces, la antorcha que aún se mantenía encendida fue arrastrada por la corriente.

El fuego se propagó por los pétalos secos, encendiendo el aire mismo.

Subaru sintió los pétalos cortándolo como cuchillas, mientras las llamas le lamían la ropa y la piel. No podía evitar gritar.

Subaru: "¡¡Y-ya no más!!". Su voz era ronca, quemada desde dentro, mientras sus manos arañaban el aire intentando escapar del sufrimiento.

Como si el propio jardín respondiera con sadismo, un pétalo en llamas se incrustó en su ojo derecho, incinerándolo hasta dejarle solo una cuenca vacía, colgando de un hilo de carne chamuscada.

Subaru: "¡¡ARHHHHH!!". Gritó con un sonido hueco y gutural. Pero no le dieron tregua.

Más pétalos incendiados se colaron por su boca abierta, quemándole desde adentro hasta que su mandíbula colapsó bajo la presión y el calor. La corriente lo arrastró convertido en un cadáver viviente, devorándolo poco a poco hasta que no quedó más que cenizas flotando en el viento.

<<Regreso de la Muerte>>.

Subaru se sostuvo la mandíbula con ambas manos, sollozando sin contención. Las lágrimas se mezclaban con la mugre de su rostro. Logró ponerse de pie y arrojó la antorcha con furia antes de echar a correr.

Subaru: "¡No quiero morir, n-no, no quiero, huir, necesito huir, rápido, rápido, rápido, rápido, rápido, rápido! ¡¡¡RÁPIDO!!!". Gritó como un animal acorralado, con los ojos desorbitados por el trauma.

Su carrera fue caótica, descoordinada, y por ello cometió un error fatal. La antorcha, al caer sobre una sección del jardín de flores muertas, encendió todo a su paso. Un infierno de fuego empezó a expandirse con furia descontrolada.

Subaru: "E-escape, ¿no? S-se acabó, ¿Verdad? Pffftt... ¡¡JAJAJAJAJAJAJA!!". Una risa desquiciada brotó de él al ver que la tormenta floral no lo alcanzaba, pero su alivio murió al instante.

Una muralla de fuego se alzó con violencia frente a sus ojos.

Subaru: "N-no, ¡¡NO, NO NO!! ¡Esto no puede acabar así!, no...". Intentó correr, pero las llamas lo alcanzaron con rapidez. Cayó de rodillas, llorando como un niño perdido, mientras el fuego volvía a devorarlo lentamente, con crueldad.

<<Regreso de la Muerte>>.

Esta vez, trató de huir hacia la cueva. Sin embargo, una jauría de Ulgrams lo interceptó en la entrada. Aunque luchó con todas sus fuerzas, usando su entrenamiento y su "Providencia Invisible", era inútil. Los demonios no dejaban de llegar. Lo alcanzaron, lo derribaron... y lo devoraron vivo.

<<Regreso de la Muerte>>.

Probó un último intento, avanzando con todo su esfuerzo hacia la cueva. Pero un derrumbe repentino lo sepultó bajo toneladas de escombros. Murió sin siquiera entender qué pasó.

<<Regreso de la Muerte>>.

Con el cuerpo aún temblando, Subaru se resignó. Comprendió que, por su propia cordura, debía abandonar esa maldita cueva.

Arrojó la antorcha a la quebrada y escapó en dirección contraria, evitando por poco otra tormenta floral. Vagó por el mar de flores muertas durante días hasta que, con las fuerzas al límite, llegó a una zona de cultivos podridos y abandonados.

Durante los primeros días se negó a comer, resistiendo con pura terquedad. Pero el hambre terminó por quebrarlo.

Subaru: "Bueno, es mejor que nada...". Murmuró, tragando saliva con repulsión. Se obligó a devorar la comida podrida con los dedos temblando, conteniéndose para no vomitar al instante.

Subaru perdió la cuenta del tiempo, pero calculaba que llevaba al menos dos o tres semanas sobreviviendo en aquel infierno. Lo único que tenía claro era que empezaba a perder noción del día y la noche— Aunque solo existiera noche—.

A pesar de todo, aprendió.

Las tormentas florales eran tan letales como impredecibles. Pero también útiles. Tras investigar, descubrió que surgían en zonas donde se abrían fisuras en el jardín de flores muertas. La entrada de la quebrada era una de esas fisuras.

Aunque podían expandirse y devorarlo todo, la tormenta de su primer bucle no lo hizo, y eso había sido su suerte.

Con el tiempo, Subaru dejó atrás su ropa clásica y se adaptó al entorno hostil. Llevaba ahora una capa larga, desgarrada en los bordes, botas y guantes de cuero endurecido, y una máscara de gas para resistir el miasma de algunas zonas. Su ropa interna estaba reforzada con placas de hierro en el pecho y rodillas. En su cinturón colgaban un látigo más pesado que el que usaba en la mansión Mathers, un cuchillo de reserva, cuerda, un mechero de su mundo original y otros objetos útiles que había encontrado en las fisuras.

Solo recurría a seguir tormentas florales cuando ya no tenía otra opción. Con cada fisura, se arriesgaba no solo por comida... sino con la esperanza de hallar a alguien conocido.

A veces, el recuerdo de sus seres queridos lo asaltaba con una fuerza devastadora. ¿Seguirían vivos? ¿Seguirían esperándolo?

Miró entonces a su "compañía". Dos piedras decoradas con pelucas y ojos saltones.

Subaru: "Bien, Emilia roquita, ¿Qué tal estamos de recursos?". Preguntó con falsa normalidad, observando la piedra con una peluca plateada.

Subaru: "¡Exacto, Emilia roquita! ¡Estamos en la mierda!". Gritó con sarcasmo. Luego giró hacia su otra creación. "Oye, Beako meloncito, ¿Qué crees que debería hacer?".

El "melón Beako", decorado con lana en forma de espirales y un rostro dibujado con marcador, le ofrecía el consuelo que su mente necesitaba.

Subaru: "Eres tan lista como siempre, Beako meloncito. Hay que seguir a una tormenta floral. Ya casi no queda nada, y no quiero volver a comer esa porquería podrida, jeje...". Rió con torpeza, pero la náusea le subió al recordar el sabor.

Había establecido una base en una caverna alejada, una zona donde las tormentas no llegaban. Era su refugio. Su única seguridad.

Subaru: "¡Muy bien! Iré a la fisura más cercana. Puede que tenga que seguir varias tormentas si se alejan, así que no me esperen para cenar, señoritas. ¡Nos vemos!".

Para no perder la cordura, había creado a Emilia roquita y Beako meloncito, un lazo simbólico con sus recuerdos más amados. Tenía que mantenerse cuerdo, por ellos.

Al salir de su cueva, corrió una cortina improvisada de tela gruesa que hacía de puerta... y entonces se congeló.

Lo que tenía delante era tan irreal que dejó caer lo que llevaba en las manos.

Subaru: "¿Acaso estoy empezando a alucinar...? Pensé que Emilia roquita y Beako meloncito me ayudarían con eso...". Se frotó las sienes con desesperación, intentando encontrar algo de lógica en lo que veía.

Pero no.

Seguía ahí.

Subaru: "Esto es muy raro... ¿Por qué hay una roca gigante flotando en el cielo?". Preguntó con una mezcla de temor y desconcierto.

El suelo tembló, y montículos de tierra comenzaron a alzarse, flotando en dirección a la masa colosal suspendida en el aire. La escena era digna de una pesadilla onírica.

Subaru: "¿Esto es una henki dama de tierra o qué carajos?". Murmuró apretando la mandíbula. Su mano se deslizó hacia el látigo en su cinturón.

Poco a poco, la tierra flotante tomó forma... y ante sus ojos incrédulos, esa masa se reconfiguró hasta formar un edificio que le resultaba vagamente familiar.

Frunció el ceño, ladeando la cabeza con una mezcla de confusión y alerta.

Subaru: "... ¿Un Teatro?".

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO:(???)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas gente, he acabado de escribir este capitulo que esta relleno de Lore sobre mi versión del Teatro, intenté explicar lo mejor posible todos los sucesos desde una perspectiva aparte del elenco, que creo que es muy interesante de tratar, y no he visto a algún 'reaccionando' que explorara abiertamente el mundo del Teatro más allá del propio Teatro, así que decidí tomar yo la iniciativa.

Ahora entiendo en parte a Tappei, hacer sufrir a Subaru es divertido XD.

Este fue un capitulo corto, por lo que intentare sacar otro para el fin de semana.

Me pregunto que tal les pareció esta iniciativa, déjenlo en los cometarios, los estaré leyendo.

Bueno nos vemos dentro de poco, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:27/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 5947.

Chapter 11: Reclutando a la Domadora de Mabestias (CÁPITULO: 3 PARTE: 4)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Reclutando a la Domadora de Mabestias (CÁPITULO: 3 PARTE: 4)

"Tal vez sea hora de que el Teatro dé un giro para el siguiente episodio. Será interesante ver sus expresiones de desesperación cuando llegue la hora de la verdad. ¡HAHAHAHA!".     

La carcajada del Guardián retumbó por todo el espacio sin dueño, una risa hueca, sin compasión, resonando entre las paredes invisibles del abismo que rodeaba al Teatro. El eco llegó hasta un rincón envuelto en sombras, donde una figura encapuchada yacía de rodillas.

Satella lloraba.

Las lágrimas caían en silencio mientras observaba la proyección de ese futuro oscuro que Fomalhaut tenía planeado para ellos. Sus manos temblaban, y apenas podía sostenerse en pie.

Satella: "No...". Susurró con voz quebrada, tan débil que parecía desvanecerse junto al murmullo de las tinieblas.

La figura del Guardián permanecía a su lado, con una sonrisa perversa dibujada en su rostro deformado por la oscuridad.

"Esto va a ser divertido...".

Como indicó Julius, la prisión -el espacio donde Meili estaba recluida- le permitía más libertad que incluso la cárcel de más baja seguridad.

Originalmente había sido una simple habitación de piedra, pero las paredes se habían pintado de colores brillantes, y había una sencilla pero cómoda alfombra que cubría el suelo.

No había mucho que limitara sus movimientos dentro de la habitación, y todas las muñecas que Subaru había hecho para ella estaban perfectamente alineadas en una estantería.

Incluso había libros y juguetes para mantenerla entretenida. En otras palabras, era el tipo de lugar en el que una recluida podría vivir en paz y comodidad. A una parte de Subaru le habría encantado encerrarse allí él mismo.

Meili: "¡Hmph! Esa habitación es mía, hermanito, no te la llevarás ni por cinco peluches". Declaró con fingida indignación, cruzándose de brazos con un mohín teatral.

Ricardo: "¿Y por diez peluches?". Preguntó con una sonrisa socarrona mientras dejaba escapar una risa profunda, divertida por la actitud de la pequeña.

Meili: "Veinticinco y tenemos un trato. Pero deben ser igual de bonitos que el Señor Gato-Oso Gigante". Respondió con una sonrisa de satisfacción y los ojos brillando de picardía.

Una suave risa recorrió al elenco presente, contagiados por la forma en que Meili manejaba su repentina negociación como una profesional del regateo... si bien con estándares muy particulares.

Pero entre las carcajadas, una vocecita se alzó con sincera determinación, aunque apenas audible.

Petra: "Tal vez... si ahorro lo suficiente, pueda pedirle a Subaru-sama que cosa esos peluches...". Murmuró para sí misma, llevándose un dedo al labio con una expresión pensativa.

Su mirada se perdió brevemente en el vacío, como si ya estuviera calculando cuánto hilo, tela y tiempo serían necesarios. Un leve rubor se asomó a sus mejillas ante la idea, y aunque era solo un pensamiento infantil, el brillo en sus ojos era completamente genuino.

"-Pero esta atmósfera única emana de ella".

Julius escrutó de nuevo la habitación, antes de mirar a Meili específicamente.

Ella sonrió ante su observación. El aire siniestro que emanaba de cada poro de su cuerpo era la razón por laque estaba retenida allí.

"Como mencioné en el carruaje, esta chica... Meili era originalmente una especie de asesina que intentaba matar a Emilia-tan y a todos los demás aquí presentes. ¿Tiene sentido hasta ahora?".

El campamento de Emilia, al igual que la pequeña que acababa de hablar, bajaron la cabeza con el ceño fruncido. La imagen de Meili, ahora juguetona y sonriente, contrastaba dolorosamente con el recuerdo de su antigua identidad: una asesina despiadada que, junto a su hermana, la infame "Cazadora de Entrañas", había desatado el terror en la Mansión Mathers.

Las memorias del ataque, los gritos, la sangre y el ciclo de muertes que Subaru tuvo que soportar en aquel entonces, volvieron a sus mentes con crudeza.

Y, sin embargo, allí estaba él ahora.

Sentado plácidamente entre Emilia y Beatrice, profundamente dormido, como si el mundo, por fin, le permitiera un momento de descanso.

Verlo así, respirando con calma, ajeno a todo el peso que había cargado, reconfortaba el corazón de quienes lo querían. Una pequeña pero genuina sonrisa se dibujó en sus rostros, acompañada por una silenciosa determinación: ayudarlo. Ayudarlo para que no tuviera que volver a soportar todo solo... para que no tuviera que morir más.

"Qué lástima que la realidad  es otra ...".

La voz del Guardián resonó con eco en aquel espacio lejano al Teatro, una prisión sellada en la oscuridad, donde una mujer de cabello plateado y figura etérea se hallaba postrada de rodillas. Satella, desmoronada, apenas mantenía la postura gracias al firme agarre de las cadenas de luz que la sujetaban, temblando mientras murmuraba incoherencias, con lágrimas cayendo silenciosas por sus mejillas.

Una escena que solo alguien como Fomalhaut podría disfrutar.

"¿Cómo te estará yendo en el lugar que te preparé, Natsuki Subaru?".

Esa última frase fue pronunciada en un susurro, apenas audible para nadie más que él mismo. Era un pensamiento privado, una sombra entre tantas otras... y así se mantendría.

"No puedo decir que lo tenga, pero escuchemos el resto".

"Parece que estás pensando en otra cosa, pero da igual. De todos modos, ella era una asesina. En cuanto al método que utilizaba, en pocas palabras, puede controlar bestias demoníacas".

"Sí, me llevo muy bien con los animales malos. Hee-hee".

Meili hinchó el pecho con  abierto orgullo , pero era una confesión que  escandalizaría  a cualquiera que no la hubiera oído antes.

Las bestias demoníacas no eran el tipo de criaturas que pudieran ser domesticadas por la gente. Podría decirse que la mayoría las consideraba inherentemente hostiles.

El elenco asintió con la cabeza, en un gesto silencioso de aceptación y desconcierto. En cualquier otro tiempo, habrían tachado de loco a quien osara afirmar que esa pequeña niña de rostro angelical podía controlar a las temibles Mabestias, criaturas salvajes e irracionales, movidas únicamente por el miasma de la Bruja.

Pero gracias a ese Teatro —a esa verdad desnudada sin piedad— habían comprendido que semejante locura no solo era posible, sino que había sido real. Una realidad que ojalá nunca hubieran tenido que presenciar... una que desearían que hubiese permanecido oculta, como un mal sueño jamás contado.

Y aun así, ahí estaba Meili. Haciendo tratos con peluches y negociando habitaciones como una niña cualquiera.

El contraste dolía.

Pero también hacía más evidente el peso que cargaba Subaru, y el milagro que era ver a algunas de esas "pesadillas" riendo a su lado como si todo aquello pudiera, quizá, cambiar.

Había algunas excepciones notables en las que una bestia demoníaca obedecía a quien le rompía los cuernos, pero Meili era diferente.

"Según lo que dijo Madre, mi bendición de control demoníaco cumple la misma función que su cuerno. Por eso, me llevo muy bien con ellos".

"¿Madre?", pensó el elenco mientras la escena se reproducía, esa tal 'Madre' no generaba mucha confianza entre los miembros más cuidadosos del elenco, así que se pusieron alerta y procuraron recopilar la mayor cantidad de información posible.

El significado de su afirmación no estaba muy claro. No había pruebas en este mundo de ninguna investigación sobre las bestias demoníacas y su comportamiento natural.

Por supuesto, había gente que se ganaba la vida  cazándolas , pero los cazadores y los investigadores tenían naturalmente perspectivas diferentes.

"Hace poco más de un año, Meili y otra persona nos atacaron en equipo. Conseguimos detenerlas y desde entonces la retenemos aquí".

"¿Por qué harían eso? Si es una enemiga, deberías poner fin a las cosas como es debido...". 

Priscilla: "Eso mismo me pregunto yo, pero no tiene caso intentar averiguar el pensamiento de un plebeyo que absuelve de toda culpa a personas que lo asesinaron en múltiples ocasiones". Espetó la Matriarca Vollachiana mientras un dejo de enojo se marcaba en su rostro ante la injusticia que sufría el pelinegro. Aunque, a fin de cuentas, él mismo se lo buscaba, lo cual solo aumentaba su frustración. "Necesitará un buen adiestramiento cuando lo lleve a mi campamento", murmuró con cierto alivio, al considerar la idea de rescatar un activo tan valioso como Subaru, quien estaba siendo usado como carne de cañón por las personas que él consideraba sus amigos.

Al: "Apoyo su idea, princesa...". Comentó el guerrero manco que había oído los murmullos de su Dama, dirigiendo una mirada al chico de cabello negro que dormía plácidamente en la sala. Un remolino de emociones contradictorias lo recorrió por dentro, y un pensamiento lo atravesó con claridad: "Si Bro pasa al campamento de la princesa, no habrá necesidad de deshacerme de él, incluso sería de mucha ayuda. La pregunta es... ¿Cómo? Bro es muy obstinado, y eso complica las cosas, pero ya lo resolveré con el tiempo...". Concluido ese pensamiento, Al se llevó su única mano a su casco para ajustárselo, un tic nervioso que lo delataba siempre.

Priscilla: "¡Hmph! ¿Y desde cuándo Mi yo Divino necesita de la aprobación de un bufón para tomar decisiones? ¿Acaso me estás desestimando, Aldebarán?". Lo interrogó con desdén, abanicándose con violencia apenas contenida, lo que hizo temblar al guerrero manco, quien bajó la mirada y respondió en voz baja:

Al: "Perdóneme, princesit—". Antes de terminar su disculpa, un golpe seco dobló su casco y lo obligó a bajar la cabeza de golpe.

Priscilla: "¡¿Y para colmo te atreves a usar un diminutivo al referirte a mi grandiosa imagen?!". Espetó, con la mirada fulminante clavada en el adolorido bufón, quien solo pudo murmurar entre dientes:

Al: "Perdón...".

Priscilla estuvo a punto de soltar otro zape al ver unas lágrimas asomarse por debajo del casco de su sirviente, pero algo la distrajo. Por pura casualidad, fijó su atención en una inusual pareja unos asientos más adelante. No les había prestado atención antes por estar centrada en las visualizaciones, pero lo que vio la hizo arquear una ceja, aunque enseguida recompuso su porte con su habitual gracia altiva.

La desafortunada pareja eran Reinhardt y Felt, tomados de la mano, ajenos a la mirada de la Matriarca... hasta ahora.

Priscilla: "¡Vaya, vaya! ¡Pero qué sorpresa! ¿Una rata de los barrios bajos y el Santo de la Espada tomados de la mano como dos sucios tortolitos? ¡Qué escena más entretenida... y repugnante!". Declaró con su habitual tono burlón, una sonrisa maliciosa adornando sus labios mientras toda su atención se dirigía hacia la pareja, provocando que las miradas del elenco también se posaran en ellos.

Felt se estremeció, incómoda al sentir la atención que se acumulaba sobre su cabeza. Instintivamente intentó soltar la mano de su caballero, pero el agarre de Reinhardt se mantuvo firme. Sorprendida, levantó la mirada hacia los profundos ojos azules del pelirrojo. Este le sonrió con confianza antes de susurrarle con serenidad:

Reinhardt: "No se preocupe, Felt-sama. Déjeme encargarme personalmente". Le guiñó un ojo con suavidad, y al recibir un tímido asentimiento de su Dama, se levantó de su asiento aún tomado de su mano. En ese instante, Reinhardt Van Astrea se sintió más fuerte y seguro que nunca.

Reinhardt: "No recuerdo haberle pedido su opinión, Priscilla-sama. Creo que su comportamiento actual es bastante infantil. Le haría un gran favor a todos los aquí presentes si simplemente cerrara la boca y nos dejara en paz".

El silencio se apoderó del Teatro. Las miradas se clavaron en él con asombro. Felt, por su parte, se sonrojó intensamente. Su caballero se mostraba firme, decidido, confiado... guapo. Rápidamente negó con la cabeza, sacudiendo el pensamiento, mientras su rubor se intensificaba aún más.

Priscilla apretó los dientes con furia, levantándose con arrogancia. Su mirada chocó con la de Reinhardt en un duelo de voluntades.

Priscilla: "¡¿Acaso te atreves a imponerte ante mi divina voluntad, Santo de la Espada?! ¡No creas que saldrás sin castigo si no te retractas y te arrodillas para pedir perdón!". Sus palabras rebosaban autoridad y orgullo, pero algunos murmullos negativos se alzaron en la audiencia. El descontento era evidente.

Reinhardt: "Perdóneme, pero ni yo ni mi Dama hemos cometido falta alguna hacia usted. Fue usted quien intentó humillarnos. Yo solo respondí con la verdad. Le sugiero que no se deje arrastrar por su orgullo y adopte una perspectiva más abierta, por una vez en su vida".

La respuesta fue tan firme como respetuosa. Justa. Priscilla, sin contenerse más, gritó:

Priscilla: "¡¡Tú y tu Dama lamentarán est—!!".

Una espada apareció en su mano, reemplazando el abanico, pero justo antes de que pudiera alzarla, unas retorcidas cuerdas negras emergieron del suelo del Teatro, atándola con fuerza y deteniendo su ataque. Reinhardt no se inmutó. Su rostro permanecía sereno, aunque había en sus ojos una clara decepción.

El pelirrojo volvió a su asiento con elegancia. La Matriarca Vollachiana, en cambio, fue arrastrada lentamente hacia su asiento por la Autoridad del Guardián.

Priscilla: "¡Insolente Alcaide de poca monta! ¡¿Te atreves a contener la ira de Mi Divino yo?!". Gritó furiosa, intentando forcejear en vano.

"Me encantan las  escenitas  que se montan, pero no puedo permitir que se rompan las reglas del Teatro. Y una de ellas es: cero violencia. Así que esas cuerdas se mantendrán hasta el próximo descanso. ¡Mucha suerte!"

La voz del Guardián resonó con desenfado en la sala. Algunos suspiraron aliviados. Otros, como Emilia y Beatrice, miraron al vacío con un claro deje de odio hacia el misterioso ente.

La presencia del Guardián desapareció tan rápido como había llegado, pero las cuerdas negras se mantuvieron. Priscilla intentó liberarse durante unos minutos, pero finalmente se rindió, bufando y sentándose de mala gana.

Mientras tanto, la pareja que había sido el blanco de su furia compartía un momento privado.

Felt: "¡Estuviste genial, Rein! ¡Nunca me hubiera esperado que hicieras una escena tan grande solo por—!". Antes de que pudiera terminar, Reinhardt le puso suavemente un dedo en los labios con un gesto de silencio.

Reinhardt: "Yo haría lo que sea por usted, Felt-sama. Incluso desafiaría al mismísimo Od si me lo pidiera. No lo olvide, usted es la persona más importante para mí". Dicho esto, deslizó sus manos para tomar ambas de la ex ladrona.

Felt soltó un leve jadeo, completamente sonrojada. El rubor en sus mejillas la hacía ver aún más adorable a los ojos de su caballero.

Felt: "¡N-no digas tonterías, t-tú...!".

Se interrumpió con un tímido:

"T-tonto...".

Bajó la cabeza e hizo un leve puchero antes de apoyarse suavemente en el pecho de su caballero como un pequeño y tierno gatito.

Reinhardt: "Ahh... ¿Qué haré con usted, pequeña energética?". Susurró con ternura, acariciándole el cabello con suavidad. Felt soltó unos leves ruiditos satisfechos mientras decidía ignorar las miradas a su alrededor y concentrarse solo en él, en sus sentimientos, en esa calidez.

Wilhelm los observaba desde la distancia, lleno de orgullo. Recordaba momentos similares con su difunta esposa, y en silencio, rezó por su bienestar mientras sostenía su copa de vino con elegancia.

Wilhelm: "Ese es mi nieto".

Ante esa solemne declaración, cierto chico gato lo miró con ojos abiertos como platos. Tragó saliva antes de soltar una exclamación:

Félix: "¡¿Acaso no ella tiene aspecto de niña?!".

Wilhelm le dedicó una mirada asesina y estampó su copa contra el apoyabrazos, claramente indignado.

Félix tragó saliva de nuevo y, tembloroso, se hizo bolita en su asiento de la forma más patética posible.

"No es tan sencillo. Pero además, por lo que dijo, tampoco queríamos dejarla marchar".

"Madre se enfadará conmigo. Elsa murió y yo también metí la pata, ¿Verdad? Si me encuentra, estoy segura de que me matará. Por eso quedarme aquí es lo más seguro".

Emilia: "Perdona por la pregunta, pero, Meili-chan, ¿Podrías contarnos quién es esa tal Madre? Si lo sabemos, tal vez podamos ayudarte". Inquirió la semielfa mientras se volteaba para mirar a la pequeña ex asesina, quien intentaba disimular indiferencia, pero todo tema que involucraba a Madre le causaba un profundo terror.

Meili bajó la cabeza. Su cuerpo temblaba ligeramente, detalle que no pasó desapercibido para el elenco, quienes se preocuparon aún más por lo que esa tal Madre podría significar para su futuro. La niña de cabello azul sintió cómo alguien le tomaba las manos, y al levantar la mirada vio a Petra, quien le sonreía con comprensión mientras acariciaba suavemente los dedos de la temblorosa ex asesina.

Petra: "Tú puedes, Meili-chan. Confío en ti". Le susurró, manteniendo sus caricias reconfortantes, algo que Meili apreció mucho. Con un pequeño rubor y su temblor más controlado, se volteó para mirar al elenco.

Meili: "B-bueno... Madre es alguien que, por lo que me han contado, ya han visto g-gracias a esa ventana gigante...". Empezó a explicar con un leve tartamudeo. Puede que hubiera reunido el valor para hablar, pero las cicatrices dejadas por Madre no iban a desvanecerse como si nada, y eso el elenco lo entendía hasta cierto punto, así que la escucharon con atención.

Meili tomó una bocanada de aire y continuó:

Meili: "M-Madre puede cambiar de forma y t-transformar a las personas en cualquier cosa que se considere un ser vivo o... simplemente en un montón de carne...".

Al instante, el elenco conectó los hilos. Podían notar que Meili había dado rodeos por el trauma que le causaba mencionar ese nombre, por lo que solo lo susurraron:

"Capella..."

Capella Emerada Lugnica, la Arzobispo de la Lujuria. Uno de los obstáculos más temibles que les esperaban al salir de ese infernal Teatro. Ahora entendían mejor el miedo de Meili... ya lo habían visto de primera mano a través de esa pantalla. Capella no tenía ni una pizca de piedad, sin importar con quién tratara, lo que la convertía en uno de los mayores monstruos que jamás hubieran conocido, superada solo por horrores aún más atroces... aunque no por mucho.

Anastasia: "Con que esa Arzobispo puede ser un problema aún mayor... Conociendo a Natsuki-kun, es probable que el trauma de Meili pueda cegar su juicio en un hipotético enfrentamiento con la Lujuria". Razonó la princesa comerciante en voz baja mientras acariciaba juiciosamente la peluda cabeza de su querida madre.

Foxidna: "Ajá... Solo espero que no intente nada tonto. Estoy segura de que si él decidiera algo, tú lo seguirías sin pensarlo mucho, ¿No es así?". En respuesta, Anastasia solo bajó la cabeza con ojos determinados mientras fijaba su mirada en el chico de cabello negro dormido a unos asientos delante de ella.

Anastasia: "Si él quiere ir al mismísimo infierno, yo me ofrecería como su guía con todo gusto". Concluyó, dándole pequeños toquecitos a su preocupada madre, quien solo suspiró con un tono de: "No tienes remedio".

En otro lado de la habitación, cierto chico gato se mordía el labio con ira apenas contenida, dirigida a esa insolente Arzobispo que se había atrevido a corromper a su Dama... y para colmo, a una niña. No sabía mucho sobre el pasado de Meili, pero con lo poco que ella había dicho y lo visto en las visualizaciones, entendía con certeza que Capella la había reclutado en esa organización de asesinos, sin importarle su edad. Claro que debieron haber más factores para que todo se desarrollara de ese modo, pero en la mente del demi-humano no tenía sentido intentar comprender una lógica tan cruel.

De repente, Félix sintió una mano firme pero delicada posarse sobre su hombro. Volteó la vista mientras algunas ojeras se marcaban en las comisuras de sus ojos, y allí la vio, acercándose para darle un cálido abrazo: su Dama.

Crusch: "No puedo entender muy bien cuál es el mal que aqueja tu mente, Félix, pero por favor, déjame cargar con ese dolor que te atormenta. A fin de cuentas, sigo siendo tu Dama, y tú mi caballero. Eso no cambiará". Le susurró mientras palmeaba su espalda con ternura.

Esas palabras rompieron las defensas del patético chico. Félix estalló en llanto, con lágrimas corriendo por sus sonrojadas mejillas mientras murmuraba cosas incoherentes, como si finalmente una brecha contenida se hubiera resquebrajado. Los recuerdos del futuro fatídico lo acosaban... la imagen de su Dama destrozada, sin recuerdos ni control sobre su cuerpo, víctima del sadismo de un culto de desquiciados.

Félix: "¿Y qué pasa si todo va a peor...?". Murmuró entre sollozos, a lo que Crusch lo apartó con suavidad para mirarlo directamente a los ojos.

Los ojos del demi-humano estaban rojos por el llanto, su cabello algo desordenado, y sus labios sangraban por las mordidas que se había hecho para sobrellevar la culpa.

Crusch: "Todo irá a mejor, confía en mí. Dime, ¿Cuándo te he fallado, Ferris?". Su sonrisa era dulce, tan dulce que podría acabar con una guerra con solo mostrarse. Sus ojos brillaban con determinación, serenos pero firmes, reflejando la calma que intentaba transmitir. Aunque ella también temía el futuro, no dejaría que ese miedo la dominara. Lo enfrentaría con valentía, como debía hacerlo una monarca... como Subaru necesitaría que lo hiciera algún día.

El chico gato lloró silenciosamente en el hombro de su Dama mientras ella seguía dándole suaves palmadas. Wilhelm observaba la escena en silencio. Aunque una parte de él aún deseaba reprender a Félix por sus comentarios sobre su nieto, sus instintos de mayordomo sabían que ahora no era el momento, así que optó por el silencio.

Algunas conversaciones privadas se llevaban a cabo entre los diferentes campamentos —aunque cierta Matriarca Vollachia seguía luchando inútilmente por liberarse de las cuerdas del Guardián—.

En un espacio separado del Teatro, un mundo sumido en sombras, el Guardián miró de reojo cómo su Autoridad se debilitaba. Sabía perfectamente cuál era la razón, así que optó por intervenir de la manera que más le complacía... con sufrimiento.

El elenco continuaba sus pláticas cuando la pantalla frente a ellos empezó a distorsionarse, mostrando errores mientras la imagen de la visualización actual se deformaba entre chasquidos y sonidos de estática.

Otto: "¡¿Pero qué está pasando?! ¡¿Pasó algo, Guardián?!". El comerciante de cabello ceniciento formuló la pregunta que todos se hacían, hasta que la voz distorsionada del Guardián respondió:

"N-no se... -ocupen, todo  est-...  bien. Solo es un peque-... fallo que tengo que corregir hasta  es-...  No se levanten de sus asientos y esperen...".

La voz del Guardián sonaba alterada, cargada de estática, mientras la pantalla seguía fallando hasta apagarse por completo.

Al: "Esto no me da un buen presentimiento...". Murmuró, escrutando la habitación con la mirada.

Las luces del Teatro se apagaron de golpe, sumiendo a todos en una profunda penumbra.

Rem: "¡¿Están todos bien?!". Preguntó, entrecerrando los ojos para intentar ver mejor en la oscuridad.

Spica: "¡Auah!". Exclamó mientras se aferraba al vestido de su madre, buscando seguridad para no hacer ningún movimiento brusco.

Emilia: "¡Es mejor mantener la calma! Podríamos causar muchos problemas si nos alteramos, así que todos manténganse en sus asientos hasta que todo vuelva a estar en orden". Habló con firmeza, manteniéndose firme en su asiento.

Reinhardt: "Concuerdo con Emilia-sama. Por el momento, lo mejor sería obedecer las órdenes del Guardián hasta nuevo aviso". Declaró, activando su Protección Divina de visión nocturna para asegurarse de que todo estuviera en orden.

Felt: "¡Obedezcan a mi guapo caballero y mantengan sus traseros pegados a los asientos!".

Reinhardt: "Exacto, eso sería lo mej-... Espera, ¿Qué dijo Felt-sama?". Preguntó, mientras un rubor se formaba en su rostro. Si las luces no estuvieran apagadas, hasta el menos atento lo habría notado.

Felt: "Solo dije la verd—".

Antes de que completara la frase, cierta persona cansada de sus juegos intervino con desdén.

Priscilla: "¡¿Podrían dejar de coquetear al menos por un momento, por el amor a Od?!". Espetó, lanzando torpes patadas al aire desde su asiento, aún contenida por las cuerdas del Guardián.

Felt hizo un puchero mientras se cruzaba de brazos. Estuvo a punto de responderle, pero entonces la pantalla se iluminó con un fuerte brillo blanco.

Julius: "Pero el resto de luces siguen apagadas... y el Guardián no ha dicho nada. ¿Qué demonios está pasando?". Preguntó con creciente inquietud, sintiendo cómo el repentino resplandor lo obligaba a cerrar los ojos por completo.

Unas palabras se formaron entre la estática y las distorsiones de la pantalla:

"Gula".

El elenco frunció el ceño al leer el título que acababa de aparecer ante ellos.

Garfiel: "¡¿Cómo que 'Gula'?! ¡¿A qué se refiere esta maldita cosa?!". Gritó, poniéndose de pie mientras buscaba con la mirada al responsable de lo que estuviera ocurriendo allí.

Mimi: "Cálmate, Garf. Esto es muy raro, pero...". Intentó tranquilizarlo la pequeña chica, aunque su voz se apagó a medida que la pantalla dejaba atrás la estática.

La visualización comenzó, entrecortada, con una calidad deteriorada y sumida en un filtro blanco y negro que le daba un aire antinatural y perturbador.

???: " Oye, ¿sabes mi nombre?"

Era una pregunta bastante común, sin ninguna coherencia real. Debería haber sido una pregunta aburrida que no requiriera mucho tiempo ni preparación para responder. Si lo sabes, lo sabes. Si no lo sabes, no lo sabes. Eso es todo.

Otto: "Esa voz...". Murmuró Otto, mientras intentaba comprender qué había pasado y por qué estaban viendo esto en lugar de la visualización anterior.

Garfiel: "Es la voz del Capitán... ¿Pero con quién habla?". Comentó el demi humano, apretando con fuerza los apoyabrazos de su asiento ante la tensión que sentía crecer en el ambiente.

Emilia: "¿Subaru...? ¿Y por qué haría esa pregunta...?". Dijo con la voz temblorosa. Al instante, el título de la proyección cayó sobre su mente como un misil directo al pecho.

El resto del elenco también pareció comprender el peso de esas palabras, especialmente tres personas entre ellos: Rem, Crusch y Julius... las víctimas de la Gula.

Anastasia: "Hasta ahora hemos estado viendo visiones de un futuro próximo... tal vez eso tenga algo que ver con lo que está pasando ahora. ¿Natsuki-kun... será borrado por la Gula?". Razonó, aunque esa misma pregunta hizo que todo el elenco se estremeciera. Ella incluida.

Beatrice: "E-eso no puede pasar, supongo... no debe...". Su voz se quebró y su compostura flaqueó visiblemente ante la posibilidad de perder a su amado contratista en un futuro.

Mientras todos seguían sumidos en sus propios pensamientos, cierto guerrero manco decidió señalar algo que podría pasar desapercibido, pero no era menos importante:

Al: "¿Por qué la ropa de Bro es diferente? Y no solo eso... también parece que su cabello cambió de color. Aunque la pantalla esté en blanco y negro, cuando un actor tenía el cabello negro en los cines antiguos del mundo de Bro, siempre se mantenía ese color. Así que... a menos que Bro haya decidido teñirse el pelo para estar a la par de Emilia-sama, no le veo mucho sentido a ese cambio".

El elenco giró la mirada hacia la imagen en pantalla y notó lo que Al había dicho: era extraño ver a Subaru con el cabello blanco. Y aunque la perspectiva de la escena no permitía ver su rostro con claridad, su cara lucía más afilada, marcada por las ojeras, la falta de sueño y el agotamiento excesivo.

"¿Qué estaba pasando?", se preguntaban, pero aún no había respuestas... al menos, no por ahora.

Entonces, la escena cambió bruscamente. Pero un diálogo se repitió una y otra vez, como una aguja atascada en un disco rayado:

¿Subaru?: "Oye, ¿sabes mi nombre?"

¿Subaru?: "Oye, ¿sabes mi nombre?"

¿Subaru?: "Oye, ¿sabes mi nombre?"

¿Subaru?: "Oye, ¿sabes mi nombre?"

Y así, una y otra vez, la misma pregunta se repitió, hasta que el audio se saturó con tal violencia que el elenco tuvo que cubrirse los oídos por el agudo chillido que estalló desde la visualización.

Garfiel: "¡Esto está empezando a hartarme!". Rugió, presionando con fuerza sus manos contra sus orejas para intentar aislar el insoportable pitido.

Nadie más logró pronunciar palabra, atrapados por el impacto de aquel sonido que aún resonaba en sus cabezas.

Y entonces, la proyección continuó.

La pantalla volvió a fallar violentamente mientras varias escenas y audios se sobreponían al mismo tiempo, dejando al elenco sin tiempo para reaccionar a ninguna de ellas, hasta que la pantalla volvió a detenerse en una escena en concreto.

Un chico de cabello blanco cuya apariencia era un calco de la de Subaru estaba con una expresión pensativa mientras estaba parado frente a Otto encima de las murallas de la ciudad de Priestella, otra figura estaba parada al lado de Subaru, pero la distorsión de la pantalla impedía que el elenco pudiera ver quien era esa persona.

La escena volvió a distorsionarse y el elenco pudo ver como muchos de ellos ahora estaban parados alrededor de Subaru, algo que les extraño demasiado por el brutal cambio de una escena a otra, pero la proyección no se detuvo, así que dejaron sus preguntas para después y voltearon para ver a la pantalla.

Todo parecía un cúmulo de ruido y confusión, sin orden ni propósito.

Nada tenía sentido para ellos... pero aun así, sabían que no podían apartar la vista. Debían seguir mirando.

La escena cambió para enfocar a la ciudad de Priestella completamente inundada, mientras que al horizonte, estaban Subaru y Otto, junto a una figura irreconocible.

Por las aguas inundadas de la ciudad varios cuerpos de personas fallecidas flotaban sin rumbo aparente, aunque una figura llamo la atención mas que el resto de cadáveres: Garfiel Tinsel.

La respiración de todos en la sala se detuvo de golpe al presenciar el dantesco motín acuático que se desplegaba en la pantalla. Un genocidio en masa, sin escapatoria. La ciudad que hacía apenas unos episodios habían visto a Subaru esforzarse hasta el límite para salvar... ahora yacía reducida a un cadáver inundado de su antigua gloria. Un reflejo sombrío de lo que alguna vez fue.

Mimi: "Garf...". Susurró con la voz hecha trizas, mientras gruesas lágrimas caían por sus grandes ojos azul marino. Ver al hombre que amaba flotando sin vida en ese mar muerto la había destrozado por completo.

Emilia: "¿P-pero qué pasó...?". Alcanzó a decir con un hilo de voz quebrada, tapándose la boca con ambas manos mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas sonrojadas y temblorosas.

Otto: "Garfiel...". Apenas pudo pronunciar el nombre. La voz se le cortó y una oleada de náuseas lo invadió de golpe. Tuvo que llevarse una mano al estómago, luchando por contener el impulso.

Frederica: "¿H-hermano...?". Su voz sonó hueca, vacía de alma. El único motivo por el que no se derrumbaba ahí mismo era el abrazo firme que Otto le ofrecía, sosteniéndola con fuerza como si quisiera anclarla a la realidad.

Garfiel por su parte solo podía ver la escena con los ojos abiertos como platos, sin mediar palabra alguna debido al shock inminente que recibió al ver ese terrible motín del cual él también era victima... Otra clara prueba de su infinita debilidad.

Nadie sabía cómo procesar lo que acababan de ver. El horror era tal que hasta las lágrimas parecían insuficientes. Pero lo que los estremecía aún más era la posibilidad que cruzó por la mente de todos al mismo tiempo:

"¿El Culto volvió a atacar justo cuando Subaru fue a la Atalaya?"

La sola idea destrozaría por completo a su querido amigo. Y más aún si, como temían, estaba siendo borrado por Gula.

Los sollozos continuaron, desordenados y ahogados, pero la proyección no se detuvo ni un instante. No parecía dispuesta a darles ni un segundo de respiro.

Y entonces... lo que vieron a continuación los dejó completamente sin palabras.

La escena se enfocó en Subaru y Otto nuevamente, cada uno con su propia expresión, Otto con un rostro de completo horror, y Subaru... ¿Con una sonrisa?.

El elenco no podía comprender esa expresión por parte del chico de cabello negro ― o blanco en ese caso―, era algo completamente contradictorio a como se lo esperaban, pero la pantalla siguió sin prestar atención a sus dudas internas.

La escena volvió a cambiar con violencia, como si alguien estuviera arrancando páginas de un libro antes de leerlas por completo. Ráfagas de imágenes distorsionadas se sucedieron a toda velocidad: el chico de ojos aterradores, aquel Subaru irreconocible, enfrentado al comerciante de cabello ceniciento.

Pero no podían oír con claridad.

La interferencia era brutal, como si la propia grabación se resistiera a ser vista. Ecos rotos, voces superpuestas, crujidos y ruido blanco saturaban el aire. Apenas unas pocas palabras se filtraron entre la estática, aisladas y ominosas como cuchillas arrojadas al vacío:

"...Matar..."

"Inundación de... Priestella..."

"Otto..."

Eso fue todo.

Más allá de esas pocas palabras, no hubo nada comprensible. Solo el zumbido penetrante y la angustia de no poder entender lo que estaba ocurriendo.

La incomodidad se hizo palpable entre los miembros del elenco, como si una amenaza invisible caminara entre ellos sin mostrar aún su rostro. La tensión no solo no disminuía: crecía, implacable.

Y aún no sabían qué más les iba a mostrar esa pantalla maldita.

Hasta que llegó lo peor...

La escena mostró a Otto sonriéndole a Subaru. Una sonrisa cansada, pero genuina. Un gesto de confianza, tal vez incluso de reconciliación. Pero todo se torció  en el  instante siguiente.

Una figura misteriosa de aspecto irreconocible dio un paso al frente, su silueta oscura y deformada apenas podía ser asociada a algo humano. Extendió la mano lentamente... y cuando el Subaru de cabello blanco dio la orden con una voz apenas audible...

El cuerpo de Otto se partió a la mitad en menos de un segundo.

Su muerte fue rápida, brutal, limpia. Un golpe tan preciso como inhumano. La sangre ni siquiera alcanzó a tocar el suelo antes de que todo se tiñera de negro... salvo por un último detalle: una cálida sonrisa floreciendo en el rostro del supuesto Subaru.

El elenco se quedó sin palabras, atrapado en un shock helado.

Frederica se aferró con fuerza al comerciante aún vivo a su lado, enterrando su rostro en su hombro mientras las lágrimas descendían por sus mejillas sin control, incapaz de contener el temblor de su cuerpo.

El resto del grupo tampoco quedó atrás: algunos se cubrieron la boca al borde del vómito, otros simplemente se congelaron en sus asientos, con la vista clavada en la imagen ya apagada, como si sus cerebros se negaran a procesar lo que acababan de ver.

Pero una pregunta resonó en todos sus pensamientos, unida por un nudo de confusión y miedo:

"¿Por qué Subaru sonreía?".

No había respuesta.

Solo quedaba el eco del horror y el crudo silencio de los sollozos —unos contenidos, otros apenas audibles, ahogados por la incomprensión.

Entonces, unas palabras se proyectaron en la pantalla, grabadas con un brillo blanco sobre fondo oscuro:

"Reconstruyendo una vida en otro mundo desde cero"

FIN

Al unísono con esa frase, la pantalla se apagó abruptamente, sumiendo el teatro en una oscuridad momentánea... hasta que todas las luces se encendieron de golpe, con tal intensidad que varios de los presentes tuvieron que entrecerrar los ojos o cubrirse el rostro por el deslumbramiento repentino.

La pantalla volvió a activarse, mostrando exactamente la imagen de la escena en la que se habían quedado antes de aquella extraña e inesperada intrusión. Todo parecía volver a la normalidad... al menos para algunos.

Pero no para todos.

Dos voces se alzaron con fuerza entre el silencio:

Emilia: "¡¿Guardián?!". Gritó la semi elfa poniéndose de pie con el ceño fruncido y las manos temblorosas. Su repentino arrebato tomó por sorpresa al elenco entero, que no esperaba ese estallido de ira de parte de ella.

Beatrice: "¡¿Qué demonios fue eso, supongo?!". Secundó la pequeña espíritu, aún de la mano de Emilia, mientras señalaba con indignación directa hacia la pantalla.

El silencio se asentó como una losa en el Teatro, hasta que la figura a la que reclamaban respondió con voz burlona y festiva:

Upsy-dopsy ! Sin querer cometí un pequeñísimo error. Espero que puedan perdonar a su guapísimo Alcaide por un simple fallo técnico, ¿A que sí?".

Su tono era juguetón, descarado, como si no hubiera mostrado segundos antes una ejecución en frío.

Pero ni Emilia ni Beatrice estaban dispuestas a seguirle el juego.

Beatrice: "¡No te andes con juegos, supongo! ¡Esto ha sido obra tuya, de hecho!". Bramó con furia, su voz temblando de rabia contenida.

Emilia: "¡Lo que Beako dijo! ¡¿Qué ha significado eso?!". Gritó la semi elfa, apuntando con el dedo como si quisiera atravesar la pantalla misma, exigiendo respuestas de inmediato.

La voz del Alcaide cambió entonces, afilándose como un cuchillo cubierto con terciopelo.

"¡Bájale unos niveles a tus humos, mujer! ¿Quién crees que está al mando aquí como para que me hables así, Eh? ¡Ja! Además, su guapo Guardián no tiene nada que explicar. Lo que vieron fue solo un pequeño fallo de producción. Pero si ustedes quieren pensar otra cosa...  por  mí está bien".

Las dos estaban a punto de reclamar de nuevo, hasta que una tercera figura se levantó con calma y elegancia, buscando calmar las aguas.

Anastasia: "Entiendo su desconcierto respecto a todo lo que hemos visto, pero no hay nada que podamos hacer. Supongo que usted no nos dejará interrogarlos ni marcharnos hasta que la visualización termine, ¿me equivoco?". Preguntó con una sonrisa fría, típica de su diplomacia, dirigiéndose con serenidad al dueño de aquel teatro infernal.

"¡Tienes toda la maldita razón, zorra! Así que será mejor que terminen con esto antes de que me dé cólera de tantas preguntas sin sentido. ¡Tengan suerte, mis pequeñas marionetas!".

Con esa última declaración, la presencia del Guardián se desvaneció, como si jamás hubiera estado allí, y el elenco sintió que recuperaba el control sobre la visualización. Aun así, las preguntas colgaban como espadas sobre sus cabezas... pero no era el momento de exigir respuestas. No todavía.

En un rincón oculto del Teatro, cubierto de sombras, una figura se mantenía en pie frente a una ventana resplandeciente que ofrecía una vista panorámica del lugar.

Fomalhaut.

Sostenía un micrófono que se desvaneció lentamente entre sus dedos, al igual que el bozal que cubría la boca de su prisionera encadenada.

Miró inquisitivamente la palma de su mano y sonrió.

Su Autoridad se fortalecía.

El elenco había caído directo en su juego, y ni siquiera lo sabían.

Detrás de él, una bruja encadenada se mordía el labio con furia e impotencia, deseando con cada fibra de su ser poder romper esas cadenas y evitar lo que esa figura retorcida tenía entre manos.

Pero no podía.

Aún no.

La escena se reanudó en la conversación de Subaru con la pequeña niña de cabello azul.

Meili estaba relajada hablando de su situación, pero tenía clara la realidad en la que se encontraba.

Había perdido a su compañera y había fracasado en el trabajo que le habían encomendado. La persona que los dirigía, muy probablemente el controlador de los asesinos, nunca perdonaría semejante fracaso.

Si la dejaban libre, lo más probable era que Meili acabara siendo ejecutada. Ella había cavado su propia tumba, pero ese resultado no les sentaba nada bien a Subaru y Emilia.

Meili bajó la cabeza ante el pensamiento del chico de cabello negro. Sabía que, de no ser por él y los demás, habría terminado como otro muñón de carne más en la pila que 'Madre' recolectaba para sus 'hijos' fallidos. No podía expresar lo que sentía con palabras, pero dentro de sí les agradecía. Les agradecía por haberla salvado, por haberle dado una oportunidad que no merecía.

Y sin embargo... lo que acababan de ver seguía resonando con fuerza en su mente, como un eco cruel que no le permitía hablar con libertad.

Petra, notando su silencio, no dijo nada. Solo se abalanzó sobre ella y la abrazó con fuerza, restregando cariñosamente sus mejillas contra las de la ex asesina.

Meili: "¡¿Wueh?!". Soltó un leve chillido, sorprendida, mientras un rubor se dibujaba en sus mejillas por la repentina acción de la pequeña criada.

Petra: "Todo estará bien, Meili-chan. Estoy aquí para ti, recuerda eso". Dijo con dulzura mientras se acomodaba en el regazo de la otra niña, mirándola desde abajo con una sonrisa suave, reconfortante.

Obviamente Petra seguía afectada por lo que habían visto durante el fallo de la pantalla, pero sabía que tenía que ser fuerte. Fuerte por aquellos que más le importaban. Y eso era justo lo que estaba haciendo.

El rostro de Meili se volvió aún más rojo y apartó la mirada con nerviosismo. Aun así, con timidez, alzó la mano y comenzó a acariciar el cabello de Petra. Suave, liso, perfectamente cuidado... incluso podía notar que había usado algún perfume sutil pero reconfortante. Meili se acercó con disimulo, respirando suavemente aquel aroma acogedor.

Petra lo notó y soltó una risita entre dientes, divertida.

Petra: "Jajaja~ ¿Qué estás haciendo, Meili-chan? No sabía que eras como un cachorrito cuando olías algo rico, jajaja~". Bromeó, cerrando los ojos con una sonrisa juguetona.

Meili desvió la mirada con las mejillas ardiendo, y sin responder, continuó acariciando el cabello de la sirvienta. Hacía un pequeño puchero, quizás de envidia, al no poder tener un cabello tan bonito... pero, al mismo tiempo, una sensación cálida la envolvía.

Se sentía reconfortada.

Por primera vez en mucho tiempo, podía confiar en alguien. No podía pedir una mejor amiga que Petra... amiga.

Sí. Su amiga.

*NOTA DEL AUTOR:" >:) "

"No es que ese tipo de consideración sea nueva para usted o para Lady Emilia. Somos forasteros, así que no comentaré cómo ha decidido manejar sus asuntos... Pero debo preguntar, ¿Quién es esa Madre de la que habla?".

"Por desgracia, aparte de eso, solo la llamaban Madre o mamá; todo sobre ella era un secreto según Meili. Por lo que dijo, ni siquiera llegaron a ver su verdadero rostro... Todo parece demasiado minucioso".

El elenco volteó la mirada hacia Meili con el entrecejo levemente caído y una sonrisa burlona dibujada en los labios.

Meili: "¿Q-qué?". Preguntó confundida, alzando ligeramente la voz. Pero nadie le respondió. Solo desviaron la mirada hacia la pantalla con un mismo pensamiento compartido, casi audible en el aire:

"¿Otra tsundere más...?".

Meili los observó con desconfianza, escudriñando los rostros de los presentes, pero acabó suspirando con resignación al no entender a qué se referían exactamente con esas miradas raras.

Aun recostada en su regazo, Petra rió suavemente, y Meili, al verla, no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios. La sonrisa de su amiga era realmente bonita... y reconfortante, para ser sincera.

"Ese imbécil de Roswaal dijo que cuando Elsa murió, ya no pudo contactar con ella...".

Frederica respondió a la pregunta de Julius mientras Subaru murmuraba para sí. 

Roswaal: "¡Auch! Eso haaaaasta a mí me dolióooo, Frederica-san". Exclamó usando su característico dramatismo, claramente divirtiéndose por la forma despectiva en que la Frederica de la pantalla se había referido a él.

Ram solo apoyó a su amo con la mirada, antes de girarse con frialdad hacia la criada demi humana, esperando su respuesta.

Frederica: "Lamento mis palabras, Roswaal-sama. ¿Acaso lo que dije fue demasiado suave para usted? En cuyo caso, permítame corregirme...". Tosió suavemente y se aclaró la garganta, mientras Roswaal la miraba con diversión y Ram la observaba con el ceño fruncido, temiendo lo que pudiera decir de su querido maestro. "...El completo imbécil, retrasado, subnormal y completamente desquiciado de Roswaal. Creo que de esa forma mi declaración puede adaptarse mejor a sus excéntricos estándares, payaso de cuarta". Remató la criada, con una mirada gélida y penetrante hacia el sonriente bufón.

Roswaal estaba a punto de lanzar una nueva burla, pero fue interrumpido por la voz helada de cierta criada de cabello rosa.

Ram: "Realmente espero que en verdad alguien parta por la mitad a ese inútil de Otto, para que aprendas a medir tus palabras, demi humana". Su mirada se cruzó con la de Frederica, cargada de una rabia mutua que llenó el ambiente de tensión.

Otto intentó calmar a Frederica con una suave caricia en la mano, mientras Ram fue apaciguada por la sutil presión de la mano de su maestro en su hombro.

Roswaal: "Creo que estoooo se ha salidooo un poco de controooool, así que esperoooo que esto quede como una simple conversacióooon más del montóooon~". Dijo teatralmente, guiando con gracia a Ram de vuelta a su asiento. La criada, aún furiosa, obedeció a regañadientes, mientras Otto y Frederica retomaban también sus lugares.

Frederica no pudo evitar recordar la perturbadora imagen del hombre que amaba siendo partido en dos por una figura desconocida. Cuando descubriera quién era el asesino... lo mataría sin dudar, para proteger el futuro que anhelaba junto al comerciante.

Otto notó la tristeza y la rabia arremolinadas en los ojos de la sirvienta. Sin decir palabra, la atrajo hacia sí y la envolvió en un cálido abrazo. Se inclinó hasta su oído y le susurró con suavidad:

Otto: "Todo estará bien, no te preocupes. Solo confía en mí... y todo terminará bien. ¿Sí, Rica?"

Frederica sintió cómo unas lágrimas silenciosas descendían por su rostro mientras se refugiaba en el pecho del comerciante. Sollozó en silencio, recibiendo las reconfortantes palmaditas en la espalda. Ese futuro... ese horror... no iba a suceder. Otto se aseguraría de ello, sin importar el costo.

Roswaal fue quien contrató a Elsa para atacar a Emilia y al resto de la gente de la mansión. Esa era la verdad detrás del mayor escándalo de la facción de Emilia.

Pero por lo que había dicho Roswaal, ya no podía ponerse en contacto con la persona que había sido el intermediario entre Elsa y Meili, así que al final, la verdadera identidad de esa peligrosa figura seguía siendo desconocida hasta el día de hoy. 

El elenco le dedicó una mirada rápida y fulminante al Marqués, sin poder creer lo que acababan de escuchar de los pensamientos del Subaru de la pantalla. Estaban casi seguros de que ese payaso manipulador simplemente había decidido continuar con su retorcido juego, negándose a ayudar a Subaru a localizar a Capella. Pero no podían hacer nada. No aquí. No ahora. El precio por sus actos llegaría eventualmente... y cuando eso ocurriera, ellos lo disfrutarían con todo el gozo que pudieran reunir.

Roswaal sonrió con sorna al notar la tensión en el aire, como si saboreara la incomodidad que lo envolvía. Era algo exquisito para su paladar.

Aunque no era el único que disfrutaba del caos.

Desde una sala aislada, oculta a los ojos del elenco, cierta figura elegantemente vestida los vigilaba con una sonrisa de oreja a oreja. Una sonrisa torcida, afilada y expectante, como la de un titiritero que ve cómo sus marionetas bailan al ritmo que él les dicta.

"De todos modos, esa es la posición de Meili. No la vamos a mimar más de lo necesario... creo".

" Es muy propio de ti no tener confianza en ese punto, Subaru".

"¡Esto es lo que pasa cuando das prioridad a la conciencia!".

Ram: "A la conciencia o lo pervertido, ese es el verdadero dilema con el lujurioso de Barusu". Espetó Ram mientras su sonrisa se tornaba burlona.

El elenco solo suspiró, resignado, ya cansado de su actitud completamente molesta, pero sabían que no había nada que pudieran hacer. La única persona que podía ponerle correa a esa molesta sirvienta era ese payaso manipulador.

Tivey: "C-creo que eso es pasarse un poqui—". Tivey, quien seguía ejerciendo como apoya pies de la criada desde hacía ya un buen rato, intentó dar su opinión, pero una fuerte patada en el estómago le robó el aire antes de que pudiera terminar la frase.

Ram: "No recuerdo haberte preguntado, así que mejor cierra la boca o serás gato muerto". Su tono era frío y autoritario, y eso hizo temblar a Tivey.

Tivey: "*Sniff,  L-lo que usted diga, Ram-sama *Sniff". Respondió entre sollozos. La humillación había llegado a tal punto que había perdido toda fuerza de voluntad. Solo le quedaba llorar.

Ram esbozó una sonrisa burlona ante lo que consideraba un merecido castigo para ese entrometido gato que se había atrevido a burlarse de su perfecta figura. Apoyó nuevamente sus pies sobre el pobre niño y desvió la mirada hacia la pantalla con una sonrisa victoriosa, mientras Tivey lloraba rendido en el suelo.

Encarcelar a una joven como Meili en un calabozo frío y oscuro habría sido desgarrador.

Si el arresto domiciliario era suficiente castigo, entonces no había necesidad de nada más que eso.  Por eso Meili sólo estaba encerrada en este sótano.

"...Es un trato terriblemente indulgente para alguien que intentó matarte. ¿Seguro que no se están aprovechando de ti?".

"Quiero decir, existe la malicia inocente. Y un crimen es un crimen sin importar la edad del autor, pero...".

Subaru se rascó la mejilla mientras pensaba. Mirando a Meili, ella le miraba con sus ojos difíciles de leer. Pero no pudo evitar sentir que era simplemente la mirada de una niña inquieta. 

Meili observó la escena con cierta incredulidad; aún le costaba creer que ese chico realmente fuese tan bueno. Ya casi parecía un padre para ella, por el minucioso cuidado que le dedicaba.

Petra, al notar la mirada esperanzada de Meili, no pudo hacer otra cosa que tocarle juguetonamente el cachete, provocando que la ex asesina diera un respingo en su asiento.

Meili: "¿Q-qué haces?". Titubeó mientras un ligero rubor se extendía por sus mejillas.

Petra: "Acariciar a una buena niña". Declaró aún recostada en el regazo de la niña de cabello azul. Meili, al ver su sonrisa, desvió la mirada con algo de nerviosismo.

Meili: "N-no digas tonterías". Susurró con la vista fija en el horizonte, y los cachetes ardiendo de vergüenza.

Petra: "No son tonterías. Para mí, es la verdad absoluta, Meili-chan". A la par de su declaración, extendió ambos brazos para juguetear con las mejillas de la avergonzada niña, quien solo pudo emitir algunos quejidos suaves con una voz adorable.

Petra sonrió con dulzura ante el jugueteo, y Meili no pudo evitar reír un poco por la calidez que le transmitía la niña de cabello anaranjado. Incluso, al ver su sonrisa... Petra le pareció un poco bonita...

"Elimina esos pensamientos, Meili", se recordó a sí misma mientras sacudía la cabeza de lado a lado frenéticamente, para desconcierto de la criada que aún descansaba sobre su regazo.

"Si das órdenes malvadas a alguien sin capacidad para juzgar por sí misma, eso te convierte en el malvado. Más aún si utilizas a una niña. ¿Qué sentido tiene retorcerse y desquitarse con la niña?".

"Esa es una bonita capa de cal. ¿Crees que eso satisfará a alguna de las personas que ya han sido asesinadas por ella?".

"En absoluto. Y si alguien cercano a ellos quisiera vengarse de Meili, no les culparía. Tampoco sería tan indulgente si ella hubiera hecho daño de verdad a alguien de aquí".

Al final, las opiniones y los pensamientos de Subaru cambiaban mucho dependiendo de con quién se encontrara.

Si eso significaba que la gente pensaba que era contradictorio o que no defendía nada, entonces no había nada que hacer.

Wilhelm asintió respetuosamente con la cabeza ante la forma de pensar del pelinegro. Aunque pudiera parecer contradictoria para otros, para este viejo espadachín era una declaración firme, cargada con el peso de todas las muertes que Subaru había presenciado y soportado para llegar hasta ese punto. Por eso, cada decisión del chico le parecía digna de respeto.

El resto del elenco compartía una opinión similar a la del mayordomo, salvo algunos miembros cargados de orgullo: Priscilla, Ram y Al.

Ram: "¡Ja! El idiota de Barusu no puede dejar de contradecirse. Una verdadera lástima para las personas verdaderamente intelectuales, que son deshonradas con la existencia de–".

Cuando iba a continuar con su sarcástica declaración, cierta Oni de cabello azul dio un fuerte golpe al apoyabrazos, haciendo que un estruendo resonara por todo el Teatro. Ram volteó a verla, solo para encontrarse con una mirada fulminante de Rem, cuyo cuerno comenzaba a asomarse levemente por su frente.

Rem: "Por favor, querida hermana, creo que puedes ahorrarte esos comentarios...". Su tono tenía una clara calidez forzada, mientras su ceño se fruncía con severidad.

Ram: "Rem, debes entender que mi perfecta figura debe dejar en claro a todos los presentes la inutilidad de Barusu, para que no se le suban los humos y–".

Estaba a punto de continuar, cuando notó que el cuerno de Rem ahora se mostraba por completo. La mirada de la criada se había tornado gélida.

Rem: "Cierra la boca, Ram...". Sin filtros, la criada de cabello azul se desató al fin.

Spica: "¡Uweah! ¡Auaah!". Exclamó con expresión molesta mientras se cruzaba de brazos y fulminaba a Ram desde el regazo de su madre.

Ram se estremeció en su asiento al notar el cambio de "hermana" a "Ram" en el dialecto de su hermana, un claro indicativo de que Rem estaba genuinamente enojada. Bajó la cabeza con vergüenza y decidió guardarse el resto de sus comentarios.

El elenco soltó un largo suspiro, compartiendo el mismo pensamiento:

"Parece que no solo el Marqués puede ponerle correa a esa Oni... también la de cabello azul puede mantenerla dominada. Es un alivio."

"Cuando era niño, tenía cerca a mis padres y a otros adultos que se  responsabilizaban  de mí cuando yo no podía. Así que supongo que me parece bien hacer lo mismo por un niño al que conozco y con el que me puedo llevar bien".

"...Gracias por la valiosa opinión".

Anastasia dio por terminada la discusión, pero estaba más de acuerdo en estar en desacuerdo que convencida y aceptando.

Por supuesto, Subaru no esperaba que ella aceptara su perspectiva. Si quería una resolución justa y limpia, entonces Meili tendría que ser juzgada como una criminal empedernida y sentenciada como correspondía.

Pero en lo que a Subaru se refería, ésa parecía una solución de mierda.

Frederica: "Lenguaje". Dijo ante el mal vocabulario que usaba el chico de cabello negro en la pantalla, un hábito que no quería que se le pegara a su pupila ni a ningún otro niño en la sala.

El elenco rió un poco por la discreta broma de la criada.

Meili se sintió reconfortada por las palabras de Subaru. Aunque fueran un poco tontas y mal dichas, seguían teniendo cierto peso en el corazón de la ex asesina. Sabía que había hecho muchas cosas malas, todos lo sabían, pero aun así, tanto Subaru como el resto de su campamento estaban dispuestos a darle una segunda oportunidad. Y eso la hacía muy feliz.

Petra sonrió al ver la expresión calmada de Meili, algo que contrastaba fuertemente con su imagen rota y desmoronada que había visto durante el descanso. Si Meili quería redimirse, ella la aceptaría y la guiaría con los brazos abiertos. Eso era lo que Subaru le había enseñado, después de todo.

Petra tomó suavemente la mano de Meili y entrelazó sus dedos con los suyos, sin decir una sola palabra. Meili se sorprendió al principio, pero no se apartó. Petra solo susurró:

Petra: "De ahora en adelante, te voy a cuidar también... así que no tienes que cargar todo sola, ¿Sí?".

Meili no respondió. Solo apretó con suavidad esa mano pequeña, cálida y firme. Y aunque sus ojos no se encontraron, ambas supieron que ese gesto, simple y sincero, era una promesa más fuerte que cualquier palabra.

"N...".

"¿Hmm?".

"No creo que lo que dices sea tan extraño".

"...Gracias".

Aunque estaba decidido a que le negaran su creencia, seguía siendo un alivio oír a Emilia decir eso. Reflexionando sobre lo interesadas que eran sus creencias, Subaru se volvió hacia Meili y se encontró con sus ojos.

La razón por la que habían acudido allí no era para hacer un recorrido panorámico por la mazmorra de la mansión Roswaal.

"Quería pedirte ayuda con algo. ¿Crees que podrías intentar responderme a algunas preguntas?".

"...Claro. Por la señorita Gato Oso Gigante, te seguiré la corriente".

Roswaal: "Vaya, vaya, así que era pooooor eso~". Dijo el Marqués en un tono lo suficientemente alto como para que varias personas a su alrededor lo oyeran con claridad.

Garfiel: "¿Se puede saber a qué te refieres, idiota?". Interrogó el rubio demi humano mientras una cariñosa Mimi jugaba con su cabello como si fueran espadas en un cuento de hadas.

Ram fulminó con la mirada al imprudente chico por la forma en que se refirió a su maestro.

Ram: "A cosas que tu pequeña e inútil mente no entendería, Garf". Espetó mientras se cruzaba de brazos con aires de grandeza. La reprimenda de su hermana se le había pasado sorprendentemente rápido, algo que hizo que Rem suspirara con pesadez.

Roswaal: "No seas tan agreeeeeesiva, querida Ram. Permííííteme explicarte, compañeeeero Garfiel~".

Ram se calló y volvió a su asiento, usando a Tivey para apaciguar su ira, para desgracia del chico gato.

Garfiel: "En ese caso, escupe lo que tengas, payaso". Su tono no flaqueó a pesar de las duras palabras de Ram y de la teatralidad del Marqués. No estaba de humor para eso después de verse muerto durante el fallo en la pantalla.

El elenco fijó su mirada en el sonriente Marqués, quien disfrutó completamente de toda la atención que se le prestaba, y después de un largo silencio, respondió:

Roswaal: "Estaaaa claro que la Atalayaaaaa es un lugaaaaar muy peligroooooso, pooooor lo cual es razonable que Subaru-kuuuuun investigue alguuuuuunas soluciones a cieeeeeeeertos inconvenientes que le espeeeeeeeran en su viaje~". Usando su característico dramatismo, el Marqués empezó su declaración lentamente, disfrutando de la impaciencia de sus oyentes.

Julius: "Di rápido cuál es tu punto, creo que nadie en esta sala está de humor para tus molestos rodeos, Marqués Mathers". A pesar de su tono gélido, el conocido como 'Mejor Caballero' pudo mantener la formalidad ante la molesta figura del sonriente payaso.

El elenco asintió con la cabeza ante las palabras del caballero y esperaron la respuesta del Marqués, la cual no tardó en llegar.

Roswaal: "Veooooo que la impaciencia abundaaaaa por aquí. En cuyoooo caso, permitaaaaame explicarleeeee con unas simples palabraaaaaas~..." Roswaal se cortó por un momento y observó con sus ojos heterocromáticos. Sus expresiones denotaban impaciencia y, con una sonrisa burlesca, no los hizo esperar más y continuó: "¿La Atalaya estaaaa repleta de mabestiaaaaas peligrosas, verdaaaaaaad?~".

El elenco asintió con la cabeza, empezando a entender por dónde iba el asunto, y Roswaal continuó:

Roswaal: "Entonceeeees, ¿qué mejoooor que poder reclutaaaaar a la única domadoooooora de mabestiaaaaaas del mundo para facilitaaaaaar el viaje?~".

Finalmente, los miembros del elenco entendieron completamente la idea del Subaru en la pantalla, la cual era un plan muy inteligente, para ser honestos. Incluso Ram lo pensaba... aunque claramente jamás lo diría en voz alta.

Julius: "Entonces, ¿Subaru pedirá ayuda a Meili-chan para cruzar las Dunas? Comprendo la idea, pero no puedo asegurar que la versión de Meili en la pantalla vaya a acceder, especialmente con su trauma con 'Madre' ". Razonó el caballero con un gesto dudativo de manos.

Roswaal: "Bueeeeno, será mejor no sacaaar conclusiones todavía. Al fiiiiin y al caboooo, Subaru ya ha logradooooo lo imposible, así que convencer a esaaaaa niña no se le ha de haceeeeeer una tarea tan dificiiiiiil~".

Meili hizo un pequeño puchero ante la declaración del Marqués, sin agradarle que la trataran como a un simple objeto... pero, a fin de cuentas, se lo merecía parcialmente.

El elenco entrecerró un poco los ojos al recordar algo...

"Es el Lolimancer, convencer a una loli va a ser tarea fácil..."

Con ese pensamiento colectivo, voltearon la vista para continuar con la proyección.

Meili abrazó al panda caído mientras asentía.

Escondía la cara detrás del peluche para que no vieran su reacción a la conversación que habían mantenido, pero esta vez nadie hizo ningún comentario al respecto.

"¿De verdad vas a ir a las Dunas? Probablemente cualquiera que no fuera yo moriría allí...".

Tras escuchar su historia, Meili jugaba con su pelo mientras respondía. Era terriblemente irónico que la niña asesina que carecía por completo de moral les mirara como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

Meili: "Eso fue un poco duro, hermanito...". Murmuró con un leve puchero, entrecerrando los ojos mientras dejaba caer los hombros con resignación. Aunque ya estaba acostumbrada a los comentarios secos, no dejaban de afectarla un poco.

Petra: "Pero tiene razón". Comentó con una sonrisa burlona, sin siquiera intentar suavizar el golpe.

Meili: "Por favor, tú no querida Petra...". Respondió en voz baja, mientras sus hombros caían aún más y bajaba la cabeza como si la aplastara la vergüenza.

Petra parpadeó un par de veces, ladeando la cabeza con una inocente curiosidad.

Petra: "¿Querida?".

Meili abrió los ojos de golpe al notar su error. El sonrojo se apoderó de sus mejillas mientras agitaba las manos frenéticamente, buscando desesperada una salida.

Meili: "P-pues eres mi querida hermana, ¿N-no?". Su voz tembló por el nerviosismo, tratando de sonar natural, aunque el rubor no ayudaba en lo más mínimo.

Para su fortuna —o por pura ignorancia de Petra— el comentario pasó sin mayor sospecha.

Petra: "¡Obviamente!". Exclamó alegremente antes de abalanzarse sobre Meili y abrazarla con fuerza. La pequeña ex asesina quedó atrapada entre los brazos de la criada como si fuera un muñeco de trapo, con la cara aún roja como un tomate.

Mientras su cabeza descansaba contra el hombro de Petra, Meili no pudo evitar pensar, medio aliviada, medio abrumada:

"Ufff... pero qué salvada..."

"He ido allí antes para conseguir más bestias demoníacas, pero realmente, realmente está rebosante de ellas, ¿Sabes?".

"Me encantaría recibir algún consejo de alguien con experiencia, pero ya nos han dicho más que suficiente gente que moriremos si vamos allí. Por cierto, tenemos una guía que puede llevarnos a través del desierto".

"Bien, ese es mi trabajo".

Anastasia agitó la mano.

Foxidna: "¡Foxidna al rescate, chaval!". Declaró con voz triunfante mientras alzaba la cabeza con orgullo, como si acabara de salvar el día.

La exageración en su tono y postura hizo que varios miembros del elenco soltaran una breve risa, algunos cubriéndose la boca para no romper del todo el ambiente solemne. Aunque el momento anterior con el fallo de la pantalla había sido tenso, cualquier comentario capaz de aliviar la presión era más que bienvenido.

Incluso aquellos que normalmente se mantenían serios no pudieron evitar una pequeña sonrisa.

En ese Teatro cargado de verdades duras y emociones densas, bromas como la de Foxidna eran pequeñas islas de respiro que todos agradecían en silencio.

Sin embargo, sólo porque conocieran el camino a la torre donde vivía el Sabio, eso no significaba que  realmente pudieran  atravesar las problemáticas Dunas, lo que no era suficiente para evitar las marcas rojas y una calificación de suspenso, lo que significaba la muerte en este examen práctico.

El elenco frunció el ceño ante la posibilidad planteada por Subaru, ya preparándose mentalmente para los ciclos de muerte que podrían desatarse en las peligrosas Dunas. No podían evitar anticipar el dolor que podría venir con cada intento fallido, con cada nueva carga sobre sus hombros. Solo esperaban, con un nudo en la garganta, que esta vez no fueran tan brutales como para volver a romper al pobre chico... otra vez.

Había tres problemas principales.

El desierto de la ilusión, las guaridas de las bestias demoníacas y el miasma.

El motivo de su viaje a la celda subterránea era discutir el problema de las bestias demoníacas con Meili, que era una experta en la materia.

Meili: "Y con justa razón". Declaró con una sonrisa confiada, visiblemente orgullosa de sí misma y de su posible utilidad en el viaje a la Atalaya.

Petra: "Jeje~". Solo pudo soltar una risa algo torpe al ver lo rápido que podía cambiar la actitud de aquella niña, pasando de tímida a altanera en cuestión de segundos.

"¿Hay alguna forma de atraer convenientemente a las bestias demoníacas y  acorralarlas  a todas a la vez?".

"Bueno, podrías intentar correr por ahí tú solo. Seguro que muchas vendrán a por ti".

"Ya he hecho eso unas cuantas veces y no es precisamente agradable".

Subaru había utilizado ese método exacto con algunos perros y una ballena el año pasado.

El elenco fulminó con la mirada a Meili tras escuchar la declaración de su versión en la pantalla. Nunca—pero nunca—permitirían que Subaru volviera a hacer de señuelo.

Si llegaba el caso, preferirían atar a Roswaal a un tronco y ofrecérselo a los Ulgrams antes que dejar que el chico repitiera semejante locura.

Sintiendo la presión de esas miradas sobre su nuca, Meili se aferró al vestido de Petra y se escondió tras ella con un pequeño temblor de timidez.

Petra suspiró con resignación mientras pensaba con ligera burla: "¿Realmente cambia de actitud, Eh?". Sin decir nada más, se colocó frente a Meili y la cubrió con su cuerpo, logrando que las miradas reprobatorias del elenco se calmaran de inmediato.

Beatrice: "Niña tonta, supongo". Espetó con desdén, acurrucada en el pecho de su contratista y cruzándose de brazos con un leve mohín de enfado.

Meili alcanzó a oír la declaración de la empedernida espíritu, y solo pudo rezar en silencio para que el enfado se le pasara pronto... o al menos antes del descanso.

Meili: "Gracias, Petra-chan". Murmuró agradecida mientras volvía lentamente a su posición habitual.

Petra: "¿No era 'querida Petra'? Me gustó mucho esa forma de referirte a mí, ¿Puedes usarla siempre, sí?". Con una mirada tan brillante e inocente como un farol en la noche más oscura, Petra la miró fijamente a los ojos, haciendo que la ex asesina se sonrojara ante el recuerdo de su desliz. Un error que, afortunadamente, Petra no parecía haber entendido del todo... o eso esperaba Meili con desesperación.

Meili: "O-olvida eso". Respondió con timidez, cruzándose de brazos y cerrando los ojos para protegerse del aura cegadora que emanaba de la criada. Demasiado brillo para alguien como ella.

Petra: "¿Ehhh? ¿Por quéee? Me niego. ¡Hmph!". Declaró con un puchero exagerado, intentando torcerle la voluntad a la pequeña ex asesina.

Meili tembló ligeramente ante el brillo abrumador de Petra, y finalmente, suspirando con derrota, cedió.

Meili: "E-está bien...".

Petra: "¡Yupii! ¡Para hacerlo oficial, llámame así ahora!". Exclamó entusiasmada, acercándose a Meili con tal efusividad que la pequeña casi retrocedió por puro reflejo.

Meili: "¿E-es en serio necesario...?". Preguntó, intentando zafarse de la situación, pero Petra no tenía intención de dejarla escapar tan fácilmente.

Petra: "¡Llámame así ahora!"

Meili: "P-pero..."

Petra: "¡Ahora!"

Acorralada por el resplandor de esa sonrisa angelical y sin otra salida posible, Meili respiró hondo. El leve temblor de su voz traicionó su vergüenza mientras murmuraba con las mejillas encendidas:

Meili: "Q-querida P-Petra..."

En cuanto lo dijo, Petra se le lanzó encima en un abrazo tan fuerte que hizo que Meili quedara atrapada como un peluche entre los brazos de la sirvienta. Pese a su expresión de puro bochorno, una pequeña y sincera sonrisa se asomó en su rostro.

La vergüenza había valido la pena.

Petra: "¡Yaay! ¡Sabía que podías decirlo bien!". Exclamó con alegría, aún aferrada a Meili como si fuera su tesoro más querido.

Meili, aún algo abrumada, pensó mientras su cara permanecía sepultada contra el hombro de Petra:

"Así que... así se siente tener una hermana mayor... No está tan mal, supongo..."

Y sin darse cuenta, se permitió disfrutar del calor de ese lazo que se formaba poco a poco entre ellas.

Así la relación entre estas dos amigas se reforzo mucho más.

"Sí... amigas.", Pensó para sí Meili con una calidez que apenas comenzaba a conocer.

Estaba a punto de dar carpetazo a esa estrategia para siempre. Si no  había  otra opción, podría volver a hacerlo, pero esperaba evitar acabar solo en el traicionero desierto.

"¡NO!", pensó el elenco al unísono ante la estúpida idea del pelinegro.

Anastasia: "Natsuki-kun necesita unas buenas lecciones de autoestima. No puede seguir pensando que lo único en lo que es útil es morir... o servir de carnada". Comentó con un deje de preocupación en la voz, mirando a su madre con sinceridad.

Foxidna: "Pienso lo mismo, Ana. Ese chico reaaaalmente te necesita". Respondió con un tono sarcástico que le valió una fulminante mirada por parte de su hija.

Anastasia: "No estoy bromeando". Replicó, con una voz más fría de lo habitual, cargada de un significado que dejó en claro que hablaba en serio.

Foxidna: "Sí, perdón... se me pegó un poco la estupidez de ese tipo llamado Al...". Murmuró con una media sonrisa, como si esperara suavizar la tensión con una broma.

Anastasia dejó escapar una pequeña risa ante el comentario.

Anastasia: "Jaja~ Está bien... Solo necesito tu ayuda en esto, ¿Sí, madre?". Preguntó con una expresión gentil, acompañada de aquellos ojos de gatito que sabía usar tan bien.

Foxidna la miró en silencio por un instante. Su rostro, antes juguetón, se volvió solemne.

Foxidna: "Te seguiría hasta el mismo infierno, Ana". Declaró con firmeza, colocando una pata sobre el hombro de su hija.

Anastasia asintió, satisfecha, sintiendo un cálido alivio en el pecho ante esa respuesta.

Era hora de ayudar a Subaru.
Y también de descubrir qué fue exactamente lo que vio... en aquel fallo de la pantalla.

"En ese caso, ¿Qué pasaría si acabáramos con todos y cada uno de los que vinieran a atacarnos?".

"Si ése es el camino que elegimos, Lady Emilia y yo nos  encargaríamos  de combatirlos, pero...¿Qué opinas, Meili?". 

Julius se volvió hacia Meili sobre la viabilidad del plan de fuerza bruta de Subaru.

Meili miró entre él y Emilia un par de veces.

"¿Puedes luchar durante una semana seguida sin beber, comer ni dormir?".

Julius: "¿Con que nos salió chistosita la niña, Eh?". Comentó con tono seco, dejándose caer de hombros como si el peso de la fatiga le empujara hacia abajo.

Meili: "Solo dije la verdad. ¡La idea de ir a la Atalaya es una locura! Está repleta de Mabestias y—". Comenzó a divagar con entusiasmo creciente, hasta que el caballero alzó una mano con fastidio para interrumpirla.

Julius: "Sí, sí, ya sabemos todo eso. No hace falta que nos lo recuerdes o me van a empezar a salir canas del estrés...". Murmuró mientras entrecerraba los ojos y apoyaba la espalda contra el respaldo, dejando salir un leve suspiro. El viaje que se avecinaba no sería fácil, y todos lo sabían.

Meili hizo un puchero y se cruzó de brazos, claramente molesta por el corte abrupto. "¿Para qué pregunta si no quiere respuesta?", pensó con desdén, lanzándole una fugaz mirada irritada al caballero de cabello púrpura.

Mientras esa pequeña disputa se desarrollaba, otras figuras del elenco ya procesaban con atención la información recién revelada.

Beatrice: "Así que la Atalaya está tan llena de Mabestias como para alterar incluso a esa niña... Esto va a ser un problemón, supongo". Murmuró mientras se cruzaba de brazos y comenzaba a frotarse las sienes con dos dedos. La tensión se iba acumulando poco a poco en su interior.

Emilia, por su parte, mostraba una expresión visiblemente preocupada, una mezcla de angustia y ternura, como la que Subaru había descrito alguna vez como: "muy EMT". Su rostro se ensombreció, no por miedo, sino por la incertidumbre del camino que se avecinaba.

Divagaba sin rumbo entre los posibles escenarios del viaje hacia las Dunas. El fallo de la pantalla, ese fragmento ausente, no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

Emilia: "Subaru...". Susurró con voz temblorosa, llena de anhelo y miedo. Sin pensarlo, aferró con dulzura la mano del chico dormido a su lado con la suya. Ese simple contacto era lo único que podía calmar el caos en su pecho en ese instante.

Allí, en medio de tantos pensamientos y tensiones, el silencio entrelazado por la preocupación del elenco se hizo más profundo.

Mientras la imagen en la pantalla seguía en pausa, todos, de un modo u otro, se preparaban mentalmente para lo que vendría.

Porque lo que les esperaba en las Dunas... estaba lejos de ser fácil.

"¡¿Eso suena muy parecido al combate de trincheras de finales de la guerra?!"

El elenco ladeó la cabeza al unísono, desconcertados tanto por el tono exaltado del pelinegro como por la referencia incomprensible. Se miraron entre ellos con cejas levantadas, compartiendo un breve silencio incómodo.

Pero tras un par de segundos, todos decidieron ignorarlo. Al fin y al cabo, debía ser otra de esas cosas extrañas de su mundo, una de esas referencias que nadie más entendía y que quizás... era mejor no investigar demasiado.

"¡Vale, haré lo que pueda...!".

"¡No! ¡Es imposible! Sólo conseguirás que tu precioso pelo y tu piel estén secos y ásperos, ¡así que dejémoslo! No lo haremos!".

Emilia se sonrojó ligeramente ante el comentario de Subaru, bajando la mirada con una tímida sonrisa. A su alrededor, varias damiselas del elenco hicieron un puchero cargado de envidia ante la evidente y constante obsesión del pelinegro por la semi elfa de ojos amatista.

Anastasia: "¡Mi cabello también es bonito, Hmph!". Declaró con un rubor apenas disimulado en las mejillas, cruzándose de brazos con fingida indignación. Su reacción provocó algunas risas nerviosas dentro de su campamento, incluido un pequeño suspiro resignado por parte de Foxidna.

Crusch: "Bueno... si Subaru-dono tiene esa perspectiva de la belleza en las mujeres, quizá debería esforzarme un poco más en arreglarme". Murmuró la duquesa, más para sí misma que para los demás. No obstante, cierto chico gato, que la observaba sentado a su lado, desvió la mirada con un deje de celos mal disimulados.

Petra: "Cuando crezca... será mío". Su voz salió cargada de convicción, firme y segura, mientras apretaba un puño con decisión. Sin embargo, no notó cómo cierta ex asesina junto a ella hacía un enorme puchero.

Meili: "Ojalá no crezcas...". Susurró para sí misma, inflando las mejillas con visible molestia. Bajó la mirada mientras se abrazaba las piernas, sintiendo cómo una punzada de inseguridad le atravesaba el pecho. "No quiero que hermanito te quite de mi lado", pensó con tristeza... hasta que una ola de vergüenza la golpeó de pronto.

"¡¿Qué estoy pensando?!", gritó en su interior mientras se tomaba la cabeza con ambas manos, el rostro encendido como una brasa. Su expresión era una mezcla de confusión, sonrojo y puro caos emocional, lo que provocó que Petra la mirara de reojo, curiosa, aunque sin comprender lo que pasaba en la mente de su nueva hermana.

Intentar abrirse paso a la fuerza no iba a funcionar como estrategia.

Una parte de Subaru quería creer que sólo se trataba de que los recuerdos de Meili sobre las Dunas de Augria eran especialmente malos, pero también había oído de Reinhard lo despiadado que podía llegar a ser aquel lugar, así que no podía esconderse de la realidad.

Y la discusión resultante con Meili tampoco produjo ningún avance-.

"¿Qué hay de la barrera que impide a las bestias demoníacas acercarse a la aldea de Arlam?¿Quizás podríamos hacer algo con eso?".

"Eso sólo funciona gracias a la magia que el maestro ha tejido allí. Si esperabas recogerla y llevarla contigo, me temo que deberías reconsiderarlo".

"Maldita sea. Quizá deberíamos agarrarnos todos a Roswaal y que nos lleve volando desde el cielo...".

El elenco suspiró, cargado de un estrés silencioso, ante la falta de opciones del chico de cabello negro para adentrarse en las Dunas sin tener que temer por las innumerables Mabestias que rondaban la zona. Resultaba frustrante ver que Subaru aún no hubiera pedido ayuda a Meili, cuando ella claramente era la opción más lógica. Aun así, sabían que ese tipo de decisiones llegarían a su debido tiempo... con suerte.

Mientras esos pensamientos cruzaban por sus mentes, una voz conocida rompió la tensión con su característico veneno.

Ram: "¡JA! Obviamente Barusu sería el único idiota capaz de sugerir usar al magnífico Roswaal-sama en un plan tan estúpido y sin sentido". Escupió con desprecio, como si su burla fuera tan natural como respirar.

Frederica: "¿Ram, acaso tu mentalidad es tan pobre que no sabes reconocer una broma de Subaru-sama cuando la hace? Decepcionante... cuanto menos". Declaró la criada mayor con una sonrisa fingida mientras negaba suavemente con la cabeza, como si corrigiera a una niña terca.

Otto, que estaba a su lado, soltó una risita al ver a su pareja mostrarse más desinhibida de lo usual.

Ram frunció el ceño con fuerza, lista para disparar una réplica más aguda aún... pero en cuanto abrió la boca, un bozal apareció de la nada, ajustándose mágicamente sobre su rostro.

Ram: "¡¿Hmphhh?!". Chilló sin sentido, forcejeando con furia mientras intentaba arrancárselo. El bozal, sin embargo, no cedía en absoluto.

"¡Hola, mis pequeñas marionetas! Supongo que todos ustedes también estaban un poco cansados de los comentarios de la criada, ¿Verdad?".

Resonó de pronto la voz burlona del Guardián, flotando sobre el ambiente con su tono travieso de costumbre.

Todos asintieron al unísono con una mezcla de alivio y diversión contenida.

"¡Pues qué coincidencia, porque yo también! Así que, desde ahora, cada vez que Ram se pase con sus comentarios o me parezca que habla demasiado... este lindo bozal aparecerá al instante".  

Declaró con alegría malévola.

Por primera vez en mucho tiempo, el elenco agradeció en silencio uno de los "detalles" del Guardián. Nadie lo dijo en voz alta, pero el gesto fue profundamente valorado.

El bozal en la boca de Ram se desintegró en pequeñas esferas de luz negra, desvaneciéndose en el aire. La criada se irguió de inmediato con el ceño fruncido y la mirada encendida.

Ram: "¡¿Te crees con el derecho de—?!".

No alcanzó a terminar su reclamo. El bozal volvió a aparecer en su boca en menos de un segundo.

Ram forcejeó nuevamente, furiosa... pero tal como las ataduras que alguna vez aprisionaron a Priscilla, este artefacto no pensaba ceder. Con un bufido de derrota y rabia contenida, Ram regresó a su asiento con pasos pesados, lanzando miradas asesinas al aire como si pudiera cortar con ellas al mismísimo Guardián.

Y por unos minutos, la paz reinó en el Teatro.

Mientras seguían desechando las ideas de los demás, Subaru se rascó la cabeza con frustración. Hubo un momento de silencio-.

"-Argh, supongo que no hay otra manera".

"¿Eh?".

"Puedo ir contigo si quieres".

Meili se levantó, rompiendo el silencio mientras miraba a su alrededor a todos los demás. Se tocó el pecho mientras asentía.

"¡Finalmente!", pensaron al unísono mientras exhalaban un suspiro colectivo de alivio. Ya se estaban impacientando con la demora en que la declaración del Marqués se confirmara: que Meili se uniría al viaje hacia las Dunas.

Aunque pudiera sonar cruel desear que una niña los acompañara al desierto más peligroso del mundo, esa niña no era común. Meili tenía la habilidad de volver inofensiva a cualquier Mabestia, y si eso significaba que Subaru no tendría que jugar a ser cebo otra vez... entonces bienvenida fuera, sin lugar a dudas.

La aludida infló el pecho con orgullo, encantada con la aceptación tácita de su papel. Lanzó una mirada de reojo hacia Petra, buscando reconocimiento... pero la joven criada no le prestaba atención en absoluto, ocupada en sus propios pensamientos.

Meili hizo un puchero exagerado, ofendida por completo. ¿Para qué quería la aprobación del resto si no recibía la de ella?

"¿Por qué me molesta tanto esto?", pensó con fastidio, sintiendo cómo su mente hacía cortocircuito por unos segundos. El rubor que le subió a las mejillas no ayudó en nada a calmar su confusión.

"¿Verdad? Si soy yo, puedo manejar a todas las bestias demoníacas de una forma u otra. Haría que se fueran, las domaría, haría que se mataran entre ellas, o incluso simplemente haría que se comieran a ese tal Sabio". 

Y las adulaciones se acabaron.

El elenco le dedicó una mirada despectiva y algo aburrida a la ex asesina por su comentario sobre asesinar al Sabio, para su completo disgusto. Meili volteó lentamente la cabeza, algo irritada... y entonces la vio. Petra tenía exactamente la misma expresión que los demás.

"¡¿A eso sí le presta atención?!", gritó mentalmente mientras se acurrucaba en su asiento, encogiéndose de piernas con un visible gesto de rabia y frustración. Su ceño se frunció mientras apretaba los labios, completamente ofendida.

Pero la mirada de Petra no cesó.

Fría, firme... decepcionada.

Meili tragó saliva. El corazón le dio un vuelco incómodo. No le importaba lo que pensaran los demás, pero que Petra la mirara así... eso dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

"¡Ni se te ocurra hacer eso último! Además...".

Lo extremo de la afirmación era llamativo, pero aún más que eso, Subaru estaba sorprendido por la propuesta.

Tanto porque Meili estaba dispuesta a cooperar, como porque fue ella misma la que sugirió salir.

"Antes estabas tan en contra de salir de la mansión...".

"No es que Madre vaya a encontrarme en cuanto ponga un pie fuera. Tengo miedo de que me encuentre, pero tampoco quiero pasar el resto de mi vida encerrada así".

Priscilla: "¡Vaya! Con que hasta una asesina en serie puede madurar mucho más que esa semi demonio... Ahora sí que Mi Divino Yo lo ha visto todo". Se burló Priscilla desde su asiento, abanicándose con elegancia. Para su fortuna, las cuerdas que la ataban se habían desvanecido hacía unos minutos.

Crusch: "Tan carismática como siempre, Priscilla-san...". Suspiró con leve resignación y se cruzó de brazos ante la extraña familiaridad que le provocaban los comentarios sarcásticos de la matriarca.

Priscilla: "Es obvio que Mi Divino Yo siempre tendrá el mejor carisma que el mundo pueda ofrecer". Declaró mientras fijaba su mirada en la Duquesa, pero al no notar burla en sus expresiones, desistió de arremeter contra ella.

Félix: "El sarcasmo debe ser un concepto ajeno a ella, ¿No crees, viejo Will, nya~?". Susurró el chico gato al oído del veterano espadachín, quien mantenía su usual postura solemne.

Wilhelm: "Concuerdo con su afirmación". Respondió con elegancia mientras tomaba un sorbo de vino.

Félix: "Siempre tan elegante, viejo Will, nya~". Se burló con ligereza mientras le daba pequeños golpecitos en el hombro.

Wilhelm: "Obviamente". Correspondió con una pequeña sonrisa.

Por parte del campamento de Emilia... decidieron ignorar el intento de provocación de la matriarca para no perder el tiempo con pendejadas, lo que provocó un severo fruncimiento de ceño por parte de la molesta Priscilla, quien se abstuvo de reclamarles por miedo a volver a ser atada y humillada como lo estaba siendo cierta sirvienta de cabello rosa, aún con su bozal firmemente en su lugar.

Era sorprendente que Meili hubiera pensado lo suficiente en su situación como para darse cuenta de que algún día tendría que salir al exterior.

Pero Subaru se retractó rápidamente de ese pensamiento.

Estar encerrado y aislado de los demás significaba tener todo el tiempo del mundo para pensar. Él sabía qué clase de infierno podía ser eso.

Meili: "Bueno, supongo que la preocupación está algo justificada, jeje~". Rió con torpeza, intentando restarle importancia a la confesión del pelinegro, aunque en su mente desfilaban escenas no tan gratas de lo mucho que le hizo pasar a Subaru en el pasado.

Petra: "Está MUY justificada". Declaró con seriedad, al tiempo que se inclinaba hacia ella y le pellizcaba ambas mejillas con fuerza medida, estirándolas sin piedad.

Meili: "¡A-Agh, espera, querida Petra!". Se quejó entre balbuceos, agitando las manos con apuro mientras sus mejillas eran víctimas del suave castigo de la criada.

Petra: "¡Esto es por todas las veces que lo asustaste hasta casi hacerlo llorar!". Añadió mientras no dejaba de pellizcarla con aire de justicia, aunque una sonrisa divertida se asomaba en su rostro.

Meili: "¡Y-y por qué eres tan específica ese ejemplo...!". Logró decir con esfuerzo, soltando luego un leve bufido infantil al apartar sus manos de las de Petra y fruncir los labios con indignación, las mejillas aún algo rojas.

Petra, satisfecha, se cruzó de brazos con una sonrisita de superioridad.

Petra: "Así aprenderás que no se puede aterrorizar a alguien como Subaru-sama y salir ¡Hmph!".

Meili la miró de reojo, entre avergonzada y resignada. Sin embargo, en lo más profundo, sintió una calidez extraña por esa reacción tan directa... y protectora.

"Subaru...".

Emilia tiró de la manga de Subaru mientras éste sentía una extraña simpatía por la resolución de Meili. Sabía lo que ella quería decir. Él sentía lo mismo.

"Esto no va a ser un viajecito divertido al exterior, ¿Sabes? Es arena y bestias demoníacas y un recorrido por la torre del Sabio al final".

"Hace mucho tiempo que no salgo a pasear. Es mejor si las cosas son emocionantes, ¿No?".

Hetaro: "¿El mini jefe no puede parar con sus bromas, Eh?". Comentó burlón mientras giraba la cabeza hacia su hermano para soltarle otro chiste... solo para encontrarse con que el lugar junto a él estaba completamente vacío. 

Hetaro: "...Oh, cierto, se lo cargó la chingada". Susurró con un dejo de falsa solemnidad, llevando una mano al pecho como si estuviera de luto. "Rezaré por tu alma, querido hermano". Una lagrimita dramática descendió por su mejilla mientras cerraba los ojos con teatralidad.

Tivey: "¡Sigo vivo, cabrón!". Gritó con dificultad desde el suelo, medio aplastado bajo el peso de las piernas cruzadas de la criada de cabello rosa, que no parecía muy dispuesta a moverse.

Ram: "No por mucho tiempo si no cierras la boca, gato". Sentenció con voz gélida— después de haberse liberado de su bozal—, apretando aún más con sus piernas la presión sobre la espalda de Tivey sin siquiera inmutarse, como si estuviera apoyada sobre un cojín.

Hetaro soltó una risa breve mientras se recostaba despreocupadamente, entrelazando los dedos tras la cabeza.

Hetaro: "Fue un gran hombre... bueno, no tanto". Sonrió satisfecho con su comentario mientras se acomodaba con aire triunfal.

Tivey: "P-pequeña mierdecilla... ¡Argh!". Gruñó por lo bajo, luchando contra el peso inamovible de la sirvienta. Ya estaba jurando venganza en su cabeza. Hetaro iba a pagarle esa burla con intereses... en cuanto pudiera volver a respirar bien.

Dio una respuesta realmente gallarda, pero Meili la sacó con su habitual tono insolente.

No se sabía cuánto de eso era un farol y cuánto era real, pero...

"¡En un giro inesperado, hemos conseguido reclutar a Meili como nuestra asesora de bestias demoníacas!".

Emilia: "¡Viva!". Exclamó con todo el entusiasmo del mundo, alzando ambos brazos al cielo con los puños cerrados, una gran sonrisa iluminando su rostro.

...Y nadie respondió.

Un silencio incómodo se extendió por todo el Teatro como una sábana pesada. Todos los presentes le dirigieron miradas discretas, algunos con pena, otros con incomodidad, hacia la semi elfa de cabellos plateados. La expresión de Emilia se congeló mientras sus brazos bajaban lentamente como si el aire mismo los empujara.

Sonrojada hasta las orejas, se sentó con rigidez en su asiento, juntando las rodillas y colocando ambas manos sobre sus muslos. Bajó la cabeza con vergüenza, deseando, por un instante, desaparecer bajo la silla.

Beatrice: "Realmente eres una tonta, supongo". Murmuró con tono seco mientras cruzaba los brazos, observando con resignación la inocente torpeza de su amiga.

Aunque lo dijo con su típico desdén, su mirada permaneció fija un poco más de lo necesario en Emilia... y en el leve temblor de sus dedos. Beatrice chasqueó la lengua y desvió la vista, fingiendo que no le importaba.

"Debería advertirte ahora: No deberías adelantarte demasiado".

Subaru apretó el puño y vitoreó, pero Meili suspiró exasperada y dirigió su atención a todos ellos, especialmente a Emilia.

"Es peligroso creer inmediatamente lo que dice la gente. Puede que sólo lo diga para tener una excusa para escapar".

Beatrice: "Y es por eso que nadie festejó, Emilia". Le susurró sin piedad, aunque en voz lo suficientemente baja como para que solo la semi elfa la escuchara.

Emilia seguía muy roja, con la cabeza gacha, aún ardiendo de vergüenza por su entusiasmo ignorado. Se removió incómoda en su asiento, abrazándose ligeramente los brazos, como si pudiera ocultarse en sí misma.

Priscilla: "Parece que el mundo conspira para que me deleite con la estupidez de esa semi demonio. Aunque no siempre disfruto de espectáculos tan... simiescos, supongo que puedo hacerle un pequeño espacio en mi apretada agenda para disfrutar del show". Se burló con arrogancia, riendo por lo bajo tras su abanico de seda.

Al, que la conocía demasiado bien, soltó un suspiro largo y cansado. En su mente, el comentario encendió una imagen particularmente humillante de su pasado: él mismo vestido de mono, haciendo malabares en el jardín del castillo bajo la mirada divertida de su princesa. Un escalofrío helado recorrió su columna, y se abrazó a sí mismo con su único brazo, temblando como si reviviera una pesadilla.

Anastasia, por su parte, observaba la escena sin involucrarse, mientras anotaba meticulosamente en una libreta distinta a la que usaba para documentar todo lo relacionado con Subaru las reacciones y comportamientos de los miembros más importantes del elenco. Esta tenía una tapa simple, sin adornos ni colores llamativos. En cambio, la otra —decorada con corazones y bordes dorados— descansaba cuidadosamente guardada en su regazo, un testamento visual a dónde realmente estaban sus prioridades.

"Ciertamente hay una posibilidad de eso, pero no es como si te estuviéramos obligando aquedarte aquí en primer lugar".

Subaru podía apreciar su advertencia, pero si alguna vez ella decía que quería irse, él siempre había planeado escucharla.

Así que era un poco tarde para esa advertencia.

"Ahora mismo, preferiría que no lo hicieras, pero si alguna vez decides que quieres irte y vivir por tu cuenta, eres libre de irte. Sólo ten cuidado de que no te encuentre tu asustadiza Madre".

"¿Quieres decir que puedo irme a morir donde sea una vez que no les cause problemas?".

"Puede que antes, cuando pensaba que ser cínico con todo era guay, pero eso no es lo que pienso ahora".

Justo después de la escena en la pantalla, Petra giró lentamente la cabeza hacia Meili, quien seguía absorta en sus pensamientos, con el ceño apenas fruncido en concentración. Sin hacer ruido, estiró los brazos con sigilo... y de pronto le pellizcó los cachetes con firmeza, causando un sobresalto visible en la ex asesina.

Meili: "¿Q-querida Petra, Wueeh?". Logró balbucear con voz distorsionada por los dedos que le tiraban de los cachetes, sus ojos abiertos como platos por la sorpresa.

Petra: "Esto es un castigo por tener pensamientos tan negativos, Meili-chan. Te lo mereces", sentenció con voz suave pero firme, mientras empezaba a estirarle los cachetes con más energía, provocando chillidos bajitos de parte de la niña de cabello azul.

Meili: "P-piedad...". Pidió en voz temblorosa, sus mejillas estiradas de forma cómica mientras aleteaba las manos en vano.

Petra la observó un instante más, antes de soltarle los cachetes con un suspiro contenido. Cruzó los brazos con teatralidad, giró el rostro con aparente desdén y añadió con una voz cargada de falsa molestia:

Petra: "¡Hmph! Muy bien, solo... no tengas más de esos pensamientos. No me agradan".

Meili se sobó los cachetes aún enrojecidos, asintiendo con rapidez. No quería preocuparla, no a ella.

Subaru sacudió la cabeza. Vio un poco de sí mismo en la forma hastiada de ver las cosas de Meili.

Todo el mundo pasa por una fase en la que confunde ser diferente con ser guay, pero... 

"Por lo que a mí respecta, quiero que las personas cuyas vidas se han cruzado con la mía tengan una vida decente y una muerte decente. Son libres de irse si quieren, pero si lo hacen, al menos envíennos una carta. Es todo lo que pido".

El elenco esbozó una pequeña sonrisa ante la escena, conmovidos por la calidez del Subaru en pantalla... pero esa calidez se desvaneció al instante cuando su rostro apareció en primer plano: contemplativo, decidido, con esa mirada que cargaba todo el peso del mundo. Fue ahí cuando todos recordaron el desgarrador contraste con aquel Subaru de cabello blanco que habían visto fugazmente durante el fallo anterior.

Su Subaru —el que conocían, el que sufría y amaba— se preocupaba por ellos sin reservas, entregaba cuerpo y alma por su causa, por su gente. Pero ese otro... ese Subaru de mirada vacía y sonrisa torcida... parecía haber disfrutado del asesinato de uno de sus amigos más cercanos: Otto. Y lo más aterrador de todo fue que parecía haber sido él mismo quien dio la orden.

Nada tenía sentido.

Eran dos personas completamente distintas. ¿Había sido un simple error de la proyección? ¿Una retorcida broma del Guardián? ¿O... algo mucho más profundo y aterrador? ¿Una posibilidad? ¿Un futuro real que podría suceder si tomaban las decisiones equivocadas?

Con esas preguntas carcomiéndoles por dentro, bajaron la cabeza en silencio. No era momento para dejarse arrastrar por el miedo. Buscarían respuestas en el descanso, si es que lograban encontrar alguna. Por ahora, debían concentrarse en la pantalla... aunque les costara horrores hacerlo.

Dicho esto, volvió a pensarlo y se dio cuenta de que era un poco extraño suponer que ella se iría sin más.

Necesitarían su fuerza para seguir adelante. Su vida también iba a tener un nuevo comienzo en el futuro.

"...Me pregunto si es así como domó a Beatrice y a Petra. Realmente no puedo bajar la guardia contigo en absoluto".

"¿Eh? Siento que eso sonó un poco peor de lo que me hubiera gustado".

Ricardo y Al se miraron de reojo, una chispa de complicidad encendió sus sonrisas. Sin necesidad de palabras, se pusieron de pie lentamente. Ricardo sacó un pequeño acordeón de quién sabe dónde, y Al carraspeó con entusiasmo mientras se acomodaba la voz.

Ambos inhalaron profundamente, listos para comenzar el interludio musical que, sin duda, nadie había pedido.

Priscilla: "Te atreves a cantar, Aldebaran, y te castro en este mismo instante".

El tono seco y afilado de su voz fue más efectivo que cualquier arma. Al volvió a su asiento más rápido que un relámpago, sudando frío bajo el casco.

Anastasia: "Ahorra la escenita, Ricardo. No estamos para tus shows caninos".

La mirada glacial que le dirigió la empresaria fue suficiente. Ricardo tragó saliva, y en un gesto tan ridículo como lastimoso, rompió su acordeón con ambas manos y se dejó caer de nuevo en su asiento, con la cabeza y la cola gachas. Un lobo derrotado.

Y así, el glorioso interludio musical de los dos payasos del gremio de "bromas con lolis" fue fulminado sin piedad por dos candidatas que no estaban dispuestas a tolerar ni un segundo más de sus tonterías.

Haciendo una mueca por la forma en que la conversación había derivado en una falsa acusación contra él, miró a Emilia y a los demás en busca de algo de apoyo.

Pero por alguna razón, Emilia y Frederica e incluso Anastasia apartaron la mirada de él.

El único que se encontraba con su mirada era Julius, que asentía en señal de comprensión.

"Es extraño decirlo, pero realmente eres muy hábil cortejando a chicas jóvenes... Aunque no puedo decir que esa habilidad sea particularmente respetable".

"¡Es porque ustedes dicen cosas como esa por lo que me siguen tratando como un domador de jovencitas! Y para que quede claro, Meili tampoco es tan pequeña, ¡así que no cuenta!".

Ram: "¡JA! El sordo hablando de escuchar. Barusu sí que es un hipo—". No alcanzó a terminar su burla. En el acto, un bozal apareció en su boca como por arte de magia, ahogando el final de su insulto en un murmullo incoherente. Una señal clara y tajante de que las interrupciones ya no serían toleradas en ese momento.

El elenco suspiró con alivio silencioso, agradeciendo con la mirada el gesto misericordioso del Guardián. Algunos incluso se permitieron una sonrisa cómplice.

Rem, sin embargo, desvió la vista hacia su hermana con una mezcla de pena y resignación. Por mucho que Ram se lo buscara, seguía siendo su hermana... y era difícil verla así.

Justo a su lado, Spica replicó el gesto de Rem con exactitud: ladeó la cabeza, juntó las manos frente al pecho y miró con falsa preocupación a la boqueante criada. Ya era casi un reflejo automático. La pequeña había aprendido a imitarla como una profesional.

Aguijoneado por lo genuinamente asombrado que parecía estar Julius, Subaru dio un pisotón en el suelo y señaló la entrada.

Al hacerlo, alguien atravesó la puerta por casualidad-.

"-Betty pensó que eran ruidosos. Supongo que Subaru está armando alboroto por algo otra vez".

La chica de aspecto más joven había aparecido tras terminar su conversación secreta con Roswaal.

Se produjo una pequeña disputa entre ella y la pequeña domadora, pero esa es una historia para otro momento.

Con Meili aceptando unirse a la gira del Sabio, algunos podrían pensar que liberarla de su cautiverio desataría la polémica, pero la realidad era algo diferente. 

"¿Me parece bien? Lady Emilia siempre ha tenido derecho a decidir cómo tratarla. Y en el peor de los casos, uno entre un millón, serás tú quien tenga que lidiar con los problemas, ¿Verdad, Subaruuu?".

El amo de la mansión no tuvo quejas, y Meili fue liberada formalmente de su confinamiento en el acto. 

El elenco le dedicó una mirada fulminante al sonriente payaso que descansaba despreocupadamente en su asiento, todavía divertido por las palabras de su yo en pantalla. Aunque sabían que el Roswaal de la pantalla no estaba al tanto del mecanismo detrás de los bucles de Subaru, y mucho menos de la existencia del "Regreso de la Muerte", escuchar cómo trivializaba con burla un poder tan cruel les provocaba un profundo recelo.

Roswaal, sin inmutarse, les guiñó un ojo con coquetería, como si esperara alguna carcajada. Lo único que obtuvo fue un sinfín de miradas de desprecio. La mayoría simplemente apartó la vista con asco, rehusándose a sostener la mirada a aquel esperpento humano... si es que aún podía considerarse humano.

Por fortuna, al menos una buena noticia se sumaba al momento: Meili estaba oficialmente dentro del grupo que iría a las Dunas, y el Marqués no se había entrometido. Era, para los presentes, el mejor arranque posible... o al menos, eso querían creer.

Meili, sin embargo, no podía disfrutar completamente del momento. Aunque sabía que era su yo de la pantalla era quien se embarcaría en esa misión, no podía evitar que un nudo de nerviosismo creciera en su estómago. Sentía que todas las miradas depositaban expectativas sobre ella, y eso... le pesaba.

Petra notó al instante el temblor sutil en las manos de su amiga. Sin decir nada, se acercó con tranquilidad y tomó su mano entre las suyas. Meili se sorprendió por el gesto, pero no lo rechazó. Al contrario, sus mejillas se tiñeron con un suave rubor, y su ansiedad comenzó a disiparse poco a poco.

Petra sonrió con ternura al ver que había surtido efecto. No soltó la mano de la ex asesina, y en su apretón silencioso, le transmitió todo el valor que necesitaría para lo que viniera en el futuro... porque sabía que, tarde o temprano, esa Meili también tendría que enfrentar su propia versión de las Dunas.

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 3 (Parte: 4)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas noches mis queridos lectores!!, perdón por el retraso, tuve que escribir este capítulo 2 veces hasta que me convenció, si notan que este capítulo esta medio malillo... Les aseguro que su primer borrador les hubiera dado cancer... Joder no escriban cuando están con insomnio.

Dejando eso de lado, creo que voy a dialogar un poco para compensar la falta de contenido.

Tengo que confesarles que estos últimos capítulos han traído como consecuencia que la condición de mi espalda empeorara gradualmente, como ya había dicho en casos anteriores, soy un escritor novato por lo cual no se como llevar muy bien mis horarios y eso me esta pasando factura...

Bueno, aparte de eso, ¿Qué les pareció lo de Petra y Meili...?............ Bueno confieso que estuvo un poco fuera de lugar, pero dejen hacer que su querido autor se complazca un poco XD.

Y para que vean que si tomo en cuenta sus comentarios, he integrado formas de calmar a Priscilla y Ram para que no se pasen de put- digo, de habladoras.

Por fin pude meter las 'Proyecciones de fallo', puede que me refiera a ellas de esa forma, creo que podrían hacer al Teatro un poco más dramático y eso... Estuve estructurando esas proyecciones como unas 5 veces hasta que esta versión me convenció, aunque me gustaría saber ¿Qué tal les pareció?.

Si notan que me he puesto un poco romanticón es porque........... Makeine hace muchas cosas con la mentalidad de uno hermanos míos (Que obra más pinche hermosa).

También quería agradecerles a todos porque llegamos a las 12.000 lecturas, VAMOOOOOOOOOS!!!

También quería agradecer mucho a cierto grupo:

Tengo que agradecer mucho a mis lectores Mexicanos ya que son la mayoría de mis lectores, y les estoy muy agradecido, para ser honesto, pensé que este Fic pasaría como uno más del montón, pero me han cerrado la boca completamente, almenos para mí,...

Tengo que agradecer mucho a mis lectores Mexicanos ya que son la mayoría de mis lectores, y les estoy muy agradecido, para ser honesto, pensé que este Fic pasaría como uno más del montón, pero me han cerrado la boca completamente, almenos para mí, alguien que solo ha escrito para ensayos colegiales, recibir tanto apoyo es un gran incentivo para continuar, así que simplemente:

Gracias.

Bueno nos vemos la semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:31/05/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 16053.

Chapter 12: Visitando a una Bella Durmiente (CÁPITULO: 3 PARTE: 5)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Visitando a una Bella Durmiente (CÁPITULO: 3 PARTE: 5)

El amo de la mansión no tuvo quejas, y Meili fue liberada formalmente de su confinamiento en el acto.   

El elenco le dedicó una mirada fulminante al sonriente payaso que descansaba despreocupadamente en su asiento, todavía divertido por las palabras de su yo en pantalla. Aunque sabían que el Roswaal de la pantalla no estaba al tanto del mecanismo detrás de los bucles de Subaru, y mucho menos de la existencia del "Regreso de la Muerte", escuchar cómo trivializaba con burla un poder tan cruel les provocaba un profundo recelo.

Roswaal, sin inmutarse, les guiñó un ojo con coquetería, como si esperara alguna carcajada. Lo único que obtuvo fue un sinfín de miradas de desprecio. La mayoría simplemente apartó la vista con asco, rehusándose a sostener la mirada a aquel esperpento humano... si es que aún podía considerarse humano.

Por fortuna, al menos una buena noticia se sumaba al momento: Meili estaba oficialmente dentro del grupo que iría a las Dunas, y el Marqués no se había entrometido. Era, para los presentes, el mejor arranque posible... o al menos, eso querían creer.

Meili, sin embargo, no podía disfrutar completamente del momento. Aunque sabía que era su yo de la pantalla era quien se embarcaría en esa misión, no podía evitar que un nudo de nerviosismo creciera en su estómago. Sentía que todas las miradas depositaban expectativas sobre ella, y eso... le pesaba.

Petra notó al instante el temblor sutil en las manos de su amiga. Sin decir nada, se acercó con tranquilidad y tomó su mano entre las suyas. Meili se sorprendió por el gesto, pero no lo rechazó. Al contrario, sus mejillas se tiñeron con un suave rubor, y su ansiedad comenzó a disiparse poco a poco.

Petra sonrió con ternura al ver que había surtido efecto. No soltó la mano de la ex asesina, y en su apretón silencioso, le transmitió todo el valor que necesitaría para lo que viniera en el futuro... porque sabía que, tarde o temprano, esa Meili también tendría que enfrentar su propia versión de las Dunas.

Y aunque era una posición un poco extraña ya que iba a ayudarles, también le dieron su propia habitación en la mansión.

En cuanto a lo que haría después de que terminaran su viaje actual, eso debía pensarlo ella.

Como mínimo, Subaru quería que tuviera un lugar al que volver si lo deseaba.

Meili se quedó pensativa ante las palabras del Subaru de la pantalla. "¿Qué haría cuando fuera libre?". Era una pregunta que solía asaltarla en las largas horas de encierro dentro de la prisión en la mansión Mathers. A pesar de lo extraño que pudiera sonar, le agradaba ese lugar... estaba lejos del yugo de 'Madre', lejos de todo aquello que la había marcado. Pero ahora... ahora tenía una razón real para salir y enfrentar sus miedos.

Lentamente giró la cabeza y lanzó una mirada de reojo hacia cierta criada de cabello anaranjado. Petra estaba absorta en la visualización, completamente concentrada, pero aún así, como si pudiera sentir su mirada, giró el rostro y le dedicó una gran sonrisa.

Meili abrió un poco los ojos, sorprendida, y de inmediato vinieron a su mente aquellas palabras que Petra le había dicho durante el descanso anterior: "¿Quieres ser parte de nuestra familia, Meili-chan?"

Recordaba bien cómo se había sentido en ese momento... destruida, temerosa de ser expulsada de la mansión, entregada nuevamente a 'Madre' como un simple cebo, como una herramienta descartable. Pero Petra... Petra había hecho lo impensable. Le tendió la mano. No le exigió disculpas inmediatas, no le pidió explicaciones. Solo le ofreció un lugar, una oportunidad. Un futuro.

Meili bajó la mirada, el rubor subió a sus mejillas, y una pequeña sonrisa cálida se dibujó en sus labios. Ahora lo tenía claro. Ya sabía lo que haría una vez saliera de ese Teatro: enmendaría sus errores... y aceptaría, con el corazón en la mano, formar parte de la familia que ese amable campamento le había ofrecido.

Con eso, se habían ocupado de la mitad de las razones por las que habían pasado por la mansión.

Lo único que quedaba era...

Al: "¿Suspenso, eh? Me gusta tu estilo, Bro". Dijo en voz baja, más para sí mismo que para alguien más, con una ligera sonrisa que no alcanzaba a disimular del todo la preocupación en su mirada.

Deseaba, con todo su corazón, que ese Subaru —su Bro— pudiera unirse a su campamento, que encontrara un lugar seguro antes de que alguna tragedia lo devorara por completo...

"Oye, Petra, ¿No es hora de que te animes?"

"No es que esté especialmente enfadada. Es libre de volver a irse a algún lugar lejano y peligroso o lo que quiera, amo Subaru".

Petra estaba enfadada y con la cara roja mientras se iba por el pasillo, dejando a Subaru disculpándose profusamente a sus espaldas.

La persona que estaba más en contra de la gira por la Atalaya que Subaru proponía era Petra.

La razón por la que estaba enfadada no era otra que la terrible costumbre de Subaru de romper sus promesas.

Emilia: "Confirmo". Declaró con convicción tras escuchar el razonamiento visto en la pantalla. Pensaba igual: Subaru no debía seguir rompiendo sus promesas. Hinchó las mejillas con un pequeño y tierno "¡Hmph!", mientras se cruzaba de brazos con fingido desdén.

Anastasia: "Natsuki-kun rompe sus promesas por necesidad más que por gusto". Intentó razonar la princesa comerciante, tratando de defenderlo con mesura.

Emilia: "Igual, ¡Hmph!". Descartó sin dudar la explicación de Anastasia mientras profundizaba aún más su puchero, tan infantil como testarudo.

Anastasia: "Es como si hablara con una niña...". Susurró con fastidio, sosteniéndose la cabeza con una mano mientras desviaba la vista con resignación.

En otro rincón del Teatro, dos niñas se encontraban centradas en su propio pequeño mundo.

Petra: "Subaru-sama debería tener más en cuenta las emociones de los demás... ¿No lo crees, Meili-chan?".

Meili: "¡¿A-ah?! B-bueno... creo que eso es verdad, querida Petra". Respondió algo nerviosa, sacudida de repente de sus pensamientos sobre el campamento de Emilia y su posible integración futura.

Petra ladeó ligeramente la cabeza, algo intrigada. "Meili-chan está actuando un poco raro... ¿Será que al fin estoy logrando hacerme su amiga de verdad? ¡¡Yupi!!".

Con ese pensamiento inocente y brillante, su expresión se iluminó de inmediato, mostrando una alegría repentina que desconcertó un poco a Meili... aunque no le desagradó.

"Sé que prometí que me lo tomaría con calma durante un tiempo tras volver de Priestella pero no hay tiempo para eso con lo que ha pasado. Por favor,  compréndalo . Lo siento".

"¡Como quieras! ¡No lo entenderías en absoluto!".

Mientras Subaru intentaba disculparse por faltar a su palabra, Petra giró sobre sí misma y le fulminó con la mirada.

Subaru no pudo evitar enderezarse bajo su mirada amenazadora.

Cuando ella le miró, suspiró ligeramente.

"Vas a algún lugar peligroso otra vez, ¿Verdad?".

"No está garantizado que sea peligroso, ¿Sabes? Es posible que sólo sea un tour bonito, barato y seguro...".

Al: "¡Pero vaya cacho mentiroso!". Gritó Al, escandalizado ante la ridícula declaración de su Bro alternativo en la pantalla.

Priscilla: "El plebeyo sigue actuando como si todos a su alrededor fueran idiotas... Qué decepción". Declaró con frialdad, abanicándose con rudeza, como si el aire mismo le supiera mal tras escuchar tanta estupidez.

Anastasia: "Natsuki-kun... ¡¿Cómo vas a hablar de las Dunas como si fuera un viaje a un maldito parque de niños?!". Exclamó con frustración. Sacó de inmediato su libreta con la portada de corazones y, con trazos erráticos, anotó con fuerza:

"¡Subaru necesita dejar de pensar que sus compañeros son idiotas!"

Foxidna, al leer por encima del hombro de su contratista, soltó una risita baja y deseó buena suerte al imprudente chico de cabello negro. La iba a necesitar.

Beatrice: "Nota mental, el Subaru de Betty no tendrá mayonesa por una semana". Murmuró con seriedad, como si se tratara del peor castigo imaginable.

"Me preocupa. Siempre corres al frente cuando hay peligro. También era muy peligroso en Priestella. El Sr. Otto y los otros mu... casi murieron".

"No vuelvas a matar a Otto".

Otto ya muere demasiado.

Subaru entendía por qué la gente tenía esa impresión general, pero preferiría que Otto no se dejara matar tan fácilmente.

Otto: "¡¡Y por eso deberían tenerme un poquito de consideración!!". Gritó el comerciante, cerrando los puños y agitándolos con frustración de arriba abajo, como si esperara que el universo le devolviera algo de respeto.

Garfiel: "Hermano Otto, desde que fuiste por mi hermana te mereces eso y más... traidor". Espetó el demi humano con los brazos cruzados, lanzándole una mirada tan filosa que podría cortar piedra.

Otto: "Perdón...". Se sentó de inmediato, bajando la cabeza con vergüenza. Había roto la regla sagrada entre hermanos juramentados: "Nunca ir por la hermana de tu hermano."

Frederica: "No te desanimes, Ot-chan. A fin de cuentas... puedo recompensarte cuando llegue el descanso~". Susurró con voz melosa al oído del pobre comerciante.

Otto se estremeció al instante, y su rostro se tiñó de un rojo tan vivo que podría haber encendido una lámpara.

Otto: "Gracias, Od...". Murmuró con un tono tembloroso, pero claramente victorioso.

Si Otto moría, Subaru tendría que reiniciarse.

Dicho esto, no iba a declarar que tenían una amistad que ni siquiera la muerte podría cortar.  

Otto: "O... tal vez no necesita tenerme tanta consideración...". Murmuró el comerciante, frunciendo el ceño con evidente incomodidad. La idea de que Subaru estuviera dispuesto a morir solo para salvarlo no le resultaba para nada agradable.

El elenco compartió un pensamiento similar. En sus corazones, hicieron una promesa silenciosa: no permitirían que algo así volviera a ocurrir. No dejarían que Subaru muriera por culpa suya...

Otto podía morir. No importaba tanto.

"No tienes que ser tú, ¿Verdad? Podrías dejárselo a otro... a alguien más fuerte. Como, ¿Porqué no el maestro? Parece que tiene mucho tiempo libre".

"Puedo entender tu frustración diaria con Roswaal, pero no busquemos activamente excusas para echarle de casa. Me preocupan los roces en nuestro campamento".

Roswaal: "¡Pero qué consideraaaado, Subaru-kuuuun~!". Exclamó con teatralidad mientras alzaba los brazos al cielo, como si estuviera alabando a una divinidad recién revelada.

Ram: "Hasta que Barusu dice algo coherente... ya sería demasiado abuso que además fuera más inútil". Comentó con desdén, cruzándose de brazos con una expresión orgullosa, como si su apoyo fuera un honor reservado.

El elenco entero les fulminó con la mirada. Estaban empezando a hartarse de ambos por igual.

Subaru podía pasar por alto que Petra hiciera algo como escurrir un trapo en el té de Roswaal, pero algo más que eso y no podría quedarse de brazos cruzados.

Había que desactivar las bombas antes de que estallaran.

Roswaal: "Espera... ¿Qué?". El payaso frunció el ceño, con una expresión boba y desconcertada ante lo que acababa de escuchar del Subaru en pantalla. ¿Acaso había estado tomando agua de trapo como té durante el último año?

El elenco estalló en carcajadas, mientras Petra se sonrojaba profundamente de la vergüenza. Aunque, en el fondo, no se arrepentía de lo que había hecho... era lo justo.

Ram: "Ahora sí que lo mato...". Espetó con clara furia, levantándose con los ojos encendidos.

Petra: "S-si me permite saber... ¿A cuál de los d-dos? ¿A Subaru-sama o a mi?". Preguntó con timidez, aún más avergonzada tras quedar expuesta ante todos.

Ram: "A ambos". Respondió con frialdad, mientras se ponía de pie, lo cual fue agradecido en silencio por Tivey, al sentir por fin libre su espalda de los pies de la criada.

Sin previo aviso, unas cuerdas negras surgieron del suelo del Teatro, envolviendo a la enfurecida Oni y obligándola a volver a su asiento.

Todos recordaron de inmediato las palabras del Alcaide: "La violencia está prohibida". Asintieron en silencio, y Ram dejó de forcejear, no tanto por miedo a las cuerdas, sino al castigo que podría imponer el Guardián.

Al: "¿Violencia prohibida? Pero si a mí siempre me golpean... ¡Auch!". Se quejó con tono resignado, justo antes de recibir un manotazo certero de su Dama.

Priscilla no dijo ni una palabra. Se limitó a cubrirse con su abanico y sonreír con satisfacción, encantada de confirmar que golpear a su bufón no traía consecuencias. Una costumbre que pensaba seguir cultivando.

Ésa era la ley de hierro en todos los juegos con medidores de afecto.

Pero los ojos de Petra estaban serios cuando hablaba de lo mucho que él la preocupaba, así que no quiso hacer una broma de ello.

Emilia: "¿Qué son medidores de afecto, Beako?". Preguntó la semi elfa a la pequeña espíritu sentada a su lado.

Beatrice: "¡Es mi hora, supongo! Los medidores de afecto son—".

Al: "Son una característica de algunos juegos de romance, ayudan al jugador a saber qué tantas chances tienes con una chica o si ya la conquistaste". Habló con un tono más calmado de lo habitual, distinto a su perezosa entonación común, además de que parecía disfrutar molestando a Beatrice con sus constantes interrupciones.

Félix: "Así que son algo así como un medidor para perdedores...". Declaró el chico gato mientras se cruzaba de brazos.

Al: "¡Exacto! Sería perfecto para ti, Félix". Se burló mientras reía por lo bajo desde dentro del casco.

El chico gato le dedicó una mirada fulminante, pero se resignó a responderle. Sabía que si entraba al juego, probablemente se la devolverían el doble.

No quería faltarle al respeto a Petra con una evasiva a medias o una táctica dilatoria cuando ella estaba hablando en serio.

"Entiendo por qué estás preocupada. Se supone que el desierto al que vamos está plagado de bestias demoníacas y, al parecer, también ostenta el récord Guinness del miasma más espeso. Y para colmo, he oído que este Sabio no es una persona sociable y que ha estado rechazando visitantes durante unos cuatrocientos años seguidos... Pero aun así, no puedo permitirme dejar esto en manos de otra persona".

Julius: "Cada vez me convenzo más de que este viaje es una muerte segura...". Reflexionó Julius mientras bajaba un poco la mirada, temeroso de que todo saliera mal durante aquella expedición.

Anastasia: "Ten un poco más de confianza en ti mismo y en Natsuki-kun. A fin de cuentas, ambos estarán presentes en ese viaje, ¡Así que estoy segura de que lo lograrán! Deja atrás esa cara de deprimido y mantente fuerte, Julius". Consoló la princesa comerciante mientras le daba suaves palmadas en la espalda a su caballero, gesto que Julius agradeció con una leve inclinación.

Julius: "Gracias, Anastasia-sama". Dijo con voz sincera.

Anastasia: "No es nada, esto es muy poco comparado con todo lo que has hecho por mí, Julius. Así que tómalo como un pequeño regalo por adelantado, ¿Sí?". Declaró mientras le guiñaba un ojo con una mirada firme y decidida.

El caballero se conmovió y volvió su mirada a la pantalla, decidido a cambiar cualquier futuro trágico que esa visión les mostrara, con la firme intención de honrar su título como "El Mejor Caballero".

"¿Por qué? No es posible que crea que usted es realmente fuerte, ¿Verdad, maestro Subaru? Ya es más que suficiente para el Sr. Garf  tener  un malentendido tan vergonzoso".

"¡Tu curva de calificación es seriamente despiadada! No dejes que Garfiel te oiga decir eso".

Garfiel: "No entendí muy bien lo que dijeron, pero me siento ofendido...". Habló con voz baja, mostrando cierto recelo en su tono.

Mimi: "¡No te preocupes, Garf! Si tu cerebro no da para más, ¡Mimi será tu apoyo!". Declaró con una gran sonrisa mientras daba pequeños brincos sobre el regazo del chico rubio.

Garfiel: "Y ahora me llamaste descerebrado... ¿Esto podría empeorar?".

Ram: "No tientes a tu suerte, Garf. Un inútil como tú no podría aguantar el peso del destino que caerá sobre ti al desafiar tu estupidez". Espetó con tono altivo mientras hacía un gesto magnánimo con las manos.

Garfiel: "Claro que podía empeorar...".

Las notas de Petra eran tan estrictas que la mayoría de los chicos se  estremecerían  si alguna vez oyeran cómo los calificaban.

Viendo el mundo a través de su lente, aparentemente sólo la sabiduría merecía algún respeto, y prácticamente no se otorgaban puntos por la fuerza.

Petra era especialmente difícil de complacer, ya que no compartía lo que consideraba más importante para puntuar.

Meili sacó una libreta gracias al poder del Guardián, imitando a cierta princesa comerciante, y comenzó a tomar nota sobre lo que había dicho Subaru acerca de Petra. Tal vez le sirviera en el futuro...

Meili: "¡¿Y esto de qué me serviría?! ¡¿Qué carajos estoy haciendo?!". Gritó, sobresaltada al darse cuenta de su acción inconsciente, arrojando la libreta al aire.

Esta fue a caer justo sobre la cabeza de Garfiel, quien, en voz muy baja, pudo haber dicho: "Y empeoró aún más...".

Petra miró desconcertada a la sonrojada Meili, sin entender del todo qué le pasaba, pero decidió ignorarlo. Seguramente era otra de las tontas rabietas de la ex asesina.

Oh, pero qué equivocada estaba.

"Bueno, dejando de lado a Garfiel por ahora... no es que piense que no hay nadie mejor para este trabajo que yo. Considerándolo todo, lo más seguro sería dejárselo todo a Reinhard".

"¿Entonces por qué no lo haces?".

"-Probablemente porque quiero ser la primera persona a la que vea cuando se despierte"..

No dijo a quién se refería, pero no hizo falta para que Petra lo entendiera.

La chica seguía sumida en un profundo sueño; si podían encontrar la forma de despertarla en la torre del Sabio, él quería ser quien lo hiciera.

Aunque pudiera haber alguien mejor para el trabajo, aunque fuera más probable que tuviera éxito si lo hacía otra persona, no podía ceder en eso.

No quería hacerlo.

Era el ego de Subaru el que hablaba, y era perfectamente consciente de ello.

Rem se sonrojó ante el pensamiento de su héroe. A ella le encantaría despertar y que lo primero que viera fuera el rostro del hombre que ama. Pero, desafortunadamente, el Subaru de su tiempo ya estaba casi a las puertas de Priestella, por lo que su reencuentro tendría que esperar por un buen tiempo.

Spica notó la expresión algo melancólica de su madre, así que extendió sus pequeñas manos y comenzó a jugar con los cachetes de Rem, quien no rechazó el gesto.

La criada de cabello azul tenía sentimientos encontrados. A pesar de su profundo odio hacia el Culto de la Bruja—y de haber visto con sus propios ojos a Rui, o mejor dicho, Spica, destrozar las piernas de Otto durante una visión anterior—desde el último descanso había sentido una conexión inesperadamente profunda con la niña. La forma en que ella la llamaba "mamá", y a Subaru "papá", hacía que su corazón se llenara de una calidez desconocida.

Rem había decidido darle una oportunidad a la pequeña, para comprobar si realmente no era una cultista ni una lunática homicida como temía. Y con el paso de las horas, había ido confirmando algo que aún no se atrevía a aceptar del todo: Spica no era más que una niña... una niña que, probablemente, era su hija en algún punto del futuro.

Rem acarició el cabello rubio de la pequeña, y esta solo le devolvió una sonrisa inocente, cargada de afecto.

La relación entre Rem y Spica se hacía cada vez más cercana... qué pena que eso no duraría mucho.

"Parecen estar divirtiéndose. ¿No piensas aprovechar la oportunidad para intentar liberarte, Tella?". 

Preguntó el Guardián, con tono irónico, a su prisionera.

Satella no respondió. Parecía como si ya no tuviera fuerzas ni para hablar. Fomalhaut sonrió con sorna, su risa apenas contenida. Su pequeña artimaña tomaba forma, y ya solo faltaban unos cuantos pasos más para que su Autoridad estuviera completa.

Con paso lento, Fomalhaut se acercó a la bruja encadenada hasta quedar frente a frente. Satella, en un arranque desesperado, se abalanzó sobre él, intentando morderlo. Pero sus reflejos estaban ya demasiado desgastados, y su captor era infinitamente más rápido. La esquivó con facilidad, y acto seguido la tomó del cuello antes de lanzarla con violencia contra el suelo, haciéndola rodar varios metros.

Satella: "¡Arrgghh!". Soltó un quejido por el dolor del impacto, sumado al agotamiento constante que su cuerpo sufría desde que estaba atrapada.

"Maldita perra presuntuosa... ¿De verdad crees que tienes alguna posibilidad contra mí? Perdiste el juego desde el momento en que logré encerrarte en mi prisión. Y aquí te quedarás... hasta que tu noviecito cumpla con el propósito por el que lo dejé en el Jardín. Hasta entonces... relájate y disfruta del show".

Declaró el Guardián mientras se arreglaba su elegante traje con altanería, caminando lentamente hacia la gran ventana de luz desde donde observaba cada movimiento del elenco.

Satella: "J-jódete...". Logró decir antes de desplomarse en el suelo cubierto por sombras, completamente exhausta.

Y antes de perder la conciencia, solo alcanzó a formular un deseo silencioso, profundo y desesperado: que Subaru detuviera las maquinaciones de aquel ser.

Porque si no lo hacía... un futuro trágico los aguardaba a todos.

"Si dejo de lado todas las emociones, entonces... no es un gran problema quién la despierte. Si puede salvarla de esa posición indefensa, entonces no importa quién o cómo".

"...Mm-hmm...".

"Pero cuando le añades los sentimientos, quiero ser yo. Quiero ayudarla yo mismo. Quiero despertarla yo mismo. Con cada fibra de mi ser, quiero ser yo quien la salve". 

Rem: "Subaru-kun...". Susurró con dulzura mientras un brillo de intenso amor ardía en sus ojos. Sus mejillas estaban sonrojadas y la criada de cabello azul incluso se había llevado las manos a la boca por la emoción que le causaban las palabras de su preciado héroe.

Spica observó a su madre y sonrió al verla más animada.

Emilia, por su parte, contempló la escena con un dejo de celos. Aunque antes no le molestaba que otras chicas se acercaran a él, ahora no soportaba la idea. Le dolía, aunque no quería admitirlo. Sentía un miedo sutil pero persistente, miedo a ser inferior a las demás... miedo a que Subaru la abandonara. Sabía que era una idea casi imposible, pero la sola posibilidad la aterraba profundamente.

La semielfa abrió un poco los ojos al sentir que alguien le tomaba de la mano. Giró la cabeza y, una vez más, Beatrice había entrelazado sus dedos con los de Emilia para consolarla, como lo hacía siempre que su mente se llenaba de inseguridades tontas.

No intercambiaron palabra alguna. El silencio y la compañía de ambas eran más que suficientes.

Con un suspiro de alivio, Emilia volvió a mirar a Subaru, acariciándole ligeramente el cabello. Luego soltó una pequeña risita juguetona antes de enfocar su atención nuevamente en la pantalla.

-Esa era la razón por la que Subaru Natsuki iba.

Aunque hubiera cualquier número de personas más fuertes, más sabias, mejores.

Aunque todo fuera sólo  ego , Subaru Natsuki iba.

Para salvarla.

Para ser alabado por ella. 

Sólo por esa razón. 

El elenco asintió en silencio con la cabeza. Después de todo lo que habían presenciado, podían comprender el porqué de las emociones del chico. Subaru se había arrastrado por el barro del sufrimiento incontables veces, una y otra vez, cargando con dolores que ninguno de ellos habría soportado. Por eso, esta vez, todos coincidieron en algo sin necesidad de palabras: él se merecía más que nadie ser un poco egoísta, pensar en sí mismo, buscar algo para su propio corazón.

Querer salvar a Rem con sus propias manos no era egoísmo... era amor. Y después de todo lo que había dado por los demás, nadie se atrevió a criticarlo por ello. Al contrario, lo apoyaban en silencio, reconociendo que ese deseo era más que justo.

Subaru tenía derecho a luchar, por una vez, por su propia felicidad.

"Es egoísta. Y siento haberte hecho preocupar ".

"...Eres de lo peor. Es como si no hubieras cambiado".

"¿Hmm?".

Subaru se había resuelto a ser potencialmente odiado por Petra por esa patética confesión egoísta mientras extendía la mano para acariciarle la cabeza. 

Pero ella sólo susurró algo en voz baja y le miró.

Había lágrimas brotando de sus grandes ojos, lo que hizo vacilar a Subaru por un momento.

Meili: "Petra...". Su voz fue apenas un susurro, cargado de una confusión y tristeza que ni ella misma comprendía del todo. Era extraño... pero le dolía. Le dolía ver esa expresión en el rostro de la chica que, sin pedir nada a cambio, le había tendido una mano.

Una punzada ardió en su pecho, algo desconocido y molesto. ¿Era culpa? ¿Compasión? ¿Rabia? No lo sabía. Solo entendía que no quería verla así.

El elenco compartía el mismo sentimiento: una mezcla amarga de tristeza y empatía por la pequeña criada.

Y en ese instante, incluso los corazones más duros del Teatro sintieron que ella merecía mucho más.

Hasta  que al  momento siguiente-

Eyy !".

"¡¿Pero qué-?!".

La cabeza de Petra golpeó directamente en el estomago de Subaru.

El chico hizo un ruido extraño ante el repentino ataque y luchó por respirar, cayendo de rodillas.

Petra se zafó de sus brazos, bajó el párpado y le sacó la lengua.

Wilhelm: "Supongo que no se puede hacer nada cuando el corazón te impulsa, ¿Eh

Wilhelm: "Supongo que no se puede hacer nada cuando el corazón te impulsa, ¿Eh...?". Comentó el viejo guerrero, intentando romper el silencio que se había instalado en el Teatro. Había supuesto que los demás se habrían tomado a mal el repentino ataque de Petra a Subaru, así que buscó calmar las aguas con su comentario...

Pero, para su sorpresa, todos estallaron en carcajadas, confundiendo profundamente al anciano.

Ricardo: "¡¡JAJAJAJA!! ¡Esa es una factura por ser el Lolimancer!". Rugió de risa mientras se sujetaba la barriga, tratando inútilmente de contenerse.

Crusch: "Pfff... Nunca hubiera imaginado este tipo de desarrollo. Supongo que todo lo que rodea a Subaru-dono está fuera de lo común, jeje~". Su risa, en contraste, era suave y juguetona, como la de una colegiala enamorada, lo que provocó que Félix se cruzara de brazos con el ceño fruncido, claramente molesto por esa expresión tan poco digna de su señora.

Ram: "¡Ja! Supongo que puedo perdonar a la criada por haberle dado su merecido al inútil de Barusu". Declaró con su típico tono sarcástico.

Las carcajadas y los comentarios burlones continuaron, llenando el Teatro con un ambiente mucho más distendido. El estado de ánimo del elenco se había aligerado bastante, aunque cierta sirvienta, protagonista de la escena anterior, estaba completamente roja por la vergüenza de haber llamado tanto la atención.

"Ya estuvo bueno... Admito que fue una buena escena, pero tenemos que continuar con las visualizaciones...".

La voz del Alcaide retumbó por todo el Teatro. Era extraño, parecía tener un leve matiz de alarma, aunque nadie lo notó demasiado. Obedecieron sin cuestionar, para alegría del Guardián.

"¡Idiota, maestro Subaru! ¡Eres tan egoísta! Haz lo que quieras!".

" P-Petra ...".

"¡Sigue adelante y haz cosas peligrosas, haz que todo el mundo se preocupe por ti, causa problemas a todos los que te rodean, y luego simplemente vuelve cuando todo haya terminado como si nada hubiera pasado, como siempre ! Hmph !".

"Cuando lo pones así, soy un tipo bastante problemático, ¿no?".

Félix: "Sip, y bastante, nyah~". Se burló el chico gato con una sonrisa maliciosa, aunque su diversión terminó rápidamente al recibir un repentino golpe en la cabeza por parte de su Dama.

Crusch: "Ahórrate esos comentarios, Félix". Respondió con un tono ligeramente gélido, lo suficiente para que el chico se estremeciera al instante y se hiciera bolita en su asiento como un gato regañado.

Levantándose mientras se frotaba el pecho, Subaru tuvo un momento de autorreflexión, incapaz de decir nada en defensa propia tras la diatriba de Petra.

Al final, él no había conseguido hacerla sentir mejor.

Ella, en cambio, había aceptado sus propios sentimientos y estaba dispuesta a despedir a Subaru como siempre.

Subaru se rascó la cabeza patéticamente al tener que confiar de nuevo en todos los que le rodeaban.

Priscilla: "Eso es algo que ese plebeyo debería tener más en cuenta, no está solo al fin y al cabo...". Dijo la Matriarca Vollachiana mientras se abanicaba con aires de superioridad.

Garfiel: "Vaya, vaya, ¿La señorita mucho orgullo elogiando al Capitán? Eso no se ve todos los días". Se burló con una sonrisa divertida, lanzándole una mirada juguetona. Mimi, desde su regazo, hizo un pequeño puchero de celos al ver a su amado hablar con otra mujer.

Priscilla: "Sé reconocer muy bien a los plebeyos con valor, y ese plebeyo de cabello negro satisface completamente mis estándares de utilidad, eso es todo. Hay que reconocer el oro cuando se ve a simple vista y no actuar como ignorantes... como cierta semi demonio". Espetó, cortando el aire con un tono firme y autoritario.

Emilia se estremeció un poco ante la punzante indirecta, pero, como ya era costumbre, decidió ignorar a Priscilla. Esto solo sirvió para enfadar más a la Matriarca, aunque se contuvo: no quería volver a ser detenida por el Guardián, así que reprimió el deseo de castigar a la "insolente semi demonio".

Ricardo: "¡JA! Priscilla-sama, casi suena como si el mini jefe fuera de su tipo. ¿Acaso ya debo ir preparando el regalo de bodas? ¡JAJAJAJA!". Soltó entre carcajadas, provocando algunas risas por lo bajo entre los presentes.

La Matriarca intensificó su mirada y fulminó con la vista al mercenario, cuya risa se fue apagando hasta convertirse en un débil temblor.

Priscilla: "No te equivoques, asqueroso perro. Mi divino ser solo ve el valor de ese chico, nada más. Si no puedes comprenderlo, eso demuestra que no eres más que un sucio y despreciable can. Pero claro, ¿Qué más podía esperarse de alguien de tan poca monta? Un comentario más como ese y te castraré con mi Espada del Sol en el acto. Espero que sepas escuchar advertencias... si no quieres condenar a toda tu descendencia".

Ricardo palideció al instante, asintiendo frenéticamente antes de volverse a su asiento con la cabeza gacha, temblando por la seguridad de sus "amiguitos".

El campamento de Anastasia solo soltó un suspiro al unísono, restándole importancia al incidente con un pensamiento compartido:

"Se lo merece."

"Entendido. En ese caso, siento hacer siempre esto, pero voy a correr de cabeza hacia el peligro otra vez, y volveré después de haber fastidiado las cosas aquí y allá de todas las maneras posibles, así que  espérenme . Ser la primera persona en darme la bienvenida cuando me vaya es tu privilegio especial".

"...¿No dejarás que la Sra. Frederica o la Sra. Ram lo  digan  antes que yo?".

"Sí, lo prometo".

Petra miró con ojos llenos de brillo la promesa que le hacía el chico de cabello negro en la pantalla. Para ella, sería un sueño hecho realidad poder tener el mismo privilegio que su otra versión: poder ser la única en recibir a su héroe tras cada uno de sus viajes... sería el mayor honor que podía imaginar.

Mientras la joven criada se perdía en sus pensamientos, Meili la observaba de reojo con un notable puchero en el rostro, frunciendo el ceño con una mezcla de celos y frustración. Era envidiable lo fácil que su "hermanito" ganaba la atención de esa mocosa.

Meili: "Tramposo...". Murmuró entre adorables gruñidos, inflando las mejillas mientras apretaba los puños contra su falda. Pero Petra, todavía absorta en la visualización, la ignoró por completo, lo que solo provocó que el puchero de la ex asesina se intensificara aún más.

Meili aún inflaba las mejillas, lanzando miradas furtivas a Petra, claramente molesta por no recibir la misma atención. Algunos miembros del elenco intercambiaban miradas divertidas por la actitud infantil de la pequeña ex asesina, pero el ambiente general seguía siendo cálido... al menos por unos segundos más.

Entonces, sin previo aviso, la voz del Guardián resonó desde las alturas, firme y cargada de una calma artificial que no encajaba del todo con su habitual teatralidad:

"Cuánto color hay en sus corazones... celos, amor, orgullo, anhelos... Lo que me recuerda que ya hemos visto suficientes juegos de cortejo por ahora. Es momento de dejar atrás los dulces sueños y volver a lo que realmente importa." 

Una ligera vibración recorrió el Teatro. Las luces tenues parpadearon con un brillo ominoso, y un escalofrío invisible recorrió la espalda de varios presentes, su Guardian estaba algo cansado de sus interrupciones, aunque no supieran por que, no querían arriesgarse, así que cada uno se mantuvo en silencio con la mirada fija en la pantalla.

"¿Tampoco al maestro?". 

"Le daría una paliza si fuera la primera persona que viera al volver aquí".

Ram: "Típico de Barusu y sus pésimos gustos, ¡Hmph!". Espetó con visible enojo por el insolente comentario del pelinegro hacia su querido maestro.

Roswaal simplemente rodó los ojos, sin molestarse en responder. Ya había anticipado una reacción así de parte de Subaru, por lo que su expresión se mantuvo tranquila, casi condescendiente, como quien observa a un niño revolcarse en su propia terquedad.

"...Mm, muy bien. Entonces lo aceptaré".

Parecía convencida y, tras respirar larga y profundamente, Petra se reconcilió con Subaru por aquella promesa.

Incluso con su propensión a faltar a su palabra, Subaru juró en su corazón que ésa era una promesa que mantendría.

Petra agradeció esto en silencio, con su mirada iluminándose aún más, como si la llegada de un ángel se hubiera manifestado en la tierra.

Petra: "Ese es el hombre que amo~". Dijo con dulzura, mientras un suave rubor teñía sus mejillas.

Meili la observó con el entrecejo ligeramente fruncido, sintiendo una extraña punzada de melancolía. No entendía del todo sus emociones, pero el ver ese profundo amor que Petra irradiaba por Subaru... le dolía. Le dolía mucho.

Apartó la mirada, tratando de ignorar las lágrimas que amenazaban con resbalarse por las comisuras de sus ojos. No sabía por qué ocurría, no entendía por qué, solo... sucedía.

Petra, ignorante del duelo interno de la pequeña ex asesina, mantenía sus ojos fijos en cierto pelinegro dormido a unos asientos por delante, rodeado de varias damiselas. La criada sintió un poco de celos, sí, pero por hoy... ella había ganado. Así que, para celebrarlo, extendió su mano y tomó la de Meili con suavidad. Era un gesto sincero, un intento por compartir su alegría con ella, de acercarse más, de reforzar su lazo. Quería ser como Subaru: alguien capaz de perdonar a quienes han causado daño, pero aún conservan un buen corazón.

Meili se sobresaltó al sentir la mano de Petra sobre la suya. Rápidamente se limpió las lágrimas antes de que la criada pudiera notarlas, y por suerte lo logró a tiempo.

Petra: "¡Petra gana hoy! ¡Vamos, Meili-chan, tú también deberías alegrarte por mi triunfo!"

Meili: "¿A-eh? S-sí, querida Petra, felicidades...". Murmuró algo insegura. Pero al ver el rostro alegre de la criada, su tristeza empezó a desvanecerse, reemplazada por una calidez reconfortante. Por ahora, reprimió sus propios pensamientos... y simplemente disfrutó del momento.

"No tiene remedio, maestro Subaru...".

Subaru se rascó la mejilla mientras Petra murmuraba aquello.

Tenía la sensación de estar oyendo eso de todas las personas a las que mostraba su rostro.

No podía evitar preguntarse cómo podría compensarles. 

Beatrice:" Siendo menos idiota, supongo". Murmuró mientras hacía un pequeño puchero por el usual tonto instinto de héroe de su contratista, un instinto que lo había llevado a mucho dolor y sufrimiento.

La escena cambió, y pudieron observar a Subaru parado frente a una puerta que ya todos podían reconocer muy bien.

Cada vez que Subaru entraba en esa habitación, instintivamente empezaba a contener la respiración  ya caminar  suavemente.

Aunque hubiera entrado en la habitación cantando a voz en grito y bailando claqué, no habría cambiado la reacción de la sala.

Pero no pudo evitar respetar inconscientemente el silencio, probablemente porque la chica que dormía en la cama de aquella habitación parecía tan frágil que dudó incluso en tocarla.

"Me estoy volviendo demasiado poético para mi propio bien".

El elenco, al igual que el Subaru de la pantalla, guardó un respetuoso silencio. Nadie se atrevía a romper la quietud impuesta por la imagen de la joven criada dormida en la cama de aquella proyección. Especialmente quienes más cercanos se sentían a ella bajaron la cabeza con pesar.

Ram desvió la mirada con incomodidad. Aún le resultaba difícil ver el cuerpo inerte de su hermana, olvidada por el mundo... incluso por ella misma. Una parte de su corazón se retorcía al reconocer que solo Subaru —aquel chico al que tanto despreciaba verbalmente— había sido capaz de mantener viva la memoria de Rem. Aunque le costara admitirlo, en lo más profundo de su corazón, le estaba agradecida.

Rem, por su parte, sintió un escalofrío recorrerle la espalda al contemplarse así: derrotada, vacía, convertida en un símbolo de pérdida. Pero no permitió que las emociones la dominaran. Sabía que debía cargar con el peso de su derrota frente a Gula y Avaricia. Solo cuando pudiera compensar a su héroe por todo el sufrimiento que le causó... solo entonces, podría encontrar un poco de paz.

Se sintió exasperado consigo mismo mientras acercaba una silla a la cama y se sentaba.

Había pasado un mes desde la última vez que la había visitado, pero no había ningún cambio, ni en un mes ni en un año.

Cogiendo la mano de Rem mientras dormía, la apretó suavemente y empezó a hablar.

"Siento haber venido sólo después de todo lo demás. Había algunos problemas de los que tuve que ocuparme primero... No, lo siento, sólo estoy poniendo excusas".

Naturalmente, no hubo respuesta de Rem.

Subaru no esperaba nada diferente incluso mientras hablaba con ella, y su expresión era pacífica.

Era una cara que Subaru Natsuki sólo le mostraba a ella.

A Emilia sólo le mostraba su expresión ferviente, como si estuviera dispuesto a dejarlo todo.

Sólo le mostró a Beatrice su expresión de total confianza, dejando su vida enteramente en sus manos.

Y a Rem sólo le mostró alguna vez la expresión de debilidad que siempre mantuvo oculta.

Las chicas mencionadas por el pelinegro sintieron una mezcla agridulce de alegría y tristeza. Saber que él las valoraba tanto era reconfortante, pero también doloroso descubrir cuántas máscaras había tenido que usar para no preocuparlas, ocultando las heridas que lo carcomían poco a poco.

Rem, con los ojos fijos en la figura dormida de su héroe, apretó con fuerza las manos sobre su regazo. Una resolución férrea ardía en su pecho. Le daría todo una vez despertara fuera de ese Teatro. Iría a Priestella, lo buscaría, y lo ayudaría en lo que pudiera. Enmendaría por fin el error de haberlo dejado solo, cargando con esa pesada cruz que ella misma le había puesto al llamarlo "héroe".

Emilia también tenía emociones encontradas. El modo en que Subaru se había referido a ella le dejaba el corazón tibio... pero al mismo tiempo, le dolía no ser aún lo bastante digna de confianza como para que él le mostrara todas sus caras: la rota, la triste, la impotente. Quería ver esas facetas también, quería compartir su carga. Y se lo demostraría. Una vez ese increíble chico abriera los ojos, le expresaría sus sentimientos. Le daría todo el amor que merecía.

Beatrice, sin decir palabra, se acurrucó más contra el pecho de Subaru. Sentir su corazón latiendo le daba una paz que no sabía que necesitaba. Cerró los ojos un instante, dejando que sus pensamientos divagaran hasta llegar a una conclusión clara: debía hacer más por él. Conseguir aliados, apoyos, lo que fuera necesario para que su contratista no siguiera cargando todo en soledad. Abrió los ojos solo un poco y dirigió una mirada discreta a cierta princesa comerciante. Esa chica había ofrecido su ayuda hace poco, y Beatrice sabía que tendría que hablar con ella en cuanto tuvieran un descanso. Dejaría atrás su orgullo, por el bien de Subaru. Por su felicidad.

Y así, en silencio, cada una de ellas hizo una promesa inquebrantable. Que harían todo lo posible para mejorar la vida de la persona más importante para ellas. El chico que, dormido e inconsciente, seguía cambiando sus corazones.

Siempre que visitaba así a Rem, le contaba lo que había hecho ese día.

Los días que salía, también hablaba de todo lo que había hecho en esa excursión.

Incluso había adquirido la costumbre de llevar un diario para poder informar a Rem.

Con ella atrapada en un abismo de sueño sin fin, no quería dejar que sus amigos también la abandonaran.

Haría todo lo posible para que ella supiera lo que habían hecho mientras dormía.

Rem: "Muchas gracias, Subaru-kun...".

Su voz era tan dulce que podría provocar diabetes a cualquiera que la escuchara. Unas lágrimas se deslizaron por las comisuras de sus ojos, nacidas tanto de la alegría como de una tristeza profunda. Se sentía tan feliz, tan conmovida por el esmero con el que Subaru cuidaba de ella, incluso en esas circunstancias, que no pudo contenerlas.

Y a pesar del dolor, de la culpa por haberlo dejado solo, de haberse convertido en un peso más para él, no se permitiría derrumbarse. Había aprendido de su héroe que hundirse en la miseria era para los débiles de espíritu, y ella ya no era esa clase de persona. No caería tan fácilmente. No mientras aún tuviera fuerzas para decirle todo lo que sentía. Todo lo que quería construir junto a ese chico de ojos hermosos.

Algunas damiselas entre el elenco sintieron una pequeña punzada de celos. El cuidado minucioso de Subaru por la criada oni era palpable, especial, pero no podían reprocharle nada. Lo entendían. Era Rem, la chica que siempre había estado ahí para él. Y aunque los separaran una maldición y la distancia de una pantalla, el lazo entre ellos seguía tan fuerte como antes. Un lazo que trascendía fronteras, tiempo y sufrimiento.

Y al presenciarlo, incluso los corazones más heridos se ablandaron un poco. Porque si existía un amor como ese, quizás aún había esperanza para todos.

Había hecho lo mismo día tras día durante un año.

Pero por fin...

"-Podría alcanzarla".

Subaru se había enterado de la existencia del Sabio que podría contrarrestar el poder de la Gula.

Le avergonzaba que la razón por la que habían encontrado ese faro de esperanza no tuviera nada que ver con sus esfuerzos y que otra persona hubiera preparado el terreno, pero por fin había una luz al final del túnel.

Wilhelm: "En la opinión de este humilde anciano, no creo que Subaru-dono tenga nada de lo que avergonzarse. Y creo que todos estamos de acuerdo en esto, ¿o me equivoco?".

El Demonio de la Espada habló con la serenidad de quien ha vivido demasiado y ha aprendido el valor del apoyo mutuo. Su voz, grave y templada, resonó en el Teatro con una firmeza que invitaba al asentimiento.

Y así fue. Uno a uno, los miembros del elenco asintieron con la cabeza. Incluso los más obstinados, los más reservados, estuvieron de acuerdo con el anciano: Subaru no debía cargar más con todo en solitario. Había dado suficiente. Era hora de que aceptara la ayuda que muchos estaban más que dispuestos a ofrecerle, sin temor, sin culpa.

Porque incluso un héroe necesita descansar el alma en los hombros de quienes lo aman.

Por fin podía actuar por su bien, tras el aislamiento de ver pasar las estaciones y dejar atrás a Rem.

Había mucha gente en Priestella que había sufrido el mismo destino que Rem y que necesitaba ser salvada.

Pero en el corazón de Subaru, su verdadera razón para afrontar el peligroso viaje a la Atalaya era Rem.

Era una razón egoísta y egocéntrica, pero aún así-

"Voy a traerte de vuelta, Rem. Te lo juro".

Rem: "Eres mi héroe, Subaru-kun, nunca podré agradecerte lo suficiente, siempre haces cada vez más y más por mí". Su voz, suave y melodiosa, vibraba con una ternura profunda, revelando sin reservas el amor que sentía. Cada palabra que pronunciaba parecía envolver al pelinegro dormido en una cálida promesa.

En la platea del Teatro, algunas damiselas no pudieron evitar hacer un leve puchero. La ternura del momento les pellizcaba el pecho, un recordatorio de lo fuerte que era el lazo entre Rem y Subaru. Pero a pesar de los celos inevitables, nadie se atrevió a interrumpir esa escena emocional: Rem se lo merecía. Después de todo lo que había sufrido, de todo lo que había perdido, al menos tenía derecho a ese instante de paz, a esa pequeña victoria emocional junto a su amado.

Incluso Emilia, que solía ser más sensible en estos momentos, mantuvo una expresión serena, quizás algo melancólica, pero firme. Ella también comprendía que ese tipo de amor no era competencia, sino una prueba del impacto que Subaru tenía en cada corazón.

Y así, con el silencio rodeándola, Rem dejó que sus palabras flotaran en el aire como una ofrenda. Nadie osó perturbar ese pequeño momento de dicha. Porque era de ella. Porque lo había ganado. Porque, aunque el chico no pudiera escucharla en ese instante, su voz estaba grabada en lo más profundo de su alma.

Al igual que ella le había prestado su fuerza durante aquellos días y momentos en los que se había sentido más impotente, era su turno de ayudarla.

Ahora mismo, cuando Rem más lo necesitaba, Subaru quería estar a su lado.

"... Owww ...".

Justo cuando hizo su voto y cerró los ojos con fuerza, oír una voz de repente le hizo entrar en pánico.

Sus ojos se abrieron sobresaltados, pero Rem dormía plácidamente como siempre.

No había movimiento alguno.

En cuyo caso-

"Suelta su mano, Barusu. Duele sólo  de mirar ".

"...Sólo eres tú, Ram...".

Al: "Claro que tenía que ser esa criada quien arruinara el momento, ya ni me sorprende...". Comentó el guerrero manco con una mezcla de irritación y aburrimiento en su voz.

Ram: "¡Ja! Era obvio que no podía dejar a Barusu solo con mi querida e indefensa hermana, eso sería como darle al lobo el cordero en bandeja de plata". Espetó con sarcasmo, divertida por haber 'salvado' a su hermana.

Rem frunció el ceño y puso los ojos en blanco. Últimamente, su hermana se había dado a interrumpir sus momentos con su querido héroe, y eso comenzaba a irritarla lentamente.

Rem: "Hermana...". Su tono fue frío, y su flequillo cubría la sombra que se dibujaba sobre sus ojos.

La criada de cabello rosado la miró con desconcierto por un momento antes de responder.

Ram: "¿Pasa algo, Rem? Si es por Barusu entonces—".

Rem: "Subaru...".

Ram: "¿Eh?". Alcanzó a decir, algo desconcertada por la actitud de su gemela.

Rem: "Su nombre es Subaru, hermana. Llámalo como es debido. Además, deja de tratarlo de esa forma. Si ese payaso se ha ganado tu respeto, entonces Subaru lo merece diez veces más". Su mirada era tan penetrante que hizo que incluso algunos de los presentes se estremecieran en sus asientos.

Ram: "B-bueno, cálmate Rem... intentaré dejar de recalcar la evidente inutilidad de Baru—S-Subaru, la mayor parte del tiempo que me sea posible...". Tartamudeó un poco, su voz temblorosa bajo el juicio silencioso de la severa mirada de su hermana.

Rem: "Buena chica". Declaró con una alegría forzada antes de volver su vista a la pantalla.

Spica: "Bue—Ueah Auuhh—Chi Euh—ca". Logró pronunciar con gran torpeza, ganándose unas cuantas risas de los miembros del elenco y provocando un sonrojo en Ram, al haber sido tratada como si fuera una perrita.

Rem acarició con ternura la cabeza de la traviesa niña de cabello rubio, mientras Ram la miraba de reojo con algo de orgullo. Verla madurar tan rápido, al punto de enfrentarse a su 'perfecta' hermana, le arrancó una pequeña sonrisa. Un día, le agradecería a Subaru por eso... como correspondía.

Al darse la vuelta, vio a Ram mirándole con ojos fríos desde la entrada de la habitación.

Sintió una mezcla de alivio y decepción cuando miró hacia donde señalaba Ram y se dio cuenta demasiado tarde de que había estado agarrando la mano de Rem con más fuerza de lo que pensaba.

"No puedo soportar ver los delicados dedos blancos de Rem violados por tu lujuria".

"¿No podrías? Eso hace que mi resolución suene mucho más sucia de repente".

"¿Pensabas que tu resolución era de algún modo pura y desinteresada? Deberías mirarte mejor... Verte codiciar a mi gemela hace que me preocupe por mi propia seguridad".

Anastasia: "¿Y sus comentarios nunca faltan, eh?". Preguntó al aire con los ojos en blanco, dejando ver el cansancio que le provocaba la actitud constante de la sirvienta.

Ram: "Obviamente. Dichos comentarios son mi marca de agua, princesa comerciante". Declaró con orgullo mientras acompañaba sus palabras con un gesto teatral de las manos. Sin embargo, era notorio que su actitud agresiva se había suavizado un poco.

"¿Será que de verdad le pusieron correa para que se calmara?", pensó el elenco con una pequeña sonrisa tonta en la comisura de sus labios.

"¿Qué tan poco confías en mí? Nos conocemos desde hace mucho tiempo, ¿No?".

"¡Ja!".

Subaru soltó la mano de Rem y Ram le robó su lugar.

Sujetó suavemente la mano de su hermana pequeña y sus ojos rosa claro se suavizaron al mirar el tranquilo rostro dormido de Rem.

Rem: "Hermana...". Susurró con desconcierto. Había creído que la versión de su hermana en la pantalla, al no recordarla, no le dedicaría una mirada como esa. Una mirada llena de amor y fraternidad, algo que trascendía incluso la propia memoria. Ese pequeño gesto reconfortó a Rem, restaurando parcialmente la imagen perfecta que guardaba de su hermana.

Ram, por su parte, hizo una promesa silenciosa: no permitiría que un futuro así se repitiera. No volvería a dejar a su hermana sola, ni permitiría que cayera en el olvido. Debía admitir, aunque le costara, que tenía que agradecerle a Subaru por no haber dejado que su hermana desapareciera en la oscuridad del olvido. Aunque ese agradecimiento llegaría... a su debido tiempo...

Un largo tiempo.

"He venido a cambiar la ropa de Rem para prepararla para su partida.  Ella no suda, así que estoy segura de que no lo necesita, pero antes quiero limpiar su cuerpo".

"Tienes una mirada lasciva. Ahórrate tus obscenidades".

"No dije nada porque no había nada seguro que decir, ¡¿y esto es lo que consigo por callarme?!".

Hirviéndose bajo la mirada desdeñosa de Ram, Subaru lloriqueó por su trato injusto, pero estaban en el dormitorio de Rem, así que se limitó a apretar el puño y aguantar.

Emilia: "Hasta cierto punto, me parece que sus interacciones son algo cariñosas... aunque claro, a su manera". Le susurró la semi elfa al pequeño espíritu que yacía sentada a su lado, encima de su caballero.

Beatrice: "¿Qué estás diciendo? ¿Acaso te has vuelto masoquista o algo para llamar a eso una relación cariñosa, supongo?". Respondió Beatrice con un deje de frialdad, incapaz de aceptar tan fácilmente el trato que la criada le dedicaba a su querido contratista.

Emilia: "No es eso... solo que me parece que se apoyan a su modo, eso es todo". Su voz era calma y tierna, como siempre intentando encontrar el lado positivo de las cosas.

Beatrice: "Ahh... si tú lo dices, Emilia". Suspiró, mientras se proponía a intentar ver las cosas desde la perspectiva de aquella infantil semi elfa.

Emilia le dedicó una cálida sonrisa al espíritu, como si supiera que esa pequeña semilla de empatía ya estaba germinando en ella.

Después de que le hubieran robado el nombre y la memoria a Rem, la gran mayoría de las funciones corporales parecían haberse vuelto innecesarias para ella.

Cambiarse de ropa y lavarse el cuerpo no era por ella, sino por la gente que la rodeaba.

Era casi un ritual, para asegurarse de que no la habían abandonado del todo.

Era bastante fácil decir que eran acciones sin sentido, pero...

"¿Sientes que ahora es tu hermana menor?".

A Subaru le vino de repente la pregunta a la cabeza al ver a Ram cuidar con tanto esmero de su gemela de una forma tan delicada que, por lo demás, era tan poco habitual en ella.

Aunque estaba tratando a Rem con tanto cuidado, no recordaba a su hermana pequeña.

Pero había una débil y retorcida conexión fraternal, aunque no recordara haber hablado nunca antes con Rem.

Aunque se perdieran los recuerdos, debería ser posible construir otros nuevos.

Tal vez ese tipo de conexión había empezado a brotar entre las dos hermanas a pesar de que llevaban más de un año sin hablarse.

"Así es... No sólo no la recuerdo, sino que, desde mi punto de vista, nunca he hablado con ella en absoluto. Pero estoy segura de que es una chica brillante y digna como yo".

Rem soltó un suspiro de alivio al ver que estaba en lo correcto. Su hermana, a pesar de haberla olvidado por causa de la Gula, junto a su héroe aún le dedicaban un gran cuidado. Se aseguraban de no dejarla atrás del todo, de que se sintiera a gusto una vez despertara. Un trato que, sinceramente, la criada Oni agradecía de todo corazón.

Ram, por su parte, también se sintió reconfortada al comprobar que, a pesar de todo, aún compartían cierta conexión. Incluso cuando una de ellas fue borrada del mundo, ese lazo entre hermanas seguía existiendo. Así, se hizo una promesa silenciosa: intentaría arreglar su relación con Rem. Aunque aún amaba a Roswaal, debía admitir que no todo lo que él hizo estuvo bien... pero aun así, no podía simplemente dejarlo atrás.

Estaba atrapada en un constante debate entre su lealtad, su amor y su culpa. No sabía con certeza cómo debía proceder o si llegaría el momento de elegir entre los dos. Pero, por ahora, decidió dejar esas preocupaciones de lado y enfocarse en lo que verdaderamente importaba: ella tenía una hermana, y quería recuperarla... a pesar de todo.

"No se puede negar que es capaz, aunque no la recuerdo especialmente agraciada. Era sorprendentemente descuidada y tendía a precipitarse. También hubo veces en que hizo suposiciones y se puso como loca. Más de unas cuantas, de realidad".

Subaru recordó cómo había muerto no una sino dos veces debido a esa tendencia a sacar conclusiones precipitadas.

Rem bajó la cabeza con algo de culpa, recordando aquellas versiones pasadas de sí misma que, bajo la sombra del odio y la desesperanza, habían despreciado y hasta asesinado a su héroe. Pero sabía que esas Rem ya no existían. No en ese tiempo. Ahora solo quedaba ella: Rem, la chica que ama a Natsuki Subaru por encima de todo.

Con esa certeza palpitando en su pecho, su determinación se fortaleció aún más.

"No me digas".

Respondió Ram con desgana.

"Hablar de recuerdos perdidos es demasiado retrospectivo. No me gusta mucho".

"¿Ah, sí? Si tú lo dices".

"...Si despierta y puedo recordar, entonces podremos hablar del pasado todo lo que queramos. E incluso si no la recuerdo, podemos seguir hablando mientras ella se despierte".

La expresión de Ram no cambió mientras miraba el rostro de su hermana dormida y le pasaba suavemente los dedos por el pelo.

El cabello de Rem cayó suavemente sobre su pálida frente.

Alver eso, a Ram le temblaron las pestañas.

En ese momento, Subaru pensó que Ram estaba más guapa que nunca.

Ram: "Asqueroso...". Espetó con absoluto desdén ante el comentario del Subaru en la pantalla. Ni en un millón de años se alegraría por un cumplido tan–

Roswaal: "En mi humilde opinión, creo que Subaru-kun tiene razón". Intervino sin su acostumbrada teatralidad, con una sonrisa apenas visible pero completamente sincera.

Ram se sonrojó al instante, llevándose las manos a las mejillas mientras una sonrisa boba se formaba en su rostro. Jamás en su vida se había alegrado tanto de que la interrumpieran a mitad de un pensamiento.

La criada de cabello rosado, embriagada por la emoción del elogio de su amado, empezó a dar pequeñas patadas erráticas con sus piernas, como si su cuerpo no pudiera contener la dicha. A simple vista, era una imagen bastante adorable... excepto para cierto chico demi humano que tenía la mala suerte de estar recostado justo debajo de ella.

Tivey: "S-si que es verdad q-que hay destinos p-peores que la muerte...". Logró murmurar entre jadeos, sintiendo cómo su espalda era pulverizada con cada golpe descoordinado.

Con gran esfuerzo, alzó la mirada solo para ver a su trillizo Hetaro aguantándose la risa como un idiota.

Una promesa resonó entonces en su mente:

"Voy a hacer pagar a ese cabrón".

Su mirada se endureció, ardiendo de furia contenida mientras recibía otra patada. El siguiente descanso no sería pacífico para Hetaro. Eso, podía jurarlo.

Aunque no lo recordara, aunque sus recuerdos hubieran desaparecido, no había forma de que su vínculo como hermanas desapareciera.

E incluso si lo hacía, no había ninguna razón por la que no pudieran reconstruirlo.

"-Déjamelo a mí. Despejaré el camino a la Atalaya Pléyades con seguridad y volveré con buenas noticias y una Rem que ha despertado. Entonces, las hermanas podrán tener su emotivo reencuentro".

Subaru lo dijo con una voz deliberadamente alta y estúpidamente alegre.

El elenco asintió ante el comentario del chico de cabello negro. En sus rostros se reflejaba un deseo compartido: que un desenlace como ese pudiera verse en las proyecciones futuras. Todos anhelaban que ese Arco no fuera más que otra prueba del heroísmo inquebrantable de Subaru, tal como lo había sido la batalla por Priestella.

Los estados de ánimo tranquilos y los momentos de depresión no encajaban con la relación que tenían Subaru y Ram.

"¿Qué estás diciendo, Barusu?".

"¿Eh?".

Pero a pesar de sus intenciones, Ram ladeó la cabeza con desprecio.

Félix: "¿Qué le pasa a esa criada? ¿No acaba Subaru de decirle que dará todo por el bienestar de su hermana y, como consecuencia, por el suyo propio?". El chico gato ladeó la cabeza, confundido por la severa mirada que Ram mostraba en la pantalla.

Wilhelm: "Creo que ya comprendí el porqué, Félix-dono". Respondió con un tono relajado y elegante.

Félix: "¿En serio? ¿Y cuál es?". Preguntó, algo impaciente, fijando la mirada en el anciano a su lado.

Wilhelm negó con la cabeza antes de contestar:

Wilhelm: "Será mejor que lo veas por ti mismo".

Félix hizo un pequeño puchero por la impaciencia, pero decidió obedecer al viejo mayordomo y observar cómo se desarrollaba la escena.

Mantuvo esa pose y esa mirada mientras continuaba:

"Me voy contigo. Cualquier reencuentro emocional que haya, lo haré por mi cuenta. No seas condescendiente conmigo".

"¡¿Por qué es la primera vez que oigo hablar de ello?!".

Los ojos de Subaru se abrieron de par en par mientras Ram resoplaba a su manera habitual.

"¡¿Qué?!" gritaron casi todos al unísono, sorprendidos de que esa obstinada criada también se uniera al viaje hacia la Atalaya.

Priscilla: "Qué plebeyos de baja capacidad neuronal, incluso un niño habría deducido cómo se desarrollaría esa escena. La respuesta estaba más que clara por la mirada de esa criada". Declaró la Matriarca Vollachiana mientras se abanicaba y cruzaba las piernas con aire autoritario.

Al: "¡Como siempre, su ingenio es insuperable, princesa!". Alabó el guerrero manco mientras se levantaba de su asiento y empezaba a lanzar pétalos de rosas alrededor de su Dama, como un buen bufón.

Priscilla ensanchó su sonrisa ante el merecido gesto que su bufón le dedicaba, algo absolutamente necesario para mantener su divina imagen.

El resto del elenco puso los ojos en blanco ante la arrogancia de la matriarca, concentrándose más en qué beneficios podría aportar Ram al viaje de Subaru.

"¿Qué podría aportar?", era la pregunta que la mayoría se hacía, aunque en silencio, para no desafiar la ira de la criada antes mencionada.

Pero aunque Subaru se sorprendiera, y aunque la presionara al respecto, no había el menor indicio de que Ram fuera a cambiar de opinión.

Con la presencia de Ram y Rem en la gira del Sabio, este viaje se había convertido en un asunto familiar más grande de lo esperado.

Quedaba por delante un camino difícil.

Al final, ocho personas partirían en este viaje.

Por supuesto, todos eran necesarios por una razón u otra, y todos tenían sus papeles que desempeñar, pero Subaru nunca había estado en un viaje largo con un grupo tan grande.

Ram: "En ese caso, Barusu tendrá que acostumbrarse a que una bella dama como yo esté ante su inútil presencia". Declaró con su habitual altivez, alzando el mentón con una sonrisa de superioridad.

Félix, desde su asiento, murmuró apenas audible:

Félix: "De dama tiene poco...". El chico gato se encogió de hombros mientras desviaba la mirada, sabiendo que si la criada lo escuchaba, podría acabar igual que Tivey: convertido en un reposapiés felino.

Wilhelm soltó una leve risa, y Crusch le siguió con una sonrisa suave. Ver que incluso en un momento tan tenso podían intercambiar bromas aliviaba un poco el ambiente cargado de emociones.

Anastasia: "Parece ser que el viaje de Natsuki-kun a las Dunas está a punto de comenzar, ¿o me equivoco, Guardián?". Preguntó alzando la voz y dirigiendo su mirada hacia lo más alto del auditorio, como si pudiera ver al dueño de esa voz omnipresente.

"¡Estás en lo correcto, pequeña zorra!".

Respondió el Guardián con su característico tono chillón y festivo, una mezcla entre entusiasmo infantil y burla juguetona.

Anastasia frunció el ceño mientras exhalaba con resignación. "¿De verdad tiene que llamarme así cada vez?", pensó, llevándose una mano a la frente como si tuviera jaqueca.

Julius contuvo una sonrisa mientras giraba el rostro. No debía reírse... pero no podía evitarlo.

Beatrice rodó los ojos desde el regazo de su contratista.

Beatrice: "Ese sujeto tiene menos modales que un perro salvaje, en serio, supongo". Murmuró, aunque no con tanta molestia como antes.

Emilia observó la pantalla con una mezcla de expectación y ternura. Aunque Subaru aún dormía, algo en ella le decía que él ya estaba soñando con lo que haría a continuación.

Rem acarició con dulzura la cabeza de Spica, que se había quedado dormida sobre su regazo después de tanto parloteo. Ram la miró de reojo, pero esta vez sin sarcasmo. El gesto suave de su hermana removía algo en su pecho, algo que se parecía mucho a una punzada de orgullo.

Priscilla, desde su trono improvisado, dio un golpecito con su abanico.

Priscilla: "Que comiencen ya las proyecciones. Necesito entretenimiento de calidad antes de que el bostezo me consuma".

Al: "¡A sus órdenes, su majestad brillante y resplandeciente!". Gritó mientras se deslizaba a su lado y agitaba una tela como si fuera telón de teatro, causando que Hetaro se atragantara de la risa y Ricardo negara con la cabeza divertido.

Con una mezcla de emociones entre la tensión del inminente viaje, la expectativa por lo que verían a continuación y una pizca de ligereza gracias a los comentarios del elenco, todos dirigieron su atención a la pantalla una vez más. El último tramo de las proyecciones de ese día estaba por comenzar... y con ello, el camino hacia la Atalaya de las Pléyades.

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 3 (Parte: 5)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas tardes mis queridos lectores!!

Como he decidido tomarme un pequeño descanso (además de algunos asuntos personales), el capítulo de esta semana se vio un poco retrasado, pero no se preocupen, ahora tengo más energía que nunca, e intentare mantener mi ritmo actual de 2 capítulos semanales.

Gracias por las 15.000 lecturas!!

También quisiera saber su opinión sobre el cambio que realice a las reacciones (aunque creo que no es muy notorio), en vez de reducir el contenido de la novela, me he decido por acortar las interacciones, aunque a gusto personal aún me parecen un poco largas, jeje~

También he intentado mejorar las relaciones que he ido estableciendo, si tienen alguna idea de como quisieran ver el desarrollo de las parejas, pueden dejármela en los comentarios, los estaré leyendo.

Además de eso, he de decir que el próximo capítulo del jardín ya esta en borrador, y tengo algunas ideas que creo que pueden resultar interesantes, además de que ese capítulo será mucho más largo que el anterior capítulo del jardín.

Casi lo olvido, jeje~ Disculparan que el siguiente capítulo puede que sea muy corto, ya que me faltan solo unas pocas páginas para acabar las reacciones de este largo "Capítulo: 3", por lo que tal vez solo me tome 5.000 palabras como mucho...

Bueno nos vemos dentro de poco, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:05/06/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 10217.

Chapter 13: Despedidas antes del Viaje (CÁPITULO: 3 PARTE: 6)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Despedidas antes del Viaje (CÁPITULO: 3 PARTE: 6)

Al final, ocho personas  partirían  en este viaje.  

Por supuesto, todos eran necesarios por una razón u otra, y todos tenían sus papeles que desempeñar, pero Subaru nunca había estado en un viaje largo con un grupo tan grande.

Ram: "En ese caso, Barusu tendrá que acostumbrarse a que una bella dama como yo esté ante su inútil presencia". Declaró con su habitual altivez, alzando el mentón con una sonrisa de superioridad. 

Félix, desde su asiento, murmuró apenas audible:

Félix: "De dama tiene poco...". El chico gato se encogió de hombros mientras desviaba la mirada, sabiendo que si la criada lo escuchaba, podría acabar igual que Tivey: convertido en un reposapiés felino.

Wilhelm soltó una leve risa, y Crusch le siguió con una sonrisa suave. Ver que incluso en un momento tan tenso podían intercambiar bromas aliviaba un poco el ambiente cargado de emociones.

Anastasia: "Parece ser que el viaje de Natsuki-kun a las Dunas está a punto de comenzar, ¿o me equivoco, Guardián?". Preguntó alzando la voz y dirigiendo su mirada hacia lo más alto del auditorio, como si pudiera ver al dueño de esa voz omnipresente.

"¡Estás en lo correcto, pequeña zorra!". 

Respondió el Guardián con su característico tono chillón y festivo, una mezcla entre entusiasmo infantil y burla juguetona.

Anastasia frunció el ceño mientras exhalaba con resignación. "¿De verdad tiene que llamarme así cada vez?", pensó, llevándose una mano a la frente como si tuviera jaqueca.

Julius contuvo una sonrisa mientras giraba el rostro. No debía reírse... pero no podía evitarlo.

Beatrice rodó los ojos desde el regazo de su contratista.

Beatrice: "Ese sujeto tiene menos modales que un perro salvaje, en serio, supongo". Murmuró, aunque no con tanta molestia como antes.

Emilia observó la pantalla con una mezcla de expectación y ternura. Aunque Subaru aún dormía, algo en ella le decía que él ya estaba soñando con lo que haría a continuación.

Rem acarició con dulzura la cabeza de Spica, que se había quedado dormida sobre su regazo después de tanto parloteo. Ram la miró de reojo, pero esta vez sin sarcasmo. El gesto suave de su hermana removía algo en su pecho, algo que se parecía mucho a una punzada de orgullo.

Priscilla, desde su trono improvisado, dio un golpecito con su abanico.

Priscilla: "Que comiencen ya las proyecciones. Necesito entretenimiento de calidad antes de que el bostezo me consuma".

Al: "¡A sus órdenes, su majestad brillante y resplandeciente!". Gritó mientras se deslizaba a su lado y agitaba una tela como si fuera telón de teatro, causando que Hetaro se atragantara de la risa y Ricardo negara con la cabeza divertido.

Con una mezcla de emociones entre la tensión del inminente viaje, la expectativa por lo que verían a continuación y una pizca de ligereza gracias a los comentarios del elenco, todos dirigieron su atención a la pantalla una vez más. El último tramo de las proyecciones de ese día estaba por comenzar... y con ello, el camino hacia la Atalaya de las Pléyades.

"¿De verdad que esto va a estar bien...?".

"¿Qué pasa, Subaru? ¿Hay algo que te  preocupa ?".

Al ver que Subaru torcía la cabeza y se preocupaba por el futuro, Emilia vino a ver cómo estaba.

Ella llevaba ropa ligera para el viaje.  

"Hmm. Ese conjunto te queda muy bien, Emilia-tan... Y tengo muchas cosas que me preocupan. Para empezar, el lugar al que vamos es peligroso, ¿Verdad? Con un grupo tan grande, ¿Podremos realmente proteger a todos?" 

Emilia:" Tal vez deba conseguir un conjunto de ropa parecido...". Susurro con un ligero rubor en sus mejillas ante el comentario de su querido caballero, volteó la mirada y toco juguetonamente los labios del chico dormido a su lado, generando algunos reclamos por parte de Beatrice.

"Mm, ese es un buen punto. Ram y Rem vienen con nosotros esta vez, además de Meili. Tendremos que asegurarnos de protegerlos a ellos, a Anastasia y a ti también".

"¡¿Qué?! ¡¿Me acabas de meter en el lado de la ecuación que: "necesita protección"?!".

Cuando se trataba de la capacidad de lucha, Subaru y Beatrice juntos estaban casi en igualdad de condiciones con Ram.

 Si se trataba de una pelea seria, Emilia y Julius serían los que harían el trabajo pesado.

Como adolescente, hería el orgullo de Subaru confiar simplemente en la protección de cualquiera de ellos.

Mimi: "¡Nunca está de más aceptar un poco de ayuda, mini jefe!". Declaró la pequeña chica demi-humana, aún sentada en el regazo de Garfiel.

El elenco asintió con la cabeza ante la declaración de la pequeña. A fin de cuentas, cuando salieran de ese Teatro, tendrían que convencer a Subaru de aceptar su ayuda en cualquier situación, en lugar de intentar hacerlo todo solo.

En ese momento, había un carruaje aparcado frente a la mansión Roswaal y se preparaban para partir.

El gran carruaje que habían conseguido para el viaje tenía espacio más que suficiente para albergar a diez personas sin ir demasiado  apretados .

Visualmente, parecía casi un coche camper, aunque dependía de dragones de tierra para su propulsión, como la mayoría de los demás carruajes.

Anastasia: "¿Se podría saber qué es un coche camper?". Preguntó la princesa comerciante a los dos mejores conocedores del mundo de Subaru: Beatrice y Al.

Beatrice fulminó con la mirada al guerrero manco por un momento. Pasaron varios segundos y, al ver que el aludido no pensaba hablar, la pequeña espíritu se aclaró la garganta para responder.

Beatrice: "¡Ejem! Un coche camper es—".

Al: "Es un medio de transporte típico del mundo de Bro. Está modificado específicamente para que una persona pueda usarlo como vehículo y también como vivienda. Para ser sincero, es un invento bastante práctico, y ese carruaje sí que se parece mucho a los campers en cuanto a forma". Explicó con un tono algo animado, ignorando por completo la mirada asesina que cierta pequeña le estaba dedicando.

Beatrice: "¡Que te jodan, Al, supongo!". Gritó mientras intentaba invocar cristales Minya para aplastarlo, pero su magia seguía bloqueada por el Guardián. Se resignó entonces a repetir un insulto que había escuchado de su contratista en el pasado.

El elenco soltó algunas risas ante la inusual rutina que se había formado entre esos dos.

Anastasia, por su parte, tomó nota mental sobre ese tal "camper", preguntándose si con ayuda de Subaru podría recrearlo. Sin embargo, tomando en cuenta que, según Al, era un invento complejo, decidió dejar la idea en pausa... al menos hasta poder preguntarle directamente a Subaru.

Y uno de los dragones que tiraba de él era el fiel compañero de Subaru, Patrasche.

Ricardo: "La mejor chica". Declaró con solemnidad, uniendo las manos en un gesto dramático de oración hacia la imagen de Patrasche en la pantalla.

Al: "Confirmadísimo". 

El licántropo soltó una leve risa, satisfecho, hasta que una presencia gélida lo recorrió de pies a cabeza. Su pelaje se erizó de inmediato al escuchar aquella voz detrás de él:

Anastasia: "Ricardo... ¿Acabas de decir que una dragona de tierra es mejor chica que yo?". Preguntó con una sonrisa impecable, aunque demasiado perfecta para ser sincera.

El guerrero tragó saliva con fuerza. El tono de su Dama no era una amenaza directa, pero el frío en sus palabras le caló hasta los huesos.

Ricardo: "¡O-obviamente estaba bromeando, Ana-bo! Vamos, no te lo tomes tan en serio, ¿sí?". Su voz tembló mientras instintivamente se replegaba en su asiento.

Anastasia: "Una más de esas bromitas... y creo que tendré que mandarte a castrar". Comentó con elegancia afilada, acomodándose en su asiento como si hablara de negocios rutinarios.

Ricardo asintió enérgicamente, llevándose las manos de forma casi reflejo a su entrepierna, con una expresión de pánico silencioso. En su mente, ya se prometía no volver a subestimar el poder de una sonrisa comercial.

Me encantaría decir que no hay nada de qué preocuparse mientras tenga a Patrasche conmigo, pero...

"Toda tu cháchara  de llevarte  bien con bestias demoníacas, ¿Y no puedes llevarte bien con un dragón de tierra?".

"No seas tan mezquino, hermanito".

Las mejillas de Meili se inflaron indignadas.

Se había cambiado la ropa de detención, pero no llevaba mucho equipaje.

Mientras intentaba cargar ese poco equipaje en el vagón, se había enzarzado en una pequeña disputa con Patrasche.

Las bestias demoníacas la querían incondicionalmente, pero al parecer los dragones de tierra tenían una excepción con ella.

No era sólo Patrasche. Incluso los otros dragones de tierra le gruñían.

"Parece que todos odian el olor de las bestias demoníacas en mí. Por eso están enfadados".

Priscilla:" Así que la pequeña monstruita fea sólo puede llevarse bien con esas repugnantes Mabestias. Era de esperarse de una simple y vulgar asesina". Declaró con tono burlón y un desprecio marcado en su voz.

Las palabras de la Matriarca calaron profundo en Meili, quien se encogió en su asiento, avergonzada.

Petra, al notar la expresión de tristeza en el rostro de quien deseaba volver a considerar una amiga, frunció el ceño con decisión. La imagen de Subaru vino a su mente, y con ello reunió el valor suficiente para enfrentarse a Priscilla.

Petra:" No creo que sea justo señalar con tanto desprecio a alguien que está esforzándose por cambiar, Priscilla-sama". Dijo con voz firme pero respetuosa, adelantándose y colocándose de pie frente a Meili para desviar la mirada de la noble lejos de ella. Su postura denotaba una elegancia cuidadosamente cultivada.

Priscilla entrecerró los ojos, y con un chasquido seco cerró su abanico antes de responder:

Priscilla:" ¿Y crees que es injusto que desprecie a alguien que ha quitado tantas vidas como esa niña? Aunque intente redimirse, eso no borra sus pecados. Así que guarda tus argumentos y vete a llorar a otra parte, criada". Respondió con firmeza. Pese al tono autoritario, había un dejo de respeto por la valentía de la joven peli naranja.

Petra se estremeció ligeramente ante la respuesta, pero no dio un paso atrás. Rendirse no era una opción. No si quería acercarse un poco más a ese alguien a quien admiraba tanto.

Petra:" Comprendo que Meili-chan no puede ser absuelta de sus errores, ni lo será. Pero aun así quiero darle una oportunidad para que demuestre que puede ser simplemente ella, Meili... y no la "Domadora de Mabestias". Después de todo, ¿Acaso usted misma no consideraba que Subaru-sama carecía de valor? Y sin embargo, mírelo ahora: subyugó a la Ballena Blanca y al Gran Conejo, derrotó a la Pereza y la Avaricia, y contuvo el avance del Culto de la Bruja en Priestella...".

Respiró hondo. Meili la observaba sorprendida, con una chispa de esperanza encendiendo sus ojos. Petra le devolvió una sonrisa segura antes de continuar:

Petra:" Y creo que Meili-chan puede ayudarnos en el futuro. Quiero evitar que Subaru-sama tenga que cargar solo con todo. Esa es mi apuesta... y estoy convencida de que tengo las mejores fichas, Priscilla-sama". Concluyó con convicción, y una determinación ardiente brilló en sus ojos, una mirada que recordaba a la de cierto joven de cabello negro.

Priscilla la observó detenidamente, en busca de alguna vacilación en su voz o postura. Al no encontrar ninguna, sonrió ligeramente y ocultó esa sonrisa tras su abanico.

Priscilla:" ¿Estás dispuesta a aceptar la responsabilidad por las acciones de esa niña?". Preguntó con un destello de curiosidad en sus vivaces ojos rojos.

Petra no dudó. Se giró hacia Meili, tomó su mano con firmeza y la ayudó a ponerse de pie. Alzó esa pequeña mano con decisión antes de responder:

Petra:" Yo, Petra Leyte, acepto cualquier consecuencia que usted decida imponerme por esta decisión, Priscilla-sama".

La Matriarca de Vollachia se abanicó con diversión, una sonrisa juguetona curvando sus labios.

Priscilla:" Espero que no te acobardes a último momento, niñita". Comentó en tono burlón.

Petra:" Eso sería una afrenta a todo lo que representa Subaru-sama. Le prometo que me mantendré firme en mi palabra".

Meili la miraba con ojos llenos de admiración. ¿Por qué confiaba en ella? ¿Por qué hacía tanto por alguien como ella? ¿Por qué era tan buena? Preguntas que se agolpaban en su mente... pero que decidió dejar de lado. En ese instante, lo único que importaba era el calor de esa mano entrelazada con la suya. Quería estar a la altura de esa confianza, de esas expectativas. Eso era lo que realmente importaba.

Los presentes, que habían permanecido en silencio durante el intercambio, no pudieron evitar sentirse orgullosos. Petra, a pesar de su corta edad, demostraba una madurez y una determinación que la hacían brillar.

Un verdadero ejemplo, al igual que Subaru.

"Ah, ya veo... Patrasche, todo está bien". 

Al oír eso, Subaru rozó el cuello de Patrasche y le explicó la situación.

La orgullosa dragona enterró la nariz en el cuello de Subaru y le  olisqueó  descaradamente.

Si tuviera que adivinar, diría que ella estaba intentando sobrescribir el olor de Meili con el suyo.

Cierta criada Oni de cabello azul soltó algunas chispas desafiantes, con su mirada fija en su eterna rival... una dragona de tierra.

"Patrasche suele ser muy amable. Para que ella sea tan hostil... Ustedes dos realmente no deben llevarse bien...".

"Dejando a un lado a los demás, es definitivamente imposible que me lleve bien con esa dragona. Está demasiado apegada a ti. No me dejes sola con ella. Podría comerme"..

"¡Como si eso fuera a ocurrir! Mi Patrasche es vegetariana".

Algunas risas suaves resonaron por el Teatro ante el tierno intercambio entre la niña de cabello azul, el joven de cabello negro y, por supuesto, la mejor chica.

Durante un breve instante, muchos olvidaron lo que se avecinaba: la Atalaya del Sabio, un lugar cruel, implacable y desprovisto de misericordia. Habían asumido que, a partir de ese momento, el ambiente de la proyección se tornaría sombrío y solemne. Pero fueron ingenuos... después de todo, se trataba de Natsuki Subaru.

Un completo idiota, sí. Pero uno con la extraña habilidad de convertir hasta la situación más tensa en una comedia absurda. Y tal vez, solo tal vez, era precisamente eso lo que hacía que ciertas damiselas no pudieran evitar enamorarse de él.

Calmando a su fiel dragón, que se había excitado un poco, Subaru empujó a Meili al carruaje.

Y justo cuando se estaba secando el sudor de la frente por el trabajo hecho...

"Sé que estás ocupado  ganándote  el favor de las chicas, pero ¿Podrías prestarme un momento?".

"Por favor, ¿Puedes parar con las descripciones que suenan escandalosas? Me estás haciendo parecer como si fuera estúpidamente predecible o algo así".

En respuesta a esa maliciosa pregunta, Subaru se giró para ver a Roswaal sonriendo y saludando.

Emilia y Julius estaban de pie junto al marqués con su traje de bufón.

Subaru se dirigió hacia allí mientras pensaba para sí mismo qué extraña pareja formaban los tres.  Cuando llegó, Roswaal les guiñó un ojo.

"Ahora bien, respecto a este viaje, va a ser todo un viaje y probablemente será bastante difícil. Así que hay un favor que quería pedirles durante el viaje- con respecto a Ram".

La criada aludida se estremeció en su asiento, podía hacerse una idea general sobre el "favor" que su maestro quería pedir. Conociéndolo, estaba casi segura de que no los acompañaría en ese viaje... lo cual dejaba su situación con su cuerno en una posición sumamente delicada.

El resto del elenco, gracias a las proyecciones de los arcos anteriores, también podía intuir las verdaderas intenciones del Marqués respecto a la joven de cabello rosa. Las piezas comenzaban a encajar, y la preocupación en el ambiente era palpable, incluso si aún no se pronunciaba en voz alta.

"...Marqués Mathers, ¿Es apropiado que esté aquí para esta conversación?".

Subaru y Emilia guardaron silencio, pero Julius arrugó su estrecha frente. Iba a unirse a ellos en el viaje, pero técnicamente era un forastero y no formaba parte de la facción de Emilia, así que naturalmente se preguntó por qué se le incluía en esta conversación.

"No estoy creando problemas ociosamente. Después de observar la forma en que te comportas aquí en la mansión y la forma en que has interactuado con Subaru y los demás, he juzgado que se puede confiar en ti. Y por eso, tengo una petición. ¿Qué dices, Julius?".

"Eso es lo más turbio que has dicho en mucho tiempo, Roswaal".

"Lo siento, pero estaba pensando lo mismo...".

Garfiel:" Ese payaso es, y siempre será, lo más turbio que he visto en mi vida...". Murmuró en voz baja, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.

Cierta criada que alcanzó a escucharlo recuperó la compostura con elegancia y replicó con la misma firmeza de siempre:

Ram:" Es natural que los ignorantes no comprendan la belleza de mi maestro". Declaró con absoluta convicción, la seguridad resonando en cada palabra.

Al:" Vaya parejita de SIMP-áticos que son, ¿Eh?". Intervino con su típico tono perezoso, remarcando la palabra "SIMP" con cierta picardía.

Nadie entendió del todo a qué se refería... pero el guerrero manco igual se sintió misteriosamente victorioso.

La respuesta de Roswaal hizo que Subaru y Emilia empezaran a sospechar. Incluso dejando a un lado las experiencias pasadas, era una afirmación que resultaba extraña viniendo de Roswaal.

Él mismo pareció darse cuenta de ello porque sonrió irónicamente.

"Lo siento. Es comprensible si suena poco convincente. Pero, no obstante, hay algo que me gustaría preguntarle a Julius, ya que es una cuestión de vida o muerte".

"Vida y... ¿Está relacionado con la constitución de la señorita Ram?".

"Pensar que te has dado cuenta tan rápido... Eres incluso más hábil de lo que había pensado".

Roswaal estaba impresionado de que Julius hubiera captado el quid del problema incluso antes de explicarlo.

El marqués asintió y trazó una especie de dibujo en el aire con el dedo.

"Si se ha dado cuenta, eso simplifica las cosas. El cuerpo de Ram no puede contener por completo su desbordante talento. Debido a ello, su cuerpo está siempre tenso bajo el peso del mismo. La languidez y el dolor son sus compañeros constantes... aunque ella no lo demuestra porque es por naturaleza, una chica valiente y de corazón robusto".

El campamento de Emilia se estremeció ligeramente tras las palabras del Marqués en la pantalla. Sabían que Ram sufría por la pérdida de su cuerno, pero no imaginaban que su preocupación llegara a tal profundidad. Aquello arrojaba nueva luz sobre su aparente fortaleza.

Sin embargo, hubo tres que no se mostraron sorprendidos: Roswaal, Ram... y Rem. Esta última bajó la mirada, algo cabizbaja, al recordar con dolor cómo su hermana se esforzaba por ocultar las secuelas de su condición, solo para no hacerla sentir culpable, aunque el toque consolador de Spica la hizo sentir mejor.

Nadie dijo nada. Sentían que no era el momento. El silencio se mantuvo, cargado de una mezcla de respeto y tensión mientras los ojos volvían a la proyección. El nombre de Julius flotaba sobre el ambiente, y aunque aún no se mostraba del todo claro el vínculo entre él y la situación de Ram, algunos ya comenzaban a atar cabos.

"¿Qué? No es posible...".

"No es sorprendente que se sorprenda, Lady Emilia. Porque esa chica es demasiado fuerte". 

Ram se sonrojó levemente ante el cumplido de su amo, un gesto que, por más habitual que fuera, siempre lograba provocarle una tibia calidez en el pecho. Después de todo, los elogios de Roswaal siempre serían bienvenidos por ella.

Emilia jadeó mientras Roswaal sacudía lentamente la cabeza. Subaru estaba tan sorprendido como Emilia.

Había oído que Ram había perdido su cuerno y su fuerza anterior. Rem había dicho que la fuerza de Ram era inaudita incluso entre la tribu de los oni. Pero él no  había sabido  que la pérdida de su cuerno seguía  atormentándola  hasta el día de hoy.

Rem volvió a estremecerse levemente, pero el apretón de Spica en su mano le brindó consuelo. Esa niña... realmente era un ángel que alguna vez había llegado disfrazado de demonio.

"Un corderito con piel de lobo", pensó la criada de cabello azul, divertida, mientras jugaba con las mejillas de la pequeña. Spica respondía con suaves ruiditos tiernos, disfrutando del jugueteo de su madre.

"-Ya veo; entiendo lo que tenías en mente entonces".

Julius asintió como si lo hubiera entendido todo con sólo oír eso. Roswaal enarcó una ceja mientras Subaru y Emilia se miraban.

Acababan de recibir la confirmación de lo que le ocurre al cuerpo de Ram. ¿Qué podrían deducir sólo de eso?

"El mal estado de su cuerpo es evidente. Si una puerta defectuosa está minando su salud, entonces algo tiene que servir para sustituirla. Lo más probable es que usted se haya encargado personalmente de ello hasta ahora, ¿No es así, marqués Mathers?".

"Correcto, Julius. Realmente es una pena que no pueda acordarme de usted".

"...¡Ohh! Así que es eso".

Mientras Roswaal admiraba la perspicacia de Julius, Emilia puso el puño en la palma de la mano, comprendiendo finalmente también.

Mientras los tres se ponían de acuerdo, Subaru aún no podía mantener su nivel básico de conocimientos y empezó a mostrarse irritado.

El elenco, que ya había captado la insinuación del Marqués en la pantalla, no pudo evitar poner los ojos en blanco ante la típica ignorancia del pelinegro. Aunque Subaru podía mostrarse como un estratega brillante en momentos críticos, otras veces tenía la capacidad deductiva de un niño en edad preescolar.

Beatrice:" Tal vez sí necesite que esa comerciante le dé algunas clases al Subaru de Betty...". Murmuró, lanzando una mirada disimulada en dirección a cierta princesa comerciante.

"Oye, no vayas a encontrar la iluminación de golpe y luego te pares ahí. Entonces, ¿Qué es?".

"Es sencillo, Subaru. El cuerpo de la señora Ram sufre un tipo de deficiencia similar a la tuya. Al igual que la Dama Beatriz hace por usted, la señorita Ram necesita que alguien regule su maná".

"Cada noche, yo se lo regulo en secreto".

"Oh, cada noche... ¡Ah!".

A raíz de su explicación, algo hizo clic en la nuca de Subaru.

Recordó la imagen de Ram yendo con Roswaal todas las noches. Para ser sincero, al principio había supuesto que se trataba de una cita secreta entre el amo y la criada y apartó los ojos delas imágenes gráficas que evocaba ese pensamiento.

Ahora se daba cuenta de que en cierto sentido era un tipo de tratamiento para Ram.

El elenco rió por lo bajo ante lo que podría implicar la expresión "imágenes gráficas", dicha por el chico de cabello negro. El comentario provocó que cierta sirvienta de cabello rosa se ruborizara visiblemente de la vergüenza.

Ram:" Como siempre, el inútil de Barusu sacando conclusiones precipitadas". Espetó con fastidio, lanzando una mirada fulminante al pelinegro, que dormía ajeno en la habitación, completamente inconsciente de la vergüenza que le estaba haciendo pasar.

Roswaal, divertido, dejó escapar una breve risa por la ocurrencia absurda de Subaru, seguido por varias carcajadas del resto del grupo. El rubor en las mejillas de Ram solo se intensificó.

Ram:" Estás muerto, Barusu...". Murmuró con un tono helado, ignorando por completo el hecho de que el chico, técnicamente, ya tenía experiencia en eso de morir.

"Mis más profundas disculpas, Marqués Mathers. Me temo que no podré satisfacer sus expectativas".

Mientras a Subaru se le calentaba la cara al darse cuenta de que había estado malinterpretando las cosas desde hacía más de un año, Julius compartió sus pensamientos sobre el asunto.

Los ojos de Roswaal se entrecerraron ante la inesperada respuesta.

"No parece que esté siendo simplemente humilde ni que trate de evitar prestar ayuda a una facción rival. Manejar el Odo de Ram exige una aptitud para manipular múltiples colores de magia. En ese sentido, pensé que usted sería el más adecuado...".

"Sospecho que su esperanza se debe a los pequeños espíritus que me rodean".

Los labios de Julius se suavizaron, como si hubiera sido sorprendido en un momento de debilidad.

Durante un breve instante, varias luces tenues y cálidas flotaron a su alrededor. Seis colores brillaban en el aire. Eran los espíritus con los que Julius se había contraído.

Con los que solía estar contraído.

"Mis retoños... Sin embargo, nuestra conexión ya no existe. Si hubiera conservado mi estado anterior, no habría dudado en aceptar su petición, pero...".

"Su contrato con los espíritus terminó cuando le robaron su nombre, ¿verdad? Y sin embargo, a pesar de haber perdido esa conexión, aún no parecen querer abandonar tu lado".

Julius bajó la cabeza, con una sombra de melancolía opacando su mirada. Aún le dolía el precio que había pagado por su derrota ante Gula. Lo había perdido todo: su familia, sus amigos, sus compañeros de armas... incluso a sus queridos espíritus contratados. Aunque no lo acompañaban en ese momento dentro del Teatro, aún albergaba la esperanza de poder reencontrarse con ellos al salir de ese lugar.

Sin embargo, incluso ese deseo comenzaba a desmoronarse. La posibilidad de que su yo actual también cayera ante Gula, como lo hizo su yo alterno, lo golpeaba con una crudeza devastadora.

Anastasia, que lo observaba de reojo, deseó poder consolarlo. Pero sabía que no era el momento. Julius no necesitaba palabras vacías, ni frases prefabricadas de aliento. Necesitaba tiempo... y silencio. En ese instante, lo único que podía brindarle algo de paz era él mismo.

El resto del elenco compartía una sensación amarga. Se sentían mal por el caballero olvidado, aquel que había sido despojado incluso de su identidad. Pero, en el fondo, sabían que no había nada que pudieran hacer por él.

Así, con el ambiente teñido de una silenciosa tristeza, la proyección continuó.

"Sospecho que se debe a los restos del vínculo que una vez tuvimos. De lo contrario, la conexión sigue ahí aunque ellos no puedan  percibirla . De cualquier forma, no es más que su misericordia lo que les mantiene a mi lado. Me temo que no puedo ser de mucha ayuda sólo con mi fuerza".

Mirando a los cuasi espíritus, Julius suspiró desganado.

"Ahora mismo, no puedo hacer más que servir como un simple caballero. Mis disculpas"..

"Ya veo. Es lamentable. Decepcionante que haya resultado así, pero...".

"Está bien. Haré lo que pueda para cubrir lo que Julius no pueda hacer".

Emilia dio un paso al frente y puso la mano firmemente contra su pecho mientras Julius se callaba. Sus ojos violetas rebosaban determinación, si no exactamente confianza en sí misma.  Esa voluntad de dar un paso al frente y hacer lo que pudiera era una de sus mayores armas.

Priscilla:" ¿Conque la semi demonio quiere jugar a ser heroína, eh? Qué acto más caricaturesco". Se burló con elegancia mientras se abanicaba con diversión, anticipando lo que pudiera venir a continuación.

Emilia, en cambio, ignoró los comentarios punzantes de la Matriarca, como ya se había acostumbrado a hacer. Sus ojos permanecieron fijos en la pantalla, brillando con determinación. Ya no era la elfa ingenua que Subaru conoció aquel primer día en la capital. Había crecido. Aunque aún conservaba cierta inocencia, ahora tenía la sensatez y la madurez para comprender que podía mejorar, que podía ser útil para Subaru y para todos aquellos que habían depositado su confianza en ella.

Era lo mínimo que podía hacer por quienes habían creído en su valor, y estaba dispuesta a darlo todo para estar a la altura.

Desde su asiento, Felt le lanzó una mirada de reojo a su hermana juramentada. Ver esa expresión tan decidida en su rostro le provocó una fugaz chispa de orgullo. Al fin y al cabo, la "hermana mayor" empezaba a comportarse como tal.

En otra parte del Teatro, cierto payaso de aires teatrales observaba la escena con una sonrisa satisfecha. Ver cómo su candidata comenzaba a reforzar sus puntos débiles lo entretenía. Al menos ya no era la niñita temerosa que no podía ni sostenerle la mirada a su propio reflejo.

"Roswaal, déjamelo a mí. Haré lo que pueda si es por el bien de Ram".

"Sí, por supuesto. Si no puedo tomar prestada la fuerza de Julius, entonces no me queda más remedio que confiarle el destino de Ram a usted, Lady Emilia. Puede hablar de los detalles con la propia Ram y con Beatrice".

"Ram aparte, ¿Qué quieres decir con Beako?".

"Cuando se trata de la teoría y la aplicación práctica de la magia, Beatrice es muy hábil. Es un desperdicio de su talento que la contrate con usted, pero en cuanto a conocimientos, es comparable incluso a mí".

Beatrice:" ¡Hmph! El Subaru de Betty le es más que suficiente a Betty, mucho más que cualquier prodigio lunático como tú, Roswaal, supongo". Espetó la pequeña espíritu con un gesto orgulloso, inflando el pecho mientras se regodeaba por su contratista.

El resto del elenco asintió entre risas contenidas, burlándose con disimulo del excéntrico Marqués. Ram estaba a punto de soltar un comentario punzante, pero fue detenida con un suave ademán por el mismo Roswaal, quien se mostraba completamente tranquilo, sin inmutarse por lo que para él eran simples burlas infantiles.

Roswaal:" Loooo que tú digaaas, Betty". Respondió con su característico tono teatral, sin intención alguna de escalar la conversación. Comprendía los sentimientos de la pequeña, pero su forma de hablar no hacía más que irritarla.

Beatrice frunció el ceño, visiblemente molesta por el tono canturreante que tanto detestaba.

Beatrice:" Tonto payaso homosexual, de hecho...". Murmuró entre dientes, apretando los puños con frustración contenida.

"Siento desperdiciar su talento, pero al menos lo compenso  con amor ".

En realidad no era un contraargumento, pero Subaru seguía insistiendo en su amor por Beatrice.

Beatrice:" Eso le es más que suficiente a Betty, de hecho". Dijo en voz baja mientras se acurrucaba alegremente en su contratista, feliz por sus asertivos comentarios.

La pondría de fondo en su teléfono y en su PC sin dudarlo.  Por supuesto, esa analogía no tendría mucho sentido en este mundo.

Crusch:" ¿Qué es un teléfono y una PC?". Preguntó con genuina curiosidad la Duquesa Karsten, interesada en saber más sobre el extraño mundo del hombre al que amaba.

La pregunta causó que el elenco desviara la mirada hacia dos figuras en particular: Al y Beatrice.

La pequeña espíritu se giró con brusquedad hacia el enmascarado, lanzándole una mirada afilada. Al, sin embargo, simplemente bostezó con desgano, sin siquiera prestarle demasiada atención. Beatrice lo observó en silencio durante un minuto entero, esperando una interrupción que no llegó. Al no recibir respuesta, se dio la vuelta con resignación y se enfocó en la pantalla.

Beatrice:" Un teléfono y una PC son— ¡¡AJA!!". Interrumpió de pronto su propia explicación al girarse bruscamente para atrapar al guerrero, solo para terminar mirándolo indignada al ver que Al se rascaba la nariz con desinterés por debajo del casco.

Soltó un largo suspiro, tratando de calmar su irritación. Se aclaró la garganta, esta vez decidida a hablar con energía renovada.

Beatrice:" Un teléfono y una PC son-".

Al:" Artilugios multifuncionales que sirven para comunicación a distancia, entretenimiento, trabajo y otras tareas que serían más complicadas de hacer manualmente. Básicamente, te ahorran un montón de tiempo". Explicó con su típico tono desganado, usando su única mano para hacer algunos gestos que acompañaban sus palabras.

Beatrice:" ¡¡ME LLEVA LA CHINGA—!!".

"¡Lenguaje!".

Interrumpió la voz del guardián, quien apareció de la nada y le tapó la boca con una cinta adhesiva antes de que soltara alguna barbaridad.

Beatrice arrancó la cinta de un tirón, visiblemente furiosa. Se levantó de su asiento y comenzó a dar pequeñas patadas al suelo del Teatro y puñetazos al aire, rebosante de frustración.

El elenco estalló en carcajadas ante la ya clásica dinámica entre ella y Al. Algunos incluso soltaron comentarios entre dientes, lo que solo aumentó el enojo de Beatrice, quien ahora hacía enormes pucheros.

A pesar de su enfado, los pucheros solo consiguieron que todos la miraran con ternura, lo que la hizo inflar aún más los mofletes de indignación.

Desde una esquina del Teatro, un guerrero, guiado por las estrellas, soltó una risita discreta.

Al:" Hehe~ Misión cumplida". 

Desde su asiento, Priscilla lo miró con cierta diversión. Su bufón finalmente parecía haber entendido su papel: entregarle actuaciones dignas para el deleite de su divina presencia. Por tal esfuerzo, pensó con gracia, tal vez se había ganado el privilegio de dejar de recibir castigos en zonas tan... delicadas.

En cualquier caso, la petición de Roswaal resultó ser sorprendentemente directa y genuina. Si  era  por el bien de Ram, entonces Emilia haría todo lo posible, y Subaru también hablaría de ello con Beatrice.

"Aún así, me sorprende que hayas hecho una petición tan sincera. ¿Te sientes bien?".

"Es bastante admirable. Es la primera vez que Ram dice que se iría de mi lado".

Roswaal no se levantó ante la respuesta frívola de Subaru, respondiendo con un tono serio que dejó a Subaru sin palabras.

"Ram puede sentir algo por sí misma, aunque no pueda recordarlo, estoy seguro. Fue bastante aterrador verla rebelarse contra mí tan emocionalmente. Por eso quería pedirles esto".

"...Sí, lo tendré en cuenta".

Subaru sintió que algo había cambiado en el corazón de Roswaal debido a la decisión cuidadosamente meditada de Ram.

Incluso después del incidente en el santuario hace un año, Ram seguía dedicándose a Roswaal. Tal vez incluso Roswaal se había conmovido por la devoción de Ram a pesar de priorizar su mayor deseo por encima de todo.

Que fuera un ser humano que luchaba por lidiar con emociones que no podía comprender era mucho  mejor a que  fuera un monstruo incomprensible.

Ram:" Por primera vez, Barusu demuestra algo de consideración y respeto por sus superiores. Nada mal para alguien de tan bajo estándar". Declaró con su característico tono sarcástico.

Su comentario hizo que varios miembros del elenco rodaran los ojos con fastidio, aunque algunos no pasaron por alto el matiz en sus palabras: Ram, de forma muy sutil, había elogiado al chico. No era algo común, pero siempre era bienvenido.

Aun así, más allá de los dardos verbales de la criada, había pensamientos más inquietantes en el ambiente. La presencia de Ram en ese peligroso viaje comenzaba a preocuparles profundamente. Sabían de sobra lo limitada que estaba por la pérdida de su cuerno, y el temor más grande era que, sin quererlo, terminara siendo una carga... o peor aún, que contribuyera, sin intención, a aumentar la cantidad de muertes del pobre Subaru.

Algunos respiraron hondo, tratando de calmar esas crecientes inquietudes. Después de todo, no podían cambiar lo que la pantalla les mostraría. Lo único que les quedaba era aprender, prepararse y, cuando llegara el momento, actuar para cambiar su realidad.

Con ese pensamiento compartido en silencio, todos dirigieron la mirada nuevamente a la pantalla. Había muchas emociones distintas en sus rostros—temor, curiosidad, duda—, pero un deseo común latía en todos: alcanzar el siguiente descanso, para poder procesar y ordenar todo lo que acababan de ver... y lo que aún les esperaba.

"-Parece que ya era hora".

Antes de que Subaru pudiera decir nada más, Roswaal se dio la vuelta.

Detrás de él, la puerta de la mansión se abrió y cuatro chicas aparecieron desde dentro. Todas eran criadas de la mansión Roswaal, y la visión de las cuatro juntas era bastante grandiosa.

Por supuesto, una de ellas aún dormía, y su gemela llevaba ropa de viaje, por lo que la imagen no estaba del todo completa.

"Maestro, ya se han hecho los preparativos para que los dos partan".

"Bien hecho. Ten cuidado en el camino, Ram".

Ram:" Gracias por la preocupación, Roswaal-sama". Susurró la criada, con un suave tinte rosado en sus mejillas mientras sus ojos brillaban con un deseo sincero al mirar la figura de su amo, sentada a su lado.

Roswaal la observó en silencio por unos segundos antes de cerrar los ojos con serenidad y responder con una voz carente de su habitual teatralidad:

Roswaal:" Nunca permitiría que mi mejor empleada sufriera un final terrible. Considéralo una recompensa por todo tu esfuerzo, querida Ram".

Su tono era cálido, casi paternal. Miraba a la joven no como a una amante, sino como a alguien mucho más valioso y vulnerable: una hija a la que había visto crecer y sufrir en silencio. Aunque era consciente de los sentimientos más profundos que Ram albergaba por él, no podía ignorarlos ni rechazarlos con crueldad. Lo mínimo que podía ofrecerle, tras todo lo que ella había hecho por él, eran unas palabras sinceras... y unas suaves palmaditas en la cabeza.

Ram recibió el gesto con una sonrisa apenas visible, pero su rubor se intensificó, al igual que la calidez que la envolvía. Por unos segundos, se permitió bajar la guardia.

Después de recibir el tranquilo informe de Frederica, Roswaal se volvió hacia Ram, que estaba vestida para el viaje.

Ram le hizo una reverencia.

Rem:" Debo admitir que ese conjunto te queda bien, hermana". Dijo con un tono sereno, buscando una pequeña tregua y conexión con su gemela.

Ram arqueó una ceja, ligeramente sorprendida por la adulación inesperada, pero no encontró razón para rechazarla. Por una vez, simplemente aceptó la paz sin cuestionamientos.

Ram:" También tengo que decir que te ves espléndida con tu conjunto, Rem". Respondió con una dulzura poco usual en su voz, que hizo que Rem simplemente asintiera con una pequeña sonrisa, reconfortada por el breve momento de cercanía.

Mientras ese intercambio silencioso y sincero entre hermanas se desarrollaba, en otro punto del Teatro, cierta princesa comerciante tenía estrellas en los ojos. No por la ropa ni por la escena emotiva, sino por el extraño artefacto sobre el cual Rem se encontraba sentada.

Anastasia:" Ese diseño... ¡Ese diseño tiene potencial!". Murmuró emocionada mientras hacía bocetos rápidos en su segunda libreta "por si acaso". Nadie sabía cuándo una idea millonaria podía surgir, y para la astuta Anastasia Hoshin, incluso un simple asiento podía ser la clave de su próximo imperio.

"Gracias por concederme esta petición egoísta. Volveré con un resultado a la altura de sus expectativas".

"Tengo grandes expectativas puestas en ti. Pero no te presiones imprudentemente. Y vigila también la imprudencia de Lady Emilia y Subaru. Supervisarlos también es tu papel".

"Sí, maestro".

Félix:" Bueno no puedo culparlo en esta ocasión, esos dos llevan la palabra imprudencia tatuada en la frente, nyah~". Dijo con un tono un tanto burlón, causando algunas risas por parte de su campamento y un puchero por parte de la semi elfa mencionada.

Subaru estaba a punto de decir algo sarcástico, pero fue silenciado por la mirada afilada de Ram.

Después de abrocharse el cinturón, Subaru dirigió su atención a la persona que estaba
junto a Ram.

Rem estaba vestida con ropa para salir y era empujada por Petra en una silla de ruedas, algo que Subaru había recreado utilizando sus recuerdos de su mundo original.

La mansión Roswaal estaba bastante cerca de  Castour , el famoso centro industrial de Lugunica.

Utilizando las habilidades de sus artesanos, Subaru pudo crear otro producto más de sus conocimientos de otro mundo.

A Anastasia casi se le cae la baba al descubrir que el pelinegro podía recrear artilugios más complejos que una simple salsa —aunque, siendo sincera, también moría por probarla—. El chico se volvía cada vez más atractivo a sus ojos: valiente, determinado, confiable, con cierta inteligencia peculiar... y ahora además, con potencial como inventor.

Aunque varios en el elenco estaban sorprendidos por la invención del chico de cabello negro, nadie podía igualar la emoción —y el sonrojo— de cierta princesa comerciante.

Desde su asiento, Foxidna rodó los ojos con una media sonrisa, claramente divertida por la actitud de su hija. Esa ambición chispeante, esa codicia juguetona... eran rasgos que ella siempre había apreciado.

La espíritu zorruna observó cómo la comerciante escribía con energía desenfrenada en su libreta, haciendo bocetos rápidos de la "silla de ruedas", acompañados de ideas de negocio que, aunque un poco infantiles, dejaban claro que Anastasia no solo pensaba con la cabeza... sino también con el corazón un poco acelerado.

"El mantenimiento va a ser complicado en un viaje tan largo, pero yo me encargaré".

"Es usted bastante habilidoso, maestro Subaru, y los artesanos indicaron que debería ser resistente siempre que no se maneje imprudentemente. Sin embargo, tenga cuidado en la arena".

"Por favor, tenga cuidado, Su... Maestro Subaru. Por favor,  cuide  de Rem".

Con el sello de aprobación de Frederica, Petra dejó que Subaru tomara el control de la silla de ruedas. Moviéndose detrás de Rem, confirmó que no había ningún problema para moverse sobre terreno llano.

"Bien, se siente bien. Frederica, Petra, ustedes dos mantengan la mansión mientras no estamos".

" Déjennos  al  amo  a nosotros".

"El Sr. Otto y el Sr. Garf, también".

Los tres mencionados soltaron un suspiro resignado. Se sentían tratados como niños... aunque en el caso de Roswaal, era más bien como si lo trataran como a un perro: uno al que había que tener atado con correa por si le volvía la rabia en cualquier momento.

Mientras tanto, cierta criada de cabello rosa observaba con una mezcla de recelo y atención al chico de cabello negro en la pantalla. Tenía los ojos entrecerrados, alerta a cada movimiento, cada palabra, cada decisión. Estaba preparada para lanzarle una crítica afilada al primer error que cometiera con su querida hermana.

Aunque, en el fondo, una pequeñísima parte de ella —que jamás lo admitiría en voz alta— contemplaba la posibilidad de elogiarlo... si lograba cuidar adecuadamente de Rem. Pero claro, era Barusu. Y eso era casi pedirle peras a un árbol de basura.

Frederica y Petra asintieron mientras Subaru volvía a comprobar la silla de ruedas. Esta vez, se estimaba que el viaje duraría unos dos meses como mínimo, así que lo más probable era que Otto se recuperara en Priestella y volviera a la mansión antes de que ellos regresaran.

Confiando en que los dos aguantarían hasta entonces, Subaru empujó la silla de ruedas hacia el carruaje.

"De acuerdo. Me resisto a irme, pero supongo que ya es hora".

"-Barusu".

De repente, la voz de Ram golpeó a Subaru en la nuca.

"¿Eh? ¿Qué pasa? ¿Algo te molesta?".

"No, eso no...  Déjame la ".

"¿Dejarte la...?".

Arrugó la frente ante eso, y entonces se dio cuenta de que su mirada se centraba en sus manos. En otras palabras, en la silla de ruedas de Rem.

Rem observaba la escena con cierta ansiedad. No sabía exactamente cómo sentirse. ¿Debía acercarse más a su héroe... o a su hermana? El conflicto la carcomía en silencio, sobre todo después de todo el daño que Ram le había causado a Subaru en el pasado. Pero dejarse guiar por rencores sería una necedad. Si Subaru fuera alguien así, ya la habría abandonado desde su cuarto bucle en la Mansión.

Él le había enseñado —no con palabras, sino con acciones— que el perdón siempre podía ser una opción válida.

La sirvienta de cabello azul desvió la mirada hacia su hermana gemela, notando cómo Ram jugueteaba con sus propios dedos, nerviosa, con la mirada perdida en la nada. Estaba claro que también estaba librando su propia batalla interna.

Rem suspiró, resignada. Tal vez... tal vez su hermana también merecía una oportunidad. Decidió que hablaría con ella en el próximo descanso. Aclararían las cosas.

Por ahora, simplemente apretó suavemente los cachetes de Spica, que ya se había resignado con ternura a ser la bola antiestrés oficial de su madre.

"Si quieres cambiar conmigo, dilo".

"Teniendo en cuenta lo que significa que vaya contigo y lo que eso significa sobre mi objetivo, debería ser obvio que deberías  cedérmela ... Aunque lo has deducido sin necesidad de que yo lo diga, lo que supongo que debería considerarse una pequeña marca a tu favor".

Ram: "¡Hmph! Por cada punto que Barusu gana a su favor, pierde otros cien al cabo de unos segundos... pero aún así, se tiene que admitir el esfuerzo." Dijo mientras negaba con la cabeza, aunque su tono en esta ocasión sonó más juguetón y cariñoso de lo que ella misma pretendía.

Solo dos personas lograron captar esa pequeña desviación en su habitual sarcasmo: Rem y Roswaal, quienes compartieron una breve sonrisa, cálida y silenciosa. Conocían demasiado bien a la criada como para no notar esos matices.

El resto del elenco, ajeno a esos detalles sutiles, rodó los ojos con fastidio, acostumbrados ya a las constantes quejas de la sirvienta.

Subaru dejó de mala gana que Ram ocupara su lugar, y ella empujó la silla de ruedas en su lugar.

Se movió lentamente hacia el carruaje como si estuviera cuidando a su hermana, que
dormía en la silla.

Observando a las dos, de repente sintió que alguien agarraba su mano recién liberada.

"¿Beako?".

"No tienes que parecer tan patético. No es como si tus sentimientos se perdieran ante lo que siente su hermana mayor. Supongo que deberías hacer lo que puedas a tu manera".

"No estoy deprimido por... No, supongo que quizá sí".

Beatrice: "¡El Subaru de Betty no tiene nada de qué preocuparse mientras Betty esté a su lado, supongo!". Declaró, inflando el pecho con orgullo y levantando la barbilla con determinación.

Al: "No tiene nada de qué preocuparse... hasta que le vuelan una pierna de imprevisto". Murmuró el guerrero manco con su clásico tono entre perezoso y burlón, haciendo alusión a la aplastante derrota que ella y Subaru sufrieron frente a Regulus.

El comentario cayó como un balde de agua fría. Beatrice bajó la mirada, con los puños ligeramente apretados. Por más que quisiera protestar, sabía que no podía contradecirlo. Había fallado... y lo sabía.

Desde un asiento más alejado, Priscilla soltó una risita detrás de su abanico, divertida por el caos silencioso que su bufón provocaba entre el grupito de plebeyos. Nada le complacía más que ver cómo, incluso sin proponérselo, ese simplón lograba alterar la estabilidad emocional de los demás.

Subaru no había esperado que se sintiera como si le hubieran quitado su papel, pero no pudo evitarlo.

Subaru se pellizcó la mejilla y tiró con fuerza con la mano libre.

Después de hacer eso, su mano libre fue robada por otra mano pálida.

"Si eso es lo que estás haciendo con tu otra mano, entonces me la llevaré".

"Urgh. Emilia-tan...".

En esta ocasión, algunos miembros del elenco jurarían haber escuchado una serie de murmullos recelosos, provenientes principalmente de varias damiselas del grupo. La más evidente —aunque ella intentara aparentar lo contrario— era Anastasia, quien mordía con frustración la esquina de una de sus libretas. No era para nada obvio el motivo de su irritación... claro que no. Para nada obvio.

Emilia, al ver esa escena de reojo, sintió una punzada de melancolía. También deseaba poder compartir momentos así con su caballero... una vez que despertara. Quería abrazarlo, reconfortarlo, y aliviar aunque fuera un poco el peso de todo el sufrimiento que él había cargado en silencio —mucho del cual, según ella, había sido consecuencia de su propia inutilidad.

Desvió la mirada hacia el chico dormido a su lado. Solo verlo así, descansando en calma, era como un bálsamo para su alma. Por unos instantes, al menos, él podía dormir en paz, sin sentir el gélido manto de la muerte arrastrándolo una y otra vez a ese bucle interminable. Mientras ella estuviera a su lado, juró que haría todo lo posible para protegerlo.

La semi elfa apretó un poco más el agarre en la mano del chico dormido, sintiendo cómo sus mejillas se teñían de un sonrojo cálido y suave. Aquella tibieza que le transmitía la mano de su querido caballero... era más que suficiente para hacerla sentir completa, aunque fuera por un breve momento.

"Betty se pregunta qué harás cuando esa chica despierte, ya que te quedas sin manos con tanta facilidad".

"Ah, yo también tengo curiosidad por eso".

Rem: "Y yo... aunque...". Su rostro se tiñó de un rojo intenso, lo que provocó que varios del elenco la miraran con desconcierto y creciente curiosidad.

Crusch: "¿Ocurre algo, Rem-dono?". La Duquesa preguntó con genuina preocupación al ver lo marcada que era la expresión enrojecida de la criada.

El elenco entero fijó sus ojos en Rem con expectativa. Ella tomó una bocanada de aire, se sostuvo las manos sobre el regazo... y finalmente habló:

Rem: "B-bueno, hay más de lo que agarrar que solo las manos de Subaru-kun...". Su tono llevaba un dejo de picardía que no pasó desapercibido.

Hubo un momento de silencio antes de que varios miembros del grupo reaccionaran casi al unísono: algunos tosieron, otros se taparon la boca, y los más inocentes simplemente se sonrojaron al máximo, sacudiendo la cabeza con fuerza como si así pudieran sacarse la imagen que Rem acababa de sugerirles.

Emilia, que no entendía el porqué del alboroto, ladeó la cabeza confundida y miró a su compañera más cercana, con el ceño levemente fruncido por la duda.

Emilia: "¿A qué se refiere Rem, Beako?". Su voz irradiaba una curiosidad completamente inocente, acompañada por la pureza en sus ojos violetas, fijos en la pequeña espíritu.

Beatrice, visiblemente sonrojada, empezó a murmurar cosas sin sentido, como si buscara una salida digna a la pregunta. Finalmente, respondió con evidente incomodidad:

Beatrice: "Supongo que ya tienes la edad para saberlo... pero aun así no creo que sea lo correcto. Solo te diré que tiene algo que ver con la Espada Santa del contratista de Betty, supongo..."

Emilia: "¿Espada Santa...? Sigo sin entender a qué te refieres, Beako". Su tono seguía siendo tan puro que hizo que la mayoría del elenco reprimiera alguna carcajada.

Beatrice: "¡Y no deberías entenderlo, supongo!". Estalló en un grito, cruzándose de brazos con el rostro completamente rojo, mirando hacia otro lado con vergüenza.

Emilia, al ver que nadie parecía dispuesto a explicarle nada más, simplemente se encogió de hombros con resignación y volvió su vista a la pantalla.

Así, con varios rostros más rojos que una manzana madura, las proyecciones se reanudaron.

Con Beatrice y Emilia a cada lado, Subaru las miró a las dos, sin saber cómo debía responder.

Pero una miradita y una mirada agradable fue todo lo que obtuvo de las dos.

Y para colmo, pudo sentir los ojos de Petra clavados en su espalda y la mirada gélida y
desdeñosa de Ram cuando se dio la vuelta tras llegar al carruaje.

Ram: "Como siempre, el pervertido de Barusu mostrando su verdadera naturaleza en cuanto alguien le da un poco de consideración. Por eso mis comentarios son absolutamente necesarios: para que mantenga los pies en la tierra". Declaró con orgullo, cruzándose de brazos y levantando ligeramente el mentón con altivez.

Nadie le replicó, no por falta de ganas, sino porque aún estaban procesando la atrevida declaración anterior de Rem. El ambiente se mantenía cargado de una mezcla incómoda entre vergüenza, risas contenidas y silencios maliciosos.

Abandonado y rodeado por todas partes, la expresión de Subaru se tensó. Y de todas las cosas, Julius asentía para sí mismo mientras observaba.

"¿A qué viene esa reacción? Si tienes algo que decir, ¡dilo!".

"Ya veo. En ese caso, permítame un comentario: rodeado de mujeres tan hermosas, es usted un verdadero privilegiado. Pero no puedo evitar preguntarme si sus dos manos son suficientes para satisfacer a todas estas bellezas".

Félix: "Fufufu~ Julius-kyun, eso puede sacarse muy fuera de contexto, nya~." Se burló con una sonrisa traviesa, agitando su cola imaginaria mientras contenía una risa al ver el rostro encendido de su compañero en la visualización.

Julius retrocedió ligeramente en su asiento, visiblemente incómodo al notar que, aunque él no había sido el autor directo de las palabras, su versión en pantalla acababa de añadir más leña al fuego provocado por el atrevimiento previo de Rem.

Julius: "Debo admitir que, debido a mi lenguaje formal como caballero, puede que mis palabras se hayan... malinterpretado un poco". Su rostro estaba teñido de rojo, y aunque nadie le replicó directamente, el ambiente aún estaba impregnado por una mezcla de incomodidad y risas contenidas.

"¡¿Qué?! ¡¿Todo el mundo me está tomando el pelo?! ¡¿He hecho algo malo?!".

Ram: "Nacer". Comentó con los ojos entrecerrados, como si esa sola palabra explicara el pecado original de Subaru. Ver a aquel parásito lujurioso rodeado por tantas chicas —incluyendo a su querida hermana— solo lograba aumentar su exasperación.

Julius se encogió de hombros con semblante apenado mientras el patético grito de Subaru resonaba en el aire.

Desgraciadamente, no había allí ningún consejero de guerra ni ningún
consejero interno para respaldar a Subaru.

Otto: "Supongo que Natsuki-san no tendrá de quién burlarse por unos meses, ¿eh?". Comentó con diversión, disfrutando por una vez no ser el blanco de las bromas.

Garfiel: "Ni tampoco a alguien con quién entrenar". Agregó el chico demi humano de cabello rubio con una sonrisa burlona.

Ambos hermanos juramentados se miraron desde extremos opuestos de la sala antes de estallar en carcajadas, imaginando la incomodidad que su hermano de corazón pasaría durante los próximos meses.

El ambiente parecía relajado... hasta que:

Garfiel: "Pero no creas que por esto te he perdonado, hermano Otto...". Soltó con tono frío, fulminándolo con la mirada.

Otto se estremeció y bajó los hombros, temblando visiblemente.

Garfiel creía que había ganado... hasta que su rostro se congeló de sorpresa al ver cómo su hermana abrazaba a traición al comerciante por detrás y, con una sonrisa traviesa, le sacaba la lengua.

El ojo del rubio titiló de pura furia... pero antes de poder explotar, Mimi apareció de la nada y le propinó un saltito en la quijada que lo dejó inconsciente en el acto.

Durante los próximos dos meses de viaje, tendría que luchar lo mejor que pudiera por su cuenta.

Al darse cuenta de lo desesperado de su situación, el afecto y la confianza brotaron en el interior de Subaru al sentir el calor que llenaban a sus dos manos, que sólo era igualado por un malestar creciente.

Y así fue como transcurrió la mañana de la partida.

FIN DEL CAPÍTULO: 3 UN MOTIVO PARA TRAERTE.

Con eso la pantalla se apagó, dando fin a las visualizaciones de ese día.

Las luces del Teatro se fueron apagando poco a poco, dejando solo un tenue resplandor iluminado por el brillante título blanco que marcaba el final del capítulo.

El elenco comenzó a levantarse de sus asientos, uno a uno, listos para disfrutar su merecido descanso.

Reinhardt llevaba a Felt cargada sobre su hombro mientras conversaban alegremente sobre temas que solo ellos entendían.

Crusch y su campamento se acomodaron con elegancia antes de salir, proyectando un aire refinado, completamente diferente al resto.

Priscilla se levantó con gracia, abanicándose con diversión, mientras Al la seguía con su típica postura despreocupada.

Contra toda lógica, Mimi cargaba a un inconsciente Garfiel sobre su espalda como si fuera un saco de papas.

Frederica, sin una pizca de vergüenza, llevaba a Otto en brazos como si fuera una princesa en apuros.

Emilia y Rem compartían el peso de Subaru, sosteniéndolo con delicadeza mientras una alegre Spica daba pequeños saltos de ánimo a su alrededor, repitiendo porras con ritmo.

Anastasia, por su parte, tenía el rostro serio mientras observaba un boceto en su libreta. Era Subaru... pero con el cabello blanco.

Cuando estaban por cruzar las enormes puertas decoradas del Teatro, estas se cerraron de golpe. Las luces comenzaron a parpadear violentamente, dejando al elenco desconcertado. Miraban a su alrededor, tensos, hasta que algo captó su atención.

La pantalla.

Una lluvia de imágenes irreconocibles se reproducía a gran velocidad. Un audio distorsionado, casi infernal, retumbaba en todo el salón, irritando los sentidos del elenco. Taparse los oídos no bastaba para detener esa cacofonía que parecía desgarrar la mente.

Y entonces, entre la distorsión... apareció una imagen.

Un chico de cabello blanco. Su sonrisa, en apariencia serena, se tornaba inquietante cuando notaron que estaba rodeado por los cadáveres de todos los presentes en el Teatro.

Una palabra se repetía en la pantalla, distorsionada pero clara:

"Gula."

Los de voluntad más fuerte lograron mantener la mirada fija. El resto no pudo evitar desviar los ojos, sobrecogidos por el miedo. Los más jóvenes empezaron a llorar en silencio, incapaces de comprender lo que estaban viendo, pero sintiendo en su corazón que no estaba bien.

Las luces parpadeaban con una violencia insoportable. El ruido saturado se volvía tan agudo y fuerte que varios se arrodillaron, cubriéndose los oídos, suplicando que terminara.

Entonces, lo peor ocurrió.

El Subaru de cabello blanco los señaló con un dedo desde la pantalla. Su sonrisa se ensanchó grotescamente, como si los reconociera... como si estuviera allí.

Y entonces, con una voz tan baja como una amenaza velada, se escuchó:

"Ustedes serán los siguientes..."

La proyección se detuvo de golpe.

Oscuridad total.

Varios gritos de reclamo hacia su enigmático Guardián llenaron la sala. Pero no hubo respuesta. Solo un silencio cortante... seguido por el eco seco de la puerta cerrándose lentamente tras ellos.

Resignados, furiosos y profundamente perturbados, el elenco regresó a sus habitaciones. Nadie hablaba. Nadie se atrevía a comentar lo que había visto.

Pero todos compartían un mismo pensamiento:

"¿Qué demonios acabo de ver...?"

PERSPECTIVA:  OD  LAGUNA

Mientras el Guardián reía entre dientes por su última travesura antes del descanso de sus invitados, una extraña presión en el ambiente le hizo fruncir el ceño. Se sobó las sienes con fastidio, sintiendo esa punzada incómoda que solo significaba una cosa: alguien lo estaba llamando.

Con el rabillo del ojo, dirigió una mirada fugaz a su prisionera, aún encadenada.

"Bueno..."

 Murmuró con su usual tono burlón, aunque una nota de inquietud traicionaba su voz.

"Parece que vas a quedarte sola un rato, Tella. Sé una buena chica y pórtate bien mientras arreglo un pequeño asunto..."

Satella alzó una ceja al percibir el cambio sutil en su tono. Su captor, por primera vez en mucho tiempo, parecía genuinamente incómodo. Y no era para menos... al fin y al cabo, quien lo convocaba era Od Laguna.

Fomalhaut aplaudió una sola vez, con fuerza. En un instante, fue envuelto por un remolino de sombras que devoró su figura hasta hacerla desaparecer por completo, como si jamás hubiese estado allí.

La prisión quedó en silencio.

Satella forcejeó inútilmente contra sus cadenas, gruñendo entre dientes, pero estas seguían tan firmes como siempre. Finalmente, suspiró y bajó la cabeza, resignada a esperar el regreso de aquel idiota presuntuoso.

Hasta que...

Un destello inusual captó su atención.

Se giró con rapidez, siguiendo con la mirada aquel tenue brillo blanco que comenzaba a tomar forma tras de ella. Una grieta de luz se abría lentamente en el aire, rompiendo la oscuridad del calabozo como una cuchilla brillante. Aparte de la luz que se filtraba por la ventana desde donde Fomalhaut vigilaba al elenco, esta era la única fuente de claridad... y quizás, su única oportunidad.

Volvió a forcejear con todas sus fuerzas. Nada. Las cadenas seguían inquebrantables. La grieta estaba cerca, tan solo unos metros, pero no importaba cuán desesperadamente luchara: no podía alcanzarla. Cayó de rodillas, exhausta, con la esperanza una vez más aplastada. Si tan solo...

No. Desear no servía de nada. La esperanza ciega es para los tontos.

Y ella, más que nadie, lo sabía.

Pasaron unos diez minutos, tal vez más. A esas alturas, contar el tiempo ya no tenía sentido. Permanecía allí, en silencio, la mirada perdida sobre el suelo sombrío como si contemplara una pintura sin terminar.

Entonces...

???: "¿Qué es este lugar...?".

La voz, ligera y femenina, resonó desde detrás de ella.

Satella se giró de inmediato, con los ojos abiertos como platos y una chispa de incertidumbre encendida en su mirada.

Allí, atravesando la grieta de luz como si caminara por el umbral de cualquier puerta, apareció la figura de una pequeña mujer.

Satella entrecerró los ojos, intentando distinguir su rostro, pero la intensidad de la luz que la envolvía se lo impedía. No podía reconocerla... y sin embargo, sabía que era importante.

Era su oportunidad. Esta vez, podría acabar con ese bastardo de una vez por todas.

Su salvación acababa de entrar por esa fisura... y estaba justo frente a ella.

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 3 (Parte: 6)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Hola de nuevo mis queridos lectores!! Aquí de nuevo su autor de confianza con una nueva actualización del Fic, espero que les guste.

Aunque quiero recalcar que no estuve tan conforme con este capitulo, pero la palabra final la tienen ustedes.

No sé si lo pudieron notar, pero en este capitulo recorte incluso más las reacciones del elenco, y quisiera saber cuál es su opinión al respecto, los estaré leyendo!

También quiero decir que he estado trabajando en 3 capítulos al mismo tiempo, este ha sido el primero, los siguientes 2 saldrán en días posteriores ya que aún les faltan varios retoques, especialmente el capítulo del "Descanso: 3", cuando los termine los subiré enseguida.

Un dato que quiero agregar es que los próximos dos capítulos serán así:

"[Título del Capítulo aún por escoger] DESCANSO: 3" (Abarcará las consecuencias de las proyecciones de fallo, y varias interacciones, además de resolver el Cliff hanger de este capítulo).

"El Misterioso Teatro (???)" (Capítulo del jardín en el cual sabrán por qué hice esa pequeña encuesta sobre que Fic preferían que hice hace algunos días, creo que este capitulo les va a gustar mucho, en especial por lo que tengo preparado con las 'fisuras').

Por cierto, agradezco mucho sus ideas para las Proyecciones de fallo, las cuales las integrare más adelante ya que no pude hacerlo en estos capítulos debido a que ya tenía un borrador de como iba a avanzar las reacciones hasta el descanso, así que espero que me disculpen, e intentaré incluir otra Proyección de fallo cuando vea más conveniente.

Cómo último quiero decirles que estás próximas dos semanas estaré MUY ocupado por culpa de unos exámenes importantes que tengo que hacer, así que es muy probable que solo logré estrenar estos 3 capítulos que les mencioné anteriormente y no logré publicar los 2 capítulos semanales a los que estaba habituado, espero me comprendan.

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:09/06/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 9865.

Chapter 14: Preguntas sin Respuesta Aparente (DESCANSO: 3)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Preguntas sin Respuesta Aparente (DESCANSO: 3)

Después de la desconcertante proyección donde se reveló un Subaru de cabello blanco, el elenco entero se dispersó en silencio. Nadie tenía respuestas. Solo quedaban preguntas que ardían en sus mentes, preguntas que su "Guardián" se negaba a responder, aumentando aún más el peso de la incertidumbre. ¿Por qué les mostró eso? ¿Qué mensaje ocultaba esa versión distorsionada de Subaru?

Sin una dirección clara, cada uno eligió su propio rumbo. Algunos buscaron soledad para calmar su mente, otros aprovecharon para retomar conversaciones que habían postergado por demasiado tiempo, y unos cuantos simplemente se acompañaron en silencio, intentando encontrar algo de paz en las tres horas de descanso antes de la siguiente revelación.

PERSPECTIVA: RAM Y REM.

En un rincón más apartado, Ram se despidió de Roswaal con una leve reverencia. Su postura era tan rígida y profesional como siempre, incluso frente a su maestro, lo cual provocó en él una pequeña risa nasal, como si encontrara gracioso el trato formal que su doncella aún le otorgaba cuando nadie más lo hacía.

Roswaal:" Ve, Ram. No haré preguntas". Dijo Roswaal con un tono juguetón, agitando su mano con gesto teatral.

Sin responder, Ram se giró y caminó con paso firme hacia donde su hermana menor ya la esperaba. Rem sostenía a Spica con delicadeza, cargándola en su espalda como si fuera un preciado equipaje. La forma en que miraba a Ram era serena, pero había una claridad cortante en sus ojos.

Rem:" Ya que ya consolaste al payasito llorón...". Dijo con sutileza punzante, refiriéndose a Roswaal, "...creo que es hora de que nosotras hablemos, hermana".

Ram hizo una mueca leve, no porque le molestara el comentario -aunque lo hacía-, sino porque intuía que esa conversación sería cualquier cosa menos sencilla.

Ram:" ¿A dónde quieres ir, Rem?". Preguntó la de cabello rosa, sintiendo un leve temblor en su propia voz.

Rem:" Cualquier habitación tranquila bastará". Respondió Rem sin mirarla, comenzando a caminar con paso decidido por los largos pasillos del Teatro.

Ram la siguió, un par de pasos detrás, con la mirada inquieta, como si los cuadros en las paredes pudieran juzgarla. Cada rincón del Teatro estaba lujosamente decorado: alfombras bordadas a mano, cortinas de terciopelo, lámparas de cristal. Pero lo que más llamaba la atención eran los cuadros colgados en las paredes. Algunos representaban vastos paisajes bañados por la luz del amanecer; otros, retratos de figuras enigmáticas. Uno en particular mostraba a una figura de rostro oculto, vestido con un traje negro con bordados dorados intrincados. Debajo, un letrero grabado decía: Fomalhaut.

Ram frunció el ceño. Ese nombre no le decía nada. Y sin embargo, había algo inquietante en esa figura, algo... fuera de lugar. Se obligó a desviar la mirada, pero en ese momento notó que las flores que decoraban las repisas cercanas parecían marchitas. Las pétalos, que antes lucían vivaces, ahora colgaban secos y quebradizos.

Parpadeó, confundida.

Y entonces, lo vio.

Un cuadro al final del pasillo. Allí, Subaru. Pero no el Subaru usual. Su cabello era blanco como la nieve, sus ojos apagados, y las sombras lo devoraban como si fueran parte de él. Ram se detuvo en seco. Su pecho se encogió y se frotó los ojos con fuerza. Cuando volvió a mirar, el cuadro había desaparecido. Las flores volvían a lucir frescas. Todo parecía normal otra vez.

Rem:" ¿Pasa algo, hermana?". Preguntó, deteniéndose al notar la extraña reacción de Ram. Su voz llevaba preocupación genuina.

Ram:" N-no es nada, Rem". Respondió, todavía sacudida. El recuerdo de aquel Subaru no era una simple visión; era un eco de un dolor pasado, un trauma que aún no sanaba.

Tras quince minutos caminando en silencio, llegaron a una de las habitaciones laterales del Teatro. Era elegante, aunque similar a muchas otras. Una cama bien hecha, un escritorio, un armario ornamentado y algunas decoraciones sencillas. No era nada especial, pero ofrecía privacidad.

Rem depositó a Spica con delicadeza sobre la cama y la arropó con ternura. La pequeña se durmió casi al instante, y Rem le besó la frente con una sonrisa suave. Luego, se sentó en el borde de la cama y miró a su hermana mayor con atención.

Rem:" La pequeña Spica no nos interrumpirá ahora, hermana. Ven, siéntate". Dijo mientras daba unas palmadas suaves sobre el colchón, indicándole el sitio a su lado.

Ram obedeció con paso lento, arreglándose la falda con nerviosismo al sentarse. No sabía cómo empezar. No sabía si quería hablar o simplemente huir. Se tocaba las puntas de los dedos, un tic que solo Rem conocía y que revelaba su ansiedad.

Rem tampoco lo tenía fácil. Miró de reojo a Spica, respiró hondo y, con ese suspiro, reunió el valor para hablar.

Ram y Rem:" Bueno, herma- / -Bueno, Re-," -Dijeron ambas al unísono.

Se quedaron en silencio. Se miraron. Y entonces, Rem soltó una risa suave, elegante, llevándose la mano a la boca con dulzura.

Rem:" Jajaja~".

Ram la miró sorprendida... y luego, una sensación cálida la invadió. Pudo sentir los sentimientos genuinos de su hermana. Una mezcla de alivio, cariño y nerviosismo. Rió con ella, por primera vez en mucho tiempo.

Esa risa duró unos minutos, pero bastó para romper la tensión. El ambiente se volvió más suave, menos denso.

Ram:" Supongo que Barusu tenía razón en al menos una cosa". Dijo con una voz ligera, una voz que casi nunca usaba.

Rem:" ¿Eh? ¿En qué cosa?". Preguntó con genuina curiosidad.

Ram extendió el dedo y tocó con suavidad la nariz de su hermana. Luego, con una sonrisa dulce, susurró:

Ram:" Eres la mejor, Rem~".

Rem abrió los ojos con sorpresa. No estaba acostumbrada a esa faceta de su hermana. Antes de que pudiera decir algo, Ram la envolvió en un abrazo cálido, sincero.

En ese momento, Ram recordó a Subaru. Ese chico que alguna vez le pareció tan inútil, tan insignificante. Pero que logró algo que ni ella pudo lograr: salvar a Rem del pozo de autodesprecio en el que estaba hundida. Él fue el que le dio una razón para seguir, el que le mostró que podía amarse de nuevo. Ram no lo decía, pero en el fondo lo admiraba.

Y también lo envidiaba.

Porque él hizo lo que ella, su propia hermana, no supo cómo hacer.

Ram:" L-lo lamento mucho, R-Rem...". Murmuró Ram con la voz rota.

Rem la miró confundida. Tocó su mejilla... y la sintió húmeda.

Rem:" ¿H-hermana? ¿Espera, yo no...?".

Pero Ram se derrumbó por completo. Cayó sobre su regazo, abrazándola con fuerza, mientras su cuerpo temblaba.

Ram:" ¡Lamento mucho haber sido una hermana mayor tan terrible! Incluso el solo hecho de hacerme llamar tu hermana me parece impropio... tú eres mucho mejor que yo, Rem, en todo sentido... eres más fuerte, más valiente, más decidida... y una persona mil veces más noble-.

Su voz quebrada se alzó entre sollozos descontrolados, aferrándose con fuerza al dobladillo del vestido de Rem como si su alma se le escapara con cada palabra.

-Lamento tanto haberte causado tanto dolor. Lamento cada vez que ignoré tus sentimientos, cada vez que hice como si tu corazón no importara solo porque no entendía tus decisiones... Lamento haber desestimado tus emociones con Baru-con Subaru. ¡Lo lamento, lo lamento, lo lamento tanto!-.

La criada de cabello rosa cayó completamente en el regazo de su hermana menor, llorando como si hubiese contenido esa tormenta por años. Los sollozos no eran suaves ni discretos: eran ahogados, desesperados, llenos de culpa acumulada.

-¡Lamento todo mi ser! ¡Solo te he causado sufrimiento tras sufrimiento! Estoy más que segura de que si hubiera sido yo quien hubiera caído en el olvido... la vida de Subaru sería mil veces mejor contigo a su lado. ¡Lo sé! ¡Él habría sido más feliz! ¡No tendría que cargar con alguien como yo!-

-Lo lamento, lo lamento... l-lo lamento, l-lo l-lamento...".

Su llanto se volvió tan intenso que sus palabras se disolvieron en murmullos apenas comprensibles, repetidos una y otra vez como una plegaria desesperada. El peso de los años de orgullo mal puesto, de silencios dolorosos, de errores nunca enfrentados, le había estallado en el corazón.

Rem no sabía qué hacer al principio. Tenía los ojos muy abiertos, completamente sorprendida. Ver a su hermana, siempre tan firme, tan inquebrantable, reducida a una niña rota sobre su regazo... le desgarraba el alma.

Quiso decirle que nada de eso era verdad. Que ella también había cometido errores. Que jamás había considerado a Ram una hermana terrible, ni mucho menos inútil. Pero entendía que, en ese momento, no podía razonar con ella. No mientras su hermana se deshacía en lágrimas tan crudas y sinceras.

Así que, sin decir una palabra, simplemente la abrazó. Le acarició la cabeza con ternura, deslizándole los dedos por el cabello como si fuera una niña que necesitaba consuelo. Le susurró palabras suaves al oído: nada rimbombante, solo murmullos reconfortantes, como: "Estoy aquí", "Todo está bien", "Te escucho".

Y eso bastó.

El llanto de Ram fue menguando poco a poco, como la lluvia que se queda sin nubes. Finalmente, su cuerpo, agotado por la carga emocional, se rindió. Se quedó dormida entre lágrimas, con la respiración temblorosa, pero ahora más serena. Sus brazos seguían aferrados al vestido de su hermana como si le temiera al olvido.

Rem no pudo evitar reír bajito, con dulzura.

Rem:" Vaya...". Susurró, mirándola con cariño," ...exactamente igual que Subaru aquella vez...".

La imagen de su héroe dormido en su regazo, con el rostro agotado y el corazón aliviado, se superpuso a la de su hermana. Era irónico, pensó. Tan distintos, pero con heridas tan parecidas. Subaru y Ram... ambos habían cargado máscaras para protegerse. Ambos habían actuado con rudeza para ocultar su miedo a ser rechazados. Ambos, al final del día, solo querían ser aceptados.

Con cuidado, Rem acomodó el cuerpo dormido de Ram a un lado, cerca de la sonriente y profundamente dormida Spica. Se detuvo un momento para observar la escena frente a ella: su hermana, por fin en paz, y la niña que representaba el futuro. Ambas compartiendo el mismo espacio, la misma calidez.

Rem sonrió, orgullosa. Grabó esa imagen con fuego en su memoria.

Y entonces se tumbó junto a ellas, dejando que el calor de ambas la envolviera. En ese instante, todo el dolor, los rencores, las discusiones... parecían lejanos, como parte de otra vida.

Así, en esa habitación silenciosa, se selló un pequeño acto de reconciliación. El vínculo roto entre hermanas, aunque no completamente restaurado, había comenzado a sanar. El primer paso ya se había dado.

Y en ese rincón del mundo, por un momento... todo estuvo bien.

PERSPECTIVA : EMILIA Y  CRUSCH .

Después de la rara y perturbadora proyección que había aparecido en la pantalla momentos antes del inicio del descanso, Rem decidió que tenía que hablar con Ram en privado. Le encargó el cuidado de Subaru a Emilia, quien aceptó encantada; después de todo, cualquier oportunidad para estar a solas con su caballero era bienvenida.

Sin embargo, su entusiasmo disminuyó cuando notó que una pequeña figura con coletas en forma de taladro la seguía con determinación. Era Beatrice, quien, por supuesto, no pensaba alejarse de su contratista sin una razón verdaderamente convincente. Emilia intentó disuadirla con una sonrisa diplomática, pero Beatrice se negó con su característico tono cortante, dejando a la semi elfa un tanto decepcionada.

Justo cuando el grupo estaba por alejarse, una voz firme interrumpió la escena.

Crusch:" ¡Emilia-san, espere un momento!". Gritó la duquesa Karsten, acercándose a paso rápido.

Emilia arqueó una ceja, desconcertada por la urgencia en el tono de Crusch, pero la seriedad de su expresión disipó cualquier duda.

Emilia:" ¿Qué ocurre, Crusch-san?". Preguntó con voz suave, ladeando ligeramente la cabeza mientras sostenía a Subaru dormido en su espalda, como si fuera una mochila improvisada.

Crusch bajó la mirada por un instante, sus ojos dorados enfocándose fugazmente en la figura del joven dormido. Finalmente, con un leve suspiro, levantó la voz con solemnidad.

Crusch:" Quisiera hablar con usted sobre algunos asuntos... si no es mucha molestia".

Beatrice, cruzando los brazos con suspicacia, frunció el ceño.

Beatrice: "¿Y de qué asuntos se trata, supongo?".

Crusch vaciló. Su tono flaqueó ligeramente, algo poco habitual en ella. Tras una pausa tensa, respondió al fin:

Crusch:" Sobre... sobre la proyección que vimos. El Subaru-dono de cabello blanco".

El ambiente se tensó de inmediato. Emilia y Beatrice intercambiaron una mirada breve, pero cargada de inquietud. El silencio se hizo espeso, como si cada una estuviera recordando los escalofríos que esa imagen les había causado.

Beatrice:" Será mejor que hablemos de esto en una habitación. No es prudente discutirlo aquí, en pleno pasillo".

La propuesta fue recibida con asentimientos discretos. Se dirigieron en silencio a la habitación donde Subaru había estado durmiendo durante la mayoría de las proyecciones. Crusch caminaba con paso firme, pero su mandíbula apretada delataba la preocupación que cargaba consigo.

Una vez allí, Emilia arropó cuidadosamente a Subaru con las suaves y cálidas cobijas de la elegante cama, mientras Crusch -en un gesto inusualmente amable- la ayudaba a acomodarlo. No lo decía, pero el simple hecho de ver al joven dormido le inspiraba una mezcla confusa de respeto y temor... un temor que no sabía cómo explicar.

Emilia se sentó a su lado, tomando una de sus manos con dulzura, como si necesitara ese contacto para encontrar estabilidad. Con Subaru cerca, sentía que cualquier dificultad podía ser superada. Beatrice, por su parte, permaneció de pie con los brazos cruzados, al igual que Crusch, adoptando ambas posturas que reflejaban la seriedad del momento.

El silencio reinó durante unos segundos más. Finalmente, fue Crusch quien lo rompió con un suspiro prolongado.

Crusch:" Bien... Emilia-san, Beatrice-sama, lo que quería decirles es que...", su voz tembló apenas un instante, tragando saliva antes de continuar, "...por favor, permítanme ayudarles a proteger a Subaru-dono".

Sus palabras sorprendieron a ambas presentes. Emilia parpadeó, algo confundida por la súplica repentina, mientras Beatrice entrecerraba los ojos con desconfianza.

Beatrice:" ¿A qué te refieres con eso, supongo?".

Crusch se irguió, dejando atrás la reverencia para hablar con claridad.

Crusch:" Este lugar... nos ha mostrado hasta ahora los eventos que Subaru-dono ha vivido, sus errores, sus logros... incluso sus muertes. Pero aquella última proyección no fue como las otras. Fue algo distinto. Algo... fuera de control".

Su voz se quebró apenas al recordar la imagen del Subaru de cabello blanco, con la mirada vacía, rodeado por cadáveres y sombras como si se hubiera convertido en una extensión misma del abismo.

Crusch:" La primera vez, podríamos haberlo tomado como un error del Alcaide... algún tipo de fallo del sistema o del encargado de las proyecciones. Pero que vuelva a ocurrir, y con un mensaje tan claro, tan perturbador... No me da buena espina. No podemos ignorarlo".

Tanto la semi elfa como el espíritu se tensaron de nuevo al recordar las imágenes del Subaru de cabellos blancos: cómo observaba con morbosa indiferencia el cuerpo cercenado de Otto-uno de sus más entrañables amigos-, incluso esbozando una sonrisa torcida, como si aquel espectáculo le produjera un retorcido placer. Y como si eso no hubiera sido suficiente, la escena final mostró a todos ellos-Emilia, Beatrice, Ram, Rem, Roswaal, Anastasia, Garfiel, Felt, Priscilla, Al, Mimi, Hetaro, Tivey, entre otros incluyendo a Crusch-muertos de distintas formas, desperdigados como muñecos rotos alrededor de aquel mismo chico, quien seguía sonriendo con la misma expresión escalofriante.

Decir que les había perturbado era quedarse corto. Pero más perturbador aún era el silencio del Guardián del Teatro, quien se había limitado a ofrecer excusas vagas cuando esa proyección apareció por primera vez, como si fuera un error... aunque todo sugiere lo contrario. Emilia y Beatrice, en particular, mantenían una suspicacia creciente, agravada por el comportamiento que el Guardián había mostrado durante su último descanso. En esa ocasión se había mostrado como un ser cínico, desinteresado por sus sentimientos, casi como si los viera como simples piezas de un tablero que él controlaba a placer. Marionetas en un juego demasiado grande para ser comprendido.

Beatrice rompió el silencio, con la mirada fija en Crusch pero desviándola momentáneamente hacia Subaru, quien dormía ajeno a la inquietud creciente.

Beatrice: "Ve directo al punto, ¿A dónde quieres llegar, Duquesa?"

Crusch, que también había lanzado una mirada breve y casi cálida al pelinegro dormido, suspiró profundamente antes de hablar.

Crusch: "En ambas proyecciones hubo una palabra que se repitió... Gula." Pronunció el término con visible recelo. "Eso no es una coincidencia. Empiezo a creer que lo que vimos fue una posibilidad, un futuro retorcido que logramos evitar-al menos por ahora. Pero eso mismo lo vuelve más alarmante."

Pausó un momento, calibrando sus pensamientos antes de continuar con más firmeza.

Crusch: "Hasta ahora, cada Arco que hemos visto tenía un propósito claro: mostrar la evolución de Subaru-dono, el nacimiento de un héroe. Lo vimos caer y levantarse, proteger a la ciudad de Priestella, y ahora partir para ir a conquistar la Atalaya... Todo contribuyó a forjar su imagen como un verdadero caballero y protector, no solo ante nuestros ojos, sino ante los del mundo. Pero esa proyección... era todo lo contrario. Quería destruir esa imagen, arrancarnos de cuajo la esperanza que Subaru representa. Lo mostraba como un ser egoísta, cruel, incluso sádico."

Beatrice entrecerró los ojos, captando la lógica detrás del análisis de la duquesa, pero aún con reservas. Crusch prosiguió:

Crusch: "Y para añadir a mis sospechas... en la primera de esas proyecciones, escuchamos a Subaru preguntarle a una niña si sabía su nombre. Eso, según mis investigaciones, solo tendría sentido si fuera víctima de la Gula, como ya ocurrió antes con Julius." Su tono se volvió más apremiante. "Por eso, propongo algo muy concreto."

Beatrice: "En resumidas cuentas, ¿Quieres reforzar nuestra alianza... pero ahora con un enfoque más interno, para proteger a Subaru de una amenaza específica como la Gula?" Preguntó con los brazos cruzados, ya entendiendo a qué apuntaba todo el razonamiento anterior.

Crusch: "Exactamente. Creo que las acciones que tomemos desde ahora tendrán un impacto real. Ya no somos simples espectadores; el Teatro nos ha dado poder, pero también responsabilidad. Si nuestras decisiones empiezan a divergir de lo que hemos visto, también el futuro puede hacerlo... y no necesariamente para bien."

Hasta ese momento, Emilia había escuchado con atención, sin intervenir. Pero al escuchar la última parte, levantó el rostro con decisión.

Emilia: "Entiendo lo que dices, Crusch. Si esto puede ayudar a proteger a mi Subaru, entonces estoy dispuesta a fortalecer nuestra alianza." Su voz, aunque suave, transmitía una firmeza que no solía mostrar. No quería seguir siendo una carga; Subaru había cargado con demasiado solo.

Crusch asintió con gratitud, pero justo cuando iba a hablar, Beatrice levantó la mano con autoridad.

Beatrice: "Un momento... entiendo tus buenas intenciones, Duquesa, pero no podemos simplemente aislar al contratista de Betty por un miedo que aún no se ha confirmado. Hacerlo sin el enfoque adecuado podría lastimarlo más de lo que creemos. No físicamente, sino emocionalmente. Podría sentirse innecesario, controlado, como si desconfiáramos de él... y eso, supongo, es algo que no pienso permitir."

Crusch: "En ese caso, ¿Qué propones, Beatrice-sama?" Replicó la duquesa, sin hostilidad, pero firme como era habitual en ella. "Si no actuamos ahora, podríamos lamentarlo cuando ya sea demasiado tarde."

Beatrice: "No seas tan ingenua, Duquesa. Es obvio que Betty tiene un plan en mente si se atreve a interrumpir tu monólogo...".

La líder de la casa Karsten frunció el ceño, observando con atención a la pequeña hechicera, anticipando el golpe que estaba por venir.

Beatrice: "...Quiero formar una alianza con el resto de las facciones. Cada una de las candidatas tiene sus propios puntos fuertes y miembros capaces que pueden ayudar al Subaru de Betty o, al menos, aprovechar al máximo sus habilidades sin tener que enviarlo a una muerte segura. Sería mucho más eficiente que limitarme a aceptar una alianza con una facción que, actualmente, está en declive." Sin el menor titubeo, la pequeña soltó todo su arsenal verbal contra Crusch, cuya expresión reflejó una punzada de dolor por las duras, aunque quizás necesarias, palabras de la bibliotecaria.

Emilia: "B-bueno... ¿Pero qué pasa si se niegan a formar esa alianza, Beako? No tenemos la certeza de que todos compartan el mismo ideal...". Comentó la semi elfa, bajando la mirada con preocupación, como si los posibles futuros sombríos para su caballero le pesaran sobre los hombros.

Beatrice: "Ahí es donde te equivocas, Emilia.". Respondió con rapidez, sobresaltando levemente a la joven de cabellos plateados. Beatrice suspiró, negando suavemente con la cabeza, y prosiguió con palabras más accesibles para su interlocutora:

Beatrice: "...En resumen, todas las facciones quieren proteger al Subaru de Betty. Lo he visto en sus miradas, en sus comentarios a lo largo de las visualizaciones. Así que llegar a un acuerdo no será tan complicado... Lo verdaderamente difícil será...".

Su voz se apagó por un momento mientras dirigía una mirada cargada de ternura y angustia hacia la figura perpetuamente dormida de su querido contratista.

Beatrice: "...el cómo explicarle al Subaru de Betty la situación... sin causar un escándalo emocional."

Tanto Emilia como Crusch giraron la vista hacia el pelinegro. En sus ojos se mezclaban emociones distintas: culpa, esperanza, aprecio... pero una idea predominaba en ambas: querían protegerlo. Y para ello, colaborar entre todas las facciones se volvía un paso inevitable si aspiraban a darle al joven el final feliz que tanto merecía.

Crusch: "En ese caso, podríamos iniciar conversaciones con los otros campamentos durante alguno de los descansos. Pero por ahora, lo mejor sería pulir todos los detalles, asegurarnos de que no haya cabos sueltos. ¿Ustedes tienen un ministro de defensa, verdad? Tal vez podamos recurrir a él para estructurar esta propuesta con mayor precisión."

Su tono, más suave y relajado, dejaba entrever que, pese a sus reservas iniciales, aceptaba que el plan de Beatrice era lo más razonable en ese momento.

Crusch: "...En cuanto a cómo se lo diremos a Subaru-dono... eso lo resolveremos más adelante."

Beatrice y Emilia asintieron, compartiendo tanto la carga emocional como la resolución silenciosa de la duquesa.

Emilia: "Si te refieres a Otto... lo vi yéndose a una habitación separada con Frederica. Estaban... extrañamente rojos, quizás por un resfriado o algo así. Si quieres, podemos ir a buscarlos y preguntarles directamente. Recuerdo muy bien dónde se metieron... aunque le pusieron llave a la puerta. ¿Por qué será?". Preguntó con la cabeza ladeada y una inocente chispa de curiosidad en los ojos.

Crusch y Beatrice se estremecieron ligeramente, comprendiendo de inmediato lo que probablemente estaba ocurriendo entre el joven comerciante y la sirvienta. Un leve sonrojo tiñó sus mejillas, acompañando un incómodo silencio.

Crusch: "C-creo que será mejor consultarlos... en otro momento." Comentó, aclarando su garganta para romper la tensión.

Beatrice: "P-pienso lo mismo... s-supongo." Respondió con los ojos cerrados y el rostro encendido, evitando mirar a cualquiera de las presentes.

Emilia parpadeó, algo confundida por la repentina reacción de sus compañeras, pero optó por no hacer más preguntas al notar su clara negativa a profundizar en el tema.

Así, con un acuerdo tácito y una misión en común, se daba el primer paso hacia un plan que, con suerte, evitaría un futuro desgarrador para Subaru... y tal vez, finalmente, abriría el camino hacia su tan ansiado y merecido final feliz.

PERSPECTIVA: MEILI Y  PETRA .

Tras la perturbadora proyección, las dos niñas decidieron mantenerse juntas. La simple idea de separarse les resultaba insoportable tras haber presenciado esa grotesca escena: Subaru, ese chico que tanto admiraban, de pie entre los cadáveres de todos ellos, con una expresión impasible... serena incluso, como si sus muertes no significaran absolutamente nada para él.

Petra aún se sentía mareada, el impacto emocional era demasiado, así que Meili se ofreció a ser su soporte. La pequeña ex asesina, aunque no lo decía en voz alta, también temblaba por dentro... pero si su amiga estaba débil, entonces ella debía ser la fuerte.

Juntas caminaron por el pasillo en silencio hasta llegar a la habitación donde habían pasado el anterior descanso. Querían dormir, o al menos cerrar los ojos y hacer de cuenta que todo eso no había ocurrido. Pero cuando llegaron a la puerta, se encontraron con un inconveniente.

Petra:" ¿O-ocurre algo, Meili-chan...?". Preguntó Petra, aún apoyada contra uno de los muebles del pasillo, incapaz de percibir el extraño comportamiento de su amiga.

Meili:" No lo sé, querida Petra... parece que la puerta tiene seguro. Déjame echar un vistazo". Respondió Meili, agachándose para mirar por la cerradura con su ojo derecho.

El silencio se rompió con un leve jadeo.

Lo que vio la dejó paralizada: Frederica y Otto... claramente estaban "jugando al papá y la mamá". El rostro de Meili se tornó completamente rojo, su expresión congelada entre el shock y la vergüenza absoluta. Retrocedió de inmediato, cubriéndose el rostro con ambas manos como si eso pudiera borrar lo que acababa de ver.

Petra ladeó la cabeza, un poco desconcertada, pero estaba demasiado agotada como para indagar.

Petra:" Creo que tengo una llave maestra. Si alguien se equivocó de habitación, les diremos que fue un error y ya está". Dijo con tono resignado, sacando una pequeña llave brillante de su delantal.

Pero antes de que pudiera acercarse a la cerradura, Meili se interpuso entre ella y la puerta, extendiendo los brazos como si fuera una barrera humana.

Meili:" C-c-creo que p-podemos i-ir a otra h-habitación, q-q-querida Petra...". Balbuceó Meili, temblando como una hoja.

Petra frunció el ceño. Ya bastante mal se sentía por la proyección, como para que ahora Meili empezara con sus rarezas.

Petra:" Estás actuando muy rara, Meili-chan. Solo entremos. Si hay gente adentro, les explicamos, y ya está". Repitió con algo más de firmeza, acercando la llave a la cerradura.

Pero Meili no cedía. Se movía con ella, bloqueando cualquier intento de insertar la llave. Era como jugar a las estatuas, pero con la dignidad de Otto y Frederica en juego.

"¡Necesito proteger la inocencia de Petra a como dé lugar!" pensó Meili con fervor, más determinada que nunca.

El forcejeo no tardó en comenzar. Dos niñas, una debilitada por el cansancio, la otra luchando contra su vergüenza y el peso de sus propios temores, peleaban como podían. El conflicto duró apenas unos minutos, pero para ambas fue como librar una guerra entera.

Eventualmente, Petra cayó al suelo, jadeando, completamente exhausta. La llave maestra había volado lejos durante la breve escaramuza. Meili, aunque igual de agotada, se mantenía de pie por pura terquedad.

Meili:" Y-ya estuvo bueno... v-vámonos, querida Petra..." Jadeó, recogiendo la llave caída y arrastrando a su amiga del vestido.

Con esfuerzo, logró llevarla a una habitación vacía, donde por fin podrían descansar... o al menos intentarlo. Mientras tanto, en la habitación original, cierto comerciante y una criada demi humana seguían enfrascados en una batalla silenciosa de otro tipo. Una mucho más intensa.

Dentro de la nueva habitación, Meili aprovechó las bendiciones del Guardián para crear un mueble especial. Frente a ellas emergió un enorme oso de felpa, acolchado y cálido, con un diseño tan adorable como funcional. Era del tamaño de una cama doble, pero con brazos mullidos lo suficientemente amplios como para acogerlas a ambas. Sin pensarlo mucho, colocó con cuidado a Petra en uno de los brazos del gigante peluche y luego se lanzó al otro, dejándose caer con todo su peso.

Meili:" Uf... al fin..." Murmuró mientras se acurrucaba contra la enorme pata del oso, dejándose envolver por el suave tejido. El agotamiento físico y mental comenzaba a cerrarle los ojos. El día había sido largo... demasiado largo. Y aun así, se sentía satisfecha: había logrado proteger a Petra de la escena de guerra que era esa otra habitación.

Todo estaba en calma. Casi parecía un sueño tranquilo.

Hasta que...

"Sniff... sniff..."

Meili abrió un ojo, confundida. El sonido de sollozos era leve, pero estaba demasiado cerca. Se incorporó un poco, y al girarse la vio: Petra, la siempre dulce, sonriente, y determinada Petra, dormía... pero con el rostro empapado en lágrimas. Su cuerpo sudaba frío, como si estuviera atrapada en una pesadilla demasiado real.

El corazón de Meili se apretó.

La peli naranja, tan pequeña pero siempre fuerte, se abrazaba a sí misma, temblando, con el rostro contraído por el dolor, como si su alma estuviera gritando en silencio. Sus labios se movían en un murmullo débil, apenas audible.

Petra:" S-Subaru-sama... no..." Susurró con un tono quebrado, mientras su cuerpo se balanceaba levemente, presa de su agitación inconsciente.

Meili tragó saliva.

No sabía qué hacer.

Quería ayudarla... pero no sabía cómo. Ella no era buena con estas cosas. No sabía decir palabras bonitas ni dar abrazos reconfortantes. Lo único que sabía hacer era luchar, matar... o proteger. Y en ese momento, proteger significaba más que interponerse entre una puerta y una llave.

Meili:" Oye... querida Petra... ¿Estás bien?". Preguntó, torpemente, antes de llevarse una mano a la frente con frustración. Era una pregunta estúpida. Claro que no estaba bien. ¿Cómo iba a estarlo después de ver algo así?

"Maldita sea... ¿por qué no puedo hacer nada útil?", pensó, apretando los dientes. "¿De qué sirve que me llame protectora si ni siquiera sé cómo calmar a una amiga cuando está sufriendo...?".

Miró sus propias manos. Tan pequeñas... pero llenas de cicatrices. No hechas para consolar. Pero aun así, se movió. Se acercó al otro brazo del oso, donde yacía Petra, y con torpeza, pero con mucho cuidado, se deslizó hasta quedar a su lado. No dijo nada. No intentó despertarla. Solo la abrazó.

Un abrazo torpe, rígido... pero lleno de intención.

Apoyó su frente contra la de Petra y murmuró en voz baja, con una dulzura que jamás se habría permitido en otro contexto:

Meili:" Subaru está bien... nosotras también... Ya no estás sola, ¿Sí? Aquí estoy yo...".

La criada no respondió, pero su cuerpo poco a poco se fue relajando entre los brazos de Meili. Los temblores disminuyeron, y aunque las lágrimas no cesaban, el rictus de miedo en su rostro se suavizó.

Meili cerró los ojos otra vez. No sabía si eso había funcionado... pero al menos ya no se sentía tan inútil. Por primera vez, quizás... solo quizás... estaba aprendiendo lo que significaba cuidar a alguien...

Pero de repente una fuerte luz las envolvió a ambas...

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Petra se encontraba en un extraño espacio, rodeada de sombras. No había nada, solo una oscuridad eterna que amenazaba con engullirla... ¿O tal vez ya lo había hecho? La criada avanzaba con inseguridad por aquel paraje desolado, un lugar que parecía haber sido abandonado por todos.

De pronto, su entorno cambió bruscamente, acompañado de un estruendo distorsionado que le rompió los tímpanos.

La pequeña sirvienta cerró los ojos con fuerza al sentir cómo una oscuridad espesa envolvía todo su ser. Al abrirlos nuevamente, se encontró en un desierto inhóspito, con una enorme torre alzándose en la lejanía como un faro sin esperanza.

Petra abrió los ojos de par en par, cayendo de espaldas cuando su mente comprendió el lugar donde se encontraba. Ya lo había visto durante las proyecciones del Teatro... o al menos estaba a punto de verlo.

Se encontraba en las Dunas de Augria.

Petra: "¿P-pero qué?". Su voz tembló. El miedo la atenazaba con cada segundo que pasaba, hasta que escuchó unos quejidos extraños, provenientes de algún lugar entre las interminables arenas. Se puso en pie con dificultad, buscando el origen de la voz. Y entonces lo encontró. Su corazón se hizo añicos. Allí, casi hundido en la arena, yacía Subaru. Su torso estaba perforado. A su lado, el cadáver de Patrasche, partido por la mitad.

Petra: "¡¡Subaru-sama!!". Gritó, echándose a correr con la esperanza de poder ayudar al pelinegro que tanto amaba, aunque en su interior sabía que no había nada por hacer.

¿Subaru?: "¿P-Petra...?". El chico herido logró articular, escupiendo sangre.

Petra: "¡S-sí, Subaru-sama, soy yo, tu Petra está aquí! No te preocupes, encontraré a Emilia-sama o a Beatrice-sama para que te sanen y todo estará bien. Sí, todo estará bien. Yo solo...". La desesperación y la ansiedad la inundaron. Con cada segundo, el brillo en los ojos de Subaru se atenuaba. Lágrimas brotaban violentamente de sus ojos, aunque intentaba esbozar una sonrisa forzada, un desesperado intento por parecer segura y confiable.

¿Subaru?: "T-tu culpa...".

Petra: "¿Eh...?". Su mirada volvió hacia el pelinegro. Sus dedos se aferraban al dobladillo de su vestido. Ella no entendía. El miedo y la inseguridad la hicieron sudar. "¿A-a qué se refiere, S-Subaru-sama...?". La sonrisa forzada se tambaleaba, mientras las lágrimas caían con más fuerza.

¿Subaru?: "¡¡¿Acaso no me escuchaste?!!". La ira y la locura impregnaban su mirada, una inexplicable sed de sangre brotaba de todo su ser.

Petra retrocedió, sintiendo cómo otro fragmento de su corazón se rompía.

Petra: "N-no lo entiendo. ¿Qué ocurre, Subaru-sam-".

¿Subaru?: "¡No te hagas la inocente ahora, perra! ¡Todo esto es tu culpa! ¡¿No se suponía que eras una criada ejemplar?! ¡¿Dónde estabas tú en cada muerte, en cada grito desesperante de ayuda que solté?! ¡Nadie me ayudó, y tú menos!". Se arrastró por la arena, desparramando sus entrañas y órganos internos. Un rastro de sangre oscura marcaba su camino hacia la criada, que retrocedía a paso lento, con la incredulidad grabada en su rostro.

Petra: "Y-yo no-".

¿Subaru?: "¿No qué? ¡¿Vas a poner otra excusa para disfrazar lo fracasada que eres?! ¡¿Acaso solo puedes esconderte tras estúpidas máscaras como una cobarde?!... Eres repugnante... ¡¡TE ODIO!!". Se abalanzó sobre Petra, terminando por partir su cuerpo por completo. Solo una franja de carne putrefacta conectaba las dos mitades.

El lunático chico comenzó a desgarrar el traje de la criada. Petra forcejeaba y suplicaba, pero él no escuchaba. Su cuerpo se descomponía a velocidades sorprendentes. El cabello se caía, los huesos resaltaban bajo la piel, que se desprendía por la intensa putrefacción y adoptaba un color verdoso, como musgo.

Petra: "¡AAAAHHHHhhhhh!". Gritó con terror al ver la horripilante escena.

Cerró los ojos. Con un último atisbo de valor, levantó el puño y golpeó al putrefacto Subaru, arrancándole la cabeza y partiéndole el cráneo de un solo golpe. Los asquerosos fluidos la rociaron. Petra gritó aún más fuerte, revolcándose en la arena, intentando librarse de los restos de Subaru.

Todo su entorno cambió con violencia, volviendo a la oscuridad. Ella se inspeccionó con terror. Su impecable delantal estaba desgarrado, cubierto de arena y restos de cerebro. Una media estaba completamente rota. Había perdido un zapato. Su hermoso moño rojo, desatado y sin forma, caía sobre su rostro. Su pelo estaba alborotado. Su figura, llena de sangre, sesos y mugre del desierto.

Petra rompió en un llanto desgarrador, golpeándose la cabeza con sus manos y arañándose las mejillas. La imagen que quedaba de ella no era ni la sombra de lo que había sido. Su rostro empapado se retorció aún más en el llanto. Se hizo un ovillo, abrazando sus piernas con fuerza en busca de consuelo. Lloraba, lloraba, lloraba. Y cuando parecía que se había calmado, volvía a verse y rompía a llorar de nuevo.

Las lágrimas bajaban sin cesar. Sus gritos desgarradores hubieran hecho temblar a cualquiera. Se sentía sola, tan sola y desesperada, atormentada por sus delirios de inutilidad ante el sufrimiento del hombre que había dicho amar, pero por el que no había hecho nada...

Recuerdos felices con Subaru la invadieron, pero al instante fueron reemplazados por imágenes de su muerte, el sufrimiento y el terror en su expresión hicieron que la criada volviera a regodearse en su propia miseria...

¿Podría ser ella más patética?

¿Podía haber alguien más patética que ella...?

Lo dudaba.

El silencio inundó el mundo sumido en la oscuridad. Solo sus sollozos lo rompían.

Silencio...

Silencio...

Silencio...

La criada tenía la cabeza gacha, el cuerpo desplomado. Sus ojos, enrojecidos por tanto llorar, ya no mostraban ni un atisbo de su antigua luz. Solo oscuridad... igual que todo lo que la rodeaba.

¿???: "¿P-Petra...?"

Una voz familiar rompió el silencio. Con esfuerzo, Petra alzó la mirada... y allí estaba. Meili. Aquella niña que creía haber salvado. Pero ella sabía que no era así. Fue Subaru quien la rescató. Ella solo se había apropiado del crédito... como la rata inútil que era.

Volvió a hundirse en su miseria, hasta que...

Meili: "No digas eso, querida Petra..." La pequeña la abrazó sin previo aviso, rodeándola con calidez inesperada.

Petra: "¿Q-qué estás-?".

Meili: "No...".

Petra: "¿Eh...?".

Meili: "¡No dejaré que te menosprecies de esa forma!".

Petra la miró atónita. Su rostro aún estaba demacrado, descompuesto por el llanto, mientras que Meili la abrazaba con una intensidad que contrastaba con su apariencia infantil.

Al ver que Petra no respondía, Meili continuó con fuerza:

Meili: "¡Tú no eres lo que piensas que eres, Petra! ¿Débil? ¿Inútil? ¿Patética? ¡Por favor! Si alguien aquí es patética, esa soy yo. ¡Tú eres la persona más amable que conozco! Eres fuerte, valiente, inteligente... y aunque aún eres una niña, cargas responsabilidades que ni siquiera te corresponden. Siempre te preocupas por los demás, incluso cuando tú eres quien más necesita apoyo. Petra... si existiera alguien más como tú, el mundo explotaría de tanta dulzura. Así que no vuelvas a decir esas cosas horribles de ti misma. Eres importante. Para mí... y para todos en el campamento. Por favor, no lo olvides."

Tomó su rostro entre las manos y la obligó a mirarla. Los ojos de Petra, aunque aún empañados, habían recuperado un leve brillo. Meili, en cambio, tenía la mirada firme... y un leve rubor en las mejillas.

Petra: "P-pero yo-".

Meili: "¡Sin peros! ¡No voy a aceptar excusas impulsadas por tu culpa o tu tristeza! ¿Y la Petra que nosotros vemos, qué? ¿No cuenta? ¡Deja atrás esa miseria y levanta la cabeza! Porque si alguien merece avanzar con la frente en alto... esa eres tú."

Su tono era firme, pero cargado de cariño. Las lágrimas volvieron a brotar de los ojos de Petra, temblorosos, vulnerables.

Petra: "¡¿Y... si no soy suficiente?!". Gritó, cerrando los ojos con fuerza.

Meili: "¿Eh...?". Se detuvo, sorprendida.

Petra: "¿Qué pasa si no puedo con lo que venga? ¿Si no crezco lo suficiente para proteger a quienes amo? ¿Si sigo siendo tan inu-?".

¡Plaff!

La cachetada fue repentina, seca, pero no violenta. Solo lo suficiente para interrumpir la espiral.

Meili: "Ya te lo dije... ¡No eres inútil! ¡Y no tienes que hacerlo todo sola! ¡Deja de cargar con el mundo tú sola! Porque, Petra... mientras yo esté aquí, tú jamás vas a estar sola." La firmeza de su voz contrastaba con las lágrimas que ahora le bajaban por las mejillas. Se sonrojó un poco al decirlo, visiblemente avergonzada por la última frase.

Petra no supo qué responder. La miró con incredulidad, conmovida por cada palabra. Quiso negarlo todo, como siempre. Quiso decirle que estaba equivocada... pero hacerlo sería una falta de respeto al valor que Meili había reunido para hablar así.

Y por primera vez en mucho tiempo, Petra sonrió. Una sonrisa genuina.

¿Por qué se había empeñado tanto en sumirse en la oscuridad? ¿Por qué actuaba como si llevara sola todo el peso del mundo? No lo sabía. Solo entendía que ese odio que sentía... no era solo suyo. Era como si algo más, algo oscuro, lo hubiese implantado dentro de ella.

Meili la miraba en silencio, expectante... y se sonrojó hasta las orejas cuando Petra se le lanzó encima para abrazarla con fuerza. Entre sollozos, le susurró con ternura al oído:

Petra: "Gracias, Meili-chan...".

Meili acarició su cabeza con suavidad, con un afecto que aún no comprendía del todo... pero que con el tiempo, sin duda, aprendería a entender.

De repente, una luz envolvió a Petra, disipando toda la suciedad, sangre y restos que cubrían su cuerpo. Como si aquella pesadilla jamás hubiera ocurrido.

Petra: "¿Eh?!". Miró a su alrededor, sorprendida. Estaba limpia de nuevo, su ropa impecable, su moño en su lugar. La confusión la embargó, hasta que...

"Hola, pequeñas niñas..."

Una voz resonó en la mente de ambas, suave y reconfortante, pero extrañamente fusionada. Sonaba como hombre, mujer, niño y niña, todos a la vez, armonizados en una melodía extraña y envolvente.

Petra: "¿D-disculpe? ¿Quién es usted?". Alzó la mirada hacia el cielo. La oscuridad a su alrededor había desaparecido, reemplazada por un inmenso campo floral bañado por la luz del sol.

"Supongo que ha sido una falta de cortesía no haberme presentado antes..."

La voz transmitía una disculpa sincera. Petra y Meili observaron cómo del cielo descendía una esfera de luz, brillante e indescriptible, envuelta en un resplandor blanco suave.

"Mi nombre es Od Laguna... aunque tal vez me conozcan mejor como el Dios de su mundo."

Los ojos de las niñas se abrieron de par en par. No esperaban semejante revelación. No dijeron nada. Solo esperaron que aquella entidad continuara.

"Puedo entender su desconfianza. No pretendo que me crean de inmediato... solo he venido a ofrecerles una disculpa."

La voz de Od se tiñó de vergüenza.

Petra: "¿Disculpa?". La criada frunció el ceño, confundida. ¿De qué podría disculparse alguien como él?.

Meili asintió en silencio, compartiendo la inquietud.

"Uno de mis pupilos no cumplió del todo con su deber. De hecho, tendré una conversación seria con él en cuanto terminemos aquí."

Meili: "¿Od... tiene un pupilo?". Su tono fue más de asombro que de curiosidad.

"Para ser más precisos, no es el único a quien guío. Este Teatro fue concebido como un medio para ayudarlos, para iluminar caminos... pero parece que han ocurrido ciertos desajustes entre bastidores."

Od hablaba con tono sereno, aunque visiblemente apenado.

Petra y Meili intercambiaron una mirada de duda, desconcertadas pero atentas.

"Lamentablemente, no puedo quedarme mucho más tiempo. Solo quiero que sepan que este 'sueño' ha sido manipulado por mi pupilo para nutrir su Autoridad. Si notaron que sus pesadillas se intensificaron desde que se convirtieron en huéspedes del Teatro... ese es el motivo. Me disculpo sinceramente por todo lo que han atravesado."

Una luz blanca intensa envolvió a las niñas. Sus cuerpos, agotados, reaparecieron sobre el gran oso de felpa que Meili había creado, cayendo suavemente sobre él.

Un sopor dulce e incontrolable las venció, y ambas se quedaron dormidas, abrazadas, protegidas... al menos por ahora.

"Supongo que ya te he hecho esperar demasiado... ¿no es así, Haut?"

La voz de Od volvió a escucharse, esta vez desde un plano bañado en luces titilantes. A su espalda, de pie en silencio, se encontraba una figura elegante: Fomalhaut, el Guardián.

Fomalhaut: "Sí... Maestro." Respondió con una reverencia profunda, dispuesto a seguir cualquier orden.

"En ese caso..."

La voz de Od se volvió más solemne.

"Supongo que ya podemos comenzar."

---

PERSPECTIVA:  ANASTASIA  HOSHIN.

Cierta princesa comerciante había decidido separarse del resto de su campamento, despidiéndose de Julius y los gemelos con una sonrisa tranquila antes de tomar un rumbo distinto. Caminaba por su cuenta, dejando que los pasos la guiaran entre los infinitos pasillos del Teatro, con la única intención de reflexionar en silencio y disfrutar de una caminata solitaria. Foxidna la acompañaba, como siempre, pero no había pronunciado palabra desde que iniciaron el recorrido.

Anastasia tenía la mente saturada. Las visualizaciones recientes aún danzaban en su memoria como ecos lejanos. Prepararse para ver morir al hombre que amaba en las Dunas no era un pensamiento agradable, ni uno que pudiera ignorar. Y luego estaba esa extraña imagen de Subaru... uno diferente. Ese chico que hacía que su corazón, por lo general frío y calculador, empezara a sentir cosas más intensas, se había presentado como alguien completamente ajeno al miedo y al dolor, con un cabello blanco como la nieve y una expresión gélida que sugería un vínculo profundo con la resiliencia... o eso quería creer. No podía hacer más que especular por ahora.

Las preguntas eran muchas, las respuestas, pocas.

¿Por qué el Guardián les mostró esa proyección?

¿Por qué primero la llamó un error y luego se negó a dar explicaciones?

¿Qué era eso que había aterrorizado a tantos?

¿Un futuro incierto? ¿Una broma cruel? ¿O algo mucho más profundo?

Caminaba en busca de respuestas, pero el Teatro solo le ofrecía más preguntas.

Los pasillos se extendían en un patrón casi hipnótico, cada tramo una copia del anterior, con cuadros colgados en las paredes que apenas captaban su atención. Ya había pasado por ahí antes, muchas veces, y sabía que esos retratos no llevaban a nada concreto. Eran rostros sin nombre, figuras sin historia, que ni siquiera Foxidna parecía reconocer.

En medio de ese deambular silencioso, se cruzó con algunos miembros del elenco. Ricardo fue uno de ellos. El hombre lobo la notó de inmediato y, fiel a su naturaleza efusiva, alzó la mano con energía.

Ricardo: "¡Hey, Ana-bo! No te pierdas entre tanta curva, ¿eh?". Dijo con una sonrisa enorme.

Anastasia le devolvió la sonrisa, aunque algo más apagada, disimulando el nudo de pensamientos que aún le pesaban en el pecho.

Anastasia: "Eso intento, Ricardo... aunque el Teatro no parece tener fin". Murmuró con una voz suave, casi resignada.

Ricardo rió, rascándose la nuca.

Ricardo: "Bah, cuando eso pasa, me encierro un rato en la sala de Arcade. Nada que una buena partida no cure."

Anastasia entrecerró los ojos con ligera curiosidad. Su voz adoptó un tono más relajado, aunque no del todo libre de preocupación.

Anastasia: "Esa sala... ¿Todavía existe? Pensé que la habían quitado después del tercer Arco."

Ricardo: "¡Volvió! Apareció otra vez entre las habitaciones raras. Al dice que el Guardián la recicla como sala de descanso cada cierto tiempo. ¡Y tiene una de esas cosas donde mueves un bastón y haces que el muñequito pelee!"

Anastasia bajó la mirada un instante, recordando.

La primera vez que la sala de Arcade apareció en el Teatro, fue en uno de los descansos entre los primeros Arcos. Al la había descrito como "una especie de santuario de entretenimiento del mundo de Subaru", repleto de artefactos desconocidos para todos excepto él. Para Anastasia, más que una sala de juegos, había sido una mina de oro de conocimiento técnico.

Durante ese tiempo, ella había invertido varios días en estudiar aquellas máquinas con fascinación. Había llenado páginas de su libreta con bocetos minuciosos: tableros, botones, circuitos, hasta los patrones de las luces. En una ocasión, incluso convenció a Julius para que la ayudara a desmontar una de las máquinas más simples, documentando cada componente con detalle quirúrgico. Su objetivo era claro: si lograban salir del Teatro algún día, quería replicar esa tecnología en Kararagi. La idea de introducir aquel sistema de entretenimiento -o de apuestas, dependiendo de cómo se aplicara- era tan prometedora como tentadora para una comerciante.

Ahora, al oír que el Arcade había reaparecido, un destello de interés cruzó sus ojos. Aunque los bocetos seguían guardados en su mochila como meros recuerdos de su prolongada estadía en aquel lugar, la posibilidad de volver a examinar esas máquinas reavivaba una chispa que no sentía desde hacía tiempo.

Anastasia: "Quizás pase un rato más tarde. Si todavía están intactas, hay algunos detalles que quiero revisar... por mera curiosidad técnica, claro."

Ricardo: "¡Eso, Ana-bo! A ver si esta vez sí logramos que la máquina esa de baile funcione. Aunque entre tú y yo, creo que me va mejor cómo espectador."

La princesa comerciante soltó una risita breve pero sincera.

Anastasia: "No me lo imagino... pero suena divertido."

Ricardo: "Cuando quieras, Ana-bo. ¡Nos vemos en la próxima sala extraña!". Exclamó con alegría mientras se daba media vuelta, avanzando con saltos despreocupados hacia la habitación de videojuegos, como un niño que corre hacia un festival.

Anastasia lo observó desaparecer con una mezcla de ternura y nostalgia. Si bien el Teatro era un lugar construido con dolor y pruebas, de vez en cuando, ofrecía pequeños respiros. Y aunque ella no creía en milagros... aún le gustaba creer que entre engranajes y luces, algo bueno podía surgir.

Suspiró y siguió caminando.

A lo lejos, distinguió las siluetas de Ram y Rem, que caminaban en silencio, lado a lado. No quiso interrumpirlas; probablemente tenían sus propios asuntos que resolver. Poco después, se topó con una Mimi arrastrando a un inconsciente Garfiel con la misma determinación con la que un niño lleva un juguete nuevo. Preocupada, la princesa se acercó para asomarse a la sala donde habían entrado... y soltó un suspiro de alivio al ver la escena.

Garfiel, completamente inconsciente, estaba siendo vestido como una muñeca, con moños en las orejas y guantes ridículamente elegantes, mientras Mimi se preparaba para una fiesta de té con absoluta seriedad infantil. A pesar de todo, parecía disfrutarlo genuinamente.

Anastasia no pudo evitar sentir cierta lástima por el orgullo del demi humano... pero sabía que no había fuerza en el mundo capaz de detener a Mimi cuando se trataba de Garfiel.

Sacudió ligeramente la cabeza y retomó su camino, sus pensamientos aún girando como engranajes oxidados dentro de su mente. El Teatro podía ser vasto, confuso e interminable... pero esperaba que, en algún rincón, al final de algún pasillo, aguardara al menos una sola respuesta. Aunque solo fuera una.

La chica de cabello lavanda se topó con una escena tan graciosa como preocupante.

En el centro de un pasillo más amplio -probablemente uno que el Teatro había modificado deliberadamente para semejante espectáculo-, Tivey había amarrado a un Hetaro desesperado a un viejo saco de boxeo colgado del techo. El pobre chico lloraba a gritos, con la frente pegada contra un papel en el que podía leerse con torpes letras: "TRAIDOR".

Frente a él, con los bigotes algo torcidos y la mirada visiblemente borrosa, se tambaleaba un Félix completamente ebrio, con un dardo temblando entre los dedos.

Félix: "Nya... a la frente dijiste, ¿Tivey? P-pero lo veo triple...".

Hetaro: "¡NOOO! ¡Ni siquiera uno, por favor! ¡Se los ruego! ¡Yo no quería que te convirtieran en un reposapiés!".

El dardo salió volando, rebotando peligrosamente en la pared antes de caer al suelo, lejos de cualquier blanco. Hetaro soltó un chillido de alivio, que duró poco. Tivey, sin dejar de sonreír como si estuviera en una feria, golpeó el saco con el bastón de Mimi, sacudiéndolo violentamente.

Tivey: "¡Concéntrate, Félix! No es tan difícil darle al objetivo cuando lo tienes llorando frente a ti."

Félix: "Nyaaaa... ¿Qué objetivo? ¿El que se mueve o el que grita como ratón?"

Hetaro: "¡Tivey, por favor! ¡Somos hermanos! ¡Ya me disculpé! ¡Me vendió la desesperación! ¡Y Mimi! ¡Y el miedo!".

Tivey: "¿Y creíste que eso bastaba? ¿Después de venderme al demonio de las medias blancas para que me usara de banco humano durante una hora entera?". Respondió con voz melosa antes de estallar en una carcajada cargada de malicia.

Anastasia, que acababa de doblar la esquina, se detuvo a unos metros de ellos con expresión neutra. Observó la escena por unos segundos, sin alterar su paso. Incluso cuando Hetaro logró verla con el rabillo del ojo, y comenzó a suplicar con lágrimas cayéndole por las mejillas.

Hetaro: "¡Anastasiaaa-samaaaa! ¡Por favor! ¡No me abandone aquí! ¡Prometo que no volveré a traicionar a nadie! ¡Ni siquiera a Tivey!".

Ella lo miró por un segundo, impasible. Luego suspiró con una mezcla de resignación y una pizca de diversión, y sin decir una sola palabra, giró el rostro en dirección contraria y continuó caminando con paso lento y elegante, como si los gritos lastimeros no existieran.

Hetaro: "¡NOOO! ¡ANASTASIAAAA-SAMAAAAA! ¡SE LO SUPLI-...!"

El resto de la súplica quedó ahogado por un nuevo golpe seco del bastón de Mimi contra el saco.

Tivey: "¡Dardo nuevo, Félix! Esta vez apunta con el corazón."

Félix: "Nyaaa... eso sonó poético. ¡Voy!".

El bote de dardos, que Tivey había preparado con antelación, fue vaciado casi por completo en el siguiente intento. La mayoría de los dardos rodearon la cabeza de Hetaro sin tocarlo directamente, pero uno se quedó clavado peligrosamente cerca de su oreja, lo que bastó para arrancarle un chillido aún más agudo y un torrente de disculpas inútiles.

A lo lejos, mientras el eco de su llanto se perdía en los pasillos, Foxidna, que acompañaba a Anastasia en silencio, dejó escapar una risita suave.

Foxidna: "Tienes una vena maliciosa, ¿lo sabías?".

Anastasia: "La verdad, creo que fui muy indulgente."

Y con eso, la princesa comerciante se perdió por otro pasillo, dejando atrás una de las escenas más cruelmente cómicas del Teatro.

La caminata continuó, y la princesa comerciante se topó con una serie de escenas dignas de mención... aunque no todas por razones agradables.

Primero, divisó a Crusch y Emilia conversando animadamente en una habitación apartada, sus voces bajas pero sus rostros serenos. Un intercambio diplomático, sin duda, quizás un intento de entendimiento más allá de bandos y ambiciones. Fue algo breve, pero la sola idea de una alianza entre ambas la hizo alzar una ceja, con esa típica chispa calculadora en su mirada.

Más adelante, en una sala parcialmente iluminada, vio una imagen enternecedora: Meili y Petra dormidas abrazadas sobre el lomo mullido de un gigantesco oso de felpa, el cual roncaba suavemente, como si formara parte de un cuadro de ensueño infantil. Aquello le arrancó una sonrisa inesperada.

Y luego... luego estaban ellos. Una escena que prefirió ignorar: un comerciante demasiado familiar y una criada rubia en una situación que ni quería mencionar... ni recordar. Bajó la mirada al pasar frente a ellos, fingiendo que no había visto nada.

Anastasia: "Creo que esta caminata ha sido bastante productiva, ¿no lo crees, madre?". Comentó al fin, con renovado ánimo. Aunque no había resuelto sus mayores dudas, descubrir tantos detalles en su paseo le había resultado reconfortante, en cierta forma.

Foxidna: "Supongo que fue entretenido... pero, ¿Resolviste algo sobre ese extraño Subaru de cabello blanco, Ana?". Preguntó su espíritu, esta vez con un matiz de preocupación que no solía mostrar.

La sonrisa de Anastasia se desvaneció poco a poco. Bajó la mirada, tomando unos segundos para responder. No. En el fondo, esa caminata había sido una distracción. Una forma de no pensar en lo que había visto. Aquel Subaru había dejado una marca confusa y persistente en su mente: su rostro inexpresivo, la indiferencia con que trataba a la muerte... y ese cabello blanco, símbolo de algo más profundo que aún no comprendía.

Foxidna lo notó. Sin decir una palabra, se acercó y la rodeó con sus patas caninas, dándole un suave pero firme abrazo. Un gesto simple, pero cargado de un mensaje silencioso: "Estoy contigo. Siempre."

Anastasia respondió con una sonrisa más sincera, dejando que el calor del abrazo disipara parte del frío en su pecho. Su voz, al hablar de nuevo, fue más suave y despreocupada.

Anastasia: "No te preocupes, querida madre. Solo necesito tiempo para procesarlo todo. Eso es todo... Por ahora, volvamos a nuestra habitación. Seguro que los trillizos, Ricardo y Julius ya deben estar esperándonos. No hay que hacerles esperar, ¿verdad~?".

Le guiñó un ojo con un tono juguetón, y Foxidna rió suavemente, asintiendo con la cabeza mientras la seguía.

Pero justo cuando ambas emprendieron el regreso, el entorno que las rodeaba se distorsionó con violencia. Primero fueron los cuadros: comenzaron a caer uno tras otro, rompiéndose en el suelo con estrépito seco. Luego, las flores que adornaban el pasillo se marchitaron al instante, ennegreciéndose como si algo hubiese absorbido su vida en segundos. El aire se volvió denso, y las luces comenzaron a parpadear con agresiva inestabilidad, como si se resistieran a extinguirse.

Ambas se detuvieron de golpe. Anastasia sujetó su sombrero con una mano mientras se colocaba en guardia. Foxidna se posicionó frente a ella, enseñando los colmillos y con el pelaje erizado. El Teatro había cambiado. Y no para bien.

Una repentina ráfaga de viento barrió el pasillo. El sombrero de Anastasia voló de su cabeza, aunque logró atraparlo justo a tiempo. Fue entonces cuando alzó la vista... y lo vio.

Una fisura flotaba en el aire, como una herida en la misma realidad. Era del tamaño de un espejo roto, y emitía una luz blanca deslumbrante. Su forma irregular se ramificaba como venas brillantes, extendiéndose rápidamente por las paredes, el suelo, el techo. Aquello no era parte del Teatro. Era algo más.

Anastasia: "...¿Qué demonios es esto?". Murmuró, con el corazón latiendo con fuerza.

La luz se expandía, viva, insaciable. A cada paso que retrocedían, una nueva fisura aparecía en otra dirección. Y entonces, sin previo aviso, una de esas grietas se abrió justo bajo sus pies.

No hubo tiempo para reaccionar.

El suelo se quebró con un destello, y la subdivisión de la fisura tragó a Anastasia en un solo segundo, como si se abriera un abismo entre los mundos. La chica de cabello lavanda desapareció de la vista de Foxidna, sin dejar más rastro que el eco de su nombre flotando en la luz.

--

La princesa sintió los párpados pesados al despertar, como si hubieran sido forzados a cerrarse durante horas. Pero cuando los abrió, se encontró en un espacio completamente devorado por la oscuridad, tan densa que casi parecía tener peso. No había suelo firme ni paredes visibles, solo un vacío sin fin, tan profundo que el eco de sus pensamientos parecía apagarse al nacer.

La única luz venía de la fisura por donde había caído, aún suspendida detrás de ella... cerrándose lentamente. Y al fondo, una segunda fuente de brillo: una ventana, pequeña y distante, proyectando una tenue claridad que no lograba disipar la sombra envolvente.

Anastasia: "¿Qué es este lugar...?". Preguntó con voz baja, sintiendo cómo una ansiedad muda le recorría la espalda como una hilera de agujas heladas.

Foxidna: "No lo sé, Ana. Usaré un hechizo para iluminar este sitio... Tal vez podamos encontrar alguna pista". Respondió la espíritu con voz controlada, aunque con un leve temblor en la última palabra. Canalizó una pequeña fracción de su reserva de maná, invocando una esfera de luz flotante que titiló como una luciérnaga solitaria en una caverna sin fin.

Anastasia atrapó la esfera en una mano, sosteniéndola en alto. Caminó unos pasos con cautela, cada uno acompañado por el crujido invisible del aire, como si algo en el ambiente se replegara a su alrededor con cada movimiento.

Y entonces la vio.

Una figura de cuerpo delgado y encorvado, cubierta por un velo negro. Estaba sentada, atada, encadenada de pies y manos con brillantes grilletes de luz cuya fuente desaparecía en las sombras. El rostro de la figura era opaco... hasta que la esfera de luz reveló sus ojos amatistas.

Los pulmones de Anastasia se contrajeron. Un espasmo recorrió su espalda y sus piernas retrocedieron por puro instinto. No hacía falta más. Sabía exactamente quién era. No la había visto nunca en persona, pero esa silueta, ese rostro cubierto parcialmente por la oscuridad, esos ojos... los había visto en más de una proyección, siempre como la causante de un horror sin nombre.

Satella.

La Bruja de los Celos.

La mujer responsable del tormento de Subaru.

Y sin embargo, la realidad de tenerla delante le rompió toda la rabia acumulada. Las ganas de golpearla, de gritarle, se deshicieron ante el peso paralizante del miedo. Por mucho que se hubiese jurado actuar, ahora no podía moverse, no podía respirar con normalidad. Solo observarla.

Foxidna, a diferencia de su petrificada hija, reaccionó al instante. Se colocó delante de Anastasia con el lomo erizado y los colmillos a la vista. Sus patas estaban tensas, dispuesta a saltar. Sabía que en combate directo no tenía oportunidad, pero mientras esas cadenas siguieran sujetando a la bruja, albergaba un atisbo de confianza. Aunque, claro... las cadenas también habían fallado antes.

El silencio cayó como una lápida. El único sonido era la respiración entrecortada de las tres, flotando en ese vacío como una melodía ahogada.

Hasta que...

Satella: "A-ayuda...". Esa palabra era un susurro apenas audible, pero se impuso con claridad suficiente como para que ambas alzaran la vista. ¿Satella... pidiendo ayuda?

Satella: "Ayuda... ayuda... a-ayúdalo...". El tono débil de súplica no iba dirigido a ellas, sino hacia algo más... o alguien más. Anastasia apretó los labios, aún alerta, pero su curiosidad ganó al miedo.

Anastasia: "¿A qué te refieres?". Preguntó con cautela, la voz tensa, lista para saltar si la bruja siquiera se movía de forma sospechosa.

Satella: "Ayúdalo... ayuda a mi Subaru... por favor... él está sufriendo... solo... ayúdalo...". Dijo con una voz cargada de pena. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas pálidas, iluminadas por la esfera flotante. Y aunque Anastasia no quería creerlo... aquellas lágrimas no parecían fingidas.

Anastasia: "¿Natsuki-kun...? ¿Por qué necesitaría ayuda? Él está a salvo en el Teatro... lejos de tus sucias garras." Escupió cada palabra con una mezcla de asco y rabia. Aquel tono gélido, esa frialdad verbal tan suya, había regresado para cubrir el miedo.

Satella: "...Mal... equivocada...". Murmuró entre sollozos.

Anastasia: "¿Eh?". Soltó involuntariamente, rompiendo su fachada de seguridad.

Entonces Satella alzó el rostro por completo. Sus ojos se clavaron en los de Anastasia con una intensidad demoledora. Pero esta vez no había oscuridad en ellos. Había... desesperación.

Satella: "Subaru no está aquí. Su cuerpo sí... pero su alma no. Su Guardián lo dejó a la deriva... en mi jardín. Si yo no estoy allí para sostenerlo, ese lugar se deshará poco a poco. Y cuando eso ocurra... el alma de Subaru también se destruirá. Por eso te lo ruego... ¡Sálvalo, salva a mi Subaru!".

Su voz se quebró. Sus gritos eran tan humanos que dolían. Su rostro, una máscara de angustia pura.

Anastasia se quedó inmóvil, los ojos como platos, una gota de sudor frío deslizándose por su sien. ¿Subaru no está aquí? ¿Su alma está atrapada? ¿El Guardián hizo qué?

Sus pensamientos se atropellaban entre sí, chocando, repitiéndose. Todo el Teatro, las proyecciones, las palabras del Guardián... ¿todo eso ocultaba una mentira?

¿Y si no lo era?

Entonces, la voz de Satella volvió a interrumpirla.

Satella: "Sal de aquí... hazlo rápido... antes de que él vuelva. Diles a todos lo que sabes. No confíen en él. No confíen en ninguna de sus palabras. Él es la encarnación de-"

"¿La Desesperación?".

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Una voz reverberó como una explosión ahogada en el corazón del lugar.

Fría. Profunda. Imposible de malinterpretar.

El corazón de Anastasia dio un vuelco. Foxidna se tensó de inmediato.

Era él.

El Guardián.

Fomalhaut.

Satella: "¡No... no, no no no! ¡Por favor, no!". Gritó desesperada, pero su súplica fue silenciada al instante. Una mordaza de sombra cubrió su boca y las cadenas que la retenían se tensaron violentamente, drenando su energía como si extrajeran cada pedazo de su alma.

"¿No me extrañaron? ¡Vaya, me rompen el corazón!".

Se burló el Alcaide al reaparecer desde un remolino de sombras, tomando nuevamente el centro de la escena como si fuese el director de una obra macabra.

Anastasia: "¿Es eso verdad, Guardián? ¡¿Todo lo que dijo Satella es cierto, maldito embustero de mier-?!". Su grito, cargado de furia, fue truncado por otra mordaza que selló sus palabras, seguida de unas cuerdas negras que surgieron del suelo y la ataron de pies a cabeza. La Autoridad del Guardián se manifestaba sin piedad.

"Debiste haberte quedado en tu lugar, zorra. ¿Crees que tú y ese elenco de idiotas pueden hacer algo contra mí? ¡Soy un dios en toda regla! Este juego estaba decidido desde antes de que comenzara".

Fomalhaut escupió las palabras con asco, caminando a paso firme hacia la princesa atada, como un verdugo complacido.

Pero antes de que pudiera tocarla, una figura se interpuso en su camino.

Foxidna: "¡Ni creas que voy a dejar que pongas un solo dedo sobre mi hija, bastardo!". Rugió con determinación, formando un rayo de luz pura en su boca, lista para lanzar el ataque.

Sin embargo, en un pestañeo, Fomalhaut desapareció.

La espíritu parpadeó, desconcertada, girando frenéticamente la cabeza para encontrarlo.

Y entonces sintió su presencia... justo detrás de ella.

"Dulces sueños, espíritu de pacotilla."

Con un tono burlón, el Guardián apoyó con suavidad su mano sobre la nuca del espíritu. Un parpadeo de luz y... Foxidna estalló en cientos de motas brillantes, que se comprimieron en una única esfera flotante.

Anastasia: "¡¡Madre!!". Gritó con desesperación, el corazón encogido, sintiendo cómo su alma se quebraba al ver a su madre desaparecer frente a ella.

"¡No me vengas con reclamos ahora! ¡Tú causaste esto al cruzar el umbral hacia mi dominio! Debiste quedarte en el Teatro, como  la ignorante  que eres, ¡perra avariciosa!".

Bramó el Guardián, apareciendo frente a su rostro. Sus ojos brillaban con una locura reprimida mientras levantaba la palma y la colocaba sobre el rostro de la chica.

Anastasia solo pudo temblar. Y después... todo se volvió negro.

Su cuerpo cayó inconsciente al suelo. Una segunda esfera de luz, igual a la de Foxidna, apareció a su lado.

Satella observó impotente. El terror le desgarraba el pecho. Su última esperanza... desvanecida. Lo último que sus ojos vieron fue la sonrisa del Guardián, amplia, retorcida y satisfecha, antes de que las cadenas drenaran su consciencia por completo.

Fomalhaut se inclinó con elegancia, recogiendo ambas esferas con una mano. Las contempló con detenimiento, como si examinara dos flores exóticas.

"Supongo que ahora pueden tener otra utilidad. Espero que les gusten los jardines y los remolinos".

Dicho esto, abrió una fisura con un simple gesto y arrojó ambas esferas por el umbral. La grieta se cerró tras unos segundos, tragándose toda evidencia.

El Guardián sonrió, complacido con el giro de los acontecimientos. Aquella pequeña intromisión había sido molesta, sí... pero ahora todo estaba bajo control.

Volvió la vista hacia el cuerpo inconsciente de Anastasia.

"Con tus recuerdos borrados no serás un problema. Puedes volver al Teatro, pequeña zorra... solo que esta vez, mantendré un ojo bien puesto en ti".

Chasqueó los dedos. El cuerpo de la comerciante fue envuelto por las sombras, desapareciendo sin dejar rastro. Nadie sabría nunca que había cruzado ese umbral prohibido. Todo había sido por culpa de un descuido, un simple error de cálculo cuando abandonó el Teatro para atender a su Maestro.

Fomalhaut entrecerró los ojos, con molestia contenida. Casi lo arruina todo. Por un instante, su fachada había tambaleado. Pero ahora todo volvía a su cauce.

Había convencido a su Maestro.

Satella no pudo advertir a nadie.

Anastasia olvidaría todo.

Y el elenco, sus lindas marionetas... seguirían bailando sin saberlo.

Una sonrisa demente se curvó en su rostro. En su reino de sombras, soltó una carcajada que retumbó en cada rincón de la oscuridad.

"Espero que mis queridas marionetas disfruten este Arco...".

Murmuró con voz venenosa.

"...porque seguramente será el último. ¡¡HAHAHAHAHAHA!!"

Y rió, y rió...

Todo estaba saliendo según lo planeado.

PERSPECTIVA: OD LAGUNA Y FOMALHAUT (Hace 20 minutos)

"Supongo que ya te he hecho esperar demasiado... ¿no es así, Haut?"

La voz de Od resonó con suavidad desde un plano bañado en luces titilantes que flotaban como luciérnagas atrapadas en el tiempo. Ante él, de pie en completo silencio, se hallaba una figura esbelta, envuelta en una capa oscura como la tinta: Fomalhaut, el Guardián.

La distancia entre ambos parecía simbólica: la separación entre el amo y su siervo.

Fomalhaut: "Sí... Maestro." Su respuesta vino acompañada de una reverencia profunda, tan marcada que su frente casi rozaba el suelo de luz. Aunque su voz sonaba serena, sus emociones internas hervían: tensión, temor, y una leve chispa de arrogancia cuidadosamente contenida.

"En ese caso..."

La voz de Od se tornó más solemne, cada palabra cayendo como una sentencia.

"Supongo que ya podemos comenzar."

--

Tras dejar a las niñas a salvo en su habitación, Od Laguna decidió enfrentar a su pupilo. No era una conversación casual. El silencio entre ambos pesaba más que cualquier palabra.

"¿Deseas hablar tú primero, o debo hacerlo yo?".

Preguntó Od con un tono tranquilo mientras se giraba hacia su discípulo, quien se mantenía arrodillado en una postura casi religiosa, reverente hasta el extremo.

Fomalhaut: "Puede empezar usted, Maestro." Aunque mantenía una fachada elegante, la tensión lo traicionaba. Su mente se debatía entre el miedo de perderlo todo y la seguridad de que tenía un as bajo la manga.

"Ya veo. En ese caso..."

Una luz cálida y deslumbrante comenzó a envolver a Od. Sus múltiples voces se fundieron hasta convertirse en una sola, clara y joven.

"Tal vez sea mejor hablar así."

Cuando la luz se disipó, la figura que apareció fue la de un niño de cabellos plateados, ojos heterocromáticos -uno azul y otro dorado-, envuelto en una larga bata blanca que flotaba hasta sus tobillos. Una bufanda negra y afelpada colgaba de su cuello, dándole una apariencia casi angelical.

"Ahora estamos más igualados".

La voz era la de un niño, dulce y aguda, pero su mirada... era la de un ser eterno.

Fomalhaut apretó la mandíbula por un instante. Para él, ese gesto era una burla. Su maestro seguía tratándolo como si fuera un simple aprendiz, aunque había demostrado ser mucho más. Aun así, calló. No era momento de desafiarlo.

"Comencemos por algo ligero".

Dijo Od, moviendo los pies con calma sobre el borde flotante del cubo de luz donde se había sentado.

"¿Cómo le va a mi querido Reinhardt?".

Fomalhaut: "El chico ha mostrado mejoras notables. Más animado, más... humano. Diría que está cambiando para bien. Incluso podría encontrar el amor muy pronto."

Acompañó su respuesta con una sonrisa medida. Si sentía celos, los escondía bien. Pero su voz no ocultaba un toque de ironía.

"¿Amor, dices?".

Preguntó Od con ojos brillantes, como si el concepto mismo le resultara encantador.

"¿Y quién es la afortunada?".

Fomalhaut: "Felt. Supongo que la recuerda... La Dama que compite por el trono. Parece tener un efecto positivo en él. Lo ha estado ayudando con sus problemas de autoestima. A su manera, claro... directa, tosca, pero efectiva."

Od sonrió, perdiéndose por un momento en sus pensamientos.

"Felt, ¿eh? Supongo que tendré que observarla con más atención. Me alegra saber que mi pequeño Reinhardt está encontrando algo de paz".

Fomalhaut rodó los ojos con disimulo. El favoritismo de Od por ese chico era evidente, casi molesto. ¿Qué tenía él que no tuviera Haut? Pero nuevamente, guardó silencio. Las palabras imprudentes no sobrevivían mucho tiempo frente a un dios.

"Ahora que hemos calentado...".

Od detuvo su balanceo y se inclinó levemente hacia su pupilo. Su tono cambió: se volvió inquisitivo, incisivo.

"Haut... ¿Podrías explicarme por qué infundiste pesadillas y terror en nuestros invitados? ¿Y por qué encerraste el alma de Subaru en el jardín de Satella?".

Fomalhaut levantó la mirada. No había pánico en sus ojos, solo determinación. Era hora de poner en práctica su plan de contingencia.

Fomalhaut: "Por supuesto. Le explicaré todo con detalle, Maestro." Hizo otra reverencia, esta vez más contenida. Luego se incorporó y adoptó una postura más firme, como un orador ante su audiencia.

Od asintió, acomodándose en el cubo de luz que flotaba suavemente mientras comenzaba a girar en círculos, como si fuera un niño aburrido en una sala de espera.

Fomalhaut: "Lo de las pesadillas fue un experimento. Quería observar cómo reaccionarían al recibir una dosis directa del sufrimiento que han causado. Era una forma de impartir justicia... o al menos hacerlos enfrentar las consecuencias de sus actos."

"¿Y por qué debían ser castigados?".

Od ladeó la cabeza, llevando un dedo a sus labios. La pregunta era simple, pero la respuesta no lo sería.

Fomalhaut: "Porque todos ellos... han causado dolor a Subaru. Rechazos, traiciones, exigencias inhumanas. Cada uno de ellos clamó por comprenderlo, por compartir su sufrimiento... Pues bien, ahora lo han sentido. Tal como pedían."

Hizo una pausa dramática, como si saboreara el momento.

Fomalhaut: "Es justicia, Maestro. Ni más... ni menos."

Od no respondió enseguida. Continuó balanceándose en su cubo de luz, sus ojos fijos en su pupilo. La sonrisa se había desvanecido. El niño Dios meditaba en silencio, evaluando cada palabra.

Y Fomalhaut, paciente, esperaba. La primera pieza estaba en el tablero.

"¿Un castigo justo, eh...?".

La voz infantil de Od sonó cerca, demasiado cerca. El niño descendió de su cubo flotante y se aproximó con pasos ligeros pero veloces hasta quedar cara a cara con Fomalhaut. El Guardián retrocedió instintivamente un paso: el movimiento de su Maestro, aunque inocente en apariencia, destilaba presión.

Fomalhaut: "Así es. Solo he impartido una justicia equitativa... acorde a los deseos que ellos mismos han expresado." Asintió con compostura, intentando mantener su postura segura, aunque el súbito acercamiento lo había descolocado un poco.

Od entrecerró los ojos, como si examinara cada partícula de verdad en las palabras de su pupilo.

"Entiendo. Pero aún así, deja de imbuirles pesadillas de ahora en adelante".

Su tono era apacible, pero firme.

"Imagino que tu experimento ya ha concluido... ¿o me equivoco?".

No necesitaba una respuesta. Sin esperar más, se cruzó de brazos y desvió apenas la mirada.

"Pasemos al siguiente punto. ¿Cuál fue tu motivo para dejar a Subaru en el Jardín de las Sombras? No me interesa particularmente ese chico... pero me preocupa lo que podría causar el colapso de ese espacio".

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

El tono de su voz se endureció al mencionar el jardín

El tono de su voz se endureció al mencionar el jardín. No era una mera cuestión personal: la estabilidad de realidades enteras pendía de ese rincón sellado del mundo.

Fomalhaut, aliviado por el cierre del tema anterior, disimuló su alivio con una inclinación.

Fomalhaut: "Agradezco su comprensión, Maestro. En cuanto al jardín... fue necesario separar el alma de Subaru de su cuerpo para mantenerlo en un estado de sueño continuo mientras duren las proyecciones. El Jardín de las Sombras era el sitio ideal: aislado, silencioso... y sobre todo, sin interferencias."

Sus palabras fueron entregadas con una serenidad medida, como si la elección hubiera sido lógica, inevitable. Pero en el fondo, esperaba que Od no percibiera los verdaderos motivos tras esa decisión.

"Pero la fragmentación de ese lugar sigue siendo un problema".

La voz de Od bajó en tono, aunque ganaba en gravedad. Flotó hasta situarse frente a él, en la misma línea, su mirada aguda penetrando cada fibra de su pupilo.

"Si el jardín colapsa, podría afectar a otros mundos. Lo sabes, ¿verdad?".

Fomalhaut mantuvo su expresión serena. Las mentiras eran un idioma que hablaba con soltura.

Fomalhaut: "No tiene de qué preocuparse, Maestro. Tomé precauciones. Dejé ciertas ventajas que permitirán a Subaru resistir dentro del jardín por sí mismo. Además, su mera existencia... ralentiza el deterioro del espacio. Eso nos da tiempo suficiente para completar todas las proyecciones. Incluso las de los últimos Arcos."

Od permaneció en silencio unos segundos, balanceándose levemente mientras volvía a sentarse en su cubo flotante. Se cruzó de brazos y piernas, pensativo, como un niño considerando una travesura.

Finalmente, asintió.

"Comprendo. Lo tenías todo previsto... Qué aplicado eres, Haut".

Le aplaudió suavemente, con una sonrisa que parecía dulce, pero también ambigua. Un gesto que podía ser aliento o advertencia.

Fomalhaut curvó los labios en una sonrisa discreta. Parecía una victoria.

Pero la voz de su Maestro continuó.

"Aunque sigo sin entender el propósito de mostrar al elenco eventos más allá del Arco Cuatro. Todo lo que ocurre en esos Arcos... ya no tendrá lugar en esta línea de tiempo. Nuestra intervención lo ha cambiado todo".

La mirada de Od volvió a fijarse en él con renovada desconfianza.

Fomalhaut sintió un leve cosquilleo en la nuca. Apretó los dientes apenas. La pregunta lo había tomado por sorpresa, pero no podía dejarlo ver. No ahora.

Fomalhaut: "Es para que puedan prevenir cualquier eventualidad futura, Maestro." Respondió con una calma cuidadosamente elaborada... aunque su voz tembló, imperceptiblemente.

"Pero el Teatro fue diseñado con un propósito claro: evitar que ese chico siguiera reiniciando mi mundo una y otra vez".

Od se llevó un dedo a los labios, pensativo.

"Si alteramos demasiado el flujo, podríamos provocar consecuencias catastróficas. Lo sabes".

Fomalhaut mantuvo la mirada. Había practicado este discurso muchas veces.

Fomalhaut: "Entiendo su inquietud. Pero si hubiéramos liberado al elenco al terminar el Arco Cuatro, dejando que la línea temporal siguiera su curso natural... Subaru habría muerto muchas más veces. Y no solo él. Incluso el bucle de diez segundos habría tenido lugar." Hizo una pausa estratégica. "Pero si les advertimos hasta el Arco Ocho... incluso el Nueve, podríamos borrar de raíz esos futuros fatales. Solo eso busco: preservar la estabilidad. Y, claro, su voluntad."

Sus palabras estaban pulidas, elegantes, casi nobles. Fomalhaut se presentó como un protector. Un servidor devoto. Pero tras cada frase, se ocultaban otras intenciones.

Od lo miró en silencio durante largos segundos. Luego, suspiró.

"Realmente quiero que ese tonto deje de reiniciar mi mundo a cada rato... Está bien. Te permitiré continuar con las proyecciones. Pero escucha bien: si ocurre cualquier alteración negativa en la línea de tiempo, deberás devolver al elenco de inmediato. Sin peros."

La autoridad de su voz se alzó. El niño descendió de su cubo flotante, acercándose con pasos lentos pero definitivos. Sus ojos miraban directamente a los de Fomalhaut, como si buscaran dejar una marca permanente.

Fomalhaut inclinó la cabeza respetuosamente. Por dentro, sonreía. Solo necesitaba este Arco para cumplir su propósito. Lo demás, le era indiferente.

Sin más palabras, se dio la vuelta y caminó hacia el umbral de luz que lo devolvería a su dominio como director del Teatro. Pero justo cuando su figura se desvanecía en el resplandor, la voz de su Maestro volvió a resonar.

"Una última cosa, Haut".

Fomalhaut se dio la vuelta lentamente, fijando la mirada en la pequeña silueta de su Maestro: ese cuerpo infantil que, aun reducido en tamaño, irradiaba un poder abrumador.

Fomalhaut: "¿Sí, Maestro?"

"Ten cuidado".

La voz de Od sonó serena, pero cargada de una advertencia que iba más allá de sus palabras.

"No quiero que termines como mis anteriores directores del Teatro. Si te mantienes dentro de la línea que te corresponde... habrás superado mi prueba. Cuídate, Haut".

Por primera vez en mucho tiempo, la preocupación de Od Laguna parecía sincera. Su cuerpo comenzó a brillar con más intensidad hasta desdibujarse por completo, tomando nuevamente la forma de una esfera de luz. Aquella luminiscencia pura empezó a fundirse lentamente con el entorno, disolviéndose en la inmensidad.

Fomalhaut asintió en silencio. Inclinó levemente la cabeza en una reverencia contenida, luego dio media vuelta hacia el umbral.

Al llegar al borde de la salida, miró por última vez el resplandor que dejaba atrás: ese espacio cubierto de una luz absoluta que contrastaba con la densa oscuridad de su propio dominio. Un suspiro escapó de sus labios, y mientras cruzaba al otro lado, murmuró con una sonrisa torcida y venenosa:

Fomalhaut: "Espero que tú también te cuides, anciano... Tu reinado acabará muy pronto."

Y así, con esa amenaza flotando como una semilla maldita en el aire, el Guardián cruzó el umbral de luz, desapareciendo.

--

El retorno a su dominio fue inmediato.

Un mundo ahogado en sombras lo recibió. Sin embargo, no tuvo tiempo para disfrutar de su silencio habitual: una escena insólita lo aguardaba.

Allí, en medio de su dominio sagrado, la prisionera... y una joven comerciante. Conversaban.

Fomalhaut entrecerró los ojos. No comprendía cómo esa chica había llegado hasta allí, hasta que su mirada captó una fisura: una grieta temblorosa y resplandeciente que atravesaba su espacio como una cicatriz mal cerrada. Un error.

Un error causado, sin duda, por su reciente ausencia.

Su ceño se frunció de inmediato. Su aura se tornó más pesada. Avanzó sin pronunciar palabra.

Y con la misma frialdad con la que uno recoge un objeto roto, se encargó de ambas.

La entrometida y su espíritu fueron reducidos a luz y silencio. Fragmentó sus almas con una precisión cruel, deshizo sus recuerdos como si fuesen polvo inútil, y arrojó los restos en forma de pequeñas esferas de luz hacia la misma fisura. Un destino singular aguardaba del otro lado: el Jardín de las Sombras, donde cierto pelinegro luchaba por sobrevivir.

Una vez hecho esto, el Guardián soltó una carcajada.

Larga, hueca, desquiciada.

Una risa que se fundía con la oscuridad misma de su reino.

La amenaza de su Maestro ya no lo ataba. Las proyecciones continuarían. Su experimento estaba en marcha. Y todo avanzaba como él lo deseaba.

Fomalhaut no podía estar más satisfecho con el resultado.

PERSPECTVA: CAMPAMENTO DE ANASTASIA.

El campamento de la princesa comerciante se había reunido en la habitación que, hasta hace poco, permanecía vacía.

Ricardo había regresado después de pasar su descanso en el Arcade, pero su expresión era de creciente preocupación: Anastasia no había aparecido ni una sola vez desde su conversación en el pasillo, lo que no era propio de ella. Julius había vuelto poco antes, tras acompañar a Al a una sala llena de "mangas", aquellas curiosas historietas que narraban mundos imposibles. Ambos hombres habían disfrutado de su lectura más de lo que estaban dispuestos a admitir, y se habían despedido con una sonrisa antes de volver a sus respectivos grupos.

Mimi había regresado también, arrastrando triunfalmente a un Garfiel atado con un listón rojo. El vestido rojo y el moño que llevaba en la cabeza eran parte de una humillación cuidadosamente planeada, aunque lo realmente curioso era que la cinta no se rompía a pesar de la fuerza bruta del rubio demi humano, quien rugía insultos mientras forcejeaba con furia inútil.

Por su parte, Tivey entró cargando a Hetaro entre brazos como si fuera una princesa. El pobre estaba cubierto de lágrimas mientras se sacaba, con visible delicadeza, los dardos que habían quedado clavados en su cuerpo durante la venganza de su hermano. Tivey sonreía con satisfacción por la ejecución perfecta de su plan.

Y aun así, faltaba alguien.

La dueña de esa habitación aún no se encontraba entre ellos... hasta que se escucharon golpes en la puerta.

Julius fue el primero en reaccionar, y se acercó con rapidez, ya con el corazón en un puño ante la posibilidad de que fuera ella. Sin embargo, al abrir, se encontró con Al, quien se rascaba la cabeza, visiblemente incómodo.

Julius: "¿Qué haces aquí, Manga-amigo?". Preguntó, usando el apodo que ambos se habían dado tras su improvisada lectura conjunta.

Al: "Bueno... supongo que esto es tuyo, ¿no, Manga-bro?". Dijo, dando un paso al costado.

Detrás de él yacía Anastasia, completamente inconsciente.

Julius: "¡Anastasia-sama!". Exclamó con el alma estrujada. Se arrodilló a su lado de inmediato, levantando su cabeza con delicadeza y recogiéndola con ambos brazos para llevarla con premura al interior.

Ricardo: "¡¿Ana-bo?!". Gritó con sobresalto, sus orejas tiesas del susto. Su mirada se clavó en Al con recelo.

Ricardo: "¡¿Tú le hiciste esto a Ana-bo?!". Bramó mientras se acercaba con paso firme al guerrero enmascarado, su expresión oscura y su instinto protector a flor de piel.

Al: "¡Oye, oye, oye! ¡Calma, amigo! ¡Yo no le hice nada, te lo juro!". Exclamó retrocediendo con nerviosismo, sabiendo muy bien que no tendría suficientes bucles para sobrevivir si provocaba a esa bestia.

Ricardo: "¿Entonces qué demonios le pasó? ¡Responde o te ensarto como brocheta en parrilla de feria!". Soltó, su tono más grave que de costumbre.

Para ese punto, Julius ya había recostado con cuidado a Anastasia en la cama. Los trillizos estaban atendiéndola con sorprendente seriedad, revisando cada detalle con la mayor delicadeza posible.

Al: "La encontré tirada en uno de los pasillos mientras regresaba a la habitación de mi princesa. Intenté despertarla, pero no respondía... así que corrí a contarle a Priscilla-sama. Después de convencerla, me dio permiso para venir y entregársela."

Su voz era un tanto tensa, y aunque en parte sentía culpa por no haber acudido directamente al grupo de Anastasia, el recuerdo de la furia de su princesa lo convencía de que había elegido la opción menos peligrosa.

Julius: "¿Y qué hacía Anastasia-sama en ese pasillo?". Preguntó en voz baja, llevándose una mano al mentón mientras su ceño se fruncía.

Ricardo: "Dijo que quería despejarse sola después de las proyecciones... pero eso no explica que se haya echado a dormir en medio del camino". Comentó con un gruñido de frustración, visiblemente afectado por no haberla acompañado en ese paseo.

Julius: "No es tu culpa, Ricardo. También me pidió que no la siguiera. Esto hubiera ocurrido de todos modos... La verdadera pregunta es ¿Qué lo causó?". Murmuró, dándole unas suaves palmaditas en la espalda al enorme canino.

Ambos se sumieron en un breve pero tenso silencio, meditando las posibles causas. Sin embargo, fue Al quien rompió el momento con voz apurada.

Al: "Bueno, les deseo suerte. El descanso está por terminar, y si no vuelvo a tiempo con la princesa, mi cabeza va a decorar su habitación. Así que... ¡Hasta luego, Bros!". Se despidió con una medio reverencia y salió corriendo a toda velocidad.

El caballero y el demi humano intercambiaron una mirada resignada antes de regresar al interior, cerrando la puerta tras de sí.

Dentro, la atmósfera se había vuelto más contenida. Garfiel, en una esquina, observaba en silencio. Había dejado de forcejear desde que Anastasia fue recostada. Su mirada estaba fija en los trillizos, quienes la atendían con gestos suaves, llenos de preocupación sincera.

Incluso en su humillación forzada, el guerrero rubio había entendido que algo serio había ocurrido. Porque si ellos estaban así de serios... entonces nada de esto era una broma.

Julius: "¿Han podido descubrir algo?". Preguntó el caballero mientras se sentaba con cuidado en la esquina de la cama donde su Dama yacía dormida.

Tivey: "Hasta ahora no... pero no parece algo grave. Diría que se trata de un agotamiento por falta de energía". Comentó con cierto alivio. Ver que su jefa no padecía algo tan extremo como la Enfermedad de la Bella Durmiente ya era un gran respiro.

Julius: "Ya veo... es un alivio escucharlo". Murmuró con un suspiro, dejando caer el peso de su preocupación por un momento gracias a las reconfortantes palabras del chico gato.

Mimi: "Aunque hay algo que a Mimi la tiene confundida... ¿Cómo pudo la jefa gastar tanta energía en tan poco tiempo? ¡Hasta el punto de desmayarse así, de golpe!". Expresó la peli naranja mientras bajaba de la cama para quedar al nivel de sus hermanos.

Los tres bajaron la mirada al mismo tiempo, sumidos nuevamente en silenciosas conjeturas... hasta que algo los sacó de sus pensamientos.

"-Coff, coff."

Un leve sonido rompió la calma, y todos giraron de inmediato hacia la cama.

Allí, con la cabeza ladeada y una expresión desorientada, Anastasia comenzaba a abrir los ojos. Se incorporaba con torpeza, los párpados pesados y el rostro pálido, como si cada fibra de su cuerpo estuviese drenada.

Mimi, Tivey y Hetaro: "¡¡¡¡Jefa!!!!". Gritaron al unísono antes de abalanzarse sobre ella con fuerza, rodeándola por completo en un abrazo que intentaba transmitir calidez, preocupación y alivio todo en uno.

Julius: "¡Anastasia-sama! ¿Qué le ocurrió? ¿Está bien?". Preguntó con voz agitada, acercándose enseguida con expresión visiblemente angustiada.

Anastasia: "¿Julius...?". Murmuró con voz ronca y mirada nublada. Su cuerpo se sentía insoportablemente débil, como si le hubiesen arrancado una parte esencial... aunque no sabía cuál. Su mente estaba en blanco. Vacía.

Ricardo: "Ana-bo, ¿Recuerdas qué pasó? Al te encontró desmayada en un pasillo". Comentó el enorme demi-humano con la voz grave, pero con una ternura que recordaba al tono de un padre preocupado.

Anastasia: "...Me duele la cabeza...". Susurró, recostando la frente en su propia palma. El simple hecho de hablar parecía drenarla aún más.

Todos guardaron silencio, permitiéndole respirar. La observaron con paciencia, esperando que su mente se reordenara.

Anastasia: "Lo lamento... no recuerdo nada importante. Lo último que tengo en la cabeza es que estaba hablando con Foxidna en uno de los corredores. De ahí en adelante, todo está en blanco...". Dijo finalmente mientras se agarraba el cabello con frustración. Por más que forzaba su memoria, no lograba rescatar ningún recuerdo útil. Pero al pronunciar ese nombre, una sombra de angustia la recorrió.

"Foxidna...". Repitió en voz baja, y de pronto abrió los ojos de par en par.

Anastasia: "¡Foxidna! ¡Madre! ¿¡Estás ahí!?". Exclamó con una urgencia que la sobresaltó incluso a ella misma. Se llevó las manos a la bufanda que llevaba al cuello y la agitó con apremio.

Foxidna: "¿Ana...?". Respondió la voz, con un hilo de conciencia, justo antes de que la bufanda retomara su forma de zorro ártico.

Anastasia la abrazó con fuerza en cuanto la vio. No entendía por qué sentía tanta desesperación por verla bien, por confirmar que seguía ahí, pero el verla frente a ella fue como recuperar una parte de sí misma. Una emoción cálida, reconfortante, poderosa... como si su mundo estuviera, aunque brevemente, de nuevo en orden.

Los demás se miraron entre sí. No necesitaban palabras para compartir su creciente desconcierto.

Julius estaba a punto de preguntar si Foxidna recordaba algo, pero la propia espíritu lo detuvo con rapidez.

Foxidna: "Lo lamento, pero estoy igual que Ana. Lo último que recuerdo es conversar con ella en ese pasillo". Explicó con la voz algo apagada, la culpa visible en sus ojos rasgados.

Julius: "Comprendo... parece que esta situación será otro de los misterios de este lugar, ¿eh?". Dijo al aire, dejando caer los hombros con un suspiro. El Teatro le estaba dejando más preguntas que respuestas... y eso empezaba a pesar.

Se les hicieron más preguntas tanto a Anastasia como a Foxidna, pero ambas negaban una tras otra, sin poder aportar nada más que dudas.

Garfiel, aún en su vestido rojo y con el lazo intacto en la cabeza, observaba desde su esquina. Ya no decía ni una palabra. Tenía una ceja levantada, sin comprender del todo lo que acababa de presenciar, pero claramente intrigado.

La situación se mantuvo en ese extraño equilibrio hasta que, finalmente, la voz del Guardián retumbó en cada rincón del Teatro, anunciando el fin del descanso y el inminente reinicio de las proyecciones.

Anastasia y Foxidna sintieron un estremecimiento recorrerles el cuerpo. Un rechazo visceral hacia esa voz... aunque no supieron decir si era por cansancio, o por algo más profundo.

Con ese aviso, los campamentos comenzaron a regresar, uno a uno, hacia el auditorio central. Ninguno lo hizo con ligereza: llevaban pensamientos pesados, silencios prolongados, y una punzada incómoda de anticipación.

Lo siguiente en ser mostrado sería la travesía por las Dunas de Augria.

Y su querido amigo de cabello negro estaba a punto de enfrentar un infierno del que muy pocos regresaban.

Emilia había vuelto junto a Crusch, Beatrice y un dormido Subaru, cada una llevando en su corazón un plan bien formulado para convencer a todos los campamentos de ofrecer su ayuda a Subaru de forma incondicional una vez terminaran las proyecciones. La determinación brillaba en sus ojos, incluso si el peso del momento las obligaba a fingir calma.

Priscilla y Al regresaron con su habitual presencia imponente. Ella caminaba como si dominara el mundo, y él... con un notorio chichón que alzaba su casco de forma torpe. Había llegado un instante tarde a buscarla, y su Dama, sin necesidad de palabras, le recordó el precio de su lentitud. Al se sobaba la cabeza con un suspiro de resignación.

Félix volvió apoyado en Wilhelm. Aún arrastraba las secuelas del alcohol que había bebido con desesperación, una mezcla de consuelo y autocompasión por no haber sido reconocido por su Dama. Caminaba dando pasos inseguros, mientras Wilhelm, con una leve sonrisa y una paciencia inquebrantable, lo guiaba con firmeza.

Reinhardt y Felt regresaron con una sonrisa compartida. Iban jugueteando entre ellos como si fueran los únicos presentes, ignorando las miradas ajenas y el murmullo sordo del resto. Sentados, Reinhardt le pasaba discretamente una golosina, y Felt, divertida, le tiraba una coletilla de burla, haciendo que el Santo de la Espada soltara una risa baja y genuina.

Anastasia y compañía volvieron más lentamente. La chica de cabello lavanda caminaba apoyada en los trillizos, aún sintiendo el peso del cansancio en cada paso. Su andar era inestable, pero no dejaba que la ayudaran demasiado, fiel a su orgullo. El resto del elenco la observó con creciente inquietud, pero se abstuvieron de hacer preguntas. Algo en su mirada, o quizá en su espíritu, había cambiado sutilmente... y aún nadie sabía cómo interpretarlo.

Petra y Meili volvieron juntas, aunque ambas estaban absortas en sus pensamientos. Petra miraba sus manos como si buscara respuestas en ellas, y Meili, con la barbilla baja, caminaba en silencio. Apenas intercambiaban palabras, pero la cercanía entre ellas era clara.

Rem, Ram y Spica regresaron con Rem cargando a ambas con facilidad inhumana, como si fueran livianas como plumas. Ram apenas abría los ojos, y Spica dormía profundamente, con los brazos colgando a cada lado como si su cuerpo aún se negara a despertar. Al llegar a sus asientos, Rem recostó a Spica a su lado, con suavidad, y a Ram junto a Roswaal, quien se llevó una mirada tan filosa como una cuchilla de parte de su criada azul.

Roswaal, por su parte, ya había regresado mucho antes que todos. Se le notaba más calmado, incluso aliviado, al ver que las dos hermanas seguían juntas, aunque distantes. No podía ocultar una débil sonrisa al presenciar aquella imagen que temió perder.

Frederica y Otto regresaron poco después, con Mimi y Garfiel siguiéndolos. La pequeña peli naranja caminaba abrazada al cuello de su Garf como si estuviera montando un peluche gigante, satisfecha tras haberle arrancado la promesa de que la dejaría sentarse en su regazo si le ayudaba a vigilar a su hermana. Garfiel refunfuñaba entre dientes, rojo hasta las orejas, mientras finalmente se libraba de los lazos, moños y la ropa de muñeca en la que Mimi lo había obligado a desfilar momentos antes.

Frederica y Otto, en cambio, llegaron visiblemente acalorados y algo sudorosos. Aunque intentaban disimularlo, sus rostros enrojecidos despertaron algunas miradas curiosas. Garfiel, agudamente atento, notó cómo Crusch, Beatrice y Anastasia evitaban mirar a la pareja con todas sus fuerzas... lo cual solo avivó aún más sus sospechas.

Finalmente, todos se acomodaron en sus asientos, el ambiente cargado de silencios elocuentes y pensamientos agitados. Fue entonces cuando la voz del Guardián retumbó con un tono teatral, rompiendo de lleno la atmósfera tensa.

"¡Espero que hayan descansado bien, mis pequeñas marionetas!".

Emilia, Beatrice y, curiosamente, también Anastasia y Foxidna fruncieron el ceño con molestia ante aquella voz. Las dos últimas no comprendían bien por qué... pero algo en ese timbre les provocaba un rechazo visceral, como si su cuerpo recordara algo que su mente aún no podía entender.

"Bueno, dejando de lado la cháchara... las proyecciones se reanudan. Y espero que lo disfruten".

Con esa última declaración, la presencia del Guardián se desvaneció, dejando en su lugar un eco siniestro que parecía reír desde algún rincón oculto del Teatro. En su trono invisible, aquel titiritero sonreía con diversión oscura.

El juego estaba a punto de comenzar.

Las Dunas de Augria aguardaban.

Y su querido amigo de cabello negro estaba por emprender un viaje despiadado por cierto jardín cubierto de sombras, uno que marcaría a todos los presentes para siempre...

CONTINUARÁ...

FIN DEL (DESCANSO: 2)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas tardes hermanos míos, espero que hayan disfrutado de este capítulo, aunque haya tardado lo suyo en salir, jeje~. He estado ocupado con algunos asuntos del instituto y por eso no he podido dedicarme al completo al Fic, pero para compensarles, voy a empezar a integrar una que otra ilustración "originales" dibujadas por mi mismo para ciertas escenas del Fic, así que espero que apoyen la iniciativa ya que va a consumir una gran cantidad de tiempo esta integración.

Para ser sinceros, puede que el siguiente capítulo sea un poquitito más largo de lo que pensé... Ya voy 15.000 palabras y ni voy por la mitad :D

También quiero aclarar algunos asuntos respecto a la linea de tiempo de mi Fic.

-En mi Teatro, Ram y Rem nunca tuvieron esa conversación donde habían aclarado las cosas en el Arco 4, es por eso que en este descanso Ram se vio tan vulnerable y rota.

-En mi versión del Teatro, Haut o Fomalhaut es uno de los tantos pupilos de Od, el cuál en mi versión ha tenido hasta más de 100 pupilos, recordando el nombre de cada uno usando apodos como "Haut" "Silf" "Alph", entre otros.

-La Autoridad del Guardian es la "Desesperación", aunque se que suena un poco cliché, es más compleja de lo que parece, y también esta relacionada con el viaje de Subaru por el jardín.

-Fomalhaut ha sido pupilo de Od desde hace 120 mil años, algo que para estas dos entidades es un tiempo algo corto, ya que los anteriores pupilos de Od pasaron junto a él 5000 mil años, pero debido a ciertas circunstancias fueron eliminados por Od quien se siente lago culpable hasta ahora, deseando que Haut no termine igual que ellos.

-En mi versión del Teatro el elenco había estado teniendo pesadillas constantes durante todas las proyecciones por culpa de Fomalhaut, quién lo hacía por ciertos motivos que revelaré en el futuro.

-El Arcade, la sala de Mangas y demás salas han estado presentes en el Teatro por recomendación de Od para divertir al elenco un poco, siendo la sala de Manga la más reciente en ser integrada.

-El jardín de las sombras en mi Fic es un puente con diferentes realidades, por lo cual si este se desmorona, todas las realidades que sostiene se destruirán por igual, siendo Satella una constante en cada realidad manteniendo este puente estable, pero al ser raptada por Fomalhaut este puente se ha estado deteriorando poco a poco, dando paso a las fisuras y las tormentas florales que existen con el propósito de evitar que todo se vaya al carajo.

-Subaru gracias a que tiene un fragmento de la Autoridad de la Envidia ha funcionado como un ancla temporal para que el jardín no se desmorone tan rápido.

Muy bien, con todo eso aclarado espero que les guste estos pequeños cambios que estoy haciendo para darle mi propio toque a mi Fic y salirme de lo rutinario.

También quiero preguntarles ¿Qué les pareció las tramas que he implementado?, ¿Qué quisieran ver?, los estaré leyendo en los comentarios.

Bueno espero que la integración de ilustraciones sea un buen añadido para el Fic, aunque debo de admitir que no sé dibujar con la precisión de un profesional así que espero que me tengan paciencia :)

Voy a empezar a re subir mi Fic a otras paginas Web como "FanFiction", donde realizare algunas mejoras a la redacción y demás si es que quieren pasarse a echarle un vistazo.

Bueno nos vemos la semana que viene, su autor de confianza, Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:14/06/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 15698.

Chapter 15: La Llegada a Mirula (CÁPITULO: 4)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La Llegada a Mirula (CÁPITULO: 4)

Finalmente, todos se acomodaron en sus asientos, el ambiente cargado de silencios elocuentes y pensamientos agitados. Fue entonces cuando la voz del Guardián retumbó con un tono teatral, rompiendo de lleno la atmósfera tensa. 

"¡Espero que hayan descansado bien, mis pequeñas marionetas!".

Emilia, Beatrice y, curiosamente, también Anastasia y Foxidna fruncieron el ceño con molestia ante aquella voz. Las dos últimas no comprendían bien por qué... pero algo en ese timbre les provocaba un rechazo visceral, como si su cuerpo recordara algo que su mente aún no podía entender.

"Bueno, dejando de lado la cháchara... las proyecciones se reanudan. Y espero que lo disfruten".

Con esa última declaración, la presencia del Guardián se desvaneció, dejando en su lugar un eco siniestro que parecía reír desde algún rincón oculto del Teatro. En su trono invisible, aquel titiritero sonreía con diversión oscura.

El juego estaba a punto de comenzar.

Las Dunas de Augria aguardaban.

CÁPITULO : 4 ¡VENCE EL TIEMPO DE ARENA!

Con esas letras, la pantalla volvió a reanudarse, y el elenco se preparo para lo que seguiría en las infructuosas aventuras de Natsuki Subaru...

Fue un viaje de veinte días desde la mansión hasta las Dunas de Augria. 

El viaje había comenzado con una mañana inquieta, pero afortunadamente no se había producido ningún incidente digno de mención a lo largo del camino, lo que concedió al grupo un periodo de paz.

Se dirigían hacia el este en línea recta siguiendo la carretera, pasando el tiempo en un lujoso aburrimiento.

"Tuve el mismo pensamiento cuando volvíamos de Priestella y también en las llanuras de  Liphas , pero... las carreteras parecen bastante seguras aquí en Lugunica".

"El mantenimiento y la seguridad de las carreteras desempeñan un papel importante en el mantenimiento de la paz del país. En comparación con otros países, Lugunica  es especialmente  dedicada. Los ataques de bandidos y bestias demoníacas son significativamente menores gracias a ello."

"¿Eh, eso significa que otros países no son tan seguros?".

"El Reino Sagrado de  Gusteko  lucha por mantener sus carreteras en buen estado ya que están cubiertas de nieves perpetuas. El Imperio  Vollachiano  y la Federación  Kararagi  albergan muchas razas en sus países, lo que da lugar a una gran variedad de costumbres diferentes. Con diferencias tan marcadas, los enfrentamientos son más frecuentes. Así que para responder a tu pregunta, no, otros países no son tan seguros".

"No me digas".

Subaru y Julius charlaban en el banco del conductor del carruaje mientras soplaba una suave brisa.

El gran carruaje  era  tirado por dos dragones de tierra. Subaru llevaba las riendas mientras Julius se sentaba a su lado y observaba sus alrededores.

Habían decidido esta disposición porque si todos estuvieran dentro del carruaje, les dejaría lentos para reaccionar si ocurría algo, pero como sugería la conversación ociosa, el camino hasta ahora había sido tranquilo.

Crusch: "Me alegra que el viaje esté siendo más tranquilo de lo que imaginaba". Declaró la duquesa, soltando un suspiro de alivio. Tal vez, después de todo, este trayecto no sería tan complicado como había temido... o al menos eso comenzaba a creer.

El elenco asintió ante sus palabras con un leve murmullo de aprobación, deseando en su fuero interno que, efectivamente, este fuera el "viaje turístico recreativo" que Subaru había prometido a cierta criada antes de partir.

Félix: "Wueeheheh... Crusch-sama es muy graciosa, como tres ustedes hablando al mismo tiempo~ *hip~ jeje~". Rió el chico gato con torpeza, tambaleándose de un lado a otro, aún visiblemente afectado por el licor que había tomado durante el descanso.

Crusch lo observó con resignación antes de alzar la vista hacia el techo del auditorio, buscando hacerse oír por la omnipresente figura que regía ese teatro de revelaciones.

Crusch: "Guardián-sama, ¿Podría revertir los efectos alcohólicos en Félix, si no es mucha molestia?". Preguntó con tono diplomático pero firme, esperando que al menos en esta ocasión el caprichoso ente mostrara algo de consideración.

"...Hmmm...  Podría ..." 

Respondió el Guardián tras unos segundos, usando una fingida voz reflexiva cargada de teatralidad. La duquesa mantuvo su mirada en alto, esperando una afirmación concreta... pero solo recibió una burla.

"Pero, para ser sincero, no quiero. Es demasiado entretenido verlo así".

Declaró el Guardián con una risita apenas disimulada, antes de desaparecer nuevamente de la percepción de todos, dejando tras de sí un silencio incómodo y una palpable irritación flotando en el aire.

Crusch rodó los ojos con elegante fastidio, mientras Félix intentaba sentarse sin caer por segunda vez del asiento.

Beatrice: "Ese sujeto debería aprender algo de decencia, supongo...". Murmuró con un bufido, cruzándose de brazos mientras una pequeña chispa de irritación flotaba indignada sobre su cabeza.

Así, con una mezcla de alivio, incomodidad y un Félix tambaleante, el elenco regresó su atención a la pantalla, sin saber que lo que vendría pronto haría parecer aquel inicio tranquilo como un simple espejismo.

" Yaaawn ."

"-Subaru."

Subaru bostezó ante el paisaje inmutable y el aburrimiento, pero inmediatamente se encontró con la voz aguda de Julius.

"Sí, sí".

Subaru agitó la mano.

Julius: "Veo que Subaru sigue siendo tan despreocupado como siempre, alguien que no parece darle importancia a la caballería... aunque, para ser sincero, ya me he acostumbrado. Hasta me resultaría extraño verlo actuar como un auténtico caballero". Comentó el espadachín de cabello purpura mientras la proyección mostraba al tan aclamado pelinegro en una actitud demasiado relajada para su gusto.

Wilhelm: "Aunque pueda parecer exagerado, debo darle la razón a Julius-dono en este punto. Subaru-dono debería tomarse un poco más en serio esta travesía por las Dunas... Porque aunque ahora mismo parezca que todo va bien, cualquier error podría traer consigo consecuencias desastrosas". Agregó el Demonio de la Espada con su característico tono elegante, al mismo tiempo que seguía prestando apoyo al tambaleante Félix.

El elenco bajó la cabeza casi al unísono, con una leve inquietud asomando en cada mirada. Por el momento reinaba la calma, pero nadie podía garantizar que continuara así, y esa simple idea bastaba para que un leve escalofrío recorriese la sala.

Algunos miembros del grupo lanzaron comentarios para intentar aliviar la atmosfera tensa, pero otros no compartían la intención de aligerarla, pues toda su atención seguía atrapada en un detalle específico.

"Esa vestimenta...", pensaron casi al mismo tiempo, entrecerrando los ojos al observar detenidamente la ropa que lucía Subaru en la proyección. No era raro que estuviera adaptada para un ambiente tan hostil como las Dunas de Augria, pero lo que les ponía la piel de gallina era la inquietante similitud con el atuendo que portaba aquel Subaru de cabello blanco que habían visto al final de la visualización anterior.

Por el momento todas esas ideas no eran más que meras suposiciones. No tenían pruebas para sacar conclusiones firmes, pero tan solo imaginar que su querido amigo estuviese vinculado a ese Subaru frío y desconocido bastaba para que un leve temblor de ansiedad recorriera al auditorio entero, sembrando una semilla de inquietud en los presentes.

"Puedo entender que sea difícil mantener un alto nivel de concentración, pero permitir una apertura como esa es lo más peligroso que puedes hacer. No diré que no bajes la guardia en absoluto, pero al menos no lo hagas de una forma tan obvia para que cualquiera pueda darse cuenta".

"Fue un simple bostezo. Seguro que has bostezado alguna vez en tu vida, ¿Verdad?".

"Por supuesto. Experimento los mismos fenómenos fisiológicos que cualquier otra persona. Pero un caballero debe poseer el estado de ánimo y los medios para evitar mostrarlos delante de los demás. Aún te falta autoconciencia".

"Sí, sí, ese soy yo, el caballero inconsciente, a su servicio".

Julius era tan punzante como siempre, pero Subaru se estaba convirtiendo en un maestro en esquivar sus golpes.

Entre el viaje desde Priestella y su viaje actual, había pasado más de veinte días en la carretera con Julius. Subaru había aprendido a llevarse bien con él.

Julius esbozó una pequeña sonrisa desde su asiento, casi imperceptible para el resto, mientras pensaba en lo mucho que deseaba poder mantener ese tipo de interacciones con el chico al que aspiraba llamar amigo. Puede que para otros parecieran simples roces o desafíos inocentes, pero para él —y para varios de los presentes— esos momentos eran señales de una cercanía ganada a pulso. Porque, aunque estuvieran cargados de discusiones triviales e ironías lanzadas al aire, al final del día eran la muestra palpable de que existía un lazo que iba más allá del protocolo.

Emilia, por su parte, no pudo evitar alegrarse al percibirlo. Al fin y al cabo, la relación entre su caballero y Julius había avanzado mucho desde aquel inicio tan tenso e incierto. Ahora podía ver cómo esos desafíos verbales no eran más que una especie de lenguaje propio para demostrar aprecio y camaradería. El hecho de que discutieran por tonterías era una clara muestra de que se habían acercado tanto que podían permitírselo, igual que ocurría con Otto y los demás, cuyos piques constantes eran simplemente otra manera de demostrar que todos eran importantes para todos.

Era un alivio para la semi elfa ver que, con cada palabra, con cada roce, con cada sonrisa contenida, los lazos del grupo seguían volviéndose cada vez más fuertes.

"También diría que es de buenos modales mirar a la persona con la que hablas cuando mantienes una conversación seria".

"Si alguien no escucha seriamente tu conversación seria, significa que no cree que sea el momento adecuado para tener esa conversación, ¿verdad? Deberías relajarte un poco. Estás demasiado tenso. Bosteza un poco o algo".

Subaru crujió el cuello mientras respondía con tono indiferente.

Tomado aparentemente por sorpresa por eso, Julius parpadeó.

"...¿Mi impaciencia es tal que incluso tú puedes  notarla  tan fácilmente?".

"Imagino que todo el mundo piensa que estás al límite. Entiendo que hasta cierto punto es así para ti, pero...".

"Eres la única que puede reconocerlo por lo que es". 

Había un rastro de resignación en la voz de Julius. Subaru simplemente respondió con un ronco:

"Sí".

No podían oír la conversación que mantenían las mujeres en el interior del carruaje. Lo que sugería que tampoco podían oír a Subaru y Julius.

Ambos eran hombres, y su relación era complicada en más de un sentido, pero por el momento eran camaradas que necesitaban trabajar juntos.

Subaru cambió de marcha, decidiendo que debían hablar un poco más abiertamente.

"Lo mencionaron vagamente durante la charla con Roswaal, pero ¿Qué pasó con tus espíritus?".

"...No ha habido ningún cambio. Siguen a mi lado, pero no se posan en mi brazo para descansar sus alas. También parecen estar perplejos".

El proclamado Mejor Caballero apartó la mirada, bajándola hacia sus manos enguantadas. Por un instante, la luz de la sala pareció volverse más fría para él. Una sensación de impotencia, casi de vértigo, comenzó a enraizarse en lo más hondo de su ser: el miedo a ser olvidado.

No quería acabar como su versión en la pantalla, borrado de la memoria de todos, condenado a convertirse en una figura inexistente para aquellos a quienes tanto apreciaba. Sin embargo, en ese momento, lo único que podía hacer era apretar los puños sobre la tela de los guantes, guardar un silencioso deseo en el corazón y esperar que, al final de todas aquellas pruebas, todo acabara bien... para él, para Subaru y para todos ellos.

Era un rezo mudo en la penumbra de la sala, un voto solemne que solo la fuerza de su espíritu podía sostener.

Julius hizo visibles a los espíritus cuando Subaru se acercó.

El tenue destello de seis colores seguía a Julius. Pero no se sentaban en su brazo extendido y revoloteaban aparentemente confundidos.

"Mi bendición parece seguir funcionando como antes. Eso es probablemente parte de lo que les preocupa. No parecen ser capaces de entender por qué es tan difícil dejarme".

"Formar otro contrato... sería difícil ya que no es como si el original se hubiera roto, ¿eh? Sé que no me corresponde hablar, pero ¿sería posible hacer un trato con otro espíritu hasta que todo esto se resuelva?".

"Es un talento poco común poder tomar prestada la fuerza de espíritus menores que pasan como lo hace Lady Emilia. De los únicos que puedo sacar fuerza son aquellos que conozco desde hace años. Es similar a cómo operan  usted  y Lady Beatrice".

"Emilia-tan y Puck también son así. Supongo que tiene sentido que tus compañeros sean especiales".

Rascándose la cabeza, Subaru se encontró pensando que había hecho una sugerencia poco razonable. Como compañero usuario de espíritus, no habría querido que alguien le dijera que buscara otro espíritu.

Si su vínculo con Beatrice se rompía, ¿la dejaría marchar sin más? Eso era básicamente lo que le había pedido a Julius que considerara.

Beatrice: "¡Hmph! Como si pudiera existir un espíritu mejor que Betty para ser la contratista del Subaru de Betty, supongo". Exclamó la pequeña espíritu, cruzando los brazos e inflando las mejillas en un adorable puchero, esforzándose por no pensar en la desastrosa posibilidad de que alguien pudiera reemplazarla.

Emilia y varios miembros del elenco no pudieron contener una leve risa al ver la actitud tan orgullosa y tierna de Beatrice. Otros, como Al, tuvieron que hacer un gran esfuerzo para no soltar una de sus típicas bromas inoportunas, mordiéndose la lengua para no ganarse otro buen coscorrón de su Dama.

El ambiente, aunque tenso por la proyección, cedió un pequeño respiro de calidez al ver que, al menos en estos detalles, la lealtad y cariño seguían intactos.

"Por eso, sólo puedo cumplir con mi deber de caballero con esta espada mía. Por supuesto, he entrenado mi espada no menos que mi magia espiritual, pero sigue siendo cierto que supone un descenso significativo de mi fuerza individual."

"Cuando dices que tu espada por sí sola no es lo suficientemente fuerte, me parece sarcasmo".

Que Subaru fuera dominado completamente sólo por esa espada fue el punto de partida de su relación. En aquel momento, Subaru bien podría haber sido un bebé intentando luchar contra él.

Sin embargo, ahora debería estar al menos al nivel de un niño de cinco años, ¿no?

Al: "Ese combate fue como ver a un bebé llorón enfrentarse a una bomba de hidrógeno, en resumen, una humillación total. Así que supongo que la descripción de Bro es más que acertada... ¡Auch!". El guerrero manco no alcanzó a terminar antes de recibir un fuerte azote en la cabeza por parte del abanico de su Dama.

Priscilla: "Cierra la boca, Aldebarán". Espetó la orgullosa Matriarca con desdén, alzando el abanico para apoyarlo bajo su mentón y continuar abanicándose con una actitud que no admitía réplica.

Al: "Sí... princesa". Respondió, vencido, mientras volvía a apoyarse en el espaldar de su asiento, sobándose la zona donde el impacto seguía resonando.

Mientras esta clásica interacción de bufón y Matriarca sacaba alguna que otra sonrisa disimulada en el auditorio, Julius, por su parte, mantenía la cabeza gacha. El recuerdo de aquel enfrentamiento contra el pelinegro seguía presente en su memoria y lo invadía de una leve amargura. Cerrando los ojos, apretó los puños y prometió para sí mismo que, al salir de aquel lugar, encontraría la manera de disculparse de la manera más honesta y adecuada posible.

"Me pasa lo mismo con Reinhard, pero ustedes tienen la mala costumbre de  infravalorarse . Existe algo llamado ser demasiado modesto. De hecho, eso es algo que se aplica a muchos ambientes, si me preguntas".

El elenco rodó los ojos al escuchar al pelinegro hablar de "no infravalorarse", percibiendo la clara ironía en que Subaru dijera aquello cuando era él mismo quien menos seguía ese consejo.

Reinhardt soltó una leve risa nerviosa al sentirse atrapado por la mirada penetrante de su Dama, pero la calmó al apretar con cariño la mano que seguía sosteniendo desde que comenzó el nuevo capítulo.

Felt, con un leve sonrojo en las mejillas, desvió la mirada para susurrar un leve:

Felt: "tonto..."

El Santo de la Espada mostró una sonrisa tierna mientras seguía lanzando algunos comentarios juguetones, disfrutando de cómo cada palabra iba desarmando un poco más a la ex ladrona. Jamás habría imaginado, ni en sus sueños más felices, vivir un momento tan cercano e íntimo junto a ella. Por un instante pensó en Subaru y en cómo, a pesar de todas las pruebas que habían enfrentado, seguía acercándolos de una manera que antes habría parecido imposible. Le agradeció en silencio, con la promesa de expresarlo en voz alta una vez estuvieran de regreso en su mundo.

Mientras tanto, al otro lado del auditorio, algunas Damas lanzaron comentarios al aire.

Anastasia: "No sé por qué, pero tengo unas ganas tremendas de darle un buen golpe a ese Natsuki-kun para que espabile de una vez". La comerciante frunció el ceño con aire irritado, aunque ella misma no podía precisar por qué le nacía esa necesidad.

Emilia, con los ojos en blanco, alcanzó a pellizcarle la mejilla al dormido pelinegro junto a ella.

Emilia: "Subaru..." Murmuró casi en un quejido, con una mezcla de cariño e impaciencia hacia su querido caballero, tan dado a la hipocresía cuando de sí mismo se trataba.

Rem: "El héroe de Rem debería aplicarse a sí mismo esos consejos". Afirmó la criada, con la mirada fija en el rostro dormido de Subaru, mientras lo rodeaba con una actitud tan dulce como determinada.

Crusch: "Estoy de acuerdo con Rem-san, Subaru-dono necesita que yo... quiero decir, todos necesitamos ayudarle a abrir los ojos en estos asuntos". Añadió la Duquesa, avergonzada mientras un leve sonrojo teñía sus mejillas.

Sin darle importancia al ambiente cargado de sinceridad femenina, Al no pudo resistirse a soltar una de las suyas.

Al: "Vaya, vaya, parece que a Bro se le reunió todo el rebaño... ¡Pero qué suerte tienen los feos...! ¡Auch!". No alcanzó a terminar antes de recibir un nuevo y sonoro azote por parte de Priscilla.

Priscilla: "Supongo que tu papel era el de un bufón, no el de un sucio payaso, Aldebarán. Una palabra más y podría darle a tu cabeza un paseo por este auditorio... y, a diferencia del plebeyo pelinegro, tú no regresarás de la muerte". Su amenaza resonó tan clara que Al, tembloroso y sobándose los recientes chichones, apenas atinó a responder.

Al: "Sí... princesa". Murmuró casi en un hilo de voz, aunque una idea fugaz le atravesó la mente: "¿Volver de la muerte, eh? Si usted supiera, princesa...". A pesar de que algunos miembros del elenco seguían albergando sospechas por ciertos comentarios reveladores que Al soltó durante su enfrentamiento contra Capella en Priestella, estos habían quedado enterrados por la avalancha de acontecimientos recientes. Al exhaló aliviado para sí mismo. Era mejor así.

Y mientras cada rincón del auditorio seguía sumido en estos juegos de tensiones, silencios y sentimientos que no siempre encontraban palabra, la proyección continuaba... y con ella, la promesa de que nadie saldría igual al finalizarla.

"Estoy tentado de decirle más o menos lo mismo, pero no estoy tan seguro; dejándonos a usted y a mí aparte, lo que hace Reinhard es diferente de la modestia o de  infravalorarse  a sí mismo".

"¿En qué sentido...?.

 Subaru ladeó la cabeza confundido mientras se imaginaba al héroe pelirrojo.

Cualquiera que le mirara vería que era sobrehumano, el más fuerte y completamente inigualable. Ese era Reinhard van Astrea, así que era sorprendente que hubiera una diferencia en cómo Julius y él evaluaban a Reinhard.

"Por favor, no me malinterprete. Estoy completamente de acuerdo en cuanto al alto nivel de fuerza de Reinhard. De hecho, sospecho que en ese punto todas las personas que le conocen estarían totalmente de acuerdo. Podría decirse que es la cúspide de la humanidad".

"Es lo suficientemente impactante como para que no pueda decir que sea una exageración".

"Tampoco es sólo su fuerza. Su forma de vida y su conciencia de sí mismo también están plenamente desarrolladas. Cuando le conocí, no tenía ni diez años, pero no ha cambiado nada desde entonces".

"Espera, ¿era así incluso entonces?".

Era una pregunta un poco filosófica preguntar cuándo se  convirtió  Reinhard en Reinhard, pero según Julius, que lo había conocido hacía más de una década, en ese momento ya estaba completamente desarrollado.

El niño de ni siquiera diez años que perdió a su abuela, heredó su bendición y se convirtió en el Santo de la Espada-.

Los dos Astrea bajaron la cabeza por diferentes motivos: Wilhelm, cargado de la amargura de viejas decisiones y tratos que lo habían distanciado de su nieto, no podía evitar que la culpa asomara una vez más en su corazón. Reinhardt, por su lado, seguía atrapado en el peso de un título que, aunque lo encumbraba como el Santo de la Espada, también había contribuido a fragmentar para siempre a su familia.

Felt, al percibir el leve temblor en la mano de su caballero, reaccionó al instante. Se acercó un poco y lo rodeó con un abrazo cálido, sincero, casi maternal en la manera en que podía transmitir tranquilidad.

Reinhardt, sorprendido, abrió los ojos de par en par y la miró, incrédulo pero con una sonrisa a punto de desbordarse.

Reinhardt: "¿Ocurre algo, Felt-sama?". Preguntó con ese tono formal que solía usar para mantenerse a raya, aunque esta vez parecía casi un escudo para no exponerse demasiado.

Felt: "No te hagas el tonto, Rein. Sé que algo te ocurre, y aunque me dé un poco de vergüenza decirlo... ¡Estoy aquí! No estás solo, Rein, y espero que te quede bien grabado en la cabezota". Al soltar esas últimas palabras, escondió el rostro contra su pecho, apretándolo un poco más para darle a entender que no iba a soltarlo tan fácil.

Reinhardt sintió un leve calor subir a sus mejillas. No era común para él que ocurriera algo así, pero en ese momento parecía que algunas de las Protecciones Divinas que resguardaban su corazón de cualquier vulnerabilidad habían cedido, al menos por un instante.

Reinhardt: "Gracias... Felt-sama". Murmuró al tiempo que levantaba una mano para darle una leve caricia en la cabeza, agradecido de que ella estuviera allí para guiarlo hacia un camino donde, por fin, podía sentirse humano.

Felt, al apartarse un poco para recobrar la compostura, lo miró fijamente antes de soltar una leve sonrisa divertida.

Felt: "Solo recuerda ser un poquito más egoísta con lo que deseas, Rein. El egoísmo no siempre es malo, ¿Sabes? A veces es la única manera de aliviarse un poco."

Reinhardt: "Ser más egoísta, eh..." Murmuró para sí mismo, pensativo, mientras un brillo distinto aparecía en sus ojos.

Felt se volvió a acomodar en su asiento con una sonrisa triunfal en el rostro, pero no alcanzó a continuar en sus propios pensamientos cuando sintió que la mano de su caballero soltaba la suya. Al volverse para enfrentarlo, se encontró atrapada por uno de los fuertes brazos del pelirrojo, rodeándola y acercándola a él como si estuvieran en un cine disfrutando de una película romántica —algo que solo Subaru y Al podrían haber identificado al instante.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Felt: "¡¿P-pero qué haces, idio-?!"

Felt: "¡¿P-pero qué haces, idio-?!". Intentó replicar, pero la única respuesta que recibió fue un dedo posado sobre sus labios en un claro gesto para que guardara silencio, lo que solo intensificó el sonrojo que empezaba a arder en sus mejillas.

Reinhardt: "Estoy siendo más egoísta, Felt-sama". Respondió en un tono juguetón, casi travieso, mientras le guiñaba un ojo que la desarmó por completo.

Felt, con el rostro al rojo vivo, encogió un poco los hombros antes de rodear con un brazo el cuello de su caballero, permitiéndose una sonrisa dulce y sincera. El ambiente alrededor desapareció para ambos, y aunque la diferencia de estatus estuviera presente, aunque las miradas ajenas estuvieran al acecho, para ellos solo existía ese momento donde eran simplemente dos personas enfrentando lo que realmente sentían.

A unos asientos de distancia, Wilhelm al fin levantó la cabeza. A pesar del peso de la culpa que seguía cargando, no pudo evitar esbozar una sonrisa tierna al ver a su nieto abrirse de corazón cada vez más. Porque aunque estuvieran atrapados en un Teatro donde el pasado, el presente y el futuro colisionaban, al menos para esos dos Astrea, un camino distinto comenzaba a abrirse... uno donde podrían reencontrarse a través del amor y la sinceridad que tanto habían anhelado.

"Me pregunto cómo se habrá sentido".

"¿Hmm?".

"Hace quince años, Reinhard tenía unos cinco años, ¿verdad? Heredar la bendición de su abuela a esa edad, crecer en una familia que heredó la sangre de un héroe legendario... ¿Qué clase de responsabilidad debió de cargar?".

Subaru sintió que podía entender un poco el peso de las expectativas de un padre.Por supuesto, el peso que él había soportado y el que llevaba Reinhard y las responsabilidades que ello implicaba no eran ni remotamente comparables, y quizá fuera incluso grosero intentar compararlos, pero aún así...

Reinhardt estuvo a punto de soltar un comentario cargado de auto reproche, uno de esos que tanto lo caracterizaban, pero antes de que la palabra alcanzara a salir de su boca, Felt reaccionó con la misma agilidad de siempre y colocó un dedo sobre los labios de su caballero para silenciarlo. El pelirrojo la miró, sorprendido y casi desarmado por el descaro y la determinación que ella mostraba.

Felt: "Sé lo que vas a decir, Rein. También sé que el sufrimiento del hermano mayor o tu abuelo no es moco de pavo... pero eso no significa que tú debas menospreciarte o pensar que no vales lo suficiente". Su voz era clara, casi tajante, cargada de un cariño que no podía ocultar aunque estuviera rodeado de dureza. "Tu dolor también merece ser reconocido. Y si nadie más va a hacerlo, entonces supongo que tendré que ser yo quien te saque de esa bola de mierda en la que te has estado hundiendo año tras año desde lo de tu abuela".

Al acabar, retiró el dedo de los labios de su caballero y se irguió con falso orgullo, inflando el pecho para darle más peso a cada palabra.

Reinhardt guardó silencio, pero asintió casi al instante. No podía responder con palabras, pero lo que sí podía hacer era darle un leve apretón a la mano de Felt para comunicarle toda la gratitud que no alcanzaba a salir de su garganta. Porque no eran muchos los que alcanzaban a percibir el peso que cargaba a diario, y menos los que tenían la valentía de enfrentarlo junto a él.

A su alrededor, el resto del elenco soltó un leve suspiro aliviado. Ver al espadachín al fin encontrar un respiro, aunque fuese por un instante, era una pequeña victoria para todos. Julius, especialmente, bajó la cabeza pensativo. Se prometió a sí mismo acercarse a su amigo en el próximo descanso para darle su apoyo, para tenderle una mano como la que Reinhardt siempre tendía a los demás, pero que tan pocas veces recibía de vuelta.

Félix habría querido hacer lo mismo, pero el alcohol seguía teniendo la última palabra en su estado. Mientras tanto, yacía acostado boca abajo en su asiento, jugueteando con una bola de estambre improvisada hecha en base a la Protección del Guardián. El espectáculo de verlo entregado al juguete como un gato real provocó resoplidos de desaprobación en su Dama y en un mayordomo particularmente atento...

"Sinceramente, soy débil. Soy débil y no tengo ni de lejos la fuerza suficiente, así que siempre me estoy arrepintiendo de las cosas. Probablemente no haya una sola noche en la que no haya deseado ser lo suficientemente fuerte para no estar tan indefenso".

"Suena como si hubieras soportado un buen número de noches infructuosas".

"¿Quién te ha preguntado?... De todos modos, parece que Reinhard está en la situación exactamente opuesta. No creo que haya sido siempre el Reinhard que conocimos a los cinco años, así que ¿Qué habrá sentido?".

Reinhardt se sintió reconfortado al pensar en la preocupación de su amigo, y en ese instante tomó una decisión interna que lo acompañaría para siempre: sería la fuerza de Subaru. No un peso muerto ni un estorbo, sino un pilar en el que ese chico tan increíble, que tanto bien había hecho a todos a su alrededor —incluido él mismo—, pudiera apoyarse para seguir adelante. Había visto con claridad sus propios fracasos en la pantalla, y no pensaba permitir que volvieran a repetirse.

Al percibir la determinación que brillaba en la mirada de su caballero, Felt no pudo evitar contener una gran sonrisa. Agradeció en silencio a su hermano mayor por haberse cruzado en su camino, por darle a ella y a Reinhardt la oportunidad de cambiar para bien. Porque para ella esos cambios eran completamente necesarios... eran la promesa de un futuro donde su caballero podrían al fin convertirse en la versión más sincera y humana de sí mismo.

"...No puedo ni empezar a decir lo que pudo sentir en aquel momento. Sin embargo..." 

Julius hizo una pausa y levantó la vista.

Su expresión se suavizó mientras miraba el camino por el que viajaban. Quizá fuera más exacto decir que miraba el cielo a lo lejos y la luz del sol que les iluminaba.

"...Ver a Reinhard entonces fue un momento decisivo para mí".

Su voz sonaba casi orgullosa. Era casi como si  entrecerrara  los ojos no por el sol, sino por el deslumbrante objeto de aspiración que se había grabado a fuego en sus recuerdos de niño y seguía fresco incluso ahora.

Reinhardt: "Debo agradecerte por tomarme como ejemplo, amigo Julius, aunque sigo sin considerarme digno de esos elogios... te prometo que haré mi mayor esfuerzo para estar a la altura de tus expectativas". Declaró con su característico aire caballeresco, acompañándolo de una sonrisa sincera que casi todos en la sala encontraron reconfortante... excepto una ex ladrona que lo fulminaba ligeramente con la mirada sin que él alcanzara a percibirlo.

Julius: "No necesitas agradecerme, Reinhardt. Como ha dicho mi contraparte en la pantalla, y como vuelvo a repetir, para mí no hay mejor caballero que tú. No por el título de Santo de la Espada, sino por quién eres: Reinhardt, el hombre que lo da todo por el bien de los demás, cargando con el peso de las expectativas que te fueron impuestas desde tu nacimiento... y aún así te mantienes firme y noble. Por eso te admiro". Respondió Julius con total sinceridad.

Reinhardt: "Pero yo..." Intentó objetar, solo para sentirse interrumpido al instante por un agarre firme en su oreja. Al voltear la cabeza, encontró la mirada fulminante de su Dama.

Felt: "Rein..." Murmuró ella, con un fuego casi palpable en los ojos.

Reinhardt: "¿S–sí, Felt-sama...?" Respondió, visiblemente incómodo por la presión en su oreja y más que confundido al percatarse de que ninguna de sus Protecciones Divinas se habían activado para alertarlo... por segunda vez en esta proyección.

Felt: "¿Cuántas veces...?" Murmuró ella, apretando un poco más el agarre.

Reinhardt: "¿Qué dijo, Felt-sama...?" Se atrevió a preguntarle, sintiéndose todavía más ansioso al no obtener señales de su Protección para escuchar claramente.

Felt: "¡¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes de menospreciarte, cacho de idiota?!". Le espetó mientras le atrapaba ambos cachetes con una fuerza que sorprendió a todos.

Reinhardt: "Lo lamento... le prometo que mejoraré, Felt-sama. Con su ayuda... Mejor dicho ¿Qué mejor maestra podría pedir para lograr una autoestima impecable?" Bromeó con una sonrisa leve, dándole un pequeño toquecito a la mejilla inflada de la ex ladrona.

Felt: "B-bueno... ¡Solo cúmplelo!... ¿s–sí?" Murmuró ella con una timidez que la hacía parecer más un gatito que la energética princesa de siempre.

Reinhardt: "Lo prometo en nombre del Dragón, Felt-sama". Respondió con total seguridad, haciendo que la rubia soltara un leve asentimiento de cabeza y una dulce sonrisa que al pelirrojo le pareció tan brillante como sincera.

El elenco soltó un leve suspiro. Algunos, enternecidos por la inesperada escena que acababan de presenciar. Otros, con una leve punzada de envidia o recelo, como era el caso de cierta Matriarca que tuvo que morderse la lengua para no soltar un comentario mordaz. No por falta de ganas, sino por precaución... Porque no pensaba darle al Guardián una excusa para volver a atarla como antes. Eso era algo que Priscilla Barielle, en toda su magnificencia, no estaba dispuesta a permitir jamás.

Al ver a Julius así, los propios pensamientos de Subaru vagaron hacia Reinhard. Al igual que ellos desafiando a la Atalaya de las Pléyades, Reinhard también había asumido un papel importante-

Subaru estaba preocupado por cómo iba el transporte de la Ira. Habían capturado a Sirius en Priestella, y en ese momento estaba siendo transportada hasta la capital. Para cuando el grupo de Subaru se encontrara fuera de las Dunas de Augria, Sirius debería estar llegando a la capital.

Emilia: "Para ser sincera, yo también estoy algo preocupada por ese viaje... Hasta ahora, muy pocas cosas han salido como lo habíamos planeado, y eso me llena de ansiedad. Después de todo, no sería la primera vez que creemos haber vencido a un enemigo, solo para llevarnos la desagradable sorpresa de que otro asechaba desde las sombras..." Comentó la semi elfa, bajando un poco la mirada mientras jugueteaba con un mechón plateado, visiblemente inquieta.

Felt: "No tienes de qué preocuparte, hermana mayor. No hay nadie mejor que Rein para cumplir con este tipo de misiones ultra serias... creo que deberíamos enfocarnos más en el hermano mayor y su viaje". Trató de consolarla a su manera peculiar, aunque la última parte de su comentario tuvo el efecto contrario: la semi elfa y los miembros de su campamento intercambiaron miradas tensas, sintiéndose aún más inquietos por lo que podía ocurrir.

Al percatarse de que no había elegido bien las palabras, Felt abrió la boca para arreglarlo, pero antes de que pudiera continuar, Reinhardt levantó una mano y, con un leve movimiento de cabeza, le indicó que no era necesario intervenir. No era el momento para arreglarlo con explicaciones apresuradas, y ambos lo sabían.

Felt soltó un leve resoplido, pero terminó asintiendo en silencio, manteniéndose al margen mientras contemplaba junto al resto cómo las expresiones de Emilia y los demás miembros de su campamento comenzaban a serenarse poco a poco al observar la figura dormida de Subaru. Parecía que, a pesar de todas las pruebas que habían enfrentado, su sola presencia, aunque estuviera dormido e inconsciente, seguía teniendo un impacto tranquilizador para todos.

"¿El hermano mayor sí que tiene influencia en todos aquí, eh?" pensó Felt para sí misma, esbozando una sonrisa casi imperceptible, cargada de agradecimiento y cariño hacia aquel muchacho que, de una u otra manera, siempre ayudaba a que otros llevaran un poco menos de peso sobre los hombros.

Lo mejor sería que no pasara nada, y Reinhard está allí, así que no debo preocuparme, pero-

"-Reinhard estará bien. Seguro que saldrá adelante".

"No vayas leyendo la mente de la gente. Da miedo".

"Hah. Es porque llevo un tiempo viajando contigo. He empezado a hacerme una idea, supongo".

Julius se echó el pelo hacia atrás, pareciendo en cierto modo satisfecho de sí mismo. Subaru sólo pudo suspirar.

Supongo que ambos hemos mejorado en el trato.

"A este paso, si no pasa nada más, podré escribir una disertación sobre ti".

"No te preocupes. De momento, eres la persona que mejor me conoce en el mundo, sólo  superado  por mí mismo".

"Ese no era un título que yo quisiera especialmente, ¡pero ahí lo tienes! Tengo mi doctorado en  Juliusología . Si Joshua lo escuchara..."

El ambiente en el Teatro, que hasta entonces había oscilado entre la neutralidad, el alivio e incluso algunas risas por ciertos comentarios, cambió de manera drástica al mencionarse, aunque fuera de manera indirecta, a Gula. Aquel nombre, tan cargado de amargura y dolor, reverberó en la sala como una grieta invisible que abría antiguas heridas, especialmente en aquellos campamentos que habían cargado con la peor parte de la crueldad de esos Arzobispos.

De inmediato, varias miradas, cargadas de hostilidad y desconfianza, encontraron a Spica. La pequeña niña espiritual, inocente y frágil, sintió el peso de aquellos ojos clavarse en ella. Pero antes de que el ambiente alcanzara un punto de quiebre, cierta sirvienta reaccionó al instante. Rem la cubrió con su propio cuerpo, rodeándola en un abrazo protector, alzando la cabeza para responder a cada una de esas miradas con una intensidad aún mayor. No era una amenaza vacía, sino un claro recordatorio de que nadie osaría hacerle daño a Spica mientras ella estuviera allí para defenderla.

Poco a poco, al percibir la determinación en la actitud de Rem y la tranquilidad casi reverente en la niña que protegía, aquellas miradas hostiles fueron desvaneciéndose una tras otra.

El ambiente seguía cargado, pero la calma volvió a asentarse en la sala, como un aliento colectivo para no dejarse llevar por el peso de los recuerdos amargos, al menos por esta vez.

Subaru se interrumpió al empezar a hacer una broma.

Joshua Juukulius. El hermano pequeño de Julius con un caso grave de 'adoración al hermano mayor'.

Y al igual que a Rem, le habían robado su nombre y sus recuerdos del mundo, de su familia,  yen  este momento seguía durmiendo.

El campamento de Anastasia apartó la mirada de la pantalla por un instante, cada miembro atrapado en la misma inquietud. El peso de la posible desaparición de Joshua flotaba en el aire como una amenaza palpable, pero para nadie era tan abrumador como para Julius.

Sus manos, enfundadas en guantes blancos, se tensaron con fuerza, arrugando la tela bajo la presión de unos nudillos que clamaban por acción. Su mirada, habitualmente calma y elegante, ahora mostraba un destello oscuro y afilado, alimentado por un deseo absoluto de venganza contra esos infernales monstruos con apariencia de niños que le habían arrebatado tanto, no solo a él, sino a su querido hermano.

Julius soltó un leve suspiro, cargado de pesar pero también de determinación, antes de alzar la cabeza y declarar con una calma casi aterradora:

Julius: "Joshua..." Murmuró con la voz grave, casi un juramento destinado a resonar en cada rincón de su espíritu. "Juro que te protegeré, hermano. No importa lo que deba hacer, no permitiré que caigas bajo un destino tan injusto. Te lo juro... esos malditos Arzobispos conocerán el infierno por mi mano."

A su alrededor, los demás miembros del campamento asintieron en silencio, fortalecidos por la determinación de su caballero. Si era necesario enfrentarse a la oscuridad para garantizar que Joshua estuviera a salvo, todos estaban dispuestos a acompañarlo para darle batalla al mismo abismo.

"...Sin duda sería bueno para el ánimo que pasara algo..."

Adivinando por qué Subaru se había callado, la sonrisa de Julius desapareció mientras murmuraba.

No era propio de él en absoluto, pero Subaru no era tan estúpido como para no reconocer que Julius lo decía por su bien. No era tan estúpido, pero...

" Argh , maldita sea. Realmente soy un idiota".

Rascándose patéticamente la cabeza, Subaru murmuró para sí irritado.

Ram: "Vaya, hasta que Barusu se da cuenta". Declaró con su tono cortante y orgulloso de siempre, alzando levemente la barbilla. Sin embargo, para los más perceptivos del elenco, no pasó desapercibido que su casi siempre impecable compostura flaqueó por un instante, un leve quiebre que reveló lo que ella misma no admitía en voz alta.

Rem soltó un leve bufido resignado al escucharla. Sabía que su hermana necesitaba tiempo para que esos comentarios tan mordaces perdieran filo, para que su estrés y la preocupación que cargaba en silencio pudieran ir disipándose. Por ahora la dejaría ser, al fin y al cabo, esa era la manera de Ram de liberar la presión interna que le causaba pensar en el chico de cabello oscuro que tanto significaba para todas.

Al final, él y Julius no hablaron más ese día.

Tres días después, el grupo llegó a  Mirula , la ciudad más cercana a las Dunas.

En un sentido tangible,  Mirula  era una ciudad de paso casi vacía. El pueblo no era especialmente pequeño en tamaño, pero no le hacía sombra a ninguna ciudad notable.

No había atracciones ni edificios especiales y, debido a su proximidad a las Dunas, tampoco había turistas. El cartel que la declaraba la ciudad más oriental del mundo no tenía realmente un propósito que cumplir al final, y no había nada que ver salvo un paisaje urbano desolado.

Mimi: "Esas vistas no le inspiran mucha confianza a Mimi...". Murmuró la pequeña demi humana, con las orejas erizadas al imaginarse a ella misma enterrada bajo toda esa arena que veían en la pantalla.

Garfiel: "Estoy por una vez de acuerdo contigo, enana". Respondió el Tigre, cruzado de brazos y con la pequeña Mimi sentada en su regazo.

Ricardo: "Me sorprende que exista gente que pueda vivir allí...". Añadió el hombre lobo, con una mueca de incomodidad al contemplar la inmensidad de la arena que parecía engullirlo todo. "Se ve tan caótico que cuesta imaginar que alguien pueda llevar una vida digna en un lugar así."

Julius: "Sus habitantes debieron adaptarse a esas duras condiciones con el paso del tiempo. Sería un error y una falta de respeto hablar a la ligera sin conocer la realidad que enfrentan para sobrevivir en un lugar tan desolado". Reflexionó el caballero de cabello purpúreo, con serenidad en la voz.

Emilia: "Quizá deberíamos considerar a Mirula en nuestros planes para mejorar la calidad de vida en otros territorios, ¿verdad, Beako?". Le susurró la semielfa a la pequeña espíritu, con una leve sonrisa cargada de determinación y un sincero deseo de ayudar.

Beatrice: "Hasta que dices algo racional, supongo". Contestó la espíritu con un leve asentimiento, aunque con la curiosidad asomando en la mirada. "Sin embargo, ayudar a una ciudad tan cerca de las Dunas es un reto que ni siquiera los antiguos monarcas pudieron enfrentar. ¿Cómo piensas hacerlo, supongo?".

Emilia llevó un dedo pensativo a los labios, adoptando una expresión dulce que habría hecho que Subaru exclamara a los cielos que su 'Emilia-tan' era un verdadero ángel.

Emilia: "No estoy del todo segura... y no quiero apresurarme con una respuesta improvisada, pero creo que, si lo discutimos junto al resto del campamento y con Subaru, podremos alcanzar un consenso". Explicó con una sonrisa resplandeciente.

Beatrice: "¿'Consenso'? ¿Quién dice 'consenso' hoy en día, supongo?". Se burló la pequeña espíritu, imitando de manera divertida el tono de su contratista al usar la palabra, lo que provocó que Emilia inflara las mejillas y cruzara los brazos.

Emilia: "¡No te burles de mí, Beako! Hmph!".

La interacción arrancó algunas sonrisas y miradas cómplices en la sala, aligerando la atmósfera antes de que todos volvieran a posar la vista en la pantalla para continuar con la proyección.

"...¿Visitantes?... ¿En medio de una tormenta de arena? Bienvenidos".

Empujando la puerta y entrando en el local, Emilia y Subaru fueron recibidos por el propietario en la barra que estaba sacando brillo a los vasos.

No era un tono especialmente acogedor, pero eso no era demasiado chocante. Si un puñado de huéspedes arenosos se detenían por casualidad en plena época de arena, era natural que se mostraran un poco amargados.

Se habían esforzado por cepillarse todo lo que pudieron antes de entrar, pero habían quedado empapados de arena.

Ese fue el precio por ignorar a la persona de la posada y salir durante la hora de la arena.

Siento haberle hecho pagar el precio de nuestra estupidez, pensó Subaru con amargura.

Ram: "Tengo que suponer que fue Barusu quien pidió salir en tales condiciones... No sé qué más esperaba". Declaró con su clásica pose de "¡Ja!", alzando la barbilla con desdén.

Emilia: "¿Alguien sabe a qué se refiere Subaru con 'la hora de arena'...?". Preguntó la semi elfa con un leve aire de curiosidad e inocente desconocimiento, dirigiendo la mirada hacia los miembros del elenco con mayor conocimiento en historia y geografía de Lugunica.

Julius: "Bueno... en términos simples, es un fenómeno natural que ocurre en las Dunas de Augria hasta tres veces al día: al amanecer, al atardecer y al anochecer. Es entonces cuando intensas tormentas de arena azotan la región, y una parte de esos vientos llega a Mirula, al ser la ciudad más cercana a las Dunas. Sin embargo..." Se detuvo un momento, con un leve fruncimiento en el ceño. "...el calibre de la tormenta que estamos viendo ahora no es ni la mitad de lo que llega a ocurrir en el corazón de las Dunas. Por eso me preocupa mucho el estado de todos durante este viaje...". Explicó con calma, aunque no pudo evitar que un leve tono de inquietud tiñera su voz.

Priscilla: "¿No sabías algo tan básico, semi demonio? Vaya... ¿y qué has estado estudiando todo este tiempo? ¿Cómo hacer bebés?" Espetó la Matriarca con una sonrisa cargada de desdén, lanzando una estocada verbal directa al corazón de la semi elfa. "No es que espere gran cosa de una semi demonio, pero parece que te esfuerzas para lucir más inútil con cada pequeño detalle que descubro."

Emilia bajó la cabeza, con la mirada casi clavada en el suelo y un leve temblor en los labios.

Emilia: "Simplemente... no recordaba esta parte..." Murmuró casi para sí misma, con un tono derrotado.

Priscilla: "Será mejor que te lo tomes en serio, a menos que desees que tu querido caballero muera otras cien veces para arreglar tu ignorancia". Sentenció, alzando la barbilla y volviendo la mirada hacia la pantalla con aire de victoria, satisfecha de que esta vez nadie —ni siquiera el Alcaide— hubiera intervenido para socavar su mordaz crítica.

Emilia asintió en silencio, apretando los puños sobre su regazo mientras una determinación renovada asomaba en su mirada violácea, decidida a no darle a la Matriarca otro motivo para menospreciarla.

"¿Qué van a tomar?".

"Leche, fría, por favor."

"Leche, tibia, por favor".

Al sentarse en la barra para pedir, Subaru pudo ver cómo se le torcía la cara al dueño. 

Al: "Y con justa razón... ¿Quién carajos pide leche en una taberna?" Soltó el guerrero manco, casi escupiendo las palabras con una mezcla de incredulidad e indignación. Para cualquier alcohólico empedernido, aquello era casi un insulto a la esencia misma de una taberna.

Priscilla: "Pues el mismo tipo de persona que cree que los bebés vienen de un beso, o que la mayonesa es más importante que el mundo entero". Respondió la Matriarca con un leve bostezo de aburrimiento, como si estuviera rodeada de simples bufones que no alcanzaban a comprender la magnitud de su inteligencia.

Emilia no pudo evitar que un leve rubor coloreara sus mejillas, desviando la mirada hacia un lado mientras unas cuantas risas escapaban del público presente. Por una vez, un comentario de la orgullosa princesa del sol, en lugar de provocar ceños fruncidos, había desatado una risa divertida e inesperada en el Teatro.

Ignorando la reacción del tabernero, los dos dejaron escapar un largo suspiro y se quitaron el paño que cubría sus bocas para poder respirar adecuadamente por primera vez en mucho tiempo.

"Haah, eso sí que ha dado en el clavo. Pero salir durante la hora de arena es un asunto seriamente arriesgado".

"Mm-hmm. Estabas a poca distancia de mí, pero todavía tengo la boca muy polvorienta".

Subaru hizo una pequeña mueca y asintió mientras Emilia sacaba su linda lengua.

Llevaba una túnica blanca sobre la cabeza, y su hermoso rostro y su pelo plateado estaban casi totalmente ocultos.

Emilia pensó para sí misma mientras observaba con calma la pantalla: "Ahora que lo pienso... ese atuendo es tan similar al de Madre Fortuna..." Una sonrisa dulce, casi melancólica, asomó en sus labios al imaginarse la escena. "Tal vez pueda pedir a Subaru que me confeccione uno parecido una vez que salgamos de aquí y arreglemos todas las cosas".

Su corazón se aceleró al pensar en el pelinegro que dormía a escasa distancia de ella. "Me gustaría darle un momento especial... para agradecerle por todo lo que ha hecho, por no rendirse nunca, por acompañarme y levantarme cuando más lo necesito". Cerró los ojos un instante, apretando suavemente la tela de su vestido, decidida. "Se merece una respuesta clara a esos sentimientos tan sinceros que guarda para mí... es lo mínimo que puedo darle".

Subaru había bromeado diciendo que si una chica tan guapa aparecía en un pueblo tan rural, a la gente de allí podría darle un infarto por la diferencia de sensibilidades... pero en realidad, teniendo en cuenta su posición, ocultar su identidad era lo más considerado.

Aunque cubrirse la cabeza y la boca en este caso no era sólo para evitar problemas. También era para protegerse de los vientos que soplaban desde las dunas del este, llenas de arena.

"No parece que te vaya muy bien de momento. ¿No hay mucho negocio durante el tiempo de arena?".

Quitándose la capucha que llevaba puesta de la cabeza, Subaru miró alrededor de la taberna vacía.

El ronco dueño gruñó en respuesta mientras dejaba la leche que había pedido. La fría era el pedido de Subaru, y la caliente el de Emilia.

"No es que nadie de fuera venga nunca por aquí. Abrir este lugar durante el día, y durante la hora de arena además, es básicamente sólo un pasatiempo mío. No es que esperara conseguir clientes de verdad".

"Ya veo. Entonces, como somos forasteros y clientes, eso nos convierte en VIP, ¿No?".

"Y entonces tuviste que ir a pedir leche a una taberna. Aquí tiene, señorita".

"Oh, gracias".

Al soltó una sonora exclamación mientras ladeaba la cabeza, casi haciendo que su casco estuviera a punto de resbalarse.

Al: "¡Ven! Hasta el tabernero me da la razón. Bro debería mostrar un mínimo de respeto por un lugar tan sagrado como una taberna".

Ram, con una ceja arqueada y un leve bufido de desdén, agregó:

Ram: "Solo el inútil de Barusu tendría semejante ocurrencia".

Félix, tambaleante sobre el espaldar del asiento de Wilhelm, soltó una risita divertida mientras jugueteaba con los cabellos plateados del viejo espadachín.

Félix: "S–shí, *hip alcohol rico~ alcohol bueno, jeje~ *hip".

Wilhelm suspiró casi imperceptiblemente mientras soportaba con estoicismo los 'mimos' del gato ebrio, aunque para algunos resultaba casi tierno verlo en ese apuro tan peculiar.

La Duquesa, al contemplar la escena, no pudo evitar llevarse una mano a la frente, debatiéndose entre la pena y la divertida incredulidad.

"¿Cómo es que ese alcohol afectó tanto a Félix? Tengo entendido que es casi inmune al licor por su magia curativa... ¿o serán estos efectos imbuidos por el Guardián? Ah... no lo sé, pero parece que, por esta vez, el pobre Wilhelm-dono tendrá que lidiar con el inquieto gato hasta que esto pase", pensó con una sonrisa cargada de comprensión y un leve rubor en las mejillas por la vergüenza ajena.

Emilia cogió la leche caliente y sostuvo la taza entre sus manos durante un momento.

Subaru la miró soplando sobre la leche para enfriarla un poco mientras el dueño le fulminaba con la mirada desde el mostrador.

"¿Y qué hacen ustedes dos en  Mirula  durante la hora de arena?".

"Gracias por preguntar. El tipo de la posada intentó detenernos, pero yo quería probar la  horade  la arena, como una especie de prueba. El verdadero negocio no será nada comparado con esto después de todo, ¿verdad?".

Ram: "Como siempre, mi magnánima figura estuvo en lo correcto, y esta tonta ocurrencia vino del inútil de Barusu... ¿Puedo castrarlo si lo desean?". Alzó la barbilla con aire de superioridad y una sonrisa cargada de veneno.

Anastasia: "Ni lo sueñes, criada". La fulminó con la mirada antes de responder con un tono tan firme como gélido.

Ram: "Hmm... Ya veo. ¿Así que usted también cayó presa de los horribles 'encantos' de Barusu? Le ofrezco mis condolencias, Anastasia-sama". Entrecerró los ojos y mostró una sonrisa divertida mientras inclinaba la cabeza en una reverencia casi teatral.

Anastasia apretó los puños sobre el regazo, con un leve tic en la ceja y un deseo casi palpable de darle un buen escarmiento a la criada.

Anastasia: "Enserio que quiero matarla..." Murmuró casi para sí misma, reprimiendo las ganas de tomar un cuchillo y acabar con la irritante Oni que tenía enfrente.

Foxidna, siempre astuta, colocó una pata suave en el regazo de la comerciante para tranquilizarla, acompañada de una sonrisa maternal.

Foxidna: "Tranquila, hija mía, tranquila... Ram caerá, te lo aseguro". Le dijo en un tono dulce, casi conspirativo, mientras la tensión en el aire cedía para darle paso a una calma cargada de promesas no pronunciadas.

"El verdadero negocio, ¿eh? Y eso sería...".

"Obviamente  cruzar  las Dunas de Augria".

El dueño se quedó en silencio mientras Subaru levantaba el dedo y lo declaraba con seguridad. Luego miró lentamente a uno y otro lado y se frotó la frente.

"No sé a qué clase de broma están jugando, pero si están pensando en ir allí como si fuera una escapada divertida, entonces deberían dar media vuelta ahora. Sólo van a conseguir que los maten".

"Whoa, whoa, ¿de qué estás hablando? ¿Parece que estamos aquí haciendo el tonto? Tú también di algo, Emilia-tan".

"Ja, ja, caliente... ¿eh? ¿Qué? Lo siento, no estaba escuchando".

"Ves, ¿no es eso en serio E M T?".

Garfiel soltó un resoplido al ver la actitud de la pareja en la proyección y cruzó los brazos con aire desganado.

Garfiel: "Me cuesta decirlo pero... tanto el Capitán como la princesa sí que están un tanto tarados..." Declaró el rubio demi humano con un leve tic en la ceja.

Ram: "Concuerdo con el vagabundo. Barusu es un tarado... aunque te faltó un pequeño detalle, Garf. Tú también eres bien tarado". Inclinó la cabeza, sonriendo con aire burlón mientras lanzaba una estocada afilada.

Garfiel apretó los dientes al escucharla, con un leve gruñido que no alcanzó a convertirse en palabra, pero que mostró claramente que no podía refutarla.

Emilia suspiró con aire derrotado y los hombros caídos, mirando al suelo con una pequeña mueca de pena.

Emilia: "¿Por qué mi propio campamento me es tan desleal de esta forma...?"

Beatrice mostró una sonrisa divertida al inclinarse hacia ella para darle un leve empujoncito.

Beatrice: "¿Quién dice 'desleal' hoy en día, supongo?"

Emilia alzó la cabeza, con las mejillas tiñéndose de un rojo intenso, casi como un tomate maduro, antes de soltar un grito cargado de frustración.

Emilia: "¡Ya bastaaaaa!"

El elenco estalló en risas al ver la divertida e inocente reacción de la semi elfa, decidiendo, al menos por el momento, ignorar los comentarios mordaces de Ram para no echar más leña al fuego.

"Te lo digo por tu propio bien. Vete a casa ahora antes de que acabes muerto".

La confianza del dueño cayó aún más después de ver su intercambio. Pero no se podía negar que no lo decía maliciosamente. Ya conocían el peligro de las Dunas de Augria por las revisiones anteriores, pero-

"Realmente no tenemos opción de volver atrás, por desgracia. Ya que el avance es nuestro único camino, queremos al menos elegir el camino más seguro que podamos. Puedes entenderlo, ¿verdad?".

"Ustedes son los que no entienden. ¿Me escuchan? No hay nada que se pueda hacer por esas dunas. Están plagadas de bestias demoníacas y rebosantes del miasma de la bruja, y no importa lo que hagas, es imposible acercarse a esa torre de vigilancia". 

Molesto por la actitud despreocupada de Subaru, el dueño le explicó con detalle la amenaza de las dunas. Señalando por la ventana que estaba cerrada contra la tormenta de arena, sus labios se curvaron.

"No hay fin para los tontos imprudentes como tú. No hay nadie que haya alcanzado la torre del Sabio en medio de ese mar de arena. Si tienes suerte, volverás con vida, pero la mayoría siguen ahí fuera enterrados en la arena".

El elenco frunció el ceño al escuchar el recordatorio implícito del peligro que representaban las Dunas, un peso que no podía pasarse por alto. El ambiente en el Teatro adquirió un tono solemne mientras cada uno, en lo más hondo de su ser, se iba preparando para retomar junto a Subaru esos interminables bucles de muerte y desesperación.

Se lanzaron miradas cargadas de determinación, otras de preocupación y otras de impotencia contenida, pero todas tenían algo en común: la silenciosa promesa de acompañarlo, de no darle la espalda, de enfrentar junto a él a lo desconocido que estuviera por venir. Porque esta vez no solo era la batalla de Subaru... era la batalla de todos.

"Esa torre se construyó hace cuatrocientos años, y en todo este tiempo, no ha habido fin a la gente lo suficientemente tonta como para lanzarse a por ella, pero no ha habido ni uno que haya afirmado alcanzarla realmente. Ni siquiera el Santo de la Espada pudo hacerlo".

Al parecer, el fracaso de Reinhard había dejado una huella más amplia de lo esperado.

En esta ocasión, y especialmente por el cálido agarre de su Dama a su mano, el espadachín pelirrojo no permitió que la desolación ganara terreno en su corazón. Al contrario, sintió cómo ese leve contacto fortalecía su espíritu, disipando la sombra de la culpa que solía perseguirlo.

Reinhardt alzó la mirada al frente, con los ojos cargados de determinación, y en la quietud de su alma formuló un juramento silencioso: no permitir que los errores y fracasos del pasado volvieran a definirlo. Esta vez sería distinto. Por ella, por todos los que lo rodeaban... y por sí mismo.

Puede que el dueño pretendiera que  eso  fuera su carta de triunfo, pero por desgracia para él, ellos ya lo sabían y seguían decididos a ir de todos modos.

"Y llevar a una chica a ese infierno...". 

"Lo siento. Estás muy preocupado por nosotros".

Subaru estaba debatiéndose sobre cómo responder a la sincera y totalmente razonable observación del dueño cuando Emilia irrumpió. 

Los ojos del propietario se abrieron de par en par mientras empezaba con una amable disculpa.

"No somos clientes habituales ni nada por el estilo, pero aun así nos ha contado muchas cosas. Gracias".

"No, siento haber sido tan pesado al respecto. Pero no me inventé nada de lo anterior. Siempre son jóvenes como ustedes dos, siempre".

Mimi: "El señor brabucón no era tan brabucón como parecía". Exclamó la pequeña gato demi humana con una sonrisa divertida en su regordete rostro, balanceando los piecitos al borde del regazo de Garfiel.

Crusch: "Me recuerda un poco al señor Kadomon, el dueño del puesto de frutas y verduras en la capital". Comentó la Duquesa, alzando una ceja pensativa. "Ambos parecen hombres fríos y de carácter un tanto hosco, pero en el fondo son personas amables y honradas".

Emilia: "Ahora que lo dices, es cierto...". Asintió la semi elfa con una sonrisa dulce iluminando su rostro. "Se parecen mucho, especialmente en su amabilidad escondida tras un ceño fruncido. Cuando regresemos, me aseguraré de darle las gracias al señor Kadomon por haber sido tan considerado con Subaru... aunque fuera a su manera".

Rem, al escucharla, soltó una leve risita casi imperceptible, mientras pensaba para sí misma que la amabilidad de la semi elfa alcanzaba a cada rincón donde posara la mirada. A su lado, Beatrice inclinó la cabeza con una pequeña sonrisa divertida al pensar que Subaru habría hecho un escándalo al escuchar que recordaban al viejo Kadomon como si estuviera presente en la sala.

Así, entre esos cálidos comentarios, el ambiente en el Teatro pareció volverse un poquito más cómodo, al menos por un momento, antes de que la proyección continuara y volviera a exigir toda la atención del elenco.

"¿De verdad hay tanta gente que quiere conocer al Sabio?".

"Imagino que la mayoría sólo quieren el reclamo de fama que supone decir que conocieron al Sabio. Probablemente haya algunos que quieran aprender algo del Sabio, pero... toda esa palabrería es bastante dudosa en primer lugar".

El dueño se encogió de hombros y sacudió la cabeza con disgusto. Probablemente decía la verdad sobre haber visto a docenas de personas intentar temerariamente llegar a la Atalaya de las Pléyades. Probablemente era un tipo más agradable de lo que su cara dejaba entrever, porque parecía avergonzado por cómo había reaccionado.

"¿Quiere decir que aunque lleguemos a la torre, quizá no podamos encontrarnos con el Sabio?".

"Nunca he oído nada de que alguien la haya alcanzado. Y si crees en el rumor, el Sabio sigue en lo alto de la torre mirando a las dunas, emitiendo un juicio justo sobre todos los villanos, pero... también están las bestias demoníacas y el miasma. No puedo imaginar que esas dunas sean otra cosa que una trampa para cazar presas".

Anastasia soltó un pesado suspiro al llevarse una mano a la frente, claramente extenuada por la situación.

Anastasia: "Y ahora hay incluso más problemas... justo lo que faltaba..." Dijo en un tono cargado de cansancio y desánimo, como si cada palabra le restara un poco de la energía que debería mantenerla firme.

Reinhardt bajó la mirada por un instante antes de responder, avergonzado pero con un tono tan firme como para no ganarse una reprimenda de su Dama.

Reinhardt: "He de admitir que la posibilidad de que el Sabio estuviera muerto seguía presente, incluso durante mi expedición no teníamos certeza de si seguía con vida... y, lamentablemente, no existe manera de confirmarlo o desmentirlo en este momento".

Anastasia apretó los labios mientras la preocupación ganaba terreno en su expresión, como si estuviera soportando un peso invisible.

Anastasia: "Si eso es cierto... entonces habremos hecho un viaje al infierno para nada..." Murmuró casi para sí misma, percibiendo cómo la angustia y la fatiga la volvían cada vez más susceptible a cambiar de ánimo.

Mientras tanto, en un oscuro rincón donde ni la luz ni la esperanza alcanzaban, Fomalhaut contemplaba a la encadenada Satella, dormida e inmóvil en su prisión de sombras. Una sonrisa burlona deformó su rostro al imaginar la ironía de la situación.

"Ja, si supieran que su querido Sabio no es más que una waifu empedernida en hacerlo con su supuesto maestro, se les caería la mandíbula al instante... ¿no crees, Tella?".

Preguntó al aire, casi como si esperara una respuesta de la dormida Bruja de los Celos.

Pero esta no reaccionó.

"Vamos, será divertido de ver, no me lo niegues..."

Agregó con un tono cargado de veneno, aunque al no obtener ni un leve movimiento de ella, frunció el ceño con una mezcla de fastidio y rabia.

Se acercó a paso lento, casi reverente, para agacharse junto a ella y tomarla del cabello, levantando su rostro para contemplarlo de cerca. Pero allí seguía, inmóvil, sumida en un sueño tan absoluto como el propio olvido.

"Ya veo... así que no pudiste mantenerte fuerte por más tiempo..."

Murmuró para sí mismo con desdén, soltándola de un tirón para arrojarla al suelo. Luego reforzó nuevamente las cadenas alrededor de ella y al fin alzó la mirada hacia la brillante ventana que le servía de mirador al Teatro, donde todas sus marionetas seguían atrapadas.

"Bueno... al menos eso facilita las cosas. Ahora solo queda que tu pequeño caballero de reluciente armadura caiga presa de la desesperación, y la obra estará completa. Aunque... para ser sincero, me decepciona que tú, la temida Bruja de los Celos, hayas caído tan fácil..."

Agregó con un tono donde la burla y la desilusión convivían al mismo tiempo.

Se irguió y dio la espalda a la prisionera, mientras un leve resplandor iluminaba la sonrisa torcida en su rostro.

"El único problema es que la voluntad del chico sigue intacta... Ni todas las pruebas que le mostré a través de las fisuras han conseguido quebrarlo. Su determinación sigue siendo su mayor fortaleza..."

Murmuró pensativo, casi para sí mismo, antes de soltar un leve resoplido.

"Ah... Ya pensaré en algo. Por el momento, solo necesito paciencia. No puedo abusar de mi Autoridad mientras Od mantenga un ojo sobre mí... así que confiaré en que el chico tropiece con la fisura equivocada y no pueda continuar..."

Concluyó con un leve tono de anticipación.

Se cruzó de brazos y volvió a fijar la mirada en la brillante ventana donde todas aquellas historias seguían desarrollándose, expectante y divertido, listo para intervenir cuando la ocasión estuviera a su favor.

"Un señuelo para cazar presas...".

Emilia jadeó ligeramente.

El dueño asintió y  luego se  volvió hacia la ventana.

"No se muevan por el exterior durante el tiempo de arena y eviten las bestias demoníacas en la medida de lo posible. Pero incluso así, no podrán evitar el miasma. El mayor obstáculo para despejar las dunas es ese espeso miasma".

Rem frunció ligeramente el ceño. Conocía bien el miasma, ese hedor corrupto que podía percibirse como un sello oscuro en el maná de aquellos ligados al Culto de la Bruja. Sabía que casi toda persona marcada por él era miembro de esa secta despreciable... y que ella misma, en un pasado marcado por el miedo y la desconfianza, lo asumió sin pensarlo.

Aún podía sentir el peso de ese error en su corazón, un arrepentimiento que seguía arraigado en lo más hondo de su ser. Por culpa de ese tonto juicio, por dejarse llevar por la aversión al miasma, llegó a acabar con la vida del hombre que amaba... y no solo una, sino varias veces. Era un dolor que tardaría en desenredarse, una herida interna que la acompañaría para siempre, recordándole que, a pesar de todo, debía convertirse en alguien mejor para Subaru y para ella misma.

"Sinceramente, no puedo imaginarme qué es exactamente ese miasma".

Subaru ladeó la cabeza. Había oído la palabra muchas veces, y no era como si no pudiera hacerse una idea a partir dela definición. Básicamente era una atmósfera que ejercía una influencia negativa sobre el cuerpo. O al menos algo parecido.

¿Quizás algo así como un gas venenoso?

" Um , Subaru, el miasma es la palabra que se usa para referirse al maná que ha sido contaminado por algo malo. El maná es invisible, pero sigue estando por todas partes, ¿verdad?".

"¿Eh? ¿Así que el miasma es maná?".

Priscilla: "Por fin esa semi demonio demuestra un mínimo de inteligencia... parece que hasta los monos pueden cambiar un poco cuando visten de seda". Declaró con desdén marcado en la voz, mientras agitaba con aire altivo su abanico y alzaba el mentón, como si estuviera impartiendo una gran verdad.

Emilia: "¿G-gracias... supongo?". Murmuró la semi elfa con timidez, un leve rubor tiñendo sus mejillas mientras desviaba la mirada hacia el suelo, sin saber si aquello era un halago o un insulto disfrazado.

Priscilla simplemente apartó la vista de la semi elfa para contemplarse a sí misma, fijando la mirada en la manicura impecable de sus uñas, que relucían a la luz tenue del teatro.

"Tal parece que Al tendrá que esforzarse un poco más durante el siguiente descanso para mantenerlas como toda Divinidad merece". Pensó para sí misma con un leve resoplido, como si la sola idea de lucir menos que perfecta estuviera por debajo de su condición.

A un costado, algunos miembros del elenco rodaron los ojos ante la actitud de la Matriarca, mientras otros simplemente optaron por guardar un prudente silencio para no ganarse uno de esos cortes tan afilados como el abanico que tan diestramente manipulaba.

Subaru se sorprendió al comprobarlo, por la descripción de Emilia, que se trataba de algo mucho más inmediato de lo que esperaba.

Pero aun así, la descripción del maná contaminado tampoco le ayudó mucho a visualizarlo.

"Supongo que en parte se debe a que soy un japonés moderno, pero no consigo entender esta descripción del maná invisible".

Ram: "¡Ja! ¡Cómo siempre Barusu siendo un ignoran–!"

Antes de que pudiera terminar, un bozal apareció de la nada alrededor de su boca, ajustándose al instante para silenciarla por completo. Por segunda vez, la criada de cabello rosa recibía un claro aviso del Guardián de que acababa de cruzar la línea.

Ram soltó un leve quejido ahogado, zapateó un par de veces contra el suelo para mostrar su descontento, pero al final soltó un bufido, aceptando la situación con resignación. Se recostó contra el espaldar de su asiento, con el ceño fruncido y los brazos cruzados en actitud de protesta silenciosa.

A su lado, Roswaal soltó una pequeña y divertida risita al ver la escena, y Ram no pudo evitar desviar la mirada, sintiéndose atrapada en una contradicción peculiar. A pesar del bozal que la mantenía muda, un leve rubor tiñó sus mejillas al mismo tiempo que alzaba una mano para rozarse el rostro, como una colegiala sorprendida, incapaz de responder... pero traicionada por su propio corazón.

"Normalmente, el maná no tiene ningún color, ¿verdad? El miasma, el maná contaminado por algo malo, no es realmente bueno para tu cuerpo. Pero tu puerta absorbe mana de forma natural, así que...".

"Así que no puedes dejar de absorber mana, igual que no puedes andar por ahí sin respirar".

"La señorita tiene razón. Y el miasma de ahí fuera es el más denso que hay en todo el mundo. Si tu puerta sigue  absorbiéndolo , tu corazón y tu cuerpo serán tragados por la contaminación".

"¿Qué ocurre entonces? ¿Enfermas, o te vuelves loco o algo así?".

"La historia dice que te corroe el corazón y el cuerpo. La verdad es que... Bueno, no puedo negarlo".

Sacudió la cabeza ante eso y no dio más explicaciones. Pero estaba claro en su rostro.

Había visto morir a alguien a causa de la contaminación por miasma. Y era porque lo había experimentado por lo que se preocupaba por ellos desde lo más profundo de su corazón y se los advertía con tanta firmeza.

El elenco inclinó la cabeza en un gesto de respeto sincero, honrando en silencio al posible camarada que el tabernero habría perdido en aquellas dunas hostiles. El ambiente en la sala adquirió un peso casi palpable, cargado de una tristeza compartida que unía a todos los presentes.

Cada vez que un nuevo peligro era revelado, la preocupación por Subaru y los demás que lo acompañaban iba en aumento. Porque todos allí sabían que cada paso que daban en aquel desierto desconocido podía convertirse en un camino sin retorno, y que cualquier error podía costarles la vida. El corazón de todos latía al unísono, marcado por la misma plegaria silenciosa: que, de alguna manera, todos ellos regresaran a salvo.

"Si puedes vivir tu vida sin ir allí, entonces será lo mejor. Tú...".

"Gracias por la leche. Y gracias también por la historia".

Emilia terminó su leche, pero sacudió la cabeza ante su advertencia.

Al ver eso, el dueño suspiró resignado. La razón por la que había hablado con ellos sobre las dunas a pesar de que al principio no había querido hacerlo era porque tenía la esperanza de hacerles cambiar de opinión. Pero, por desgracia, no cambiarían de opinión en ese punto.

"Eso debería cubrir la cuenta. Subaru, vámonos".

"Hmm, sí. Gracias por la ayuda".

Dejando la moneda de plata que había sacado sobre el mostrador, Emilia tiró de la manga de Subaru.

Era demasiado por sólo dos tazas de leche, pero también era una propina por la información que les había dado y la preocupación que había mostrado.

Mimi: "Para ser sincera, a Mimi le cayó muy bien el 'Señor Botellón'". Exclamó la pequeña, alzando ambos puños al cielo con una sonrisa tan amplia e inocente que era casi imposible no contagiarse de ella.

Garfiel: "¿Señor Botellón?". Repitió el rubio demi humano, arqueando una ceja mientras cruzaba los brazos y fijaba la mirada en la pequeña niña que seguía acomodada en su regazo.

Mimi: "¡Sí! Es el nombre genial que Mimi le puso a ese señor tan amable". Respondió con un destello de entusiasmo en esos grandes ojos celestes que casi siempre irradiaban alegría.

Otto: "Ahora que lo pienso... ni Natsuki–san ni Emilia–sama le preguntaron al señor por su nombre..." Murmuró el comerciante, bajando un poco la mirada al reparar en la descortesía de esos dos miembros de su propio campamento.

Garfiel: "Bah, debieron ir apurados por sacar información y lo olvidaron. Aunque claro, tú no tienes derecho a opinar, traidor roba–hermanas..." Le soltó Garfiel, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, sin disimular la irritación que todavía guardaba hacia Otto.

Otto bajó la cabeza avergonzado, pero sintió la cálida mano de Frederica posarse en su hombro. Al alzar la mirada, la vio sonreírle con calma, casi en un leve arrullo que alcanzó a susurrar: "Garf es tonto, no le prestes tanta importancia, Ot–chan".

Garfiel alcanzó a escucharla y sintió que una vena le palpitaba en la frente, apretando los puños. Ya podía imaginarse la 'venganza' que tendría durante el siguiente descanso... y no pensaba ir solo. Pensaba llevarse a Mimi para darle un escarmiento al comerciante, aunque esta decisión era también  para que esa niña no volviera a usarlo de muñeco de pruebas para vestidos ridículos.

Por un momento, recordó con un leve escalofrío la humillación de convertirse en modelo improvisado para la pequeña demi humana, algo que aún lo perseguía en pesadillas... y al escuchar la risita pícara de Mimi, que parecía haber adivinado el rumbo de su pensamiento, el escudo de Emilia se enrojeció por completo, deseando con todas sus fuerzas que nadie más hubiera visto aquel momento tan bochornoso.

"-Fue hace un año más o menos, pero la gente ha empezado a ver un pájaro que vuela por encima de las dunas". 

Mientras volvían a ponerse las túnicas y se preparaban para salir a la tormenta de arena, se oyó una voz detrás de ellos.

Al volverse, el dueño les daba la espalda y estaba puliendo las gafas y hablando como para sí mismo.

"Los que lo vieron dijeron que parecía que el pájaro volaba hacia la torre. Así que si alguna vez se pierden en las dunas, busquen un pájaro. Si tienes suerte, tal vez te guíe hasta la torre".

"Viejo...".

" Hmph . Si estás ahí fuera y no tienes nada mejor en lo que confiar, toma el consejo de este hombre para despejar tu escambroso camino".

Subaru y Emilia bajaron la cabeza y volvieron a salir.

Anastasia: "Un pájaro, ¿eh...?". Murmuró la princesa comerciante mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Luego alzó la voz para dirigirse a todos los presentes. "¿Alguno de ustedes ha escuchado un rumor similar?".

Julius: "En los informes que he revisado sobre las Dunas no figura ninguna mención a un ave guía, lamento no estar mejor informado, Anastasia‑sama". Respondió el caballero con una leve inclinación de cabeza, visiblemente avergonzado por no poder darle una respuesta clara a su Dama.

Reinhardt: "En mi caso, durante mi expedición a las Dunas, sí llegué a escuchar rumores similares, pero al intentar acercarme a la torre de vigilancia no encontré rastro de ningún ave. Supongo que por eso mi versión en la proyección no mencionó nada al respecto cuando habló con Subaru sobre los detalles importantes del viaje". Explicó el pelirrojo con calma, esforzándose por darle toda la información posible.

Anastasia: "Así que solo es un rumor sin fundamento..." Musitó para sí misma, aunque un leve tono de anhelo escapó de su voz. "Aun así, espero que ese misterioso pájaro exista y pueda ayudar a Natsuki‑kun durante su camino". Cerró los ojos por un instante, casi como una plegaria silenciosa para que ese chico al que tanto admiraba, y por quien empezaba a guardar sentimientos profundos, pudiera encontrar en su camino toda la tranquilidad y ventaja que estuviera a su alcance.

La tormenta de arena estaba disminuyendo y al menos había un poco de visibilidad en el mar de color marrón que nublaba su visión. Ya era hora de que regresaran a la posada y se reunieran de nuevo con los demás.

"El dueño de ahí atrás, parece que perdió una pierna".

"...No me di de cuenta...".

"No sé cómo la perdió, pero... imagino que puedo adivinar dónde".

Los ojos púrpura de Emilia estaban llenos de tristeza. Subaru asintió. El dueño había sido terriblemente amable al tratar de suplicar a un par de viajeros imprudentes a los que no conocía de nada sobre lo peligrosas que eran las dunas.

Si aquello era una advertencia de su propia experiencia personal, entonces eso les haría terriblemente desagradecidos.

El elenco sintió un leve dejo de pena al contemplar los inútiles intentos del tabernero por alertarlos sobre los peligros de las Dunas. A pesar de que para ellos todo estuviera decidido desde el inicio, y que no eran más que simples espectadores de un camino que no podían cambiar, no pudieron evitar agradecer en silencio la meticulosa preocupación de aquel desconocido.

Era un gesto sincero en un mar de adversidades, un recordatorio de que, incluso en los parajes más desolados, la humanidad podía brillar a través de la bondad de un simple aviso.

"-La Atalaya de las Pléyades".

Su voz suave pronunció de pronto el nombre de la torre.

Levantando la vista, Subaru dirigió su mirada hacia el lado este de la ciudad, hacia la torre que se veía desde la taberna y desde las calles arremolinadas y arenosas, la torre que pendía ominosamente sobre todo. Era una torre enorme que se veía desde la carretera incluso antes de que llegaran a  Mirula

Casi parecía alcanzar los cielos.

Por muy feroz que fuera la tormenta de arena en el desierto de abajo, ¿Cómo era posible perderla de vista? Pero tanto Reinhard como el dueño del bar habían dicho lo difícil que era y lo temerario que resultaba intentarlo.

"La sombría torre del Sabio, eh..."

En los límites de su visión, la torre cuya cima no podía ver parecía tambalearse en la arena.

El elenco frunció el ceño al contemplar la inmensa figura de la torre que dominaba la pantalla. Su imponente silueta los inquietaba, como un recordatorio de que el verdadero camino sin retorno apenas estaba por comenzar.

Cada uno, sumido en sus propios pensamientos e inquietudes, emergió de su estupor para fijar la mirada en la proyección. Todos albergaban sentimientos distintos —miedo, esperanza, angustia, determinación— pero compartían un mismo anhelo: acompañar y comprender la dura travesía que aguardaba al pelinegro al que tanto apreciaban.

Así, en un ambiente cargado de expectativa y tensión, las visualizaciones del viaje de Subaru y su compañía a través de las Dunas estaban a punto de iniciar...

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPITULO: 4

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas gente, he estado algo ocupado estas ultimas semanas y es por eso que este capítulo se retraso tanto, lamento ello, pero de ahora en adelante voy a tener mucho más tiempo para actualizar el Fic y cumplir con mis horarios, así que no hay nada de que preocuparse.

También espero que les este gustando las ilustraciones que su pobre escritor esta haciendo, no soy experto en dibujo ni nada por el estilo, pero quería plasmar algunas escenas de mi Fic a una ilustración, y eso por eso que he empezado a estos dibujos.

Pasando a otro tema... puede que a algunas personas no les este agradando mucho el tema del jardín y la dinámica del Guardian, por lo que pondré un mensaje al inicio de ciertos capítulos para indicar que son solo lore extendido por mi mismo y que no tienen relación directa con las visualizaciones para así mantener un equilibrio.

Ah, si notaron que la calidad en la escritura de este capítulo cambiaba de un momento a otro, es porque he estado pasando por un bloqueo creativo, así que fui escribiendo fragmentos de este capítulo alrededor de toda esta semana, por lo que ciertas ideas y formas de escritura fueron cambiando gracias al paso de un día a otro.

Por ultimo daré algunos datos curiosos como quiero habituarme a hacer al final de cada capítulo:

-Pronto habrá un capítulo dedicado a Reinhardt y Felt para consolidar su relación de una vez por todas, el capítulo será algo corto pero será exclusivo de ellos dos.

-Félix se embriagó gracias a que el licor que el Guardian preparó en el bar del Teatro era mucho más fuerte que el alcohol común.

-Félix se siente cada vez más dejado atrás por su Dama, es por esto que decidió ir al bar del Teatro para apaciguar sus penas.

-Anastasia siente como sus emociones son algo confusas respecto a algunos temas, y esto es debido a que gracias a que su alma fue separada por el Guardian en el capítulo anterior, prácticamente existen dos Anastasia convergiendo al mismo tiempo, partiendo desde una misma alma, lo cual confunde un poco la mentalidad de ambas. (Esto también se aplica a Foxidna).

-Priscilla empezó a formular algunas teorías respecto al Subaru Gula con el Subaru que aparecía en la pantalla y sus similitudes en la vestimenta, aunque aún sigue sin tener ninguna prueba absoluta, por lo cual decidió quedarse callada.

-Tivey tiene domado a Hetaro, y planea que este termine igual que él en los capítulos anteriores (Un reposapiés de Ram).

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:24/06/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 12983.

Chapter 16: Un viaje a través de las Dunas de Augria (CÁPITULO: 4 Parte: 2)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Un viaje a través de las Dunas de Augria (CÁPITULO: 4 Parte: 2)

"-La Atalaya de las Pléyades".

Su voz suave pronunció de pronto el nombre de la torre.

Levantando la vista, Subaru dirigió su mirada hacia el lado este de la ciudad, hacia la torre que se veía desde la taberna y desde las calles arremolinadas y arenosas, la torre que pendía ominosamente sobre todo. Era una torre enorme que se veía desde la carretera incluso antes de que llegaran a  Mirula .

Casi parecía alcanzar los cielos.

Por muy feroz que fuera la tormenta de arena en el desierto de abajo, ¿Cómo era posible perderla de vista? Pero tanto Reinhard como el dueño del bar habían dicho lo difícil que era y lo temerario que resultaba intentarlo.

"La sombría torre del Sabio, eh..."

En los límites de su visión, la torre cuya cima no podía ver parecía tambalearse en la arena.

El elenco frunció el ceño al contemplar la inmensa figura de la torre que dominaba la pantalla. Su imponente silueta los inquietaba, como un recordatorio de que el verdadero camino sin retorno apenas estaba por comenzar.

Cada uno, sumido en sus propios pensamientos e inquietudes, emergió de su estupor para fijar la mirada en la proyección. Todos albergaban sentimientos distintos -miedo, esperanza, angustia, determinación- pero compartían un mismo anhelo: acompañar y comprender la dura travesía que aguardaba al pelinegro al que tanto apreciaban.

Así, en un ambiente cargado de expectativa y tensión, las visualizaciones del viaje de Subaru y su compañía a través de las Dunas estaban a punto de iniciar...

Se tomaron un día de descanso en  Mirula , un respiro de su largo viaje, pero pronto llegó el amanecer de la partida.

Todos llevaban ropa nueva para viajar por las dunas y se reunieron en la entrada del pueblo a primera hora de la mañana.

Subaru jadeó de asombro cuando vio el estado del carruaje que esperaba allí.

"Hah, así que ésta es nuestra arma secreta para atravesar las dunas, ¿eh?".

Subaru miraba al desconocido dragón de tierra en el arnés conectado al carruaje. Tenía la cabeza plana, el cuerpo ancho, escamas amarillas y caminaba sobre cuatro patas. Era de complexión similar al fiel  Fulfew  de Otto, pero parecía aún más resistente, como si tuviera mucha resistencia.

Al:" Vaya... esto me huele a NTR para Patrasche...". Comentó el guerrero manco con un tono dudoso, aunque su expresión estuviera oculta tras el casco.

Emilia:" ¿NTR...? Al, ¿Qué es NTR?". Preguntó la semi elfa, inclinando la cabeza con una inocencia tan honesta que hizo sudar frío al guerrero.

Al:" Ahmm... Cuando crezcas te lo diré, Emilia-sama". Respondió nervioso, rascándose la parte trasera del casco para ganar tiempo y no entrar en detalles sobre ese tema.

Emilia:" ¡No soy una niña! ¡Estoy en mi derecho de saber!". Exclamó haciendo un puchero, un claro indicador de que seguía siendo una niña atrapada en un cuerpo de adulta.

Al:" Y yo en mi derecho de negarme, buenas tardes". Cerró la conversación de manera tajante, cruzando su único brazo mientras desviaba la mirada hacia el techo para no enfrentarse al inquisitivo rostro de la semi elfa.

Anastasia:" Con tanto 'derecho' para esto y para aquello, al final van a parecerse al idiota de Regulus...". Murmuró la comerciante con los ojos entrecerrados y una pequeña pero divertida sonrisa al observar la interacción tan disparatada.

Emilia continuó insistiendo, pero tanto Beatrice como Priscilla decidieron intervenir para poner en su lugar a sus respectivos "niños" antes de que la situación alcanzara límites todavía más absurdos, permitiendo que la proyección continuara su curso.

"Es un dragón Gilas que es fuerte en climas arenosos. Esta especie de dragón se adapta bien a las tormentas de arena y a los ambientes secos. Es del lado más grande, pero tiene un temperamento suave y es fácil de tratar. Es la especie nativa de aquí".

"¡Especie nativa! ¿También tienen cosas así aquí? Cierto, también estaban los dragones de agua en Priestella, ahora que lo pienso. Este mundo es realmente un lugar grande".

Ram:" ¡Ja! La ignorancia de Barusu rebosa tanto que podría inundar la Gran Cascada. Hasta un niño pequeño sabría un dato tan simple". Soltó la criada rosa con su tono mordaz y despectivo de siempre, habiendo sido liberada del bozal impuesto por el Guardián hacía apenas unos minutos.

El elenco rodó los ojos y prefirió guardar silencio para no darle más combustible a la actitud altanera de la sirvienta. Ya todos la conocían y sabían que responderle solo alargaría la situación innecesariamente.

Julius explicó  el nuevo  dragón de tierra mientras Subaru lo observaba.

Para llegar a la Atalaya de las Pléyades, tendrían que atravesar un auténtico desierto. Por eso, habían cambiado el dragón de tierra que habían traído por uno local para poder hacer frente a la arena.

"Aun así, aunque tenga un temperamento suave, ¿podrá un nuevo dragón trabajar en equipo tan fácilmente?".

"No será un problema. Los dragones de tierra tienen una afinidad natural con la gente. Los dragones Gilas, en particular, pueden calmarse rápida y fácilmente  frotándoles  el cuello. Deberías recordarlo, sólo para estar seguros".

"Por supuesto. Aunque dudo que funcione con Patrasche".

Subaru se encogió de hombros mientras miraba al nuevo dragón enjaezado al carruaje y al dragón negro de tierra con porte de reina.

A diferencia del dragón que se quedaría esperando en  Mirula , Patrasche estaba obligado a unirse a ellos en este camino.

"Pero, ¿estará bien Patrasche en un lugar que requiere un profesional del desierto? No quiero forzar a una de nuestras damas a un lugar en donde no debería estar".

Ricardo:" Poner a trabajar tan arduamente a una Dama tan refinada como Patrasche debería considerarse pecado. El mini jefe sí que sabe ordenar bien sus prioridades". Exclamó el hombre lobo con una sonora carcajada que Al acompañó casi al instante, aunque nadie más se unió a la risa.

Las damiselas interesadas en el chico de cabello negro guardaron un pensativo silencio tras escuchar la broma del demi humano. No sabían si sentirse ofendidas o no, pero para no arriesgarse, todas decidieron darle al perro un escarmiento por igual.

La primera en actuar fue Anastasia, quien agarró el plumero con el que solía anotar datos en sus libretas y, con un movimiento veloz, lo clavó en la cola de Ricardo, que soltó un alarido de dolor. El grito resonó por la sala y arrancó expresiones de satisfacción en todas las damas presentes, mientras que Al, al ver que los castigos alcanzaban cada vez un nivel más alto, tragó saliva y comenzó a sudar frío bajo el casco, rezando para que nadie decidiera darle un escarmiento similar.

"No tema. Su dragón de tierra es un dragón Diana... un descendiente del primer dragón del que se dice que gobierna la tierra, el mar y el aire. No importa el entorno, ella se desempeñará bien".

"Vaya, eso es como el trasfondo de una protagonista o algo así. Casi un poco demasiado elitista..."

"Habría estado bien poder traer a mi  Shaknar , pero no hay mucho que pudiéramos hacer al respecto".

La mirada de Julius se desvió hacia el cielo, como si mirara a lo lejos.

Shaknar  era su fiel dragón de tierra azul. Por desgracia, Julius había sido incluso borrado de la memoria de  Shaknar . Al final, tuvo que renunciar a conseguir que le obedeciera y dejarlo con los Colmillos de Hierro en Priestella.

Estaba en camino de recuperarlo todo, pero había muchas cosas que debían dejarse atrás por el bien de su misión.

Julius:" Ya me parecía raro que no mencionara a Shaknar... pero supongo que fui demasiado ingenuo al pensar que al menos él no me habría olvidado". Murmuró Julius con la voz cargada de dolor, casi temblorosa.

Los miembros de su campamento lo observaron en silencio, con expresiones apesadumbradas al no saber qué decir para aliviar el peso que cargaba. Finalmente, optaron por darle su apoyo de la manera más sincera que encontraron: palmaditas silenciosas sobre los hombros, un leve apretón en el brazo o una leve inclinación de cabeza.

Julius agradeció estos gestos en silencio, alzando la mirada por un instante para encontrarse con ellos antes de devolverla al suelo. No necesitaba palabras para sentirse acompañado, y aunque la tristeza seguía presente en su corazón, saber que no la enfrentaba solo lo ayudaba a continuar.

En el transcurso de los últimos veinte días, Subaru había empezado a comprenderlo casi tan bien como Julius.

"Aún así,  tratar  a tu corcel como a la dama más cercana a ti... No sé si debería felicitarte por entender cómo manejar adecuadamente a un dragón de tierra o regañarte por tu trato a las mujeres que te rodean".

Ram:" Obviamente la segunda opción es la correcta. Barusu debería ser regañado para que deje de jugar con el corazón de pobres damiselas". Declaró la sirvienta con desdén.

Al:" ¿Acaso Bro también jugó con tu corazón rosadita? Debería anotarlo... entre tus gustos están los payasos aterradores y los pelinegros amantes de la mayonesa". Se jactó el guerrero con clara burla en la voz, ganándose un leve asentimiento de su Dama y algunas risas contenidas del resto del elenco.

Ram:" ¿Deseas que te corte el otro brazo?".

Al:" Pfff, como si pudieras, rosadita". Se mofó al instante, alzando la cabeza con aire de superioridad.

La criada no aguantó más y, con un aura tan maliciosa como palpable, comenzó a acercarse al asiento del guerrero para darle su merecido. Pero antes de que alcanzara siquiera a responder, Priscilla la inmovilizó de manera fulminante y la tumbó contra el suelo con un movimiento preciso.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Ram:" ¡¿P-Priscilla-sama?!"

Ram:" ¡¿P-Priscilla-sama?!". Logró articular la sirvienta, casi sin aliento por la presión del zapato de la Matriarca sobre su espalda.

Priscilla:" Insolente plebeya, ¿En qué momento he dado permiso para que ataques a mi propiedad? Aldebaran puede ser un simple bufón bueno para nada, pero sigue siendo mío, y lo que me pertenece debe ser resguardado por mi Divinidad. A menos que desees enfrentarte a mi ser divino, será mejor que vuelvas a tu asiento con la cola entre las patas, plebeya arrogante". Espetó la Matriarca, con un tono que no admitía réplica.

Ram asintió como pudo y, al liberarse, volvió a su asiento con dificultad, sintiendo aún la presión en el pecho causada por el zapato de la princesa del sol.

Cierto chico demi humano se rio vengativamente para sus adentros al ver al karma hacer de las suyas.

Al:" Le agradezco, princesa". Murmuró el bufón con una leve timidez, extendiéndole su única mano para ayudarla a regresar a su lugar.

La Matriarca simplemente lo rechazó y volvió a sentarse por sí misma, con los aires de grandeza elevados al máximo.

Priscilla:" No hay nada que agradecer. Las divinidades como yo deben responder a las plegarias de los débiles e inútiles como tú, Aldebaran. Si no lo hiciera, ¿Qué clase de Reina sería?". Respondió mientras agitaba con elegancia su abanico, con la barbilla alzada y la mirada llena de altivez.

Al:" Comprendo, usted es la magnificencia encarnada, princesa". Declaró con una reverencia sincera, ganándose un leve resoplido de la Matriarca, que volvió la mirada hacia la pantalla para continuar disfrutando del espectáculo.

"Estoy seguro de que entrarás en razón cuando conozcas el estilo  matronil  de Patrasche".

Patrasche se había negado a tener nada que ver con Subaru por haberse quedado sola en Priestella durante el incidente. No fue hasta que Otto actuó como intermediario que se enteró de que Patrasche estaba avergonzada por no haber estado a su lado cuando todo ocurrió.

Una vez que lo supo, Subaru no supo qué decir.

"De todos modos, no se me ocurrió otra cosa más que abrazarla. Te quiero, Patras- ¡¿ bgha ?!".

Pero la dama de la fiesta no aceptaría una profesión de amor tan superficial. Giró su cola y tiró a Subaru volando al suelo arenoso.

Desparramado por el suelo, quedó cubierto de arena incluso antes de que pudieran llegar a las dunas.

El elenco estalló en risas al presenciar la torpe escena entre jinete y dragona. Patrasche, en ese momento, lucía como toda una colegiala a la que no le habían dado su dulce del día blanco.

Petra:" Jeje~ Supongo que Subaru-sama se lo tiene bien merecido. Al fin y al cabo, no debería dejar a una chica sola". Comentó la criada de cabello naranja con una sonrisa divertida.

Rem:" Otra vez esa dragona ganándome terreno...". Murmuró la criada de cabello azul, lanzando una mirada afilada a su eterna rival: una dragona de tierra.

Spica:" Bue Whau Buaa!". Exclamó la pequeña, acompañando su balbuceo con algunos gestos de las manos, ganándose una sonrisa enternecida por parte de algunos.

Otros comentarios comenzaron a aflorar por la sala, pero fueron apagados casi al instante al percibir que la presión en el Teatro aumentaba. La presencia del Guardián empezaba a impacientarse, y nadie deseaba arriesgarse a presenciar otra visualización "errónea". Por ello, todos volvieron la mirada hacia la pantalla, en completo silencio, para continuar con la proyección.

"...Ninguna sensación de tensión incluso justo antes del momento crítico. Estoy celosa de la desvergüenza de Barusu".

Un rostro apareció al revés en su visión.

Era Ram llevando una túnica para protegerse de la arena. Subaru se rascó la cabeza ante su gélida respuesta.

"¿Eso significa que estás nerviosa? ¿No es algo fuera de lo normal en ti?".

"No estoy seguro de qué te llevaría a creer lo contrario. Como puedes ver, sólo soy una doncella frágil y débil. Temo todo tipo de peligros en todo momento. Mi delicado corazón de pájaro podría estallar en cualquier momento".

"¿Dónde encerraste al pájaro?".

Ram, quien aún se recuperaba de la humillación recibida por la Matriarca y seguía maldiciendo en voz baja al Guardián por no haber intervenido para ahorrarle la vergüenza, volteó de manera casi inadvertida hacia la pantalla. Al hacerlo, una leve y extraña sonrisa asomó en su rostro al observar las clásicas interacciones entre ella y el pelinegro.

Apenas Roswaal y Rem alcanzaron a percibirla, esbozando una sonrisa orgullosa al notar el leve pero significativo cambio en la actitud de la criada. El resto de los campamentos, desconocedores de la paulatina redención de Ram, solo alcanzaron a rodar los ojos o suspirar al reencontrarse con la habitual dinámica de desdén y sarcasmo entre ella y Subaru, asumida casi como una regla no escrita en el Teatro.

Subaru levantó las piernas y se balanceó hacia delante para ponerse de pie. Se dio unas palmaditas para quitarse la arena y volvió a encararse con ella.

"¿De verdad estás bien?".

"...Qué impertinente. Eres muy atento a pesar de ser Barusu".

Rem:" Hermana, por fin te veo actuar como deberías hacerlo hermana". Murmuró Rem con una sonrisa cargada de cariño, aunque para el resto del auditorio la frase resultara extraña e incomprensible.

Sin embargo, la pequeña Spica pareció entenderla a la perfección, asintiendo con entusiasmo al lado de su madre, como si todas las piezas estuvieran en su sitio para ella.

"Tus insultos no tienen el mismo mordiente que de costumbre. Debo advertirte: Aún no hemos empezado".

No parecía pálida ni respiraba con dificultad. No parecía diferente de lo normal, pero tampoco negaba lo que Subaru sugería. No intentó poner una fachada fuerte ni trató de ocultarlo. En ese sentido, Ram fue sorprendentemente sincera al respecto.

"Ha pasado un año y cincuenta días. ¿Me estás diciendo que deje de estar parada con mi objetivo delante después de haber perdido todo ese tiempo? Qué cruel".

"No lo digas así, Ram".

Mientras sus ojos se encendían y su mirada se enfriaba, Emilia la reprendió, habiendo terminado de meter el equipaje grande en el carruaje. Emilia tenía la mano en la cadera.

"Subaru sólo está preocupado por ti. Y yo también lo estoy. Hago todo lo que puedo para tratarte todos los días como me pidió Roswaal, pero..."

"¿Incluso con la ayuda de Beako, sigue sin estar a la altura de los tratamientos de Roswaal?".

"...No tengo intención de usar eso como excusa. Y tampoco causaré problemas".

"Pero estamos preocupados por ti".

Emilia:" Tal como dijeron mi otro yo y Subaru, Ram, aunque tu actitud no siempre sea la mejor, debes saber que siempre podrás pedirnos ayuda para cualquier cosa". Declaró la semi elfa con una mirada decidida al voltear para encarar a la peli rosa.

Ram:" ¿Cualquier cosa...?". Preguntó la criada alzando una ceja, solo para confirmar que podía lanzar la broma que ya se iba formando en su cabeza.

Emilia:" ¡Sí, cualquier cosa!". Reafirmó la peli plateada, ajena a la trampa que le estaban tendiendo, provocando que el resto del elenco se palmeara la frente al imaginar lo que venía.

Ram:" ¿Incluso absolver al Maestro Ros-".

Emilia:" Definitivamente no, ni en un millón de años". Cortó la semi elfa al instante, entrecerrando los ojos al percatarse de que la habían querido engañar una vez más.

Ram:" No se preocupe, Emilia-sama, era solo una pequeña e inocente broma de esta encantadora dama". Exclamó la criada con aires de grandeza mientras jugueteaba con un mechón de cabello.

Emilia:" Es bueno ver que tú también puedas estar más sosegada". Le dijo la semi elfa, ganándose una sonrisa maliciosa de la criada.

Ram:" ¿Quién dice 'sosegada' hoy en día, Emilia-sama?". Se burló guiñándole un ojo, lo que desató una sonora risa en el elenco.

Emilia no tuvo más remedio que hacerse bolita, con un leve sonrojo alcanzando la punta de sus orejas élficas, mientras murmuraba cosas ininteligibles y se balanceaba de un lado a otro.

Beatrice:" Eres demasiado fácil de engañar, Emilia". Le susurró divertida la pequeña espíritu a la acurrucada semi elfa, que seguía perdida en su bola de vergüenza.

Emilia:" T-tontos..." Murmuró antes de voltearse para acurrucarse junto a Subaru en busca de energía. Para sorpresa de todos, funcionó: la semi elfa logró recomponerse lo suficiente para continuar viendo la proyección, aunque el leve sonrojo en su rostro seguía presente.

Roswaal, por su parte, no pudo evitar mostrar una sonrisa de orgullo al ver a su criada actuar de manera tan espontánea y libre.

Roswaal:" Bieeen hecho, querida Ram~". Dijo el marqués mientras acariciaba la cabeza de la criada como si estuviera premiando a un cachorro.

Ram:" G-gracias... R-Roswaal-sama". Murmuró ella, con las mejillas teñidas de carmín y un leve maullido escapando al son de las caricias de su querido maestro.

Ram no respondió inmediatamente, pero pareció insatisfecha ante la callada por respuesta. Su  espíritu habitual escaseaba en sus ojos rosados. Probablemente ella misma se había dado cuenta.

Ram suspiró y volvió la mirada hacia el carruaje. En la parte trasera, la silla de ruedas estaba encerrada dentro, y Rem dormía en ella-

"-Por favor, no digas algo como que vas a dejarme atrás".

Era una súplica franca y ardiente. Al oír eso, Subaru se rascó la cabeza y luego miró también a Rem.

"Yo no diría eso. Pero se puede decir que no estás en tu mejor momento, así que si pasa algo, avísanos en cuanto lo notes. No tiene sentido que intentes ocultarlo o fingir. Te ayudaremos de todas formas".

"Hee-hee".

Por una vez, Ram parecía realmente un poco avergonzada. Emilia soltó una risita suave y miró a Subaru.

"Creo que ese lado tuyo es  reeealmente  bonito".

"...¡¿Eh?! ¿E so s ignifica que te has vuelto a enamorar de mí?".

Emilia: "Ahora sí lo estoy..." Le susurró la semi elfa a su querido caballero mientras rodeaba su cuello en un cálido abrazo, cada palabra cargada de un anhelo y un amor apenas contenido. Un sentimiento que había ido descubriendo gracias a ese Teatro... quizás una de las pocas cosas que sí podía agradecerle al Guardián.

Rem: "También quisiera estar cerca de Subaru‑kun..." Murmuró la criada de cabello azul con un deje de tristeza. En su intento por proteger a Spica lo máximo posible, había terminado alejándose más de lo que hubiera querido de su héroe. Una decisión que, en momentos como este, dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Anastasia: "Creo que tengo algo nuevo para la libreta, Foxidna". Comentó la mercader, sin dejarse arrastrar por la devoción que el chico generaba en la semi elfa. Si quería luchar por el corazón de Subaru, necesitaría una ventaja... y para eso servían esas libretas, aunque también retrataban algunas de las fantasías más personales de la peli lavanda.

Foxidna: "A ver..." Respondió la espíritu, inclinándose desde el hombro de su hija para leer.

«A Natsuki‑kun ciertos elogios le afectan, especialmente si tienen carga emocional. Si los percibe sinceros, llega a abrirse; si los siente forzados, solo alimentan su inseguridad y su auto‑desprecio».

La frase estaba escrita con una caligrafía impecable, acompañada de detalles sobre qué expresiones podían ayudarle a levantar el ánimo.

Foxidna: "Pues vaya, sí que hiciste un buen trabajo con esto, Ana". La felicitó, dando unos golpecitos con las patas delanteras sobre su hombro.

Anastasia: "Y eso no es todo, querida madre. El plan 'Conquistar al Mayonesero' por fin puede ponerse en marcha". Declaró con una mirada decidida, orgullosa de su meticulosa recopilación de datos.

Foxidna: "¿Ah, sí? ¿Y cuándo empieza ese... 'Mayonesero', como sea?". Preguntó con una ceja arqueada, claramente confundida por el apodo.

Anastasia: "En el momento oportuno. Cualquier chance de que uno de los asientos junto a Natsuki‑kun quede libre... la aprovecharé". Dijo con un guiño.

Foxidna: "¿Y para qué te serviría? El chico sigue bieeen dormido". Le recordó con una sonrisa divertida.

Anastasia: "Para ganar confianza antes de que despertemos de este lugar. Si no puedo acercarme mientras duerme, peor me irá cuando esté despierto... En este sitio incluso podría robarle un piquito, si entiendes lo que quiero decir". Añadió con un leve sonrojo y un gesto firme de la mano.

Foxidna: "No sé cuándo te volviste tan pícara, pero... da igual". Respondió, un tanto sorprendida, aunque visiblemente satisfecha de ver a su hija expresarse con tanta naturalidad.

Anastasia asintió, volviendo a sus notas con una sonrisa cálida. El silencio regresó brevemente a la sala, justo cuando las proyecciones parecían a punto de reanudarse...

"..."

"..."

"..."

Foxidna: "Por cierto, ¿Dijiste que querías sentarte junto al chico, verdad?". Preguntó de pronto con voz inocente.

Anastasia: "Sí, eso dije". Respondió la mercader, frunciendo el ceño con curiosidad.

Foxidna: "Pues..." empezó a decir, mientras señalaba con una patita hacia los asientos. Anastasia siguió su gesto con la mirada, algo confundida, hasta que Foxidna remató: "El lugar junto al chico lleva libre un buen rato. Desde que la criada de cabello azul se ocupó de la Arzobispo de la Gula".

Los ojos de Anastasia se abrieron de par en par.

Anastasia: "¡¿Y me lo dices ahora?!". Exclamó, indignada por no haber recibido antes esa valiosa información.

Foxidna: "Nunca preguntaste". Respondió encogiéndose de hombros antes de volver a su forma de bufanda y enrollarse en el cuello de su hija.

Anastasia: "T‑tú... Argh, bueno, ni modo. Hoshin, dame valor..." Murmuró para sí mientras se ponía de pie con determinación.

Julius: "¿Hmm? ¿Ocurre algo, Anastasia‑sama?". Preguntó el caballero con un leve matiz de curiosidad.

Anastasia: "Nada importante, Julius‑kun. Solo cambiaré de asiento un momento. Vigila a los trillizos por mí". Pidió con una sonrisa nerviosa y un gesto de disculpa.

Julius: "¿Un cambio de asiento? ¿Desea que la acompañe?". Ofreció, aunque su tono dejaba ver que intuía la verdadera razón.

Anastasia: "No es necesario. Y si Ricardo dice alguna tontería, dale un escarmiento de mi parte". Añadió, entregándole un plumero antes de marcharse.

Con un respiro profundo, Anastasia se adentró entre los grupos, pasando junto al campamento de Emilia, cuyos miembros la miraron con sorpresa.

Emilia: "¿Anastasia?" Preguntó la semi elfa, ladeando la cabeza. "¿Qué haces aquí?"

Anastasia: "Solo tomar asiento, eso es todo". Respondió con tono cortante antes de sentarse junto al pelinegro, sorprendiendo a todos.

Beatrice: "¿Qué haces aquí, supongo?". Preguntó la pequeña espíritu desde el regazo de Subaru.

Anastasia: "Qué agresiva, Beako. ¿No querían una alianza entre campamentos? Considéralo un primer paso diplomático". Respondió con una falsa sonrisa angelical.

Desde su asiento, Rem apretó los labios con visible irritación al ver a la astuta mercader ocupar el lugar que ella solía proteger con tanto cuidado.

Beatrice: "¿Y tú cómo te enteraste de eso, supongo?!". Exclamó, alarmada por la aparente filtración del plan que apenas habían discutido.

Anastasia: "Toda buena comerciante tiene sus métodos". Respondió mientras, con suavidad, arrastraba tímidamente la mano para entrelazarla con la de Subaru. Al lograrlo, sintió un calor inesperado que la hizo contener el aliento.

Beatrice: "Esto no me parece muy diplomático, supongo..." Espetó con el ceño fruncido.

Anastasia: "Continuemos viendo". Cortó ella, sin darle espacio a réplica.

Emilia: "¿Por qué tomas la mano de mi Subaru, Anasta-...?".

Anastasia: "Continuemos viendo."

Crusch: "¡¿P‑por qué tú...?!"

Anastasia: "Continuemos viendo."

Rem: "¡Ése es el lugar de R‑...!"

Anastasia: "Continuemos viendo."

Ante la mirada estupefacta de todos, nadie pudo frenarla. Las protestas murieron, y una vez más la atención se centró en la pantalla. Aunque mil preguntas rondaban sus cabezas, solo una parecía tener la respuesta más clara de todas.

Anastasia, con una sonrisa triunfal y un leve rubor en las mejillas, tomó una pequeña nota mental:

"Paso uno, completado con éxito."

"No hables de esas cosas delante de Rem mientras  duerme . Enemigo mortal de todas las mujeres".

"¡¿No sólo enemigo  sino enemigo  mortal?!".

Ram resopló. Esa actitud descarada era su yo habitual saliendo a relucir de nuevo.

"...Deja de sonreír y haz tu trabajo, Barusu. Tu lugar no está en el carruaje, está fuera conduciendo con tu querido dragón de tierra. Si eres demasiado lento, te quedarás atrás".

"¿Ya estás recurriendo a eso, hermana mayor? ¿No has oído lo que hemos estado diciendo-?".

"-Te he escuchado. Y ha sido suficiente. Ahora muévete de una vez".

Ram: "Después de ver la escenita anterior..." Comenzó la criada, lanzando una mirada afilada hacia la chica de cabello lavanda, quien acababa de agitar las aguas hace apenas unos segundos, "... vuelvo a confirmar que Barusu es el enemigo natural de todas las mujeres. Y punto final". Sentenció con desdén, negando con la cabeza como si aquello fuera una verdad absoluta.

Anastasia giró ligeramente el rostro, percibiendo con claridad la indirecta. Sin molestarse en volverse del todo, respondió con su característico tono elegante y afilado:

Anastasia: "¿Quieres que te recuerde todas las escenitas que tuviste con ese payaso de mal gusto, o seguimos siendo colegas?". Disparó con calma venenosa, dejando que su acento de Kansai marcara cada palabra como una puñalada bien dirigida.

Ram se estremeció apenas, sus labios apretándose por un instante. No respondió.

Anastasia lo tomó como una rendición silenciosa. Con una sonrisa triunfante en los labios, volvió la vista hacia la pantalla, lista para seguir disfrutando del espectáculo sin más interrupciones.

Con esas últimas y afiladas palabras, Ram apartó a Subaru y subió al carruaje. Al verla subir, se rascó la cabeza y miró a Emilia.

"Emilia-tan..."

"No te preocupes. Déjamelo a mí. Tú también deberías tener cuidado".

"Sí, sí".

Asintiendo, Subaru miró dentro una última vez y luego se dirigió a su propio lugar en el carruaje. Subiéndose el paño anti arena que llevaba al cuello, respiró hondo.

"Muy bien, hagámoslo. El mar de arena y la torre...!"

-Dentro del carruaje tras la marcha de Subaru.

"...Lady Emilia, ¿por qué tiene esa expresión en la cara?".

"Mmm, no es nada importante. Sólo estaba pensando que eras una preciosidad, Ram".

Al: "Vaya, vaya, ¿Tijer-? ¡Auch!". Estaba a punto de soltar otra de sus bromas habituales cuando un nuevo azote lo interrumpió, cayendo con precisión quirúrgica en el mismo punto que los anteriores, cortesía de su siempre orgullosa Dama.

Priscilla: "Por cada cosa racional y, hasta cierto punto, entretenida que dices... ¿Formulas otras cuatro destinadas a enfurecerme, Aldebarán?". Interrogó la Matriarca Vollachiana con voz fría, aunque sin esperar realmente una respuesta.

Al captó el mensaje de inmediato. Asintió en silencio, mientras se sobaba con resignación el lugar afectado, maldiciendo por dentro la puntería impecable de su ama... y su falta de autocontrol verbal.

"Esa es una apreciación molesta. Es bastante impertinente para usted, Lady Emilia".

"Hmmm."

Ram estaba sentada en su asiento junto a la silla de ruedas mientras apartaba la mirada de Emilia. Extrañamente, parecía estar  arrepintiéndose  de su metedura de pata.

"Hee-hee. ¿Has empezado a dejarme ver la cara que siempre muestras a Subaru?".

"...He bajado la guardia. Por favor, perdone mi descortesía".

"No estoy enfadada. En todo caso, estoy un poco feliz. Así parece que confías más en mí. Siempre estuve celosa de Subaru por ello".

Emilia: "A mí también me alegra que puedas ser aún más efusiva, Ram". Expresó la peli plateada con sinceridad... sin darse cuenta de que acababa de pisar una mina. Una que la ahora desatada Ram no dejaría pasar por alto.

Ram: "¿Quién...?" Comenzó, alargando cada palabra con una diversión apenas contenida.

La semi elfa, notando el error en el que había caído, intentó detenerla al instante, pero ya era demasiado tarde.

Emilia: "No te atrevas..."

Ram: "...dice..." Continuó la criada, ignorando por completo la advertencia, saboreando cada sílaba con puro entretenimiento.

Emilia: "¡No!". Exclamó, ya con las mejillas encendidas de vergüenza por lo que sabía que vendría.

Ram: "¿Quién dice 'efusiva' hoy en día, Emilia-sama~?". Remató con una mezcla de veneno inocente y burla encantadora, dejando claro que no iba a perdonar ese desliz lingüístico.

Emilia: "¡Nooooo!". Gritó antes de dejarse caer de hombros, con una expresión entre traicionada y completamente derrotada.

El elenco estalló en carcajadas ante la torpeza de la siempre ingenua Emilia, contagiados por la frescura del momento.

Y en medio de la conmoción, cierta princesa comerciante aprovechó la confusión para inclinarse sigilosamente hacia el pelinegro dormido y robarle un 'piquito' rápido. El plan habría sido perfecto... si no fuera porque una pequeña espíritu lo notó claramente.

Beatrice resopló con molestia, pero no dijo nada. Si su querido contratista era tan popular, qué se le iba a hacer. Al menos, pensó con resignación, si las cosas seguían así, pronto habría mini-Subarus correteando por ahí.

Ram guardó silencio un momento ante la inocente respuesta de Emilia. Pero pronto se volvió de nuevo hacia Emilia.

"Ha cambiado, Lady Emilia. Cuando nos conocimos, parecías tan frágil como una muñeca de cristal, aunque no tenías más que una débil fachada de resolución."

"¿Ahora parezco un poco más fuerte?".

"Mm-hmm. Y más dulce... como si el cristal se hubiera convertido ahora en azúcar endurecido".

Emilia: "B‑bueno, al menos ahora recibo un halago, hurraaa..." Exclamó con falso entusiasmo, levantando los brazos con torpeza. Pese a todo, en su voz había un atisbo de esperanza. Después de todo, había sido llamada "dulce" por la mordaz criada rosa. Eso debía contar como una victoria... ¿no?

Crusch: "Ahmm... Emilia-san..." Comenzó la duquesa con cierta incomodidad, sin estar segura de si debía revelar la verdad detrás del comentario de la sirvienta.

Emilia: "¿Qué ocurre, Crusch-san?". Preguntó la semi elfa con algo de la confianza recién recuperada aún brillando en sus ojos.

Crusch: "B‑bueno, el comentario de Ram..." Intentó formular con el mayor tacto posible... pero cierta Matriarca se le adelantó sin contemplaciones.

Priscilla: "La plebeya rosa te insultó. Fin del resumen". Zanjó con indiferencia, cerrando su abanico con un chasquido elegante y una sonrisa maliciosa en los labios.

Emilia: "Recórcholis..." Murmuró antes de volver a hacerse bolita, encogida sobre sí misma con un suspiro derrotado -ya era la tercera vez que lo hacía en la misma proyección-.

Algunas miradas apenadas se dirigieron hacia la pobre semi elfa, pero ella ya no escuchaba razones. Se había hundido en su burbuja de vergüenza y parecía no tener intenciones de salir pronto.

Y por supuesto, en ese preciso momento de debilidad, la princesa comerciante volvió a aprovechar la distracción general para acercarse y robarle otro 'pico' al pelinegro, esta vez en la mejilla. Rápida y silenciosa.

Como era de esperarse, Beatrice la notó... otra vez.

La pequeña espíritu entrecerró los ojos con una mezcla de fastidio y resignación, pero no dijo nada. Aunque el brillo de advertencia en su mirada claramente decía: "Una más, y no respondo."

"Eso suena  reeealmente  delicioso... ¿Y eso qué significa?".

El medio insulto pasó por encima de la cabeza de Emilia, y Ram simplemente suspiró. Pero una vez que lo hizo, sus hombros se relajaron ligeramente.

Dos horas después de salir de  Mirula , comenzaron su intento de cruzar las Dunas de Augria.

Otra docena de kilómetros al este de la ciudad y todo el verde desapareció de los alrededores. Sólo había desierto hasta donde alcanzaba la vista, y un viento espeso de arena seca y miasma.

Estaban desafiando las dunas con un gran carro y Patrasche corriendo a su lado en solitario.

El nuevo dragón de tierra era lento y constante. No podía ganar mucha velocidad, pero su paso era fiable para compensarlo.

Tivey: "Una formación estratégica interesante..." Murmuró el demi humano mientras se ajustaba el monóculo, anotando algo cuidadosamente en una hoja de papel.

Ricardo: "¿Qué haces, TB?". Preguntó el hombre perro con curiosidad al notar que el chico había adoptado una costumbre sospechosamente similar a la de su Dama.

Tivey: "Me gustaría decir que estoy analizando la formación estratégica que utilizaron para el viaje. Aunque... para ser honesto, lo hago más que nada para aliviar el estrés de lo que estamos a punto de ver". Admitió tímidamente, rascándose la nuca.

Ricardo: "Entiendo... Ah, por cierto, ¿has visto a Hetaro? No lo escucho desde que empezó la visualización". Preguntó de nuevo, esta vez con un tono más relajado.

Tivey, lejos de mostrar timidez, sonrió con una malicia inusual en él mientras se recostaba en el espaldar de su asiento y señalaba discretamente hacia el frente.

Ricardo siguió la dirección de su dedo... y se encontró con una escena digna de cualquier pesadilla ridícula.

Félix, aún bajo los efectos del alcohol, estaba usando a un pobre Hetaro -enrollado entre estambres rojos como si fuera una pelota de lana viviente- como rascador para gatos, rascándose la espalda con él sin el menor remordimiento.

Crusch, sentada cerca, tenía una expresión congelada de pura vergüenza, intentando fingir que no veía nada... sin éxito alguno. En su interior, la duquesa acababa de rebajar el valor de Félix en al menos dos niveles por semejante estupidez.

Wilhelm, inmutable como siempre, había hecho aparecer una segunda taza de té usando la Protección del Guardián y se la extendía con toda cortesía al pobre niño usado de rascador, como si fuera lo más normal del mundo.

Ricardo se cruzó de brazos, contemplando la escena con mezcla de lástima y resignación. Por un momento dudó si debía intervenir... pero al recordar las veces que Hetaro había hecho pasar vergüenza a Tivey, simplemente desvió la mirada, fingiendo que el niño suplicante entre estambres era solo un espejismo.

Tivey, mientras tanto, soltó una risa contenida, orgulloso y satisfecho. Su venganza se había cumplido, y en su opinión, el castigo había sido el doble de merecido.

Al principio, Patrasche se sintió un poco desanimado por el repentino cambio de compañero, pero tras un par de horas juntos, pareció encontrar los puntos buenos de su nueva compañera y aceptó magnánimamente el cambio.

"En todo caso, la infelicidad de este dragón tiene más que ver con Betty".

Beatrice estaba acurrucada en los brazos de Subaru. Él controlaba las riendas de Patrasche mientras la abrazaba con fuerza .

"De ninguna manera, sólo estás imaginando cosas. Patrasche no es un dragón tan mezquino".

"...Haría  bien en fomentar  una mejor comprensión de su entorno..."

Beatrice cambió las piernas para montar de lado mientras se sujetaba la falda. En comparación con antes, las habilidades de Subaru para montar habían mejorado significativamente, y se había convertido en algo normal que los dos  cabalgaran  juntos.

Wilhelm: "Vaya, esta escena sí que ofrece un contraste interesante con aquel Subaru-dono que vimos enfrentarse a la Ballena Blanca. Hay una gran diferencia en sus habilidades como jinete". Comentó el viejo espadachín mientras tomaba un sorbo de té. Luego, con la misma calma, sirvió otra taza a su desafortunado acompañante, quien la aceptó con gusto, ya empezando a resignarse a los arañazos del patético gato caballero que lo usaba de rascador improvisado.

Garfiel: "Así es. El Capitán le dedicó un montón de tiempo a mejorar junto a ese dragón de tierra. Pasaban varias horas cada semana puliendo sus técnicas". Declaró el rubio demi humano con una afilada sonrisa de orgullo al recordar el esfuerzo incansable de su líder.

Julius: "Ya veo... Así que Subaru en verdad lo dio todo para superarse durante ese año de paz". Murmuró el caballero de cabello púrpura con una leve sonrisa orgullosa. Ver cómo ese chico tan obstinado seguía avanzando con paso firme era casi poético. Que fuera el actual portador del Factor de la Pereza le resultaba irónico... pero también inspirador. Para él, no había nada más opuesto a la pereza que Subaru Natsuki.

Varios elogios se sumaron al aire entre murmullos y asentimientos, elevando momentáneamente el ambiente con un respeto compartido por los logros del pelinegro. Luego, poco a poco, el grupo fue guardando silencio, listos para continuar con las proyecciones.

Por eso  pensó  que Beatrice estaba equivocada, pero...

"Bueno, no es como si realmente supiera por qué le gusto a Patrasche en primer lugar".

"En efecto. En primer lugar, no es que seas lo suficientemente guapo como para recibir ese tipo de atención sin ninguna otra razón".

"Eso no es cierto..." fue el murmullo que escapó, casi al unísono, de varias doncellas entre el público. Algunas estaban visiblemente sonrojadas, otras intentaban disimularlo, pero todas compartían el mismo pensamiento: Subaru era atractivo... aunque los demás no quisieran aceptarlo.

Al: "La magia Natsuki haciéndolo de nuevo... vaya rollo". Murmuró el guerrero manco con un tono perezoso y un toque de envidia mal disimulada, rascándose la nuca como si el mundo no tuviera sentido.

"Entonces tienes algún tipo de razón firme para quererme".

"Por supuesto... Espera, ¡¿qué intentas que diga Betty?!".

Como estaban muy cerca montados en el dragón, no había forma de escapar a la rabieta de Beatrice con la cara roja.

Beatrice: "¡Hmph! Hacer avergonzar a Betty de esa forma... El Subaru de Betty sí que es un idiota, supongo". Refunfuñó mientras hacía un puchero, cruzando los brazos con evidente molestia.

Sin embargo, varios notaron el dejo de anhelo en su voz. Por más que intentara ocultarlo con su típico orgullo, estaba claro que una parte de ella deseaba poder tener ese tipo de jugueteo con su contratista... una vez que despertara y pudieran estar juntos de nuevo.

Subaru sólo pudo dejar que le llovieran sus débiles bofetadas mientras calmaba sus plumas erizadas.

"-Es bastante agradable ver su armonioso intercambio, pero ahora estamos a punto de entrar realmente en el mar de arena".

La voz de Julius les llamó desde el banco del conductor del carruaje que tiraban junto a ellos. Llevar las riendas del carruaje y ser capaz de conectar sin esfuerzo con un dragón de tierra que acababa de conocer era de esperar de Julius.

Ricardo: "¡Ja, ja! ¡Clásico de Julius, actuando como la voz de la razón!". Rugió el demi humano entre carcajadas, divertido por lo predecible del comportamiento del caballero.

Julius: "Es simplemente el comportamiento reglamentario que debe tener todo caballero, ni más ni menos". Respondió el caballero con un leve rubor en las mejillas, claramente algo avergonzado.

Mimi: "¡Juli y sus tonterías de caballería le hacen a Mimi un alegre día!". Exclamó la pequeña, levantando los brazos con entusiasmo.

Garfiel: "¡Oye, ten cuidado! Además... ¿Cómo hiciste que eso rimara? ¡Eso estuvo genial!". Declaró el rubio demi humano con una amplia sonrisa mientras sostenía a la niña gato, que se mecía con energía de arriba abajo sobre su regazo, casi a punto de perder el equilibrio y estamparse contra el suelo.

Mimi: "Jeje~ Eso no fue nada más que la magia de Mimi. ¿Ahora estás enamorado de mí?". Preguntó la niña con una sonrisa llena de energía.

Garfiel: "Para nada". Respondió cortante, justo cuando alcanzó a escuchar a Mimi murmurar: "En la próxima será", lo que hizo que el Tigre frunciera el ceño, sintiéndose un poco agobiado por el amor implacable de la pequeña.

Pero verlo conduciendo un carruaje en lugar de  montando  a su propio dragón le parecía realmente fuera de lugar. Y añadiendo a esa imagen desequilibrada estaba la chica sentada a su lado.

"Está bien que ustedes dos se lleven tan bien, pero si no pueden controlarse, me enfadaré".

Meili dirigió a Subaru una mirada de reojo que en realidad no se correspondía con su edad. Con el grupo enfrentándose por fin al comienzo del verdadero desafío, era el momento de que Meili entrara en su elemento.

Con el poder de su bendición, las probabilidades de que fueran  atacados  por bestias demoníacas disminuían drásticamente. Al menos en teoría. Por eso Meili estaba sentada en el banco del conductor y miraba a su alrededor.

Y Julius, a su lado, era el compañero elegido para evitar que se aburriera demasiado.

Al: "Vaya elección para entretener a la niña... Es como poner a un comediante a dirigir un funeral". Comentó el guerrero manco con una cierta ironía en la voz.

Meili: "Supongo que con ver las tonterías del hermanito ya tengo suficiente para mantenerme calmada". Respondió la ex asesina con sencillez, sin prestarle demasiada atención al asunto.

Petra: "Tú siempre eres muy inquieta. Me sorprende mucho verte tan serena ahora, casi parecen personas diferentes". Dijo Petra desde el lado derecho de la niña de cabello azul.

Meili: "¡Eso no es verdad, Hmph!... O al menos, no siempre..." Murmuró Meili, sonrojándose ligeramente, lo que la hacía ver especialmente adorable.

Petra: "Ahora me cuesta reconocerte con respecto a cómo estabas en el descanso. Te veías tan decidida, como un caballero con armadura reluciente, y ahora eres como un cachorrito apachurrable". Bromeó Petra entre risitas.

Meili: "¡Tomé mucho valor para ese momento! Y-y no me compares con un cachorrito, querida Petra". Gritó mientras le daba golpecitos suaves en el hombro a la sirvienta menor.

Petra: "Está bien, solo era una broma". Respondió sacándole la lengua juguetonamente, para luego volverse y continuar con las visualizaciones.

Meili se recostó contra el respaldo con algo de pesadez, sus emociones algo confusas. No sabía bien qué pasaba dentro de ella, pero ese no era el momento para sentimentalismos. Así que respiró profundo y en segundos su expresión se tornó seria, producto de los entrenamientos para controlar sus emociones que Elsa le había dado en su momento.

"Sabes que el simpático caballero sentado a tu lado es tu acompañante del día, ¿verdad? Es elegante, pomposo y mucho más presumido que yo".

Julius: "Claro que Subaru tenía que hacer énfasis en eso último, ¿eh?". Murmuró con un leve suspiro, aunque una chispa de diversión brillaba en sus ojos, atravesando todo su ser.

"No sé de qué me está hablando. Y no, no tengo ninguna queja del señor Caballero, ya que fue usted quien me ha traído. ¿No significa eso que tiene la responsabilidad de acompañarme?".

"No seas poco razonable. Ya tengo a Beako ocupando ese lugar".

Mrgh !.

Beatrice empezó a golpearle de nuevo el pecho con rabia, pero Subaru se limitó a dejarla hacer mientras miraba a Meili.

"Sé lo mucho que quieres que te adulen, y me encantaría hacerlo, pero si vas a hablar de derechos o responsabilidades, entonces tendrás que esperar hasta que hayas hecho tu trabajo primero".

" Muy bien. Aunque ya estás malcriando a Beatrice. Gran mezquino".

Al: "Una enternecedora escena del Lolimancer con sus lolis... Ahhh, esto es cine". Comentó el guerrero manco, llevándose su único brazo detrás del cuello con una pose despreocupada y perezosa.

Las niñas aludidas lo fulminaron con la mirada al instante, cada una por sus propias razones. Meili frunció el ceño con fastidio, ofendida por haber sido reducida a una simple "loli más del montón". Beatrice, por su parte, estaba ya al borde de la paciencia. Cada palabra de ese hombre de vestimentas absurdas le resultaba más irritante que la anterior.

"Cuando salgamos de este Teatro le meteré un cristal Minya por donde no brilla el sol...", pensó la pequeña espíritu de cabellos dorados con una sonrisa sombría y un plan perfecto en mente. Ya era hora de que alguien le hiciera pagar todas esas burlas.

En realidad no estaba siendo especialmente mezquino al respecto, pero no había forma de evitar que ella pudiera tomárselo así.

Beatrice parecía de algún modo satisfecha consigo misma cuando Subaru le hizo cosquillas en el cuello y luego levantó la mano hacia Julius.

Al ver aquello, Julius asintió en silencio. Era mejor que alguien experto en tratar con señoritas correctas se hiciera cargo. Pero también-

"Subaru,  parece  la  hora de arena esta por empezar "

Le advirtió Beatrice, y Patrasche mirando al frente, relinchando ligeramente lo confirmó.

El elenco sudó levemente, tensos ante la mención de "La hora de arena", un suceso que, según se decía, había arrasado con muchos de los aventureros que intentaron acercarse a la torre de vigilancia.

La inquietud se apoderó del ambiente. Todos estaban preocupados por la seguridad del pelinegro que ya había sufrido demasiado, temiendo que nuevas tragedias cayeran sobre él por culpa de aquellas tormentas sin sentido ni piedad.

Sin decir palabra, cada uno ofreció un rezo silencioso por el bienestar de su querido amigo. Y con el corazón encogido, pero la determinación firme brillando en sus miradas, dirigieron los ojos hacia la pantalla... decididos a no permitir que ese trágico futuro se convirtiera en realidad.

La enorme torre que era imposible pasar por alto incluso desde  Mirula  se elevó en el cielo ante ellos. Una arena amarilla soplaba desde la torre. El bautismo de las Dunas de Augria, una tormenta de arena arremolinada con miasma: había llegado la hora de arena.

Se habían hecho una idea general de las idas y venidas de los tiempos de arena gracias a su recopilación de información en  Mirula .

Tres veces al día -mañana, mediodía y en mitad de la noche- una poderosa tormenta de arena se abatía sobre estas tierras.

Era lo que los lugareños llamaban el tiempo de arena.

Teniendo en cuenta lo que dijo el dueño de la taberna sobre el miasma, era casi como estar cerca de un vertedero de residuos tóxicos.

Especialmente durante el tiempo de arena nocturno, que duraba varias horas, era difícil, si no imposible, moverse.  Por ello, se desplazaban durante el día y trataban de evitar en gran medida las horas de arena de la mañana y del mediodía.

Los granos de arena del suelo eran finos y, tal como les habían advertido, el piso era terrible. Su procesión se vio obligada a ir a un ritmo extremadamente lento, y su irritación no hacía más que aumentar como la arena en un reloj de arena que se  amontona .

Pero debido a esa situación, Subaru también se sentía un poco defraudado. Porque-

"Es más difícil caminar con el viento soplando, pero... no es tan malo como me imaginaba".

El elenco se mostró visiblemente sorprendido al escuchar el pensamiento del pelinegro, quien ahora afirmaba con total convicción que los supuestamente temidos tiempos de arena no eran tan terribles como todos creían.

Uno por uno, abrieron la boca con incredulidad, intercambiando miradas como si no pudieran creer lo que acababan de oír. Después de todo lo que se sabía de ese suceso, esa declaración sonaba más a una locura que a una reflexión... y aun así, venía de Subaru.

Emilia: "Reinhardt, tú estuviste en las Dunas... ¿Sabes algo sobre lo que dijo Subaru?". Preguntó la semi elfa, aún sorprendida por la audaz declaración del pelinegro.

Reinhardt: "Bueno... para ser honesto, en mi viaje los Tiempos de Arena no fueron un problema real. No presentaron mayor dificultad más allá de obstaculizar un poco mi visión". Respondió el caballero con tono sereno. Luego, bajando ligeramente la mirada, añadió con cierta vergüenza: "Aunque dudé en mencionarlo. No quería subestimar ese fenómeno... mis Protecciones Divinas me permiten avanzar con más calma que el resto. Pero no sabía que, para otras personas, esos tiempos tampoco fueran tan peligrosos".

Emilia: "Ya veo. No te preocupes, Reinhardt. Es razonable que no todos perciban los mismos obstáculos de igual forma que tú, y también que algunas experiencias puedan compartirse entre personas muy distintas". Comentó la peli plateada con una sonrisa sincera.

El Santo de la Espada asintió con humildad e hizo una ligera reverencia antes de volver su atención a la pantalla.

Más tranquilos, el resto del elenco también dirigió de nuevo la mirada al frente, aferrándose a una chispa de esperanza.

Tal vez el viaje de Subaru continuaría solo con pequeños inconvenientes... y no con catástrofes mortales.

Apartando la cabeza de los fuertes vientos, se llevó la mano a la boca, respirando un par de veces a través de la tela que bloqueaba la arena. Podía sentir un poco de arena en la boca, pero apenas se diferenciaba de cómo había  sido  en la ciudad.

El mundo era de un color marrón amarillento por toda la arena que volaba, y era molesto que la arena se le metiera por todas las grietas de la ropa, pero...

"Eso es todo en realidad. Esperaba que hiciera un calor estúpido cuando oí que íbamos a las dunas".

"La razón por la que esta zona es un desierto es porque el intenso miasma acaba con todo el follaje. Pero aquí llueve, y no es que la temperatura suba de repente ni nada parecido".

En la mente de Subaru, un desierto era una especie de infierno abrasador. Pero, al parecer, en este mundo, la desertización estaba causada por algo distinto de lo que Subaru imaginaba, lo que  contrarrestaba  la imagen de arenas ardientes que había obtenido de los juegos y el manga.

Ram: "Como siempre, Barusu y sus tontas comparaciones con temas irrelevantes... Aunque, para ser sincera, a esta divina dama le frustra un poco que ese inútil se esté tomando las cosas tan a la ligera. Los Tiempos de Arena no son el único peligro que encierran las Dunas, y eso debería tenerlo más que claro". Declaró la criada de cabello rosa, dejando que una preocupación mal disimulada se filtrara a través de su habitual tono mordaz.

Varios asentimientos siguieron a la razonable advertencia de la sirvienta, aunque su forma de expresarlo fuera, como siempre, peculiar.

Julius: "Realmente espero que Subaru no se confíe de más... eso podría traer consecuencias catastróficas". Murmuró el caballero, con un dejo de ansiedad y anhelo sincero por la seguridad de su amigo.

En todo caso, la realidad era mucho más fácil de soportar que lo que él había imaginado.

"Supongo que teniendo en cuenta cómo se sentía en  Mirula , sería extraño que de repente empezara a arder también cuando cruzamos a las dunas".

"En efecto. Es diferente de las dunas rojas de Giral en el extremo occidental del mundo".

"¿Cómo son esas dunas?".

"Todos los granos de arena que las componen son fragmentos de piedras mágicas. Es una tierra en constante explosión durante todo el año".

"¡¿Existe un lugar tan loco como ese?!".

Su opinión sobre las Dunas de Augria se disparó al enterarse de que había un lugar tan loco como ése en este mundo. Si el Sabio se hubiera limitado a construir la torre allí, nadie la alcanzaría.

Otto: "Bueno, al menos Natsuki-san tuvo la suerte de no aventurarse por esas Dunas... Eso sí que habría sido terrorífico de ver". Comentó el comerciante con los ojos entrecerrados, aliviado por el hecho de que su amigo no tuviera que enfrentarse a las Dunas de Giral. Aunque, en su opinión, las Dunas de Augria seguían siendo un desafío que no debía subestimarse.

Al: "Algo de suerte tenía que tener el Bro, ¿No?". Añadió el guerrero manco, encogiéndose de hombros con desinterés.

Anastasia: "Aunque no sé si un viaje por las Dunas de Augria pueda considerarse precisamente 'tener suerte', si me preguntas". Respondió la princesa comerciante con el ceño levemente fruncido, mirando a ambos con una mezcla de escepticismo y fastidio ante sus comentarios simplistas.

"Mientras tanto aquí, de lo único que hay que tener cuidado es del viento y del miasma, y también de las bestias demoníacas".

"Y también de no perder de vista la torre y perderse".

"Aunque digas que hay que tener cuidado de no perderse..."

Beatrice se apoyó en su pecho, intentando que se centrara. Subaru soportó su peso mientras miraba la grandiosa e imponente torre que tenían justo delante.

"Si me preguntas, ¿no sería la hazaña más difícil perder de algún modo el rastro de esa torre gigante?".

Julius: "El problema no sería perder la torre en sí... sino el simple hecho de acercarse a ella". Comentó el caballero, analizando las palabras de su amigo en la pantalla.

Reinhardt: "Aunque tampoco deberíamos descartar la posibilidad de que algún reto desconocido en las Dunas sea lo que haga que, para algunos desafortunados aventureros, la Atalaya se pierda entre la arena". Replicó el Santo de la Espada, sin restar importancia a los peligros aún no revelados.

Julius: "Tienes razón. Puede que ocurra algo similar a lo que sucedió con la falta de información sobre las Brujas... quizá haya desafíos ocultos en las Dunas que ni siquiera han sido documentados". Teorizó el peli morado mientras se llevaba una mano al mentón, pensativo.

El elenco frunció ligeramente el ceño, inquietos ante esa posibilidad, pero decidieron continuar observando en silencio. No serviría de nada lanzar teorías apresuradas sin tener toda la información frente a ellos.

"Betty está de acuerdo. Pero podría pasar cualquier cosa. No se sabe qué clase de persona astuta es el Sabio, pero no se puede negar el hecho de que no hay pruebas de que nadie haya llegado hasta él".

Por supuesto que Subaru no tenía intención de subestimar las dunas. Pero pensándolo de forma realista, era imposible que alguien fuera capaz de perder el rastro de un marcador tan enorme.

Pero eso era seguramente lo que debían pensar todas las demás personas que desafiaron las dunas y fracasaron.

Entonces Beatrice probablemente tenía razón.

Era un lugar donde podía pasar cualquier cosa.

Mimi: "¡Argh! ¡A Mimi ya le está empezando a hartar que toda la pantalla esté llena de arena! ¡Apenas y puedo ver al mini jefe!". Reclamó la pequeña mientras lanzaba pataditas y golpecitos al aire, visiblemente enfurruñada porque el Tiempo de Arena también había vuelto la visualización más tosca de lo normal.

Crusch: "He de suponer que esto tiene el propósito de sumergirnos aún más en la experiencia que está viviendo Subaru-dono... o al menos, eso creo yo". Comentó la Duquesa con tono sereno, aunque algo pensativa.

Mimi: "Eso no le quita lo molesto... ¡Hmph!". Replicó la niña, cruzándose de brazos y haciendo un puchero.

Varias risitas se escucharon por la sala, aligerando un poco la tensión que se había instalado momentos atrás. Garfiel, que no le quitaba ojo a la escena, notó con atención cómo una cálida y pequeña sonrisa se formaba en la comisura de los labios de la niña gato que se movía inquieta sobre su regazo.

Y entonces, un pensamiento cruzó por su mente.

"¿Acaso la enana lo planeó todo?", se preguntó, intrigado. "Quizá notó que todos estaban tensos y por eso decidió actuar así... Bah, qué más da. Si la enana quiere animar el ambiente, supongo que en la próxima oportunidad mi increíble yo puede darle una mano", concluyó con una sonrisa orgullosa, satisfecho con su deducción sobre la pequeña.

"-¿Deberíamos seguir recto, Anastasia?".

"Eres muy indeciso, Natsuki".

Guiando a Patrasche hacia el carruaje, consultó con Anastasia a través de la ventanilla. Al oír su respuesta, le guiñó un ojo.

"Obviamente, ¿verdad? Todo esto depende de ti, así que contaré contigo para una navegación detallada".

"Por supuesto, para mí tampoco es un asunto ajeno, así que no escatimaré en nada. Ambos estamos en el mismo barco, así que ten un poco de fe".

"...Confiar en una zorra es más fácil decirlo que hacerlo".

Los ojos de Anastasia, o más bien de Foxidna, se entrecerraron ante el murmullo de Beatrice.

Anastasia: "¿Ahora ella también...?". Murmuró la comerciante, bajando ligeramente la cabeza mientras fruncía el ceño, ya un poco harta de que la llamaran "zorra", aunque esta vez hubiera sido de forma indirecta.

Foxidna: "Creo que te di una mala fama, Ana... perdón". Susurró la espíritu desde su forma de bufanda, con una pizca de culpa en la voz. Después de todo, ser una zorra literal no ayudaba a combatir ese tipo de chistes.

Julius: "No sé sinceramente qué decir al respecto... Está tan cuidadosamente formulado que no puedo reclamar nada, ¡y eso lo hace aún más frustrante!". Masculló el caballero entre dientes. Aunque el apodo no iba dirigido a su Dama directamente, le calaba como una astilla que no podía arrancarse.

Beatrice: "Tal vez debería empezar a usar ese apodo despectivo, supongo..." Soltó con voz alta y clara, lo justo para asegurarse de que la comerciante a su lado la escuchara perfectamente.

Anastasia: "Por favor, no..." Pidió con tono lastimero, arrepintiéndose por cada pequeña jugarreta que le había hecho a la pequeña espíritu.

Beatrice: "Si dejas de llamarme Beako, tal vez lo considere, mercader". Replicó con una media sonrisa y un tono burlón que dejaba claro quién tenía la sartén por el mango.

Anastasia: "B-bueno... sabes qué, da igual". Dijo con un suspiro resignado antes de erguirse con firmeza. "Prefiero tomar la iniciativa y acercarme a ti de alguna forma. Y si tengo que renunciar a un poco de dignidad... lo consideraré un precio justo".

Sin soltar la mano de Subaru, la alzó ligeramente, mostrándosela a Beatrice con una sonrisita desafiante, como si marcara un pequeño punto a su favor.

Beatrice: "Lo que tú digas, zorra, supongo". Respondió dándose la vuelta hacia la pantalla, aunque en su tono se percibía más aceptación que rechazo.

Anastasia soltó un suspiro silencioso. "Puede que me arrepienta de esto...", pensó, aguantando con dignidad los estragos de su trato con la espíritu.

Pero al sentir el cálido contacto de la mano del pelinegro aún entrelazada con la suya, una sonrisa volvió a sus labios. Era como si esa conexión le renovara las energías. Y así, con renovado entusiasmo, volvió a repasar mentalmente la siguiente fase de su plan 'Conquistar al Mayonesero'.

"Ahora tengo que ganarme a la hija... si logro que Beatrice me vea con buenos ojos, el camino hacia el corazón de Subaru estará mucho más despejado. Es terca, orgullosa y algo brusca, pero si le muestro mi verdadero valor... tal vez me acepte como un partido digno para él", se dijo con determinación, como quien mueve una ficha clave en el tablero de una partida crucial.

Con el corazón encendido y las estrategias reformuladas, la princesa mercante volvió a centrar la mirada en la pantalla. La guerra por el corazón de Subaru continuaba... y ella no pensaba retroceder.

Beatrice era la única  otra persona  del viaje a la que Subaru había hablado de Foxidna, y desconfiaba increíblemente de  su compañera  espíritu artificial que ocultaba su identidad.

Pero tampoco ganaba nada con ser desconfiada para siempre. Como dijo Anastasia, en el momento en que entraron en las Dunas de Augria, estaban en el mismo barco. Lo único que quedaba era confiar el uno en el otro para llevar a cabo sus respectivos papeles.

Ram: "Vaya, ¿Barusu siendo racional? Supongo que se merece una estrellita por el esfuerzo. Felicitaciones, Barusu, has pasado de basura... a basurero". Comentó la criada de cabello rosa con su habitual tono mordaz, dejando escapar una leve sonrisa que solo su amo y su hermana lograron notar.

Aunque sus palabras seguían siendo afiladas como siempre, había algo diferente en su forma de decirlo. Poco a poco, Ram empezaba a dar rienda suelta a los verdaderos pensamientos que guardaba sobre el pelinegro... y no todos eran completamente negativos.

"¿No es cierto, Anastasia?".

"Así es, no tienes que preocuparte. Yo cumplo mis promesas".

La última parte fue lo suficientemente suave como para que sólo Subaru pudiera oírla. Asintiendo, Subaru giró a Patrasche hacia el banco del conductor, donde vio a Julius completamente serio mientras Meili se revolcaba un poco, aparentemente disfrutando.

"¿Oh? Parece que te estás divirtiendo, Meili. ¿Sigues haciendo tu trabajo?".

"¿De verdad me estás preguntando eso? No nos hemos topado ni una sola vez con una bestia demoníaca desde que entramos en las dunas, ¿verdad? Eso es una prueba de que estoy trabajando, ¿no?".

"¿Pero tampoco parece que te estés esforzando mucho? ¿No puedo saber si el hecho de que no nos ataquen se debe a ti o sólo a que estamos en una zona sin ninguna bestia?".

Meili: "El hermanito está actuando como un tonto..." Murmuró la ex asesina, apartando la mirada con un visible puchero de disgusto, claramente molesta porque Subaru había dicho que ella no hacía nada durante el viaje.

Petra: "Bueno... en defensa de Subaru-sama, en la pantalla pareces bastante perezosa, Meili-chan". Comentó la sirvienta menor con una sonrisita burlona, dejando escapar un pequeño tono travieso.

Meili: "¡¿Disfrutas burlándote de mí, querida Petra?!". Exclamó en un tono melodramático, llevándose una mano al pecho y dejándose caer contra el espaldar como si una flecha invisible le hubiera atravesado el corazón.

Petra no pudo evitar reír por la exageración, y la niña de cabello azul, aunque intentó mantener la indignación, terminó dejando escapar una pequeña sonrisa satisfecha. Había logrado su objetivo: hacer reír al angelito frente a ella.

"En serio que las tontas técnicas del hermanito sí funcionan...", pensó con diversión, al darse cuenta de que, sin querer, había imitado esa teatralidad que había visto a Subaru usar para aliviar tensiones.

"-Hmph. En ese caso..."

Los ojos de Meili se entrecerraron y levantó los brazos cuando Subaru empezó a tener un mal presentimiento.

"¡Espera! ¡Lo siento, eso que he dicho ha sido una estupidez! Se me escapó porque aparte de las tormentas de arena, ¡esto no ha parecido tan malo como todo el mundo decía!".

"Mm, no estoy enfadada. Sólo quiero enseñarte a mostrar un poco de gratitud por lo que estoy haciendo".

Ignorando las excusas de Subaru, Meili sonrió mientras decía algo increíblemente perturbador.

Rem: "¡¿Espera, pero qué piensa hacer?!". Gritó la criada mientras se inclinaba hacia adelante, alarmada por lo que parecía ser una peligrosa situación para la versión de su héroe en la pantalla.

Emilia: "¿N-no es nada malo, verdad...?" Preguntó la semi elfa, saliendo de su pequeña bolita defensiva, con expresión de creciente inquietud.

Julius: "Meili, ¿Qué planea hacer tu versión en la proyección?". Preguntó el caballero, dirigiendo su atención a la ex asesina con una mezcla de urgencia y diplomacia.

De inmediato, todas las miradas cayeron sobre la niña de cabello azul. Incluso Petra le lanzó una mirada inquisitiva que pesaba como una losa.

Meili: "¡¿E-eh?!". Soltó, visiblemente sorprendida, sudando frío ante la súbita presión grupal.

Desde el otro extremo, Priscilla observaba la escena con diversión, recordando el teatral juramento de Petra sobre proteger a Meili. Ver a la pequeña acorralada era un entretenimiento inesperado.

Reinhardt: "Por favor, responde". Pidió el Santo de la Espada, con un tono suave pero firme. Su serena autoridad hizo que la tensión en el ambiente se duplicara.

Meili comenzó a agitar frenéticamente las manos, como si con eso pudiera alejar la responsabilidad que ahora recaía sobre ella.

Meili: "¡B-bueno! S-si el hermanito criticó mis habilidades como d-domadora, p‑pues..." Tartamudeó, buscando una salida mientras todos esperaban. "Pueeeede que... vaya a desactivar mi control sobre las Mabestias... sólo por un ratito... para darle un pequeñísimo susto al hermanito... jeje~". Terminó con una risa nerviosa, su sonrisa más tensa que convincente.

El silencio que siguió fue ensordecedor.

Lejos de aliviar las preocupaciones del grupo, su explicación las multiplicó por diez.

Pero antes de que alguien pudiera replicar o empezar a gritar, las proyecciones continuaron sin previo aviso, forzando a todos a contener el aliento mientras volvían la vista a la pantalla.

Recuperando el aliento, Subaru empezó a disculparse de nuevo, pero antes de que pudiera decir nada...

"¡¿ Qu -?!".

Estaba a unos cincuenta metros a un lado de la línea por la que cabalgaban. Hubo un débil temblor y, de repente, la arena explotó en el aire.

El enorme cuerpo que había estado oculto bajo la arena apareció en la superficie.

No tenía extremidades. El cuerpo largo y grueso que se retorcía casi pareciendo una serpiente. Pero entre su coloración arenosa, el hedor que desprendía y por el hecho de que no tenía ojos, Subaru se dio cuenta de lo que era esa monstruosidad.

No era una serpiente, era un gusano.

El gusano de casi veinte metros de largo salió de debajo de la tierra, girando su enorme boca hacia ellos

El gusano de casi veinte metros de largo salió de debajo de la tierra, girando su enorme boca hacia ellos.

Durante una fracción de segundo, Subaru se preparó para morir.

"¡¡Subaru!!". Gritaron todos al unísono cuando una gigantesca Mabestia en forma de gusano emergió de la arena, abriendo sus fauces repletas de colmillos afilados con clara intención de engullir al pelinegro.

El terror se apoderó de la sala.

Algunos cerraron los ojos con fuerza, incapaces de ver lo que parecía una muerte inminente. A otros se les humedecieron las comisuras de los ojos, conteniendo el llanto por la angustia. Muchos dejaron de respirar, congelados por el miedo. Y entre varios... una furia creciente empezaba a encenderse, dirigida directamente hacia Meili, por consecuencia de la mala "bromita" de su versión en pantalla.

El aire se volvió pesado.

El tiempo pareció detenerse.

Con la respiración entrecortada, ninguno pudo soltar ni un solo grito más. Tan solo observaron, con los nervios al límite... mientras la escena continuaba.

Ooookay ! Ya basta. Apestas, así que vete a otra parte".

Mientras Subaru se estremecía de terror, el tono desinteresado de Meili le devolvió la cordura.

El enorme cuerpo del gusano se estremeció y regresó de nuevo bajo tierra. Haciendo caso de las instrucciones de la chica, en cuestión de segundos, el monstruo había desaparecido de nuevo de su vista.

Un suspiro de alivio recorrió la sala como una ola silenciosa, cuando vieron que la criatura se detenía y que, gracias a la intervención de Meili, una tragedia había sido evitada por poco. El peso de la tensión acumulada comenzó a disiparse, aunque el eco del susto aún flotaba en el aire.

"Eso estuvo cerca...", pensó Meili, soltando un suspiro tembloroso mientras giraba tímidamente la cabeza en dirección a Petra, buscando tal vez una señal de comprensión.

Pero lo que recibió fue una mirada rápida, fría... decepcionada.

La ex asesina bajó la cabeza, sintiendo cómo el peso de la culpa se le aferraba al pecho, aunque, técnicamente, ella no había hecho nada. Pero en ese Teatro -extraño, impredecible y emocionalmente intenso-, la lógica rara vez tenía cabida.

Allí, las emociones gobernaban.

Y en ese instante, Meili sintió que, aunque su versión en la pantalla había frenado el desastre... no todos estaban dispuestos a perdonarla tan fácil.

La demostración fue tan intensa que Subaru no pudo decir nada en respuesta.

"...Era una bestia demoníaca llamada gusano de arena. Escarban bajo la arena, pero ése era un poco más grande que los que he visto antes".

Garfiel: "¡¿Solo un poco más grande?! ¡Esa maldita cosa medía lo mismo que la mansión!". Rugió el rubio demi humano, ofuscado por la desestimación tan descarada que la contraparte de Julius había hecho en la pantalla.

Su exclamación provocó una oleada de asentimientos vehementes en toda la sala. Incluso algunos soltaron comentarios al aire en apoyo, reafirmando lo ridículo que había sonado aquello.

El caballero de cabello púrpura, sintiendo la presión de todas las miradas, desvió ligeramente la vista con un rubor avergonzado en las mejillas. Apretó los labios, aceptando en silencio que, al menos esta vez, había sido un poco imprudente en su juicio.

"¿Cuánto es un poco más grande?".

"Por lo que recuerdo, lo más grande que suelen llegar a ser es aproximadamente la longitud del brazo de un hombre adulto".

Un gusano de ese tamaño ya era lo suficientemente grotesco y amenazador. Pero el gusano de arena que acababa de aparecer era decenas de veces más grande aún que los que Julius conocía.

Subaru había oído que las especies autóctonas de bestias demoníacas de Augria eran supuestamente frenéticas, pero al parecer incluso su tamaño también había crecido como la espuma.

En cualquier caso, lo que podía decirse con seguridad era-

"¿Y bien? ¿Qué piensa de mí ahora?".

"¡En serio, no puedo empezar a  agradecértelo  lo suficiente, señorita Meili!".

Descongelado por las palabras de Meili, Subaru no escatimó en elogios.

"¿Eh?", soltaron varios miembros del elenco casi al unísono, desconcertados por el inesperado torrente de elogios que el Subaru de la pantalla acababa de dedicarle a Meili. Algunos, con el cerebro aún en proceso de reinicio, ladeaban la cabeza como si intentaran confirmar si habían escuchado bien.

Priscilla: "¿En serio son tan idiotas?". Espetó con voz elevada la Matriarca Vollachiana, su tono rebosante de desdén mientras alzaba el mentón con teatral superioridad. Su abanico se abrió con un chasquido, como preludio de la humillación que estaba por desatar. Varios giraron hacia ella, intuyendo que aún no había terminado, y no se equivocaron. "Culpan a la niña como si ella tuviera culpa alguna. Para empezar, la mugrosa asesina que tienen aquí no es la misma que aparece en la pantalla. Bajo esa lógica absurda, también deberíamos haber quemado en la plaza a la criada de cabello azul hace rato".

Algunos bajaron la cabeza con un leve rubor en el rostro, arrepentidos por su juicio apresurado. Pero Priscilla no perdonaba ni condescendía.

Priscilla: "Y segundo... de no ser porque esa niña está al lado del plebeyo de cabello negro, probablemente este 'viaje' sería cualquier cosa menos pacífico. ¿O qué creen?".

Emilia: "¿C‑cómo dices?". Preguntó, sincera pero ingenua, incapaz de seguir el razonamiento de la noble.

Priscilla: "¿Acaso eres tan simple que tengo que explicarlo con muñequitos? Argh... Si esa asesina no estuviera controlando a las Mabestias de las Dunas, en vez de un paseo casi vacacional estaríamos presenciando una guerra campal contra gusanos gigantes u horrores aún peores. ¿Entiendes ahora o necesito dibujártelo con crayones?".

El silencio que siguió fue tan aplastante como la vergüenza que flotaba en el aire. Cada palabra de la Matriarca había caído como una cuchillada.

Roswaal: "Por eeesoooo dijeeee que traer a Meili fue una decisióoooon acertaaaada de Subaru‑kuuuun~". Comentó el Marqués con su habitual tono ondulante, como si elogiara una obra de teatro en lugar de una estrategia de vida o muerte.

Ram: "Su sabiduría no conoce límites, Roswaal‑sama". Exclamó con reverencia, aplaudiendo suavemente como si admirara una obra maestra recién revelada.

Roswaal: "Supoooonía que cualquieeeera aquí podría deduciiir eso con muuuy poco esfuerzoooo... Es una penaaa que claramente no seaaaa el casooooo~". Agregó con una sonrisa ladeada, guiñando el ojo con descaro justo mientras varias miradas comenzaban a lanzarle cuchillas invisibles.

Un murmullo incómodo recorrió al elenco. Todos procesaban lentamente lo que aquellas dos figuras habían dicho... y la amarga verdad se abría paso: quizás el encierro y las emociones los habían vuelto algo más impulsivos de lo normal.

La lógica regresaba, pero lo hacía demasiado tarde... con un sabor amargo de orgullo herido.

"¿De verdad? ¿Está agradecido ahora, señor?".

"Sí, no tengo más que un loco respeto. Ahora entiendo lo peligroso que sería este lugar sin ti. ¡Este lugar da miedo! Es realmente aterrador!".

Podía entender una de las razones por las que tantos aventureros temerarios que habían aceptado el desafío nunca habían regresado.

Y por qué el tabernero también intentaba detenerlos. Había sido un necio por pensar que las dunas no eran todo lo que decían ser.

La vergüenza azotó aún más fuerte a varios miembros del elenco cuando, como si no fuera suficiente con las palabras de Priscilla y Roswaal, fue el mismo Subaru en la pantalla quien volvió a enmarcar, sin querer, la torpeza de sus juicios previos.

Algunos tragaron saliva. Otros simplemente bajaron la mirada. La incomodidad se volvió palpable.

Ram, que había mantenido su postura altiva, se cruzó de brazos con el ceño fruncido. Garfiel desvió la vista, rascándose la nuca con fastidio. Incluso Crusch, siempre estoica, pareció ajustar su postura con cierta rigidez.

Meili, desde su asiento, no dijo nada. Pero el rubor en su rostro hablaba por ella. No era de vergüenza, sino de una extraña mezcla entre desconcierto y una pizca de... satisfacción. Aunque no lo admitiría ni bajo tortura, saber que incluso el Subaru de la pantalla la defendía, que reconocía su esfuerzo, le provocaba una calidez difícil de ignorar.

Beatrice soltó un pequeño "Hmph" que no supo si iba dirigido a la situación o simplemente al hecho de que Subaru elogiara a otra niña y no a ella.

La sala entera quedó en un silencio denso, como si todos necesitaran asimilar, uno a uno, el peso de sus propias palabras y prejuicios. El reflejo del chico en la pantalla no había buscado reprenderlos... pero de alguna forma, lo había hecho con mayor eficacia que cualquiera de ellos.

Y eso, dolía más.

"Tres hurras por la paz. Viva la paz. Mantengamos este viaje súper aburrido hasta el final".

"Tan simplista como siempre. Es suficiente para hacer que incluso Betty se sienta exasperada".

"No intentes hacerte la dura. Te mojaste un poco ahí abajo, igual que yo, ¿verdad? Lo sé."

"¡¿Qué has dicho?!".

Ram: "Y cuando pensaba que tal vez el inútil de Barusu estaba empezando a redimirse de sus instintos lujuriosos... va y se arruina solito. Ahh, Barusu siendo Barusu". Comentó la criada de cabello rosado con los ojos cerrados, negando con la cabeza en un gesto que combinaba resignación y reproche.

Curiosamente, varios asentimientos siguieron a sus palabras. No era raro que Subaru, tan impulsivo como era, se metiera en situaciones malinterpretables con facilidad. Y la escena actual no hacía más que reforzar esa tendencia preocupante.

Beatrice, sin decir una palabra, le dio un golpecito seco en el abdomen a su contratista dormido, frunciendo el ceño por la vergüenza que le había causado.

Emilia, por su parte, le pellizcó una mejilla suavemente, más por inercia que por comprender la situación. Como siempre, su pureza rozaba lo celestial; no entendía del todo por qué los demás reaccionaban así, pero aun así quería participar.

Anastasia, en cambio, esbozó una sonrisa falsa, excesivamente dulce, que no auguraba nada bueno. Y como colofón, pisó el zapato del pelinegro con la punta de su tacón. No fue con fuerza -al fin y al cabo, no lo culpaba del todo- pero el gesto hablaba por sí solo.

Anastasia: "Tonto adorable... pero igual tonto". Murmuró entre dientes, apenas audible, mientras recuperaba la compostura.

El ambiente se mantuvo incómodamente cómico, mientras todos volvían sus miradas a la pantalla, esperando que el siguiente momento no fuera igual de embarazoso.

Empezaron de nuevo, pero por ahora, nadie les echaba la culpa. Ponerse ruidosos sólo provocaría a las bestias demoníacas, pero también acababan de demostrar la eficacia de su habilidad para enfrentarse a ellas. Así que Julius no intentó detener su discusión.

Pero todos volvieron a centrarse, dándose cuenta de lo delgado que era realmente el hielo sobre el que habían estado patinando. El hecho de que pudieran vivir para reflexionar sobre ello era lo suficientemente valioso para su primer día en las dunas.

Su incursión inicial en la región arenosa terminó en cuanto se puso el sol.

El mayor de los tres arenales diarios se produjo a última hora de la noche. Antes de que ocurriera, esperaban poder acampar en un lugar apropiado para pasar la noche.

Tal vez por el efecto del miasma, las estrellas no eran visibles. Y, por supuesto, eso significaba que la Atalaya de las Pléyades que utilizaban como guía para navegar tampoco podía verse, así que lo mejor era descansar y recuperarse durante la noche.

"Por cierto, ¿atacarán las bestias demoníacas mientras duermes, Meili? ¿Estaremos bien?".

"...Se asusta con demasiada facilidad, señor. Lo tengo todo cubierto".

Ram: "Apuesto a que el miedoso de Barusu estaría dispuesto a dormir acurrucado con esa niña con tal de sentirse seguro". Declaró la criada de cabello rosado con un tono burlón y despectivo, perdiendo sin remordimiento el poco respeto que había empezado a mostrar por el pelinegro.

Beatrice: "¡Mi contratista no es tan descarado, supongo! ¡Apuesta aceptada! ¿Cuánto quieres, criada?". Replicó de inmediato la pequeña espíritu, inflando las mejillas con orgullo y total confianza en su Subaru.

Ram: "Si yo gano, limpiarás la mansión en mi lugar durante un mes entero". Propuso con una media sonrisa, cruzándose de brazos. "Y si tú ganas... dejaré de insultar a Barusu".

Beatrice: "¡Tienes un trato, supongo!". Aceptó con determinación, extendiendo su pequeña mano hacia la sirvienta para sellar el acuerdo.

Ram respondió con un apretón breve pero firme, dejando clara su seguridad en que ganaría.

Mientras ambas se miraban con chispas en los ojos, varios miembros del elenco contenían risas o intercambiaban miradas entre divertidos y tensos, sabiendo perfectamente que aquella apuesta terminaría en drama... o en limpieza gratuita.

Y así, con una nueva apuesta flotando en el aire, todos se acomodaron en sus asientos, listos para continuar con las proyecciones.

Después de saber lo locas que podían llegar a ser las bestias demoníacas de las dunas, Subaru había perdido un poco los nervios, pero Meili se limitó a resoplar, de buen humor por haberlo puesto en su lugar.

Se sentía orgullosa tras haber demostrado su utilidad, pero Subaru ya había experimentado antes la muerte a manos de bestias demoníacas, así que seguía intranquilo.

Estuvo tentado de dormir acurrucado con Meili si era necesario.

Beatrice: "Carajo..." Soltó la pequeña espíritu con los ojos abiertos como platos, una expresión tan cómicamente incrédula que varios no pudieron evitar soltar una risita. "¡¿No pasaron ni cinco segundos y ya perdí?!". Gritó con horror, mientras empezaba a golpear con frustración el pecho de su tonto contratista dormido, como si con eso pudiera revertir la derrota instantánea.

Ram: "¡Ja! Eso es lo que pasa cuando depositas tu fe en Barusu. Solo la derrota espera a esos pobres diablos". Se burló con descaro mientras hacía una reverencia juguetona, claramente disfrutando su triunfo. "Será un verdadero honor que la Gran Espíritu del Yin, Beatrice-sama, se encargue de mis labores durante un mes entero".

Beatrice: "Me siento estafada, supongo..." Murmuró cabizbaja, ya visualizándose a sí misma empuñando una fregona y tallando baños como si de una criada común se tratara.

Anastasia, que siempre olía oportunidades como un zorro husmea gallinas, se inclinó sigilosamente hacia la derrotada espíritu y le susurró con voz melosa:

Anastasia: "Puedo ayudarte con ese problemita, Beako. Si aceptas un pequeño trato, podría enviar a unos cuantos miembros del Colmillo de Hierro para que te echen una manita~".

Beatrice: "No te vas a coger a mi contratista, comerciante..." Respondió sin levantar la vista, con voz plana pero firme, como si ya supiera exactamente de qué iba todo eso.

Anastasia: "Primero, esa no era mi intención... por el momento". Respondió con una sonrisa cargada de malicia. "Y segundo... suerte limpiando los baños, Beako~".

Beatrice: "¡Espera, espera!". Exclamó de pronto, alzando la mirada con los ojos encendidos de pánico. "P-puedo darte mi consentimiento para que hagas acercamientos a mi contratista... s-supongo. Solo... manda esa ayuda y tendremos un trato". Dijo, bajando de nuevo la cabeza, derrotada por completo.

Anastasia sonrió triunfalmente, entrelazando su mano con la de la pequeña espíritu para sellar el acuerdo. Nunca había estado tan agradecida con Ram por algo como ahora. Gracias a esa maldita criada, acababa de dar el segundo gran paso en su plan de 'Conquistar al Mayonesero'.

Anastasia: "Serás mío, y eso nadie lo cambiará. Soy la chica más codiciosa del mundo... y ahora mismo mi mayor codicia eres tú, pequeño tonto". Murmuró con picardía al oído del dormido pelinegro, más como un juramento personal que como una declaración al aire.

Upsy-doisy ! Esto debería estar bien".

Ignorando el intercambio de Meili y Subaru, Emilia dio unas palmaditas en el suelo donde había estado acuclillada y luego volvió a ponerse en pie.

Junto a ella, había un gran muro de hielo que acababa de aparecer. Lo había formado alrededor del carruaje para proporcionar a su campamento algo de cobertura. Esperaba poder cerrar el paso a la tormenta de arena durante la noche con su muro de hielo.

Priscilla: "Al menos parece que la semi demonio tiene una que otra neurona funcional. Te aplaudiría, pero eso sería un desperdicio de esfuerzo, ya que es más que seguro que en cualquier momento volverás a defraudar a mi divino ser como acostumbras hacerlo". Sentenció la Matriarca mientras se abanicaba con aire de realeza ofendida.

La semi elfa bajó la cabeza con un leve puchero, claramente afectada, y murmuró con desconsuelo:

Emilia: "¿Por qué todos están tan enfurruñados conmigo...?".

Sin darse cuenta, acababa de pisar otra mina. Ram se inclinó ligeramente, lista para rematar, pero fue interrumpida por la menos esperada:

Priscilla: "¿¡Quién carajos sigue diciendo 'enfurruñado' en estos días, semi demonio?! Hablas como una niña de cinco, pero usas palabras de una anciana de ochenta. No sé qué clase de mezcla repugnante es esa, pero francamente me da dolor de cabeza". Espetó, girando el rostro con teatral desdén mientras agitaba con más ímpetu su abanico.

Emilia: "Repámpanos..." Murmuró, al borde de su tercer colapso del día, hundiéndose de nuevo en su clásica posición fetal, su espíritu más arrugado que una pasa al sol.

Las risas resonaron en el Teatro, algunas más contenidas que otras por respeto a la pobre víctima, aunque otros ya se habían acostumbrado a este tipo de bullying involuntario.

La cámara se habría podido detener en ese instante para captar la escena exacta: Beatrice y Emilia, sentadas una junto a la otra, con la misma expresión en blanco, ojos sin vida, y la energía de quien acaba de perder una apuesta contra la existencia. Si alguien lo viera desde fuera, juraría que eran estatuas de la desolación.

"Me avergüenza tener que depender continuamente de su fuerza, Lady Emilia..."

"No pasa nada. Después de todo, Subaru y tú estuvieron dando lo mejor de sí todo el tiempo mientras nos movíamos. Y por alguna razón, me he estado sintiendo muy bien desde que entramos en las dunas. Siento que puedo hacer cualquier cosa".

Priscilla: "¿También podrías madurar? Eso sí que sería un milagro digno de ser anotado en las crónicas de Lugunica, semi demonio". Comentó la Matriarca mientras se cruzaba de piernas con la gracia de quien cree que el mundo es su pasarela personal.

Al: "Princesa..." Murmuró su fiel bufón con tono algo dubitativo, como quien está a punto de tocar un nido de serpientes con un palito.

Priscilla: "¿Ocurre algo que merezca la atención divina de esta incomparable figura, Aldebarán?". Preguntó con hastío, sin siquiera mirarlo, dándole apenas un vistazo de reojo mientras seguía abanicándose con la gracia de una emperatriz aburrida de su corte.

Al: "Bueno..." Empezó mientras señalaba discretamente en dirección a la antes arrasada semi elfa, haciendo gestos torpes como quien intenta advertir sobre una bomba a punto de estallar, "Es que... creo que ya Emilia está más allá del daño. He estado en campos de batalla, princesa, pero esa expresión... Esa es la cara de alguien que ya vio el abismo y el abismo le dijo 'meh".

Priscilla giró la mirada siguiendo la dirección del dedo de Al, y finalmente aterrizó en Emilia, quien seguía acurrucada como si intentara fusionarse con la tapicería de su asiento. Ojos en blanco, alma ausente, parecía un peluche que alguien olvidó encender.

Priscilla: "¡Ja! Eso es lo que se merece por existir y andar por la vida con esa ridícula combinación de ingenuidad y vocabulario de bisabuela". Espetó mientras agitaba su abanico con renovado entusiasmo, como si acabara de desbloquear una nueva fuente de oxígeno gracias a la humillación ajena.

Beatrice, desde su asiento, susurró con una ceja alzada:

Beatrice: "Creo que mi alma se fue junto con la de Emilia... supongo".

"¿De verdad? Increíble. Tengo demasiada arena en la boca y no tengo suficiente agua".

Emilia se flexionó sin impresionar mientras Subaru y Julius intercambiaban miradas cansadas.

-Hay una especie de pesadez especial en el aire debido al miasma. El extraño cansancio que hemos estado sintiendo es probablemente el resultado de ello, y también es probable que sea la razón por la que nadie hablaba mucho mientras nos movíamos, especialmente más tarde en el día. Me gustaría salir de estas dunas lo antes posible, pero...

"No debemos impacientarnos. Comprendo muy bien su deseo de apresurarse".

Aunque Subaru sólo miraba al oscuro cielo del este, Julius pudo adivinar lo que estaba pensando y le dio una palmadita en el hombro.

Reinhardt se quedó pensativo, analizando cada palabra que su amigo pelinegro había pronunciado sobre las condiciones actuales del viaje. Frunció levemente el entrecejo, perdido en sus pensamientos, hasta que sintió un suave tirón en la mano. Felt lo miraba con preocupación, intentando llamar su atención.

Felt: "Te ves muy pensativo, Rein. ¿Hay algo que te esté dando vueltas en la cabeza? Ya sabes que puedes contarme lo que sea. Tal vez te dé un punto de vista nuevo que te ayude a sacarte esa cara de funeral". Declaró con una sonrisa orgullosa, inflando el pecho como si acabara de ganar una batalla. Quería transmitirle confianza, hacerle ver que estaba allí para él, sin condiciones.

Reinhardt: "Aprecio profundamente que siempre sea tan proactiva, Felt-sama. Además... ha acertado de lleno. Hay algo que me desconcierta considerablemente". Respondió en voz baja, esbozando una tímida sonrisa antes de ponerse serio.

Aquella repentina seriedad bastó para que la ex ladrona también se pusiera firme.

Felt: "¿Y qué sería eso?". Insistió, con una pizca de preocupación en la voz.

El pelirrojo meditó unos segundos, eligiendo con cuidado sus palabras, hasta que giró apenas el rostro hacia su Dama y habló con calma.

Reinhardt: "Durante mi viaje a las Dunas, la mayoría de los peligros no representaron un obstáculo gracias a mis Protecciones Divinas. Como ya sabrá, mi único inconveniente fue no poder atravesar la barrera que protegía la torre de vigilancia..." Resumió con precisión. Felt asintió y le hizo un leve gesto para que continuara, lo cual hizo sin demora. "...Pero en el caso de Subaru y los demás, aquello que para mí apenas fueron migajas puede convertirse fácilmente en un asunto de vida o muerte. Gracias a Meili, las Mabestias no han sido un problema constante, pero lo que me inquieta ahora es el miasma... ese maná corrupto y maligno. Incluso yo pude sentirlo levemente durante mi trayecto. Me preocupa que pueda afectar las mentes de Subaru y su grupo... durante tanto tiempo..."

Su voz se apagó mientras bajaba la mirada. Felt apretó su mano con fuerza, en un intento por tranquilizarlo, y sorprendentemente, funcionó.

Felt: "Entiendo que toda tu vida has tenido que cargar con expectativas inhumanas, Rein. Y no voy a fingir que entiendo por completo cómo funciona tu cabeza... pero hay algo que sí tengo claro: nada de lo que ha pasado hasta ahora es tu culpa."

Reinhardt se preparó para replicar, pero Felt le puso un dedo sobre los labios para callarlo con decisión.

Felt: "Has dado tu mejor esfuerzo en todo, y nadie tiene derecho a exigirte más solo porque llevas el título de 'Santo de la Espada'. Ese título no debería ser una cadena. Más allá de eso, eres Reinhardt... alguien que ha vivido muchas cosas, que ha tomado decisiones difíciles, y que aun así elige ser un héroe."

Sonrió, bajando lentamente su dedo hasta posar la mano sobre el pecho de él.

Felt: "¿Ves? Ahora mismo puedo sentir tu latido. Tienes corazón, Rein. Eres humano, no un monstruo como algunos quieren hacerte creer". Murmuró, soltando una pequeña risa nerviosa al final.

Reinhardt: "N-no entiendo muy bien a dónde quiere llegar, Felt-sama. ¿Qué tiene esto que ver con mi preocu-?"

No pudo terminar. El dedo de Felt volvió a silenciarlo. Esta vez su expresión era más seria.

Felt: "Dije todo eso, aunque me tragué una tonelada de vergüenza, porque sé que tarde o temprano ibas a salir con alguna de tus frases de siempre. Ya sabes: 'Si yo hubiera estado allí', 'Como Santo de la Espada, debí hacer más', o 'Soy un fraude'. ¡Bah! Tonterías."

Cruzó los brazos con fuerza, su tono cargado de una firmeza ferozmente protectora.

Felt: "No es tu culpa, ¿me oyes? Tú no eres ningún Dios para resolver todos los problemas del mundo ni cargar con pecados ajenos. ¡Por un carajo, ni siquiera un Dios podría hacer eso! Eres humano, y lo repetiré mil veces si hace falta hasta que una de esas tontas Protecciones tuyas lo grabe en fuego en tu cabeza."

Se incorporó con el rostro alzado, como si acabara de ganar una guerra.

Felt: "Así que levanta la cabeza y mantente firme. Lo que sea que veamos ahora, aún podemos prevenirlo. Esta es una oportunidad de oro para cambiar un futuro oscuro... y si por alguna razón fallamos, yo seguiré de tu lado, Rein. No lo olvides". Concluyó con un guiño, acomodándose contra el respaldo con una cálida sonrisa. Había dicho casi todo lo que deseaba, pero aún guardaba algo más... algo que aún no era momento de revelar.

Reinhardt, visiblemente sonrojado, asimiló cada palabra con detenimiento. No pudo decir nada. Simplemente, sonrió. Una sonrisa sincera, aliviada. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió verdaderamente comprendido, verdaderamente acompañado. Tal vez... solo tal vez... el Santo de la Espada había logrado sentirse más humano que nunca.

Subaru resopló y se dio la vuelta.

"Muy bien, es hora de descansar para prepararnos para mañana. La hora de arena debería terminar hacia el amanecer, así que..."

"Tengo que ocuparme primero del tratamiento de Ram".

"Ah, cierto. En ese caso, dejaré eso para ti y Beako".

"Mm-hmm, déjalo en nuestras manos".

Los dos entraron en el carruaje donde Ram esperaba en su asiento-.

"-Ngh."

A través de la puerta cerrada, Subaru pudo oír las voces del tratamiento de Ram. La voz intensa y temblorosa que sonaba como si se estuviera mordiendo contra el dolor era la de Ram.

El campamento de Emilia se vio notablemente afectado por la imagen proyectada en la pantalla: una sirvienta de cabello rosa, conteniendo a duras penas el grito mientras soportaba, con un dolor desgarrador por la pérdida de su cuerno.

Rem bajó la cabeza, profundamente afectada. Un rastro de culpa le recorrió el pecho: si tan solo hubiera sido más fuerte... tal vez su hermana no habría tenido que pasar por aquello. Pero entonces sintió un cálido peso aferrarse a su torso: Spica, que descansaba tranquilamente en su regazo, la rodeó con un abrazo pequeño pero firme, enroscando sus bracitos como si buscara protegerla del dolor. Ese gesto silencioso hizo que Rem exhalara con suavidad, encontrando un leve consuelo en el calor de la pequeña.

Roswaal observó la escena con el ceño fruncido. Los chillidos de agonía de la proyección de Ram retumbaban en su mente, sacudiendo incluso su acostumbrada compostura. Había pasado décadas cultivando un amor que justificaba todo... pero aún así, ver a su leal sirvienta sufrir de esa forma le provocaba una mezcla inquietante de sentimientos. Dolor, incomodidad, impotencia... y una punzante preocupación que se le clavó en el pecho.

Ram, en cambio, se mantuvo serena.

No fue por indiferencia.

Simplemente, ya estaba acostumbrada.

El dolor había sido una constante en su vida, un viejo conocido que ya no tenía poder para doblegarla. Ver su propia tragedia una vez más no le resultaba sorprendente ni más cruel que las múltiples muertes de Subaru que había presenciado en esa misma sala. Aquellas escenas habían convertido su corazón en una fortaleza resistente al sufrimiento... aunque, a veces, dudaba si eso era algo bueno.

El resto del elenco, más allá del campamento de la semi elfa, compartía un sentir similar. Ya no reaccionaban con la misma conmoción de antes. Esas proyecciones horrendas los habían forzado a volverse emocionalmente resistentes... mucho más de lo que hubieran deseado.

Y eso, más que fortalecerlos, los hacía sentirse... sucios.

Era como si el dolor ajeno hubiese perdido peso, como si se hubieran insensibilizado. Algunos evitaban mirar la pantalla. Otros simplemente apretaban los puños. Pero todos, en mayor o menor medida, cargaban ahora con el asco silencioso de saberse un poco menos humanos.

Emilia y Beatrice trabajaban juntas para hacer el trabajo que había hecho su cuerno perdido.

La carga que soportaba Ram era otra de las cosas que Subaru sólo había conocido gracias a este viaje.

"Es irónico. Ram tiene el tipo de mentalidad dura para ser capaz de sobrevivir por sí misma, pero su cuerpo no puede soportar vivir sola."

"...No sé. Es cierto que la señorita Ram tiene una fuerza autosuficiente, pero eso no significa necesariamente que sea algo que desee para sí misma. Después de todo, no es como si se avergonzara de su estado actual".

"...Bueno, eso también es cierto".

A nadie le importaba realmente lo que un extraño se imaginara de ellos. Ram tenía sus propios pensamientos, y era un poco insincero hablar de ella sólo por las apariencias.

"Aún así, eres muy observador con la gente. Ni siquiera has hablado mucho con Ram".

Ram: "Parece que la consideración y el sentido común que le faltan a Barusu durante este viaje van a ser compensados por Julius-sama y sus allegados. Aunque, para ser sincera, esta vez no puedo atribuirle toda la culpa a Barusu... al fin y al cabo, gracias a él acabo de ganar una apuesta bastante jugosa". Dijo la sirvienta de cabello rosado con un tono burlón, cruzando los brazos con satisfacción mientras alzaba ligeramente una ceja.

Beatrice: "¿Vas a recordármelo hasta en la tumba, supongo?". Replicó la pequeña espíritu con desgano, visiblemente irritada por el recordatorio de su derrota.

Ram: "Lo inscribiré en negrita, Beatrice-sama". Respondió encogiéndose de hombros con fingida inocencia, levantando ambas manos como si no tuviera idea de lo que hablaba.

Beatrice: "Vete a morir, supongo..." Murmuró entre dientes, girando apenas los ojos. Justo entonces, una risita suave se escapó desde su flanco izquierdo. Con desconfianza, Beatrice ladeó la cabeza solo para encontrarse con la princesa comerciante, quien la observaba con una sonrisa juguetona.

Anastasia: "Natsuki-kun tenía razón en dos cosas. Eres un completo encanto, Beako, y es muy divertido molestarte, jaja~". Comentó con un tono relajado antes de soltar una risita más natural de lo habitual.

Esa risa no sonó como parte de una estrategia o una fachada. No era la carcajada medida de una experta en tratos ni el sonido meticuloso de alguien que controla cada movimiento. Era genuina. Y Beatrice lo notó.

Por eso, aunque no dijo nada, decidió dejarlo pasar.

Sin que Anastasia lo supiera, acababa de ganar algunos puntos en la silenciosa competencia por la aprobación de Beatrice.

"Algo que he aprendido por dolorosa experiencia. La gente no puede vivir sola. Si no fuera porque aún me recuerdas milagrosamente, no sé qué habría hecho a estas alturas".

Julius se encogió de hombros relajadamente. Estaba actuando con calma, pero Subaru también sintió que había una grave honestidad en sus palabras.

No estaba seguro de si Julius se daba cuenta, pero en los últimos veinte días, le había hablado a Subaru de sí mismo de todas las maneras posibles. Probablemente sea en parte el trauma de haber sido olvidado lo que le hacía hacer eso.

"-Natsuki, Julius, ¿tendrán un momento? Deberíamos hablar del camino a seguir mañana".

"Vaya, eso es algo muy importante que discutir".

Justo cuando un solemne silencio empezaba a caer sobre ellos, irrumpió Anastasia. Se esforzó por caminar sobre la arena mientras se acercaba a los dos.

"Uf, qué dolor. Me sorprende que las dos puedan caminar con normalidad".

"He entrenado con mal pie. Aunque no puedo afirmar que todo fuera para este momento".

"Cuando el pisado es malo, es mejor pisar con fuerza. Esa es la escuela de pensamiento Clind".

Eso formaba parte de los fundamentos que había aprendido para correr con mal apoyo de su instructor de parkour.

Otto: "Clind-san ha sido de gran ayuda para Natsuki-san, de una forma u otra". Comentó el comerciante con una sonrisa tenue, mientras la imagen del amable mayordomo de cabello azul pasaba fugaz por su mente.

Wilhelm: "Gracias a todas las lecciones de ese hombre, y a su extraña enseñanza sobre ese tal 'parkour', el camino de Subaru-dono ha sido un tanto menos escabroso. Eso se nota especialmente en la batalla contra el Arzobispo de la Avaricia... y ahora, también, en las Dunas". Remarcó el veterano espadachín con serenidad mientras servía con esmero una taza de té al inmovilizado Hetaro.

Roswaal: "Taaaal vez deberíiiia recibir aaalgo de créeeedito por seeeer quien le permitióoo a Clind instruuuuuiiiir a Subaru-kuuuun, ¿No lo creeeeen~?". Preguntó con una sonrisa ladeada y un guiño exagerado, como si acabara de revelar una carta maestra.

Ram: "Usted es el mejor, Roswaal-sama". Respondió sin inmutarse, con completa adoración por su querido amo.

Roswaal: "Graciaaas, querida Raaam~". Dijo el mago, más que complacido por la breve pero efectiva validación.

Garfiel: "El único crédito que te daría sería el derecho de poder recibir un buen golpe en la quijada, cortesía de mi asombroso yo. ¿Lo quieres?". Gruñó el rubio con una sonrisa afilada, como si realmente estuviera considerando esa opción como algo divertido.

Roswaal: "No gracias". Respondió sin perder la sonrisa... pero apartando sutilmente el rostro.

El elenco, ignorando ya al escandaloso payaso y sus intentos de llamar la atención, volvió a centrarse en la proyección. Nadie quería perder más tiempo con tonterías, y mucho menos cuando el Teatro aún tenía mucho por mostrarles.

Anastasia asintió, aparentemente un poco impresionada, y luego bajó ligeramente la tela que le cubría la boca.

"Los vientos también son malos y es difícil tomar suficiente aire. Me encantaría salir pronto de aquí para poder volver a respirar hondo".

"Lo mismo digo. Además, quiero darme un baño. Tu cara y tu cabeza acaban cubiertas de arena tan rápido aquí fuera".

Ahora había aprendido por dolorosa experiencia por qué la gente que vive en regiones desérticas se pone turbantes alrededor de la cabeza.  Funcionaba contra la arena y el calor y el frío extremo.

Tenía sentido lógicamente, pero la gente que vivía en entornos extremos realmente tenía buenas razones para lo que hacía. Subaru no había hecho exactamente nada, pero las medidas a medias no bastaban para protegerse de la arena.

"Estoy de acuerdo en lo del baño. Pero salir de estas dunas va a ser problemático... Los dos se dieron cuenta, ¿verdad?".

Su sonrisa desapareció y su voz bajó un poco. Subaru y Julius se miraron y asintieron.

"Sí. Hoy hemos pasado medio día yendo directamente hacia la torre, y sin embargo..."

"-No se acercó en absoluto".

Julius terminó la frase de Subaru, y entonces ambos suspiraron. El primer día habían confirmado que podían hacer frente al tiempo de arena y que el efecto anti bestia demoníaca de Meili funcionaba. Pero dicho de otro modo, eso era todo lo que habían conseguido.

El elenco frunció el ceño ante la última revelación. Aparentemente, todo el viaje que el Subaru de la proyección y su grupo habían realizado había sido... para nada. La frustración se hizo visible en varios rostros, especialmente en los de los miembros más impacientes.

Julius: "Parece que la barrera de las Dunas los afecta de la misma forma que lo hizo con Reinhardt y otros aventureros..." Comentó el caballero con una sombra de preocupación filtrándose en su tono.

Garfiel: "Pero conociendo al Capitán, mi asombroso yo está seguro de que encontrará una salida. Así que por ahora, no hay de qué preocuparse". Declaró, cruzando los brazos detrás de la cabeza en un gesto despreocupado. Aunque, en el fondo, su comentario era más un intento por convencerse a sí mismo que una afirmación objetiva.

Mimi: "¡Sip! ¡El mini jefe, aunque sea tonto a veces, es súper perceptivo con esas cosas!". Exclamó la pequeña, dando saltitos en el regazo de Garfiel, como si todo fuera parte de un juego.

Crusch: "Es verdad... Subaru-dono siempre encuentra la forma de abrirse paso incluso en escenarios que otros considerarían imposibles". Afirmó la Duquesa con una madurez tranquila, equilibrando el entusiasmo infantil de Mimi.

Félix: "Shubaru-kyuun~ podrá vensher a esa tonta barrhera, ¡jeje~!". Canturreó el caballero felino mientras jugueteaba con Hetaro como si fuera un poste rascador. El aludido, ya acostumbrado, bebía el té que Wilhelm le había ofrecido con total calma, como si la dignidad no fuera un tema urgente en esa esquina del Teatro.

Crusch: "Esto está siendo insoportable..." Murmuró la Duquesa, llevándose una mano al rostro con vergüenza ajena. Ver a su caballero comportarse de esa manera en público no solo erosionaba su paciencia... también acababa de costarle unos cuantos puntos de respeto.

"¿Era este truco el motivo por el que Reinhard no podía llegar a la torre...?"

"Cuando hablamos con él antes, había imaginado que algo así podría ocurrir... pero es muy diferente experimentarlo nosotros mismos".

"Espera, ¡¿entonces tú también te diste cuenta?! Deberías haberlo dicho antes!".

"No podía estar segura. No quería causar una alarma indebida".

"¿Qué pasa con ustedes que siempre hacen esto...?"

Julius se había preocupado, pero Subaru se limitó a fulminarlo con la mirada.

"¿Puedes ahorrarme esas tonterías? ¡No me enfadaré si compartes tus pensamientos! En todo caso, puede que así encontremos la luz al final del túnel. ¿De dónde sacan todos ustedes la idea de limitarse a hacer una nota mental y guardarse las cosas para sí mismos? ¿Creen que así la situación mejorará de repente? Al menos en mi experiencia, ¡no ha habido ni una sola vez en la que deseara no haber dicho nada!".

Otto: "Vaya... si Natsuki-san hubiera dicho algo así durante el asunto del Santuario, habría quedado como el mayor hipócrita de la historia. Me alegra mucho ver que ha madurado". Comentó el comerciante con una pequeña sonrisa divertida, lanzando una mirada al pelinegro dormido a poca distancia.

Al: "Bah, cosas de la vida. Un día estás liderando una batalla contra una bestia legendaria de más de 400 años, y al siguiente te ves leyendo mangas hasta que te sangren los ojos. No culpo a Bro por haberse frustrado durante esas pruebas infernales. De hecho, me siento algo orgulloso. ¿Puedo decir que mi pequeñín está creciendo? Jajaja". Soltó con tono burlón antes de reírse solo, ya que nadie más lo acompañó.

Otto: "Creo que no entendí ni una sola palabra de lo que dijiste... pero si me lo permites, lo tomaré como un elogio al crecimiento de Natsuki-san como persona". Respondió con una mueca nerviosa mientras se rascaba la cabeza.

Al: "Sí, sí... deja que yo mismo tampoco me entiendo a veces". Murmuró con cansancio, mientras su mirada se perdía en el vacío, como si reflexionara sobre algo más profundo... o como si estuviera intentando recordar cuántos mangas había dejado a medio leer.

"De acuerdo. Te pido disculpas".

"Incluso si es algo que parece trivial, díselo a alguien inmediatamente. 'Si ves algo, di algo' es el más fundamental de los fundamentos, ¿verdad? Y si estás ocultando algo más, Anastasia, será mejor que lo cuentes ahora".

Reafirmó para Julius y Anastasia lo mismo que le había dicho a Ram.

Julius parecía arrepentido, vacilando de una forma que no era propia del mejor caballero. Mientras tanto, Anastasia se llevó la mano a la boca ante la arremetida de Subaru.

"Vaya. Nunca me habría imaginado que me regañaras cuando nos conocimos. Pero tienes razón. Yo también tendré que reflexionar sobre cómo lo he llevado".

"El primer paso en la reflexión es la hora de la confesión. Si te sinceras ahora, te prometo que no me enfadaré demasiado".

"Eres todo un encanto, Natsuki. Este medio día paseando por las dunas, he confirmado un presentimiento que tenía. La razón por la que no nos acercamos a la torre es porque el espacio que nos rodea está deformado."

Anastasia: "¿Con que un encanto, eh...?" Murmuró con voz gélida, esbozando una sonrisa que varios miembros del elenco ya conocían bien: la clase de sonrisa que era preludio del caos. "¿O querías decir otra cosa... querida madre...?" Sentenció, clavando los ojos en la bufanda que reposaba suavemente en su cuello.

Foxidna tembló levemente ante el tono de su hija. La seguridad con la que Anastasia sujetaba esa bufanda espiritual comenzaba a hacerle cosquillas heladas por todo el pelaje. Nerviosa, buscó las palabras adecuadas para calmar a su agitada princesa.

Foxidna: "V-vamos, Ana... p-puede que esa versión mía solo quisiera, hmm... no sé... ¿B-bromear un poco con el chico? No tienes de qué preocuparte. A fin de cuentas, eres tú la que está aferrada a su mano en este momento y no yo... ¿O me equivoco~?". Dijo con un tono juguetón, señalando con una sonrisa pícara las manos entrelazadas de Anastasia y el pelinegro dormido.

La comerciante peli lavanda se sonrojó un poco, apartando la mirada con un leve carraspeo.

Anastasia: "V-veo que sí sabes cómo convencer a las personas..." Murmuró, cruzando los brazos con fingida resignación. "Bueno, te ganaste un pase de perdón. Pero si llego a escucharte hacer otro comentario como ese sobre Natsuki-kun... ni siquiera quiero decir qué pasará. ¿Entendido, querida madre...?" Agregó con una sonrisa suave, acariciando la bufanda con una delicadeza que, lejos de transmitir ternura, envió una oleada de frío gélido a través del cuerpo de la pobre espíritu.

Foxidna: "S-sí que puedes ser aterradora... y Yandere cuando quieres, ¿Eh?". Respondió en voz baja, encogiéndose un poco. "B-bueno, te prometo que no haré nada, lo juro. Promesa de meñique, como diría Subaru."

Volviendo a su forma de zorro, levantó una patita hacia su hija.

Anastasia aceptó el gesto con una sonrisa genuina, y ambas sellaron el acuerdo con la famosa promesa de meñique.

"¿Deformado...?"

Subaru ladeó la cabeza ante la revelación de Anastasia. Ella señaló hacia la dirección donde estaba la torre.

"Básicamente, la torre y las dunas están conectadas, pero tampoco están realmente conectadas. Es posible que hayamos estado caminando en círculos por el mismo lugar todo este tiempo".

"Y por eso las dunas de Augria son tan intransitables. Tiene sentido".

Crusch: "Así que la barrera es una especie de bucle que te devuelve al punto de inicio... Vaya coincidencia. Subaru-dono ha tenido que lidiar con bucles una y otra vez, y ahora debe enfrentarse a uno del que no tiene control de forma directa". Comentó la Duquesa con tono serio y meticuloso, cruzando los brazos mientras intentaba formular una teoría coherente con la información que acababan de recibir.

Wilhelm: "Su teoría tiene cierta lógica, Crusch-sama. Pero creo que, por el momento, será mejor seguir observando y ver a qué conclusión llegan Subaru-dono y sus acompañantes". Respondió el Demonio de la Espada con su habitual serenidad. Sin embargo, un leve brillo de curiosidad se encendía en sus ojos, delatando su creciente interés.

La jefa de la Casa Karsten asintió con firmeza, aceptando la propuesta con calma. Acto seguido, la atención colectiva del elenco volvió a centrarse en la pantalla, expectantes por descubrir cómo se desarrollaría todo a continuación.

Anastasia sonaba casi indiferente mientras lo explicaba, y Julius asintió profundamente, como si lo comprendiera. Por supuesto, eso era algo que su guía Anastasia/Foxidna ya debería haber sabido, aunque-.

"Se lo dije, ¿verdad? Me llevó medio día de observación minuciosa estar segura de ello".

Sintiendo los ojos de Subaru, Anastasia agitó ambas manos, alegando que no les habría estado engañando. Era increíblemente sospechoso, pero con Julius allí también, él no podía presionarla mucho más. Dejando pasar sus sospechas por el momento.

"De acuerdo entonces, este giro en el espacio ha hundido a innumerables aventureros antes que nosotros, así que ¿Cómo vamos a lidiar con ello?".

"Es una pregunta difícil. Y abrirse paso podría ser incluso la forma equivocada de pensar en ello. Podría tratarse simplemente de una trampa natural creada por el espeso miasma. No tiene por qué haber ninguna intención detrás".

Anastasia: "Si esa barrera es una trampa natural... puede que el viaje hacia la Atalaya se prolongue mucho más de lo esperado". Murmuró la princesa comerciante, con el ceño ligeramente fruncido mientras absorbía cada dato que la pantalla pudiera ofrecerles.

Beatrice: "Y la situación empeora aún más si consideras que el Subaru de Betty y su grupo llevan provisiones limitadas. Si permanecen demasiado tiempo en las Dunas, se verán obligados a desertar, supongo". Añadió la pequeña espíritu con un animo un poco mejor, habiendo captado los murmullos de la peli lavanda.

Anastasia asintió con cierto desánimo, aceptando que ese nuevo factor complicaba todavía más la situación mostrada en la proyección.

Cada miembro del elenco tenía sus propias suposiciones, inquietudes o teorías sobre la naturaleza de la barrera. Pero también sabían muy bien que no servía de nada desgastarse mentalmente con conjeturas: desde su posición actual, no podían intervenir.

Así que, en silencio y con el rostro cargado de tensión contenida, optaron por seguir mirando la pantalla.

"¡¿Una trampa creada por la naturaleza?!".

Los ojos de Subaru se abrieron de golpe ante esa inesperada posibilidad.

Era increíblemente raro, pero había ocasiones en las que la naturaleza parecía tener una letalidad casi maliciosa, tanto que daba la sensación de que la naturaleza se la tenía jurada a la gente.

Roswaal: "¡Claaaaroos ejemploooos soooon laaaas cuuuatroooo Mabestiaaaas legendaaariaaaas~!". Exclamó con teatralidad, extendiendo los brazos como si estuviera en el escenario de una gran ópera.

Garfiel: "Sí, sí. Decime algo que no sepa, imbécil". Gruñó el rubio demi humano, interrumpiendo sin pudor el discurso del excéntrico mago. Su paciencia se agotaba rápido cuando sentía que alguien entorpecía el avance de la proyección-especialmente si Subaru estaba en una situación complicada.

Ram estuvo a punto de soltar un comentario tan afilado como su lengua contra el chico por su insolencia, pero se detuvo al ver el discreto gesto de su amo. Roswaal agitó la mano con despreocupación, indicándole que no valía la pena.

Con un suspiro y algo a regañadientes, Ram se acomodó en su sitio y volvió la vista a la pantalla, dejando pasar el momento.

Los espejismos que podían verse en los desiertos, o los salientes de nieve que ocultaban los acantilados en zonas con mucha nieve, o más generalmente los pantanos sin fondo o el flujo y reflujo de las corrientes.

Pero que las dunas donde se construyó la Atalaya de las Pléyades fueran una trampa natural...

"Es posible que la torre se construyera aquí precisamente por este suceso. Es una interpretación perfectamente lógica. Todo depende de la intención de los constructores de la Atalaya y del propósito para el que fue diseñada en primer lugar".

Las palabras de Julius consiguieron sacar a Subaru del callejón sin salida irreflexivo en el que estaba a punto de quedar atrapado.

Tivey: "Interesante... eso explicaría por qué ese lugar fue elegido específicamente para su construcción. Más allá de funcionar como una torre de vigilancia, podría estar resguardando secretos que el Sabio no quería que otros descubrieran. Por eso eligió un sitio protegido por la misma naturaleza y sus condiciones... inhumanas". Teorizó el joven mientras anotaba con orden impecable sus ideas en una hoja que ya tenía varias observaciones bien estructuradas.

Julius: "Tomando en cuenta que muchos registros históricos de nuestro mundo están mal documentados, es bastante probable que la teoría de Tivey sea acertada... La Atalaya podría esconder mucho más de lo que imaginamos". Opinó el caballero con seriedad, mientras empezaba a hilar sus propias conjeturas en silencio.

Anastasia: "Aunque hay un detalle en todo esto que me desconcierta..." Declaró la princesa comerciante, creando un breve suspenso mientras organizaba sus ideas.

Julius: "¿Y cuál sería ese detalle, Anastasia-sama?". Preguntó con curiosidad, atento a las preocupaciones de su Dama.

Anastasia: "Si esa barrera es realmente un fenómeno natural, y la Atalaya fue construida aprovechando sus propiedades..."

Beatrice: "...Entonces debe existir una abertura o ciertas condiciones que hagan que la barrera flaquee y permita que alguien la atraviese, supongo". Completó la pequeña espíritu, comprendiendo de inmediato hacia dónde se dirigía el razonamiento de la peli lavanda.

El razonamiento de ambas trajo una chispa de esperanza al grupo. Sin embargo, Anastasia aún no había terminado.

Anastasia: "Exacto, Beako. Pero eso nos lleva a otro punto..."

Beatrice: "¿Y cuál sería...?" Preguntó, esta vez con un dejo de preocupación asomando en su tono.

Anastasia: "Que lo que sea que cause ese punto de acceso podría depender, en el mejor de los casos, de condiciones muy específicas... o podría ser completamente aleatorio. Lo que significa que..."

Beatrice: "...Si el Subaru de Betty y su grupo no tienen la suficiente suerte, puede que no logren atravesar la barrera, supongo..." Murmuró, bajando un poco la cabeza, visiblemente inquieta por la posibilidad.

Anastasia: "Claro que todo esto sigue siendo una teoría. Por ahora, será mejor seguir observando y ver si nuestras suposiciones se confirman... o si el destino decide darnos una buena bofetada de realidad". Comentó con una sonrisa ladeada, dándose un par de palmadas suaves en las mejillas a modo de broma, intentando animar a la pequeña espíritu.

Beatrice, al ver el gesto, no pudo evitar recordar con calidez las tontas pero reconfortantes jugarretas que su contratista solía hacer con ella.

Sin darse cuenta, Anastasia acababa de ganarse, una vez más, otro pequeño espacio en la confianza de Beatrice.

Las dunas eran una amenaza natural, preexistente, que la gente que construyó la torre utilizó para sus propios fines, más que una trampa creada específicamente para el bien de la torre. Era una explicación plausible. Sobre todo porque-

"-La torre de vigilancia se hizo supuestamente para vigilar el santuario, donde la Bruja de los Celos reside..."

Esa teoría tenía sentido y encajaba con lo que ya sabían. Subaru tenía una mirada amarga. Había un santuario en el extremo oriental de las Dunas de Augria donde se decía que estaba sellada la Bruja de los Celos.

Al inicio, el elenco se mostró visiblemente incómodo ante la mención de la infame Bruja de los Celos. Incluso antes de estas infernales proyecciones, su sola existencia ya generaba una mezcla de pudor y aprensión que era difícil de ignorar. Claro, algunos eran más resistentes que otros, pero había una emoción general que se repetía en todos los rostros: miedo. Fuera mucho o poco, todos temían a esa bruja cuya naturaleza escapaba a toda lógica comprensible.

Gracias a las visiones durante el Arco del Santuario, habían logrado conocer un poco más sobre Satella, así como ciertos detalles inquietantes sobre su supuesta dualidad mental-una bipolaridad que no todos terminaban de creer.

Al parecer, esa Bruja tenía dos "yo": por un lado, Satella, una figura más razonable, que incluso había servido como cierto apoyo emocional para Subaru en medio del infierno que fue ese Arco. Y por el otro, Envidia... una criatura completamente distinta. Desquiciada, obsesiva, irracional. Tal como su pecado lo dictaba, se desbordaba en celos hacia cualquiera que se acercara al pelinegro, comportándose como una lunática sin freno.

Se decía que la Atalaya de las Pléyades era el lugar donde el Sabio podía vigilar ese sello a lo largo de los años. Si los giros en las dunas eran un acertijo creado por los humanos, entonces resolverlo les conduciría a su respuesta.

Pero si sólo era un misterio natural, entonces no había garantía de que existiera una respuesta que les satisficiera.

Los sentimientos del elenco respecto a la Bruja seguían siendo controversiales. Un cóctel entre miedo, repulsión, y una inquietante compasión que ninguno quería admitir. Pero ese pensamiento colectivo fue interrumpido de golpe cuando el Subaru de la proyección expresó una teoría similar a la que Anastasia había formulado poco antes.

La princesa comerciante, en otro contexto, habría estado emocionada de compartir ideas con su amado dormilón... pero el simple recuerdo de Satella le dejó un amargo sabor de boca. Un malestar inexplicable se arrastraba por su pecho cada vez que pensaba en aquella bruja. Era distinto al miedo del resto: se sentía más profundo, más arraigado... como si algo le faltara. Como si su propia memoria estuviera incompleta, y hubiera un detalle esencial-importante y olvidado-que simplemente se le escapaba. Un vacío.

Pero no podía hacer nada al respecto. No ahora.

Así que sacudió suavemente la cabeza, tratando de dejar de lado aquella punzada molesta, y enfocó sus pensamientos en algo más reconfortante... como el hecho de que seguía sosteniendo la mano de Subaru, sin que nadie le dijera nada al respecto.

La comerciante dejó escapar una sonrisa boba y cálida, incapaz de disimularla del todo.

Foxidna, desde su lugar, lo notó al instante. Y tras un breve suspiro resignado, se sintió tranquilizada al ver que su querida hija no parecía tener intención de cambiar pronto.

"¿Quizás la razón por la que el Sabio nunca muestra su rostro es porque tampoco puede salir?".

Ese pequeño comentario del chico de cabello negro hizo que varios se estremecieran ante la posibilidad de que, al cruzar la barrera, no hubiese forma de salir. El silencio que siguió fue tenso, cargado de pensamientos oscuros que nadie se atrevió a expresar en voz alta.

Pero no tuvieron tiempo de comentar nada.

La proyección continuó de forma abrupta, ignorando por completo sus deseos de pausa o reflexión. Al parecer, el Guardián se había cansado un poco de tanto análisis entre escena y escena... y había decidido tomar cartas en el asunto.

Y cuando él tomaba el control, no había marcha atrás.

"Es una teoría interesante... Pero no me subestimes".

"¿Eh?".

Subaru se sentía como si hubiera tropezado a ciegas en un laberinto, pero Anastasia sonrió sin miedo.

Los ojos de Subaru se abrieron de par en par ante su reacción, y en la mirada de Julius había una expresión de expectación.

"Soy la que aceptó el trabajo de guiarnos hasta la Atalaya de las Pléyades. Una vez que un mercader acepta un trabajo, lo cumple hasta el final. Y no pienso fallar ahora".

"¿Entonces es capaz de ver el camino hacia la torre, Lady Anastasia?".

"Yo no. Pero tengo una idea sobre quién podría ser capaz de encontrarlo".

Priscilla: "Así que esa versión tuya tiene un plan, ¿Eh, zorra?". Atacó la Matriarca con su habitual aire de superioridad, abanicándose con elegancia calculada.

Anastasia: "Primero, deja de llamarme así. Por contrato verbal, solo Beako puede hacerlo... aunque, siendo sincera, tampoco es que me encante". Respondió con tranquilidad, cruzando las piernas con compostura. A su lado, la pequeña Beatrice asintió con orgullo, saboreando el reconocimiento exclusivo de ese privilegio extraño que compartían. Un trato raro, sin duda, pero al que ambas se habían acostumbrado.

Anastasia: "Y segundo, en esa situación es Foxidna quien está al mando. Si tienes preguntas, te sugiero que se las hagas a ella". Añadió encogiéndose de hombros con total despreocupación, mientras transfería la responsabilidad con una sonrisa sutil.

Foxidna la fulminó con la mirada, ya resignada a ser acribillada a preguntas por la noble arrogante. Sin embargo, para su sorpresa, la Matriarca Vollachia negó con la cabeza.

Priscilla: "¿Y qué descerebrado te ha dicho que mi divino ser necesita tus respuestas, zorra? Además, puedo llamarte como me plazca. No tengo restricciones. A fin de cuentas, el mundo gira a mi conveniencia. Zorra". Reiteró con desdén, elevando el mentón. "Y si dependes tanto de esa bufanda de zorro barato como para no poder responder por ti misma, solo estás dejando en evidencia tu inutilidad. ¿Acaso será esa bufanda quien gobernará en tu lugar si logras ganar? Qué decepcionante."

Anastasia: "Gracias por el halago. Ahora que terminaste de ladrar, ¿Podemos continuar? ¿O te doy un hueso como premio?". Se burló con una sonrisa afilada, completamente imperturbable. Ya estaba más que acostumbrada a los desplantes teatrales de Priscilla.

La peli anaranjada la fulminó con la mirada, pero optó por no rebajarse más. Los plebeyos como Anastasia no eran dignos de su divina sabiduría. Intentar enseñar a un perro a hablar sería una pérdida de tiempo.

Con esa discusión zanjada, el elenco volvió a centrarse en la pantalla, justo cuando las proyecciones reanudaban su curso.

Anastasia miró a lo lejos hacia la torre.

El viento iba ganando velocidad poco a poco. El sonido del viento y de la arena golpeando el muro de hielo de Emilia empezó a hacerse más fuerte.

Al escuchar el sonido de la arena, los ojos de Anastasia se entrecerraron.

"Los tiempos de arena, cuando el viento se levanta, están relacionados con los efectos de la deformación y el desplazamiento del espacio. El tiempo de arena es cuando el espacio retorcido empieza a resquebrajarse. Y más allá de esas grietas está el verdadero mar de arena que conecta con la torre".

"El verdadero... mar de arena..."

"Y cuando se trata de encontrar esa grieta, la persona más importante aquí es..."

La boca de Anastasia se resquebrajó en una sonrisa mientras señalaba con la mano un punto determinado.

Mirando hacia allí, Subaru y Julius fruncieron las cejas.

Ella estaba señalando el carruaje donde Emilia y Beatrice estaban trabajando en el cuidado de Ram-.

"-Ram. Ram es nuestra clave para salir de este laberinto de arena".

"¡¿Ram?!". Varios miembros del elenco gritaron al unísono, completamente desconcertados por la declaración de la Anastasia/Foxidna en la pantalla.

La reacción fue más por reflejo que por comprensión, pues ninguno encontraba sentido a que esa criada de pocas palabras y muchos desprecios pudiera resultar útil en algo que no fuese repartir sarcasmo.

Como una lluvia de comentarios absurdos, las bromas comenzaron a surgir de todos los rincones del salón:

"Seguro que el plan es que Ram agobie a la barrera con sus críticas... hasta que se rinda por depresión".

"¿Y si la barrera se ofende y se desactiva sola?".

"Ram es tan aterradora que las partículas mágicas buscarán otra dimensión donde esconderse".

El ambiente se volvió ligero, casi burlón, con risas contenidas y miradas maliciosas flotando por encima de las cabezas.

Ram, por su parte, se mantenía en el centro de atención, inmutable... al menos hasta que sus párpados comenzaron a temblar levemente del fastidio.

Una vena apenas visible palpitó en su sien.

Y justo cuando parecía que lanzaría una réplica con su lengua afilada como cuchilla, una figura aún más teatral se levantó para robar escena.

Roswaal: "Creeeeo que tengooo una ideaaaa del porquéeee del comentaaaaarioooo de Anastasia-samaaaaa~". Entonó el payaso con su característico tono de opereta, extendiendo los brazos como si anunciara una revelación divina.

Rem, que hasta el momento se había limitado a observar en silencio, entrecerró los ojos y disparó una mirada inquisitiva.

Rem: "¿Tiene algo que ver con la clarividencia de mi hermana?". Preguntó, con tono medido, aunque sus ojos azules brillaban como cuchillas listas para cortar cualquier respuesta que sonara a excusa.

Roswaal sonrió con descaro, como si le encantara estar en medio del fuego cruzado.

Roswaal:" Cooooomo siempreeeeee tan perceptiiiiiiiva, Reeem~. La clarivideeeencia de Raaaam puede ayudaaaaaar a encontraaaar esa famoooosa aperttturaaaa en la barreeeeraaa~."

Anastasia, acariciándose el mentón con aire pensativo, asintió lentamente.

Anastasia: "¿Usando los ojos de las Mabestias como medio para detectar la grieta?". Murmuró en voz alta, más para sí misma que para los demás.

Roswaal:" ¡En efeeeecto, Anastasia-samaaaaa~! Un método muuucho más eeeefectivoooo que ir tropezando con la barrera a veeer si suenaa huecaaaa~". Remató Roswaal, claramente orgulloso de su teoría.

Garfiel, incapaz de contenerse, dio un salto desde su asiento como si la adrenalina se le hubiese activado de golpe.

Garfiel:" ¡Bueno, bueno! ¡Eres algo inteligente, payaso, felicidades! ¡Ahora sí, tengo muchas ganas de ver a Ram siendo la heroína!". Exclamó, con los ojos literalmente brillando como estrellas anime. "¡Vamos, vamos, que me desespero fácil!".

A su lado, Mimi frunció los labios en un mohín exagerado, cruzando los brazos con fuerza.

Mimi:" ¡Hmph! ¡Yo hago mil cosas por Garf y ni una estrella se enciende en sus ojos! ¡Injusticia felina!". Farfulló entre dientes antes de darle pequeñas pataditas al pie de Garfiel, quien ni siquiera lo notó en su emoción.

Ram chasqueó la lengua, girando el rostro apenas lo suficiente para mirar a Garfiel con superioridad.

Ram: "Garf, tienes la mirada de un perro desesperado. Contrólate por el bien de lo que queda de dignidad en esta sala."

El comentario fue directo al hígado.

Garfiel:" ...Perdón". Murmuró Garfiel bajando la cabeza como un cachorro regañado, los hombros caídos como si le hubieran arrebatado su hueso favorito.

Ahora fue Mimi quien fulminó con la mirada a la criada de cabello rosa, pero Ram ni se molestó en devolverla. Solo soltó un seco y desdeñoso:

Ram:" ¡Ja!".

El salón quedó en un breve silencio expectante. Las bromas se apagaron y los susurros se desvanecieron mientras todos volvían a mirar la pantalla con creciente anticipación. Algo les decía que lo que venía sería importante.

"..."

"..."

"..."

Lástima que ninguno se imaginaba que la tranquilidad que disfrutaban estaba a punto de romperse en mil pedazos... y mucho antes de lo que cualquiera hubiera querido.

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 4 (Parte: 2)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Hola de nuevo queridos lectores, otra vez les traigo un capítulo algo más largo de lo habitual y espero que les haya gustado, contaré algunas cositas y después pasaré a las curiosidades.

Primero, les gustó la ilustración de Priscilla?, no soy muy bueno con la anatomía así que hice mi mejor intento, además de eso, quería decirles que puede que reduzca la cantidad de ilustraciones por capítulo ya que está tomando mucho tiempo realizarlas, para serles sincero ya tenía este capítulo prácticamente terminando desde el sábado pero la ilustración me retraso hasta el martes...

Ahora sí paso con las curiosidades:

-En el siguiente capítulo empezarán los primeros bucles del Arco 6, espero que estén listos para la tortura 🔥🔥.

-Las dinámicas de las Proyecciones de fallo se retomarán después del siguiente capítulo, y meteré una visualizacion aún más prolongada que la anterior.

-Ram se está redimiendo poco a poco aunque le tomara un tiempo quitarse lo pendeja.

-Priscilla fulminó a caso todos con los que discutió en este capítulo, siendo solo Anastasia la única que pudo hacerle frente y ganar (aunque Priscilla no lo acepte).

-Al se volvió un poco más tonto que lo que había sido al inicio del Fic debido a una conversación que tuvo con Priscilla en el descanso anterior. (Le dedicaré un capítulo más adelante).

-Anastasia ya empezó a sospechar que algo andaba mal con sigo misma debido a los fragmentos en blanco que nota continuamente en su memoria.

-Subaru ya se armó terrible harem sin saberlo.

-Crusch también empezará a competir más abiertamente por un lugar en el corazón de Subaru después de cierto bucle en el Arco 6.

-Emilia va a seguir hecha bolita por un tiempo más.

-El Guardian no interfirió en nada por estar de sobrado después de lo del descanso anterior.

-El plan 'Conquistar al Mayonesero' de Anastasia tiene de 4-5 fases, de las cuales ya ha cumplido 2.

-Beatrice empezó a tenerle algo de respeto a Anastasia después de las interacciones de este cap, aunque claro, su índice de respeto está en 10/100 puntos.

Bueno creo que eso seria todo, jeje~.

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:01/07/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 21126.

Chapter 17: El Infernal Ciclo se Repite (CÁPITULO: 4 Parte: 3)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El Infernal Ciclo se Repite (CÁPITULO: 4 Parte: 3)

El salón quedó en un breve silencio expectante. Las bromas se apagaron y los susurros se desvanecieron mientras todos volvían a mirar la pantalla con creciente anticipación. Algo les decía que lo que venía sería importante.

"..."

"..."

"..."

Lástima que ninguno se imaginaba que la tranquilidad que disfrutaban estaba a punto de romperse en mil pedazos... y mucho antes de lo que cualquiera hubiera querido. 

"Entiendo la situación. Eres todo un esclavista".

"Realmente no puedo decir mucho cuando lo pones de esa manera... ¿Realmente lo entiendes, verdad?".

"¿Entender qué? ¿Tu vena villana, pidiéndome que me esfuerce al límite el mismo día que me dijiste que no me excediera? Sí, lo entiendo muy bien, bruto".

El elenco centró su atención en el nuevo plan que Anastasia—o más bien Foxidna—había propuesto. Todos aguardaban en silencio, expectantes ante lo que se le había ocurrido para atravesar el infame Tiempo de Arena.

Roswaal: "Peeero quéee interesanteee~..." Murmuró el hechicero con su típica entonación melódica, mientras una chispa de diversión danzaba en su mirada heterocromática.

Ram lo observó de reojo, pero no dijo nada. Algo más captaba por completo su atención: la sugerencia que le hacían a su otra versión en la pantalla.

Sus ojos, siempre serenos y afilados, bajaron ligeramente. El gesto fue tan leve que pasó desapercibido, incluso para los más atentos. Sin embargo, en ese instante, un brillo distinto, casi imperceptible, comenzó a asomar en su mirada... algo vulnerable, quebradizo.

Ram: "...Por favor..." Murmuró con un hilo de voz, tan débil que se deshacía en el aire. Su garganta se cerró de golpe, incapaz de continuar aquel ruego ahogado. No lo repetiría. No podía. Era una súplica enterrada en lo más profundo de su corazón, una que llevaba tiempo negándose a reconocer... pero que, con cada proyección en ese infernal Teatro, parecía forzada a salir a la luz.

Y en esa súplica quebrada, en esa mirada baja que intentaba esconderlo todo...

Ram tenía miedo.

"Ugh".

Subaru hizo una pequeña mueca y se encogió bajo la dura mirada de Ram. Emilia, que estaba dentro del carruaje escuchando, también intervino.

"Ram, no es que Subaru te lo pida porque quiera. Simplemente se retractó de lo que dijo originalmente porque pensó que era la mejor opción-".

Ram: "B-Barusu, con su ya habitual desconsideración hacia sus superiores como siempre... debería ser castigado severamente por ello". Declaró con su tono acostumbrado, aunque al principio su voz titubeó levemente.

El tartamudeo fue sutil, casi insignificante... pero no para quien la conociera bien. Esa frase, tan típicamente mordaz, no era más que una excusa, un intento desesperado por aferrarse a una normalidad que se deshacía entre sus dedos.

No lo decía por Subaru.

Lo decía por ella misma.

Un bálsamo torpe para calmar el miedo que volvía a asomar... el temor visceral de fallarle otra vez a su pequeño hermano.

Negó con la cabeza, apenas un gesto, como si con ello pudiera alejar aquel pensamiento. Y, acto seguido, volvió a lanzar otra serie de comentarios sarcásticos dirigidos al pelinegro. Pero esta vez, algo era distinto.

Sus palabras no llevaban filo. Su tono carecía del veneno habitual.

Más de uno en el elenco lo notó: las frases ofensivas de Ram ya no sonaban sinceras.

La máscara de la orgullosa criada... acababa de mostrar su primera grieta.

Una grieta pequeña. Pero suficiente.

"Emilia, eso no ayuda. Supongo que también sólo vas a hacer que Subaru se deprima aún más".

Subaru se estaba marchitando cuando Beatrice detuvo a Emilia por él. Observando a los tres, Ram suspiró exasperada.

"Entonces, ¿Qué me dices? Fue mi idea, pero ¿crees que puedes hacerlo?".

"Barusu tiene razón. Soy la única que puede desempeñar el papel que usted sugiere, Lady Anastasia. Y..."

Ram miró hacia la parte trasera del carruaje donde dormía Rem. En los caminos y en el desierto, ella no se había quejado en absoluto.

Así que lo único que crecía era la ansiedad y el  autorreproche  de toda la gente que se preocupaba por ella.

Y aunque no pudiera recordarlo, como hermana mayor de Rem, Ram había experimentado esos sentimientos más que nadie.

"Hay una buena y meditada razón para ello. Así que no dudaré".

Por eso, podía asumir con confianza la tarea que se le había encomendado.

"Pero tu estado es preocupante. Tu clarividencia, te agota, ¿verdad?".

"No hay otra persona adecuada para esta tarea. Técnicamente es un arte secreto de la tribu Oni, así que nadie más puede usarlo".

"Cierto... Hubiera sido mejor que yo ocupara tu lugar...".

Emilia desvió la mirada. Se había ofrecido  voluntaria  para mucho, aparentemente en gran estado desde que entró en las dunas.

Por lo que Emilia podía recordar, Ram era la persona que más había cuidado de ella en la mansión. Durante el viaje, había ardido en deseos de devolverle el favor, y probablemente por eso parecía avergonzada de no poder ayudar en esto.

Emilia dejó atrás su posición acurrucada, su habitual "estado bolita", y se incorporó con el rostro serio, concentrando su atención en la visualización frente a ella.

Aunque no lo demostrara, su cabeza aún le dolía un poco. Desde que el Guardián revirtió los efectos de la Gula, los recuerdos antiguos y los nuevos habían comenzado a entremezclarse en su mente, desdibujando las líneas entre lo que había sido y lo que ahora era.

Levantó la vista con un aire levemente nostálgico, rememorando su tiempo en la mansión. Recordó cómo había valorado profundamente la ayuda de Ram, tanto allí como en el Santuario. La admiraba... le debía mucho. Pero ahora, esos recuerdos se reescribían para incluir un nuevo factor, uno imposible de ignorar.

Rem.

Esa infame criada con complejos de inferioridad —como ella misma se había llamado en más de una ocasión—, que no solo había herido a su querido caballero... sino que también había sido quien lo ayudó a levantarse, a luchar una vez más. Fue ella quien le enseñó a no rendirse, a darlo todo, a ser la mejor versión de sí mismo.

Una mezcla de emociones —orgullo, culpa, tal vez incluso celos— recorrió a Emilia, pero en lugar de reprimirla, la dejó fluir con calma.

Emilia: "Supongo que debo agradecerles como es debido cuando todo esto termine..." Murmuró, una pequeña sonrisa sincera formándose en la comisura de sus labios.

Giró apenas el rostro y posó los ojos en Subaru, dormido a su lado. En silencio, lo observó con ternura. A su parecer, seguía siendo tan adorable como siempre. Apretó su mano con suavidad, como si deseara transmitirle fuerza, incluso en sueños.

Con un brillo renovado en sus ojos, volvió la vista a la pantalla.

Estaba lista para enfrentar lo que viniera.

Subaru fue el único que se percató de la mirada amable de Ram hacia Emilia. Probablemente porque él era el que había visto la mirada amable que ella le tenía a Rem más que nadie.

"Así que Ram está dentro; queda Meili".

Sin comentar la mirada de Ram, Subaru dirigió su atención a Meili. Estaba sentada en su asiento, apoyando la cabeza.

"¿Yo?".

Meili ladeó la cabeza.

Otto: "Comprendo... Usar la Protección Divina de Meili-chan para rastrear a las Mabestias, y la clarividencia de Ram-san para ver a través de ellas la abertura entre el Tiempo de Arena... Veo que tanto usted como su espíritu son indiscutiblemente brillantes, Anastasia-sama". Observó Otto con respeto, inclinando ligeramente la cabeza mientras su voz cargaba una mezcla de admiración y asombro.

A su lado, Frederica imitó su gesto.

Anastasia: "Gracias por el comentario, Otto-kun". Respondió con cortesía, aunque sin molestarse en voltear a mirarlo.

Para ella... Otto simplemente no era lo suficientemente relevante como para merecer más atención.

Foxidna, a su lado, no pudo evitar soltar una risita contenida al notar la escena: la mirada triunfante de Otto —orgulloso de haber entendido el plan— contrastaba de forma cómica con el completo desinterés de su hija.

"Pobre chico...", pensó la espíritu con un leve suspiro, sacudiendo la cabeza con una pizca de lástima... y diversión.

"Sí. Vamos a hacer una variación de la táctica de la ola, y también vamos a necesitar tu ayuda para ello".

" Tengo que encontrar a las bestias demoníacas, ¿verdad? Realmente no puedo decir exactamente dónde están así, pero puedo señalarles el lugar general".

"Eso es lo que quería oír".

Subaru apretó el puño ante esa respuesta.

-Eso significa que el plan en sí es al menos posible de ejecutar. La sugerencia de Anastasia para encontrar la abertura durante el tiempo de arena era increíblemente simple.

"Usando la clarividencia de Ram, podemos ver lo que ven las bestias demoníacas aquí en las dunas. Con las bestias demoníacas activas incluso durante el tiempo de arena, debería haber unas cuantas que atraviesen la grieta en el espacio donde quiera que esté".

"Para que eso funcione, necesitamos que Meili ayude a encontrar a las bestias demoníacas para que pueda compartir la ubicación con Ram. Es un plan que requerirá bastantes intentos, pero... ella no se detendrá".

Roswaal: "Es un plaaan muuuy bien elaboooraaado, peero tieeeene un pequeeño faalloo~". Declaró el Marqués, atrayendo de inmediato la atención de varios miembros del elenco.

Ram se encogió levemente al oírlo. Ya sabía a qué se refería. Aquel "pequeño" fallo no era ajeno para ella... y mucho menos insignificante.

Crusch: "¿Nos dirá cuál es ese fallo o se limitará a dar rodeos innecesarios, Marqués?". Interrogó la Duquesa con voz firme, enfrentándolo sin pestañear.

Roswaal: "No haaay por quéee ser taaaan agresiiivos, Crusch-samaaa~. Es obviooo que, si lo menciooono, es por un motiiivooo~". Replicó el hechicero con una sonrisa torcida, guiñándole un ojo con descaro a modo de provocación.

Crusch: "Entonces escupa lo que tenga y no nos haga perder el tiempo". Soltó sin rastro de paciencia. Esa excusa de payaso no merecía contemplaciones.

Roswaal: "El faalloo es queee la clarividencia de nuestraa queriiida Ram... tieeene sus límiiteees~". Comenzó, con un tono más sobrio de lo habitual. Era evidente que, pese a su teatralidad, no hablaba a la ligera cuando se trataba de su leal criada.

El elenco guardó silencio, atentos. El mutismo colectivo fue suficiente para invitarlo a continuar.

Roswaal: "Raaam soolo puede vinculaaarse con criaturaaas cuyaaa ooonda personal coincida con la suya~. O dicho en palabras máaas... senciiillas..."

Ram: "Depende por completo de la suerte". Concluyó la criada, con voz firme mientras sus ojos recorrían los rostros de los distintos campamentos que la observaban en silencio.

El ambiente se tornó pesado.

El ánimo colectivo decayó de inmediato. Y no era para menos: si había alguien en todo Lugunica que parecía vivir en guerra con la buena fortuna... ese era Subaru. El hecho de que su supervivencia y el éxito del plan dependieran justo de eso resultaba cruelmente irónico.

Cada uno de los presentes quedó absorto en sus pensamientos, pero quien más sentía el peso de aquella revelación era...

Ram.

"Espero no fallar...", pensó con una sombra de ansiedad asomando en su mirada. Una mirada que, por lo general, no mostraba más que orgullo.

No sería la primera vez que fallaba al chico que, con tanto afecto, seguía llamándola "hermana mayor"... pero aun así...

Esta vez... no quería defraudarlo otra vez.

Subaru y Julius sujetaban las riendas de sus dragones de tierra, esperando la señal desde el interior del carruaje de que uno de sus intentos había tenido éxito.

Los desesperados intentos de Ram por desafiar al tiempo de arena comenzaron al día siguiente, después de que lo discutieran.

Dentro del carruaje, Ram se concentraba y utilizaba su clarividencia para espiar el campo de visión de las bestias demoníacas. Si podía encontrar un rastro de la grieta en el tiempo de arena de una de ellas, podrían localizar la ubicación de esa bestia demoníaca y apresurar el carruaje hasta allí para atravesar la abertura.

Pero, naturalmente, no era tan sencillo. Era un desierto enorme y había un número absurdo de bestias demoníacas de todo tipo.

La clarividencia de Ram sólo podía conectar con objetivos cuya longitud de onda pudiera igualarse; iba a tener que intentarlo muchas veces.

Rem entrelazó los dedos en un gesto de oración, rogando en silencio por el éxito de su querida hermana.

No era la única que depositaba su fe en ella.

Un cierto chico rubio, de rasgos demi humanos, tenía el mismo brillo de esperanza en sus ojos. Garf, quien años atrás se había enamorado de Ram, observaba con una mezcla de admiración y tensión. Si no fuera por ese maldito Teatro, probablemente habría seguido creyendo ciegamente en ella. Pero después de todo lo que había visto...

Negó con la cabeza.

Nada de eso importaba ahora.

Lo único que realmente importaba era que lograran encontrar esa dichosa abertura en la barrera de las Dunas.

Emilia también observaba atentamente cada intento de la criada oni por localizar la brecha. Su preocupación crecía con cada segundo, especialmente al ver la expresión de cansancio extremo y sufrimiento que se dibujaba en el rostro de Ram.

"Puede hacerlo...", pensó, inclinándose ligeramente hacia adelante, con una chispa de esperanza ardiendo en sus ojos amatistas.

Ram, por su parte...

Por fuera se mantenía firme, recta, impasible, como siempre. Pero por dentro...

Con cada intento fallido, su frustración se acumulaba.

Con cada error, su postura flaqueaba, aunque fuera apenas perceptible.

Con cada fracaso...

El nudo en su pecho se apretaba un poco más.

Meili, mientras tanto, hacía todo lo posible por conservar la compostura. Después de todo, aquel desesperado plan también dependía en gran medida de su habilidad para rastrear a las Mabestias. Y considerando lo que debía de estar sintiendo respecto a Subaru y su grupo en ese momento...

Bueno, mantenerse en pie ya era bastante.

"...Meili, omite a las bestias demoníacas bajo tierra. No tiene sentido  sintonizarlas  si no pueden ver".

"No puedo diferenciarlas tanto. Tal vez no deberías rendirte tan rápido con las que encuentres".

A medida que se acumulaban los fracasos, el agotamiento físico y mental seguía aumentando, y era especialmente malo para los dos principales responsables de este plan.

No, Meili sólo está señalando la ubicación de las bestias demoníacas. Pero el agotamiento de Ram por usar su habilidad era cada vez peor.

"La hora de arena llega tres veces al día. Así que esas son las únicas oportunidades que tenemos. Pero tampoco podemos  impacientarnos ".

"Tenemos un suministro limitado de raciones y agua. Y el miasma de aquí también nos afectará con el tiempo. Hace falta valor para elegir dar la vuelta. Pero recuerda que siempre tenemos la opción de volver a  Mirula ".

Julius: "Dar la vuelta... después de haber llegado tan lejos..." Murmuró el caballero, lo suficientemente alto para que su campamento lo escuchara, aunque claramente hablaba más consigo mismo que con los demás.

Hundido en sus pensamientos, no podía hacer otra cosa que rezar en silencio por el bienestar de todos los que se habían embarcado en ese infame viaje a través de las Dunas.

Ricardo: "Saber cuándo retirarse es lo más inteligente para un guerrero, pero..." Comenzó el hombre perro, su voz cargada de tensión. Sus ojos reflejaban una inquietud nada común en él; varios de los suyos estaban ahí, enfrentando lo desconocido.

Tivey: "Considerando lo extenso del viaje de ida y vuelta, resultaría sumamente desventajoso repetir el trayecto... En pocas palabras..." Añadió el trillizo, ajustándose el monóculo mientras calculaba mentalmente las posibilidades. Pero incluso su análisis lógico parecía chocar con algo más profundo.

Julius: "O lo hacen ahora... o puede que tengan que renunciar al viaje". Completó el caballero, con una calma que no lograba ocultar del todo su verdadera intención.

Y, curiosamente... esa idea le traía cierto alivio.

Sí, estaban en juego las víctimas de Gula y Lujuria. El mundo entero podría beneficiarse si encontraban respuestas en la Atalaya. Pero si tuviera que elegir...

Si tuviera que sacrificar su título como caballero para proteger a Subaru y a su Dama...

Lo haría sin dudarlo.

Porque, después de todo...

¿Qué podía ocultar la Atalaya... para estar tan férreamente resguardada?

A medida que los dos días se convertían en tres, se hizo necesario prestar atención a algo más que a sus progresos para atravesar las dunas.

Había un límite para las provisiones que podían llevar en el carruaje, y la cuestión de si volver o no surgía cada día.

-y pronto cada hora-.

¿Fue algún famoso alpinista quien dijo que la decisión de volver atrás era la más difícil de tomar?

"¡Hazlo lo mejor que puedas, Joseph! Todo el mundo cuenta con tu fuerza".

"¡Lo siento, pero por favor, hazlo lo mejor que puedas!".

También contaban con el muro de hielo de Emilia, pero para soportar las feroces tormentas de arena del tiempo de arena y seguir avanzando, tenían que confiar en su nuevo dragón de tierra, Joseph.

Sus habilidades estaban especializadas para el clima extremo, y la figura que recortaba empujando a través de la arena y el feroz viento era impresionante.

Pero aún había un límite. No sólo para los dragones, sino también para Subaru y los demás.

Al: "Vaya... Al inicio esas tormentas de arena parecían solo un problema menor. Pero, tras tanto tiempo en las Dunas, se han vuelto algo mucho más serio. Tal vez esa sea una de las razones por las que tantos no lograron atravesarlas. ¿Quedaron enterrados bajo la arena...?" Murmuró el guerrero manco con un escalofrío recorriéndole la espalda. Solo imaginarlo le revolvía el estómago. Pensar en su Bro atrapado ahí fuera lo llenaba de impotencia.

Priscilla, que lo escuchaba mientras se abanicaba con más intensidad, no dijo nada. Su rostro se mantenía altivo, como siempre... pero sus pensamientos daban vueltas en silencio.

"¿Cómo lo superarás, Natsuki Subaru...?"

Pensó, llamándolo por su nombre. No "plebeyo", no "bufón".

Subaru.

Ese chico ya no era solo una herramienta de entretenimiento para ella. Esa pantalla le había demostrado algo más. Él... se lo había ganado.

El valor y el orgullo debían ser recompensados. Así era como funcionaba el mundo. O mejor dicho, como debía funcionar... según su conveniencia.

Y si era así...

Entonces, ¿Por qué ese chico tenía que pasar por tanto?

Cada campamento, cada persona en ese lugar, cargaba sus propias ideas, sus propias preocupaciones.

Pero entre todos...

La más afectada era Ram.

Seguía de pie, firme como siempre, la espalda recta, los labios apretados.

Pero por dentro...

Su mente era un torbellino de pensamientos, de insultos dirigidos a sí misma. De rabia contenida.

Siempre llamaba a Subaru inútil.

Siempre lo reprendía por su debilidad, por su falta de sentido común, por su torpeza...

Y, sin embargo...

¿Cómo tenía el descaro de hacerlo, si ni siquiera era capaz de cumplir una tarea tan simple como facilitarle el camino?

¿Cómo podía mirarlo a la cara sabiendo que él... él había dado su vida por ella en más de una ocasión?

Ram...

Ella...

Ya no sabía si era orgullo lo que sentía o solo una culpa que se negaba a dejarla en paz.

"... Gh , no sirve. Se rompió la conexión".

Ram sacudió la cabeza.

Los últimos días, el agotamiento de Ram por todos los fallos que comprobaba con su clarividencia había llegado a niveles extremos.

Emilia y Beatrice le secaron el sudor de la cabeza y le lanzaron magia curativa. El estado de Ram mejoraba ligeramente después de su tratamiento cada noche, pero aun así-

"Las cosas van mal".

"...Sí, no hace falta que me digas eso".

Con esa confirmación, varios se estremecieron. El viaje no iba nada bien... y eso ya era evidente a simple vista.

Rem: "Hermana..." Murmuró, con la mirada clavada en la figura de su hermana mayor.

La siempre impecable postura de Ram empezaba a desmoronarse, aunque solo un poco. Gotas de sudor descendían por su frente, una clara señal de lo difícil que le resultaba mantenerse firme en esa situación. Para muchos podría pasar desapercibido... pero no para Rem.

Lo sabía.

Cada vez que Ram intuía que algo iba mal o se avecinaba una tragedia, su fachada perfecta —recta, orgullosa, mordaz— comenzaba a agrietarse, revelando cómo se sentía en realidad. Esa grieta invisible bastó para que la preocupación de Rem se intensificara... hasta que un pequeño tirón la sacó momentáneamente de su ansiedad.

Spica, con delicadeza, se había aferrado a la falda de su uniforme. Aquel gesto, tan simple, logró calmarla un poco.

Mientras tanto, no muy lejos...

Garfiel: "Carajo..." Soltó entre dientes, el ceño fruncido por la frustración de ver a Ram fallar una y otra vez en su intento de atravesar los Tiempos de Arena.

Apretó la mandíbula con fuerza, cada vez más tenso.

Antes, en otra circunstancia, habría animado con gritos y empujones a Ram, o a cualquiera del grupo. Habría rugido que se levantaran, que no se rindieran, que no jodieran todo. Pero ahora...

Ahora, después de todo lo que habían presenciado en ese maldito Teatro...

Incluso la situación más mínima lo ponía al borde del colapso.

Y cómo no.

Después de todo lo que habían visto...

¿Quién podía mantenerse entero?

De pie fuera del carruaje, Julius y Subaru miraban el sol brillante. Cuando llegó la hora de arena, el viento amainó y las espesas nubes se separaron, revelando un cielo despejado.

Muy al contrario de cómo iba su viaje, el cielo era realmente brillante y tranquilizador. Aunque en ese momento, sólo molestaba a Subaru.

"La idea en sí no es errónea. Es sólo cuestión de que las estrellas se alineen, supongo".

Al: "Que las estrellas se alineen, ¿eh...?" Murmuró con voz apagada, cargada de una melancolía que contrastaba con su habitual tono despreocupado.

Priscilla lo miró de reojo, con un ligero interés que se apagó casi al instante.

Ya lo conocía demasiado bien.

Sabía que ese bufón que tenía por sirviente jamás respondería de forma directa a esas dudas que a veces dejaba escapar sin darse cuenta. Aunque había empezado a atar cabos... aún faltaban piezas. Detalles pequeños, esquivos, pero cruciales.

Especialmente después de...

Priscilla no terminó el pensamiento.

Siguió abanicándose con la misma elegancia de siempre, como si nada alterara su mundo. Pero, por un instante —breve, fugaz—, volvió la mirada hacia su bufón.

Solo un instante.

Y luego, como si jamás hubiera sucedido, desvió la vista de nuevo.

Anastasia salió del carruaje y se unió a los dos.

"Que las estrellas se alineen, ¿eh?".

Subaru se rascó la cabeza bruscamente.

"En otras palabras, es pura suerte... Pero no es que ninguno de los que estamos aquí seamos especialmente afortunados para empezar".

"No hay suerte, hay mala suerte y hay suerte trágica. Esa es toda la razón por la que empezó este viaje en primer lugar".

Era algo triste de admitir, pero en cualquier momento, había una alta probabilidad de que todos fueran abandonados  por la fortuna .

-Lo cual era una razón más para crear su propia suerte.

"Como si fuera a dejar que esto se dejara llevar por algo tan vago como la suerte".

Wilhelm asintió con gravedad antes de hablar, su voz firme y profunda como una espada que cortaba el silencio.

Wilhelm: "Subaru-dono nunca se rendiría por algo tan burdo. Confío plenamente en sus habilidades, y opino que este percance no será más que una piedra en su zapato. ¿Ustedes no opinan igual?". Declaró el viejo espadachín, su postura erguida, cargada de convicción. En sus palabras había una sola intención: encender la chispa de una esperanza que ya empezaba a apagarse en los corazones de todos.

El campamento del anciano —y el elenco en general— se quedó en silencio por un segundo. Nadie lo esperaba.

Pero bastó ese breve instante para que todos comprendieran lo que Wilhelm buscaba.

Y una a una, las voces comenzaron a brotar.

"¡Subaru-kun puede lograrlo!"

"¡Tendría que estar loco si creyera que Natsuki-san se rendiría por algo así!"

"¡El Capitán ha vencido a Bestias Legendarias, un poco de arena no lo va a detener!"

"¡El mini jefe le va a dar pum pum a esa tonta barrera!"

"Que las estrellas estén de tu lado, Bro..."

"El mundo actuará a su favor si esa es mi voluntad... y como siempre, así será."

Las voces crecían, una tras otra, cargadas de emoción, de convicción, de afecto genuino. Era un estallido de apoyo nacido no solo de la admiración... sino de la necesidad.

Necesitaban creer en Subaru.

Y lo hacían.

Entre ellos, una cierta criada de cabello rosa observaba en silencio. Al principio frunció el ceño, sorprendida por la repentina ola de elogios hacia su "hermano pequeño". Pero luego... soltó un suspiro.

Y con ese suspiro, sintió cómo algo dentro de ella se aligeraba.

Subaru... o como ella seguía llamándolo: Barusu.

Por más que lo insultara, por más que fingiera indiferencia, había algo que jamás pondría en duda.

Esa estúpida, absurda, temeraria... e inquebrantable determinación suya.

Ram: "¡Vamos, Barusu... demuestra que no eres solo basura!". Exclamó con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Su voz fue ácida, mordaz... pero su mirada decía otra cosa.

Lo creía.

Aunque...

A pesar de todos los gritos de aliento, de cada palabra de apoyo, un sentimiento persistente seguía carcomiendo la mente de más de uno.

No se decía en voz alta, pero estaba allí.

Un miedo profundo, frío... insidioso.

Y aunque aún no lo sabían, ese miedo...

No haría más que crecer.

Subaru estiró la mano hacia el cielo y la apretó con fuerza. Julius y Anastasia no dijeron nada. Pero parecían ser de la misma opinión mientras ambos miraban al cielo azul junto con Subaru.

Y mientras los tres miraban al cielo...

"Ah. Un pájaro. Supongo que querría volar cuando el cielo es tan impresionante".

Sombreándose  los ojos con la mano, Anastasia miró hacia arriba.

Emilia: "Espera..."

Su voz cortó el aire como un rayo de luz entre nubes espesas.

Un recuerdo se coló de pronto en su mente... y no solo en la suya. Varios miembros del elenco también lo revivieron al mismo tiempo.

La conversación con el señor de la taberna.

Y ese detalle que, en su momento, parecía tan insignificante... los pájaros volando en dirección a la torre de vigilancia.

Beatrice: "Tal vez ellos puedan..." Murmuró con un destello de esperanza brillando en sus grandes ojos azules.

Una esperanza tímida, pero viva.

Una que empezó a contagiarse, de rostro en rostro, de corazón en corazón. Cada vez más integrantes del elenco comenzaron a aferrarse a esa posibilidad.

Parecía una tontería.

Un detalle simple. Hasta ridículo.

Pero, a veces, en medio de las peores situaciones... las respuestas más absurdamente simples eran justo las que uno necesitaba.

Sin embargo, antes de que pudieran llegar a una conclusión o expresar más teorías...

La proyección continuó.

Mirando en la misma dirección, Subaru vio que tenía razón: había un pájaro volando en el cielo.

Hacía tiempo que no veían un pájaro en el cielo. No habían sido poco comunes en el camino hacia el este antes de llegar a Augria, pero a estas alturas ya era casi refrescante.

Sin embargo, el aire de las dunas está espeso de miasma, sobre todo-.

"¿Un pájaro?".

De repente, una extraña sensación le detuvo. Subaru arrugó la frente, tratando de encontrar el origen de la misma.

Y entonces cayó en la cuenta de lo que les había dicho el dueño de la taberna del pueblo.

Mimi: "¡Lo sabía, el mini jefe es un genio!". Chilló la pequeña entre risas, dando brincos emocionados sobre el regazo del chico tigre.

Garfiel: "¡Ey, cálmate, enana! Vas a dejarme sin piernas". Refunfuñó con una sonrisa de oreja a oreja mientras la sujetaba con una sola mano. "Aunque sí... era obvio que el Capitán no dejaría pasar algo así."

Priscilla: "Y, sin embargo, aún queda un cabo suelto..." Dijo la Matriarca, con voz pausada y una expresión impenetrable. No había orgullo, ni burla. Solo una calma inquietante que desentonaba con el entusiasmo general.

Otto: "Así que usted también lo notó, Priscilla-sama..." Comentó el comerciante con tono más serio, cruzándose de brazos mientras soltaba un suspiro contenido. A diferencia del resto, su rostro no mostraba emoción. Igual que Wilhelm, Anastasia... y Ram.

Priscilla: "¿Insinúas que esta magnífica figura pasaría por alto algo tan evidente?". Replicó, girando levemente la cabeza y fulminando a Otto con la mirada.

Otto bajó la cabeza con respeto, retrocediendo con una ligera reverencia.

Otto: "No, por supuesto que no. Solo que... incluso la clave más brillante puede ser inútil si no tienes cómo usarla."

Por un momento, su mirada se desvió. Fue apenas un instante, pero se cruzó con los ojos de una cierta criada de cabello rosa.

Ram entendió de inmediato. Negó con la cabeza con un suspiro silencioso, cruzándose de brazos. Cuando habló, lo hizo sin veneno, sin frialdad... solo con cansancio y realismo.

Ram: "No tienes que decirlo. Todos lo piensan. Si Barusu logra o no cruzar esa barrera... depende por completo de si puedo vincular mi clarividencia con esa ave. Y si no puedo..."

Las palabras se estancaron en el aire, sin necesidad de concluir la frase.

Anastasia no lo dijo, pero pensó lo mismo. "El viaje podría fracasar".

Sus dedos se aferraron con más fuerza a la mano del chico dormido a su lado, su mirada clavada en la pantalla como si así pudiera influir en lo que estaba por venir.

No sabía qué esperar.

Solo que lo siguiente podía cambiarlo todo.

"-¡Ngh! ¡Ram! ¡¿Puedes volver a usar tu clarividencia?!".

Por instinto, Subaru abrió la puerta del carruaje y llamó a Ram.

Ram estaba en pleno tratamiento y miró a Subaru con la cara ligeramente enrojecida.

"...¿Qué pasa, Barusu? Deberías habernos avisado antes de entrar-".

En cualquier otro momento, Ram habría soltado algún comentario sarcástico sobre lo poco que Subaru entendía de tacto con las Damas. Una burla sutil, tal vez una mirada por encima del hombro o una mueca de desdén.

Pero ahora...

No podía.

La agitación que se revolvía dentro de ella le robaba el aliento, le endurecía el pecho, le sellaba la lengua. Sentía cómo se le tensaban los hombros, cómo sus manos querían temblar, pero no se lo permitía.

Porque si fallaba otra vez...

"¡Lo siento! ¡Pero déjalo para más tarde! ¡Hay un pájaro volando en el cielo ahora mismo! ¿Puedes usar tu clarividencia para ver a través de sus ojos?".

"¿Un pájaro...? ¿Por qué debería...?".

Desconcertada por la intensidad de Subaru, Ram frunció el ceño, pero Emilia, que estaba a su lado, jadeó y se llevó la mano a la boca.

"Subaru, un pájaro..."

"Exacto, como la historia que oímos del tipo de la taberna. Que los pájaros de las dunas vuelan hacia la torre".

Por supuesto, estrictamente hablando, no había sido algo tan seguro como eso. Pero por el momento, necesitaban toda la ayuda posible para encontrar un camino a través del tiempo de arena, así que debían prestar oídos a los consejos de quienes conocían la zona.

"¡Ram!".

"Deja de gritar. Me  desconcentrarás ".

Al darse cuenta de la urgencia de la situación por el intercambio de Emilia y Subaru, Ram ya había empezado a moverse.

Desplomándose  profundamente en su asiento, respiró hondo una sola vez. Y entonces el aire a su alrededor cambió.

Con la expectativa a flor de piel, varios miembros del elenco entrelazaron los dedos, cerraron los ojos o apretaron los labios en un gesto silencioso de ruego. Un ruego desesperado, pero sincero.

Cada uno de ellos seguía cargando con dudas, temores, inseguridades... pero, en ese punto, ya no podían hacer nada más. Solo quedaba confiar. Apoyar a la versión de su querido amigo que luchaba en la pantalla.

No querían que sufriera.

No querían verlo caer de nuevo.

Pero tampoco querían que se rindiera. No querían que la pantalla les mostrara el momento en que fuera aplastado por otro fracaso inevitable.

¿Era egoísta?

¿Era contradictorio querer que siguiera adelante y al mismo tiempo desear que no se hiciera más daño?

Tal vez sí.

Pero era lo único que podían ofrecerle ahora.

Un deseo lleno de miedo, esperanza... y cariño.

Ram activó su clarividencia, y su visión se enlazó con la de los seres vivos de su entorno.

Con un objetivo específico en mente, ella podía ver lo que éste veía. Sin embargo, no había ninguna garantía.  Era imposible saber si la longitud de onda del pájaro del cielo coincidiría con la de Ram-.

El elenco contuvo la respiración.

Ese era el momento de la verdad.

[Sincronizando Clarividencia]

Los segundos pasaban, pesados como plomo, y el aire del Teatro se volvía cada vez más denso, casi irrespirable.

Emilia sintió cómo un nudo se le formaba en el estómago. Este momento era decisivo. El viaje de su querido caballero pendía de un hilo... y, al mismo tiempo, la aterraba imaginar lo que podría estar esperándolos tras esa barrera. Algo más allá de las Dunas, algo oculto... e incluso peor que el fracaso.

Emilia: "Subaru..." Susurró con voz apagada, su alma revuelta por una maraña de emociones que apenas podía contener.

[ Sincronizando  Clarividencia]

Rem jamás había dudado de su hermana. Para ella, Ram era perfecta a su manera. Orgullosa, fuerte, inquebrantable. Pero tras las últimas visualizaciones... esa imagen se había agrietado.

No por decepción, sino por comprensión.

Ahora podía ver a Ram no como un ídolo, sino como una persona. Una mujer con errores, con cargas... con debilidades. Su visión se había hecho más real, más humana.

Miró de reojo a su hermana. Ram se mantenía firme como siempre... pero una gota de sudor descendía por su mejilla. No era una grieta visible para todos, pero Rem la conocía. Sabía lo que eso significaba.

Quería ayudarla. Quería ser su apoyo.

Pero... ni siquiera ella podía mantener la calma.

Estaba demasiado ansiosa, demasiado atrapada por la tensión del momento. Apretó las manos sobre su regazo.

"¿Qué habría hecho Subaru...?", se preguntó con un tenue destello soñador.

Pero el Teatro no daba espacio para respirar.

[Sincronizando Clarividencia]

Roswaal, más que nadie, conocía la fuerza de su orgullosa criada. Solo superado por Rem.

Le lanzó una rápida mirada, y por una vez, no había burla ni extravagancia teatral en sus ojos heterocromáticos. Solo preocupación genuina. Desde que las proyecciones habían comenzado, había visto cómo la impenetrable máscara de Ram se había resquebrajado... una y otra vez.

Especialmente cuando todo dependía de ella.

[Sincronizando Clarividencia]

En el interior de Ram... todo era un caos.

Notaba cómo su postura, siempre perfecta, empezaba a desmoronarse, milímetro a milímetro.

Ocultar sus emociones solía ser sencillo. Actuar con frialdad, lanzar comentarios ácidos, vestirse de sarcasmo para que nadie notara cuánto le importaba realmente. Pero esa falsa seguridad... había sido pulverizada.

Las malditas visualizaciones se lo habían dejado claro: no todo salió perfecto. No todo estaba bien. La suerte no estaba de su lado. De hecho... parecía haberlos abandonado.

Especialmente a Subaru.

Y aunque le costara admitirlo... si no fuera por él, muchos de ellos ya estarían...

Su mente fue invadida por recuerdos como latigazos:
Los primeros bucles en la mansión, donde lo trató como escoria.
Los ataques de Pereza y la Ballena Blanca, donde no logró proteger Arlam ni la finca.
El Santuario... donde su ingenuidad solo entorpeció los planes de Subaru.

Antes, habría jurado tener confianza en sí misma.

Ahora, después de ver cada uno de sus errores, de sus fallos... de sus pecados contra aquel que solo había intentado ayudarlos...

Contra alguien que, una y otra vez, solo quería un final feliz para todos...

[Sincronizando Clarividencia...]

Y entonces, el silencio se volvió absoluto.

"-Lo tengo."

Esa simple y llana frase pronunciada por la Ram de la pantalla hizo que todos, por un instante, olvidaran cómo respirar.

Y justo después...

El Teatro estalló en vítores.

Garfiel alzó a Mimi por la cintura con una risa salvaje, apoyándola sobre su hombro izquierdo antes de levantar ambos brazos al cielo.

Garfiel: "¡¡¡Victoriaaa!!!".

Mimi: "¡Victoria, victoria, con furia y euforia!". Gritó la pequeña, alzando los brazos como si ella misma hubiera conquistado las Dunas, agregando rimas improvisadas que solo aumentaban la energía del momento.

Emilia soltó una risita emocionada, apretó con más fuerza la mano de su caballero dormido, y sin pensarlo, lo abrazó por el cuello con tanta efusividad que casi lanza a Beatrice fuera del regazo del pelinegro.

Beatrice: "¡¿Puedes tener más cuidado, supongo...?!" Reclamó con el ceño fruncido mientras intentaba recuperar su postura digna.

Rem soltó un largo suspiro de alivio, dejando caer un poco los hombros... pero la pequeña en su regazo no era tan calmada.

Spica pegó un saltito, se bajó de las piernas de Rem y comenzó a brincar de asiento en asiento, hasta que finalmente dio un pequeño salto final, aterrizando con precisión sobre la cabeza de la criada.

Rem: "Ay, Spica..." Murmuró con una media sonrisa mientras la pequeña comenzaba a juguetear con su cabello. Negó suavemente con la cabeza, aceptando la travesura con resignación divertida.

Ram, por su parte...

Sintió cómo una losa invisible se desprendía de su espalda.

Respiró, profunda y silenciosamente, y con ese aire renovado volvió a adoptar su típica postura firme. Se cruzó de brazos y elevó la barbilla con una altivez casi teatral.

Ram: "Con mi parte cumplida, solo falta que el bruto de Barusu muestre un poco de consideración hacia esta bella Dama y retome su papel como corresponde". Declaró, con un tono juguetón y un gesto elegante de brazo.

Del otro lado, Ricardo no podía contenerse. Tomó a Julius por los hombros y comenzó a sacudirlo con tanta fuerza que el pobre caballero se convirtió por unos segundos en un muñeco de trapo viviente.

Julius: "¡R-Ricardo... un poco más de moderación, por favor...!"

Pero la emoción colectiva fue interrumpida por una voz sobria y controlada.

Anastasia: "No quiero ser la aguafiestas... pero aún cabe la posibilidad de que esa ave no sea la clave para atravesar la barrera". Dijo con frialdad. Su tono era neutro, distante, sin dejarse arrastrar por la euforia general.

Otto, que hasta ahora había permanecido en silencio, asintió con lentitud. Su mente ya había tomado un rumbo similar.

Otto: "Ahora todo depende de si esa leyenda sobre las aves que vuelan hacia la torre resulta ser cierta..." Murmuró, su voz cargada de prudencia. Su expresión analítica no ocultaba la posibilidad que lo rondaba... la de que todo esto, después de tanto, aún pudiera terminar en tragedia.

"-¡Ngh! ¡Julius! ¡Trae el carruaje! ¡Beako, ven conmigo!".

-Fue un disparo único en la vida, y todos se pusieron en movimiento de un salto.

Subaru sostuvo a Beatrice mientras saltaba sobre Patrasche; Emilia se deslizó junto a Ram y la sostuvo.

Anastasia volvió al carruaje y Meili subió al asiento del conductor. Y Julius chasqueó las riendas, dando al dragón de tierra la señal para correr-.

"¡Vamos! Esta vez, ¡conseguiremos atravesar el tiempo  de arena !".

Empezaron a correr de nuevo por el mar de arena, decididos a atravesarlo.

-Seguir al pájaro en el cielo. No había pruebas y, en cierto sentido, fue una decisión absolutamente descabellada.

Si hubiera sido su primer día en las dunas cuando Subaru vio el pájaro, nunca se le habría ocurrido intentar seguirlo basándose en lo que dijo el tabernero.

Pero después de varios días infructuosos, había algo de lo que se había dado cuenta.

"Las bestias demoníacas son una cosa, pero no hay forma de que un pájaro normal pueda volar en el cielo aquí".

Por supuesto, había muchas razones para ello, incluida la falta de agua y de comida para alimentarse, pero la mayor eran las bestias demoníacas y el miasma. Incluso un pájaro que volara en el aire seguiría viéndose afectado por el terrible entorno y tendría que preocuparse por los depredadores.

A medida que el ambiente del Teatro volvía a tensarse por la declaración de Anastasia, ella misma comenzó a divagar en silencio mientras observaba la escena proyectada en la pantalla.

"Es cierto... un ave en un entorno tan hostil como las Dunas no es algo común, pero...", pensó con detenimiento, repasando en su mente cada fragmento de información que conocía sobre esa región, y todo lo que había descubierto de primera mano gracias a las proyecciones.

"Aún cabe la posibilidad de que la brecha en la barrera solo permita el paso a ciertos tipos de seres, o que el tamaño de la abertura impida el cruce del carruaje. Hay muchas variables... demasiadas. Y eso no me gusta nada."

Con cada posibilidad, con cada obstáculo hipotético, el desánimo crecía silencioso dentro de ella. Esa incertidumbre no era su terreno. No le gustaba depender de suposiciones, ni mucho menos de la suerte.

Foxidna, notando el creciente agobio de su hija, deslizó discretamente la parte inferior de su forma de bufanda. Extendió con cuidado su cola espiritual, procurando que Anastasia no lo notara. Su movimiento fue lento y medido, hasta que...

Anastasia siempre había necesitado tener cada paso planeado. Ser más lista, más astuta, más impredecible que los demás. Esa era la única forma de sobrevivir. Y más aún para alguien como ella: una niña de los barrios marginales de Kararagi, una hiena que creció entre ruinas y engaños, hasta convertirse en una princesa de negocios.

Ella, que se había apropiado del apellido del legendario Hoshin no por arrogancia, sino como símbolo de su renacimiento. Todo lo que había logrado, todo lo que era... no fue por suerte. Fue por trabajo duro, ingenio, y sangre fría. Por eso le costaba tanto enfrentar algo como esto.

Una situación fuera de su control.

Un escenario que dependía de la suerte, del azar, de una ave cruzando las Dunas.

Y Anastasia Hoshin no tenía suerte.

Fue entonces que lo sintió.

Un peso tibio se apoyó en su hombro. Dio un leve salto, sobresaltada, y volvió la cabeza para encontrarse con el rostro dormido de cierto pelinegro, su mejilla ahora reposando suavemente sobre su hombro.

Por detrás de su cabeza se asomaba tímidamente la cola de su espíritu artificial, que se replegó con rapidez y volvió a ocultarse dentro de su forma de bufanda, como si no hubiera hecho nada.

Anastasia se quedó quieta por unos segundos, contemplando su expresión.

Subaru... se veía tranquilo.

No como en las imágenes desgarradoras de la pantalla, no como ese chico que luchaba, sufría y lloraba a cada paso. Ahora... dormía en paz. Con una calma que parecía no pertenecerle. Un raro momento de serenidad que contrastaba profundamente con todo lo que habían visto.

La chica de cabello lavanda estiró una mano y, con la punta de un dedo, apartó un mechón que caía sobre su ojo. Su gesto, casi torpe, fue delicado. Cargado de una ligereza y calidez poco habituales en ella.

Y en ese momento, recordó.

"Claro... cómo olvidarlo."
Mientras jugaba suavemente con el cabello del joven dormido, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

Ese chico había destrozado todas sus reglas. Todos sus prejuicios, todos los ideales que creía inquebrantables. Lo hizo sin proponérselo. Sin discursos ni exigencias. Simplemente... siendo él.

Por eso...

"Ahh... ¿De qué me preocupo? Conociendo a ese tonto, seguro que de alguna forma todo saldrá bien al final. Está empecinado en llevarme la contraria en todo, incluso en lo imposible."

Una tranquilidad inexplicable la invadió.

Suspiró profundamente y volvió a centrar la vista en la pantalla, sabiendo que el miedo seguía ahí, agazapado. El miedo de que ese chico —tan valiente como imprudente— tomara más de lo que podía cargar.

Pero, por ahora, dejó de lado la lógica. Abandonó las dudas.

Y se permitió algo que rara vez concedía...

Esperanza.

La misma esperanza estúpida y brillante que había guiado a todos los que, desde sus asientos, veían el mundo a través de los ojos de ese trágico... pero heroico muchacho.

Entonces, ¿por qué un pájaro  desplegaría  sus alas en un entorno tan duro?

"Se mire como se mire, ese pájaro no puede ser normal. Tiene que tener algún truco"..

Después de haber pasado unos días en las dunas, ésa era la sospecha que tenía sobre el pájaro que volaba sobre un paisaje infernal como Augria.

Y la clarividencia de Ram estaba demostrando que su suposición era correcta.

"Todo recto. No esta perdiendo de vista la torre en absoluto. La sospecha de Barusu era correcta. Por una vez, su personalidad retorcida y desconfiada ha dado sus frutos".

"¡Que agresiva!".

El elenco soltó un suspiro colectivo, como si por fin pudieran permitirse un respiro.

Otto: "Incluso en situaciones tan peligrosas... esos dos siguen igual". Comentó con los ojos en blanco, ladeando la cabeza con un aire entre divertido y resignado.

Frederica, sentada a su lado, sonrió con dulzura y apretó suavemente su mano.

Frederica: "Ram puede ser bastante precaria en muchos aspectos... pero si se trata de soltarle comentarios mordaces a Subaru-sama, será siempre la primera. Eso ya no me cabe duda."

En otra parte del Teatro, se escuchaban comentarios parecidos.

Beatrice: "Ram siendo Ram, supongo..." Murmuró con una falsa molestia, dejándose caer de hombros mientras negaba con la cabeza. En realidad, cualquier distracción que alejara su mente de un posible desenlace trágico para su contratista era bienvenida.

Emilia no pudo evitar reír un poco por el comentario de la pequeña espíritu. Estaba demasiado concentrada en la pantalla como para darse cuenta de que su querido caballero dormido estaba siendo acaparado por cierta peli lavanda... otra vez.

Pronto, las bromas comenzaron a florecer con más confianza: los típicos comentarios sobre la "relación de hermanos" entre Ram y Subaru se esparcieron entre los campamentos, mezclando carcajadas, gestos cómplices y alguna que otra imitación exagerada.

El ambiente en el Teatro se volvió más ligero. Por primera vez en un buen rato, se sentía... respirable.

La tensión aflojó lo suficiente para que algunos pudieran relajarse, al menos por unos segundos. Aunque la escena definitiva aún estaba por llegar, y lo sabían, todos agradecían este pequeño paréntesis.

Ram, que al principio parecía querer protestar por tanto alboroto, optó por quedarse en silencio. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y por un instante, una sonrisa casi imperceptible asomó en sus labios.

Porque aunque las circunstancias cambiaran, aunque el mundo se desmoronara una y otra vez...

La dinámica entre ella y su "hermano pequeño" seguía intacta.

Y de algún modo, eso era reconfortante.

Con el ambiente ya más calmo, y los corazones más preparados —o al menos eso intentaban—, la proyección continuó.

La última escena decisiva estaba por comenzar.

No era raro que las aves migratorias volaran durante días seguidos, pero que mantuvieran la atención en un lugar continuamente era sin duda inusual.

Sin embargo, seguir a un ave que volaba sin descanso era una dura tarea para los que no tenían alas.

-Más aún si se trataba de hacerlo en medio de una tormenta de arena.

Mientras perseguían al pájaro, el tiempo de arena había comenzado de nuevo.

La diferencia en la intensidad de los vientos durante y fuera del tiempo de arena era extrema.

Durante el tiempo de arena, era como una verdadera tormenta de arena, hasta el punto de que realmente hacía daño en cualquier lugar donde golpearan los granos de arena en el aire.

Bajo la capa y la capucha, cubriéndose la cara y toda la piel que podían, avanzaban a través de la arena y el viento. A través del negro de la noche y la arena que llenaba sus ojos, confiando en la clarividencia de Ram para guiarse.

Subaru y Beatrice estaban aferrados el uno al otro, braceando contra la tormenta de arena mientras cabalgaban encima de Patrasche.

No podían abrir los ojos.

Había arena por todas partes. El carruaje debía estar justo a su lado, pero ni siquiera podían confirmarlo con seguridad.

Era posible que estuvieran solos en una tormenta de arena. Para tranquilizarse, Subaru abrazó con más fuerza a la chica que tenía entre sus brazos.

"-Derecho. Todo recto".

Ram, que era el salvavidas de todo el grupo, volcó toda su concentración en su clarividencia.

Su voz no debería haber sido audible desde el interior del carruaje, pero el firme avance de éste hablaba por ella.

A la par de las escenas, el elenco apretó los puños con creciente expectación.

La pantalla estaba completamente saturada de arena, al punto que parecía una alusión directa a la visión nublada de Subaru mientras atravesaba el infame Tiempo de Arena.

No podían ver nada.

No sabían qué estaba ocurriendo al otro lado. Y eso, esa ceguera compartida, no hacía más que incrementar su ansiedad... y volver aún más valiosa la esperanza que albergaban.

Porque, simbólicamente, estaban en la misma posición que Subaru: ciegos, agotados, vulnerables.
Y en esa oscuridad, lo único que les quedaba era rezar.
Como si lanzaran un ruego al cielo, sin saber si alguien lo escucharía.

Ram apretó con fuerza el borde de su falda. No fue consciente de ese gesto hasta que bajó la mirada y lo notó. Su mano temblaba ligeramente. Estúpidamente, había creído que con solo vincular su clarividencia todo se resolvería. Que el resto sería sencillo.

¿Qué tan ingenua me he vuelto...?
¿Qué me ha hecho este lugar...?

No tenía respuestas. Y en ese momento, tampoco tenía tiempo para buscarlas. La proyección seguía avanzando.

El sudor bajaba por su nuca, oculto bajo su habitual compostura. Pero por dentro, todo en ella era un torbellino de inseguridad.

A su alrededor, sin importar el bando, sin importar su vínculo con Subaru, cada espectador llevó la mano al pecho, inclinó la cabeza o apretó los dientes. Un acto silencioso, casi ritual, cargado de la más pura ansiedad.

Porque desde aquel día en que comenzaron las visualizaciones, desde que quedaron atrapados en ese extraño Teatro... lo único que habían podido hacer era observar.

Y ahora, una vez más...

Solo podían rezar.

De repente, Subaru se sintió extraño. Si no confiaba en sus camaradas, era imposible que pudiera superar un viaje tan difícil. Era casi extraño cómo no dudaba en absoluto en confiar su vida a Ram, en creer en ella por completo. Y-

"- hn ?".

Sonriendo ante la disparatada situación, sosteniendo el paño sobre la boca, sintió que un poco de aire pasaba por sus labios. El campo de visión se aclaró de repente. La tormenta de arena que había estado bramando tan fuerte a su alrededor ya no se oía.

El elenco abrió los ojos como platos, con el corazón latiéndoles en la garganta.

Un destello. Un movimiento. Un atisbo entre la cortina de arena.

Pero antes de que pudieran siquiera procesar lo que acababan de ver, la escena continuó sin darles respiro.

La tensión era un monstruo invisible que devoraba el aire de la sala.

Y aún así...
Nadie se atrevía a romper el silencio.

Porque en ese instante...

Los granos de arena que  arreciaban  desaparecieron como una ilusión. Antes siempre había habido más viento a favor cuando terminaba el tiempo de arena. El viento arenoso se debilitaba gradualmente hasta que se retiraba como una marea menguante y el olor a arena empezaba a subir.

Pero eso no ocurrió.

Fue como si se hubiera cortado de repente.

Como si hubieran sido arrastrados a un escenario completamente distinto de donde soplaba la tormenta de arena.

"-Julius."

Moviendo sus labios secos mientras se giraba, vio el carruaje a su lado.

Sentado en el banco del conductor, Julius parecía aturdido por haber escapado de la tormenta de arena, al igual que Subaru.

Sin embargo, al oír a Subaru, ajustó su agarre de las riendas y asintió.

Y ambos levantaron los puños, celebrando haber atravesado el tiempo de arena.

"¡Lo conseguimos! Lo conseguimos!".

"¡Sí! ¡Y me pregunto por qué gritas tanto a los oídos de Betty!".

Mientras Subaru vitoreaba, la palma de Beatrice se estiró por debajo de él, enviando su cabeza hacia atrás.

Balanceándose hacia atrás con el impulso del golpe, Subaru fulminó a Beatrice con la mirada.

"¡¿Porqué fue eso?!".

"¡Eras tan molesto murmurando para ti mismo mientras  sostenías  a Betty! ¡' Descenso' esto y 'fuera de camino' aquello y lo que fuera de lo que hablabas! ¡Siempre zumbando en los oídos de Betty!".

Beatrice respondió a la queja arrastrada de Subaru con una feroz objeción.

Subaru se sonrojó al darse cuenta de que todo lo que había murmurado mientras se aferraba a Beatrice en busca de consuelo para no perder la esperanza, en realidad lo había dicho en voz alta.

Tosió torpemente.

"Eh... en fin. Hemos conseguido atravesar espléndidamente el tiempo de arena. Vamos, ¡tres hurras!  Hip  hip ¡hurra!".

"...Hurra..."

Aunque Beatrice estuviera enfurruñada, eso no cambiaba el hecho de que habían conseguido superar un gran obstáculo.

Al igual que en la pantalla, el Teatro estalló en vítores.

Casi todos los presentes se levantaron de sus asientos, lanzando al aire gritos de euforia, como si ellos mismos hubieran sido quienes superaron las infames Dunas de Augria. La atmósfera se impregnó de un júbilo puro y contagioso.

Garfiel: "¡Jajaja! ¡Toma eso, malditas Dunas!". Rugió con una carcajada, alzando a Mimi con una sola mano y comenzando a girar con ella como un trompo desbocado.

Mimi: "¡Wiii~!". Gritó encantada, siguiendo el juego con risas y movimientos sincronizados.

Otto se dejó caer contra el espaldar de su asiento, soltando un largo suspiro de alivio. A su lado, Frederica le dio un toquecito juguetón en la mejilla, divertida por la expresión de agotamiento satisfecha en su rostro.

Otto solo respondió con una risa débil, casi vencido por la tensión que acababa de soltar.

Al: "Dos Mabestias legendarias, dos Arzobispos vencidos, una ciudad salvada, un harem creciente... y ahora también el tipo que logró lo que ni Reinhardt pudo: cruzar las Dunas. Juro que Bro lo hace a propósito..." Murmuró rascándose el mentón por debajo del casco, con una mezcla de respeto, incredulidad y cansancio.

Priscilla: "Veo que el mundo ha estado favoreciendo encarecidamente a ese pelinegro... como mi Divina Voluntad ha decretado, desde luego". Comentó entre abanicos, cruzando la pierna con una elegancia que apenas lograba ocultar su leve resoplido de alivio.

En medio de la algarabía, Ram permanecía inmóvil.

Los ojos abiertos, los labios entreabiertos. Aún no podía creerlo. Por un instante —por solo un instante— había sentido que finalmente lo había hecho. Que no había fallado. Que, esta vez... no había sido una carga.

Pero su hilo de pensamiento se interrumpió por el peso cálido de una mano sobre su hombro.

Roswaal: "Levanta la cabeza, Ram". Dijo suavemente, con un tono inusualmente sereno. Sin dramatismo. Sin burlas. Solo con genuino orgullo. "Tu yo de la pantalla lo logró. Tú, Subaru-kun y el resto... lograron lo imposible. Cruzaron las Dunas. Algo que nadie había hecho en más de cuatro siglos."

Ram se giró, sorprendida por la calidez de su Maestro. Hizo una pequeña reverencia, el rostro levemente sonrojado.

Ram: "Gracias... Roswaal-sama."

Sintió su pecho liberarse por fin de la presión que la había estado oprimiendo. Un último suspiro escapó de sus labios, y recuperó la compostura. Ya no sería víctima de falsas esperanzas... pero no podía negar que se sentía bien, por una vez.

Aunque entonces...

Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda.

El júbilo se quebró dentro de ella. Volvió a mirar la pantalla, esta vez con atención renovada... y con temor.

Porque allí, en el fondo de la escena... entre el mar de arena abrasadora...
...había flores.

Flores. En un desierto.

Ram parpadeó. No era la única que lo había notado. Varias miradas se aguzaron, surcando la misma incredulidad. ¿Desde cuándo había flores en un lugar tan árido?

La inquietud renació.
El festejo se congeló.

Y sin dar tiempo a que nadie pudiera formular una pregunta...

La proyección continuó.

Frotando a Patrasche y agradeciéndole su duro trabajo, Subaru miró la torre que tenían justo delante, visible en el cielo nocturno.

Quizá porque los efectos del miasma habían disminuido tras superar el tiempo de arena, las estrellas eran visibles en el cielo nocturno.

Y con esa luz, era evidente ver que la silueta de la torre se había acercado. Como prueba, incluso podían ver el pie de la torre que antes no había sido visible-.

"Ves, la prueba de que el escenario ha cambiado. El desierto se ha convertido en un campo de flores-".

"¿Un campo... de flores...?"

Emilia: "¡Esas flores son muy bonitas!". Exclamó con una sonrisa desbordante, fascinada por el colorido contraste en medio del desierto.

Pero su alegría era un eco aislado. Justo detrás de ella, el elenco mantenía un silencio inquietante. Las expresiones variaban entre la curiosidad, el desconcierto y la precaución. Y entre todas, una destacó con un matiz distinto... miedo.

Meili: "Un momento... ¿esos son...?" Murmuró con voz temblorosa, como si las palabras mismas se le atragantaran. Sus ojos se abrieron como platos, y un leve estremecimiento recorrió su pequeño cuerpo. "P-pero... ese campo es inmenso. No debería haber tantos...", pensó con agitación, sintiendo cómo el aire comenzaba a faltarle.

Era cierto que Meili había estado antes en las Dunas, más de una vez. Ese era uno de sus terrenos de caza favoritos cuando trabajaba para 'Madre'. Pero ella jamás había cruzado la barrera, jamás había visto lo que se ocultaba más allá.

Y ahora... lo estaba presenciando por primera vez.

Petra, al notar el temblor en la niña a su lado, se alarmó. Se inclinó hacia ella y le tomó la mano con cuidado, intentando reconfortarla. Petra ya tenía sus propias sospechas desde que vio el inusual campo floral, pero al ver el rostro de Meili deformarse en una mueca de auténtico terror, sus peores temores cobraron fuerza.

Hasta ese momento, las únicas ocasiones en que Petra había visto a Meili asustada... eran cuando se mencionaba a 'Madre'. O a Capella.

Petra: "Meili-chan... ¿Pasa algo? Estás temblando. Si notaste algo, por favor, cuéntanoslo". Dijo con un tono bajo pero lo bastante firme para captar la atención del resto del elenco.

Todos giraron sus miradas hacia Meili. La atmósfera se tensó en cuestión de segundos.

Meili: "Y-yo... bueno... s-supongo que no deberían ser un problema si estoy con el hermanito y su grupo, pero..." Balbuceó, tratando de recomponerse, aunque su mirada seguía clavada en la pantalla como si allí se encontrara un monstruo que podía saltar en cualquier momento.

Wilhelm frunció el ceño. La incertidumbre le carcomía como una espada desenvainada en mitad de una niebla espesa.

Wilhelm: "No es mi intención ser descortés, pero creo que lo más sensato sería que se explicara con claridad. ¿A qué se refiere con que no deberían ser un problema?". Inquirió, su voz firme pero sin hostilidad.

Meili tragó saliva. Sus labios temblaron antes de hablar. Quería negarlo. Quería pensar que se estaba equivocando. Que su instinto, por una vez, estaba siendo irracional.

Pero...

Meili: "Esas flores... podrían ser..." Murmuró, sin terminar la frase, aferrada a una esperanza infantil de estar equivocada.

Porque si no lo estaba...

Si lo que creía era cierto...

...entonces lo que cubría ese campo no era solo un bello paisaje ni un recurso narrativo decorativo.

Era una advertencia.

Una marca.

Una alfombra de muerte.

Porque si esas flores eran lo que ella temía...

...entonces estaban en medio de un nido.

Un nido de Osos Oiran.

Y la pregunta que quedó flotando en su mente como un cuchillo sin afilar fue:

¿Qué clase de infierno tiene que ser la Atalaya, para que algo tan salvaje y cruel sea usado como muro de bienvenida...?

A medida que se asentaba la emoción por haber conseguido atravesar el tiempo de arena, la mejilla de Subaru se tensó.

En sus brazos, Beatrice también se congeló, sus grandes ojos redondos se abrieron de par en par.

Habiendo sobrevivido a la amenaza del tiempo de arena, el grupo había cerrado finalmente la distancia con la Atalaya de las Pléyades.

rodeándoles  ahora había un vibrante y hermoso paraíso de flores.

Lo que aguardaba más allá del muro de arena era un jardín secreto. La frase en plena floración le vino a la mente a Subaru mientras miraba a su alrededor. Si sólo fuera un campo de flores, entonces podría haber sentido un momento de paz ante la tranquila escena.

Pero estaban en un desierto estéril plagado de miasma y bestias demoníacas: era un campo de flores imposible.

Los colores vibrantes y brillantes del campo de flores cubrían el suelo a su alrededor. Era un paraíso lleno de tantas flores que no había literalmente ningún lugar donde pisar sin  pisotearlas .

Subaru sintió una extraña sensación de de ja  vu  ante una escena tan anormal e incomprensible. Misteriosa y extraña, una combinación  de antinatural  e irracional. La identidad de la duda que sentía era-

"-Son osos Oiran".

Meili habló al mismo tiempo que los instintos de Subaru alcanzaban una respuesta.

Y así, la pequeña ex asesina tuvo su respuesta. Y, claro, no era para nada como su estúpida esperanza esperaba...

Todo aquel campo floral que se extendía por kilómetros no era otra cosa que una inmensa jauría de Osos Oiran, confirmado por su propia boca.

Meili: "Mierda..." Murmuró con los labios tensos. Su puño se cerró con fuerza sobre el dobladillo de su falda, mientras se mordía el labio inferior, conteniendo un terror que amenazaba con filtrarse por cada poro de su piel. Lo único que le daba un mínimo respiro era...

"Al menos... aún están dormidos", pensó con un atisbo de alivio al ver que la escena tenía lugar durante la noche. Porque si hubiesen atravesado la barrera a plena luz del día...

El miasma o la Torre de Vigilancia habrían sido el menor de sus problemas.

Soltó un suspiro muy tenue, intentando no quebrarse. Pero mientras ella se contenía, todo el resto del Teatro colapsaba internamente.

Fue un terror sin sonido.

Una reacción muda, pero intensísima. Como si alguien hubiese absorbido todo el oxígeno del recinto. Varios rostros palidecieron de golpe, pareciendo casi espectros en vida. Nadie decía nada. Nadie se atrevía... hasta que...

Mimi: "¿Osos Oiran? ¿Qué es eso? ¡Mimi nunca ha escuchado algo así!". Dijo con su típico tono alegre, ladeando la cabeza con genuina inocencia.

Varias miradas se clavaron de inmediato sobre la pequeña, cargadas de mezcla entre desconcierto, asombro y compasión. Mimi empezó a hacer pucheros y dar suaves pisotones, molesta por no recibir respuestas.

Emilia, que se mantenía callada, frunció el ceño. Incluso ella, sin ser experta en Mabestias, sabía bien qué eran los Osos Oiran. Eran criaturas infames de los bosques, lo suficientemente letales como para que hasta los cazadores más experimentados evitaran sus zonas.

Tivey y Hetaro intercambiaron miradas de asombro: ¿cómo era posible que su hermana mayor no supiera nada sobre algo así?

Pero antes de que Mimi pudiera hacer un berrinche mayor, cierto caballero decidió intervenir.

Julius: "Los Osos Oiran son Mabestias que suelen ocultarse entre los follajes como pequeñas agrupaciones de flores. Así atraen a animales o viajeros desafortunados. Por lo general, habitan en manadas pequeñas y dispersas, lo cual los hace manejables para cualquier grupo experimentado pero..." Julius dudó. No encontraba las palabras correctas, hasta que una voz familiar habló por él.

Meili: "Si realmente todo ese campo floral son Osos Oiran, entonces... en el mejor de los casos..." Se llevó una mano a la frente, frotándola con un gesto de impotencia, "No, no hay mejor de los casos... O el miasma ha provocado una mutación descomunal que los hizo crecer y multiplicarse de forma monstruosa, o..."

Petra: "...o es una colonia inmensa de ellos..." Completó con un hilo de voz. Su rostro estaba pálido, las pupilas dilatadas y el cuerpo le temblaba visiblemente, pero aun así se mantuvo erguida. Su fuerza de voluntad era lo único que la separaba del pánico.

Mimi comprendió.

La comprensión cayó sobre ella como un rayo seco. Su rostro cambió por completo. Su típica expresión alegre se deformó en una mueca de terror absoluto, los ojos abiertos como platos, las manos temblorosas.

Pero no hubo tiempo para palabras.

La proyección continuó. Inquebrantable. Inevitable.

Como si se burlara de ellos.

No... no era una burla. Era un disfrute. La mano detrás de esas imágenes se deleitaba con su miedo. Con su impotencia.

Y como siempre...
no podían hacer nada.

Solo mirar.

Echando un vistazo, vio que Meili se había trasladado al banco del conductor del carruaje y miraba fijamente el campo que les rodeaba.

Siempre se la veía serena y tranquila, pero la sangre se drenaba de su rostro y había una tensa urgencia en sus ojos.

"¿Osos de Oiran...?"

"Bestias demoníacas que se disfrazan de flores y atacan a la gente. Normalmente acechan con sus compañeras en los bosques, aunque..."

Al oír eso, Subaru volvió a mirar a su alrededor. El colorido jardín de flores se extendía hasta donde alcanzaba la vista; dependía de lo grandes que fueran las bestias demoníacas, pero seguro que no parecían sólo una o dos.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Subaru al imaginarse atacado por tantas bestias demoníacas.

Al igual que el Subaru de la pantalla, el elenco se estremeció visiblemente ante la aterradora imagen de su querido amigo siendo despedazado, devorado, mordisqueado por aquella monstruosa jauría de Mabestias.

"Respira, solo respira, todo está bien... supongo. El Subaru de Betty está bien. Si todos esos Osos aún no han arremetido contra ellos, significa que no han notado su presencia...", pensó Beatrice, luchando por calmar el claro pánico reflejado en su pequeña figura. La temblorosa niña se aferró con fuerza al pantalón del chico dormido sobre el que estaba sentada, como si ese contacto pudiera devolverle la estabilidad.

Y hasta cierto punto, lo logró. Pero solo por un segundo.

De inmediato, su mente fue asaltada por múltiples imágenes de su contratista siendo destrozado, gritando, muriendo. Una y otra vez. Eso fue suficiente para quebrar el frágil control que había intentado imponerle a su cuerpo, comenzando a hiperventilar entre jadeos entrecortados.

Emilia no estaba en mejor estado.

El mareo, el asco, el terror... Todo se acumulaba en su pecho como si un monstruo invisible lo estuviera aplastando desde dentro. Apretó el agarre de la mano de Subaru, intentando anclar su conciencia a ese tacto, repitiéndose una y otra vez que él estaría bien.

"Va a estar bien. Va a estar bien. Va a estar bien", se decía en un susurro interno, pero su corazón latía con tanta fuerza que parecía una alarma. Y eso no hacía más que alimentar su ansiedad. Su terror.

Anastasia, por su parte, tenía el ceño fruncido con fuerza. El sudor bajaba por su frente como si fuera una resbaladera pública en verano, invitando a las gotas a caer en fila sin detenerse. Cerró los ojos y comenzó a respirar en un patrón repetitivo y mecánico:

Inhala. Exhala.
Inhala. Exhala.
Inhala. Exhala.

Lo repitió una y otra vez hasta que sintió que su cuerpo había recuperado un mínimo control. Solo entonces se atrevió a girar la cabeza.

Allí, aún apoyado en su hombro, yacía Subaru.

Su rostro sereno, tranquilo... una imagen tan discordante con lo que mostraba la pantalla que por un momento se le formó un nudo en la garganta.

Y, aun así, trajo alivio.

Un alivio mínimo, pero suficiente para contener el grito que se le formaba en la boca del estómago.

"Por favor... que Natsuki-kun no...", deseó en silencio. Pero incluso ese ruego se ahogó en su propio descontrol interno. Sabía que en ese Teatro los deseos eran inútiles. La historia ya estaba escrita. Y a diferencia de las proyecciones del pasado del pelinegro, ahora estaban viendo su futuro.

O al menos... un posible futuro.

Uno donde no habían sido traídos a este lugar.

Y esa era la parte más aterradora: ya no sabían cuál sería el bucle correcto, ni cuándo todo terminaría.

Ya no eran simples espectadores.
Ahora estaban viviendo esto a ciegas.
Tal y como lo hacía Subaru...

Pero antes de que pudieran pensar más...

La proyección continuó su rumbo.
Sin detenerse.
Sin piedad.

"Subaru, ¿Qué ha pasado? Ram dijo que su clarividencia se interrumpió de repente..."

"-Detente ahí, Emilia-tan. Mantén la calma y calla".

Emilia estaba asomándose por la pequeña ventanilla del carruaje, pero Subaru hizo inmediatamente un gesto para detenerla.

Emilia cerró rápidamente la boca, adivinando por el tono de voz de Subaru y la repentina aparición de un campo de flores que algo extraño estaba ocurriendo.

"Estas flores..."

"Si el tiempo de arena era la primera etapa, la segunda es el jardín de las bestias demoníacas... Parece que la asquerosidad del Sabio está en otro nivel".

Una segunda trampa tendida para atrapar a la gente cuando tenía la guardia baja tras haber superado la primera etapa.

"Una segunda prueba... pero nadie puede asegurar que no haya más. Es posible que la Atalaya esté mucho más resguardada de lo que cualquiera pudiera imaginar...", pensó Crusch con un aire analítico, intentando desesperadamente distraer su mente de imaginar un final trágico para Subaru.

"Tal vez sí haya habido aventureros que lograran cruzar las Dunas, pero claro... su conocimiento y preparación estaban pensados para tormentas de arena, no para enfrentarse a miles de Osos Oiran... Me pregunto... ¿Cuántos de ellos habrán perecido por eso...?", su mente era un laberinto de suposiciones, teorías e incertidumbre.

Félix, quien hacía no más de unos minutos estaba completamente ido por el alcohol —al punto de usar al pobre Hetaro como ovillo de lana gatuna—, ahora... parecía como si su mente hubiese regresado por completo a la realidad. El mareo, la euforia absurda, todo se había evaporado tan rápido como lluvia sobre las arenas del desierto.

Su rostro estaba demacrado, no solo por la resaca que le seguía como sombra, sino también por la comprensión lenta y dolorosa de lo que estaban enfrentando. Y eso... no le hacía ni una pizca de gracia.

Wilhelm apretó el puño con tal fuerza que la copa de cristal que sostenía desde hacía una hora se hizo trizas en su mano. El vino se mezcló con algunas gotas de sangre, pero ni siquiera se inmutó.

Su rostro estaba contorsionado por la impotencia... y la ira.

Una ira silenciosa, amarga.

Desde la muerte de su esposa, Wilhelm había desarrollado un aprecio especial por las flores, en particular las amarillas. Eran las favoritas de ella... y también el primer recuerdo que compartieron juntos. Se habían conocido en un campo cubierto de esas mismas flores.

Y ahora, ver ese color tan querido extendiéndose como una plaga en la proyección, no como símbolo de vitalidad ni plenitud, sino como un campo de muerte y amenaza...

Solo podía sentirlo como una burla.

Una profanación.

Y maldijo en silencio a esas infernales Dunas que osaban corromper incluso los recuerdos más sagrados.

La advertencia de Meili y el hecho de que las bestias demoníacas estuvieran durmiendo. Si no fuera por ambos...

"Es demasiado pronto para respirar tranquilo... Supongo que deberías guardarlo para cuando salgamos de aquí".

"No soy tan intrépido como para poder respirar tranquilo en una situación como ésta- La torre está... ¿por allí?".

Subaru consiguió apartar la mirada del campo de flores.

La silueta de la torre estaba mucho más cerca que antes de que atravesaran el tiempo de arena. Había sido correcto confiar en la clarividencia de Ram. Sin embargo-

"Las bestias demoníacas son más violentas justo después de despertar. Así que..."

Probablemente quería decirles a todos que se callaran, pero se detuvo a medio camino. La razón era obvia.

-El campo de flores se despertó.

Lentamente, como si el propio suelo se despegara hacia arriba.

Al igual que Subaru y compañía, el elenco entero se estremeció, sintiendo cómo su corazón daba un vuelco completo. Su respiración se volvió más agitada, y el rostro de varios palideció mucho más allá de lo común...

"Es solo uno... Meili-chan puede controlarlo, ¿no? No hay nada de qué preocuparse aún, ¿no? Natsuki-san estará bien... n-... ¿no...?", pensó Otto, con el pecho latiéndole a mil, como si fuera a estallarle. Sus manos temblaban notablemente, y a pesar del estúpido pensamiento que había forzado en su mente para calmarse, él no era tan ingenuo. Sabía que tal vez su deseo no se cumpliría, que sus súplicas no serían escuchadas, pero...

Frederica, sentada a su lado, lo miró de reojo. El rostro del comerciante estaba completamente sumido en la preocupación.

Ella quería ayudarlo a calmarse.

Quería reconfortarlo.

Quería ser su apoyo en esta tensa situación, pero...

Sus manos no se movían. Sus piernas estaban clavadas al suelo, tal cual si fuera ella quien estaba frente al gigantesco Oso Oiran, como si cualquier movimiento pudiera desatar la furia de ese monstruo y ser destrozada, reducida a un simple montón de carne.

Sus sentidos de demi humana estaban al máximo, impidiéndole tomar control de su propio cuerpo. Así que solo se resignó a seguir viendo...

Con la impotencia a flor de piel.

Con el miedo como agujas clavadas en cada fragmento de su piel.

Con la incertidumbre carcomiéndola por dentro tal cual un parásito...

"-Ngh."

Subaru tuvo un nudo en la garganta cuando vio a una bestia demoníaca levantarse a unos metros delante de él.

No por el repentino movimiento, sino por lo repulsivo que era el monstruo.

Meili lo había llamado oso Oiran, y efectivamente tenía forma de oso. Pero eso sólo se aplicaba a su silueta. Había una diferencia crucial.

Medía casi tres metros de altura. Las patas eran cortas, pero sus brazos eran lo suficientemente largos como para llegar al suelo estando de pie. De su espalda crecían flores vibrantes, pero su parte delantera era la más impactante.

Las raíces de las flores que se extendían por su cuerpo y salían por delante eran tan densas que casi parecían pelaje negro. Entre las cuencas oculares hundidas y los ojos oscuros, casi parecía un cadáver viviente, como si las raíces estuvieran absorbiendo toda la vitalidad del cuerpo.

Las flores y la bestia no vivían en armonía. Las flores lo estaban matando claramente.

La imagen del aterrador Oso no hizo más que aumentar el terror colectivo. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Con una criatura de ese calibre...

Era más que comprensible. Una bestia con tales características ya era una pesadilla por sí sola, pero con un grupo tan extenso...

"Ugh".

"-No te muevas".

La bestia demoníaca con aspecto de cadáver olfateó, como si confirmara su presencia. Subaru empezó a tragar saliva ante eso, pero Meili le detuvo.

Había un aroma enfermizamente dulce en el aire. La desconexión entre la fragancia de las flores y la  espantosidad  del oso hizo que Subaru tuviera ganas de vomitar. Incluso le hizo echar de menos la violenta tormenta de arena.

Si tan sólo pudiera venir y llevarse todo esto. Pero ese ruego no iba a ser, y el oso Oiran extendió sus garras  hacia-

La respiración del elenco se cortó por completo al ver cómo la gigantesca figura de esa monstruosidad extendía su garra hacia el paralizado Subaru.

Querían gritar.
Querían saltar para ayudarlo.
Querían ser útiles.
Querían protegerlo.
Querían... hacer algo.

Pero claro, ese Teatro no respondería a sus deseos egoístas, y todas esas súplicas, todos esos gritos sin sentido, se vieron ahogados cuando la zarpa del Oso Oiran se acercó cada vez más al pelinegro.

Varios cerraron los ojos con fuerza, resignados a escuchar los gritos de Subaru al ser desgarrado por la bestia, preparados para ver cómo aquel infame ciclo de muertes volvía a arrancar, cómo su impotencia los obligaría, una vez más, a ser testigos del dolor más cruel.

No...

¿A quién engañaban? No estaban listos.
Nunca lo estuvieron.
Y eso se reflejaba en cada rostro del elenco: tensos por el terror, deformados por la miseria, manchados por las lágrimas.
Los sollozos resonaron entre los asientos, entrecortados por la ansiedad y la impotencia.

Los únicos que mantenían una aparente calma eran Roswaal, Priscilla y Al.
Aunque incluso en ellos, la tensión era visible: en la rigidez de sus posturas, en el fruncir leve de sus cejas, en la forma contenida de sus respiraciones. Y eso ya era decir mucho, considerando que rara vez sus figuras—ya fueran juguetonas, perfectas o despreocupadas—se veían alteradas por algo.

Todo ese contraste solo le daba más fuerza a la escena...

Con la tensión a flor de piel y el miedo calando hasta los huesos...

" Psst ".

Hubo un sonido que atrajo la atención del oso Oiran de Subaru. Era Meili, que había mantenido la cabeza mejor que los demás.

Se llevó el dedo a los labios, indicando a Subaru y a todos los demás que se calmaran. Y entonces levantó el dedo e intentó atraer la atención del oso Oiran hacia ella.

El elenco abrió los ojos de par en par ante la repentina salvación de Subaru a manos de la pequeña ex asesina. Por un momento, varios olvidaron cómo respirar... hasta que finalmente lo comprendieron.

Claro, ¿Cómo no hacerlo? Para eso estaba esa niña en el viaje, a fin de cuentas.

Meili se recostó contra el espaldar con pesadez, sintiendo un extraño alivio florecer en su pecho. Soltó un suspiro profundo, casi desplomándose de puro agotamiento emocional.

Al igual que su amiga, Petra se relajó notablemente. Sus hombros, tensos como cuerdas de acero, finalmente se aflojaron, permitiéndole tomar una bocanada de aire mientras agradecía en silencio el accionar de Meili.

Varios miembros del elenco compartieron un pensamiento similar al de Petra, llegando incluso a perdonar la bromita—poco graciosa—que la pequeña peli azul le había jugado a Subaru no mucho antes en la proyección.

Pero...

Alguien notó un detalle.

Ese alguien fue Anastasia.

Y ese pequeño detalle, ignorado por todos los presentes... incluso por sus propias versiones en la visualización, le hizo palidecer notablemente. Un temblor sutil recorrió su espalda al considerar lo que podía significar.

El problema era...

"El dragón de tierra...", pensó, su mirada centrada en el carruaje donde yacía Julius, aún petrificado por la visión del Oso. Sin embargo, su atención no estaba en el caballero. No, lo que ella observaba era...

"Está demasiado tenso... claro, nadie podría culparlo, pero en una situación así... si él..."

Sus pensamientos se cortaron abruptamente, ahogados por una ansiedad creciente que trepaba como una serpiente por su garganta. Algo no cuadraba.

Y entonces, como si quisiera impedirle razonar más, la visualización continuó.

" Psst   psst   psst ".

Movió el dedo de un lado a otro mientras hacía ruidos para llamar su atención. Era casi como lo que haría una persona para consolar a un gatito.

Habría sido una imagen tierna si realmente hubiera sido un gatito al que se lo estuviera haciendo, pero con una feroz bestia demoníaca, era como una escena de una película de terror.

" Psst   psst   psst   psst ".

Siguió así, moviendo el dedo mientras hacía ruidos, y poco a poco la atención del oso Oiran pasó de ella a su dedo.

" Psst   psst   psst ...  pssst ".

Tras centrar su atención en su dedo, lo señaló hacia el lateral del carruaje

Tras centrar su atención en su dedo, lo señaló hacia el lateral del carruaje. Atraído por ello, el oso Oiran siguió la invitación de su dedo, dando lentamente un paso en esa dirección.

Cada vez más, el ambiente del Teatro se volvía ligero. Parecía como un golpe de esperanza, uno que, aunque había estado todo el tiempo a plena vista, recién ahora sus mentes lograban procesar.

Varios ya comenzaban a pensar en cómo Subaru y compañía podrían acercarse a la torre sin despertar a los Osos. Por lo menos el actual había sido repelido por Meili, lo cual era un alivio temporal... pero claro, aún quedaban muchos cabos por atar.

Mientras todos se sumían en sus propios pensamientos, el rostro de Anastasia se retorcía con cada segundo que pasaba. Sus cejas fruncidas, la tensión en su mandíbula, el constante apretar de sus dedos... todo empezaba a ser notorio, incluso para la propia Foxidna.

Foxidna: "Ana, estás muy tensa. ¿Notaste algo? Puedes decírmelo". Susurró la espíritu con un tono suave, casi maternal, aunque ella misma había vuelto a tensarse al ver la expresión desdeñada de su hija.

Anastasia: "Y-yo..." Estaba a punto de hablar, de advertirlo, pero...

Como si el mismísimo Teatro se burlara de sus intentos, las proyecciones avanzaron sin piedad, ignorando por completo sus temores.

"..."

"..."

"..."

Y lo que nadie sabía...

Era que muy pronto, todos los temores de Anastasia se cumplirían.

"-Ngh."

Subaru dejó escapar accidentalmente un pequeño suspiro de alivio cuando vio que empezaba a alejarse.

Emilia y Beatrice seguían congeladas, pero la tensión de sus ojos se iba disipando poco a poco. Si el que ya se había levantado se alejaba, entonces podrían discutir cómo tratar con el resto del campo.

Ni siquiera habían tenido tiempo de celebrar haber superado el tiempo de arena-.

Graaaaarrr !".

En ese momento, un gruñido bajo y atronador resonó por todo el campo.

Al igual que los protagonistas de la proyección, todo el elenco se tensó al instante. Era como si aquella sinfonía entre la calma y la tormenta no fuera más que una broma cruel tejida por el destino.

Garfiel: "¡¿P-pero qué carajos...?!". Gruñó con una mezcla de irritación y sorpresa, sintiendo cómo un nuevo nudo se formaba en su estómago.

Emilia: "¡¿Q-qué ocurrió?!". Soltó un grito ahogado, dominado por la preocupación. Su mano se aferró con más fuerza a la de su caballero, y sus labios comenzaron a temblar visiblemente.

Anastasia, con el ceño fruncido, apenas pudo tragar saliva.

"Tal como lo sospechaba...", pensó, sintiendo cómo la angustia le comprimía el pecho. "No puedo culpar a ese pobre dragón de tierra... Después de tanta tensión con esa maldita Mabestia, cualquiera estaría al límite... pero si por su estupidez Natsuki-kun ha de..."

El pensamiento se quebró. Un nudo le oprimió la garganta y la hizo respirar de forma entrecortada, como si el aire se negara a entrar por completo.

Todas las miradas, toda la atención, como atraída por un imán invisible, convergieron en una sola figura.

Joseph. El dragón de tierra encargado de tirar del carruaje del grupo... y, quizás, el mismo que podría provocar la primera  muerte de Subaru en las Dunas...

Ante una situación de emergencia repentina, era fácil que el corazón se rindiera. Eso se aplicaba a los humanos, por supuesto, pero también a los dragones de tierra, así que nadie podía culpar a Joseph.

"Mierda".

Cuando el rugido de Joseph rompió el silencio, el oso Oiran giró en esa dirección.

-No, no sólo  ése .

Todos los osos Oiran dormidos se despertaron también.

Con eso, si es que aún quedaba alguna esperanza, esta se hizo añicos. Los ruegos y deseos del elenco se estrellaron contra la realidad, mientras que en la pantalla, las inmensas figuras de cientos... no, miles de Osos Oiran comenzaban a alzarse uno por uno, en una macabra sinfonía de terror absoluto.

Rem, quien hasta ese momento había estado atrapada en un infernal vaivén emocional, se quedó completamente paralizada. Sus ojos no miraban a la inmensidad de bestias que emergían del campo floral que ahora parecía un cementerio de sueños. No... sus ojos estaban clavados en Subaru.

Esa pequeña y temblorosa figura, que apenas se mantenía en pie ante la abrumadora presencia de las Mabestias.

Quería ayudarlo.
Quería saltar a través de esa pantalla y salvarlo.
Quería que todo saliera bien.

Aún conservaba esa tonta y frágil esperanza infantil, como una niña que se aferra a su juguete favorito.

Pero sabía, lo sabía demasiado bien, que el mundo no era misericordioso. Ya se lo había demostrado. Una y otra vez.

Una y otra vez.

En un ciclo vicioso de muerte y dolor del que parecía imposible escapar.

Spica, quien yacía sobre el regazo de la criada de cabello azul, al principio no entendía la razón de tanta preocupación. Pero todo cambió en el instante en que el primer Oso se levantó, acercándose peligrosamente a su padre. Sintió un fugaz alivio cuando aquella niña de cabello azul oscuro logró ahuyentarlo.

Pero ahora... no era solo uno.
No, claro que no.
Eran miles.
Y todos ellos habían fijado sus ojos en su padre.

Gruñía. Los ojos cargados de ira.

Apretaba los dientes con tanta fuerza que estos comenzaban a rechinar, alimentando una furia que crecía con cada Mabestia que se sumaba a la cacería.

Por un instante, estuvo a punto de lanzarse contra la pantalla para salvar a su tonto padre, pero... se detuvo.

La expresión de impotencia en el rostro de su madre la golpeó con más fuerza que cualquier visión en la proyección. En lugar de actuar, se acurrucó contra el pecho de Rem, abrazándola con fuerza en un intento torpe pero sincero de consolarla.

Funcionó, un poco.

Y, aun así, ambas—madre e hija—mantenían la mirada fija en la pantalla.

Temblando.

El miedo y la rabia calaban en sus cuerpos con cada segundo que pasaba, como agujas invisibles que no dejaban de clavarse.

El campo se levantó de repente como uno solo, desatando un aullido salvaje. El aire se llenó de la fragancia nocivamente dulce de las flores, y el instinto asesino básico de los osos impregnó la zona mientras las bestias demoníacas cargaban contra el carruaje-.

"-¡Ya basta!".

Mana se formó rápidamente en una lanza de hielo antes de atravesar a una de las bestias demoníacas justo en la cara.

La cabeza de la lanza entró en su boca abierta,  aplastándole  la cabeza desde dentro y  congelándola  al mismo tiempo.

El oso Oiran se desplomó hacia atrás sin hacer ruido, muerto, derribando a varios de sus amigos hacia atrás con él.

"¡¡¡Corraaaaan!!!".

En cuanto se dio cuenta de que era el ataque preventivo de Emilia, Subaru gritó.

Respondiendo al instante, Julius hizo crujir violentamente las riendas, haciendo que el carruaje echara a correr. Y, naturalmente, Patrasche también empezó a esprintar.

El miedo calaba hasta lo más profundo del alma de cada uno de ellos.
Y sin embargo...

Si había algo que todos habían aprendido en ese Teatro, además del sufrimiento y la crueldad del mundo, era eso que Subaru les había enseñado con cada paso, con cada caída y cada regreso...

Spica: "¡P-pawre! ¡Wuee! ¡Wauuah...!" La pequeña rompió en llanto, con lágrimas asomando por la comisura de sus ojos. Su voz estaba cargada de tristeza... pero también de otra cosa.

Esperanza.

Las palabras de la ex Arzobispo, aún deformadas por su edad y emoción, eran casi inentendibles, más allá del tembloroso "padre" que escapó de sus labios. Y sin embargo, no hacía falta más.

Todos comprendieron perfectamente lo que quería transmitir esa niña:
Esperanza.

Esa fue siempre la llama que los mantuvo a flote.
La esperanza de un mañana distinto.
La esperanza de redimir sus errores.
La esperanza de volver a ver a Subaru sonreír.
La esperanza de que ese testarudo pelinegro volviera a levantarse una vez más.

Y por eso, una a una, las voces comenzaron a elevarse:

"¡¡Tú puedes, Capitán!!"

"¡¡Sigue adelante, Natsuki-san!!"

"¡¡Pelea, Subaru-dono!!"

"¡¡Si te mueres, te juro que te mato yo misma, Barusu!!"

"¡¡Dale con todo, mini jefe!!"

Con cada segundo que pasaba, más y más ovaciones surgían desde sus asientos.
Una corriente de aliento, tan fuerte como desesperada.
Un grito colectivo nacido de un solo sentimiento en común:
Esperanza.

Aquello era lo único que ese maldito lugar aún no había logrado romper.
Lo único en lo que podían apoyarse desde la distancia.
Y también...
Lo único que Subaru más necesitaba en ese momento.

Pasaron volando junto a las bestias demoníacas que permanecían inmóviles por la conmoción y cargaron a través del campo de flores. Y un compás después, la turba de bestias demoníacas empezó a correr tras ellos.

"¡Ya vienen, ya vienen, ya vienen, ya vienen, ya vienen!".

A su alrededor, el enorme campo de flores se abría hacia atrás, desprendiendo un dulce aroma mientras las feroces bestias demoníacas presionaban hacia ellos. Surgían por todas partes,  de todas  partes.

En el extremo de sus largos brazos, era como si llevaran guantes de cactus de pesadilla. Si tenían la misma fuerza que un oso, era fácil imaginar la asquerosa y sangrienta pulpa que quedaría si les cayera un solo ataque de aquellos.

Por muy robusto que fuera el carruaje, no sería capaz de resistir si  impactaba  un golpe como ese...

"¡Ey! ¡Ya! ¡Sí!  Túuuu ... ¡dales!"

En algún momento, Emilia había saltado al techo del carruaje y estaba balanceando ambos brazos, creando innumerables cuchillas de hielo para mantener a raya los salvajes ataques de las bestias demoníacas.

La danza azulada de luz causó una muerte hermosa pero cruel a las bestias demoníacas, creando un poco de espacio alrededor del carruaje.

Whoooooa ! ¡Esa es mi Emilia-tan! Me estoy enamorando de nuevo".

Con la mano en el corazón, el elenco observaba en completo silencio.

La escena frente a ellos era un caos absoluto: Mabestias lanzándose una tras otra, sin descanso, en una coreografía de pesadilla.

Todos compartían el mismo sentimiento: una mezcla de adrenalina, temor y esperanza, reflejo del torbellino que seguramente sentía el propio grupo dentro de la proyección. Todo sucedía demasiado rápido.

Demasiado frenético como para articular una palabra.
Pero tampoco hacía falta.
No en ese momento.

Lo único que podían hacer era apoyar.

Aunque fuera desde esa sala apartada del mundo real...
Apoyar a ese testarudo pelinegro que jamás se rendía,
ni siquiera cuando era arrojado al infierno una y otra vez,
ni siquiera ahora, enfrentándose a un ejército de horrores salidos de las más retorcidas pesadillas.

Al compás de la batalla, los espectadores contenían el aliento.
Sus corazones palpitaban al unísono.
Sus manos temblaban.
Sus ojos ardían.
Y aunque sus labios no emitieran palabra, sus almas gritaban por dentro.

Porque al final, eso era todo lo que les quedaba.
Todo lo que podían ofrecer.
Apoyo silencioso desde las sombras.
Porque eso eran ahora: meros espectadores de su propia historia.

Obligados a mirar...
Obligados a esperar...
Obligados a creer.

"Pareces muy sereno, Barusu. Si no quieres morir, será mejor que corras como si tu vida dependiera de ello".

"Obviamente... ¡Espera, Ram!".

Subaru se emocionó ante la lucha de Emilia, pero una voz fría le devolvió a la tierra. Al mirar, vio que el conductor del carruaje había pasado de Julius a Ram.

Su agotamiento por usar la clarividencia aún era evidente en su rostro, pero no afectó a su manejo de las riendas.

Ram: "¡Barusu, deja de ser tan despreocupado por un segundo! ¡Y aunque sé que mi hermosa figura atrae las miradas de los pervertidos, fija de una vez tu maldita vista al frente!". Gritó con las pupilas ligeramente desorbitadas, arrastrada por la tensión del momento.

Pero más allá del sarcasmo, su voz temblaba por algo más profundo: una preocupación sincera por la estupidez suicida de su hermano menor.

A su comentario lo siguieron varios asentimientos silenciosos.
Todos compartían ese mismo sentimiento: desesperación.
Ese no era el momento para distracciones, ni para bromas, ni para gestos impulsivos.

No cuando su mundo entero estaba pendiendo de un hilo.

Dejando la conducción en manos de ella, Julius había desenvainado su espada y se había situado a un lado del carruaje, acuchillando con destreza a cualquier bestia demoníaca que osara acercarse.

"No puedo permitir que Lady Emilia lleve sola esta carga".

Sintiendo los ojos de Subaru, Julius respondió con gracia y refinamiento. Mientras tanto, su espada de caballero destellaba con destreza, atravesando los brazos y los rostros de varias bestias demoníacas diferentes, afeitando su capacidad de lucha.

Empujando con fuerza a otra que cargó contra él, hubo un destello cuando su espada se clavó directamente en su cabeza, destruyendo su cerebro.

Movimiento mínimo para un efecto máximo. El epítome de la mejor esgrima.

El tan aclamado Mejor Caballero se llevó una mano al pecho, apretando los labios con tal fuerza que una fina línea de sangre descendió por la comisura de sus labios. Pero no le importaba.

Ni lo sintió.

Toda su atención estaba fija en la figura que se proyectaba en la pantalla: su otra versión, su otro yo.

"Por favor... no falles otra vez...", el pensamiento resonó en su mente mientras una gota de sudor le bajaba por el costado. Su mano temblaba ligeramente, contenida apenas por la adrenalina que disparaba cada escena de aquella batalla infernal.

¿Esa era su oportunidad?
¿La posibilidad de redimirse?
¿De ser útil por una vez...?

¿De no volver a caer tan patéticamente como en Priestella?

No...
No, ese pensamiento era estúpido.

¿Realmente creía que podía justificar todos sus fracasos con un solo acto?

¿Acaso pensaba que una victoria borraría cada error, cada silencio, cada momento en que no fue suficiente?

La idea le revolvía el estómago.
Le repugnaba.

Tenía que hacer mucho más.
Mucho más para compensar cada falla.
Cada herida que no evitó.
Cada muerte que no impidió.

Y, claro... eso, si no volvía a fallar aquí también.

"¡Maldita sea! ¡No voy a perder ahora! ¡¿Estás listo, Beako?!".

"¡Naturalmente! No te vas a quedar sin gasolina, ¿verdad, Suba...  ru ?!".

Subaru sujetaba las riendas con una mano mientras levantaba a Beatrice con la otra, poniéndola de pie sobre el lomo de Patrasche.

Se cogieron de las manos, y Subaru sintió que algo ardiente brotaba en la boca de su estómago-.

"¡Minya!".

Un cristal púrpura apareció con su lanzamiento, apuntando a una bestia demoníaca que bloqueaba el camino de Patrasche.

Alineó el blanco, aceleró durante un breve instante, y entonces impactó. Golpeada por la flecha púrpura, la bestia demoníaca retrocedió mientras su cabeza se cristalizaba y luego se hacía añicos como el cristal.

Los ojos de Beatrice brillaban con esperanza y emoción mientras observaba cómo ella y su contratista luchaban codo a codo, exactamente como lo habían practicado tantas veces.

Un golpe de nostalgia la atravesó al instante.

Recordó los arduos entrenamientos, las incontables horas dedicadas a perfeccionar cada hechizo, cada movimiento. Recordó cómo se apoyaban mutuamente, día tras día, creciendo juntos.

Y ahora... ver el fruto de todo ese esfuerzo manifestarse tan perfectamente en la proyección... le llenaba el pecho de una dicha cálida.

Él era su contratista.
Y ella, su espíritu.

Una conexión única, imposible de replicar con nadie más.

Pero como si en aquel Teatro la felicidad fuera un pecado, la imagen de su mayor fracaso se coló en su mente como un fuego cruel.

Priestella.

Cuando no logró proteger a Subaru del Arzobispo de la Ira.

No una vez.
Ni dos.
Sino tres.

Y en el bucle ganador...
Él lo había logrado, sí.
Pero al precio de casi perder una pierna.

Su ceño se frunció, y bajó la mirada, clavándola en sus propios pies como si le pesaran toneladas.

Desprecio.
Autorreproche.
Una vez más, se repitió que debía ser mejor. Que tenía que dejar de ser tan... inútil.

Y aun así...

Era extraño. Incluso egoísta, quizás.
Pero al verse junto a Subaru en esa batalla, luchando como uno solo, no podía evitar sentir una dicha que no experimentaba desde hacía siglos.

Algo tan profundo que ni el dolor ni la culpa podían apagar.

Alzó la mirada.

Y entonces, sin contenerlo, volvió a animarlo con una voz decidida y una mirada firme.

Decidida a mejorar.
A protegerlo.
A no volver a fallar.

Decidida a cambiar un futuro trágico por uno donde su querido contratista, al fin, pudiera tener su final feliz.

"¡Muy bien, Beako!".

"¡Pero no puedo disparar imprudentemente! Tenemos que manejarlo con cuidado... ¡Minya!".

"¡¿Qué pasó con la gestión cuidadosa?!".

La capacidad de Beatrice para seguir luchando dependía del suministro de maná de Subaru. Y por desgracia, el maná de Subaru era una gota de agua en comparación con el número de bestias demoníacas a las que se enfrentaban.

La capacidad de afinación de Beatrice era de primera, pero cada disparo seguía  mermando  el espíritu de Subaru.

Emilia, Julius, Subaru y Beatrice estaban luchando la buena batalla, y desencadenados por ese-

"¡Ugh! ¡Arrgh! Este era mi as bajo la manga!".

Mientras las ovaciones y palabras de aliento inundaban la sala, animando con todo su corazón al grupo proyectado en la pantalla, una voz inesperada los sacó, de golpe, de aquella montaña rusa de emociones.

Casi la habían olvidado por la intensidad del momento...
Pero claro, en un viaje tan problemático como ese, ella era una pieza fundamental.

Meili.

Aunque todos conocían su increíble habilidad para controlar Mabestias, ninguno tenía claro cómo podría ser útil ante una cantidad tan monstruosa de ellas.

Sí, era capaz de domar casi cualquier criatura... pero en un campo de batalla tan frenético, la duda era comprensible.

Incluso la Meili del Teatro frunció el ceño, algo desconcertada, intentando adivinar cuál sería ese supuesto "as bajo la manga" que su otra versión había mencionado momentos atrás.

Se rascó la barbilla, murmurando para sí mientras la proyección se reanudaba.
Y entonces... su expresión cambió.
Un leve temblor recorrió su cuerpo.
Una pequeña gota de sudor resbaló por su mejilla.

Meili: "Bueno... ¿Al menos va a funcionar, no? Espero que no empiecen con preguntas incómodas..." Murmuró con voz baja, nerviosa, como si no quisiera que nadie más la escuchara. Pero el temblor en su tono no pasó desapercibido.

Petra, sentada a su lado, notó la tensión en su cuerpo. Estuvo a punto de preguntar algo, de buscarle los ojos...

Pero entonces lo vio.

Y como si una ola helada les recorriera la espalda, todo el Teatro quedó en absoluto silencio, con la boca abierta de par en par.

Su arma definitiva, que había permanecido en silencio hasta entonces, finalmente se levantó y dio un pisotón en el carruaje con la cara roja.

Meili, mirando a las bestias demoníacas que se negaban a  obedecerla , extendió la palma de la mano.

"¡Aquí tienen un castigo para los niños malos! Ven, gusano de arena!".

Sonaron como las palabras de un niño enfurruñado que busca pelea, pero en respuesta, hubo una tremenda fuerza que sacudió el suelo bajo los osos Oiran.

La arena brotó del suelo mientras el enorme gusano de arena levantaba la cabeza.

" Raaarghhh !".

Al ver la colosal figura del gusano de arena alzarse en la pantalla, todos los presentes se giraron al unísono, dirigiendo sus miradas hacia la pequeña niña que, sin duda, era la principal protagonista de esa increíble —aunque aterradora— escena.

Meili se encogió en su asiento, dejando caer los hombros mientras sentía cómo las miradas se le clavaban como agujas. El escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Meili: "E-ehehe... ¿N-no les gustó el gusanito...?" Preguntó con una risita nerviosa, apartando la mirada con el rostro arrugado de vergüenza.

Pero, para su sorpresa, no recibió ni insultos, ni burlas, ni acusaciones.

En cambio...

"¡Eso fue genial, enana!"

"Un movimiento inesperado, pero eficaz en todo el sentido de la palabra."

"Veo que hasta los plebeyos como tú pueden ser útiles. Como es debido, mi divina imagen te lo reconoce."

"¡Eso no me lo esperaba para nada! Me recordó a mi enfrentamiento contra Gula."

"¿Enfrentamiento? Fue una completa humillación, comerciante de pacotilla."

"¡Oye!"

"¡Meili-chan, eres grandiosa!"

Las voces crecían una tras otra, como una oleada de elogios que hicieron enrojecer aún más a la ex asesina. Meili se tapó la cara con ambas manos y se acurrucó sobre sí misma en su asiento, totalmente abrumada.

Petra, con una sonrisa cálida, le dio unas suaves palmadas en la cabeza, provocando que la pequeña se encogiera aún más, como si fuera a desaparecer.

Pero no era solo vergüenza lo que sentía.

Era miedo.

Mientras todos se emocionaban con la imagen heroica de su yo alterna invocando un gusano gigante para salvar al grupo...
ella sabía que no era tan simple.

Tenía una idea muy distinta del porqué esa Meili había traído a esa criatura, y por qué lo había ocultado tanto tiempo.

"Esa yo... lo más probable es que aún le guarde rencor a 'él' y a su grupo...", pensó, bajando la cabeza. "Así que no sería raro que yo... que esa versión de mí... tenga otros planes una vez que superen a los Osos Oiran..."

Y lo que imaginaba como siguiente escenario...

Era todo menos agradable.

"¡No puede ser!".

Hubo un hedor espantoso mientras se elevaba en el aire y se  tragaba  varios osos Oiran. La visión de cómo los masticaba y luego devoraba una docena más con sólo retorcer su cuerpo era impresionante.

"¡Vamoooos,  gusano  de arena!  Aplástalos  a todos!".

"Espera, ¡¿en serio?! ¡¿En serio?! ¡¿En serio?! ¡¿De verdad?!".

El cuerpo gigante del gusano de arena cayó de golpe, aplastando a una docena de osos Oiran bajo él mientras la arena, el aroma de las flores y la agonía llenaban el aire.

Los osos Oiran no eran pequeños, pero no eran nada comparados con un gusano de arena de veinte metros de largo. Y las sorpresas no acabaron ahí. Meili dio una palmada, y se produjeron erupciones de arena una tras otra desde múltiples puntos diferentes.

Eran más pequeñas que la primera, pero la adición de seis gusanos de arena más como refuerzos seguía siendo dramática.

Fue como un choque de titanes cuando el campo de batalla lleno de magia y bestias demoníacas empezó a extenderse a su alrededor.

Al compás de la frenética escena en la pantalla, varios miembros del elenco se habían puesto de pie, alzando los puños al cielo en una ovación coordinada, coreando con fuerza y entusiasmo en apoyo al grupo... y, sobre todo, al infame pelinegro que se rehusaba a caer.

Garfiel tenía ambos brazos en alto, y en uno de ellos sostenía a la pequeña Mimi, quien gritaba a todo pulmón palabras de ánimo, con la emoción brillando en sus ojos.

Otto y Frederica, tomados de la mano, no podían quedarse quietos: daban pequeños saltos mientras agitaban los brazos, reaccionando con cada locura que se desataba en la proyección.

Emilia, aún aferrada a la mano de su querido caballero, se había levantado también, gritando con fuerza su apoyo, como si sus palabras pudieran atravesar la pantalla y alcanzar a Subaru.

Anastasia, con una sonrisa suave, alzó a Beatrice en brazos. Al principio, la pequeña se resistió, soltando pataditas y refunfuños, pero al dejarse arrastrar por la emoción, acabó gritando también su apoyo junto a la princesa comerciante.

Wilhelm, por su parte, tenía los ojos iluminados. Admiraba profundamente la mejora de Subaru: una evolución brutal desde aquel muchacho torpe de la Capital. Lo que veía ahora era un auténtico guerrero, uno que aún con miedo... seguía avanzando.

Reinhard había levantado a Felt, sentándola sobre sus hombros a modo de caballito. Ella alzaba los puños al cielo y daba gritos de aliento con un entusiasmo que contagiaba. El joven pelirrojo no pudo hacer más que sonreír con orgullo ante la efusividad de su Dama.

Priscilla, por su parte, no se rebajó a los gestos ruidosos de los "plebeyos", pero reconoció que una escena tan frenética merecía su aprobación divina. Alzó su abanico con elegancia, agitándolo con una refinada seña de guerra.

Al y Ricardo se unieron en un coro poderoso, gritando a todo pulmón.

Petra, contagiada por la emoción colectiva, tomó por sorpresa a Meili, cargándola como a una princesa. El profundo sonrojo de la ex asesina no detuvo a Petra, que comenzó a saltar con ella en brazos, sin darse cuenta del efecto que causaba. Avergonzada pero enternecida, Meili terminó por sonreír tímidamente, imitando el gesto de su amiga.

Crusch intentó mantener una compostura más serena... pero el rugido de Ricardo y su grupo la arrastró a unirse a un coro enérgico de vítores, dejando atrás toda solemnidad.

Rem, cargando a Spica sobre su hombro, se sumó a la emoción colectiva con sus propios gritos de aliento. Avanzó entre la multitud hasta llegar al asiento de Ram, y sin mucha ceremonia la arrastró consigo. Aunque Ram parecía reacia, Rem notó algo en su rostro... una chispa de emoción que no lograba esconder.

La atmósfera se volvió eléctrica.
El Teatro entero vibraba al ritmo de los corazones esperanzados.
Subaru, junto a sus aliados, se abría paso hacia la Torre: las Mabestias de Meili, la magia de Emilia, la espada de Julius... Los Osos Oiran caían como moscas.
Y con cada segundo, la esperanza crecía.
Cada vez más cerca.
Cada vez más posible.

Pero claro...

Todo lo que sube, tiene que caer.

Y ese Teatro ya les había enseñado, una y otra vez...
que lo harían de la peor manera posible.

La magia de Emilia y Beatrice, la espada de Julius y el poder de Meili les abrieron un camino y cargaban directamente a través del campo de flores: la torre estaba cada vez más cerca.

"¡Sólo un poco más! Si empujamos directamente hacia la torre así..."

No había forma de que los osos oiran se rindieran en ese momento, pero si podían cambiar algo la situación, quizá fuera posible idear un plan para escapar.

Creyendo en esa posibilidad, Subaru llamó a sus camaradas tan alto como pudo. Sólo un poco más. Sólo un poco más. Su objetivo, la Atalaya de las Pléyades, estaba ante sus ojos-.

"..."

De repente, las pupilas de Subaru se estrecharon.

Había una débil sensación de algo apagado. Era luz. En algún lugar en medio de la torre, parecía que algo brillaba.

Al instante, todos se callaron.

Las voces se apagaron como si el mismo Teatro les hubiese arrancado el aliento.

Una luz, brillante y desconcertante, comenzó a formarse en lo alto de la Atalaya.
Un punto luminoso, vibrante...
Antinatural.

Uno a uno, los presentes ladearon la cabeza, con expresión inquisitiva.
Pero no era simple curiosidad.
Era instinto.

Ese tipo de luz no presagiaba nada bueno.
Ese tipo de aparición solo significaba una cosa en ese maldito lugar.

Un nuevo factor.

Inesperado.

Destructivo...

No podían estar más en lo cierto.

"¿Qué...?"

Pero no llegó a terminar su pregunta.

Una luz atravesó el cielo, golpeando de lleno la cabeza de Subaru. En un instante, Subaru Natsuki fue vaporizado desde el cuello hacia arriba, y su conciencia se borró sin ni siquiera un momento para pensar.

 En un instante, Subaru Natsuki fue vaporizado desde el cuello hacia arriba, y su conciencia se borró sin ni siquiera un momento para pensar

La emoción en el Teatro se desvaneció al instante. Todo ocurrió tan rápido...
Que ni siquiera tuvieron tiempo de procesarlo.

En un solo parpadeo, todo se había ido al carajo.

La cabeza de Subaru fue fulminada por esa misma luz.
Sin previo aviso.
Sin una última palabra.
Sin oportunidad de reacción.

Y entonces...

Silencio.

Un silencio tan denso que parecía tragarse el mundo.

Los ojos de varios se abrieron como platos.
Otros se retorcieron en muecas de puro dolor.
Querían gritar.
Querían sollozar.
Pero no podían.

Todo había sido tan inmediato, tan cruel, tan injusto...
que incluso las lágrimas parecían tardar en salir.

Fue como si el aire hubiese desaparecido.
Como si el corazón se les hubiera detenido en seco.
Los pulmones vacíos.
Los cuerpos rígidos.
Las pupilas, dilatadas por el horror.

Pero antes de que alguien pudiera decir algo...
Antes de que uno solo de ellos pudiera alzar la voz al cielo y maldecir esa injusticia...
La maldita escena continuó.

Sin darles tiempo para reaccionar.
Sin darles tiempo para respirar.
Sin darles tiempo para nada.

-No hubo nadie capaz de gritar en ese instante de terrible espectáculo. Porque todos los que lo vieron, todos los que empezaron a gritar, también fueron vaporizados de la misma manera.

Habiendo perdido la cabeza, los dragones de tierra se desplomaron en el suelo y el carruaje cayó de costado.

Las arenas secas del desierto bebieron ávidamente los ríos de sangre hasta que no quedó nada.

Y finalmente, lentamente, los granos de arena se lo tragaron todo, arrastrándolo hacia las profundidades del desierto,  ocultándolo  todo a la vista.

Ni siquiera las flores ensangrentadas quedaron como prueba de su viaje.

Todo se lo llevó la arena.

-El grupo quedó completamente aniquilado.

FIN DEL CAPÍTULO: 4 ¡VENCE EL TIEMPO DE ARENA!

La pantalla se apagó.

El silencio que le siguió fue tan absoluto que ni siquiera parecía real. Como si el Teatro entero hubiese dejado de existir.

Nadie hablaba.
Nadie respiraba.
Solo existía el eco del vacío.

Una luz.
Una sola maldita luz.
Había bastado para borrar a todo el grupo en menos de cinco miserables segundos.

No hubo gritos finales.
No hubo despedidas.
Ni siquiera un intento de resistir.

Algunos sintieron cómo las lágrimas caían por sus mejillas sin que pudieran hacer nada por detenerlas. No eran suaves ni limpias. Eran tormentas. Desbordes de un dolor que no sabían cómo contener. No había orden, ni consuelo, solo la muestra cruda del sufrimiento que esas proyecciones les obligaban a cargar.

Garfiel cayó como peso muerto sobre su asiento. Su rostro era una mezcla furiosa de impotencia y rabia. Los dientes apretados chirriaban entre sí en un sonido tan intenso que Mimi, aún encogida en su brazo, se tapó los oídos con fuerza.

Pero ni eso la protegía del dolor.

La pequeña demi humana lloraba con una expresión deshecha, los labios temblando y los ojos cerrados con fuerza. "Al menos fue rápido... al menos el mini jefe no sufrió... al menos fue rápido...", se repetía una y otra vez en su mente.

Pero esas palabras no la calmaban.
Solo la rompían más.

Ricardo tenía una expresión que nadie pudo leer. Ni enojo, ni tristeza, ni paz.
Solo... vacío.

Cayó sobre un asiento que ni siquiera era el suyo, como si no pudiera cargar con su propio cuerpo. Cerró los ojos y apretó los dientes con fuerza.
No era la primera vez que veía morir a su amigo.
Pero dolía como si lo fuera.

A su lado, Al simplemente bajó la cabeza.

No lloraba.
No hablaba.
Y lo más inquietante...

No parecía tan sorprendido.

Roswaal y Priscilla, entre los pocos que mantenían la compostura, no dejaron escapar más que un puño cerrado y una maldición silenciosa.

Pero incluso ellos... estaban al borde.

Y entonces...

Emilia colapsó.

Se dejó caer, como si sus piernas ya no pudieran sostenerla. Su rostro era un mapa de lágrimas descontroladas. Cada sollozo era más fuerte que el anterior.
Se abrazó el pecho con fuerza, tratando de contener un dolor que no tenía forma.
Como si el corazón se le estuviera desgarrando desde dentro.

Emilia:" ¿Por qué...?". Balbuceó entre gemidos. "¿Por qué... no puedo... hacer nada...?"
Sus dedos se aferraban a su vestido como si eso pudiera mantenerla en una sola pieza.
"¿Soy tan inútil...? ¿Otra vez... otra vez...?"

No hubo respuesta.

Anastasia y Beatrice cayeron juntas en un mismo asiento, con la mirada perdida.
Ninguna de las dos podía hablar.
Ni siquiera la astuta comerciante fue capaz de encontrarle lógica a lo ocurrido.

Una luz, que ni siquiera existía un instante antes, había barrido todo.

Así de simple.

Así de cruel.

Beatrice se cubrió el rostro con ambas manos, temblando. Las lágrimas se filtraban entre sus dedos.
Sus ojeras estaban más marcadas que nunca.
Su cuerpo, tan pequeño, se encogía como si quisiera desaparecer.

La imagen del rostro de su contratista... ese instante en que fue pulverizado sin previo aviso...
volvía una y otra vez.

Lo peor no fue su muerte.
Lo peor fue que nadie tuvo tiempo de llorarlo.
Nadie pudo siquiera decir su nombre.

Porque la luz no solo había matado a Subaru.

Había exterminado a todos los que lo acompañaban.

Julius se dejó caer, el rostro cubierto por una sombra rota.

Su expresión ya no guardaba rastro alguno de esa compostura perfecta con la que siempre se mostraba ante el mundo.
Su rostro se retorcía en una mueca que hablaba de desesperación, culpa... y cansancio.

Tenía ojeras marcadas, ojos apagados y los labios apretados con tanta fuerza que la sangre brotaba nuevamente por la comisura de sus labios.

Pero no le importaba.

En su mente, una y otra vez, veía la escena:

Subaru muriendo.
Su Dama cayendo.
Y él... otra vez, inútil.
Muriendo también.

"Un caballero de pacotilla...", pensó con un desprecio tan profundo que casi se sintió nauseabundo.

Ya no le sorprendía fallar.
Ya no se asombraba de su propia incapacidad.
Pero eso no hacía que doliera menos.
Al contrario...
Solo lo odiaba más.

Wilhelm no pronunció palabra.
Pero su alma rugía.

Apretó el puño con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
Una furia muda, encadenada al vacío.

Esa muerte... esa última escena...
le dolió más que cualquiera de las anteriores.

No solo mató a Subaru.
Pisoteó sus esperanzas.
Se burló de sus deseos.
Ignoró sus oraciones.

Y, como si fuera poco, lo hizo en ese campo floral.

Ese lugar donde una vez recordó sonreír.

Donde sintió, por un segundo, que el mundo podía ser amable.
Y ahora... ese sitio se había convertido en una tumba cruel.

Félix fue azotado por el shock como si lo hubiesen arrojado al abismo.

Se quedó paralizado, sin moverse, sin decir nada.
Solo estaba ahí.
Un muñeco roto sobre su asiento.

Pero su rostro...
era un poema de tristeza.

Aunque no gritaba, aunque no sollozaba...
las lágrimas bajaban en silencio, como ríos que se negaban a detenerse.

Su rostro parecía inexpresivo,
pero no había máscara que pudiera esconder esos ojos.
Cansados.
Oscuros.
Hundidos.

Tan llenos de dolor...
que cualquiera que lo viera no habría podido evitar sentir pena.

Felt se aferraba con fuerza al hombro de su caballero, mientras las lágrimas le resbalaban por las mejillas en silencio.

No era de llorar.

No era de quebrarse tan fácil.

Pero incluso alguien como ella... incluso una chica forjada entre gritos, golpes y calles rotas...
tenía un límite.

Felt:" Tch... mierda..." Susurró con la voz temblorosa, apretando los dientes para que no se le quebrara más el rostro.

Todo había pasado demasiado rápido.
Ni siquiera tuvo tiempo de mentalizarse.
Una maldita luz y ¡puf!, Subaru estaba muerto.
Todos estaban muertos.

Su pecho ardía de rabia.

No por debilidad, sino por impotencia.
Porque no podía hacer nada.
Y odiaba no poder hacer nada.

Reinhardt, con gesto tranquilo pero ojos profundamente turbios, acariciaba con ternura la cabeza de su Dama. Sus dedos eran suaves, pero su mirada... era de acero.

Él había visto más de lo que cualquiera podría sospechar.

Cuando la luz se disparó, algo en él reaccionó al instante.
Su instinto le permitió ver más allá del destello.
Y ahí estaba...
una figura.

Una mujer.
De aspecto no mayor a 25 años.
De piel clara, cuerpo esbelto, y vestida apenas con unas pocas prendas.
Cubierta por una capa negra que flotaba como una sombra propia.
Cabello castaño...
Su sola presencia... era como si el mismo infierno hubiese abierto los ojos.

No logró verle el rostro.
Ni su expresión.
Pero no necesitaba más para comprender:

No fue una luz.
Fue un asesinato.

Un ataque premeditado.
Alguien... lo mató.

El peso de ese descubrimiento cayó sobre él como una losa.
Porque si había una voluntad tras ese disparo...
entonces no era el destino el culpable.
Era alguien.
Y lo haría otra vez.

En otro rincón del Teatro, Petra y Meili se abrazaban.

No decían nada.
No necesitaban decir nada.

Las dos sabían lo que esa muerte significaba.
No era solo la pérdida de Subaru.
Era la confirmación brutal de que el bucle se reiniciaría.
De que él volvería a sufrir.
Una y otra vez.
Hasta morir.
Otra vez.

Petra hundió su rostro en el cabello de Meili, sus lágrimas se mezclaban con las de la ex asesina, quien tenía los puños apretados y el rostro presionado contra el cuello de su amiga.

Ambas sabían que el dolor solo aumentaría.
Pero también sabían que Subaru no estaría solo.
No mientras ellas estuvieran allí.

Ram se desplomó derrotada sobre su asiento, con el rostro desprovisto de toda fuerza, como si el alma se le hubiera desbordado por los ojos.

Una vez más, había fracasado.

Otra vez había sido una inútil.

Su cuerpo temblaba, y ni siquiera se molestó en disimularlo.

Las palabras que tantas veces usó para escudar su orgullo ahora se sentían vacías, huecas, absurdas. Ella solo servía para ser una bocazas... para burlarse, para resoplar con desdén... pero cuando llegaba el momento de verdad, cuando más la necesitaban, cuando debía ser más que una lengua afilada, lo único que lograba era hundirse.

Hacía poco o nada.

No le importaba estar desgastada por su clarividencia, no le importaba que esa luz fuese incontrolable, ni que el Teatro les jugara con reglas crueles e imposibles.

Todo eso daba igual. En ese instante, lo único que le atravesaba la mente con aguijones dolorosos era una imagen ineludible:

Subaru... su pobre hermano menor... tendría que volver a cruzar las puertas del infierno. Solo. Otra vez.

Ram: "Barusu..." Murmuró con voz quebrada, hundiendo el rostro entre sus manos, negándose a llorar... pero sintiendo el pecho apretado como si una garra invisible lo estuviera desgarrando desde dentro.

No muy lejos de allí, Rem sollozaba en silencio. Sus hombros se estremecían en un vaivén contenido, como si temiera romperse por completo con el más leve movimiento.

Su expresión, torcida por un dolor que no sabía cómo contener, era un espejo de su alma en ruinas.

Tenía las manos crispadas sobre su regazo, tan tensas que los nudillos se le tornaron blancos.

Su respiración era errática.

Su rostro demacrado.

No importaba cuántas veces lo viera, cuántas veces esperara un desenlace distinto.

Ver a Subaru volver a caer... era como si su corazón se partiera una y otra vez, sin forma de repararse.

El silencio alrededor suyo era ensordecedor. Solo el murmullo apenas audible de sus lágrimas rodando por sus mejillas quedaba como testigo.

"¿Por qué... tiene que ser él siempre...?", pensó con desesperación, mordiéndose el labio hasta hacerlo sangrar.

Ya no quedaban bromas.

Ya no quedaban juegos.

Ya habían cruzado el purgatorio... y ahora, era hora de volver al infierno.

Y él iría solo, otra vez.

Mientras ellas, impotentes, lo veían ser tragado por la oscuridad.

Parecía que todos iban a romperse... pero, debido a la repetida experiencia de ver a su querido amigo morir una y otra vez, lograron sobrellevar la carga. Se calmaron en cuestión de minutos. Parecía que al fin todos estarían listos para continuar viendo esas infernales proyecciones...

Hasta que una voz resonó.

O mejor dicho... un sonido.
Un grito.

Un llanto desgarrador, cargado del dolor más puro.

Uno que se había contenido por demasiado tiempo.

La autora de ese lamento fue...

Spica.

Spica: "¡¡¡PAWRE, NOOOO, NO, NO, NO, NOOOO!!!". Gritó con todas sus fuerzas, su garganta rasgándose con cada palabra, mientras su rostro se retorcía por el sufrimiento más visceral.

Era un dolor salvaje, incontrolable, el grito de una niña que acababa de ver cómo su figura más querida desaparecía ante sus ojos... y no podía hacer nada para evitarlo.

Su rostro, empapado en lágrimas, reflejaba una pérdida absoluta.

Trató de lanzarse hacia la pantalla con desesperación, pero Rem la detuvo justo a tiempo, envolviéndola entre sus brazos. Sin embargo, Spica no escuchaba. Su mente estaba en otro lugar, en una pesadilla de la que no podía despertar, reviviendo una y otra vez la imagen de Subaru cayendo, silenciado por algo tan brutal como impensable.

Spica: "¡¡¡NOOO... BUAAH... P-PAWRE...!!!" Sollozó una y otra vez, agitando su cuerpo para intentar soltarse, queriendo con todo su ser correr hacia esa pantalla y traerlo de vuelta.

Cada segundo la hacía recordar todos esos momentos de cariño, de juegos, de consuelo, que había vivido junto a él. Cada uno, ahora teñido de desesperanza.

Su cuerpo temblaba, su voz se volvía ronca y rota. Su cabello rubio, antes perfectamente arreglado, caía en mechones al frente de su rostro manchado por las lágrimas.

Ya no quedaba nada de la niña alegre y risueña que había entrado a ese Teatro. Solo quedaba una sombra de ella, quebrada por dentro.

Rem la sostuvo con fuerza, acariciándole el cabello en un intento por calmarla, pero su propio llanto se sumó al de su hija.

El ver a Spica así le rompía el corazón. No podía hacer nada para aliviar ese sufrimiento, porque también lo compartía.

Spica luchó contra el agarre de su madre durante lo que pareció una eternidad, hasta que el agotamiento la venció.

Su cuerpecito cayó rendido sobre el regazo de Rem, dormida no por calma, sino por puro colapso emocional.

Rem la sostuvo con ternura, pero no pudo evitar que sus lágrimas volvieran a brotar.

Y entonces, como si ese dolor se propagara como una ola imparable, el resto del elenco —quienes ya se habían recompuesto— volvieron a llorar.

Algunos en silencio, otros con los ojos rojos e hinchados, otros simplemente observando a la niña con una mezcla de pena, impotencia y profunda compasión.

Aunque varios aún sentían cierta reticencia hacia ella por su pasado como Arzobispo, ahora... ya no podían verla como tal.

Ahora solo veían a Spica,
la niña que había perdido a su padre.
La niña que, en ese mismo instante, había perdido una parte de sí misma.

El llanto siguió, tenue pero constante.
El Teatro había vuelto a teñirse de tristeza.

Esto continuó por varios minutos más, hasta que una voz familiar rompió la densa atmósfera que pesaba sobre el Teatro.

"¡Hola, hola, mis pequeñas marionetas! ¿Qué tal estuvo este episodio? Yo diría que perdí la cabeza con esa última escena, ¡Jajajajaja!".

La molesta voz de Fomalhaut resonó como un puñal entre los ánimos ya destrozados del elenco. Todos quisieron gritarle, insultarlo, reclamarle su burla, su falta de tacto, su sadismo... pero nadie lo hizo. No porque no quisieran.

Sino porque no podían.

La energía se les había drenado, sus gargantas secas, sus cuerpos exhaustos. Gritar no valía la pena. Reclamar tampoco. Ya no tenían fuerzas ni siquiera para odiarlo con la misma intensidad de antes.

"¡¿Qué pasa?! ¿Se las comió la lengua el escorpión? Jejeje... No se preocupen, si no entendieron eso último, lo harán más adelante. Soy muuuy paciente con estas cosas".

Se burló con su voz cantarina, cargada de una energía repulsivamente alegre. Como si lo que acababan de ver fuera una simple broma para su deleite personal. Como si su dolor, su trauma, su impotencia... no fueran más que escenas de una función teatral que él dirigía desde su asiento más cómodo.

Como si, en verdad, fueran solo eso: sus marionetas.

"¡Ya que están tan habladores, no haré el corte comercial muy largo! Mejor les daré paso al siguiente capítulo. Aunque... este tendrá una pequeña sorpresita al inicio. Espero que aprecien mi regalo~. ¡Nos vemos pronto, mis pequeñas marionetas~!".

Y así como vino, la presencia del Guardián se desvaneció.

Como humo, como polvo arrojado sobre una tierra ya ennegrecida por la desesperación. Nadie dijo nada. Nadie siquiera alzó la mirada. No porque lo ignoraran... sino porque ya no podían soportar el juego de aquel verdugo disfrazado de titiritero.

Solo querían que terminara.

Y así, con resignación, todos dirigieron sus ojos hacia la pantalla.

Esta volvió a encenderse entre leves parpadeos, como si la máquina misma dudara en continuar. Pero lo hizo de todos modos.

Letras blancas sobre un fondo negro empezaron a aparecer lentamente, marcando el inicio del siguiente episodio...

CAPÍTULO: 5 EL BAUTISMO DE LA ATALAYA

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 4 (Parte: 3)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas, buenas queridos lectores, ando escribiendo esto a las 2am por si notan que las notas son algo fumadas, jeje~.

Quería agradecerles por todo su apoyo, ya hemos llegado las 32.000 lecturas, una cifra que ni de broma me habría esperado en un principio.

He estado leyendo sus comentarios, especialmente sobre que exageraba mucho el humor de mi Teatro, así que en este capítulo y los siguientes le di un vuelco de 180°, espero que les guste el nuevo estilo, aunque para ser sincero me inspire mucho en el estilo de escritura de: "SakuraMilkToast", un autor que es inglés y su quieren revisar sus obras, pues bienvenidos sean, todas y cada una son una obra de arte, y sobre todo me inspiraron para escribir este capítulo.

También he decidido que voy a expandir un poco el Lore de mi Teatro después de que llegue al bucle de la cueva, espero con eso poder liberar un poco de estrés y comentarles algunas ideas que he tenido en mente estos últimos días.

Ahora sí, ya que ni a mi padre le importa mi vida, pasemos con las notas importantes:

-He decidido darle un desarrollo más profundo al personaje de Ram, sobre todo gracias a "SakuraMilkToast", de quién me inspire mucho para la escritura de personajes.

-Spica al fin tuvo su desarrollo de personaje, ¿Qué tal, pensaban que iba a dejar un final bonito?, pues Nahh.

-A Spica nunca le contaron sobre el "Regreso de la Muerte", ni durante los descansos ni cuando llego al Teatro, es por eso que se tomo la muerte de Subaru tan mal.

-Félix se curo de su borrachera por influenza de Fomalhaut quien le retiró los efectos de la bebida minutos antes de la muerte de Subaru.

-Beatrice se siente algo más cómoda con Anastasia debido a que siente que es lo suficientemente madura para poder ayudar a su contratista, y es por eso que se dejó cargar por ella durante las ovaciones.

-Reinhardt desbloqueó la Protección Divina de la recapitulación de información inmediata, con la cual pudo ver tantos detalles de Shaula durante la proyección.

-Rem se siente más cómoda con Spica después de haberla visto en ese estado.

-Fomalhaut se cago de risa con la expresión que pusieron todos cuando pulverizaron a Subaru.

-Fue Fomalhaut quien no dejo casi ningún espacio para la reflexión durante las proyecciones, es por eso que la mayoría de cortes entre escenas son diálogos internos y pensamientos, por lo que para el elenco, toda la recta final del capítulo paso de corrido.

-Meili se sintió algo insegura de si misma cuando vio el gusano gigante que había guardado a espaldas del grupo, sobre todo cuando lo llamo "As bajo la manga".

-Wilhelm de la pura furia que le dio ver a Subaru morir en un campo de flores, agarro y le arranco uno de los moños que tiene el vestido de Félix solo para arrojárselo a la cara.

-Si se lo preguntaban, Félix ni se inmutó.

-En el siguiente capítulo se retomarán las Proyecciones de fallo además de el ciclo de bucles de los Osos Oiran.

-Pronto capitulo de Lore del jardín 🫠.

Cómo último, me gustaría decir que este capitulo seguramente hubiera salido dentro de una semana más, pero gracias a que salió el tráiler de Kadokawa de la cuarta temporada de Re:Zero me animé a sacar este capítulo un poco más adelantado.

Cómo último, me gustaría decir que este capitulo seguramente hubiera salido dentro de una semana más, pero gracias a que salió el tráiler de Kadokawa de la cuarta temporada de Re:Zero me animé a sacar este capítulo un poco más adelantado

Aunque no soy muy fanático del 3D en animes, por lo poco que mostró el tráiler, supongo que estará decente, pero no me pueden negar que habría sido epicardo que las Mabestias se vieran como en el poster 😅.

Y por cierto, ojito con el diseño de Shaula 👀

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:11/07/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 19847.

Chapter 18: La Francotiradora del Infierno (CÁPITULO: 5)

Summary:

Este Fic fue originalmente escrito en Español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La Francotiradora del Infierno (CÁPITULO: 5)

Letras blancas sobre un fondo negro empezaron a aparecer lentamente, marcando el inicio del siguiente episodio...

CAPÍTULO: 5 EL BAUTISMO DE LA ATALAYA

El elenco permanecía inmóvil. Muertos por dentro.

Miraban la pantalla como si estuvieran viendo a través de ella, sin alma aparente en sus miradas, sin reflejo alguno de vida o voluntad.

Había un silencio espeso.
De esos que no se pueden romper ni con un grito.
Un vacío que no nacía del miedo, sino de algo mucho peor:
la desesperación.

Estaban cansados, agobiados, hartos.

Hartos de ver morir a su amigo.
De no poder hacer nada.
De ser solo espectadores en el cruel Teatro.

Y más ahora, luego de haber visto —con sus propios ojos— cómo el corazón de una pequeña niña se resquebrajaba frente a ellos, tan frágil como el cristal, tan cruel como la realidad.

Rem mantenía su agarre firme, casi desesperado, alrededor del cuerpo antes tembloroso de Spica. Sus lágrimas aún colgaban de sus pestañas, resistiéndose a caer.
El azul celeste de sus ojos parecía opacarse por momentos, ensombrecido por la desesperación.

No podía respirar bien.
No por falta de aire, sino porque su alma se le estaba asfixiando dentro del pecho.

Y sin embargo...
En medio de todo aquel caos mental, algo surgió.
Un pensamiento.
Tan débil como un susurro.
Tan sutil que casi ni ella misma lo oyó.

Rem:" Ese bucle..."

Sus palabras flotaron en el aire, llevadas por el viento, pero bastó para sembrar una semilla en su mente.

Una semilla de duda.
Y también de certeza.

"Alguien debió causarlo..."

Era un pensamiento tenue, quizás incluso paranoico, pero no era la única que lo había considerado.
Varios en el elenco, aún sin pruebas, ya lo intuían.
El dolor los guiaba, sí... pero había algo más.

Y si alguien podía decirlo con certeza, era solo uno.

Reinhardt.

El Santo de la Espada.
El caballero imbatible.

Él había visto.
No imaginado.
No supuesto.

Visto.

Había una mujer.
Una figura tras aquella luz asesina.
Una sombra con forma femenina, piel clara, cabello castaño, una capa negra cubriéndola como un sudario.

Pero incluso sabiendo esto... no dijo nada.

No porque fuera cobarde.
Ni porque dudara.
Sino porque en cada instante, cuando Subaru muere...
ni siquiera Reinhardt puede pensar con claridad.

Su mente se revuelve.
Su corazón se contrae.
Y el monstruo que duerme bajo su piel despierta.

Por eso, por ahora, guardó silencio.

Pero en su interior, la ira se cocinaba a fuego lento.
Y si lo que vio era cierto...

Entonces esa mujer.
Esa maldita mujer...
tendrá que prepararse.

Porque tarde o temprano...
conocerá de primera mano por qué Reinhardt van Astrea es temido incluso por los dioses.

"..."

"..."

"..."

Ya lo suficientemente preparados para continuar con la proyección, el elenco respiró hondo al unísono, como si esa bocanada de aire pudiera contener el peso de lo que vendría.
Algunos se llevaron una mano al pecho, intentando calmar el salvaje latir de sus corazones.
Otros solo bajaron la mirada por un instante, buscando fuerza donde ya no quedaba.

Y entonces, con miradas cargadas de una mezcla desgarradora de miedo, ansiedad, duda y resignación, todos aceptaron continuar.
Apretaron los dientes.
Y dejaron que la imagen avanzara.

Pero...

Al:" Mierda..." Masculló Al, con una expresión imposible de leer. Su cuerpo se tensó al instante.
Su instinto le gritaba algo que todavía no lograba entender, pero que lo obligó a ponerse en guardia.

Garfiel:" ¡Me tienes que estar jodiendo...!" Bramó sin el más mínimo filtro.
"¡¿Esta estupidez otra vez?!". Rugió con el rostro deformado por la rabia, el ceño fruncido al máximo y los colmillos rechinando.
Su voz rasgó el aire como un trueno seco.

Y no era para menos...

Las luces del teatro comenzaron a parpadear violentamente.

Un destello.
Oscuridad.
Otro destello.
Un caos intermitente que agredía la vista y la mente por igual.

Los miembros más sensibles del elenco se vieron obligados a entrecerrar los ojos, algunos incluso los cerraron por completo, sujetándose la cabeza o cubriéndose con las manos.
El parpadeo era brutal.
Casi epiléptico.
Como si el mismo teatro estuviera sufriendo un colapso.

Y entonces la pantalla...

Empezó a fallar.

Una estática errática la devoró, como si algo —o alguien— estuviera tratando de arrancarla de la realidad misma.
Las imágenes se volvían borrosas, deformadas, corruptas.

Primero apareció Subaru, de espaldas.
Cabello blanco como la nieve.
Parado en medio de una biblioteca tan vasta que parecía infinita.
Y luego, sin aviso, la escena cambió de forma abrupta:

El chico estaba ahora acostado en un campo a mitad de la noche.
El cielo estaba apagado, sin estrellas, sin luna.
Conversaba con una figura femenina... pero su rostro era irreconocible, distorsionado por la proyección.
Apenas se distinguían los contornos de su cuerpo. Rasgos vagos. Sombras.

Y ahí comenzó la locura.

Una ciudad inundada.
Otra, devorada por las llamas.
Pueblos derrumbados.
Calles cubiertas de ceniza.
Torres en ruinas.
Todo ardía. Todo moría.

El Subaru de cabello albino permanecía inmutable en cada escena.
No lloraba.
No gritaba.
Solo observaba.

Y eso era lo peor.

Porque no había desesperación en su mirada.

Solo... aceptación.

De un momento a otro, la propia proyección se convirtió en una pesadilla auditiva.

El sonido —si es que aún podía llamarse así— estalló sin previo aviso, taladrándoles los oídos con un caos inhumano: decenas, cientos de voces superpuestas, gritando, susurrando, riendo, llorando... todas a la vez, sin sentido alguno, como si el mismísimo infierno estuviera transmitiendo sus horrores directamente a sus cerebros.

No servía de nada taparse los oídos.
El sonido no venía del teatro.
Venía de dentro.

De sus cabezas.
De sus pensamientos.
De alguna parte rota del alma.

Emilia:" ¡¡¡Ya basta!!!". Gritó llevándose las manos a las orejas con desesperación.

Su cuerpo se estremecía como si estuviera siendo electrocutado. Se dobló hacia adelante, casi cayendo de rodillas, luchando por acallar ese dolor invisible que le perforaba los sentidos.

Ram:" ¡Ngh!". Gruñó con el rostro crispado de puro sufrimiento, las venas del cuello marcadas, el ceño fruncido, los dientes apretados con tanta fuerza que parecía que fueran a romperse.
Su pulso se disparaba; su respiración, entrecortada.

Incluso Priscilla, normalmente impasible, y Roswaal, el eterno payaso, mostraban signos claros de desequilibrio.
Las manos temblorosas, la postura derrumbada, los ojos desorbitados.
El teatro se había convertido en una cámara de tortura sonora.

Y en medio de ese infierno:

"¡¡Detengan esto!!". Vociferó alguien, pero la voz fue tragada por el abismo de murmullos.

Más y más reclamos se alzaban.
Más y más gritos de dolor.
Era como si todos estuvieran siendo castigados por un crimen que no comprendían.

Y entonces...

Silencio.

Tan abrupto como todo lo anterior.
Un vacío absoluto que hizo doler los oídos por lo repentino.
Las luces se estabilizaron.
La pantalla se apagó.

Un coro de suspiros recorrió la sala, cada uno liberando el aire contenido con un temblor en los labios.
El tormento había cesado.
Pero el miedo seguía ahí, como una garra invisible en el pecho.

Fue entonces cuando la pantalla volvió a encenderse, pero esta vez sin imágenes... solo texto.

Un nuevo título se formó, lentamente, como si el propio sistema dudara en revelarlo.

"La Caída del Marqués Mathers".

Roswaal:" ¿Pero qué...?" Murmuró con los ojos muy abiertos, completamente fuera de personaje.

Sin rastro de su acento habitual.
Solo sorpresa.
Y un atisbo de... ¿Miedo?

El resto del elenco quedó inmóvil.

¿Caída...?
¿Él?
¿Ahora?

Las miradas se cruzaron. Algunas buscaban explicación. Otras, consuelo.
Y las más realistas, simplemente... esperaban lo peor.

Y sin dejar espacio a palabras o preparación, la pantalla parpadeó una vez más.

Y la escena comenzó.

La escena emergió lentamente entre parpadeos de la pantalla, revelando los oscuros pasillos de la Finca Mathers.

La luna, alta y plena, se colaba por los ventanales, bañando los suelos de mármol con su pálida luz. Pero algo no encajaba.

Algo en esa imagen que debería haber transmitido paz... se sentía completamente erróneo.

La atmósfera estaba podrida.
Silenciosa, sí. Pero no calma.
Era la calma del filo del cuchillo antes del tajo.

En el centro del pasillo, Roswaal yacía en el suelo, tambaleante, como un muñeco roto.

Sus ropas, desgarradas.
Su cuerpo, tembloroso, cubierto de sangre, con heridas tan graves que costaba imaginar cómo seguía vivo.
Intentaba incorporarse, pero cada movimiento era una danza de agonía, una súplica muda.

Detrás de él... estaba él.

El Subaru de cabello blanco.

Aquel ser que ya habían visto en anteriores visiones: con los mismos rasgos de su querido amigo, pero con una esencia completamente distinta.

Más fría.
Más calculadora.
Más... inevitable.

A su lado, siempre presente, esa figura femenina. Su silueta estaba envuelta en una capa negra que se fundía con las sombras del pasillo.
El único rasgo claro era su exótica coleta alta, que caía como un látigo sobre su espalda.

El elenco observaba con una mezcla de horror, impotencia y desconcierto.
Cada quien procesaba la escena a su manera, pero todos sentían cómo el corazón les latía con fuerza en el pecho.

No entendían.
No podían entender.

Ram:" ¿R-Roswaal-sama...?" Murmuró, su voz apagada, casi un suspiro.

Sus ojos carmesí brillaban a la luz del proyector, rodeados por ojeras marcadas.
No lloraba. No gritaba. No maldecía.
Simplemente no podía.
El cansancio emocional era una losa tan pesada que había apagado cualquier reacción.
Y, en el fondo, quizás... no quería sentir nada más.

Roswaal, por su parte, observaba con el ceño fruncido, sin atreverse a parpadear.
Su rostro ya no era una máscara de teatralidad ni sonrisas sarcásticas.
Solo quedaba una mueca de desconcierto absoluto.

Roswaal:" ¿Qué... es esto...?" Susurró para sí, con un nudo en la garganta que apenas lo dejaba respirar.

Porque no comprendía.
Porque no recordaba haber caído de esa manera.
Porque, si eso era un futuro... o un recuerdo olvidado... o una posibilidad...
No sabía en qué momento lo había perdido todo.

Y aún más inquietante...
Estaba seguro de que Subaru jamás podría reducirlo a ese estado.

No solo por poder.
Sino porque... Subaru no sería capaz.

Pero ese otro Subaru...

Y entonces la miró.
A ella.

La mujer que lo acompañaba.
Oculta entre las sombras, fuera del alcance de la luna, como si la noche misma la reclamara como suya.
Incluso en la pantalla, su figura estaba distorsionada, como si la propia proyección se negara a mostrar su rostro.

Pero Roswaal sabía algo.
Esa presencia... lo inquietaba más que el Subaru albino.

Y no fue el único.

Desde la penumbra del Teatro, una voz masculina pensativa se dejó oír:

Reinhardt:" Esa mujer..." Murmuró tocándose el mentón con un gesto intuitivo, los ojos fijos en la coleta de caballo. "Se parece demasiado... a quien le disparó a Subaru..."

Su voz no tenía firmeza.
Solo duda.
Una duda tan grande que hizo que su resolución se tambaleara.

Y tras unos segundos de silencio... bajó la mano.
Negó con la cabeza.
No. No podía ser.

No podía aceptarlo.

Pero en el fondo de su mirada azul...
La sospecha ardía como una brasa que se negaba a apagarse.

El Roswaal de la proyección intentó moverse.

Un temblor recorrió su cuerpo, apenas logrando estirar la mano para impulsarse hacia adelante.
Arrastrarse.
Ni siquiera escapar. Solo... alejarse unos centímetros más de esa figura blanca que lo eclipsaba por completo.

Pero no llegó muy lejos.

"CRACK".

Un sonido seco y visceral rompió el silencio cuando un pie lo aplastó contra el suelo.
Un pie que pertenecía al muchacho de cabellos alvinos con un ojo gris como la ceniza quemada.
Un pisotón brutal, directo al centro de su espalda herida, que lo obligó a soltar un alarido ahogado.

No fue un golpe mágico. No fue una técnica sobrenatural.
Solo fue fuerza física bruta.

Y aun así, fue suficiente.
Porque en su estado actual... Roswaal apenas era más que un saco de huesos partidos y sangre coagulada.
Era un milagro que siguiera consciente.

Y aún más cruel...
El chico que lo tenía bajo su pie ni siquiera mostraba satisfacción en su rostro.

Solo aburrimiento.
Como si pisar al Marqués de Lugunica no fuera más relevante que aplastar un insecto particularmente molesto.

???:" ¡Maestro! ¿Ya dejó de jugar con el payaso?". La voz chillona y cantarina de la mujer resonó por el pasillo, rompiendo el escalofriante silencio que había invadido la escena.

Ella emergió detrás del muchacho, dando pequeños pasos juguetones.
Sus manos descansaban sobre las caderas, y en su rostro se dibujaba un puchero exagerado.
Lucía agitada, nerviosa... pero en una forma casi teatral, como si estuviera jugando una obra para niños.
Totalmente fuera de lugar.

???:" Ese molesto pelirrojo nos está alcanzando". Añadió con un tono que sonaba peligrosamente cercano a la burla. "Y la última vez que lo enfrenté... mmmh... las cosas se pusieron feas".

Movió la cabeza de un lado a otro, como una niña imitando vergüenza.

El elenco, ya agotado por las emociones anteriores, frunció el ceño al unísono.

Esa mujer... había sido una sombra silenciosa hasta ahora.

Misteriosa. Amenazante.
Pero su voz... su comportamiento... era casi infantil.
Inquietantemente infantil.

Una energía alegre, como la de una marioneta de feria, desentonando con la escena grotesca que tenían ante sus ojos.
Como si se burlara descaradamente del sufrimiento de Roswaal.
Y tal vez... eso era exactamente lo que hacía.

No faltaron los suspiros o el rechinar de dientes. Pero nadie dijo nada.
La mayoría no sentía ni una pizca de lástima por Roswaal.

No después de todo lo que sabían.
No después de todo lo que habían visto.

De entre todos, solo dos miradas cargaban verdadero peso emocional hacia la pantalla:

Una era la del propio Roswaal, que observaba su reflejo roto con una expresión que mezclaba desesperación, vergüenza y pánico.
La otra... era Ram.

Su mirada era inexpresiva, pero su cuerpo temblaba sutilmente.
Los puños cerrados. Los labios sellados.
Y en el fondo de sus ojos, brillaba una llama que ni el cansancio había logrado apagar.

Pero fue entonces cuando un detalle hizo que más de uno se incorporara ligeramente en sus asientos.

"¿Maestro...?" Repitieron varios en voz baja, con tonos divididos entre incredulidad, confusión y... alarma.

La palabra resonó en el silencio como una campana rota.
Como una blasfemia pronunciada en voz alta.

¿Maestro? ¿Subaru?

El mismo Subaru que conocían, que dudaba de sí mismo, que nunca aceptaría que lo llamaran así ni por error...

¿Era este mismo chico... alguien lo suficientemente poderoso —o temido— como para tener una discípula?

¿O esa mujer lo seguía por otra razón?

Los pensamientos comenzaron a multiplicarse en las cabezas de los presentes.

¿Era otra personalidad? ¿Otra línea temporal? ¿Un futuro?

Algunos intentaban analizarlo, conectar pistas, teorizar.
Otros simplemente bajaron la cabeza. Sus mentes ya estaban agotadas.
Ya habían visto suficiente como para que llamar "Maestro" a Subaru fuera lo más inquietante del día.

Porque si algo había quedado claro...
Este Subaru no era su Subaru.

Y si alguien merecía compasión en ese momento, si acaso...
Roswaal era el último en esa lista.

¿Subaru?: "Ya casi termino..."

Dijo el chico con una expresión cansada y sombría.

Pero apenas respondió a su compañera, giró lentamente la mirada hacia el marqués que yacía inmóvil bajo su pie.

Roswaal: "T-tú..."

Fue todo lo que alcanzó a pronunciar antes de comenzar a convulsionar violentamente. Un borbotón de sangre brotó de su boca, ahogándolo con su propio aliento.

Sus ojos, antes rebosantes de dramatismo y arrogancia, ahora lucían apagados, turbios. Había desesperación. Había furia. Y, sobre todo, había miedo...

Un miedo genuino a que todo por lo que había luchado durante siglos se desmoronara frente a él.

El Subaru de cabellos albinos observó aquel cambio con una sonrisa. En otro contexto, podría haber parecido cálida y reconfortante. Pero allí, bajo esas luces mortecinas y con ese silencio sepulcral, se asemejaba más a la sonrisa de un depredador que saborea la victoria antes del golpe final.

Se inclinó con calma, tomó a Roswaal del cabello y lo alzó, forzando su rostro al nivel del suyo.

El marqués emitió un gruñido débil, pero no pudo ofrecer resistencia. Subaru se acercó a su oído y, con un tono casi cariñoso, le susurró:

¿Subaru?: "Ros-chi... Se acabó el juego. Es hora de morir. Ya no tienes un cuerpo al que huir. Aquí termina todo..."

Sus palabras fueron suaves, medidas. Luego, lo miró directamente a los ojos y concluyó con otra sonrisa, una que congelaba la sangre.

¿Subaru?: "Morirás junto al sueño de un reencuentro que nunca va a ocurrir... Dulces sueños, Ros-chi..."

Entonces lo soltó.

El cuerpo del marqués cayó con un ruido sordo sobre el suelo encharcado de sangre.

Subaru se irguió con elegancia, dio media vuelta y comenzó a caminar junto a aquella figura femenina que lo acompañaba, alejándose por el pasillo mientras dejaban atrás al moribundo.

El elenco quedó petrificado ante semejante escena. Nadie podía asociar esa actitud con el Subaru que conocían.

Y sin embargo... era su rostro el que habían visto. Su voz la que escucharon.

Algunos comenzaron a sentir náuseas. Otros desviaron la mirada, en parte por repulsión... y en parte por la inquietante satisfacción que les causaba ver al infame Roswaal reducido a ese estado.

Una emoción confusa y amarga que ninguno quiso admitir.

El silencio imperó durante toda la proyección. Era tan denso que ni siquiera el susurro del aire se atrevía a interrumpir.

Ram bajó la mirada, incapaz de sostenerla sobre la imagen de su amo caído. Lágrimas silenciosas rodaban por su mejilla mientras su mente se debatía entre el rencor, la compasión y la confusión.

Roswaal... El rostro del marqués mostraba una mueca de humillación y derrota. Pero lo que más dolía... era la resignación.

Apretó el puño con fuerza. Se mordió el labio. Las palabras de Subaru le habían atravesado como una lanza:

"Morirás junto al sueño de un reencuentro que nunca va a ocurrir".

Roswaal: "Yo... yo no..." Susurró, con el ceño fruncido y todo el cuerpo temblando. La rabia se acumulaba como veneno en su interior.

Y sin embargo... la proyección aún no había terminado.

La pantalla se reanudó. La escena mostraba a dos figuras paradas sobre un risco, el mismo donde, alguna vez, la vida de cierto pelinegro había llegado a su fin por decisión propia, con tal de salvar a dos doncellas de la Casa Mathers.

Esa misma casa ahora ardía en llamas de un rojo intenso, casi hipnótico.

El brillo del fuego se alzaba con tal fuerza que iluminaba hasta los confines más profundos del bosque. Pero no era lo único que se consumía...

No muy lejos de la mansión, un poblado entero yacía reducido a cenizas. Las llamas lo habían devorado todo, junto con todos los que allí vivían...

La villa de Arlam había sido destruida.

La proyección se cortó abruptamente.

Todas las luces de la sala se encendieron de golpe, arrancando a algunos del sopor emocional en que habían caído.

Se oyeron jadeos, suspiros temblorosos... hasta que...

Petra: "¿M-mamá...? ¿P-papá...?" Susurró con la voz rota, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas sonrojadas por el llanto.

Sus rodillas temblaron antes de ceder por completo. Cayó de espaldas contra el espaldar, exhausta, el alma drenada de su mirada.

Meili no supo qué decir. Su gesto osciló entre la confusión y el temor, antes de ceder al instinto y abrazar a Petra con fuerza.

La pequeña rompió a llorar con más fuerza, su cuerpo sacudido por sollozos que nacían desde un vacío que solo la pérdida puede dejar.

¿Cómo podía entender que su hogar —y quizás sus padres— habían sido devorados por llamas... y que quien parecía haber causado todo llevaba el rostro de su salvador?

El silencio se apoderó del Teatro.

Cada miembro del elenco quedó atrapado en su propio remolino de pensamientos. La mayoría compartía, sin decirlo, dos emociones que pesaban más que el aire: miedo e ira.

Fue entonces que un rugido de rabia rompió el mutismo.

Garfiel se levantó de golpe. Los músculos de su cuerpo temblaban, los puños tan apretados que finas gotas de sangre goteaban por sus dedos.

Miró la pantalla como si quisiera atravesarla con la mirada, su pecho agitado.

Garfiel: "¡¡¿¡Qué carajos fue todo eso!?!! ¡Responde, maldito idiota de la pantalla! ¡¿Cuál fue el sentido de toda esa mierda?!". Gritó, su voz repleta de furia y desesperación, como si al rugir pudiera arrancar las respuestas que tanto necesitaban.

Más miradas se alzaron, llenas de preguntas que ardían en la garganta. Pero nadie más habló. Solo esperaron. Un minuto entero pasó, pero para muchos se sintió como una condena eterna.

Entonces...

"¡Bájale a tus humos, gatito! Les dije que les esperaba un regalito para el inicio del siguiente capítulo, y como soy un hombre de palabra, cumplí de inmediato. Yo, si fuera ustedes, me daría las gracias".

La voz del Guardián resonó con sarcasmo venenoso.

Su tono juguetón contrastaba con el dolor que aún impregnaba la sala, mientras todas las funciones del Teatro volvían a la normalidad como si nada hubiera pasado.

Anastasia: "Perdón, pero no le vi lo gracioso al asunto. Y creo hablar por todos al preguntar: ¿Para qué mostrarnos esto? ¿Qué objetivo tiene esto con respecto a las proyecciones o con la travesía de Natsuki-kun en las Dunas?". Dijo con voz firme, aunque su mano temblaba al apretar con más fuerza la de Subaru.

Más de uno asintió. Las miradas inquisitivas se clavaron en la pantalla, exigiendo respuestas, aunque ya sabían que no vendrían con facilidad.

"Bah... ¡Qué se le va a hacer! Muy bien, se terminó el calentamiento. ¡Es hora de continuar con el show! Espero estén preparados... ¡Adiosito, mis queridas marionetas!"

Y con esa despedida burlona, el Guardián se esfumó, como arena arrastrada por el viento. Dejó atrás una sala enmudecida, llena de heridas abiertas y preguntas sin resolver.

Pero no todos estaban perdidos entre el dolor.

Una figura, elegante y serena, había observado todo con fría atención. Su rostro no mostraba el mismo estremecimiento que los demás.

Priscilla Barielle no era una mujer que se dejara sacudir por una tragedia... no sin entender antes su propósito.

Las pistas eran demasiado obvias para alguien como ella: el rostro del joven en la escena, su vestimenta idéntica —aunque desgastada por heridas y polvo— a la que llevaba en las Dunas... y, más importante aún, el título proyectado al inicio de este nuevo arco.

Priscilla: "El Corredor de los Recuerdos..." Murmuró, el ceño fruncido y la mirada calculadora. Estaba formulando una teoría. Algunas piezas del rompecabezas ya se conectaban, pero aún no lo suficiente como para arriesgarse a hablar.

Con un gesto elegante, comenzó a abanicarse, ocultando la tensión que se dibujaba en el temblor sutil de su muñeca.

Pasaron varios minutos en un silencio denso, que parecía devorar el alma misma de los presentes. No había consuelo en esa quietud. Solo el eco de una tragedia que, aunque proyectada, los había herido como si fuera real.

Y entonces, la pantalla volvió a iluminarse.

Hubo apenas un leve movimiento en el público.

Nadie reaccionó con emoción esta vez. Sus rostros eran máscaras de resignación, como si supieran que ya no había esperanza de cambiar lo que vendría.

Solo podían mirar.

Y esperar.

Porque ese Teatro no escuchaba sus plegarias. No concedía milagros. Solo mostraba una historia tallada en piedra, donde ellos eran meros espectadores de una ópera infernal de miseria.

CAPÍTULO: 5 EL BAUTISMO DE LA ATALAYA

-Vi una luz. Eso fue todo.

Recordaba haber mirado fijamente hacia la torre que tenía delante.

Entonces notó una luz por el rabillo del ojo, y sus ojos habían reaccionado a ella. Pero eso era todo lo que podía recordar.

Ni dolor, ni conmoción, ni miedo. Para Subaru Natsuki, al menos uno de ellos estaba siempre presente cuando experimentaba la muerte.

Un dolor intenso que le hacía querer llorar, un shock que le helaba la sangre o el terror de perderlo todo. En cambio, no había nada.

En cierto modo, había sido una muerte mucho más amable que cualquier otra que hubiera experimentado. Por supuesto, en el momento, con la cabeza vaporizada, Subaru no había podido percibir la bondad de la muerte, pero tampoco tuvo tiempo de demorarse en su recuerdo.

Fue como un abrir y cerrar de ojos.

No fue más que un instante, apenas el tiempo suficiente para darse cuenta de que su visión se había oscurecido, y luego había vuelto a la vida, retrocediendo para ser arrojado de nuevo a la realidad.

El elenco soltó un suspiro. Uno ligero, contenido, casi culpable.
Parecía cruel encontrar alivio en medio de tanto horror, pero saber que esa muerte, al menos, no había sido dolorosa... les ofreció una pizca de consuelo.

Una pizca que se desmoronó en segundos.

Recordaron cómo, en un parpadeo, Subaru y los demás habían sido tragados por la arena.
Rápido. Silencioso. Inapelable.
Y para colmo, cuando esperaban que la proyección avanzara, que el ciclo siguiera como siempre... su Guardián decidió hacerse el gracioso.

Les mostró algo que parecía no tener sentido.

O al menos, eso creyeron al principio.

La incomodidad volvió de inmediato, pesada, como una garra en el pecho.
No sabían cómo reaccionar. Ni qué pensar.
Solo podían quedarse quietos, respirar hondo, y hacer como que todo tenía algo de lógica.

Y así, sin quererlo, decidieron ignorar por el momento al Subaru de cabello albino.
No por falta de interés, sino porque no podían lidiar con más incógnitas al mismo tiempo.

Reinhardt fue el único que mantuvo la mirada fija en la pantalla. El ceño fruncido, los ojos encendidos, atento.
La imagen seguía borrosa, como si estuvieran viendo a través de los ojos de Subaru... justo en el instante en que regresaba de la muerte.

Dos pensamientos lo golpeaban con fuerza.

El primero: Deseó que lo que acabó con Subaru no fuera un enemigo consciente, sino una defensa automática de la torre.

Una trampa. Nada personal...

El segundo... que el nuevo punto de guardado fuera el mejor posible.
No otro infierno sin salida como aquel bucle en Priestella.

Lo recordaba con amargura.
Subaru muriendo una y otra vez.
Sin margen para pensar.
Y él, el Santo de la Espada, reducido a una sombra inútil ante la Ira.

Su único consuelo era que Subaru solo había sufrido un bucle en esa ocasión. Solo uno.
Pero incluso eso se sentía como un precio demasiado alto.

Reinhardt dejó que su mente divagara un momento. Las ideas fluían con velocidad brutal, empujadas por una de sus Protecciones Divinas.
Intentaba prever algo, hallar un patrón, encontrar una forma de ayudar.

Porque aunque estuvieran atrapados en ese Teatro...
Aunque fueran simples espectadores de la tragedia...
No pensaba quedarse de brazos cruzados.

Subaru era su amigo.
Y él no fallaría otra vez.

"- Psst   psst   psst ".

Por un momento, hubo una pesadez casi insoportable que congeló sus sentidos, y entonces Subaru abrió los ojos.

El sonido de la sangre fluyendo por su cuerpo era distraídamente fuerte en sus oídos, y una lanza de dolor le atravesó cuando intentó estirar y flexionar los músculos.

Agarraba las riendas con tanta fuerza que las uñas se le mordían en la palma de la mano, y el cálido cuerpo de Beatrice le oprimía el pecho.

"...¿Qué...?"

En la penumbra, miró de cerca la cabeza de Beatrice.

El aroma agresivamente dulce que llenaba su nariz era distinto del que solía oler siempre que la abrazaba con fuerza. Había en él una dulzura enfermiza, casi como un gas tóxico aferrándose a sus fosas nasales.

Subaru había oído una vez que el olfato era el sentido más fuertemente relacionado con la memoria.

Varios entrecerraron los ojos, tensos.
No solo por la duda... sino por el miedo.
Ese tipo de miedo que te cala los huesos cuando reconoces un lugar que no deberías volver a ver.

Porque el entorno en el que Subaru reapareció tras su muerte... no les ofrecía ni una pizca de calma.

Al fue el primero en hablar, aunque apenas un susurro se escapó de sus labios.

Al: "No me jodas..." Su voz arrastraba incredulidad, pero también resignación. Como si ya supiera lo que iba a pasar, y aun así no pudiera evitarlo.

Anastasia apenas abrió la boca, con el rostro pálido y una gota de sudor deslizándose por su frente.

Anastasia: "¿El punto de regreso está justo en...?"

No terminó la frase. No podía.

La comprensión la golpeó tan rápido que le robó el aliento, y lo que entendió no le trajo consuelo. Ni un poco. Ni siquiera eso.

Beatrice sintió como si le vaciaran un balde de agua helada en la cara.

Sus hombros se tensaron.
Su expresión se deformó en una mueca de angustia.
Negó con la cabeza una, dos, tres veces.
Intentó hablar... pero su garganta se cerró. Porque lo que veía era imposible. Injusto.

Emilia tardó unos segundos más en entenderlo.
Y si no fuera porque tenía los nervios al máximo tras la reciente muerte de Subaru, probablemente habría tardado más.
Pero cuando lo comprendió...

Una lágrima le resbaló por la mejilla.
Una sola. Silenciosa.
Suficiente para confirmar que Subaru estaba en una situación que no tenía nada de favorable. Nada en absoluto.

Meili bajó la cabeza.
Lo había empezado a sospechar apenas escuchó su propia voz en la proyección...
Ese tono tonto, como si llamara a un gato.

Pero eso no era un gato.
Y lo sabía.

El bucle... el punto de retorno...

Meili: "Un minuto después de cruzar el tiempo de arena..." Su voz era apenas un susurro.
Uno cargado de terror contenido.

Porque eso lo cambiaba todo.
Y no para bien.

Pero ahora no había necesidad de recurrir a la memoria para experimentar ese olor. Estaba a su alrededor.

El mayor problema era que su memoria asociada a ese olor se había cortado hacía sólo unos segundos.

" Psst   psst   psst   psst ".

Mientras la conciencia de Subaru luchaba por ponerse al día, un sonido rítmico sonó en sus oídos.

Beatrice, a la que sujetaba fuertemente contra su pecho, se había quedado rígida, y Patrasche observaba con la respiración contenida la aterradora bestia demoníaca que se alzaba justo delante del carruaje en el que viajaban Emilia y Rem.

Era una bestia demoníaca feroz, hambrienta de sangre y con finas raíces por todo el cuerpo: un oso Oiran.

Con esa confirmación, el aire en el Teatro se volvió irrespirable.
Nadie dijo nada.
No hacía falta.
Sus rostros lo gritaban todo.

Julius mantenía la cabeza baja, con la mandíbula apretada y los dedos clavados contra su uniforme de caballero.
No hablaba. No podía.
El miedo lo consumía por dentro, mezclado con un asco que le recorría los huesos.
Y si no fuera por sus años de entrenamiento, su rostro ya se habría quebrado en una mueca de puro terror.

Anastasia se aferraba con fuerza a la mano de Subaru.
Sus dedos temblaban.
Con la otra mano acariciaba su bufanda Foxidna una y otra vez, en un intento torpe de calmar la ansiedad que le revolvía el estómago.
Pero por más que lo intentara, no podía evitar estremecerse en su asiento.

Beatrice se encogió en el regazo de su contratista.
Se apoyó contra la espalda dormida del pelinegro, buscando consuelo, calor, algo.
Y murmuró.
Palabras sin forma, inconexas, como si su mente estuviera colapsando en bucles de negación.

Emilia, con lágrimas formándose en los bordes de sus ojos, intentaba mantener la compostura.
Quería ser fuerte.
Tenía que serlo.
Pero el nudo en su garganta no cooperaba, y su sollozo se filtró entre dientes.
Bajó la mirada, dejando que las lágrimas mancharan en silencio su regazo.

Rem mantenía a Spica abrazada con firmeza.
La pequeña se había levantado justo después de esa proyección extraña, desorientada, confundida.
Pero Rem la tranquilizó con caricias suaves y palmaditas en la espalda.
Spica seguía tensa, rígida, pero aguantaba... solo porque su padre seguía allí, durmiendo a unos asientos de distancia. Vivo. Por ahora.

Ram se mordió el labio con tanta fuerza que una delgada línea de sangre descendió por la comisura de sus labios.
No lo soportaba.
Ver a su amo reducido a una masa de carne irreconocible.
Ver a su estúpido hermano menor—una vez más—destinado a la tragedia más cruel.

Y ella...
Sin poder hacer nada.

Siempre igual. Siempre repitiéndose.
Hablando de lo inútil que era Subaru, burlándose, despreciándolo.
Y sin embargo... ella tampoco podía hacer nada por él.

Otra vez.
Otra jodida vez.

¿Patético, verdad?

En ese instante, la cruda realidad de su muerte golpeó por fin a Subaru de una forma que una frase como de ja  vu  no podría ni empezar a describir, y empezó a estremecerse.

-No hay duda. Definitivamente, morí y regresé.

Subaru Natsuki había regresado de la muerte.

"-Ngh."

-¿Pero por qué he vuelto precisamente ahora?

Subaru rechinó los dientes más por el control que le habían impuesto que por el hecho de haber muerto.

Meili intentaba engatusar a la bestia demoníaca para que pasara tranquilamente junto al carruaje. Acabaría  consiguiéndolo , por los pelos, pero las cosas se complicarían rápidamente. Porque Joseph, el dragón de tierra que tiraba del carruaje, entraría en pánico bajo la presión de la abrumadora presencia de la bestia demoníaca. Pero incluso sabiendo eso, Subaru no estaba seguro de cómo responder.

No podía ver a Joseph para juzgar su estado desde donde estaba sentado sobre Patrasche.

Y Julius, que sujetaba las riendas de Joseph, no se había dado cuenta de que algo iba mal con su montura. Ni siquiera él tenía la compostura para mantener un perfecto conocimiento de la situación en esas circunstancias.

El proclamado mejor caballero sintió cómo una punzada de culpa le atravesaba el pecho.
La escena frente a él lo destrozaba por dentro: su otro yo, quieto como un idiota, sin hacer nada más que mirar fijamente a la bestia demoníaca.
No se daba cuenta. No notaba cómo Joseph, su corcel, comenzaba a alterarse.
La presión de la presencia de la Mabestia lo enloquecía. Y él... ni siquiera lo percibía.

Julius lo entendía.
Sabía que en ese momento, él no podía haberlo previsto.
Estaba cara a cara con una monstruosidad imposible.
Pero eso no bastaba.
No era suficiente para acallar la voz dentro de su cabeza.

Esa voz que lo insultaba sin tregua.
Que lo culpaba.
Que lo escupía.
Que le recordaba, una y otra vez, que por ese error... había muerto alguien que consideraba un amigo.
Y lo peor de todo es que...
Tal vez lo volvería a hacer.

Ese pensamiento le revolvió el estómago.

Sintió una arcada subirle por la garganta. Se cubrió la boca con una mano, jadeando.
Todo a su alrededor parecía deformarse, torcerse, como si el aire mismo se burlara de su debilidad.
El mareo se lo tragaba, y su cuerpo apenas lograba mantenerse firme.

Ricardo, que notó el temblor en los hombros del caballero, no dudó.
Se inclinó y posó una mano sobre él, firme, pesada, cálida.
Sabía que no haría mucho con eso.
Pero no podía quedarse mirando.

El resto del elenco también estaba tenso.
Las emociones los desbordaban sin orden ni control: miedo, ansiedad, frustración...
Todos comprendían el peligro que implicaba que Joseph despertara nuevamente a toda la colmena de Osos Oiran.

Una tragedia que ya habían vivido una vez.
Y que, por desgracia, parecía estar a punto de repetirse.

Otra vez.
Otra maldita vez.

Todos en el carruaje rezaban para que Meili conectara con éxito con el oso Oiran. Desgraciadamente, sin embargo-

Psst   psst   psst ...  pssst !"

Hubo un cambio en los ruidos que hacía Meili, y su dedo señaló hacia el lado derecho del carruaje.

El oso Oiran se sintió atraído por ella y comenzó a caminar lentamente en esa dirección. Al ver aquello, todos los que iban en el carruaje y Beatrice empezaron a sentir una sensación de alivio. Pero Joseph no pudo aguantar más mientras los hilos de tensión se aflojaban.

"Juli-".

Graaaaarrr !".

-Era demasiado tarde.

Fue como si una piedra de quinientas toneladas les cayera encima.
Directo a los hombros.
A las entrañas.
Al alma.

El rugido de Joseph resonó desde la proyección, rasgando el aire como un cuchillo oxidado.
No fue un simple sonido.
Fue una sentencia.

Y con él, las últimas chispas de esperanza —por más pequeñas que fueran— se extinguieron sin piedad.

Garfiel gruñó.

Garfiel: "Mierda..." La palabra se le escapó entre dientes, mientras apretaba el puño con tal fuerza que sus nudillos crujieron.

La impotencia le ardía por dentro, clavándose como espinas.

Mimi, sin decir nada, apoyó sus dos pequeñas manos sobre la de él.
Un gesto simple.
Sincero.
Y aunque el temblor del chico rubio se redujo un poco... su expresión seguía contorsionada.
Su rabia no desaparecía. Solo se escondía.

Rem observaba en silencio.
Sus ojos se llenaron de dolor al ver cómo los Osos Oiran se levantaban, uno tras otro, desde lo que antes había sido un campo floral.
Hermoso. Pacífico.
Ahora... una sinfonía de terror.
Un preludio.
El anuncio de la posible muerte de su héroe.

Spica gruñía.
Chillaba.
Soltaba ruidos parecidos a ladridos, como si pudiera ahuyentar a los Osos solo con su voz.
Como si pudiera proteger a su padre con un simple acto de rebeldía infantil.
Patético... pero conmovedor.

Y Wilhelm...

Wilhelm no se movió ni un centímetro.
Seguía erguido, con la espalda recta y los labios apretados, como un caballero de hierro.
Pero por dentro, la ira lo consumía.
Lo devoraba.

Ver otra vez ese campo floral —ese lugar sagrado para su amada esposa— mancillado por esas aberraciones monstruosas, era más de lo que podía soportar.
Para él, aquellas criaturas no eran simples enemigos.
Eran una blasfemia.
Un insulto a la belleza.
A las flores.
A ella.

Y ese insulto... merecía ser destruido.

El rugido de Joseph ahogó su voz. Igual que antes, Joseph rugió y pataleó, despertando a todos los osos Oiran a la vez con el ruido y los temblores.

El campo cobró vida con ansia de sangre y violencia. El oso Oiran cargó con sus ojos sin vida y sus fauces  salpicadas  de saliva, hasta que una lanza de hielo azulado le atravesó la cabeza; la explosión de fragmentos de hielo también encajó a la perfección.

"¡Ya basta!".

Emilia saltó grácilmente sobre el techo del carruaje mientras desataba su magia y rugía valientemente.

Se oyó un crujido cuando el aire mismo se congeló y un tremendo número de cuchillas de hielo llovieron, haciendo brotar brotes de sangre.

"¡Corre, corre, corre, corre!".

Subaru empujó inmediatamente a Patrasche para que corriera y empezó a gritar, y el carruaje cogió velocidad también detrás de él.

Mirando hacia el banco del conductor, vio a Ram saltar y tomar el relevo de Julius, que desenvainó su espada y lanzó un tajo a los osos Oiran que se acercaban, haciéndolos volar.

-Era exactamente igual que antes.

Tal como lo pensaba Subaru... el elenco también lo notó.

La línea de eventos era la misma.
Exactamente la misma.
Cada detalle, cada acción, cada palabra.
Todo seguía el mismo patrón.

Y con ello, la sensación que los invadió fue clara y brutal:
La muerte anterior de Subaru... no había servido de nada.

Esa posibilidad los hizo temblar.
Más de uno apretó los puños con fuerza, conteniendo la rabia y la impotencia.

Verlo morir ya era suficiente.
Pero verlo morir para volver al mismo infierno...
Eso era insoportable.

Sin embargo, quienes más lo resentían eran ellos.
Los reflejos vivos de lo que ocurría en la pantalla.

Emilia, Beatrice, Ram, Rem, Anastasia, Julius, Meili.

Ellos cargaban algo más que frustración.
Cargaban la culpa.
El reflejo de sí mismos repitiendo los mismos errores.
Las mismas decisiones.
El mismo camino hacia la tragedia.

Estaban al borde.
Mucho más tensos, mucho más afectados que el resto del elenco.

Y no era para menos.
Las escenas los habían arrastrado por un sube y baja emocional tan cruel que sus cuerpos apenas podían seguirles el ritmo.
El corazón dolía.
La mente colapsaba.

Pero lo peor de todo...
Era saber que, incluso con todo lo que sentían, aún no podían hacer nada.

Solo mirar.

"-Ngh."

Era la primera vez que Subaru experimentaba un reinicio que era tal desperdicio.

Había habido muchas veces en las que no había comprendido del todo lo que había aprendido la última vez y había acabado muriendo de la misma forma.

Pero éste era el primer reinicio en el que se encontraba tan incapaz de hacer otra cosa que no fuera repetir el mismo error.

"¡Subaru! No tenemos tiempo para distraernos!".

Subaru apretó los dientes con frustración cuando Beatrice golpeó su espalda contra su pecho.

Mirando hacia delante, vio a una feroz bestia demoníaca que se acercaba por delante con un gran puño oscilante.

Al mismo tiempo, agarró su pequeña mano extendida y Beatrice se levantó y empezó a disparar.

"¡Minya! ¡Minya! Y otro Minya!".

El maná del cuerpo de Subaru pasó a través de su mano y se transformó en poder destructivo bajo la dirección de Beatrice.

Los cristales púrpura que creó atravesaron a las bestias demoníacas y cristalizaron sus horribles cuerpos, que Patrasche destrozó mientras avanzaba a toda velocidad a través de ellas.

Beatrice entrelazó las manos con fuerza, como si ese gesto pudiera darle aunque fuera una chispa de consuelo.
Anhelaba un respiro, una señal, una mínima oportunidad de que esta vez las cosas fueran distintas.
Pero la sucesión de eventos no le daba tregua.
Y lo peor era que, en lugar de esperanza, cada escena parecía encargarse de destrozarla más.

Una a una, las similitudes se apilaban.
Una a una, iban calcando aquel bucle maldito.

Y si todo seguía igual...
Entonces esa luz.
Esa maldita luz desde la torre volvería a arrebatarle a su contratista.

El pensamiento le atravesó el pecho como una lanza.
El dolor se hizo físico.
Beatrice bajó la mirada, sintiéndose inútil.
Como si el lazo que tanto protegía no significara nada en ese futuro tan cruel.

Mientras tanto, Reinhardt seguía observando la pantalla, inmóvil.
Su expresión era impenetrable.
Perfectamente tallada.
Nadie habría podido leer lo que sentía...

Excepto una persona.

Felt lo miró de reojo.
Sabía exactamente lo que pasaba por su cabeza.
Había aprendido a detectar los matices en su mirada, las tensiones en sus hombros, incluso el más mínimo cambio en el tono de su respiración.

Felt: "Rein... sé que parezco la niña fastidiosa de turno, pero te lo voy a repetir mil veces si hace falta. Esto no es tu culpa. Esa versión tuya tenía otra tarea. Así que no te castigues por no haber estado allí."

Habló con suavidad, su tono cálido, casi protector, mientras le daba unas palmadas en el hombro.
Y aunque no lo decía en voz alta... ese caballero ya era mucho más que un simple amigo.

Reinhardt: "Veo que puede leerme como un libro abierto... ¿No es así, Felt-sama?"

Respondió con una pequeña sonrisa irónica, pero también sincera.
Había algo en sus palabras que lo tranquilizaba.
Algo que solo ella lograba provocar.

Felt: "¡Hmph! Con esa cara de tonto que pones cuando te preocupa algo, creo que hasta la hermana mayor podría notarlo. Y ya sabes que decir eso no es poca cosa."

Le dio un codazo juguetón.
Una broma, sí, pero también una forma de soltarse, de aliviar el nudo que sentía en el estómago desde que comenzó la proyección.

Reinhardt rió.
Un sonido suave, casi inaudible, pero real.

Y raro en él.

Subaru solía decir que, cuando estaba con Felt, dejaba salir a su niño interior.
Y aunque al principio se lo tomaba como una broma... ahora comenzaba a entenderlo.

Reinhardt: "Muchas gracias... Felt-sama."

Se inclinó ligeramente en señal de gratitud, con el corazón mucho más tranquilo que unos instantes atrás.

Felt: "Ahórrate el título, ¿Quieres? Ya sabes que siempre vas a poder contar conmigo, Rein."

Le guiñó un ojo, traviesa.
Y si no fuera por lo que se mostraba en la pantalla...
Probablemente ya habría hecho algo más que solo palmearle el hombro.

Reinhardt asintió.
La sonrisa seguía allí, aunque más tenue.
Volvió a mirar al frente, a la tragedia proyectada...
Pero ya no era el mismo.

Esta vez, no la enfrentaba con resignación.
Sino con firmeza.

Estaba listo.
Y no pensaba permitir que ese futuro se repitiera.

"¡Mi as bajo la manga!".

Al oír el grito desesperado de Meili, Subaru vio una explosión de arena por el rabillo del ojo.

El gusano de arena surgió del suelo blando que había bajo un campo de flores que los osos Oiran habían dispuesto, tragándose a varias de ellos en sus enormes fauces y aplastando otra docena con su enorme cuerpo.

Era el choque de dos titanes, pero esto no fue suficiente para cambiar las cosas.

"-¡Barusu! ¡Si no quieres morir, cabalga como si tu vida dependiera de ello!".

Subaru estaba sumido en una ansiedad sin rumbo cuando una voz le reprendió bruscamente.

Era Ram, en el banco del conductor del carruaje, con las riendas en la mano, haciendo un excelente trabajo controlando al agitado Joseph. Lo controlaba con una habilidad magistral que igualaba a la de Rem, pero a menos que algo cambiara pronto, todo sería en vano.

"¡No podemos ir hacia la torre así! ¡Ram, cambia de ruta!".

"-Ngh. ¿Qué estás diciendo? Es un camino recto hacia la torre, ¡y cualquier otra dirección está llena de bestias demoníacas!".

"¡Lo sé, pero si seguimos por este camino, no funcionará!".

"¡Si has notado algo, entonces  escúpelo , Barusu!".

"¡Si pudiera, lo haría! Por ahora, ¡sólo cambia de ruta!".

Ram gritó furiosa a Subaru, pero éste no pudo hacer otra cosa que devolverle el grito. Era exasperante, pero no podía decir nada más concreto.

La agitación en el elenco creció con fuerza al ver la actitud obstinada de la criada rosa en la pantalla.
Sabían que, desde el punto de vista de Ram, el pedido de Subaru podía parecer impulsivo, incluso estúpido.

Pero eso no les importaba.

La ansiedad picaba por dentro, el rechazo de Ram se sentía como un puñetazo seco en el pecho. Imposible no tensarse. Imposible no detestar su terquedad.

Y quien más lo sentía... era la propia Ram.

Ram: "¡Por un carajo, solo hazle caso y cierra la boca, idiota!"

La voz le salió rota.
Ya no quedaban filtros. Ni orgullo. Ni control.

Apretaba los dientes con tanta fuerza que dolía. Sus dedos jalaban su falda con una furia que parecía capaz de arrancarla. El vestido crujía bajo la presión, pero ella no lo notaba. Ni le importaba.

El odio le hervía en la sangre.
No por Subaru.
Por sí misma.

La imagen de su amo pulverizado aún flotaba en su mente. La de su hermano pequeño, asesinado, seguía allí también. Superpuestas. Insaciables.

La máscara de indiferencia se había roto hacía rato. Ya no podía fingir nada.

Su pierna se movía erráticamente, en un tic nervioso que no detenía. Un intento torpe de calmar algo que no se dejaba calmar.

Ram: "Tsk... Mierda... idiota... inútil..."

Los susurros salían entrecortados, apenas audibles. Palabras cargadas de impotencia. Veneno que solo se dirigía a una persona: ella misma.

Desde más atrás, Rem la miraba.

Y por un segundo, le pareció verla... frágil.
Patética.

Quería acercarse. Quería abrazarla. Pero no podía.

Porque justo ahora tenía que sujetar a una niña rubia que intentaba lanzarse contra la pantalla para morder a esas criaturas de pesadilla.

Spica pataleaba con fuerza, gritando cosas sin sentido mientras intentaba treparse al borde.

Y Roswaal...

Roswaal ni siquiera miraba.

Después de haberse visto a sí mismo convertido en un muñeco de trapo, con la sangre chorreando como tinta espesa, su mente se había ido a otro lugar. Estaba quieto, con la mirada perdida, los labios tensos. No había prestado atención a la proyección desde entonces.

Y, francamente, ya ni parecía capaz de hacerlo.

No sabía cómo había muerto antes.

Con cada una de las otras muertes que había experimentado, había habido margen de maniobra, y se basó en la información obtenida de ello para sortear lo que fuera que le estaba dando jaque mate.

Pero esta vez no había ningún hilo del que tirar para invocar un destino mejor. Y tampoco tuvo tiempo de buscarlo.

-Esta es una forma desagradable de sellar mi capacidad de reinicio.

"¡Ram! Haz lo que dijo Subaru!".

Ram estaba discutiendo con lo que obviamente eran instrucciones sin sentido, pero Emilia se puso del lado de Subaru. Lanzando una andanada de trozos de hielo a las bestias demoníacas, asintió enérgicamente.

Garfiel: "¡Bien dicho, princesa! ¡No hay razones para dudar del Capitán!"

Su voz retumbó con fuerza, y en un solo salto dejó su asiento para respaldar con orgullo las palabras de la Emilia de la pantalla.
El movimiento fue tan brusco que Mimi, quien estaba sentada en su regazo, casi salió disparada por el impulso.

Por suerte —o más bien reflejo— Garfiel la atrapó en pleno aire antes de que tocara el suelo, y la acomodó con facilidad sobre su hombro izquierdo.
Mimi, por supuesto, no se quejó.
Al contrario, se abrazó a su cuello con una sonrisa tan amplia como descarada, disfrutando del nuevo lugar que le habían concedido.

Otto, desde su sitio, no necesitó decir mucho.
Le bastó con asentir, convencido de que esa Emilia tenía toda la razón del mundo.
Ese Teatro había mostrado tantas pruebas, tantos momentos irrefutables, que incluso el más ciego ya debería haberlo entendido: Subaru era, sin duda, el eje que mantenía unida su facción.

Otto: "Por un carajo... sin Subaru, ni siquiera existiría el campamento de Emilia-sama."

La frase le salió con frustración, pero también con claridad.
Una certeza dura, ineludible.
Y varios más compartieron ese sentimiento.
Unas cuantas palabras de apoyo se unieron a la emoción del demi humano y del comerciante de cabello ceniciento.
Algunas breves, otras más intensas, pero todas con la misma raíz: confianza.

Emilia los escuchó.
Los miró.
Y no pudo evitar sentir una tibia calidez extendiéndose dentro de su pecho.
Saber que esa versión suya era capaz de creer en Subaru, incluso en una situación tan desesperada, le daba una pequeña esperanza.

Mientras tanto, Ram mantenía la vista fija en la pantalla, sin pestañear.
En su interior, una mezcla de fastidio y ansiedad se agolpaba.
Conocía demasiado bien esa expresión suya.
El tono con el que su otra yo respondía.
El orgullo, la testarudez, las ganas de resistirse incluso cuando sabía que estaba equivocada.

Ram no lo decía en voz alta, pero lo esperaba con todas sus fuerzas.
Esperaba que esa versión suya... por una vez, escuchara.
Y aceptara las palabras de su señora antes de que fuera demasiado tarde.

"¡Subaru no diría algo tan extraño sin una buena razón!".

"¡Barusu dice cosas extrañas y comparte ideas precipitadas casi cada vez que abre la boca!".

"¡Subaru nunca diría algo extraño como eso en una situación tan peligrosa sin una buena razón!".

"¡Vaya, gracias por la aclaración!".

No estaba seguro de si lamentarse por ser tratado como el niño que gritó lobo o sentirse orgulloso de que Emilia lo tratara como a un tipo en el que se podía confiar en caso de apuro.

-Lo guardaré para más tarde.

Al: "Yo diría un poco de ambas, jeje..." Exclamó el guerrero manco con una broma tan fuera de lugar que ni siquiera logró arrancar una sonrisa a los más descerebrados del elenco.

Había sido un intento —fallido— por romper la tensión que se había estado acumulando entre los presentes, provocada por las frenéticas escenas de persecución que no daban respiro ni consuelo.

Pero a estas alturas, Al tenía claro que romper el hielo no era lo suyo.
Esa era una especialidad exclusiva de su Bro.

Lo único vagamente rescatable de su comentario fue la mirada que le dedicó su Dama.
Una mirada curiosa, inquisitiva, que parecía estar atando cabos en silencio.

Priscilla estaba atenta.
Muy atenta.
Pero no por su bufón.

O, mejor dicho... no solo por él.

Su abanico se movía con elegancia, como si el gesto le ayudara a enfriar su creciente interés.
Dos pensamientos giraban en su mente con una sincronía inquietante.

Uno, el Subaru de cabello alvino que ya había aparecido más veces de las que resultaba aceptable.
Y dos... las palabras que su bufón le había dicho durante el descanso anterior, justo antes de encontrar a una Anastasia inconsciente en los pasillos del Teatro.

"Curioso...", pensó la Matriarca con una chispa brillante en sus ojos,
ya que, aparentemente, su bufón era mucho más interesante de lo que había creído hasta ahora.

Patrasche clavó sus patas delanteras en la arena y ejecutó un giro en horquilla. Dio una fuerte patada, enviando por los aires a un oso Oiran desbocado antes de salir corriendo en la nueva dirección.

"-¡Ngh! ¡ sujétense  bien, todos  fuera ! No se dejen derribar!".

Siguiendo a Subaru, Ram guió hábilmente a Joseph en la misma dirección. La parte superior del carruaje era particularmente más inestable en semejante volantazo, por lo que Emilia y Julius se vieron obligados a agarrarse al techo con todas sus fuerzas para evitar salir despedidos.

"Por ahora todo parece estar saliendo bien...", pensó la princesa comerciante, con una mezcla de alivio e inquietud difícil de equilibrar.

Hasta el momento, Subaru y compañía habían sorteado a la colmena de Osos Oiran con gran maestría, evitando también acercarse demasiado a la torre de vigilancia.
Una medida prudente.
Después de todo, nadie quería volver a enfrentarse a esa maldita luz del bucle anterior.
Fuera lo que fuera...
Había quedado claro que no era algo que pudieran afrontar de frente.

Ram, por su parte, se sentía un poco más tranquila al ver que su versión en la pantalla seguía obedeciendo las órdenes de su señor y de su entusiasta hermano menor.
Su postura —hasta entonces rígida por el miedo y la rabia— empezó a relajarse poco a poco, lo justo como para que su expresión contorsionada diera paso a una más serena, más calculadora.

Pero aun así... no apartaba la mirada de la pantalla.

Seguía observando con atención el desarrollo de la batalla contra las Mabestias.
Los Osos Oiran parecían estar contenidos por ahora, pero era evidente que sin un plan sólido, sin una estrategia concreta,
iban a acabar devorándolos a todos.
Era solo cuestión de tiempo.

Mientras tanto, Reinhardt observaba en completo silencio.

Su atención se dividía en dos frentes:
los movimientos del grupo en combate... y la ominosa torre de vigilancia que se alzaba al fondo, como un recordatorio silencioso de lo que venía.

Grababa cada detalle en su memoria perfecta, sin dejar pasar ni un solo matiz.
Pero su mirada... estaba clavada en esa torre.

Su ceño fruncido no era por los Osos.
Tampoco por la estrategia.

Era una sensación.
Una punzada persistente.
Una alerta que su instinto no podía ignorar, por más que no supiera de qué se trataba exactamente.

Y fue tal la inquietud,
que acabó dedicando casi toda su atención a esa figura lejana.
Esperando.
Conteniendo el aliento.

Aguardando cualquier indicio de lo que fuera.

Lo que no sabía...

Era cuánto se arrepentiría de tener razón.

Se oyó un violento golpe cuando el carruaje chocó de costado contra una bestia demoníaca, pero de algún modo consiguió hacer el giro y mantenerse unido en-

"¡Kiiiiii!".

Se oyó un chirrido desgarrador y un viento amargo llenó el aire.  Girándose   por reflejo , Subaru vio lo que había ocurrido.

El aliento del elenco se cortó al instante.

Varios abrieron los ojos como platos, y otros sintieron cómo se les helaba la sangre, haciéndolos palidecer considerablemente ante la escena...

Beatrice sintió una punzada de miedo tan profunda que le hizo agarrar con fuerza el dobladillo de su vestido. Luchaba por contener la ansiedad... y hasta cierto punto, también las ganas de llorar por lo que probablemente podría venir.

Emilia abrió los ojos de par en par, y la tensión en su rostro se volvió mucho más notoria. Su corazón empezó a palpitar de forma agitada, al unísono con la escena, especialmente por lo que acababa de ver desde la perspectiva de su caballero... algo que, a largo plazo, parecía aterrador.

Anastasia se mordió el labio con fuerza, sintiendo que una bandera roja se alzaba justo en su cara, apenas segundos después de haberse dicho a sí misma que todo parecía estar bien. Subaru y compañía habían sorteado a las Mabestias con pericia... solo para que, de un momento a otro...

Pero ni siquiera se habían acercado a la torre.

Entonces... ¿Por qué eso se repetía?

Rem apretó su agarre alrededor del torso de Spica cuando lo vio. Esa luz. Esa maldita luz del demonio había vuelto a aparecer... y no le trajo absolutamente ninguna calma. Ninguna maldita calma.

Spica luchó por zafarse del agarre de su madre, pero era inútil. Rem estaba usando al máximo su fuerza de Oni, lo que la inmovilizaba por completo... aún más de lo que ya estaba.

Así que la pequeña solo pudo rezar y rogar porque todo saliera bien...

Pero claro, al mundo le importaba una mierda lo que ella pensara.

Julius sintió una oleada de ansiedad tan fuerte que se llevó la mano al pecho, intentando controlar sus emociones. Pero era imposible... no con lo que implicaba esa escena. Esa luz...

La misma luz que ya había marcado su fracaso como caballero una vez.

¿Había vuelto ahora... solo para burlarse de su inutilidad una segunda vez?

Reinhardt... él no reaccionó con sorpresa.

Tenía una mirada firme, decidida.

Gracias a que había estado observando fijamente la torre de vigilancia desde el inicio... él ya sabía lo que venía. Y con esta revelación, lo confirmaba.

"Esa mujer... otra vez está esa mujer desde donde esa luz salió disparada", pensó con una mezcla de certeza y repulsión.

Su mirada no era serena. No había rastro de compasión.

Solo una profunda ira, y un claro descontento.

Porque esa luz no era un mecanismo de defensa.

No era un sistema de seguridad.

Era una asesina.

"El gusano de arena...  gh ".

-Detrás de ellos había un gusano de arena de veinte metros de largo que se elevaba sobre las arenas. Su torso estalló como si hubiera recibido el impacto directo de una bala de artillería.

E incapaz de sostener más su enorme cuerpo, lentamente-

"¡Quítate de en medio!".

El cuerpo del gusano de arena que se desplomaba en el suelo era lo suficientemente pesado como para aplastar por completo el carruaje.

Los osos Oiran atrapados bajo él gritaron de agonía mientras Subaru y Ram dirigían a sus dragones terrestres, cambiando forzosamente de rumbo para evitar la caída del gusano de arena.

"¡¿ Quéeeeeeeee ?!".

Y, como todos temían, aquella luz no trajo ningún buen presagio.

El mismo proyectil blanco que en el bucle anterior había aniquilado al grupo entero, esta vez se alzó contra el gusano de arena que Meili había invocado como apoyo. Bastó un solo impacto para que la criatura colapsara, sin siquiera tener oportunidad de resistirse.

El estruendo del cuerpo al caer sacudió tanto a los combatientes en la proyección como a los espectadores en el Teatro. Uno tras otro, los corazones comenzaron a apretarse con ansiedad, cada quien por un motivo distinto, pero unidos en una sola preocupación: el miedo a lo que podría pasarle a Subaru.

Incluso Roswaal se vio sacado de su usual postura indiferente al ver cómo la criatura al caer dividía al grupo en dos frentes. Una jugada peligrosa. En una batalla como aquella, cualquier separación era una sentencia de muerte.

"Espera un segundo...", pensó Anastasia, los ojos entrecerrados y una chispa de sospecha encendiéndose en su mente. "Si ese disparo fuese de un Metia de defensa automática, no habría sido tan... específico."

Llevó un dedo a sus labios, concentrada. Y luego, sin darse cuenta, comenzó a morderse la uña con ansiedad.

"Disparó al gusano, justo en el momento preciso para dividir al grupo... para volverlos blancos más fáciles. Eso no lo haría una máquina. Un Metia no tiene esa clase de juicio estratégico..."

El pensamiento la golpeó como una piedra fría en el estómago. Una sensación áspera, de miedo y repulsión.

"Ese disparo fue hecho por alguien. Alguien que pensó en cómo debilitar al grupo. Y eso... eso va a ser un gran problema."

Si había una conciencia en aquella torre, alguien que controlaba activamente los ataques, no podía ser cualquiera. No con ese nivel de precisión ni acceso. Solo una figura cuadraba en su mente...

El Sabio.

Y no fue la única en llegar a esa conclusión. Otros, los más atentos entre el elenco, también lo intuyeron. Algunos fruncieron el ceño. Otros palidecieron. Pero ninguno pudo seguir desarrollando esa línea de pensamiento.

Porque la escena en la pantalla seguía, y lo que venía... era mucho peor.

Una onda de choque explosiva se extendió y una nube de arena se lo tragó. Perdiendo el agarre de las riendas, Subaru saltó inmediatamente, agarrando a Beatrice con fuerza contra su pecho.

Rodó por la arena con fuerza, rodando, rodando, hasta que finalmente se detuvo.

"¡Eso ha sido peligroso...!".

"¡Subaru! La hemos cagado!".

Tenía la cara cubierta de arena, pero sólo tuvo un momento para dar un suspiro de alivio antes de que Beatrice gritara.

Se quitó los pétalos de flores de la cara y se quedó mirando la densa nube de polvo que llenaba el cielo.

"¡Nos hemos separado del carruaje! Estamos solos!".

"¡¿Qué?!".

Mirando frenéticamente a su alrededor, vio el cadáver del gusano de arena gigante tendido en el suelo entre la arena que se levantaba. Los osos Oiran que quedaron atrapados bajo él se habían convertido todos en horribles cadáveres, y el desierto se había convertido en un mar de sangre.

Y ese mar había aislado a Subaru y Beatrice de Emilia y  de todos  los demás.

Al cruzó su único brazo con una expresión sombría, su voz apenas un murmullo mientras intentaba ocultar el mal presentimiento que lo invadía.

Al:" Separaron a Bro de los combatientes de su grupo... Sin su apoyo, ahora solo puede prescindir de su espíritu". Reflexionó en voz alta, sus palabras cargadas de inquietud.

A su juicio, ese bucle ya podía darse por perdido. No solo por la abrumadora cantidad de Mabestias que rodeaban el campo, sino porque Subaru, aislado en esa posición maldita, se había convertido en la presa más fácil para los proyectiles de luz. Un blanco inerte.

Julius, por su parte, apretaba los dientes con fuerza, reprimiendo la necesidad de soltar un grito o un suspiro. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces se había mordido el labio en esa sala cada vez que el horror superaba sus expectativas. Y aún así, su mente no dejaba de castigarle.

Culpa.
Una culpa áspera, silenciosa, que se arrastraba por su pecho como una cadena oxidada.

Sabía que no podía haber previsto el rugido de Joseph, ni anticipado la luz devastadora que convirtió a su grupo en cenizas en un abrir y cerrar de ojos.

Tampoco podía haber imaginado que el cadáver del gusano se interpondría como una muralla, separándolos y dejándolos vulnerables.

Lo sabía.
Y, aun así, no podía dejar de reprocharse.

Porque un caballero no debía fallar.
Y él había fallado.

Beatrice temblaba levemente, con las manos entrelazadas contra su pecho. Su pequeña figura de espíritu parecía aún más frágil bajo la luz pálida del Teatro.

Cuando el coloso cayó, junto con él también cayeron sus últimas esperanzas de un desenlace favorable. Ella y su contratista habían sido separados del grupo principal. Ahora estaban solos, rodeados de horrores, sin respaldo ni escapatoria.

En su mente, cada pensamiento era un torbellino caótico de lógica y miedo. Sabía que Subaru no tenía cómo defenderse en una situación de asedio a gran escala. Sabía que ella, por sí sola, no podría hacer frente a tanto. Y, aun así...

Una parte de ella—estúpida, terca y dolorosamente humana—se negaba a rendirse.

Esa parte soñaba con que aún podrían resistir, que el grupo regresaría por ellos, que lograrían reunirse, sortear las Mabestias, evitar los proyectiles, sobrevivir.
Que aún podía ser útil.
Que aún podía protegerlo.
Que su existencia no era tan... vacía.

Pero al final, en el silencio de su corazón, esa voz punzante no dejaba de repetirse:

"¿No soy acaso el espíritu más patético, supongo...?"

Y el peso de esa verdad no dicha le resultaba más insoportable que cualquier herida física.

A lo lejos, podía oír los rugidos de las bestias demoníacas y los sonidos ensordecedores del combate.

Allí seguían luchando con fuerza. Pero tendrían que superar un enjambre de bestias demoníacas para volver a reunirse.

"¡La mitad de la fuerza de combate! Y parece que hay el doble de enemigos...!"

"¡Supongo que eso significa que es cuatro veces peor que antes!".

Al oír la determinación de Beatrice, Subaru se mordió el labio, lamentando fuertemente su elección.

Mi error, mi fracaso. No saqué suficiente provecho de mi último bucle.

Pensé que había aprendido a hacer más, que ahora podía hacer más cosas, que era un poco mejor que antes.

Pero el destino sólo se rió del ingenio superficial y de los trucos de Subaru Natsuki,  aplastándolos  a todos bajo sus pies.

Varios negaron con la cabeza de inmediato, como si esa sola idea —ese juicio tan injusto contra Subaru— les resultara insoportable. A sus ojos, el chico podía ser impulsivo, testarudo, imprudente incluso...
Pero jamás inútil.

Especialmente no para quienes habían visto lo que significaba su voluntad. Para quienes lo habían seguido, sufrido y aprendido a admirar no por su fuerza, sino por su inquebrantable decisión de seguir adelante... incluso cuando todo parecía perdido.

Emilia llevó una mano a su pecho, donde un nudo invisible le oprimía el alma. Le dolía. Le dolía verlo así... tan convencido de que había fallado.

Porque no era verdad.
Porque ese punto de retorno —aquel instante en que regresó— le había dado apenas un suspiro para actuar, un minuto escaso. ¿Qué ser humano podría cambiar un destino tan cruel con tan poco margen?
Y sin embargo, Subaru se culpaba. Como siempre. Como si tuviera la obligación de hacerlo todo bien, incluso en condiciones imposibles.

Julius guardó silencio, pero su expresión se tornó sombría. Sus dedos, crispados sobre su pecho, temblaban apenas.
¿Qué le quedaba a él si Subaru, aquel chico sin entrenamiento formal, sin una espada legendaria ni un título nobiliario, se creía indigno?
Él, que había fallado tantas veces desde su caída... ¿Qué era, entonces?
Un caballero que solo sabía adornar palabras.

Félix bajó la cabeza. Sus orejas cayeron hacia los lados, y sus manos se cerraron con fuerza sobre sus piernas.
Le frustraba. Le indignaba. Le rompía algo por dentro.
Subaru siempre había sido esa contradicción viviente: un chico que trataba su vida como si no valiera nada, para que los demás pudieran vivir.
Y aun así, en Priestella, lo había visto... cambiar. Evolucionar.
Subaru no solo salvó vidas sin recurrir a su regreso. Demostró que era capaz de liderar, de resistir, de enfrentarse a horrores sin necesidad de caer una y otra vez.

Y ahora... lo veía ahogarse en la culpa, como si todo dependiera de él, como si no tuviera derecho a fallar jamás.

No era justo.
No lo era. No para alguien que había cargado con tanto.
No para alguien que, aun cuando el mundo se deshacía frente a sus ojos, seguía intentando reconstruirlo con las manos ensangrentadas.

Y todos lo sabían.

No era un inútil.
Era humano.
Y estaba pagando demasiado caro por ello.

"¡Ese bastardo de Regulus era mucho más fácil de tratar que un enjambre de bestias demoníacas...!"

"¡No tenemos tiempo para tus  refunfuños ! Tenemos que-".

"¡Lo sé! Tengo que pensar en-".

Levantándose, miró a su alrededor buscando a Patrasche para que pudieran empezar a moverse. Sin su corcel, ningún plan que se le ocurriera tenía posibilidades de funcionar.

En ese momento, notó una luz blanca en el borde de su visión, y se le erizaron todos los pelos del cuerpo.

"¡¡Nooooo!!"

El grito estalló como un trueno, desgarrando el silencio del Teatro. Fue un lamento colectivo, desesperado, cargado de impotencia.

Otra vez.
Otra vez iba a suceder.
Otra vez su querido amigo estaba a punto de morir.

Los rostros se ensombrecieron como si una sombra espesa hubiera descendido sobre todos ellos. Algunos empezaron a sollozar, los labios temblorosos y las miradas vacías. Otros se refugiaron en los hombros de sus compañeros, buscando consuelo en la cercanía, en la absurda esperanza de que todo eso aún podía evitarse.

Que quizás... solo quizás... aún no era definitivo.
Que aún había algo que podían hacer.

Pero era una mentira piadosa. Un pobre intento de engañarse a sí mismos para no romperse.
Un murmullo en la mente que decía: "Este futuro no es inamovible. Podemos prevenirlo."

Una ilusión.
Una mentira que necesitaban.
Porque aceptar sus fallos... sus errores... significaba aceptar que lo habían dejado solo una vez más.

Y aun así, el único consuelo real —el único al que podían aferrarse sin romperse del todo— era que Subaru estaba allí con ellos, dormido entre los asientos, su rostro sereno, sin rastros de agonía, sin miedo, sin muerte.

En una sala aislada del auditorio, sin embargo, una risa retorcida rompió el ambiente como una puñalada al corazón.
Una risa baja, perversa, burlona.
Una risa que se deleitaba en la ingenuidad de aquellos que aún querían creer.

El Guardián solo podía contemplarlos con una mezcla de pena... y diversión.
Era fascinante, de algún modo, ver cómo se aferraban a sus emociones como si eso bastara para cambiar el destino.

Rem, entre sollozos apenas contenidos, susurraba su nombre como un rezo.
Rem:" Subaru-kun... Subaru-kun... Subaru-kun..."
Una y otra vez, en un intento desesperado de arropar su alma desde lejos.
Pero por cada repetición, ese consuelo se hacía más tenue... más frágil... más inútil.
La verdad se colaba como una grieta cruel en su corazón: no podía protegerlo.
No ahora.

Beatrice observó cómo aquella luz se condensaba en la distancia, presagio de un final inminente. Un nudo le cerró la garganta y un gemido triste escapó de sus labios.

Jamás habría imaginado que una luz tan pura anunciara una muerte tan atroz.

Beatrice:" Será rápido... al menos será rápido... s-será rápido..." Murmuró con voz temblorosa, repitiendo esas palabras como un escudo quebrado.
Lo único que podía desear era que no sufriera. Que no sintiera miedo. Que no viera morir a quienes amaba antes de partir él también.

Estúpida.
Así se sentía.
Aferrándose a consuelos que en otro tiempo ni habría considerado.
Pero ya no era la misma. Él la había cambiado. Su idiota contratista, con su sonrisa torpe y su determinación imposible, le había mostrado otra forma de ver el mundo.

Y por eso dolía tanto ahora.

Todo el elenco se preparó.
Algunos cerraron los ojos, otros bajaron la cabeza, resignados.
Se alistaron para ver la tragedia repetirse, para ver morir una vez más a quien no podían salvar.
Para llorar como lo habían hecho tantas veces, impotentes, quebrados...
Mientras no hacían nada.
Mientras no podían hacer nada.

Otra vez.

Otra...

y otra...

Y otra más.

Aunque, esta vez...

Esta vez...

Hubieran dado cualquier cosa porque eso realmente ocurriera.

"Luz..."

Justo cuando la palabra salió de sus aturdidos labios, se cerró sobre él desde el otro lado de la arena.

La luz blanca que salía del centro de la Atalaya. Rasgó el suelo arenoso, destrozando a las bestias demoníacas a su paso mientras volaba directa hacia él.

[4 segundos antes del impacto]

Emilia se aferró con todas sus fuerzas al único brazo libre de su querido caballero. En su interior, una tormenta de emociones rugía. Su cuerpo le gritaba que era imposible, que no podía salvarlo. Pero su mente —tan testaruda como su corazón— se aferraba con desesperación a una chispa de esperanza: que algo, que alguien, interviniera. Que el milagro ocurriera. Que Subaru no muriera.
Y mientras esa súplica silente desgarraba su alma, las lágrimas comenzaron a fluir, rebeldes, imparables.

Sollozó. Lloró. Y aún así, no cerró los ojos. Con la mirada fija, empañada y temblorosa, se mantuvo firme. Porque ya no podía acobardarse, no cuando Subaru lo había hecho tantas veces por ella. Si su mirada, aunque fuera un instante, podía alcanzar a su caballero, entonces valía la pena. Aunque el mundo se derrumbara.

Rem sujetó a Spica con un agarre aún más fuerte. La niña pataleaba, luchaba por soltarse, deseando lanzarse al frente, salvar a su padre. Pero no había nada que hacer. Solo mirar. Solo sentir. Solo llorar.
Eran inútiles, tan inútiles como las versiones de sí mismas en la pantalla, esas a las que comenzaban a odiar, a despreciar por no haber evitado esto. Por no haber hecho más.

Rem también lloraba. Pero, al igual que Emilia, no apartó la vista. No. Ella quería ver. Quería grabarse en la piel cada segundo de ese infierno, para devolverle a su héroe, con amor, cada herida, cada grito, cada muerte, cada dolor que había soportado en silencio. Porque así lo amaba: completamente, desesperadamente, sin reservas.

Ram sintió cómo algo dentro de ella se rompía. Sus hombros se tensaron, obligándola a doblarse sobre sí misma. Las náuseas le arañaban la garganta con cada maldito segundo que pasaba.
Iba a ver —una vez más— el resultado de su fracaso. De su inutilidad. De haber sido solo palabras, y nunca acción. Iba a presenciar el castigo por no haber salvado a su insensato, terco e irremplazable hermano pequeño.

Beatrice lloraba sin consuelo. Las lágrimas caían como lluvia torrencial sobre sus mejillas mientras observaba, impotente, el avance de esa luz asesina. Su luz. Su castigo.
Una vez más, el final de un bucle. Una vez más, la marca de otro pecado.
Y ella... ella no podía hacer nada. Ni su yo en la pantalla ni la que lo observaba, rota, desde el palco.
Su querido contratista sería reducido a polvo, y ella, como siempre, no podría salvarlo. Como siempre. Como maldito siempre.

Asco. Eso era todo lo que podía sentir.

[3 segundos antes del impacto]

La luz avanzaba. Implacable. Inhumana.
Y sin embargo, para el elenco, todo parecía suceder en cámara lenta. Como si el tiempo se hubiese quebrado, como si todos ellos fueran Subaru y sus vidas pasaran frente a sus ojos... sin poder detenerlas.

Crusch bajó apenas la mirada, y unas lágrimas delgadas y serenas recorrieron sus mejillas. Eran un presagio. Un recordatorio. Lo que estaba por venir no era más que otro bucle del horror.

Aun así, su postura no flaqueó. Estaba lista. O eso quería creer. Lista para ver morir a quien había aprendido a amar. A quien la había salvado. Aquel que, sin dudarlo, atravesó el infierno por ella y por todos.

Félix tenía una expresión desgarradoramente patética. Su rostro deformado por una mueca que lo hacía parecer más niño que sanador. Cerró los ojos con fuerza, resaltando las ojeras marcadas por el insomnio, por la culpa, por el peso de ser él.

Wilhelm observaba la escena con la mandíbula apretada por la ira. Él, como otros, lo había notado. Aquello no era un sistema de defensa. No era un Metia antiguo.
Era una persona. Un ser pensante.
Y solo uno encajaba en ese perfil: el Sabio.

Ese maldito Sabio por el que Subaru y compañía habían venido. Ese que no quería visitas. Ese que no quería salvación.
Sí, Wilhelm lo sabía. Sabía que este viaje estaba lleno de riesgos, que adentrarse en las tierras del Sabio era jugar con fuego...
Pero no le importaba. No podía perdonarlo. No quería perdonarlo. Así de egoísta era Wilhelm Van Astrea.

La pequeña espíritu del Yin contuvo un sollozo. Apretó los labios, temblando.
Todo pasaba tan lento. Tan dolorosamente lento.
Solo quería una cosa. Que alguien lo salvara. Que algo, lo que fuera, le diera una nueva oportunidad.
Cualquier cosa. Lo que sea. Solo... que lo salven.

[2 segundos antes del impacto]

Anastasia se aferró a la mano de Subaru como si fuera el último refugio en el mundo.
Durante la persecución, su respiración había sido agitada, irregular. Pero ahora, se detuvo. Como si el aire hubiera desaparecido del mundo. Como si el corazón mismo se negara a seguir latiendo.

Temblaba. Sus labios, su cuerpo entero.
Pero no se rompió. No iba a permitirlo.
No sería otra carga más para Subaru. No sería solo una espectadora de su sufrimiento.

Quería comprenderlo. Caminar a su lado. Recibir, aunque fuera un poco, de esa bondad desbordante que él ofrecía.
Pero para eso, debía ver. Debía sentir. Debía cargar —aunque fuera una fracción— del dolor que Subaru llevaba dentro. Era lo menos que podía hacer.

Julius apretó los puños con tanta fuerza que destrozó sus guantes. La magia del Guardián los restauró en segundos, pero eso no bastó para calmarlo.
Nada podía.
Porque su ira no era contra el Sabio. No contra la luz.
Era contra sí mismo.
Por no poder hacer nada.
Por su impotencia.
Por su patética debilidad.
Y ese pensamiento le revolvía el estómago.

Los trillizos estaban hechos un mar de lágrimas.
Tivey se aferró a Ricardo como si su vida dependiera de ello.
Hetaro sollozaba en silencio, inmóvil, atrapado en su prisión de estambre.
Mimi rodeó el cuello de Garfiel con sus brazos, llorando, acariciando su cabello con ternura. Sabía que él estaba sufriendo más que nadie... y quería hacer algo. Lo que fuera.

Beatrice se abrazó a sí misma. Su cuerpo entero temblaba.
Y en su mente, una plegaria se repetía, rota, desesperada.

Que alguien lo salve.
Que alguien lo salve...

[1 segundo antes del impacto]

Todo se congeló.

El aire había desaparecido. El silencio era total, salvo por los sollozos desgarrados de algunos miembros del elenco.

La luz... estaba allí. A solo un suspiro de Subaru.

La esperanza era inexistente. Solo una ilusión necia sostenida por el delirio de Beatrice.
Que aún, aún, rogaba porque algo —o alguien— salvara a su contratista.

Reinhardt apretó el puño con determinación. Una vez salieran de ese Teatro, una vez todo en Priestella quedara atrás... él mismo se encargaría de la mujer de la torre.

Por Subaru. Por Felt.
Por todos.

Y mientras pensaba eso, rodeó a su Dama en un abrazo fuerte, amortiguando con su cuerpo el golpe emocional del inminente final de su amigo.

Beatrice, rota en todos los sentidos, murmuró con una voz que apenas fue un suspiro:

Beatrice: "Por favor... cualquiera..."

Su voz temblaba. Sus ojos eran un océano de dolor.

Y entonces, en un acto de crueldad exquisita, el tiempo pareció detenerse aún más.
El proyectil avanzaba con lentitud insoportable.
Como si el Alcaide —o el mismísimo destino— se burlaran de ellos.
Como si quisieran asegurarse de que cada uno viera con claridad absoluta el momento exacto en que fallaron.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Cinco segundos de silencio.

[0 segundos antes del impacto]

En el momento en que la luz estaba a punto de destrozar sin piedad a Subaru Natsuki-

"- gh ."

Una sombra negra saltó delante de Subaru, y entonces se fue dando tumbos.

El cuerpo de Subaru voló por la arena a causa del impacto. Le dolía la cabeza y estaba mareado.

Al darse cuenta de que estaba tirado en el suelo, parpadeó varias veces.

"¿Qué...?"

Apoyándose como si acabara de levantarse de la cama, miró a su alrededor. Y entonces se dio cuenta.

El gran cuerpo de Patrasche se había desplomado a su lado, completamente inerte.

Tenía una terrible herida en el costado y de ella emanaba un olor a carne quemada y sangre. Al recordar lo que acababa de ocurrir, Subaru se dio cuenta de que Patrasche le había cubierto.

"¿Eh...?", fue el gemido estúpido, sincero y desconcertado que se escapó de varios labios al unísono.

Ya estaban preparados para ver otra vez cómo Subaru era reducido a la nada, para ver su cuerpo devorado por el desierto sin dejar ni siquiera una sombra que recordara su existencia. Estaban listos para resignarse, para llorar...

No. ¿A quién engañaban? Nadie podía prepararse para eso. Nadie lo estaba.

Y aunque sonara cruel, insensible, incluso monstruoso, la visión de Subaru a salvo —intacto, indemne, vivo— provocó una satisfacción punzante, cruda, incluso nauseabunda en sus corazones.

Una euforia retorcida, fugaz, que se esfumó como un espejismo cuando comprendieron lo que había pasado. No era él quien había muerto... era Patrasche.

Sí. Tardaron en entenderlo. Tardaron demasiado.

Tan estúpidos. Tan ciegos. Tan injustamente humanos.

Beatrice:" ¿E-el Subaru de Betty... está a salvo, supongo...?" Murmuró con voz quebrada, en un susurro que era mitad pregunta, mitad súplica desesperada. Una sonrisa rota, temblorosa e insensible deformó sus labios, mezcla de alivio e incredulidad.

Sin poder contenerse más, se acurrucó contra el pecho dormido de su contratista, secando sus lágrimas sin dignidad alguna mientras susurraba su nombre una y otra vez, como un mantra sagrado, como una promesa rota que intentaba recomponer con la voz.

Beatrice:" ¡Subaru, Subaru, Subaru, Subaru, Subaru...!"

La sala no sabía si respirar con alivio o romper en llanto. Porque aunque Subaru seguía con vida, esa vida había sido comprada con el último suspiro de su más fiel compañera.

La muerte de Patrasche no fue piadosa. No fue limpia. Había sido cruel, atroz, brutal. Partida en dos por aquella luz abrasadora, sus entrañas se carbonizaron con una lentitud que parecía diseñada para el tormento.

Solo Od sabría cuánto habría sufrido esa orgullosa dragona antes de caer muerta en la arena.

Otto:" ¿Patrasche...?" Fue todo lo que logró pronunciar el comerciante, con un hilo de voz ahogado por las lágrimas que surcaban su rostro sin contención alguna.

Frederica se acercó en silencio, con la solemnidad que solo el respeto por los caídos puede otorgar. Lo abrazó con fuerza y le besó la frente, intentando compartir parte del peso que Otto llevaba.

Ella lo comprendía. Sabía que, dentro de esa habitación, él —junto a Subaru— era quien más había entendido a Patrasche, quien más la había apreciado y respetado.

Y por eso... esa pérdida era como perder a una hermana.

Una muerte para salvar a un amigo.

Un sacrificio que jamás podrá pagarse.

"-¡Subaru!".

Justo cuando se dio cuenta de lo ocurrido, Beatrice gritó su nombre. Al mirar, la vio correr desde una corta distancia.

Tenía una expresión de dolor y pena en la cara. Siguiendo sus ojos azules, Subaru vio su propio cuerpo.

Al igual que la herida de Patrasche, había un agujero limpio que le atravesaba el lado derecho del estómago.

" Agh ..."

Cuando vio la herida, le brotó sangre de la garganta y su visión se inclinó hacia un lado.

Se había desplomado y ya no podía moverse.

El elenco sintió cómo algo dentro de ellos volvía a romperse.

Habían perdido a Patrasche... y ahora, su sacrificio había sido en vano. El proyectil, aún así, había alcanzado a Subaru. Le perforó el estómago sin piedad.

Lo único que lo mantuvo consciente unos segundos más fue la conmoción y la adrenalina. Pero su cuerpo no resistió. Se desplomó de espaldas, vencido por el dolor, por el destino, por todo.

Fue cruel.
Brutalmente cruel.
Darles una chispa de esperanza solo para arrebatársela segundos después.

Y eso bastó. Bastó para que doliera. Para que esa punzada de sufrimiento se hundiera hondo, una vez más.

Era un dolor que conocían demasiado bien. Un dolor que parecía haberse instalado en ese Teatro... y no tenía intención de irse.

Beatrice no gritó. No habló. Solo... cayó.

Sus hombros se vencieron, su cuerpo tembló. Se acurrucó, abrazando sus piernas, como si eso pudiera protegerla del dolor. Las lágrimas brotaron sin control, saladas, calientes, reales. Lloró. Porque Subaru estaba muriendo. Y nadie sobrevive a una herida como esa.

De sus labios no salió un rezo, ni una palabra. Solo una risa.

Rota.
Vacía.
Resignada.

La risa de alguien que ya no espera nada. La risa amarga de quien se siente idiota por haber creído, aunque fuera por un instante, que todo terminaría bien.

Toda fuerza abandonó el cuerpo de Subaru y su consciencia se desvaneció. Sintió que alguien se arrodillaba a su lado.

"¡Subaru! ¡Subaru! ¡No! No puedes... no... no te mueras... ¡no me dejes sola...! ¡Noooo!".

Su hombro estaba siendo sacudido. Podía oír un llanto desgarrado. Quiso extender la mano, pero no podía moverse.

Qué cara tan bonita... pero está llorando... No quiero hacerla llorar...

Beatrice dejó de reír.
No por alivio.
Sino por el asco que la atravesó como una daga.

Era un rechazo profundo, dirigido únicamente hacia sí misma.

Allí estaba su imagen en la pantalla, junto al cuerpo herido de Subaru. Él, a pesar de estar al borde del colapso, aún pensaba en ella... aún intentaba protegerla. Su voz era débil, su aliento escaso, pero sus ojos... seguían siendo los de siempre.

¿Y qué hizo ella?

Le reclamó.
Le reprochó por dejarla atrás. Por caer. Por morir.

El corazón de la pequeña espíritu se encogió. La vergüenza se mezcló con culpa, y ambas se arremolinaron en su pecho como un nudo imposible de desatar.

En lugar de sostenerlo, en lugar de agradecerle... lo juzgó.
En vez de darle consuelo, le dio palabras amargas.
Y en ese momento, supo que jamás se lo perdonaría.

Beatrice:" ¿Por qué siempre actúo así...? " Murmuró, abrazándose a sí misma con desesperación, como si así pudiera contener el torbellino de emociones que amenazaba con desgarrarla por dentro.

Quería gritarle a la pantalla, decirle a esa versión suya que callara, que lo abrazara, que hiciera lo correcto...
Pero ya era tarde.

Y sin embargo, lo más doloroso de todo...

"No dejes atrás a Betty..."

Sollozaba mientras abrazaba desesperadamente a Subaru.

"..."

"..."

El cuerpo inerte de Subaru era demasiado para que sus pequeños brazos lo sostuvieran, pero aun así, hizo lo que pudo.

Las lágrimas corrían por sus mejillas. Como mínimo, quería secar esas lágrimas por ella. Buscó en todas partes de su cuerpo algo que pudiera moverse, pero nada funcionó.

Pero si su cuerpo no podía moverse, entonces sólo tenía que dibujar en algo que no fuera parte de su cuerpo.

[Providencia Invisible]

"...¿Subaru...?"

-Una mano invisible, algo que sólo él podía ver, le limpió las lágrimas de la mejilla.

Eso fue...
Lo que terminó por romper la presa.
Más allá de toda contención, más allá de todo límite.

Beatrice soltó un llanto crudo, desgarrador. El tipo de sollozo que no puede ocultarse ni contenerse, que nace desde lo más profundo del alma y se arrastra por la garganta como un grito ahogado.

Se limpió las lágrimas con torpeza, sin éxito alguno. No eran simples gotas... era una lluvia constante, incontrolable, como un río sin cauce que corría por sus mejillas abiertas.

Y entonces, la imagen en la pantalla...

Subaru, al borde de la muerte, ya sin apenas fuerzas...
Lo usó. Usó aquello que le quedaba de energía.
No para protegerse.
No para luchar.
Sino para secar las lágrimas de ella.
Para que su última sonrisa no fuera manchada por el llanto de Beatrice.

Un gesto absurdo, hermoso, doloroso.

Beatrice:" ¡¿Por qué...? ¿Por qué, por qué, por qué...?!" Gritó, apretando los puños contra el pecho. "¡Inútil... eso es lo que soy...! Inútil, egoísta, y... patética... inútil..."

La impotencia era insoportable.
¿De qué servía todo lo que había aprendido, todo lo que había cambiado... si al final, ella seguía sin estar a la altura de él?

No lo merecía.
Ni ella, ni nadie.

Solo quedaron los silencios...

"..."
"..."
"..."

Y las lágrimas, cayendo aún.

El dedo negro tocó la lágrima y ella miró a Subaru como si se diera cuenta de algo. Él intentó sonreír para tranquilizarla, pero no tenía fuerzas.

"Suba-"

Ella empezó a decir algo. Pero la luz blanca que venía volando desde algún lugar lejano la interrumpió.

Otra descarga atravesó el pecho de Subaru. Mirando lentamente hacia abajo, vio que había atravesado la espalda de la chica que se aferraba a él y que seguía avanzando hasta atravesarle el pecho y salir por su espalda.

"-Ahh."

Aquel ronquido fue el último.

De repente, en un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de la chica se transformó en partículas de luz y desapareció. Como si nunca hubiera existido.

El elenco... ya ni siquiera sabía cómo reaccionar.

Lo que acababan de presenciar no era un final...
Era una ejecución lenta. Un castigo innecesario. Una crueldad desmedida.

Y aunque nadie lo admitiera en voz alta, más de uno deseó...
Que aquella maldita luz le hubiese volado la cabeza desde el principio.
Rápido. Indoloro.
No esto.
No verlo agonizar de esa forma.

Pero ese pensamiento—tan egoísta, tan miserable—solo logró que muchos bajaran la mirada con asco. No hacia Subaru... sino hacia sí mismos.

Julius temblaba. Su rostro estaba descompuesto, torcido en una mueca imposible entre náusea y culpa. Su respiración se volvió irregular, entrecortada, vacía.

Allí estaba...
Subaru, su amigo, reducido a nada.
Y Beatrice, su espíritu, arrastrada con él.

¿Y él?
¿Dónde había estado? ¿Qué había hecho?
¿Algo útil...? ¿Algo digno?

Od sabría.

Julius solo sabía una cosa con certeza:
No había sido suficiente.

En la proyección, Beatrice observaba la aniquilación de su doble con una expresión perturbadoramente tranquila.
Y eso...
Eso fue lo más horrible de todo.

Una mueca leve, casi imperceptible, de satisfacción rota en su rostro.
Asquerosa.
Egoísta.
Perfecta para alguien como ella, pensó con un desprecio que nacía de sí misma.

Y justo cuando creía que estaba cayendo sola...
Un abrazo la envolvió.

La sorpresa la dejó paralizada por un segundo, hasta que alcanzó a ver, por el rabillo del ojo, un mechón de cabello lavanda.

Anastasia.

No había truco, ni artimaña, ni interés. Solo... compasión.
Pura.
Silenciosa.

Beatrice no dijo nada. No podía.
Solo se dejó sostener, como una niña rota, y escondió el rostro en la tela de la manga ajena, empapándola sin pudor con sus lágrimas, sin berrinche, sin fuerzas siquiera para el orgullo.

Anastasia, por su parte, también estaba desgarrada.
Había observado todo con los labios sellados y el corazón hundido.

Había visto a Beatrice deshacerse lentamente.
Como una figura de porcelana cayendo en cámara lenta.

No podía salvarla.
No podía curar lo que esa visión había destrozado.

Pero podía abrazarla.

Y mientras estuviera allí...
Mientras tuviera un aliento más para dar, no permitiría que esa testaruda, arrogante y adorable espíritu se rompiera del todo.

Era lo menos que podía hacer.
Por Subaru.
Y por ella.

" Agh ..."

Sin su apoyo, Subaru se desplomó en el suelo, incapaz de moverse.  Sin una razón para moverse.

Atravesado por el insondable rayo blanco, el interior de Subaru quedó completamente destruido. Y el enjambre de bestias demoníacas se acercó a él, relamiéndose.

Dejó de respirar y sus ojos perdieron el enfoque. Era difícil decir si su vida se extinguió antes de que los colmillos y las garras destrozaran su cuerpo.

Antes de eso, su cerebro falló y no pudo comprender nada.

-Pero al final, sintió como si hubiera otro destello blanco en el horizonte.

Subaru Natsuki había muerto.

Así terminó ese bucle.

Sin gloria.
Sin redención.
Sin respuestas.

Pero no sin pena.

Porque pena fue lo único que dejó tras de sí.
Una pena tan espesa que casi se podía masticar.
Una pena que no se evaporaba, solo se adhería más.

Ese bucle había sido... insoportablemente doloroso.
No solo de ver. De vivir.
Un castigo sin sentido, sin norte, sin salvación.

A diferencia de los arcos anteriores, donde al menos los recuerdos servían de faro, ahora avanzaban a ciegas.
Tropezaban a tientas en una oscuridad sin mapas ni promesas.
No sabían cuándo —o si— el camino correcto aparecería.

Y esa incertidumbre...
Esa condenada incertidumbre...
Era lo que más los destrozaba.

"¿Se nos está fundiendo el cerebro?", pensó alguien, quizás Otto, quizás todos al mismo tiempo.

Era como en Priestella, sí. Pero peor.

Porque ahora sabían exactamente cuál era el punto de regreso.
Lo tenían claro. Lo habían visto.

Un minuto.
Apenas un maldito minuto antes de la catástrofe.
Esa era la distancia entre la vida y el infierno.

Una broma. Una burla dictada por algún ser superior con un retorcido sentido del humor.
Pero quejarse de los dioses no cambiaba nada.
El futuro ya estaba escrito.
Sellado.

Al menos para ese Subaru.
Y para todas sus versiones.

Todos estaban quebrados.
Uno por uno.
Caían en su propio abismo silencioso.

Y sin embargo... irónicamente, la que más estaba sufriendo no era Emilia, ni Beatrice.
No.

Era ella.

Spica:" ¿Pawre...?" Susurró, su vocecita ahogada por el llanto.

Sus lágrimas caían sin control, calientes y constantes, como si su cuerpecito apenas pudiera contener tanta pena.

Sus gritos, sin embargo, no llegaron a oídos de nadie.
No porque no gritara...
Sino porque su madre había apretado su rostro contra su pecho, cubriéndolo con un abrazo desesperado, tratando de protegerla de su propia desolación.

Porque si no fuera por eso...
Lo único que se oiría en toda la sala serían los lamentos de una niña rota.

Una niña que no entendía por qué el mundo le arrebataba lo que más amaba.

Parecía que no iba a detenerse.
Que ese llanto seguiría.
Y seguiría.

Hasta que...

La pantalla volvió a encenderse.

Un destello.

Un zumbido.

Un silencio.

"¿Eh...?" Balbuceó Spica, alzando su mirada aún nublada por las lágrimas.

No entendía.
No podía entender.
Su mente se debatía entre lo que creía y lo que temía.

¿Su padre no estaba muerto...?
¿No lo había visto...?
¿No lo había perdido...?

Entonces...
¿Qué demonios iba a mostrar esa maldita cosa ahora?

¿Qué podía quedarle por ver?

¿Qué podía quedarle por sentir?

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 5

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Buenas noches estimados lectores, lamento la espera, he estado algo ocupado con asuntos personales, por ello no he estado tan activo como me gustaría.

Bueeeeno, dejando eso de lado, creo que este capítulo me quedo por lo menos aceptable, lo estuve retocando y retocando hasta que me convenció, ¿Y a ustedes?

Para ser honesto tenía pensado hacer este capítulo más largo, tal vez notaron que el final fue un tanto... ¿Apresurado?, eso es porque decidí dividir este capítulo en dos partes, con el siguiente capítulo ya entraríamos en los acontecimientos de la cueva, y como ya he trabajado algo de la siguiente parte no tardará tanto como esta.

¡Ya pude incluir la segunda Proyección de fallo del Fic! 🎉🎉 Espero les haya gustado, no saben como batalle para hacerla lo más coherente posible, además de que me costó un poco agregarla, debo agradecer a @ManasMichael y @Geons21 por los fragmentos en los que base la Proyección.

Bien, para terminar, acá las curiosidades del capítulo y próximos agregados:

-Después del siguiente capítulo habrá un cap del jardín.

-Spica pensó que la primera muerte de Subaru por Shaula había sido una pesadilla porque se despertó en los brazos de Rem y todo parecía volver a ocurrir otra vez.

-Próximamente habrá un cap de Al de lo que paso durante el descanso anterior, aunque va a ser un tanto corto.

-Shaula cada vez esta más cerca...

-¿Que miembro del elenco piensan que merece más relevancia?

-¿Cómo debería ser la próxima Proyección de Fallo?

-¿Les gusta el nuevo estilo de escritura? (A pesar de que reduce mucho los diálogos)

-Por cierto, subí el Fic a "FanFiction" y mañana también estará en Ao3, porci me quieren dar algo de apoyo para este pobre desgraciado estaría más que agradecido 🥲.

-¡Gracias por las 40k de lecturas!

Por cierto, puede parecer broma, pero tuve esta imagen en mente durante toda la escritura del capítulo XD

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:24/07/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 14676.

Chapter 19: Espacio Fragmentado (CÁPITULO: 5 PARTE: 2)

Summary:

Este Fic fue escrito originalmente en español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Espacio Fragmentado (CÁPITULO: 5 PARTE: 2)

La pantalla volvió a encenderse.

Un destello.

Un zumbido.

Un silencio. 

"¿Eh...?" Balbuceó Spica, alzando su mirada aún nublada por las lágrimas.

No entendía.
No podía entender.
Su mente se debatía entre lo que creía y lo que temía.

¿Su padre no estaba muerto...?
¿No lo había visto...?
¿No lo había perdido...?

Entonces...
¿Qué demonios iba a mostrar esa maldita cosa ahora?

¿Qué podía quedarle por ver?

¿Qué podía quedarle por sentir?

"- Psst   psst   psst ."

Quiso elogiarse por no haber gritado en el momento en que recobró la conciencia.

Habiendo regresado al jardín de flores de las bestias demoníacas tras una segunda muerte, Subaru se tapó frenéticamente la boca mientras pensaba aquello.

" Psst   psst   psst   psst ".

Meili estaba llamando al oso Oiran, y el abrumador aroma de las flores llenaba el aire. El oso Oiran que bloqueaba el paso del carruaje se concentraba poco a poco en los ruidos de Meili y en su dedo agitador.

Todos contenían la respiración y  esperaban a ver  cómo se desarrollaba. Sólo unos minutos antes, Subaru había contemplado cómo se desarrollaba exactamente esta escena, sin poder hacer nada.

El ánimo del elenco era el mismo que se respiraría en un funeral.
Uno íntimo, doloroso...
De esos donde la muerte aún cuelga en el aire, pesada e insoportable.

¿Y Cómo no estar así, después de ver morir a un amigo querido dos veces en cuestión de minutos?

Y como si eso no bastara, el punto de regreso era una condena más.
Un mal chiste cósmico.
Los había devuelto justo al momento más crítico:
Cuando Joseph estaba a punto de despertar a la inmensa colmena de osos Oiran.
Y todo eso a escasos metros del carruaje principal, con un Oiran adulto ya despierto y vigilante...

En otras palabras, un escenario de mierda.

La desesperación era compartida por casi todos los campamentos.
Un silencio cargado de impotencia se había instalado en el ambiente, como si ni siquiera las lágrimas pudieran salir ya.

Y en medio de ese silencio, una niña mantenía los ojos abiertos como platos.

Spica.

Su expresión era una mezcla de incredulidad y concentración.
El ceño ligeramente fruncido, los labios entreabiertos, y esa mirada clavada en la pantalla como si pudiera perforarla.

Volvía a ver a su padre en ese maldito punto de inicio.

Una vez más.

Otra vez esa secuencia repetida.
Como una pesadilla que se negaba a terminar.
Primero lo había soñado —o eso creía—, viéndolo morir por una luz blanca que le voló la cabeza, y después... otra muerte idéntica.
Y ahora... ahí estaba él de nuevo.

Respirando.
Vivo.
En el mismo lugar.
Como si nada hubiera pasado.

Spica no entendía nada.

Ni por qué pasaba.
Ni cómo era posible.
Ni qué debía sentir.

Y lo peor... no sabía cómo preguntar.
No encontraba las palabras— o sonidos— para explicarle a su madre, o a cualquiera, todo lo que se acumulaba en su pequeña cabeza.

Así que simplemente guardó silencio.
Continuó observando.
Resignada.

Pero en el fondo de su mente, algo ya había empezado a germinar.

Una semilla de duda.
De sospecha.

Algo no cuadraba.
Algo no encajaba.
Y aunque aún era demasiado joven para entenderlo...
Ya era demasiado tarde para ignorarlo.

Solo era cuestión de tiempo antes de que esa semilla brotara.

Y cuando lo hiciera, cambiaría todo.

Tocándose el costado del torso donde había caído el golpe mortal, Subaru confirmó que ya no había herida mientras sus pensamientos se agitaban.

Era chocante, pero tuvo que cambiar rápidamente de marcha. Olvidándose del enjambre de monstruos que les había estado persiguiendo hacía un minuto, se centró en el problema más inmediato que tenía entre manos.

-El problema que tenía entre manos. El problema que tenía entre manos. ¿Qué... qué pasa? ¿Qué va a pasar? El olor, la dulzura molesta, pica, duele. ¿Cuál es ahora?

La duda de Subaru...
Ese atisbo de confusión, de miedo mal disimulado, no hizo más que avivar la ansiedad que se respiraba entre los presentes.
Aunque resultara cruel o egoísta, no podían evitarlo: esperaban que se recuperara.
Que reaccionara.
Que lo hiciera en cuestión de segundos, aun después de haber muerto.

Porque el peligro no daba tregua.
Estaba allí, en carne, colmillos y garras.
Un oso gigante que parecía salido de la pesadilla de un lunático con complejo de Dios.

Garfiel gruñó con los puños apretados:

Garfiel: "¡Vamos, Capitán... tienes que concentrarte!".

Pero apenas las palabras salieron de su boca, quiso tragárselas.
¿Qué demonios estaba diciendo?
¿Concentrarse?
¿Después de morir?

A su lado, Tivey se jalaba los cabellos, tan frustrado como impotente.

Tivey: "¿Cómo se supone que va a resolver esto sin alertar a la Mabestia? Joseph está alterado, y el resto del grupo... paralizado. Si intenta calmar al dragón de tierra con fuerza, hará ruido, y si hace ruido... el Oso Oiran despierto lo oirá. ¡Y si ese maldito se altera, alertará a los demás! ¡Por un demonio, esto es imposible!".

Varios más se tensaron al oírlo.
La sola idea de un bucle sin fin comenzaba a reptar por sus mentes como una plaga insidiosa.
¿Y si no había forma de ganar?
¿Y si todas las rutas llevaban a la muerte?

Subaru estaba acorralado.

Sin opciones.
Sin apoyo.
Sin tiempo.

Y nadie lograba imaginar una salida sin invocar una masacre... o una tercera muerte.

Priscilla, la siempre altiva y despreocupada Matriarca, bajó el abanico.
Ni una palabra, ni un suspiro.

Tan solo una mirada inquisitiva, fija en la pantalla.

"Interesante... ¿Cómo saldrás de esta, Natsuki Subaru?", pensó la Matriarca.

Ella rara vez prestaba atención a algo que no girara en torno a ella.

Pero esto...
Esto era diferente.

Incluso la princesa del Sol entendía que lo que estaban presenciando era un posible punto de quiebre...

Su cerebro, que había sido usado y maltratado hasta que podría jurar que estaba hirviendo, de repente se dio cuenta de algo.

Podía sentir cómo Beatrice se estremecía ligeramente contra su pecho. Verla observar cada movimiento del oso Oiran sin hacer ni siquiera un sonido insufló de  nuevo vida  a las neuronas de Subaru.

La muerte que acababa de experimentar volvió de golpe, al igual que los sollozos y el rostro lloroso de Beatrice.

Cierto, cierto, cierto. Subaru ya había muerto dos veces. Era la tercera vez que experimentaba este momento.

La primera vez había sido una muerte que no podía entender. La segunda fue-

No, guárdalo para más tarde.

" Psst   psst   psst ...  pssst ."

Justo cuando su mente empezaba a correr de nuevo, Meili captó la atención del oso Oiran. Atraída por sus sonidos y el movimiento de sus dedos, la atención de la bestia demoníaca se desvió del carruaje. Pero eso no sería suficiente para que la amenaza pasara y todos respiraran aliviados.

Mientras el oso Oiran giraba lentamente, el dragón de tierra que tenía delante respiraba entrecortadamente. Lidiando con la abrumadora presión de enfrentarse a la bestia demoníaca a corta distancia y con el aroma de las flores que le hacía tan difícil concentrarse, la compostura del dragón de tierra se estaba desgastando constantemente, y cuando ese último hilo se  deshilachara  y se rompiera, perdería el control.

Si Subaru no podía detenerlo, entonces estaría destinado a repetir la misma muerte.

-Tengo que evitar que cunda el pánico. ¿Pero cómo? No podía alzar la voz. Era difícil transmitir la situación a Julius, que llevaba las riendas del dragón de tierra.

-No hay tiempo. Sin un momento eureka en el próximo segundo, tendría que tirar los dados y llamar a Julius.

La última muerte había implicado una estampida de bestias demoníacas y la luz de la Atalaya... y las lágrimas de Beatrice-.

"-Beako, te quiero."

Abrazando su pequeño cuerpo por detrás, le susurró al oído. Beatrice se sobresaltó ante aquella confesión no pedida, pero la mano de él le tapaba la boca, así que no pudo decir nada.

El elenco, que hasta ese momento había estado presenciando la escena en un silencio sepulcral, se vio repentinamente desconcertado por la inesperada confesión de Subaru.

Una declaración tan fuera de lugar en medio de una situación tan crítica que no hizo más que poner en marcha los engranajes oxidados en las mentes de todos. Buscando sentido. Buscando pistas.

Wilhelm entrecerró los ojos con expresión pensativa, su mente de veterano explorando las grietas del recuerdo.

Wilhelm: "Antes de abrazar a Beatrice-sama, Subaru-dono recapitulaba sobre el bucle anterior... y se detuvo justo cuando recordó verla llorar. Un momento... ¿Será que...?"

Sus palabras quedaron colgadas en el aire, rotas a mitad del pensamiento por el súbito brillo de comprensión que asomó en su mirada.

Crusch, que estaba a su lado, no tardó en notarlo.

Crusch: "¿Notaste algo, Wilhelm-san? Tu expresión cambió por completo."

El resto, como si compartieran una mente colmena, clavaron sus ojos en el espadachín anciano.
La tensión se hizo más densa.
Cada pequeño movimiento del veterano se volvió un hilo al que querían aferrarse.

Wilhelm se sintió por un instante abrumado ante tanta atención, pero recobró la compostura, aunque su tono aún cargaba una duda cautelosa:

Wilhelm: "Es solo una teoría... pero creo que la razón por la que Subaru-dono entro en cuenta al recordar a Beatrice-sama... fue porque—"

Beatrice: "—porque recordó el uso de su Autoridad de la Pereza, supongo..."
La voz de la pequeña espíritu se alzó, tranquila, casi resignada, pero con una chispa de comprensión renovada en sus ojos violáceos.

El Demonio de la Espada asintió lentamente, con la solemnidad de quien confirma una verdad inquietante.

Wilhelm: "Exactamente... Con esa Autoridad, la 'Providencia Invisible', Subaru-dono podría calmar al dragón de tierra... sin tener que moverse siquiera de su posición sobre Patrasche."

El aire pareció renovarse de golpe.
Un tenue hilo de esperanza recorrió al elenco, una bocanada de oxígeno después de minutos asfixiantes.
Sus rostros, aún pálidos, adquirieron un matiz más vivo, más alerta.

Volvieron a mirar la pantalla.
Ahora no solo con miedo... sino con expectativa.

Quizás Subaru aún tenía una jugada.
Quizás, esta vez, no todo acabaría en sangre.

En su lugar, Subaru extendió una mano hacia el dragón que tenía delante, hacia Joseph. Una mano para aliviarlo suavemente, igual que había secado una lágrima de la mejilla de Beatrice antes de morir.

[Providencia invisible]

Estaba ocupado diciéndole a Beatrice que la amaba, así que se limitó a pronunciar el nombre de la habilidad en su mente.

De repente, en el centro de su pecho -era una sensación diferente de cuando Beatrice le ayudaba a canalizar el maná-, el poder negro se hizo exuberante cuando lo invocó.

Una mano invisible de otro mundo se alegró ante la oportunidad de realizar una noble tarea en lugar del perezoso Subaru Natsuki.

El miembro negro salió lentamente del pecho de Subaru hacia el dragón de tierra. Al igual que con el original, nadie era capaz de ver la mano aparte de Subaru.

Con aquella revelación, varios suspiros de alivio se esparcieron por todo el Teatro como una brisa tras una tormenta. No hacía falta decirlo en voz alta: eso, al fin, era una buena noticia.

Emilia: "Veo que Geuse sigue siendo de gran ayuda para Subaru... incluso en momentos así". Murmuró la semi elfa, dejando escapar una sonrisa tenue, cargada de una melancolía suave.

Beatrice la observó de reojo, entrecerrando apenas los ojos. No había juicio en su mirada, solo una curiosidad silenciosa antes de preguntar con voz baja:

Beatrice: "¿Por qué estás tan empeñada en vincular la habilidad del contratista de Betty con Geuse, me pregunto...?"

No había reproche en sus palabras. Aunque Beatrice aún guardaba cierto afecto por el hombre que Geuse fue antes de convertirse en el Arzobispo de la Pereza, su tono reflejaba más perplejidad que desaprobación.

Emilia se llevó un dedo a los labios, pensativa, antes de responder:

Emilia: "No lo sé... supongo que es algo interno. O tal vez sea sólo la nostalgia. Pero... cuando Subaru usa esa habilidad, no puedo evitar recordar a Geuse."
Ladeó la cabeza con un gesto suave, casi infantil.

Su voz era serena, aunque no del todo firme. En sus ojos aún brillaba un matiz de inquietud. La tensión no había desaparecido del todo, y era comprensible. Puede que el problema con los osos Oiran estuviera prácticamente resuelto, pero una amenaza igual de letal seguía presente...

La figura desconocida.
La que disparaba aquellos proyectiles de luz blanca que ya habían matado a Subaru dos veces.

Mientras se sentía aliviado por ello, también sintió que algo en su interior se desgarraba. No estaba claro qué precio había que pagar, pero sabía instintivamente que no podía tardar demasiado. Y tampoco tenía intención de hacerlo.

La mano delgada y extendida acarició suavemente el grueso cuello del dragón de tierra que estaba a punto de perder el control.

Sólo había aprendido que ésa era la mejor forma de calmar a esta especie de dragón de tierra la mañana anterior a su partida hacia las arenas. Nunca habría esperado utilizarlo en una situación como ésta, pero supongo que debería prestar más atención a lo que dice la gente todo el tiempo.

El dragón de tierra se estremeció cuando alguien le tocó de repente, pero reconoció instintivamente que la mano no albergaba ninguna mala voluntad.

Su respiración agitada se calmó gradualmente y la tensión abandonó su cuerpo.

"-¿Hmm?".

Julius notó el cambio, tiró suavemente de las riendas y empezó a apaciguar también al dragón.

Joseph empezó a calmarse visiblemente. Justo el tipo de pericia que uno esperaría de Julius. En ese momento, Subaru rompió la conexión con la mano invisible, y la mano negra se desvaneció.

Julius mantenía la vista fija en la pantalla, como si apartarla fuera una traición.

Su expresión, aunque serena en apariencia, era una máscara que no lograba ocultar del todo el temblor de culpa que le calaba por dentro.

Había cometido un error. Uno silencioso, imperceptible... pero letal.
No fue lo bastante atento.
No supo leer la tensión que hervía en Joseph.
Y por ello, Subaru murió. No una vez. Dos.

Incluso si todo parecía estabilizarse en este bucle...
Incluso si Joseph no había alertado a esas criaturas...
El alivio que eso ofrecía era envenenado, áspero, cruel.

Porque el respiro llegaba tarde. Demasiado tarde.

Sentía que sus manos estaban manchadas con algo que no podía lavar.

Entonces, sin palabras, Ricardo posó su mano sobre su hombro.

Fue un gesto simple.
Pero en ese momento, significó todo.
No había juicio en ese contacto. Solo comprensión.

Julius cerró los ojos un instante y respiró hondo, como intentando contener una marea que amenazaba con desbordarse.

Y aunque aún no encontraba forma de perdonarse...

...al menos, no estaba solo.

"Hah, uf..."

Ese debería ser el problema inmediato resuelto al menos.

El coste había sido confiar en un poder tabú, pero el estilo de Subaru Natsuki era utilizar siempre cualquier carta que tuviera para jugar. No tenía ningún reparo en ello.

En otro momento, Ram habría lanzado una de sus típicas pullas.

Un comentario ácido, quizá una burla velada sobre lo oportunista que podía ser Subaru en ciertas situaciones.
Era casi una costumbre... una forma suya de mantenerse firme.

Pero no esta vez.

No después de lo que acababan de ver.

Las imágenes de las muertes pasadas...
Todo seguía demasiado fresco. Demasiado real.
Y aunque su rostro había vuelto a adoptar la misma expresión estoica de siempre,
en sus ojos se notaba el desgaste.

Ram no dijo nada.

No porque no pudiera...
Sino porque no tenía energía para hacerlo.

Por ahora, al menos.

Pero lo que a Subaru molestaba era que el efecto de haber utilizado la mano invisible fuera mucho menos intenso que la última vez.

La primera vez en el santuario, cuando la utilizó contra Garfiel, había sentido como si le hubieran robado la mitad de su cuerpo. Pero esta vez lo único que ocurrió fue que respiraba un poco agitadamente.

"No es sólo que me esté acostumbrando..."

Subaru se sintió más incómodo que aliviado al sentir que la sensación de pérdida y odio era mucho más ligera que antes.

Aquel pensamiento oscureció varios rostros entre los distintos campamentos.
Cada uno tenía sus propias razones, pero un mismo temor se reflejaba en todos:
el peligro inherente a adaptarse a una Autoridad.

Porque sí, era innegable que las Autoridades ofrecían un poder extraordinario,
capaz de moldearse según la voluntad de su portador...
Pero esa era solo una cara de la moneda.

La otra... ya la habían presenciado antes.

Aún podían recordar aquella proyección en las pruebas del Santuario.
La caída de Geuse.
La forma en que su mente se fragmentó poco a poco,
empujada por el dolor, la desesperación y la insidiosa corrupción de su Autoridad.

Y ahora, esa misma Autoridad residía en su amigo.

Nadie allí deseaba que Subaru quedara indefenso.
Al contrario, muchos agradecían que tuviera recursos con los que sobrevivir...
Pero en el fondo, todos compartían el mismo anhelo silencioso:
que no tuviera que usarlos.
Que las Autoridades siguieran siendo un último recurso, no un camino.

Mientras aquellos pensamientos se enredaban en las mentes del elenco,
un solo par de ojos se mantenía inmóvil, fijo en la pantalla.

Reinhard.

Su mirada no vagaba entre los rostros ni se dejaba arrastrar por la tensión general.
Estaba clavada en un punto muy específico de la proyección:
una estructura alta, de piedra blanca...
La Atalaya.

Pero no era la torre lo que le interesaba.
No se trataba de admiración arquitectónica ni de cálculo estratégico.
Lo que lo inquietaba... era la figura que se encontraba dentro de ella.

Esa presencia.

Esa mujer.

Los proyectiles de luz que había lanzado desde allí no parecían tan letales a primera vista,
pero Subaru ya había muerto dos veces por ellos.
Eso bastaba para saber que algo no encajaba.

"¿Una mujer? ¿En la Atalaya?, Se suponía que el único habitante era el Sabio... ¿Acaso se trata de una ilusión? ¿Un engaño? ¿Y si no lo es... qué significa su presencia allí?".

Las preguntas retumbaban en su mente como ecos sin respuesta.
Y aunque sabía que no obtendría ninguna...
siguió observando.
Como si la respuesta estuviera oculta entre las sombras de esa torre.

Felt, que había notado el cambio en la expresión de su caballero,
estaba a punto de interrogarlo.
Pero no alcanzó a hablar.

La proyección había reanudado su curso.

Es mejor tener una opción que no tenerla, pero no hay nada bueno en tener más balas en la recámara cuando el juego es la ruleta rusa. Es un poderoso as en la manga, pero-

"...Ya basta, Subaru".

Beatrice empezó a forcejear un poco en respuesta a que Subaru la sostuviera durante tanto tiempo.

Eso fue suficiente para que finalmente volviera a la realidad. Empezó a disculparse cuando-

"¿Qué pasa, Beako? ¿Por qué esa mirada...?"

"¡Es porque has estado amasando el pelo de Betty todo este tiempo! ¡¿En qué estabas pensando?!".

"¿Eh? ¿Lo estaba?".

Beatrice mantuvo hábilmente la voz baja mientras dejaba que Subaru la tuviera. Su gloriosa melena había sido entrelazada y atada y había perdido toda forma.

Era un estilo en el filo de la moda que estaba un poco demasiado alejado para que alguien pudiera alcanzarla.

Varias risitas suaves recorrieron el Teatro tras la tierna interacción entre espíritu y contratista.
Sin embargo, en esas voces aún flotaba cierto tono apagado... difícil de ignorar.

Rem, con una sonrisa algo traviesa, se inclinó hacia su hija adoptiva:

Rem:" Me pregunto cómo me vería con un peinado así... ¿Quieres que practique contigo, Spica?".

Pese al evidente cansancio tras la tormenta emocional de los últimos bucles, había notado la expresión confundida de la niña. Y si podía arrancarle aunque sea un gesto... valdría la pena.

Spica, aún mirando fijamente la pantalla, atrapada por la imagen de su padre y bombardeada por preguntas sin respuesta, solo asintió distraídamente.

Error fatal.

En cuestión de segundos, su cabello fue capturado por las manos veloces de Rem.
Lo trenzó, lo giró, lo enredó... hasta crear un estilo complicado y algo ridículo.

Dos coletas se transformaban en trenzas enrolladas, adornadas con moños azul y naranja.
Un cintillo blanco recogía su flequillo con elegancia, y todo culminaba en una gran coleta cruzada por trenzas decoradas.
¿De dónde sacó tantos adornos?
Bueno... la protección del Guardián daba cierta libertad para estas escenas.

Spica dio un pequeño brinco hacia atrás, sorprendida por la transformación.
¡En menos de un minuto tenía un peinado completamente distinto!

Más allá del asombro y el ligero desconcierto, la niña sintió algo cálido en su pecho.
Quizás su anterior peinado le gustaba más...
pero el gesto de su madre le arrancó una tímida sonrisa.

Spica:" Uauh wauh..." Murmuró, aún tocando su nuevo look.

Rem no entendió las palabras, pero no le hizo falta.
El rubor en sus mejillas y esa expresión dulce lo decían todo.
La abrazó con suavidad, agradecida de verla al menos un poco menos tensa.

Beatrice:" Supongo que ni mi contratista pudo resistirse a la ternura de Betty". Murmuró Beatrice con aire satisfecho. "Al salir del Teatro... no me molestaría dejarlo jugar un poco con mi cabello, supongo".

Emilia:" Jejeje~ ¡Yo también quiero jugar con tu cabello, Beako~!". Dijo Emilia con una sonrisa brillante, girándose hacia ella... aunque su mirada se desvió repentinamente.

Beatrice:" ¡Supongo que solo el contratista de Betty puede hacer eso!". Refunfuñó la pequeña espíritu con un puchero.

Pero ya no tenía la atención de la semi elfa.
Emilia estaba observando algo más. O mejor dicho... a alguien.

Anastasia:" ¿Por qué me miras así?". Preguntó Anastasia, incómoda.

Emilia:" ¿Por qué estás tomada de la mano con mi Subaru?". Replicó Emilia, con una sonrisa tensa y un brillo inquietante en los ojos.

Anastasia:" No te incumbe".

Emilia:" ¡¿Cómo que no me incumbe?! ¡Él es mi—!"

Anastasia:" No te incumbe". Repitió Anastasia con total calma.

La tensión creció al punto de romperse, y Emilia estaba a punto de estallar...
hasta que una voz firme —y aguda— cortó el momento.

Beatrice:" Esto se está extendiendo demasiado. Debo recordarles que el contratista de Betty... aún no está del todo seguro, supongo".

Beatrice alzó la mano, separando con un solo gesto a las dos contendientes.

No solo Emilia y Anastasia bajaron la cabeza tras sus palabras.
Todo el Teatro pareció encogerse ligeramente, volviendo su atención a la pantalla.

No era momento para bromas.

Aún no.

"El hecho de que ni siquiera te dieras cuenta de que lo estabas haciendo es molesto... Probablemente tampoco recuerdes lo que le susurraste a Betty".

"No, lo recuerdo. Porque  siempre  te querré Beako".

"¡Gah!".

La cara de Beatrice se puso roja de inmediato y se cubrió la cabeza con la capa que llevaba puesta.

Al igual que su versión en la pantalla, Beatrice sintió un cálido cosquilleo ante las palabras de su contratista.
Claro, ya sabía que él la amaba... a ella y a todo su campamento casi por igual.
Pero escuchar esas afirmaciones, de vez en cuando, nunca dejaba de reconfortarla.

Con un suspiro apacible, se acurrucó sobre sí misma, adoptando una postura fetal mientras se recostaba suavemente contra el pecho del dormido Subaru.
Un gesto que se había vuelto costumbre desde su llegada al Teatro.

Escuchar los latidos de su corazón...
esa pequeña prueba de que estaba vivo, a salvo, sin sufrir...
sin morir.
Era una calma que no podía explicarse con palabras.

Beatrice:" No podría desear un mejor contratista, de hecho... ¿No es así, Subaru?". Murmuró con dulzura, dejando escapar una sonrisa apenas perceptible.

Su voz fue un susurro cargado de cariño.
Y una vez más, la inusual pero efectiva "magia para calmar lolis" de Subaru funcionaba sin fallar.
Una habilidad... cuanto menos curiosa.

A Subaru le habría encantado disfrutar un poco más de la adorabilidad de Beatrice, pero no podía permitirse jugar con ella en ese momento.

La audaz estrategia de Meili había conseguido sacarlos del cerco de osos Oiran, y por fin tuvieron un momento para respirar hondo.

Subaru miró a su alrededor, divisando una zona que no formaba parte del campo de flores. Cuando Julius lo miró, le hizo un gesto para que se dirigiera allí a hablar.

Se retiraron para poder trazar una estrategia.

"Justo cuando pensaba que habíamos despejado el tiempo de arena, ocurre esto".

"Definitivamente se siente como una dosis completa de la maldad del Sabio. No hay apertura ni guardia baja".

Julius y Subaru suspiraron después de alejarse de las flores a un lugar donde pudieran estar seguros de no provocar a los osos Oiran.

Mientras todos tenían la atención clavada en la pantalla, cierta palabra provocó un cambio en el ambiente: "Sabio". Reinhardt, que hasta ese momento había permanecido en silencio, decidió finalmente intervenir.

Con su acostumbrada elegancia, se puso de pie. Felt frunció el ceño, sorprendida por el gesto inesperado, pero al recibir una serena sonrisa de su caballero, optó por dejarlo continuar... aunque su rostro se tiñó sutilmente de rojo.

El murmullo cesó y las miradas se dirigieron de inmediato al Santo de la Espada. La proyección se detuvo de golpe, como si la misma torre esperara a que terminara de hablar.

Emilia:" ¿Sucede algo, Reinhardt-san?". Preguntó la semi elfa, algo inquieta ante la seriedad que marcaba el rostro del espadachín.

Reinhardt:" Para ser sincero, sí. Hay un asunto que, tras aclarar ciertas dudas, creo que todos deberíamos tener en cuenta". Respondió con una leve reverencia hacia Emilia.

Priscilla:" Si tienes algo que decir, hazlo sin rodeos. No creo que ese bufón de Alcaide tolere otra interrupción innecesaria". Declaró la peli anaranjada con desdén, señalándolo con su abanico cerrado.

"¡La falta de respeto en este lugar es criminal! ¡Está bien, les dejaré jugar un rato al teatrillo! Pero háganlo corto. Y por cierto... jódete, Prisca".

Resonó la voz del Guardián, visiblemente molesto.

Priscilla apenas se encogió de hombros, pero el leve temblor en su abanico delató que el apodo la había irritado.

Reinhardt:" Seré breve". Prometió, con tono firme.

La atención general se centró por completo en él. Estaba claro que buscaba ser preciso y directo.

Reinhardt:" Creo que varios aquí ya habrán notado que los proyectiles lanzados desde la Atalaya no son comunes. No son parte de ningún Metia defensivo... ¿Cierto?".

Algunos asintieron. Nadie interrumpió; todos querían escuchar.

Reinhardt:" Sin embargo, noté algo más. Algo que... preferí callar hasta estar seguro".

El pelirrojo vaciló apenas, como si revivir el recuerdo le provocara incomodidad.

Reinhardt:" Pude ver quién lanzó los proyectiles".

La sala estalló en reacción inmediata.

"¿¡Qué!?".
"¿Por qué no lo dijiste antes!?".
"¿Quién era?".
"¿¡Por qué ahora!?".

Las voces se superponían. Reinhardt tragó saliva, sintiendo cómo la presión subía. Por un instante se sintió abrumado... pero una mirada de apoyo de Felt lo ayudó a recuperar el control. Sus protecciones divinas hicieron el resto.

Reinhardt:" Al principio no estaba seguro de lo que vi... Pensé que tal vez era una ilusión provocada por la tensión del momento. Si fui imprudente, me disculpo". Se inclinó levemente, avergonzado, aunque enseguida retomó su porte habitual.

Emilia:" No pasa nada, Reinhardt-san. Todos estamos... bastante sobrepasados por lo que hemos visto. No te culpes. Lo hiciste bien".

Felt:" Estoy con la hermana mayor. Aunque... si vas a ordenar tus ideas, hazlo ya. El tipo de la pantalla está echando humo". Susurró, sin poder ocultar su incomodidad.

La imagen proyectada empezaba a temblar ligeramente, como si el Guardián también comenzara a impacientarse.

Reinhardt:" Lo siento. Iré al grano". Dijo, y tras aclararse la garganta, añadió, "La razón por la que dudé de lo que vi... fue porque quien lanzó los proyectiles no fue un hombre".

Un silencio sepulcral se extendió en la sala.

Reinhardt:" Era una mujer".

"¿¡EH!?", Retumbó el eco de la sorpresa colectiva.

Tivey:" ¿Pero no se supone que el Sabio es el único que habita la torre? ¿Qué haría una mujer ahí?".

Julius:" ¿Y si los registros estaban equivocados? ¿Es posible que... se confundiera su género y el Sabio fuese una mujer desde el principio?". Se llevó una mano al mentón, intentando mantener la compostura... aunque una parte de él quería gritarle a todos los historiadores del reino.

Anastasia:" No creo que se cometiera un error tan ridículo con una figura histórica tan influyente... ¿Verdad?". Su voz vaciló, dudando de la exactitud de sus ancestros.

Wilhelm:" ¿Estás completamente seguro de lo que viste, Reinhardt?". Preguntó el viejo espadachín, sin dureza, pero con gravedad. Esta revelación era más complicada de lo que aparentaba.

Reinhardt no titubeó.

Reinhardt:" Estoy seguro. Esa misma mujer apareció en los dos bucles anteriores, justo en el momento en que los proyectiles fueron lanzados desde la torre".

Wilhelm no añadió más. Simplemente asintió, sumido en sus pensamientos.

Un pesado silencio volvió a caer. Todos procesaban la revelación, algunos con incredulidad, otros con creciente desconfianza.

Pero finalmente, fue el propio Reinhardt quien rompió el silencio.

Reinhardt:" Sé que esto da lugar a muchas preguntas, pero propongo que sigamos con las visualizaciones. Si esa mujer vuelve a aparecer... tal vez hallemos las respuestas que nos faltan".

Los líderes de cada campamento intercambiaron miradas tensas. Uno por uno, asintieron.

La proyección se reanudó.

Pero esta vez, todas las miradas estaban atentas a la torre.

Esperando...

Dentro del carruaje, Emilia y todos los demás estaban de acuerdo. Emilia acariciaba la cabeza de Meili.

"Si no hubieras estado allí, Meili, habría sido terrible. Muchísimas gracias".

"Habría sido peligroso para mí estar rodeada de tantos ositos. Eso es todo".

Meili apartó la mirada y respondió secamente. Pero había un leve enrojecimiento en sus mejillas. Era adorable que no pudiera ocultar cómo se sentía realmente.

En cualquier caso, Emilia tenía razón. Meili había hecho una gran contribución. Y en ese sentido, también lo había hecho Ram a la hora de atravesar realmente el tiempo de arena.

Emilia:" ¡Cierto! Casi lo había olvidado... Gracias otra vez, Meili-chan. Eres una buena niña". Exclamó la semi elfa, aplaudiendo con entusiasmo, como si premiara a la ex asesina con una pequeña celebración.

Garfiel:" Aunque tu hermana fue, y en su tumba seguirá siendo, una maldita perra... tú no estás nada mal, enana. ¡Mi increíble yo te da un aprobado!". Declaró Garfiel, alzando el pulgar con una sonrisa genuina, aunque algo torpe.

Priscilla:" Mi divino ser reconoce que tu intervención fue, cuando menos, aceptable... y sumamente favorable para el vulgar pelinegro y sus lamentables acompañantes". Añadió Priscilla con ese tono altivo tan propio de ella, repartiendo aprobación envuelta en insultos.

Pese a que la atención general había estado fijada en la seguridad de Subaru, ignorar el valor de Meili en los momentos más críticos habría sido un desaire imperdonable.

La niña había demostrado temple y eficacia no solo en aquella escena, sino durante todo el arduo trayecto por las Dunas.

Los agradecimientos y palabras de reconocimiento comenzaron a llover desde todos los campamentos.

Meili, sorprendida, no supo cómo reaccionar al principio. Su rostro enrojeció de inmediato y su cuerpo se encogió tímidamente, como si tratara de hacerse invisible ante tanta atención.

No dijo una palabra.

No podía.

Y, sin embargo... por dentro, se sentía cálida. A salvo. Reconocida. Como si por primera vez, en mucho tiempo, su existencia no doliera.

De pronto, sintió una caricia en la cabeza. Levantó la mirada con cierta timidez... y allí estaba Petra, la joven sirvienta de cabello anaranjado, sonriéndole de oreja a oreja con una ternura que parecía derretir cualquier rastro de inseguridad.

Petra:" ¡Bien hecho, Meili!". Exclamó mientras le revolvía suavemente el cabello.

La pequeña peli azul se dejó hacer sin oponer resistencia, como una cachorrita mimada que acababa de recibir su hueso favorito.

El contraste entre la feroz asesina de antaño y la niña acurrucada bajo una lluvia de elogios era... enternecedor. Incluso los más escépticos no pudieron evitar sonreír ante la escena.

Meili no encontró palabras. Solo bajó la mirada y asintió con timidez cada vez que alguien la felicitaba, el rostro aún encendido por el sonrojo.

Y aunque nunca lo admitiría en voz alta...
Aquella sensación le gustaba más de lo que estaba dispuesta a aceptar.

"¿Cómo está tu cuerpo, Ram?".

"...¿Es este el momento de preocuparse por mí? No tenemos margen para eso".

Replicó Ram con voz un poco ronca.

La noche era oscura en el desierto, así que no podía verle la cara con claridad. Pero la ya pálida piel de Ram parecía aún más pálida de lo habitual, lo que indicaba lo agotada que debía de estar.

Ram se mordió el labio, no de rabia... sino con una punzada de repulsión silenciosa ante la grosera actitud de su otra yo.

Claro, entre ella y Barusu existía una dinámica particular, una relación construida sobre insultos disfrazados de afecto, un vínculo escondido entre pullas y sarcasmos. Lo entendía. Era parte del juego... parte de su forma de conectar.

Pero aun así...

Él acababa de morir. No una, sino dos veces. Una tras otra, sin siquiera un respiro. Y lo primero que hizo, al recobrar el aliento, fue preocuparse por su seguridad... por la de su grupo. Por ella.

¿Y cómo respondió ella? ¿Cómo reaccionó esa otra Ram que lo conocía tan bien?

Lo desestimó.

Claro, dentro del contexto de aquella escena proyectada, había lógica. Estaban en una situación límite, y no podían permitirse titubeos... ni sentimentalismos.

Pero aun así...

Había algo que le dolía. Algo que se le atascaba en el pecho, tan punzante como difícil de admitir.

Ram no prestó atención a la mirada de Subaru y miró a Meili.

"¿Qué hay de ese campo de flores, Meili? ¿Puedes hacer que todas esas bestias demoníacas se aparten de nuestro camino con tu habilidad?".

"Como dije antes, es difícil. Si sólo fueran cien, podría hacer algo, pero cuando llegan a ser más, es difícil, incluso para mí."

"Cien, ¿eh? Eso ya es bastante notable. Desgraciadamente..."

Julius miró hacia el campo de flores. Incluso a simple vista, estaba claro que allí tenía que haber más de mil.  Incluso podría haber más de diez mil. No era un número que Meili pudiera manejar.

Garfiel:" ¡¿Esa enana de verdad puede controlar tantas Mabestias a la vez?!". Exclamó con los ojos abiertos como platos. "¡No importa si no puede abarcar todo el campo... sigue siendo un maldito ejército lo que puede invocar!".

Su voz sonó tensa, casi con un dejo de miedo. Se echó ligeramente hacia atrás, como si su cuerpo reaccionara antes que su mente.

Durante la batalla en el Santuario, cuando se enfrentaron a Elsa y Meili, él ya había presenciado el inmenso poder de esa niña. Recordaba perfectamente la invasión de Mabestias de distintas formas y tamaños, un caos salvaje que apenas lograron contener.

Pero...

¿Y si en aquel entonces ella se hubiese concentrado solo en domar Mabestias de clase superior...?

¿Y si no se hubiera limitado a criaturas menores, sino que hubiera desatado toda esa fuerza descomunal desde el principio?

Tal vez...
Tal vez la mansión habría caído.
Tal vez ellos no habrían sobrevivido.

Garfiel apretó los dientes y negó con fuerza, espantando ese pensamiento como a una pesadilla.

No. No ahora.

No quería volver a caer en ese pozo oscuro. El pozo del autodesprecio. El mismo que lo hacía pensar que su victoria no fue mérito, sino simple suerte. Que sobrevivieron por error, no por fuerza.

No.

Aquel Garfiel había crecido.
Y aunque su corazón aún temblara, no permitiría que el miedo lo hiciera retroceder.

Mientras un pesado estado de ánimo se instalaba a su alrededor, Julius levantó dos dedos.

"Nuestras opciones ahora mismo son seguir adelante o volver atrás".

"¿Regresar es siquiera una opción? No resolverá nada".

Ante las opciones propuestas por el Julius de la proyección, las opiniones entre los distintos campamentos se dividieron al instante.
Retroceder de forma estratégica para evitar el inmenso campo floral parecía una opción sensata, especialmente después de los dos últimos bucles.
Pero al mismo tiempo...
Había tomado demasiado tiempo —y una alineación de factores casi milagrosa— atravesar el Mar de Arena una primera vez.

¿Podrían lograrlo una segunda?
Nadie lo tenía claro.
Y eso inquietaba más de lo que querían admitir.

Roswaal: "Vaaaya dilema más interesaaante, Subaru-kuuun. ¿Retrocedeeeer y perder todo tu progreeso~...? ¿O avanzar y arriesgarteee a morir~? ¿Qué decidiiraaas~?". Murmuró el payaso con una sonrisa serpenteante. No hablaba con nadie en particular, pero eso no evitó que varias miradas de disgusto se clavaran en él como cuchillos mal afilados.

Petra, que estaba lo bastante cerca como para oírlo, entrecerró los ojos con una expresión tan dulce como siniestra.

Petra: "Tendré que escurrir más seguido trapos sucios en su té..." Susurró, con un aura vengativa que hizo estremecer incluso a quien no la conocía bien.

Meili se apartó un poco al sentir la tensión.
Una Petra enojada no era algo que uno quisiera tener cerca.

No, definitivamente no.

"¿Puedes estar seguro? Es totalmente posible que cuando pasamos a través del tiempo de arena que acaba de pasar a conectar aquí. Al pasar por una grieta diferente en el espacio, es posible que acabemos en otro lugar aún más cercano a la torre".

Subaru se mostraba escéptico ante esa posibilidad, pero tampoco tenía pruebas contundentes para negarla.

El hecho era que había tres tiempos de arena diferentes. Habían pasado por el tiempo de arena durante la noche, pero existía la posibilidad de que el de la mañana y el del mediodía fueran diferentes-.

"...Ahórrame ese optimismo ingenuo".

Mientras Subaru consideraba eso, la voz tranquila de Ram sonó en su oído.

No era otra que la persona que más se había esforzado por pasar el tiempo en la arena, que miraba con odio a Subaru y Julius.

"¿De verdad el Sabio que se ha esforzado tanto por rechazar a los forasteros dejaría un camino fácil en algún lugar? No hay manera. Retirarse a los sueños ante una realidad castigadora, es el último recurso de los cobardes que quieren un camino más fácil."

Crusch: "Y esa declaración cobra aún más peso si consideramos los proyectiles de luz lanzados desde la Atalaya..." Murmuró la Duquesa, con la mirada ensombrecida por el recuerdo.

El grupo entero pareció contagiarse de su expresión.
Un reflejo de preocupación se esparció como un velo silencioso entre los presentes.

Si el Sabio —o la Sabia— se tomaban la molestia de defender personalmente la torre, y lo hacían de forma tan brutal pese a la distancia y los obstáculos...
Era ingenuo pensar que permitirían una entrada sencilla, una solución mágica o un camino "correcto".

No habría misericordia.
No allí.

Una idea incómoda flotó sobre todos como una nube de polvo venenoso:

¿Cómo se suponía que debían avanzar en una situación así...?

"Tú... Sólo estamos hablando de la posibilidad de un camino incluso un poco más seguro".

"Nos embarcamos en este viaje muy conscientes de que sería peligroso. La resolución de perder algo es necesaria para poder ganar algo alguna vez. ¿O es que pensabas ganar sin arriesgar nunca nada? ¿Cómo puedes ser tan arrogante?".

Ante la feroz reprimenda de Ram, Subaru se detuvo un momento y luego dejó escapar un profundo suspiro.

Ram: "¿Someterlo al camino difícil solo por un objetivo propio...? Idiota..." Murmuró con el ceño fruncido, la voz cargada de una mezcla amarga de juicio y autodesprecio.

Puede que su otra yo, en la proyección, hubiera tenido que cruzar el Tiempo de Arena a costa de un esfuerzo inhumano...
Pero imponerle ese castigo a Subaru —una y otra vez— solo por sus propios deseos, solo por alcanzar eso que ella tanto anhelaba...

Sí, su hermana estaba en juego.
Esa Rem —la de la pantalla— aún no despertaba, aún no la recordaba.
Seguía atrapada en un sueño sin fin, incapaz de volver a ver el mundo... incapaz de mirarla.

Ella no sabía.
No sabía lo despreciable que era Ram.
No sabía en qué clase de mujer se había convertido.

Pero... ¿era eso excusa suficiente?
¿Justificaba mandar a Subaru a una muerte segura, solo por no querer considerar otro camino?

La respuesta era tan obvia...
Tan dolorosamente clara...

No.
No, claro que no lo hacía.

Ram lo estaba expresando intencionadamente de forma provocativa para instarles a seguir adelante. Y, por supuesto, también había una lógica en lo que decía. Pero también había una lógica en lo que había dicho Julius. Sólo quedaba decidir cuál-.

"Meili, ¿Qué tal si hacemos que los  osos que están en el camino que crucemos se aparten de nuestro camino?".

"¿Intentar reducirlo en lugar de moverlos a todos? En ese caso..."

Meili se centró en el campo, examinándolo de cerca.

"Si es sólo eso, entonces creo que puedo hacerlo. Moverlos fuera del camino, y luego hacer que vuelvan a dormirse una vez que estén lo suficientemente lejos... Sí, está bien. Puedo hacerlo".

Al: "Y la niña lo hace una vez más. Parece que esa pequeña va a ser la loli comodín de Bro en este viaje." Comentó Al con tono burlón, intentando aligerar el ambiente... y esta vez, lo logró.

Ricardo: "¡Una loli espíritu y una loli asesina... la combinación perfecta para cautivar al Sabio! ¡Jajajaja!". Estalló en carcajadas, apoyando la broma de su compañero mientras daba una sonora palmada sobre su muslo.

Las risas se propagaron rápidamente entre los presentes.

Comentarios jocosos, chistes improvisados y apodos como 'Lolimancer' empezaron a llenar la sala mientras todos señalaban —en tono juguetón— a Subaru y su creciente séquito de pequeñas aliadas.

Y Meili...

Ella deseó con todas sus fuerzas convertirse en una lombriz de tierra para enterrarse en lo más profundo del suelo y desaparecer.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Meili: "Si no los miras no están, si no los oyes se callarán, si no los miras no están

Meili: "Si no los miras no están, si no los oyes se callarán, si no los miras no están..." Murmuraba en un débil bucle, encogida en su asiento como si tratara de hacerse invisible, con el rostro rojo como una cereza madura.

Petra no pudo evitar soltar una risita baja al ver la reacción de su amiga.
Esa mezcla de ternura y torpeza social convertía a Meili en algo... adorable.

Sí, el ambiente se había aligerado.
Las tensiones parecían ceder, al menos superficialmente. Pero entre los rostros más serios y analíticos, una inquietud persistía como una espina clavada en la carne.

"Puede que puedan abrir una brecha entre los nidos de los osos Oiran... pero ¿Cómo se acercarán a la torre sin ser fulminados por esa mujer?"

La pregunta pendía en el aire, sin respuesta.
Y esa incertidumbre... solo alimentaba su ansiedad.

Al menos, estaba de acuerdo con Ram en seguir adelante. Al oír eso, Subaru se volvió hacia los demás.

"Puede sonar como una tontería, pero estoy de acuerdo con Ram. Hay ciertamente una posibilidad de algo diferente si vamos a través de un tiempo de arena diferente, pero si son bestias demoníacas bloqueando nuestro camino, entonces al menos tenemos a Meili con nosotros."

"También existe la posibilidad de que esto sea mejor que lo que encontraríamos en cualquier otro lugar".

Beatrice asintió también mientras se arreglaba el pelo que Subaru le había despeinado.

"Al final, no nos queda más remedio que confiar en Meili. En el peor de los casos, si las bestias demoníacas se despiertan, entonces dependerá de Emilia-tan, Julius-y de mí y Beatrice. Lo siento".

"Uy, y Patrasche. Gracias. Yo también te quiero".

Su fiel corcel hizo acto de presencia y Subaru se acercó por detrás para hacerle cosquillas cariñosamente en el cuello. Y entonces Subaru miró a todos.

El jardín de flores de las bestias demoníacas estaba justo delante de ellos. No podían permitirse tardar demasiado en decidirse, así que empezó a someterlo a votación...

"-Mm-hmm. Estoy de acuerdo con Subaru y Ram. No quiero dar marcha atrás, ni siquiera un segundo".

Emilia sonrió tranquilizadora, respaldando la convicción de Subaru. Había una poderosa determinación en sus ojos púrpura, y miraba hacia la torre que se extendía más allá del campo de flores.

Roswaal:" Pareeeece que la mayoría ya se ha decidiiido~. Supongooo que ahora Subaru-kun tendrá que maniobraaaar con cuidado para advertiiir al grupo sobre los proyectiiiles de la Atalayaaa~" Comentó el Marqués con su tono canturreante, el rostro ladeado con aparente interés... aunque en el fondo, su expresión delataba una sombra persistente.

Desde la anterior proyección, algo en él había cambiado.
Aquel espectáculo lo había dejado marcado.

Y aunque Roswaal solía jugar a la ironía y al absurdo, ahora parecía que su insistente participación en las conversaciones era una forma de no ahogarse en el silencio.
Porque, a veces, la mejor medicina no es reír... sino enfrentar el veneno con una sonrisa torcida.

A pesar de que pocos en la sala querían oír su voz —y menos aún, sus opiniones—, lo que acababa de decir caló profundo.

La tensión se disparó.

¿Cómo diablos advertir a alguien que el camino más directo hacia la torre venía con una trampa mortal?
¿Cómo explicar que en menos de un segundo podrías terminar con la cabeza hecha pedazos?

No había forma de suavizar eso.
No esta vez.

Subaru tendría que ir directo al grano, sin rodeos, sin sutilezas. Y lo más peligroso de todo... sin cruzar el tabú de la Bruja.

Las miradas se alzaron al unísono hacia el fondo de la proyección, donde la ominosa silueta de la Atalaya se mantenía firme como una constante. Alta. Inaccesible. Inmutable.

En los rostros de todos podía leerse la misma preocupación.

Esa torre no era solo una estructura...
Era un símbolo de advertencia.

Y lo peor es que incluso si Subaru lograba llegar, incluso si sorteaba los disparos, nadie podía garantizar que el Sabio —o la misteriosa mujer que Reinhardt había visto— no apareciera para eliminar a los intrusos sin vacilar.

Ahora lo sabían. Lo aceptaban con la garganta seca y los puños apretados:

Lo más difícil no sería llegar.
Sería sobrevivir al encuentro con aquello que moraba dentro.

Porque si no lo lograban...

"El camino es recto, y la torre está justo delante. Si ocurre algo, estaré allí para ayudar a todos, pase lo que pase".

"-Eres sorprendentemente músculo-cerebro cuando se trata de situaciones como ésta, Emilia-tan."

"Musculocerebro... ¿eh? ¿Qué quieres decir de repente? Ahh, no me avergüences así".

Emilia mantuvo una mirada fría mientras lo decía, pero empezó a sonrojarse ante el comentario irónico de Subaru.

No entendía muy bien el significado de "Musculo cerebro", pero había algo tierno en su forma de sonrojarse.

"Sorprendentemente para mí, 'musculosa' no era exactamente un cumplido sin más para Emilia-tan... No, probablemente lo dije como un cumplido. Estoy perdidamente enamorado de nuevo. E M T es lo mejor".

Volvió a darse cuenta de lo importante que era para él la chica que miraba tan resueltamente al frente, de lo mucho que la quería.

Garfiel:" Pfff... El Capitán no puede evitar soltar elogios cada vez que habla de la princesa. Creo que lo raro sería que no lo hiciera". Rió por lo bajo, sintiendo un alivio momentáneo... y una punzada de nostalgia difícil de explicar.

Solo había pasado un año desde que se unió formalmente al campamento de Emilia, y sin embargo... gracias a esas visualizaciones, sentía que conocía a todos mucho más de lo que debería.
Como si hubiera vivido con ellos toda una vida.
O varias.

Una broma pesada del destino... sin gracia alguna.

Emilia:" ¡Subaru! Niño malo. ¡No es educado decirle a una chica... lo que sea que hayas dicho!". Refunfuñó la semi elfa, frunciendo el ceño y pellizcándole el costado.

Normalmente le habría estirado la mejilla...
Pero en esta ocasión, no podía.

El rostro de su caballero seguía cómodamente apoyado en el hombro de cierta comerciante de cabello lavanda.
Una imagen que comenzaba a crisparle los nervios.

Y cada vez que Emilia intentaba robarle una caricia o un gesto, la cola esponjosa de cierto zorro ártico se interponía con una palmada seca, apartando su mano con firmeza y precisión.

La primera vez fue una advertencia.
La segunda, una barrera.
La tercera... empezaba a sentirse como un desplante directo.

Y aunque Emilia trataba de mantener la compostura...

El brillo molesto en sus ojos y su puchero más marcado delataban lo que realmente pensaba.

"Esto ya no me hace gracia".

Con Emilia, Ram y Meili en el campamento de los que siguen adelante-

"Entonces sólo queda lo que piensen Anastasia y Julius, pero..."

"No hay mucho que pueda decir ahí. Ya tenemos una mayoría, y no me apetece precisamente intentar ir en contra de ella. Pero sí quiero pensar un poco más sobre si este lugar es realmente lo que parece".

Anastasia se llevó la mano a la mejilla.

Al oír su respuesta, Julius se volvió hacia ella.

"¿Tiene algún tipo de preocupación sobre este jardín de bestias demoníacas, Lady Anastasia?".

"Nada tan grande. Pero había una grieta para deslizarse a través del tiempo de arena, ¿verdad? Así que me preguntaba si habría algo así también para este campo, eso es todo. ¿Qué piensas, Beatrice?".

"-¿Por qué se lo preguntas a Betty?".

Beatrice, la del Teatro, entreabrió los ojos un instante... apenas un segundo de vulnerabilidad antes de recomponerse, retomando su porte elegante, orgulloso, casi altivo.

Aunque, siendo honestos, ni ella misma sabía por qué seguía intentando mantener esa fachada.

Hacía apenas unos minutos había estado llorando desconsoladamente en los brazos de una comerciante, con lágrimas corriendo por sus mejillas sin freno alguno... y lo más humillante era que seguramente, su hermana lejana —Foxidna— lo había observado todo desde el cuello de esa misma comerciante.

"Patético...", pensó.

Tal vez lo único que le quedaba era esa pose de dignidad forzada. Tal vez era su manera de sobrevivir en un entorno tan cargado de recuerdos incómodos, de dolores no resueltos y de verdades que no quería enfrentar.

Sí... había dicho que su hermana era bienvenida a su familia.

Pero eso no hacía las cosas más fáciles.

A Beatrice siempre se le había dificultado empatizar con los demás.
Especialmente con sus semejantes.
Especialmente después de lo de Puck.

Y peor aún... cuando esa hermana, aunque fuera indirectamente, había tenido parte de culpa en las dos veces que su contratista murió durante el infierno de las Dunas, al haberlo llevado a ese lugar.

No era odio.

Pero tampoco perdón.

Era algo más denso, más silencioso.
Un espacio frío en el pecho que no sabía cómo llenar.

A su lado, la bufanda blanca alrededor del cuello de Anastasia se movió apenas. La suave ondulación de la tela era casi imperceptible... pero denotaba tensión.

La cola del zorro se asomó sutilmente, observando a su hermana espíritu desde muy cerca. Apenas unos centímetros las separaban.

"Debo hablar con Betty en el próximo descanso...", pensó Foxidna, con una mezcla de ansiedad y resignación.

La idea llevaba tiempo revoloteando en su mente, pero ahora era inevitable.
No podía seguir postergándolo.

Ya era bastante doloroso ver en la pantalla cómo su otra yo no podía devolverle el cuerpo a su hija querida... cómo su Od se drenaba lentamente mientras permanecía impotente...
Ya era suficientemente doloroso.

Pero ahora, aquí mismo en el Teatro, tener a Beatrice tan cerca y no poder decirle nada...
No por imposibilidad, sino por miedo, por torpeza, por no saber cómo comenzar...
Eso lo volvía aún peor.

Y, por supuesto, lo disfrazaba todo usando su forma de bufanda.
Usando su cola para bloquear los discretos —aunque insistentes— intentos de cierta semi elfa por recuperar el contacto con Subaru.
Como si ese gesto absurdo pudiera distraerla de todo lo que de verdad dolía.

Pero no lo lograba.

Porque entre hermanas, a veces...
Las palabras duelen más que el silencio.

La mejilla de Beatrice se tensó cuando Anastasia, o más bien Foxidna, se volvió hacia ella. Los labios de Anastasia se suavizaron ante la respuesta hostil de Beatrice.

"Por lo que he oído, eres especialista en magia oscura, ¿verdad? Y cuando se habla de magia oscura, entonces los giros en el espacio son algo así como el pan de cada día de la magia oscura... así que me preguntaba si podrías notar algo, eso es todo".

"...El tiempo de arena fue una perturbación natural, pero la forma en que se torció fue similar en estructura al Pasaje de Betty. Eso es lo que Betty sintió al atravesarlo".

Respondiendo a la pregunta con calma, Beatrice miró a Subaru.

"Hace mucho tiempo, Betty lanzó un hechizo similar sobre Subaru".

"¿Sobre mí? ¿Cuándo?".

"...La primera vez que nos vimos".

"La primera... ¡Ah! ¡Cuando despejé ese pasillo con aspecto de bucle infinito en el primer intento! Lo siento por eso después de todo el trabajo que pusiste en prepararlo".

"Es molesto que parezca que te disculpas de verdad. Olvídalo!".

"Tú fuiste quien sacó el tema..."

Las mejillas de Beatrice se inflaron en un mohín mientras Subaru se encogía de hombros pasivamente.

Reinhardt:" Esa es una comparación... interesante, podría decirse". Comentó el pelirrojo con una leve sonrisa, recordando el rostro frustrado de Beatrice cuando su intento de juego con el pasillo infinito fue arruinado por Subaru... al primer intento.

Sin embargo, un leve tic apareció en el ojo del Santo de la Espada al evocar otro detalle: él mismo no había podido atravesar esa barrera.
Un fracaso del pasado que, aunque lejano, aún le pesaba.

Beatrice:" También había preparado varias habitaciones con modificaciones, de hecho..." Murmuró la pequeña espíritu, con un deje de nostalgia en la voz.

De pronto, sintió una mano cálida y liviana posarse sobre su cabeza.
Al voltear, se encontró con Anastasia, quien se inclinó ligeramente para quedar a la altura de su oído y le susurró con complicidad:

Anastasia:" ¿Qué tal si, cuando salgamos de aquí, preparamos un juego parecido... pero más elaborado para Natsuki-kun?".

Le guiñó un ojo, claramente ofreciéndose como cómplice para una travesura nostálgica.

Beatrice:" ¡Hmph! Supongo que podría aceptar las ideas de alguien tan retorcida... para un cruce interesante, ¿No te parece, comerciante?". Respondió Beatrice con una sonrisa traviesa, siguiendo el juego.

Era una idea absurda...
Y, sin embargo, por un instante... fue todo lo que necesitaban.

Ambas querían salir de ese lugar.
Todos querían salir de ese lugar.

Ver a Subaru.
Hablar con él.
Decirle que no estaba solo.
Intentar —aunque fuera torpemente— compartir su dolor.
Mitigar sus cargas.
Ayudarlo a alcanzar, finalmente, ese final feliz que tanto merecía.

La princesa comerciante y la Gran Espíritu del Yin intercambiaron una mirada, una sonrisa... y una pequeña risa compartida.

Una risa ligera, frágil, pero esperanzadora.
Como si, al menos por un momento, el peso del Teatro se hubiera reducido apenas... lo suficiente para seguir adelante.

Pero Subaru no podía ignorar lo que Beatrice y Anastasia decían.

Si realmente tenían alguna idea aparte de pasar por el campo, entonces eso sería lo mejor. Pero además, había un problema más que no podían permitirse ignorar y que seguía flotando en el aire.

"-Sin embargo, tengo una pregunta. ¿Alguien ha notado una luz que brilla desde la torre?".

"¿Una luz desde la torre?".

Emilia y todos los demás parecían confusos ante su pregunta.

-La luz blanca que emana de la torre de vigilancia. No entendía los detalles, pero fue lo que le causó la muerte dos veces ya.

El ambiente en el Teatro se tensó de forma casi tangible.
Las miradas antes distraídas o animadas se tornaron severas, y los rostros de los presentes adoptaron una expresión sombría.
El recordatorio de lo que tenían en frente cayó sobre ellos como una losa.

Ya no era momento para bromas, ni para comentarios ligeros.
El tiempo para reír llegaría después —si es que llegaba.
Ahora, debían mirar la pantalla.
Observar. Analizar. Memorizar.

Captar cada herida que su amigo sufriría.
Cada grito de ayuda que sería ignorado.
Cada muerte injusta que le arrebataría una parte del alma.

Y lo harían no por simple compasión, sino porque era lo mínimo que podían hacer.
Porque si Subaru iba a seguir luchando hasta romperse, entonces ellos —al menos— debían romperse un poco al verlo.

Tenían que cargar con ese dolor.
Tenían que pagarlo, aunque fuera una fracción.
Para recompensarle por todo lo que había perdido sin pedir nada a cambio.

Este era su momento.
Su única oportunidad de cambiar lo inevitable.
De evitar más tragedias.
De hacer que el futuro no fuera solo un eco de muertes silenciosas.

Así que enmudecieron, con el alma en vilo y el corazón apretado,
preparados para enfrentar lo que la pantalla decidiera mostrarles.

La primera vez ni siquiera había podido reaccionar ante ella, y la segunda había evitado una muerte instantánea sólo gracias a Patrasche. De no ser por ella, Subaru habría muerto de nuevo en el acto, y habría tenido que enfrentarse a este bucle aún ignorante sobre la luz.

Pero aunque hubiera traído algo de información de su última muerte, no era cosa sencilla idear una forma de enfrentarse a esa luz.

El amargo recuerdo de Patrasche, partida a la mitad en medio de ese maldito campo floral, aún resonaba como un eco persistente en la mente de todos los presentes.

Pero especialmente en los del campamento de Emilia.
Ellos, que habían convivido con la dragona de tierra, que habían visto su lealtad sin palabras, sentían esa imagen clavada como una espina.

Era una muerte silenciosa, pero cargada de significado.
Un sacrificio que no pedía reconocimiento, pero que se merecía todo.

Y con ese recuerdo latiendo en sus pechos, otra resolución se sumó sin palabras, grabada a fuego en sus corazones:

—Recompensar a Patrasche como es debido.

No solo como a una montura o compañera...
Sino como a una amiga.
Como a una heroína.
Como a la fiel criatura que dio su vida por quien amaba sin condiciones.

"No he notado nada. ¿Viste una luz que brillaba desde la torre de vigilancia, Subaru?".

"Hmm, ah, sí. No creo que sólo estuviera viendo cosas. Definitivamente había un resplandor desde la torre, y..."

"¿Significa eso que el Sabio de la torre se dio cuenta de nosotros?".

"No tienen que notarnos para encender una luz por la noche. ¿Quizás sólo fue eso?".

"Ya veo. Asumiendo por el momento que el Sabio nos ha notado, entonces quizás si indicamos que no queremos hacer daño, habrá algún contacto".

El hecho de que su explicación hubiera sido vaga por no poder explicar sus reinicios de muerte se había vuelto en su contra.

Una vez que empezó a hablar de luces, era natural que empezaran a imaginar algo como la luz de una habitación o una lámpara. Sería estúpido suponer una hostilidad letal desde el principio.

Sin embargo, tenía que encontrar alguna forma de transmitir la peligrosidad de esa luz sin coquetear con el tabú de su habilidad-.

"Ahí está otra vez... ese maldito tabú. Tan molesto, de hecho."

Beatrice apretó con fuerza el dobladillo de su vestido, sus pequeños dedos temblando apenas. La impotencia le carcomía el pecho como una marea ácida.

Ese tabú no era solo una traba mágica... era una maldición cruel, una barrera invisible que condenaba a Subaru al silencio, al aislamiento, a soportar su cruz en soledad.

No podía hablar.
No podía pedir ayuda.

Y, por eso, tenía que buscar formas desesperadas de liberar toda esa carga que lo consumía por dentro.

Beatrice conocía bien los rastros que quedaban cuando Subaru regresaba de uno de sus bucles más duros.
Las mangas arrugadas, los temblores en sus manos... y a veces, marcas en sus brazos que no estaban allí el día anterior.
Él nunca decía nada.
Solo se quedaba allí, sentado, como una sombra de sí mismo.

Y ella...
Ella siempre lo curaba. Siempre.
Aun sabiendo que no era suficiente.
Aun sabiendo que, en el fondo, lo único que él necesitaba era que alguien supiera.

Pero el tabú se lo impedía.
Ese silencio forzado lo estaba desgastando poco a poco.
Y a ella también desde que llegó al Teatro.

Tivey:" Es... incómodo. Que piensen que esa luz es solo un farol..." Murmuró el trillizo, con expresión sombría. "Nosotros sabemos lo que significa. Ellos no. Pero aún así..."

Ricardo:" Solo espero que el Mini Jefe se las arregle para hacerles entender que esa luz... no trae nada bueno". Dijo el hombre perro con voz baja, pero cargada de preocupación.

Ambos dirigieron la vista hacia la torre proyectada en el fondo.
La atmósfera se había vuelto densa, asfixiante.

Esa luz no era una guía.
No era salvación.

Era una advertencia.

Y ahora, solo quedaba observar.
Observar y esperar que, esta vez, él lo lograra.
Que este fuera el bucle que rompiera el ciclo...

"-¿Qué te pareció la luz, Barusu?".

Mientras se esforzaba por encontrar una forma de cambiar el flujo de la conversación, Ram le lanzó una frase.

Se cruzó de brazos mientras volvía a dirigir el tema a Subaru, que se tomó su tiempo para formularlo.

"Yo... creo que era algo peligroso. Como mínimo, no parecía amistoso".

"¿Alguna prueba aparte del instinto?".

"...Bueno, en realidad no".

Esa era la parte que menos sentido tenía en la explicación de Subaru. Sin embargo, sin ninguna prueba que pudiera señalar, no tuvo más remedio que llamarlo instinto e intentar que se mantuviera.

Ram relajó ligeramente los hombros.
No lo dijo en voz alta, pero se sintió agradecida de que Subaru hubiera encontrado una excusa para hablar sobre el peligro que representaba esa luz gracias a ella.

Ram:" Barusu, aprovechándose de una doncella indefensa... Muy propio de ti". Murmuró con una leve sonrisa, apenas perceptible.

Era una burla, sí, como tantas otras, pero en esa sonrisa había algo más:
Un rastro de alivio.
Una pequeña muestra de calma al sentirse útil, aunque fuera de forma indirecta.

Rem no tardó en notarlo.
Su expresión se suavizó al ver a su hermana volver a su actitud habitual. Sabía que detrás de ese porte firme y orgulloso, Ram cargaba con una culpa silenciosa, una responsabilidad autoimpuesta por todo lo que Subaru había tenido que soportar...
Algo que ya habían discutido, corazón a corazón, en el último descanso.

Spica, en cambio, no entendía muy bien el trasfondo.
Frunció el ceño un poco, encogió los hombros y volvió su atención a la pantalla.
En su mente solo había una cosa clara: quería respuestas.

¿Por qué estaba viendo el mismo escenario repetirse una y otra vez?
¿Por qué su padre parecía atrapado en un bucle sin fin...?

Las dudas seguían creciendo en su interior, sin nadie a quien acudir.
Pero algo le decía que muy pronto... esas preguntas comenzarían a encontrar sus propias respuestas.

Por eso, él esperaba que Ram de todas las personas se exasperara, pero:

"Ya veo... eso es un problema".

Ram se tomó en serio su respuesta- No, no es sólo ella. Emilia y Julius e incluso Anastasia tenían caras serias.

"¿Eh? ¿Qué? Acabo de decir que fue instinto. ¿Nadie va a sospechar de eso?"

"Tal vez si fuera sólo instinto, pero es tu instinto, ¿verdad? En ese caso, es mejor tomarlo en serio que sospecharlo, si me preguntas".

"No deberías ser tan auto despreciativo. Usted ha superado bastantes pruebas y tribulaciones. Hay un instinto que sólo pueden desarrollar las personas que han sobrevivido a ese tipo de situaciones. Llámelo la riqueza de experiencia".

"Una rata de campo sabe que debe cambiar de madriguera antes de que lleguen las fuertes lluvias. El instinto de Barusu no es para tomárselo a la ligera".

"Eso ya es tomárselo a la ligera... pero lo entiendo".

Todos daban sus propias razones para confiar en lo que él decía que era simplemente intuición.

Todos le decían que, aunque sólo fuera su instinto, confiaban en él. Sintió una oleada de alivio ante su postura. Incluso por parte de Julius. 

"Su autoestima es tan baja que incluso desmerece la confianza ajena, aunque no se le pidan explicaciones...", Reflexionó Anastasia, mientras anotaba con firmeza en su libreta. "Definitivamente, esto va directo al registro".

Su expresión era pensativa, casi maternal. Aquella libreta que ya se había vuelto parte de su imagen recogía apuntes, patrones, posibles maneras de ayudar. Todo con una minuciosidad que, al menos para ella, era más valiosa que mil promesas vacías.

Beatrice la observó de reojo.
Y cuando alcanzó a leer apenas unas líneas de esas anotaciones, una sonrisa genuina se dibujó en su rostro.
¿Cómo no agradecer cuando alguien se tomaba tan en serio el bienestar de su querido contratista?

Solo en esa página ya se veía la dedicación de alguien que realmente quería ayudar.
No podía imaginar qué más habría escrito en las anteriores... pero con solo suponerlo, su sonrisa se hizo aún más sincera.

Sin entrar en cuenta, Anastasia acababa de ganarse aún más aprobación por parte de la orgullosa Gran Espíritu del Yin.

A lo largo del Teatro, más voces se sumaban al mismo punto:

La autoestima de Subaru, era un asunto pendiente, un problema conocido pero que aún dolía.
Una cicatriz que todos, de un modo u otro, querían ayudar a cerrar.

En medio de esa diatriba, el ambiente se tornó... más llevadero.
No precisamente alegre, pero sí más cálido, más unido. Como una tregua entre penas.

Reinhardt escuchaba en silencio mientras su energética Dama le explicaba, paso a paso, cómo podrían apoyar a Subaru cuando tuvieran oportunidad. Él asentía con suavidad, disfrutando del momento.

Fue entonces, solo por inercia, que desvió la mirada a la pantalla.

Una rápida ojeada a la torre, por si acaso.
Ya habían pasado varios minutos desde la última aparición de aquella figura, así que dejó que su atención volviera a Felt...

Hasta que la vio.
Apenas una sombra, apenas un contorno.
Pero suficiente.

Reinhardt palideció. Su sonrisa se borró al instante.

Reinhardt:" Esa mujer..." Susurró, helado, con los ojos muy abiertos.

El cambio en su expresión fue tan brusco que detuvo toda conversación en seco.
Un silencio tenso recorrió el Teatro como una ola...

Y la proyección, como si respondiera al presentimiento, retomó su curso.
Mostrando en la distancia... la figura que todos temían volver a ver.

Frotándose la nariz por un momento ante la sensación, Subaru apartó la mirada de sus camaradas.

Por eso, no se dio cuenta de algo importante. La primera en darse cuenta fue Ram.

"Barusu, eso es..."

"¿Eh?".

La voz de Ram era totalmente seria. Siguiendo su mirada, la vio mirándole el pecho.

Mirando hacia abajo, también lo vio. Había un inusual punto de luz roja brillando en el pecho de su capa. En ese instante, una frase le vino a la cabeza. Sin embargo, era una que no encajaba en absoluto en este mundo.

-¿Un puntero láser?

El elenco comenzó a palidecer.

Aunque aún no habían alcanzado la misma comprensión que Reinhardt apenas unos segundos atrás, todos compartían el mismo presentimiento:

Ese punto de luz roja... no presagiaba nada bueno.

Aquel brillo intenso, casi antinatural, teñía el ambiente con un tono fúnebre. Como si una advertencia invisible pendiera sobre sus cabezas. Y la expresión en el rostro del Subaru de la proyección —tensa, alerta, casi resignada— no hizo más que confirmar sus temores.

Al:" Esa luz..." Murmuró desde su asiento, apenas audible bajo su casco. "Y la forma en que esos proyectiles son lanzados desde la torre... Se parece demasiado a un francotirador..."

La palabra flotó en el aire como un concepto ajeno, desentonando con el mundo que habitaban.
Un francotirador. Un asesino oculto en la distancia, paciente, preciso, letal.

Era un término que solo Subaru y él deberían comprender.
Tal vez Beatrice también, por alguna anécdota suelta que su contratista le hubiese contado con su usual torpeza.
Pero fuera de ellos... esa clase de amenaza no tenía lugar en Lugunica o alguno de los cuatro Reinos. ¿O sí?

¿Era magia? ¿Era tecnología olvidada usada por el atacante? ¿Un simple truco visual como los corazones flotantes de Minerva, que parecían salidos de un libro infantil?

No había respuestas.
Solo la creciente presión en el pecho de cada uno, el silencio sepulcral del Teatro...

Y el inevitable momento en el que lo descubrirían.

"-¡Ngh!".

Al instante siguiente, todos sus compañeros se movieron de forma milagrosa.

-Un rayo de luz desatado desde la Atalaya voló directo hacia Subaru con una velocidad y precisión aterradoras. Era la muerte encarnada, moviéndose más rápido que el viento, atravesando a su presa sin hacer ruido.

Ese único ataque vaporizaría a Subaru Natsuki, matándole sin darle tiempo a reaccionar-.

[3 segundos antes del impacto]

El elenco se irguió de golpe.
Algunos cerraron los ojos por puro instinto.
Ya sabían lo que significaba esa luz.

Una, dos veces antes... Esa maldita señal había marcado el final de un bucle. Y el principio de otro.

Y ahora, una vez más.

"¡Natsuki-san!".
"¡Capitán, no otra vez!".
"¡Mini jefe!".
"¡Subaru-kun!".
"¡Subaru-dono!".
"¡¡¡Uauh Wauh!!!".

Los gritos resonaron como ecos desesperados por todo el Teatro.

Pero, por supuesto, no servirían de nada.

Julius apretó los dientes, su estómago se retorció en un mareo nauseabundo justo cuando la luz partió de la torre.
No era magia. No era una simple flecha. Era un juicio de ejecución con forma de resplandor blanco.

Emilia se aferró a la mano del dormido Subaru.
Sus dedos temblaban al apretar, sus nudillos se pusieron blancos, hasta que un leve crujido le advirtió que había vuelto a apretar con demasiada fuerza. Otra vez.
Quiso detenerse, pero no pudo. No cuando posiblemente estaba a punto de verlo morir... otra vez.

Beatrice contuvo el aliento.
El pecho se le encogió como si le hubieran arrancado el aire.
Sus dedos temblaban aferrados a su falda, y su mirada, fija en la pantalla, no podía apartarse de esa flecha de luz que se abalanzaba sobre su contratista.

Rem rodeó a Spica con ambos brazos, justo a tiempo.
La niña ya se había impulsado como un resorte en dirección a la pantalla, desesperada.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus labios se estremecían tratando de formar palabras que no existían todavía.

[2 segundos antes del impacto]

Spica no parpadeaba.
Ni siquiera respiraba con normalidad.

Tenía la mirada clavada en la pantalla, y aunque sus ojos eran incapaces de comprender del todo lo que ocurría... su corazón sí lo hacía.

Lo sentía.
Lo sabía.
Lo temía.

Ese punto rojo...
Esa maldita luz otra vez...

Algo dentro de ella se rompió.

El cuerpo de la niña se tensó como una cuerda a punto de quebrarse, y justo cuando su mente le ordenó moverse, una vez más, Rem la sostuvo con fuerza.
No como una jaula, sino como un escudo.
Un muro cálido, suave...
Pero inamovible.

"Papá..." No pudo decir.
"¿Qué está pasando...?" No pudo preguntar.
"¿Por qué otra vez...? " No pudo expresar.

Y entonces, en su pecho, el dolor estalló.

El rostro de Spica se contrajo.
Sus cejas se fruncieron.
Sus labios temblaron.
Y las lágrimas —rabiosas, silenciosas, hirvientes— comenzaron a caer.

"¿Qué ocurre...?
¿Por qué... otra vez...?
¿Va a morir...?
¿Va a morir... otra vez...?
¿Otra vez sin que yo pueda hacer nada...?
¿Otra vez... sin que me de cuenta...?
¿Otra vez... sin que pueda decirle siquiera un adiós...?"

Sus pensamientos eran cuchillas, una detrás de otra, cortando, hiriendo, estrujando.

Y no podía gritar.
No podía hablar.
No podía detenerlo.

Solo podía ver.

Ver cómo su padre, su luz, su mundo...
...se perdía otra vez frente a sus ojos.

Sus manitos se cerraron con fuerza sobre el vestido de Rem, apretando con una mezcla de desesperación, miedo y furia muda.

"¡¡Quiero hablar!!
¡¡Quiero entender!!
¡¡Quiero ayudar!!
¡¡Quiero abrazarlo y decirle que estoy aquí!!
¡¡Quiero poder hacer algo!!
¡¡Cualquier cosa!!
¡¡No solo ver...!!
¡¡No solo llorar...!!"

El llanto no era solo tristeza.
Era impotencia.
Era rabia.
Era desesperación pura, encapsulada en un cuerpecito demasiado pequeño para cargar con emociones tan grandes.

Rem la sostuvo más fuerte, como si supiera que la niña no estaba llorando por una caída o por miedo al castigo.
Estaba llorando por algo que ni siquiera los adultos podían contener:
la angustia de perder a alguien sin poder detenerlo.

Y aún así, con los ojos empañados, con la voz quebrada dentro de sí, Spica no apartó la mirada.
Si no podía hablar... al menos quería ver a su padre hasta el final.

[1 segundo antes del impacto]

Ram...

Ella no gritó.
No se movió.
Pero su pecho ardía.
Apretó los labios con rabia, con vergüenza, con impotencia.
Había creído —por un minuto, solo uno— que podían bajar la guardia, que el peor momento ya había pasado.
Se permitió pensar que podía volver a su papel, a esa máscara burlona y mordaz, a su lugar como la hermana mayor fuerte e inquebrantable.

Pero no.

El destino era más cruel que eso.
El destino no le permitía relajarse.
No quería verla fuerte. Ni útil. Ni entera.
El destino quería verla... patética.

"¿Cuántas veces más debo verte morir, Barusu...?
¿Cuántas veces más tengo que ser espectadora de tu agonía mientras no puedo mover ni un dedo...?
¿Cuántas veces más...?"

Un escalofrío le recorrió la espalda.
Quiso maldecirse.
Quiso gritar...
Pero solo se quedó ahí, inmóvil, viendo la pantalla con los dientes apretados, su ceño fruncido y el corazón ardiendo.

Pero el destino le escupía en la cara una vez más.
El destino no los quería fuertes, ni enteros, ni dignos.
El destino quería verlos rotos.
Como insectos patéticos.

Las emociones flotaban densas como el humo en el aire, opacando toda luz, toda esperanza.
Y sin embargo, nadie desvió la mirada.
Todos miraban a Subaru.
O cerraban los ojos... como cobardes.

La luz avanzó.

Rápida. Precisa. Letal.

Solo unos pocos —los más fuertes, los más veloces— pudieron seguir su trayectoria.
Pero Subaru... no era uno de ellos.

No era un guerrero.
No era fuerte.

Y así, como una sentencia escrita en piedra, el momento se acercaba.

El jaque mate estaba impuesto.
El verdugo ya había soltado la soga.
La muerte, una vez más, estaba a solo un instante.

Solo quedaba...
esperar.

[0 segundos antes del impacto]

"-¡No dejaré que eso ocurra!"

-Si, Subaru hubiera muerto, si hubiera estado solo cuando le apuntó.

Un escudo de hielo del tamaño de una mano apareció en el pecho de Subaru donde brillaba el punto de luz roja.

Era una defensa mágica que Emilia había creado inmediatamente para protegerle.

"¿Eh?", soltaron varios a la vez, con voces torpes, casi incrédulas.

Todo en el Teatro parecía ya preparado para un funeral.
Miradas bajas.
Puños cerrados.
Respiraciones contenidas.

Pero se les había olvidado un detalle.
O mejor dicho... dos.

—Subaru no estaba solo, como en el último bucle.
—Y esta vez, todos sabían lo que esa luz significaba.

Dos factores que lo cambiaban todo.
Dos factores que devolvieron una chispa a sus corazones.
Una tan pequeña como frágil... pero suficiente.

Y entonces, Emilia se movió.

Y con un gesto firme, escudos transparentes de hielo comenzaron a formarse.
Puros, sólidos como su determinación.

Formando una barrera entre Subaru y la amenaza.

Una intención clara.
Una voluntad férrea.

Pero...

La puntería del rayo de luz dio en el blanco, y el hielo lo interceptó tal y como ella pretendía-.

"¡¿De ninguna manera?!".

Fue sólo una fracción de segundo. La luz blanca fue frenada por el escudo de hielo sólo un instante antes de vaporizar la barrera y atravesarla.

El hielo no sólo no detuvo la luz, sino que ni siquiera la retrasó un segundo entero.

La respiración del elenco volvió a cortarse.
El escudo de Emilia... había sido atravesado.

Como un cuchillo caliente cortando mantequilla.
Sin resistencia.
Sin dignidad.
Sin tiempo para reaccionar.

El aire se volvió denso.
Las emociones, una montaña rusa desbocada.
Algunos aún esperaban.
Otros ya estaban de luto.

Pero el escudo... cayó.
Y con él, ese brillo de esperanza que apenas había empezado a nacer en los ojos de muchos.
La chispa se apagó.
La ilusión, extinguida.

Intentaron prepararse.
Se convencieron de que lo peor era inevitable.

Los segundos pasaron.
La pantalla no se detuvo.
La proyección... seguía corriendo.

Sin pausa.
Sin respuesta.
Sin misericordia.

Entonces...

-Pero esa fracción de segundo dada por Emilia fue suficiente.

"¡Shiii-!".

Julius blandió su espada de caballero, lanzando una estocada con todo el peso de su cuerpo detrás, golpeando la luz que estaba a punto de ensartar a Subaru.

Su rostro estaba muy serio mientras seguía a la perfección el rayo de luz cuya fuerza se había debilitado ligeramente por el muro de hielo de Emilia.

La luz giró y se desvió, aterrizando en la arena junto a ellos.

Una vez más, la vida volvió al rostro de varios espectadores.
El corazón colectivo había estado al borde del colapso.

Entre el fracaso del escudo de Emilia...
La casi muerte de Subaru...
Y la salvación repentina traída por Julius...
Esa secuencia los había dejado exhaustos.

Demasiado agotadora.
Demasiado rápida.
Demasiado intensa.

Julius, desde su asiento, soltó un suspiro.
Largo.
Tenso.
Casi ahogado por la presión contenida en su pecho.

Sus músculos estaban agarrotados, le dolían las manos por haberlas apretado tanto.
Su compostura se había resquebrajado sin que nadie lo notara.
Solo ahora... pudo relajarse.

Lentamente, bajó la mirada hacia su uniforme.
Ese uniforme de caballero que tantas veces había representado orgullo.
Honor.
Responsabilidad.

Y por primera vez desde que había visto su derrota a manos de Gula...
Por un instante —uno solo— sintió que merecía vestirlo.
Solo un poco.
Solo esta vez.

Pero el pensamiento se desvaneció tan pronto como llegó.
No podía permitirse sentirse satisfecho.
No cuando había dejado morir a su amigo tantas veces antes.

Salvarlo una vez no limpiaba sus pecados.
No borraba su culpa.
No... aún no.

Y aun así —aunque lo supiera, aunque lo odiara—
Julius se permitió ese sentimiento.
Ese pequeño consuelo egoísta de haberlo logrado.
De haberlo salvado.

Por esta vez.

"..."

"..."

"..."

Al: "Mierda... esto me está quitando años de vida..." Masculló mientras se tronaba el cuello y trataba de aflojar la tensión acumulada.

Priscilla: "Ve a quejarte a otro lado, Aldebaran"

Al: "Por favor... no me llame así."

Priscilla: "Cierra la boca, Aldebaran. Das más pena con cada palabra."

Al: "Sí, princesa..."

La tensión retrocedía lentamente, como una marea baja después de una tormenta.

Priscilla, con su porte altivo, giró el rostro hacia cierto caballero.
Julius.
Ella asintió con aprobación.
Silenciosa, directa, orgullosa.

Pero al girarse hacia Emilia...
El ceño de la noble se frunció con evidente desdén.

Un solo escudo de hielo.
Contra ese tipo de ataque.
¿Realmente pensaba que bastaría...?

Una decepción absoluta.
Eso era lo que sentía.
Y no tenía reparos en mostrarlo.

Un humo blanco se elevó de ella. Por primera vez, Subaru había evitado un impacto directo de ella y pudo ver que era-

"...¿Una aguja?".

El objeto desconocido brillaba mientras sobresalía de la arena. En la oscuridad de la noche, era de un blanco intenso opresivamente brillante y parecía una aguja larga y delgada.

La aguja empezó a desmoronarse por la parte de atrás y desapareció en el viento.

"¿Una aguja?"

La pregunta resonó por todo el auditorio como un eco cargado de desconcierto.

El elenco entero quedó en silencio por unos segundos, intentando asimilar la información.
Ahora sabían que detrás de esa luz blanca —tan fría, tan fugaz, tan letal— no había simple magia, sino un proyectil real.
No era solo un hechizo de advertencia ni una barrera de defensa.
Era un disparo preciso, letal, invisible...
Y nadie, salvo un par de excepciones, podía identificar algún tipo de hechicería o tecnología en sus registros que coincidiera con esa forma de ataque.

Nadie... salvo uno.

Al se rascó el mentón, su mente trabajando a toda velocidad mientras recordaba cada detalle.

"Ese punto rojo antes del disparo... esa velocidad absurda con la que el proyectil es lanzado desde una distancia imposible... Un ángulo que parece ciego al principio, pero que termina siendo perfecto. Puntería quirúrgica. Un blanco claro. Y ataques coordinados según el movimiento del enemigo..."

Su ceño se frunció.

"...Tiene todas las características de un maldito francotirador. Y ese punto rojo solo es la cereza en el pastel."

El apretón de su mandíbula lo delataba. No era miedo, exactamente. Era una mezcla de inquietud... y familiaridad.

Pero entonces vino la gran incógnita.

Al:" ¿Qué diablos tiene que ver un francotirador con este mundo?".

La lógica del análisis se sostenía, pero la presencia de un arma así —una táctica así— parecía completamente fuera de lugar. Incompatible. Ajena.

Ricardo, al oír murmullos a su alrededor, alzó la voz:

Ricardo:" La forma en que ese proyectil sale disparado... tan rápido, tan de golpe... me recuerda, aunque no quiera, a ese idiota de Regulus. Como diría el Mini Jefe: un déjà vu desagradable".

Varios fruncieron el ceño ante la comparación.
Era cierto que había similitudes... esa aceleración repentina, el impacto inminente, la imposibilidad de esquivarlo una vez en movimiento.
Pero no. No era lo mismo.

La mayoría se apresuró a desechar la idea.

Primero, porque no parecía una Autoridad.
Y segundo —y más importante—, porque nadie quería darle espacio en sus pensamientos a ese parlanchín ególatra.

Aun así, el ambiente se había vuelto más tenso.
Las piezas no encajaban del todo, y ese era justo el tipo de situación que más los ponía en guardia.

Los intentos por entender la naturaleza del ataque continuaban, cuando de pronto...

La proyección se reanudó.
Sin advertencia. Sin tregua.
Como si se burlara de sus dudas.
Como si dijera:

"No importa si lo comprenden. Lo que viene, viene igual."

"¡Barusu! Viene el siguiente!".

Subaru había estirado la mano para agarrar la luz que estaba desapareciendo cuando llegó la advertencia de Ram.

El punto rojo de su pecho seguía allí. Se acercaba otro asalto. Hasta que muriera.

El alboroto que había estallado minutos antes —discusiones, hipótesis, teorías sueltas sobre el proyectil en forma de aguja— se cortó de raíz en cuanto la proyección retomó su curso.
Y no fue para tranquilizar.

La figura que Reinhardt había avistado... no se había retirado.
No.
Estaba lejos de rendirse.

Desde la torre, más proyectiles empezaban a tomar forma.
Igual de veloces.
Igual de letales.

Rem:" ¡¿Esa maldita no se rinde?!". Rugió con una furia cruda, apenas contenida. Su cuerno de Oni comenzaba a vibrar bajo la piel, luchando por salir. Solo la protección del Guardián del Teatro lograba mantenerlo contenido... por ahora.

Garfiel:" ¡Tsk! Me robaste las palabras, Rem... Esa perra está decidida a asesinar al Capitán". Escupió entre dientes, con un gruñido bajo que denotaba frustración e impotencia.

Sus ojos felinos se esforzaban por captar alguna figura en la pantalla...
Pero no.
Estaba demasiado lejos.
Solo Reinhardt había logrado verla con claridad.

Y eso lo hacía todo aún más irritante.

Mientras el aire del auditorio se cargaba de emociones negativas y odio visceral hacia la figura desconocida, una presencia más tranquila se acercó al Santo de la Espada.

Felt.

La chica rubia, con el ceño fruncido y los labios apretados, se puso a su lado.
Sus ojos no se despegaban ni un segundo de la pantalla.

Felt:" Oye, Rein..." Le murmuró con voz gélida.

Reinhardt la miró de reojo, sin girar del todo. Su expresión se suavizó al instante, pero no dejó de observar la escena proyectada.

Reinhardt:" ¿Sucede algo, Felt-sama?".

Ambos mantenían la mirada fija en la torre.
Él, concentrado en los movimientos de la francotiradora.
Ella, en Subaru.

Felt :" Quiero que le metas tu espada Reid por el culo a esa tipa. Es una orden".

El pelirrojo parpadeó un par de veces. No por sorpresa —estaba bastante acostumbrado al lenguaje de su Dama—, sino porque esa frase había sido dicha con un odio tan crudo, tan real... que por un instante, pareció que incluso él lo compartía.

Reinhardt:" No creo poder ser tan gráfico en la ejecución, pero... me aseguraré de que no le vuelva a hacer daño a nadie. Lo prometo". Dijo con voz calmada mientras soltaba una risita por el comentario de su Dama.

No la reprendió por su lenguaje.
Esta vez, no podía.
Y aunque su tono era calmo...
Sus ojos —inmutables, fijos en la pantalla— hablaban de algo mucho más serio.

Una determinación letal.

"¡Beako, ¿estás lista?!".

"¡Una pregunta estúpida, de hecho!".

Beatrice no iba a decir que no estaba preparada a la pregunta de Subaru. Cambiando de marcha, Subaru apretó los dientes al oír la respuesta de su fiable compañera y se decidió.

"¡Emilia-tan!".

El siguiente asalto iba a llegar.

Justo antes de que llegara, Subaru llamó a Emilia. Cruzaron miradas y Emilia asintió.

No podían discutir las cosas en detalle, pero Subaru tenía fe en ella.

Vio un destello de luz por el rabillo del ojo. La muerte se le venía encima.

"¡Alto!".

Un muro de hielo de varias capas se desplegó entre Subaru y la ineludible muerte. Si una sola capa no era suficiente, entonces haría seis.

Priscilla se abanicaba con elegancia, pero su expresión dejaba claro que la molestia hervía bajo la superficie.

Priscilla:" Al menos con ese enfoque tendrá más posibilidades que dependiendo de... un miserable escudo de hielo". Murmuró con desdén, casi para sí misma.

Esta vez no tenía intención de interrumpir las proyecciones ni de hacer un espectáculo, pero no podía evitar que su juicio afilado apuntara directamente hacia cierto error que le parecía imperdonable:

¿Qué clase de mente descerebrada cree que un solo escudo de hielo puede detener un proyectil de semejante magnitud? ¡Uno solo!

Al, que estaba a escasos metros de su princesa, desvió la mirada con disimulo. Sabía bien lo que podía pasar si respondía con la mínima ironía... y prefería mantener la cabeza donde debía estar.

Por precaución, activó Dominio alrededor de ambos, solo para evitar cualquier catástrofe diplomática... o una decapitación.

Mientras tanto, Emilia, completamente ajena a la mirada que Priscilla le lanzaba como dagas, había entrelazado sus dedos en una silenciosa plegaria.

Oraba —sin pronunciar palabra— para que su yo de la pantalla pudiera proteger a Subaru...
Para que no tuviera que verlo morir otra vez.
Para que no tuviera que sentir ese ciclo repetirse, cruel e inevitable, una vez más.

Pero aunque sus labios no se movían, su mente sí lo hacía.

"¿En qué estaba pensando...? ¿Qué diantres se le ocurrió a esa otra yo para usar solo un escudo de hielo contra eso? ¿¡Acaso soy boba o qué!?" Refunfuñó para sí misma, fulminando a su reflejo en la pantalla con el ceño fruncido.

Sin embargo...
No le quedaba más que confiar.
En esa otra Emilia.
Porque, al fin y al cabo... era la única que podía hacer algo ahora.

Julius, por su parte, seguía cada segundo de la proyección con una ansiedad visible.
A pesar de todo, al menos podía decir que había logrado desviar uno de los proyectiles en el primer ataque.
Había salvado a su amigo.

Pero ahora...
Una segunda andanada se avecinaba.
Y no sabía si podría repetir el milagro.

Apretó los dientes, con las manos tensas a ambos lados.
En ese momento, no pensaba en su honor, ni en su orgullo.

Solo en hacer justicia a su título.

"El Mejor Caballero..."

Y por una vez, solo por una, deseaba estar a la altura de esa frase.

La luz se estrelló contra el hielo.

Atravesó la primera con facilidad, y la segunda y la tercera bien podrían no haber estado allí en primer lugar. Pero hubo cierta resistencia en el cuarto, y el quinto incluso duró una décima de segundo. Y en la sexta, la velocidad de la aguja de luz era notablemente menor, y en ese momento, la espada del caballero la atravesó.

"¡Otra vez, no lo permitiré!".

Si la primera vez había sido un milagro, la segunda fue una combinación de entrenamiento y técnica.

Emilia y Julius utilizaron sus habilidades al límite para proteger a Subaru de la muerte que le tenía en su punto de mira.

Emilia y Julius utilizaron sus habilidades al límite para proteger a Subaru de la muerte que le tenía en su punto de mira

Ricardo fue el primero en alzar la voz, su tono fuerte y su sonrisa tan filosa como siempre:

Ricardo:" ¡Bien hecho, Julius! ¡No esperaba menos de ti, amigo!".

Su voz resonó con fuerza, cargada de orgullo y afecto.
El intento era claro: levantar el ánimo del caballero.
Y lo consiguió... aunque fuera un poco.

Una leve sonrisa se dibujó en las comisuras de los labios de Julius, que hasta hace unos momentos lucía tenso y sumido en preocupación.

Julius:" Gracias, Ricardo..." Respondió con una voz baja, pero con un brillo discreto en la mirada.
Ver cómo su otro yo trabajaba codo a codo con Emilia para proteger a ese testarudo amigo pelinegro le provocaba una pequeña satisfacción difícil de esconder.

Desde los asientos traseros, Al también quiso aportar lo suyo, como de costumbre con su particular toque informal.

Al:" Manga-bro, lo hiciste muy bien. En este bucle y en los anteriores... La situación estaba bien jodida, así que tómalo con calma, ¿Va?".

Julius titubeó un segundo, dudando si seguirle el juego...
Pero su educación pudo más.

Julius:" Intentaré tenerlo en cuenta, Al-san".

La respuesta fue sincera, aunque evitó el apodo compartido.
Al suspiró con fingida decepción, llevándose una mano al casco como si se diera por vencido.

Al:" Tch... ¿Así es como tratas a un camarada de tinta y papel?". Murmuró por lo bajo con una sonrisa ladeada.

Al igual que Ricardo y Al, otros miembros del elenco también ofrecieron palabras de aliento.
Reconocían la coordinación, el temple y el trabajo en equipo que habían mostrado Julius y Emilia para proteger a Subaru.
La escena, aunque breve, había tocado a más de uno.

Y entre los halagos también se colaron algunos hacia la semi elfa.

Emilia, en otras circunstancias, habría intentado esconderse tras sus manos.
Pero esta vez, solo bajó un poco la mirada mientras sus mejillas se teñían suavemente de rojo.

"No es momento para avergonzarse...", pensó. "Pero... gracias."

Sin decir nada, solo apretó un poco más fuerte la mano de Subaru.
Como si con ese simple gesto pudiera transmitirle algo.
Fuerza. Calor. Esperanza.

Y aunque sus ojos no se apartaban de la pantalla...
Su mente no dejaba de orar por el desenlace de ese bucle.

En ese momento, Subaru y Beatrice desataron su arte místico.

¡"-¡E M T!".

"¡-Supongo!".

Levantando la capucha de su capa, Subaru gritó su elogio a Emilia... o más bien, un conjuro.

Al mismo tiempo, Beatrice reunió hasta la última pizca de maná dentro de Subaru y formó un hechizo complejo y misterioso, algo completamente nuevo y desconocido.

-Lo que estaban tejiendo era uno de los tres hechizos originales que habían creado. Cuando la magia estuvo completa, una tenue luz se expandió con ellos dos en su centro. Se extendió como si creara una bola de luz que los envolvía a todos, y entonces el campo estuvo completo.

Al principio, varios miembros del elenco ladearon la cabeza o soltaron alguna que otra risa ahogada al escuchar el nombre del hechizo en la pantalla.
Una dedicatoria descarada... a cierta semi elfa.
Y aunque algunos lo tomaron a broma, otros simplemente se burlaron en voz baja.

Emilia, en cambio, estaba... ardiendo.

Sus mejillas ya rojas pasaron a un tono aún más profundo mientras se aferraba con más fuerza a la mano de Subaru.
La vergüenza le nublaba la cabeza.

Emilia:" ¡Subaruuu~!". Chilló, sin saber si quería reír, gritar o esconderse en un rincón.

Como no podía pellizcarle la mejilla —gracias a que cierto espíritu zorro seguía usando su forma de bufanda como barrera corporal—, terminó clavando los dedos en su hombro.

Foxidna, desde su posición, volvió a apartar sutilmente la mano de Emilia con un leve golpecito de cola.

Eso bastó para que una chispa de celos encendiera los ojos de la semi elfa.
Emilia apretó aún más la mano de Subaru...

Y entonces...

"¡CRACK!".

El sonido fue tan claro como una rama seca partiéndose en pleno bosque.
La sala entera enmudeció.

Emilia bajó la mirada lentamente... solo para ver la mano de Subaru, torcida en un ángulo poco natural.

Otra vez.

Emilia:" ...Oh no".

Beatrice, sentada cerca, apenas se giró para verla con una expresión neutra, los ojos en blanco.

Beatrice:" La que nace tonta, sigue tonta, supongo..." Murmuró con voz resignada.

Afortunadamente, el Guardián del Teatro actuó de inmediato, curando la fractura como si nada.
Aunque más de uno juró haber oído un murmullo molesto desde la sala de control:

"Nada de semi-elfa... semi-idiota será..."

Emilia apenas pudo murmurar una disculpa ahogada, deseando que el suelo la tragara.

Mientras tanto, unas cuantas damiselas —incluidas ciertas candidatas— hicieron pucheros visiblemente molestos por el hechizo con nombre de semi elfa.
Los celos flotaban en el aire tan denso como el Od en un combate mágico.

Aun así, lo que más destacaba era la curiosidad:
¿Qué era exactamente ese hechizo tan especial...?
Y... ¿Por qué no se había usado antes?

Al, con su tono burlón de costumbre, murmuró desde su asiento:

Al:" Vaya... casi había olvidado que Bro tenía unos ases bajo la manga gracias a su loli número uno".

Beatrice levantó la barbilla al escuchar el apodo.

Beatrice:" ¡Hmph! Supongo que alguien tan burdo como tú olvidaría algo tan evidente. El contratista de Betty es superior en todo, de hecho". Dijo con aire orgulloso, inflando su pequeño pecho.

Pero por dentro, no podía negar el profundo alivio que sentía.
Ese hechizo...
Uno que ella y Subaru apenas lograban usar bajo condiciones extremas, finalmente había sido desplegado.
No habían podido ejecutarlo en bucles anteriores, no por falta de habilidad... sino por la brutal presión del momento.

Esta vez, lo habían logrado.

Anastasia, que observaba con atención, notó la agitación interna de la pequeña espíritu.

Anastasia:" Por cierto, Beako... ¿En qué consiste ese hechizo?". Preguntó con una sonrisa pícara, entre genuina curiosidad y pequeña provocación.

Beatrice solo ladeó la cabeza con una media sonrisa y señaló hacia la pantalla.

Beatrice:" Una imagen vale más que mil palabras, supongo". Respondió.

Pero en silencio, le agradeció el gesto.
La mercader había querido ayudarla a relajarse, y lo había logrado.

"¿Tal vez no sería tan mal partido para mi tonto contratista...?"

Bah.
Ya se vería.
Primero, sobrevivir al teatro.

"Esto es..."

Julius estaba aturdido intentando descifrar lo que era cuando en el borde de su visión vio otro haz de luz que se dirigía hacia Subaru.

Julius se tensó de inmediato, pero eso le fue arrebatado un instante después por el cambio que vio.

La fuerza de la luz que se dirigía hacia Subaru se disipó en el momento en que entró en el campo de luz.

"¿Ha perdido potencia?".

La luz se había reducido a la velocidad de una simple flecha. Balanceando su espada, la apartó fácilmente.

Por supuesto, aunque hubiera perdido velocidad, no era algo que pudiera desviarse fácilmente. Pero eso no era más que un testimonio de la maestría con la espada de Julius.

Apenas el hechizo fue ejecutado, todo el elenco abrió los ojos como platos.
La combinación de luz, impacto y nombre los dejó congelados por unos segundos.
Aún no podían descifrar qué hacía exactamente el conjuro, pero todos lo sabían:

Ese hechizo era especial.

Como si fueran uno solo, sus cabezas giraron lentamente...
y se clavaron en Beatrice.

La Gran Espíritu del Yin sonrió con una soberbia apenas contenida.
Por fin.
Un momento que solo ella podía reclamar.
Un hechizo que solo ella y su contratista conocían.

Y no iba a dejar que nadie se lo robara.

Con un leve giro de cabeza, miró de reojo al guerrero manco del fondo...
Al, su nuevo rival en cuanto a "atención pública" se refería.

Le sacó la lengua con burla infantil.
Una provocación simple, pero efectiva.

O eso creía ella.

Al, sin inmutarse, mantenía la mirada en la pantalla, apoyando su barbilla con su única mano mientras murmuraba algo entre dientes.

Parecía meditar... o quizá planear cómo devolverle la broma.
Beatrice no logró descifrarlo.

Y sinceramente... tampoco le importaba.

Con voz orgullosa, enderezó la espalda y declaró:

Beatrice:" El hechizo que el Subaru de Betty y Betty confeccionaron, 'E M T', consiste en-"

Al:" ¿Un hechizo de anulación mágica?". Interrumpió Al con total naturalidad, girando la cabeza hacia ella como si estuviera leyendo un menú.

Silencio.
Un silencio mortal.

Las miradas pasaron de Al a Beatrice... luego a la pantalla...
y de nuevo a Beatrice.

Beatrice:" ...Te voy a matar, de hecho". Murmuró Beatrice, con los ojos iluminados por furia y el tono de voz tan venenoso que hizo que hasta Julius se sentara más derecho.

Intentó invocar cristales de Minya para darle una lección al metiche...
pero esta vez el Guardián actuó a tiempo.
Nada de masacres en el Teatro.

Al:" Por tu reacción, deduzco que acerté". Añadió Al, con una fingida humildad que solo echaba más leña al fuego.

Beatrice apretó los puños, cruzó los brazos con un puchero infantil, y murmuró entre lágrimas contenidas:

Beatrice:" Vete a morir, supongo..."

Era más adorable que intimidante.
Y eso solo la hizo enfurecer más.

Desde su asiento, Anastasia soltó una risita mientras le daba una palmadita en la cabeza a la espíritu tsundere.

Anastasia:" Un hechizo para escapar de las reglas del mundo y otro que neutraliza ataques enemigos... Sí que has hecho tu tarea junto a Natsuki-kun". Comentó con una mezcla de admiración y picardía, asintiendo con aprobación.

Beatrice, ahora algo roja, bajó la cabeza y murmuró:

Beatrice:" El Subaru de Betty ha hecho su tarea... y mucho más, de hecho..."

Con gesto travieso, se acomodó en el regazo de su contratista, sintiéndose por fin valorada.
Anastasia volvió a acariciarla con ternura.

Y aunque Beatrice refunfuñó...

...no rechazó el gesto.

También fueron capaces de defenderse fácilmente de los ataques que le siguieron.

"E M T. Magia de anulación absoluta. Dentro de este campo, toda magia pierde su fuerza".

Como seguía cogido de la mano de Beatrice, Subaru utilizó su lado libre para apuntar a la torre.

Ese campo era una de las tres ases que Subaru y Beatrice habían desarrollado. La tercera aún estaba incompleta, pero fue creada con el objetivo de poder luchar con enemigos poderosos, el pináculo de la magia oscura.

"Pero no durará mucho. Efectivamente, todo esto se acaba cuando se agota mi maná. Y ahora mismo soy como un cubo con un agujero gigante en el fondo".

"Ese es un efecto que está más allá de lo aceptable. Veo que su coste también es bastante elevado. ¡¿Tienes algún plan?!".

"¡Ni idea! Se han fijado en nosotros, así que deberíamos retirarnos por ahora-"

Aunque el asombro aún pesaba en el aire por la revelación de la nueva magia...
No era un detalle menor.
Crear un hechizo nuevo ya era una hazaña digna de leyendas.
Pero crear dos... en un solo año...
Incluso con el apoyo de un Gran Espíritu como Beatrice...
Era una completa locura.

Y sin embargo, la euforia fue reemplazada por una ansiedad punzante.
Ese hechizo nuevo... dependía del mana de Subaru.

¿Y cuánto era eso exactamente?
Una miseria.
Una sola gota comparada con el océano mágico de cualquier otro presente en esa sala.

Y cuando esa gota se evaporara...
La barrera caería.
Los proyectiles volverían.
Y esa mujer...
Volvería a matar.

La idea de resistir en ese estado se volvió una burla cruel.
Nadie, ni siquiera Emilia o Julius, serían capaces de resistir indefinidamente.
Y esa amarga verdad se confirmó cuando Subaru lo dijo.
Cuando propuso volver a través del Tiempo de Arena.

Ram apretó los puños.
Las uñas se le clavaron en las palmas con fuerza.
Frustración.
Rabia.
Impotencia.

¿De qué servía su otra yo en esa situación?
Nada.
Solo observaba.
Mientras Emilia protegía a todos.
Mientras Julius arriesgaba su vida.
Mientras Subaru, con una puerta mágica rota, creaba hechizos de la nada para proteger a los demás...

Su orgullo... ya dañado...
Se agrietaba aún más.

Crusch se mantuvo serena por fuera.
Pero por dentro...
El corazón se le encogía.
Sabía que una retirada estratégica no era derrota.
Pero esta vez... no era táctica.
Era resignación.

Subaru ya había muerto dos veces.
Y ahora, después de días atrapados en las dunas...
Después de finalmente cruzar esa maldita barrera...
Una niña con aires de dios empezó a lanzarles la muerte desde lo alto.
Como si todo su esfuerzo no significara nada.
Como si sus muertes fueran parte del paisaje.

Priscilla, desde su asiento, observaba.
Con atención.
Con esa mirada suya de nobleza y desdén mezclados.

El chico pelinegro...
Ese idiota que a veces brillaba como un héroe...
Que de vez en cuando le arrancaba una sonrisa —aunque jamás lo admitiría—
Que se atrevía a desafiar al mundo aun cuando este lo pisoteaba...

Sí.
El espectáculo le encantaba.
El ascenso del plebeyo patético al héroe inesperado.
Una obra digna de cualquier tragedia o epopeya.

Pero ver el desarrollo...
Ver cómo el chico sangraba y sufría, cómo retrocedía...
Eso no le agradaba.
No en lo absoluto.

Priscilla Barielle detestaba a los cobardes.
A los que huían de los problemas que ellos mismos desataban.

Pero esta vez...
Acorralados.
Sin opciones.
Con la muerte respirándoles en la nuca...

Odiaba admitirlo.
Pero huir...
Era la única opción inteligente.

Subaru miró a su alrededor buscando una forma de retirarse mientras Julius corría hacia él. En una situación tan tensa, la voz tranquila de Ram tenía casi una translucidez.

[Sincronizando Clarividencia]

"-¿Están mirando a Barusu?".

Ram se estaba cubriendo la cara con la palma de la mano. Subaru se preguntó por un momento qué era, pero entonces se dio cuenta de que ella había activado su clarividencia: dándose cuenta de que Ram había conseguido sincronizarse con alguien de la torre.

Y no con cualquiera. Allí sólo podía apuntar a una persona.

"¡¿El Sabio?!".

La emoción en el Teatro se volvió aún más agitada con las palabras de Subaru.

Claro...
Varios ya lo estaban considerando.
La posibilidad.
La teoría.

¿Y si la mujer que Reinhardt vio...
no era una simple guardiana...
sino el mismísimo Sabio?

O mejor dicho...
¿La Sabia?

¿Podían haber estado equivocados todo este tiempo?

¿Otra vez?

Sí, los historiadores ya habían fallado antes.
Con las Brujas de Pecado.
Con las historias distorsionadas.
Con la verdad convertida en mito...

Pero...
¿Con esto?

¿Con el género del Sabio?

¿Con la identidad del héroe que selló a la Bruja de los Celos?

Eso ya era otro nivel de estupidez histórica...
¿O no?

Reinhardt afiló aún más su mirada.
Sus ojos azules brillaban con una intensidad inusual.
La pantalla había cambiado de perspectiva.

Ahora era desde los ojos de Ram.
Desde su clarividencia.

Eso significaba una cosa.

Garfiel:" Esta es la perspectiva de esa perra..." Murmuró con los dientes apretados y el puño cerrado.

Reinhardt asintió.
Pero no quitaba la vista de la proyección.
Era algo... raro.

Esa vista era precisa.
Demasiado precisa.
La cercanía con Subaru, a pesar de la distancia, no era lógica.

No...
Sea quien sea esa mujer...
No era alguien común.
No era alguien normal.

Al, por su parte, tenía una sola pregunta:

¿Qué carajos?

Un punto rojo.
Un proyectil aerodinámico.
Dimensiones pequeñas.
Alargadas.
Letales.

Velocidad absurda.
Distancia de kilómetros.
Una estela blanca tras cada disparo...

Y ahora esto.

Una visión perfecta.
Precisa.
De largo alcance.

Como una maldita mirilla de proximidad.

No.
Ya no había duda.

—Era un francotirador.

Un maldito francotirador en ese mundo de espadas y magia.

"-Ngh."

No hubo respuesta de Ram. En su lugar, brotó un hilillo de sangre de la cuenca de su ojo derecho. Parecían lágrimas de sangre fluyendo de su ojo rosado.

No es... un ataque. No lo sé, pero parece un retroceso de la clarividencia.

"¡Para ya, idiota! Ahora mismo-".

Subaru intentó detener el arriesgado espionaje de Ram. La agarró por el brazo y arrastró su esbelto cuerpo hasta sus brazos.

Ram, en cualquier otra situación...
habría soltado un comentario sarcástico.
Un "pervertido" lanzado con descaro,
un "lascivo Barusu" acompañado de su típica mueca burlona.

Claro...
Todo en tono de broma.
Todo con ese matiz que solo ella sabía usar.
Como si fuese un pequeño juego entre los dos.
Una forma de decir: "Estoy aquí, y aún me importas"...

Pero esta vez...

"¡Espera, Barusu!".

"¡Diablos, no! ¡Vas a ir en el carruaje! Ahora mismo, nosotros..."

Se dio la vuelta mientras sujetaba a Ram.

-En ese momento, el mundo a su alrededor se hizo añicos.

"¿Ah-?".

"-¡Ngh! La hemos cagado!".

Un cambio imposible se produjo en la noche del desierto mientras sonaba la voz de Beatrice.

"¡El 'E M T' deshilachó el espacio fragmentado!".

"¿Qué significa eso...?"

Subaru no pudo terminar su pregunta al sentir una sensación flotante y sus pies abandonaron el suelo.

La impresión fue inmediata.
El miedo... aún más.

Los ojos se abrieron de par en par,
los cuerpos se tensaron,
las voces se extinguieron.

Un estremecimiento recorrió el Teatro.

El suelo... desaparecido.
La arena bajo los pies... devorada.
El aire mismo... arrancado del pecho.
El cielo, la noche, la realidad conocida...
todo se quebró,
como si alguien hubiera rasgado el velo del mundo con una sola mano.

Un desgarrón.
Una grieta en el Espacio-Tiempo.
Y el grupo, perdido en medio del vacío.

Nadie supo cómo reaccionar.
No había palabras.
No había tiempo.
La proyección no se detuvo,
no hubo tregua,
ni pausa,
ni respiro.

Era como si el Alcaide ya se hubiera cansado de su compasión momentánea,
de sus debates,
de sus voces temblorosas.

Ya no importaba lo que pensaran.
Ya no importaba lo que sintieran.

Ahora solo quedaba mirar.
Y callar.
Porque lo que venía...

El mundo se retorcía caóticamente, deshilachándose y rompiéndose como una hoja de papel que se hace pedazos.

Se formaron grietas en el suelo y en el cielo, tragándose el carruaje, a Subaru y a todos los demás.

"Mierda... ¡¿Emilia?!".

"Subaru..."

Cayendo en una repentina oscuridad, Subaru gritó mientras una sensación de ingravidez se apoderaba de él.

No podía distinguir arriba de abajo, ni derecha de izquierda, ni dónde estaba el carruaje. Pero pudo oír la lejana, muy lejana respuesta de Emilia a su grito.

"Esto es..."

Antes de que pudiera terminar de decir que era malo, Subaru fue escupido al otro lado del cielo destrozado.

"¡¡¡Subaru!!!" Fue el grito unánime que desgarró el silencio del auditorio.

Nadie entendía del todo qué había pasado.
Solo sabían que, en un parpadeo, todo se había ido al infierno.

Y su querido amigo había sido tragado por una grieta oscura, distorsionada, imposible de definir...

O quizá sí.

Beatrice miraba la pantalla con los ojos muy abiertos, su voz escapando apenas como un susurro:

Beatrice:" E M T... el espacio de interferencia de nuestro hechizo... ¿Acaso se extendió... hasta la barrera del Tiempo de Arena...?"

No hubo respuesta.
Solo el eco de su propia duda.

Lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos.
Un nudo se formó en su garganta.
La sola posibilidad de que ella hubiera causado ese desliz, de que su hechizo hubiera arrastrado a su contratista a una muerte prematura...

El pensamiento fue como un disparo directo al corazón.

No. No. No...

Los demás no podían ni articular palabra.
El impacto fue tan brutal que el auditorio cayó en un silencio absoluto.

La pantalla se había apagado.
No quedaba sonido, ni imagen, ni nada que los guiara.
Solo la incertidumbre mordiéndoles los talones y una creciente desesperación en el aire.

¿Qué acababa de ocurrir?
¿Había muerto?
¿Había sido absorbido?
¿Fue un error mágico, una reacción externa, o algo peor?

Y lo más aterrador de todo:
¿Iban a recibir alguna respuesta... o no?

El vacío les apretaba el pecho como un puño invisible.
Algunos bajaron la cabeza, otros simplemente no podían apartar la vista de la pantalla negra.

Pasaron minutos.
Horas, en apariencia.
Nadie habló.

Hasta que...

"Zzzt..."

Un parpadeo.

La pantalla volvió a iluminarse, como si resucitara por sí misma.

Tivey:" ¡La pantalla...!" Exclamó Tivey, rompiendo el silencio.

Los corazones se encogieron.
Las miradas se alzaron al unísono.

-En la distancia, el límite entre el campo de flores y el desierto se derrumbó, y una sombra vio a la pequeña banda engullida en el destrozo.

Observando desde la distancia, la sombra se deslizó en la oscuridad de la torre. Abandonando la ventana ante la que había estado, la sombra pisó el suelo de piedra y descendió por una escalera de caracol.

Los pasos de la sombra eran lentos, pero poco a poco fueron aumentaron velocidad, volviéndose inquietos, incluso hasta infantiles.

"-Te he encontrado".

Era un murmullo ronco y desgarrado, como una voz que no hubiera hablado en años. Pero no había nadie que confundiera la emoción de aquella voz con alegría.

"Te encontré".

-Eso era seguro.

FIN DEL CAPÍTULO: 5  EL BAUTISMO DE LA ATALAYA

"¿Eh...?" Fue el único sonido que resonó por todo el auditorio.

Una escena breve. Apenas unos minutos.

La pantalla había vuelto a mostrarla.
A ella.
La misma mujer que había asesinado sin piedad a Subaru, sin palabras, sin advertencias... como si no fuese más que un estorbo.

Y entonces... la proyección se apagó de nuevo.
Un corte limpio. Frío. Intencionado.

Un pesado silencio cayó sobre todos.

No sabían si gritar, golpear algo o simplemente romper a llorar.
Ya no les importaba si esa mujer era el Sabio, una entidad desconocida, o incluso Od encarnado.
Solo querían atravesar la pantalla y arrancarle la vida.

El odio colectivo era palpable.
Pero no era solo furia.
También había miedo.

Y dudas.

Esa mujer... esa figura cubierta por una capa, caminando con esa ligereza casi juguetona...
No vestía como una guerrera, ni como una erudita, ni siquiera como una residente.
Su ropa era escasa, su silueta extrañamente familiar...
Y esa extraña cola de caballo alta, esa forma de moverse... eran detalles imposibles de ignorar.

Pero lo que verdaderamente encendió todas las alarmas fue...

Roswaal:" Esa mujer... se parece demasiado a la que vimos en esa extraña proyección, junto a Subaru-kun..." Murmuró con voz baja, sin rastro de su habitual entonación cantarina.

La habitación se heló.

No era solo la gravedad de sus palabras.
Era la mirada del marqués: dura, tensa, cargada de una rabia amarga.

Ver cómo el chico al que él creía su carta maestra, lo humillaba sin piedad en la otra proyección...
Era demasiado.

Las miradas se cruzaron, las dudas crecían, las voces se alzaban.

"¿Podría ser la misma?".

"No puede ser... ¿verdad?".

"Pero... esa forma de caminar..."

"Y cómo se escabulle entre sombras..."

"Y esa voz..."

Todos callaron al recordar aquella última frase.
Una frase pronunciada con una emoción casi infantil, pero envuelta en un tono desgastado y tembloroso, como si el alma de quien la dijo estuviera rota:

"Te encontré".

No era el tono lo que los inquietaba.
Era la sensación que transmitía...
Una mezcla entre ternura desequilibrada y una obsesión sofocante.

Era... inquietante.
Demasiado.

Y aunque aún no tenían pruebas, aunque esa paranoia podría ser solo un engaño de su mente abrumada...

Las coincidencias estaban allí.

Las emociones se arremolinaban en el auditorio como un torbellino: rabia, miedo, tristeza, y sobre todo, una desesperación que ya comenzaba a sentirse como impotencia.

Inhalaron, intentando calmarse.
Pero nadie podía negar lo obvio:

Había fichas sobre la mesa.
Y aún no sabían cómo armar el maldito tablero.

Priscilla mantenía una expresión severa, aunque para sorpresa de algunos, no dijo nada más. Sus ojos seguían fijos en la pantalla apagada, pero claramente había decidido dejar el asunto del Subaru de cabello blanco para más adelante.

Prefería analizarlo con calma... en la comodidad de su habitación, con una taza de té en la mano, y mientras obligaba a Al a hacer malabares sobre una silla de una sola pata. Como siempre: estilo antes que impulsos.

Por otro lado, Garfiel apenas podía ocultar el desprecio que sentía.

Esa mujer... no le importaba quién demonios era.
Solo sabía una cosa: había matado a su Capitán. Dos veces. Y lo había hecho sin pestañear.
A sus ojos, ella no tenía excusa, ni pasado trágico, ni justificación que valiera.
O le devolvía la vida a Subaru con sus propias manos, o no había redención posible.

Y sin embargo...

Un nudo se formó en su estómago.

Porque, en el fondo, él mismo sabía lo que era fallarle a Subaru.
Lo había hecho en el Santuario, lo había herido, lo había juzgado, lo había ignorado cuando más necesitaba ayuda.
Y sin embargo ahí estaba, con aires de protector, como si tuviera derecho a exigir justicia.

Garfiel:" ¿Quién carajos me creo...?" Murmuró casi sin darse cuenta, mientras apretaba los dientes.

Pero aun con toda esa autocrítica, la rabia seguía ahí. Palpitante. Furiosa.
Egoísta o no, no podía ignorarla.
No después de lo que había visto. No después de ver cómo Subaru era tragado por esa oscuridad sin sentido, y cómo esa maldita mujer volvía a aparecer como si no fuera más que un mal sueño repetido.

Si quería que su ira cediera...
iba a necesitar algo que realmente lo dejara sin palabras.
Algo que de verdad valiera la pena.

Hasta entonces, ese odio seguiría ardiendo como fuego dentro de su pecho.

Otto, por su parte, observaba la pantalla con una concentración que rozaba lo obsesivo.
No solo le sorprendió la aparición de la misteriosa mujer —que por fin les había revelado parte de su rostro, figura y presencia real—, sino también el entorno en el que apareció.

Las paredes de piedra húmeda, cubiertas por manchas de musgo.
La escalera de caracol que parecía perderse en la oscuridad, extendiéndose hacia arriba y abajo sin fin.
La atmósfera era opresiva, silenciosa, como si cada piedra estuviera impregnada de años de historia... y muerte.

El interior de la torre.
No cabía duda. Viejo, desgastado, desprovisto de luz, y aun así... muy vivo en su propia forma inquietante.

Pero lo que más inquietó a Otto no fue el lugar en sí.
Fue la sonrisa de esa mujer.
Una expresión de júbilo infantil y emoción pura, justo cuando Subaru y los demás fueron tragados por esa fisura espaciotemporal.

No era una expresión de victoria, ni de sadismo.

Era como si... los hubiera estado esperando.

Otto:" ¿Te encontré...?" Repitió en voz baja, recordando la frase que había murmurado la figura femenina. Su ceño se frunció de inmediato. "No parece que los haya considerado amigos. ¿Entonces por qué se alegró...? ¿Qué quería de ellos?"

Luego, algo más lo inquietó. Su mirada volvió a la pantalla apagada, repasando mentalmente la escena.

Otto:" ¿Esa fisura... era una entrada? ¿Una puerta? ¿Un anzuelo?". Murmuró con creciente tensión. "No, no puede ser tan fácil... Nada en este sitio lo es".

Otto negó con la cabeza rápidamente, como si tratara de sacudirse la idea.
Era demasiado conveniente.
Y si algo había aprendido desde que pisaron ese Teatro infernal, era que aquí nada era conveniente para bien.

Aun así...

Otto:" La proyección no se ha reiniciado. Eso significa que Natsuki-san... sigue con vida, ¿No?". Dijo con un leve temblor en la voz, llevándose la mano al mentón. "Pero entonces... ¿Dónde demonios está ahora?".

La ansiedad se le notaba en el rostro. Sus dedos temblaban. Su mandíbula se tensaba. No solo era preocupación. Era miedo a lo desconocido.

Frederica, que lo había estado observando con atención desde hacía rato, se inclinó ligeramente y le puso una mano en la espalda, dándole unas suaves palmaditas.

Frederica:" Ot-chan... cálmate. Sea lo que sea que venga, lo descubriremos juntos". Su tono era bajo, firme, protector. La clase de voz que uno necesita cuando siente que está al borde del colapso.

Otto dio un respingo ante el toque, pero luego soltó una exhalación cargada de tensión.

Otto:" Ah... sí. Gracias, Rica-san. Lo siento. Es solo que... estoy muy preocupado por Natsuki-san" Admitió con una risa nerviosa mientras se rascaba la nuca.

Su voz era baja, casi un susurro. Pero sus ojos —cansados, velados por el estrés— hablaban más alto que él.

Frederica no dijo nada más. Solo le tomó la mano y se la sostuvo con firmeza.

No podía prometerle que Subaru estaría bien.
No podía disipar sus dudas ni sus miedos.
Pero podía quedarse allí.
A su lado.

Y a veces, eso es todo lo que alguien necesita.

Reinhardt se acomodó lentamente en su asiento. Su postura era recta como siempre, impecable... pero para los más atentos, la sombra en su mirada no pasaba desapercibida.

Y sin embargo...

"No me derrumbaré por algo tan banal... No ahora. Este no es el momento de lamentarse. Es momento de observar... de entender. Pero una vez salgamos de este lugar... cada uno tendrá que rendir cuentas".

Sus pensamientos eran firmes, contenidos, pero resonaban con fuerza en su pecho.

"Los Arzobispos en Priestella... esa mujer... y nosotros".

Su puño se cerró sobre su regazo, con calma, pero con una tensión que delataba el peso de su decisión.

"Nosotros también debemos pagar por nuestros errores... y apoyar a Subaru como nunca antes lo hemos hecho. Esta vez... no te dejaré solo, Subaru".

Un nuevo brillo se encendió en sus ojos. No era rabia, ni pesar. Era determinación.

Felt, que no había despegado la vista de él, arqueó una ceja en silencio. Por un momento pensó que tendría que reprenderlo otra vez por su absurda costumbre de cargar con culpas ajenas... pero esa mirada le bastó.

No era el mismo Reinhardt que había entrado en ese teatro.
Algo dentro de él había cambiado. Se notaba en sus ojos, en su silencio.
Ya no era solo el Santo de la Espada.

Era un hombre con propósito.

Felt asintió levemente con orgullo, como quien aprueba sin palabras una decisión largamente esperada.

Aunque, tras unos segundos, también ella se dejó arrastrar por sus propios pensamientos, cayendo en un silencio más amargo.

Ira.
Frustración.
Impotencia.

Esa mujer...
Esa maldita mujer había matado a Subaru dos veces. Y Felt no podía hacer nada más que mirar. Solo podía observar como una cría rica e inútil viendo el sufrimiento ajeno desde una silla demasiado alta para sus piernas.

Claro, ella no era así.
Nunca se había comportado como una noble, y jamás se permitiría pensar como una.

Pero en este momento, en ese teatro infernal donde solo podían mirar, gritar y desear sin poder actuar...

Así era como se sentía.

"¡Mierda...!"

Se mordió el labio con fuerza, conteniéndose. Su orgullo no le permitiría llorar, ni gritar, ni golpear algo como Garfiel haría.

Pero esa rabia estaba allí, ardiendo.
Y con cada segundo, se transformaba en un deseo:
hacer algo. Cambiar las cosas. Estar allí cuando Subaru más la necesitara.

Crusch tomó aire con profundidad y estiró la mano, ligeramente temblorosa, hacia una de las tazas de porcelana que Wilhelm había dispuesto para sí y para cierto chico gato que seguía atrapado entre hilos de estambre.

Su mirada se posó en la superficie del té. El líquido era claro, sereno, inalterado...
Un reflejo que contrastaba brutalmente con el caos que reinaba en su interior.

Su pecho latía con violencia contenida.
Su mente era un torbellino de pensamientos sin orden ni tregua.
Y aun así, sus dedos sujetaron la taza con una firmeza casi ritual.

Empezó a remover el líquido en círculos. Despacio, al principio.
Después más rápido.
Luego aún más.
El espiral de té giraba con ritmo obsesivo, como si pudiera arrastrar su ansiedad en ese remolino, como si el movimiento del té pudiera acallar el ruido que la ahogaba por dentro.

Pero no funcionaba.

El líquido giraba... pero el dolor no se iba.
El líquido giraba... pero la culpa seguía allí.
El líquido giraba... y su corazón no dejaba de martillarle el pecho.
El líquido giraba... y su mente... su mente simplemente no podía detenerse.

Entonces, como por impulso, alzó la mirada.

Allí, en una butaca no muy lejana, Subaru dormía.

Su rostro era sereno, en calma, casi ajeno a todo el sufrimiento que había enfrentado.
Parecía un niño que jamás hubiera conocido el dolor, una ilusión imposible... y aun así, esa imagen le trajo una inesperada paz.

Crusch lo observó en silencio, y sintió cómo su respiración empezaba a acompasarse.
Sus hombros descendieron lentamente.
Su mano dejó de temblar.

"A pesar de todo... sigue avanzando".

Él siempre lo hacía. No importaban los golpes, las pérdidas, ni las caídas. Subaru... Subaru se levantaba.

Avanzaba. Crecía. Resistía.

Esa era la imagen que Crusch Karsten tenía de él.
No un héroe sin miedo, sino uno que luchaba con miedo... y aun así no se detenía.

"Yo también lo haré".

Se dijo a sí misma, cerrando los ojos un instante antes de tomar un sorbo del té ya tibio.
No sabía qué les esperaba tras aquella fisura... ni qué tanto más Subaru tendría que soportar.

Pero si él podía cargar con su mundo...

Ella también podría hacerlo.

Spica se encontraba atrapada en un remolino silencioso de pensamientos que no sabía cómo ordenar.
Nada de lo que había visto tenía sentido para ella.
Ni la muerte ni la oscuridad ni esa maldita torre.
Ni siquiera su propia presencia en ese extraño Teatro tenía una explicación convincente.

Y sin embargo...

Sus ojos, inquietos, volvieron a posarse en la figura lejana de la torre que coronaba las proyecciones.
Una estructura colosal que se alzaba por encima de las nubes, desafiando al mundo y al cielo.

Y sintió algo.
Un tirón, una punzada en el pecho que no podía explicar.

"¿Nostalgia...? ¿Por qué?".

Nunca había estado allí.
No recordaba haber visto esa torre en su vida.
Ni en sueños. Ni en memorias. Ni en leyendas.

Y sin embargo...

¿Por qué sentía que algo suyo estaba allá arriba? ¿Por qué parecía tan... familiar?

"..."

"..."

"..."

El silencio se hizo pesado en el auditorio.
Cinco eternos minutos de quietud y tensión, donde nadie se atrevía a hablar.

Hasta que finalmente...

Una luz titilante emergió de la pantalla, como un suspiro ahogado tras una larga apnea.

Todos alzaron la mirada al unísono, con una mezcla de recelo, ansiedad y esperanza.
Las preguntas aún pesaban como piedras en sus pensamientos, pero si algo habían aprendido, era que la pantalla... siempre traía respuestas.
Y más preguntas.

Sobre el fondo negro, comenzaron a aparecer letras blancas, una tras otra, lentas y ceremoniosas...

CAPÍTULO: 6 CONFIANZA EN LAS ARENAS

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO: 5 (Parte: 2)

Notes:

NOTAS DEL AUTOR:

Ufff, ¿Qué tal han estado?, si, se que me he tardado lo mío en este capítulo y en los anteriores, y no creo tener un excusa convincente mas allá de decir que me siento algo cansado.

Es un tanto irónico decir que estoy cansado cuando francamente no estoy haciendo mucho pero... bah, el cuerpo tiene sus misterios.

Pasando a otro tema... estoy intentando mejorar un poco las interacciones al igual que los diálogos internos, pero es algo complicado y no encuentro un punto medio convincente. También retome las ilustraciones para este cap, ya que no estuve incluyéndolas desde hace 3 caps mas o menos.

Bueno dejando eso de lado, acá están los datos curiosos del cap:

-Spica esta en duelo interno respecto a todo lo que esta viendo y la extraña sensación de familiaridad que le transmite la torre (por obvias razones).

-Shaula esta en peligro, todos la quieren mandar a conocer a Od.

-El bucle de la cueva esta a la vuelta de la esquina!!

-Estamos a solo 60 paginas más o lo que se traduciría a mas o menos 6 caps más de pasar al volumen 22 con la integración de Shaula y las pruebas de la torre.

-El siguiente cap será uno centrado en el jardín ya que deje eso de lado ya por mucho tiempo, creo que para los caps del jardín los retomaré cada 10 caps de reacción ¿Qué les parece?

-Para ser sincero creo que los cortes entre reacciones son algo prolongados pero sigo sin encontrar un punto medio, ¿Creen que debería recortar esto aun mas?

-Próximamente tengo planeado un cap del lore de mi Guardian "Fomalhaut", creo que podrán entenderlo un poco más una vez conozcan sus orígenes y un poco el como deseo desarrollar mi versión del mundo de Re:Zero, aunque no me desviare mucho de las reacciones, estos serán solo caps de descanso para poder aliviar un poco mi estrés.

-Metí alguna que otra broma durante el cap y quisiera saber si quieren que deje de incluir este tipo de interacciones y lo vuelva todo más serio o si esta bien estos pequeños momentos.

-Ah, por cierto si notaron que el cap no llegó a las 20.000 palabras como estime en un comentario hace unos días es porque recorte como 3.000 palabras del cap porque no me acabaron de convencer.

Bueno creo que me iré a dormir porque no les miento, estuve hasta las 4am haciendo la ilustración de Meili (Pinches cabellos todos difíciles), solo espero que haya valido la pena...

Dejando de lado mis malos hábitos para dormir, espero que la pasen bien, intentaré leer otros Fics de todo tipo para poder mejorar el mío tomando nota, si recomiendan alguno (no importa si es funable o no), para que lo pasen por la caja de comentarios y que su perezoso autor se entretenga un poco mientras los lee :)

Bue y una imagen que tuve en mente mientras hacía el cap para tener un buen día 👌:

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:05/08/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 18982.

Chapter 20: El Misterioso Teatro (???)

Summary:

Este Fic fue escrito originalmente en español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El Misterioso Teatro (???)

CONTENIDO EXTRA: LORE EXTENDIDO DEL TEATRO.

Subaru:" ¿Un teatro...? ¿Qué demonios hace un teatro flotando en el cielo? ¿Es alguna fisura... o algo peor?". Murmuró el pelinegro, con la vista fija en la colosal silueta que se alzaba imponente sobre él, como una herida absurda en el firmamento.

Hasta ahora, todas las fisuras con las que se había topado estaban ocultas bajo tierra. Y aunque cada una lo había dejado al borde de la muerte, nunca había visto nada tan desmesurado, tan descaradamente visible sobre la superficie del vasto campo floral.

Subaru apretó los dientes. Su situación ya era un completo desastre... pero si algo había aprendido era que quedarse quieto era peor que lanzarse de cabeza al peligro.

Subaru:" Sea lo que sea... debe de haber recursos ahí dentro. Y si no los hay, al menos respuestas. No voy a dejar que algo así me pase por encima..."

Respiró hondo y, con un brillo obstinado en los ojos, tomó su decisión.

Subaru:" ¡Muy bien, Emilia-roquita, Beako-meloncito! Parece que este chico no volverá para la cena... ¡Porque hoy tiene un teatro que asaltar!".

Las palabras resonaron en el aire vacío, sin obtener respuesta de sus improvisados "compañeros". Aun así, Subaru sostuvo su sonrisa forzada, como si con ella pudiera engañarse a sí mismo y convertir la desesperación en valentía.

Sin perder tiempo, volvió a su improvisado refugio. Tomó lo que había reunido en exploraciones anteriores: una bolsa de frutas Bokko, algunos ítems de supervivencia, su inseparable látigo mejorado hallado en otra fisura, un tarro de mayonesa, latas de comida, y varias provisiones más que fue metiendo en una enorme mochila de camping, casi tan grande como él mismo.

Acomodó la carga sobre sus hombros, resopló por el peso y, con un último vistazo al campo de flores que dejaba atrás, puso un pie en dirección al inquietante Teatro flotante.

Día: 1

Después de prepararse lo mejor que pudo -al menos según su propio juicio-, Subaru comenzó a organizar su plan de acción.

Subaru: "Primero lo primero... necesito acercarme a esa cosa. Observar el terreno, ver qué diablos la rodea... Solo espero que no se me venga abajo encima de la cabeza".

Con un paso decidido -aunque no sin titubear internamente-, el pelinegro emprendió la caminata hacia el colosal Teatro. No tardó en darse cuenta de que el trayecto sería mucho más largo de lo esperado: junto con la aparición del extraño edificio, múltiples fisuras habían emergido a su alrededor, y con ellas vinieron las molestas tormentas florales que entorpecían su avance por el jardín.

Aun así, Subaru no desaprovechó la ocasión. Si había aprendido algo en este infierno, era que cada fisura podía esconder recursos valiosos. Así que, tras evaluar las más llamativas, decidió adentrarse en algunas.

La primera lo arrojó a una jungla sofocante, donde la vegetación era tan desmesurada que hasta la planta más pequeña alcanzaba su altura. Y entre esas sombras desproporcionadas... también acechaban bestias demoníacas.

Serpientes gigantes, de unos quince metros de largo, reptaban dejando un rastro de veneno allí por donde pasaban. Subaru logró evitarlas, pues ya había tenido encuentros con ellas en el pasado. Bastaba con usar las frutas Bokko como cebo: las dejaba en puntos específicos y las bestias, atraídas por el maná que desprendían, se olvidaban de él por varias horas.

Pero no todo era tan simple. También estaban las arañas explosivas: enjambres de criaturas que aguardaban pacientemente a que alguien se acercara para abalanzarse envueltas en fuego y detonar en un estallido calculado. Una sola explosión aislada no era gran cosa... pero en grupo, resultaban una ejecución inevitable. Subaru había aprendido esa lección a las malas meses atrás. Ahora, su estrategia era clara: evitar cualquier zona donde el maná de fuego fuera demasiado intenso. Para eso contaba con "Pulpin", un curioso peluche que había modificado para detectar el tipo de maná en el ambiente y cambiar de color según el elemento.

Y como si no fuera suficiente, también aparecieron humanoides demoníacos: aberraciones mitad simios, mitad lobos, que parecían odiar a los humanos con un instinto casi religioso. No atacaban a ninguna otra especie... solo a los suyos. Subaru, recordando lo que había sufrido antes, se cubrió el rostro con una máscara de gas. Sorprendentemente, con el rostro oculto, las criaturas lo ignoraron por completo, como si su simple percepción de "humano" se desvaneciera. Estúpidas, sí... pero letales si cometías un error.

Más allá de eso, la selva ofrecía sus problemas "típicos": insectos, trampas de arena, plantas asesinas. Nada que Subaru no pudiera manejar después de tantos meses.

Al final del día, logró recolectar varios recursos: bayas, frutos y, lo más importante, agua potable de una laguna central -un patrón que había notado en casi todas las fisuras de tipo selvático.

También se atrevió a internarse en una fisura desértica, donde halló minerales mágicos dispersos entre la arena y algunos libros sepultados en ruinas parciales.

Con el tiempo, Subaru había aprendido a distinguir los tipos de fisuras y a calcular qué recursos podía esperar de cada una. Sabía que existía un ratio de aparición: las selváticas, semiurbanas, bóvedas y ocasionales eran las más raras, pero también las más provechosas. De hecho, probablemente le debía su supervivencia a las dos primeras, que le habían proporcionado agua, alimento y objetos vitales para resistir un día más en ese maldito jardín.

Día: 4

En apenas tres días, Subaru había logrado situarse bajo la inmensa sombra del Teatro flotante. El espacio bajo aquella mole era aún más oscuro que el propio jardín, como si el sol se negara a iluminar ese lugar.

Rebuscó en su mochila hasta dar con una linterna de su mundo original, un hallazgo extraño que había encontrado hacía una semana en una fisura con aspecto de búnker abandonado. Aquel sitio había sido un milagro: lleno de recursos útiles y sin peligros, hasta que una tormenta floral lo devoró en cuestión de segundos, dejándolo reducido a polvo.

Con la linterna en mano, Subaru ajustó la máscara de gas sobre su rostro, por si acaso hubiese miasma en el aire.

Subaru:" No parece haber nada raro aquí abajo... solo es el mismo jardín aburrido". Murmuró con un dejo de decepción, aunque sus ojos no podían apartarse del coloso que se alzaba sobre él.

De cerca, el Teatro era aún más monstruoso de lo que había imaginado. Estaba suspendido a unos quince o veinte metros de altura, y su silueta se deformaba constantemente cuando enormes fragmentos de roca flotante se acoplaban a la estructura, formando extrañas extensiones, como miembros que brotaban desde la parte trasera del auditorio principal.

Subaru: "¿Y cómo diablos subo allá arriba? Si tan solo hubiera encontrado un maldito jetpack en alguna fisura..." Se quejó con pereza fingida, mientras su mente trabajaba febrilmente en busca de una solución.

Clavó la mirada en la base rocosa que sostenía los fragmentos. Tenían una forma compacta que terminaba en pico, como un puñal invertido, mientras que en la parte superior se extendía la superficie plana donde reposaba el Teatro.

Subaru: "¡Arghh! ¡Nada tiene sentido! ¿Llegaré allí con una Catapulta, quizá? No, idiota, ¿En qué piensas? Si fallas en el cálculo te estampas y mueres. ¡Y ni siquiera tengo con qué construirla!". Vociferó, agitando los brazos contra el cielo en un ataque de frustración.

Se quitó la máscara al confirmar que no había rastro de miasma y, con los dedos en las sienes, trató de calmarse. Probablemente habría seguido debatiéndose en esa impotencia un buen rato... de no ser por-

"¡Hola, mi pequeña marioneta favorita! Veo que tienes problemillas... pero no puedo dejarte entrar a mi territorio todavía. Mis invitados aún están recuperándose y tengo asuntos importantes que atender, así que será mejor que des media vuelta y-".

La voz, clara y teatral, resonó de pronto en su cabeza. Subaru dio un respingo, llevándose las manos a las orejas como si pudiera arrancarla de raíz.

Subaru:" ¡Espera, espera un segundo! ¡¿Quién carajo eres tú?! ¡¿Y cómo diablos escucho tu voz en mi cabeza?!". Gritó con furia, oprimiéndose las sienes como si eso pudiera callar la intrusión.

"¡Primero que nada, no vuelvas a interrumpirme! Un pecador como tú, capaz de tanto da-... tch, olvídalo. Además... ¿No me recuerdas? Eso sí que es un problema. En fin, en resumen: yo fui quien te trajo aquí, así que-".

Subaru:" ¡¿Tú me trajiste aquí?! ¡¿Con qué motivo?! ¡Respóndeme rápido!". Rugió, ignorando por completo la advertencia previa de la misteriosa voz, disparando preguntas en un frenesí de rabia y desesperación.

"Tch... eres más molesto que un grano en el culo. ¡Y te advertí que no me interrumpieras!".

Con aquel grito, varios puntos de luz comenzaron a brotar en el aire, rodeando al pelinegro. Subaru retrocedió de inmediato, con el corazón acelerado, y llevó la mano a su látigo como un reflejo instintivo de defensa.

Una gota de sudor recorrió su frente mientras fruncía el ceño con fuerza.

"¿Qué demonios son estas cosas? ¿Serán como los globos de aquella cueva y explotarán al contacto?... No estoy seguro de nada... Maldita sea, creo que acabo de arruinar todas mis posibilidades de negociar..."

Su mente se agitaba frenéticamente, buscando alguna estrategia, cualquier escapatoria, pero el tiempo no le dio tregua. Los destellos terminaron de tomar forma: figuras planas, como esferas flotantes, que irradiaban una luz blanca tan intensa que parecía querer borrar todo a su paso.

Entonces, la voz volvió a sonar, burlesca y despiadada, retumbando en lo más profundo de su cabeza:

"Tal vez con esto aprendas un poquito de respeto... Buen viaje, candidato a Sabio. Ojalá tomes la decisión correcta la próxima vez..."

Cuando la voz terminó de hablar, el brillo de las esferas que rodeaban al pelinegro se intensificó notablemente, y en cuestión de segundos estas esferas salieron disparadas a grandes velocidades, pulverizando partes del cuerpo del insolente chico mientras dejaban una estela de luz blanca tras su sangriento recorrido.

Subaru:" ¡¡¡Arrghhh!!!".

Soltó un grito desgarrador cuando sintió como su brazo derecho era mutilado repentinamente, haciendo que un gran chorro color carmesí saliera expulsado de la herida y que la sangre manchara las flores secas bajo sus pies.

Las esferas de luz no le dieron tregua, cercenaron la pierna del pobre chico en menos de un segundo haciendo que que Subaru se tambaleara, y justo cuando estuvo apunto de caer al suelo, una esfera de luz se movió rápidamente hasta centrarse con el cuerpo del chico, y de un rápido y sádico movimiento, la esfera partió a la mitad al pobre pelinegro.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Subaru sintió como su cuerpo descendía y se partía mientras caía por dos lados diferentes, siendo solo sujeto por una fina linea de carne y órganos que aún se mantenía unidos

Subaru sintió como su cuerpo descendía y se partía mientras caía por dos lados diferentes, siendo solo sujeto por una fina linea de carne y órganos que aún se mantenía unidos.

El cuerpo del pelinegro finalmente cayó en el campo floral, dejando solo una grotesca escena de órganos desparramados por el campo, mientras las flores a su alrededor se teñían de un oscuro color rojo.

En cuestión de segundos Subaru perdió la conciencia entre algunos jadeos de dolor, y así Natsuki Subaru volvió a morir...

<<Regreso de la Muerte>>.

Subaru: "¡¡¡Aahhh!!!".

El grito le desgarró la garganta al abrir los ojos de golpe. Sus manos recorrieron su cuerpo frenéticamente, buscando heridas que ya no estaban allí, mientras el ardor del dolor fantasma lo consumía como brasas invisibles.

Cayó de rodillas, con la respiración entrecortada, y tuvo que llevarse una mano a la boca para no vomitar. El recuerdo de su mutilación lo hacía retorcerse, como si aún sintiera su cuerpo desmoronarse en pedazos. Pasaron dos eternos minutos antes de que pudiera obligarse a ponerse en pie, tambaleante, con un mareo persistente que le nublaba la vista.

Alzó la mirada: estaba justo en el mismo punto de guardado, apenas antes de alcanzar la zona inferior del Teatro flotante.

Subaru:" Parece que no soy muy bienvenido por ahí, ¿eh?". Intentó bromear, pero la voz se le quebró y sus ojos, apagados, delataban la verdad: miedo, cansancio y una desesperación que ya no lograba ocultar.

Su mente comenzó a dar vueltas, cargada de preguntas.

"Esa voz dijo que me trajo hasta aquí... pero ¿Con qué propósito? ¿Por qué hablaba con tanta familiaridad, como si me conociera? ¿Qué quiso decir con esos "invitados"? ¿Acaso... Emilia, Rem, Beako...? ¿Están dentro de ese Teatro? ¡Demonios! No lo entiendo... Pero hay algo que sí sé: necesito entrar ahí, cueste lo que cueste".

Ese pensamiento lo sostuvo, obligándolo a enfocar sus ideas en un plan.

Pero entonces, un estruendo sacudió el aire. Subaru se tensó al instante, los nervios en punta. Giró la vista en todas direcciones, temiendo la aparición repentina de otra tormenta floral. Sin embargo, no sintió brisas extrañas ni el zumbido que solía precederlas. Su respiración se normalizó poco a poco... aunque la inquietud permanecía clavada en su pecho.

De repente, otro estruendo aún más fuerte retumbó a lo lejos. Subaru levantó la vista, y el espectáculo frente a él lo dejó boquiabierto.

Una de las subdivisiones del Teatro se desprendía de la estructura principal. El pasaje que la conectaba con el auditorio había implosionado, y la sección entera descendía a gran velocidad hacia el jardín floral.

La subdivisión parecía un corral de enormes dimensiones, aunque Subaru apenas pudo observar detalles antes de que se estrellara contra el campo. El impacto arrancó un mar de flores, levantando una densa nube de polvo que lo obligó a cubrirse el rostro con su bufanda.

Subaru:" ¿Pero qué...?" Murmuró con voz cargada de desconcierto, mientras el eco del derrumbe aún resonaba en la distancia.

Lo más desconcertante fue que, apenas unos segundos después de la caída de la subdivisión, esta fue tragada por una fisura que desprendía un resplandor blanco cegador.

Subaru se aproximó con pasos cautelosos, cada músculo en tensión, preparado para huir si aparecía la temida tormenta floral. Pasaron unos minutos que se sintieron eternos, y al no percibir nada extraño, dejó escapar un suspiro tembloroso. Al menos, por ahora, parecía a salvo.

Subaru:" Creo que será mejor dar la vuelta y-".

Un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba abajo, haciéndole sudar de golpe. El aire empezó a arremolinarse con violencia a su alrededor, y las flores se agitaron bajo un viento cada vez más intenso, como heraldos de lo inevitable.

Subaru:" ...Una tormenta floral... ¡Mierda! ¡Y yo que esperé precisamente para que esto no pasara! ¡En serio, parece que el universo está en mi contra!".

Su reclamo desesperado se perdió entre las ráfagas de viento. Intentó calmar su respiración, pero era imposible; cada vez que el aire rugía, su mente recordaba con claridad los horrores que había vivido antes. La sensación de ser arrancado poco a poco de este mundo aún lo perseguía, y solo pensar en ello hacía que el estómago se le revolviera.

Se estremeció ante el recuerdo de sus muertes por esa tormenta, el como se le desgarraba la piel, el como los pétalos marchitos se le clavaban en las heridas con el único y sádico objetivo de intensificar aun más su dolor, y sobre todo ese maldito final, donde la tormenta se calma y cesa su viento solo por unos segundos, como dando una falsa esperanza de salvación, solo para momentos después reducir su cuerpo en cuestión de segundos a un asqueroso muñón de carne irreconocible...

No quería volver a pasar por eso.
Y menos aún cuando en su interior resonaba una promesa que no podía traicionar. Una voz obsesiva, pero al mismo tiempo protectora, le había arrancado la palabra de que apreciaría su vida. Que no volvería a usar la muerte como si fuera una salida fácil.

Todo se redujo a una sola idea abrasadora: sobrevivir.

De reojo, la fisura blanca brillaba con fuerza, a escasos pasos de distancia. La tormenta ya se alzaba, arrancando flores de raíz y sumándolas a su grotesca danza.

Sin pensarlo más, Subaru echó a correr. Se lanzó al borde de la fisura, llenó sus pulmones con un último aliento y saltó hacia el resplandor, cerrando con fuerza los ojos ante la luz que lo envolvió por completo.

[Fisura: Estrellas olvidadas].

Subaru sintió cómo su cuerpo entero era engullido por aquella luz blanca. No se parecía en nada a las veces anteriores en que había atravesado una fisura; esta vez la sensación era distinta, casi extraña.

Cuando por fin cruzó por completo, su cuerpo se desplomó contra una superficie sólida. La intensa claridad aún lo cegaba, impidiéndole distinguir su entorno. Sus ojos pesaban como plomo, al igual que el resto de su cuerpo. Se frotó el rostro, parpadeó varias veces y, apenas intentó abrirlos, una nueva ráfaga de luz solar lo cegó de nuevo.

"¿Espera... sol?", pensó, incrédulo.

El desconcierto lo hizo levantarse de golpe, aunque esa acción abrupta le provocó un mareo inmediato que lo obligó a tambalearse.

Subaru: "Ahora sí siento que mi cerebro se estremece..." Murmuró, llevándose las manos a las sienes, intentando ahogar esa sensación de vértigo.

Un grito desgarró el aire.

???: "¡KYAAAAH!"

Subaru se tensó al instante. Su respiración se agitó mientras sus ojos recorrían el lugar con una esperanza frenética, buscando el origen de ese sonido tan familiar. Y entonces la vio.

Una dragona de tierra, encerrada tras una improvisada jaula rodeada de tablones astillados. Su porte orgulloso resaltaba en cada línea de su cuerpo; las escamas negras reflejaban fuerza y dignidad intactas.

Era Patrasche.

Subaru: "¿P-Patrasche...?"

La incredulidad le quebraba la voz. Ahí estaba, tras barrotes de hierro, su fiel compañera, después de tanto tiempo, de tanto dolor, de meses de separación.

La dragona lo miró con severidad al principio, pero en cuanto lo reconoció, su cuerpo se agitó con emoción, dando pequeños saltos, inquieta, como si no pudiera contener la alegría.

Subaru: "¡¡Patrasche!!"

El pelinegro se lanzó hacia la jaula, aferrándose a los barrotes con desesperación. Tiraba, empujaba, arañaba el metal sin lograr moverlo ni un centímetro.

Patrasche, igual de impaciente, mordía los hierros, rechinando los dientes contra el metal. Era inútil, pero ninguno de los dos podía detenerse; ambos luchaban con ansia, con la necesidad de borrar esa barrera cruel que los separaba.

Finalmente, Subaru dejó de forcejear y apoyó la frente contra los fríos barrotes, jadeando. Tenía que pensar. No podía permitirse perderla de nuevo.

Subaru: "Oye, Patrasche... tengo un plan. Retrocede todo lo que puedas y déjamelo a mí."

Acarició su cuello a través del hueco entre los hierros. El tacto áspero de sus escamas le devolvía calor, fuerza.

"Kyyahh..."

Ella asintió con un rugido bajo, obediente pero impaciente, y retrocedió hasta el rincón de la jaula. Subaru hizo lo mismo, alejándose unos pasos, cerrando los ojos. Sintió un escalofrío recorrer su abdomen: el oscuro poder que había aprendido a manipular volvía a despertar.

Subaru: "Providencia Invisible..."

[Providencia Invisible]

Una tercera mano se formó, invisible y viscosa, naciendo desde su estómago. La incomodidad era inevitable, aunque nada comparado con la primera vez que había usado esa Autoridad maldita. Su cuerpo ya conocía ese veneno.

La mano invisible se deslizó hasta los barrotes. Subaru apretó los dientes, odiando cada segundo de tener que usar ese poder, recordando el daño que había causado... pero no podía dudar. No esta vez.

El metal crujió. La tercera mano lo agarró con una fuerza implacable y lo partió en dos. Uno. Luego otro. Después otro más.

Hasta que al arrancar el cuarto barrote, el espacio fue suficiente. La prisión ya no podía contenerla.

Patrasche era libre.

Subaru desactivó la Autoridad y cayó de rodillas, agotado.

Apenas tocó el suelo, un rápido movimiento lo sostuvo: Patrasche lo había atrapado antes de que se desplomara por completo.

La dragona lo examinó con evidente preocupación, y al comprobar que su amo seguía entero, la tensión en su cuerpo se transformó en un estallido de alegría. Con un rugido emocionado, se lanzó sobre él y comenzó a lamerle la cara con insistencia.

Subaru: "¡Jajajaja! ¡Patrasche, eso me hace cosquillas! ¡Basta, basta! ¡Jajajaja!"

Reía entre jadeos y protestas, pero sus súplicas eran inútiles. Patrasche, ignorando toda resistencia, lo llenaba de muestras de afecto como si no fuera una orgullosa dragona de tierra, sino un cachorro travieso que recuperaba a su dueño después de mucho tiempo.

Subaru terminó rindiéndose y, riendo a carcajadas, comenzó a jugar con ella. Rodaron y forcejearon torpemente hasta que ambos cayeron sobre el pasto, respirando entrecortadamente por el cansancio.

El pelinegro tomó aire varias veces, intentando regular su agitada respiración. Sin embargo, la risa se desvaneció cuando un recuerdo atravesó su mente: la imagen del corral desplomándose ante sus ojos.

Se incorporó de golpe, sobresaltando a Patrasche, que lo miró con curiosidad. Subaru recorrió el entorno con la mirada; los restos del corral estaban desparramados por todos lados, confirmando lo que temía.

"Espera... Patrasche estaba dentro de ese corral... No hay duda. Entonces... ¿Ella también estaba en el Teatro?".

Su mente empezó a hilar con nerviosismo cada detalle de lo ocurrido hasta ahora. Y, de pronto, todo encajó.

Subaru: "¡Oye, Patrasche! ¿Recuerdas haber sido envuelta por una extraña luz?".

Su voz sonó cargada de urgencia. La dragona lo observó, desconcertada, pero terminó asintiendo lentamente. Esa respuesta provocó que los ojos de Subaru se iluminaran con una chispa de esperanza.

Subaru: "¿Y escuchaste alguna voz cuando despertaste? ¿Viste o escuchaste a Emilia, Beatrice, o a los demás?"

Las preguntas salieron atropelladas, como si temiera que el tiempo se le acabara. Subaru caminaba en círculos alrededor de ella, agitando las manos, gesticulando con nerviosismo. Patrasche, paciente pero confundida, lo seguía con la mirada, moviendo la cabeza de un lado a otro hasta marearse un poco.

Aun así, rugió suavemente y asintió dos veces, tratando de comunicarse lo mejor posible.

Subaru: "¡Bien! ¡Eso es perfecto, Patrasche! Eso significa que no estoy loco. Emilia y los demás tienen que estar todavía en el Teatro, en alguna subdivisión o incluso en el auditorio principal. ¡Seguro esa voz se refería a ellos como invitados!".

Saltaba de emoción, casi incapaz de contener la euforia que le recorría el cuerpo. Daba pequeños brincos alrededor de Patrasche, con una sonrisa amplia y genuina en el rostro.

Subaru: "¡Por fin, mi suerte está mejorando!".

La emoción llenaba el aire, casi contagiando a la dragona que lo miraba expectante. Por un instante, parecía que todo empezaba a ir a mejor...

Hasta que.

???: "¡Busquen al Arzobispo por los alrededores, no pudo haber ido muy lejos con esas heridas!".

El grito retumbó desde lo profundo del bosque, quebrando el silencio.

Subaru reconoció aquella voz; le resultaba inquietantemente familiar, aunque el tono estaba teñido de histeria y locura. No era la voz de alguien cuerdo, sino la de alguien dominado por la ansiedad. Y lo peor: parecía dar órdenes a un gran grupo.

El eco metálico de pasos coordinados confirmaba que no eran simples soldados... sino guardias o caballeros.

Subaru: "¿Arzobispo...?"

La palabra escapó de sus labios en un murmullo incrédulo. El sol se deslizaba tras el horizonte, pintando el bosque de tonos anaranjados y rojizos, como si el mundo mismo ardiera.

Con paso vacilante, Subaru tomó las riendas de Patrasche y avanzó hacia el origen de la voz. Apenas había dado unos pasos cuando una flecha silbó hacia su cabeza. El instinto lo hizo agacharse; la punta pasó a un suspiro de perforarle el cráneo.

Su respiración se aceleró. La vegetación se agitó, y de entre las sombras emergió un grupo de guardias reales, cerrándole el paso por todos los flancos.

???:" Conque aquí estabas, sucio Arzobispo..."

Una voz femenina, ligera... pero cargada de repugnancia. Subaru giró sobre sí mismo, con el corazón golpeándole el pecho, y su aliento se congeló en cuanto lo vio.

Félix.

Con su uniforme de caballero, observándolo con ojos cargados de veneno, como si mirara al ser más vil del mundo.

Subaru: "¿F-Félix...?"

Su voz quebrada apenas salió de su garganta. Intentó incorporarse, apoyándose torpemente en Patrasche, que lo sostuvo con el cuerpo.

Félix: "Vaya, vaya, Subaru-kyun... ¿No te dije que me esperaras en tu celda, como un buen perro~?".

El tono era juguetón, pero la locura destilaba en cada palabra, filtrándose por las grietas de su sonrisa torcida.

Patrasche gruñó, los ojos encendidos en furia, dispuesta a lanzarse contra cualquiera que se acercara. Solo la mano temblorosa de Subaru, acariciando su cuello, la mantuvo bajo control.

Subaru: "¿Celda...? ¿Arzobispo...? Félix, no entiendo. Soy yo, Natsuki Subaru, caballero de Emilia, tu ami-".

Félix: "¡¡¡NO ERES EL AMIGO DE NADIE, MALDITO CULTISTA!!! ¡NO INTENTES ENGAÑARME CON TUS MENTIRAS BARATAS!".

El rugido de odio lo cortó en seco. Félix lo señalaba con el dedo, temblando de ira. Su rostro estaba deformado, los ojos hundidos con ojeras oscuras y la respiración entrecortada como la de un animal acorralado. Su arrebato fue tan intenso que incluso algunos guardias retrocedieron, asustados por la violencia de su voz.

Subaru se quedó helado, incapaz de procesar esas palabras. Sus labios temblaban, sin encontrar respuesta.

Los guardias empezaron a avanzar, armas en mano, acercándose con cautela, como si estuvieran a punto de atrapar a una bestia peligrosa. Subaru retrocedió un paso, confundido, con la garganta seca.

"¿Me confunden... por el miasma...? Sí, tiene que ser eso. ¡No puede haber otra explicación!".

Subaru: "¡Esperen! ¡Sí, huelo a la bruja, lo sé! Pero eso no significa que sea un cultista. ¡Beako puede confirmarlo, ella sabe la verdad! ¡Yo no soy-!".

Félix: "¡¡¡CÁLLATE DE UNA PUTA VEZ!!!".

El chillido lo atravesó como un cuchillo. Félix se encogió de hombros, temblando, pero sus ojos brillaban con furia enferma.

Félix: "¿Realmente crees que soy tan idiota? ¡Ese hedor asqueroso lo dice todo! ¡Tú eres una de esas ratas! ¡Siempre mintiendo, siempre fingiendo, siempre arrastrándote con tu cara de víctima! ¡¿Acaso no te cansas de mentir?!".

Cada palabra era un desgarrón de su garganta. Sus manos temblaban alzadas, y cuando bajó una de ellas en un gesto seco, los guardias lo entendieron. Avanzaron con más firmeza.

Patrasche se adelantó de inmediato, poniéndose entre Subaru y los atacantes, mostrando los dientes y rugiendo.

Subaru: "Esto... esto no tiene ningún sentido..."

Bajó la cabeza, con los ojos nublados. Y de pronto, una chispa de esperanza surgió: Reinhardt. Él podría demostrar que no mentía. Él era la única salida. Subaru levantó el rostro con determinación, dispuesto a hablar, pero se encontró con la sonrisa maniática de Félix. La ilusión se quebró en ese instante.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Félix: "Si no tienes nada más que decir

Félix: "Si no tienes nada más que decir... atrápenlo".

El tono helado, carente de piedad, selló la sentencia.

Los guardias se lanzaron al unísono. Cuerdas gruesas se enredaron en Patrasche, que luchó con todas sus fuerzas, pero acabó siendo inmovilizada bajo el peso de varios hombres. Subaru cayó al suelo, reducido con facilidad bajo varias manos y rodillas, incapaz de resistirse.

Félix se acercó, su sombra alargándose sobre él.

Félix: "Y pensar que reuní a tanta gente para la fiesta, esperando que dieras más pelea... Qué patético. Eres incluso peor de lo que imaginaba".

Su sonrisa torcida reflejaba puro deleite en la humillación de Subaru.

"¡¿Qué hago ahora?! ¡¿Qué demonios pasó en los meses que estuve en ese jardín?! No... espera. Esto es una fisura. Las fisuras son brechas a otros mundos, lo descubrí por los objetos de mi mundo que logré sacar de algunas... Pero esas eran pequeñas, limitadas, como cuevas o espacios cerrados. ¡Esto... esto es un mundo entero! ¿Otra realidad? Eso explicaría lo de Félix... pero, ¿Por qué me llamó Arzobispo? ¿Una versión de mí se unió a esos lunáticos? ¡Maldición! ¡Demasiadas preguntas y ninguna respuesta! Y Félix... él no está en condiciones de escuchar razones. Necesito salir de aquí con Patrasche... ¡Vamos, Subaru, piensa, piensa, piensa...!"

Sus pensamientos se entrecortaban mientras forcejeaba inútilmente bajo el peso de los guardias, ganándose puñetazos y patadas que solo lo hundían más en la tierra.

Félix lo observaba desde arriba, con esa mirada de desprecio que helaba la sangre. Sus ojos temblaban, llenos de locura, y su voz sonó como la sentencia de un verdugo.

Félix: "Tch... Llévense a este perro de vuelta a su celda. Cancelen todas mis reuniones. Esta noche voy a estar muy ocupado con esta sucia rata."

El chico gato se dio la vuelta, convencido de que Subaru estaba acabado.

Grave error.

Subaru cerró los ojos, tragó saliva y hundió su mente en el abismo de dolor. El aire se volvió pesado cuando un cúmulo de sombras brotó desde su estómago. Una mano invisible emergió, seguida de otra que desgarró mentalmente la carne de su espalda al salir. Cada invocación era como ser arrancado por dentro; apenas podía respirar, pero no se detuvo.

Las dos manos se extendieron, girando como un torbellino.

Los guardias apenas alcanzaron a notar la distorsión en el aire antes de ser lanzados por los aires como muñecos de trapo. Gritos ahogados y el crujir de ramas llenaron el bosque cuando cuerpos cayeron a varios metros de distancia.

Un guardia aplastó a Félix al caer sobre él. Los ojos del chico gato se abrieron de par en par, y con un gruñido furioso apartó el cuerpo como si fuera basura.

Subaru, jadeando, temblaba por el esfuerzo. Invocar dos manos le drenaba cada gota de energía, era un recurso suicida que casi nunca se atrevía a usar.

Pero no se detuvo. Sacó de su bolsillo una pequeña bolsa raída, metió la mano y sacó una fruta Bokko. La mordió de golpe, sintiendo la energía recorrerle las venas como fuego líquido.

"Beako me advirtió que estas cosas son adictivas, peligrosas, casi como una droga, solo deben ser usadas de último recurso. Pero si no es ahora, ¿Cuándo?"

Con un salto torpe pero desesperado, Subaru se puso de pie. Desenrolló su látigo y lo lanzó contra los restos de la jaula donde Patrasche había sido contenida. Con un chasquido, atrapó los barrotes y los lanzó de vuelta con fuerza brutal contra los guardias más cercanos.

El choque metálico y los gritos de sorpresa dieron a Patrasche la apertura que necesitaba. La dragona relinchó con fiereza, derribó a varios soldados y corrió hacia su amo.

Subaru no dudó. Se impulsó y, con un segundo salto, cayó sobre su lomo. Apenas estuvo montado, la dragona se lanzó a toda velocidad, dejando tras de sí un torbellino de polvo y hojas.

Félix: "¡¡¡NOOOOO!!! ¡Atrápenlo, no importa si lo dejan medio muerto, pero atrápenloooo!".

Félix desenfundó su espada y arremetió en un ataque desesperado, pero la hoja solo cortó el aire vacío. Subaru y Patrasche ya estaban huyendo, tragados por el bosque teñido de rojo por el atardecer.

El galope resonaba con fuerza. Subaru volteó la cabeza, sudando frío. Los guardias los seguían, pero él y Patrasche se internaban en los senderos más estrechos y escarpados del bosque. Cada rama rota, cada sombra era una aliada. La noche caía, y con ella, la oscuridad que les daría una oportunidad de escapar.

Subaru: "Creo que logramos perderlos, Patrasche... necesitamos encontrar un lugar seguro y formular un pla-".

"¡KYAAAAH!"

El rugido de la dragona lo interrumpió. Con un coletazo, empujó suavemente a su amo, como si intentara advertirle de algo.

Subaru volteó hacia el frente, y entonces lo vio: el camino mismo se quebraba. Una grieta luminosa rasgaba la realidad como si fuera cristal astillado.

No tuvo tiempo de reaccionar. Él y Patrasche fueron engullidos por aquella luz blanca.

Sintió cómo su cuerpo entero se retorcía, las células alterándose, adaptándose a una nueva realidad que lo escupiría sin piedad. Los segundos se volvieron eternos, un zumbido agudo taladraba su cabeza hasta que, finalmente, fueron arrojados hacia adelante.

La fisura se cerró tras ellos con violencia.

Subaru: "¡Argh! Nunca me voy a acostumbrar a esto... Pero al menos parece que caí en algo blandito".

Se quedó quieto, con una migraña creciente mientras palpaba lo que fuera en lo que había aterrizado. Era sorprendentemente suave... y redondo.

???: "¡Hey, Tia! ¿Dónde dejaste mis sobres de sals-?".

Una voz desconocida retumbó en la sala. Subaru, aún cegado por el resplandor que lo había traído, parpadeó con fuerza.

"¿Tia", pensó el pelinegro mientras volvía a apachurrar la suave superficie bajo su mano.

???: "Vaya, Su-san... ¿Cambiaste tu oficio de comerciante a pervertido? Creo que me siento orgulloso".

El tono burlón de la voz, casi satisfecho, lo desconcertó aún más. Subaru se frotó los ojos con desesperación, tratando de enfocar su visión. Poco a poco, la figura frente a él se volvió clara.

El aire se le atascó en la garganta. Estaba encima de una mujer de cuerpo bien formado, con cabello blanco corto y un mechón verde cayéndole sobre el flequillo. Su kimono blanco, bordado con hilos verdes, le daba un aire refinado y sereno... aunque lo que realmente lo paralizó fueron sus ojos: un par de orbes amarillos que lo miraban con una mezcla peligrosa de vergüenza y furia.

Subaru bajó la vista, siguiendo el calor que sentía en su mano. Su mundo se desplomó en ese instante. La palma de su mano estaba firmemente apretada contra el pecho de la mujer.

Su rostro se encendió de rojo, como un tomate recién maduro. Tragó saliva y levantó la vista lentamente hacia el rostro de ella.

Ambos estaban en el suelo, demasiado cerca, en una posición claramente comprometedora. La mujer, ruborizada y con aura asesina, contenía el impulso de reaccionar mientras Subaru entraba en pánico.

El entorno, ahora más nítido, revelaba una sala principal de estilo japonés. Pero Subaru apenas podía procesarlo. Solo una idea martillaba en su mente:

"Estoy muerto... estoy completamente muerto..."

???: "...Subaru-kun."

La voz, suave pero cargada de tensión, lo hizo girar bruscamente. Sus ojos se abrieron como platos al reconocer la figura que lo observaba con un gesto gélido.

Subaru: "¿A-Anastasia...?"

La incredulidad se le escapó en un hilo de voz. ¿Qué demonios hacía allí una candidata al trono? ¿Y por qué lo miraba como si fuera basura? Miles de preguntas estallaban en su mente al mismo tiempo.

???: "Su..."

Otra voz lo interrumpió. Subaru bajó la vista y se dio cuenta de que provenía de la mujer sobre la que seguía montado.

Su cerebro reaccionó al instante: apartó la mano con una brusquedad torpe, como si acabara de tocar fuego. La vergüenza lo devoraba mientras cuatro pares de ojos lo perforaban-sí, también los de Patrasche, quien milagrosamente había detenido su propia caída sin destrozar el lugar.

"¿Por qué todos me miran a mí y no al enorme dragón de tierra en mitad de su sala? ¡Esto no tiene ningún sentido! ...No, olvídalo, lo importante es salvar mi pellejo. Y no me gusta nada de nada la mirada que me está dando Anastasia..."

Tragó saliva, dispuesto a soltar una explicación torpe, cuando de repente sintió un peso aplastante rodeándolo desde atrás.

Subaru: "¡Ghha-!"

El aire escapaba de sus pulmones a la fuerza. Alcanzó a mirar de reojo: Anastasia, con el rostro sombrío, lo tenía atrapado en un candado de brazos y piernas, asfixiándolo sin piedad.

[Providencia Invisible]

En un acto desesperado, Subaru invocó la Providencia Invisible. El desgaste fue brutal: cada uso reciente le había consumido energía, y esta última vez le arrancó sangre de la garganta. Aun así, logró agarrar con su mano invisible a la comerciante y apartarla lo suficiente para respirar. Tosió, llevándose la capa a la boca para ocultar la sangre.

Anastasia: "¡¿Eh?! ¿Qué fue eso?!".

La peli lavanda miró a su alrededor, buscando al supuesto culpable. Sus ojos terminaron clavándose en un hombre lobo de pelaje negro que estaba en la sala, fulminándolo con la mirada, convencida de que él había interferido.

???: "Oye, cálmate, Ana-bo. Aunque le tengo aprecio a Su-san, jamás me atrevería a meterme en sus... 'coqueteos'. Mi seguridad financiera depende de esos pagos en salsa, ¿Sabes?".

El hombre levantó las manos en señal de inocencia.

Anastasia: "¡No estaba coqueteando, quería matarlo!".

Se cruzó de brazos con el rostro sonrojado y un puchero infantil que contrastaba con la furia de hace un momento.

Subaru los miró atónito, jadeando mientras recuperaba el aliento poco a poco. Apenas podía procesar nada: solo tenía claro que debía escapar. Su mirada se deslizó hasta la puerta de salida.

Con pasos sigilosos, se escabulló hacia ella. Cada movimiento era medido, el sudor bajándole por la frente mientras los demás seguían discutiendo. Patrasche, cómplice silenciosa, se interpuso con sutileza para cubrir la huida de su amo.

Subaru estiró la mano hacia la manija. La libertad estaba a un segundo de distancia.

Hasta que la puerta se abrió de golpe.

¿Subaru?: "¡Ana! ¡Ya estuvo buena la bromita! ¿Dónde demonios escondiste mi tarro secreto de mayonesa?!".

Un segundo Subaru irrumpió en la sala. Tenía el cabello entremezclado de blanco y negro, vestía un kimono negro con bordes naranjas y, con demasiada fuerza, azotó la puerta abierta...

Directamente contra el rostro del Subaru fugitivo.

El impacto seco lo mandó al suelo, inconsciente.

un silencio sepulcral inundó la sala.

Haibel: "Ehh... Su-san... ¿Acaso tienes un hermano gemelo secreto del que nunca nos enteramos?". Preguntó el hombre lobo, señalando incrédulo al cuerpo inconsciente de Subaru tendido en el suelo. Esta vez, no había caído sobre algo blando que amortiguara el golpe.

¿Subaru?: "Tendré que empezar a cuestionar seriamente a mis padres, Hal-san..." Murmuró el chico, rascándose la cabeza con torpe timidez. Intentaba sonar ligero, pero su voz carecía de la chispa usual.

Tia: "Bueno... parece que sacaste premio doble, ¿eh, zorra?". Comentó la mujer, dando codazos juguetones al hombro de una Anastasia que, por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué cara poner. Sus ojos estaban abiertos como platos, completamente desconcertada.

Anastasia: "Voy a dejar de beber antes de trabajar..." Susurró tambaleándose, como si su mente buscara una explicación imposible en medio del mareo.

Los cuatro presentes, junto a la dragona de tierra, se quedaron observando en silencio la imagen del Subaru inconsciente. Al final, gracias a los gruñidos impacientes de Patrasche, decidieron cargarlo hasta la habitación compartida del Subaru de cabellos mixtos y Anastasia. Lo mejor sería esperar a que despertara y aclarar el misterio directamente con él.

El Subaru de kimono negro intentó sonsacar información a Patrasche, pero la dragona se negó a responder antes de que su amo recobrara la conciencia. La negativa lo desconcertó: nunca había visto a su fiel compañera ser tan mezquina con él.

¿Subaru?: "Un momento... ¿Por qué Patrasche está dentro de la casa?". Soltó finalmente, dándose cuenta de algo obvio que había pasado por alto. Estaba tan perturbado con la aparición de aquel "doble" que se le había olvidado cuestionar ese detalle elemental.

Con el corazón latiendo rápido, fue hasta el corral cercano. Allí comprobó con sus propios ojos que su Patrasche seguía tranquilamente en su lugar. El hallazgo solo hizo crecer su impaciencia y ansiedad por entender qué estaba ocurriendo.

Regresó enseguida a la casa e irrumpió en la habitación. El Subaru de cabellos mixtos estaba a punto de compartir sus dudas con el resto, cuando el Subaru pelinegro, recostado en la cama, empezó a moverse y a abrir los ojos.

Su visión era borrosa al principio, pero poco a poco fue ganando claridad. Frente a él, distinguió figuras familiares: Patrasche lo miraba con alivio y ternura, Anastasia lo observaba con el ceño fruncido y una curiosidad desconcertante, Haibel lo escrutaba con cautela, y Tia lo veía con una sonrisa burlona que no lograba esconder su interés. Y entre ellos, el más impactante: un muchacho con su mismo rostro, idéntico salvo por unos mechones blancos que interrumpían el negro de su cabello.

El aire en la habitación se volvió espeso; todos contenían el aliento, esperando el primer movimiento del recién despertado Subaru.

Subaru: "Uhmm... ¿H-hola?". Saludó con torpeza, levantando una mano mientras con la otra se rascaba la nuca.

Anastasia: "Supongo que tienes una explicación razonable para todo esto... ¿No?". Preguntó la presunta princesa-comerciante, con un tono gélido y precavido, muy distinto al de la fiera que lo había intentado ahorcar hacía un rato.

Subaru: "Si te digo que soy el hermano secreto perdido de este tipo... ¿Me creerías?".

Anastasia: "Obviamente no". Contestó cortante, sin dejar espacio para bromas.

Subaru: "Bueno... al menos lo intenté." Suspiró, dejando caer los hombros con una sonrisa derrotada.

Un estruendo sacudió la habitación. El pelinegro se sobresaltó y giró la cabeza para encontrarse con la mirada encendida de su contraparte: el Subaru de cabellos mixtos, que lo observaba con un ceño duro y movimientos nerviosos.

¿Subaru?: "¡Basta de estupideces! Responde: ¿Quién eres? ¿Por qué te ves igual que yo? ¿Por qué hay otra Patrasche?... ¡Y sobre todo, ¿Por qué carajos manoseaste a Tia, degenerado?!". Rugió, ruborizándose al recordar la escena pero exigiendo respuestas con furia.

Todas las miradas se centraron en el Subaru pelinegro. Incluso Patrasche lo miraba con reproche, aunque sus celos eran más notorios que indignación.

Subaru: "¡Oye, oye! ¡Yo no lo hice por gusto! Admito que fui afortunado de caer sobre... tremendos globos, pero-¡Auch!".

No alcanzó a justificarse: el golpe seco de Anastasia lo calló de inmediato. La comerciante lo fulminaba con la mirada, tan fría como una ventisca de Gusteko.

Anastasia: "Cerdo."

¿Subaru?: "No sé si sentirme insultado... pero estoy de acuerdo con Ana." Asintió con ironía el de cabellos mixtos.

Haibel: "Quizá sea como la Tia falsa. Algún truco lo hace parecerse a Su-san..." Comentó el lobo, finalmente rompiendo su silencio tras analizarlo con detalle.

Tia: "Si quieren, puedo cortarle la cabeza y ahorrarnos molestias antes del festival." Añadió con un brillo asesino en la mirada, como si realmente esperara que aceptaran.

Subaru: "¡E-esperen! ¡No hay necesidad de precipitarse! ¡Intentaré explicarme lo mejor que pueda!". Se apresuró a decir el pelinegro, con el sudor frío bajándole por la nuca.

Haibel: "Pues escupe, Lupe." Respondió con impaciencia.

Subaru: "Muy bien...", Tomó aire, se armó de valor y continuó: "Para ser sincero, estoy tan confundido como ustedes. No sé qué está pasando ni por qué terminé aquí. Tengo tantas dudas como ustedes: por qué hay otro yo, por qué Anastasia está tomada de la mano con ese otro yo... ¡O siquiera por qué Félix casi me castra cuando llegué!". Gritó al final, descargando frustración con cómicos manotazos al aire.

Los presentes lo miraron con evidente sospecha... hasta que escucharon ese nombre.

El ambiente cambió. Las expresiones se oscurecieron, y la tensión llenó la sala.

¿Subaru?: "...Tú. ¿Conoces a Félix?". Preguntó, con la voz quebrándose y un temblor inquietante recorriendo sus manos.

El pelinegro arqueó una ceja, pero respondió sin darle importancia:

Subaru: "Naturalmente. Nos volvimos buenos amigos después de la subyugación de la Ballena Blanca. Pero cuando me encontré con él aquí, estaba paranoico, gritándome que era un Arzobispo o algo así... Dejé de escucharlo después del tercer grito." Explicó con un gesto cansado, frunciendo el ceño por el extraño comportamiento de su amigo felino.

Anastasia: "La... subyugación de la Ballena Blanca..." Murmuró, llevándose un dedo a los labios, como si cada palabra fuera una pieza de un rompecabezas peligroso.

La princesa-comerciante -todavía aferrada a la mano del Subaru de cabellos mixtos- desvió la mirada hacia su pareja antes de murmurarle al oído:

Anastasia: "¿Recuerdas a alguien que resaltara inusualmente durante la subyugación, Subaru-kun?".

El pelinegro frunció el ceño al notar cómo lo ignoraban descaradamente, pero el otro Subaru contestó sin titubeos:

¿Subaru?: "Además de Wilhelm, Rem, Crusch o tus mercenarios, no. Desde luego no había un clon malvado rondando la batalla."

Subaru: "¡¿A quién llamas clon malvado, idiota?!". Rugió, agitando los puños en el aire con furia infantil.

El de cabellos mixtos se volvió hacia Haibel con una media sonrisa.

¿Subaru?: "Oye, Hal-san, ¿Qué opinas si empezamos a llamarlo Dark-baru?"

El apodo encendió aún más la ira del pelinegro.

Subaru: "¡¿Cuántas veces tengo que repetir que no soy un clon, ni una copia barata, ni un impostor?!". Gritó, los dientes apretados y el rostro enrojecido por la frustración.

Anastasia: "Si ese es el caso... entonces, ¿Quién eres?". Inquirió con calma fría, clavándole los ojos como cuchillas.

El pelinegro tragó saliva, intentando sonar convincente:

Subaru: "Como he tratado de decirles, soy Natsuki Subaru. Y... viendo a mi otro yo, diría que viajé en el tiempo o algo por el estilo." Señaló los mechones blancos de su contraparte, con una mueca burlona más que una afirmación.

El comentario pinchó al de cabellos mixtos como una espina.

¿Subaru?: "¡O-oye! ¡Mi cabello era azabache hace solo unos meses! Estos mechones... son un recuerdo de un problemilla del pasado." Masculló, desviando la mirada. Sin poder evitarlo, una sombra amarga cruzó su rostro, recuerdos dolorosos apretándole el pecho.

Anastasia notó el cambio al instante y apretó su mano, transmitiéndole un calor silencioso. El gesto arrancó de él una sonrisa agradecida, pequeña pero sincera.

El Subaru de cabello negro los observó con los ojos entrecerrados, asqueado. Verse a sí mismo actuando tan meloso con Anastasia -precisamente Anastasia, la mujer que lo había usado como una herramienta en la Capital- le revolvía el estómago.

"¿De verdad en este mundo terminé con Anastasia en lugar de Emilia-tan...? Bah, cosas de multiversos. Aunque... ¿Esto es realmente otra realidad? El estilo japonés de este lugar no encaja con Lugunica ni con ninguna de las otras naciones... creo. ¿Y ese lobo? ¿Y esa mujer? ¡Demonios, son demasiadas preguntas! Primero tendré que saciar las suyas si quiero respuestas..." Reflexionó con el ceño fruncido.

Haibel interrumpió sus divagaciones con voz grave:

Haibel: "Bien... pero, ¿Cómo sabemos que dices la verdad? Hasta ahora solo nos has dado un cuento sobre la ballena blanca. Cualquiera podría inventarse eso. Así que... di algo que solo Su-san podría saber." Soltó una bocanada de humo del kiseru, los ojos fijos en él.

La presión cayó de nuevo sobre el pelinegro. Patrasche lo miraba expectante, no con sospecha, sino con una curiosidad inocente, como queriendo descubrir algo nuevo de su amo.

"Vamos, piensa Subaru, piensa... Algo que solo tú sabrías... pero... agh, qué vergüenza..."

Haibel: "¿Tienes algo? Pues escúpelo de una vez." Insistió con fastidio, el humo escapando de sus colmillos.

El pelinegro tragó saliva. Sabía que lo que iba a decir enterraría su orgullo masculino bajo tierra...

Subaru: "B-bueno...", Tomó aire, se sonrojó y, cerrando los ojos, lo soltó de golpe: "Cuando era niño... me gustaba vestirme como mujer. ¡Sí, sí, ya sé que es raro! Pero... ¡no pueden culpar a un mocoso que apenas estaba descubriendo el mundo! Incluso llegué a maquillarme y a usar ropa int-"

¿Subaru?: "¡O-okey, okey, ya basta! ¡No digas ni una palabra más, te creo!". Lo interrumpió bruscamente, lanzándose sobre él para taparle la boca con ambas manos, el rostro ardiendo de vergüenza.

El silencio posterior se rompió con la risa contenida de Tia, seguida de una carcajada abierta que contagió a Haibel. Incluso Anastasia, pese a la seriedad, no pudo evitar que se le curvara una comisura de los labios.

El Subaru de cabellos mixtos, en cambio, lo miraba con ojos encendidos.

¿Subaru?: "...Te voy a matar." Gruñó en voz baja, con un filo asesino en la mirada.

Subaru: "Tú y yo sabemos que eso no funcionaría." Replicó con tono burlón, soltando una sádica broma en referencia a su propia maldita habilidad.

El de cabellos mixtos se congeló. Pasó de la furia al estupor en un parpadeo, los ojos abiertos como platos, entendiendo al instante que su contraparte... decía la verdad.

Anastasia: "Vaya, vaya, Subaru-kun, no sabía que tuvieras esas preferencias. ¿Acaso esta dama debería empezar a tomar un papel dominante en nuestra relación~?". Bromeó con una sonrisa traviesa, su voz teñida de burla, aunque añadió las últimas palabras con un falso dejo de decepción que provocó que el Subaru de cabellos mixtos se sonrojara hasta las orejas.

Subaru:" ¿Relación?". Repitió el pelinegro, genuinamente confundido, arqueando las cejas.

Anastasia: "Es una historia larga..." Su tono bajó un poco, y sus mejillas se tiñeron de un leve sonrojo antes de cambiar el tema con rapidez. "Si estoy en lo correcto... tú también puedes recordarme, ¿No, Dark-baru?"

Subaru: "Primero que nada, deja de llamarme Dark-baru. Segundo, claro que te recuerdo, Anastasia, ¿Por qué no lo harí-?" De repente se interrumpió, la comprensión cayendo sobre él como un balde de agua helada. Su corazón dio un vuelco, una sensación desagradablemente familiar recorrió su pecho, como si algo invisible se lo arrancara. "...No me digas que tú..."

El silencio fue roto por la voz grave de su otro yo.

¿Subaru?: "Sí. Tus sospechas son correctas. Ana perdió su nombre a manos de la Gula. La diferencia es que, a diferencia de Rem, ella no cayó en coma."

Las palabras parecieron golpear directamente a la princesa comerciante, que se estremeció. Su voz se quebró, incapaz de articular palabra.

Subaru: "¿Cómo... cómo es eso posible?". Su incredulidad era palpable, incapaz de procesar la revelación.

¿Subaru?: "Es un tema delicado, pero la explicación es simple: Anastasia no tenía un nombre real desde un inicio. Por eso, cuando Gula atacó, lo único que desapareció fue 'Anastasia Hoshin'. El título, no la persona."

Subaru: "¿Q-qué significa eso de que no tenía un nombre...?" Preguntó, aún incrédulo, con la voz temblando entre duda y confusión.

El Subaru de kimono negro se disponía a hablar, pero el apretón firme de Anastasia en su mano lo detuvo. Era ella quien debía contarlo.

El chico dio un paso atrás, cediéndole el espacio. Anastasia avanzó, erguida, aunque su pequeña figura temblaba apenas.

Anastasia: "Nací en los barrios bajos de Kararagi, como una huérfana sin nada. Nunca conocí a mis padres, ni siquiera supe qué nombre me dieron. Sobreviví como pude, como una hiena más... aunque los robos nunca fueron lo mío." Respiró hondo, y continuó con voz frágil pero firme. "Gracias a Ricardo y los trillizos pude seguir adelante. Con esfuerzo, logré convertirme en Anastasia Hoshin. Un nombre que yo misma elegí, tomando el apellido del gran Hoshin como símbolo de mi crecimiento. Y el resto... el resto es historia. O al menos... lo era."

Su voz se quebró al final. Tembló, como si al pronunciarlo el vacío de su pérdida volviera a abrirse en su interior.

El Subaru de cabellos mixtos apretó con fuerza su mano, transmitiéndole que no estaba sola, que nunca volvería a estarlo mientras él existiera. Ella lo miró de reojo, los ojos brillando con calidez y un cariño profundo, como si en ese gesto encontrara la fuerza para no derrumbarse.

El Subaru de cabello negro los observó con el ceño fruncido, pero reprimió el disgusto de ver a su otro yo tan íntimo con Anastasia. Había algo más importante: la verdad que ella acababa de revelar.

Anastasia: "Todo se vino abajo cuando el Culto de la Bruja atacó Priestella. Aunque logramos repelerlos, tanto Subaru-kun como yo perdimos nuestros nombres al final de la batalla." Explicó, su voz suave, acompañada por una sonrisa melancólica que no lograba ocultar su dolor.

El pelinegro bajó la mirada. La mezcla de tristeza y furia lo carcomía por dentro. La vida de Anastasia -construida con esfuerzo, pieza a pieza desde la nada- había sido pisoteada y reducida a polvo por la Gula, igual que tantas otras. Otro monstruo sin redención, otro enemigo imposible que seguía arruinando todo lo que tocaba.

"..."

"..."

"..."

"¿E-espera... dijo algo sobre una batalla en Priestella... y que yo también perdí mi nombre?", pensó Subaru, helándose al escuchar lo último de labios de la comerciante de cabello lavanda. La incomodidad en su mirada hacia ella y hacia su propio reflejo en aquel otro Subaru se mezclaba con un miedo creciente.

Recordó entonces las palabras de Félix en aquel extraño encuentro. El chico gato lo había llamado Arzobispo prófugo, con una expresión cargada de odio y repulsión. Ahora, poco a poco, la explicación de Anastasia empezaba a darle un nuevo sentido a aquel rechazo. Pero necesitaba confirmarlo.

Subaru: "¿A-a qué se refieren con que el Culto atacó Priestella...?" Preguntó, con la voz temblorosa. No era simple curiosidad, sino la desesperación de alguien que intuía una verdad que no quería escuchar.

Patrasche, siempre atenta a su amo, inclinó la cabeza, sus ojos reflejando la misma expectación.

El resto del grupo intercambió miradas confundidas. Solo Anastasia frunció el ceño con intensidad.

Anastasia: "Espera... antes tenemos que aclarar cómo es posible que haya dos Subaru. Pero además... ¿Por qué hablas como si aquel ataque nunca hubiera pasado?". Cuestionó con frialdad, su mirada penetrante sobre el chico pelinegro.

Subaru: "¿Eh...?" La palabra salió de su boca con torpeza. Un peso invisible cayó sobre sus hombros, hundiéndolo.

Había pasado meses en aquel jardín extraño. Al principio había querido creer que sus amigos llegaron a salvo a Priestella, preocupados pero enteros. Luego, pensó que quizá estaban atrapados en aquel Teatro flotante, igual que él. Pero ahora... ¿Y si ni siquiera eran los suyos? ¿Y si todo este tiempo había estado persiguiendo solo reflejos de personas que ya no podía alcanzar?

Su mente giraba sin descanso.

"Si lo que ellos dicen es cierto, Emilia, Beatrice, Otto y Garfiel... podrían estar en grave peligro. Ya pasó más de un mes desde que me separé de ellos. ¿Y si les paso algo en Priestella? ¿Y si... los abandoné cuando más me necesitaban?"

Una idea lo golpeó con brutalidad.

"Si este otro yo perdió allí... ¿Qué habría pasado sin mí? ¿Qué habría hecho Gula? ¿Cuántos habrán caído...?"

El miedo se extendió por todo su cuerpo. Sus manos comenzaron a temblar y su respiración se volvió irregular, casi sofocante.

Subaru: "N-no..." Murmuró, con los ojos abiertos de par en par.

Anastasia: "¡¿Subaru-kun?!" Exclamó, alarmada al ver cómo el chico comenzaba a temblar de manera descontrolada, llevándose las manos a los brazos y destrozándolos, como si intentara aferrarse a sí mismo para no perder el control.

Subaru repetía en voz baja, una y otra vez, como un mantra desesperado.

Subaru: "Están bien... están bien... tienen que estarlo... no los abandoné... esto es una ilusión... están en ese Teatro, ¿Verdad?... ¿Verdad...? ¡Patrasche también los oyó, seguro que están bien!".

Pero entre cada repetición, la duda se filtraba como veneno.

"¿Y si no lo están? ¿Y si ya no hay nada que pueda hacer? ¿Y si su destino ya está sellado...?"

La ansiedad lo sacudía como una tormenta, su pecho subía y bajaba con rapidez mientras buscaba aire que no parecía llenarlo. Patrasche, notando su angustia, trató de calmarlo con un suave empujón de su hocico y un par de caricias torpes con la lengua. Pero Subaru apenas lo notaba, atrapado en una espiral de pensamientos oscuros que no dejaban de golpearlo con fuerza.

Hal y Tia observaban la escena con rostros serios y conflictivos. Estaban a punto de intervenir para detener la autoflagelación del chico, pero se detuvieron al notar la mirada firme de cierta comerciante.

El Subaru de cabellos mixtos, por su parte, miraba con horror e incomodidad cómo alguien idéntico a él se lastimaba con desesperación. No sabía cómo actuar; se sentía atrapado al ver reflejada su propia vulnerabilidad, hasta que notó algo que lo sobresaltó: su mano fue soltada y, ante él, una pequeña figura de cabello lavanda se acercaba con paso decidido, aunque solo podía ver su espalda.

Sumido en sus pensamientos catastróficos, Subaru no percibió de inmediato la cercanía de la princesa comerciante. Su mente giraba entre posibilidades desesperantes, el autodesprecio lo consumía, y seguramente habría seguido atrapado en su tormento de no ser porque, de pronto, sintió brazos que lo rodeaban desde el cuello, abrazándolo con ternura.

Subaru abrió los ojos de par en par. Frente a él estaba un ángel de cabello lavanda, reconfortándolo con un abrazo firme y palmaditas en la cabeza, como si él, alguien tan inseguro, realmente importara.

La belleza morada se apartó ligeramente, mirando sus ojos con una seriedad y madurez que contrastaba con la confusión del pelinegro.

Anastasia: "Todo este asunto... y lo que está pasando en general sigue siendo un completo embrollo para mí, pero sé cuándo alguien está sufriendo. Créeme, hablo por experiencia".

Miró de reojo al Subaru de cabellos mixtos, que apartó la mirada y se rascó la cabeza con vergüenza.

Anastasia:" ...Y en especial si realmente eres Subaru-kun. Puede que esto te parezca ajeno, pero ahora mismo podría decir que soy la persona que mejor te conoce... después de ti, claro", Continuó Anastasia con tono armonioso y paciente. No era la primera vez que consolaba a alguien de autoestima frágil; sabía cómo ser comprensible sin presionar demasiado al chico frente a ella.

Subaru: "Yo... no..." Intentó hablar, pero las lágrimas que surcaban sus mejillas delataron su estado. Estaba claro que no estaba bien.

Anastasia: "Tranquilo, respira hondo, cuenta hasta tres y después nos explicarás todo con calma, ¿Sí? Sé que puede parecer que solo busco respuestas, pero esto también es confuso para mí. No insistiré si no estás listo".

Al ver que Subaru no se animaba a hablar, continuó su consuelo:

Anastasia: "...Pero sabes algo, Subaru-kun". Dijo con una sonrisa cálida y tranquilizadora.

Subaru: "¿Q-qué cosa...?"

Se sintió un poco aliviado por la seguridad extraña pero reconfortante que transmitía la comerciante.

Anastasia: "Si eres como el Subaru-kun que conozco, entonces puedo asegurarte que eres alguien increíble. No dudes ni un momento de eso". Apoyó suavemente una mano en su hombro para enfatizar sus palabras, dedicándole una sonrisa cálida.

Anastasia: "No puedo decir que comprenda todo lo que te aqueja, y a veces ni yo misma lo sé del todo, pero sí puedo decir con certeza que eres la persona con el corazón más grande que haya conocido". Una ligera risita tranquilizadora escapó de sus labios, envolviendo a Subaru en una sensación de calma que hacía tiempo no sentía.

Subaru: "¿C-como tú...?"

Anastasia: "¿Cómo puedo saberlo? Bueno... es un poco complicado". Hizo una ligera pausa, apretando suavemente su mano sobre el hombro de Subaru, y una sonrisa confiada apareció en su rostro.

"Sí, puede que seas diferente del Subaru que yo conozco, y todavía no entiendo cómo hay dos de ustedes, pero... eso lo dejaremos de lado por ahora".

Se inclinó un poco hacia él, sus ojos reflejando calma y seguridad.

"Lo que sí puedo ver es la preocupación que llevas en los ojos, Subaru-kun. Honestamente, creo que solo un completo idiota no lo notaría. Y sabes... solo alguien con un gran corazón puede mostrar esa expresión". Se rió suavemente, señalando con un gesto juguetón al Subaru de kimono negro detrás de él.

"Algo de lo que dijimos te está atormentando, ¿Verdad? Esa expresión la he visto antes... en ese idiota de allá".

Tia y Hal soltaron una risita al ver la referencia, mientras Anastasia regresaba su atención al pelinegro.

"Si te estás culpando por algo, recuerda esto: no todo está bajo tu control, Subaru-kun. Por más que lo intentes, algunas cosas ocurren sin que nadie pueda evitarlas. Y no todo depende de una sola persona".

Se acercó más, abrazándolo con suavidad pero con firmeza.

"Por ahora, respira. Mantén la calma. Hablaremos de esto con más tranquilidad cuando te sientas listo, ¿Sí?".

Subaru no pudo contener más sus emociones. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas: miedo por sus amigos, miedo por lo que podía suceder, la presión de futuros trágicos... todo se mezclaba en su pecho.

Pero las palabras y el abrazo de Anastasia lo relajaron profundamente. Por primera vez en mucho tiempo, sus dudas parecieron disiparse.

"¿Me merezco descansar? ¿Me merezco ser amado a pesar de todo? ¿Y mis logros... son suficientes?".

Todas esas preguntas se fueron desvaneciendo, reemplazadas por la calidez y la dulzura de la comerciante de cabellos lavanda.

El resto de los presentes miraba la escena en silencio, aunque el Subaru de cabellos mixtos se mordía el labio, intentando no explotar de celos.

Hal, el demi humano, notó la expresión de su amigo y rió divertido.

Haibel: "Ja, qué buen NTR te están haciendo, Su-san". Dijo con tono juguetón, dándole pequeños codazos al hombro izquierdo del peli mixto, que no parecía muy divertido.

¿Subaru?: "Ja, qué bueno será darle permiso a Tia para que te corte las bolas, Hal-san". Lo amenazó con una mirada malévola que hizo que el hombre lobo retrocediera un poco.

Haibel: "Ja, me gustaría verte intentarlo". Lo retó con una sonrisa confiada, soltando humo de su kiseru.

¿Subaru?: "Entonces te quedas sin dos semanas de salsa tártara, Hal-san". Declaró con aires autoritarios, manos en la cadera.

Haibel: "E-espera, Su-san... n-no hay necesidad de ser tan extremo". Rogó el demi humano, poniéndose de rodillas con un dejo de arrepentimiento en la voz.

Tia, que hasta entonces no había hablado mucho, observó la disputa con los ojos entrecerrados, tal como una madre vigilando a dos niños traviesos. Volvió su mirada hacia el pelinegro, que se había separado de Anastasia, mientras ésta regresaba al lado del otro Subaru, tomándole la mano con delicadeza.

La bien desarrollada mujer se acercó a escasos centímetros del pelinegro, que no pudo evitar ruborizarse por lo ocurrido hace apenas una hora. Sin embargo, Tia parecía no prestarle demasiada atención... al menos por ahora.

Tia: "Mi nombre es Zarestia, Gran espíritu del viento y asesinato... aunque puedes llamarme Tia". Se presentó haciendo una ligera reverencia.

El pelinegro entendió la insinuación y respondió con un gesto clásico japonés, inclinándose levemente:

Subaru: "Un gusto conocerte, Tia-san. Supongo que ya me conoces, pero da igual, me presentaré de todas formas". Tosió un poco para aclarar la garganta, aún con algo de tensión en el rostro. Decidió seguir el consejo de Anastasia: primero presentarse, luego aclarar todo.

Alzó un dedo al cielo, adoptando su pose característica, y declaró con una sonrisa:

Gardenbaru: "¡Yo soy Natsuki Subaru! Aunque pueden llamarme 'Gardenbaru'. Soy el orgulloso caballero de Emilia-tan y el contratista de mi querida Beako. ¡¡Es un gusto!!".

Tia: "¿Gardenbaru?". Ladeó la cabeza, intrigada por el nombre.

Gardenbaru: "Gardenbaru es una mezcla de mi nombre con la palabra inglesa 'Garden' de jardín, porque pasé varios meses atrapado en uno. Además, no quiero robarle el nombre al Subaru original de este lugar, así que pueden llamarme Gardenbaru para evitar confusiones".
Explicó con aire filosófico, un dedo levantado al nivel del mentón y la otra mano en la cadera.

Tia: "Entiendo, Su-Gardenbaru... supongo que debo acostumbrarme."

Haibel: "Bueno, ya que Tia se presentó, creo que también debería hacerlo." El demi humano avanzó con paso tranquilo hacia el pelinegro, dándole descaradamente la espalda al Subaru de kimono, que resopló entre dientes.

Gardenbaru: "Oh, cierto... tú eras Hal-san, ¿Verdad?". Señaló el pelinegro con una sonrisa ligera.

Haibel: "El único y original, Baru-san. Mi nombre es Haibel, el Admirador y Eterno Playboy de Kararagi... aunque puedes llamarme Hal." Soltó con teatralidad, cambiando de pose con cada frase como si estuviera en un escenario.

Gardenbaru: "No entendí ni la mitad de lo que dijiste, pero da igual, un placer, Hal-san." Respondió con frescura, extendiendo la mano.

El lobo aceptó el apretón con gusto, y de inmediato se inclinó hasta quedar junto al oído de Gardenbaru:

Hal: "Oye, Baru-san... ¿Sabes preparar salsa tártara? Te pagaré con valiosas experiencias de vida." Susurró con un ojo puesto en el otro Subaru, temiendo que escuchara.

Gardenbaru: "¿Salsa tártara? Bueno, ya recreé la mayonesa con ayuda de Rem, así que con un poco de prueba y error podría lograrlo." Contestó también en murmullo, sin borrar la sonrisa.

Haibel casi brilló de alegría, mientras Subaru, en su fuero interno, no pudo evitar analizar la situación:

"Un momento... ¿Salsa tártara? No recuerdo que existiera en este mundo. ¿Será que mi otro yo la recreó en esta realidad? Por la cara de Hal-san y la forma en que lo miró de reojo... sí, suena como que ese otro 'yo' le dio esperanzas y luego le quitó la salsa. Ahora viene a pedírmela a mí. Vaya espectáculo..."

El pelinegro esbozó una sonrisa divertida para sí, intentando desviar la mente de pensamientos más pesados.

Hal: "¡Estamos en sintonía, Baru-san!". Soltó feliz, palmándole la espalda con fuerza.

El Subaru de cabellos mixtos, sin embargo, observaba todo con creciente sospecha, suspirando hondo al ver cómo su ingenua contraparte caía en la trampa de Hal con una facilidad irritante.

Anastasia, aún tomada de su mano, dejó escapar una risa suave.

Subaru: "Hal-san, Tia, encárguense del puesto de salsas y hagan compañía a Foxidna mientras Ana y yo aclaramos todo esto. Luego los pondremos al día." Ordenó con firmeza, señalando la salida.

Antes de que los dos salieran, el Subaru de kimono se acercó y les susurro:

Subaru: "Y díganle a Beako que venga. La necesitaremos como detector de mentiras... por si acaso."

Ambos asintieron y se retiraron, dejando tras de sí un silencio incómodo que pesaba en la habitación.

Gardenbaru lo rompió al fin, levantándose de la cama con una sonrisa cansada:

Gardenbaru: "¿Con que un puesto de salsas, eh? Me gustaría saber más de eso... pero por tu cara, me temo que lo que viene será una larga charla sobre mí, ¿Verdad?". Preguntó, mirando directamente al Subaru del kimono con un gesto entre resignado y curioso.

Subaru: "Sí, este va a ser un día largo, Garden-no-sé-qué." Murmuró con los brazos cruzados, sus ojos brillando con una mezcla de intriga y cautela.

Gardenbaru: "¡Es Gardenbaru!"

Subaru: "Como sea. Tú y yo sabemos que nunca hemos sido buenos con los nombres." Dijo, agitando la mano con indiferencia. Su desdén arrancó un puchero al pelinegro, que se dejó caer de nuevo sobre la cama, resignado a lidiar con sus dos improvisados interrogadores.

Anastasia y Subaru tomaron asiento frente a él. La posición en la que quedaron, uno frente al otro, tenía el aire de un interrogatorio que ninguno de los tres sabía cómo empezar.

Los minutos pasaron en silencio. Subaru, el de cabellos mixtos, desvió varias veces la mirada hacia la puerta, como si aguardara la llegada de alguien más. Ese detalle hizo que Gardenbaru se removiera, incómodo. Tenía un mar de preguntas ardiendo en su interior, pero entendía que primero debía responder las suyas.

El silencio se volvió más pesado con cada segundo. Gardenbaru empezó a mover el pie, un tic involuntario de su impaciencia.

Sus ojos recorrieron la habitación, buscando distraerse de la espera: un espacio de estilo claramente japonés, sencillo en esencia. Una cama amplia, un par de mesillas, unos cuantos muebles austeros. Y sin embargo, lo que más llamaba la atención era la paleta cromática. Negro, naranja y violeta dominaban las paredes, las telas y hasta los adornos mínimos. Esa mezcla de colores, repetida en cada rincón que había alcanzado a ver de la casa -incluida la sala de estar-, le transmitía una sensación extraña, como si aquellos tonos encerraran un significado oculto que él todavía no comprendía.

Parecía que Subaru iba a refugiarse otra vez en sus propios pensamientos para matar el tiempo, hasta que el chirrido de la puerta interrumpió el silencio. Una figura pequeña cruzó el umbral, con sus característicos rizos en forma de taladro.

Era Beatrice.

El aire se le atascó en los pulmones a Gardenbaru. Sus ojos se abrieron de par en par, y por un instante todo color y movimiento regresó a su mirada muerta. El simple acto de respirar se volvió difícil; cada inhalación era entrecortada, temblorosa. Sintió la humedad arremolinarse en las comisuras de sus ojos antes incluso de que pudiera reaccionar.

Beatrice, ajena al huracán que había desatado, habló con su tono habitual:

Beatrice:" ¿Ocurrió algo, Subaru? A Betty le pareció extraño que esos dos insensibles que llamas amigos le pidieran reemplazarla en la guardia para que pudieran venir aquí por-".

Su voz se interrumpió de golpe. Sus ojos de mariposa se abrieron, fijos en algo imposible.

Beatrice:" ¿Eh?". Murmuró, frotándose los párpados. Frente a ella, había... ¿dos Subaru? ¿La idiota de Tia le había puesto algo raro en el té?

[Frotar, frotar]

El segundo Subaru seguía allí.

[Frotar, frotar]

Y ahora estaba de pie.

[Frotar, frotar]

Se acercaba cada vez más.

De repente, su cuerpo se alzó en el aire. El reflejo oscuro de Subaru -cabello completamente negro, rostro idéntico al de su contratista- la estrechaba contra sí, girando con ella en brazos.

Gardenbaru:" ¡¡Beako, Beako, Beako!!". Gritó ahogado en llanto, pronunciando su nombre una y otra vez como si temiera que dejar de hacerlo la borrara de su realidad. La apretaba con una fuerza febril, desesperada, como si un resquicio de duda pudiera arrancársela de las manos.

Beatrice:" ¡Waaaaahhh!". Chilló Beatrice, forcejeando al principio, conmocionada por el repentino agarre. Pero cuando notó que las lágrimas del chico corrían sin freno, algo en ella titubeó. Con un refunfuño apenas audible, le devolvió el abrazo, aunque torpe, como si aún no terminara de comprender lo que ocurría.

Anastasia y Subaru intercambiaron una mirada rápida, pero eligieron no intervenir.

El Subaru original, en cambio, sintió un nudo apretársele en el pecho. Ver a alguien que era, en esencia, un reflejo suyo quebrarse de esa manera lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. El modo en que se aferraba a Beatrice, con esa mezcla de angustia y súplica... era un espejo cruel.

Su mente no pudo evitar traerle un recuerdo: aquella vez que imploró a Rem huir con él, arrastrando consigo toda su desesperación y cobardía. Patético. Así se veía ahora a sí mismo. Y el reflejo que tenía delante no hacía más que recordárselo.

Unos minutos más tarde, el pelinegro se apartó apenas de la niña, lo suficiente para contemplar su rostro.

Aquellos ojos de mariposa lo desarmaron por completo. Había pasado meses atrapado en aquel jardín infernal, sobreviviendo como podía, muriendo más veces de las que podía recordar, alimentándose de sobras y rezando cada día por volver a verlos... por volver a verla.

La soledad se le había incrustado como un cuchillo en el pecho, y aun así había intentado resistir, inventando compañía con "Emilia roquita" y "Beako meloncito" para no olvidar, para no perderse en el vacío.

Pero ahora, ella estaba allí. No un recuerdo, no una ilusión improvisada, sino Beatrice en persona: con su vestido característico, sus rizos dorados en forma de taladro, su voz infantil, sus gestos irritables y adorables al mismo tiempo. Y, sobre todo, con esos ojos que parecían prometerle que no todo estaba perdido.

La euforia lo invadió, mezclada con un dolor que lo hizo temblar. Lloró. No solo por la desesperación acumulada, sino también por la dicha de tenerla de nuevo frente a él. Sabía, en lo más profundo, que no era la misma Beatrice con la que aún debía reencontrarse. Y aun así -porque Natsuki Subaru siempre ha sido egoísta- se aferró a ella como a un pilar, como el único respiro que podía concederse en medio de su miseria.

Su cuerpo temblaba, su corazón latía desbocado, y su aliento salía en jadeos irregulares. Pero en sus ojos brillaba algo distinto: un fulgor de esperanza.

Anastasia, viendo aquella escena, se inclinó hacia él. Gardenbaru y Beatrice estaban ahora de rodillas en el suelo, mientras él aún se aferraba a la niña con lágrimas rodándole por las mejillas, aunque mucho más calmado que al inicio.

Anastasia:" Vamos, sentémonos de nuevo, Subaru-kun. Aún tenemos mucho de qué hablar". Dijo la comerciante con suavidad, dándole unas palmaditas en la espalda como quien guía a alguien a tierra firme.

Gardenbaru:" S-sí, p-perdón..." Musitó él, la voz áspera y entrecortada tras aquel llanto desbordado. Una chispa de vergüenza le cruzó por dentro: ¿Así de patético se había visto?

Anastasia:" No tienes que disculparte. Solo toma asiento y hablemos tranquilos, ¿Sí?". Lo tranquilizó Anastasia, ofreciéndole su hombro para ayudarlo a levantarse.

Avergonzado, pero sin fuerzas para discutir, el chico aceptó su apoyo y regresó a la cama, dejando que su respiración volviera poco a poco a la normalidad.

Beatrice, todavía en el suelo y con el ceño fruncido, buscó a su ex contratista original con la mirada. Él simplemente negó con la cabeza y, con un gesto leve, le indicó que se sentara junto a él en la esquina de la cama.

Nuevamente todos se encontraban en sus respectivos asientos: Gardenbaru en el centro, con Patrasche echada en el suelo a escasos centímetros de su amo, y frente a él Subaru, Anastasia y Beatrice, alineados en el borde de la cama.

Beatrice, inquieta, inclinó un poco el cuerpo hacia Anastasia para susurrar:

Beatrice: "¿Qué significa todo esto, supongo...?"

Anastasia: "No lo sé aún, pero vamos a aclararlo ahora." Su respuesta no le trajo paz al espíritu, pero antes de que Beatrice replicara, la comerciante alzó la voz, fijando sus ojos en el pelinegro.

Anastasia: "Creo que ya alargamos esto demasiado. Es hora de respuestas, Baru-kun."

El aludido se sobresaltó y alzó la cabeza. Sabía perfectamente que no podía seguir postergando lo inevitable. Su respiración se aceleró apenas un segundo antes de que Anastasia suavizara el tono.

Anastasia: "¿Qué tal si empiezas desde el principio? Cuéntanos todo, sin saltarte nada". Su voz serena y el gesto con la mano le daban cierto margen para respirar, aunque la ansiedad seguía golpeándole en el pecho.

Gardenbaru: "¿Desde el inicio...? Muy bien. Puede que no me crean, pero... allí va."

Y entonces comenzó a narrar.

"..."

"..."

"..."

"..."

La habitación quedó en silencio, interrumpida solo por su relato. Palabras cargadas de angustia y recuerdos ásperos se derramaron en el aire, reconstruyendo el infierno que había vivido en ese lugar hostil.

Cuando terminó, la reacción fue inmediata.

Subaru: "O sea... déjame ver si entendí. ¿Estás diciendo que mientras viajabas hacia Priestella por la invitación de Ana, de repente fuiste transportado a un jardín sin vida... completamente solo?". La incredulidad se reflejaba en su tono; Subaru intentaba procesar lo absurdo de cada palabra.

Gardenbaru: "Sí. Exactamente eso". Confirmó con un leve asentimiento, los ojos algo perdidos.

Anastasia: "¿Y en ese jardín empezaron a aparecer 'fisuras'? ¿Por ellas obtuviste recursos de otros mundos para sobrevivir... durante meses, en un entorno totalmente hostil?". Incluso la voz tranquila de Anastasia se resquebrajaba al pronunciar algo tan difícil de creer.

Gardenbaru: "Sí. Aunque... al inicio me tocó comer frutas podridas..."

Su rostro se contrajo en una mueca amarga, un escalofrío recorriéndole la espalda.

Gardenbaru: "...Es un recuerdo que preferiría olvidar".

Subaru: "Y para rematar... ¿Me estás diciendo que apareció un maldito Teatro flotante, custodiado por una entidad que no te dejaba pasar? ¿Y que, al verte en peligro, saltaste a otra fisura y terminaste aquí? ¿Lo entendí bien?". Su voz se alzó, mezcla de incredulidad y una pizca de indignación.

Gardenbaru: "Sí. Otra vez diste en el blanco, hermano". Asintió, levantando un pulgar como confirmación. El gesto pretendía ser ligero, pero no logró ocultar la fatiga en su mirada.

Había tardado poco más de una hora en relatar todo lo que le había ocurrido durante los últimos meses, unos meses que habían sido cualquier cosa menos normales. Claro, si es que su vida podía considerarse "normal" desde que fue arrastrado a un mundo de fantasía.

Con eso en mente, que Gardenbaru calificara algo como fuera de lo normal no era precisamente un detalle menor.

De todas formas, se había resignado a contar solo lo esencial, resumiendo lo suficiente como para no ahogarlos en detalles... y omitiendo deliberadamente las partes más oscuras. Entre ellas, los bucles. Aunque, por la manera en que su contraparte lo observaba de vez en cuando, estaba casi seguro de que Subaru ya lo había intuido. Su historia de supervivencia no había sido cuestión de un primer intento heroico, sino de un lento y cruel proceso de ensayo y error.

Veintisiete muertes en aquel jardín.

Un número que lo seguía persiguiendo en sueños, clavándose en su memoria como espinas imposibles de arrancar. Con solo unos pocos meses allí, ya había sobrepasado el total de muertes que cargaba del año anterior. Y pensar que había llegado a pasar más de un año entero sin morir... una racha que, como todo en su vida, había terminado hecha pedazos.

Beatrice: "Para rematar, no detecté ninguna mentira en su historia. De hecho..." El pequeño espíritu dejó escapar un suspiro, llevándose ambas manitas a las sienes como si el esfuerzo de procesarlo todo le drenara la energía. La imagen, sin quererlo, resultaba tan adorable que por un instante suavizó la tensión en el pelinegro.

Anastasia, Subaru y Beatrice se sumieron en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos sobre la absurda pero innegable narrativa que acababan de escuchar.

El tema de los viajes dimensionales, algo que Gardenbaru había teorizado y confirmado en carne propia, retumbaba con demasiada fuerza como para descartarlo.

Ese mutismo amenazaba con prolongarse más de lo que él podía tolerar. Finalmente, Gardenbaru rompió el aire con una mezcla de impaciencia y firmeza impostada.

Gardenbaru: "Bueno... ya conté mi historia, por muy loca que parezca. Ahora es su turno de darme respuestas". Cruzó los brazos con un aire que pretendía ser autoritario. En la práctica, sin embargo, lo hacía ver más como un niño jugando a ser adulto que como alguien capaz de imponer respeto.

Subaru: "Solo una última cosa, Dark-baru". El de cabello mixto recuperó poco a poco la compostura mientras lanzaba esa frase con un dejo de seriedad.

Gardenbaru: "¡Te dije que no me llames así! Tch... ¿Y cuál es tu pregunta, anciano?". Refunfuñó mientras agitaba los puños hacia el techo en un arrebato exagerado, para luego, casi sin notarlo, imitar la postura de cierta criada de cabello rosa a la que siempre había visto como una hermana mayor.

Subaru: "¡¿A quién llamas anciano?! ¡Si acaso te llevo unos cuantos meses!". La respuesta no tardó nada, y el Subaru de kimono replicó golpeando el aire con la misma vehemencia y los dientes apretados.

Para Beatrice y Anastasia, la escena resultaba surreal: era como ver a Subaru peleando con su propio reflejo frente a un espejo. La comicidad fue tanta que ambas no pudieron evitar soltar unas risitas.

Gardenbaru: "¡Ja! Tus canas dicen lo contrario, hermano". Remató con aire triunfante, negando con la cabeza como si hubiera vencido en una discusión clave. Sin embargo, en mitad de esa postura altiva, un pensamiento incómodo lo atravesó:

"¿En serio estoy discutiendo conmigo mismo...?", La cara se le deformó en una mueca de vergüenza al notar la risa contenida de las demás.

El de kimono, por supuesto, no se salvó. En cuanto se dio cuenta de que también era objeto de burlas, bajó los hombros con una sensación de traición que solo incrementó su sonrojo. Con un carraspeo torpe, trató de recuperar terreno cambiando el tema hacia su verdadera intención.

Subaru: "¡Bueno, bueno! Dejemos la comedia. Lo único que quería preguntarte es de dónde salió Patrasche". Señaló con el dedo a la dragona de tierra, que observaba toda la escena desde la esquina con una expresión que, si pudiera hablar, sería la de alguien bastante entretenido.

Gardenbaru: "¿Eh?". El pelinegro parpadeó varias veces, como si la pregunta lo tomara fuera de guardia.

Anastasia: "Según tu historia, estuviste atrapado en ese jardín completamente solo. Sin embargo, apareciste aquí acompañado de esa dragona de tierra". Con la calma propia de una comerciante acostumbrada a ordenar ideas dispersas, Anastasia dio forma precisa a la pregunta, ganándose una mirada agradecida de su pareja.

Gardenbaru: "Ah... eso. Pues, en realidad, Patrasche y yo nos reencontramos recién hoy". Explicó con naturalidad, acercándose a la dragona para pasarle la mano por el cuello.

Patrasche respondió con un rugido bajo y suave que, más que rugido, parecía un maullido satisfecho de un gato gigante.

"Kyaah~"

"¿Eh?". Esta vez fue el turno de la pareja, con Beatrice incluida, de sentirse confundidos.

Beatrice: "Explícate mejor, supongo". Exigió con el ceño fruncido y la voz firme.

Gardenbaru: "¡Cierto! Me había olvidado de explicar esa parte de la historia". Subaru chasqueó los dedos, cayendo en cuenta de que había pasado por alto algo fundamental.

El trío lo observó en silencio, haciéndole un gesto para que continuara. Subaru asintió y prosiguió:

Gardenbaru: "Lo que provocó la fisura que me trajo aquí fue que una parte del Teatro se desprendió y se estrelló contra el suelo. Cuando la crucé, terminé en un bosque... y allí encontré a Patrasche, encerrada en una jaula. La liberé y, apenas lo hice, nos vimos rodeados por guardias reales de Lugunica y-".

Subaru: "¡Espera un momento, ¿Qué dijiste?!". Lo interrumpió de golpe, y en sus ojos apareció un brillo cargado de miedo, tristeza y un eco de soledad imposible de ocultar.

Gardenbaru ladeó la cabeza, sorprendido. Si hasta él podía notar la turbulencia en la mirada de su contraparte, significaba que aquellas emociones eran demasiado evidentes. La sospecha se confirmó cuando Anastasia se apresuró a sujetar el brazo del Subaru de cabello mixto, tratando de calmarlo.

Gardenbaru frunció el ceño; más que nunca, necesitaba respuestas.

Gardenbaru: "Como dije, tras liberar a Patrasche, un grupo de guardias reales de Lugunica nos cercó y-".

Beatrice: "¿Y cómo sabes que eran de Lugunica, supongo?". Preguntó, aunque Subaru percibió la sombra de preocupación oculta en los ojos de la pequeña.

Gardenbaru: "Lo supe cuando Félix apareció comandándolos y-".

Subaru: "¡¿Qué...?! ¡¿Dices que lo viste, que estuviste cara a cara con Félix?!". Su voz temblaba, impregnada de miedo y dolor.

Gardenbaru: "Sí, él lideraba al grupo, y-".

Subaru: "¡¿Cómo saliste de allí?! ¡¿Qué te dijo?! ¡¿Cómo es que-?!".

Gardenbaru: "¡¡Por todos los demonios, déjame terminar primero!! ¡No soy el maldito Google para responderte todo en segundos!". Estalló, pisoteando el suelo con frustración. Su exabrupto cortó justo a tiempo el ataque de ansiedad de su contraparte, que fue rápidamente contenido por Anastasia y Beatrice.

Gardenbaru no alcanzó a escuchar con claridad lo que ellas susurraron, pero fuera lo que fuese, surtió efecto: los hombros del Subaru de kimono comenzaron a relajarse poco a poco.

Tras varias respiraciones profundas, logró recuperar algo de compostura, agradeció con un hilo de voz a sus dos acompañantes y finalmente se volvió hacia su otro yo, con los ojos aún cargados de un dolor difícil de disfrazar.

Subaru:" Perdón, creo que... me ofusqué un poco. Este es... un tema un tanto delicado..." Se disculpó Subaru, inclinando la cabeza en una ligera reverencia. El gesto, sin embargo, resultó extrañísimo para Gardenbaru, por razones bastante obvias.

Gardenbaru:" Sí, sí, no hace falta que te pongas tan formal". Resopló el pelinegro, torciendo el gesto. "Me da náuseas porque me recuerda a Julius y sus estúpidos monólogos de caballería. Además... supongo que yo también me pasé un poco. Lo siento". Se rascó la cabeza con cierta incomodidad.

Subaru:" Pff... sí, ese insoportable de Julius con sus tonterías..." Comentó Subaru con un deje melancólico que llamó la atención de su contraparte, aunque Gardenbaru prefirió no decir nada. Finalmente, el peli mixto alzó la mirada y, con un amago de sonrisa, añadió:

Subaru:" Bueno, Dark-baru, termina de contar lo de Patrasche. Esta vez escucharé sin interrumpir".

Gardenbaru asintió y retomó su relato:

Gardenbaru:" Como iba diciendo, un grupo de Guardias Reales, comandados por Félix, me rodearon mientras me llamaban Arzobispo..." Su voz se tiñó de incomodidad. No podía evitarlo, aún no entendía el motivo de semejante acusación. Pero al girar hacia su contraparte notó cómo la mirada de Subaru se oscurecía; Anastasia le apretaba la mano con fuerza y Beatrice, con un gesto extraño-¿Arrepentida quizá?-, le daba suaves palmaditas en la espalda.

Tal y como había prometido, Subaru no lo interrumpió. Y Gardenbaru, agradeciendo el silencio, continuó:

Gardenbaru:" Después de eso nos inmovilizaron a ambos..."

Subaru:" Lo siento". Intervino el de cabello mixto de pronto, alzando la mano. "Sé que dije que no interrumpiría, pero si te inmovilizaron, ¿Cómo lograste escapar?". Preguntó con genuina curiosidad, sin apartar los ojos de su otro yo.

Anastasia, al igual que Subaru, lo observó con creciente interés. Y en su mente, la especulación surgió por sí sola: ¿Acaso había usado la misma habilidad que empleó contra los bandidos en su viaje hacia Banan? Esa transferencia de daño capaz de aniquilar enemigos en segundos... al precio de recibir heridas mortales una y otra vez.

El mero pensamiento le heló la sangre. Apretó los labios, rechazando la imagen mental de aquel Subaru-aunque no fuese su Subaru-destrozándose a sí mismo por una acusación absurda.

Gardenbaru, al notar las expresiones cargadas de preocupación en los rostros de Anastasia, Beatrice y su propio reflejo, se apresuró a aclarar:

Gardenbaru:" Fue gracias a mi Providencia Invisible. Como los guardias no se la esperaban, logré desconcertarlos el tiempo suficiente para escapar junto a Patrasche". Su tono fue neutro, aunque en su interior no podía evitar la punzada de rechazo. Sí, era útil... pero el conflicto moral de emplearla lo corroía cada vez que la invocaba.

El trío abrió los ojos como platos. El nombre de aquella habilidad les resultaba completamente ajeno. Todos, salvo Subaru. Él sí sabía bien qué era la Mano Invisible. La conocía demasiado bien... aunque jamás habría imaginado que pudiera doblegar a un escuadrón de Guardias Reales. Recordaba lo débil que había sido en sus manos: apenas unos segundos de uso antes de desplomarse, exhausto, sin fuerzas.

Anastasia:" ¿Providencia Invisible?". Repitió con torpeza, frunciendo levemente el entrecejo.

Beatrice giró de inmediato hacia el peli mixto, buscando en él alguna clase de explicación.

Beatrice:" ¿Sabes algo sobre esa tal Providencia, supongo?". Inquirió mientras le jalaba suavemente de la manga del kimono, gesto que, a pesar de la seriedad del tema, resultaba tan adorable que Gardenbaru tuvo que contenerse para no lanzarse a abrazarla en ese mismo instante.

Subaru:" Bueno... se podría decir que sí". Respondió, rascándose la cabeza con nerviosismo. "Pero no veo cómo esa habilidad podría neutralizar a tantos Guardias, como dijo Dark-baru..."

Anastasia lo interrumpió enseguida, con un puchero que no auguraba nada bueno.

Anastasia:" Un momento... ¿Tienes una habilidad de la que nunca me contaste, Subaru-kun?". Reclamó, sujetándole la oreja y tirando de ella con fuerza.

Subaru:" ¡Ay, ay, ay! ¡Lo siento, Ana! Te lo explicaré más tarde, ¿Sí?". Suplicó, agitando las manos mientras trataba de calmarla.

Gardenbaru, en cambio, no estaba para juegos. Su mirada se volvió severa, cargada de urgencia. Necesitaba respuestas, y las necesitaba ya.

Suspirando con resignación, decidió cortar la escena y retomar el control.

Gardenbaru:" ¡Ejem! Supongo que la razón es que mi Providencia Invisible está más desarrollada que la tuya". Dijo con una tos fingida, interrumpiendo la dinámica de la pareja.

Beatrice:" ¿Más desarrollada, supongo?". Preguntó, llevándose una mano al mentón en un gesto de duda.

Gardenbaru:" Durante mi estadía en el jardín, tuve que usarla en varias ocasiones. Cada vez que la invocaba, se adaptaba un poco más a mí y a la situación. Con el tiempo me permitió usarla varias veces seguidas, durante lapsos más prolongados". Explicó lo mejor que pudo, aunque su mente se vio invadida por imágenes desagradables: él mismo, desgarrando las fisuras, escapando a duras penas de bestias imposibles, una y otra vez recurriendo a esa habilidad.

Anastasia, que lo escuchaba con atención, inclinó ligeramente la cabeza.

Anastasia:" ¿Y en qué consiste exactamente tu habilidad?".

Gardenbaru:" La Providencia Invisible invoca una mano intangible capaz de atravesar la materia o manipular objetos a distancia. También puede usarse para atacar. Y... con el tiempo, logré invocar hasta dos manos". Detalló, manteniendo la voz neutra. Pero Subaru, al escucharlo, se crispó: su rostro se contrajo en una mueca amarga. Esa habilidad le traía demasiados recuerdos... ninguno de ellos buenos.

Beatrice intervino con aire orgulloso, aunque sus ojos escondían algo más que simple curiosidad.

Beatrice:" Creo que ya comprendo. Puedes continuar con tu relato, supongo".

Anastasia:" ¿Beatrice?". Preguntó, frunciendo el ceño con ligera inquietud.

El espíritu se limitó a inclinar la cabeza, acercándose para susurrarle al oído:

Beatrice:" Te lo contaré luego, de hecho".

La comerciante suspiró con fastidio, asintiendo a regañadientes. Dejó el tema de lado... al menos, por ahora.

Gardenbaru:" Muy bien... después de que usé mi Providencia Invisible para abatir a los Guardias y escapar, pasé alrededor de diez minutos huyendo junto a Patrasche por el bosque. Pero de un momento a otro, una nueva fisura se abrió literalmente frente a nuestras narices y terminamos arrojados aquí". Concluyó su explicación señalando con ambas manos el lugar en el que se encontraban, como para dar mayor énfasis a lo narrado.

El Subaru de kimono negro sostuvo la mirada de su contraparte por unos segundos antes de girarse hacia Beatrice, buscando en silencio una confirmación.

La pequeña comprendió de inmediato las intenciones de su antiguo contratista. Con un gesto firme, asintió y respondió:

Beatrice:" No detecté que mintiera en ningún momento, supongo". Dijo con aparente frialdad, aunque sus ojos se desviaron hacia el pelinegro con emociones encontradas difíciles de ocultar.

El peli mixto asintió con un aire pensativo, antes de volverse otra vez hacia su otro yo.

Subaru:" Ok... esto sigue siendo muy confuso. Hasta me gustaría decir que estás loco, pero eso sería insultarme a mí mismo de alguna forma. Así que, por el momento, te creo. Ahora tenemos que..."

Gardenbaru:" ¡Hey, hey! No te me pases de listillo, hermano. Yo ya escupí todo lo que tenía; ahora es tu turno de responder a mis preguntas". Lo interrumpió con el ceño fruncido, cruzándose de brazos con un aire de falsa autoridad.

Subaru parpadeó sorprendido, pero pronto soltó un suspiro resignado. Era lo justo: él ya había recibido respuestas a cada una de sus dudas, lo lógico era devolver el favor.

La impaciencia en el rostro de Gardenbaru era evidente. Anastasia y Subaru intercambiaron miradas, y tras una breve pausa, la comerciante fue quien tomó la iniciativa.

Anastasia:" Parece que es nuestro momento de brillar, Subaru-kun. Bien, Baru-kun... esta no va a ser una historia tan larga como la tuya, pero seguramente sí algo... desconcertante". Dijo con una sonrisa nerviosa, respirando hondo antes de comenzar.

Beatrice:" Aquí vamos otra vez, supongo..." Murmuró la pequeña espíritu, algo abrumada por el torrente de información que parecía no tener fin.

"..."

"..."

"..."

"..."

Gardenbaru:" Ok... con todo respeto, ¡¿Pero qué carajos?!". Explotó el pelinegro, el rostro deformado por una mezcla de incredulidad y rabia imposible de descifrar para el resto de los presentes.

Le acababan de decir que la ciudad a la que se dirigía junto a su campamento no había sido solo atacada por Gula, como había sospechado inicialmente, sino que todos los Arzobispos se habían reunido allí, como si se tratara de un festival para monstruos disfrazados de humanos.

Ni siquiera podía dimensionar la magnitud de aquello. No la batalla, ni la sangre, ni los gritos, sino la cantidad absurda de veces que tendría que arrojarse al mismo infierno una y otra vez para intentar resolver un escenario así.

Guardó esas preguntas para sí mismo, decidido a escupírselas directamente a su contraparte en privado, cuando la oportunidad fuera menos cruel.

Y sin embargo, lo que más lo descolocaba no era la reunión de esos engendros, ni el saber que no había uno, sino varios Gula devorando nombres como si fueran migajas de pan. No... lo que lo estaba destrozando era otra cosa.

Su campamento.

Ese lugar que había defendido, esa gente por la que había sangrado, reído y llorado, había terminado encerrándolo en una celda húmeda y fétida, tratándolo como al mismísimo Arzobispo del Orgullo.

Lo negó.
Una vez.
Otra vez.
Y otra más.

Pero cada palabra que escuchaba, cada detalle que Beatrice confirmaba con un tono dolorosamente sereno, lo acorralaba.

Dolía. Y no como la muerte -esa vieja conocida-, sino de un modo mucho más cruel, íntimo, imposible de revertir.

Como un niño rabioso, como un idiota sin remedio, gritó que todo era mentira, que jamás lo harían, que estaban inventando un delirio enfermizo. Incluso se abalanzó contra su contraparte, llamándolo mentiroso con los ojos nublados de lágrimas, como si romperle la cara fuera suficiente para romper también la verdad que lo perseguía.

¿Patético? Sí. Más de lo que él mismo podía soportar.

Pasaron treinta minutos antes de que su cuerpo dejara de temblar lo suficiente para seguir escuchando. Lo que vino después fue peor.

Su otro yo relató lo que había vivido en aquella celda: el abandono, la indiferencia, el dolor reducido a rutina. Y aunque Subaru quería cerrarse de brazos, alzar otra vez la voz y tacharlo de falso... no podía. Su contraparte hablaba con los ojos bajos, con la voz rota, con una mano que buscaba su propio antebrazo para castigarse cada tanto sin darse cuenta. Nadie podía fingir algo así.

Quiso negarlo.
Debía negarlo.

Pero incluso alguien tan lamentable como él entendía que había verdades imposibles de arrancar, por más que doliera aceptarlas.

Si lo borraban de la memoria de todos... si todo lo que había ganado en el último año -experiencias, confianza, afecto- desaparecía de un plumazo, lo único que quedaría sería él. Natsuki Subaru. El inútil. Un desconocido con delirios ridículos y ese hedor inmundo que lo delataba a cada paso. Ese olor... esa peste pútrida que arrastraba como una marca invisible. El mismo que había sembrado malentendidos desde el inicio, el mismo que hacía imposible que alguien lo viera como otra cosa que un sectario.

Aunque gritara. Aunque suplicara. Sin recuerdos ni vínculos, sus palabras serían aire. Él sería nada más que un maldito fanático ante los ojos de todos.

La náusea le subió al recordar los bucles en la Mansión: lo fácil que era borrar una relación, lo rápido que el vacío sustituía los recuerdos. Lo rápido que Rem había pasado de mirarlo con confianza... a odiarlo con una intensidad devastadora.

Odio. Repulsión. Miedo. Eso era lo que nacía cada vez que alguien percibía la pestilencia que lo envolvía.

Su propio hilo de pensamientos lo hizo doblarse por dentro. Era imposible negarlo. Negarlo sería infantil. Pero... Subaru era experto en engañarse. Y cuando la desesperación lo asfixiaba, siempre encontraba una mentira a la que aferrarse.

Un click en su mente. Una salida. Una trampa en forma de esperanza.
Si su campamento aún estaba a salvo en aquel Teatro, eso significaba que Priestella no había caído todavía. ¡Podía prevenirlo! Bastaba con cuidarse más de Gula, con anticipar sus movimientos, con reiniciar -una y otra vez- hasta que esa tragedia nunca llegara a ocurrir.

Había prometido a Satella que no usaría su muerte como un simple recurso. Que se valoraría. Que viviría. Promesas huecas. Subaru sabía mejor que nadie lo fácil que era romper promesas cuando el mundo se desmoronaba. Y si esto no era un último recurso... entonces ¿Qué lo era?

Con esa idea clavada en la cabeza, acorraló a su otro yo con preguntas. Detalles, patrones, ubicaciones, hasta el último instante del ataque. Quería mapas en la mente, quería rutinas, quería cualquier grieta que le diera ventaja.

Interrogó sobre los Arzobispos, sobre las rutas de los candidatos, sobre las reacciones de cada bando. Dos horas enteras diseccionando la tragedia que aún no había ocurrido.

Sabía cuál era la opción más segura: dar la espalda, abandonar Priestella y salvar a los suyos. Pero esa alternativa olía demasiado a cobardía. Dejar que una ciudad entera ardiera cuando él sabía que podía impedirlo... era un destino que no podía aceptar. No Subaru.

Cuando dejaron el tema de Priestella completamente zanjado, Subaru se centró en otro asunto...

El chico pelinegro había tenido una cierta duda desde el inicio del interrogatorio, y era el porqué este otro yo estaba tan meloso con Anastasia Hoshin. Sí, puede que ahora ella actuara de forma más amistosa con él, incluso que lo hubiera consolado un poco, pero aún así...

Seguía siendo Anastasia Hoshin, la mujer que lo estafó en la Capital durante uno de sus bucles, sin mostrar un mínimo de compasión. Aunque, siendo justos, Subaru tampoco creía que alguien realmente inteligente pudiera sentir lástima por un tipo tan inútil como él. Nadie excepto Rem... pero Rem era una cosa, y Anastasia otra muy distinta.

Cuando Subaru soltó la pregunta del millón, lo que siguió, para cualquiera, habría parecido una comedia romántica. Pero para él...

Gardenbaru: "¡Oye, oye, espera un segundo! ¿Tú... tú me estás diciendo en serio que andas con ella? ¡Con Anastasia Hoshin!".

El pelinegro lo gritó con el ceño fruncido, casi como si le acabaran de decir que el cielo se había vuelto verde.

Subaru: "Ajá. ¿Y?". Contestó con calma, brazos cruzados, como si no hubiera nada raro en sus palabras.

Gardenbaru: "¿¡Y?! ¡Pero es Anastasia Hoshin! ¡La que nos vendió como si fuéramos basura en la Capital!".

Subaru: "Sí, sí, lo sé. Pero si nos pusiéramos a definir todas las relaciones por cómo empezaron... no sé si ahora mismo podríamos hablar de Rem con una sonrisa, ¿No crees?".

El pelinegro apretó los dientes. El golpe bajo había sido directo al estómago.

Gardenbaru: "¡Oye, no metas a Rem en el mismo saco! ¡Eso fue... fue distinto!".

Subaru: "¿Distinto? Venga ya. Con Ana la primera impresión fue un desastre, con Rem también. La diferencia es que dejamos de vivir anclados al pasado. Eso es todo".

Mientras hablaba, Subaru apretó con más firmeza la mano de Anastasia. Ella, que hasta ahora había permanecido callada, desvió la mirada con un leve sonrojo, aunque sin perder su típica sonrisa calculadora.

Gardenbaru: "Tch... ¡Bah! Está bien, está bien, a cada perro con su hueso. No pienso meterme más en esto. Solo... guárdense sus arrumacos para ustedes, ¿Sí?".

Con el rostro rojo de vergüenza, Gardenbaru se levantó con brusquedad y salió junto a Patrasche, refunfuñando por lo bajo.

Ya había aclarado todo lo que necesitaba saber y, con la información sobre los Arzobispos y sus ubicaciones bien grabada en la mente, Gardenbaru sentía que estaba listo para lo que le esperaba en Priestella. Su meta volvía a ser la misma de siempre: reencontrarse con sus compañeros.

Pero justo cuando iba a cruzar el umbral de la puerta, una pequeña mano lo detuvo. Al volverse, se encontró con Beatrice. La niña lo miraba con una expresión sombría, como si quisiera hablar pero las palabras se le atragantaran en la garganta.

Gardenbaru: "¿Beako?". Preguntó suavemente, aunque ya intuía la razón detrás de esa súbita acción.

Beatrice: "Yo... Subaru, yo..." Murmuró con voz quebrada, y unas lágrimas diminutas empezaron a resbalarse por sus comisuras.

El pelinegro apretó los labios, pero no dejó que ella siguiera.

Gardenbaru: "No tienes por qué disculparte por nada, Beako."

Lo dijo con firmeza, anticipándose a sus palabras. Ya le habían contado lo ocurrido: que, incapaz de reconocerlo en el caos de Priestella, lo había derribado sin querer; que para protegerlo, ocultó su cuerpo bajo una capa del Culto de la Bruja; y que, al mezclarse eso con el miasma que exudaba, no había manera de convencer a nadie de que no fuera un Arzobispo.

Beatrice levantó la vista con sorpresa, sus ojos inundados en un llanto silencioso.

Para Gardenbaru era una escena demasiado familiar... casi idéntica a la de aquel entonces, cuando él luchó con todas sus fuerzas por liberarla de la Biblioteca Prohibida y de la promesa de Echidna.

Beatrice: "P-pero yo..." Balbuceó, antes de quedar atrapada entre los brazos del chico.

Gardenbaru: "Puede que te hayas equivocado, Beako. No voy a excusarte de eso. Pero tampoco lo hiciste con mala intención. Fue una cadena de eventos, un maldito cúmulo de casualidades desafortunadas. Y al menos yo... yo no tengo nada que perdonarte. Ahora, si tú sientes que tienes que compensar algo..."

Hizo una pausa, apartando su mirada hacia su contraparte. Beatrice lo siguió con los ojos, y cuando ambos se cruzaron con Subaru, Gardenbaru apretó un poco más el abrazo y concluyó:

Gardenbaru: "...entonces compénsalo a él. Yo soy un cabeza hueca sin remedio, ya lo sabes. Quédate con él, haz que sea un poco menos inútil que yo, ¿Sí?".

La apartó con suavidad y le secó las lágrimas con sus guantes, regalándole una sonrisa sincera. El brillo húmedo en los ojos del Subaru "original" delató la punzada de emoción que sentía en ese instante. No importaba que esta Beatrice no fuera exactamente la suya, la que le juró estar a su lado hasta el final; aun así, quería apoyarla, porque así era Natsuki Subaru: un idiota incorregible con demasiado corazón.

Beatrice no aguantó más y se lanzó a abrazar a su ex contratista. El Subaru de esta realidad le correspondió, con esa torpe ternura que siempre lo caracterizaba, coronando el gesto con una de sus clásicas palmaditas en la cabeza.

Gardenbaru, satisfecho, se giró nuevamente para marcharse. Estaba a punto de dar el primer paso cuando una voz lo detuvo.

Anastasia: "Baru-kun... ¿Cómo piensas volver?". Preguntó la comerciante con su tono neutral, aunque su mirada tenía un matiz más serio de lo habitual.

Gardenbaru: "¿Eh?". Se le escapó, incapaz de entender a qué se refería.

Anastasia: "Dijiste que esa fisura se cerró tras de ti, ¿No? Lo que significa que no tienes forma de regresar al lugar de donde viniste. Así que te lo pregunto otra vez, ¿Cómo piensas volver, Baru-kun?".

Cruzó los brazos y lo miró directamente, sin darle oportunidad de esquivar la pregunta.

Gardenbaru: "¿A dónde quieres llegar?". Replicó, girándose hacia ella con gesto desconcertado.

Beatrice: "Que tal vez... podríamos echarte una mano para volver, supongo." Intervino la pequeña, aún limpiándose los últimos restos de lágrimas, aunque ahora con una chispa renovada en los ojos.

Gardenbaru parpadeó un par de veces, completamente perdido, antes de soltar un:

Gardenbaru: "¿Eh?"

Su cara de absoluto despiste era tan perfecta que Subaru, desde la cama, no pudo evitar llevarse una mano a la frente con un suspiro resignado.

Al igual que su contraparte, el Subaru de cabello mixto no captó del todo a qué se referían su pareja y ex espíritu. Fue hasta que notó ese brillo en sus miradas, el brillo de cuando ambas tramaban algo, que entendió que se le escapaba una pieza importante del rompecabezas.

Subaru: "Ya veo... lo dejo en sus manos, entonces." Dijo con una sonrisa relajada y levantando el pulgar.

Gardenbaru pasó la mirada de Anastasia a Beatrice y de Beatrice a Subaru, cada vez más incómodo. ¿Acaso era el único idiota que no entendía nada? ¿Incluso sus versiones alternas tenían que ser más útiles que él? El pensamiento le pinchaba el orgullo.

Gardenbaru: "¡Un momento, un momento! ¿Soy yo o de verdad están hablando en otro idioma? ¡Porque no entiendo ni una palabra de lo que pasa aquí!" Exclamó señalándolos como si hubiera descubierto una conspiración, aunque ni él estaba seguro de qué acusaba.

Anastasia soltó una risa suave, tapándose la boca con gracia.

Anastasia: "Fufufu~ Baru-kun, de verdad que eres un tontito." Comentó con dulzura fingida, ladeando la cabeza con esa típica picardía suya.

Beatrice lo miró con fastidio y resopló antes de hablar.

Beatrice: "En serio, eres más lento que Subaru, supongo. Si aún no lo entiendes, tendré que explicártelo despacito..." Dijo dando un saltito y cruzando los brazos, mirándolo fijamente a los ojos desde su pequeña altura.

Beatrice: "Esas fisuras que mencionaste, ¿Dijiste que podían llevarte de un lugar a otro en segundos, verdad?".

Gardenbaru: "Sí... eso mismo." Asintió con seriedad.

Beatrice: "Ya lo imaginaba. Creo que funcionan de forma parecida a mi cruce de puertas, de hecho." Contestó llevándose una mano al mentón con aire reflexivo.

Gardenbaru: "¿Tu... cruce de puertas?" Repitió en voz baja, intentando hilar el razonamiento de la niña.

Beatrice: "Exacto. Cada puerta lleva a un sitio diferente, pero todas siguen cierto patrón en su aparente aleatoriedad. Algo similar podría pasar con esas fisuras. Aunque las diferencias que describiste sirven para distinguirlas, siguen un esquema caótico dentro de su propia lógica, supongo."

El pelinegro rascó la nuca, frustrado.

Gardenbaru: "Ya... ¿Y qué tiene que ver eso con encontrar el camino de regreso al Jardín?"

Beatrice resopló de nuevo y levantó la barbilla con orgullo.

Beatrice: "Que podemos rastrearlas. Mi cruce funciona con una cierta cantidad de mana Yin y además requiere que conozca bien el destino. Para algo tan grande como saltos dimensionales, la cantidad de mana debe ser gigantesca. Si la tipa del cabello canoso y yo rastreamos dónde se concentra esa energía, allí mismo debería estar la fisura que buscas, en realidad." Explicó con una sonrisa segura que iluminó su carita orgullosa.

Subaru apenas pudo contener las ganas de lanzarse a abrazarla por lo adorable que se veía, pero se aguantó, entendiendo la seriedad de lo dicho.

Antes de que Gardenbaru abriera la boca, su contraparte se acercó y le dio un leve golpe en el hombro.

Subaru: "Mira, puedes quedarte aquí mientras Beako y Tia se ponen a trabajar con eso. Te prepararé un futón para que duermas en la sala. A Patrasche la llevaré al establo con... bueno, con mi otra Patrasche. Es un lugar seguro, no tienes de qué preocuparte." Le dijo con una sonrisa confiada. Luego, tras una pausa, añadió: "Aunque claro, la decisión es tuya. Yo en tu lugar no sería tan testarudo." Cerró con un guiño mientras retomaba la mano de Anastasia.

Gardenbaru se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué se suponía que debía decir? Para cualquiera otra persona era fácil... pero él era Natsuki Subaru. Un idiota. Un inútil.

Gardenbaru: "Y-yo..."

Anastasia inclinó la cabeza con suavidad, dejando que su sonrisa cargara un matiz tranquilizador.

Anastasia: "Si crees que serás una molestia, no te preocupes por eso. Hemos convivido con personas mucho más... excéntricas, por decirlo de alguna manera." La imagen de cierta espíritu peli blanca incapaz de moderarse y un hombre lobo irritante cruzó fugazmente por su mente, haciéndola suspirar con un dejo de ironía. "Además, con nuestra ayuda tendrás muchas más posibilidades de éxito que buscándolo a ciegas. Esa fisura podría estar en cualquier parte del mundo, ¿No lo crees?".

El pelinegro apretó los puños sin darse cuenta, sus articulaciones tensas revelaban su conflicto interno.

Gardenbaru: "Pero... ustedes apenas me conocieron hoy. ¿Por qué tomarse tantas molestias por alguien como yo, un completo desconocido?".

Anastasia ladeó la cabeza con delicadeza, respondiendo sin perder la calma.

Anastasia: "Porque no eres un desconocido del todo, Baru-kun. Por lo que nos contaste, no eres tan diferente del Subaru que ya conocemos."

Su dedo señaló sutilmente al chico a su lado, quien, con un rubor traicionero, evitó la mirada de todos.

El pelinegro, desconcertado, clavó los ojos en su contraparte.

Subaru: "¿Y bien?". Su tono sonaba neutral, pero en sus ojos brillaba un deseo silencioso: quería hablar con su otro yo, compartir esa carga que solo alguien igual a él podría comprender.

Gardenbaru levantó la vista hacia el techo, como si allí pudiera hallar una respuesta. Su mente viajó un año atrás, a los días del Santuario... recordó a Otto y sus palabras:

"No intentes cargar con todo solo. Confía en los demás si quieres seguir adelante".

Pero ese maldito Jardín lo habían aislado. Lo habían separado de todos, obligándolo a pasar meses enteros en silencio, a inventar conversaciones con una roca y un melón a los que había dibujado los rostros de Emilia y Beatrice, solo para no volverse loco. Había aprendido a valerse únicamente de sí mismo, hasta el punto de retroceder en cómo pensaba y razonaba.

Y sin embargo... Otto tenía razón. Frente a él había personas ofreciéndole ayuda. Rechazarlo sería la decisión de un completo idiota.

Gardenbaru apoyó una mano en su pecho, como si tratara de anclar sus emociones antes de hablar.

Gardenbaru: "Si no es una molestia... les estaré infinitamente agradecido si me ayudan a volver al jardín. Allí es donde debo buscar a mis amigos."

Su contraparte soltó una risita leve, divertida, casi orgullosa.

Subaru: "En ese caso... disfruta de tu estadía temporal en este mundo, Natsuki Subaru."

Y con esas palabras, el cuarto día desde que había partido hacia el Teatro llegó a su fin.

Día: 5

La mañana siguiente comenzó con Subaru y Anastasia relatándole todo el embrollo a Tia y Hal.

Al principio, ambos se mostraron incrédulos; Tia les dedicó una mirada escéptica mientras que Haibel bostezaba descaradamente, murmurando algo sobre que "Si al final todo iba a acabar en problemas, prefería enterarse cuando ya lo estuvieran golpeando". Sin embargo, la seriedad en los ojos del pelinegro y de la mercader terminó por convencerlos de darles un voto de confianza.

Beatrice y Tia se marcharon juntas en busca de la fisura. No tardaron en notar lo complicado que era diferenciarla de las zonas con alta concentración espiritual, auténticos señuelos que podían engañar incluso a la mejor rastreadora.

Gardenbaru observó cómo la pequeña portaba la bufanda de Anastasia, aquella misma prenda que siempre había visto ceñida al cuello de la comerciante. Levantó una ceja, curioso, pero prefirió no formular preguntas... aunque esa imagen no dejaría de rondarle en la mente.

Él quiso unirse a la búsqueda, pero tanto su contraparte como Anastasia lo convencieron de que lo mejor era despejarse un poco.

Así, terminó recorriendo la ciudad de Banan acompañado por Haibel, el hombre lobo más perezoso del continente.

La arquitectura lo sorprendió desde el primer vistazo: tejados curvos, madera tallada con esmero, jardines interiores con faroles que recordaban los festivales de verano. Todo evocaba la tierra de la que había sido arrancado.

Hal:" Bonito, ¿eh?". Comentó Haibel, rascándose la oreja con gesto despreocupado. "Todo esto es cosa de Hoshin. Un tipo raro, que hace como cuatrocientos años. Metió mano en todo lo que pudo: política, economía, innovaciones... hasta en cómo colgar las linternas y revolucionó a toda Kararagi".

Subaru se llevó una mano al mentón reflexionando sobre lo que le había dicho el demi humano.

Gardenbaru:" Tal vez el también vino de mi mundo..." Murmuró con una punzada de reconocimiento en el pecho.

Hal asintió, aunque lo cierto era que ya se había distraído mirando un puesto de brochetas de carne.

Durante el paseo, Subaru no podía dejar de sorprenderse de que la vestimenta diaria de la gente fueran yukatas, prendas que en su mundo solo se reservaban para ocasiones especiales. Aquí, en cambio, eran un signo de rango, estatus, atractivo... o simplemente de comodidad.

La nostalgia lo envolvía, trayéndole una punzada de dolor mezclada con el alivio de volver a sentir cercanía con sus costumbres olvidadas.

Para desgracia del pelinegro, Hal decidió que la mejor forma de "aclimatarlo" era llevarlo a un bar. Gardenbaru se negó de primeras, alegando que no tenía la menor intención de beber, pero las súplicas del demi humano fueron tan insistentes -rozando el chantaje emocional al nivel de "Si me dejas con sed voy a morirme aquí mismo y será tu culpa"- que al final terminó cediendo.

Grave error.

En cuestión de minutos, Subaru estaba sudando frío mientras se disculpaba con cada mujer a la que Haibel intentaba cortejar. Y decir "coquetear" era ser demasiado generoso: más bien lanzaba comentarios absurdos que parecían sacados de un manual escrito bajo los efectos del sueño.

Hal:" Señorita, ¿Sabía que sus ojos brillan más que mi plato favorito de carne asada con salsa tártara?".

Mujer víctima:" Eh... gracias, supongo".

Hal:" ¿Quiere que se lo demuestre?".

Gardenbaru casi se atragantó con su propio aire.

La peor parte llegó cuando Hal metió la pata con mujeres comprometidas. Sus parejas, furiosas, estuvieron a un paso de hacerlos volar por los aires, y solo la rápida intervención del Subaru de negro -ofreciendo como compensación unas piedras mágicas que había obtenido a costa de su vida en la fisura desértica- evitó que el bar terminara en ruinas.

Cuando por fin salieron, el pelinegro lo arrastró a empellones por la calle, fulminándolo con la mirada.

Gardenbaru:" ¡Te juro que si vuelves a hacerme pasar una vergüenza así, le diré a Anastasia que te deje sin salsa tártara el resto del mes!".

Hal:" ¡No! ¡Eso es crueldad inhumana, hermano!". Chilló Hal, casi con lágrimas en los ojos, aferrándose a la ropa de Gardenbaru como un cachorro desesperado.

El contraste era tan ridículo que Subaru no pudo evitar soltar una risita entre dientes. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió acompañado. El lobo era insoportable, sí... pero también era imposible odiarlo del todo.

Visitaron juntos el templo de Mikos y varios de los negocios más resaltantes de Banan, guiados por Hal, que parecía conocer cada rincón de la ciudad como la palma de su mano.

Subaru tenía que reconocerlo, aunque lo criticara severamente -y con toda la razón del mundo-, Hal poseía un ojo milimétrico para encontrar los mejores sitios: comida, entretenimiento, turismo, todo lo que pudiera interesarle a un recién llegado.

Lo irritante era que el demi-humano hacía todo con un aire de "Esto es lo más normal del mundo", como si no hubiese en absoluto mérito en ello.

Aún así, la reacción de la gente con Hal llamó la atención de Subaru. Muchos lo saludaban con simpatía, incluso algunos vendedores le guardaban productos como si fuera cliente habitual e imprescindible.

Sin embargo, también había un segundo tipo de miradas... en especial de parte de ciertas mujeres que, al pasar, lo observaban con un reproche que mezclaba fastidio y resignación. Subaru decidió que no quería saber por qué y que era mejor dejar ese misterio en la oscuridad de la ignorancia.

La luz del atardecer empezó a teñir las calles de tonos anaranjados, bañando los techos de madera y los faroles que se encendían de forma intermitente. Los comercios poco a poco cerraban sus puertas, despidiendo con reverencias a los últimos clientes.

Subaru caminaba con calma, todavía con los ojos brillando por la emoción de cada pequeño detalle que encontraba similar a su tierra natal: los yukatas ondeando con la brisa, el olor de los dulces de arroz recién hechos, el eco de una campana de templo resonando a lo lejos.

Cada estímulo le evocaba memorias que creía enterradas; era doloroso en cierto grado, pero al mismo tiempo reconfortante.

A su lado, Hal caminaba con una calma perezosa, con las manos detrás de la cabeza y el paso de quien simplemente atraviesa su propio patio trasero. En cierto punto, notó la expresión melancólica de Subaru y, sin darle demasiada importancia, comentó con tono despreocupado:

Hal: "Oye, chico, no pongas esa cara de viudo. Que sí, se parece a tu hogar, ¿Y qué? Si lloras cada vez que veas un farolito vas a dejar el suelo hecho un río".

Subaru lo miró de reojo con una mueca molesta.

Gardenbaru: "Tienes el don de arruinar cualquier momento, ¿Sabías?".

Hal, sin inmutarse, soltó una carcajada nasal.

Hal: "Nah, yo diría que soy un experto en hacerlos más llevaderos. Si no fuera por mí, ya estarías dándote un discurso interno de esos que parecen sacados de una obra de teatro barato".

Por un instante Subaru quiso replicar, pero en vez de molestarse... se encontró sonriendo. Ese descaro y esa pereza irritante tenían algo peculiar: lo aterrizaban, lo obligaban a no perderse en la maraña de pensamientos que siempre lo acosaban. Hal era molesto, sí, pero también era el ancla que lo mantenía en el presente.

Ambos siguieron caminando un rato más en un cómodo silencio, aunque Hal tenía algo en mente que quería tratar con el chico en privado. Justo en ese momento lo vio idóneo.

Hal: "Y bien, Baru-san, ¿Qué te pareció Banan?". Preguntó el hombre lobo con gesto casual, las manos detrás de la nuca y su característico kiseru en los labios, acompañado de una sonrisa relajada.

Gardenbaru: "Fue realmente entretenido, por un momento casi me olvidé de... todo el asunto del jardín. Mi única crítica es que deberías dejar de intentar coquetear, eres pésimo amigo..." Respondió con sinceridad, sin dejar de escrudiñar con la mirada las calles de Banan.

Hal: "¡Ja! No todos pueden apreciar el estilo del Eterno Playboy, ¿Qué se le va a hacer?". Exclamó con fingida indignación, guiñándole un ojo al chico.

Subaru no pudo evitar reír ante las ocurrencias del hombre lobo.

Un silencio volvió a instalarse entre ambos. No era incómodo, al contrario, por extraño que resultara Subaru realmente disfrutaba de pasar tiempo con el shinobi; aquella actitud despreocupada le transmitía una calma que pensó que jamás volvería a sentir.

El sonido de sus pasos y el ligero bullicio de las calles eran su único acompañamiento. Subaru levantó la mirada hacia el sol, un brillo melancólico se dibujó en sus ojos. Hal, atento pese a su aire relajado, lo notó de inmediato.

Hal: "Baru-san". Comenzó, sin apartar la vista del camino.

Gardenbaru: "¿Sí, Hal-san?". Respondió el chico, mirando de reojo al guerrero. La aparente despreocupación de este no bastaba para ocultar que algo más rondaba en su expresión.

Hal: "Después de todo lo que te dijo Su-san, ¿Qué piensas hacer con tu campamento?". Preguntó al fin, ahora sí mirándolo directamente a los ojos.

Subaru se detuvo en seco, desconcertado por la pregunta.

Gardenbaru: "¿A qué te refieres, Hal-san?". Cuestionó con el ceño fruncido.

Hal también frenó a unos pasos por delante, girándose para encararlo.

Hal: "Lo escuchaste tú mismo, la verdadera naturaleza de tu campamento. No puedo opinar mucho porque no los conocí, pero... cualquiera que deseche a alguien como si fuera basura sin siquiera escucharlo... No lo sé, Baru-san, al menos a mí no me convence". Declaró con voz moderada, cruzándose de brazos mientras exhalaba una bocanada de humo de su kiseru.

La ira recorrió el cuerpo de Subaru como un golpe helado. En ese instante deseó golpear al demi humano frente a él. Sin embargo, el recuerdo de lo que su contraparte había contado lo detuvo: las torturas sufridas, el dolor, la pena, el abandono... todo aquello no podía ignorarlo. Por eso, con una voz que apenas ocultaba su cobardía, murmuró:

Gardenbaru: "Yo... aún puedo evitarlo..." Dijo bajando ligeramente la mirada.

Hal lo observó en silencio durante un largo rato, buscando algo en el pelinegro.

Un minuto entero pasó antes de que volviera a hablar.

Hal: "Hah... lo sé, Baru-san, pero...". Subaru alzó la mirada y lo encontró señalando a su alrededor con ambos brazos. "...es un poco egoísta decirlo, pero si lo haces, todo esto... esta vida se perderá, al menos en tu mundo". Añadió, apartando el kiseru con seriedad por primera vez.

Subaru abrió la boca para protestar, pero Hal no le dio tiempo.

Hal: "Baru-san, tranquilo. No te estoy pidiendo que dejes que la Gula te devore ni que te torturen ni nada así. Lo que quiero decir es que, aunque tu campamento ahora pueda evitar un desastre, ¿Qué pasará después? El ataque a Priestella no será el último golpe que recibas. Y me preocupa que... tal vez no estés rodeado de la gente correcta. Dime, ¿De verdad confiarías tu vida a los mismos que una vez pudieron traicionarte?".

El tono del demi humano no fue acusador, sino genuino, casi paternal.

Gardenbaru: "¡N-no, ellos no...!".

Subaru quiso gritar que confiaba en ellos, que mientras evitara a la Gula todo estaría bien. Quiso decirlo.

Él estaba seguro.

Estaba seguro...

¿Estaba seguro?

Ese vacío familiar lo arrastraba de nuevo, y justo cuando pensó que caería en otra espiral de dudas y autodesprecio, sintió unas palmaditas en la cabeza.

Alzó la vista. Hal, el mismo hombre que había pasado todo el día molestando a cuanta mujer se le cruzaba, le sonreía ahora con una calidez inesperada. Como si fuera otra persona.

Hal: "Baru-san, cuando vuelvas a casa -y sé que lo harás, porque eres increíble aunque no lo veas- búscanos a mí y a Tia. Con ella tendrás que hacer malabares para ganarte su confianza, eso sí." Su voz se tiñó de diversión, recordando historias que este Subaru desconocía. "Pero escúchame: conmigo estarías más seguro. Otro yo podría cubrir tus locuras, y tú cubrirías las mías. Para eso están los amigos, ¿No?".

Hal le revolvió el cabello con la mano de forma juguetona antes de darle un leve codazo en las costillas.

Subaru dejó escapar una risa tímida. El tipo podía ser un desastre, pero esa sinceridad... era difícil no sentirla.

Hal, sin embargo, no había terminado.

Hal: "Y una cosa más... Me gustaría que le dieras otra oportunidad a Ana-bo."

Gardenbaru: "¿Eh?". La sorpresa lo sacó de golpe de la risa.

Hal: "Vi cómo la miras. Entiendo que no empezaron con el pie derecho, pero... ustedes dos son más parecidos de lo que crees."

El brillo anaranjado del atardecer bañaba a ambos. Hal puso una mano firme sobre el hombro de Subaru, su tono mezclando seriedad con una especie de cariño extraño.

Gardenbaru: "¿Parecidos... cómo?".

Hal: "Los dos esconden lo que sienten. Tú detrás de esa sonrisa exagerada, ella detrás de su fachada de mercader perfecta. Puede que aquí las cosas hayan cambiado, pero en tu mundo... ¿No es así todavía, verdad?".

Subaru bajó la mirada, incapaz de negarlo. Solo asintió.

Hal continuó con calma, sin juzgar:

Hal: "Ana-bo solía creer que todo gesto amable escondía una trampa. Y no la culpo, vio lo peor de la gente, tanto en la pobreza como en la riqueza. Pero... tú lograste abrirle los ojos, Baru-san. Le diste horizontes nuevos. Y sí, es egoísta, pero me gustaría que le dieras una oportunidad."

Para suavizar el momento, le dio un golpecito con el dedo en la frente. Subaru refunfuñó, pero no pudo evitar un leve sonrojo.

Hal: "No te digo que te enamores de ella a la fuerza ni nada de eso. Solo que intentes comprenderla más. Háblale. Tal vez lleguen a ser amigos. Y créeme en esto: cuando Ana-bo confía de verdad en alguien, no hay persona más leal ni más confiable. Lo digo por experiencia."

Finalmente, Hal se apartó, encendió de nuevo su kiseru y soltó una bocanada de humo que se perdió en la brisa de la tarde.

Hal: "Solo piénsalo, ¿Sí?".

Y sin esperar respuesta, reanudó la marcha con paso tranquilo, como si acabara de hablar de cualquier tontería.

Gardenbaru gritó con fuerza, como si las palabras se le escaparan del pecho sin poder contenerlas.

Gardenbaru: "¡Hal-san!"

El demi humano no se volteó, pero sus pasos se detuvieron. Se quedó quieto, esperando en silencio.

Gardenbaru bajó un poco la voz, casi dudando de sí mismo, aunque había decisión en sus palabras.

Gardenbaru: "Para mí... Anastasia sigue siendo la persona que me estafó en mi momento más bajo y me tiró como basura. Esa imagen no va a desaparecer tan fácil, lo sé... pero..."

Se mordió los labios, recordando aquella escena en la que la misma chica, a la que tanto resentía, lo había consolado en medio de un patético ataque de pánico. No podía ignorar eso, aunque tampoco borraba el pasado.

Gardenbaru: "...yo... voy a intentar darle una segunda oportunidad. Sería egoísta negársela. Yo ya tuve más de una en muchas cosas, después de todo".

La determinación le cruzó el rostro, aunque también estaba el filo de la desconfianza. Perdonar y comprender no significaba olvidar ni dejarse pisotear otra vez.

Ese era el juicio de Natsuki Subaru.

Hal soltó una risa breve, que se estiró en una sonrisa ancha, casi filosa, mientras por fin giraba para mirarlo.

Hal: "No me cabe la menor duda... eres igualito a Su-san, Baru-san".

Gardenbaru lo miró con una ceja alzada, sin saber si debía molestarse o sentirse halagado.

Gardenbaru: "¿Eso se supone que es un elogio?"

Hal le guiñó un ojo con descaro, retomando el paso a su lado, y con una palmada juguetona le golpeó la espalda.

Hal: "¡Es el mejor elogio que vas a recibir en tu vida, amigo mío!"

Día: 8

Gardenbaru volvió a pasar la noche en el futón que su contraparte y Anastasia le habían preparado.

La mañana del sexto día trajo de vuelta a Tia y Beatrice, aunque sus expresiones lo decían todo antes incluso de que hablaran: no habían logrado localizar la fisura. Regresaron solo para reponer energías.

A diferencia de antes, esta vez Gardenbaru insistió en acompañarlas. Y nadie se atrevió a detenerlo.

Durante toda la tarde del sexto y séptimo día, Subaru, Tia y Beatrice se dedicaron a continuar con la búsqueda, pero el pelinegro pronto notó la realidad amarga: era un lastre. Tia debía esforzarse mucho más para cargarlo con su magia de viento que cuando solo llevaba a Beatrice. Esa diferencia pesaba en el ambiente como un recordatorio cruel.

Cuando al fin regresaron en la mañana del octavo día, Gardenbaru no pudo ignorar lo evidente. Tomó la decisión de apartarse y dejar que ellas siguieran solas. Lo que sí le dolió fue ver cómo Tia soltó un suspiro de alivio en cuanto aceptó su propuesta.

Así, en la tarde de aquel mismo día, Tia y Beatrice partieron de nuevo. Anastasia también se excusó, ocupada con la gestión del negocio de salsas que mantenía junto a la otra versión de Subaru. Al final, solo quedaron dos en la casa: Subaru y Gardenbaru. El primero lo había pedido expresamente; quería un momento a solas con su contraparte.

El sol descendía en el horizonte, tiñendo de anaranjado las paredes de la casa. No era la elegante mansión Mathers, ni mucho menos, pero tenía algo que la hacía distinta a la cueva húmeda y fría donde Gardenbaru se refugiaba en el jardín: era un hogar. Sencillo, cálido, con ese aire japonés que impregnaba toda la ciudad.

En la cocina, el Subaru de cabello mixto preparaba la cena para cuando regresaran Beatrice, Tia, Anastasia y Haibel, quien acompañaba a la comerciante como su guardaespaldas. Una vez dejó listos los preparativos, volvió a la sala. Allí, Gardenbaru estaba tumbado en el sillón, la mirada perdida en el techo, como si quisiera leer algún secreto oculto en las vigas.

Subaru suspiró y se acercó, llevando consigo una taza de té recién hecho.

Gardenbaru aceptó el gesto en silencio, murmuró un rápido "gracias" y bebió un sorbo. El sabor era agradable, pero su mente lo traicionó al recordar que el té de Rem que siempre le sabía mejor. Esa punzada en el pecho lo acompañó mientras bajaba la taza.

El peli mixto se dejó caer a su lado en el sillón. Gardenbaru seguía absorto, perdido entre recuerdos y pensamientos que pesaban más que la bebida caliente que sostenía en sus manos.

Un silencio pesado se instaló entre ambos. El Subaru de cabellos mixtos echó una mirada rápida a su alrededor, asegurándose de que la casa estuviera vacía, y cuando confirmó que no había nadie más, se giró hacia el pelinegro.

Subaru: "Oye, Dark-baru". Su voz fue ligera, casi despreocupada, aunque con ese toque de burla que solía usar para pinchar a su contraparte.

Gardenbaru: ""..Que no me digas así. ¿Qué quieres?". El ceño fruncido y el sorbo largo de té intentaban disimular la incomodidad, pero era demasiado evidente.

Subaru se rascó la nuca, como dudando en voz alta.

Subaru: "Con todo lo que contaste de lo que pasaste en los últimos meses..." Alzó la vista al techo, buscando palabras que no terminaban de salir, hasta que, con un suspiro largo, soltó la pregunta: "¿Cuántas veces te tomó?".

Gardenbaru se atragantó casi al instante. Tosió, golpeándose el pecho, con los ojos bien abiertos por la impresión.

"¿En serio? ¿Aquí? ¿Ahora?", pensó mirando a su alrededor con desesperación, como si alguien fuera a aparecer para salvarlo de la conversación, pero no había nadie. Estaban solos. Demasiado solos.

"Claro... el muy idiota eligió el mejor momento".

Recuperó el aire como pudo, evitando la mirada de su doble. La taza temblaba levemente en sus manos.

Gardenbaru: "Y-yo... veintisiete... fueron veintisiete..." Se llevó una mano al pecho, cerrando los ojos con miedo. Esperó sentir esa garra invisible que tantas veces había destrozado su corazón, el murmullo oscuro de las sombras tragándose todo.

Nada.
Solo silencio.

El pelinegro tragó saliva, aliviado y confundido a la vez.

Subaru: "Ya veo..." La respuesta fue suave, apenas un murmullo. Bajó la mirada y se quedó pensativo, demasiado pensativo.

El silencio volvió a colarse entre ambos, hasta que, esta vez, Gardenbaru decidió romperlo.

Gardenbaru: "¿Y tú...? ¿Cuántas veces te tomó desde... eso?". Se rascó la nuca, incómodo, desviando la mirada como si la pregunta le hubiera salido sola.

El Subaru de cabellos mixtos alzó las cejas, sorprendido. Luego suspiró, con una sonrisa cansada que parecía más una burla hacia sí mismo.

Subaru: "Lo siento, amigo... perdí la cuenta cuando me encerraron en esa celda".

Gardenbaru lo observó en silencio. Esa mezcla de resignación y amargura... le resultaba tan familiar que se le revolvió el estómago.

Gardenbaru: "Pero... ¿Y desde que escapaste con Anastasia?".

Su contraparte lo miró con un ligero ceño fruncido, como si debatiera si valía la pena responder. Finalmente se cruzó de brazos y resopló.

Subaru: "No se si 'escapar' seria palabra exacta, pero... fueron unas diez o quince, tal vez. Unos bandidos, una impostora... cosas así. Dejé de contarlas después de Priestella".

El tono seco y el ademán con la mano pretendían restarle importancia, pero Gardenbaru podía sentir el peso real detrás de esas palabras.

Gardenbaru: "Diez o quince... es casi el mismo número de vueltas que tuve con mi campamento el año pasado". Esbozó una sonrisa extraña, mezcla de alivio y melancolía. De algún modo, le reconfortaba que sus caídas no fueran tan diferentes a las de él con Emilia y los demás.

Gardenbaru: "Supongo que el universo conspira en nuestra contra, ¿No, amigo?".

Subaru: "Ja. Siempre lo hace".

La risa seca que compartieron apenas duró un segundo, pero bastó para aliviar un poco la pesadez en el aire.

El pelinegro se dejó caer contra el respaldo del sillón, soltando un resoplido exagerado. Subaru lo imitó, encogiéndose de hombros.

Por un instante, la sala se llenó solo del sonido de los sorbos del té de Gardenbaru y del crujir de la madera bajo sus movimientos. Una calma frágil, sostenida entre dos idiotas que, aun en medio de toda la tragedia, encontraban un respiro en reírse un poco de lo absurdas que eran sus vidas.

Parecía que eso seguiría así hasta que algo le vino a la mente a Gardenbaru, un tema que había rondado su cabeza desde su charla con Haibel, pero que no había tenido ocasión de soltar.

Aprovechando la calma y que no había nadie más cerca, decidió arriesgarse.

Gardenbaru: "Oye... tengo algo en la cabeza ya desde hace un tiempo y... ¿Qué piensas sobre Anastasia?". Se giró hacia su contraparte, atento a cualquier gesto que delatara algo. El otro Subaru solo ladeó la cabeza, desconcertado.

Subaru: "¿Qué quieres decir?". Alzó una ceja, claramente intrigado pero con esa chispa de desconfianza típica en él.

Gardenbaru se removió en el asiento, buscó palabras... y, como siempre, terminó soltándolo de la forma más torpe.

Gardenbaru: "Bueno... tú y ella son muy unidos, ¿no? Y aunque yo sea medio idiota en estas cosas, es obvio que están demasiado 'juntitos' como para ser solo amigos. Así que... no sé... quería saber cómo la ves tú, cuál es tu imagen de Anastasia". Se rascó el antebrazo, nervioso.

En realidad, la pregunta cargaba más peso del que dejaba ver: la charla con Haibel, la cercanía de su contraparte con la peli lavanda... todo eso lo venía carcomiendo por dentro. ¿Quién era realmente Anastasia Hoshin?

El Subaru de cabellos mixtos se quedó en silencio unos segundos, pero su expresión se suavizó en cuanto la memoria lo arrastró a ciertos recuerdos.

Subaru: "Ana... ella es muy distinta a la que conocí en la Capital. Cuando quiere algo, va a por ello con todo. Sí, es ambiciosa... pero también da todo por las personas que le importan". Su tono se volvió más cálido, casi soñador, mientras jugaba con sus manos nerviosamente.

Subaru:" Al principio pensé que era solo otra comerciante egoísta, alguien que actuaba solo por sus objetivos. Y mírame ahora... fue ella quien me salvó cuando todos me veían como un Arzobispo del Pecado. No había beneficio alguno en ayudarme, y aun así lo hizo. Esa fue la primera vez que vi a Ana sin esa máscara de mercader..."
Sonrió con sinceridad. "No me arrepiento de haber confiado en ella ese día".

Ambos cruzaron miradas. Como un espejo: uno con una sonrisa tranquila y el otro con un gesto complicado.

Gardenbaru suspiró. Anastasia... cada vez menos una extraña, pero todavía una rival en la carrera al trono de su Emilia-tan. No estaba listo para ceder en ese terreno.

Gardenbaru: "Ja... vaya, ya son dos. Hal-san y tú me dijeron casi lo mismo. Parece que Anastasia sí que te dio una buena segunda impresión, ¿eh?". Lo dijo con un tono burlón, ladeando la cabeza como si estuviera decepcionado.

Subaru: "Y no solo a mí, Beako también le dio su visto bueno".
Contestó con una media sonrisa, siguiendo el juego.

Gardenbaru: "¡Vaya! ¡Esas ya son palabras mayores!". Se llevó ambas manos a la cabeza, exagerando un gesto dramático de sorpresa.

Ambos soltaron una carcajada. Esa risa, ligera y estúpida, fue un alivio en medio de tantas cargas.

Cuando se calmaron, Gardenbaru se ofreció a ayudar en la cocina. El Subaru peli mixto aceptó y el dúo terminó quemando platos, discutiendo si el arroz debía "verse pegajoso o crujiente" y compitiendo en quién lograba apilar más verduras sin que cayeran. La escena parecía sacada de una comedia barata, pero en el fondo... era casi reconfortante.

"Jamás creí que llevarme bien conmigo mismo sería posible", pensó Gardenbaru con una ligera sonrisa.

La puerta se abrió justo cuando terminaban, y el resto del grupo regresó a tiempo para la cena. Tia y Beatrice venían con las manos vacías, pero con la determinación firme en la mirada. Gardenbaru las animó con palabras sencillas pero sinceras, logrando arrancarles un par de sonrisas cansadas.

Durante la comida, Anastasia contó la anécdota de cómo Hal, en su infinita estupidez, terminó coqueteando con la hija de un jefe bandido temido en Banan. Casi le costó las joyas de la familia.

Tia: "Lástima que no se concretó. Yo encantada podría terminar con ese trabajo pendiente". Comentó con malicia, haciéndole brillar los ojos.

Hal palideció, sudando frío, y miró a Gardenbaru con ojos de cachorro suplicando ayuda. El pelinegro solo se sirvió más arroz, ignorándolo por completo.

El peli mixto, divertido, zanjó la tensión de manera impecable:

Subaru: "Muy bien, sanción oficial: 30% menos de reservas de salsa para Hal-san".

Las carcajadas estallaron alrededor de la mesa, mientras Hal se hundía en su silla, derrotado.

Entre bromas, anécdotas y planes para el día siguiente, la noche del octavo día llegó a su fin.

Día: 14

Ya habían pasado dos semanas desde que Subaru había emprendido su viaje hacia el Teatro y había quedado atrapado en la realidad en la que estaba actualmente.

Con el paso de los días, su ansiedad por volver al jardín aumentaba. Sí, puede que ese lugar fuese un infierno en sí mismo, pero seguía siendo su única pista para reencontrarse con su campamento. Si era necesario aguantar ese tormento unos días, semanas o incluso meses más, lo haría sin titubear.

Aunque también debía admitir que la dinámica que tenía con su grupo actual no le desagradaba en lo absoluto. Era entretenido platicar con ellos y hasta ayudarles con sus propios inconvenientes.

En varias ocasiones incluso terminó apoyando en el negocio que su contraparte y Anastasia habían levantado, lanzando bromas a los clientes sobre que él y su otro yo eran hermanos gemelos perdidos. El espectáculo fue tan absurdo como efectivo: las ventas se dispararon y los elogios llovieron tanto de su otro yo como de la astuta comerciante.

Gardenbaru, entre risas, llegó a decirle una vez a su contraparte:

Gardenbaru: "Si seguimos así, nos van a contratar para una obra de teatro cómica en vez de para atender la tienda."

Subaru: "¡Y tú serías el gemelo malvado! Es obvio, esa cara de villano no engaña a nadie."

El comentario arrancó carcajadas de los clientes cercanos y un par de monedas extra en la caja.

Durante la tarde del noveno día, Anastasia y su contraparte le presentaron a Foxidna, la bufanda que había visto usar tanto a la comerciante como a Beatrice, y que resultaba ser un espíritu artificial, igual que Beatrice. Al principio, Subaru solo alzó una ceja por la sorpresa del descubrimiento... hasta que escuchó su verdadero nombre.

Cuando le dijeron que Foxidna era solo un apodo y que su nombre real era "Echidna", Subaru casi gritó al cielo.

Subaru: "¡¿Cómo que Echidna?! ¡Ni de broma! ¿Qué sigue? ¡¿Qué también tienen un Satella versión bufanda?!". Intentó abalanzarse sobre la bufanda-espíritu con pura desconfianza e ira, lo cual obligó a Anastasia a intervenir con rapidez.

Fueron necesarias horas de explicaciones por parte de Anastasia y su otro yo para calmarlo. Foxidna no era la misma Echidna que él había conocido en el Santuario; ella y la Bruja de la Avaricia eran existencias completamente diferentes, solo relacionadas por el origen de la bufanda y su nombre.

Gardenbaru, tras mucho refunfuñar, aceptó la explicación y se disculpó con la espíritu por el malentendido. Ella, tranquila, le respondió que no se preocupara, que no era la primera vez que alguien reaccionaba así.

El Subaru peli mixto, con el rostro ligeramente sonrojado, apartó la mirada en silencio. Gardenbaru entendió al instante a qué se refería y solo soltó un suspiro. Era mejor dejar ese tema enterrado.

Los días siguientes Subaru también aprovechó para conocer un poco más a Anastasia. Conversaban de vez en cuando, y aunque su orgullo lo frenaba seguido, hacía un esfuerzo por empatizar con ella.

Para su sorpresa, la comerciante, al notar sus intenciones, comenzó a mostrarse más expresiva y abierta con la contraparte de su pareja.

Una tarde, en medio de una charla ligera, Subaru no pudo contenerse.

Gardenbaru: "Oye, Anastasia... tú hablas más de tus sentimientos que la versión tuya que conocí en la Capital. ¿Es que aquí te pasas menos tiempo siendo comerciante y más siendo... humana?".

Anastasia sonrió con calma, llevándose una mano a su barbilla con una sonrisa astuta.

Anastasia: "¿Y qué tendría de malo usar una máscara cuando conviene? Al fin y al cabo, un buen vendedor sabe adaptarse."

El Subaru de cabello mixto que escuchaba desde un costado, soltó una carcajada seca.

Subaru: "Traducción: es la misma bruja de las finanzas de siempre, solo que ahora sabe fingir mejor."

Anastasia lo fulminó con la mirada, y Gardenbaru estalló en risas.

Poco a poco, el chico de ojos aterradores empezó a apreciar más a la comerciante, comprendiendo lo que Hal y su contraparte querían decir con lo de "la máscara".

La Anastasia que conoció en la Capital y la que veía ahora eran blanco y negro, dos caras que difícilmente hubiera creído que pertenecían a la misma persona.

Así transcurrieron los días. Con cada intento del trío espiritual -Tia, Beatrice y Foxidna-, la ubicación de la fisura estaba cada vez más cerca. Subaru lo sabía, por lo que decidió disfrutar lo que serían sus últimos días de calma en ese mundo... aunque esa calma siempre estuviera acompañada de discusiones absurdas, risas inesperadas y la sensación de que, pese a todo, no estaba tan solo.

Durante la cena del catorceavo día, Beatrice, Tia y Foxidna tardaron un poco más de lo habitual en volver, por lo que Anastasia, Hal y su contraparte decidieron empezar a cenar antes mientras les guardaban una porción.

La cena transcurría como de costumbre, entre anécdotas y bromas. Gardenbaru, con un gesto algo teatral, estaba contando una de sus historias sobre cuando se adentró en una fisura:

Gardenbaru: "Me encontraba en una fisura que parecía ambientada en una granja. Al inicio pensé que podría conseguir herramientas útiles, palas, hachas, ¡O incluso comida!... pero ¿Saben qué me encontré?"

Hal arqueó una ceja mientras masticaba arroz.

Hal: "Déjame adivinar... ¿Otra bestia demoníaca con complejo de modelo de feria?".

Gardenbaru: "¡Otra vez en el tino, Hal-san! ¡Me encontré con unas malditas hormigas de cinco metros con colmillos tan grandes como mi antebrazo!". Dio un golpe en la mesa para enfatizarlo, logrando que Anastasia casi derramara el té y que su contraparte hiciera una mueca de horror.

Subaru: "...¿Hormigas gigantes con colmillos? Hermano, eso ya no es una granja, ¡Es un documental de terror patrocinado por Ros-chi!".

Anastasia, divertida, apoyó la barbilla sobre una mano.

Anastasia: "Y entonces, Baru-kun, ¿Cómo solucionaste ese problema? Espero que no intentando darles galletitas."

Gardenbaru sonrió con aire misterioso y señaló el cinturón que llevaba puesto: su látigo.
Todos lo miraron con escepticismo.

El Subaru de cabello mixto alzó una ceja y puso los ojos en blanco.

Subaru: "¿Me estás diciendo que te pusiste a repartir latigazos hasta que se rindieron? Porque eso suena menos a héroe y más a... ¿Capataz de rancho infernal?".

Gardenbaru:"¡Era una estrategia táctica, no lo digas como si me hubiera puesto a gritar arre, bicho! ¡Me haces quedar como un idiota!". Gritó pisoteando el suelo con completa indignación.

Subaru: "No se puede negar lo innegable, Dark-baru~". Declaro con una sonrisa engreída ladeando la mano como si hubiera soltado una vedad universal.

Gardenbaru: "¡QUE NO ME LLAMES ASÍ!" Levantó un puño exageradamente, como si de verdad fuera a lanzarlo, y Hal apenas se contuvo la risa.

Hal: "Entonces, oh gran domador de insectos, ¿Qué hiciste exactamente?".

Gardenbaru miró al demi humano y se paso la mano por la cara con resignación.

Gardenbaru: "¿Eso fue sarcasmo o solo tu forma de hablar? ... En fin. Este látigo no es común, es más ligero, más preciso... y al parecer esas criaturas lo temían. Apenas lo vieron, salieron huyendo como si hubieran visto a su exjefe de granja."

Subaru: "¡O sea que sí eres un capataz infernal! Confirmado."

Anastasia ocultó una risa detrás de su mano, mientras Hal levantaba el pulgar en plan de burla. Gardenbaru infló las mejillas como un niño al que no le creen su hazaña.

Pero justo cuando terminó de contar la anécdota, un fuerte golpe en la puerta los hizo sobresaltarse. Hal adoptó postura de combate al instante, Subaru se interpuso frente a Anastasia, y Gardenbaru, nervioso, desenrolló su látigo como si de verdad fuera a usarse.

El "intruso" resultó ser Tia, con Beatrice a su lado y Foxidna colgando como bufanda. Venían sucias, cubiertas de polvo, con la respiración agitada.

Gardenbaru estaba a punto de saludarlas, pero Tia lo interrumpió con una sola frase:

Tia: "Está hecho."

El comedor quedó en silencio.

"¿Eh?", fue el sonido que salió de la boca de los presentes que no eran espíritus.

Beatrice, con aire orgulloso, infló el pecho.

Beatrice: "Encontramos la fisura, de hecho."

Subaru tragó saliva, notando cómo la calidez cómica de la cena se disolvía en el aire como humo.

Ese fue el fin de sus vacaciones.

Día: 18

Subaru: "Fue un placer pasar estos días contigo, amigo". Dijo el peli mixto extendiendo su puño a su contraparte, buscando un último choque de puños que simbolizara el lazo que habían forjado.

Gardenbaru aceptó el gesto y le dedicó una sonrisa sincera, cargada de agradecimiento hacia aquel reflejo suyo que tanto había significado en tan poco tiempo.

Después de eso, se volteó hacia el resto del grupo e hizo una reverencia profunda.

El lugar en el que se encontraban eran las ruinas de un antiguo templo cerca de la frontera entre Vollachia y Kararagi, atravesando el sombrío bosque de Cragrel.

Habían tardado tres días en viajar desde Banan hasta allí, el mismo lugar en el cual Beatrice, Tia y Foxidna confirmaron la ubicación de la fisura.

En ese momento, Gardenbaru estaba despidiéndose de los compañeros con los que había compartido risas, batallas internas y silencios. Personas que, sin dudarlo, llamaría amigos.

Ellos, pese al riesgo de salir de Banan en su situación actual, habían decidido acompañarlo en el viaje, darle unas últimas palabras y compartir pequeños momentos que hicieran más liviano el peso de su próximo destino.

Gardenbaru: "Muchas gracias por todo, ni siquiera tengo palabras para agradecerles lo suficiente..." Sus ojos se empañaron con lágrimas contenidas, incapaz de ocultar lo mucho que le dolía aquel adiós.

Realmente se había encariñado con todos, y ahora debía regresar al infierno después de haber conocido la calidez de esos días. Pero si era el precio para volver a ver a Emilia y a los demás... lo pagaría sin vacilar.

A sus espaldas brillaba la brecha dimensional, una herida en la realidad que resplandecía con un blanco intenso. Su forma irregular, semejante a una telaraña luminosa, imponía respeto y un miedo natural difícil de describir.

Tia: "No fue nada, fue divertido tener dos Su aunque fuera temporal". Expresó la espíritu, avanzando para darle un golpe ligero en el hombro.

Gardenbaru: "Sí, fueron unas semanas muy divertidas". Respondió el chico con un guiño juguetón.

Tia suspiró, aunque la sonrisa en su rostro desmentía cualquier intento de dureza.

Tia: "Solo procura no masajear los pechos de quien te encuentres al otro lado, Gardenbaru". Declaró con una voz burlona que rompió momentáneamente la tensión.

Gardenbaru: "¡E-eso solo fue un error!". Exclamó con el rostro rojo, recordando con vergüenza aquel primer encuentro.

Anastasia: "Sí, a otro perro con ese hueso, Baru-kun". Apoyó la mujer con tono juguetón, mirándolo con falsa indignación.

Gardenbaru: "¡Ya dije que solo fue un error!". Intentó defenderse, pero viendo las sonrisas del grupo terminó dejándose caer sobre Patrasche de forma dramática, rindiéndose a las burlas.

Las carcajadas resonaron entre las viejas piedras del templo. Sin embargo, al apagarse la risa, un aire de melancolía los envolvió. Como Gardenbaru, ellos también habían llegado a apreciar profundamente los días compartidos.

Hal: "Ten un buen viaje y sigue los pasos del tío Hal para asegurarte una vida de éxito, Baru-san". Dijo el shinobi con orgullo mientras posaba su mano en el hombro del chico.

Gardenbaru: "Si siguiera tus consejos tendría éxito... pero en la correccional". Contestó el pelinegro entre risas, estrechándole la mano al demi humano.

Más allá de lo turbio que envolvía a ese hombre, había logrado aprender un par de cosas valiosas de él. Cosas que se llevaría para el resto de su camino... aunque prefirió no decirlo en voz alta, no fuera que el ego del hombre lobo lo empujara a cometer locuras aún más garrafales.

Cierta niña de cabello taladro dio un paso al frente con los ojos ligeramente llorosos y la mirada gacha.

Gardenbaru la observó con suavidad, entendiendo sus intenciones. Al fin y al cabo, ella seguía siendo su espíritu, y nada de eso cambiaría, sin importar cuántos mundos visitara. Para él, su Beako siempre sería su número uno.

Gardenbaru la abrazó, y Beatrice se acurrucó en su hombro como una niña pequeña. Era evidente que ella había llegado a disfrutar realmente de los días a su lado, escuchando sus historias de antes de ser eliminado por la Gula, y sobre todo... de sentir esa calidez sin filtros.

Gardenbaru dejó escapar unas lágrimas mientras le prometía internamente que, sin importar cuántas veces lo derribaran o lo hicieran perder la esperanza, volvería a estar a su lado y cumpliría su promesa, viviendo hasta el último de sus días con su Beako.

Finalmente se separaron y Beatrice regresó, algo sonrojada, al lado de su contraparte.

Gardenbaru reemplazó las antiguas riendas de Patrasche por unas nuevas que le había regalado Hal durante su paseo por Banan. Revisó que todo estuviera firme y distribuyó los recursos necesarios en las pequeñas mochilas del dragón: comida, agua y algunas piedras mágicas.

Subió a Patrasche, quien respondió con un rugido de aprobación.

"¡KYAAAAAAH!"

Gardenbaru se volvió una última vez hacia sus compañeros temporales y, con un toque de torpeza, lanzó la pregunta que le rondaba la cabeza:

Gardenbaru: "Ahora que lo pienso... ¡Beako, Tia! ¿Cómo es que pudieron encontrar la fisura?" Se rió nervioso, sintiéndose un poco idiota por no haberlo pensado antes.

Beatrice, con su característico gesto pensativo y un dedo en los labios, se acercó.

Beatrice: "Bueno... estas fisuras son un complejo conjunto de mana Yin y Yan. Al principio rastreamos lugares de gran concentración, pero no funcionó. Entonces nos concentramos en los tipos más raros y, tomando en cuenta mi Cruce de Puertas, buscamos donde ambos tipos coincidieran..." Señaló el lugar con una sonrisa orgullosa.

Gardenbaru: "Ya veo... tomo nota, por si acaso". Hizo un gesto como de anotarlo mentalmente mientras esbozaba una sonrisa.

Beatrice: "Aunque... queda un detalle más... la salida de la fisura puede ser aleatoria". Dijo con el seño fruncido, lo que hizo que Gardenbaru alzara una ceja.

Gardenbaru: "¡¿Eh, cómo es eso?! ¡No es la primera vez que paso por una fisura y vuelvo al mismo lugar!".

Beatrice: "Exacto... solo que esta vez la puerta de entrada se cerró y debiste usar la salida. Piensa que cada fisura tiene sus cambios, y ahora la aleatoriedad está en la salida". Señaló la brecha luminosa a sus espaldas.

Gardenbaru entendió las implicaciones, pero no perdió el ánimo.

Poniendo un toque de ternura, apoyó su mano sobre el cabello de Beatrice, revolviéndoselo ligeramente.

Gardenbaru: "No te preocupes, Beako. Gracias a tu explicación, sin importar dónde acabe, podré volver a intentarlo otra vez". Levantó un pulgar con determinación renovada.

Beatrice quiso protestar, pero suspiró resignada y le dio un último abrazo.

Gardenbaru subió a Patrasche y se colocó a unos pasos de la fisura.

Gardenbaru: "Hora de nuestra entrada ganadora, Patrasche". Le susurró, acariciándole el cuello con cariño.

"¡¡KYYAAAAHH!!"

Con todas las despedidas hechas, avanzaron hacia el umbral.

Lo último que escuchó antes de cruzar fue la voz suave de Beatrice:

"Ten buen viaje, Baru-kun..."

"..."

"..."

[Fisura: Pride If].

Una intensa luz blanca envolvió al pelinegro y a su fiel corcel, distorsionando la realidad misma hasta que, después de unos segundos, la claridad se disipó y el mundo volvió a tomar forma.

Subaru se frotó los ojos varias veces, intentando que su visión se ajustara a la luz residual que aún persistía.

Pero cuando logró enfocar...

No estaba en un lugar conocido ni seguro. La Capital Real de Lugunica se alzaba ante él, pero no como la recordaba. La noche, que normalmente traería tranquilidad o los destellos de los negocios nocturnos, estaba siendo devorada por un fuego infernal. Las llamas se extendían por las calles y edificios, iluminando rostros de terror, cuerpos corriendo y otros cayendo atrapados en la destrucción.

El aroma a madera quemada, carne y humo llenaba sus pulmones, haciéndolo toser mientras intentaba orientarse. Cada esquina y callejón parecía un pozo de desesperación, y los gritos de las víctimas retumbaban en su pecho, como si el propio suelo llorara con ellos.

Subaru miro a su izquierda.

Y se encontró con la traumática imagen de una madre destrozándose las manos desesperada por salvar a su hijo de los escombros de lo que antes había sido una casa, solo para que después un trozo de una viga en llamas cayera sobre ambos asesinándolos lentamente en un fuego carmesí.

Subaru miro a la derecha.

Y había un gran grupo de personas corriendo despavoridas sin prestar atención a como otras estaban siendo consumidas por las llamas o aplastadas por los derrumbes de los edificios.

Subaru miro hacia atrás.

Y se encontró con la imagen del castillo real reduciéndose rápidamente a cenizas mientras partes de el se derrumbaban y arrasaban con el distrito noble de la capital, y muy seguramente con los desafortunados que se encontraran allí.

Subaru miró hacia delante y allí estaba un niño de cabello castaño con ropas sencillas. El pelinegro no podía distinguir su expresión claramente, pero se acercó con cautela, aún golpeado por el shock de lo que ocurría a su alrededor.

El niño se tensó y retrocedió, su pequeño cuerpo temblando, con lágrimas que bajaban sin cesar por sus mejillas enrojecidas. Entre sus brazos llevaba un brazo desgarrado. Subaru tragó saliva; miró a su alrededor y lo encontró, un hombre muerto por el derrumbe de uno de los negocios del distrito comercial a escasos metros del lloroso niño, no hacia falta ser un experto para hacer conexiones.

Subaru se acercó un poco más, con voz suave:

Subaru: "Tranquilo... no voy a hacerte daño, solo... solo quiero ayudarte."

El niño, temblando, le lanzó una roca que apenas alcanzó a rozarle la frente.

Niño: "¡¡¡Aléjate, aléjate, ALÉJATE!!!". Gritó desesperado, abrazando el brazo de su padre como si eso pudiera detener el desastre a su alrededor.

Subaru levantó las manos en gesto de paz, con una mueca algo cómica ante la ferocidad del niño:

Subaru: "¡Oye, calma! ¡No necesito un entrenamiento de puntería para sentirme amenazado!"

El niño soltó un sollozo que lo partía por dentro, y las llamas crepitaban a su alrededor. Subaru respiró hondo, sabiendo que no podía quedarse paralizado.

Subaru: "Bien, pequeño... vamos a salir de aquí. Solo confía en mí un segundo, ¡Y no te preocupes, no voy a hacerte una dieta forzada de fuego!"

Con cuidado, Subaru volvió a intentar acercarse al aterrado niño, justo cuando vio algo por el rabillo del ojo que lo aterró.

El niño había estado acurrucado contra una viga del destruido negocio de su padre, pero la presión de las llamas ya habían empezado a acumularse de sobremanera hasta que finalmente...

Subaru:" ¡¡Cuidado, apártate de allí!!". Subaru cargó a toda velocidad hacia el chico, pero su intento fue inútil, una gran explosión salió de los escombros del negocio envolviendo al niño entre sus llamas, desgarrando su carne poco a poco hasta que finalmente se vio reducido a nada.

Subaru fue lanzado hacia atrás por la onda expansiva de la explosión cayendo sobre los adoquines agrietados de las calles del distrito.

Miro con puro horror como el niño moría en cuestión de segundos, una gran impotencia y rabia le recorrió el cuerpo, y las incontrolables lagrimas no tardaron en llegar.

Sollozo profundamente e incluso vomitó todo lo que había comido por el puro asco que le dio la escena, se levanto con dificultad gracias a la ayuda de Patrasche y volvió a subirse en ella aun con el rostro demacrado y lloroso.

Ahora estaba claro, ese no era el jardín, sino... el infierno encarnado...

Avanzó junto a Patrasche por las destrozadas calles de la Capital intentando buscar algún signo de vida, pero además del niño y la madre que había visto al inicio, todo con lo que se encontraba era con cadáveres carbonizados, descuartizados o destrozados a base de mordidas de Mabestias, de las cuales también encontró cadáveres a medida que avanzaba.

Todo era un caos absoluto. Las llamas devoraban cada edificio a su alrededor, lanzando chispas y humo al cielo nocturno. El calor era tan intenso que Subaru apenas podía respirar; tuvo que apartarse la capa y las bufandas, buscando un mínimo de alivio, aunque cada bocanada de aire parecía abrasarle los pulmones.

Estuvo a punto de rendirse, de girar sobre sus pasos y concentrarse en repartir los pocos recursos que llevaba entre los supervivientes... hasta que lo vio.

Una figura de cabello plateado se erguía en medio del desastre, completamente ajena al fuego y la destrucción que la rodeaba. Su vestido blanco con delicados detalles lila brillaba tenuemente entre las sombras y las llamas, y su cabello se movía suavemente con el viento cargado de cenizas.

Subaru sintió que el corazón se le encogía y un grito le salió del alma:

Subaru: "¡¡¡Emilia!!!"

"¡KYAAAAH!"

Patrasche rugió con fuerza y se lanzó a toda velocidad hacia la semi elfa, derrapando entre los escombros.

La chica se sobresaltó al escuchar el grito, girándose bruscamente hacia él. Pero al verlo acercarse...

Patrasche frenó a unos metros de ella, y Subaru descendió de su lomo con el corazón palpitándole en el pecho. Cada paso hacia Emilia era un torbellino de emociones: alivio, miedo, desesperación y felicidad mezcladas en una sensación casi insoportable.

Lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Después de meses de separación, verla nuevamente le arrancaba un suspiro de alivio y un deseo urgente de correr a abrazarla, hablarle, e incluso... besarla. Pero cuando estuvo a unos pasos...

Emilia: "Detente allí, villano."

Su voz era firme, casi cortante, y sus ojos amatista brillaban con un filo que helaba la sangre. Levantó la mano, y de repente surgieron varios cristales de hielo, formando picos que rodeaban su posición con amenaza silenciosa.

Subaru dio un paso más, confundido.

Subaru: "¿Emilia...?"

Un carámbano salió disparado en su dirección, obligándolo a retroceder de golpe. Patrasche se sobresaltó y quiso intervenir, pero un grupo de enormes cristales la rodearon, formando una prisión improvisada. Subaru entendió de inmediato: no era Emilia sola... era ¿Puck?.

El fuego, el humo, el caos... todo parecía conspirar para aplastarlo, pero Subaru no podía apartar la mirada de Emilia. Su determinación se mezclaba con el miedo, con la desesperación de ver a la persona que más le importaba al otro lado de una barrera que parecía infranqueable.

Emilia: "Te lo dije... no des ni un paso más."

Su voz, autoritaria y firme, cortó cualquier intento de razonar. Subaru tragó saliva, sintiendo cómo cada segundo se volvía más pesado, más urgente.

El fuego ardía a su alrededor, el mundo se desmoronaba, y aún así, Emilia se mantenía como un faro de certeza y peligro... y él sabía, sin ninguna duda, que no estaba jugando.

Subaru: "¡E-espera, Emilia! ¡No sé qué está ocurriendo aquí, pero no soy tu enemigo!". Gritó el pelinegro, alzando ambos brazos en señal de rendición, su voz temblando entre el humo y el crepitar de las llamas.

Puck: "Tus mentiras no te servirán de nada, humano.". Declaró Puck con un aura hostil, mientras más carámbanos de hielo surgían a su alrededor, aumentando la sensación de amenaza que parecía envolverlos.

Subaru abrió la boca para preguntar qué hacía Puck allí, pero el estruendo de los edificios desplomándose y el fuego consumiendo todo a su alrededor le impidieron formar palabra alguna. El calor y el resplandor rojo bañaban sus rostros, creando un contraste que le erizó la piel.

Subaru: "¡Y-yo, Emilia, yo no sé...!"

Emilia: "¿Por qué...?". Su voz, quebrada y cargada de emoción, lo paralizó. Sus brazos extendidos temblaban ligeramente, y la mirada de la semi elfa estaba tan llena de dolor que parecía cortarlo en pedazos.

Subaru tragó saliva, con el corazón detenido por un instante y la respiración entrecortada. Sabía que cualquier palabra sería insuficiente.

Emilia continuó, más firme, pero con un hilo de melancolía que perforaba la tensión:

Emilia: "¿Por qué hacer todo esto? ¿Con qué objetivo? ¿Qué es lo que ganas...?" Señaló ligeramente a su alrededor, hacia los escombros y las llamas que devoraban la ciudad. Como para subrayar sus palabras, un edificio entero se desplomó a pocos metros, bañándolos en una luz roja y abrasadora.

Subaru: "Emilia, yo realmente no sé..."

Emilia: "¡¿En serio seguirás negándolo?!". Gritó con un hilo de melancolía, mientras lágrimas caían por su rostro y sus brazos temblaban visiblemente. Cada palabra era una daga que atravesaba el corazón de Subaru.

El pelinegro se quedó sin palabras. Nunca habría imaginado un escenario así; su pecho se sentía comprimido y un dolor profundo lo invadía al ver los ojos llenos de ira y desprecio de la semi elfa.

Emilia: "¡¿Es porque me parezco a la Bruja?! ¡¿Es por eso que hiciste todo esto?!". Gritó, avanzando un paso con cada palabra hasta colocarse frente a él, mirándolo fijamente.

Subaru sintió cómo algo dentro de él se quebraba. No podía reaccionar, no podía defenderse, no podía negar nada. Su mirada se cruzó con la de Emilia, y el dolor, la culpa y el miedo lo derrumbaron. Lágrimas comenzaron a descender por su rostro, formando un río de desesperación que no podía contener.

Pero Emilia no tenía compasión alguna. Las lágrimas de Subaru, aunque sinceras, no la engañaban.

Se giró y comenzó a caminar, dejando atrás al chico que se tambaleaba bajo el peso de sus emociones... pero no permitiría que se marchara sin consecuencias. Con un rápido movimiento, extendió su mano y un enorme peñasco de hielo surgió de su palma.

Subaru apenas tuvo tiempo de reaccionar. Antes de poder moverse, el hielo lo golpeó con fuerza, atravesándole el pecho y lanzándolo hacia atrás. No tropezaba ni caía de manera torpe: la fuerza del impacto lo empujaba violentamente, arrancándole el aire y haciéndolo sentir diminuto ante la magnitud de la destrucción y la furia que tenía frente a él.

Cuando finalmente cayó en los calientes adoquines un intenso dolor le recorrió el cuerpo, el peñasco de hielo fue poco a poco criogenizando su cuerpo, comenzando desde sus órganos internos de los cuales varios habían sido completamente destrozados por el impacto del ataque, el hielo fue expandiéndose desde su interior causándole un inmenso dolor.

Su respiración se volvió pesada y dolorosa porque sus pulmones se habían congelado, y sus latidos se hacían cada vez más débiles debido a la perdida de sangre.

"¡¡¡KYYYAAAAAAHHHH!!!".

Rugió Patrasche desde su jaula mirando con desesperación como su dueño era consumido por el hielo y moría poco a poco.

La dragona de tierra intento morder los carámbanos que la encerraban, no le importaba romperse los dientes si con eso lograba salvar a su amo, pero fue inútil, mordió y mordió pero no hubo resultado, era como si en lugar de hielo estuviera encerrada en una prisión de acero.

Subaru:" E-Emilia..." Logró decir entre gemidos de dolor mientras empezaba a perder el sentido de la orientación dejando de distinguir arriba de abajo.

La semi elfa no tuvo pena alguna por el chico, evitó su mirada y finalmente salió caminando a paso lento con Puck a su lado, retirándose de la patética escena de la muerte del Arzobispo del Orgullo.

La visión de Subaru empezó a nublarse y un profundo mareo le invadió y de no ser por qué su estómago fue destruido por el peñasco de hielo seguramente hubiera empezado a ahogarse con su propio vómito.

El mundo empezó a perder su forma y lo único que Subaru logró escuchar hasta cierto punto fueron los rugidos llenos de dolor de Patrasche.

Y así, Natsuki Subaru volvió a morir.

<<Regreso de la Muerte>>.

" Ten buen viaje, Baru-kun..."

Cuando Subaru volvió a tomar consciencia de si mismo, escuchó esas palabras, pero ni siquiera tuvo tiempo de gritar y retorcerse por el dolor fantasma de su última muerte porque una intensa luz blanca lo envolvió por completo.

Había atravesado la fisura nuevamente...

[Fisura: Re:Inventando].

La realidad se deformó a su alrededor, agrietando el mundo y reconstruyéndolo entre destellos de luz intensa.

Subaru sintió su cuerpo pesado, aferrado con fuerza a las riendas de Patrasche mientras la luz de la fisura se desvanecía gradualmente, devolviéndole la vista. Sus ojos estaban cansados, rojos de fatiga, y tardó un buen momento en recuperar la conciencia total de su entorno. Se incorporó lentamente sobre el lomo de su fiel dragón de tierra, respirando hondo.

Bajó la mirada hacia su pecho, temiendo encontrar el carámbano de hielo que lo había matado en su bucle anterior... pero no estaba allí. La historia había sido reescrita; su muerte borrada, y con ella, la amenaza inmediata que lo había consumido.

Subaru se preparó para enfrentarse nuevamente al mar de llamas de su bucle anterior, mentalizándose para salvar al niño y a la madre. Pero al mirar alrededor, no encontró fuego, ni caos, ni gritos desgarradores, ni ese calor infernal que lo había abrasado hasta los huesos.

En su lugar, estaba... en una ciudad desconocida.

Era de noche, sí, pero el ambiente era completamente distinto. Las calles eran tranquilas, apenas concurridas, y un silencio extraño llenaba el aire.

Los edificios que lo rodeaban tenían un estilo rústico que le recordó a Venecia: casas de mármol y cemento, calles empedradas cuidadosamente conservadas, como si alguien hubiera diseñado todo para que la ciudad pareciera detenida en el tiempo.

Subaru giró la cabeza lentamente, tratando de encontrar un punto familiar, pero la certeza se le escapaba. Este no era el jardín. Ni un indicio de fuego, ni de Mabestias, ni de caos. Solo el tenue brillo de las farolas reflejado en los adoquines perfectamente alineados.

Por un instante, el alivio quiso asomar en su pecho... pero la incertidumbre de lo desconocido pronto lo llenó de una sensación inquietante. Había sobrevivido a un bucle mortal, sí, pero ¿Qué lo esperaba ahora?

Seguramente Subaru habría continuado un buen rato más con su monólogo interno sobre el extraño lugar en el que se encontraba, pero de repente sintió cómo caía de trasero hacia atrás.

El pelinegro soltó un leve gemido por la repentina caída, pero de inmediato sintió un peso enorme sobre él y un lengüetazo enérgico en la cara.

Era Patrasche.

La dragona lo había tumbado contra los adoquines, y aunque Subaru no entendía del todo por qué, pudo percibir un extraño gesto de dolor y desesperación en los movimientos de su fiel compañera.

Su punto de guardado estaba fijado justo antes de atravesar la fisura, así que nada de esto tenía sentido... ni él quería descubrirlo demasiado, porque implicaría enfrentar otra muerte.

Mientras Subaru intentaba calmar a la enorme dragona con caricias en el cuello, Patrasche enfocó toda su atención en su abdomen, inspeccionándolo una y otra vez, hasta asegurarse de que su amo estaba intacto. De sus ojos afilados surgieron pequeñas lágrimas de... alivio, quizás, mientras chillaba sollozos sonoros contra su pecho.

Subaru frunció el ceño, completamente desconcertado, y decidió intervenir con palabras.

Subaru: "P-Patrasche, tienes que calmarte... ¡Estoy bien! ¿Ves? No pasó nada. Vamos, ¿Qué pensaría Otto si te viera así?".

La dragona, sin embargo, ignoró cualquier intento de conversación y continuó lamiéndole el rostro sin pausa.

La luz de la luna iluminaba la escena, resaltando los rasgos de ambos en medio de la tranquilidad de la calle adoquinada. Las lágrimas de Patrasche seguían cayendo de vez en cuando, y Subaru no se quejaba; sabía muy bien lo reconfortante que era tener un hombro donde llorar, aunque el hombro en este caso tuviera escamas y una lengua enorme.

Cuando Patrasche finalmente se calmó, Subaru la abrazó con fuerza mientras le susurraba:

Subaru: "Tranquila, ya pasó... ya pasó..."

Su voz era suave y tranquilizadora; cualquiera que los viera en ese momento habría pensado que era una escena tierna y conmovedora. Pero no todos los ojos eran benignos.

???:"Vaya, vaya... pero qué escena más encantadora~".

La voz era sarcástica, burlesca, pero al mismo tiempo increíblemente melosa.

Subaru se paralizó y su cuerpo empezó a temblar al instante. Con solo escucharla, su mente retrocedió a recuerdos que preferiría olvidar.

Entre la oscuridad de un callejón cercano, surgió la figura de una mujer voluptuosa y aterradora, de belleza hipnótica y mirada cargada de locura. Su cabello negro, adornado con una flor lila, caía con elegancia; su atuendo negro con detalles morados, ajustado a su figura, se combinaba con una capa negra y roja que ondeaba con el viento. Cada movimiento suyo era peligro y provocación a la vez.

Elsa Granhiert.

Subaru abrió los ojos de par en par, su cuerpo retrocediendo y temblando al recordar la sensación del frío filo de su daga, el dolor fantasma en su vientre...

"¡KYAAAAAHHH!"

Rugió Patrasche detrás de él, con el seño fruncido y los ojos brillando con un instinto asesino primitivo.

Elsa: "Qué irónico... el corcel escondiéndose como una pequeña rata detrás de su cuidador. ¿No debería la bestia dar la cara por su domador~?".

Provocó, burlona, disfrutando cada gesto de terror en los ojos de Subaru y de su dragona.

Patrasche intensificó su mirada, pero el instinto le decía que no había nada que pudiera hacer contra Elsa. Solo rugió, un aviso desesperado.

El shock inicial de Subaru pasó en un instante. Con decisión, se subió al lomo de Patrasche y le indicó que huyera hacia la calle principal. La dragona comprendió al instante y emprendió la huida.

Subaru volteó hacia Elsa... pero ella ya no estaba en el callejón. Un instante de confusión lo envolvió, y entonces lo sintió: su cuerpo levitaba, suspendido en el aire. Su mirada siguió el movimiento y allí estaba...

La cabeza de Patrasche flotaba frente a él, separada del cuerpo por un corte limpio y letal.

El terror y la desesperación golpearon a Subaru con fuerza pura: la cazadora había vuelto a cobrar, y esta vez no había margen para errores.

El chico no tuvo tiempo ni de gritar cuando salió disparado del lomo de su dragón hacia delante, rodando varios metros hasta finalmente ser detenido por el impacto de su cuerpo contra una pared.

La cabeza de Patrasche también rodo hasta quedar cara a cara con el cuerpo del abatido chico.

Subaru se levantó lentamente con dificultad, extendió su mano para tocar la cabeza de su compañera pero esta fue destruida rápidamente por un fuerte pisotón de la Cazadora de Entrañas.

La sangre y jugos cerebrales del destrozado cráneo de Patrasche bañaron la mitad superior del cuerpo del pelinegro, dejando una imagen completamente grotesca de lo que una vez había sido su fiel corcel.

Subaru se miró a si mismo con completo horror, intentando desesperadamente limpiarse el rostro de toda la sangre que le había caído en cima.

Subaru:" ¡¡Aaarggghhhh!!". Grito, solo para después vomitar todo el contenido de su estomago sobre los restos de la cabeza de Patrasche haciendo de la escena sumamente asquerosa.

Las lagrimas empezaron a bajar por el rostro del chico, quien seguía absorto en el dolor de la muerte de su más fiel compañera.

Elsa observaba la escena con una sonrisa siniestra, apenas a unos metros del patético chico que seguía sollozando sobre los grotescos restos de su compañera.

De repente, un grupo de Mabestias comenzó a rodearlos, mientras de un canal de agua emergía una figura inesperada: una niña de cabello azul oscuro y trenzado, montada sobre un Guiltylowe que Subaru reconocía demasiado bien de los incidentes del Santuario.

Meili: "¡Hermana Elsa~! ¿Ya acabaste de jugar con el hermanito? Tenía muchas ganas de probar ese puesto de caramelos que está a unas calles de aquí~".

Su voz era infantil y cantarina, con pucheros adorables, pero el aura que la rodeaba era profundamente perturbadora, antinatural para alguien de su edad.

Subaru se levantó con gran esfuerzo, la vista nublada por la sangre de Patrasche que le había salpicado los ojos. Mareo y náuseas lo invadían por la reciente pérdida de su querida compañera.

Elsa: "Paciencia, Meili... tenía muchas ganas de conocer a este chico. Por las especificaciones de nuestro cliente, parece alguien muy interesante~"

Jugaba con su cuchillo, relamiéndose los labios con expectación, disfrutando del miedo de Subaru.

El pelinegro se obligó a recomponerse, adoptando una postura defensiva mientras su mano buscaba instintivamente su látigo. Sabía que estaba acabado... y si por algún milagro sobrevivía, se suicidaría para revertir el cruel destino que acababa de sufrir su corcel.

Meili: "¿Las órdenes eran torturarlo, no? ¡Qué aburridooo! Si no fuera porque Madre se enojaría si el cliente no queda satisfecho, dejaría que uno de mis amiguitos lo terminara rápido~".

Pateaba infantilmente sus pies sobre la espalda del Guiltylowe, pero cada movimiento emanaba un aura mortífera que helaba la sangre.

Elsa: "En ese caso, deja que yo me encargue del trabajo sucio. Me aseguraré de darle a este niño el 'cuidado' adecuado~".

Subaru: "P-pero... ¿Cómo pueden ser tan engreídas? ¡Ponerse a hablar de lo que le harán a su objetivo justo enfrente de él...! ¿No tienen un mínimo de autoconciencia?".

Lo dijo entre arcadas, tratando de ganar tiempo mientras buscaba desesperadamente un plan.

Elsa: "Vaya, con que aún puedes hablar... Llegué a pensar que también corté tu lengua junto con la cabeza de esa dragona~".

Su tono era burlesco, y su mirada rápida al cadáver de Patrasche solo aumentó la sensación de impotencia de Subaru. Sabía que cualquier reacción precipitada podía desatar la furia de la asesina.

El pelinegro agarró con fuerza su látigo, concentrado en buscar el momento idóneo para actuar, mientras las siniestras miradas de Elsa y Meili lo atravesaban, recordándole que no había lugar para errores ni titubeos.

Elsa miró con diversión la mano del pelinegro posada sobre su arma, su sonrisa se ensanchó y murmuró con voz melosa:

Elsa:" Que la cacería comience~".

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Subaru miró con los ojos abiertos de par en par como la mujer que tenía delante había desaparecido en menos de un segundo, solo para que un momento después sintiera una potente patada justo en su costado que le rompió algunas costillas y lo mandó ...

Subaru miró con los ojos abiertos de par en par como la mujer que tenía delante había desaparecido en menos de un segundo, solo para que un momento después sintiera una potente patada justo en su costado que le rompió algunas costillas y lo mandó a volar a través de la desolada calle.

Subaru se incorporó lo mejor que pudo después de haber rodado por varios metros debido al poderoso ataque de la mujer.

Meili:" ¡¡Mabestias, inmovilícenlo!!".

Ordenó la niña desde la espalda del Guiltylowe, al instante todas las bestias demoniacas respondieron a su llamado y se precipitaron hacia el pelinegro.

Subaru extendió su látigo y lo enrollo en la primera Mabestia que tuvo a la vista, solo para agarrar impulso y arrojarla con fuerza contra un grupo de Mabestias rata-murciélagos que se le acercaban por detrás.

Un Wolgarm cargó contra el chico de cabellos azabache por un costado, pero Subaru lo interceptó rápidamente con una patada, aunque terminó algo herido porque los dientes del Wolgarm se le clavaron en el tobillo durante la embestida.

Elsa:" ¡Eres mucho mejor de lo que creí querido! Solo por eso llevaré tus entrañas al apartado mas refinado de mi colección~".

Felicitó la mujer de cabello negro con genuina impresión por las repentinas habilidades de combate del chico.

Ella lo había estado observando desde hacía días por un encargo directo de Madre, un cliente misterioso había especificado que el chico era alguien potencialmente peligroso.

Durante los primeros días de vigilancia, Elsa se había decepcionado gratamente al encontrarse con un patético niño que lloraba constantemente mientras hostigaba a la única mujer que había tenido la decencia de tenderle la mano.

Nunca se hubiera imaginado que aquel mismo chico desaparecería de su campo de observación para reaparecer con habilidades destacables, capaz de repeler a las Mabestias de Meili con sorprendente eficacia.

Solo por eso le daría el beneficio de la esperanza y lo dejaría combatir solo contra las criaturas. Si lograba derrotarlas, entonces podría disfrutar de un enfrentamiento directo con él, deleitándose con cada movimiento antes de satisfacer sus propias intenciones macabras.

El combate continuó. Subaru se movía con rapidez, esquivando embestidas, derribando Mabestias y usando su látigo con precisión. Gran parte de su éxito se debía al entrenamiento involuntario que había recibido en el jardín y al nuevo látigo con el que ahora repelería a las bestias demoníacas.

Aun así, su cuerpo no era invulnerable. Tenía cortes superficiales en los brazos y piernas, algunas contusiones por golpes recibidos, y un par de arañazos profundos que le recordaban que, por mucho que entrenara, seguía siendo un chico común enfrentándose a un grupo numeroso y letal de bestias de pesadilla. Cada movimiento le dolía, pero su determinación no flaqueaba.

Meili, aupada sobre el Guiltylowe, hacía pucheros y pateaba al aire con rabia infantil al ver a sus queridas Mabestias caer una tras otra a manos del pelinegro.

Meili: "¡Elsaaaaa!"

Gritó con el seño fruncido, pero justo en ese momento el cuerpo de una Mabestia rata-murciélago partida a la mitad cayó sobre su cara, silenciando cualquier queja.

Elsa no se inmutó ante los refunfuños de su compañera. Su atención estaba completamente concentrada en Subaru. Frente a ella, ahora solo quedaban unos pocos Wolgarms y un grupo de Mabestias serpiente de dos cabezas, pero todos seguían siendo amenazas peligrosas.

Subaru respiraba con dificultad, su cuerpo adolorido y lleno de heridas menores, pero sus movimientos seguían siendo fluidos, rápidos y precisos. Cada ataque suyo derribaba a las criaturas, pero cada golpe recibido le recordaba lo frágil que era. Sin embargo, en su mente, solo había un objetivo: sobrevivir y demostrar que no era el niño débil que todos habían visto antes.

Subaru logró agarrar por la cabeza a una de las serpientes de dos cabezas que se le abalanzó, acto siguiente uso la cabeza de la bestia demoniaca para clavar sus colmillos en la espalda de un Wolgarm que intentaba escabullirse por su espalda.

Con su látigo agarro un trozo del cráneo de un Wolgarm y lo arrojó con precisión hacia el último grupo de tres Wolgarms quienes cayeron a un canal de agua cercano debido al impacto del golpe.

Subaru se giró hacia la última serpiente de dos cabezas con una mirada intensa; sus ojos, naturalmente intimidantes, hicieron que la Mabestia retrocediera y finalmente escapara despavorida por un ducto cercano de uno de los edificios.

El pelinegro se tambaleó y cayó de rodillas al terminar la pelea, jadeando con dificultad. Su cuerpo estaba cubierto de cortes y contusiones, la ropa desgarrada en varios lugares, y si no fuera por las placas de metal improvisadas que llevaba en el pecho y las rodillas, las heridas habrían sido mucho más graves.

Meili, claramente enfadada, se agarró la cabeza mientras apartaba un trozo de las alas de una de sus Mabestias rata-murciélago.

Como una niña berrinchuda, estaba a punto de ordenar a su Guiltylowe que atacara al insolente chico de cabello negro, pero Elsa la detuvo con una sola mano alzada en un gesto de espera.

Meili: "¡¿Ahora sí vas a actuar y dejar de ser una espectadora?!"

Gritó la niña, haciendo pucheros y cruzando los brazos de manera infantil.

Elsa simplemente le guiñó un ojo y volvió su atención a Subaru, esperando pacientemente hasta que recuperara la compostura. No sería divertido tener un combate con él agotado y sin reflejos.

Pasaron unos tensos diez minutos, con el único sonido del jadeo de Subaru y el murmullo del canal de agua cercano.

Finalmente, Subaru logró incorporarse con esfuerzo, pero su mirada permanecía intensa y decidida.

Subaru: "¿E-eso era todo lo que podías ofrecer, Meili? Esperaba más de la famosa Domadora de Mabestias".

Se burló entre jadeos, esbozando una sonrisa engreída que solo enfureció más a la niña.

Meili: "¡Hmph! De no ser porque nuestra orden era no matarte de inmediato, no habría nada que salvar. Y aún después de toda esa fanfarronería, sigues jadeando como un perro hermanito~".

Dijo con aire superior, acariciando peligrosamente a la Mabestia sobre la que estaba montada.

Elsa: "Meili, querida, no es bueno ser una mala perdedora".

Declaró inesperadamente desde el lado del chico, captando toda la atención de la niña.

Meili: "¡¡Que yo no perdí!!"

Gritó, golpeando el aire y cruzándose de brazos en un berrinche infantil.

Elsa volvió a concentrarse en Subaru, quien ya había adoptado una postura defensiva, con la mano lista sobre su látigo y la Providencia Invisible activada. Ambos se midieron con la mirada. Elsa se relamió los labios mientras apuntaba con su cuchillo, y Subaru fijó los suyos con determinación, dispuesto a dar todo de sí.

Elsa: "Elsa Granhiert, la Cazadora de Entrañas. No creo que dures mucho, pero será interesante verte intentar superar mis expectativas... para luego destriparte".

Subaru: "Natsuki Subaru, Caballero de la candidata real Emilia y contratista de mi querida Beako. Seguramente no duraré mucho, pero daré lo mejor de mí".

Un silencio pesado se formó entre ellos. Bajo la luz de la luna, reflejada en sus ojos y armas, ambos cargaban sus propios deseos, y la tensión alcanzó su punto máximo. Entonces, con un último intercambio de miradas, la batalla comenzó.

Elsa se lanzó con una velocidad letal, buscando apuñalar el brazo dominante de Subaru para inmovilizarlo. El pelinegro reaccionó apenas a tiempo, retrocediendo varios pasos con un salto torpe pero efectivo, y contraatacó con su látigo.

Aprovechando los restos de las Mabestias esparcidos a su alrededor, los lanzó como proyectiles improvisados hacia la Cazadora de Entrañas, quien los esquivó con una precisión inquietante, moviéndose entre los cadáveres sin perder la sonrisa burlona que mostraba en todo momento.

Subaru giró su látigo con fuerza, intentando presionar a Elsa y mantenerla a distancia, pero pronto comprendió que sus ataques convencionales no funcionarían: cada golpe era detenido o esquivado sin dificultad, como si ella anticipara cada movimiento.

Sabiendo que debía actuar de manera más astuta, Subaru concentró la energía oscura que ardía en su pecho y comenzó a preparar su Providencia Invisible, una técnica que había perfeccionado durante sus enfrentamientos en las fisuras del jardín. Su plan era simple pero arriesgado: atravesar la materia hasta alcanzar el corazón de Elsa y neutralizarla de manera definitiva.

En ese instante, Elsa cargó de nuevo con una sonrisa confiada, maniobrando hábilmente entre los restos que Subaru le arrojaba.

Acortó la distancia en segundos y alzó su cuchillo para asestar un golpe mortal... pero de repente, su mano fue detenida por algo invisible. Subaru aprovechó la ventaja con rapidez: enrolló su látigo en la otra mano de la asesina y ancló el extremo a una columna cercana, inmovilizándola temporalmente y ganando el tiempo suficiente para ejecutar su próximo movimiento.

Subaru se concentró en la energía oscura que residía en su pecho e invoco una segunda mano oculta que uso para trapazar la materia y llegar hasta el corazón de la asesina.

[Providencia Invisible]

La mano avanzo siguiendo las ordenes de su portador, explorando rápidamente el interior del cuerpo de la asesina en su modo de ataque espectral.

Cuando localizo su corazón, acaricio su contorno, asegurándose de que ese era el órgano vital, apretó con fuerza y el órgano fue reducido a una gelatina de carne y sangre.

Cuando el trabajo estuvo hecho, Subaru desactivo su Autoridad cayendo de boca al suelo por el sumo cansancio de sus últimas peleas, a su lado cayó el cuerpo inerte de la Cazadora, quien expulsó una gran cantidad de sangre y dejó de respirar por la falta de su órgano vital.

Meili por su parte ni se inmutó, de hecho se estaba viéndose las uñas mientras jugaba torpemente con una de las cabezas arrancadas de sus Mabestias.

Subaru se arrastró con esfuerzo hasta recostarse contra una pared cercana, buscando recuperar aunque fuera un poco de energía. Cada movimiento le dolía, cada respiración le quemaba el pecho; el vómito de sangre le recordó lo al límite que estaba su cuerpo después de tanto daño acumulado.

El único sonido que rompía la quietud de la calle fantasmal eran sus jadeos entrecortados, desesperados y dolorosos. Se apoyó con la espalda contra la fría pared, cerrando los ojos por un instante mientras contemplaba el cielo nocturno. El ocaso estrellado sobre él parecía inalcanzable, hermoso, indiferente a su sufrimiento.

Poco a poco, la fatiga lo consumía, y la conciencia empezaba a desvanecerse. Era más que evidente: su cuerpo estaba al borde del colapso, y la muerte parecía inminente. Aun así, una chispa de satisfacción lo recorrió al recordar que había vengado a Patrasche, enfrentando y eliminando a la asesina que la había arrebatado sin piedad.

Y entonces... silencio.

"..."

"..."

<<Regreso de la  Muer ...>>

???:" No tan rápido, querido, la diversión recién acaba de empezar~". Declaró una voz que Subaru reconoció al instante, helándole la sangre.

Subaru volvió a abrir los ojos y sintió cómo una extraña vitalidad recorría todo su cuerpo. Allí estaba ella...

Subaru:" E-Elsa..." Murmuró con la voz ronca, exhausto hasta los límites de su resistencia.

Frente a él, Elsa permanecía de pie como si nada le hubiera pasado, ignorando por completo el hecho de que su corazón había sido destrozado instantes antes. La única evidencia de lo ocurrido era la gruesa línea de sangre que descendía por las comisuras de sus labios, un macabro recordatorio de la brutalidad reciente.

Elsa se tocó torpemente el rostro manchando su mano con su propia sangre, solo para después soltar una risa divertida mientras lamía seductoramente el líquido rojo.

Subaru no entendía que estaba pasando, ¿No se suponía que debía de morir?, miró a su alrededor confundido pero lo único raro que noto era que un collar desconocido yacía reposando sobre su cuello.

Al notar la consternación de Subaru, Elsa soltó una ligera risa y se agachó hasta quedar a su altura, tomando entre sus manos ensangrentadas el collar que descansaba sobre el cuello del chico.

Elsa:" ¿Te preguntas cómo sigues vivo, querido~? Parece que nuestro cliente no quería que tu final fuera rápido, así que nos entregaron este bonito amuleto que impide que tu alma se separe de tu cuerpo, sin importar qué. Realmente debiste de hacerlo enojar para que tomara medidas tan drásticas, cariño~".

Comentó la asesina con una sonrisa siniestra, aunque por un instante parecía sinceramente emocionada. La cercanía a la muerte que había experimentado junto a él la fascinaba, encendiendo un fuego oscuro en su interior.

Subaru, agotado y dolorido, estiró torpemente la mano hacia su látigo, un movimiento que Elsa notó de inmediato.

Elsa:" Perdóname cariño, pero el tiempo de juego ya termino~". Declaro para después degollar los dos brazos del chico en menos de un segundo.

Subaru:" ¡¡AAARGGGGHH!!".

Gritó de dolor por sus extremidades mutiladas, la sangre calló a chorros pero tal y como dijo la mujer que tenía al frente el sentimiento de la muerte no se hizo presente, solo había dolor, pero no el mensaje prematuro que traía la muerte ante heridas de tal magnitud.

Esto hizo palidecer notablemente al chico, ellas... podrían hacer lo que quisieran con su cuerpo sin tener miedo a matarlo por accidente, y para colmo ahora sin sus brazos ya no tenía como quitarse ese amuleto.

¿Qué debía hacer?

Estaba jodido.

No había salida...

"..."

"..."

Espera...

Aún había una forma.

Elsa ayudó a Meili a bajar del Guiltylowe, aunque la niña aceptó el gesto con un puchero, aún resentida por su derrota.

Aprovechando que ambas estaban distraídas, Subaru se movió con desesperación fingiendo dolor -aunque en gran parte también lo sentía-, pero su verdadero objetivo era alcanzar una pequeña bolsa en el bolsillo de su pantalón.

Con un último esfuerzo, logró arrastrarla hasta el suelo. La bolsa se abrió y de ella rodaron las posibles salvadoras de su vida: las Frutas Bokko.

Subaru se lanzó sobre ellas, arrastrándose entre el polvo y la tierra, dando un último vistazo hacia las asesinas que lo observaban con diversión, sin sospechar su plan.

Alcanzó la fruta y la metió en su boca, masticándola rápido antes de que pudieran reaccionar. La energía volvió a recorrer su cuerpo, dándole fuerza para el último paso de su plan.

Elsa: "Meili, ofuscarse por una derrota no es bueno. Si actúas así, nunca crecerás." Dijo la pelinegra mientras revolvía con suavidad el cabello de la pequeña.

Meili: "¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no perdí?! ¡Además, tú nunca has perdido, así que no sabes cómo se siente!". Gritó la niña, su voz infantil cargada de orgullo, mientras Elsa reía ante la contradicción evidente.

Elsa: "Dejaremos esta charla para más adelante." Finiquitó la pelinegra, dándose la vuelta para continuar con su misión. Quizá el chico le había resultado interesante, pero las reglas de Madre eran las reglas de Madre.

La Cazadora de Entrañas y la Domadora de Mabestias avanzaron hacia Subaru, que yacía de espaldas en el suelo. Elsa se arrodilló a su lado, blandiendo su cuchillo kukri con su característica sonrisa siniestra.

Elsa: "Bien, Subaru-kun... es momento de iniciar con-"

Pero justo cuando intentaba voltearlo para empezar la tortura que su cliente había ordenado, lo que encontró la dejó sorprendida...

De la boca de Subaru salía una cantidad abismal de sangre, esto por si solo no habría alterado a la asesina pero lo que si lo hizo fue que al revisar su cuello...

El collar que le había puesto ya no estaba.

Elsa: "¡¿Eh?!". Soltó un sonido de asombro mientras escrudiñaba la escena, sus ojos recorriendo cada rincón en busca del talismán.

Se incorporó de un salto y, como una fiera, buscó con desesperación el colgante... hasta que lo vio de reojo, a lo lejos, flotando sobre uno de los canales de agua de la ciudad, burlándose de su descuido y de su ingenuidad.

Meili: "¿Qué ocurre, Elsa~?". Preguntó la pequeña ajena a su ahora precaria situación, acercándose al cuerpo de Subaru.

Al escucharla, Elsa se mordió el labio con fuerza. Por haberse confiado demasiado, había fallado...

Meili: "¡Un momento! ¡El hermanito ya no respira! ¡¿Elsa, qué diablos pasó?!". Exclamó la niña, el horror asentándose en su mirada ante las implicaciones de no cumplir con su misión.

Varias lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas de la pequeña, mientras su cuerpo temblaba visiblemente. La escena hizo que Elsa sintiera un peso aún mayor en su conciencia.

Rápidamente se acercó a Meili y la rodeó en un abrazo, mientras la niña se retorcía y lloraba, completamente desbordada.

Elsa: "Yo tomaré responsabilidad por esto. Madre no te hará nada... te lo prometo, Meili..." Susurró la pelinegra, intentando que su voz sonara tranquilizadora, aunque el temblor en ella delataba que no estaba del todo segura.

La luna fue cubierta por nubes densas, y las dos asesinas permanecieron abrazadas, sollozando en silencio, hasta que un movimiento en el suelo llamó su atención.

De un conjunto de ratas, una figura comenzó a formarse grotescamente. Su cuerpo se reconstruía poco a poco a partir de la deformación de los tejidos y carne del grupo de roedores.

Madre había llegado... para castigar a sus hijas.

"..."

"..."

"..."

"..."

<<Regreso  de la Muerte>>

" Ten buen viaje, Baru-kun..."

Volvió a escuchar esas palabras, el chico se agarró el corazón, pero inmediatamente volvió a verse cegado por una fuerte luz blanca que ya empezaba a hartarlo...

[Fisura: Wrath If].

Cerró los ojos, y esta vez ni siquiera pensó en cómo la realidad a su alrededor se transformaba para acomodarlo al nuevo mundo al que sería escupido.

Cuando los abrió, se llevó una mano al pecho con fuerza, soltando jadeos perturbados por la reciente muerte que aún palpitaba en su memoria. Al mirar a su alrededor, se encontró en un elegante cuarto, decorado con muebles de la más alta calidad. Pero nada de eso le importaba; lo único que realmente le importaba era...

Subaru: "¡¡Patrasche!!". Gritó, abrazando el cuello de la dragona con fuerza. Verla allí, con la cabeza aún unida a su cuerpo, le llenó de un alivio que no podía expresar con palabras.

Patrasche, al igual que su amo, se abalanzó sobre él mientras volvía a llorar. Pero esta vez su rostro estaba marcado por el dolor, un dolor fantasma que aún la perseguía, incluso después de cambiar de realidad.

Subaru la miró con preocupación, un pensamiento incómodo rondando en su mente, uno que su subconsciente se negaba a aceptar desde la anterior fisura...

¿Acaso Patrasche...?

No.
Se obligó a negarlo, más por mantener su propia estabilidad que por una conclusión racional.

Mientras continuaba acariciando a la aterrada dragona, Subaru se llevó una mano al bolsillo del pantalón y sacó una pequeña bolsa mal amarrada: las frutas que lo habían salvado en el terrible bucle anterior.

"Gracias a esto recuperé la energía suficiente para usar mi Providencia Invisible una última vez, quitarme ese maldito collar y aplastar mi propio corazón... Prefiero mil veces morir por mi propia mano que por esa perra sádica..." pensó, dejando que el odio genuino ardiera en sus ojos, dirigido a la mujer voluptuosa que parecía fascinarse con las entrañas ajenas.

Cuando Patrasche finalmente logró calmarse, ambos se pusieron en marcha. Subaru escudriñó el entorno con más detenimiento, y por tercera vez consecutiva confirmó lo que Beatrice había dicho: la teoría sobre la aleatoriedad de las fisuras era cierta.

Parecía que habían sido transportados al interior de la mansión de algún noble. El lugar estaba impecable, mucho más cuidado y decorado que la habitación del chico en la Mansión Mathers.

Con cautela, Subaru y Patrasche salieron de la habitación, procurando no hacer el menor ruido. Asomó la cabeza por la puerta y recorrió con la mirada los elegantes pasillos: no había nadie a la vista.

Con un gesto silencioso, Subaru indicó a Patrasche que lo siguiera y ambos comenzaron a explorar la mansión, en busca de alguien que pudiera darles indicaciones sobre este nuevo mundo en el que habían sido arrojados.

Subaru: "Patrasche, cúbreme las espaldas. Yo me encargo del frente. Si ves algo fuera de lo común, dame un coletazo de aviso, ¿Sí?". Dijo el chico en voz baja, alistando su látigo, decidido a no repetir los errores del bucle anterior.

Patrasche asintió y ambos avanzaron con pasos cautelosos por el largo pasillo.

Las paredes estaban adornadas con cuadros sobre tapices negros y naranjas. Al principio, Subaru no les prestó mayor atención; eran solo pinturas... hasta que un retrato captó su mirada y sus ojos se abrieron de par en par.

Antes de que pudiera decir algo, todo a su alrededor comenzó a temblar violentamente. El cuadro que acababa de mirar cayó al suelo con estrépito y varios jarrones se quebraron ante la fuerza del temblor que recorrió la mansión.

Subaru: "¡Patrasche, no te separes!". Gritó, luchando por mantener el equilibrio mientras el piso temblaba bajo sus pies.

Patrasche se aferró con todas sus fuerzas, clavando las garras traseras en el pulido suelo de madera para no rebotar como una pelota de ping pong por el pasillo.

El temblor continuó, y Subaru logró sujetarse por poco al marco de una de las puertas, respirando con dificultad mientras la mansión parecía querer colapsar sobre ellos.

Parecía que la sacudida no cesaría... hasta que...

"¡Zas!"

El ruido de una espada desenvainándose resonó en el aire y, de repente, el temblor se detuvo.

Subaru y Patrasche se reagruparon rápidamente. Subaru revisó a su compañera con cuidado, asegurándose de que no tuviera heridas. Patrasche, en agradecimiento, le dio pequeñas lamidas cariñosas con su lengua afilada, y el chico esbozó una leve sonrisa, aliviado aunque aún en guardia.

"¿Qué demonios fue eso?", pensó Subaru, escudriñando inútilmente el origen del temblor.
"Sea lo que sea, no me inspira confianza. Lo mejor será salir de aquí rápido con Patrasche y luego..."

Antes de que pudiera completar su pensamiento, la mansión volvió a temblar, esta vez con una fuerza mucho mayor que antes.

El techo sobre sus cabezas comenzó a fragmentarse, apareciendo grietas gruesas que se extendían como telarañas por todo el pasillo y probablemente por toda la mansión.

Subaru: "¡¡Patrasche, es hora de correr!!". Gritó mientras se subía de un salto al lomo de la dragona, dispuesto a escapar por cualquier salida... o incluso atravesando una ventana si fuera necesario.

"¡Kyaaaaahhh!"

Rugió Patrasche mientras cargaba en dirección contraria al desprendimiento del techo, dejando un rastro de destrucción a su paso.

La antes impecable mansión se desmoronaba a pedazos por aquello que provocaba los intensos temblores. Subaru y Patrasche continuaban su huida, pero el derrumbe del techo y las paredes, cada vez más rápido, complicaba la búsqueda de una salida.

Como si el destino les jugara una broma cruel, ni una sola ventana se dejaba ver en su camino.

Las lámparas que normalmente iluminaban los pasillos comenzaron a fallar, sumiendo el lugar en una penumbra peligrosa y dificultando la visión mientras avanzaban entre escombros y polvo.

Finalmente llegaron a un tramo donde tuvieron que avanzar completamente a ciegas; todas las lámparas habían dejado de funcionar.

"¡Ok, ok! ¡Esto es muy malo! ¿Por dónde deberíamos seguir? ¡Mierda! ¡Este lugar es un maldito laberinto, lo mires por donde lo mires!", Gritó Subaru mentalmente, frustrado por la falta de visión y las oportunidades de escape en medio del derrumbe implacable de la mansión.

La ansiedad lo carcomía por dentro. Patrasche, concentrada en el bienestar de su amo, no notó que el techo frente a ellos estaba a punto de ceder.

Subaru lo percibió a tiempo y tiró de Patrasche con todas sus fuerzas, evitando que la dragona muriera aplastada. Pero en el movimiento brusco, él salió despedido del lomo de su compañera... directamente hacia el lugar donde el techo estaba colapsando.

Rodando violentamente por el suelo, Subaru se estrelló contra una pared cercana y alzó la vista. Como si el universo se burlara de él, el techo comenzó a desplomarse justo en el instante en que él estaba debajo, dejando caer cascotes y vigas pesadas sobre su posición.

Subaru tomó impulsó para escapar, lográndolo a medias ya que su pierna terminó enterrada entre los escombros, su extremidad se desprendió desgarrando sus músculos internos y tejidos, solo dejando un muñón de carne del cual empezó a salir sangre a chorros.

Subaru:" ¡¡Arghhhh, mi pierna!!". Gritó por el dolor sujetándose el muñón de su pierna.

Patrasche acudió rápidamente hacia él, apoyándolo con cuidado mientras le dedicaba una mirada cargada de culpa.

Subaru agarró su látigo, que aún descansaba en su cinturón, y lo utilizó como torniquete improvisado para detener la hemorragia de su pierna.

Con gran dificultad, se incorporó sobre el torso de Patrasche, pero no tenía fuerza suficiente para volver a subirse a su lomo con una sola pierna. Así que continuaron avanzando lentamente, Subaru dando pequeños saltos con su pierna sana mientras se apoyaba en su compañera.

Patrasche, por su parte, escrutaba los pasillos con ojos afilados, buscando cualquier indicio de ayuda, hasta que sintió una extraña conexión, un impulso instintivo que la guiaba hacia algo... o alguien.

Atravesaron con esfuerzo los escombros de lo que antes era un pasillo elegante, hasta llegar a un cuarto sorprendentemente intacto, salvo por algunas grietas en el techo y paredes.

Allí, en medio de la habitación, yacía un chico de cabello ceniciento, de estatura promedio, vistiendo un elegante traje negro algo manchado por el polvo levantado durante el colapso.

Subaru abrió los ojos, sorprendido, y lo reconoció al instante.

Subaru: "O-Otto..." Su voz estaba entrecortada, más por el dolor de su pierna mutilada que por emoción.

Un alivio profundo recorrió a Subaru, aunque el dolor constante de su herida apenas se lo permitió disfrutar: volver a ver a su amigo comerciante, a su tonto pero confiable Otto, era un bálsamo para su mente agitada.

Otto se dio vuelta para mirar al herido pelinegro, su rostro serio y distante.

Otto:" ¿Rey de la Purga...?" Murmuró unas palabras que Subaru no entendió, pero dadas las circunstancias, decidió ignorarlas.

"¡Kyaaaah!"

El rugido de Patrasche los impulsó hacia adelante, ayudando a su amo a acercarse al comerciante.

Los ojos del chico de cabello ceniciento parecían desprovistos de vida. En cualquier otro momento, Subaru lo habría notado de inmediato, pero la falta de sangre y el agotamiento comenzaban a nublarle la vista.

Otto: "¿Dijiste que te llamas Patrasche, verdad? ¿Qué tipo de relación tienes con él?". Preguntó el chico a la dragona, lanzando una rápida mirada a Subaru.

"Vaya... parece que esta versión de Otto no me reconoce. ¿Ocurrió algo similar con la Gula y nadie recuerda nada? No... si yo fuera un Arzobispo, Otto no estaría tan tranquilo... al menos mostraría sorpresa", pensó el herido chico para si mismo.

Pero cada segundo que pasaba, su cuerpo y mente se debilitaban, y Patrasche lo notó de inmediato, ladeando la cabeza con preocupación mientras se preparaba para protegerlo de cualquier eventualidad.

"¡Kyaaaah!"

El rugido de Patrasche resonó en la habitación, más cargado de súplica que de amenaza, mientras avanzaba lentamente junto a su herido amo.

Todo esto porque Patrasche...

Patrasche...

Patrasche no quería verlo morir...

No otra vez...

"..."

"..."

"..."

El silencio que siguió fue absoluto, pesado, casi asfixiante. Subaru apenas podía sostenerse, su pierna mutilada ardía, su torso sangraba y el torniquete improvisado apenas contenía la hemorragia. Cada jadeo le costaba un mundo, cada parpadeo lo acercaba más al borde de la inconsciencia.

Otto observaba. Lo tradujo todo: el rugido, la súplica, la urgencia de la dragona. Pero en su rostro no se reflejaba nada. Ninguna emoción, ninguna preocupación, ninguna chispa de pánico. Solo la mirada fría y vacía de alguien que ya no se sorprendía por nada.

Otto: "¿Quieres que lo salve...?" Su voz era calma, casi indiferente, mientras se giraba hacia Patrasche.

La dragona asintió sin dudar. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, sus garras se aferraban con fuerza al piso, su cuerpo temblando de tensión y miedo.

Otto se dejó caer de hombros, caminando con paso lento pero firme hacia Subaru, como si el tiempo no tuviera urgencia para él.

Cada movimiento contrastaba con la urgencia desesperada de la dragona, acentuando aún más la precariedad de la situación.

Subaru lo miró con ojos agotados, vidriosos, su respiración dificultosa. La sangre seguía fluyendo de manera imparable por su torso, y cada latido le dolía como si su corazón fuera aplastado por una fuerza invisible. Sus fuerzas se agotaban y su visión empezaba a nublarse.

Otto se agachó frente al chico, ahora recostado contra el costado de la cama, y lo examinó con detenimiento. No había compasión, ni piedad, ni urgencia en su expresión. Solo la fría neutralidad de alguien que parecía medir la vida y la muerte como si fueran meras variables.

Otto: "Si tu deseo es que te salve..." Murmuró finalmente, sacando lentamente un objeto de su saco, su movimiento deliberado y meticuloso aumentando la tensión hasta un punto casi insoportable.

Patrasche emitió un leve rugido de alivio, aunque tenso, como un hilo de esperanza temblando en medio de la oscuridad.

Subaru, con esfuerzo sobrehumano, estiró una mano hacia Otto, su mirada reflejando miedo, dolor y la última chispa de confianza que le quedaba.

El aire estaba cargado, pesado. Cada segundo se sentía eterno. La Mansión, los temblores, la sangre... todo parecía haberse detenido, conteniendo la respiración mientras Otto finalmente revelaba el objeto que podría cambiarlo todo.

"¡Shk!".

Subaru sintió como un ardor le empezaba a recorrer el cuerpo desde su pecho, con dificultad bajó la mirada y allí lo encontró, un cuchillo reposaba clavado profundamente en donde estaría su corazón.

Otto lo había apuñalado.

El ex comerciante se acercó al oído del chico y le susurró:

Otto:" Si tu deseo es que te salve... entonces te liberaré para que no puedas volver a abrir los ojos en este mundo de mierda, Rey de la Purga..."

Su voz era algo un tanto rencorosa, pero seguía teniendo el mismo tono desprovisto de emociones con el que se había presentado.

Al notar que algo andaba mal Patrasche apartó rápidamente al comerciante de su amo, clavó sus colmillos en el hombro de Otto y lo tiró hacía un lado mandándolo a volar a través de la habitación.

Otto:" ¡¡Grrhhg!!". Gruñó por el dolor y la sangre que empezó a salir desde su hombro destrozado por los afilados colmillos de la dragona.

Patrasche le dedicó una mirada desafiante al chico de cabello ceniciento, pero este no dijo palabra alguna más allá de sus ocasionales gemidos de dolor por la herida en su hombro.

La dragona se volvió hacia su amo solo para ver con horror como el color de la vida en los ojos de su amo se iban marchitando a una velocidad alarmante.

"¡Kyaaaah! ¡Kyaaaaahhhh! ¡¡KYYYAAAAAAHHHH!!".

Rugió la dragona entre sollozos mientras intentaba desesperadamente clamar por ayuda a alguien, a quien sea, incluso si era una divinidad, pero nadie respondió, ni nada llegó, el chico continuó muriendo ante los aterrorizados ojos de su fiel corcel.

El sonido y las imágenes de su alrededor empezaron a perder su forma, y el ya muy conocido manto de la muerte volvió a envolver a Natsuki Subaru una vez mas...

<<Regreso  de la Muerte>>

" Ten buen viaje, Baru-kun..."

Y esas palabras lo volvieron a acompañar cuando esa molesta luz blanca volvió a envolver a su cuerpo.

En este punto... Subaru ya estaba cansado...

[Fisura: ???].

Al igual que en sus bucles anteriores, la realidad tardó varios segundos en acomodar la materia de Subaru, adaptándola al nuevo mundo. Cada instante parecía estirarse, cargado de la familiar frustración y dolor del traslado. Finalmente, cuando el tedioso y molesto proceso terminó, el chico abrió los ojos, su rostro reflejando un cansancio extremo, casi desgarrador.

Un grito estremecedor irrumpió a su lado:

???:"¡¡¡AAAAHHHHHHH!!!"

Pero no era un solo grito: era una sinfonía de caos, un coro aterrador de batalla, mezclado con el sonido metálico de espadas chocando y cuerpos cayendo.

Subaru parpadeó, aturdido, y contempló el paisaje que se extendía ante él: un páramo desolado, marcado por el eco de una guerra que aún no había terminado. Por todas partes yacían cuerpos de guerreros caídos, héroes y víctimas entremezclados, sus caras congeladas en expresiones de dolor, coraje y sorpresa.

El chico se quedó inmóvil, sintiéndose por un instante como un completo idiota, observando la magnitud de la carnicería sin comprender cómo ni por qué estaba allí, atrapado en medio del horror mientras los gritos continuaban resonando a su alrededor.

???:" ¡Ugrh!". Chilló un hombre con armadura de caballero a su lado, porque una flecha le había perforado la garganta, Subaru se volvió hacia la dirección desde donde la flecha había sido lanzada y se encontró con un gran grupo de demi humanos de diferentes razas que empuñaban diferentes armas, pero había uno en particular que al chico le pareció conocido por un motivo que no alcanzaba a comprender.

Era un gigante de unos tres metros de altura que empuñaba un garrote de guerra con gran maestría, en ese mismo momento estaba en plena lucha contra un gran grupo de humanos que aparentemente no representaron mayor dificultad para el diestro gigante.

???:" ¡¡Graaaaaaghhh!!". Gritó el gigante mientras utilizaba su garrote para partir a uno de los hombres a la mitad, solo para después usar el torso despedazado del pobre guerrero para empalar a su compañero que había intentado apuñalar al gigante por la espalda.

Y así uno por uno de los que se iban acercando al gigante iban siendo asesinados brutalmente sin piedad alguna por el garrote y fuerza descomunal del gigante.

Subaru:" Esto es espantoso..." Murmuró el chico en estado de shock ante la increíble masacre que ocurría a su alrededor.

No era solo el gigante, todos los demi humanos estaban arrasando con los caballeros de una manera aplastante y de las maneras más crueles y crudas posibles.

Cuando el gigante acabó con el grupo de caballeros que inútilmente habían intentado asesinarlo fijo su atención en el chico de cabello azabache.

Subaru tembló ante su mirada y lo hizo aún más cuando el gigante empezó a cargar contra ellos.

Patrasche, igual de paralizada y aterrada que su amo, reunió todas sus fuerzas para actuar. Con un rugido desesperado, se lanzó a través del sendero sembrado de cadáveres de caballeros y demi humanos, esquivando cuerpos inertes y obstáculos mientras huía de la furia del gigante que ya los perseguía implacable.

Al ver su escape, el colosal enemigo hizo una rápida seña a un demi humano felino armado con una ballesta.

El chico gato comprendió al instante y disparó a los pies de la dragona. Patrasche, todavía atrapada en su shock, no tuvo tiempo de reaccionar. El proyectil la alcanzó y la derribó parcialmente, dejándola incapacitada en una de sus patas.

Subaru y Patrasche rodaron entre los cuerpos hasta detenerse junto a un árbol muerto. El pelinegro alzó la vista y sintió cómo el horror le helaba la sangre: el gigante estaba a apenas unos metros. Su enorme mano se extendió y atrapó a Subaru por el pie, levantándolo del suelo como si fuera un juguete.

El monstruo lo sostuvo un instante, observándolo con ojos crueles, antes de apretar su agarre y girar, tomando impulso con fuerza devastadora.

Subaru:"¡¡Espera, espera, ESPEEEERAAAA!!". Gritó con todas sus fuerzas, su voz perdida entre el rugido de los combates cercanos, rogando que algo, cualquier cosa, lo detuviera. Pero era demasiado tarde.

El gigante lanzó a Subaru hacia el cielo con una velocidad aterradora. El viento azotaba su rostro y su cuerpo, y el mundo se convirtió en un torbellino de colores y sonidos. Voló como un ave perdida sobre el campo de batalla, el ocaso anaranjado extendiéndose como un incendio sobre la masacre que lo rodeaba.

Allá, a lo lejos, distinguió el campamento del bando de los caballeros. No había forma de frenar, ni siquiera su Providencia Invisible podría ralentizar un impulso tan abismal.

Sin tiempo para más pensamientos, Subaru cerró los ojos, aferrándose a la mínima esperanza de sobrevivir, mientras se preparaba para el impacto inevitable, consciente de que se estrellaría contra el suelo como un insecto contra un parabrisas.

"¡Crack!"

Resonó el primer golpe, el chico había caído de espaldas al suelo lo cual causo que su columna vertebral fuera reducida a polvo por la fuerza del impacto, pero allí no había terminado su sufrimiento.

"¡Crack!"

Debido al impulso, el cuerpo del pobre chico continuó rodando.

Su cabeza se partió mostrando pedazos de su cerebro a plena vista, sus piernas y brazos quedaron inservibles después del impacto, la sangre comenzó a rodear el cuerpo del chico como una matra de su muerte inminente.

"¡Crack!"

Su mandíbula se desgarro, haciendo que su lengua se moviera de forma grotesca al son de sus violentas vueltas a través del campo de batalla.

"¡Crack!"

Uno de los ojos del chico se desprendió dejando solo una cuenca vacía mientras su segundo ojo era bañado por un gran chorro de su propia sangre enrojeciendo su vista, que cada vez lo mareaba más y más.

¡Crack!"

El torso del chico dio una vuelta sobrenatural, y para rematar una cantidad abominable de vomito fue expulsado por la destrozada boca del chico, haciendo de la escena algo completamente asqueroso.

Finalmente después de rodar por varios metros de intenso e insoportable dolor, su cuerpo o lo que fuera que quedaba de el, se detuvo contra una tienda de campaña militar.

Con su único ojo, que por azares del destino aún continuaba funcionando, Subaru pudo distinguir a una mujer de cabello rojo recogido en una coleta alta. Vestía una armadura blanca impecable, que brillaba con una pureza casi celestial. Su imagen parecía la de un ángel, un contraste doloroso con el muñón de carne que era ahora el cuerpo de Subaru, destrozado por los violentos embates del gigante.

La hermosa mujer contorsionó su rostro en una mueca de horror y repulsión al contemplar la escena. Cayó de rodillas, mientras lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas. Sus manos se llevaron a la boca en un vano intento de contener las náuseas ante la visión de aquel desastre.

???:"No..." Murmuró, apenas audible, pero Subaru, privado de la audición por los múltiples ruedos de muerte anteriores, no pudo escuchar sus palabras. Solo percibió la intensidad de su dolor, la angustia que emanaba de ella ante lo que acababa de presenciar.

Y así, Natsuki Subaru volvió a morir, esta vez de la forma más patética y desoladora posible, mientras la escena se grababa en su mente como un cruel recordatorio de su impotencia...

<<Regreso  de la Muerte>>

" Ten buen viaje, Baru-kun..."

El bucle se reinició y volvió a escuchar las mismas palabras que las veces anteriores.

[Fisura: ???].

Subaru se encontró nuevamente en medio de la Capital de Lugunica, la cual por segunda vez estaba sucumbiendo bajo intensas llamas que amenazaban con devorar todo y a todos lo que se cruzaran en su camino.

Frente al chico un hombre pelirrojo de porte pulcro y perfecto se poso con un rostro indescifrable.

Era Reinhardt.

Subaru sintió un brillo de esperanza al verlo, pero este se desvaneció al momento en el cual ese mismo hombre en menos de un segundo lo partió a la mitad usando su propia mano.

Su carne se desgarro, y sus órganos, sangre y jugos gástricos se desparramaron en el suelo en una escena tanto grotesca como patética.

Reinhardt no sintió pena alguna por la prematura muerte del hombre, su mirada estaba cargada de un real y profundo odio, una emoción que el pelinegro nunca hubiera imaginado en el rostro del Santo de la Espada.

Reinhardt:" Te veré en el infierno, Natsuki Subaru..."

Fue lo último que dijo el hombre antes de que la consciencia del chico de cabello negro se desconectara de la realidad, confirmando nuevamente su muerte...

<<Regreso  de la Muerte>>

" Ten buen viaje, Baru-kun..."

Esas palabras...

[Fisura: ???].

Subaru fue transportado a las áridas afueras de un desierto. No era la primera vez que se aventuraba en una fisura de este tipo, pero algo en el aire le resultaba inquietantemente distinto.

De repente, la tierra a su alrededor comenzó a temblar violentamente. Al bajar la mirada, vio cómo el suelo se levantaba en enormes olas de arena y roca, y ni él ni Patrasche pudieron reaccionar a tiempo.

"¡Kaboom!"

Una explosión masiva de arena lo cegó momentáneamente. Sintió cómo su centro de gravedad se distorsionaba y, en un instante de pánico, comprendió que estaban suspendidos en el aire, arrastrados por la fuerza del cataclismo. Al mirar hacia abajo, su rostro se contrajo de puro terror.

Un gusano de tierra de al menos veinte metros emergía desde las profundidades del desierto, su enorme mandíbula abierta con un único objetivo: devorarlos.

[Providencia Invisible]

Subaru activó su Providencia Invisible en un intento desesperado de atacar a la criatura, pero sus golpes no le hicieron ni cosquillas. La bestia era demasiado masiva; localizar su corazón, su único punto débil, era imposible.

Con lágrimas acumulándose en sus ojos, Subaru buscó a su alrededor cualquier salvación. A lo lejos, distinguió una carroza elegante tirada por un dragón de tierra amarillo de cuatro patas, pero no pudo identificar a ninguno de los pasajeros. La esperanza parecía tan distante como el horizonte ardiente del desierto.

Antes de poder reaccionar, el gusano de tierra se abalanzó y engulló por completo a Subaru y a Patrasche, desapareciendo bajo su oscuro y colosal cuerpo.

Los afiliados dientes en el interior de la boca del gusano trituraron la piel del pelinegro causándole un dolor infernal, sus extremidades fueron desgarradas al igual que el resto de su cuerpo, al paso de unos cuantos segundos de profundo dolor y agonía, Natsuki Subaru murió nuevamente...

<<Regreso de la Muerte>>

" Ten buen viaje, Baru-kun..."

Otra vez...

<<Regreso de la Muerte>>

Otra vez...

<<Regreso  de la Muerte>>

Y una vez más...

<<Regreso  de la Muerte>>

No termina...

<<Regreso de la Muerte>>

¿Cuál es el sentido de esto...?

<<Regreso de la Muerte>>

Mamá...

<<Regreso de la Muerte>>

Papá...

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Ayuda...

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"..."

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"..."

"..."

[Fisura: •••••]

Subaru abrió los ojos, el cansancio marcado en su rostro como ojeras invisibles, pero su cuerpo y mente ya no podían permitirse rendirse. Patrasche a su lado respiraba con la misma tensión contenida; ambos estaban exhaustos por la interminable sucesión de fisuras.

Ya no podía negarlo: por alguna razón que aún no comprendía, Patrasche parecía recordar los bucles. No había tenido oportunidad de confirmarlo, porque en cada fisura el peligro acechaba al instante, y en esta seguramente no sería la excepción.

Ambos se pusieron en alerta de inmediato. El espacio en el que se encontraban era cerrado y lúgubre; las paredes de piedra, gastadas por el tiempo, presentaban grietas de las cuales sobresalía musgo húmedo.

La penumbra era tan densa que distinguir algo a simple vista era imposible. Subaru y su fiel dragón avanzaron con cautela, conscientes de que, una vez más, sus vidas pendían de un hilo. Necesitaban, de una vez por todas, terminar con este maldito ciclo de miseria.

El pasillo que recorrieron parecía no tener fin. Nada destacaba, solo paredes gastadas, frías, que se extendían como un laberinto sin lógica.

Subaru: "Por ahora todo está demasiado calmado... Patrasche, mantente alerta ante cualquier cosa". Su mano descansaba sobre el látigo, lista para reaccionar ante el menor signo de peligro.

"¡Kyaaaaahh!"

Rugió la dragona, sus ojos afilados recorriendo cada rincón con la precisión de un depredador.

Minutos interminables pasaron mientras avanzaban por aquel laberinto. Lo que antes parecía un simple pasillo se transformó en un intrincado conjunto de corredores y habitaciones vacías, cada una más desoladora que la anterior. La nada se extendía a su alrededor, tan intensa que, de no ser por Patrasche, Subaru habría caído en la locura.

Continuaron su avance, cada paso cargado de ansiedad, hasta que algo captó la atención del chico.

Subaru: "¿Eso... es una luz, Patrasche?"

La dragona asintió con delicadeza, confirmando lo que sus ojos habían detectado.

La monotonía de los pasillos había empezado a quebrar la mente de Subaru. En las fisuras anteriores, cada instante estaba marcado por el peligro; la supervivencia lo obligaba a reaccionar inmediatamente. Pero ahora, ante la inmensidad silenciosa y vacía, la presión de la espera y la incertidumbre lo estaba devorando desde adentro.

Sin embargo, aquella luz al final de uno de los pasillos era un pequeño respiro de esperanza. Su corazón, fatigado y dolorido, latió con un hilo de emoción que apenas podía controlar.

Subaru sabía que no podía dejarse llevar por la emoción. Señaló a Patrasche para avanzar con extremo cuidado. No volvería a morir de forma estúpida... no por decimoctava vez.

Avanzaron en completo sigilo hasta la habitación de la que provenía la luz. Subaru descendió con cuidado del lomo de Patrasche, manteniendo las riendas firmes en sus manos. Se asomó lentamente, cada músculo en tensión, preparado para un escape instantáneo si el peligro surgía de la sombra.

La atmósfera era sofocante, la luz distante y misteriosa, y cada paso los acercaba más a lo desconocido, donde la línea entre la salvación y la muerte era más delgada que nunca.

Subaru: "¿Qué carajos es esto...?" Murmuró, frunciendo el ceño mientras analizaba la habitación frente a él.

A diferencia de las otras salas sombrías y vacías, esta estaba decorada con un elegante mueble de mármol en el centro. Sobre él reposaban dos esferas de luz: una irradiaba un brillante color lila, mientras que la otra destellaba un blanco intenso que le provocó al chico recuerdos desagradables.

Las paredes estaban adornadas con glifos que Subaru no lograba comprender, algunas pinturas de significado incierto y una cortina roja que enmarcaba la sublime presencia de las esferas.

Subaru: "¿Este es el lobby de la fisura, o por qué tomarse tantas molestias?". Murmuró mientras recorría con la mirada cada detalle, acompañado de su fiel dragona de tierra.

Al notar que no había nada más destacable, se acercó al altar con cautela. Las esferas no parecían tener nada fuera de lo común... salvo el resplandor hipnótico que emanaban.

Subaru: "Si tomo esto, ¿Se activará alguna trampa al estilo Indiana Jones...?" Preguntó a Patrasche, quien obviamente no entendió la referencia.

Su instinto le gritaba precaución. En todas las historias sobre templos y catacumbas que había leído, los tesoros brillantes nunca traían algo bueno: trampas mortales que sellaban la muerte del curioso. Subaru dudó, sintiendo cómo cada fibra de su cuerpo se tensaba.

"¿Será mejor dar media vuelta? Llevamos horas explorando con Patrasche y esto es lo único diferente que encontramos... y dudo poder volver si nos vamos ahora. ¿Qué debería hacer?", pensó, rascándose la barbilla con su guante.

Como si respondiera a su indecisión, las esferas comenzaron a brillar con una intensidad diez veces mayor, cegando momentáneamente al chico.

Subaru: "¡Mierda, mis ojos!". Gritó, frotándose los párpados para recuperar la visión.

Patrasche reaccionó al instante, apoyándolo para que no cayera de trasero, aunque no podía hacer mucho más.

Cuando finalmente Subaru recuperó la vista, vio las esferas reluciendo con intensidad variable según su proximidad. Miró a su corcel y preguntó, intentando alivianar la tensión con una broma:

Subaru: "Oye, Patrasche... ¿Debería probar suerte y tomar esto? Tal vez un Roswaal con cuerpo de bebé y alas de ángel descienda del cielo y nos saque de aquí".

La imagen mental le provocó un escalofrío, y Patrasche frunció el ceño, compartiendo la incomodidad de su amo. Decidió dejar de lado la broma y centrarse en la situación.

Tras pensar unos segundos, la dragona asintió con determinación hacia Subaru. Él entendió el mensaje y avanzó hacia el altar, inseguro. Su mano tembló al imaginar las posibles consecuencias... el miedo de ver a Patrasche sufrir nuevamente lo paralizaba.

Subaru: "Vamos... no puedo dejar que pase otra vez". Murmuró, mirando a su corcel. Patrasche respondió con un leve rugido, reafirmando su apoyo.

"Kyaaah~"

Exclamó suavemente, como un eco de ánimo para Subaru.

El pelinegro cerró los ojos y, con decisión, tomó ambas esferas con sus manos enguantadas. Se preparó para cualquier consecuencia, listo para sacrificarse si era necesario y reiniciar el bucle para proteger a Patrasche.

Nada sucedió. Subaru abrió los ojos lentamente y miró su puño cerrado; las esferas seguían allí, inalteradas, sin cambios en el entorno.

Soltó un suspiro profundo: alivio por la seguridad de su corcel, pero también un toque de decepción por la falta de desafío.

Subaru: "Bueno, Patrasche... supongo que estaremos atrapados en este laberinto un tiempo má-".

Antes de que pudiera terminar la frase, su entorno comenzó a temblar, y un escalofrío le recorrió la espalda. Las alarmas internas de su instinto se encendieron al instante.

Las paredes, el suelo y hasta el aire parecían distorsionarse; grietas surgieron de la nada, surcando la habitación como telarañas. De ellas emanaba un intenso y familiar brillo blanco que Subaru había aprendido a temer.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia Patrasche y, de un salto ágil, se subió a su lomo, listo para huir. Sus manos se aferraron a las riendas con fuerza mientras preparaba la orden de escape.

Pero justo cuando iba a indicarle que emprendieran la retirada, las grietas se expandieron con velocidad aterradora, cruzando toda la habitación y devorando cualquier punto estable a la vista. En un instante, el suelo cedió, las paredes se desvanecieron... y ambos fueron tragados por un cegador resplandor blanco.

[Fisura: El jardín].

El chico y su corcel fueron envueltos en cuestión de segundos por la luz, sintiendo cómo sus cuerpos flotaban sin control.

Por instinto, ambos cerraron los ojos, conteniendo la respiración mientras la distorsión del espacio y del tiempo a su alrededor los envolvía por completo. Cada segundo parecía durar una eternidad, y Subaru sintió un nudo en el estómago, el mismo que lo había acompañado en dieciocho muertes, cada una más cruel que la anterior.

Cuando finalmente la luz desapareció, Subaru se frotó los ojos con un gesto torpe, repetido incontables veces en ese ciclo. Pero lo que vio lo dejó sin aliento.

Subaru: "¿Eh...?" Murmuró, con la voz quebrada, mientras la incredulidad lo paralizaba.

Ante él se extendía la base de su refugio en el jardín, intacta, como si el tiempo hubiera decidido cederle una tregua. Varias lágrimas comenzaron a formarse y descendieron por sus ojos cansados, acumuladas de cada fracaso, de cada muerte, de cada momento en que la desesperación lo había consumido.

"¿Kyaaaah?"

Gruñó Patrasche, confundida por el repentino cambio de entorno y por la extraña emoción que emanaba de su amo. Su cola se movió inquieta mientras se inclinaba hacia él, buscando comprender.

Subaru: "Lo... logramos..." Su voz apenas era un susurro roto por la emoción, su cuerpo temblando mientras abrazaba el aire como si pudiera retener todo el peso de su alivio.

Patrasche alzó lo que podría ser interpretado como una ceja, sin entender del todo, pero percibiendo la intensidad de los sentimientos de Subaru.

Subaru: "¡¡Lo logramos!! ¡Patrasche, lo logramos!" Su voz se elevó con un entusiasmo que contradecía el cansancio de su cuerpo, un grito cargado de alivio puro y catártico.

Nunca se había imaginado que un simple jardín podría significar tanto, que estar de regreso en ese refugio le arrancara lágrimas de felicidad después de tanto sufrimiento.

Sin dudarlo, abrazó a Patrasche por el cuello mientras aún estaba sobre su lomo. La dragona, aunque desorientada, dejó que la emoción de Subaru la envolviera y respondió con lamidas suaves en su rostro, un gesto silencioso de comprensión y consuelo.

"¡Kyaaaaaah!"

Subaru: "Sí, Patrasche... yo también te quiero." La sinceridad en su voz era palpable, cada palabra cargada de gratitud, miedo y alivio.

Finalmente, Subaru se bajó del lomo de su fiel corcel y la condujo hacia el interior de su base. La cueva les ofrecía un refugio seguro, donde la tormenta floral no podía alcanzarlos, y por primera vez en muchas horas, Subaru permitió que su cuerpo y mente se relajaran, sabiendo que, aunque la pesadilla de las fisuras no había terminado, al menos habían recuperado un respiro juntos.

Subaru: "¡Patrasche, bienvenida al oasis Natsuki, cortesía de Natsuki Subaru!" Exclamó el chico haciendo una exagerada reverencia que casi lo hace perder el equilibrio.

Patrasche miró el lugar con sumo interés, ladeando la cabeza. La entrada no era más que dos cortinas de colores que separaban el jardín exterior de la cueva interior.

Subaru agarró un mechero de una caja cercana y comenzó a prender las velas una por una, iluminando el lugar y revelando su pequeño caos organizado.

La luz temblorosa dibujaba sombras curiosas sobre las paredes de la cueva, dándole un aire lúgubre pero acogedor.

El suelo estaba cubierto de objetos y papeles desparramados, señal evidente de que este era realmente el hogar de su jinete.

En una de las paredes colgaba, con un improvisado perno, el característico chándal del chico de ojos aterradores. A lo lejos, su cama improvisada sobre cajas y un conjunto de otras cajas con papeles indicaban que, a pesar del caos, cada cosa tenía su lugar.

Subaru cruzó los brazos y soltó un suspiro divertido:

Subaru: "¡Me ofendes, Patrasche! ¿De verdad creías que tu jinete es un completo alborotador?".

Sin pensarlo, Patrasche asintió varias veces con la cabeza, haciendo que el orgullo del chico se desplomara en tiempo récord. Subaru se llevó dramáticamente la mano al corazón, fingiendo estar herido, y luego estalló en una risa compartida con su corcel.

Pero la paz no duró mucho. Patrasche giró la cabeza y su expresión cambió por completo. Allí estaba... una piedra con el rostro de Emilia pintado torpemente y un trapeador que imitaba su cabello plateado.

A su lado, un melón con la cara de Beatrice dibujada con un rotulador y cerillos acomodados en espiral para simular el cabello de la bibliotecaria.

Subaru: "¡Oh, no, Patrasche, no mires eso así!". Gritó, intentando interponerse entre la dragona y sus... "obras maestras". "¡Estuve atrapado en este lugar por meses! ¡Necesitaba hablar con alguien!".

Patrasche rodó los ojos y, con un coletazo, apartó a Subaru mientras destapaba de nuevo la escena grotesca. El chico, rojo de vergüenza, saltó torpemente para tapar sus creaciones con un pedazo de tela blanca que encontró tirado en el suelo.

Subaru: "¡No, no, Patrasche! ¡Espera! ¡No es lo que parece!" Exclamó mientras corría tras ella, pero la dragona ya había decidido ignorarlo y explorar el resto de la cueva con evidente indiferencia.

Subaru, con una mezcla de resignación y alivio, metió la mano en su bolsillo y sintió las pequeñas esferas de la esperanza.

Las sacó y las colocó cuidadosamente sobre su cama improvisada, pensando en darles un lugar mejor más adelante.

Patrasche continuó ignorándolo, aunque lo que Subaru no sabía era que la dragona estaba secretamente resentida por no haber sido incluida en las esculturas improvisadas del chico. Como buena tsundere, por supuesto, no lo admitiría jamás.

Subaru suspiró y se dejó caer sobre una caja cercana, observando a Patrasche desde la distancia. Por primera vez en mucho tiempo, a pesar del caos, las muertes y el agotamiento, pudo esbozar una sonrisa genuina.

Pero cuando miró a Patrasche de espaldas, su semblante se ensombreció. Recordó lo que había ocurrido durante los bucles de la fisura: cómo su fiel dragona parecía recordar cada ciclo, cada muerte, cada despropósito que lo había llevado al límite. La idea lo confundía, pero había algo que quería discutir con ella antes de sacar conclusiones precipitadas.

Subaru: "¿Patrasche, podríamos-?".

Sus palabras se quedaron suspendidas en el aire. De pronto, un fuerte brillo emanó desde su cama, de las esferas que hasta hacía unos segundos descansaban tranquilas.

Subaru se tapó los ojos con el antebrazo, adoptando una postura defensiva mientras la intensa luz morada iluminaba gran parte de la cueva, dibujando sombras danzantes sobre las paredes.

Patrasche, igualmente cautelosa, se colocó al lado de Subaru, lista para reaccionar ante cualquier amenaza. Sus ojos brillaban con ese instinto agudo que parecía entender más de lo que Subaru podría imaginar.

Y entonces, la luz desapareció tan repentinamente como había llegado. Subaru, con el corazón latiendo a mil, sostuvo su látigo y avanzó lentamente hacia el origen de la luz, con Patrasche siguiéndolo a pasos silenciosos.

Lo que encontraron lo dejó sin palabras.

Allí, descansando sobre las sábanas donde antes estaban las esferas, yacía una hermosa chica de cabello lila, adornado con una característica estrella amarilla que sujetaba parte de su cabello.

A su lado, sobre uno de los bordes de la cama, descansaba una bufanda afelpada blanca con pequeños moños rosados, que se asemejaba vagamente a un zorro dormido.

Subaru la observó con cuidado, y el reconocimiento lo golpeó de inmediato. A pesar de que era una versión alterna, había convivido con ella durante dos semanas: ella era...

Subaru: "¿Anastasia...?" Murmuró, con la voz entrecortada y los ojos clavados en la chica dormida.

Patrasche se acercó curiosa a la bufanda y le dio suaves toquecitos con la nariz, pero esta permaneció inmóvil.

Subaru, al notar que la chica estaba desnuda pero cubierta por las sábanas, dejó escapar un suspiro de alivio silencioso. Gracias a Od, por el momento no había pecado contra la santidad de su querida Emilia-tan.

Pero justo cuando parecía que todo estaba bajo control, la chica comenzó a moverse torpemente, entre sueños o despertando lentamente.

Subaru entró en pánico. No sabía qué hacer, y al voltear, se dio cuenta de que Patrasche había desaparecido... escondida tras una columna de la cueva.

Subaru: "Traidora..." Murmuró con voz gélida, aunque sabía que ese no era el momento para discutir con su dragona.

Aún así, la visión de Anastasia y la inesperada desaparición de Patrasche hicieron que su mente empezara a girar entre el pánico, la preocupación y una ligera, irónica frustración que solo un bucle tras otro podía producir.

La chica finalmente abrió los ojos con torpeza, y Subaru casi sufrió un ataque de ansiedad al no saber qué hacer en ese momento. Tras unos segundos de pánico, se le ocurrió improvisar.

Anastasia: "U-un techo desconocido..." Murmuró con una voz ronca y desgastada. Sus redondos ojos color cielo recorrieron con cansancio el entorno. Estaba recostada en lo que apenas podía llamarse cama: dura, áspera, incómoda. A su izquierda solo había una pared rocosa y afilada que parecía cerrarle el paso.

Un profundo frío recorrió su cuerpo, obligándola a abrazarse a sí misma en un intento inútil por conservar algo de calor. Entonces, giró hacia la derecha y...

Subaru: "¡¡Buenas noches, estrellita, la tierra te dice hol-!!".

El saludo fue abruptamente interrumpido por un fuerte puñetazo en la quijada.

Anastasia: "¡¡Wuaaaaaa!!" gritó con desesperación, aferrándose a la sábana como escudo mientras lanzaba el gancho con su mano derecha al intruso que la había sobresaltado.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Subaru salió disparado hasta estrellarse contra una pila de papeles desperdigados en el suelo

Subaru salió disparado hasta estrellarse contra una pila de papeles desperdigados en el suelo. El chico se levantó tambaleando, sobándose la barbilla y gimiendo de dolor de la manera menos digna posible.

Subaru: "¡¡Ay, ay, AAAAAAYYYYYY!!" Chilló mientras saltaba sobre un pie y zapateaba con dramatismo cómico.

Anastasia: "¡¿N-Natsuki-kun?!". Exclamó sorprendida al reconocer al chico al que había mandado a volar con su golpe.

Subaru: "¡Creo que me rompiste una muela, Anastasia! ¡¿Desde cuándo eres tan fuerte, carajooo?!". Vociferó, con los ojos vidriosos y la mano apretada contra la mejilla adolorida.

La comerciante quedó atónita y, cuando estuvo a punto de levantarse para socorrerlo, se dio cuenta de algo que la paralizó: estaba desnuda.

El rostro de Anastasia se volvió tan rojo como una appa madura en plena temporada. Se envolvió de inmediato con las cobijas, temblando de vergüenza, mientras sus ojos buscaban con desesperación alguna explicación al lugar en el que había despertado.

Era una cueva. El ambiente húmedo y frío la envolvía con una sensación lúgubre y extraña. Entonces, un recuerdo le atravesó la mente: había cruzado una fisura mientras exploraba el Teatro junto a su madre cuando...

Anastasia: "¡¡Foxidna!!".

Sus ojos se abrieron de puro horror. Escudriñó la habitación hasta encontrar, en el borde de la cama, a su querida madre. Se lanzó hacia la bufanda de zorro, rodeándola con sus delgados brazos y abrazándola con fuerza, aunque no recibió respuesta alguna. Eso solo intensificó su preocupación.

Cuando Subaru finalmente se recuperó del sorprendentemente fuerte golpe, frunció el ceño al mirar a la chica que se encontraba abrazando con desesperación una bufanda de zorro alvino.

Al instante, la memoria lo arrastró a su tiempo en Banan, en aquella realidad alterna, y reconoció enseguida el disfraz del espíritu zorruno.

Sin embargo, lo que le hizo alzar una ceja fue notar que el zorro no mostraba el más mínimo movimiento, aun estando en brazos de quien, según las explicaciones de la propia Anastasia y de Foxidna en ese mundo, era su contratista.

En ese momento, las palabras de Beatrice se encendieron en su mente como una chispa.

"Cuando un espíritu se sobre exige demasiado, su cuerpo entra en un estado de animación suspendida. De hecho, me ocurrió durante la batalla, y por suerte fui despertada gracias a ese hombre del casco extraño". Así se lo había explicado la pequeña, considerándolo un detalle vital para sobrevivir en Priestella.

Subaru, recordando aquello, se acercó hasta Patrasche y metió la mano en uno de los compartimientos del arnés. Tras rebuscar un poco, sus dedos se cerraron sobre un objeto familiar.

"El caso es que, si esto vuelve a ocurrir en tu mundo, te dejaré este cristal. Podrás usarlo para despertarme a mí... o a cualquier espíritu en animación suspendida, supongo".

Ahora, en su mano descansaba una gema de gran tamaño, celeste, que desprendía un tenue resplandor en sus bordes. Su forma era irregular y extravagante, pero eso carecía de importancia en ese momento.

El chico levantó la vista hacia la joven comerciante, que sollozaba mientras apretaba la bufanda con una mezcla de horror y súplica. Subaru apretó con firmeza la gema y avanzó hacia ella.

"Tenía pensado guardarla para la batalla de Priestella, pero supongo que puedo pedirle otra a ese tal Kiritaka cuando lleguemos allí", pensó con decisión, clavando la mirada en la prenda inerte.

Su primera impresión del espíritu había sido complicada, pero, tras compartir dos semanas en Banan, le había tomado cierto afecto. Sabía bien que para Anastasia, Foxidna era más que un simple compañero: era una figura materna, igual que Puck lo era para Emilia.

Anastasia, entre sollozos, levantó la vista.

Anastasia: "¿N-Natsuki-kun?". Su voz tembló al ver al chico parado frente a ella con una seriedad inusual, mostrando en su mano enguantada la pequeña gema.

Subaru: "No te preocupes, Anastasia... aunque me deberás una después de esto". Su tono fue firme, mientras acercaba la piedra a la bufanda.

Un destello azulado envolvió a ambos, arrancándole un jadeo de esperanza a la comerciante. Sus ojos no parpadearon ni un instante hasta que la luz se extinguió.

La bufanda, antes inmóvil, mostró un leve temblor de vida, aunque el cristal en manos de Subaru se resquebrajó y estalló en fragmentos diminutos.

De inmediato, la tela cambió de forma, revelando al pequeño zorro que se debatía por abrir los ojos. Aunque se veía exhausto, en cuanto recuperó fuerzas fue atraído por los brazos temblorosos de Anastasia.

Anastasia: "¡Madre!". El grito brotó cargado de alivio, mientras abrazaba con todas sus fuerzas al espíritu recién despertado.

Foxidna, con voz ronca y desorientada, apenas pudo responder.

Foxidna: "¿A-Ana? ¿Qué es este lugar... qué ocurrió?".

Anastasia contuvo el torrente de emociones obligándose a aplicar los consejos de respiración que Julius le había enseñado para mantener la calma. Tragó saliva y acarició con suavidad el lomo del espíritu.

Anastasia: "Estoy igual de desorientada que tú, madre...".

Con esas palabras, volvió la mirada hacia Subaru, que se había dejado caer sobre una caja, sentado con las piernas cruzadas, intentando recuperar el aliento.

Cuando el shock inicial se disipó, la incredulidad la golpeó con más fuerza. Anastasia se frotó varias veces los ojos, como si buscara borrar una ilusión imposible. No podía ser él... no debía ser posible... ¿Verdad?

Anastasia: "¿Natsuki-kun...?" Murmuró con un hilo de voz, como si hablara con un espectro.

Subaru: "Ya es la tercera vez que lo dices... Sí, soy el único y original Natsuki Subaru, Anastasia." Forzó una presentación con una torpe reverencia que carecía por completo de elegancia.

El silencio se hizo pesado.

"..."

"..."

"..."

"..."

Anastasia: "¿De verdad eres tú...?" Preguntó con un extraño dolor en el pecho, la voz quebrándosele sin remedio. Era suave, frágil, como si temiera que la respuesta la destrozara.

Subaru: "Sí, sí y sí, Anastasia." Su mano se ladeó con un gesto que intentaba ser ligero, pero solo dejaba entrever la indiferencia de alguien acostumbrado a esconder su vulnerabilidad.

Foxidna: "¿Entonces lo que dijo Satella-?".

Anastasia: "Es real..." Susurró, completando la frase con un temblor en la voz. Sus hombros se sacudieron, pero el leve contacto de su madre la sostuvo apenas.

Subaru: "¿Eh...?"

El nombre prohibido había atravesado el aire como un cuchillo. Subaru quedó petrificado. Ese nombre no debía pronunciarse, nunca... y sin embargo, ellas lo dijeron como si lo hubieran cargado desde siempre. El peso del tabú lo hizo estremecerse.

El ambiente se enrareció. Anastasia alzó la vista con los ojos húmedos, fija en Subaru. La imagen de cada una de sus muertes, de cada bucle repetido, se agolpaba en su mente, y la rompía en silencio.

Subaru, cada vez más desconcertado, sostuvo esa mirada. Un miedo profundo florecía en su pecho. Primero fue Patrasche recordando lo imposible... ¿Y ahora esto?

Las piezas no encajaban. Y cuanto más lo pensaba, más sentía que todo lo que había protegido en secreto estaba derrumbándose frente a sus ojos.

Anastasia cerró los párpados, aspiró hondo, y volvió a abrirlos con determinación. Sabía que no debía, que no tenía derecho... pero aun así debía preguntar. Solo de esa forma podría cargar con lo que le correspondía.

Anastasia: "Natsuki-kun..."

Su voz tembló, pero la resolución en sus ojos fue suficiente para helar el aire a su alrededor. Subaru tragó saliva, atento, con un presentimiento que le encogía el estómago.

Anastasia: "¿Puedes regresar... de la muerte?"

El mundo pareció detenerse.

"..."

"..."

"..."

"..."

Subaru abrió los ojos de par en par. Un dolor fantasma le atravesó el pecho como una lanza invisible. El sudor frío corrió por su frente mientras su respiración se volvía errática. Su corazón latía tan fuerte que creía que se rompería en cualquier instante.

Subaru: "¿Eh...?"

Esperó lo inevitable: el tiempo congelado, la mano invisible oprimiendo su corazón, la sanción brutal contra Anastasia. Pero...

Nada ocurrió.

El silencio continuó. La pregunta seguía flotando intacta en el aire. La muerte no llegó.

Subaru retrocedió un paso, horrorizado. El tabú no se había activado. ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando?

Anastasia, igual de sorprendida, comprendió lo que aquello significaba: en este teatro de sombras, Satella y la Bruja de los Celos estaban atrapadas. El peso del tabú había sido arrancado de raíz... aunque fuera solo por un instante.

Y entonces lo entendió.

Ese era el momento. El único en el que podía desnudar su culpa y enfrentar lo que había ignorado. El instante en que debía cargar con sus pecados... ante el chico que había muerto incontables veces por todos ellos.

La sala se volvió un abismo de incertidumbre, con Subaru jadeando, el miedo mordiéndole el alma, y Anastasia temblando entre la esperanza de redimirse y el terror de escuchar la verdad.

El eco de aquella pregunta quedó suspendido en el aire como un cuchillo sin caer.

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO:(???)

¡Bueno/as días, tardes o noches queridos lectores!

Se que he estado algo inactivo pero espero me disculpen, este capítulo lo he reescrito como unas 4 veces hasta que me convenció, y como verán el cap no es para nada corto, de hecho el borrador llegó hasta las 40.000 palabras, no se como habrá quedado en la versión final después de las revisiones y correcciones.

También he de agradecer todo el apoyo que han recibido cada uno de los caps del Fic, ya casi todos tienen 3.000 lecturas cada uno.

[ANUNCIO IMPORTANTE]

Como he estado tan inactivo con las reacciones he decidido que le próximo cap de las reacciones va a ser muy, pero MUY largo, este adaptará las ultimas 60 páginas del tomo 21 del Arco 6 para así pasar al tomo 22, por lo que probablemente este cap tarde lo suyo en llegar, aunque intentaré no tardar tanto como en este.

Estimo que probablemente este cap vaya a tener unas 40.000 palabras mas o menos, con esto por fin incluiremos a Shaula al elenco!!

[FIN DEL ANUNCIO]

Espero que les gustarán las ilustraciones, este ha sido el cap con más ilustraciones que he hecho hasta ahora, de hecho la idea del cap llevó escribiéndola desde hace 4 meses.

Datos curiosos:

-Las Fisuras son una combinación compleja de magia Yin y Yan las cuales combinadas con la inestabilidad del jardín después de la captura de Satella por Fomalhaut, generaron estas brechas entre realidades.

-Las Fisuras son aleatorias al lugar al cual desembocan, incluso si siguen una estructura para determinar el tipo de fisura que se trata siguen valiéndose de un factor de suerte.

-Subaru dejó su chándal guardado en la base de la cueva para no dañarlo debido a los peligros del jardín, ya que de vez en cuando las bestias demoniacas de las fisuras escapan de sus lugares y salen hacia el jardín.

-La primera fisura es un claro y pequeño homenaje a "Two Forgotten Stars", de la cual hice una encuesta hace varios meses para elegir cual sería esta misma fisura, aunque dejé como fisura secundaria a "Re:Inventado" por gustos personales (Es un muy buen Fic, pueden leerlo por el nombre de 'Humility If')

-En la fisura de "Estrellas Olvidadas", Subaru fue tratado como Otto en su campamento.

-En la fisura de "Re:Inventando", Elsa Y Meili fueron torturadas severamente por Capella al fallar su misión, solo para enterarse de que... ¿Había un segundo Subaru?, la Arzobispo y sus hijas quedaron desconcertadas cuando en las misma calle desolada donde 'Madre' estaba castigando a sus hijas un desorientado chico de cabello negro apareció recorriendo ese mismo camino poco después...

-Derechos reservados a:

[Fisura: Estrellas olvidadas]. "Autor: KnockTok" Obra: " https://archiveofourown.org/works/64432372/chapters/165436729 "

[Fisura: Re:Inventando]. "Autor: @Geisterivain" Obra: "https://www.wattpad.com/story/232407538-re-inventando-la-vida-en-un-mundo-diferente-desde"

-Como ya fue mencionado Patrasche vivió y recordó todos los bucles de la fisura.

-El enfrentamiento de Subaru y Elsa duró 30 segundos.

-Como tal vez habrán sospechado, fue Rom quien hizo puré a Subaru en la fisura de la Guerra Demi humana.

Ahora les dejo con algunas ilustraciones extras sobre el jardín, espero les guste:

Ahora les dejo con algunas ilustraciones extras sobre el jardín, espero les guste:

Bueno con eso terminamos, esto si que fue largo


Bueno con eso terminamos, esto si que fue largo... el siguiente cap como ya dije ya a terminar con todo lo que queda del tomo 21 por lo que tardará su tiempo, espero lo comprendan.

Nos vemos dentro de unos días o el fin de semana que viene, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:22/08/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 38604.

Notes:

Gracias por leer :)

[Notas incluidas en el capítulo]

-Derechos reservados a:

[Fisura: Estrellas olvidadas]. "Autor: KnockTok" Obra: " https://archiveofourown.org/works/64432372/chapters/165436729 "

[Fisura: Re:Inventando]. "Autor: @Geisterivain" Obra: "https://www.wattpad.com/story/232407538-re-inventando-la-vida-en-un-mundo-diferente-desde"

Chapter 21: Inicia la Conquista de la Atalaya de las Pléyades Prt 1

Summary:

Este Fic fue escrito originalmente en español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Inicia la Conquista de la Atalaya de las Pléyades Prt 1

El silencio se hizo pesado en el auditorio.
Cinco eternos minutos de quietud y tensión, donde nadie se atrevía a hablar.

Hasta que finalmente...

Una luz titilante emergió de la pantalla, como un suspiro ahogado tras una larga apnea.

Todos alzaron la mirada al unísono, con una mezcla de recelo, ansiedad y esperanza.
Las preguntas aún pesaban como piedras en sus pensamientos, pero si algo habían aprendido, era que la pantalla... siempre traía respuestas.
Y más preguntas.

Sobre el fondo negro, comenzaron a aparecer letras blancas, una tras otra, lentas y ceremoniosas...

CAPÍTULO: 6 CONFIANZA EN LAS ARENAS

-Subaru estaba cayendo en lo más profundo de una grieta, incapaz de alcanzar nada.

La luz en la distancia se hizo cada vez más pequeña. Hasta que desapareció. Como arena que se escurre entre los dedos. Como caer en un profundo, profundo agujero del que no había retorno-.

Los ojos del elenco se abrieron de par en par ante el repentino cambio de escenario.

Felt, con un sobresalto, murmuró lo que muchos pensaban.

Felt:" ¿El hermano mayor... fue transportado a otro lugar?".

La proyección mostraba a Subaru en medio de una oscuridad densa, apenas iluminada lo suficiente para distinguir su silueta y el desconcierto en su rostro.

Un murmullo de alivio recorrió la sala; más de uno soltó un suspiro al darse cuenta de que, al menos, Subaru no había muerto al ser tragado por aquella brecha en el espacio.

Pero ese respiro duró poco.

El silencio volvió a pesar sobre todos, y una nueva pregunta se instaló en sus mentes, inquietante, inevitable:

¿Dónde demonios está...?

"-¿Cuánto tiempo vas a seguir durmiendo? Despierta ya, Barusu".

"¡¿Prgaka?!".

Algo afilado se clavó en su costado, provocándole un aullido por la conmoción. Subaru se incorporó, aspirando en el proceso una bocanada de la arena que había en el aire y tosiendo violentamente.

"¡Ugh! ¡Blehbleh! ¡Kah! ¡Bleh! ¿Qué? ¿Qué pasó...?!"

Emilia:" ¿Está junto a Ram?". Preguntó en voz baja, reconociendo de inmediato el apodo y el tono inconfundible de la criada de cabellos rosados.

Al, rascándose la nuca bajo el casco, murmuró con una mueca.

Al:" Ouch... Od sí que se la tiene jurada a Bro. Nada peor que ser recibido de la forma más brusca... por la persona más brusca".

Otto suspiró con resignación, intentando ver el lado positivo.

Otto:" Bueno, al menos Natsuki-san está a salvo. Aunque... diría que esa bienvenida fue un poco excesiva, Ram-san..." Añadió, rodando los ojos por la dureza de la criada.

La aludida, que hasta ese momento había permanecido callada, sumida en sus propios pensamientos, se sobresaltó apenas al escuchar su nombre varias veces.

El alivio de comprobar que su "hermano menor" seguía con vida la había golpeado más fuerte de lo que esperaba.

Ram carraspeó con disimulo, ocultando ese instante de vulnerabilidad, y retomó su postura orgullosa mientras elevaba el mentón.

Ram:" Fue la bienvenida más adecuada para alguien como Barusu. Él disfruta del maltrato... Ram solo cumplió con sus retorcidas fantasías". Su voz sonó firme, pero algo más bajo de lo normal, pues la preocupación aún se enredaba en su pecho.

Un coro de suspiros resignados se dejó oír en el auditorio. Sin embargo, Rem observó a su hermana con una sonrisa suave, reconociendo en su altanería una manera torpe —pero sincera— de aliviar la tensión que la había estado carcomiendo.

Escupiendo la arena, Subaru se esforzó por levantarse, pero al pisar, su pie resbaló y tuvo que equilibrarse con la mano. Pero esa mano también se hundió, y su cara se estrelló contra un montón de arena.

"¡Ugh! ¡GahhBleh!".

"...¿Aún no has comido suficiente arena? Tu vulgaridad no tiene límites".

"No lo digas como si estuviera comiendo arena porque tengo un poco de hambre..."

Respondiendo al despiadado insulto, Subaru levantó la cabeza mientras tosía arena de nuevo.

Ricardo soltó una carcajada estruendosa.
Ricardo: "¡Pff! Vamos, tampoco es que mini jefe de mucho con que defenderlo, jajajajaja."

Su risa fue tan descarada que contagió a varios de los presentes.

El comentario, simple pero oportuno, rompió de golpe la tensión acumulada en la sala.

Las risitas empezaron a multiplicarse, y en cuestión de segundos el ambiente se había aligerado: clara prueba de que el hombre perro había cumplido su cometido.

Esta vez Subaru tuvo más cuidado, asegurándose de no resbalar de nuevo en la arena mientras se levantaba.

"Esto es..."

"Una temperatura tan baja sin brisa... Es probable que esté en algún lugar bajo tierra".

Mientras miraba alrededor de la oscuridad que les rodeaba, una linterna que brillaba con una luz blanca -una linterna de emergencia con mineral de ragmita en su interior- se le puso de repente delante.

Al cogerla, por fin pudo ver con claridad a la otra persona que le acompañaba.

"-¿Ram?".

"¿Quién más podría ser? Y no digas una estupidez como Rem".

" Se parecen, pero el aura que desprenden es parecida y a la vez totalmente diferente... ¿Cómo está tu cuerpo? El agotamiento por usar tu clarividencia, provocó que sangre empezara a salir de tu ojo..."

"¡Ja! Qué caballeroso por tu parte. Pero guarda tus preocupaciones por la linda Ram para más tarde".

Ram señaló con la barbilla a su alrededor. Siguiéndola, Subaru apuntó con la linterna a su alrededor y tragó saliva cuando vio la situación.

Anastasia: "¿Bajo tierra, eh...?" Murmuró con el ceño levemente fruncido, masticando las implicaciones de aquel comentario de la otra Ram proyectada en la pantalla.

La luz temblorosa de la ragmita que Subaru sostenía apenas lograba abrirse paso entre la oscuridad. El entorno seguía siendo árido, sofocante, tan propio de las Dunas de arena... y, sin embargo, algo no encajaba.

Anastasia: "¿Por qué hay una cueva debajo de las Dunas?". Dejó escapar al aire, incapaz de disimular la inquietud. Conocía bien ese desierto: allí no existían cuevas. O al menos, nunca se había descubierto ninguna entrada.

Entonces... ¿Qué demonios era ese lugar? La mercader empezaba a atar cabos, pero aún necesitaba más piezas para formar una teoría sólida.

Mientras Anastasia se sumía en sus pensamientos, el resto del grupo disfrutaba más abiertamente de las clásicas riñas entre el chico de cabello negro y la maid de ojos fríos.

Incluso la verdadera Ram, con todo y su habitual altivez, dejó escapar un par de suspiros divertidos que jamás admitiría.

Roswaal, por su parte, notó cada detalle. No dijo nada; se limitó a observar. Por dentro, compartía cierta diversión al ver a sus sirvientes en aquel vaivén, pero la sombra de otra preocupación lo devoraba.

La proyección del Subaru de cabello blanco y la misteriosa mujer que había aparecido antes seguían martillando en su mente.

Algo en sus entrañas le gritaba peligro, un presentimiento tan fuerte que le impedía disfrutar del momento como los demás.

Estaban en una cueva. El interior era fresco y había un techo alto. Era como un laberinto de arena.

"Antes decías que era subterránea..."

"Si hemos de creer las palabras de Lady Beatrice antes de separarnos, entonces la causa fue la grieta en el espacio".

"¿Así que nos enviaron volando a través de una distorsión... y nos separaron? Bien, ¿y los demás?".

Escuchando el tranquilo análisis de Ram, Subaru pudo por fin volver a ponerse al día de la situación en la que se encontraba. Balanceando la linterna a izquierda y derecha, buscó a alguien más cerca.

"Como he dicho, nos hemos separado. El efecto de su magia anuló el engaño de las dunas. No puedo decir si éste es el camino correcto hacia la torre o si hemos caído en una grieta Inter dimensional atemporal".

"¡¿Cómo puedes estar tan tranquila?! ¿Y por qué estamos los dos juntos...?"

"¿Me estás preguntando eso?".

El rostro de Subaru palideció y contuvo la respiración al oír su voz tranquila. Recordó lo que acababa de ocurrir, Beatrice gritando y el mundo haciéndose añicos a su alrededor.

En ese momento, Subaru se había aferrado reflexivamente a Ram. Y entonces el grupo había sido engullido por la grieta en el cielo, y cuando despertó-.

Reinhardt: "Si todos fueron separados... la situación podría ser incluso más complicada de lo que ya era desde un principio". Comentó el pelirrojo con una mirada crítica, mezclando cautela e inquietud.

Pero quien más se vio afectada por las implicaciones fue...

Ram: "¡¿Si nos dividieron... qué pasó con Rem?!". Su grito escapó antes de que pudiera contenerlo.

Intentó recobrar la compostura de inmediato, pero un tic en su ceja delataba la tensión que la carcomía por dentro.

Beatrice: "Si la criada menor fue transportada acompañada, no será un problema, supongo... pero si estaba sola..." La pequeña espíritu habló con un hilo de preocupación en la voz, dejando el resto en suspenso.

Al: "Si fue transportada sola... realmente estará jodida..." Musitó, cruzando su brazo y bajando ligeramente la cabeza, como si la gravedad de la situación le pesara en el cuerpo entero.

Rem se estremeció levemente, pero no por miedo por su otra versión: su inquietud era por Subaru.

Las consecuencias que esto podría traerle lo llenaban de un silencioso terror que solo ella alcanzaba a percibir.

"Los dos estábamos aquí juntos..."

"No veo a Lady Emilia ni a Lady Beatrice... Esta vez sí que has metido la pata".

"¡Este no es realmente el momento para eso! Tenemos que reunirnos con todos... ¡No, un momento! ¡¿Y Rem?!".

"Estará bien si termina con alguien más, pero si se separa..."

Emilia y Julius ya eran la principal fuerza de combate del grupo. No tendrían ningún problema.

Beatrice y Meili tenían sus propias fuerzas y deberían ser capaces de encontrar alguna forma de mantenerse con vida.

Anastasia/Foxidna probablemente tenía algún as en la manga como cuando tuvo que enfrentarse a Lujuria en Priestella.

-Pero Rem, que sólo podía dormir, era diferente.

Al igual que el resto del grupo, las versiones de Subaru y Ram proyectadas llegaron a conclusiones similares, y eso solo intensificó el dolor interno de Rem.

No quería ser una carga para ellos... pero parecía que el destino la había condenado a serlo desde que había caído ante la Gula.

Spica: "¡Wuaaah, ueah!". La pequeña le daba suaves caricias en los cachetes, intentando aliviarla.

Rem dejó escapar un bufido suave, divertido, mientras sentía cómo un hilo de calma se filtraba entre su ansiedad gracias a las ocurrencias de la niña.

Sentirse oprimida en ese momento resultaba absurdo.

Lo que veía era un futuro que ya no tenía cabida en su mundo. Tomó una decisión firme: dejaría de ser una carga, dejaría de menospreciarse... y haría feliz a su héroe por todos los medios necesarios.

La inútil Rem que había causado la ruptura del cuerno de su hermana, la que había sido un obstáculo para su héroe en los primeros días de ese nuevo mundo... esa Rem ya no existía.

Había sido testigo de tanto: la evolución de Subaru, sus derrotas, sus rupturas... Ahora le tocaba rendir cuentas. Ser útil para él. Hacer que sonriera, que se sintiera completo.

Esa era la Rem que quería ser.

"Tenemos que enlazarnos con todos los demás también, ¡pero la prioridad número uno es encontrar a Rem! No podemos dejarla sola en un lugar como este. Esto no está bien. ¡Esto no está bien en absoluto...!"

"...Barusu..."

"Maldita sea. Esto es culpa mía. Tuve que traerla y por eso, ella... Rem..."

"Barusu, cálmate. Ponerte ansioso ahora no va a..."

"¿Que me calme? ¡¿Cómo demonios esperas que me calme?! ¡¿Estás de acuerdo con que Rem esté sola y en peligro?!".

"¡Claro que no!".

Mientras Subaru entraba en pánico e imaginaba el peor de los escenarios, Ram lo agarró por el pecho y le gritó, luego lo empujó enérgicamente contra una pared hasta mirarlo a los ojos de frente.

A Subaru se le cayó la linterna en el forcejeo, e iluminó de lado la cara blanca de Ram. Había rabia en sus ojos rosados -no, rabia no. Una ansiedad y una angustia que no podía ocultar del todo.

Priscilla: "Ya veo... esa criada ya había llegado a la misma conclusión que el plebeyo antes de que despertara". Dijo con una sonrisa apenas perceptible detrás de su abanico, como si leyera con claridad las emociones que la criada de cabello rosa intentaba ocultar.

Ram frunció ligeramente el entrecejo, pero no dijo nada. No había palabras que pudieran cambiar lo que ya flotaba en el aire.

Los hombros de Subaru se destensaron y Ram le soltó el pecho.

"...Culpa mía. Lo siento. Estaba siendo estúpido. Soy de lo peor".

"...Igual que siempre. Si pasaras cada momento despierto disculpándote por todo lo que hiciste mal, nunca conseguirías hacer nada. Déjate de tonterías sin sentido".

"Sí... lo siento".

Tomando ese insulto como una forma de reconciliación de Ram, Subaru se disculpó por última vez.

"Es un mero consuelo, pero siento una débil conexión con Rem. Al menos, ella sigue viva".

"Una conexión... ¡Cierto, la sinestesia!".

Al oír eso, Subaru recordó una palabra nostálgica. Cuando los cultistas de la bruja dirigidos por Betelgeuse iban tras Emilia y los demás, Rem había sido capaz de sentir que Ram estaba en peligro en la mansión.

"¿Hay alguna posibilidad de que puedas usar esa sensación para averiguar dónde está Rem?".

"Como he dicho, la conexión es débil. Todo lo que puedo hacer es sentir que está durmiendo. Y la longitud de onda de mi clarividencia no se solapa con la de Lady Emilia o las otras, así que tampoco puedo decir si están a salvo."

"Ya veo. Una comprobación de seguridad con la clarividencia a corta escala... ¿Entonces no puedes conectar con nadie?".

"Estrictamente hablando, hay otra persona con la que puedo conectar. Aunque no tiene sentido".

Subaru no entendía a qué se refería con que no tenía sentido confirmar la seguridad de los compañeros que se habían separado de ellos. Pero esa pregunta pronto se respondió sola.

"-Por el aspecto de las cosas, supongo que ya estás mejor, Natsuki."

El elenco aún procesaba la situación: el grupo para explorar las dunas había sido separado, y con ello la fuerza colectiva se había visto peligrosamente mermada.

En el campamento de Emilia hubo un respiro momentáneo al confirmarse, gracias a la sinestesia, que Rem seguía a salvo. Sin embargo, la incertidumbre persistía: ¿cuánto tiempo se mantendría así?

Pronto, la atención se desplazó hacia otro punto: el campamento de la princesa mercader.

Julius: "¿Anastasia-sama también fue llevada a esa cueva...?" Su voz dejó escapar un matiz de desconcierto, teñida de una preocupación imposible de disimular.

Aun así, en su interior surgió un pequeño alivio. Confiaba en Subaru, confiaba en que él sería capaz de mantener a su Dama a salvo, aunque el peso de la duda todavía le atenazaba el pecho.

Subaru retrocedió cuando una luz le iluminó por el rabillo del ojo. Pero su suave ondulación no le amenazaba, y rápidamente se dio cuenta de que era la luz de otro farol.

Finalmente, la silueta de una persona que lo sostenía se hizo lo suficientemente clara para que pudiera distinguirla.

"...¿Anastasia... y Patrasche?".

Lentamente, los dos aparecieron juntos. Las escamas negras de Patrasche hacían parecer que surgía de la oscuridad misma mientras se acercaba, y Anastasia iba a lomos de Patrasche con su traje blanco.

Anastasia sonrió a Subaru.

"Siento haber tomado prestada a Patrasche sin permiso. Pero estoy demasiado indefensa para ir por ahí explorando sola".

"Eso está... bien, pero... pensé que éramos sólo nosotros dos, Ram".

"No recuerdo haber dicho nunca que fuéramos sólo nosotros dos".

Subaru miró fijamente a Ram, pero ella fingió ignorancia, limitándose a culpar a las propias suposiciones de Subaru.

Ram: "Parece que las turbias intenciones de Barusu de quedarse atrapado junto a la linda Ram en una cueva se vieron frustradas. Se lo agradezco, Anastasia-sama." Exclamó con un tono burlón, negando con la cabeza mientras se divertía con la situación.

La princesa mercader asintió con una leve sonrisa ante las palabras de la criada, pero segundos después rodó los ojos y murmuró entre dientes:

Anastasia: "Sería una pena dejar a Natsuki-kun atrapado con tal pedazo de animal..." El sarcasmo en su tono fue suficiente para arrancar una pequeña risita de Foxidna.

Ram ladeó la cabeza con curiosidad, pero al no alcanzar a escuchar lo dicho por la comerciante, decidió dejarlo pasar y centrarse en la proyección.

"Lady Anastasia, gracias por salir a comprobarlo. ¿Había algo digno de mención a nuestro alrededor?".

"Mmm, he comprobado un poco más, pero no he encontrado a nadie más. Parece que nosotros tres... y Patrasche fuimos los únicos enviados aquí".

"...Ya veo".

Mientras Subaru había estado inconsciente, los dos se habían repartido aparentemente las tareas.

Era bastante fácil adivinar cómo se sentía Ram después de escuchar el informe de Anastasia. Tampoco había nada que Subaru pudiera hacer respecto a su preocupación por Rem, pero...

"Pero al menos es una buena noticia que estés a salvo, Anastasia. Y también tu Patrasche".

"Sí, no todo son malas noticias. También es importante reconocer las cosas buenas. Sinceramente, fue de gran ayuda que Patrasche estuviera aquí y que estuviera dispuesta a escuchar".

Patrasche bajó la cabeza cuando Subaru se acercó, feliz de verle de nuevo. Acariciándole el cuello, Subaru dio un suspiro de alivio al reencontrarse a salvo con su fiel corcel.

La escena era tranquila, casi divertida, pero en el pecho de los más perspicaces del grupo todavía resonaba un malestar silencioso.

La desconfianza ante aquel nuevo entorno se hacía presente, especialmente por...

"Su grupo ya no tiene a ningún combatiente...", Reflexionó Julius, llevándose una mano a la barbilla en un gesto pensativo.

En otro contexto, esto quizá no sería motivo de alarma.

Subaru contaba con un entrenamiento decente en el uso del látigo; Ram podía desplegar una poderosa magia de viento, aunque solo por un corto periodo; Patrasche era una dragona de tierra formidable, capaz de plantar cara a varios enemigos; y Anastasia podía recurrir, en caso extremo, al Od y usar la magia Yang de Foxidna.

Pero aquel no era cualquier contexto. Estaban en las Dunas de Augria, un lugar que ni el propio Santo de la Espada logró superar.

La ausencia de verdaderos combatientes no era solo preocupante... era alarmante.

"¿Así que somos sólo cuatro personas?".

"Si cuentas a Patrasche como una persona, entonces sí. No hay razón para que Emilia o los otros se escondan... Bueno, supongo que Meili podría".

"¿Qué, te refieres a intentar escapar en medio de la confusión? Quiero decir, supongo que no puedo descartarlo, pero".

Meili: "¡¿Eh?!". Soltó con torpeza, incapaz de ocultar el sobresalto que la recorrió al ser mencionada.

Varias miradas se posaron sobre ella, cada una cargada de emociones distintas: desconfianza, alerta, y un toque de cautela que no podía reprocharles.

Después de todo, ¿Quién podría culparlos? Meili había intentado matarlos en dos ocasiones... y eso sin contar los aparentes bucles fallidos.

En realidad, ¿Quién con un mínimo de juicio podría confiar en ella en aquel contexto...?

Mientras Meili pasaba por su cabeza, Subaru pensó en ella.

Gracias a sus reinicios de muerte, sabía que ella tenía al gusano de arena bajo su control para recurrir a él como último recurso. Pero no tenía forma de saber para qué pretendía utilizarlo. Podría haber sido simplemente prepararse para poder atacarles y escapar en algún momento.

"No creo que sea eso".

Meili abrió los ojos de par en par y, segundos después, soltó un bufido resignado.

Claro... él lo haría.

Ese chico que se había tomado el tiempo de convertir su "prisión" en una habitación agradable, cumpliéndole caprichos y brindándole comodidades que ni siquiera ella esperaba. Solo alguien tan absurdamente amable como él podría confiar en ella.

Bueno... y también...

Volteó ligeramente la mirada hacia cierta sirvienta de cabello anaranjado. Petra, previsora como siempre, la recibió con un pellizco juguetón en el cachete.

Meili: "¡Ay, ay, ay! ¡Petraaaaa!". Chilló, intentando en vano liberarse del agarre.

Petra: "Perdón... es que molestarte es divertido". Soltó la disculpa entre risas, mientras Meili hacía pucheros.

La ex asesina se cruzó de brazos y soltó un "¡Hmph!", intentando disimular, pero la pequeña sonrisa que se dibujó en sus labios traicionaba su gesto.

Realmente debía agradecerle a Elsa por esto. De no ser por ella, todavía estaría operando bajo las órdenes de Madre.

Meili: "Elsa..." Susurró, un murmullo cargado de gratitud y alivio, mientras el eco de esa simple palabra parecía reafirmar su nueva determinación.

"¿Lo esperas? ¿O confías plenamente en una chica que ya intentó matarte una vez?".

"Sólo llámalo una oración sincera. De todos modos, este lugar es muy extraño, ¿Descubriste algo?".

Dejando a Meili a un lado, Subaru quería oír un poco más de detalles sobre lo que Anastasia había encontrado mientras miraba a su alrededor.

Ram había deducido que estaban en algún lugar bajo tierra por lo que les rodeaba, pero...

"Soy de la misma opinión. Está claro que hace más frío aquí que en las arenas por la noche... y el aire es pesado, así que es difícil imaginar que estamos en algún lugar fuera de Augria".

"¿Así que el miasma sigue espeso en el aire? No es exactamente un gran lugar para estar en cualquier sentido entonces ".

Reinhardt frunció el ceño.

El miasma. Esa sombra había sido una de sus mayores preocupaciones durante todas las proyecciones del viaje hacia la Atalaya.

Si ellos llegaban a verse afectados por él...

Las cosas podrían no terminar nada bien.

"Estamos bajo las arenas, ¿verdad? No quiero imaginarlo, pero es muy posible que esto sea un nido de gusanos de arena".

"Si lo es, eso sería realmente malo".

La expresión de Subaru se crispó mientras Ram tocaba la pared de arena. Ya habían visto gusanos de arena que se movían bajo tierra, así que Subaru no podía tomarse a risa esa posibilidad.

Teniendo en cuenta lo grande que era el gusano de arena que Meili había controlado, era ciertamente posible que un gusano de arena hiciera también la caverna en la que estaban.

En el peor de los casos, podrían acabar cara a cara con un gusano de arena allí abajo.

Varios fruncieron el ceño y apretaron los puños ante las teorías soltadas en la proyección por Anastasia/Foxidna en la pantalla.

En sus mentes aún estaba fresco el recuerdo del enorme gusano de arena controlado por Meili. Si gran parte de esas Mabestias eran realmente de ese tamaño... encontrarse con ellas sería un problema serio.

Crusch: "Y ahora que están separados, sin fuerza de ataque y sin Meili-chan para controlarlos, los gusanos se vuelven un peligro mucho más grave." Comentó la Duquesa, señalando algo que la mayoría ya había empezado a sospechar.

"Además, ¡La construcción de este grupo esta muy mal hecha! No hay ni una sola persona que pueda luchar aquí!".

"Contándote descaradamente entre los miembros no combatientes a pesar de ser el caballero de Lady Emilia... Lady Anastasia".

"Llámalo conocer mis límites. Mi fiel látigo no es lo suficientemente poderoso como para que empiece a pensar que soy algo especial sin Beako".

Incluso sólo a nivel de autodefensa, eran una reunión de miembros del grupo que carecían todos de capacidad de combate. Ram tenía sus limitaciones, y Subaru sin Beatrice ni que decir tiene.

Beatrice: "Es bueno que el Subaru de Betty aprecie a Betty, pero también debería reconocer sus propias cualidades, de hecho." Comentó la pequeña espíritu con una sonrisa orgullosa por los halagos de su contratista, aunque no pudo evitar inflar las mejillas con enfado ante su costumbre de menospreciarse.

Al: "También deberías darle crédito a Bro por conocer sus límites. Sin su espíritu, su fuerza queda muy mermada, y es normal. Es un caballero espiritual, al fin y al cabo. En otras palabras, sería como mandarme a mí a pelear... pero sin el otro brazo." Declaró el guerrero manco con naturalidad, apoyando la autocrítica de Subaru.

Beatrice lo fulminó con la mirada, pero en lugar de responder, se giró con un bufido indignado. Cruzó los brazos y decidió concentrarse en la proyección.

Aun así, el ambiente se había tensado.

Las palabras de Subaru, reconociendo lo frágil de su situación sin verdaderos combatientes, habían elevado la preocupación de todos.

En un lugar tan impredecible y letal como Augria, ese detalle podía marcar la diferencia entre sobrevivir... o ser aniquilados.

"Por cierto, ¿Qué hay de Lady Beatrice? Estás contratado con ella, ¿no puedes sentir un vínculo con ella?".

"Desgraciadamente, aunque nuestros corazones están fuertemente unidos, es más en el sentido de un profundo vínculo emocional".

"Eres un inútil".

"¡¿Quién te pregunto?!".

Garfiel: "Supongo que esta dinámica entre el Capitán y Ram nunca va a cambiar." Comentó con una sonrisa irónica, aunque claramente divertido.

Mimi: "¡Exacto! Sería rarísimo verlos actuar como gente normal. El mini jefe sin sus tonterías no sería el mini jefe... y la criada rosa sin su carácter de loba tampoco sería la criada rosa." Dijo la pequeña, acurrucada en el regazo del rubio, mostrando una sonrisa traviesa.

Garfiel: "Je, supongo que tienes razón, enana." Se cruzó de brazos mientras en su mente intentaba imaginar a Subaru serio y centrado, y a Ram sin su habitual veneno en la lengua.

La imagen fue tan absurda que no pudo evitar soltar una carcajada.

Sacando la lengua ante el suspiro de Ram, Subaru se volvió hacia Anastasia. Al ver su expresión tranquila, le susurró al oído.

"¿Y qué hay de ti? ¿Puedes luchar?".

"-Si es necesario. Pero eso significa arrebatarle la vida a Ana. Eso es algo que quiero evitar si es posible. Así que tengo grandes esperanzas en ti".

"Sólo te defraudarán esperanzas como ésa. Para bien o para mal".

Subaru resopló mientras Foxidna hablaba claro por una vez.

En cualquier caso, habían confirmado la situación en la que se encontraban. Y también el hecho de que tampoco podían permitirse el lujo de quedarse sentados esperando.

Emilia: "Tampoco sé si adentrarse en esa cueva sea muy seguro..." La semi elfa habló con evidente preocupación por lo que pudiera ocurrirle a su caballero.

Priscilla: "Es mejor avanzar que quedarse inmóviles, como un perfecto buffet para cualquier Mabestia errante." La princesa del sol se abanicó con aire altivo, resoplando ante la inseguridad de la de cabello plateado.

Emilia: "Sí... lo sé, pero aun así..." Sus palabras se quebraron en un murmullo. No importaba cuánto intentaran convencerla: la angustia en su pecho no se disiparía con simples argumentos.

Desde que habían cruzado el Tiempo de Arena, Subaru y los suyos no habían hecho más que encadenar desgracias: la jauría de Osos Oiran, la supuesta Sabia localizada por Reinhardt... cada paso parecía arrastrarlos a una nueva amenaza.

Emilia apretó las manos sobre su regazo. Quería hacer algo, cualquier cosa, pero estaba atada a esa butaca, atrapada en aquel Teatro que la obligaba a presenciarlo todo sin poder intervenir.

Solo cuando regresara a su mundo tendría la oportunidad de actuar.

Soltó un suspiro, tratando de apartar esas emociones que le desgarraban. De nada servía aferrarse a ellas: lo que fuera a mostrarse en la pantalla ya estaba grabado en piedra. Y no había nada que pudiera hacer.

"No se gana nada con esperar aquí. Debemos buscar a Rem y a Lady Emilia. Afortunadamente, tenemos luz gracias a Lady Anastasia, así que podemos seguir adelante".

"Más gracias a la bolsa de emergencia que preparó Natsuki que a mí. La cogí antes de que el carruaje fuera engullido, así que tenemos luz, un cuchillo y algunas raciones de emergencia".

Anastasia señaló la bolsa que colgaba de la silla de montar de Patrasche.

Era una de las que Subaru había preparado en caso de emergencia antes de que partieran.

"No hay nada mejor que no necesitar un kit de emergencia, pero es importante tener opciones cuando las cosas van mal. Por eso siempre te aseguras de confirmar dónde están las salidas de emergencia en un edificio en el que nunca has estado antes".

"Por una vez, un gran logro de Barusu. Como recompensa, le permitiré sostener la linterna. Asegúrate de mantener un paso rápido".

"Claro, claro... Espera, ¡¿Llamas a esto una recompensa?!".

Mientras Subaru cogía la linterna, Ram y Anastasia se subieron a Patrasche. No importaba cómo lo pensara, básicamente había sido relegado a la posición de sirviente a pie.

Ram: "¡Ja!, una posición más que merecida para Barusu." Soltó con su habitual altivez, recuperando poco a poco el buen humor y retomando esas bromas recurrentes con las que solía ridiculizar al chico que, a su manera, consideraba su molesto hermano menor.

Algunas risitas suaves se escaparon en el auditorio.

Ese breve intercambio, tan familiar y cotidiano, resultaba hasta reconfortante.

Había en él un tinte nostálgico, como si las viejas dinámicas entre ambos pudieran servir de refugio, un respiro momentáneo frente a la locura y el desconcierto que las proyecciones les obligaban a contemplar.

"Tres personas montando un solo dragón... Si Ram y yo nos apretujáramos, ¿tal vez cabríamos?".

"No, si se acercara tanto, Barusu empezaría a respirar agitadamente".

"¡No creas que me voy a quedar callado para siempre! Si vas a ponerte así, ¡me imaginaré algo aún más asombroso! ¡Eso tampoco es una amenaza! ¡No subestimes a la juventud!".

Poco dispuesto a admitir su derrota, Subaru resopló ante sus reacciones y echó a andar.

Se adentró en la caverna, yendo más allá de la oscuridad para reencontrarse con el resto de sus camaradas.

Julius: "A pesar de todo, no puedo evitar sentir cierta inquietud respecto a esa cueva... el ambiente tiene algo que no me agrada. Parece un tanto..."

Ricardo: "Tétrico y vacío, ¿eh? En un desierto sería lo normal, pero aquí... se siente distinto, como si la arena misma estuviera muerta." El hombre perro completó con naturalidad lo que Julius había dejado en el aire.

El caballero asintió con gravedad, reconociendo en silencio lo acertado de la observación.

Una breve pausa los envolvió mientras todos contemplaban la proyección de la entrada.

A simple vista, no había nada extraordinario: el entorno desértico, la abertura circular en la arena, amplia, lo suficiente como para que dos carruajes pudieran alinearse sin problemas.

Pero la atmósfera que rodeaba la cueva cargaba un matiz más pesado, casi opresivo, como si aquella oscuridad respirara por sí misma.

Reinhardt se llevó una mano al mentón, su mirada fija y calculadora recorriendo cada detalle posible de la proyección.

Algo allí no cuadraba... algo que le provocaba una ligera tensión en el pecho.

Y aunque no lograba identificar qué era exactamente, una certeza se abría paso en su interior: descubrirlo no iba a ser nada agradable.

Las bromas desenfadadas que no encajaban con la situación no eran más que una fachada para que los dos evitaran enfrentarse al malestar que sentían.

Tanto Subaru como Ram se dieron cuenta de ello, pero ninguno lo comentó.

"Se... siente como una brisa, pero como que no...".

"...No, hay una brisa. Pero a juzgar por la fuerza de la misma, falta bastante para que este camino se conecte con la superficie".

Subaru se lamió la punta del dedo y la levantó para sentir la brisa, y los ojos rosados de Ram se entrecerraron.

Confiando en las palabras del usuario de la magia del viento, Subaru se sintió descorazonado ante la longitud del camino que tenían por delante.

-Había pasado ya una hora desde que se pusieron en marcha, pero era increíblemente difícil caminar por el suelo de la caverna de arena.

Caminando junto a Patrasche, que estaba acostumbrado a la arena, Subaru ignoró la incomodidad de toda la arena en sus botas.

Por la experiencia que había adquirido caminando sobre la arena los últimos días, se las arreglaba para andar sin aminorar demasiado la marcha.

Pero no había forma de evitar que la arena minara su resistencia, así que hacían descansos a intervalos regulares, y Ram buscaba a los demás con su clarividencia durante esos descansos.

Anastasia: "Es un plan efectivo, aunque creo que deberían ser más cautelosos. En la oscuridad de esa cueva podría esconderse cualquier cosa, en especial en un lugar como Augria." La comerciante apretó con suavidad la mano del pelinegro a su lado, buscando calmarse.

No entendía bien por qué, pero en los últimos minutos se había sentido más cautelosa de lo normal.

Ese extraño peso en su pecho... ¿Qué era exactamente?

Wilhelm: "Aún queda pendiente el paradero del resto del grupo de exploración. No sería extraño que también hayan sido divididos en dos o tres equipos distintos... quizá enfrentando entornos similares a esa cueva."

El anciano reflexionó mientras servía té tanto para él como para el pequeño gato, ya liberado de la maraña de estambre gracias a un Félix más calmado.

El niño Hetaro, ahora sentado a su lado, lo observaba con atención.

Las palabras de Wilhelm dieron pie a nuevas especulaciones entre los presentes. Sin embargo, todos sabían que no llegarían a nada concluyente.

Con la esperanza de ver pronto la perspectiva de los demás en la pantalla, el elenco decidió concentrarse de nuevo en la proyección.

"-No hay nada bueno. No hay nada a mi alcance. Todo lo que puedo ver es la visión del dragón de tierra de Barusu".

"¿Estás en la misma longitud de onda que Patrasche?... Supongo que tiene sentido".

Aunque eran especies diferentes, Ram y Patrasche se parecían en su altanería. Pero era un poco inconveniente que el único con el que pudiera conectar fuera el dragón que ya estaba con ellos.

Tivey: "Al menos el dragón tiene mejor carácter..." Murmuró con los ojos en blanco, mientras recuerdos poco gratos de la criada rosa lo atravesaban.

Ricardo: "¡Hasta la comparación ofende!". Replicó el hombre perro, dándole un par de codazos divertidos al niño gato a su lado.

Tivey: "Es como poner una moneda de bronce junto a una sagrada."

Ricardo: "¡Un plebeyo y una fina monarca!"

Tivey: "Otto y Hoshin."

Ricardo: "¡Jajaja! ¡O también—!"

El aire a su alrededor comenzó a arremolinarse de repente. El pelaje de Ricardo se erizó y todo su cuerpo se tensó.

Al volverse, palideció.

Ram: "Por favor, prosigan. ¿Cuál más sigue? ¡Ah, ya sé! La castración." La sirvienta estaba de pie a escasos metros, brazos cruzados, con una expresión que anunciaba tormenta.

Ricardo quedó mudo al instante.

La mirada de Ram pasó del hombre perro al niño gato, que intentaba esconderse tras su asiento. Su traidora cola, moviéndose nerviosa, lo delataba.

Ram: "¿No fue suficiente con pasar una proyección entera como reposapiés? Lo entiendo... ¿Quieres pasar todo el viaje por las Dunas de esa forma también? ¡Qué considerado de tu parte!"
Avanzó con paso lento pero firme hacia el chico, que dejó caer su monóculo al suelo.

Tivey: "¡E-espera! ¡Podemos platicarlo, PODEMOS PLATICARLOOOO!". Sus gritos resonaron mientras era arrastrado por la cola hasta su asiento, donde volvió a acabar bajo los pies de la sirvienta.

Ricardo soltó un suspiro de alivio... hasta que otra ráfaga de viento lo rozó.

Ram: "Usted solo se libra por consideración hacia Anastasia-sama. Pero la próxima vez no seré tan indulgente."

El hombre perro asintió rápidamente, desviando la mirada del suplicante Tivey, que lo miraba como si lo hubiera traicionado.

A unos asientos de distancia, Hetaro sorbió un poco de té servido por Wilhelm, mirando la escena con diversión.

Hetaro: "Karma."

Julius: "Creo que nos hemos desviado bastante del asunto central." El caballero sonrió apenas, entretenido por la escena, pero su tono fue firme. "Aun así, insisto en que deberíamos tomar esto con más seriedad."

Varios asintieron con la cabeza. La breve comedia había servido para distender, sí... pero no podían olvidar la razón por la que estaban allí.

Ese Teatro no existía para reírse, sino para hacerlos reflexionar... y, en menor medida, compartir algo del dolor de aquel compañero de mirada aterradora.

El ambiente se fue enfriando poco a poco.

"..."

"..."

"..."

"Lady Emilia y Julius pueden comunicarse con espíritus menores, así que no deberían perderse. Al menos en ese punto, tengo que preguntarme sobre la malicia de esta agrupación".

"¿Guía de espíritus menores? Sí, Emilia-tan tiende a usar eso con bastante eficacia. En mi caso, la conexión con Beako es demasiado fuerte, y asusta a los espíritus menores, así que no puedo utilizarla realmente."

"Después de todo, no eres más que un mago a medio hacer nacido de la compasión de Lady Beatrice. No me hice ilusiones".

"Grrr..."

No había nada que pudiera decir en respuesta a que le llamaran inútil por reunir información, así que no lo intentó.

Beatrice: "¡Hmph! Espíritus inferiores no deberían estar cerca del contratista de Betty, de hecho." Declaró con un ligero puchero, frunciendo el entrecejo como si quisiera endurecer sus palabras... aunque en realidad solo la hacían ver más infantil.

Que no se malinterprete.

Ella realmente detestaba la idea de compartir a su contratista con otros espíritus, y mucho menos con esos entes inestables.

Pero... si la elección era entre permitir contratos temporales con cuasi espíritus, o verlo atrapado de nuevo en un ciclo de muertes sin fin...

La respuesta la desgarraba, pero estaba dispuesta a aceptarlo.

Quizá, pensó, debería replantear los términos de su contrato una vez que volvieran a su mundo. Tal vez podría encontrar una forma de protegerlo mejor. Lo pensaría...

Mientras divagaba en silencio, Emilia, enternecida por la actitud arisca de la pequeña bibliotecaria, se inclinó hacia ella y le pellizcó suavemente las mejillas.

Beatrice: "¡Waaah! ¡¿Qué haces, supongo?!". Pataleó en vano, tratando de librarse del agarre de la semi elfa.

Emilia: "Solo disfruto de lo adorable que eres, Beako." Su voz era suave, cargada de un cariño sincero.

En medio de aquel caos de proyecciones, esos pequeños instantes con las personas que amaba eran un respiro, un recordatorio de lo que deseaba proteger.

Beatrice forcejeó unos segundos más antes de rendirse con un suspiro derrotado. Emilia aprovechó entonces para deslizar su mano y acariciarle la cabeza con ternura.

Un instante sencillo, cálido, casi cotidiano.

Qué lástima...
Que esos momentos no durarían mucho.

Al final, sólo significaba que la gente con la que se podía contar para luchar también podía confiar en sus habilidades en otras áreas.

"Ahora lo oculta tras una dura fachada, pero justo después de que nos enviaran aquí y antes de que te despertaras, Ram tenía bastante pánico de no poder encontrar a Rem".

"...¿Así que...?"

"Lo estás haciendo bien en cuanto a mantener a Ram calmada. No eres para nada inútil".

Mientras Ram buscaba con su clarividencia, Anastasia mencionó en voz baja lo que había sucedido justo después de que se separaran de todos los demás.

Al: "Parece que el lado tsundere de la tsundere salió a la luz. ¿Quién lo diría?". Comentó el guerrero manco, ladeando la cabeza como si hubiera descubierto una verdad universal.

Ricardo abrió la boca, tentado de añadir algo, pero el recuerdo de la lengua afilada de Ram lo hizo desistir. Optó por guardarse la réplica... por ahora.

Al otro lado del auditorio, Rem inclinó levemente la cabeza.

Rem: "Gracias por tu preocupación, hermana."

Ram: "Es natural preocuparme por mi linda y tierna hermanita. No vaya a ser que el infortunio de Barusu termine acaparando más de la cuenta." La voz de la peli rosa sonó suave, casi cariñosa, aunque mantenía su tono característico.

Quería reconectar con Rem, y sabía que los pasos pequeños eran los que mejor funcionaban.

Ram: "Además... no podría soportar perderte, Rem. No otra vez." Las palabras escaparon apenas en un susurro, inaudibles para su hermana, que solo alcanzó a quedarse con la frase anterior.

El rostro de Ram se inclinó ligeramente hacia abajo, y en sus facciones se dibujó una mueca sutil, casi imperceptible. Una sombra difícil de ocultar.

Preocupación por Rem.
Preocupación por el idiota de Barusu.
Preocupación por no volver a ser suficiente... otra vez.

"..."
"..."
"..."

Teniendo en cuenta cómo se sentía Ram, lo que Subaru había dicho antes era realmente lo peor. Subaru había visto lo devota que era Ram al ir a cuidar de su hermana pequeña que no podía recordar todos los días durante el último año.

Incluso si alguien más dudaba de sus sentimientos, Subaru al menos no debería haber dudado de ella.

"Reflexiona sobre tus errores y sácales partido. Es lo mismo en la vida que en los negocios. Y tú eres el tipo de hombre que puede hacer eso, ¿no?".

"...No cambies de tema y empieces a decir cosas bonitas como esas. La bruja que te hizo intentó enredarme con un montaje parecido".

"¿Enredar, eh? Te agradecería que empezaras a pensar en mí como una persona diferente a esa bruja. Si eres demasiado testarudo, las chicas nunca se enamorarán de ti. Considéralo un consejo sincero de mi parte".

"No conozco otra forma de ver las cosas. Pero tomaré nota mental de ello".

Con ese consejo sobre la gracia social de un espíritu artificial, su grupo continuó adentrándose más y más en la caverna.

Garfiel soltó un bufido corto antes de girar la cabeza hacia las distintas damas repartidas en el Teatro. Con una sonrisa tonta pintada en el rostro, murmuró para sí:

Garfiel: "Vas a flipar cuando te enteres, Capitán..." Ya se imaginaba las bromas que podría lanzarle a su líder sobre su extenso —y sorprendente— repertorio amoroso.

El ambiente se llenó de pequeños murmullos y risitas procedentes de varios campamentos. 

Algunas de las damas más perceptivas —y con claro interés en el chico— hicieron lo posible por desviar la mirada, intentando escapar del escudriño público.

En ese momento, una voz conocida se dejó escuchar con tono burlón:

Foxidna: "Aunque me pese, creo que esta vez me equivoqué a lo grande... ¿No es así, Ana?". La espíritu zorruna acompañó sus palabras con unas ligeras palmaditas en el hombro de su hija.

Anastasia, visiblemente incómoda, desvió la mirada sin responder. Ese simple gesto bastó para que la sonrisa divertida de Foxidna se acentuara aún más.

A medida que avanzaban, la tensión mental de caminar por un laberinto de arena donde todo parecía exactamente igual se hacía cada vez más intensa.

Su inquietud y ansiedad por la falta de progreso seguían creciendo, pero además había algo que molestaba a Subaru.

"Aunque estábamos en guardia sobre la posibilidad de que esto fuera un nido de bestias demoníacas... no nos hemos topado con ninguna".

"Eso también me ha estado molestando".

Subaru pateó el suelo mientras Ram estaba de acuerdo. No era sólo que no se hubieran topado con ninguna mientras avanzaban por la caverna. Ram tampoco había captado ninguno con su clarividencia. Era una especie de señal ominosa.

Como si el espacio en el que se encontraban estuviera realmente aislado por completo del resto del mundo.

Mimi: "¡Uuuh... eso sí que da miedito!". Exclamó la pequeña, con el pelaje erizado y un leve temblor en la cola.

Su ceño se frunció, aunque el brillo infantil en sus ojos dejaba ver que más que terror, lo que sentía era una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

Reinhardt: "Más que aterrador... lo considero inusual." Reflexionó el pelirrojo, llevando una mano a su barbilla con gesto pensativo. "En las Dunas de Augria las Mabestias abundan, y sin la ayuda de la Protección Divina de Meili-san, debería haber indicios claros de su presencia. Sin embargo..."

Sus ojos azules se entrecerraron, atentos a la proyección, como si intentara captar cualquier irregularidad invisible para los demás.

Lo único que percibía era el miasma... denso, envolvente, casi sofocante. Un mar oscuro que no dejaba espacio a nada más.
Y ese detalle, más que tranquilizarlo, le despertaba una creciente inquietud.

Estar expuesto tanto tiempo a semejante concentración de miasma...
No era algo bueno.
No, en absoluto.

"No hay forma de que esto sea realmente una grieta en el espacio que no esté conectada a ninguna parte, ¿verdad?".

"Si lo es, ¿de dónde viene el viento que hemos estado siguiendo? ¿Crees que estamos en la fosa nasal de una bestia demoniaca gigante y que eso es sólo su respiración?".

"El hecho de que no pueda negarlo me da miedo".

Había visto cómo el mundo se hacía añicos a su alrededor con sus propios ojos. Después de eso, lo que pudiera ocurrir no sería un shock. Dondequiera que estuviera conectada la grieta en la que se encontraban no debería ser tan sorprendente.

Al: "No alces banderas rojas antes de tiempo, Bro..." Murmuró negando con la cabeza, como intentando bajarle el dramatismo a la situación.

Priscilla le dirigió una mirada fugaz, el tipo de mirada que podía fulminar cualquier atisbo de osadía en su bufón.

Después, con toda la gracia de alguien que se sabe por encima del resto, acomodó su porte y comenzó a desgranar lo evidente.

"Una fractura que disgrega al grupo y los esparce en diferentes puntos... no es más que un recurso barato, propio de un truco de defensa dejado por un hechicero vulgar o por el mismísimo Sabio de la Torre. En cuanto a esa cueva... la ausencia de Mabestias no habla de seguridad, sino de control. ¿Acaso hay en este desierto un solo paraje al que esas criaturas no acudirían por instinto? Ridículo."

Sus labios se curvaron en una media sonrisa mientras sus ojos brillaban con una certeza abrasadora.

"Es obvio: ese lugar está conectado directamente a la Torre. Ninguna otra explicación sería digna de mi atención. Solo la protección del Sabio —o algún artilugio suyo— sería capaz de mantener alejadas a las bestias. Y si la proyección insiste en guiarse por esa senda, no es más que la manifestación de lo inevitable: todo converge hacia la Torre, y hacia el espectáculo que habrá de satisfacerme."

El mundo existía para servirla; y aquello, fuese ilusión o verdad, no sería excepción.

Una sonrisa de expectación se dibujó en sus labios, más propia de una reina aguardando su entretenimiento que de una espectadora común.

"Eres libre de asustarte todo lo que quieras, cobarde, pero guárdate tus estúpidas ideas, por favor".

La voz fría y lógica de Ram rechazó la desdicha que Subaru sintió al darse cuenta de que estaban atrapados en un callejón sin salida.

"¿Eh?".

"Levanta la lámpara... el camino".

Girándose frenéticamente ante lo que dijo Ram, Subaru levantó la linterna e iluminó el camino que tenían delante.

"Aunque digas eso, no es más que el mismo camino recto que hemos seguido todo el tiempo. En otras palabras, no hay nada nuevo que-".

"-Una bifurcación en el camino."

Justo delante de ellos, el camino recto que habían estado recorriendo a través de la arena se dividía en dos senderos.

Cuando en el auditorio empezaba a gestarse una ligera diversión por la mordacidad habitual de la criada rosa contra el chico de ojos aterradores, la atención se quebró al instante con lo último que apareció en la pantalla.

Otto:" ¿Una bifurcación...?" Murmuró con el ceño fruncido, la inquietud filtrándose en su voz. 

Durante largos minutos habían presenciado un camino recto, interminable, tan monótono que la idea de un pasadizo sin fin ya les estaba calando en la mente como una pesadilla sutil.

Y ahora, de pronto, la senda se abría en dos.

La incertidumbre no aliviaba la ansiedad, sino que la multiplicaba.

Beatrice:" ¿Y cuál se supone que es el correcto, de hecho...?" Añadió la pequeña espíritu, su vocecilla cargada de desconfianza mientras se aferraba con fuerza al dobladillo del chándal de su contratista.

El mal presentimiento que ya llevaba un rato en su pecho tomaba forma más clara, como una espina clavándose más hondo.

El ambiente se volvió denso otra vez; las risas previas quedaron en el olvido.
La tensión regresó con fuerza, arrastrando todas las miradas de vuelta hacia la pantalla.

La bifurcación era bonita y ordenada; no había ninguna diferencia notable entre la derecha y la izquierda. Parecía que no había nada en lo que basar una decisión aparte del instinto, pero-

"Parece que nos están diciendo que lo resolvamos. ¿Qué debemos hacer?".

[Extensión de la Novela Web]

Nota del Autor: "Jejeje, ya saben lo que se viene caballeros >:)"

"Por lo que sé, Kurapika dijo que hay que elegir bien cuando el momento lo requiere".

"¿Quién es esa?".

Viéndolo en términos prácticos, recordaba haber oído que las personas tendían a elegir inconscientemente ir hacia la izquierda cuando se perdían.

Quizás tenía que ver con la dominancia, como la mano dominante, la pierna dominante y otros factores complejos como esos; se decía que esa era una forma de verlo.

Tivey:" Y-yo opino que el camino de la derecha podría ser el mejor..." Dijo en voz baja, desde su lugar como reposapiés, con la expresión seria pese a lo pequeño que se veía.

Ram:" ¿Y esa brillante conclusión en qué se basa, rata parlante?". Replicó con sequedad, aunque la ligera rigidez en sus hombros y la presión de sus labios revelaban que ella también estaba incómoda con aquella bifurcación.

Tivey:" No sabría explicarlo bien, Ram-sama... pero el izquierdo... mmm... simplemente me da un mal presentimiento." Respondió, pensativo, y casi agradecido de que el peso de los pies de la criada se hubiera aflojado apenas un instante en su espalda.

Ram entrecerró los ojos, observando los dos pasajes proyectados en la pantalla, como si intentara descifrar un secreto oculto en la oscuridad.

Reinhardt:" Por mi parte, recomendaría el camino de la izquierda." La voz serena del Santo de la Espada cortó el silencio que empezaba a calar en todos los campamentos.

Varias miradas se clavaron en él al instante. Si Reinhardt tenía una opinión, debía de haber un motivo sólido detrás.

Felt:" ¿Qué pasa, Rein? ¿Notaste algo raro?". Preguntó la chica rubia, dándole un codazo juguetón, aunque su tono cargado de curiosidad dejaba claro que quería una respuesta seria.

Reinhardt:" Sí..." Meditó un segundo antes de continuar con calma. "El camino de la derecha está impregnado de una cantidad abrumadora de miasma. Algo en su interior emana una presencia que no transmite confianza. Es por eso que, por descarte, diría que la izquierda es la opción más segura."

El silencio posterior fue pesado. Más de uno abrió los ojos con inquietud, las dudas en el aire volviéndose más densas que antes. Pero no hubo tiempo de seguir cuestionando: la proyección siguió avanzando sin dar tregua.

Por esa razón, Subaru quiso seguir la teoría de un personaje intelectual que una vez conoció y eligió el camino derecho que pensó que era correcto, pero...

"Entonces, Barusu, ¿hacia dónde quieres ir?".

"...Sinceramente hablando, me perdí".

"¿Qué le pasó a Kurapika?".

"Por segunda vez, ¿Quién es esa?"

Subaru respondió, Ram hizo una pregunta tras otra y Anastasia simplemente se burló.

Si las palabras se tomaran al pie de la letra, entonces el intercambio podría interpretarse como tal.

-Pero en realidad, las tres personas que intercambiaron palabras tenían una expresión rígida y preocupada. Además, incluso Patrasche, incapaz de hablar, miraba fijamente el camino derecho con severidad.

La causa fue la abrumadora negatividad que sentían contra el camino correcto.

En abstracto, sintieron una premonición detestable. Si se usaran otras palabras, lo que sintieron fue más bien pavor.

Sus instintos les hacían sonar la alarma. Elegir el camino derecho sería mortal .

Crusch:" Si incluso ellos lograron percibir la alteración del ambiente por el miasma..." Murmuró la Duquesa, removiendo distraídamente el té ya frío en su taza, un leve tic nervioso traicionando su serenidad habitual. "Su concentración debe de ser realmente descomunal."

Wilhelm:" Concuerdo, Crusch-sama." Añadió el viejo espadachín, su mirada endurecida y, al mismo tiempo, cargada de preocupación. "Este desvío... no me transmite buena espina."

Las palabras del anciano hicieron que la tensión se asentara aún más sobre el auditorio, como una neblina pesada de la que nadie podía librarse.

Y aun así, un consenso tácito empezó a formarse entre todos los presentes:
el camino de la izquierda era la mejor opción.

Mientras tanto, Ram, sin perder ocasión, incrementó con toda intención el peso de sus pies sobre la espalda de Tivey.

Ram:" Eso te pasa por hablar sin fundamentos." Sentenció con su acostumbrada frialdad, aunque sus labios dibujaban apenas una curva de satisfacción.

El pobre niño ahogó un gemido de dolor, arrepintiéndose de haber compartido su opinión demasiado rápido.

"La derecha... Creo que es peligroso. Tengo el presentimiento de que no va a ser agradable".

"Sorprendentemente, estoy de acuerdo con Barusu. ¿Qué opina, Lady Anastasia?".

"Si se hace al estilo Kararagi, gana la mayoría, con el apoyo de dos votos... Además, sinceramente, me falta el coraje para elegir el camino derecho".

Como ninguna manga se movía, Anastasia hizo el gesto de balancear ambas manos como respuesta para todos.

Subaru no era el único. Ram y Anastasia sintieron una extraña sensación al encontrar el camino derecho; Patrasche también. Por lo tanto, no se podía elegir el camino derecho.

"Entonces, a la izquierda... aunque eso también parece una terrible elección".

"¿Entonces, consideras dar marcha atrás? No hay nada que ganar con eso".

"No hay nada que perder, eso es lo que estás diciendo. Quizás soy demasiado negativo".

Como Subaru no lograba tomar una decisión, Ram y Anastasia parecían estar listas para intervenir.

Encogiéndose de hombros a regañadientes, Subaru dio un paso adelante y caminó delante de Patrasche. Directo hacia el camino de la izquierda.

Aunque un ligero alivio recorrió a los presentes al ver que el camino izquierdo sería el elegido, la sombra de incertidumbre no se disipó. El mal presentimiento que lo envolvía se aferraba con fuerza, como una espina imposible de arrancar.

Desde su asiento, Emilia entrelazó las manos en un gesto de oración, sus labios apenas moviéndose en un susurro silencioso mientras pedía a los espíritus que protegieran a su caballero.

Una súplica pura, ingenua... enfrentada a un destino que parecía empeñado en burlarse de todos ellos.

Vaya broma de mal gusto.

A pesar de su vacilación, al continuar en esa dirección, el camino de la derecha se desviaría considerablemente de la gran cavidad.

Descubrió que la presión que sentía a través de las paredes de arena disminuía cada vez más, y la rigidez de sus hombros se alivió de forma natural.

"——Qué lugar tan desagradable".

Subaru sintió lo mismo, y cuando escuchó a Ram murmurar, asintió en silencio.

En esta encrucijada, el camino derecho les causó pensamientos negativos abrumadores. Eligieron el camino izquierdo por instinto, para evitar el otro, pero había una razón más.

-Dentro de su pecho, Subaru sintió la presencia de algo que gritaba de alegría hacia el camino derecho.

Sería terrible obedecer lo que declara.

También fue sin duda un factor importante por el que Subaru no optó por ese camino.

Roswaal, aún sumido en sus cavilaciones, alzó la mirada con un brillo curioso al escuchar lo que el pelinegro acababa de señalar.

Roswaal: "¿Una presencia...?" Murmuró, esta vez sin su característico canturreo, con una mueca cansada y la mirada pesada por la tensión acumulada tras la anterior revelación.

"¿Las Autoridades reaccionaron ante la densidad de este miasma...? Avaricia permanece dormida, sin el menor indicio de despertar... pero si el sendero de la derecha pudiera forzar su activación..."

El payaso dejó que la idea se arrastrara en su mente con una mezcla de inquietud y expectación. 

La mera posibilidad de que aquella Autoridad —la que en su tiempo sirvió a su Maestra— pudiera volver a manifestarse, lo mantenía entre el desvelo y la fascinación.

El equipo No Combatiente caminó a través de la cueva y pasaron algunas horas más después de esa bifurcación.

"..."

"..."

"..."

A medida que avanzaban lentamente en su búsqueda en la gran caverna, el número de palabras habladas entre los tres disminuyó drásticamente.

Con el cansancio, y sin contar la oscuridad, la sensación del tiempo era borrosa, pero lo que realmente iba desgastando su espíritu a lo largo de la caminata era el silencio.

De hecho, Subaru sentía que habían pasado varias horas, pero no sabía si era cierto. Cabía la posibilidad de que hubieran aprovechado el tiempo mejor de lo que pensaban, o incluso de que lo hubieran desperdiciado por completo.

Lo que sabían con certeza era que no había ningún progreso, nada más.

"...En esa bifurcación, me pregunto si deberíamos haber ido a la derecha".

"Después de tanto silencio, ¿solo piensas en quejarte? Basta. Es vergonzoso".

Murmurando, Subaru movió sus labios secos para quejarse, y Ram le asestó una puñalada amarga.

Sin embargo, su veneno también carecía de ambición. Al no encontrar nada, la ansiedad la dominaba ligeramente.

Aunque el punto de apoyo en ese sendero de arena era deficiente, se creía que ya habían caminado unos kilómetros.

Así que, sin el final de la cueva a la vista, era inevitable que los invadiera un mal presentimiento. Era natural dudar de que hubieran tomado la decisión equivocada.

Más aún, si llegaban a un callejón sin salida, se daban por vencidos y regresaban.

Julius:" Aunque suene egoísta, sigo pensando que el grupo debería continuar por este camino. Si lo que dice Reinhardt es cierto, el de la derecha sigue siendo una opción inviable."

El supuesto Mejor Caballero observó cómo el ánimo del elenco empezaba a decaer, reflejando la desmoralización del grupo de exploración en la proyección.

Con una voz firme pero calmada, intentó disipar las dudas que silenciosamente se asentaban en el aire.

A pesar de la frustración que causaba ver a los No Combatientes avanzar por la bifurcación sin progresar, varios miembros asintieron, reconociendo la lógica y la autoridad en sus palabras.

No había tiempo para arrepentirse ahora... ni sentido.

"El aluvión de luces sobre el suelo... ¿Qué crees que era?".

Subaru cambió la dirección del tema, por temor a que la conversación negativa continuara como estaba.

El tema que surgió fue la luz de la Atalaya que había desencadenado esta situación en primer lugar― el mecanismo de defensa de las dunas, que se creía que había sido preparado por el Sabio.

"Era una aguja".

"¿Una aguja?".

A esa pregunta, Ram respondió secamente. Dejó escapar un suspiro ante la siguiente pregunta de Subaru y acarició suavemente su cabello rosado.

"No conozco su principio en detalle, pero se estaban disparando agujas largas y estrechas, encantadas con magia. Las agujas emitían un calor intenso, probablemente el efecto de disparar magia. Pero la aguja en sí parecía ser de fabricación especial. Al ser repelida y caer sobre la arena, se desintegró y desapareció".

"...Lo viste muy bien, a pesar de todo ese alboroto."

"Una mirada rápida te lo diría".

Sin duda, parecía que la capacidad de observación de Ram no era tan común como afirmaba.

De hecho, con Subaru mirándola fijamente, Anastasia negó con la cabeza con asombro.

En el caso de Ram, ella era consciente de sus propios talentos, pero aun así hablaba con sarcasmo. A pesar de ello, fue todo un análisis.

El ceño de varios miembros del elenco se frunció al recordar los proyectiles—o más bien, las "agujas" de luz blanca—que habían desatado todo este embrollo desde el principio.

Todo por culpa de aquella misteriosa mujer, a quien solo Reinhardt había logrado vislumbrar parcialmente. El resto apenas podía imaginarse su rostro o su poder.

Pero el análisis de la Ram de la pantalla abrió paso a otro consenso, más frío y calculador.

Crusch:" Para disparar estas agujas mágicas con semejante letalidad, persistencia y número... se requiere de una reserva de maná extraordinaria, o de una puerta sumamente desarrollada, o un talento innato." Su mirada crítica repasaba mentalmente cada detalle revelado durante las proyecciones. "Tal vez... esa mujer sea la Sabia después de todo."

Se escucharon varios asentimientos, acompañados de brazos cruzados y ceños fruncidos.

La declaración de la Duquesa no solo reforzó la inquietud, sino también un silencioso enojo hacia la supuesta Sabia, responsable de haber puesto fin a la vida de Subaru no una, sino dos veces.

"¿Cuál crees que era su propósito?".

"Matar a quienes se acercan a la Atalaya... Es un misterio por qué apuntó implacablemente a Barusu. Es habitual acabar primero con los enemigos más débiles, así que podría ser eso".

"¡Mierda, ni siquiera puedo negarlo!".

Sería natural llegar a la misma conclusión al observarlo a vista de pájaro. Sin embargo, gracias a ello, no hubo bajas entre los miembros del grupo.

La conclusión a la que se llegó aquí fue que era bueno tener un Subaru débil con magia invencible. Pero en ese caso...

"Significa que un encuentro amistoso con el Sabio sería difícil".

"Creo que es prematuro decirlo. Desde su perspectiva, no sabían quiénes éramos ni qué queríamos, ¿verdad? Creo que existe la posibilidad de que se produzca una conversación".

"En el peor de los casos, nuestro problema es el conocimiento del Sabio, no su personalidad. Si no habla, puedes atarlo y hacerle sentir un dolor adecuado hasta que lo haga".

"Hermana mayor, ¿¡Era tu lado villano el que hablaba!?".

"Si quieres algo, toma medidas. Esto no es pan comido".

Ram permaneció extrañamente tranquila ante el asombro de Subaru. Con solo escuchar esas declaraciones, sintió que le recordaban lo inocentes y superficiales que eran sus propias resoluciones.

Independientemente de si lo puso en práctica, no había duda de que Ram estaba preparada. Eso no era más que una prueba de que hablaba en serio con lo de Rem.

Al:" Diálogo como primera opción, tortura como segunda... creo que a Bro esto ya le resulta familiar." Dijo el hombre de ropas extrañas, señalando a ambas criadas, mientras una pizca de pena se asomaba por el destino que el Sabio o Sabia podría sufrir al caer ante la Oni rosa.

Rem bajó la mirada, con vergüenza y un dolor persistente en el pecho. No necesitaba explicación: entendía perfectamente a lo que se refería, y ni siquiera podía refutarlo.

Ram:" Cuida tus palabras. Este no es momento para payasadas." Replicó con los ojos entrecerrados y una mirada afilada, haciendo que el guerrero sintiera el peso de haber revivido viejas heridas de su querida hermana.

Al se encogió de hombros y dejó el asunto ahí, aunque el daño ya estaba hecho y no se iría tan fácilmente con solo retirarse.

Varias miradas críticas se posaron sobre él, y no pudo evitar sentir cierto arrepentimiento por haberse dejado llevar y llamar demasiado la atención.

Priscilla, por su parte, observaba divertida cómo el mundo parecía empeñado en seguir hostigando las viejas heridas de las plebeyas que habían causado dolor a la persona equivocada.

Solo por eso se abstuvo de reprender a su bufón.

"..."

Para tocar la resolución de Ram, Subaru tendría que tomar algunas decisiones con respecto a sus propias resoluciones.

No había pensado en ensuciarse las manos por Rem.

Rem tampoco tenía la culpa por eso.

Lo que tenía que hacer era estar preparado para cosechar los resultados.

Cuando se enfrenta a la existencia del Sabio, no importa qué tipo de oponente sea, debe estar absolutamente determinado. Debe estar resuelto hasta ese punto.

"Kyaah..."

"¿Patrasche?".

Al mismo tiempo que Subaru se mordía los labios con esos pensamientos, Patrasche contuvo la respiración.

El dragón de tierra miraba fijamente el camino con los ojos entrecerrados y relinchó levemente.

Al notar su mirada, Subaru también se detuvo y regresó para calmar al dragón. Le acarició la nuca y gritó:

"¿Qué pasa, viste algo? ¿Qué...?"

"La razón sería esta".

Ram intervino en nombre de Patrasche, interrumpiendo a Subaru. Anastasia frunció el ceño y miró al pasillo, imitando a Patrasche.

Por supuesto, no se podía ver nada dentro de esa oscuridad, pero se estimulaba un sentimiento diferente a la vista: filtrándose en sus orificios nasales había un olor a algo quemándose.

"...¿No crees que huele a fuego?".

"¿Eh?". Soltaron varios torpemente, incapaces de procesar lo que veían.

La atención volvió de inmediato a la pantalla.

Un escalofrío recorrió a más de uno.

Julius:" ¿Por qué habría fuego allí?". Su voz sonaba tranquila, pero un extraño nudo en el pecho le advertía de un peligro que aún no lograba comprender del todo.

Mimi:" ¿Tal vez Emilia-sama y el resto estén haciendo una barbacoa?". Respondió la pequeña, con su dedo posado en los labios y un tono infantil que contrastaba con la tensión en el ambiente.

Julius:" Inimaginable." Esbozó una leve sonrisa ante la ingenuidad de su compañera, un gesto que alivió apenas la presión interna que sentía—. "Cualquiera sabría que encender fuego en un lugar cerrado como esa cueva es la peor idea posible. Esto... debe ser otra cosa."

Felt:" Entonces, ¿Qué demonios es eso?". Preguntó con ansiedad, sintiendo cómo el mal presentimiento le calaba hasta los huesos, un sentimiento que compartían todos los presentes.

Lamentable.
Muy, muy lamentable...

"No se me ocurre nada más. Pero no creo que pueda haber algo así como una cocina aquí".

"Si esto es fuego... La razón de este olor es la gente civilizada, ¿verdad?".

"..."

"..."

Ante la pregunta insistente de Subaru, ni Ram ni Anastasia pudieron simplemente asentir.

También podía entender el juicio de las chicas. Pero el olor que flotaba era claramente el de algo que supuestamente se quemaba.

Ram dijo que era algo parecido a comida; el aroma que flotaba en el aire era bastante parecido.

Una hoguera, o un guiso para comer. Si ese fuera el caso,

"¿Crees que exista la posibilidad de que sean Emilia-tan y los demás?".

"Suponiendo que los enviaran al mismo lugar, hay bastantes posibilidades. Sin embargo, si es racional o imprudente usar fuego en tal situación, dejaría esa decisión en manos de los demás".

"..."

Incluso si se discutiera aquí, la respuesta sobre quién ayudaría en el futuro no llegaría.

Reinhardt frunció el ceño, una sombra de inquietud cruzando su rostro. Todas sus habilidades innatas de percepción estaban activas, vibrando al unísono, como campanas de advertencia que señalaban un peligro inminente.

Y, sin embargo, no lograba precisar su origen.

¿Era la presencia de alguien capaz de iniciar aquel fuego imposible?
¿El hedor a algo que ardía en lo profundo de la cueva?
¿O tal vez el miasma, denso y persistente, que parecía arrastrar consigo una amenaza invisible?

No lo sabía. Y en el fondo, prefería no averiguarlo.
En el mejor de los casos, aquella alarma interna quedaría como una advertencia vacía, un presentimiento que jamás se materializaría.

...Pero el destino rara vez concedía indulgencias.

¿Verdad?

A Subaru le vino a la mente la idea de hacer señas y comprobar las intenciones de la otra parte, pero...

"Aunque estén al final del camino no significa que sean amigables".

Suponiendo que no fueran Emilia y los demás, ¿sería el Sabio? Era difícil creer que el Sabio que debería estar en la Atalaya bajara, pero no era improbable.

En ese caso, si el Sabio continuaba mostrándose hostil, también se debía esperar un ataque correspondiente.

"¿...Ocultar la luz y avanzar? Lo que quiero decir es que, si usan fuego, entonces tienen luz de su lado. Nosotros, al menos, deberíamos escondernos".

"Es extraño seguir especulando al respecto. También tenemos que averiguar la causa, así que creo que es una idea razonable".

Anastasia asintió a la propuesta de Subaru, y después de eso, Ram también estuvo de acuerdo en silencio.

Cuando las luces de las dos linternas se apagaron, el grupo regresó al camino de donde provenía el olor a fuego, confiando únicamente en la luz de Subaru.

Ram estaba inquieta. Sin siquiera notarlo, aumentaba la presión de sus pies sobre la espalda de Tivey, obligando al pequeño a aguantar en silencio. Una ansiedad extraña le corroía el pecho, tan irritante como incomprensible... y eso solo la hacía enfadarse más.

¿Por qué su otra yo había permitido que alguien tan inútil como Barusu encabezara el avance en medio de un peligro incierto?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Cada "por qué" retumbaba en su cabeza con más fuerza, mezclando el temor con el falso desprecio que siempre sentía hacia el chico.

Cerca, Anastasia compartía la misma inquietud. Sabía que algo no encajaba, lo sentía en el aire, en la forma en que todo se volvía más opresivo con cada segundo... y lo peor era no poder identificar qué.

Anastasia:" Mierda..." Murmuró entre dientes, mordiéndose el labio con fuerza, como si así pudiera tragarse la angustia.

Instintivamente, buscó la mano del pelinegro que estaba junto a ella. La aferró con firmeza.

Un presentimiento le susurraba que iba a necesitar ese contacto más pronto de lo que quisiera admitir.

"Barusu".

"¿Qué?".

"Si te pasa algo, te dejaremos aquí y huiremos. Intenta no guardar rencor".

"No levantes una bandera roja, además, si haces eso te maldeciré".

Las palabras de Ram fueron de aliento, tal vez porque sabía que él tendría miedo.

Bajo la luz de Subaru, Ram aflojó ligeramente los labios y Subaru atravesó el pasillo. Sintiendo el aliento de Patrasche tras él, el aroma del fuego se intensificó gradualmente.

"¡Es la luz!".

Más allá del pasaje, encontró una luz roja ligeramente brillante.

Subaru apagó inmediatamente su propia luz y ordenó a los tres que lo seguían que guardaran silencio. Luego se agachó y pisó la arena con sigilo para confirmar la presencia de la luz.

Un paso, dos pasos... mientras avanzaba, pudo ver que la luz estaba al otro lado de una esquina. El pasillo estaba ligeramente curvado a la izquierda, y el fuego estaba justo al otro lado.

Garfiel escrutaba la escena con los ojos entrecerrados, sus puños apretados hasta que los nudillos palidecieron.

Una gota de sudor descendía lentamente por su sien, testigo de la tensión que no lograba disimular.

Sus colmillos asomaban apenas entre los labios, y en el brillo acerado de su mirada había una sola preocupación: su Capitán.

Otto, en cambio, tenía la mente atrapada en otra dirección. Lo del fuego no dejaba de hacerle ruido. ¿Qué demonios hacía una llama en un lugar aparentemente subterráneo?

La idea de una fogata era absurda, incluso si algún imprudente del grupo lo hubiese considerado. Con Julius allí, algo tan ridículo nunca habría prosperado.

"Olor a quemado, fuego... ¿Será la magia de esos malditos aguijones de luz sobrecalentados?". Otto se mordió el interior de la mejilla, negando enseguida. "No, imposible. Si realmente es obra de la Sabia, no cometería la estupidez de dejar tan evidente un ataque. Esto es otra cosa... algo que no alcanzo a ver. Carajo, Otto, piensa, piensa..."

Sus pensamientos se enredaban en hipótesis sin salida, y esa maraña solo alimentaba su ansiedad.

Frederica, a su lado, notó cómo los hombros del comerciante se tensaban hasta el límite. Con suavidad, le dio unas palmaditas de aliento. No dijo nada, porque en realidad ella misma estaba siendo devorada por la incertidumbre.

Su mirada, casi instintiva, buscó al otro extremo del Teatro. Allí, entre la multitud, estaba su pupila favorita. Un impulso inexplicable la atravesó como un rayo.

No sabía por qué.

Pero algo en su interior le gritaba que debía estar a su lado.

"..."

Al llegar a la curva con sigilo, echó un vistazo al otro lado, ligeramente apoyado en la pared. En ese momento, un viento con un ligero calor le rozó la frente a Subaru y, sin querer, cerró los ojos.

-Inmediatamente después, el pie de Subaru se hundió en el suelo inesperadamente, la arena se deslizó y su cuerpo rodó hacia abajo.

"¿¡Qué!?".

"¡Subaru!"

El grito brotó al unísono desde varias gargantas, quebrando el silencio del Teatro como un trueno.

La preocupación, que hasta hacía un instante se mantenía contenida bajo capas de tensión, se disparó de golpe, desgarrando cualquier intento de calma.

Nadie sabía con certeza qué había ocurrido.

Pero todos lo sintieron al mismo tiempo:
no era bueno.
No era para nada bueno.

Incapaz de resistir la sorpresa, Subaru olvidó sujetarse y rodó pendiente abajo. Las finas partículas de arena eran difíciles de agarrar, así que se deslizó hasta el fondo.

Sumergiéndose de cabeza en un montón de arena después de rodar por una pendiente pronunciada de unos diez metros de altura, Subaru volvió a escupir arena y levantó su cuerpo.

Hetaro: "¿F–Fue solo una caída...?" Preguntó con voz trémula, sus pequeñas manos apretándose contra el borde del asiento mientras un leve temblor recorría sus dedos.

El comentario arrancó un suspiro de alivio entre ciertos miembros del elenco, aferrándose a esa explicación como náufragos a un madero.

Pero no todos compartían esa esperanza. Los más perspicaces mantuvieron el ceño fruncido, negándose a soltar la tensión. La oscuridad en la proyección era impenetrable, y desde la perspectiva de Subaru no se veía nada. Solo silencio, y las sombras de la arena...

Ese vacío era peor que cualquier herida visible.

Algo en su interior les gritaba que aquello no terminaría con una simple caída.

"¡Uf! ¡Tru! Otra vez arena... No, entonces..."

Subaru negó con la cabeza y miró a su alrededor. Con el susto, se le había caído la linterna. Como estaba cerca, empezó a buscarla, estirando la mano y tocó algo duro.

Por un instante, creyó haber encontrado la linterna, pero la sintió diferente comparada con la dureza que había sostenido.

La superficie era crujiente y agradable al tacto, como un palo de madera. A pesar de su grosor y longitud, la consideró ligera al levantarla.

Spica notó con claridad la tensión que impregnaba el ambiente. No necesitaba que nadie se lo explicara; algo en su interior le decía que aquello estaba ligado a su padre.

Las dudas seguían amontonadas en su cabecita, preguntas sin respuesta que no dejaban de rondarla... pero había una prioridad que se imponía a todas: el bienestar de aquel a quien consideraba tan preciado.

Sus pequeños pies descalzos se movieron inquietos al compás de la escena, como si intentaran apartar la ansiedad que le recorría el cuerpo. En sus ojos todavía persistía un rastro de inocencia... pero esa luz se iba apagando, lenta y cruelmente, con cada proyección.

De pronto, todo cambió.

El aire se desgarró como si una hoja de papel hubiese sido cortada en dos. El sonido desapareció. El mundo entero se detuvo.

El auditorio enmudeció al unísono.

"..."

"..."

"¿Qué pasa...?"

En aquella oscuridad total, ni siquiera acercándose y forzando la vista podría descubrir su identidad.

Al olerlo tímidamente, se sintió el olor a carbón.

"..."

Al instante siguiente de pensar eso, una luz apareció de repente detrás de él.

Las briznas que aparecieron al fondo eran rojas, brillantes y primitivas, y se llamaban llamas.

Entonces, cuando las llamas comenzaron a iluminar el mundo, Subaru vio la verdadera identidad de lo que había agarrado.

-Probablemente era el pie de una criatura.

Emilia: "No... espera..." Las palabras se quebraron en sus labios, tan débiles que parecían a punto de deshacerse en el aire.

El impacto fue brutal, un escalofrío que no solo la atravesó a ella, sino a cada persona en el auditorio.

Lo que tenían delante carecía de toda lógica. Una criatura nacida de pesadillas, apenas mostrada en fragmentos entre sombras... y aun así, bastaba con ver una sola parte de su cuerpo para comprenderlo: aquello era un peligro colosal.

Meili entrecerró los ojos, sus cejas fruncidas con una mezcla de tensión y desconcierto.

De todas las personas reunidas allí, ella era la más preparada para reconocer a casi cualquier Mabestia, podía nombrarlas, describir sus hábitos y debilidades...

Pero esa cosa...

No estaba en su memoria.

Meili: "...No, no la conozco. Ni siquiera me suena." Murmuró, mordiendo con fuerza su labio inferior, casi como si con eso pudiera obligar a su mente a recordar algo, cualquier cosa. Pero nada llegaba.

Ese vacío de conocimiento encendió una alarma aún más aterradora que la criatura misma.

Si Meili no lo conocía, ¿Qué demonios estaban enfrentando?

La incertidumbre ardió en sus pechos. Y, junto a ella... el miedo.

Algo que una vez fue un animal, ardió hasta convertirse en restos carbonizados.

Y alrededor del lugar donde estaba sentado Subaru, estaban dispersos los restos de antiguas criaturas que se habían convertido en trozos de carbón; Subaru se había deslizado justo en medio de innumerables cadáveres quemados.

"¡Oh! ¡Ah! ¡¿AHH?!".

Arrojando los desechos carbonizados en su mano, Subaru intentó retirarse.

Sin embargo, una terrible llama apareció en su retaguardia, y la ola de calor le quemó el cuello, y esta vez, cayó de bruces.

Querían gritar.
Lo necesitaban.
Pero el shock los mantenía clavados, con el aire atascado en la garganta, incapaces de reaccionar.

La mano de Subaru —esa que se había aferrado al pie de la criatura en un intento por buscar su linterna— ya no existía. En un instante había sido reducida a un pedazo de carne negra, chamuscada, quebradiza, irreconocible.

Grotesco.
Repulsivo.
Antinatural.

Y el horror no se detuvo allí.

El escenario entero estaba adornado por un cementerio de cadáveres carbonizados, cuerpos retorcidos en posiciones imposibles, rostros de otras Mabestias congelados en una mueca de agonía eterna. Eran despojos antinaturales usados como macabra decoración.

El miedo se multiplicó.
Se volvió sofocante, abrasador.
Una certeza imposible de ignorar: aquella criatura no pertenecía al mundo de los vivos.

Era grotesca.
Inmunda.
Un error de la existencia misma.

Finalmente, Subaru se giró y la miró directamente.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

Subaru fue arrojado fuera de la realidad, enfrentándose a un tremendo rugido desde su frente.

¿Por qué todos los rugidos de las Mabestias eran tan repugnantes que irritaban a los seres humanos hasta el límite de su disgusto?

Con un rugido tan agudo, era como si innumerables bebés estuvieran llorando a la vez.

Era una criatura blasfema que Subaru nunca había visto, ardía de rojo en un lugar lleno de cuerpos quemados... realmente era una Mabestia, pero el color de su pelaje era diferente al que había visto en el pasado.

Hasta donde Subaru sabía, todas las Mabestias estaban distorsionadas y eran feas, pero a menudo tenían una forma tal que de alguna manera se parecían a una criatura existente.

Esto aplicaba igualmente para la Ballena Blanca o el Gran Conejo. En todos los casos, existía un fundamento animal.

Sin embargo, esta vez, no quería aplicar el mismo concepto a la Bestia Bruja que existía frente a él.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

La Bestia Bruja gritó de nuevo. A primera vista, se le podía encontrar cierta similitud con un caballo.

Patas delgadas pero fuertes de un cuadrúpedo, creado para correr sobre la tierra. Era similar a un caballo, pues poseía un tronco sostenido por sus cuatro patas y una larga cola que se balanceaba en su parte trasera.

Sin embargo, había un torso humano en la parte donde normalmente debería estar el cuello del caballo, que conducía a la cabeza

Además de las cuatro patas, el torso humano poseía dos brazos más. Y no había cabeza por encima del cuello del torso humano. Desde el cuello hasta la cima, sobresalía un cuerno.

Era la marca de una Bestia Bruja, una marca que la identificaba como algo decididamente diferente de los demás animales.

En lugar de cabeza, le creció un cuerno. No tenía cabeza. Pero si así fuera, ¿Dónde estaba la boca de la que emanaba su grito?

Desde el pecho hasta el vientre del torso humano, había una herida vertical, y dentro de la cavidad bucal, colmillos completamente desarrollados, alineados horizontalmente, afirmando su existencia.

El shock empezaba a disiparse, pero el miedo no hacía más que crecer al contemplar por completo a aquella bestia de pesadilla.

Félix no pudo más.
Félix:" ¡Buaghh!". Exclamó, vomitando sin control, incapaz de contener su reacción ante la visión.

La criatura era, en todos los sentidos, una Mabestia: irracional, incomprensible, un ser que desafiaba toda lógica. Y eso solo aumentaba su repulsión.

El vómito brotó en borbotones, pero nadie pudo ofrecerle ayuda; todos estaban demasiado paralizados, sus cuerpos tensos por el terror.

"Patético...", pensó, con una mueca de asco y mareo que no lo abandonaba.

La proyección no se detuvo ni un instante, y el sufrimiento continuó, implacable, como si el Teatro mismo se deleitara con la desesperación de los presentes.

"...Un monstruo".

Incluso llamarlo Bestia Bruja era algo absurdo; más bien era una blasfemia contra la vida.

Según el conocimiento de Subaru, se parecía a una criatura de fantasía llamada Centauro, mitad hombre y mitad caballo, pero era una figura distorsionada, como si su producción hubiera sido abandonada a mitad de camino.

Desde la parte trasera del torso humano del Centauro creció una melena de torso en llamas que abrasaba la cueva de arena con un poder increíble, y emitía una luz roja.

Considerando la fuerza de ese incendio, quedó claro quién había creado todos los cadáveres carbonizados que yacían por allí.

Usar fuego significaba gente civilizada o algo así; había sido un error albergar tales expectativas.

Ram:" ¡Idiota...! ¡Idiota, inútil de mierda, sal de allí!". Gritó, su voz temblando por el terror que ya la consumía por completo. Era evidente que un final frente a esa Mabestia sería de todo menos piadoso.

Sus ojos se movieron frenéticamente: de Subaru, tendido en el suelo, a la abertura por la que había caído hacia la zona subterránea donde la criatura aguardaba.

La impaciencia la carcomía. ¿Por qué su otro yo no actuaba? Conocía muy bien a Barusu; sabía que no podía dejarlo allí, desamparado. Entonces... ¿Por qué no había saltado de inmediato?

¿Dónde estaba ella?
¿Dónde estaba Anastasia?

Ram:" ¡Mierda, mierda, mierda!". Exclamó, golpeando con fuerza la palma de su mano contra su pierna, mientras un nudo de desesperación le comprimía el pecho.

"..."

Los brazos de la parte humana del Centauro eran los de un humano, con cinco dedos.

Las patas de la parte del caballo del Centauro eran las de un caballo, con cascos formados.

La figura tenía unos seis o siete metros de largo, justo el tamaño adecuado para pasar a través de la caverna, es decir, el amo de la caverna era este ser frente a él.

"...Fue una trampa".

Conteniendo la respiración, Subaru se desesperó.

No pudo hacer nada. Rápidamente se llevó la mano a la cintura y agarró el mango del látigo, pero no creía poder hacer nada con él.

Y ante ese Subaru sin aliento, el Centauro inclinó su cabeza sin ojos. De su boca salió un rugido que infundió miedo.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

Era terrorífico en todo el sentido de la palabra. Su forma, su rugido... cada detalle era una blasfemia amorfa y repugnante que helaba la sangre.

Wilhelm apretó los puños, llevándose instintivamente la mano al costado de la cintura, como si pudiera invocar su espada de un instante a otro.

Deseaba con todas sus fuerzas poder lanzarse y proteger a Subaru, sentir el acero en sus manos y cumplir con su deber.

Pero sabía que era inútil. Ellos no eran más que meros espectadores. Sin embargo, ese pensamiento no lograba calmar su frustración ni su miedo. Lo deseaba... deseaba poder actuar.

¿No había sido ese su primer propósito al blandir la espada?

Defender a los demás, proteger a los inocentes... y ahora, impotente, todo ese instinto ardía sin salida.

En ese momento, Subaru se movió para crear un espacio.

Se giró sobre la arena y pateó con fuerza uno de los restos carbonizados contra el Centauro.

Calcinados por dentro, los cadáveres no tenían poder, ni siquiera si se conectaban. Aun así, era bueno tener el control.

Aferrándose a la empinada pendiente, intentó regresar al pasaje superior. Volvería por el camino por el que vino, pero no le importaba. El problema era que se desconocía hasta dónde llegaría este Centauro. Dado que quemaba a su presa de esta manera, era dudoso que tuviera apetito.

Por supuesto, esto no era necesariamente algo bueno, ya que había oído que las Mabestias poseían el instinto de herir y asesinar a seres humanos. Aun así, si existía la posibilidad de que la situación mejorara un poco, sería...

"Kafuu--".

Mientras pensaba mucho en ello, Subaru notó que su cuerpo no temblaba.

Intentando crear una distracción pateando un trozo de escombros carbonizados, subiendo la empinada pendiente de arena y dando media vuelta, y extendiendo la mano hacia su látigo, Subaru no pudo hacer nada de esto.

-Porque antes de que pudiera llegar a él, el aliento de la Bestia Bruja quemó a Subaru.

"¡¡¡Subaru!!!"

El grito resonó como un trueno, multiplicando por diez la desesperación que ya los consumía.

El terror era absoluto. Su querido amigo estaba envuelto en las mortales llamas de la Mabestia, y ellos... ellos no podían hacer nada. Absolutamente nada.

Emilia se llevó ambas manos a la boca, intentando contener un sollozo que amenazaba con desgarrarla desde adentro. Su corazón dolía con cada latido, su visión se nublaba entre lágrimas, y las náuseas la golpeaban con fuerza.

Malestar, malestar, malestar.
Náuseas, náuseas, náuseas.
Llorar, llorar, llorar.

Cada segundo que pasaba hacía que la sensación de impotencia se clavara más profundo en su pecho.

No había consuelo, no había escape. Solo el miedo puro y la certeza de que estaban presenciando algo que no podrían detener.

"—Ah".

En cuanto comprendió que todo su cuerpo estaba ardiendo, Subaru gritó de dolor y sufrimiento. Sin embargo, quizá porque le quemaban la garganta y le faltaba el oxígeno a los pulmones, no pudo alzar la voz.

Donde la piel quemada formó burbujas, estas se hincharon y estallaron al instante.

Los fluidos que habían circulado dentro del cuerpo, que nunca antes había visto, se evaporaron al instante, y su sangre hirvió.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Anastasia apretó con fuerza la mano de Subaru, luchando por mantenerse firme, por no dejar que el terror la consumiera

Anastasia apretó con fuerza la mano de Subaru, luchando por mantenerse firme, por no dejar que el terror la consumiera.

"..."

"..."

Tonterías.

Su estómago no aguantó más, y el vómito se filtró por entre sus dedos, una prueba asquerosa del malestar que la recorría.

Su mente era un caos absoluto. No podía pensar con claridad. La escena... la detallada escena de alguien siendo incinerado vivo... era repugnante, dolorosa, grotesca, indeseable. Amorfa. Antinatural.

No era la única en sentirlo.

Spica: "¡¡Wuaa Uahha Waeuuh!!"

La pequeña gritó, intentando correr hacia su padre, aunque sus pasos fueran inútiles. Su cabeza dolía, los grandes ojos redondos se llenaban de lágrimas que se escapaban sin control, acentuando las ojeras que ya se habían marcado.

Nada tenía sentido.

—¿Qué ocurría?
—¿Por qué veía esto?
—¿Por qué nadie intentaba ayudarlo?
—¿No eran amigos?
—¿Por qué mi padre está muriendo otra vez?

Su mente explotaba en un frenesí de preguntas sin respuesta, y los recuerdos felices se mezclaban con la grotesca visión de su padre consumido por las llamas.

Su madre y su padre sonriendo, conviviendo tranquilos... y sobre esa calma, la brutalidad de la muerte, enferma y gráfica.

Asco. Repulsión. Ira. Dolor. Tristeza.

Ya no sabía qué emoción era cuál. Solo había una certeza: quería destruir a esa Mabestia.

"..."

No importa rodar por el suelo sufriendo.

Los músculos y la grasa se habían quemado, derretido y carbonizado. El dolor desapareció en un lugar lejano, y Subaru experimentó la ilusión de estar ahogado en llamas.

Quemado. Sí, quemado. Había leído en algún sitio sobre quemaduras a fondo.

Había aprendido que las quemaduras tenían varias etapas y que, al llegar a la tercera, las cicatrices persistían y era necesario un injerto de piel.

También sabía que si se quemaba el treinta por ciento del cuerpo de una persona, se dificultaba la respiración, lo que provocaba la muerte.

Beatrice solo pudo mirar con ojos vacíos la escena. Sus lágrimas caían lentamente por sus regordetes cachetes sonrojados, sintiéndose incapaz de hacer nada.

¿No era ella su espíritu? ¿No le había prometido apoyarlo siempre? ¿Dónde estaba? ¡¿Dónde carajos estaba?!

Su contratista estaba siendo destruido de la manera más cruel imaginable... y ella... ella no podía hacer nada.

Se mordió el labio con fuerza.

Solo sentía repulsión: hacia sí misma, hacia la Mabestia que estaba torturando a su contratista, hacia todo lo que estaba pasando.

Emilia no pudo contener más su angustia. El contenido de su estómago salió violentamente, formando un charco asqueroso a sus pies, un reflejo del horror que la consumía.

El dolor en su pecho no se calmaba; aumentaba sin control, y con él, la ira hacia sí misma.

Emilia:" ¿Por qué me quejo del dolor?". Se reprendió en silencio. "Él lo está pasando diez veces peor... y aun así... yo me quejo. Patético".

Patético.
Niña inmadura.
Patético.

Volvió la mirada hacia su caballero dormido, ajeno a lo que estaba ocurriendo.

Su expresión tranquila, sin dolor, sin sufrimiento... le dio una esperanza pequeña, frágil, casi ridícula.

Él estaba bien. Aún estaba bien. Esto aún no había pasado. Podía evitarlo. No lo dejaría solo. No otra vez.

Está bien.
Está bien.
Está bien.

Él está aquí...

"..."

El vello corporal ardió hasta que el folículo, el tímpano y la materia cerebral se fundieron y fluyeron por el lóbulo de la oreja.

Los labios y las encías se evaporaron, dejando al descubierto los dientes, y la lengua fue tragada por el sufrimiento de la ola de calor.

No importaba. Ya se había ahogado. ¿Podrían curarse estas quemaduras? Aunque no estaba seguro de su rostro, si se quemaba, ¿lo querrían menos? Emilia, Beatrice, Rem.

Ram prácticamente estaba muerta en vida. Sus extremidades habían perdido toda fuerza, y de sus ojos carmesí caían pequeñas lágrimas silenciosas.

Intentó ocultarlas, limpiarlas rápidamente, mantener la compostura... pero cada esfuerzo solo hacía que su llanto se hiciera más intenso, más desgarrador.

Pequeños gemidos escapaban de su boca; no podía contenerlos.

Todo esto... todo esto era demasiado. Su mente tambaleaba, y a su alrededor, el mundo parecía moverse como gelatina, distorsionándose ante su miedo y desesperación.

Y aún así, una pregunta seguía retumbando con fuerza en su cabeza:

—¿Dónde diablos estaba ella...?

Rem, no muy lejos, luchaba con todas sus fuerzas para contener a la enérgica Spica, quien quería lanzarse a la locura sin pensar.

Las lágrimas de Rem caían sin control, como un grifo abierto. Su pecho ardía de un dolor indescriptible, y sentía que su corazón se hacía pedazos lentamente.

Sabía que no podía hacer nada. Sabía que estaba atrapada en la impotencia.

Pero aun así...

¡Aun así!

Sus ojos se llenaron de ira y sed de venganza, un fuego dirigido directamente a la repugnante Mabestia que la había paralizado con su terror.

"—¡rusu!".

Ardiendo, su campo de visión ardía. Todo ardía, se tornaba rojo y blanco.

La sangre desapareció por el tremendo calor, los párpados se derritieron, los fluidos oculares se evaporaron, todo se volvió blanco y turbio, y no se podía ver nada.

Acababa de oír algo. Había oído a alguien llamando. Había oído a bebés llorar. Alguien bajó a su lado.

Ram:" Muy tarde..." Murmuró con voz ronca, su flequillo ocultando los ojos cargados de rabia y desesperación.

El dolor en su pecho crecía con cada segundo. Se mordió el labio, un acto impulsivo de pura ira, dirigida hacia esa Mabestia... y hacia sí misma, por haber llegado demasiado tarde.

Ram:" ¡¡Muy jodidamente tarde!!". Gritó, con todo el peso de su impotencia y frustración.

No había nada que salvar. Solo quedaba la muerte inminente, el sufrimiento inhumano que no podía detener.

"..."

"..."

¿Se suponía que ella era su hermana mayor?

"..."

Julius...

Su cabeza era un caos absoluto. No sabía cómo reaccionar, pero su cuerpo se movía más rápido que su mente. Sus extremidades temblaban, su mirada estaba perdida, disociada.

Sentía mareo, solo mareo.

Gracias a su entrenamiento, logró evitar vomitar sobre el piso en medio de aquel horror.

Repugnante.
Patético.
Inservible.

Eso era todo lo que pensaba de la escena... y de sí mismo.

¿El Mejor Caballero? ¡Ja! Solo un chiste cruel.

Su cabeza le dolía, sus puños se apretaron hasta arrugar los antes impecables guantes blancos.

Bajó la mirada hacia el suelo, en un patético intento por encontrarse a sí mismo.

Pero los alaridos de dolor, el crepitar de la carne quemándose, el rugido de las llamas... no le daban tregua.

Era una tortura constante. Un recordatorio de su fracaso, de su impotencia, de lo inútil que era.

Inútil.
Inútil.
Inútil.

Idiota. ¿Por qué? Dijeron que huirían. ¿Por qué bajaron? Pero, bajar, ¿Qué significaba? Además, ¿Qué era la izquierda y la derecha?

Un caballo, un humano. Diferente. Caliente. Se derritió, quemó, somnolencia.

Se derritió y desapareció―

Subaru Natsuki había muerto.

Reinhardt luchaba con todas sus fuerzas contra la impotencia que lo carcomía por dentro. No podía llorar... pero eso no significaba que el dolor hubiera desaparecido.

Ni con todas sus innumerables Bendiciones era capaz de escapar de la verdad: aquellas mismas protecciones que todos veneraban, que lo habían convertido en una existencia casi mítica, le negaban la humanidad más básica.

Cada punzada de angustia se disipaba en segundos, cada asomo de quebranto se diluía como ceniza arrastrada por el viento.

Sus ojos azules perdían vitalidad solo para que sus Bendiciones la renovaran de inmediato.
Un ciclo cruel.
Una burla divina.

Ni siquiera podía sufrir como correspondía. Aquella carga que anhelaba llevar, aquel castigo que deseaba aceptar, le era arrebatado sin piedad.

Era inhumano.
Repugnante.

Y, lejos de consolarlo, eso solo intensificaba su desprecio hacia las mismas Bendiciones que lo habían definido toda su vida.

No quería tambalearse ni reprocharse; se lo había prometido a su Dama, al fin y al cabo. Debía permanecer firme.

Pero era difícil. Terriblemente difícil.

Porque, en lo más profundo de su ser, un pensamiento lo perseguía sin descanso:

¿Qué hubiera pasado si él hubiera estado allí?

"¿Cuánto tiempo vas a dormir? ¡Levántate, perezoso Barusu!".

"¡¿Guah eh?!".

Subaru fue devuelto a la realidad con un fuerte empujón, sus extremidades no pudieron moverse y sus pensamientos quemados se desmoronaron.

De repente, levantando su cuerpo, Subaru se secó el sudor frío de su frente cubierta de arena.

El Teatro se hundía en un silencio roto solo por los sollozos, como una sinfonía de lamentos desgarrados, sin compás ni armonía.

Cada respiración era pesada, cada lágrima un cuchillo que caía en el vacío.

Priscilla cerró de golpe su abanico, el chasquido seco resonó como un disparo que hizo eco en medio de aquel mar de pena.

Su mirada escarlata, ardiendo de furia contenida, se dirigía al lugar donde la abominable Mabestia se había mostrado antes del reinicio.

Sus labios, torcidos en una mueca de repulsión, temblaban de rabia.

Priscilla:" Que un engendro tan deforme ose manchar mi mirada... Es un insulto. Una desgracia. Una blasfemia". El odio en su voz era real, pero lo que ocultaba era otra cosa: miedo.

No lo admitiría jamás, ni siquiera a sí misma. Pero esa criatura había quebrado su orgullo, y esa herida ardía más que cualquier afrenta.

Ram, en cambio, no podía prestarle atención. Sus oídos se cerraban, como si ahogara voluntariamente la voz de su contraparte en la pantalla. No quería escuchar nada.

Apenas podía sostenerse en pie, con la respiración entrecortada y los ojos enrojecidos. Intentaba limpiar las lágrimas con rapidez, como si negar su debilidad le diera control... pero cada intento solo las hacía fluir con más fuerza.

Ram:" ...No... no puedo..." Murmuró, su voz temblando, apenas audible.

Se odiaba por llorar, por mostrarse débil, por sentir tanto miedo.

El nudo en su garganta era insoportable, y lo peor era que sabía que, si cerraba los ojos, volvería a escuchar el rugido blasfemo y el sonido de la carne de Subaru quemándose en aquel fuego.

Otto sentía su estómago encogido, el sudor frío recorriéndole la espalda. La mano de Frederica en su hombro fue un ancla que evitó que se derrumbara allí mismo.

Él la miró, con los labios pálidos y la voz atrapada, y asintió con un gesto seco. No podía decir nada. Ni siquiera podía mentir para calmar a los demás: cualquier palabra sería ridícula frente al horror que acababan de presenciar.

Frederica, en cambio, no perdió tiempo.

Petra necesitaba de ella.

La encontró hecha pedazos, con la mirada vacía, perdida en un punto inexistente.

Meili, tan pequeña y endurecida por la violencia, la protegía como podía, tapándole ojos y oídos con manos temblorosas. Pero su propio rostro estaba lívido, y la rigidez de su cuerpo traicionaba el miedo que luchaba por controlar.

Petra, apenas consciente, dejaba caer lágrimas mudas mientras su cuerpo se inclinaba contra Meili.

No sentía nada, ni siquiera el peso de sus propios brazos. La náusea la carcomía, pero lo único que salía eran sollozos secos, como si llorar fuese lo último que le quedaba.

Frederica se inclinó hacia ellas, envolviéndolas en un abrazo que intentaba ser maternal, aunque su propio pecho ardía de dolor.

Frederica:" Ya pasó, tranquila... ya pasó... " Susurró en un tono dulce que ocultaba grietas. Sabía que no era verdad. Sabía que todo volvería a ocurrir. Pero Petra necesitaba creerlo, aunque fuera una mentira.

La niña, quebrada, apenas alcanzó a balbucear:

Petra:" ¿P-por qué...? ¿Por qué...?"

Las palabras se ahogaron en un grito de llanto, que la desgarró por completo.

Su llanto se volvió incontenible, húmedo y ruidoso, un torrente que inundó todo el Teatro, un recordatorio cruel de su fragilidad.

Varios apartaron la mirada, no por incomodidad, sino por pura impotencia.

Entonces, otro llanto se sumó. Más agudo. Más desgarrador.

Spica.

La niña temblaba entera, con el rostro empapado en lágrimas y la piel enrojecida por la desesperación.

Se tiraba del cabello con violencia, una y otra vez, como si quisiera arrancar de raíz los gritos que resonaban en su cabeza: la voz de Subaru, el rugido de la Mabestia, el crujido abominable de la carne chamuscada.

Intentaba hablar, gritar lo que sentía, pero de su garganta solo salían chillidos entrecortados, sonidos ahogados y sin forma. Y cada intento fallido solo intensificaba su desesperación.

Spica:" ¡Ah...! ¡Nnngh...! ¡Aaahhh!". Emitía, forzando su voz hasta rasgarla, incapaz de formar palabras.

El terror y la frustración la estaban devorando. Quería decirlo, quería gritar lo injusto que era todo, quería suplicar que alguien detuviera aquello. Pero no podía.

No podía expresar nada más que sonidos rotos. Y esa impotencia era peor que cualquier herida.

Rem intentaba sostenerla, abrazarla, pero cada vez que Spica volvía a ver a Subaru reaparecer, el dolor se multiplicaba. Lo que debía ser alivio era otra pesadilla. Un ciclo infernal.

En otro momento, en otra circunstancia, habría sonreído al verlo volver a la vida. Pero ahora... ahora ese regreso era una maldición. Un castigo repetido.

Ya lo había visto morir dos veces en el campo de flores.
Ahora, también en esa cueva.

Cada retroceso era distinto. Cada muerte era más cruel. Y su mente, aún infantil, empezaba a conectar los hilos. Una verdad se insinuaba en su corazón, y era tan horrible que quería arrancársela del pecho.

Spica volvió a gritar, su voz quebrada y sin palabras rebotando contra los muros del Teatro.

El mundo odiaba a su padre.
Y ella era incapaz de decirlo.

"Eh, oh... ¿eh?".

Subaru, mirando a su alrededor. A oscuras, no veía nada. Había algo que le había dado miedo hacía apenas unos segundos.

"¿Hola?".

"...Estoy atónita. ¿Cómo puedes tener miedo de la simple oscuridad? No eres un niño".

"—Ah".

Encogido, los ojos del pequeño Subaru se abrieron de par en par al oír esa voz.

Con el rostro iluminado por la linterna que ella misma portaba, Ram dejó escapar un leve suspiro. Luego, se arrodilló en silencio y acarició las mejillas de Subaru con la mano.

"¡Qué cara más lamentable!".

"...¿Se me ha derretido la cara?".

"—Excepto frente a Lady Emilia, nunca había visto una escena tan lamentable".

El calor de la palma tocando la mejilla era muy cálido, pero ni siquiera se acercaba, comparado con lo que Subaru acababa de experimentar.

Gracias a ese sentimiento, gracias a la sensación de las llamas y al calor del otro, Subaru entendió.

De nuevo, había Regresado de la Muerte. Y aquí había otro punto de guardado, diferente al de las dos Muertes que había conocido en las Dunas de Arena.

Así se decía que para conquistar el laberinto de arena había que poner en juego la propia vida.

Ram volvió a reprender mentalmente a su contraparte. Era consciente de que ella no tenía manera de saber lo que le había ocurrido a Barusu, pero aun así... no podía evitar sentir rabia.

Al, con su tono relajado, murmuró desde detrás de su casco.

Al:" Bro se adaptó muy rápido a esa muerte..." La frase cayó como un balde de agua fría. Su voz sonaba despreocupada, pero el aire a su alrededor delataba cierta incomodidad.

Varios en el elenco lo pensaron también, aunque prefirieron guardarse las palabras. Bastaba con un solo comentario como para echar más peso a un ambiente que ya estaba demasiado cargado.

Anastasia:" ...El punto de guardado también se actualizó". Añadió Anastasia, con la voz algo temblorosa.

Todavía sentía un malestar en el estómago, pero no había tiempo para detenerse en ello.

La pantalla, fría e implacable, no les permitió recomponerse.
Los obligaba a seguir mirando.

A seguir sufriendo.

-Sintió como la arena fría que fluía en el mar de arena ridiculizaba silenciosamente al quemado Subaru, que observaba.

El calor que emanaba de la palma de Ram contrastaba con el desprecio de la arena fría. Ambas eran las realidades a las que Natsuki Subaru se enfrentaba ahora; ese era el «presente» que debía aceptar.

"...Ram".

"¿Qué?".

"Tus dedos realmente se sienten agradables y suaves... Es como... ¡bbubeeeeh!".

"Este Barusu sí que prueba su suerte, ¿no?".

"¿Dejarás alguna vez de usar los apodos de la gente como maldiciones?".

Subaru expresó sus quejas con lágrimas en los ojos tras recibir una bofetada en las mejillas por su comentario descuidado.

Sin embargo, Ram, que sostenía una linterna en la mano, no le respondió. En cambio, se alejó apresuradamente, manteniéndose a distancia.

Era algo frío de su parte, a pesar de que hasta ahora le había mostrado una amabilidad poco común.

Pequeñas risitas nerviosas se escaparon entre algunos, huecas, sin verdadera alegría. El ambiente seguía cargado, sombrío, como si el aire mismo pesara sobre sus hombros.

La ansiedad se hacía sentir. Después de lo que acababan de presenciar, cada uno sabía que la siguiente elección no sería más sencilla.

El camino de la izquierda había terminado en una muerte atroz, consumida por las llamas de aquella aberrante Mabestia. Una escena que difícilmente podrían borrar de su memoria.

Siguiendo la lógica, ahora tocaba enfrentar la otra opción.

"...El camino derecho", pensaron casi todos al unísono.

Pero ese pensamiento no les trajo alivio alguno. Recordaban muy bien lo que Reinhardt había advertido: aquel sendero estaba saturado de miasma.

Un silencio incómodo se extendió entre todos. Ninguno se atrevía a decirlo en voz alta, pero la inquietud era clara.

"..."

"..."

—Sin embargo, si las cosas seguían así, Subaru no podría siquiera tener una conversación incómoda al respecto. Parte de su verdadera intención había sido volver a su forma habitual de interactuar.

"Justo aquí, estamos..."

"Está completamente oscuro por todas partes. ¿Recuerdas las grietas que se abrieron en el mar de arena y cómo se tragaron nuestros carruajes de dragones, supongo? No quiero tener que explicar más".

"No, no, me parece bien oír solo eso. Lo entiendo."

"...Está bien".

Subaru recibió un resumen de la situación actual de Ram mientras respiraba hondo.

Comprendió que había "Regresado de la Muerte" y que su punto del "Regreso de la Muerte" ya había cambiado.

Al, con una mano en el mentón bajo el casco, dejó escapar un murmullo cargado de ironía:

Al: "Bueno... en esta ocasión al menos le dieron más tiempo de reacción. El punto de regreso se plantó antes de toparse con el centauro en la bifurcación... pero la decisión sobre qué camino tomar sigue siendo la misma maldita ruleta."

A diferencia del resto, que aún se encontraba abatido por la visión de la muerte anterior, él parecía haberse recuperado rápido, como si el impacto se hubiese disuelto en su peculiar manera de ver la vida.

Más que compadecerse, su mente ya analizaba con fría lógica la situación.

Y siendo sincero, lo que veía no era nada alentador.

Un sendero lo obligaba a enfrentarse otra vez con esa aberración que ya había reducido a Subaru a cenizas en cuestión de segundos.

El otro, envuelto en un miasma denso y desconocido, prometía un destino igual de incierto, quizá incluso peor.

Al: "Ni siquiera es que exista una opción buena aquí... es como elegir si quieres que te aplaste un dragón o que te trague una ballena. Cualquiera que sea el camino, Bro va a tener que mover las fichas con más maña que nunca...".

Mientras tanto, los demás apenas podían reunir la fuerza para sostenerse en silencio. Cada respiración pesada, cada mirada perdida hacia la pantalla, dejaba claro que la esperanza se desangraba poco a poco.

-Subaru se había encontrado con la muerte tres veces en estas dunas de arena con esto.

Había muerto dos veces en la superficie a causa de los destellos de luz, probablemente disparados desde la Atalaya.

Sin embargo, esta tercera vez fue muy diferente a las dos anteriores. Murió al ser atacado por un monstruo en el subsuelo.

Apenas podía evitar que su cuerpo temblara mientras recordaba la forma en que había muerto hacía apenas un minuto.

"Nunca pensé que moriría así..."

El ceño de varios miembros del elenco se frunció.

Petra apretó con más fuerza el vestido de Frederica, aferrándose a él como si de ese contacto dependiera no quebrarse del todo. La criada mayor no soltaba a la niña, su abrazo era firme, protector, casi desesperado.

Spica, en cambio, parecía agotada. Sus ojitos, rojos de tanto llorar, ya no tenían brillo. Solo un reflejo vacío que hablaba de confusión y rabia contenida.

¿Lo peor?

Ni siquiera podía expresarlo.
No podía preguntar.
No podía desahogarse.

El nudo en su garganta era eterno, y su silencio solo la hundía más.

Mientras los demás lidiaban con su propio dolor, ella quedaba atrapada en sus teorías infantiles.

Preguntas sin respuesta.
Dudas que la carcomían.
Un torbellino que nadie parecía escuchar.

La forma en que Subaru había muerto ahora era lo que se llamaría una muerte ardiente.

Todo su cuerpo había sido quemado por llamas carmesí, y había sido quemado hasta morir sin comprender aún lo que estaba sucediendo.

Era difícil olvidar que todo su cuerpo había sido lamido por lenguas al rojo vivo, y que cada parte de él se había derretido en lugar de quemarse.

Sabía por experiencia propia que el cuerpo humano era un bulto de grasa. Sin embargo, ¿era realmente algo que se derretía con tanta facilidad y fluidez? Que sus restos quemados fueran trágicos era algo con lo que sin duda estaría de acuerdo.

"Barusu, ¿ya te calmaste? Si ya te tranquilizaste, tenemos que hablar".

"Ah, aah. Sí, estoy bien... ¿Solo estamos tú y yo?".

"Si ese fuera el caso, Barusu, te abandonaría y huiría por mi propia seguridad. Como no he... bueno, entiendes lo que eso significa, ¿verdad?".

"¿Acabas de mostrar una segunda parte de la amabilidad que rara vez muestras?".

"Seguro que le faltas el respeto a mi bulto de amor y compasión, ¿verdad? Vaya, volvió mientras decías tonterías."

Mirando a su izquierda, hacia la linterna, y luego hacia donde apuntaba desde la derecha de Ram, vio el resplandor de una lámpara que se acercaba desde las profundidades de la cueva.

Ram tenía unas ganas insoportables de soltarle un puñetazo a su contraparte, pero se contuvo.

Respiró hondo. Una, dos, tres veces.
Repitió el ciclo. Una, dos, tres veces.
Una, dos, tres veces.

Los grotescos sonidos de la última muerte de Barusu aún resonaban en su cabeza, como ecos que no querían apagarse. Aullidos, crujidos, fuego devorando.
Pero, poco a poco, se fueron disfrazando de remordimientos. Todavía la perseguían, sí... aunque ya no tan agudos.

Con un gesto mecánico, se acomodó el cabello y enderezó la espalda, como si la compostura fuera un escudo.
Sus ojos, sin embargo, seguían empañados de malestar.
Pero no podía seguir cayendo en ese agujero.

Alrededor, varios más habían llegado a la misma conclusión. No podían permanecer inmóviles como maniquíes, tragando dolor sin reaccionar.
Así que, como podían, intentaron recomponerse. Cada uno torpemente, a su manera.

Y aun así, todo seguía siendo frustrante.
Dolorosamente frustrante.

La linterna se balanceaba a la altura de su cabeza; y tal como esperaba, la fuente de luz la sostenía Anastasia, que montaba a Patrasche.

"Ram, Natsuki, parece que vuestra conversación ha terminado, ¿verdad?".

"...Anastasia, Patrasche, ¿son ustedes?".

Anastasia, que cabalgaba sobre Patrasche, pronunció el mismo saludo que antes, con una mirada ceñuda.

Y, ante esas palabras, Ram le pellizcó el dobladillo de la falda como antes e hizo una reverencia.

"Gracias por su atención, Lady Anastasia. ¿Puedo preguntar cómo es el entorno?".

"Fui a buscar un poco más adentro, pero no encontré a ninguno de los otros jóvenes. Solo nos arrojaron a los tres por aquí... y esta jovencita".

"Ya veo."

"Tienes que mantener la cabeza en alto, aunque quizá eso en sí mismo no nos sea de ninguna utilidad".

"Gracias por su preocupación. De hecho, lo entiendo... Me aseguraré de hacerlo".

Anastasia expresó sus temores desde el lomo del dragón. A lo cual, Ram respondió con su tono habitual, diferente al de Subaru.

El desarrollo de los saludos iniciales y el entorno general en la cueva fue idéntico al del bucle anterior. Nadie se sorprendió.

Reinhardt, en cambio, se mostraba pensativo. La imagen del centauro aún lo incomodaba, y el silencio del grupo le dio la oportunidad de volverse hacia Meili para aclarar sus dudas.

Reinhardt:" Disculpe, Meili-san. Durante la proyección... me pareció escucharla decir que no conocía nada sobre esa Mabestia. ¿Es realmente así?". Su voz sonó calma, serena como siempre, pero con un matiz de cautela que apenas se percibía.

Meili ya intuía que tarde o temprano la interrogarían sobre la criatura. Se apartó con suavidad del abrazo de Petra y, todavía algo encogida, enfrentó la mirada de varios.

Meili: "B-bueno... normalmente podría reconocer a cualquier Mabestia, incluso si no siempre logro dominarlas. He estudiado y visto muchas de ellas, pero..." Se llevó una mano al pecho, como si los gritos de Subaru aún la atravesaran "...nunca antes había visto algo parecido. Lo siento, pero no creo poder ser de mucha ayuda".

Inclinó la cabeza, sincera en su disculpa, con la inseguridad propia de alguien que odiaba admitir su desconocimiento.

El silencio posterior se sintió pesado. Emilia entrelazó las manos con nerviosismo, intentando poner buena cara sin mucho éxito.

Emilia:" Entonces... ni siquiera tú sabes qué era..." Murmuró, su voz temblorosa al intentar mantenerse positiva, aunque sus ojos reflejaban desasosiego.

Crusch:" Una Mabestia desconocida, con control del fuego y suficiente poder para... aquello. Si existe una especie nueva, debemos asumir que habrá más sorpresas en las Dunas. Eso complica todo..."

Las palabras fueron claras, pero el peso en su tono no pasó desapercibido.

Reinhardt bajó la mirada, decepcionado aunque sin atreverse a reprochar. El grupo esperaba respuestas, pero no podían culpar a Meili por no tenerlas.

La preocupación se disparó entre todos. Una criatura desconocida, un fuego que lo devoraba todo... y Subaru frente a ella, acompañado por un grupo incapaz de plantar cara a semejante aberración.

El panorama se volvía cada vez más sombrío.

El rostro de Anastasia era claramente visible esta vez, ya que Ram era quien sostenía la linterna.

Todo lo que Anastasia había dicho era exactamente igual que la última vez. El disgusto de Ram por estar separada de Rem se reflejaba claramente en su rostro de perfil, donde se apreciaba un ligero agotamiento.

"¿Entonces, por ahora, solo nosotros cuatro pudimos unirnos? ... Es una lástima que no tengamos fuerza para luchar".

"No estamos tan dispersos como pensábamos, ¿eh, Natsuki? ¿Qué amuleto de la suerte tan especial le pediste a Ram que nos invitara?".

"Desafortunadamente, no pasaría nada, incluso si tuviera que decidir entre Barusu y yo. Solo Barusu acabaría muerto cuando lo encontraran al día siguiente".

"¿Qué quieres decir? ¿Te refieres a algo como el hombre lobo en un juego de hombres lobo? Da miedo."

Sus comentarios no pretendían ser una muestra de bravuconería, sino que Anastasia y Ram intercambiaron palabras para calmar a Subaru, quien acababa de despertar.

Aunque comprendió la situación rápidamente, al ser la segunda vez, aún estaban en una situación en la que les valía la pena actuar de inmediato, incluso ahora.

Anastasia se llevó una mano al vientre, respirando hondo. El mareo seguía ahí, aunque al menos ya no sentía que fuera a vaciarlo todo.

Anastasia:" Apenas se levanta y ya lo obligan a pensar en cómo sobrevivir otra vez... qué injusto". Murmuró, con una mueca cansada.

Frederica permaneció al lado de Petra, decidida a no apartarse de la niña ni un segundo. Sabía bien que, si volvía a repetirse una escena parecida, Petra sería de las más afectadas.

Otto no podía evitar pensar. Su mente intentaba ordenar lo del centauro, el miasma y la bifurcación. Pero estaba tan agotado que todo se enredaba.

Al final, suspiró y dejó el asunto de lado. No tenía caso insistir si apenas podía hilar una idea.

"Ram, solo para asegurarme, no sabes dónde está Rem usando tu sinestesia, ¿verdad?".

"Correcto, es inútil. Como siento el vínculo, no dudo de que al menos esté viva... Pero no sé nada más. Solo podemos rezar para que no esté sola".

"Dado que mis acciones diarias están ligadas a la fortuna y la desgracia, las acciones de Rem serán solo buenas, no te equivoques en eso... Creo absolutamente en su seguridad".

Si esta teoría era correcta, era enteramente debido a sus propias acciones que estaba sufriendo una cantidad absurda de sufrimiento y muerte. Quería irse y cerrar los ojos ante eso.

Al: "Yo más bien diría que todo esto es cuestión de decisiones... y de suerte". Murmuró apenas, como si solo quisiera escucharse a sí mismo.

Sus dedos se cerraron un instante sobre el brazo mutilado, gesto breve que acompañó al tono melancólico de su voz. El casco ocultaba cualquier rastro de expresión, pero la carga estaba ahí, silenciosa.

Se ajustó el casco con brusquedad, como apartando esos pensamientos. Ya había tocado el tema con su princesa en el descanso anterior... y seguía esperando una respuesta.

Giró un poco, lo suficiente para lanzar una mirada de soslayo hacia Priscilla.

El hombre con casco se quedó callado.

"..."

"..."

"Además de eso..."

Subaru no podía dejar que Ram y Anastasia lo supieran; esa era su mayor ansiedad. Parecía que todos a quienes quería salvar se habían dispersado gracias a la actualización de su punto de «Regreso de la Muerte».

Era igual que cuando no pudo usar su «Regreso de la Muerte» para recuperar el nombre de Rem.

¿Qué pasaría si la tragedia hubiera golpeado a sus compañeros debido a su actualización actual de Regreso de la Muerte?

"¡No permitiré eso en absoluto...!"

Para los que no estaban. Emilia, Beatrice, Julius, Meili. Y Rem. Rezó para que no les hubiera pasado nada desastroso.

Natsuki Subaru rezó para que no resultaran heridos, aunque no estuvieran a su alcance.

Wilhelm:" Debo admitir que también estoy algo consternado respecto al paradero del resto del grupo". El viejo espadachín alzó la voz con un tono sereno pero intencional.

Era evidente que lo hacía para desviar, aunque fuera un poco, las mentes del recuerdo del Centauro.

Crusch captó de inmediato la intención y decidió continuar la idea.

Crusch:" P-por lo que hemos visto hasta ahora, parece que partes de la cueva están interconectadas. Todavía desconocemos si podría haber más bifurcaciones incluso después de la primera". Al inicio su voz tembló, pero pronto recuperó la compostura.

Llevó su taza de té a sus labios, solo para escupirlo enseguida con cierta torpeza.

El líquido, ya frío por haberlo ignorado demasiado tiempo, le dejó un gesto de disgusto. Disimuló la acción apartando la taza a un lado, mientras tosía ligeramente en el puño.

Priscilla:" ¿Lo que intentas decir es que esa cueva podría ser un laberinto?". La Matriarca cerró y abrió su abanico con un movimiento elegante, retomando su hábito de abanicarse mientras analizaba con frialdad lo dicho.

Crusch:" Es... una posibilidad, sí".

A raíz de esa hipótesis, varios murmullos surgieron entre los distintos campamentos, cada uno aportando comentarios o especulaciones.

Priscilla, en silencio, desvió la mirada hacia la proyección.

El escenario en pantalla ya lo había examinado más de una vez, y aunque tenía su propia teoría —que aquella cueva era, en realidad, parte del subsuelo de la torre—, prefirió callársela.

No todavía.

Aún no era momento.

"Barusu... ¿No tienes ninguna relación con Lady Beatrice?".

"Lo he intentado, pero no sirve de nada. Mientras haya un camino entre nosotros, Beako debería poder sentirme... Pero aunque intente llamarla, la conexión es bastante débil".

"Quizás sea por el miasma. Ni siquiera los espíritus pueden contener la respiración... Solo Emilia lo soportaba".

"Supongo que a ti también te pasó lo mismo, ¿eh, Beako?".

Beatrice, con su valentía, probablemente no se quejaría ni siquiera estando en apuros. Si eso ocurriera, Subaru lo habría notado.

Que Beatrice estuviera en apuros también afectaría la seguridad de todos los demás. Cuando se reunieran sanos y salvos, tendría que reprenderla.

Beatrice:" Supongo que decir eso es un poco hipócrita..." Murmuró con la mirada perdida, aunque para romper la pesadez le dio una leve patadita a su contratista.

Ella solo quería que él se priorizara. Al demonio con todo lo demás...
No quería que sufriera otra vez.

Emilia observó la pequeña y encogida figura de Beatrice. Tras unos segundos de silencio, extendió la mano y sujetó con suavidad la diminuta manita de la bibliotecaria.

Los ojos de Beatrice se abrieron con sorpresa, pero pronto dejó escapar un suspiro resignado.

Beatrice:" ¿Y ahora qué, Emilia?". Preguntó con falsa pereza, desviando la mirada como si no quisiera dejarse ver vulnerable.

Emilia:" No es nada... solo quería apreciar un poco de la ternura de Beako. ¿Sabes? Te verías aún más linda con una sonrisa. ¿Me regalas una?". Su tono era suave, casi melódico, y acariciaba con el pulgar la temblorosa manita que sostenía.

Beatrice titubeó apenas un instante antes de bufar y esbozar una pequeña sonrisa.

Beatrice: "No tienes remedio, supongo". El peso de lo ocurrido aún la aplastaba, pero si alguien pedía un poco de su ternura...

¿Qué sentido tenía negársela?

Emilia, con un gesto juguetón, sacó la lengua a modo de burla ligera.

Beatrice resopló y soltó un simple:

Beatrice: "¡Hmph!"

"...~"

"...~"

"Por eso también necesitamos reunirnos con los demás. ¡Vamos a adentrarnos en la cueva!".

Era probable que se toparan nuevamente con el monstruo que lo había quemado si se dirigían hacia sus profundidades.

Pero aún así no había otro camino que seguir adelante.

Así que para reunirse también con sus preciados compañeros, no había otro camino que seguir adelante.

"..."

"..."

"..."

"Eres el único que camina, Natsuki, ¿no está empeorando tu pisada?".

"Estoy bien. Pero ten cuidado, Patrasche no recibe a nadie con los brazos abiertos excepto a mí. Siempre parece que está a punto de morderle uno de los rizos de taladro a Beako".

"Jajaja, qué buen chiste. Patrasche-chan es una buena chica, no haría eso. ¿Verdad?".

Kyaaahh!".

Patrasche le soltó un gruñido rápido a Subaru, quien los guiaba con su linterna mientras se adentraban en la cueva. Era el gruñido que emitía cuando no tenía quejas.

Patrasche seguía siendo muy trabajadora, incluso a pesar de llevar a otras personas que no eran Subaru, pues sabía que era una emergencia.

Como era de esperar, era una mujer digna de formar parte del Campamento Emilia.

Ricardo:" ¡Una mujer digna, fiel, confiable y cariñosa! ¡Vaya! Si no fuera una dragona de tierra, sus chances con el mini jefe estarían por los cielos, ¿No creen?".

El hombre bestia mostró sus afilados colmillos en una sonrisa amplia, soltando la broma con toda la intención de arrancar aunque sea una risa al grupo.

Al:" Elemental, compañero Ricardo". Acompañó con un pulgar levantado, dejando caer una de sus raras referencias a su mundo.

Como era de esperarse, nadie entendió la alusión.

Aun así, ligeros comentarios empezaron a surgir entre los presentes, pequeñas chispas de conversación que buscaban evitar que el ambiente se hundiera otra vez en silencio sepulcral.

Y de alguna forma... funcionaba.

Spica, aunque cansada y con el rostro aún marcado por las lágrimas, dejó escapar una sonrisa tenue, casi nostálgica.

Aquella palabra rara, "elemental", le sonaba familiar. Su padre la había usado alguna vez, y hasta se lo había explicado en tono divertido.

El recuerdo le apretó el pecho, pero también le dio un calorcito reconfortante.

Mientras tanto, Petra también se animó un poco; las bromas torpes de Ricardo, sumadas a los intentos de Frederica y Meili por distraerla, lograron arrancarle algunas risitas suaves, tímidas, pero sinceras.

Tras dejar a Ram y Anastasia en Patrasche, Subaru fue el único que atravesó el laberinto de arena a pie.

Siguieron el mismo camino que la última vez, los cuatro avanzando hacia las profundidades de la cueva.

Puede que se hubieran ido decenas de minutos antes, pero como no sabía cuándo aparecería ese monstruo allí abajo, todo se reduciría a un simple margen de error.

"Su guarida está allá lejos... Tal vez sea su zona de alimentación, o su patio de juegos..."

Lo que no podía llamarse "alimento" era la enorme cantidad de cadáveres quemados que cubrían la zona.

El cadáver carbonizado que Subaru había agarrado accidentalmente probablemente era el de un animal... Por su forma, parecía que había agarrado la pata trasera de un cuadrúpedo, pero no había indicios de que se lo hubieran comido.

La cantidad de cadáveres carbonizados allí era incontable.

Incluso podría haber apreciado su cocina como la de una Bruja Gourmet si usara fuego para preparar su comida.

Sin embargo, simplemente quemaba a sus presas y dejaba sus cadáveres intactos. Ese monstruo poseía una naturaleza cruel que se deleitaba quemando a sus presas; tenía sentido que tuviera una forma de capturarlo y un lugar donde quemarlo.

Era una figura grotesca, provista de cantidades anormales de calor. Subaru también temía a la propia Bruja, que existía con una forma errónea como criatura viviente, al mismo tiempo que recordaba el momento en que murió quemado.

El ceño de todo el elenco se frunció de manera casi unánime. La imagen del Centauro seguía grabada en sus cabezas como una mancha imposible de borrar.

"Una bestia repugnante..."
"Monstruosidad anormal".
"Ser asqueroso".
"Despreciable, de hecho".
"Maldita bestia lunática".

Los comentarios se escapaban de tanto en tanto, como ecos cargados de odio y rechazo.

La ira colectiva hacia aquella criatura era palpable, intensificándose aún más con la teoría de que era ella quien creaba aquellos oasis de masacre carbonizada, no por necesidad... sino por mero entretenimiento.

Reinhardt apretó los puños con fuerza.

Deseaba, con cada fibra de su ser, partir en dos a esa Mabestia con el filo de sus incontables Protecciones, hacerla probar aunque fuera una fracción del sufrimiento que había infligido a sus víctimas.

La imagen de Subaru atravesó su mente: carbonizado, reducido a nada. Ni siquiera cenizas quedarían de él... y aun así habría sido un milagro si algo persistía.

El desprecio lo consumía. Para Reinhardt, esa criatura era una aberración contra el mundo mismo.

Él era Reinhardt van Astrea: un ser humano, alguien que merecía vivir sin culpa, alguien que había reafirmado esa resolución gracias a su Dama.

Pero al mismo tiempo, seguía siendo el Santo de la Espada, el héroe destinado a dar caza a todo lo que atentara contra la existencia humana.

Y así lo haría.

Juró por su honor que cazaría a esa Mabestia, y con ella a toda su especie.

Su antepasado, Reid Astrea, había pasado a la historia por erradicar la raza de dragones malignos de su era.

Ahora era su turno: dejar su propia marca en el legado de los Santos de la Espada, acabando con estas aberraciones que amenazaban la vida misma.

"...Por lo que veo, deberíamos estar todavía en las dunas de arena de por aquí, o quizás debajo. ¿Qué te parece, Natsuki?".

"..."

"¿Natsuki?".

"¿Eh? ¿Ah? Ah, es cierto. Yo también lo creo".

"¿De verdad oíste lo que dijo? Estás siendo grosero si crees que esa respuesta es adecuada".

Ram expuso rápidamente la aceptación sin sentido de Subaru. Sin embargo, Subaru negó apresuradamente con las manos y la cabeza.

"Ni hablar, lo escuché todo bien. Y lo que es más, me mantengo en mi postura de total acuerdo".

"¿En serio? Cuando te quitas el sostén al acostarte, tus pechos no se caen ni un centímetro, ¿es eso lo que dices? ¿Lo estás afirmando? ¡Qué asco!".

"¿No te parece repugnante cómo me lo dices? O mejor dicho, no es lo que ella dice, ¿no estás de acuerdo?"

Garfiel:" Ram siendo Ram... su encanto no desaparece ni aunque lo intente, ¿No es así, Ram?". Comentó con una sonrisa ladeada y afilada, disfrutando de la reciente interacción entre Subaru y la sirvienta.

Presenciar esos pequeños momentos entre las dos personas que más admiraba siempre le resultaba reconfortante. Además, sabía bien que el humor de Ram estaba decayendo... y ese era su modo de intentar levantarlo.

Ram apenas abrió los ojos un poco, un gesto casi imperceptible, pero suficiente para notar las claras intenciones del rubio. Y como la mujer digna que era, decidió concederle el capricho de sentirse útil.

Ram:" El encanto de Ram es natural. Es obvio para cualquiera con algo de cerebro. Eso te da dos puntos de intelecto, Garf. ¡Felicidades, pasaste de cachorro a tigrillo!". Declaró con su habitual tono despectivo, sin molestarse en mirarlo directamente.

Sin embargo, una ligera curva apareció en sus labios, apenas un esbozo de sonrisa. Por un instante olvidó lo que la atormentaba y se permitió disfrutar de esa escena.

"..."

¿Disfrutar?
¿Acaso siquiera merecía permitirse algo tan efímero?

Subaru, incrédulo, se volvió hacia Anastasia en busca de ayuda. Ella le dedicó una sonrisa irónica y luego dijo: «No deberías preocuparte».

"Ram estaba bromeando hace un momento. No creo que sea apropiado hablar así en esta terrible situación".

"¿S-sí? Sí, es cierto. Tenía prisa. Y para empezar, ni los pechos de Ram ni los de Anastasia se caían, ni siquiera se notaban..."

Silencio absoluto.

"..."

"..."

"Pff... ¡¡Jajajajajaja!!".

Las carcajadas terminaron rompiendo la incomodidad de la escena.

Ricardo se llevó una mano al estómago, intentando contenerse. Al fin y al cabo, acababan de burlarse de su Dama, pero...

Ricardo:" ¡No puedo! ¡Jajajajajaja!". Soltó, riendo con fuerza.

El estallido hizo que Anastasia, sentada varios asientos más adelante, se sonrojara al instante. Con un puchero infantil, se giró hacia el chico de ojos cerrados a su lado y le pellizcó el hombro en venganza.

Otto:" ¡Natsuki-san no tiene ni un poquito de tacto!". Recriminó alzando la voz, aunque por dentro también estaba reprimiendo una risita.

Ram se cruzó de brazos y apartó la mirada. Ella también había sido blanco de la broma, pero no tenía fuerzas para responder, y menos aún contra alguien que estaba dormido.

El ambiente se volvió más ligero. Entre bromas y pequeñas pullas hacia las dos chicas planas del grupo, el auditorio recuperó algo de su brillo perdido.

Para Reinhardt, esa escena era casi hermosa. Familiar, incluso.
Un cuadro que deseaba proteger con todas sus fuerzas.

Quería congelar ese momento en el tiempo.

Pero...

¿Alguna vez las cosas serían tan sencillas?

"¡Uy! Lo siento, Natsuki. Se me resbaló la mano".

"¿Por qué el tiempo pasado y por qué hace tanto calor?".

Su linterna estaba presionada contra su nuca, y el calor que emanaba del Mineral Mágico le quemó el cuello.

Con la sensación de su muerte ardiente revivida en su interior, se estremeció y rodó sobre la fría arena, gritando y chillando mientras se aliviaba del dolor. Y mientras lo hacía, aún desplomado con la espalda sobre la arena, los miró fijamente a los dos a lomos de dragón.

Silencio sepulcral.

El ánimo recién adquirido se borró con un solo recuerdo.

Muecas de incomodidad se dibujaron en varios rostros.

Era lógico: desde el bucle de la Inmensidad Conejuna, Subaru había desarrollado una fobia hacia el frío y los animales pequeños.

¿Por qué no pensar que ocurriría lo mismo ahora, pero con el calor abrasador?

Especialmente... por cómo fue esa muerte.

En el cuello de Anastasia, Foxidna se removió, apartando la mirada. No podía evitar sentirse culpable: había sido su acción la que trajo ese recuerdo a la superficie.

Anastasia también bajó la vista, con un peso similar en el pecho. No había estado en control de su cuerpo en aquel momento, lo sabía...

Y aun así, su conciencia no le permitía desprenderse de la culpa.

"¿No es cruel hacer eso de repente? Me hubiera gustado al menos tener la oportunidad de explicarlo."

"No puedes criticar las características físicas de la gente y luego despreciarlas. No puedes hacer eso a menos que seas masoquista. Si esto fuera Kararagi, perderías toda tu reputación y te arruinarías. ¿No te parece, Ram?".

"No me importa. Además, Rem es más grande, así que mantenemos el equilibrio. Para mí no es problema".

Si él hablara abiertamente de su hermoso amor fraternal, que se complementaba, provocaría de nuevo su ira.

Por eso, guardó silencio. Subaru hizo una mueca; sintió un ligero hormigueo en la nuca. Se levantó y tosió, sacudiéndose la arena.

"Bueno, vamos al grano. Estamos bajo tierra, ¿no dijiste?".

"¿Qué? ¿De verdad me oíste? Así es, creo que sí. La razón es que el aire es más pesado que en la superficie, y la temperatura es más baja. ¿No crees?".

"Bajo las dunas de arena... Habrá que rezar para que esto no sea una madriguera de gusanos de arena".

"...También podría ser peor que eso".

Anastasia se ajustó más la bata, apelando al frío, un gesto que Ram siguió. Subaru sutilmente tejió la realidad de la situación, mientras estaba de acuerdo con sus opiniones.

Claro, incluso si hubiera Gusanos de Arena aquí, sería una tarea titánica derrotarlos con la escasa fuerza de combate disponible. Aun así, los Gusanos de Arena eran superiores, ya que contaban con una estrategia para lidiar con ellos.

Esa Mabestia, a la que por ahora llamaría centauro por conveniencia, era algo con lo que Subaru no tenía ni idea de cómo lidiar en combate. Se la había encontrado y se quemó en el acto.

Estaba seguro de que se encontraría con la misma clase de muerte si se topaba con él como la última vez.

Otto: "La mejor opción sería evitar por completo el territorio del Centauro... pero esa posibilidad suena más fácil de decir que de lograr". Murmuró, frotándose la sien mientras el cansancio le nublaba las ideas.

Garfiel: "Tch... el camino izquierdo es un maldito campo minado. Con un solo paso en falso, el Capitán acaba otra vez en las fauces de esa bestia." Su tono era áspero, cargado de frustración. "Y mi instinto me grita que el camino derecho tampoco es ninguna bendición."

El chico rubio apretó los puños hasta que sus nudillos palidecieron.

Con solo ver aquella monstruosidad durante la tortuosa proyección le había bastado para comprenderlo: incluso él, con toda su fuerza, tendría serias dificultades para enfrentarse al Centauro en un combate directo.

Pero Subaru estaba solo.
Solo con un grupo que apenas tenía posibilidades contra semejante demonio de fuego.

La impotencia le quemaba las entrañas.
Era frustrante.
Terriblemente frustrante.

"En la práctica, es probable que nos encontremos con otras Mabestias además de los gusanos de arena. Aunque son Mabestias que vagan por estas dunas, creo que sería buena idea idear un plan para ellas más adelante".

"Sí... Sin embargo, solo puedo decir que sé lo que oí decir a Meili de camino. Y aparte de eso, quizás cómo vive una Mabestia normal".

"Las Mabestias de las Dunas de Arena de Augria son mucho más agresivas debido a los efectos del miasma, y ​​también hay Mabestias que ni siquiera deberían vivir aquí. Aun así, saber es mejor que no saber".

Cuando Subaru hizo su sugerencia, Ram y Anastasia asintieron. Como resultado, hablaron sobre las Mabestias mientras continuaban su búsqueda en las profundidades de la cueva.

Crusch: "Ahora Subaru-dono debe encontrar la manera de disuadir al grupo sobre el peligro del Centauro..." Murmuró la Duquesa, llevando una mano al mentón.

Su voz sonaba serena, pero la sombra en sus ojos revelaba el peso de la preocupación.

A su lado, Wilhelm asintió en silencio. Sus labios permanecieron firmes, pero la tensión en sus manos delataba su interior: los nudillos blanqueados, los puños apretados con fuerza.

Había visto demasiadas tragedias como para no temer por lo que aún estaba por venir.

Hetaro, que observaba todo desde cerca, se removió inquieto.

La idea de Subaru enfrentándose a esa abominación lo ponía nervioso, sí... pero lo que realmente crispaba su pecho era otra cosa: la seguridad de su Dama.

Esa prioridad brillaba en sus ojos, incluso en medio del caos.

"Los gusanos de arena destacan por su hedor y fealdad, pero a diferencia de su naturaleza agresiva, sus cuerpos no son tan fuertes. Aunque sean grandes, mi magia puede matarlos fácilmente... En todo caso, tu látigo podría ser útil, Barusu".

"¿En serio? ¿Mi látigo los dañaría?".

"Se dice que tienden a ser cobardes y que si sienten dolor, parece que retroceden. Depende del tipo de dolor que sientan, pero al menos la probabilidad es mínima, ¿no crees?".

Felt: "Realmente no me gustaría tener que confiar en esa mínima posibilidad..." Murmuró con los brazos cruzados y la mirada clavada en el suelo.

Aunque se mostraba más animada que antes, no era ingenua. Sabía muy bien que un solo descuido podía significar una desgracia en el transcurso de esas proyecciones.

Le había dicho a Reinhardt que debía ser fuerte... pero si ella misma no lo hacía, ¿Qué valor tendrían sus palabras?

No pensaba convertirse en una más de esos hipócritas aristócratas que tanto despreciaba, cómodos en sus mansiones, exigiendo firmeza a otros mientras se escondían tras sus lujos.

No.

Si ella le había pedido a alguien tan especial que dejara atrás su autodesprecio y se mantuviera erguido, entonces lo mínimo que podía hacer era demostrarlo también en carne propia.

"Si es posible, no quiero encontrarme con un Banassi".

"¿Es una Mabestia feroz a pesar de tener nombre de roedor?".

"No, no tiene fuerza de combate. Pero pelea sucio. Se infla hasta que su cuerpo hace ¡Kapow !, reventando a cualquiera que se acerque. Y con eso, su sangre y sus entrañas bañan a su enemigo".

"...Entonces, ¿su sangre es venenosa o algo así?".

"No es así. Solo molesta... Pero, en cuanto uno de ellos hace eso y desata su hedor, otros Banassi se abalanzan sobre él y hacen lo mismo. Acabas manchado de sangre".

"¡Qué miedo!".

Como era de esperar, había muchas Mabestias desconocidas para él, y había muchas cosas que le hacían fruncir el ceño al escuchar su composición.

Al igual que su contraparte en la pantalla, la Ram del Teatro se estremeció; un escalofrío le recorrió la espalda con solo pensar en esas repugnantes Mabestias.

No eran, ni de lejos, una amenaza comparable a un Guiltylowe... o al monstruoso Centauro que acababan de presenciar.

Pero, precisamente por su vileza y su carácter rastrero, eran de las que más le revolvían el estómago.

Anastasia: "Ni quiero imaginarme esas cosas después de las mutaciones que provocan las Dunas en las Mabestias..." Comentó con un claro gesto de disgusto, llevándose un pañuelo a los labios como si quisiera borrar el mal sabor de solo pensarlo.

Ram, desde el otro extremo del Teatro, asintió en silencio. Su semblante no cambió demasiado, pero ese pequeño gesto bastaba para dejar claro que compartía el rechazo absoluto.

Tras terminar su discusión sobre ellas, Subaru sintió que había llegado el momento y eligió el tema.

"Bueno, el siguiente es sobre una Mabestia que vi a lo lejos, allá en las dunas... ¿Sabes de una Mabestia con cuerpo humano pegado al de un caballo que expulsa llamas por el lomo?".

"..."

"..."

Subaru les habló del Centauro, siguiendo la conversación que habían mantenido sobre el modo de vida de las Mabestias.

Era una Mabestia distinta. Aunque esta Mabestia era una de las variedades más agresivas nativas de estas dunas, si tenía un origen, debería poder superarla.

Sería ideal que tuviera puntos débiles fáciles de entender, como su vulnerabilidad al agua debido al fuego...

Al: "Sí, sigue soñando, Bro... pero el mundo te va a devorar. Nada aquí es tan sencillo". Murmuró con esa voz apagada que solo Priscilla alcanzó a captar.

En otro contexto, unas palabras tan vulgares e impropias habrían merecido un severo correctivo de su parte.

El mero atrevimiento de hablar con tanta desfachatez en su presencia habría bastado para aplastarlo con un solo gesto.

Pero en su mente todavía resonaba aquella conversación durante el descanso anterior... una charla inesperadamente reveladora.

Las palabras de su bufón le parecían desagradables, indignas de ser proferidas siquiera en voz baja. Y sin embargo... comprendía, aunque fuera mínimamente, la razón por la que las pronunciaba.

Al fin y al cabo, incluso los perros de caza requieren que se les suelte la correa de vez en cuando, un respiro para no quebrarse bajo su propia miseria.

Y ella, magnánima como ninguna otra, podía concederle ese ínfimo lujo. No por compasión, claro está, sino porque seguía siendo suyo, y era su deber mantenerlo en condiciones aceptables.

Priscilla: "Tch..." Chasqueó la lengua con visible fastidio, el ceño fruncido mientras desplegaba lentamente su abanico.

Sí, aún le debía una respuesta. Y ya tenía algo en mente... uno nunca debía olvidar poner en su lugar al bufón, incluso cuando se le permite respirar un poco más de lo debido.

"...Lo siento, pero no tengo ni idea de esa Mabestia. ¿Y tú, Ram?".

"Yo también lo siento, pero esta Mabestia solo provoca repulsión incluso con solo escucharla".

"Ustedes dos no lo saben, ¿eh...?"

Sin embargo, solo obtuvo esas respuestas de ambos. Parecía que ninguno conocía al Centauro ni a ningún otro tipo con esas características anormales.

Pero esa era la Mabestia con la que probablemente se encontrarían primero. No quería renunciar a encontrar un avance con solo las respuestas que había recibido.

"¿De verdad no lo sabes? Era como si parte de la cabeza de Patrasche se convirtió en un cuerpo humano, y dos brazos sobresalieron de ahí. Y una boca que se extiende verticalmente a lo largo de parte de su cuerpo. Y finalmente, un cuerno que crece del cuello de su cuerpo humano en lugar de una cabeza..."

"¡Eh!... ¡Qué carajo! ¡Qué asco!..."

"Honestamente, eso es muy desagradable".

Cuantos más detalles daba a su explicación, más desconcertaba a las mujeres.

Beatrice: "La propia descripción ya es repugnante, de hecho... pero verlo con tus propios ojos es aún más asqueroso". Murmuró, apretando con fuerza la pequeña mano que Emilia aún sostenía.

Emilia, al sentirlo, correspondió el gesto con suavidad. No dijo nada más, solo le transmitió su apoyo con ese apretón cálido que le decía "no estás sola".

Felt: "¡Esa cosa da asco por donde la mires! Y si se puede, yo preferiría no tener que verla nunca más". Escupió la rubia con una mueca, incluso sacando la lengua en un gesto de repulsión exagerada.

Reinhardt: "Me aseguraré de que así sea, Felt-sama". Respondió el caballero sin titubear, inclinando la cabeza.

Felt ladeó los ojos hacia él, con algo de burla.

Felt: "¡Ja! No me digas que estás pensando en otra de tus locuras de 'extinguir hasta el último', Rein". Su tono sonó burlón, pero la forma en que Reinhardt desvió la mirada le dio una mala espina. "Oye... ¿En serio?".

Reinhardt: "Aberraciones tan grotescas no deberían tener cabida en este mundo". Dijo sin levantar la vista, con esa calma que no ocultaba la firmeza de su convicción.

Felt chasqueó la lengua y resopló, aunque terminó apoyando su mano encima de la del pelirrojo. Reinhardt se giró sorprendido, y se topó con esa sonrisa descarada tan propia de ella.

Felt: "No tienes remedio, Rein... pero escucha: yo no voy a ponerme de cadena. Si crees que es lo correcto, hazlo. Y que quede claro, estoy de tu lado. ¡¿Sabes qué?! ¡Al carajo, sí! ¡Extermina a todas esas malditas bestias de una vez!".

La pasión con la que lo dijo, la chispa en sus ojos, hizo que Reinhardt se quedara callado un instante. Luego, sin discutir su lenguaje ni suavizar la intención, dejó escapar una breve risa, relajada.

Reinhardt: "Será un honor, Felt".

Al ver incluso el rostro de disgusto de Patrasche tras recibir la aparente explicación de Subaru, Subaru se desplomó derrotado. Parecía que ninguna tenía ni idea.

"Si por casualidad viste una Mabestia así, debiste reportarlo. ¿Por qué dejaste pasar a una Mabestia tan peligrosa?".

"No, no es eso... Es porque era de noche. Quizás fue porque la Protección Divina de Meili estaba activa, así que la vi a lo lejos, sin acercarse desde tan lejos. Fue mas o menos cuando Emilia-tan te atendía dentro del carruaje dragón".

"Qué asco".

"¿Eso es todo lo que vas a decir?".

Subaru, desanimado por la falta de respuesta, buscaba a tientas una excusa adecuada. Con esto, no tenían forma de atacar primero al Centauro. Solo podía buscar un plan para evitar encontrarse con el verdadero mientras, con anticipación, le explicaba el peligro.

"Por ahora lo llamaré Centauro, pero... creo que es muy peligroso. Le crecía una melena en la espalda, y ardía como el fuego. Tenía un aspecto bastante tenaz... No sé cómo, ya que no tenía rostro, pero esa era la sensación que desprendía, así que es probable que, si no tenemos cuidado, venga a perseguirnos".

"¿Entonces por qué lo ignoraste Barusu? ¿Acaso deseas morir?".

"Creo que también hubo palabras engañosas en la explicación de ahora".

No podía negar que su explicación se había vuelto bastante absurda al querer advertirles del peligro. Sin embargo, al decirles esto como precaución, las chicas probablemente podrían mantenerse alerta ante el peligro de un encuentro con un Centauro de verdad.

Con el tema del Centauro aparentemente zanjado, la atención del elenco no tardó en volverse hacia el siguiente obstáculo.

Una sombra invisible, pero palpable, se extendía sobre todos:

Anastasia: "...La bifurcación." Murmuró, apretando con más fuerza de la necesaria a Foxidna contra su pecho, como si ese contacto pudiera ofrecerle algo de calma.

Ricardo rechinó los dientes, pero se obligó a no dar rienda suelta a la frustración que le hervía dentro.

El aire en la sala se volvió denso. La preocupación estaba a flor de piel.

Los campamentos de Emilia y Anastasia se mostraban particularmente tensos, con la ansiedad reflejada en cada mirada y cada silencio contenido.

En ese ambiente sofocante, Tivey se incorporó torpemente del suelo —donde había servido de reposapiés— y buscó refugio en un asiento junto a la criada rosa.

Ram, sin protestar, lo dejó ir; su atención estaba fija en otro punto, o más bien en otra persona.

Ram:" Ese idiota de Barusu... más le vale no hacer una estupidez".

Julius, por su parte, se enderezó con un esfuerzo casi imperceptible. Había estado calculando cada segundo desde el reinicio del bucle, midiendo en silencio el tiempo que tardarían en llegar a ese fatídico cruce.

Y ahora lo sabía con certeza: estaban peligrosamente cerca.

Respiró hondo, en un intento de templar su propio pulso. La tensión no era una ilusión: era real, inevitable... y lo único que quedaba era estar preparado cuando la bifurcación finalmente se revelara ante ellos.

Eso era todo lo que había logrado. No había logrado contarles cuándo conoció al Centauro, y no tenían contramedidas. Subaru también pensó en un enfoque más fundamental. Ese era...

"Natsuki, Ram... ¿Pueden dejar de hablar un momento?".

Anastasia dijo eso y le indicó a Patrasche que se detuviera.

La astuta Dragón de Tierra se detuvo antes de que se lo ordenaran, pero agachó la cabeza como si comprendiera lo que Anastasia quería decir.

Y entonces, Anastasia extendió su linterna frente a ella y dijo:

"Hay una bifurcación en el camino".

―Ante sus ojos estaba la primera parte de su plan para evitar encontrarse con el Centauro.

Roswaal: "Parece que el shooow está a puntooo de comenzaaar~." Murmuró el hechicero.

Había optado por usar su siguiente descanso para divagar en torno a la enigmática aparición del Subaru de cabellos blancos...

Ahora, toda su atención debía centrarse en lo que estaba por desplegarse frente a sus ojos.

Ram, sentada a su lado, alzó apenas la voz.

Ram: "No considero que este acto vaya a ser de su agrado, Roswaal-sama... ni el de nadie." El murmullo salió apagado, casi resignado, como si al pronunciarlo cargara con un peso que no se atrevía a desafiar del todo.

Roswaal desvió la mirada hacia ella con un destello de interés, pero no replicó.

Se limitó a encogerse de hombros con indolencia.

Luego se recostó en su asiento con calma fingida, dispuesto a presenciar la ruta y las decisiones de su carta más útil...

Ese peón de pelo negro al que él, más que nadie, había apostado absolutamente todo.

Como antes, un terror flotaba en el aire en la bifurcación, suficiente para hacer una mueca. Y ese terror provenía claramente del camino derecho.

"Izquierda o derecha, ¿hacia dónde quieres ir?".

"Si seguimos la teoría de Kurapika, ir a la derecha es la opción correcta".

"¿Quién es ese?".

Como antes, el conocimiento de Subaru era completamente ajeno a este otro mundo. Subaru ya lo había experimentado con su cuerpo, así que sus palabras no carecían de fundamento.

Tal como temían, el elenco presenció cómo la alternativa para evitar al Centauro no era otra que adentrarse en el sendero opuesto de la bifurcación.

Un murmullo inquieto recorrió a los presentes. La elección parecía un respiro... pero solo en apariencia.

El recuerdo de las palabras de Reinhardt resonó con fuerza: aquel camino estaba saturado, hasta rebosar, de un miasma denso y corrosivo.

El simple hecho de exponerse a una cantidad tan abismal de maná corrupto...
Era casi como entregarse a una condena lenta e inevitable.

Los rostros se ensombrecieron. La amenaza del Centauro seguía latente, pero ahora comprendían que evitarlo no equivalía a salvarse, sino la posibilidad de entrar en otra clase de infierno.

"En momentos como estos, la gente tiende inconscientemente a elegir el lado izquierdo. Aunque influyen varios factores, como la mano o el ojo dominante, la etología ha demostrado evidencia real de ello, especialmente cuando no hay otras condiciones".

"Etología... ¡Qué palabra tan inteligente has dicho!... Sin embargo, ¿ignoras este horrible presentimiento que sientes que viene del camino derecho? ¿No es esto una condición?".

Si era correcto o no tomar el camino derecho, esta vez tenían que hacerlo.

Tras considerarlo, Subaru tendría que intentar persuadir a los demás con lógica; sin embargo, sentía una fuerte aversión por la horrible sensación que se desviaba del camino derecho.

Si pudieran, tanto Ram como Anastasia no querían tomar el camino derecho; lo notaba en sus miradas.

Persuadirlas y obligarlas a tomar el camino derecho era lo que Subaru tenía que hacer. No los dejaría ir hacia la muerte tan fácilmente después de haber tenido la oportunidad de regresar de la muerte.

Félix: "Espero que aciertes en tu decisión, Subaru-kyun..." Dijo el chico gato con un deje de inquietud que intentaba disimular con su tono ligero.

Sus orejas se agitaron levemente cuando volvió la mirada hacia su Dama. La postura rígida de Crusch, la tensión marcada en su semblante, le hicieron fruncir el ceño.

Si el sufrimiento de ese chico llevaba a que su querida Dama también se viera arrastrada a la angustia... entonces, sinceramente, deseaba con todo su ser que nada malo ocurriera.

Julius, sentado no muy lejos, apretó los labios.

La incertidumbre era un veneno lento, pero no había nada que pudiera hacer más allá de observar y confiar en Subaru.

No lo soportaba, pero debía resignarse: en ese instante, lo único que le quedaba era orar en silencio, por el bienestar de Subaru... y, sobre todo, de su Dama.

"Es cierto que se respira una atmósfera terrible desde la derecha. Pero creo que es demasiado descarada. Es como si dijera: « No vengas aquí» , ¿verdad?".

"..."

"Es exactamente igual que el mecanismo que rompe ese «Tiempo de Arena» y el jardín de flores de las Mabestias antes de la Atalaya. Son demasiado complejos para ser algo que surgió de forma natural. ¿No lo creías?".

"En otras palabras, Natsuki, ¿quieres decir que el Tiempo de Arena, el Jardín de Flores y esta cueva también son cosas artificiales?".

A diferencia de Ram, quien se había sumido en el silencio, Anastasia siguió la explicación de Subaru.

Subaru crujió los dedos al oír su respuesta y expresó su acuerdo con un «Es cierto».

"Han tendido un montón de trampas para mantenernos alejados. ¿Por qué no nos hemos topado con una sola Mabestia en casi una hora si esto no es artificial? Todos parecemos estar de acuerdo en que esto forma parte de las Dunas de Arena de Augria. Y aunque Meili no está aquí, no hemos encontrado ninguna guarida de Mabestia. Eso no es natural".

"Entonces, aquí estamos en un lugar donde la mano de alguien... No, donde la mano del Sabio entró en juego".

"Con eso, sabemos que la personalidad del Sabio no es muy agradable".

"..."

Aunque era una opinión con cierta dosis de verdad, Subaru admiraba que, aunque él mismo hablara, no significaba que no hubiera sido capaz de sonar persuasivo.

De hecho, al recordar su viaje por las Dunas de Arena de Augria hasta entonces, se habían colocado muchas trampas que sin duda podrían considerarse para obstaculizar su camino hacia la Atalaya.

Incluso podría llamarse una «Prueba». Y, además, era un hecho que aún no se habían topado con ninguna Mabestia en esta cueva.

Por supuesto, al final, Subaru se equivocó, pues sabía que se encontrarían con el Centauro. No obstante, quizás ese Centauro fuera el último guardia.

Existía la posibilidad de que su presencia fuera un mecanismo que denotaba una última muestra de fuerza para quienes entraban en la Atalaya.

En ese caso, simplemente no tenía forma de expresar la malicia en su elección de tutor; sin embargo.

Emilia: "¿De verdad el Sabio prepararía tantas encrucijadas solo para cortar el paso a los forasteros?". Preguntó mientras contaba con los dedos cada obstáculo que Subaru había mencionado como prueba.

Beatrice: "Eso explicaría todavía más por qué nadie ha logrado alcanzar la torre, supongo..." Murmuró, con la voz cargada de un rencor silencioso.

Sus recuerdos de aquella mujer, la que había hecho sufrir a su contratista, le quemaban como brasas encendidas.

Rem: "Si esa teoría es cierta... también existe la posibilidad de que haya incluso más desafíos dentro de la torre misma." Reflexionó con calma, llevando una mano a su mentón.

Emilia ladeó la cabeza, intrigada.

Emilia: "¿Eh? ¿Por qué piensas eso, Rem?".

Rem: "No es nada, es mas bien que una conjetura mía... pero si esa mujer que vimos se comporta como una tirana, entonces no sería extraño que hubiera llenado el interior con más pruebas todavía." Su tono era sereno, pero en sus ojos se notaba una leve sombra de preocupación.

Beatrice chasqueó la lengua, con el ceño fruncido.

Beatrice: "Tirano, sí... esa palabra le queda perfecta a esa mujer desdeñosa, de hecho." Cada sílaba cargaba con un desprecio visceral, tanto que se podía sentir en el aire.

Y poco a poco, el ambiente en torno a ellas se fue tiñendo de un mismo sentimiento: odio.

Un odio dirigido a esa supuesta Sabia.

"...Ciertamente hay lógica incluso en el punto de Barusu".

"¡¿En serio?!".

"¿Por qué te sorprendes tanto? ¿Es extraño?".

Subaru reaccionó instintivamente con sorpresa ante las palabras de Ram, quien se había sumido en un silencio pensativo.

Y después, Anastasia, al ver esa respuesta, esbozó una sonrisa irónica y levantó los pompones de su sombrero con ambas manos.

"La verdad es que no quiero irme a la derecha. Pero ahora que dijiste que nuestras opiniones se han formado y nos hemos inclinado a la izquierda... ya no quiero seguir con eso".

"Esa no es tu opinión, que te dejabas llevar por tu intuición. Te has dejado llevar."

"¿Estás diciendo que incluso yo lo haré si tu opinión es aprobada?".

La sonrisa irónica en su rostro se profundizó, lo que, de hecho, probablemente indicaba que Foxidna era incapaz de imitar el punto vital que había sido la «Intuición de vida o muerte» de Anastasia.

Este también era su último recurso. Debería haberle costado decidir si aceptar o no el argumento de Subaru.

Foxidna: "Tengo que admitirlo... si me encontrara en una situación así, sin ningún contexto, y escuchara a Subaru decir esas aparentes tonterías... me costaría confiar en él." Reconoció la espíritu artificial, bajando un poco la mirada, con un deje de vergüenza en su tono.

Anastasia sonrió con suavidad, sin discutirlo.

Anastasia: "No puedo debatirlo. Natsuki-kun no está usando precisamente sus mejores habilidades comunicativas en este caso." Dijo, su voz teñida de un humor ligero, aunque en sus ojos aún quedaba algo de tensión.

En contraste, Julius observaba con atención a su Dama. La imagen en la pantalla y la que tenía frente a él coincidían: su ceño seguía fruncido, y había inquietud en cada gesto suyo. Esa inquietud lo carcomía.

Ricardo, que no era ajeno a las emociones del caballero, posó una de sus enormes manos sobre su hombro.

Ricardo: "Tranquilo, Julius. Confía un poco más en el mini jefe." Intentó sonar firme, pero el ligero temblor en sus dedos y la sombra en su voz traicionaban sus propias dudas.

Julius respondió con una sonrisa forzada, tan delicada que parecía a punto de romperse.

Julius: "Estoy bien, Ricardo. No tienes que preocuparte... estoy bien. Sí, estoy bien."

Pero esas palabras, lejos de convencer al demi humano, le hicieron apretar los labios con más fuerza.

Lo único que logró ver fue a un hombre tratando de convencerse a sí mismo. Y eso... eso era lo que más le preocupaba.

"Entonces, ¿Qué hay de ti, Ram?".

"Es como dije. Entiendo el punto de vista de Barusu, considerando cómo fueron las cosas en las Dunas de Arena hasta aquí. Podemos estar de acuerdo en que, además del carácter malvado del Sabio, también están los entornos hostiles a los que se ven sometidos, uno tras otro, quienes no pueden llegar a la Atalaya... Por eso es obvio que alguien se ha entrometido".

"Mhm, seguro que no estoy de acuerdo con llamarlas cosas naturales..."

"Entonces, aunque no estoy del todo de acuerdo con tu punto, Barusu, no significa que no esté de acuerdo con algunas cosas. Dicho esto, no dudo en cruzar el camino derecho".

"...¿Qué quieres decir?".

"Es molesto para ella hacer lo que Natsuki dice, pero ella va a seguirle la corriente, eso es lo que está diciendo".

Anastasia interpretó cortésmente lo que Ram quería decir. De hecho, parecía la interpretación correcta, considerando que Ram no corrigió nada.

En resumen, significaba que tanto Ram como Anastasia habían aceptado las lisonjas de Subaru.

En cualquier otra circunstancia, la actitud obstinada y tsundere de la criada rosa habría provocado alguna broma ligera o, al menos, un suspiro divertido entre los presentes. Pero en ese momento no había espacio para risas.

La realidad frente a ellos era demasiado dura.

El sendero izquierdo había quedado descartado: el Centauro aguardaba allí como una condena segura. Eso dejaba solo una opción: el camino derecho.

Y si las advertencias previas resultaban ciertas, aquel sendero no iba a ser un paseo.

Nadie lo dijo en voz alta, pero todos lo sabían: lo único que podían hacer era desear que Subaru y los suyos lograran avanzar sin que la tragedia volviera a repetirse.

Al, con su brazo cruzado y el casco ocultándole la expresión, murmuró para sí mismo.

Al: "Buena suerte, Bro... la vas a necesitar."

"¡De acuerdo! ¡Excelente, Thank you so much! No haré que ninguna de las dos se arrepienta".

"Asumiré al menos una parte de la responsabilidad en mi decisión. No intentes cargar con mi parte del peso a tu antojo. Concentra tus inútiles recursos solo en Rem".

"Ah, si haces que me arrepienta, te dejaré a ti con toda la responsabilidad. Si eso pasa, tendremos que consultar con el ábaco cuánto será, ¿no crees?".

"¡Ambas son tan malditamente mordaces!".

Su alegría duró poco, y su discurso, en el que se había responsabilizado de la decisión, fue rápidamente criticado por ambas.

Aunque desconocía la gravedad del rastro que Foxidna tenía de Anastasia, Foxidna se esforzaba al máximo para no arrepentirse. Solo ese sentimiento era genuino.

"Además, no es como si los obstáculos terminaran solo con su persuasión".

En efecto, así era. Al final, Subaru solo tenía derecho a desafiar. El desafío contra los verdaderos obstáculos comenzó a partir de ese momento.

―La bifurcación en el camino esperaba su decisión mientras exudaba una atmósfera negativa abrumadora.

Iban a tomar el camino derecho donde el aire era denso y visible, cada vez peor.

Si esta era una prueba que el Sabio había preparado, se preguntaba qué estarían pensando al optar por este camino como punto de partida.

Mimi: "No quiero ni imaginarme las cosas feas que esa Sabia mala pudo haber puesto en el camino..." Murmuró la pequeña demi humana, aferrándose al dobladillo del pantalón del chico sobre el que estaba sentada.

Su vocecita, que normalmente rebosaba energía, sonaba ahora mucho más apagada.

Garfiel: "...Capitán." La palabra salió casi en un susurro.

La mirada del chico rubio estaba endurecida, cargada de preocupación.

El recuerdo del bucle del Centauro le seguía hirviendo en la sangre, mezclando impotencia y rabia. Pero aun con ese fuego dentro, lo único que podía hacer era mirar.

Roswaal: "Pareceee que el camino ya estaaa decididooo... Subaru-kuuun, te deseo la mejooor de las suertes~." El marqués habló con su tono cantado habitual, pero su voz carecía de la fuerza burlona de siempre.

Había expectación en sus ojos, sí... aunque también un miedo latente, uno que él mismo había descubierto apenas una hora atrás y que, aunque se esforzaba por ocultar, lo teñía de incertidumbre.

El silencio que siguió no era casual: era el peso de la tensión, cada vez más denso, hundiendo los ánimos de todos poco a poco.

"Si nos espera más allá de este punto, entonces démosle la mayor sorpresa posible. Voy a abofetearlo y hacer que se disculpe una y otra vez, y después de eso, haré que encuentre a Emilia y a los demás".

Tras determinarlo, Subaru se dirigió hacia el camino derecho y blandió su linterna, tras declararlo. Entonces, Ram suspiró suavemente, a espaldas de Subaru.

"Estoy de acuerdo contigo, pero aún existe la posibilidad de que Lady Emilia, junto con todos los demás, llegue a la Atalaya antes que nosotros".

"Honestamente, ¿no era este un buen lugar para presumir...?"

Subaru, cuyo espíritu estaba tenso incluso antes de que comenzara el desafío, expresó su descontento.

Al: "Si en verdad Emilia y los suyos llegaron antes a la torre... entonces la preocupación por el otro grupo puede empujarlos a hacer tonterías. Y lo peor es que el único que suele poner calma, Julius, también tiene razones para perder la cabeza estando separado de Anastasia-sama." Murmuró con voz baja, calculando que solo su princesa lo escuchara.

Priscilla giró apenas el rostro, su abanico en alto, evaluando lo dicho. Su bufón era un perro vulgar, sí... pero incluso los animales tienen instintos certeros de vez en cuando.

Al notó aquel gesto mínimo y se animó a seguir.

Al: "¿Qué opina usted, princesa?"

Priscilla permaneció en silencio, la mirada fija en la pantalla, sin dignarse a contestar. Era un rechazo claro, elegante en su simpleza.

Al entendió de inmediato la señal. Soltó un bufido suave y se reclinó, hundiéndose en su asiento. Había aprendido que con su Dama, a veces, la mejor palabra era el silencio.

Tras esos intercambios, los tres y su dragón de tierra, el grupo de cuatro, tomaron el camino derecho.

Aún tenía un mal presentimiento. Esa sensación parecía hacer que incluso la arena bajo sus pies se sintiera diferente.

Mientras saboreaba esta incomodidad, Subaru se secó el sudor frío que le corría por la frente y le sonrió a Patrasche.

[Fin de la Extensión de la Novela Web]

"Sinceramente, una bifurcación sin ninguna pista es mezquina, pero al menos descarta el infierno de un bucle infinito... ¿Supongo que realmente se trata de una de las trampas del Sabio?".

"Si es así, ¿Cuánto tiempo habrá pasado cavando un agujero como éste bajo tierra? Pero se trata de un encerrado que pretende ser un ermitaño, después de todo. Habría tiempo de sobra en todos esos años, supongo".

"Hermana mayor, ésa es una evaluación bastante dura del Sabio".

Pero él también podía entender su postura hostil hacia el Sabio.

Si todas esas locuras con las que se había topado fueron creadas por el Sabio, entonces Siniestro era probablemente un título mejor.

Felt: "Pff, 'Sabia'... una perra desgraciada también sería un título digno." Soltó con el ceño fruncido y los brazos cruzados, sin molestarse en medir su lenguaje.

Reinhardt no dijo nada, ni intentó corregirla. Su propia expresión endurecida bastaba para dejar claro que compartía el desprecio de su Dama hacia aquella mujer.

El grupo en pantalla había tomado el camino derecho, y al inicio parecía idéntico al izquierdo: un sendero largo, uniforme, sin nada que resaltara.

Pero nadie en el Teatro se dejó engañar. Todos recordaban demasiado bien lo que pasó la última vez que confiaron en una calma aparente.

El silencio era espeso, y en él todavía flotaba un rastro casi imperceptible del olor a vómito, memoria desagradable del bucle anterior.

Al menos podían agradecer al Guardián que los restos hubieran desaparecido gracias a las habilidades del Alcaide.

"A este paso, no voy a hacer otra cosa que quejarme cuando finalmente nos encontremos con este Sabio".

"De acuerdo. Después de hacer todo esto, si todavía no están dispuestos a ayudar, entonces no tendré otra opción. En el peor de los casos, no tendré más remedio que colgarlo y hacerlo hablar".

"No estoy seguro de qué decir sobre tu forma de abordar las cosas".

"Si hay algo que quiero, tomo las medidas necesarias para conseguirlo. Esto no es un juego de niños".

Su determinación genuina e inquebrantable era reconocible en su tono fuerte. Esa era una resolución que Subaru también necesitaría tener.

No la resolución de ensuciarse las manos por el bien de Rem, sino la resolución de no dudar, de dar los pasos necesarios para obtener el resultado que quería.

Beatrice: "Por mí podrían usar a esa mujer de piñata, de hecho..." Murmuró con el ceño fruncido, su tono cargado de rencor más que de burla.

Emilia: "Bueno... si mi yo de la pantalla le hiciera a esa chica lo mismo que a Regulus, tampoco me quejaría." Respondió con una inocencia desconcertante, aunque el peso de sus palabras dejaba entrever una violencia nada inocente.

El recuerdo de Priestella se impuso en Beatrice.

La imagen de Avaricia cayendo, derrotado y patético, todavía le arrancaba una mueca satisfecha.

Para ella, aquel monstruo había sido menos un Arzobispo y más un bufón que terminó como merecía.

Rem: "Subaru-kun..." Susurró con una mano en el pecho, la voz cargada de gratitud.

Pensar en lo que él había hecho por devolverla a su lado era doloroso... pero al mismo tiempo, esa parte egoísta de su corazón no podía dejar de sentirse feliz.

Fuera cual fuera el costo, para ella siempre sería su héroe.

Natsuki Subaru. El héroe de Rem.

"Al final, lo que tengo que hacer es lo mismo de siempre. Nunca me he contenido antes".

Subaru apretó el puño e intentó animarse.

Justo entonces-

"¿Patrasche?"

De repente, Patrasche estiró el cuello y frotó la nariz contra el hombro de Subaru. No era como si de repente hubiera sentido el impulso de acurrucarse con él. Había otra razón.

"-¿Una puerta?".

Levantando la linterna, Subaru vio una imponente pieza de hierro que llenaba la totalidad del arenoso pasadizo.

Era un muro de hierro que bloqueaba todo el pasaje desde el suelo hasta el techo.

Felt: "¡Espera... ¿Esto es una maldita broma?! ¡Un camino con un monstruo que quema gente por diversión y el otro termina en un callejón sin salida! ¡Que se joda esa Sabia, deberían mandarla a trabajar en un burdel de mala muerte en los barrios bajos!". Estalló con furia, el ceño fruncido y los brazos temblando de indignación al ver la imponente puerta que bloqueaba el paso tras lo que para ellos había sido un eterno recorrido.

El tiempo en la proyección engañaba, pero aun así, el peso de esa caminata se había sentido como una condena.

Varios más compartieron el enojo de la ladrona convertida en candidata. Sus miradas duras, los murmullos de queja y la tensión acumulada se mezclaban en el ambiente.

Un callejón sin salida, después de tanto... No era una broma del destino. Era un insulto directo.

El grupo avanzó hasta situarse justo delante del muro y empezó a examinar la masa de metal con detalle.

"Esta cosa es grande y gruesa... ¿Podemos moverla?".

"...Eso bloquea todo el camino, así que probablemente no sea fácil. ¿Y Natsuki?".

"¿Sí?".

"¿Por qué crees que esto es una puerta? A mí sólo me parece una pared de metal".

"¿Eh?".

Subaru recuperó el aliento cuando Anastasia ladeó la cabeza mientras miraba la misma masa de metal que él. Ram asintió también.

"Sólo parece un montón de chatarra en nuestro camino. Incluso con lo malos que son tus ojos, Barusu, esa es una conclusión extraña".

"Quiero decir, yo tampoco puedo explicarlo realmente. Simplemente me pareció una puerta, supongo..."

Félix: "¿Esa cosa... una puerta, nya? Estoy tan perdido como Anastasia-sama y Ram-san", Murmuró el chico gato, ladeando la cabeza con genuina curiosidad, sin perder la confusión pintada en sus ojos.

Era extraño que Subaru llamara a esa enorme mole de metal "puerta".

Para la mayoría parecía solo un muro impenetrable... y, tras el insultante callejón sin salida, nadie tenía paciencia para darle muchas vueltas. La indignación aún hervía bajo la piel de todos.

Pero entonces, la palabra empezó a resonar en sus mentes.

¿Puerta?

El silencio se extendió entre el elenco, como si un engranaje hubiera encajado al mismo tiempo en todos sus pensamientos. Si Subaru tenía razón y aquello era realmente una puerta...

¿Habría una manera de abrirla?

Subaru volvió a mirar la masa de metal -no, la puerta de metal-.

No había más razones que las que ya les había dado. Sólo que, por alguna razón, le había percibido naturalmente como una puerta. Y tratando de averiguar por qué, alargó la mano y la tocó-.

"-Ah".

Justo entonces, cuando Subaru tocó la puerta, ésta pareció brillar débilmente y luego desapareció.

Era como si nunca hubiera estado bloqueándoles el paso. Ni siquiera quedaban rastros de ella en la arena del suelo.

"¡¿Eh?!" fue el sonido colectivo que escapó de la mayoría al ver la escena avanzar.

La respuesta estaba frente a sus ojos: con un simple toque, el muro de metal —no, la puerta— se abrió en un destello de luz.

¿Un mecanismo oculto de la torre?
Tal vez. Pero eso no explicaba del todo por qué había reaccionado justo en ese momento.

Fue entonces que cierto pelirrojo, gracias a su Protección Divina de la memoria perfecta, ató un cabo olvidado.

Reinhardt: "Durante los sucesos del Santuario, la Bruja de la Gula llamó a Subaru... candidato a Sabio, ¿No es cierto?". El comentario cayó como una chispa en pólvora: las miradas se cruzaron, y la memoria de todos comenzó a encajar las piezas.

Habían dejado atrás aquel detalle, enterrado entre tantos horrores del pasado. Apenas había sido una mención casual... pero ahora adquiría un peso distinto.

Crusch: "Entonces... ¿Podría ser que la torre responda a su voluntad por ser un candidato?". Teorizó, con la seriedad que la caracterizaba.

Emilia: "¡¿Y si la Sabia actual atacó a Subaru justamente para que no le arrebatara su puesto?!". Exclamó, incapaz de ocultar la preocupación que teñía su voz.

Julius: "Normalmente negaría semejante acusación hacia una de las figuras más veneradas de nuestra historia... pero con todo lo que hemos presenciado, temo que la conjetura de Emilia-sama no es del todo descabellada." El caballero frunció el ceño, incómodo con la sola idea.

Roswaal: "Un candidataaato a Sabio adentrándose en la Atalaaaaya del Sabio... qué desarrollo maaaás fascinante~". Murmuró, con una mezcla de diversión y cautela en su heterocromática mirada.

Anastasia: "Aunque... dudo que eso le otorgue control total sobre la torre. Quizá su único privilegio sea abrir ciertas zonas bloqueadas. Y si el muro—quiero decir, la puerta de metal—se abrió, entonces debemos asumir que, ahora mismo..."

Priscilla: "Subaru y ese conjunto de plebeyos han puesto pie en la Atalaya del Sabio. Vaya que tardaste en llegar a esa conclusión, zorra." Su abanico chasqueó al cerrarse, adornando su sentencia con desdén.

Anastasia: "¿Ya lo sospechabas?". Preguntó, con el ceño fruncido y la paciencia al límite.

Priscilla: "Era una simple suposición. Pero como es costumbre, el mundo mismo se ajusta a mi voluntad." Declaró con arrogancia, abanicándose con calma, orgullosa de su infalible intuición.

Reinhardt: "Entonces... ¿Esta cueva es el subsuelo de la torre?". Reflexionó más para sí que para los demás.

Priscilla: "La respuesta es obvia, Santo de la Espada."

Las conclusiones iban tomando forma entre teorías y recuerdos olvidados:

-El grupo no combatiente había sido arrastrado por el Espacio Fragmentado hasta el subsuelo de la Atalaya.

-La candidatura de Subaru a Sabio no era un simple adorno; aunque aún incomprensible, le otorgaba beneficios evidentes.

Con ese marco en mente, los ánimos se fueron calmando.

Entre silencios y pensamientos pesados, todos regresaron a sus asientos, dejando que la pantalla volviera a dictarles respuestas.

"¿Qué ha sido eso...? ¿Has hecho algo, Natsuki?".

"Quiero decir que lo has visto, ¿verdad? Lo único que hice fue tocarlo. No hice nada más. No tengo ni idea de lo que pasó".

Mirándose la mano y hacia atrás, donde había estado la puerta, Subaru se estremeció al responder a Anastasia.

No tenía ni idea de lo que había pasado ni de lo que era esa puerta.

"-Lo importante no es lo que ha pasado, sino lo que hacemos ahora".

La voz tranquila de Ram puso fin a la confusión de Subaru. Mientras los otros dos la miraban, ella estaba observando el pasadizo más allá de donde había estado la puerta.

"Había un muro... o más bien una puerta bloqueando nuestro camino. Y se abrió. El pasadizo continúa por aquí. ¿Continuamos por aquí o volvemos a la bifurcación?".

Al: "Conociendo a Bro, es casi seguro que dirá que sigan adelante." Comentó con desgano el hombre de un solo brazo. Pese a todo lo discutido sobre la extraña "Candidatura a Sabio" de Subaru, él parecía menos impresionado que el resto.

Otto: "Lo que a mí me inquieta es qué diablos habrá detrás de esa puerta. Si estaba ahí, fue por algo. El Sab—... la Sabia probablemente la colocó con intención de bloquear algo." El comerciante frunció el ceño; cada vez que analizaba la mentalidad de esa mujer, le parecía un rompecabezas hecho a base de crueldad y paranoia.

Emilia: "¿Y si en realidad es una entrada trasera a la torre, por el subsuelo?". Preguntó con un atisbo de esperanza en su voz, como si quisiera aferrarse a la idea de que aquello podía ser algo bueno.

Otto: "No puedo descartarlo... pero también existe la posibilidad de que lo que oculta sea algo con lo que ni siquiera ella quería tropezarse." Admitió, con una mueca de nervios.

El silencio pesó unos segundos.

Otto lo sabía: la decisión final no estaba en sus manos.
Y aunque en lo más profundo albergaba la mínima esperanza de que Subaru optara por retroceder... también conocía demasiado bien al chico.

Ese no era su estilo.

Subaru volvió a mirar más allá de donde había desaparecido la puerta.

Incluso sin la puerta, seguía pareciendo exactamente igual que el camino que habían recorrido antes. No había nada diferente en él, aparte del hecho de que allí había habido una puerta.

Pero-

"Esa puerta tenía que estar aquí por alguna razón. Y se abrió por alguna razón- ¿No es difícil imaginar que sea otra cosa que el camino directo a la atalaya del Sabio?".

"Eso es demasiado optimista. Pero tampoco voy a sugerir que volvamos atrás".

Anastasia se llevó la mano a los labios y rió un poco ante la interpretación positiva de Subaru, pero no estaba en contra de lo que decía.

"Por supuesto, tengo la intención de avanzar. Incluso si volvemos ahora, no hay garantía de que no haya una puerta similar en la otra ruta".

"¿Así que más vale aceptar la invitación de la primera que se abrió? Puedo estar de acuerdo con eso".

Con el reconocimiento de Ram, todos estuvieron de acuerdo.

Reinhardt frunció el ceño, observando cómo el grupo avanzaba por el camino derecho de manera lenta y pausada.

En cualquier otro contexto, esa prudencia sería sensata, sobre todo en un lugar como Augria. Pero había un detalle que no podía ignorar.

Reinhardt: "Llevan demasiado tiempo expuestos al miasma..." Murmuró, con la voz cargada de preocupación y los puños ligeramente apretados.

Cada minuto que pasaba aumentaba su inquietud. Solo podía esperar que, al continuar tras la puerta, el grupo lograra salir pronto de esa zona... antes de que el miasma hiciera mella en ellos.

"De acuerdo entonces".

Subaru se sacudió las rodillas y empezó a caminar hacia delante, pero-

"-¿Patrasche?".

Patrasche no siguió a Subaru. Los ojos amarillos del dragón de tierra negro se entrecerraron y miró fijamente el camino frente a ellos.

Era un dragón inteligente con buenos instintos. Era posible que Patrasche estuviera percibiendo algo que ellos no podían notar.

Reinhardt entreabrió los ojos, siguiendo la alerta de la dragona de tierra.

El resto del grupo lo notó, aunque no entendía del todo la acción de Patrasche; algunos lo interpretaron simplemente como preocupación por su amo.

Pero Reinhardt sabía que era más que eso.

Reinhardt: "Ella también debió de percibir el miasma... ¿Más allá de la puerta la concentración sigue presente?". Murmuró, con voz baja y cautelosa.

Activó su Protección Divina para detectar miasma, intentando disipar sus dudas por sí mismo. Sin embargo, fue en vano.

Su habilidad solo alcanzaba hasta el rango donde se encontraba el grupo; más allá de la puerta, nada podía asegurar.

Solo le quedó una opción: rezar.

Hubo un momento de vacilación, pero...

"Sé que siempre has intentado protegernos. Pero no hay lugar seguro en una situación como ésta. A veces, sólo tienes que tirar los dados, y ésta es una de esas veces".

Subaru se encontró con la mirada de Patrasche.

La dragona se quedó callada un momento, luego bajó ligeramente los ojos e hizo un suave ruido.

-Ella lo entiende. O supongo que es más cercano a decir que estaba dispuesta a ceder por mi bien.

"Patrasche te tiene azotado".

"Supongo que es mejor ella que una mujer".

"Qué lascivo".

"¡No fue así como quise decir ese chiste!".

Subaru soltó un suspiro cuando Ram se burló de su vínculo con Patrasche, y luego reanudó la marcha.

Reflexionó sobre la resolución que acababa de expresar.

-Ahora sólo tenemos que tirar los dados.

Al menos se animó pensando eso, pero después de avanzar una corta distancia más allá de la puerta...

"-Una segunda puerta. Y volvió a desaparecer".

Subaru vio como otra puerta de hierro brillaba y desaparecía ante sus ojos. Ocurrió justo después de que Subaru la tocara.

Era difícil creer que acababa de despertar alguna nueva habilidad, así que la única otra explicación era que estaban diseñadas para hacer eso, pero...

"¿Hay más puertas?". Fue el pensamiento que cruzó por la mente de todos cuando se toparon con un segundo bloqueo, otra gigantesca puerta de hierro.

El grupo sintió una punzada de preocupación... que se alivió en cuanto la puerta desapareció con un simple toque de Subaru.

Esto solo reforzó la idea de que ser Candidato a Sabio le daba ciertos beneficios. Pero no quitaba dudas.

Ricardo: "¿Habrá más de esas cosas mientras sigamos avanzando?". Comentó el hombre perro, con los brazos cruzados y un dejo de inquietud. Repetir una y otra vez ese oscuro escenario con arena empezaba a cansarlo.

Y no era solo él; todos sentían el peso del camino, el cansancio y la monotonía del entorno empezaban a pasar factura.

Pero Reinhardt era distinto. Su preocupación aumentaba con cada puerta que Subaru desbloqueaba.

Volvió a comprobar la concentración de miasma, y esta no solo no había disminuido... parecía incluso más intensa.

Estaba preocupado. Muy preocupado.

"¿Qué sentido tiene una puerta en una mazmorra que en realidad no bloquea nada?".

Subaru estaba perdido intentando explicar el propósito de tener una puerta así. No dividía habitaciones ni nada por el estilo, así que había poca razón en tener una puerta que cualquiera pudiera abrir.

La razón obvia para tener una era bloquear a cualquiera que intentara pasar, y sin embargo...

"No lo parece porque aún no nos hemos topado con ninguna, pero quizá sea algo para detener a las bestias demoníacas".

"Bestias demoníacas... ¿Así como la barrera? Supongo que podría entenderlo, pero..."

"Tal vez las bestias demoníacas simplemente no puedan abrirla, pero si una persona la toca, el camino se abre... Aun así, eso sería un poco flojo en cuanto a la seguridad a la hora de cerrar la puerta detrás de ti... Si hay una tercera, deberíamos hacer que alguien que no seas tú la toque".

Los ojos de Anastasia se entrecerraron mientras hacía hipótesis sobre el sentido de la puerta. Sin embargo, había muy poco en lo que basarse, así que era difícil dar con una explicación convincente.

Wilhelm: "Si hubiera habido solo una puerta, la teoría de que era un bloqueo para las Mabestias podría haber sido convincente. Pero si necesitamos más de una... creo que hay algo más detrás de esto". Dijo el viejo espadachín, con la mirada crítica y ceño fruncido.

Crusch: "También me preocupa lo de estas puertas..." Apoyó la Duquesa, soltando un suspiro que delataba su tensión.

La inquietud flotaba en el aire, pesada y silenciosa. Como siempre, no podían hacer mucho más que observar, esperar y seguir adelante, mientras la sensación de que algo mayor los esperaba los mantenía en vilo.

Y lo que más molestaba a Subaru no eran las puertas misteriosas. Ram, que montaba a Patrasche con Anastasia, había dejado de hablar.

Parte de ello era ansiedad e inquietud probablemente, pero el problema mayor era la fatiga.

Su cuerpo estaba en mala forma para empezar, y el miasma del laberinto-.

"Mi cuerpo se siente realmente pesado..."

Secándose el sudor pegajoso con fastidio, Subaru volvió a caminar lentamente, arrastrando los pies fuera de la arena.

Ram no era la única debilitada por el miasma. Subaru y Anastasia también lo estaban sintiendo. Sus ánimos y sus cuerpos se estaban volviendo más pesados.

Cada célula de sus cuerpos, la sangre que fluía por sus venas, el tamborileo de sus corazones, todo les decía que salieran cuanto antes.

Si seguían avanzando, podrían salir del miasma. Si seguían avanzando, podrían encontrar a todos los demás. Subaru creía eso...

Haciéndose creer eso, podía evitar que sus piernas se detuvieran. Sin eso espoleándole hacia delante, el peso de la arena y el sudor le obligarían a empezar a cuestionarse a sí mismo.

Cuestionarse si éste era realmente el camino correcto.

Reinhardt: "Finalmente el miasma los está afectando... mierda..." Comentó el Santo de la Espada, con los puños apretados y soltando una grosería que rara vez pronunciaba.

Como él, el resto del grupo dejó a un lado las teorías del Sabio y centró toda su atención en el estado de quienes avanzaban por el camino, conscientes del efecto corrosivo del miasma.

Beatrice: "Ánimos bajos, fatiga... y ese peso emocional... no me gusta nada, supongo..." Dijo la bibliotecaria, frunciendo el ceño con inquietud, claramente afectada por el deterioro progresivo que percibía en su contratista.

Rem: "Solo espero que este camino los lleve a una salida... y pronto..." Murmuró la sirvienta, la ansiedad carcomiéndole mientras escuchaba y sentía el desgaste de su héroe.

Spica: "Wueeh... Uawah..." Soltó, casi un suspiro.

Esa energía retraída, comprimida y extrañamente desordenada le resultaba inquietantemente familiar.

No era la primera vez que percibía algo así; al fin y al cabo, su padre emanaba constantemente esa misma vibración, lo que solía generar roces con su madre.

Curiosamente, le había parecido extraño al principio que su madre mostrara un apego tan marcado hacia su padre, incluso elogiando de vez en cuando su aroma.

Era... raro. Extraño.

"No es el momento de quejarse".

Todo su cuerpo le suplicaba mientras rechinaba las muelas. Era él quien había elegido esta dirección por pura cobardía a encontrase nuevamente con esa Bestia de Fuego. No tenía derecho a ser el primero en empezar a quejarse de ello.

"Es un poco difícil caminar, pero eso es todo. No está tan mal. Pensé que sería más escandaloso que esto, pero a este paso, tal vez el final ni siquiera está tan lejos aw-".

"Barusu-cállate."

"Eh, ah. Sí..."

Había intentado poner cara de valiente, pero el golpe seco de Ram le hizo callar.

Hacía tiempo que había dicho algo, pero no había ni rastro de consideración en él. Subaru se encogió de hombros cuando Ram pareció irritarse.

"En mi opinión, es aburrido quedarse callado".

"¿Crees que hacemos esto por diversión? Recuerda el sentido de todo esto".

"Quiero decir, sí, pero..."

"Sólo cierra la boca y camina".

Era un punto razonable. Su actitud no dejaba ningún margen de maniobra. Pero Subaru también tenía razón.

Pensó que si el miasma les estaba deprimiendo el ánimo, tal vez sería un poco más fácil si se distraían un poco con la conversación.

Al: "La intención es buena, pero el grupo con el que está es el menos indicado para eso... y con el miasma encima, seguro que todo se complica aún más." Comentó el guerrero en voz baja, compartiendo el disgusto y la incomodidad que sentía todo el público ante la proyección.

La actitud de Ram siempre era un poco rígida y directa, pero lo que estaban viendo ahora... parecía que le habían subido varias barras a su nivel de irritabilidad.

No era algo agradable de presenciar.

Incluso Ram se mostraba preocupada por la dureza de su propia versión en pantalla, una rudeza que normalmente sería más moderada, sobre todo considerando la complejidad de la situación que estaban atravesando.

Rem apretó los labios, incómoda, sintiendo un nudo en el pecho por lo que se desarrollaba ante sus ojos.

Y la proyección continuó, implacable, mostrando cada gesto y decisión del grupo con tensión creciente.

"Pero..."

"Natsuki, déjalo estar".

Comprendía los sentimientos de Ram, pero a Subaru le molestaba su actitud puntillosa.

Sintiendo eso, Anastasia se movió, bloqueando a Ram de su mirada.

"Entiendo cómo te sientes, pero Ram está agotada. Nunca sale nada bueno de intentar hablar con alguien cuando tienes el corazón agotado, ¿verdad?".

"¿Verdad?".

Le molestó, pero también había algo de verdad en lo que decía Anastasia/Foxidna. Se había puesto tan ansioso por seguir adelante y reunirse con todos los demás que había sido desconsiderado con Ram y Anastasia.

Lo mismo ocurría con ellos, pero ¿de qué serviría discutir eso?

-No tiene sentido decirlo. Sólo sería una pérdida de tiempo. Simplemente sería mejor ni siquiera mirarlas.

Ricardo: "Esto no me gusta... ni un poquito." Dijo el hombre perro, con la voz tensa y un dejo de ansiedad que no podía ocultar.

Al parecer, la única que mantenía una apariencia de lucidez era su Dama... o más bien, Foxidna. 

Subaru y Ram, por el contrario, se veían claramente afectados, y Ricardo no podía dejar de preocuparse por cómo esas emociones distorsionadas podían influir en sus decisiones.

Los trillizos tampoco estaban tranquilos.

Mimi se aferró a uno de los brazos de Garfiel, y él no se resistió, comprendiendo la necesidad de apoyo de la pequeña.

Tivey jugaba nerviosamente con sus dedos, en un intento de calmar su inquietud, mientras que Hetaro tomaba taza tras taza de té, como si eso pudiera de alguna manera arreglar todo.

Era evidente: a nadie le estaba agradando lo que estaba ocurriendo, y el peso de la tensión se sentía en cada respiración del grupo.

"...Vámonos..."

Al darse cuenta de que se había detenido, Subaru empezó a mover las piernas de nuevo, sujetando la linterna e iluminando el laberinto de arena.

Al no haber conseguido levantar el ánimo de nadie, sus piernas avanzaron con la misma pesadez que antes; no, ahora eran incluso más pesadas.

Hacia delante.

Adelante.

Y así, después de soportar el peso del miasma y el pesado estado de ánimo y presionar un poco más...

"-¡Maldita sea! ¡¿Por qué ahora?!".

Gritó Subaru mientras daba una patada a la puerta metálica que tenía delante. No cedió en absoluto y, a pesar de lo silencioso que era el subterráneo, la patada no produjo ningún sonido.

No parecía estar hecha sólo de hierro. Pero eso no era ningún consuelo. Su camino había sido finalmente bloqueado.

"¡¿Qué?!". El grito fue casi unánime, un estallido de frustración colectiva ante la nueva situación.

Hasta ahora, cada puerta que aparecía se abría con un simple toque de Subaru. Pero esta vez, el camino estaba bloqueado.

¿Por qué? ¿Acaso su autoridad como Candidato a Sabio solo le permitía abrir cierta cantidad de puertas?

La idea tenía sentido, pero no les quitaba ni un ápice de enfado. Llevaban demasiado tiempo recorriendo aquel largo y repetitivo pasillo, entre puertas que se cruzaban una y otra vez, y el grupo de exploración había dejado de hablar casi por completo.

"¿Solo para esto?". Se preguntaban, con impotencia. "¿Qué clase de... mierda era esto?".

Ram: "¡¡Esto no hace ninguna gracia!!". Gritó, apretando los dientes.

Su furia reflejaba perfectamente el sentimiento de todos, mucho más intenso que cuando enfrentaron la primera puerta.

A estas alturas, ya habían pasado dos más, y la paciencia del grupo estaba al límite.

"¡Nos dejaste pasar por la tercera puerta sin problemas, así que por qué demonios te metes ahora en nuestro camino!".

No había forma de que la puerta pudiera responderle, pero Subaru aún así gritó y golpeó violentamente con los brazos y los pies contra ella.

No se movió. Lo único que ocurrió fue que los impactos resonaron en sus huesos, haciéndole sufrir más.

-Después de haber atravesado la tercera puerta del laberinto, la cuarta les detuvo en seco.

Tanta ansiedad y frustración se habían ido acumulando en medio de su entorno inmutable, pero al menos habría estado bien que la puerta se hubiera abierto.

El hecho de que le revocaran el pase libre y de que todo lo andado hasta entonces careciera de sentido hizo que la frustración de Subaru estallara.

Subaru tiró la linterna al suelo y empujó la puerta, intentando desesperadamente forzarla a abrirse. Pero casi como si se burlara de él, la fría puerta metálica se negó a ceder.

Reinhardt: "¡El miasma!". Exclamó el Santo de la Espada con voz firme, justo cuando todos comenzaban a reflejar la misma frustración y furia que mostraba el Subaru de la pantalla.

Aunque claro, no al mismo nivel. Subaru ya empezaba a perder la cordura a un ritmo alarmante, y todos sabían la razón: el miasma. Al escuchar la advertencia del pelirrojo, todos giraron la mirada hacia él.

Felt: "¿Ocurre algo, Rein?". Preguntó, notando la seria expresión de su caballero.

Reinhardt: "Si antes la concentración de miasma era alta... ahora... es completamente garrafal." Respondió, con un claro dejo de nerviosismo. Su preocupación se mostraba palpable, tensando incluso su postura habitual.

Todos comprendieron de inmediato la gravedad de sus palabras. Con esa densidad de miasma, y después de que el grupo hubiera pasado horas expuesto a ella...

Era muy, muy malo.

Incluso si retrocedieran, el daño ya estaba hecho.

Felt: "Tsk... Mierda..." Chasqueó la lengua, dejando escapar un insulto dirigido al mismo destino.

Sentía como si el débil y delgado hilo de esperanza que había estado manteniendo a Subaru en pie hubiera sido cortado sin piedad.

"¡Maldita sea, maldita sea... pedazo de mierda!".

"Natsuki, ya basta... Esto no es más que un callejón sin salida".

"¡No me digas señorita genio, no me había dado cuenta!".

Anastasia le dio un golpecito en el hombro, pero Subaru se quitó el brazo de encima con un grito furioso.

Pateando el muro de arena para descargar su irritación, la débil capa exterior se desmoronó, creando una nube de arena.

-No podemos hacer nada. Ya lo sé. No hay nada que pueda hacer salvo golpear la arena.

Emilia: "Subaru..." Sus ojos amatistas empezaban a llenarse de miedo al notar los cambios tan evidentes en el ánimo de su caballero.

Sus manos temblaban, y su postura se encorvaba ligeramente; era un reflejo de su preocupación y de lo inquietante que le resultaba la escena.

Julius frunció el ceño.

En otro contexto, hubiera soltado un comentario severo sobre la falta de respeto hacia su Dama, pero esta vez se le hizo un nudo en la garganta.

Para él, y para todos, estaba claro: estas acciones no eran voluntarias. Subaru y el grupo de exploración estaban siendo afectados por el miasma.

La situación era un desastre, pero por el momento parecía que no escalaría a algo más grave...

"..."

"..."

"..."

Ja, claro, como si algo así fuera posible en este maldito escenario.

"...Tch..."

"-Hey."

Girando al oír ese sonido, Subaru miró fijamente a Ram, que estaba sentada sola encima de Patrasche.

Algo en el aspecto de su cara en la oscuridad, la forma en que le miraba, le enfadó.

"Llevas ya un rato así, pero ¿Cuál es tu problema?".

"Nada en particular. No tengo nada que decirte, Barusu".

"¡No me trates como a un idiota! ¡Te he preguntado cuál es tu problema! Y no me vengas con «nada en absoluto», ¿Aun así no me chasqueas la lengua año tras año diciendo tchtchtchtchtchtch ? ¿No lo haces? Tiene que haber una razón para que digas que no lo haces, aunque sí lo hagas, ¿no?".

Subaru levantó la voz violentamente mientras pateaba el farol por el suelo. Se estrelló contra la pared de arena y el cristal que cubría el mineral de ragmita se hizo añicos, esparciendo fragmentos por la arena.

Pero Subaru no prestó atención a eso. Sólo podía ver a Ram, a quien creía que le estaba faltando al respeto.

Garfiel: "¡Mierda, esto no es bueno!". Exclamó el demi humano, con gotas de sudor resbalándole por la frente. La tensión no hacía más que aumentar, sobre todo ante el arranque de ira de Subaru hacia Ram.

La Ram del Teatro se encogió un poco por dentro.

Sabía que tanto el chico de cabello negro como su otra versión estaban siendo afectados por el miasma, pero algo en las palabras de Subaru le dolió más de lo esperado: quizá algunas de esas ofensas reflejaban verdades que el calor del momento dejaba salir.

¿Le había estado haciendo daño a Subaru con sus constantes insultos?

Para ella, esos reproches eran su manera de convivir, una especie de marca personal compartida entre ambos... pero ahora dudaba.

¿Y si solo ella los veía así?

¿Y si Subaru estaba guardando todo, escondiendo bajo su impecable fachada cada sentimiento, cada herida?

Se mordió el labio, atrapada entre la frustración y la impotencia.

"¡Estoy aquí partiéndome el culo trabajando y tú estás ahí sentada como princesa haciendo tonterías! ¡¿Qué intentas hacer?!".

"Nada en absoluto. Es un callejón sin salida. El camino que elegimos estaba equivocado. No tengo nada que decir. Es lo que es".

"¡Mentirosa! ¿Crees que soy estúpido? ¡Si no quieres decirlo, guárdatelo todo para ti! ¿Qué sentido tiene hacer un espectáculo de mierda y luego actuar como si no pasara nada? Qué tan tonta puedes llegar a ser".

En respuesta a la actitud fría de Ram, la fiebre de Subaru no hizo más que crecer.

-Nos hemos separado de todos los demás, caminando durante horas, y llegamos a un callejón sin salida. Está siendo demasiado injusta. He hecho todo lo que he podido. No tiene derecho a menospreciarme.

Otto: "Esto está mal... de verdad está mal". Sus palabras salieron temblorosas, y el miedo se reflejaba en sus ojos. Cada segundo que pasaba, el calor de la discusión crecía, como una presión que comprimía a todos.

El corazón de Ram se contrajo de nuevo.

Intentó disimularlo, pero su mirada caída la delataba; aunque no lo quisiera admitir, le dolía ver a Subaru así, perderse en su propia furia y en el miasma que lo consumía.

Meili: "Llegaron a un punto de quiebre..." Murmuró, apenas audible, su voz cargada de preocupación y miedo.

"Whoa, whoa, whoa, cálmense, los dos. No hay necesidad de-".

"¡Cierra tu maldita y sucia boca! Ram y yo estamos hablando ahora mismo!".

Anastasia intentó mediar, pero Subaru la apartó sin piedad. La expresión de Subaru era la ira hecha manifiesta mientras miraba a Ram.

"¡Si quieres hablar mierda, entonces empieza a hablar! Vamos, ¡soy todo oídos!".

"-Tienes muchas ganas de seguir avanzando, ¿verdad?".

"¡Claro que sí! ¿Por qué demonios crees que hemos venido aquí? ¡Para encontrarnos con el Sabio! ¡Por eso estoy trabajando tan malditamente duro! ¡¿Y qué?!".

"Error. No hemos venido a conocer al Sabio".

"¿Eh?".

"La razón por la que hemos venido es para despertar a Rem".

Ram miraba a Subaru directamente a los ojos mientras afirmaba eso.

Incluso Subaru, con sus pensamientos bullendo, se sintió ligeramente abrumado por la agudeza de los ojos de ella.

"¡¿ES LO MISMO, NO?! ¡CONOCE AL SABIO Y LUEGO SALVA A REM! ¡ESTÁ CONECTADO!".

"No son lo mismo. Salvar a Rem es más importante, y ver al Sabio es secundario a eso. Has equivocado el orden de precedencia. Tienes las cosas al revés".

"Vine aquí por Rem, para recordar a mi hermana pequeña. ¿Y qué estamos haciendo ahora? Rem no está aquí, y estamos dando vueltas en un lugar como este... No me jodas".

"¡Nadie te está jodiendo! ¡Pero no se puede evitar el hecho de haber acabado así!".

Las crispadas palabras de Ram hirieron a Subaru, que respondió con una furia emocional.

Rem: "¡Esperen, esto no...!" Su voz se cortó de golpe, como si alguien hubiera cerrado un grifo de agua.

Pequeñas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas sonrojadas, mientras presenciaba la intensa y agresiva discusión entre las dos personas más importantes en su vida: su hermana y su héroe.

Le dolía. Dolía de verdad. Y su punto de quiebre llegó al escuchar que la estaban usando como medio para lastimar a Subaru.

Ram apretó los puños con tanta fuerza que finas líneas de sangre comenzaron a brotar de sus uñas clavadas en las palmas, aunque fueron rápidamente sanadas por la Autoridad de su Alcaide.

Lo odiaba. Odiaba ver a su hermana convertida en herramienta para herir a quien había hecho todo por recuperarla.

Roswaal: "Esto se fue de las manos..." Murmuró, frunciendo el ceño y con una mezcla de desaprobación y miedo. El arrebato de Subaru, insultando a diestra y siniestra, lo preocupaba profundamente.

Era evidente que la situación solo podía empeorar, y ese pensamiento intensificó el miedo del elenco por lo que podría ocurrir a continuación.

Al oír eso, los ojos rosados de Ram se llenaron lentamente de pena-.

"-¿Por qué me agarraste a mí y no a Rem?"

Ella le golpeó con lo que ocurrió en el instante en que el mundo se hizo añicos, cuando él se había aferrado reflexivamente a Ram

Ella le golpeó con lo que ocurrió en el instante en que el mundo se hizo añicos, cuando él se había aferrado reflexivamente a Ram.

"Estoy segura de que tenías las manos ocupadas con lo que ocurría inmediatamente a tu alrededor. Siempre eres así. Así es siempre, y no es que realmente te preocuparas por Rem. Tu cabeza sólo estaba llena de pensamientos sobre Lady Emilia y Lady Beatrice. Qué hombre eres. Pobre Rem".

"...Cierra la boca..."

Ram: "Cierra la boca..." Murmuró, reflejo exacto de Subaru en la pantalla.

Su irritación y odio hacia esa otra versión de sí misma alcanzaban niveles casi catatónicos. La repetición de sus palabras era un mantra lleno de frustración:

Ram: "Cierra la boca, cierra la boca, cierra la boca..."

Al levantar la vista y ver el rostro contraído y herido de Subaru, apretó los puños con tal fuerza que sus palmas se destrozaron nuevamente. El dolor físico era casi irrelevante comparado con la tormenta que sentía por dentro.

Era injusto. Demasiado injusto. ¿Por qué estaba pasando esto?

Rem sentía cómo su corazón se fragmentaba en mil pedazos. Las lágrimas caían sin control, sus labios temblaban, y por más que Spica intentara reconfortarla, era inútil.

Dolía. Dolía demasiado.

Dolía... y no parecía que fuera a detenerse.

"Rem creía en ti, ¿verdad? ¿O era sólo otra de tus convenientes explicaciones? ¿Sólo abrir la boca para salir del paso? ¿Sólo tu mala costumbre de decir lo que sea para que las mujeres confíen en ti? Pobres Lady Emilia y Lady Beatrice, también. ¡Ser engañadas por un hombre como tú!".

"¡CIERRA LA PUTA BOCA!".

"¡No, no lo haré! ¡Porque no es como si realmente te importara Rem!".

"-¡No te atrevas!".

El mundo se volvió rojo, y su cabeza estalló en llamas.

-Mírala, tan engreída y mirándome por encima del hombro, soltando mierda al azar. Debería bajarla de su maldito caballo.

"¡Providencia Invisible!".

[Providencia Invisible]

"¡¿Gh, ah?!".

Cediendo a los oscuros sentimientos que se apoderaban de su cabeza, Subaru la desató.

La mano negra vitoreó con entusiasmo mientras agarraba a la chica que escupía sus desacertados insultos desde la espalda del dragón y la arrastraba hasta la arena.

Rem, con lágrimas recorriendo su rostro, no pudo pronunciar palabra cuando Subaru embistió a Ram con la Providencia Invisible.

El sonido sordo del impacto resonó en su pecho como un golpe físico, aunque sabía que no era real. Cada fibra de su ser gritaba impotencia.

Emilia: "¡¡No!!". Gritó, temblando de pies a cabeza.

Su voz quebrada reflejaba la mezcla de horror y desesperación que sentía. Todo era repulsivo, todo era injusto.

Sabía que esto era obra del miasma, que sus mentes estaban siendo manipuladas, pero aun así la escena le resultaba insoportablemente real.

El grupo estaba al borde del abismo moral. La línea que separaba la ética de la supervivencia y la razón de la locura se había roto.

El silencio tenso se transformó en un caos apenas contenido.

Miradas llenas de miedo, frustración y desesperación se cruzaban en la proyección, mientras cada uno empezaba a asumir la inevitabilidad de lo que estaba por venir.

El combate había iniciado.

Mirando a Ram, que no podía entender lo que estaba pasando, Subaru rechinó los dientes.

"No juegues conmigo. ¿Crees que no me importa Rem? ¿Crees que esto es una broma de mal gusto?".

En un arrebato de ira, la cabeza le ardía mientras se inclinaba sobre su esbelto cuerpo-.

"-Ugh".

Subaru le rodeó el cuello con ambas manos y empezó a estrangularla con todas sus fuerzas.

Sus dedos mordían su pequeño cuello. Podía sentir sus huesos crujir bajo sus manos.

"...Ah... ugh..."

Ram gimió mientras Subaru se sentaba a horcajadas sobre ella y la estrangulaba.

Su rostro se deformó por el dolor, y la saliva comenzó a gotear de la comisura de sus labios.

Su roja lengua se movía en su boca mientras luchaba por liberarse, pero Subaru le había inmovilizado los hombros con las rodillas, adoptando una monta perfecta, por lo que ni siquiera Ram podía defenderse.

-¡Te arrepentirás de lo que dijiste de mí cuando dejes de respirar! ¡Te arrepentirás de haber dicho esa mierda sobre mí! ¡Cómo te atreves a hacerme daño!.

"Es culpa tuya. De ti. ¡Tú!".

-Te odio. Te odio a ti. ¡TE ODIO!

Ram: "No... yo, esto es..." Su mente daba vueltas como un torbellino, mientras la habitación misma parecía deformarse a su alrededor.

Sus pupilas dilatadas no le permitían enfocar nada, y cada grito de odio del Subaru de la pantalla resonaba en su cabeza como un mantra de tortura.

Lo negaba una y otra vez, pero la voz no desaparecía. Su postura se resquebrajaba; sus manos se llevaban a la cabeza en un intento inútil de calmar las voces que la atormentaban.

Pobre ingenua. ¿Qué pasaría si supiera que cierto Guardian estaba detrás de todo esto?

Los ojos de Emilia se llenaron de lágrimas.

Se llevó una mano a la boca, incapaz de contener el nudo de desesperación en su garganta. Era doloroso, insoportable, ver a su amado caballero así.

Ese no era él... pero la proyección del Subaru de cabello blanco regresó a su mente como un cruel recordatorio.

El miedo la hizo temblar.

Y no era la única.

Roswaal empezó a tambalearse, los ojos abiertos, fijos en nada, mientras la escena de la proyección se reproducía en su cabeza: el dolor, la derrota, la humillación, y sus deseos más profundos pisoteados.

Asqueroso...

Mientras todos los pequeños resentimientos se amontonaban y desbordaban, la cara de Ram se quedó sin color.

"Muérete. ¡Me pone enfermo que alguien tan idiota como tú tenga el mismo aspecto que Rem!".

"...Fu..."

"¿Eh? ¿Qué es eso? No te oigo. Si quieres decir algo, sólo habla pedazo de mier-".

"...ra..."

Ram suavemente susurró algo. Mientras entrecerraba los ojos al oírlo-

"¡¿Qué?!".

La arena bajo él explotó hacia arriba, lanzándolos a ambos por los aires. Subaru giró mientras su boca y sus ojos se llenaban de arena por la repentina explosión.

Atrapada también por la explosión, Ram rodó hacia un lado, tosiendo al escapar de la furia asesina de Subaru.

Había resultado herida en la explosión, y su sangre goteaba sobre la arena-.

Beatrice: "¡¿Subaru?!". Su grito se cortó por la incredulidad y el pavor.

Su rostro se contraía en una mueca que reflejaba perfectamente el horror de lo que estaba presenciando.

Quienes más sufrían eran, sin duda, los del Campamento Emilia.

Cada movimiento, cada gesto del Subaru y Ram proyectados golpeaban su ánimo con fuerza, haciéndolos sentir impotentes y angustiados.

El resto de los campamentos estaba incómodo, inquieto, pero la intensidad del miedo no los alcanzaba de la misma forma... salvo por algunas Damas que, aunque en menor grado, compartían la preocupación de los presentes en el Campamento Emilia, centrada en Subaru.

El miedo flotaba en el aire, pesado y opresivo.

Cada instante de la batalla que se desarrollaba frente a ellos se sentía incorrecto, fuera de lugar... y absolutamente aterrador. Nadie estaba disfrutando aquello.

"¡Magia...! ¡Ya es demasiado tarde para suplicar por tu vida!".

"¡Esa es mi línea, Barusu! Nada bueno saldrá de permitir que Rem vea a un mujeriego sin emociones como tú. Te cortaré en pedazos y podrás pudrirte en las arenas de aquí".

"¡Pero que bocazas!".

Aguantándose la cara de dolor, Subaru se llevó la mano a la cadera y agarró su látigo mientras Ram se sacaba la varita del muslo y se erizaba de determinación para luchar.

-Ella tiene ventaja a la hora de igualar golpe por golpe, pero mi látigo no pierde en velocidad. Sólo en velocidad, un látigo funciona incluso contra gente de nivel sobrehumano en este mundo.

"¡Te arrancaré esa cara para que no haya nadie más que se parezca a Rem en este mundo!".

"La estupidez es una enfermedad que se contrae pasando demasiado tiempo hablando con idiotas... Así que cállate y muérete antes de que me la contagies".

Subaru tenía los ojos inyectados en sangre por la arena, y los labios de Ram se curvaron en una sonrisa sangrienta y letal.

Los dos midieron cuidadosamente sus distancias, enfrentándose en el pasillo circular. Era un polvorín encendido, y ninguno de los dos saldría ileso-.

Rem: "¡¡Basta, basta!! ¡Paren, esto no... esto no...!" Entre lágrimas y sollozos, suplicaba a quien fuese que detuviera aquella locura.

Su vista nublada no le impedía comprender lo que estaba sucediendo: todo se estaba yendo al carajo, incluso más de lo que ya se había ido.

Cada palabra que salía de Subaru y Ram en la pantalla le revolvía el estómago. Sabía que no eran ellos realmente, que era el miasma quien los obligaba a decir lo impensable, y eso le daba aún más asco.

Asco. Puro asco.

Emilia cerró los ojos con fuerza, preparándose para el desenlace inevitable del enfrentamiento.

Beatrice se aferró con fuerza al dobladillo del pantalón de Subaru y a la mano de Emilia, buscando alivio en medio del dolor que le provocaba la escena.

Garfiel apretó los dientes y los puños hasta que la sangre comenzó a brotar, su rostro reflejaba dolor, miedo e incomodidad a partes iguales.

Otto apretó los labios con frustración, sofocado por la impotencia de no poder intervenir. Era un recordatorio cruel de lo inútiles que eran desde su posición.

Roswaal bajó la cabeza, llevándose una mano al rostro para aliviar el mareo que le provocaba la tensión. Nunca había sentido algo tan perturbador.

Ram arrancaba mechones de su cabello rosa, arañándose el rostro mientras los gritos resonaban en su mente, aumentando el dolor hasta límites insoportables.

Era un milagro que no estuviera gritando como una loca.

Petra escondió su rostro en el vestido de Frederica, llorando a lágrima viva. Su desconcierto y temor hicieron fruncir el ceño a Meili, completamente incómoda con la escena.

Spica abrazaba con fuerza a su madre, destrozada emocionalmente, pero mantenía la vista fija en la pantalla, bajándola solo para mirar a la criada rosa.

Repudio. Eso era todo lo que sentía por ella en ese momento.

Patética.

Luego, su mirada se dirigió a su padre, deseando con todo su ser que el bucle no se reiniciara.

Anastasia acariciaba con más firmeza a Foxidna para calmar su ansiedad, mientras su otra mano seguía entrelazada con la de Subaru, apretándola de vez en cuando en un intento de sostenerse.

El enfrentamiento estaba al límite y nadie podía prever el resultado. Pero todos sabían, en el fondo, que alguien moriría: Subaru o Ram.

Anastasia: "Por favor... que pare... que pase algo, que pase algo, que pase algo..." Susurraba con voz quebrada, rezando por un favor divino para que Subaru no sucumbiera.

Y...

"-Muy bien, ya basta".

-Pero la mecha se apagó.

Estupefacto, Ram miró su pequeño pecho. La punta ensangrentada de un cuchillo sobresalía de él.

Fue una puñalada precisa en la espalda que le atravesó el corazón.

"Ahh, gh..."

"No había forma de detenerlos a ustedes dos, así que pensé en quién sería más útil... Espero que me perdonen".

El cuchillo se retorció y volvió a salir de Ram con una fuente de sangre.

Ram se desplomó de rodillas y luego cayó hacia delante. Sus miembros se agitaron durante unos instantes, pero pronto dejó de moverse y su sangre se filtró en la arena.

Y sin más, Ram murió.

El favor divino que Anastasia había pedido llegó... pero no de la forma que esperaba.

Sus ojos se abrieron como platos al ver cómo su versión de la pantalla, controlada por Foxidna, acababa con Ram como si nada, con la frialdad de quien corta papas.

El horror la paralizó, y no estaba sola.

Todo su campamento reaccionó con incredulidad. Su Dama era astuta, y no era raro que usara métodos poco ortodoxos... pero verla manchándose las manos de sangre era... demasiado.

Julius se llevó una mano a la boca, incapaz de procesar lo que veía. Era como si el mundo a su alrededor se hubiera hecho añicos.

Un silencio sepulcral lo cubrió todo.

"..."

"..."

"..."

Rem: "¡¡Desgraciada!!". Su voz era ronca, animal, un grito que resonó en todo el auditorio. La mirada que dirigía a Anastasia estaba cargada de pura furia.

Anastasia: "¿Eh?" Sus labios apenas pronunciaron la palabra. Su cuerpo temblaba, incapaz de encontrar palabras.

Otto: "¡U-un momento, Rem-san! Esto es culpa del miasma, Anastasia-sama no tiene nada que ver". El comerciante se levantó de un salto, preocupado por el avance de la criada azul hacia la princesa.

Spica se mantuvo detrás, temblando, mientras observaba la escena con los ojos abiertos.

Otto no estaba cómodo con los acontecimientos, pero no quería que se desatara un enfrentamiento entre los campamentos.

Rem apretó los puños y se mordió el labio, su cuerno sobresaliendo peligrosamente.

Tomó una bocanada de aire y con fuerza de voluntad le permitió devolverlo a su lugar. Finalmente, miró a la atónita Anastasia y se inclinó levemente.

Rem: "Mis disculpas, Anastasia-sama... me dejé llevar. Espero que me perdone..." Su voz seguía ronca y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

La muerte de su hermana en la proyección todavía pesaba en su corazón.

Anastasia: "¡¿Eh?! Ah... s-si... N-no te preocupes, Rem-san... y-yo también lo siento..." Su voz temblorosa apenas logró articular la respuesta.

Rem volvió a su asiento. Julius alejó su mano de su espada, al igual que Ricardo y los trillizos de sus respectivas armas.

El ambiente quedó pesado, cargado de tensión.

Ram observó su propio cuerpo tendido en la fría arena de la caverna, y para sorpresa de sí misma, sintió alivio.

Las voces y los gritos se desvanecieron, y su mente finalmente pudo relajarse.

Poco a poco, las heridas que se había infligido desaparecieron.

"..."

"..."

"..."

La proyección continuó...

"Tú, ¿por qué...?"

"¿Eh? ¿Me preguntas eso? Ibas a destrozarla sin más. Supuse que sería malo si lo dejaba estar, así que te eché una mano, eso es todo".

Ante la expresión furiosa de Subaru, Anastasia se limitó a encogerse de hombros.

No había ningún indicio de culpabilidad en su conciencia. Simplemente parecía que había hecho lo más obvio y natural.

"¿Qué, no puedes soportar el hecho de que te hayan robado tu presa, así que ahora te vuelves contra mí?".

Anastasia le miraba con el cuchillo manchado de sangre en una mano.

Callado por lo que decía, la miró de arriba abajo, como si la evaluara. Tenía un matiz despectivo, pero ella tenía razón. Era estúpido seguir luchando y matar a más gente así.

-Foxidna es mi guía hasta la Atalaya, y aún hay muchas posibilidades de que me sea útil. A diferencia de Ram, que era inútil y no hacía más que molestarme, ella es una pieza que sería un problema perder.

Esto solo repugnó aún más a los presentes.

Anastasia, por la frialdad de su contraparte y la manera tan absurda y mecánica de hablar de la vida.

El campamento de Emilia, al notar la total indiferencia de Subaru ante la muerte de Ram.

Era asquerosamente sorprendente lo rápido que todo había escalado de una discusión a un asesinato... y ahora quedaba la incertidumbre de qué ocurriría a continuación.

Félix: "Ahora que la criada está muerta, y parece que Subaru-kyun no quiere más conflictos... ¿Qué pasará?". Su voz reflejaba la incertidumbre que todos compartían, un nudo de miedo e impotencia en el estómago.

Ahora que ese escenario había ocurrido y el destino de Ram estaba sellado, si Subaru, Anastasia y Patrasche continuaban por su camino, la joven quedaría como otra cadáver más entre las dunas de arena.

Eso llenaba de ira y miedo a Rem.

Cada músculo de su cuerpo se tensaba, y las lágrimas que no había soltado hasta ahora amenazaban con desbordarse.

Su hermana podía haber cometido errores, pero... ¿Terminar así?

Eso no era justo. No para ella. No para nadie.

"...Bien, te seguiré la corriente".

"Eso está bien. Sabía que eras inteligente. Es un alivio".

Anastasia sonrió finamente mientras hacía ademán de respirar aliviada.

Luego caminó torpemente por la arena hacia Subaru, tendiéndole la mano blanca.

"Démonos un apretón de manos. Una reconciliación y a trabajar juntos en el futuro".

"..."

"¿Natsuki?".

Subaru se quedó pensativo ante la expresión aparentemente inocente de Anastasia.

-Sé que estaba pensando que Foxidna era un peón útil, pero ¿es eso cierto? Ahora está sonriendo, pero tenía la misma sonrisa en la cara cuando apuñaló a Ram por la espalda, ¿no? Ella estaba sosteniendo el cuchillo en la otra mano.

Era un grueso cuchillo de supervivencia de primera calidad. Incluso en sus manos, podría cortar fácilmente un cuerpo humano. No sólo el cuerpo de Ram, sino también el de Subaru.

Julius: "¿Eh...?" Soltó la palabra con torpeza, sin poder procesar del todo lo que estaba ocurriendo.

Los engranajes de su mente giraban a toda velocidad, y ninguna de las conclusiones le agradaba.

Julius: "No... espera, no me digas que..." Su mano comenzó a temblar, y no era el único que había seguido la línea de pensamiento del perturbado Subaru.

El resto del campamento de Anastasia estaba igual de aterrorizado, paralizados por la posibilidad de hasta dónde podía llegar el pelinegro.

El campamento de Emilia también se tensó. Otto, en particular, observaba con el ceño fruncido las expresiones endurecidas del grupo rival, notando cómo el miedo se mezclaba con la incredulidad.

Esto solo podía ir a peor, y nadie podía negarlo.

Incluso la propia Anastasia empezó a tambalearse, su cuerpo traicionado por el miedo que le llenaba el pecho.

Y el rostro de Subaru en la pantalla...
Mostraba todo menos cordura.

"...¿Me vas a dejar colgada?".

Foxidna ladeó la cabeza, queriendo estrechar la mano.

El alcance del apretón de manos era lo suficientemente cerca como para alcanzarlo con un cuchillo. Y un rango que estaba demasiado cerca para que un látigo fuera útil.

-Tengo que matarla antes de que ella me mate a mí.

Felt: "¡Mierda!". El grito de la rubia resonó como un disparo, reflejando la alarma general.

El miedo se extendía entre todos como una plaga.

Ricardo lo sabía mejor que nadie: conocía las limitaciones del frágil cuerpo de Anastasia. 

Aunque el miasma la hubiera llevado a blandir ese cuchillo contra Subaru, la diferencia de fuerza entre ambos era abismal. El chico podría aplastarla sin esfuerzo.

Lo entendía... entendía que Subaru no era culpable de sus acciones bajo aquella influencia.

Pero aun así...
¡Aun así!

Anastasia era casi como una hija para él. Y esa sola idea le desgarraba las entrañas.

Julius, por su parte, temblaba.

Su mano se aferró instintivamente al mango de su espada, como si pudiera interponerse entre su Dama y la amenaza que se cernía en la pantalla.

Pero la cruel realidad lo mantenía atado: no podía hacer nada. Ni su voluntad, ni su fuerza, ni su título servían de algo allí.

Un juramento de protección reducido a cenizas ante sus ojos.

¿Dónde estaba él en ese momento?
¿Por qué no estaba a su lado?
¿No se suponía que debía ser el Mejor Caballero?

La impotencia lo estaba asfixiando.

Anastasia, mientras tanto, sentía cómo el miedo la consumía segundo a segundo.

El rostro de Subaru en la pantalla no mostraba más que intenciones asesinas, y su cuerpo entero temblaba por el instinto de supervivencia.

Foxidna, a su lado, intentaba reconfortarla, pero incluso ella dejaba traslucir una ansiedad desbordante.

El aire se había vuelto insoportable.

"¿Qué pasa, Natsuki?".

"...No, nada".

Subaru sonrió levemente y luego extendió su propia mano derecha hacia la de ella. Mientras se estrechaban, Subaru esperaba el momento en que ella bajara la guardia por completo.

[Providencia Invisible]

La mano invisible que reactivó estiró los dedos hacia el cuello de Anastasia.

-No cometeré el mismo error que con Ram. Le romperé el cuello.

Las yemas de los dedos de la mano negra buscaban su cuello mientras la agarraba de la mano.

Al sentir eso, la sonrisa de Foxidna se hizo más profunda. Al mismo tiempo, una sonrisa oscura cruzó los labios de Subaru.

Julius: "E-espera... S-Subaru, no... Esto no está bien... detente... ¿Anastasia-sama?". Su voz sonaba rota, desgarrada. Sus ojos, enrojecidos, no podían apartarse de la pantalla.

Había fallado antes, contra Gula... ese fracaso aún lo perseguía. Lo aceptaba con amargura, como una carga que debía soportar.

Pero... ¿Fallar también aquí? ¿Otra vez?

¿Fallarle a ella?

¿No había jurado dar hasta su propia vida por protegerla?
¿No se suponía que su espada existía para apartar cualquier sombra de su Dama?

Su mirada iba y venía entre la Anastasia/Foxidna de la pantalla y la Anastasia real, temblorosa en el Teatro.

La ansiedad lo devoraba vivo. Lo último que deseaba era presenciar a su amigo —su camarada, aquel en quien había confiado— asesinando a sangre fría a la mujer a la que le había entregado su juramento.

El aire se volvió aún más pesado cuando la mano negra se acercó al cuello de la mercader.

Mimi se aferró al brazo de Garfiel con lágrimas temblando en sus ojitos azules.

Mimi:" Garf... esto me da miedo... Jefa..." Susurró en voz apenas audible, su inocencia hecha trizas.

El propio Garfiel no hallaba palabras. Su corazón era un embrollo.

Lo que veía le parecía blasfemo: ¿Subaru, su Capitán, el chico que cargaba el peso del mundo para proteger a los demás... alzando la mano para matar a un aliado?

Era un insulto a todo lo que él representaba.

Ricardo cerró los ojos con dolor, sus colmillos apretados. El brillo acerado de su mirada se opacó cuando la Providencia Invisible se extendió sobre la frágil silueta de su Dama.

Ricardo:" Perdóname, Ana-bo..." Susurró con la voz quebrada, un ruego que se perdió en la marea del silencio colectivo.

En el escenario, Anastasia se llevó instintivamente la mano al cuello, reflejando el destino que su otra yo estaba por sufrir.

Su corazón se encogió al imaginar ese chasquido fatal que pondría fin a todo.

Le aterraba. No sabía por qué, pero la sola idea de verse morir de esa forma la hacía temblar como nunca antes.

¿Era egoísta?
Ella misma pensaba que sí.

Qué chica más patética...

Aunque en el fondo, no era la única.
Aquel Teatro entero estaba repleto de gente rota, patética, impotente.

"En ese caso..."

Ahora.

Mientras ella decía algo, antes de que pudiera levantar el cuchillo, él vertió fuerza en la mano invisible.

La palma negra cubrió su delgado cuello y empezó a girar y...

-Justo antes de que pudiera hacerlo, sin embargo, una hoja de viento partió el pequeño cuerpo de Anastasia por la mitad desde atrás.

¿Una brisa? Justo después de que Subaru sintiera eso, vio a la chica frente a él explotar en una salpicadura roja mientras era partida por la mitad a la altura de la cintura.

La tensión había alcanzado su punto más alto cuando la mano invisible de Subaru comenzó a retorcer con brutal lentitud el pequeño cuello de la mercader.

El aire en el auditorio se volvió sofocante, como si todos compartieran ese mismo dolor en carne propia.

Y entonces, sucedió.

Fue tan repentino, tan inhumano, que ni los más preparados pudieron reaccionar.
Nadie lo esperaba. Nadie podía haberlo prevenido.

Un instante bastó.
Un destello de viento.
Un corte imposible de seguir con los ojos.

Lo único cierto era la imagen final: Anastasia, partida en dos.

Julius abrió los ojos con un espasmo de horror. Llevó una mano temblorosa a la boca, luchando contra el ardor en la garganta y el peso en el estómago.

" ¿Qué...? ¿Qué acabo de ver?". Pensó, aunque el pensamiento le resultaba ajeno, vacío.
Falló en protegerla, sí, ya lo había hecho antes... pero esta forma... esta muerte grotesca y repentina...
Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza.

Julius:" Asqueroso..." Murmuró con voz apagada, quebrada, como si sus propias cuerdas vocales se negaran a pronunciar palabra alguna.

Sus pupilas, dilatadas hasta el extremo, quedaron fijas en lo que quedaba de su Dama: restos desparramados, profanados por la arena de la caverna. El asco se mezcló con la impotencia, y el mundo comenzó a girar a su alrededor.

Mimi soltó un gemido sofocado, llevándose ambas manos a la cabeza.

Negaba una y otra vez, desesperada, como si el simple acto pudiera borrar lo que había visto. Su respiración era entrecortada, ruidosa, cada inhalación más difícil que la anterior.

Hetaro dejó caer la taza de té que sostenía.

El objeto estalló contra el suelo en un sinfín de fragmentos afilados, pero él ni siquiera lo notó.

Lágrimas densas y ardientes le cubrieron el rostro, mientras ambas manos buscaban tapar la boca que quería gritar y no debía. Un sollozo quedó atrapado en su garganta, ahogado, pero insoportable.

Tivey se quedó paralizado.

Sentía que el aire pesaba como plomo, que sus brazos no le respondían. Su mente, bloqueada, se estrellaba una y otra vez contra la misma pregunta: ¿Cómo?

Había intentado prepararse. Lo había hecho. Incluso había aceptado, con dolor, la posibilidad de ver a su Dama morir a manos de la Providencia de Subaru.

Pero esto... esto no tenía forma de aceptarse.

Su negación se volvió desesperada: sacudía la cabeza con violencia, como un niño que no quiere abrir los ojos a una pesadilla. Pero la imagen estaba allí, grabada en sus retinas.

Y entonces, su cuerpo cedió. Vomitó, incapaz de contenerse, su vergüenza mezclada con un sonido grotesco que resonó en medio del silencio.

El auditorio entero temblaba. El campamento de Anastasia se desmoronaba ante la proyección, sus miembros hundidos en el horror más crudo.

Ram, en contraste, apenas frunció el ceño. No fue indiferencia, sino un asco distinto, frío, analítico. Reconoció el patrón. Reconoció esa ráfaga de viento cortante que había partido el cuerpo en dos.

No fue la única.

Una vez que el shock inicial comenzó a desvanecerse, otros también comprendieron lo que había sucedido. Rem, Roswaal y algunos más compartieron esa misma conclusión en silencio.

El viento.
En esa cueva, solo una persona podía blandirlo con tal precisión mortal.

Pero... ¿No había muerto ya, apuñalada por la propia Anastasia?

Entonces la verdad golpeó con el mismo filo invisible:

La asesina de la princesa comerciante era—

¿Ram?

"¿Eh?".

La sangre salpicó toda la arena blanca, y la sangre caliente y las vísceras calentaron el aire frío mientras un hedor horrible llenaba la caverna.

"-Ah".

Al ver aquello, Subaru se miró las manos conmocionado.

La parte superior del cuerpo de Anastasia seguía colgando. Todavía estaba agarrando fuertemente su mano del apretón de manos.

Sus ojos se abrieron de par en par, mirando a Subaru aturdido. Detrás de ella, su mitad inferior se había desplomado en el suelo.

La orina goteaba de su parte inferior mientras sus músculos se relajaban de repente.

"¡¿Ah, ahhhhhhhhh?!".

Subaru gritó ante su espantoso estado.

Al visualizar con más detalle el estado de la chica de cabellos púrpura, un escalofrío recorrió a todos los presentes.

El horror y la repulsión se adueñaron del aire, haciéndolo denso, irrespirable.

Ricardo apartó la mirada, porque sabía que si seguía contemplando esa imagen no podría contenerse.

Sus puños estaban tan tensos que parecía un milagro que no destrozara los reposabrazos del asiento.

El Guardián lo observaba de reojo, consciente de lo que ocurriría si esa madera cedía: la furia del hombre perro se desataría.

Y aunque Ricardo lo sabía, aunque reconocía que ese impulso nacía del egoísmo, no podía evitar desear dirigir su ira hacia el campamento de la semi elfa.

Julius, en cambio, se hundía más en su propio tormento. El mareo lo sacudía, la bilis le quemaba la garganta, pero se obligaba a resistir. Que no hubiese vomitado ya era, en sí, una victoria absurda.

"Me siento mal. Terriblemente mal... pero peor aún es lo que siento hacia mí mismo". El asco lo consumía. La irritación se mezclaba con la culpa hasta formar un nudo insoportable.

"¿Dónde estaba yo?". Ella era su Dama. Y sin importar el precio, debía haber hecho algo, lo que fuera, para impedir aquel desenlace.

Julius:" Anastasia-sama..." Susurró, roto, incapaz de sostener su propia voz.

Entonces, la propia mercader no pudo soportar más.

Hacía apenas media hora había vaciado su estómago tras el bucle del Centauro, y sin embargo, su cuerpo encontró el modo de expulsar más.

Anastasia:" ¡Bwuuegh!". Su garganta se tensó, irritada, como si cada arcada la desgarrara desde dentro.

Por el rabillo del ojo, la visión volvió a atraparla: su cuerpo partido, convertido en un reflejo grotesco de lo que alguna vez fue.

El impacto fue devastador. Ninguna de las muertes que había presenciado en ese Teatro, por horribles que hubieran sido, se comparaba al golpe de contemplar la suya propia.

Sus ojos celestes, temblorosos, se clavaron en los restos desparramados. El vestido blanco manchado, la arena sucia impregnándose en su piel... Todo conformaba un rompecabezas obsceno.

Anastasia:" ¡Bwuueghh!". Otra arcada, más dolorosa aún. La garganta ardía como fuego, pero esa sensación apenas importaba frente al trauma que se expandía en su pecho.

Era insoportable. Inhumano.

Y, sin embargo, un pensamiento extraño, casi vergonzoso, se filtró entre tanto terror.

"Al menos... no fue Subaru..."

El alivio era amargo, pero real.

Su muerte seguía pesando con un dolor difícil de poner en palabras. Solo deseaba que, al menos, hubiese sido rápida.

No por ella, sino por Foxidna, que compartía con ella esa terrible situación desde dentro de su cuerpo.

Subaru intentó quitársela de encima, pero su agarre era absurdamente fuerte, por lo que acabó balanceando la parte superior de su cuerpo, salpicando más sangre y vísceras por todas partes sin motivo alguno.

"¡D-déjame ir! Suéltame".

"¡¡¡NOOOOO!!! ¡ NO QUIERO MORIR...!"

"¡Ya estás muerta! No hay forma de salvarte!".

Al oírla aferrarse a la vida con tanta fuerza, Subaru chilló en respuesta.

Su cuerpo había sido cortado por la mitad, y su sangre y órganos internos estaban cayendo. No tenía sentido que no hubiera muerto inmediatamente.

No tenía sentido que se aferrara con tanta fuerza a su mano. Nada de eso tenía sentido.

Y allí Anastasia encontró su respuesta... otra vez. Una respuesta que no quería.

Su otro yo —o más bien, Foxidna— seguía consciente, aferrada a la vida aun cuando el cuerpo que compartían era poco más que un amasijo de carne y sangre.

Lo que la perturbó hasta el límite fue la escena siguiente: Subaru, en su intento desesperado por librarse del último agarre de la chica, zarandeó el cuerpo como si fuera una marioneta rota.

Y con ese movimiento, los restos se desparramaron de manera grotesca, borrando cualquier rastro de dignidad.

Los ruegos de ayuda, esa voz que luchaba por seguir viva, le desgarraban la mente. Foxidna pedía tiempo, pedía un respiro, pedía salvarla a ella, aunque fuera a costa de sí misma.

Y dolía. Dolía tanto que sentía que el pecho se le partía en dos.

Roswaal:" La voluntad de ese espíritu es verdadeeeeeramente impresionante..." Musitó el Marques, con su tono arrastrado habitual. "Aferraaarse con taaanta fuerza a la vida con tal de manteeeener a su contratistaaa con un pie en este mundo... eso es dignooo de elogio~".

No había burla en su voz. Era sincera admiración. Pero ese reconocimiento no cambiaba nada: Foxidna estaba condenada.

Desde su posición como bufanda de Anastasia, el espíritu se estremeció.

No sabía cómo reaccionar. Su cabeza era un revoltijo, como siempre, pero ahora su corazón se agitaba con punzadas insoportables. El temblor se apoderó de sus extremidades al contemplar la cruel agonía de su hija.

El único consuelo que pudo permitirse fue un pensamiento egoísta: al menos Ana no está sintiendo este dolor... lo cargo yo sola.

Un consuelo torpe, pero era lo único que podía abrazar para no quebrarse del todo.

"..."

"..."

Y entonces... Julius.

Escuchar los ruegos de su Dama, su lucha por no morir, su obstinación por protegerla incluso en medio de aquella masacre, era como sentir fuego ardiendo en su conciencia.

Su mano seguía cubriéndole la boca, apretando la mandíbula con tanta fuerza que dolía. Se obligaba a contener las náuseas, a no derrumbarse ahí mismo.

El hecho de que no llorara era, quizá, la mayor prueba de su disciplina como caballero. Y sin embargo, ¿De qué servía ahora esa fachada? Su cuerpo temblaba, sus ojos se movían de un lado a otro como buscando una escapatoria en la sala, pero era inútil.

La imagen estaba grabada en su mente: Anastasia, su Dama, arrastrándose con torpeza, manchando la arena con cada movimiento, dejando un rastro humillante tras de sí. Y él, incapaz de hacer nada.

"No puedo borrarlo... no puedo..."

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Nadie en el Teatro podía asimilarlo bien

Nadie en el Teatro podía asimilarlo bien. La escena era demasiado.

Una masacre absurda, cruel, donde aliados se destrozaban entre sí bajo la influencia de aquel miasma que corrompía sus mentes.

El silencio posterior pesaba más que cualquier grito. El eco de la traición, del dolor, se quedó flotando en el aire como un veneno invisible.

Y todos lo entendieron. No había lección más brutal que esa: el miasma no era solo una fuerza oscura... era un enemigo capaz de volverlos contra sus propios compañeros.

Capaz de reducir la confianza, los lazos y la esperanza a un charco de sangre.

"¡¡¡TÚ ESTÚPIDO PEDAZO DE MIERDA!!! ¡¡MUÉRETE YA!!".

"¡NO, NOOO! ¡NO LO HARÉ, ABSOLUTAMENTE NO LO HARÉ... !"

Agarrando violentamente la cara de Anastasia, la apartó a la fuerza de él.

Ella sollozaba y gritaba algo cuando Subaru finalmente la apartó y la tiró al suelo.

La parte superior de su pequeño cuerpo cayó en un charco de su propia sangre.

"No... me dejes... no... no quiero morir...-".

Ese suave murmullo que casi sonaba como una voz ahogada fue el último.

Subaru ya no podía oír su voz. Estaba destinada desde el momento en que fue cortada, pero la muerte finalmente la había alcanzado.

Mimi:" ¡Jefa... J-jefa... Jefa!". Sollozó la pequeña, repitiendo aquel mantra en un intento torpe de consuelo.

Lo único que realmente la mantenía a flote era ver, aunque fuera desde su asiento, a su Dama sana y salva.

"..."

"..."

Ese fue el golpe de gracia.

Julius ya no pudo contenerse más. La forma grotesca y despiadada en que había visto tratada a su Dama en sus últimos instantes lo atravesó como un hierro candente. La ira y la impotencia lo consumieron.

De entre los pliegues de su guante, presionando con fuerza contra su boca, se escapó un líquido amargo: había vomitado.

Se limpió rápido, con vergüenza, como si esconder esa debilidad pudiera salvar su dignidad. Pero el vacío en su pecho no se iba.

Con el estómago ardiendo y la mente hecha trizas, tomó su espada y se puso de pie tambaleante.

Su mirada, enajenada, fue a clavarse sobre cierta criada de cabello rosa.

Antes de hacer una locura, Ricardo se interpuso en su camino.

Julius:" ¿Q-qué haces? A-Anastasia-sama... ella—". Las palabras se quebraron en su garganta.

Ricardo posó una mano pesada sobre su hombro.

No lo juzgaba, lo entendía. Había visto lo mismo: la impotencia de perder contra Gula en Priestella, y ahora la muerte brutal de aquella a quien el caballero juró proteger.

Ricardo:" Lo sé, Julius. A mí tampoco me gusta ni un pelo esto... pero recuerda, esto nunca ha pasado. Ana-bo no... no sufrió así. ¿Entiendes?". Dijo con firmeza, guiándolo de vuelta a su asiento.

Julius:" Y-yo..." Susurró ronco. Sus ojos vagaron por la sala, hasta chocar con varias miradas posadas sobre él. La que más pesó fue la de la propia Anastasia.
Un nudo lo estranguló.

Respiró hondo, forzando compostura. Se inclinó con una reverencia elegante, como si ese gesto pudiera reparar su fractura interna.

Julius:" Les ofrezco mis más sinceras disculpas por esta... muestra tan patética de falta de autocontrol. Les ruego lo ignoren". Las palabras sonaron firmes, pero el derrumbe fue inmediato: apenas volvió a su asiento, se dejó caer con un peso de vergüenza imposible de ocultar.

Emilia:" ¡N-no tienes por qué disculparte, Julius! E-estamos todos... haciendo lo que podemos. N-ninguno de nosotros está procesando esto bien, así que... ¡No te preocupes, por favor!". Dijo la semi elfa, de pie, con las lágrimas marcando aún la comisura de sus ojos.

Para ella, más importante que su propio dolor era aliviar el de un amigo.

Julius solo logró asentir débilmente. La fuerza lo había abandonado tiempo atrás.

Anastasia lo observó en silencio, el ceño fruncido.

Quería ayudarlo. Quería decirle algo que lo sostuviera... pero su propio interior seguía en ruinas tras aquella visión.

¿Cómo dar apoyo si ni siquiera tenía con qué sostenerse ella misma?
Lo hablaría en el siguiente descanso, cuando pudiera encontrar aunque fuera un poco de calma.

Subaru se sintió abrumado por una tremenda náusea y comenzó a agitarse.

"¡Geh! ¡Ugh! ¡Gah-ha! ¡Geh-hoh-hoh! Haaah..."

Expulsando lo poco que le quedaba en el estómago, se limpió el vómito amarillento de la boca con la manga. No era el momento de agachar la cabeza. El que acababa de matar a Anastasia era-.

"-Barusu".

"¡¿No te puedes morir de una puta vez?!".

Había una sombra en la luz de la linterna en el suelo. Era Ram, con toda la parte superior de su cuerpo manchada de sangre.

El cuchillo había cortado profundamente a través de su pecho, pero ella todavía estaba viva. Apenas.

-Mató a Anastasia sólo por su tenacidad, y ahora viene a por mí-.

"Sólo muere y déjame fuera de esto..."

Lo que ya sospechaban terminó por confirmarse.

Varios se quedaron sin aliento al ver cómo Ram, aun después de haber sido atravesada en el corazón, seguía con vida.

Pero, a diferencia de las miradas de asombro y consternación que dominaron la sala, el campamento de Anastasia le dedicó solo ojos duros y resentidos. El rencor hervía demasiado fresco como para fingir compasión hacia aquella sirvienta.

Al:" Amigo... esto sí que parece de telenovela..." Murmuró, con un dejo de incredulidad, sin poder apartar los ojos de esa versión implacable de la criada.

Hetaro frunció el ceño y apretó los labios, buscando una lógica que no encontraba.

Hetaro: "¿C-como es que... sigue viva?".

Rem, en cambio, dio un respingo, con la voz quebrándosele por el peso de la preocupación.

Rem:" ¡U-un momento! ¿A-ahora... hermana irá por Subaru-kun...?"

Ella no había querido detenerse demasiado en el asunto de la muerte de Anastasia. Sabía que había sido cruel y desgarrador... pero lo que de verdad le encogía el corazón era la sombra que se cernía sobre el chico al que amaba.

Pensar en Subaru teniendo que enfrentarse de nuevo a su hermana —y en condiciones todavía más desventajosas— la revolvía por dentro.

"¿Por qué siempre él? ¿Por qué siempre tiene que ser Subaru quien cargue con el dolor y la sangre?".

Ram, desde su asiento, apretó con fuerza los dobladillos de su vestido, como si ese gesto pudiera contener la punzada que le atravesaba el pecho.

Esa determinación férrea de su contraparte... ese deseo de acabar con Barusu a toda costa... le resultaba asqueroso. Repulsivo. Una voluntad mal encauzada que no tenía nada de noble.

Y sin embargo, lo más amargo era reconocer que la frialdad y la tenacidad eran rasgos demasiado familiares.

"¿Es eso lo que reflejo yo también?".

Luchando por respirar, Subaru miró a su alrededor en busca de su látigo. Pero no pudo encontrarlo.

Y mientras buscaba, Ram se acercó a él con pasos vacilantes. El látigo no lo conseguirá. Así que sólo queda otra opción.

"¡¿Providencia Invisible?!".

La carta de triunfo en la que ya había confiado varias veces.

[Providencia Invisibl-]

Justo cuando intentaba recurrir de nuevo a su poder, sintió de repente un intenso dolor en el ojo.

"¡¿Gah?! ¡¿Ahhh?! ¡¿Ohhhh?!".

Un dolor como el de una aguja ardiendo atravesando su cráneo hizo que sus ojos girasen hacia atrás en sus órbitas.

El efecto secundario de usar su habilidad le abrasó la mente, se agarró la cabeza y rodó por la arena mientras lágrimas de sangre se filtraban de sus ojos.

Sentía como si un festín infernal comenzara dentro de su cabeza, y todos sus nervios empezaron a hervir. No podía escapar del dolor.

"¡Ahhh! ¡Ghhhh! ¡¿Ughhhhh?!".

"¡¿Subaru?!". El grito colectivo retumbó en la sala, cargado de preocupación y un miedo imposible de disimular.

Cada mirada buscaba confirmar lo que acababan de presenciar, como si alguien más pudiera darles una respuesta diferente... pero solo recibieron silencio.

Crusch, con el rostro tenso, rompió la calma rota con una pregunta que sonó más a ruego que a certeza:

Crusch:" ¿E-esos son... los efectos secundarios de su habilidad?".

Nadie respondió de inmediato. El aire era tan denso que pesaba en los pulmones.

Beatrice fue la primera en alzar la voz, su ceño fruncido y los labios apretados reflejaban más impotencia que enojo.

Beatrice:" Usó la Providencia tres veces en tan poco tiempo, supongo. Ese desbalance debió pasarle factura a su cuerpo, de lo contrario sería imposible, supongo..."

Un silencio áspero cayó después de sus palabras.
Las Autoridades...
Con razón se les llamaba así.

Repugnantes, insidiosas, la antítesis misma del mundo. No eran un don, eran una carga que devoraba a quien las portaba.

Reinhardt:" El hecho de que pudiera activar su Autoridad dos veces sin repercusiones claras... solo puede explicarse por el miasma. Esa neblina negra amortiguó el dolor de su uso, pero... nada puede contener el precio para siempre".

La incertidumbre se apoderó de todos. Sentían que cada latido de su propio corazón era el eco del sufrimiento de Subaru, y ninguno quería admitirlo en voz alta.

Pero no hubo tiempo para treguas. La proyección, indiferente a sus temores, continuó adelante... implacable, como si quisiera arrancarles hasta el último resquicio de esperanza.

Mientras Subaru se retorcía de dolor, Ram levantó su varita ensangrentada mientras apenas se aferraba a la vida y le apuntó con ella.

Subaru rodó sobre el charco de sangre de Anastasia, manchándose con sus vísceras mientras seguía retorciéndose de dolor.

Los labios de Ram se movieron lentamente mientras lanzaba su hechizo. Y, terminando el conjuro, justo cuando la hoja de viento estaba a punto de desgarrar a Subaru-.

El sonido de algo siendo masticado llenó la fría caverna.

"¿Eh?". El murmullo incrédulo escapó de varios labios a la vez.

Algunos ya habían cerrado los ojos, resignados, preparándose para el desenlace inevitable: una hoja de viento surcando el aire, partiendo a Subaru en un instante y dando inicio a otro bucle.
Pero... no pasó.

El golpe final nunca llegó.

Un silencio incómodo se apoderó de la sala.

¿Qué había ocurrido?
¿Por qué Ram no había lanzado su ataque definitivo?
¿Se había quedado sin fuerzas? ¿O acaso dudó en el último instante?

Las preguntas se atropellaban en sus mentes, pero ninguna encontraba respuesta.

Y entonces llegó.
Un sonido extraño, seco, imposible de ignorar:

[Crack... crunch...]

El ruido heló la sangre de todos. Era distinto a cualquier cosa que hubieran esperado. Algo partiéndose, rompiéndose, cediendo bajo una presión grotesca.

El problema era que, al estar viendo la proyección desde la perspectiva de Subaru, sus ojos estaban tan limitados como los del propio muchacho.

No podían ver el cuadro completo, no podían descifrar qué estaba ocurriendo más allá de lo que él alcanzaba a percibir.

Y, sin embargo...
Un presentimiento instintivo recorrió a todos los presentes.

Fuera lo que fuera ese crujido, lo sabían con certeza: no les iba a gustar descubrir su origen.

El estridente sonido continuó mientras un desagradable chapoteo empezaba a mezclarse

"¿Ah, haa, aa, aa?".

Justo cuando Subaru esperaba morir, ser cortado en pedazos, por alguna razón, la muerte no llegó.

Finalmente, el intenso dolor y el vacío que habían estado atormentando a Subaru empezaron a desvanecerse.

"¿Qué...?".

Cubriéndose la cara con la mano izquierda, se obligó a levantarse.

Incluso eso le llevó una estúpida cantidad de tiempo. Tenía la cara roja por las lágrimas de sangre mientras miraba lentamente a su alrededor.

El dolor y las lágrimas sangrientas eran, sin duda, el resultado del uso excesivo de la Mano Invisible.

Asolado por un dolor inimaginable, ni siquiera podía decir cuánto tiempo había pasado retorciéndose en el suelo.

-¿Por qué tuve tanto tiempo para retorcerme de dolor?

"...¿Patrasche?".

Estupefacto, el dragón de tierra negro de Subaru se movió a su lado mientras se desplomaba.

Garfiel:" C-casi olvidaba que esa dragona también estaba con el Capitán..." Murmuró, sonando aliviado, aunque en el fondo la ausencia de Ram le seguía royendo.

Emilia:" ¿Patrasche... ayudó a Subaru con Ram? ¿Tal vez solo la noqueó...?" Su voz tembló mientras señalaba la bota de Ram semienterrada en la arena, apenas visible bajo el cuerpo de la dragona.

El resto estaba oculto.

Ram, al verla cubierta, sintió un respiro amargo. Al menos su otra yo no seguiría causando estragos... pero la inquietud no desaparecía.

Porque si Subaru seguía avanzando y la cueva aceptaba ese destino como el nuevo punto de guardado... tanto ella como Anastasia estarían perdidas.

El silencio volvió a instalarse, pesado, incómodo. Nadie se atrevió a romperlo.

Al notar su voz, la dragona que estaba en cuclillas en el suelo agitó su larga cola para indicar que estaba bien.

"¿Estás a salvo?... ¿Qué le pasó a Ram?".

-No es posible que se quedara sin fuerzas justo antes de acabar conmigo, ¿verdad?

Fue un poco demasiado conveniente, pero ella había sufrido una herida mortal. No era tan extraño.

"No sé si eso me hace afortunado o desafortunado..."

-De cualquier manera, ahora no es el momento para eso. No hay nadie que se interponga en mi camino ahora, así que debo salir de aquí rápidamente. Necesito llegar a la torre de vigilancia.

"Patrasche... Lo siento, pero necesito montarte ahora".

"..."

"¿Patrasche?".

Le llamó, pero su fiel corcel no obedeció. De hecho, ni siquiera se volvió para mirarle. Se limitó a sentarse cómodamente en la arena, respirando agitadamente junto a Subaru.

Al ver eso, al darse cuenta de que estaba siendo ignorado, la rabia de Subaru empezó a crecer.

"Eh, Patrasche. ¿Me estás escuchando? ¡Eh!".

Era un tipo de enfado similar al que había sentido con Ram y Anastasia.

Sus emociones negativas se estaban amplificando a una velocidad muy superior a la normal, y estalló contra el dragón de tierra que se negaba a responderle.

"¡Mírame, imbécil! ¿Quién te crees que soy?".

"Kyahh..."

"Mírate, por fin escuchas..."

Subaru arrojó arena a Patrasche y, quizá dispuesto por fin a escuchar, Patrasche se volvió para mirarle.

Otto:" ¿N-Natsuki-san no se desquitará con Patrasche, cierto?". Preguntó con evidente incomodidad, incapaz de ocultar lo agresivo que se veía su amigo en la proyección.

Varios intercambiaron miradas pesadas. Más de uno llegó a sentir lástima por la dragona de tierra, obligada a soportar aquel trato.

Al, apoyando el codo en el respaldo de su asiento, soltó con desgano.

Al:" Bueno... si a Bro no le importó la muerte de quien llamaba hermana mayor y su guía para llegar a la Atalaya, no sería tan raro que ahora se desquitara con la pobre lagartona".

El tono despreocupado le ganó varias miradas cargadas de molestia. Entre ellas, la de su propia Dama, que le bastó para hacerlo encogerse en el asiento y cerrar la boca de inmediato.

Emilia:" Pobre Patrasche..." Bajando la mirada, murmuró en un hilo de voz lleno de tristeza.

Pero entonces, un detalle se filtró en la pantalla, algo que hizo que las miradas se tensaran de inmediato.

Félix:" Un momento... ¿Eso en la boca de Patrasche es... hilo rosa?".

Subaru estaba pensando para sí mismo que había hecho un trabajo encomiable al no burlarse de su enfado cuando se dio cuenta.

-Cuando Patrasche se volvió, su boca estaba teñida de un rojo antinatural. Ese carmesí era un color al que Subaru se había acostumbrado en los últimos minutos.

Era el mismo carmesí que se pegaba a su ropa y a su cara y que mojaba las arenas secas bajo él. Y su poderoso olor se mezclaba con el hedor de los excrementos humanos que también flotaba en el aire.

Pero había algo que deseaba no haber notado.

-Que había mechones de pelo rosa entre los colmillos de Patrasche.

Eeep!".

Crusch:" ¿Acaso ella...?" Su voz se quebró antes de poder terminar la frase.

La verdad estaba frente a todos, imposible de ignorar.
La sangre en el hocico de Patrasche.
Los mechones rosados pegados entre sus dientes, confundidos antes con simples hilos.
Y aquella bota medio enterrada que Emilia había señalado.

Patrasche no había noqueado a Ram.
Ella había...

Emilia se llevó ambas manos a la boca, los ojos abiertos como platos, mientras la proyección cambiaba el ángulo y revelaba algo perturbador, grotesco y difícil de digerir.

El silencio en la sala se hizo insoportable. Nadie quería aceptar lo que veía, pero la imagen ya estaba grabada en sus mentes.

Se dio cuenta con un escalofrío.

Ram, a la que había perdido la pista, yacía desplomada al otro lado de Patrasche.

No se movía en absoluto. Por supuesto que no. Porque no quedaba nada de ella por encima de los hombros.

El cráneo de Ram había sido destrozado por violentos colmillos, y su cerebro estaba salpicado a su alrededor, igual que las entrañas de Anastasia.

Y la misma Patrasche que le había hecho eso a Ram estaba mirando a Subaru con sus ojos amarillos.

Sus ojos amarillos de reptil estaban llenos de una aguda y violenta...

"¡Espe-!".

La mandíbula de Patrasche abriéndose justo delante de su cara fue lo último que vio.

Pudo oír el sonido de su cuerpo siendo masticado hasta el momento en que su consciencia se extinguió. Incluso después de que le destrozaran la cabeza y ya no tuviera oídos.

¿Cómo lo oía? Era extraño y no tenía sentido, pero no podía reírse de ello. No tenía boca para reír ni le quedaba vida.

Así que no se rió ni hizo nada.

-Y así murió Subaru Natsuki, devorado por su compañera.

Antes de que pudieran asimilar lo ocurrido con Ram, la imagen en la pantalla se tornó aún más amarga.

Patrasche, en un movimiento fugaz, se abalanzó sobre Subaru y, de pronto, lo derribó y asesino con violencia.

Emilia:" ¡¿S-Subaru?!". El grito le salió entrecortado, cargado de angustia. Su respiración se volvió caótica; era como si le faltara aire, como si todo dentro de ella se quebrara al mismo tiempo.

Otto se llevó la mano a la frente, intentando contener el mareo que le provocaba la escena.

Otto:" Ella... también cayó en el miasma... no hay otra explicación..." Su voz se quebró a mitad de la frase, como si nombrar la verdad fuera igual de insoportable que presenciarla.

El auditorio estalló en exclamaciones ahogadas, miradas desencajadas y respiraciones agitadas. Nadie estaba preparado para ver a Subaru ni a Patrasche en ese estado.

Los cuerpos de Anastasia y Ram, ya inertes en la arena, eran un recordatorio cruel del desastre. 

El contraste entre lo que representaban en sus vidas —una aliada, una hermana— y la manera en que terminaron, pesaba como una losa imposible de levantar.

Rem se llevó las manos al pecho, temblando.

Rem:" Subaru-kun... hermana..." Apenas pudo pronunciarlo. Sus lágrimas no eran simples gotas; eran un desahogo desesperado, el intento de dar forma al dolor que la desbordaba.

Y dentro de esa maraña de emociones, una certeza se abrió paso en su mente:

"El miasma fue el origen de todo. Esa energía corrupta los empujó al límite. La Sabia sabía lo que hacía... ¿Acaso ella los guio hasta allí, hasta un punto de quiebre del que no habría retorno?".

Sus ojos azules brillaron, pero no de ternura, sino de rabia contenida.

"Si esto es solo un juego para ella... si la cueva es su tablero... entonces no hay nada más que odio en mi corazón hacia esa mujer".

Las palabras "Te encontré", que alguna vez sonaron enigmáticas, ahora se sentían como una sentencia cruel.

El silencio posterior en el auditorio lo dijo todo. Nadie necesitaba hablar para expresar lo que sentían.

La indignación, el rechazo y la impotencia eran un sentimiento compartido, flotando en el aire como un peso que aplastaba a todos por igual.

-Su conciencia continuó escuchando el sonido de cosas rompiéndose. Huesos siendo masticados, su cerebro siendo aplastado, sus ojos estallando y salpicando como uvas demasiado maduras.

Su cráneo. Fue su cráneo el que se rompió. Y dentro, todas esas cosas importantes se mezclaron.

Todo se combinó mientras su conciencia y sus recuerdos se volvían del color de la carne y se transformaban en vómito.

Era un dolor que partía la cabeza-

Mientras pensaba eso, su conciencia se burló de él.

-Tu cabeza ya está partida, y todo dentro de ella ya está salpicado. Perdiste la parte que te permite sentir dolor hace tiempo, ¿de qué estás hablando?

Su cerebro para almacenar recuerdos estaba aplastado, su órgano para pensar destruido, y todas las partes cruciales para simplemente mantener las funciones vitales habían reventado.

¿Qué había más que la muerte? La gente que acababa así moría. Así que, naturalmente, Subaru Natsuki también había...

"-rusu. Barusu. Contrólate".

Su conciencia desatada fue agarrada de raíz y arrastrada a la fuerza a un lugar luminoso. Cuando regresó, lo primero que sintió fue a otra persona gritando su nombre.

No era sólo una voz. Podía sentir una suave palmada en la mejilla. Y la sensación de arena en la boca.

Wilhelm:" El punto de guardado sigue siendo el mismo..." Murmuró con voz grave. Pero lejos de traerle consuelo, esas palabras lo amargaron aún más.

Nadie en la sala podía considerarse de buen ánimo. El ambiente entero se había vuelto sofocante, cargado de frustración e impotencia.

La situación de Subaru era un completo desastre. Su grupo estaba dividido, y los compañeros que le quedaban —Ram, Anastasia y Patrasche— no eran precisamente una formación pensada para resistir combates de alta intensidad.

Y, como si eso fuera poco, la bifurcación.
A la izquierda, un monstruo de fuego que parecía arrancado de las más profundas pesadillas.
A la derecha, un pasillo bloqueado, saturado de miasma, capaz de nublar el juicio y volver a los aliados en enemigos.

Wilhelm apretó los puños con fuerza.

"¿Qué clase de camino es este? ¿Dónde está la salida?".

Si realmente estaban en los subterráneos de la torre de la Sabia, como todos habían deducido, entonces esa mujer era incluso más siniestra de lo que jamás imaginó.

Jugar con las vidas de otros como si fueran piezas en un tablero...
Ofrecerles solo rutas de desesperación...

Y esas palabras que aún resonaban en su mente: "Te encontré."
¿Qué era lo que había encontrado?
¿A Subaru el Candidato a Sabio...? ¿O simplemente un juguete con el cual pasar el tiempo y alimentar su retorcido capricho?

Wilhelm respiró hondo, pero la rabia seguía en su pecho, ardiente e imposible de sofocar. Quizás el reciente bucle amplificaba su enojo, quizás era solo el peso de la proyección... pero no importaba.

En el fondo de su corazón, lo único que quedaba era ira.

"Barusu, despierta ya. No me hagas quemarte los párpados".

"-Ngh".

Oyendo una amenaza tan aterradora como la primera cosa al despertar, su conciencia emergió rápidamente.

Guiado por esa voz, su conciencia surgió de un mar de oscuridad, rompiendo la superficie del agua-

"-¿Estás despierto, Barusu?".

Justo delante de él, vio el rostro de Ram, con sus ojos rosados entrecerrados. Peligrosamente cerca. Tan cerca como para sentir su aliento. Tan cerca como para que sus labios se tocaran accidentalmente.

Por supuesto, Ram no tenía intención de hacer algo así. Era sólo que el entorno era oscuro, y no podían verse las caras sin estar tan cerca.

En otro contexto, Ram habría escupido un comentario venenoso sobre la lujuria de Barusu, sobre ese deseo patético de mancillar su impecable imagen. Pero ya no tenía fuerzas.

Toda la energía que la mantenía erguida se había desvanecido.

Primero fueron los bucles en aquel jardín sofocante, lleno de osos Oiran, al pie de la torre cuando el Tiempo de Arena había sido superado.

Ahora, esta cueva asfixiante, iluminada apenas, donde cada paso era solo la antesala de una muerte segura.

No había podido salvar a Barusu. No había logrado proteger a ese hermano pequeño torpe y ruidoso del monstruo en forma de Centauro envuelto en llamas.

Y, como si fuera poco, sabía en lo más hondo que había sido ella quien encendió la chispa en Subaru. La chispa que lo empujó hacia la locura, hacia la masacre que se desató en esa caverna.

Su pecho ardía con esa certeza, pero sus labios permanecieron sellados.

"..."

"..."

El silencio era lo único que le quedaba.

Una respiración. Cuando Subaru exhaló, Ram se alejó lentamente. La oscuridad que coloreaba el mundo parecía irreal, y Subaru cogió un puñado de arena para comprobar que realmente estaba allí.

Y también, pudo darse cuenta de que había muerto y se había reiniciado de nuevo.

"Yo... Yo..."

Confirmando que su corazón latía, se tomó su tiempo para recordar lo que había sucedido.

El momento de la muerte siempre era intenso, y su recuerdo perfecto era tan desagradable como siempre.

Sin embargo, al atravesarlo, trazó los pasos que había dado hasta su muerte-.

"Ugh..."

El vívido recuerdo de la insignificante discusión que le había hecho estallar, que se había convertido en una pelea a gritos y luego en una orgía asesina asomó de repente en su cabeza.

"¿Barusu?".

"Ugh, eh... gaaah".

Ram parecía sospechar del estado de Subaru, pero no tenía capacidad mental para responderle.

Los ojos le daban vueltas de náusea. Cuando se trataba de su propia muerte, era un veterano. Había experimentado más veces de las que podía contar con las dos manos.

Pero eso tampoco significaba que estuviera acostumbrado a la muerte. Eso también se aplicaba a su propia muerte, por supuesto, pero también a la de los demás.

Para sus camaradas y amigos o para cualquier otra persona. Le asustaba morir él mismo, pero la idea de que muriera alguien a quien conocía era suficiente para desgarrarle el corazón.

-Más aún con lo espantosa que había sido la muerte de Ram. Ese fue el peor golpe de todos, y algo que nunca había experimentado antes.

Al: "A esto me refería con tomar más de lo que uno puede soportar... no siempre se puede salvar a todos." Murmuró el hombre con casco, la mirada perdida, la voz apagada.

Garfiel: "¡Mierda...! ¿Ahora qué? ¡Ambos caminos son una condena!" Gruñó el demi humano, los dedos hundiéndose con tanta fuerza en los reposabrazos que la madera crujió bajo la presión.

Las expresiones del elenco se oscurecieron. Todos comprendían que no había elección buena, solo un sacrificio inevitable. Y, con desgano, la conclusión se hizo clara.

Félix: "Lo único que queda es probar suerte por la izquierda..." Dijo con un tono bajo, el ceño fruncido. Ni él ni nadie quería esa opción, pero ¿Qué otra había?

Quedarse quietos era impensable; nadie sabía qué había sido de los que se separaron. El camino derecho, lleno de miasma y locura, estaba totalmente descartado. No era un sendero: era una trampa disfrazada de ruta.

Al menos por la izquierda, tras la guarida del Centauro, existía una pequeña posibilidad de algo más. Una tenue luz al final de la oscuridad.

Y aun así... la inquietud no se disipaba. Cada mirada, cada respiración en esa sala, cargaba con el mismo temor: la certeza de que avanzar por esa cueva era caminar directo al abismo.

"...Ogh, geh, geh-hoh, gah-ha".

Intentó desesperadamente no recordarlo, pero eso no era diferente de intentar recordarlo. El sangriento destino de Ram, el vil acto de Patrasche...

Cuanto más intentaba olvidarlos, más vívidamente veía los mechones de pelo rosa que sobresalían de los colmillos del dragón de tierra y los restos de su cabeza tendidos en el suelo.

Como resultado, no pudo contener las náuseas que brotaban de su interior y vomitó en la arena.

Pero su estómago y su garganta no pudieron recuperarse del shock de aquella muerte. Se quedó encorvado, con espasmos, mientras la baba le resbalaba por la boca.

"...¿Todo eso después de despertar? Qué patético".

Una voz fría cayó sobre Subaru mientras se doblaba a cuatro patas en la arena, jadeando desesperadamente.

Ram estaba a su lado, mirándole. Su fría actitud le recordó su discusión justo antes de morir.

Al recordar la rabia y el ansia asesina que se habían apoderado de él sin motivo, la discusión que se había convertido en una lucha a muerte... la forma en que se había dejado vencer por sus impulsos, le dolió el pecho y se asustó.

¿Y si algo así volvía a ocurrir...?

Otto: "El peso de esta muerte... es incluso mayor que el del Centauro." Murmuró con amargura, notando cómo Subaru prefería cargarlo todo antes que permitir que alguien más sufriera. Lo entendía, pero la frustración lo mordía por dentro.

Las palabras se quedaron flotando, y el ambiente se volvió aún más denso.

Felt: "Tch... no quiero ni pensar en eso..." Chasqueó la lengua, apartando la mirada.

Crusch, con la serenidad que la caracterizaba, bajó el rostro.

Crusch: "No es agradable, pero Otto-san tiene razón. Subaru-dono todavía lucha con el peso de su propia vida... aún no ha terminado de reconciliarse con ella." Su mente volvió al Santuario, al juramento del chico de valorarse más a sí mismo.

Había cumplido en parte, pero las cicatrices de aquel Subaru que despreciaba su vida seguían ahí, latentes.

Emilia por su parte observó en silencio a Subaru. Sus ojos brillaban con ternura mientras extendía la mano y acariciaba suavemente su mejilla.

Esta vez, Foxidna no interfirió. Incluso ella entendía que no era momento de burlas, sino de alivio.

Emilia: "Subaru... yo también voy a esforzarme. Prometo serte de ayuda, de verdad." Su voz sonó clara, firme, pero cargada de dulzura.

Tomó aire, y sus ojos se posaron en la pequeña Beatrice, acurrucada y decaída en el regazo del chico. Emilia no lo pensó mucho: estiró las manos y tiró levemente de sus rizos dorados.

Beatrice: "¡Waaaahhh! ¡¿Q-qué estás haciendo, supongo?!" Chilló con los mofletes rojos, indignada.

Emilia soltó enseguida y soltó una risita leve.

Emilia:" Lo que te dije antes sigue en pie, Beako. Cuando sonríes te ves mucho más linda... y seguro que Subaru piensa igual."

Beatrice apretó los labios y bufó.

Beatrice: "De veras que eres molesta, supongo..." Aun así, alzó un poco la mirada, dejando ver que las palabras la habían alcanzado más de lo que quería admitir.

Para Emilia, eso ya era suficiente. Una chispa de luz en medio de la oscuridad.

"No te atrevas a morder".

"-Ngh".

Con ese único prefacio, Ram le sujetó la barbilla con el dedo.

Subaru se quedó helado por la sorpresa, pero sin hacerle caso, Ram abrió la boca, y con cara de aburrimiento, le metió el dedo blanco por la garganta.

"¡¿...?!".

La acción repentina de la criada tomó por sorpresa a todos en el Teatro.

Al: "Oye, oye... ¿No es muy directo eso? Al menos invítalo a un café primero, ¿No?". Comentó el guerrero manco con su tono perezoso habitual, intentando aligerar la atmósfera aunque fuera con un chiste fuera de lugar.

"Sabía que eras un torpe hasta la médula, pero si ni siquiera puedes hacer esto, cómo vas a ser mejor que un bebé".

La garganta de Subaru fue violentamente asaltada.

Pero debido a ello, su estómago y su garganta, que sólo habían sufrido espasmos, se adaptaron a aquella nueva conmoción y expulsaron con naturalidad las náuseas que se agolpaban en su interior.

Todo lo que salió fueron jugos gástricos y saliva, pero hizo que Subaru se sintiera mucho mejor que antes de haber sido capaz de sacar nada.

"Eh-hohgeh-ha... haah... huu... Lo siento... Ya estoy bien..."

"¿Oh? Bueno, me alegro de que hayas podido sentirte mejor".

"T-tú..."

Subaru se limpió la boca con la manga mientras Ram se encogía de hombros y respondía con palabras de bebé.

Tenía sus quejas con esa actitud, pero era cierto que su incapacidad para realizar esa función corporal natural le ponía al mismo nivel que un bebé lactante.

No tenía terreno en el que apoyarse para discutir con la mano de Ram que seguía acariciándole suavemente la espalda.

Era un tipo de consideración incómoda y difícil de entender.

Felt: "Es normal, supongo... desde su punto de vista, hace unos minutos estaban intentando matarse, y ahora va y... le mete el dedo... ¡Tsk, suena demasiado raro si lo digo en voz alta!". Comentó la ex ladrona con una mueca incómoda, aunque no pudo evitar que se le escapara una leve chispa de diversión al ver lo absurdo de la escena entre Subaru y Ram.

Quería distraerse de lo que había presenciado en el camino de la derecha, algo que le había dejado un sabor amargo en la boca.

De no ser por las bendiciones de Rein, que había usado para aliviarla, estaba convencida de que habría terminado vaciando el estómago allí mismo.

Giró un poco la cabeza hacia el caballero, y casi con torpeza entrelazó su mano con la suya.

Felt: "Por cierto... gracias por eso, Rein". Lo dijo en un tono bajo, sin atreverse a mirarlo directamente.

Reinhardt, al principio sorprendido por el gesto, dejó escapar una breve risa contenida.

Reinhardt: "No tiene que agradecerme, Felt". Respondió con una sonrisa genuina, inclinando levemente la cabeza en señal de respeto.

"Puedes dejar lo de la mano. Más importante, esto es..."

"Recuerdas la luz de la Atalaya y la grieta en el espacio haciéndose añicos, ¿verdad? Fuimos tragados por esa fisura y acabamos arrojados aquí".

Ram señaló los alrededores con la barbilla mientras a Subaru se le escapaba su mano en la espalda.

Ignorando la consideración de Ram, Subaru habló mientras observaba a su alrededor.

Ante su comentario, Subaru dudó si debía sentirse aliviado o ansioso por el hecho de que el punto de Regreso por Muerte se hubiera mantenido igual.

Ante su comentario, Subaru dudó si debía sentirse aliviado o ansioso por el hecho de que el punto de Regreso por Muerte se hubiera mantenido igual

"Te ves patético".

La cara de Subaru se había puesto rígida al darse cuenta de lo que había pasado cuando el dedo de Ram le tocó de repente.

Mirando hacia esa calidez, vio a Ram asintiendo, su expresión sin cambios.

"No te pongas nervioso. Tranquilízate. Lo que ha pasado, ha pasado. Ahora mismo, tenemos que mantener la calma y aceptar la situación en la que nos encontramos. Aunque eso quizá sea pedirte demasiado".

La suave voz de Ram y el calor de su dedo le ayudaron poco a poco a superar el pánico que le invadía mientras estaba arrodillado sobre la fría arena.

Sin embargo, los pensamientos de Ram y la confusión interna de Subaru no estaban del todo alineados.

Ram pensaba en el hecho de que habían sido aparentemente alejados y separados de sus compañeros, mientras que Subaru pensaba en los hechos combinados de sus dos muertes anteriores, pero ambos estaban superando fuertes sacudidas.

Ignorando los insultos característicos de la criada, la atención del grupo se desvió hacia un nuevo tema.

Anastasia tosió suavemente para hacerse notar; todavía se veía algo mareada, pero aun así habló con calma:

Anastasia: "Viendo todo lo que ocurrió hasta ahora... el único camino que sigue en pie es el de la izquierda". Hizo un breve repaso de la situación, ordenando los hechos en voz alta.

Crusch: "El Centauro lo protege, sí... pero parecía haber algo más allá de su guarida. Si nuestras suposiciones son correctas, podría ser la única entrada trasera a la torre". Comentó con serenidad, apoyando el mentón en una mano mientras intentaba apartar de su mente los recuerdos desagradables del bucle anterior.

Felt: "El problema es cómo van a pasar. Peleando no hay forma, y todo el suelo que conecta ese camino era falso, directo al nido del bicho". Su explicación fue precisa; aunque en secreto, Reinhardt estaba reforzando sus recuerdos con una de sus bendiciones.

Garfiel: "Ese monstruo... ¿No parecía no tener ojos?". Preguntó entre dientes, con la mandíbula tensa.

Mimi: "¡Sí! Solo tenía ese cuernote enorme y la boca fea en la panza. Mimi no vio ni un ojo". La pequeña añadió con energía, como si de pronto hubiera encontrado una pista.

Hubo un silencio breve, mientras todos trataban de hilar las piezas. Entonces, una mano se levantó con calma.

Al: "Tengo una idea". Su tono era tranquilo, aunque casi sonaba aburrido.

Priscilla: "¿Y bien, cuál es?". La Matriarca lo miró con desdén, pero en realidad le estaba dando permiso para hablar.

Al inclinó levemente la cabeza hacia ella y luego al resto.

Al: "En el mundo de mi Bro había criaturas que vivían bajo tierra. Tenían una vista pésima, pero cazaban guiándose por el oído. Si el Centauro es parecido, puede que sea así como detecta a sus presas".

Anastasia: "¿Entonces sugieres que se guía por el sonido?". Preguntó, afinando su tono mercantil, más interesada en confirmar la lógica que en la idea en sí.

Al: "Eso digo. No es seguro, pero podría ser". Encogió los hombros como si no le diera demasiada importancia.

La comerciante guardó silencio unos segundos, y finalmente asintió, sacando su cuaderno de notas. (El segundo)

Anastasia: "En ese caso, el camino izquierdo es nuestra única opción. Y la mejor forma de superar al Centauro será confundiendo su oído hasta llegar al otro extremo". Anotó la conclusión con calma.

El grupo asintió en conjunto, regresando poco a poco a sus asientos con algo más de serenidad, listos para continuar con la proyección.

A cierta distancia, Julius dejó caer la mirada, visiblemente incómodo.
No podía evitar sentir que había fallado una vez más a su Dama.

Finalmente, Subaru digirió lo que Ram estaba diciendo -y su reflexión- y exhaló lentamente.

"...Ram..."

"¿Qué?".

"Tu dedo se siente bien... ¡¿bgh?!".

"No tientes a tu suerte, Barusu".

"¡¿Podrías por favor no usar mi nombre como si fuera algún tipo de insulto?!".

Subaru se comió una bofetada como pago por su descuidado comentario al igual que en su bucle pasado y se quejó con los ojos llorosos.

Pero Ram se estaba limpiando apresuradamente el dedo con arena, lista para derribar esa petición inmediatamente.

-Justo cuando pienso que está siendo extrañamente amable, de repente éste es el trato que recibo.

Pero Subaru experimentó una sincera sensación de alivio ante un intercambio con ella que era como de costumbre. No había mejorado la situación en absoluto, pero aun así, se sentía como si se quitara un peso de encima.

Ram dejó escapar un bufido apenas perceptible, más divertido que molesto.

Cuando salieran de aquel Teatro y volvieran a la realidad... tenía cosas por decirle al idiota de Barusu.

Alzó la vista hacia el techo del auditorio y algo brilló en sus ojos: no era solo ira, tampoco puro afecto —era una mezcla rara que solo Rem lograba leer con facilidad.

Quería reprenderlo. Mostrarle a Barusu, con sarcasmo y verborrea, cómo su estúpida lujuria acabaría consumiéndolo todo algún día. Le apetecía recalcarle sus defectos hasta dejarlo rojo de vergüenza.

Y, sorprendentemente, quería disculparse. Si en algún momento se había pasado con sus comentarios, no le importaba admitirlo en privado.

Eso era... casi todo lo que deseaba.

No. Había algo más.

Se giró y miró a Rem: la vista de su hermana riendo le provocó una sonrisa corta en los labios de Ram. Quería más de eso: tardes así, días así, pasarlos junto a Rem y con ese idiota que les hacía la vida imposible. Recuperar lo perdido. Recuperar el año que les arrebataron.

La sensación se volvió afilada.
Quería proteger ese final. Con uñas y dientes.
Quería exterminar a cualquiera que intentara torcerlo.

Un final sencillo: una hermana menor risueña, un hermano torpe y obstinado, su campamento unido, el maestro Roswaal en su papel excéntrico. Eso era un feliz final. Puro y mundano, pero suyo.

Se quedó en silencio un instante, con las manos apretando los dobladillos del vestido.

"¿No era eso egoísta?". Se preguntó, con la voz apenas un susurro dentro de su propia cabeza.
Quizá sí. Quizá todo lo que quería era demasiado personal.

Pero si ser egoísta le daba la fuerza para proteger a quienes amaba... entonces, pensó Ram, apretando un poco más los dedos, que así sea.

Debido a eso, sin embargo, había una cosa más que quería decir, antes de que el escenario comenzara a moverse de nuevo.

"-¿Qué?".

Al ver que Subaru la miraba, Ram arrugó la frente dubitativa.

Mirándola a los ojos rosados, Subaru respiró hondo.

"Ram, la razón por la que te agarré cuando pasó esto es porque antes de que el mundo empezara a hacerse añicos, en ese momento eras la persona más débil y la más cercana a mí, y um..."

"-¿Por qué me agarraste a mí y no a Rem?".

Al escuchar su explicación, el rostro de Ram se fundió con el del Ram que le había interrogado antes.

Estaba muy claro que ninguno de ellos estaba en sus cabales cuando estalló aquella pelea antinatural. No estaban tranquilos, y todo tipo de pequeñeces se amplificaron y se convirtieron en una furia asesina.

Había sido una situación imposible, el peor tipo de cosa que podía ocurrir, causada por densidades tan extremas de miasma. Pero Subaru tampoco creía que no se hubiera dicho alguna verdad persistente en aquel momento.

Emilia: "¿Subaru... estaba pensando en eso todo este tiempo?". Murmuró, ladeando la cabeza con la inocencia marcada en su voz.

Wilhelm: "A Subaru-dono le preocupa mucho la imagen que deja en los demás... en especial entre quienes aprecia." El anciano guerrero habló con gravedad, pero también con respeto. "No es extraño que haya guardado esas duras palabras provenientes de alguien tan importante para él".

Sus palabras calaron hondo. Varios en la sala asintieron con seriedad.

"En ese momento, no te estaba midiendo a ti ni a nadie en la balanza. No tenía la compostura para hacer algo así, y mi mediocre capacidad para actuar en una situación extrema es al-".

"Idiota".

"¿Eh?".

Subaru trataba desesperadamente de explicarse cuando Ram le interrumpió con una sola palabra cortante.

Subaru levantó la vista ante aquella inesperada respuesta sólo para que el dedo de Ram le tocara la nariz. O mejor dicho, ella le había señalado con el dedo, y él le había metido el dedo en la nariz al levantar la vista.

Un dolor agudo le golpeó.

Gaaah!".

"Estoy harto de tus tontas excusas... No tiene sentido seguir culpándote. Tampoco tiene sentido buscar a otro a quien culpar. Tienes cosas que deberías estar haciendo en vez de perder el tiempo así".

Lanzando un suspiro, Ram cogió la linterna que tenía al lado. Le dio un golpecito en el costado y el mineral de ragmita que contenía empezó a brillar tenuemente, rompiendo la oscuridad del laberinto.

Otto:" Estoy de acuerdo en parte con lo que dijo Ram-san... lo único es que quizá deberías bajarle un poco el tono a la forma en que te expresas." Comentó el comerciante, intentando sonar diplomático.

Ram guardó silencio.

Otto parpadeó, confundido. Ya estaba preparado para recibir un comentario mordaz que lo dejara en ridículo, pero la réplica nunca llegó.

Ram: "...Supongo que podría ser algo más ligera con Barusu. No me gustaría que terminara rompiéndose como una frágil hoja de papel." Dijo con calma, sin molestarse en girarse hacia él.

Otto abrió la boca, completamente desconcertado por esa inesperada concesión. Se dejó caer contra el respaldo de su asiento con dramatismo.

"Santo Od... ¿Al fin escuchaste mis plegarias?". Pensó, entrelazando los dedos en un gesto de oración mientras alzaba la vista hacia el techo del Teatro.

"Ya hemos perdido bastante tiempo contigo derramando tu estómago por toda la arena".

"Lo sé... ¿Y los demás?".

"Están separados en su mayor parte. Aparte de ti y de mí y... Ah, parece que ya han vuelto".

Subaru se limpió la boca con la manga mientras se odiaba por la desvergüenza de hacer una pregunta de la que ya sabía la respuesta.

Al levantar la vista, la luz del farol que sostenía Ram chocó con la de otro farol. Anastasia y Patrasche habían regresado tras echar un vistazo a su alrededor.

-El corazón de Subaru se estremeció ante el rostro gallardo y amenazador del dragón de tierra que apareció a la luz.

"Qué estúpido puedo ser..."

Agarrándose con fuerza el pecho, Subaru apretó los dientes, tragándose la debilidad que afloraba en su interior.

No había ninguna razón para que ahora se dejara frenar por aquel loco roce. El hecho de haber sido asesinado por Patrasche había dejado una muy profunda cicatriz en su corazón.

Aun así, ya había perdonado muchas veces a gente que le había matado.

El ceño del elenco se frunció al recordar la masacre del camino derecho. La imagen más difícil de borrar seguía siendo la de Patrasche, convertida en la causante de la peor parte de aquella tragedia.

El cráneo destrozado de Ram seguía presente en sus memorias, arrancando náuseas a varios, sobre todo a quienes tenían un lazo cercano con la criada.

Y, para empeorar, el último comentario de Subaru resonaba en sus mentes.

No solo evocaba la crudeza de su perdón, sino también el peso inquietante de lo que había dejado pasar.

Que pudiera restarle importancia a algo tan abrumador como perdonar a quienes lo habían matado, directa o indirectamente, heló la sangre de más de uno.

Porque, al final, daba igual. Ellos también eran responsables.

Cargando pecados que no podían lavarse tan fácil.

Rem:" Tendré que compensártelo, Subaru-kun... de alguna forma..." Murmuró, apretando a Spica contra su pecho con un gesto lleno de ternura y culpa.

Garfiel:" Lamento haber sido tan idiota, Capitán..." Gruñó en voz baja, con los dientes apretados, mientras Mimi lo consolaba con suaves palmaditas en el hombro.

Emilia se inclinó hacia Subaru, su mirada temblorosa pero firme.

Emilia:" Me esforzaré mucho por ayudarte, Subaru." Pronunció su nombre con una ternura que estremeció a más de uno, sellando sus palabras con un suave beso en la mejilla.

El gesto, aunque sincero, provocó algunos refunfuños celosos en el auditorio.

Así, entre promesas susurradas y lamentos dispersos, la proyección continuó su curso.

"Cierto, también pasó lo mismo con Rem y Ram. Al principio..."

En este punto, Ram incluso le había mostrado un poco de amabilidad, incluso si podía ser un poco difícil de entender.

Y Rem había hecho tanto por apoyarle, le había salvado de la desesperación. Sus relaciones habían sido malas al principio, y ambos no sólo habían intentado matarlo, sino que incluso lo habían matado antes.

Comparado con eso, lo que acababa de pasar con Patrasche ni siquiera era fruto de sus verdaderos sentimientos.

Al: "Dale gracias a Od, porque si los verdaderos sentimientos de esa dragona fueran tenerte de bocadillo, pues— ¡AY!".

No alcanzó a terminar su comentario sarcástico antes de recibir un seco golpe en el hombro con la empuñadura de la espada Yang.

Priscilla, con la misma elegancia con la que uno apartaría un estorbo de la mesa, lo miró con frialdad.

Priscilla: "Tus palabras son aún más vulgares que tu aspecto. Silencio."

Al entendió el mensaje de inmediato. Llevó una mano a su casco, imitando un gesto de "cierre relámpago" en la boca invisible bajo la máscara, y se enderezó en el asiento sin añadir nada más.

"-Gracias a Od. Así que estás despierto, Natsuki".

"Gracias por ir a echar un vistazo. ¿Has encontrado algo?".

Ram y Anastasia empezaron a hablar. Iban a empezar a discutir qué hacer en adelante y cómo atravesar el laberinto de arena.

Él tenía que unirse y hacérselo saber. Para asegurarse de que la tragedia no se repitiera.

-Ya he superado el hecho de que morí y los efectos de lo que sucedió antes de eso. Así que el dolor y la sensación de pérdida que siento son sólo mi imaginación y no son reales. Vencer todo eso es mi batalla, y tengo que superarla con todos a salvo.

Para ello, necesitaba...

"-Lucha, Subaru Natsuki. No tienes tiempo para estar temblando de miedo".

Se tragó su miedo y respiró hondo. Para corregir los errores que había cometido en su anterior asalto, para cambiar las cosas esta vez.

La dragona de tierra negra miraba a Subaru con preocupación en los ojos.

FIN DEL CAPÍTULO: 6 CONFIANZA EN LAS ARENAS

La pantalla se apagó en el instante en que la determinación de Natsuki Subaru por superar la cueva brilló con fuerza.

Un silencio respetuoso cubrió el teatro. Todos, a su manera, reconocían aquel rasgo inquebrantable: la obstinación de Subaru, su terquedad para avanzar aun contra lo imposible. Era, al fin y al cabo, su mayor virtud.

Anastasia se acomodó en su asiento, soltando un leve suspiro al sentir los músculos tensos y entumecidos por tanto rato en vilo.

Sacó de su bolso una pequeña libreta adornada con pegatinas en forma de corazones, y la abrió distraídamente, más como costumbre que por verdadera intención de escribir.

Su mirada se ensombreció al recordar lo vivido en los bucles de la cueva... en especial el último.

Las palabras de Subaru, aquellas agresiones y aquel desprecio dirigido hacia ella, aún le pesaban en el pecho.

Sabía que era el efecto del miasma, que no eran sentimientos reales, que ni siquiera era ella... pero el corazón no entiende de razones. El dolor, aunque pequeño, seguía allí.

Desvió la vista hacia un lado. Emilia reía suavemente mientras molestaba a Beatrice con bromas inocentes, tirando de sus rizos con ternura para animarla.

La pequeña biblioteca viviente gruñía con fastidio fingido, pero en sus ojos ya no había ese mismo terror apagado que la había marcado en los bucles anteriores.

Anastasia sonrió apenas, con un gesto más cansado que alegre.

Anastasia: "Supongo que he perdido mi ventaja..." Murmuró, derrotada, aunque en el fondo se alegraba de ver a Beatrice recuperar algo de luz en su rostro.

Rem cargaba a Spica en brazos.

La niña no había dejado de balbucear palabras mal articuladas que la criada apenas lograba entender, aunque por la expresión cansada de la rubia era evidente que estaba agotada tras lo visto en las proyecciones.

Su mirada se dirigió entonces hacia su hermana, sentada un poco apartada.

El conflicto reciente entre ambas había perdido fuerza en el corazón de Rem, y el haber podido reconciliarse hasta cierto punto con Ram le daba ahora el impulso para acercarse sin titubeos.

Con pasos suaves, la doncella avanzó hasta quedar frente a la su hermana.

Rem:" ¿Este asiento está libre, hermana?". Preguntó con elegancia, dejando primero a Spica en un asiento cercano, para luego apoyar su mano en el hombro de Ram.

La aludida se sobresaltó apenas, pues estaba sumida en sus pensamientos, pero enseguida dejó escapar una sonrisa pequeña y sincera.

Ram:" Lo estará siempre que sea para ti, Rem. Si fuera Barusu, en cambio, tendría que hacer fila antes de que le permitiera siquiera sugerirlo". Respondió con un matiz burlón.

Rem rió suavemente, recuperó a Spica y tomó asiento a la derecha de su hermana. Su gesto, sin embargo, se endureció al notar la presencia del payaso al otro lado de Ram.

No le agradaba, pero si esa era la condición para compartir aquel momento con su hermana, no le daría demasiada importancia. Lo que contaba era estar allí, a su lado, como apoyo si volvía a ser golpeada por las imágenes de la proyección.

Ram, por su parte, clavó la mirada en la niña que ahora descansaba en el regazo de Rem. 

Frunció el ceño; seguía sin agradarle tener tan cerca a una pequeña que, en sus ojos, no era más que una Arzobispo. Sin embargo, el Guardián había sido claro: no podían dañarla, y hasta ahora Spica no había mostrado intenciones maliciosas.

Ram:" Solo mantén esa cosa alejada de mí. No quiero que se me peguen las pulgas". Dijo apartando la vista de los ojos inocentes de la niña.

Spica bajó la cabeza, apenada.

No entendía por qué la trataban así, ni siquiera por qué su propia madre la había mirado con la misma frialdad cuando llegó a aquel extraño lugar.

En realidad... ¿Acaso entendía algo?

Rem acarició la cabeza de la niña y respondió con calma:

Rem:" No te preocupes, hermana. Spica-chan parece tener alguna conexión con Subaru-kun. Y en el tiempo que la he observado, no la he visto comportarse de forma agresiva ni mucho menos como Rui Arneb".

En ese momento, algo se agitó en la mente de Spica.

¿Rui... Arneb?

Ese nombre le sonaba... ¿Familiar?.

Pero no sabía por qué. Negó con fuerza, como queriendo espantar la confusión.

Ella era Spica Natsuki, y no se dejaría intimidar por nombres vacíos.

Ram suspiró, sin abandonar su tono cauteloso:

Ram:" Si tú lo dices... Solo te pido que no bajes la guardia".

Rem asintió en silencio. Luego, las hermanas continuaron conversando en voz baja, a la espera de las próximas noticias que diera su Alcaide.

Julius se tambaleó en su asiento, como si el peso de todo lo que había presenciado lo empujara hacia el suelo. Desde que terminó el bucle del camino de la derecha no había dicho ni una sola palabra.

La impotencia lo devoraba. Llamarlo "malestar" sería ridículo frente al profundo pozo de autodesprecio que lo consumía.

Solo acumulaba fracasos.

—Humilló a Subaru frente a todo el reino, justo en su momento más bajo.
—No pudo salvarlo de Betelgeuse, y para colmo, fue su espada la que lo atravesó.
—Perdió contra Gula en Priestella.
—Su hermano Joshua fue devorado, borrado de la memoria de todos.
—Y Anastasia-sama... murió de la forma más atroz, mientras él no pudo hacer nada mas mirar.

Había más... pero esos eran los que pesaban como grilletes sobre su conciencia.

Una mano firme se posó en su hombro.

Julius giró lentamente, con un desgano que parecía drenarle hasta los huesos. Sus ojos cansados encontraron el rostro de Ricardo, que se había sentado a su lado.

Julius:" ¿Ricardo...?" Murmuró, ronco, como si le costara articular palabras.

Ricardo sonrió con ese aire despreocupado que lo caracterizaba.

Ricardo:" ¿Quién más, July? Con esa cara que tienes ni la gata más despistada se acercaría. Mimi lo haría, claro... pero con mascarilla, no vaya a ser que se le pegue la depresión".

Fue una broma torpe, mal calibrada, pero nacida del intento sincero de sacarlo de la oscuridad. 

Ricardo mismo cargaba con sus sombras, pero en ese momento no se permitía pensar en ellas. Su prioridad era Julius y el resto de su campamento.

El caballero soltó una risita seca, rota, que sonó más a derrota que a alivio.

Julius:" ¿Tan patético me veo...?"

Ricardo lo miró de reojo, cruzando los brazos. Suspiró antes de hablar con un tono grave, casi paternal.

Ricardo:" No fue tu culpa".

Julius parpadeó, confundido.

Julius:" ¿Eh...?"

Ricardo:" Eso mismo. Que no fue tu culpa. Nadie podía evitarlo, las fichas cayeron de la peor manera. Y mira, yo también estoy con la cabeza hecha un lío por... Ana-bo. Pero..." Le dio un codazo amistoso, aunque su fuerza lo hizo más brusco de lo esperado. "Sigues siendo un caballero, Julius. El mejor de los caballeros".

Ricardo bajó un poco la voz, como si le costara decirlo con esa franqueza.

Ricardo:" Y además, esto aún no ha pasado. Ana-bo no ha muerto, no en este mundo. Así que deja de culparte por un futuro que todavía no existe. Si de verdad te pesa, entonces demuéstralo. Demuéstranos de qué estás hecho. Porque vales mucho más de lo que crees".

El silencio que siguió se extendió como un manto.

Julius lo miró con los ojos enrojecidos, incapaz de responder.

Su garganta ardía por las tantas veces que había tenido arcadas durante las proyecciones; sus labios se movieron, pero no salió sonido alguno.

Ricardo, entendiendo que no necesitaba más palabras, le dio una palmada fuerte en el hombro y se puso de pie.

Ricardo:" Aún tengo que ir a levantarles el ánimo a tres gatitos traviesos. Ten en cuenta lo que te dije, July".

El hombre lobo se alejó con paso firme.

Julius, en cambio, quedó inmóvil, viendo cómo su silueta se perdía.

Bajó la mirada hacia sus guantes manchados de vómito, luego hacia su uniforme, aquel que hacía tiempo sentía indigno de portar.

Las palabras de Ricardo seguían golpeando en su mente.
¿Podía redimirse? ¿De verdad había camino para dejar atrás esa imagen patética?

Alzó la vista y se encontró con la figura de Anastasia a lo lejos.

La joven, contra todo pronóstico, ya sonreía mientras charlaba con Emilia y Beatrice. Esa fortaleza repentina lo sacudió.

Verla recomponerse tan rápido, ver su sonrisa brillar después de tanto horror... encendió una chispa en él.

Si caía ahora, si seguía hundido en esa autocompasión, entonces sí la defraudaría.

Con un gesto firme, arrancó de un tirón los guantes manchados y los dejó caer al suelo.
Su corazón, aunque dolido, latía con un nuevo propósito.

Julius:" Verla sonreír... cuando esté sentada en el trono". Dijo con voz firme, esta vez sin titubeos.

La determinación se había fijado en sus ojos. Aún quedaba mucho por hacer, y lo haría.

"..."

Al estaba recostado en su asiento, con la postura que siempre usaba para aparentar desinterés: piernas abiertas, la espalda un poco ladeada y su único brazo cruzado contra el pecho.

Claro, lo de "cruzar los brazos" sonaba mejor en teoría que en la práctica.

Su mirada vagaba de un rostro a otro, observando cómo cada miembro del elenco compartía sus dolores, culpas y resoluciones.

A sus ojos, todo eso era...
Patético.

Al:" De veras, qué espectáculo... como si llorar en corro fuese a cambiar lo que vieron en esa pantalla. Bah".

No lo decía en voz alta, claro.

Había aprendido la lección de lo que pasaba cuando abría la boca de más: Priestella y sus comentarios contra Lujuria todavía eran un recuerdo fresco, y no precisamente agradable.

Ser un bufón era útil para soltar veneno disfrazado de chiste, pero había momentos en que lo mejor era cerrar el pico.

De hecho, se había vuelto muy bueno en eso de actuar. Hacerse el payaso, fingir que nada le afectaba, tirar de humor negro para cubrir cualquier grieta.

Y había funcionado. Nadie sospechaba demasiado, y si lo hacían, no lo decían.

El único detalle que se negaba a encajar era ella.

Giró el rostro hacia su Dama.

Priscilla Barielle estaba ahí, imponente como siempre, abanicándose con ojos cerrados, irradiando esa arrogancia que solo ella podía hacer parecer natural.

Una visión gloriosa, la encarnación de su fe ciega.

Pero entonces, como un mal truco de su memoria, esa imagen se mezcló con otra: la conversación durante el último descanso. Cuando, contra todo instinto, se había visto forzado a hablar con franqueza.

Ese recuerdo lo incomodaba. Era como una espina que no podía sacar, ni aunque se riera hasta quedarse ronco.

" Todavía estoy esperando tu respuesta, princesa..."

El siguiente descanso estaba cerca. Muy cerca.
Y todo lo que Al podía hacer era rezar  porque las estrellas se dignaran a darle un poco de buena suerte.

"..."

"..."

"¡Hola, hola, mis pequeñas marionetas! ¿Me extrañaron?".

La voz juguetona y cargada de dramatismo del Guardián retumbó en todo el Teatro.

Varias expresiones se torcieron al instante. No era la primera vez que aquella entidad aparecía solo para burlarse de ellos o manipular el ambiente a su antojo.

Anastasia:" ¿Qué fue todo eso de—?"

"¡Perfecto! Ya que nadie tiene nada que decir, pasemos a un punto verdaderamente interesante".

Una cinta brillante apareció de golpe en la boca de la comerciante, cortando sus palabras. 

Anastasia arrancó el adhesivo con un chillido ahogado y una expresión de dolor, mientras el Guardián reía con descaro.

Priscilla:" ¿Y para qué toda esta farsa mediocre? Las proyecciones continuarán igual. A menos, claro, que tengas algo de peso que decirle a mi divino ser."

"Baja un poco los humos, mujer. Y sí, tengo un anuncio importante."

La atención de todos se centró en la pantalla de inmediato. Algunos con curiosidad, otros con desconfianza.

"¡Un nuevo integrante se unirá al elenco!"

El anuncio vino acompañado de una explosión de confeti y destellos.

Anastasia, todavía irritada, volvió a recibir una cinta en la boca cuando intentó hablar de nuevo. Esta vez solo se cruzó de brazos con resignación.

Las miradas se cruzaron en busca de respuestas.

Felt: "¿El viejo Rom se va a unir?". Preguntó con una chispa de ilusión.

"¡Ja! Ese vejestorio no aportaría nada interesante".

El insulto hizo que Felt apretara los dientes.

Felt: "¡Oye! ¡¿Qué dijiste de mi abuelo, maldito pedazo de basura?! ¡Atrévete a repetirlo—!".

"Que es un vejestorio. Bien, ahora sigamos."

El rostro de la chica se puso rojo de rabia, aunque al final se dejó caer en su asiento con un gruñido. No podía ganar contra esa voz.

Mientras tanto, la tensión crecía.

"Y el nuevo integrante va a ser... ¡Va a ser...!"

Tambores retumbaron en el aire, aumentando el suspenso.

"¡¡Va a ser...!!"

El redoble se hizo ensordecedor.

Félix: "¡Dilo de una maldita vez, nyarghh!" Gritó, cubriéndose los oídos.

"¡Pues va a ser revelado después de la siguiente proyección! ¡Denle las gracias al gato por arruinar la sorpresa!".

El ceño colectivo de todos se endureció, y más de uno le lanzó a Félix una mirada cargada de reproche. El sanador solo levantó las manos con nerviosismo.

"En fin, por ahora me retiro. Tengo asuntos importantes que atender tras bastidores. ¡Disfruten, mis adoradas marionetas!".

Con fuegos artificiales de colores, notas de ópera exageradas y lluvia de confeti, la figura del Guardián desapareció entre carcajadas.

El elenco soltó un suspiro colectivo de resignación. Entre molestos y cansados, se acomodaron en sus asientos.

La pantalla se encendió lentamente. Sobre un fondo negro, letras brillantes comenzaron a delinear el título de la siguiente proyección.

El aire volvió a cargarse de tensión. Cada uno se preparó, como mejor podía, para enfrentar lo que estaba por venir.

Continuara...

Notes:

Prt 2 mañana

Chapter 22: Inicia la Conquista de la Atalaya de las Pléyades Prt 2

Summary:

Este Fic fue escrito originalmente en español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Chapter Text

Inicia la Conquista de la Atalaya de las Pléyades Prt 2

La pantalla se encendió lentamente. Sobre un fondo negro, letras brillantes comenzaron a delinear el título de la siguiente proyección.

El aire volvió a cargarse de tensión. Cada uno se preparó, como mejor podía, para enfrentar lo que estaba por venir.

CAPÍTULO: 7 EL GUARDIÁN DE LA ATALAYA

"-Anastasia, cuidado, el techo es bajo aquí".

"Entendido. Gracias".

"Ram, el suelo aquí es un poco duro. Debería estar bien para Patrasche, pero ten cuidado".

"...Entendido..."

"Bien, ¿tienes frío, Ram? Puedes coger mi capa si la necesitas".

Subaru se detuvo, se quitó la capa y se la tendió a Ram sobre el dragón, preocupado por el estado de su cuerpo.

Al:" Vaya, iniciamos con todo..." Masculló, incómodo al ver a su Bro forzando la sonrisa y moviéndose demasiado activo en la tarea de mantener unidas las piezas del grupo.

Crusch:" Serían gestos dignos de elogio... si no se conociera a Subaru-dono de primera mano." La voz de la Duquesa sonó grave, aunque contenida, con un dejo de inquietud.

Era imposible no recordar.
La semana en la mansión.

Aquellos días en los que Subaru había exprimido su espíritu hasta la última gota con tal de sostener los lazos entre todos bajo un mismo techo.

Y ver esa misma chispa en su actitud actual... solo encendía la alarma.

El campamento de Emilia se tensó de inmediato. No necesitaban más explicaciones; ya habían visto esa faceta de Subaru, y sabían a dónde podía llevarlo.

Ram: "Barusu..." Murmuró con el ceño fruncido, sus dedos apretando con fuerza el dobladillo de la falda, como si de esa manera pudiera contener la punzada de inquietud que la atravesaba.

La preocupación flotaba en el aire, ligera pero persistente, clavándose como una espina invisible en cada uno de los presentes que conocían esa verdad demasiado bien.

Ante su preocupación, Ram se calló y le miró fijamente. Era incómodo estar allí de pie bajo su mirada, ya que parecía estar intentando leerle la mente.

"¿Qu-qué? ¿Qué pasa?".

"Podría hacerte la misma pregunta. ¿Qué pasa con tu extraño sentido de la caballerosidad? ¿Estás tramando algo?".

"No estoy tramando nada. Sólo quiero que las dos estén sanas-".

"Qué lascivo".

"¡No es lascivo en absoluto!".

Levantó un poco la voz ante su mirada desdeñosa, pero viendo lo mal que había sido recibida la sugerencia, se volvió a poner la capa. Luego se rascó la cabeza y se apartó de ellas.

-Honestamente, la sospecha de Ram era totalmente razonable. Subaru también estaba confuso por sus propias acciones.

No era como si estuviera tratando de engatusarlos para evitar lo que había pasado la última vez que murió. Se daba cuenta de que ése era el tipo de anormalidad que no ocurriría de la nada.

Pero estaba realmente preocupado por ellas. Probablemente este sentimiento no es ajeno al hecho de haberles visto morir ante mis ojos.

El elenco intentó apartar los malos recuerdos lo mejor que pudo, aunque sus expresiones delataban que no habían tenido demasiado éxito.

Los más afectados, como era de esperarse, fueron quienes estaban participado directamente en el viaje hacia la Atalaya.

Julius destacaba entre ellos. A diferencia de otras veces, no se dejó arrastrar por la desesperación.

Respiró hondo, digiriendo sus errores con dolor, pero también con resolución.

Esta vez, en lugar de derrumbarse por completo, juró silenciosamente que nunca permitiría que algo así fuera a ocurrir.

Su mirada, aunque cargada de cansancio, adquirió un matiz de firmeza renovada.

"¿Por qué pones esa cara de amargura? Si hay algo que quieras decir, entonces dilo".

"...No, no es nada. Sólo que la arena en mis botas me sienta mal, eso es todo".

"Si quieres ocultarlo, entonces hazlo mejor. No molestes a una mujer por tu torpeza".

La boca de Subaru se torció por las comisuras ante esa réplica. Era obvio lo que Ram quería decir, pero ¿Qué se suponía que tenía que decir?

¿Eres importante para mí y estoy preocupado por ti, así que, por favor, deja que te acompañe lo mejor que pueda?.

"...Qué lascivo..."

"¡No he dicho nada! ¡No pongas también tu extraña interpretación sobre el silencio, paranoico!".

"¿Poniéndote en un pedestal especial diciendo eso? Eres incorregible".

"Si yo me estoy poniendo en un pedestal, entonces tú debes estar poniéndote en el cielo para poder mirarme desde arriba".

"¡Ja!".

Mientras Subaru luchaba por hacerse una idea de cómo se sentía, Ram, que no tenía recuerdos del último bucle, estaba siendo totalmente despiadada.

Ese hecho era molesto pero también un alivio, pues dejaba que la mente de Subaru lidiara con un extraño y complejo lío de emociones.

Nuevamente, Ram tuvo ganas de darle un puñetazo a su contraparte, pero se sintió ligeramente reconfortada al ver que esos comentarios sarcásticos y brutos parecían darle tranquilidad a Barusu.

Ram: "Es inevitable... la lujuria y el masoquismo de Barusu dejarían sorprendido hasta el propio Reid." Soltó una ligera burla, con una sonrisa casi imperceptible de orgullo, evocando la figura de Reid, el primer Santo de la Espada en su mundo.

Spica: "¿Uwauuh Wuhae?". Señaló a Ram mientras ladeaba la cabeza, mirando a su madre con curiosidad.

Rem: "No te preocupes, mi hermana siempre es así... pero eso también forma parte de su encanto." Respondió con calma, como si hubiera entendido perfectamente los sonidos de Spica.

Spica suspiró resignada y volvió a mirar a la criada, aceptando con cierta paciencia la peculiaridad de Ram.

"Realmente no te contienes con Natsuki, ¿Verdad?".

Mientras tanto, Anastasia dejó escapar una risita irónica ante aquella tontería unilateral. Fue un intento discreto de mantener la paz mientras se llevaba la mano a la mejilla.

"¿O ha pasado algo mientras no estaba?".

"Si nos dejaras solos a Barusu y a mí, no pasaría nada. El cadáver de Barusu sólo se encontraría al día siguiente, eso es todo".

"¿Qué demonios? ¿Eres el hombre lobo? Da miedo".

Subaru continuó caminando mientras seguía bromeando.

Anastasia ladeó la cabeza mientras le observaba al frente.

"Natsuki, bromas aparte, presionarse demasiado no es bueno. No es que antes hubiera nada que apuntara en una dirección u otra en esa bifurcación del camino".

"Aunque le hiciste pasar un mal rato a Zhuge Liang allí arriba".

Tanto Anastasia como Ram tenían sus conjeturas sobre la causa del cambio de Subaru. Él no pudo hacer otra cosa que rascarse vagamente la mejilla.

-En la que era ya su tercera vez buscando en el laberinto de arena, ya habían llegado a la problemática encrucijada, y esta vez habían ido a la izquierda en vez de a la derecha.

Anastasia: "Parece que el encuentro con el Centauro será inevitable... solo espero que la teoría de Al-san sea correcta, y que podamos engañar a esa criatura usando los sonidos." Soltó un suspiro.

Su cuerpo temblando apenas al recordar la imponente figura del Centauro y aquel primer encuentro de Subaru con la criatura...

Que no terminó nada bien.

Mimi: "¡Mimi solo pide que alguien le clave ese cuerno feo en el...!" Se detuvo abruptamente antes de terminar la frase, notando la advertencia de Ricardo.

Ricardo: "¡Lenguaje! De esa boca tan linda no deben salir palabras así. Tu encanto podría disminuir y tu intento de cortejar a Garfiel arruinarse, Mimi." El hombre perro habló con severidad, pero su tono tenía un dejo de cuidado que denotaba preocupación más que mera reprimenda.

Garfiel: "¡Oye! No me metas en tus asuntos, anciano." Gruñó, apartando la mirada mientras ignoraba el intento de Mimi de lanzarle esos ojos de cachorro.

Al principio, la decisión resultó conflictiva.

¿Elegir el camino de la izquierda, donde aguardaba el Centauro de Fuego, o el pasadizo sin salida de la derecha?

Aunque la situación era complicada, al menos enfrentarse al Centauro ofrecía una mínima posibilidad de avanzar, a diferencia del callejón cerrado por las imponentes puertas metálicas.

Subaru no se imaginaba que hubiera hecho un trabajo especialmente bueno guiando de forma natural el consenso hacia el lado izquierdo.

Pero ambos habían estado dispuestos a seguirle la corriente por lo desesperado que había estado.

-Si hubiéramos ido a la derecha, habría significado que el miasma nos volviera locos. No quiero volver a pasar por esa catástrofe.

Varios puños se apretaron y miradas cargadas de conflicto recorrieron al elenco.

El recuerdo del bucle del camino de la derecha seguía latente en sus mentes, como una cicatriz que se negaba a sanar.

Sería, sin duda, uno de los momentos más difíciles de olvidar en la larga lista de bucles aberrantes que habían presenciado.

Al reflexionar un poco, no pudieron evitar comparar los últimos bucles vividos en esa cueva con otros bucles aberrantes.

Dos bucles que fácilmente podrían competir por el título de los más perturbadores:

El primero, el del Centauro y el Conejo, como si estuvieran jugando a ver quién podía quebrar más su aguante antes de vomitar.

El segundo, el camino de la derecha en la cueva y el segundo bucle en la Capital, una batalla silenciosa que los había destrozado mentalmente sin piedad.

Suspiraron, dejando de lado esos debates inútiles, y continuaron observando la proyección. 

Cada paso de Subaru y su grupo se sentía más tenso, cada sombra en la cueva un recordatorio del peligro.

Y aun así, seguían adelante, buscando alguna señal de luz al final del camino... o, en este caso, de aquel infierno subterráneo.

[Extensión de la Novela Web]

Si consideraba el camino derecho una trampa emocional, entonces tendría que considerar lo que les aguardaba en el camino izquierdo como una trampa física.

Esa grotesca Mabestia envuelta en llamas... Preferiría evitar encontrarse con el Centauro, si era posible.

Incluso si se enfrentaba a ella, sus probabilidades de éxito eran escasas, eso era obvio.

Su diferencia de fuerza no era el único problema. La razón era que, al enfrentarse a la Mabestia en su estado emocional actual, no tenía ninguna certeza de poder luchar junto a Ram y Anastasia.

"A decir verdad, hace un tiempo, en las dunas de arena, vi una Mabestia muy extraña a lo lejos. Tenía un cuerpo humano que brotaba del cuello de un cuerpo parecido al de Patrasche, y una enorme boca que se extendía desde el abdomen hasta el pecho. Y finalmente, un enorme cuerno brotaba de su cuerpo humano, donde debería estar la cabeza..."

"¡Eh!... ¡Qué carajo! ¡Qué asco!..."

"Honestamente, eso es muy desagradable".

Siguieron el mismo hilo de conversación sobre las Mabestias que la última vez, en la que, como era de esperar, incluyó su explicación sobre las particularidades del Centauro.

Las reacciones de las dos mujeres del grupo ante su descripción —tres de ellas, incluida Patrasche— fueron, una vez más, desagradables.

No es que Subaru quisiera dar esta explicación por voluntad propia. Sin embargo, debía considerar que había un 70 % de probabilidades de que no pudieran evitar un encuentro con esa cosa ahora que iban por el camino de la izquierda.

Beatrice:" Todos los insultos del mundo se quedan cortos para describir lo aberrante y asquerosa que es esa Mabestia, de hecho." Su vocecilla temblaba de rabia, mientras sus ojos de mariposa brillaban con un rencor puro, como si quisiera quemar la memoria de aquella criatura con solo mirarla.

Anastasia:" Concuerdo por completo, Beako." La comerciante se acomodó en su asiento, el ceño fruncido y la pierna agitada en un vaivén nervioso.

Emilia:" A mí también me parece que esa Mabestia está... feíta, Beako." La semi elfa bajó la vista con un deje sombrío.

El comentario, dicho con toda la sinceridad del mundo y sin pizca de malicia, arrancó una mirada entre incrédula y resignada tanto de Beatrice como de Anastasia.

La niña espíritu se cruzó de brazos y bufó, mientras Anastasia simplemente se encogió de hombros, aceptando que ese era el nivel de insulto que podían esperar de Emilia en medio de tanta tensión.

"Esperaba que les encantara a todos, pero en cualquier caso, sin duda parece una criatura peligrosa. Por ahora, lo llamaré Centauro, pero no solo tiene una apariencia repugnante, sino que la melena de su espalda arde en llamas... Parecía increíblemente fuerte. Como mínimo, no parece que pudiéramos vencerlo".

"¿Por qué ignoraste a una Mabestia así después de verla? ¿Acaso deseas morir?".

"¿Aaah?".

Lo había explicado intentando contener sus emociones al máximo, pero la ira lo invadió en cuanto Ram respondió con su habitual frivolidad.

A pesar de haberle advertido expresamente, ¿Quién se creía que era?

Ella siempre menospreciaba a los demás con arrogancia, pensando eso, él sintió que su ira se transformaba en odio.

Subaru respiró hondo. Hizo todo lo posible por controlar sus violentas emociones, por calmarse.

Reinhardt:" Un momento... parece que el miasma se filtró... ¿Por ese camino?". La sorpresa en su voz, teñida de un miedo poco común en él, puso a todos en alerta.

El cambio en Subaru fue inmediato, casi brutal. De intentar mantener unido al grupo, pasó a luchar contra el impulso asesino que lo devoraba por dentro.

Ese contraste bastó para que la preocupación se extendiera entre todos como una chispa en pólvora.

El campamento de Anastasia y el de Emilia fueron los primeros en reaccionar, sus miradas reflejaban un temor que ya conocían demasiado bien.

Julius frunció el ceño, con miedo a revivir la visión de su Dama muriendo prematuramente frente a sus ojos. La idea lo calaba como una espina imposible de arrancar.

Ricardo apretó los reposabrazos con tanta fuerza que crujieron, como si su rabia y desesperación buscaran romper algo más que madera.

Emilia, temblando, se aferró a la mano de Subaru. El contacto le dio una pizca de calma, pero la angustia seguía clavada en su pecho; sabía que podía perderlo en cualquier momento.

Nadie lo dijo en voz alta, pero todos lo entendieron: debían prepararse para lo peor.

"¡Maldita sea...! Este lugar es lo peor".

"Es muy exigente, ¿verdad? Hasta yo tengo que prestar atención a las palabras que elijo".

"Si vas a elegirlos ahora, entonces sabes que, tal vez, no harán nada mejor".

Tanto la voz como la expresión de Ram reflejaban compasión por Subaru, quien se sentía abrumado por sus emociones.

Sin embargo, como su actitud compasiva lo irritaba constantemente, tuvo que admitir que lo que ella había hecho también había tenido el efecto contrario.

"Es fácil hablar de los efectos del miasma, pero eso es todo lo que da miedo, ¿no crees? En realidad, ni Ram ni yo nos vemos afectados".

"¿Qué quieres decir con eso? Si estás pensando cosas floridas como que solo nosotros estaremos bien , mejor deja de pensarlo. Si lo analizamos superficialmente, tú y yo somos iguales".

"¡Qué palabras tan duras! No quise decir que ni siquiera yo tuviera tanta confianza en mí misma. La capacidad de juicio, la determinación, etc., son cosas distintas a la fuerza de la mente y el cuerpo... Pero bueno, actuar como si estuvieras completamente paralizada por el miedo del miasma es bastante malo, ¿no crees?".

Anastasia le ofreció un consejo sincero, expresado con aire de superioridad. Aunque sus palabras eran racionales, Subaru se irritó al ver que no había captado la idea.

Garfiel: "Ese asqueroso miasma es incluso más peligroso que ese maldito Regulus". Gruñó el chico rubio, con el ceño fruncido, detestando ver cómo los cambios en el grupo le recordaban demasiado al bucle anterior.

Mimi: "Solo espero que la jefa esté bien". Susurró la pequeña, aferrándose al dobladillo del pantalón de Garfiel como si ese gesto pudiera protegerla.

El aviso era claro: el miasma había entrado en escena.

Ahora, con esa amenaza extendiéndose por la proyección, todos se vieron obligados a prepararse mentalmente, aunque el miedo les pesaba como plomo.

Tivey: "Yo todavía no entiendo cómo pudo filtrarse por este camino... esto no pasó en el bucle anterior". Su voz temblaba entre la incertidumbre y la indignación, incapaz de aceptar que incluso las reglas parecían torcerse contra ellos.

De pie a la cabeza del grupo, Subaru le había insistido en su argumento anterior mientras avanzaba por el pasillo de arena.

Al oír eso, Anastasia se aclaró la garganta con un pequeño "hem-hem" y dijo:

"Lo que tengo que decir está relacionado con el miasma... Aunque como ni siquiera yo lo sé muy bien, ¿me perdonas si lo que digo es duro?".

"Me imagino que los únicos que realmente saben todos los detalles al respecto son el Culto de la Bruja, ¿verdad?".

"Sí, pero en el mundo también hay gente a la que le gusta hurgar en cosas que la gente desprecia. Por ejemplo, están los bichos raros que van por ahí estudiando cosas como el miasma, ¿eh? Aunque lo que sé al respecto es algo que apenas se parece a la verdad, a un rumor de un rumor de un rumor".

¿Lo que Anastasia había mencionado se suponía que era una investigadora de brujas?

Tenía un sonido extraño, pero sería bastante tonto suponer que no existían, si pensaba en ello.

Probablemente en este mundo también había investigadores. Y, por supuesto, todos aquellos con esta sed de conocimiento evitarían racionalmente la búsqueda de tabúes y se mantendrían al ritmo del mundo. No, no era posible que tuvieran una naturaleza tan recta y piadosa.

Habría encarnaciones de la curiosidad que no encajarían en el molde, cualquiera que sea el mundo o la época.

Crusch: "¿A qué clase de información se refiere su contraparte, Foxidna-san?". Preguntó la Duquesa con genuina curiosidad, su mirada firme y analítica.

El resto del elenco compartía la misma inquietud; una tras otra, las miradas se posaron sobre el pequeño espíritu zorruno.

Foxidna: "Puedes llamarme solo Foxidna, y bueno..."

Adoptó de nuevo su forma de zorro ártico, dejando atrás la de bufanda, posándose en el hombro de Anastasia.

Foxidna:" ...a lo que se refiera esa otra yo tal vez sean fragmentos en mis recuerdos. Teorizo que podrían ser palabras de mi creadora, aunque no estoy del todo segura". Su voz sonó cargada de una ligera culpa, como si admitirlo la incomodara.

El nombre de Echidna, la Bruja de la Avaricia, despertó una oleada de reacciones contenidas. Hubo un murmullo de incomodidad, pero pronto todos se forzaron a guardar silencio, atentos a lo que vendría.

Roswaal: "¿Y podríaaaas decirnos cuáles fueeeron las palaaabras que te dedicó mi maeeestra~?". Su tono, cargado de una curiosidad enfermiza, dejaba claro que no pensaba desaprovechar un detalle sobre la bruja.

Foxidna: "Realmente das asco..." Replicó con un deje de desprecio. Luego suspiró, encogiéndose de hombros. "Dejando eso de lado, creo que la proyección responderá esa duda. Sería una pérdida de tiempo repetir la misma explicación dos veces". Dicho esto, volvió a su forma de bufanda y se enroscó con ligereza alrededor del cuello de Anastasia.

El ceño de Roswaal se contrajo, pero no añadió palabra alguna. Solo apartó la mirada con desagrado y, como el resto, dirigió su atención hacia la pantalla.

"Aunque antes de sumergirme directamente en lo que sé de ese rumor, debemos preguntarnos primero, ¿Qué es Miasma?".

"Es... el maná contaminado que liberan las brujas y las Mabestias, ¿verdad? También he oído que los cultistas de las brujas liberan algo similar".

"La respuesta de Ram es la opinión general. El miasma es algo que emite la Bruja, así que incluso las Mabestias creadas por ella lo emiten de forma similar... Sin embargo, ¿has oído hablar de esto?".

"..."

"¿Has oído que los Cultistas de la Bruja y las Bestias demoniacas de hecho se detestan entre sí?".

Anastasia/Foxidna habló sin pausa. Conociendo a su creador, quizá les gustaba presumir de su propio conocimiento.

Parecía que la placa dorada de Anastasia había sido arrancada y, debajo, se asomaba la verdadera naturaleza del zorro blanco.

Anastasia: "Sí que te gusta hacerte la intrigante y misteriosa, ¿Eh, madre?". Resopló la comerciante, acompañando sus palabras con una sonrisa resignada.

La bufanda/Foxidna que descansaba en su cuello se contrajo apenas, un gesto sutil que Anastasia interpretó como vergüenza contenida.

Wilhelm: "Los cultistas y las Mabestias siendo enemigos... vaya comentario más controversial". Exclamó el anciano con seriedad.

Sus recuerdos lo empujaron inevitablemente a la imagen de Gula llamando a la Ballena Blanca su "mascota". Para él, esa contradicción era difícil de ignorar, un nudo que chocaba con todo lo que había presenciado.

Varios más llegaron a la misma conclusión, compartiendo miradas inquietas. Sin embargo, nadie quiso adelantarse; contuvieron sus preguntas, esperando a que la proyección arrojara la respuesta.

Los ojos de Ram se abrieron de par en par ante las palabras de Anastasia, en marcado contraste con Subaru, quien había albergado esa impresión.

Tanto las Mabestias como los cultistas eran criaturas que ella creía leales a la «Bruja de la Envidia». Quizás le sorprendió descubrir que, en realidad, no se llevaban bien.

"Apenas puedo creerlo... Pero, ¿esto es real?".

"Lamentablemente, no estoy segura, ya que no conozco a ningún Cultista de Brujas ni a ninguna Mabestia. Por eso lo presenté como un rumor. Pero, ¿no crees que sería interesante si fuera una historia real?".

"¿Interesante...?"

Subaru respondió, pues tenía la impresión de que no debería haberlo descrito así desde el principio. Anastasia le respondió con un breve asentimiento, diciendo: «Mmm».

"Todos creen que la Bruja, los Cultistas de la Bruja y las Mabestias son buenos amigos, ¿verdad? Y aún no se sabe que, de hecho, bajo el mando de la Bruja, ambos son hostiles. Este malentendido se ha pasado por alto durante 400 años... Nadie conoce la verdad".

"Seguro que eso es..."

"Disculpen por haber sacado a la luz este rumor, pero parece que también hay muchos conceptos erróneos sobre el miasma. Por ejemplo, la relación entre las Mabestias y el miasma es totalmente opuesta a lo que se cree, pues las Mabestias lo detestan. Y se dice que también odian a la Bruja en su verdadero sentir",

"―De ninguna manera podría ser así".

Ram seguía acosando a Anastasia con sus dudas, atraída por su historia.

Beatrice: "Con lo que hemos visto, de hecho eso ahora tiene sentido". Comentó la pequeña bibliotecaria, pensativa, con una mano en el mentón.

Al: "Eso explicaría por qué la Carnada-Baru siempre funciona contra esos bichos. Incluso la Ballena Blanca cayó redondita". Añadió el guerrero, levantando el pulgar en señal de aprobación.

El ambiente se tensó de inmediato. La mención del rol constante de Subaru como carnada endureció las expresiones de varios.

Cada recuerdo de él arrojándose al peligro para atraer monstruos y enemigos pesaba como una piedra en sus pechos.

¡Por un demonio! Incluso había servido de cebo para el propio Regulus Corneas.

Inmersos en la conversación, Subaru comprendió que las palabras de Anastasia y Foxidna estaban respaldadas por un factor innegable.

De hecho, las relaciones entre las brujas y las Mabestias eran malas, y las Mabestias odian a las brujas.

Esa posibilidad le parecía completamente lógica, considerando lo mucho que había usado el «Aroma Persistente de la Bruja» hasta ahora.

Si no fuera así, ¿por qué habría enfurecido tanto a las Mabestias, obligándolas a perseguirlo frenéticamente, cubierto por el Aroma de la Bruja?

Había usado su aroma persistente contra la primera Invasión de Mabestias tras ser invocado a este mundo paralelo. E incluso lo había usado contra la Ballena Blanca.

Era imposible ignorar la relación entre el Aroma Persistente de la Bruja y el miasma si reunía todas las pruebas que había visto hasta ahora.

―El persistente aroma de la bruja que lo rodeaba parecía ser el miasma mismo.

"Es imposible que todas estas Mabestias tengan atributos yandere como los de Betelgeuse. No podría permitir que el aroma de la bruja provenga de estas criaturas, salvo de la bruja misma. Sería como tener el aroma de otra mujer".

Era repugnante pensarlo, si ese era el caso, pero la posibilidad mencionada era apropiada en cuanto a una explicación lógica. En otras palabras, las Mabestias odiaban el miasma de la Bruja y lo observaban con hostilidad.

Y para empezar, la mayoría de la gente no debería saber que la teoría que afirmaba que "La Bruja de la Envidia" creó a las Mabestias en realidad era incorrecta.

Quien creó a las Mabestias no fue La Bruja de la Envidia sino La Bruja de la Gula.

Como eso no se había divulgado, parecía que nadie se había percatado de la relación entre las Mabestias y el miasma.

La fuente de conocimiento de Anastasia... Más bien, desconocía si realmente existía un investigador que estudiara a la "Bruja", pero si existía, sin duda tenía razón.

Emilia: "Ahora que lo pienso... las únicas veces en que vimos a Mabestias y cultistas trabajando juntos fue cuando Meili-chan estaba presente, ¿Verdad?". Comentó ladeando la cabeza y llevándose un dedo a los labios en un gesto que pretendía ser pensativo y elegante, aunque en realidad la hacía parecer más un gatito curioso que una filósofa.

La aludida se removió en su asiento, con el rostro encendido por la vergüenza y un dejo de arrepentimiento que no podía disimular.

Meili: "T-tal vez... tal vez por eso Madre quiso reclutarme desde el principio...". Murmuró casi en un susurro, como si temiera que sus propias palabras pesaran demasiado.

Los recuerdos de aquel "reclutamiento" —si podía llamarse así al hecho de ser raptada y forzada— la golpearon uno tras otro como cuchilladas. No había ternura ni elección, solo cadenas y órdenes.

El único destello entre tanta oscuridad fue cuando conoció a esa mujer que, al principio, le había parecido insoportablemente molesta y despreciable.

Elsa Granhiert.

"..."

"...Qué farsa completa, ¿eh?".

Subaru suspiró ante su propia indiferencia, tras haberlo pensado hasta ese punto.

Era más natural pensar que ella simplemente había soltado la información que Anastasia/Foxidna conocía desde el principio, en lugar de dudar de la existencia de dicha investigadora.

Cuando Subaru pensó en eso, una nueva forma de ira comenzó a arraigarse en él.

¿Por qué Subaru tuvo que ocultar así las circunstancias de que Anastasia fuera Foxidna? Estaba su consideración hacia Julius y el Colmillo de Hierro. En particular, Julius, en su estado actual, había desaparecido por completo de la memoria del mundo.

Julius intentó ser el mismo de siempre lo mejor que pudo, pero incluso en él, había una parte que lo descuidaba. Considerando eso, Subaru decidió evitar cualquier carga mental adicional.

Debería evitarlos, pero ¿por qué tuvo que soportar él la carga?

Al: "Eso mismo me pregunto yo... pero ya tomaste tu decisión en Priestella, Bro". Murmuró el guerrero con un tono apagado.

Mientras el resto del elenco mostraba preocupación por el peso que el miasma estaba descargando sobre Subaru, Al se veía distinto... decepcionado, casi amargado.

Julius, en cambio, bajó la vista un instante.

Luego, de reojo, se permitió observar al chico de ojos oscuros y aterradores que estaba varios asientos más abajo. Para cualquiera era un contraste inquietante; para él, un recordatorio doloroso.

Sentía que su propio valor estaba varios escalones por debajo del de Natsuki Subaru. Esa diferencia lo aplastaba, pero al mismo tiempo lo impulsaba a ser agradecido.

Agradecido por la consideración de Subaru, por las decisiones que había tomado, por todo lo que cargaba sobre sus hombros sin vacilar.

Y lo único que Julius podía hacer ahora era corresponder a ese peso: ofrecerle su gratitud y brindarle toda la ayuda posible en las batallas que todavía aguardaban.

Al fin y al cabo, ese era el verdadero motivo de estar allí, observando estas proyecciones, ¿No?

"..."

Todos eran egoístas.

¿Por qué era él el único que tenía que hacer todo lo posible para cubrirles el trasero a esos tipos?

Era irritante. Era molesto. Podría simplemente contarlo todo, ¿no? Podría contarles sobre el espíritu de Anastasia, su «Regreso de la Muerte», todo...

"...Barusu. Deja de esconder la cabeza de repente, es extraño."

"Es solo mi reacción defensiva natural para evitar que nuestra relación empeore. ¡Uf! ".

Como la ira de Subaru estaba a punto de estallar, había pegado la cara al muro de arena antes de insultarlos.

El muro de arena era inesperadamente frágil, y parecía que podría atravesarlo con las manos.

A cambio de descubrirlo, Subaru escupió arena de la boca. La fría expresión de Ram daba algo que pensar, pero como era responsable de sus actos, se guardó cualquier represalia para sí mismo.

"¿Podría el comportamiento excéntrico de Natsuki también ser influenciado por el miasma... tal vez?".

"No, el comportamiento de Barusu es el mismo de siempre".

"¡No es como siempre! ¡Es solo una réplica de la influencia del miasma!".

"Bueno, en cuanto a la autenticidad de las cosas, si volvemos a lo que hablábamos mientras gritabas... Las Mabestias en realidad odian a la Bruja. Si lo suponemos, entonces debe haber una explicación para que los Cultistas de la Bruja y las Mabestias sean hostiles entre sí, ¿no?".

Anastasia, quien deliberadamente buscó un momento de calma en la conversación para volver al tema principal, inclinó la cabeza con pesadez.

Sin embargo, la opinión similar de Subaru no se hizo eco de sus palabras. En cambio, Ram asintió y dijo:

"Sean hostiles o no, nunca he oído hablar de ellos dos actuando juntos. Para empezar, los rumores sobre el Culto de la Bruja no se propagan".

"Ya veo... Entonces es realmente el tipo de organización secreta donde esos tipos la mantienen oculta y se mueven en secreto. Me pregunto por qué no dejan ninguna huella".

"Barusu y Lady Emilia se cruzan con esos tipos con demasiada frecuencia".

Todos los Cultistas de Brujas que Subaru conocía ansiaban ser el centro de atención y estaban absortos en una exagerada autoestima.

Ni siquiera podía decir que los movimientos de Betelgeuse se hubieran mantenido en secreto, y lo que es más, los demás Arzobispos del Pecado habían llegado incluso a emitir una transmisión tras secuestrar una de las Grandes Ciudades.

¿Cómo podían esos tipos afirmar que eran una organización malvada que operaba en las sombras?

La preocupación por el estado mental de Subaru nunca desapareció del todo, pero estar constantemente sumidos en ese temor tampoco ayudaba.

Poco a poco, las mentes del elenco buscaron otro punto en la proyección para enfocarse.

Garfiel: "Esos payasos del Culto... tanto los fanáticos como los Arzobispos son unos malditos engendros desesperados por atención". Escupió con los brazos cruzados, secundando con firmeza el análisis de su capitán sobre aquellos lunáticos.

Crusch: "Ahora que lo mencionas... es cierto. Cada uno de ellos persigue atención desmedida, aunque lo hagan a su propia manera". Reflexionó la duquesa, con la mano apoyada en el mentón.

Anastasia: "La Ira buscando el amor no correspondido de Pereza... Pereza persiguiendo a la Bruja en un triángulo enfermizo". Su tono, frío y calculador, daba forma a la repulsiva imagen.

El ceño de Emilia se frunció al recordar a Geuse, su mente destrozada por las manos de Pandora. 

Para ella, el hombre bondadoso que conoció había muerto en aquel bosque, junto a su madre Fortuna.

Rem: "Las Gula... parecen buscar la atención de las personas que devoran, y de todos los que luego dejan de recordarlas". Sus palabras cargaban un peso amargo, endureciendo su expresión.

Spica, confundida, sintió los ojos de su madre clavados en ella con un rastro de resentimiento. Fue un instante fugaz, pero suficiente para dejarle dudas difíciles de ignorar.

Al: "Y esa asquerosa de Lujuria... quiere monopolizar el amor del mundo. No soporta que exista otra forma de afecto que no sea hacia ella". Escupió el guerrero, con un dejo de asco en la voz.

Emilia: "Y Regulus... ahogado en su ilusión de autosuficiencia, solo buscaba la atención de mujeres a las que llamaba 'dignas'. Despreciable". Su tono, apagado, estaba cargado de rencor por el sufrimiento que aquel monstruo había dejado tras de sí.

Uno tras otro, los nombres de los Arzobispos dibujaban la misma conclusión: seres distorsionados que, incluso en sus momentos de aparente consciencia, solo existían para sembrar caos.

"Ah, pero espera. ¿Qué hay de la Ballena Blanca? Esa cosa estaba cooperando con el Culto de la Bruja... Aunque ahora es un poco sospechoso si lo hacía o no, aún así existió esa ocasión".

"¿Mmm? Aunque sé que las Mabestias definitivamente odian al Culto de la Bruja, no estoy muy segura de si el Culto de la Bruja odia a las Mabestias... Aunque, sea como sea, aunque no sea así, no voy a preocuparme por eso."

"Eso es lo que te dije..."

Refutando adecuadamente la objeción de Subaru, Anastasia expuso su opinión personal de inmediato.

El hecho de que no se aferrara a ella quizás fuera prueba de que la había oído por los rumores de la opinión de otra persona.

Sin embargo, lo había usado a fondo como base de su conversación. Al final, Anastasia cerró un ojo y dijo:

"Al final, podemos decir que no entendemos bien la conexión entre el miasma. También está la perspectiva de Ram, que lo ve como maná contaminado... Pero, bueno, ¿no parece que nadie pueda explicar qué hace que el maná se contamine de esa manera?".

"..."

"El maná es maná, sin importar a qué cuerpo lo atraviese. Incluso si su naturaleza cambia al usar magia o al crear con él, nadie puede añadirle un poco de maná".

"Eso es..."

"¿Por qué el maná puede contaminarse con la Bruja de la Envidia? Y también, ¿por qué diablos los Cultistas de Brujas se aclimatan a ese maná contaminado?".

Julius: "Siempre había pensado que todo se debía a un fanatismo enfermizo... pero ahora, no estoy tan seguro". Admitió el caballero, su voz teñida de duda.

Varios compartieron en silencio ese mismo sentimiento. Pero, más allá de teorías, había una verdad imposible de maquillar.

Felt: "¡Bah! Da igual. Fanatismo o lo que sea, esos lunáticos seguirán siendo unos lunáticos, y eso no va a cambiar". Declaró la ex ladrona, cruzando los brazos detrás de la cabeza con un aire de descaro.

Priscilla: "¡Vaya! Hasta que dices algo razonable, rata de alcantarilla". Exclamó la matriarca, con un deje de aprobación inusual hacia la rubia.

Felt ni siquiera giró la cabeza; solo alzó un brazo y levantó un dedo más que polémico en dirección a la princesa del Sol.

Priscilla, por supuesto, lo ignoró con elegancia, considerando semejante gesto impropio de alguien de su nivel.

Emilia, en cambio, volvió a llevarse un dedo a los labios. Sus pensamientos la carcomían en silencio.

"¿En serio eso es todo? ¿Solo son malos porque sí?". Intentó ordenar sus ideas, buscándole lógica a lo ilógico.

"Tal vez las ansias de conocer el futuro que da el Evangelio sean la razón de su devoción... pero... no lo sé. No parece tan simple".

Al final suspiró y dejó caer los hombros, frustrada por no hallar una explicación convincente.

Y al ver que nadie más retomaba el tema, decidió archivar aquella duda junto a las muchas otras que ya pesaban sobre ella.

De forma bastante inusual, Ram mantuvo la boca cerrada mientras Anastasia lanzaba esta andanada de preguntas.

Era bastante extraño que no dijera ninguna objeción y guardara silencio. Al mismo tiempo, Subaru experimentaba una sensación de déjà vu, junto con su repulsión.

La forma en que lo había presentado hacía que tanto su punto como su conclusión fueran vagos. Todo en su actitud parecía como si estuviera hablando con acertijos. Que pareciera coincidir con Echidna le dejó un sabor amargo.

"Está bien, está bien, está bien, parece que hemos pasado demasiado tiempo cotilleando ociosamente, ¿no crees?".

Anastasia habló repentinamente sin importarle el silencio de Ram ni la catexis de Subaru. El tono que había usado hasta entonces cambió de repente, dejándolos atrás con el abrupto cambio de tema.

Dejándolos a ambos atrás, Anastasia iluminó con su linterna la parte delantera del pasillo. Subaru también se detuvo, imitándola. Y al levantar la linterna, se dio cuenta de lo que ocurría.

"..."

Frente a ellos, el pasadizo giraba gradualmente a la izquierda, y una suave brisa soplaba hacia ellos.

El muro de arena seguía inalterado, pero recordaba vívidamente ese «Olor a Quemado» que se mezclaba con la brisa, junto con esa repentina curva del camino.

"Huele a algo quemado, como a carne asada, ¿no?".

Llegó el momento.

El silencio se tensó hasta romperse; lo que en otro contexto habría sido una opinión casual ahora pesaba como una sentencia.

Todos recordaron, sin querer, el primer bucle en la cueva. La imagen volvió, vívida y ácida.

Al: "Parece que el caballito quiere volver a hacer una brocheta japonesa..." Murmuró Al con una mueca cargada de incomodidad, como quien intenta aligerar el aire y falla.

Un nauseabundo vértigo recorrió al auditorio.

No era solo asco: era la memoria del fuego, el olor a carne chamuscada, el sonido de huesos rompiéndose bajo calor extremo. La idea de Subaru incinerado les revolvió el estómago a todos.

Beatrice: "Ese maldito Centauro... ojalá que le pase lo peor, supongo". Dijo la pequeña bibliotecaria con la expresión endurecida, la voz fría como un filo.

Por fuera, era crueldad; por dentro, un latigazo de impotencia que no quería admitir. ¿Deseaba lo peor? No. Quería que no volviera a ocurrir. Eso la mordía.

Anastasia: "De nuevo, estoy completamente de acuerdo, Beako. No me molestaría si esa Mabestia recibe un trago de su propia medicina". Respondió la comerciante con porte recto, pero sus manos temblaban apenas bajo la mesa.

El mareo se hacía más intenso con cada recuerdo; la sangre les daba vueltas en las sienes.

Ram dejó escapar sus sinceras impresiones sobre la brisa, que traía un toque de aire caliente.

El olor a carne demasiado cocida y carbonizada llegaba desde las profundidades del pasadizo. Quizás este aroma fuera una prueba de que alguien estaba cocinando y de que podrían encontrarse con un grupo de amigos más adelante.

Por muy bienintencionados que fueran sus pensamientos, equivalían a la ignorancia.

"Lady Emilia y los demás provocaron un incendio sin querer y se están tomando un descanso... ¿Algo así?".

"Estoy de acuerdo en que Emilia sería la que aparentemente provocaría un incendio sin ningún cuidado, pero ahora que menciono al Centauro, no puedo imaginarlo. Tú también tienes que creer que no es que tu cabeza se está llenando de pensamientos demasiado optimistas, ¿verdad?".

"Estoy deseando ver cómo vas a inventar excusas para todos estos comentarios imprudentes después de que la influencia del miasma haya desaparecido".

Cada vez que respondía con más brusquedad de la necesaria a las preguntas de Ram, ella también le devolvía su toxicidad con mordacidad.

Con un bufido, Subaru se aseguró de que no era ella a quien debía dirigir su hostilidad.

No había duda al respecto, considerando que ya habían llegado. Habría una gran cueva más adelante, y justo allí, la blasfema Mabestia envuelta en llamas los estaría esperando.

Emilia: "No esperaba decir esto, pero... realmente me encantaría que ese olor fuera yo habiendo quemado la comida..." Dijo con una expresión sombría, desviando la mirada de reojo hacia su caballero dormido, como si la simple visión de Subaru pudiera anclarla un poco a la calma.

Tomó una bocanada profunda de aire y suspiró, esforzándose por mantener la serenidad, aunque por dentro la garganta aún le ardía de ansiedad.

Beatrice: "Realmente te las empeñas en decir estupideces, ¿No es así, supongo?". Comentó la pequeña espíritu con el ceño fruncido, pero sin rastro de hostilidad.

Su tono áspero era solo un disfraz: la manera más torpe, aunque sincera, que encontraba para calmarse a sí misma y, de paso, tranquilizar a la semi elfa.

El tiempo que habían tardado en llegar parecía ser un poco más rápido que la última vez. Sin embargo, considerando que iban a encontrarlo, tal vez ese lugar fuera la madriguera de la Mabestia.

No albergaba la menor esperanza de que se hubiera mudado de allí. De ser posible, tendrían que...

"No tenemos más opción que matarlo para pasar, ¿eh?".

"Creo que sería productivo de nuestra parte elaborar un plan que pueda ponerse en marcha con nuestra fuerza de combate actual".

"No tenemos fuerza para luchar incluso si uso mi carta del triunfo... e incluso entonces, quiero mantener esa cosa agotadora como último recurso si es posible, ya que no puedo deshacer sus efectos".

Tanto Anastasia como Ram se opusieron a la decisión de Subaru. Aunque Subaru estaba molesto por la negativa, ni siquiera él tenía intención de imponerles su opinión.

De hecho, sería absurdo. No había llamado a su grupo el Equipo de los No Combatientes por nada. Todas las decisiones que implicaban enfrentarse a la Mabestia probablemente serían imprudentes.

Ricardo: "Ahora todo depende de cómo intenten eludir al Centauro..." Comentó el hombre perro, su voz grave mezclando esperanza con una tensión evidente. Sus orejas se movían inquietas, reflejo de su preocupación. "Aunque... puede que el mini jefe logre idear algo parecido a lo que dijo Al. Tiene ese extraño ingenio de su mundo."

Su mirada se endureció al pensar en Anastasia. Por mucho que quisiera sonar confiado, el peso de su preocupación por ella se le escapaba en cada palabra.

Otto: "Que todo quede reducido a un factor de suerte es..." El comerciante murmuró con el ceño fruncido, apretando los puños sobre sus rodillas. "Realmente frustrante."

Sabía mejor que nadie que Subaru y la suerte no eran precisamente buenos amigos.

Y aunque confiaba en la tenacidad de su compañero... la incertidumbre era un enemigo mucho más cruel que cualquier Mabestia.

"Por otro lado, no hay forma de que podamos regresar y tomar el camino derecho".

"Después de ver todas las diferentes caras que has puesto hasta ahora, Barusu, puedo ver que no tendrías las agallas para ir por el camino derecho, ¿no es así?".

"Pero, al decir eso, significa que estamos acorralados. No funcionaría hacer algo tan loable como volver al punto de partida y esperar a que los demás vengan a buscarnos... ¿Verdad?".

Ignorando la respuesta frívola de Ram, la respuesta de Anastasia dio en el clavo. Si aún temía a la Mabestia lo suficiente como para dar marcha atrás, debería haber recurrido a darle vueltas a esas palabras desde el principio y detenerse allí.

Como no lo hizo, su conclusión solo le dejó la opción de pasar de largo a la Mabestia.

Así que eso no significaba que no pudieran encontrar una manera de lograrlo.

"Primero lo primero, necesitamos recopilar información sobre nuestro oponente. Si todo sale según lo planeado, tenemos una oportunidad".

Subaru habló, llegando a una conclusión antes que los otros dos, que estaban pensando en un plan.

―Subaru no sabía casi nada sobre el modo de vida de la Bestia Centauro.

Eso se debió a que solo lo había visto por unas pocas decenas de segundos antes de ser quemado vivo. Lo único que quedó lastimosamente grabado en su alma de esa experiencia fue que su figura grotesca lo revolvía profundamente, y que poseía una tremenda potencia de fuego.

Si lo pensaba brevemente, su muerte había sido tal que le parecía inevitable percibirla como algo más que una muerte en vano.

Sin embargo, sería molesto que se preocupara por eso. En cuanto a muertes inesperadas, Natsuki Subaru era un veterano.

A estas alturas, había acumulado suficiente experiencia como para no tratar el fenómeno de la muerte como si fuera solo eso.

Félix: "No sé si llamarse veterano en eso debería ser algo de lo cual sentirse orgulloso, nya..." Dijo con una mueca de asco, incluso arqueando la cola en clara desaprobación.

Al: "Novato..." Murmuró entre dientes, casi divertido, cuidando que nadie lo escuchara. El tono sardónico fue solo suyo, como un pequeño escudo de humor negro.

Emilia: "No me gustaría pensar... que cualquiera de esas muertes fueran en vano". Comentó la semi elfa con la mirada baja y la voz temblorosa, como si el solo hecho de decirlo le pesara.

Roswaal: "En líneeeas generaaleees ese comentario no está del toooodo equivocado~". Exclamó el marqués con su habitual tono cantarín, entrelazando los dedos mientras sus ojos heterocromos brillaban con fría lógica. "Sigue sieeendo un factor que hay que tomar en cueeenta~."

El estómago de varios se revolvió con la forma en que Roswaal lo expresaba, pero incluso a regañadientes tuvieron que admitirlo: el payaso tenía razón.

"Primero que todo, debemos prestar atención a la apariencia del Centauro".

Su aspecto repulsivo era algo que no se podía olvidar una vez visto. Aunque solo lo había visto unos segundos, su aspecto grotesco se le había quedado grabado vívidamente en la mente. Eso le ayudaría a reflexionar.

Tenía un cuerpo humano sobre un cuerpo de caballo, con la cabeza transformada en un cuerno.

Además, tenía unas fauces enormes que le cruzaban el cuerpo. Parecía de mala calidad, como algo que un niño habría hecho con arcilla jugando. Sin embargo, había algo que notó mientras se devanaba los sesos sin apartar la vista de sus recuerdos.

"Definitivamente no tenía ojos".

En esencia, no tenía cabeza en el lugar donde normalmente se encuentra. Por lo tanto, estaba seguro de que no había ningún órgano en el cuerpo de esa Mabestia que le proporcionara visión.

O bien, dado que no había luz en los sistemas de cuevas debajo de las dunas de arena sin estar en posesión de una linterna, tal vez los efectos negativos de moverse allí abajo habían causado que des evolucionara.

Mimi: "¡El mini jefe pensó igual que nosotros! ¡Seguro podemos esquivar a ese bicho feo!". Exclamó con los brazos en alto, casi propinándole un puñetazo accidental a Garfiel.

Garfiel: "¡Oye, ten cuidado, enana!". Gruñó, aunque sus colmillos asomaron en una sonrisa orgullosa. "Pero no esperaba menos de mi Capitán. Siempre encuentra la forma."

Al: "Mira tú, Bro... interesante forma de usar la teoría de la evolución para darle la vuelta a un enemigo." Levantó su único pulgar en señal de aprobación.

Anastasia: "¿Teoría evolutiva? ¿Y eso qué se supone que es—?". Preguntó con sincera curiosidad, ladeando la cabeza.

Al: "¿En serio quieres la clase ahora, princesita? Créeme, hay cosas más urgentes que preocuparse de Darwin en plena cueva infernal." Replicó con un deje burlón, aunque sin malicia.

Anastasia infló las mejillas y se cruzó de brazos, fingiendo enojo.

En realidad, lo único que quería era distraerse un poco de la tensión insoportable que suponía enfrentarse al Centauro... y de paso, sacarle alguna que otra curiosidad sobre el extraño mundo de Subaru.

"¿Algo así como un topo? Se adaptó a vivir bajo tierra y perdió la vista."

O bien, no estaba seguro de si tenía vista; pero al menos esa Mabestia probablemente no dependía de ella y seguía con sus asuntos sin ella.

En aquel entonces, la Mabestia no parecía haberlo notado debido a la luz de la linterna. Lo había notado por los ruidos y las señales que había emitido por su propio descuido.

Es decir, del sentido del olfato o del oído que la Bestia demoniaca habría desarrollado en lugar de los ojos.

"Si no recuerdo mal, una vez escuché que los topos tienen un buen sentido del oído para compensar sus narices bastante pobres".

No era algo que hubiera oído de Anastasia antes, sino seguramente algún conocimiento extraño que había adquirido de alguna parte.

Sin embargo, la suposición de Subaru resultó ser mucho más útil que lo que se aferraba a sus pensamientos sin fundamento.

La fortaleza del Centauro residía en su sentido del oído; tras llegar a esa conclusión, Subaru entró en acción.

Julius: "Curioso... también llegó a una conclusión similar a la de Al." Murmuró el caballero, casi como si enumerara los hechos en voz baja para mantener su mente en orden y no perder la calma.

Al: "¡Obvio! La conexión del destino entre Bros hace que Bro sea tan listo como este genio mutilado." Se señaló a sí mismo con exageración, inflando el pecho como si fuera un mérito innegable.

Beatrice: "No compares al contratista de Betty con... lo que sea que seas tú, supongo." Replicó la pequeña espíritu, cruzándose de brazos con un sonoro "¡Hmph!".

Al: "¡Auch, golpe bajo, Beako!". Retrocedió teatralmente, llevándose la mano al casco como si hubiera recibido una estocada mortal.

Beatrice: "¡Y que no me llames así, supongo! Solo el contratista de Betty... y—" Echó una mirada a su alrededor, donde Emilia y Anastasia la observaban divertidas. "...esas dos idiotas, aparentemente, ¡Pueden hacerlo!"

Emilia y Anastasia no pudieron contener una risa ligera ante la infantilidad de la declaración, lo que hizo que Beatrice inflara aún más las mejillas.

Al, en cambio, guardó silencio unos segundos.

Su mano, casi por inercia, volvió a posarse sobre el costado donde hacía años había estado su brazo.

¿Años?

Bah... el tiempo ya era un concepto extraño para él.

De este modo...

"..."

Sin decir palabra, Subaru balanceó el brazo con el mayor sigilo posible. Desde el momento en que pisó la arena, tuvo cuidado de que sus pasos no hicieran ruido al crujir.

Lo que había lanzado con la punta del brazo era uno de los frascos de agua que guardaban en su kit de supervivencia.

Sin ningún objetivo en particular, el frasco voló directo al fondo de la gran cueva, atrayendo la atención de la fiera Mabestia en el centro de la cueva hacia donde había aterrizado.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

En cuanto el frasco de agua cayó en la arena con un suave ruido metálico, la reacción del Centauro, al oírlo, fue dramática.

Sacudiendo su melena llameante, la Mabestia saltó con su cuerpo de caballo y galopó hacia el origen del sonido. Embistió ferozmente contra él sin vacilar.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

La arena se arremolinó y chispas titilantes volaron por la cueva. Agitándose violentamente, el Centauro patinó.

Rechinó los colmillos dentro de sus enormes fauces y continuó emitiendo un agudo aullido que sonaba como el llanto de innumerables bebés.

Pisoteó el frasco de agua, aplastándolo, y lo prendió fuego una y otra vez. Una vez que el Centauro redujo su forma original a la nada, desató más llamas que brotaban de su melena sobre la arena.

Y cuando todo, excepto la arena reseca, quedó completamente calcinado, la Mabestia se detuvo en seco con una leve satisfacción.

Parecía realmente satisfecho.

Mimi: "¡Qué miedo! ¡Ese bicho da todavía más miedo que la primera vez que lo vimos!". Chilló la pequeña, encogiéndose hasta chocar con el pecho de Garfiel, que la sostuvo instintivamente antes de que se cayera de la silla.

Julius: "El poder que emana esa Mabestia... es realmente impresionante." Comentó el caballero, sus ojos reflejando la violencia de las llamas del Centauro.

Pese a sus palabras sobrias, el leve temblor en su respiración lo traicionaba.

Wilhelm: "Parece que su plan es confundir a la Mabestia lo suficiente para avanzar sigilosamente hasta el otro extremo de la cueva y evadirla por completo." Analizó el viejo espadachín con calma, aunque, al ver nuevamente cómo las llamas devoraban todo a su paso, su voz titubeó. "Entre las opciones posibles, es una estrategia bastante sensata..."

Crusch: "Y aun así..." La Duquesa entrecerró los ojos, su postura rígida. "Con semejante poder, el más mínimo error los condenaría a una muerte instantánea."

Otto: "¡Lo que a mí me perturba no es solo su poder, sino su... su retorcida satisfacción!". Explotó el comerciante, con los puños cerrados. "¡¿Qué clase de monstruo se siente realizado reduciendo todo a cenizas?! ¡Y cómo demonios puede siquiera alimentarse si pulveriza todo lo que toca?!".

Un silencio incómodo recorrió a varios.

No solo compartían el asco y la indignación de Otto, sino que, al escucharlo ponerlo en palabras, la repulsión hacia aquella criatura se volvió aún más intensa.

Mientras observaba su obra con el rabillo del ojo, Subaru sacudió la cuerda que llevaba atada a la cintura y les indicó que avanzaran.

El sonido de sus cuidadosos pasos sobre la arena quedó ahogado por los agudos gritos de la Mabestia que inundaban la cueva. Con sumo cuidado, avanzaron sigilosamente, paso a paso.

"..."

Subaru tiró de su cuerda, indicando un alto en la marcha, deteniendo en seco a su Dragón de Tierra que avanzaba.

Para su sorpresa, el Dragón de Tierra, que no debería haber entendido el lenguaje humano, había seguido sus instrucciones al pie de la letra. Había caminado lentamente por la arena con un paso prudente que no correspondía a su gran complexión.

― Subaru y los demás estaban llevando a cabo una marcha a lo largo del precipicio de la muerte en la cueva que estaba cubierta de oscuridad.

Pensándolo bien, la cueva probablemente tenía el ancho de un gimnasio escolar, o algo así. Estaban en una zona donde los cadáveres carbonizados de las criaturas incineradas por la Mabestia estaban esparcidos por todas partes.

Subaru y los demás intentaban moverse y pasar a la Bestia Bruja intentando silenciar sus pasos y su respiración.

Anastasia: "Esta tensión... no me gusta ni un pelo." Murmuró la comerciante, frotando suavemente sus brazos cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo.

El aire se había vuelto tan denso que hasta los más animados guardaron silencio.

El peso de la proyección dominaba el salón, sofocando cualquier intento de conversación.

Lo único que se escuchaba eran los pasos contenidos del grupo de no combatientes sobre la arena de la caverna.

"..."

La zona no era tal que solo una quietud como la de una tumba pudiera descender sobre ella.

Las fauces ridículamente grandes del Centauro jadeaban descontroladamente una y otra vez. El sonido parecía el incómodo ruido que produce el aire que sale de un globo.

No era solo su apariencia, sino también su comportamiento lo que resultaba repulsivo. Sin embargo, agradecía que se comportara con tanta claridad en ese momento.

Gracias a eso, había logrado idear un plan que no implicara pelear.

"..."

Una vez más, Subaru sacó otro frasco de agua y lo arrojó detrás del Centauro. La ingenua Mabestia reaccionó al sonido y, una vez más, atacó con fiereza el frasco vacío.

Las llamas y el llanto de los bebés inundaron la cueva, y el frasco de agua se abrió de golpe gracias al inmenso calor del Centauro.

Con un sonido seco, el frasco se convirtió en carbón negro.

A pesar de ese alboroto, Subaru y los demás avanzaron y lograron acortar su distancia hacia el pasadizo durante ese tiempo.

―Esta simple distracción fue la conclusión a la que llegó Subaru al observar el modo de vida del Centauro.

Tras determinar que no tenía vista, Subaru determinó que el Centauro dependía de su sentido del oído.

Dejando atrás a Ram y Anastasia, atrajo la atención de la Mabestia usando el mismo método de lanzar objetos. Repitió esta demostración varias veces hasta ganarse su confianza.

El Centauro era una Mabestia que buscaba a sus presas usando su sentido del oído. Y, además, era una criatura ingenua a la que se le podía engañar muchas veces con el mismo método.

Mientras pudo comprobarlo, el resto fue fácil. Hizo que Ram reuniera los objetos para la distracción y que leyera la salida con el viento, para después de que escaparan de la Mabestia.

Después, le contó escrupulosamente a Patrasche sobre su plan encubierto y la necesidad de mantener la fortaleza de espíritu para no sucumbir al estrés ni la ansiedad, y simplemente poner cara de póker.

Priscilla observó con detenimiento a la aberrante Mabestia que bloqueaba el paso en mitad de la caverna.

El resto del elenco parecía ilusionarse con lo fácil que resultaba engañarla una y otra vez, pero para ella aquello era un insulto a la inteligencia.

"Ridículo. ¿Una bestia de semejante calibre cayendo tan dócilmente en una farsa tan burda? Esa ilusión solo podría engañar a los ingenuos." Reflexionó con desdén.

Recordó el modo en que la criatura había reducido a vapor una simple botella de agua, no con instinto, sino con un deleite grotesco, como si disfrutara de la destrucción misma.

Esa postura de satisfacción, esa pausa expectante... No era el accionar de un animal, sino de algo mucho más consciente.

"El vulgo puede creer que avanzan hacia la salvación, pero yo lo sé. Ese monstruo no está siendo engañado... simplemente juega con sus presas."

El mundo, como siempre, operaba en favor de su persona; así era y así debía ser.

Pero aquel chico de ojos turbios que caminaba en contra de la lógica del destino... ese, por el contrario, atraía la desgracia con cada respiro.

La mirada de Priscilla se endureció, atravesando al Centauro como si fuera basura bajo su abanico.

Para ella, no era un obstáculo, sino una farsa grotesca que pretendía imponer su voluntad en un escenario que, por derecho divino, le pertenecía solo a ella.

"..."

En realidad, las tácticas de Subaru funcionaban tan bien que resultaba decepcionante. La distancia entre la cueva y el pasadizo ya estaba casi despejada, y el tiempo que habían pasado estresándose no era mucho.

Como carecía de intuición, la Mabestia probablemente podría eliminarse repitiendo lo mismo una y otra vez.

"..."

Por supuesto, habían dejado caer la luz de la linterna, y lo único que podían ver era la melena llameante del Centauro que crepitaba en la distancia.

La luz de la linterna probablemente no habría afectado al ciego Centauro de Fuego, pero aún así, habían tomado la decisión burguesa de reducir todo lo que pudiera activar sus sentidos tanto como pudieran.

"..."

Al sentir que tiraban de la cuerda, la atención de Subaru, que había estado distraída, volvió al presente.

Sujetaba dos cuerdas mientras realizaba la maniobra. Una estaba atada a Patrasche, mientras que la otra la sostenía Ram, quien la montaba.

Las instrucciones que le había dado a Patrasche eran «Alto» y «Adelante». Sin embargo, la conexión entre él y Ram no había sido del todo clara. Solo estaba ahí para llamar la atención del otro.

Aun así, su conexión usando la cuerda que simplemente transmitía su presencia, sin poder mirarse a la cara o intercambiar palabras, fue algo que tranquilizó a Subaru de una manera bastante sorprendente.

Tener esto por ahora le permitió a Subaru no guardar rencor hacia Anastasia ni hacia Ram. Estaba en un estado mental en el que le resultaba más fácil no mirar a los demás a la cara.

Por otro lado, eso no significaba que no sintiera ansiedad en su corazón, que se había acomodado a tal soledad.

Subaru se había convencido de que se debía en parte a la influencia del miasma. Sin embargo, muchas partes de la historia que Anastasia les había contado antes sobre «Qué es el miasma» se habían vuelto confusas.

¿Se curaría de sus efectos al salir de allí? La verdad es que eso también lo dudaba ahora.

Suponiendo que no se curara de ello, ¿terminaría siendo incapaz de deshacerse de estos sentimientos desagradables incluso cuando se reencontrara con Emilia y Beatrice...?

Ram: "Ese sería, sin duda, el peor escenario posible... no tientes a la mala fortuna, Barusu." Murmuró, aunque sin veneno en su voz.

Su ceño estaba fruncido y su dedo se movía una y otra vez contra su falda, un pequeño tic que delataba la ansiedad que intentaba ocultar tras su habitual frialdad.

El auditorio permanecía en un silencio sepulcral.
Algunos se habían llevado las manos a la boca, otros contenían el aliento sin darse cuenta.

La única luz que bañaba sus rostros era la ardiente melena del Centauro en la proyección, un resplandor rojizo que, irónicamente, hacía brillar con más nitidez las sombras de la preocupación en sus expresiones.

Rem: "No quiero... no quiero volver a ver a Subaru-kun de esa manera." Sus palabras fueron suaves, pero cargadas de un temblor apenas perceptible.

Su mirada se mantenía fija en la imagen, como si solo con observar pudiera impedir que el destino se repitiera.

Spica: "Uwah..." Apenas un suspiro, mientras se cubría la boca con ambas manos, sus ojos redondos reflejaban la tensión.

"¡¿...?!"

La cuerda fue repentinamente jalada con fuerza, lo que provocó que Subaru se lanzara hacia atrás sin querer.

La cuerda que fue jalada era la que estaba atada a Patrasche. El Dragón de Tierra había tomado la rápida decisión de detenerlo por la fuerza.

Y justo cuando levantó la cara, inmediatamente vio por qué...

"― ukh".

Una masa de fuego pasó volando un paso por delante de Subaru. Era aproximadamente del tamaño de un balón de fútbol, ​​pero pasó a toda velocidad, proyectando olas de calor a su alrededor.

"¡¿Eh?!". Exclamaron casi todos al unísono, incapaces de ocultar la sorpresa que les sacudió el pecho.

Priscilla: "Como lo anticipé, mis conjeturas vuelven a ser correctas. Resulta agotador tener razón con tanta frecuencia." Sus labios formaron una sonrisa fría, pero en sus ojos no había satisfacción, solo un brillo de irritación.

Que sus sospechas fueran ciertas significaba que el Centauro no era un animal torpe... sino un verdugo que jugaba con sus presas.

Emilia: "¡¿Q-qué pasó?!". Preguntó con auténtica confusión, aferrándose al brazo de la silla, sin captar aún la siniestra conclusión a la que había llegado la Matriarca.

Crusch: "No hicieron ningún movimiento en falso, ni un ruido fuera de lugar más allá de las distracciones..." Reflexionó con el ceño fruncido, su voz teñida de un miedo que rara vez dejaba asomar. "Entonces, ¿Qué fue lo que lo provocó?"

A su lado, Wilhelm había llegado ya a la misma respuesta que Priscilla. Su rostro endurecido, sus manos crispadas con tal fuerza que los nudillos se volvieron blancos.

Wilhelm: "...Esto no es un simple giro de mala fortuna." Sus palabras, bajas y cargadas de ira, calaron hondo en quienes las escucharon.

El ataque se estrelló contra un muro de arena a pocos metros de distancia, emitiendo un violento estruendo, seguido de una explosión.

Una ráfaga de viento caliente quemó el cuerpo frío de Subaru, que apenas logró evitar gritar.

Sin duda, habría sido un impacto directo si Patrasche no lo hubiera detenido. No sabía si tenía suficiente potencia para matarlo, pero estaba seguro de que tenía suficiente potencia de fuego para herirlo.

Subaru apretó los dientes al darse cuenta de que apenas había escapado con vida, mientras un escalofrío le recorrió la espalda.

¿Por qué le habían arrojado la bola de fuego?

"..."

Subaru se giró instintivamente para mirar atrás. El Centauro debería haber sido engañado por su distracción y debería haber estado jugueteando con la cantimplora al otro lado de la cueva.

Sin embargo, la Mabestia había vuelto su cabeza cornuda hacia donde estaban, gruñendo.

Tal como si supiera que Subaru y los demás estaban allí.

Garfiel: "Carajo... no otra vez..." Su voz, grave y ronca, apenas contenía el temblor de sus emociones.

En su mente, la imagen de su Capitán reducido a una masa de carne chamuscada por las llamas del Centauro volvía a reproducirse sin clemencia.

Otto: "¡Mierda!". Fue lo único que pudo articular, llevándose rápidamente una mano a la boca para contener el mareo que le provocaba el recuerdo del primer bucle en la cueva.

El aire, cargado de tensión, se volvió opresivo, y lo que antes era ansiedad se transformó en puro terror.

Cada paso del Centauro por la caverna parecía llenar la proyección de un frío palpable, como si la misma oscuridad respirara.

El Centauro... no era solo un monstruo. Su presencia imponía una fuerza que parecía extraída de las peores pesadillas, y cada movimiento calculado mostraba que había más que fuerza bruta: había inteligencia.

El elenco quedó paralizado, conscientes de que no estaban frente a una simple bestia, sino ante un depredador capaz de leer sus más mínimos errores.

"..."

-De ninguna manera podría ser eso.

Subaru negó con la cabeza.

Subaru se desató una cantimplora de la cintura y la agarró para volver a preparar la distracción.

La cuerda que lo conectaba con Ram tiraba constantemente, llamándolo, pero él no le hacía caso. Su mayor prioridad ahora era desviar la atención de la Mabestia.

Levantó el frasco de agua formando un arco y lo arrojó lejos, a la izquierda del Centauro, donde cayó en la arena.

Y tal como esperaba, la atención de la Mabestia se dirigió a ese punto y la torpe bestia se sintió atraída por la obvia distracción.

Una vez más, las llamas brotaron y el lamento de los bebés llorosos resonó. Y mientras el estridente eco reverberaba por la cueva, Subaru instó a Patrasche a seguir hacia la salida.

Solo tenían que repetir esta rutina predeterminada una y otra vez. Con solo eso, deberían poder abrirse paso, sin embargo...

"― ¡Ah !".

Una vez más, la bola de fuego lanzada por el Centauro pasó a toda velocidad junto a Subaru. Se acercó aún más que la última vez, con un disparo tan preciso que le rozó la piel.

La explosión de la bola de fuego le quitó instantáneamente el aliento a Subaru y fue azotado por la ola de calor.

Rem: "¡¡Subaru-kun!!". Gritó, presionando a Spica con fuerza contra su pecho, como si pudiera protegerla del horror que se desplegaba frente a ellos.

La pequeña, totalmente petrificada, solo podía mirar el fuego infernal que surgía de la bestia. Su cuerpo permanecía inmóvil, y aunque sus labios se movían intentando emitir algún sonido, ningún sonido lograba escapar.

Ram, por su parte, sintió que algo hacía click en su mente.

Sus ojos se abrieron con un destello de comprensión, y se llevó una mano a la boca mientras el Teatro a su alrededor parecía oscilar, frágil y difuso, como gelatina bajo su mareo mental.

Ram: "Un momento... ¿No será que...?" Murmuró, con la voz apenas audible por la tensión. "Esa Mabestia... ¿Puede usar ecolocalización?"

"..."

Bañado por la luz naranja recién nacida que se extendía frente a él, Subaru fijó su mirada en la Mabestia a lo lejos.

Sin embargo, sus miradas no se cruzaron, así que decir que se miraron no era del todo correcto.

Sin embargo, la atención de la Bestia Bruja estaba claramente enfocada en ese punto. No tenía forma de rastrearlos excepto por el sonido, así que ¿por qué pudo encontrarlos en medio de su propio grito?

"Es su propio... llanto..."

"¡Barusu, ecolocalización!".

Mientras la pregunta y la respuesta se unían en la mente de Subaru, Ram, que seguía tirando de la cuerda, finalmente lo llamó y emitió un sonido.

La conjetura de Ram se confirmó al instante, dejando al elenco con una sensación de escalofrío.

Julius: "Si ese es el caso... esa Mabestia siempre debió saber que estaban allí." Murmuró con los dientes apretados, los puños crispados por la indignación.

Cada fibra de su cuerpo reflejaba la frustración de ver cómo la estrategia de Subaru se enfrentaba a un enemigo que no conocía honor ni misericordia.

Las Mabestias, a diferencia de los humanos, no se regían por ningún código.

La posibilidad de que el Centauro detectara su presencia desde el principio era real, pero la falsa esperanza de que la criatura fuera torpe les había cegado.

Félix: "Y los dejó avanzar hasta la mitad de la cueva... para que no tengan opción de retroceder." Su voz temblaba entre el asco y la incredulidad, los ojos brillando con desdén. "¡Qué aberración!".

En el momento en que ambos llegaron a la misma conclusión, el Centauro pateó la arena.

Sus cascos patearon la superficie de la arena, y la Mabestia, tan grande que tuvieron que mirar hacia arriba para verla, voló ágilmente por el aire gélido.

El calor de su melena ardiente aumentó con su movimiento, y de repente se dirigió hacia el grupo de Subaru.

El torso humano unido al cuerpo del caballo alzó los brazos y arrancó trozos de su propia crin llameante.

Al sostenerlos en sus manos, esos trozos se transformaron en bolas de fuego y, en un abrir y cerrar de ojos, en balas incendiarias explosivas.

"¡¡Corre, corre, corre!!".

En este punto, evitar una pelea con el Centauro ya no era posible.

La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Otto: "¡Huye, cabrón!". Gritó con un pánico que le quemaba el pecho, sin poder evitar que su voz temblara.

Spica: "¡Padwe Hue!". Sollozó con dificultad, pequeñas lágrimas empañando sus ojos mientras se aferraba a Rem.

Reinhardt llevó instintivamente la mano a la empuñadura de su espada. Sabía que no podía hacer nada realmente, pero sentir el mango entre sus dedos le otorgaba un mínimo respiro entre el caos.

Crusch se mordió el labio, incapaz de actuar, sintiéndose diminuta ante la imponente presencia del Centauro.

Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y respeto calculador; sabía que cualquier movimiento en falso podía ser fatal.

Wilhelm clavó una mirada fulminante en la criatura. Décadas de experiencia en el campo de batalla le permitieron reconocer de inmediato a un enemigo que no solo era poderoso, sino extremadamente inteligente y peligroso.

Cada fibra de su cuerpo se tensó, preparado para cualquier eventualidad, aunque consciente de lo precario de la situación.

Descartando el plan de moverse con el menor ruido posible, Subaru le dio una palmada en los cuartos traseros a Patrasche, ordenándole que corriera inmediatamente al pasillo.

El grupo de Subaru estaba actualmente en el centro exacto de la cueva, lejos tanto del corredor por el que entraron, como del que se dirigían; una posición tan ventajosa para el Centauro que parecía probable que este hubiera sido el plan de la Mabestia.

"¿Estaba jugando con nosotros...?"

"..."

La mente de Subaru se quedó paralizada de asombro, pero la Mabestia no se rindió.

Lanzando las bolas de fuego a medida que las creaba, el Centauro lanzó nubes de arena al aire alrededor de sus objetivos que huían, como si jugara con ellos.

La Bestia Bruja esperaba que corrieran directo al pasillo. Aun así, aunque intentaran zigzaguear para confundirla, su oído captaba cada sonido y no caería en semejante trampa.

Beatrice: "¡Bicho asqueroso...!" Apretó los labios con fuerza, sus ojos mariposa brillando de puro odio.

Cada movimiento de la Mabestia hacia Subaru era un insulto a su paciencia; la idea de verlo como un simple juguete la llenaba de repudio.

Anastasia: "Con su plan arruinado... ¿Qué demonios deberían hacer ahora?". Murmuró, mordiéndose el pulgar con frustración.

Su voz apenas contenía el temblor de ansiedad; el plan de escabullirse le había parecido lo más sensato, pero ahora parecía haberlos llevado directo a la perdición.

Para ella, la situación no era solo peligrosa, era exasperante, y esa sensación de impotencia le carcomía el pecho.

"¡Guau! ¡Guau!".

Rozando sus cabezas agachadas, las bolas de fuego fueron lanzadas una tras otra.

Fuera de la vista, la Bestia Bruja corría en círculos a su alrededor mientras huían, sin detenerse con su descarga explosiva, lanzando ráfagas de arena al aire.

"¿¡Ah...!?"

La ola de calor de una explosión a sus pies levantó a Subaru fácilmente en el aire y lo envió a volar.

Se protegió rápidamente la cabeza con ambos brazos, pero la ráfaga de aire caliente le quemó la nariz y la garganta.

Respirar le dolía, y con la nariz quemada, perdió temporalmente el olfato.

Rodó por el suelo por la agonía en el centro de su rostro, luego levantó su rostro con lágrimas en los ojos.

La boca del torso del Centauro estaba abierta de par en par, y sus fauces dentadas emitían un ruido ensordecedor, casi como si se estuviera riendo.

No, se estaba riendo de verdad.

Riéndose del débil juguete humano, que ni siquiera podría ganar una batalla de ingenio con una Mabestia.

Garfiel: "¡¿Será cabrón?!". Gritó con todas sus fuerzas, la ira y frustración acumuladas explotando ante la burla de la Mabestia de fuego.

Cada movimiento de la criatura era un insulto directo, y no podía contener su furia.

Wilhelm: "Esa... esa Mabestia ni siquiera debería existir en este mundo. Es una aberración, repugnante y grotesca." Su voz conservaba algo de la calma elegante que lo caracterizaba, pero su repudio era intenso.

Lo que le hacía sentir por la bestia rivalizaba solo con su desprecio por Pandora y la Ballena Blanca.

Felt: "Es... una mierda, en resumidas cuentas." Dijo con los dientes apretados y el ceño fruncido, incapaz de ocultar su frustración.

La risa estruendosa de la Mabestia—o al menos lo que ellos y el Subaru de la proyección interpretaban como tal—fue suficiente para desatar un torrente de insultos, una válvula de escape para todo el estrés y miedo que habían acumulado durante las últimas proyecciones.

"¡Maldita sea, argh...!"

El odio hervía en su interior y le dio a Subaru la fuerza para mantenerse en pie.

Comparado con las sospechas y la desconfianza, qué sensación tan maravillosamente sana era odiar a la alimaña que se le oponía.

Sumido en una negrura de furia destilada, Subaru resopló ante la Mabestia que parecía tan complacida consigo misma.

Actuar como si hubiera ganado era ridículo.

¿Cómo podría una humilde Bestia Demoniaca que odia los miasmas pensar que alguna vez podría tener esperanza de vencer a Natsuki Subaru?

¿Cómo podría una humilde Bestia Demoniaca que odia los miasmas pensar que alguna vez podría tener esperanza de vencer a Natsuki Subaru?

"..."

Llevándose una mano a la cintura, sacó su látigo.

Dejando que su mano recordara la sensación del mango, golpeó suavemente la arena con el extremo del látigo; el Centauro detuvo inmediatamente su risa rugiente y giró atentamente sus oídos hacia el chasquido del látigo.

Lo más probable es que fuera la primera vez que escuchaba ese sonido.

Sin embargo, ese no era el verdadero plan de Subaru. El látigo no era más que una distracción.

"―Providencia Invisible".

[Providencia Invisible]

En respuesta a la violencia de la Bestia Bruja, una emoción negra hirviente y agitada se formó en el corazón de Subaru.

Dada la dirección, se convirtió en una fuerza para aplastar algún órgano vital del Centauro. Usarlo así lo hacía parecer un mago de un solo truco, pero no le importaba. Era un truco que funcionaría con cualquiera.

Al: "Derrotar a Natsuki Subaru... esa tonta Mabestia no podría lograrlo ni en sus mejores sueños." Lo dijo sin dramatismos, como quien enuncia una verdad irrefutable que conocía desde antes de llegar a este Teatro.

Roswaal: "Usaaaar la Autoridad de la Pereeeza para aplastaaar el corazon de tuuus enemigoos... ¡Vaya uso maaas interesante le haaas dado, Subaru-kuuun~!". Comentó con su habitual tono teatral y cantado, felicitando la idea, pero sus ojos heterocromáticos seguían calculando.

Observar al Centauro le hacía dudar: ¿Cómo se suponía que alguien pudiera siquiera apuntar a un órgano en semejante criatura de pesadilla?

"..."

Balanceando el látigo sobre su cabeza, dejó que la Bestia Bruja escuchara el sonido que hacía al dividir el aire.

Teniendo cuidado de no alertar al Centauro, que estaba muy atento al primer sonido, la mano mágica invisible avanzó como si se deslizara a través de la oscuridad, infiltrándose en la sombra de la Bestia Bruja, apuntando al cuerno encima de su torso humano.

Entre el cuerpo humano y el del caballo, no podía distinguir cuál tenía órganos vitales. Como su cabeza era un cuerno, era un misterio si albergaba un cerebro.

A pesar de eso, debía de haber algún tipo de órgano vital dentro. Con esa decisión, aplastaría el cuerno con la palma de su mano invisible.

Si la pérdida del cuerno hiciera que la Mabestia obedeciera, simplemente haría que se suicidara. Sería mucho más placentero...

"...!? Gu... agh... ¡¿Gah!?".

Con ese pensamiento, ocurrió justo cuando estaba a punto de llevar a cabo su plan.

Con la mirada fija en el Centauro, su «Mano Invisible» acercándose a su cabeza, Subaru experimentó un dolor inimaginable.

Sintiendo como si algo le hubiera arrancado el cuero cabelludo y se le hubiera clavado directamente en el cráneo, puso los ojos en blanco y una espuma amarilla le escapó de los labios mientras caía de rodillas.

Emilia: "¡¿Eh?! ¡¿Q-qué pasó?!". Exclamó con voz temblorosa, la preocupación reflejada en cada rasgo de su rostro al ver cómo Subaru se retorcía de un dolor inexplicable, uno que no alcanzaba a comprender de dónde provenía.

El desconcierto era general.

Hasta hacía un instante, todos estaban tensos por los oscuros pensamientos asesinos de Subaru, alimentados por el miasma, mientras arriesgaba su vida usando el látigo como distracción para asestar un golpe definitivo con su Providencia Invisible.

Pero, de repente, aquello se torció de forma incomprensible.

Otto: "¿Se trata de una habilidad oculta del Centauro? ¿O... efectos secundarios del miasma? ¡Maldición, ¿Por qué todo tiene que ser tan endiabladamente complicado?!". Rugió, tirándose de los cabellos, presa de la impotencia y la desesperación por no entender qué estaba consumiendo a su amigo.

"¿¡Ah...ah!? ¡¡Guh...Agh!!".

Llevándose ambas manos a la cabeza mientras se arrodillaba, se golpeó un lado de la cabeza para intentar combatir el dolor.

Frotarse la cabeza, sujetársela, nada más aliviaba el dolor. Para combatirlo, intentó infligirse un dolor más agudo y fuerte.

Se golpeó una y otra vez, pero por mucho que se golpeara, no podía superarlo.

Rodó sobre la arena mientras sentía la cabeza como un infierno lleno de espinas atravesándole el cerebro, y casi desmayándose del dolor, terminó tragando arena sin entender por qué.

"¡Duele! ¡Ay! ¡Duele, duele, duele! ¡Duele!".

Gritó como si escupiera sangre.

Rem: "¡Subaru-kun! ¿¡Qué demonios está pasando?!". Gritó, la preocupación devorándola por dentro, agudizándose con cada alarido de dolor que escapaba de su héroe.

Beatrice: "Esto no puede ser un castigo de la Autoridad por un uso excesivo... en este bucle apenas la ha invocado. ¡Entonces debe ser otra cosa, supongo...! ¡¿Pero qué, maldita sea?!". Su voz temblaba mientras su corazón se rompía con cada espasmo desesperado de su contratista.

Le dolía también a ella, un dolor ajeno pero insoportable; aun así, ni siquiera podía concebir la magnitud del tormento que Subaru estaba soportando.

Un pensamiento fugaz la atravesó.

"¿Y si pudiera compartir ese dolor?, ¿Si pudiera cargar aunque sea con una fracción de lo que él siente...?"

Se mordió el labio con tal fuerza que una delgada línea de sangre resbaló por la comisura de su boca.

Emilia, incapaz de contenerse, se aferró instintivamente a la mano de Subaru.

Sus ojos no se apartaban de la pantalla, como si con ello pudiera absorber aunque fuera un destello de su sufrimiento, comprender lo que lo desgarraba por dentro.

"Tonta... de verdad soy una tonta, como siempre dicen..." Pensó con el corazón hecho trizas, sin poder soltarlo.

Con la boca llena de arena, masticándola con los dientes, Subaru se retorcía en el suelo, luchando contra el misterioso dolor para evitar que le obstruyera la garganta.

No podía resistirlo, estaba perdiendo.

Por supuesto, la Providencia Invisible había desaparecido instantáneamente.

Una vez dispersado, no tuvo forma de afectar al Centauro. La Mabestia, decepcionada por su falta de resistencia, se preparó para convertirlo en un cadáver humeante.

Una enorme bola de fuego disipó el frío del aire mientras el calor explosivo calentaba el mundo que los rodeaba.

Así, Natsuki Subaru se transformaría en carbón...

"¡¡KYAAAAHH!".

En el último momento, el Dragón de Tierra de color negro azabache cargó ferozmente, arrancándole el brazo a la Bestia Bruja.

Garfiel: "¡¿Eh...?!" Soltó sorprendido, pero con una sonrisa orgullosa al ver la valentía de la dragona.

Mimi: "¡Sí, Patrasche entró en acción!". Chilló levantando los brazos, casi rebotando en su asiento por la emoción.

Ricardo: "¡Así se hace, muchacha! ¡Demuestra quién es la mejor chica!". Exclamó con el puño alzado, estallando en carcajadas cuando vio cómo de un mordisco arrancaba el brazo del Centauro.

Felt: "¡Eso! ¡Haz que ese caballo de feria respete los malditos niveles!". Gritó con el ceño fruncido y ambos puños al aire, incapaz de contener su furia mezclada con alivio.

Kyaaah!".

Con un color que se fundía con la oscuridad, el Dragón de Tierra se acercó silenciosamente a la Mabestia y le asestó un mordisco.

Perdiendo el equilibrio junto con su brazo, la Mabestia dejó caer la bola de fuego que había levantado sobre su cabeza.

En otras palabras, el calor de la bola de fuego que la Bestia Bruja había creado explotó a sus propios pies, y la onda expansiva a quemarropa la lanzó por los aires.

Al ser arrojado por la explosión, la sangre goteó del brazo herido del Centauro, quien cayó de espaldas.

Sin mirarlo siquiera, Patrasche corrió por la arena y, sujetando la ropa de Subaru con los dientes mientras este se retorcía de dolor, emprendió de inmediato una retirada veloz.

Sostenido por los dientes de Patrasche cerca de su cintura, balanceándose de izquierda a derecha mientras colgaba, atormentado por la mala circulación y el continuo dolor de cabeza, Subaru miró hacia atrás.

Detrás de Patrasche, el Centauro se puso de pie tambaleándose.

La herida en su torso humano espumeó, y el brazo izquierdo arrancado de un mordisco volvió a crecer al instante.

Su monstruosa capacidad de regeneración también se aplicó a sus otras heridas. Las heridas en todo su cuerpo, infligidas por la explosión momentos antes, se cerraron una tras otra.

El Centauro recuperó la salud por completo en cuestión de segundos.

Hecho esto, no había nada que pudiera frenarlo.

Felt: "¡Oh, vamos! ¡¿Me estás jodiendo?!". Gritó, al borde de perder la paciencia al ver cómo todas las heridas del Centauro desaparecían como si nunca hubieran existido.

Garfiel: "¡Tch... ¿Cuántos malditos bichos con esa regeneración de mierda tenemos que tragarnos?!". Rugió con el ceño fruncido, descargando un puñetazo en su reposabrazos, lo bastante fuerte como para hacer saltar a Mimi de su regazo.

Priscilla: "Hmph... tanta arrogancia solo puede venir de su capacidad de regenerarse sin límites. Pero una criatura que se confía tanto en esa ventaja también puede condenarse por ella." Murmuró la Matriarca, ocultando una media sonrisa tras su abanico.

Aun así, sus ojos ardían de interés al ver a Subaru acorralado por semejante esperpento.

Emilia: "¡Esto es totalmente injusto!". Exclamó con el ceño apretado, su mirada fija en la bestia, cargada de rabia e impotencia.

Al: "El mundo nunca fue justo, Emilia..." Murmuró en voz baja, con un tono agrio y distante, como si hablara más consigo mismo que con ella.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

Gritándole ferozmente a Patrasche, que lo había golpeado por sorpresa, el Centauro aceleró para perseguir al Dragón de Tierra que huía locamente, y su melena brilló más mientras saltaba.

La capacidad de carrera de Patrasche era impresionante incluso en el peor terreno, pero la del Centauro se encontraba en su propio hábitat, y su aceleración era superior.

Además de la diferencia de tamaño, Patrasche se vio lastrada por Subaru, y la Mabestia pronto corrió a su lado.

Una bola de fuego ardiente apareció en la mano de la Mabestia, pero esta se extendía hacia arriba.

Al observarla más de cerca, la bola de fuego se transformó en un arma de mango largo, y en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en una lanza, envuelta en llamas de punta a punta.

Felt: "¡Tsk...! ¡Que le jodan a quien sea que parió a este maldito bicho! ¡Y si fue Od Laguna, pues que se joda el triple!". Escupió con rabia, levantando el dedo del medio hacia el Centauro que acababa de mostrar otra habilidad absurda.

No le bastaba con tener un fuego capaz de reducirlo todo en segundos, ni con una regeneración ridículamente eficaz. No, el cabrón también podía forjar armas con su propia magia de fuego.

Wilhelm: "Concuerdo con usted, Felt-sama... Esta aberración es más repulsiva de lo que hubiera podido imaginar." El anciano frunció el ceño, su voz solemne pese a la ira contenida. La amplitud de habilidades de aquella Mabestia era simplemente grotesca.

Al: "Haa... esto huele a bucle perdido, Bro..." Murmuró con pesadez, dejándose caer contra el respaldo. Ni siquiera él podía ver una salida en semejante escenario.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

Alzando la lanza llameante, el Centauro dirigió la punta hacia Patrasche.

El Dragón de Tierra negro se agachó al acercarse la lanza, casi hundiéndose en la arena para evitar el ataque y aprovechándolo como una abertura para acelerar aún más.

Sin embargo, justo cuando parecía que podían escapar, el casco de la Mabestia se clavó directamente en el torso del Dragón de Tierra desde un costado.

Un estremecimiento recorrió el auditorio entero.

"¡Patrasche!". El grito brotó al unísono, desgarrado, cuando la leal dragona fue brutalmente embestida por el ataque del Centauro.

La angustia en sus voces resonó como un eco que acompañaba el impacto, como si cada uno hubiera sentido el golpe en lo más profundo del pecho.

La fuerza del ataque atravesó su piel endurecida, y gritó al impactarse en sus entrañas. Aun así, se negó a soltar a Subaru, que aún colgaba de sus dientes.

El calor que sentía cerca de su cintura provenía de la sangre que Patrasche tosía por sus heridas internas.

Esa fue la única señal de que estaba gravemente herida.

Sin embargo, ella seguía sin dejar ir a Subaru, y Subaru no tenía forma de curar las heridas de su leal dragón.

Solo le quedaba la tortura aparentemente eterna del dolor incesante en la cabeza.

"¡¡EL FULA!!".

JIWALD...!"

Un segundo golpe de la lanza llameante se dirigió a Patrasche, que claramente estaba disminuyendo su velocidad.

Sin embargo, antes de que llegara al cuerpo del Dragón de Tierra, fue interrumpido desde dos direcciones diferentes.

De un lado salía una brizna de viento invisible, y del otro lado había una convergencia de rayos de calor al rojo vivo.

Ambos encantamientos provenían de voces familiares, pero eso era todo lo que Subaru podía decir con seguridad.

Ram: "Hasta que por fin hice algo... tch." Murmuró con un deje de frustración, mordiéndose el labio hasta sentir el sabor metálico de la sangre.

La indignación la carcomía; le resultaba insoportable ver cómo su otra yo y esa zorra de la bruja habían permanecido de brazos cruzados hasta ese momento.

Crusch: "Han conseguido desviar un golpe que habría sido fatal, pero no deben engañarse..." Señaló con seriedad, sus ojos afilados como cuchillas. "Ese monstruo solo estará desconcertado un instante. Subaru-dono aún está en un riesgo desesperado."

La tensión del auditorio no cedía ni un ápice, cada palabra de Crusch era un recordatorio cruel de lo frágil que era la situación.

Ambos hechizos impactaron directamente en la Bestia Bruja, abriendo agujeros a través de su cuerpo y cortando el torso humano en un ángulo... esas heridas también se cerraron instantáneamente.

"¡Barusu...! ¡Ah, vale! Si estás muerto, ¡deberías decirlo!".

"Esa es una bestia desagradable... No podré hacerle mucho".

Aunque sonaba normal, la voz de una de las chicas tenía un dejo de desesperación.

Por otro lado, a pesar de estar en una situación desesperada, la voz de otra no transmitía ninguna sensación de estrés.

Sintiendo el aliento y la sangre de su leal dragón en la piel, Subaru estuvo a punto de caer inconsciente. Si iba a soportar tanto dolor y tormento, tal vez morir no fuera tan...

"¡Ni se te ocurra morir, Barusu! ¡Rem lloraría!".

"...oh".

Esa voz, gritada directamente en su oído, atravesó el dolor y llegó a su cerebro. Lo que despertó fue un odio igual al que sentía por la Mabestia.

La habían olvidado.

Ninguno de ellos se acordaba de aquella muchacha.

-No hables de Rem y yo como si supieras algo al respecto.

"...¡PROVIDENCIA INVISIBLE!".

[Providencia Invisible]

Liberando sus sentimientos de ira hacia la Bestia Bruja que pasaba por el borde de su visión manchada de lágrimas, Subaru la golpeó con una mano mágica de tono negro en un arrebato de rabia.

A mitad de camino, otro dolor furioso le desgarró el cráneo; antes de que lo tragara y perdiera el conocimiento, la Mano Invisible de Subaru golpeó la lanza de la Bestia Bruja de frente, rompiéndola como un acto simbólico de desafío.

...Esa fue toda la resistencia que pudo reunir.

Rem: "Incluso en ese estado... Subaru-kun..." Murmuró, llevándose una mano temblorosa a los labios.

Las lágrimas le empañaban los ojos, mezcla de miedo y ternura. Dolía verlo sufrir de esa forma, pero al mismo tiempo... esa obstinación inquebrantable era lo que la había hecho enamorarse de él.

Reinhardt: "Ese dolor extraño lo atormenta de nuevo..." Comentó el Santo de la Espada con el ceño fruncido, esforzándose por mantener la calma. "Podría deberse a que, al emplear una Autoridad, su cuerpo libera inevitablemente cierto miasma. Sumado a la densidad del miasma en la cueva, el retroceso se intensifica." Su tono era analítico, pero no lograba disfrazar la inquietud en sus ojos.

Felt: "Tch... si eso es así, entonces la guardia de esa maldita bestia es todavía más jodida." Escupió con rabia, su pequeña figura encogida por la tensión.

Su expresión se torció en puro desprecio; esa aberración no solo jugaba con Subaru, parecía diseñada para aplastarlo hasta el final.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

La recompensa por su furioso contraataque fue otro estallido de dolor furioso.

El Centauro plantó sus patas delanteras en el suelo arenoso y giró sobre ellas, dando una vuelta con fuerza, y luego sus patas traseras se lanzaron como una catapulta.

Sus cascos sólidos como rocas levantaron arena en el aire mientras aceleraban hacia el grupo de Subaru, con la intención de atravesarlos a todos a la vez.

En una explosión de fuerza en las piernas, suficiente para derrumbar parte de la cueva, todos salieron volando en diferentes direcciones por la ola de arena.

Subaru incluso fue arrancado de la mandíbula de Patrasche, rodando indefenso sobre la arena y lanzado por las consecuencias del impacto contra un cuerpo destrozado y quemado.

"Ah, eh..."

Un dolor de cabeza indescriptible y un cuerpo pisoteado por la patada del Centauro.

Acosado por un dolor continuo, tanto interior como exterior, Subaru ya no podía aferrarse a su consciencia. De alguna manera, mientras rodaba libremente por la arena, podía sentir la inminente oscuridad de la muerte.

Destrucción, aniquilación, muerte inútil, muerte en batalla.

Palabras despiadadas como esas rondaban en el fondo de su mente, pero...

"..."

En una situación en la que sus pulmones se habían olvidado incluso de respirar, Subaru vio a alguien parado frente a él.

Era una sombra pequeña y delicada. En un mundo con tan poca luz, no podía verla con claridad. Aun así, era una forma familiar que reconoció de inmediato.

Era Ram. Se tambaleaba mientras permanecía de pie.

Tenía ambos brazos extendidos para proteger a Subaru.

La preocupación por Subaru había escalado a un punto insoportable; verlo siendo derrotado y maltratado de esa forma era un golpe que dolía más de lo que muchos podían tolerar.

Wilhelm cerró los ojos en silencio, un gesto solemne de respeto hacia el muchacho que, incluso acorralado, había hecho todo lo posible por ganar.

Spica, incapaz de soportar más, se agitó desesperada e intentó lanzarse otra vez hacia la pantalla, como si de alguna forma pudiera entrar a protegerlo.

Pero, igual que en ocasiones anteriores, Rem la sujetó con firmeza, consciente de que era inútil. La niña pataleó entre sollozos ahogados, mientras su madre la retenía con fuerza.

Entonces, en la proyección, la figura de Ram se alzó para interponerse entre Subaru y la gigantesca Mabestia.

Ella misma estaba ya en las últimas: la arena pegada a su cuerpo, la ropa manchada y desgarrada, múltiples heridas y quemaduras dibujando un cuadro de desgaste absoluto. Y aun así, reunió lo que quedaba de fuerzas para colocarse frente al monstruo, formando un escudo humano, frágil, pero firme.

Sabían que algo así no detendría al Centauro, pero el gesto transmitía una mezcla de dolor y orgullo difícil de describir.

Incluso la Ram del Teatro, normalmente fría e indiferente, coincidió con su contraparte proyectada.

Ese acto, por muy inútil que pareciera, era el tipo de obstinación que podía darle a Subaru una chispa de fuerza en caso de volver a empezar el bucle.

Ram apretó los labios, sus ojos mostrando el cansancio de tantas proyecciones, especialmente las de aquella cueva que aún le pesaban en el corazón.

Ram: "Barusu... Eres un hermano menor muy idiota, un idiota irredimible..." Murmuró con suavidad, como si hablara únicamente para él.

Sus palabras estaban teñidas de un cariño oculto bajo la dureza, y un par de lágrimas, apenas perceptibles, temblaron en el borde de sus ojos.

" Eres estúpido, imposible, pedazo de inútil..."

Intentó decirlo, pero su garganta ya no le escuchaba, como si estuviera llena de arena.

—No, en realidad estaba llena de arena. Debido a la arena que se había tragado estúpidamente intentando combatir el dolor de cabeza, Subaru ya no podía ni siquiera hablar con claridad.

"...¿Por qué...?"

Con todas sus fuerzas, Subaru logró soltar un grito débil.

A pesar de toda la insatisfacción y la ira contenidas que sentía hacia Ram y sus otros amigos, que seguramente ellos debían saber.

"―Rem... lloraría".

[Fin de la Extensión de la Novela Web]

Esa tranquila respuesta fue todo lo que Ram dijo.

Ram estaba allí de pie por el bien de la hermana pequeña que no podía recordar, para proteger a la persona que su hermana pequeña que no podía recordar pero amaba.

Subaru no podía entender qué la había llevado a ir tan lejos. Pero aun así, había algo que sí sabía.

A este paso, Ram moriría.

Y Subaru también lo haría. Eso no tenía escapatoria. El centauro rugió y creó dos nuevas espadas de fuego en sus manos.

O como no parecían espadas, quizá se suponía que eran martillos, hachas o algo así.

En cualquier caso, estaba empuñando dos armas de fuego. Las usaría para cortar a Ram, que era tan pequeña en comparación con él, y luego chamuscaría también a Subaru.

Félix: "¿De veras no hay nada por hacer...?" Murmuró el chico gato, la incomodidad y el repudio crispando su voz, como si cada palabra le supiera amarga al ver a esa Mabestia jugar con la vida como si no valiera nada.

Su pregunta caló en todos. El silencio posterior fue la confirmación de que ninguno veía una salida.

Subaru estaba en las últimas, apenas aferrándose a un hilo de vida. Ram, en no mejores condiciones, apenas se mantenía en pie.

Patrasche, la leal dragona, había sido apartada del campo de batalla de un solo golpe brutal, yaciendo fuera de combate.

Anastasia, incluso con toda su astucia, no tenía forma de enfrentar un monstruo de esa magnitud, mucho menos uno con una regeneración tan absurda.

La verdad era clara: estaban acorralados, sin recursos ni fuerza para responder. Realmente estaban jodidos.

Lo único que quedaba, lo único que podría salvarlos en ese instante, sería un milagro.

Pero en ese lugar, los milagros no existían. Eran apenas una leyenda que se contaba en susurros, y nadie, absolutamente nadie, esperaba que ocurrieran.

"...V-vamos. Tiene que haber algo, ¿verdad?".

Ante la muerte inminente, extendió la mano desde lo más profundo de su dolor. Rebelándose contra el dolor, rascó el fondo de su barril.

Era poco realista esperar ayuda de otra persona. Reprendiéndose a sí mismo por ese tipo de fantasías, Subaru buscó algún tipo de plan en su interior.

Obviamente, tampoco era muy realista, pero al menos tenía alguna posibilidad.

"Vamos. Vamos. Levanta el culo..."

Deslizándose dentro de sí mismo, se introdujo en su turbio cuerpo, abriéndose paso entre los retorcidos y oscuros pensamientos, buscando una salida al desesperanzador escenario desde su interior.

No la mano invisible que había utilizado en exceso, algo diferente, algo nuevo para salir del apuro. Pero su resuelta determinación era-

"-Ahh".

Antes de que su lucha desesperada pudiera dar algún resultado, el centauro levantó sus espadas.

Las llamas cruzaron sobre su cabeza antes de volar hacia Ram.

Era un tajo que abrasaba el aire mismo, y que cortaría sin piedad su esbelto cuerpo, lanzándola por los aires, incendiándola, borrando sus sentimientos, su vida, convirtiéndolo todo en cenizas.

Al ver aquella escena a punto de desarrollarse, Subaru gritó ante su impotencia-.

Al instante siguiente, una luz blanca que viajaba a una velocidad espantosa hizo volar por los aires la parte superior del cuerpo del centauro.

El elenco entero había caído en la resignación, preparados para presenciar lo peor.

Sin embargo, una luz inesperada irrumpió en la oscuridad, una chispa de esperanza que apareció de la nada para salvar la vida de Subaru.

Aunque...

Julius: "Un momento... esa luz..." Murmuró, la incredulidad reflejada en sus ojos.

Roswaal: "Es la misma que usó la Sabia contra Subaru-kun al pie de la torre..." Completó el Marqués, con una seriedad helada y carente de su usual tono burlesco. Incluso en su voz vibraba un atisbo de temor.

Subaru parecía haber sido salvado, pero el alivio se mezclaba con un miedo visceral.

La identidad de esa figura, tan polémica y enigmática para ellos, arrojaba nuevas sombras sobre el milagro que acababan de presenciar.

El punto alcanzado por esa luz blanca fue literalmente arrasado. Con el brazo y el torso atravesados por la luz, el centauro dejó de moverse durante un breve instante, y entonces las heridas empezaron a burbujear.

A medida que regeneraba las partes perdidas de su cuerpo, su aspecto cambió.

El segmento humanoide cambió de forma, y sus dos brazos aumentaron a cuatro mientras unos colmillos más afilados y largos se proyectaban desde la boca de su torso.

La parte inferior del cuerpo del caballo también ganó más patas, duplicándose hasta ocho. Además, su piel carbonizada desprendía un brillo negro a medida que se endurecía.

A simple vista, casi parecía que llevaba una armadura. Y en sus brazos recién añadidos, sostenía una espada de llamas, una lanza, un martillo y un hacha, experimentando una evolución increíble en tan poco tiempo, cambiando tanto por el maestro de esa luz blanca.

Garfiel: "¡¿Ese cabrón no sabe cuándo rendirse?!". Gruñó el demi humano, con los colmillos apretados y la sangre hirviendo ante la obstinación del Centauro.

Anastasia: "La lista de trucos de esa cosa ya se volvió tan larga que me está empezando a doler la cabeza..." Suspiró la comerciante, llevándose una mano a la frente, los ojos en blanco por el hartazgo que le provocaba semejante monstruo.

En ese momento, todos compartían el mismo pensamiento: el mejor escenario sería que la Sabia lograra acabar con esa Mabestia.

Pero, al mismo tiempo, que saliera lo bastante herida como para poder capturarla y arrancarle las respuestas que tanto necesitaban.

Después de todo, ese era el verdadero motivo por el que habían emprendido un viaje tan peligroso.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

Levantando sus cuatro patas delanteras, el centauro lanzó un rugido atronador, entrechocando sus pezuñas delanteras para crear un sonido chirriante antes de cargar.

Con su transformación y su tamaño, era como un vagón de tren blindado.

Con su peso y velocidad, cualquiera al que golpeara se convertiría en carne picada.

Con su llama para sellar el trato, el ser que la humillara sería borrado por completo.

"¡GIIIIIIIIIIIIII!".

La arena se esparció

-una luz blanca la atravesó- y una ola de calor emanó de su melena hinchada.

-una luz blanca la atravesó- mientras la bestia demoníaca cargaba furiosamente.

-una luz blanca la atravesó-. Una luz blanca lo atravesó-la intensidad de las llamas era incomparable a la de antes.

-una luz blanca lo atravesó-y la potencia de fuego se hinchó espectacularmente

-una luz blanca lo atravesó-casi como las mismas llamas del infierno-una luz blanca lo atravesó. Una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó.

La sorpresa golpeó al elenco como un mazazo.

Sus ojos se abrieron de par en par, incapaces de apartarse de aquella demostración de poder tan abrumadora que parecía reducirlo todo a cenizas.

Claro... por algo ella había sido una de las figuras principales en el sello de la Bruja de los Celos, ¿No?

El plan que habían tejido en silencio —ese en el que tanto el Centauro como la Sabia terminarían fuera de combate— quedó hecho trizas al instante.

El Centauro estaba siendo aniquilado, sometido a una derrota aplastante por una lluvia de aguijones sobrecalentados, disparados como estrellas fugaces que atravesaban el aire con una velocidad aterradora.

No había otra forma de describirlo: era un espectáculo tan majestuoso como aterrador.

-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó.

-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó.

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Bueno... decir aterrador se quedaba corto. Ella era un verdadero monstruo.

Los proyectiles que la supuesta Sabia disparaba sin cesar bañaban toda la sala con un fulgor blanco cegador, obligando a varios a cubrirse los ojos.

El poder que emanaba no solo quemaba la vista, también calaba en los huesos, como si la sola existencia de esa mujer fuera capaz de aplastar voluntades.

Y entonces, inevitable, una imagen cruzó por sus mentes.

Regulus Corneas.

Aquel hombre cuya presencia y arrogancia habían sido tan sofocantes que, de no ser por su debilidad ligada a sus esposas, Priestella habría terminado convertida en cenizas.

Si él hubiera peleado en serio, sin su ego, ¿Habría alguien que pudiera detenerlo?

Lo que veían ahora despertaba esa misma sensación de impotencia.

Con la Sabia, no había debilidades a la vista. Si además de poder descomunal era tan metódica e intelectual como imaginaban... cualquier enfrentamiento estaba condenado antes de empezar. Para Subaru y su grupo, ni siquiera existía la más remota posibilidad.

Rem apretó los dientes, su voz cargada de enojo al mirar la figura que destrozaba al Centauro como si fuera un juguete.

Rem: "Esa mujer..."

Pero el temblor en sus manos la delataba. El miedo la envolvía por completo. Porque si un monstruo como el Centauro había sido reducido tan fácilmente, ¿Qué podían esperar ellos?

-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó-una luz blanca lo atravesó una luz blanca lo atravesó.

Y después de ese tremendo derroche de energía, no quedó ni una sola pieza.

La bestia demoníaca que había sido tan mortífera y amenazadora había sido completamente vaporizada por la luz.

Hasta el último trozo de carne había desaparecido, había volado por los aires. Lo único que quedaba sobre la arena eran todas las luces que se habían desatado para borrar al centauro: las largas y estrechas agujas blancas.

Y esas, también, pronto se desintegraron y se desmoronaron.

Emilia: "B-bueno, ¿E-ella ayudó a Subaru, verdad? Tal vez no tenga malas intenciones..." Dijo con una sonrisa frágil, como si intentara aferrarse a un rayo de esperanza.

Pero ni siquiera ella pudo engañarse.

El miedo la atravesó al recordar la escena: ni un solo fragmento del Centauro quedó en pie tras la brutal lluvia de proyectiles de la Sabia. Lo había pulverizado sin vacilar, sin dejar espacio para la compasión.

Priscilla la miró con desdén, su voz cargada de veneno.

Priscilla: "¿No tiene malas intenciones? Esa mujer literalmente le voló la cabeza a tu caballero una vez. Tus intentos de dulcificarla son tan ridículos como ingenuos."

Las palabras la golpearon con fuerza. Emilia bajó la cabeza, apretando los labios. Ni ella misma se había creído lo que dijo.

"Tonta... ¡Tonta!". Se insultó en silencio, sintiendo cómo el nudo en su garganta crecía junto con la vergüenza de haber sonado tan desesperada.

Observando todo aquello conmocionado, Subaru se olvidó del dolor que sentía en la cabeza.

Mirando hacia abajo, se dio cuenta de que sostenía un cuerpo caliente y esbelto entre sus brazos.

Era Ram. No podía recordarlo, pero al parecer se había agarrado a ella en el último momento.

Era algo sin sentido, y Ram también estaba ya inconsciente. Sus oídos captaron el sonido de alguien caminando sobre la arena.

Lentamente, muy lentamente, pero fuera lo que fuese, se dirigía claramente hacia ellos. El aire de la caverna era frío y silencioso como siempre, y la oscuridad habitual había vuelto a caer.

La única débil fuente de luz eran los restos del fuego que el centauro había vomitado a su alrededor.

Había un fragmento de llama humeante justo al lado de Subaru, que le permitía ver un poco de lo que ocurría a su alrededor. Y en el borde de su visión, vio aparecer la pierna de alguien.

Levantando la cabeza, Subaru miró al dueño de la pierna, a lo que probablemente era la fuente de aquella luz blanca.

Incluso a través de su visión borrosa, pudo distinguir que se trataba de un humano mientras levantaba la cabeza.

Sus finos labios estaban vueltos hacia arriba en una sonrisa animal.

"-Te he encontrado".

Aunque la proyección solo dejaba ver parcialmente la figura de la mujer que creían era la Sabia, varios voltearon de inmediato hacia Reinhardt con la pregunta flotando en el aire

Aunque la proyección solo dejaba ver parcialmente la figura de la mujer que creían era la Sabia, varios voltearon de inmediato hacia Reinhardt con la pregunta flotando en el aire.

El Santo de la Espada sostuvo la mirada en la pantalla por un largo rato, observando cada detalle con la calma tensa que lo caracterizaba.

Finalmente, soltó un suspiro contenido y habló con voz firme, aunque sus ojos no pudieron ocultar el rastro de enojo que los atravesaba.

Reinhardt: "Como ya deben sospechar... ella es, en efecto, la misma mujer que vi en lo alto de la torre durante el primer bucle en las Dunas."

Y en cuanto lo dijo, el eco de aquellas palabras que aún retumbaban en su memoria regresó como un cuchillo.

"Te encontré." Las mismas que había pronunciado cuando Subaru y compañía fueron tragados por el Espacio Fragmentado.

Además de que ella había sido la responsable de asesinar a Subaru. Dos veces.

El aire en la sala se volvió más denso. Las miradas, que ya cargaban desconfianza, se tornaron veneno puro. El odio hacia aquella mujer era tan palpable que parecía vibrar en las paredes del Teatro.

Si sus sospechas eran ciertas, entonces no solo había manchado sus manos con la muerte de Subaru, sino que también era la responsable de los últimos bucles convertidos en infierno: las trampas intrincadas de la torre, el subsuelo sofocante, las pruebas imposibles.

Todo tenía su firma.

Felt apretó los dientes, la furia desbordándose incluso sobre el alivio de que Subaru hubiera sido salvado por ella unos instantes atrás.

Felt: "Perra..." Murmuró, con un veneno helado en la voz. Porque, si esa mujer había puesto todos esos obstáculos en primer lugar, ¿Qué sentido tenía agradecerle por levantar uno solo?

-Al menos podemos comunicarnos.

Pero justo cuando Subaru pensó eso, su cerebro llegó al límite.

Sintiendo la fría arena bajo él, Subaru cayó en la inconsciencia sin decir nada.

Lo único que pudo hacer fue sujetar con fuerza a la chica entre sus brazos para no soltarla. Ése era el límite de la fuerza de voluntad y la obstinación que le quedaban.

-La conciencia de Subaru iba a la deriva en un charco estancado de tinta y oscuridad.

Hacía mucho tiempo que no había estado allí. Había estado varias veces entonces, casi como si hubiera sido convocado allí a la fuerza cuando murió y se reinició.

No había suelo ni cielo ni bordes.

Sólo una interminable extensión de oscuridad.

Un espacio ilusorio como un sueño efímero que no permanecería cuando despertara.

En la profunda oscuridad, Subaru no tenía cuerpo.

Su conciencia sólo vagaba a la deriva sin rumbo, pero eso no le hizo sentirse inquieto ni asustado. Sin embargo, el hinchado afecto, el amor, trajo cierta satisfacción a su corazón.

Al: "Vaya, ya tenía rato que no veíamos este raro lugar... ¿Será que la Bruja quiere volver a ver a su cuchurrumi?". Bromeó el guerrero con un tono despreocupado, aunque en sus ojos se notaba la seriedad que aquel sitio evocaba.

El Jardín de las Sombras.

Félix: "Entonces se viene otra ronda de 'te amo' por parte de la Bruja de los Celos... o será Satella quien se encuentre con Subaru-kyun, nya." Intentó sonar ligero, pero su cola se agitaba nerviosa; no le gustaba nada cada vez que el chico de cabello negro era arrastrado hasta allí.

Felt se cruzó de brazos, resoplando con incomodidad.

Felt: "El mejor resultado sería que se encuentre con Satella... y vaya, es raro hasta decirlo."

Porque durante mucho tiempo habían pensado en ella como un monstruo absoluto. Pero la verdad era más enredada: dos personalidades distintas en un mismo ser.

Satella... la que parecía tener un resquicio de razón, aunque sus motivos aún eran un misterio.
Celos... la auténtica pesadilla, el monstruo que encarnaba todo lo que temían.

Un escalofrío recorrió a los presentes, calándoles hasta la médula.

Nadie quería ahondar más en esa sensación, así que, con un silencio pesado, decidieron concentrarse en que la proyección avanzara cuanto antes.

Sin embargo, la conciencia de ese poderoso amor era-

"Parece que estás disfrutando".

"¿Eh?" soltaron confundidos.

Esa voz... era inconfundible. Se les hacía conocida, pero no precisamente por buenas razones.

Un escalofrío recorrió a varios de los presentes, como si el aire mismo se hubiera vuelto más pesado con su sola aparición.

"Esto no es una broma. ¿Crees que voy a quedarme de brazos cruzados mientras te enorgulleces de ti mismo sólo porque tuviste un poco de suerte, y luego te pones por delante inmediatamente después? Deberías aprender a verte objetivamente. Si lo hicieras, te darías cuenta de lo desvergonzado que eres".

"¡Este es el resultado de un amor terrible, superficial y autocomplaciente! Ahhhhh, ¡qué forma de vida tan pecaminosa y corrupta! ¡Digna de odio y desprecio y nada más! ¡Pereza, eres pereza!".

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Y entonces, lo imposible se confirmó

Y entonces, lo imposible se confirmó.
Dos figuras detestables emergieron en un lugar donde, en teoría, solo Subaru y la Bruja debían existir.

Eran...

Emilia:" ¿Regulus...?" Su voz tembló entre incredulidad y desprecio, como si incluso pronunciar ese nombre ensuciara el aire que respiraba.

Beatrice:" Geuse..." El diminuto espíritu no pudo ocultar la punzada de dolor que atravesó su pecho.

Lo veía otra vez: los restos retorcidos del hombre que en algún momento había conocido, un eco grotesco de la bondad que alguna vez lo definió.

Ahora, reducido a un desquiciado.

Anastasia:" Un momento... ¿Me estás diciendo que las Autoridades de Natsuki-kun les abrieron paso hasta aquí?". El tono de incredulidad se mezclaba con la lógica fría de quien buscaba aferrarse a una explicación.

Tenía cierto sentido. Desde la derrota de Pereza, el Jardín de las Sombras había permanecido inaccesible, como un recuerdo olvidado. Y ahora, al regresar, demasiado había cambiado.

Las muertes de Pereza y Avaricia... sí, aquello podía explicar la aparición de esos dos Arzobispos. Pero la verdad pesaba como plomo en el aire.

"No satisfecho con estar meramente por debajo de la media, has caído realmente a niveles infrahumanos. Incompleto en todos los sentidos. ¿Alguien como tú pasando por encima de mí de entre toda la gente? ¡Conoce tu lugar! No eres apto para estar ante mí, y mucho menos para interponerte en mi camino o detenerme, ¡animal subhumano!".

En la oscuridad, dos conciencias antinaturales reprendían a Subaru Natsuki.

Expuesto a su cruda ira y odio y a sus siniestras emociones, Subaru estaba simplemente desconcertado.

En su nivel de conciencia básico, no tenía la capacidad de comprender sus feroces emociones. Si lo necesitaba, podía hacerlo. Sentía que podía hacerlo mientras estuviera en este espacio.

-Pero por alguna razón, sintió que no necesitaba entenderlas. No sentía ninguna necesidad de dedicarles tiempo, de activar su conciencia por ellos.

No sentía ningún deseo de hacerlo. En este lugar, Subaru Natsuki no pensaba dedicar sus esfuerzos a comprenderlos.

Felt:" Bien hecho. No vale la pena gastar energías en esos idiotas... ignorarlos es la mejor opción".

Con esa seguridad tan propia de ella, Felt aprobó lo que creía eran los pensamientos de Subaru... o al menos, de esa sombra suya sin un cuerpo real en aquel lugar.

Reinhard, en cambio, permanecía en silencio. Llevó una mano al mentón, el gesto sereno de quien reflexiona en medio de la tormenta.

"¿Será posible que las Autoridades conserven un vestigio del alma de sus portadores? ¿Es por eso que pueden manifestarse aquí?". Las preguntas se agolpaban en su mente, pero ninguna encontraba respuesta.

Reinhard era amado por el mundo, protegido por el propio Od Laguna. Pero las Autoridades... esas cosas eran lo opuesto absoluto, un veneno para el orden natural.

Pretender comprenderlas era como mirar al abismo: inútil, imposible, peligroso.

Y aun así, esa duda se le clavaba como una espina.

"¡Qué arrogancia! ¡Qué desprecio! ¡Qué desprecio! ¡¡Qué desprecio!! Incluso después de empujarme a trabajar tan duro, ¡Tan diligentemente! ¡te niegas a intentar siquiera comprenderme! ¡Eres pereza! Una pereza incorregible".

"¡Cuánto debes utilizar a los demás hasta quedar satisfecho, bestia sin corazón...! Yo era un hombre sencillo que no deseaba nada más que disfrutar de su insignificante felicidad normal. Pero usted infringió mis derechos, su malvada calumnia me lo arrebató. Aunque sólo puedas vivir pisoteando la felicidad de los demás, ¡deberías tener algunos límites, avaricioso sin remedio...!"

El grupo frunció el ceño al unísono. Ya no cargaban tanto rencor contra Pereza como antes —especialmente después de todo lo ocurrido en el Santuario—, pero Avaricia... ese era otro asunto.

Emilia:" ¿Humilde? Eso no te lo cree ni tu madre..." Escupió las palabras con furia, incapaz de contener el desprecio hacia aquel Arzobispo que acusaba a su caballero de crímenes que él mismo había cometido... y multiplicados por diez.

Era imperdonable.

La sola idea de volver a enfrentarlo hacía que un ardor helado recorriera su pecho.

Y Emilia lo sabía: cuando ese encuentro llegara en Priestella, no habría misericordia.

Si alguien pensaba que lo visto en la proyección había sido una humillación... mejor que ni imaginaran el estado en que quedaría cuando ella lo encontrara cara a cara.

Felt:" Mucho blah blah, pero nada más. ¡Si tanto te gusta mantener la boca abierta, entonces traga pija, infeliz!". Gritó con rabia, cruzándose de brazos y alzando de nuevo su "dedo especial" con una mueca desafiante.

El insulto rebotó en el aire pesado del lugar, tan grosero como la sinceridad con la que lo escupió.

Intuyendo que eso no iba a ocurrir, Subaru los eliminó de su conciencia.

Después de intentarlo, sorprendentemente, funcionó perfectamente. Parecía que seguían diciendo algo, pero afortunadamente, él no podía oír nada.

No podía sentir nada. Fue increíblemente tranquilizador.

Y después de calmar su corazón, finalmente, fue capaz de enfrentarse de verdad al lugar al que había venido en el sentido más real.

En una negrura absoluta en la que debería haber sido imposible ver nada, la figura vestida de un negro aún más puro era aún más brillante.

Dos manos con dedos largos y delgados que a veces helaban el corazón de Subaru Natsuki y a veces le hacían estremecerse.

Extremidades esbeltas que parecían de algún modo suaves y un vestido del color de la oscuridad hecha manifiesto.

Como siempre, había una espesa niebla que la cubría del cuello para arriba, pero el alma de Subaru Natsuki comprendió que allí había alguien cuyo corazón sentía amor por él.

Su figura era claramente más nítida y cercana que en cualquiera de sus encuentros anteriores con ella.

Antes, sólo había podido ver sus manos y el contorno tosco de su cuerpo, pero ahora podía ver los adornos de su vestido y sus hombros y cuello blancos.

La mayor parte de su cuerpo se había hecho visible desde la sombra. La única parte que quedaba oculta era su rostro envuelto por la oscuridad.

Era frustrante. Pero por ahora le parecía bien. Podía sentir su presencia más intensamente, más profundamente que antes.

Pero los preparativos de Subaru Natsuki para recibirla eran insuficientes. Lo único que podía hacer era sentirse satisfecho por poder estar tan cerca de su presencia.

Algún día, sería capaz de tocar esas puntas de los dedos poco fiables, de rodear con sus manos su esbelta cintura y decirle su amor.

"-Te amo".

-Tengo que preparar los labios para poder responder a esas palabras la próxima vez.

-Prepararé un cuerpo que nos permita tocarnos, sentirnos.

Con ese pensamiento final, el ser de Subaru Natsuki abandonó el jardín de las sombras-.

Al principio, todos celebraron la desaparición de los Arzobispos de la mente de Subaru. Pero la alegría se deshizo en segundos, reemplazada por un frío punzante cuando ella apareció.

La Bruja.

Su sola presencia bastaba para helar la sangre.

No era solo la duda de quién dominaba a Subaru en ese instante; era la sensación sofocante de estar frente a algo que no pertenecía al mundo humano. Un terror sutil, lento, que se filtraba en los huesos hasta dejarlos inmóviles.

Ni el Centauro ni la Sabia lograban proyectar lo que aquella figura transmitía con solo existir.

Pero lo que más desgarraba a los presentes no era su figura, sino Subaru mismo.

Cada vez que era arrastrado al Jardín, despertaba sin recuerdos claros de lo ocurrido... y sin embargo, sus palabras en aquel lugar eran suficientes para revolver estómagos y corazones por igual.

El modo en que hablaba de ella...
El amor, el anhelo, el deseo ardiente con que la ansiaba...

Más de uno no pudo soportarlo y apartó la mirada, incómodo, avergonzado, incluso asqueado.

Pero las que más sufrían eran, como siempre, las doncellas a las que Subaru les había declarado su amor.

Aquellas que lo amaban de verdad, que deseaban compartir siquiera una fracción de ese afecto. Escuchar esa devoción dirigida hacia otra, hacia esa Bruja, era como una puñalada que se repetía una y otra vez.

Cuando Subaru finalmente fue arrancado del Jardín, un suspiro colectivo de alivio recorrió la sala.

Pero no todos se relajaron.

Cierta Matriarca permaneció en silencio, más analítica que el resto.

"¿Por qué la Bruja elegiría manifestarse justo ahora, después de mantenerse completamente ausente durante los sucesos de Priestella?".

No tenía una respuesta definitiva, pero un presentimiento latía en su pecho: lo que venía sería tanto glorioso como tedioso, un espectáculo digno de dioses.

Y ella, la princesa del sol, ya lo había decidido.
Disfrutaría cada segundo de esa victoria, incluso si llegaba tras la más amarga de las derrotas del chico llamado Natsuki Subaru.

-La teoría de Subaru era que la facilidad para dormirse y la facilidad para despertarse estaban inversamente relacionadas.

Para él, despertarse era como estar bajo el agua y que su cabeza atravesara la superficie. A nadie se le olvidaría respirar una vez que su cabeza estuviera por encima del agua.

Así que despertarse era algo natural para él y no algo que le pareciera difícil de hacer.

"Estoy celoso de que puedas despertarte así tan fácilmente. A mí siempre me cuesta muchísimo".

Había sido la respuesta de Emilia cuando habían hablado de ello alguna vez.

Ese problema estaba muy arraigado en Emilia, y tenía ataques de hipotensión bastante intensos.

En cierto modo encajaba con su carácter, pero normalmente tardaba más o menos una hora en levantarse de la cama después de despertarse.

Pero la facilidad con la que podía dormirse era como la de una niña, el polo opuesto de Subaru.

Por mucho que lo intentara, cuando se acostaba y cerraba los ojos, acababa pensando en cosas en la oscuridad. Un gran número de ellas eran arrepentimientos varios.

"Si sólo hubiera..."

Y

"Podría haber..."

Y cosas por el estilo.

Los remordimientos eran sobre cosas que habían ocurrido ese día y cosas del pasado. Cualquier cosa a la que su mente derivara por casualidad.

Y mientras luchaba contra todos esos pensamientos, Subaru no conseguía conciliar el sueño. Ésa era la raíz de sus problemas para dormir.

Las expresiones del grupo volvieron a oscurecerse.

Rem:" Debemos encontrar una forma de aliviar la carga mental de Subaru-kun..." Sus palabras salieron suaves pero firmes, con un brillo de determinación en los ojos.

La necesidad de ayudar a su héroe la mantenía de pie, aun cuando la impotencia amenazaba con quebrarla.

Félix: —Nyahaha... es más fácil decirlo que hacerlo, Rem". Descartó con rapidez, aunque su tono ligero no pudo disfrazar la seriedad del trasfondo.

No era la primera vez que surgía aquella idea.

Reinhard y el propio Félix habían considerado alguna vez sumergirse en la mente de Subaru. Pero, después de ver las implicaciones, la idea fue desechada sin titubeos.

Alterar a la Bruja...

Solo pensar en esa posibilidad hacía que un silencio pesado les cayera encima. Un riesgo tan grande que ni la esperanza lo justificaba.

Rem bajó la cabeza, desanimada. Su pecho dolía con una impotencia que no lograba poner en palabras.

Entonces, como si quisiera arrancarle una sonrisa a la fuerza, Spica empezó a tirar de sus mejillas con pequeñas manitas. Un gesto torpe y risueño, casi idéntico al que la propia Rem solía hacerle a la niña.

Un contraste doloroso y enternecedor a la vez.

Ram observó de reojo a la pareja improvisada. Suspiró con fastidio; por mucho que lo intentara, la pequeña seguía sin agradarle. Ni un poco.

A medida que se amontonaban más remordimientos, el sueño de Subaru Natsuki era cada vez peor y más corto.

-Así que los sucesos del laberinto de arena seguramente perturbarían su sueño en el futuro.

En el momento en que se despertó, Subaru se dio cuenta de que no se estaba reiniciando sólo a causa de una muerte.

En primer lugar, su entorno era luminoso, a diferencia de la oscuridad del punto de partida que se había establecido en el laberinto.

Los ajustes habían cambiado. La sensación de la piel en su cuerpo y el aire frío también habían desaparecido. De hecho, era una sensación familiar.

La agradable firmeza y altura que había experimentado durmiendo en el carruaje tantas noches en el camino ya...

"-¿Estoy en el carruaje?".

Estaba durmiendo en el carruaje del que se había separado cuando todo fue engullido por la grieta que se había abierto en el cielo.

Al principio, la tensión los había mantenido rígidos.

La sola idea de otro reinicio en aquella cueva infernal bastaba para helarles la sangre. Intentaron distraerse con conversaciones triviales, pero el miedo seguía allí, acechando en silencio.

Y entonces, un cambio.

El entorno sombrío y sofocante desapareció, reemplazado por algo distinto.
La esperanza, tenue pero real, volvió a encenderse en sus pechos.

Anastasia:" Si ahora Natsuki-kun está en el carruaje... ¿Tal vez alguien del grupo consiguió convencer a la Sabia de mantenerse neutral?". Teorizó la comerciante, llevándose un dedo a los labios mientras sus ojos brillaban con curiosidad calculadora.

Otto:" Me parece impensable..." Murmuró, rascándose la nuca con una mueca de desconcierto. "Cuando estuvieron en la colmena de los Osos Oiran, ella los atacó sin hacer distinción. Juraría que un diálogo con la Sabia sería imposible... pero, viendo esto, ya no estoy tan seguro".

Improbable, sí.
¿Imposible? Tal vez no tanto.

Otto tragó saliva. La incertidumbre lo devoraba por dentro, y en el fondo sabía que pronto tendrían la respuesta... para bien o para mal.

Al darse cuenta de ello, Subaru se incorporó al sentir que algo le sujetaba la mano derecha. Mirando hacia un lado, se quedó mirando asombrado.

Lo que le recibió fue Emilia durmiendo plácidamente mientras le sujetaba la mano. Estaba arrodillada junto al asiento en el que él dormía, sujetándole la mano con fuerza.

El calor de su mano y la débil respiración hicieron que los hombros de Subaru se destensaran.

"Ah-hah... Es realmente Emilia... ¿verdad? Entonces..."

Tocó la mejilla de Emilia con la mano libre. Su pálida y cálida mejilla era increíblemente tersa y suave.

Sólo tocarla hacía que las emociones que sentía por ella parecieran que iban a explotar, y no le hubiera importado quedarse así para siempre.

"Sí, no hay duda de que es Emilia-tan. Tan mona. Suave. Cálida".

Emilia:" ¡S-Subaruuu!". Su voz tembló, cargada de vergüenza, mientras se escondía tras su cabello plateado para ocultar el rubor que le encendía las mejillas.

Un coro de risas brotó en la sala, ligeras y burlonas.

Algunos disfrutaban del espectáculo, otros simplemente se divertían con lo fácil que resultaba hacer perder la compostura a la semi elfa.

Sin embargo, no todas se reían. Ciertas señoritas torcieron los labios en un puchero, sus celos tan evidentes como imposibles de disimular.

Entre ellas, Meili miraba alrededor con ojos curiosos, sorprendida por las reacciones que presenciaba.

"Vaya, vaya..." Pensó la niña, con un brillo travieso en los ojos. "El hermanito sí que tiene un rebaño bien numeroso..."

"-No deberías jugar demasiado con ella. Emilia no durmió durante dos noches; estuvo despierta preocupada por ti".

"¡Vaya!".

Subaru estaba disfrutando de la cara dormida de Emilia cuando la repentina interjección le hizo estremecerse.

Dándose la vuelta, vio a una niña con cara de exasperación de pie en la entrada del carruaje.

"¡Bea-!".

"Shhh. A Betty no le gusta que no escuches".

Subaru estaba a punto de gritar de alegría por reunirse con Beatrice antes de que ella le detuviera.

Cerrando rápidamente la boca, comprobó si había despertado a Emilia.

Ella sólo murmuró suavemente y pareció sonreír levemente.

"Uf, eso estuvo cerca. De todos modos, ven, Beako, deja que te abrace".

"¿Qué tontería estás...? B-b-bien, supongo".

Si no podía celebrar su reencuentro en voz alta, al menos podía hacerlo así. Beatrice suspiró y fingió desinterés mientras Subaru la acercaba con su mano izquierda y la abrazaba con fuerza.

Anastasia:" ¡Vamos, Beako! Déjame darte un abracito~". Canturreó la comerciante con una sonrisa burlona, extendiendo los brazos hacia la pequeña sentada a su lado.

Beatrice:" ¡¿Ehh?! ¡Ni muerta, supongo!". Chilló la niña, empujando con todas sus fuerzas para mantener alejado el rostro de la peli lavanda que se acercaba con descaro.

Emilia:" ¡Yo también quiero un abrazo, Beako!". Exclamó con entusiasmo, aunque su rostro todavía conservaba rastros del sonrojo de hace unos instantes.

La semi elfa extendió los brazos con la misma determinación, inclinándose hacia la diminuta bibliotecaria.

Beatrice:" ¡Pa... pareeen! ¡¿Qué les pasa, de hecho?! ¡¿Ehhh?! ¡WAAAAH!". Sus chillidos resonaban mientras intentaba resistirse con ambos brazos.

Pero la diferencia de fuerzas era demasiado injusta. Emilia y Anastasia la rodearon sin piedad, presionándola desde ambos lados hasta dejarla atrapada en un "sándwich" de abrazos.

Beatrice pataleó con desesperación, su melena rubia agitándose como un pompón rebelde.

Y tras unos segundos de inútil resistencia... se rindió, con los ojos vidriosos y las mejillas encendidas.

Beatrice:" Tsk... ¡Qué fastidio, de hecho...!" Murmuró, apretando los labios mientras el abrazo doble la envolvía por completo.

"Menos mal... de verdad, menos mal. Estaba muy preocupado".

"...Esa es la frase de Betty. Estábamos aterrorizadas cuando tú y la criada mayor desaparecieron... De verdad..."

Beatrice apartó la mirada al responder, frotándose la frente contra el pecho de él.

Acariciándole la cabeza, los dos se aseguraron de que se habían reunido a salvo. Con aspecto renovado, Beatrice levantó la cabeza de su pecho.

"De todos modos, tengo que avisar a los demás de que ya estás despierto".

"...Bien, ¿están todos a salvo? ¿Los que estaban conmigo y todos los demás también?".

"Puedes estar tranquilo. Todos han llegado a este lugar sanos y salvos".

"¡Ya veo... Espera un momento...!"

La ansiedad de Subaru se calmó un poco ante la confirmación de Beatrice. Escuchar que todos estaban a salvo fue un alivio.

Pero al momento siguiente, sintió una terrible sensación de de ja vu y levantó la vista.

"Espera, Beako. No quiero volver a sufrir una celebración prematura. ¿De verdad están todos bien?".

"Qué grosero. ¿Crees que Betty mentiría sobre algo así? Esto no es una broma".

"Entiendo la molestia, pero no estoy dudando de ti. Sé que no mentirías sobre eso. Pero nos acaba de pasar lo mismo en Priestella y..."

"Eso es... cierto".

Al darse cuenta de por qué Subaru estaba en guardia, la expresión de Beatrice se endureció mientras asentía.

Después de que hubieran terminado la lucha contra los cultistas de la bruja en Priestella, Subaru había recibido el mismo tipo de informe de que todo el mundo estaba a salvo. Y por lo que todos sabían, eso era cierto, pero-

Dejando atrás los jugueteos de antes, las expresiones del grupo se endurecieron de inmediato. La mención indirecta de Gula bastaba para borrar cualquier atisbo de ligereza.

Esa era una de las dos razones que habían llevado, en la proyección, al grupo de exploración hasta la Atalaya de las Pléyades.

Julius se llevó una mano al cuello, como si tratara de borrar una marca invisible.

Los recuerdos regresaron sin piedad: su derrota contra Gula, la impotencia asfixiante de aquel encuentro. Era un peso que lo perseguiría mucho tiempo, una cicatriz difícil de ocultar, imposible de olvidar.

Un silencio cargado se extendió entre todos mientras aguardaban la confirmación.

¿Había regresado el grupo completo?
¿Estaban realmente libres de esa amenaza?

Lo más lógico era pensar que no volverían a ver a Gula tan pronto... y aun así, nadie se atrevía a descartar esa posibilidad.

El solo hecho de que existiera los mantenía tensos, con el corazón latiendo más rápido de lo debido.

"Yo, Emilia, tú. Ram y Rem y Patrasche. Anastasia y Meili y Joseph... y Julius. Todos ellos, ¿verdad?".

"...Entonces está bien. No hay nadie que recuerdes que Betty haya olvidado".

"Ya veo... Ya veo... Entonces podemos relajarnos..."

Después de comprobar cuidadosamente que no faltaba nada, Subaru por fin pudo sentir verdadera tranquilidad.

Sólo se sentía aliviado de que hubieran conseguido salir adelante con todo el mundo realmente a salvo.

Al igual que el Subaru de la proyección, el elenco soltó un suspiro colectivo.

Crusch:" Al menos parece que el viaje continuará sin mayores incidentes..." Murmuró con un dejo de alivio, llevándose una mano al pecho.

Wilhelm:" Ahora que lo menciona, Crusch-sama..." Intervino el veterano espadachín, con el ceño fruncido mientras fijaba la mirada en los detalles del entorno que se colaban por las ventanas de la caravana. "Existe la posibilidad de que el grupo ya esté dentro de la torre".

Señaló discretamente: los adoquines de piedra que asomaban no encajaban con la imagen de un desierto interminable. Eran demasiado regulares, demasiado artificiales.

¿Y qué otra construcción podía existir en medio de ese páramo hostil?

La Torre de Vigilancia. No había más opciones.

El grupo también se percató de ello. Una chispa de esperanza recorrió a varios... aunque la duda permanecía.

La figura de la Sabia seguía siendo un misterio insondable, y sus verdaderas intenciones, un enigma que los mantenía al borde de la desconfianza.

"Qué grandioso. Siempre eres el que está más en peligro, así que si tú estás a salvo, entonces todos los demás también estarán bien".

"No me refería a eso. Y tú también estabas llorando de alivio cuando supiste que yo estaba bien, ¿no?".

"¡Betty no estaba llorando! Betty estaba escondiendo su cara en tu pecho, así que no pudiste haber visto nada. No puedes probarlo".

Beatrice hinchó el pecho, fingiendo dureza, pero había cavado su propia tumba con lo que dejó escapar.

Encima, había pruebas de que alguien que no era él había dormido en la otra mitad de su asiento.

Beatrice:" ¡Hmph! El Subaru de Betty siempre es tan empedernido en avergonzar a Betty, supongo..." Bufó la pequeña espíritu, solo para notar con horror que aún seguía atrapada entre los brazos de dos chicas que, aparentemente, competían descaradamente por su contratista.

Beatrice:" Bueno... parece que más de una está empecinada en esa tarea... ¡¿Y cuándo van a soltarme, supongo?!". Chilló, agitando sus piernitas con patadas inútiles.

Emilia:" ¡Ah! P-perdón, Beako... es que tu lindura era tanta que ni me di cuenta..." Balbuceó la semi elfa, inclinando la cabeza con ternura mientras le daba suaves palmaditas en la cabecita a la bibliotecaria enfurruñada.

Beatrice se quedó helada por un segundo. No sabía si Emilia lo decía con la más sincera honestidad... o como una cruel burla. Prefirió no pensarlo demasiado, o terminaría explotando.

Anastasia:" Yo solo aproveché un poco el momento". Confesó la comerciante con una sonrisa culpable mientras al fin rompía el abrazo.

Beatrice las fulminó con la mirada, sus mofletes inflados como un tambor, antes de cruzarse de brazos con un sonoro puff.

Beatrice:" Insoportables, de hecho..."

"Entonces, ¿Qué son esos rastros de que alguien durmió aquí conmigo? ¿No son la prueba de que estabas preocupada de mí?".

"¡No son de Betty! Tratas de inculpar a Betty. Qué grosero".

"¿Quién sino tú haría algo tan impropio? No hay necesidad de ser tímida".

"¡Lo has entendido mal! Argh, vas a despertar a Emilia".

Beatrice cambió forzosamente de tema mientras se desviaba poco a poco hacia sus bromas habituales.

Sonriendo ante su cara roja, Subaru dejó escapar un largo y profundo suspiro y se levantó lentamente del asiento.

Deslizó suavemente su mano fuera de la de Emilia para no despertarla, la tumbó con cuidado en el asiento y le puso una manta blanca por encima.

"Muy bien, eso debería estar bien... Sólo para comprobarlo, ¿Dónde estamos, Beako?".

"Deberías ser capaz de adivinarlo tú mismo. Esto es..."

Beatrice empezó a responder, pero antes de que pudiera terminar, la situación cambió.

En un abrir y cerrar de ojos, hubo una misteriosa presión en el aire que hizo que a Subaru se le pusiera la piel de gallina.

Su corazón se estremeció. Era una presencia abrumadora que se hizo sentir desde el exterior del carruaje de repente.

El carruaje era increíblemente resistente, pero esa presión no se veía afectada por la gruesa armadura.

"¡Tch, Beako! ¡Fuera! ¡Vamos!".

"¡Ah! ¡Espera, Subaru!".

En respuesta a esa presión abrumadora, Subaru decidió desafiarla valientemente. Era una prolongación de su deseo de no dejar que Ram o Anastasia resultaran heridos cuando deambulaban por aquel laberinto de arena.

Le espoleaba un sentido del deber aún más fuerte cuando se trataba de proteger a Emilia y Beatrice.

Al principio, el elenco se dejó llevar por la ligereza. Las bromas entre Beatrice y Subaru arrancaban sonrisas, e incluso cierta expectación: tal vez, al fin, obtendrían una respuesta clara sobre el paradero del grupo.

Pero la calma se quebró en un instante.

Subaru se tensó de golpe, su expresión crispándose como si una sombra helada le hubiera recorrido la espalda. Todos lo notaron: algo —alguien— estaba allí.

Rem:" ¿Q-qué está pasando?". Preguntó con el ceño fruncido, la ansiedad palpándose en su voz. Aunque en el fondo ya lo intuía: solo un ser podía proyectar una presencia tan abrumadora...

Roswaal:" Pareceee que la Sabia quieeere entrar en escena muuuucho antes de lo que pensábaaaamos~". Canturreó el Marqués, aunque ni su habitual tono burlón lograba disimular el filo de miedo que se deslizaba en sus palabras.

El ambiente se volvió pesado. Varias miradas se endurecieron, los músculos tensándose como si esperaran un desastre inminente.

La respiración de varios se contuvo al mismo tiempo.

Al instante siguiente, cuando Subaru saltó del carruaje, se sintió abrumado por la escena que le recibió.

Había un amplio espacio abierto de unos doscientos metros por todos lados alrededor del carruaje.

El suelo era una única superficie de piedra ininterrumpida, y las paredes del borde del espacio estaban hechas de la misma piedra.

Por la forma, podía imaginar que se encontraban en el interior de un enorme edificio cilíndrico. Y sólo había un edificio que se ajustara a esa descripción remotamente cerca de donde habían estado.

En otras palabras-

"-Estamos dentro de la Atalaya de las Pléyades".

Aunque la preocupación seguía clavada en sus pechos, acababan de recibir una confirmación que iluminó la sala.

Emilia:" ¡Yujuuu! ¡Lo logramos!". Exclamó con los ojos brillantes, intentando apartar, aunque fuera un poco, los pensamientos sombríos relacionados con la Sabia.

Para ella, ese tema era demasiado difícil de afrontar de frente.

El grito contagió a los demás, y pronto un coro de vítores resonó entre el grupo.

La euforia se elevó, como una oleada que los arrastraba a todos: por primera vez en mucho tiempo, sentían que habían alcanzado algo imposible.

Reinhard:" Una hazaña que se creía inalcanzable por más de cuatrocientos años..." Comentó el pelirrojo, con una sonrisa sincera en el rostro y los ojos fijos en la proyección. "Subaru me sorprende cada vez más".

La admiración en su voz era limpia, profunda. Para alguien que lo había visto fracasar y levantarse incontables veces, cada logro era una prueba más de su fuerza.

Priscilla:" Ese chico... se vuelve más interesante con cada instante". Murmuró con una sonrisa altiva, abanicándose con un gesto elegante, pero con un brillo de expectación en la mirada que no podía ocultar.

Habían luchado largo y tendido en su búsqueda para llegar a este lugar.

A lo largo del camino, Subaru había pasado por múltiples decisiones de vida o muerte, incluyendo algunas en las que había elegido incorrectamente, había atravesado todo tipo de trampas imbuidas de la malicia desbordante del Sabio y, finalmente...

"-Subaru".

Beatrice se movió a su lado, sacándole de golpe de los profundos sentimientos que se habían apoderado de él.

Le agarró la mano con fuerza y miró al frente. Siguiendo su mirada, Subaru vio lo mismo que ella.

O más bien, la había estado mirando todo el tiempo, ya que no había forma de que pudiera ignorar a la extraña persona que desprendía un aura tan intensa y vívida.

"Tú eres..."

El ambiente se quebró de golpe.

Los gestos se endurecieron, los celos se crisparon y los puños se cerraron con fuerza. Ya no era una sombra ni un presentimiento... ahora la tenían de frente.

Anastasia:" L... la Sabia..." Susurró con la voz temblorosa, mientras un escalofrío le recorría la espalda.

Sus manos no lograron ocultar el leve temblor que la dominaba al recordar aquella escena imposible de borrar: la mujer que, con un solo movimiento, había pulverizado al Centauro de Fuego en cuestión de segundos.

Y peor aún... la misma que había asesinado a Subaru, no una, sino dos veces, cuando atravesaron el Tiempo de Arena.

-La voz ronca de Subaru se dirigió a la mujer alta que estaba allí de pie.

De cabello color castaño oscuro, rozando el negro, llevaba el pelo recogido en una coleta. Los brazos, las piernas, el estómago y la espalda al descubierto, apenas a medio vestir.

Sólo llevaba ropa que le cubría los pechos y el trasero y una capa negra que colgaba de sus hombros.

Si Subaru tuviera que describir lo que estaba viendo, sería una mujer espeluznante vestida con una capa, unos calzoncillos negros y la parte superior de un bikini.

Tenía brazos y piernas largas y pálidas, y un busto abundante que se movía de forma seductora.

Era más o menos tan alta como él, o quizá un poco más, y no había duda de que tenía las piernas más largas que él.

Tenía un rostro bien proporcionado y hermoso, con ojos lánguidos.

Apreciando mejor a la figura de la supuesta Sabia, al igual que Subaru.

Se sintieron algo conflictivos ante el peculiar aspecto y vestimenta de la mujer.

Ya habían recibido una descripción algo detallada por parte de Reinhardt, e incluso habían llegado a verla parcialmente después de su masacre al Centauro en la caverna, pero aún así mirarla con más detenimiento y detalle era verdaderamente inquietante.

En especial porque...

Garfiel:" No sé si soy solo yo... pero ese no parece el aspecto propio de una Sabía". Comento el chico con algo de decepción y repudio por la mujer.

Felt:" Parece mas una prostituta de los barrios bajos. No, hasta las prostitutas de allí llevan más ropa que esa mujer". Complemento Felt con una mueca de disgusto.

Meili miro ciertamente extrañada a la mujer, y aunque no sabía el porque, ella le había parecido agradable.

Ladeó la cabeza algo confundida pero no le dio más vueltas al asunto.

-Su rostro se superpuso de repente con la figura que Subaru recordaba de justo antes de desmayarse en el laberinto.

"...¿Tú eres... el Sabio?".

La posibilidad que flotó en su mente se escapó inmediatamente de sus labios. Inmediatamente se arrepintió de haber abierto la boca sin cuidado.

Si ella era realmente la persona que él estaba imaginando, entonces la luz blanca que había matado al centauro era su poder.

En otras palabras, ella era también la persona que había matado a Subaru dos veces antes-.

El recordatorio hecho por el propio Subaru no hizo más que profundizar el disgusto del elenco hacia aquella mujer.

Si de verdad era la Sabia, entonces su labor parecía reducirse a mantener a todo intruso alejado de la torre. Al menos, eso era lo que la lógica dictaba.

Pero incluso comprendiendo aquello, no podían aceptar lo que habían visto.

El precio que Subaru había pagado para llegar hasta allí era demasiado alto como para ser justificado con una simple "prohibición de paso".

La sola idea de que alguien, en nombre de un capricho o una misión absurda, hubiese condenado tantas veces al chico de ojos cansados, encendía en ellos una mezcla de rabia, impotencia y desprecio.

Lo que para la Sabia podía ser una regla ancestral, para ellos no era más que una crueldad disfrazada de deber.

En silencio, la mujer se acercó lentamente a Subaru. Ella era alguien que fácilmente podía convertirlo en cenizas.

No saber lo que ella pretendía era aterrador. Pero Subaru mantuvo a Beatrice cerca y afrontó esa presión de frente.

Ella había intentado matar a Subaru en las dunas para después salvarlo en el laberinto. Esas acciones eran totalmente contradictorias, pero al menos, ella lo había traído vivo a la torre.

"Por el hecho de que no me mataste entonces... ¿es seguro asumir que no eres un enemigo?".

"..."

"Um, es un poco preocupante cuando no dices nada en absoluto. Ayudaría si al menos dijeras algo..."

La hipotética Sabia no respondió a nada de lo que Subaru estaba diciendo cuando finalmente se detuvo justo delante de él.

Sus profundos ojos verdes miraron a Subaru, valorándole cuidadosamente, mirándole de arriba abajo.

La tensión en la sala se volvió casi asfixiante; cada respiración parecía retenida por un instante eterno.

No era su aspecto lo que realmente helaba la sangre, sino la brutal demostración de poder que todos recordaban de la cueva.

Una mujer capaz de desintegrar al Centauro de Fuego en segundos, de cortar vidas como si no tuvieran peso alguno, y de imponer su presencia de tal forma que hasta Subaru había caído más de una vez bajo su sombra.

No hacía falta decirlo en voz alta: aquella mujer no era una simple guardiana de la torre. Era un peligro andante, una calamidad en forma humana, y ahora la tenían justo delante de ellos.

Subaru se preocupaba de si el resultado de esa evaluación determinaría su destino, o incluso el destino de todos los demás, cuando sus preocupaciones se rompieron de forma repentina e inesperada.

"...Por fin".

"¿Eh?".

La mujer finalmente dijo algo mientras miraba a Subaru. Al oír su voz por primera vez, su impresión fue que era un poco afónica y ronca.

Al igual que Subaru, el elenco quedó desconcertado ante la actitud de la mujer.

No era la frialdad distante ni la solemnidad de una guardiana lo que emanaba de ella, sino algo completamente distinto... algo que rompía con cualquier expectativa.

Y entonces, entre la gravedad de su voz ronca, se filtró un matiz que nadie esperaba.

Un matiz que sonaba a... ¿Cariño?

Una voz de mujer misteriosa e ilegible, pero también había un rastro de ternura en ella.

Pero mientras Subaru estaba impresionado por ese reflejo fuera de lugar, ella exhaló tranquilamente.

"...Por fin te he encontrado".

Con eso, su expresión cambió.

Su mirada había sido seria y casi mecánica mientras aparentemente trataba de ver a través de todo lo relacionado con Subaru, pero sus ojos se abrieron lentamente, y con un poco de tiempo, su expresión cambió a algo que podría llamarse una sonrisa.

Estaba mirando a Subaru con una amplia sonrisa.

"-Maestro".

"...¿Eh?"

"¡¡¡Maestro!!!".

"¡Arghhhhhh!".

"He esperado muchísimo!".

Sin embargo, Subaru no tuvo tiempo de aturdirse. Cuando sus ojos se abrieron de par en par, la mujer se dejó llevar por la emoción y saltó sobre él, derribándolo al suelo.

"Ah". Ese fue el sonido que escapó de todos al unísono, como un eco de confusión que resonó en la sala.

¿Qué estaba pasando?
Ni idea.

¿Por qué la Sabia se había lanzado sobre Subaru como si fuera una doncella enamorada?
Tampoco lo sabían.

La mente de todos hizo literalmente cortocircuito. Nada de aquello tenía lógica.

Crusch:" ¿M-Maestro...?" Su voz tembló, inclinando la cabeza con incredulidad, tan perdida como el resto del auditorio.

Félix:" ¿Todavía sigo borracho...?" Murmuró, mirándose las manos en busca de un temblor que justificara todo. No lo encontró.

Y eso lo confundió más: hubiera sido mucho más fácil explicarlo con alcohol.

Felt:" ¿Ehh...? Con todo respeto... ¡¿QUÉ MIERDA?!". Estalló, cruzándose de brazos con furia. Y con toda la razón.

Reinhardt:" Esto... ¿Eh...?" El pelirrojo estaba tan fuera de sí que sus innumerables Bendiciones Divinas parecían luchar por evitar que de su cabeza saliera humo.

Reinhardt.exe había dejado de funcionar.

Julius:" Ricardo... ¿Estás viendo lo mismo que yo, o ya he perdido la cordura?". Su voz rogaba una mentira piadosa.

Ricardo:" Nop. Estoy viendo la misma mierda que tú, Julius. Y no me gusta ni un pelo". El hombre perro frunció el ceño con fuerza.

Entonces recordó aquella broma suya al inicio del viaje: que Subaru conquistaría a la Sabia si resultaba ser una loli.

Pues sorpresa. No era una loli... pero igual la había conquistado.
Necesitaba empezar a beber ya mismo para borrar semejante imagen de su cabeza.

Ram:" Pervertido..." Su rostro permanecía estoico, implacable, con una expresión de póker que ocultaba un shock absoluto.

Al:" Bro sí que está desatado..." Se rascó incómodo la parte trasera del casco, entre celos y nerviosismo.

Y sin embargo, por estrafalarias que fueran estas reacciones, todavía faltaba lo peor...

Atrapada, Beatrice gimió indignada al verse también inmovilizada.

Pero la mujer no le hizo caso mientras se aferraba a Subaru y empujaba la cabeza contra su pecho con todas sus fuerzas.

Su larga coleta se agitaba mientras seguía llamando a Subaru.

"¡Maestro! ¡Maestro! ¡Ha pasado taaaanto tiempo! ¡Me sentía taaaan sola! ¡Pensaba que iba a pasarme el resto de mi vida disparando a todo el que se acercara a este lugar!".

"¡Es-espera! ¡Un momento! ¡¿Qué?! ¡¿De qué estás hablando?!".

"¡¿Cómo que de qué estoy hablando?! ¡Eres tan malo! Tú eres quien me ordenó hacer esto, ¿no? Dijiste que me interpusiera en el camino de cualquiera que intentara acercarse al Santuario de la torre. En cuanto al cómo, bueno, es mi forma de ver las cosas".

"¡Esa parte no! ¡¿Quién es tu maestro?! ¡¿De qué estás hablando?!".

Estaba sintiendo muy bien su suave piel, pero no tuvo tiempo de apreciarlo.

Subaru se retorció desesperadamente contra su poderoso agarre, intentando escapar.

Pero ella parecía tener sus propios agravios con quien creía que era, y se negó a dejarle marchar.

Como resultado, quedaron enzarzados en una pelea en el suelo con Beatrice entre ellos.

En medio de los comentarios incrédulos, el elenco entero sintió cómo la temperatura bajaba en picada, congelando hasta los asientos más cercanos a cierta semi elfa.

Beatrice:" ¿E-Emilia...?" Preguntó la pequeña espíritu, abrazándose a sí misma en un vano intento por conservar calor.

La semi elfa permanecía en silencio, su expresión era indescifrable. Pero había algo que nadie podía negar:

No le había agradado en lo absoluto lo que acababa de ver.

Anastasia:" ¡Ashu! ¡E-espera, Emilia! ¡Nos vas a convertir en témpanos de hielo a este paso!". Chilló la comerciante, notando cómo la punta de su nariz se tornaba roja.

Emilia:" ..."

Anastasia:" ¡Responde, maldita sea, me estoy congelando!". Gritó, tiritando de frío puro.

Pero Emilia no la escuchaba. Su mirada estaba fija en un punto específico de la proyección.
Y cuando lo notó, el frío se intensificó aún más.

Su querido y amado caballero estaba atrapado, no solo entre los brazos de aquella mujer, sino hundido en medio de sus pechos descomunales, presionado contra ellos como si fuera suyo.

Emilia:" ...Zorra". La palabra salió de sus labios como hielo quebrado, gélida y cortante. Fue la primera vez que la semi elfa usaba un insulto real, no una expresión infantil. Y eso lo hacía aún más aterrador.

Mientras el campamento de Emilia era un caos de gritos y alaridos congelados, la atención del resto se desvió hacia un detalle inquietante.

Wilhelm:" ¿Confundió a Subaru-dono con otra persona...?" Murmuró el anciano, mientras a sus espaldas varios intentaban cubrirse con mantas improvisadas.

Félix:" Dijo que fue él quien le ordenó exterminar a cualquiera que se acercara a la torre... pero eso no tiene ningún sentido, nya". Añadió el chico gato, estupefacto.

Crusch:" ¿Tal vez sea un caso similar al de Satella...? Ella también parecía relacionar a Subaru-dono con alguien más". especuló la Duquesa con calma, mientras detrás suya Otto corría despavorido con un bloque de hielo pegado al trasero.

Félix:" ¡Crusch-sama siempre tan inteligente, nyah!". La felicitó con ambos pulgares arriba.
Justo detrás de él, una explosión morada estalló de la nada, lanzando a Garfiel por los cielos como un cohete.

Crusch ladeó ligeramente la cabeza, sintiéndose un poco sobrestimada por su caballero.

Y como telón final, Anastasia salió volando de nuevo, estrellándose contra uno de los asientos traseros, siendo rápidamente atendida por Julius y Ricardo.

"¡Déjame ir! No puedo hablar así...!"

"¡De ninguna manera! ¡De ninguna manera! ¡Definitivamente vas a desaparecer en cuanto vuelva a quitarte los ojos de encima! ¡No has cambiado nada! ¡Pero eso es también lo que te hace tan dulce!".

"¡Qué demonios dices!".

Fuera cual fuera el trauma que tenía, la mujer no iba a dejarlo marchar. Subaru la agarró de la cabeza, intentando despegarla de él mientras gritaba.

"¡¿Quién eres?! ¡¿Qué está pasando?!".

"¡¿Qué estás diciendo?! ¡Soy Shaula! ¡Ya sabes, la guardiana de las estrellas de la Atalaya de las Pléyades! ¡La linda pupila del Maestro, Shaula!".

"¡Nunca he oído hablar de ti!".

Ella se hacía llamar Shaula, pero se suponía que ése era el nombre del Sabio que vivía en la torre.

El Sabio que lo sabía todo y que era la persona a la que viajaban a ver.

-Es imposible que el Sabio que buscábamos sea esta loca. ¡Quiero registrar una queja formal!

Al:" Vaya, Bro, si no la quieres me avisas dónde la vayas a votar—¡Auch!". Justo en ese momento, un fuerte golpe del puño cerrado de Priscilla dejó una nueva abolladura en el casco del hombre manco.

Priscilla:" Llamarte perro ya es un insulto para los propios canes". Declaró, apartando la mirada de su bufón mientras se abanicaba con elegancia.

Detrás de ella, Otto pasaba despavorido, con un bloque de hielo pegado al trasero y otro clavado en su sombrero.

Al:" Perdón, princesa..."

Felt:" ¿Guardiana de las Estrellas? ¿Has oído hablar de algo así, Rein?". Preguntó la ex ladrona, cruzando los brazos y llevándose un puñado de palomitas a la boca.

Las palomitas habían sido hechas por Reinhardt mismo cuando comenzó el caos gélido.

Reinhardt:" Para nada..." Dijo, frunciendo el ceño mientras observaba la escena. "Pero parece admitir que su nombre es Shaula, así que... ¿Realmente es la Sabia? Si me guiara solo por el poder que mostró, diría que sí. Pero después de esto..." Señaló con un gesto evidente cómo la mujer restregaba sus pechos contra Subaru, que rojo como un tomate intentaba apartarla "...todo se vuelve un embrollo aún mayor".

Felt:" Sí... es un completo desastre". Dijo, entrelazando los brazos detrás de la cabeza en un gesto perezoso.

Justo en ese instante, Garfiel pasó corriendo a gran velocidad, cargando a un Otto inconsciente en brazos, sumando otro toque de caos al espectáculo.

Y mientras ambos se mantenían firmes, negándose a ceder-

"¡Ay, no! ¡Ay, no! ¡Cuando desperté, Subaru no estaba! Tengo que avisarles a todos rápidamente, tenemos que buscarlo..."

Emilia salió disparada del carruaje, con el pelo hecho un lío de tanto dormir.

La ansiedad llenó su expresión cuando salió del carruaje sólo para ver a los dos -tres técnicamente con Beatrice-, pero cuando vio su lucha, sus ojos se abrieron de par en par.

Subaru extendió una mano hacia ella, buscando algo de ayuda.

"...¡Emilia-tan! ¡Menos mal que te despertaste! La verdad es que ella..."

"¡Ey!".

"¡Oww! ¡¿Por qué me pateas?!".

"¡No lo sé, pero me siento muy mal!".

Por alguna razón, Emilia estaba de mal humor, así que Subaru tuvo que lidiar con Shaula-

"P-por favor, ayuda a-a Betty... ¡Esto no es una broma...!"

La voz de Beatrice era débil y hueca mientras su dura lucha resonaba en la torre.

Anastasia:" E-estoy viendo ciertas semejanzas ahora mismo..." Comentó, acurrucada bajo una abrigada cobija mientras los trillizos la atendían con cuidado.

Julius y Ricardo se arrodillaban frente a ella, asegurándose de que no volviera a ser lanzada como una marioneta, tal como había sucedido hace unos instantes.

Julius:" Creo que a Emilia-sama no le agrada mucho Shaula-sama". Observó el caballero, analizando la información dispersa que la mujer semi desnuda había dejado entre el forcejeo con Subaru en la proyección.

Anastasia:" ¿En serio, tú crees?". Respondió con un tono sarcástico.

Como para reforzar sus palabras, Otto salió disparado detrás de ella, estrellándose contra la pared del auditorio como un pájaro golpeando un cristal de coche.

Julius se rascó la barbilla, algo avergonzado, y desvió la mirada.

A su alrededor, el páramo gélido se derretía lentamente, neutralizado solo por la influencia del Guardián, que trabajaba para evitar que todos terminaran convertidos en estatuas de hielo.

Al final, el combate de lucha libre de Subaru con el supuesto Sabio de la Atalaya de las Pléyades continuó hasta que Julius y los demás se dieron cuenta del jaleo y bajaron.

Con ello, el grupo llegó al lugar que no se había tocado en cuatrocientos años.

Sin embargo, la pregunta de si la sabiduría del Sabio sería capaz de salvar a la gente que esperaba seguía en pie, mientras la historia se adentraba en el mar de arena y en una altísima torre de piedra.

-Las opciones no elegidas desaparecieron y las respuestas seleccionadas permanecieron al comenzar la prueba.

-Las opciones no elegidas desaparecieron y las respuestas seleccionadas permanecieron al comenzar la prueba

 FIN DEL CAPÍTULO: 7 EL GUARDIÁN DE LA ATALAYA

Ram:" ¡Emilia-sama, tranquilícese, por favor!". Gritó, colocándose como escudo ante un Roswaal noqueado que rodaba cerca.

Emilia:" Haa... ha... sí, creo que ya me desahogué. Disculpen las molestias". Dijo finalmente, inclinando levemente la cabeza mientras regresaba a su asiento junto a Subaru.

Garfiel:" ¡Oye! ¡Hermano Otto, responde!". Gruñó, agitando el cuerpo inconsciente del comerciante y dándole cachetadas ocasionales.

Otto:" ¿M-mamá...?" Murmuró finalmente, abriendo los ojos y mirando alrededor con confusión.

Garfiel:" ¡No, es el tipo de quien te enamoraste de su hermana, idiota!". Exclamó, dando una última cachetada más fuerte.

Otto:" ¡Ay! ¿Q-qué pasó...?" Preguntó, llevándose una mano a la cabeza por el dolor.

Garfiel:" La princesa... se descontroló un poquito. Más allá de eso, parece que esa mujer es más extraña de lo que pensábamos al principio". Resumió el demi humano, fijando la mirada en la pantalla que mostraba a Subaru acorralado por Shaula.

Otto se llevó la mano al mentón, pensativo, mientras se levantaba con la ayuda de Garfiel.

Otto:" ¿Crees que ella realmente sea la Sabia?". Preguntó, con clara incertidumbre.

Garfiel se cruzó de brazos y guardó silencio un momento, evaluando la situación.

Garfiel:" Tsk... No lo sé. Después de lo del Centauro te habría dicho que sí sin dudar, pero ahora..." Dijo, señalando con gesto resignado la imagen de Subaru atrapado entre los pechos de Shaula.

Otto:" Sí, lo entiendo. Ahora es un poco difícil pensar en ella como la Gran Sabia". Dijo, rascándose la cabeza nerviosamente mientras se encogía de hombros.

A su alrededor, los peñascos de hielo comenzaron a derretirse lentamente, dejando solo charcos como evidencia del arrebato de la semi elfa.

Otto rodó los ojos, y Garfiel hizo lo mismo.
Tras un choque de puños amistoso, ambos regresaron a sus asientos, resignados ante el caos que acababan de presenciar.

Anastasia se acercó con pasos cautelosos hacia la semi elfa.

Dudó un instante, pero finalmente habló, mientras Julius, Ricardo y los trillizos permanecían alerta por si su Dama volvía a ser lanzada como pelota.

Anastasia:" E-Emilia... hum... ¿Ya estás mejor?". Soltó, retrocediendo instintivamente.

Emilia:" ¡Ah! ¡Sí, no te preocupes, Anastasia! Solo necesitaba soltarme un poco. Por cierto... lo siento por lo de antes". Respondió con una sonrisa sincera, inclinándose en señal de disculpa como si nada hubiera pasado.

La princesa comerciante soltó un suspiro y avanzó, todavía algo alerta, hacia el lado izquierdo del pelinegro.

Entonces notó algo.

Anastasia:" Emilia, por cierto... ¿Dónde está Beatrice?". Preguntó, genuinamente curiosa al no ver a la pequeña espíritu por ninguna parte.

Emilia:" ¿Eh? ¿No está por aquí?". Respondió desconcertada, mirando a su alrededor.

Beatrice:" ¡¡Estoy aquí, de hecho!!". Gritó la voz de la bibliotecaria desde un lugar indeterminado, hasta que ambas alzaron la vista.

Allí, en el techo del auditorio, Beatrice yacía colgada de una de las lámparas que iluminaban la sala.

¿Cómo había llegado allí? Pues parecía que Emilia se le había pasado un poquito la mano.

Emilia:" ¡¿Wah?! ¿Estás bien, Beako?". Preguntó, levantándose de un salto y extendiendo ambos brazos en un intento desesperado por atraparla.

Beatrice:" ¡¿Tú qué crees, supongo?! ¡¿Eh?! ¡¡WAAAAHH!!". Chilló, dando pataletas, aunque por un descuido se resbaló de la lámpara y cayó hacia abajo.

El grito se congeló en el aire, pero Emilia logró atraparla en pleno vuelo.

Anastasia:" Esto es surrealista..." Murmuró con el ceño fruncido.

Emilia y Beatrice regresaron a sus lugares. La semi elfa dejó a la enfurruñada bibliotecaria en el regazo del dormido pelinegro, disculpándose una y otra vez.

Anastasia:" ¿Por qué reaccionaste así?". Finalmente cuestionó, curiosa y algo preocupada.

Emilia ladeó la cabeza, sin comprender del todo la pregunta.
Anastasia se llevó dos dedos a la frente, masajeando las sienes con exasperación.

Anastasia:" Quiero decir... no es la primera vez que alguien expresa abiertamente algo por Natsuki-kun". Comentó, temiendo otra ventisca helada.

Emilia:" ¿Lo dices por eso? Pues... Rem nunca ha sido hostigadora con Subaru y lo ha ayudado mucho. Crusch no es tan descarada y también ha sido de ayuda. Y tú... bueno, no lo sé, pero no me siento intimidada". Dijo con tal seguridad e inocencia que Anastasia se sintió como una hoja de papel en una tormenta.

Anastasia:" Ah".

Emilia:" Pero esa mujer... ¿Shaula, había dicho? No solo metió a mi caballero en varios líos, sino que incluso lo asesinó dos veces. Y de repente, sin explicación, se muestra tan melosa con él... No sé por qué, pero me enfurece". Finalizó, con un tono gélido y el ceño fruncido ante el recuerdo de la mujer semi desnuda.

Anastasia:" O-oye... ¿Hay alguna razón por la que no me consideres competencia...?" Preguntó con un último atisbo de esperanza.

Emilia se llevó un dedo a los labios, su expresión más relajada que antes.

Emilia:" Pues..." La mirada de la semi elfa bajó instintivamente hacia el pecho de Anastasia, quien siguió la mirada solo para que Emilia apartara los ojos con un gesto de aburrimiento.

El ánimo de Anastasia se vino abajo por completo.

Beatrice:" ¡Ejem! Betty todavía está algo desconcertada respecto a esa mujer semi desnuda que se hace llamar Shaula, supongo". Interrumpió, rescatando a la princesa comerciante del abismo.

Emilia volvió a fruncir el ceño.

Anastasia:" Decía tener el mismo nombre con el cual se le ha llamado al Sabio a lo largo de la historia, así que aún cabe la posibilidad de que ella sí sea la Sabia, pero..." Su mirada se volvió hacia la proyección, congelada en la imagen de Subaru forcejeando con la mujer "... no estoy tan segura solo por eso".

Beatrice:" Opino lo mismo. No me inspira ningún aire de sabiduría, de hecho". Asintió, apoyando la observación con firmeza.

Todos analizaban la repentina actitud de la chica Shaula —a quien confundían con la Sabia—, cuando cierta voz estruendosa irrumpió de nuevo.

"¡Bonjour a todos! ¿Qué buenas nuevas tra— ¡¿Pero qué demonios?!".

Su tono, que en proyecciones pasadas había sonado más confiado por razones desconocidas, ahora estalló en indignación al ver el Teatro reducido a un desastre.

La guinda fue notar a cierta semi elfa desviando la mirada con las mejillas encendidas.

"¡Santo Od, alguien que la eduque, por favor!"

Humo brotó de los bordes de la pantalla.

Con un chasqueo, todo el Teatro volvió a su estado original: impecable, los asientos en orden y los presentes de vuelta en su sitio, como si nada hubiera ocurrido.

"Ok... parece que a cierta personita no le gustó la vista de la encantadora Shaula..."

Remarcó con evidente picardía.

Crusch: "Si seguimos tu lógica de la última vez, ¿Debo suponer que conoceremos al nuevo integrante?". Preguntó la Duquesa con calma analítica, aunque la curiosidad se reflejaba en su mirada.

"¿Eh? ¡Ah, sí, sí! Perdón, me fui por las ramas."

Apenas terminó la frase, la pantalla se apagó de golpe.

Un fuerte aplauso llenó el lugar, acompañado por confeti que descendió del aire.

"¡Sin más dilación...!"

Las luces se extinguieron de pronto.

"¡Den la bienvenida a su nueva integrante! Yo me retiro por hoy... ¡Buena suerte!"

Con otro chasquido, una intensa luz blanca envolvió todo el auditorio.

Varios cubrieron sus ojos o apartaron la mirada, y cuando finalmente se atrevieron a mirar al centro de la sala...

PERSPECTIVA: ???

En lo alto de una torre, una mujer misteriosa se apoyaba contra el único barandal que daba al exterior.

Su aspecto era tan peculiar como imponente: un brassiere-bikini negro demasiado ajustado, shorts ceñidos sujetos por un cinturón naranja y una capa negra con forro anaranjado, cuyos bordes desgarrados ondeaban con el viento.

En su cabeza, un lazo que imitaba las tenazas de un escorpión, también en tonos negro y naranja, reforzaba aquella estética.

Su cabello, recogido en secciones, terminaba en una punta enroscada como la cola de un escorpión, adornada con una pequeña esfera con una estrella que separaba su peinado.

Ese balcón era su refugio. El resto de la torre... demasiado oscuro. Demasiado silencioso.

Demasiado vacío.
Demasiado solitario.

Al menos desde allí podía observar las estrellas y el manto azul de la noche.

Alguna vez le había parecido un espectáculo hermoso; con el paso de los siglos, perdió su brillo, perdió su significado. Ya no valía nada si no lo compartía con él.
Con esa persona.

¿No era a él a quien tanto le gustaba hablar de las estrellas?

Las reflexiones se repetían en su mente gastada. Las palabras habían dejado de tener peso: hacía años... décadas... ¿Siglos? que no decía una sola.

Al final, ¿Para qué hablar, si no había nadie con quien hacerlo?

"..."

Su mirada apagada se humedeció cuando una lágrima descendió por sus ojos esmeralda. Se quedó helada.

¿Hace cuánto tiempo que no lloraba?
Ya ni lo recordaba.

Fue entonces cuando algo llamó su atención. Más allá del imposible jardín de flores y de la cortina de arena que aislaba la torre, apareció una silueta.

Un carruaje tirado por un dragón amarillo, acompañado por otro jinete montado en un dragón negro.

Los observó apenas unos segundos. No importaba. Ella tenía un deber, una promesa que cumplir. Y, quizás... si sus esfuerzos eran notados, esa persona regresaría a verla.

Aunque fuese solo un instante. Aunque solo fueran unos segundos a su lado... con eso bastaría. Bastaría para resistir otros cuatrocientos años.

Con movimientos mecánicos, se incorporó. No era la primera vez que alguien atravesaba el Tiempo de Arena intentando alcanzar la torre.

Antes de llegar, deberían sobrevivir a su "Hell Sniper" y a la horda de Mabestias. Solo entonces tendrían el derecho de enfrentar las pruebas del interior.

Pero ella no tenía esperanzas. Siempre caían: por sus proyectiles o por un error al despertar a las bestias.

Subió al borde del barandal y alzó una mano al cielo. Varias luces brillaron en la noche, anunciando la activación de su "Hell Sniper".

Con su aguda vista enfocó a los objetivos, pero su atención se vio capturada por un joven de cabello negro, acompañado de una niña de rizos dorados.

¿Podría ser...?

Negó de inmediato. No. Si fuera él, superaría esa prueba sin problemas. Siempre lo hacía. Siempre.

Un aguijón sobrecalentado, envuelto en luz blanca, estaba listo para ser disparado cuando, de pronto, el mundo a su alrededor se quebró.

Una fuerte luz la envolvió, cegándola por completo.

Sus ojos, acostumbrados a la penumbra de cuatrocientos años, apenas soportaron el destello. Sintió su cuerpo deformarse, adaptarse, mientras era arrastrada a otro lugar.

La luz desapareció al fin, y la mujer cayó de rodillas.

Tocó el suelo para orientarse. No era la fría roca de la torre a la que estaba habituada, sino una madera pulida, cálida, impecable.

A su alrededor escuchaba voces, gritos alterados, pero aún no lograba distinguir nada con claridad: la ceguera residual la mantenía a medias en penumbra. No importaba. Solo necesitaba activar su Hell Sniper y...

¿Eh?

Su poder no respondía.

Miró sus manos intrigada. No sentía cambios en su cuerpo, pero la habilidad simplemente no se activaba.

Cuando por fin recuperó la vista, lo que vio la descolocó aún más: un gran grupo de personas, cada una con reacciones distintas, todas centradas en ella.

Sillones de terciopelo rojo alineados con simetría, lámparas elegantes apagadas, un escenario... y detrás de ella, una enorme tela blanca extendida como si fuese parte de un extraño ritual.

Era un entorno que no pertenecía a su mundo.

Entonces lo percibió.

???:" Sniff... sniff... sniff..."

Un olor. Un aroma tan familiar que hizo vibrar su pecho.

Sus ojos, apagados durante siglos, recobraron un destello de brillo. Ese olor... lo amaba con todo su ser.

Siguió el rastro y lo encontró: un chico de cabello negro, vestido con un extraño atuendo de tonos negro y naranja. Colores que coincidían con los suyos propios.

Su corazón dio un vuelco.

¿Era... él?
¿Había vuelto?
¿Era él quien la había traído hasta allí?

¿De verdad... podían reencontrarse?

Se levantó temblando de emoción, su voz rasgando cuatro siglos de silencio:

???:" ¿M-Maestro...?"

Ronca, quebrada, pero llena de un calor que casi la ahogaba.

No le importó la tensión gélida que se generó en la sala ni las miradas hostiles. Su corazón ardía con suficiente fuerza para ahogar cualquier tempestad.

Con un salto se lanzó hacia él. Una semi elfa de cabello plateado intentó interponerse, pero la apartó con un movimiento ágil, casi instintivo.

Cayó de lleno sobre el regazo del chico, aplastando a una pequeña niña de cabellos rubios enroscados que ni siquiera había notado.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Como un cachorro buscando el calor de su amo, olfateó, confirmó el aroma, y su sonrisa se iluminó con euforia desbordante

Como un cachorro buscando el calor de su amo, olfateó, confirmó el aroma, y su sonrisa se iluminó con euforia desbordante.

???:" ¡¡Maestro, Maestro!! ¡Al fin te encontré! ¡Sabía que no me dejarías en esa fea torre, lo sabía, lo sabía!". Su voz rota se mezclaba con ternura y alegría pura mientras se acurrucaba contra él.

Pero pronto algo no cuadró.

Su Maestro no respondía.

Lo sacudió suavemente por las mejillas, luego lo pellizcó, pero nada. Dormía profundamente.

Frunció el ceño y miró alrededor. Vio al hombre de cabellos rojos sujetando a la semi elfa que había barrido segundos atrás. Y en cuanto lo observó mejor, algo dentro de ella se revolvió.

???:" O-ojos celestes... cabello rojo... ¡E-ep!".

La sangre se le heló. ¿Podía ser...? ¿Ese depravado?

Retrocedió un poco, abrazando más fuerte al Maestro mientras, temblando, se cubría el pecho.

El pelirrojo, con calma solemne, la observó y comenzó a acercarse.

???:" Disculpe, quería preguntarle".

???:" ¡N-no me tocarás, pervertido!". Gritó ella, con los ojos vidriosos y los brazos extendidos para bloquearle el paso.

El hombre se detuvo en seco, desconcertado.

???:" ¿P-pervertido? Creo que me malinterpretó, yo solo—".

???:" ¡No me engañarás con tus palabras, Reid pervertido! ¡¡Pervertido!!".

La sala entera quedó helada. El pelirrojo tragó saliva, incomodísimo.

Reinhardt:" E-espera, creo que me está confundiendo..." Se inclinó con elegancia. "Me llamo Reinhardt van Astrea, descendiente de una larga línea de espadachines".

Ella ladeó la cabeza, confundida.

???:" ¿Reinhardt...? ¿No eres Reid?".

El murmullo de sorpresa se expandió por todo el lugar. Reinhardt abrió mucho los ojos, igual que los demás.

Reinhardt:" ¿Conoce a mi antepasado?". Preguntó, genuinamente curioso.

Ella parpadeó, y con repentino asco sacó la lengua.

???:" ¡Blegh!".

El pobre Reinhardt quedó petrificado sin comprender qué había dicho mal, pero dejo ese tema de lado por el momento para concentrarse en otro punto.

Reinhardt:" Perdone, ¿Su nombre es...?" Aunque él ya sabia como se llamaba, todos los presentes querían una confirmación.

La mujer se vio algo pensativa sobre si responder o no, pero finalmente se encogió de hombros y dijo:

Shaula:" Shaula, soy Shaula. La única y original Shaula de mi Maestro".

La temperatura descendió de golpe, pero ella no se inmutó.

En ese momento, algo debajo suyo se agitó. La niña rubia, medio aplastada, emergió jadeando como si hubiera escapado de la muerte misma.

???:" Haa... haa... T-tú..."

No alcanzó a terminar: se desmayó en el acto. Shaula, sin darle importancia, la apartó con un movimiento y volvió a acurrucarse contra el chico dormido, con expresión de pura paz.

No importaba que no respondiera. Ver su rostro era suficiente.
Por ahora.

"..."

PERSPECTIVA: EL TEATRO

Cuando la luz se disipó, la mujer que pronto identificaron como Shaula se incorporó con torpeza.

Su mirada fría y calculadora bastó para congelar el ambiente, aunque el recuerdo fresco de la proyección redujo parcialmente el miedo de los presentes.

Emilia: "¡Oh no, no lo harás!". La semi elfa corrió para interponerse cuando vio a Shaula lanzarse contra Subaru, pero recibió de lleno una patada que la mandó al suelo sin dificultad.

Beatrice: "¡Oye, oye! ¡Espera, espera! ¡¡WAAAAH!!". El pequeño espíritu fue aplastada bajo el cuerpo de su contratista y el de la mujer.

Emilia, furiosa, ya se levantaba con intención de lanzarse contra la agresora cuando una simple seña de Reinhardt la detuvo.

El caballero tomó su lugar para encarar a la recién llegada. Nadie protestó: si alguien podía lidiar con aquella mujer, era el Santo de la Espada.

Lo que nadie esperaba era el efecto inmediato.

Shaula casi rompió en llanto al confundir a Reinhardt con Reid Astrea, el primer Santo de la Espada.

No habría sido tan extraño —se sabía que ambos habían sido camaradas—, de no ser por el pavor con el que se refería a él... y por el hecho de llamarlo pervertido.

Varias miradas incrédulas se cruzaron en la sala.

Priscilla: "Este espectáculo se vuelve cada vez más interesante". Sonrió con deleite, abanicándose como si disfrutara de un teatro privado.

Julius: "¿Reid...? ¿Pervertido?". El caballero murmuró incrédulo, con el gesto de alguien que acababa de ver crecer dos cabezas a la vez.

Cuando finalmente la mujer se presentó como Shaula, cualquier sospecha quedó descartada.

El Teatro acababa de recibir una nueva pieza, y todo indicaba que los próximos momentos serían...

Extraños.

FIN DEL (TOMO 21)

NOTAS DEL AUTOR:

¡Buenas tardes! Ha pasado un laaargo tiempo, pero como prometí, acá esta el capitulo mas largo que he escrito hasta la fecha, espero que les haya gustado, y sin dar mas vueltas pasare a otros puntos.

Tengo una pregunta seria que hacerles.

¿Qué prefieren...?

-Capítulos semanales cortos.

-Capítulos mensuales de una duración similar a este.

Según sus respuestas, puede que el transcurso del Fic tome un rumbo u otro, los estaré leyendo.

Si me notan próximamente algo inactivo, es porque debido a que estuve dedicándome casi a tiempo completo a este cap, ahora voy a tomarme una semana o dos de descanso, creo que voy a seguir jugando al Silk Song o volver a re jugarme el Hollow Knight.

Bueno, pasemos a los datos curiosos:

-La razón por la que el elenco se vio mas afectado en los últimos dos bucles, fue por culpa del Guardian, quien libero un poco de miasma por el auditorio.

-La ausencia del Guardian en este cap es por hechos que se explicaran en el próximo cap del jardín.

-El siguiente capitulo será un descanso antes del Tomo 22.

-¡Shaula por fin se unió al elenco!

-A Anastasia le dolió que le dijeran plana.

Bueno... creo que eso sería todo, espero que tengan un buen fin de semana y la pasen bien, yo estaré ocupado con algunos asuntos.

Además de que pienso escribir otro Fic al simultaneo que escribo este, se llamará: "Compensando 400 años de soledad con una tonta escorpión", creo que ya pueden adivinar un poco de que va a ir.

Posdata: La parte uno y dos de este cap eran uno solo pero Ao3 no aguanto así que tuve que dividirlos XD

Nos vemos dentro de unos pronto, su autor de confianza: Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:14/09/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 72093. (Con las dos partes)

 

Chapter 23: Shaula Réquiem (Descanso: 4)

Summary:

Este Fic fue escrito originalmente en español
-Fuente original: https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
-Autor: “Jostincolors72”

Chapter Text

Shaula Réquiem (Descanso: 4)

PERSPECTIVA: EL TEATRO

El Teatro acababa de recibir una nueva pieza, y todo indicaba que lo que venía sería... extraño.

La pantalla se apagó y, al mismo tiempo, se abrieron las puertas traseras: era el comienzo del descanso.

Miradas cruzadas, susurros y una evidente mezcla de curiosidad y desconfianza recorrieron la sala.

Nadie esperaba que la supuesta Sabia fuera la mujer que, segundos antes, se había lanzado sobre Subaru como un cachorro, y que ahora se acurrucaba contra él ignorando al mundo.

Mientras las miradas se clavaban en ella, Shaula ignoró a todos y se acurrucó contra su "Maestro".

Su semblante, sin embargo, no era solo de ternura: mantenía un ojo fijo en el pelirrojo de mirada serena. Si realmente era descendiente de ese cerdo, debía tener cuidado.

Su cuerpo era de su Maestro, solo de su Maestro. No pensaba permitir que un pervertido cualquiera le arrebatara ese privilegio.

Otto, torpe pero persistente, se levantó decidido: si había una mínima posibilidad de que Shaula fuese realmente la Sabia, había preguntas que valía la pena aprovechar. Se acercó con una reverencia temblorosa.

Otto:" Ejem, disculpe... ¿Shaula-sama, verdad?". Titubeó. "Tenía algunas cosas que preguntarle, espero que no sea molestia".

Shaula: "..."

Otto: "¿S-Shaula-sama?".

Shaula: "..."

Shaula no respondió. Ni lo miró.

Otto se desplomó de hombros con una expresión derrotada y lágrimas caricaturescas rodando por sus mejillas.

Ram:" El resultado era evidente". Murmuró Ram a espaldas del comerciante. "Ni la más burda de las mujersuelas se tomaría en serio a alguien tan inútil como Otto".

Tivey:" Otto es Otto, al fin y al cabo". Añadió con un encogimiento de hombros.

Garfiel:" No hay nada que hacer contra la verdad, hermano Otto". Completó Garfiel con una sonrisa burlona.

Otto:" ¡¿Podrían dejar de burlarse de mí?!". Vociferó dando pequeños pisotones cómicos.

Ram recuperó la compostura y clavó la mirada en Shaula, que seguía abrazada a Subaru. Su tono cambió, afilado:

Ram:" Responde o muere. ¿Eres la Sabia, sí o no?".

Por primera vez Shaula los miró de reojo. Sus ojos esmeralda se clavaron en la criada rosa con una intensidad que heló el salón... y, sin embargo, su boca permaneció sellada.

Garfiel:" ¿Por qué ahora se comporta así?". Dijo confundido. "Hace un rato revolcaba sus pechos en el rostro del Capitán sin problema".

Otto se llevó la mano a la barbilla, pensativo, mientras sus ojos iban de Shaula a Reinhardt.

Otto: "Actúa igual que la primera vez que la vimos en la pantalla... ese aire misterioso e imponente. La única persona con la que ha hablado de verdad fue..." Se detuvo y miró al caballero pelirrojo. "Reinhardt-san, ¿Crees que podrías ayudarnos a que Shaula-sama diga algo más?".

Era lógico. Al fin y al cabo, Reinhardt había sido el único en recibir palabras directas de ella.

Otto, al principio, lo atribuyó a la presencia abrumadora del caballero. Pero después de que Shaula lo llamara pervertido al confundirlo con su antepasado... tal vez había algo más allí que aún no entendía.

Reinhardt abrió ligeramente los ojos, como sorprendido por la petición, pero enseguida asintió.

Reinhardt: "No hay problema. Me encargaré de inmediato". Sonrió, aunque con cierta rigidez. 

Aún le daban vueltas algunas palabras de Shaula, y esa repentina actitud melosa hacia Subaru lo inquietaba. Esa mujer había asesinado a su amigo dos veces, y ahora estaba peligrosamente cerca de él.

Reinhardt: "Disculpe, Shaula-sam—"

Shaula: "¡Huyo, luego existo! ¡Chaito~!". Lo interrumpió, canturreando con un brillo travieso en los ojos.

En un parpadeo, rasgó la capa de Otto, envolvió a Subaru con ella como si fuera un onigiri gigante y lo cargó sobre su hombro como un saco de papas.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, atravesó a toda velocidad las recién abiertas puertas del auditorio.

Emilia: "¡Oye, espera! ¡Aún tenemos que—! ¡Wah!"

Emilia intentó detenerla, pero la semidesnuda de cabellos castaños le asestó un brutal cabezazo que la dejó rodando por el suelo.

Otto: "¡Maldición! ¡No podemos dejar a esa mujer sola con Natsuki-san! ¡Garf!". El comerciante volteó con urgencia hacia su hermano juramentado.

Garfiel: "¡No hace falta que digas más, hermano Otto! Si esa maldita no piensa volver por las buenas, ¡Mi increíble yo la va a arrastrar de esa fea cola de caballo hasta que—!"

Shaula: "¡Cola de escorpión!".

El grito resonó desde el pasillo, corrigiendo con descaro al rubio que la perseguía.

Garfiel: "¿Cola de qué? ¡Bah, esta idiota solo sabe soltar estupideces! ¡Vuelve acá, desgraciada!". Rugió, lanzándose tras ella con toda la velocidad que le permitían sus músculos.

Desde otro extremo del Teatro, una voz altiva se dejó escuchar.

Priscilla: "Vaya espectáculo más insólito. Una 'Sabia' que no es más que una concubina vulgar... incluso mi divinidad no esperaba semejante desenlace".

La princesa del Sol se había puesto de pie junto a Al, observando el caos con interés desde una de las puertas abiertas.

Al: "¿Quiere que la persiga, princesa?". Preguntó con calma, aunque en sus palabras se notaba cierto alivio; el desastre de Shaula parecía más un circo que una amenaza real.

Priscilla: "Sería un desperdicio de tiempo. La atención de todos ya está fijada en esa mujer. La información nos llegará igual, actuemos o no. No hay razón para malgastar energías en algo tan trivial". Desestimó con una sonrisa desdeñosa, como si el resto no fueran más que piezas de entretenimiento.

Al: "¿Y eso no significa perderse de algo divertido?". Replicó con una risa incómoda.

Priscilla se detuvo y lo miró por encima del hombro. Bastó esa mirada para que Al tragara saliva.

Priscilla: "Mi respuesta es no, y seguirá siendo no, Al". Su tono era tan ardiente que parecía capaz de incendiar un pueblo entero. "Además, recuerda que tenemos un asunto de verdad importante. ¿O acaso lo olvidaste, bufón?".

Se dio la vuelta con elegancia y siguió caminando.

Al suspiró y se encogió de hombros. Obedeció sin discutir, aunque la sonrisa que tenía hace unos segundos ya se había borrado. La calma que había sentido se desvanecía poco a poco...

El campamento de Anastasia no tardó en agitarse.

La propia princesa mercader se levantó con rapidez, intentando recomponer la compostura a pesar del cansancio que le carcomía. Con un gesto firme, repartió órdenes a su gente.

Envió a los trillizos tras la supuesta Sabia fugitiva.

Mimi titubeó al principio; el recuerdo de esa mujer que había reducido a cenizas a un demonio del calibre del Centauro de Fuego todavía le provocaba escalofríos. Pero en cuanto vio a Garfiel lanzarse tras ella, su miedo se deshizo como si nunca hubiera existido.

En contraste, Tivey y Hetaro se miraron entre sí, soltaron un suspiro cansado y se encogieron de hombros antes de obedecer.

Anastasia barrió el lugar con la mirada. Su vista se detuvo en Beatrice, aún hecha un ovillo en el suelo tras haber sido arrollada por la recién llegada.

Anastasia: "Ricardo, lleva a Beatrice con su campamento. Cuando termines, ayuda a los trillizos a capturar a esa 'Sabia' ". Lo dijo con una ligera sonrisa, aunque sus ojos mostraban el peso de las proyecciones recientes.

Lo que le inquietaba no era solo el caos del momento, sino lo que significaba la presencia de esa mujer.

Su Guardián ya había demostrado ser un insensato últimamente: primero había traído a una Arzobispo del culto, que milagrosamente no causaba problemas y hasta parecía inusualmente cordial... y ahora, también a esa mujer. La supuesta Sabia. La misma que había matado a Subaru dos veces.

No hacía falta explicar por qué la idea de que ella estuviera cerca del chico de cabello negro le provocaba tanto desasosiego.

Ricardo: "Enseguida, Ana-bo. Aunque... no sé si llamarla 'Sabia' sea el término adecuado." El hombre perro rodó los ojos mientras se rascaba la nuca, antes de hacerle una seña a Julius.

El caballero comprendió al instante.

Julius: "Anastasia-sama, permítame escoltarla." Su voz sonó firme, aunque en su porte había un temblor apenas perceptible.

El peso de las proyecciones le había herido más de lo que quería mostrar, pero como caballero, tenía la obligación de estar a su lado. Aunque fuera lo último que le quedaba por hacer correctamente.

Anastasia: "No te preocupes, Julius. De hecho... justo quería hablar contigo sobre algunas cosas". Colocó suavemente una mano sobre su hombro, dándole ligeras palmaditas, un gesto que en ella era casi un lujo de cercanía.

Los ojos de Julius se abrieron apenas, sorprendido, pero enseguida inclinó la cabeza con respeto. Con paso contenido, siguió a su Dama hacia la salida del auditorio.

Crusch se masajeaba las sienes, tratando de despejar el mareo persistente que le habían dejado las proyecciones.

Wilhelm, con la paciencia de siempre, le ofreció una taza de té recién preparado.

Demasiadas preguntas sin respuesta la acosaban: el inexplicable peso de la candidatura de Subaru a Sabio, la personalidad contradictoria de la supuesta Sabia, Shaula, la misteriosa Torre de las Pléyades en sí misma...

Carajo. En verdad agradecía ese respiro, aunque supiera que sería efímero.

Wilhelm: "¿Se siente mejor, Crusch-sama?". Su voz estaba impregnada de preocupación, pero también de cierta impaciencia.

El anciano espadachín no confiaba en lo más mínimo en la recién llegada, y la sola idea de Subaru a su lado lo tenía inquieto.

El Guardián, en teoría, debía impedir daños graves... pero Wilhelm había visto demasiadas excepciones para confiar en ello.

Crusch: "Sí, gracias, Wilhelm-san. Creo que puedo regresar a mi habitación por mi cuenta. Puedes ocuparte de lo que desees a partir de ahora". Respondió con serenidad, aunque no le pasó desapercibida la ansiedad contenida en su fiel vasallo.

Wilhelm: "Se lo agradezco, Crusch-sama... Por cierto, ¿Dónde se ha metido Félix?". Miró alrededor, como si esperara encontrarlo entre las filas dispersas de los campamentos.

Crusch: "Ahora que lo dices... creo que Ricardo-san se lo llevó para atender a la pobre Beatrice". Comentó, poniéndose lentamente de pie. Wilhelm se adelantó para sostenerla con discreción, y juntos comenzaron a salir del auditorio.

Wilhelm: "¿Estará bien sola?". La pregunta cargaba una preocupación genuina.

Las proyecciones habían sido brutales, y Wilhelm había visto con claridad cómo su señora luchaba internamente por mantener la compostura.

Crusch: "No te preocupes, Wilhelm. Con algo de descanso recuperaré fuerzas... bueno, siempre y cuando las pesadillas no decidan acompañarme". Le dio una palmada ligera en la espalda, un gesto casi fraternal pese a la formalidad de ambos.

Wilhelm: "Cualquier información que consiga de la Sabia, se la haré llegar de inmediato". Se inclinó con una reverencia solemne antes de tomar un rumbo distinto, decidido a perseguir a la fugitiva.

Crusch lo despidió con una sonrisa que apenas ocultaba su fatiga. Cuando lo vio desaparecer entre los interminables pasillos del Teatro, exhaló un largo suspiro.

El rugido del Centauro de fuego volvió a estallar en su mente:

"¡GIIIIIIIIIIII!".

Un estruendo idéntico al llanto de cientos de bebés al unísono.

La imagen de Subaru siendo consumido por las llamas acompañó al recuerdo.

El mareo se intensificó; mantener la fachada de fortaleza le había cobrado un precio demasiado alto.

Crusch: "Solo espero que esto no empeore..." Susurró, llevándose una mano a la boca para contener las náuseas que la asediaban.

Felt permanecía con el ceño fruncido, brazos cruzados y una expresión dura. No le agradaba en lo absoluto la presencia de Shaula, pero sabía que no había nada que pudiera hacer contra alguien con semejante poder.

Felt: "Tsk... qué fastidio". Refunfuñó, dando un salto ágil para ponerse de pie, con los brazos detrás de la cabeza en un gesto despreocupado que contrastaba con la tensión en sus ojos.

Tras la conmoción y la huida de la supuesta Sabia, Reinhardt se acercó y se colocó discretamente a su lado. Felt lo observó de reojo mientras se dirigían hacia la salida.

Felt: "¿Y tú qué, Rein? ¿No vas a perseguir a esa perra también?". Su tono era desafiante, aunque la inclinación leve de su cabeza dejaba ver que buscaba más su reacción que una respuesta real.

Reinhardt: "Podría hacerlo... pero parece que mi presencia no le resulta muy agradable a Shaula-sama. Cuando los demás logren detenerla, entonces podremos hacerle las preguntas necesarias". Respondió con serenidad, aunque una ligera incomodidad se reflejó en su rostro.

Felt: "Ya veo..." Alzó la mirada hacia el techo del Teatro. Sus ojos brillaban con una mezcla confusa de emociones que poco a poco empezaban a tomar forma.

El dolor de cabeza seguía ahí, persistente, y estaba segura de que las pesadillas la acompañarían después de haber visto tantos bucles.

Pero aun así... quizá distraerse un poco no era una mala idea.

Ladeó la vista hacia Reinhardt, que permanecía pensativo con una mano en el mentón.

Felt: "B-bueno... sabes, Rein... si quieres... podríamos recorrer juntos este estúpido Teatro". Tartamudeó, desviando la mirada con brusquedad. Sus mejillas se tiñeron de rojo; aún era torpe en esas cosas, y odiaba sentirse tan expuesta.

Reinhardt se detuvo un instante, sorprendido.

Habían ocurrido tantas cosas que casi había olvidado un detalle importante: más allá de la guerra, las proyecciones y la sangre, también estaba esto.

Reinhardt: "Claro... sería un placer, Felt". Su respuesta llegó después de unos segundos que a ella le parecieron eternos.

Felt apretó los labios, conteniendo una sonrisa que finalmente se le escapó. Una expresión relajada y sincera se dibujó en su rostro mientras reanudaba la caminata junto a él.

¿Su caballero? ¿Su amigo? ¿Algo más?

Tanto Felt como Reinhardt sabían que aún debían descubrirlo.

PERSPECTIVA: CAMPAMENTO EMILIA.

Garfiel: "Mierda..." Gruñó con los colmillos apretados, una mueca de rabia deformando su rostro.

Llevaba varios minutos persiguiendo a Shaula, pero aquella mujer resultaba mucho más rápida de lo que esperaba.

Usando tierra de un jarrón del pasillo, había levantado una cortina de humo improvisada, y para cuando Garfiel la dispersó con un manotazo, ella ya había desaparecido.

El chico apretó los dientes, intentando seguir su rastro, hasta que el maldito Teatro le jugó otra mala pasada.

Garfiel: "Una bifurcación... ¡¿Será cabrón?!". Rugió, estampando el puño contra la pared con un golpe seco.

Necesitaba encontrar a su Capitán, rescatarlo de las garras de esa arpía, pero el recuerdo de los bucles en la cueva lo golpeó al ver los dos pasillos idénticos, como si fueran un cruel espejo.

Rem: "¡Garf!". La voz firme de la oni azul lo sacó de sus pensamientos mientras se acercaba por detrás.

Garfiel: "¿Eh? Ah, eres tú, Rem." Se cruzó de brazos y frunció aún más el ceño. "Creo que nuestro maldito Guardián desayunó payaso hoy... mira la porquería que nos dejó de regalo." Señaló la bifurcación con fastidio.

Rem ladeó la cabeza con un gesto de molestia al ver el camino dividido. Ella también había salido corriendo tras Shaula apenas escapó del auditorio.

Garfiel: "Ahora que lo pienso... ¿Y la mocosa que siempre andaba pegada a vos como parásito?". Preguntó, al no ver a Spica por ningún lado.

Rem: "Spica-chan está con mi hermana. Aunque..." Murmuró con cierta duda, "...no estoy segura de si fue el mejor lugar para dejarla." La sola imagen de Ram usando a Spica como condimento para sus papas al vapor le provocó un escalofrío.

Garfiel: "Bah, da lo mismo. Si a esa demoniecilla le pasa algo, nadie llorará en su funeral." Escupió, girándose hacia el camino de la derecha.

Rem: "¿Eh? Garf, ¿A dónde vas?". Lo miró con un suspiro cansado, sin molestarse en ocultar la desaprobación por su comentario mordaz.

Garfiel: "Buscaré al Capitán y a esa perra por acá. Tú toma el otro camino. Gracias al imbécil del Guardián no hay riesgo de muerte, así que lo más listo sería dividirnos." Levantó el pulgar en señal de seguridad antes de echar a correr.

Rem lo siguió con la mirada, negando con la cabeza mientras apretaba el paso hacia el otro camino.

Rem: "¿Garfiel e inteligencia? Dos palabras que nunca pensé escuchar juntas..." Murmuró para sí, acelerando con determinación.

"..."

"..."

Meili se quedó pensativa tras la huida de la mujer semidesnuda. Había algo raro... un destello de conexión que sintió con ella, como si compartieran un hilo invisible. ¿Por qué?

Su reflexión se rompió al escuchar la voz ansiosa de Petra.

Petra: "¡Meili-chan! ¿Puedes llamar a una Mabestia para buscarla?".

Meili: "Lo intenté. Pero este sitio está aislado... mi Protección Divina no responde." Sus hombros cayeron con un resoplido. "En resumen, soy solo una niñita indefensa ahora mismo."

La peli anaranjada se mordió una uña, devorada por la ansiedad, hasta que un ruido de algo rompiéndose en la habitación contigua las hizo sobresaltarse.

Ambas giraron la vista, tensas. Petra alzó la mano, pidiendo silencio, y avanzaron despacio. La criada tragó saliva, giró la perilla y abrió la puerta.

Lo que encontraron al otro lado la dejó helada.

Shaula: "¡Si es necesario para que el Maestro despierte, entregaré mi sangre, oh gran Bud—!".

La fugitiva estaba arrodillada al pie de una cama, un cuchillo de cocina peligrosamente cerca de su propio antebrazo. Sobre las sábanas, Subaru permanecía inconsciente, aún envuelto en la capa de Otto.

Petra: "E-eh... ¿Hola?". Retrocedió instintivamente.

Meili: "¿Ya encontraste a la hermanita semidesnuda, querida Pet—?!". La voz de Meili se quebró cuando se asomó y terminó escondiéndose detrás de la espalda de la criada.

Las tres se miraron en un silencio incómodo.

Entonces, con pasmosa calma, Shaula se levantó, se sacudió el regazo y arrancó de un tirón las cuerdas de una silla. Cuando volvió la mirada hacia ellas, en sus ojos brillaba un destello peligroso.

Meili: "E-esto no pinta nada bien, P-Petra..." Retrocedió, arrastrando a la sirvienta con ella.

Petra: "Vaya coincidencia. A mí tampoco me parece." Escaneó la habitación con desesperación, buscando una salida.

Pero Shaula no les dio opción. Con un movimiento imposible, apareció tras ellas, y antes de que pudieran reaccionar, las ató con la cuerda en cuestión de segundos.

Petra: "¡Gaaah!"

Meili: "¡Wahh!"

La Sabia improvisada tomó a Subaru en brazos, y sin perder tiempo salió corriendo por los pasillos, sacándoles la lengua como burla infantil.

Por un instante, algo la había atraído hacia la niña de cabello azul... pero enseguida descartó el sentimiento. Su prioridad era su Maestro.

Petra pataleó inútilmente contra la cuerda, pero su fuerza infantil no le daba margen. Terminó jadeando, exhausta.

Meili: "Supongo que no queda más que esperar... la hermanita semidesnuda resultó mucho más hábil de lo que pensé." Suspiró con voz resignada.

Petra: "Yo ya creía que lo de Sabia era puro adorno..." Se dejó caer, agotada.

El silencio se asentó entre las dos.

Meili bajó la mirada, golpeando el suelo con la punta del zapato.

Una mueca complicada cruzó su rostro: miedo por lo que vendría en las próximas proyecciones, por lo que les esperaba en la torre. Una sensación era clara: nada sería fácil.

Analizando a Shaula, el contraste la perturbaba. Poseía la fuerza digna de las leyendas sobre el Sabio, pero carecía por completo de la sabiduría que debía acompañarla. ¿Acaso su mente estaba fracturada? ¿El paso de los siglos la había consumido?

No lo sabía. Y lo peor... dudaba que esa mujer estuviera dispuesta a confesar la verdad.

"..."

"..."

El silencio entre ambas se volvió pesado. Meili seguía divagando, y Petra tampoco parecía saber cómo iniciar una conversación mientras esperaban que alguien viniera a rescatarlas.

Meili: "...Querida Petra..."

Petra: "¿Eh? ¿Sí, Meili-chan?". La voz ligera de la niña sirvió para romper el mutismo que las rodeaba.

Meili se mordió el labio y desvió la mirada, con emociones encontradas.

Meili: "¿Por qué... por qué confías en mí?".

Esa pregunta la quemaba por dentro. Más allá de la confianza, se escondían dudas y culpas más complejas.

Recordaba las palabras que Petra había dicho para defenderla antes:

"Yo, Petra Leyte, confío en Meili. Eso lo juro por mi nombre."

Un juramento hecho por alguien inocente, dirigido a una asesina como ella.

Meili: "...Elsa..." Susurró, apenas audible, como un fantasma en su memoria.

De pronto—

Meili: "¡Ay! ¡¿Qué fue eso?!". Exclamó al recibir un golpe seco en la cabeza. Al girarse, vio a Petra blandiendo un zapato como si fuera un arma.

Petra: "¡Cuántas veces tendré que repetírtelo, Meili-chan! Confío en ti por Subaru-sama, y porque he visto cuánto has cambiado este último año en la mansión. La mejor forma de redimir a alguien es hacer que compense lo malo con trabajo duro. Solo un tonto se queda para siempre en el mismo hoyo."

Julius: "¡Achu!"

Petra, ignorando la interrupción invisible, continuó con firmeza.

Petra: "Por eso quiero que repares lo que hiciste... y también lo que puedas llegar a hacer."

Meili parpadeó, helada.

Meili: "¿Q-qué voy a hacer? ¿A qué te refie—?".

Petra la calló poniendo un dedo en sus labios.

Petra: "Noté cómo te ponías ansiosa varias veces. ¿Tienes miedo de que tu otra yo haga algo que derrumbe la confianza que intentas construir, verdad? Si ese es el caso, entonces me disculparé con Priscilla-sama las veces que haga falta... y después te haré redimirte. ¡Con mano firme y de hierro, obviamente!". Sonrió orgullosa, dándole un codazo juguetón.

Meili: "Petra..."

Su rostro se encendió de un rubor tímido, y desvió la mirada.

Meili: "...Gracias. Muchas gracias, querida Petra."

Petra: "Para eso están los amigos."

El silencio volvió, pero ya no era pesado. Esta vez era cálido, incluso reconfortante.

Fue entonces que una voz llegó por el pasillo.

Otto: "Rica-san, yo seguiré el rastro de la Sabia. Tú encárgate de liberar a las niñas."

Frederica asintió, aunque al ver al dúo atado, no pudo evitar reír suavemente.

Meili, pálida, sintió un vacío en el estómago.

"Un momento... ¡¿Nos escucharon todo este tiempo?!".

Frederica transformó su mano en garra y cortó las cuerdas con facilidad.

Petra: "¡Hermana Frederica, Ottoto!". Saludó felizmente.

Otto: "¡¿Ottoto?! ¡Aprende a decir bien mi nombre! Todos están copiando los malos hábitos de Natsuki-san..." Protestó, golpeando el suelo con el pie.

Meili observó desde el suelo, con un brillo extraño en los ojos, la interacción caótica de la facción Emilia.

Frederica le tendió la mano.

Frederica: "Vamos, no te quedes allí, Meili-chan. También necesitaremos tu ayuda."

Meili ladeó la cabeza, mirando de reojo a Petra. Luego suspiró.
No, no eran solo la facción Emilia. Quería que fueran sus compañeros.

"¿Qué hubiera hecho Elsa...?" Pensó, aceptando la mano.

Ya de pie, escuchó cómo Otto terminaba de inspeccionar la habitación.

Otto: "La Sabia intenta despertar a Natsuki-san... aunque por medios nada ortodoxos." Comentó, mirando el cuchillo tirado en el suelo y la silla destrozada.

Frederica: "Emilia-sama, Rem y Garfiel aún no logran dar con ella. No sabemos cómo, pero se mueve más rápido de lo que debería."

Petra: "¿Más rápido... de lo normal?". Llevó la mano a su mentón, imitando a su mentora.

"..."

Un instante de silencio.

Petra: "¡Ah! ¡Ya sé! ¿Y si las puertas del Teatro funcionan como los cruces de Beatrice-sama?".

Otto: "Hmm... hasta ahora no lo habíamos visto. Todas las habitaciones eran diferentes, con pequeñas variaciones, pero nadie había usado las puertas como atajos..."

Frederica asintió, esperando escuchar la teoría completa.

Petra: "Lo sé, pero este Teatro cambia todo el tiempo. Al inicio solo era un auditorio con cuartos de descanso. Ahora... ¿Qué tal si las puertas sirven de puente a otros lugares del Teatro?".

Frederica: "Ahora que lo dices... Otto y yo terminamos en un sitio distinto al cruzar una de esas puertas hace unos días, ¿Recuerdas?".

Otto: "¡Cierto! Con tantas cosas, casi lo olvidaba. Entonces, Shaula-sama podría estar usando ese sistema." Respondió con un ligero sonrojo.

Meili: "Aunque lo sepamos... ¿Cómo vamos a atrapar a la hermanita semidesnuda con esa información?". Preguntó, frunciendo el ceño.

Petra: "Podemos tenderle una trampa en una de las salidas."

Otto: "O guiar a Emilia-sama, Rem y Garf hacia ella usando el sistema de puertas."

El comerciante y la niña chocaron puños con una sonrisa cómplice.

Meili los miró con los ojos en blanco.

"Vaya, hermanita semidesnuda... parece que no le caes bien a nadie."

Así se puso en marcha el plan de captura de la Sabia fugitiva.

"..."

"..."

Emilia, apenas recuperada del golpe que Shaula le había propinado, recorrió los pasillos del Teatro sin descanso, presa de una ansiedad que le desgarraba el pecho.

Los recuerdos de los últimos bucles aún estaban frescos, y lo que más la perturbaba era el inexplicable cambio en la actitud de Shaula.

Esa mujer había asesinado a Subaru dos veces con una frialdad insoportable, ¿Y ahora se mostraba dulce, casi cariñosa, como si nada?

No había explicación coherente que calmara su angustia.

Los corredores parecían alargarse infinitamente, un laberinto sin fin. Emilia ya se había acostumbrado a la naturaleza cambiante de aquel lugar tras semanas atrapada allí, pero buscar a una persona tan esquiva como Shaula en un espacio tan traicionero le resultaba exasperante.

Emilia:" Ha... haa... ¿D-dónde... se metió? S-Subaru..." Susurró, jadeante, con la voz entrecortada.

Su respiración era agitada. Había gastado demasiada energía en la carrera inicial, empujada más por el pánico que por la razón.

Su cuerpo aún podía soportar más, pero la verdadera carga no era física: su mente estaba saturada, enredada en pensamientos que no la dejaban avanzar.

Intentaba mantenerse positiva, como siempre, pero su corazón latía con una inquietud insoportable.

Al notar cómo sus piernas empezaban a flaquear, comprendió que seguir corriendo era inútil. Encontrar a Shaula sin una pista era un caso perdido.

Con pasos lentos, mareada, regresó a su habitación.

Frente a la puerta se encontró con Ricardo, que llevaba a Beatrice inconsciente sobre su hombro. Emilia abrió los ojos con sorpresa y consternación, pero el hombre perro le devolvió una sonrisa amplia y animada, como si nada pudiera doblegarlo.

Ricardo:" ¡Emilia-sama! Ana-bo me pidió que le entregara este pequeño paquete-loli antes de unirme a la cacería de esa mujer escurridiza. Aunque pensé que sería grosero no llevársela en persona". Comentó Ricardo, rascándose la nuca con su aire despreocupado.

Emilia:" ¿Eh...? ¡Ah! G-gracias, Ricardo. No debías molestarte..." Respondió con una sonrisa débil, tomando con cuidado a Beatrice en brazos.

Ricardo:" ¡No hay problema! Además, puede estar tranquila. Nosotros nos encargaremos de recuperar al mini jefe y hacer que esa voluptuosa mujer hable. Usted descanse, se le nota en la cara que no está del todo bien". Dijo con voz alegre, pero cargada de un calor reconfortante.

Emilia vaciló.

Emilia:" P-pero, yo..."

Ricardo:" Como le dije, no se preocupe. Usted ya ha hecho mucho por el mini jefe. Déjenos hacer algo también, ¿Sí?". Insistió, levantando el pulgar con una sonrisa confiada.

Ella aún parecía insegura, hasta que sintió una palmada firme pero amigable en su hombro.

Ricardo:" Entiendo por qué está tan empeñada en esto, pero a veces también es bueno aceptar una mano. Hasta el mini jefe lo comprendió en su momento. Y créame... tampoco queremos que la Sabia termine convertida en una estatua de hielo cuando la atrapen, ¿No?". Añadió con un tono juguetón mientras comenzaba a avanzar por el pasillo.

Emilia soltó una risa leve, contagiada por la ligereza del hombre. Después, bajó la cabeza y pidió con seriedad:

Emilia:" Por favor, rescaten a Subaru. ¡Ah! Y... una cosa más. No sean demasiado duros con Shaula". Su voz temblaba de sinceridad.

Emilia no podía ignorar lo que había visto en los ojos de la Sabia. Había tristeza, melancolía... incluso un alivio extraño.

No podía confiar en ella todavía, no sin respuestas, pero algo en su interior le decía que esa mujer escondía más de lo que aparentaba.

Quizá era ingenuidad, pero Emilia siempre había creído en buscar el lado bueno de las personas. Y sabía que Subaru amaba profundamente esa parte de ella.

Ricardo amplió aún más su sonrisa y, levantando una mano en señal de despedida, se internó en los pasillos.

Emilia entró en su habitación con pasos cansados, colocando a Beatrice con suma delicadeza sobre la cama. La cubrió con unas mantas y, antes de apartarse, le acarició un instante la frente. 

Después se sentó en el borde de la cama, la mirada perdida en el techo, atrapada en un torbellino de pensamientos.

Jugaba distraídamente con sus dedos, presa de dudas que se amontonaban: las proyecciones de la Atalaya, las amenazas del Teatro, sus propias inseguridades.

Pero entre tanta confusión, había una verdad que se sostenía firme dentro de ella, más clara que nunca, descubierta en aquel lugar maldito.

Emilia:" Subaru... en verdad te amo..." Susurró con una voz suave, llena de ternura y nostalgia.

Era lo que más deseaba decirle a su caballero en ese mismo instante.

Beatrice:" Mghh... debería empezar a hacer una lista de las pretendientes del contratista de Betty, supongo... ya parece un rebaño". Refunfuñó de pronto Beatrice, sobresaltando a Emilia.

La pequeña espíritu se frotó los ojos con fastidio, acompañando el gesto con un bostezo. Su cuerpo dolía por completo, en especial su espalda: recordatorio del brutal agarre de Shaula.

Emilia:" ¡Beako, qué alegría, por fin despiertas!". Exclamó dándole suaves palmadas en la cabeza con una sonrisa genuina.

Beatrice se quedó estoica... hasta que los recuerdos la golpearon como una avalancha.

Beatrice:" Un momento... ¿Qué pasó con la mujer semidesnuda? ¿Y el contratista de Betty?". Inquirió de golpe, intentando incorporarse, solo para ser contenida por Emilia.

Emilia:" No te preocupes. Rem, Garfiel, Otto y los demás fueron a recuperar a Subaru". Dijo Emilia, acariciándole la mano con ternura.

Pero sus palabras no lograron tranquilizarla, al contrario.

Beatrice:" ¿¡Recuperar!? ¡¿Acaso esa prostituta raptó al contratista de Betty, de hecho!?".

Emilia:" Bueno... es una forma de decirlo, sí". Admitió con incomodidad.

Beatrice volvió a forcejear, pero Emilia la retuvo.

Beatrice:" Tengo que ir con Subaru, de hecho. ¡Es mi deber!". Gruñó con el ceño fruncido.

Emilia:" Entiendo lo preocupada que estás, pero tu cuerpo no está en condiciones. Ahora lo más sensato es descansar y confiar en que los demás atrapen a Shaula". Replicó Emilia, tratando de sonar firme aunque su tono denotaba inseguridad.

Beatrice apretó los dientes, refunfuñando, hasta que un suspiro resignado escapó de ella. No podía negar lo débil que se sentía, y no solo en el cuerpo...

Beatrice:" Pensé que serías la primera en correr tras Subaru, supongo". Murmuró con los brazos cruzados, evitando mirarla.

Emilia:" Lo intenté... pero creo que sobrestimé mis propias fuerzas". Admitió con una risita culpable, sus ojos brillando de vergüenza y frustración.

Beatrice:" Eres una tonta, supongo". Dijo Beatrice, pero en su mirada se reflejaba la misma mezcla de tristeza y amor que la semi elfa sentía.

Emilia lo notó. La observó de reojo, luego extendió la mano y volvió a tomar la suya.

Emilia:" ¿Te encuentras bien, Beatrice?". Preguntó con voz baja, acariciando sus dedos.

Beatrice:" ¿A qué te refieres, me pregunto?". Replicó con un ceño fruncido.

Emilia:" A todo esto... no ha sido fácil para nadie. Cada uno intenta sobrellevarlo como puede, apoyándose en sus seres queridos. Pero..." Emilia la miró directamente a los ojos, justo cuando Beatrice, sin darse cuenta, comenzó a llorar.

Emilia:" Subaru es la persona más importante para ti, ¿Verdad?". Susurró, limpiando con suavidad una lágrima de su mejilla.

Beatrice:" ¿Q-qué clase de pregunta es esa? ¡E-es obvio que el Subaru de Betty es el número uno de Betty!". Refutó, aunque su voz se quebraba y las lágrimas caían cada vez con más fuerza.

Sin decir nada más, Emilia la abrazó con fuerza. Beatrice forcejeó un instante, pero sin verdadera intención.

Emilia:" Lo sé... para mí Subaru también es mi número uno, como tú dices". Murmuró, acariciando con ternura el cabello en espiral de la pequeña.

Beatrice:" ¿A-a dónde quieres llegar, supongo?". Balbuceó Beatrice, con la presa de su corazón rompiéndose. Las lágrimas brotaron en cascada, empapando el vestido de Emilia, que no hizo el menor gesto por apartarla.

Emilia:" A que no estás sola, Beako. Yo también te quiero muchísimo. Si me lo permites... me gustaría compartir esa carga contigo, con Subaru, con Rem, con todos. ¿Qué opinas?". Dijo Emilia con una voz suave pero llena de determinación, lágrimas brillando en sus propios ojos.

Su corazón latía con una claridad dolorosa: amaba a Subaru, pero también amaba a quienes lo rodeaban, y quería abrazar todo eso con fuerza.

Beatrice:" T-tonta... ¡Tonta, tonta!". Exclamó hundiéndose en el pecho de Emilia entre sollozos.

Los recuerdos la devoraban.

Subaru pulverizado por un rayo de luz blanca; atravesado por esa misma luz y entregado a los osos Oiran; quemado vivo; devorado por su propia compañera... y ella, incapaz de hacer nada.

Incapaz. Inútil.

Un espíritu que solo limitaba a su contratista.

El dolor era insoportable. Pero en medio de su quebranto, el calor del abrazo de Emilia fue como un faro en la oscuridad. No lo admitiría en voz alta, pero lo sentía.

Beatrice:" R-realmente eres una tonta..." Susurró, ocultando una débil sonrisa entre lágrimas.

Emilia:" Lo sé, jeje". Respondió Emilia, revolviendo suavemente el cabello de la niña.

Beatrice refunfuñó con pucheros, como si quisiera cubrir sus emociones con su habitual tono mordaz. Pero el cariño en su mirada decía lo contrario.

Ya más calmada, Beatrice tomó asiento junto a Emilia, quien aprovechó la ocasión para estirarle juguetonamente los cachetes.

Beatrice: "¡¿Waaaahh?!". Soltó, agitando los brazos con torpeza.

Emilia: "¡Beako es la más linda del mundo!". Exclamó, tirando también del otro cachete de la pequeña bibliotecaria.

Como siempre, Beatrice refunfuñó, dándole ligeros golpecitos al costado de la peli plateada, quien solo se rió como una niña traviesa.

El juego se prolongó un rato, una forma egoísta pero necesaria de olvidar, aunque fuese por un momento, el caos que las rodeaba.

Beatrice: "¿Después de un momento emotivo, decides molestar a Betty? ¡Qué molesta, de hecho!". Gruñó, cubriéndose con una almohada mientras Emilia intentaba hacerle cosquillas otra vez.

Emilia: "Cualquier momento es perfecto para apreciar la ternura de Beako".

Beatrice iba a replicar, pero dejó sin querer una rendija en su defensa de almohada. Emilia lo aprovechó enseguida, atrapándola y sentándola en su regazo para lanzarse con las cosquillas.

Beatrice: "¡Wahajajaja, p-para! ¡B-Betty no te lo va a—! ¡Wahajajaja!". Carcajeó con lágrimas en los ojos.

Tras un par de minutos de risas y forcejeo, Emilia soltó a una Beatrice enfurruñada, que intentó vengarse con cosquillas, aunque su tamaño y fuerza no daban para mucho.

Exhausta pero aliviada, la semi elfa se dejó caer sobre la cama; sentía el corazón más ligero, como si Beako fuera un remedio natural contra la tristeza.

Beatrice, aún con pucheros, se acostó a su lado mirando el techo. Su tormenta interna no había desaparecido, pero al menos la carga pesaba menos.

Entonces—

"Clac".

La puerta se abrió y cerró de golpe. Emilia y Beatrice se sobresaltaron y giraron al instante, quedándose boquiabiertas cuando vieron entrar a—

Shaula: "¡Esos tipos no saben cuándo rendirse! ¡Pero no me importa! ¡Mi amor por el Maestro podría doblegar hasta al político más corrupto de América!". Declaró la peli castaña con absoluta seriedad, usando palabras que ninguna de las dos entendió.

Ni siquiera parecía notar su presencia. Shaula se escondía, seguramente huyendo de Garfiel, Rem o quienquiera que la estuviera persiguiendo.

A su espalda llevaba a Subaru, enroscado en la capa hecha jirones de Otto, sujetado como una mochila con improvisadas correas de mantel.

Emilia y Beatrice ahogaron un grito, tapándose la boca. Se miraron y asintieron con complicidad.

Emilia extendió con cautela las sábanas de la cama, lista para atrapar a la "Sabia", mientras Beatrice se escabullía por detrás.

Pero justo cuando iban a lanzarse, Shaula se movió con velocidad imposible. En un parpadeo apareció junto a Emilia, lanzándola hacia atrás con una patada que la estrelló contra la pared. 

Acto seguido, atrapó a Beatrice por la cintura y, como si nada, la lanzó sobre el rostro de la aturdida semi elfa.

En un movimiento más, Shaula agarró la sábana y se la tiró encima a ambas, cegándolas, antes de escapar por donde había entrado.

Shaula: "Uff, eso estuvo cerca. Como diría el Maestro... sentí un disturbio en la fuerza". Murmuró con una sonrisa, acariciando el cabello del dormido Subaru a su espalda.

Tendría que estar más alerta; si la atrapaban, su esperado reencuentro con él se retrasaría. Y después de tantos siglos, ella ya no quería esperar más.

Aunque... si pudiera escuchar su voz una vez más, quizá reuniría fuerzas para esperar otros cuatrocientos años.

Mientras tanto, Emilia y Beatrice se reincorporaron a trompicones, tropezando entre sí, lo que permitió el escape exitoso de la mujer semidesnuda.

Beatrice: "¿Piensas lo mismo que Betty, me pregunto?". Dijo con el ceño fruncido.

Emilia: "Shaula tendrá sus motivos, pero no podemos dejarla hacer lo que le plazca. Si es necesario, la haré disculparse una hora consecutiva".

Beatrice: "¿Quién dice 'consecutiva' hoy en día, de hecho?". Replicó con ironía.

Emilia: "¡Beakooo~!". Gruñó, revolviendo el cabello de la bibliotecaria, que no pudo librarse de su agresora.

Con un último intercambio de miradas, ambas salieron decididas a poner fin a las travesuras de la supuesta Sabia Shaula.

PERSPECTIVA: PRISCILLA Y AL.

Ignorantes del caos que se gestaba en el Teatro, la Matriarca y su bufón regresaron a la habitación designada.

Como ya era costumbre, un trono presidía el centro, acompañado de tapices y detalles teñidos con los colores característicos de la princesa del Sol.

Al caminaba unos pasos detrás de su Dama. Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado, asegurándose de que no hubiera ojos curiosos tras ellos.

Priscilla cerró su abanico con un chasquido seco, sin dignarse a mirarlo. Tanto ella como Al conservaban expresiones impenetrables, pero el silencio que se instaló entre ambos era tan denso que casi podía cortarse.

El guerrero manco se rascó con nerviosismo el muñón de su brazo.

¿Cómo se suponía que debía empezar esa conversación?

La conversación sobre aquello que ella...

Priscilla: "He de suponer que deseas mi respuesta, ¿No es así, Al?". Su voz, grave y cadenciosa, lo arrancó de su torbellino mental.

Al: "S-Sí, princesa..." Respondió, aunque la inquietud se delataba en su tono.

Priscilla se giró con elegancia, encarando a su bufón. Su porte era como siempre: altivo, radiante, digno de una diosa.

Bajo ese brillo aplastante, Al no pudo evitar sudar copiosamente, sintiéndose casi mareado.

Al fin y al cabo, ella lo había descubierto.

"..."

"..."

PERSPECTIVA: PRISCILLA Y AL. (Hace varias horas)

El viaje hacia las Dunas de Augria ya había comenzado.

Subaru y compañía se habían embarcado con todos los miembros necesarios, aunque nadie podía predecir cómo se desarrollaría el intento de conquistar la Torre del Sabio.

El Guardián les había concedido un tiempo de descanso antes de la próxima proyección. A la vez, flotaba un tema inquietante: aquellas extrañas imágenes de un Subaru de cabello blanco.

Cada vez que esas proyecciones aparecían, Al fruncía el ceño y tensaba los hombros. No sabía si eran un error del Guardián o un mensaje oculto, pero su instinto le gritaba que, si bajaba la guardia, terminaría pagando caro.

Con esos pensamientos rondándole, recorrió el Teatro por su cuenta —siempre con el permiso de su Dama, claro. Hacerlo sin él significaba asegurarse una reprimenda digna del infierno—.

En el trayecto, compartió un rato con Julius en una sala curiosa, llena de mangas de su mundo original.

El caballero resultó ser una compañía soportable, y Al aprovechó para mostrarse amistoso. No porque le naciera, sino porque Julius podía servir como carta futura: un desvío de atención cuando la mira se posara demasiado sobre él.

Las proyecciones de Priestella casi lo habían delatado. Solo un milagro, y el hecho de que todos se centraran en los Arzobispos, lo había librado de sospechas graves.

Tras un rato, se despidió de Julius y regresó a la habitación designada de su Dama. Mejor estar cerca por si ella requería algo. Aunque, quizás, esa decisión terminaría mordiéndole la espalda...

Al: "Princesa, volví". Saludó, alzando su único brazo en un gesto torpe.

Priscilla permanecía de espaldas, mirando la pared. Su abanico reposaba abierto en su mano, ocultando su rostro.

Priscilla: "..."

El silencio lo incomodó. Tal vez se debía a la tensión de lo que se avecinaba: pronto verían, casi en carne propia, lo que significaba explorar las malditas Dunas de Augria.

Pero lo que ella dijo a continuación pulverizó cualquier ilusión de calma.

Priscilla: "Al... aunque la respuesta a lo que voy a preguntarte es, para mi divinidad, más que obvia, deseo que me respondas con total honestidad. De ello dependerán muchas cosas."

Se giró lentamente, ocultando su expresión tras el abanico cerrado con un chasquido seco.

Al sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

Priscilla: "¿Eres capaz de regresar de la muerte, igual que Natsuki Subaru?".

La pregunta lo atravesó como un cuchillo.

Se quedó helado.

Claro. ¿Por qué no había previsto esto?

Había logrado despistar a esa bola de idiotas con facilidad, pero su Dama era otra historia. 

Priscilla Barielle no era como los ilusos que podían manipularse con un par de palabras. Su mirada era un sol abrasador que desnudaba hasta el último secreto.

Había cometido un error. Un error grave. Y ahora tendría que pagarlo.

Al: "..."

Su respiración se agitó.

"Mierda. Estoy acorralado... Si intento usar Dominio ahora, será aún más sospechoso. Además, ¿Funcionaría siquiera en este lugar? No sé cómo reaccionan las Autoridades dentro de este condenado Teatro. Y la princesa... la princesa no se conformará con evasivas."

Al apretó su puño con impotencia, sabiendo que estaba frente a una pregunta de la que no podía escapar.

Al: "..."

Al se quedó en silencio, desviando apenas la mirada. La paciencia de Priscilla, sin embargo, no estaba en su mejor momento.

Priscilla: "Será mejor que respondas con la verdad, Aldebaran. El resto de idiotas cayó sin esfuerzo en tus jugarretas baratas... pero no oses comparar a mi divinidad con esos burdos plebeyos."

Su voz cortó el aire como un filo. Un resplandor rojizo comenzó a danzar a su alrededor; chispas que amenazaban con estallar en un incendio si la osadía de su bufón persistía. La espada Yang parecía clamar por acción.

Al contuvo la respiración. Podía resistir un segundo más, dos como mucho... pero sabía que hacer esperar a su Dama sería un error imperdonable. Tragó saliva, y con un tono derrotado, confesó:

Al: "Sus sospechas... son correctas, princesa."

Su voz insegura se quebró en el aire, mientras su única mano se posaba de manera automática sobre el muñón cubierto de su brazo perdido.

Las llamas se disiparon con un chasquido seco del abanico de Priscilla, solo para comenzar a abanicarse con estudiada calma, aunque sus ojos permanecieron fijos en él.

Priscilla: "Era evidente. Todas las pruebas estaban allí. Ya sospechaba que eras capaz de alterar el orden de los acontecimientos antes de llegar a este lugar... pero aún debía escuchar de tu propia boca el método. Ahora lo sé."

Sus labios se apretaron apenas un instante. Había obtenido la confirmación que intuía... y sin embargo, esa verdad traía consigo ramificaciones incómodas.

Priscilla: "Aunque lo que me interesa ahora es otra cosa... ¿Cuántas veces?".

Su mirada se clavó en la de Al. No brillaba con simple curiosidad: era una pregunta teñida de algo más pesado, casi como... consternación.

Al alzó la cabeza, sorprendido por esa dirección inesperada. Había previsto reproches, sospechas, incluso desprecio. Pero no esa pregunta.

Al: "Yo... perdóneme. Hace tiempo que perdí la cuenta..." Respondió con torpeza, llevándose la mano a la nuca del casco.

La mirada de Priscilla descendió levemente, imperceptible para él. En un segundo, volvió a erguirse con la misma dignidad altiva de siempre.

Priscilla: "Ya veo... ¿Y desde que entraste a mi campamento?".

Al parpadeó. Esa pregunta tenía otro peso. Ella no buscaba un simple número: buscaba medir cuánto de su historia compartida podía haber sido torcido por ese poder.

Al: "Tampoco llevo la cuenta, princesa... Lo lamento."

Se inclinó en una reverencia apretada, incómoda.

Los ojos de Priscilla se profundizaron, como brasas contenidas.

Esa respuesta, aunque neutra, confirmaba lo esencial: sí había muerto en su servicio. Y si había muerto, ¿Qué acontecimientos habían sido borrados o rehechos en el proceso?

Su mente viajó por los recuerdos del último año.

Encuentros con enemigos poderosos que Al había resuelto "con facilidad"... ¿Fueron realmente tan fáciles? ¿O habían costado vidas en repeticiones invisibles para ella?

Yae, la guerrera de gran destreza que su bufón derrotó en un choque que pareció breve. ¿Realmente lo fue?

Los eventos de su tierra natal, las conspiraciones que la habían rodeado... ¿Habían sido moldeados también?

Un destello de duda quiso arraigarse, pero Priscilla lo aplastó con severidad. Reclamarse por sucesos pasados era propio de idiotas. Ella estaba por encima de esos estándares bajos.

Lo importante era comprender mejor a su bufón ahora, y asegurarse de que ese poder, con todas sus implicaciones, sirviera a su divinidad en el futuro.

Priscilla: "¿Cómo funciona?". Preguntó con un brillo nuevo en sus ojos carmesí.

Al parpadeó, sorprendido.

Al: "¿Eh...?" Balbuceó torpemente, aunque pronto entendió lo que su Dama quería decir. Trató de ordenar sus pensamientos, pero no tardó más en responder. "Perdóneme otra vez, princesa, pero... hay ciertos asuntos que me impiden darle detalles". Su voz sonaba arrepentida, pero también cargada de cautela.

Priscilla entrecerró los ojos.

Priscilla: "¿Acaso es algo parecido al tabú de Subaru?".

Al soltó una risa nerviosa, desviando la mirada.

Al: "Aún me incomoda un poco que llame a Bro por su nombre, pero bah..." Gruñó. "No es exactamente un tabú... se describe mejor como un juramento. Uno que hice hace mucho tiempo, y que me impide dar más información". 

No era toda la verdad, pero disfrazar la realidad era lo único que podía hacer. No quería arrastrar a Priscilla a ese pozo de oscuridad.

La Matriarca lo contempló con atención, frunciendo apenas el ceño. Sabía que Al le estaba ocultando algo, pero tampoco tenía pruebas para rebatirlo.

Priscilla:" ¿Y qué es lo que sí puedes decir?".

Al suspiró, bajando la cabeza.

Al:" Hmm... bueno... a diferencia de Bro, mi habilidad tiene muchas limitantes. No es tan efectiva como la suya. Para serle sincero, su poder me parece mucho más... piadoso que el mío". La envidia y un deje de resentimiento se filtraron inevitablemente en su voz.

Priscilla lo analizó en silencio.

Si lo que decía era cierto, la habilidad de Al era más restringida que el "Regreso de la Muerte" de Subaru, con debilidades mucho más evidentes.

Cerró el abanico y caminó hacia la salida de la habitación sin dar más explicación, dejando a su bufón descolocado.

Al:" ¿Eh? Princesa, ¿No desea saber nada más?". Preguntó, siguiéndola casi de forma instintiva.

Priscilla se detuvo en la puerta, girando apenas para mirarlo con frialdad.

Priscilla:" Tu juramento ya limita lo que puedes contarme, así que de poco sirve insistir. Además..." Su mirada se endureció. "...necesito pensar seriamente en muchas cosas. Eso no te incumbe. Por ahora, te libero de tus deberes. Puedes recorrer esta pocilga como se te antoje, Al".

Al se tensó de inmediato, el pánico filtrándose por todo su cuerpo.

Al:" ¡E-espere! ¿A qué se refiere con eso? Además... ¿Piensa decirle al resto de los campamentos sobre... esto?". Su voz era suplicante, teñida de miedo.

Priscilla desvió la vista hacia el abanico cerrado en su mano, meditando un instante antes de hablar sin volverse hacia él.

Priscilla:" De momento no veo razón para que esos plebeyos sepan de los asuntos personales de mi bufón. Aunque... más adelante te daré una respuesta definitiva".

Y sin más, su figura desapareció entre los pasillos.

Al permaneció inmóvil frente a la puerta, con los puños apretados y el sudor escurriéndose bajo el casco.

Al: "..."

No dijo nada, pero bajó la cabeza, sumido en un mar de pensamientos y preocupaciones.

Cerró la puerta de la princesa con un cuidado casi reverencial, y avanzó hasta quedar frente a la habitación de Reinhardt.

Abrió lentamente, comprobando con alivio que el Santo de la Espada no estaba allí. De haber estado, su aguda audición lo habría delatado al instante.

Al apoyó la frente contra la madera, y de pronto—

Al:" ¡Aaarghhh!". Rugió de rabia, golpeando la puerta una y otra vez.

Su respiración se tornó errática. Instintivamente, llevó la mano al muñón de su brazo mutilado. La puerta quedó hecha astillas bajo su furia, aunque al instante, como siempre, la Autoridad del Guardián reparó el daño.

Al retrocedió unos pasos, la mirada perdida y el corazón oprimido por la ansiedad.

Avanzó por los pasillos ignorando las miradas de los miembros de otros campamentos. Para él, en ese momento, ninguno de ellos importaba.

Perdido en la maraña de pensamientos que lo carcomían, Al apenas notó cómo sus pasos tambaleaban por el pasillo.

Fue entonces cuando tropezó con algo en el suelo. Refunfuñó, ladeando la cabeza, y al enfocar la vista vio a la inconsciente Anastasia Hoshin, desmayada junto a su inseparable bufanda, Foxidna.

Al:" Tch..." Chasqueó la lengua con fastidio.

Miró a su alrededor buscando alguna pista sobre lo que les había ocurrido, pero no encontró nada.

Con un suspiro resignado, se inclinó y, a regañadientes, cargó tanto a la pequeña comerciante como a su bufanda parlante.

Por más que quisiera ignorarlas, dejarlas allí tiradas era impensable... incluso para él.

Arrastrando los pies, se dirigió a la habitación de la comerciante, donde se topó con Julius y Ricardo, visiblemente preocupados, además de los trillizos.

Los idiotas no tardaron en acusarlo de algo al verlo entrar con Anastasia en brazos, pero Al se limitó a encogerse de hombros.

"Bah, como si tuvieran derecho a reclamarme algo". Masculló Al internamente, dejando a la mujer con su campamento sin mayor ceremonia.

Les mintió descaradamente, diciendo que debía reunirse con su Dama. En realidad, sólo quería quitarse de encima la conversación. No estaba de humor para aguantar sus miradas acusatorias ni su constante parloteo de grupo.

Pasó varios minutos más vagando sin rumbo por los pasillos del Teatro, el eco de sus propios pasos amplificando la irritación que lo roía por dentro.

Eventualmente, el descanso llegó a su fin y no le quedó otra opción que volver al auditorio.

Cada paso se le hacía más pesado. Volver a sentarse frente a la pantalla, volver a presenciar las desgracias del chico de cabello negro... aquello ya no era espectáculo, era tortura.

Al:" La pobre víctima..." Murmuró entre dientes.

Todos parecían conmoverse por los bucles de Subaru, como si fueran algo digno de lástima. Pero ninguno de esos ingenuos sobreviviría ni un solo segundo bajo las reglas que él debía soportar.

Reglas que nunca eligió, de las que jamás tuvo escapatoria.

Subaru... él al menos tuvo un camino. Aldebaran, no.

Perdido en esos pensamientos, se sobresaltó al encontrarse frente a frente con su Dama. 

Priscilla ya estaba en el auditorio, la primera en llegar como siempre, y lo observaba con esa mirada que quemaba más que el sol mismo.

Al abrió la boca para saludar, pero lo único que recibió fue el abanico de la Matriarca descendiendo con fuerza sobre su casco. El golpe resonó seco, dejándole un chichón inmediato.

Al:" ¡Ay!". Se quejó instintivamente.

Priscilla, sin inmutarse, levantó la barbilla y habló con la solemnidad propia de una diosa.

Priscilla:" Ya lo he decidido. Te daré mi respuesta después de la siguiente ronda de proyecciones, las cuales, como dicta el mundo, han de divertir a mi divinidad. Hasta entonces, esperarás como un buen bufón la sentencia que pondrá fin a las preocupaciones que tanto te aquejan, Al".

Al se quedó quieto, como congelado. No sabía qué había llevado a la princesa a pronunciar esas palabras, pero un calor distinto recorrió su pecho.

Sus ojos, ocultos bajo el casco, brillaron con una chispa de esperanza.

Torpe, asintió varias veces, siguiéndola de inmediato hasta tomar un lugar a su lado.

No sabía cuál sería esa "respuesta", ni qué consecuencias acarrearía para él. Pero lo entendía bien: de ello dependería demasiado.

Sólo le quedaba esperar... y rezar en silencio a un dios que jamás le había respondido.

PERSPECTIVA: PRISCILLA Y AL. (Presente)

"..."

"..."

El silencio en la habitación era casi opresivo.

Priscilla, se giró lentamente para encarar a su bufón.

Al tragó saliva, cerrando ligeramente los ojos bajo el casco. Se preparaba para ver en su Dama alguna expresión de repulsión, desagrado o, peor aún, indiferencia.

Conocía su carácter fuerte, decidido y soberano; era parte de su belleza y de su divinidad. Pero las miradas que ella dedicaba a quienes la disgustaban... sólo recordarlas le erizaba la piel.

Se tensó, esperando lo peor. Sin embargo, cuando al fin se atrevió a alzar la vista, la expresión que encontró lo dejó sin habla.

Priscilla:" Ya lo he decidido, Al. Vas a seguir a mi lado como lo has hecho hasta hoy. Siéntete agradecido".

Su sonrisa era radiante, segura, y deslumbraba tanto que Al se quedó congelado.

Al:" ¿U-usted se refiere a...?" La voz se le quebró a mitad de la frase.

Priscilla:" Supones bien. Mantendré tu secreto a buen recaudo siempre y cuando no haya motivos para revelarlo. Además... soy tu dueña. Es natural que cuide de mi propiedad. Mantendré alejada la atención innecesaria de esos plebeyos tanto como me sea posible".

Habló la Matriarca mientras caminaba con paso pausado hasta colocarse frente a él. Su abanico, cerrado entre los dedos, parecía el cetro de una emperatriz.

Al:" ¿Por... por qué?". Preguntó con la mirada desviada, incapaz de sostener la intensidad de esos ojos carmesí.

Priscilla:" Porque así mi divinidad lo desea. No seré como esa tonta semi demonio que arrastró a su caballero a un calvario. Me aseguraré de compensarte todo mal que hubieras podido sufrir... y prever, en la medida de lo posible, el uso de tu habilidad".

Su abanico se abrió con un chasquido, ocultando una sonrisa aún más curvada.

Al:" ¿Está usted segura, princesa...?" Volvió a cuestionar, aunque esta vez un golpe leve en el casco, más suave que de costumbre, lo hizo retroceder un paso.

Priscilla:" ¡Ja! Cuestionar mi voluntad debería ameritar un castigo. Pero supongo, con acierto, que ya has recibido más castigos de los que podría contar. Así que, por hoy, tu deuda con el mundo queda saldada. Agradece, bufón".

Con un gesto elegante, extendió una mano hacia él.

Priscilla:" De ahora en adelante, mi divinidad te tendrá bajo su cuidado. Siéntete agradecido, Al".

Al parpadeó, desconcertado. Miró esa mano como si fuera una ilusión.

Al:" Debo preguntar... ¿Qué es lo que le hizo tomar esta decisión, princesa?". Su voz sonó más baja de lo que pretendía. Había esperado este momento durante toda la última ronda de proyecciones, pero en su mente había ensayado una negativa, no esto.

Priscilla:" Tú, al igual que el plebeyo de cabello negro, Subaru, eres verdaderamente interesante. He de admitir que ahora puedo observarte con una nueva luz, proporcionada por el mundo mismo. Y si el mundo te trajo a mi lado, sería un insulto y una estupidez despreciar ese destino. Este mundo opera a mi favor, y lo que deseo se cumple. Y ahora deseo recompensar la valía que has demostrado, Al, tanto en los acontecimientos de Priestella como en el futuro próximo".

Sus ojos carmesí brillaban con determinación y emoción contenida.

Al bajó la cabeza, procesando cada palabra. Luego soltó un pequeño bufido, casi una risa nerviosa, y finalmente aceptó la mano extendida de su Dama.

Al:" Se lo agradezco, princesa... realmente. Haré todo lo que esté a mi alcance para que usted sea quien esté sentada en toda su gloria en ese trono".

Priscilla:" Ese lugar ya está destinado desde un principio. Pero en gratitud por tu valía, te ofrezco la oportunidad de permanecer a mi lado cuando ese día llegue".

Hubo un silencio breve, más cómodo que antes. Por primera vez en mucho tiempo, Al sintió que podía respirar.

Al:" Hmph... supongo que eso significa que sigo teniendo trabajo por hacer". Murmuró con una chispa de su sarcasmo habitual.

Priscilla:" Por supuesto. No me serviría un bufón inútil. Mantén esa lengua mordaz pero tu lealtad intacta, Al".

Él asintió con torpeza, dejando escapar el aire que había estado conteniendo.

No sabía qué deparaba el futuro pero, por primera vez en mucho tiempo, sintió que su pellejo estaba a salvo.

PERSPECTIVA: ANASTASIA Y JULIUS.

El dúo de dama y caballero descansaba en una habitación del Teatro que imitaba con asombrosa fidelidad una biblioteca.

Anastasia:" Así que el Guardián también es capaz de recrear algo tan detallado..." Murmuró la comerciante

Anastasia había notado los detalles de la recreación y no pudo evitar preguntarse por las capacidades del Guardián que manejaba aquel espacio.

Pero dejó el pensamiento de lado, había asuntos más urgentes.

Frente a ella, Julius permanecía sentado con la espalda recta, un libro cerrado ante él. No había abierto ninguna página; sus ojos dorados estaban cargados de un conflicto demasiado evidente, incluso para alguien tan reservado.

Anastasia lo observó en silencio unos segundos: era bien sabido cuánto amaba la lectura y la historia, aunque últimamente cada proyección no había hecho más que apuñalar esa pasión con registros distorsionados, llenos de errores.

Precisamente por eso, Anastasia había elegido este lugar. Quería que Julius, al menos por un instante, sintiera cierta ligereza en medio del caos que acababan de presenciar.

Aunque, claro, ella misma no había quedado indemne: el recuerdo de su cuerpo partido a la mitad se filtró en su memoria y le dejó un sabor amargo en la garganta.

Lo empujó hacia un rincón de su mente. No podía mostrar debilidad ahora.

Anastasia:" Julius..." Llamó suavemente.

El caballero levantó la vista con un movimiento contenido, como si le costara enfrentarla.

Julius:" ¿Sí, Anastasia-sama?". Su postura se irguió de inmediato, ocultando a medias el conflicto que hervía en su interior.

Anastasia lo observó unos segundos más, luego entrelazó los dedos con calma y habló con tono claro:

Anastasia:" Quiero que me prometas algo".

Julius:" ¿Prometer?". Repitió, aunque la tensión en su voz delataba que intuía de qué se trataba.

Anastasia:" Prométeme que no volverás a culparte por lo que veamos aquí. Ni una sola vez más".

La bufanda en su cuello —Foxidna— se agitó levemente, pero permaneció en silencio, respetando el momento.

Julius frunció el ceño, luchando por hallar una respuesta.

Julius:" Anastasia-sama..."

Anastasia lo interrumpió, levantando una mano con elegancia.

Anastasia:" Escúchame. Sé que esto es difícil, sobre todo para ti. No voy a fingir lo contrario. Pero culparte por errores que no son tuyos, por un destino que aún no existe, es un camino que no pienso permitirte recorrer".

Hizo una pausa, acariciando con sutileza la bufanda, y en sus ojos apareció un brillo de resolución.

Anastasia:" Te entiendo más de lo que crees. Verte caer... aunque no seas tú realmente... es frustrante hasta el extremo. Y si crees que debes cargar con esa culpa, entonces hazlo, pero no la uses para hundirte. Convierte esa frustración en fuerza. Prepárate para el futuro, Julius. Porque lo que vemos aquí no es más que un mal presagio, y vamos a necesitarte a nuestro lado para superarlo".

Las palabras resonaron con firmeza en el aire.

Julius se quedó mudo, su respiración contenida. Bajó la vista hacia el uniforme impecable de caballero, pero lo único que sentía era un nudo en el estómago.

Julius:" Comprendo a lo que apunta, Anastasia-sama... pero..." Apretó los puños con fuerza, y cuando volvió a levantar la mirada, su rostro estaba marcado por una frustración apenas contenida. "Soy un caballero. No... su caballero. Me han llamado "el Mejor Caballero", pero dígame, ¿Qué he hecho yo para honrar ese título? Nada. He fallado una y otra vez, y parece que seguiré fallando. Creí que había dejado atrás a ese débil yo... pero estaba equivocado. Siempre lo estuve".

Su voz tembló en el último instante, aunque trató de disfrazarlo con compostura.

Anastasia: "..."

Anastasia no respondió de inmediato. Se limitó a sostener la mirada sombría de su caballero. Sabía que, más que palabras apresuradas, Julius necesitaba desahogar aquello que lo carcomía.

Julius:" Yo... sigo recordando una y otra vez la imagen de usted muriendo de una forma tan indigna". Su voz tembló al quebrarse. "Se supone que soy su caballero, hice un juramento de protegerla, de permanecer a su lado... y aun así la vi perecer sin poder hacer nada. Otra vez le fallé".

El nudo en su estómago se apretó hasta dolerle, pero no se permitió llorar. No delante de ella.

Anastasia:" Julius, eso no fue tu culpa. Lo que vimos estaba fuera de tu alcance, completamente".

Pero sus palabras parecieron perderse contra la muralla de culpas del caballero.

Julius:" Todo siempre ha estado fuera de mi alcance, Anastasia-sama..." Murmuró, bajando la vista hacia sus guantes arrugados, recordatorio de su impotencia. "Subaru... él ha demostrado una y otra vez que el equivocado fui yo en la Capital. Superó obstáculos que generaciones enteras consideraban imposibles. ¿Y yo? Yo no he hecho nada digno de destacar, pese a cargar con el título de "Mejor Caballero" ". Levantó la mirada, con una sonrisa derrotada. "Simplemente, no estoy a la altura".

Anastasia parpadeó, sorprendida por la crudeza de aquella confesión. Siempre supo que Julius se exigía más que nadie, pero no había imaginado que la herida estuviera tan abierta.

Se levantó con calma, rodeó la mesa y se plantó frente a él.

Julius cerró los ojos, resignado a recibir un reproche de su Dama. En su lugar, lo que sintió fue un golpecito ligero en la frente.

Al abrirlos, vio la pequeña mano de Anastasia todavía extendida. El toque no había dolido... pero sí había conseguido arrancarlo de su espiral de derrota.

Anastasia:" Natsuki-kun es un caso especial, Julius. Eso no significa que debas menospreciar tus propios logros. Te llaman el "Mejor Caballero" porque trabajaste sin descanso para ganarte ese lugar. ¿Cometiste errores? Claro que sí. Pero eso no borra todo lo que construiste hasta ahora". Extendió la mano hacia él con naturalidad. "Vamos, levántate".

Julius dudó, pero terminó aceptando el gesto. Aun así, abrió la boca para replicar... hasta que un segundo golpecito, esta vez en el costado, lo obligó a callar.

Anastasia:" Tú eres mi caballero, Julius. Y yo, Anastasia Hoshin, soy la chica más avariciosa del mundo. Siempre quiero lo mejor de lo mejor... y a mi parecer, ya lo tengo".

Le dedicó una sonrisa sincera. Tan sincera, que Julius sintió un nudo diferente apretarle la garganta. Tragó saliva, sus ojos comenzando a humedecerse.

Bajó la cabeza, solo para que Anastasia lo obligara a levantarla con sus brazos delgados pero firmes.

Julius:" ¿De verdad... yo puedo ser suficiente? ¿Puedo mejorar?". Su voz sonó casi como una súplica, quebrada por la emoción.

Anastasia:" Eso no depende de mí. Pero si me preguntas por mis expectativas..." Sus ojos zafiro lo miraron de frente, cargados de convicción. "Diría que el Mejor Caballero, mi caballero, es perfectamente capaz de lograrlo".

Las palabras atravesaron a Julius como una ráfaga de aire fresco. Por primera vez en mucho tiempo, sintió el pecho menos pesado.

Julius:" Yo..." Se llevó una mano al corazón, sorprendido de lo ligero que se sentía. "Haré todo lo que esté en mi poder para estar a la altura de sus expectativas, Dama mía".

Anastasia:" Y esta bella chica está completamente segura de que lo lograrás, Julius Juukulius".

El ambiente se alivió poco a poco. La pesadumbre no desapareció del todo —ambos sabían que aún quedaban más horrores por presenciar en aquel Teatro—, pero por unos instantes encontraron un respiro. Un momento de paz entre la tormenta.

Julius:" Muchas gracias, Anastasia-sama, de verdad necesitaba est—".

La frase se vio interrumpida por un estruendo.

La puerta de la biblioteca se abrió de golpe, y en el umbral apareció una joven semidesnuda cargando en brazos a un Subaru profundamente dormido.

La peli castaña esquivaba con ligereza los intentos de Garfiel y Mimi, que la perseguían con desesperación.

Garfiel:" ¡Maldita sabandija, deja de corretear y párate de una vez!". Rugió el rubio, lanzando un puñetazo que falló por centímetros, derribando de paso una hilera de estanterías.

Shaula, encaramada en un estante, solo se limitó a sacarle la lengua con descaro, provocando aún más la furia del chico.

Mimi:" ¡Aaah, no se deja atrapar!".

Garfiel:" ¡Tch! Si no te me quedas quieta, te voy a aplastar de un golpe, ¿Me oíste?!".

El rubio intentó improvisar, arrojando a Mimi como proyectil para bloquear a la intrusa, pero Shaula reaccionó lanzando libros como si fueran flechas.

Su puntería fue impecable: cada tomo impactó en el aire, desviando a la pequeña demi humana.

Julius:" Anastasia-sama, por favor, manténgase detrás de mí. Prestaré apoyo a Garfiel-san". Dijo con calma, guiando con firmeza a su Dama antes de desenvainar su espada.

Garfiel:" ¿Hah? ¡Eres tú, caballero depresivo!". Soltó, cubriéndose tras una mesa volcada mientras ayudaba a Mimi a levantarse.

Julius:" No estoy seguro de compartir tal apodo, pero lo pasaré por alto. Lo importante es la situación actual". Replicó con serenidad, evaluando a la muchacha.

Mimi:" E-esa mujer es increíble... Cada vez que la acorralamos, ¡Zas!, se escabulle o nos da una paliza".

Julius:" ...Puede que sus métodos sean cuestionables, pero sus capacidades están en sintonía con el título de "Sabia" ".

Garfiel:" ¡Ese título se lo pueden meter donde le quepa! Si pudiera usar sus brillitos mortales, estaríamos todos en problemas".

Julius:" Por lo menos el Guardián ha limitado sus armas más peligrosas... de no ser así, esto sería mucho peor".

Mientras tanto, Shaula escudriñaba la sala, buscando una salida. Aunque sabía que podría acabar con ellos si lo deseaba, se contenía. Subaru estaba en sus brazos y cualquier descuido podía lastimarlo.

"Piensa, Shaula, piensa... ¿Qué haría el Maestro?". Se preguntó, acariciando con suavidad el cabello del chico dormido.

Entonces sus ojos se iluminaron.

Shaula:" Eureka". Susurró con una sonrisa traviesa.

Aprovechando una distracción momentánea, la peli castaña se lanzó de estante en estante, hasta fijar su mirada en una joven de cabello lavanda.

Julius:" ¡Un momento, Anastasia-sama!".

Con un giro repentino, Shaula engañó la lectura de movimientos del caballero y lo embistió de lleno. Julius salió despedido, chocando con un estante cercano a su Dama.

La peli castaña aprovecho la confusión y escapó de la habitación.

Anastasia:" ¡Julius! ¿Te encuentras bien?". Exclamó, acercándose para sostenerlo mientras el caballero se sujetaba el abdomen.

Julius:" E-estoy bien... Disculpadme. He caído de lleno en su trampa". Dijo entre jadeos, intentando reincorporarse aunque sus piernas flaqueaban.

Anastasia:" No te castigues por ello. Hiciste lo que debías". Replicó con calma, dándole apoyo hasta que pudo enderezarse.

La biblioteca estaba hecha un desastre. Garfiel y Mimi ya habían partido tras la fugitiva, dejando a ambos entre el silencio y los libros caídos.

Julius apretó los labios, molesto consigo mismo y por ver aquel santuario de conocimiento reducido a ruinas.

Al notar su expresión, Anastasia esbozó una ligera sonrisa, palmeando su espalda.

Anastasia:" Ve tras ella. Yo estaré bien". Aseguró, con un gesto firme de su mano.

El caballero titubeó un instante, pero la imagen de la intrusa y su poder lo resolvieron.

Julius:" Una vez más... gracias, Anastasia-sama". Hizo una reverencia elegante y partió tras la Sabia.

Anastasia lo vio marchar, soltando un pequeño bufido, antes de reclinarse contra una estantería derrumbada.

Anastasia:" Mantente siempre fuerte... Julius". Susurró, llevándose una mano a la sien.

El dolor de cabeza que la venía aquejando se intensificaba, aunque ella aún no entendía su causa. Quizá cansancio, quizá la presión constante. Pero lo ocultó tras la calma de siempre.

"..."

"..."

PERSPECTIVA: SHAULA.

Shaula llevaba casi hora y media huyendo por los pasillos laberínticos del Teatro, esquivando a los extraños que insistían en atraparla. Había probado mil maneras para despertar a su Maestro, pero nada surtía efecto.

Esperó tanto tiempo, cuatrocientos años enteros... ¿Y ahora que lo tenía frente a ella, debía aceptar verlo sumido en un sueño del que no despertaba?

"No, no, no. Ni de chiste. Tu Shaula no se va a rendir tan fácil".

Con un brillo desafiante en los ojos, cargó nuevamente contra uno de sus perseguidores, un hombre de cabello lila, fingiendo lanzarse hacia una mujer que parecía importante para él.

El engaño funcionó, y Shaula se escabulló con su Maestro en brazos, mientras una pareja de demi-humanos volvía a perseguirla.

Garfiel:" ¡Detente de una maldita vez!". Gruñó, lanzándole un pesado jarrón.

Shaula lo atrapó al vuelo y lo arrojó al suelo con fuerza, haciendo que los fragmentos salieran disparados como proyectiles.

Mimi:" ¡Cuidado, Garf!". Saltó la pequeña, desviando con su bastón la mayoría de los trozos, aunque recibió algunos cortes superficiales que sanaron al instante.

Shaula:" Tch..." Chasqueó la lengua, frustrada al ver que su ataque no daba resultado.

"Si tan solo pudiera usar mi Hell Sniper... sería pan comido".

Corrió hasta doblar una esquina y eligió una puerta al azar. Garfiel trató de interceptarla, pero apenas entró, la muchacha desapareció como si el aire mismo la hubiera tragado.

Garfiel:" ¡¿Pero qué...?! Maldición, ¿Cómo diablos lo hace?". Gruñó, pateando el suelo.

Mimi:" Mejor volvamos con los demás, Garf. No la atraparemos así".

El chico masculló con rabia, pero aceptó el consejo.

Por su parte, Shaula reapareció en una sala llena de luces parpadeantes y cajas extrañas que emitían sonidos metálicos.

Frunció el ceño un instante, pero enseguida lo ignoró. Nada en ese lugar tenía importancia comparado con él.

Siguió avanzando hasta encontrar otra habitación vacía. Con cuidado, depositó a Subaru en una silla, permitiéndose por primera vez un respiro.

Shaula:" Maestro..." Susurró con melancolía, acariciando su mejilla.

El chico permanecía inmóvil, pero ella sonrió. El brillo de determinación en sus ojos esmeralda era más fuerte que cualquier desesperanza.

Con ternura desenrolló la capa que lo cubría y tomó su mano, jugando con sus dedos como si fueran un tesoro. Sus recuerdos eran borrosos, pero bastaba con sentir su calor para hacerla feliz.

Shaula:" Realmente... te amo mucho, Maestro". Se dejó caer sobre él, abrazándolo con fuerza.

Apoyó la cabeza en su pecho, escuchando el rítmico latido de su corazón. Ese sonido era todo lo que necesitaba.

Shaula:" Tu Shaula te salvará. Cueste lo que cueste". Murmuró, frotando su frente contra la de Subaru.

Por un instante deseó robarle un beso, pero se contuvo. No hasta que él pudiera responder, no hasta que sus sentimientos fueran correspondidos.

Una lágrima solitaria recorrió su mejilla. En su mente se mezclaban recuerdos alegres de tonterías compartidas con el Maestro y su grupo, y memorias sombrías de la soledad en aquella torre. Todo eso ya no importaba: ahora él estaba allí, y ella había jurado salvarlo.

A regañadientes, se separó de su abrazo, lo envolvió de nuevo en la capa y lo acomodó a su espalda como si fuera su más preciado tesoro. Si otro entrometido aparecía, estaría lista.

Shaula:" Vamos, Maestro. No dejaré que nadie nos separe otra vez".

Con cautela, Shaula asomó la cabeza por el pasillo. No había nadie. Se deslizó hacia fuera y empezó a recorrer los corredores interminables, revisando habitación tras habitación, buscando algo, lo que fuera, que pudiera ayudar a despertar a su amado Maestro.

Los minutos se estiraban y, más allá de algunas salas extrañas o mínimamente interesantes, no encontraba nada útil.

Sus hombros se hundieron con un aire derrotado, arrastrando los pies. Solo se consolaba de vez en cuando acurrucándose con Subaru, rozando su mejilla con ternura.

Shaula:" ¿Qué podría hacer que el Maestro despierte? Vamos, Shaula, vamos, piensa... debe de haber algo, ¿No?".

Garfiel:" ¿Tal vez un buen golpe te ayude a pensar?".

Shaula:" ¡Cierto! Tal vez así podría—".

Se quedó helada, reconociendo al instante la voz que no debía estar allí.

Shaula:" ¿Dónde—?".

Ricardo:" ¡Sorpresa!". El hombre perro emergió de una habitación, lanzando su espada directamente hacia ella.

Shaula reaccionó por instinto, inclinándose apenas a tiempo. Sintió el filo rozarle la piel y cortar algunos mechones de su cabello. Dio una voltereta, protegiendo el cuerpo de Subaru, sin notar lo que la esperaba arriba.

Beatrice:" ¡Te tengo, supongo!". Exclamó la pequeña, cayendo sobre su cabeza y tirándole del cabello como si fuera una cuerda.

Shaula:" ¡Ghhh! ¡Ouch, ouch! ¡¿Qué demonios?!". Intentó sacársela de encima, pero Beatrice se movía como una polilla enloquecida, dándole patadas diminutas que más que dañarla resultaban insoportablemente molestas.

Ricardo:" ¡Es el fin del camino, muchacha!". Cargó contra ella con el mango de su espada.

Shaula saltó torpemente hacia atrás, esquivando el golpe, pero Beatrice le tapó los ojos con sus manitas.

Beatrice:" ¡Devuelve al Subaru de Betty, supongo!".

Shaula:" ¡Ni hablar! ¡Este es el amado Maestro de Shaula, y no lo soltaré!". Respondió, forcejeando mientras esquivaba otro tajo de Ricardo.

Harta de la situación, la Sabia fingió un movimiento, forzando a Beatrice a colocarse justo en su espalda, y en el mismo instante se estampó contra la pared.

Beatrice:" ¡Kyaaa!". Chilló al caer, liberándola al fin.

Shaula dio un suspiro de alivio y comprobó el estado de Subaru; intacto. Sonrió y se giró justo a tiempo para esquivar un rugido cargado de furia.

Garfiel:" ¡Cómo te atreves a ponerle una garra encima a la espíritu de mi Capitán, perra!".

Shaula esquivó cada uno de sus golpes, paciente como una sombra. Cuando encontró una abertura, giró sobre su eje y le propinó una patada brutal que lo lanzó varios metros, hasta los brazos de Ricardo.

Garfiel:" ¡Grhh! Esa tipa realmente es un monstruo..."

Ricardo:" No esperaba menos de alguien llamada Sabia".

Garfiel:" Tch, me recuerdas un poco al caballero ese... demasiado molesto". Masculló, volviendo a levantarse.

Shaula ya estaba en máxima alerta. No solo el dúo enfrente: sentía el aire moverse a sus costados. Y lo comprobó enseguida.

De dos habitaciones opuestas surgieron nuevas figuras: una semi elfa de cabellos plateados y una sirvienta de ojos azules.

Emilia:" ¡Detente ya, solo queremos hablar!". Exclamó, extendiendo los brazos.

Shaula se impulsó hacia atrás, pero Garfiel la acorralaba por delante. Aprovechando su fuerza, usó el rostro del rubio como apoyo, lo pisó con un salto y arrojó a Subaru por encima de Emilia. La semi elfa, sorprendida, trató de atraparlo... y cayó en su trampa.

Shaula se deslizó bajo ella, barriendo sus piernas y derribándola, para enseguida girar y atrapar nuevamente a Subaru en el aire.

Rem:" ¡Suelta a Subaru-kun!". Gruñó, lanzando una patada voladora.

Shaula, sin esfuerzo, atrapó la pierna con una mano y la lanzó contra Ricardo, que intentaba cerrarle el paso. Ambos rodaron por el suelo.

La Sabia aterrizó con gracia, ajustó mejor a su Maestro contra la espalda y, tras dedicarles una última sonrisa burlona, se dio media vuelta.

"Ejeje... nadie separa a Shaula de su Maestro".

Y con un salto ligero, desapareció nuevamente entre los pasillos del Teatro, dejando atrás el caos.

Después de un tiempo huyendo, Shaula se permitió un respiro corto. Comprobó el pulso de su Maestro; al ver que respiraba con firmeza, una sonrisa pequeña y velada se dibujó en sus labios.

Le dio un abrazo breve y, sin perder un segundo, lo colocó sobre sus hombros como una mochila improvisada y reemprendió la marcha por el Teatro, cada paso medido, cada mirada alerta.

Julius:" Shaula-sama, por favor, escuche lo que tenemos que decir". Dijo una voz que sonaba a diplomacia contenida.

Desde el corredor apareció el hombre que la había enfrentado antes; avanzó con el porte inconfundible de un caballero.

Shaula: "..."

Shaula no respondió. La observó con una mirada fría, analítica, buscando rutas de escape, calculando si los usurpadores volverían a reunirse y qué tendría que hacer para impedirlo. Su silencio era una advertencia.

Julius:" Déjeme presentarme". Continuó el caballero con una reverencia precisa. "Soy Julius Juukulius, de la Guardia de los Caballeros Reales de Lugunica. Si no me equivoco, usted es la agraciada Sabia Shaula, ¿No es correcto?".

Shaula:" Ah".

Shaula rodó los ojos con gesto desdeñoso y volvió a ponerse en movimiento, apartándose tan rápido como pudo.

Julius:" No deseamos volvernos enemigos con usted". Replicó, manteniendo la compostura. "Sólo queremos resolver unas dudas, y que nos devuelva a nuestro amigo".

Shaula:" Blueh".

Shaula sacó la lengua y dio media vuelta para huir de nuevo.

Julius:" Supongo que una negociación no será posible... ¿No es así, Otto-san?". Murmuró Julius, dirigiéndose a una habitación cercana.

Otto:" Sí". Respondió Otto desde dentro. "Es una pena, pero parece que tendremos que hacerlo por la fuerza".

La habitación donde se refugiaban no contenía sólo al comerciante: el grupo que había intentado apresar a la Sabia antes estaba reunido, magullado y frustrado.

Petra:" ¿Tal vez deberíamos pedirle ayuda a Reinhardt?". Propuso Petra, inclinando la cabeza con inocencia.

Emilia:" Podríamos". Dijo rascándose la nuca con timidez. "Pero Reinhardt salió con Felt-chan. No quisiera molestarlos".

Beatrice, acurrucada en una esquina y con moretones recientes que Félix intentaba curar, habló con su voz peculiar, entrecortada y decidida.

Beatrice:" S-si es para detener a esa... a esa criatura, n-no me importaría interrumpirlos, de hecho". Sus palabras temblaron, no por miedo, sino por la tensión contenida tras el golpe.

Emilia:" ¡Por cierto, gracias por la ayuda, Félix!". Dijo Emilia con una reverencia rápida.

Félix:" No hay problema. Al fin y al cabo, fue Crusch-sama quien me pidió que les echara una mano, nya~".

Garfiel, con los brazos cruzados, observaba la escena con irritación contenida mientras ayudaba a una aturdida Rem a recuperar el equilibrio.

Garfiel:" ¿Y cuál será el plan para detener a esa mujer? Atacar a lo loco no sirvió de nada".

Rem se sujetó la cabeza, todavía mareada por la fuerza con la que había sido lanzada.

Rem:" Aunque podamos usar los cruces de puertas del Teatro, Shaula-sama sigue siendo demasiado fuerte para que un grupo pequeño la inmovilice". Dijo con voz baja.

Garfiel:" Me sigue sorprendiendo que nos haya estado esquivando usando esas puertas". Añadió Garfiel. "Fue... humillante".

Mimi asintió en confirmación.

El grupo calló. Justo entonces la puerta se abrió de golpe y, para sorpresa de todos, apareció Priscilla Barielle junto a Al.

Julius:" ¿Priscilla-sama?". Exclamó desconcertado. "Pensé que no participaría en la misión para capturar a la Sabia".

Priscilla:" Llamar a esa mujer "Sabia" es un insulto a la verdadera sabiduría. Además, si deseo estar en un lugar, estaré donde quiero. Su inútil persecución se volvió entretenida, así que he decidido poner fin al espectáculo y ofrecerles mi ayuda. Sean agradecidos, plebeyos".

Beatrice:" Si nos ayuda, no le veo problema, supongo". Respondió Beatrice con desgana, aunque su postura era de alivio contenido.

Ricardo:" ¡Será un honor que se nos una, Priscilla-sama!". Dijo Ricardo, entusiasta, alzando el pulgar.

Rem, erguida y con la mirada clavada en la princesa del Sol, preguntó con cautela mezclada con esperanza:

Rem:" Si usted vino, es porque tiene una forma de atrapar a la Sabia, ¿O me equivoco, Priscilla-sama?".

Priscilla frunció el ceño con desdén, como si la respuesta fuera obvia y se le estuviera tomando el pelo.

Priscilla:" No se pregunta lo evidente, plebeya. Me sorprende que no hayan llegado a una conclusión tan básica por ustedes mismos".

Al, que hasta entonces había permanecido en segundo plano, se acercó y chocó puños con Ricardo en un gesto de camaradería.

Ricardo notó que Al había estado distante últimamente; verlo activo devolvió algo de calma a su rostro.

Priscilla y Al compartieron una mirada corta, calculadora, y enseguida volvieron a sus papeles.

Priscilla:" Bien". Dijo clavando la vista en todos. "Escuchen con atención, plebeyos. El plan para atrapar a esa ramera es muy sencillo..."

"..."

"..."

Shaula seguía corriendo por los pasillos interminables, cada tanto girando la cabeza para asegurarse de que nadie la hubiera alcanzado todavía. El silencio prolongado le daba una ligera esperanza... aunque también la ponía nerviosa.

La Sabia frunció el ceño, apretando más a Subaru contra su espalda. No se le ocurría nada, ni una idea para despertarlo.

Su Maestro siempre había sido perceptivo, capaz de encontrar una salida incluso en los momentos más oscuros... pero ella no. Ella solo podía correr, chocar, huir.

Una nueva presencia la hizo reaccionar. Al girar, vio a un chico rubio de mirada salvaje y a una criada de cabello azul avanzar con decisión tras ella.

Shaula: "¡¿Acaso no se rinden?!".

Rem y Garfiel se cruzaron una mirada breve. Rem, firme y serena, se adelantó, arrancando un jarrón del pasillo y arrojándolo con fuerza contra la Sabia.

Garfiel:" Espero que esto funcione..." Gruñó, acelerando a su lado.

Los proyectiles volaban a un ritmo constante, y Shaula apenas lograba esquivarlos.

Había intentado devolver uno, pero Garfiel la cubría de inmediato, forzándola a retroceder o perder el equilibrio. La situación empezaba a volverse molesta incluso para alguien de su capacidad.

Garfiel:" ¡Más rápido, Rem! ¡Córtale el paso!".

Rem intensificó el ritmo, lanzando jarrón tras jarrón. La lluvia de proyectiles obligaba a Shaula a zigzaguear desesperadamente, perdiendo velocidad y terreno.

Shaula chasqueó la lengua, irritada, y buscó otra salida. Pero en la siguiente intersección, dos figuras emergieron de las sombras: Ricardo a la izquierda, Julius a la derecha, ambos cerrándole las rutas de escape.

Shaula:" Tch... tramposos..."

Forzada, tomó el único pasillo libre. Era evidente: la estaban guiando. Podía verlo en la manera en que aparecían justo donde debía decidir, como si cada paso suyo ya estuviera previsto.

"¿De verdad creen que pueden acorralarme? ¡Tontos! Puedo aplastarlos cuando quiera... pero no con el Maestro en mis brazos".

Con los dientes apretados, evaluó rápidamente su entorno. Los ataques a gran velocidad le impedían contraatacar como solía hacerlo, así que solo le quedaba una opción: encontrar otra puerta.

Su mirada se clavó en una puerta apenas distinta de las demás. No dudó. Maniobró entre las embestidas de Garfiel, esquivó un corte de Ricardo y giró el pomo. Un destello la envolvió justo antes de desaparecer en el interior.

Mimi:" ¡Cayó de lleno!". Gritó la pequeña, levantando los brazos con una sonrisa triunfante.

Julius no compartió el entusiasmo. Su voz sonó firme, grave, como un líder que sabía que el tiempo apremiaba.

Julius:" ¡No hay tiempo para festejar! ¡Todos a sus posiciones, ahora! Tenemos que acorralar a la Sabia antes de que vuelva a escabullirse".

Las cabezas asintieron al unísono, y cada uno salió disparado hacia las puertas correspondientes, preparándose para cerrar la trampa.

Por su parte, Shaula abrió los ojos con un leve sobresalto. La puerta la había llevado a un escenario inesperado: una pequeña ciudad desierta, silenciosa, donde las casas se alineaban como si el tiempo las hubiera congelado.

El contraste con la Atalaya era abrumador. Aquello no era un mar de arena infinita y sofocante... sino un lugar vivo, aunque sin almas. Un nudo le apretó la garganta.

Shaula:" Qué raro se siente..." Murmuró, mordiéndose el labio, intentando apartar la sensación. Sacudió la cabeza de inmediato; no había tiempo para nostalgias.

Apoyando firmemente a su Maestro sobre la espalda, saltó de un tejado a otro, buscando una salida.

Shaula:" El Maestro siempre hablaba de cosas que Shaula no entendía..." Susurró, como si la voz pudiera alcanzarlo en su sueño. "Pero, aun si no entiendo nada, quiero volver a escucharlo por horas y horas, Maestro..."

Un estallido retumbó a la distancia.

"¡Boom!".

Shaula giró la vista, apenas un segundo. Y ese segundo casi le cuesta caro: una llamarada abrasó el aire a centímetros de su piel.

Desde el frente, una mujer de cabello anaranjado emergió envuelta en fuego: Priscilla Barielle.

Shaula:" ¡¿Tsk...?!"

Shaula se impulsó hacia atrás, esquivando por un pelo el corte llameante de la espada Yang.

Las tejas se incendiaron al contacto, ardiendo como antorchas. Shaula frunció el ceño.

"¿Magia de fuego? ¡Nadie había podido usar magia aquí, ni siquiera yo!".

Priscilla alzó el mentón con desdén.

Priscilla:" ¿Sorprendida, plebeya? Mi divinidad está muy por encima de esas nimiedades. La potencia de mi espada está limitada, pero basta para reducirte a cenizas".

El fuego volvió a rodear su figura, y la Matriarca adoptó postura de combate.

Shaula entrecerró los ojos. Esa mujer era mucho más peligrosa que los demás entrometidos.

???:" ¡No creas que vamos a ir de a uno, idiota!". Rugió otra voz.

De entre las sombras, Garfiel apareció a su espalda. Con los colmillos al descubierto, arremetió con fuerza.

Shaula, sin embargo, estaba en plena alerta. Se deslizó hacia un costado con agilidad felina y, con un golpe directo, estampó al rubio contra la campana de la plaza.

Garfiel:" ¡Kghh!".

Garfiel escupió saliva, tambaleándose.

Garfiel:" Bien... ¡No eres tan idiota como pensaba!".

Volvió a ponerse en pie, desafiante, aunque su cuerpo temblaba por el impacto.

Priscilla lo miró con una sonrisa casi aburrida.

Priscilla:" Derrotarte a ti sola sería una pérdida de tiempo. Por eso reuní a un grupo de idiotas que anhelan demostrar valor ante mi divinidad".

Las palabras fueron el detonante. Desde callejones y tejados, figuras comenzaron a emerger una tras otra.

Emilia:" ¡Gyaaah!". Gritó cargando desde la izquierda, acompañada por Beatrice y los trillizos.

Julius:" ¡Mantengan la formación, no la dejen escapar!". Ordenó desde la derecha, avanzando con Ricardo, Frederica y Wilhelm.

Rem:" ¡No huirás!". Rem irrumpió desde atrás, alzando su maza, mientras a su lado Al desenvainaba con un suspiro resignado.

Shaula chasqueó la lengua.

"¿En serio todos contra Shaula? Qué fastidio..."

De un pisotón brutal, levantó una onda que hizo retroceder brevemente a los atacantes, arrancando tejas que quedaron suspendidas en el aire.

Con movimientos veloces, atrapó varias y las disparó como proyectiles.

La primera teja impactó de lleno en el brazo de Emilia, frustrando su intento de colarse entre las sombras.

La segunda golpeó los pies de Rem, haciéndola rodar torpemente por el tejado.

Las siguientes obligaron a Priscilla a retroceder, apagando momentáneamente su avance en llamas.

Pero Julius no se inmutó. Con elegancia, desvió las tejas con un solo giro de su espada y volvió a lanzarse al frente, acompañado por Ricardo y Wilhelm.

Shaula apretó los dientes. Su respiración era rápida, pero sus ojos brillaban con un fuego salvaje.

Shaula:" ¡Vamos, entrometidos! Si quieren morir, Shaula se los concederá uno por uno".

Wilhelm entrecerró los ojos, su espada brillando con fría determinación.

Wilhelm:" Usted ya ha causado suficientes problemas, Shaula-sama". Sentenció el Demonio de la Espada, avanzando con cortes precisos.

Shaula gruñó entre dientes, esquivando por un pelo la hoja que buscaba su cuello.

"¿Problemas? ¡Ustedes son los que no dejan de molestar! ¡Déjenme tranquila de una vez!"

Julius:" ¡Ataquemos antes de que el resto se recupere!". Ordenó Julius con firmeza, coordinándose con Ricardo y Wilhelm.

El anciano se desplazó como una sombra, abrumándola con cortes que parecían anticipar cada movimiento.

Ricardo, de frente, descargaba ataques pesados con su espada, mientras Julius aseguraba la retaguardia, sin dejarle respiro.

Shaula retrocedió, chasqueando la lengua. Wilhelm era diferente: sus estocadas eran frías, calculadas... y su instinto afilado la obligaba a retroceder más de lo que deseaba.

"Tch, no tengo opción...".

Con un movimiento desesperado, lanzó el cuerpo de Subaru hacia arriba, elevándolo en un arco alto. Quince segundos, calculó. Ese era el tiempo que tenía para acabar con esto antes de atraparlo de nuevo.

Su figura se desvaneció en un destello. De pronto, apareció detrás de Ricardo y descargó un brutal golpe en la nuca. El hombre cayó como una roca, inconsciente.

Julius:" ¡Ricardo!". Julius apretó los dientes y, sin vacilar, cargó junto a Wilhelm, redoblando la presión.

Shaula recogió tejas del suelo y las lanzó como cuchillas improvisadas, pero ambos espadachines las desviaron sin apenas esfuerzo, cerrando distancia con precisión letal.

Entonces, una sombra cubrió el campo. Subaru comenzaba a descender. Julius y Wilhelm levantaron la vista apenas un instante... y Shaula lo aprovechó.

Shaula:" ¡Ahora!".

Embistió a los dos hombres, obligándolos a retroceder con violencia. Saltó en el aire y, en un giro ágil, atrapó a su Maestro antes de que impactara contra el suelo.

Emilia:" ¡Recuerda que también estamos nosotras!". Gritó Emilia, lanzándose desde la retaguardia con un brillo gélido en los ojos.

Shaula frunció el ceño y, con un giro seco de cadera, le propinó una patada en pleno vuelo. La semi elfa salió despedida varios metros, golpeando con dureza el empedrado.

Shaula respiraba con agitación, pero en su rostro se dibujaba una sonrisa salvaje.

"Aguantar trece contra una... no está tan mal, ¿Eh, Maestro?".

El alivio duró poco. El resto del grupo ya estaba de pie, reorganizados. Julius levantó la mano y, con un gesto, ordenó la embestida.

La mitad del grupo cargó en formación, mientras él y los demás aguardaban en la retaguardia, listos para cortar cualquier intento de fuga.

Wilhelm y Garfiel atacaron en pinza, uno desde la izquierda y otro desde la derecha. Shaula retrocedió, arrancando más tejas y lanzándolas con velocidad endiablada, obligando a varios a cubrirse.

Frederica, transformando sus garras, saltó hacia ella con un rugido. Shaula aprovechó la inercia: esquivó en el último instante, atrapó a la criada por la cintura y la plantó frente a sí.

El acero de Wilhelm y los puños de Garfiel se detuvieron a centímetros de Frederica.

Garfiel:" ¡Maldita cobarde!". Escupió con la furia ardiéndole en los ojos al ver a su hermana usada como escudo.

Shaula puso los ojos en blanco.

"¿Cobarde? ¡Me atacan entre diez y yo soy la cobarde? Ni Reid era tan idiota...".

Con un potente impulso en las piernas, empujó a Frederica contra el grupo, desatando una pequeña conmoción en las filas enemigas. Shaula aprovechó la brecha para escabullirse...

Pero antes de dar dos pasos, una espada brillante y una maza de guerra le cerraron el camino.

Julius y Rem, firmes, bloqueaban la salida.

Julius:" No pasarás, Sabia de la Torre". La voz del caballero sonó como una sentencia.

Shaula:" Tch..." Chasqueó la lengua con irritación.

Tensó los músculos de sus brazos como si fuera a lanzar nuevamente a su Maestro hacia el cielo. Emilia y los demás se alarmaron al instante, cargando desesperados para impedirlo.

Pero era solo una trampa.

En lugar de soltarlo, Shaula se aferró aún más fuerte a Subaru y, canalizando toda su fuerza, descargó un golpe brutal contra el tejado.

La onda de choque hizo vibrar la ciudad ilusoria, levantó una nube de polvo y arrojó a los atacantes en todas direcciones. El edificio entero crujió como si fuera a derrumbarse.

Priscilla:" He de admitir que ya me estás cansando, plebeya". Escupió Priscilla, emergiendo de un punto ciego con la espada Yang envuelta en fuego.

Shaula giró con la velocidad de un rayo y su puño se encontró con la hoja ardiente. El impacto fue tan feroz que los adornos de la Matriarca saltaron en pedazos, obligándola a retroceder con el vestido hecho jirones.

Wilhelm, Garfiel y Emilia retomaron la ofensiva, rodeándola con precisión mortal. Shaula apenas logró retroceder, lanzando proyectiles improvisados de tejas, cada vez con menos fuerza y menos margen para respirar.

Shaula:" Ya me cansé de esto..." Murmuró con una mirada incandescente, como si quisiera reducir a cenizas a todos los entrometidos que la separaban de su Maestro.

Flexionó las piernas y cargó con toda la energía que le quedaba.

Saltó diez metros al aire, arrancando tejas a su paso, y en un giro descendió con todo el peso de su cuerpo concentrado en sus piernas.

Wilhelm:" ¡Retrocedan, va a—!". Gritó pero no alcanzó a terminar.

La colisión fue devastadora. Shaula cayó como un meteorito, pulverizando el edificio y lanzando a todo el grupo en distintas direcciones. El suelo tembló y una nube de polvo cubrió todo el escenario.

Shaula, tambaleante, apartó el humo con la mano libre. Se miró el brazo: Subaru seguía en él. Su corazón dio un respiro.

"Mientras lo tenga... todo está bien."

???:" Fue suficiente".

La voz resonó con una calma aterradora, helando la sangre de Shaula.

Se giró en todas direcciones, buscando entre el polvo y los escombros. No había nadie. Solo esa voz.

Shaula:" ¿Esa... no era la voz del ancestro del pervertido?". Susurró con un estremecimiento que recorrió su espalda.

Sacudió la cabeza, reafirmando su voluntad.

"No importa quién seas, mientras esté con el Maestro...".

Pero entonces lo sintió: vacío. Sus brazos ya no cargaban nada.

Shaula:" ¿Eh...?" Balbuceó torpemente, palideciendo al darse cuenta de que Subaru había desaparecido de entre sus manos.

El terror apenas alcanzó a apoderarse de ella antes de sentir un impacto seco en la nuca. La oscuridad la envolvió sin darle oportunidad de resistir.

Cuando el polvo comenzó a disiparse, una figura se dibujó en medio del campo devastado.

Un joven pelirrojo, erguido con un impecable uniforme de caballero, mantenía una mano aún alzada tras haber derribado a Shaula. En su otro brazo sostenía con cuidado a Subaru, todavía envuelto como una oruga en los restos de la capa de Otto.

Reinhardt:" Perdón por tardar. Estaba ocupado con algunos asuntos personales". Dijo con una sonrisa serena dirigida al grupo esparcido entre los escombros.

ILUSTRACIÓN ORIGINAL:

Garfiel, jadeando entre toses, apenas pudo articular:

Garfiel, jadeando entre toses, apenas pudo articular:

Garfiel:" Nos... nos tomó dos horas... tener siquiera una oportunidad... y este tipo... lo hace en diez segundos... Ahh... estoy cansado, Capitán..."

El chico rubio cayó inconsciente, desplomándose entre la grava.

Reinhardt se llevó una mano a la nuca, riendo con ligera vergüenza ante la escena.

Así, tras un enfrentamiento feroz que había exigido hasta el límite a todos los presentes, la cacería de la supuesta Sabia llegó a su fin.

"..."

"..."

PERSPECTIVA: REINHARDT Y FELT. (Hace media hora)

Después de decidir dejar al resto del elenco con el asunto de Shaula, la pareja recorrió el Teatro con tranquilidad.

Felt caminaba con los brazos cruzados tras la cabeza, balanceando los pasos con desdén, mientras Reinhardt, unos pasos detrás, escudriñaba con seriedad cada rincón.

Los jarrones rotos, las cortinas rasgadas y los gritos lejanos que resonaban por los pasillos lo tenían con el ceño levemente fruncido.

¿Tal vez debió acompañar a los demás en la cacería? Antes había pensado que su presencia no sería necesaria... pero ahora, no estaba tan seguro.

Felt:" Oye, deja de arrugar tanto la cara, Rein". Una pequeña presión en su manga lo sacó de sus pensamientos. Felt lo miraba de reojo, con un puchero apenas disimulado. "Puedes relajarte de vez en cuando, ¿Sabes? No se va a caer el mundo si no lo vigilas tú solito".

Reinhardt parpadeó, sorprendido, y enseguida suavizó su expresión.

Reinhardt:" Tiene razón... perdóneme, Felt".

La rubia bufó, desviando la mirada.

Felt:" Tsk, no es que te esté regañando... solo digo que no me gusta verte tan tieso todo el rato".

Unos metros más adelante, una puerta abierta llamó la atención de la chica. El brillo pícaro en sus ojos fue suficiente advertencia antes de que tomara la iniciativa.

Felt:" ¡Vamos a ver qué hay por ahí!". Exclamó, tirando con brusquedad de Reinhardt, que apenas se resistió, riendo bajo por la energía de su dama.

Al cruzar el umbral, se encontraron en un escenario sorprendente: una recreación a escala de los barrios bajos de la Capital.

Felt:" Vaya, parece que el Guardián se despertó creativo hoy". Soltó Felt, con ironía divertida.

Reinhardt:" He de admitir que su capacidad de recreación es... impresionante". Respondió con seriedad genuina, observando cada detalle con fascinación.

Reanudaron la caminata, ahora por las "calles" conocidas para la ex ladrona.

A Felt le recorría un cosquilleo de nostalgia. Ver su antiguo hogar así de real, después de tanto encierro, le provocaba un nudo extraño en el pecho.

Reinhardt, en cambio, no apartaba la mirada de ella: ese brillo en sus ojos, esa mezcla de añoranza y libertad, era lo que confirmaba en su interior que había elegido a la Dama correcta.

Felt:" Oye, Rein..." Felt detuvo sus pasos de pronto, mirando hacia arriba, al sol artificial que bañaba la habitación.

Reinhardt:" ¿Sí, Felt?".

Felt:" ¿De verdad crees que... podremos con todo lo que se viene?". Preguntó, con una ligereza inusual en su tono.

Reinhardt ladeó apenas la cabeza.

Reinhardt:" ¿A qué se refiere?".

Felt desvió la vista, mordiéndose el labio.

Felt:" No me malentiendas. Claro que podemos darle una paliza a esos fanáticos del Culto. Pero... ¿Y después? Parece que las pruebas nunca terminan. Y no hablo solo de nosotros. El hermano mayor... cada vez carga con más peso. ¿Cuánto más podrá aguantar?".

El caballero escuchó en silencio, y luego, con suavidad, apoyó una mano en el hombro de su Dama.

Reinhardt:" Entiendo su preocupación. Yo también temo por Subaru. Pero si hacemos lo correcto... si cumplimos con nuestro deber... quizá logremos que no tenga que pasar nunca más por algo tan terrible".

Felt:" ...Tch, hablas como si todo dependiera de mí". Respondió ella, aunque el sonrojo leve en sus mejillas la delató.

Reinhardt:" Depende de todos". Dijo con una sonrisa tranquila. "Haré todo lo que esté en mi alcance para allanar el camino de Subaru".

Felt bajó la mirada, incómoda con la ternura que asomaba en el tono del pelirrojo. Disimuló con un golpe juguetón en su brazo.

Felt:" Ya basta de hablar de cosas tristes, ¿Sí? ¡Ven, vamos a divertirnos un rato!".

Sin esperar respuesta, echó a correr por los tejados improvisados. Reinhardt la siguió, riendo al escucharla burlarse cada vez que lo dejaba atrás por un instante.

De vez en cuando, él aprovechaba sus Protecciones Divinas para alcanzarla y rozarle la cintura con un cosquilleo fugaz, provocando que la rubia chillara y lo insultara entre risas.

Felt:" ¡Eres un tramposo, Rein! ¡No uses esas cosas raras conmigo!".

Reinhardt:" Disculpe, Felt... aunque es la única forma que tengo de mantenerle el paso". Contestó, divertido.

Ella bufó, pero la sonrisa que se le escapaba desmentía cualquier queja. Así, entre carreras, bromas y recuerdos, Reinhardt terminó por encontrarle encanto a aquel distrito marginado.

Y en silencio, reafirmó su promesa: el sueño de su Dama de cambiar ese lugar... sería también el suyo.

Tras un buen rato de carreras por los tejados improvisados, Felt se dejó caer sobre una cornisa, respirando hondo.

Felt:" Hah... hacía tiempo que no me movía así. Casi se me había olvidado lo que se sentía". Comentó, con una sonrisa satisfecha mientras se recostaba contra las tejas.

Reinhardt se acomodó a su lado, sin mostrar ni una gota de cansancio.

Reinhardt:" Me alegra verla disfrutarlo".

La rubia giró los ojos con fastidio.

Felt:" Claro, tú ni sudas... tramposo".

El pelirrojo rió suavemente, y entonces notó cómo Felt se quedaba observando a un grupo de niños que jugaban en las calles recreadas del distrito.

El Guardián había recreado hasta las figuras de los huérfanos corriendo tras una pelota.

El gesto de la chica se suavizó.

Felt:" Yo solía hacer eso. Pasaba horas corriendo por aquí... robando frutas, esquivando guardias, ganándome collejas. Supongo que no he cambiado tanto".

Reinhardt:" Ha cambiado, Felt". Replicó con calma. "Ahora ya no huye, ni roba, ni vive con miedo. Ahora... lidera".

Ella lo miró de reojo, y enseguida apartó la vista, incómoda con el peso de sus palabras.

Felt:" Tch, siempre con tus discursos grandiosos. Al final me vas a hacer creer que de verdad sirvo para algo".

Reinhardt:" Sirve para mucho más de lo que imagina". Dijo Reinhardt sin dudar.

Felt se mordió el labio, el rubor asomando otra vez, y para taparlo le dio una patada suave en la pierna.

Felt:" Bah, ya cállate, caballero perfecto. Me da vergüenza cuando dices esas cosas".

Él no contestó, solo sonrió de esa manera serena que la desarmaba más que cualquier palabra.

Más tarde, al internarse en un callejón, dieron con un puesto de frutas reconstruido. Felt alzó una ceja y, con una sonrisa pícara, tomó una manzana.

Felt:" Bueno, bueno... si esto es una recreación de los barrios bajos, creo que es justo robarme algo, ¿No?". Bromeó, lanzándole la manzana a Reinhardt.

El espadachín atrapó la fruta con reflejos impecables.

Reinhardt:" ¿Me está enseñando su antigua profesión?".

Felt:" ¡Ja! No creo que tengas la habilidad para eso, Rein. Demasiado alto, demasiado llamativo". Le dio un mordisco a otra manzana, hablando con la boca llena. "A ti te atraparían en dos segundos".

Reinhardt la observó, con la manzana intacta aún en la mano.

Reinhardt:" Supongo que es cierto. Nunca tuve talento para... "robar" ".

Felt:" Exacto. Por eso me necesitabas a mí desde el principio". Dijo ella con una carcajada burlona, golpeándole el hombro. "Yo soy el cerebro, y tú... el músculo".

El caballero asintió con total seriedad.

Reinhardt:" Me parece una distribución justa".

Felt:" ¡Oye, idiota, era broma!". Felt casi se atraganta de la risa al verlo tan solemne.

Reinhardt, al verla reír de esa forma, sintió que por fin ese peso silencioso que cargaba desde hacía tiempo se aligeraba un poco.

Al salir del callejón, ambos subieron otra vez a los tejados. El sol artificial bañaba las casas en tonos cálidos, casi reales. Reinhardt se detuvo a contemplar, con la brisa acariciando su cabello.

Reinhardt:" Felt... algún día, este lugar puede ser realmente así. Un sitio donde los niños jueguen sin miedo y la gente no tenga que robar para sobrevivir".

Ella se quedó callada unos segundos, observando también ese escenario. Luego, con una sonrisa pequeña, pero sincera, respondió:

Felt:" Entonces lo haremos juntos, ¿Sí?".

Reinhardt:" Por supuesto". Contestó sin dudar.

Felt se sonrojó y, como siempre, disfrazó la emoción con un bufido.

Felt:" Bah... ya basta de cursilerías. ¡El último en llegar al final de la calle paga la cena!".

Y salió disparada, con la energía de siempre. Reinhardt la siguió, riendo suavemente.

Así, entre carreras, bromas y confesiones a medias, los dos siguieron explorando aquel falso distrito... como si por unas horas, el Teatro les hubiera regalado un respiro de la guerra que aguardaba más allá.

Felt, exhausta tras tanto correr, maniobró entre callejones hasta detenerse en un rincón tranquilo. Se apoyó en una pared medio derruida, jadeando, cuando algo a la distancia atrapó su atención.

Felt:" ... ¿Eh?". Susurró, con un brillo peculiar en los ojos.

Reinhardt siguió la dirección de su mirada y sonrió, comprendiendo de inmediato a qué se refería.

Felt:" Justo ahí..." Murmuró ella, cruzándose de brazos tras la cabeza con una sonrisa traviesa. "El lugar donde casi me parten en dos. ¡Ja! Vaya recuerdos, eh, Rein".

Reinhardt:" Preferiría debatir su elección de palabras sobre nuestro primer encuentro... pero por ahora lo dejaré pasar". Replicó el espadachín, desviando la vista con un gesto algo avergonzado.

La rubia rio por lo bajo y, como era costumbre, comenzó a fastidiarlo con comentarios burlones durante el trayecto.

Reinhardt, paciente, simplemente la seguía con esa calma inmutable que a ella tanto le sacaba de quicio... y al mismo tiempo le gustaba.

De pronto, Felt salió disparada hacia adelante, arrastrando del brazo al pelirrojo. Al final de la calle hallaron un pequeño campo de flores amarillas. Aunque marchitas en su mayoría, un puñado aún resistía, conservando un destello de belleza inesperada en medio de aquel entorno falso.

Felt dio un salto ligero y se acomodó con las piernas cruzadas sobre un muro de piedra en ruinas.

Reinhardt se mantuvo a su lado, contemplando el campo con la misma seriedad que si estuviera frente a un paisaje real.

El silencio que compartieron se sintió distinto: no incómodo, sino refrescante, casi íntimo. Sus miradas se encontraron de golpe, y ambos apartaron los ojos con torpeza.

Felt se encogió un poco, jugueteando con un mechón de su cabello, hasta que finalmente tomó aire.

Felt:" Rein, yo..." Empezó, con un tono sorprendentemente suave.

Pero un estruendo brutal sacudió todo el distrito.

"¡Boom!".

La ex ladrona dio un salto con el corazón en la garganta, mientras Reinhardt solo fruncía el ceño en dirección a la explosión.

"¡¿Es en serio... justo ahora?!". Gritó Felt para sus adentros, mordiéndose los labios, el rostro rojo escondido tras su bufanda.

Reinhardt:" Felt, ¿Usted...?" Empezó Reinhardt, sin perder su calma.

Felt:" ¡Rein, pártele el trasero al desgraciado que me haya interrumpido en plena declaración!". Soltó ella con furia, apuntándole con un dedo acusador.

El caballero asintió con seriedad... hasta que sus palabras terminaron de procesarse en su cabeza.

Reinhardt:" ¿En plena... qué?".

El rubor de Felt se intensificó y, con una mezcla de rabia y vergüenza, agitó los brazos.

Felt:" ¡Nada! ¡No dije nada! ¡Solo ve y acaba con ese idiota, idiota!". Chilló, pateando las piernas del pelirrojo, quien bloqueó sin esfuerzo cada ataque torpe de su Dama.

Reinhardt:" B-bien..." Murmuró antes de lanzarse con velocidad meteórica hacia el lugar de la explosión.

Felt lo observó alejarse, bufando. Infló los pulmones y soltó un grito cargado de pura frustración:

Felt:" ¡AAAAHHHH!".

Al llegar al origen del estruendo, Reinhardt se encontró con un panorama desolador: edificios reducidos a escombros, compañeros de los distintos campamentos tirados por el suelo, heridos o inconscientes.

Su vista, perfeccionada por sus bendiciones, se fijó de inmediato en la figura que emergía entre el polvo: una mujer semidesnuda, de cabellos castaños, con Subaru en brazos como si fuera un muñeco.

No necesitó más contexto. En un parpadeo apareció a sus espaldas, recuperó con cuidado a su amigo aún envuelto en la tela de Otto, y con un golpe limpio dejó inconsciente a la fugitiva.

El combate que había durado horas para los demás, para él se resolvió en cuestión de segundos.

Con Subaru a salvo en sus brazos, Reinhardt lanzó una breve mirada hacia atrás, donde aún resonaban los ecos de la furia de su Dama.

"...Felt quería decirme algo, ¿No?". Pensó.

Lo intuía, lo sentía en lo profundo. Pero aceptar esa posibilidad le resultaba tan vertiginoso como cualquier batalla.

Y así, con un suspiro y una sonrisa apenas perceptible, se obligó a dejar el pensamiento en pausa... al menos por ahora.

"..."

"..."

PERSPECTIVA: EL INTERROGATORIO.

Un murmullo ahogado, un crujido de cuerda y un débil quejido rompieron el silencio.

Shaula: "Mmmh..."

Sus párpados se alzaron con lentitud, como si el simple hecho de abrir los ojos fuera una batalla. Todo su cuerpo pesaba, y un punzante dolor en el cuello le recordaba que, esta vez, no era libre.

El entorno le resultaba borroso: un espacio amplio, despejado, con demasiadas sombras alrededor. El aire olía a madera, polvo y desconfianza.

Intentó mover los brazos, pero una rigidez áspera detuvo el impulso.

"Cuerdas..." Pensó con desgano. En circunstancias normales, se las habría quitado de encima en un parpadeo... pero algo le decía que intentar escapar ahora sería un error garrafal.

Julius: "Parece que Shaula-sama empieza a recuperar la conciencia".

La voz elegante del caballero le llegó desde un costado, serena, pero cargada de una autoridad que incomodaba.

Cuando la vista le permitió enfocar mejor, distinguió su figura... y más allá, de pie junto a la puerta, la presencia imposible de ignorar del pelirrojo.

El hombre que, incluso sin desenvainar su espada, era una sentencia de muerte.

Shaula tragó saliva y apartó la mirada.

Felt:" ¡Bien! Terminemos con esto de una vez".

La pequeña rubia avanzó con pasos decididos hasta quedar frente a ella.

Felt:" Esta idiota ya causó suficientes problemas... y encima me interrumpió en un momento importante".

Su mirada se desvió por un instante, y el leve sonrojo no pasó inadvertido. Reinhardt, a su vez, desvió la suya con la misma torpeza.

Felt:" En fin. Háganle las preguntas que quieran, y no tengan piedad. Expriman hasta la última gota de información".

Otto:" Comprendido".

El joven de cabello ceniciento dio un paso al frente, ajustando su capa rasgada y el sombrero con un gesto que intentaba ser diplomático.

Otto:" Supongo que aún no conoce a muchos de nosotros, así que permítame presentarme. Soy Otto Suwen, del campamento de Emilia-sama. Un placer conocerla, Shaula-sama".

Shaula:" Ah..." Fue todo lo que salió de sus labios. Una sílaba cargada de desinterés absoluto.

Otto reprimió el gesto de frustración que le tensó el rostro. Respiró hondo. Paciencia. Diplomacia.

Otto:" Como sabrá, todos los presentes representamos a distintas Candidatas Reales por el trono de Lugunica. Por mi parte, trabajo junto a la semi elfa de cabello plateado con la que ha tenido ciertos... encuentros recientes".

Shaula, sin embargo, apenas escuchaba. Su mirada vagaba inquieta, buscando a alguien.
Al no hallarlo, el brillo de sus ojos se apagó apenas un instante. Otto lo notó.

Otto:" ¿Busca a Natsuki-san? Lamento informarle que no podemos permitirle verlo. Sería... imprudente". Pausó unos segundos, midiendo sus palabras." Aunque, si coopera, quizá podamos hacer una pequeña excepción".

Las reacciones no tardaron: Emilia, Rem y hasta Petra —apostadas a un costado— desviaron la mirada con un discreto puchero, como si temieran la respuesta.

Shaula:" Meh..." La indiferencia fue su único escudo.

Otto contuvo otro suspiro.

"Por la diosa, esta mujer es peor que Natsuki-san cuando se pone terco".

Otto:" Bien... cambiemos el enfoque". Aclaró su garganta. "Si no me equivoco, usted es Shaula-sama, la Sabia de la Torre de Vigilancia Pléyades. ¿Podría explicarnos—?".

Shaula:" Incorrecto. Menos diez mil puntos, tonto". Su voz sonó aguda, casi divertida, pero la burla pesó como una daga en el aire.

Todos en la habitación se quedaron en silencio. Otto parpadeó, desconcertado.

Otto:" ¿A qué se refiere con incorrecto, Shaula-sama?".

Shaula:" No lo sé. Averígualo, cara de tonto". Sacó la lengua, ladeando la cabeza con descaro.

Los nudillos de Otto crujieron al apretar los puños, pero su sonrisa forzada se mantuvo.

"Control, Otto. Control".

Otto:" Ya veo. Tiene un... carácter peculiar". Forzó una tos nerviosa antes de continuar. "Tal vez esto tenga relación con que usted llama a Natsuki-san su Maestro, ¿No es así?".

El gesto de Shaula cambió apenas un poco: una ceja arqueada, una chispa de sorpresa genuina.

Shaula:" Vaya, pensé que tenías el cerebro de adorno. Aplausos para ti, chico un poquito menos tonto". Movió las manos atadas fingiendo dar palmas.

El insulto pasó de largo. Otto, pese a todo, empezó a conectar las piezas.

"Si la Sabia lo llama "Maestro", ¿Podría ser que Natsuki-san haya heredado algún tipo de vínculo... o que esa torre lo reconociera como su sucesor? Pero no, eso no tiene sentido. Nuestro Subaru nunca ha estado allí... entonces, ¿Por qué ese título?".

Otto:" Creo que empiezo a entender". Enderezó la espalda, decidido. "Shaula-sama, ¿Por qué llama a Natsuki-san su Maestro?".

El aire pareció densificarse. Incluso Felt, impaciente, bajó el tono de su respiración.
Los segundos se estiraron.

Hasta que, finalmente, Shaula sonrió.

Shaula:" Se acabó el tiempo de respuestas. ¡Mala suerte!".

El brillo juguetón de su mirada se apagó al instante, dejando ver algo distinto... algo frío, insondable.

Por primera vez, todos los presentes —incluido el Santo de la Espada— sintieron un escalofrío recorrerles la espalda.

Otto intentó continuar, pero ya era inútil.

Shaula había cerrado las puertas de su mente. Y aunque su sonrisa seguía ahí, sus ojos estaban vacíos.

El interrogatorio había terminado.
Pero las preguntas... apenas acababan de empezar.

Las horas pasaron lentamente, como si el aire mismo se hubiera estancado dentro de la habitación.

El agotamiento comenzaba a notarse en los rostros de todos; incluso Otto, que normalmente disimulaba bien el cansancio, tenía ojeras lo bastante marcadas como para competir con Subaru.

Felt, sentada en una silla a medio girar, daba golpecitos con el pie. Meili  ya bostezaba sin disimulo.

Y en medio de ese silencio impaciente, Priscilla Barielle abrió su abanico con un suave chasquido.

Priscilla:" Bien, plebeya..." Su tono goteaba superioridad, y su sonrisa se ocultaba apenas tras el abanico carmesí. "Si no deseas cooperar con mi divinidad ni satisfacer mi curiosidad, supongo que podemos retirarnos. Prestar demasiada atención a la mugre solo logra que se le suba el ego... y eso es algo que mi yo divino no tolera".

Felt:" Tsk... odio admitirlo, pero por una vez esa perra orgullosa tiene razón". Soltó un bostezo enorme y se frotó los ojos. El cansancio la hacía hablar sin filtro. "Estoy muerta, y la tonta esta no suelta ni un mísero hola decente".

El resto intercambió miradas confusas; ninguno entendía qué buscaba Priscilla, aunque todos intuían que tenía un plan.

Shaula, amarrada aún, levantó apenas una ceja. No dijo nada, solo observó cómo uno a uno se levantaban y se dirigían hacia la salida.

Pero justo antes de cruzar el umbral, Priscilla se detuvo y giró con elegancia ensayada.

Priscilla:" Aunque claro..." Bajó el abanico con un movimiento teatral. "Mi divinidad reconoce que puedes ser sustancialmente peligrosa. Por lo tanto, lo más sensato será..." Señaló con el abanico cerrado hacia su izquierda. "...dejarte bajo la custodia del Santo de la Espada durante toda la noche".

El silencio fue instantáneo.

Reinhardt, aludido, ladeó ligeramente la cabeza con la serenidad de quien acaba de recibir la tarea más simple del mundo.

Reinhardt:" Entendido. Haré mi mejor esfuerzo por vigilar a Shaula-sama". Su voz era suave, respetuosa... pero a oídos de la prisionera, sonó como la sentencia de un juez celestial.

Shaula:" ¡Eeeehp!". El grito le salió entrecortado, los ojos desorbitados.

Miró frenéticamente entre el pelirrojo y la princesa del Sol, con lágrimas brotándole de puro pánico.

Priscilla arqueó una ceja, satisfecha con el efecto.

"N-no, no, no... calma Shaula, recuerda lo que prometiste al Maestro: nada de pánico, nada de soltar información, solo mantén la compostura..."

Su expresión cambió en un segundo: tragó saliva, infló el pecho y fingió una mueca de valor.

Shaula:" ¡Je! No me asustará un simple humano pelirro—".

El recuerdo de haber sido noqueada en un parpadeo por ese mismo pelirrojo la golpeó de inmediato.

Shaula:" ¡Eeeehp!". Un nuevo chillido ahogado, lágrimas instantáneas.
Por poco no se desplomó sobre la silla.

Reinhardt, confundido, inclinó la cabeza con gentileza.

Reinhardt:" ¿Shaula-sama? ¿Está bien? Si requiere agua o descanso, puedo—".

Shaula:" ¡Estoy perfectamente bien, no te acerques, por favor, gracias, adiós!". La frase salió atropellada, casi chillando, y acto seguido empezó a susurrar entre dientes:

Shaula:" Se fuerte Shaula, se fuerte Shaula, se fuerte Shaula, se fuerte Shaula..." Un mantra desesperado que solo lograba inquietar más al Santo.

Priscilla, satisfecha, hizo una reverencia exagerada.

Priscilla:" Ten dulces sueños, plebeya". Y cerró la puerta con un clic firme, dejando a ambos encerrados en el silencio.

Fuera de la habitación, el resto la miró con una mezcla de desconcierto y resignación.

Garfiel:" Oye, ¿No deberíamos seguir intentando sacarle información a esa perra? ¿Qué rayos tienes pensado, princesita?". El tono era desafiante, los colmillos asomando apenas.

Priscilla:" Ah, plebeyo insolente". Ni siquiera se dignó a mirarlo directamente. "Esperar que tu diminuto cerebro alcance la magnificencia de mi estrategia sería pedirle al barro que brille como el oro. Permite que mi divinidad te ilumine".

Abrió su abanico con un flap triunfal.

Priscilla:" Esa excusa de Sabia parece temerle profundamente al Santo de la Espada. Déjala toda la noche con su mayor miedo, y mañana al alba escupirá la verdad con la devoción de un vasallo arrepentido".

Al:" ¡Heh! Eso suena jodidamente brillante, Princesa". Le siguió de cerca, levantando ambos pulgares. "Al cien por cien, una jugada digna de una diosa".

El grupo se quedó mirando entre sí. Otto suspiró, Garfiel resopló, Emilia negó suavemente con la cabeza.

Finalmente, todos se encogieron de hombros y se retiraron a sus respectivas habitaciones.

Todos... menos Felt, que permaneció quieta, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

"¿En serio...? ¡Tenía pensado aclarar las cosas con Rein después del interrogatorio y esa perra vanidosa decide hacer esto justo ahora?! ¡Agh, que le jodan!".

Rechinó los dientes, pateó una silla y se marchó refunfuñando hacia su cuarto.
Un par de segundos después, un grito furioso resonó en el pasillo:

Felt:" ¡IDIOTAAAAS!".

El eco recorrió todo el pasillo... y desde el otro lado de la puerta, Reinhardt dejó escapar una leve risa.

Reinhardt:" Sigue siendo tan sincera como siempre, Felt".

PERSPECTIVA: EL INTERROGATORIO (Al día siguiente).

La mañana siguiente amaneció más tranquila... o al menos, tanto como podía estarlo después del desastre del día anterior.

Uno a uno, los miembros del elenco fueron despertando, sacudiéndose el cansancio acumulado y reuniéndose frente a la habitación donde Shaula y el Santo de la Espada habían pasado la noche.

Crusch, impecablemente vestida pese al leve cansancio en su rostro, escuchaba atentamente el informe de Wilhelm y Félix.

Al parecer, la Duquesa había logrado dormir mejor de lo esperado, lo suficiente para ofrecerse como parte del grupo que interrogaría a la Sabia de la torre.

Crusch:" Buenos días, Emilia y compañía". Saludó con una leve inclinación de cabeza.

Emilia:" ¡Buenos días, Crusch! ¿Descansaste bien?". Respondió la semi elfa, devolviendo la reverencia.

Crusch:" A la medida de lo posible..." Admitió con una sonrisa suave, que no logró ocultar del todo las sombras de una noche inquieta.

Félix:" Nyahaha~ supongo que ya va siendo hora de hacerle una visitita a nuestra prisionera, ¿No, nya~?". Comentó el sanador, estirándose perezosamente.

Mientras tanto, Julius y Ricardo mantenían a Anastasia al tanto de la situación.

La mercader, siempre analítica, ya estaba tejiendo teorías sobre la misteriosa conexión entre las visiones del Teatro y la Candidatura a Sabio de aquel joven de ojos aterradores.

Anastasia:" Mmmh, así que la Sabia terminó cayendo, ¿Eh? Qué cuadro más pintoresco... Aunque supongo que lo importante ahora es lo que sabe, no lo que hizo". Musitó, con esa sonrisa enigmática que siempre precedía a una deducción suya.

El grupo de Emilia fue el primero en llegar, movidos por una mezcla de ansiedad y curiosidad.

Por razones más que obvias, eran los más interesados en obtener respuestas sobre aquella mujer semidesnuda que parecía tener algún vínculo con Subaru.

A los pocos minutos llegaron también el campamento de Anastasia y una Felt que caminaba arrastrando los pies, con unas ojeras dignas de una resaca emocional.

Anastasia:" Buenos días. Parece que la mujer problemática de anoche ya fue debidamente controlada, ¿Eh?". Comentó con ironía dirigida a Crusch y Emilia.

Emilia:" Sí, aunque... me preocupa que Shaula no haya podido dormir bien". Respondió bajando la mirada, visiblemente genuina en su preocupación.

Felt:" Bah, mientras hable, todo lo demás sobra". Interrumpió con un bostezo, cruzándose de brazos.

Emilia:" Ah, buenos días, Felt-chan".

Felt:" Gracias, hermana mayor..." Masculló entre dientes, con una sonrisa cansada pero sincera.

Crusch:" Aun así, ¿dejarla sola con Reinhardt fue lo más prudente? Según me contaron, la Sabia se mostró bastante obstinada desde su captura".

Anastasia:" Supongo que lo sabremos pronto, una vez le hagamos una visita de cortesía a esa exhibicionista". Dijo encogiéndose de hombros.

Mientras las candidatas intercambiaban palabras, el resto de sus grupos se reunía aparte.

Rem jugueteaba nerviosamente con los dedos hasta que Garfiel, acompañado de Meili, Petra y Mimi, se le acercó.

Garfiel:" ¡Hey, Rem! Esa persecución de ayer sí que fue algo complicada, ¿Eh?". Rió con su típica sonrisa de colmillos afilados.

Mimi:" Mimi todavía tiene un chichón por culpa de los libros que esa mujer loca lanzaba". Se quejó haciendo un puchero desde el hombro del rubio.

Rem soltó una pequeña risa, inclinando la cabeza en señal de cortesía.

Rem:" He de admitir que subestimé a Shaula-sama... Es mucho más fuerte de lo que aparenta".

Meili:" Y eso que ni siquiera usó esos brillos raros suyos". Añadió la ex asesina, encogiendo los hombros con fastidio.

El grupo se quedó en silencio un instante, recordando aquella escena cegadora.
Petra rompió el momento con una pregunta inocente, aunque cargada de curiosidad.

Petra:" Ahora que lo pienso, Rem... ¿Dónde está Spica-chan?".

Garfiel:" Sí, hoy tampoco la traes contigo. ¿Qué pasó, la niña se te rebeló o qué?".

Rem:" Ah, no, no se preocupen. Spica-chan se quedó con Frederica-san". Respondió sonriente, aunque algo evasiva.

Garfiel:" ¿No la habías dejado con Ram?". Preguntó arqueando una ceja.

Rem guardó silencio por un segundo. Su mente viajó a la noche anterior:

Al abrir la puerta de su habitación, había encontrado a Ram durmiendo plácidamente sobre la cama, mientras Spica estaba atada de pies y manos, con una cinta en la boca y lágrimas en los ojos.

Rem:" ...Digamos que mi hermana no es muy buena tratando con niños". Suspiró finalmente, sonriendo con resignación.

El resto del grupo quedó en silencio, entre incrédulos y preocupados.

Garfiel intentó preguntar más, pero Rem desvió el tema con la habilidad de una veterana diplomática.

Pasados unos minutos, la última en llegar fue Priscilla, acompañada de Al.
Su sola entrada bastó para atraer todas las miradas.

Felt:" Hasta que te dignas a aparecer". Bufó cruzándose de brazos.

Priscilla:" El rol de una diosa es hacer esperar a las masas. Mi presencia es un regalo, no una obligación". Respondió con aire imperial, pasando de largo sin siquiera mirarla.

Felt rodó los ojos. No valía la pena discutir con una mujer que hablaba de sí misma en tercera persona.

Roswaal:" Bueeenos díiiias, Priscilla-samaaa~". Entonó el payaso con teatralidad exagerada.

Ella lo ignoró por completo.

Garfiel:" Oye, payaso... ¿Dónde diablos estuviste metido ayer? No te vimos en todo el alboroto".

Roswaal: "Un magooo nuncaaa reveeela sus secreeetooos, Garfiel-kun~. Simplemente me dejééé llevar por la corrieeente de la vidaaa~". Respondió con una reverencia ridículamente elegante.

Petra:" Ojalá esa corriente te hubiera arrastrado al desagüe". Murmuró en voz baja, apartando la mirada.

Una risa contenida recorrió el grupo, aligerando el ambiente justo antes de que el peso de la realidad regresara.

Era hora de enfrentar a Shaula.

Julius fue quien tomó la iniciativa. Giró el pomo con cautela, empujando la puerta con un leve chirrido que resonó en el silencio del pasillo.

El Mejor Caballero apenas alcanzó a abrir la boca cuando el espectáculo ante sus ojos le robó cualquier palabra.

Julius:" ...Eh".

La habitación parecía un campo de batalla emocional.

Shaula estaba acurrucada en una esquina, con el cabello despeinado y las mejillas húmedas por las lágrimas. Lloraba y murmuraba incoherencias.

Shaula:" ¡No más! ¡Ya no quiero más linajes, ni descendencias imposibles, ni árboles genealógicos! ¡Shaula solo quería un abrazo del Maestro y terminó con trauma generacional!".

Reinhardt:" ¡Shaula-sama! ¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo? ¿Puedo asistirla de alguna manera?".

Al escuchar su voz, la chica se estremeció, girando la cabeza lentamente con una expresión entre horror y pánico.

Shaula:" ¡Waaaaahhh! ¡Y-ya no puedo más! ¡¿Cómo es posible que ese pervertido haya tenido descendencia?! ¡P-piedad, pido piedad!".

Se dejó caer dramáticamente de rodillas, con las manos alzadas al cielo, como si rogara a las estrellas.

Al:" Creo que su plan de tortura psicológica fue un éxito, princesa. Le hizo cortocircuito".

Desde la puerta, Priscilla arqueó una ceja con una sonrisa desdeñosa, ocultando su rostro tras su abanico.

Priscilla:" Qué espectáculo tan vulgar. Si esa mujer es una Guardiana, temo por la dignidad del conocimiento antiguo".

Shaula, con un puchero, giró hacia ella con una mezcla de llanto y petulancia.

Shaula:" ¿Ah? ¿Y tú quién te crees? ¿Una bailarina con anemia?".

El abanico de Priscilla se cerró con un chasquido seco.

Priscilla:" ¿Perdón?".

Shaula:" Es que brillas mucho y hablas como si te creyeras la jefa de todo. Aunque... supongo que al menos eres más bonita que el "Santo de los pervertidos" de allá".

Reinhardt:" ¿Ah?".

Priscilla sonrió peligrosamente.

Priscilla:" Plebeya insolente... si continúas con esa lengua, haré que te arrodilles y me beses los zapatos".

Shaula ladeó la cabeza, sonriendo con picardía.

Shaula:" ¿En serio? Mmm... no suena tan mal, pero solo si son zapatos de mi talla".

Un murmullo de asombro recorrió a los presentes; hasta Al soltó una carcajada por lo bajo.

Priscilla dio un paso adelante, su presencia imponiéndose de inmediato, como una reina que aplasta una hormiga con elegancia.

Priscilla:" Escucha bien, criatura: si no hablas, te quedarás encerrada con ese "Santo" hasta que confieses lo que sepas".

Shaula se encogió de hombros, girando la cabeza hacia Reinhardt con un estremecimiento recorriéndole el cuerpo.

Shaula:" ¡¿Otra vez nooo?! ¡Prefiero enfrentarme a una colonia de Gabaous antes que dormir en la misma habitación que él! ¡Tiene el aura de un sacerdote en celo!".

Reinhardt, visiblemente confundido:

Reinhardt:" ...¿Perdón?".

Shaula, suspirando derrotada, se limpió las lágrimas.

Shaula:" Está bien, está bien. Hablaré... aunque solo un poquito. El Maestro de Shaula no aprobaría que dijera demasiado".

Anastasia, con su mirada serena y calculadora, aprovechó el momento:

Anastasia:" Entonces dejémosle el interrogatorio a alguien con tacto".

Se adelantó con elegancia, tomando asiento frente a la chica, mientras Crusch observaba desde un costado, en silencio, evaluando la veracidad de cada palabra.

Anastasia:" Trato. Yo haré las preguntas".

Shaula la miró con curiosidad y ladeó la cabeza.

Shaula:" ¿Tú también eres una "princesa"? Porque si lo eres, deberían ponerles uniformes o algo, se me confunden todas".

Anastasia, sin inmutarse, sonrió con calma.

Anastasia:" Digamos que soy una empresaria con interés en tus respuestas".

Shaula:" Ah, una comerciante... entonces hablemos de negocios: yo respondo, y ustedes prometen no dejarme encerrada otra vez con el pelirrojo descendiente del pervertido. ¿Trato?".

Anastasia:" Trato hecho".

Todos se acomodaron dentro de la habitación, formando un semicírculo alrededor de Shaula, que permanecía en el centro junto a Anastasia.

Reinhardt aguardaba fuera, acompañado de Felt, a petición expresa de la peli castaña.
El ambiente estaba cargado de expectación; la tensión se podía palpar en el aire.

Anastasia fue la primera en romper el silencio, su tono tan dulce como calculado.

Anastasia:" Bien, retomaré donde lo dejó Otto-san". Sus ojos se entrecerraron, midiendo a su interlocutora. "¿Podrías explicarnos por qué llamas a Natsuki-kun tu Maestro?".

Shaula ladeó la cabeza, pensativa unos segundos, antes de contestar con aire orgulloso.

Shaula:" Aún no entiendo por qué lo llaman Natsumi, pero el Maestro de Shaula es el Maestro de Shaula. Siempre lo ha sido y siempre lo será". Dijo inflando su pecho con un brillo de orgullo casi infantil.

Anastasia parpadeó un par de veces, y no pudo evitar que una pequeña sombra de envidia cruzara su rostro antes de recomponerse.

Anastasia:" ¿Podrías ser un poco más específica?". Insistió con voz firme.

Shaula se limitó a mirarla con ojos grandes e inocentes.

Shaula:" ¿Cómo?".

La comerciante suspiró levemente, llevándose una mano al mentón. Sabía que la mujer tenía talento para sacar de quicio incluso a los más pacientes.

Anastasia:" De acuerdo, lo intentaré de otra forma". Hizo una pausa y sonrió con cortesía. "Shaula-sama, ¿Quién es tu Maestro?".

La pregunta provocó murmullos entre los presentes. Incluso Emilia ladeó la cabeza con desconcierto, mientras Priscilla entreabría su abanico con un movimiento elegante.

Shaula pestañeó, genuinamente confundida.

Shaula:" ¿No es obvio? El Maestro de Shaula es el Maestro de Shaula". Lo dijo como si fuera la cosa más natural del mundo.

Anastasia cerró los ojos por un instante, controlando la frustración.

Otto, observando desde un rincón, cruzó los brazos con resignación. Ya lo había advertido... esta mujer es un terremoto con patas.

La joven empresaria se recompuso y reformuló:

Anastasia:" Solo quiero confirmar algo. La persona a la que llamas tu Maestro... ¿Se llama acaso Natsuki Subaru?".

Por un instante, Shaula pareció dudar. Su expresión perdió el brillo juguetón.
Pero pronto lo negó con fuerza, como si aquella idea fuera absurda.

Shaula:" No, no, no. ¡Eso es imposible! El olor de mi Maestro es único. No hay otro igual".

El grupo intercambió miradas inquietas.

Crusch entrecerró los ojos, observando cada micro expresión de la escorpión, intentando determinar si mentía o no.

Shaula inspiró profundamente, levantando la mirada con un brillo casi reverencial.

Shaula:" El nombre de mi Maestro es..." Dijo con solemnidad, alzando un dedo al cielo.
Los combatientes del grupo se tensaron, preparándose por reflejo.

Y entonces, con voz firme, declaró:

Shaula:" ¡Flugel! ¡El único y Gran Sabio Flugel!".

El aire en la habitación pareció detenerse.
Una oleada de silencio recorrió el grupo.

Priscilla alzó una ceja, extendiendo su abanico con elegancia.
Emilia dio un paso atrás, sorprendida.
Ferris y Wilhelm intercambiaron miradas perplejas.
Meili fue la primera en romper el silencio:

Meili:" ¿Flugel? ¿No es el tipo que plantó el Gran Árbol Flugel?". Preguntó con genuina inocencia.

Julius se ajustó los guantes con nerviosismo.

Julius:" E-espera un momento... ¿Está diciendo que su Maestro es ese Flugel?". Su voz titubeó.

Crusch:" Ella no mintió..." Confirmó para el grupo con voz algo nerviosa.

Anastasia, tras unos segundos de shock, recuperó la compostura y respiró hondo.

Anastasia:" Entonces, Shaula-sama... ¿Estás diciendo que Flugel y Natsuki-kun son la misma persona?".

Shaula sonrió sin dudar.

Shaula:" Te lo dije antes. No sé quién sea ese tal Subwu Natsumi, pero el Maestro Flugel es el Maestro de Shaula". Su convicción era tan firme que resultaba inquietante.

El silencio volvió a llenar la habitación.

Nadie quería ser el primero en decir algo más.

Anastasia, con la calma de una vendedora que olfatea un misterio, retomó el hilo:

Anastasia:" Si Flugel es realmente un Sabio, ¿Eso te convierte a ti en...?"

Shaula se enderezó con orgullo, volviendo a levantar un dedo al cielo.

Shaula:" ¡Shaula, la Guardiana de las Estrellas y prometedora aprendiz del Gran Flugel-sama!". Exclamó con una sonrisa radiante.

Priscilla, observándola de lado, arqueó una ceja.

Priscilla:" ¿Entonces no eres la Sabia Shaula?". Preguntó con desdén.

Shaula se quedó pensativa, rascándose la cabeza.

Shaula:" Bueno... si me preguntas si me llamo Shaula, entonces sí. Pero si me preguntas si soy la Sabia Shaula, pues... no sabría decirte". Encogió los hombros con una inocencia desconcertante.

Priscilla chasqueó la lengua.

Priscilla:" Hablas como un oráculo enloquecido. Sé más clara, plebeya".

Shaula infló las mejillas indignada.

Shaula:" ¡Mi nombre no es plebeya, es Shaula!". Replicó haciendo un puchero.

Anastasia, aprovechando el momento, retomó la conversación.

Anastasia:" Shaula-sama, este Sabio Flugel... ¿Tiene algún papel dentro de la Atalaya de las Pléyades?".

Shaula parpadeó un par de veces y contestó como si no fuera gran cosa.

Shaula:" ¿Eh? El Maestro... pues claro. Es el fundador". Dijo con absoluta naturalidad, como si acabara de revelar algo tan trivial como la hora del día.

El grupo entero contuvo el aliento.

"..."

"..."

Afuera, Reinhardt y Felt conversaban en calma, hasta que un estruendoso grito retumbó dentro de la habitación.

"¡¿QUÉEEEEEEEE?!".

Ambos dieron un pequeño salto.

Felt se llevó una mano al pecho, riendo nerviosamente.

Felt:" Je, parece que las cosas se pusieron intensas ahí dentro, ¿Eh, Rein?".

Reinhardt, sereno, solo asintió.

Reinhardt:" Esa parece ser una constante últimamente".

Dentro, el caos era total. La sorpresa había explotado entre los presentes: el nombre Flugel resonaba como un eco antiguo, casi sagrado.

Algunos lo habían leído en registros viejos; otros, apenas lo recordaban como una figura mítica que había plantado un árbol monumental... pero nunca como el creador de la Atalaya de las Pléyades.

Shaula, en cambio, se tapó los oídos con gesto fastidiado.

Shaula:" Ay, mis pobres oídos... ¿Qué les pasa? Son tan ruidosos, ¿no sabían que gritar envejece la piel?". Comentó con los brazos cruzados, haciendo un puchero.

Julius, que aún trataba de procesar lo escuchado, preguntó con voz tensa:

Julius:" D-disculpe, pero... ¿A qué se refiere con que Flugel es el fundador?".

Shaula lo miró con aire inocente.

Shaula:" Simple. Que mi Maestro fundó la torre y todo lo que hay dentro. ¿Qué parte no se entendió?". Dijo con una sonrisa pícara.

Julius parpadeó, desconcertado.

Julius:" ¿Fundador...? Eso... eso no aparece en ningún registro histórico".

Shaula ladeó la cabeza, divertida.

Shaula:" Pues claro que no, tonto. Si escribieras todo lo que hace el Maestro, necesitarías cien mil libros". Y soltó una risita que terminó sacando un suspiro resignado de varios.

Al, desde el fondo, comentó en tono irónico:

Al:" Sí, Julius, creo que entraste oficialmente en negación. Te acompaño en el sentimiento".

Anastasia, recomponiendo su calma, se inclinó levemente hacia adelante.

Anastasia:" Si Flugel era el Gran Sabio y tú te haces llamar Guardiana de las Estrellas, ¿Qué papel cumples dentro de la torre, Shaula?".

Shaula se llevó un dedo al mentón, pensativa.

Shaula:" Pues... el Maestro me pidió que esperara en la torre y la protegiera de invasores no deseados". Dijo como si fuera lo más normal del mundo.

Beatrice, frunciendo el ceño, interrumpió con desconfianza.

Beatrice:" ¿Y desde hace cuánto tiempo llevas con ese... rol?".

Shaula sonrió dulcemente, contando con los dedos.

Shaula:" No fue mucho... solo unos cuatrocientos años, creo".

El silencio cayó de golpe.

Crusch, con su serenidad habitual, dio un paso adelante.

Crusch:" ¿Cuatrocientos años?". Repitió, evaluando cada palabra, su mirada aguda como una cuchilla. "¿Podrías asegurar que no has perdido la noción del tiempo, Shaula-sama?".

Shaula parpadeó y luego infló las mejillas, molesta.

Shaula:" ¡Por supuesto que no! Shaula tiene una memoria perfecta. Solo... tal vez, se me olvidan los meses. O las décadas. ¡Pero no es tan grave!". Respondió con una risita que desconcertó a todos.

Otto se pasó una mano por la cara.

Otto:" A este paso, la definición de "cordura" va a necesitar revisión".

Shaula giró hacia él con una sonrisa traviesa.

Shaula:" ¿Eso es una ofensa, pequeño bobo con cara de bobo?".

Otto se atragantó.

Otto:" ¡¿C-cara de bobo?!".

Priscilla, mientras tanto, observaba la escena con visible fastidio.

Priscilla:" Tch, una mujer que espera siglos a un hombre... qué espectáculo tan vulgar". Dijo abanicándose con elegancia.

Shaula le devolvió la mirada con el ceño ligeramente fruncido.

Shaula:" ¿Y tú quién eres? ¿Una reina aburrida o una gallina decorada?".

Un silencio sepulcral invadió la sala.

El abanico de Priscilla se cerró con un clac amenazante.

Priscilla:" ...Repítelo".

Anastasia intervino con rapidez, conteniendo la sonrisa.

Anastasia:" Shaula, mejor sigamos con el tema de tu Maestro, ¿Sí?".

Shaula bufó, pero obedeció, aún sonriendo.

Shaula:" Está bien, está bien, pero solo porque me caes mejor que la gallina brillante".

Crusch, con calma, retomó la conversación.

Crusch:" Dijiste que él te pidió esperar. ¿Sus palabras fueron esas exactamente?".

Shaula asintió con energía.

Shaula:" Sí, "espera el tiempo que sea necesario, Shaula". ¡Y lo hice! Y ahora, por fin, mi Maestro volvió". Sus ojos brillaban con una devoción que mezclaba alegría y delirio.

Emilia, conmovida y confundida, habló con suavidad.

Emilia:" ¿Esperar...?" Repitió, casi en un susurro. "Yo también escuché ese nombre una vez... Flugel". Sus palabras llamaron la atención de todos.

Emilia:" Durante las proyecciones del Santuario... Geuse mencionó a alguien así. Dijo "el Maestro Flugel" con la misma certeza con la que tú hablas ahora". Bajó la mirada, pensativa. "¿Es posible que fuera... el mismo?".

La sala quedó en silencio por unos segundos.

La idea era inquietante, casi imposible... pero la coincidencia era demasiado grande.

Shaula se quedó contemplativa un momento ante ese nombre, Geuse...

"Ese llorón al menos continuó con el legado del Maestro, ¿Eh?".

Una pequeña sonrisa nostálgica se formo en sus labios.

Rem miró a Emilia con un gesto de sorpresa.
Julius cruzó los brazos, tratando de hilar los fragmentos en su mente.
Crusch, aunque intrigada, permanecía escéptica.

Crusch:" De momento, no tenemos más que tus palabras. Pero las coincidencias... son muchas". Murmuró.

Shaula, sin embargo, parecía encantada por la atención.

Shaula:" ¡Ven! ¡Ven! ¡Por fin alguien con cerebro!". Exclamó abrazando a Emilia con fuerza, haciéndola tambalearse.

Emilia:" ¡Ah! ¡E-espera, no tan fuerte!". Protestó la semi elfa, ruborizada.

Shaula rió como una niña, y luego añadió con picardía:

Shaula:" No sé por qué están tan tensos. El Maestro siempre vuelve, siempre. ¡Y Shaula lo sabía!".

Al, observándola, suspiró.

Al:" Sí, seguro que vuelve... justo después de otros cuatrocientos años". Murmuró, sin mucha fe.

Pero antes de que alguien respondiera, una voz familiar resonó en el aire:

"¡Buenos días, mis pequeñas marionetas alborotadoras y malditas destructoras de interiores!".

El tono burlón del Guardián hizo que todos se tensaran.

Shaula dio un salto, poniéndose en posición de combate.

Shaula:" ¿Qué es esa voz? ¡Si es Volcánica jugando otra vez, lo juro que le muerdo las alas!".

"Ah, no, nada de eso".

Respondió la voz con fingida cortesía.

"Soy el Guardián, su apuesto anfitrión de este Teatro. Y veo que nuestra nueva invitada se integrando de maravilla. ¡Bienvenida, Shaula!".

Shaula frunció el ceño.

Shaula:" ¿Apuesto? ¿Dónde? ¿Acaso tu voz suena así de tonta a propósito?". Bufó, cruzándose de brazos.

Varias risitas escaparon entre el grupo.

"Tch... bueno, dejando de lado las ofensas personales, el descanso terminó. ¡Hora de continuar el show!".

Declaró la voz con tono teatral. De pronto, una lluvia de confeti surgió del aire.

Anastasia, exasperada, intentó intervenir:

Anastasia:" Guardián, un momento, todavía estábamos—".

"¡Nada de momentos!".

Interrumpió alegremente.

"Todo lo que quieran saber, lo descubrirán en la proyección".

El suelo tembló ligeramente. La luz del entorno empezó a distorsionarse.

Shaula parpadeó, tambaleándose.

Shaula:" ¿Eh? ¿Qué pasa? ¡Todo da vueltas! ¡¿Es otro de tus juegos, tonto invisible?!".

Garfiel gruñó, tratando de mantenerse en pie.

Garfiel:" ¡Podrías por lo menos avisar antes, pedazo de payaso!".

Un destello blanco los envolvió a todos.

Y cuando sus ojos se acostumbraron a la luz... ya estaban de nuevo en el auditorio del Teatro.

Shaula parpadeó confundida, hasta que su mirada se posó en el centro de la sala.
Allí, un joven de cabello oscuro dormía tranquilamente, con una pequeña niña descansando en su regazo.

Shaula:" ¡¿Maestro?!". Gritó la escorpión, y sin pensarlo, se lanzó hacia él como una bala.

Beatrice apenas tuvo tiempo de reaccionar.

Beatrice:" ¡E-espera, no otra vez, no otra veeez!". Chilló, buscando refugio detrás de Emilia.

Emilia la apartó por instinto, justo a tiempo.

Shaula cayó de lleno en el regazo del chico dormido, abrazándolo con euforia.

Una carcajada seca resonó en el aire.

¡Excelente! Ya que todos están en sus lugares, demos inicio a la función. ¡Pásenlo bomba, mis pequeñas marionetas! Y tengan cuidado con las escaleras..."

La voz del Guardián se desvaneció entre ecos y risas.

El escenario del Teatro volvió a iluminarse, mientras la siguiente proyección daba comienzo, y el telón invisible se alzaba una vez más.

CONTINUARÁ...

FIN DEL (DESCANSO: 2)

NOTAS DEL AUTOR:

Bueno/as días, tardes, o noches, su autor de confianza esta de vuelta!

Lamento la falta de actualizaciones, he estado algo ocupado con temas personales y académicos, y solo gracias a que tuvimos un feriado es que pude acabar esta capítulo...

Dejando eso de lado, ¿Qué les pareció?, para este cap me centré especialmente en pulir las interacciones, sobre todo el comportamiento de Shaula. Por cierto, ¿Qué les pareció el cambio de perspectivas en esta ocasión?, creo que la única que personalmente no me terminó de convencer fue la de Petra y Meili, y el interrogatorio final, creo que pude haberlo hecho mejor, pero no quería quemar más tiempo por lo que lo deje así.

Este capítulo ya lo he reescrito unas 3 o 4 veces, y muuuchas cosas cambiaron de la idea original del cap, incluyendo el titulo y foco principal, al inicio esto iba a ser solo puro interrogatorio, pero pensé que sería más divertido mostrar las habilidades de Shaula en acción.

Por cierto, ¿Qué tal la ilustración de este cap?, decidí cambiar un poco el enfoque de las ilustraciones y quise ver que tal quedaban a color, ¿Querrían mas ilustraciones así? Los estaré leyendo.

Ahora por parte del siguiente cap, este retomará las proyecciones y por fin veremos al grupo dentro de la torre, creo que adaptaré las reacciones hasta el primer examen de la torre.

De ahora en adelante, vamos a tener solo caps de reacciones hasta que lleguemos al final del tomo 22, ahí meteré tanto un nuevo cap de descanso como uno del jardín, pero aún queda un camino largo para llegar hasta ese punto.

Leyendo las votaciones que hicieron tanto aquí en Wattpad como en Ao3, decidí que los caps van a ser mensuales y de larga duración, de hecho, el cap que sigue a este ya esta en borrador, por lo que la espera no será tan larga... o eso espero.

Por cierto, se que a nadie le importa, pero este viernes cumplí años :D

Ahora pasando a las curiosidades del cap:

-Anastasia dejó el titulo de 'sama' de Shaula, porque notó como la chica se sentía algo incomoda cuando la llamaban así. (Este es por cierto un detalle que me olvide de agregar, perdón).

-La razón por la que a veces el elenco pueden usar sus habilidades y a veces no, es gracias a que el Guardian esta empezando a sobrecargarse por retenerlos por un tiempo tan prolongado, por lo que ahora empezó a limitarse a restringir las habilidades de solo ciertas personas: Emilia, Reinhardt, Shaula, y el uso de magia general del elenco. (la espada Yang es una excepción).

-Las proyecciones de fallo van a volver...

-La pobre Shaula pasó 8 horas enteras escuchando historias de Reinhardt sobre el linaje de los Astrea, ya que Reinhardt quería saber porque Shaula llamaba a su ancestro un pervertido. No hace falta decir que Shaula no pudo pegar el ojo en toda la noche.

-Felt se quedo frustrada...

-Ilustración original descartada para este cap: (¿De que creen que se trataba?)

-Ilustración original descartada para este cap: (¿De que creen que se trataba?)

Bien, con todo esto dicho, me despido hasta el próximo capítulo!

Ah, y por cierto, ya esta disponible el prologo de mi historia de Shaula por si le quieren echar un vistazo.

Link:

https://www.wattpad.com/story/400405618-compensando-400-a%C3%B1os-de-soledad-junto-a-una-tonta

com/story/400405618-compensando-400-a%C3%B1os-de-soledad-junto-a-una-tonta

Bueno nos vemos el mes que viene, su autor de confianza, Jostin.

Autor:"Jostincolors72"

Fecha:12/10/2025.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 21980.

PALABRAS TOTALES DEL CAPITULO: 21980

 

Notes:

Actualizaciones cada una o dos semanas.
Fuente principal del Fic:
https://www.wattpad.com/story/393784965-viendo-el-arco-6-en-el-teatro-de-la-desesperaci%C3%B3n
Autor: "Jostincolors72"