Work Text:
Todo comenzó con una tarde tranquila en la Torre Stark, de esas raras y poco comunes, en las que los Vengadores no estaban corriendo de un lado a otro ni el ático se llenaba de ruido. Los vengadores estaban por fuera en una misión, Pepper estaba trabajando, Tony estaba en el laboratorio… y Peter estaba aburrido.
Aburrido en su forma más pura: siendo una estrella de mar humana, tirado sobre su cama y moviendo casi mecánicamente su dedo sobre la pantalla de su teléfono.
Las vacaciones de verano habían comenzado hace un par de semanas y, gracias al nuevo trabajo de la tía May, Peter se había mudado a uno de los edificios más lujosos de Manhattan para así pasar sus vacaciones con el señor Stark, y no tener que estar solo en su apartamento.
Al principio, vivir en la Torre Stark había sido de lo más increíble, y Peter se había divertido explorando cada rincón: pasillos interminables, ascensores que parecían naves espaciales, salas que ni siquiera sabía para qué servían… pero todo eso había cambiado cuando, por accidente, quedó encerrado en la celda de Hulk y Tony casi perdió la cabeza, convencido de que “lo habían secuestrado” porque “nadie sabía dónde estaba el niño”.
Ese fue episodio suficiente para que Tony, muy a su manera, decidiera seguir los consejos de May sobre “ponerle reglas al niño”. Y así, casi de un día para otro, Peter terminó con una lista de normas que parecían sacadas de un manual de convivencia escolar: nada de entrar a los laboratorios con químicos sin permiso, nada de pasarse las noches enredado en planos y circuitos, y, lo peor de todo, la obligación de “hacer cosas de un adolescente normal”.
Peter bufó, como si ver Netflix y jugar videojuegos, pudiera compararse con estar en un laboratorio de alta tecnología.
Pero todo empeoró esta misma mañana cuando Peter bajó alegremente al laboratorio y Tony decidió echarlo sin contemplaciones. Y decir “echar” no era una exageración, queridos lectores, no. Porque no había sido con sutilezas, sino con el mayor descaro, alegando que “iba a trabajar en una armadura peligrosa” y que no iba a correr el riesgo de “convertirlo en una araña tostada”.
Así que Peter había salido indignado del laboratorio, jurando que iba a hacer una protesta pacífica contra semejante injusticia.
Protesta que al final se había reducido a estar tirado en la cama, viendo su teléfono.
Por suerte, Ned existía.
Su mejor amigo lo había convencido hace días de instalar TikTok y, desde entonces, su algoritmo se había convertido en un revoltijo de gatos haciendo tonterías, gente cayéndose de maneras dolorosamente graciosas, teorías absurdas sobre los Vengadores y bromas que solo un adolescente con mucho tiempo libre podía entender. Entre tanto caos apareció un video que Ned le había mandado, donde una chica de su edad grababa la reacción de sus padres cuando anunciaba que iba a salir sin dar explicaciones, trayendo un drama segundos después, cuando su papá reaccionaba tranquilo, mientras que su mamá se ponía histérica haciéndole preguntas, pareciendo de repente un agente del FBI.
Junto con el video, vio el mensaje que Ned le había enviado.
—Te apuesto veinte dólares a que, en tu caso, los papeles se invierten.
Peter frunció el ceño y lo llamó de inmediato.
—Amigo, ¿sí recuerdas que mis padres están muertos, cierto?
—Amigo, sabes que no hablo de ellos.
Peter parpadeó, desconcertado, hasta que la idea retorcida de su amigo se fue armando en su cabeza como un rompecabezas.
—No, no me digas que estás hablando del Sr. Stark y de Pepper.
El silencio al otro lado de la línea y la sonrisa maliciosa que podía imaginar perfectamente en la cara de Ned fueron la confirmación.
—Ned…
—Amigo, sería increíble.
—Y probablemente el señor Stark me mataría.
—Exacto, eso apoya mi teoría —replicó Ned, triunfante, como si acabara de ganar un debate—. Te hago la tarea de historia todo el mes si lo haces.
Peter se dejó caer aún más en la cama, soltando un suspiro resignado. Y con esa oferta, supo que acababa de firmar su sentencia.
Una vez concretados los detalles y definiendo lo que tenía que decir, el niño salió de su habitación con el teléfono en la mano, listo para registrar la más tonta (y potencialmente peligrosa) idea de su vida. Ned insistió en que lo grabara, “para la posteridad”, como si aquello fuera a entrar en los libros de historia mundial.
Peter decidió empezar por “los pesos livianos” y se dirigió a la sala de estar, donde trabajaba Pepper. La encontré sentada en el sofá, con un StarkPad entre las manos y una taza de café sobre la mesa. Revisaba documentos con la concentración de alguien que mantenía a flote una empresa entera, pero levantó la vista en cuanto lo escuchó entrar, dedicándole una sonrisa cálida.
—Hola, cariño. ¿Necesitas algo? —preguntó con ese tono maternal que siempre conseguía que Peter bajara la guardia.
—No, solo… quería avisarte que voy a salir un rato —dijo él, con toda la inocencia posible.
Pepper dejó la tableta a un lado y le prestó atención, arqueando una ceja con curiosidad.
—¿Ah sí? ¿Y eso?
—Solo quiero tomar un poco de aire.
Ella sonrió y se levantó, acercándose para darle un abrazo.
—Bueno... ten cuidado. Y avísale a Happy en caso de que necesites que te recoja.
—Está bien, adiós —respondió Peter, devolviendo el abrazo, solo para unos segundos después salir corriendo hacia el ascensor, conteniendo la risa. No lo podía creer, pero hasta ahora, Ned estaba teniendo razón.
El niño bajó el ascensor hasta el laboratorio, donde encontró al señor Stark concentrado en un holograma y con un traje desarmado a su costado.
El silencio en el lugar le llamó la atención, recordándole lo mucho que el señor Stark había cambiado últimamente; antes, al hombre no se le podía encontrar en el laboratorio sin que la música estuviera a todo volumen y ahora al parecer disfrutaba trastear con el sonido de las máquinas de fondo.
—Pete —dijo el señor Stark al oírlo entrar, sin levantar la vista—. Justo la persona que necesitaba, pásame esa llave inglesa.
Peter agarró la llave y se la entregó, pero antes de que el hombre pudiera decir algo más, inició el espectáculo.
—Umm, señor Stark, venía a avisarle que voy a salir un rato.
—¿Salir? —repitió, mirando por la ventana y notando que ya estaba anocheciendo—. ¿Adónde? ¿Y con quién?
—Solo, voy a dar un paseo al parque —respondió Peter inocente, aunque por dentro estaba a punto de estallar en risa.
Tony lo miró como si acabara de decir que pensaba saltar desde el piso 80 sin el traje.
—¿Solo? ¿A esta hora? —Arqueó una ceja.
—Sí, no me demoro —dijo el niño sonriendo y se giró para salir de la habitación.
Pero no pudo ir muy lejos antes de que el hombre le detuviera.
—Ey, ey, ey, no tan rápido, pinky, ¿por qué quieres salir a esta hora? ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, señor Stark, solo quiero caminar un rato.
—Perfecto, entonces Happy te acompaña —sentenció y empezó a decirle a VIERNES que le avisara a Happy.
Tony lo iba a matar cuando esto terminara.
—¡No! —lo detuvo—. Señor Stark, no es necesario, Happy está en su hora de descanso, además… —Dios, tenía que empezar a mentir más seguido—. Quiero salir... solo.
—Niño… —Tony entrecerró los ojos—, ¿qué me estás ocultando?, Espero que esto no sea una estratagema de Deadpool para que te veas otra vez con él, porque si es así ese mercenario me va a escuchar…
—Señor Stark, no es por eso… solo quería tomar un poco de aire.
—Si quieres tomar aire, ve al helipuerto, ahí circula mucho aire.
—Pero quiero ir a caminar.
—Entonces ve con Happy.
Tal vez en este momento Peter debió haber tirado la toalla, pues para ese punto la broma estaba hecha y Ned había demostrado su punto, pero esto ya había dejado de ser una broma y ya se había convertido en una batalla que Peter quería ganarle a su mentor.
—Señor Stark, pero si siempre salgo solo siendo Spider-Man —se quejó ante la terquedad de su mentor.
—Exactamente, como Spider-Man, con un traje que me dice dónde estás y me avisa si te lastimas, Spider-Man sale solo a esta hora, Peter Parker no.
—Entonces, ¿eso quiere decir que puedo salir como Spider-Man? —preguntó ilusionado.
—No, ya pasó tu toque de queda.
—Eres un exagerado —bufó Peter con un puchero y se cruzó de brazos, lo cual antes de hacerlo parecer ofendido, hacía que se viera adorable.
—¿Exagerado? Exagerado sería dejarte salir solo a esta hora con esa mirada sospechosa que tienes, o vas con Happy o no sales, tú decides.
En ese momento, Pepper llegó con una carpeta bajo el brazo, inconsciente de la escena que estaba ocurriendo en ese momento.
—Tony, necesito tu firma en estos… —empezó a decir, pero se interrumpió al fijarse en quién estaba en la sala—. ¿Peter? ¿Tú no ibas a salir, cariño? —preguntó, confundida, y Tony le lanzó una mirada asesina.
—¿Ibas a dejar que saliera así?
La mujer les miró entendiendo al instante que estaba sucediendo.
—Tony, solo iba a dar un paseo.
—¿Un paseo? —repitió con sarcasmo—. Eso mismo dijo la última vez que salió de la escuela y Deadpool acabó persiguiéndolo.
—Estás exagerando —replicó Pepper.
—¿Exagerando?, Y si lo secuestran… ¿sabes cuántos enemigos públicos me enteré de que tengo en esta semana?
Pepper rodó los ojos.
—Tony, tiene quince años, no cinco.
—Díselo a los que intentaron secuestrarlo la semana pasada.
La discusión acabo subiendo de tono, con Pepper tratando de convencer a Tony de que no era para tanto y con Tony cada vez más instalado en su papel de padre sobreprotector.
—O sale con Happy, o no sale —dictaminó finalmente.
En ese momento, Peter, que había estado aguantando la risa desde minutos antes, se dejó caer dramáticamente en el sofá y estalló en carcajadas. Los dos adultos se callaron y lo miraron, desconcertados.
Una chispa de reconocimiento cruzó el rostro de Pepper.
—Peter… no me digas que esto es lo que creo que es.
Peter seguía riéndose.
—Lo siento, pero es que… esto fue tan gracioso. Ya entendí por qué Ned quería que lo hiciera.
Sacó el celular de donde lo tenía escondido y lo levantó en alto.
—Saluden a la cámara, chicos.
Tony entrecerró los ojos.
—Pequeño bribón… ¿nos estabas grabando?
Peter asintió, sin poder contener la risa.
—Sí… Ned me retó a que hiciera este video con ustedes y apostó a que, en su caso, la pelea sería al revés.
Pepper vio el video y una sonrisa divertida atravesó el rostro. Sus ojos iban del teléfono a Tony y Peter, como si intentara grabar en su memoria la escena que acababa de presenciar.
Peter los miró esperando sus reacciones, y Pepper, divertida al ver el video que el niño les mostraba, soltó una risita, sorprendida de cómo no lo había notado antes.
Tony, en cambio, se quedó petrificado, con una expresión que oscilaba entre la incredulidad y el ego ofendido.
—No puedo creer que te lo tomes así de ligera —le dijo a Pepper, señalándola con un dedo acusador—. ¡Me llamaron histérico!
—Cariño —replicó ella, dándole un beso rápido en la mejilla—, eres un padre sobreprotector.
—No lo soy.
—Sí lo eres —insistió, con esa dulzura que no dejaba lugar a réplica. Luego se inclinó hacia Peter y le dio un beso en la cabeza, murmurándole—: No le saques demasiadas canas a Tony, ¿de acuerdo? —y se dirigió hacia la puerta.
Peter, todavía sentado en el sofá con las piernas cruzadas, sonrió con inocencia fingida.
—Lo intentaré.
Tony bufó, cruzándose de brazos y sentándose al lado del pequeño pillo.
—Eso suena a que no lo intentarás en lo absoluto.
El niño al ver a su mentor a su lado, se inclinó rodeando con sus brazos el torso del hombre.
—Claro que sí, papá no “sobreprotector”.
Tony abrió los ojos, sorprendido por el título repentino, y sin poderlo evitar, rodeo al niño con su abrazo y lo apretó contra su pecho, dandole un beso en la coronilla.
—Agradece que te amo, niño.
Ambos se quedaron ahí por un momento mas, disfrutando del momento, cuando una duda volvió a aparecer en la mente del niño.
—¿Señor Stark?
—¿Mmm?
—¿Por qué ya no escucha música en el laboratorio?, antes siempre había algo sonando aquí.
Tony se quedó en silencio unos segundos, mirando hacia el techo.
—Supongo que ya no lo necesito. Antes lo hacía para callar pensamientos que no me dejaban en paz. Ahora… —miró al niño y esbozó una leve sonrisa— digamos que hay cierto niño araña que hace que no tengan espacio para molestarme.
Peter parpadeó sorprendido, sintiendo cómo el calor le subía a las mejillas y recostó su cabeza en el pecho del hombre.
—Yo también te amo —murmuró con voz pequeña.
Tony le desarrolló una sonrisa suave y acaricio sus rizos. —Lo sé, amigo.
En ese instante, una chispa traviesa cruzó por la mente de Tony, encendiendo una idea malvada. Se levantó del sofá y, con una media sonrisa cargada de falsa solemnidad, añadió:
—Y solo por ese chistecito tuyo… estás castigado.
—¡QUÉ!? —exclamó Peter, sorprendido, sin poder creer lo que le estaban diciendo. —¡Pero señor Stark! —se quedó el niño, a punto de replicar.
Pero Tony ya se estaba alejando, ocultando la sonrisa que amenazaba con delatarlo.
Este niño… su niño.
