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Entre páginas marcadas

Summary:

Katsuki Bakugo no es el típico alfa que todos esperarían, es tranquilo, inteligente y sobre todo, respeta a todos por igual sin importar las jerarquías de la sociedad. Unas características que Izuku, siendo un omega, en verdad valoraba con toda el alma. Para Izuku, Kacchan representaba todo un mundo completamente desconocido donde siempre existía algo nuevo por conocer, una aventura constante que nunca deseaba soltar, solamente esperaba que el rubio se sintiera igual.

Notes:

Voy a comenzar a publicar porque en esta ocasión, sí o sí debo participar en este evento :D

Día 1: Alfa no convencional

Este escrito participa en el #raromegaverso_mca2025

Perdón la ausencia, he tenido demasiados problemas personales que bloquean mi instinto creativo u_u

Work Text:

ENTRE PÁGINAS MARCADAS

Izuku entró al invernadero, dejando que la puerta se cerrara detrás de él con suavidad con el sonido de un ligero clic. El aire húmedo olía a tierra mojada, menta y jazmín, mezclado con el aroma a canela de las feromonas de Katsuki Bakugo a las que tanto estaba acostumbrado. Una pequeña sonrisa se apoderó de las facciones del peliverde mientras caminaba entre los pasillos rodeados de enredaderas y rosas. Sabía que Katsuki se encontraba en aquel lugar, después de todo lo conocía desde el jardín de infantes. Izuku siempre se había sentido atraído por la calma permanente que desprendía el rubio, su manera tan paciente para explicar las cosas, su inteligencia y expresión calmada. Para ser un alfa, Katsuki nunca se comportaba como en teoría la sociedad y las reglas biológicas dictaban que debía de comportarse un alfa. Y quizás por eso mismo siempre se sintió seguro con su compañía, porque Kacchan nunca lo había mirado como una especie de mercancía o alguien destinado solamente a abrir las piernas y tener hijos. Katsuki siempre lo trataba como un igual, respetaba sus opiniones y podían pasar horas hablando de nimiedades como sus series favoritas.

Izuku lo encontró agachado junto a un rosal, sus dedos moviéndose con delicadeza y maestría sobre la tierra, casi como si estuviera tocando algún instrumento invisible. Resultaba evidente el amor y respeto que demostraba el rubio por lo que estaba haciendo. El peliverde sonrió con ternura, ya era bastante habitual encontrar al alfa siempre con las manos sucias de tierra cuando se encontraba en el invernadero. Aquel día lluvioso en particular, Katsuki llevaba puesto un suéter naranja que le quedaba demasiado grande y mantenía arremangadas las mangas hasta el codo. Se le miraba demasiado tranquilo y eso era algo que Izuku disfrutaba mucho de ver.

— ¿Has decidido esconderte del mundo de nuevo? — Preguntó con bastante curiosidad el peliverde mientras cerraba el paraguas. Una vez que sacudió el exceso de agua del paraguas, lo recargó contra el muro de cristal. Finalmente, como si fuera lo más natural del mundo, se quedó de pie enfrente del rubio, mirándolo con ternura y cariño.

Katsuki levantó la mirada en dirección a dónde se encontraba el peliverde y sonrió con ligereza, una sonrisa sutil, pero tan llena de significado que siempre conseguía que Izuku quedara prendado de ella. Katsuki Bakugo no necesitaba destacar demasiado para captar por completo su atención. — No me escondo, nerd. Solo me gusta más cuando todo se encuentra tranquilo y en estos momentos la cafetería es un completo caos.

Izuku rio con tranquilidad mientras avanzaba en dirección al alfa un poco más, sentándose sobre un banco de madera. Izuku le miró en silencio por unos minutos, resultaba hasta cierto punto reconfortante ver la manera en la que el rubio se abstraía al trabajar con las rosas. — ¿Sabes que la mayoría de nuestros compañeros siguen pensando que eres un beta?

Katsuki levantó la mirada para poder centrar su atención en el peliverde, con una nueva ligera sonrisa y un encogimiento de hombros, el rubio asintió- — Sí. — Respondió sin apartar la mirada de la esmeralda del omega. — Y no me molesta en realidad, son libres de pensar lo que quieran.

Izuku ladeó la cabeza con la curiosidad brillando en sus ojos, después con sus manos apoyadas sobre el banco se inclinó un poco hacia el alfa para poder verle mejor.

— ¿No te molesta que no te vean como el típico alfa? Ya sabes, grande, musculoso, ruidoso. Con una mirada de “Si me tocas soy capaz de patear tu trasero”, o “tú serás mi omega y te voy a marcar en cuanto pueda”.

Katsuki Bakugo rio de nuevo con suavidad, un sonido tranquilo y ajeno al temporal que había en el exterior.

— Me molesta más el que en verdad esperen que sea eso.

Izuku sonrió un poco, apartando su mirada hacia sus zapatos rojos. Suspiró con ligereza. Afuera, la lluvia tamborileaba contra los cristales, marcando un ritmo relajante que contrastaba con el palpitar acelerado de su corazón.

— ¿Alguna vez… has querido marcar a alguien?

Katsuki se detuvo al instante. Sus dedos quedando quietos sobre la tierra.

— Sí, pero no de la manera en la que todos lo pintan.

Izuku parpadeó con ligereza, un tanto confundido por la respuesta. — ¿Entonces cómo?

El alfa levantó la mirada, y entonces lo miró directo a los ojos. Sus pupilas carmesí eran profundas, como la lava hirviente, pero no intimidantes. Tenían algo cálido. Humano. Algo que hacía estremecer al peliverde con una sensación agradable y reconfortante.

— Como quien marca la página de un libro. No con un sentimiento de posesión, sino para poder volver a ese lugar que te hizo sentir algo maravilloso.

Izuku sintió como su corazón latía con más fuerza contra su pecho. Se mordió el labio y apartó la mirada, no pudiendo soportar por más tiempo la del rubio. Se sentía un poco avergonzado, confundido y con un ligero rubor extendiéndose sobre sus mejillas.

— No sabía que los alfas podían ser capaces de decir cosas tan lindas.

— Y yo no sabía que los omegas sabían escuchar tan bien. — Respondió Katsuki con una sonrisa entretenida dibujada en su rostro. Conocía a Izuku de toda la vida, así que sabía lo parlanchín que podría llegar a ser hasta el grado de no escuchar lo que otros decían, o más bien, siempre resultaba imposible intervenir cuando el peliverde comenzaba a hablar.

Izuku se deslizó del banco hasta que sus rodillas tocaron la tierra del invernadero y se acercó un poco más en dirección del alfa, hasta que sus rodillas casi se rozaron. Podía sentir el calor del cuerpo de Katsuki, tan tranquilo, tan sereno… tan distinto a todo lo que había conocido antes. Tan diferente a todo lo que la sociedad dictaminaba como normal. Pero diferente no quería decir que fuera malo, sino todo lo contrario. Siempre había encontrado la compañía del alfa altamente reconfortante.

— No me importaría que tú marcaras una página en mí, Kacchan.

Katsuki lo miró, sin moverse, como quien puede ser capaz de ver algo maravilloso y único. Como alguien que observa a alguien que es extremadamente importante. No hizo ningún movimiento brusco. Solo extendió la mano y, con el dorso de sus dedos, acarició con veneración y delicadeza la mejilla sonrojada del peliverde. Una caricia tierna y cuidadosa, como si pensara que podía ser capaz de hacerle daño si se sobrepasaba. Sonrió con suavidad cuando la yema de sus dedos rozó los labios del peliverde tan delicados.

— Solo si tú me dejas subrayarla en un verde suave.

Y entonces, no dijeron nada más, no era necesario. El silencio no era incómodo. Era como una pausa entre los versos de un poema que apenas estaba siendo creado. De esos que no necesitan de una rima o una métrica exacta para ser hermosos. Porque a veces en un mundo lleno de generalidades y donde todos esperan algo, lo diferente resultaba ser lo más entrañable.

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