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Re:sirviente

Summary:

en su punto mas bajo en la vida y completamente superado , subaru decide rendirse y huir , hasta que un evento inesperado le da el poder para sobreponerse al destino y poder salvarlos a todos

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Prologo

Chapter Text

Prólogo: Primera Invocación

 

 

La noche era oscura y opresiva en la autopista de Lifus. Al pie del imponente y misterioso Árbol de Flugel, una silueta temblorosa se aferraba al rugoso tronco, golpeando la madera con furia. Era un joven de cabello negro y ojos ensombrecidos por el desespero: Subaru Natsuki, un extranjero atrapado en un mundo que lo devoraba sin piedad.

 

 

—¿Por qué...? ¿Por qué...? ¿Por qué todo tuvo que terminar así? ¡¿Por quéeee?! —gritó con la voz rota, el rostro cubierto de lágrimas y terror.

 

 

Su último golpe al árbol resonó en la quietud de la noche antes de que cayera de rodillas, vencido. Unos metros más allá, su fiel dragón de tierra, Patrasche, lo observaba con una mirada llena de preocupación y afecto silencioso.

 

 

—¿Cómo fue que todo terminó así...? —susurró, sin fuerzas siquiera para escucharse a sí mismo.

 

 

La causa de su desesperación era evidente: su propia debilidad.

 

 

—¿Estás contenta, Satella? —rugió al aire, con la voz teñida de rabia—. ¿Te divierte verme fracasar una y otra vez?

 

 

Apretó el puño con furia, sintiendo la sangre caliente correr por sus nudillos heridos. La visión de aquel rojo carmesí le trajo recuerdos... recuerdos de su peor desesperación.

 

 

Él, el chico que había desafiado la muerte incontables veces, que se había enfrentado a asesinos dementes con tal de ganar el reconocimiento de su heroína, ahora estaba completamente agotado, hundido en un abismo del que no podía salir. Esta vez, su desafío era insuperable: tres amenazas mortales lo aguardaban, y por más que lo intentara, no tenía la más mínima oportunidad de vencerlas.

 

 

Después de haber humillado a Emilia frente a la nobleza y de ser derrotado por Julius, había sido relegado a la mansión de Crusch bajo el pretexto de recibir tratamiento. Pero el dolor de ser abandonado por Emilia había sido más insoportable que cualquier muerte que hubiese experimentado hasta ahora. Y, para colmo, en el instante en que ella lo apartó de su lado... su vida volvió a estar en peligro. Esta vez, él no podía salvarla.

 

 

—Betelgeuse... —susurró con odio, apretando los dientes con rabia.

 

 

El Arzobispo del Culto de la Bruja era solo una de las tres amenazas que lo acechaban. A través de Rem y Crusch, había descubierto que el Culto de la Bruja planeaba atacar Irlam y a Emilia. Buscando redimirse, buscando demostrarle a Emilia que estaba equivocada sobre él, corrió en su ayuda... solo para fracasar una vez más.

 

 

Rem lo abandonó en el camino.
El pueblo fue reducido a cenizas en una masacre espantosa.
Murió congelado, sin siquiera comprender qué había pasado.

 

 

En su segundo intento, fue testigo de la tortura de Rem. No pudo hacer nada. No era lo suficientemente fuerte.
En su tercer intento, intentó aliarse con las candidatas reales, pero fue rechazado sin contemplaciones.
Cuando trató de evacuar el pueblo, otra calamidad lo detuvo: la Ballena Blanca.
Y, por si fuera poco, estaba el Tabú. Si intentaba advertir a alguien, la sombra lo devoraría.

 

 

Pero lo peor de todo... era Puck.

 

 

No importaba cuántas veces lo intentara. No importaba qué camino tomara. Si por algún milagro lograba esquivar a la Ballena Blanca y a Betelgeuse, al final, Puck lo mataría con sus propias manos.

 

No había salida.

 

 

Y, como si el destino se burlara de él, Satella había cambiado su punto de retorno. Ya no podía volver atrás para buscar otra forma de enfrentar la situación, ya no podia convencer a las candidatas de obtener su ayuda. Estaba atrapado en el peor de los escenarios, sin margen de error, sin segundas oportunidades.

 

 

—¡Jódete, Satella! —rugió, con una risa rota y amarga—. ¡Espero que disfrutes mi sufrimiento! ¡Que se pudran los caballeros, las candidatas y este maldito mundo olvidado por Dios!

 

 

El odio lo consumía.

 

 

Odiaba a Satella por arrancarlo de su hogar, por darle un poder inútil, por condenarlo a esta pesadilla interminable.

 

 

Odiaba a Crusch, con su falso sentido de justicia y su soberbia de líder. Si gobernaba, no sería más que una tirana.
Odiaba a Anastasia, por su codicia insaciable, convencido de que su avaricia solo traería ruina.
Odiaba a Priscilla, por su arrogancia y desdén por los demás.
Odiaba a Felt, que había brillado en su ausencia, demostrando que él era insignificante.
Odiaba a Emilia... la persona por la que lo había dado todo, y que lo había recompensado con el abandono y el desprecio.
Odiaba a Rem, por sacrificarse una y otra vez sin sentido, por rechazar la única posibilidad de escapar juntos. Rendirse no es fácil.

 

 

Y, sobre todo...

 

 

Se odiaba a sí mismo.

 

 

Por ser débil.
Por no tener astucia.
Por no ser lo suficientemente fuerte para proteger a nadie.

 

 

No se rendía porque quisiera. Se rendía porque no tenía opción. Si seguía luchando, lo único que le esperaba era más muerte, más desesperación, más fracaso.

 

 

Pero entonces...

 

 

Un pensamiento cruzó su mente.

 

 

Si él solo no podía cambiar nada...
Si él era un simple humano sin poder, sin habilidad, sin esperanza...

 

 

Entonces, solo había una cosa que podía hacer.

 

 

Subaru levantó la mirada, con el rostro cubierto de lágrimas secas y sangre. Frente a él, el legendario Árbol de Flugel se alzaba imponente, como si el destino mismo lo hubiera guiado hasta allí.

 

 

—Si no puedo ganar por mi cuenta... —murmuró, con un brillo oscuro en los ojos—simplemente huiré lejos de aquí 

 

 

Pero.

 

 

"Si tan solo pudiera hacer algo..." —murmuró Subaru mientras se ponía de pie, tambaleante, y alcanzaba a Patrasche.

 

 

Sinceramente, no quería irse. No quería abandonar a todos: al pueblo de Irlam, que lo recibió con los brazos abiertos; a los niños, que compartieron con él sus aspiraciones y sueños; a Ram, Beatrice, Emilia, Roswaal... De verdad no quería dejarlos atrás. Pero no tenía opción. Su debilidad era mayor que su voluntad, y ni siquiera podía pedir ayuda. Sin embargo, si tuviera la mínima oportunidad de cambiar algo, la tomaría sin dudarlo. Pero esta no era una de esas historias donde un poder oculto despertaba de la nada.

 

 

"Al final, no soy ningún protagonista ni ningún héroe, solo soy un chiste jaja..." —rio con amargura.

 

 

Lo que Subaru no notó fue que la sangre de sus nudillos heridos se había deslizado desde el tronco del árbol hasta donde estaba Patrasche. La sangre esparcida comenzó a brillar lentamente y, entonces, ocurrió un milagro.

 

 

[Sistema conectado. En línea desde la Tierra N°2334. Procediendo a reconocimiento de usuario.]

 

 

"¡¿Qué demonios?! ¿De dónde viene esa voz?" —Patrasche lo miró confundido. "Maldición, esta situación es tan estresante que empiezo a escuchar cosas, jaja..."

 

 

 

[Reconocimiento completado. Usuario: Subaru Natsuki. Atributo: Estrella y Oscuridad. Reconocimiento de Master interino N°89. Procediendo a invocación.]

 

 

"¡Ah!"

 

 

La voz volvió, seguida de un dolor ardiente en su mano derecha. Algo se estaba grabando en su piel, como una runa tallada con fuego.

 

 

[Error.] [Error.] [Error.] [El sistema Chaldea reconoce que el propietario no posee habilidades de invocador. Procediendo a tomar control total del ritual.]

 

 

"Ritual... ¿Invocación? ¿Qué demonios está pasando?"

 

 

[Error. La conexión es débil. Se detecta que la presencia de Gaia y Alaya es insuficiente. Fortaleciendo conexión...]

 

 

[...] Conexión lograda. Procediendo a invocar desde el Trono de Héroes.

 

 

La sangre de Subaru, que había goteado sobre la hierba, comenzó a brillar con intensidad. Luego, se reunió en un solo punto, formando un círculo de invocación.

 

 

"¿Una invocación?" —Cuando lo comprendió, su corazón latió con fuerza. Tal vez este fenómeno inesperado podría ayudarle a salvarlos a todos.

 

 

"Sí, una invocación... ¡Podré traer a alguien! ¡Oye, sistema, responde mis preguntas!"

 

 

Pero no hubo respuesta.

 

 

[Error. Se detecta que el usuario no posee catalizador. Procediendo con protocolo alternativo: invocación por compatibilidad.]

 

 

"¿Esperen, necesitaba algún objeto raro para lograrlo?"

 

 

[Solicitud enviada y confirmada.] [Diez Servants desean contestar la llamada. Seleccionando al más adecuado para la tarea...]

 

 

"¿Diez...?"

 

 

[Procediendo en 3... 2... 1...]

 

 

Una luz cegadora emanó del círculo mágico. Subaru alzó los brazos para cubrirse el rostro mientras el viento rugía con furia. La energía liberada explotó en una poderosa onda de choque, lanzándolo al suelo. Patrasche, instintivamente, se colocó en posición defensiva a su lado.

 

 

Cuando el polvo y la luz se disiparon, Subaru alzó la mirada y contuvo el aliento.

 

 

En el centro del círculo, ahora quemado en el suelo, se erguía una figura masculina, más alta que él. Su piel era bronceada, y su armadura de plata resplandecía bajo la tenue luz de la luna. El peto de su armadura estaba ausente, dejando al descubierto su torso marcado con runas que irradiaban un aura verde. Su cabello, gris plateado, ondeaba con el viento nocturno. Una presencia noble y heroica emanaba de él, y en su mano empuñaba una gran espada que clavó en el suelo.

 

 

"Servant clase saber Siegfried. He respondido a tu llamado. Espero tus órdenes, Master."

 

 

Los ojos de Subaru se abrieron de par en par ante el inesperado giro de los acontecimientos.

 

 

Así daba inicio una nueva historia. No la de una guerra por el Santo Grial, sino la de un chico que aspiraba a ser un héroe y salvarlos a todos.

 

 

Fin del Prólogo.

Chapter 2: capitulo1: guía del maestro y sirviente

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Anteriormente, Subaru Natsuki se encontraba en un predicamento desesperado. Incapaz de salir de él, decidió huir de todo... pero en un inesperado giro del destino, ocurrió un milagro: Subaru obtuvo el poder de invocar a alguien.
Ahora, el joven que aspira a ser un héroe y un legendario caballero unirán fuerzas.

 

 

Servant de clase Saber, Siegfried. He respondido a tu llamado. Espero tus órdenes, Master.

 

 

Subaru lo miró con los ojos bien abiertos, completamente impactado por este giro de los acontecimientos.

 

 

Durante unos segundos, el silencio reinó. Subaru simplemente no podía creerlo. Observaba al hombre de pies a cabeza: emanaba un aura caballeresca, pero intimidante y poderosa. Podía sentir la marca en su mano —con forma de eclipse— arder ligeramente, como si algo tirara de su pecho.

 

 

—¿Maestro, cuáles son sus órdenes? —preguntó Siegfried con voz serena.

 

 

—Bueno, yo... yo... —balbuceó Subaru, sin saber por dónde empezar. La situación era tan única como asombrosa. Pero, al final, respiró hondo y se decidió—. Soy Subaru Natsuki, completamente arruinado y desesperado. Es un gusto conocerte, Sieg-chi.

 

 

¿Sieg-chi...? —repitió Siegfried, alzando una ceja. Observó a su nuevo Master con atención: era distinto a los que había tenido antes. Lucía común, sí... pero sus ojos eran los de alguien que había visto el infierno y había vuelto. Todavía tenía rastros de lágrimas recientes, parecía un niño herido y perdido, pero en el fondo... había una chispa de esperanza y determinación.

 

 

Eso era suficiente para Siegfried. Haría lo posible por estar a la altura de este nuevo vínculo.

 

 

—Estaré a su servicio, maestro Subaru. —dijo con una leve inclinación.

 

 

—¿"Maestro"? Solo dime Subaru, ¿sí? Y... sobre todo esto... ¿me podrías explicar qué está pasando exactamente? —preguntó con nerviosismo.

 

 

—Bueno... ¿por dónde empiezo...? —Siegfried se llevó la mano al mentón. Normalmente, sus Masters ya conocían el proceso de invocación, así que nunca tuvo que explicarlo.

 

 

[Déjenme las explicaciones a mí.]

 

 

Una voz femenina se escuchó repentinamente, justo entre Subaru y Siegfried. Frente a ellos apareció una pantalla flotante, y en ella se proyectó la imagen de una chica estilo chibi, con cabello castaño, ojos azules y una expresión divertida.

 

 

—¡¿Eh?! ¿Qué es esto? —exclamó Subaru, sorprendido. Hasta ahora solo había oído esa voz, jamás pensó que aparecería una imagen también.

 

 

Siegfried observó con interés... y Patrasche entrecerró los ojos, como si estuviera analizando a una potencial futura rival.

 

 

[Me presento: soy el Sistema Chaldea. Subaru-kun, puedes llamarme Chaldea-chan. Estoy aquí para asistirte con las invocaciones. ¡Hola, Siegfried! ¿Cómo estás? ¿Hubo algún problema con el proceso?]

 

 

—No, mis recuerdos están completos y mi núcleo espiritual está en perfecto estado. Mis estadísticas están un poco más bajas de lo normal, pero mi nivel de suerte es superior al promedio.

 

 

[Perfecto. Ahora, Subaru-kun, escucha con atención. No repetiré esto dos veces, ¿entendido? ¡Oídos bien abiertos! Si no me prestas atención me pondré muy, muy triste.]

 

 

—¡Sí, señora! —respondió Subaru con tono serio, levantando la mano en una especie de saludo militar.

 

 

[Muy bien. Verás, Subaru-kun, detecté que estabas en serios problemas. Una entidad benévola me envió para ayudarte, así que me instalé en tu alma. ¡No me iré de aquí! Pero no soy un sistema para hacerte más fuerte directamente, no, no. Mi función es permitirte invocar aliados de otros mundos, según la situación. ¿Lo entiendes, Subaru-kun?]

 

 

¿Así que eres un sistema de invocaciones, eh...? —Subaru se mostró un poco decepcionado al saber que no se volvería más fuerte directamente. Aun así, ante un regalo como ese, no podía más que sentirse agradecido—. (Quien quiera que seas, Deidad-sama... te lo agradezco profundamente).

 

 

[Así es. En mi caso, invoco Servants para el combate, y tú eres nombrado como su Master.]

 

 

—¿Servants?

 

 

—Así es, maestro. Servants como yo. En mi caso, pertenezco a la clase Saber. —respondió Siegfried, quien había guardado silencio hasta ahora para permitir que el sistema explicara todo con claridad.

 

 

—Desde hace rato me vengo preguntando... ¿qué significa eso de clase Saber? —preguntó Subaru, algo confundido.

 

 

[Los Servants son espíritus heroicos: personas de leyendas, mitos o historias famosas. Fueron grandes héroes en vida, y según sus habilidades se los clasifica en distintas clases. Saber es una de ellas... y también, la más fuerte.]

 

 

—¿Héroes de leyenda? ¿Como el Rey Arturo? —preguntó Subaru, impresionado.

 

 

[¡Exactamente! En tu caso, invocaste a Siegfried, el asesino de dragones del Cantar de los Nibelungos.]

 

 

—¿Qué demonios...? ¡Ese título es increíble! Asesino de dragones... No reconozco tu nombre, pero con un título así y siendo de la clase más fuerte según Chaldea-chan, ¡debes ser alguien increíble! —Subaru tenía estrellas en los ojos, como si hubiera obtenido una carta de cinco estrellas en un juego gacha.

 

 

—No estoy tan seguro de ser alguien increíble, maestro... pero haré lo posible por estar a la altura de tus expectativas. —respondió Siegfried con humildad.

 

 

(Este tipo me da aires a Reinhard...) —pensó Subaru, divertido.

 

 

[Ya te contaré más sobre Siegfried-kun, pero ahora hablemos de las clases. Existen siete: SaberLancerArcherCasterRiderAssassin y Berserker.]

 

 

—Así que hay siete... ¿y Saber es la más fuerte? —repitió Subaru.

 

 

[Sí. Es considerada la más fuerte por ser la más equilibrada. La clase Saber se otorga a aquellos que fueron grandes espadachines en vida, y cuyos logros están relacionados con portar una espada legendaria o dominar la esgrima a un nivel superior.]

 

 

Subaru miró a Siegfried y notó la imponente espada a su lado.

 

 

—Supongo que esa es una espada sagrada... ¿asesina de dragones?

 

 

—No definiría a Balmung como sagrada, pero sí como poderosa. En conjunto con mis habilidades, me permite derribar dragones, maestro. —explicó Siegfried con calma.

 

 

—Veo...

 

 

[Siegfried-kun, ¿sabes por qué fuiste invocado?]

 

 

—Sí. Para enfrentar ciertas amenazas. —respondió él con seguridad.

 

 

[Correcto. Aquí, Subaru-kun está lidiando con problemas muy difíciles. Por suerte, tú eres el más indicado para esta misión.]

 

 

—Estaré a la altura. —dijo Siegfried, con firmeza en su voz.

 

 

—Espera... ¿tú sabes sobre... eso? —preguntó Subaru con cierto temor.

 

 

[Extraje información directamente de tu mente para dársela a Siegfried-kun, pero sin activar ningún tabú. Mientras el secreto no se revele directamente, no pasará nada. Él sabe sobre las amenazas que enfrentas... pero no sobre "el secreto". Eso solo aplica para nosotros.]

 

 

 

—Ah... está bien. —Subaru suspiró aliviado. Tal como imaginaba, el sistema sabía su secreto, pero Siegfried no. Él solo sabía de Betelgeuse, la Ballena Blanca y Puck.

 

 

[Elegí a Siegfried-kun porque sus habilidades con la espada y su Fantasma Noble son especialmente útiles para derrotar a esos enemigos.]

 

 

—Espera, espera un momento. Ahí dijiste un término que no conozco... ¿Qué es eso de "Fantasma Noble"? —preguntó Subaru.

 

 

—Los Fantasmas Nobles son la cristalización de la leyenda del Sirviente. Es un poder que puede garantizar la victoria si se utiliza en el momento adecuado —explicó Siegfried con calma.

 

 

—¿Es algo así como un ataque final? —preguntó Subaru, intrigado.

 

 

—[Sí, algo parecido. La mayoría de los Sirvientes tiene uno o dos Fantasmas Nobles. Siegfried tiene dos. El primero es su espada Balmung, pero su consumo de maná es mayor al que posees... por lo que morirías si se activa.]

 

 

—Entonces, ¿como no tengo maná suficiente, no podrás utilizarlo?

 

 

—Así es, maestro. A menos que utilices un Sello de Comando —respondió Siegfried.

 

 

—...

 

 

—[Los Sellos de Comando son esas runas en tu mano. Son tres hechizos poderosos que pueden usarse para invocar, potenciar o dar una orden absoluta. Puedes usar uno para darle a Siegfried-kun el maná suficiente para activar Balmung. No te preocupes por gastarlos: ¡se renuevan cada 24 horas!]

 

 

—Vaya, qué útiles que son... Aunque se renueven, suena a que son un recurso indispensable. Y... ¿cuál es el segundo Fantasma Noble de Sieg-chi? —preguntó Subaru.

 

 

—[El segundo es Armadura de Dragón. Según la leyenda, Siegfried se bañó en sangre de dragón, obteniendo un cuerpo invulnerable que no puede ser herido por lanzas, espadas ni magia... excepto por un único punto débil.]

 

 

—La armadura puede bloquear cualquier ataque siempre que sea de rango B o inferior. Si el ataque supera ese rango, el daño se reduce a la mitad. Y el punto débil al que se refiere es este —dijo Siegfried, mientras se daba la vuelta, mostrando lo que parecía una hoja adherida a su espalda.

 

 

—Así que ese es tu talón de Aquiles, ¿eh? ¿Pierdes tu invulnerabilidad?

 

 

—No. Muero directamente —dijo Siegfried con tono seco.

 

 

—...

 

 

—[Con sus habilidades de esgrima y la Armadura de Dragón, lidiar con Betelgeuse será sencillo. Para la Ballena necesitarán usar Balmung. Y si, en el peor de los casos, la Bestia del Fin se desata, la resistencia mágica y el poder máximo de Siegfried-kun bastarán para hacerle frente. Ahora que sabes de lo que es capaz Siegfried-kun... asegúrate de aprovechar al máximo su poder.]

 

 

—¿Cuál es la estrategia, maestro? —preguntó Siegfried.

 

 

Subaru se llevó una mano al mentón, tratando de pensar en un plan... pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por un sonido.

 

 

Un sonido que ya conocía.
Uno que lo perturbaba.
Uno que hacía que cada vello de su cuerpo se erizara.

 

 

El miedo impregnó su rostro. Lentamente alzó la mirada... y lo vio: su sombra proyectada sobre el árbol de Flugel.

 

 

Subaru se giró con lentitud... y lo vio volando, no muy lejos de ellos.

 

 

—¿C-cómo? ¿Cómo llegó tan rápido? —balbuceó.
No era la hora. Aún faltaba media hora para que apareciera.
A menos que...

 

 

—El miasma de bruja... es más fuerte que en las rondas anteriores...

 

 

Al ver al monstruo, Subaru comenzó a temblar.

 

 

 

 

—No quiero morir...

 

 

Recordó aquella vez en que fue arrojado al vacío.

 

 

—No quiero morir...

 

 

Recordó esa otra en la que Rem desaparecía frente a sus ojos.

 

 

—No quiero morir...

 

 

Recordó el pueblo de Petra... reducido a cenizas.

 

 

Dos voces lo llamaban, pero eran apenas ecos lejanos.

 

 

—Subaru-kun.
—Maestro.

 

 

Chaldea-chan y Siegfried lo sacaron de su ataque de pánico.

 

 

—Maestro, no permitiré que nada malo le pase. Lo protegeré a pesar de todo —dijo Siegfried, colocándose en guardia frente a Subaru.

 

 

—[Confía en Siegfried-kun, Subaru-kun. Él puede derribarlo del cielo. Solo ordénalo.]

 

 

—¿Puedes hacerlo, Siegfried? —preguntó Subaru, aún con voz temblorosa.

 

 

—Sí, maestro. Pero necesitaré de su apoyo... si hace los honores y desata un Sello de Comando.

 

 

Subaru miró las runas en su mano por un segundo. Esta temblaba sin cesar.
Pero se obligó a sí mismo: "Puedes hacerlo, Subaru."

 

 

Apretó el puño con firmeza, exhaló profundamente y se puso de pie, erguido y decidido.

 

 

Levantó la mano al aire, y con la voz más firme que pudo reunir, gritó:

 

 

—¡Por mi Sello de Comando, yo, Natsuki Subaru, te ordeno... elimina a esa maldita ballena!

 

 

El sello brilló en rojo con una intensidad cegadora, como si fuera la estrella más brillante del firmamento.

 

 

La luz roja se transfirió a Siegfried, envolviéndolo en un resplandor verde esmeralda. El suelo crujió bajo sus pies y el viento danzó a su alrededor.

 

 

—El sueño dorado terminará —recitó Siegfried, aferrando con fuerza la empuñadura de su espada.
La joya en la espada brilló con un resplandor único.

 

 

—Libérate de sus garras.

 

 

La hoja se cubrió de una intensa luz azul-verdosa.

 

 

—El dragón malvado debe ser destruido.

 

 

Un pilar de luz se alzó hacia el cielo, despejando las nubes.
El éter de la Era de los Dioses se liberó con un poder que el reino de Lugunica no presenciaba desde el Santo de la Espada.

 

 

Siegfried cerró los ojos por un instante, sintiendo el poder recorrer su cuerpo.
Luego los abrió, con una mirada de acero.

 

 

Balmung —dijo, y blandió la espada con un corte descendente.

 

 

El torrente de poder fue liberado hacia la Ballena Blanca.
La luz verde-azulada devoró todo a su paso en un instante, cruzando la distancia en segundos.

 

 

La criatura no tuvo oportunidad.

 

 

Todo se desvaneció para Subaru —el sonido, la luz, la presión— mientras se cubría el rostro con el brazo.

 

 

Cuando abrió los ojos... lo que vio lo dejó sin palabras.

 

 

La Ballena Blanca, ese monstruo que había sido un obstáculo en cada uno de sus intentos de escape... ahora yacía muerta.
Estrellada contra el suelo.

 

 

Subaru no lo podía creer.

 

 

La brisa era suave.
Partículas de luz verde caían del cielo.
Su primer objetivo... eliminado.

 

 

—El primer trabajo está hecho. ¿Pasamos al siguiente? —preguntó Siegfried, aún con la espada en la mano.

 

 

Subaru, con lágrimas en los ojos, se emocionó.
Se alegró.
Finalmente... tenía una oportunidad.
Una verdadera oportunidad de ganar.

 

 

—Vamos, Siegfried. Todavía queda trabajo por hacer.

 

 

—Sí, maestro.

 

 

Subaru miró en dirección al pueblo de Irlam.
Tenían una oportunidad.

 

 

—Betelgeuse no sabrá qué lo golpeó...

 

 

Y así, Subaru se preparó para avanzar hacia un futuro... que, por primera vez en mucho tiempo, parecía más brillante.

 

 

Fin del capítulo

Notes:

Bueno gente aquí está el nuevo cap, sabes mientras escribía pensaba en cómo sería un siegfried vs reinahrt , siento que seria un duelo muy parejo , y lo más seguro es que la espada dragon reid reconocería a sieg como digno , y este le podría hacer parrir a reinahrt con su armadura de dragón , eh igual gana reinhart pero eso no quita que seria una pelea muy epica de ver

Chapter 3: capitulo 2: maestro y sirviente: desviación

Chapter Text

El sonido del viento y los primeros rayos del amanecer acompañaban la marcha.
Subaru Natsuki cabalgaba en su fiel dragón de tierra, Patrasche, rumbo al pueblo de Arlam. A su lado avanzaba su más reciente y confiable aliado: Siegfried, el caballero asesino de dragones.

 

 

Subaru sabía que, con él a su lado, Betelgeuse no tendría la menor oportunidad. Esta vez, el pueblo de Arlam sería salvado. El infierno que había presenciado en los bucles anteriores... no volvería a repetirse.

 

 

Cuando llegaron al borde del bosque, Subaru alzó la mano, indicándole a Siegfried que se detuviera.
—Sé que están ahí. ¡Muéstrense! Es una orden —exclamó con toda la autoridad que pudo reunir.

 

 

Docenas de cultistas emergieron de entre los árboles. Siegfried se tensó de inmediato, listo para actuar, pero Subaru le lanzó una mirada tranquila que lo contuvo.

 

 

Con el conocimiento ganado en bucles anteriores, Subaru dio un paso al frente y alzó la voz:

 

 

—Soy Orgullo. Les ordeno que se reúnan todos en la guarida. No ataquen el pueblo, no inicien la prueba. Nadie se moverá hasta que transmita las órdenes de mi evangelio a su líder. Todos, esperen allí.

 

 

Lo dijo con la voz más firme y arrogante que fue capaz de fingir.

 

 

Los cultistas, sin dudarlo, obedecieron y se dispersaron entre murmullos devotos.
Subaru soltó un suspiro profundo. Las palabras que acababa de pronunciar le revolvieron el estómago; sentía la lengua amarga, como si acabara de morder algo podrido. Solo pensar que debía hacerse pasar por uno de esos fanáticos le provocaba náuseas.

 

 

—[Tranquilo, Subaru-kun. Todo saldrá bien. Me tienes a mí... y a Siegfried a tu lado] —dijo Chaldea-chan, reconfortante.

 

 

—Lo sé... —respondió Subaru, apretando los dientes—. Sé que es parte del plan. Pero fingir ser uno de ellos... es repugnante.
Se enderezó y miró hacia adelante con decisión.
—Vamos. Tenemos un perezoso que eliminar.

 

 

El trío —maestro, sirviente y sistema— se internó en lo profundo del bosque.

 

 

Mientras tanto, en otra parte de la aldea de Arlam:

 

 

Ram observaba desde una posición elevada, resguardada bajo el cobijo de una túnica blanca. Había sido enviada allí por orden directa de Roswaal.

 

 

—Barusu se está tomando su tiempo... —murmuró, con el ceño fruncido.

 

 

Su amo le había asegurado que Subaru aparecería con un ejército formado por las facciones de Crusch y Anastasia. Su tarea sería asistir en la defensa del pueblo y, más tarde, escoltar a la mitad de los aldeanos al Santuario.

 

 

Pero hasta ahora, no había llegado ninguna señal. Ni una carta. Ni un aviso. Nada.

 

 

Y en su interior, Ram comenzaba a sospechar que algo... había salido mal.

 

 

Guarida de los cultistas: una cueva húmeda y sombría.

 

 

—¡Bienvenido, devoto del amor! —exclamó Betelgeuse con su clásica y retorcida sonrisa, los ojos desorbitados de emoción.

 

 

Subaru se adelantó con paso firme.
—Es un placer conocerlo, gran arzobispo de la pereza. Soy Orgullo —dijo, inclinándose con respeto fingido.

 

 

—¡Orgullo, por supuesto! ¡Otro diligente trabajador! ¡Otro devoto del amor! —Betelgeuse agitaba los brazos como un títere descontrolado—. ¡Tan lleno... tan lleno de su amor! —gimió, estremecido—. Debes... ¡debes mostrarme la prueba de Su amor.

 

 

Subaru lanzó una mirada rápida a los alrededores: todos los cultistas estaban reunidos, atentos.
—¿Quieres ver una muestra del amor de la Bruja? Muy bien.

 

 

Metió la mano en su chándal, sacando un pequeño dispositivo, y extendió su puño cerrado frente a la cara de Betelgeuse.

 

 

—Aquí está —dijo.

 

 

Al abrir la mano, una pantalla del sistema se proyectó.
[Vaya... de cerca es aún más feo.]

 

 

—¿Eh...? —Betelgeuse frunció el ceño, claramente confundido.

 

 

—¡Ahora, Siegfried!

 

 

Un destello de luz verde surcó el aire y, con un estruendo, la entrada de la cueva fue destruida. Rocas y polvo volaron por los aires.

 

 

—Teme al filo de la espada que abatió a la Ballena Blanca de un solo golpe —sentenció Subaru.

 

 

Betelgeuse se giró con desesperación hacia la explosión, y en ese instante, una figura apareció a su espalda.

 

 

Siegfried se materializó detrás de él como una sombra silenciosa, y sin vacilar, le clavó la espada directamente en el corazón.

 

 

—¡Impuro... sucio traidor... derrochas el amor de Satella...! —murmuró Betelgeuse con su último aliento, antes de desplomarse sin vida.

 

 

Desde los árboles y la oscuridad circundante, docenas de cultistas se abalanzaron sobre Subaru. Pero Siegfried, como un relámpago, se interpuso.

 

 

Con una velocidad sobrehumana y una destreza de esgrima superior a la de cualquier caballero, cortó a varios de ellos en un parpadeo.

 

 

Pero entonces, algo lo golpeó con fuerza descomunal.

 

 

—¡¿Eh?! —Subaru retrocedió, atónito al ver a Siegfried salir volando tras recibir un impacto directo de unos brazos negros.

 

 

Al rastrear el origen del ataque, la vio.

 

 

Una mujer de cabello rojo intenso se alzaba entre los restos de la cueva. De su espada emergían las mismas manos invisibles que conocía bien.

 

 

—¡Manos ocultas! —rugió ella, con voz cargada de furia—. ¡Eres perezoso! ¡No eres digno del amor de la Bruja!

 

 

Se adelantó, blandiendo su espada.
—¡Yo soy Betelgeuse Romanée-Conti desu! ¡Y por tu pereza... perecerás! —bramó.

 

 

—¿Otro...? —Subaru frunció el ceño, desconcertado.

 

 

Pero Siegfried ya estaba de pie, completamente ileso. En un parpadeo, se acercó a la mujer con velocidad imposible de seguir.

 

 

Ella intentó bloquearlo con las manos sombrías y contraatacar... pero fue inútil.

 

 

—¡¿Cómo... cómo es posible?! ¡Las manos no hacen nada! ¡¿Cómo puedes ver la muestra del amor de la Bruja?! ¡¿Cómo... cómooo?! ¡Aaaahhh!

 

 

—No veo tal cosa —respondió Siegfried con frialdad—. Pero mi maestro me ha confiado la victoria. Y eso es lo que cumpliré.
Tus ataques no surten efecto en mí.

 

 

Sin más, con un corte preciso y limpio, Siegfried le dio el golpe final. La impostora cayó.

 

 

Siegfried no podía ver las manos ocultas... pero podía ignorar su poder como si nada. Sus ataques lo atravesaban sin dificultad, y sus defensas eran impenetrables.

 

 

Varios cultistas levantaron las manos hacia Subaru, conjurando orbes ígneos de magia.

 

 

—¡Cuidado, maestro! —gritó Siegfried, colocándose frente a Subaru como un escudo viviente.

 

Las bolas de fuego impactaron directamente contra él... pero no le hicieron absolutamente nada.

 

 

—Póngase a cubierto. Yo me encargo de ellos —ordenó Siegfried con serenidad.

 

 

Subaru asintió y, sin perder tiempo, montó a Patrasche. La dragona de tierra se adentró velozmente en el bosque, esquivando ramas y raíces como si también entendiera la urgencia.

 

 

Siegfried, por su parte, acababa con cada enemigo que se interponía en su camino. Con cada tajo, un enemigo menos. Su figura se desdibujaba entre los árboles como una sombra implacable.

 

 

Pero Subaru no estaba del todo a salvo.

 

 

Un grupo de cultistas había comenzado a perseguirlo por el bosque.

 

 

—Piensa, piensa... —murmuró mientras cabalgaba, hasta que una idea peligrosa cruzó su mente.

 

 

—Yo puedo regresar de la muer...

 

 

No llegó a terminar.

 

 

El tabú se activó.

 

 

Un dolor indescriptible le atravesó el pecho, como si una garra invisible le aplastara el corazón desde dentro. El aire se volvió espeso. El miasma envolvió su cuerpo con una fuerza brutal.

 

 

—Gkh... ¡¡Aghhh!!

 

 

Patrasche relinchó, pero obedeció cuando Subaru le ordenó que se detuviera.

 

 

Los cultistas lo estaban alcanzando, rodeándolo.

 

 

Pero justo entonces...

 

 

Una jauría de bestias mágicas emergió del bosque, desatando el caos.

 

 

Subaru, jadeando y aún con el sabor del dolor en la boca, sacó una piedra de maná de su bolsillo —una parte de la antigua barrera protectora de la aldea—. Había apostado a que su energía residual atraería a las bestias mágicas.

 

 

Y funcionó.

 

 

Las criaturas atacaron brutalmente a los cultistas, despedazándolos sin piedad.

 

 

Subaru sonrió débilmente.
—Funcionó...

 

 

Pero de pronto, Patrasche relinchó y saltó hacia un lado, esquivando por los pelos un tronco que salió volando desde lo profundo del bosque.

 

 

—¡¿Qué...?!

 

 

Subaru alzó la vista.

 

 

A lo lejos, un anciano avanzaba con paso errático. De su espalda emergían manos ocultas, y levantaba los brazos como si fuera una marioneta sin cuerdas. Seguía arrojando troncos como proyectiles monstruosos.

 

 

—¿Otro más? ¿Cuántos dedos de Betelgeuse hay? —se preguntó Subaru, con el corazón latiendo a mil.

 

 

El anciano continuaba su marcha, murmurando incoherencias.

 

 

Pero entonces, una figura se interpuso en su camino.

 

 

Siegfried apareció entre los árboles y cortó limpiamente los troncos que el anciano había lanzado.

 

 

—No avanzarás más —declaró el caballero.

 

 

El anciano conjuró decenas de manos negras para frenar el ataque, pero la espada de Siegfried, envuelta en un resplandor verde, las cortó como si fueran humo.

 

 

Sin ceremonias, el viejo cayó. Otro de los Dedos de Betelgeuse, aniquilado.

 

 

Sin saberlo, Subaru y su aliado acababan de eliminar a otra parte del cuerpo de aquella locura encarnada.

 

 

Y así, la danza mortal en el bosque continuó.

 

 

Carretera Lifus

 

 

Crusch y su ejército miraban en silencio el cuerpo sin vida de la ballena blanca.

 

 

 

 

—¿Quién... pudo hacer esto? —preguntó Crusch, sin apartar la vista de aquella bestia caída.

 

 

A su lado, Wilhelm apretaba los puños con fuerza. Su mandíbula temblaba por la rabia contenida. Alguien... le había quitado su venganza. Le habían arrebatado el único propósito que le quedaba, el deseo que lo mantenía en pie.

 

 

—Theresa... te he fallado —murmuró, apretando los dientes con impotencia.

 

 

Todo el ejército de Crusch compartía una sensación parecida: decepción, frustración, vacío. Muchos de ellos habían perdido familiares a manos de la ballena. Querían justicia. Querían revancha.

 

 

—Esto fue una pérdida de tiempo y dinero. Ana-boss se va a enojar mucho... —se quejó Ricardo, el líder semi-humano de los Colmillos de Hierro, cruzado de brazos.

 

 

—¿Quién podría haber hecho algo así...? —se preguntó un caballero espiritual mientras inspeccionaba la zona.

 

 

Poco antes de la campaña, Crusch había recibido la visita de Anastasia, quien —tras averiguar sus planes— le propuso una alianza. En aquel momento, pareció una decisión estratégica. Pero ahora, frente al cadáver del enemigo, todas las negociaciones, los movimientos, las estrategias... habían sido inútiles.

 

 

Sin embargo, lo que más le dolía a Crusch no era haber perdido la gloria, ni la promesa rota de victoria. Lo que más la perturbaba era la voz de un joven que resonaba en su mente:

 

 

—"Serás una gran gobernante... sí, como una tirana que ignora las súplicas de su pueblo."

 

 

Las palabras de Subaru, con esos ojos tan oscuros como heridos, la acosaban como un eco constante. Algo se le escapaba, algo importante que no lograba identificar. Sentía que había perdido algo más allá del honor... pero no sabía qué.

 

 

Se enteró después de que, tras haber sido rechazado por ella, Subaru fue de candidata en candidata, y todas lo rechazaron también. Había intentado justificarse pensando que así era el mundo de la política... ¿no? Pero aún así, no podía olvidar la mirada con la que él se despidió.

 

 

Lo último que supo de él fue que robó un dragón de tierra y huyó, solo. Al parecer, quiso escapar con la criada que lo había acompañado a la finca... pero incluso ella lo rechazó.

 

 

Hablando de ella...

 

 

Rem se encontraba no muy lejos de Crusch. Su semblante era sombrío, su expresión apagada. Había ofrecido los derechos mineros de Elinor a cambio de ayuda para encontrar a Subaru, quien había desaparecido.

 

 

Crusch aceptó sin dudar. No por compasión, sino porque intuía que había más en esa historia de lo que se veía a simple vista. Que Subaru no era simplemente un niño imprudente.

 

 

Con una última mirada al cadáver inmóvil de la ballena blanca, Crusch se dio la vuelta.

 

 

—Partimos —ordenó con voz firme.

 

 

Era hora de regresar y reportar lo sucedido. Aunque nadie en su ejército sentía que hubiera algo que contar.

 

 

Bosques a las afueras de Arlam

 

 

Ram corría a gran velocidad.

 

 

Había pasado bastante tiempo... dos horas, para ser exactos, desde que Barusu se fue. Roswaal le había dicho que Subaru se uniría al ejército, que aparecería con refuerzos, pero eso nunca ocurrió. No había señales del chico, ni del ejército, ni de los cultistas. Nada.

 

 

La gran pregunta entonces era: ¿qué pasó?

 

 

Ram, inquieta, decidió usar su clarividencia para explorar los alrededores. Lo que encontró fue desconcertante.

 

 

 

 

A través de los ojos de insectos y animales de la zona, captó una escena clara: docenas de cadáveres y rastros de batalla por todos lados. Era evidente que pertenecían al Culto de la Bruja. El lugar era un campo de masacre.

 

 

En el centro de aquella carnicería estaban dos figuras: Subaru... y un hombre de cabello gris, cubierto de sangre. No parecía que fuera suya. Instintivamente, Ram dedujo que se trataba de un mercenario muy poderoso o, tal vez, un caballero. Pero apostaba por lo primero: el hombre no vestía como los caballeros del reino. También vio un dragón de tierra... y algo azul flotando cerca de Subaru.

 

 

Cuando Ram llegó al lugar, el hombre de gris ya había desaparecido, y Subaru estaba montado en el dragón, listo para marcharse. Ram le cerró el paso con un ataque de advertencia.

 

 

—¿Qué significa esto, Barusu? —exigió con el ceño fruncido.

 

 

—Ram, ha pasado tiempo —respondió él con una sonrisa casual.

 

 

—No te hagas el idiota, Barusu. Responde la pregunta.

 

 

—Es tal y como lo ves. Simplemente eliminé a los miembros del Culto de la Bruja. Esos bastardos eran una amenaza para el pueblo de Arlam.

 

 

—¿Eso es todo?

 

 

—Fue bueno verte, Ram... pero es hora de despedirnos.

 

 

—¿Qué quieres decir con eso, Barusu?

 

 

—Me he dado cuenta de algunas cosas... y por eso tomé una decisión. Dile a Emilia y a Roswaal que gracias por todo, pero que renuncio a la Facción Emilia. Me salgo de este juego mal hecho llamado Selección Real.

 

 

—¿Te atreves a morder la mano de quienes te dieron de comer?

 

 

—Llámalo como quieras, Ram. Eso no va a hacerme cambiar de opinión.

 

 

Dicho eso, Subaru espoleó a Patrasche y pasó por su lado sin detenerse. Ram lo observó alejarse en la distancia, hasta que su figura se perdió entre los árboles.

 

 

Suspiró. Luego, se dio la vuelta.

 

 

—Debo informar a Lord Roswaal —murmuró.

 

 

Había dos cosas que no podía ignorar.

 

 

La primera: aunque no lo mostrara, sentía un poco de tristeza por la partida de Barusu.

 

 

Y la segunda... lo más importante: si Subaru había tomado una decisión tan radical, eso significaba que el libro de la bruja podía fallar. No era definitivo. No era absoluto.

 

 

Y eso abría una posibilidad. Una posibilidad real... para que ella pudiera alcanzar su objetivo final.

 

 

—Hasta nunca, Barusu —dijo en voz baja, mientras emprendía el regreso—. Un hombre lamentable... con buen sentido del momento.

 

 

En otra parte: Castillo Real, Cuarto de la Tabla del Dragón

 

 

En la sala sagrada, vacía y silenciosa, se manifestó un holograma azul. No había nadie alrededor, por suerte.

 

 

La proyección no era otra que Chaldea-chan.

 

 

—Bien, pongámonos manos a la obra —dijo con una sonrisa maliciosa.

 

 

Pequeños hilos de luz azul se desprendieron del holograma, extendiéndose hacia la antigua Tabla del Dragón. Tocaron su superficie, modificando circuitos arcanos, alterando líneas sagradas... implantando un mensaje.

 

 

—Con esto —rió burlonamente Chaldea-chan, con un aire de desprecio y superioridad— le enseñaré a este país quién es digno de gobernar de verdad... y les daré una lección a esas damas.

 

 

Por un momento, la proyección azul parpadeó... y se volvió roja. La figura prestada de Da Vinci se distorsionó, revelando brevemente a otra: una mujer de cabello rubio y ojos rojo sangre.

 

 

—El karma es una perra —dijo con una sonrisa cruel.

 

 

Y entonces, la proyección desapareció justo a tiempo. Una sirvienta entró en la sala. Al ver la Tabla del Dragón brillando con una luz extraña, corrió de inmediato a llamar a los sabios.

 

 

Media hora después, el Consejo de Sabios se reunió de emergencia. Todos rodearon la Tabla. El mensaje se reveló.

 

 

Miklotov y Bordeaux, al leerlo, comenzaron a sudar copiosamente.

 

 

—¿Qué dice el Gran Dragón Divino, Volcánica-sama? —preguntó un noble, temblando.

 

 

—Reúnan a todas las candidatas al trono —ordenaron los sabios con voz grave—. Esto es urgente.

 

 

El mensaje inscrito era el siguiente:

 

 

"Yo, Volcánica, estoy profundamente decepcionado.

 

 

Las candidatas reales han fracasado. Para probar si eran dignas de permanecer en la selección real, administré una prueba a través de Subaru Natsuki. Todas fallaron miserablemente. La tarea era simple: ayudarlo. Sin embargo, una por una, lo rechazaron, poniendo sus intereses egoístas por encima del deber de proteger al pueblo.

 

 

Crusch Karsten: lo tachaste de loco y amenazaste con expulsarlo de tu dominio.

 

 

Anastasia Hoshin: lo manipulaste y chantajeaste. Demostraste que tu codicia pesa más que tu compasión.

 

 

Priscilla Barielle: de lejos, la más decepcionante. Lo humillaste y amenazaste con matarlo. Tu tiranía no es apta para este país.

 

 

Felt: tu fallo es menor, pero no estás exenta. Brillaste por tu ausencia, dejando desamparado al hombre al que debías una deuda.

 

 

Emilia: recompensaste la lealtad y devoción con abandono. Tu incapacidad para protegerte a ti misma nos ha llevado a esto.

 

 

Pero les daré una última oportunidad. Tienen un año para demostrar que son dignas de gobernar. Si fallan, le entregaré el país a Subaru Natsuki. Desde este momento, comienza la verdadera carrera por el trono.

 

 

Subaru Natsuki ha eliminado, con ayuda de su espíritu, a la Gran Ballena Blanca y al Arzobispo de la Pereza."

 

 

Ese único mensaje bastó para desatar el caos.

 

 

El orden político y social de Lugunica comenzó a desmoronarse. La noticia se esparció como fuego salvaje.

 

 

Las candidatas fueron convocadas. Sus caballeros se preparaban. Todos sabían que el juego habíacambiado... y ahora las reglas eran otras.

 

 

¿Qué planea realmente Chaldea-chan?

 

 

¿Qué interés tiene en convertir a Subaru en rey?

 

 

¿Qué pasará con las demás candidatas y sus caballeros?

 

 

¿Qué depara el futuro a nuestro joven maestro de sirvientes?

 

 

¿Qué otros aliados invocará?

 

 

Lo descubriremos en la siguiente entrega...

 

 

Fin.

Chapter 4: capitulo 3: consecuencias parte 1

Chapter Text

Reportero anónimo ( después de la profecía):

 

 

"El pueblo de Lugnica recordará siempre que todos son libres de elegir. Pero, así como pueden elegir libremente, también deben cargar con el peso de sus decisiones.

 

 

Nuestras candidatas al trono, aquellas en quienes depositamos nuestras esperanzas, eligieron no intervenir... decidieron no tenderle una mano a un humilde servidor en su hora más oscura.

 

 

Y si ellas lo abandonaron... ¿qué nos esperaba al resto? ¿Qué destino nos queda al pueblo?

 

 

Hoy, al fin, verán las consecuencias de esa decisión."

 

 

Escena previa a la conversación con Ram:

 

 

El silbido seco de una espada cortando el aire. Un instante después, el chapoteo de la sangre sobre el suelo.

 

 

Sin saberlo, Siegfried había aniquilado al último "Dedo" de la Pereza.
La batalla fue breve. Demasiado breve. El legendario Mata-Dragones había arrasado con cada cultista, purgando el bosque como si lavara una herida vieja y podrida.

 

 

Subaru observó el campo cubierto de cuerpos.

 

 

Y, lejos de sentir culpa o pesar... se sintió bien. Fantástico. Como si por fin pudiera respirar.

 

 

"¿Lo logré...?" – murmuró, casi sin creerlo.

 

 

Había vencido a Betelgeuse.
Después de tanta tortura. Después de tanta muerte. Después de tantas veces sin poder hacer nada.
Porque era débil.
Porque nadie lo había ayudado.
Porque estaba solo.

 

 

Pero ahora... ahora había ganado.

 

 

"¡Sí... lo logré! ¡Lo logré!" – gritó.

 

 

Empezó a reír, desahogando la euforia contenida. Gritó de alivio, girando sobre sí mismo como un niño, al borde del llanto.

 

 

Siegfried, a unos pasos, lo miraba en silencio, con una sonrisa leve y serena.
A sus ojos, Subaru no era un héroe ni un loco. Solo un chico herido, roto por dentro, aferrado al deseo de hacer lo correcto.
Y verlo feliz... aunque fuera por un segundo... lo aliviaba.

 

 

Pero entonces...

 

 

latido

 

 

latido

 

 

latido

 

 

Subaru se llevó la mano al pecho. El sudor frío le cubrió la espalda. Sus piernas temblaron.

 

 

Siegfried y Patrasche intentaron acercarse, preocupados, pero Subaru alzó una mano temblorosa, pidiéndoles que se detuvieran.

 

 

Entonces una voz surgió. Horrible. Familiar. Desde dentro de él.

 

 

"¡Sí! ¡Sí! ¡Maravilloso! ¡Estás lleno de su amor! Nunca había sentido un recipiente tan... perfecto. ¡Rebosas con su bendición, mi adorada Satella!
¿Por qué? ¿Por qué tú? ¿Por qué estás tan lleno de su amor, ah...?
Lo desperdicias...
¡Devoto perezoso del amor!
Eres... eres Pereza..."

 

 

Era Betelgeuse. Usando su voz. Desde su cuerpo.

 

 

"¡Maldito... tú... estabas muerto!" – gritó Subaru, luchando por mantenerse en pie, mientras su alma se quebraba por dentro.

 

 

No. No. No.
No ahora.
No cuando había llegado tan lejos.
No quería reiniciar.
No quería morir.
No quería perder esta victoria.
No quería que todo lo vivido fuera un eco falso, una ilusión.
Quería vivir. Y no morir nunca más.

 

 

["Si crees que te dejaré quedarte con Subaru-kun así como así, estás muy equivocado."] – dijo Chaldea-chan con una voz determinada.
["¡Resiste un poco más, Subaru-kun!"]

 

 

"¡Resista, maestro!" – exclamó Siegfried, con fuerza. – "¡Usted es fuerte!"

 

 

Siegfried lo miró con firmeza, y con una voz suave pero decidida, dijo:

 

 

"No renuncie, maestro. Usted aún no ha caído."

 

 

Patrasche, siempre leal, lo observaba en silencio. No necesitaba palabras. Sus ojos decían todo:

 

 

"Confío en ti. Yo te elegí."

 

 

De repente, el sistema se activó con fuerza, como si hubiera estado esperando este momento.

 

 

[Se han reproducido técnicas de exorcismo y purificación.]
[Iniciando proceso de expulsión y reparación del usuario.]

 

 

Un torrente de maná púrpura envolvió el cuerpo de Subaru. La respuesta no se hizo esperar.

 

 

"¡NOOOOO! ¡Esto no es posible! ¡¡ME NIEGO A SER EXPULSADO!!" – gritó Betelgeuse, desde lo más profundo del alma de Subaru.

 

 

[No me importa lo que tú quieras.] – respondió Chaldea-chan con frialdad. – [Solo importa lo que quiera Subaru-kun. Así que... ¡fuera de su cuerpo!]

 

 

Como una descarga de rayos, la energía estalló en el pecho de Subaru. El grito del intruso fue desgarrador.
De su cuerpo emergió una pequeña esfera de luz verde, que salió disparada hacia el bosque.

 

 

Siegfried dio un paso adelante, listo para interceptarla, pero se detuvo. El bienestar de Subaru era su prioridad.

 

 

"¿Maestro? ¿Se encuentra bien?" – preguntó, mientras le tendía la mano.

 

 

Subaru la tomó y se levantó con esfuerzo, jadeando.

 

 

"Sí... estoy bien. Nada que no pueda manejar."

 

 

Se sacudió el polvo y tomó aire.

 

 

"¿Qué fue lo que pasó?"

 

 

Una proyección de Chaldea-chan apareció, flotando con una expresión orgullosa.

 

 

[Procedí a exorcizar al espíritu invasor mediante técnicas de purificación.]

 

 

"¿Un espíritu? ¿Como un... usurpador de cuerpos? ¿Alguien como los espíritus malignos?" – preguntó Siegfried.

 

 

Una nueva pantalla se desplegó, mostrando un dibujo caricaturesco y mal hecho de Betelgeuse.

 

 

[Mientras lo expulsaba, analicé su estructura. Determiné que Betelgeuse es una forma de vida espiritual basada en maná de tierra. Por eso puede transferirse de cuerpo en cuerpo.]
[Además, puede absorber parte de la memoria del invasor , lo que significa que ahora tengo  su conocimiento sobre el Culto.]

 

 

"¿Un espíritu? ¿Como Beatrice y Puck? ¿Y... tiene información del Culto?" – preguntó Subaru, con asombro.

 

 

[Correcto, aunque es un espíritu de nivel mucho más bajo.]
[También detecté que estaba corrompido por una fuente de energía maligna: ese es el origen de las manos negras.]
[Esa corrupción distorsionaba su esencia y lo volvía inestable.]

 

"Entonces... ¿era un espíritu corrupto?" – preguntó Subaru, pensativo.

 

 

[Exacto. Al exorcizarlo, también separé esa energía oscura de su núcleo espiritual.]
[La próxima vez que lo veamos, ya no podrá invocar esas manos.]

 

 

Subaru alzó un puño, triunfante:

 

 

"¡Bien!" – sonrió – "¿Y a dónde fue esa energía oscura?"

 

 

[Quedó dentro de ti.]

 

 

"¡¿QUÉ?!" – gritó Subaru, dando un paso atrás – "¿¡No me voy a convertir en un lunático como él, verdad!?"

 

 

[No, maestro.] – respondió Chaldea-chan con calma.
[Usé tu poder especial como contenedor para contener la energía. La reforcé para que no te afecte. Por ahora... está completamente inactiva.]

 

 

"¿Entonces... podré usar las 'manos ocultas'?" – preguntó Subaru, recordando el nombre que Betelgeuse le había dado a aquel poder temible.

 

 

[Actualmente, ese elemento mágico está inactivo.] – respondió Chaldea-chan –
[Con el tiempo, podría activarse por sí solo, o, en una situación de emergencia, podría forzar su manifestación... aunque eso implicaría que el sistema tome control parcial de tu cuerpo.]

 

 

"Ya veo..." – murmuró Subaru, algo decepcionado.

 

 

La habilidad era impresionante, sí... pero no era suya.
Él quería algo más que un poder prestado.
Quería luchar por su cuenta.
Quería ser él mismo quien protegiera a los demás.

 

 

[Analizaré más a fondo el elemento mágico para entenderlo completamente.] – añadió Chaldea-chan –
[Cuando tenga resultados concretos, se los haré llegar, junto con la información extraída del espíritu.]

 

 

Con eso, la proyección desapareció en el aire.

 

 

Subaru respiró hondo, intentando relajarse. Luego se giró hacia su compañero.

 

 

"Bueno, Siegfried-san... hemos ganado. Ya está. Somos libres. Supongo que por fin terminamos aquí. Será mejor que nos vayamos." – dijo mientras montaba a Patrasche.

 

 

Siegfried le dedicó una sonrisa sincera.

 

 

"Ciertamente, maestro. Descanse. Se lo ha ganado."

 

 

"Vamos... tú hiciste todo el trabajo pesado. Yo solo miré desde atrás." – dijo Subaru, riendo nerviosamente.

 

 

Pero Siegfried negó con la cabeza.

 

 

"No, maestro. Usted me invocó. Su deseo de proteger a esta gente... fue eso lo que me trajo aquí.
Esta victoria es tanto suya como mía."

 

 

Subaru abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salieron.

 

 

"...Siegfried..."

 

 

El espíritu le sonrió por última vez... y se desmaterializó, desvaneciéndose con el viento.

 

 

Subaru observó el lugar en el que había estado, con el corazón agitado. Luego suspiró, se giró, y se preparó para partir.

 

 

Fue en ese momento cuando apareció Ram.

 

 

(Desde aquí puede continuar la conversación que tenías escrita en el capítulo anterior.)

 

 

Horas después — Carretera Lifus, al noroeste del Árbol Flugel

 

 

Patrasche galopaba con firmeza por el camino. Subaru, en su lomo, observaba el paisaje, con la mirada perdida en el horizonte.

 

 

Había dejado la facción Emilia casi sin pensarlo. Fue más un acto impulsivo que un plan.
Pero ahora que tenía tiempo para pensar, las piezas empezaban a acomodarse en su mente. Y con ellas, se formaba un nuevo objetivo.

 

 

 

 

Recordó cada muerte.
Cada reinicio.
Cada lágrima derramada en silencio por Petra, por los niños, por los aldeanos.
Recordó la sombra titánica de la Ballena Blanca... y, más que nada, la indiferencia.
La frialdad de las candidatas.
La pasividad de los caballeros, que no hacían nada por su gente.

 

 

Y entonces, Subaru lo pensó con claridad:

 

 

"Este mundo... está mal."

 

 

Pero ahora tenía poder.
Tenía aliados.
Tenía conocimiento.
Tenía a Chaldea-chan. Y tenía a Siegfried.

 

 

Así que se trazó un nuevo propósito:

 

 

Erradicar al Culto.
Eliminar a las Grandes Bestias.
Convertirse en un héroe de verdad. Para todos.

 

 

Para lograrlo, necesitaba empezar por algo concreto:

 

 

Llegar a la capital y vender su teléfono.

 

 

Con el dinero, iniciar su propia empresa.
Tal vez, con ayuda de Chaldea-chan, podría reproducir productos de la Tierra:
comida, ropa, tecnología...
Incluso si ella no podía ayudar, él tenía el conocimiento suficiente para empezar desde cero.

 

 

Con una empresa en marcha, conseguir contactos, redes de información...
Y con eso, empezar la cacería del Culto.
Ya tenía un punto de partida: la información robada del alma de Betelgeuse.

 

 

Era solo un esbozo, un plan inicial...
Pero era suyo.
Y por primera vez en mucho tiempo, Subaru sintió que caminaba hacia adelante sin miedo.

 

 

Subaru iba tan concentrado en sus pensamientos que no notó la presencia de nadie en el camino.

 

 

Había empezado a pensar en algo que antes ni siquiera se permitía: su futuro.

 

 

Antes, toda su esperanza giraba en torno a Emilia. Soñaba con estar a su lado, ayudarla a convertirse en reina... tener una cita, tal vez formar una familia.
Pero después de todo lo que vivió, se rindió. Pensó que no valía la pena imaginar el futuro.

 

 

Ahora, en cambio... quería algo más.
Un propósito que fuera solo suyo.

 

 

Pensó incluso en pedirle a Siegfried que lo entrenara para volverse más fuerte, o buscar un maestro de magia. Tal vez Chaldea-chan podía invocar a alguien así...
Por primera vez en mucho tiempo, Subaru pensaba en crecer. En mejorar. En vivir por sí mismo.

 

 

Y fue por eso que no vio lo que se avecinaba.

 

 

De pronto, Patrasche se desvió violentamente hacia un costado, esquivando algo que impactó contra el camino con una explosión violenta que levantó escombros y tierra.

 

 

"¿¡Qué mierd*aaaa!?" – gritó Subaru, aferrándose al cuello del dragón.

 

 

Cuando abrió los ojos, la carretera frente a él estaba destruida.

 

 

Una figura se materializó frente a ellos, interponiéndose como un escudo: Siegfried.

 

 

"¡Detrás de mí, maestro!" – ordenó con voz firme.

 

 

Desde el otro lado del polvo, se escuchó una voz.

 

 

"Esperaba que quienes destruyeran a nuestra querida mascota fueran, al menos, un grupo decente. Pero lo que encuentro son dos plebeyos... y su lagartija fea."

 

 

Un hombre de cabello blanco, ojos dorados y ropas inmaculadas apareció, sonriendo con arrogancia. Su tono era de desprecio absoluto.

 

 

Patrasche gruñó como si entendiera el insulto.
(Traducción: El único feo y sin gracia aquí sos vos.)

 

 

 

 

"Esto es decepcionante..." – dijo una segunda voz.
"Me prometieron un banquete. Pero esto... apenas alcanza para un aperitivo."

 

 

El segundo individuo era un chico desgarbado, vestido con harapos, de cabellos largos y desordenados. Tenía espadas en ambas manos, y sus ojos brillaban con un hambre extraña.

 

 

"¿Quiénes son ustedes?" – preguntó Subaru, reuniendo toda la firmeza que pudo en su voz.

 

 

El hombre de ropas blancas soltó una carcajada ligera.

 

 

"¿Exiges nombres sin dar el tuyo? Qué grosería. Una clara violación a mis derechos como ciudadano educado.
Pero está bien. Soy compasivo.
Regulus Corneas, Arzobispo del Pecado de la Codicia."

 

 

"Ley Batenkaitos, Arzobispo del Pecado de la Gula." – dijo el otro, relamiéndose como si el nombre fuera un dulce.

 

 

Los ojos de Subaru se abrieron de golpe. La sangre le hirvió en las venas.

 

 

"...Ustedes..." – murmuró, con rabia pura.

 

 

De pronto, Regulus movió el pie con un gesto seco. Algo invisible fue disparado a toda velocidad.
Siegfried reaccionó al instante, interponiéndose con su espada.
Pero aunque logró desviar gran parte del ataque, algo de la energía traspasó la defensa y lo golpeó en el hombro derecho.

 

 

Una línea de sangre apareció.

 

 

"¡Sie——!" – Subaru intentó gritar, pero su voz se congeló.

 

 

[Subaru-kun.] – intervino Chaldea-chan, cortando el tiempo por un segundo. –
[No es prudente gritar su nombre. Usa mejor el apodo "Saber". Sé que esto no es una Guerra del Santo Grial, pero en este mundo dar tu nombre puede tener consecuencias... y según la información que extraje, Gula tiene algo que ver con eso.]

 

 

El tiempo se reanudó.

 

 

"¡Saberrrrrrrr!" – gritó Subaru, corrigiéndose al instante.

 

 

"No se preocupe, maestro. Estoy bien." – respondió Siegfried con calma.

 

 

La herida era mínima, apenas un rasguño. La Armadura de Fafnir había bloqueado el impacto.
Lo que le preocupó fue otra cosa.

 

 

"Ese ataque... atravesó parte de mi defensa. Debe haber sido, al menos, de rango B+... quizás A." – murmuró.

 

 

Subaru tragó saliva.
El aire se volvió más pesado.

 

 

Y entonces lo supo:

 

 

Esa batalla no sería como la anterior.

 

 

Sin perder un segundo, Siegfried desató su velocidad sobrehumana. En un parpadeo, ya estaba frente a Regulus, y con un golpe brutal le incrustó la espada en el centro del pecho.

 

 

El impacto fue tan fuerte que el arzobispo salió disparado por los aires, volando una docena de metros antes de caer al suelo con estruendo.

 

 

"Hmm..." – murmuró Siegfried.

 

 

Algo no cuadraba.

 

 

(Esa estocada debió atravesarlo... No simplemente mandarlo a volar. ¿Será invulnerable, como yo?)

 

 

No era la primera vez que enfrentaba a un ser así. Espíritus como AquilesKarna o incluso Vritra tenían fama de invulnerabilidad... pero cada uno tenía su punto débil. Y si este enemigo compartía esa condición, también lo tendría.

 

 

Solo era cuestión de encontrarlo.

 

 

Pero antes de poder presionar su ventaja, Ley Batenkaitos se abalanzó sobre él.

 

 

 

 

Desde un ángulo lateral, intentó cortarlo con sus espadas, pero Siegfried giró con elegancia y bloqueó con su hoja.
La pelea se volvió un torbellino de movimientos: Ley atacaba desde todos los ángulos posibles, riendo como un lunático, y Siegfried, sereno, desviaba cada estocada.

 

 

A pesar de su agilidad, pequeños cortes comenzaron a aparecer en el cuerpo de Ley, prueba de que Siegfried no solo defendía, sino que también atacaba.

 

 

"¿Eres un banquete?" – preguntó Ley con ojos brillantes.

 

 

En un descuido mínimo, rozó el brazo de Siegfried.

 

 

"¡Te tengo!" – gritó, triunfante. – "¡Jajaja! Culpa al otro chico por decir tu nombre..."

 

 

Retrocedió de un salto, y luego pasó asquerosamente la lengua por su mano, como si saboreara el recuerdo del contacto.

 

 

Subaru hizo una mueca de asco.

 

 

"¡Saber!" – gritó.

 

 

En ese instante, Ley comenzó a retorcerse. Su risa se quebró en un alarido.

 

 

"¡Guaaaaaaaaaah!"

 

 

Cayó al suelo, vomitando sin control. Su cuerpo temblaba, se estremecía.
Parecía que algo dentro de él se estaba desgarrando.

 

 

"¡Ahora, Saber!" – ordenó Subaru.

 

 

Siegfried no lo dudó. En un solo movimiento, decapitó a Ley Batenkaitos.

 

 

"Lo siento... pero no tuviste oportunidad." – murmuró, mientras la cabeza rodaba por el suelo y el cuerpo dejaba de moverse.

 

 

En ese momento, Regulus cayó del cielo, estrellándose contra el pavimento con una explosión de polvo y rocas.

 

 

"¿Sabes...? Esto es una clara violación a mis dere—"

 

 

No terminó la frase.
Siegfried apareció otra vez frente a él y lo volvió a golpear con fuerza demoledora, lanzándolo nuevamente por los aires.

 

 

Castillo de Lugnica – Sala del Trono

 

 

El lugar era un caos.

 

 

Desde la última profecía, la tensión en la sala había aumentado, pero nadie esperaba que la tabla volviera a brillar tan pronto.

 

 

[Subaru Natsuki, con ayuda de su espíritu, ha asesinado al Arzobispo del Pecado de la Gula.]

 

 

Silencio absoluto.

 

 

Miklotov y Bordeaux se quedaron sin palabras. No había pasado ni media hora desde la última notificación.

 

 

Los nobles murmuraban con miedo y asombro.
El comandante  Marco permanecía de pie, tenso. Sus caballeros, en cambio, estaban pálidos como cadáveres.

 

 

El mismo chico al que julios le había dado una  una lección... estaba aniquilando arzobispos como si fuera un día más.

 

 

"¿Es... acaso esto posible?" – preguntó Zacarías, un joven caballero, con la voz temblorosa.

 

 

Bordeaux parecía a punto de sufrir un infarto.

 

 

En el pasado, solo habían logrado derrotar a un arzobispo, y eso gracias a su propia arrogancia.
Ellos conocían el poder del Culto: una fuerza capaz de hacer temblar a la nación, de matar a heroínas legendarias...
La Ballena Blanca sola había destruido una generación de esperanza.

 

 

Y ese chico, ese Subaru Natsuki, lo estaba haciendo ver fácil.

 

 

A este paso... él no solo se pondría por delante de Emilia.
Se pondría por delante de todos.

 

 

 

 

"Ahora entiendo por qué Volcanica-sama dijo que ahora empezaba la auténtica carrera..." – murmuró Miklotov, casi con una sonrisa en los labios.

 

 

Entre todos los presentes, él era el único que no parecía estresado o paralizado por el impacto de la nueva profecía.
No es que no le importara el asunto...
Le importaba Subaru.
No su nombre, ni su origen, ni su relación con alguna candidata, sino si ese chico podría gobernar bien. Si podría proteger a su pueblo.

 

 

Y hasta ahora, Subaru Natsuki estaba haciendo algo que nadie más había podido.

 

 

"¿Qué estará pensando Volcanica-sama?" – se preguntó un noble en voz baja.

 

 

En las alturas — Santuario del Dragón Sagrado

 

 

El Gran Dragón Volcanica, usualmente dormido y en reposo, ahora estaba completamente activo. Sus ojos brillaban con luz pura, y todo su cuerpo emanaba energía contenida.

 

 

Había sentido algo.

 

 

Una fuerza externa había alterado la Piedra Dragón, implantando un mensaje misterioso.
Y él, por supuesto, lo había leído.

 

 

Después de hacerlo, activó un tipo de visión mágica especial, abarcando toda la nación de Lugunica. No le tomó mucho para verificar dos cosas:

 

 

El mensaje tenía razón. Para su tristeza, lo dicho allí era cierto.

 

 

El nombre Subaru Natsuki le resultaba demasiado familiar.

 

 

Cuando lo vio, su memoria se estremeció: ese joven tenía un aire... demasiado parecido a su viejo amigo Flugel.
Y encima, era candidato a Sabio.

 

 

Volcanica tomó una decisión.
No intervendría. No borraría ni modificaría el mensaje.

 

 

"Si Subaru Natsuki es siquiera la mitad de lo que fue Flugel... será digno. No solo de gobernar, sino de transformar esta nación."

 

 

Y así, el Dragón Sagrado agregó información adicional al sistema, para que fuera compartida con el pueblo.

 

 

"¿Qué mejor que un gobernante... que también sea un sabio?"

 

 

Si las candidatas no mostraban mejoría, tal como señalaba el mensaje... entregaría el país a Subaru Natsuki.
Y tras tomar esa decisión, el gran dragón volvió a dormir.

 

 

De vuelta al campo de batalla

 

 

Subaru observaba la escena con una mezcla de sorpresa y diversión.

 

 

Siegfried estaba golpeando a Regulus de un lado al otro como si fuese una pelota de tenis. Cada vez que lo mandaba volando hacia un lado, se teletransportaba para interceptarlo del otro.

 

 

"Este tipo es mucho más resistente que el otro..." – dijo Subaru, mirando de reojo el cadáver decapitado de Ley.

 

 

Regulus no tenía oportunidad de hablar, ni de atacar.
Siegfried no le daba tregua.

 

 

Pero en el fondo, algo preocupaba al espíritu heroico.

 

 

(Ya lo he golpeado en cada parte del cuerpo... y sigue intacto. ¿Acaso su invulnerabilidad tiene un requisito oculto? ¿Necesito tener divinidad? ¿Hay una condición que no estoy cumpliendo?)

 

 

Recordó otros casos similares.

 

 

Aquiles, por ejemplo, solo podía ser herido en el talón, o si se poseía divinidad.
Karna también tenía protección mientras portaba su armadura.
Vritra tenía una regeneración tan absurda que solo una maldición específica podía detenerlo.

 

 

 

 

¿Y Regulus?
¿Sería un caso igual?

 

 

(No importa. No me detendré hasta descubrirlo.) – pensó Siegfried, con la vista fija en su enemigo.

 

 

[Parece que Siegfried no la está teniendo fácil con este tipo...] – murmuró Chaldea-chan.

 

 

"Sí. Ya lo ha golpeado mil veces y el tipo sigue en una sola pieza." – dijo Subaru con frustración.
"¿Tenés alguna información sobre él? ¿Algo que haya salido de Betelgeuse?"

 

 

[Me temo que no.] – respondió Chaldea-chan. –
[Betelgeuse apenas sabía que era el más fuerte de los arzobispos. No tenía información sobre sus habilidades. Muy diferente al caso de Gula.]

 

 

Subaru apretó los dientes.

 

 

"Genial... el tipo más fuerte, invulnerable, y sin manual de instrucciones."

 

 

"En ese caso..." – murmuró Subaru.

 

 

Pensó. Y pensó rápido.

 

 

"¿Y si usamos el mismo ataque con el que matamos a la Ballena Blanca?"

 

 

[**Subaru-kun, tu maná está al límite. El sistema de respaldo está activo, pero si querés hacer eso... vas a tener que usar un sello de comando. Además, no sabemos si ese ataque le hará daño a este tipo.] – advirtió Chaldea-chan.

 

 

"Aunque no lo dañe... podríamos usarlo para mandarlo lo más lejos posible, lejos de la aldea. Incluso si sobrevive, el problema estaría lejos de aquí."

 

 

[Eso... es una excelente idea. Vale la pena intentarlo.]

 

 

Subaru asintió.

 

 

Sacó el sello.

 

 

"Por este sello de comando... te lo ordeno: ¡envía a volar a ese tipo!"

 

 

El sello se quemó, y una explosión de energía mágica estalló alrededor de él. Era un torrente incontenible, canalizado directamente hacia su Servant.

 

 

Regulus, en medio de un nuevo intento por hablar, apenas alcanzó a decir:

 

 

"Sabés, deberías aprender a escuchar cuando los demás te—"

 

 

"Balmung." – susurró Siegfried.

 

 

El nombre de la espada fue pronunciado, y con él, el éter verde de la era de los dioses envolvió su hoja. Un pilar de poder divino y destructivo cayó como un juicio celestial.

 

 

Regulus fue tragado por la explosión, su grito desvaneciéndose a medida que era disparado hacia los cielos, atravesando las nubes rumbo a la estratósfera.

 

 

"¡MALDITOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO—!"

 

 

[Autor: Y así, el Equipo Rocket fue enviado a volar de nuevo. XD]

 

 

Al otro extremo de la carretera Lifus

 

 

Crusch seguía observando el cadáver de la Ballena Blanca, tratando de entender quién había podido hacer algo semejante.

 

 

Hasta que una voz la interrumpió:

 

 

"¡Crusch-sama! ¡Vea esto!" – gritó una caballera, señalando hacia el norte.

 

 

Crusch se acercó a donde estaban Ricardolos trillizos y Julius.

 

 

A lo lejos, podían verse destellos. Una batalla.

 

 

Wilhelm entrecerró los ojos, concentrado.

 

 

De repente, un pilar de luz verde se alzó hasta el cielo, acompañado de un viento brutal que alcanzó incluso su posición.

 

 

 

 

"¿Ese... es Subaru Natsuki?" – dijo Julius, usando un visor para mirar a la distancia.

 

 

"¡Dámelo!" – gritó Rem, apartándolo de un manotazo.
Tomó el visor y observó la figura familiar, junto al dragón y el caballero.

 

 

"Sí... es Subaru-kun."

 

 

El corazón de Crusch dio un vuelco.
Ese nombre aún le dolía.
Aún le pesaba la culpa.

 

 

"¡Todos muévanse! ¡Iremos hacia allí!" – ordenó con firmeza.

 

 

Y así, el ejército Karsten marchó hacia la luz.

 

 

Ruta Lifus — Instantes después

 

 

Subaru miraba hacia el cielo, por donde Regulus había desaparecido.

 

 

"Maestro, alguien se acerca." – advirtió Siegfried, señalando hacia el suroeste, cerca del gran árbol.

 

 

Subaru se giró... y vio el estandarte de la familia Karsten ondeando en la distancia.

 

 

"Vámonos de aquí." – dijo secamente.

 

 

Patrasche obedeció al instante, galopando en dirección a la capital.

 

 

En una cueva del culto

 

 

Otto Suwen llevaba horas encerrado como rehén. El culto lo había capturado, pero entonces, una explosión repentina derrumbó la entrada de la cueva, dejando a los fanáticos muertos o sepultados... y a él, atrapado, pero libre.

 

 

Con esfuerzo, usó su protección divina de comunicación animal para pedir ayuda a los insectos y criaturas del entorno.
Tardó un día entero en abrirse paso entre los escombros.

 

 

Cuando finalmente salió... se encontró con docenas de cadáveres en la entrada.

 

 

"...¿Pero qué demonios?" – exclamó, horrorizado.

 

 

No sabía quién había hecho esa masacre... pero algo le decía que no quería saberlo.

 

 

"El territorio más cercano es el de Mathers..." – murmuró.

 

 

Suspiró.

 

 

"Supongo que no me queda otra opción."

 

 

Y así, Otto emprendió el camino al pueblo más cercano... sin saber que acababa de sobrevivir a uno de los días más extraños y peligrosos de su vida.

 

 

Santuario – Un día después

 

 

Roswaal se había trasladado al santuario, fingiendo estar herido, vendado, encamado... pero todo era parte de su plan.
Un plan meticuloso, tejido durante cuatro siglos de sacrificios.
Ahora solo quedaba esperar.

 

 

Acostado en su habitación, con una sonrisa confiada, aguardaba la llegada de Subaru.

 

 

Hasta que la puerta se abrió.

 

 

"Roswaal-sama, tenemos que hablar." – dijo Ram, firme.

 

 

La joven se acercó y le narró, con detalle quirúrgico, los eventos ocurridos el día anterior.

 

 

A medida que las palabras salían de su boca... la sonrisa de Roswaal comenzó a desfigurarse.
Primero fue leve. Luego, una línea rígida.
Y luego... la nada.

 

 

Roswaal se incorporó en silencio.
Caminó como un autómata hasta su estante y sacó su Tomo de la Sabiduría.
Lo abrió.

 

 

Vacío.

 

 

 

 

"Cuatrocientos años..." – murmuró. –
"Cuatrocientos años de esfuerzo. De sangre. De sacrificio. Todo... para nada."
"Todo porque... te desviaste." – susurraba, como poseído.

 

 

Ram lo miró en silencio.

 

 

Y sonrió para sus adentros.

 

 

Su plan había funcionado.

 

 

Roswaal, desencantado, había sido arrancado de las garras de esa bruja muerta y cruel.
Ahora... podría tenerlo solo para ella.

 

 

Castillo de los Sueños – Tumba de la Bruja

 

 

En otro plano, en lo profundo del Castillo de los SueñosEchidna se revolvía en su silla.

 

 

Su plan... tan cuidadosamente construido, tan elegantemente urdido...

 

 

Arruinado en un solo día.

 

 

El objetivo era simple: romper a Subaru, someterlo, y obligarlo a sellar un contrato con ella.

 

 

Pero alguien lo había apartado del camino.
Alguien había intervenido.
Y no lo toleraría.

 

 

"No creas que esto terminará así..." – murmuró Echidna.

 

 

Con un gesto de su mano, modificó el Tomo de Roswaal.
Poder puro corrompió el vacío, y nuevas letras comenzaron a escribirse solas en las páginas.

 

 

Santuario – Instantes después

 

 

Roswaal, perdido en su desesperanza, miraba al vacío.
Entonces, las páginas del tomo... comenzaron a llenarse.

 

 

Ram se puso de pie, alarmada.

 

 

"Roswaal-sama..."

 

 

Roswaal leyó.
Sus ojos, antes apagados, volvieron a brillar.
Y su sonrisa... esa sonrisa torcida, volvió a aparecer.

 

 

"Ram... parece que nos vamos a la capital." – dijo con una voz inquietantemente serena.

 

 

Ram palideció.

 

 

Dos días después — Capital Real

 

 

La ciudad ardía en tensiones.
Las calles estaban atestadas de gente furiosa.
Carteles, gritos, insultos... un hervidero popular.

 

 

Anastasia descendió de su carruaje en las puertas del castillo, flanqueada por Julius y su escolta.

 

 

Apenas bajó, los gritos llovieron sobre ella:

 

 

"¡Largo de aquí, perra de Kararagi!"
"¡No te queremos, avariciosa sin alma!"
"¡Nos vas a arrastrar a todos a la ruina con tu codicia!"

 

 

Pero no estaba sola.
CruschPriscilla y sus respectivos grupos también eran abucheados.

 

 

Emilia y Felt no se veían por ningún lado.
O no habían llegado aún... o ya estaban dentro.

 

Anastasia apretó los dientes.

 

 

"No me iré sin saber qué está pasando." – dijo, y se adentró en el castillo.

 

 

Reunión en el Castillo

 

 

La sala estaba repleta: sabiosnoblescaballeros, todos presentes.

 

 

 

 

El ambiente era denso.
Tenso.

 

 

Bordeaux se levantó.
Todos guardaron silencio.

 

 

"Debo informarles sobre... la profecía de Volcanica." – dijo con gravedad.

 

 

Los sabios comenzaron a recitar las palabras, sin alterar ni una coma.
El mensaje era claro.
Innegable. Irrefutable.

 

 

Las reacciones no se hicieron esperar.

 

 

Anastasia cerró los ojos, comprendiendo todo de golpe.

 

 

Así que por eso el pueblo me odia... por eso el castillo es una tormenta...

 

 

Y peor aún...

 

 

Voy a perder riqueza. Mucha más de la que ya gasté investigando a Subaru Natsuki...
y más de la que perdí en la expedición contra la Ballena.

 

 

Apretó los puños.

 

 

"¿Quién demonios sos realmente, Subaru Natsuki...?" – murmuró para sí.

 

 

La reputación de Anastasia había sido manchada.
Arruinada.

 

 

Y sabía que recuperarla le costaría mucho más que dinero.
Tendría que intensificar su juego, redefinir estrategias, reconstruir su imagen...
y todo eso con un nuevo límite en el horizonte: solo quedaba un año.

 

 

Aun así, pensó con cierto cinismo:

 

 

"Al menos yo reaccioné mejor que las otras."

 

 

Felt no podía parar de reírse.

 

 

Pero no de burla.
No de despecho.
Era una risa auténtica, liberadora.

 

 

Desde el principio, ella no quería participar en esa ridícula carrera por el trono.
La metieron a la fuerza.
Y ahora, sin mover un dedo... ya estaba fuera.

 

 

"Realmente las jugaste bien, hermano mayor..." – dijo, casi con admiración.

 

 

A diferencia de las demás, ella no había perdido nada.
Nunca contó con el apoyo de los nobles... y ahora eran ellas quienes caían en desgracia.

 

 

 

 

 

El abanico de Priscilla se rompió en dos.

 

 

La humillación la ardía como fuego.
Ella, la mujer que se creía elegida por el destino, insultada, puesta a prueba, difamada por plebeyos.

 

 

"¿Cómo se atreven...?" – murmuró, con veneno en los labios.

 

 

Incluso sus propios seguidores la estaban abandonando.
Ya no había reverencias, solo miradas de duda y desconfianza.

 

 

"Pagarás por esto, inmundo plebeyo." – escupió.

 

 

Crusch no hablaba.
No podía.

 

 

El peso de la culpa le caía encima como un alud.

 

 

Prometió venganza.
Prometió honorvictoria.

 

 

Y en lugar de eso... había traído vergüenza y ruina.

 

 

Ella vio la verdad.
Tuvo la oportunidad.
Y la desechó por orgullo.

 

 

"Todo... por no confiar." – se dijo a sí misma, con amarga resignación.

 

 

Wilhelm apretaba los puños.

 

 

Tuvo la venganza al alcance de la mano.
Subaru le ofreció una oportunidad que nadie más se atrevió a dar.

 

 

la rechazó.

 

 

Ahora, con la Ballena derrotada, los arzobispos cayendo uno por uno... no podía evitar sentir que nada de lo que había hecho había valido la pena.

 

 

"Lo siento, Theresia... te he fallado." – susurró, con los ojos humedecidos.

 

 

 

 

 

Emilia...

 

 

Ella estaba rota por dentro.
Se sentía traicionada.
Se sentía culpable.

 

 

Había dejado ir a alguien que la ayudó... que le tendió la mano cuando nadie más lo hizo.

 

 

Ahora el pueblo la repudiaba.
Sus aliados dudaban.
Y el castillo la miraba con desprecio.

 

 

Pero mientras ella temblaba por dentro... dos figuras a su lado sonreían.

 

 

Puck, su espíritu guardián, lo tenía claro:

 

 

"Esta es la oportunidad perfecta para sacarla de esta estupidez y volver al bosque... solo ella y yo, como antes."

 

 

Roswaal, en cambio, ya tejía un nuevo plan.
Uno sin espacio para errores.
Uno sin lugar para desvíos.
Y esta vez... nada ni nadie lo detendría.

 

 

Y así...

 

 

Las reacciones se dieron, una tras otra.
La caída pública de las candidatas había comenzado.

 

 

Y mientras los nobles, los caballeros y el pueblo juzgaban...

 

 

Subaru Natsuki, el gran ausente, avanzaba por su cuenta.
Sin mirar atrás.
Sin intención de regresar.

 

 

Cada uno seguía su camino, con los ejes del destino girando sin freno, arrastrando consigo esperanzas, odios y sueños.

 

 

Así comienza, por fin, la verdadera carrera hacia el trono.

 

 

 

 

 

fin 

Chapter 5: Capítulo 4: El sueño y las consecuencias – Parte 2

Chapter Text

Anteriormente, en Lugunica, los ciudadanos de todas las castas fueron informados de la nueva profecía y de las acciones de sus futuras gobernantes.

 

 

—¿De verdad serán ellas quienes nos gobiernen? —murmuró un comerciante en el mercado, con el ceño fruncido—. ¿En qué estaba pensando el gran dragón al elegir a mujeres tan egoístas? Una ladrona salida de los barrios bajos... y la otra, nada menos que la reencarnación de la bruja. Las únicas que parecían confiables eran Crusch Karsten y Anastasia Hoshin, pero tras lo ocurrido... ya ni de ellas estoy tan seguro. Personalmente, ya no apoyo a ninguna. Si me lo preguntan, apuesto todo al representante de Volcánica.

 

Mientras las calles de Lugunica hervían en rumores, dudas y revueltas por la profecía, dentro del castillo se libraba una reunión crucial: las candidatas al trono se enfrentaban entre sí... y a sí mismas.

 

 

Las reacciones eran dispares.

 

 

Felt celebraba en voz alta, satisfecha.

 

 

Anastasia, serena(por fuera, por dentro estaba intranquila) como siempre, ya tejía planes para restaurar su imagen.

 

 

Priscilla contenía una furia apenas disimulada.

 

 

Crusch no podía ocultar su culpa y vergüenza.

 

 

Emilia se encerraba en el silencio, abrazada por la soledad.

 

 

Pero ya hemos hablado de ellas. Ahora bien, ¿qué hay de quienes las acompañan? ¿Sentían lo mismo que sus señoras?

 

 

Julius: el caballero más grande del reino

 

 

¿Qué pensaba Julius sobre todo esto?

 

 

Muchos creían que odiaba a Subaru, que el duelo entre ambos fue producto del desprecio. Pero la verdad era muy distinta.

 

 

Julius lo admiraba.

 

 

Mientras los nobles y sabios despreciaban a las candidatas, Subaru fue el único que se atrevió a defenderlas. Lo hizo sin pensar en las consecuencias, sin miedo al juicio ajeno. Eso, para Julius, era admirable.

 

 

Sí, Subaru se dejó llevar por las emociones y dijo cosas de más. Sí, su actitud causó enemistades, incluso entre los caballeros. Y por eso mismo, Julius había tenido que actuar como el "villano", enfrentándolo para preservar el orden. Aun así, nunca dejó de respetarlo.

 

 

De hecho, en su interior, siempre esperó que algún día pudieran reencontrarse... y llevarse mejor.

 

 

Pero tras la profecía, su opinión no cambió. Al contrario.

 

 

Su admiración por Subaru solo creció.

 

 

Saber que era el representante de Volcánica daba un nuevo sentido a sus palabras. Ya no eran simples exabruptos de un joven impulsivo: eran críticas genuinas, nacidas de alguien que hablaba en nombre del mismísimo dragón sagrado.

 

 

Y Julius lo entendió: Subaru tenía razón.

 

 

No solo lo dijo. Lo demostró.

 

 

Erradicó tres males que los caballeros —incluso los más legendarios— no habían podido eliminar en décadas. Ni siquiera la antigua Santa de la Espada, ni la heroína de la guerra semihumana, lograron tal hazaña.

 

 

 

 

 

Y Subaru lo hizo en un solo día.

 

 

Para Julius, fue como si uno de los héroes de su infancia hubiese cobrado vida ante sus ojos.

 

 

Pero junto a la admiración... también nació algo más:

 

 

El temor.

 

 

lo había humillado frente a todos. Lo había herido profundamente. Y durante mucho tiempo, Julius creyó que todo lo ocurrido era real.

 

 

Pero ahora lo comprendía: todo fue actuado. Una farsa necesaria.
Y aún más sorprendente era el hecho de que Subaru tenía el poder suficiente para hacerlo. Derrotó a dos Arzobispos del Culto de la Bruja y a una Gran Bestia, una hazaña impensada para cualquier caballero... incluso para él.

 

 

Descubrir que poseía una afinidad espiritual tan extraordinaria lo había dejado perplejo, pero jamás imaginó que estuviera contratado con un espíritu tan poderoso. Alguien así podía castigarlo en cualquier momento. Y aunque quizás no lo hiciera, la posibilidad aún estaba ahí, latente como una espada sobre su cuello.

 

 

—La próxima vez que lo vea... me disculparé como debe ser —pensó Julius, con decisión.

 

 

Aceptaría cualquier castigo que Subaru decidiera imponerle. Se lo debía.

 

 

Además, junto con la admiración, nació otra posibilidad:
Tal vez Subaru sería el rey al que acabaría sirviendo algún día.

 

 

Por supuesto, eso no significaba abandonar a su señora. Haría todo lo que estuviera en su poder para que Anastasia ganara, incluso si las probabilidades estaban en su contra. Pero ahora lo sabía: el mundo había cambiado.

 

 

Reinhard

 

 

Para el Santo de la Espada, conocer a Subaru había sido como descubrir un nuevo elemento, una magia que no se podía explicar con palabras.

 

 

Desde el primer momento, supo que el alma de Subaru era bondadosa, incluso estando rodeada de oscuridad. Lo trató con amabilidad, no como a un monstruo, ni como un guerrero.
Sino como a un igual.

 

 

Y ahora entendía por qué.

 

 

Si Subaru era realmente un agente de Volcánica, debía estar bajo una presión descomunal. Cargaba con expectativas que ningún ser humano debería soportar. Por eso, Reinhard había sentido compasión... comprensión.

 

 

En el fondo, sentía que su encuentro fue obra del destino.

 

 

Ese día, en la vieja tienda de Rom, todo pareció una coincidencia. Pero ahora lo veía con claridad: fue parte del plan del dragón divino. Después de todo, ¿quién mejor para encontrar al último candidato que su propio emisario?

 

 

Para él, Subaru seguía siendo su amigo, y eso no iba a cambiar. Pero ahora lo veía bajo otra luz, una más brillante, más cercana a la suya.

 

 

Eso sí... su misión de convertir a Felt en reina se había complicado, y lo sabía.
Pero no culpaba a Subaru. Él solo cumplía con su deber.
La culpa era suya. Solo suya.

 

 

Él fue quien apuró las cosas. Quien forzó a Felt a viajar a Flanders e iniciar el proceso de selección. Si tan solo hubiera esperado... si tan solo hubiera escuchado a Felt y se hubieran quedado un poco más... Subaru habría llegado a tiempo para pedir ayuda, y él habría aceptado sin dudarlo.

 

 

El error fue suyo. Y lo aceptaba.

 

 

Por eso, ahora tenía una nueva misión.

 

 

Me aseguraré de convertir a Felt-sama en reina en un año... y entonces, Subaru, podremos hablar como verdaderos amigos —prometió Reinhard, con la mirada firme.

 

 

 

 

Además, había algo más que debía decirle.

 

 

Gracias.
Gracias por haber eliminado a uno de los asesinos de su abuela.

 

 

Felix Argyle

 

 

Felix no podía creer lo que acababa de escuchar.

 

 

Desde el primer día, su impresión de Subaru había sido nefasta. Lo consideraba un patético debilucho, un parásito emocional que se aferraba a su ama y a quienes lo rodeaban con una desesperación asfixiante.

 

 

Claro que Félix no era indiferente al parecido que compartían. Ambos eran dependientes. Ambos heridos. Pero a diferencia de Subaru, él sí tenía con qué jactarse: era uno de los mejores sanadores del reino, el orgullo de la casa Karsten.

 

 

Por eso, ahora se sentía humillado.

 

 

Él mismo había revisado a Subaru de pies a cabeza cuando lo curó, y no encontró ni una pizca de poder. Nada que indicara lo que más tarde ocurriría. Por eso se sintió tan cómodo en marcar su debilidad, en restregarle su impotencia ante todos.

 

 

Y ahora... Subaru era una maldita celebridad.
El asesino de Arzobispos. El que aniquiló una Gran Bestia.

 

 

Felix conocía el funcionamiento de las artes espirituales, sí. Pero jamás imaginó que Subaru tuviera un talento que incluso superara al de Julius.

 

 

Y a todos los dejó en ridículo.

 

 

Más aún a su señora, Crusch Karsten, la mujer que podía ver la verdad y la mentira.
A ella la había engañado por completo.
Había jugado tan bien sus cartas que ni siquiera notaron la farsa. Su campaña contra la ballena fracasó, y la reputación de su facción se hizo trizas. Las acusaciones llovían.

 

 

El Reino entero los miraba con desconfianza.

 

 

Era como si el dragón divino no se conformara con dejar morir a Fourier... también había decidido avergonzar a Crusch ante todo el reino.

 

 

Pagarás por esto, Subaru Natsuki... —pensó Felix, con los ojos empañados de rabia.

 

 

Wilhelm van Astrea

 

 

Frustración. Ira contenida. Humillación.
Por fuera, Wilhelm mantenía un rostro sereno. Por dentro... se estaba desmoronando.

 

 

La oportunidad de su venganza le fue arrebatada.

 

 

Karma. Así lo llamaban, ¿no?

 

 

Subaru había estado justo allí. Frente a ellos.
Y él no hizo nada.

 

 

Dejó que su señora insultara al joven. Rechazó sus palabras. Lo ignoró. Y Wilhelm, fiel como un perro viejo, solo miró y obedeció.
Ahora, la razón de su vida —la venganza por Theresia— se extinguía en un instante.
Otro disfrutaba de esa victoria. Otro se había ganado ese derecho.

 

 

—Theresia... —susurró su nombre, la única que alguna vez importó.

 

 

Y no era el único que había fallado.

 

 

Todos regresaron con las manos vacías. Fueron al campo de batalla con la esperanza de librar al mundo de un mal, de vengar a sus amigos, a sus amantes, a sus familias...

 

 

Y volvieron con un fracaso sobre los hombros.
Y toda la culpa... toda la carga... cayó sobre Crusch.

 

 

Al (Aldebarán)

 

 

A Al, honestamente, no le quitaba el sueño.

 

 

Si Priscilla ganaba o no, eso era lo de menos. Él seguiría trabajando igual. Seguiría enfrentando amenazas, conspiraciones, monstruos... lo de siempre.
Incluso si perdían, seguirían teniendo su territorio, sus lujos, su vida noble.

 

 

 

 

Al ya había vivido demasiado para escandalizarse por estas cosas.

 

 

Heinkel Astrea

 

 

A diferencia de Al, Heinkel sí tenía un plan.
Se había unido a Priscilla porque, según su criterio, era la mejor opción para ganar la selección. Y con la victoria... vendría la recompensa: la tan ansiada sangre del dragón para curar a su esposa.

 

 

Pero ahora... las cosas no pintaban bien.

 

 

—Je... todavía tengo una posibilidad —murmuró con una sonrisa torcida.

 

 

Si Priscilla no podía garantizar lo que necesitaba, entonces tenía un plan de emergencia.
Podía acudir directamente a Subaru Natsuki.

 

 

Después de todo, el chico estaba varios pasos delante de todos. Y Heinkel tenía la certeza de que no le negaría una súplica desesperada.

 

 

Estaba dispuesto a todo. A descartar su orgullo y dignidad. A convertirse en su bufón personal, si era necesario.

 

 

Haría lo que fuera para salvarla.

 

 

No había nada en este mundo que no haría por su esposa.

 

 

Puck

 

 

La Bestia del Fin.

 

 

Un nombre temido. Una criatura legendaria.

 

 

Y, sin embargo, un maestro del engaño.

 

 

Puck fingía muchas cosas:

 

 

Fingía afecto por Beatrice. Fingía simpatía por los demás. Fingía estar de acuerdo con los sueños de Emilia.

 

 

Pero, en realidad, nada de eso le importaba.

 

 

El destino de los elfos, los ideales de igualdad, la política del reino...

 

 

Por él, todos podrían quedarse congelados para siempre bajo una nevada eterna.

 

 

Solo había una cosa —una sola— que le importaba en este mundo:

 

 

Emilia.

 

 

Su adorada Emilia.

 

 

Su dulce princesita.

 

 

Solo ella...

 

 

Ella y él, juntos, como en los viejos tiempos.

 

 

En el bosque. Sin nadie que los moleste. Una familia feliz, en su pequeño paraíso blanco.

 

 

Y entonces llegó Roswaal.

 

 

Ese payaso lunático llenó su cabeza de ideas absurdas. Le habló de convertirse en reina, de luchar por un trono, de un deber para con los suyos.

 

 

Él, por obligación, la apoyó. Aunque en su interior, odiaba cada palabra.

 

 

Sabía lo que vendría.

 

 

Sabía que la política humana era una cloaca de traiciones, máscaras y veneno.

 

 

Cuando le robaron la insignia, pensó —esperó— que eso pondría fin a todo.

 

 

Que sería una señal. Que Emilia desistiría.

 

 

Pero no.

 

 

Casi muere. Y aun así... siguió.

 

 

Y entonces apareció Subaru.

 

 

Un humano peculiar. No le caía bien, pero tampoco mal. Sabía que algo en él estaba... roto.

 

 

Oscuro.

 

 

Y Puck lo utilizó.

 

 

Si le agradaba a Emilia y algo le ocurría, ella entendería —por fin— lo peligroso que era todo esto.

 

 

 

 

Durante el ataque al pueblo, casi lo logra. Subaru estuvo al borde de morir.

 

 

Pero sobrevivió. Maldita sea. Sobrevivió.

 

 

Luego llegó la selección real. Una oportunidad perfecta para separarlos.

 

 

Le sugirió a Emilia que se alejara de Subaru, que se tomara un tiempo.

 

 

Pero en realidad, esperaba que él rompiera otra promesa, que su torpeza lo llevara al límite, que muriera. Que, esta vez, no escapara al destino.

 

 

Pero Subaru lo volvió a superar.

 

 

No solo no murió, sino que destruyó cualquier posibilidad de que Emilia ganara.

 

 

Ahora su imagen estaba por el suelo, y su campaña política muerta.

 

 

Y entonces, Puck lo supo:

 

 

—Esta es la oportunidad perfecta para sacarla de esta estupidez... y volver al bosque. Solo ella y yo, como antes.

 

 

Una oportunidad servida en bandeja de plata.

 

 

Y no pensaba dejarla pasar.

 

 

El único obstáculo ahora era  si Subaru se convertia en  rey. Con ese poder, tal vez exigiría que Emilia se volviera su esposa. Pero... lo veía poco probable.

 

 

Según la tabla, y según lo que la doncella rosada le confesó en secreto a la doncella azul, Subaru había renunciado a la facción de Emilia.

 

 

Eso le bastaba.

 

 

Pero, por si acaso...

 

 

Se aseguraría de destruir la imagen de Emilia en los ojos de Subaru. Que dejara de idealizarla. Que perdiera todo interés en ella.

 

 

Y con Roswaal perdiendo el interés en usar a Emilia como pieza de su juego...

 

 

Eso significaba que ahora tenía libertad total.

 

 

El bosque los esperaba.

 

 

Solo él y su hija.

 

 

Y hablando del rey de Roma...

 

 

Subaru caminaba por la ajetreada capital de Lugunica, sin saber que, tanto en el castillo como en las calles, su nombre estaba en boca de todos.
Los nobles murmuraban. Los plebeyos lo admiraban. Los altos mandos tramaban.

 

 

Pero Subaru no sabía nada de eso.

 

 

Había llegado casi al mismo tiempo que las candidatas al trono, pero su prioridad fue otra.
Vendió su teléfono.

 

 

Gracias a algunos consejos de Chaldea-chan y a lo que Anastasia le había revelado en un bucle anterior, logró cerrar un trato excelente. Obtuvo 45 monedas de oro por el aparato: mucho más de lo que el viejo Rom había ofrecido aquella primera vez.

 

 

Detrás de él caminaba Siegfried, su Servant, ahora sin su armadura mítica.
En su lugar vestía un elegante traje de oficina y unas gafas que realzaban su porte. Subaru, por suerte heterosexual, sintió que de haber sido de otro modo, estaría babeando como idiota.

 

 

Gracias a Chaldea-chan, los Servants podían adoptar ropa más discreta. Y eso... se lo agradecía muchísimo.

 

 

Con una sola moneda de oro alquiló un buen departamento por un tiempo prolongado.

 

 

Hace tanto que no descanso... —murmuró al dejarse caer sobre la cama.

 

 

Siegfried se desmaterializó, evitando así consumir el maná de Subaru mientras dormía.

 

 

Subaru miró el techo. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía miedo inmediato.
Pensó en el futuro. En una empresa propia. En una vida normal.
En cómo todo habría sido diferente si hubiera tenido a Chaldea-chan desde el principio.
Tal vez... no habría muerto tantas veces.
Tal vez...
Pero ni siquiera terminó ese pensamiento. Aún con la luz del día colándose por la ventana, Subaru se quedó dormido.

 

 

 

 

¿¿??

 

 

Subaru soñó.

 

 

Y en su sueño, el mundo se abrió como una historia sin final.

 

 

Vio reyes de leyenda.
Guerreros malditossemidioses orgullososdragones colosales y bestias divinas.
Mujeres hermosas y poderosasentidades cruelescazadores y víctimas.
Todo.

 

 

Vio la tragedia de Siegfried: su vida, su batalla contra el dragón Fafnir, y su muerte injusta.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Subaru.

 

 

Pero el sueño no se detuvo allí.

 

 

Vio al héroe de la justicia, que murió por su ideal inalcanzable.
Al homúnculo que trascendió su origen para convertirse en dragón.
A la santa, vilipendiada y abandonada por los dioses.
A la esposa vengativa del héroe, consumida por el rencor.
Al semidiós compasivo, que regaló su armadura para luchar con honor contra su medio hermano.

 

 

Vio al más grande de todos:
El que completó doce pruebas por mandato divino.

 

 

Vio a la reina de las hadas, y a sus caballeros de luz.
A la asesina destripadora, marcada por su trágico origen.
A las tres hermanas monstruo, rechazadas por toda la humanidad.
A la cazadora maldita, convertida en bestia por castigo divino.
Al maestro de héroes, cuya figura inspiró la constelación de Sagitario.
A la diosa de la nieve y las runas, distante, eterna.

 

 

Y tantos más...
Héroes. Leyendas. Estrellas en la historia del mundo.

 

 

Todos frente a él.

 

 

Y él, Subaru Natsuki, solo podía mirar.
Pequeño.
Insignificante.
Vacío.

 

 

No era un héroe.
No era un guerrero.
No era un mártir, ni un salvador.

 

 

Solo sabía morir.
Y usar el poder de otros.

 

 

Solo sabía rogar, fracasar, levantarse y volver a fracasar.

 

 

Y en ese sueño... se quebró.

 

 

—Qué triste... ser yo.
Menos que un héroe.
Menos que un hombre.
Menos que mi propio padre.

 

 

El deseo de llorar lo golpeó como una lanza, igual que aquella vez frente al Árbol Flugel, donde se sintió más solo que nunca, aunque todos estuvieran a su alrededor.

 

 

Pero entonces...
Las historias se detuvieron.
Las leyendas callaron.
El mundo que lo rodeaba se deshizo en sombras y agua.

 

 

Oscuridad. Silencio.
Y en medio de ambos... ella.

 

 

Una figura femenina emergió frente a él, de belleza sobrecogedora, aunque imposible de definir. Su cabello era rubio como la luz del amanecer, y sus ojos... rojos como brasas encendidas. Pero su rostro era difuso, como si el mismo mundo se negara a capturarlo del todo.

 

 

Subaru no podía distinguir sus rasgos ni su ropa, ni una sola marca en su cuerpo.
Y sin embargo, sabía que era hermosa.
Lo sabía como se sabe algo desde el vientre.
Familiar... pero distante.

 

 

Entonces, ella habló.

 

 

No digas eso de ti —dijo su voz, como una sinfonía bajo el agua—. Si te elegí, fue porque puedes ser como ellos... o incluso más.
Puedes dar forma a tu propia constelación.
Puedes convertirte en un hito para este mundo... uno que aún no ha conocido la verdadera bondad.

 

 

 

 

Subaru bajó la mirada, los puños cerrados con fuerza.

 

 

—No soy poderoso.

 

 

Te daré el poder.

 

 

—No soy inteligente.

 

 

Te daré la sabiduría.

 

 

—No tengo talento...

 

 

No lo necesitas. Ya los llevas dentro.

 

 

—Solo sé morir —susurró.

 

 

La mujer se acercó. Sus palabras ahora eran un eco que le acariciaba el alma.

 

 

Entonces te daré el poder de la vida.
Como soberana de la muerte, te conozco mejor que nadie.
Conozco tus luchas, tus inseguridades, tus pecados... tus errores.
Y aun así, te elegí.
No porque fueras suficiente.
No porque estuvieras preparado.
Si fuera por eso, habría elegido al Santo de la Espada.

 

 

Te elegí para que llegues a ser suficiente.

 

 

Entonces, alzó una copa de oro.
Dentro, un líquido oscuro como la noche. Pero no era maldad.
Era algo más antiguo. Algo absoluto. Era poder.
Poder de verdad.

 

 

Tómalo.

 

 

Subaru dudó.

 

 

—¿Por qué yo? —preguntó, inseguro—. ¿Por qué darme esto?

 

 

Ella no sonrió. Solo asintió.

 

 

Dudar está bien.
No serías humano si no lo hicieras.
Por eso... deja que te muestre lo que puedes llegar a ser.

 

 

La oscuridad se disipó.
Y lo que emergió fue una visión.

 

 

Un castillo flotante, suspendido sobre la capital de Lugunica.
A su alrededor, el cielo ardía en luces de celebración.
La gente reía. Cantaba. Gritaba...

 

 

¡Viva el rey Subaru!
¡Viva el rey Subaru!
¡Viva el rey Subaru!

 

 

Voces de todas las clases.
Nobles, plebeyos, comerciantes, aventureros, niños, ancianos, demi-humanos, humanos, todos clamaban su nombre.

 

 

Y dentro del castillo, lo vio.

 

 

A sí mismo.
O mejor dicho... a una versión futura de sí mismo.
Un hombre maduro, erguido con elegancia de rey y la firmeza de un guerrero.
Su porte inspiraba respeto. Sus ojos, determinación.

 

 

Junto a él, un dragón azul descansaba como si fueran amigos de toda la vida.
Alrededor, los héroes de su sueño lo rodeaban, sus miradas llenas de lealtad, orgullo y absoluta confianza.

 

 

El dragón divino Volcánica había forjado un nuevo pacto.
Y los espíritus heroicos seguían ahora la voluntad de Subaru Natsuki.
Porque no había nadie más digno que él.

 

 

—¿Esta visión... es segura? —preguntó Subaru, apenas susurrando.

 

 

La mujer asintió.

 

 

Depende de ti.
Solo tú puedes hacerla realidad.

 

 

Y entonces, justo cuando el eco de los vítores alcanzaba su clímax...
el sueño prometido de la victoria deseada llegó a su fin.

 

 

Realidad

 

 

Subaru despertó con lágrimas resbalando por sus mejillas.
Su pecho subía y bajaba con fuerza, como si hubiera estado corriendo en sueños.

 

 

¿Maestro, se encuentra bien? —preguntó Siegfried, reapareciendo junto a él con expresión serena.

 

 

Subaru negó con la cabeza, sin palabras. No estaba herido. Tampoco estaba asustado.
Simplemente... conmovido.

 

 

[Subaru-kun ha experimentado el Ciclo de los Sueños, un fenómeno común en los Maestros. No se preocupe, es parte del proceso.
Por cierto... ¿está listo para invocar a su siguiente Servant?]

 

 

Subaru se limpió la cara con la manga y sonrió. Una sonrisa débil, pero auténtica.

 

 

Sí. Estoy ansioso.

 

 

Saltó de la cama con energía renovada, bajó a cenar en la posada sin dejar de pensar en la voz de aquella mujer misteriosa, y luego corrió hacia el sitio designado para su siguiente invocación.

 

 

La luna brillaba en lo alto, perfecta, redonda, majestuosa.
Las estrellas lo guiaban.
Subaru se posicionó en el círculo de invocación, el aire cargado de maná.

 

 

Segundo ritual... ¡comienza! —declaró con firmeza.

 

 

El viento giró. La magia comenzó a arremolinarse.
El destino estaba a punto de reescribirse una vez más.

 

 

¿Qué Servant será invocado por Subaru esta vez?
¿Quién era esa mujer de cabello dorado y ojos escarlata?
¿La visión del castillo flotante se volverá realidad...?
¿Qué destino aguarda a nuestro protagonista en este cruce entre mundos, poderes y leyendas...?

 

 

Todo eso, y más...
en el próximo capítulo.

 

 

Fin de momento.

Chapter 6: Rider

Chapter Text

Subaru Natsuki (Servant) – El Posible Futuro al Final de su Historia

 

 

Clases posibles:  Rider (principal), Caster, Faker, Shielder (potencial), Avenger, Berserker.

 

 

Clase Principal: Rider

1

 

Representa su dominio del análisis, estrategia y su capacidad de aprovechar al máximo su poder, ingenio y vínculos. A través de su conexión con Patrasche y su constante superación personal, Rider es la clase que mejor sintetiza su existencia heroica.

 

 

Parámetros

 

 

Fuerza (STR):  D+
No sobresale básicamente frente a otros Servants, pero supera ampliamente a un humano ordinario gracias al entrenamiento, reforzamiento mágico y el sistema Chaldea.

 

 

Resistencia (END):  B
Su resistencia física y mental ha sido templada por repetidas muertes. Gracias al refuerzo de Chaldea y su propia tenacidad, puede soportar un dolor inhumano y seguir en pie.

 

 

Agilidad (AGI):  C → B++ (montado) Normalmente posee agilidad media, pero montando a Patrasche su velocidad y maniobrabilidad aumentan excesivamente. 

 

 

Maná (MNA):  A
Subaru desarrolló su capacidad mágica al máximo gracias a la intervención de Chaldea, perfeccionando el control de su "puerta" y obteniendo vastas reservas de energía mágica.

 

 

Suerte (LCK):  E- (→ EX por condiciones especiales)
En circunstancias normales, sufre una desgracia constante. Pero su habilidad de "Return by Death" representa una forma distorsionada de buena suerte absoluta: una capacidad para desafiar el destino tantas veces como sea necesario.

1

 

Noble Phantasm (NP):  A
Posee Múltiples Noble Phantasms de naturaleza única, cada uno reflejo de los lazos y pruebas que definieron su existencia como héroe.

 

 

Habilidades de clase

 

 

Riding A+
Posee una afinidad excepcional para montar criaturas, especialmente Patrasche. Su dominio se extiende a cualquier montura que acepte su voluntad o liderazgo.

 

 

Magic Resistance C
Gracias a su exposición constante a maldiciones y magia hostil, así como su entrenamiento mágico, Subaru ha desarrollado una resistencia básica a los efectos mágicos.

 

 

Anti-Human Order C
Sus acciones y poderes lo colocan al margen del ideal heroico clásico. Posee cualidades similares a las de una Bestia, pero su corazón humano y su deseo de proteger equilibran esta oscuridad interna.

 

 

Independent Action D
Aunque no fue diseñado para operar sin un Master, su férrea voluntad y deseo de no ser una carga manifiestan esta habilidad de forma limitada.

 

 

Habilidades Personales

 

 

Return by Death (Regreso por Muerte) EX
Su habilidad más icónica. Le permite regresar a un punto anterior en el tiempo tras su muerte. En términos de combate, se manifiesta como una versión evolucionada de Battle Continuation o Guts , con efectos adicionales según el escenario.   

1

 

Yin Magic (Magia Yin) C
Usuario de magia Yin con fines tácticos: ceguera, drenaje de energía o escape. Se traduce como una habilidad de soporte/debuff que agota al enemigo.

 

 

Carisma del Insignificante B
No inspira por grandeza, sino por vulnerabilidad. Puede formar lazos profundos con personas que normalmente lo ignorarían, gracias a su humanidad persistente.

 

 

Fantasma noble 

 

 

«Od Laguna: La Crónica No Escrita»

 

 

(オド・ラグナ:書かれざる年代記 / Od Laguna: La Crónica No Escrita)**

 

 

 

Tipo: Anti-Unit (Soporte/Mental) / Anti-Destino

 

 

Rango: A++

 

 

Clase compatible: Rider, Caster

 

 

"Una historia sin nombre escrita en la sombra de la muerte."

 

 

Descripción:

 

 

Una manifestación del conocimiento oculto que Subaru ha acumulado a través de muertes incontables. El "Od Laguna", el manantial primordial del alma y de la magia, fluye a través de él como recipiente único. Este NP no daña directamente, sino que altera el curso del combate con información imposible de obtener por medios normales.

 

 

Efectos en combate:

 

 

[Reescritura del Destino]: Restaura el NP de todos los aliados al 100% y elimina todos sus debuffs.

 

 

[Visión del Futuro Fallido]: Otorga "Insight Absoluto" (Ignorar defensa e invulnerabilidad) por 1 turno y aumenta significativamente la probabilidad y el daño crítico de todos los aliados por 3 turnos.

 

 

[Consecuencia]: Subaru sufre "Carga Mental" (ATK y DEF -50%) o queda aturdido por 1 turno, reflejando el colapso psicológico que sigue a cada reinicio.

 

 

Noble Phantasm II

 

 

「Viaje encantado: La lealtad inquebrantable de Patrasche」

 

 

(旅路の奇跡:不屈の忠誠 / Viaje Encantado: La Lealtad Inquebrantable de Patrasche)**

 

 

Tipo: Anti-Ejército / Anti-Destino

 

 

Rango: A++

 

 

Clases compatibles: Rider

 

 

"Incluso si muero cien veces... correremos hasta el final. Juntos."

 

 

Descripción:

 

 

Subaru y Patrasche cabalgan juntos a través de la desesperación, atravesando todo obstáculo con determinación inquebrantable. Este NP es tanto un ataque como una reafirmación del vínculo entre amo y montura, simbolizando la fuerza adquirida tras cada intento fallido.

 

 

Efectos en combate:

 

 

[Carga del Destino Reiniciado]: Daño masivo en área que ignora DEF y evasión.

 

 

[Vínculo Inquebrantable]: Otorga a Subaru un buff de Guts (revivir con 1 HP) o Invencibilidad por 1 turno.

 

 

[Conocimiento del Fracaso]: Aplica debuffs de ATK y AGI a los enemigos, y otorga a los aliados mayor generación de estrellas críticas y NP Gain por 3 turnos.

 

 

[Consecuencia]: Drenaje de 20% de HP y una leve reducción de NP de Subaru tras la activación.

 

 

 Noble Phantasm III

 

 

*Sistema Chaldea: Vestigio de Esperanza」

 

 

(システム・カルデア:希望の残滓 / Sistema Chaldea: Vestigio de Esperanza)**

 

 

Tipo: Anti-Unidad / Soporte / Defensivo

 

 

Rango: EX

 

 

Clase compatible: Jinete, Lanzador, Protector

 

 

"El último acto de amor de Chaldea... aún guía mi destino."

 

 

Descripción:

 

 

El respaldo residual de Chaldea —los datos, los recuerdos y el afecto de quienes confiaron en Subaru— permanece incluso tras su ascenso al Trono de los Héroes. Este NP actúa como una IA de soporte que manipula las reglas del campo de batalla, como si el mismo sistema interviniera en su favor.

 

 

Efectos en combate:

 

 

Revela las identidades y habilidades de los enemigos (reconocimiento de Servant).

 

 

Permite a Subaru copiar una habilidad de clase enemiga durante 1 turno (Caster, Assassin, etc.).

 

 

Puede invocar temporalmente aliados de Shadow Servants como reflejos de antiguos vínculos.

 

 

Otorga escudo de daño a todo el equipo.

 

 

Consecuencia: Tiene un cooldown alto o puede limitar la reutilización de otros NP durante 1 turno.

 

 

Noble Phantasm IV

 

 

«La malicia del mundo: una retribución perfeccionada»

 

 

(世界の悪意:完全なる報復 / La Malicia del Mundo: Retribución Perfecta)**

 

 

Tipo: Anti-Fortaleza / Anti-Unidad / Campo de Batalla

 

 

Rango: A+++

 

 

Clase compatible: Avenger, Berserker, Faker

 

 

"Si el mundo insiste en hacerme sufrir... que entonces pruebe su propio veneno."

 

 

Descripción:

 

 

Una manifestación oscura, nacida del poder de la Dama Misteriosa y de los pecados del mundo. El campo se transforma en un lodazal de desesperación y barro corrupto, donde la realidad se distorsiona una imagen del infierno personal de Subaru. Esta es la culminación de su dolor, devuelto con elegancia vengativa.

 

 

Efectos en combate:

 

 

[Juicio Ineludible]: Inflige daño masivo que ignora DEF y aplica "Maldición Profunda" (drenaje de HP y NP por turno).

 

 

[Predicción Absoluta]: Garantiza críticos para Subaru y aliados durante 3 turnos. Reduce la precisión de los enemigos a 0 por 1 turno.

 

 

[Cierre del Destino]: Elimina todos los buffs enemigos y les impide usar habilidades o NP por 1 turno.

 

 

[Costo/Consecuencia]: Sin penalización visible. Subaru ya pagó con su alma y humanidad; este NP es simplemente su juicio final.

Chapter 7: Capítulo 5: La noche del desastre: Encuentro tú y yo, doncella eterna I

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Ubicación: Barrio marginal – Casa de empeño
Fase Yin (noche)

 

 

"Estoy sorprendido... Han pasado meses, y este lugar sigue igual de destruido", murmuró Subaru, con una mezcla de asombro y tristeza en su voz.

 

 

Estaba parado justo donde todo había comenzado: la vieja casa de empeño. Aquí había muerto a manos de Elsa, conocido al viejo Rom y a Felt, sido salvado por Reinhard... y pronunciado por primera vez el nombre de Emilia.
"Al final... no fue una recompensa justa", dijo, bajando la mirada con una sombra melancólica.

 

 

¿Te estás preguntando qué hace Subaru en ese lugar otra vez? ¿Qué lo trajo de vuelta a estas ruinas?

 

 

La respuesta es sencilla. Subaru había llegado a la capital al mediodía. Después de vender su teléfono, durmió profundamente toda la tarde, agotado por todo lo que había enfrentado: la batalla con la ballena, el Culto de la Bruja, los conflictos entre candidatas, la pelea en la carretera... y aquel extraño sueño con la dama misteriosa.
Al despertar, recibió el aviso de Chaldea-chan: las condiciones para una nueva invocación estaban listas. Cenó, se preparó, y partió hacia el punto de invocación. Y qué grata sorpresa se llevó al descubrir que el lugar designado era ni más ni menos que la casa de empeño... o lo poco que quedaba de ella.

 

 

Subaru se posicionó en el centro del viejo bar, observando el cielo nocturno. Allí, en lo alto, brillaban las lunas y estrellas, constelaciones sin nombre ni forma, como esperando su señal.

 

 

[¿Estás listo, Subaru-kun?] – preguntó la voz suave de Chaldea.

 

 

"Sí... más que listo", respondió Subaru, decidido.

 

 

Detrás de él, Siegfried, que había dejado su atuendo formal, vestía ahora su imponente armadura. Si el Servant invocado resultaba ser hostil, él estaría preparado.

 

 

El círculo de invocación se proyectó mágicamente sobre el suelo.

 

 

[Antes de empezar, Subaru-kun, debo explicarte algo importante. Durante la primera invocación, diez Servants intentaron responder a tu llamado. Elegí a Siegfried porque era el más adecuado para la situación. Pero eso solo fue posible porque era la primera vez. Esta vez será diferente: no sé cuántos Servants responderán... y no podré elegir al mejor. Será completamente al azar. Podría ser alguien poderoso... o alguien débil.]

 

 

"No me importa. Estoy feliz de tener la oportunidad de un nuevo aliado", dijo Subaru con una sonrisa genuina.

 

 

[Muy bien.]

 

 

"Por cierto... ¿tendré suficiente maná para mantener a otro?" – preguntó Subaru, un poco más serio.

 

 

[El sistema de respaldo se activa automáticamente durante los combates para evitar que se agote tu maná. En tareas mundanas, usarás tu energía mágica natural. Además, estoy trabajando para optimizar tu puerta mágica. Si todo va bien, pronto no dependerás tanto del sistema de soporte. Actualmente puedes mantener hasta cinco Servants activos(con el sistema chaldea claro). Claro que en combate estarán limitados, con parámetros más bajos. Y para que usen sus Noble Phantasms... necesitarás los Sellos de Comando.]

 

 

Subaru observó su mano. Los Sellos restaurados brillaban con un leve resplandor. Había usado dos: uno contra la Ballena Blanca, y otro contra el Arzobispo de la Codicia.

 

 

"Bueno, es de esperarse... ¿Tú qué opinas, Siegfried?"

 

 

El caballero asintió.

 

 

"Es bueno tener más aliados. Espero poder luchar junto a grandes héroes. Pero no hay que apresurarse, maestro. Todo a su debido ritmo."

 

 

 

 

 

[Bien, Subaru-kun. Necesito que recites lo siguiente. Yo me encargaré del resto.] —anunció Chaldea-chan con su tono habitual, aunque más solemne de lo normal.

 

 

Frente a Subaru, apareció una segunda pantalla. En ella estaban inscritas las palabras necesarias para iniciar el ritual de invocación.

 

 

Subaru asintió, inspiró hondo y dio un paso al frente. Su mirada, firme y determinada, reflejaba todo lo que había vivido y superado hasta ese momento.

 

 

"Hierro y plata como base. Piedras y el Archiduque de Pactos como cimientos."
Extendió su brazo derecho hacia el centro del círculo mágico, que comenzó a brillar con un resplandor tenue.

 

 

"Mi maestro Schweinorg como ancestro. Las puertas cardinales se cierran. Comienza desde la corona y sigue el camino bifurcado que te lleva al reino."
La luz se intensificó de golpe, iluminando cada rincón de las ruinas.

 

 

[Conexión establecida con el Trono de los Héroes. Invocación por compatibilidad iniciada. Enviando plegarias...]
[Esperando...]
[Esperando...]
[Esperando...]

 

 

[Diez Servants desean responder el llamado. Invocación seleccionada por azar. Ejecutando.]

 

 

Subaru sonrió. Sentía la magia cobrar vida. El círculo vibraba, la energía fluía como un torrente desbordado. El viento giraba en remolinos violentos, y la tierra temblaba con un zumbido que parecía anticipar el nacimiento de algo prodigioso.

 

 

"Llena, llena, llena, llena, llena. Repítelo cinco veces. Pero cuando cada uno esté lleno... destrúyelo."
Su sello de invocación ardía con luz carmesí. Una conexión invisible se extendía desde su brazo hacia el cielo nocturno, como un hilo de destino que atravesaba las estrellas.

 

 

"Preparado. Te lo ordeno, ven a mí. Tu espada controlará mi destino. Siguiendo las normas del sistema Chaldea, responde si aceptas mi voluntad y razón."
Mientras recitaba, los recuerdos de todo su viaje se agolpaban en su mente. El dolor, la esperanza, el sueño con la dama misteriosa... y la promesa que se había hecho a sí mismo.

 

 

"Juro aquí que seré todo lo bueno del mundo eterno. Que expondré todo el mal del mundo eterno. Por los siete cielos que acogen tres poderosas palabras... ¡ven a mí desde el círculo del balance!"

 

 

La luz estalló con una intensidad cegadora, tan brillante que cualquier espectador se habría visto obligado a cerrar los ojos.

 

 

"¡PROTECTOR DEL EQUILIBRIO!" —gritó Subaru al cielo con la emoción de un niño al recibir un milagro.

 

 

La explosión de luz sacudió todo el barrio. Una onda expansiva barrió el lugar, levantando polvo, tierra y escombros. Subaru alzó el brazo para protegerse el rostro, cegado momentáneamente por el resplandor.

 

 

Cuando la brisa nocturna disipó el humo, él bajó lentamente las manos... y abrió los ojos con expectación.

 

 

"¿Y... dónde está?" —preguntó, confundido.

 

 

El círculo de invocación... estaba vacío. No había nadie allí. Ni una sombra, ni una silueta.
¿Acaso era invisible? Subaru miró a Chaldea-chan buscando explicación, pero se encontró con algo muy inusual: su expresión había cambiado... o más bien, parecía desconfigurada, como si un error la hubiera dejado colgada.

 

 

[I–imposible.] —balbuceó Chaldea-chan con un tono distorsionado, casi como si ella misma estuviera colapsando.

 

 

Siegfried dio un paso al frente, mirando con seriedad los alrededores. A veces, los rituales fallaban y el Servant aparecía en un lugar aleatorio, aunque eso era sumamente raro.

 

 

 

 

[¿Cómo pudo pasar esto? La conexión era más fuerte y estable que la vez anterior. La plegaria fue enviada correctamente, la energía mágica estaba en su punto más alto... Entonces, ¿por qué no apareció nadie?]

 

 

Subaru bajó la vista, frustrado.
"¿Tal vez fue mi culpa...?"

 

 

[No. Todo salió perfecto. No cometiste ningún error. Esto debe ser otra cosa... algo que se nos escapa.]
[Ejecutando análisis global. Estableciendo conexión con la red Caleidoscopio para búsqueda de soluciones...]

 

 

En el aire comenzaron a aparecer múltiples barras de carga y líneas de código girando en espiral, como si la misma realidad estuviera escaneando el multiverso. Subaru no pudo evitar hacer una mueca.

 

 

"Esto... me recuerda cuando mi computadora se colgaba y tenía que buscar errores con programas viejos..."

 

 

[Esto no se quedará sin respuesta.] —dijo Chaldea-chan con una determinación inusualmente humana.

 

 

Subaru suspiró, cansado. Caminó entre los escombros hasta encontrar un rincón medianamente estable y se sentó sobre lo que alguna vez fue una viga. A su lado, Siegfried permanecía de pie, como un silencioso centinela.

 

 

La noche estaba cargada de recuerdos. Este lugar... fue donde todo comenzó. El primer ciclo, el primer encuentro, la primera muerte. La casa de empeño, el viejo Rom, Felt, la sangre, el milagro. Reinhard. Emilia.

 

 

Pero esa historia que imaginó... no fue. Y ya no sería.
Emilia lo había dejado atrás.
Y Subaru no tenía intención de volver.

 

 

Quizá, en algún momento, buscaría al viejo Rom, a Reinhard, incluso a Felt. Ahora que lo pensaba con más calma, no les guardaba tanto rencor como antes. En su momento, la rabia y la desesperación habían hablado por él. Ahora, ya más tranquilo... quizá sí había exagerado un poco. Pero ese perdón no se extendía a todos.

 

 

Aún sentía una punzada de enojo hacia Crusch, Priscilla, Anastasia...
Y hacia Rem.

 

 

Aunque más que enojo, lo que le quedaba con ella era una herida.

 

 

[autor: recordemos que Rem rechazó la propuesta de Subaru de escapar juntos, lo que terminó llevando a los acontecimientos del prólogo.]

 

 

Subaru se quedó en silencio, pensativo.
Se preguntó si Chaldea-chan algún día invocaría a una Servant femenina con la que pudiera enamorarse.

 

 

(Bah, no. Al final, no sería digno de estar con una leyenda viviente... aunque tal vez, en este viaje, sí logre encontrar a alguien. Alguien que realmente me quiera.) —pensó.

 

 

"Dime, Sieg-chi... ¿tú alguna vez tuviste pareja? No sé, ¿una esposa? ¿Una mujer a la que amaste?" —preguntó, tratando de disipar la melancolía con curiosidad genuina.

 

 

Siegfried asintió lentamente.

 

 

"Sí, maestro. Tuve una esposa en vida. Su nombre era Kriemhild."

 

 

"¿Eh? ¡Así que estabas casado! ¿Y... la amabas? ¿Cómo era su relación?" —Subaru se animó, interesado por la historia que nunca había escuchado del caballero dragón.

 

 

"Sí, la amaba. Pero nuestra relación fue... compleja. Nunca llegué a entenderla del todo. Incluso en el final... no supe lo que pensaba. Y mi muerte se convirtió en una carga para ella. Sé que gran parte de lo que ocurrió fue culpa mía." —la voz de Siegfried era profunda, firme, pero teñida de tristeza.

 

 

"Sieg-chi..." —murmuró Subaru, sintiendo una mezcla de respeto y tristeza.
En su sueño, había visto la gloria y tragedia de Siegfried. La lucha contra el dragón. La caída del héroe. Pero no sabía nada de su esposa.

 

 

 

 

"¿Y si...? ¿Y si pudiera invocar a tu esposa? ¿Crees que así podrían resolver lo que quedó pendiente?" —preguntó, con un leve tono esperanzado. Quería devolverle algo a su amigo, a ese aliado que siempre lo cuidaba en silencio.

 

 

Siegfried guardó silencio por un momento. Luego sonrió con serenidad.

 

 

"No lo sé, maestro. Pero estaría muy agradecido por su consideración."

 

 

Subaru iba a preguntarle más sobre Kriemhild, pero entonces algo cambió. El ambiente. La temperatura. El instinto.

 

 

Siegfried se tensó. Su mirada se endureció. En un instante, su espada Balmung apareció en sus manos, invocada con un destello de luz.

 

 

"¿Sieg-chi...?" —alcanzó a decir Subaru, confundido.

 

 

Siegfried se movió con reflejos felinos. De un solo movimiento atrajo a Subaru hacia él, cubriéndolo con su cuerpo mientras su espada interceptaba una sombra veloz.

 

 

¡CLANG!

 

 

El sonido de metal chocando contra metal resonó como un trueno en la casa en ruinas. Chispas saltaron al aire. El atacante fue repelido con fuerza, retrocediendo entre las sombras antes de poder ser identificado.

 

 

[Subaru-kun, tenemos problemas.] —dijo Chaldea-chan, ahora con un tono grave.

 

 

"Sí... creo que ya me di cuenta." —respondió Subaru, alarmado, con el corazón latiendo con fuerza.

 

 

[¡Un atacante!... No, espera. Eso no era lo que quería informar.] —dijo Chaldea-chan, su voz atravesada por una mezcla de alarma y confusión.

 

 

Frente a ellos apareció una figura imponente: un hombre alto, de cabello negro peinado toscamente hacia atrás, salvo por un mechón que caía rebelde sobre su frente. Vestía un traje verde oscuro, elegante pero marcial, y en su mano derecha empuñaba una larga lanza roja.
Sus ojos eran rojos como rubíes encendidos y sus facciones, finas y refinadas, lo hacían destacar con un porte tan encantador como el de Julius o Reinhard.

 

 

[autor: no es Cú Chulainn, es el Lancer de Fate/Zero.]

 

 

El recién llegado sonrió con una confianza inquietante.

 

 

"Servant, clase Lancer. Aunque no soy el más virtuoso de los héroes, he venido a matar a ese joven de ahí." —dijo señalando a Subaru, su voz vibrando con emoción desafiante.
"No esperaba que tuviera un Servant... supongo que tú eres el Saber de esta guerra. Será todo un honor enfrentarte. Ahora, ¡vengamos a duelo como los caballeros que somos!"

 

 

Subaru retrocedió un paso. Algo en su forma de hablar le recordó instantáneamente a Julius.
"¿No es el Servant que intentamos invocar...? ¿O sí?" —preguntó con cautela.

 

 

[No, no lo es.] —respondió Chaldea-chan con firmeza.
[Lo que quería advertirte es que el ritual falló porque hubo una invocación al otro extremo de Od Laguna. Según mi análisis de red, ahora mismo hay siete presencias espirituales activas, invocadas por métodos desconocidos. Y justo en este momento, tres están rodeándonos: uno al frente —él— y otros dos escondidos.]

 

 

"Escuchaste eso, Saber." —dijo Subaru, sintiendo la amenaza latente de una Guerra del Santo Grial sin reglas claras.

 

 

"Sí, maestro." —respondió Siegfried con su serenidad habitual.

 

 

De repente, un torbellino de luz cruzó el cielo. Una lluvia de flechas mágicas descendió desde múltiples ángulos, amenazando con convertir las ruinas en una tumba.
Siegfried no lo dudó: tomó a Subaru y se lanzó hacia un lado, esquivando el ataque con precisión. Las flechas estallaron en el punto donde habían estado segundos antes.

 

 

 

 

En cuanto tocaron tierra fuera de la casa de empeño, Lancer avanzó con varias estocadas veloces. Siegfried reaccionó al instante, interceptando cada una con su espada en un duelo relámpago.
Subaru ni siquiera sufrió un rasguño.

 

 

Ambos retrocedieron, tomando distancia.

 

 

[Estamos atrapados dentro de un campo limitado... Maldición, nos tiene cercados.] —informó Chaldea-chan, tensa.

 

 

Siegfried se colocó frente a Subaru, listo para repeler cualquier otro ataque. En ese instante, los otros enemigos se materializaron.

 

 

Una mujer apareció a unos metros, sobre una cornisa semiderruida. Su cabello verde, largo y alborotado, ondeaba al viento. Tenía orejas puntiagudas y una cola felina que se movía perezosamente. Vestía ropa verde-azulada que dejaba entrever su figura ágil, salvaje. Sus ojos afilados, fríos como el hielo, observaban con concentración... mientras apuntaba un arco negro directamente hacia ellos.

 

 

Subaru se quedó boquiabierto.
Jamás había visto una mujer tan bella... y tan peligrosa al mismo tiempo. Había algo salvaje en su presencia, como si su mera existencia fuera una cacería perpetua. Sin embargo, no parecía decidir aún a quién apuntar: su flecha iba dirigida tanto a ellos como a Lancer.

 

 

Y entonces, desde el cielo descendió lentamente la tercera figura.

 

 

Flotaba como si la gravedad no existiera. Era una niña de estatura similar a Petra, con cabello largo recogido en una cola alta de colores claros. Su vestido tenía un diseño antiguo, como salido de un libro de cuentos mágicos.
Subaru solo pudo pensar: "es como un lirio... un lirio mágico, o tal vez como una brujita de anime."

 

 

"Vaya, Caster y Archer." —dijo Lancer con tono burlón, sin dejar de sonreír—. "Una reunión bastante impresionante. ¿Vinieron a pelear contra mí y Saber, o tienen otro objetivo?"

 

 

Archer —la mujer gata— habló sin desviar la flecha.

 

 

"Escuché que veníamos por ese chico. No sé qué razones tiene mi Master, pero lo quiere muerto."

 

 

"Qué coincidencia. A mí también me mandaron a matarlo." —añadió la loli Caster, con un tono infantil tan dulce como perturbador para el contenido de sus palabras.

 

 

Lancer lanzó una carcajada.

 

 

"El chico está protegido por Saber. Y por uno muy fuerte, por lo que veo. ¿Qué opinan, honorables damas? ¿Tregua momentánea? Luego podemos matarnos entre nosotros."

 

 

Archer y Caster intercambiaron una mirada. Eran viejas conocidas.
que  compartieron una historia, una alianza no dicha, un acuerdo tácito.

 

 

Y en cuestión de segundos... ambas apuntaron a Saber.

 

 

Subaru tragó saliva.
Se inclinó hacia Siegfried y le susurró:

 

 

"¿Saber... creés poder contra los tres?"

 

 

Siegfried analizó la situación. El Lancer era claramente un duelista nato, y un combate cuerpo a cuerpo con él ya era un desafío.
Pero sumarle el apoyo de una Archer y una Caster a distancia complicaba las cosas. Podía activar su Noble Phantasm: Armor of Fafnir, el cual le brindaba una defensa casi impenetrable, capaz de resistir ataques mágicos y físicos... mientras no superaran el rango B.

 

 

Y ese era el problema: desconocía el poder exacto de los enemigos.

 

 

"Haré lo que esté a mi alcance para protegerlo, maestro." —declaró Siegfried con solemnidad.

 

 

[Lo mejor que puedo hacer es identificar a los enemigos y poner a salvo a Subaru-kun. ¿Qué me dices? ¿Quieres hacerlo?] —preguntó Chaldea-chan con urgencia.

 

 

 

 

—"No queda de otra más que utilizar al confiable..." —respondió Subaru, tragando saliva. Luego alzó la voz con resolución—. "Te lo dejo todo a ti, Saber. Me iré para que puedas luchar con comodidad. Gana contra esos tres... pero si no queda de otra, huye."

 

 

[Listo o no... aquí vamos.]

 

 

—"¡Shamak!" —gritó Subaru.

 

 

Una espesa niebla negra se desató como una marea, potenciada por el sistema de soporte de Chaldea. En un instante, cubrió el campo de batalla, cegando la visión de los enemigos.

 

 

—"¡¿Un hechizo de ilusión tan básico?!" —vociferó Lancer, retrocediendo un paso.

 

 

Sin embargo, para cuando recuperaron la visibilidad, Siegfried ya se había lanzado como un rayo entre ellos. La espada de Balmung cortó el aire con un rugido sobrenatural.

 

 

Lancer bloqueó por instinto. Archer desvió la trayectoria de su flecha. Caster tejió un hechizo de defensa entre risitas siniestras. Pero el daño ya estaba hecho: Subaru había escapado.

 

 

Y así comenzó el caos.

 

 

Espadas y lanzas chocaron con un estruendo metálico, flechas llovieron como fragmentos de luz, y los encantamientos mágicos destellaban en medio de la destrucción.

 

 

Punto de vista de Subaru.

 

 

Subaru corría, jadeando, entre callejones estrechos del barrio marginal. El corazón le latía a mil por hora, pero no se detuvo.

 

 

[Estoy analizando las firmas mágicas de los núcleos de origen para identificar a los Servants hostiles. No podemos salir de la barrera. Nuestra única opción para no perder a Saber es realizar una invocación de emergencia. Pero tomará algo de tiempo, Subaru-kun.]

 

 

—"Está bien..." —murmuró Subaru—. "Confío en él. Solo... debo aguantar."

 

 

La barrera mágica le impedía salir del sector, pero inconscientemente seguía corriendo hacia el límite. Hasta que...

 

 

¡SLASSH!

 

 

—"¿Eh...?"

 

 

Una punzada de dolor le atravesó la pierna izquierda. Su cuerpo perdió fuerza y cayó al suelo de piedra, golpeándose el costado.

 

 

[¡Subaru-kun!] —gritó Chaldea-chan, alarmada.

 

 

—"¡Aghhh!" —gritó él, rodando sobre el suelo.

 

 

Cuando logró mirar hacia abajo, descubrió un puñal enterrado en su muslo. La sangre brotaba con rapidez.

 

 

—"¿Qué... mierda? ¿De dónde salió esto?!" —exclamó Subaru entre dolor y rabia.

 

 

—"Eso es mío." —dijo una voz femenina, suave pero amenazante.

 

 

De entre las sombras emergió una figura. Una mujer joven, de cabello violeta, con una máscara de calavera que cubría su rostro. Su piel era morena, y su traje negro ceñido destacaba sus curvas atléticas. Avanzó con pasos seguros, sin emitir sonido alguno.

 

 

—"Servant, clase Assassin." —se presentó con una voz tranquila, casi amorosa.

 

 

[Maldición... no consideré a un Assassin. Por supuesto... su habilidad de ocultación puede eludir mis rastreos superficiales.] —murmuró Chaldea, procesando opciones frenéticamente.

 

 

La enigmática mujer retiró su máscara con elegancia. Lo que reveló fue un rostro juvenil, de una belleza etérea, con ojos que no transmitían odio, sino una curiosa mezcla de compasión e interés.

 

 

Assassin miró a Subaru con intensidad, como si ya lo conociera o deseara.

 

 

(Es un joven apuesto... diferente de mi maestro. Qué lástima tener que matarlo.) —pensó la asesina, mejor conocida como Hassan of the Serenity.

 

 

 

 

Su maestro... ¿un hombre? ¿Una mujer? Sus rasgos felinos aún le generaban dudas, pero lo que sí tenía claro es que sus órdenes eran matar al joven Subaru. ¿Por la Guerra del Santo Grial? Serenity lo dudaba. La primera impresión que tuvo de su invocador fue... desagradable. Más allá del sexo dudoso, la personalidad le pareció cuanto menos curiosa. Eso sí, le sorprendía su inmunidad al veneno; un detalle que ella valoraba, pues siempre había anhelado poder tener contacto con otros sin matarlos. Aun así, el aprecio que pudo surgir se desvaneció pronto. La personalidad de su invocador no solo no le gustaba, sino que le restaba puntos rápidamente. Especialmente su obsesión con la dama de cabello verde... Esa obsesión le impedía siquiera intentar algo.

 

 

—Un desperdicio —murmuró para sí.

 

 

Pero si iba a matarlo... se daría el gusto. Un beso de la muerte.

 

 

Subaru apenas pudo reaccionar. La asesina lo inmovilizó como si fuera un niño. Se subió sobre él, sujetándole las muñecas. Por más que pataleó o forcejeó, la diferencia de fuerza era ridícula.

 

 

—¡Maldita sea! —gruñó, viendo su sangre manchar el suelo por la herida en su pierna.

 

 

Y cuando la vio inclinarse, con sus labios a punto de rozar los suyos, chilló:

 

 

—¡¿Qué demonios piensas hacer, depravada?! ¡Ni siquiera Elsa llegó tan lejos! Ella solo me mataba, ¡pero tú encima vas a robarme mi primer beso sagrado!

 

 

Pero entonces, en el último segundo antes del contacto...

 

 

Dos luces aparecieron de la nada. Una blanca y pura como el alba, la otra negra como la noche más oscura.

 

 

El estallido de energía fue tan violento que el aire crujió.

 

 

¡ALÉJATE DE MI SEMPAIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
¡ALÉJATE DE MI MAESTRO!

 

 

Dos rugidos. Uno como el de una bestia salvaje, feroz como un león. El otro más frío, como un veneno contenido en palabras.

 

 

Serenity no alcanzó a reaccionar.
Un combo de puñetazos directos la mandó volando varios metros hasta estrellarse contra una casa.

 

 

Subaru, con el rostro congelado, parpadeó incrédulo. Un segundo estaba a punto de ser asesinado con un beso, y al siguiente era salvado por dos mujeres que acababan de manifestarse con un poder que estremecía el alma.

 

 

La primera era una joven de cabello corto lila, de aspecto adolescente pero con una fuerza que emanaba respeto. Tenía ojos lavanda y un tatuaje rúnico rojo que recorría el costado derecho de su cuerpo. Vestía una armadura blanca con líneas rojas y portaba una lanza con púas de un rojo brillante.

 

 

La segunda era una mujer más madura. Cabello rubio oscuro, casi gris, ojos color rubí, y un vestido negro de luto que le daba un aire de nobleza y tragedia. Llevaba una espada al cinto... la misma que Subaru había visto empuñar a Siegfried. Su mirada estaba cargada de odio contenido. De hambre de venganza.

 

 

Ambas ignoraron por completo a Serenity, herida e inconsciente, y se giraron al unísono hacia Subaru.

 

 

Servant clase Avenger. Mash Kyrielight. Te pregunto... ¿eres tú mi Senpai? —dijo la chica de la armadura, con una mezcla de esperanza y resolución.

 

 

Servant clase Berserker. Kriemhild. ¿Serás tú el cómplice de mi venganza? Puedo sentirlo... mi esposo está cerca. Qué oportuno. —dijo la mujer de luto, con una voz que destilaba locura elegante.

 

 

En otro punto del barrio, Siegfried, quien aún contenía el ataque combinado de los otros tres Servants, sintió un escalofrío.

 

 

Una sensación nostálgica... y peligrosa.

 

 

Subaru, por su parte, estaba pasmado. Dos nuevas Servants habían respondido a su llamado. Y no solo eso: ¡habían vencido a un asesino de clase Assassin en segundos!

 

 

Claro que él aún no sabía que una de ellas sería un problema grave para su vida.
O tal vez... la mayor bendición que recibiría jamás.

 

 

Porque como dicen:

 

 

"Pide... y se te dará".

 

 

Aunque en este caso... le dieron mucho más de lo que podía manejar.

 

 

Fin del capítulo.

Servant clase Avenger

Notes:

Servant clase Avenger. Mash Kyrielight

"no importa que siempre sera mi adorado sempai.......... aunque el timpo y el espacio nos separe siempre te encontrare"

parametros

fuerza: C

agilidad: B

resitencia: B

Mana: c

Suerte: A+

hablidades de clase

Resitencia magica: A

accion independiente: EX

correcion del olvido: B+++

personales

Maestra de armas: A

Empoderamiento de armas sagrada:B

amor de la doncella obsesiva:¿?(ex)

noble phantom

lanza sagrada longinus

lord chaldeas

black barrel

espada sagrada de la empuñadura roja(creo que asi se escribia)

Chapter 8: La noche del desastre encuentro entre tu y yo, doncella eterna 2

Chapter Text

Subaru apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la luz lo envolvió y dos nuevas figuras aparecieron entre la penumbra.

 

 

Mashu dio un paso al frente, su voz tembló apenas, pero la determinación en sus ojos era inconfundible.
—Servant, clase Avenger. Mash Kyrielight... Te pregunto... ¿tú eres mi Senpai?

 

 

Una segunda silueta emergió, vestida de luto, con una presencia que helaba el aire a su alrededor.
—Servant, clase Berserker. Kriemhild... —susurró con un tono cargado de rencor—. ¿Serás tú mi cómplice en la venganza? Puedo sentirlo... mi esposo está cerca. Qué apropiado... justo a tiempo para mi revancha.

 

 

Subaru, aún jadeando, no pudo evitar abrir los ojos con asombro. Dos Servants más, una asesina derrotada a sus pies, y un futuro que se volvía cada vez más incierto.

 

 

Interludio:

 

 

"Todos tenemos una estrella a la que seguimos con devoción".
Quizás al escuchar esas palabras pensaste en los cuerpos celestes que adornan el firmamento. Pero no... no se trata de ellas.

 

 

La estrella de la que hablo es más cercana... y al mismo tiempo más lejana. Una persona.
Hay individuos capaces de brillar tanto que, como estrellas, atraen miradas, corazones y destinos. A veces lo hacen sin siquiera proponérselo.

 

 

Seguimos una estrella por distintas razones: admiración, inspiración, miedo, amor. Ya sea romántico o fraternal. Para aprender, para soñar... o simplemente porque hay algo en esa luz que nos impide apartar los ojos. Nadie está libre de ello: ni el más malvado ni el más apático. Ni tú, ni yo, ni siquiera Subaru.

 

 

A veces nuestras estrellas se apagan o nos abandonan. A veces, simplemente, cambiamos de dirección y buscamos una nueva luz que seguir. Y así fue como nuestro protagonista decidió hacerlo.

 

 

¿Y qué significa esto? Que todos somos, en el fondo, devotos peregrinos persiguiendo el resplandor de alguien más.
Y así como tú y yo nunca dejamos de buscar nuestra estrella... tampoco cierta joven lo ha hecho. En realidad, su persecución apenas comienza.

 

 

Esa joven es Petra Leynet.
Ella, que desde niña supo que su encanto le ganaba la simpatía de los adultos. Que soñaba con la capital, con un futuro propio, alejado de amores y complicaciones. Pero esa noche... y la mañana que le siguió, cambió todo.

 

 

Esa fue la noche en que Petra descubrió a su estrella.

 

 

Subaru Natsuki: el joven que la salvó y, sin saberlo, la cautivó.
Él jamás sospechó el impacto que había tenido en la pequeña Petra. Desde entonces, ella solo deseaba una cosa: estar a su altura.

 

 

Pero, así como Subaru fue abandonado por la estrella que una vez siguió, Petra también se sintió dejada atrás. Desde que él partió a la capital, jamás regresó. Y no era para menos.

 

 

El primo del jefe del pueblo de Arlam trajo noticias de la capital: Subaru había derrotado a la Gran Ballena Blanca y a dos Arzobispos del Culto de la Bruja para proteger el territorio de la candidata real Emilia. Eso decían los tablones de anuncios... que lo había logrado con nada más que un espíritu como aliado, y que además era reconocido como el Apóstol del Dragón Divino.

 

 

Para el pueblo que lo había recibido como a uno más, esas noticias fueron motivo de júbilo. Se organizó la mayor fiesta posible, incluso enviaron mensajeros hasta la mansión para invitarlo. Pero Frederica Baumann fue clara: Subaru Natsuki ya no trabajaba allí. Había abandonado esas tierras para dirigirse a un destino desconocido.

 

 

Muchos se decepcionaron, pero celebraron igualmente con la promesa de repetirlo si alguna vez regresaba. Para Petra, en cambio, fue un golpe devastador. Saber que quizá nunca volvería a verlo la desgarró más de lo que estaba dispuesta a admitir

 

Esa noche, bajo la luz de la luna, sentada en el jardín de su madre, la joven levantó la vista hacia las estrellas.
—Si tuviera la oportunidad de estar cerca de él... no la desaprovecharía —susurró al viento.

 

 

Pensó en postularse como sirvienta en la mansión, pero ¿de qué serviría si él ya no estaba allí? Su corazón se debatía entre la esperanza y la resignación.

 

 

Y entonces, ocurrió.

 

 

[Petra Leynet, tu plegaria ha alcanzado los cielos. Has pedido, y se te concederá. Ahora demuestra tu determinación como la Séptima Master de la Facción Roja. Si deseas cumplir tu anhelo... lucha con todo tu ser.]

 

 

—¿Eh? —exclamó Petra, sobresaltada.

 

 

Una voz masculina resonó en su mente. Una runa mítica de color carmesí apareció en el dorso de su mano. El suelo tembló cuando un círculo de invocación se formó a sus pies. El aire se agitó, cargado de poder y magia de otro mundo.

 

 

De pronto, una explosión de luz cegadora la derribó de espaldas. El humo y la energía danzaban en el jardín, hasta que una silueta emergió de la niebla.

 

 

Un hombre alto, de cabello blanco y piel bronceada, vistiendo armadura negra y ropajes rojos, se presentó con voz firme.
—Servant, clase Archer. He respondido a tu llamado.

4

 

Clavó su mirada en la muchacha, y sonrió con cierta ironía.
—Parece que me ha tocado una joven señorita como Maestra. No tengo un nombre que valga la pena... así que solo llámame Archer.

 

 

Así fue como Petra Leynet, junto a su Arquero sin nombre, Archer of Red, se unió a la Guerra del Santo Grial en Lugunica.

 

 

En una cierta mansión

 

 

Una mujer de cabellos rubios permanecía en coma sobre la cama. En su mano derecha brillaba un sello, mientras que, bajo la cama, su sombra se agitaba con violencia.
—Rider of Red... jinete del hambre... —murmuró la sombra, distorsionando el silencio.

 

 

Con Subaru

 

 

El sistema de Chaldea lanzó una alerta: múltiples invocaciones simultáneas habían sido detectadas. Alguien estaba manipulando las líneas ley y el Trono de los Héroes... y no era ella.

 

 

—¡Siegfriiiied! —el grito desgarrador de Kriemhild retumbó. La Berserker salió disparada en dirección a donde sentía la presencia de su esposo.

 

 

Subaru apenas alcanzó a abrir la boca antes de que ella se esfumara.

 

 

—Vaya, Subaru-kun... —Chaldea-chan apareció a su lado, con su tono burlón de siempre—. Invocaste a la esposa de Siegfried-kun. Según mis análisis, la presencia de él mismo jugó un papel crucial en su llegada. Y en cuanto a ella... —sus ojos se desviaron hacia Mash, que observaba en silencio a Subaru.

 

 

Mash dio un paso al frente.
—¿Senpai? —preguntó con suavidad.

 

 

Subaru parpadeó. Hacía mucho tiempo que no escuchaba esa palabra. En la escuela jamás tuvo la oportunidad de ser llamado así... pero si él era el "Senpai", ¿ella sería entonces... su Kohai?

 

 

—Bueno... creo... —Subaru se rascó la nuca, incómodo ante la situación.

 

 

—Nada de "creo" —declaró Mash con una convicción sorprendente—. Subaru-Senpai siempre será Subaru-Senpai.

 

 

—¿Sabes mi nombre? —preguntó él, aunque entendía que debía presentarse tal como había hecho con Siegfried.

 

 

Mash ladeó la cabeza con una sonrisa.
—¿Qué clase de Kohai sería si no supiera el nombre de mi Senpai?

 

 

 

Subaru se quedó un instante en silencio. Había algo extraño en cómo lo decía...
Finalmente se obligó a recomponerse y, con su clásico ademán teatral, anunció:
—Soy Subaru Natsuki. Tu Senpai desempleado, sin comparación.

 

 

Mash no se rió de él como lo harían otros. Al contrario, su risa fue suave y cálida.
—Jajaja... Senpai no cambia para nada.

 

 

Subaru arqueó una ceja. Esa risa... había algo en ella que le recordó a Rem, y por un segundo sintió un nudo en el pecho.

 

 

—Por cierto... tu nombre era... —dijo él, como si se diera cuenta de golpe.

 

 

Mash se inclinó apenas hacia adelante.
—Cierto, lo olvidaba. Servant, clase Avenger. Mash Kyrielight, tu adorable Kohai por siempre, Senpai.

 

 

Un escalofrío recorrió la espalda de Subaru. De inmediato, Chaldea-chan susurró en su mente:

 

 

[Parece ser que una de sus habilidades es "Amor de doncella obsesiva". Ten cuidado, Subaru-kun. Ese tipo de mujeres son peligrosas. Además, a diferencia de Kriemhild, que fue invocada por el sistema, Mash se auto-invocó. Es algo similar a "Manifestación Independiente". De paso, ya selló contrato contigo... y el sistema no tiene datos completos sobre ella. No por ahora.]

 

 

(Ya veo... gracias por la advertencia. Pero... ¿no eran solo siete clases?) pensó Subaru.

 

 

—¿Senpai? —insistió Mash.

 

 

—Perdona mi ignorancia, pero... ¿no eran solo siete clases? —preguntó él en voz alta.

 

 

Mash respondió como si fuera lo más normal del mundo.
—En una Guerra del Santo Grial común, sí. Pero en eventos irregulares pueden aparecer otras clases: Ruler, Avenger, Faker, Alter-Ego... —enumeró con calma.

 

 

Subaru iba a decir algo más, pero un estruendo estremeció el suelo.
—¡Siegfried! —exclamó, dándose cuenta de que su Saber estaba en problemas—. Debemos irnos, Mash-chan.

 

 

—Sí, Senpai. —Mash asintió con firmeza.

 

 

Ninguno de los dos advirtió que, mientras hablaban, la asesina herida aprovechaba la confusión para escapar en silencio.

 

 

[La asesina escapó, Subaru-kun. Mi sensor ya no la detecta, debe de estar lejos.]
—Tch... bueno, no importa. Es más importante ir a ayudar a Siegfried —masculló Subaru.

 

 

Unos minutos antes

 

 

El caballero que había dado muerte a dragones combatía con maestría contra Lancer, desviando cada estocada de su lanza roja, al mismo tiempo que esquivaba los proyectiles mágicos de Caster y las flechas de Archer.

 

 

—Eres mucho más habilidoso de lo que esperaba... —admitió Lancer, con una sonrisa fría—. Mi lanza es poco práctica contra alguien como tú, cuya fuerza no depende solo de la magia. Pero tengo algo más... algo diseñado para hombres como tú.

 

 

En su mano derecha brilló la Gáe Dearg, la Rosa Carmesí del Exorcismo. Aunque su habilidad pasiva anulaba el flujo de maná, no bastaba para atravesar la defensa de Siegfried. Así que Lancer cambió de táctica.

 

 

Una segunda lanza apareció en su otra mano: Gáe Buidhe, la Flor Amarilla de la Mortalidad.
—Ahora sí... debo luchar en serio.

 

 

Con ambas lanzas listas, Lancer se preparaba para dar el golpe decisivo. Pero entonces, de las sombras de los edificios, emergió una mujer: no una guerrera, sino un espíritu vengativo hecho carne. En su mano empuñaba una espada maldita, saturada de maná y odio. Su técnica era burda, sus movimientos toscos... pero su fuerza era brutal.

 

 

 

 

Kriemhild cayó sobre Lancer como una bestia. Él apenas tuvo tiempo de cruzar sus lanzas para bloquear el corte, pero la violencia del impacto lo lanzó por los aires, atravesando muros y paredes hasta desaparecer en la distancia.

 

 

Caster palideció al ver a su aliado desaparecer. Sin perder tiempo, invocó un ejército de dragones de hueso, mientras Archer tensaba su arco, imbuyendo cada flecha con magia.

 

 

—Héroe... finalmente te encuentro. —Los ojos de Kriemhild ardían de odio—. Nada me detendrá de cumplir mi venganza.

 

 

Siegfried, confundido, contempló a su esposa. Su hoja bloqueaba sus ataques con calma, sin siquiera inmutarse por los proyectiles que venían de los demás enemigos.

 

 

—¡Te odio... te amo... te odio... te amo... te odio... te amo! —repetía Kriemhild, una y otra vez, como un eco enloquecido.

1

 

La llegada de Subaru y Mash

 

 

Archer, al ver al Maestro acercarse, apuntó directo al corazón de Subaru.
La flecha voló como un rayo... hasta que una mano la atrapó en pleno aire.

 

 

Mash Kyrielight.

 

 

Con un movimiento fluido devolvió el proyectil, obligando a la arquera a retirarse a otro tejado.

 

 

Caster invocó un círculo mágico y lanzó una lluvia de rayos de maná. Mash no dudó: levantó a Subaru en brazos como si fuera una princesa y esquivó cada descarga en una carrera frenética.

 

 

—¡Maestro...! ¡Secuaz! —los esposos al mismo tiempo notaron el peligro de Subaru, y su odio momentáneo quedó en pausa.

 

 

—Yo me encargo de la arquera. Tú, de la maga. —Kriemhild, con la espada en alto, dio la orden.

 

 

Ambos se lanzaron a la ofensiva. Archer, desesperada por ganar tiempo a Caster, reunió maná en su arco, elevando la flecha hacia el cielo.
Phoebus...

 

 

Pero antes de que pudiera invocar el Noble Phantasm, una voz poderosa retumbó en todo el campo.

 

 

—Suficiente.

 

 

La barrera de aislamiento se quebró como vidrio, y un hombre de cabellos rojos y ropas blancas entró en escena.

 

 

Reinhard van Astrea. El Santo de la Espada, el más fuerte de Lugunica.

 

 

La sola presencia del caballero hizo que Caster recogiera a Archer con un hechizo de escape.
—¡Retirémonos! —ordenó, y ambas se desvanecieron en un destello.

1

 

Lancer, herido y debilitado, también decidió desaparecer del campo.

 

 

El silencio regresó al campo de batalla.

 

 

—¡Reinhard! —Subaru sonrió, aliviado de ver al primer amigo que había hecho en ese mundo.

 

 

Reinhard, sorprendido, apenas pudo pronunciar:
—¿...Subaru?

 

 

No esperaba verlo allí, en medio de una guerra secreta que no debía existir en Lugunica. Y mucho menos... en brazos de una joven que lo sostenía con naturalidad.

 

 

"Ma–Mash-chan, ¿podrías bajarme...?" —pidió Subaru, con las mejillas rojas de vergüenza.
"Pero no quiero, senpai." —respondió Mash, apretándolo un poco más fuerte.
"¡P-por favor! Me está matando la mirada de Reinhart..." —insistió Subaru, torciendo la cara de incomodidad.

 

 

Mash suspiró y, a regañadientes, lo soltó. Subaru cayó de pie, carraspeando, mientras Reinhart observaba con serenidad al grupo.

 

 

"Reinhart, ellos son Siegfried, Mash y... Kriemhild. Chicos, él es Reinhart." —los presentó Subaru, aún nervioso.

 

 

Los ojos azules de Reinhart se posaron con atención en Siegfried. La Espada del Dragón Reid vibró en su funda, reconociendo instintivamente la presencia de un guerrero digno.

 

 

"Un gusto conocerlos. Subaru... tenemos mucho de qué hablar." —dijo Reinhart con calma.

 

 

"Sí, bueno... pero creo que este lugar no es el mejor para ponerse al día." —respondió Subaru, mirando alrededor al escenario destruido de la batalla.

 

 

Entonces Reinhart asintió, como si ya hubiera tomado una decisión.

 

 

"En ese caso, vengan conmigo a mi mansión en la capital. Estoy seguro de que Felt-sama estará encantada de verte, Subaru... más aún después de lo que pasó en estos días."

 

 

"¿L-lo que pasó?" —preguntó Subaru, desconcertado.

 

 

Reinhart simplemente inclinó la cabeza. Subaru miró a sus compañeros en busca de aprobación.

 

 

"Estoy bien con lo que decida mi maestro." —dijo Siegfried con solemnidad.
"Lo que senpai quiera." —añadió Mash, con dulzura.
"Supongo que toca ir contingo secuaz." —murmuró Kriemhild, con cierta ironía.

 

 

Subaru exhaló y sonrió.
"Bien, guíanos tú, Reinhart."

 

 

"Con todo gusto." —respondió el Santo de la Espada.

 

 

Y así, dejando atrás el campo de batalla, Subaru y sus compañeros emprendieron el camino hacia la mansión de Reinhart. Allí los esperaban encuentros inesperados, secretos ocultos... y un nuevo rumbo en la Guerra del Grial de Lugunica.

5

 

Fin

Chapter 9: capitulo 7: guia del maestro y el sirviente parte 3

Chapter Text

Anteriormente...
Subaru Natsuki se encontró frente a un destino imposible de superar.
Sin embargo, tras obtener el poder de invocar Servants, logró romper sus cadenas y abrirse paso entre monstruos y enemigos.
Ahora, con Mash la Vengadora y Kriemhild —la esposa de Siegfried— a su lado, Subaru continúa su lucha...
Pero antes de volver con él y su banda de héroes, viajemos a otra escena, lejos del campo de batalla.

 

 

Mansión Karsten — Esa misma noche

 

 

—Con su permiso, Crusch-sama... me retiro —dijo cierto semihumano de orejas felinas que todos conocemos.
Tras salir del despacho de su señora, el alegre semblante del caballero sanador se desvaneció. En su lugar, una sombra de rabia se apoderó de su rostro.

 

 

Caminó por el pasillo, los pasos resonando contra el mármol, hasta que llegó a su habitación. Solo entonces dejó escapar lo que llevaba conteniendo.

 

 

—¿Cuánto más piensa ese maldito dragón arruinar nuestras vidas...? —gruñó Félix, apretando los dientes y clavándose las uñas en la palma—. No es solo esa maldita lagartija burlona... son todos esos nobles podridos también.

 

 

La ira lo consumía.

 

 

Desde que la información sobre las acciones de cada candidata se había filtrado por todo Lugunica, las reputaciones se desplomaron. En especial la de Emilia y Felt, que no solo cayeron... sino que se hundieron bajo tierra.
Pero Félix no pensaba en ellas. No.
Solo en Crusch.

 

 

Antes de todo esto, ella era la favorita para gobernar. La más firme, la más respetada. Solo Anastasia Hoshin podía igualarla.
Ahora... ambas estaban de rodillas.

 

 

Crusch, tachada de egoísta y tiránica, perdió el apoyo de nobles y plebeyos por igual.
La fallida campaña contra la Ballena Blanca fue el golpe final.
Todo el financiamiento, toda la confianza... se habían evaporado.
Y las críticas no tardaron en llegar, crueles y constantes.

 

 

Crusch se quedó sola, vulnerable y sin poder. Y no faltaron los buitres disfrazados de benefactores.
Nobles que ofrecían su "ayuda" a cambio de favores, como acostarse una noche con ellos  o compromisos vergonzosos.
Un trato humillante para una mujer de su temple.
Por supuesto, ella rechazó cada propuesta... pero el precio fue el aislamiento total.
Solo su padre permaneció a su lado.

 

 

Desde entonces, Crusch se hundió entre el alcohol, la culpa y el arrepentimiento.
Una visión que Félix no podía soportar.

 

 

¿Dónde estaba aquella mujer orgullosa, firme como una lanza en medio del viento?
¿Dónde quedó su luz?

 

 

El semihumano apretó los puños, temblando de ira.

 

 

—Maldito seas, Volcánica... —escupió con voz temblorosa—. No solo dejaste morir a Fourier... también arruinaste a Crusch.
Tú y ese bastardo de representante que tenés... van a pagar caro.

 

 

En la lógica torcida de Félix, todo era culpa de Volcánica y su agente. Para él, si Crusch había prometido en su discurso romper el trato con Volcánica, entonces esa divinidad no podía dejar que perdiera su dominio y adoración. Así que, en su mente, Volcánica había urdido un plan para neutralizar a Crusch y conservar su poder.

 

 

Mientras Félix despotricaba erráticamente en su habitación, una figura surgió junto a la cama.

 

 

—Maestro —llamó la voz.

 

 

Félix se quedó en seco y se giró. Allí estaba Serenity of Hassan, la Servant de clase Assassin que había invocado recientemente. Su máscara de calavera estaba rota; el rostro que asomaba tenía la mejilla hinchada y múltiples huellas de daño. Las heridas que le habían infligido Mash y Kriemhild habían sido brutales.

 

 

 

 

 

Félix reaccionó con rapidez: conjuró magia de agua y comenzó a curarla. Recordó cómo, después de la reunión con las demás candidatas, volvió a su habitación hecho una furia. Entonces, como si una voz se hubiese incrustado en su mente, le habló:

 

 

[Tu voluntad y tu deseo de venganza han llamado mi atención. Te nombro quinto Maestro de la facción Blue. Lucha con todo tu ser y determinación si quieres ver tu sueño hecho realidad.]

 

 

Esa fue la invocación de Serenity. Le explicaron quién era, qué representaba y qué era la Guerra del Santo Grial. Para Félix fue la oportunidad perfecta: si ese objeto era tan omnipotente como describían, podría devolverle a Crusch su trono... pero primero debía sacar de la jugada al agente de Volcánica.

 

 

—¿Y bien, Assassin? ¿Lo lograste? —preguntó Félix, la voz ya saboreando la victoria.

 

 

Serenity vaciló.

 

 

—Lo siento, maestro... no pude. El chico estaba protegido por tres poderosos Servants. Es un Maestro formidable. Tuve que retirarme antes de que—

 

 

No pudo terminar. Félix dejó de curarla y le soltó una bofetada que resonó en la habitación.

 

 

—¿No eras la gran asesina? ¿No me dijiste que podías matar a cualquiera que fuese tu objetivo? —escupió Félix, lleno de desprecio—. Me hablaste de una figura legendaria... ¿me mentiste? Esto es inaceptable. Un absoluto fracaso.

 

 

—Lo siento, maestro, me superaron —murmuró Serenity.

 

 

—No quiero tu maldita excusa. Ese hombre arruinó a mi señora. Quiero que muera. No sé cómo lo harás, pero no volverás hasta que cumplas tu cometido. —La orden fue fría, cortante.

 

 

—Sí, maestro.

 

 

En ese instante alguien golpeó la puerta.

 

 

—Félix, ¿estás bien? Te escuché gritar —dijo el viejo Wilhelm, que aún no había abandonado a Crusch.

 

 

Serenity empezó a desmaterializarse. Félix se pasó la mano por la cara como si quisiera borrar la culpa y la rabia, y salió a recibir a Wilhelm.

 

 

La Assassin se quedó observando con un dejo de disgusto. Su deseo era simple: encontrar a alguien con quien compartir algo humano. Su Noble Phantasm —siempre activo— envenenaba con solo el contacto, aislándola para siempre. Nunca pudo tener compañía.

 

 

Y ahora, por fin, le había tocado un Maestro inmune a su veneno. Pero era un Maestro obsesionado con una mujer de verde. Eso no le agradaba en lo más mínimo.

 

 

—Este Maestro me frustra —pensó Serenity—. Cómo me gustaría que fuese el joven pelinegro: ojos crueles, sí, pero una bondad que se asoma.

 

 

Con ese pensamiento se desvaneció para cumplir su misión, sombras y promesas cubriéndola mientras se marchaba.

 

 

[autor: se viene alta traicion , mas tracionera que pueda escribir]

 

 

Territorio de Priscila

 

 

El aire en la sala ardía con luz y perfume.

 

 

Priscila Barielle se abanicaba con elegancia, una sonrisa satisfecha curvando sus labios.

 

 

—Este bufón es interesante —dijo con delectación, observando a la figura que realizaba malabares frente a ella.

 

 

El "bufón" en cuestión no era otro que Karna, el hijo del Sol.

 

 

Su cabello dorado brillaba con el resplandor del fuego, y sus ojos ardían como el amanecer.

 

 

Llevaba una armadura dorada, digna de un héroe de los mitos, y pese a la pompa que lo rodeaba, su expresión era humilde.

 

 

Él era un Servant de clase Rider, invocado bajo la facción Blue.

 

 

 

 

A un costado, Aldebaran observaba en silencio, intrigado. Había estado presente cuando todo comenzó, cuando Priscila fue invitada... y cuando se pronunció la palabra que cambiaría el equilibrio del mundo: Santo Grial.

 

 

(Santo Grial, ¿eh...? Quién lo diría... No solo yo y Bro, ahora también estos tipos...)

 

 

Aldebaran exhaló con resignación.

 

 

Si algo le había quedado claro, era que aquel hombre no era de este mundo. Pertenecía a uno de esos mitos que solo se cuentan entre las estrellas.

 

 

También comprendió otra cosa: había perdido su lugar.

 

 

El espacio junto a su princesa ya no le pertenecía.

 

 

Había sido reemplazado por alguien más grande, más radiante... y, en su interior, mucho más triste.

 

 

—Qué miseria ser yo... —murmuró, saliendo de la sala con los hombros hundidos.

 

 

Mientras tanto, Priscila seguía contemplando a Karna con deleite.

 

 

Para ella, él era la encarnación misma del sol.

 

 

Divino, glorioso, espléndido. Un reflejo de su propia majestad.

 

 

El mundo, pensaba ella, le había entregado el compañero perfecto.

 

 

Le molestaba, sin embargo, la mirada humilde de aquel hombre.

 

 

Un ser tan grandioso no debía inclinar la cabeza ante nadie —mucho menos ante ella—.

 

 

Pero estaba convencida de que podía "corregirlo".

 

 

El sol que veía frente a ella debía brillar con orgullo, no con modestia.

 

 

Recordó la voz que había oído aquella noche, después de su humillación en la reunión de candidatas:

 

 

[Tus ambiciones han tocado los cielos. Te reconozco como la Maestra número cuatro de la Facción Blue.

 

 

Si tus pasiones son tan deslumbrantes como el sol, entonces quema todo a tu paso hasta hacer realidad tu deseo.]

 

 

Y así, tal como prometía la voz, apareció él: Karna.

 

 

Un hombre que resplandecía más que cualquier joya, más que cualquier noble, más que cualquier sol.

 

 

Para Priscila, fue la prueba irrefutable de que el destino estaba de su lado.

 

 

El mundo, una vez más, se inclinaba ante su divinidad.

 

 

Lástima que nada de eso fuera cierto.

 

 

La realidad estaba muy, pero muy lejos de su fantasía.

 

 

Después de todo...

 

 

¿quién en su sano juicio uniría al héroe de la caridad, aquel capaz de renunciar a todo por el bien ajeno, con la baronesa del orgullo, incapaz de ofrecer siquiera una migaja a un mendigo?

 

 

Y hablando del héroe de la caridad...

 

 

(Todos mis parámetros están al máximo... Sin duda ella es una Maestra excepcional. Pero mi suerte... sigue siendo baja. Muy baja.)

 

 

La suerte de Karna, normalmente en rango D, había descendido a E-.

 

 

Quizás una señal del destino.

 

 

Un recordatorio cruel de que el sol no siempre ilumina a quien cree merecerlo.

 

 

¿¿??

 

 

—Bueno, esto sí que es interesante —dijo un hombre de aspecto salvaje, de cabello azul y ojos rojos como brasas.
Llevaba una capucha y sostenía un bastón entre las manos.

 

 

 

 

No era otro que Cú Chulainn, el héroe irlandés, ahora manifestado en su forma de Servant de clase Caster, perteneciente a la facción Roja.

 

 

—¿No lo crees así, maestra? —añadió, mirando de reojo a una mujer rubia de sonrisa peculiar y grandes dientes: Frederica Baumann, segunda Maestra de la facción Roja.

 

 

La mujer asintió con cierta duda, mientras ambos caminaban por el sendero de regreso a la mansión de Roswaal.
Cú Chulainn sonrió, con esa mezcla de humor y sed de combate que lo caracterizaba.

 

 

—Espero que haya buenos oponentes en esta guerra... especialmente ese Arquero Rojo.
Lástima que estemos del mismo lado —rió con resignación.

 

 

¿¿??

 

 

En otro punto del reino, el mencionado Archer Rojo estaba ocupado con algo mucho más cotidiano.

 

 

—Bien, maestra. Tiene que hacerlo así —dijo Emiya, mientras tomaba una cuchara y corregía la postura de su joven alumna.

 

 

—¿Así? ¿Crees que esto le guste a Subaru-sama? —preguntó Petra con ilusión, concentrada en la olla que tenía frente a ella.

 

 

—No sé bien quién es ese Subaru... —respondió Emiya con calma—. Pero cualquiera estaría encantado de probar esto.

 

 

El Arquero no comprendía del todo la insistencia de su maestra por aprender recetas "de su mundo".
Según ella, quería sorprender a Subaru con un plato de otro mundo...
aunque, irónicamente, él también era del mismo lugar.

 

 

Mientras removía la sopa, Emiya escuchaba los desvaríos amorosos de la niña, quien relataba —con lujo de detalles— cómo conoció a Subaru.
Él no lo había preguntado, ni tampoco le interesaba.
Pero sí lo preocupaba la diferencia de edad entre ambos... y ese pequeño detalle de que su maestra planeaba "robarle el corazón" a un chico que ya tenía a otra.

 

 

El héroe suspiró.
Sin decir palabra, continuó sus clases de cocina, aceptando su nuevo rol como ama de casa responsable y maestro de etiqueta doméstica en plena guerra por el Grial.

 

 

¿¿??

 

 

En una ciudad surcada por canales, una pequeña cantante elevaba su voz bajo la luna.
A su lado, de pie, vigilante, un caballero resplandecía con su armadura plateada.

 

 

Era Gareth, Servant de clase Lancer, miembro de la facción Roja.
Sonreía suavemente mientras escuchaba el canto, tarareando en silencio junto a su joven maestra.

 

 

¿¿??

 

 

En otro rincón del continente, una Caster Roja acababa de asesinar a su Maestro.
Libre de ataduras, desapareció entre las sombras, en busca de un nuevo amo más digno de su poder.

 

 

¿¿??

 

 

Y en la mansión Astrea, en Flanders...
El Rider Rojo, conocido como el Jinete del Hambre, se mantenía oculto entre las sombras.
Ante él, la mujer que debía proteger yacía dormida en su eterno letargo: Louanna Astrea.

 

 

Cada día, su esposo Heinkel acudía a su lado, murmurando plegarias vacías.
El jinete observaba, en silencio. No detectaba enemigos, y no actuaría... a menos que alguien amenazara a su señora.
Hasta entonces, esperaría pacientemente.

 

 

Catorce Servants.
Trece Maestros.
Y una sola guerra que ardería con los deseos de cada uno.
Todos dispuestos a desafiar el destino, a destruir el mundo... o a salvarlo.

 

 

 

 

Subaru:

 

 

Subaru caminó junto a Reinhard por las calles de la capital. El silencio entre ambos duró un rato, hasta que el caballero habló primero.
—Subaru, sé que puede sonar inesperado... pero muchas gracias.

 

 

El chico lo miró, confundido.
—¿Gracias? Más bien soy yo quien debería dártelas. Apareciste justo a tiempo para salvarnos, ¿no?

 

 

Reinhard negó con calma.
—No es eso. No sé si conozcas bien la historia de mi familia, pero... la Ballena Blanca estuvo relacionada con nosotros. En especial conmigo.

 

 

—¿Tu familia? ¿A qué te referís? —preguntó Subaru, intrigado.

 

 

—Esa bestia fue una de las responsables de la muerte de mi abuela.

 

 

Subaru se quedó en silencio unos segundos. Recordó, de uno de sus bucles, cuando un comerciante mencionó que la Ballena había matado a la anterior Santa de la Espada.
—Oh... lo siento, Reinhard. Supongo que querías enfrentarte a ella vos mismo. Pero para que conste, no fui yo quien la mató.

 

 

El caballero arqueó una ceja. Según la profecía, había sido Subaru el responsable.
—Pero me dijeron que fuiste tú...

 

 

—No, fue él. —Subaru señaló hacia su Servant, el héroe Siegfried.— Él fue quien la derrotó.

 

 

El mata dragones asintió con respeto.
—Solo cumplí con la orden de mi maestro Subaru.

 

 

Reinhard lo observó unos segundos y comprendió algo. Su espada había reconocido en ese hombre una fuerza similar a la de un espíritu mayor.
—Ya veo... entonces él es tu gran espíritu contratado.

 

 

—Así es. Bueno, no solo él. Ellas dos también lo son. —Subaru apuntó hacia Kriemhild y Mash.

 

 

La espada del dragón vibró brevemente, reconociendo su poder. Reinhard apenas pudo evitar una sonrisa al oír los murmullos del dios espada en su mente, pero los ignoró como siempre.

 

 

Mientras tanto, Mash aprovechó que Subaru se distrajo para tomarle el brazo.
—¿Mash? —preguntó él, notando el contacto.
—¿Qué pasa, Sempai? —respondió con inocencia.
—Mi brazo... —murmuró Subaru, incómodo.
—Es natural que una kohai camine de la mano con su sempai, ¿no?

 

 

Reinhard sonrió, divertido.
—Tus espíritus parecen apreciarte mucho, Subaru.

 

 

Subaru no respondió. En parte porque estaba demasiado distraído con la sensación de los pechos de Mash presionando su brazo.
(¿Por qué Emilia no podía ser así de... asertiva?) pensó con una mezcla de enojo y felicidad.

 

 

Llegada a la mansión

 

 

Cuando por fin llegaron a la mansión Astrea, Reinhard abrió la puerta con su serenidad habitual... solo para recibir una patada voladora.
—Hola, Lady Felt —saludó tranquilamente, deteniendo el golpe con una mano.

 

 

Subaru parpadeó, confundido. (¿Esto era normal entre ellos?)

 

 

Intentó saludar, pero Felt lo golpeó en el pecho antes de que pudiera decir palabra.
—¡Eso es por preocuparnos, idiota! —le dijo, y le dio otro golpe.— ¡Y este, por todo el desastre que armaste! Aunque... debo admitirlo, le jugaste muy bien a esos nobles. Gracias a eso, me ayudaste bastante.

 

 

Subaru frotó su pecho, medio riendo.
—Siento que el segundo golpe fue gratis... pero también me alegra verte, Felt. Seguís igual de energética que siempre.

 

 

Fue entonces que algo le llamó la atención.
—¿"Jugarle bien a esos nobles"? —repitió.

 

 

Reinhard y Felt intercambiaron una mirada significativa.

 

 

 

 

Diez minutos después — durante la cena

 

 

Subaru tenía la boca abierta. Reinhard sonreía con serenidad. Felt se reía a carcajadas.
Mash, Siegfried y Kriemhild comían tranquilamente la comida que se les había servido.

 

 

Lo que había causado todo ese alboroto era simple: Reinhard acababa de contarle a Subaru lo de la profecía.

 

 

El joven quedó pensativo. Su mente viajó al pasado, a aquellos días donde estaba en su punto más bajo, cuando maldijo a todos por abandonarlo... incluso a Reinhard y a Felt, a quienes nunca pudo encontrar para pedir ayuda.
Su rabia hacia ellos había sido intensa, pero al escucharlos ahora, entendió que había sido injusto. Esa espina negra en su corazón finalmente desapareció.
Sin embargo, aunque perdonó a esos dos, no podía decir lo mismo de los demás.

 

 

Subaru rompió el silencio.
—Sobre la Selección Real, Felt, yo...

 

 

—Ni te preocupes, hermano —lo interrumpió ella con una sonrisa ladeada—. En realidad estoy contenta. No quería participar en esa farsa desde el principio. Solo lo hice por el abuelo. Y también... lo siento, por no haber estado para ayudarte cuando lo necesitabas.

 

 

—Sigo creyendo que Lady Felt es la más indicada para gobernar —intervino Reinhard con una sonrisa amable—. Y sé que, en un año, puedo convertirte en reina. Así que, Subaru, hagamos esto justo y honesto.

 

 

Felt soltó una risa seca, visiblemente incómoda.
—Será un fastidio... pero les seguiré el juego por un año. No creo que gane, y mejor si lo hacés vos, hermano. Menos responsabilidades para mí... y un reino para vos.

 

 

Subaru rió suavemente.
—Entonces yo también haré lo mejor que pueda.

 

 

Después de cenar, pidió permiso para salir al patio y mirar el cielo nocturno.
Siegfried y Kriemhild se desmaterializaron, pero Mash no; decidió quedarse junto a él.

 

 

[Una moneda por tus pensamientos, Subaru-kun] —preguntó la voz de Chaldea, suave en su mente.

 

 

—Mmm... eso de la profecía me dejó pensando. ¿Por qué ahora y no antes? —murmuró Subaru.

 

 

[Quizás porque antes no era el momento indicado] —respondió ella.

 

 

—¿Vos creés? Sea o no el momento, me pregunto... ¿realmente podría ser un buen rey si llegara a ganar? —dijo Subaru, con duda en la mirada.

 

 

[Serás el mejor que haya, Subaru-kun] —aseguró Chaldea con convicción.

 

 

Subaru suspiró.
—Todavía no entiendo por qué la profecía me consideró digno. No puedo imaginarme siendo ese "rey perfecto" que Lugnica necesita.

 

 

[Escuchame, Subaru-kun. No existe la perfección. Ni siquiera los dioses son perfectos. ¿Sabés que hubo una vez un rey que se consideraba perfecto?]

 

 

—No... ¿qué le pasó? —preguntó Subaru.

 

 

[Era el rey perfecto, sí, pero por eso mismo perdió su humanidad. Y su pueblo cayó con él. La perfección no es el camino, Subaru. No tenés que ser perfecto para lograr algo. Solo tenés que ser vos mismo. Yo, Siegfried, Mash, Kriemhild... todos los Servants que invocaste te ayudaremos en ese camino. No será perfecto, pero será el más grande de todos.]

 

 

—Chaldea-chan... —susurró Subaru, conmovido.

 

 

Miró al cielo estrellado. Su reflejo brillaba en sus ojos, y una sonrisa tranquila se dibujó en su rostro.
—Tenés razón. Haré todo lo que pueda... y ganaré esta Selección.
Dentro de un año... seré rey.

 

 

Su voz resonó firme, segura.
Y por primera vez en mucho tiempo, realmente lo creyó.

 

 

A la mañana siguiente

 

 

 

 

—Gracias por recibirme, Reinhard, pero debemos irnos —dijo Subaru, estrechándole la mano con firmeza.

 

 

—¿Estás seguro? Puedes quedarte todo el tiempo que quieras —respondió Reinhard, con su habitual amabilidad.

 

 

—Sí, hermano mayor, todavía no viste al viejo Rom —agregó Felt, cruzándose de brazos con una sonrisa traviesa.

 

 

Subaru negó con suavidad.
—Lo agradezco, de verdad... pero debo seguir mi camino. Me he propuesto ciertas cosas, y es hora de partir.

 

 

Ambos comprendieron de inmediato el peso de sus palabras.

 

 

—Entonces no daremos tregua —rió Felt—. Si querés ganar, viví fuerte, hermano mayor.

 

 

—No jugamos fácil, Subaru —añadió Reinhard con una sonrisa serena—. Quiero que Felt sea reina. Aún quería hablar más contigo, pero...

 

 

—No digas eso —lo interrumpió Subaru—. Vendré de visita cuando todo esté más estable. Entonces podremos ponernos al día y hablar... como amigos.

 

 

Reinhard asintió, sincero.
—¿Amigos, eh? Lo estaré esperando.

 

 

Subaru dio un paso atrás y, con una sonrisa que mezclaba nostalgia y determinación, se despidió:
—Esto no es un adiós, chicos. Es un "hasta luego".

 

 

El héroe de las estrellas emprendió su marcha, acompañado de sus fieles compañeros, sin notar que alguien lo observaba desde la distancia.

 

 

En un lugar distinto...

 

 

Una mujer pelirroja, sentada en un trono, contemplaba la escena a través de los velos del tiempo. En su mano reposaba una copa dorada: el Santo Grial.

 

 

—Todas las piezas en su lugar... —murmuró con una sonrisa glacial—. Mi gran obra de teatro avanza según lo planeado.
Disfruta, Subaru Natsuki, de las bendiciones de ella y de tus sirvientes... porque cuando llegue el momento, bailarás para mí como el bufón que eres.
Y pagarás por haberme robado mi lugar.

 

 

Era el Servant de clase Ruler, la jueza de esta guerra.

 

 

Mientras tanto, en otro reino...

 

 

Entre sombras y cenizas, una mujer de cabello rubio y ojos rojos sonreía dulcemente, observando a Subaru a través de los monitores del sistema Chaldea.

 

 

—Muy bien, mi campeón... —susurró con voz encantadora—. El verdadero Maestro de la Humanidad finalmente ha comenzado el camino que tracé para él, tal como debía ser desde el principio.
Ahora ve... y enfréntate a la Bruja de la Envidia y a la Bestia que te siguen.

 

 

Subaru Natsuki partió, sin saber que los hilos del destino ya lo rodeaban.
El escenario estaba listo.
Los maestros y sus catorce Servants se preparaban para la guerra.

 

 

Y así daba inicio uno de los eventos más grandes en la historia de Lugnica...
uno que cambiaría para siempre el destino del mundo.

 

 

Fin.

 

 

servants  y maestros de la faccion azul:

 

 

saber:¿¿??/¿¿??

 

 

lancer: Diarmuid Ua Duibhne/¿¿??

 

 

Archer: Atalanta/¿¿??

 

 

caster: medea lily/¿¿??

 

 

rider:karna/prisicila

 

 

asesino: serenity/felix

 

 

berserker: ¿¿??/¿¿??

 

 

faccion roja:

 

 

saber:¿¿??/¿¿??

 

 

archer: emiya/petra

 

 

lancer: Gareth/liliana

 

 

caster:¿¿??/-

 

 

asesino:¿¿??/¿¿??

 

 

rider:jinete del hambre/Louanna Astrea

 

 

berserker:¿¿??/¿¿??

 

 

Ruler:¿¿??

 

 

Notes:

quienes iban a ser eso 10 servant que accedieron a responder al llamado de subaru son.

1-siegfried , el mas obvio

 

2-orion , por su relación con las estrellas

 

3-atalanta , por su deseo de proteger a los niños

 

4-jeanne de arc(lancer) por lo mismo que atalanta

 

5-hercules(berserke), por la casi locura que tiene subaru

6-hercules(arche), por ser el protector de los niños y por el recuerdo de sus hijos

 

7-cu chulain(lancer) por ser alguien dispuesto a pelear hasta la muerte

8-medusa(rider) por tratada como un monstruo y por subaru quien sufre un destino injusto

9- boudica(rider), por ser alguien que peleo por su hijas contra un enemigo imposible , ella entendía la lucha de subaru por el pueblo de Irlam

10-merlin(caster) por estar aburrido y quere chigar la vida ajena , ok no si no por la posibilidad de explorar otro mundo y sus misterios mediante subaru

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