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Inkwell Wonderland (Versión en Español)

Summary:

"En la víspera de la fiesta del té anual de Inkwell, la pequeña Chalice es presionada para presentar una rutina de tap frente a todo el pueblo. Atrapada entre los nervios y la exigencia, huye con su inseparable cabrita Dina… hasta que un misterioso dado cuyo sombrero sobresalían unas orejas de conejo la guía hacia una madriguera imposible.

Lo que parecía una simple huida la lleva a un mundo donde lo absurdo y lo maravilloso se mezclan. Entre criaturas extrañas, Chalice descubrirá que la verdadera aventura no está en brillar para los demás, sino en aprender a creer en sí misma."

Chapter 1: Capítulo 1: El reflejo del miedo

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Todo se encontraba oscuro, cuando de la nada unos reflectores iluminaron el lugar revelandosé un pequeño escenario de piso de roble. El orden de encendido fue desde los extremos, hasta llegar al centro donde se encontraba la pequeña Chalice de 10 años de edad usando un hermoso conjunto. Ella llevaba una falda azul celeste acampanada que caía ligeramente sobre sus rodillas, junto con una blusa blanca de mangas abombadas, encima, un delantal amarillo corto se ceñía con un moño en la espalda. En sus piernas lucían unos calcetines blancos con rayas amarillas que apenas alcanzaban a cubrir sus rodillas, y en los pies, unos brillantes zapatos de tap dorados, relucientes bajo la luz. Y para completar el conjunto, un gran listón azul coronaba su cabeza, resaltando aún más la inocencia infantil de la cáliz junto con unos lindos guantes blancos que tenían un lindo bordado dorado en las muñecas.

Lamentablemente, todo ese lindo conjunto se vio totalmente opacado debido a los rebosantes nervios de la menor quien jugaba con sus dedos para tratar de calmarse. Tristemente, ese temor aumentó cuando de la nada, un gran tocadiscos apareció a su lado. El gran aparato empezó a reproducir una canción de tap, a lo que la pequeña, sin tener otra opción, empezó a bailar. Su rutina era impecable y encantadora, aunque cada ciertos momentos cometía errores pese haber ensayado muchas veces. En cada uno de esos traspiés, escuchaba burlas y abucheos hasta que se enredó con sus propios pies y cayó al suelo. Y si las cosas podrían empeorar, apenas su cuerpo toco la fría superficie, esta empezó a agrietarse hasta que se rompió, haciéndola caer en un espiral de burlas. La pobre solo podía gritar mientras lágrimas corrían por sus mejillas mientras las risas y abucheos iban en aumento.

Para suerte de la pequeña, todo eso ocurrió en su mente. Ella se encontraba en su habitación, estando de pie en un pequeño taburete de madera con los brazos extentidos lateralmente. Frente a ella estaba Sally Stageplay, su instructora de tap, que la ayudaba a acomodar su atuendo para el baile. La mayor, al notar que la más joven palideció, se acercó a ella.

—Pequeña, ¿está todo bien? Parece que has visto un fantasma.

A lo que la menor preguntó muy nerviosa

—¿De verdad tengo que bailar frente a todos?

Sally le dio una mirada compasiva

—Te entiendo linda — Dijo mientras le acariciaba su mejilla para tratar de calmarla —Lo que sientes es pánico escénico, es totalmente normal. Recuerdo cuando fue mi primera presentación, hice un gran berrinche. Pero cuando salí a escena, todos mis miedos se fueron y pude brillar

—¡PUES NO PIENSO SALIR! — Expresó la más joven, retirando la mano de su maestra — ¡NO LO HARÉ! — Sentenció con una expresión decidida, cruzando sus brazos.

La mayor solo pudo suspirar y terminar con ponerle un listón en una de las azas de la cáliz, pero con un silencio sepulcral. Por fortuna, ese silencio incómodo no duró mucho porque, el padre de Chalice, el chef Saltbaker, entró a la habitación acomodándose la corbata blanca de su traje celeste.

—Estamos casi listos. Señorita Stageplay, ¿mi niña está lista?

La instructora estaba apunto de hablar pero fue interrumpida por la más joven.

—Papá, ¿en serio tengo que hacerlo?

—Pastelito, le prometí a todos que harías una linda performance para la fiesta del té anual. Sé que todo Inkwell te verá hacer tu rutina pero están ansiosos por verte bailar. Tus pasos son tan delicados y encantadores

Sin embargo, sus palabras hicieron que ella se sienta aún más nerviosa, a lo que solo pudo decir lo siguiente: "Se que lo harás genial"; para así retirarse junto con Sally.

Apenas la menor se quedó sola, Dina, una pequeña cabrita negra, mascota de Chalice entró a la habitación y la miró con compasión. Este pequeño gesto hizo que la pequeña se bajara del taburete y se siente en el suelo para poder abrazar al pequeño cuadrúpedo que se encontraba muy cerca de ella

—Tener que bailar...patrañas. Desearía no tener que hacerlo Dina... — Y con esa ultima frase, la pequeña salió de su cuarto junto a Dina. Pero, no al jardín trasero donde se llevaba a cabo la celebración. sino a una parte lejana en el bosque.

La joven estaba decidida, no iría a la fiesta. Sino, iría a su lugar seguro, rogando que todos olviden su baile. Sin saber que su vida dará un giro totalmente inesperado...

Chapter 2: Capítulo 2 — Tras los pasos del destino

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El jardín trasero de la casa del chef Saltbaker estaba perfectamente decorado para la ocasión. Linternas elegantes colgadas alrededor, las mesas vestían de bellos manteles color crema y bordados dorados junto con unos bellos centros de mesa que eran unas velas blancas con un pequeño arreglo floral de rosas blancas y amarillas, y en los alrededores del jardín habían diversos arbustos llenos de rosas blancas. Todas las mesas eran ocupadas por los múltiples habitantes de Inkwell, quienes portaban sus mejores trajes y vestidos, incluso los seres más altos portaban sus mejores galas como el dragón Grim Matchstick, la sirena Cala María y el gran ave Wally Warbles junto con su pequeño retoño.

Muchos de los invitados estaban degustando de los postres y el té y adulaban la gran sazón del chef. Por otro lado, algunos de los invitados estaban ansiosos por ver a su hija realizar su rutina.

— Señor Saltbaker, he escuchado que su hija se ofreció a hacer un tap para nosotros. Es una niña muy considerada. — Comentó Goppy Le Grande.

— Espero que ella haya cambiado — Refunfuño la señorita Hilda muy enojada — ¡Aún recuerdo cuando Chalice y sus amigos pintaron las paredes de mi observatorio!

— Eso fue hace 3 años — Dijo Elder Kettle con una sonrisa — Ahora ella es muy diferente, se ha vuelto muy educada.

— Aunque debo admitir que fue divertido — Dijo de forma burlona Ribby, la pequeña rana verde, pero sus risas fueron calladas por un golpe en la cabeza de su hermano mayor Croaks.

En una de las mesas, se encontraban los gemelos Cuphead y Mugman con miradas aburridas y con sus cabezas recostadas sobre sus brazos en la mesa.

— ¿A qué hora llegará la prima Chalice? — Preguntó la taza azulina hacia su gemelo.

— No tengo idea, espero que no haga una locura. Ya sabes como se pone cuando piensa antes de actuar — Dijo el rojizo antes de levantarse e ir a una de las mesas llena de postres.

Mientras todo eso ocurría, la pequeña Chalice junto con Dina estaban escondidas detrás de la puerta del patio trasero. Con solo ver la cantidad de gente y de escuchar a lo lejos lo que pensaban de ella, su pánico aumentó y se alejó de allí, la cabrita simplemente le siguió el paso. 

— No pienso bailar… ¡NO LO HARÉ! — Ese fue su último pensamiento antes de salir por la puerta delantera de la casa y adentrarse en el bosque.

Ambas corrieron por un buen rato hasta llegar a un lago de agua cristalina. Cerca del borde había un gran manzano acompañado de una manta de picnic en el césped, llena de almohadas y unos peluches, era el lugar seguro de Chalice.

Apenas la pequeña se encontraba cerca de la manta, se lanzó a esta y terminó boca-abajo escondiendo su rostro en uno de los cojines. Su mascota se sentó a su lado y lamía la mano de la cáliz para tratar de consolarla. La menor alzó su mirada hacía Dina y se sentó en la manta, observándola

— Me quedaré aquí hasta que la fiesta haya acabado. . . — Sentenció con una mirada triste, abrazó sus piernas y soltó un suspiro — Esa es una de las cosas que me molesta Dina

La cabra simplemente rodó sus ojos y soltó un balido cansado, ya sabía que Chalice iba a empezar a quejarse. 

— Hay otras cosas que me molestan, ¡como los libros sin dibujos! ¡¿Cómo se supone que un libro me entretenga si no tiene dibujos?! También que los adultos no me tomen enserio y sus reglas tontas, ¡aún me tratan como si fuera un bebé! ¡Y que los días sean igual!

La niña se recostó en la manta y acarició el lomo de su mascota.

— Ojalá pudiera crear mi propio mundo, en él todos los libros tendrían muchos dibujos y no habrían de esas ridículas reglas ¡Uno podría hacer lo que quisiera! — Soltó muy feliz para luego regresar a una mirada triste — Lastima que esas cosas solo suceden en los cuentos.

 

Sentenció la menor y se quedó observando el cielo. Todo era silencio hasta que escuchó unos pasos en el bosque, llamando su atención. Se incorporó en la manta y a su lado pasó King Dice, pero en él había un par de cosas muy peculiares, sorprendiendo a la pequeña.

El rey dado portaba un elegante traje lila, unos finos guantes blancos, zapatos negros y un pequeño sombrero de copa lila que lo hacía ver muy elegante. Pero, en su sombrero había unas enormes orejas de conejo blanco y prendido de su saco colgaba un gran reloj de bolsillo dorado.

Chalice parpadeó dos veces y restregó sus ojos, creía haber alucinado. 

— ¿Se-Señor King Dice? — Preguntó la pequeña muy nerviosa. — ¿Qué está haciendo aquí? Hace rato lo ví conversando en la fiesta con el señor Porkrind. Además…. usted odia el bosque… — Dijo la menor, ella pensaba que Dice la estaba buscando para llevarla a la fiesta.

Sin embargo, el dado apenas le prestó atención porque extendió su reloj del saco y su expresión de relajada cambió a una de puro terror

— ¡SANTOS NAIPES, YA SE ME HIZO TARDE! — Gritó el adulto y empezó a correr hacia lo más profundo del bosque

Chalice y Dina se quedaron perplejas por la acción del dado. La mente de la niña se llenó de dudas sobre lo ocurrido pero había dos preguntas que flotaban con mucha intensidad: “¿Debería seguirlo?” y “¿Mejor vuelvo a la fiesta?”. De pronto, en su mente se le proyectó un escenario.

 

En él, ella se encontraba siguiendo a King Dice en el bosque hasta llegar a una cueva que al descender por las grandes y anchas escaleras, terminó en una oficina elegante y oscura, por la ventana veía ríos de lava y se escuchan lamentos de dolor. Se encontraba de pie frente a un trono que le daba la espalda hasta que el asiento se volteo acompañado de una ráfaga de fuego y de la nada ella estaba frente con el jefe del dado, el mismísimo Diablo. 

Ella se asustó mucho a ver a la criatura de pelaje negro sentada en su trono.

— Me enteré por ahí que tienes un terror de presentarte y bailar — Dijo Devil con una sonrisa siniestra para así chasquear los dedos. 

Su pequeño asistente, al escuchar el sonido, se apresuró a sacar un contrato y una pluma y dárselo a su jefe

— Si no quieres tener que pasar por eso nunca más lindura, firma esto. A cambio, tu alma será mía.

— Deberías hacerlo pequeña — Dijo King Dice, agarrando su hombro — Presiento que si no lo haces y te presentas…vayas a equivocarte y todos se burlen de ti… — Comentó acompañado de una pequeña risa

Los ojos ámbar de la pequeña empezaron a brillar, no tener que realizar una presentación en su vida era un sueño hecho realidad. No lo pensó dos veces, agarró la pluma y bañó la punta con un poco de tinta. La pequeña estaba a punto de firmar el contrato, cuando un fuerte balido la despertó. 

 

Se trataba de Dina que se veía muy preocupada por la distracción de su dueña. La pequeña se disculpó con su mascota. 

— Tienes razón Dina, creo que seguir al señor King Dice no es buena idea. Debería regresar ... .pero….¿Qué pasa si…?

Apenas pudo completar su oración porque su mente le volvió a jugar una mala pasada.

 

Ahora ella se encontraba en la fiesta caminando hacia el escenario, acompañada de aplausos. Su tutora puso a funcionar el tocadiscos y empezó a sonar una canción lenta de tap y la pequeña empezó a bailar. Su rutina era impecable pero cometió un error, haciendo que caiga sobre una de las mesas cerca al escenario, haciendo caer el adorno y el pastel de mesa al suelo. 

Cagney, quien estaba sentado en esa mesa, por la impresión soltó su taza de té por los aires y aterrizó sobre la cabeza de Beppi. Este enojado se acercó a reclamar al clavel, pero se resbaló con el pastel que yacía en el suelo. Esto provocó que el payaso choque con el señor Cartwright, el esposo de Sally, haciéndolo caer junto a un plato de galletas que tenía en sus manos. 

Chalice se bajó de la mesa y se asustó al ver cómo todo se volvió un desastre en tan solo 5 minutos por haberse equivocado. Algunos adultos empezaron a mirarla mal y a susurrar frente a ella.  Pero lo que más le dolió fue ver a su padre que frente a ella muy enojado y decir firmemente:

— Chalice, estoy muy decepcionado de ti 

 

Por fortuna de la pequeña, esa fantasía se vió interrumpida por Dina quien está vez golpeó el brazo de su dueña con fuerza. Sin embargo, el animal no midió su fuerza y tropezó en el suelo quedando boca arriba como una croqueta. Chalice se sobresaltó, acarició su brazo adolorido y miró molesta a Dina Pero el cuadrúpedo no se quedó atrás, también le dió una mirada enojada y un balido cansado, haciendo que la pequeña, al instante, baje la vista con tristeza.

— Perdóname amiga, es que estoy muy nerviosa y no sé qué hacer — Confesó mientras miraba al animal. 

El cuadrúpedo soltó un balido tierno junto con una sonrisa que daba a entender que la comprendía pero su rostro cambió a seriedad junto con otro balido del mismo tono. Era hora que Chalice elija qué hacer. 

El cáliz se quedó en blanco unos segundos y luego suspiró, ya había tomado una decisión.

— ¿Sabes qué Dina? Prefiero mil veces que me quiten el alma que humillarme en el baile. — Expresó Chalice para ponerse de pié y empezar a correr hacia donde estaba Dice.

Dina simplemente suspiró irritada, se incorporó y se sentó en la manta para comer pasto mientras veía como la pequeña Chalice se alejaba en lo más profundo del bosque.

Es hora de que sus fantasías se vuelvan realidad.

Chapter 3: Capítulo 3 — El descenso al sinsentido

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— ¡Señor King Dice, espere! — Gritaba la pequeña Chalice mientras corría detrás de él en el frondoso bosque de Inkwell — ¿Cuál es su emergencia? ¿Necesita ayuda?

El señor King Dice era más veloz de lo que ella hubiera imaginado. Saltaba rocas y raíces con una elegancia espectacular, como si realizara una de sus tantas presentaciones en su club; mientras que la pequeña Chalice lo seguía torpemente, evitando tropezar y arruinar su atuendo. Ella continuaba lanzando un millón de preguntas para llamar la atención del mayor, pero sin éxito. El dado era como un disco rayado, repitiendo una y otra vez que era tarde.

El mayor llegó a una pequeña colina de la cual había un pequeño agujero en sus paredes y sin pensarlo dos veces entró a dicha madriguera. Chalice se detuvo unos pasos atrás, sosteniendo sus rodillas para recuperar el aliento, a la vez que su mente trataba de procesar que el dado entró a dicho lugar.

— Pero…a King Dice le daría un infarto si su traje tiene una pequeña mancha — dijo muy confundida.

Ella se arrodilló en el césped y entró a la pequeña madriguera. Grande fue su sorpresa al ver que era más amplia por dentro, lo suficiente para ponerse de pie y caminar con cautela.

En el interior colgaban raíces de árboles y plantas, el suelo estaba cubierto de hojas secas y pétalos de flores marchitas y apenas se filtraban débiles rayos de luz. La pequeña, daba vueltas nerviosas mientras caminaba hasta que decidió caminar de espaldas mientras jugaba con sus manos para intentar regular sus temores.

— Estoy segura que estoy alucinando, King Dice ni muerto entraría aquí.

Pero la pequeña, no se dió cuenta que el camino se había terminado. Frente a ella, yacía un gran y oscuro agujero. Cuando se dió cuenta, ya era muy tarde.

Se hallaba muy cerca del borde, mientras un fuerte escalofrío recorría todo su ser. Torpemente, agitaba sus brazos tratando de mantener el equilibrio pero la gravedad fue más fuerte y terminó cayendo. Lo único que ella pudo hacer fue soltar un grito desgarrador, perdido en la oscuridad.

La caída era veloz y sentía como el viento chocaba en su rostro mientras giraba en el aire. Pero gracias a una fuerza singular, su falda se convirtió en un pequeño paracaídas, ralentizando su descenso.

— “Está bien, Chalice…tranquila… todo estará bien… ¿verdad? — susurro muy asustada mientras veía bajo sus pies la oscuridad de la madriguera.

De la nada, aparecieron unas linternas que mágicamente iluminaron el lugar, revelando como era en realidad. 

Las paredes de la madriguera eran como un tablero de ajedrez, llena de patrones negros y blancos. Las paredes estaban llenas de estantes llenos de objetos muy singulares, desde figuras de porcelana con vida hasta un frasco lleno de ojos. A su alrededor colgaban relojes de todas las formas y tamaños, cada uno una hora distinta en incluso yendo en reversa. Y no hay que olvidar a los miles de objetos flotando como tazas llenas de té, flores arco iris que desprendían sus pétalos alrededor de la pequeña, naipes que se barajaban solos y libros que volaban como si fueran mariposas.

— Pero… ¿Dónde estoy? — Fue lo único que pido pronunciar Chalice al ver como un gran espejo pasaba junto a ella pero su reflejo estaba en reversa. Estaba maravillada, pero sentía un hormigueo en sus manos por la curiosidad. 

Lo primero que hizo fue extender sus manos al libro más cercano y al abrirlo sus ojos se iluminaron al ver que estaba lleno de dibujos. Quería seguir leyendo pero su vista fue dirigida a un estante.

Soltó el libro, sin notar que este se esfumó detrás de ella, y del mueble tomó un frasco de mermelada de frambuesa, su favorita, pero se desilusionó al ver que estaba vacía y lo devolvió al aparador más cercano.

Luego, unos naipes pasaron volando cerca de ella. Trató de agarrarlos, pero estos se alejaron rápidamente y empezaron a hacer una casita de naipes, sacando una risa de los labios de la pequeña.

— Que profunda es esta madriguera…tal vez…¡YA HABRÉ PASADO POR EL CENTRO DE LA TIERRA! — Expresó la pequeña muy emocionada extendiendo sus brazos — Mmm.. ¿Me pregunto en qué país terminaré? ¿La gente del otro lado del mundo caminará de cabeza? — El cáliz se hacía un millón de preguntas mientras soltaba unas risas inocentes

Tristemente, ese lindo momento se vió interrumpido cuando de la nada, todos los objetos de la madriguera desaparecieron en una pequeña explosión de confeti junto con las luces, dejando el lugar en total oscuridad. La pequeña Chalice sentía como su corazón estaba a punto de salir de su pecho, pero su terror aumentó al ver cómo su falta empezaba a volver a la normalidad.

—¿Eh? ¡No, no, no, no! —exclamó con desesperación. Lamentablemente, no había nada que hacer. Su falda regresó a la normalidad y su cuerpo comenzó a caer en picada, bruscamente y sin control.

—¡Auxiliooooooo! — Gritaba con lágrimas en sus ojos mientras giraba en el aire sin control, como si fuera una muñeca de trapo. Intentó estirar los brazos, como si pudiera agarrarse de algo, pero no había nada, solo un vacío interminable.

De pronto, vio como una luz blanca en el fondo de la madriguera, pero su velocidad era cada vez mayor. Y entonces, llegó al final.

Fue recibida por un gran montículo de hojas secas y pétalos de flores. Aunque, la velocidad de la caída fue tal que rebotó en las hojas y rodó sobre ellas quedando recostada en el frío suelo, jadeando y con el rostro cubierto de sudor y lágrimas.

“Sobreviví” era lo único que podía murmurar mientras torpemente se ponía de pié y se disponía a quitar las hojas y pétalos de su ropa y acomodaba el listón de su cabeza. Cuando terminó, su rostro pasó de uno aturdido a uno asombrado. 

Se encontraba en medio de un salón donde el piso y las paredes eran iguales a un tablero de ajedrez. En las paredes había cuadros de personas que ella nunca había visto pero sentía cómo la miraban directamente. El techo tenía un dibujo de constelaciones pero en medio había un gran arcoiris. Alrededor del lugar yacían burbujas que en su interior tenían velas, haciendo que la niña se rompiera la cabeza tratando de hallar la lógica. Pero lo que más llamaba su atención eran las miles de escaleras que rondaban por el lugar, yendo hacía arriba, abajo e incluso de cabeza.

Entonces, de una de las escaleras bajó King Dice acomodando apresuradamente su traje.

— ¡SOMBREROS Y RELOJES! ¡YA SE ME HIZO TARDE! — Gritó el dado, y su voz retumbó por todo el salón como si fuera un teatro. Acto seguido, corrió hacia una de las escaleras en dirección hacia abajo sin detenerse ni un segundo.

— ¡Señor King Dice, espereme! — Pronunció Chalice.

Y con el corazón latiendo a mil por hora, Chalice lo siguió, ignorando que aquel pasillo era solo el inicio de un viaje sin retorno.

Chapter 4: Capítulo 4: El salón de las mil puertas

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Chalice corría a toda velocidad para alcanzar al King Dice, mientras subían y bajaban las miles de escaleras del lugar. No fue hasta que, de repente, el sujeto desapareció. Obviamente, la pequeña se frustró pero su enojo se transformó en asombro al ver cómo sus pies la hicieron llegar a un lugar totalmente diferente.

— Que lugar tan raro, todo es tan… curiosesco, curiosesco — susurró mientras veía el lugar.

Se encontraba en un pasillo que parecía infinito y en las paredes yacían puertas de todas formas habidas y por haber. Entre tantas puertas, había una puerta ovalada, otra con forma de zig-zag, hasta una que parecía un garabato; una estaba hecha de cristal, otra de metal oxidado, una que daba la impresión de ser de galleta glaseada, y una hecha de oro puro y pedrería.

Chalice se acercó a la primera puerta, que estaba hecha de roble rosado. Tomó el pomo y trató de darle la vuelta pero el portón no respondía. Sin perder el tiempo, se acercó a otra que parecía ser hecha de lava, para obtener el mismo resultado. Ella no se rendía y siguió probando las puertas. Se asomó a una con forma de trébol, pero apenas sus dedos tocaron la perilla, esta desapareció ante sus ojos 

— ¡OYE, ESO NO ES JUSTO! — Gritó muy enojada para ir a la puerta hecha de galleta, tristemente para obtener la misma respuesta.

Y así continuó por un largo tiempo. Las puertas parecían estar jugando una broma porque había una puerta hecha de hojas, que al verla desapareció y reapareció en otra parte del pasillo. Chalice, muy enojada, pateó el piso y apoyó su espalda en la pared para luego cruzar sus brazos e inflar sus mejillas 

— ¡¿Cómo se supone que salga de aquí si estas tontas puertas no cooperan?!

De pronto, escuchó un pequeño tintineo que la sacó de su enojo.

— ¿Qué fue eso? — Volteó su mirada al pasillo y en el centro había una delicada mesita hecha de cristal, con hojas secas a su alrededor. — Eso no estaba antes.

Se acercó a la mesa, muy sorprendida, e inmediatamente notó algo brillante en el centro del mueble. Era una llave dorada que era casi del tamaño de la palma de su mano, el ojo de la llave tenía una forma de corazón y en el centro resguardaba un pequeño rubí ovalado, y los dientes de la llave parecían formar un trébol. La pequeña se quedó fascinada, nunca había visto una llave así, por lo que la tomó con delicadeza.

— Es una llave muy bonita, estoy segura que abrirá alguna de estas puertas — Dijo con una linda sonrisa en su rostro, mientras se dirigió a la puerta más cercana.

Al llegar a la primera puerta, que era alta y rectangular, insertó la llave esperanzada, pero el orificio era demasiado grande para la llavecita. La pequeña solo pudo suspirar y se dirigió a otra puerta, para decepcionarse de obtener el mismo resultado. Al llegar a otro portón, su rostro pasó a uno sorprendido al ver la cerradura.

— ¡¿Una cerradura triangular?! — Soltó para mirar la llave y dirigirse a otra puerta. Lamentablemente, la siguiente cerradura tenía una forma garabateada. — ¡ESTO ES EL COLMO! ¡ESTA COSA TIENE QUE ABRIR ALGO! — Exclamó el pequeño cáliz con mucha ira mientras seguía probando la llave.

Pasaron varios minutos, la pequeña Chalice se encontraba sentada en el medio del pasillo mirando la llave con una expresión enojada en su cara.

— Tonta llave, tontas puertas, ¿Ahora cómo seguiré a King Dice?

De repente, sintió un cosquilleo que la hizo temblar. Inmediatamente, se puso de pie y al voltear notó que entre dos puertas había una puerta diminuta, como si fuera para ratones.

— ¿Y tú de donde saliste? — preguntó la pequeña mientras se acercaba a la puerta. Se puso de rodillas y probó la llave, grande fue su alegría al escuchar como el seguro se soltaba. — ¡SI, LO CONSEGUÍ! — Exclamó llena de alegría. Se recostó en el piso para abrir la puerta, y al hacerlo sus ojos fueron deleitados.

Al otro lado había un jardín lleno de arbustos de formas divertidas, rosas rojas y senderos que llevaban a un palacio

— ¡Dios mío, es el jardín más bello que he visto! — Expresó llena de alegría, sin embargo no duró mucho. — Ojalá pudiera entrar, pero soy demasiado grande… — Dijo con un triste puchero

Frente a sus ojos, la puerta se cerró de golpe, golpeando su nariz. Chalice, rápidamente, se sentó en el piso y empezó a sobar su nariz lastimada, enojada y con una pregunta en su mente: ¿Cómo iba a entrar a ese bello jardín si es muy alta?

Su silencio no duró mucho porque un destello llamó su atención. Al voltear, vio que había algo en la mesita de cristal.

— Eso no estaba allí antes — Dijo, dejando de sobar su nariz y ponerse de pie hacia la mesa.

En ella, yacía un pequeño frasco de cristal celeste con flores talladas, encima tenía un pequeño corcho, pero apenas podía ver el interior del contenido. Chalice dejó la llave en la mesa y tomó el pequeño frasco para examinarlo mejor. En el corcho notó que había algo escrito: “Bébeme”

— ¡JA!, ya he visto esto antes. Estoy segura que es una broma — Dijo muy desconfiada, por lo que empezó a buscar si la botella tenía instrucciones o alguna advertencia, para al final no tener respuestas.  — No dice si es jugo o jarabe…¡¿Y SI ES VENENO?! — Gritó lo último muy asustada, pero su vista se dirigió a la puerta pequeñita. — ¿Y si esto me hace pequeña? ¡Qué más da! — Soltó muy decidida pero a la vez asustada, para de una vez quitar el corcho del frasco.

Nuestra protagonista olió el contenido y se sorprendió al saber que tenía un aroma muy dulce, por lo que tomó un pequeño sorbo y su rostro se iluminó de sorpresa y dulzura.

— ¡Es delicioso! ¡Sabe como a mermelada de frambuesa, galletas de chocolate y pastel de limón, todo al mismo tiempo! — Exclamó maravillada y siguió tomando su contenido.

Chalice tomaba y tomaba con mucha alegría, hasta que se dio cuenta que estaba a punto de terminarse el frasco de un solo trago, por lo que lo dejó en la mesita rápidamente con una risa.

— Me pregunto quién habrá sido el genio que creó eso…

Pero no tuvo mucho tiempo para seguir sorprendida, puesto que sintió un cosquilleo en sus pies y notó que todo se hacía más grande. Chalice se asustó pero no tardó en darse cuenta que ella se volvía más y más pequeña. El impacto fue tan grande que retrocedió asustada para terminar tropezando con sus propios pies y caer sentada al suelo. Chalice, se incorporó con torpeza, maravillada y asustada al mismo tiempo.

— ¡Con que así es como ven los insectos el mundo! — Exclamó riendo y dando vueltas llena de risas — Espera…si ahora soy pequeña… ¡Quiero decir que ya puedo entrar por la puerta hacia ese bello jardín!

No tardó mucho en dirigirse a la puerta, llena de felicidad, y rápidamente tomó la perilla. Sin embargo, la puerta no cedió confundiendo a la pequeña.

— ¡¿Qué?! ¡Pero ya soy del tamaño perfecto! — Renegó Chalice, mientras trataba de abrir la puerta al punto de patearla, lamentablemente sin obtener respuesta — ¡¡ÁBRETE YA!!

En eso, recordó la llave. Buscó en el bolsillo de su delantal, pero rápidamente alzó su mirada a la mesita con sus ojos abiertos de par en par. La llave se encontraba allí arriba.

— Oh no, ¿ahora cómo llegaré allá arriba? — Exclamó preocupada.

Corrió hacia la mesita de cristal, que desde su altura parecía un rascacielos, con la llave en el centro como si se burlara de ella.

Chalice trató de escalar una de las patas de la mesa de cristal, como si fuera un koala, pero apenas pudo escalar un poco porque resbaló y cayó de espaldas al suelo. 

No obstante, ella se incorporó rápidamente y volvió a intentarlo. Esta vez, adquirió una hoja seca que había cerca y la usó como cuerda y trató de subir. Por desgracia, la hojita se partió en dos en el tercer tirón, provocando que la joven cayera nuevamente al piso. 

— ¡AHHH SOY UNA TONTA! — Gritó muy desesperada mientras se golpeaba la cabeza  — ¡¿POR QUÉ DEJÉ LA LLAVE EN LA MESA?! — La pequeña cerró sus ojos para evitar soltar una lágrima llena de frustración.

En eso, apareció una pequeña brisa que agitó levemente su listón y falda que la hizo abrir los ojos, y frente a ella apareció un objeto singular. Se trataba de una pequeña pero delicada cajita de cristal con un listón rojo en la tapa.

Chalice se acercó confundida a la cajita, que le llegaba a las rodillas, y al abrirla se encontraba postrado un bizcocho esponjoso con glaseado y tenía chispas de chocolate que formaban la palabra “Cómeme”.

— Mmmm ... si ese jugo me hizo pequeña, entonces este pastel puede que me haga grande… — Murmuró pensativa — Y si me hago grande, podré tomar la llave. ¡Y al fin podré entrar por la puerta!

La pequeña al haber conectado todo en su cabecita tomó el primer bocado del bizcocho, siendo uno pequeño.

—¡¡Mmm!! ¡Es como comer una nube! — Dijo feliz, pero aún no cambiaba de tamaño. — ¡AH, POR FAVOR! ¡NO TENGO TODO EL DÍA! — Gritó muy enojada para así comer de un solo bocado la mitad del bizcocho y devolverlo en la cajita — ¡Más te vale funcionar tonto pastel!

Y como si la magia la hubiera escuchado, empezó a sentir un cosquilleo en todo su cuerpo. Todo a su alrededor empezaba a hacerse pequeño cada segundo.

— ¡Funciona! — Exclamó muy feliz, pero su alegría se volvió pánico al notar que seguía creciendo — ¡FUNCIONA MUY BIEN! !¡FUNCIONA DEMASIADO BIEN! ¡YA NO QUIERO SEGUIR CRECIENDO! ¡¿CUÁNDO PARARÁ ESTO?! 

La magia no tardó en detenerse pero Chalice era tan grande que quedó atorada en el pasillo; su espalda se clavaba contra una de las paredes mientras sus piernas, torcidas hacia arriba, presionaban el techo con una fuerza que le impedía siquiera estirarlas. Sus brazos se encontraban tras su espalda y empujaban inútilmente los muros que parecían cerrarse sobre ella. Apenas podía mover el cuello para mirar alrededor, y un escalofrío de impotencia le recorrió el cuerpo al comprender que había quedado atrapada como si el pasillo entero quisiera aplastarla.

A lo lejos se empezaron a escuchar unos pasos apresurados 

— ¡La duquesa! ¡La duquesa! ¡Se enojará si llego tarde!

Esa voz le era familiar, se trataba de King Dice. Apareció corriendo por el pasillo hasta que frenó y sus ojos se abrieron como platos al ver a Chalice con su nuevo tamaño.

— ¡UN MONSTRUO! ¡UN GIGANTE! — Gritó el mayor lleno de terror

El mayor no se dio cuenta que dichas palabras rompieron el corazón de Chalice, provocando que su miedo de transforme en tristeza 

— ¿M-Monstruo? — Repitió dolida mientras sus ojos se llenaban de lágrimas— ¿E-Eso es lo que soy ahora? 

— N-No…no quise decirlo — Tartamudeó el mayor al ver lo que provocó

— Lo sé… — ella respondió — ¡PERO NO PUEDO EVITARLO!

Con esas últimas palabras empezó a llorar. Sus lágrimas caían al suelo, formando un océano en el pasillo arrasando todo a su paso. El rey dado trataba desesperadamente de calmarla. Pero al no tener respuesta, se dio media vuelta y huyó del lugar muy asustado, dejando atrás, sin darse cuenta, un par de guantes blancos.

Los minutos pasaron para que el llanto de Chalice se transforme en pequeños sollozos. Ya más calmada, logró quitar uno de sus brazos detrás de su espalda y secó sus ojos con su mano libre mientras veía el desastre que causó. En eso, vió como los guantes que Dice olvidó flotaban en el agua cerca de ella, por lo que trató de alcanzarlo.

Chalice estiró su mano hasta llegar a los guantes. Al tenerlos en su posesión, su cuerpo empezó a temblar y sintió que sus pies ya no tocaban el techo.

—¡¿Q-QUÉ ESTÁ PASANDO?! — preguntó llena de miedo.

La joven empezó a encogerse en el aire, por lo que soltó los guantes rápidamente, pero no hubo nada que pudiera detener lo que seguía. La pequeña empezó a caer de espaldas, aterrizando dentro del frasco del jugo que flotaba en el agua.

— Ay Dios… — Susurró horrorizada al ver claramente como sus lágrimas inundaron todo el lugar — No debí haber llorado tengo… — Suspiro mientras ponía sus manos contra el cristal, llena de culpa.

El agua se movía de un lado a otro tranquilamente hasta que la puertecita, por la presión del agua, se abrió de golpe, creando una fuerte corriente que arrastraba todo a su paso. Eso incluía a la botella con Chalice adentro, quien rodó dentro de la botella.

—¡¿A dónde me llevará esto?!

El pasillo quedó atrás y, sin poder hacer nada más que aferrarse a la esperanza, Chalice se dejó llevar, sin saber a dónde la conduciría ahora el río formado por sus propias lágrimas.