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Ardiendo juntos en un mar de nubes

Summary:

Humano pero interesado en el Clan Dragón y en todo lo que ellos entrañaban, Izuku sólo pretendía estudiar el hongo volcánico (fuente de su poder) y ofrecer una solución al problema de su escasez y falta de propagación, pero en su lugar terminó aprendiendo de los rituales de cortejo, y que el hijo y heredero de los Bakugou tenía en él un interés más allá de lo que podía comprender.

Notes:

Día 2: Florecimiento | Tormenta | Medieval.

Ains, algún día escribiré de verdad un longfic de este universo porque Dragon!Katsuki es mi debilidad, pero mientras tanto disfruten de este one-shot :')

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Ardiendo juntos en un mar de nubes

 

Aquel es un otoño particularmente húmedo gracias a las lluvias constantes de temporada que lo mantienen todo húmedo y con la perpetua sensación de un frío que más y más cala a los huesos.

De sobra que no es el clima ideal para nadie en el Clan Dragón porque sus miembros prefieren el verano, el calor, la energía del sol en su piel (o escamas y alas), y el bullicio que domina el reino durante esos meses, pero la llegada del otoño es inevitable y con ello la temporada de lluvias es parte del paquete.

Eso sin contar que gracias a la lluvia constante es que el maravilloso hongo volcánico (que constituye la fuente principal de su alimentación en esos meses y se sospecha que es la causa del fuego benévolo que habita en sus entrañas) puede crecer en abundancia suficiente para todos.

Como parte de un comité diplomático para mantener lazos entre el grupo de humanos y el Clan Dragón, Izuku nunca había imaginado que su arribo a aquella zona montañosa incluiría la oportunidad de investigar por su cuenta las características del aquel hongo tan apreciado en la comunidad, y que por las peculiaridades de su especie, sólo crecía a las faldas de una cadena montañosa que rodeaba el valle donde el Clan Dragón vivía desde generaciones atrás.

Si bien los volcanes en su cima se consideraban activos porque de tanto en tanto emitían fumarolas o la tierra retumbaba, hacía muchas generaciones atrás que no derramaban lava, y la zona que los circundaba era perfecta para que el hongo volcánico se desarrollara en su máximo potencial.

Alentado por su mentor Yagi es que Izuku había solicitado permiso especial para observar el desarrollo de aquel hongo bajo la premisa de descubrir la manera de cultivarlo a libre antojo en lugar de depender de las condiciones específicas que eran la temporada otoñal y la lluvia en abundancia, y los Bakugou como familia líder le habían otorgado la autorización de buena gana.

Durante el medio año ya que tenían de haber llegado a la comunidad, Izuku había hecho buenas migas entre los dragones que ahí habitaban. Su naturaleza honesta e interés genuino en ellos le había grajeado que la desconfianza habitual se tornara en vínculos fortalecidos por la camaradería de ayudarse mutuamente, además de haber sido invitado a algunos festivales y observado sus costumbres sin emitir juicio alguno.

Como investigador igual que lo era su maestro Yagi, a dondequiera que iba, Izuku llevaba consigo su cuaderno de apuntes y tomaba nota de todo lo que veía y oía, dedicando tiempo a complementar la información con dibujos y dejando así bien en claro que para él aquella estancia con los miembros del Clan Dragón no era un interés pasajero, sino una verdadera devoción a su cultura.

Prueba de ello fue que se mostrara cautivado por el hongo volcánico del que se sospechaba que una ingesta prolongada a través de generaciones por su gente era lo que había mantenido activo el gen dragón y lo que de paso les permitía mantener las transformaciones, tolerancia al calor, y expulsión de fuego por la boca. Izuku por su cuenta sospechaba que estaban en lo correcto porque nadie salvo los miembros del Clan Dragón eran capaces de ingerir aquel hongo que a simple vista no tenía nada de atractivo excepto su color oscuro, casi negro obsidiana, pero que recubierto por ceniza volcánica, en realidad al pasar por el agua emitía enormes cantidades de vapor porque se encontraba al rojo vivo, y una vez limpio emitía un color naranja vibrante que advertía de su sabor picante.

Sólo en una ocasión se había atrevido Izuku a probar aquel hongo cuando recién llegados al valle se había organizado un banquete en su honor y Katsuki, el único hijo de los Bakugou y por lo tanto futuro líder de su comunidad, le ofreció probarlo con una sonrisa ladina en el rostro.

Asumiendo que su rechazo sería interpretado como descortesía, Izuku comió con intención de no ofender a sus anfitriones la pieza que le ofrecieron y por poco tuvo una serie de perforaciones gástricas que le hicieron sufrir lo suyo porque su cuerpo no estaba habituado ni al sabor o propiedades del hongo, a lo que Katsuki reaccionó reconociendo al fin que su interés era genuino, y disculpándose a regañadientes por sus acciones porque por poco le había causado un daño irreversible con su broma.

De corazón, Izuku no le guardaba rencor por la prueba a la que lo había sometido. La culpa también había sido suya por asumir que podía comer lo mismo que un miembro del Clan Dragón cuando en su interior estos podían producir potentes llamas y elevar la temperatura de sus cuerpos hasta límites insospechados, pero durante casi 3 semanas eludió a Katsuki temiendo que la reprimenda de sus padres lo hubiera puesto todavía más en su contra.

Aunque desde un comienzo los Bakugou y los restantes miembros del Clan Dragón se habían mostrado favorables a la llegada de forasteros a su reino, esa apertura no estaba presente del todo en su hijo, e Izuku había hecho de todo para ganarse los favores de Katsuki sin mucho éxito. El joven heredero lo encontraba irritante, y no perdía oportunidad en mencionarlo, pero eso no había hecho desistir a Izuku en su interés de conocerlo mejor y documentar su linaje, que gracias a sus habilidades por encima de la media, lo colocaban a él y a su familia en el centro de su comunidad.

Sólo la broma con el hongo había puesto un alto a la terquedad de Izuku por volverse su amigo, y tomar un paso atrás y evitarlo habían tenido el efecto contrario en él, porque de pronto era Katsuki el que lo buscaba casi como por casualidad coincidiendo en el mismo sitio o encontrándose los domingos durante el banquete semanal codo con codo e intentando entablar comunicación.

—Katsuki te encuentra encantador, es sólo que no sabe expresarlo —dijo Ochako cuando Izuku acudió a su amiga por consejo, pues necesitaba en verdad una segunda opinión antes de cometer alguna torpeza que lo hiciera perder los favores de los Bakugou.

—Es curioso que lo digas —replicó Izuku con desgana—, porque tengo justo la impresión opuesta...

Sin llegar a ser grosero, Katsuki sí que lo había tratado con brusquedad desde el comienzo, e Izuku tampoco era idiota para creer que esa actitud significara que quisiera ser su amigo. En su lugar, se habría conformado con un trato cordial y mantener relaciones diplomáticas, pero los primeros meses de su estancia habían sido de roces constante y tensión palpable, y después del incidente donde casi había sufrido una perforación en el tejido tracto digestivo, Izuku había hecho las paces con que el líder dragón no lo toleraba, y aquella era la manera que tenía de hacérselo saber.

—En muchos aspectos, Katsuki es como un crío demasiado grande para sus acciones infantiles —dijo en cambio Shouto, con una opinión similar a la de Ochako—. Debes entender que ha crecido saliéndose con la suya a su paso y está acostumbrado a que lo traten con deferencia, así que no es de sorprenderse que creyera que podía hacer lo mismo contigo y no enfrentar consecuencias.

—Katsuki me confunde, Shou...

—Si te sirve de consuelo, creo que el sentimiento es mutuo.

Al hablarlo con Tenya porque cada amigo le ofrecía una visión distinta del panorama, Izuku se encontró con que Katsuki había acudido a éste para preguntar por él y averiguar sus planes de las próximas semanas, pero dio por sentado que lo hacía para vigilar sus pasos y mantener control sobre su comunidad, porque precisamente ahora que había comenzado la temporada de lluvia es que tenía prospectado subir a la cordillera e estudiar a profundidad el hongo volcánico.

Armado con ropa mullida e impermeable de trabajo, Izuku ascendió con un paraguas fabricado de escamas de dragón que los Bakugou le habían hecho llegar, y admiró durante el ascenso la gruesa capa de neblina que le cubría hasta las rodillas. El hongo ardía al estar conectado a la ladera plagada de piedras volcánicas donde se desarrollaba a una velocidad mucho más lenta que cualquier otra variedad, y la lluvia constante que favorecía su crecimiento también era la razón por la cual exudaba vapor y convertía aquella cordillera en un mar de nubes donde cada paso se sentía peligroso por no poder ver hacia dónde se dirigía.

El paisaje era hermoso como nada que Izuku pudiera haber imaginado, y al llegar al sitio que planeaba fuera el eje de su investigación (tras casi 3 horas de subir con piernas cansadas y la espalda encorvada por el peso de su equipaje), desmontó su tienda de campaña y se preparó para pasar los siguientes 3 días ahí recolectando información y muestras.

Aquella se volvió su rutina habitual, subiendo 2 veces por semana y descansando 1 día en que volvía a su cabaña y pasaba sus notas a limpio. Y no es que Izuku creyera resolver por sí mismo un misterio que por generaciones había interesado al Clan Dragón porque el hongo volcánico sólo crecía en esa zona y a lo que aspiraban era una mayor producción antes que cosecharlo en otro sitio, pero por eso mismo estaba Izuku interesado en ayudarlos, y con ahínco volvía a la montaña y se entregaba a su estudio.

Sucedió entonces que durante su segunda semana de pronto recibió un invitado especial en la forma de un dragón con unas llamativas escamas naranja (bastante similares a su paraguas, por cierto...) que sobrevoló encima de él y después de planear sobre su cabeza descendió al fin para transformarse y revelar que era Katsuki.

—Hey, nerd —lo llamó éste con su habitual tono brusco—. Mi vieja te envía esto.

Esperando instrucciones escritas o la petición de una recolecta de especímenes, lo que Izuku no contempló fue una caja de bentou todavía caliente, o que Katsuki le preguntara cuánto hacía desde que comiera y éste tuvo que reconocer que no desde el desayuno a pesar de que el sol ya iba de bajada en el horizonte.

Resguardándose de la lluvia bajo el toldo que Izuku levantó, no fue mucho lo que evitaron mojarse, pero sí comieron del abundante bentou que Mitsuki había empacado, y encontraron en su silencio salpicado del ocasional comentario un terreno neutro en el que pudieron coexistir sin problemas.

Esa visita de Katsuki fue la primera pero no la última, y fue hasta su cuarto encuentro cuando éste admitió a regañadientes que se había pasado con su broma de meses atrás, y que esperaba que Izuku pudiera perdonarlo.

—¿Eres tú el que se disculpa o tus padres te obligaron a hacerlo? —Preguntó Izuku con interés genuino, y Katsuki hundió los hombros.

—Mis viejos saben mejor que intentar obligarme a algo que no quiero.

—Ya veo...

Sin indagar demasiado en su repentino interés por hacerle compañía a pesar de que las condiciones climatológicas en aquellas alturas no eran nada propicias para los dragones porque odiaban el agua y el frío, un día sin más Katsuki se ofreció a bajar con él la montaña, e Izuku descubrió que esa oferta no incluía descender por los escarpados salientes, sino montar a su espalda convertido en dragón y experimentar por cuenta propia el vuelo.

Izuku jamás imaginó lo que sentir el viento gélido de otoño en el rostro y manos significaría para él, pero la impresión fue todavía más grande entre los miembros del Clan Dragón cuando los vieron llegar juntos y las habladurías comenzaron...

—Los rituales de cortejo en el Clan Dragón son complejos, y hasta yo debo reconocer que tras toda una vida de documentarlos no soy capaz de descifrarlos todos —dijo su maestro Yagi cuando Izuku le preguntó por qué de pronto todo mundo parecía tratarlo de manera distinta, casi con un nuevo respeto que no existía antes, y frente a sus palabras, por poco se ahogó.

—Katsuki y yo no... Es decir, él no está... ¡Ni de broma! No tenemos esa clase de relación...

—Un dragón no deja montar a cualquier en su espalda —le recordó Yagi con calma—, por no mencionar el paraguas que llegó de regalo-...

—¡De los Bakugou, no de Katsuki en específico!

—... y la autorización para estudiar el elemento más importante de su cultura.

Plantando la semilla en la mente de Izuku, su mentor creó un conflicto interno en éste cuando los siguientes días Izuku se recluyó en su cabaña recopilando las notas que había desarrollado en las últimas semanas y organizando su itinerario para los últimos ascensos de la temporada. Todavía con 1 mes más de otoño por delante, la lluvia que caía se estaba convirtiendo en granizo y dificultando las estancias prolongadas en la montaña, así que era de esperarse que contaría con unas cuantas oportunidades más de subir y luego tendría que recluirse con el resto frente al invierno que se avecinaba. Izuku sólo esperaba que su investigación prosiguiera del mismo modo que hasta ahora, y cuando pidió audiencia con los Bakugou y estos lo recibieron en el Gran Salón, procuró mostrarse optimista de los especímenes que había recolectado y la propuesta para crear un invernadero que simulara las condiciones de la montaña.

Atentos a sus palabras y a su reporte pero también un poco distraídos a ratos, Izuku pensó que estaba expresándose mal frente a los líderes, pero entonces Mitsuki cerró el informe detallado que les había entregado y se limitó a preguntar qué le habían parecido los bentous que su hijo le había cocinado.

—¿K-Katsuki los preparó? —Inquirió Izuku, confundido porque esa no era la versión que conocía.

—Ese crío no paró de acosarme con recetas tradicionales de nuestra familia, y apenas terminaba de cocinar se marchaba para estar contigo —dijo Mitsuki con una sonrisa muy similar a la de Katsuki cuando éste se sentía a sus anchas—. ¿Sabías que ese hijo mío detesta la lluvia? Todos los dragones lo hacemos. Por eso somos incapaces de subir a la montaña antes de que el hongo volcánico esté listo, pero ese hijo mío... A él el hongo no podría importarle menos cuando eres tú lo que más le interesa en la cima.

—Oh, yo no sabía...

—Considera esto un acercamiento de nuestra parte para en un futuro llamarte uno de nuestra familia —dijo Masaru con más diplomacia que su esposa—. Eso si estás interesado en nuestro Katsuki.

—El crío es impetuoso y torpe —reveló Mitsuki en tono confidente—, pero leal y nuestro orgullo. ¿Entiendes a lo que me refiero?

—Creo que sí...

—Muy bien —celebró entonces Mitsuki, estampando su sello en el proyecto de Izuku para construir un invernadero dónde tener sus muestras de hongo volcánico consigo durante el próximo invierno, y autorizando todo lo que éste había pedido—. No pienses en esto como un soborno sino más bien una dote, ¿de acuerdo?

—Y-Yo-...

—Hablaremos con Yagi como tu tutor, y no dudes en pedirnos lo que sea. Pronto seremos familia, y tu pertenencia al clan será oficial, pero hasta entonces, no dudes en considerarte uno de los nuestros.

 

La noticia de que Izuku había sido cortejado por Katsuki (y sus padres) y que ahora estaban comprometidos dio vuelta al reino a una velocidad de vértigo, y éste todavía no había llegado a su cabaña cuando ya tenía la entrada tapizada de regalos variados (en su mayoría conservas, pero también pieles, piedras preciosas y prendas de vestir), una cuadrilla trabajando en el jardín para montar el invernadero... Y ningún rastro del dragón que había ocasionado todo aquello.

Katsuki se hizo el escurridizo por días, ausente de todo aquel asunto y causándole malestar a Izuku porque le hacía pensar que todo aquel asunto del cortejo y compromiso era una idea errónea de sus padres y la comunidad (también entre los suyos, que igual que él estaban confundidos pero optimistas al respecto), y sólo hasta que su partida a la montaña se hizo inminente y él empezó el ascenso durante la madrugada es que volvió a volar sobre él aquel majestuoso dragón naranja que reconocía como aquel causante de su confusión.

Aterrizando frente a él e indicándole subir a su espalda, Izuku hesitó antes de anclarse bien en el espacio entre sus alas y ascender abrazado a su cuello, y sólo en las alturas se atrevió a murmurar quedito y con el viento en contra que si quería estar con él podría haber sido más honesto...

A su llegada a la montaña en apenas una fracción del tiempo que le habría tomado escalarla, Katsuki le ayudó a montar la tienda de campaña en silencio y casi dándole la espalda, pero sabiendo lo que sabía ahora, Izuku no dudó en echarle una toalla sobre el cabello empapado y ayudar a secárselo.

—Si odiabas la lluvia podrías haber dicho algo antes —dijo Izuku como frase de apertura, y Katsuki lo sorprendió al darse media vuelta y desde una distancia mínima mirarlo con aquellos intensos ojos suyos.

—Tenía mi propio interés en estar aquí.

—¿Los hongos volcánicos...?

—Tsk, no finjas no saber que te estuve cortejando todo este tiempo —murmuró Katsuki, invadiendo su espacio personal todavía más hasta que sus rostros estuvieron separados por apenas milímetros.

Sus labios rozaron los de Izuku, pero fue éste quien aceptó la invitación a besarlo, y no dudo en pararse de puntas y echarle los brazos al cuello, con Katsuki rodeando su cintura y asiéndolo con fuerza a él.

Sin duda, la suya era una relación tumultuosa, enfrentada a confusiones, y no saldrían invictos sin un par de malentendidos, pero bañados en lluvia y de pronto deseosos de aclarar el aire entre ellos y establecer bien a dónde se dirigían, nada de eso tenía importancia.

Juntos, sabía Izuku, iban a conseguirlo.

 

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Notes:

Kudos & comentarios son tan buenos como comer hongos volcánicos~! ;]

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