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Hasta la raíz || HyoHaku

Summary:

No importa el tiempo ni la distancia, Kohaku ama a Hyoga y ese sentimiento está arraigado a ella hasta la raíz.

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AU Moderno
Ship: HyoHaku
Ships secundarios: SenGen, RyUkyo, StanXeno y ChRuri.

Chapter 1: Prólogo

Chapter Text

Amar desde la raíz

...

Caminar por los campos de girasoles era toda una experiencia, las coloridas flores obstinadas que siempre seguían el recorrido del sol con la mirada lograban iluminar su día.

Hoy era un día importante, y como todos los años antes de ir a aquel lugar llevaba dos platos de soba y una botella de sake para reunirse con Hyoga.

El recorrido es ameno, después de todo, la primavera trajo consigo otra oportunidad de amar, otra oportunidad de vivir.

Aún recuerda cómo en su juventud solía cruzar el río y el bosque en compañía de su novio, tal vez Hyoga prefería entrenar en el dojo en lugar de parlotear con ella lejos del pueblo pero aún así la acompañaba y tenían citas que nadie normal consideraría que lo eran, pues eran imperfectas e impredecibles y aún así no importaba.

Después de todo así eran ellos, imperfectos e impredecibles.

Pero eso no importa, porque Kohaku ama a Hyoga a pesar de todo.

De alguna forma u otra a pesar de los años aún se sigue enamorando de Hyoga y está feliz con ello.

No es un amor que duela, más bien un amor que le recuerda lo fuerte que debe de ser ante las adversidades, es aquella cuerda que la sujeta ante la corriente, un amor que perdura a través de los años sin importar el tiempo o la ausencia.

El camino no dura mucho, después de todo es la más rápida a la hora de caminar o correr, incluso con calma llega minutos antes de lo previsto.

La entrada al cementerio es tranquila, no hay ninguna persona ahí y eso está bien, después de todo quiere estar a solas con Hyoga.

La ubicación de la lápida la conoce a la perfección, después de todo, ha estado viniendo al lugar durante 10 años seguidos, aunque teme que en los siguientes dos años no pueda hacerlo, después de todo tiene algo muy importante que hacer.

Sus pies se mueven en automático y antes de darse cuenta ha llegado, en el hakashi se encuentra grabado el nombre de Akatsuki Hyoga, en aquel lugar hay dos objetos importantes acompañando las cenizas de su difunto novio, la lanza Kudayari que usaba en vida y a su lado, su katana.

Desde que Hyoga murió se negó a volver a empuñarla, en su lugar prefirió dejarla al lado de la lanza como muestra de que volvería a aquel sitio hasta que sea su hora de partir.

Primero se arrodilló como es de costumbre y rezó el que Hyoga tenga un digno descanso y que la espere, eventualmente se reencontraran si es que existía algo después de la muerte.

Al terminar sacó la comida, sirvió los dos platos de soba y el sake, un plato y un vaso en honor a Hyoga y los otros para ella.

—Ja, ha pasado tiempo pero como siempre soy puntual Hyoga— comentó Kohaku alzando su vista de su plato mirando fijamente la tumba.

La ausencia de Hyoga dolía, han pasado años y de alguna forma ese dolor aún existe, pero no era abrumador como en el principio.

Dió un sorbo a la copa antes de hablar mientras admiraba con determinación las armas que ambos usaban antes.

—La siguiente vez no vendré— suelta la rubia. —Porque iré al espacio— explica de inmediato. —¿No es emocionante Hyoga? He estado entrenando en la NASA y ya se determinó que es momento, iremos cuatro personas, aunque ya te he platicado un poco de ellos, además también tengo algo que contarte, Ruri está embarazada, la cara de felicidad de Chrome no tenía precio— sonrió ampliamente al recordarlo y siguió. —¡Jamás pensé que tendrían hijos con lo ocupados que están! Parece que para ellos llegó el momento de ampliar su familia— mencionó alegre.

El suave viento hacía caer un par de pétalos de flor de cerezo a su alrededor, mientras ella seguía dando bocados a su comida alegre.

Aún con la ausencia de Hyoga el seguía estando ahí, el realmente no se había ido.

Hyoga estaba en la arena blanca de la playa, al mirar el cielo y ver las nubes grises o cuando sube una alta loma, no importa que paisaje vea o que haga, ella no lo ha olvidado.

Porque mientras ella lo recordará el seguiría vivo en su corazón.

—Ruri y Chrome quieren que yo sea la madrina, aunque por el camino a la estación espacial no podré estar presente en el parto, ellos así lo decidieron y bueno, ¿Quien soy yo para negarme?— Dijo ella sin perder su sonrisa.

A veces se pregunta cómo fue capaz de seguir adelante y cuando eso pasa se recuerda a si misma la respuesta, es porque aún se sigue enamorando de Hyoga.

No necesita a alguien más, tampoco necesita que le digan que deje de estar estancada y que busque a alguien, después de todo, ella aún sigue adelante.

Simplemente no necesita de otra compañía para llenar el vacío de su corazón porque ella misma lo llenó.

Ella puede estar con otra persona y elegir enamorarse, pero no lo hace porque es su elección amar a Hyoga sin importar la situación.

—Además, creo que la próxima vez que venga no vendré sola, vendré con Suika, ya te había platicado de ella, es una niña adorable y muy lista, al parecer yo seré su tutora legal— explica serena. —No sé si pueda criar a un niño, no sé si pueda darle todo el amor que merece, pero se qué quiero intentarlo, después de todo Suika se merece lo mejor del mundo— su mirada va a hacia las armas.

Han pasado 10 años desde la última vez que uso la katana, su último duelo fue con Hyoga, ella decidió que no saldría con alguien más débil que ella y para hacerse novios tuvieron que pelear toda la noche.

«Tú siempre haces las cosas bien Kohaku»

Esas fueron las últimas palabras que le dedicó su novio, no hubo ningún te amo, tampoco hubo palabras cariñosas, porque el amor de ellos no se basaba solo en palabras vacías, si no en hechos.

Hyoga la ama tanto como ella a él.

O al menos lo suficiente para morir protegiéndola.

Cuidarse, protegerse y respetarse entre ellos es la forma más sincera en que ambos se demostraban amor.

—¿Sabes Hyoga? El tiempo que he sobrevivido y la incertidumbre que he sentido son la clave para este tejido— señala su corazón al mismo tiempo. —De está forma te protejo, de esta forma aún sigues aquí adentro— suelta apretando su agarre hacia su pecho.

Su sonrisa se vuelve más melancólica, sigue firme y como cada año siempre dice lo que piensa y siente enfrente del lugar donde descansan las cenizas de su único amor.

—Yo te llevo dentro hasta la raíz— confiesa de nuevo. —No importa cuánto crezca o cuánto tiempo pase, tu vas a estar aquí— asegura Kohaku firme de su decisión.

Olvidar a Hyoga no es una opción, es algo tan imposible como absurdo.

Incluso si se oculta detrás de una montaña o encuentra un campo de caña, no hay manera en que su novio se vaya.

—No hay manera mi rayo de luna que tú te vayas— afirma ella sonriendo con amor y cariño. —Espero que al otro lado me estés escuchando y que me esperes, tú y yo aún tenemos una revancha, ¿Lo recuerdas? 

La última vez antes de su muerte, prometieron una revancha, ella argumentaba que la katana era más fuerte que Kudayari.

Aún debía de ganarle a Hyoga, ante tal pensamiento sonrió con complicidad.

—Y después de muchos años aún lo sostengo, la katana es mejor que la lanza— completa la de ojos azules.

Hace 10 años, un chico de ciudad llegó al pueblo, hace 10 años se enamoró profundamente, hace 10 años perdió su gran amor.

Y hace 10 años comenzó aquella historia.

Kohaku solo se queda sentada enfrente de la lápida perfectamente como todo comenzó.

...

 

Chapter 2: Capítulo 1

Summary:

No todas las historias de amor inician con el pie derecho y está no es la excepción.

Después de todo hablamos de Hyoga y de Kohaku.

Chapter Text

No todas las historias de amor inician con el pie derecho y está no es la excepción

...

—Deberías rendirte Kohaku— habló Hyoga por primera vez desde que empezó la pelea.

Con maestría movió la lanza en dirección a su contrincante quien en respuesta interceptó su ataque agitando su katana.

—Ja, ni lo sueñes— contestó Kohaku arremetiendo nuevamente contra su rival.

La sintonía de choques entre armas no se detuvo en su lugar avanzaron con más firmeza en aquel campo vacío donde solo quedaban aquellos dos estudiantes.

¿Cómo es que el primer día de clases de Hyoga acabó en un duelo reñido con la capitana del club de Kendo?

A este punto no lo sabe, ni le interesa saberlo, de cierta forma disfruta la adrenalina.

Un golpe en falso y cualquier arma podría matarlos.

No podría ser más emocionante.

Hyoga descifró que su oponente era más fuerte que él, más veloz y más ágil, pero su técnica y rango de alcance es superior, y eso lo sabía muy bien.

Ataques sin cesar aparecían y ninguno daba tregua, ambos estaban muy enfrascados de demostrar que disciplina era la mejor, Hyoga afirmaba que el estilo Kan mientras que Kohaku mantenía que ese era el kendo.

¿Qué sucedía cuando dos personas tan opuestas peleaban?

Bueno, era el caos asegurado.

La pelea escaló a tal grado que Kohaku pidió un duelo usando armas de verdad y Hyoga respetando su espíritu tan vivaz de su rival aceptó, y bueno, el resto lo están leyendo.

Ambos jóvenes siguieron enfrascados en su pelea sin prestar atención a su alrededor sin notar la caminata furiosa de la directora acompañada del subdirector y el profesor en dirección a ellos.

—Akatsuki Hyoga y Numakura Kohaku, vayan a detención escolar— ordenó con firmeza la directora congelando de inmediato a ambos, pero la sorpresa no había terminado ahí. —Entreguen sus armas, serán confiscadas y no tendrán acceso a ellas hasta que vengan sus tutores— dictaminó con frialdad la mujer.

—¡¿Qué?!

—Todo esto es tu culpa Hyoga— se quejó Kohaku limpiando el salón, ganándose una risa sarcástica por parte del mencionado.

—Yo no fui quien te retó a una pelea con armas de verdad Kohaku— le recuerda Hyoga barriendo su lado.

La verdad es que ninguno de sus tutores fue por ellos cuando se les avisó así que la directora dictaminó que deberían quedarse a hacer limpieza y tendrían que ayudar a sus profesores a cargar su material didáctico (lo cuál fue menos de lo que esperaban) y como la cereza del pastel, se les negó la entrada a todos los clubs deportivos hasta que acabará el año escolar.

Kohaku no tenía idea de que haría fuera del club de Kendo, el cual había entrenado incansablemente haciéndose fuerte en su disciplina, Hyoga compartía el sentimiento pero aún así se resignó puesto que no quería causarle molestias a su familia quienes apenas tenían tres semanas de haber llegado al pueblo.

—Pero tú debiste negarte— señaló acusadoramente la rubia.

—¿Y perderme de ver como te tragas tu palabras? Jamás— negó Hyoga sonriendo peligrosamente.

—Ja, ya quisieras que eso pasará, sabes que te habría dejado morder el suelo— contraatacó ella con una sonrisa similar.

—Hablas mucho pero demuestras poco— replicó Hyoga consciente de las habilidades de la chica, el estaba muy seguro que su técnica era superior a la de Kohaku aunque ambos estaban en diferentes disciplinas.

—Lo haría si tuviera mi katana— musitó ligeramente enfadada al recordar como su preciada katana era confiscada.

—Tienes razón, nunca descubriremos si eso es verdad— asintió Hyoga decepcionado de no tener a Kudayari consigo.

Ambos se quedan en silencio y deciden terminar de limpiar, ese era la última aula, a pesar de ser una preparatoria era relativamente pequeña comparada a una en la ciudad, después de todo en el lugar hay más adultos que jóvenes, por lo tanto no tenía demasiado sentido invertir en la infraestructura de la escuela y en su lugar el gobierno local decidió invertir en los caminos y en los servicios.

A Hyoga, quien recién comenzaba a adaptarse en el lugar se le hizo curioso como todos parecían conocerse pero le resto importancia, según sus padres él terminaría sus estudios y se dedicaría en heredar el Dojo de su abuelo encargándose de heredar a las futuras generaciones el estilo de lanza Kan y Hyoga aceptó sin más, no porque lo sintiera como una carga o fuera especial el lugar en sí, sino porque el estilo Kan en su vida era tan común y estaba presente como el oxígeno, después de todos esos años de arduo entrenamiento ya no es capaz de verse un futuro sin él.

En un costado está Kohaku terminando de acomodar las sillas y él saca la basura, ambos no eran amigos, más bien rivales, él debía de admitir que la rubia era muy fuerte, su presencia repentina y competitiva resultaba un soplo de aire fresco para él que estaba tan acostumbrado a la rutina, además ¿quién en su primer día de clases decide pedir un duelo con armas reales a un desconocido? Aunque él no se queda atrás, enfrascarse en una pelea no fue de las decisiones más inteligentes que ha tomado en su vida.

—¿Por qué aceptaste pelear conmigo y te negaste a pelear con Magma?— pregunta Kohaku rompiendo el silencio entre ellos en aquel aula.

—Porque no vale la pena, el no es una persona correcta— contesta Hyoga con simpleza.

—¿Persona correcta?

—Él no entrena, lo pude notar, simplemente depende de su fuerza sin esforzarse, no usa el cerebro y no respeta ninguna disciplina— explicó Hyoga.

Horas antes en su clase Magma quiso golpearlo para «mostrarle al nuevo quien mandaba en el lugar» y como resultado solo se ganó una paliza por parte de Hyoga y como cortesía igual destrozó a sus secuaces.

Kohaku al ver su fuerza lo invitó al club de kendo y Hyoga rechazó cortésmente la oferta argumentando que prefiere el estilo Kan, sin embargo la rubia pensó que menosprecia el kendo y comenzó una discusión.

Y bueno, escaló a una pelea que terminó con ambos siendo conserjes de la escuela, con sus armas confiscadas y vetados de cualquier club.

—¿Y crees que yo si?— indagó curiosa la rubia.

—Sí— admitió el albino sin esforzarse en ocultarlo.

—¿Por qué?

—Porque te esfuerzas constantemente, lo note en nuestra pelea, aquella fuerza y habilidad te tomó años conseguirla— mencionó sin más.

Kohaku lo miró un par de momentos buscando en su cara algún rastro de sarcasmo y burla, al no encontrarlo se permitió sonreír suavemente.

—Ya veo, a mi me pareces fuerte— mencionó ella con tranquilidad.

Ambos guardaron silencio y se dirigieron a acomodar los objetos de limpieza al almacén, después tomaron sus cosas y salieron de la escuela.

Caminaron juntos sin más y Kohaku volvió a hablar.

—¿Tus padres no vendrán a recoger tu arma?

—No, en realidad preferiría que no se enterarán. ¿Y los tuyos?

—Mi papá no le interesa en este momento, mi hermana se mudó a Tokyo porque comenzó la universidad y está muy al pendiente que no le pase nada sola en la ciudad— cuenta la rubia casualmente.

—¿Esa katana era tuya?— pregunta curioso el albino.

—Era de mi papá, pero cuando era pequeña me gustó y él me la regaló, igual me regaló un escudo decorativo— habla la ojiazul con la nostalgia palpando en sus palabras. —¿Y kudayari es tuya?

—Lo es— confirmó el ojimorado, me la regaló mi familia cuando cumplí 15 años— comentó él.

Ambos comprendieron la importancia de aquellas armas para el otro, no solo eran objetos y ya, recordaban momentos.

Kohaku continuó mirando a sus alrededores y una idea vino a ella, ante eso sonrió como un gato travieso.

—¿Kudayari es importante para tí?— volvió a preguntar Kohaku para asegurarse antes de decirle su idea.

—Lo es— volvió a confirmar Hyoga sospechando de las intenciones de la chica, quien ante su respuesta sonrió ampliamente con unos ojos llenos de travesura.

—Ya que nuestros padres no pueden ir por nuestras armas ¿qué tal si las robamos de la oficina de la directora? Bueno, no sería exactamente robar ya que son nuestras— argumentó Kohaku.

—¿Quieres que entremos de contrabando en su oficina?

—Claro, es lo más lógico que debemos hacer si queremos recuperar nuestras armas.

En ese momento Hyoga supo que para bien o para mal, Kohaku cambiaría su vida, porque lo más loco que ha hecho es considerarlo.

Algo que nunca haría, pero por alguna razón se vuelve tonto a lado de Kohaku y como un idiota sin cerebro respondió.

—Sí.

Ese día algo cambiaría entre ellos para siempre, después de todo, no todas las historias de amor comienzan con el pie derecho y está no es la excepción.