Chapter 1: 01
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El sol no brillaba en las calles donde Chance pasaba los días, era más bien una luz gris, gastada, que apenas tocaba las paredes manchadas de humedad y los charcos que nunca se secaban. Entre autos oxidados, basura apilada y un zumbido constante de voces y motores, Chance flotaba como un espectro de 15 años, invisible para el mundo.
La ciudad tenía mil nombres, pero para él solo era el campo de batalla y el campo de batalla no perdonaba, cada día se jugaba el pellejo entre dados, naipes o algún juego callejero donde el dinero se movía rápido, y las traiciones aún más.
Chance era flaco, pero no débil, su mirada era aguda, atenta, había aprendido a leer a las personas, a contar los latidos de una partida, a anticipar las trampas. Sabía cuándo alguien escondía un as bajo la manga o cuándo una risa era solo una máscara, su mente era su arma, su única defensa.
No apostaba por diversión, no había espacio para eso, si ganaba, comía, si perdía, se dormía con el estómago vacío… o peor, regresaba a casa con las manos vacías, y eso nunca era buena idea.
—¡Otra ronda! —gritó un tipo grandote, sudoroso, que apestaba a cerveza rancia. —El niño quiere más
Chance no dijo nada solo recogió los dados, los hizo girar entre sus dedos... respiró y los lanzó.
Ganó
Otra vez
Hubo murmullos, risas falsas, miradas torcidas. Chance no sonrió, solo agarró su parte del dinero y se fue rápido, sabía lo que venía después de ganar demasiado, resentimiento, trampas, o una puñalada.
A veces, al doblar una esquina, esperaba no ver más que oscuridad, que alguien lo siguiera, que lo desaparecieran sin rastro, porque en ese mundo, los que ganan demasiado sin permiso… desaparecen.
Esa tarde no comió, no porque no tuviera dinero, sino porque alguien lo robó antes de que pudiera gastarlo. Tres chicos mayores lo rodearon, lo golpearon, le quitaron lo poco que llevaba, solo se defendió lo suficiente para no morir. Se quedó tirado unos minutos, respirando polvo.
Al llegar a su casa —si es que ese lugar podía llamarse así— lo recibió el grito de su padre.
—¿¡Y mi dinero, imbécil!?
Chance no alcanzó a cerrar la puerta cuando ya tenía una botella cerca del rostro, su madre chillaba desde la cocina, o desde el rincón donde solía dormir, era difícil saber dónde estaba exactamente... ambos estaban borrachos, como siempre... perdidos, infestados de odio, la única constante era que, cuando Chance volvía sin dinero, se desquitaban con él.
Esa noche durmió en la calle otra vez, una vieja caja de cartón le servía de colchón, una sudadera raída de almohada, la luna colgaba como un testigo inútil, mientras él se abrazaba a sí mismo, temblando, sintiéndose más un perro abandonado que un ser humano.
Soñó con un mundo donde no tenía que rogarle al azar para sobrevivir.
Un mundo donde alguien le tendiera la mano sin pedirle algo a cambio.
No sabía que, pronto, alguien lo haría…
Pero a cambio de mucho más de lo que podía imaginar.
El día comenzó como todos los demás, con el estómago vacío y los huesos duros por el frío. Chance se levantó de la banqueta como si cargara años en la espalda, se estiró con dificultad y caminó con pasos arrastrados hacia la zona del mercado, donde siempre había ruido, olor a comida que no podía pagar, y algún que otro juego donde meter las manos.
En el bolsillo tenía dos monedas, apenas lo suficiente para una botella de agua., dudó, si las apostaba y perdía, se quedaba sin nada, si ganaba… podría comer pan.
El hambre siempre ganaba la discusión.
Encontró una mesa improvisada con tres sujetos jugando cartas, uno de ellos, un tipo de cabello desordenado y gorra al revés, lo vio acercarse y soltó una risa nasal.
—¡Miren quién volvió! El “niño milagrazo”
—Trae algo para perder hoy, ¿o solo vas a mirar?
Chance no respondió, solo puso sus dos monedas sobre la mesa y se sentó.
Los juegos empezaron
Tres partidas, Ganó las tres
No por suerte, sino porque pensaba más rápido, observaba más, pero eso solo alimentaba la molestia de los otros, sabía que, si no se iba pronto, algo pasaría.
En la cuarta partida, uno de los tipos deslizó una carta extra bajo la mesa. Creía que Chance no lo había visto, pero sí lo vio, claro que lo vio y justo cuando iba a abrir la boca, una sombra grande cayó sobre la mesa.
—¿Puedo jugar?
La voz era firme, seria y elegante, como una cuchilla envuelta en terciopelo.
Todos se giraron al mismo tiempo.
Y ahí estaba él.
Alto e Impecable... muy Inquietante.
Su traje azul relucía incluso bajo el sol gris de la ciudad, su cabello rubio lacio le caía como hilos de oro hasta el pecho, llevaba una capa del mismo azul profundo, bordada con símbolos que Chance no entendía, una corona azul, puntiaguda, descansaba en su cabeza con naturalidad, como si hubiese nacido con ella, y ese rectángulo oscuro sobre sus ojos le daba un aire de misterio que incomodaba.
El tipo de la gorra frunció el ceño.
—¿Y tú quién se supone que eres?
El hombre no respondió, solo colocó una gruesa pila de billetes sobre la mesa, con movimientos lentos y seguros, luego, se volvió hacia Chance.
—¿Tú juegas con él?
Chance dudó, el instinto le gritaba que se alejara, pero la pila de dinero le gritaba más fuerte, asintió, en silencio.
El hombre ocupó el asiento a su lado, los otros no se atrevieron a protestar, jugaron una ronda, Chance ganó, luego otra, y otra, el hombre no decía nada, no lo miraba directamente, pero Chance sentía su atención clavada en él.
Cuando se levantaron de la mesa, el hombre habló por fin.
—Tienes talento...
Chance lo miró, con la desconfianza tatuada en el rostro.
—¿Y qué con eso?
El hombre extendió la mano, no para estrecharla, sino para ofrecer algo, una tarjeta negra, lisa, con un símbolo en azul metálico en el centro.
—Yo soy Itrapped, y tú me interesas
Chance la tomó, sin entender.
—¿Interesar… por qué?
Itrapped alzó el mentón, como si calculara cuánto decirle.
—Puedo ponerte a jugar en otro nivel... uno donde la comida no sea una preocupación… donde el frío no te despierte, y donde no tengas que mirar por encima del hombro cada vez que ganas
Chance entrecerró los ojos, no confiaba en nadie, y mucho menos en hombres ricos con sonrisas vacías.
—¿Y tú qué ganas?
Itrapped esbozó una media sonrisa.
—La mitad de lo que tú ganes, ni más, ni menos
Chance pensó en sus padres, en la casa llena de gritos, los golpes, el estómago vacío, la gente que le robaba lo poco que tenía.
Y pensó en lo cansado que estaba.
Muy, muy cansado.
—¿Y si digo que no?
—Entonces seguirás durmiendo en la calle, apostando con ratas, y rogando no ganar demasiado
La respuesta le cayó como un balde de agua helada, cruel, fría, muy verdadera.
Chance apretó los labios.
—¿Y si digo que sí?
Itrapped no respondió, solo se giró y comenzó a caminar.
Chance lo miró alejarse.
La tarjeta negra pesaba más que el mundo entero en su bolsillo.
La tarjeta negra dormía en el bolsillo de Chance como una voz susurrante, no hacía ruido, no se movía, pero estaba ahí. Caminó durante horas, sin rumbo, pensando, dudando, el cielo estaba pálido y roto por nubes sucias, y la ciudad seguía su ritmo violento y desgastado como si él no existiera... como siempre.
Entró en un callejón vacío, se sentó en el suelo, se sacó los tenis viejos y se frotó los pies congelados, tenía hambre, claro, pero ya ni siquiera dolía, el hambre era un viejo conocido, un inquilino silencioso que solo lo dejaba respirar cuando cerraba los ojos.
Sacó la tarjeta.
Lisa, fría y negra como la noche.
¿Quién era ese tipo, Itrapped?
Demasiado limpio, demasiado correcto, demasiado todo...
Chance no confiaba en nadie, pero algo en él… algo extraño, profundo, le decía que esto no era una trampa común, era otra cosa y eso era peor.
Le dio la vuelta a la tarjeta, solo había un número.
La curiosidad le ganó al miedo, buscó un teléfono público y marcó.
Tres tonos... luego una voz.
—Te estaba esperando —dijo Itrapped, como si ya supiera que lo llamaría.
Chance apretó el auricular.
—¿A dónde tengo que ir?
Itrapped lo miró llegar desde el ventanal del edificio, llevaba ropa vieja, los hombros encorvados, los ojos clavados en el piso, un cachorro herido con cara de fiera, lo recibió en silencio, Chance entró en el departamento como quien entra a otro mundo, pisos de mármol, paredes limpias, olor a café recién hecho y madera, nada crujía, nada goteaba, nadie gritaba, nadie golpeaba la mesa.
Chance no dijo nada, solo lo observó todo con ojos grandes, como si fuera una trampa de lujo.
Itrapped lo miró de arriba abajo.
Un chico delgado, curtido por el abandono, inteligente, sí, calculador, pero débil emocionalmente, perfecto, un molde vacío listo para ser tallado.
—Hay reglas —dijo Itrapped, directo.
Chance lo miró y asintió.
—La mitad de todo lo que ganes es mía, yo cubro las entradas, tú juegas, yo decido con quién, cuándo y dónde, si te niegas, estás fuera, si haces trampa, estás fuera, si pierdes el control… —lo miró fijo— estás fuera
Chance tragó saliva.
—¿Y a cambio?
Itrapped señaló el sillón, la comida servida, la ducha caliente detrás de una puerta.
—Un lugar, comida, seguridad, paz, si sabes jugar bien... no te estoy adoptando Chance, te estoy contratando
Chance frunció el ceño, le dolió escucharlo tan claro, pero al mismo tiempo, era la primera vez que alguien le hablaba sin burlarse, sin despreciarlo, sin golpearlo...
Solo… directo
—Acepto
Itrapped no sonrió y asintió.
—Empiezas mañana
Esa noche, Chance durmió en una cama por primera vez en años, no podía dormir al principios y su cuerpo no entendía tanta suavidad, se duchó, comió, volvió a ducharse, se acosto se sentó, caminó por el pasillo, tocó la pared, volvió a la cama.
Y entonces, entre las sábanas blancas, cerró los ojos.
Y lloró...
Lloró en silencio, sin ruido, sin lágrimas escandalosas, solo dejó que saliera todo, la rabia, el miedo, la soledad... el peso de los años.
Itrapped lo escuchó, desde el otro lado del pasillo, con un vaso de vino en la mano y expresión neutral.
No sentía lástima, solo confirmación.
—El chico ya está dentro —murmuró para sí mismo— Solo es cuestión de tiempo...
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Palabras 1700
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Chapter 2: 02
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La mañana lo recibió con una luz suave entrando por las cortinas, no fue un grito, no fue el sonido de una botella cayendo.
Solo... silencio
Chance despertó con el corazón tranquilo, algo inusual en él, abrió los ojos y por un momento no supo dónde estaba, el colchón lo envolvía como si no quisiera soltarlo, las sábanas olían a limpio, el aire era tibio y su estómago… no rugía.
Se sentó lentamente, como si esperara que todo desapareciera, que fuera un sueño, pero no, allí estaba, el cuarto, la cama, la ropa limpia doblada a un lado, el baño, el desayuno y esa tarjeta negra sobre la mesa de noche, el recordatorio.
Esto no es gratis
Bajó a la cocina y encontró a Itrapped ya vestido, impecable como siempre, su traje azul, capa, guantes, ni una arruga, en su mano, una copa de café, en su rostro, ninguna emoción.
—¿Dormiste?
Chance asintió, dudó y luego bajó la mirada.
—Hace mucho que no dormía así
Itrapped no dijo nada, le indicó con un gesto que comiera, pan, huevo, fruta, jugo, Chance no preguntó de dónde venía todo eso, solo comió con ansias, como si se lo fueran a quitar en cualquier momento y entre bocado y bocado en silencio pensó.
“Le debo esto, no lo voy a decepcionar”
Itrapped lo observaba con los ojos ocultos tras ese cristal oscuro, no necesitaba ver su rostro completo para entender lo que pasaba por su mente, lo había visto antes, lo había provocado antes, Chance estaba entrando en la zona más dulce del control, la gratitud.
No había necesidad de manipularlo con amenazas, el chico lo haría todo por sí solo, solo con darle lo que nadie más le había dado...
Un poco de dignidad
Itrapped tomó otro sorbo de café y miró la pantalla de su reloj.
—Hoy conocerás a Marlon... el te enseñará los juegos formales, nada de callejones ni tipos con cuchillos, esto es más fino, más dinero, más reglas, no quiero que pierdas por ignorancia
Chance tragó saliva y se limpió las manos con una servilleta de lino.
—¿Y si pierdo?
Itrapped giró lentamente la cabeza hacia él.
—Entonces será tu última comida aquí
No lo dijo con crueldad, solo lo dijo como quien recita una ley, como si no fuera una amenaza, sino una verdad inmutable.
Chance no se asustó solo comprendió.
—No voy a perder
Itrapped lo miró por unos segundos, luego asintió.
—Bien
Horas después Chance se encontró frente a un hombre de barba fina y sonrisa discreta, Marlon tenía traje pero sin capa ni corona, solo una mirada entrenada, de esas que no se impresionan fácilmente.
—Así que tú eres el chico callejero —dijo Marlon, mientras barajaba cartas con elegancia— Itrapped no suele poner interés en cualquiera
—No soy cualquiera —dijo Chance serio.
Marlon sonrió, como si eso le gustara.
—Eso quiero ver
Pasaron las siguientes tres horas en un salón privado, mesas de juego, fichas, reglas estrictas... Chance aprendía rápido, observaba, analizaba y luego replicaba, si cometía un error, lo corregía en la siguiente jugada, tenía hambre, pero de otro tipo.
Hambre de demostrarse útil
Cuando terminaron, Marlon lo miró con curiosidad.
—Podrías ser muy bueno, si no te rompes antes
Chance frunció el ceño.
—¿Romperme?
—Esto es un juego... hasta que empiezas a ganar demasiado, o hasta que alguien que perdiste quiere revancha con las manos
Chance no respondió, pero sus ojos hablaban por él.
“No me rompo, ya estoy roto”
Esa noche de regreso al departamento, Chance se quedó mirando a Itrapped por unos segundos antes de dormir, el hombre estaba en el balcón, mirando la ciudad como si fuera un tablero enorme. Chance quiso decir algo, tal vez “gracias”, tal vez nada, pero no se atrevió, solo pensó.
“Lo voy a hacer bien, no solo por mí, por él, por todo esto”
Itrapped sin girarse habló con voz baja.
—Recuerda... la gente agradecida es más leal que la gente feliz... y tú aún no sabes lo que es ser feliz
Chance no entendió del todo, pero asintió igual.
La ciudad brillaba esa noche como si quisiera ocultar su podredumbre bajo luces de neón, pero en el interior del Salón Espejo, no había máscaras, solo apuestas y tiburones disfrazados de caballeros. Chance entró por la puerta principal con paso firme, detrás de Itrapped, vestía por primera vez ropa limpia, camisa blanca con cuello recto, pantalón de tela oscura, y zapatos que no tenían agujeros, no era lujo... era uniforme.
Itrapped caminaba delante de él, como un rey sin trono, abriendo camino entre las miradas curiosas de jugadores, vigilantes y anfitriones, gente con dinero, relojes de oro, copas de vino en mano, todos le conocían a Chance, no.
Todavía
Una mesa los esperaba, verde, pulida, perfecta... una ruleta, tres jugadores, y un hombre sentado en el centro, gordo, con dedos anillados y una sonrisa perezosa. Marqués, uno de los peces grandes y el objetivo de la noche.
Itrapped se detuvo frente a la mesa, el silencio fue inmediato.
—¿Es esto una broma? —preguntó Marqués, mirando a Chance de pies a cabeza— ¿Me traes a un niño?
Itrapped no respondió, solo giró levemente la cabeza hacia Chance.
—¿Estás listo?
Chance tragó saliva y sintió que todo su cuerpo se tensaba, pero no de miedo, sino de adrenalina.
—Listo —dijo y tomó asiento.
La primera ronda fue pura tensión, Chance sintió los ojos de todos encima de él, cada movimiento suyo era observado, juzgado, analizado. El juego era ruleta, pero con reglas internas alteradas, diseñadas para quebrar la lógica común, apuestas simultáneas, dobles engaños, señales entre jugadores, nada era limpio.
Perfecto
Eso era lo que Chance conocía.
Marqués giró la ruleta, las fichas volaron.
Chance no apostó de inmediato, observó, medía más que números, medía rostros, tics, la forma en que un tipo temblaba al poner sus fichas, el orden en que uno respiraba antes de colocar su apuesta, cuando por fin soltó sus primeras fichas, lo hizo en silencio.
Y ganó
No por suerte
Por lectura
Los presentes murmuraron, Marqués alzó una ceja, no se reía ahora. Siguieron tres rondas más y Chance ganó dos, una perdió, a propósito.
—¿Te estás conteniendo, niño? —escupió Marqués.
Chance lo miró a los ojos.
—Estoy calentando
Los otros se rieron pero Itrapped no, solo lo miraba desde atrás, inmóvil, como un director de orquesta invisible.
La ronda final llegó
Chance tenía fichas, Marqués más, era el momento todo o nada, no se trataba del dinero, era el respeto, el nombre, el derecho a estar ahí.
Marqués puso sus fichas con arrogancia.
Chance cerró los ojos, no pensaba en la ruleta, pensaba en el frío de las banquetas, en el sabor del pan robado, en los gritos, los golpes, la sangre seca bajo la nariz, pensaba en cómo Itrapped le dio techo, comida, silencio, pensaba en que no podía fallar.
No. Iba. A. Fallar.
—Todo —dijo poniendo sus fichas en el número 17.
—¿Todo? —preguntó Marqués— ¿Eres idiota?
Chance no respondió y la ruleta giró. El sonido fue largo, el salón entero se inclinó hacia ese tambor giratorio como si el universo entero esperara ese instante.
La bola cayó.
17
Silencio... y luego… estallido.
—¡¿Qué demonios?! —gritó Marqués, levantándose de golpe.
Chance no sonrió, solo bajó la cabeza ligeramente, en señal de respeto.
Itrapped caminó hasta él, le puso una mano en el hombro, le habló en voz baja.
—Bien hecho
Chance tragó saliva, no podía hablar, no porque no supiera qué decir… sino porque si hablaba, iba a llorar, lo logró.
Lo hizo por él
Por Itrapped
Por lo que recibió
Por lo que nunca tuvo...
Esa noche al volver al departamento, Chance cenó sin hablar, cada bocado sabía a victoria, a aire limpio, Itrapped, frente a la ventana, ni siquiera lo miró.
—Sigue así… y no volverás a tocar el suelo
Chance apretó los puños sobre sus rodillas.
—No voy a fallarte, nunca
Itrapped solo bebió de su copa y pensó.
“Exactamente lo que necesitaba”
Los rumores empezaron al día siguiente, en los pasillos del Salón Espejo, en las mesas VIP del Club de Juego de la Cuadra Alta, incluso en las llamadas rápidas entre apostadores de otros distritos.
—¿Oíste del chico que le ganó a Marqués?
—Dicen que tenía 15
—Dicen que fue suerte
—Dicen que no es un chico, que es una trampa de Itrapped
El nombre de Chance no pesaba aún, pero ya sonaba, como una nota desafinada en medio de una sinfonía elegante, como una amenaza leve y eso era suficiente para molestar a muchos.
—Hoy juegas contra Lester Vann —dijo Itrapped esa mañana, revisando unos documentos en su escritorio— Tómatelo en serio, el no cree en la suerte, cree en aplastar novatos
Chance, vestido con un nuevo conjunto sencillo pero fino, bebía su café con ambas manos, lo hacía con calma, pero su mente estaba corriendo a mil.
—¿Qué tipo de juego?
—Cartas, variante francesa, fondo común, ronda cerrada...
—¿Y cuántos?
—Tres jugadores, tú, Lester… y un observador silencioso
—¿Quién?
Itrapped lo miró.
—No preguntes lo que no necesitas saber
Chance asintió, ya lo había entendido, preguntar no era cortesía en este mundo era debilidad.
La sala del juego estaba iluminada por luces cálidas, alfombra roja, mesas bajas de cristal, silencio profesional, había gente mirando desde las sombras, gente que no hablaba, que solo observaba, analizaba, comparaba.
Chance entró y de inmediato sintió la presión, al fondo tres rostros lo miraron.
Lester Vann, corpulento, ojos grises, anillos dorados en los dedos y mirada afilada como una daga vieja.
—¿Este es el niño que hizo llorar a Marqués? —bufó— Pensé que era un chiste
—Puedes reír si quieres —dijo Chance sin alterarse— Es gratis, lo que no será gratis es levantarte de esa mesa después
Uno de los presentes soltó una risa entre dientes. La primera carta se colocó sobre el tapete, la partida fue brutal.
Lester jugaba como una serpiente, lento, elegante, pero con veneno, cambiaba patrones, lanzaba faroles, ponía presión con apuestas grandes, Chance lo entendía, lo estudiaba, lo respondía con reflejos y calma, mientras jugaban, alguien en el fondo murmuró.
—Ese niño tiene los ojos de un veterano
Chance los escuchó, pero no reaccionó. En la tercera ronda, Lester trató de atraparlo con una apuesta agresiva, intentó quebrarlo, Chance miró sus fichas… luego a Lester.
—Te vi pestañear justo antes de mover la ficha más grande —dijo Chance tranquilo— Quieres que crea que tienes la mano alta, pero estás vacío...
Puso el doble y Lester lo miró furioso, mostró las cartas. Chance… tenía la mejor mano, luego el silencio.
Chance ganó
Y no una, ni dos... cuatro rondas consecutivas
Lester se levantó antes de que terminara la última.
—Esto es una pérdida de tiempo —gruñó.
Chance no lo miró, solo juntó las fichas con cuidado y entonces alguien en la sombra habló.
—Nombre
Chance levantó la vista.
—¿Perdón?
—Tu nombre, el verdadero
Chance dudó, luego habló.
—Chance...
El silencio se mantuvo y luego, una voz al fondo repitió.
—Chance
Y otra.
—El chico Chance
Así se selló, ya no era el niño que vino con Itrapped, ahora tenía nombre y nombre sobre la mesa es nombre en la boca de todos.
Más tarde en el elevador del edificio, Chance se miraba en el espejo, socó su camisa, se peinó con los dedos y sonrió, un poco, por primera vez, no de burla ni ironía, sino de orgullo.
Itrapped entró tras él, no dijo nada por varios pisos.
Al llegar al 18, antes de salir, solo soltó una frase.
—A veces, el mundo se inclina ante los que nadie vio venir
Chance bajó la mirada.
—¿Estoy haciendo bien las cosas?
Itrapped no respondió de inmediato.
—Estás haciendo lo que se espera de ti... sigue así, y podrás hacer lo que quieras
La puerta se cerró, Chance se quedó solo, con su reflejo, y por primera vez… no se sintió un niño de la calle.
Se sintió alguien
El sonido de las fichas al caer ya no era solo parte del ambiente, ahora era música para Itrapped. La oficina del piso 18 estaba más ocupada de lo usual, tres pantallas activas, llamadas en espera, notificaciones de apuestas cerradas con éxito, cuentas creciendo a doble dígito.
Itrapped sentado en su sillón, giraba lentamente un vaso de vidrio en la mano, no lo bebía, solo lo escuchaba chocar con los hielos, igual que escuchaba las cifras en pantalla.
—Se duplicó el flujo en tres días —dijo Rho, su asistente— Ya preguntan por el niño, algunos lo llaman “El As”
Itrapped sonrió, una sonrisa fina, como una línea de sangre sobre mármol.
—Chance —corrigió él— No infantilices el producto...
—Producto ¿eh?
—Es lo que da resultados, la gente lo quiere ver, apuestan más cuando él está en la mesa y lo mejor de todo… —dio un sorbo finalmente— no tienen idea de lo que está dispuesto a hacer por no decepcionarme
Mientras tanto, en el club "El Nido", Chance se sentaba ante un nuevo oponente. Las luces del lugar eran más tenues, más íntimas, como si quisieran proteger lo que ahí sucedía, las paredes tapizadas en terciopelo rojo y las cámaras ocultas en rincones de sombra mostraban que todo estaba siendo visto… apostado… multiplicado.
—Así que tú eres el mocoso que le rompió la cara a Lester —dijo el hombre frente a él, flaco, con barba torcida y aliento a whisky caro— ¿Crees que puedes repetirlo?
Chance se encogió de hombros.
—¿Tienes miedo de que sí?
El crupier anunció el inicio y la mesa volvió a callar. La primera mano, Chance miró sus cartas, sintió el pulso del rival, y lo dejó avanzar, la segunda midió la reacción al perder, la tercera, el rival estaba ansioso, Chance ya lo sabía, era un reflejo que había visto en la calle, el que se muerde los labios antes de atacar, en la cuarta, Chance apostó fuerte, el hombre dudó… y cayó.
Victoria limpia
Aplausos cortos, silencio denso y de nuevo, alguien en la sombra soltó
—Ese niño es una inversión.
Horas más tarde, en una sala privada, Itrapped y Chance estaban solos, un silencio cálido, cargado de confianza y tensión al mismo tiempo.
—¿Te sientes cómodo? —preguntó Itrapped mientras revisaba los reportes de apuestas.
Chance dudó.
—No sé si eso importa
Itrapped lo miró por un segundo.
—Bien
El silencio volvió, pero Chance no podía callarse.
—¿Por qué me llevas a tantos lugares? Ayer estuve en tres clubes, hoy dos, ya me están reconociendo...
Itrapped cerró la carpeta con calma.
—Porque ahora entienden el valor que tienes
Chance lo miró, serio.
—¿Y tú?
Itrapped sonrió, pero no fue una sonrisa amable.
—Yo siempre lo supe, solo esperaba que tú también lo vieras
En las siguientes semanas, Chance se convirtió en un nombre con peso. Los apostadores hablaban de él, los clubes lo solicitaban, los que no lo respetaban al principio, ahora lo evitaban o lo temían y los que lo envidiaban… aún callaban.
Aparecían desafíos cada noche, Itrapped recibía llamadas, ofertas, incluso apuestas por debajo de la mesa.
—“Ponlo a jugar contra mi chico”
—“Quiero verlo en mi mesa”
—“Que venga solo... no se va a arrepentir”
Itrapped seleccionaba cada enfrentamiento como un joyero que pule diamantes, solo los que valían la pena, solo los que harían crecer su figura, mientras Chance, día tras día, jugaba como si su vida dependiera de ello y quizás, en el fondolo, era asi.
En uno de esos días, tras su quinta victoria consecutiva, un periodista disfrazado de apostador se le acercó.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Chance lo miró, no muy seguro.
—Solo una
—¿De dónde saliste?
Chance tragó saliva, miró su mano, las cartas aún calientes, la ficha en su dedo y sonrió.
—Del lugar donde nadie apuesta por ti… hasta que demuestras que debieron hacerlo desde el inicio
Y se fue dejando atrás al hombre con la libreta abierta y la boca cerrada.
Itrapped, desde el auto, lo vio salir, abrió la puerta, Chance subió sin decir palabra.
—¿Qué sigue? —preguntó él.
Itrapped marcó un número en su teléfono.
—Ahora que huelen el dinero… van a querer más y tú vas a dárselos, pero no te confundas Chance, ellos no te quieren... solo quieren lo que puedes hacer
—¿Y tú? —preguntó Chance sin mirarlo.
Itrapped respondió sin vacilar.
—Yo quiero lo mismo, pero te respeto por lo que eres capaz de hacer
El auto arrancó, en la ciudad las luces pasaban como estrellas que caen en cámara lenta yen el centro de todo Chance, el chico sin nombre… ahora era el nombre que todos querían decir en voz baja.
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Palabras 2700
Acá de regreso con un nuevo capítulo!
Por como van leyendo va bien?
Espero y les haya gustado
Nos vemos!!!
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Disfrutador de la Paycheck del FORIEGN (Guest) on Chapter 1 Tue 11 Nov 2025 02:52AM UTC
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SevenVoidX on Chapter 1 Tue 11 Nov 2025 06:38AM UTC
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