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No era como si Samatoki estuviera esperando algo.
A él le daba igual que fuera su cumpleaños, en primer lugar, y además de todo, Jyuto era la persona menos dada a olvidarse de su trabajo y más para tomarse un tiempo para celebrar, cosa que Samatoki agradecía.
El que ni él ni Rio dejasen pasar la fecha sin al menos una palabra era más que suficiente.
Y aun así, cuando Jyuto entró a su oficina, lo primero que hizo Samatoki fue fijarse en sus manos.
¿Con qué le saldría el conejo policía esta vez?
Cuando acaban de unir fuerzas, había sido un cigarrillo en una improvisada felicitación; luego había sido una invitación casual después de limpiar la ciudad juntos y este...
Una caja oscura con decoración brillante. Eso fue lo que Samatoki notó antes de que Jyuto se acercara sin ningún rodeo a su escritorio, luciendo como si ese fuese su único motivo para estar allí esta vez y no planease ocultarlo.
—Toma —dijo Jyuto, ofreciéndole la caja y confirmando con ello que sí, era un regalo y solo había ido a entregarlo como el conejo sentimental y educado que era, incapaz de fingir que había olvidado la fecha.
—¿Chocolates? —cuestionó Samatoki con incredulidad, bufando al levantar la tapa y ver siete bombones de chocolate, cada uno con una decoración diferente.
Eran justo el tipo de dulce pretencioso que a Jyuto le gustaba y que sin duda había elegido porque a él mismo le gustaban, y esperaba que Samatoki compartiese su opinión.
—Sí —replicó Jyuto, moviéndose ahora a una de las sillas para tomar asiento como si no tuviese ningún afán—, es un chocolate amargo que combina a la perfección con un buen café.
Y eso era tan típico de Jyuto que Samatoki soltó una carcajada en lugar de lanzar la caja a su cara.
—¿Se supone que esto es un regalo o tu forma de pedirme un café?
La sonrisa de Jyuto delataba su respuesta y aun antes de escucharla, Samatoki se puso de pie.
—Si esa es tu forma de agradecerme, no diré que no.
Samatoki resopló.
¿Qué necesidad había de llevar cuentas a estas alturas? Aunque podía aprovechar eso...
—Más bien deberías preparar uno para mí —dijo, pese a ponerse manos a la obra.
No que tuviese pensado quejarse mucho, no cuando estaba de buen humor y también curioso. Aun sin ser el mayor fan de los dulces, quería ver si los chocolates sí eran tan buenos con un café como Jyuto había dicho.
Ya después de averiguarlo le podía exigir devolverle el favor. Era su cumpleaños, al fin de cuentas, y si Jyuto quería hacer algo por él, Samatoki no diría que no.