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Language:
Español
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Published:
2025-11-25
Words:
1,554
Chapters:
1/1
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2
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1
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6

El Ídolo y el Gatito

Summary:

En una misión en la selva, Indiana Jones rescata sin querer a un gatito callejero que lo sigue paso a paso… y arruina cada intento de sigilo con maullidos, trepadas al sombrero y puro caos adorable.

Entre trampas, ladrones de tesoros y persecuciones ridículas, Indy insiste en que “solo lo llevará hasta la salida”… pero el gatito termina adoptándolo a él.

Work Text:

1. Un hallazgo inesperado

Había días en los que Indiana Jones se despertaba sintiendo que el universo lo quería molestar.
Ese definitivamente era uno de ellos.

El templo de Karaj-Muntu, oculto entre la selva sudamericana, debía albergar una estatua dorada perdida. Fácil, limpio, rápido.

Eso pensó Indy cinco horas antes.

Ahora estaba sudado, cubierto de telarañas y preguntándose por qué demonios había escuchado un maullido dentro de un templo que llevaba cerrado al menos tres siglos.

—…No puede ser —murmuró, deteniéndose en seco.

El maullido volvió.

Suave.

Chiquito.

Lastimero.

Indy levantó la antorcha.

La luz reveló un hueco entre dos piedras.

Dentro, un gatito diminuto, sucio, blanco con manchas negras, lo observaba con ojos gigantes.

—¿Qué? ¿Tú también quieres un ídolo dorado? —preguntó Indy.

El gatito respondió con un “¡mrrrp!” tan tierno que le perforó el corazón.

—Genial. Ahora estoy hablando con un gato en mitad de un templo maldito.

El gatito dio un paso hacia delante.

Luego otro.

Tropezó con sus propias patas, casi se cae… y terminó estampándose contra la bota de Indy.

—Oh, no. No, no, no. No empieces con eso —dijo Indy, levantándolo con cuidado—. No puedo cargar contigo. Estoy en horario de trabajo.

El gatito ronroneó.

RONRONEÓ.

Como si Indy fuera la cama perfecta de hotel cinco estrellas.

—Claro, por supuesto —suspiró Indy—. Vamos a sacarte de aquí y seguiré con lo mío. Nada más. Te dejo afuera y ya.

El gatito volvió a maullar, suave, aprobando el plan… que claramente él interpretaba como “estaré contigo para siempre”.

Indy lo metió en el bolsillo interno de su chaqueta.

—Esto es temporal —advirtió.

El gatito lo ignoró y se acomodó, satisfecho.

2. El ídolo, un mal presentimiento y un intruso peludo

La cámara principal del templo era tan imponente como Indy imaginaba: columnas gigantes, murales, un altar central… y, sobre él, el ídolo dorado que buscaba.

—Perfecto —susurró, acercándose con cautela—. Sin trampas. Sin problemas. Sin…

El gatito sacó la cabeza del bolsillo.

—No. No salgas.

El gatito salió igual.

Indy contuvo el aliento.

—No vayas al ídolo. No vayas al ídolo. No vayas…

El gatito se acercó al ídolo.

Se frotó contra él.

Luego lo derribó de un empujón accidental.

Indy sintió cómo el alma le abandonaba el cuerpo.

—¡NO! ¡NO, NO, NO, NO, NO!

El ídolo cayó—

Indy se lanzó—

Lo atrapó en el aire—

Justo cuando el suelo comenzó a vibrar.

—Sabía que pasarías algo así —gimió Indy.

El gatito lo miró como diciendo: “¿Qué hice? :3”.

—Luego hablamos —murmuró Indy, guardándose el ídolo mientras agarraba al felino con la otra mano—. Por ahora… ¡CORREEE!

3. La persecución más ridículamente ruidosa de la historia

Las paredes temblaron.

Rocas comenzaron a caer.

La típica bola gigante rodando por el pasillo no podía faltar —Indy ya ni se sorprendía—.

Salió disparado, con el látigo en la cintura, el ídolo bajo el brazo y el gatito sobre su hombro, aferrado a su camisa como un koala en pánico.

Pero pronto la persecución cambió de toda la vida a esto es ridículo incluso para mí.

Porque la criatura decidió que lo mejor era trepar a su sombrero.

Indy sintió las garras diminutas clavarse para tener equilibrio.

—¡Oye! ¡Oye, no! ¡Ese sombrero es importante! ¡HEY!

El gatito se plantó encima del sombrero.

Como un capitán de barco.

Sacando pecho.

Maullando como si él guiara la misión.

La bola gigante rugía detrás.

Indy dobló una esquina mientras el gatito soltó un maullido tan chillante que rebotó por las paredes.

—¡Shh! ¡No hagas ruido! ¡Hay trampas que se activan por sonido!

El gatito:

—¡¡MRAAAAUU!!

Tres dardos salieron disparados desde la pared.

Indy esquivó uno.

El segundo pasó rozando su mejilla.

El tercero se clavó justo en su sombrero.

El gatito, ofendidísimo, lo arrancó de un zarpazo.

—Perfecto —bufó Indy—. Excelente trabajo. Sutil. Muy profesional.

El gatito ronroneó, orgulloso.

igo no previsto

Indy salió del templo justo a tiempo antes de que la entrada colapsara.
Respiró.
Miró al gatito.
Miró el templo destruido.

—¿Ves por qué no rescato animales? —preguntó, exasperado.

El gatito le dio un cabezazo en la barbilla.

—…Está bien. Te dejo en el campamento. Te daré agua. Y comida. Pero ahí termina nuestra relación.

El gatito lo observó con ojos tan enormes que Indy sintió que perdía la pelea.

—No. No empieces con eso. Ni lo intentes.

Mientras caminaba hacia la camioneta, escuchó pasos.

Varios.

—Oh, vamos —murmuró.

Aparecieron tres hombres armados: buscadores del tesoro rivales.

El líder, un tal Vargos, sonrió.

—Dr. Jones. Qué coincidencia. ¿Ve que tiene algo que me pertenece?

Indy tomó aire.

—Si te refieres a este ídolo… no.

—Me refería al gato.

Indy parpadeó.

—¿El qué?

—Ese gatito exótico vale una fortuna. Las manchas negras son características rarísimas. Lo buscamos hace semanas.

Indy miró al gatito.

El gatito lo miró como si dijera: “¿Me vas a entregar a esos idiotas? A ver si te atreves”.

Reaccionó sin pensar.

—No se los voy a dar —dijo Indy, sorprendiéndose a sí mismo.

Vargos ladeó la cabeza.

—Entonces se lo quitaremos.

El gatito soltó un gruñidito diminuto.

Indy suspiró.

—Lo sabía.

5. Acción, caos y un gato agresivamente inútil

Vargos atacó primero.

Indy lo esquivó.

Uno de los secuaces intentó agarrar al gatito… que respondió con un manotazo diminuto y absolutamente inútil.

Pero Indy se enfureció como si hubieran intentado pegarle a un bebé.

—¡HEY! ¡Con el gato no!

Golpeó al hombre con el mango del látigo.
El otro secuaz lo embistió.

Indy cayó al suelo, rodó, logró ponerse de pie y lanzó el látigo, enganchando la muñeca del agresor.

Vargos trató de disparar.

El gatito, sin entender nada, se lanzó hacia él.

Pero como era tan chiquito, solo logró aterrizar sobre su bota.

Vargos se distrajo igual.

Ese fue el momento que Indy necesitaba.

Saltó.

Lo desarmó.

Lo derribó en el barro.

Minutos después, los tres rivales estaban huyendo por la selva.

Indy se agachó a recuperar su sombrero, ahora con dos pequeñas marcas de garras.

El gatito lo miró, tembloroso.

Indy lo tomó con ambas manos.

—¿Estás bien?

El gatito apoyó su frente en la de él.

Indy sintió algo extraño.

Una conexión suave.

Cálida.

—No puedo creerlo —susurró—. Me estás haciendo encariñarme contigo, ¿verdad?

El gatito ronroneó tan fuerte que vibró entero.

6. La huida silenciosa… si no fuera por el gato

Indy se subió a la camioneta.

El gatito se acomodó en su regazo.

—Solo hasta el campamento —le recordó Indy.

El gatito lo ignoró.

Y diez minutos después, se durmió profundamente, dejando un charquito de baba sobre la chaqueta de cuero.

—Fantástico —murmuró Indy—. Ya te apropiaste de mi ropa.

Llegaron al campamento.

Indy lo bajó.

—Aquí tienes agua. Y un poco de carne seca. Después… buscas a alguien que te adopte. Yo no puedo. Tengo trabajo. Tengo artefactos peligrosos. Tengo… lo que sea que tenga.

El gatito comió agradecido.

Indy dio media vuelta.

—Cuídate. Y… gracias por no matarme en el templo, supongo.

Dio dos pasos.

El gatito maulló.

Un maullido largo, dramático, tragicómico.

Un no te vayas humano grande estúpido me perteneces ya.

Indy apretó la mandíbula.

—No voy a mirar atrás.

El gatito lo siguió.

—No voy a hacerlo.

El gatito lo adelantó, se sentó frente a él y levantó las patitas.

—…

Indy suspiró, derrotado.

—Está bien. Está bien. Puedes venir conmigo. Pero solo hasta el siguiente pueblo. Solo hasta que encuentre un hogar para ti. No te acostumbres. No te voy a adoptar. No tengo tiempo para…

El gatito se subió a su bota.

Empezó a escalarlo como si fuera un árbol.

Llegó al hombro.

Luego al sombrero otra vez.

Indy cerró los ojos.

—Dios mío… tengo un gato.

7. La decisión (que él cree que no tomó)

Esa noche, Indy intentó dormir.

El gatito se acurrucó justo encima de su pecho.
Ronroneó.

Ronroneó MUY fuerte.

—No puedes dormir aquí. Estorbas.

El gatito lo miró fijamente.

Indy lo movió a un lado.

El gatito volvió.

Indy lo movió al otro lado.

El gatito volvió.

Indy lo puso sobre una manta.

El gatito saltó nuevamente encima de su pecho y lo miró como si dijera: “Este es MI lugar”.

Indy se rindió.

—De acuerdo… solo por hoy.

El gatito ronroneó y se quedó dormido.

Indy cerró los ojos, agotado.

—Solo… hoy.

Cinco segundos después estaba acariciando suavemente la cabeza del pequeño.

Sin pensarlo.

Sin querer admitir lo obvio.

8. Epílogo: el nombre

A la mañana siguiente, Indy estaba limpiando sus cosas cuando Marcus Brody llegó al campamento.

—¿Indiana? ¿Qué es eso en tu mochila?

Indy abrió la boca para mentir.

El gatito asomó la cabeza.

Marcus sonrió automáticamente.

—¡Oh! ¡Qué adorable! ¿Cómo se llama?

Indy respondió antes de pensarlo.

—Ídolo.

Marcus arqueó una ceja.

—¿Ídolo?

—Sí, bueno… lo encontré en el templo. Me siguió. Le dije que solo lo llevaría hasta la salida… —miró al gatito, que lo observaba como un hijo orgulloso de su padre— …pero él me adoptó a mí.

Marcus rió.

—Indiana Jones, adoptado por un gato. Esto tengo que anotarlo.

Indy lo fulminó con la mirada.

—No digas nada. A nadie. Nunca.

El gatito maulló.

Indy suspiró.

Y lo acomodó en el bolsillo de su chaqueta, donde el felino se acurrucó feliz.

—Bien, Ídolo —dijo, resignado pero sonriendo—. Vámonos a casa.

El gatito ronroneó triunfalmente.

Porque claro que había adoptado al arqueólogo.

Y todos lo sabían…
menos Indy.