Chapter Text
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Will es un pingüino, un pingüino de gentoo de estatura media para su especie (alrededor de 70cm) y algo rollizo. La vida en el zoo es pacífica y aburrida para un pingüino como él, es muy solitario y no se relaciona con sus otros tres compañeros, le gusta su habitad pero más le gusta coleccionar las pequeñas conchas que encuentra en la orilla de su estanque de agua.
La veterinaria Alana es muy amable con todos los animales, pero siente especial cariño por el pingüino Will, le intriga su carácter aislado y melancólico aunque ha demostrado que a veces puede ser muy violento; él es su animal favorito, así que le lleva los mejores pescados y sabe lo mucho que le gustan las conchas brillantes por eso a veces le esconde algunas entre las rocas de su estanque para que el pequeño pingüino Will las encuentre, Alana suele esconderse y observarlo hasta que las encuentra y sonríe cada que ve como el pequeño pingüino agita sus aletas lleno de felicidad cuando descubre una concha nueva para su colección, la toma con su pico y corre lo más rápido que sus cortas patas le permiten hacia su escondite: un pequeño agujero al fondo de la cueva que usa como refugio.
Will tiene 5 años y ha vivido los últimos tres años de su vida en el zoo, en realidad fue rescatado por un barco pesquero antes de que un tiburón lo devorara, su padre no corrió con la misma suerte. Su aleta fue rasgada y la recuperación fue muy dolorosa. Cuando llego a su nuevo hogar no pudo evitar sentirse nervioso, extrañaba a su familia, además los otros tres pingüinos ya estaban ahí cuando él llego, de hecho esos pingüinos habían nacido en cautiverio y no conocían el mundo exterior. Ellos lo juzgaban y no permitían que se les acercara, lo dejaban atrás cuando salían a recorrer el estanque en las mañanas y cuando podían le quitaban su comida, Will había aceptado todo eso pasivamente hasta que un día uno de ellos había intentado robarle una de sus conchas y eso era algo que Will no iba a permitir y le grazno tan fuerte que todos huyeron sumergiéndose en el estanque. Desde ese momento nadie volvió a molestarlo, pero aun así se mantuvieron lejos de él.
Una mañana, mientras nevaba oyó mucho ruido en el habitad de a lado, donde estaban los pingüinos más grandes, estaban separados por un grueso cristal, sin embargo uno de ellos solía intimidarlo por su estatura y su mirada acosadora, su nombre es Frederick un pingüino King que medía 98 cm y era más robusto que él, Will lo detestaba y más cuando en la época de apareamiento solía golpear el cristal y llamarlo con fuertes graznidos, él siempre huía al fondo de su cueva y no salía durante días, hasta que la Dra. Alana iba por él para alimentarlo, a veces lo cambiaba al cubículo de aislamiento hasta que Frederick se calmaba y entonces lo regresaba a su hábitat de nuevo… cada año era lo mismo. Pero ese día parecía diferente, se acercó sigilosamente hasta el cristal y vio como la puerta del hábitat de al lado se abría y un par de cuidadores entraban empujando una gran caja de madera que emitía enojados graznidos desde adentro, vio como inyectaban humo dentro de la caja y el sonido cesó, luego la abrieron y de ella salió un enorme pingüino emperador de 130 cm de estatura, con un largo y peligroso pico y unos intrigantes ojos negros.
Hannibal estaba enojado, lo último que recuerda es que estaba a punto de enzarzarse en una pelea con otro lobo marino que se creía con él poder de entrar a su territorio, no había sido el primero ni sería el último que destriparía con su poderoso pico, lo estaba mirando, analizando a su presa cuando de pronto todo se volvió negro. Despertó dentro de una maldita caja mientras oía las voces de los humanos que lo habían capturado, todos felicitándose mutuamente por su aparente “rescate”, Hannibal estaba furioso, él no necesitaba ser rescatado, pero los estúpidos humanos siempre se metían donde nadie los llamaba. Después de eternos momentos por fin sintió que era transportado a un lugar sobre tierra, empezó a pelear nuevamente contra la caja y de pronto todo se llenó de humo, sintió sueño pero se resistió a la inconciencia. Una puerta lateral se abrió y la luz lo cegó de pronto, pestañeo un par de veces y una vez que logró ver con claridad, lo primero que logró observar fue a un lindo pingüino rollizo que lo miraba con fascinación y miedo desde el otro lado del lugar.
Will sintió la penetrante mirada y todas sus plumas se erizaron, se giró sobre sí mismo y corrió hacia su cueva.
La rutina volvió a la normalidad con rapidez, la única novedad fue que Frederick dejo de ser el pingüino alfa de su hábitat en menos de un día, el pingüino más grande lo había desplazado sin esfuerzo y para disgusto del pingüino King, los demás pingüinos no habían dudado en seguir al recién llegado.
Will solía oír a las dos hembras de su hábitat hablar sobre el “nuevo” con mucha fascinación, y siempre que podían se acercaban al cristal para llamar su atención, él pingüino emperador bajaba educadamente su cabeza en señal de saludo y seguía su camino. Will no se había acercado al cristal desde aquel día, solo se dedicaba a buscar sus conchas de colores, a nadar y comer.
3 meses después de su arribo, Hannibal ya tenía identificados a todos en el lugar, pero sin dudas ese pequeño Will (si, investigo su nombre) le intrigaba, lo observaba disimuladamente y no lograba encontrar la razón de su interés por él, sin embargo un día vio algo que le enterneció el corazón. Will estaba inclinado entre unas rocas y su respingona colita se meneaba de un lado a otro, de pronto se puso de pie de nuevo mientras saltaba sobre sus tiernas patitas y agitaba sus aletas, luego se inclinó de nuevo durante un rato para después volver a erguirse, pero ahora con algo brillante en su pico, giró sobre sí mismo y corrió con singular alegría sacudiendo sus aletas y meneando su colita con emoción hacía su cueva. No lo vio salir en todo el día. Curioso.
Hannibal comenzó a interesarse cada día más en aquel compañero, su aislamiento autoimpuesto y el tiempo tan largo que permanecía dentro de una angosta gruta dentro de su hábitat no hacían más que incrementar sus ganas de acercarse, pero aquel era tan nervioso que cada que lo veía observándolo huía hacia el fondo detrás del peñasco o se sumergía en el estanque durante largos momentos. Sin embargo, observar el brillo de sus lindos ojitos cada vez que encontraba una nueva concha marina era uno de sus mayores placeres. Con esto en mente se decidió por buscar cosas brillantes dentro de su propio hábitat, pero por más que lo intentó no encontró nada ni medianamente llamativo… estaba frustrado.
La hora de la comida llego, su cuidadora les arrojo un par de baldes con pescados frescos y crustáceos, como siempre todos esperaron a que el tomara su porción primero, así que se acercó… tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no brincar de gusto, pues entre los pescados había uno que tenía llamativas escamas azules y verdes, lo tomó rápidamente junto con un par más y se retiró hasta el cristal. Primero comió su porción, una vez satisfecho tomo al bonito pescado de colores y lo limpió con su aleta, fue cuidadoso de no tirarle ninguna escama. Después de largos minutos quedó conforme con el resultado, lo empujo con cuidado hasta donde un pobre rayo de sol llegaba y se maravilló él mismo con el reflejo de luces que ocasionó. Rápidamente golpeó el cristal y grazno llamando a Will, el pingüinito se tensó al oírlo y estaba a punto de huir una vez más cuando notó en el frío suelo algo reluciente y llamativo, camino cauteloso hasta el cristal y observó con detenimiento, Hannibal empujo con su pata al pescado, pero el cristal impedía que Will pudiese tenerlo. Ambos se miraron pensando en cómo solucionar el problema, el pequeño alzó lo más que pudo su negra cabecita para poder mirarse mutuamente más de cerca, se inclinaba de un lado a otro y de pronto sintió que ese enorme pingüino no parecía tan malo… tal vez el hecho de que un grueso cristal los separará tenía algo que ver.
Alana miraba divertida la escena desde el barandal del hábitat de Hannibal, bajo con cuidado y se metió. Se acercó con sigilo al pingüino más grande, de pronto este se giró y al verla con intención de tomar su pescado (bueno de SU Will), comenzó a graznarle violentamente. Alana retrocedió y por medio de señas le indico que le llevaría el alimento a Will, sorprendentemente pareció que el pingüino le entendió, se hizo a un lado mientras levantaba su filoso pico como si fuera un aristócrata dando su consentimiento a un plebeyo. Alana sonrió y tomó el botín, salió del lugar dio la vuelta para emprender su camino hacia la otra entrada, donde el pequeño Will ya la esperaba en la puerta de su propio hábitat, así que solo fue capaz de abrir la compuerta cuando el pequeño animal negro ya le había arrebatado su regalo. Will estaba singularmente emocionado, nunca había visto algo como esto, dio unos rápidos pasos y después se impulsó para deslizarse sobre su suave pancita para llegar más rápido a su cueva, donde se internó y no salió en un muy largo tiempo. Hannibal estaba muy feliz.
Alana pronto notó que aquello solo había sido el inicio de un muy interesante cortejo, así que ahora dejaba cosas brillantes a veces en el hábitat de Will y otras en la de Hannibal y observaba con emoción la interacción entre los dos machos, sin embargo podía notar que Will le tenía cierto temor al otro.
Después de unas semanas, los cuidadores decidieron unirlos en un mismo recinto, pensaron que Will podría estar más a gusto si él permanecía en su lugar e introducían a Hannibal con él; así que una noche hicieron el traslado.
Will estaba dándose un chapuzón nocturno dentro de su estanque, cuando emergió con intensión de entrar a su pequeña cueva se sorprendió al ver al pingüino emperador ahí, dio un agudo chillido y corrió con las aletas agitadas de un lado a otro, en menos de diez segundos fue derribado por un peso extra sobre su espalda, agitado comenzó a chillar con más fuerza, entonces sintió como la cabeza de Hannibal se rozaba suavemente con su nuca, con cuidado, mientras que emitía sonidos graves para calmarlo, lentamente Will comenzó a relajarse y unos momentos después ambos estaban de pie. Will parecía avergonzado, camino lentamente hacía su cueva mirando hacia atrás para verificar que el otro se mantuviera en su lugar, entro a su recinto y busco una bonita concha nacarada, la tomo con su pico y regreso donde estaba Hannibal, quien lo miraba curioso, Will dejó caer la concha a las patas del otro y luego corrió a refugiarse de nuevo.
Durante ese periodo las cosas entre los dos pingüinos comenzaron a mejorar, sin embargo las hembras del lugar no estaban muy contentas y en un arrebato de envidia entraron a la pequeña cueva de Will y sacaron todas sus conchas y piedras de colores, las arrojaron al fondo del estanque, en las rocas e inclusive intentaron enterrarlas, luego huyeron. Cuando el pequeño Will vio que sus tesoros no estaban comenzó a chillar bajito y lastimeramente, Hannibal estaba furioso.
Los cuidadores tardaron casi una hora para lograr apaciguar al gran pingüino que intentaba con todas sus fuerza destripar a las hembras del hábitat, el otro macho del lugar (a parte de Will) intentó detenerlo, quedando gravemente herido por el poderoso pico de Hannibal, la decisión fue regresar al emperador a su antiguo lugar.
Will chillaba día y noche por la falta de su compañero y Hannibal por otro lado estaba haciéndose daño golpeándose con fuerza contra el cristal, en un desesperado intento por llegar a su amado. Por esta razón, el pingüino Will fue cambiado al hábitat del mayor.
Alana aún sonríe enternecida cada que recuerda como fue el reencuentro de los dos pingüinos, como ambos corrieron al encuentro del otro, la forma protectora en que Hannibal lo había colocado bajo su aleta y lo había conducido hacia el peñasco en el que él dormía, ambos se acurrucaron muy juntos y en cuestión de minutos se quedaron dormidos.
Las cosas fluyeron con calma esta vez, pues todos en el lugar respetaban a Hannibal y nadie osaba hacerle algún daño a su pareja y Will nunca se había visto más feliz en su vida.
