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Espero Que al Imbécil lo Despidan

Summary:

Fue cuando contaba ya la cuarta vez experimentando exactamente el mismo día, que Hajime por fin aceptó a regañadientes que algo muy malo estaba sucediéndole.

Notes:

HOLA!!

Soy yo, de vuelta con la pendejada :3

Este es uno de mis fics favoritos, así que en las vacaciones de junio decidí traducirlo, sin embargo no logré avanzar mucho porque empecé tarde y ya luego empezó el semestre y ya tenía el proyecto de tesis encima y pues ni modo. Pero ya nos aprobaron el anteproyecto y ya estoy más desocupada ehehhe así que decidí continuar.

Porfa se pasan por el FIC ORIGINAL y le dejan un kudito, tal vez un comentario :3

Espero que mi traducción logre hacerle justicia al fic que es muy divertido, que lo disfruten ver a Iwa-chan tener una crisis de identidad tanto como yo!!

Porfa me avisan cualquier error, no me dejen pasar vergüenza sola, picos y bai.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Martes 1 al 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Iwaizumi Hajime tenía un problema.

Se suponía que el martes era el día más intrascendente de la semana. Los martes sólo existen y ya –es el día que va después de horrible lunes, el día que viene antes del no-tan-malo miércoles. Nada pasa nunca los martes. Nadie espera con ansias el martes. A nadie le importa el martes.

Pero Hajime estaba atrapado en él.

Al inicio lo tomó como un muy incómodo deja vù. Estaba agotado y entre la escuela, los exámenes que se acercaban y el voleibol, los días tenían una tendencia a fundirse entre ellos. Solo tenía que asegurarse de tener unas horas extras de sueño y todo volvería a la normalidad. Todo estaría perfectamente bien. No hay manera posible en la que él hubiera podido vivir el mismo día dos veces. Eso era ridículo.

Cuando se despertó el tercer martes, tomó esa sensación de urgencia que lo invadió y la comprimió en el fondo de su cerebro, reemplazándola con una negación tan profunda que ni siquiera lograba determinar el paso del tiempo mientras emulaba mecánicamente todo lo que él mismo había hecho los días anteriores. Ignoró los murmullos de Oikawa acerca de los roba cuerpos y a Hanamaki que andaba reproduciendo el tema de Twilight Zone en su teléfono en los momentos más random, casi agradecido porque al menos eso era diferente. Definitivamente le hacía falta dormir. Esa noche se iría a la cama mucho más temprano y luego ya sería miércoles y —

Sus ojos se abrieron de repente precisamente tres segundos antes de que su teléfono le gritara en el oído esa canción pop horrorosa que Oikawa había descargado y que Hajime había aceptado porque era lo suficientemente molesta como para hacer que se levantara inmediatamente en las mañanas (aunque sólo fuera para odiar el mundo que le rodeaba).

Además, nada transmitía mejor un “buenos días”, que el instinto cultivado de querer golpearle la cara a los pop idols (y a Oikawa). Pero se tuvo que conformar con lanzar su teléfono a través de la habitación en vez de confirmar que sí, era martes. Otra vez.

¿Qué carajos, martes? Escupió su cerebro mientras él gruñía y se cubría la cara con un brazo.

–Esto es culpa de Oikawa –determinó, luego de dar vueltas mentales alrededor de todo lo que alguna vez había salido mal en su vida. Todo tenía ese mismo elemento en común.

Escudriñó los ojos a su ventana, en directo hacia la casa que quedaba al otro lado de la calle, donde una ventana en particular brillaba a través de la oscuridad de la madrugada. Detrás de esa ventana se escondía la criatura más insufrible que alguna vez habitó el planeta tierra.

Oikawa Tooru.

Hajime se pasó unos sólidos cinco minutos proyectando amenazas de muerte mentales en dirección a la ventana hasta que la segunda alarma que siempre olvidaba le gritó que saliera de la maldita cama y bajara el estúpido teléfono por el retrete, acabando sistemáticamente con toda la industria del j-pop y con ella todo el dolor y el sufrimiento que ha padecido hasta ese momento.

A Iwaizumi Hajime no le gustan las mañanas. Sobretodo las de los martes.

Se arrastró hasta su teléfono abandonado, con las sábanas aun envueltas en su cuerpo, y acabó con su miseria. Algo de ella, al menos. El rostro de Oikawa le guiñaba un ojo desde la pantalla que le alertaba de trece mensajes sin leer.

Trece selfies.

–Martes hijo de puta.

 

***

–¡Buenos días, Iwa-chan! –le saludó Mierdakawa, brincando en las puntas de los pies, luciendo muy despierto (y demasiado vivo) para gusto de Hajime.

Siempre era lo mismo cuando no dormía la noche anterior. Hajime sospechaba que Oikawa reemplazaba su sangre con cafeína para lidiar con el cansancio. Gruñó mientras salía por la puerta, pasando frente al ser humano que de alguna manera le había convencido de llamarle su mejor amigo durante toda su vida.

–¡Wow! Te ves incluso más bestial que de costumbre. Si tan solo siguieras mis consejos y usaras esa crema facial que te compré hace veinte años, quizás tendrías una tercera parte de mi belleza. Tal vez. Probablemente no. Pero la esperanza es lo ultimo que se pierde, ya sabes.

Iwaizumi ya estaba acostumbrado a este tipo de conversaciones. De hecho, estaba más que acostumbrado a esta conversación en específico, pues había escuchado esas mismas palabras con ese mismo tono saliendo de esa misma boca, la misma maldita mañana por cuatro veces seguidas ya. Las primeras tres veces había reaccionado de la manera más apropiada: insulto, una llave a la cabeza, arruinarle el peinado hasta que Oikawa ruega por perdón, continuar el camino hacia la práctica de la mañana. Pero no esta vez, no señor.

–Ugh –exclamó patéticamente, empujó la cara de Oikawa lejos de su espacio visual.

–Qué elocuente, Iwa-chan –contestó Oikawa con alegría– Deberías dejar de quedarte despierto hasta tarde mirando mis preciosas fotos si es así como vas a estar por las mañanas.

–Te odio tanto –le dijo Hajime, causando que Oikawa se riera con fuerza antes de pasarle un brazo sobre los hombros.

–De verdad que estás gruñón hoy –Oikawa lo miró a los ojos detenidamente. Hajime ocultó un gesto de molestia y se preguntó, por enésima vez, si todo era producto de la locura.

–Oye, ¿cómo se llamaba esa película americana que vimos hace unos meses? La del tipo que estaba atrapado en el tiempo y volvía a comenzar el mismo día cada vez que se moría. La de los aliens.

Como era de esperarse, Oikawa se transformó inmediatamente en el nerd que es en el fondo de su alma, con los ojos grandes y brillantes.

–¿Al Filo del Mañana? –le respondió con ansias.

–Si, esa ¿Cómo fue que el tipo se salió del gusano de tiempo?

–Bueno, pues la habilidad estaba en su sangre, así que cuando le hicieron una transfusión–

–¿Una transfusión? –Sí, claro. Eso no va a pasar.

–Sí, perdió la habilidad de esa manera. Pero entonces–

–Ya entendí, una transfusión de sangre ¿qué hay de las otras películas con gente que repite el mismo día? ¿cómo se deshacen de eso?

Oikawa le agarró el brazo y lo obligó a detenerse. Lo miró fijamente a los ojos. Una sensación de profunda incomodidad invadió a Hajime cuando reconoció la mirada de lunático de su amigo.

–Iwa-chan –dijo Oikawa muy seriamente, mirándolo a los ojos– ¿quieres que hagamos una maratón de películas de viaje en el tiempo? –Su voz era muy baja y Hajime reconoció el tono que usaba Oikawa cuando coqueteaba con las chicas. Un escalofrío le recorrió la espalda.

–De ninguna manera –contestó su instinto, se dio la vuelta y continuó caminando.

–¿¡Por que no!? –lloriqueó Oikawa luego de una pausa y lo alcanzó rápidamente– Yo creo que es una buena idea. No he visto películas en muchísimo tiempo por culpa del voleibol. Pero ahora que las nacionales nos fueron arrebatadas de las manos tan injustamente por esos imbéciles desagradecidos… –su discurso se transformó rápidamente en una retahíla de insultos plagados de amargura acompañados de patadas al suelo. Iwaizumi rodó los ojos.

–A quién le importa.

–¡Qué grosero!

 

***

 

Fue en la clase de inglés, cuando tuvo que leer otra vez el mismo maldito pasaje de inglés del mismo maldito libro por la cuarta puta vez, que Hajime decidió que tal vez debería intentarlo con las estúpidas películas de ciencia-ficción de Oikawa. Al parecer, la repetición ayudó un poco, porque el profesor en realidad se vio considerablemente menos molesto de lo usual cuando pudo pronunciar “remuneration” apropiadamente. Y eso que ni siquiera recordaba qué diablos significaba, pero a la mierda si volvía a decirlo mal.

Finalmente, durante el almuerzo, la negación que se aferraba a sus hombros con la fuerza de clavos en su piel, por fin se desprendió. Con la mirada perdida en la nada, ignoró a sus compañeros de clase que entraban y salían del salón. Apoyó la cabeza sobre el escritorio y se permitió unos minutos de paz.

No es cierto.

Entró en pánico.

La madera laminada que estaba fría no hacía nada para calmarlo cuando casi se arrancó los cabellos, preguntándose porqué le pasaba esto a él.

Hajime era un hombre muy simple. Le gustaba el voleibol y la buena comida. Ocasionalmente incluso le agradaban sus amigos. No tenía ningún interés en que su vida se transformara en el argumento de una de esas películas horrorosas que tanto le gustaban a Oikawa. Le tomó varios minutos de sufrimiento interno intenso antes de que se diera cuenta de que tenía compañía.

–Y luego, Makki, luego… en resumen… cuando estaba completamente seguro de que ya llevábamos medio camino al altar, me di cuenta de que todo era muy estúpido porque ni siquiera sabía su nombre.

Hajime levantó la cara antes de que se fundiera con la madera por la fuerza. Hanamaki y Matsukawa estaban sentados frente a él con expresiones idénticas de diversión en sus rostros. Un codazo al costado hizo que se percatara de la presencia de Oikawa, que lo miraba por el rabillo del ojo con una molesta sonrisilla.

–¿Sabes lo que pasó después, Iwa-chan? –preguntó, brindándole a Hajime toda su atención, sabiendo perfectamente que Hajime a penas había escuchado su historia.

Pero Hajime estaba preparado.

–Te diste cuenta de que su apellido era Ushijima, casi tuviste un infarto, te lanzaste al tráfico donde casi fuiste atropellado por un ciclista que resultó ser Hinata Shouyou, de Karasuno. Entonces te pasaste media hora acusándolo de un intento de asesinato dirigido por Kageyama. Luego, el mismísimo Kageyama apareció y te siguió por todas partes pidiéndote consejos de técnicas de saque, hasta que lo perdiste en una tienda de deportes cuando le tumbaste un estante de pelotas de tenis encima –resumió Hajime. La historia estaba prácticamente tatuada en su cerebro a este punto.

Muy pocas veces en su vida ha podido Hajime presenciar un Oikawa sin palabras. Y mucho menos siendo él la causa detrás de ello. Casi, casi logra disfrutar la sensación de ver a su amigo con cara de imbécil por la sorpresa, pero las secuelas de su crisis nerviosa estaban aun frescas en su mente.

Ya luego lo recordaría y lo disfrutaría como se debe.

–Bueno, –Matsukawa se rió, sin sorprenderse en absoluto por el hecho de que Hajime ya sabía lo que había pasado– pudo haber sido peor. Pudiste haberte encontrado directamente con Ushiwaka.

Oikawa casi se desnuca al voltear a verlo.

–Ni siquiera menciones esas posibilidades tan horrorosas, Mattsun.

–Ah, pero lo voy a hacer otra vez. Probablemente porque soy un cretino.

–Tan solo estás siendo honesto –agregó Hanamaki, palmeándole la espalda a Matsukawa– Pero, en serio, ¿cómo es que tienes a todas estas chicas haciendo fila para salir contigo cuando ni siquiera te molestas en aprender sus nombres? Muy descortés de tu parte.

–Yo creo que solo quieren salir con él para poder tener la oportunidad de romper con él –respondió Hajime por pura inercia, dejándose caer nuevamente en el escritorio.

–¡Qué grosero, Iwa-chan! –Lloriqueó Oikawa– En primer lugar, ni siquiera era una cita; solo éramos dos atractivos extraños que charlaban para pasar el tiempo… hasta que ella reveló su verdadera naturaleza. Ushiwaka-chan de seguro la envió para que me espiara y averiguara a qué universidad voy a ir para luego escoger la universidad rival y así juzgarme por cuatro años más.

–Si, claro, porque Ushiwaka siempre toma las decisiones importantes en su vida en base a lo que tú haces –dijo Matsukawa.

–Ushiwaka existe solo para hacer mi existencia miserable; así que sí, obviamente –replicó Oikawa, haciendo pucheros cuando sus dos amigos continuaron riéndose de él. Cruzó los brazos y le dirigió una mirada cargada de sospecha a Hajime –A propósito, Iwa-chan. Sé de primera mano que yo no te he contado esta historia aún, ¿estuviste siguiéndome ayer después de clases? ¿Eres un acosador, Iwa-chan?

–De verdad que tienes que ser muy engreído para creer que desperdiciaría mi tiempo libre siguiéndote por todas partes –contestó Hajime, estirándose para darle un pellizco en el brazo a Oikawa.

Ignorando el drama que estaba haciendo Oikawa por el pellizco, Matsukawa se dirigió a él;

–Además, ¿no estuviste practicando con Kindaichi y Kunimi ayer después de clases, Iwaizumi?

–Espera, ¿me abandonaste ayer por irte con los de primero?

Hajime ignoró a Oikawa.

–Ayer –repitió amargamente– Si, ayer me pidieron durante el almuerzo que practicara con ellos luego de clases. Querían algunos consejos con sus remates.

–Espera, espera, espérate un segundo. Ya es suficiente con que se apoderen de ti durante la práctica, ¡no tienen derecho a hacerlo en los días libres también!

–Wow, te ves mucho más molesto acerca de esto que del hecho de que Iwaizumi te estuviera siguiendo ayer –dijo Hanamaki.

–En realidad, sonaba medio emocionado de que Iwaizumi estuviera acosándolo –agrega Matsukawa.

–No estaba siguiéndolo –negó Hajime, escondiéndose aun más en el pliegue de su brazo, decidido a fingir que se había dormido.

–Aún no nos has explicado cómo sabías ya lo que me pasó ayer.

–Ahora creo que Oikawa esta molesto porque no lo estabas siguiendo.

–A todas estas, ¿qué están haciendo en mi salón? –se quejó Hajime, habiéndose rendido ya. Definitivamente no se van a callar.

–El capitán tenía una historia increíble qué contarnos. Aun la estamos esperando –Respondió Matsukawa, para mayor indignación de Oikawa.

–Pues siento mucho que las conductas acosadoras de Iwa-chan hayan arruinado mi dramatización.

–Si, como sea. La verdad es que estoy aquí porque quiero la revancha –Dijo Hanamaki mientras apoyaba un codo en la mesa, listo para luchar.

Matsukawa le empujó el brazo fuera de la mesa.

–Yo sé que quieres vencer a Iwaizumi al menos alguna vez en el pulso, pero atacarle mientras parece que una muerte inminente se le acerca es bastante lamentable. Deberías espera hasta que la luz haya dejado sus ojos, por lo menos. Ya entonces no será rival para ti. Tal vez unos diez minutos más y ya estará –le aconsejó. Hanamaki se encogió de hombros, despreocupado.

–Señor Acosador, ¿me estuviste siguiendo tu mismo o formaste un complot con Ushiwaka y obtuviste la información de alguien más? –interrumpió Oikawa antes de que pudieran redirigir la conversación.

–Adiós –Hajime se levantó calmadamente y se dirigió a la puerta. Escuchó las sillas correrse detrás de él cuando se alejaba.

–¡Espera, Iwa-chan!

–Es tu culpa, capitán. Tu narcisismo se pasó un poco de la raya hoy –escuchó decir a Hanamaki mientras lo seguían al pasillo.

–¿Discúlpate? El mundo tiene suerte de que alguien tan atractivo como yo exista. Ustedes tres deberían sentirse bendecidos por la oportunidad de deleitarse con mi compañía por tantos años –proclamó Oikawa.

El dolor de cabeza que había estado sintiendo Hajime se estaba transformando rápidamente en una migraña. Caminó más rápido.

–Si, claro, capi –afirmó Hanamaki.

Hajime escuchó unos pasos trotando cuando se giraba en la esquina del pasillo. Matsukawa lo alcanzó y disminuyó el paso para estar a la par con él.

–Ya, fuera de bromas, ¿te sientes bien? Esta mañana también estabas fuera de foco en la práctica.

Hajime dejó salir un suspiro de frustración y le dio una mirada rápida.

–Me estoy volviendo loco.

–Pues bueno, has sido amigo de Oikawa tu vida entera. Ya se veía venir.

–Te escuché, Mattsun –murmuró Oikawa, algunos pasos atrás– Pero, tal vez sí deberías descansar hoy en la práctica.

–No voy a ir.

–¿Qué? –exclamó Oikawa.

En su voz se notaba una nota de urgencia. Hajime de repente se encontró con el rostro de Oikawa en primer plano y una mano en la frente. Frunció el ceño, pero dejó que Oikawa hiciera lo que quisiera.

–¿Tienes gripe? ¿has dormido lo suficiente? ¿te agotaron los de primero? ¿tienes una sobredosis de mis selfies? ¿te has enamorado recientemente? Si te enamoraste de mis selfies, es perfectamente normal, pero te recomiendo que te pases al live action y te unas a mi fanclub.

Hanamaki silvó.

–Vaya, el capitán va al 150% hoy.

–Creo que le robó ese extra 50% a Iwaizumi –continuó Matsukawa.

–Y yo voy 200% lejos de aquí –concluyó Hajime, le quitó la mano a Oikawa de su frente con una palmada y continuó con su escape. En cuanto llegó a las escaleras, se encontró con Kindaichi y Kunimi, que parecían estar en medio de una discusión. Hajime suspiró.

–¡Eep! –Kindaichi chilló.

Kunimi, que estaba parado junto a él, tenía escrito en el rostro lo mucho que deseaba rodar los ojos. Una hazaña impresionante para alguien que no tenía mucho de lo que se llama expresión facial. Hajime entendía el sentimiento. Hajime vivía ese sentimiento.

–¡Iwaizumi-san! –Kindaichi continuó chillando y su rostro se puso de un color púrpura.

–NOPE. Detente ahí, Kindaichi-kun. Iwa-chan se va a quedar en la banca hoy y va a descansar hasta que pueda acompañarlo a casa y pueda asegurarme de que no va a morir solo y triste sin mi.

–¿Qué demonios, Oikawa? –Hajime lo agarró en una llave a la cabeza, su paciencia ya se había acabado– ¿Te inyectaste azúcar directamente en las venas? Te has graduado de molesto a insoportable.

–Iwa-chan, –Oikawa graznó– inyectarme azúcar en la sangre sería contraproducente. Pero puedo haberme comido un par de panes de leche para el desayuno. Y para el almuerzo.

–Eres asqueroso –Dijo Hajime secamente– pero, sí. Lo siento, Kindaichi, Kunimi. No planeo ir hoy a la práctica, pero les ayudaré otro día.

Continuó por las escaleras, arrastrando a Oikawa con él. A pesar de estar aún atrapado en el brazo de Iwaizumi, con su trasero estirado mientras se tambaleaban, Oikawa se las arregló para hacerles un gesto con la lengua y el signo de “paz” cuando pasaron a los de primero.

–¡Espero que te sientas mejor pronto, Iwaizumi-san! ¡Adiós Oikawa-san! –Kindaichi estaba prácticamente gritando, arreglándoselas para sonar nervioso de alguna manera. Kindaichi siempre había sido un poco raro con ellos. No de mala manera. Nada como Oikawa, al menos.

Hajime se preguntó brevemente porqué estarían esos dos en el pasillo del tercer año. Los días anteriores no se había encontrado con ellos, siempre se había mantenido en la rutina de encontrarse con Oikawa en el pasillo y aguantarse la historia de traición y sufrimiento hasta que sonaba la campana.

Ese tren de pensamiento se descarriló cuando Oikawa se tropezó y casi los tumbó a amos escaleras abajo. Se agarraron el uno al otro, tratando de mantener el equilibrio mientras se balanceaban precariamente, pero Oikawa puso mucho peso sobre Hajime y terminó haciendo que cayeran en un enredo de extremidades –escaleras arriba, afortunadamente. Hajime se tomó un minuto para recobrar la respiración, su corazón latía con fuerza.

Si, eran atletas, ¿vale? Con muchísima gracia y habilidad.

Me pregunto si seguiría atrapado en el tiempo si me rompiera el cuello y muriera. Tal vez ya he muerto y este es el infierno, pensó Hajime. Al menos todos estos años con este imbécil me prepararon para esto.

–Iwa-chan… –respiró Oikawa. Estaba en un estado similar, colapsado encima de él, con la cabeza en su pecho. Una fuerte ola de preocupación pasó sobre Hajime. Fue una caída tonta, pero si Oikawa se torció la rodilla, o…– Tu mano está sobre mi trasero.

Hajime procedió a emitir un sonido que negaría hasta el final de sus días y lo empujó lejos rápidamente.

–Maldita sea, Oikawa.

–¿Qué? No soy yo el que está toqueteando a la gente en los escalones.

Hajime gruñó y Oikawa se rió. Su risa era liviana y no tenía el filo odioso que normalmente le acompañaba, así que Hajime terminó riendo también.

–Cállate, imbécil –le dijo, pateándole el pie. Estaba agradecido de que las escaleras estuvieran vacías y que Kindaichi y Kunimi aparentemente se habían quedado en el tercer piso con Hanamaki y Matsukawa. Intentó dejar de sonreír mientras Oikawa se liberaba de lo que sea que le había invadido.

Lo pateó otra vez.

–Pff, Iwa-chan –trató de decir Oikawa, pero rompió a reír de nuevo. Hajime ya no intentó ocultar más su sonrisa y miró a otro lado.

–Cállate, no fue tan gracioso.

Oikawa levantó una mano en señal de espera, ahogado de risa. Hajime se cubrió el rostro con las manos.

–Entonces, Iwa-chan –intentó de nuevo, aun con rastros de risa– ¿de verdad te vas a saltar la práctica?

Iwaizumi levantó la cara y asintió.

–Sí. Ya pasé suficiente vergüenza en la mañana, no necesito continuarla en la tarde.

Aunque sería más acertado decir que no era el lugar apropiado para tener una crisis nerviosa. Prefería un lugar más privado, como su habitación. Debajo de todas y cada una de las sábanas y almohadas que poseía.

–Supongo que puedo perdonarte esta vez, ya que estuviste dando lecciones en tu día libre.

–Ya supéralo.

–Se suponía que iríamos por ramen, Iwa-chan. Estoy muy ofendido.

Hajime o ignoró y le pateó el pie por ultima vez antes de pararse.

–Vamos, necesito comer algo antes de que se acabe el almuerzo.

–Puede que tenga un pan de leche que–

–No.

***

Oikawa Tooru jamás se ha saltado un día de práctica por voluntad propia. Si fuera un programa de computadora, el voleibol sería el primer objetivo en su lista de prioridades. Probablemente también el segundo y el tercero, porque no hay manera en que su código estuviera bien programado, o tuviera algún sentido.

Así que cuando Oikawa lo siguió fuera del campus con nada más que una mirada acongojada en dirección al gimnasio, Iwaizumi estaba perplejo.

No dijo nada, pero Oikawa debió sentir la pregunta que colgaba en el aire entre ellos, pues lo miró a los ojos y enderezó la espalda.

–Me siento… me siento como un rebelde –dijo, y su tono denotaba algo que casi parecía orgullo.

–¿En serio? Ve a la práctica, tonto.

–Mmm, bueno… tienen que empezar a acostumbrarse a nuestra ausencia. Yahaba ha estado un pelín desesperado por mi ayuda últimamente. Me hace sentir como que hay un cronómetro gigante flotando sobre mi cabeza.

–De hecho, sí lo hay. Se llama graduación –le informó Hajime.

Oikawa se cruzó de brazos y se mordió el labio.

–No necesito que me lo recuerdes. Si tan solo pudiéramos revivir el año entero; presionar algún botón de reinicio. Dejaríamos a Karasuno y a Shiratorizawa hechos pedazos.

Hajime se encogió un poco con esas palabras, pues sus propios problemas rebotaban dentro de su cabeza. En vez de continuar esa línea de pensamiento, le dio una palmada a Oikawa en la espalda, haciéndole tropezar.

–Es hora de mirar hacia adelante, Shittykawa. Pronto vas a tener una baraja entera de equipos nuevos a los que puedes destrozar.

–¿Incluido el tuyo?

–Cállate.

–¿Sabes? No es muy tarde aún para que cambies de universidad –su tono era casi musical. Hajime lo tomo de la cabeza y le revolvió el cabello. Su víctima se las arregló para escapar, pero no continuó la conversación.

–Será mejor que no empiece a recibir ningún mensaje de “Debiste haber venido a Tokio” cuando nos mudemos, porque te juro que voy a encontrar a Ushijima y le voy a dar tanto material de chantaje, que te tendrá agarrado del cuello por el resto de tu vida.

–¡Ha! Como si tuviera algo de lo qué avergonzarme –respondió, agitándose el cabello y sonriéndole a unas chicas que pasaron cerca. Cualquier rasgo de simpatía que Hajime pudiera haber sentido por Oikawa desapareció cuando les lanzó un beso a las chicas y ellas se rieron con coquetería.

–El domingo pasado, en el tren.

Eso sí lo hizo reaccionar. Lo tomó de los hombros con fuerza.

–¡También estuviste involucrado, Iwa-chan! ¡No te atreverías!

–No me importa caer si te arrastro conmigo al fango.

–¡Eres de lo peor, Iwa-chan! ¡Lo peoooor!

–Ah, claro. Y por eso me estás acompañando a casa para que no muera solo y triste.

–Me conoces bien –dijo Oikawa, dejando ya el drama. Tomó a Hajime de la muñeca, columpiando sus manos mientras caminaban. Siempre hacía eso, desde que eran niños y Hajime ya no tenía la energía suficiente para detenerlo– Así que… –comenzó, mirándolo de reojo con una mezcla de sospecha y diversión– ¿qué te tiene tan estresado?

Hajime debatió internamente si debería inventarse algo, sabiendo que Oikawa no insistiría en el tema al ver que Hajime no quiere hablar. Pero la verdad Oikawa sí era su mejor amigo. De alguna forma. Tal vez debió haber notado los síntomas de la inestabilidad mental hace mucho tiempo.

–He estado viviendo el mismo día una y otra vez –dijo, frunciendo el ceño ante sus propias palabras, aun incapaz de aceptar lo que le estaba sucediendo. Oikawa se quedó en silencio un momento, mirando hacia el frente y aun columpiando las manos.

–Bueno, así es la escuela, Iwa-chan ¡vamos a hacer algo emocionante para que te sientas mejor!

–No, me refiero a que he estado viviendo el mismo día una y otra vez. Este día. Martes. Hoy es la cuarta vez que me he despertado el mismo día –reiteró Hajime.

Oikawa detuvo el movimiento de las manos, pero su agarre se hizo más fuerte cuando se giró para mirarlo a los ojos. Una sonrisilla se abría paso hasta sus labios, pero se disipó cuando observó la expresión de Hajime.

–Eso…

–Por eso sabía ya lo que te pasó el lunes luego de clases. Porque he escuchado esa historia tres veces durante el almuerzo –le interrumpió, sintiéndose más estúpido con cada palabra que salía de su boca. Apretó los dientes y se pasó la mano libre por el rostro.

Un mortificante silencio se extendió por un rato hasta que Oikawa lo rompió:

–¿Entonces no me estuviste siguiendo?

Hajime arrancó su mano de la de Oikawa con fuerza y caminó con furia en la otra dirección.

–¡Espera! ¡Espérame, te creo! ¡Dame un segundo! –gritó Oikawa, le puso una mano en la espalda cuando lo alcanzó –Iwa-chan.

–No me hagas caso, Shittykawa. Solo me estoy volviendo loco. Ni siquiera yo me lo creo.

–No, en serio, te creo –lo intentó otra vez, giró a Hajime para que lo mirara. Su expresión era extrañamente seria para tratarse de una situación que no estaba relacionada con el voleibol, pero tenía los ojos como platos y prácticamente brillaba– Iwa-chan, yo sé cuando estás mintiendo o cuando estás bromeando, y ahorita no lo estás. Así que o en realidad eres un viajero del tiempo o te enloqueciste. Y creo que ambos sabemos cual de las dos prefiero creer.

–Vaya, gracias –murmuró Hajime con sarcasmo, con el ceño fruncido al suelo. Se sintió aun peor cuando se fijó en que Oikawa lo estaba mirando como si se hubiera convertido en un xenomorfo justo ahí en medio de la calle. El único que se pondría feliz en una situación así, Oikawa –¿Qué hago, entonces? –preguntó, aun dudando de que Oikawa le creyera, pero sin otra opción.

–¿Que qué haces? ¿qué clase de pregunta es esa? ¡Puedes hacer cualquier cosa, Iwa-chan! El mundo está en tus manos, podrías hacer lo que sea sin ninguna consecuencia. Y sin embargo has estado, ¿qué? ¿Yendo a la escuela todos los días? No lo puedo creer. Esto es una oportunidad de… de… no sé, ¡Una en un trillón de millones! ¿¡Porqué ibas a desperdiciarla haciendo cosas aburridas cuando podrías quedarte todo el día en la cama y transformarte en una nave espacial!?

–¿Qué cojones? ¿Una nave espacial?

–Se llama imaginación, Iwa-chan. Yo sé que no tienes mucha, pero al menos podrías reconocerla de cuando en cuando.

Hajime sintió que le vibraba el párpado, así que levantó una mano y le pinchó la mejilla a Oikawa con todas sus fuerzas.

–¡Auch-auch-auch! ¡La cara no, para! ¡Auch!

Hajime lo soltó, lo miró con furia mientras el se acariciaba la mejilla y lagrimas de cocodrilo le inundaban los ojos. El puchero más patético que Hajime alguna vez vio le adornaba el rostro, lo que es de admirar, considerando que Hajime ha conocido a Oikawa desde que eran niños.

–Ya, en serio, ¡tienes que decirme cada mañana a partir de hoy! Hemos desperdiciado tantas oportunidades ya…

–¿A qué te refieres con “hemos desperdiciado”? El que está atrapado soy yo –Hajime se cruzó de brazos, Oikawa siguió refunfuñando.

–No importa –hizo un gesto con la mano– si el día se va a reiniciar, no quiero pasarlo en la escuela. Da igual si no lo recuerdo luego.

–Yo preferiría salir de esto.

–¿Salir? Iwa-chan, no me hagas sentir decepcionado, ¡tienes que sacarle provecho! Podrías perfeccionar tu técnica del voleibol, ver todas las series de tv y las películas que no pudiste ver en todo el año. Podrías hacer una movida con la persona que te gusta sin preocuparte por el rechazo. Puedes patearle las bolas a Ushiwaka y vivir para contarlo. Comer todo el pan de leche que quieras sin miedo a engordar o a enfermarte. En serio que tienes que decírmelo cada mañana. Mi mamá acabó de comprar varias cajas de pan de leche, ¡me lo voy a comer todo! ¡Hoy! ¡Ahora mismo! –sacó de su maleta un rollo de pan.

–Eso es… no importa, ni siquiera voy a decirlo. No me interesa sacar provecho de esta cosa, lo que sea que sea, solo quiero vivir mi vida.

Oikawa se quedó quieto y Hajime pudo ver como toda la emoción se drenó de su rostro. Se plantó una sonrisa plástica, levantó sus brazos y suspiró. Aunque el efecto se arruinó con el pan en su mano.

–Sí, sí, lo entiendo. Vivir tu vida. La graduación se nos viene encima y me imagino que no puedes esperar a llegar a la universidad. Apuesto que esto debe ser un graaan inconveniente para ti –Sacudió la cabeza y bajó la mirada, mordisqueando el asqueroso pan. Antes de que Hajime pudiera defenderse o comprender qué carajos había molestado ahora a Oikawa, su amigo se sacudió el humor extraño en el que se había sumergido y le dio un empujón –Así que quieres salir de un gusano del tiempo, ¿eh? ¡Has venido con la persona correcta, Iwa-chan! De acuerdo a todas las películas, libros y programas de tv, tienes que aprender una valiosa lección de vida y así volverás a la normalidad. A menos que los aliens estén involucrados. Pero, ese no es el caso, ¿o sí? –Se veía esperanzado.

–¿Qué? ¡No! ¿A qué te refieres con “una valiosa lección de vida”? ¿Y eso cómo me va a ayudar?

–¡No preguntes! Simplemente así es como funciona. Si quieres pruebas, tengo dos terabytes de disco duro dedicados a películas de ciencia ficción y horror, y una buena porción de esos está relacionado con viajes en el tiempo. ¿Qué te parece una maratón? –Le preguntó Oikawa con una sonrisa demasiado complacida esparcida en su cara.

Hajime cambió su peso al otro pie; muy confundido con el cambio de personalidad que acababa de atestiguar, pero dudando si debía preguntar.

–Si, tal vez es una buena idea.

–Por supuesto, no podremos acabarlas todas hoy, pero cuando el día empiece de nuevo para ti, podrás simplemente retomarlo en donde hayamos quedado –Explicó Oikawa, parpadeó y luego hizo otro puchero– Esto no es justo, ¿por qué te pasan las cosas divertidas? A ti no te gusta divertirte. ¿Cómo me quedo atrapado en un gusano del tiempo? ¿Cómo quedaste TU atrapado en uno?

Hajime resistió el impulso de causarle daños físicos. Por un pelo.

–¡No lo sé! ¿no estabas diciendo justo ahora que no importaba si no lo recordabas, igual querías seguir desperdiciando el día?

–¡Oye! ¡no uses mis propias palabras en mi contra! Como sea, ¿a qué horas ocurre el reinicio?

–Um… uh… no lo sé. Solo me voy a dormir y cuando despierto es martes otra vez –Trató de explicar.

–Presta atención la próxima vez, así podrás utilizar mejor tu tiempo en el futuro. Haha, “futuro”, ¿la captas?

Hajime le lanzó una mirada que podría matar, pero él la recibió con una sonrisa inocente. El resto del camino a la casa de Oikawa estuvo acompañado de un cuasi cómodo silencio. Hajime sabía que algo estaba molestando mucho a Oikawa y tenía una idea distante de lo que era, pero no se trataba de algo que se pudiera solucionar con una buena charla. Especialmente si la llegada del día siguiente ni siquiera estaba garantizada.

–Oi, –dijo más tarde Hajime mientras Oikawa conectaba cables a la tele– Gracias.

Me siento mejor sabiendo que no estoy completamente solo en esto, fue lo que no dijo. Ni necesitaba decir. Oikawa dejó de mirar la USB que no había podido conectar y le sonrió.

–¡Lo que sea por Iwa-chan!

Y por primera vez desde el primer reinicio, Hajime pudo relajarse. Sonreírle a Oikawa y tratar de disfrutar el hecho de que iba a pasar el día con su mejor amigo, viendo un montón de películas terribles que puede haberle reprochado mucho a Oikawa, pero que en realidad disfrutaba bastante. Terrible actuación, horrorosos efectos especiales, argumentos carecientes de cualquier tipo de sentido; era un placer culposo y Oikawa lo sabía, el muy bastardo. Era parcialmente culpa suya.

Tal vez usar este estúpido gusano de tiempo para relajarse no era tan mala idea. La escuela se estaba poniendo muy pesada, especialmente desde que él y Oikawa decidieron continuar con el voleibol para ayudarle a los menores a prepararse para el año siguiente.

Eran pasadas ya las 11 pm cuando Oikawa despertó del coma autoinducido en el que cayó luego de tragarse siete rollos de pan de leche. Bostezó y presionó su cara contra el brazo de Hajime, desde su lugar estirado en el suelo. Sus gafas habían sido abandonadas en la cama hace mucho rato ya. Miraba la televisión con ojos cansados y somnolientos, probablemente no veía más que unas manchas de colores.

–Oye, Iwa-chan…

–¿Qué? –preguntó Hajime sin quitar los ojos del protagonista de la película que trataba de dispararle a su yo loco del futuro. Al menos él no tenía ese problema. Entrecerró los ojos. Aún.

–¿Realmente no hay nada que quisieras hacer aprovechando tus súper poderes de reinicio? –Murmuró entre el sonido de disparos.

–No sé. Es que como que parece trampa, ¿no? La vida no debería tener trucos así –respondió Hajime. Oikawa bufó, un sonido horrible que salió del fondo de su garganta y que lo hizo reír aun más fuerte. Hajime trató de sacárselo de encima, pero Oikawa estaba aferrado –Ni siquiera es gracioso, maldita sea ¿Por qué? ¿qué harías tu? –Le preguntó Hajime, y casi temía la respuesta. Si esto le sucediera a Oikawa, sin duda que haría un sinfín de estupideces y por supuesto que Iwaizumi estaría involucrado en la mayoría, sin importar que al final del día olvidaría todo. Eso no lo hacía sentirse mejor.

–¿Es broma? ¡qué no haría! Lo primero sería, claro, patearle las bolas a Ushiwaka. Eso TIENE que pasar, no importa qué, Iwa-chan. Cuento contigo para eso. Me conformaré con que el recuerdo quede para siempre en tu memoria. También perfeccionaría toda técnica disponible de voleibol. No sería trampa porque solo estaría haciendo uso de tiempo que nadie más tiene –le explicó Oikawa, aun recostado de Hajime y luciendo como si todavía necesitara unos diez años más de sueño.

–¿Eso es todo? Pensé que tendrías algo mejor, eso suena más o menos a lo que haces todos los días.

–Tengo un montón de planes, Iwa-chan. De hecho, tengo trazado un plan muy ingenioso ahora mismo. Tal vez te enteres de él mañana. Será mejor que me lo hagas saber de inmediato, ¡tienes que llamarme en cuanto te levantes! Aunque… Espera, ya es bastante tarde y el día aun no se reinicia.

–Usualmente ya estoy durmiendo a esta hora –admitió Hajime– Quizás si me quedo despierto toda la noche, no pase nada.

Oikawa se quedó congelado. Hajime podría sentir sus pestañas moviéndose en la piel de su brazo cuando Oikawa tomó una bocanada de aire.

–Iwa-chan, vete a dormir.

–¿Qué? ¿Por qué?

–Porque si no lo haces vas a estar cansado mañana en clases, ¿no crees? El sueño es muy importante.

–Creo que eso es lo más hipócrita que te he oído decir en la vida. Y eso que hablas muchísima mierda todo el tiempo.

Oikawa lanzó de repente todo su peso contra Hajime, forzándolo hasta el suelo, se apoyó por completo encima de él, como la peor manta del mundo. Hajime se retorció un poco, tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a los padres de Oikawa, pero fue inútil porque Oikawa se aferró con la fuerza de una boa constrictora.

–Tooru, cabeza hueca –Oikawa soltó una risilla al oírlo pronunciar su nombre– si piensas que así vas a lograr que me duerma, estás más tonto de lo que pensé.

Al no recibir respuesta, Hajime suspiró y se acomodó como pudo para mirar la película, al diablo con la manta viva. La mujer en la pantalla estaba ahora rodeada de docenas de copias suyas muertas, y Hajime no tenía idea de qué estaba sucediendo. Aunque la película no había tenido mucho sentido desde el principio.

–Ya casi es medianoche.

Hajime habría brincado del susto de no ser por el peso de Oikawa encima suyo, enfocado como estaba en el drama desarrollándose en la pantalla. Aun no tenía ni idea de qué estaba sucediendo en la película, pero había un montón de sangre y gritos desincronizados.

Era bastante genial.

–Seh.

–Me siento enfermo.

–Qué raro. O sea, no es coma que te hayas comido tu peso en azúcar o algo así.

–Ugh, Iwa-chan. Será mejor que reinicies el día, aunque sea solo por el bien de mi estómago y mi figura esbelta.

–Ahora quiero que sea miércoles con más ganas.

Oikawa soltó su agarre y rodó a un lado para quitarse de encima de Hajime, dirigiéndole una mirada de traición. Hajime le dio un golpecito en la punta de la nariz y se rió cuando él la arrugó –toda ese atractivo y esa vanidad que con los que Oikawa siempre se adorna y que siempre hace sonrojar a las chicas se reducen a una expresión horrible acompañado del cabello revuelto por el sueño. Ese era el Oikawa que él conocía desde siempre.

–Oye, –comenzó Oikawa, mirando a un punto distante junto a la oreja de Hajime– Entonces mañana—

Hajime abrió los ojos precisamente tres segundos antes de que sonara su alarma y le hiciera sangrar los oídos.

Toda la tensión de la que se había liberado cuando pasó el día holgazaneando junto a Oikawa regresó inmediatamente cuando su teléfono gritó algo sobre sostener su mano a través de los anillos de Saturno.

–No, no, no, no… –rezó mientras desactivaba la alarma y miraba la fecha otra vez.

Martes, trece mensajes sin leer de Oikawa.

Mierda. Maldita sea. Joder –continuó maldiciendo con la cara en la almohada hasta quedar sin aliento. La verdad, aun estaba esperando que todo se tratara de una crisis emocional debido al estrés y a la ansiedad, pero ya no podía aferrarse más a esa idea después de lo que había sucedido el día anterior. No había seguido la rutina; la rompió y creó un día que no había vivido antes, pero seguía siendo Martes.

Seguía siendo el maldito martes.

Su segunda alarma retumbó y casi le hace gritar. Tres indescifrables minutos después se encontró cruzando la calle hacia la casa de Oikawa, usando la llave que le habían dado para que se ocupara de los gatos cuando la familia saliera de viaje. Entró hasta la habitación de Oikawa y abrió la puerta de golpe y sin ningún cuidado.

–Um, ¿hola? –Oikawa lo miraba con ojos gigantes desde la silla del escritorio, ya vestido con su ropa de práctica. Tenía dos rollos de pan de leche en el escritorio y lo que parecían un millón de pestañas de twitter abiertas. La gata de Oikawa, Chiro, saltó de su regazo y corrió por la puerta, probablemente pensando que había comida esperándole. –Iwa-chan, ¿ahora eres ladrón? No eres muy bueno en ello, ni siquiera traes puesta una camisa. Muy poco profesional.

Hajime sabía que Oikawa no recordaría el día anterior, pero era la primera vez que realmente lo golpea de frente esa realidad. Todas las bromas, los estúpidos planes de Oikawa –Todo se fue al retrete. Miró el espacio en frente de la tv en donde habían estado amontonados toda la tarde y la noche. El idiota que tenía encima suyo justo allí ya no existía.

Nunca existió.

Hajime presionó su índice y pulgar contra sus ojos, invadido por la fatiga y otra sensación que no lograba ubicar. De todos los días en los que se pudo quedar atrapado, ¿justamente tenía que ser ese en el que se despertó sintiéndose como si lo hubiera atropellado un tren?

Oikawa le quitó la mano de la cara y se acercó para observarlo detenidamente.

–Si te enfermas, te voy a golpear. –Le dijo sin remordimiento– Creo que una vez me dijiste eso y fue muy grosero, Iwa-chan, ¡ahora ya sabes lo que se siente! –sonrió para si mismo, como si hubiera alcanzado un gran logro.

Hajime le pegó una palmada atrás de la cabeza y pasó de él hasta la laptop para desconectar el hard drive con las películas.

–Voy a ver esto –dijo finalmente. La expresión perpleja de Oikawa se intensificó.

–¿Ahorita mismo?

–Sí. –Intentó conectar la memoria en la tele, pero de alguna manera siempre resultaba estando al revés. Miró con furia el conector hasta que Oikawa se lo quitó gentilmente y lo conectó él mismo, su expresión era una mezcla de diversión y preocupación.

–¿Por qué no te acuestas? –Le sugirió Oikawa muy suavemente, pasándole el control remoto y un rollo de pan de leche. Hajime frunció el ceño, pero lo tomó de todas formas. –Volveré en un momento. –Lo guio hasta la cama, le forzó a sentarse y le dirigió una sonrisa encantadora antes de salir de la habitación.

La desorientación al haber pasado bruscamente de estar despierto a estar despertando de un sueño profundo en un lugar completamente distinto (sumado al hecho de que Hajime realmente odiaba las mañanas) le golpeó de repente. Abandonó el rollo de pan de leche en la mesa de noche y se dejó caer en la cama. Tomó una almohada y se la puso en la cara. Estaba a punto de sofocarse cuando la puerta se abrió y Oikawa se dejó caer junto a él. Hajime se quitó la almohada del rostro y lo miró. Un dejavú terriblemente familiar le golpeó cuando se encontró con Oikawa junto a él, mirándolo de vuelta.

A pesar de parecer bien despierto, bajo sus ojos se notaban unas marcadas líneas que Hajime sabía que serían cubiertas con el tubo de corrector que Oikawa guardaba en su mochila de gimnasio, probablemente “expropiada” de una de sus exnovias. Las anteriores mañanas no había notado ninguna línea.

–No dormiste nada anoche, ¿no es cierto? –Hajime preguntó cuando Oikawa no dijo nada.

Oikawa sonrió brillante y dijo:

–Me conoces bien.

–Tienes razón. Te conozco bien. –Hajime respondió sentándose para encender la tv. Abrió la carpeta de las películas y pasó por la lista tratando de recordar cual fue la que no pudo terminar.

–¿A qué viene la repentina urgencia de ver películas? –Le preguntó Oikawa al oído.

–Estoy atrapado en el tiempo, estoy haciendo investigaciones –contestó Hajime sin más, contemplando detenidamente el titulo de una película. Oikawa se levantó y se quitó la chaqueta antes de tomar la manta que estaba enrollada junto a la laptop. Hajime lo miró –la práctica de la mañana n o tarda en empezar– le recordó diligentemente. Una parte de sí esperaba que Oikawa se fuera pronto para poder sumergirse en el descontento de que su amigo realmente no recordaba nada.

–¿Qué clase de amigo sería si te dejara solo aquí con tu locura? –le preguntó Oikawa.

–Un buen amigo.

Grosero, igual que siempre. Tal vez no estás tan mal, todavía. Además, el equipo necesita acostumbrarse a nuestra ausencia; los de primero y segundo se han puesto un poco desesperados por que les preste atención– Dijo Oikawa haciendo un gesto.

–Se siente como si tuviéramos un temporizador gigante sobre nuestras cabezas –murmuró Hajime cansadamente y tomó la manta para cubrirlos a ambos con ella.

–¡Es justo lo que iba a decir! Yahaba parece a dos pasos de un ataque nervioso cada vez que el entrenador menciona si quiera el próximo año, y estoy seguro de que Kindaichi y Kunimi están tratando de absorber tus habilidades por osmosis. Prácticamente viven encima de ti –su tono era de queja.

–Lo dice el tipo que está prácticamente sentado sobre mi.

–No te preocupes, Iwa-chan. ¡Jamás intentaría absorber tus habilidades!

–¿Me estás insultando?

–Jamás.

Hajime se durmió en medio de alguna película que escogió al azar luego de no encontrar la que quería. Su inconsciente lo llevó en sueños hasta un pasillo sin fin con incontables puertas a los lados, cada una llevándolo a un pasillo idéntico. Continuó tercamente, abriendo puertas una tras otra, convencido que el pasillo debe tener un final. Los pasillos infinitos no existen, después de todo.

Como los gusanos de tiempo.

Se despertó más desorientado que nunca.

Abriendo un ojo pudo ver que la tv continuaba encendida, pero el sol estaba brillando con fuerza detrás de las persianas cerradas, reflejando contra la pantalla de la tele. Solo eso era suficiente para determinar que había dormido por varias horas. Bostezó. No le sorprendió, pero si le molestó ver que Oikawa continuaba despierto, recostado de la pared, con las piernas sobre Hajime y escribiendo en la laptop.

–Makki y Mattsun han estado escribiéndome toda la mañana, inventándose razones muy obscenas para explicar por qué no fuimos hoy al instituto –le dijo Oikawa. La luz pintaba intrincadas sombras sobre su rostro, recordándole inesperadamente a las pinturas del claroscuro que habían visto en el museo de arte una vez.

–Makki y Mattsun deberían meterse en sus propios putos asuntos y prestar atención a la clase para no reprobar y repetir el grado –contestó Hajime mientras se sentaba, tratando de sacudirse el sueño de los párpados– Tu también deberías estar en clase –Hajime pasó bastante tiempo ya dándoles tutorías a los tres idiotas en asignaturas en las que ellos se la pasaron jugando con los teléfonos, a pesar de que todos son suficientemente listos para obtener buenas calificaciones sin ninguna ayuda. A este punto estaba casi seguro de que lo hacían a propósito para hacerle perder la paciencia tratando de explicarles a todos al mismo tiempo. Tenían una tendencia a necesitar ayuda en la misma asignatura.

–¡Ha! Si no voy a la práctica, definitivamente no voy a clase. Además, fui a decirle a mamá que estabas aquí y que estabas enfermo, pero nada más me miró y prácticamente me ordenó que me quedara en cama también –en su expresión se notaba una ofensa completamente real, como si fuera un crimen terrible para él verse algo menos que perfecto luego de estar despierto por 24 horas seguidas. Hajime se dejó caer de nuevo para ver lo que restaba de la película. El brillo en la pantalla se estaba moviendo hacia abajo– ¿Te sientes mejor?

–Me siento aún peor –admitió, enterrando la cara en la almohada– Soñé que estaba atrapado en un pasillo sin fin. Al menos tiene sentido.

–¿Qué cosa? –preguntó Oikawa y se acomodó los lentes que en algún momento cambió por las lentillas. Hajime siempre pensó que los lentes le quedaban muy bien, pero moriría antes de admitirlo en voz alta.

–Nada, no importa.

–Iwa-chaaaaan –chilló Oikawa, levantando la pierna para pasarle el pie por la cara a Hajime.

–Eres asqueroso, aléjate de mi –se tapó hasta la cabeza con la manta.

–¡Pero hay algo que no me estás diciendo! Sabes que odio los secretos.

–Eso es muy gracioso viniendo de alguien que siempre está tratando de ocultarlo todo y fallando en el intento –replicó desde debajo de la manta, sintiendo como Oikawa le empujaba la cabeza con el pie.

–Pero eso es sólo porque eres muy metiche.

–No soy metiche.

–Ajá, claro –dijo, recogiendo la pierna– ¿Sabes? Eres mucho menos violento cuando estás enfermo. Normalmente estaría lleno ya de moretones ahora mismo.

Hajime no mordió el señuelo esa vez, se quedó sumergido en un silencio sombrío al pensar que toda esta estúpida discusión se perdería en la nada pronto. No parecía justo, compartir estos momentos con Oikawa y que él no los recordara luego. Aunque fueran estúpidos momentos.

–Oye, ¿qué harías si te quedaras atrapado en el tiempo? –preguntó luego de un minuto. Pudo escuchar como el tecleo en la laptop se detenía– Que no sea voleibol, patear a Ushiwaka, ver películas o comer pan de leche –agregó rápidamente.

–Vaya manera de arruinar la diversión, ¿eh? –murmuró Oikawa– Bueno, para empezar, no haría lo que hace el tipo de la tele. Qué estúpido –Hajime no tenía idea de qué estaba haciendo el tipo– También patearía a Tobio-kun –dijo por lo bajo.

Hajime lo pateó.

–Ya deja en paz al pobre niño, ya le tiraste un estante de pelotas encima.

Oikawa dejó de escribir.

–¿Cómo sabes eso? ¿Estás…

–No estoy acosándote, Basurakawa. Ya te lo dije, estoy atrapado en un gusano de tiempo –Hajime aun estaba bajo la manta, podía escuchar a Oikawa tratando de no reírse– Ayer sí me creías –Definitivamente no estaba haciendo pucheros.

–¡Ya veo! Entonces estamos en una investigación para sacarte de ese gusano del tiempo, ¿verdad? –Oikawa continuó siguiéndole la corriente.

–No creo que las películas sean de ayuda, la verdad. Las de horror son las mejores, pero no creo que vaya a volverme loco y empezar a matar a todo el mundo por ahora –pausó– Aunque lo de volverme loco sí parece una opción real.

–Aprendería a dibujar –dijo Oikawa luego de un momento.

–Eres terrible para el arte.

Ya lo sé, Iwa-chan ¡Por eso digo que aprendería! O sea, el voleibol definitivamente es una prioridad, pero no hay nada de malo en que desarrolle otras habilidades divertidas, si es que voy a tener todo el tiempo del mundo disponible. Y estar atrapado en un gusano del tiempo definitivamente me daría todo el tiempo del mundo.

–¿Estarías bien con eso? ¿Y que tal si el día siguiente nunca llega? Estarías practicando todo eso para nada.

–¡Siempre hay una manera de salir de un gusano del tiempo!

–¿Aprender una valiosa lección? –Hajime agregó sardónicamente.

Oikawa asintió con la cabeza y se levantó los lentes para frotarse los ojos que estaban un poco secos.

–A menos que los aliens estén involucrados. Además, si me quedara atrapado en el tiempo, ¡tu estarías conmigo! Nos meteríamos en tantos problemas, Iwa-chan.

–Te odio.

–Yo sé que tu odio significa amor. Me haces sonrojar.

–Pero no lo recordaría, ¿sabes? Todo ese desastre que causarías, cuando llegara el día siguiente sería como si nunca hubiera pasado. Tu recordarías, pero el mundo entero a tu al rededor se encargaría de recordarte que eso no sucedió. ¿Cuál es el punto de hacer memorias si nadie las comparte contigo? –Preguntó Hajime, dándole voz a sus pensamientos. Oikawa se quedó en silencio un momento sospechosamente largo. Hajime se giró para mirarlo y le encontró observándolo detenidamente.

Oikawa estiró una mano para tocarle la frente.

–Ya deja de ser tan sensato, aguafiestas. Así es como pierdes la cabeza. Aunque me sorprende que no la hayas perdido ya, considerando lo pequeña que es –Hajime lo pateó múltiples veces en las costillas hasta que suplicó por piedad– Además, –agregó sin aliento, cubriéndose las costillas para evitar otro golpe– se supone que los viajes en el tiempo son divertidos.

Hajime se giró para mirar la tv, ahora el sol no brillaba en la pantalla.

–Dile eso al tipo de la peli –el hombre estaba en la cima de un edificio, con una mirada de completa apatía.

Hajime no se dio cuenta de que se estaba durmiendo hasta que se despertó con el sonido de unas voces apagadas en la distancia. Se cubrió la cabeza con mas almohadas y gruñó, deseando dormir más, pero agradecido de no haber despertado tres segundos antes que la maldita alarma sonara. Cerca de un minuto más tarde, la puerta se cerró y un cuerpo le cayó encima.

–¡Sé que estás despierto, Iwa-chan! –Dijo Oikawa, retorciéndose para acomodarse mejor.

–¿¡Cómo mierda no iba a estarlo luego de eso, imbécil!? –gritó y se giró para golpearlo en la cara con las almohadas, pero Oikawa lo esquivó riendo, retrocedió hasta recostarse con la pared, las piernas sobre Hajime, y usando las almohadas para hacer una especie de fuerte a su alrededor. Tenía el pelo desarreglado y los lentes torcidos, parecía que fuera otra vez un niño de diez años y no el adulto que Hajime sentía que jamás llegaría a ser del todo.

–Makki y Mattsun trajeron la tarea. Querían saludarte, pero les dije que estabas durmiendo. Estuvieron insinuando cosas de nuevo, muy grosero de su parte.

–Probablemente los estuviste alentando –dijo Hajime. Era broma vieja eso de que los dos fueran tan cercanos. A Hajime honestamente le importaban un rábano los rumores o lo que la gente pensara, pero Oikawa siempre le echaba leña al fuego, a veces incluso iniciaba los rumores él mismo. La única razón por la que nadie nunca se tomaba en serio los rumores era probablemente la omnipresente fila de novias de Oikawa. Sin embargo, eso no quería decir que le agradaran los exagerados guiños, los movimientos de cejas o los gestos obscenos de Matsukawa y Hanamaki.

Las relaciones románticas no eran algo en lo que Hajime tuviera mucha experiencia. O alguna en absoluto. Lo más cercano a eso que tenía eran las pocas confesiones que había tenido a lo largo de los años, en las que había rechazado a las chicas con una disculpa, sacando como excusa sus estudios y el voleibol. Había tenido el infortunio de haber resultado involucrado en las relaciones de Oikawa cuando sus novias venían a quejarse con él del poco tiempo que Oikawa les dedicaba. Hajime no quería tener una relación así, a medias y se había sentido un poco decepcionado de Oikawa por hacerlo.

Hajime no quería ser la causa de la pena de alguien más.

Pero al mismo tiempo…

–Bueno, has estado todo el día durmiendo en mi cama, medio desnudo. Esos boxers no cubren mucho –le dijo Oikawa mirándolo de arriba abajo deliberadamente, como si su cuerpo estuviera completamente expuesto ante el mundo y no cubierto por una sábana que él mismo había le puesto encima. Hajime rodó los ojos antes de volver a cerrarlos. Oikawa ojeó la carpeta en sus manos– Oh, qué bien. Solo una pequeña lectura para inglés e historia. Tenía miedo de que terminara con un montón de cosas para química. Dejé de prestarle a tención a esa clase desde el año pasado.

–Aunque me gustaría mucho gritarte por idiota, la verdad es probablemente una buena idea que apestes en química. El mundo no necesita que sepas como hacer una bomba.

–Para eso está el internet –le informó Oikawa con benevolencia, levantando otra carpeta. Hajime de repente temió por el bienestar de Shiratorizawa –¿Quieres que te lea lo que tienes?

–Una lectura para inglés que terminé hace rato, los capítulos 15.2 y 15.4 para cálculo, el capítulo de introducción a la Física de Partículas y un ensayo de literatura moderna para el sábado –recitó Hajime. En realidad, la carga era considerablemente menor de lo usual, considerando que iba a clases avanzadas. Pequeñas misericordias.

Oikawa frunció el ceño en confusión, abriendo el paquete con la tarea. Lo observó un rato más hasta que levantó los ojos hacia Hajime, entrecerrándolos.

–Iwa-chan, ¿le preguntaste a alguien más la tarea?

–¿Ves mi teléfono en alguna parte?

–¿Cómo sabías que ayer le tiré encima un estante de pelotas a Tobio-chan?

–Ya te lo dije dos veces.

–Lo siento, pero vas a tener que decírmelo una vez más –dijo Oikawa manteniendo su voz tan estable como le fue posible.

–Estoy atrapado en el tiempo –repitió– Me despierto tres segundos antes de que suene mi alarma a las 5 am y el día se reinicia a la medianoche –Hajime piensa que es a medianoche. No estaba contando los segundos exactos– Insultas mi cara el momento en el que salgo de casa, te tomas todo el periodo de almuerzo para contarnos tus aventuras con la espía de Ushijima y el duo de Karasuno, y no paras de comer pan de leche. No me importa si tu mamá compró diez cajas de pan de leche, Oikawa. Es asqueroso.

–Eso es…

Fantástico, lo sé –le interrumpió Hajime desapasionadamente– tengo el mundo en mis manos, ilimitadas oportunidades, cero consecuencias, blah-blah. Ya lo he oído antes.

Oikawa parecía desconcertado. El día anterior había estado extasiado. ¿Qué cambió?

–¿Cuánto tiempo ha sido?

–Hoy es el quinto martes.

–Iwa-chan…

–Ya sé que estás emocionado y quieres hablar de ello, pero… solo… hoy no, ¿está bien? Te lo diré todo mañana. Otra vez. Con suerte realmente será mañana.

–Vale –accedió Oikawa luego de un segundo, para sorpresa suya.

Aún así, Hajime podía sentir la curiosidad acumulada en esa sola palabra. Fuera su expresión o su tono de voz, algo en Hajime debió parecer lo suficientemente miserable para que no insistiera. No estaba seguro de si Oikawa le creía del todo, fuera este día o el anterior. Oikawa tenía una tendencia a ver todo como si de un juego se tratara y era bien sabido que el voleibol era lo único que se tomaba en serio. Para todo lo demás tenía una desafortunada predisposición a tomar decisiones basándose en cual sería el camino más divertido. Y cómo había dicho el Oikawa del día anterior: tenía dos opciones para escoger, que Hajime se estuviera enloqueciendo o que de verdad estuviera atrapado en el tiempo. Nadie querría ver que su mejor amigo pase por una crisis nerviosa, pero viajar en el tiempo era pura fantasía.

–Pero en serio Iwa-chan, llevo todo el día pensando que estabas enfermo y que te arrastraste en tu lecho de muerte para buscar confort en mi, cuando en realidad solo tienes flojera. Qué grosero.

–Te voy a golpear. Te juro que nunca me voy a cansar de eso, sin importar cuantas veces viva este mismo día.

Fue luego de haberse reñido entre sí un poco más (cortesía de Oikawa, siempre cortesía de Oikawa) y de una cena temprana que por fin se sentaron a ver películas. Hajime las estaba viendo, al menos, habiendo encontrado por fin la que no terminó el día anterior antes del reinicio. Hajime podía sentir a Oikawa mirándole todo el tiempo, los lentes no podían ocultar la curiosidad que brillaba en sus ojos, como un maldito perdedor.

–¿Qué? –Hajime por fin soltó. Oikawa levantó las manos a modo de tregua y sonrió.

–Sólo mira la película, no te preocupes por mi, Iwa-chan.

–Me estás molestando.

–No tiene nada de malo observar a tu mejor amigo que es un viajero del tiempo que no te quiere hablar de sus aventuras viajando en el tiempo.

Hajime se inclinó para dirigirle una mirada feroz.

–Me estas dando escalofríos. Te voy a golpear.

–Fuertes declaraciones, viniendo del tipo que me mira a los ojos amorosamente.

Hajime estaba seguro de que aunque estuviera atrapado en el tiempo por mil años, Oikawa aun se las arreglaría para acabar con su paciencia. Tomó la sábana que estuvieron compartiendo hace no mucho y la lanzó sobre la cabeza de Oikawa, procediendo con la estrangulación. El muy bastardo tenía las agallas de reírse con lo poco que podía respirar.

–Eres tan irritante que ni siquiera tiene sentido –le dijo Hajime cuando Oikawa se pudo soltar de él apretándole la nariz. Oikawa que quedó en silencio mirándolo satisfecho, pero Hajime no necesitaba palabras para saber lo que pensaba. Apartó la mirada de él antes de volver a ver la tele.

Se encontró dormitando de nuevo en medio de letanía de historias repetidas, personajes estereotípicos y la cursilería excesiva de las películas en la tele. Mañana encontraría algo más para hacer. Por muy entretenido que fuera mirar todas esas ridículas películas, la verdad era que no le estaban ayudando en nada. Debió saberlo desde el inicio. Probablemente lo sabía en el fondo.

–Ya casi es medianoche –dijo Oikawa de repente en medio de un bostezo. Hajime se sorprendió, creía que Oikawa estaba dormido, apoyado sobre la laptop como estaba hace horas.

Hajime asintió, deseando de repente haberse dormido antes para así no tener que pasar de nuevo por la desorientación cuando se produjera el reinicio. Cerró los ojos esperando que eso ayudara en algo. No se sorprendió en lo mínimo cuando Oikawa lo levantó y le sacudió como muñeca de trapo.

–Dijiste que se reinicia a medianoche, ¿no?

–Sí –respondió blandamente.

–Así que cualquier cosa que haga ahora, todo lo que hice hoy… no lo voy a recordar, ¿no es así?

–Seh –confirmó Hajime, preguntándose por qué de repente era tan importante.

–Y ya me dijiste todo esto antes, ¿verdad?

–Si Mierdakawa, ¿a qué viene el interrogatorio?

–No, nada. Nada, Iwa-chan. Sólo pensaba… ¡podrías decirme cualquier cosa ahora mismo y no lo recordaría! ¿Tienes algo que contarme que hayas estado ocultando todos estos años? ¿Algún secreto oscuro?

Hajime lo sabía. Oikawa no le creía en absoluto, solo estaba siguiéndole la corriente porque era divertido y Hajime probablemente estaba sufriendo de una alucinación causada por la fiebre. No podía culparlo, a Hajime le tomó cuatro malditos días viviéndolo para empezar a creérselo él mismo.

–¿Qué tendría para decirte? –le preguntó, no entendía realmente qué era lo que Oikawa quería de él. No había mucho que no supieran el uno del otro. Nada importante, al menos– Ni siquiera puedo ocultarte los regalos de cumpleaños.

–Ay, por favor, –insistió– tiene que haber algo.

Hajime se detuvo un momento a pensar. ¿Estaba Oikawa esperando una cursi declaración de amistad eterna? Era poco probable, ya que tenían el horrible hábito de tener ese tipo de conversaciones cada vez que Oikawa se sobre-exigía o cuando perdían un partido. ¿Podrían ser las inseguridades atestándole la cabeza a Oikawa, haciéndole esperar lo contrario? ¿esperaba que Hajime enlistara todas las razones por las que era un terrible amigo? Punto muerto para Oikawa, porque esas también se las decía Hajime todo el tiempo, cada vez que le hacía enojar se aseguraba de dejárselo en claro. No estarían revelando nada nuevo.

El único tema en rojo que tenían entre ellos era la universidad, pero la verdad no había nada más que decir. Ningún secreto oscuro. Nada. Solo algo de incomodidad.

Y definitivamente no le iba a decir a Oikawa que se veía bien con los lentes, el gusano del tiempo se puede ir muy a la mierda.

–¿Sabes qué? No importa –dijo Oikawa finalmente con un puchero, luego de que Hajime solo se quedara mirando al vacío por un rato. Giró su puchero a la tele y dobló las rodillas hasta el mentón– ¿pero el día se reinicia a medianoche? –preguntó de nuevo– ¿Exactamente a media noche?

–No lo sé, probablemente. Estaba hablando contigo cuando sucedió, no estaba mirando el reloj.

–Y luego, no recuerdo nada –murmuró, básicamente repitiéndose a sí mismo.

–Eso es lo que dije.

Oikawa murmuró algo para sí mismo antes de quedarse en silencio observando el teléfono de Hajime en sus manos. Algo que parecía una tensión nerviosa pareció apoderarse de su cuerpo. Hajime lo miró, estaba mirando fijamente el reloj en el teléfono que marcaba las 11:59 pm.

–Queda un minuto –dijo Oikawa.

Hajime frunció el ceño, sintiéndose agitado tanto por la actitud de Oikawa como por el reinicio que se acercaba. Observaron pasar los segundos deliberadamente.

–Oye, Hajime… –Oikawa vaciló. Hajime estaba muy enfocado en el reloj para prestarle atención al uso deliberado de su nombre.

–¿Sí? –Preguntó. Cinco segundos antes de la medianoche.

–Te quiero

Hajime solo logró un atisbo de la sonrisa nerviosa que Oikawa le lanzó, antes de que sus ojos se abrieran de repente y se encontrara de nuevo con la familiar vista al techo de su habitación, alumbrada levemente por la luz de la calle que entraba por la ventana.

–La puta mierda.

La alarma le gritó al oído.

Notes:

No les suena horrible lo de basurakawa y mierdakawa? lmao, no sé como más ponerle :C

este capítulo consta de 30 páginas en word con calibri 12 y 10,638 palabras, casi medio fic lmao