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A James Potter no le gustaba la pequeña copia de los Malfoy, era tan caprichoso, arrogante, testarudo, egocéntrico, mimado... ¡Y solo tenía 5 años! Por Merlin, cómo será cuando sea un adolescente y, lo que más le disgustaba era la cercanía que este niño tenía con su hijo, no, no y no. Su mente ya imaginaba lo que pasaría a futuro, aunque claro, en un principio no le molestó la amistad de esos dos, con el paso de los días ya se acostumbró a ver al rubio menor merodeando su casa, no veía ningún problema en su amistad. Eso hasta que cierto día su-su pequeño ángel, su niño, su bebé, su adoración, su- su precioso ángel bebé, vino de la Mansión Malfoy con un dibujo en manos hecho por él, cuando vio lo que era... A James tuvieron que aplicarle un ennervate debido al desmayo que tuvo ese momento, mientras que Lily había brincando de la emoción que incluso mandó a hacerle un cuadro al dibujo y ahora formaba parte de los cuadros familiares que estaban en la pared al costado derecho de las gradas y conectaba la planta baja con el primer piso.
Aquel dibujo de Harry y Draco siendo representados por palitos y lo que se diferenciaba el uno del otro, era el color de su cabello -rubio y pelinegro- y, que cada uno tenía su nombre arriba de su cabeza. En el dibujo se podía ver al palito de cabello rubio tenía un mini palo en los brazos, pero a un lado de este tenía escrito "bebé potter" con letras apenas entendibles, entonces, aquel cuadro enmarcado era lo primero que veía desde que se levantaba para ir al trabajo hasta que se iba a su habitación a descansar.
Aunque viendo esa imagen, ni podía descansar -pensó. Ya que el solo verlo la amargura recorría su ser al tener ahí al futuro mocoso que le iba a quitar a su bebé.
— ¡Harryyyyy! — escuchó que llamaban a su hijo desde el patio de su casa.
La amargura en ser solo aumentó cuando lo reconoció inmediatamente, y sí, era la del mimado, egocéntrico, caprichoso y arrogante de Malfoy.
— Date prisa Harry, Draco está esperando — escuchó la voz de su esposa Lily que venía hacia él.— Hola amor.
— Buenos días —la saludó con un beso — ¿A dónde va Harry?
— Irá con Lucius y Draco a pedir dulces en el mundo muggle.
¿Malfoy? ¿El estirado de Malfoy? ¿Con su bebé? No, no, no, eso sí que no, estaba seguro que haría alguna cosa para perder a su pequeño angel.
— ¿Y por qué dejas que ese rubio lleve a nuestro bebé?
Quiso parecer neutral cuando hijo aquello, pero Lily captó la rabia en su voz. Entorno los ojos y lo miró seriamente con esos ojos verdes esmeralda que tanto lo enamoran.
— Porque el Señor Malfoy se ofreció.
Que comedido, nadie se lo cree.
— Pero...
— James, basta. Lucius es un padre muy responsable que cuida muy bien de nuestro niño. Además a Harry le agrada, siempre me cuenta lo bien que la pasa cuando va a la Mansión Malfoy.
— No creo que los Malfoy sean malos padres — dijo.
Aún le guardaba rencor por aquella vez en la que le ganó una escoba. Harry había llorado a mares cuando vio que no tendría la escoba y James, débil ante esos ojitos verdes, había prometido comprarle lo que quiera, con tal que dejara de llorar. Fue así como Harry pidió un crup. Explicarle a su esposa del cómo llegaron del mercado en la que sólo iban a comprar alimentos y traían consigo un crup, fue fácil. James le dijo que lo encontraron sólo y por las calles, abandonado y puso su mejor expresion de héroe justiciero y Salvador de los más débiles, que Lily había sonreído encantada por tener a semejante figura paterna, por suerte Harry no estuvo en el momento psra desmentir todo aquello, pues estaba bien animado jugando con aquel crup. Esa mentira funcionó ese día. Hasta que el día siguiente, como en la tienda de escobas había muchos chismosos que no tienen nada mejor que hacer, habían contado al profeta que el jefe de aurores había participado en una mini subasta contra el patriarca de una de la familias más poderosas del mundo Mágico, los Malfoy, por una escoba.
Asi que aquella mentira le había durado menos de 12 horas, pero le costó una semana dormir en el sillón y limpiar todos los desperdicios del crup.
Oh, como odiaba a aquel rubio.
Y después agregó —Ni que Malfoy sea un mal padre, solo un poco consentidor... ya ves como salió su hijo —ironizó.
— Muy hermoso y perfecto. — interrumpió una voz a sus espaldas.
James brincó del susto y Lily solo pudo sonreír un poco ruborizada.
James no supo si estaba avergonzada por atraparlos mientras lo criticaban o por lo bien que veía, pues el rubio llevaba un traje elegante negro y encima llevaba un túnica azul marino que tenía toda la pinta de ser muggle, parecía todo un hombre de negocios y eventualmente un hombre influyente, tal como era su apellido. Al costado derecho del mismo, en su brazo llevaba a cierto rubiesito, quien ahora lo miraba con una ceja arqueada mientras asentía vehemente a lo que dijo su padre, este por otra parte, traia puesto el uniforme de los inefables -versión miniatura- zapatos de cuero -que estaba seguro eran de piel de dragón- de color gris obscuro, pantalón caoba, camiseta negra y cubierto con una túnica rojo obscuro de botones dorados.
— ¡Lucius, que gusto! —saludó la pelirroja.
Dio un codazo nada disimulado a su esposo, quien soltó un sonoro 'auch'.
— Malfoy — murmuró con los labios apretados. Su esposa sí que golpea fuerte, pensó mientras se sobaba su abdomen.
Apesar de que sus hijos se lleven tan bien, no quería decir que ellos lo hagan, se habían vuelto a ver callejón Diagon o el jardín de los niños, pero fuera de discusiones no se dirigían la palabra para nada más.
— ¡Mamá! — se escuchó un grito desde arriba de las escaleras, todos dirigieron su mirada y vieron al pequeño Harry sosteniendo un León de peluche en su mano izquierda y con la otra agarraba el barandal de las escaleras — Ayúdame, por favor.
Lily subió a prisa a ayudarle a bajar.
Harry por otra parte se vistió de auror, lo que hubiera llenado de orgullo a James, pero cuando este le preguntó si era porque admiraba el trabajo que hacía papá, Harry respondió que no, lo hacía porque su padrino Sirius era el auror más divertido y valiente. James se ofendió y se ofendió bastante.
Por otra parte, Draco apenas lo vio se revolvió entre los brazos de padre, indicandole que lo baje. Una vez en el suelo, acomodó su ropa y esperó al final de las escaleras.
Harry una vez llegó a lado de Draco lo abrazó y lo besó en lo mejilla. Después extendió al peluche de León que llevaba.
— Llevaré a Prongs a pedir dulces, me dijo que quiere una rana de chocolate. —dijo emocionado.
Draco asintió feliz, tomó la mano libre de Harry y se dirigió a su padre.
— ¿Podemos ya irnos, padre?
Lucius asintió y miró a los Potter de regreso.
— Ya nos vamos, que la pasen bien.
Lucius se apareció mientras en cada mano iba agarrado los niños, pero James no estaba para tranquilo.
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Horas más tarde, en un barrio muggle de Londres, varios niños vestidos de superheroes, personajes de cuentos de hadas, de televisión y todo lo demás gritaban y jugaban. Dos pequeños niños, uno pelinegro y el otro rubio brincaban emocionados al ver que su caldero de dulces se llenaba más y más, se sentaron en el césped de la casa que visitaron para revisar que tipos de dulces les habían dado.
Harry estaba tan feliz por los dulces que tenía, se imaginaba que apenas llegue a casa se los iba a devorar todo. La voz de su amigo lo despertó de su imaginación.
— Papá, no tengo ninguna rana de chocolate —reclamó el pequeño rubio a su papá.
— Seguro que esta por ahí, busca bien —respondió el rubio mirando alrededor.
— ¡No hay! —exclamó.
Lucius bufó, pues si que su hijo era un malcriado.
— A ver, yo lo busco.
Lo que no sabían era que las ranas de chocolate en el mundo muggle, no había. Pero eso no impidió que Harry quisiera conseguirlo para que su amigo este feliz, él no tenía porque había buscado para darle uno a Prongs, pero era verdad no había y como Draco y Harry fueron a las mismas casas, entonces, no había manera que él lo tuviera.
Y cuando Draco quería un dulce, Harry hacía lo imposible por conseguirlo y así se ganaba un beso en la mejilla de agradecimiento y a Harry le gustaba esos besos, mucho incluso más que los de su mami, pero no lo diría, eso la herirá.
Iré a preguntar en aquella casa si tienen ranas de Chocolate -pensó.
Aquella casa que se refería era una en la que no había decoraciones de Halloween, tenía un patio con cesped y las luces estaban completamente apagadas.
Se acercó a la casa y gritó: — ¡Dulce o truco! —
Nadie respondió, pero le pareció escuchar unas cadenas sonar.
Dudó un rato y volvió a gritar — ¡Dulce o truco, señor!
Esta vez las cadenas sonaron con más fuerza, seguido de gruñidos y ladridos furiosos que se acercaban al lugar que estaba parado a gran velocidad.
Apenas tuvo tiempo de gritar antes de que una mano lo jalara y lo atrayera hacia esa persona.
Harry gritó, empujó y lloró a la persona que lo sostenía.
— ¡No, no, Draco! ¡Ayúdame!
— ¡Harry, Harry! —lo sarandeo un poco— Soy papá ¿estas bien? — Harry solo ahí detuvo sus gritos, sus ojitos esmeraldas llenos de lágrimas lo miraron y volvió a llorar por el miedo que sintió.
— ¿Papi? —susurró ya calmado.
— ¿Estas bien, Harry? — Esa voz fue de su amigo Draco, Harry asintió, pero se mantuvo oculto en el abrazo que le daba su padre.
Los dos rubios habían escuchado a Harry gritar dulce o truco, pero como la luminación de aquella casa era completamente obscura, no lo podían ver y solo atinaron a mirar a sus alrededor tratando de averiguar de donde provenía la voz.
— Discúlpame Potter, yo-yo debí poner más atención a los niños —Habló Lucius.
James estuvo a nada de gritarle que su hijo casi había sido atacado por un perro, pero se contuvo ya que no quería asustar a su hijo.
— Nos iremos a casa, Harry. Despídete de Draco.
Harry asintió no muy feliz de dejar a su amigo, pero le hizo caso.
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Al día siguiente, la red flu de los Potter, sonó informando que alguien quería entrar a su casa. James suspiró y los permitió entrar.
La familia Malfoy salió de la chimenea Potter, su presencia era deslumbrante a comparación de James que todavía seguían en pijama.
Lució avergonzado, pero trató de no amendentrarse.
— Señor Potter — saludó Narcissa.
— Potter —saludó Lucius.
— Señor Potter, ¿Harry esta despierto? —ese fue Draco.
James asintió y fue en busca de su hijo.
Apenas bajó Harry -quien también estaba en pijama- fue a abrazar a su amigo.
Draco correspondió el abrazo, pero lo apartó para mostrarle lo que traía en sus manos.
Era una funda muy grande, lo que atrajo la curiosidad de James y Lily quién había llegado mientras los pequeños se abrazaban como si no hubieran visto en años.
— Hoy me compré esto, es para ti y Prongs.
Harry asintió feliz y miró en la bolsa.
— ¡Wow! ¡Son muchas ranas de chocolate! —exclamó apenas abrió la bolsa, sus ojitos verdes brillaron emocionados, miró a sus padres y luego a su peluche — ¡Mira Prongs, tenemos muchos chocolates!.
Draco asintió feliz de que su regalo le haya gustado a Harry y lo que aumentó su sonrisa fue el beso en la mejilla que el pelinegro le dio y lo llevó con él al sofá a compartirle sus ranas de chocolate.
— Hoy en la mañana Draco levantó a Lucius con saltos y gritos encima de la cama. No lo dejó hasta que prometió y juró ir a comprarle los chocolates—dijo Narcissa al ver que todos quedaron viendo a los niños— Cuando le preguntamos que haría con tantos, dijo que a Harry y Prongs ayer no les dieron esos chocolates y quiso darle de regalo.
James y Lily rieron y asintieron comprendiendo, posteriormente Lily los invitó a tomar una taza de café y dejar a los niños jugar. Ellos aceptaron y la siguieron, pero James se quedó unos segundos más viendo aquella escena, en la que Draco tomaba una rana de chocolate, lo partía a la mitad y le daba una parte a Harry y la otra a Prongs, mientras que Harry hacia lo mismo, le daba una parte a Draco y la otra a Prongs. Ambos niños se miraron y sonrieron.
Bueno, talves Draco Malfoy era un egocéntrico, mimado, malcriado, caprichoso, arrogante, pero con Harry no lo era y a James eso sí le gustó.
Fin
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