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Psicometría

Summary:

¿Os habéis imaginado alguna vez cómo sería tu vida si supieras que posees un don sobrenatural que no puedes elegir?
Wonwoo había fantaseado durante toda su niñez con conseguir el suyo al cumplir los doce años. Ese día fue el único en el que quiso realmente visitar al médico. Con un poco de miedo, entró en la sala de la mano de su madre, donde el doctor ya estaba esperándole con una sonrisa dibujada en su rostro.
“¿Qué ves cuando me miras a los ojos?” Al principio no vio nada, luego, la figura de una mujer alta y rubia se presentó. No tardó mucho en darse cuenta que la figura del médico besaba a aquella dama con felicidad en su rostro. Cuando explicó aquello, el doctor no pudo evitar sonreír al escribir el análisis en el ordenador.
“Wonwoo es capaz de ver las almas gemelas de las personas, señora Jeon.”

A partir de ese momento, Wonwoo no era capaz de salir a la calle sin cubrir sus ojos para evitar hacer contacto visual con nadie. Pero, ¿qué pasará si un chico alto, moreno de piel y con sonrisa atrayente hiciera todo lo posible para que Wonwoo visualizará en él su alma gemela?

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Capítulo 1-Último día de exámenes

Chapter Text

A diferencia del resto de estudiantes de instituto o colegio, los universitarios están deseando que acaben las dichosas “vacaciones de Navidad” –si es que pueden considerarse vacaciones—. Es más, apuesto lo que quieras que, como yo, el resto de estudiantes también han marcado en color rojo la fecha que llevamos esperando desde que se dio comienzo a esta festividad y que marca el último día de exámenes. 

Y es que, tras varias horas en las que el aula se empapa de un olor asfixiante a calefacción y neuronas intentando recordar toda la información retenida—ya sea poca o mucha—, uno sale del examen perseguido por un silencio magistral hasta la llegada de la noche, momento en el que la mayoría de jóvenes ahogan sus penas en alcohol. Algunos lo hacen para dejar el estrés a un lado y otros para olvidar o celebrar las primeras notas publicadas en la aplicación de la universidad que es tan moderna—nótese aquí mi ironía—que no es compatible con iPhone. 

Sin embargo, ese no es mi plan, ni tampoco el de mi mejor amigo. Me clasifico en esa categoría de alumnos que prefieren recuperar las horas de sueño acumuladas desde el primer día de estudio, después de haber pasado la noche hablando con mi amigo, acompañado de cervezas y pizzas de pepperoni. 

Salgo de una ducha caliente más que merecida, aunque eso me obligue a ahorrar agua el resto del mes, cuando me doy cuenta de que mi teléfono se ilumina brevemente en la mesa del salón. En la pantalla se registra el nombre de mi mejor amigo junto a “Cinco llamadas perdidas” y si no estuviera seguro del amor que me tiene estaría temblando. Hoshi odia que la gente pase de su cara y más cuando se acerca la hora en la que habíamos quedado. 

“¿Qué pasa?” Son las primeras palabras que le dedico cuando descuelga mi llamada. Dejo la toalla en su lugar después de intentar que mi pelo deje de gotear, aunque fallo estrepitosamente en el intento. 

“¿Que qué pasa? Que podrías dejar de ser tan gilipollas y contestarme a las llamadas.”

“Eh, sin insultar. Me has pillado en la ducha, lo siento.”

“Me la pela. No es la primera vez que te veo desnudo.” 

Ya. Sí. Eso. Da igual la cantidad de veces que intente olvidarlo, Hoshi siempre me lo recordará. Nos remontamos al primer día en el que bebí más de la cuenta, haciendo que mi gran y poderosísimo amigo tuviera que bañarme a regañadientes para bajarme la borrachera.

“Espero que al menos te hayas puesto tu mejor modelito para verme, porque sino no entiendo la tardanza.” Me asomo desde la ventana del salón, un cuarto piso desde el que puedo ver la puerta del bloque. Puedo apreciar cómo Hoshi levanta la cabeza para mirarme. “Pero, ¿sabes algo? Si no has visto las últimas noticias te actualizo yo. Hay una jodida ola de frío y siento mi culo congelarse, además de que he dejado de sentir la nariz. Así que te agradecería que cuidaras algo más a tus amigos… ¡si quieres mantenerlos el resto de tu vida!”

Ruedo los ojos y me acerco al telefonillo para abrirle la puerta principal, desde donde puedo ver la cara de Hoshi pegada a la cámara de vigilancia. Tiene el entrecejo fruncido y las mejillas infladas y, a pesar de la mala calidad, puedo notar la tonalidad rosada que ha adoptado su nariz. Por no hablar de la nube de vaho que sale de su boca cada vez que la abre.

“También mis amigos deberían saber cuál es mi porterillo para llamarme ahí en lugar de al teléfono. Y más teniendo en cuenta que llevo conociéndote desde hace cinco años. Me ofende que sepas cada secreto oscuro sobre mí, pero no el número de mi apartamento.” 

Cuelgo la llamada cuando veo que Hoshi sale del ascensor murmurando algo por lo bajo. No me da tiempo a preguntarle qué maldición me ha echado porque en segundos lo tengo sobre mí en un cálido abrazo que me regala. Llevamos mucho tiempo sin vernos, o al menos en persona. Durante el período de exámenes tiendo a encerrarme en mi habitación. No porque esté las veinticuatro horas estudiando, ni mucho menos, sino porque no me apetece salir de casa, directamente. Y el poco tiempo libre que tengo prefiero gastarlo en ver una peli o, en su caso, hacer una videollamada con mis amigos. Hoshi fue la primera persona que respetó mi decisión, aunque no me deja vivir si al menos no le llamo dos veces por semana. 

“¿Qué tal tu examen de hoy?” Le pregunto mientras le dejo el dinero de la cena encima de la mesa. Él lo toma para guardarlo en su cartera, la cual acaba tirada en uno de los lados del sofá. Hoshi se adentra en el baño sin vacilar un poco, hace mucho que mi piso compartido lo siente como suyo, así que se lava las manos sin vacilar antes de dejarse caer en la alfombra del salón, su lugar de la casa cuando viene a cenar. 

“¿Pretendes arruinarme la noche, cariño?” Hoshi habla con tono seductor cuando aparece en el salón, ya con su abrigo quitado y frotándose las manos en busca de algo de calor. “Pero respondiendo a tu pregunta…creo que bien. Ya sabes, el profesor no es que me caiga del todo bien y yo a él tampoco, así que todo está echado a suertes.”

“Tío, con suerte te pone un diez para no tener que verte la cara en febrero otra vez.” Añado antes de masticar el primer trozo de pizza. Sabe a gloria y a libertad a partes iguales.

“Y si no lo hace, ya me encargaré de amargarle la vida. Creo que jamás he odiado tanto a una persona, pero es que él se lleva la palma.” Veo cómo se pasa los dedos por su flequillo recién cortado en un intento por liberar estrés. “¿Y tú? ¿Qué tal te ha ido en el examen de hoy?”

“Bien. Supongo que bien. Es decir, no creo que para sobresaliente pero el señor Min me adora, así que algún punto sumará eso, ¿no?”

“Si te pone menos de un nueve, avísame. Me encargaré de mandarle una plaga de cucarachas a su casa.”

“¿Por qué no mejor serpientes?” Hoshi no puede evitar reírse y casi escupe la cerveza en la suave alfombra sobre la que se siente y oh, mi amigo aprecia demasiado su vida como para manchar esa alfombra. 

“Eso es demasiado evidente. Nunca sabes cuándo puedes tener una plaga de cucarachas en tu piso, pero, ¿serpientes? A no ser que seas Frank de la Jungla, lo dudo mucho.” Hay un silencio que reina en la sala que nos produce una media sonrisa a los dos, hasta que él consigue romperlo de nuevo. “Y porque la última vez que lo hice casi tengo que desaparecer del mapa porque me buscaba la poli.”

A veces se me olvida por completo que Hoshi tiene un don, precisamente porque no es uno que se pueda emplear todos los días o, al menos, no lo hace de forma pública. Está claro que será un magnífico veterinario, pero, ¿cómo no serlo si tienes a tu disposición el don sobrenatural de la Zoosemiótica?

Cuando lo conocí se estaba comunicando, precisamente, con un gorrión. Este le estaba diciendo las respuestas del examen de prueba inicial de historia. El primo de Hoshi, quien tiene este mismo don, se encontraba fuera de la clase y le chivaba las respuestas a la pequeña ave. Esta técnica le sirvió al principio de curso, hasta que tras un par de semanas los profesores comenzaron a darse cuenta de que Hoshi no era precisamente lo que sus exámenes a simple vista daban a entender. Los profesores decidieron avisar a nuestro tutor, quien al descubrir su don decidió cambiarlo de sitio. Acabó al lado contrario de la ventana, sentado justo detrás de mí y sus insistentes preguntas durante las seis horas de clase dieron lugar a esta bonita amistad. 

Hoshi es especial, no solamente por su don o su personalidad brillante, sino por ser de las pocas personas a las que puedo mirar a los ojos. Aquellos dones como el mío, algo más…mentales, si se pueden considerar de esta manera, solamente son capaces de manifestarse cuando estás realizando contacto visual con otro individuo. 

Y llegamos al punto en el que tengo que hablar de este tema, ¿no? Para hacer la historia corta, odio mi don desde el minuto uno en el que se manifestó. Al principio fue porque no era algo “guay”, algo de lo que poder fardar con el resto de niños en el patio del recreo. Durante mi adolescencia me di cuenta, muy a mi pesar, de que mi don es algo que solamente interesa a los que echan las cartas, porque, ¿a quién más le interesaría tener la Psicometría romántica? Cuando me salen los vídeos del tarot en TikTok me divierte pensar que hay gente que se lo cree, porque quien esté un poco informado del tema sabe que no es necesario ninguna carta para poder ver el alma gemela de nadie si tienes el don de la Psicometría. Con verle a los ojos a la persona basta para visualizar su vida amorosa como si fuese un álbum de fotos. 

Aunque sin duda alguna, lo que más me dolió fue ver reflejada en la mirada de mi padre que su alma gemela no era mi madre. No fue doloroso en sí porque no fuesen almas gemelas, sino porque era una prueba más—la definitiva—para demostrar que mi don no vale para nada. ¿Para qué existe si las personas pueden seguir haciendo sus vidas, casándose y creando una familia, aunque no sea quien el destino ha creado para ellos?

Fue por ese entonces, una semana más tarde de obtener el don, que decidí taparme los ojos cada vez que salía de casa. No quiero decirle a nadie quien es su amor, su media naranja, su destino o cualquiera de los términos que hoy en día se suelen usar para referirse a lo mismo. No quiero interponerme en la vida de nadie, ni tampoco influenciar los sentimientos de ninguna otra persona en mi vida. ¿Qué pasaría si nunca llegan a conocer esa alma gemela? ¿Y si esperan y esperan hasta que aparezca aquel ser de luz que les describí en algún momento? ¿Y si jamás se conocen? Mi poder no llega al límite de decir si la otra mitad sigue viva o no, si está en el mismo país…ni siquiera soy capaz de ver si llegarán a conocerse. 

Mi conclusión es que, si de verdad existen las almas gemelas, acabarán juntándose sin mi ayuda. Pero yo no quiero formar parte ni involucrarme en el proceso, aunque eso implique cerrar mis ojos al mundo. Aunque esto también me impida conocer a la mía. 

¿Cómo Hoshi me convenció para mirarle a los ojos? Bueno, todo fue un poco precipitado. Aún recuerdo la manera en la que insistía e insistía cada día para que me quitara la venda con él. Me prometía que no le importaba saber quién era su alma gemela, que lo único que quería era ver mi rostro al completo. Un dato que se me olvidaba mencionar es que solamente puedo ver las imágenes una única vez, así que tras obtener la misión, podía mirarle a los ojos a Hoshi cuantas veces quisiera, porque dejaría de ver a su alma gemela. 

“¡Jeon Wonwoo! Me cago en tu puta vida. ¡Solamente va a ser un segundo! Que me da igual que me digas o no quién cojones es mi alma gemela. Solamente quiero quedar contigo y jugar a la play porque…porque no es divertido si tienes tu venda puesta. ¡Te consigo matar incluso con los ojos cerrados! ¿Saber por qué? ¡Porque siempre hago trampas! ¡Claro que abro los ojos!” Fue la primera vez que lo escuché tan enfadado y menos mal que nos pilló en su casa sin nadie más alrededor porque cualquiera se habría preocupado por nuestra salud. “Por favor, Won…”

Finalmente lo hice. Era eso o Hoshi me quitaría la venda mientras dormía y me haría cosquillas para despertarme y no tendría escapatoria. También me amenazó con llamar a una manada de lobos para atacarme como última opción y aunque sabía que no era capaz de hacer tal cosa, que comenzara a contar los días que quedaban para que hubiera luna llena me comenzó a preocupar.

“Son más agresivos en esas noches.” Dijo Hoshi con una sonrisa ladeada cuando le pregunté por su interés hacia el ciclo lunar.

En su mirada conseguí distinguir una figura bajita, de pelo corto y ojos rasgados. Vi un chico poco cariñoso, pero sumamente apegado a Hoshi. No me suena su cara y Hoshi no me ha mencionado nunca a nadie como él. Lo que realmente me sorprendió fue escuchar el nombre del muchacho en la visión porque nunca había sido capaz de escuchar nada. Esta información sigue siendo un secreto que llevo conmigo, porque Hoshi no pareció interesado en conocer quién era su persona, lo cual es de agradecer bastante. 

“Oye, Wonwoo. Tengo que preguntarte algo.” Hoshi rompe mi nube de recuerdos con ese mismo tono de voz de súplica que tan bien conozco. Observo cómo mastica lentamente, tornando sus ojos en unos más suaves y convincentes, buscando las palabras correctas. “Solamente si tú quieres, eh. No quiero que te sientas presionado a hacerlo, pero me preguntaron y eres mi mejor amigo, así que es obvio que pensé en ti…”

“Hoshi, lánzalo.” Él suspira y susurra algo para sí mismo antes de enfrentarse a mí. 

“¿Recuerdas a mi compañero de la uni? ¿El que te he comentado alguna que otra vez? “¿Seokmin?”

“¿El que tiene el don de la almo…atmo…? ¿El que cambia el clima?”

“¡Atmoquinesis, justo! Vale, pues me ha invitado a una fiesta mañana. Irán algunos chicos de nuestra clase y me ha dicho que invite a mis amigos. Obvio avisaré al resto del grupo pero quería preguntarte a ti en persona.”

“¿Por qué a mí me tienes que preguntar en persona?”

“Porque sé que si estamos en grupo no serás sincero al cien por cien conmigo y yo quiero que, sea cual sea tu respuesta, pueda mirarte a los ojos para saber la verdad. Pero si me preguntas, no será divertido ir si no estás ahí.”

“Me alegra escuchar que me necesitas, pero sabes bien que no soy precisamente el alma de la fiesta.”

“Está bien. Eres un aburrido y un antisocial de cojones, pero, eres mi mejor amigo y no lo paso del todo bien si no estás, ¿de acuerdo? Somos como nutrias que se cogen de la mano para dormir en el río. ¡No puedes separarlas porque se perderían!”

“No lo sé, tío…no sé si debería ir.”

“Será divertido, te lo prometo. Te daré la mano durante toda la fiesta. Además, podrás estrenar esa venda de seda que te regalé por tu cumple.”

“Solamente voy porque no sé de qué eres capaz si no te controlo.”