Chapter 1: Prólogo
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En los momentos finales de la guerra del Usurpador, se desarrolla la llamada Batalla del Tridente dónde se enfrentaron las fuerzas de Robert Baratheon contra los realistas Targaryen al mando del príncipe heredero, Rhaegar Targaryen.
Robert y Rhaegar se encontraron en un combate singular en el Tridente mientras la batalla se desarrollaba a su alrededor.
El usurpador Baratheon mata con un golpe de su maza en el pecho del príncipe; el golpe fue tan brutal que desperdigó los rubíes de la armadura de Rhaegar por todo el río. Tras la caída del príncipe, los rebeldes creyeron que habían ganado la guerra pero casi al mismo momento de la muerte de Rhaegar, Robert se desploma y muere de sus heridas dos días después.
Cuando la noticia de la derrota y de la muerte de Rhaegar llega a Desembarco del Rey, Aerys II envía a la reina Rhaella embarazada y a su hijo menor Viserys a Rocadragón pero se niega a dejar partir a la esposa de Rhaegar, princesa Elia Martell y a sus hijos, Rhaenys y Aegon, por miedo a que los Martell se vuelvan contra él.
El momento decisivo de la guerra llega cuando a un año del comienzo de la rebelión, lord Tywin Lannister, quien permaneció neutral hasta la Batalla del Tridente, marchó hacía la capital clamando lealtad a Aerys y pidiendo que le abriera las puertas. En una decisión que cambiaría el destino del reino, el rey Aerys se niega a escuchar los consejos del Gran Maestre Pycelle de permitir el paso de lord Tywin Lannister, y en su lugar da oídos a Varys negandole la entrada al ejército Lannister, lo que provoca que su antigua Mano asedie la capital.
Lo que sucedió a continuación es motivo de debate, algunos dicen que Aerys, cada vez más trastornado, creyendo que si bebía fuego valyrio renacería como un dragón para destruir a sus enemigos, provocó su muerte y la destrucción de sus aposento junto a sus pocos seguidores. Los rumores dicen que la muerte del rey fue provocado por su nuera para evitar que lastimara a sus hijos, otros dicen que Tywin Lannister fingió el asedio para enviar a sus hombres en secreto y provocar el suicidio del monarca. Sea cual sea la verdad sobre la misteriosa muerte del Rey Loco, nadie se lamento y todo quedó como un secreto que nadie quería tocar.
Sin un rey ni un príncipe heredero que asuma el poder, la princesa dorniense Elia Martell, toma el mando y se nombra reina regente de su hijo Aegon, un bebé de pocos meses de vida.
Pero todavía quedaba un problema grave, la ciudad todavía era asediada por lord Tywin y su ejército. Cuando la única opción que quedaba era rendirse, a pensar de la negativa de la nueva reina regente y de su pequeño consejo recién formado, la ayuda llegó justo dos semanas después del comienzo del asedio.
La noticia del asedio a la ciudad llegó a los aliados Targaryen que aún luchaban sus propias batallas. Las fuerzas del Dominio lideradas por lord Mace Tyrell y lord Paxter Redwyne tomaron por asalto a Bastión de Tormentas en donde el hermano menor de Robert, Stannis, se había atrincherado. A penas cayó el hogar del usurpador, Stannis fue tomado como rehén como advertencia para los que aún eran leales a Robert Baratheon.
Con las noticias del asedio a Desembarco del Rey, los ejércitos del Dominio marcharon a la capital, uniéndose al ejército dorniense al mando del príncipe Oberyn Martell, hermano de la reina regente Elia. Las fuerzas combinadas de los que habían sido enemigos desde hace siglos, lograron levantar el asedio obligando a lord Tywin a huir de vuelta a Roca Casterly.
Tras el fin del asedio de Desembarco del Rey, unos días después, la reina viuda Rhaella Targaryen muere dando a luz su última hija, la princesa Daenerys. Cuando las trágicas noticias llegan a la capital, la reina regente Elia envía una flota hacía Rocadragón y trae de vuelta al príncipe Viserys y a la princesa recién nacida para criarlos en la corte junto a sus hijos.
Los meses siguientes fueron de calma, negociaciones, tratados y pactos.
Para evitar otra guerra y más derramamiento de sangre, la reina regente Elia perdona a los Baratheon con la condición de que ellos asuman los gastos y las pérdidas que la guerra causó. Esto causó que la noble familia empobreciera y su prestigio disminuyera en los Siete Reinos. Ya liberado de su cautiverio, Stannis Baratheon es nombrado cabeza de su casa y su hermano menor, Renly, es tomado como rehén de la corona críandose junto a los príncipes Targaryen.
Por otro lado, Elia viaja a Invernalia y pide personalmente perdón a los Stark por la muerte de Rickard y Brandon a manos del Rey Loco pero se niega a presentar respeto por Lyanna Stark. Como muestra de buena voluntad, la reina regente entrega a lord Eddard Stark el hijo recién nacido del príncipe Rhaegar y Lyanna. El niño que tenía rasgos Stark fue declarado hijo legítimo y llevaría el apellido Targaryen pero no estaría en la línea de sucesión. El niño fue llamado Jaehaerys en honor al Conciliador y fue criado en el Norte junto a sus primos Stark.
En el Occidente, lord Tywin necesita forjar una nueva alianza viendo que su poder disminuyó luego de su fallido asedio, con los dornienses en la corte, los Baratheon sometidos, los Stark escondidos en el Norte con un príncipe bastardo, y con el Valle y las Tierras de los Ríos apoyándolos. Sin otra salida, y para evitar que la reina regente lo acolarre, el señor de Roca Casterly se ve obligado a recurrir a los hombres del hierro y ofrece la mano de su única hija al heredero de la Casa Greyjoy, Rodrik.
Cersei Lannister parte a las Islas del Hierro para honrar el pacto de su padre con Lord Balon Greyjoy. Con el paso de los años, la llamada luz del Occidente le dió tres hijos a Rodrik, tres niños rubios y de ojos verdes a los que llamó Joffrey, Myrcella y Tommen.
En este contexto se desarrolla la historia de "La otra hermana". Cuando tuvo edad suficiente, Aegon el hijo de Rhaegar asume el trono y se convierte en Aegon VI.
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299 d.C
Bosques cercanos a Altojardín
El Dominio
James Ashford miró desde su lugar en la rama del árbol a Helenna Tyrell, que estaba tendida en las sombras sobre la hierba para ver el efecto que le hacían sus versos. Ella mascaba melancólicamente una ramita tierna, al parecer inmune al efecto de su poesía.
Espero unos instantes.
-Bueno...¿y te gusta? -el joven heredero saltó de la rama y se arrodilló a su lado. La joven seguía con la mirada perdida en el cielo azul, ignorando a James. Este soltó un suspiro -Helenna...
La susodicha por fin arrancó la mirada del cielo y poso sus ojos negros en los de él. James contuvo un escalofrío, los ojos de ella lo observaron como un halcón sin perder detalle de su rostro.
-James, amigo mío, sabes que tus bellas palabras no pueden conmigo -Helenna le dirigió una sonrisa pícara y se levantó del suelo con un movimiento fluido. Luego de arreglar sus faldas y su cabello comenzó a caminar hacia su yegua Nissa, debía regresar a Altojardín antes de que sus doncellas notarán su ausencia y le informarán a su señora madre.
-¡Helenna! - grito James y ella corrió más deprisa mientras soltaba una risita. Logrando llegar hasta Nissa antes de que la alcanzara, la montó de un salto, se acomodó en su lomo y agarró las riendas. Cómo si a último momento se recordara a su acompañante, la joven se volvió para ver como su amigo la alcanzaba y se paraba a su lado mirándola suplicante -dulce Helenna, no rompas así mi corazón sabes bien que no podré soportarlo.
Helenna lo miró y se obligó a admitir para si misma de que su amigo de la infancia se había convertido en un muchacho muy atractivo con el cabello oscuro y esos hermosos ojos azules. Desde hace tiempo, James arrancaba un suspiro en la mayoría de las mujeres, no importaba la edad que tuvieran. Si solo despertara lo mismo en ella.
La joven observó como James trataba de tomar las riendas de Nissa y dirigirla hacia donde habían estado antes. Soltando un suspiro de cansancio, le dijo: -James vamos, debo irme a casa, no quieres enfrentar la ira de mi padre cuando sepa que nos vimos a solas.
Sus palabras lograron el efecto deseado y el muchacho desistió de tratar de llevar a Nissa con él y soltó las riendas, luego se alejó unos pasos y miró a Helenna con resignación. -Mi Helenna, querida mía, amada mía, vete antes de que me arrepienta y te lleve conmigo.
Helenna puso los ojos en blanco y sin dirigirle otra palabra, tomó las riendas de Nissa y la orientó hacia donde estaba Altojardín, comenzando a cabalgar rápidamente.
AVAVAVAVAVAVAVAVA
Altojardín
-... es una rebelde, sin sentido de la educación y la decencia...
Helenna se detuvo en la puerta del comedor en donde su familia estaba reunida y colocó la oreja en la puerta para escuchar la conversación. Había cabalgado rápidamente para llegar a tiempo y su respiración estaba agitada por correr por los pasillos de Altojardín.
La voz femenina que Helenna identifico como la molesta voz de su abuela paterna, lady Olenna Tyrell, siguió hablando: -No se de quien habrá heredado esa conducta, de seguro que viene de parte de tu familia Alerie, tu hermano Baelor es igual a ella, desobediente, irrespetuoso, soberbio...
-Madre -la voz de lord Mace Tyrell corto en seco a la anciana, aunque su tono era respetuoso y un poco temeroso -no hables así de la familia de Alerie, los Hightower son nuestra familia también.
-Bah, esos pretenciosos serán familia mía el día en que demuestren otra cosa que no sea interés propio.
-Abuela, no seas así -la dulce y sedosa voz de Margaery Tyrell logro silenciar a la Reina de las Espinas, desde donde estaba escondida, Helenna podía imaginar como su hermana mayor agitaba su largo y rizado cabello castaño mientras miraba a su abuela por entre sus pestañas, sonriéndole cómplice -a pesar de que el tío Baelor es así, no puedes compararlo con nuestra Helenna...
La recién nombrada se apretó más fuerte contra la puerta, no queriendo perderse de ninguna palabra.
-...nosotros sabemos de que Helenna es especial -siguió hablando Margaery -ella es diferente pero eso no significa que sea mala, abuela.
-Ya lo sé querida, pero a tu hermana le falta una buena mano controladora que la ponga en su lugar. Ella es una Tyrell, una noble y mi nieta, no puede estar paseando por donde quiera, debe mantener una reputación intachable para que algún día algún señor poderoso se apiade de ella y la haga su esposa.
El silencio que siguió a sus palabras cortaron como cuchillas a Helenna. Esposo. La peor palabra para ella. Imaginarse algún día desposando a un noble altanero y pretencioso, lograba que la joven tuviera ganas de correr a las caballerías, agarrar a Nissa y cabalgar lejos de Altojardín, lejos de su familia, principalmente de su abuela. Helenna quiera algo más que sólo ser la esposa de alguien. Quería algo más que sólo casarse, tener hijos y después sólo esperar la muerte. Por esa razón nunca aceptaba el cortejo de James, a pesar del hecho de que lo conocía desde que eran niños, James representaba para ella eso que siempre quiso evitar "el matrimonio", el día en que abandonara a su familia por la familia de su esposo. Y además estaba el hecho de que ningún joven la atraía lo suficiente para desposarse.
La menor de los Tyrell lanzó un suspiro de resignación y decidió que ya era hora de enfrentar a su familia, no podía ocultarse para siempre. Con gesto desafiante, salió desde atrás de la puerta de doble hoja que daba al comedor familiar y se dirigió a su lugar en la gran mesa de caoba negra con tallados de la rosa Tyrell por la superficie.
Su entrada produjo un silencio mortal en la mesa. La mirada de Helenna se poso primero en su padre, lord Mace, el patriarca de la familia Tyrell y el hombre más poderoso del Reach. Mace era robusto, de cabello castaño rizado y una barbita en forma de pica con abundantes canas, aunque según las doncellas de Helenna su padre todavía era atractivo. Al ser la cabeza de la familia, su lugar era en la cabecera de la mesa, y en ese momento le lanzaba una mirada enojada a su hija menor.
-Padre -lo saludo Helenna, caminó hasta donde su progenitor estaba sentado y le dió un beso en la mejilla. -siento la tardanza, perdí la noción del tiempo.
Era sabido por todos que lord Mace sentía debilidad por su hija menor, aún la veía como esa dulce niña traviesa y llena de energía que corría sin parar por los pasillos de Altojardín, hablando con los sirvientes, molestando a los guardias que debían cuidarla y haciendo desesperar a su septa. Por esta razón, Mace perdonaba todos los actos de rebeldía de la joven y nunca aguantaba su enojo hacia ella más de unas horas, hecho que desesperaba a lady Olenna quien creía que Helenna necesitaba más escarmiento.
-Hija mía -dijo Mace con tono resignado, acarició la mejilla de Helenna y la empujo suavemente hacia su lugar -ve a sentarte, cariño, tengo que darles una noticia a todos.
Ocultando una sonrisa de victoria por haberse librado de un sermón sobre su comportamiento, Helenna se dirigió lentamente a su lugar en la mesa familiar.
A la derecha de su padre estaba sentado su hermano mayor, el hijo primogénito, Willas Tyrell, un joven amable y estudioso que había quedado tullido hace unos años por el príncipe Oberyn Martell de Dorne, quien derribó a Willas de su cabello durante un torneo. Este incidente acrecentó el odio entre la familia de Helenna y la familia de Oberyn, aunque sólo el hecho de que Oberyn era el tío materno del rey Aegon detenía a los Tyrell de hacerle pagar la ofensa.
-Hermana -saludó Willas a Helenna con una sonrisa cómplice. Para ella, Willas era su hermano preferido, con quien podía compartir el placer de la literatura y los estudios.
-Hermano -le devolvió el saludo mientras se inclinaba y le daba un beso en la mejilla - ¿más tarde me acompañas a la biblioteca? tengo que mostraste algo muy importante.
Willas asintió y Helenna se dirigió a su lugar en la mesa. A su derecha se sentaba el tercer hijo varón de su padre, su hermano mayor Loras, un joven muy atractivo con una cabellera de rizos castaños y ojos dorados; y a su izquierda estaba lady Leonette Fossoway, la esposa de su hermano mayor Garlan, el segundo hijo de los Tyrell. La mujer era bella y delicada con ojos verdes brillantes y una sonrisa cariñosa. Garlan quien estaba sentado al lado de su esposa busco la mirada de Helenna, cuando los ojos negros de ambos se encontraron, su hermano le lanzó una mirada enojada que prometía una larga conversación. La joven se contuvo de poner los ojos en blanco, a veces Garlan podía ser demasiado sobre protector y celoso con ella.
-¿Y bien padre cual es la buena noticia? -los ojos de Helenna abandonaron la pelea de miradas con Garlan y se enfocaron es su única hermana y mayor que ella por dos años. Margaery Tyrell. Con su caballo castaño en suaves rizos, ojos grandes y marrones, piel impecable y una figura esbelta pero femenina y bien proporcionada, Margaery era considerada la más hermosa de la familia. Educada y astuta, sabía decir exactamente lo que debía decirse, sabía cómo sonreír para deslumbrarte, sabia si debía mostrarse como una joven inocente y recatada o como una mujer seductora y experimentada. En fin, Margaery era todo lo que Helenna jamás sería. A pesar de eso, Helenna se decía que no odiaba a su hermana mayor o eso se decía ella, aunque el rencor apretaba su pecho cada vez que Margaery resaltaba.
-Ah si si si - volvió hablar lord Mace, una brillante sonrisa iluminó sus rasgos. Helenna agarró los cubiertos y comenzó a comer cuando un sirviente le puso su plato en frente. -me llegó una carta de Desembarco del Rey...
Los murmullos de asombro recorrieron la mesa. Una carta de la capital era algo nuevo.
-Y son muy buenas noticias, querida familia, la carta es una invitación del rey Aegon a un gran baile que va a celebrarse en la Fortaleza Roja. Y está invitada toda la familia.
Gritos de alegría y asombro se escucharon de la familia Tyrell, cada uno comenzó a comentar sobre el gran baile en donde seguro estaba invitada la mayoría de las grandes casas de Poniente. Helenna sólo se encogió de hombros y siguió comiendo mientras escuchaba.
-¡Un baile! - exclamó la madre de Helenna con felicidad. Alerie Hightower era una mujer alta y distinguida, con un cabello largo y negro. -es un maravilloso acontecimiento ¡Y organizado por el mismo rey! ¡Son excelentes noticias!
-¿Verdad que si, mi señora? -Lord Mace le lanzó una sonrisa cariñosa y mirando especialmente a Margaery dijo -es el momento perfecto para concertar matrimonios para mis bellas hijas...
Helenna se atragantó con un pedazo de carne y comenzó a toser desesperada. Loras a su lado le palmeo la espalda suavemente.
-Ya era hora, hijo -Lady Olenna tenía una copa de vino entre sus dedos largos y arrugados, sus ojos negros estaban fijos en Mace quien se revolvió incómodo - Margaery y Helenna ya deberían de estar comprometidas desde hace mucho tiempo, no se porque has tardado tanto.
-Madre -Lord Mace se retorció el bigote y miró a su esposa quien parecía mirar la mesa con un interés especial. Sin la ayuda de ella, Mace se enfrentó a los duros ojos de su madre -sabes bien que quiero que mis hijas contraigan nupcias con hombres de noble cuna con un poderoso apellido respaldandolos.
-¿Y quienes están en tu lista, padre? preguntó Garlan.
-He mantenido correspondencia con Lord Tywin Lannister, como saben tiene un nieto de la edad de mis hijas, Joffrey Greyjoy.
Las hermanas Tyrell compartieron una mirada, Helenna conoció una vez a Joffrey Greyjoy durante un torneo que fue celebrado en Roca Casterly en honor al matrimonio de Cersei Lannister y su esposo, Rodrik Greyjoy. Helenna recordaba el disgusto que le provocaron los Lannister y los Greyjoy, principalmente Joffrey quién se había comportado como un niño orgulloso, altanero y consentido. La peor opción para un esposo, y no solo por él sino porque estaría atada a toda su familia. Solo pensar en tener a Cersei como suegra le provocaba escalofríos.
-Es una buena opción -dijo Lady Olenna mientras miraba de Margaery a Helenna, parecía evaluar la mejor opción - ¿alguien más a mostrado interés por mis nietas?
-Por supuesto, madre -respondió ofendido lord Mace -la belleza de mis hijas en conocida en todos los Siete Reinos, si te dijera todas las ofertas de matrimonio que me llegan, tendría que hacerte una larga lista.
Helenna y Margaery compartieron una mirada divertida.
-¿Alguna de las grandes casas han mandado su interés por Margaery o Helenna? -preguntó Willas con interés.
-Si, hijo mío -Lord Mace se limpió los labios con una servilleta de seda y juntando sus manos, recargo la barbilla. -Lord Jon Arryn me ha mandado...
-Pero si su hijo tiene sólo 9 años exclamó indignada Helenna -no pienso casarme con un niño y además han dicho que está muy enfermo.
-¡Niña! -la cortó su abuela fulminante. Sus ojos negros se clavaron en los ojos negros de Helenna, pero la joven no se hecho para atrás, miró desafiante a la infame Reina de las Espinas. -tu te casarás con el hombre o niño que tu padre elija para tí, sin objeciones y sin berrinches.
-¡No! -la mesa contuvo el aliento, nadie se atrevía a enfrentar a lady Olenna así, nadie que no fuera Helenna. La guerra de miradas entre abuela y nieta era intensa -no me casaré con un niño, no me casaré con un viejo y ni tu ni nadie tiene derecho sobre mí.
-¿Pero que has dicho, niña tonta? -la voz de Lady Olenna se elevó -¿Con que derecho crees que puedes hablarme así? ¿Con que derecho crees que puedes desafiarme? ¿Creíste que podrías elegir a tu esposo?
Helenna tuvo que callarse y evitar replicar algo que después se arrepentiria en decir. Su abuela la miró con esos ojos de halcón y quedó satisfecha con su silencio.
-Hay algo que no entiendo -comenzó a decir Loras, la mesa exhaló un suspiro de alivio al romperse la tensión - ¿Helenna no estaba siendo cortejada por el primogénito de la Casa Ashford?
Helenna le pegó un sutil codazo a Loras y este aguantó una sonrisa triunfal. Esa era su venganza contra ella por haberlo avergonzado hace dos días frente a sus amigos en su duelo de tiro al arco en el cual Helenna lo venció de forma formidable. Lo suyo no era los arcos y flechas, lo de Loras eran las espadas.
-¿James Ashford? preguntó Garlan con curiosidad, lo pensó unos segundos y cuando se acordó de quien era, su mandíbula se tensó y fulminó con la mirada a Helenna -¿no es el muchacho con el cual te has escapado hoy para reunirte?
-¿Pero que dices? -exclamó Helenna fingiendo inocencia -no se de que hablas hermano, yo solo fui a cabalgar por los jardines
Garlan bufó por lo bajo y apretó el tenedor con fuerza mientras pinchaba un trozo de carne. Leonette soltó una risita y le guiño un ojo a Helenna.
-Con que James Ashford... -susurró Lady Olenna mirando fijamente a su nieta menor, sus ojos negros la inspeccionaban intensamente. Helenna se encogió sin querer bajo esa mirada y contuvo el aliento -he oído sobre él: joven, atractivo pero un tonto libertino sin sentido de la discreción. Se dice que casi todas las sirvientas de su familia han pasado por su cama, si mal no recuerdo.
Helenna suspiró y tuvo que admitir la verdad en sus palabras. James no solo era conocido por su gran atractivo sino que también por la cantidad de mujeres que han pasado por su cama, nobles y plebeyas, casadas y solteras. Esa era otra razón más para rechazar los avances de James. Helenna no quería pasar el resto de su vida con un hombre que no podía mantener su pene en sus pantalones.
-James es sólo un buen amigo -hablo por fin Helenna -jamás estuvo en mis intenciones tener algo más que una amistad con él.
-Bueno, hermana, al parecer Ashford no piensa así -dijo Loras, sus ojos dorados brillaban de malicia. Su venganza no había terminado -se dice que su amor por ti trasciende la amistad y que reza todos los días a los Siete para que correspondas a su amor.
-Hacen una buena pareja, Lenna -aporto Margaery con una sonrisa. Helenna contuvo las ganas de bufar -él es tan guapo, fuerte y rico. Es un buen partido.
-Asi es -dijo Lady Olenna. Helenna ya sentía los clavos siendo colocados en su ataúd -Mace deberías considerar la opción del primogénito de la Casa Ashford, es un buen partido para tu hija.
Era obvio que Mace no lo consideraba un buen partido pero no dijo nada, en su lugar cambio de tema.
-En una semana partiremos a Desembarco del Rey, tengan todo preparado y bien organizado. La Casa Tyrell debe marcar la diferencia ante el rey y la corte.
Todos asintieron a sus palabras, salvó Helenna que había quedado todavía pensando sobre James. Tenía el horrible presentimiento de que su boda se acercaba.
Chapter 3: El Consejo Privado
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Unas semanas
antes
Fortaleza Roja
Desembarco del Rey
Aegon de la Casa Targaryen, el sexto de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino, estaba agotado y cansado. Después de estar sentado por horas, el trasero del rey estaba rígido y estaba seguro de que la parte inferior de su cuerpo se le había dormido.
Hace unas horas había llamado a su Consejo Privado para una reunión a última hora. Ahora sentado en la cabecera de la larga mesa, Aegon miró a sus consejeros, los siete miembros del consejo: Su Mano del Rey, el Consejero de la Moneda, el Consejero de Edictos, el Consejero de los Rumores, el Consejero Naval, el Gran Maestre y el Lord Comandante de la Guardia Real. Todos hombres elegidos por su madre, la reina madre Elia Martell, y como habían hecho un trabajo excelente, Aegon había decidido que sigan en sus puestos.
-Majestad - el joven rey de veinte años le dirigió una mirada cansada al hombre sentado a dos asientos del suyo. Su consejero de los rumores, Varys, un eunuco regordete de complexión blanda y afeminada, que en ese momento vestía sedas finas de un color extravagante. Varys es especialista en rumores y secretos, sabiendo sacarles provecho reuniendo información de sus espías, a quienes llama "pajaritos". Aegon solo lo mantenía en su Consejo Privado por las habilidades de Varys para obtener información, pero sabía que debía andarse con cuidado con el eunuco. -Majestad, tengo información importante sobre los Lannister.
Aegon contuvo las ganas de inclinarse y obligar a Varys a hablar, pero como el rey que era, mantuvo sus rasgos sin alterar, no quería que vieran cuan importante era la información.
-Me han informado de los planes de Lord Tywin Lannister de unir a su nieto con la poderosa Casa Tyrell de Altojardín. Como todos saben, mis señores, si los Lannister y los Greyjoy se unen a los Tyrell, el poder de las tres casas unidas sería más poderosa que el poder de la Corona.
Aegon y los siete miembros del Consejo Privado permanecieron por unos segundos en un tenso silencio, digiriendo las palabras de Varys. La idea de que Tywin Lannister ostente más poder del que ya tenía era un tema para preocuparse.
-Lord Tywin quiere que su nieto Joffrey se case con Margaery Tyrell, incluso ha surgido el rumor de que el propio Tywin tomaría a la chica Tyrell como esposa. -prosiguió Varys, sus ojos oscuros permanecían fijos en Aegon - todos sabemos de que el viejo Tywin no ha tomado como esposa a ninguna mujer desde la muerte de lady Johanna.
-Su Gracia -la suave voz de Lord Petyr Baelish, apodado Meñique, tomo la palabra. Lord Baelish era un hombre menudo y con rasgos atractivos, tenía los ojos de color gris verdoso, una barba puntiaguda en el mentón y hebras de cabellos grises que corrían por su cabello oscuro.
Aegon creía que Baelish era un hombre misterioso. No solo era hábil en las finanzas y el comercio, sino que era un experto en las intrigas palaciegas, cuyo ingenio era sólo comparable a su ambición, un hecho que preocupaba a Aegon. Si con Varys tenía cuidado, con Baelish lo tenía aún más.
-Lord Baelish - Aegon asintió a su Consejero de la Moneda dándole el permiso para hablar.
-Mi señor, está alianza serían terriblemente perjudicial para usted. La riqueza de los Lannister y los Tyrell ya son considerables, pero si se unen bajo una alianza matrimonial, contarán con más poder y riqueza que cualquier casa noble de Poniente, incluso más que su propia casa, mi rey.
-Es verdad, majestad. -Lord Jon Connington, la Mano del Rey de Aegon, un hombre afeitado de rostro duro con ojos de color azul pálido estaba sentado a la derecha de Aegon. -si los planes de Lord Tywin se llevan a cabo, sería una fuerza a tener en cuenta. Y con tanto poder en sus manos, Tywin podría fácilmente rebelarse a la Corona y muchas casas nobles se pondrían a su lado conociendo la larga lista de victorias que ha tenido el Viejo León.
El joven rey Targaryen se quedó contemplando a los siete hombres sentados en la larga mesa del Consejo Privado. Desde que había tomado las riendas del reino a los dieciséis años, Aegon había enfrentado muchos problemas y dificultades. Como la breve rebelión de la extinta Casa Ferrer del Valle que se alzó en su contra bajo el mando de Lord Henry. O la sangrienta guerra entre los aldeanos de Salinas que intentaron asesinar al Lord Cox, gobernante de la pequeña ciudad. O también la breve guerra que causo el romance entre uno de los hijos de la Casa Blackwood y una hija de la Casa Bracken, que terminó en tragedia cuando los muchachos se casaron en secreto y sus padres fueron a la guerra.
Todos y cada uno de los desafíos que enfrentó, Aegon los supo resolver con diplomacia o llevando a su ejército hacia el conflicto e impartiendo justicia. Pero este problema que significaba la unión de la Casa Lannister y la Casa Tyrell representa un problema significativo para Aegon. Todos sabían de la ambición de Tywin Lannister y de su rencor contra los Targaryen.
-¿Que proponen entonces, mis señores? - Aegon ya tenía una idea de la solución a este problema que podría causar su caída en el futuro.
Sus consejeros se miraron entre ellos pero solo Varys tomó la palabra: -Majestad, si una alianza matrimonial le dará mucho poder a Tywin Lannister, entonces una alianza matrimonial le dará a usted el poder que necesita para mantener a todos esos señores que dudan de la soberanía de la Casa Targaryen.
-Sabias palabras, lord Varys - Aegon se acomodó en su silla y con la mano derecha comenzó a acariciar la mesa de roble oscuro con un gesto distraído. - este problema que nos representa Lord Tywin es la excusa perfecta para que tome una esposa, ¿No, lord Varys?
-Majestad - el eunuco se inclinó en la mesa y dijo con una voz cuidadosa - usted sabe muy bien de la importancia de que su excelencia tome a una mujer como esposa. Si algo le llegará a pasar a su majestad, los dioses no lo permitan, el único heredero al trono sería su tío Viserys y bien sabemos todos de que él no está capacitado para ser rey y tener tantas vidas bajo su cargo.
-Estoy de acuerdo con lord Varys, majestad - las miradas se fijaron en Barristan Selmy, el Lord Comandante de la Guardia Real, un anciano de pelo blanco, fuerte y gallardo, de ojos azules. A pesar de su avanzada edad, es fuerte y aún conserva su destreza con la espada, su lealtad a los Targaryen era legendaria. - no puede permitirse seguir soltero, mi rey, con todo respeto ya debería estar casado y con mínimo un heredero.
Aegon lanzó un suspiro y se recargo en su silla. Debía admitir para si mismo de que había estado posponiendo su matrimonio tanto como se había podido permitir. La idea de tomar una mujer como esposa, de compartir su trono, su cama y su vida con una desconocida, le provocaban unas ganas terribles de gritar de la frustración. Pero Aegon no era sólo un hombre, era un rey. Y un rey necesita herederos.
-Muy bien -los siete miembros del Consejo Privado se relajaron es sus asientos de alivio. - ¿Quien creen que sería la mujer más apta para convertirse en mi reina?
-Tiene que ser una joven de noble cuna, una hija de las grandes casas -dijo lord Baelish - no podemos permitir que nuestra reina sea una simple mujer. Debe estar a la altura de su posición.
-Una buena opción sería la tía de su majestad -Lord Lucerys Velaryon, el Consejero Naval, un hombre joven y atractivo de cabellos rubio claro y ojos de un lila suave, era famoso por lograr que la marina real fuera la más fuerte y poderosa de Poniente. Lucerys estaba casado desde hace dos año con lady Ariadna Celtigar. - los Targaryen se han casado durante siglos entre ellos. Una boda con la princesa Daenerys Targaryen no sería mal vista por sus súbditos, mi rey, y su sangre se fortalecería más.
-Sería conveniente ofrecer la mano de la princesa Daenerys a un poderoso señor y así tendría otra casa aliada a usted, majestad - dijo lord Varys.
-Concuerdo con Lord Varys - Lord Michael Allyrion, hijo menor de Lady Delonne Allyrion, señora de Bondadivina, era el Consejero de Edictos. Era el único hombre dorniense en el Consejo y contaba con el favor de la reina madre Elia Martell. Lord Michael era considerado uno de los hombres más justo y honorable de todo Poniente. - una alianza matrimonial con otras casas fortalecerían el reinado del rey Aegon.
-¿Pero que Casa sería la indicada para unirse a la Casa Targaryen?
-Esa es una pregunta muy importante, mi señor.
-Debe ser una casa poderosa y rica...
-Asi es, la sangre Targaryen no puede mezclarse con cualquiera.
-La futura reina debe ser una joven con un poderoso ejército y una increíble fortuna que la respalden. Así Tywin Lannister dará marcha atrás con cualquiera que sea su plan.
Aegon escuchaba a sus consejeros sin intervenir. Él no decía nada porque no sabía nada sobre ese tema. Sobre guerra, conflictos y rebeliones podía lidiar, pero con un matrimonio, con la elección de una reina y la madre de sus hijos, con eso no podía lidiar.
Aunque la idea de casarse con Dany no fuera tan mala, la conocía perfectamente. Era una joven hermosa, amable e inteligente, el modelo perfecto de una reina. El único inconveniente para Aegon era que Dany y él eran familia, a diferencia de sus ancestros, el joven rey creía que la endogamia lograba perjudicar a su dinastía.
-Majestad - la voz del Gran Maestre interrumpió los pensamientos de Aegon - le daré mi opinión a riesgo de enfrentar su enojo.
-Adelante, diga su opinión sin miedo.
-Existe una casa poderosa a la cual no hemos tenido en cuenta, una familia con gran poder y riqueza, con un linaje antiguo y puro. Y tienen hijas de la edad de usted, mi rey.
-¿Y que casa sería esa? - Aegon aguantó la respiración, sabía a quien se refería.
-La Casa Stark, majestad.
Los murmullos escandalizados recorrieron la mesa. Cada uno de sus consejeros con opiniones distintas sobre los Stark.
-¿Cómo puede sugerir que los Stark se unan a la ancestral casa de los dragones? Después de todo lo que han causado esos salvajes norteños...
-¡La loba Stark casi provoca la caída de la Casa Targaryen y la muerte de la reina madre y del mismo rey!
-Les informo, mis señores, que Lyanna Stark está muerta al igual que el padre de nuestro rey. No podemos culpar a toda una familia por los errores de dos jóvenes.
-Estoy de acuerdo. Majestad, piense que no solo tendría el apoyo de la Casa Stark sino que tendría a los Tully y a los Arryn. El Valle y la Tierra de los Ríos estarían de su lado. Tendría a más de la mitad de Poniente de su lado.
-Asi es, la esposa de lord Ned Stark es una Tully y el propio Ned es como un hijo para lord Jon Arryn. Si une su casa con la Casa Stark, su poder será a un mayor que el del Viejo León.
-Pero las heridas causadas por Lyanna Stark y la Rebelión de Robert todavía siguen en nuestra historia.
-A la mierda eso, el pasado es pasado, los muertos están muertos y nosotros seguimos vivos. Pero si no buscamos medidas para protegernos entonces nosotros también estaremos muertos.
-Que extremista, mi señor.
-Basta -Aegon no tenía que gritar para hacerce oír, su fuerte voz se sobreponía a los demás. -ya es suficiente de esto. Gran Maestre, concuerdo con usted.
El anciano contuvo una sonrisa satisfecha.
-Una alianza con la Casa Stark sería muy beneficiosa. Pero por el respeto y el amor que le tengo a mi señora madre no tomaré a una Stark como esposa. -los ojos violetas de Aegon se endurecieron cuando vio que el Gran Maestre intentaba discutir. El anciano bajo la cabeza sumisamente. -aunque todavía necesito la alianza con los Stark y por ende con los Tully y los Arryn.
-¿Cual es su idea, majestad? - pregunto humildemente Lord Varys.
-Como bien estaban hablando, la princesa Daenerys está soltera y ya es hora de contraiga nupcias. Ned Stark tiene un hijo que va a ser el próximo señor de Invernalia, ¿no es así Lord Varys?
-Asi es, majestad, se llama Robb Stark.
-Entonces comenzaré a arreglar una alianza matrimonial con Ned Stark, para unir nuestras casas cuanto antes. -Aegon se pasó la mano por el pelo platinado con un gesto cansado, ya imaginaba la cara de su tía cuando le informará que debía marcharse al norte para formar una alianza. -Mis señores, mi orden expresa es que nada de esto salga de esta habitación, nadie puede saber de la alianza con los Stark.
Sus consejeros asintieron. Nadie hablaría.
-Majestad -volvio hablar Lord Michael Allyrion. -¿Y la princesa Rhaenys?
-¿Que hay con mi hermana, lord Michael?
-La princesa Rhaenys es mayor que la princesa Daenerys, y todavía sigue soltera y doncella.
Aegon dudaba de que su hermana mayor fuera doncella, pero no podía decir eso a sus consejeros. De todos modos Rhaenys era más dorniense que Targaryen, si Aegon tratara de obligar a su fiera hermana a casarse ya podía esperar una rebelión dentro de su propia Fortaleza. Rhaenys había heredado el carácter salvaje de los Martell.
-La princesa Rhaenys no es tema de discusión. -respondió cortante el rey.
-¿Entonces qué hacemos con el tema de su futura esposa, majestad? -pregunto lord Baelish.
-Majestad si me permite - dijo Lord Connigton. Aegon asintió. - sugiero que no decidamos ahora quién sería la doncella más adecuada para ser la futura reina. Propongo que organicemos un gran baile en la Fortaleza Roja cuya meta no solo sea conseguir una muchacha noble adecuada, sino que podremos formar más alianzas y mostrar a todos los grandes señores el poder y la riqueza de la Casa Targaryen.
El Consejo Privado y el rey pensaron en sus palabras, la idea era buena. No solo encontraban a la futura reina, sino que tendrían a todos los nobles en un mismo lugar. Las alianzas se formarían, y Tywin Lannister perdería poder.
-Mis señores -Aegon se puso de pie, era alto para su edad y tenía un cuerpo atlético. Los ojos violetas del joven rey recorrieron la mesa de sus consejeros y dijo: -organicen el baile más esplendoroso e inviten a todas las casas nobles que puedan sernos de utilidad. Tywin Lannister no podrá contra la Casa Targaryen.
Chapter 4: Una visita inesperada
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Actualmente
Altojardín
El Dominio
Un pinchazo en el brazo la sacó de sus pensamientos.
-¡Ay!
-Perdóneme, mi señora.
Helenna suspiró e intentó olvidar el leve dolor en su brazo.
Aún quedaban unas horas para que la costurera terminara el vestido que llevaría al Gran Baile en Desembarco del Rey.
La joven lo contempló y debía de admitir que era hermoso. Era de terciopelo verde con encaje de oro de Myr en patrones intrincados que formaban la rosa Tyrell. El vestido dejaba sus hombros descubiertos y mostraba el nacimiento de sus pechos.
-No entiendo porque debo ir, madre, si ya se sabe que tendré que casarme con James.
-¿Ya te has resignado, Lenna? -Al otro lado del Salón de las Mujeres en donde todas las mujeres de la familia Tyrell se reunían, Margaery practicaba unos complicados pasos de baile con Alla Tyrell, una hermosa niña de 13 años y nieta de Ser Víctor Tyrell, un primo de Lord Mace. - creí que mi fiera hermanita lucharia con todas sus fuerzas para evitar su boda con James Ashford.
-No entiendo porque tanto alboroto -comenzó a decir lady Alerie desde su lugar en uno de los sillones del Salón, vigilando el avance del vestido de Helenna -James y Lenna se conocen desde que eran niños, aún recuerdo cuando nadaban desnudos en las orillas del río Mander.
Las risas llenaron el salón y Helenna se puso roja de vergüenza.
-Que romántico -dijo Elinor Tyrell, una niña de 15 años, alta y esbelta a pesar de su corta edad. Elinor era la hija mayor de Ser Theodore Tyrell y Lia Serry, miembros de una rama menor de la Casa Tyrell. -Lenna tiene una hermosa historia de amor con James.
-No se de que historia hablas, Eli -el enojo se filtraba en su tono pero Helenna no lo podía evitar. Estaba harta de que su familia hablara de James y su supuesta boda. -James y yo solo somos amigos y jamás lo consideraré otra cosa que un amigo.
-Pero Lenna - la otra niña del Salón, Megga Tyrell, una niña regordeta y terriblemente extrovertida miraba a Helenna con ojos inocentes y llenos de ilusiones. -James Ashford es tan guapo y fuerte, es un verdadero caballero.
-Meg -Helenna lanzó un suspiro de cansancio y se inclinó un poco para estar a la altura de Megga -un hombre no se define por si es guapo o fuerte, hay cosas más importantes que eso y a James le falta lo más importante.
-¿Y qué es? -preguntó Elinor llena de curiosidad.
-Un buen título - dijo Margaery, mientras le daba una vuelta completa a Alla, la niña lanzó una suave carcajada.
Helenna puso los ojos en blanco y dijo: -No, hermana, eso no. Lo que a James le falta es...
-¡Ya se! ¡Ya se! -Meg empezó a saltar en con la punta de los pies llena de entusiasmo -le falta ser más rico que tú.
-Para ser más rico que Lenna debería ser un Lannister o mejor, un Targaryen.
-Yo quiero casarme con un Targaryen - comenzó a decir Elinor -imaginensen cómo sería mi boda y además sería la reina y madre de unos hermosos príncipes.
-Que suertuda será la chica que el rey elija como esposa -dijo Leonette, mientras ojeaba un libro desde su lugar al lado de Lady Alerie. -la que el rey elija será elegida de muchas que se presentarán al Gran Baile. Que gran honor.
-Es verdad - Margaery terminó su baile con Alla y camino para reunirse en los sillones con las demás - ser elegida por el mismo rey entre cientos de jóvenes que irán solo para presentarse ante él.
-Yo creo que es una tontería - comenzó a decir Helenna mirando por la enorme ventana que daba a un hermoso jardín, los sirvientes iban y venían preparando todo para la pronta partida hacia la capital -elegir a la persona que pasaras el resto de tu vida solo por verla una sola noche.
-A diferencia de ti, Helenna, las mujeres son más inteligentes y no piensan en esas boberías.
El Salón se sumió en un inquietante silencio. Lady Olenna entro con su bastón y se dirigió a donde Helenna estaba parada en un banquito siendo pinchada por la costurera. Los ojos oscuros de abuela y nieta se encontraron y la intensidad de la mirada de ambas logro aumentar la tensión en el salón.
-Muestra respeto, muchacha, y baja la mirada ante tu abuela.
Helenna apretó los dientes y trató de evitar decir unas pares de palabras a su querida y amada abuela. Durante unos breves segundos parecía que la joven no iba a bajar la mirada pero sin ver otra salida más que obedecer, bajo la mirada y fijo los ojos en su falda.
Ninguna de las mujeres Tyrell comento nada y el silencio siguió hasta que Lady Olenna se sentó al otro lado de la madre de Helenna, lady Alerie.
-Según escuche, mis mujeres debatían sobre James Ashford y el esposo perfecto.
Margaery tomó la palabra mientras se sentaba a los pies de Lady Olenna.
-Abuela, solamente debatíamos sobre qué es más importante en un hombre. Yo decía que lo más importante es su título, de que sirve ser guapo y fuerte pero ser un don nadie.
-Asi es, mi dulce - los largos y arrugados dedos de lady Olenna acariciaron la suave y tersa piel de Margaery -lo único que debe importarles es si tiene un buen patrimonio y de que familia proviene.
-¿Pero y el amor? -pregunto suavemente Alla.
-¿Amor? -Lady Olenna lanzó una seca y fría carcajada. Sus ojos oscuros miraron casi con lástima a la niña. - eso no existe, querida mía. El amor es sólo una ilusión que las personas elijen para justificar sus actos. Las peores guerras han comenzado por el dichoso "amor". Tomen como ejemplo a la Guerra del Usurpador, el amor entre el príncipe Rhaegar y Lyanna Stark causó la muerte de miles de personas y casi provoca la caída de la Casa Targaryen.
Las palabras de Lady Olenna fueron recibidas por el silencio, sólo se escuchaba los movimientos de la costurera.
-Como ven, mis queridas, el amor solo provoca dolor y sufrimiento. Nunca olviden mis palabras.
AVAVAVAVAVAVA
Helenna corría por los pasillos de Altojardín, intentando evitar chocar con los sirvientes que iban de un lado a otro apurados. Los guardias observaban como la hija menor de lord Mace corría sin parar a tomar aliento.
-Mi lady -exclamaron escandalizadas un grupo de damas nobles que pertenecían a las familias vasallas de la Casa Tyrell. El grupo estaba parado charlando en medio del pasillo.
Helenna frenó como pudo y con la respiración agitada les dedicó una breve inclinación y una sonrisa. Después prosiguió su camino andando despacio pero cuando el grupo de damas la perdió de vista a la vuelta de otro pasillo, la joven Tyrell retomó su corrida desesperada. Debía llegar cuanto antes a la biblioteca. Su hermano mayor, Willas, había estado esperándola por horas allí y él no era una persona que se caracterizará por perdonar la impuntualidad.
La biblioteca de Altojardín no era tan grande como la biblioteca de Antigua pero durante generaciones, los Tyrell se ocuparon de llenar los estantes de libros y libros, solamente para nunca leerlos. Pero Helenna y Willas, se ocuparon durante años de leer la mayoría de los libros de la biblioteca. Aunque sea los más que podían.
-Llegas tarde, Lenna. Otra vez. - la voz de Willas tenía un ligero tono molesto. El primogénito de la familia Tyrell estaba sentado en una gran mesa, rodeado de antiguos libros y con su bastón acomodado en la orilla de la mesa.
Helenna se apresuró a donde Willas estaba sentado y le dio un fuerte abrazo.
-Perdon, perdón, perdón...sabes que cuando la abuela y nuestra madre se ponen a hablar sobre matrimonio, vestidos y bailes no terminan más.
-Lo sé, y solo por eso te perdono.
-Genial- rápidamente Helenna tomó asiento a su lado y agarro el libro que tenía más cerca. -¿Cuál es el motivo por el cual estás encerrado aquí y lejos de los "consejos" de nuestro padre sobre el gran baile en la capital?
-Tu lo has dicho, dulce hermana, al igual que tú estoy harto de charlas sobre matrimonios, bailes y alianzas. Tuve mucho por un día.
-Creo que tuviste mucho por años.
Una ligera mueca bailo por los labios de Willas y Helenna sintió pena por su hermano favorito. Si su familia la presionaba sobre su matrimonio no podía imaginarse cuanto presionaban al heredero de Altojardín.
-De todos modos, no te llame para hablar sobre esas cosas. Necesito que me ayudes a encontrar un libro que necesito.
-¿Que libro necesitas?
-Se llama "Lugares antiguos del Tridente" es un manuscrito escrito por el Archimaestre Laurent.
Helenna asintió con la cabeza y se levantó para buscar el libro. No era fácil, la biblioteca era enorme y algunos de los títulos estaban desgastados y no se podían leer. La joven Tyrell decidió por buscar en el estante sobre la Tierra de los Ríos y después de varios minutos encontró el libro que buscaba. Miro alrededor y encontró una escalera corrediza a unos metros, la deslizó hacia la ubicación del libro y trepó hasta agarrarlo. Cuando tomo el libro y comenzó a bajar, alguien la tomo de la cintura y la bajo de un salto al suelo.
Helenna se giró furiosa y se quedó congelada al ver a la persona enfrente suyo.
-Buenas tardes, mi bella dama.
El corazón de Helenna dio un salto y una enorme sonrisa se extendió por su rostro. Sin pudor se lanzó a los brazos del desconocido y lo apretó en un fuerte abrazo.
-Sebastián...-susurro la joven y las lágrimas mancharon la camisa del muchacho.
El susodicho apartó suavemente a Helenna y sus intensos ojos verdes recorrieron el rostro de la joven.
-Helenna, han pasado varios años desde la última vez que te vi.
La joven sonrió al muchacho y tomo su mano dándole un suave apretón.
-Es verdad, Sebastián, te he extrañado demasiado.
Sebastián Risley era un muchacho de veinte años con el cabello negro y los ojos de un verde brillante. Tenía unos rasgos atractivos, con los pómulos definidos y una mandíbula fuerte.
Los Risley eran vasallos de los Tyrell pero a diferencia de otras casas nobles del Dominio como los Hightower, los Redwyne, los Tarly o los Rowan; la Casa Risley era pobre y una de las casas menos importante del Dominio. Durante siglos, han pasado desapercibidos en los asuntos del reino, ocupándose solamente de sus propios intereses. Pero todo cambió para esta casa cuando estalló la Rebelión de Robert y los Risley pelearon valientemente junto a su señor feudal. Lord Abraham Risley, el padre de Sebastián, se destacó durante La Batalla de Vado Ceniza cuando sus ochenta hombres destrozaron a las fuerzas de Robert antes de que el grueso de la guarnición de lord Mace Tyrell llegara al lugar.
Como premio por las acciones de Lord Risley, el propio Mace Tyrell le concedió un lugar en su consejo y tomo como paje al primogénito de Abraham, el pequeño Sebastián de tres años. Así Sebastián creció en Altojardín junto a los hijos de Lord Mace, convirtiéndose en el mejor amigo de los niños. Principalmente de Helenna quien siempre estuvo secretamente enamorada de él.
Hace dos años, Sebastián fue enviado por lord Mace a resolver pequeñas disputas en Sotodeoro. Allí fue nombrado caballero por lord Rowan al salvarle la vida de unos bandidos.
Ahora, Sebastián Risley volvía a Altojardín como un hombre con títulos y honores.
-Dime que vuelves para quedarte- dijo Helenna con el ceño fruncido de preocupación.
-Si lord Mace no me necesita, no creo que tenga alguna razón para volver a marcharme -la voz de Sebastián se había vuelto más gruesa y un escalofrío recorrió a la joven Tyrell.
-Entonces puedes pasar el rato conmigo y contarme tus aventuras.
Sebastián hizo una pequeña mueca pero dió un asentimiento y Helenna trato de no pensar en la razón por la cual su amigo no estuviera tan entusiasmado por la idea de pasar el rato con ella.
-Esperame en el jardín de mi madre, allí nadie nos molestará -dijo Helenna unos segundos después - debo volver con Willas e inventar alguna escusa para poder irme.
Se dió vuelta y marchó despacio hacia donde la esperaba su hermano.
Willas seguía en el mismo lugar en donde lo había dejado aún absorto en su lectura.
-¿Porque has tardado tanto, Lenna?
La chica hizo una ligera mueca y se golpeó mentalmente al creer que su hermano no notaría el tiempo que le tomó buscar el libro.
-El libro que querías no era fácil de encontrar, hermano.
Willas solo asintió y le tendió una mano para agarrar el libro que Helenna llevaba en los brazos. Lo tomo con cuidado y comenzó a ojearlo.
-Willas, debo irme con madre para preparar los últimos detalles.
Willas asintió distraídamente y Helenna aprovecho para escaparse y dirigirse al jardín en donde su amigo del que estaba enamorada, la esperaba.
Helenna solo esperaba que Sebastián fuera el mismo muchacho que había sido antes de marcharse.
Chapter 5: Hermanas
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Era tarde en la noche cuando Helenna logró escapar de sus doncellas. Sabía que no podía ser vista con sus ropas elegantes por lo que sacó un vestido de sirvienta que guardaba en la parte oculta de su armario y usaba para las ocasiones en las que quería pasar desapercibida en el castillo.
Cuando estuvo completamente vestida, tomo la carta que había recibido hace unas horas de las manos de un paje de parte de Sebastián que decía "A la misma hora de siempre y en lugar que acordamos. SR"
Con el corazón en la garganta y con pequeños temblores en las manos, la más joven de los hijos de lord Mace Tyrell, se puso la capucha ocultando su rostro y se dirigió al lugar acordado, el bosque de su madre en la parte más oculta de Altojardín.
Tardó diez minutos en llegar, entre esconderse entre las sombras para ocultarse de los guardias y de los sirvientes que rondaban el castillo aún de noche, le tomo demasiado tiempo llegar. Pero cuando llegó y vió a Sebastián esperarla junto al árbol más grande del jardín, ese árbol en donde solían jugar cuando eran niños, Helenna decidió que valía la pena cualquier riesgo. Él la valía.
Helenna no supo decir en qué momento comenzó a sentir algo más que una amistad por Sebastián. Capaz fue cuando se dió cuenta de que él veía en ella más que un título, poder o riqueza; que él veía en ella más que una simple dama de alcurnia que su único objetivo en la vida era parir hijos.
Cuando él la veía con esos intensos ojos verdes, Helenna sentía que él veía a la verdadera Helenna; esa Helenna que leía libro tras libro, esa Helenna que deseaba ser libre, que creía que había más en la vida que solo el matrimonio y los hijos.
Ella estaba segura de que Sebastián le daría la libertad que ella tanto anhelaba, lejos del protocolo, lejos de las miradas ávidas de los nobles, lejos de los ojos negros de su abuela. Ansiaba tanto la libertad de su jaula de oro que ver a Sebastián era un soplo de aire fresco.
-Llegas tarde -la voz de Sebastián se había endurecido desde la última vez que lo había visto. No solo su voz había cambiado, Helenna sabía que había algo distinto en él.
-Escapar de mis aposentos no es tan fácil, mi señora madre cree que rodearme de doncellas logrará convertirme en una dama linda y recatada.
El silencio tenso que siguió a sus palabras, la puso incómoda y nerviosa. Normalmente Sebastián hubiera sonreído y lanzado una burla mezclada con sarcasmo, pero esa vez lo único que hizo fue mirarla serio y con un aire desaprobador. Las entrañas de Helenna se retorcieron y se puso más nerviosa.
-¿Cómo te fue en Sotodeoro? -preguntó Helenna intentando aligerar el tenso ambiente.
Recostadose en el árbol, Sebastián puso su mano derecha enguantada en su espada favorita y la miro fijamente: -Bien, el castillo de los Rowan es esplendoroso más que imponente y esta rodeado de la ciudad de Sotodeoro.
-¿Y lord Mathis? La última vez que lo vi parecía preocupado.
Lord Mathis Rowan era la cabeza de la Casa Rowan y señor de Sotodeoro. A pesar de que las personas decían que era un hombre brusco y frío, Helenna recordaba que el poderoso señor siempre había sido dulce con ella, llamándola rosa y contándole las batallas legendarias que se libraron durante la Guerra del Usurpador. Su señora madre siempre se desesperaba cuando escuchaba esas historias diciendo que le daría ideas raras cuando su única preocupación era aprender a tocar bien el piano.
-Lord Mathis estaba preocupado por los bandidos que saqueaban sus aldeas pero ya pusimos fin a eso, ahora su única preocupación es cuántos hombres debe llevar a Desembarco del Rey para el Gran Baile.
-¿Cómo te fue con el problema de los bandidos? Estuve preocupada estos dos años, te envié cartas pero no respondiste ninguna.
Ya que Helenna estaba mirando fijamente a Sebastián, vio el momento justo cuando los ojos de él se ensombrecieron y una máscara indescifrable cayó en su semblante. Era extraño, cuando eran más jóvenes Helenna podía darse cuenta cuando estaba enojado, triste o feliz; esta vez sólo veía a un hombre indiferente, veía a un extraño.
-Lord Mathis se ocupó definitivamente del tema.
-No te estoy preguntando sobre lord Mathis, Sebastián, te pregunto sobre ti -Helenna sabía que había levantando la voz y la bajó a un susurro- No me enviaste ninguna carta, ni siquiera a mis hermanos ¿que te esta pasando?
Sebastián esquivó sus ojos pero no antes de que Helenna lograra ver una insoportable tristeza en ellos. Una punzada de preocupación le apretó el corazón. En un acto espontáneo, Helenna extendió la mano derecha y tocó suavemente el rostro de su amigo de la infancia y del muchacho que quería en secreto. Cuando sintió su toque, los ojos de Sebastián se cerraron suavemente y sus rasgos se relajaron un poco.
-Sabes que puedes contarme lo que sea, Sebastián. Estoy aquí para ti. Siempre.
-No lo entiendes, Lenna... -Con suavidad, Sebastián retiró la mano de ella y se alejó unos metros.
-No, no entiendo pero podrías explicarme.
Cuando el silencio se extendió durante unos cuantos segundos, Helenna decidió hacer la pregunta que estaba postergando.
-¿Que pasó en Sotodeoro, Sebastián?
Apenas las palabras dejaron a Helenna, el cambio en Sebastian fue notorio. Se puso tenso y luego de unos segundos mirándola, comenzó a caminar al sitio más oscuro del jardín. Por supuesto Helenna lo siguió medio caminando y medio trotando, ya que las piernas de su amigo eran más largas que las suyas y el vestido de sirvienta era más pesado. Cuando llegaron a su rincón favorito en el sitio más oscuro y privado del jardín, Sebastián detuvo su carrera apresurada y se sentó con la espalda contra el tronco del árbol, las piernas contra el pecho y su rostro oculto entre su pelo negro que le caía suelto.
Durante un segundo, Helenna recordó un día nublado hace años cuando ambos tenían siete años. Ese día, Helenna había huido de una severa reprimenda de su abuela y de la septa Elaria por decir que cocer apestaba más que el aliento del Septón Supremo. Mientras corría desesperada por los pasillos de Altojardín, Helenna encontró el jardín que su señora madre tanto amaba ya que había sido un regalo de su señor padre el día de sus nupcias. Cuando se adentró al jardín recorrió durante horas los enormes y frondosos árboles, y las hermosas flores. Estaba tan maravillada por la belleza del jardín que tardó en reconocer el suave llanto.
Como la curiosidad era su maldición, según su señora madre, Helenna siguió el llanto y entre las malezas y los árboles más tupidos halló la figura de un niño de su edad. Cuanto más se acercaba, la figura se distinguía mejor, el cabello negro revuelto, la contextura delgada y cuando el niño levanto la mirada, unos hermosos e intensos ojos verdes brillantes.
Cuando la vio, el niño se levantó de un salto y trato de huir pero Helenna se adelanto un paso y con las manos extendidas dijo: -No tengas miedo, no voy a lastimarte.
El niño la observó desconfiado unos segundos pero la tristeza volvió a nublar su mirada y se volvió a sentar en el suelo con la espalda contra el árbol. Helenna se adelanto despacio y al ve que el niño no intentaba huir, se sentó a su lado.
-¿Porque estas triste? Mi señora madre dice que la tristeza ensucia el corazón y cuando esta muy sucio el corazón no soporta tanta suciedad y se rompe.
-No estoy triste -Dijo el niño con el rostro oculto entre sus brazos- Ser Mark Mullendor dice que los hombres no lloran y yo soy un hombre.
-Bueno, una vez escuche a mi hermano Loras decir que Ser Mark lloró cuando Lady Brianne de Tarth lo venció durante un torneo en Puenteamargo.
Los ojos verdes del niño brillaron de alegría al escucharla. -¿Es verdad?
-Si, lady Brianne es mi heroína favorita, espero algún día ser tan fuerte y valiente como ella.
-No, no sobre ella. ¿Es verdad que Ser Mark lloró cuando fue derrotado?
-Ya te he dicho que sí, ¿acaso eres sordo?
-No...
-Bien, no me hagas volver a repetirme. -Helenna extendió las piernas y comenzó a jugar con el dobladillo de su vestido celeste -¿Como te llamas?
-Sebastián Risley...¿y tú?
-Helenna Tyrell pero puedes llamarme Lenna.
El niño de ojos verdes le dio una gran sonrisa de dientes torcidos y Helenna supo que él seria su amigo.
Ahora, diez años después, el niño se había convertido en hombre pero la escena era parecida.
-¿Qué pasó, Sebastián?
El joven permaneció en silencio unos minutos pero luego alzó la mirada y fijo sus ojos verdes en los negros de Helenna.
-Cuando estuve en Sotodeoro hice cosas de las que no me enorgullezco.
Helenna tragó saliva y esperó unos segundos. Suavemente dijo: -¿Qué cosas?
-Cosas, Helenna, cosas que ahora no tienen importancia...ya no.
Durante unos minutos ninguno dijo nada. Lo único que se oía era el sonido del viento entre las hojas.
-Voy a casarme.
Helenna podía jurar que su corazón se detuvo unos segundos y al segundo siguiente comenzó a latir descontrolado.
-¿Qué? -dijo en un susurro.
-Voy a casarme en unos meses.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Porque? No entiendo...
-Lord Mathis dijo que era hora de que formara mi propia familia -le respondió Sebastián en un tono indiferente, cómo si eso no fuera con él - y como agradecimiento por salvarle la vida y acabar con los forajidos que asolaban sus tierras, me ofreció la mano de su única hija en matrimonio.
Helenna permaneció en silencio con la vista fija a lo lejos. No podía entender lo que Sebastián le decía o no quería entender. Era demasiado.
-Y acepté. - siguió diciendo - vi pocas veces a Betha Rowan.
-Dicen que fue encontrada en la cama con un bardo -lo interrumpió bruscamente Helenna. Le hervía la sangre. Su mejor amigo de toda la vida, casado para siempre con esa zorra.
-Las pruebas dicen que el bardo la violó y luego fue enviado al Muro por su crimen.
-¿Y tú crees que es verdad? ¿Desde cuando eres tan tonto?
-¿Y desde cuando tú eres así de malvada? - rebatido Sebastián con enojo, sus ojos eran duros y tenía la mandíbula apretada. -Betha es una muchacha dulce y amable, no merece que dudes de su inocencia.
-Tu sabes que yo siempre estoy de lado de las víctimas, y más si es sobre un tema tan delicado como las violaciones; pero conozco a Betha Rowan desde que éramos niñas y siempre fue ventajera y maliciosa...
-¿Porque siempre haces lo mismo? -a este punto, ya ambos comenzaban a levantar la voz -cada vez que logró progresar, ser alguien más que el simple heredero de una casa menor, tú siempre intentas evitar que me convierta en alguien mejor.
-Yo si te veo como alguien mejor, Sebastián, y no porque tengas o no tengas un estúpido título...
-Pero no quiero ser sólo tu mejor amigo, Helenna - replicó con furia, luego se levantó de un salto y comenzó a caminar de un lado a otro. Helenna lo veía con tristeza desde su posición en el suelo - quiero que la gente me vea, quiero ser alguien, quiero que el pueblo cuente mis azañas, que cuando muera se siga pronunciando mi nombre.
-Y siendo el esposo cornudo de Betha Rowan lo vas a conseguir -el sarcasmo goteaba por sus palabras -no necesitas casarte con ella para ser alguien, Sebastián...
-Eso es lo de menos, Helenna -dijo él - cuando despose a Betha, Lord Mathis me concederá tierras para construir un castillo y podré fundar una nueva casa noble, convirtiéndome en un vasallo directo de la Casa Rowan. Podré tener la vida que siempre desee, el poder y las riquezas que siempre quise. Por una vez en mi vida seré alguien.
Helenna lo escuchaba con el corazón roto. Este era el verdadero Sebastián, ambicioso, deseoso de poder y riquezas sin importarle los medios para obtenerlos. Los sueños de amor y libertad que tuvo hasta ahora se destruyeron delante de ella. ¿Qué libertad podría darle Sebastián si ni siquiera él era libre? Que tonta había sido.
-¿Sabes que lord Mathis quiere casar a su única hija contigo porque esta mancillada no? Ningún noble la acepta porque ya no es virgen y su única opción es casarla con un caballero que tendrá un castillo y títulos para mantenerla.
-¡Basta, Helenna! -gritó de pronto Sebastián. La chica pegó un pequeño salto del susto -¿Porque haces estas cosas? ¿Porque no quieres que cumpla mis sueños?
-No quiero que contraigas esponsales con ella porque eres su última opción -respondió ella mientas se levantaba del suelo. Se acerco a él despacio y quedo de pie a centímetros -vales más para ser el esposo de una mujer caída en desgracia, Sebastián, y tú y yo sabemos que Betha no fue violada y un inocente pago por su capricho.
Helenna trató de buscar los ojos verdes de su amigo pero él esquivaba su mirada.
-Es mi única opción, Lenna -la tristeza y la resignación se veía por todo su rostro, el corazón de Helenna sufrió por él -en este mundo si no eres hijo de un gran señor no eres nadie, y los don nadie debemos encontrar un lugar en un mundo injusto.
El silencio reino por unos minutos mientras los amigos se miraban fijamente. Sebastián tenía razón, pensó Helenna, a pesar de ser amigos, él siempre había permanecido lejos de ella y sus hermanos. No encajaba con ellos ni tampoco con los sirvientes, no era un noble pero tampoco era un plebeyo. No aceptaba la decisión de él pero la entendía, y como su amiga debía apoyarlo. Y lo más importante, debía dejarlo ir. Por más que Helenna lo quería más que a un amigo, él estaba demasiado sediento de poder para elegirla.
-Si casarte con Betha es tu deseo entonces te voy apoyar pero no pretendas que sea amable con ella.
Sebastián le dirigió una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza, pero luego se puso nuevamente serio y dijo: -He escuchado que te casarás con James Ashford y que algún un día serás la señora de Vado de Ceniza.
Helenna hizo una mueca y miró para otro lado. Ese no era un tema que quería tocar.
-Eso dicen pero no es verdad, no si puedo evitarlo.
Sebastián asintió pero no dijo nada. Después de un momento volvieron a recostarse contra el tronco y permanecieron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos.
-Me iré en dos días a Sotodeoro. -dijo Sebastián después de un rato de silencio -Lord Mathis quiere organizar todo para la partida a Desembarco del Rey.
-Entonces ahí estaré para despedirme.
Helenna sentía que había perdido algo pero no sabía que era. Capaz era la idea que se había hecho sobre él, ya que él había sido el único que no la trataba como si fuera de porcelana. Capaz estaba tan desesperada por escapar de su jaula que pensaba que Sebastián podía darle esa libertad. Pero él también estaba atrapado.
Cuando Helenna se percató de eso, se liberó a su manera de Sebastián y lo que creía q él representaba.
-Debo volver o alguien notará mi ausencia.
Con un rápido abrazo, la chica se dió vuelta y con la capucha puesta corrió por las partes menos alumbradas del jardín dejando atrás su ilusión de libertad y a su mejor amigo enjaulandose a si mismo en una vida infeliz.
AVAVAVAVAVAVAVA
Darte cuenta de tu propia verdad era liberador en cierta manera. Todos estos años había creído que querer a Sebastián le daría la libertad que tanto anhelaba. ¿Cómo pudo pensar que lo que sentía por su amigo era amor? ¿Tan desesperada estaba?
Recordando el pasado, Helenna pensaba que Sebastián era libre de tomar su propio camino, y creía que casarse con él, ella tendría la misma libertad. Pero esa noche se había dado cuenta de que ni él era libre de su destino. Se había dado cuenta de que se había engañado ella misma al confundir el cariño con el deseo de escapar de un matrimonio por conveniencia y una vida sujeta a los caprichos de su señor esposo.
Tan sumida estaba en sus pensamientos, que no advirtió la sombra que la seguía hasta que fue demasiado tarde. Una mano le tapó la boca y tomándola del brazo, la arrastró a un pasillo oscuro lejos de los guardias al final del pasillo.
Helenna trato de liberarse hasta que logró morder la mano que le tapaba la boca. Se escuchó un grito detrás suyo y Helenna pudo liberarse rápidamente. Cuando se dió la vuelta se llevó una sorpresa al reconocer a su hermana mayor.
-Margaery -dijo enojada Helenna, la chica frente a ella la observaba con una sonrisa divertida mientras se sobaba la mano mordida. -¿Qué haces aquí? ¿Y porque me arrastras así?
-Buenas noches a tí también, hermana.
Margaery Tyrell observaba a Helenna con una radiante sonrisa. Llevaba una capa negra ocultando su vestido verde y tenía el cabello castaño, suelto con los rizos despeinados.
-¿Qué haces aquí, Margaery?
-Yo podría preguntarte lo mismo, Lenna, se supone que debías estar en tus aposentos con tus doncellas.
Las hermanas Tyrell se miraron fijamente, ninguna cediendo terreno. Hasta que Margaery soltó un bufido para nada acorde a una dama de su alcurnia y dijo:
-Te vi desde una ventana, Lenna, ¿Crees que eres la única que escapa a escondidas de sus aposentos? Ay hermanita hay tanto que debes aprender.
Helenna puso los ojos en blanco y tomando del brazo derecho a Margaery, comenzó a arrastrarla lejos. Pasaron unas series de pasillos y puertas, hasta que encontró una habitación vacía cubierta de polvo en la parte olvidada de Altojardín.
-Suéltame -dijo Margaery molesta mientras se soltaba del fuerte agarre de Helenna. Luego se dirigió a la enorme ventana de la habitación y pasó una delicada mano por alféizar inspeccionando el polvo que la cubría. -¿Vas a contarme que estabas haciendo con Ser Sebastián Risley en el jardín de nuestra madre?
Helenna tragó en seco y se resignó a que su astuta hermana mayor la interrogara.
-Debía hablar con él.
-¿Y por eso se encontraron a mitad de la noche en el sitio más oscuro del jardín? -los ojos marrones de Margaery la repasaron de arriba a bajo y sonrió astuta -y vestida de sirvienta además. ¿Qué diría nuestra abuela si te viera así, Lenna? Probablemente te entregaría a las Hermanas Silenciosas, sin dudarlo.
-Si de eso estoy segura, hermana -respondió Helenna con fingida tristeza, hasta que levantó los ojos y miró a Margaery con alegría -pero también estoy segura de que tú me acompañarias. ¿No lo crees? ¿Qué haces con el cabello revuelto y el vestido mal abrochado a mitad de la noche? ¿Y que es esa marca que tienes en el cuello?
-Bien, bien - Margaery se sentó en el alféizar de la ventana y palmeó a su lado invitando a Helenna a sentarse con ella. Cuando la más joven de los hijos de lord Mace Tyrell se sentó, Margaery siguió hablando - Cuéntame, dulce hermana, ¿porque te veías como un fantasma vagando por Altojardín? ¿Que pudo haberte dicho Ser Risley para que mi fuerte hermana se pusiera triste?
-Nada -respondió Helenna apresurada. Amaba a su hermana pero no sabía si podía confiar en ella. -sólo hablamos de algunas cosas.
-¿Piensas que nací ayer? - Margaery sonaba molesta y Helenna hizo una mueca -¿Crees que es la primera vez que veo un corazón roto? ¿Qué no se lo que se siente?
Helenna sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas pero se obligó a retenerlas. Al parecer Margaery se dio cuenta porque suspiro y le tomó la mano en apoyo mientras decía: -Sabes que puedes confiar en mi, Lenna.
-Pensé que Sebastián era alguien y resultó ser completamente diferente -comenzó a decir Helenna, a medida que hablaba las palabras salían solas -quiero decir, él siempre fue Sebastián pero hoy vi a otra persona y no era el chico que siempre conocí. Me hice una idea de él y hoy me di cuenta de que todo era falso. Y me odio por eso, no quiero ser la típica chica superficial cuando hay cosas más importantes. Sólo es que...creí que era diferente y que eso podía darme la libertad que siempre quise.
El silencio reinó un rato cada una sumida en sus pensamientos hasta que Margaery dijo: -Tu primer error fue pensar que un hombre podía darte libertad, Lenna, y confundir eso con amor. Y tu segundo error fue creer que él siempre iba a ser el chico que conociste. Ya no somos niños, Lenna, y ambos viven en realidades diferentes. Estoy segura que Sebastián se dio cuenta.
-¿Desde cuando eres tan inteligente, hermana? -bromeó Helenna recibiendo un codazo de Margaery -pero extrañamente tienes razón. Idialicé a Sebastián cuando sólo era un hombre y estaba tan desesperada por escapar de un matrimonio sin afecto que creí que lo amaba confundiendo amistad con algo más. Creo que sufro más por la idea de haber perdido algo que nunca tuve que el hecho que Sebastián va a casarse en unos meses.
-¿Se va a casar? -dijo Margaery sorprendida - ¿y quien es la desdichada?
Helenna no se extrañó por su tono desdeñoso, desde que eran niños su hermana mayor y Sebastián nunca se habían llevado bien. Él la veía como una niña consentida y caprichosa, y ella como a un simple hombre que escaló demasiado alto.
-Si, según él, lord Mathis Rowan le concedió la mano de su hija Betha junto con una dote de tierras y una pequeña fortuna.
Las risas de Margaery inundaron la oscura y polvorienta habitación. Helenna la miró asombrada y ligeramente molesta, lo que causó más risas en su hermana mayor.
-¿Sebastián unido en matrimonio para siempre con Betha Rowan? -sus risas aumentaron y se agarró el estómago -pobre hombre, si creía que su vida era desgraciada ahora lo creo totalmente...
-Margaery no es gracioso -dijo Helenna enojada mientras las risas de su hermana disminuían a simples risitas. -Sebastián compartirá su vida con una mujer que se deshonró al mantener relaciones con un hombre que no era su esposo.
-Ay, hermanita, ¿enserio dijiste eso? -se rió un rato más mientras se enjuagaba las lágrimas de los ojos -Con razón todavía eres virgen...
-Eres una zorra, Margaery, y no puedo creer que alguien piense que eres una dama decente.
-A diferencia de ti, hermana, yo gozó la vida -respondió Margaery mientras se arreglaba el cabello -si los hombres tienen libertad de divertirse, ¿por que yo no?
-Eres imposible.
-Lo sé, pero mientras disfruto de los placeres de la vida -le lanzó una sonrisa descarada y siguió diciendo -volviendo al tema, era de esperarse que lord Mathis quisiera desposar a su desflorada hija con nuestro Ser Sebastián Risley. Nuestra abuela me contó que hace unos años, lord Rowan intentó ofrecer la mano de Betha a Willas o a Loras, imagínate lo furiosa que se puso ella. Que desfachatez, dijo Lady Olenna, mira que ofrecer a esa niña deshonrada a unos de mis nietos...
Oír a Margaery imitar a su señora abuela fue tan gracioso que logró sacarle unas risas y luego ambas reían juntas. Hace años que no compartían un momento así, y Helenna decidió que a pesar de que hace unas horas estaba triste, no cambiaría ese momento por nada en el mundo.
-Gracias, Margaery -dijo Helenna unos minutos después cuando ambas pudieron mirarse sin estallar en risas.
-Somos hermanas, Helenna. Nuestro lema es Crecer Fuerte, y juntas lo somos. Nunca lo olvides.
Chapter 6: Desembarco del Rey
Chapter Text
Los últimos días a la partida a Desembarco del Rey fueron caóticos. Los sirvientes corrían de un lado a otro, los nobles que vivían en Altojardín se desesperaban por llevar sus mejores ropas y las joyas más costosas. Lord Mace estaba estresado por controlar que todo estuviera perfecto, Lady Alerie era un manojo de nervios mientras atendía los últimos detalles de los vestidos que llevarían al Gran Baile y oficiada de anfitriona de las casas menores del Dominio que llegaban a Altojardín.
La primer casa del Dominio en llegar fue la Casa Tarly, lord Randyll Tarly quién era un hombre delgado y calvo, astuto y sagaz, llegó junto a su esposa, lady Melessa Florent y sus tres hijos, Dickon y dos niñas. Su hijo mayor, Samwell, había sido enviado como pupilo de lord Eddard Stark a Invernalia hace siete años. Se decía que se había convertido en un hombre fuerte, muy inteligente y astuto; los rumores apuntaban que se había hecho un confidente muy cercano del medio hermano del rey Aegon, el príncipe Jaehaerys "Jon" Targaryen.
La segunda casa noble en arribar fue la Casa Florent, representada por lord Alester Florent junto a su esposa lady Melara Crane, sus hermanos menores Ser Axell y Ser Colin, y su hijo mayor y heredero Ser Alekyne. Desde que Aegon el Conquistador había puesto a la Casa Tyrell sobre todas las casas del Dominio hace casi trescientos años, los Florent habían sido unos de los primeros en declarar que ellos tenían un linaje superior y que por derecho les correspondía Altojardín. Por supuesto que esto cayó en oídos sordos y desde entonces han guardado un gran rencor por los Tyrell, pero aún así seguían siendo sus banderizos por lo que debían guardar apariencias y fingir cordialidad.
Durante los siguientes días fueron llegando otras casas menores, la Casa Costayne envió a un representante con su estandarte, la Casa Mullendore la representó Ser Mark junto a sus primos, un niño de trece años y una niña de seis años. Los últimos en llegar fueron la rica y poderosa Casa Altojardín, dirigida por el heredero de Antigua, Ser Baelor Hightower, el hermano mayor de lady Alerie.
Baelor era un hombre atractivo, con una personalidad extrovertida y avasallante, y además era el tío favorito de Helenna. Las pocas veces que había podido salir de Altojardín, Helenna visitaba Antigua, la segunda ciudad más poblada de Poniente y con uno de los principales puertos. La ciudad estaba edificada en piedra y formaba un laberinto de calles encrucijadas y llenas de baches. Aunque Helenna siempre deseó explorar la ciudad, cada vez que iba de visita era confinada a Torrealta, la fortaleza de los Hightower. Allí pasaba el tiempo con su abuelo materno, lord Leyton Hightower quién era llamado el Viejo de Antigua, y con sus tíos, Malora apodada la Doncella Loca por supuestamente practicar brujería, Ser Garth un hombre fuerte y osado, y Ser Humfrey el más joven de los diez hijos de lord Leyton.
Mientras lord Mace y lady Alerie se encargaban de los preparativos, los invitados y de organizar el viaje a Desembarco del Rey, la matriarca de la familia Tyrell, lady Olenna, vigilaba todo de cerca. Sus profundos ojos negros no se perdían detalle de nada mientras mantenía charlas importantes con su nieta mayor Margaery.
La muchacha era "instruida" en la mejor manera de llamar la atención del rey Aegon, como mirarlo, como hablarle y como seducirlo. Según los rumores, el rey era un hombre discreto y sus amoríos eran absolutamente secretos por lo que abuela y nieta estaban a ciegas sobre los gustos del rey de los Siete Reinos. Pero eso no las detenía, lady Olenna quería ver a su descendencia en el Trono de Hierro y Margaery ansiaba ser reina.
La única persona del castillo que actuaba con relativa normalidad era Helenna. Desde pequeña tendía a pasar desapercibida en una familia numerosa, pero esto en vez de molestarla le daba un poco de libertad para enfocarse en sus asuntos.
Sus días eran una rutina mientras esperaba el día en que debían partir a la capital. Por las mañanas desayunaba con sus damas de compañía favoritas, Talla Tarly, Alynna Caswell y Rosalyne Webber. Luego salía con ellas a cabalgar, pasear y nadar en el río. Al mediodía almorzaba con su familia mientras escuchaba sus conversaciones sobre el Gran Baile. Las mujeres Tyrell hablaban sobre los vestidos que usarían, las joyas que llevarían y a los nobles que les darían su favor durante los torneos y los banquetes; los hombres Tyrell sólo hablaban de los torneos, quienes competirán, los ganadores y los perdedores, y quien tenía más posibilidades de coronarse campeón del torneo que parecía ser el más importante en años.
Pero a diferencia de su familia, Helenna no pensaba en vestidos, banquetes o torneos. Ella recordaba a su amigo Sebastián el día que partió a Sotodeoro y volvía a invadirla una gran tristeza. Todavía recordaba el rostro afligido de Sebastián cuando le dijo que no tenía otra opción y debía casarse con Betha Rowan.
Cuando había ido a despedirse de Sebastián en la puerta principal de la muralla exterior, su amigo estaba montado en un caballo negro y rodeado de guardias de Lord Mathis Rowan. Cruzaron algunas breves palabras y con un cortés beso en el dorso de la mano, Sebastián y sus hombres partieron sin mirar atrás ni una sola vez.
Esa fue la última vez que vió a Sebastián y estaba segura que lo volvería a ver durante el Gran Baile pero como él estaba comprometido y ella era una dama de alta cuna y soltera, no podían ser vistos juntos. Crearían rumores innecesarios.
Tratando de olvidar a Sebastián y lo que él representaba, Helenna se enfocó en disfrutar sus últimos días en la tranquilidad de su hogar.
Su mejor momento del día era cuando podía escapar de sus damas, de su familia y de sus guardias personales, y huir al bosque llevando sólo a Nissa y su arco y flechas. Desde niña, Helenna había mostrado un talento inusual por el tiro con arco, y cuando su señor padre le regaló un arco largo de madera de arciano por su décimo día del nombre, Helenna nunca más se despegó de el.
Practicaba todas las tardes y cada día mejoraba un poco más, por supuesto su señora madre y su abuela no aprobaban su gusto por el tiro con arco pero poco podían hacer cuando el propio lord Mace fue quien le regaló el arco de arciano.
Las tardes las pasaba en el bosque con su caballo Nissa como única compañía mientras practicaba, disfrutando la soledad y tranquilidad que solo el bosque podía darle.
Su alegría terminaba cuando debía volver al castillo. Después de dejar a Nissa en los establos a cargo de Martyn Flores, un joven bastardo de la Casa Oakheart de cabellos y ojos negros, se dirigía por las puertas de los sirvientes causando un alboroto al verla entrar y robarse una fruta diferente todos las tardes.
Evitando a nobles y guardias, Helenna se dirigía a sus aposentos en donde sus doncellas habían preparado su baño, y se relajaba en agua tibia. A la noche cenaba con su familia mientras volvía a escuchar conversaciones interminables sobre el Gran Baile.
Y así, todos los días eran iguales, hasta que llegó el día que debían partir a Desembarco del Rey.
Ese día amaneció despejado con un cielo de un hermoso color celeste sin una sola nube. Según su señor padre esto presagiaba buenos augurios. El señor de Altojardín no cabía en sí de la emoción, tenía una sonrisa de oreja a oreja y el pecho inflado de orgullo.
Mientras veía a los sirvientes ir y venir empacando cosas, a los soldados prepararse para partir y a los nobles subirse a sus carruajes, Helenna permanecía en sus aposentos observando todo desde la enorme ventana. Algunas de sus damas de compañía habían partido hace algunos días a sus tierras acompañadas por un destacamento de guardias Tyrell para reunirse con sus familias y partir con ellos a la capital.
Las únicas damas de compañía que permanecieron a su lado fueron Talla Tarly, de cabellos oscuros, curvilínea y con una naturaleza tímida y gentil; y Rosalyne Webber, una hermosa joven pelirroja de lengua viperina, quién era la sobrina de Lord Webber de Fosafría. Ya que la Casa Webber no era rica, ni poderosa ni de renombre, no fueron invitados al Gran Baile por lo que Lady Alerie había decidido que Rosalyne los acompañará a Desembarco del Rey y que disfrutará de su única oportunidad de congeniar con los grandes señores. Fuera cual fuera la razón, Helenna estaba feliz, Rosalyne era su dama favorita con ese carácter fuerte e indomable, era como un soplo de aire fresco.
-Lenna debemos irnos -la voz de Talla Tarly se escuchó del otro lado de la puerta.
Helenna suspiró y colocándose su capa marrón, se dirigió a la salida. Un viaje de una semana la esperaba hasta llegar a Desembarco del Rey.
AVAVAVAVA
La procesión era lenta con más de 230 nobles entre la Casa Tyrell y sus banderizos, 2000 soldados, 300 guardias y 150 caballeros; sin contar a los sirvientes, doncellas, prostitutas, herreros, bardos, y demás. Y por cada tierra que pasaban, más personas se unían la comitiva del Dominio.
En medio de todo ese alboroto, Helenna cabalgaba junto a sus damas, Talla y Rosalyne. Las muchachas habían preferido cabalgar tranquilas a pasar todo el viaje encerradas en las lujosas carrozas. No era común ver a damas nobles cabalgando pero a las muchachas poco podía importarles. Pocas veces Helenna tenía permitido alejarse de Altojardín, y sólo conocía Antigua, Roca Casterly y el Rejo; este viaje a Desembarco del Rey era su oportunidad de conocer nuevos lugares, diferentes costumbres y personas nuevas. Por eso, Helenna y sus damas de compañía estaban felices observando los paisajes, riendo y cotilleando entre ellas.
A unos metros detrás de las muchachas, viajaban lady Olenna junto a las mujeres Tyrell, lady Alerie, Leonette Fossoway y Margaery en una carroza de grandes ruedas cuyos costados estaban tallados con cien rosas entrelazadas, cubiertas de brillante pan de oro. Las damas de compañía de Margaery, Meredyth Crane y las gemelas Felicia y Denyse Hewett, viajaban detrás en una carroza simple pero elegante. Las dos carrozas eran escoltadas por numerosos guardias que llevaban el emblema de la rosa Tyrell en el pecho de la armadura.
Ya habían pasado cuatro días desde que comenzaron el viaje a Desembarco del Rey por el Camino de las Rosas. Pasaron por Holyhall y Appleton donde se le unieron Lady Alyce Gracefort junto a diez de sus guardias personales. La mujer estaba en la flor de la juventud, era pálida y esbelta con una belleza delicada. Según Talla Tarly, lady Alyce buscaba un esposo adecuado y creía que podría encontrarlo durante el Gran Baile. Apenas la señora de Holyhall llegó a la comitiva se unió rápidamente al séquito de Margaery junto a las gemelas Hewett y Meredythe Crane.
Por cada tierra que atravesaban encontraban varias aldeas con personas que trabajaban la tierra o simplemente permanecían a los costados del camino observando a la comitiva, saludando y levantando a los niños.
Al sexto día del viaje, la comitiva del Reach finalmente llegó a Puenteamargo. Allí los esperaba la Casa Caswell, al mando de Lord Lorent con 400 hombres más, y sus dos hijas, Freya y Alynna. Esta última volvió a reunirse con Helenna y permanecieron juntas.
Por orden del padre de Helenna, la comitiva debía acampar allí por lo que en apenas unas horas se levantó un enorme campamento cerca de las murallas de la ciudad de Puenteamargo.
Mientras la comitiva del Dominio permanecía allí, se les unieron los Merryweather de Granmesa con lord Orton Merryweather junto a 200 hombres y acompañado por su esposa, lady Taena de Myr, una hermosa y exótica mujer de piel olivacea y de cabello negro enmarañado y largo. Luego llegaron los Ashford de Vado de Ceniza representado por lord Androw Ashford, un hombre de cincuenta años conocido por sus habilidades financieras y por traer prestigio, riqueza y poder a su casa convirtiéndola en una de las casas nobles más poderosas del Dominio. Lord Androw iba acompañado por su heredero James, su esposa Joanna Swyft y sus hijos, Ariadna, Janyra y Michael.
Ya que Helenna dormía en el pabellón de la Casa Tyrell, intentó evitar a James Ashford todo el tiempo que pudo. A todas horas iba acompañada de sus damas y sus guardias personales, y cada vez que se cruzaba con el heredero de Vado de Ceniza, Helenna inventaba una escusa y volvía a escabullirse. A pesar de que James era su mejor amigo desde que eran niños, Helenna quería evitar que se siguiera hablando de un posible matrimonio con él. Capaz si mostraba indiferencia por su cortejo, James se percataría de su falta de interés, pero Helenna conocía al joven lo suficiente para saber que no se rendiría. Y no porque la amaba como se decía, si no porque ella era una Tyrell y tenerla como esposa aumentaría el poder de la Casa Ashford. Y Helenna prefería morir antes de entregarse a un hombre que sólo tenía interés en su apellido.
-James Ashford no te saca los ojos de encima.
Helenna miró a Margaery que estaba sentada a su derecha y la fulminó con la mirada.
-No me interesa.
Su hermana mayor soltó una risita y siguió comiendo tranquilamente.
Lord Mace Tyrell había organizado un gran banquete con todas las casas nobles del Dominio la noche en que llegaron a Puenteamargo. El plan era celebrar la ocasión en la que todo el Dominio estaba en el mismo sitio y al mediodía levantar campamento para continuar el viaje a Desembarco del Rey.
Helenna tenía su puesto en la mesa principal donde los principales miembros de la Casa Tyrell cenaban y charlaban alegremente. La larga mesa estaba colocada en un estrado, un poco más elevada del resto de las mesas de las otras casas menores, mostrando su estatus superior y dejando un claro mensaje de quién era la casa gobernante del Dominio.
La noche era larga mientras comían un plato tras otro, escuchaban cantar a los bardos y las historias de los bufones. Los nobles del Dominio parecían felices, charlando, bailando y haciendo un brindis a cada rato. La familia de Helenna también parecía feliz, Margaery charlaba alegremente con su tía, Janna Tyrell. Willas y Loras escuchaban atentamente a Ser Mortyn Tyrell quién era Lord Comandante de la Guardia de la Ciudad de Antigua y además el tío de lord Mace. El otro hermano de Helenna, Garlan y su esposa Leonette parecían estar en su mundo, hablando sólo entre ellos y robándose algunos besos de vez en cuando. Incluso lady Olenna parecía estar feliz riendo abiertamente de los chistes de Mantecas, el bufón de los Tyrell.
La décima vez que Helenna se cruzó accidentalmente con la mirada de James Ashford quien intentaba llamar su atención, decidió que ya estaba harta de su insistencia. Debía hablar con su señor padre para poner un fin a toda esta farsa y dejar en claro que no había probabilidades de una unión entre ellos. Pero mirando al sitio donde su padre estaba sentado borracho y cantando El Oso y la Doncella a todo pulmón, decidió que la charla podía esperar otro día; mientras seguiría evitando a James Ashford.
-¿Has visto a Rogar Roxton? - susurró Margaery al oído de Helenna. La hija más joven de lord Mace se inclinó un poco y después negó con la cabeza -esta sentado a cinco mesas junto a sus hermanos y primos, y no puedo creer lo musculoso que se ha puesto.
Helenna siguió la mirada de su hermana y buscó al susodicho. Rogar Roxton estaba en una mesa redonda con seis personas y el estandarte de un aspa de anillos de oro conectados sobre campo de azur colocado en el centro identificandolos como la Casa Roxton.
-Dicen que Rogar es el único heredero luego de que sus hermanos mayores murieran en grotescos y extraños accidentes.
Margaery tenía los ojos fijos en Rogar Roxton y tenía esa mirada intensa que significaba que pensaba en algo importante.
-¿En qué estás pensando tan profundamente? -le preguntó Helenna después de unos segundos también con la vista fija en Rogar Roxton -¿Piensas en los extraños accidentes o en los músculos de Rogar?
-En las dos cosas, hermana -la seriedad con la que dijo esas palabras logró sacarle unas risitas -pero también pienso en el buen partido que sería para ti.
El humor de Helenna se esfumó más rápido que la sobriedad de su señor padre, quién seguía cantando borracho junto a Lord Paxter Redwyne.
-No hables de esas cosas, Margaery, no me arruines la noche.
-Lenna algún día tendrás que dejar de huir del matrimonio y buscar un buen pretendiente. Y Rogar Roxton no es una mala opción.
-¡Entonces cásate tú con él! - espetó Helenna con enojo, estaba tan harta del tema y más si era Margaery quién lo tocaba -eres dos años mayor que yo por lo que ya deberías estar casada o comprometida pero en su lugar te la pasas molestandome a mí.
Margaery también parecía molesta pero había sido enseñada desde niña a mantener sus emociones bajo control tras una máscara inexpresiva por lo que Helenna no sabía en qué pensaba.
-Intento hacer lo mejor para ti, hermana, algún día tendrás que casarte y que mejor opción que un señor con tierras importantes y con un buen título.
-No voy a casarme.
-Entonces serás una vieja solterona toda tu vida.
-Margaery tengo solo diecisiete años, creo que podré sobrevivir un par de años más sin estar atada a un hombre. Además tú tienes diecinueve años, ¿Porque nadie te tortura a ti para que te cases antes de que se te caigan los pechos?
Margaery se tensó pero le dirigió una sonrisa que parecía depredadora, luego se inclinó y susurró muy bajito en el oído de Helenna:
-Yo no tengo que preocuparme por eso, Lenna, cuando conozca al rey Aegon durante el Gran Baile me elegirá como su esposa sobre todas las doncellas que estarán presentes. Él necesita una alianza poderosa con el Dominio y yo quiero una corona. Todos salimos ganando.
Helenna miró confundida a su hermana mayor y luego alrededor para ver si alguien las había escuchado. Todos parecían estar en su mundo, borrachos y felices.
-No sabes si el rey te elegirá a ti, Margaery.
-Si lo hará -respondió Margaery mientras tomaba un trago de vino y se relamía los labios en un gesto provocador. Tenía los ojos fijos en Rogar Roxton. -el rey no podrá resistirse a mí y si por milagro lo logra, entonces verá el beneficio de un alianza matrimonial conmigo, pero hasta entonces, hermanita, iré a divertirme.
Dicho esto, Margaery se levantó despacio de la mesa y bajo del estrado. Luego se dirigió a una de sus damas de compañía, Meredythe Crane, le susurró algo y desapareció por un costado de la enorme carpa escoltada por dos de sus guardias personales. Helenna siguió con la mirada a Meredythe y la vió dirigirse a la mesa de la Casa Roxton, se inclinó a susurrarle algo a Rogar y después se marchó rápidamente por donde Margaery se había retirado.
Durante los minutos que Helenna observó a Rogar Roxton, este no pareció cambiar su actitud, tal vez una leve sonrisa en sus labios o en sus movimientos apresurados. Pero media hora después de la repentina partida de Margaery, el heredero de la Casa Roxton se levantó, saludo a su familia y salió de la carpa con fingida tranquilidad.
Helenna negó con la cabeza sabiendo que iba a pasar. Margaery era una de esas mujeres que cuando deseaban algo lo obtenían a cualquier precio.
Durante un segundo, Helenna sintió pena por el rey Aegon Targaryen.
AVAVAVAVA
Estaba atardeciendo cuando la comitiva del Dominio finalmente llegó Desembarco del Rey.
El Camino de las Rosas terminó en el Bosque Real y desde ahí su nombre cambió y pasó a llamarse Camino Real, que los dirigía a la capital.
La comitiva del Dominio estaba encabezada por lord Mace, sus hijos Garlan y Loras a la cabeza, y un grupo de grandes señores, entre Ser Baelor Hightower, lord Paxter Redwyne, lord Randyll Tarly, lord Mathis Rowan y lord Andros Ashford.
Helenna y sus damas estaban montadas a caballo a sólo unos metros detrás de ellos, y luego las dos carrozas grandes y elegantes con las mujeres Tyrell y sus damas. El resto de la comitiva los seguía a pie o caballo, dependiendo su estatus, con grandes estandartes a lo alto que ondeaban al viento a medida que los jinetes salían del follaje del bosque en una larga columna polvorienta.
Al final del Camino Real, a la ribera norte del Aguasnegras los esperaba un destacamento de bienvenida portando el estandarte del dragón tricéfalo de la Casa Real. A la cabeza iba un hombre que no podía ser otro que un Targaryen si sus cabellos platinados no lo confirmaban. A medida que se iban acercando, Helenna reconoció al hombre como el príncipe Viserys Targaryen, el tío del rey y su heredero, hasta que tuviera un hijo propio.
-Sean bienvenidos, mis señores. Nos llegó noticia de que estaban por llegar, y Su Majestad el rey Aegon me ordenó acudir a su encuentro en su nombre.
-Nos complace su bienvenida, Alteza -dijo lord Mace Tyrell con una radiante sonrisa -y es un honor que nos escolte por la ciudad.
-Muchas gracias, mi señor -respondió el príncipe Viserys con una sonrisa que lograba hacerlo aún más atractivo, sus ojos violetas recorrieron toda la comitiva y su mirada permaneció unos segundos de más en Rosalyne Webber, quién iba montada en un caballo negro a la izquierda de Helenna.
Mirando al príncipe Viserys, Helenna estaba segura de que no era el mejor de los hombres. La única vez que se habían cruzado fue durante un torneo en el Rejo y no tenía buenos recuerdos.
La primera impresión que te da el príncipe era de un hombre encantador, atractivo y carismático pero Helenna había escuchado a los sirvientes de los Redwyne, la familia de su abuela, de que el príncipe Viserys era orgulloso, altivo y prepotente, trataba a los sirvientes como sus esclavos personales y era violento cuando no se cumplían sus deseos. Lo peor para Helenna fue cuando se cruzó por unos de los pasillos del castillo con una de sus doncellas, Mary, una hermosa muchacha de cabellos dorados que su abuela había puesto a su servicio mientras permanecía en el Rejo.
Mary le había contado entre llantos que el príncipe Viserys le había ordenado que lo esperara a la medianoche en sus aposentos pero como ella estaba casada, se había negado. El hombre no se había tomado bien el rechazo y la había golpeado, y gracias a los dioses no logró violarla porque justo había escuchado voces que se acercaban. Desde ese día, Helenna se resintió con el príncipe y verlo ahora, erguido en la silla como si hubiera nacido allí, alto, esbelto y grácil con una capa de seda color rojo que le ondeaba a la espalda, lo odio a un más. Recordar el rostro ensangrentado de Mary y de las cientos de mujeres que sufrieron por su mano solo aumentaba su ira.
-Señores, caballeros, damas -dijo mirando con esto último a Rosalyne. -han recorrido un largo camino lleno de polvo, estoy seguro de que les agradaría mucho descansar y asearse. ¿Sería posible que me acompañarán hacia la ciudad?
-De inmediato, Alteza -respondió alegremente lord Mace y con un simple gesto, la comitiva lo siguió.
El príncipe Viserys hizo dar la vuelta a su caballo y dio una orden a Ser Jonothor Darry de la Guardia Real. Los capas doradas que conformaban la mayor parte de su guardia de honor hicieron girar también a sus monturas con movimiento solemne, por instrucción de Ser Jonothor, y la comitiva emprendió la marcha hacia el río y hacía Desembarco del Rey.
AVAVAVAVAVA
Para entrar a la capital debían pasar por una de las siete puertas que rodeaban las altas murallas. Con el príncipe Viserys a la cabeza, la comitiva del Reach entró por la Puerta del Río, mejor conocida como Puerta del Lodazal.
Apenas traspasaron las murallas, Helenna observó maravillada la ciudad, había mansiones, tabernas, casuchas de barro y paja, burdeles y mercados, como el del pescado. Las principales avenidas tienen árboles y eran anchas pero sus ramificaciones, eran callejuelas y callejones estrechos. Según lo que Helenna había leído, la ciudad se encontraba en la ribera norte del Aguasnegras, y se asentaba sobre tres colinas, que llevaban el nombre de Aegon, Rhaenys y Visenya. La Colina Alta de Aegon estaba coronada por la Fortaleza Roja que daba directamente a la bahía. En la Colina de Visenya se encuentraba el Gran Septo de Baelor, mientras que en la Colina de Rhaenys estaba el Pozo Dragón que se encontraba en ruinas y cerrado desde que murieron los últimos dragones.
Mientras la comitiva andaba por el Paseo del Río, una larga calle que une las Puertas con la Fortaleza Roja, Helenna observó las Colinas de Visenya y Rhaenys a lo lejos, ya deseaba poder explorar la ciudad. Cuanto más se acercaban a la Fortaleza Roja en la cima de la Colina Alta de Aegon, Helenna y sus damas estaban radiantes de felicidad señalando y riendo entre ellas. Ni siquiera el príncipe Viserys cabalgando junto a su señor padre podría sacarle la emoción por conocer una nueva ciudad.
Girando un poco el cuerpo para mirar atrás, Helenna vio a su hermana Margaery asomada a la ventana del lujoso carruaje, ni siquiera ella era inmune al efecto de la ciudad capital.
Durante la hora que les llevo ir desde la Puerta del Lodazal hasta la Fortaleza Roja, cientos de personas del Pueblo Llano se habían arremolinado alrededor de la comitiva, saludando y dando gritos de alegría. Los desembarqueños parecían estar en excelentes condiciones alimentados, saludables y bien vestidos. Según lo que Helenna había escuchado sobre el rey Aegon, es que era un rey justo, amable, bondadoso, inteligente y uno de los mejores reyes desde su tatarabuelo Aegon V.
Cuando llegaron a unas imponentes puertas de bronce que eran llamadas la Puerta del Rey, Helenna temblaba de emoción y no prestaba atención cuando su padre ordenó a la comitiva separarse. Los nobles más importantes serían alojados en la Fortaleza Roja mientras los señores menores debían montar un campamento en el patio oeste. Algunos señores prefirieron alquilar algunas de las mansiones en la ciudad que acampar como unos simples hombres.
Cuando los nobles de más alta cuna desmontaron, un batallón de sirvientes con jubón rojo y portando un pequeño dragón tricéfalo cocido al pecho, los recibieron al pie de los enormes escalones de mármol de la entrada a la Fortaleza. Como si estuvieran sincronizados, los sirvientes de la Fortaleza fueron recogiendo los equipajes de los nobles del Dominio mientras los sirvientes de las casas indicaban el dueño y la cantidad de equipaje. Así estuvieron un buen rato, y mientras los nobles entraban en la Fortaleza Roja.
Helenna permaneció de pie esperando a que su familia saliera del carruaje mientras observaba todo a su alrededor. Sus damas de compañía charlaban entre ellas, riendo y comentando sobre la ciudad. Cuando lady Alerie Hightower bajo del carruaje, Helenna se despegó de sus damas y se dirigió al lado de su madre.
-Madre, buenas tardes, ¿qué te ha parecido la capital? ¿No es enorme? Incluso es más grande que Antigua.
Lady Alerie le dirigió una sonrisa cansada y le extendió la mano para que la ayudará a bajar del enorme carruaje, rápidamente Helenna le tendió la mano y la ayudó a bajar.
-Mi querida, a penas disfruté el viaje al lado de tu abuela y hermana.
Helenna hizo una mueca entendiendo a su señora madre. Por separadas, su abuela y hermana eran insufribles pero juntas eran el terror encarnado. Sintió pena por su amable madre.
-No importa, madre, luego de instalarnos podremos pasear por la ciudad. Conocer el Gran Septo de Baelor, las ruinas de Pozo Dragón, la orden de los alquimista, el puerto, tenemos tanto para ver.
Mientras Helenna hablaba tan entusiasmada, su hermana ya había bajado y Leonette detrás. Entre las dos ayudaron a lady Olenna a bajar del carruaje que tenía una mirada observadora y molesta.
-Hace años que no veía esta asquerosa ciudad. Niñas vengan aquí, no pienso subir esas escaleras por mi cuenta.
Margaery y Helenna se colocaron cada una a un lado de su abuela y está paso una mano pequeña y arrugada por sus brazos. Lady Alerie comenzó a caminar por delante con su mano metida en el brazo de Leonette. Así las mujeres Tyrell comenzaron a subir las innumerables escaleras de mármol hacía las gigantes puertas de entrada de la Fortaleza Roja.
Las otras casas nobles del Dominio las seguían detrás, todos estaban cansados del viaje y lo único que querían era un buen baño y una cama cómoda.
Cuando las Tyrell atravesaron las puertas de la Fortaleza que estaban abiertas de par en par; observaron el enorme vestíbulo de la entrada. Cientos de personas iban de un lado a otro, entre sirvientes, guardias y nobles. Nadie parecía estar descansando, los sirvientes llevaban comida, flores, limpiaban o atendían a los recién llegados. Los nobles que vivían en la Fortaleza o que habían ido únicamente por el Gran Baile, paseaban, charlaban en grupos o de a dos, con ropas elegantes y lujosas, con sus mejores joyas y extravagantes peinados. Esto era la corte del rey Aegon.
-Mis señores y mis damas -comenzó a decir el príncipe Viserys Targaryen cuando la mayoría de las grandes casas del Dominio llegaron al vestíbulo. Su sonrisa era radiante y sus ojos violetas brillaban de alegría, lo que solo lograba aumentar su belleza. - Sean bienvenidos a la corte del rey Aegon, son sus invitados por lo tanto sean libres de pasear por la Fortaleza y visitar la ciudad. Tenemos a los mejores sirvientes que estarán a todas horas atentos a sus necesidades y pueden contar conmigo para cualquier cosa. Ahora debo marcharme pero dejaré a Ser Addam para encargarse de dirigirlos a sus aposentos. Lord Mace, yo en persona guiaré a usted y a su familia a sus aposentos, por favor síganme.
Dicho esto, se dio media vuelta sin mirar si lo seguían y encabezó la marcha por uno de los pasillos. Rápidamente lord Mace se puso a la par del príncipe y comenzó una nueva conversación. Detrás iba Willas con su bastón, atrás de él lady Alerie del brazo de Loras, luego Garlan y Leonette, y por último lady Olenna escoltada por Margaery y Helenna.
Cada pasillo que atravesaban era más elegante y lujoso que el anterior, y por cada esquina que pasaban había guardias apostados con espadas largas atadas a la cintura, armaduras y yelmos grises. En las paredes había cuadros gigantes de paisajes, esculturas de dragones y de vez en cuando un cuadro de algún miembro de la Casa Targaryen, algún príncipe o princesa muertos hace años.
El cuadro que llamó la atención de Helenna fue el cuadro de una hermosa mujer con cabello de oro y plata, espeso y rizado, un rostro en forma de corazón y ojos color púrpura con una sonrisa atrevida; en un pequeño rectángulo debajo estaba escrito "Princesa Daena Targaryen, 145 DC-180 DC". Había leído sobre ella, la princesa a la que apodaron la Desafiante. Había sido encerrada siendo muy joven junto a sus dos hermanas menores por su hermano, el rey Baelor el Santo para evitar tentaciones; pero en lugar de aceptar su destino, la,princesa lo desafiaba una y otra vez. Se escapó varias veces de su cautiverio y en una de esas veces quedó embarazada de su primo el futuro Aegon IV. Y a pesar de que la obligaron a abortar, Daena dio a luz a un hijo al que llamó Daemon. Una y otra vez, la princesa desafiaba su destino y los planes que todos tenían para ella. Capaz no era un buen ejemplo a seguir pero Helenna admiraba su valor y coraje.
Mientras estaba metida en sus pensamientos, el príncipe Viserys los había llevado a sus aposentos en la Bóveda de las Doncellas.
El príncipe y los Tyrell subieron un par de escalones, y cuando llegaron a las enormes puertas de caoba, los guardias que permanecían apostados allí, las abrieron de par en par.
La Bóveda de las Doncellas era una larga torre con tejado de pizarra situada detrás del Septo Real con varias habitaciones, pasillos, cocinas y salones. Los Tyrell fueron alojados en las principales habitaciones de la Torre, las más grandes y lujosas. Los Redwyne, los Hightower, los Tarly y otras de las familias mas importantes del Dominio serían alojados en otra serie de habitaciones en los niveles más abajo de la torre.
-Mis señores, mis damas -dijo el príncipe Viserys con una sonrisa para lord Mace, mientras Helenna se dedicaba a mirar el vestíbulo -me temo que debo dejarlos, me han informado que lord Tywin Lannister y sus banderizos se acercan por el Camino Dorado y debo recibirlos.
-Vaya entonces, Alteza, mi familia y yo estamos muy agradecidos por su amabilidad.
-Es un placer, mi señor, estoy aquí para lo que necesiten.
Con una última sonrisa, el príncipe Viserys se despidió y salió del vestíbulo escoltado por un Guardia Real y varios guardias de armadura gris.
Lord Mace Tyrell miró a su madre, esposa e hijos y dijo: -Amada familia, sean bienvenidos a Desembarco del Rey.
Chapter 7: Un día agitado
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Desembarco del Rey era la ciudad más poblada de los Siete Reinos pero también era la más sucia y fea en comparación con otras ciudades como Antigua, Lannisport, Puerto Gaviota o Puerto Blanco. Tenía más de medio millón de habitantes lo que acrecentaba el mal olor, la suciedad y las pestes.
A pesar de no ser las más hermosas de las ciudades, Helenna Tyrell todavía creía que era interesante. Por todos los rincones de la ciudad se contaba una historia diferente y estaba empecinada en conocerlas.
Luego de llegar a Fortaleza Roja, los Tyrell se instalaron cada uno en sus aposentos personales.
A Helenna le dieron una enorme y lujosa habitación con varias puertas y un vestíbulo, su propio baño de mármol con una bañera gigante, un pequeño salón con varios sillones, un escritorio y una pequeña biblioteca.
Sus damas tenían sus propias habitaciones cerca de ella y Helenna era feliz con la perspectiva de descubrir una nueva ciudad.
Luego de que Rosalyne le preparara un baño caliente y la ayudará a colocarse un simple vestido celeste; Helenna se sentó en el alféizar de la enorme ventana que daba al Aguasnegras y contempló Desembarco del Rey.
Desde la Fortaleza Roja, Helenna podía ver las pequeñas casas de los desembarqueños, el esplendoroso Gran Septo de Baelor y las ruinas de Pozo Dragón. Los sonidos de la ciudad ruidosa extrañamente tranquilizaban a Helenna. Era relajante observar el bullicio de la capital.
Un suave golpe de nudillos en su puerta la sacó de su ensimismamiento.
-Lenna -la voz de su hermano Garlan se escuchó desde el otro lado de la puerta -con Leonett iremos a pasear al mercado y queríamos saber si te gustaría acompañarnos.
Emocionada con la perspectiva de explorar la ciudad, Helenna exclamó que si y luego de mirarse al espejo de su tocador para comprobar el estado de su cabello, salió rápidamente de sus aposentos.
AVAVAVA
El mercado más grande estaba ubicado en el centro de la ciudad, cerca de la Puerta del Río donde la comitiva del Dominio había ingresado a Desembarco del Rey.
Era una día con un hermoso cielo azul, el invierno aún no había llegado y en el aire se respiraba la emoción por el Gran Baile. El día era perfecto y Helenna estaba feliz.
Habían salido de la Fortaleza Roja al mediodía luego de cenar rápidamente en el salón principal. Su padre había insistido que si querían ir por la ciudad lo hicieran en su litera favorita, (de madera de cedro con cortinas de sedas verdes y rosas de oro talladas en las puertas), y escoltados por veinte guardias.
-¿Veinte guardias no son demasiados para un viaje al mercado, padre? -había preguntado Helenna.
-Mi querida, veinte guardias no son suficientes para proteger a mi familia.
Luego de eso, Helenna no comentó nada más.
Ya era pasado el mediodía cuando se pusieron en marcha: Helenna, Garlan y su esposa en la litera, la septa Nysterica y los demás a pie. Cinco guardias caminaban delante y otros cinco detrás, mientras los diez restantes flanqueaban la litera.
La comitiva descendió a paso lento por la Colina Alta de Aegon. La Calle del Lodazal estaba atestada de personas, nobles y plebeyos.
Helenna estaba inclinada en la litera con la cortina abierta, mirando emocionada el ajetreo de la ciudad.
-¿Qué piensas de la ciudad, Lenna?
La suave voz de Leonett desvió su atención del exterior. Los ojos negros de la joven Tyrell se encontraron con los ojos verdes de su cuñada. Ambas sonrieron.
-Es una ciudad interesante -respondió Helenna volviendo a mirar a fuera de la litera. Un grupo de niños con la ropa sucia y desgastada miraron a la comitiva Tyrell con los ojos grandes de la emoción. -Es muy diferente a Antigua o Lannisport, pero creo que me gusta.
-Yo creo que es una ciudad demasiado pequeña para tantas personas. -comentó Garlan mientras levantaba la vista de su libro -el rey podría mejor el estado de la ciudad o crear viviendas fuera de Desembarco del Rey para controlar el número de habitantes.
-¿No crees que el rey Aegon este haciendo un buen trabajo?
La pregunta de Helenna arrancó un suspiro de Garlan, cerrando su libro giró el rostro para observar lo que sucedía fuera de la litera.
-No puedo hablar mal del rey porque no lo conozco pero según lo que he escuchado, sólo se hablan maravillas de él. Se dice que no se ha visto un rey tan preocupado por su pueblo desde hace más de un siglo, que los niños lo veneran como un héroe, los hombres lo admiran y es el sueño de toda doncella.
-Eso no lo convierte en un buen rey -comentó Helenna poniendo los ojos en blanco.
-No pero es suficiente para que el pueblo lo adore.
Garlan les sonrió y tomó la mano de su esposa entrelazando los dedos. Leonett le dio un suave apretón.
-Lenna, tú aún no habías nacido cuando el Rey Loco estaba sentado en el Trono de Hierro. El pueblo estaba sumido en el miedo y todos temían un desastre, y por eso pienso que el rey Aegon es mucho mejor rey de lo que fue su abuelo e incluso su bisabuelo.
-¿Cómo era él? -preguntó Helenna -¿Cómo era el rey Aerys?
-Aerys Targaryen al principio fue un buen rey, las cosas marchaban relativamente bien, el pueblo estaba alimentando, no había guerras y eran tiempos de paz.
Un breve silencio invadió la litera. Garlan parecía perdido en sus pensamientos, y por su expresión, no eran buenos.
-Cuando comenzó a mostrar signos de la llamada "locura Targaryen" fue cuando las cosas empezaron a ir mal. Aerys se volvió un rey corrupto, peligroso y malvado; asesinaba inocentes por pura diversión o por una mínima ofensa. Y según los rumores, hasta la propia reina sufría su locura.
-¿Porque nadie intentó detenerlo? -preguntó Helenna.
-Porque no es fácil derrocar a un rey -contestó Garlan. La litera continuaba su paso lento, desde afuera llegaba los sonidos de una ciudad en movimiento. -Aerys era rey por derecho propio y tenía muchos aliados dentro y fuera del reino. El único que podía hacerle frente era su heredero, el príncipe Rhaegar, pero él tampoco era confiable; se decía que estaba obsesionado con profecías y maldiciones.
"Durante años, el reino aguantó la respiración esperando la chispa que desencadenara una catástrofe.
-Sigo diciendo que podrían haber evitado todo eso... -Helenna no entendía como nadie tuvo el suficiente valor para enfrentar al Rey Loco antes de que siguiera causando desastres. -según leí una persona con sangre real puede convocar un Gran Consejo para decidir asuntos de sucesión. Si todos temían al rey Aerys podrían haber convocado un Consejo entre los señores más poderosos del reino y obligar al rey abandonar el Trono.
-No es una mala idea, Lenna -dijo Garlan con una sonrisa -incluso estoy seguro que hubo voces entre los nobles que pedían que los señores de las grandes casas decidieran que acciones debían tomar. Pero no es fácil reunir a los grandes señores y más si es en secreto. Sea como fuere, antes de que alguien pudiera tomar una decisión, el reino recibió la noticia de que el príncipe Rhaegar había secuestrado a Lyanna Stark, y el rey Aerys había ejecutado a lord Rickard Stark y a su heredero, Brandon. Esto fue la chispa que desencadenó la guerra.
"Durante los siguientes meses, las fuerzas rebeldes y las fuerzas realistas se enfrentaron en varias batallas que culminó con el enfrentamiento de lord Robert Baratheon y el príncipe Rhaegar. En ese legendario duelo, ambos murieron y dejaron un reino en caos. Para evitar otra guerra, la esposa del príncipe Rhaegar, Elia Martell de Dorne, se proclamó Regente de su hijo de un año de edad y gobernó en su lugar hasta que Aegon fuera mayor de edad.
-¿Los señores aceptaron a Elia como regente?
-El reino estaba dividido -le respondió Garlan -estaban esos señores que querían a un hombre fuerte y con experiencia en el Trono, otros creían que Elia era demasiado débil para gobernar un reino en guerra. Pero la mujer fue inteligente, puso a su hermano, el infame príncipe Oberyn Martell como Lord Comandante de la Ciudad de Desembarco del Rey; le dió un puesto en el Consejo Privado a lord Paxter Redwyne. Con ellos dos ya tenía asegurado un ejército leal por tierra y por agua. Dorne y el Dominio estaban de su lado.
"Falta que tratará con los rebeldes. A Lord Eddard Stark perdonó sus crímenes a la corona y le devolvió los cadáveres de su familia junto al hijo recién nacido que el príncipe Rhaegar había tenido con Lyanna. Tratar con la Casa Baratheon fue una tarea difícil, ellos habían empezado y dirigido la Rebelión, hubo quienes dijeron que Elia debía ordenar la ejecución de todos los Baratheon; pero la mujer quería evitar más muertes por lo que declaró a Stannis Baratheon nuevo señor de las Tierras de las Tormentas a cambio de que jurara lealtad incondicional a la Casa Targaryen y que enviará a su hermano menor, Renly, en calidad de rehén a Desembarco del Rey.
"La Casa Tully y la Casa Arryn fueron más fácil de tratar. La reina regente decretó que se hicieran cargo de los gastos causados por la guerra, que juraran lealtad y enviarán un rehén a Desembarco del Rey. Durante los siguientes años, la reina regente volvió a reconstruir el reino hasta que el rey Aegon cumplió los dieciséis años y pudo tomar el poder.
El bullicio de la ciudad se oía cada vez más fuerte.
Helenna quedó pensando en las palabras de su hermano. Ya conocía la historia sobre la Rebelión de Robert Baratheon porque la había leído hace unos años. Pero era diferente escucharla de su hermano que había sido testigo.
-Creo que ya llegamos.
La litera se detuvo y la puerta derecha se abrió. Helenna fue la primera en bajar, un guardia le extendió la mano y la ayudo a descender.
Rápidamente, Helenna fue consciente de su alrededor. El sol brillaba fuerte, el aire era fresco y había muchas personas. El mercado principal de la ciudad era una aglomeración de personas y puestos de ventas.
-Ustedes quédense aquí cuidando la litera -estaba diciendo Garlan. Helenna había puesto sus ojos en un puesto de tallados -los demás síganos.
Un grupo de siete guardias los escoltó. Tres adelante, uno a cada lado y dos cerrando la marcha. Garlan le ofreció un brazo a Helenna y el otro a su esposa. Recién ahí, los Tyrell emprendieron la marcha.
Unas horas después, Helenna tenía un nuevo bastón para Willas, hecho de roble con rosas talladas, un nuevo libro y había encargado encaje de oro de Myr para Margaery.
El paseo por el mercado fue tranquilo y agradable. Hace mucho que Helenna no se había relajado ni se había divertido tanto.
Demasiado temprano, Garlan dijo que era hora de volver a la Fortaleza Roja. Un poco triste de tener que volver, Helenna siguió a su hermano y a su cuñada.
Cuando los Tyrell entraron por las puertas del salón en la Bóveda de las Doncellas, fueron recibidos por una Margaery brindando emocionada y feliz. Helenna aguantó un suspiro.
-¿Adivinen quién vino a darnos la bienvenida hace un hora?
Garlan y Helenna compartieron una mirada. Leonett fue a sentarse cerca de los enormes ventanales que daban al Aguasnegras. No se veían por ningún lado a los padres de Helenna, pero lady Olenna estaba sentada con una copa de vino mirando a Margaery.
-¿Quién vino, Margaery? -preguntó Garlan.
-¡El rey a venido a darnos la bienvenida en persona!
Helenna quedó sorprendida. Garlan dejó escapar un jadeo. Margaery estaba saltando de la emoción.
-¿El rey estuvo aquí? -preguntó Leonett conmocionada. Margaery asintió varias veces.
-Llegó hace un rato acompañado por Ser Arthur Dayne y Ser Barristan Selmy. Nos dio la bienvenida a la ciudad y dijo que contaramos con él para cualquier cosa que necesitaramos.
-Que extraño -dijo Garlan mientras tomaba asiento al lado de su esposa. -es la primera vez que escucho sobre un rey que se toma la molestia de visitar a sus invitados y darles una bienvenida.
-Eso mismo pensé -Willas entró al salón principal con su bastón y tomó asiento al lado de Lady Olenna. La anciana le palmeó la rodilla en un gesto cariñoso -No es normal en el comportamiento de un rey actuar así.
-Tal vez quiere ganarse nuestro apoyo. -acotó Helenna mientras se sentaba al lado de Willas. Con una sonrisa le entregó su regalo -esto es para tí, hermano.
Willas tomó el bastón en sus manos y lo inspeccionó con ojos curiosos.
-¿Madera?
-Roble.
-¿Estado?
-El tallador dijo que era resistente y una de sus mejores creaciones.
-Mmm.
Willas paso sus manos por la superficie del bastón, comprobó su estado y las rosas talladas. Helenna se revolvió inquieta.
-¿Te gusta? -preguntó con inseguridad.
El primogénito de los Tyrell estaba serio mientras observaba el bastón. El corazón de Helenna se desinfló y una sensación de tristeza la invadió.
La risa de Willas la tomó por sorpresa.
-Por supuesto que me gusta tu regalo, Lenna -Willas dejo el bastón a un lado y le pasó un brazo por los hombros.
Helenna dejo escapar un suspiro fastidiado y le dió un codazo.
-Ay, hermana, eres tan crédula.
Margaery se había acercado a observar el bastón. Helenna la fulminó con la mirada y su hermana dejo escapar una risita.
-Nos estamos desviando del asunto importante. -dijo Margaery, tomando asiento frente a Willas, Helenna y lady Olenna. La hija mayor de lord Mace se sentó con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en el sillón. -si el rey en persona ha venido a visitarnos significa que quiere reforzar una alianza con el Dominio, lo que significa que es momento de presentarme.
Helenna observó a su hermana. La muchacha tenía una sonrisa feliz en los labios rosados, sus ojos marrones brillaban de emoción y parecía más alegre de lo que nunca la había visto.
-Faltan cinco días para el Gran Baile. -el salón guardó silencio, escuchando atentos a lady Olenna. La anciana de aspecto frágil, con cabello blanco y de muy baja estatura, observó con ojos críticos a sus nietos -lo que significa que durante estos días deberán mezclarse en la corte. Reunir aliados, estar atentos a los rumores y sobre todo, dejar caer información que beneficie a Margaery. Cuando el Gran Baile termine, Margaery debe ser la prometida del rey.
Helenna observó a su familia. Margaery estaba radiante, la perspectiva de ser reina la tenía hecha un manojo de nervios; lady Olenna estaba seria, como siempre, pero tenía un brillo calculador en los ojos que Helenna nunca había visto en ella. Willas y Garlan estaban menos interesados en las maquinaciones que la misma Helenna, Garlan estaba distraído con la mano de Leonett y Willas tenía la vista fija en su nuevo bastón.
-Helenna -la llamó su abuela. La anciana tenía sus ojos negros fijados en Helenna, esta se revolvió incómoda. Odia estar en el centro de atención de la Reina de las Espinas. -tu deber será reunir información de las posibles rivales e informarme inmediatamente.
La menor de los Tyrell contuvo una réplica, no quería ser la espía de nadie y menos formar parte de los planes de su abuela.
-Coperaras con nosotras, Helenna -la voz de lady Olenna cortó el aire como un cuchillo. La chica hizo una ligera mueca. -si Margaery se convierte en reina, nuestra casa estará por encima de todas las demás e incluso podré encontrarte un buen partido, algún gran señor o hijo de grandes señores, de modo que te casarás con quién te casarás, gozarás de riqueza y posición acorde a la hermana de la reina.
-Muy bien, abuela -dijo Helenna resignada, la alegría que había gozado en el mercado se había esfumado. Mientras se levantaba del sillón, Helenna dijo -si me disculpan, iré a descansar.
Abandonó rápidamente el salón, no sin antes ver la mirada preocupada de Willas.
Cuando Helenna llegó a sus aposentos, cerró fuerte su puerta y se tiró en su cama.
El cansancio y las emociones del día comenzaron a pasarle factura. Antes de darse cuenta, se había quedado dormida con el vestido puesto.
AVAVAVAVA
Un golpe en la puerta la despertó abruptamente. Siempre había tenido sueño ligero.
-¿Lenna? -la voz de Margaery sonó del otro lado de la puerta -¿estás despierta?
-Si, entra.
Margaery entró rápidamente mientras Helenna se sentaba en la cama y se pasaba las manos por el rostro tratando de quitarse el sueño.
-Tengo noticias -dijo Margaery sentándose a su lado. Helenna recostó su cabeza en el hombro de ella y fingió un ronquido. Su hermana le dió un fuerte codazo -quiero que me acompañes a un lugar.
Helenna dejó escapar un gemido y volvió acostarse en su hermosa y cómoda cama.
-No iré a ningún lado, Margaery, buenas noches.
Margaery chasqueo la lengua y tomó el brazo de Helenna, obligándola a sentarse.
-Ni siquiera escuchaste lo que tenía para decir.
-Eso es porque no me interesa.
-Vamos, hermanita -dijo Margaery usando su mejor tono de persuasión. -es nuestra oportunidad para divertirnos antes del Gran Baile.
Helenna soltó un quejido.
-¿A donde quieres ir?
-Por casualidad escuché cuando Ser Renly Baratheon le contaba a Loras sobre una posada en el Lecho de Pulgas, dijo que ahí sirven las mejores cervezas y el hidromiel más dulce del reino. Y lo mejor, es discreto y pasaremos desapercibidas.
-No creo que sea una buena idea, hermana -dijo Helenna con un tono inseguro -el Lecho de Pulgas es un barrio peligroso, y según dicen las posadas allí tienen pésima reputación.
-Lo sé pero eso lo hace más divertido.
Su hermana mayor tenía esa sonrisa que usaba cuando quería conseguir algo y sabía que lo obtendría. Helenna suspiró.
-Aunque me niegue a ir, irás de todas formas, ¿verdad?
-Si.
-Bien pero no voy a dejar que vayas sola, Margaery.
-Entonces acompáñame y vamos a divertirnos antes de que nuestro señor padre nos encierre.
Helenna miró dudosa a su hermana mayor; no le parecía buena idea bajar de la Fortaleza en plena noche y sin escolta. Pero tampoco le agradaba la idea de dejar sola a su hermana. A pesar de que Margaery era una de las mujeres más inteligente y astutas que conocía, ella no era consciente que había límites que no podía pasar y a veces no se daba cuenta del peligro que corría.
-Vamos, Lenna -Margaery la miró con ojos suplicantes -No vamos a estar solas, Meredythe vendrá con nosotras y también Alyn.
Alyn Ambrose era un escudero y además era un primo materno de las hermanas Tyrell. Su madre era lady Alysanne Hightower, hermana menor de Alerie Hightower.
-Como si la compañía de Alyn fuera a tranquilizarme -dijo Helenna con sarcasmo. -Margaery sabes que es peligroso ir al Lecho de Pulgas.
-Lo sé, lo sé -respondió su hermana agitando las manos impaciente -pero sabes que no correremos peligro, iremos disfrazadas de criadas y pasaremos desapercibidas.
Viendo que Helenna aún dudaba, remató diciendo: -Tus damas pueden venir también pero deben jurar no contar a nadie sobre nuestro viaje. No podemos dejar que corra un rumor malo sobre nosotras en la corte.
Luego de varios minutos insistiendo, Helenna accedió a ir. El grupo iría bien entrada la noche cuando la Fortaleza se calmara.
AVAVAVAVA
Durante la cena, Helenna no podía quitarse los nervios de encima. Temía que fueran atrapadas, temía que su señor padre se enterara o peor, su abuela. Temía el peligro que podrían encontrar en el barrio más pobre de Desembarco del Rey.
A diferencia de ella, Margaery parecía estar tranquila mientras charlaba alegremente con Loras. Su risa cantarina crispaban los nervios de Helenna, quién no podía dejar de pensar en todo lo que podría salir mal durante su "aventura".
El único que se percató de que algo incomodaba a Helenna fue Willas. El primogénito de los Tyrell era más observador de lo que se le daba crédito, o tal vez era que Willas era la única persona que la conocía.
-¿Sucede algo malo, Lenna? -susurró Willas en voz baja. Helenna sacudió ligeramente la cabeza y su hermano no volvió a preguntar aunque aún la miraba preocupado.
Luego de la cena, Helenna se reunió con su mejor amiga y dama de compañía, Rosalyne Webber, en sus aposentos. La pelirroja había encontrado cuatro vestidos simples de criadas y cuando Helenna le había preguntado en donde los había conseguido, la muchacha había respondido "No preguntes".
Media hora después, llegaron Margaery y su dama de compañía, Meredythe Crane. La chica era delgada, de baja estatura y con un rostro atractivo. Era las más gentil y tímida de las damas de Margaery.
Mientras Rosalyne repartía los vestidos de criadas, Margaery contó el plan: Alyn las esperaría en las puertas de las cocinas en donde las guiaría por los pasillos más deshabitados de la Fortaleza.
Cuando las cuatro muchachas estuvieron listas con sus vestidos de criadas, Margaery fue la primera en salir de los aposentos de Helenna, Meredythe la siguió y luego Rosalyne, quién parecía emocionada.
Antes de seguir a las demás, Helenna tomó una daga de uno de sus cajones y la guardó en su manga. Mejor prevenir que lamentar, se dijo.
Escabullirse de los guardias, los sirvientes y los nobles fue más fácil de lo que pensaron. Cuando las muchachas se reunieron con Alyn, Helenna albergó la esperanza de que las cosas podría salir bien.
-Primas, damas -las saludó Alyn cuando se acercaron a él. El muchacho estaba vestido de manera simple con pantalones de tela y una camisa de lino; fácilmente podría pasarse por el hijo de un plebeyo.
-Alyn, cuanto tiempo sin verte -dijo Margaery con una alegre sonrisa mientras le daba un beso en la mejilla. Alyn había crecido desde la última vez que lo habían visto, su rasgos infantiles habían cambiado a un rostro atractivo con una ligera barba oscura, ojos marrones y cabello castaño. -debemos irnos antes de llamar la atención.
Las cuatro muchachas siguieron a Alyn, quién las guió por caminos desiertos y oscuros. Mientras el grupo caminaba en silencio, Helenna se preguntó como es que su primo Alyn parecía conocer bien cuáles eran los mejores pasillos para pasar desapercibidos. Se suponía que había llegado a la capital una semana antes que ellas y el muchacho ya parecía conocer la Fortaleza Roja como si se hubiera criado allí. Luego de pensarlo un momento, decidió que no quería saber, prefería no ser consciente de las aventuras de su primo.
-¿Cuánto falta? -la voz de Margaery rompió el silencio. Las hermanas Tyrell iban tomadas del brazo, seguidas de cerca por Rosalyne y Meredythe con Alyn encabezando la marcha.
-Todavía falta, prima -respondió Alyn girando levemente la cabeza y guiñando un ojo con picardía -a unos metros hay una salida que esta bien escondida y nos lleva directo a la posada.
Después de eso, el grupo continuó en silencio.
Caminaron por varios minutos más, cuando Alyn se detuvo de imprevisto. Habían llegado a una puerta de madera negra, que parecía abandonada por todo el polvo que la cubría.
Sin importarle esto, Alyn abrió la pesada puerta y el grupo salió de la Fortaleza Roja. Una vez afuera todos se relajaron al unísono.
Las calles de la ciudad estaban casi desiertas, pocas personas transitaban y sólo había guardias patrullando con sus distintivas capas doradas.
Alyn las guió por las callejuelas de la ciudad llendo por las calles más oscuras. Cuando un capa dorada intentó detenerlos, Alyn sacó una pequeña bolsa de su bolsillo y se la lanzó. El guardia la tomó, inclinó la cabeza y siguió su camino como si no los hubiera visto.
Helenna observó el intercambio con ojos críticos e intentó ignorar la molestia que le causó el guardia que tan fácilmente fue sobornado. El alivio de salir de la Fortaleza sin haber sido descubiertos desapareció, y volvió a sentir como la inquietud la invadía.
-¿Estás segura de que Alyn sabe por donde ir?
Helenna miró desconfiada a un grupo de hombres que las observaban con interés desde las puertas de un burdel.
-No seas paranoica, hermana, nadie sabe quiénes somos y además es nuestra última noche de diversión.
Helenna no dijo nada más pero mantuvo un ojo vigilando a su alrededor.
Unos minutos después de caminar por las calles intrincadas del Lecho de Pulgas, Alyn se detuvo en una posada que llevaba un enorme cartel que decía "La puta virgen". Helenna puso los ojos en blanco.
La posada era grande, bien iluminada y calurosa. Había mucha gente, algunos ya estaban borrachos, otros parecían absortos en sus juegos de apuestas y unos pocos parecían jugar pulseadas, estos últimos eran los más escandalosos. En el ambiente se respiraba un aire de sudor, alcohol y perfume. Mirando mejor, Helenna reconoció algunas prostitutas, ellas tenían los pechos apenas cubiertos y unas sonrisas radiantes.
Margaery tomó su mano y la jaló para unas de las mesas vacías al fondo de la posada. Cuando los cinco estuvieron sentados, Alyn llamó a una mesera y pidió cinco de sus mejores cervezas.
-¿Qué les parece el lugar, mis señoras? -les preguntó Alyn con una enorme sonrisa, tenía las mejillas coloradas y sus ojos vagaban de un lado a otro. Su atención quedó rápidamente en los pechos de una mujer pelinegra con un vestido rojo, ajustado e increíblemente escotado.
-No tiene nada de impresionante -dijo Rosalyne mirando a un grupo de hombres que hacían concursos de bebidas, uno ya se había desmayado.
-Mi señora -le respondió Alyn girandose para mirarla con una sonrisa ladeada -La noche recién empieza.
En ese momento llegaron las cervezas y Alyn se bebió la suya de golpe. Luego se levantó, se sacudió la ropa y dijo -Nos vemos en unas horas, en esta mesa, yo debo ocuparme de un asunto.
Y dicho eso, se dio la vuelta y se fue en dirección de la prostituta pelinegra del vestido rojo.
-Bien -dijo Margaery alegremente. Agarró una cerveza y la levantó -propongo un brindis.
Las chicas agarraron sus cervezas y las levantaron.
-Brindo por esta noche, por el Gran Baile y por mi próxima boda con el rey Aegon.
Las muchachas brindaron y bebieron.
Helenna se atragantó y estuvo apunto de escupir la bebida. Meredythe hizo un gesto de asco aunque Rosalyne parecía a gusto.
Margaery pidió otra ronda, luego otra y a medida que transcurría la noche, las cervezas iban y venían, las jóvenes estaban inmersas en sus charlas y risas.
La primera en quedarse dormida fue Meredythe. Un segundo estaba riendo y al otro su cabeza había golpeado la mesa. Cuando soltó un ronquido, las chicas estallaron en carcajadas.
Con la mente nublada por el alcohol, Helenna se sentía mejor que nunca. Tenía ganas de reír, bailar y todo parecía mejor. Sus miedos a casarse, el rencor que sentía por su abuela y la decepción por Sebastián Risley; ahora no parecían tan graves, no cuando Margaery estaba a su lado riéndose de su chiste. En ese momento, Helenna creyó firmemente que la vida no era tan mala.
En algún momento de la noche, un joven rubio y de ojos claros se había acercado a la mesa. El chico tenía ropa elegante y costosa, y portaba un león rugiente en el pecho. Un Lannister, pensó Helenna, o alguien cercano a ellos.
El chico pidió bailar a Rosalyne y ella aceptó ansiosa. Unos minutos después, la pareja se besaba con fervor en una esquina.
Una hora después, Helenna sintió que el alcohol se le subía a la cabeza, una horrible ganas de vomitar la invadió y salió corriendo de la posada. Apenas llegó afuera, lanzó todo lo que tenía su estómago. Una mano le apartó el cabello de la cara y le acarició la espalda.
-Vamos, Lenna, ya es hora de volver.
La voz era de Margaery. Helenna miró a su hermana mayor, estaba borrosa pero podía distinguir su preocupación.
-Si creo que es suficiente para mí -dijo ella, sentía la garganta seca, la voz rasposa y todo daba vueltas. Un segundo después recordó -Rosalyne, Alyn, Meredythe, tenemos que volver por ellos...
Hizo amago de volver a entrar pero Margaery la detuvo del brazo y comenzó a arrastrarla lejos.
-Alyn esta entretenido con su puta, Rosalyne desapareció con el chico rubio en una de las habitaciones y a Meredythe la dejé durmiendo en una habitación que alquilé para ella, por la mañana le diré a Loras que venga a buscarla.
Helenna escuchó en silencio y asintió despacio, luego se arrepintió y dejó de mover la cabeza.
-Creo que no volveré a beber en mi vida -dijo Helenna, mientras Margaery le daba agua y le pasaba su capa marrón.
-Todos decimos eso pero siempre volvemos a beber, hermanita.
Margaery le tomó la mano y la jaló para que volviera a caminar.
No sabría decir cuantos minutos estuvieron caminando, pero a medida que pasaban las intrincadas calles, su cabeza comenzó a aclararse. Todavía sentía unas horribles ganas de vomitar y deseaba más que nada en el mundo dormir mil años.
Cuando su cabeza se despejó, Helenna miró a su alrededor. La calle estaba oscura, las casas con los postigos cerrados y no se veía ningún guardia, las pocas personas que había eran prostitutas, pescadores que volvían de los puertos o mendigos durmiendo en la calle.
Helenna no pudo evitar ponerse alerta, no sabía donde estaban, eran dos mujeres solas en el medio de la noche con una bolsa de monedas.
-Margaery -susurró Helenna, aunque habló en voz baja se sintió como si lo hubiera gritado. El silencio de las calles del Lecho de Pulgas era asfixiante. -¿sabes por donde estamos yendo?
-Si, por supuesto -respondió ella, tenía un tono tranquilo pero Helenna podía notar sus palmas sudadas y como sus ojos miraban ansiosos para todos lados -recuerdo el camino que Alyn tomó para ir a la posada, sólo tenemos que desandar el camino hasta llegar a la Fortaleza Roja.
Las dos sabían que no era un buen plan pero ninguna dijo nada.
Helenna apretó la mano de Margaery en un gesto reconfortante.
-Vaya, vaya, vaya.
Las hermanas Tyrell frenaron en seco. Había un hombre parado al final de la calle.
-¿Pensaron que podrían pasar desapercibidas, niñas?
Un grupo de diez hombres rodeó a las muchachas en todas las direcciones, las pocas personas que había en la calle se apresuraron a entrar en sus viviendas o corrieron en diferentes direcciones. Nadie miró ni una sola vez a las hermanas.
-Apestan a riqueza y estoy seguro de que si las hago sangrar, sangrarían oro para mí. -los ojos negros del hombre brillaron de maldad y hambre cuando recorrieron el cuerpo de las hermanas. -¿qué dicen, muchachos, quién será el primero en probar el sabor de las damas?
Un hombre gordo y cuarentón, con el cabello marrón enmarañado y con vetas de canas se acercó despacio. Los ojos del hombre brillaron cuando se posaron en los pechos de Margaery, se pasó la lengua por los labios y extendió la mano derecha para agarrar el brazo de la muchacha.
Apenas el hombre tocó a Margaery, está intentó soltarse pero el hombre era más fuerte que ella. Helenna comenzó a entrar en pánico, su hermana la miró con ojos abiertos por el miedo y su agarre se volvió doloroso. Helenna no lo pensó, ni si quiera recuerda como lo hizo pero un segundo miraba los ojos de su hermana y al otro segundo había sacado su daga guardada en su manga, y con un rápido movimiento empujó a Margaery y clavó la daga en el pecho del hombre.
Helenna nunca olvidaría la mirada en los ojos del hombre mientras este se daba cuenta de lo que había pasado. La daga de Helenna sobresalía de su pecho y la sangre corría a borbotones hasta al piso.
Sus ojos oscuros se encontraron con la mirada aterrada de Helenna.
-Tú...maldita zorra...
El hombre se desplomó medio segundo después.
Un silencio espeluznante se hizo en la calle. Margaery sujetaba con fuerza su brazo izquierdo, mirando horrorizada el cuerpo.
Helenna sintió una extraña calma. Sus sentidos estaban paralizados y sus pensamientos eran un lío de horror, miedo y sorpresa.
-Vaya, vaya, vaya -la voz gruesa del líder retumbo por la calle. Las hermanas Tyrell saltaron de la sorpresa. -¿Quien hubiera pensado que la bella doncella tendría el valor de asesinar a Jonathan?
-Se llamaba Dave, jefe.
-¿Si? No importa, la doncella de noble cuna derribó a uno de mis muchachos...¿Cuál será su castigo? ¿Alguna idea?
-Cortele los dedos, jefe.
-No no, mejor quemele los ojos...
-¿Qué eres, un demente? ¿Cómo vamos a quemarle los ojos? Mejor cortemosle una oreja y enviemosla a quién quiera que sea su padre.
Margaery y Helenna escuchaban horrorizada la conversación. La menor de los Tyrell comenzó a buscar una salida, había demasiados hombres y ellas no podrían con todos. La única arma que Helenna sabía usar era el arco con flechas pero no tenía ninguno a mano; aunque tampoco funcionaría en ese momento.
No sé le ocurría ningún plan de escape y Margaery había comenzado a llorar en silencio mientras apretaba fuertemente su brazo.
Helenna se negaba a aceptar sus muertes. Tenía que haber una salida y ella no dejaría de pelear hasta encontrarla. Podía intentar robar una daga de alguno de los mendigos y con eso defenderse.
-Muchachos -el líder se había acercado lentamente, unos pocos metros lo separaban de las hermanas. Helenna lo miró desafiante -hemos vivido todo la vida entre mierda y basura mientras estás niñas crecían rodeadas de lujos y comodidades. Yo digo que es hora de paguen el precio.
Los hombres exclamaron su acuerdo y comenzaron aproximarse.
-Margaery.
Su hermana temblaba del miedo y sus ojos marrones miraban frenéticos a todos lados.
-Cuando te diga que corras, corres lejos y no pararás por nada del mundo hasta que encuentres un guardia.
Un poco de lucidez apareció en sus ojos.
-¿Y tú? No te dejare sola con ellos...
-¡Margaery escúchame! Si queremos sobrevivir debemos luchar y yo se defenderme -esa parte era mentira, apenas y Helenna sabía empuñar una espada. -yo los distraigo y tú aprovechas para buscar ayuda.
Margaery la miró dudosa, a pesar de su miedo no quería dejar a su hermana menor sola.
-Estaré bien, Margaery, puedo hacerlo.
Los hombres estaban cada vez más cerca, algunos gritaban sugerencias sobre lo que les harían, otros se reían y agitaban sus dagas. El líder contemplaba la situación recargado contra la pared.
Un hombre de baja estatura con la ropa sucia y con manchas oscuras en el rostro estaba a pocos pasos de Helenna. La muchacha dejó que se acercara y cuando lo tuvo al alcance, le dió una patada en sus bajos y cuando cayó al suelo del dolor, se apresuró a tomar su daga.
Empuñando la daga, Helenna se colocó delante de su hermana. Los hombres se detuvieron y la miraron sorprendidos. Luego comenzaron a reírse.
-La perra tiene garras, muchachos -exclamó el líder -tengan cuidado de no terminar como Jonathan.
Los hombres rieron y volvieron a aproximarse.
-Margaery cuando te diga vas a correr lejos.
Su hermana asintió y Helenna suspiró aliviada.
Otro hombre se acercó demasiado a Margaery y Helenna empujó a su hermana atrás mientras se inclinaba y le daba una patada en el pecho al hombre. Éste cayó al suelo y Helenna gritó "Ahora". Sin mirar supo que su hermana se había ido corriendo.
Durante unos segundos el grupo miró sorprendido, luego el líder gritó que siguieran a Margaery. Tres hombres corrieron en la dirección en la que había salido la chica.
-Eso fue valiente por tu parte, muchacha -comenzó a decir el líder mientras se aproximaba a dónde estaba Helenna con la daga apretada fuertemente en sus manos. -Jamás pensé que las personas de tu clase serían capaces de un acto tan noble.
-No somos todos iguales -la adrenalina la había vuelto osada, además necesitaba ganar todo el tiempo que pudiera hasta que Margaery llegara con ayuda. -no todos los nobles son malas personas ni todos los plebeyos son buenas personas. Tu linaje no define si eres bueno o malo, si no tus actos.
La mirada del líder cambió, mientras antes había odio y lujuria, ahora sus ojos brillaban de curiosidad.
-Hermosas palabras para una mocosa que creció en una cuna de oro. No sabes lo que es tener hambre, no sabes lo que es ver a tus hijos llorar porque tienen la panza vacía; no sabes lo que es ver a tus amigos morir en las guerras que los grandes señores provocaron. No tienes ni una puta idea de lo que se siente el miedo, el dolor y la desesperación; no sabes porque nunca lo has vivido, muchacha.
-No -respondió Helenna -jamás he pasado hambre ni frío pero eso no significa que no sepa que es el dolor. Nuestras vidas no son iguales pero somos parte de un mismo reino, todos podemos trabajar juntos por un mundo mejor.
Las risas estallaron en la calle. Los hombres temblaban de la risa, algunos se sujetaban la panza, otros se limpiaban lágrimas mientras todos reían. Menos el líder, él miraba fijamente a Helenna. Si antes ella podía decifrar sus expresiones, ahora eran ilegibles.
El miedo volvió a invadirla.
-Lindas palabras, muchacha, hermosas palabras para alguien que vive en una fortaleza, tiene todas sus comidas al día y que su único propósito en la vida es parir lindos bebés.
La risa había terminado y Helenna presintió que la pesadilla todavía no había acabado.
-Me agradas, muchacha -el líder se cruzó de brazos y una pequeña sonrisa adornó sus labios -solo por eso dejaré que mis muchachos te den una muerte rápida y sin dolor. Espero que contemples tu mundo perfecto desde el más allá.
Los hombres volvieron acercarse. Helenna empuñó su daga lista para lo que sea. Era vida o muerte y ella no pensaba caer sin pelear.
Dos hombres de acercaron por su izquierda, Helenna acuchilló a uno en la pierna y al otro lo pateo en sus partes íntimas.
Al segundo volvió a ponerse en guardia pero antes de poder girarse, un hombre se había acercado demasiado desde atrás. La sujetó del pelo y Helenna intentó apuñalarlo pero el hombre le dobló el brazo. La chica gritó del dolor e intentó soltarse con todas sus fuerzas.
-Deja de pelear, muchacha, esto será rápido.
El líder se acercó despacio y cuando estuvo frente a ella, tomó su rostro con su mano izquierda. Sus ojos oscuros recorrieron sus facciones.
-Es una lastima.
Alzó la daga y Helenna cerró los ojos.
Un jadeo sorprendido salió del líder.
Helenna abrió los ojos.
Frente a ella, el líder miraba sorprendido su pecho. Una espada lo había atravesado y sangre se derramaba de la herida.
Helenna miró sorprendida.
El grupo había quedado en silencio.
Un segundo después, el líder cayó de rodillas frente a Helenna.
Detrás del líder había un hombre. Tenía ropa negra y una capucha larga ocultaba su rostro.
-Si no quieren correr la suerte de este hombre les sugiero que corran a esconderse.
El grupo y Helenna miraron sorprendidos al extraño. Éste se inclinó y arrancó la larga espada del pecho del líder. Estaba empapada de sangre.
El ambiente estaba cargado de tensión.
El extraño parecía tranquilo mientras limpiaba la espada en un trapo que había sacado de su abrigo.
Un segundo después, el grupo de maleantes atacó al unísono.
El extraño se enfrentó a tres a la vez y con tres rápidas estocadas los derribó.
Dos hombres atacaron por su izquierda, el extraño giró lentamente. Derribó a uno de una patada y al otro le cortó la cabeza.
Otro hombre demasiado valiente o demasiado estúpido intentó tomarlo por sorpresa. Rápidamente fue derribado de una estocada.
Los últimos tres que quedaban rodearon al extraño. Ellos parecían más inteligente que sus compañeros.
Helenna no sabría decir en qué estado se encontraba el extraño. Su capucha no se había movido en toda la pelea. A pesar de esto, la chica creía que su extraño salvador estaba tranquilo; tenía los hombros relajados y giraba lentamente la espada en su mano derecha.
-¿Todavía quieren enfrentarme?
Aunque su rostro estaba perfectamente oculto, su voz no. El extraño tenía una voz profunda y agradable. Por su tono parecía estar aburrido.
Los hombres empuñaron sus armas. El extraño suspiró.
Dos hombres se acercaron de diferentes lados. Ellos parecían pelear mejor ya que entre ambos lograron hacer frente al extraño.
A pesar de la situación, Helenna observó maravillada al extraño. Nunca había visto a un hombre pelear así, era mortífero pero elegante. Hacía de la batalla algo fácil y sus movimientos parecían pasos de baile.
Rápidamente derribó a los hombres.
Un segundo después se giró a verla. Otro segundo después un brazo rodeó su pecho con una daga apoyada en su garganta.
Helenna quedó sorprendida y horrorizada.
El extraño permaneció de pie frente a ambos con la espada apuntando al suelo.
El hombre que la sujetaba respiraba rápidamente, su aliento rancio le dieron náuseas.
-Suelta la espada o le corto el cuello.
Durante unos segundos, Helenna temió que el extraño intentará seguir peleando o peor, la abandonara a su suerte.
El sonido de la espada golpeando el suelo la sobresaltó. El extraño levantó sus manos desarmadas.
-Bien -dijo el hombre que sujetaba a Helenna. La chica podía sentir su sonrisa victoriosa - si no quieres que abra el hermoso cuello de la perra entonces patea tu espada lejos de ti.
El extraño pateó la espada y Helenna sintió que el hombre se relajaba tras ella.
-Perfecto -su captor estaba aliviado y tenía la guardia baja.
Mientras eso sucedía, Helenna recordó un movimiento defensivo que Loras le había enseñado hace tiempo. Como la violencia nunca había sido su fuerte, se había dado por vencida antes de que su hermano terminará con la lección.
Pero si quería sobrevivir, debía intentarlo.
-Si las hubiéramos matado cuando el jefe nos dijo, él y mis compañeros estarían vivos, pero gracias a ti, pequeña zorra, no volveré a verlos.
-Es una lastima. -le respondió Helenna.
El hombre se enfureció y apretó su agarre, la daga se hundió suavemente en su cuello. El extraño dió un paso adelante.
-¡Alto! -exclamó su captor -le cortaré el cuello si vuelves a moverte... hoy no será el día de mi muerte...
Helenna aprovecho su distracción. Poniendo toda la fuerza en el golpe, lanzó su cabeza atrás y golpeó al hombre en la frente. Éste se tambaleó para atrás, ella aprovecho y se soltó de su fuerte agarre.
Unos segundos después, el extraño apareció a su lado. Con un suave empujón la apartó detrás de él y con la espada en mano, apuñaló al hombre en el corazón.
La calle permaneció en silencio durante unos minutos.
Helenna se quedó mirando el cadáver del hombre. La conmoción, el terror y la desesperación la abrumaron por un momento. El mundo se tambaleó.
Un agarre firme en su brazo impidió que cayera al suelo.
-Respira -ordenó una voz. -estás teniendo un ataque de pánico.
Era fácil decirlo. Helenna de verdad que intentó respirar, pero cuando cerró los ojos lo único que vió fue sangre. Sangre en el piso, sangre en las paredes, sangre en sus manos.
El mundo de Helenna siguió girando y cuando comenzó a oscurece, escuchó una voz profunda que maldecia.
Luego no hubo nada.
AVAVAVAVA
Lo primero que Helenna sintió fue el fuerte olor a pescado. No era el delicioso olor del pescado que preparaban en la cena, era un fuerte olor a pescado podrido.
Los ojos de Helenna se abrieron rápidamente. Un techo de madera con vigas desgastadas fue lo primero que vió. En el fondo de su mente algo la apremiaba a despabilarse.
Intentó acordarse, había estado con Garlan y Leonette a la tarde, luego había estado con Margaery.
Comenzó a recordar, estaba en Desembarco del Rey y había salido con su hermana y un grupo de amigos a una posada. Luego los recuerdos fueron llegando uno tras otro.
Margaery. Cervezas. Borrachos. Hombres con la ropa sucia. Ojos oscuros llenos de odio. Una daga. Una espada. Un hombre extraño con capucha. Sangre.
La respiración de Helenna comenzó a acelerarse. Recordaba perfectamente cuando apuñaló a esos hombres. Recordaba el odio en los ojos del líder y sus risas. Recordaba a su extraño salvador.
Se sentó abruptamente y un fuerte mareo la asaltó.
-Tomalo con calma, querida.
Una dulce voz de mujer la sorprendió. Al lado de su cama se encontraba una señora de mediana edad. Era bonita con el cabello de un rubio oscuro y los ojos de un sorprendente azul. Una pequeña sonrisa adornaba sus labios carnosos.
-Soy Lilianna -dijo la mujer. En las manos tenía un vaso que se lo extendió lentamente -es agua, querida, bebela.
Helenna la miró con desconfianza. En lugar de agarrar el vaso, sus ojos negros observaron a su alrededor.
Estaba en una pequeña habitación, las paredes eran de madera, la puerta también. Ella estaba sentada en una cama con sábanas limpias cubriéndola.
-No tienes nada que temer, querida, estás a salvo.
Helenna volvió su mirada a la mujer, Lilianna. Está volvió a extender el vaso y Helenna lo tomó con cautela. Olió su contenido y cuando confirmó que era agua, la bebió. No sé había dado cuenta de la sed que tenía hasta que bebió el primer trago.
-Despacio, querida, vas ahogarte.
Bebió un poco más despacio y cuando terminó el agua volvió a extender el vaso a Lilianna.
-Gracias.
La mujer le sonrió y tomó el vaso.
-¿Donde estoy? -preguntó apresuradamente Helenna. Necesitaba encontrar a Margaery y volver con su familia. Se juro a si misma nunca volver a cometer una estupidez así.
-Estás en mi casa, querida, Griff te trajo hace dos horas.
-¿Griff?
-Si, el muchacho con capucha negra.
Los recuerdos del extraño con capucha negra y larga la asaltaron de repente. Recordaba al extraño tanto como recordaba al líder, y al primer hombre que ella asesinó. Intentó no pensar mucho en eso.
-Debo volver -apartó las sábanas e intentó levantarse. Una horrible sensación de mareo la inundó y por poco volvió a desplomarse.
-Tranquila.
La mujer la tomo del brazo y volvió a sentarla en la cama.
-Todavía estás mareada, querida, debes tomartelo con calma.
-No puedo debo buscar a mi hermana...
Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió bruscamente. Un hombre se detuvo cuando miró hacía donde Helenna permanecía sentada con Lilianna sujetando su brazo.
-Ah Griff, por fin apareciste.
Lilianna sonó aliviada pero Helenna no le prestaba atención. Sus ojos estaban enfocados en el hombre que permanecía apoyado en el umbral de la puerta.
Su extraño salvador se veía diferente sin la ropa negra y la larga capucha cubriéndole el rostro.
Cuando el hombre se acercó hasta donde las mujeres estaban, Helenna se dió cuenta de que el extraño no era un hombre, sino que era un muchacho. Unos años un poco mayor que ella, pero al fin y al cabo era más joven de lo que ella había creído.
Cuando estuvo a pocos pasos de ella, arrastró una silla que estaba cerca de su cama y sentó junto a ellas.
- Lilianna, Josua preguntó por ti.
La mujer soltó el brazo de Helenna y se apresuró a dejar la habitación cerrando la puerta detrás suyo.
El silencio reinó durante unos cuantos segundos, y mientras, Helenna observó el rostro de su salvador.
Era joven, como ya se había dado cuenta. Era alto, un poco musculoso con hombros anchos y brazos fuertes. A pesar de que no tenía capucha, aún no podía distinguir bien sus rasgos.
Llevaba una boina que le ocultaba el cabello pero Helenna podía asegurar que tenía el cabello claro. La oscuridad de la habitación alumbrada por una vela no era suficiente para distinguir sus rasgos, pero estaba segura que tenía ojos claros, pómulos marcados y unos labios finos.
-¿Como te llamas?
La voz del chico frente a ella era la misma del extraño que la había salvado. Profunda y agradable. Esto confirmaba que eran la misma persona.
-¿Porque me salvaste? -preguntó Helenna en su lugar, no quería dar su identidad a cualquier persona. Podía haberla salvado pero eso no significaba que no intentaría sacar provecho de la situación.
El joven, Griff lo había llamado Lilianna, la observó unos segundos en silencio. Los ojos claros del chico comenzaron a ponerla nerviosa. Tenía una mirada intensa.
-Pasaba por la zona cuando escuché la pelea.
Estaba mintiendo. Helenna estaba segura de eso. Y él lo sabía. ¿Pero porque mentía?
-¿Como te llamas? -volvió a preguntar Griff. Apoyó una pierna en su rodilla y se cruzó de brazos. La incomodidad volvió a invadir a Helenna.
-Lenna -respondió ella, no era del todo una mentira, su apodo era así.
Griff asintió. Helenna tenía la impresión de que él sabía que ocultaba algo.
-Eres una Tyrell.
Helenna quedó inmóvil por unos eternos segundos. Sus ojos negros se abrieron de horror y una sensación de pánico la invadió.
-Tranquila, no voy hacerte daño. -Griff extendió las manos con las palmas arriba para que viera que no llevaba ningún arma.
Helenna lo miró desconfiada. Griff le sonrió.
-Seguro que te preguntarás como lo sé. -ella no respondió. -bueno, es entendible tu desconfianza pero te prometo que no te haré daño.
Griff tenía una voz atrayente, sabía que decir y como usar su voz. Este joven no era alguien común. Solo su habilidad con la espada lo confirmaba.
-Eres una Tyrell, Lenna -la chica volvió a pegar un salto del susto. Oír su apodo salir de los labios de él fue extraño. Aunque no de una mala manera. -llevas un collar con el emblema de la rosa Tyrell.
La mano derecha de Helenna automáticamente sujetó su collar. Era verdad, ella siempre llevaba puesto el collar que su señor padre le había regalado en su décimo día del nombre. El collar era una rosa hecha de oro puro colgada de una fina cadena. Normalmente escondía el collar entre sus ropas pero Griff debió haberlo visto en algún momento.
-Eso no significa que sea una Tyrell -respondió Helenna unos segundos después.
-Tienes razón, podrías ser solo una criada que robó el collar de su señora. O podrías ser la esposa de un Tyrell que lleva el emblema de su esposo. Sea como fuere eres de alta alcurnia y no deberías estar en el Lecho de Pulgas.
Helenna bajo los ojos a sus manos. Alguien había limpiado la sangre.
De pronto recordó algo. O a alguien.
-¡Mi hermana!
Helenna volvió a intentar levantarse pero Griff ya se había puesto de pie. Sus movimientos era ligeros y elegantes. El muchacho la tomó suavemente de los hombros y la sentó.
-Puedes quedarte tranquila, encontré a tu hermana corriendo por las calles.
Helenna lo miró emocionada.
-¿Ella está bien? ¿Está herida? ¿Donde esta? Tengo que ir con ella.
Intentó empujar a Griff pero el chico era sorprendentemente difícil de mover. Éste sujetó suavemente su rostro y lo giró para que lo mirara. Tenía los ojos lilas.
-Tu hermana está bien, Lilianna le dió un tranquilizante y ahora está durmiendo en una de las habitaciones.
Una sensación de paz la invadió y dejó escapar un profundo suspiro. Su hermana está bien. La horrible pesadilla había terminado.
-Gracias.
Helenna intentó plasmar toda la gratitud que sentía en esa sola palabra. Griff asintió. Luego la soltó y retrocedió unos pasos.
-Como todavía es de madrugada nadie notará su ausencia. Pueden volver a la Fortaleza Roja a escondidas.
Helenna asintió y el alivio la inundó. Todo había terminado.
-¿Quieres contarme porque dos jóvenes de alta alcurnia estaban vagando por las calles a altas horas de la noche?
La vergüenza invadió de repente a Helenna. Ojalá pudiera retroceder ese día y obligar a Margaery a quedarse en la Fortaleza Roja.
-Fue una estupidez -comenzó a decir Helenna. Griff escuchaba en silencio -cuando Margaery me dijo que iría a una posada, le dije que era peligroso y cuando ella insistió le dije que iría con ella. Nos acompañaban nuestra damas y un primo que es escudero, así que Margaery dijo que estaríamos a salvo. Fui una tonta por escucharla, debí haberme negado, obligarla a quedarse en la Fortaleza.
Helenna permaneció unos segundos en silencio. La vergüenza volvía a invadirla.
-Cuando llegó la noche fuimos a la posada y durante unas horas todo estuvo bien.
Helenna suspiró y volvió a sentarse en la cama. Griff permaneció de pie con los brazos cruzados.
-Creo que por primera vez en mi vida me sentí libre, libre de ir a donde quisiera, libre de hacer lo que quisiera.
Helenna no sabría decir porque estaba diciendo todas esas cosas, tal vez era el alcohol en su sistema o tal vez el miedo que todavía sentía; sólo sabía que no podía dejar de hablar.
-Esta noche fue una pesadilla y es horrible lo que voy a decir pero esta noche, por primera vez en mi vida, me sentí bien. Nadie me dijo a donde ir, nadie me dijo como reír, nadie miró para ver que hacía o que decía. Y por amor a los dioses nadie pidió mi mano en matrimonio.
Cuando se quedó sin aliento guardó silencio. Su mente era un remolino de emociones y pensamientos.
Griff se arrodilló frente a ella para mirarla a los ojos y Helenna levantó la mirada. La joven se sorprendió por la intensidad con que esos ojos lilas la miraban. Un estremecimiento recorrió su cuerpo.
-Siempre tenemos opciones y nadie es dueño de nuestras vidas. Si tu no quieres que controlen tu vida entonces se libre para tomar tus propias decisiones.
-Es fácil para ti decir eso, eres hombre y nadie te obliga a casarte y a tener hijos.
Griff soltó un bufido y una sonrisa triste adorno sus finos labios. Helenna observó curiosa su expresión y se preguntó el porque de su tristeza.
-Vivimos en un mundo hipócrita en donde la nobleza y la realeza creen tenerlo todo pero les falta su libertad; a diferencia de la gente común quiénes no poseen nada pero son libres de escoger sus propios caminos, amar a quien sea y vivir como quieren.
-¿Y tú quién eres?
-Soy sólo un simple hombre que busca un mundo mejor.
Helenna pensó unos segundos en sus palabras y cuando comprendió lo que significaban, abrió grandes los ojos de la sorpresa.
-¡Estuviste allí! Estuviste escuchando desde el principio ¿Porque no interveniste antes?
-¿Hubiera hecho alguna diferencia? -respondió él con una sonrisa avergonzada -Además tenía curiosidad por tus palabras y estaba listo para intervenir cuando las cosas empeoraran.
Helenna lo fulminó molesta con la mirada. Griff había presenciado su encuentro con los maleantes desde el principio, desde su intercambio de palabras hasta su breve "pelea".
Un momento...
-Si estuviste desde un principio allí ¿Como es que fuiste capaz de encontrar a Margaery? Me dijiste que la habías encontrado corriendo por las calles y eso es imposible si estuviste observando la pelea.
-Eres muy observadora, Lenna. -dijo Griff mientras se levantaba de su posición en cuclillas -y haces demasiadas preguntas para mi propio bien.
Ya de pie le extendió la mano derecha y Helenna, un poco dudosa, tomó su mano ofrecida. Su mano parecía pequeña entre la suya, y los dedos largos con callos de Griff tenían un agarre firme.
-Acompañame, Lenna, supongo que estás ansiosa por ver a tu hermana.
Helenna asintió varias veces y con su mano aún el la de él, siguió a su extraño salvador afuera de la habitación.
El lugar parecía ser una casa grande con pasillos angosto y con varias puertas. La pareja se cruzó con algunos criados que iban y venían sin prestarles atención.
-Aún no has respondido a mi pregunta. -dijo Helenna rompiendo el silencio.
-¿Cuál pregunta? -respondió él haciéndose el desentendido. Helenna puso los ojos en blanco.
-Mi pregunta del porque dijiste que encontraste a Margaery si estabas ocupado espiandome.
Griff soltó una carcajada.
-En primer lugar no te estaba vigilando a ti, eres como un daño colateral.
Helenna le dio un codazo aún con su mano sujetando la de él y lo miró enojada. Griff le sonrió divertido.
-Y en segundo lugar, tu hermana no fue silenciosa mientras buscaba ayuda. Varias personas la vieron correr por el Lecho de Pulgas hasta que se cruzó con unos amigos míos.
-¿Quiénes? -preguntó Helenna. Los pasillos de la casa eran largos, ya habían llegado al segundo piso y aún no se detenían en ninguna puerta.
-Bueno, yo no usaría la palabra "amigos" pero son buenos aliados.
-¡¿Quiénes?!
-Ah ya llegamos -Griff soltó su mano y tocó con los nudillos la puerta. Luego de que una voz femenina les diera permiso para entrar, Griff abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarla pasar primero.
Cuando Helenna entró a la habitación en lo primero que se enfocó fue en su hermana. Margaery estaba acostada en la cama, dormida, con las sábanas cubriendola hasta el nacimiento de los pechos. Helenna rápidamente corrió a su lado y se sentó en la cama, tomó su mano en la suya y se la estrecho con suavidad.
-¿Cuándo va a despertar? -preguntó Helenna a nadie en particular mientras acariciaba suavemente la mano de Margaery.
-En unas horas, querida.
Esa voz femenina la conocía. Girando el rostro, se fijó en la mujer sentada en una silla al otro lado de la cama. En su prisa por comprobar a su hermana no se había dado cuenta de la mujer en la habitación.
-Lilianna.
La mujer le sonrió.
-No te preocupes por tu hermana, querida, en cualquier momento despertará.
El alivio que Helenna sintió la sobrepasó por un momento fueron muchas emociones en un sólo día.
Recordando a cierta persona, Helenna miró a Griff que aguardaba apoyado en la pared con los brazos cruzados.
-¿En dónde estamos? ¿Quién es usted?
Griff sonrió y asintió una vez a Lilianna. La mujer suspiró y dijo: -Ya no estás en el Lecho de Pulgas, querida, estamos del otro lado de la Colina de Rhaenys cerca de la Puerta Vieja.
Helenna pensó un momento recordando el mapa que había visto de Desembarco del Rey.
-Estamos en la zona más rica de la ciudad -dijo Helenna, Lilianna asintió con una sonrisa -¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿y quien es usted, señora?
-Ah es verdad sólo te he dicho mi nombre. -respondió la mujer, luego se puso derecha y adoptó un semblante solemne -Soy lady Lilianna, de la Casa Staunton; hija de lord Reginald Saunton, viuda de lord Jasper Massey, y madre y regente de lord Josua Massey, nuevo señor de Ballarroca.
Helenna inclinó ligeramente la cabeza a modo de saludo y dijo: -Lady Lilianna, gracias por ayudarnos esta noche, le estaré eternamente agradecida.
-Bah -respondió la mujer agitando la mano -cuando Griff llegó a mis puertas contigo en brazos, no pude negarme ayudarlo.
Helenna miró brevemente a Griff y este le sonrió.
-¿Sabe quién rescató a mi hermana, mi señora? -preguntó Helenna.
-Luego de que Griff llegará aquí y te dejará en una de las habitaciones, me informó de lo que había pasado y de inmediato envíe a mis hombres a buscar a tu hermana. Cuando ella llegó estaba en estado de crisis y sólo pude darle vino del sueño para que durmiera hasta que tu pudieras despertar.
Helenna asintió y miró a su hermana. La culpa volvió a invadirla, si no hubieran salido de la Fortaleza Roja esa noche, nada de eso hubiera pasado.
-Querida -dijo lady Lilianna, la mujer tenía una pequeña sonrisa en sus labios -No podemos cambiar lo que ya pasó, lo mejor que podemos hacer es mirar adelante y aprender de nuestros errores.
Helenna le devolvió la sonrisa y sintió una profunda gratitud por la mujer. Luego se giró a ver a Griff, quien había permanecido en silencio desde que entraron a la habitación.
-¿Quién eres tu? -le preguntó Helenna al chico, éste permaneció en silencio. -¿qué hacías anoche en el Lecho de Pulgas? ¿Cómo es que sabes manejar tan bien la espada? ¿Porqué nos ayudaste?
-¿Alguna vez te han dicho que haces demasiadas preguntas? -respondió él en un tono seco. Su buen humor y su sonrisa habían desaparecido, y Helenna se revolvió inquieta bajo aquellos ojos penetrantes. Prefería estar de su lado bueno.
Durante unos segundos se podía sentir la tensión en el aire. Helenna sujetó con fuerza la mano de Margaery y en ningún momento apartó los ojos de los de Griff, se negaba a acobardarse ante aquella mirada. Lady Lilianna carraspeó suavemente y la tensión se cortó. Griff suspiró con cansancio.
-Trabajo en la Fortaleza Roja y conozco a lady Lilianna de hace unos años. Tiene mi total confianza y jamás dude en que nos ofrecería su ayuda.
Helenna no volvió a presionar ya que intuía que eso era lo único que Griff diría.
Un movimiento en la cama arrancó los ojos de Helenna de los de Griff. Margaery estaba despertando.
Cuando los ojos marrones de su hermana se enfocaron en ella, Helenna le sonrió aliviada.
-¡Lenna! -gritó Margaery avalanzandose y abrazándola con fuerzas. -pensé que no volvería a verte y casi muero pensando en todo lo que esos hombres podrían hacerte...¿Estás bien? ¿Te hicieron algo?
Las manos de Margaery comenzaron a recorrer su cuerpo en busca de heridas. Helenna se sonrojó y le apartó las manos con suavidad.
-Margaery -dijo Helenna tomando las manos de ella entre las suyas -estoy bien, estamos bien, todo terminó.
Margaery se largó a llorar y volvió a abrazarla con fuerza, y Helenna le acarició la espalda con suavidad.
-Mis señoras -la voz de lady Lilianna las tomó por sorpresa. Las hermanas Tyrell se separaron y la miraron -si quieren volver a la Fortaleza Roja sin que nadie se entere, este es el momento, son las cuatro de la mañana y por lo tanto todos los nobles estarán dormidos.
Helenna asintió pero Margaery se quedó mirando a la mujer fijamente: -¿Quién eres tú?
-Soy lady Lilianna Massey, querida, es un placer conocerte.
Margaery no devolvió el saludo ni se presentó, en su lugar apartó las sábanas y se puso de pie.
-¿Qué es lo que quieres por tu silencio?
-¡Margaery! No seas maleducada, lady Lilianna nos...
-Lenna -la cortó Margaery -no seas tonta, nadie presta su ayuda sin tener un precio.
Lady Lilianna se puso de pie con elegancia, sus ojos se habían vuelto fríos.
-No necesito nada de ti, niña, puedes guardar tu dinero para sobornar a otra persona.
-Lady Lilianna -dijo Helenna poniéndose de pie al lado de la cama. -Mi hermana no quería faltarle el respeto después de habernos ayudado.
Cuando pareció que Margaery iba a protestar, Helenna se dió la vuelta y la fulminó con la mirada instandola a guardar silencio. Margaery cerró la boca de inmediato.
-Estamos agradecidas por su hospitalidad, lady Lilianna -dijo Helenna mirando a la dama con una sonrisa -pero es hora de que nosotras volvamos a la Fortaleza Roja.
Griff se movió de su lugar en la pared y se acercó a las hermanas.
-Mis señoras, si me siguen las guiare hasta el castillo.
Margaery, quién no había reparado en Griff antes, le dirigió una mirada molesta y dijo:
-¿Quién eres tú?
-Soy un simple sirviente de la Fortaleza Roja, mi señora, y sería un honor guiarlas hasta allí.
Griff le hizo una reverencia elegante y se acomodó mejor la boina.
-Bien, espero contar con tu discreción -le respondió Margaery con un tono altivo y desdeñoso.
Helenna puso los ojos en blanco y caminó hasta donde lady Lilianna seguía de pie junto a la cama.
-Mi señora, ha sido un honor conocerla -Helenna se inclinó en una ligera reverencia y lady Lilianna sonrió con dulzura -espero volver a verla en el Gran Baile.
-Así será, querida, incluso estás invitada a Ballorca cuando gustes.
-Será un honor para mi.
Helenna le sonrió y luego se giró para mirar a Margaery y a Griff. Su hermana tenía una mirada molesta y cansada, y cuando miró a Griff no pudo descifrar su expresión.
-Vamos, Lenna -dijo Margaery, agarró su capa que estaba a los pies de la cama y se la puso -debemos volver a la Fortaleza antes de que alguien se percate de que no estamos en nuestros aposentos.
Helenna asintió rápidamente y comenzó a seguir a Margaery quien ya estaba yendo hacía la puerta de la habitación.
-Esperen -dijo Helenna abruptamente. Margaery se detuvo y Griff la miró con curiosidad. -¿Que pasará con Rosalyne y Meredythe?
-No te preocupes por ellas, querida -dijo lady Lilianna, la mujer se acercó a Helenna y le acarició suavemente el rostro -enviaré a mis hombres a buscarlas y ellas volverán sanas y salvas al castillo.
-Gracias, mi señora.
Las mujeres compartieron una sonrisa y Helenna se reunió al lado Margaery. Su hermana le sonrió y negó con la cabeza exasperada.
-Vamos, Lenna.
La chica asintió. Griff se dió la vuelta y emprendieron el camino de regreso.
AVAVAVAVA
La vuelta fue diferente, pensó Helenna. Luego de todo lo que había pasado esa noche, ella no volvería hacer la misma. Había asesinado a un hombre. De ese acto no había vuelta atrás.
Griff iba por delante de las hermanas caminado tranquilo. Se había vuelto a poner su capa negra con capucha larga y su rostro volvía a estar oculto.
El chico las guió por la ciudad, y como la Colina de Rhaenys estaba del otro lado de la ciudad, el viaje de regreso duro más media hora. Los madrugadores estaban por las calles, los capas doradas patrullaban y la ciudad volvía a cobrar vida. Nadie les prestó atención, gracias a los dioses, y pudieron caminar tranquilos.
Cuando Helenna divisó la Fortaleza Roja en la cima de la Colina Alta de Aegon, supo que la pesadilla había terminado. Jamás volvería a hacer alguna locura semejante y apenas se encontrara con Loras o Garlan les pediría que le enseñarán a defenderse. No quería volver a sentir esa desesperación de anoche.
Los tres ascendieron lentamente por un camino olvidado de la Colina. Griff parecía saber por donde iban.
Cuando el grupo llegó a la puerta que Alyn les había mostrado anoche, Margaery y Helenna respiraron aliviadas.
Griff abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarlas pasar. Una vez adentro, el chico volvió a ponerse a la delantera y las guió por una serie de pasillos vacíos. No se cruzaron ni con sirvientes, ni con guardias y menos con nobles.
Cuando llegaron a un pasillo, Griff se detuvo y se giró para mirarlas.
-Ustedes sigan adelante y doblen a la izquierda en la intersección, allí encontrarán la Bóveda de las Doncellas. Si alguien les pregunta algo pueden decir que salieron a caminar.
Margaery sacó una pequeña bolsa de su capa y se la extendió a Griff.
-Por tu silencio y discreción.
El muchacho sonrió y aceptó la bolsa, luego Margaery pasó por su lado ignorandolo y se fue por el pasillo.
-Gracias por tu ayuda -dijo Helenna a Griff. -si no me hubieras ayudado, estaría muerta.
-De nada, mi señora -respondió él, volvía a tener esa sonrisa secreta apenas oculta por la capucha. -fue un honor salvarle la vida.
-Lenna, apurate. -gritó Margaery a unos metros de distancia.
Helenna hizo una mueca y le devolvió la sonrisa a Griff.
-Espero volver a verte y que por fin respondas todas las preguntas que evadiste.
Griff rió suavemente y se dió la vuelta para irse por otro pasillo.
-Volveremos a vernos, Helenna.
Luego se marchó por el pasillo con la capa revoloteando y un andar despreocupado.
Unos segundos después, Helenna recordó que en ningún momento le había dicho su nombre.
Chapter 8: La corte del rey Aegon VI Targaryen Parte 1
Chapter Text
Una fuerte luz golpeó los ojos de Helenna, la chica soltó un gemido y se cubrió la cabeza con las sábanas.
-Mi señora -una voz femenina se abrió paso por sus sueños -son las ocho de la mañana y su señora madre me ordenó que la despertara.
Helenna refunfuñó y se tapó con más fuerza acurrucandose en su cama. Capaz si ignoraba la voz la dejaría tranquila.
-Lady Alerie me autorizó a tirarle agua fría si no se levantaba, mi señora.
Helenna dejó escapar un fuerte resoplido, apartó las sábanas de su rostro y pestañó varias veces para acostumbrarse a la luz del sol que entraba por la ventana.
A su lado, un cuerpo comenzó agitarse y soltó un quejido.
Su hermana Margaery estaba acostada a su izquierda, vestida con unos de sus camisones favoritos. No podía recordar la última vez que habían dormido juntas.
Durante unos segundos, Helenna permaneció con la vista perdida recordando todo lo había acontecido anoche.
Escabullirse de la Fortaleza Roja, la posada, el grupo de maleantes, Griff y su capa negra, lady Lilianna.
Un suceso tras otro fueron pasando por su mente. El terror que sintió cuando esos hombres las rodearon, la breve alegría que había gozado en la posada y la curiosidad que Griff había representado.
-Oh...lady Margaery no sabía que usted estaba aquí.
Los pensamientos de Helenna se dispersaron y volvió al presente. Junto a las puertas del ropero estaba Lucy, su doncella personal, con un vestido verde en sus brazos.
Lucy era una joven alegre y bonita, con cabello negro, muy corto y lacio, y con unos profundos ojos azules.
Siempre había sido la doncella favorita de Helenna ya que Lucy sabía darle su espacio y de vez en cuando podían compartir bromas, chismes y secretos.
-Es muy temprano, Lenna -se quejó Margaery mientras se tapaba la cabeza. Dos segundos después se podía escuchar su suave ronquido.
Helenna sonrió y se sentó en la cama estirandose con los brazos extendidos hacía arriba.
-Mi señora -susurró Lucy, la joven seguía junto al ropero con el vestido en sus brazos -Lady Alerie solicita su presencia en el salón principal.
-¿Sabes de que se trata, Lucy?
-No, mi señora, pero parecía un asunto importante.
-Bien -dijo Helenna con tono resignado. -¿Qué hora es?
-Las siete de la mañana, mi señora.
Helenna soltó un lamento. Como deseaba volver acostarse y seguir durmiendo. Sólo había dormido tres horas, le dolían todos los músculos del cuerpo y no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido anoche.
-¿Es muy importante, Lucy? -preguntó Helenna esperanzada, tal vez si no era importante su señora madre la dejaría seguir durmiendo.
-Me temo que sí, mi señora -respondió Lucy con una mueca, luego se acercó a la cama y le extendió el vestido -Lady Alerie ordenó que la vistiera rápidamente y luego vaya a presentarse al salón principal.
-¿Dijo algo sobre Margaery?
-Lady Alerie envió a Jenny a los aposentos de lady Margaery a buscarla...
Desde su lado de la cama, Margaery se quejó en voz alta y se sentó. Mientras fulminaba a la pobre Lucy con su peor mirada molesta, la mayor de las hijas de lord Mace se levantó y salió de la habitación.
Helenna y Lucy se quedaron mirando sorprendidas la puerta. Al parecer Margaery no estaba tan dormida como habían creído.
-Lady Helenna debo ayudarla a prepararse para hoy.
La joven Tyrell asintió, apartó las sábanas y se levantó de la cama. Lucy le hizo señas para que se dirigiera al baño y Helenna suspiró.
Diez minutos después, Helenna estaba bañada, perfumada y vestida. Su señora madre le había regalado un hermoso vestido verde, con mangas largas y anchas, y con el corpiño con detalles de rosas bordadas hechas de hilo de oro. Su cabello castaño oscuro estaba recogido en un peinado elaborado y complejo.
-Está hermosa, mi señora -declaró Lucy mirando el reflejo de Helenna en el espejo de su pequeño salón.
Helenna debía admitir que Lucy había hecho un trabajo excelente. Sus vestidos normalmente eran simples y sencillos, aunque su señora madre insistía que las telas de sus vestidos fueran las más costosas. "Eres una Tyrell, cariño, eres miembro de una de las casas más poderosas y ricas del reino, por lo que es tu deber mostrar tu estatus y linaje".
-Gracias, Lucy, eres impresionante -le dijo Helenna con una sonrisa -no se que sería de mí sin tu ayuda.
Lucy le regaló una enorme sonrisa y luego hizo un pequeña reverencia.
-Yo estaría viviendo un infierno si no fuera por usted, mi señora.
En ese momento Helenna recordó como Lucy había llegado a su servicio.
Hace tres años, Helenna había estado paseando en la ribera del río Mander junto a Rosalyne, dos septas y una escolta de guardias, cuando el grupo se cruzó con unos bandidos.
Los maleantes se habían refugiado en los bosques luego de haber asaltado a una familia de vendedores ambulantes que se dirigían a una de las aldeas cerca de Altojardín. Como la familia no tenían el oro suficiente que ellos deseaban, los bandidos se habían llevado a la hija menor de la familia como compensación.
Cuando Helenna y su grupo se cruzaron con ellos, los bandidos estaban descansando junto a una fogata con varios animales azandose al fuego. Lucy, de doce años, había estado atada a un árbol llorando y suplicando por volver con su familia.
Uno de los hombres, había enfurecido por su llanto y estuvo a punto de golpear a Lucy cuando Helenna tensó su arco y le disparó una flecha en la pierna. Luego de eso, todo fue un caos, los guardias Tyrell se enfrentaron a los bandidos y Helenna se encargó de desatar a Lucy del árbol.
Después de volver al castillo, Helenna le suplicó a su señor padre que le permitiera tomar a Lucy como su doncella y éste estuvo de acuerdo. Desde ese día, Lucy se convirtió en su doncella, ayudandola a vestirse, bromeando con ella y haciéndole compañía.
-No olvide su collar, mi señora.
Lucy se acercó a su tocador y tomó el collar con la rosa Tyrell que estaba en el alhajero donde lo había guardado anoche.
Mientras su doncella lo abrochaba en su cuello, Helenna recordó que Griff la había reconocido como una Tyrell por el collar. Y luego de pensar en esto, fue inevitable no recordar a su extraño salvador.
Ese chico con ropa negra y una capucha larga ocultandole el rostro, con una increíble habilidad manejando la espada y un humor sarcástico. Ese chico que la había salvado, a ella y a su hermana, y que además había despertado su curiosidad.
Helenna se preguntó si volvería a verlo, y luego recordó que no sería apropiado; ella era una noble de alta cuna y Griff era un sirviente de la Fortaleza Roja. Lo mejor sería olvidarlo, a él, a su sonrisa y a sus ojos lilas. De todas formas luego del Gran Baile, ella regresaría a Altojardín y probablemente en unos meses su abuela la obligaría a casarse.
Helenna dejó escapar un suspiro y trató de no pensar en cosas complicadas, lo mejor sería resolver las cosas sobre la marcha.
Luego de darle las gracias a Lucy, Helenna abandonó sus aposentos y caminó a paso lento al salón principal en donde su señora madre la esperaba.
Cuando llegó al lugar se dio cuenta de que sus padres, Willas y lady Olenna estaban presentes.
-Ah, cariño, por fin apareciste -la voz de su señor padre vino de uno de los sillones. Lord Mace estaba sentado junto a su esposa, lady Alerie; frente a ellos estaban sentados Willas y lady Olenna. -estás hermosa, hija mía.
-Gracias, padre.
Helenna tomó asiento en un sillón individual a la izquierda de Willas. Unos segundos después, Margaery ingresó al salón y Helenna contuvo el aliento.
Si ella se veía bonita con su vestido verde, Margaery estaba radiante.
La hija mayor de Lord Tyrell llevaba un vestido de terciopelo verde azulado, con un escote pronunciado, mangas largas y los hombros descubiertos. Tenía encaje de oro en patrones a lo largo del corpiño que formaban rosas y espinas; además tenía un collar de esmeraldas que había pertenecido a lady Olenna en su juventud.
-Margaery, mi bella hija, ven a sentarte con nosotros, tenemos algo importante que contarles.
La muchacha asintió y tomó asiento junto a lady Olenna quién le sonrió orgullosa.
-Hace unas horas he recibido una invitación de la reina Elia para que Margaery y Helenna vayan a desayunar con ella en el Salón de Baile de la Reina en el Torreón de Maegor.
Helenna miró sorprendida a su padre y luego miró a Margaery quién tenía su misma expresión.
Una invitación de la mismísima reina madre era algo increíble y no cualquiera recibía tal honor.
-¿A que se debe la invitación? -preguntó Margaery emocionada.
-Lo ignoro, querida, pero según mis espías varias familias recibieron una invitación de la reina Martell. -le respondió lady Olenna, tenía el ceño fruncido y una mirada dura. -la nieta de Tywin Lannister, las hermanas Stark, la hija mayor del señor de Puerto Blanco, una Royce de Piedra de las Runas y algunas dornienses sin importancia, entre otras que desconozco.
-Myrcella Greyjoy es la única que me preocupa -comentó lord Mace mientras se pasaba una mano rechoncha por la barba en un gesto pensativo. -su familia materna, los Lannister son los únicos que están a nuestra altura, tienen riqueza, poder y un linaje impecable.
-Pero no olvides, padre, que lord Tywin no está en buenos términos con la casa real, además de que Myrcella es una Greyjoy por lo tanto es una hija del hierro y una kraken -dijo Willas pasando los dedos por el mango del bastón que Helenna le había regalado.
-Es verdad, querido -le respondió lady Olenna asistiendo con la cabeza -nuestra casa siempre ha sido una fuerte aliada de los Targaryen, lo que significa más chance de que nuestra Margaery se convierta en reina.
-Pero la reina Elia es una Martell por nacimiento -habló Helenna por primera vez desde que llegó al salón, todos los rostros se giraron para mirarla fijamente y ella se revolvió incómoda -y todos sabemos que nuestra casa y la Casa Martell han sido enemigos desde hace siglos.
-Es verdad -dijo lady Olenna mirándola como si la estuviera evaluando. Helenna esperaba que no estuviera pensando en casarla con algún dorniense -Pero el rey sabrá aprovechar una poderosa alianza con la Casa Tyrell y también verá en nuestra Margaery el perfecto modelo que una reina debe poseer.
Helenna observó la reacción de su hermana con curiosidad. Ella parecía estar tranquila e incluso feliz, tenía una sonrisa en sus labios y sus ojos marrones brillaban emocionados.
-Bien, bien -dijo lady Alerie poniéndose de pie con elegancia. Tenía puesto un vestido azul oscuro que resaltaba sus ojos. -Dejen sus intrigas para otro momento, es hora de que mis niñas se presenten ante la reina madre.
Margaery se puso de pie y un segundo después lo hizo Helenna con menos elegancia, luego ambas se encaminaron juntas a la salida.
-No me fallen, niñas. -se escuchó decir a lady Olenna justo antes de que las pesadas puertas se cerraran tras ellas.
AVAVAVAVA
Las hermanas escoltadas por cinco guardias Tyrell recorrieron los largos pasillos de la Fortaleza Roja tomadas del brazo.
Margaery hablaba emocionada sobre la invitación de la reina y en ningún momento mencionó lo que había ocurrido anoche. Parecía que esa terrible experiencia nunca había sucedido.
-¿Crees que el rey estará presente? -preguntó Margaery entusiasmada sin dejar de jugar con las esmeraldas que adornaban su esbelto cuello.
-No lo creo -respondió Helenna sin prestar mucha atención, estaba más interesada en los cuadros que decoraban las paredes -según lo que dijo la abuela, la reina envió invitaciones solamente a mujeres.
-Ay, Lenna, como me hubiera gustado que conocieras al rey -dijo Margaery con voz soñadora. Casi de inmediato Helenna olvidó los cuadros y observó fijamente a su hermana, jamás la había oído hablar así de un hombre.
-¿Y como es él? -debía admitir que sentía curiosidad por el rey Aegon.
-Es el hombre más guapo que alguna vez he visto, hermana, tiene una hermosa sonrisa, se viste con ropas lujosas y a la moda, y además lleva la legendaria espada Hermana Oscura que perteneció a la esposa del Aegon el Conquistador...¿y ya te dije sobre esos ojos que tiene? Cuándo me clavó su mirada, juro que sentí que me robaba el aliento.
-¿No estás exagerando un poco, Margaery?
-Por supuesto que no, Lenna, si lo hubieras visto sabrías de lo que hablo.
Ahora que lo pensaba, Helenna todavía no había conocido al rey Aegon. Cuando él se había presentado para darle la bienvenida a su familia, ella había estado paseando por el mercado.
-Si estás tan desesperada por verlo ve al Salón del Trono, se supone que el rey está sentado en Trono de Hierro oficiando audiencias durante el día.
Margaery se animó y asintió varias emocionada. -Iré si me acompañas, Lenna.
-Bien, pero iremos un rato nada más -respondió ella -quiero explorar el castillo y la ciudad.
Su hermana puso los ojos en blanco pero estuvo de acuerdo.
Unos minutos después, las hermanas se detuvieron frente a un puente levadizo, el único acceso posible al Torreón de Maegor.
Cuando llegaron al Salón de Baile de la Reina, o también llamado Sala Menor, Margaery ordenó a los guardias que esperaran afuera y luego entraron.
El Salón de Baile era descomunal, ostentoso y estaba decorado con gran elegancia, con espejos, candelabros y pesadas cortinas rojas.
Según Helenna había leído, arriba del Salón de Baile se encontraban los aposentos de la familia real, varias cocinas, galerías, salones pequeños y una enorme biblioteca con miles de libros y pergaminos antiguos.
En las puertas del Salón fueron recibidas por un heraldo quién anunció sus nombres y linaje, y luego un sirviente con el emblema de un dragón tricefalo cocido en el pecho del jubón las acompañó frente a la reina Elia Martell.
La reina madre era una mujer alta y delgada, con ojos negros, piel olivácea y rasgos exóticos. Llevaba un vestido vaporoso de seda dorada con detalles metálicos en los hombros y un amplio escote. Tenía el cabello recogido en un complejo moño con una delgada corona de oro puro decorado con pequeñas piedras de ámbar y rubíes.
Cuando Helenna y Margaery se acercaron al fondo del Salón, la reina Elia estaba sentada en una silla parecida a un pequeño trono sobre un estrado, rodeada de varias mujeres.
-Alteza -dijo el sirviente con voz sonora mientras realizaba una pronunciada reverencia. -lady Margaery y lady Helenna de la Casa Tyrell.
Las hermanas hicieron una reverencia ante la reina Elia.
La mujer las observó con curiosidad desde su trono, sentada con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en los reposabrazos.
-Lady Margaery, lady Helenna -las saludó la reina con una ligera inclinación de cabeza. -me alegro que aceptarán mi invitación a desayunar.
-Es un honor, alteza. -respondió Margaery con una sonrisa tímida.
Helenna observó a las mujeres que rodeaban a la reina, la mayoría tenían la misma piel olivacea que la reina por lo que debían ser dornienses. Otras en cambio tenían el cabello rubio y tez blanca, otras el cabello tan negro como alas de cuervos; pero todas coincidían en sus lujosos vestidos de sedas, joyas y bastante exhibiciones ostentosas de riqueza.
-Ashara, querida, acompaña a lady Margaery y a lady Helenna a tomar asiento en nuestra mesa.
Una mujer sentada a los pies de la reina se levantó con una elegancia y fluidez que dejó asombrada a Helenna.
La mujer, Ashara, era alta, de tez clara y con un largo y ondulado cabello oscuro, también tenía unos hermosos ojos color violeta. Cuando la mujer se acercó a ellas, Helenna se dió cuenta de la belleza que desprendía la mujer.
-Mis señoras -les dijo Ashara cuando se detuvo frente a ellas. Llevaba puesto un vestido largo de seda púrpura que hacía juego con sus ojos y dejaba sus blancos hombros descubiertos. -por favor, acompañenme a la mesa.
Las tres mujeres se dirigieron a una larga mesa ubicada en el centro del Salón de Baile de la Reina. Había más de cincuenta sillas de respaldo alto y bellamente ornamentadas con pan de oro. En la mesa ya estaban sentadas varias jóvenes tomando té y comiendo masas finas mientras charlaban y reían entre ellas.
Ashara les señaló dos sillas ubicadas cerca de la cabecera de la mesa.
-Mis señoras, la reina Elia se sentará en la mesa cuando todas sus invitadas estén presentes, hasta entonces pueden ir desayunando.
La bella mujer hizo una pequeña reverencia y luego se fue a ocupar su lugar a los pies de la reina madre.
Dos sirvientes corrieron dos sillas para ellas y apenas estuvieron sentadas, Helenna se sirvió té y comenzó a desayunar.
-¿Reconoces a alguna, Lenna? -preguntó Margaery mientras un sirviente le servía té caliente y ella observaba a las jóvenes sentadas en la larga mesa.
Helenna negó con la cabeza ya que tenía la boca llena de masas finas. No recordaba la última vez que había comido algo.
-No reconozco a ninguna del Dominio, aunque si reconozco el emblema del tritón de la Casa Manderly.
Helenna siguió la mirada de Margaery y vió a una chica un poco mayor que ellas, de cabello castaño peinado en varias trenzas y con un vestido de cuero bordado con hilo verde azulado.
-Su nombre es Wynafryd.
Las hermanas miraron al mismo tiempo a la chica sentada frente a ellas.
Era hermosa de una manera delicada, con sus cabellos rubios rizados, unos brillantes ojos esmeraldas y una tez nivea sin mácula alguna. Llevaba puesto un vestido rojo y dorado con un exquisito bordados de leones rampantes en las mangas y la falda, y un gran kraken con los largos tentáculos decorando su escote y hombros. Su dorada cabellera estaba pulcramente peinada en un tocado de trenzas que le caían a ambos lados de un escote modesto.
-Mi nombre es Myrcella Greyjoy -les dijo ella con una sonrisa dulce. -supongo que ustedes son las hijas de lord Mace Tyrell.
Margaery le devolvió la sonrisa pero Helenna observó como sus ojos marrones parecían evaluar a la rubia.
-Así es -respondió Margaery con esa sonrisa que reservaba para sus rivales. Helenna observó el intercambio divertida. -¿Usted es la nieta de lord Tywin Lannister, verdad?
-Si, mi familia y yo llegamos ayer por la mañana. Es la primera vez que visito Desembarco del Rey.
-Nosotras también. -Margaery hizo un gesto a un sirviente para que le sirviera más té -mi familia y yo visitamos Roca Casterly hace unos años pero no recuerdo haberla visto.
-Ah, si, recuerdo que los Tyrell hicieron una breve visita a Roca Casterly -le respondió Myrcella colocándole más azúcar a su té hirviendo -pero yo me encontraba en mi hogar, Pyke, por lo que no pude asistir al torneo.
-Es una lástima no habernos conocido antes, lady Myrcella.
-Lo mismo digo, lady Margaery, aunque podemos pasar tiempo juntas en la corte -dijo Myrcella emocionada - conozco a muy pocas personas aquí por que casi nunca abandono las Islas del Hierro.
-Sería un placer pasar tiempo con usted, lady Myrcella.
Ambas compartieron grandes sonrisas y Helenna observó entretenida mientras tomaba su té.
Siempre le había divertido ver a su hermana relacionarse con otras muchachas de su mismo nivel.
Myrcella Greyjoy representaba un obstáculo en su deseo de ganarse el favor del rey y Margaery no se tomaba bien la competencia.
Mientras Margaery y Myrcella charlaban sobre vestidos, joyas, caballeros y chismes de la corte; Helenna se dedicó a observar a su alrededor.
En el Salón de Baile de la Reina se olía el dulce olor a galletitas recién horneadas, perfume de mujer y el aire fresco que entraba por los grandes ventanales que daban a un jardín gigante.
Se oían las risas de las damas, el tintineo de las cucharas al chocar contra las tazas y los susurros de los pasos de las damas que bailaban al son de la orquesta.
Diez minutos después el heraldo anunció a las últimas invitadas de la reina Elia.
-Lady Sansa y lady Arya de la Casa Stark.
Helenna miró curiosa a la entrada del Salón donde había dos muchachas que eran guiadas al estrado frente a la reina madre.
Luego de ser presentadas, las Stark caminaron a la larga mesa y tomaron asiento. La Stark pelirroja tomó asiento a la izquierda de Helenna y la niña de cabellos oscuros se sentó junto a ella.
-Mis señoras -las saludó Helenna respetuosa y cordial. Siempre le había dado curiosidad el Norte con esos bosques salvajes, montañas nevadas y el eterno invierno; se decía que los norteños eran fuertes, duros, desdeñosos con los sureños y adoraban a los Antiguos Dioses.
-Buenos días -respondió la muchacha pelirroja con voz suave y alegre. Era menor que Helenna y parecía estar emocionada y nerviosa. -Mi nombre es Sansa, hija mayor de lord Eddard Stark y lady Catelyn Tully; y ella es mi hermana menor, Arya.
Las hermanas Stark eran tan diferentes como el día lo es de la noche; mientras una tenía rasgos duros con un rostro ovalado, nariz larga y ojos grises, la otra tenía un rostro en forma de corazón, nariz repingona y ojos azules. Sansa llevaba un vestido rosa pálido con mangas largas y un complicado peinado, en cambio Arya llevaba un vestido simple azul oscuro, de textura dura y con pequeños lobos bordados con hilo blanco en el escote.
Arya parecía hastiada y molesta mientras miraba por los ventanales al jardín. Sansa en cambio parecía estar radiante.
-Es un placer conocerlas, mis señoras -le respondió Helenna con una sonrisa -Mi nombre es Helenna Tyrell, ella es mi hermana Margaery y ella es Myrcella Greyjoy.
Helenna señaló a su hermana y a la rubia quiénes respondieron con una suave inclinación de cabeza.
-El placer es nuestro, mis señoras -dijo Sansa mientras un sirviente le servía su té.
El ruido de una cuchara golpeando una copa llamó su atención. Helenna y las jóvenes se volvieron a ver a la reina Elia, quién estaba de pie en la cabecera de la mesa.
Mirando alrededor, Helenna se dió cuenta de que todas las sillas estaban ocupadas.
-Mis queridas -comenzó a decir la reina madre. Tenía una sonrisa en sus finos labios. -les doy oficialmente la bienvenida a Desembarco del Rey y les estoy muy agradecida de que hayan aceptado mi invitación a desayunar.
Las jóvenes nobles aplaudieron encantadas y algunas soltaron unas risitas.
-Durante las siguientes horas pasaremos el tiempo juntas y espero poder conocerlas mejor antes del Gran Baile. Pueden seguir desayunando, queridas.
Con una última sonrisa, la reina se sentó con elegancia en la cabecera de la larga mesa, de inmediato fue abordada por varios sirvientes.
Sentada a la derecha de la reina Elia había una joven increíblemente hermosa, con rasgos idénticos a los de la reina, con los ojos oscuros y el cabello castaño largo y rizado que le caía hasta la cintura. Llevaba un vestido entallado de terciopelo rojo, acompañado de un intrincado arreglo de cadenas y forrado con encaje myrience en un complicado patrón de dragones y soles.
-Ella es la princesa Rhaenys -le dijo Margaery al oído, mirando también en la misma dirección que Helenna -se dice que es más Martell que Targaryen, y según los rumores la princesa tiene una reputación de conducta licenciosa y se la ha visto en compañía inadecuada para un miembro de la familia real.
-Tiene mucho en común contigo, hermana, capaz se conviertan en mejores amigas.
Margaery le sonrió con inocencia y luego continuó bebiendo su té.
El resto de la mañana transcurrió de la misma forma. Las damas nobles desayunando, charlando y riendo mientras los sirvientes iban y venían con pasteles de miel con moras y frutos secos, tocino ahumado, platos dornienses de cebolla, queso y huevos picados. Los músicos paseando tocando flautas, violines y laudes; y el bufón real de la corte, Lord Panqueques, entreteniendo a las damas con sus bromas y malabares.
Casi al mediodía, cuando todas terminaron de desayunar, la reina Elia las invitó a realizar un paseo por su jardín favorito afuera del Salón de Baile de la Reina.
El grupo de más de cincuenta damas nobles salió al jardín y se dividieron en pequeños grupos, cada uno tomando diferentes direcciones.
Helenna tomó del brazo a Margaery, y esta tomó el de Myrcella. Las tres jóvenes comenzaron a caminar lentamente por el jardín, y mientras su hermana y la Lannister hablaban de distintos temas, Helenna se dedicó a observar maravillada el esplendoroso jardín de la reina Elia.
El jardín era el doble de grande que el de su señora madre en Altojardín. Había centenares de plantas y árboles de todo tipo, manzanos, perales, naranjos, grandes rosales, todos ellos adornados con vistosas flores.
Las hermanas Tyrell y la Greyjoy cruzaron caminado a paso lento por un pequeño puente con un hermoso estanque debajo donde podían verse distintos peces. Las muchachas eran seguidas de lejos por un pequeño séquito de criadas y guardias.
-Mi señora madre cree que esta reunión fue idea de la reina para conocer a las doncellas en edad casadera. -la dulce voz de Myrcella sacó a Helenna de sus pensamientos. -al parecer el Consejo Privado está presionando al rey para que contraiga nupcias y produzca un heredero.
-¿Produzca un heredero? -habló Helenna por primera vez desde que comenzaron el paseo por el jardín. -Lo dicen como si fuera a hornear un pastel.
Margaery sonrió pero sus ojos estaban fijos en Myrcella.
-¿A quién cree que el rey elegirá como su esposa, lady Myrcella?
La rubia soltó un suave suspiro y fijó la mirada en el suelo.
-A diferencia de mi familia, no estoy interesada en convertirme en la nueva reina -respondió la joven -Creo que no podría soportar la presión de tener los ojos del reino y del mundo puestos en mi. Además, en unos años, deseo casarme con un noble señor que me ame y me respete, y un día poder darle muchos hijos.
Myrcella guardó unos segundos de silencio, alrededor los pájaros cantaban y un viento cálido soplaba suavemente.
-Siendo reina lo único que tendría sería un esposo sin tiempo para mí, súbditos envidiosos y traicioneros y la única obligación de lucir bonita junto al Trono de Hierro.
Helenna pensó por un breve momento que Myrcella era demasiado inocente y dulce para ser una Greyjoy y estar emparentada con los infames Lannister, pero a pesar de su apariencia angelical la chica era muy inteligente.
-Concuerdo con usted, lady Myrcella -dijo Margaery con una pequeña sonrisa -pero ser reina es mucho más que sólo ser la esposa de alguien y lucir bonita, la reina es la mujer más poderosa de Poniente.
-Lady Margaery habla como si deseara ser la reina -Myrcella sonrió con dulzura y Margaery se tensó. -me temo que si ese es su deseo, tiene mucha competencia, se dice que la reina Elia tiene como favorita a su sobrina, la princesa Arianne Martell, y aunque yo no deseo ser reina, mi abuelo y mi señora madre lo desean por lo que debo obedecer y ganarme el favor del rey.
Helenna soltó una risita divertida. Margaery había subestimado a la rubia.
Por muy dulce e inocente que pareciera, Myrcella seguía siendo una Greyjoy y una Lannister.
Luego de ese extraño intercambio, las muchachas continuaron su paseo en silencio. El ambiente estaba tenso pero Helenna intentó ignorarlo, el día era demasiado precioso para echarlo a perder.
Varios minutos después, las tres muchachas habían recorrido casi todo el jardín cuando un hombre las abordo en medio del camino.
-Mis señoras.
Helenna observó maravillada al hombre. Y no solo era cualquier hombre, era un Guardia Real.
El Guardia Real contaba con una gran estatura, llevaba una armadura de intrincadas escamas de plata y una enorme espada enfundada en la cintura.
-¿A qué se debe su interrupción, Ser? -preguntó Margaery.
-La reina madre solicita su presencia, mis señoras.
Helenna sintió a su hermana tensarse y estaba segura de que debía estar terriblemente emocionada, pero Margaery sabía ocultar bien sus sentimientos.
-Muéstrenos el camino, Ser -dijo Margaery.
El Guardia Real inclinó ligeramente la cabeza, luego dió media vuelta y encabezó la marcha.
Helenna observó curiosa al Guardia Real. Había leído incontables libros sobre las hazañas de grandes y legendarios Guardias Reales quienes habían luchado y a veces, dado la vida para defender al rey y a su reino.
La muchacha sentía curiosidad de quién era el hombre que se ocultaba tras el yelmo blanco.
Soltándose del brazo de Margaery, Helenna aceleró el paso y comenzó a caminar al lado del Guardia Real.
-¿Cuál es su nombre, Ser?
El Guardia Real disminuyó su paso y sus ojos negros se clavaron en Helenna.
-Mi nombre no es importante, mi señora, pero si es su deseo saberlo, el nombre que me dió mi madre cuando estaba en su pecho fue Lewyn.
Helenna sonrió y volvió su mirada al frente. Podía sentir los ojos del Guardia Real en ella.
Unos minutos después, el grupo llegó a un prado en donde había un estrado frente a una pequeña laguna.
En el estrado habían puesto una mesa con varias sillas y sentadas allí, había varias mujeres, entre ellas la reina Elia, la princesa Rhaenys y lady Ashara.
Ser Lewyn las condujo al estrado subiendo unas pequeñas escaleras ubicadas al costado.
-Majestad -dijo Ser Lewyn mientras realizaba una reverencia -sus invitadas están aquí.
La reina Elia se levantó de su silla, caminó hasta ellos y abrió sus brazos en un gesto de bienvenida.
-Mis bellas damas -dijo la reina con una sonrisa. Las mujeres sentadas en la mesa dejaron sus conversaciones y miraron en su dirección.
La reina Elia abrazó primero a Margaery, quién era la que estaba más cerca, luego a Myrcella y por último a Helenna.
La muchacha permaneció inmóvil en los brazos de la reina madre. No tenía idea de que hacer. ¿Abrazarla? ¿Darle unas palmaditas en la espalda? ¿O directamente quedarse quieta?. Nadie le había dicho nada sobre que hacer si la mujer más poderosa del reino te abrazaba.
La reina tomó la decisión de Helenna cuando la soltó y retrocedió unos pasos para mirar a las tres jóvenes.
-Vengan, mis queridas, tomen asiento con nosotras.
La reina Elia caminó a la mesa y tomó asiento entre la princesa Rhaenys y otra muchacha.
Unos sirvientes trajeron tres sillas y las colocaron cerca de la reina.
Margaery se apresuró a tomar asiento lo más cerca posible de la reina Elia, mientras que Myrcella tomó asiento a su lado con una sonrisa forzada. Helenna se sentó en la silla libre junto a lady Ashara, quién estaba a dos asientos de la reina.
Los sirvientes rápidamente les sirvieron té caliente y luego bajaron del estrado dejando solo a las damas y al Guardia Real; salvo por un par de guardias bajo el estrado y los pocos sirvientes, el prado estaba tranquilo.
-Lady Margaery, lady Myrcella y lady Helenna -las llamó la reina Elia, tenía una voz suave pero firme. El toldo que cubría el estrado oscurecia sus rasgos exóticos. - les presento a mi hija, la princesa Rhaenys y a mi cuñada, la princesa Daenerys.
Helenna ya había conocido a la hija mayor de la reina pero aún no había visto a la princesa Daenerys.
La princesa Daenerys era una Targaryen de la cabeza a los pies. Con ese cabello platinado característico de la familia real, los ojos violetas y esa belleza extravagante; la princesa Daenerys era la joven más hermosa que Helenna hubiera visto.
La princesa llevaba un vestido rojo oscuro, entallado en el torso y suelto de la cintura para abajo con los hombros descubiertos en donde el escote y las mangas tenían textura de escamas.
-Es un placer conocerlas, altezas -dijo Margaery con una suave inclinación de cabeza, Myrcella y Helenna también inclinaron la cabeza en una reverencia.
-Mi hija y mi cuñada están emocionadas por el Gran Baile y la cantidad de visitantes que han llegado a nuestro hogar.
Las damas sonrieron y algunas asintieron.
-No creo que su emoción sea comparable a la nuestra, majestad -dijo Margaery mirando a la reina con timidez, una pequeña sonrisa decoraba sus labios. -cuando nos enteramos sobre el Gran Baile, no puede imaginarse nuestra emoción por conocer la capital, al rey y a su corte.
Helenna casi se ahogó con su té, no recordaba estar tan emocionada por el baile ni por el rey o ni por su corte.
Lady Ashara a su lado le lanzó una breve mirada de curiosidad.
-Es verdad, majestad -respondió Myrcella, sus largos y blancos dedos jugaban con el mango de su taza -es muy emocionante conocer una nueva ciudad, nuevas personas y nuevas costumbres.
-¿Y usted, lady Helenna? -la voz de la princesa Rhaenys la tomó por sorpresa. La hermana mayor del rey plantó sus ojos oscuros en ella, tenía una mirada intensa y profunda. -¿Que opina de la capital?
Helenna se revolvió inquieta. No le gustaba ser el centro de atención y podía sentir la mirada de Margaery en ella.
-Es una ciudad interesante, alteza.
-Excelente elección para describir está ciudad, lady Helenna, aunque yo elegiría usar palabras más descriptivas como asquerosa, ruidosa, infernal.
Las damas soltaron risas acostumbradas al extraño humor de la princesa.
-¿Y cuál es su ciudad favorita, alteza? -pregunto Helenna mientras revolvía su té negro.
-Lanza del Sol, por supuesto, allí siempre es verano, las mujeres son libres de elegir, de hablar, de pensar; no existe la falsa decencia y pomposidad de los nobles. Es un reino libre.
Helenna se imaginó el reino que la princesa Rhaenys describía. Parecía demasiado bueno.
-No tuve la oportunidad de visitar Lanza del Sol, lo más cerca que estuve fue Antigua.
-Maravillosa ciudad Antigua aunque sería mejor si no prohibieran la entrada de mujeres en la Ciudadela. -comento una joven mujer con pecas y cabello castaño claro como la miel.
-Coincido con usted, lady Santagar- le respondió la princesa Rhaenys con una sonrisa cariñosa. -"en este mundo de hombres, las mujeres debemos cerrar filas"
-Esa frase fue dicha por lady Jeyne Arryn durante la Danza de los Dragones.
Helenna se sonrojó cuando todas las mujeres clavaron sus ojos en ella.
-Esta en lo correcto, lady Helenna -dijo la reina Elia mirándola con una extraña expresión -me da pena admitir que pocas jóvenes son conocedoras de nuestra historia.
Helenna se puso más roja si era posible, siempre odio ser el centro de atención y ahora más de una docena de ojos estaban fijos en ella.
-Mi hermana siempre fue una ávida lectora -dijo Margaery rompiendo el silencio. Helenna la miró agradecida- desde niña devoraba grandes cantidades de libros.
La reina Elia soltó una suave risa y miró con cariño a Helenna.
-No sabe lo feliz que me hace, querida, a veces un libro es más peligroso que miles de espadas.
Helenna estuvo de acuerdo con la reina madre.
-Cambiando a otro tema -dijo la reina Elia unos segundos después -espero que todas estén felices por su visita a la capital y el Gran Baile.
Todas las jóvenes dieron gritos emocionados y comenzaron hablar a la misma vez.
-Fue agradable nuestra primera noche en la ciudad, ¿verdad, hermana?
Margaery soltó una risita y Helenna la fulminó con la mirada. Que fácil era para ella olvidar la horrible noche que habían pasado.
-Se dice que van haber muchos señores y caballeros solteros -dijo lady Ashara Dayne cuando la charla disminuyó un poco.
-Excelente oportunidad para encontrar buenos partidos. -comento una mujer con el cabello negro y ojos avellanas. Tenía un niño pequeño sentado en su regazo jugando con una cuchara de plata.
-Concuerdo con usted, lady Ynys, las jóvenes deben aprovechar esta oportunidad para elegir con sabiduría un buen partido. -una señora de mediana edad, rostro ceñudo y mirada intensa.
-Lady Marbrand no asuste a las chicas -respondio la princesa Rhaenys, tenía una sonrisa divertida bailando en sus carnosos labios. -el Gran Baile es una opción para divertirse, no para atarse de por vida.
-Por supuesto, alteza, pero en algún momento todas deben sentar cabeza y dejar atrás su comportamiento licensioso.
La mesa guardo un tenso silencio. La sonrisa de la princesa Rhaenys se volvió forzada y la reina Elia suspiró con cansancio.
Helenna miró confundida a su alrededor, la mayoría de las animadas jóvenes se retorcieron en sus asientos y miraban a cualquier lugar que no fuera la princesa y lady Marbrand.
-¿Recuerdas que te mencioné el comportamiento de la princesa Rhaenys? -le susurro Margaery en el oído, Helenna asintió lentamente -bueno, al parecer en la corte están acostumbrados a su forma de ser pero no todos lo aprueban.
Helenna sintió un poco de lastima por la princesa, durante toda su vida hablarían y criticarían cualquier cosa que hiciera, se bueno o malo.
-Disculpe por no estar de acuerdo con usted, lady Marbrand -respondió la princesa Rhaenys, su sonrisa se había vuelto seca y peligrosa. Helenna recordó que ella tenía sangre dorniense en sus venas. -¿Cuál fue su propósito en la vida? Crecer, desarrollarse, encontar un "buen partido", casarse, tener a sus vástagos y mirar por la ventana como su señor esposo marchaba por sus tierras y usted era dejada atrás con niños que crecieron y que tarde o temprano la abandonarán? ¿O capaz ver cómo sus cuerpo se ensancha, sus tetas se caen y su pelo se vuelve canoso, y apesar de haberle dedicado su vida y sus años a su señor esposo éste prefiera el lecho de una simple campesina?
El silencio se volvió pesado, incluso los niños presentes dejaron sus berrinches y permanecieron en silencio.
La princesa Rhaenys se levantó de su asiento y caminó a paso lento hasta llegar a la silla de lady Marbrand. Cuando la princesa se recargo en su silla, la mujer se puso más tensa si es posible y clavó sus ojos en un punto fijo.
-A diferencia de su triste vida, lady Marbrand, mi vida promiscua, como usted la llama, es feliz y cada día que pasa no puedo estar más satisfecha con ella. Tengo una familia hermosa por la cual daría la vida, amo a los hombres y a las mujeres por igual, puedo ir a dónde quiera sin esperar la aprobación de nadie, aconsejo al rey, tengo alianzas poderosas con la Ciudades Libres, soy la creadora de varias leyes que han favorecido al reino y lo más importante, no tengo a ningún hombre al lado que se crea mejor que yo.
La princesa Rhaenys finalizó su discurso y regresó a su asiento. Nadie movía un pelo, ni siquiera los sirvientes.
-Bien -dijo la reina Elia luego de unos tensos segundos. -no arruinemos está reunión con discusiones sin sentido.
-Concuerdo contigo, madre -la princesa Rhaenys hizo una seña a una criada para que le sirviera más té.
Helenna fue la única que se quedó mirando a la princesa. Estaba maravillada con sus palabras, su discurso y su postura. Nunca había encontrado a otra mujer que compartiera sus pensamientos. Ojalá ella fuera libre de hacer lo que quisiera como la princesa Rhaenys.
La reunión prosiguió una hora más, la charla volvió animarse y los sirvientes cambiaron los platos, uno tras otro. Abajo los guardias custodiaban el estrado y dejaban pasar de vez en cuando a alguna otra dama que llegaba para sumarse a la reunión.
En algún momento de la reunión mientras Helenna charlaba con Myrcella sobre diferentes ciudades de Poniente, un sirviente bien vestido con el dragón tricefalo cocido al pecho se acercó a la reina Elia y le susurró algo al oído.
-Mis señoras -dijo la reina Elia poniéndose de pie, un segundo después inmediatamente todas las damas sentadas en la mesa se pusieron de pie -mi hijo nos extiende su invitación para unirnos a él y a sus acompañantes en una partida de caza, por supuesto si alguna no quiere participar tiene mi permiso para seguir explorando mis jardines.
La reina Elia, seguida de cerca por la princesa Rhaenys y sus damas, bajaron del estrado y caminaron adentrándose al jardín. La princesa Daenerys y varias damas, la mayoría las que cargaban niños, permanecieron en la mesa o volvieron al castillo.
Margaery prácticamente arrastró a Helenna del brazo. Era sabido que su hermana no se perdería la oportunidad de estar cerca del rey. Y muchas pensaron lo mismo, Myrcella y otras que habían estado suspirando por el soberano siguieron a la reina y a su pequeño séquito.
El grupo de damas escoltadas por guardias y sirvientes caminaron a paso lento por los jardines hasta llegar a los límites del conocido Bosque Real, un gran bosque que se encuentra en la orilla sur del Aguasnegras, el cual era la zona de caza privada para el rey.
Un grupo numeroso de veinte hombres y algunas pocas mujeres las esperaban con caballos, perros de caza y algunos halcones.
Helenna agarrada al brazo de Margaery miró con curiosidad al grupo. Reconoció varios blasones, el ciervo Baratheon, el león Lannister, el kraken Greyjoy, la trucha Tully, la torre Hightower, el racimo de uvas Redwyne; casi todas las casas más importante y poderosas del reino estaban presentes en la partida de caza.
El grupo de mujeres llegó al centro en donde estaba el príncipe Viserys rodeado de escuderos y caballeros.
-Mi bella cuñada -saludo el príncipe a la reina Elia con un beso en cada mejilla. La reina madre le sonrió con suavidad y siguió caminando hasta llegar a un joven que estaba de espaldas.
-Lady Helenna, lady Margaery -en el algún momento la princesa Rhaenys se había acercado hasta ellas. -espero que no les importe que permanezca con ustedes, la mayoría de estas personas son un dolor de cabeza.
-Por supuesto que no nos importa, alteza, gracias por honrarnos con su compañía.
La princesa Rhaenys sonrió y se colocó al lado de Helenna.
El grupo de cacería se movilizó para adentrarse al Bosque Real, se entregaron caballos y armas a los hombres. Helenna se moría por poner las manos en un arco y flechas.
-Vengan conmigo, les presentaré a mi querido hermano antes de la cacería.
Las tres jóvenes caminaron hasta el centro del grupo. Margaery apretó el brazo de Helenna emocionada.
La reina Elia charlaba animadamente con un hombre de rostro afilado, con cejas finas, ojos negros y nariz aguileña. Su cabello era de color negro lustroso, con solo unas pocas vetas de plata.
Al lado de ellos, se encontraba un joven comprobando un arco rodeado por cuatro miembros de la Guardia Real.
-Hermano -dijo la princesa Rhaenys alegre. El joven se dió la vuelta y sonrió a la princesa. -te presento a mis acompañantes, lady Margaery y su encantadora hermana, Helenna Tyrell.
Los ojos lilas del rey de los Siete Reinos miraron brevemente a Margaery y un segundo después se clavaron en Helenna.
Hay momentos en tu vida en que el mundo se detiene un momento y después gira tan rápido que no sabes en donde estás ubicado.
Eso mismo aconteció con Helenna.
En el momento en que sus ojos se cruzaron con los de él, el mundo de Helenna se tambaleó y por ese breve instante sintió que solo estaban ellos en el mundo.
De fondo podía distinguir la voz de Margaery y de la princesa Rhaenys, pero en su mente miles de pensamientos pasaban sin cesar, aturdiendola.
El chico de la capucha larga, el sirviente de la Fortaleza Roja, su enorme espada, la sangre en sus manos, su cabello claro, su sonrisa, sus ojos lilas; era él.
Aegon de la Casa Targaryen, el sexto de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino...era Griff.
El chico que había salvado su vida y la de su hermana, el chico que había escuchado sobre sus miedos y tristezas, el chico que había matado a una docena de hombres sólo con su espada.
Era él.
Si hubiera un buen momento para desmayarse sería ese.
-Lenna -la llamó una voz. Margaery. -debemos irnos, subamos al caballo.
Solo cuando el rey la liberó de su intensa mirada para responder a una pregunta que la princesa Rhaenys le había hecho, Helenna fue conciente de su alrededor.
La mitad del grupo se había adentrado al Bosque, la reina Elia y el hombre con rostro afilado no estaban, la princesa Rhaenys la miraba con curiosidad y su hermana parecía impaciente.
-Vamos.
Con un suave tirón, Margaery la arrastró a los caballos que les habían dejado. Ella se subió con gran agilidad a una yegua de pelaje marrón y Helenna permaneció aferrada a la silla de montar de su yegua blanca, todavía sin poder registrar el suceso monumental que había acontecido hace solo unos instantes.
Sin poder evitarlo, Helenna se dió media vuelta y busco al rey con la mirada, necesitaba comprobar que no había imaginado todo.
Pero allí, a solo uno pocos metros de distancia, estaba el rey montado en un magnífico corcel negro. Su cabello platinado brillaba por el sol, su jubon rojo y negro definía su cuerpo musculoso y la famosa espada Hermana Oscura estaba enfundada a su cintura.
Cuando el rey le sonrió, con esa sonrisa que Griff le había dado, Helenna lo confirmó.
El rey Aegon era Griff.
Chapter 9: La corte del rey Aegon VI Targaryen Parte 2
Chapter Text
El Bosque Real era el lugar más magnífico que Helenna había conocido.
Había árboles de todo tipo, color y naturaleza en su estado más puro. Tal paz había que sólo bastaba con cerrar los ojos y maravillarse con el sonido del viento.
El recuerdo de unos ojos lilas y una sonrisa divertida cruzó su mente por un segundo cortándole la poca paz que había logrado reunir.
"Maldito y estúpido mentiroso" pensó Helenna enojada mientras tomaba las riendas con más fuerza.
Había hecho un acuerdo consigo misma de evitar pensar en Griff, Aegon o quién quiera que se hacía llamar.
Recordar que el mismísimo rey de los Siete Reinos la había visto en su estado más vulnerable le provocaba tal vergüenza que quería arrastrase y esconderse en el pozo más profundo.
Para evitar la vergüenza y la bronca, había hecho un pacto consigo misma de no pensar en él, ni en sus estúpidos y hermosos ojos, ni en su cautivadora sonrisa, ni en su manera de manejar esa espada...
"Basta" pensó Helenna dándose un cachetazo mental. Se había prometido no volver a pensar en nada de eso.
Su mirada recorrió el grupo de hombres y mujeres que cabalgaban o caminaban por delante.
Los nobles, montados en sus caballos iban hablando animadamente mientras que los sirvientes y los guardias debían marchar a pie.
Delante del grupo iba el rey, rodeado por su madre, el príncipe Viserys y un pequeño séquito de aduladores, además de algunos miembros de la Guardia Real.
Pudo distinguir el emblema de la Casa Baratheon en el pecho de un hombre joven muy atractivo, alto, de constitución fuerte, con cabellos color negro azabache que le caían sobre los hombros, rostro perfectamente afeitado y ojos azules.
Helenna reconoció al hombre del que su hermano Loras hablaba tan emocionado.
Renly Baratheon, hermano menor de Lord Stannis Baratheon y rehén de la corona. Aunque a pesar de ser un rehén, Renly se veía a gusto mientras reía a carcajadas con varios hombres y mujeres.
También pudo reconocer a Ser Jaime Lannister, no solo porque ya lo había visto una vez hace años en Roca Casterly sino también porque era imposible que el heredero del Occidente pasará desapercibido. Tenía una personalidad carismática, con esa sonrisa afilada y esa belleza deslumbrante. Era un hombre alto y vigoroso con cabello dorado y de ojos verdes.
Helenna recordaba que Ser Jaime había sido amable y caballeroso con ella, mientras que su hermana Cersei había sido altiva y desdeñosa siempre acompañada de un hombre alto e imponente de cabellera negra como alas de cuervo, ojos grises tormentosos y vestido con una gran capa negra decorada con un kraken dorado. El hombre había causado tanta curiosidad en Helenna que había corrido a preguntarle a su padre sobre él, al final el hombre de la capa era Rodrik Greyjoy, heredero de su padre lord Balon Greyjoy y futuro señor de las Islas del Hierro. Se había casado con Cersei Lannister, en un matrimonio político que había resultado en el nacimiento de tres niños más parecidos a la madre que al padre.
El sol estaba en lo alto cuando la partida de caza había recorrido bastante terreno.
Todavía quedaban horas para que la cacería llegara a su fin y Helenna ya había empezado a bostezar.
No veía la hora de darse un baño caliente y dormir todo lo que no había podido dormir anoche.
Y pensar en eso le volvió a traer a la mente los recuerdos de la noche pasada y por ende de su supuesto salvador.
No. No iba a pensar en él.
Para distraerse, Helenna se enfocó en buscar a su hermana con la mirada.
Hace una hora, Margaery había decidido aceptar la invitación del príncipe Viserys de cabalgar a su lado, dejándola sola con la princesa Rhaenys y un silencioso Guardia Real que las seguía atrás.
La princesa era una buena acompañante, y al igual que Helenna, parecía disfrutar del silencio que traía haberse rezagado del grupo.
Las dos mujeres habían ido quedándose atrás mientras el resto de la partida estaba ocupada avanzando para adentrarse cada vez más en el Bosque Real.
Un cuerno de caza sonó y como si fuera una señal, la partida se dividió en varios grupos tomando diferentes direcciones.
Helenna sintió su corazón hundirse. La única opción que tenía era permanecer al lado de la princesa Rhaenys, la hermana del embustero.
La princesa sujeto las riendas con más fuerza y le hizo un gesto para apresurarse.
Casi al mismo tiempo llegaron al grupo en donde estaba el rey, el príncipe Viserys, Margaery, la reina Elia y varios hombres y mujeres que no conocía.
El grupo había decidido seguir a pie ya que estaban desmontando. Los guardias formaron un círculo a su alrededor, permaneciendo alertas, mientras la Guardia Real permanecía al lado de la familia real.
La princesa y Helenna descabalgaron al mismo tiempo y se acercaron al grupo.
-Hija mía -dijo reina Elia con voz alegre. La princesa Rhaenys se acercó a ella. -tu hermano y Oberyn quieren dar caza al ciervo blanco.
-Excelente idea, madre -respondió la princesa, aunque su tono de voz contradecía sus palabras.
-Vamos, querida sobrina, será divertido.
El hombre que Helenna había visto antes se había acercado a ellas. Tenía una fuerte presencia y un andar elegante. Llevaba una capa de seda de color rojo claro y una camisa acorazada con discos de cobre.
Cuando llegó junto a Helenna y la princesa Rhaenys, el hombre les dedicó una pequeña reverencia y con una sonrisa traviesa dijo:
-Sobrina no me has presentado a tu bella acompañante.
Helenna se tensó cuando los ojos negros del hombre se clavaron en ella. Tenía una mirada penetrante que le daba escalofríos.
-Querido tío -dijo la princesa Rhaenys- ella es Helenna Tyrell, hija menor de lord Mace Tyrell.
-Ah, la dulce y pequeña hermana de Willas -el extraño hombre tomó su mano y colocó un pequeño beso en el dorso de su mano. Tenía los labios fríos. -tu hermano me ha contado mucho sobre tí, pequeña rosa.
Helenna observó al hombre con sopresa. Conocía a casi todos los amigos de Willas pero no recordaba haber visto a ese peculiar hombre.
-Me temo que la joven no tiene idea de quién eres, hermano.
La reina Elia se acercó tomando sus faldas para evitar que se arrastrará por el barro. A lo lejos, era posible distinguir al rey junto a varios hombres y guardias. El príncipe Viserys y Margaery no estaban por ningún lado.
-Lady Helenna -le dijo la reina atrayendo su atención -tengo el honor de presentarle a mi amado hermano, el príncipe Oberyn Martell.
Helenna se sintió palidecer ante eso.
La infame Víbora Roja. El hombre más peligroso y mortífero de los Siete Reinos. El tío materno del rey y el hombre que había dejado tullido a Willas de por vida.
Helenna sintió los ojos de los hermanos Martell y de la princesa Rhaenys sobre ella.
Pero Helenna solo tenía ojos para el hombre frente a ella.
A pesar de tener seis años en ese momento, Helenna podía recordar los gritos de dolor de Willas cuando fue derribado durante su primer torneo cuando compitió contra el príncipe Oberyn Martell de Dorne. Su pierna había quedado atrapada bajo el caballo en la caída, aplastándola y dejándolo tullido.
Pero el hombre era el tío del rey, hermano favorito de la reina madre y un hombre peligroso; Helenna sabía que debía andar con cuidado si no quería ensuciar el nombre de su familia. Ya podía sentir la furia de su abuela si por causa suya Margaery perdía su oportunidad de ser reina.
-Es un placer conocerlo, príncipe Oberyn -respondió Helenna colocando una sonrisa falsa en sus labios mientras realizaba una reverencia.
Cuando levantó la mirada se percató de que los ojos negros de la Víbora Roja brillaban divertidos.
-Espero que me reserve una pieza durante el Gran Baile, mi señora.
Helenna asintió y pudo respirar aliviada cuando el príncipe Oberyn se marchó. Tenía una presencia imponente e intimidante.
-Lady Helenna -la llamó la reina Elia. Helenna dejó de mirar la figura alejándose de la Víbora Roja y enfocó su atención en la reina. -mi hija y yo deseamos su compañía durante la cacería, los hombres suelen ponerse insoportables cuando se trata de mostrar quien es el más valiente.
Helenna sonrió divertida. Era verdad, recordaba cómo Loras se ponía competitivo cuando había alguna cacería.
-Vamos, mis queridas, apuremos el paso o quedaremos rezagadas del grupo.
Las tres mujeres caminaron juntas escoltadas por tres Guardias Reales, quienes tenían el rostro cubierto por el casco de su armadura blanca, y emprendieron una marcha lenta por el Bosque.
Adelante del grupo, Helenna podía distinguir el cabello rizado y castaño de su hermana junto con su risa cantarina. A su lado estaban el príncipe Viserys y Ser Jaime Lannister.
Seguir a pie era problemático. Helenna y la mayoría de las mujeres tenían que levantar las faldas para evitar mancharlas, y el calor era sofocante con la tela del vestido que llevaba puesto. No estaba vestida para ir de cacería.
-Lady Helenna, ¿conoce al ciervo blanco? -pregunto la reina Elia de pronto.
-No, majestad.
-Es un animal raro y con fama de maravilla. Las leyendas dicen que aquél que le dé muerte tendrá suerte de por vida.
-¿Quien será el afortunado? -preguntó vagamente la princesa Rhaenys.
La partida de caza continúo una hora más. Y a pesar de ser supuestamente una cacería; los nobles estaban más ocupados charlando, bebiendo y riendo que buscando al ciervo blanco.
Las tres mujeres caminaron en silencio. Helenna estaba distraída mirando el hermoso paisaje. Árboles enormes y antiguos, flores de diferentes tipos aunque todavía no había podía ver a ningún animal.
Luego de un tiempo, cuando el rey dió la orden de detenerse, el grupo cobró vida. Los guardias rodearon lo comitiva con los ojos alertas mirando los árboles, los sirvientes bajaban mesas de los carruajes y colocaban bebidas y aperitivos para los nobles.
Aunque nadie parecía interesado en comer, algunos grupos se habían reunido para elegir un curso de acción y tener la ventaja en la cacería.
La reina Elia, la princesa Rhaenys y Helenna fueron las únicas indiferentes con toda la emoción. Incluso Margaery parecía emocionada, cosa que extrañaba a Helenna, su hermana nunca había demostrado interés por esas actividades.
Unos metros delante de ellas, Ser Renly profirió un grito emocionado y salió corriendo hacia el este seguido por un pequeño grupo de escuderos y acompañantes. Su hermano Loras estaba entre ellos.
Helenna esperaba que hubieran encontrado al ciervo blanco. Lo único que deseaba era volver al castillo, quitarse el vestido sucio y ponerse algo más cómodo.
En el grupo permaneció el rey, la princesa Rhaenys, los hermanos Martell, el príncipe Viserys, Margaery y unos cuantos hombres y mujeres a los cuales no reconocía, entre sirvientes, guardias y nobles.
Helenna se separó de la reina y la princesa Rhaenys mientas caminaba pensativa. La belleza del bosque le transmitía una paz que solo había podido encontrar cuando recorría ella sola con su arco el bosque que rodeaba Altojardín.
Su hilo de pensamientos se detuvo bruscamente cuando a sus pies encontró una flor extraña, era de color violeta con el centro amarillo. Nunca había visto una flor de ese color.
Se detuvo para mirar mejor a la flor violeta y el grupo siguió andando sin darse cuenta.
Sin importarle su vestido se inclinó para ver mejor la flor. El color violeta le recordaba a alguien.
Espantando el pensamiento, Helenna pensó por un segundo y decidió arrancar la flor y guardarla en su escote. Quería mostrarle la flor a su madre, tal vez podrían comprar flores violetas y plantarlas en Altojardín.
Justo en ese momento algo blanco cruzó a su lado.
Sin creerlo, Helenna miró a su derecha y allí, estaba el ciervo blanco.
No encontraba las palabras para describir a semejante animal. Magnífico, majestuoso, hermoso.
Helenna se levantó lentamente y se acercó despacio al ciervo blanco. El animal permaneció quieto con esos ojos negros fijos en ella. Tenía una mirada inteligente.
Cuando confirmó que el ciervo no saldría huyendo, la joven Tyrell extendió la mano para acariciar el esbelto cuello del animal. Tenía el pelaje suave y lustroso.
Y para su sorpresa, el ciervo inclinó la cabeza y la descansó en su hombro.
La paz que le produjo ese momento no podía compararse con nada. El sonido del canto de los pájaros, el viento agitando su falda y acariciándole el rostro, el olor al bosque y un ciervo de cuento junto a ella, su mano en su cuello y la cabeza del animal en su hombro.
Si había algo más hermoso que eso, no quería conocerlo.
Pero la belleza y la paz no podían estar en ese mundo.
Un zumbido atravesó el claro y un segundo después, el ciervo colapsó frente a ella.
Helenna observó horrorizada al ciervo blanco.
La sangre se desparramaba por el suelo, las patas del animal se retorcían y sus ojos miraban frenéticos en todas direcciones.
Un segundo después, quedó inmóvil y el silencio reino en el bosque.
Con el corazón en la garganta, Helenna miró en la dirección en donde provino la flecha que mató a tan hermoso animal.
Allí, con el arco extendido estaba el príncipe Viserys. Vagamente distinguió a su hermana detrás de él, y al rey y a su familia mirando a lo lejos.
-¡¿Pero que has hecho?!
El grito furioso de Helenna atravesó el bosque y cortó el silencio. Los pájaros cerca de ella huyeron despavoridos.
El príncipe Viserys bajó su arco y la miró con sorpresa.
-¡Lenna! -Margaery se acercó a ella rápidamente. Sus ojos marrones brillaban enojados.
-Lady Helenna -dijo el príncipe Viserys mientras se acercaba. Cuando estuvo cerca se agachó y tocó el cuello del ciervo, cuando confirmó su muerte se volvió a ellas. -¿Se encuentra bien, mi señora? Cuando vimos al ciervo tan cerca suyo temimos que le hiciera daño.
Helenna temblaba de furia. Si antes odiaba al principito Targaryen ahora sentía una furia que la recorría por dentro instandola a cruzarle la cara de un golpe.
Solo ver que la reina Elia se acercaba seguida por la princesa Rhaenys y el príncipe Oberyn, evitó que Helenna cometiera una locura. Para su sorpresa, el rey Aegon en algún momento había llegado a su lado.
-Lady Helenna -escuchar su voz la trajo a la realidad. Esos pensamientos de furia y golpes quedaron lentamente atrás. -¿Se encuentra bien?
Helenna arrancó los ojos de Viserys y los clavó en los ojos lilas del rey. Tenía una mirada preocupada.
Por un momento volvió a recordar que el rey era Griff y que le había mentido. Pero eso palidecia con los acontecimientos recientes.
-Si, majestad -respondió Helenna con voz temblorosa. Podía sentir las miradas en ella. -no era necesario matar al ciervo.
-Le recuerdo, lady Helenna, que esto es una cacería y cazar animales es lo que se supone que se debe hacer.
La condescendencia en la voz del príncipe Viserys casi lograba sacar su temperamento. Como lo odiaba.
-Viserys -dijo el rey Aegon, tenía la mirada fija en su tío y parecía molesto -podrías haber esperado a que lady Helenna estuviera lejos del ciervo para derribarlo.
-Pero me arriesgaba a dejarlo escapar, sobrino -respondió Viserys con una sonrisa enorme. A pesar de su sonrisa, sus ojos estaban serios.
Helenna sintió la tensión entre el rey y su tío. Si las miradas matarán no sabría quien caería primero.
El príncipe Viserys fue el primero en bajar la mirada.
-Tenga mis sinceras disculpas, lady Helenna, debí esperar a que usted se alejara para hacer mi tiro.
Ni en mil años Helenna se iba a tragar ese falso arrepiento. Pero la cortesía era importante, por eso asintió y trato de ignorar al ciervo en el suelo y se alejó de los demás.
-¡¿En qué estabas pensando?!
La furiosa voz de Margaery la alcanzó mientras se alejaba del grupo.
-No molestes, Margaery -respondió de mal humor. Lo menos que quería en ese momento era escuchar la molesta voz de su hermana recordándole todo lo que hizo mal.
-¡Se supone que tenemos que ganarnos el favor de la familia real no convertirnos en sus enemigos!
-Que yo sepa estar en buenos términos con el príncipe Viserys no te va acercar al trono.
-¿Crees que me importa ese tonto presumido? Lo único que hizo durante todo el viaje es hablar de él, de él y solo de él.
El enojo de Margaery logró arrancarle una sonrisa. Al parecer no solo a ella le caía mal el hombre.
-Pero eso no significa, Lenna, que podamos enemistarnos con él ni con nadie cercano al rey.
Helenna suspiró con cansancio. Todavía faltaban días para ser libre de abandonar la capital.
-Bien.
Margaery asintió y le sonrió con cariño, estaba a punto de decirle algo cuando se percató de que los demás se acercaban.
El rey llegó a los caballos primero, sus ojos violetas se demoraron unos segundos de más en el rostro de Helenna hasta que ella apartó la mirada. No quería la atención de él, menos si su hermana estaba cerca.
El grupo subió a los caballos y emprendieron la marcha para volver al castillo.
El príncipe Viserys parecía feliz contando a sus acompañantes como había salvado a la doncella del peligroso ciervo derribandolo de un perfecto tiro.
Helenna apretó los dedos con fuerza. Podía sentir la mirada de Margaery instandola a guardar la compostura.
Media hora después, el grupo se reunió con los otros.
Ser Renly contaba orgulloso como había cazado a un lobo y Loras tenía una sonrisa radiante mientras lo miraba.
Por suerte para Helenna, la vuelta al castillo fue más rápida. Mientras todos a su alrededor parecían felices, borrachos y animados; ella permanecía en un estado melancólico.
Cuando llegaron al castillo, Helenna se escabullo rápidamente y dejó a los demás sin despedirse.
Su único pensamiento era estar sola y poder tomarse un baño.
AVAVAVAVA
Estaba atardeciendo cuando Helenna fue despertada por un suave golpe es su puerta.
Luego de un largo baño caliente solo alcanzó para acostarse en su cama y caer en un profundo sueño. Tenía los músculos adoloridos y le costaba abrir los ojos.
-¿Helenna?
La voz de su señora madre terminó de despertarla.
-Adelante.
La puerta de su habitación se abrió y la señora de Altojardín entró despacio. Cuando vio a su hija menor media dormida, sonrió con cariño.
-Helenna, querida -la mujer se sentó a su lado y con suavidad le apartó el cabello del rostro -en una hora estará la cena.
-Mmm -todavía podía recordar el sueño vívido que había tenido. Recordaba un prado lleno de flores violetas, un ciervo blanco y a un muchacho con una hermosa sonrisa y unos ojos del mismo color de las flores.
-Helenna -su señora madre la sacudió suavemente -es hora de que te levantes y te vistas apropiadamente.
La joven soltó un suspiro, adiós a su sueño y a su paz.
-Si, madre.
La mujer se levantó y camino hasta el armario que ocupaba el lado opuesto de la habitación. Vestidos, zapatos, camisones, algunas joyas, el armario de Helenna parecía soso en comparación de cualquier otra joven de su edad y alcurnia.
-Hoy será una noche cálida, querida -comenzó a decir su señora madre mientras sacaba un vestido tras otro -tu señor padre y tu abuela creen que sería una excelente idea ir a pasear por los jardines luego de la cena, quieren que tu hermana sea vista por la mayor parte de señores antes del Gran Baile.
-Desfilan a Margaery como si fuera un trozo de carne. - refunfuño Helenna mientras se ponía de pie y estiraba sus adoloridos músculos.
La risa de su señora madre llenó la habitación.
-Tienes razón, querida, espero que todo esto termine pronto sin derramamiento de sangre. Ahora ven aquí, ponte este vestido.
Lady Alerie le extendió un vestido azul oscuro, con patrones de espinas y rosas en el escote y los hombros. Era precioso y casi nunca lo usaba.
-¿Porque tanta elegancia, madre?
-La hermana de la futura reina debe estar a la altura de su estatus - respondió lady Alerie, tenía una dulce sonrisa en sus labios -eres hermosa, mi niña, debes dejar de esconderte tras la sombra de tus hermanos.
Helenna observó sorprendida a su señora madre. Siempre creyó que ella era una mujer simple y superficial; pero sus recientes palabras dejaban entender que su madre observaba más de lo que decía.
-Ven, te ayudo a ponerte el vestido y a ordenar eso a lo que llamas cabello.
Durante la siguiente media hora, madre e hija se entretuvieron con el cabello de la joven mientras tenían una conversación que hace años no compartían.
Vestida y peinada, Helenna y su señora madre salieron de la habitación y se reunieron con el resto de la familia que las esperaba en el comedor.
Cuando lady Alerie se sentó a la izquierda de su esposo y Helenna se sentó entre Loras y Willas; la familia Tyrell comenzó a cenar mientras compartían sus actividades del día. Las conversaciones, las risas y el tintineo de los cubiertos inundaban el comedor, y por un momento Helenna olvidó las mentiras, las conspiraciones, las ambiciones y por ese momento, solo era Helenna.
AVAVAVAVAVA
Luego de la cena y del cansador paseo, Helenna se había excusado y se refugió en su habitación. En ese momento estaba sentada junto a la ventana con un libro abierto en las piernas y una taza de té caliente en sus manos.
Un golpe en la puerta rompió su concentración. Al parecer ese día no iba a poder estar tranquila.
-Mi señora -la voz de Lucy, su criada, se escuchó del otro lado de la puerta. -¿Puedo pasar? Es urgente.
Lucy nunca la molestaría luego de la noche. Su asunto si debía ser urgente.
-Entra, Lucy.
La joven criada entró rápidamente y cerró la puerta con suavidad tras ella. Tenía la respiración agitada y sus ojos azules la miraban con nerviosismo.
-¡Lucy! -exclamó Helenna preocupada. Nunca había visto a su criada tan alterada. -¿Que ha pasado?
La joven se apartó de la puerta y caminó hasta su señora. Tenía un sobre blanco en la mano temblorosa.
-¿Que es eso? -preguntó Helenna extrañada.
-Una carta, mi señora -respondió Lucy con voz temblorosa -estaba visitando a una tía de mi madre en las cocinas cuando un hombre con el emblema de la casa real se me acercó y me entregó está carta. Me dijo que no se la diera a nadie que no fuera a usted y que no hablara con nadie sobre la carta.
La sorpresa dejó sin habla a Helenna. Tenía un mal presentimiento.
-Dijo que era algo de vida o muerte, mi señora -agregó Lucy. Su brazo seguía extendido con la carta sin tocar. Tenía el sello del dragón tricefalo de la familia real.
Por unos segundos, Helenna tuvo la tentación de tomar la carta y quemarla sin leerla. Y estuvo a punto de hacerlo, solo la mirada aterrada de Lucy la detuvo. Si su criada estaba tan asustada era porque sabía quién era el dueño de la carta.
Sin volver a pensarlo, Helenna tomó la carta. Juraría que le estaba quemando la mano.
-Gracias, Lucy -dijo Helenna con una sonrisa intentando aliviar a la aterrorizada doncella. -hiciste un buen trabajo.
El alivio palpable de Lucy tranquilizó a Helenna, y con una pequeña reverencia, la criada se marchó dejándola sola con la carta.
Durante unos minutos Helenna se dedicó a observar fijamente la carta que había colocado arriba de su cama.
Demasiados pensamientos rondaban en su cabeza para que fueran claros. Quemar la carta, romper la carta, leer la carta, guardar la carta. No sabía que hacer, de lo único que estaba segura es de que esa carta lo cambiaría todo y no sabía si estaba lista para eso.
Siempre habían dicho que su curiosidad le causaría problemas, y en ese momento confirmaba esas palabras.
Sin volver a pensarlo, Helenna tomó la carta y rompió el sello del dragón tricefalo.
Dentro había un papel con solo una línea escrita con letra cursiva y elegante.
"Bosque de dioses. Medianoche. Ven sola. Griff "
El corazón de Helenna comenzó a latir desbocadamente, las palmas le empezaban a sudar y sus ojos miraban frenéticamente a todos lados con temor de que alguien leyera esas palabras.
Su cerebro comenzó a barajar todas las posibilidades. Y decidió que la mejor opción era no ir, no solo eso, buscaría la forma de alejarse de él y de su círculo. Cuando el estúpido baile terminara volvería a Altojardín y aceptaría la propuesta de James así no tendría que volver a ver a nadie de ojos violetas.
"¿A qué le tienes miedo?!, esa voz muy parecida a la voz profunda y sedosa de Griff la puso nerviosa.
"Cállate", pensó Helenna enojada.
Sin poder evitarlo sus ojos miraron su reloj en la pared. Faltaba veinte minutos para la medianoche. Si quería estar a tiempo en el bosque debía marcharse en ese momento.
Pero no, ella todavía no lo había decidido. Pensó en su hermana, en sus padres, en Willas, Loras y Garlan, incluso también en su abuela. No quería fallarles, no quería decepcionarlos.
"Pero solo iría hablar con él, pensó, eso no significaba nada".
Incluso tal vez podría averiguar porque se hacía pasar por un plebeyo en su propia ciudad. Y también porque la había salvado.
Estaba decidido. Iría a encontrarse a escondidas con el rey de los Siete Reinos. El pretendiente de su hermana, el escalón que su familia necesitaba para ser la tercera casa noble más importante del reino.
Si alguien la descubría ya podía verse con el vestido que usaban las novicias dirigiéndose a Antigua para comenzar su instrucción.
Pero ella era Helenna Tyrell, y había escapado de sus aposentos desde que podía caminar.
Sin volver a pensarlo, se puso una capa negra sobre el vestido que había usado en la cena y se colocó la capucha para cubrir sus facciones. Antes que nada, quemó la carta por las dudas y llamó a Lucy.
La criada entró a los minutos y se sorprendió de verla.
-Lucy -dijo Helenna, tomó la mano de la muchacha y la empujó a su cama. -debes hacerme un favor, necesito que te acuestes en mi cama y te cubras con las sábanas.
-¡¿Pero, mi señora?! -exclamó Lucy aterrorizada. -esa es su cama...
-Lo sé, lo sé; pero por unas horas debes fingir que soy yo.
Helenna volvió a empujar suavemente a la muchacha y la pobre lo único que pudo hacer fue acostarse mientas la cubría con sus sábanas.
-Mi madre entrara en cualquier momento para controlar que este durmiendo -le dijo Helenna ocupándose de cubrir bien a su criada. -todas las noches controla si estoy en mi cama. Es una desconfiada.
Y con razón, pensó Helenna.
-¿Pero mi señora? -los ojos azules de Lucy la miraban con miedo. Por un momento, Helenna se compadeció de la chica.
-Perdóname, Lucy, haré todo lo posible para no tardar y juro que te recompensare. Eres la mejor.
Helenna le dió un beso en la frente y Lucy se tranquilizó un poco.
-Intenta dormír mientras yo no estoy.
-¿Se irá a encontrar con su amado?
La voz curiosa de Lucy frenó sus movimientos.
-Vaya tranquila, mi señora, todas en algún momento escapamos de nuestras camas para encontrarnos con nuestro amante.
Helenna observó horrorizada a su criada. ¡¿Ella enamorada?! Jamás.
-No es lo que piensas, Lucy - respondió Helenna. La mirada de la criada fue bastante obvia, no le creía nada. -volveré lo más rápido que pueda y no vuelvas a decir esas cosas.
Lucy rió alegremente pero asintió. Helenna suspiró, se colocó bien la capucha y abandonó su habitación silenciosamente.
Moverse por los pasillos de la Fortaleza Roja fue más fácil de lo que pensó. Por alguna extraña razón, no había guardias apostados en las puertas ni en los pasillos; los pocos sirvientes que todavía quedaban dando vueltas la ignoraban como si no estuviera caminando delante de ellos. Tuvo el presentimiento de que cierto rey había facilitado su escape.
Cuando llegó a los límites del Bosques de Dioses, faltaban unos minutos para la medianoche. El viento era cálido, la luna brillaba con fuerza y el silencio era bienvenido luego de un día agitado.
Por un momento, Helenna comenzó a sentir terror. Estaba sola, en el medio de un bosque y apunto de encontrarse con un hombre que no era ni familia ni amigo.
Solo el puñal que escondía en su manga le daba tranquilidad.
El Bosques de Dioses era un acre de olmo, aliso y álamo negro desde donde se divisa el río Aguasnegras. A diferencia de los Bosques de Dioses antiguos, el árbol corazón de la Fortaleza Roja era un gran roble cubierto de enredaderas, bajo el cual crecen Alientos de Dragón rojos.
El bosque se encontraba casi siempre vacío, hecho perfecto para su encuentro.
Helenna se acercó lentamente al árbol corazón. Había alguien allí. El corazón de la joven comenzó a latir rápidamente. No recordaba haberse sentido así en toda su corta vida.
Mientras más se acercaba al árbol corazón más distinguía a su acompañante.
Era un hombre joven, alto, musculoso con hombros anchos y brazos fuertes. Tenía ojos violetas, pómulos marcados y unos labios finos. Era Griff. Y también era el rey Aegon VI Targaryen.
Cuando Helenna se acercó a él, el silencio se apoderó del bosque por un rato mientras los jóvenes se observaban casi sin parpadear.
-Viniste.
La voz profunda de Griff la estremeció. No pensaba admitir que fue un buen estremecimiento.
-Si. -respondió ella solamente.
El silencio volvió al bosque. Unos minutos después, el joven rey suspiró con cansancio y caminó al otro lado del árbol corazón.
-Sigueme -le ordenó. La chica caminó detrás suyo, molesta por su orden.
El rey se sentó en una manta que había en el suelo y le hizo un gesto para que lo acompañara.
Helenna lo miró sorprendida. Había esperado todo menos un picnic en el medio del bosque durante la noche.
-Robé bastante comida de las cocinas reales -le contó mientras revolvía una canasta -no creo poder terminar todo esto solo.
Helenna ya no sabía que esperar así que pensó que lo mejor sería seguirle la corriente. Sin pensarlo dos veces, se sentó a su lado un poco alejada de él y extendió la mano cuando le pasó un pedazo de pastel.
Durante los siguientes minutos, el rey y la doncella se dedicaron a comer en silencio, cada uno metido en sus propios pensamientos.
-¿Porque se hace pasar por Griff... majestad?
Ya no podía seguir con esa pregunta atorada en su garganta.
-Ya me preguntaba cuando iba a empezar su interrogatorio.
-Si no quería que preguntara no me hubiera invitado.
Los jóvenes se miraron seriamente. Hasta que el rey no pudo evitar una sonrisa en esos finos labios. Helenna hizo lo posible para no mirar ahí.
El rey se pasó una mano por el cabello platinado y suspiró profundamente.
-Desde hace años que me visto de plebeyo y vago por las ciudades.
-¿Pero porqué? -Helenna sentía mucha curiosidad.
-Hay muchas razones -respondió él mientras sacaba varias uvas de un racimo. Sus ojos violetas estaban fijos en el rostro de Helenna -principalmente porque no confío en nadie, ni en mis consejeros, ni en mis amigos, y últimamente ni siquiera en mi propia familia. Necesito ver las cosas por mi mismo, averiguar e investigar por mi cuenta. Además nadie sospecha de un simple plebeyo.
Helenna jugó con las mangas de su vestido mientras pensaba en sus palabras. Los intensos ojos del rey comenzaban a ponerla nerviosa.
-¿Para que se rodea de gente de la que no confía?
-Es más difícil que eso, lady Helenna. -oir su nombre con esa voz profunda hizo cosas dentro de ella que no quería ponerle nombre. -soy el rey de los Siete Reinos, protector del reino y señor de todo; no puedo darme el lujo de rodearme de gente que solamente me agrada, necesito gente competente, inteligente y que estén dispuestos a entregar todo por el bien del reino.
Su voz sonaba cansada. Helenna lo miró con tristeza. Conocía ese tono de resignación, a veces lo usaba ella.
-Pero puede rodearse de gente confiable, y su familia deben ser de su confianza.
Pensó en el príncipe Viserys e hizo una mueca.
Él la miró divertido.
-Mi familia materna son los Martell y dorniense hasta la médula, lady Helenna, confío en ellos tanto como confío en mi consejero de los rumores.
-Debe ser feo no poder confiar en tu propia familia.
-Ah, no se crea, amo a mi familia y les confiaría mi vida pero no mi reino.
Sus palabras la dejaron pensando.
-Es mi turno -su voz la sacó de sus pensamientos. Había sacado dos copas y estaba sirviendo vino. Cuando le pasó su copa continúo - ¿Porque decidió pelear contra esos bandidos en vez de huir o llorar como haría cualquier persona en su sano juicio.
Helenna no supo si sentirse ofendida o agradecida por sus palabras.
-No podía dejar que lastimaran a mi hermana - respondió después de encogerse de hombros -además sabía que de todas maneras me matarían así que no quería dejarles las cosas fáciles.
El rey bebió de su copa y la observó con una mirada extraña.
-Mi turno -dijo Helenna cuando comenzaba a ponerse incómoda con esa mirada -¿Porqué Margaery no lo reconoció cuando estábamos en la casa de lady Lilianna?
-Porque cuando ella me vió por primera vez vió a un rey adornado con joyas, llevando ropa lujosa y una espada legendaria; en la casa de lady Lilianna ella solo vió lo que quiso ver, vio a un simple chico con ropas desgastada, una boina cubriéndole el cabello y no se molestó en mirarlo dos veces.
"Tiene sentido", pensó Helenna con pesar. Su hermana tendía a ignorar a las personas a las cuales no asociaba su apellido a una casa poderosa o rica, y las personas que no llevaban apellido no siquiera se dignaba a verlas.
-Mi turno.
Durante la siguiente hora, los jóvenes intercambiaron preguntas y respuestas. La noche comenzó a enfriarse, el viento agitaba las copas de los árboles y la luz de la luna iluminaba el bosque. El silencio reinaba en el Bosques de Dioses.
Mientras el rey narraba una historia sobre un viaje que había hecho a Dorne hace dos años, Helenna se dedicó a observarlo. Tenía esa belleza legendaria que habían heredado los descendientes de la antigua Valyria. Ese característico cabello platinado, que lo llevaba corto y rizado en las puntas; y esos hermosos y atrayentes ojos violetas que parecían desarmarla cada vez que sus ojos se encontraban.
La joven Tyrell entendió cuando había escuchado decir que los Targaryen tenían una presencia deslumbrante. No quería mirar a ningún lado que no fuera a él.
Sus palabras parecían fluir sin dificultad, acostumbrado a hablar y a hacer escuchado. Su tono de voz era profundo, masculino y cautivador. Y al parecer no podía evitar pasar la mano por su cabello cada cierto tiempo.
Cuando el rey se dió cuenta de su escrutinio, Helenna se ruborizó y miró a otro lado.
-Hábleme de su hermano Willas -dijo luego de unos segundos de silencio. El vino se había terminado y solo quedaban algunos trozos de pasteles olvidados. -mi tío Oberyn me ha contado que es un hombre muy inteligente.
Evitó pensar en la amistad de su hermano con la Víbora Roja. A diferencia de su familia, no odiaba al infame príncipe Martell, pero no se sentía tan cómoda con la idea de que su amado hermano compartiera una amistad con el hombre que lo dejó tullido.
-Willas es el mejor hermano que alguien podría tener -comenzó a decir -cuando era niña y me castigaban sin cenar, Willas se encargaba de llevarme comida a escondidas; siempre fue muy protector conmigo y además me enseñó a leer y a escribir.
-Parece estimarlo mucho.
-Si, lo amo tanto como alguien puede amar a un hermano.
Siempre recordaría las veces que la había consolado, ayudado y protegido. Mientras nadie de su familia parecía prestarle atención, Willas siempre había estado ahí para ella. No importaba cual fuera su travesura, él siempre había estado ahí. No importaba si se había lastimado, si había tenido una pesadilla ni si su abuela la había vuelto a humillar, Willas siempre había estado ahí para consolarla.
-Mi hermana Rhaenys siempre fue alguien de quien tener cuidado. Cuando éramos niños escondía gusanos en mi almohada, y recuerdo que una vez me regaló un pájaro muerto por mi día del nombre.
Helenna lo miró horrorizada. La princesa Rhaenys le había parecido una mujer de una indomable fuerza pero si era capaz de hacer eso a su hermano no quería saber de qué sería capaz de hacer con sus enemigos. Intentó cambiar de tema.
-¿Y su otro hermano? ¿El príncipe Jaehaerys?
El semblante del rey cambió en un instante. Cuando en un segundo parecía amigable y relajado, luego de sus palabras su rostro se endureció, sus ojos perdieron calidez y se volvieron helados. Un estremecimiento de miedo la recorrió.
-Disculpe, majestad, no era mi intención ofender.
Creía recordar que la relación de los hijos del príncipe Rhaegar no era muy buena. Algunos incluso decían que el príncipe Jaehaerys podría usurpar el trono del rey si así lo quisiera. Pero el hijo de Lyanna Stark había permanecido en el lejano y helado Norte, y eso solo había aumentado los rumores.
Los ojos violáceos del rey se suavizaron cuando vió su rostro.
-No importa, lady Helenna, no se preocupe. Jon y yo hemos tenido una larga e incómoda conversación cuando los Stark y sus vasallos llegaron a la capital. Digamos que no fue una conversación que quisiera recordar.
El semblante melancólico del rey, la entristeció. Era demasiado joven para cargar con tanto peso.
-Tome, majestad -dijo Helenna, tomó el último pedazo que quedaba de pastel y se lo tendió -puede quedarse con mi pastel.
El rey la observó con tanta intensidad que sintió que se derretía bajo esa mirada. Sin decir nada, tomó el último pedazo de pastel y se lo quedó mirando fijamente.
"Si que es extraño, pensó Helenna, solo es un pedazo de pastel"
Con una sonrisa, el rey comenzó a comer su porción. Al menos había olvidado su breve conversación sobre el príncipe Jaehaerys.
-¿Puedo hacerle una pregunta? -cuando el rey asintió, Helenna continúo -¿porque me cuenta cosas tan personales? ¿Cómo sabe que no le diré a nadie?
El rey terminó su porción y se limpió la mano con la mente en otro lado. Luego de un momento, fijó esos intensos ojos en ella.
-Permítame hacerle una pregunta es su lugar, lady Helenna.
Ella asintió y por alguna razón su corazón comenzó a latir con fuerza.
-Como seguramente sabrá, este baile fue una idea de mis consejeros para encontrarme una mujer que se convierta en mi esposa y por ende que sea la reina. Ellos me han propuesto una larga lista de candidatas adecuadas, la mayoría son damas de alta alcurnia, hijas, nietas o sobrinas de grandes señores; ¿Pero que crees que pasaría si me casara con alguna de ellas, tenemos un hijo y yo muriera? Pasaría lo que le pasó a mi padre. Antes de que se hayan apagado las brasas de mi pira funeraria, la corte estaría llena de los miembros de su familia, moldeando a mi hijo a su imagen y semejanza, manejandolo como una marioneta. Incluso antes de que terminara los siete días de luto en mi nombre, el padre de mi esposa estaría con el culo en el Trono de Hierro.
El rey guardó silencio con la mente en otro lado, luego continúo con voz firme.
-No necesito a una reina que se siente en un jardín de flores, vestida de seda con una corona de rosas y rodeada de damas y caballeros que alaben su belleza. Yo necesito a una reina fuerte, que sea capaz de gobernar, que no se asuste ante una plaga, una revuelta o una hambruna, que sea amada y respetada por todos los que la rodean. Que inspire a la gente. No quiero a Rhaenys, quiero a Visenya. Y solo hay tres mujeres en el reino así, mujeres capaces de reinar de verdad y no ser una muñeca paridora. La primera sería mi prima Arianne pero es estúpida, ambiciosa y libertina; la segunda sería Myrcella Greyjoy pero ella es una kraken y leal a los suyos, el trono sería de Tywin Lannister cuando ella me envenenase en el banquete nupcial. Y luego estás tú.
Helenna se atragantó con su saliva.
-Lo que has oído, Helenna, cásate conmigo. Se mi reina.
-Noo, está loco, sería una pésima reina. No sé coser, ni bailar, ni...
La risa genuina de él la volvió a descolocar.
-Quiero una reina no una costurera, ni un bardo ni un maestro de danza. Quiero una esposa, una compañera, alguien a quién pueda confiar mi vida y mi reino. Alguien que me quiera a mí, no a mí corona. Lo único que te pido es que me seas leal, fiel, me des hijos y me ayudes a gobernar; a cambio te doy los Siete Reinos, una corona, poder y libertad.
Helenna estaba más allá de las palabras. Nunca en su vida había estaba tan sorprendida. Ni siquiera creía que esa noche era real, de seguro estaba soñando, aún estaba dormida en su cama. No había ido a reunirse con el que se hacía llamar Griff, el hombre más poderoso del reino no le había propuesto matrimonio ni la había elegido sobre las otras mujeres. Margaery. Su hermana había anhelado ser reina por años, su familia había soñado con el día en que ella se casara con el rey.
Un rey que estaba frente a ella, observándola expectante e incluso un poco temeroso.
Helenna desvió la mirada. No podía seguir observando esos ojos.
-No puedo -susurró Helenna -hay mujeres mucho más aptas para ser su esposa.
-No las hay, Helenna -respondió el rey -¿crees que te elegí por azar? Hace horas vengo evaluando, reuniendo información y esta es la mejor decisión.
-¿Reuniendo información?
-¿Para que crees que uso el disfraz de Griff? Cuando te ví en el Lecho de Pulgas ví una fuerza en ti que pocas mujeres poseen, te plantaste frente a ellos sabiendo que ibas a morir, protegiste a tu hermana sin importar nada e incluso intentaste dialogar con ellos. Esa noche yo ví una reina, una verdadera reina.
Antes de comenzar a inventar otra escusa, el rey levantó una mano para detenerla. Tenía el semblante serio.
-Helenna, soy el rey y mi principal prioridad es buscar lo mejor para mis súbditos; y lo mejor eres tú, una reina fuerte, inteligente, generosa y bondadosa.
Helenna estaba desesperada y aterrada. Sentía el corazón salirse del pecho, las manos le sudaban.
"¿Ser reina?, pensó ella. Jamás imagino algo así, era su hermana quién tenía esos sueños.
Margaery.
-Mi hermana es la que ha soñado con ser la reina, no podría hacerle eso.
Él la miró con esos ojos intensos. Y luego para su sorpresa se puso de pie y le extendió una mano. Helenna la tomó.
De pie, frente a frente, con solo unos centímetros separandolos y las manos unidad, los jóvenes se miraron fijamente. La intensidad de esa mirada hizo que incluso los que se ocultaban en el bosque mirarán a otro lado.
-Helenna -dijo él. -solo admitir que quiero que seas mi esposa por el bien del reino sería un insulto para tí.
Luego se arrodilló frente a ella y cubrió su mano con la suya. Helenna comenzó a temblar.
-Quiero que seas mi esposa, mi compañera, mi amiga, la madre de mis hijos.
Sacó un anillo de su bolsillo. Era una banda simple negra adornado con un bello rubí. Pero no sé lo ofreció, comenzó hacerlo girar entre sus dedos con la mirada fija en su falda.
-Este anillo ha estado en mi familia por generaciones, fue un regalo de mi tocayo para la mujer que amaba.
Levantó la mirada y sus ojos se encontraron.
-Quiero que seas mi esposa por qué desde que te ví no dejo de pensar en tí. Porque has sido la única mujer en lograr que sienta algo más que solo curiosidad, por qué se que quieres cambiar el mundo como yo, por qué me gustas y te deseo, deseo tu atención, deseo esa pasión que tienes, deseo que jamás mires a otro hombre como me miras a mí.
-Quiero que te case conmigo porque, yo, Aegon, deseo pasar el resto de mi vida al lado tuyo, amarte, respetarte y cuidarte para lo que me resta de vida.
Helenna sentía lagrimear sus ojos. Escuchar sus palabras y ver cómo el hombre más poderoso del mundo se arrodillaba y profesaba su cariño la había movilizado. Pero ver a Aegon, a Griff, al chico que no había dejo de pensar desde esa noche, desnudar su corazón por ella, la obligó a tomar una decisión.
-No se cómo ser reina, esposa o madre -dijo Helenna en voz baja. El rey la miró en silencio, aún arrodillado y con las manos unidas. -pero supongo que nadie sabe cómo serlo y puedo aprender.
Luego ella le sonrió, una sonrisa dulce y por primera vez estaba segura de algo.
-Si, mi señor, acepto casarme con usted.
La sonrisa radiante que él le dedicó terminó de convencerla. Mientras se ponía de pie y le colocaba el anillo en el dedo, Helenna sintió fuerza para lo que sabía que vendría.
Su hermana y su familia, el reino y la familia del rey. Podría enfrentarlo todo. Porque ella era Helenna Tyrell y amaba a ese hombre. No con la pasión de la juventud, ese amor infantil que había sentido por Sebastián, si no algo más poderoso, algo que quemaba por dentro, que le daba fuerzas y que la hacía querer levantarse por él.
-Eres mi prometida, Helenna -dijo él mirándola con ojos brillantes. Todavía seguía tomándola de la mano. -luego del Gran Baile, anunciaré nuestra unión y nadie podrá objetar nada.
Helenna asintió. El Gran Baile. Casi se había olvidado de eso. Miles de mujeres desfilarían en frente de él, mucho más hermosas e interesantes que ella.
Aegon le levantó el rostro y acarició suavemente su mejilla. Helenna sintió su corazón latir con fuerzas y un escalofrío recorrerla.
-Te elegí a ti, querida, y nadie me hará cambiar de opinión.
-¿Pero y su familia? ¿Sus consejeros? ¿Mis padres?
Helenna sintió como el pánico comenzaba a invadirla. Sus padres. Sus hermanos. Su abuela. ¿Que les diría?
-Ya he hablado con mi madre -respondió él -y ella está de acuerdo con mi decisión. Mis consejeros aceptarán sin cuestionarme y hablaré con tus padres luego del Gran Baile.
Ella se relajó. Todavía creía que todo esto era un sueño.
En ese momento alguien salió de las sombras y se acercó a ellos. Era un Guardia Real. Llevaba la armadura pero no el casco lo que dejaba a Helenna observar sus facciones. Era un hombre muy atractivo, alto, de tez clara, con largo cabello oscuro y ojos color azul.
-Mi señora, majestad -saludo mientras realizaba una profunda reverencia. -ya es hora, Su Gracia.
Su prometido, Helenna sintió que se le bajaba la presión con esa palabra, asintió y le sonrió.
-Volveré a verte durante el Gran Baile, Helenna, aunque no podré permanecer a tu lado.
-Esta bien, lo entiendo.
El rey posó sus finos labios en el dorso de su mano y ella intentó ocultar su estremecimiento.
-Ser Arthur te acompañará a tus aposentos -sus largos dedos acariciaron su palma -debo pedirte que no le enseñes a nadie tu anillo hasta que yo haya anunciado nuestro compromiso.
Helenna observó al Guardia Real quien los veía sin inmutarse. Con él ahí parado todo era más real.
-Entiendo, majestad.
-Dime Aegon, Helenna, después de todo compartiremos el resto de nuestra vida juntos.
"Sin presión", pensó Helenna, pero aún así le sonrió.
-Nos veremos en unos días, Helenna.
Y con última caricia a su mano, la soltó y se fue caminando lentamente hacia la oscuridad del bosque, unas sombras se separaron de los árboles y lo siguieron.
Cuando Aegon se perdió de vista, Helenna miró al Guardia Real que permanecía a su lado silencioso como una sombra blanca.
-Mi señora -dijo Ser Arthur haciendo un gesto hacia el lado contrario por dónde se había marchado Aegon. -debemos regresar antes de que alguien note su ausencia.
Helenna recordó a la pobre Lucy, a quién había dejado en su cama, y asintió a Ser Arthur comenzando a caminar hacia la Fortaleza Roja.
Durante el camino de regreso, Helenna sentía que caminaba en una nube. Envuelta en sus pensamientos, no había notado el escrutinio del Guardia Real.
-¿Sucede algo, Ser Arthur?
El hombre le ofreció una sonrisa arrebatadora. Era muy atractivo.
-Para nada, mi señora, solo me alegro de ver al rey feliz por primera vez.
La joven se sonrojó con fuerza para la diversión del Guardia Real.
-Supongo que nos veremos seguido a partir de ahora, mi señora o tal vez deba llamarla majestad.
-No soy la reina, ser.
-No todavía no.
Helenna volvió a perderse en sus pensamientos. Una boda. Sería la reina. Era demasiado para solo ser un sueño.
Hace unas horas había estado horrorizada con la idea del matrimonio, y ahora no solo se iba a casar si no que se casaría con un rey.
Pensó en su hermana, en su amor de la infancia, en sus hermanos, en sus padres y en su abuela. Tenía miedo de saber la reacción que tendrían. ¿La odiarian? ¿Se enojarían?
-Es normal estar asustada por lo que vendrá, mi señora -la voz de Ser Arthur la arrancó de sus cavilaciones. Habían estado recorriendo los pasillos de la Fortaleza Roja en silencio. Estaba sorprendida, no se había dado cuenta del recorrido. Parecía ser un pasillo con poco uso, y más que un pasillo parecía ser un pasaje secreto. - aún recuerdo cuando el rey Aerys me nombró hermano juramentado. Estaba aterrado por no cumplir con las expectativas, estaba emocionado por el futuro que me esperaba. Y jamás creí presenciar la proposición de matrimonio del nieto del hombre que me convirtió en lo que soy.
Saber que alguien había presenciado un momento tan íntimo la puso nerviosa, pero era algo que esperarse, el rey no podía estar sin su Guardia Real.
-Le deseo todas las bendiciones, mi señora, y ruego a los dioses antiguos y nuevos porque le den fuerza para lo que vendrá.
La joven lo miró agradecida. No se había dado cuenta de cómo sus palabras lograron relajarla.
Unos minutos después, llegaron a una puerta escondida entre dos columnas. Las telarañas y el polvo lo cubrían todo.
-Detrás de esta puerta encontrará un camino que la llevara a sus aposentos.
-Gracias, Ser Arthur.
El Guardia Real le sonrió y asintió luego sacudió el polvo y abrió la pesada puerta.
Con una última mirada al hombre, Helenna cruzó el umbral y se dirigió a la oscuridad.
Chapter 10: El Gran Baile
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El día del Gran Baile amaneció soleado, con una temperatura ideal para un acontecimiento tan transcendental.
Ya desde la madrugada, la corte era un hervidero de movimiento. Los sirvientes iban de acá para allá limpiando, decorando; las cocinas estaban a más no poder preparando los mejores aperitivos, los guardias pulian sus armaduras y ya comenzaban a colocarse en sus puestos. Ese día sería un día muy largo.
Pero a diferencia de la gente común, los nobles si podían tener unas horas más de sueño. O eso se suponía.
A primeras horas de la mañana, las doncellas casaderas habían estado preparándose para el baile que tendría lugar al mediodía, aunque todavía faltan horas para el gran evento.
En la Fortaleza Roja, en donde se habían alojado las familias nobles más importantes del reino, estaba la prometida del rey.
Fiel a su palabra, la doncella no le había comentado a nadie sobre su compromiso y solo unos pocos en la capital estaban enterados de ello.
Dicha doncella, era Helenna Tyrell, quién en unos años sería conocida como la Reina Benévola, ahora solo era una joven nerviosa por lo que podría pasar ese día. Había muchas cosas que podrían salir mal.
Durante los días que siguieron a su reunión con Aegon en el Bosque de Dioses, no había vuelto a verlo. No había estado sentado en el Trono de Hierro (para decepción de Margaery), no había estado en los jardines ni en algún lugar conocido. Al contrario de sentirse mal por ello, Helenna confiaba en sus palabras y sabía que todo estaría bien. La intuición femenina era algo poderoso.
Así que durante esos días, Helenna se dedicó a pasear con sus damas y amigas por la ciudad. Había muchos lugares por conocer y explorar.
Rosalyne Webber había quedado fascinada con las ruinas del Pozo Dragón, por alguna extraña razón. Talla Tarly había elegido su panadería favorita en la Calle de la Harina. Alynna Caswell se había maravillado con el Gran Septo de Baelor y había pasado varias horas metida allí arrastrando a Helenna y a las demás.
Pero Helenna había elegido su lugar favorito dentro de la Fortaleza Roja. La biblioteca real. Un lugar tan hermoso, esplendoroso y magnífico que la dejó sin habla la primera vez que cruzó las grandes puertas de la entrada. Miles y miles de libros, de todos los idiomas, con siglos de antigüedad. Tantos libros y nadie para leerlos, ya que podía ver qué había muy pocas personas en la biblioteca.
Mientras Helenna recorría los estantes del segundo piso, cuál fue la sorpresa cuando se encontró con la mismísima hermana del rey, la princesa Rhaenys. Cuando los ojos violetas de la princesa se posaron en ella, juraría que sabía sobre su compromiso. El anillo que le había dado Aegon, el cual guardaba en su escote nunca le había quemado tanto.
Pero la princesa Rhaenys pronto perdió el interés en ella y para su gran alivio, la liberó de su mirada escrutadora. Luego se dió media vuelta y se marchó no sin antes darle un pequeño guiño y una sonrisa divertida. Las damas y los dos Guardias Reales que acompañaban a la princesa no se percataron del intercambio.
Luego de eso, Helenna había escapado del lugar. No haber visto esos días a Aegon, le había dado tiempo de digerir todo lo que había pasado. Matrimonio. Sería reina. Todavía sentía un nudo en el estómago.
Para su alivio, nadie se había percatado de nada. Su vida seguía siendo la misma que antes del compromiso. Lo único diferente era que cada vez que escuchaba a su familia hablar sobre el posible matrimonio de Margaery con el rey, Helenna abandonaba rápidamente el lugar con alguna escusa.
Esos sus días habían sido la calma antes de la tormenta.
Y el día en que se desataría la tormenta había llegado.
La noche antes del Gran Baile, Helenna no había podido dormir. Durante horas había dado vueltas en la cama.
Estaba aterrorizada por lo que vendría. No sólo se enfrentaría a su familia si no también al reino y al mundo. Su vida ya no sería la misma, no podría mezclarse y pasar desapercibida; desde mañana todos la verían, todos la jugarían. Y eso sin contar que en algún momento se realizaría la boda.
Se sonrojó solo de pensar en lo que sucedería luego del encamamiento. Estaba segura de que Aegon tenía experiencia en esas cosas, a diferencia de ella que solo había dado algunos besos.
Entre pensamientos de bodas, anillos, hermanas furiosas y besos apasionados de un joven de ojos violetas, Helenna logró dormir algunas horas.
Un golpe en la puerta la sacó de un sueño profundo.
Por primera vez en su vida, Helenna se despertó al instante. La luz del sol entraba por la ventana y el viento agitaba las cortinas blancas. Juraría que había cerrado la ventana.
-Mi señora -la voz de Lucy la arrancó de sus pensamientos. -debemos comenzar a prepararla para el Gran Baile.
Los nervios volvieron a invadirla. Hoy era el día. Hoy su vida cambiaría para siempre. Por un breve momento sintió la tentación de esconderse debajo de sus sábanas y olvidarse de todo. Pero no, ella era una Tyrell, descendiente de las familias más poderosas del Dominio, no se acobardaria por nada ni por nadie.
-Entra, Lucy.
Y así comenzó su tortura. Diez personas, entre sastres, peluqueros y maquilladores pululaban a su alrededor pinchando, tirando su cabello rizado o inundado la habitación de conversaciones.
Durante esas largas horas, Helenna tenía los ojos fijos en el cajón en donde había ocultado su anillo de compromiso.
Ni siquiera había prestado atención cuando la vistieron o cuando le ordenaron el largo cabello en un recogido elegante adornado con pequeñas hebillas hechas de oro y decoradas con esmeraldas. Un pesado collar de perlas fue colocado en su garganta y unos delicados aros, también de esmeraldas, terminaron por completar su atuendo.
Faltando dos horas para el Gran Baile, Helenna ya estaba lista. Los hombres en la habitación se despidieron realizando una reverencia y salieron dejando solo a las mujeres. Lucy le tomó la mano y la guío a un espejo largo que sostenían dos criadas.
Cuando se vió reflejada en el espejo, Helenna no podía reconocer a la joven que le devolvía la mirada. Tenía sus ojos negros, el cabello recogido adornado con esmeraldas y llevaba un vestido de seda color verde bosque y encaje myriense, con una falda decorada con dibujos florales hechos con hilo de oro fino.
-Está hermosa, mi señora -dijo una de las jóvenes. Era una muchacha menor que ella, con un vestido simple amarillo y un delantal blanco.
-Hace años no veía a una doncella tan hermosa, mi señora -habló una mujer anciana, tenía el cabello canoso y la espalda encorvada.
-Estoy segura de que le dicen eso a todas las damas con las que han trabajado.
Las mujeres soltaron unas risitas y Helenna sonrió. Luego volvió la vista a su reflejo, aún sorprendida por su apariencia, jamás en su vida había estado tan bellamente vestida. Durante los banquetes o torneos que su familia o algún amigo de la familia realizaba, Helenna se había vestido de forma simple sin importarle su apariencia.
Pero ese día no sería un día cualquiera. Su familia pretendía mostrar la riqueza y la belleza de los Tyrell. Si habían puesto tanto empeño en ella, no quería imaginar cómo se vería Margaery.
Mientras las mujeres intercambiaban comentarios sobre la apariencia de Helenna, lady Alerie entró a la habitación sin anunciarse. El silencio se hizo inmediatamente.
Con un simple gesto la señora de Altojardín despachó a las mujeres, quedando solo Helenna frente al espejo.
-Mi bella hija -dijo lady Alerie con una enorme sonrisa orgullosa, se colocó detrás de ella y puso las manos en sus hombros -siempre supe que detrás de toda esa rebeldía se escondía una hermosa dama.
Los ojos de madre e hija se encontraron en el espejo.
-Hoy es un día muy importante para tu hermana, querida, necesita todo nuestro apoyo.
Helenna sintió como una mano le cerraba la garganta. Sin poder soportar la mirada de su madre alejó los ojos del espejo.
-Entiendo, madre.
-Tu abuela espera poder encontrarte un excelente esposo por lo que tendrás que comportarte.
-Si, madre.
La mujer giró a su hija y la miró fijamente. Con ese presentimiento que solo una madre posee intentó ver qué sucedía con su hija menor.
-Estás preciosa, hija mía, estoy segura de que un buen hombre nos pedirá tu mano al finalizar el día.
Helenna temía cuando llegara ese momento.
-Ahora no perdamos tiempo y vayamos a reunirnos con los demás.
El gran salón en donde se hospedaban los Tyrell, estaba repleto de personas. Helenna pudo reconocer a sus tíos y primos Hightower, algunos Redwyne y varios amigos cercanos de sus padres.
Cuando Helenna encontró a Rosalyne sentada sola en un sillón cerca de los enormes ventanales fue a su encuentro rápidamente. La joven Webber era la personificación de la belleza. Con un vestido negro que resaltaba sus voluptuosas curvas y el cabello trenzado, una gargantilla de zafiros en su esbelto cuello y los labios pintados de un rojo sangre; a su lado, Helenna se sentía sosa y vulgar.
-Hoy será un día complicado, Lenna -le dijo Rosalyne mientras miraba con diversión al grupo en donde había varias jóvenes hablando emocionadas.
-Si hoy será uno de esos días.
-¡Lenna!
El saludo alegre de Talla inundó el salón, se estaba acercando a ellas junto a su hermano mayor Dickon Tarly. Una vez cerca, el heredero Tarly las saludó con una inclinación de la cabeza aunque sus ojos se demoraron en Rosalyne. Talla estaba presiosa, con esa belleza delicada que la caracterizaba.
-Mis señoras -saludó Dickon. Tenía ojos claros, el cabello oscuro y un rostro atractivo con rasgos delicados. Llevaba el emblema del cazador de la Casa Tarly cocido al pecho de su jubon.
Talla se sentó al lado de Helenna y las miró con una brillante sonrisa. No podía dejar de mover las piernas de un lado a otro.
-Quiero que empiece el Gran Baile, supuestamente aún no abren las puertas del Salón del Trono, así que debemos esperar.
Según les habían comunicado, el baile sería en el Salón del Trono con cabida para cientos de invitados.
-Estamos esperando a la estrella. -dijo Rosalyne con tono desdeñoso. Nunca había tenido buena relación con Margaery. Las dos eran demasiado competitivas y ambiciosas.
Cómo si esa fuera la señal, Margaery ingresó al salón acompañada por sus doncellas, su abuela, su madre y decenas de sirvientes.
Viendo a su hermana mayor, Helenna se sintió palidecer por su aspecto. Incluso Rosalyne quedó asombrada.
Margaery siempre había sido la belleza de la familia y ese día no era diferente.
Con todos pululando a su alrededor, alabando su belleza, su vestido de seda dorado, sus carísimos diamantes en su cuello, orejas y cabello; la hija mayor de lord Mace Tyrell era toda una visión.
Cuando las miradas de las hermanas Tyrell se cruzaron, Helenna volvió a sentir un nudo en el estómago. La felicidad de Margaery era evidente, y en unas horas ella le arrebataría todo. El anillo de compromiso que había logrado guardar en un bolsillo interno del vestido parecía latir con vida propia.
-Lenna.
La voz de Willas la sacó de sus pensamientos. Se había acercado a ellas en algún momento. Talla de pronto enrojeció e intentó pasar desapercibida.
-Últimamente pareces muy distraída, hermanita.
Debía haber sabido que no podía ocultarle nada a su perspicaz hermano.
-Ven -dijo Willas extendiendo un brazo para que lo tomará. -padre dice que es hora de irnos.
Helenna sentía las palmas de sus manos sudorosas, tenía la respiración agitada y sabía que no había vuelta atrás.
-¿Estás bien, Lenna?
Willas la miraba preocupada. Su dulce hermano mayor.
-Si, hermano, estoy ansiosa por el baile.
El heredero del Dominio le sonrió y la guío a la salida en donde los esperaban el resto de la familia Tyrell.
-La pesadilla comienza.
Helenna temía la verdad en esas palabras.
AVAVAVAVAVAVA
El Salón del Trono era una estancia enorme, con ventanas altas y estrechas, vidrieras de colores y adornadas con estrellas de siete puntas. De sus paredes colgaban los cráneos de los dragones que hace siglos habían sido montados por los Targaryen.
El Trono de Hierro, estaba alojado en una plataforma elevada al fondo del Salón, aunque en ese momento estaba vacío. Solo cinco miembros de la Guardia Real estaban al pie del trono.
Cuando la familia Tyrell y sus vasallos más cercanos ingresaron al Salón del Trono, Helenna pudo apreciar a cientos de caballeros, damas y señores situados de pie bajo los cráneos de los dragones y en la galería.
El gigantesco salón estaba repleto de nobles vestidos con sus mejores galas, sus joyas más caras y sus sonrisas más brillantes.
Todos parecían sentir la emoción del momento. El ruido de las conversaciones y la temperatura del lugar parecía insoportable. Solo el hecho de que todas las ventanas estaban abiertas de par en par evitaba golpes de calor.
Helenna entró al Salón del Trono agarrada del brazo de Willas junto a Rosalyne. A pesar de que ella no era una Tyrell, había asistido bajo la protección de su familia por lo que no podía separarse de ellos. Ya había visto a varios hombres mirar a su mejor amiga, y solo el hecho de que Willas la escoltaba había evitado que algún buitre se acercara a la sobrina de lord Webber.
-Necesito una copa de vino del Rejo -le dijo Rosalyne abanicandose el rostro.
-No se preocupe, lady Webber -le respondió Willas, siempre atento con los demás -en cualquier momento comenzará el baile solamente se espera la llegada del rey.
Una suave música llenaba el salón desde un estrado, y había mesas llenas de aperitivos y bebidas. Sirvientes andaban de un lado a otro llevando bandejas y ofreciendo a los nobles, los guardias miraban a todos los invitados con cautela.
Al igual que Rosalyne, Helenna necesitaba un poco de vino para aliviar su nerviosismo. Ver a tantas doncellas una más hermosa que la anterior; relucientes y etéreas, cubiertas de sedas y joyas, había logrado disminuir su confianza. Solo su anillo de compromiso y las palabras de Aegon habían evitado que creyera que esa noche había sido solo un sueño.
Un fuerte golpe resonó por el Salón del Trono y luego el heraldo parado a los pies del Trono de Hierro anunció con voz atronadora.
-Damas y caballeros, tengo el máximo honor de presentarles a Su Alteza Aegon de la Casa Targaryen, el sexto de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino.
Al unisono, los cientos de nobles y caballeros se arrodillaron cuando el rey salió por una puerta detrás del trono.
Cuando se puso de pie en los escalones del Trono de Hierro, el rey extendió los brazos y dijo con una voz imponente.
-Mis damas y mis señores, que este día sea recordado por las siguientes generaciones, que hoy sea un día de celebración, de paz y gozo. Que comience el Gran Baile.
Un ensordecedor aplaudo siguió a sus palabras y la música aumento de volúmen de golpe.
Algunas parejas se apropiaron de la pista de baile, ubicada en el centro del salón, y comenzaron a bailar. Las risas, las conversaciones y la música inundaban el lugar.
Mientras sus padres de unían a los bailarines, Helenna observó al rey sentado en el Trono de Hierro, con la reina madre Elia sentada en una silla a sus pies. Llevaba puesto un un jubón color oscuro bajo una capa de terciopelo carmesí en la que se veían el emblema del dragón tricefalo. Tenía el cabello platinado más corto desde la última vez que lo había visto en el Bosque de Dioses y sus ojos violetas brillaban mientras veía a sus súbditos. Incluso desde donde ella estaba de pie, podía darse cuenta de la fuerza, el poder, la belleza y el porte que desprendía.
Sintiendo sus ojos en él, Aegon clavó su penetrante mirada en Helenna y durante unos segundos ninguno apartó la vista. Y en ese breve momento, la joven sintió como se le detenía la respiración, pero luego el rey apartó los ojos de ella como si no la hubiera reconocido.
Un leve dolor golpeó su pecho. No. Ella confiaría en él. En sus palabras y la prueba de su anillo de compromiso.
¿Pero y si todo había sido una broma? ¿Él era capaz de hacerle creer que ella era especial, que por alguna extraña razón se había ganado su favor para luego ignorarla de esa manera? ¿El amado rey Aegon podría ser tan cruel?
Miles de pensamientos la acosaban sin cesar. Sus propias inseguridades le jugaban en contra. Helenna no estaba segura de que fuera amor lo que sentía por él, apenas lo conocía para amarlo; de lo único que estaba segura era de que su corazón latía con fuerza al oír su nombre, pensar en sus ojos o recordar su voz.
-Mi señora -un sirviente le ofreció una copa de vino, y Helenna lo tomó sin dudarlo. Tenía los nervios a flor de piel.
Willas y ella se habían escondido en la galería, lejos del centro de atención, lejos de los bailarines y del trono. Rosalyne había sido invitada por un joven caballero con los colores de la Casa Beesbury y no habían vuelto a verla.
Durante la siguiente hora, los hermanos Tyrell observaron el Gran Baile desde las sombras. Willas no podría bailar con su pierna mala y Helenna no tenía interés alguno en fingir delante de tantas personas falsas.
Había visto a Margaery junto a sus damas, brillando en la pista de baile, atrayendo todas las miradas. También reconoció a Myrcella Greyjoy, la nieta del Viejo León, quién estaba radiante con su vestido de seda carmesí, su cabello dorado y rizado atado en una trenza decorada con pequeños rubíes. Reconoció también a Sansa Stark bailando con un joven fuerte y corpulento, de piel clara, ojos azules y pelo espeso marrón rojizo; por el parecido entre ambos adivinó que eran hermanos.
El resto de las personas les eran desconocidas, solo el conocimiento de Willas sobre las casas nobles de los Siete Reinos la ayudó a saber de qué casa era quién. Y así pasaron el rato, tratando de adivinar a qué casa noble pertenecían los blasones o los colores que llevaban los invitados.
Todo el tiempo evitando mirar al Trono de Hierro en donde el rey seguía sentado observando el salón.
Desde que había comenzado el baile, cientos de doncellas desfilaban a sus pies una por una. Cuando el heraldo del rey anunciaba el nombre y el linaje de cada candidata, la muchacha hacía una reverencia, el rey asentía en respuesta y llegaba el turno de la siguiente.
-Más que un baile parece un desfile de ganado -susurró una voz en su oído. La joven miró sobresaltada al hombre que se había acercado a ella sin percatarse.
-¡Príncipe Oberyn!
La Víbora Roja le obsequió una brillante sonrisa.
-Me estaba preguntando en donde se habían escondido mi buen amigo y la pequeña rosa.
-Alteza -lo saludó Willas con alegría. Los hombres se dieron un fuerte abrazo, se susurraron algunas palabras e intercambiaron sus copas.
-Mmm vino del Rejo -dijo el príncipe Oberyn degustando el vino -excelente elección, mi amigo, pero nada puede comprarse con un buen vino tinto de Volantis.
-Demasiado espeso para mí gusto, alteza.
-Bah, estos jóvenes de hoy en día no tienen idea de lo que es un buen vino -respondió el príncipe dorniense, luego clavó esos ojos negros en Helenna y sonrió -lady Helenna, usted sabrá apreciar un excelente vino.
Le extendió la copa en donde había estado tomando, y por un segundo recordó los rumores que decían que la Víbora Roja era aficionado a diferentes tipos de venenos. La sonrisa del príncipe le dió a entender que conocía la razón de su titubeo.
Dándose valor, más para no mostrar el miedo que le provocaba ese hombre, tomó la copa de su mano y bebió un sorbo. Para su sorpresa, él tenía razón, era un vino exquisito.
-Está delicioso, alteza.
-Ahh escuchar a una hermosa dama decir esa palabra me provoca sentimientos encontrados pero estoy seguro de que cierto dragón estará furioso conmigo si me escucha decir esas cosas.
-¿A qué se refiere, alteza? -preguntó Willas desconcertado. Tenía los ojos nublados por todo el vino que había estado bebiendo.
Helenna observó horrorizada al príncipe Oberyn. Juraría que su corazón se había parado.
-Nada nada, mi amigo, me gusta divagar cuando estoy lleno de dicha.
La Víbora Roja le dió un golpe amistoso a Willas y miró a Helenna. La profundidad de su mirada casi la consume.
-Lady Helenna juraría que me prometió un baile durante la cacería del ciervo blanco.
Helenna miró a su hermano rogándole en silencio por su ayuda pero él parecía haberse distraído con un sirviente que pasaba con una bandeja de comida.
-¿Me acompaña, pequeña rosa?
La mano extendida del príncipe Oberyn esperaba por ella. Sin otra opción, Helenna tomó la mano grande y callosa que cubría por completo su pequeña mano.
El príncipe la guío de la mano hasta donde estaban los bailarines, demasiado cerca del trono para su gusto.
Cuando llegaron comenzó una nueva pieza. Los otros bailarines parecían apartarse de ellos, más por su pareja que por ella. A pesar de la fuerte contextura del hombre, sus rasgos duros y fama temible; el príncipe dorniense era un excelente bailarín. Parecía fluir en la pista, guiandola expertamente.
-No se preocupe, lady Helenna -dijo después de unos minutos. Las vueltas tan rápidas que daban le impedían ver a su alrededor, confía en él para no chocar a nadie. -su secreto está a salvo conmigo.
-No tengo idea de lo que habla, alteza.
-Por supuesto que no, pequeña rosa, solo espero verla en los Jardines del Agua, es un lugar hermoso y estoy seguro de que le encantará.
-¿Que son los Jardines del Agua?
-Es una residencia privada con varios jardines con piscinas y piletas, tiene árboles de naranjas sanguinas, y en otoño es un lugar agradable con días cálidos, noches frescas y una brisa salada que sopla desde el mar.
-Parece un lugar hermoso.
-Lo es, el rey y su hermana amaban ir allí cuando visitaban Dorne.
La mención del rey detuvo sus fantasías por el lugar que el príncipe le describía. Su nerviosismo volvió a notarse para diversión del hombre.
La pieza terminó y la pareja aplaudió junto a los demás bailarines. Luego el principe Oberyn le guiñó el ojo y desapareció entre las personas.
Sola, en la pista de baile, Helenna entró en pánico de que alguien la invitara a bailar. Había logrado dar unos pasos lejos de los bailarines cuando una voz la detuvo.
-Lady Helenna.
Reconocería esa voz en cualquier lugar. Era Sebastián Risley. Su amor de la infancia.
Se giró lentamente para mirarlo, a pesar de las semanas que habían pasado desde la última vez que lo había visto, Sebastián se veía igual. Cabello negro, ojos verdes, rasgos atractivos, pómulos definidos y una mandíbula fuerte.
La única diferencia para ella era que cuando antes se había emocionado por verlo, en ese momento Helenna no sentía nada por él. Puede ser que sintiera un poco de alegría al ver a un viejo amigo, pero ese poderoso sentimiento que había tenido por él había desaparecido.
Una joven se acercó a Sebastián y colocó una mano en su brazo en una clara señal de posesión. Recordaba a Betha Rowan, había sido una niña regordeta, caprichosa y altanera, ahora había crecido para volverse una mujer bella aunque malisiosa.
-Querido -dijo Betha con una voz chillona que pretendía parecer dulce. -quiero bailar.
Sebastián sonrió a su prometida aunque Helenna se percató de que la sonrisa no llegaba a sus ojos.
-Por supuesto, querida -con una última mirada en su dirección, la pareja siguió su camino a la pista de baile.
Al rozarla al pasar, los ojos de Betha y Helenna se cruzaron por un breve momento. Los ojos claros de Betha brillaban de odio y Helenna sabía que solo porque los Rowan eran vasallos de los Tyrell, la mujer estaba atada de poder hacerle algo.
La pareja se alejó de ella, y Helenna pudo respirar aliviada. Sentía que dejaba atrás algo, aunque no sabía que era. Sentía compasión por Sebastián, atado a un destino que no quería pero no había nada que ella pudiera hacer. Cada quien elegía su camino.
Sin poder evitarlo los ojos negros de Helenna vagaron al Trono de Hierro en donde Aegon tenía la mirada clavada en ella. Estaba con un semblante serio con una pierna descansando sobre la rodilla, el codo apoyado en el reposabrazos del trono y una mano cubriéndole la boca.
Su intensa mirada parecía querer desnudarla capa por capa. Esos ojos eran demasiado intimidadores para sostenerle la mirada. Cómo la cobarde que era, Helenna le dió la espalda y huyó rápidamente de esos ojos violáceos.
No sabía que había visto o interpretado con el breve intercambio con Sebastián y su prometida; pero de una cosa estaba segura, no quería volver a tener esa mirada sobre ella.
AVAVAVAVAVA
El Gran Baile hacía honor a su nombre, era un evento extravagante en donde cientos de damas y señores pasaron las siguientes horas emborrachándose, bailando y comiendo. Hubo varias peleas en donde tuvieron que intervenir los capas doradas, una dama mayor se desmayó, un hombre cayó rodando por las escaleras por la cantidad de alcohol que había bebido, e incluso hubo un escándalo entre una pareja y una supuesta amante.
Durante esas horas, Helenna había paseado por el salón buscando algún conocido, amigo o familia. Se había encontrado con varias personas menos con su familia.
Luego de su tenso encuentro con Sebastián, Helenna había huido a los jardines en donde para su gran alegría no había mucha gente y la música casi no se escuchaba.
Mientras caminaba pensativa por los jardines se encontró con Arya Stark, quién al igual que ella había huido del salón intentando encontrar algo de paz. Las dos muchachas, a pesar de la diferencia de edad, intercambiaron una larga conversación en donde Helenna se percató de que la joven loba compartía su personalidad "rebelde" como diría lady Alerie.
Cuando la voz enojada de la madre de Arya, lady Catelyn, comenzó a llamarla por los jardines, su nueva amiga había huido tan silenciosamente que no se había dado cuenta.
Paseando por los jardines también se encontró con la princesa Rhaenys, quién iba acompañada por un joven a quién le presentó como su primo materno, el príncipe Quentyn Martell, un muchacho de baja estatura y complexión robusta. Estaba muy serio y no sonrió en ningún momento.
La princesa Rhaenys volvió a despedirse con un guiño y una sonrisa divertida.
Durante su paseo varios jóvenes, y algunos bastante entrados en edad, le hablan pedido un baile pero Helenna siempre los rechazaba con una sonrisa.
En un momento de la tarde, con el sol cayendo cada vez más, se encontró a su hermano Loras junto a Ser Renly Baratheon, saliendo de atrás de unos árboles mientras se acomodaban la ropa. Cuando los vió, prefiero seguir de largo y no preguntar.
Para su gran alegría se cruzó con lady Lilianna Massey y su pequeño hijo Joshua. Cuando se acercó a saludar, la mujer estaba enseñándole al niño unas flores blancas. Las mujeres compartieron un breve conversación, y la señora de Ballarroca volvió hacerle una invitación para que visitara su hogar.
También se cruzó con su tío favorito, Ser Baelor Hightower, quién paseaba junto a su esposa. El heredero de Antigua insistió en escoltarla al Salón del Trono diciendo que llegaba la hora en que el rey hiciera un anuncio.
Helenna comenzó a ponerse cada vez más nerviosa a mediada que se acercaban al salón. Su corazón latía descontrolado, las manos le temblaban y estaba segura de que se desmayaría en cualquier momento.
Había llegado la hora.
AVAVAVA
Sus tíos la acompañaron todo el camino de regreso, casi parecía que la arrastraban. Su tío Baelor estaba un poco borracho y muy alegre mientras le contaba sobre su nuevo proyecto con la construcción de barcos. Helenna asentía sin prestarle mucha atención mientras jugueteaba con su anillo de compromiso guardado en el bolsillo del vestido.
Cuando llegaron al salón, se podía respirar un ambiente cargado de tensión y emoción. Las casas menores eran más las más cercanas a las puertas y mientras más te acercabas al trono, podías reconocer a familias nobles cada vez más poderosas, ricas e importantes.
Reconoció el blasón de la Casa Stark y también a Arya, quién miraba furiosa el piso, y a Sansa, la bella pelirroja que tenía una sonrisa emocionada y los ojos azules brillando de alegría. También reconoció el águila de los Arryn, el ciervo Baratheon, la trucha Tully; las casas nobles más poderosas del reino estaban presentes.
Cuando Helenna y sus tíos llegaron en donde estaban de pie los Tyrell junto a los Hightower, los Redwyne y los Tarly. Helenna fue a colocarse entre Willas y Rosalyne, quién tenía una misteriosa marca en el cuello.
Su familia, al igual que las grandes casas del reino, estaban a los pies del Trono de Hierro, y si levantaba la vista podía ver claramente al rey.
En su lugar buscó al resto de la familia real; la reina madre Elia no se había movido de su silla junto al trono, la princesa Rhaenys estaba de pie en los escalones del estrado junto a la princesa Daenerys, el príncipe Viserys y el príncipe Jaehaerys. Debajo del estrado estaban de pie e inmóviles, los siete miembros de la Guardia Real.
Unos minutos después, el heraldo del rey pidió silencio. Helenna sintió que cada vez aumentaba su respiración y juraría que estaba dejando un charco de sudor a sus pies.
-Damas y caballeros, el rey Aegon el sexto de su nombre, hará un anuncio importante.
El silencio fue inmediato en el Salón del Trono. Todos parecían contener la respiración, las doncellas que se habían presentado al rey parecían cada vez más ansiosas.
Helenna observó a Margaery de reojo. Aunque por afuera parecía estar serena y en calma, Helenna la conocía lo suficiente para saber que su hermana estaba terriblemente ansiosa.
El rey Aegon se puso de pie y bajo los escalones del trono con una confianza y seguridad, desprendiendo tanto control y poder que dejó a todos deslumbrados.
Cuando llegó a los pies del trono, el rey miró a sus súbditos con esos ojos violetas.
-Mis damas y mis señores -exclamó el rey con voz potente la cual llegó a todos los rincones del Salón del Trono. -hemos tenido una maravillosa velada, este día pudimos compartir un lugar en común en donde la paz, la amistad y el amor suplantaron la guerra, la muerte y el odio.
Todos parecían hechizados con sus palabras, incluso Helenna, quién olvidó su nerviosismo por unos segundos.
-Estos días en los cuales mi reino se ha unido bajo un mismo techo fueron de dicha para mí, pero el día de hoy los he reunido por algo más que solo un baile.
Helenna casi podía palpar la emoción, la expectativa, la esperanza; y el rey también lo sabía ya que estaba alargando el momento cada vez más.
-Durante estos días he conocido a decenas de jóvenes maravillosas, tan hermosas y deslumbrantes; pero mi corazón solo le pertenece a una, una mujer que ha derribado mis barreras, una mujer con la que deseo pasar el resto de mi vida a su lado, una mujer digna de ser la reina de mi amado reino.
Cada doncella pensaba que el rey estaba hablando de ella, pero esos ojos violetas estaban fijos en una sola mujer.
-Esta mujer es una mujer fuerte, bondadosa, generosa y valiente. La primera vez que la ví quedé maravillado por su valor, la segunda vez que la ví quedé encantado con su corazón amable. Ya la tercera vez que la ví, y conocí ese corazón me juré que sería mío.
Aegon guardó silencio unos segundos, aumentando la tensión y dejando que sus palabras recorrieran el salón.
-Está tarde quiero pedir la mano en matrimonio de la mujer que me ha robado el corazón.
El rey bajó el estrado y se alejó lentamente, tres miembros de la Guardia Real rompieron fila y lo escoltaron. No tenían que abrir paso, las personas se apartaban para darle paso al rey.
Helenna sintió el corazón salirse del pecho cuando el rey llegó frente a ella. Cuando esos ojos violetas se clavaron en ella, todos desaparecieron, no había hermana, padres, abuela, amigos; solo estaba Aegon.
Este le extendió la mano y ella sacó su anillo de compromiso y lo colocó en su palma abierta.
-Mi amor, frente a todos como testigos te pido que seas mi esposa, te pido que seas mi reina.
Aegon le sonrió y ella se perdió en esa sonrisa. No dudo con sus siguientes palabras.
-Acepto, mi señor.
Los vítores resonaron con tanta fuerza que sacudieron las ventanas y se escucharon por toda la capital.
El rey tomó la mano de Helenna y le colocó el anillo de compromiso en el dedo anular. Los aplausos y los gritos de celebración pasaron a un segundo plano cuando él beso el dorso de su mano.
-Acompáñame, mi amor -le susurró él al oído mientras entrelazaban sus dedos. Helenna lo siguió por inercia, todavía sin comprender nada con la mente aún en sus palabras.
El rey la guío hasta el estrado en donde pasaron a los Guardias Reales, a los príncipes y se colocaron lado a lado frente a los cientos de hombres y mujeres que aún aplaudían con fervor.
El rey Aegon levantó al aire sus manos unidas y los vítores resonaron con más fuerza por el salón.
Helenna miraba sin ver a los cientos de personas que la miraban fijamente con grandes sonrisas en sus rostros. Pudo distinguir brevemente a su familia pero evitó encontrarse con sus ojos.
Reconoció al príncipe Oberyn junto a una bella mujer pelinegra con una estampa exótica, la Víbora Roja era el que vitoriaba con más fuerza; también reconoció a los Lannister, hermosos, rubios y elegantes, parecían molestos aplaudiendo con desgana. Y junto a ellos, los Greyjoy, todos con semblantes sombríos y los únicos que no se unieron a la celebración.
Un suave apretón la devolvió a la realidad, y Helenna miró a su prometido, a Griff, a Aegon, a su futuro esposo y le obsequió una enorme sonrisa. Sus nervios y temores habían desaparecido, sus manos unidas con firmeza le daban la fuerza necesaria para enfrentar a todas esas miradas.
Todo saldría bien, solo faltaba enfrentar a su familia.
AVAVAVAVAVAVA
La noche ya había caído cuando se anunció el fin del Gran Baile.
Luego del anuncio del compromiso, el rey había anunciado que al día siguiente se celebraría un gran torneo y a la noche un banquete en honor a su compromiso. Por supuesto, su anuncio fue recibido con más vítores.
Entrada en la noche, los nobles emprendieron la retirada lentamente, los sirvientes comenzaron a limpiar y los guardias se dedicaron arrastrar a los borrachos. El rey Aegon se reunió con un hombre que había subido los escalones del estrado, este era pelirrojo, con un rostro duro y fríos ojos azul claro, tenía el broche de la Mano del Rey prendido al pecho.
El rey y su Mano conversaron brevemente, luego el hombre asintió y se marchó rápidamente seguido de algunos guardias. Un segundo después, Aegon se reunió con un grupo de hombres al pie del estrado y comenzó hablar con ellos.
Mientras el salón iba quedando vacío, Helenna había permanecido sentada en una silla al lado de la reina Elia.
Luego del anuncio de su compromiso, la invitación para el torneo y el banquete, el rey había hecho un gesto y un sirviente colocó una silla al lado de la reina madre Elia. Aegon le indicó que se sentará y esperara a que terminara el baile; la joven aún distraída por todo lo que había pasado había asentido sin prestar mucha atención.
Y desde ese momento había permanecido sentada al lado de su futura suegra.
La reina Elia había permanecido en silencio y el único gesto que le había dedicado fue una pequeña sonrisa cuando se sentó a su lado.
Desde su silla, Helenna se dedicó a observar el salón. Algunos aún continuaban mirándola, seguro tratando de averiguar qué tenía para llamar la atención del rey.
Por un segundo se arriesgó a mirar en la dirección en donde estaba su familia, y para su gran alegría se habían marchado.
Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlos. Solo esperaba sobrevivir al encuentro.
En ese momento, la princesa Rhaenys comenzó acercarse a ellas.
-Madre -saludó a la reina con una inclinación de la cabeza, luego miró a Helenna y le volvió a dedicar esa sonrisa divertida -supongo que desde ahora tendré que llamarte hermana.
-No es necesario, alteza. -respondió Helenna un poco incómoda. La princesa continuaba mirándola fijamente.
-Pero quiero hacerlo, tengo un hermano, dos en realidad, pero ninguna hermana -se acercó a su silla y se sentó en su reposabrazos. -sería divertido tener alguien con quién hablar de hombres, joyas y esas cosas.
-Rhae no tortures a tu futura reina. -la voz de la reina Elia sonó cortante, tenía sus ojos oscuros fijos en el rey y sus consejeros. -la pobre tiene suficiente por el día de hoy y al parecer todavía no termina.
-Es verdad, mis más sinceras disculpas, hermana.
La princesa Rhaenys le dió una última sonrisa y se fue.
-Disculpe a mi hija, lady Helenna, a veces se parece demasiado a mi familia para su propio bien.
-No se preocupe, majestad, la princesa Rhaenys me parece agradable.
La reina la miró con curiosidad. La fuerza de esa mirada la atemorizó un poco. A pesar de su apariencia amable y delicada, la mujer tenía una fuerza y una ferocidad que la dejaron sin palabras. No había que olvidarse que esa frágil mujer si había puesto un reino dividido en sus hombros defendiendo a capa y espada el derecho de nacimiento de su hijo.
-Muchas cosas se han dicho sobre mi hija pero jamás que es agradable.
Extrañada, Helenna frunció el entrecejo.
-La princesa me parece una joven agradable, tal vez un poco peculiar pero eso no es malo.
La reina la miró unos segundos como si estuviera analizandola luego le sonrió y soltó una carcajada.
-Así que Aegon tenía razón.
La curiosidad por sus palabras casi la obligaba a abrir la boca y preguntar a qué se refería.
Unos minutos después, el rey se separó de sus consejeros y caminó hasta donde estaban ellas. La reina se puso de pie y Helenna la imitó.
-Madre -dijo Aegon -quiero presentarte formalmente a mi prometida, lady Helenna Tyrell.
El rey extendió el brazo y tomó su mano con suavidad. La reina madre los observó con curiosidad y les sonrió.
-Les deseo todas las bendiciones para este nuevo camino que comenzarán juntos, y espero muchos nietos pronto.
Helenna se sintió enrojecer de un horrible y obvio color rojo para diversión de la reina Elia. Aegon tosió incómodo.
-Por supuesto, madre.
-Supongo que tienen un lugar a donde ir.
Helenna miró a su prometido extrañada. Aegon asintió y se pasó un mano por el cabello platinado con cansancio.
-Si, ya es hora, madre, ten una buena noche.
La reina madre asintió y se retiró seguida por un séquito de damas y guardias.
Aegon se giró y miró a Helenna con las manos todavía sujetadas.
-He invitado a tus padres a cenar para obtener su aprobación.
Helenna le sonrió con cariño. Él era el rey, no debía pedir la aprobación de nadie pero al parecer lo haría por ella.
-Bien, vayamos a reunirnos con ellos.
Mientras bajaban del estrado juntos y eran escoltados por cinco miembros de la Guardia Real, Helenna se encontró con los ojos violetas del príncipe Viserys. Se había quedado rezagado hablando con un grupo de hombres.
Cuándo los ojos de ambos se encontraron, Helenna sintió un escalofrío recorrerla. Esos ojos estaban llenos de ira, odio y desprecio pero un segundo después, todo eso desapareció y solo quedó una mirada vacía. Era como mirar una estatua.
Rápidamente apartó la mirada del príncipe Viserys y se enfocó en la mano cálida que sujetaba la suya.
AVAVAVAVAVA
La pareja se reunió con lord y lady Tyrell en una terraza que daba al río Aguasnegras, era bien entrada la noche y un viento cálido agitaba el mantel en donde los cuatro cenarían.
Cuando Aegon y Helenna entraron a la terraza, aún tomados de las manos, los señores de Altojardín se levantaron de sus lugares rápidamente.
Una vez cerca de sus padres, ellos hicieron una reverencia y un incómodo silencio los envolvió.
-Lord Tyrell, lady Tyrell -saludó Aegon con formalidad -es un honor conocer formalmente a los padres de mi prometida.
Helenna observó la reacción de sus padres. Estaban tensos, incómodos y no sabían que estaba pasando. Hace unas horas habían soñado con ese momento, pero con otra hermana.
-Tomemos asiento, mis señores, ya están por traernos la cena.
Los cuatro se sentaron en la mesa, los padres de Helenna a un lado y los jóvenes del otro lado. Por suerte, rápidamente entraron un séquito de sirvientes trayendo la comida.
Los siguientes minutos fueron una tortura para Helenna quién evitaba encontrarse con la mirada de sus padres y tenía los ojos fijos en su plato casi lleno. Aegon comía tranquilo y relajado mientras conversaba con su padre sobre temas económicos, y la madre de Helenna escuchaba la conversación sin prestar atención.
Cuando terminaron la cena y llegó el postre, Aegon tomó sutilmente su mano debajo de la mesa y le dió un suave apretón. Cuando lo miró, él le sonrió y sus padres fingieron no haber visto el intercambio.
-Majestad -dijo su padre luego de que retirarán los platos y sirvieran el té. El rey asintió dándole permiso para hablar -mi señora esposa y yo tenemos curiosidad por saber cómo se conocieron.
-Es una historia increíble ¿verdad, querida?
Helenna lo fulminó con la mirada y él soltó una carcajada.
-La primera vez que la ví fue en la ciudad, intercambiamos unas palabras y quedé deslumbrado.
Helenna se ruborizó al escucharlo decir esas cosas. Todavía no creía que fuera verdad todo esto.
-La segunda vez que la ví fue durante la cacería y lady Helenna me pareció la mujer más valiente, bondadosa y amable que haya conocido. Nos volvimos a reunir en los jardines y fue ahí donde le confesé mi amor y le propuse matrimonio.
Los padres de Helenna escuchaban embelesados.
-Les pido disculpas, mis señores, por no seguir los pasos del cortejo pero tenía que anunciar el compromiso apenas lady Helenna aceptó mi propuesta.
-No se preocupe, majestad, entendemos la situación y estamos felices con este compromiso.
Helenna estaba segura de que si ella hubiera hecho eso con cualquier otro hombre, sus padres estarían furiosos y la hubieran obligado a romper su compromiso y casado rápidamente con otro hombre de su elección. Y Aegon también lo sabía, esa sonrisa lo delataba.
-Muchas gracias, mis señores, lo único que nos faltaba era su aprobación.
-Majestad, como un pobre padre preocupado por su niña, le pido que me prometa que la cuidara y la hará la mujer más feliz del mundo -dijo lord Tyrell con seriedad, parecía ser sus primeras palabras sinceras.
-Le juro, por los antiguos y nuevos dioses, que intentaré todos los días hacer feliz a su hija.
Los hombres compartieron una larga mirada y lord Tyrell asintió conforme.
-¿Que seguirá ahora, majestad? -preguntó lord Tyrell mientras colocaba azúcar a su té.
-Como saben, mañana por la noche se celebrará nuestro compromiso con un torneo y banquete.
-Permítame contribuir en la celebración de mañana, majestad, como regalo de compromiso.
-Sería un honor para nosotros, mi señor.
Las damas habían permanecido en silencio observando el intercambio. Helenna tenía las manos envueltas en su taza de té con la miraba perdida en el horizonte y su madre revolvía distraída su té ya frío.
Luego de otra hora más, con Aegon y su padre hablando animadamente (Helenna observó que su prometido ya se había ganado el favor de su padre), los cuatro se levantaron de la mesa.
-Una cosa más, mis señores -dijo Aegon -lady Helenna ya forma parte de la familia real en el momento en que se convirtió en mi prometida por lo que desde ahora en más tendrá sus aposentos en el Torreón de Maegor.
Helenna miró confundida a Aegon, no recordaba que le haya pedido su opinión.
-Por supuesto, majestad, mañana por la mañana me reuniré con usted para comenzar arreglar los detalles de la boda y planear un gran torneo en honor a su compromiso.
Luego avanzó hasta donde Helenna permanecía de pie al lado de Aegon y la tomó entre sus brazos dándole un fuerte abrazo.
-Mi niña -le dijo acariciando su espalda, tenía la voz temblorosa -no creí que llegaría el momento en el que te perdería pero ese momento ha llegado y solo puedo ver cómo te alejas cada vez más de mí.
-No me perderás, padre, todavía sigo siendo tu hija.
El hombre soltó una débil carcajada y con un último abrazo se apartó. Tenía los ojos llenos de lágrimas contenidas y una triste sonrisa en los labios. Luego se alejó y fue el turno de su madre.
La mujer la miraba fijamente y Helenna se revolvió incómoda. Siempre que su madre la miraba así era porque la esperaba un sermón. Para su sorpresa, la mujer la abrazo y sintió algunas lágrimas mojarle el vestido.
-No sé que fue lo que paso en estos días pero estoy feliz de que hayas encontrado a un buen hombre, mi amada hija, estaré aquí cuando me necesites.
Helenna sintió un nudo en la garganta al ver a sus padres tan melancólicos. Y al verlos marcharse, alejándose de ella, se dió cuenta de que nada sería igual, había dado un paso enorme y no pudo evitar sentir que perdía algo.
-Lenna -el susurró de Aegon la sacó de su tristeza. El joven la miraba con una emoción extraña. -debemos marcharnos, mañana tenemos un día aún más agitado.
La muchacha asintió, tomó su mano extendida y lo siguió a dónde sea que fueran.
AVAVAVAVAVAVA
El Torreón de Maegor era una fortificación ubicada en el interior de la Fortaleza Roja en donde se encontraban los aposentos reales y el Salón de Baile de la Reina.
Helenna, junto a Aegon y cinco miembros de la Guardia Real, cruzaron el puente levadizo, el único acceso posible.
El rey la guío por una serie de pasillos hasta que llegaron a una gran puerta de doble hoja, hecha de caoba negra, decorada con dibujos de dragones hechos de oro puro, y con rubíes en donde estaban los ojos.
Dos guardias abrieron las puertas y el grupo entró a la habitación. Adentro, Helenna vio a varias personas entre sirvientes, criadas y doncellas esperándolos, quienes realizaron una profunda reverencia al verlos entrar.
El lugar era enorme, solo el salón principal era más grande que su habitación.
-Espero que tus aposentos sean de tu agrado -le susurró Aegon al oído. La joven no pudo evitar estremecerse. -y como regalo de compromiso tengo algo para ti.
Una mujer elegante, con un vestido negro y el cabello sujetado en un doloroso moño, hizo una seña. Por una de las puertas entraron tres jóvenes que Helenna reconoció.
-Pensé que tal vez te haría feliz estar rodeada de gente conocida.
Cuando creyó que no podía adorarlo más, Aegon hacía esas cosas. Su molestia por haberla mudado de lugar sin preguntar, desapareció cuando vió a sus damas y amigas.
Rosalyne Webber, Talla Tarly y Alynna Caswell se habían quitado los vestidos que habían usado durante el Gran Baile, y se habían puesto unos vestidos elegantes que mostraban su nuevo estatus como las damas de compañía de la futura reina.
-Me retiro, lady Helenna -dijo Aegon posando sus labios en el dorso de su mano. -mañana nos uniremos a mi familia para desayunar.
Con una última sonrisa, el rey se dió media vuelta seguido por cuatro miembros de la Guardia Real, el quinto hermano juramentado permaneció junto a Helenna, silencioso y alerta. Como ahora ella formaba parte de la familia real, era obligatorio que un Guardia Real también la custodiara.
Cuando el rey y su séquito se hubo marchado y las puertas de doble hoja se cerraron tras ellos, Helenna miró a su alrededor y observo que todos, a diferencia de sus damas, seguían con la cabeza inclinada como si esperarán algo.
La mujer que había hecho entrar a sus damas, se adelantó un paso y luego de hacer una reverencia habló.
-Mi nombre es Elyn, de la Casa Norridge, soy la viuda de Ser Luthor Tyrell, primo de lord Mace Tyrell. He sido convocada por lady Olenna para ser frente al servicio de lady Helenna supervisando a sus doncellas, criados, acompañantes y asistentes.
Helenna no recordaba haberla visto nunca pero eso no la extrañó, la Casa Tyrell tenía muchos miembros y ramas, y ella no había hecho el esfuerzo de conocerlos a todos. Lo que la extrañó fueron sus palabras.
-¿Mi abuela la convocó?
-Así es, mi señora, apenas se supo de su compromiso con el rey, lady Olenna me mandó a llamar y me encargó que la cuidara, que le enseñara etiqueta, protocolo y a desenvolverse en la corte.
Decir que estaba sorprendida sería quedarse corta, jamás en su vida espero ese gesto de su abuela; pero estaba demasiado cansada para pensar mucho en eso. La mujer, Elyn, al parecer se percató de su cansancio.
-Mi señora, permítame mostrarle sus aposentos.
Le señaló otra puerta enorme de doble hoja que había a su derecha y Helenna caminó hacía allí. Mientras avanzaba por el salón, con sus damas y el Guardia Real siguiéndola, las personas se inclinan y agachaban la cabeza ante ella. Esto la incomodó, de pasar toda una vida pasando desapercibida, de un día para el otro todos parecían atentos a ella, inclinándose a su paso y mirándola casi con reverencia. No entendía que podría haber cambiado en ella para producir tal efecto en las personas.
Luego de cruzar varias puertas, salones, guaridas y sirvientes; Helenna, sus damas y Elyn llegaron a una puerta marrón decorada exquisitamente. Un guardia abrió la puerta para ellas y las mujeres entraron a la habitación.
Una cama con dosel dominaba la habitación, la cama brillaba en un acabado metalizado dorado al que acompañaba una cómoda a un lado y un portavela al otro. Tenía tiras de tela blanca que se apoyan en la estructura y caían con peso desde el cabecero al piecero. El colchón era grueso y tenía sábanas de seda blancas.
-Es increíble. -murmuró Rosalyne. Y Helenna estaba de acuerdo, ni siquiera sus aposentos en Altojardín eran tan deslumbrantes.
-Sus damas tienen sus habitaciones cerca de usted, lady Helenna, así estarán cerca suyo para cualquier necesidad.
Mientras sus damas revisaban la habitación curiosas charlando y riendo entre ellas, Helenna se acercó a Elyn.
-Lady Elyn -la llamó Helenna. La mujer la miró expectante. -tengo una criada que me gustaría que entrará a mi servicio, su nombre es Lucy.
-Enviaré a buscarla inmediatamente, mi señora.
Helenna se sintió más tranquila al saber que Lucy estaría junto a ella y le sonrió agradecida a la mujer.
-Si no necesita nada más me retiro, mi señora.
-Muchas gracias por su ayuda, lady Elyn -le dijo Helenna realmente agradecida. Ver caras conocidas luego de un día tan agitado le parecía maravilloso.
La mujer le sonrió y realizó una profunda reverencia. Luego miró a sus damas y dijo con voz dura.
-Niñas, recuerden ayudar a su señora, no están aquí de vacaciones.
Talla y Alynna agacharon la cabeza apenadas, a diferencia de Rosalyne quién se había entretenido con unas joyas de su tocador. Elyn miró a la pelirroja con molestia pero al parecer decidió dejarlo pasar por alto esta vez, luego se retiró dejando a las muchachas solas.
Se hizo un incómodo silencio tras la salida de la mujer. Unos segundos después fue abordada por sus amigas con millones de preguntas, parecían mosquitos que zumbaban en sus oídos.
-Un segundo, un segundo -las interrumpió Helenna levantando las manos. Las tres damas guardaron silencio de inmediato. -estoy cansada, tengo sueño, y lo único que quiero en este momento es bañarme y dormir.
-Me imagino, Lenna, vas hacer la reina debes estar agotada -dijo Alynna, luego la tomó de la mano y la guió por una puerta que al parecer daba al baño. -las criadas te han preparado un baño caliente, ven te ayudaremos.
Entre las tres jóvenes lograron desvestirla y bañarla mientras comentaban sus experiencias durante el Gran Baile. Helenna las escuchaba sin prestar atención, sentía los ojos cerrarse del cansancio, por lo que no notó cuando la sacaron, la vistieron y la acostaron en la enorme cama con dosel; si sintió cuando Rosalyne se acostó a su lado y las cubrió con las sábanas. Un segundo después estaba completamente dormida.
AVAVAVAVAVAVAVA
Peter, con el rostro cubierto por una larga capucha, caminaba por las sucias calles del Lecho de Pulgas, estaba apurado y se sobresaltaba con cualquier sombra. Sujetaba su espada con tanta fuerza que sus dedos estaban blancos.
Sabía que no debía estar allí, los iban a descubrir y el rey dragón los mandaría a las celdas negras de la Fortaleza Roja en donde se rumoreaba que la Víbora Roja experimentaba con los prisioneros. Tenía una familia que protejer, una esposa que acababa de parir y dos niños pequeños, no quería saber que sería de ellos sin alguien descubría la reunión secreta, pero le habían prometido oro, tierras y títulos los cuales no podía rechazar, mucho dependía de ello.
Cuando Peter llegó al lugar de la reunión, un bar de mala muerte, golpeó la puerta cuatro veces con el puño y luego de un segundo golpeó dos veces más. La puerta se abrió iluminando el sucio callejón y la música se hizo más ruidosa, rápidamente entró y sólo ahí pudo respirar aliviado. El portero lo guió por el bar, pasando mesas con hombres borrachos, prostitutas, ladrones, asesinos, toda la escoria de la capital estaba reunida allí.
El portero golpeó una puerta al final del pasillo con su propia contraseña, cuando la puerta se abrió le hizo un gesto para que pasara.
La habitación estaba completamente oscura, la única luz que había era una pequeña vela encendida en la mesa redonda que ocupaba le pequeña habitación. Peter vió seis sillas alrededor de la mesa, todas ocupadas con personas con el rostro cubierto como él. Sin una silla, Peter tuvo que permanecer de pie al igual que otros.
-Muy bien -dijo una voz grave y masculina de uno de los ocupantes de las sillas. -todos están aquí porque desean una recompensa, venganza, justicia, fama o sólo por simple curiosidad.
Nadie respondió y el hombre continuó sin darle importancia.
-Todos aquí tenemos algo que perder si las cosas salen mal y no queremos que eso pase por lo que fallar no es una opción.
-¿Porque fuimos llamados aquí? -preguntó un hombre junto a la única ventana de la habitación. -me han dicho que había un trabajo que hacer y lo único que veo son a un par de cobardes ocultos tras sus capuchas.
-No veo que muestres el rostro, sabandija.
-Mi rostro cubierto es mi verdadera identidad y al que logre verme morirá.
-¡Si, por tu asquerosa cara! - aulló de risa un hombre robusto y gigante desparramado en una de las sillas.
-¡Suficiente! -el grito enojado del hombre que parecía ser el que dirigía la reunión silencio a todos. -no estamos aquí para perder el tiempo, muchas cosas dependen de nuestra victoria.
-¿De que victoria hablas? ¿Cuál es el maldito trabajo, hombre?
Un tenso silencio llenó el lugar, todos parecían contener la respiración esperando a que hablara.
-El rey Aegon y Helenna Tyrell se casarán el primer día del nuevo año, que resulta ser el primer día del nuevo siglo. El trabajo será eliminar a la muchacha antes de la boda, y si los dioses están de su lado el rey también podría morir con ella. A cambio de su trabajo, serán recompensados con oro, tierras, títulos o lo que más deseen; el que logre eliminarlos y sobrevivir a ello vivirá como un rey el resto de su vida.
Peter sintió el cambio en el ambiente de inmediato, nadie parecía querer moverse o hablar. La oscuridad y las capuchas hacían imposible distinguir los rostros pero él podía casi saborear la ambición de todo los que estaban en la habitación.
El silencio fue roto por un hombre, que por su tono de voz parecía ser muy joven, cuando clavó un largo cuchillo en la mesa.
-Falta más de una quincena para la boda y los accidentes le ocurren hasta al más simple de los hombres, jefe.
El que dirigía la reunión asintió en acuerdo.
-El primero de ustedes que asesine a Helenna Tyrell, y si es posible al rey también, será grandemente recompensado.
-La furia del Dominio será terrible si algo le llegará a suceder a la muchacha. Se dice que lord Tyrell la adora más que a sus otros hijos e incluso se ha ganado el favor de los dornienses y de la familia real.
-Además de que uno de los hermanos de la chica se ha vuelto muy amigo del heredero de la Casa Baratheon.
-Es verdad, la muerte de la Tyrell desataría una guerra y si se agrega la muerte del rey estallaría el caos en todo el reino, ningún título ni tierras nos salvarían de lo que vendría.
-Si, yo no quiero tener nada que ver con esto, no lo vale.
Varias figuras se retiraron de la habitación dejando a Peter y a cinco personas más.
-Bien -dijo el que estaba a cargo -si se quedaron aquí los vuelve sabios o estúpidos, la mayoría de ustedes no sobrevivirá y los que cumplan su trabajo podrían ser ejecutados.
Un terror que nunca había sentido en su vida lo envolvió por completo, estaba aterrado y sabía que había una gran posiblidad de que ni siquiera pudiera acercarse a la muchacha y menos al rey; pero luego pensó en su familia, en su aldea, y trató de armarse de valor.
Helenna Tyrell debía morir para que su gente pudiera sobrevivir.
Chapter 11: La prometida del rey
Chapter Text
-¿Estás despierta?
Rosalyne Webber observó fijamente como los ojos de Helenna Tyrell parpadeaban somnolientos intentando despertarse, luego frunció levemente el entrecejo y en su frente apareció una pequeña arruga.
-Mmm.
-Lenna - susurró Rosalyne con voz muy baja. -¿Porque no me contaste sobre tu romance con el rey? Creí que éramos amigas.
Los ojos negros de Helenna se abrieron lentamente tratando de enfocar a su alrededor. Cuando esos intensos ojos se clavaron en ella, la muchacha pelirroja no pudo apartar la mirada; la más joven de la rama principal de la Casa Tyrell siempre había tenido una mirada profunda con esos ojos tan parecidos a la Reina de las Espinas.
Era muy temprano en la mañana, todavía no había salido el sol y las jóvenes estaban acostadas en la misma cama con las sábanas cubriéndolas hasta la cabeza.
-¿Que cosa?
Rosalyne suspiró fastidiada, odiaba hablar con Helenna cuando recién se despertaba, era casi imposible que lograra conectar más de dos palabras. Tardaría un buen rato en despertarse por completo.
-Nada -dijo Rosalyne acomodando bien las sábanas a su alrededor. Helenna tenía los pies fríos. -vuelve a dormir.
Casi de inmediato, Helenna cerró los ojos y volvió a quedarse dormida; a diferencia de Rosalyne quién no podía volver dormir.
Se había despertado hace un rato luego de que sus sueños estuvieran repletos de pesadillas. Había soñado con un dragón que arrasaba con fuego negro a un ejército de miles de hombres, una doncella con una corona de rosas derramando lágrimas de sangre, una sombra con el rostro cubierto aferrando una daga cubierta de sangre y veneno, una víbora vigilando a un majestuoso león que acechaba a unas ovejas, un lobo blanco rodeado de fuego, un kraken gigante con sus tentáculos hundiendo cientos de barcos de guerra, un ciervo descansando en un campo de rosas doradas entre enredos de espinas.
Y también había sangre, tanta sangre que llegaban hasta las rodillas de Rosalyne. El olor a orina, sudor y sangre saturaban el aire; y miles de cadáveres de hombres y mujeres estaban esparcidos por un campo de batalla.
Luego de haberse despertado aterrada con el corazón desbocado, Rosalyne no había podido volver a dormir y prefirió pasar el rato hasta que amaneciera mirando dormir a Helenna y recordando todo lo que había pasado ayer durante el Gran Baile.
Todavía podía recordar el esplendor del Salón del Trono; la música, el olor a comida, el sabor de los vinos, la elegancia y el porte con la que danzaban los señores y caballeros con damas vestidas con las mejores sedas y las joyas más caras.
Rosalyne debía admitir que el Gran Baile había sido el evento más impresionante al que había asistido. Cómo la sobrina de un señor menor, ella no estaba acostumbrada a rodearse de nobles tan poderosos, ricos y de linajes con miles de años de antigüedad.
Toda su infancia la había pasado en Fosafría, acostumbrada a una vida simple y sencilla. Su tío no la obligaba a comportarse como una dama y tampoco parecía interesado en convertirla en una.
Rosalyne recordaba que sus primeros años en Fosafría fueron los mejores, rodeada de pocos sirvientes y guardias, pasando sus días en los establos y corriendo por los bosques sin preocupaciones, sin temores.
Hasta que un día, cuando Rosalyne tenía ocho años, su tío había sido invitado a un banquete que lord Mathis Rowan iba a realizar en Sotodeoro en honor a la llegada de lord Mace Tyrell a sus tierras. Cómo vasallos de la Casa Rowan, los Webber tenían que estar presentes y su tío había decidido que ella lo acompañara ya que nunca había salido de Fosafría.
El banquete había sido terriblemente aburrido, no había nadie de su edad por lo que no podía hablar con nadie. Los señores y las damas estaban ocupados bebiendo y bailando, y su tío tenía las manos metidas en la falda de una sirvienta a la que le doblaba la edad.
Lo único bueno de la noche fue cuando se había escapado del banquete y se había refugiado en los jardines del castillo. En cierto momento de la noche mientras Rosalyne paseaba por el jardín, una mujer alta y elegante con cabello largo y plateado vestida de verde y dorado, se había acercado a ella y le había hecho algunas preguntas.
Al día siguiente, Rosalyne se despedía de su tío y marchaba a Altojardín para convertiste en dama de compañía de la hija menor de la señora de cabello plateado.
Cuando conoció a la chica, una niña de su misma edad de cabello castaño oscuro largo y rizado con unos asombrosos ojos negros, se había presentado como Helenna y le había dado una sonrisa grande seguido de un torrente de palabras ininteligibles.
Desde ese día, Rosalyne había vivido en Altojardín convirtiéndose con el paso de los años en la mejor amiga de Helenna y su única confidente. Su amistad había crecido y se había fortalecido; y Rosalyne nunca había sido tan feliz como cuando estaba al lado de Helenna.
Pero ayer lo había cambiado todo.
Durante el Gran Baile, Rosalyne había sido feliz, rodeada de esplendor, elegancia y riqueza. Los señores, jóvenes y viejos, parecían deslumbrados con ella. Tuvo varias propuestas indecorosas e incluso hubo algún valiente (o estúpido) que intentó pedir su mano en matrimonio hasta que ella comentaba sutilmente que estaba bajo la protección de lord Mace Tyrell y huían espantados.
Esa tarde se había sentido en una nube de felicidad. Y así fue hasta que el rey Aegon Targaryen se paró frente a Helenna y le colocó un anillo de compromiso en el dedo anular.
Al igual que ella, en ese momento todos los presentes en el Salón del Trono se dieron cuenta de que las palabras del rey habían sido sobre Helenna; y Rosalyne solo pudo observar como el rey Targaryen se llevaba a su mejor amiga de su lado.
Verlos tomados de la mano, uno al lado del otro parados frente al Trono de Hierro y sonriendo con una felicidad verdadera, Rosalyne no pudo evitar sentir algo que jamás creyó sentir hacía Helenna.
Traición.
Su mejor amiga la había traicionado al no contarle sobre su romance con el mismísimo rey de Poniente. Traición porque Rosalyne creyó que siempre estarían juntas, que Helenna siempre estaría a su lado, que siempre serían Rosalyne y Helenna.
Pero ya no eran esas niñas correteando por los pasillos de Altojardín. Ahora se habían convertido en algo más. Ahora Helenna sería de su esposo, de sus futuros hijos y de todo el reino; Rosalyne ya no tendría un lugar privilegiado en su vida.
Observando el semblante relajado de Helenna, Rosalyne supo que ya no volverían hacer las de antes. Todo había cambiado.
AVAVAVAVAVA
Era muy temprano para tener a tantas personas a su alrededor, tantas personas pinchandola, peinandola, mostrándole diferentes telas, joyas y zapatos.
-¿Que piensa, lady Helenna?
-¿Le gusta esta tela o es muy áspera para su gusto, mi señora?
-Debería comer más, mi señora, está muy delgada.
-Lady Helenna está perfecta de salud no la molesten tan temprano.
La bella y dulce voz de Rosalyne espantó a las molestas criadas que la rodeaban. Las amigas compartieron una mirada de complicidad. Hoy también sería un largo día.
Luego de ser despertadas casi a los gritos por Elyn Norridge, la señora encargada de su servicio y la viuda del primo de su padre; Helenna había sido obligada a bañarse y a colocarse un camisón para que sus criadas, doncellas y sirvientes pudieran arreglarla correctamente para su primer desayuno con la familia real.
Cuando le recordaron esto, Helenna comenzó a ponerse nerviosa. En un rato se reuniría con la familia real, la familia de Aegon.
¿Que haría si no les agradaba? ¿Y si todos eran como el príncipe Viserys? ¿Y si decidían exiliarla porque no sabía con que cuchara beber la sopa?
Bien, pensó Helenna, estoy exagerando.
Aunque era inevitable, jamás intentó caerle bien a nadie, ella siempre había sido ella. Sin pudor, sin falsedades, era entendible su miedo de no agradarles a la familia real.
Mientras era vestida, peinada y "decorada" como decía Rosalyne, Helenna había estado practicando en como hablaría con su futura familia.
-Lenna -la llamó Talla Tarly, había estado leyendo un libro en uno de los sillones casi desde que había comenzado su tortura. -no te hagas tanto problema, solo se tú misma.
-¿Y si eso no es suficiente?
-Entonces no vale la pena, no deberías esforzarte por agradecerle alguien perdiendo tu verdadera esencia.
Helenna observó con curiosidad a su amiga. Talla Tarly, hija mayor de lord Randyll Tarly y lady Melessa Florent, desde su infancia había sido una niña tímida, reservada y gentil. A diferencia de Rosalyne quién era fuego y pasión, Talla era calma y paz. La partida de su hermano mayor, Samwell Tarly, al Norte había sido muy duro para ella, volviendola aún más introvertida. Solo el carácter alegre de Helenna había evitado que la niña cayera en depresión y desde ese momento habían sido inseparables.
-Tienes razón, Talla, gracias.
Talla asintió y volvió su atención al libro volviendo a ignorar a su alrededor. Helenna sintió un poco de envidia, ojalá ella pudiera refugiarse en sus libros.
-Ya terminamos, mi señora.
La voz de Elyn la sacó de sus pensamientos. Sus criadas, sirvientes y asistentes habían salido del salón en algún momento, dejando solos a Helenna, sus damas, el Guardia Real y Elyn.
La joven Tyrell bajó del pedestal en donde había estado casi una hora de pie y se miró en el espejo que Alynna Caswell sostenía. Le habían puesto un vestido simple pero elegante, de terciopelo púrpura con patrones de rosas y enredaderas en la falda y en el escote. En la garganta llevaba una gargantilla de oro con pequeñas amatista y aros de perlas.
-Mi señora la esperan para el desayuno.
El Guardia Real, quién se había presentado como Ser Oswell Whent, había estado a su lado desde anoche, y solo se había apartado de ella cuando se había ido a dormir; pero apenas Helenna y sus damas habían aparecido en el salón para comenzar su tortura, Ser Oswell la había seguido como una sombra, perfectamente inmóvil y alerta.
Helenna había observado que Ser Oswell se ponía tenso cada vez que alguien estaba muy cerca de ella; salvo por eso, el hombre había estado observando atentamente y compartiendo algunas bromas con Rosalyne a costa de Helenna y su sufrimiento con los alfileres.
El Guardia Real comenzó a caminar a la salida y Helenna lo siguió. Justo antes de cruzar las puertas de doble hoja, se dió la vuelta y miró a sus amigas. Las tres jóvenes le hicieron señales de apoyo, e incluso Elyn le dió una sonrisa de aliento.
Con un poco más de confianza, Helenna siguió a Ser Oswell por los pasillos del Torreón de Maegor. Según le había contado Elyn, el torreón tenía varios niveles, en el nivel inferior estaba el Salón de Baile de la Reina, luego las cámaras para los invitados más ilustres o miembros cercanos a la familia real, que en ese momento eran ocupados por la familia Martell. Los aposentos reales se dividían en varios sectores y niveles; para su gran alivio, el príncipe Viserys tenía sus aposentos muy lejos de ella en otra ala del torreón.
El rey vivía en la parte superior más alta, con un nivel completo a su disposición, y según Elyn luego de la boda ella debería mudarse allí. Trató de no pensar todavía en eso, recién habían pasado dos días desde que Aegon le propuso matrimonio y aún no se hacía la idea por completo.
El desayuno familiar sería en las cámaras reales con toda la familia del rey presente. Sin presión, pensó Helenna.
Ser Oswell y Helenna recorrieron los pasillos, cruzándose con guardias y sirvientes, y de vez en cuando con alguna dama de la corte. Todos hicieron una reverencia cuando Helenna pasaba por su lado, incómoda ella les respondió con una sonrisa y una inclinación de la cabeza.
Cuando llegaron a la cámara real, las manos de Helenna comenzaron a sudar, detrás de esa puerta estaban Aegon y su familia.
-Buena suerte, lady Helenna. -dijo Ser Oswell con una sonrisa, luego abrió la puerta y Helenna entró a la cámara tratando de controlar sus temblores.
La cámara real era aún más grande que el comedor familiar en Altojardín en donde los Tyrell comían. Tenía varios ventanales que daban a un balcón cubierto de mármol, había candelabro gigante en el techo y en el centro del lugar había una larga mesa con siete sillas.
Cuando Helenna entró seguida por Ser Oswell el lugar estaba vacío salvo por el joven sentado en la cabecera de la mesa y dos Guardias Reales parados detrás suyo. Al verla entrar, el joven se levantó y caminó hacía ella.
-Buen día. -habían pasado sólo unas horas desde que había visto a Aegon luego de la cena con sus padres. Parecía que habían pasado días en vez de horas.
-Buen día, majestad -respondió ella realizando una reverencia.
-No es necesario llamarme así, Lenna, en dos semanas serás mi esposa y no quiero que seamos dos extraños.
La joven se ruborizó para diversión del rey.
-Esta bien, Aegon.
La enorme sonrisa que le regaló fue suficiente para acelerar su corazón.
-Acompañame -dijo él entrelazando sus dedos -mi familia debería llegar en cualquier momento.
-Creí que ya estarían aquí.
-Quería esperar a que llegaras primero para que no te sintieras incómoda con tanta atención, mi familia puede llegar hacer asfixiante cuando se lo proponen.
Helenna intentó ocultar su alegría por que tuviera en cuenta sus sentimientos. Cada vez su cariño por él crecía con cada pequeña acción que realizaba por ella.
Aegon movió una silla ubicada a la izquierda de la cabecera de la larga mesa, y luego de que Helenna se sentó, el rey volvió a sentarse en donde había estado acomodado cuando ella entró.
Cuando Ser Oswell se unió a los Guardias Reales detrás de la silla de Aegon, Helenna reconoció a Ser Arthur Dayne pero al otro no. Los tres hombres, vestidos con la armadura de intrincadas escamas de esmalte blanca de los hermanos juramentados, miraban al frente silenciosos y alertas.
-¿Has podido descansar bien? -preguntó Aegon mientras ordenaba los pergaminos y libros que tenía sobre la mesa. Al parecer había estado trabajando antes de su llegada, muy temprano en la mañana.
Una sensación de malestar la invadió cuando pensó que mientras ella había despertado temprano para vestirse y arreglarse, él había estado ocupado trabajando para el reino. Esperaba que luego de la boda, podría tener más libertad de acción, y se prometió que hablaría con él de ello. Helenna no sería sólo una muñeca bonita que sólo sirviera para usar lindos vestidos y joyas.
-Por suerte sí, al parecer estaba muy cansada.
-Es entendible fue un día muy agitado.
-¿Y usted pudo descansar?
Aegon levantó la vista de sus pergaminos y le sonrió con esa sonrisa que ella empezaba adorar. Luego dejó sus papeles a un lado y se recargo sobre el respaldo alto de la silla.
-No he dormido en toda la noche.
-¿Cómo? ¿Porqué? -exclamó Helenna.
-He estado planeando el torneo y el banquete de hoy, además aunque falten dos semanas para la boda hay muchas cosas que planear...
-De la boda nos encargaremos lady Helenna y yo, querido, me temo que los hombres no tienen el cuidado en los detalles y el buen gusto para tal evento.
Helenna giró la cabeza a la entrada y se sorprendió al ver a la reina madre Elia Martell cruzando tranquilamente la cámara junto a un Guardia Real para sentarse a la derecha del rey. La mujer le sonrió a Helenna y continuó.
-Al parecer nosotras solas no seremos las únicas encargadas de la boda, lady Alerie y lady Olenna me han dejado claro que también desean participar.
Helenna parpadeó sorprendida, la abrupta entrada y las palabras de la reina Elia la dejaron sin habla.
-Tarde o temprano te comenzaras acostumbrar a que la reina te interrumpa, Helenna, es parte de su encanto.
-Eres muy dulce con tu madre, querido. -respondió la reina sonriéndole con cariño. -yo tampoco he podido dormir con el alboroto que los constructores estuvieron haciendo toda la noche, necesito una taza de café.
-¿Alboroto? Yo no escuché nada.
Madre e hijo la miraron y luego se rieron. Helenna se sonrojo y miró a otro lado.
-Ay, querida, o tienes el sueño pesado o el día de ayer te dejó muy cansada.
-Creo que fue lo segundo, majestad. -respondió Helenna avergonzada, luego decidió cambia el tema. -¿porqué el alboroto de los constructores? ¿qué estaban haciendo durante la noche?
-Estuvieron toda la noche levantando las gradas en los Campos de Justas para el torneo. -le respondió Aegon pasándose la mano por el cabello platinado suspirando con cansancio. Helenna observó que tenía marcadas las ojeras.
El sonido de la puerta abriéndose y unos pasos anunció la llegada de dos personas. La princesa Rhaenys se sentó al lado de Helenna y le sonrió radiante; al parecer había decidido que ella sería su nuevo entretenimiento. El Guardia Real que la seguía se colocó de pie detrás de su silla.
-Espero que hayas descansado bien, hermana, porque hoy será un largo día. -luego se acomodó en su silla y le sonrió a su madre y hermano -Buenos días, familia, estoy muerta de hambre, ¿cuando podremos desayunar?
-Cuando el resto se digne aparecer. -le respondió la reina con molestia.
Se necesitaron algunos minutos más para que el resto de la familia se hiciera presente. Luego de la llegada de la princesa Rhaenys, apareció la princesa Daenerys junto a un Guardia Real, la tía del rey estaba arrebatadoramente hermosa con su vestido rojo y negro; la princesa saludó a su familia, le dedicó una dulce sonrisa a Helenna y luego tomó asiento al lado de la reina.
Para sorpresa de Helenna, el príncipe Jaehaerys también se hizo presente. Helenna notó de inmediato como Aegon se tensaba y sus rasgos se endurecían, a diferencia de las mujeres quiénes recibieron al muchacho con una sonrisa.
Delgado y atractivo, con ojos color gris y cabello castaño oscuro, el único hijo del fallecido príncipe Rhaegar con Lyanna Stark se sentó al lado de la princesa Daenerys con obvia incomodidad. Helenna recordaba haberlo visto durante el Gran Baile en los escalones del estrado junto a la familia real, porque a pesar de nacer como bastardo, la reina había accedido a legitimar al hijo de su esposo para sorpresa del reino.
El último en aparecer fue el príncipe Viserys, quién entró a la cámara con un andar despreocupado seguido de un Guardia Real y tomó asiento en la última silla libre que quedaba frente a Aegon.
Cuando todos estuvieron sentados, la reina chasqueo los dedos y una fila de sirvientes entró por una puerta escondida y comenzaron a servir el desayuno. Mientras todos desayunaban tranquilamente, Helenna observó que un hombre de pie al lado de Aegon probaba primero la comida y sólo después él comía, ese hombre debía ser el catador de comidas.
La conversación fluía tranquilamente mientras desayunaban, el olor a pan recién horneado, pasteles y masas secas, té de diferentes sabores, invadía en el ambiente. Aegon y Helenna charlaban con la reina Elia mientras la princesa Rhaenys acotaba alguna palabra, mayormente para poner incómoda a Helenna. La princesa Daenerys y el príncipe Jaehaerys parecían absortos en su propia conversación, y el príncipe Viserys desayunaba en silencio sin intentar entablar conversación con nadie.
Luego de que todos terminaron de desayunar, la reina Elia sugirió hacer un brindis por Aegon y Helenna. Inmediatamente los sirvientes trajeron copas y vino.
-Brindo porque esta boda traiga felicidad y amor a la familia, principalmente a mi amado hijo y a mi futura nuera.
La reina alzó su copa en dirección a la pareja y luego de un "salud" bebieron un trago.
-¿Cuándo tendré sobrinos? -comentó casualmente la princesa Rhaenys luego del breve silencio que se hizo mientras bebían.
Helenna se atragantó con su vino y comenzó a toser desesperada con todos los ojos sobre ella, la princesa Rhaenys golpeó su espalda con suavidad.
Jamás en su vida se había sentido tan avergonzada y para empeorar su situación estaba segura que tenía el rostro completamente rojo.
-Rhae que te he dicho sobre torturar a lady Helenna.
-Es divertido verla sonrojarse, madre, mírala parece un tomate.
Helenna miró a Aegon rogando por su ayuda pero él la miraba entretenido sin intervenir. Traidor, pensó ella fulminandolo con la mirada, la sonrisa de Aegon sólo aumentó.
-Sería lindo tener a un pequeño terremoto para alegrar nuestras vidas.
-En primer lugar, Rhae, Aegon y Helenna deben estar casados para tener hijos y en segundo lugar los niños no son un juguete.
-Para ellos no, pero para mí si, yo seré la tía que lo consienta y lo malcrie.
La reina soltó un suspiro resignada y Helenna sólo pudo mirar avergonzada la mesa.
-Espero que sea una niña.
La voz del príncipe Viserys sorprendió a todos. Helenna observó que Aegon y la reina se tensaban.
-Discrepo contigo, querido, espero que mi primer nieto sea un niño, las niñas son demasiado complicadas.
-Además de que un varón te desplazaría de la línea de sucesión, tío. -declaró la princesa Rhaenys, todo rastro de diversión había desaparecido de su tono de voz.
El príncipe Viserys sólo le sonrió con dulzura, luego se levantó de la silla, hizo una reverencia y se despidió abandonando la sala dejando un tenso silencio tras de sí.
Helenna observó a la reina Elia quién miraba con ojos duros por donde su cuñado se había retirado.
-¿Que fue lo que pasó? -preguntó el príncipe Jaehaerys, tenía una mirada confundida.
-Lo que pasa es que Viserys se vuelve cada vez más estúpido con el paso de los años. -le respondió la princesa Rhaenys con molestia bebiendo de golpe lo que quedaba de su copa.
Nadie negó sus palabras y sólo después de varios minutos volvió el ambiente relajado.
Durante el desayuno, Helenna había estado tratando de evitar pensar en que estaría haciendo su familia en esos momentos. Varias veces se había preguntado en que habían pensando con el compromiso; necesitaba y temía hablar con Margaery y sus hermanos; pero desde que se anunció el compromiso no había tenido un segundo para hablar con ellos, y deseó poder hablar durante el torneo por la tarde o el banquete que se celebraría por la noche.
Terminado el desayuno, la familia real volvió a su rutina. La princesa Rhaenys anunció que estaría en la biblioteca hasta que empezará el torneo; la princesa Daenerys se marchó acompañada por el príncipe Jaehaerys y la reina Elia invitó a Helenna a sus aposentos. Aegon comentó que debía terminar con los últimos detalles del torneo y luego de despedirse de ella con un delicado beso en el dorso de su mano, se marchó de la cámara seguido por una gran escolta de guardias, sirvientes y dos Guardias Reales.
Durante toda la mañana, Helenna permaneció al lado de la reina Elia en sus aposentos reales. Sentadas en el balcón que daba al río Aguasnegras la reina comenzó a interrogarla sutilmente, preguntando sobre su vida, su familia, sus intereses, sus gustos, y para su vergüenza incluso le preguntó si había tenido intimidad con algún hombre.
Cuando faltaban dos horas para que comenzará el torneo, la reina dió terminada la charla y se reunieron con sus damas, quienes las esperaban en su salón privado.
Cuando Rosalyne se colocó a su lado mientras caminaban por los pasillos de la Fortaleza Roja, Helenna aprovechó y susurró en voz baja.
-¿Has visto a mi familia?
-No he visto a ninguno desde ayer.
Helenna hizo una mueca y siguió andando al lado de la reina Elia por los pasillos del castillo. Los nobles con los que se cruzaban hacían una reverencia, e incluso hubo algunos que intentaron conversar con la reina, desde hacerle peticiones hasta adularla, todos parecían exigir su atención.
Pero Helenna tenía la mente en otra parte. Al igual que Rosalyne no había visto a su familia desde el Gran Baile, salvo por sus padres, y no sabía que esperarse.
¿Estarían furiosos? ¿felices? ¿confundidos?
¿Margaery la odiaba?
AVAVAVAVAVAVAVA
Margaery Tyrell tenía los ojos clavados en su reflejo. Con un vestido verde mar hecho de la seda más cara con patrones de espinas rodeando su cintura y subiendo por su escote hasta llegar a sus hombros, la hija mayor de lord Mace Tyrell era la personificación de la belleza.
Desde niña había sido la más amada, la más deseada. Ella era Margaery Tyrell, hija de dos de las familias más ricas y poderosas del reino, y estaba destinada a la grandeza.
O eso había pensado hasta ayer.
Era increíble como todo puede cambiar en un sólo día.
Sus sueños, su futuro, tomados por otra mujer. La vida que ella debió haber vivido, el esposo que debería haber estado en su cama, los hijos de cabellos platinados y ojos violetas que debió haber tenido; todo arrebatado por una sola mujer.
Y nada de eso hubiera sido tan grave si esa mujer no hubiera sido su hermana pequeña.
La dulce y alegre Helenna. La hija menor que prefería pasarse el día entre libros o cazando en el bosque. Quién vestía de forma simple, odiaba las joyas y cualquier actividad típicamente femenina.
Helenna siempre había sido la segunda, la sombra, la que nadie veía, de la que nadie esperaba nada; pero en una sola tarde, Helenna había logrado lo que Margaery no, había triunfado en donde ella había fallado. Los ojos de todos, por primera vez, estaban en su hermana menor en vez de en ella.
-Margaery, es hora.
La voz de su señora madre la sacó de sus pensamientos. Con una última mirada a su reflejo, Margaery abandonó su habitación y se reunió con el resto de su familia.
Los Tyrell, junto con algunos familiares cercanos o familias amigas, estaban reunidos en el enorme salón, solo faltaba Loras quién prefería pasar su tiempo entre las sábanas de Renly Baratheon y también por supuesto faltaba Helenna.
La ausencia de la joven era notable, faltaba su parloteo constante y Margaery pudo notar en la mirada de su familia que tenían la mente en Helenna. Willas parecía inquieto con los ojos clavados en su bastón, Garlan y su esposa susurraban entre ellos con el semblante preocupado; solo su padre parecía rebosante de dicha.
En ese momento estaba inmerso en una conversación con lady Olenna quién tenía los ojos negros clavados en su hijo. Normalmente, su abuela se acercaría a ella para recordarle llamar la atención del rey, darle consejos y maquinando posibles encuentros con él; pero desde que se había anunciado el compromiso del rey con Helenna, la Reina de las Espinas ni quiera la había mirado una sola vez.
Cuando Margaery logró escuchar a su señor padre decir que su descendencia serían futuros reyes; decidió alejarse de ellos y entablar conversación con su madre, quién parecía ser la única que le prestaba atención.
Fuera de la Fortaleza Roja los esperaba unos palanquines que los llevarían a los campos del oeste de la muralla de la ciudad, entre la Puerta Real y la del León, donde se celebraría el torneo que consistiría en justas, combates cuerpo a cuerpo y pruebas de arquería.
Durante el viaje, Margaery se volvió a perder entre sus pensamientos, libre del parloteo de su padre, la indiferencia de su abuela y la preocupación de sus hermanos.
Siendo sincera con ella misma, Margaery debía admitir que aunque el rey era el hombre más guapo y deseable que había conocido, su interés estaba sólo en la corona que él le daría. Por supuesto que había deseado al hombre más poderoso del reino, ya se había imaginado su noche de bodas y había estado pensando en la mejor manera de fingir que aún era virgen. Supuso que su hermana no tendría ese problema.
-Deja de torturarte, Margaery -dijo su señora madre mirándola con ojos preocupados. Las dos habían acordado compartir el palanquin deseosas de alejarse del resto de la familia.
-No lo hago, madre. -respondió ella indiferente sin apartar los ojos de bullicio que era la capital.
-¿Con quién crees que estás hablando, niña? Yo te parí te conozco mejor que nadie.
La joven hizo una mueca pero no respondió.
-Tu hermana te necesita más que nunca, Margaery, ella tiene un corazón demasiado inocente y bondadoso para sobrevivir a la corte.
-Se la comerán viva.
Inmediatamente Margaery se arrepintió de sus palabras. Helenna no merecía ese trato, era su hermana menor y la amaba más que a nadie, no era justo para ella.
Margaery siempre la había protegido y cuidado, había tratado de alejarla de los ojos ávidos de los vasallos de su padre, quiénes deseaban usarlas para obtener más poder.
Y jamás olvidaría que gracias a Helenna ella estaba viva. Trató de evitar pensar en esa horrible noche de desesperación y terror, todavía podía recordar el olor podrido de los callejones, la mirada lujuriosa de esos hombres y la valentía que su hermana pequeña había demostrado, parada frente a ellos solamente con una daga.
-¿Qué se supone que debo hacer, madre?
-Estar a su lado, querida, Helenna necesita todo el consejo y ayuda que pueda tener. -respondió lady Alerie luego soltó un suspiro, se la veía cansada y preocupada. -hubiera deseado que tú fueras la futura reina, no por las razones que tienen tu padre y tu abuela, si no porque tú estás más preparada para el nido de víboras que es la corte, eres políticamente astuta y una manipuladora talentosa, en cambio Helenna tiene un corazón demasiado bondadoso para este mundo.
Margaery no estaba de acuerdo con su madre. Si ella era astuta y una increíble manipuladora; pero su hermana tenía algo que ella carecía, Helenna sabía ganarse la lealtad y el cariño de las personas, tenía una asombrosa habilidad para hacer amigos a los enemigos, y era una sobreviviente. Su hermana menor era mucho más fuerte que Margaery, y lo había demostrado muchas veces.
-Estoy segura de que Helenna podrá con esto, madre - dijo Margaery intentando tranquilizar a su madre. -ella es más fuerte de lo que crees.
-Lo sé, querida, tu hermana tiene una fuerza que solo he visto en lady Olenna, a veces creo que ellas se parecen más de lo que pensamos.
Imaginar a su extrovertida hermana siendo parecida a su abuela hizo que le recorriera un escalofrío. Lo único parecido entre ellas era el color de los ojos y el nombre que sus padres le pusieron a su hermana en honor a la Reina de las Espinas.
-Luego de la boda permaneceras un tiempo en la corte y serás la dama de compañía de Helenna, así podrás estar cerca de ella y ayudarla con esos buitres que intentarán aprovecharse de ella.
Margaery se tragó su molestia y asintió en acuerdo. Hace unos días había creído que ella sería la reina y su hermana su dama, pero ahora sería al revés.
-No pierdas la esperanza, Margaery, como hermana de la reina podrás tener un buen matrimonio, tu padre ha recibido una oferta de lord Hoster Tully, para que viajes a Aguasdulces y te comprometas con Edmure Tully.
Una alianza del Dominio con las Tierras de los Ríos no sería mala. Las tierras de la Casa Tully eran una gran región de planicies, bosques, colinas y ríos sin fin; eran ricos y poderosos pero por la vulnerabilidad geográfica de sus tierras, los Tully habían buscado siempre alianzas en caso de invasión.
Margaery había escuchado que el heredero de Aguasdulces era un hombre de veintitantos de altura media, cabello rojizo y un carácter débil fácilmente manipulable.
-También tu padre me ha contado que lord Eddard Stark ha mostrado interés en una posible alianza entre nuestra casa y la Casa Stark, una boda con Robb Stark tampoco sería una mala opción, en unos años serías la señora de Invernalia y del Norte.
Si debía elegir entre el reino del Norte y las Tierras de los Ríos, entre Edmure Tully y Robb Stark; Margaery prefería mil veces una alianza con los norteños. Sus tierras eran más vastas y el joven lobo le había parecido más interesante.
Durante el Gran Baile lo había visto bailando con sus hermanas menores y riendo a carcajadas con el príncipe Jaehaerys. Era atractivo, fuerte y corpulento, de piel clara, ojos azules y pelo espeso marrón rojizo.
-Pero no podemos hacer nada hasta después de la boda. -continuó diciendo lady Alerie. -estás dos semanas serán las peores, querida, hay mucho para hacer, organizar, miles de invitaciones que enviar, la disposición de las mesas, los torneos, la decoración, la comida, tenemos suerte de que la reina Elia ya esté organizando todo y de que tu abuela ya haya comprado tantos vinos como para emborrachar a un ejército...
Margaery dejó de prestar atención a su madre y en cambio intentó distraerse mirando por la ventana del palanquin.
Cuánto llegaron a los Campos de Justas, Margaery descendió del palanquin y miró asombrada.
Había miles y miles de puestos de comida, artesanías y otras cosas. Cientos de hombres y mujeres iban de una lado al otro, de tienda en tienda, o caminado hacía las gradas. Caballeros, escuderos y pajes estaban en sus tiendas con el estandarte de la casa a la que representaban ondeando al viento. Era un día perfecto con el sol en lo alto, sin nubes y con un ambiente agradable.
Madre e hija se reunieron con el resto de la familia que las aguardaba junto a otras familias del Dominio. Su señor padre con la sonrisa más grande que alguna vez se haya visto en él hablaba animadamente con lord Paxter Redwyne; Garlan y su esposa se habían distraído en una tienda de joyas, Willas hablaba con un herrero y Margaery y su madre caminaban una al lado de la otra por las tiendas.
Luego de media hora de caminata, llegaron a las gradas de la nobleza y tomaron asiento cerca del palco real. Cómo familiares de la prometida del rey tenían los mejores lugares.
Apenas ocupó su lugar entre Willas y Garlan, Margaery miró al palco real y vió a su hermana; ella y el rey Aegon estaban sentados en la primera fila, con la reina Elia a la derecha del rey y la princesa Daenerys y la princesa Rhaenys detrás. Helenna llevaba un vestido de brocado de seda color crema y el cabello rizado y suelto sobre los hombros descubiertos, con el grueso de la melena retirado de la cara y sujeto con horquillas de plata y ópalo. Las modistas que se ocuparon del nuevo vestuario de Helenna compensaron la sencillez del corte de su ropa usando telas más lujosas y bordados más intrincados. El rey iba vestido de pies a cabeza de negro y rojo y lucía la corona de Aegon el Conquistador, de oro y los rubíes más grandes que Margaery había visto jamás, que solo se ponía en ocasiones especiales.
Margaery observó a su hermana interactuar con el rey Aegon, aunque no podía oír lo que decían, vió como se susurraban al oído en total intimidad. Tenían las manos entrelazadas y no parecían prestar atención a su alrededor.
-Se ven felices -apartó la mirada del palco real y miró a Willas. Al igual que ella, su hermano mayor había estado observando a la pareja. -todavía sigo sin poder creer que nuestra Lenna será la reina.
-Yo tampoco, hermano.
-Pero se ve feliz y eso es lo único que importa.
Margaery observó con curiosidad a su hermano. Siempre le había parecido un hombre extraño; se hacía amigo de dornienses, y no de cualquier dorniense si no del hombre que lo había dejado tullido, prefería pasarse el día entre libros, halcones, sabuesos y caballos. Y era el único que siempre había apoyado a Helenna, él la conocía más que nadie y si decía que la veía feliz, Margaery le creía.
A pesar de que seguía molesta por perder su corona, una fuerte convicción la invadió. Si Helenna la había salvado esa noche en el Lecho de Pulgas, Margaery iba a protegerla de lo que le esperaría en la corte.
Durante las siguientes horas se hicieron rondas de eliminatorias, donde el ganador escalaba puestos y el perdedor quedaba eliminado de la competición. Participaron varios caballeros conocidos, entre ellos el hermano de Margaery, Loras, el príncipe Viserys con su armadura negra con remaches de oro, y Ser Arthur Dayne y Ser Barristan Selmy de la Guardia Real; también reconoció varios estandartes de las Tierras del Oeste, el Valle de Arryn y Dorne.
A las semifinales llegaron Ser Arthur Dayne quién derrotó a Ser Jaime Lannister; y un caballero misterioso y gigantesco de Tarth que derrotó a Sandor Clegane. En la liza final se enfrentaron en un legendario duelo, el cabellero de Tarh y Ser Arthur Dayne.
Para sorpresa de todos, luego de romper 15 lanzas contra Ser Arthur, el caballero misterioso de Tarth se coronó como el vencedor del torneo. Entre los vítores del público, el caballero espoleo su caballo hasta el palco real y con la punta de su lanza dejó en el regazo de Helenna una corona de rosas rojas coronandola como Reina del Amor y la Belleza. El público estalló en fuertes vítores y Helenna con una gran sonrisa se colocó la corona en la cabeza.
Entre los aplausos del público el caballero vencedor se quitó el yelmo.
Las ovaciones se detuvieron de repente.
Una mujer. El misterioso caballero de Tarth era una mujer.
Casi inmediatamente Margaery escuchó los murmullos de su familia y de los nobles que la rodeaban.
-¡Una mujer pero que escandaloso!
-Deberían descalificarla.
-Es imposible que ella haya vencido a la Espada del Alba, debió haber hecho trampa.
El rey Aegon se había puesto en pie y se dirigía hacia la baranda del palco. Todo el mundo guardó silencio.
-Caballero de Tarth has luchado con valentía y despertado la admiración de mi dama. En vista de tu triunfo te concedo una dádiva, pide lo que quieras y será tuyo.
La mujer clavó la rodilla en tierra e inclinó la cabeza ante el rey.
-Su majestad, mi único deseo es servirlo a usted, a la reina madre y a la corona. Deseo ser el escudo juramentado de su prometida, majestad.
Se levantó un murmullo, pero el rey Aegon sonrió y se encogió de hombros.
-Si ese es su deseo y mi prometida no tiene inconveniente, que así sea, te nombro escudo juramentado de lady Helenna.
El público ovaciono y vitorio al rey Aegon, entre ellos Helenna quién se había levantado de su lugar y se había colocado al lado del rey con su corona de rosas rojas en la cabeza. El rey la miró y le dedicó una sonrisa mientras tomaba su mano.
Al verlos tan cómodos juntos, Margaery se preguntó en que momento su hermana había conocido al rey y como es que parecían tener una relación tan cercana. Que ella supiera, Helenna no se había cruzado con el rey en ningún momento.
Mientras la nobleza dejaba las gradas, Margaery hecho una última mirada al palco real y sus ojos se cruzaron con los de Helenna, quién había vuelto a su lugar al lado del rey.
Las hermanas se observaron unos segundos, evaluandose, hasta que Helenna le sonrió y Margaery le devolvió la sonrisa.
Todo estaría bien.
AVAVAVAVAVA
Durante la noche se celebró un fastuoso banquete en el Salón del Trono en honor al compromiso del rey Aegon con lady Helenna Tyrell.
Las grandes casas y varias casas menores importantes estaban presentes, entre señores, damas y caballeros. En el banquete había casi cien invitados y los sirvientes iban de un lado a otro entre las mesas dejando platos y rellenando las copas.
Helenna estaba sentada junto a la familia real y a los príncipes dornienses, en una larga mesa sobre el estrado del Salón del Trono. En el centro de la mesa estaba sentado Aegon vestido de rojo y negro con la corona del Conquistador en la cabeza, a su derecha estaba la reina madre Elia Martell y a su izquierda estaba Helenna.
Desde que había empezado el banquete, Helenna se había sentido fuera de lugar en la mesa principal, rodeada de reyes y príncipes. Mientras la familia real y los Martell charlaban entre ellos, Helenna había permanecido silenciosa, mirando de vez en cuando a la mesa en donde estaban su familia. Los Tyrell estaban ubicados en la mesa más próxima al estrado, un lugar de honor para la familia de la futura reina.
Paseando la mirada por el Salón, Helenna reconoció los estandartes de las grandes casas; en la mesa más alejada del estrado estaba lord Tywin Lannister sentado rígido en su silla y con un mal humor evidente, al igual que su hija Cersei ubicada a su lado. Ya una vez habían rechazado un posible matrimonio entre la Casa Lannister y la familia real y ahora una vez más eran dejados de lado. De toda la mesa, solo Myrcella parecía tener un humor agradable mientras charlaba animadamente con un niño que parecía ser su hermano menor.
En la mesa también reconoció a Rodrik Greyjoy de esa vez hace años que lo había conocido en Roca Casterly. El hombre no había cambiado mucho, con ese semblante sombrío y esos rasgos duros e imponentes; el heredero de las Islas del Hierro mantenía una intensa conversación con un hombre parecido a él pero varios años mayor de hombros anchos y robusto.
La mesa de los Stark era la mesa en donde circulaba más el vino y las risas, los norteños eran conocidos por su carácter salvaje y no parecían importarles el escándalo que causaban sus competencias de quién bebía más. Helenna reconoció a Arya quien estaba destornillandose de la risa viendo como un hombre caía desmayado sobre la mesa luego de bajarse una garra de vino, también reconoció a la bella y pelirroja Sansa que en ese momento estaba bailando con un joven.
El banquete estaba ya muy avanzado, cuando la reina Elia propuso un brindis en honor a los novios y todos levantaron sus copas, deseándoles bendiciones y buena suerte; luego del brindis, los invitados se pusieron de pie, moviéndose por el salón, cambiando de lugar, con los criados yendo y viniendo por las mesas.
En algún momento de la noche la mesa principal se había ido quedando vacía y solo quedaron sentados Helenna, Aegon, el príncipe Oberyn. La princesa Daenerys y la reina Elia se habían retirado a sus aposentos, el príncipe Jaehaerys se había marchado a la mesa de los norteños, el príncipe Viserys había desaparecido del salón y la princesa Rhaenys parecía a gusto riendo a carcajadas con Tyrion Lannister.
La hermosa y curvilínea princesa Arianne Martell de cabello negro y rizado estaba bailando con Ser Edmure Tully, quién parecía deslumbrado por ella. La heredera de Dorne llevaba puesto un vestido de seda fluida y traslúcida dorada adornado con un cinturón enjoyado. Helenna también vió al príncipe Quentyn bailando con una dama de la Casa Yronwood y al príncipe Trystane bailando con Myrcella Greyjoy.
Mientras Helenna se distraía observando a los invitados y bebiendo vino del Rejo, Aegon hablaba con su tío, el príncipe Oberyn, sobre una posible guerra entre Tyrosh, Lys y Myr.
Aburrida y cansada, Helenna miró a la mesa de su familia; sus padres bailaban, su abuela se había marchado inmediatamente después del brindis, Loras estaba junto a Renly Baratheon y un grupo de jóvenes escandalosos, y Willas y Rosalyne conversaban sentados en la mesa.
En ese momento su mirada se encontró con la de Margaery, no habían hablado desde el Gran Baile y solo se habían visto durante el torneo de la tarde en donde se habían visto desde lejos, la pequeña sonrisa que Margaery le había dado la había tranquilizado aunque aún temía su tan esperada conversación.
En ese momento, Margaery le hizo un gesto que Helenna entendió perfectamente. Era hora de marcharse.
-Aegon -lo llamó Helenna inclinándose para susurrarle al oído e interrumpiendo lo que estaba por decir el príncipe Oberyn. Su prometido se inclinó un poco para escucharla mejor. -estoy cansada y han sido unos días muy largos me marcharé a descansar a mis aposentos.
-Deja que te acompañe, Lenna.
-No hace falta, Aegon, disfruta de la noche. -luego se despidió del príncipe Oberyn, quién la observaba con una sonrisa pícara -su alteza, con su permiso.
-Siempre es un placer compartir su compañía, lady Helenna.
Ella le sonrió, se volvió a despedir de ambos, luego se levantó de la mesa principal y se marchó del Salón del Trono seguida de cerca por su escudo juramentado Brienne Tarth, el Guardia Real Ser Oswell y un grupo de guardias Tyrell. Era muy incómodo que demasiadas personas la siguieran a todas partes pero por orden del rey no podía estar sin protectores.
El viaje hacía sus aposentos en el Torreón de Maegor fue largo, el grupo se cruzó con una gran cantidad de borrachos felices y amantes apasionados, incluso una vez Brienne tuvo que amenazar a un grupo de jóvenes para que se apartaran del camino.
-No entiendo la necesidad de este espectáculo bochornoso. -dijo Brienne mirando desdeñosa como un hombre y una mujer se besaban descaradamente junto a una ventana.
-Que tú seas una mujer aburrida no significa que los demás lo sean.
Helenna suspiró con cansancio sabiendo que Brienne y Ser Oswell comenzarían una nueva discusión. El Guardia Real y su escudo juramentado parecían llevar una relación tumultuosa, por cualquier cosa discutían e incluso una vez Brienne propuso un "enfrentamiento amistoso" para comparar sus habilidades.
Mientras el grupo se acercaba al Torreón de Maegor, Brienne y Ser Oswell comenzaron a discutir, y Helenna decidió ignorarlos perdiéndose en sus pensamientos.
Cuando el grupo giró por un pasillo silencioso y poco iluminando, Helenna vió a un grupo de cinco borrachos dirigirse a ellos por el pasillo tambaleándose y destornillandose de la risa.
En el momento en que pasaron junto a ellos, la única mujer del grupo que iba vestida con elegancia se desplomó sobre uno de los guardias soltando unas risitas. El pobre hombre la tomó de los brazos e intentó apartarla de él pero la mujer se aferró con más fuerza.
Varias cosas sucedieron a la vez, la mujer y el guardia se quedaron inmóviles en un especie de abrazo, los borrachos se separaron, dos de ellos tomaron el camino de la derecha de la escolta de Helenna y los otros dos por el lado izquierdo. Brienne y Ser Oswell se tensaron y colocaron sus manos en la empuñadura de sus espadas y por un breve segundo el silencio reino en el pasillo iluminado por las antorchas. Al otro segundo, el silencio fue roto cuando el guardia que la mujer aferraba se desplomó en el suelo y escupió un torrente de sangre; luego se desató el caos.
Brienne se colocó rápidamente frente a Helenna y Ser Oswell atrás, ambos desembainaron sus espadas y esperaron. Los guardias pelearon con ferocidad contra los cuatro desconocidos pero luego de unos minutos de un brutal enfrentamiento cayeron vencidos.
Helenna observó sus cuerpos tendidos bañados en sangre con los ojos abiertos y vidriosos, y durante ese breve momento la joven quedó inmóvil mirando a sus guardias, hombres que tenían nombres, familias y un hogar al que volver pero que ahora no eran nada, sólo cuerpos vacíos.
Una fría furia la recorrió entera y sus duros ojos negros se clavaron en los cuatro asesinos que se enfrentaban a Brienne y Ser Oswell.
Uno pensaría que un enfrentamiento de dos contra cuatro personas sería desigual y una masacre pero desde el principio la victoria estaba asegurada. Mientras sus protectores peleaban con bravura y derrotaban a los asesinos; la única mujer del grupo aprovechó que Brienne se apartó brevemente de su lado y con una daga bañada en sangre y un líquido violeta intentó apuñalarla.
Helenna con una rapidez que la asombró incluso a ella, esquivó su embestida y alcanzó a tomar la espada tirada de uno de los guardias caídos. Aferrada con las dos manos a la espada, Helenna se enfrentó a la mujer quién la miraba con una mezcla de odio y burla.
-Vaya, vaya -dijo la mujer con una voz rasposa y petulante, en la mano derecha hacía girar la daga. -la pequeña y dulce Helenna intenta enfrentarme.
-Vengare a los hombres que mataron y te llevaré ante la justicia.
-¿Justicia dices? -la mujer la miró casi con lástima -la justicia no existe en este mundo.
Y luego se lanzó adelante.
Helenna intentó recordar los consejos que Loras le había dado sobre el manejo de la espada y se enfrentó a la mujer. Mientras esquivaba su daga, Helenna alcanzó a ver como Brienne derrotaba al último de sus atacantes y la buscaba con la mirada. Tenía los ojos azules brillando de una temible ferocidad.
La mujer estuvo apunto de apuñalar su brazo, cuando Helenna vió a Ser Oswell acercarse a ellas y sin vacilar atravesó con su espada a la mujer. La joven vió sus ojos claros abrirse por la conmoción y como la vida escapaba de ella.
-Lady Helenna -dijo Brienne acercándose rápidamente a su lado con la espada en la mano y bañada en sangre ajena, luego tomó la espada que Helenna aferraba con fuerza con las dos manos y la dejó en el suelo. -¿la han herido, mi señora?
-Estoy bien, Brienne, no te preocupes.
El pasillo estaba lleno de cuerpos y sangre, y ellos tres eran los únicos que estaban pie. Las antorchas seguían iluminando el pasillo, el sonido de las risas llegaban hasta ellos. Parecía que el enfrentamiento había durado solo unos minutos y había sido silencioso.
Lo siguiente que sucedió fue borroso. Recordaba que Brienne y Ser Oswell la llevaron rápidamente al Torreón de Maegor y la encerraron en sus aposentos. Brienne nunca dejó su lado ni siquiera cuando sus criadas la bañaron para sacarle el sudor y la sangre que la cubría. Una vez que la vistieron con un vestido cómodo y sencillo, Helenna se había encerrado en su habitación con la única compañía de Brienne.
Media hora después, Helenna podía escuchar las voces furiosas de Aegon, su padre y la reina Elia provenir de su salón. En algún momento, Margaery había entrado a su habitación y se había acostado a su lado en la gran cama con dosel.
Las hermanas estaban una frente a la otra, sin decirse nada pero con las manos entrelazadas con fuerza y mirándose fijamente como una vez lo habían hecho cuando eran niñas.
No había necesidad de decir nada, sus desacuerdos palidecian frente al intento de asesinato.
Cada vez que Helenna cerraba los ojos podía ver a sus guardias ser masacrados frente a ella, a la mujer con la daga llena de sangre y a Ser Oswell atravesarla con la espada como si estubiera hecha de papel.
En algún momento de la noche, las voces se apagaron y Helenna pudo respirar tranquila. No tenía las fuerzas suficientes para ver a nadie, ni siquiera para ver a Aegon. Él le había dicho que quería una reina fuerte a su lado, y ahora lo único que Helenna podía ser era una simple joven aterrada y angustiada.
La mano de Margaery y la presencia de Brienne eran lo único que impedía que se cayera a pedazos.
AVAVAVAVAVA
Las celdas negras eran el único lugar en el que Aegon odiaba estar; ubicadas en el tercer nivel subterráneo de las mazmorras de la Fortaleza Roja, las pequeñas celdas tenían puertas de madera maciza, no tenían ni camas, ni un cubo para las necesidades ni siquiera tenían ventanas lo que dejaba a los prisioneros en la oscuridad absoluta, siendo la única luz que recibían cuando se abría la puerta para darles de comer o recibir algún visitante con una antorcha.
Estaba amaneciendo cuando Aegon descendió a las celdas negras escoltado por dos de sus Guardias Reales, Ser Lewyn Martell, su tío abuelo materno, y Ser Arthur Dayne, el antiguo mejor amigo de su padre, dos hombres en los que confiaba absolutamente.
-Ya llegamos, su majestad.
El carcelero, Rugen, abrió una pesada puerta de una de las celdas y se hizo a un lado para que Aegon y sus Guardias Reales entraran.
La celda era grande y a diferencia de las otras estaba iluminada con antorchas colocadas en las paredes. En el centro de la celda había un hombre acostado en una mesa, atado y desnudo, y de pie a su lado estaba el tío materno de Aegon, el príncipe Oberyn Martell.
-Sobrino -lo saludo su tío sin apartar la mirada del hombre desnudo sobre la mesa. -nuestro invitado tiene una historia interesante para contarte.
-Ya no más, por favor, ya no más -las suplicas del hombre fueron ignoradas mientras Aegon se paraba al otro lado de la mesa. Ser Lewyn y Ser Arthur permanecieron junto a la puerta cerrada.
-¿Qué tienes que contarnos?
El hombre desnudo acostado en la mesa con múltiples heridas abiertas en todo el cuerpo y con gruesas lágrimas cayendo de sus ojos soltó un terrible lamento.
-Majestad, piedad, por favor piedad...
-Perdiste cualquier piedad cuando te atreviste a lastimar a mi prometida.
-No tuve otra opción, mi señor, por favor mateme no puedo seguir soportando...
-No seas tan debilucho, escoria, recién estamos empezando. -lo interrumpió Oberyn con una sonrisa siniestra. Tenía puesta una camisa de seda blanca arremangada hasta los codos y una pequeña mesa a su lado con cuchillos y frascos de venenos.
El hombre soltó un fuerte grito de terror que estremeció a Aegon. No importaba las veces que había presenciado una tortura, eso era algo de lo que nadie podía acostumbrarse, aunque tal vez su tío sí, no era llamado la Víbora Roja por nada.
-¿Cuál es tu nombre? -le pregunto Oberyn jugando con un cuchillo.
El hombre apretó los labios negándose hablar pero cuando vió a Oberyn acercarse a él respondió desesperado.
-¡Peter! ¡Me llamo Peter!
-Muy bien, Peter, has hecho un gran progreso -le dijo Oberyn dandole unos golpecitos en la mejilla, si es posible el hombre pareció más aterrado que antes. -ahora continuemos, ¿de donde eres?
-Nací en una aldea en las Tierras de los Rios pero me mudé con mi familia a la capital hace dos años, por favor dejame morir...
-¿Porque tu grupo y tú intentaron asesinar a Helenna Tyrell?
El hombre, Peter, soltó un gemido y comenzó a negar desesperado con la cabeza. El olor a orina y sangre en la habitación era casi insoportable.
-Un hombre nos ofreció lo que más quisiéramos a cambio de su muerte.
Aegon apretó los puños con fuerza, pocas veces había sentido tanta furia como en ese momento. Recordar que hace sólo unas pocas horas alguien había intentado asesinar a Helenna lograba que su sangre hirviera.
-¿Quién era el hombre? -demandó Aegon con una voz que logró estremecer a Peter.
-¡No lo sé, majestad! Estábamos todos encapuchados y la habitación estaba oscura nadie vio su rostro...
Aegon escuchó en silencio con el semblante duro. Durante toda su vida había sufrido intentos de asesinatos y había recibido decenas de amenazas, pero esa noche había sido la primera vez que amenazaban a alguien cercano a él.
-Dime exactamente lo que este hombre les dijo en la reunión.
Durante los siguientes minutos, Peter les contó sobre la reunión clandestina que se organizó en un bar de mala muerte en el Lecho de Pulgas, el plan que el grupo trazó para infiltrarse en el castillo durante el banquete y la daga envenenada que estaba destinada para poner fin a la vida de Helenna.
Cuando Peter terminó su relato, Aegon llegó a la conclusión de que el hombre que había organizado la reunión era sólo una puesta en escena y el verdadero organizador se escondía entre las sombras manejando a sus débiles títeres, hombres como Peter que necesitaban desesperadamente algo.
-Sobrino -la voz de su tío lo sacó de sus cavilaciones. El príncipe dorniense se había limpiado las manos y tenía puesta su capa. -Peter ya nos ha dicho todo lo que tenía para decirnos, es hora de retirarnos hay mucho de lo que debemos hablar.
Aegon asintió y sin dedicarle siquiera una sola mirada al hombre, se retiró de la habitación junto a su tío, seguidos de cerca por Ser Arthur y Ser Lewyn.
Tomando rutas por pasillos secretos que solo unos pocos conocían para evitar cruzarse con algún rezagado del banquete, el grupo llegó rápidamente al puente levadizo, el único acceso al Torreón de Maegor y subieron los niveles hasta llegar a los aposentos de Aegon.
El muchacho soltó un suspiro cuando vio a su madre y a su hermana mayor sentadas esperándolos en su sala de estar. Las mujeres se levantaron rápidamente cuando los vieron entrar, y Aegon pudo leer fácilmente en sus ojos su preocupación.
-Aegon -lo llamó su madre acercándose a él y tomando su mano entre las suyas como hacía cuando era un niño y había ocurrido algo malo.
-Esta todo bien, madre, no te preocupes.
Aegon se soltó suavemente de su madre y siguió su camino hasta llegar a su despacho privado. Al entrar fue recibido por el olor a libros, pergaminos y tinta; ese era su lugar favorito en donde podía trabajar tranquilo y en silencio.
Pero el silencio y la tranquilidad no eran palabras que su familia entendiera, apenas logró sentarse detrás de su enorme escritorio de caoba vio a su madre entrar a su despacho seguida de cerca por Rhaenys y Oberyn.
Mientras su tío se servía una copa de su vino, su madre lo miraba fijamente sentada en una de las sillas y Rhaenys permanecía de recargada en las estanterías; Aegon se permitió cerrar brevemente los ojos y sintió como el cansancio lo invadía. No podía recordar la última vez que había podido descansar bien. Desde arreglar los detalles para que no hubiera problemas con su compromiso, organizar el Gran Baile, el torneo y el banquete, y recientemente el intento de asesinato hacía Helenna; Aegon sentía el peso de todo en sus hombros.
-¿Qué esta pasando, hermano? -preguntó Rhaenys quebrando el silencio. Aegon abrió los ojos y vio que su hermana lo miraba con una seriedad que muy pocas veces había mostrado.
-Hace unas horas han intentado asesinar a Helenna.
Su madre miró furiosa a otro lado y Rhaenys dejó de recargarse contra las estanterías y se acercó a su escritorio.
-Dime que mataste a esos desgraciados.
La ira en los ojos violetas de su hermana, iguales a los suyos, lo sorprendió. Podía contar con los dedos de una mano las veces en que ella había demostrado preocupación por otra persona que no fuera ella misma.
-Ser Oswell y Brienne de Tarth se encargaron de eso, Rhaenys.
-Por suerte dejaron a uno casi con vida para que nos contara algunas cosas interesantes. -dijo Oberyn agitando su copa y con la mirada perdida por la ventana del despacho.
-No me digas que has vuelto a torturar, Oberyn -la voz dura de su madre cortó el aire como un látigo.
-Hermana, hasta los mejores hombres se manchan las manos de vez en cuando.
La reina torció el gesto con desaprobación pero no negó sus palabras.
-Según las palabras de esa pequeña mierda -continuó diciendo Oberyn -un hombre encapuchado organizó la reunión y ofreció varias cosas para el que llevara a cabo el asesinato.
Aegon se estremeció de sólo imaginar a Helenna frente a esos asesinos. Él sabía que su prometida tenía una fuerza que muy pocas veces había visto en otra mujer e incluso en hombres poderosos.
Recordaba perfectamente la noche en que la había visto por primera vez; Aegon, harto de los aduladores y las víboras que rondaban su corte había necesitado escapar de todos y se había disfrazado de Griff, un sirviente de la Fortaleza Roja. Bajo su disfraz nadie lo veía, lo que ayudaba a moverse en secreto entre el pueblo llano y la corte, escuchar secretos, descubrir amantes, mentiras y traiciones; desde que su madre le había contado sobre la Guerra del Usurpador en donde habían muerto su abuelo y su padre, Aegon desconfiaba de todos y su mejor idea fue crear a Griff, un simple sirviente que nadie veía.
La noche en que había conocido a Helenna se había reunido con uno de los espías que él había colocado bajo el servicio de lord Tywin Lannister, y mientras caminaba tranquilamente por los callejones del Lecho de Pulgas, una muchacha con el rostro desfigurado por el terror había pasado corriendo desesperada cerca suyo.
Aegon tardó un segundo en reconocer a la chica como Margaery Tyrell, la hija mayor de lord Mace Tyrell y una de las candidatas para ser su esposa; imaginando el desastre que causaría si algo malo le sucedía en su ciudad a la "bella flor del Dominio" no le quedó otra opción que seguirla.
Cuando vio a la chica cruzarse con un capa dorada, Aegon aprovechó la oportunidad y se acercó a ellos, con una bolsa de oro, algunas instrucciones y ningún explicación, el capa dorada juró que llevaría a la muchacha a la mansión de lady Lilianna Massey en donde estaría a salvo. La chica aterrada ni se percató del intercambio repitiendo una y otra vez que alguien fuera ayudar a su hermana menor. Aegon tardó unos minutos en sacarle la ubicación de su hermana y cuando lo logró salió corriendo hacía allá.
Apenas entró en el callejón que Margaery Tyrell le había dicho, no esperaba ver la escena que se estaba desarrollando. Esperaba ver una chica aterrada e incluso encontrar un cadáver pero en su lugar vio a una mujer con una mirada fiera y determinada, parada firme empuñando una daga rodeada de una docena de hombres. No pudo evitarlo y se ocultó para observar como se desarrollaba todo.
Mientras observaba a la chica, Aegon quedó deslumbrado por su fuerza, su valentía y su corazón. Muy pocas veces una mujer provocada en él otra cosa que no fuera una pasajera lujuria y por primera vez en su vida tuvo el deseo de tener algo más.
Al día siguiente había reunido a sus espías para que averiguaran todo lo que pudieran sobre Helenna Tyrell y al final del día había tomado su decisión. La única adecuada para caminar a su lado, cuidar de su reino y proteger a sus súbditos, era Helenna. Ella era bondadosa, inteligente, generosa, valiente y fuerte, y estaba seguro de que juntos cambiarían el reino.
-¿Quién creen que este detrás de todo esto? -la voz de su madre lo sacó de sus recuerdos y volvió al presente.
-No lo sé, madre, pero no importa quién sea no dejare que se salga con la suya.
-Fue Viserys.
Tres pares de ojos se clavaron en Rhaenys. La muchacha miraba a Aegon con tal ira que lo dejó sorprendido.
-Rhae -dijo su madre con voz suave -se que te has encariñado con lady Helenna y quieres protegerla pero eso no significa...
-¿Quién más tiene motivos para querer sacarse del medio a quién se a convertido en un obstáculo?
-Concuerdo con Rhaenys -dijo Oberyn -el muchacho teme ser desplazado de la línea de sucesión, además de que la alianza con los Tyrell fortalece el reinado de Aegon.
-He criado a Viserys desde que era un niño -respondió su madre levantándose de su silla furiosa -él y Daenerys son mis hijos tanto como lo son Rhaenys y Aegon.
-No dejes que el cariño por el chico nuble tu juicio, hermana.
-Madre -dijo Rhaenys acercándose a ella y sujetándola de los hombros -la posibilidad de tener el Trono de Hierro es mas fuerte que cualquier cariño que pudieramos darle, si Helenna muere el caos estallaría en el reino y Viserys aprovecharía la oportunidad para apoderarse de todo.
Aegon no dijo nada pero estuvo de acuerdo con las palabras de su hermana. Hace años que veía como Viserys ambicionaba su trono, todos los días sus espías le informaban de sus movimientos, de como reunía aliados y seguidores a su alrededor y de como se jactaba de que era el heredero y de que pronto sería nombrado Príncipe de Rocadragón. Su compromiso con Helenna debió de haberlo asustado obligándolo a mover sus fichas.
-No tenemos pruebas para acusarlo -dijo Aegon rompiendo el tenso silencio. Evitaba mirar a su madre sabiendo que todo esto la estaba destrozando, ella podría haber sobrevivido a una rebelión, a la traición y a la posterior muerte de su esposo pero saber que el muchacho al que había criado como a un hijo buscaba traicionarlos era un golpe duro para ella.
-En algún momento dará un paso en falso -comentó casualmente Oberyn con los ojos clavados en su madre. -Viserys no hará nada ahora que su intento de asesinato ha fallado y de que hemos reforzado la seguridad alrededor de Helenna y Aegon.
-No podremos respirar tranquilos hasta que se realice la boda y Helenna de a luz a un varón.
Había días en los que Aegon deseaba haber nacido como un simple muchacho o tal vez en alguna casa menor, así hubiera podido conocer, cortejar y casarse con Helenna sin temor a conspiraciones, intentos de asesinatos y la obligación de tener herederos. Por un breve momento se imagino desposar a Helenna en algún septo cualquiera, sólo ellos dos sin miles de ojos observandolos, formar una familia porque era su deseo no porque era una obligación, y vivir y envejecer a su lado con sus hijos, nietos y bisnietos a su alrededor. Pero esa no era su realidad, en unos días se casaría con ella frente a cientos de personas, todos los días serían presionados para tener un heredero y cuando lo tuvieran el niño sería lo único que se interpusiera entre ellos y sus enemigos.
-Los Tyrell están furiosos, quieren la cabeza del sobreviviente del ataque. -dijo su madre luego de volver a tomar asiento. Tenía el cansancio escrito en todo el rostro.
-Y la tendrán -respondió Aegon con voz dura. Luego pensó un momento y dijo -Debemos mantener esto en secreto, nadie puede enterarse sobre el ataque no quiero a toda la corte murmurando sobre lo que pasó.
Todos estuvieron de acuerdo en guardar silencio y luego de unos minutos abandonaron su despacho dejándolo sólo con sus pensamientos.
Aegon tenía enemigos por todas partes, desde los Lannister y los Greyjoy, hasta los Baratheon, los Stark y ahora incluso su propio tío. Las Ciudades Libres estaban por entrar en guerra y su trono no era seguro. Las víboras y los buitres rondaban su corte esperando que tropezara. Y ahora la única mujer que había querido estaba en peligro.
La luz del sol iluminó su despacho y Aegon cerró los ojos intentando dormir un poco.
Había mucho por hacer pero por un momento sólo deseo poder descansar.
Chapter 12: El dragón y la rosa
Chapter Text
Las noticias sobre la futura boda del rey Aegon Targaryen con Helenna Tyrell se esparció rápidamente por todos los rincones del mundo, desde Dorne hasta más allá del Muro, desde las Ciudades Libres, hasta las lejanas tierras de las Islas del Verano.
Las familias nobles más importantes de Poniente, magísteres, príncipes y nobles de las Ciudades Libres; todos los hombres y mujeres más poderosos, influyentes y poseedores de grandes fortunas de todas partes del mundo recibieron invitaciones para asistir a la boda más esperada del último siglo.
La boda se celebraría al mediodía del primer día del primer mes del nuevo siglo marcando el inicio de una nueva era para Poniente, y durante las dos semanas que faltaban para la boda, Desembarco del Rey fue el epicentro de las personas más poderosas del mundo.
Grandes y esplendorosos barcos llegaban de todas partes y atrancaban en el puerto principal de la ciudad, cada comitiva parecía más extravagante que la anterior; relucientes, esplendorosos, cubiertos de las mejores sedas y joyas, los invitados de las Ciudades Libres componían una visión deslumbrante mientras se adentraban en Desembarco del Rey.
De las Ciudades Libres llegaron tres de los hijos del Señor del Mar de Braavos junto a varios emisarios del Banco de Hierro de Braavos. El hermano del Príncipe de Pentos acompañado por sus consortes y nobles pénticos. Docenas de magísteres provenientes de Myr, Lys, Lorath y Norvos. El Arconte de Tyrosh junto a sus hijas solteras, tres representantes de los Triarcas de Volantis y cuatro príncipes y princesas de las Islas del Verano.
De la nobleza de Poniente estaban invitadas todas las casas nobles, desde las casas menores hasta las casas principales. De todas partes del reino llegaban representantes, señores, caballeros y damas, sumándose a los nobles que habían permanecido en la capital por el Gran Baile.
Desde hace siglos que en Desembarco del Rey no había tanto esplendor y tanta actividad. Ni siquiera las noches eran tranquilas con todo el bullicio que causaban las millones de personas en la capital.
La corte del rey era el centro de todo el ajetreo, todas las noches se celebraban banquetes en el Salón del Trono para recibir a invitados ilustres e importantes. Los pasillos de la Fortaleza Roja eran un desfile de hombres y mujeres extranjeros de piel oscura, cabellos teñidos de diferentes colores o con los rasgos de la antigua Valyria, todos vistiendo atuendos extravagantes y lujosos.
Y mientras nobles, magisteres y príncipes de todas partes del mundo se reunían en el décimo banquete que se estaba celebrando en el Salón del Trono, la princesa Daenerys Targaryen decidió excusarse del evento y permaneció encerrada en sus aposentos.
Apenas el atardecer cayó en la ciudad, la princesa despidió a sus doncellas y sirvientes, y se quedó a solas sin otra compañía que sus libros y su copa de vino.
Luego de leer la misma línea por cuarta vez se dió cuenta de que sus pensamientos estaban muy lejos de ahí, tal vez en cierto muchacho de cabello negro y ojos grises. Con un suspiro dejó el libro a un lado y salió al balcón en donde corría una suave brisa veraniega que agitaba su cabello platinado y le alborotaba las faldas entre las piernas.
Apoyada en el barandal del balcón, Dany podía observar la ciudad, la Colina de Visenya y el negro horizonte de río Aguasnegras. A pesar de que la noche estaba cayendo, los habitantes de Desembarco del Rey estaban lejos de la hora de ir a la cama. Desde que la boda del rey había sido anunciada, la capital era un desfile interminable de banquetes, bailes y extranjeros del reino y de más allá del Mar Angosto.
Pensar en la boda cada vez más cercana inmediatamente la llevó a los novios. Desde que había sido anunciado que el rey desposaría a una joven del Dominio, Dany había estado emocionada por la perspectiva de conocer a la futura esposa de su sobrino y a la mujer que la había salvado de una posible boda con el rey.
Desde que eran niños, muchos nobles murmuraban que el rey debía casarse con Dany para conservar la pureza de la sangre valyria en la familia, pero la idea de ser reina y pasar el resto de su vida encerrada en la Fortaleza Roja era una pesadilla para ella. Su sueño de la infancia había sido viajar, explorar el mundo, sus maravillas, sus culturas y sus gentes.
Y cuando Aegon había anunciado su compromiso con Helenna Tyrell, Dany respiró aliviada y pudo sonreír tranquila. No solo se libraba de una posible boda no deseaba, si no que también había podido observar el cariño que se tenían los novios.
Aegon siempre había sido un muchacho deslumbrante y carismático, tenía una presencia imponente, un don para hacer amigos a enemigos y siempre dejaba una profunda huella en los que tenían la fortuna de conocerlo. Pero cuando se sacaba la corona y solo era Aegon, Dany podía observar como su rostro decaía, sus hombros se desplomaban y su sonrisa desaparecía. Cuando tenía la oportunidad de ser solo un muchacho, Aegon solía rodearse de sus amados libros, huía de la compañía no deseada y parecía ser él mismo, sin el peso del reino, sin las expectativas de los demás, sin las presiones que conllevaba ser el rey.
Al crecer con Aegon, Dany sabía cuándo estaba en presencia del poderoso rey Aegon y cuando estaba en compañía de su sobrino; sabía diferenciar a uno del otro pero desde que Helenna Tyrell había llegado a sus vidas, Dany había observado con curiosidad como Aegon iba cambiando.
Casi siempre estaba en compañía de Helenna, y era en esos momentos cuando los ojos de Aegon brillaban, una pequeña sonrisa bailaba en sus labios y sus ojos parecían seguir a la Tyrell. Dany estaba segura de que era la primera vez que lo veía realmente feliz.
Las escandalosas risas del patio llegaban al balcón de Dany, al parecer el banquete en honor a los magisteres de Lys estaba en pleno apogeo y la princesa estaba feliz por haber rechazado la oferta de asistir a otro tedioso banquete.
Mientras sus ojos lilas se perdían en el horizonte del la ciudad, Dany deseaba con todas sus fuerzas que pasara el día de la boda para que la capital volviera a su normalidad. Tantas personas, tantos banquetes y bailes, tantos pretendientes, aduladores y admiradores, tanta falsedad y frivolidad le causaban mucho cansancio y disgusto.
Pero por un breve momento, Dany pensó que no todo era malo y el recuerdo de unos fríos ojos grises dominaron sus pensamientos.
Jon. O mejor conocido como el príncipe Jaehaerys Targaryen, el hijo de su hermano Rhaegar con la norteña Lyanna Stark. Un bastardo en todos menos en nombre, más Stark que Targaryen, más parecido a lord Eddard Stark que a su propio padre.
Dany recordó la primera vez que lo había visto cuando eran niños, siempre había querido conocer al otro hijo de su fallecido hermano y las historias que circulaban sobre el "bastardo" como lo llamaba Viserys, eran escasas. Nadie lo había visto ya que lord Eddard se lo había llevado a Invernalia a los días de nacer junto con el cadáver de Lyanna.
Jon se había criado con sus primos Stark bajo la tutela de lord Eddard y lady Catelyn Tully, creciendo como un norteño más, adorando a los Antiguos Dioses y practicando sus extrañas costumbres.
Cuando se cumplió el décimo aniversario del fin de la rebelión, la reina Elia había organizado un festival en la capital para honrar a los caídos y celebrar la supuesta paz que había seguido después del horror de la guerra civil. Y por supuesto, los Stark habían sido invitados.
Cuando la comitiva norteña llegó a Desembarco, Dany había estado de pie junto a Viserys cuando vió por primera vez al famoso bastardo de su hermano Rhaegar.
A diferencia de lo que Viserys había dicho, Jon parecía ser un niño normal, sin cuernos y ojos rojos, solo tenía rasgos idénticos a los de su familia materna. Y a pesar de que no lo había visto mucho durante los días que duró el festival, ya que Dany permaneció alejada de los norteños por orden de Viserys, el día de la partida de los Stark se escapó de sus septas y observó desde una ventana la comitiva de los norteños saliendo por la Puerta del Dragón.
A último momento sus ojos encontraron a Jon y cuando el niño pareció sentir su mirada, esos extraños ojos grises se clavaron en los de ella. A pesar de la distancia, Dany sintió como esos fríos ojos la calentaban.
Esa fue la primera y última vez que lo había visto. Hasta que siete años después se volvieron a encontrar cuando los norteños llegaron para el Gran Baile.
Cuando lo había visto por primera vez durante el festival, Dany era una niña indefensa y dependiente de Viserys, pero ahora era una mujer libre y cuando tuvo la oportunidad se acercó a Jon. No había olvidado sus fríos ojos grises pero como la vez pasada en la que lo había visto desde la ventana de la Fortaleza, su mirada la calentó de una manera diferente de la vez anterior.
Y desde ese primer encuentro días antes del Gran Baile cuando habló con él por primera vez y conoció a sus primos Stark, Dany y Jon se habían encontrado varias veces por los pasillos de la Fortaleza, durante los desayunos familiares, y durante y después del Gran Baile.
Una repentina brisa fría le erizó la piel y un escalofrío la recorrió, con una última mirada a la ciudad, la princesa volvió a entrar y se dirigió a su cama.
Mañana sería un día importante y necesitaba todo el descanso que pudiera reunir.
Antes de que el sueño la alcanzara, unos fríos ojos grises bailaron por sus recuerdos.
AVAVAVAVAVA
El brillante sol del mediodía entró por los enormes ventanales del salón privado en los aposentos de la reina Elia Martell e iluminó la estancia y el rostro tenso de Helenna.
La hija más joven de la rama principal de los Tyrell estaba sentada con rigidez en su silla con la mirada perdida por la ventana del salón que daba al río Aguasnegras. A su lado estaba sentada su hermana mayor, Margaery, quién a diferencia de Helenna parecía cómoda mientras charlaba alegremente con la reina Elia y las princesas Rhaenys y Daenerys.
Las cinco mujeres compartían un sustuoso almuerzo con la compañía de cuatro Guardias Reales y una docena de sirvientes.
-Esta boda será un evento que no se ha visto en siglos con miles de invitados de todas partes del mundo, cientos de diferentes platos de comida, variedades de vinos.
-La modista tiene listo la mitad del vestido de novia que Helenna usará en el Septo de Baelor y les puedo jurar que es la cosa más hermosa que he visto.
-La familia materna de mi abuela ya confirmaron que zarparon del Rejo cinco barcos transportando los vinos de la mejor calidad.
Helenna escuchaba a su hermana y a su futura familia política sin intervenir. Desde hace días que de lo único que se hablaba en el desayuno, almuerzo, merienda o cena era de su boda.
Los ojos de la joven Tyrell se perdieron por el horizonte del río, el día era hermoso, había amanecido con un sol brillante y sin nubes, el cálido viento del verano y una fresca brisa refrescaba la tarde.
Pero a pesar del hermoso día, Helenna no lograba sacarse de encima la sensación de ahogamiento. Sus palmas estaban sudorosas, su corazón se apretaba en el pecho y le costaba respirar con normalidad.
En tres días se casaría.
En tres días ya no sería Helenna Tyrell, la hija menor del señor del Dominio, una muchacha que prefería leer, cazar, viajar y pasar el tiempo con sus amigas y hermanos.
En tres días se convertiría en la Reina Helenna Targaryen, reina consorte de los Siete Reinos.
En tres días su vida cambiaría por completo, ya no podría escaparse, no podría estar sola, no podría hacer lo que quisiera, no sin miles de ojos encima. Su vida ya no sería suya, sería del rey y del reino, ni siquiera sus futuros hijos serían suyos. Eso sin contar los intentos de asesinato que aumentarían, y todavía no se recuperaba del intento de asesinato de hace días, las pesadillas no la dejaban dormir en paz.
Helenna comenzó a entrar en pánico, sentía como si alguien le estuviera cortando la respiración. No estaba lista. No quería dejar de lado su libertad por amor, así no era ella. No quería convertirse en su señora madre, siempre a la sombra de su esposo, sin opinar, en silencio, soportando sus constantes infidelidades, su desprecio a su inteligencia y opiniones por ser mujer.
La joven miró a su alrededor con las manos aferradas con fuerzas al reposabrazos de su silla ornamentada; su hermana reía felizmente con la reina madre, la princesa Rhaenys parecía ocupada hablando con el catador de vinos y la princesa Daenerys ni siquiera parecía estar presente con la mirada perdida y los pensamientos muy lejos.
Helenna no aguantaba más, necesitaba respirar. Con un movimiento brusco empujó su silla y se levantó sobresaltando a las mujeres. Margaery la miró preocupada.
-Disculpeme, su majestad, debo ir al baño.
Cuando la reina madre asintió consediendole permiso para retirarse, Helenna no perdió un segundo más y abandonó el salón. Sin mirar atrás sintió que dos Guardias Reales la seguían. Ni siquiera era libre de sus sombras.
Helenna caminó apresuradamente por los pasillos del lado oeste del Torreón de Maegor hacía sus aposentos en donde podría ser libre de las miradas. Con la mente perdida en sus pensamientos apenas fue consiente de los sirvientes que se apartaban para dejarle paso, de las reverencias de los nobles con los que se cruzaba y de los ojos que seguían con curiosidad el paso apresurado de la futura reina.
Cuando Helenna llegó a sus aposentos se permitió respirar por primera vez en horas, necesitaba aire, necesitaba sacarse ese apretado corsé que no la dejaba respirar.
Cuando entró en sus habitaciones, Helenna echó a las criadas y ella misma se despojó de su elaborado vestido y deshizo sus peinado adornado con broches de oro y perlas.
Un golpe en la puerta detuvo su frenesí por sacarse todas las joyas y sus manos quedaron quietas a medio camino de librarse del último de sus prendedores.
La joven estuvo tentada por no responder al llamado, ansiaba con desesperación estar sola pero si llaman a su puerta quien quiera que estuviera del otro lado sabía que ella estaba ahí.
-Soy tu madre, cariño, ábreme.
Con un suspiro de cansancio, Helenna se acercó a la puerta y con un breve momento de duda abrió la puertas. Los ojos de su señora madre la observaron preocupados. La señora de Altojardín ingresó a la habitación con esa elegancia que la caracterizaba. Su mirada firme recorrió su habitación y clavó sus ojos en el vestido arrugado en el suelo, las joyas desparramadas y su estado desarreglado.
Helenna se arriesgó a enfrentar la mirada de su madre, esperando enojo o desaprobación y se sorprendió cuando la mujer le sonrió y la miró como si supiera todo.
-Ven, amor, ya es hora de que hablemos.
Lady Alerie tomó su mano y la obligó a caminar hacía el balcón en donde había una mesa y dos sillas. Madre e hija se sentaron, la mujer vestida ricamente con terciopelo verde y encaje de oro de Myr en patrones de rosas, además de las joyas que llevaba, sus amadas perlas y diamantes y su exquisito peinado muy elaborado; en contraste con su señora madre, Helenna parecía una joven simple, con sus aburridos ojos negros, su cabello castaño oscuro despeinado luego de sacarse a tirones los broches, su camisón blanco sudado y los pies descalzos.
Las mujeres se miraron por unos segundos sin decir nada.
-Fue Margaery, ¿verdad?
Lady Alerie suspiró y tomó las manos de Helenna entre las suyas dándole un firme apretón.
-No culpes a tu hermana, Helenna, soy tu madre y desde hace días que noto que no eres feliz.
Helenna se retorció incómoda y bajó la mirada. Había intentado hacer su mejor esfuerzo por fingir ante su familia, la corte y principalmente ante Aegon. Todos parecían felices con la boda, los banquetes eran casi todos los días para recibir nuevos invitados de todas partes del mundo, las partidas de caza con nobles, magisteres, príncipes y siempre Helenna permanecía al lado de Aegon, con una brillante sonrisa y adornada con los mejores vestidos, las joyas más caras y una escolta de damas y guardias.
Pero cuando estaba sola en sus aposentos, Helenna se sentaba en su balcón y miraba el cielo intentando calmar sus ataques de ansiedad y borrar las pesadillas.
-Se que es difícil para ti, cariño, todavía recuerdo cuando estuve por casarme con tu padre. -comenzó a contar lady Alerie con la mirada perdida y una pequeña sonrisa en sus labios. -era una extranjera en esas tierras, no había visto a mi prometido desde que nuestros padres arreglaron el compromiso cuando éramos niños, lady Olenna era aterradora y sabía que no volvería a ver a mi familia y a mi hogar en mucho tiempo.
Helenna sintió como se le apretaba la garganta.
-¿Pero sabes que hizo que todo fuera más sencillo? - su señora madre la miró y Helenna se obligó a calmarse -tu padre, mi amor, cuando lo conocí no me enamore de él al instante pero con el paso de los años encontré mi lugar en Altojardín al lado de mi esposo y a pesar de todo pude amarlo. Se que nuestras experiencias son diferentes, el rey y tú parecen amarse y luego de mi boda yo sería la señora de Altojardín no la reina de los Siete Reinos pero Helenna, cariño, no estás sola, me tienes a mí, a tu hermana que permanecerá a tu lado, a tu abuela que a pesar de su horrible personalidad te ama profundamente.
Helenna dejó escapar una risita pero sentía que con cada minuto que pasaba se tranquilizaba un poco más.
-Será difícil, muy difícil, no te mentire, cariño, pero eres una Tyrell, eres mi hija y nieta de la Reina de las Espinas, podrás con esto y con todo lo que venga.
Lady Alerie soltó sus manos unidas y tomó su rostro acariciando sus mejillas.
-Eres más fuerte de lo que crees, Helenna, siempre lo supe.
Durante las siguientes horas, madre e hija permanecieron en la habitación acostadas en la gran cama con dosel frente a frente hablando, solo hablando, recordando anécdotas viejas y riendo de los mejores recuerdos de la familia.
En algún momento Helenna se quedó dormida, aferrada a la mano de su madre.
AVAVAVAVA
Horas después, cuando el sol comenzaba a caer, su madre la despertó suavemente. Era hora de recibir a los emisararios de Qarth.
Helenna se quejó y rezongó pero aún así se levantó y aguantó cuando sus doncellas la vistieron y la arreglaron para el banquete privado de la noche.
Con su escolta de guardias Tyrell y los dos Guardias Reales que siempre estaban tras ella, Helenna reunió valor y abandonó sus aposentos para ir al encuentro de Aegon y los emisararios.
El banquete de bienvenida a los emisararios de Qarth iba a ser celebrado en uno de los grandes salones de la Fortaleza Roja en donde estaban invitados los nobles más cercanos y favoritos de la familia real.
Helenna llegó al salón con su escolta y cuando ingresó las conversaciones se detuvieron. Con una tensa sonrisa y una breve mirada a los invitados que no podrían ser más de veinte, la joven Tyrell tomó su lugar en la mesa principal al lado de Aegon y un qarthiense, alto y de piel blanca, que vestía de lino, brocado y pieles de tigre con una falda de seda con cuentas.
A penas estuvo en su lugar, Helenna miró a su prometido sintiéndose un poco mejor. Aegon tomó su mano y le colocó un beso en el dorso de la mano. El corazón de Helenna se saltó un latido y su sonrisa se volvió más sincera.
-Te he estado esperando, querida -le dijo Aegon con una sonrisa y con esos bellos ojos violetas clavados en ella. Las conversaciones fluían agradablemente, los qarthienses sentados en la mesa principal con ellos parecían curiosos con la comida, la música y los nobles ponientis. La reina madre Elia sentada entre dos qarthiense parecía deslumbrarlos con su personalidad encantadora.
En algún momento del banquete, Aegon se inclinó y le susurró en el oído.
-A las doce te espero en el Bosque de Dioses.
Helenna lo miró confundida pero Aegon se había girado para responder una pregunta que le había hecho un emisarario.
La joven no había podido hablar realmente bien con Aegon desde que se comprometieron. Ambos habían estado ocupados con los preparativos para la boda, recibir a los invitados, asistir a todos los banquetes que se realizaban en honor a la llegada de los invitados más importantes.
Y aunque Helenna estaba encantada por conocer personas de tierras tan lejanas como Norvos o Qarth, no podía evitar extrañar su antigua vida tranquila, su soledad y poder escapar de todas esas miradas pendientes de ella que creían que era especial e interesante solo porque era la prometida del rey.
El resto de la noche paso lentamente con Helenna fingiendo una sonrisa e intentando prestar atención a su alrededor, a las conversaciones, los bailarines en el centro del salón y la alegría que desbordaban los invitados.
Las horas pasaron, los invitados estaban cada vez más borrachos, incluso alguno ya se había desmayado sobre la mesa. Los platos de comida ya se habían terminado y sólo faltaba que el rey diera finalizado el banquete.
Unos minutos después, luego de que uno de los tíos Hightower de Helenna se desmayara por el alcohol, Aegon se levantó de su silla y el silencio fue instantáneo.
-Amigos, familiares, invitados -la poderosa voz de Aegon llenaba todo el salón. -agradezco a todos su presencia esta noche para darle la mejor bienvenida a nuestros vecinos qarthienses. Propongo un brindis en honor a nuestros vecinos.
Todos levantaron sus copas por los qarthienses y estos parecían contentos por la atención.
La noche llegó a su fin y Helenna fue la primera en levantarse, luego de agradecer a los qarthiense y saludar a Aegon y a la reina madre Elia, se marchó a sus aposentos seguida por sus damas.
Quedaba una hora para que fueran las doce, el horario acordado con Aegon para su encuentro en el Bosque de Dioses y debía cambiarse por un atuendo más cómodo y menos llamativo.
A las doce, Helenna se adentró al Bosque con el corazón latiendo fuerte y una gran expectativa sobre que era lo que Aegon necesitaba para citarla a esas horas en un lugar tan inhóspito.
La joven Tyrell pudo ver el brillo de una lámpara desde su posición y cuánto más se acercaba distinguió la sombra de Aegon.
El muchacho estaba de pie, con una capa negra cubriendo sus ropas y una capucha ocultandole el cabello platinado y oscureciendo sus rasgos.
-Te prometo que cuando seamos esposos no necesitaremos reunirnos así.
Aegon se bajó la capucha y le sonrió extiendo su mano. Helenna por primera vez en todo el día sonrió con verdadera alegría.
Los jóvenes se abrazaron y Helenna se relajó entre sus fuertes brazos. Aegon la abrazaba con fuerza, apretándola más contra su corazón.
-Te extrañe, Lenna -murmuró él presionando los labios contra el cabello de ella. -No veo la hora de que todo esto termine.
Helenna tomó aliento y suavemente se deshizo de su abrazo. Él la miró confundido.
-Debo hacerte una pregunta, Aegon.
Su prometido la miró atentamente y luego de unos segundos le hizo un gesto para que se sentara en la manta que estaba extendida en el suelo con una canasta de comida y un vino. Helenna observó todo lo que Aegon había preparado y no pudo evitar sonreír.
-Hazme tu pregunta -dijo Aegon mientras servía vino. A Helenna siempre le llamó la atención esas cosas de él, a pesar de que era el rey y de que tenía todo a su disposición parecía ser que prefería hacer las cosas por sí mismo, a diferencia de muchos nobles que necesitaban ayuda hasta para las cosas más simples.
-¿Por que me elegiste como tu futura esposa?
Helenna tenía miles de preguntas, de dudas, pero sin saber porque esa fue la primera que se escapó de sus labios.
Aegon detuvo sus movimientos y la miró fijamente. Ella se sintió cohibida por la fuerza de sus ojos violetas.
-Desde niño he estado rodeado de personas interesadas sólo por lo que puedo darles, enemigos que ansían ver mi caída, mujeres fingiendo amor sólo porque quieren una corona - la sonrisa de Aegon había desaparecido y una nube de pesar oscurecia sus rasgos. -incluso mi propia familia me usa o espera verme fallar.
Helenna inmediatamente pensó en el príncipe Viserys, con esa mirada ambiciosa y esa sonrisa falsa que le causaba escalofríos.
-Pero todo cambio cuando te conocí -Helenna alejó a Viserys de sus pensamientos y enfocó su atención en Aegon. Sentía el corazón en la boca. -cuando te ví protegiendo a tu hermana a costa de tu propia vida, tus palabras de esperanza y tu deseo por un mundo mejor, me causaron una curiosidad que hace mucho no sentía.
Aegon sonrió con sinceridad.
-Se que todo esto es difícil para tí -continuó Aegon. La comida yacía olvidada entre ellos. -tantos banquetes, tantos desconocidos, tantas cortesías y frivolidades hasta a mí me causan dolor de cabeza pero en tres días nos uniremos como un mismo ser y tendremos toda la vida para seguir conociéndonos y aprendiendo.
Helenna sintió un nudo en la garganta.
-Ese también es mi deseo -dijo ella tomándolo de las manos. Aegon levantó la vista sorprendido y sonrió. Luego antes de poder agregar algo, el rey se arrodilló y acercó su rostro al suyo. Sus labios estaban tan cerca que sus alientos se mezclaban.
Y unos segundos después, junto sus labios con los de ella.
Helenna jadeó perpleja, pero cerró los ojos y se dejo llevar. Su corazón comenzó a palpitar tan rápido que pensó que se le saldría del pecho y un hormigueo recorría todo su cuerpo.
Los labios de Aegon acariciaron los suyos, con ternura, dándole suaves y cortos besos, lo que hacía que su piel se erizara. De repente, la lengua de él acarició su labio inferior pidiendo que lo dejara entrar.
Si las sensaciones hasta aquel momento eran alucinantes, Helenna estaba a punto de morirse. Sus manos tomaron el cabello platinado y soltó un suave gemido, implorando más. Aegon dejó escapar un gruñido y sus manos le apretaron la cintura, acercándola.
Sus labios bailaban en perfecta sincronía, con cada roce de labios sus respiraciones se aceleraban y sus manos viajaban por el cuerpo del otro. Los dedos callosos de Aegon acariciaban su piel, su cuello, sus mejillas, sus antebrazos. Por dónde sus dedos la tocaban podía sentir como dejaban un rastro que la quemaba por dentro.
Cuando a Helenna se le escapó otro gemido, Aegon separó sus labios y apoyó su frente contra la suya. Permanecieron en esa posición por unos minutos, recuperando el aliento y calmando sus corazones.
-Si solo un beso logró hacerme perder la cordura no quiero imaginar lo que será de mí en nuestra noche de bodas.
El rostro de Helenna se volvió rojo de la vergüenza y él sonrió con diversión.
El resto de la noche la pasaron hablando, intercambiando besos, susurros, comida y sueños para el futuro. Helenna se sentía más feliz que nunca, ahí, solamente con su compañía.
Pero debían regresar, mañana recibirían nuevos invitados extranjeros y todavía faltaban los últimos detalles para la llamada boda del siglo.
Aegon guardó la comida que había sobrado en la canasta y Helenna sacudió y dobló la manta. Los jóvenes no habían parado de reír, robarse besos e intercambiar bromas.
Cuando Aegon la dejó en la puerta del pasaje que daba a sus aposentos, le robó un largo beso que la dejó atontada.
-Te veré mañana, Lenna.
-Te veré mañana, Aegon.
Los novios compartieron un último beso de despedida y cada uno tomó un camino diferente.
Chapter 13: Una nueva era
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El primer día del nuevo siglo amaneció con un hermoso cielo despejado, sin ninguna nube y con una fresca brisa que pronosticaba que sería un día maravilloso. Un día que marcaría la historia de los Siete Reinos.
La boda del rey Aegon Targaryen, el sexto de su nombre, había llegado. Los bardos habían comenzado a llamarla la Boda del Siglo y ya habían comenzado a componer canciones sobre la historia de amor de los novios. Pronto, todo el reino hablaba de la boda más esperada, no solo por ser el primer acontecimiento importante del nuevo siglo, sino que está boda representaba una nueva era para Poniente, una unión de dos grandes casas nobles y una futura unificación del reino dejando de lado antiguas rivalidades.
Por decreto real, aquel día no se pagaban impuestos, nadie iba a trabajar y se indultaban presos con cargos menores. La Guardia de la Noche recibía un cargamento de comida, ropa, armas y caballos, y en cada aldea los necesitados recibían alimentos y ropa nueva.
Los nobles, desde las Grandes Casas o casas menores estaban casi todos reunidos en Desembarco del Rey. Algunos eran antiguos enemigos y rivales, enfrentados por la guerra, comercio o poder; pero ese día, la Boda del Siglo había logrado reunirlos a todos bajo un mismo techo en una aparente paz.
En la mañana de la boda se celebró un desayuno en el salón de baile de la reina para todos los príncipes Targaryen, los hombres Tyrell y para un centenar de caballeros y señores menores; las mujeres de la Casa Tyrell desayunaron con la novia.
Después de que los criados retiraran los restos de la comida, la reina madre Elia entregó a Aegon la capa de desposada que el rey pondría en los hombros de Helenna. Se trataba de la misma capa que llevó la reina madre cuando Rhaegar Targaryen la desposó, capa que había pertenecido a la madre de éste, la reina Rhaella Targaryen, y que ésta había lucido cuando se casó con su hermano, el Rey Loco Aerys.
En el Dominio era tradición entregar obsequios a la novia y al novio la mañana de su boda. Al día siguiente recibirían más regalos como pareja, pero los regalos entregados esa mañana eran para ellos como individuos.
Al mediodía, en el Gran Septo de Baelor, ante las estatuas del Padre y de la Madre, el Septón Supremo fue el encargado de realizar la ceremonia.
A la doce en punto del mediodía, el Gran Septo estaba repleto de invitados, todas las grandes casas estaban presentes, ricas y poderosas casas menores, magísteres, príncipes y nobles extranjeros; entre todos sumaban más de doscientos invitados. Las trompetas rompieron el silencio cuando las grandes y ornamentadas puertas del Gran Septo de Baelor se abrieron y Helenna Tyrell avanzó por el pasillo del brazo de su señor padre, lord Mace Tyrell.
Con el cabello castaño suelto y peinado en perfectos rizos, la novia llevaba un vestido de seda color marfil y encaje myriense, con una falda decorada con dibujos florales hechos con perlas pequeñas, una cola de tres metros y mangas flotantes como alas de mariposa. Helenna llegó portando los colores Tyrell, con una capa de doncella con un centenar de rosas de hilo de oro bordadas sobre terciopelo verde, y era difícil no mirarla, nunca había parecido tan elegante y tan hermosa.
A su lado, el rey Aegon estaba deslumbrante con un jubón negro bajo una capa de terciopelo carmesí en la que se veía el emblema tricéfalo del dragón. Todos podían apreciar la sonrisa que compartían los novios y como sus ojos nunca se despegaron del otro.
Se formularon los siete votos, se invocaron las siete bendiciones y se intercambiaron las siete promesas. Una vez terminó la canción nupcial y nadie se alzó para impedir el matrimonio llegó el momento del intercambio de capas. Lord Mace Tyrell le quitó la capa de doncella a su hija con gesto tierno, al tiempo que el rey aceptaba la capa de desposada que le tendía su medio hermano, el príncipe Jaehaerys y la desplegaba con un movimiento. Cubrió a Helenna con el tejido negro y carmesí, y le abrochó la capa sobre la garganta.
Luego recitaron los votos al mismo tiempo en medio de un absoluto silencio.
-Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como señor y como esposo / y te acepto como mi señora y esposa.
El rey Aegon tomó a su esposa y reina por la cintura y acercó sus labios en un beso apasionado, para diversión de los presentes. Luego de unos largos segundos, el Septon se tuvo que aclarar la garganta para separar a los novios provocando algunas risas entre los invitados.
-Aquí, ante los ojos de los dioses y los hombres, proclamo solemnemente a Aegon de la Casa Targaryen y a Helenna de la Casa Tyrell, marido y mujer, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre, y maldito sea quien se interponga entre ellos.
Y así, el Septón Supremo dió la ceremonia por terminada en medio una ovación tan fuerte que sacudió la estructura. Afuera del septo, se podía escuchar los vítores del pueblo llano.
Luego de la ceremonia, se celebró un banquete nupcial en la sala del trono de la Fortaleza Roja. Los recién casados, el rey Aegon y la reina Helenna entraron en el salón tomados de la mano y escoltados por la Guardia Real, siete caballeros impecablemente vestidos de un blanco reluciente. Los invitados ovacionaban a los novios lanzando pétalos de rosas a sus pies y gritando a viva voz "Larga vida a la reina Helenna".
Cuando los novios cruzaron la Sala del Trono, se sentaron en el centro de la mesa principal. El rey Aegon vestía calzones a rayas color negro y carmesí y un jubón de hilo de oro con mangas de satén negro e incrustaciones de ónice. La reina Helenna había cambiado la recatada túnica que lució en el Gran Septo de Baelor por un vestido de brocado color verde claro con el corpiño de encaje muy ceñido que le dejaba al descubierto los hombros y el nacimiento de los pechos. Llevaba suelta la cabellera castaña, que le caía en cascada sobre los blancos hombros y le llegaba casi hasta la cintura. Se ceñía las sienes con una delicada corona de oro, decorada con pequeñas esmeraldas y rubíes.
La reina madre Elia Martell observaba a los recién casados desde su puesto a la derecha del rey, los jóvenes esposos parecían absortos en su conversación sin ser conscientes de los ojos que vigilaban todos sus movimientos. Incluso los gestos más pequeños, un roce de mano, una caricia, un beso robado.
La reina madre no pudo evitar sentir una punzada de temor, tantos años protegiendo a su amado hijo de sus enemigos y ahora podía verlos reunidos en un solo lugar, bajo su propio techo, en la boda de su hijo menor.
Pero también Elia era consciente de sus aliados. Su familia de nacimiento, sus poderosos hermanos, los príncipes Doran y Oberyn, el primero había permanecido en Dorne para evitar que sus enemigos supieran de su enfermedad y el segundo, el hermano favorito de Elia, estaba sentado al lado de su pareja Ellaria Arena y sus hijas. El hombre tenía un brazo envuelto en los hombros de Ellaria y le susurraba algo al oído que la hacía reír. Sus hijas, las sobrinas de Elia, estaban desparramadas por el salón, mezcladas con los invitados. Vió a Obara hablando apasionadamente con Brianne de Tarh, el escudo juramentado de Helenna. Nym bailaba con un sonrojado Edmure Tully, y para la gran sorpresa de Elia vió a Tyene y a la princesa Arianne centradas en un acalorado debate con Tyrion Lannister y Olenna Redwyne. Apartó rápidamente la mirada, prefería no saber de lo que hablaban.
La nueva familia política de su hijo, ahora estrechamente relacionados a la corona, estaban sentados en la mesa más cercana a la mesa nupcial. Los Tyrell, esa familia que había dado tantos problemas a los Martell durante siglos, ahora eran sus aliados más poderosos e incuestionables.
También pudo ubicar a potenciales aliados entre los invitados e incluso tendría que hablar más tarde con su hijo para comenzar nuevas alianzas.
Pero eso podía esperar unos días, hoy era el día de su hijo y nada lo arruinaría.
AVAVAVAVAVA
-¡A la cama!
Ese grito atravesó el salón y paralizó a Helenna. Sin poder evitarlo interrumpió su baile con su hermano Garlan y miró alrededor. Muy pronto otras voces su unieron a la primera y pronto el salón se convirtió en un estruendoso griterío de "¡A la cama!". El encamamiento había comenzado.
Helenna sintió que empezaba a ruborizarse y no pudo evitar buscar con la mirada a Aegon. Su esposo, todavía no se acostumbraba a esa palabra, había estado hablando con el príncipe Oberyn cuando también pareció tener su misma idea y esos bellos ojos violetas recorrieron el salón buscándola.
Los esposos se contemplaron unos segundos, y en ese breve momento compartido Helenna pudo sentir la fuerza de la mirada de Aegon. Estaba aún más ansioso que ella por lo que seguía a continuación. Unas manos interrumpieron su intercambio y la nueva reina cerró los ojos cuando sintió que la levantaban y la subían a unos hombros como si no pesara nada.
Cuando bajo la mirada, vió la sonrisa lasciva del príncipe Oberyn quién sostenía con fuerza sus piernas para evitar que se cayera. Helenna no pudo evitar reírse y ruborizarse fuertemente con los comentarios subidos de tono de los hombres que empezaron a desnudarla y llevarla por los pasillos de la Fortaleza Roja hasta su lecho nupcial en el Torreón de Maegor.
En el camino, Helenna fue cargada por el príncipe Oberyn y el príncipe Jaehaerys quiénes parecían estar ahí para evitar manos demasiado amistosas, ya que la tradición impedía que los hombres de su familia estuvieran allí.
Helenna estaba sentada en sus hombros mientras no podía evitar ver cómo manos desconocidas le desabrochaban el vestido, le sacaban las joyas, le desataban el pelo, aunque solo su corona pareció salvarse ya que nadie se atrevió a tocarla.
Entre las risas escandalosas de los invitados borrachos, los comentarios tan obscenos que decían los hombres que hacían que su rostro no cambiará del color rojo, a Helenna se le hizo eterno el viaje. En un momento intentó buscar a Aegon y lo vio a unos metros detrás de ella, rodeado de un grupo de mujeres, entre las que estaban su hermana Margaery y sus primas Tyrell, Myrcella Greyjoy y Sansa Stark, desnudandolo entre risas y rostros sonrojados.
Finalmente el grupo llegó a los aposentos reales, Oberyn y Jaehaerys depositaron a Helenna en el suelo y el dorniense le dió un pequeño empujón para que entrara en la habitación.
-Intenta no agotar tanto a mi sobrino, pequeña rosa.
Helenna se volvió a ruborizar y le dió la espalda mientras escuchaba la risa del príncipe dorniense y la puerta que se cerraba. Cómo era la primera en llegar, la habitación estaba como la habían preparado los sirvientes, una gran cama con dosel, velas y pétalos de rosas esparcidos en suelo.
La novia se sentó nerviosamente en la cama y esperó. Podía escuchar las risas y las conversaciones atrás de la puerta, y uno que otro comentario sobre que tenía que hacerle a Aegon. Helenna se tapó el rostro con las manos e intentó tranquilizarse. Había sido un día muy largo y estaba muy cansada, lo único que quería era dormir pero no podía ignorar la emoción que sentía por lo que vendría.
Había tenido una larga conversación con su madre y su abuela, para su gran vergüenza, sobre que hacer esa noche. Como actuar, que hacer, que no hacer pero Helenna estaba tan nerviosa que no creía ser capaz de hacer todas esas cosas que le habían dicho que debía hacer.
El sonido de las risas, los vítores y los comentarios lascivos subieron de tono y se escuchaban con más fuerza. La puerta de la habitación se abrió y Helenna se levantó para ver entrar a su esposo.
Aegon entró riéndose llevando solamente puesto un pantalón de lino y el cabello platinado despeinado. Pero se detuvo en seco cuando la vió de pie delante de cama, iluminada por las velas. Los ojos violetas del joven rey brillaron de una manera que un placentero retorcijon sacudió sus partes privadas.
La puerta de la habitación se cerró con un fuerte chasquido que sacudió a Helenna de su trance y se miró a si misma. Los hombres que la habían llevado le habían dejado, gracias a los dioses, solamente su fino y transparente camisón blanco, que para su vergüenza no dejaba nada a la imaginación.
Aegon avanzó por la habitación y se detuvo frente a ella. Solo unos centímetros los separaban. El resplandor de las velas, la suave brisa que entraba por los ventanales creaba un ambiente de otro mundo. Los ojos de los jóvenes no se apartaron ni un segundo.
Fue Helenna la primera que hizo un movimiento, algo que después la sorprendería. Levantó la mano y la deslizó por el pecho de Aegon, dejándola apoyada en su corazón que latía rápidamente.
El rey soltó un suspiro y cerró los ojos. Sin esperar un segundo más, junto sus labios en un beso tan apasionado que dejó a Helenna mareada.
Aegon tomó su cintura con las manos y la estrechó contra su cuerpo, juntando sus pechos y sin dejar ni un centímetro de espacio. Helenna soltó un pequeño gemido de placer que causó que el rey gruñera y algo se desatará en él.
Con una fuerza impresionante y sin dejar de besarla, Aegon la alzó y Helenna enredó sus piernas en las caderas de él tocándose íntimamente. Ambos gimieron del placer que les ocasionó ese simple contacto.
Luego de unos minutos de besos ardientes, Helenna sin poder resistirse comenzó a moverse lentamente. El calor subió vertiginosamente por el cuerpo de ambos.
Aegon abandonó su boca y bajo por la extensión de su cuello besando y lamiendo cuanta piel encontrase. Helenna tiró la cabeza hacía atrás y abrió los ojos encontradose con su hambrienta mirada con los ojos violetas casi negros del deseo.
Y fue en ese momento en que Helenna se dió cuenta de lo que estaba a punto de suceder entre ellos, ya no había vuelta atrás, ahora eran una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre.
Chapter 14: La reina Helenna
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La cama se hundió y Helenna se hundió más en la almohada. Con el sonido de sábanas susurrantes y respiraciones silenciosas, un cálido cuerpo desnudo se acurrucó a su alrededor, envolviéndola con calidez.
Una mano con callos se deslizó sobre la piel desnuda de su brazo hasta que se zambulló entre el colchón y su costado y su brazo la envolvió con fuerza.
-Mmm...- Helenna suspiró suavemente, acurrucándose de nuevo en el calor.
Los sueños continuaron deslizándose y girando sobre la conciencia. Sueños que se escapaban lentamente de su alcance. Estaba segura que más tarde no recordaría nada.
Lentamente sus ojos se abrieron, pestañando rápidamente cuando la luz del amanecer la golpeó. Por unos segundos se deleitó en el espacio silencioso entre el sueño y la realidad, hasta que la conciencia la alcanzó.
Ayer había sido su boda. Ahora era una mujer casada. Y no solo eso, ahora era la reina de los Siete Reinos.
Helenna soltó un gran suspiro.
Detrás suyo la respiración de Aegon era uniforme y lenta, filtrando aire caliente y húmedo en su cabello. Él dormía con la cara pegada a su nuca.
Helenna se robó unos momentos más y disfrutó de la sensación de estar envuelta en su calor, con su pesado brazo sobre su costado y anclado firmemente por la mano debajo de sus costillas.
Era extraño lo cómoda que se sentía, ya que era la primera vez que compartía la cama con un hombre. Recordaba que cuando era muy pequeña, había ocasiones en las que durante la noche de tormentas se escapaba de su habitación y se refugiaba en la cama de sus padres. Así fue hasta que un día su madre se sentó a hablar con ella y le dió una larga charla sobre la privacidad, la intimidad que debía tener un matrimonio y más cosas que había olvidado.
La luz de la mañana ya había iluminado la habitación en donde la pareja había pasado su primera noche juntos. Helenna miró alrededor, anoche entre los nervios de la boda y su primera vez, no había prestado atención a nada más.
La habitación era enorme y lujosa, tenía un juego de sillones, una mesa con varios vinos y restos de comida, además de la gran cama con dosel y cortinas rojas. A cada lado de la cabecera de la cama había dos grandes ventanales que daban a un balcón con vistas a la ciudad.
El viento fresco, la cálida luz de la mañana y el calor de Aegon hacían que todo fuera perfecto. Helenna se acurrucó contra Aegon en busca de más calor y sus pensamientos viajaron a la noche anterior.
Recordó fragmentos de la noche, como las caricias de Aegon, el leve dolor que sintió cuando perdió su doncellez, la mirada de su nuevo esposo cuando los dos alcanzaron la cima del placer.
Helenna se ruborizó al recordar los gemidos que hizo, no sabía que ella era capaz de tales sonidos. No era ingenua, conocía detalles sobre lo que se hacía en las sábanas gracias a su hermana Margaery y Rosalyne Webber, su mejor amiga de la infancia.
Incluso luego de la boda, su juramento, su encamamiento y semanas para hacerse la idea sobre el hecho de que se había enamorado del mismísimo rey y que ella sería la reina, todavía no terminaba de creer que todo esto estaba pasando. No tenía idea de cómo ser una esposa, menos una reina.
El brazo que estaba envuelto en su torso se apretó y la respiración caliente en su nuca se convirtió en un bostezo mientras Aegon se despertaba.
-Buenos días, esposa.
La voz ronca de Aegon le causó escalofríos placenteros. El joven acercó sus cuerpos desnudos y le dió un beso en la nuca. Helenna sonrió y soltó una risita. A pesar de todos sus miedos por el futuro, no cambiaría estos días con él por nada del mundo.
-Buenos días, esposo. -respondió Helenna acariciando su brazo musculoso. Aegon tomó su mano y entrelazó sus dedos. Helenna recordó que anoche había hecho lo mismo mientras que con la otra mano la tomaba de las caderas y la embestía con más fuerza liberando algo en ella que desconocía.
-Mmmm -Aegon frotó su nariz por todo su cuello y Helenna no pudo contener el estremecimiento que la recorrió. -creo que es nuestra obligación comenzar nuestro primer día como esposos como es debido, ¿no le parece, mi reina?
Helenna giró el rostro y clavó la mirada en esos penetrantes ojos violetas que brillaban de deseo. La joven sonrió y levantó la cabeza para unir sus labios.
El beso comenzó apasionado casi con la misma intensidad que anoche. Sus labios se acariciaban y sus lenguas se exploraban, el placer iba aumentando. Helenna se dió la vuelta y quedó debajo de Aegon quién aprovechó y se acomodó entre sus piernas. Sus partes íntimas se rozaron aumentando el placer.
Aegon rompió su beso y se apartó. Helenna soltó un gemido angustiado y abrió los ojos confundida.
Su esposo la miraba con una intensidad que la dejó sin palabras, tenía los ojos violetas clavados en su rostro y lo que Helenna vió en ellos logró que su corazón latiera con más fuerza.
Nunca nadie la había mirado así, como un hombre desesperado y sediento que por fin encuentra su fuente de agua, como un hombre religioso que encuentra sus respuestas, como un caballero que vence a sus enemigos y se declara campeón.
-Helenna, mi esposa, mi reina. -Aegon levantó la mano y la acercó a su rostro, acariciando su mejilla, luego fue bajando por su cuello hasta pasar por entre sus pechos y tomarla de la cintura. Sus ojos violetas nunca dejaron su rostro, luego tomó su rostro entre sus manos uniendo sus labios en un beso tan dulce, tan delicado que la dejó sin aliento.
Anoche habían tenido relaciones toda la noche, entre descansos, copas de vino y largas charlas. Pero cuando se unían en la cama o en los sillones, lo hacían con una intensidad que arrancaban gritos de placer que estaba segura que todos en la Fortaleza Roja podían escuchar.
En esa mañana, los esposos se mostraron el cariño que se tenían con cada caricia, con cada beso, con cada susurro, con cada gemido.
Y cuando Aegon la penetró y su semilla la llenó, Helenna supo que había tomado la decisión correcta.
AVAVAVAVAVAVA
Un golpe en la puerta la despertó de repente y Helenna abrió los ojos lentamente. Estaba acurrucada contra el costado de Aegon, con su brazo musculoso en su cintura y las manos de ambos entrelazados sobre su gran pecho.
Con un gran bostezo, Helenna se estiró, ignorando el leve dolor en su parte baja y el cansancio en sus músculos. A su lado, Aegon soltó gruñido y su brazo la apretó con más fuerza contra él.
Sabiendo que no respondería el llamado, Helenna levantó la cabeza y miró en dirección a la puerta.
-Adelante.
La puerta de doble hoja se abrió y Ser Arthur Dayne entró a la habitación. Helenna se ruborizó e intentó taparse con las sábanas. Aegon soltó una risita a su lado sin abrir los ojos.
-Altezas - saludó Ser Arthur con una reverencia y los ojos clavados en el suelo. -lamento la interrupción pero necesitan la presencia del rey en el Consejo.
Aegon soltó un largo suspiro y abrió los ojos. Su rostro giró en su dirección, e ignorando al guardia real, unió sus labios en un beso que le cortó el aliento. Luego de varios minutos le dió último apretón a su cintura y se apartó separando sus labios. Con una mirada a sus labios hinchados, apartó las sábanas y se levantó de la cama, inmediatamente después se volvió para cubrirla, para la diversión de la joven.
Completamente desnudo, sin importarle la presencia de Ser Arthur en la habitación, Aegon buscó su ropa y se fue vistiendo bajo la atenta mirada de Helenna, quién no pudo evitar estar pendiente de todos sus movimientos.
Una vez vestido, Aegon volvió acercase a la cama y se inclinó para tomar su rostro y darle un último beso.
-Te veo en el almuerzo, esposa.
Helenna le sonrió y asintió. Aegon le devolvió la sonrisa y se volvió a inclinar para besar su frente. Luego se apartó de la cama y se dirigió a la salida pasando por al lado de Ser Arthur. El guardia real permaneció unos segundos más en su posición, con la mirada aún clavada en el suelo, luego hizo un reverencia y con un "con su permiso, majestad" se dió media vuelta y siguió a Aegon.
Helenna volvió a recostarse una vez que quedó sola en la habitación. Extendió los brazos por la gran cama, ahora vacía, y permaneció la siguiente media hora con la mirada clavada en el techo, perdida en sus pensamientos.
La primera persona en ir a verla fue su madre. La señora de Altojardín entró a la habitación matrimonial seguida de cerca por el escudo juramentado de Helenna, Brienne Tarth, de Elyn Norridge, la encargada de su servicio y el Guardia Real, Ser Oswell Whent. Detrás de ellos, entraron a la habitación una fila de doncellas miembros de diferentes ramas de la Casa Tyrell. Helenna se tapó el rostro con el brazo, ya cansada.
-Arriba, querida, perdiste gran parte del día y todavía hay mucho por hacer.
-Madre se supone que es mi noche de bodas. -se quejó Helenna mientras veía a las doncellas perderse en la puerta de la derecha que daba al baño y las escuchaba llenar la bañera.
-Ahora eres la reina, Helenna, tienes obligaciones, además no veo a tu señor esposo, ¿con quién esperas pasar tu noche de bodas?
Helenna soltó un bufido ganándose una mirada de reprensión de su madre. La joven reina suspiró y se levantó de la cama cubriéndose con las sábanas. Un rubor comenzó a extenderse por su rostro cuando su madre miró la sangre en las sábanas y su cuerpo desnudo apenas cubierto. Pero Alerie Hightower sólo sonrió, se dió la vuelta y se dirigió al baño caminando con su característico andar elegante.
Luego de un largo baño en donde las manos de tres primas Tyrell le lavaron el cabello, los pies y el cuerpo, Helenna fue obligada a pararse frente al enorme espejo que había en el baño con solo una fina bata cubriéndola.
La puerta del baño se abrió y entró Margaery, seguida de Rosalyne Webber y Talla Tarly. Su hermana traía en sus manos un vestido que con solo mirarlo la respiración de Helenna se detuvo.
Margaery se acercó a ella y le extendió el vestido casi con adoración.
-Es un regalo de la reina madre para tu primer día como nuestra nueva reina. -dijo su madre a su lado con una enorme sonrisa en sus finos labios. Helenna miró el hermoso vestido que su hermana tenía sobre sus brazos extendidos.
Sin tocarlo podía ver lo valioso y majestuoso que era. Estaba hecho de terciopelo verde, tenía hombreras y grandes mangas que se asemejan a alas y con detalles de escamas de dragón, la larga falda estaba bordada con hilo de oro en patrones intrincados de rosas y hojas, y el corpiño llevaba bordado espinas que se entrelazaban desde la cintura hasta el escote y el cuello alto.
-El vestido fue hecho en representación de las casas a la que perteneces, rosas y escamas de dragón -dijo su madre tocando la tela del vestido. Tenía la mirada pensativa. -ahora eres una Targaryen pero nunca debes olvidar de que llevas la sangre de la Casa Tyrell por tus venas, eres una rosa por nacimiento, nunca lo olvides.
Helenna miró el vestido, luego a su madre, a su hermana, a sus amigas y a sus primas Tyrell. Intentó no pensar en lo que ahora significaba. Pertenecer a dos casas, que aunque desde hace siglos eran aliadas, ella debía tener lealtad y prioridad por su familia de nacimiento. A pesar de que podía ver a Aegon, su sonrisa, sus ojos violetas, sentir sus caricias y besos; ella siempre buscaría el bienestar de su familia y su lealtad era de la Casa Tyrell, no importaba lo demás.
Su madre le sonrió y le acarició la mejilla.
-No te preocupes, mi amor, ya verás como todo será más fácil.
Eso espero, pensó Helenna mientras enfrentaba su reflejo y sus doncellas comenzaban a vestirla.
Fue un trabajo complicado, el vestido era ajustado y tenía muchas capas pero una vez vestida la llevaron devuelta a la habitación.
Helenna le echó una mirada a la cama en donde hasta hace unas horas había estado retorciéndose bajo los cuidados de Aegon. El recuerdo de sus labios viajando desde sus pechos, a su estómago, hasta llegar a sus partes privadas en donde su lengua hizo maravillas en ella, le arrancó un terrible sonrojo que no pasó desapercibido por Margaery, quién le sonrió con picardía.
Su madre, quién no había dejado de repartir órdenes a todas las mujeres, la sentó en la silla del gran tocador que había en la habitación y fue el turno del cabello. Su madre hizo que sus doncellas la peinaran al estilo del Dominio con el cabello semirrecogido en mechones delanteros retorcidos hacía atrás, dejando una raya al medio muy marcada y con el resto cayendo en cascada hasta la cintura.
-Ahora eres toda una reina, hija mía. -dijo su madre parandose detrás de ella y colocando sus manos en sus hombros. La mirada de madre e hija se encontraron en el espejo, los ojos de lady Alerie brillaban de orgullo.
Varios minutos después, las mujeres abandonaron la habitación matrimonial y tomaron asiento en el salón en un rápido desayuno. Las conversaciones fluían tranquilamente comentando sobre la boda y los planes para el futuro.
Helenna estaba sentada con la espalda recta y apenas pudiendo probar bocado con su madre sentada a su derecha y Margaery a su izquierda, y frente a ella Rosalyne y Talla debatían sobre los vestidos más lujosos que habían usado los invitados durante la boda y el banquete nupcial.
Un golpe en la puerta interrumpió lo que Talla estaba por decir, y todas giraron la cabeza a la entrada del salón al mismo tiempo mientras un sirviente abría la puerta y se hacía a un lado realizando una reverencia.
Por las puertas de entrada ingresó la reina madre Elia Martell, seguida de cerca por la princesa Rhaenys y la princesa Daenerys, escoltadas por dos Guardias Reales, Ser Lewyn Martell y Ser Gwayne Gaunt.
La reina Elia buscó a Helenna con esos penetrantes ojos negros y cuando la encontró, se quedó varios segundos mirándola analizando cada detalle de su apariencia, desde el vestido, hasta el peinado.
-Estás preciosa, querida.
Helenna sonrió vergonzosa alisando arrugas invisibles en la falda. La princesa Rhaenys se separó del lado de su madre, caminó lentamente hasta pararse a su lado y se inclinó sobre su hombro para robarle una tostada.
-Hermana, confío en que tuviste una excelente noche si hacemos caso a los rumores sobre tus gritos apasionados.
Unas risitas se escucharon por el salón y Helenna se cubrió el rostro totalmente avergonzada. La joven reina alcanzó a ver la mirada de desaprobación de su madre y la mirada incómoda de Brianne.
-Rhaenys -la reprendió con voz dura la reina Elia, silenciando las risas. -Helenna ahora es tu reina y le debes respeto.
Rhaenys hizo un gesto de restarle importancia mientras le sonreía divertida a Helenna y le guiñaba un ojo. Luego se sentó junto a Rosalyne y se sirvió un té sumándose a la cotilleo de las jóvenes.
La princesa Daenerys siguió de pie al lado de la reina madre Elia, incómoda sin saber que hacer. Su carácter tímido y delicado era un fuerte contraste con su sobrina Rhaenys.
-Reina Helenna, es hora de comenzar su día como nuestra soberana.
Helenna sintió como su corazón se saltaba un latido y las manos comenzaban a transpirarle, pero aún así, se levantó de su lugar y caminó hacía su suegra con paso seguro y sin dudar.
Cuando llegó frente a la reina Elia, está le sonrió y le extendió la mano.
-Estoy orgullosa de tí, querida, se lo difícil y abrumador que debe ser todo esto para tí pero debes saber que estaré a tu lado en cada paso para guiarte y orientarte.
-Gracias, alteza, lo aprecio mucho.
-Ahora te daré algo mucho más valioso que el vestido que te obsequie.
La reina Elia hizo un gesto a un criado y este desapareció por la puerta de entrada para reaparecer a nuevamente con una caja en sus manos.
El sirviente se acercó a ellas y le extendió la caja a la reina Elia con un gesto solemne. La reina madre abrió la caja y tomó entre sus delicadas manos una corona, la corona de Helenna.
-El rey dió instrucciones a los mejores herreros de la ciudad para que crearan está valiosa obra de arte. Digna de una reina, una corona nueva para una nueva era.
Helenna miró la pieza en las manos de la reina Elia sin palabras, una delgada corona de oro con espinas y enredaderas entrelazadas, adornada con pequeñas rosas de oro con el centro incrustadas de esmeralda y rubíes.
El silencio se había hecho por completo en el salón, Helenna sentía las miradas fijas en ella esperando su próximo paso.
La joven reina arrancó los ojos de la corona y los clavó en la reina madre. En un acuerdo silencioso, Helenna se inclinó frente a Elia y ella le colocó la corona en la cabeza bien sujetada por su peinado. Luego se enderezó y enfrentó la implacable mirada de la reina madre.
-Mi reina.
Estaba vez fue Elia quien se inclinó ante ella. De inmediato, todas las mujeres, sirvientes y Guardias Reales la imitaron y se inclinaron en una profunda reverencia.
-Mi reina. -dijeron todos al mismo tiempo sin levantar los rostros.
Helenna miró alrededor, a todos esos rostros inclinados y rezó a los dioses por convertirse en la reina que el reino esperaba. Y para eso necesitaba prepararse, comenzando ese mismo día.
AVAVAVAVAVA
Su primera aparición como la nueva reina de los Siete Reinos no fue como esperaba.
Faltaba una hora para el mediodía cuando la reina madre Elia anunció que había organizado una reunión en el Salón de la Reina en el Torreón de Maegor con todas las mujeres que quedaron en la Fortaleza Roja luego de la boda.
Helenna caminaba al lado de la reina Elia, seguidas de cerca por la princesa Rhaenys y la princesa Daenerys, y detrás por Margaery, Rosalyne y Talla, escoltadas por Brianne y los Guardias Reales. Cuando el grupo ingresó al Salón se hizo el silencio.
La reina madre Elia la guío al estrado en donde la había visto por primera vez hace semanas cuando la comitiva del Dominio había llegado a Desembarco del Rey. Esa vez había conocido a la reina madre desde abajo, oculta detrás de Margaery, pero está vez subió al estrado y tomó asiento en una de las dos únicas sillas que había allí.
Desde el estrado podía ver las docenas de rostros femeninos que la miraban fijamente. Reconoció a las hermanas Stark sentadas a cada lado de lady Catelyn Tully, a Myrcella Greyjoy y a su madre Cersei junto a otras mujeres Lannisters, también a varias damas del Dominio, e incluso distinguió a mujeres de la servidumbre que trabajaban en la Fortaleza Roja.
La reina Elia se acomodó con elegancia en su silla y lo que dijo a continuación requirió de todo su autocontrol para evitar que su rostro mostrara alguna emoción.
-La reina Helenna ha venido a mí con una propuesta, ha tenido la idea de volver a realizar las audiencias de mujeres creada por la Bondadosa Reina Alysanne hace siglos -sus palabras fueron recibidas por el silencio. -para las que no saben, estas audiencias sólo se permitían unirse a mujeres y niñas, independientemente de su nacimiento noble o plebeyo. La reina Alysanne las alentaba a hablar libre y abiertamente sobre sus temores, preocupaciones y esperanzas.
Las mujeres en el Salón quedaron sorprendidas, al igual que Helenna, no sabía que pensar sobre el movimiento que había realizado la reina madre.
-Mi nuera y yo deseamos que todas las que están aquí presentes, desde princesas hasta las de más bajos recursos puedan hablar libremente.
La reina guardó silencio y miró a Helenna, invitandola a continuar. La joven se quedó sin poder hablar por un segundo pero sin saber cómo, las palabras comenzaron a fluir.
-Un nuevo siglo ha comenzado y no queremos que las cosas continúen de la misma manera. -Helenna se enderezó en su silla y paseó la mirada con firmeza por todos los rostros. -las cosas deben cambiar a partir de ahora, las mujeres no podemos ser hechas a un lado mientras los hombres creen saber cómo manejar nuestras vidas. Debemos ser dueñas de nuestros destinos.
El silencio era casi opresivo, tanto que Helenna comenzó a temer haber cometido un error al declarar tan abiertamente sus ideales, hasta que una mujer comenzó aplaudir y luego otra, y así hasta que todas las presentes celebraron sus palabras.
Helenna sonrió y miró a Elia, quién la estaba mirando con orgullo y una gran sonrisa. Luego se inclinó y le susurró.
-Mi hijo y tú cambiarán al mundo.
La joven reina sintió el peso de sus palabras, tanta expectativa puesta en ellos pero una mirada al Salón, con la esperanza en los rostros de todas esas mujeres que fueron aplastadas, sometidas, acosadas. No importaba su estatus social ni su apellido todas eran iguales en este mundo dominado por hombres.
Helenna lo haría, ella cambiaría el juego.
AVAVAVAVAVA
La hora del almuerzo por fin había llegado, y Helenna abandonó el Salón de la Reina seguida por su escudo juramentado Brianne y por sus Guardias Reales asignados, Ser Oswell y Ser Gwayne.
La joven reina regresó a la habitación en donde había sido su noche de bodas y allí se encontró con Aegon, quién ya la estaba esperando sentado en la mesa que había en el balcón.
Los Guardias Reales y Brianne se quedaron afuera cerca de la puerta mientras Helenna se acercó a su esposo, quién se levantó para recibirla con un largo beso.
-Solo han sido unas horas pero juraría que ha pasado una eternidad desde que nos separamos.
-Deja el drama para mis primas, esposo. -respondió ella con una risita mientras envolvía sus brazos en su cuello y se inclinaba para volver a besarlo.
Luego de separarse, Aegon corrió una silla para que ella tomara asiento y los sirvientes se acercaron para servirles el almuerzo. Cuando el catador de alimentos probó la comida de ambos y dió su aprobación, comenzaron a comer.
-Me han contado sobre tu discurso en el Salón de la Reina. -comentó casualmente Aegon luego de unos minutos de un cómodo silencio.
Helenna se tensó esperando sus próximas palabras pero Aegon le sonrió y tomó su mano sobre la mesa.
-Estoy muy orgulloso de tí, Helenna, sabía que serías una reina magnífica.
-Solo es mi primer día.
-Pero has hecho más que suficiente, mi amor, has comenzado un cambio.
Los ojos violetas de Aegon brillaban con una luz que nunca había visto en él, parecían tener luz propia como el fuego intenso que arde en la hoguera.
-Los Siete Reinos han sido los mismos de hace más de trescientos años, ya es hora de que las cosas cambien un poco, ¿no te parece?
-Si -respondió ella - pero será difícil, muchos señores no aprueban los cambios y menos los cambios que no los benefician.
Aegon cortó su filete pensativo y Helenna aprovecho para observarlo. Tenía el cabello platinado despeinado, un poco largo, y llevaba puesto un jubon negro con el blasón Targaryen cocido al pecho. Su espada estaba apoyada contra la pared y parecía cansado.
-Es verdad -dijo Aegon pensativo, luego dejó los cubiertos a un lado y clavó esos intensos ojos violáceos en ella. -quiero que mañana asistas conmigo al Consejo Privado y compartas tus ideas, mi madre también estará presente y creo que dos fuerzas como ustedes me ayudarán a lograr el cambio que el reino necesita.
Helenna le mostró una radiante sonrisa y se inclinó en la mesa para abrazarlo.
-Gracias, Aegon, no sabes lo importante que es esto para mí.
-Lo sé, Lenna -respondió él colocando un beso en su frente -estoy seguro que haremos grandes cosas.
Helenna asintió y volvió a su comida, anticipando la reunión de mañana.
-¿Que haremos hoy? -pregunto ella cuando terminaron de comer.
-Podremos permanecer en nuestra habitación por el resto del día, Jon se encargará de mis tareas.
Jon Connington era su Mano del Rey y por las pocas palabras que Helenna había cruzado con el hombre pudo ver que era un hombre inteligente y peligroso.
-¿Y que podríamos hacer todo el día en nuestra habitación? -preguntó Helenna fingiendo inocencia.
Una sonrisa depredadora fue aumentando en los labios de Aegon y Helenna apretó las piernas anticipando una tarde provechosa.
Chapter 15: Alianzas
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Los torneos comenzaron al día siguiente.
En el cielo no había ninguna nube y para algunos era un buen presagio para el matrimonio de los reyes, si Helenna escuchó correctamente.
Su primer día como la nueva reina de los Siete Reinos empezó con "una agenda repleta de festividades" según las palabras de la reina Elia. La mujer se había hecho cargo de sus deberes, teniendo todo preparado para que asuma el papel que le correspondía como esposa del rey mientras Helenna había estado ocupada con Aegon. Pero había mucho por hacer, papeles que leer, invitados que recibir y eventos que organizar por lo que pasar su día junto a Aegon era imposible. De todas formas, su esposo estaba siendo avasallado por sus consejeros con asuntos importantes y su rostro agobiado había preocupado a la joven.
-No te preocupes por él, querida, mi hijo está acostumbrado a todo esto.
Las palabras de la reina Elia no lograron tranquilizarla pero rápidamente la distrajo con una lección sobre la organización del banquete de bienvenida que se realizaría a la noche para dar inicio a los torneos que durarían siete días en honor a los nuevos dioses.
El primer día del torneo se celebraría al mediodía para dar oportunidad a los invitados de poder recuperarse del banquete nupcial. Helenna observó divertida como Rosalyne se recuperaba de la borrachera quejándose de que la luz del sol estaba muy fuerte.
Una hora antes del inicio del torneo en honor de su boda, Helenna se comenzó a preparar en el pequeño salón adyacente a las habitaciones que compartía con Aegon. Los jóvenes había llegado a un acuerdo mutuo de compartir habitaciones, algo muy poco común entre los matrimonios de la alta cuna.
Sus damas la rondaban preparándola para su primera aparición oficial como la nueva reina. Había elegido vestirse acorde al clima cálido pero sin dejar de lado el lujo con un vestido de seda verde claro y encaje myriense, con las mangas repletas de escamas de dragón y la falda decorada con dibujos florales hechos con perlas pequeñas. En la cabeza se a había puesto una delicada corona de oro blanco con espinas y rosas entrelazadas adornada con pequeños rubíes y esmeraldas.
Helenna sentía el estómago revuelto, las palmas húmedas y sudorosas. Estaba aterrada de fallar y avergonzar el nombre de su familia.
-Helenna, relájate todo saldrá bien. -la voz de Rosalyne fue un bálsamo para sus nervios, la joven pelirroja le sonrió y la tomó de las manos. -no olvides lo que te enseñó la reina Elia y ya verás como todo saldrá perfecto.
La joven reina asintió y logró que sus labios se estiraran en algo parecido a una mueca. Su mente ya girando en todas las lecciones que su suegra le había impartido durante el desayuno.
"No te inclines ante nadie. No seas tan abiertamente amigable. No concedas tu favor a nadie que no sea a tu esposo o algún miembro cercano de tu familia, como tus hermanos o lord Tyrell. No pelees con nadie ni inicies enfrentamientos que no favorezcan a la Corona. Mide tus palabras, tus gestos, tu mirada..."
Y pensar en todas esas lecciones lograron calmar sus nervios. Si se enfocaba en eso, se distraía del hecho que en unos minutos haría su primera aparición como la reina consorte de los Siete Reinos frente a miles de personas.
-Hija mía.
Tan enfocada estaba en sus pensamientos que no se dió cuenta de que la puerta del pequeño salón se había abierto dejando entrar a un grupo de mujeres entre las que estaban lady Alerie, lady Olenna y su cuñada Leonnete.
Las recién llegadas se dispersaron por el salón, sentandose en los sillones forrados en lujoso terciopelo carmesí comiendo y bebiendo entre cotilleos y risas.
Los ojos negros de Helenna siguieron el pequeño cuerpo de su abuela, la temible Reina de las Espinas, mientras se colocaba frente a ella.
-Alteza. -Helenna se esforzó por tragarse su sorpresa y forzó su rostro para que permaneciera estoico. Era la primera vez que conversaba con su abuela, sin contar las breves palabras de felicitaciones que le dió durante el banquete nupcial.
-Abuela.
Una vez le habían dicho que se parecía a su abuela, no solo por el color de ojos y por el nombre que sus padres le pusieron en honor a ella, sino también por la forma de hablar, la lealtad que inspiraban en las personas que las rodeaban. Helenna todavía intentaba buscar la verdad en esas palabras sin ver ese parecido.
-Te doy mis felicitaciones una vez más, y espero que tus lecciones se lleven a cabo sin fallas.
Ni siquiera el hecho de que Helenna era la reina impedía que su abuela intentará controlar su vida y decirle que hacer. Pero a pesar de la molestia que le producía, debía mantener la compostura ya que necesitaba su favor.
-Gracias por tus felicitaciones, abuela y por supuesto todo saldrá bien.
La antigua señora de Altojardín asintió y con una última mirada en su dirección, controlando que todo estuviera perfecto en ella, se marchó para sentarse al lado de Margaery quién permanecía sentada en los sillones frente a las ventanas charlando animadamente con Talla.
-Estás hermosa, hija, ya verás como resplandeceras frente a todos.
La joven reina le sonrió a su madre.
-Es hora de irnos. -anunció Helenna en voz alta al salón provocando un revuelo de faldas y mujeres que fueron abandonando el lugar. La joven reina fue la última en marcharse flanqueada por Brienne Tarth y Ser Oswell con sus damas, su madre y abuela detrás de ellos.
Helenna caminó por el pasillo hacía la salida con las mujeres paradas a cada lado inclinando la cabeza a su paso. Cuando llegó a las puertas de los aposentos reales dos sirvientes con el blasón Targaryen cocido a sus pechos le abrieron las puertas y la joven reina marchó por el Torreón de Maegor hacía los Campos de Justas con su séquito de mujeres siguiéndola de cerca.
Su paseo hasta su lugar de destino fue un acontecimiento interesante. Con tantas personas siguiéndola, y por cada pasillo que pasaban dejaban tras de sí cabezas inclinadas y silencios pesados. Según observó Helenna divertida, Margaery y sus damas estaban radiantes con la atención que provocaban.
Al salir de la Fortaleza Roja las esperaba varias timoneras para llevarlas al torneo. Helenna compartió la suya con Margaery. Su hermana no había dejado de comentar sobre lo que había pasado cuando ella y Aegon se marcharon. Parecía ser que hubo un breve altercado entre el príncipe Viserys y los hombres del hierro, para sorpresa de Helenna. Había esperado una pelea entre su familia y los dorniense pero al parecer todos se habían comportado.
-Al parecer su alteza creía que su linaje lograría encantar a esos kraken.
Helenna le sonrió divertida.
-Uno pensaría que el temible rostro de Rodrik Greyjoy y su hermano Victarion lograrían que Viserys se alejara de ellos pero al parecer su instinto de supervivencia lo abandonó con su sensatez.
Las hermanas se rieron y Helenna estaba feliz de haber recuperado a su hermana y de encontrar en ella a una aliada.
-Vi como mirabas a Rodrik Greyjoy durante tu banquete nupcial, Lenna. -comentó Margaery sutilmente mirando por la pequeña ventana de la timonera a las personas que paseaban por la ciudad. -¿No me digas que tu amor por tu esposo se esfumó tan rápido en favor a un kraken?
Sus pensamientos sobre estar feliz por recuperar a su hermana la abandonaron rápidamente y la fulminó con la mirada.
-Cuida tus palabras, hermana, una orden mía y te veré marchando al otro lado del mundo para desposarte con un pobre anciano rico que apenas podrá complacerte antes de partir junto a los Siete.
Margaery soltó una carcajada y la miró con picardía.
-Ve el lado bueno de esta unión, Lenna, no faltará mucho para que mi señor esposo se marche de este mundo y yo tendré a mi disposición su fortuna.
Helenna negó con la cabeza con una pequeña sonrisa bailando en sus labios. Solo su hermana buscaría sacar provecho de una situación tan lamentable.
-De todos modos mi plan no funcionaría si los rumores de una posible boda entre tú y cierto lobo son reales.
Había escuchado a sus padres comentarlo unos días antes de la boda. Margaery se encogió de hombros restándole importancia.
-Como hermana de la reina seguramente padre encontrará un esposo adecuado para mi nueva posición y mientras el elegido sea alguien medianamente atractivo y con un buen apellido no importa.
Helenna miró a su hermana con un poco de lástima sin creer en sus palabras.
-Una boda con Robb Stark sería beneficioso para la Corona además de que ayudaría al Norte con el invierno que se aproxima.
Su hermana se volvió a encoger de hombros y Helenna abandonó el tema. Más tarde tendría que investigar un poco más sobre esto, le intrigaba que su hermana permaneciera tan callada con algo tan importante como su futuro matrimonio.
Helenna y su grupo de mujeres y guardias fueron casi los últimos en llegar a los campos. Su familia política ya estaban acomodados en el palco real y la joven reina se despidió de su hermana para unirse a ellos.
Cuando llegó al palco real, saludó con dos besos en las mejillas a su cuñada la princesa Rhaenys intercambiando unas breves palabras, luego saludó con una inclinación de cabeza hacía la reina Elia quién le devolvió el saludo. Sin poder evitarlo apura el paso y se acerca a las dos grandes sillas parecidas a tronos colocadas al frente cerca de la baranda. Aegon ya estaba sentado en su silla y Helenna se unió a él sentandose a su derecha, luego se inclinó y le dió un beso casto en los labios, cuando se apartó su esposo la miraba con una gran sonrisa en su rostro atractivo.
-Mi señora está bellísima.
Helenna le sonrió y se sonrojó para su deleite. Todavía no se recuperaba de su noche de bodas y cada vez que estaba sola con sus pensamientos recordaba todo lo que habían hecho entre las sábanas. Cómo su rostro se había enterrado entre sus muslos, como su lengua había lamido cada pulgada de su piel y como sus labios habían ahogado sus fuertes gemidos.
Aegon le tomó la mano y depositó un beso en su palma, con esos ojos violetas brillando como si supiera a dónde habían ido sus pensamientos.
Luego la soltó e hizo una señal al heraldo para que anuncie el comienzo del torneo, y los primeros rivales cabalgaron hacia el campo verde bajo el cielo azul.
AVAVAVAVA
Los siguientes días del torneo pasaron rápidamente, llegando a cuando la verdadera justa comenzó el cuarto día con Ser Arthur Dayne enfrentando a Ser Jaime Lannister, el heredero de lord Tywin Lannister.
La multitud era unánime en apoyar a la Espada del Alba, ya que nadie parecía tener en alta estima al futuro señor de Roca Casterly. Lamentablemente ese día los dioses no estaban del lado de Ser Arthur y el Lannister lo derrotó en un combate impresionante. A su lado, Helenna escuchó el lamento de Aegon al ver caer de su caballo a su Guardia Real favorito.
Los únicos otros jinetes de los que Helenna había tomado nota eran el príncipe Oberyn Martell, quién era implacable contra sus oponentes, también estaban Renly Baratheon quién se enfrentó y perdió ante su hermano mayor, Loras. Había justadores de todas partes del reino pero solo unos pocos llegaron a la final.
El sexto día fue la justa final que se realizó entre Ser Jaime Lannister y el príncipe Oberyn Martell en un enfrentamiento que dejó a todos con el corazón en la boca ante tal muestra de poderío.
Rompieron seis lanzas uno contra el otro, y el jinete Ser Jaime casi hecha humo por sus oídos, eso había quedado claro cuando arrojó su lanza rota a su escudero con tanta fuerza que el niño se derrumbó en el suelo. Sin embargo, la séptima lanza se siente diferente, y cuando lo hombres están a punto de chocar, la lanza del príncipe parece apuntar directamente al cuello de Ser Jaime pero en el momento final el rubio se movió para evitar el peligro y tomó la lanza con fuerza en su hombro, volando de su silla y cayendo pesadamente al suelo.
Todos guardaron silencio desde los nobles en las gradas hasta los plebeyos que permanecían de pie en el campo, mientras Jaime Lannister permanecía inmóvil en el suelo con el público esperando a que pasara algo.
Helenna buscó con la mirada a las gradas en donde estaban sentados los señores y damas del Occidente y de las Islas del Hierro, y sintió simpatía por Cersei Lannister quién parecía horrorizada mientras gritaba para que alguien ayudara a su hermano mellizo. Sentado a su lado estaba su padre, lord Tywin, con el rostro sereno pero con esos temibles ojos verdes que parecían quemar el campo.
Antes de que se desatara el infierno, el príncipe Oberyn se bajó de su caballo y se acercó al cuerpo caído de su oponente. Se arrodilló a su lado, sacándose el yelmo y tocando el cuello de Ser Jaime para buscar algún signo de vida. Unos segundos después el absoluto silencio en el campo fue roto cuando el príncipe dorniense dió una palmada en el pecho del hombre caído y lanzó una fuerte carcajada para sorpresa del público, luego tomó la mano de Ser Jaime y lo levantó del suelo.
El público estalló en una fuerte ovación y los hombres se tomaron la mano en una muestra de saludo y respeto. Luego Ser Jaime abandonó el campo y desapareció entre sus escuderos y criados.
La atención del público volvió al ganador, a la Víbora Roja, quién se volvió a subir a su caballo y tomando la corona de rosas rojas se acercó hasta las gradas en donde estaban sentados los dornienses y con la punta de la lanza dejó en el regazo de Ellaria Arena la corona coronandola como Reina del Amor y la Belleza.
Parecía que su acción había molestado a algunos nobles por la expresión de sus altivos rostros, a diferencia del público común que habían estallado en fuertes aplausos. Helenna creía enterder que los nobles veían con malos ojos que una bastarda dorniense fuera coronada.
Pero siempre atento a todo, Aegon se levantó de su silla y se acercó a la barandilla vitoreando a su tío, siendo seguido inmediatamente por todos alabando al campeón y a su reina elegida.
Por la noche se celebró un esplendoroso banquete de despedida para dar fin a las celebraciones en honor a la llamada Boda del Siglo y para despedir a los invitados que volverían a sus tierras. El banquete tuvo lugar el sala del Trono con cientos de invitados presentes y decenas de diferentes platos.
Helenna se sentó en la mesa alta con Aegon a su izquierda y el príncipe Oberyn a su derecha viendo pasar frente a ella decenas de invitados presentando sus respetos y sus bendiciones para su matrimonio y su reinado.
Luego del banquete, Aegon y ella abren el baile frente a cientos de miradas, deslizándose por la pista de baile con destreza. Los brazos de su esposo se sienten cómodos después de un día intenso. Unos minutos después, la reina Elia y su hermano el príncipe Oberyn se unen a ellos abriendo la pista de baile para el resto de los invitados.
La noche transcurrió tranquilamente con un ambiente festivo y Helenna es sacada a bailar con varios hombres, entre ellos su padre y sus hermanos, como también el príncipe Jaehaerys o Jon como le pidió que lo llamara ya que ahora eran familia. También tuvo un baile tenso con Ser Jaime Lannister, quién se mostró altivo y orgulloso poniéndose a la defensiva cuando alguien sacaba a colocación su derrota en el torneo; y para su sorpresa, el heredero de Invernalia Robb Stark le pidió un baile salvandola de seguir sufriendo el enorme ego del Lannister.
-Alteza debo admitir que el sur no es tan malo como creí.
Robb Stark tenía una voz profunda y melodiosa, y no era un mal bailarín con esos fuertes brazos guiandola por la pista en un firme agarre.
-Me temo que el sur tiene mala fama en el Norte. -respondió ella luego de dar una vuelta con las faldas revoloteando entre sus piernas. La pareja estaba en el centro de la pista con otras parejas dando vueltas a su alrededor pero dejando un espacio entre ellos. -Me alegro que el sur sea de su agrado pero tendría que conocer Altojardín estoy segura de que quedaría encantado.
-Sería un placer visitar su hogar de nacimiento, majestad, y estoy seguro de que mi hermana Sansa adoraría ese lugar.
-Lady Sansa es una joven muy hermosa seguramente se adaptaría estupendamente en Altojardín.
El heredero de Invernalia le sonrió y antes de que pudiera responder la música terminó y los bailarines aplaudieron. El heredero Stark se inclinó en una reverencia y abandonó la pista en dirección a la mesa de los norteños.
Las parejas se ubicaron para un nuevo baile pero antes de que Helenna pudiera apartarse, una voz la interrumpió.
-Alteza, ¿me permite este baile?
La joven reina se dió la vuelta con una sonrisa formal en sus labios para aceptar la invitación hasta que vió el rostro de hombre que le pidió el próximo baile.
Rodrik Greyjoy, el heredero de Pyke, estaba de pie frente suyo con una mano extendida. Tenía puesto un pantalón ajustado de cuero negro que resaltaba sus fuertes muslos, una camisa de seda negra decorada con hilos de oro formando patrones de krakens. Luego de unos segundos se dió cuenta de que se había quedado callada y el hombre estaba esperando pacientemente su respuesta.
-Será un placer, mi señor. -Helenna tomó su mano y él la guío con firmeza por la pista hasta llegar al centro en donde las otra parejas les dirigieron miradas curiosas. Brevemente sus ojos vagaron por el salón hasta que encontró los ojos violetas preocupados de Aegon, quién parecía no prestar atención a la conversación de su Mano, lord Jon Connington.
Pero la música comenzó y Helenna se concentró en sus pies y en la gran mano que cubría la suya más pequeña.
-Dejeme felicitarla nuevamente, majestad, le deseo un matrimonio fructífero.
Helenna quién había mantenido sus ojos clavados en cualquier parte menos en su pareja de baile, subió la mirada y se encontró con los ojos grises acerados. El hombre era alto e imponente de cabellera negra como alas de cuervo, hombros anchos y brazos parecidos a troncos de árboles.
-Muchas gracias, mi señor, le deseo igualmente bendiciones a su Casa y a su familia. -respondió ella con una sonrisa forzada más concentrada en sus pies que en la conversación ya que la música era más animada y debía recordar los pasos. A veces deseaba no haberse escapado de sus clases de danza.
La música continuó y como Rodrik no volvió hablar, Helenna se relajó. Tenía su mano izquierda en su cintura, apenas tocandola mientras que con la mano derecha le daba varias vueltas.
Por suerte la canción llegó a su fin y ambos se saludaron mientras aplaudían. Antes de huir, Helenna miró una última vez al heredero Greyjoy, tenía los ojos grises fríos y duros fijos en ella como si estuviera diseccionandola capa por capa.
-¿Quién hubiera dicho que la dulce niña que conocí en Roca Casterly se convertiría en la reina de Poniente?
Con una última reverencia, el hombre se dió la vuelta y se marchó mientras las otras parejas seguían aplaudiendo a la orquesta. Helenna logró respirar nuevamente, sin darse cuenta de lo tensa que estaba. El hombre tenía una presencia imponente que causaba que todo su cuerpo se pusiera en alerta.
Antes de que alguien volviera a pedirle un baile, la joven se marchó rápidamente de la pista en dirrección a la mesa alta en donde estaría a salvo de las invitaciones ya que nadie podía subir ahí sin permiso.
En la mesa alta encontró a Aegon esperándola. Su esposo había estado observando su interacción con el heredero Greyjoy y trataba de buscar su mirada.
Antes de que pudiera decirle algo, Helena se sentó a su lado y un sirviente le sirvió más vino. Se lo tomó de un trago.
-¿Estás bien, Lenna? -La joven reina levantó la mirada y la clavó en los ojos violetas de Aegon. Este la miraba preocupado y le tomó la mano acariciándola con cariño -estas temblando.
Helenna tomó una respiración temblorosa y dejó que sus ojos negros vagaran por el salón del trono. Encontró rápidamente a Rodrik Greyjoy, sentado en la mesa que compartía con los Lannister, hablando seriamente con su tío, Victarion Greyjoy, si no se equivocaba.
-Estoy bien, Aegon, solo estoy cansada han sido días largos.
Su esposo la miró preocupado sin creer en sus palabras pero ella le dirigió una mirada que esperaba que interpretada. Después hablamos, hay muchos ojos y oídos.
Aegon pareció entenderla y dejó el tema, aunque no soltó su mano por el resto del banquete intentando distraerla con chismes de la corte.
Unas horas más tarde, con el amanecer cerca, y la mayoría de los invitados borrachos, inconscientes o desaparecidos, Aegon se levantó de su silla y aún sujetando la mano de Helenna propuso un brindis.
-Propongo un brindis por mi reina y esposa, mi bella Helenna, a quién le deseo lo mejor de este mundo por el resto que duren nuestras vidas.
-¡Salud! ¡Por la reina Helenna!
La joven levantó su copa también y brindó con ellos encontrándose con la mirada de familares y amigos.
-¿Que te parece si vamos a descansar, Lenna? -le preguntó Aegon luego de que los invitados volvieran a sus cosas. Ella asintió inmediatamente.
La pareja se despidió de la reina Elia y de la princesa Daenerys, las únicas que ocupaban la mesa alta, y aún tomados de la mano se dirigieron a la Puerta del Rey ubicada detrás del Trono saliendo del salón discretamente. Casi inmediatamente fueron rodeados por Ser Arthur Dayne, el príncipe Lewyn Martell, Ser Jonothor Darry y Ser Barristan Selmy.
El viaje al Torreón de Maegor fue tranquilo, la mano de Aegon la cubría con su firme agarre y Helenna se concentró en el sonido de los pasos de los guardias reales que los rodeaban.
Cuando llegaron a sus habitaciones, Ser Arthur y Ser Jonothor permanecieron de pie del otro lado de las puertas, mientras los otros dos se despidieron para ir a descansar. Dentro de la habitación que compartía con Aegon, Helenna observó agradecida como los criados les habían dejado preparado una bañera llena de agua caliente que ya se estaba enfriando. Las ventanas estaban abiertas dejando entrar un viento cálido.
-Dejame ayudarte.
Aegon se colocó detrás suyo y le empezó a deshacer los lazos del vestido. A pesar de lo cansado que tenía el cuerpo y el dolor en la planta de los pies, Helenna intentó controlar las sensaciones que Aegon le produjo mientras la sacaba el vestido y la ropa interior dejándola desnuda.
Su esposo le dió la vuelta y Helenna observó como sus ojos violetas le recorrían los abultados pechos y sus partes privadas. La joven se sintió traviesa y también lo comenzó a desnudar. Primero lo despojó de su capa, luego del jubón carmesí, seguido por la camisa de seda negra y los pantalones dejandolo en iguales condiciones.
Aegon la tomó de la mano y la guió a la bañera, primero ingresó él y luego le hizo un gesto para que entrara y se colocara delante suyo.
El placer que le producía sentir el fuerte pecho de su esposo apoyado en su espalda con sus brazos rodeándola y sus manos acariciando sus brazos lentamente, ese casi inocente acto de intimidad le provocó sensaciones que antes no había tenido.
Lo necesitaba.
Dándose la vuelta enfrentó la mirada nublada por el deseo de él y se sentó a horcajadas en su regazo. Luego se inclinó y junto sus labios en un beso abrasador.
Inmediatamente lo sintió ponerse duro y sin esperar un segundo más, Helenna metió la mano en el agua tibia y guío su miembro a su entrada. Lentamente ella se fue deslizando hasta que su pene estuvo completamente dentro suyo. Ambos dejaron escapar un gemido.
Tomando el control de la situación, Helenna abrazó a Aegon y comenzó a moverse sin separar sus labios de él. Subir y bajar, el agua cayendo por los bordes de la bañera, sus respiraciones aumentando, sus labios ahogando los gemidos del otro.
Aegon la envolvió más fuerte entre sus brazos y Helenna se aferró a su cabello platinado sintiendo que algo se construía dentro de ella. Lo sentía ahí, el climax estaba llegando. Las caderas seguían chocando, Helenna lo sentía cada vez más profundo llegando a ese delicioso punto dentro de ella.
Y con una profunda penetración, Helenna gritó viendo las estrellas y Aegon gruñó algo incoherente en su cuello hasta que momentos después con varias estocadas más, su esposo se unió a ella y alcanzó el climax soltando su nombre como si fuera una maldición mientras su semilla la llenaba.
La pareja permaneció en los brazos del otro, normalizando sus respiraciones con él aún dentro de ella. Así permanecieron por varios minutos con el agua enfriandose pero sin importarles.
Unos minutos después, Aegon apartó el rostro de su cuello y sus ojos violetas buscaron algo en su rostro.
-¿Qué pasó con Rodrik Greyjoy?
Helenna temía esa pregunta.
-No lo sé, lo conocí una vez cuando era niña en un torneo en Roca Casterly -respondió ella sumida en sus recuerdos. -recuerdo que me había parecido un hombre extraño y aterrador, pero no le había dado tanta importancia hasta que una noche durante uno de los banquetes me había escapado del salón con Rosalyne y estábamos jugando por los pasillos de la Roca cuando ví a Rodrik discutiendo con una mujer y luego como la comenzó a ahorcar con sus propias manos, creo que sí no hubiéramos aparecido por ese oscuro pasillo la hubiera matado.
Guardó silencio por unos segundos con el horrible recuerdo a fuego vivo en ella.
-Inmediatamente Rodrik soltó a la mujer y se acercó a nosotras arrodillándose para estar a nuestra altura y sonrió con esa horrible sonrisa que lo hacía parecer un demonio y nos dijo "mi amiga y yo estamos jugando, niñas, así como ustedes lo están haciendo, que les parece si esto queda como nuestro secreto o me temo que tendré que visitarlas por la noche para recordarles que los secretos deben permanecer ocultos".
Helenna soltó un suspiro y sintió como un escalofrío la recorria. Durante todos esos años había intentado olvidar esa noche. Todavía podía recordar la mirada aterrada y desesperada de la mujer suplicando que la salvaran. Esos ojos la habían perseguido por años sabiendo que su silencio podría haber condenado a la mujer.
-No te culpes, Lenna -dijo Aegon besando su frente con los brazos apretándola contra su pecho. -eras una niña y él un hombre. No tenías control sobre la situación.
-Pero debí haber dicho algo.
-Tal vez pero no sabes que hubieras hecho con algo que pasó hace años, no eres la misma que eras cuando eras una niña. Ya no te condenes por algo que no puedes cambiar.
Aegon le apartó el pelo del rostro y sus dedos acariciaron su mejilla.
-Y creo que entiendo tu temor -dijo él con una débil sonrisa -una vez hace años conocí a Euron Greyjoy.
Helenna había escuchado hablar de Euron Greyjoy, el hermano menor de lord Balon Greyjoy. El llamado Ojo de Cuervo, un saqueador, un pirata y si las historias eran verdaderas un monstruo de rostro hermoso pero con un alma horrible.
-Lo conocí antes de que su hermano Balon lo exiliara por asuntos familiares. -siguió diciendo Aegon, tenía la mirada perdida por la ventana y el cuerpo relajado apoyado en el borde de la bañera, aún unidos con su miembro dentro de ella. -recuerdo que jamás ningún hombre me dió una sensación de tanto terror como cuando ví dentro de los ojos de Euron.
Helenna se recostó en su pecho y él siguió acariciando su espalda.
-Bueno si las historias de sus saqueos por el mundo tienen algo de verdad, no me extrañaría que tuvieras un mal presentimiento de él. -respondió ella, sentía el corazón de Aegon latir bajo su mejilla. -espero que Euron y Rodrik no sean los mismos monstruos, no creo que el reino sobreviva a dos Greyjoy ambiciosos y sádicos.
-Bueno hay historias sobre las Islas del Hierro, dicen que Rodrik es un guerrero como no se a visto en siglos, es un capitán despiadado y sus hombres lo siguen fielmente. Incluso mis espías dicen que él es quién verdaderamente gobierna las islas controlando a su padre como a un títere.
-Con una esposa como Cersei Lannister no me extrañaría que fuera así.
Aegon dejó escapar un sonido que sonó como una mezcla de risa y suspiro, con sus manos acariciaron su espalda. Jamás se había sentido tan en paz a pesar del tema de conversación.
-Si, Rodrik y Cersei son una pareja aterradora. -respondió él luego de unos segundos de silencio. -aunque mis espías me han dicho que su matrimonio es solo de palabra, no se llevan muy bien, él tiene varias amantes y casi no se ven juntos, y normalmente Cersei pasa su tiempo en Roca Casterly junto a Ser Jaime y sus tres hijos.
-Lo peor es que Rodrik no fue más que amable conmigo. -dijo Helenna. -no solo en Roca Casterly si no también durante el banquete de anoche.
-Veremos como se van desarrollando las cosas. -le respondió Aegon. -Si tú también tuviste un mal presentimiento sobre ellos tendré que prestar más atención a las Islas del Hierro de ahora en más.
Y el tema quedó ahí, Helenna ya no tenía intención de seguir hablando sobre ellos.
Estuvieron unos minutos en la bañera, compartiendo historias sobre sus vidas y comentado sobre los conocidos que encontraron durante los días que duró el torneo.
Una vez fría el agua, Helenna intentó salir de la bañera hasta que los brazos de Aegon envolvieron su cintura y volvió a meterla en el agua, luego comenzó a llenar su cuello de besos provocando risas en ella.
-¡Aegon! -intentó decir Helenna entre risas tratando de apartarse de él. -debemos intentar dormir un poco.
-Por supuesto, mi reina, pero antes tengo un deber con tu cuerpo.
Podía sentir que se endurecía de nuevo, todavía presionado profundamente dentro de sus pliegues y no volvieron a la cama hasta varias horas después.
AVAVAVAVAVA
Con el torneo de celebración por su boda ya finalizado, solo quedaba comenzar a despedir a los invitados. Una tarea tan agotadora como cuando los habían recibido antes de la boda.
Mientras los invitados se marchaban uno por uno, Helenna pasaba sus días junto a la reina madre Elia quién la guiaba y le enseñaba sobre sus nuevos deberes que les correspondían como la esposa del rey.
Por la mañana despertaba en los brazos de Aegon, y mayormente él se despedía sin desayunar ya desbordado de papeles que firmar, acuerdos comerciales que hacer y alianzas que cerrar con posibles aliados. Luego Helenna se reunía con sus damas para desayunar en su pequeño salón, con la visita ocasional de Margaery. Apenas terminaba su desayuno, Helenna y su grupo se dirigían a los aposentos de la reina madre siempre rodeada de su escudo juramentado Brianne de Tarth, dos guardias reales, (quiénes normalmente eran Ser Oswell Whent y Ser Jonothor Darry), y un pequeño grupo de guardias Tyrell y Targaryen.
Los primeros días luego del final de las celebraciones, las mujeres permanecían en los aposentos de la reina madre para evitar quedar atrapada en el desorden en el que se había convertido la Fortaleza Roja con la partida de decenas de personas. A veces, su suegra la invitaba a pasear por los jardines con sus damas, guardias y sirvientes siguiéndolas por todas partes, y otras veces simplemente se quedaban sentadas en sus aposentos reales pero siempre con su suegra enseñándole como debía actuar una reina, como hablar, como comportarse hasta como sonreír.
Por la tarde, la reina Elia la liberaba y Helenna huía con sus damas y guardias a sus aposentos por pasillos que sabía que estarían vacíos. No había pasado ni un mes y ella ya estaba agotada, no tenía idea de cómo Aegon soportaba esto todos los días desde que era niño. Y hablando de él, la única vez que podía verlo era durante la noche, normalmente su esposo llegaba agotado y solamente le daba un beso en los labios y caía desmayado en la cama matrimonial, otras veces Helenna lo esperaba para cenar y charlaban sobre su día. Y las veces que más le gustaban a ella, era cuando Aegon se quedaba a su lado y pasaban la noche juntos.
Los días que menos le gustaban a Helenna era cuando no podía escapar de participar en la partida de algunos invitados. Había señores y damas importantes a lo que ignorar no sería bien visto.
El primero de los grandes señores de los Siete Reinos en partir fue lord Tywin Lannister y para sorpresa de Helenna, unas horas antes de partir de regreso a Roca Casterly, pidió una reunión privada con ella y Aegon. La reunión se realizó en secreto con solo Ser Arthur Dayne presente.
Mentiría si dijera que no había estado aterrada de estar en presencia del famoso Viejo León, antigua Mano del rey Aerys II, responsable de la extinción de las Casas Reyne y Tarbeck, y quién estuvo apunto de acabar con la familia real durante el asedio a Desembarco del Rey.
Pero para su sorpresa, lord Tywin se comportó con elegancia y cortesía y les mostró un gran respeto, e incluso le regaló a Helenna un pesado y grueso collar de oro con grandes rubíes incrustados. A pesar de sus amables palabras y su carísimo regalo, Aegon había estado tenso durante toda la reunión y solo se relajo cuando el hombre abandonó la habitación.
Horas después, Helenna entendió que la reunión había sido una puesta en escena. Tywin Lannister probaba sus defensas y la joven reina temía haber fallado la prueba.
Luego de la tensa reunión, el señor de Roca Casterly dejó atrás a su hijo menor Tyrion como su representante en la corte, aunque esto parecía más un insulto que un honor.
Su hija Cersei y su familia política, los Greyjoy, fueron los siguientes en marcharse. La conocida anteriormente como la luz del Occidente, tenía un gesto de desdén permanente que retorcían sus bellos rasgos y sus falsas cortesías delataban la furia que sentía por haber perdido otra vez un posible matrimonio con la familia real.
El día de la partida de los Greyjoy y su séquito, los reyes estaban rodeados por algunos miembros de la corte entre los que estaban el príncipe Viserys, las tres damas de Helenna y su hermana Margaery, entre otros nobles. La despedida se realizó en las puertas de la Fortaleza Roja y la tensión se podía cortar con un cuchillo.
-Lord Rodrik le deseo a usted y a su Casa un viaje seguro y espero contar con su presencia en mi corte en algún futuro cercano.
Helenna se esforzó por controlar sus rasgos recordando la conversación que tuvo con Aegon sobre los Greyjoy. A veces admiraba la habilidad que tenían su familia política para manejar asuntos tan delicados y por saber cómo moverse en este baile peligroso como lo era la corte.
-Gracias, su majestad. - respondió el hombre con esa voz profunda y poderosa que lo caracterizaba. -también a mi deseo y de mi familia volver a encontrarnos es situaciones tan alegres como estás.
Todos se dieron cuenta del trasfondo de sus palabras. La amenaza estaba levemente escondida detrás de sus amables palabras y Helenna sintió como la tensión aumentaba.
Viendo que necesitaba calmar las aguas, Helenna se dirigió a Myrcella Greyjoy, quién permanecía de pie inquieta detrás de su padre Rodrik.
-Myrcella.
La voz de la joven reina resonó por el salón principal llamando la atención de todos los presentes.
-Si, majestad.
Su nuevo título pronunciado por ella y la profunda reverencia que le dedicó, logró que Helenna pensara que hasta hace unos días las dos habían sido iguales, dos simples muchachas envueltas en las intrigas de sus familiares.
-Deseo que te unas a mi séquito como mi dama de compañía, si eso no es un inconveniente para tí y ni para tu familia.
Esto lo había hablado con la reina Elia durante sus lecciones, y su suegra había dado su aprobación. A pesar de que Helenna adoraba a sus amigas Talla Tarly, Rosalyne Webber y Alynna Caswell, se había dado cuenta de que como reina consorte debía rodearse de damas de la más alta cuna, mujeres pertenecientes a las grandes casas que traerían beneficios a la corona.
Los ojos negros de Helenna recorrieron los rostros de los padres de Myrcella. Rodrik Greyjoy permanecía con ese semblante sereno que lo caracterizaba pero sus ojos grises la perforaron intentando intimidarla o matarla con la mirada, nunca lo sabría de él. Helenna le sostuvo la mirada y levantó una ceja interrogante.
-¿Cuál es el motivo, alteza? -preguntó Rodrik con la voz tensa. Si ya su voz normal le ponía los pelos de punta, Helenna estaba segura de que enojado sería un espectáculo temible.
Helenna podía sentir la mirada curiosa de Aegon pero ella no apartaría sus ojos del heredero Greyjoy. Se sentía como si mirara a un lobo, si mostraba un poco de debilidad estaría perdida.
-El tiempo que pasé con Myrcella fue agradable y deseo su compañía en la corte - respondió Helenna con una voz segura y fuerte, sentía las palmas de las manos húmedas.
Durante el intercambio de palabras, Helenna notó como Cersei permaneció de pie al lado de su marido con una furia silenciosa. La había puesto entre la espada y la pared, como Tywin había hecho con ella durante su reunión privada. La mujer no podía rechazar su pedido, no si no quería insultarla y por ende al resto de la familia real, y a cambio Helenna alejaría a Myrcella de las intrigas de su familia y estaría un tiempo a salvo en la corte a su lado. Además, tendría a la nieta de Tywin en su séquito lo que impediría cualquier movimiento que hubiera estado planeando.
-Deseo ser su dama de compañía, su majestad -la dulce voz de Myrcella la obligó apartar la mirada de Rodrik y en su lugar le dedicó una sincera sonrisa a la rubia.
-Se bienvenida entonces, Myrcella, mis damas te recibirán bien.
La joven Greyjoy miró brevemente a su familia, Helenna se dió cuenta de que evitó la mirada de su madre, y caminó hacía ellos. Luego realizó una reverencia a Aegon y a ella, y se colocó al lado de Talla, quién le sonría y le dedicaba unas palabras de bienvenida.
Helenna volvió a mirar a los Greyjoy, Rodrik parecía aburrido a diferencia de Cersei, quién se había puesto pálida al ver a su única hija rodeada de sus enemigos. Con una última reverencia, Rodrik se dió la vuelta y se marchó de la Fortaleza con solo una breve mirada en dirección a Myrcella. Su esposa, su tío, sus hermanos y sus sobrinos lo siguieron seguidos por los vasallos de los Greyjoy, Helenna reconoció algunos blasones como la Casa Harlaw, la Casa Sunderly, la Casa Goodbrother y la Casa Blacktyde.
Antes de marcharse, Helenna se encontró brevemente con la mirada de Cersei Lannister. Sus ojos la miraron con tal odio que parecían brillar como fuego verde. Sin poder evitarlo sus labios se estiraron en una sonrisa logrando que la mujer casi enloqueciera, y solamente el firme agarre que tenía lord Rodrik en su brazo la detuvo de hacer cualquier locura.
Cuando llegó la noche, Aegon ya estaba en la habitación cuando Helenna entró. La estaba esperando para cenar y la joven supo que llegaría un interrogatorio.
-¿Myrcella Greyjoy? -preguntó Aegon solamente mientras bebía de su copa. Tenía sus ojos violetas clavados en ella.
-Tener a la nieta de Tywin Lannister y única hija de los Greyjoy con nosotros es una manera de evitar cualquier cosa que planeen en nuestra contra.
Luego de guardar silencio por un momento, Aegon asintió
-¿Fue idea tuya o de mi madre?
Helenna le sonrió: -Mía aunque tu madre aprobó mi idea, las dos creemos que tener a hijas o nietas de grandes señores con nosotros nos dará más poder.
La acalorada mirada que Aegon le dirigió logró despertar su cuerpo.
-Ven, esposa.
Dejando a un lado sus cubiertos, Helenna se levantó de su lugar en la mesa y caminó lentamente hasta sentarse en el regazo de él.
Los labios de Aegon devoraron los suyos sin darle tregua. Luego la levantó en sus brazos y la llevó hasta la cama.
Esa noche a diferencia de otras en la que hacían todo apresurados con el tiempo jugandoles en contra, Aegon se tomó su tiempo para desnudarla y explorar cada centímetro de su piel. Cuando su rostro se enterró entre sus muslos y su lengua se sumergió dentro de ella chupando y lamiendo cada parte de su interior, Helenna pensó brevemente antes de que el placer la consumiera que Aegon parecía perder la razón cuando ella se ponía a conspirar.
AVAVAVAVA
Los siguientes en abandonar la capital fueron los norteños. Y Helenna necesitó varias horas para convencer (amenazar) a Aegon para que organizara un pequeño almuerzo en honor a los Stark. Secretamente la joven reina esperaba que el príncipe Jaehaerys pudiera despedirse de su familia paterna ya que estaba segura de que los príncipes Targaryen no cederían a su orgullo para despedirlo.
Al principio el almuerzo fue incómodo, con lord Eddard Stark y su esposa, lady Catelyn Tully sentados tensos en sus sillas con los rostros serios y sus movimientos rígidos. Por otro lado, Aegon parecía molesto con ella por obligarlo a organizar el almuerzo pero Helenna creía que su amenaza de que no la tocaría por una semana había tenía efecto. La reina madre Elia a diferencia de su hijo parecía melancólica mientras sus ojos se desviaban continuamente en dirección a Arya Stark, la hija menor del señor de Invernalia.
Solo Rhaenys parecía cómoda charlando con Robb Stark sobre el rey Daeron I, el llamado Joven Dragón, quién había logrado lo que el Conquistador había fallado, someter a Dorne; y aunque su victoria fue breve sus hazañas eran legendarias.
Por suerte para Helenna, Viserys brillaba con su ausencia. Cómo tío del rey, su presencia era requerida en las celebraciones pero su actitud distante con su familia ya era notoria y los rumores ya habían comenzado a circular por la corte.
El peso del almuerzo recayó en Helenna por lo que intentó entablar una conversación con lord Eddard, ignorando a su hosco esposo. El señor de Invernalia, con una amabilidad sorprendente respondió todas sus preguntas sobre el Norte y sus costumbres, e incluso le extendió una invitación para visitarlos en un futuro cercano.
Sansa Stark, la bella pelirroja, se unió a la conversación con una intensidad sorprendente sobre las maravillas de la capital, la corte, el Gran Baile y su boda.
-Sansa -la llamó Helenna cuando el almuerzo estaba llegando a su final. - ¿Que te ha parecido la corte hasta ahora?
La niña la miró con tal emoción, con esos ojos azules brillando y una gran sonrisa realzando aún más su belleza.
-Es todo tan maravilloso, su majestad, y estoy tan feliz de haber sido invitada a su boda.
-Me alegro mucho, Sansa. -Helenna le sonrió sinceramente. Le agradaba mucho la niña. - ¿Y tú, Arya, como te sientes?
La hija menor de lord Eddard Stark simplemente se encogió de hombros y no respondió logrando que lady Catelyn la reprendiera.
Cuando el almuerzo finalizó, Helenna propuso un brindis y todos se pusieron de pie. Algunos más felices que otros.
-Brindo por la familia, porque nuestros lazos permanezcan fuertes ahora y en el futuro. -dijo esto mirando a lord Eddard para que lo interpretara como un mensaje. El Guardián del Norte asintió sutilmente comprendiendo.
Las copas se alzaron en un brindis y el almuerzo se dió por finalizado.
-Lord Eddard me gustaría intercambiar algunas palabras con usted, por favor. -dijo Aegon cuando todos comenzaron abandonar la sala. La princesa Rhaenys fue la primera en marcharse, seguida de cerca por su madre quién parecía estar absorta en una conversación con Sansa. Jon y Daenerys se quedaron sentados en la mesa sumidos en su mundo.
-Por supuesto, su majestad.
-Reunase con nosotros en mi despacho antes de abandonar la capital.
Lord Eddard asintió en acuerdo: -Lo veré en un momento, alteza.
Aegon asintió luego tomó la mano de Helenna para marcharse del salón no sin antes despedirse de lady Stark que había permanecido junto a la puerta esperando a su esposo.
-¿De que se trata todo esto, Aegon? -preguntó Helenna una vez estuvieron cerca del Torreón de Maegor. La pareja caminaba por los pasillos tomados de la mano seguidos de cerca por cuatro guardias reales.
-¿No habías planeado comenzar a coleccionar damas para tu corte, Lenna? -preguntó Aegon con un tono burlón. La joven lo miró molesta.
-No estoy coleccionando nada, Aegon, estoy creando futuras alianzas en favor de tu reinado.
-Tienes razón -dijo él apretando suavemente su mano, luego se pasó una mano por cabello platinado deshaciendo su perfecto peinado. -digamos que ver a Jaehaerys no me pone del mejor de los humores.
-Necesitas cambiar eso. -lo reprendió ella. Aegon la miró sorprendido. -¿Que? Alguien debe decírtelo, el pecado fue cometido por tu padre no por Jon. Es hora de que ustedes dos se amiguen, tienes demasiados enemigos como para sumar uno más.
Él no respondió nada prefiriendo permanecer en silencio. Y Helenna no se arrepintió de sus palabras, había jurado decirle la verdad y ayudarlo a encontrar el mejor camino. Esta rivalidad con Jon no era para nada ventajosa.
Los reyes llegaron a sus aposentos, y Aegon la guió a su despacho.
Helenna no había estado en este lugar y le daba curiosidad. Como ella tenía su pequeño salón de su uso exclusivo, este despacho era el lugar privado de Aegon.
Su esposo se sentó detrás del escritorio revolviendo una pila de pergaminos y Helenna aprovechó para mirar el lugar.
-Debo hablarte de algo. -rompió el silencio Aegon media hora después, mientras Helenna ojeaba su biblioteca.
La joven levantó la mirada inquieta, nada bueno venía después de esa frase.
-¿Que sucedió?
Aegon volvió a pasarse la mano por el cabello platinado y soltó un suspiro de cansancio.
-Antes de surgiera la idea de organizar el Gran Baile para que me casara, mis consejeros hablaron sobre un plan de unir la Casa Targaryen en matrimonio para formar nuevas alianzas. -dijo él sin dejar de revolver sus papeles. Helenna se acercó a su escritorio y tomó asiento en uno de los sillones. -sugirieron un posible matrimonio político entre mi tía Dany y Robb Stark.
Helenna permaneció en silencio un momento digiriendo sus palabras. Recordó la conversación que tuvo con Margaery sobre sus opciones de matrimonio que eran Edmure Tully y Robb Stark. Parecía que otra vez se le habían adelantado.
-¿Crees que este matrimonio sería una buena alianza? -preguntó ella.
-No lo sé, mi familia y los Stark no están en buenos términos y temo que una novia Targaryen no sea bien vista en el Norte.
Tenía sentido. Aerys II había dado la orden de ejecutar al antiguo señor de Invernalia Rickard Stark y a su heredero Brandon, junto con varios inocentes entre los que estaban Elbert Arryn, sobrino y heredero de lord Jon Arryn, señor del Nido de Águilas y Guardián del Oriente.
-Hable con mi familia -dijo Helenna y Aegon levantó la mirada de sus papeles. -estaban barajando la posibilidad de un posible matrimonio entre mi hermana y Robb Stark. Mi padre cree que el Norte se beneficiaría de una alianza con el Dominio más con el invierno tan cerca, además de que Margaery se convertiría en la futura señora de casi la mitad del reino, según las palabras de mi padre y ella parece preferir a Robb Stark antes de a cualquier otro de sus candidatos.
Aegon guardó silencio durante un largo rato con la mirada perdida en algún punto en el techo. Parecía inmerso en sus pensamientos, buscando la mejor oportunidad en un tema tan delicado.
-Además por lo que ví todos estos días, la princesa Daenerys y Jon parecen ser muy cercanos.
Su esposo apartó la mirada del techo y clavó en ella esos intentos ojos violetas que tanto adoraba.
-Un matrimonio entre Robb Stark y tú hermana no sería una mala opción. -dijo él luego de unos segundos y Helenna se dió cuenta de que prefirió ignorar su último comentario. -el Norte tendría alimento para el invierno y la dote de Margaery sería suficiente para cubrir las reparaciones que lord Stark estaba tan desesperado por hacer en varias fortalezas. Y la boda entre ellos ataría al Norte a la corona ya que la novia es la hermana de la reina.
-Es verdad. -asintió Helenna. -la corona sumaría más aliados, el Norte, las Tierras de los Ríos y capaz incluso el Valle.
-Y podríamos afianzar esas alianzas con otros matrimonios. Tu hermano Willas está soltero y necesita una novia, podría buscar una candidata en el Valle, tal vez alguna de la Casa Royce o la Casa Corbray.
Helenna hizo una mueca. Sabía que su mejor amiga y dama de compañía Talla Tarly estaba secretamente enamorada de Willas.
-Un paso a la vez, Aegon. -dijo Helenna, tal vez podría ganar tiempo y pensar en un plan. Sabía que Willas no aceptaría un matrimonio arreglado. -primero debemos hablar con lord Eddard por el matrimonio de su hijo y Margaery.
Su esposo asintió en acuerdo con ella y Helenna suspiró aliviada. Justo en ese momento llamaron a la puerta.
-Adelante. -dijo Aegon.
Ser Arthur Dayne abrió la puerta y dejó entrar a un lord Eddard desarmado y ya listo para partir a su hogar. El señor de Invernalia entró al despecho y realizó una reverencia.
-Majestades.
Helenna se puso de pie y rodeó el escritorio para pararse a la derecha de la silla de Aegon. Su esposo hizo un gesto para que el norteño se sentará en la silla que ella dejo libre.
-Lord Eddard como sabrá desde hace semanas mis consejeros y yo estuvimos hablando de una posible alianza entre la corona y el Norte.
El hombre asintió sin cambiar de expresión. -Así es, majestad, una alianza entre nosotros beneficiaría a ambas partes.
-Estoy de acuerdo, mi señor, por eso quiero proponerle un acuerdo matrimonial entre su heredero y mi cuñada, lady Margaery Tyrell.
Helenna observó el rostro de lord Eddard, y a pesar de que su rostro permaneció impasible, ella se dió cuenta de la inquietud en su mirada.
-Dejame presentarle las posibilidades de esta posible alianza. -continuó Aegon.
Helenna permaneció al lado de Aegon en silencio casi sin moverse mientras presenciaba el arreglo que definiría la vida de su hermana mayor.
Los hombres estuvieron un largo rato intercambiando acuerdos comerciales gracias a su alianza con el Dominio, la dote de Margaery, hombres que serían enviados a la Guardia de la Noche, recursos del Norte como el cuero y el hielo que serían distribuidos en la capital.
-Una cosa más, mi señor. -dijo Helenna antes de que terminara la reunión. Ella miró brevemente a Aegon quién asintió ya sabiendo lo que diría. -me gustaría que Sansa se uniera a mis damas, estoy segura de que su hija sería feliz en la corte y aprendería mucho bajo la tutela de la reina madre Elia.
Lord Eddard lo pensó por un momento, como todo padre parecía reacio a dejar a su hija mayor en un lugar desconocido.
-No estaría sola, lord Eddard, Jon podría quedarse en la corte para velar por ella.
Helenna miró sorprendida a Aegon pero su esposo había clavado esos ojos violetas en los grises del norteño.
-Me parece bien, majestad, Sansa y Jon permanecerán en la corte hasta que ellos decidan cuando marcharse.
Aegon asintió en aprobación y dijo: -¿Podría aplazar por unas horas su partida así organizo una reunión entre nosotros y lord Mace Tyrell para arreglar los últimos detalles de nuestra alianza?
Lord Eddard asintió y luego de hacer una última reverencia abandonó el despacho.
Apenas se cerró la puerta detrás del hombre, Helenna dejó escapar un suspiro y se sentó en el escritorio.
-Bueno eso salió bien.
Aegon asintió.
-Ser Arthur. -llamo Aegon en dirección a la puerta cerrada. El Guardia Real ingresó a la habitación y aguardo de pie sus instrucciones.
-Si, majestad.
-Envia un mensaje a lord Tyrell para que venga aquí lo más rápido posible.
El Guardia Real se inclinó y se marchó para cumplir sus órdenes. Helenna permaneció sentada en el escritorio mientras Aegon revisaba una carta en un idioma desconocido para ella.
Solo media hora después, llamaron a la puerta y luego del permiso de Aegon, la puerta se abrió para dejar entrar al padre de Helenna. La joven se levantó y le sonrió a su señor padre.
El señor de Altojardín le devolvió la sonrisa aunque sus ojos negros, iguales a los de Helenna, parecían inquietos mirando al despacho.
-Su majestad, hija mía. -saludó su padre con una reverencia. Este le devolvió el saludo y le indicó que se sentará en frente del escritorio.
-No se inquite, mi señor. -dijo Aegon con una sonrisa tranquilizadora. -lo he mandado llamar para darle buenas noticias.
-¿Así si? Que maravilloso -respondió su padre. El hombre era transparente y era obvio que ya estaba feliz. -¿Cuáles son esas noticias, su majestad?
Brevemente Helenna se preguntó que noticias estaba esperando su padre y siguiendo su mirada que estaba fija en su estómago como si esperara ver algo ahí, respondió su pregunta.
-Oh no, padre, no estoy embarazada -dijo Helenna con una risita intentando aliviar a su padre. -mi esposo tiene otras noticias que serán de tu agrado.
El hombre parecía decepcionado, era sabido que su familia esperaba que quedará embarazada lo antes posible para afianzar su posición. Pero Helenna no estaba preocupada y sabía que Aegon no presionaba por un heredero.
-He estado negociando con lord Eddard Stark por una alianza entre el Norte y el Dominio con la unión matrimonial entre su heredero Robb Stark y su hija mayor, Margaery.
Mace Tyrell intentó controlar su entusiasmo. Los ojos de padre e hija se encontraron brevemente y Helenna asintió. La sonrisa del hombre se ensanchó, una hija como reina y la otra siendo la futura señora de Invernalia y del Norte; era casi un sueño.
-¡Que maravillosa noticia, majestad! -exclamó su padre. -una alianza con el Norte que gran idea.
Lo dijo como si hubiera sido la idea de Aegon y él no lo sacó de su error.
-Lord Stark llegará en unos momentos para arreglar los últimos detalles de esta nueva alianza, debemos hacerlo rápido y en silencio antes de que nuestros opositores puedan hacer algo.
-Lo bueno es que la mayoría ya han abandonado la ciudad. -aportó Helenna. Aegon asintió concordando con ella.
Lord Tyrell pronto tomó la palabra emocionado comenzando a hablar sobre las posibilidades de este acuerdo, no solo matrimonial si no comercial y político.
Unos minutos después volvió a entrar lord Eddard y se terminaron de arreglar los últimos detalles, solo faltaba firmar unos papeles y Margaery se convertiría en la prometida de Robb Stark.
Esperaba que su hermana estuviera contenta.
AVAVAVAVA
Dos días después, la familia de Helenna fueron los siguientes y los últimos de las grandes casas en abandonar la capital.
Por la mañana de ese día, Helenna se había reunido para desayunar con su familia.
Fue una sensación incómoda, la última vez que estuvo con ellos era solo Helenna Tyrell, la hija menor del señor de Altojardín pero ahora con su vestido de terciopelo verde botella decorado con intrincados dibujos florales con un pesado collar de rubíes adornado su cuello (regalo de Aegon) y en la cabeza, su corona de rosas y espinas forjada en oro blanco, ella era la reina consorte Helenna Targaryen.
-Propongo un brindis. -dijo lady Olenna levantándose de su lugar a la izquierda del lord Tyrell. Su hijo, su nuera y sus nietos se levantaron tomando sus copas. -brindo por nuestra familia, brindo por los Tyrell quienes han traído honor y gloria a nuestra noble casa. ¡Crecer fuerte!
-¡Crecer fuerte! -exclamaron todos al unísono y levantaron sus copas al cielo.
El resto del desayuno transcurrió en completa tranquilidad, el sonido de cubiertos chocando, las risas de sus familiares, las conversaciones inundando la sala; Helenna extrañaría todo eso. Los extrañaría a ellos.
Por suerte algunos permanecieran con ella en Desembarco del Rey y otros volverían a Altojardín. Margaery se quedaría a su lado como su dama de compañía hasta que tuviera que partir al Norte para casarse con Robb Stark. También se quedaría su abuela, lady Olenna, para ayudarla y enseñarle a moverse por la corte. Loras ya había expresado su deseo de formar parte de la guardia personal de Helenna, deseo que fue concedido por Aegon para sumarlo junto a Brienne y los guardias reales que la seguían a todas partes. La joven reina sabía que ser parte de su guardia no era toda la razón por la que no quería abandonar la capital, y cierto Baratheon de ojos azules y cabello negro como la tinta era una de sus principales razones para quedarse.
El desayuno de despedida fue uno de esos pocos momentos en los que toda la familia estaba en paz sin debates, sin intrigas, sin presiones por el futuro. En ningún momento se habló sobre el futuro matrimonio de Margaery, ni de los hijos que debía empezar a tener Helenna, ni la mejor candidata para ser la esposa de Willas. Y lo más sorprendente, su abuela no habló en ningún momento sobre alianzas, deberes ni nada por el estilo, solamente parecía escuchar tranquilamente las conversaciones de su familia.
Pero demasiado pronto, el desayuno llegó a su fin lo que significaba que era hora de despedirse.
-Mi niña -su padre se acercó a ella y la tomó entre sus brazos para darle un fuerte abrazo. Hace años que no se sentía tan pequeña a su lado. Pensar que ya no lo vería tan seguido, que él no estaría disponible para ella para cualquier necesidad por más simple que fuera. -estoy muy orgulloso de ti, Helenna, estoy seguro de que harás grandes cosas.
-Gracias, padre, te voy a extrañar mucho.
Lord Tyrell se rió y le acarició la espalda mientras sus ojos vagaban por su rostro.
-Siempre serás mi niña no importa la corona que lleves.
Helenna le sonrió y le besó la mejilla.
El próximo en despedirse fue Willas. Su hermano favorito.
-Lenna.
-Willas.
Los hermanos se abrazaron y Helenna contuvo un sollozo.
-Te voy a extrañar, hermano. -dijo ella apretando sus brazos en su cintura. El heredero de Altojardín depositó un beso en su frente.
-Siempre puedes mandarme cartas y contarme en clase de lío te has metido.
La joven reina se rió y sintió como las lágrimas caían de sus ojos. Su hermano tomó cada lado de su rostro y sus dedos le limpiaron las lágrimas.
-No llores, hermana, está no es una despedida es un hasta pronto.
-Si.
Volvieron a abrazarse y Willas la soltó para despedirse de Margaery. Su madre se colocó delante suyo y la tomó de las manos.
-Te amo, mi amor, ojalá pudiera quedarme a tu lado para ayudarte en esta nueva etapa.
-No, madre, debes acompañar a mi padre te necesita más que yo. -respondió ella con una débil sonrisa. -quién sabe la clase de problemas que creara sin supervisión.
La señora de Altojardín soltó una risita y envolvió sus delicados brazos a su alrededor.
Luego los Tyrell que se marchaban de vuelta a Altojardín, junto con sus abanderados, ya habiendo terminado de empacar se reunieron en el salón principal para abandonar la Fortaleza Roja.
Helenna, de pie junto a Loras, Margaery y su abuela, presenciaron la llegada de Aegon y la reina Elia para despedir a la comitiva Tyrell.
Aegon se paró al lado de Helenna y tomó su mano dándole un apretón reconfortante sabiendo lo duro que era para ella despedirse de su familia.
Por decisión de Aegon, acompañaron al gran grupo hasta la Puerta del Lodozal por dónde habían ingresado a la ciudad hace solo semanas atrás.
Helenna volvió a despedirse de su familia y observó con tristeza como abandonaban la ciudad en medio del polvo que levantaban los cascos de los caballos con el estandarte de la rosa Tyrell cerrando la marcha.
Por la noche, cuando Helenna y Aegon estuvieron solos en su habitación. Ella se permitió bajar la guardia y dejó escapar las lágrimas que había estado conteniendo todo el día, inmediatamente sintió los fuertes brazos de su esposo envolverla.
No dijo nada, solo se quedó a su lado hasta que ya no le quedó más lágrimas que derramar.
Mañana sería un nuevo día. Mañana se presentaría en el Consejo Privado para formar parte en las decisiones que se llevarían a cabo sobre el reino.
Mañana comenzaría realmente su papel como la reina consorte de los Siete Reinos.
Chapter 16: EXTRA: Espías, conspiraciones y asambleas
Chapter Text
Si alguien le hubiera dicho hace años que un día estaría compartiendo una copa de vino con nada menos que con la llamada Princesa del Sol, hija de la antigua regente Elia Martell, sobrina de la Víbora Roja y hermana del rey Aegon Targaryen; les hubiera dicho que se jodieran y que fueran a inventar mentiras a gente más ingenua que él. Por qué Tyrion Lannister podría ser muchas cosas, un enano, un borracho, un amante de las prostitutas pero nunca una persona ingenua.
O eso creía.
-Entonces ¿que piensas de este vino? -le preguntó la princesa Rhaenys sirviendole otra copa de una botella de procedencia cuestionable. El líquido tenía un color burdeo casi negro y desprendía un olor tan intenso que lograba darle vueltas la cabeza.
Pero Tyrion había aprendido por las malas a nunca rechazar un pedido de un dragón, menos de este dragón. Así que tomó la copa de la mano extendida de la princesa y bebió un sorbo rezando a cualquier dios existente que esta fuera su última copa. Incluso él tenía un límite de cuanto alcohol podía resistir.
-Demasiado dulce, alteza. -respondió Tyrion con una mueca. Odiaba el vino dulce, hacía que una copa no fuera suficiente. La princesa Rhaenys soltó una carcajada y se llenó una copa del vino dulce que sospechaba que provenía de Lys, pero con la joven nunca se sabría.
-Concuerdo contigo, mi estimado compañero, y por eso es mejor que lo terminemos. -dijo ella con una sonrisa traviesa. -no queremos que nuestro vino desaparezca en manos que no lo sabrían aprovechar.
Eso solo podría significar que mañana tendría una resaca terrible.
La princesa Rhaenys le sirvió otra copa y comenzó hablar sobre la exportación de vinos que había financiado hacía Essos obteniendo una numerosa ganancia por ello. Según ella la guerra, las mujeres y el alcohol eran los mejores negocios para invertir. Y no podría estar más de acuerdo.
Mientras una parte de su mente prestaba atención a las palabras de la princesa, Tyrion intentó recordar como termino así. Siendo el experimento, compañero, amigo y/o confidente de la princesa Rhaenys Targaryen.
Siempre había sabido que su nacimiento había sido un accidente, un castigo de los dioses para su señor padre. Él era un asesino de madres, y algo mucho peor, un enano. Nunca se había sentido importante, siempre había creído que viviría a la sombra de sus más hermosos, más altos y más grandiosos hermanos gemelos pero todo cambio el día en que se encontró con ella. Tysha llegó a su vida con su sonrisa y su hermosa voz haciendole creer que merecía ser amado, que tal vez su vida no sería solo un mancha en la historia de su familia. Pero la felicidad no formaba parte de él, por lo que eso también le fue arrebatado, así que Tyrion se contento en coger, emborracharse y gastar el dinero que lord Tywin Lannister le enviaba para mantenerlo a raya.
Cuando llegó a Desembarco del Rey para el Gran Baile, una oportunidad para que su familia usara a su sobrina Myrcella Greyjoy como peón en su búsqueda del poder al tratar de casarla con el rey Aegon; Tyrion sabía que no podía esperar nada de su vida. Él sabía que moriría como había nacido, siendo nada.
Pero las cosas habían cambiado, incluso él en medio de sus breves momentos de lucidez gracias a su amado vino fue capaz de verlo. Su señor padre y su querida hermana Cersei habían perdido nuevamente la oportunidad de poner a un niño de sangre Lannister en el Trono de Hierro. Y esta vez, a diferencia de hace años gracias a cierto Rey Loco, todo fue culpa de una bonita muchacha de ojos negros y con una sonrisa resplandeciente de impecables dientes blancos.
Tyrion recordaba perfectamente la mañana luego de que se anunciara el compromiso del rey Aegon con Helenna Tyrell. Había estado sentado con su fiel copa de vino del Rejo (que ironía) mirando como Cersei aullaba furiosa a los cuatro vientos sin importarle que la Fortaleza Roja fuera el lugar menos seguro para decir cosas como esas.
Pero a él no le importaba. Ganase quién ganase el maldito trono, él sería siempre un enano viviendo de la caridad de lord Tywin.
Luego fue invitado a la boda real y jamás pasó por su mente que las cosas ya no serían las mismas.
Por supuesto una nueva reina siempre cambiaba las cosas pero está no era cualquier reina, la joven reina era una Tyrell, y compartía sangre con la Casa Hightower y con la Casa Redwyne. La nueva reina era descendiente de tres de las casas más poderosas e influyentes del reino, y eso había puesto contra la pared a su amada familia.
Y las cosas se ponían peor. Helenna Tyrell tenía al rey comiendo de su mano, envuelto firmemente alrededor de su dedo. El amor de una bella mujer podía poner de rodillas hasta al más poderoso de los hombres, lo había hecho con él y Tyrion no podía jactarse de haber hecho nada relevante en su vida.
Así que con este horrible panorama para la Casa Lannister, lord Tywin había usado una vez más su brillante mente y había decidido que no podía dejar que las cosas siguieran este rumbo tan desfavorable. El Viejo León no podría quedarse en la corte, no solo no era bienvenido si no que sería vigilado por cientos de ojos día y noche.
No, el señor de Roca Casterly necesitaba alguien que no levantaría sospechas, alguien que nadie tomaría encerio, que podría pasar desapercibido, y no solo por su altura si no por el poco poder que tenía, el cual era nulo.
Su señor padre le había ordenado permanecer en la corte para escuchar y reportarle cada movimiento que se hiciera. Además debía encontrar una manera de acercarse a la reina Helenna, quién su padre la había descrito como una mujer "con un corazón demasiado blando". Lord Tywin había estado seguro de que la joven reina sentiría pena por Tyrion ya que ella solía rodearse de personas desamparadas y necesitadas lo que haría más fácil acercarse a su círculo íntimo.
Así que ahí estaba Tyrion Lannister. Dos meses después. Solo en la corte del rey Aegon con únicamente su ingenio, astucia y carisma como únicos recursos. Los cuales de alguna manera habían logrado encantar a la propia hermana del rey.
Ella se había acercado a él durante el banquete nupcial y de alguna manera habían entrado en un acalorado debate sobre la esclavitud en Essos. Esa fue su primera interacción pero no la última.
Sus caminos habían vuelto a coincidir durante los días que duró el torneo en celebración por la boda y después cuando lord Tywin lo obligó a quedarse en la corte. Un chiste al cruzarse por los pasillos de la Fortaleza Roja, un nuevo debate paseando por los jardines, un intercambio de conocimiento en la biblioteca real.
Él y la princesa Rhaenys parecían encontrarse casi todo los días. Y si Tyrion fuera un hombre menos inteligente no se hubiera dado cuenta de que estos extraños encuentros no eran casualidad.
La familia real no confiaba en él y que bien hacían. Tyrion podría odiar a su señor padre, a su hermana e incluso a su pequeño y sádico sobrino Joffrey Greyjoy; pero jamás los traicionaria. Después de todo era un Lannister, y un Lannister siempre paga sus deudas.
Así que Tyrion, además de borracho, enano y putero, era un espía de lord Tywin Lannister.
-Creo que mezclarlo con agua le quitaría un poco el gusto dulce, ¿no cree, mi señor? -Tyrion volvió al presente e intentó prestar atención a la princesa del sol.
-Alterar el vino debería ser considerado un delito, alteza.
La mujer soltó una risa escandalosa que hubiera horrorizado a su perfecta hermana.
-¿Te imaginas, Tyrion? ejecutado por alterar el vino, eso sí sería una digna manera de abandonar este mundo.
-Totalmente de acuerdo, alteza. -respondió Tyrion dándole una sonrisa descarada a la princesa.-tal vez en el epitafio escriban algo glamoroso que perdure por la eternidad.
El resto de la tarde, Tyrion compartió la botella con la princesa Rhaenys. La compañera más improbable que alguna vez pudiera haber tenido, ambos sabiendo que el otro era conciente que se espiaban. Lo que uno haría por la familia.
-Mañana mi cuñada va celebrar una pequeña reunión por el cumpleaños de una de sus damas, Alyssa o Alyrra no recuerdo su nombre -dijo la princesa sirviéndose lo que quedaba de la botella. -pero en fin quería saber si te apetecía acompañarme.
Tyrion intentó controlarse para que ninguna emoción se mostrara en su rostro, salvo un leve aturdimiento fruto de todo el vino que habían bebido.
Pero él era un borracho consumado y un par de copas no lograrían distraerlo.
Asistir a una reunión en donde la reina Helenna estaría presente, era demasiado bueno para ser verdad.
Habían pasado dos meses desde la boda real y Tyrion no había tenido ninguna oportunidad de acercarse a la reina. La Tyrell estaba fuertemente protegida. Su principal protectora era su escudo juramentado Brienne de Tarth quién se había convertido en su sombra y tan cerca protegía a la reina que en la corte habían comenzado a llamarla la Sombra Azul por el color de la armadura que siempre llevaba puesta. También estaba el hermano de la reina, Ser Loras Tyrell, un joven caballero altivo y orgulloso pero diestro con la espada que seguía a su hermana a todas partes. Y no podría olvidarse de los guardias reales, esos imponentes caballeros vestidos de blanco que podrían asesinarlo con solo un movimiento de la mano.
Y si no eran sus protectores, la reina Helenna era seguida por sus damas de compañía, entre las que estaban la sobrina de Tyrion, Myrcella. Se había sorprendido cuando la vió en la corte, ya que pensó que había regresado a Pyke, su madre no solía dejarla fuera de su vista. Y su sorpresa aumentó cuando se enteró de que la reina Helenna había acorralado a su hermana y a los Greyjoy para que la dejarán quedarse en la corte siendo su dama de compañía. Al parecer lord Tywin se había equivocado al decir que la reina era dócil e influenciable.
Tyrion pondría sus manos en el fuego al pensar que Myrcella no era ninguna espía ni informaba a lord Tywin. La muchacha era demasiado tímida para saber cómo jugar a ese juego. Y a pesar de que eran familia, tío y sobrina casi no se veían y él estaba agradecido por ello, no quería que Myrcella se viera implicada en nada que pudiera perjudicarla por si lo atrapaban.
-Será un honor acompañarla, alteza, se cuanto le desagradan las reuniones sociales.
La princesa Rhaenys hizo un gesto de sorpresa abriendo grande esos ojos violetas pero su sonrisa pícara la delató.
-Adoro a mi cuñada pero sus damas...-hizo un gesto de horror y Tyrion no fingió la carcajada que se le escapó. -asi que no deseo enfrentar este martirio yo sola, y mi hermano me mataría si Helenna se pusiera triste por qué no asistí a su pequeña fiesta.
Los rumores de que el rey amaba a su reina no eran falsos entonces. Vaya sopresa.
-¿Cuándo es la reunión? -preguntó Tyrion.
-Mañana al atardecer en su pequeño salón. -respondió ella mientras se levantaba de su lugar en la mesa y se aferraba a su silla por culpa de un repentino mareo. -te veré aquí e iremos juntos. Hasta luego, lord Tyrion, fue un placer degustar este maravilloso aunque empalagoso vino con usted.
-Fue un honor, princesa.
La joven Targaryen se marchó de su habitación cerrando la puerta detrás de sí, dejando a Tyrion planeando su siguiente movimiento para mañana.
Un encuentro con la reina Helenna sería un perfecto momento para ganarse su favor. Durante la fiesta no habría tanta gente a su alrededor lo que lo ayudaría acercarse a ella para cumplir el plan de lord Tywin.
AVAVAVAVAVA
Rhaenys Targaryen intentaba no tambalearse mientras volvía a sus aposentos. Una de sus damas, Jennelyn Fowler una noble dorniense de cabello rubio claro con hermosas facciones pero con una voz estridente intentó ayudarla a no caerse.
Ese día había bebido demasiado vino y no podía entender como Tyrion aguantaba tanto.
"He tenido años de práctica, alteza" le diría el muy maldito. Y ella estaba segura de que eso era verdad. Casi la única verdad que había salido de esa boca listilla.
-Alteza.
-Estoy bien.
Rhaenys soltó su brazo del agarre de la chica y otra igual a ella se colocó a su derecha.
Estoy tan borracha que veo doble.
Pero no, recordaba que Jennelyn tenía una hermana gemela, Jeyne era su nombre si no se equivocaba.
-Estoy bien. -volvió a repetir Rhaenys, estaba vez con una voz más amable. Las gemelas no tenían la culpa de que el pasillo pareciera inclinarse. -solo intentare dormir un poco y me sentiré mejor.
No sabía si sus palabras fueron para las gemelas o para ella. Solo sabía que sostenerse de las paredes era más seguro.
Necesitaba sacarse el ajustado vestido que llevaba puesto y tirarse en su amado colchón de plumas, y tal vez dormir hasta que el sol se volviera a poner, dejándola lista para la pequeña fiesta de Helenna.
Pero la vida no era justa.
Su madre la esperaba sentada en su cama.
-Madre. -saludó Rhaenys intentado no encorvarse. -no te esperaba tan tarde.
La reina madre Elia Martell, la mujer que había sido la única que había impedido la caída de la Casa Targaryen salvandola a ella y a su hermano Aegon de una muerte segura a manos de sus enemigos, se levantó de su colchón de plumas y caminó con esa elegancia que la caracterizaba hacía Rhaenys.
La joven intentó no acobardarse frente a esos ojos que parecían verlo todo. Su madre se inclinó y la olfateo.
-Apestas a vino.
-Lo sé, madre.
Rhaenys no estaba de humor para nada más que no fuera dormir. Comenzó a deshacer los lazos de su lujoso vestido que estaba segura que tenía una mancha de vino. Sintió a su madre colocarse detrás de ella y empezar a ayudarla con el vestido.
-¿Alguna noticia? -preguntó Elia cuando el vestido cayó al suelo y ella lo pateó lejos. Sin responder a su pregunta, Rhaenys caminó desnuda sin sentir pudor hacía su bañera que sus damas habían sido previsoras de llenarla de agua limpia para ella. Intentaría recordar agradecerles a las gemelas por este acto de bondad.
La princesa se sumergió en el agua con un suspiro de satisfacción y recostó la cabeza en el borde de la bañera cerrando los ojos.
-Rhaenys.
Su madre se acercó a ella y la joven abrió los ojos para encontrarse la furibunda mirada de la reina madre clavada en ella con desaprobación.
-Dame unos momentos de paz, madre, necesito relajarme.
Su madre suspiró resignada, luego se acercó a la mesa en donde había restos de comida y tomó una de las sillas para ponerla al lado de la bañera y sentarse con las piernas cruzadas, esperando.
Rhaenys sabía que no se marcharia de sus aposentos hasta no tener la información que quería.
-Tyrion estaba ansioso porque lo invité para que me acompañara a la reunión de Helenna.
Elia tarareó pensativa con su pie rebotando y Rhaenys aprovechó para sumergirse en la bañera y ahogar cualquiera fuera la respuesta de su madre.
Espiar y vigilar a Tyrion Lannister era más difícil de lo que había pensado. El hombre era un experto en mantener sus verdaderos pensamientos para si mismo solo diciendo lo que el otro quería escuchar. Teniendo un padre como Tywin Lannister no le extrañaba que fuera tan bueno en controlar sus palabras y emociones.
Pero estar detrás de Tyrion era aburrido, tenía cosas que hacer. Mercancía que verificar, negocios que vigilar, nuevos proyectos que mirar, ventas que realizar y amantes que mantener contentos. Ya habían pasado dos meses desde que su madre y Aegon le habían ordenado, exigido más bien, que vigilara al hijo menor de lord Tywin.
Al principio había sido entretenido, Tyrion era una fuente interminable de historias, chistes y un compartimiento descarado, algo que era como un soplo de aire fresco para Rhaenys, tan atrapada como lo estaba en la corte desde hace años. Ya había olvidado las veces que había deseado estar en Dorne, en los Jardines del Agua junto a sus primas Arianne Martell y las Serpientes de Arena.
En su lugar estaba atrapada en esta asquerosa ciudad vigilando a un espía del Viejo León.
Rhaenys no se engañaba, se había encariñado un poco con Tyrion en estos meses pero la lealtad a su familia era más fuerte que cualquier sentimiento de amistad que pudiera sentir por el hombre.
Cuando se dió cuenta de que se estaba quedando sin aire, Rhaenys se sentó en la bañera y se apartó el cabello castaño del rostro para mirar a su madre. -Tyrion cree que ahora tendrá una oportunidad para acercarse a Helenna aunque todavía no se que quiere de ella.
-Lo mismo que todos quieren. -respondió su madre con una mirada de disgusto. -saben que mi hijo haría cualquier cosa por ella y creen que controlando a Helenna podrán controlarlo a él.
Rhaenys soltó una carcajada. Siempre le divertía cuando subestimaban a su hermano.
-Aegon podrá ser un idiota enamorado pero nada le haría incumplir con sus obligaciones, ni siquiera Helenna tiene ese poder.
-Tienes razón. -dijo Elia. Tenía los ojos perdidos por la ventana que daba a la ciudad. -tengo varias noticias para darte y como estabas ocupada con Tyrion no te has enterado.
La princesa se amarró el cabello y recostó la cabeza en la bañera con los brazos apoyados en el borde.
-Dispara, madre, estoy lista.
Elia se puso de pie y comenzó a pasear por la habitación. Su ansiedad era palpable.
-En una semana partiremos al Norte para la boda de Margaery Tyrell y Robb Stark, si todo sale bien en un mes estaremos en Invernalia.
Rhaenys soltó un quejido. Odiaba el Norte, ella tenía sangre dorniense el frío no le sentaba bien. Pero los Stark eran familiares de Jon y le habían caído bien, más la niña Arya que los otros, así que debía estar presente en la boda.
-La mitad de la corte irá al Norte por lo que seremos un grupo numeroso.
-Bien, entonces deberé comprar ropa más abrigadora.
Elia no le respondió y Rhaenys intentó aprovechar ese breve momento de silencio para relajarse.
Hasta que fue roto por la voz furiosa de su madre.
-Los hombres del hierro están construyendo una flota naval sin permiso de la corona.
Rhaenys se sentó en la bañera y miró asombrada a su madre.
-Los Greyjoy no se atreverían a desafiar a Aegon.
-Lo harían si lord Tywin Lannister los respalda.
-Pero la corona tiene Dorne, el Dominio, el Norte y las Tierras de los Ríos de su lado -dijo Rhaenys indignada- es una sentencia de muerte desafiar tal poder.
-Es lo que Oberyn dijo -respondió ella sin dejar de caminar de un lado a otro por la habitación. -pero la sed de poder es más fuerte que su instinto de supervivencia.
Rhaenys guardo silencio con miles de pensamientos zumbando sin parar.
-¿Crees que es una buena idea partir al Norte en estos momentos? -preguntó Rhaenys finalmente. El agua de la bañera ya se había enfriando pero no le importaba. -necesitamos concentrar todo nuestro poder en Desembarco del Rey por si los Greyjoy y los Lannister intentan algo.
-Todo lo contrario, hija, ahora más que nunca necesitamos afianzar nuestra alianza con el Norte. -respondió Elia. -además en la reunión de hoy Helenna ha propuesto ante el Consejo Privado de realizar un viaje real por el reino, no solo para mostrar nuestro poder y riqueza si no para ganar aliados y el favor del pueblo llano.
-No es una mala idea.
Durante estás semanas Helenna había demostrado ser algo más que una cara bonita. Sus ideas eran revolucionarias, favoreciendo a los más necesitados y agitando las plumas de los nobles, tan acostumbrados a su cómodo y lujoso modo de vida.
-Y tengo otra noticia. -dijo su madre, y por primera vez desde que Rhaenys la vió esa noche estaba sonriendo. -Helenna está embarazada.
Rhaenys se levantó de la bañera con el agua goteando por su cuerpo desnudo, y abrazó a su madre mojando su lujoso vestido de seda dorada. La reina soltó una risita devolviéndole el abrazo, tan feliz como ella con la noticia.
-¡Es una excelente noticia, madre! -exclamó Rhaenys soltando a su madre, luego salió de la bañera y tomó una bata de lino envolviendola alrededor de su cuerpo voluptuoso. -Aegon por fin tendrá un heredero, esto hará retroceder a nuestros enemigos.
-Solo si es un niño lamentablemente, como desearía que todo Poniente fuera igual a Dorne. -dijo Elia frustrada, pero unos segundos después volvió a sonreír feliz como hacía tanto Rhaenys no la veía. -nuestro Aegon será padre, el sexo del niño es lo que menos importa.
-Es verdad. -comentó Rhaenys mientras servía de su vino favorito en dos copas de cristal. -¿Quiénes saben sobre el embarazo?
-Pocos -respondió su madre, asintiendo en agradecimiento tomando la copa que Rhaenys le ofreció -Tú, yo, Aegon, Oberyn, lady Olenna y Helenna, por supuesto. Se planeo mantenerlo en secreto hasta que lleguemos al Norte para evitar que Helenna sufra algún intento por evitar el nacimiento del niño.
Había veces que Rhaenys se compadecía de su hermano y de su esposa, y esta era una de esas ocasiones. Vivir constantemente con temor a intentos de asesinatos, con enemigos por todas partes, vigilados a cada paso.
La princesa suspiró cansada pero igualmente alzó su copa, su madre la imitó.
-Brindemos por el hijo de Aegon, por qué nazca sano y fuerte.
-Salud.
Chocaron sus copas y bebieron en silencio, absortas en sus pensamientos.
En unas semanas viajarían al Norte, los Greyjoy y los Lannister podrían estar preparadose para una posible guerra, y Helenna estaba embarazada.
¿Que más podría pasar?
AVAVAVAVAVA
-¿Hice algo para molestarlo, mi señor?
Theon Greyjoy terminó de ponerse las botas y se levantó de la cama improvisada que había hecho con las sábanas sucias que encontró en una habitación abandonada en el Torreón de la Cocina. Sus ojos de un azul grisáceo vagaron por el cuerpo desnudo de la linda y joven sirvienta de las cocinas de la cuál no recordaba su nombre.
-Para nada, amor, me haz hecho feliz hoy.
El joven Greyjoy se arregló el sobreveste negro adornado con el kraken de su casa que cubría su camisa favorita de malla fina. A continuación volvió a mirar a la joven tan hermosamente desnuda cubierta de sudor con su semilla manchando sus blancos muslos, y sin poder evitarlo Theon se inclinó sobre la muchacha y envolvió sus labios en un apasionado beso.
Unos segundos después, la sirvienta gimió entre sus labios y haciendo un gran esfuerzo Theon se apartó. La tentación de volver a los brazos de ella era enorme pero el conocimiento de la furia de su padre si no se presentaba a la asamblea logró aplastar su lujuria. A veces odiaba a su padre, lord Balon Greyjoy podría ser aterrador si se lo provocaba.
Theon dejó a la sirvienta en la habitación abandonada de la torre y partió en dirección al Gran Torreón en donde se estaría celebrando la asamblea entre los Greyjoy y sus aliados más cercanos.
El hijo menor de Balon Greyjoy, Lord Segador de Pyke y Señor Supremo de las Islas del Hierro, entró al salón principal del Gran Torreón y lo primero que vió fue a su padre sentado en la Silla de Piedramar rodeado de sus dos hijos mayores y su hermano Victarion.
Theon intentó pasar desapercibido en el salón repleto de hombres del hierro sentados en largos bancos a los lados de largas mesas de madera gastada, algunos ya estaban borrachos compartiendo jarras de vino, otros estaban jugando con dados y cuchillos y otros conversando acaloradamente. El joven se dió cuenta de que algo había pasado.
-Theon.
Su hermana Asha Greyjoy, una mujer esbelta de largas piernas con cabello negro corto y con el mismo color de ojos de Theon, ambos habían heredado el inusual color de su madre, lady Alannys Harlaw.
-Hermana. -la saludó Theon aceptando su pellejo de vino bebiendo un trago. -¿alguna idea de que se trata la asamblea?
-Tengo una ligera idea pero no te diré nada.
Theon la miró molesto pero su hermana mayor lo ignoró como siempre hacía desde que eran niños.
-Paciencia, hermanito, ya te enterarás.
Asha le sonrió y se marchó en dirección a la Silla de Piedramar, moviéndose por entre las mesas saludando o devolviendo el saludo al pasar. Theon observó desde su lugar junto a la puerta como su padre recibía a su hermana con una sonrisa y le hacía un gesto para que se pusiera al lado de Maron, el segundo hijo de Balon, quién estaba en los escalones del estrado en donde estaba ubicado el trono de los hombres del hierro. A la derecha de Maron estaba parada su esposa Barba Blacktyde, una mujer hermosa de piel tan blanca como la leche con el cabello negro rizado, y pómulos altos y afilados. Hace una luna había dado a luz a su tercer hijo, un varón que en ese momento colgaba de su pecho bien envuelto en mantas para protegerlo del frío.
Antes de que su padre se percatara de que no estaba junto a sus hermanos, Theon siguió a Asha y se unió a ella en los escalones. A diferencia de su hermana, Balon apenas reconoció su presencia, pero Theon ya acostumbrado a ser ignorado se distrajo mirando a los presentes.
Reconoció los blasones de los vasallos más importantes de su familia, la guadaña de plata de la Casa Harlaw de Diez Torres junto a sus ocho propios vasallos. También estaba la Casa Blacktyde de Marea Negra, la familia de Barba; ubicó en una larga mesa cerca de la enorme chimenea a las seis casas nobles que llevaban el apellido Goodbrother con sus diferentes blasones. Y no podían faltar los Sunderly de Acantilado de Sal con su estandarte de un hombre ahogado con peces mordisqueando su carne. Cuando Theon era un niño le había incomodado saber que su abuela paterna había pertenecido a esa casa tan famosa por haber creado a hombres y mujeres notables por su brutalidad y barbarie.
-¡Silencio!
La imponente voz de Rodrik Greyjoy, el amado primogénito de lord Balon, retumbó por todo el salón silenciando todas las conversaciones inmediatamente. Theon a veces deseaba tener esa habilidad, esa presencia que podía silenciar a toda una habitación llena de hombres del hierro.
Una vez se hizo el silencio, lord Balon se levantó de la Silla de Piedramar y tomó la palabra con sus fríos ojos negros recorriendo los rostros de los presentes.
-Los he reunido hoy para decidir que hacer con el rumbo que han tomando las cosas.
Algunos invitados intercambiaron miradas interrogantes sin estar al tanto de lo que había ocurrido en Desembarco del Rey.
Rodrik puso una mano en el hombro de su padre y se acercó a su oído para susurrarle algo. Sea lo que sea que le hubiera dicho, lord Balon asintió y volvió a tomar asiento en la Silla de Piedramar concediendole la palabra a Rodrik.
-Mis señores y mis damas -dijo Rodrik con una voz fuerte llenando cada rincón del salón. -están aquí presentes como los invitados de lord Balon compartiendo sus bodegas y su mesa para ser partícipes de las noticias que hemos traído de la capital.
Theon se tensó esperando lo peor. Todavía podía recordar la fría y silenciosa ira de Rodrik cuando abandonaron Desembarco del Rey.
-El rey dragón ha rechazado a mi hija en favor de una débil rosa de las tierras verdes.
El salón se llenó de abucheos e insultos, Rodrik levantó una mano para volver a pedir silencio.
-Y si esto no fuera suficiente agravio para nuestra casa, la nueva reina se atrevió arrebatarme a Myrcella para convertirla en su títere.
Theon hubiera podido aportar que su sobrina había parecido casi desesperada por quedarse en la corte junto a la reina Helenna. Pero nadie le había pedido su opinión así que permaneció inmóvil y en silencio entre Asha y Maron.
-¿Que propones que hagamos? -preguntó con voz tranquila lord Rodrik Harlaw, el tío materno y tocayo de Rodrik. Un silencio tenso inundó el salón. -¿quieres que enviemos nuestros barcos hacía Desembarco del Rey y desafiemos a los Targaryen solamente por qué tu esposa está pateleando para que le devuelvan a su hija? Que nos importa que la reina no sea Myrcella, no dependemos de la corona, somos hombres del hierro y somos libres.
El salón se llenó de fuertes aplausos y gritos de "hombres del hierro".
Carajo, pensó Theon mirando a Rodrik. Su hermano mayor miraba a su tío con una ira silenciosa que tantas veces había sido lo último que sus enemigos habían visto.
Era sabido por todos que tío y sobrino no se llevaban bien. Lord Rodrik era un defensor de la paz y buscaba que los hombres del hierro fueran más que simples salvajes en busca de botín mientras que su hermano Rodrik creía que era su derecho seguir las Antiguas Costumbres de sus antepasados saqueando y tomando todo lo que quisieran, idea que compartía con lord Balon.
Esto no podía ser bueno. Lord Rodrik acababa de decir frente a docenas de feroces hijos del hierro que el primogénito y heredero de lord Balon era gobernado por su esposa, una Lannister de las tierras verdes. Además había desacreditado a Rodrik.
-Querido tío no me digas que los dragones te dan miedo. -se burló Rodrik, la furia apenas escondida en sus palabras. El señor de Diez Torres permaneció en su lugar entre sus Harlaw sin inmutarse frente a los temibles ojos grises tempestuosos de su hermano.
-Deberías abrir un libro de vez en cuando, querido sobrino, los Targaryen te pusieron en donde estas gracias al Conquistador cuando hace trescientos años le concedió a Vickon Greyjoy las Islas del Hierro.
Theon admiraba la valentía de su tío pero temía lo que le pasaría cuando estuviera solo. Era sabido que cualquiera que se ganara la ira de Rodrik no duraba mucho en este mundo.
Su hermano bajó los escalones y caminó acechando como un depredador hasta donde lord Rodrik estaba sentado junto a sus hijos.
-Ponte de pie, tío, y enfrentame.
El señor de Diez Torres se levantó de lugar y sin pestañar enfrentó la mirada de Rodrik.
-¿Insinuas que una mujer puede controlarme? -Theon jamás había escuchado a su hermano tan furioso.
-Creo firmemente que la Lannister ha clavado sus garras en tí -respondió lord Harlaw -¿En dónde está tu esposa, sobrino? ¿Por qué no está presente si se supone que su matrimonio la convirtió en una de nosotros?
Theon observó que muchos de los presentes asentían a las palabras de lord Harlaw.
-¿Entonces porque deberíamos ir a una guerra contra los dragones y más de la mitad de Poniente por una mujer que ni siquiera es una de nosotros? -preguntó su tío, pero Theon observó que ya no le hablaba a Rodrik, les estaba hablando a todos los presentes que lo miraban atentamente desde los bancos. -no sea cometido ningún crimen, hijos del hierro, y los asuntos de la capital no son nuestros asuntos.
Varios hombres, casi la mayoría, apoyaron las palabras de lord Harlaw. Rodrik miró a su alrededor furioso sabiendo que estaba perdiendo frente a su tío.
-¡Hombres del hierro! -exclamó Rodrik silenciando la habitación, se le habían resaltado las venas de la frente de la ira. -¿escucharan las palabras del Lector frente a las de su heredero? ¿Oirán las blasfemias de un anciano amigo del Trono?
-La mayoría de las veces la sabiduría le gana a la fuerza bruta, sobrino, por favor cede en tus intenciones de declararle la guerra a todo el reino por un supuesto crimen que no se ha cometido -dijo lord Harlaw -muchos morirán por nada y perderemos dinero, recursos y valientes hombres del hierro.
-Concuerdo con lord Harlaw -gritó un hombre al fondo del salón, Theon lo reconoció como lord Blacktyde, hermano mayor de Barba. -no se ha cometido ningún crimen y es una perdida de tiempo y de recursos.
-¡Rodrik Greyjoy se ha dejado influenciar por los Lannister!
-¡La zorra Lannister ha hechizado a la Casa Greyjoy!
-¡Tywin Lannister está detrás de esto! Todos saben que odia a los Targaryen y haría cualquier cosa para destruirlos...
-...planea usarnos para hacer el trabajo sucio como si fuéramos sus malditos sirvientes.
Theon miró inquieto a su hermano Rodrik. El hombre seguía de pie en el medio del salón frente a lord Harlaw sin que ninguno apartara la mirada del otro.
Las cosas estaban marchando mal para los planes de su familia. Lo poco que Theon sabía o lo que había logrado escuchar durante su viaje de regreso de Desembarco del Rey fue que Rodrik planeaba arrinconar al rey Aegon amenazando la paz junto a lord Tywin Lannister.
¿Pero que ganaba su familia al poner a la corona en su contra? Era sabido por todos que los Lannister estaban en la lista negra de los Targaryen desde hace años, desde el reinado del rey Aerys segundo, abuelo del actual rey. Y si los Greyjoy se unían a los leones solo lograrían quedar en el medio de la guerra entre las casas más poderosas de los Siete Reinos.
¿Y si su tío tenía razón? ¿Y si Cersei Lannister había logrado influenciar a Rodrik y por ende a todos los Greyjoy? ¿Y si el plan de lord Tywin era usar a los hombres del hierro y luego descartarlos una vez hubieran cumplido sus propósitos?
Muchas preguntas y pocas respuestas. El futuro era incierto y Theon temía que lord Harlaw tuviera razón.
-¡Suficiente!
El potente grito de lord Balon silenció el salón. Los presentes guardaron un respetuoso silencio y volvieron a sentarse en sus lugares agachando la cabeza en sumisión.
-¡No permitiré que se dude de mi primogénito! -el padre de Theon se levantó de su lugar en la Silla de Piedramar y clavó la mirada en varios hombres. -los hijos del hierro no serán usados en la guerra de nadie, ningún señor de las tierras verdes nos dirá cómo proceder. ¡Mi nieta permanecerá en la capital y los Lannister en su castillo lejos de aquí!
Rodrik fulminó a su padre con la mirada furioso. Cersei, quién estaba de visita en Roca Casterly no volvería junto a su esposo por mucho tiempo, aunque sea hasta que las cosas se calmaran.
El heredero de Pyke abandonó la asamblea sin mirar atrás dejando un rastro de murmullos.
-Que giro tan interesante -le susurró Asha al oído. A su alrededor la música empezó a sonar y las conversaciones volvieron a llenar el salón. Lord Balon volvió a su lugar y comenzó una charla en susurros con su hermano Victarion.
-Las cosas se pondrán tensas a partir de ahora. -le respondió Theon.
-Concuerdo contigo. -los hermanos abandonaron sus lugares en los escalones junto a la Silla de Piedramar y se sentaron en la mesa vacía más cercana al estrado. Unas sirvientas se acercaron para dejarles jarras y vino. -¿Sabes porque nuestro padre se ha opuesto a Rodrik por primera vez en años?
Theon negó con la cabeza y Asha le sonrió de esa manera que lograba ponerlo incómodo.
-Se ha rumoreado que Joffrey, Myrcella y Tommen no son hijos de Rodrik, sino del mellizo de Cersei.
-¡¿Qué?! -el grito de Theon atravesó el salón y él miró incómodo a su alrededor. -¿Que estás diciendo, Asha? ¿Te das cuenta de lo que pasaría si estos rumores resultan ser verdaderos?
-Asi que tú también has dudado de la legitimidad de nuestros amados sobrinos.
-Cualquier verdadero hombre del hierro dudaría que esos niños rubios tuvieran algo de sangre Greyjoy, son tan verdes como su madre.
-Y por eso nuestro padre ha rechazado el pedido de Rodrik de aliarse con lord Lannister contra la corona. -Asha se bebió el resto de su vino y le palmeo la mano casi con cariño si Theon no la conociera. -¿imagínate que pasaría si los rumores fueran ciertos? la Casa Greyjoy sería el hazme reír del reino y el honor de Rodrik estaría manchado para siempre.
-Correra sangre. -dijo Theon casi con pesar. En él corría la sangre de sus antepasados, verdaderos hombres del hierro. -nuestro padre necesita hacerse a un lado hasta que los rumores se silencien y nadie dude de que los hijos de Rodrik sean suyos.
Su hermana comenzó a abandonar la mesa seguramente para desaparecer durante días.
-Asha. -la llamó Theon antes de que se fuera. Una duda le había estado rondando la cabeza desde hace días. -si no iremos a la guerra contra los dragones ¿entonces porque sean estado construyendo barcos de guerra?
Su hermana le sonrió y le robó su jarra vaciando su vino de un solo trago, luego se acercó a su oído y susurró: -Las palabras justas se han dicho para que lleguen a los oídos necesarios en la capital ¿pero en verdad crees que nuestro padre dejaría pasar cualquier oportunidad para volver a las Antiguas Costumbres? Y si las cosas salen mal, los leones pagarán el precio del hierro.
Luego se apartó y abandonó el salón dejado detrás a un Theon asombrado.
Cómo odiaba estos juegos de poder.
Necesitaba distraerse de todo lo que había pasado en la asamblea, había mucho que pensar, mucho que analizar pero por ahora Theon tenía otra cosa en mente.
Con una rápida mirada por el salón, encontró a una bonita sirvienta unos años mayor que él con un lustroso cabello cobrizo y unos impresionantes ojos avellanas que hace tiempo había deseado desde que su hermano Maron la había traído desde las Tierras de los Ríos. Cuando la mujer pasó por su lado, Theon la tomó de la mano y sin preguntarle se la llevó a su habitación de dónde no saldría por muchas horas.

Horni33 on Chapter 3 Sat 04 May 2024 11:51PM UTC
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AgustinaGM18 on Chapter 16 Mon 13 Jun 2022 12:19PM UTC
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